114 86 13MB
Spanish Pages 981 [989] Year 2020
CUB_HISPANIA_N52_CSIC_(01Cruz)_59mmLOMO.qxp_Maquetación 1 24/8/20 10:58 Página 1
NUEVA RO MA
NUEVA RO MA
NUEVA RO MA
PABLO C. DÍAZ es catedrático de Historia Antigua en la Universidad de Salamanca y ha centrado sus investigaciones en los procesos de transformación de la Antigüedad tardía occidental (siglos IV-VII). Sus trabajos más recientes versan sobre el impacto que la instalación de suevos y visigodos tuvo sobre las estructuras hispanorromanas precedentes, atendiendo tanto a los aspectos socioeconómicos, como a factores políticos, jurídicoinstitucionales y religiosos. JOSÉ CARLOS MARTÍN IGLESIAS es profesor titular de Filología Latina en la Universidad de Salamanca, acreditado para catedrático, y dúplice doctor en Filología Latina (Universidad de Salamanca y École Pratique des Hautes Études). Ganador en dos ocasiones del Premio Nacional de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, ha publicado un gran número de estudios y ediciones de textos latinos de la Hispania tardoantigua y medieval. Traductor tanto de autores clásicos como medievales, es responsable, además, de la revisión científica de las traducciones en español de la colección Corpus Christianorum in Translation. MARGARITA VALLEJO GIRVÉS es catedrática de Historia Antigua en la Universidad de Alcalá. Se interesa especialmente, dentro del ámbito de la Antigüedad tardía, por las relaciones entre el Imperio romano de Oriente con la Hispania visigoda, así como por la evolución del exilio como pena pública legal y por la historia del siglo V en el ámbito mediterráneo oriental. Es autora o editora de varias monografías españolas y extranjeras dedicadas a esos asuntos, así como de numerosos artículos y capítulos de libro. Ha sido investigadora principal de tres proyectos de investigación con financiación pública nacional. ISBN 978-84-00-10667-6
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Los siglos V-VII en la historia de la península ibérica constituyen un período esencial en su devenir histórico, pues comienzan con la desintegración paulatina del Imperio romano y la entrada de los bárbaros en Hispania y concluyen con los últimos años del reino visigodo. A fin de ofrecer una visión general de los principales problemas de ese período histórico, este volumen reúne una amplia antología de los textos epistolares conservados, contextualizados históricamente. La elección del género epistolar responde al hecho de que se ha conservado un gran número de cartas de esos siglos y los temas tratados en ellas son tan diversos que ofrecen una imagen muy completa de los problemas a los que se enfrentó esa sociedad y permiten estudiar con detalle no solo los asuntos debatidos en el interior de la propia Hispania, sino también las relaciones entre sus habitantes y otros poderes extranjeros, incluido el papado. Por esa razón, junto con las cartas escritas en la península ibérica, se han recogido muchas otras compuestas en diversas regiones de Occidente y Oriente que versan sobre temas hispánicos o están dirigidas a personajes de Hispania. La organización de estos materiales es tanto cronológica (en tres bloques: Hispania y el contexto imperial, el período arriano y el reino visigodo católico), como temática (por afinidad de los temas tratados en las fuentes estudiadas). Esto proporciona una mayor cohesión a los distintos apartados de cada una de las secciones y facilita una presentación unitaria en su contexto histórico.
José Carlos Martín-Iglesias Pablo C. Díaz Margarita Vallejo Girvés
52
CSIC
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares Antología y comentario
José Carlos Martín-Iglesias, Pablo C. Díaz y Margarita Vallejo Girvés CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 2
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 3
LA HISPANIA TARDOANTIGUA Y VISIGODA EN LAS FUENTES EPISTOLARES
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 4
NUEVA ROMA Bibliotheca Graeca et Latina Aevi Posterioris 52 Director ad honorem Pedro Bádenas de la Peña, Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo, CSIC Directora Ana Gómez Rabal, Institución Milá y Fontanals, CSIC Secretario Alberto del Campo Echevarría, IES Alameda de Osuna, Madrid Comité Editorial Luis Alberto de Cuenca y Prado, Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo, CSIC Michele Ferrari, Friedrich-Alexander-Universität Erlangen-Nürnberg José Martínez Gázquez, Facultad de Filosofía y Letras, Universitat Autònoma de Barcelona Inmaculada Pérez Martín, Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo, CSIC John Victor Tolan, Université de Nantes Patricia Varona Codeso, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Valladolid Giorgio Vespignani, Università di Bologna Consejo Asesor José Beltrán Fortes, Universidad de Sevilla José Manuel Cañas Reíllo, Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo, CSIC Matilde Conde Salazar, Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo, CSIC Natalio Fernández Marcos, Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo, CSIC Yorgos Kejayoglu, Universidad ‘Aristóteles’ Salónica Joan Carles Marset Caus, Universitat Autònoma de Barcelona Florence Meunier, Lycée International de Sèvres Ciriaca Morano Rodríguez, Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo, CSIC Johannes Niehoff-Panayotidis, Freie Universität zu Berlin Jesús María Nieto Ibáñez, Universidad de León Aurelio Pérez Jiménez, Universidad de Málaga Alfonso Pinilla García, Universidad de Extremadura Juan Signes Codoñer, Universidad de Valladolid Juana Torres Prieto, Universidad de Cantabria
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 5
Traducciones y comentarios filológicos de
JOSÉ CARLOS MARTÍN‐IGLESIAS Introducciones históricas de
PABLO C. DÍAZ Y MARGARITA VALLEJO GIRVÉS
LA HISPANIA TARDOANTIGUA Y VISIGODA EN LAS FUENTES EPISTOLARES Antología y comentario
NUEVA ROMA 52
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Madrid, 2020
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 6
Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por medio ya sea electrónico, químico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, los asertos y las opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, solo se hace responsable del interés científico de sus publicaciones. Volumen asociado al Proyecto de Investigación: La evolución de los saberes y su transmisión en la Antigüedad Tardía y la Edad Media latinas III (FFI2016-76495-P). Así como a los Proyectos de Investigación HAR2016-76094-C4-4-R, financiado por el MINECO, y PGC2018-093729-B-100, del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades.
Catálogo de publicaciones de la Administración General del Estado: https://cpage.mpr.gob.es EDITORIAL CSIC: http://editorial.csic.es (correo: [email protected])
© CSIC © José Carlos Martín-Iglesias, Pablo C. Díaz y Margarita Vallejo Girvés Imagen de cubierta: detalle de la inscripción, hoy desaparecida, a la entrada de la ermita de la Santa Cruz de Montes de Valdueza (León). Foto de Pablo C. Díaz.
ISBN: 978-84-00-10667-6 e-ISBN: 978-84-00-10668-3 NIPO: 833-20-138-2 e-NIPO: 833-20-139-8 Depósito Legal: M-18154-2020 Maquetación, impresión y encuadernación: Raggio Comunicación, S.L. Impreso en España. Printed in Spain
En esta edición se ha utilizado papel ecológico sometido a un proceso de blanqueado ECF, cuya fibra procede de bosques gestionados de forma sostenible.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 7
Índice INTRODUCCIÓN GENERAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
11
PRIMERA PARTE: Hispania y el contexto imperial [1‐22] . . . . . . . . . . .
17
RESUMEN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
19
[1] INOCENCIO I, Epistula ad uniuersos episcopos in Toletana synodo constitutos (CPL 1641) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
23
[2] HONORIO AUGUSTO, Epistula ad milites Pampilonenses (CPL 579a)
34
[3] AVITO DE BRAGA, Epistula ad Balconium Bracarensem ep. de reli‐ quiis s. Stephani (CPL 575) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
38
[4‐7] BAQUIARIO, Opera omnia (CPL 568‐570) . . . . . . . . . . . . . . . . .
49
[8‐10] CONSENCIO, Epistulae III ad Augustinum Hipponensem ep. (CPL 262º) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
128
[11] SEVERO DE MENORCA, Epistula de conuersione Iudaeorum apud Minorcam insulam (CPL 576) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
168
[12‐13] VIDAL Y TONANCIO, Epistula ad Capreolum Carthaginensem ep. (CPL 398) y CAPREOLO DE CARTAGO, Epistula ad Vitalem et To‐ nantium (CPL 399) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
202
[14] TORIBIO DE ASTORGA, Epistula ad Idacium et Ceponium (CPL 564) y LEÓN I, Epistula 15 (CPL 1656) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
226
[15‐20] ASCANIO DE TARRAGONA Y LOS OBISPOS DE LA PROVINCIA TA‐ RRACONENSE, Epistulae ad Hilarium papam (CPL 1662º) e HILARIO, Epistulae 15‐17 (CPL 1662) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
252
[21‐22] SIMPLICIO Y FÉLIX III (II), Epistulae ad Zenonem episcopum (CPL 1664‐1665) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
276
SEGUNDA PARTE: El período arriano [23‐45] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
285
RESUMEN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
287
[23‐24] JUSTO DE URGEL, Epistulae (CPL 1091) . . . . . . . . . . . . . . . . .
291
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 8
ÍNDICE
8
[25‐34] AVITO DE VIENNE, Epistulae 35‐37 (CPL 993) y HORMISDAS, Epistulae 22, 24‐26, 88 et 142‐143 (CPL 1683) . . . . . . . . . . . . . .
300
[35‐36] TEODORICO EL AMALO, Epistulae ad Ampelium et Liuuirit, en Casiodoro, Variae (CPL 896) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
329
[37‐38] MONTANO DE TOLEDO, Epistulae II (CPL 1094) . . . . . . . . . .
336
[39] VIGILIO, Epistula ad Profuturum Bracarensem ep. (CPL 1694) .
349
[40] MARTÍN DE BRAGA, Epistula ad Bonifacium de trina mersione (CPL 1085) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
357
[41‐42] EUTROPIO DE VALENCIA, Epistulae (CPL 1095‐1096) . . . . . .
363
[43‐45] LICINIANO DE CARTAGENA, Epistulae (CPL 1097) . . . . . . . .
384
TERCERA PARTE: El reino visigodo católico [46‐141] . . . . . . . . . . . . . . .
413
RESUMEN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
415
[46] TARRA, Epistula ad Reccaredum regem (CPL 1098) . . . . . . . . . .
419
[47‐51] GREGORIO MAGNO Y LA HISPANIA VISIGODA, Epistulae 1, 41; 5, 53, 9,228‐230 (CPL 1714) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
426
[52] RECAREDO I DE TOLEDO, Epistula ad Gregorium I papam (CPL 1714º) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
448
[53‐55] GREGORIO MAGNO, Epistulae III Iohanni defensori (CPL 1714: epist. 13, 46‐48) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
451
[56‐63] CHILDEBERTO II y BRUNEQUILDA, Epistulae Austrasicae 27‐28, 43‐45, 47 (CPL 1057) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
466
[64‐65] Epistula ad Agapium episcopum (CPL 1295) y MAURICIO, Epistula (CPL 1294) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
478
[66‐71] BULGARANO, Epistulae VI (CPL 1297) . . . . . . . . . . . . . . . . .
488
[72‐79] SISEBUTO DE TOLEDO, Epistulae V (CPL 1299: epist. 1, 3, 6‐8) y CESÁREO, Epistulae III (CPL 1299o: epist. 2, 4‐5) . . . . . . . . . . .
517
[80] AURASIO DE TOLEDO, Epistula ad Froganem Toleti comitem (CPL 1296) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
556
[81‐82] AVIULFO, Epistula ad Desiderium Cadurcensem episcopum (CPL 1303: epist. 2, 3) y DESIDERIO DE CAHORS, Epistula 2, 8 (CPL 1303) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
560
[83‐96] ISIDORO DE SEVILLA Y BRAULIO DE ZARAGOZA, Epistulae (CPL 1209‐1211, 1223‐1224, 1230) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
564
[97] REDEMPTO DE SEVILLA, Obitus beatissimi Isidori Hispalensis ep. (CPL 1213) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
606
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 9
ÍNDICE
9
[98‐99] LEÓN, Epistola de computo paschali (CPL 2300) y BRAULIO DE ZARAGOZA, Epistula ad Eutropium ep. (CPL 1230: epist. 22) . . .
611
[100‐101] BRAULIO DE ZARAGOZA, Epistula ad Honorium papam (CPL 1230: epist. 21) y Confessio uel professio Iudaeorum ciuitatis Tole‐ tanae (CPL 1233) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
624
[102] BRAULIO DE ZARAGOZA, Epistula praefatoria ad Frunimianum de la Vita s. Aemiliani (CPL 1231) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
643
[103] CHINTILA DE TOLEDO, Decretum Chintilani regis (CPL 1790º)
648
[104‐109] TAJÓN DE ZARAGOZA, Epistulae (CPL 1230º, 1267‐1268), BRAULIO DE ZARAGOZA, Epistulae II ad Taionem presbiterum (CPL 1230: epist. 11, 42) y QUÍRICO DE BARCELONA, Epistula ad Taio‐ nem Caesaraugustanum ep. (CPL 1271) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
651
[110‐113] EUGENIO II DE TOLEDO, Epistulae (CPL 1230º, 1510º, 1237) y BRAULIO DE ZARAGOZA, Epistula ad Eugenium II Toletanum ep. (CPL 1230: epist. 36) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
684
[114‐116] FRUCTUOSO DE BRAGA, Epistulae (CPL 1230º, 1274) y BRAULIO DE ZARAGOZA, Epistula ad Fructuosum presbyterum (CPL 1230: epist. 44) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
698
[117‐120] QUÍRICO DE BARCELONA, Epistulae II ad Ildefonsum Toleta‐ num ep. (CPL 1272) e ILDEFONSO DE TOLEDO, Epistulae II ad Qui‐ ricum Barcinonensem ep. (CPL 1250) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
723
[121‐122] JULIÁN DE TOLEDO, Epistula ad Eruigium regem (CPL 1260) y Epistula ad Modoenum (CPL 1262a) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
732
[123‐125] JULIÁN DE TOLEDO, Epistula ad Idalium Barcinonensem ep. (CPL 1258) e IDALIO DE BARCELONA, Epistulae (CPL 1258º) . . .
742
[126] PAULO, DUQUE DE LA GALIA NARBONENSE, Epistula ad Wamba‐ nem principem (CPL 1262º) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
757
[127‐132] LEÓN II, Epistulae IV‐VII (CPL 1738), BENEDICTO II, Epis‐ tula ad Petrum notarium (CPL 1739), JULIÁN DE TOLEDO, Apolo‐ geticum de tribus capitulis (CPL 1259) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
761
[133‐141] VALERIO DE BIERZO, Epistula beatissime Egerie laude cons‐ cripta (CPL 1276), Visiones del más alla (CPL 1277‐1279), Opús‐ culos autobiográficos (CPL 1281a‐1285) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
794
FUENTES E ÍNDICES I. FUENTES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
857
1. Abreviaturas de los autores y obras de las traducciones . . . .
857
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 10
ÍNDICE
10
2. Fuentes bíblicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
859
3. Autores antiguos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
890
II. ÍNDICES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
907
1. Índice de los nombres de persona . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
907
2. Índice de los topónimos, ríos y lagos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
924
BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
933
1. Siglas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
935
2. Fuentes antiguas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
936
3. Bibliografía general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
949
MAPAS MAPA N.º 1: El contexto imperial: Hispania a finales del Imperio romano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
976
MAPA N.º 2: El contexto imperial: escritos recibidos y enviados . . . .
977
MAPA N.º 3: El período arriano: Hispania en el s. VI . . . . . . . . . . . . . .
978
MAPA N.º 4: El período arriano: escritos recibidos y enviados . . . . .
979
MAPA N.º 5: El reino visigodo católico: Hispania durante el reino católico de Toledo (ca. 670) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
980
MAPA N.º 6: El reino visigodo católico: escritos recibidos y enviados
981
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 11
INTRODUCCIÓN GENERAL
El presente libro es el resultado de una larga preparación que ha conllevado, por parte de sus autores, un amplio debate previo sobre contenidos, estructura y oportunidad. Su elaboración ha supuesto igualmente un prolongado proceso para fijar el equilibrio entre los comentarios, su amplitud y el sentido mismo que debían tener, pro‐ curando que las opiniones vertidas no se presentasen como algo acabado, sino que, simplemente, contextualizasen los problemas de cada texto, reduciendo, en la medida de lo posible, las incertidum‐ bres. En términos cronológicos, la primera consideración fue la oportunidad o no de publicar un volumen de traducciones de una colección de textos tan heterogénea en sus contenidos como dila‐ tada en su cronología. El volumen recoge casi centenar y medio de textos, genéricamente epistolares, que alcanzan del año 400 al 695, aproximadamente, y que abordan problemáticas administrativas, teológico‐dogmáticas, diplomáticas, políticas, filosóficas y, ocasio‐ nalmente, anecdóticas. Unas son exculpatorias y otras acusatorias; unas informativas, otras conscientemente pedagógicas; algunas exi‐ gentes, otras humildes; en unos casos el estilo es directo, otras tie‐ nen un alto contenido retórico. Muchas son indudablemente fidedignas, otras son dudosas, algunas simplemente espurias, aun‐ que todas ellas encuentran contexto y sentido. Pero, en su conjunto, conforman un panorama excepcional del espectro social e ideoló‐ gico que recorre toda la tardía Antigüedad hispana, aunque sus pro‐ tagonistas se encuentren casi siempre entre la élite eclesiástica o los altos niveles del entorno regio, con unos pocos laicos y algún hu‐ milde monje.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 12
12
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
El concepto de literatura epistolar se ha tomado en un sentido am‐ plio, pues da cabida a todos aquellos escritos que, en principio, tie‐ nen un destinatario identificable, aunque en algunos casos, por ejemplo, en la Epistula de Severo de Menorca, éste sea tan ambiguo como toda la comunidad de los creyentes; o todos los obispos, en ciertas cartas papales; o todos los asistentes a un concilio o los sol‐ dados de una guarnición, como en el caso de algunas misivas re‐ gias; o los miembros de una entidad monástica, que parece ser la pretensión de Valerio en sus textos, que podrían formar parte, igualmente, del género autobiográfico. En cualquier caso, se trata de textos cuyo sentido es indudablemente diferente del de un tra‐ tado o una homilía. Asimismo, se ha considerado pertinente incluir en este volumen algunas epístolas escritas en ámbitos distintos a la península ibé‐ rica, pero que no tienen como destinatarios a individuos residentes en ella. Son epístolas en las que se alude a personajes de origen his‐ pano o a otros que estuvieron en Hispania en el momento de re‐ dacción de las mismas. Nos ha llevado a ello el hecho de que los datos que se encuentran en esas epístolas pueden apoyar de un modo importante la comprensión de asuntos hispanos del período analizado. Alguien podrá anotar que falta algún material importante. En este sentido, solamente en un caso se ha tomado la decisión de excluir un conjunto epistolar concreto: el corpus de Braulio de Zaragoza. Aunque la incorporación en él de algunos textos pueda ser discutida, este epistolario, al margen de la correspondencia intercambiada entre Braulio e Isidoro de Sevilla, ha conformado una unidad desde un periodo muy temprano, unidad que puede atribuirse, sin duda, al propio obispo cesaraugustano. Cuenta con dos notables traduc‐ ciones y una recientísima edición con un amplio comentario, por lo que parecía innecesario incorporar este corpus en su conjunto al pre‐ sente volumen. Hemos optado, por el contrario, por incluir sola‐ mente aquellas misivas que completaban la obra epistolar de otros autores, caso de Isidoro de Sevilla, Fructuoso de Braga o Tajón de Zaragoza, o que presentaban una problemática específica, caso de la carta dirigida al papa Honorio.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 13
INTRODUCCIÓN GENERAL
13
La preparación de este volumen parecía oportuna y necesaria por cuanto ese conjunto de materiales se encontraba absolutamente dis‐ perso en estudios individuales, en ediciones o traducciones de valor y calidad muy desiguales, y en muchas ocasiones, además, de difícil consulta. El formato elegido no es arbitrario. En su presentación ideal nos habría gustado una edición bilingüe, pero esto habría exi‐ gido disponer de las ediciones de los textos, una tarea prácticamente imposible, dado el volumen de los materiales y el tipo de ediciones manejadas, aparecidas en editoriales muy diferentes, y algunas de ellas publicadas en los últimos años, lo que no hacía factible su re‐ producción en un volumen como éste. Por otro lado, habría sido muy difícil reunir en un único volumen ediciones y traducciones, te‐ niendo en cuenta la extensión solamente de las traducciones anota‐ das y las introducciones históricas que las preceden. Por ello, la opción de una traducción a partir de las mejores ediciones disponi‐ bles parecía más viable editorialmente. Además, presentar la traducción de los textos fue el objetivo ini‐ cial. Sin duda, el investigador nunca puede conformarse con una tra‐ ducción, por muy buena que ésta sea, pero muchos de los textos objeto de este trabajo no contaban con ninguna en absoluto, y otros muchos son difíciles de desentrañar y la traducción pone a disposi‐ ción del lector una propuesta de lectura que a menudo implica una opción y que ofrece un punto de partida para una mejor compren‐ sión del texto original. En estos casos, se ha optado por justificar la interpretación propuesta en las notas a pie de página o por señalar, al menos, las dificultades. En ocasiones, incluso, se ha visto la nece‐ sidad de apartarse en algunos pasajes en concreto de la edición de base, para seguir otras propuestas que por unas u otras razones nos han parecido preferibles, pues debe tenerse en cuenta que, por su interés, algunos de los textos aquí recogidos han sido editados y tra‐ ducidos en varias ocasiones, y que el autor de las presentes traduc‐ ciones es, al mismo tiempo, un experimentado editor de las fuentes patrísticas y medievales. La distribución del material ha supuesto una dificultad añadida. La clasificación de los documentos presentados se prestaba a una elección temática, a una ordenación que podía atender, entre otros,
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 14
14
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
a criterios geográficos o políticos, o a subgéneros identificables den‐ tro del conjunto. Al final, la opción elegida asumió que el respeto a la cronología era imprescindible, combinado con aspectos contex‐ tuales que hiciesen comprensibles los textos mismos. Los tres siglos abarcados por el material que aquí se presenta coincidieron con tres momentos políticos perfectamente discernibles que, de alguna ma‐ nera, ayudan a entender los contenidos mismos de esta producción, fundamentalmente, epistolar. El final del Imperio romano en Hispania es el hilo conductor del primer bloque analizado. Se trata de una etapa convulsa donde la pugna entre romanos e invasores bárbaros se superpone a la que en‐ frenta a la ortodoxia católica con la impostura de los herejes prisci‐ lianistas, un catolicismo cada vez más exclusivista que arrincona, además de las disidencias, los restos del paganismo o la rivalidad de los judíos. Una realidad donde el decreciente protagonismo del poder político es paulatinamente sustituido por la fuerza de la ins‐ titución eclesiástica. A la caída del Imperio romano de Occidente sucede un periodo de reordenación territorial. Un siglo VI donde suevos, visigodos e imperiales bizantinos, además de realidades locales ocasionalmente poderosas, competían por la administración del espacio peninsular, un periodo donde el conflicto católico/arriano es omnipresente, aun‐ que aún se siente el recuerdo del enfrentamiento priscilianista. Las realidades locales, los esfuerzos por fijar estructuras territoriales de soberanía eclesiástica conviven con realidades políticas varias, como el poder ostrogodo en parte de Hispania o la monarquía sueva que pervive independiente prácticamente hasta finales de ese mismo siglo. Sin embargo, la etapa más rica en cantidad de materiales se co‐ rresponde con el periodo visigodo católico que, a efectos cronológi‐ cos, se iniciaría en el año 589 con la proclamación pública de la conversión del reino al catolicismo. A diferencia de los dos periodos anteriores, donde el material epistolar presenta un espectro de rea‐ lidades más parciales y geográficamente más limitado, ahora encon‐ tramos un panorama mucho más rico en matices. A las realidades
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 15
INTRODUCCIÓN GENERAL
15
políticas y religiosas se superponen debates teológicos, las difíciles relaciones entre el reino de Toledo y sus vecinos francos, el fin del dominio imperial bizantino, o las no menos complicadas entre la Iglesia hispana y el papado. Todo ello da origen a algunos de los tex‐ tos más atractivos del conjunto. Pero encontramos igualmente un universo de personalidades influyentes que se interrelacionan en un espacio que permite construir una atmósfera intelectual y una red de influencias de enorme interés. Las pugnas entre los obispos, y entre éstos y el poder político, se ofrecen de una manera abierta ape‐ nas perceptible en otros testimonios contemporáneos. Y, por su‐ puesto, está, además, el panorama social y sociológico presentado por el testimonio de Valerio del Bierzo, una fuente incomparable para medir el ritmo de la cotidianeidad relacional de un entorno ge‐ ográfico concreto. Con todos estos elementos, creemos que el presente volumen puede resultar de interés en campos tan diversos como la historia social y política, la historia del derecho, la historia de la Iglesia (his‐ toria del papado, del monacato, de la disciplina eclesiástica, de las herejías), de la liturgia, de la penitencia, de la teología, de la escato‐ logía, del judaísmo, de la exégesis bíblica, del cómputo y hasta de la literatura, pues esta selección pone a disposición del no especialista una colección literaria que nunca debe considerarse menor. Y esto únicamente si nos atenemos a los grandes temas tratados en los tex‐ tos seleccionados, muchos de los cuales se entrecruzan entre los di‐ ferentes apartados temáticos y las distintas épocas estudiadas. Por lo demás, somos conscientes de que este trabajo no agota el tema de estudio propuesto. Antes bien, las traducciones, con sus abundantes notas de carácter filológico y sus referencias a las fuentes manejadas por los autores, enmarcadas y contextualizadas en las in‐ troducciones históricas que las acompañan, facilitarán el acceso a unos textos con frecuencia difíciles de entender y, por esa misma razón, a menudo mal comprendidos y, en consecuencia, traducidos. Esta dificultad, sin embargo, persiste todavía en el caso de los escri‐ tos más complejos, pues, entre los géneros literarios, la epistolografía es, con diferencia, el más oscuro, por faltar casi siempre a los lectores modernos el contexto inmediato que dio origen a una misiva
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 16
16
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
(el ejemplo más evidente son las cartas de Bulgarano y las intercam‐ biadas entre Sisebuto y Cesáreo). Sea como fuere, creemos que esta publicación facilitará el imprescindible trabajo de revisión de nuestra concepción del pasado y suscitará el necesario debate en torno a las fuentes conservadas. Los autores entendemos, por otro lado, que, en el estado actual de nuestras respectivas disciplinas, la Filología y la Historia, la cola‐ boración se impone. Ni las traducciones se han hecho sin tomar en consideración las observaciones de los historiadores, ni éstos han re‐ dactado sus introducciones sin consultar la opinión del filólogo sobre multitud de aspectos. Ambas disciplinas han salido, así, bene‐ ficiadas, y, como consecuencia de ello, esperamos que también los lectores. En fin, con objeto de facilitar la consulta del volumen, hemos in‐ cluido a la conclusión de éste unos detallados índices de las fuentes bíblicas y los autores antiguos, de los nombres de persona y de los topónimos en general, atendiendo tanto al interés de los filólogos como al de los historiadores. Además, cada una de las tres partes del volumen es ilustrada con dos mapas que recogen, por un lado, las ciudades y monasterios donde se enviaron o recibieron cartas, y, por otro, la división administrativa correspondiente a cada una de las épocas examinadas: el Imperio romano tardío; la situación de la pe‐ nínsula ibérica en torno al 580, todavía en pleno período arriano y antes de la desaparición del reino suevo; y el reino visigodo‐católico en torno al 670. Agradecemos, finalmente, a los responsables de la colección Nueva Roma el interés mostrado desde el principio por este trabajo y todas las facilidades que nos han dado para su publicación.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 17
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 18
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 19
RESUMEN
La división tripartita que se ha elegido para ordenar las epístolas de este volumen responde a un criterio de periodos cuya armadura es esencialmente política. Se han ordenado de acuerdo a patrones de la historia factual que se manejan habitualmente como categorías largamente asumidas de manera universal. Curiosamente, esa divi‐ sión podría asociarse, a grandes rasgos, con un criterio cronológico que nos llevaría a cada uno de los tres siglos que abarcan las crono‐ logías extremas de la Carta del papa Inocencio I (ca. 401) y los textos de Valerio del Bierzo (ca. 695). Pero, una vez adoptado el criterio, se descubre que cada una de las partes reúne unas temáticas coherentes y perfectamente definitorias de esas realidades factuales que se han elegido como referente. De hecho, las cartas de cada uno de los pe‐ riodos marcados son un buen compendio de las realidades y pro‐ blemáticas que los definen y que se han construido a partir de fuentes genuinamente historiográficas o de las crónicas del periodo. Las epístolas que se insertan en este apartado se inician con el despertar del siglo V, un momento en el cual el Imperio, a pesar de las dificultades causadas por las irrupciones bárbaras en el Danubio y las incursiones de los godos, esencialmente, en los Balcanes y en el norte de Italia, aún cuenta con una estructura administrativa y mi‐ litar sólida. Esta articulación centralizada del poder, a pesar de las dificultades del texto, podría plasmarse en la misiva enviada por Ho‐ norio a un contingente de soldados acantonados en Pamplona en el momento de las incursiones bárbaras en la península ibérica a partir de los años 409/411. La alteración de esa situación se evidencia de manera inmediata a partir de la epístola de Avito de Braga, que es
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 20
20
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
la segunda de las relacionadas. A los problemas religiosos que se ponen de manifiesto en el texto de Inocencio, esencialmente el fenó‐ meno priscilianista, se van a sumar los problemas de seguridad y de estabilidad provocados por la paulatina ruptura de las comunica‐ ciones, por la desaparición de representantes del poder imperial, condicionantes que conllevaron una reorientación de referentes y fi‐ delidades políticas. Situación a veces equívoca y que durante las primeras tres déca‐ das del siglo V va a permitir vislumbrar un escenario donde la inse‐ guridad o la violencia conviven con realidades sociales actuantes en un contexto de práctica normalidad. Es el caso de la Tarraconense, tal como se percibe en la correspondencia de Consencio, o de las Islas Baleares, donde la carta encíclica de Severo nos permite analizar un medio en el cual fenómenos sociales, o conflictos étnico‐religiosos, siguen actuando aparentemente inmunes a los convulsos aconteci‐ mientos que en su conjunto vive el Mediterráneo occidental. Reali‐ dad inmediata menos evidente en los textos de Baquiario que, sin embargo, se han vinculado tradicionalmente con la Gallaecia. En su caso, el problema priscilianista es igualmente subyacente, pero nos aproxima a otra realidad, el mundo del primer ascetismo, incluso de las primeras manifestaciones monásticas, que va a tener una impor‐ tancia trascendental en el periodo subsiguiente, aunque ahora mismo aparezca confuso y sometido a sospecha por la ‘contamina‐ ción’ provocada por el rigorismo priscilianista que lleva a confundir prácticas ortodoxas y heterodoxas. Las cartas de la primera mitad del siglo muestran sobre todo la importancia que el fenómeno priscilianista ha alcanzado práctica‐ mente en todo el ámbito ibérico. En la esencia de la agria disputa están implícitos indudables problemas de ortodoxia, pero también las violentas pugnas por el control de los puestos jerárquicos. La bús‐ queda de referencias de autoridad que, hasta que el dominio vándalo en África aisló a los obispos africanos, se buscó en el prestigio de Cartago, caso de las cartas de Vidal y Tonancio, o en la figura de Agustín de Hipona, actor importante de algunas de esas epístolas y autor influyente en el pensamiento de los obispos hispanos poste‐ riores, se vuelve desde la década del 440 hacia Roma. Paulatina‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 21
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
21
mente, el priscilianismo deja de ser el protagonista esencial de las dudas y de las disputas intra‐eclesiales. A las inquietudes sobre el nestorianismo que se consultan al obispo de Cartago en la década del 430, y que evidencian que su influencia ha llegado hasta Hispa‐ nia, se unirán las incertidumbres aportadas por el cisma acaciano, ya a finales de siglo. Roma, y esto lo reflejan los corresponsales re‐ cogidos en el volumen, hará grandes esfuerzos por que su autoridad sea reconocida por los obispos hispanos. De manera clara por los de la Tarraconense, el único espacio que permaneció bajo el control im‐ perial hasta la deposición de Rómulo Augústulo. Pero cuando la so‐ beranía sobre toda la diócesis hispana pase a manos visigodas, la autoridad de la sede romana no es discutida y, antes de acabar el siglo, se ha nombrado un vicario apostólico, Zenón, cuya sede puede haber sido Mérida, en lo que parece un paso definitivo para crear una amplia circunscripción peninsular, por más que el noroeste his‐ pano, controlado por la débil monarquía sueva, pareciese ahora vivir en un ignorado aislamiento. Aunque esta circunstancia se base en un débil argumento de silencio.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 22
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 23
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL INOCENCIO I (PAPA, 401‐417)1 EPISTVLA AD VNIVERSOS EPISCOPOS (CPL 1641)
IN
TOLETANA
23
SYNODO CONSTITVTOS
Inocencio I llegó al papado en los últimos días del año 401 como sucesor, aparentemente, de su padre Anastasio I. La fecha exacta de su epístola tercera es incierta, aunque es posible que no sea muy pos‐ terior a su ascenso a la sede romana, en el 402 o, quizás, en el 403. El texto no es en este caso, a diferencia de otros ejemplos que se recogen en este volumen, la respuesta a una misiva previa, sino una carta a todos los obispos que en el año 400 habían concluido una reunión conciliar en la ciudad de Toledo, recordada igualmente por Hidacio en su crónica y cuyas actas se han conservado, para darles cuenta de sus consideraciones sobre las grandes faltas disciplinares y las trans‐ gresiones de los cánones que se están produciendo en las iglesias hispanas. La información de esos desórdenes se la han transmitido un obispo hispano llamado Hilario y un presbítero de nombre Elpi‐ dio que lo ha acompañado en su viaje a Roma. La sede del primero y la iglesia del segundo, caso de que no fuese la misma, nos son des‐ conocidas. El documento papal ocupa un lugar destacado entre la documen‐ tación asociada con la historia del movimiento priscilianista y con las controversias generadas tras su reprobación en la reunión tole‐ dana y, especialmente, por el desacuerdo que una parte de los obis‐ 1 Bibliografía: Henry CHADWICK, Prisciliano de Ávila. Ocultismo y poderes carismáticos en la Iglesia primitiva, trad. esp. de José Luis López Muñoz, Madrid, Espasa Calpe, 1978, pp. 245‐248 (Colección Boreal); Josep VILELLA, «La correspondencia entre los obispos hispanos y el papado durante el siglo v», Cristianesimo e specificità regionali nel Mediterraneo latino (sec. iv‐vi). XXII Incontro di studiosi dell’antichità cristiana. Roma, 6‐8 maggio 1993, Roma, 1994, pp. 457‐481 (Studia Ephemeridis Augustinianum, 46); Andreas WECKWERTH, «Aufbau und Struktur der Constitutio des ersten Konzils von Toledo (400)», I Concili della Cristianità occidentale: secoli iii‐v. XXII Incontro di studiosi dell’antichità cristiana. Roma, 3‐5 maggio 2001, Roma, Institutum Patristicum Augustinianum, 2001, pp. 619‐630 (Studia Epheme‐ ridis Augustinianum, 78); Geoffrey D. DUNN, «Innocent I on Heretics and Schismat‐ ics as shaping Christian Identity», en Geoffrey D. Dunn, Wendy Mayer (eds.), Christians Shaping Identity from the Roman Empire to Byzantium (Studies inspired by Pauline Allen), Leiden ‐ Boston, Brill, 2015, pp. 273‐284 (Supplements to Vigiliae Christianae, 132); Alberto FERREIRO, «The Bishops of Hispania and Pope Innocent I (401‐417)», Visigothic Symposium, 3 (2018‐2019), pp. 19‐35.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 24
24
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
pos hispanos manifestaron hacia la reconciliación con aquellos obis‐ pos que tras un periodo de vinculación priscilianista se habían con‐ vertido a la fe nicena, especialmente Sinfosio y Dictinio, padre e hijo, ambos obispos de la Gallaecia, el segundo ordenado para la sede de Astorga. La propuesta de que los obispos priscilianistas fuesen re‐ conciliados, si abjuraban de sus creencias, había partido de una pro‐ puesta de Ambrosio de Milán remitida a los obispos hispanos tras el concilio antipriscilianista de Zaragoza, pero, según el testimonio de Inocencio, los obispos de la Bética y la Cartaginense habían re‐ chazado la concesión de comunión a los obispos de la Gallaecia y se habían apartado de la paz común de los demás. En la perspectiva que Hilario y Elpidio le han transmitido, la animosidad de los obis‐ pos meridionales crece día a día hasta haber conformado una facción prácticamente cismática. Situación que no es nueva, pues, en las pa‐ labras que Patruino, obispo de Mérida, había pronunciado en la se‐ sión de apertura del Concilio de Toledo, ya se denunciaba que los distintos usos provinciales originaban escándalos que rayaban el cisma. La perspectiva de Inocencio es coherente con aquella pro‐ puesta de Ambrosio, considerando que la conversión de Sinfosio y Dictinio había privado a los herejes de dos personalidades eminentes y su reconciliación no dañaba la unidad de la fe. Los obispos reacios a su pacífica acogida parecen especialmente molestos porque los an‐ tiguos priscilianistas habrían conservado sus prerrogativas y sus sedes tras el acto de reconciliación toledano. La conclusión del papa es clara, ordena que las iglesias de las distintas provincias hispanas vuelvan a la unidad. Aunque parece claro que, en un intento de limar asperezas y de acallar sospechas, ordena igualmente que se in‐ vestigue a todos aquellos cuya conversión haya sido puesta en duda. De manera especial se lanzan estas precauciones contra un obispo de nombre Juan y sede desconocida, quien por medio de unos lega‐ dos habría aceptado la comunión con los conversos del priscilia‐ nismo. El papa parece recelar de su sinceridad y considera que su comportamiento posterior debe ser cuidadosamente examinado. Sin embargo, la epístola de Inocencio se interesa por problemas que van más allá de la polémica priscilianista, aunque algunos tam‐ bién interesan a ésta. A los obispos reunidos en Toledo, dentro de la
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 25
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
25
recopilación de cánones disciplinares, pero también en la sentencia definitiva sobre los herejes y la reconciliación con los mismos, ha preocupado de manera especial la proliferación de ordenaciones ar‐ bitrarias o anticanónicas. Inocencio considera inaceptables las orde‐ naciones de obispos llevadas a cabo por dos prelados de nombre Rufino y Minicio en iglesias que les son ajenas. El primero habría pe‐ dido perdón en Toledo, pero con posterioridad habría ordenado un obispo en una región apartada, mientras los obispos tarraconenses han protestado porque Minicio ha ordenado un obispo en Gerona. Tales ordenaciones son claramente anticanónicas y los elegidos no podrán conservar su estado. No obstante, es mucho más tolerante en relación a las ordenaciones anticanónicas que han afectado a los demás grados de la carrera sacerdotal y donde han sido admitidos candidatos que contravenían claramente las limitaciones a la orde‐ nación, ya fuese porque habían ejercido como jueces, porque habían desempeñado oficios civiles y militares incompatibles, porque tras el bautismo habían organizado juegos lúdicos o circenses o porque había limitaciones relativas a su matrimonio. Acepta que se den sus ordenaciones por válidas pero que se prohíban en el futuro, so pena de que ordenados y ordenantes quedasen privados de su grado y dignidad. Y, para evitar confusiones, Inocencio dedica los apartados más largos de su carta a dar una relación precisa de quiénes pueden ser ordenados y quiénes no, en función de sus oficios previos, del momento de su acceso al bautismo y del respeto estricto a las normas sobre matrimonio lícito o no para acceder a la condición sacerdotal. La confirmación de la norma ambrosiana sobre la reconciliación con los antiguos herejes, la investigación sobre el caso de Juan y una indicación, aparentemente aislada, sobre que se atiendan las quejas, si existiesen, del obispo Gregorio de Mérida, ordenado en lugar de Patruino, así como que la carta sea remitida a los obispos que tiempo atrás se habían reunido en Toledo, quizás deban ponerse en relación no con una carta de respuesta a las preocupaciones transmitidas por Hilario y Elpidio, sino en un intento de respaldar a los obispos que habían tomado las difíciles y controvertidas decisiones aprobadas en Toledo. En un momento de la sentencia sobre la reconciliación con los obispos que reniegan de la herejía, tal como se desprende del
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 26
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
26
Exemplar professionum habitarum in concilio Toletano contra sectam Pris‐ cilliani transmitido junto a las actas del concilio, parece afirmarse que esta reconciliación ha sido avalada por el papa: expectantes pari exem‐ plo quid papa qui nunc est, quid sanctus Simplicianus episcopus Mediola‐ nensis reliquique ecclesiarum rescribant sacerdotes. Es de suponer que los obispos han enviado a Roma consultas para que su decisión sea refrendada por el papa, sin embargo, no hay referencia a una res‐ puesta por parte de Anastasio y es posible que los dos mensajeros que ahora se entrevistan con Inocencio se hayan desplazado a Roma urgiendo esa respuesta y dando noticia de los problemas que está generando la falta de reacción. El texto, al margen su valor complementario al de las propias actas del Concilio de Toledo del año 400, se encuadra en un mo‐ mento de excepcional importancia, es prácticamente el último do‐ cumento que se contextualiza en una Hispania libre de la presencia bárbara y permite encuadrar el estado de la cristiandad y de las igle‐ sias peninsulares en el contexto de un Imperio romano no sometido aún a las circunstancias dramáticas que poco después van a condi‐ cionar todo su desarrollo futuro y que alterarán los precedentes pre‐ supuestos de ‘normalidad’. [PCD] [1] Carta a todos los obispos que se reunieron en el Concilio de Toledo2 Inocencio saluda en el Señor a todos los obispos que se reunieron en el Concilio de Toledo, sus queridísimos hermanos. 2
Edición: PL 20,486‐493 (epist. 3). Hay traducción de Juan TEJADA Y RAMIRO, Colección de cánones de la Iglesia española, publicada en latín a expensas de nuestros reyes por el señor Don Francisco Antonio González, Bibliotecario mayor de la Nacional de esta Corte. Traducida al castellano con notas e ilustraciones, vol. 2, Madrid, Imprenta de don José María Alonso, 1850, pp. 786‐791, reproducida en ID., Colección de cánones y de todos los concilios de la Iglesia de España y de América (en latín y castellano), con notas e ilustraciones, vol. 2, Madrid, Imprenta de D. Pedro Montero, 1859, con la misma pa‐ ginación. Hay traducción portuguesa de Jeronymo CONTADOR DE ARGOTE, Memorias para a historia ecclesiastica do arcebispado de Braga, primaz deas Hespanhas, dedicadas a el Rey. Título II: Dos arcebispos que ocuparaõ a cadeira Primaz de Braga, e Concilios que ce‐ lebraraõ, vol. 1, Lisboa, Academia Real, 1747, pp. 738‐746.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 27
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
27
(§ 1) Siendo así que a menudo mi enorme responsabilidad hace que me inquiete por la disensión y el cisma de las iglesias, una situa‐ ción que los rumores cuentan que día tras día se extiende más y más en las Hispanias y avanza por ellas con especial rapidez, ha llegado el momento oportuno en que la corrección de esta grave situación no puede diferirse y en que debe aplicarse la apropiada medicina. En efecto, nuestros queridos hermanos, el coepíscopo Hilario y el presbítero Elpidio, movidos, en parte, por el amor de la unidad y empujados, en parte, tal y como convenía, por el mal al que se en‐ frenta su provincia, se han presentado en la sede apostólica y en el seno mismo de la fe nos han dado a conocer con gran dolor y entre lágrimas que la paz ha sido transgredida en su provincia, que los principios de la disciplina han sido quebrantados, que con desprecio por el estamento eclesiástico y desdén por cualquier resolución se han cometido muchos actos contra los cánones de los padres con mo‐ tivo de la usurpación de ciertas iglesias y que no puede mantenerse la concordia, de la que depende toda la estabilidad de nuestra fe. Así se recoge en la redacción de las actas elaboradas en la asamblea de los presbíteros y puede seros mostrado para que lo leáis. (1, § 2) En primer lugar, por lo que se refiere a la propia fe, debido a que los obispos de la Bética y la Cartaginense se han apartado de la paz común de los demás por haberse concedido la comunión a los de la Gallaecia, ha surgido una disensión que no sólo no disminuye, sino que aumenta de día en día por un afán de rivalidad, pues todos y cada uno de ellos, por el deseo de conseguir lo que quieren, han formado un persistente círculo de maldad y han constituido una especie de partido en torno a semejante animosidad, a pesar de que, ciertamente, en asuntos de este tipo es preferible para cualquier hombre de bien verse vencido antes que conseguir con malas prácticas el depravado objetivo que se ha propuesto. En efecto, también en los tiempos pa‐ sados en el caso de aquel Lucifer,3 ¿qué otro motivo, excepto su con‐ tumacia, fue el que lo apartó de la concordia con aquellos que habían condenado la herejía de los arrianos entregándose a una juiciosa con‐ versión? Hemos sabido que a causa de ese mismo ardor algunos han 3
Lucifer de Cagliari.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 28
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
28
encontrado insoportable que, una vez que la detestable secta de Pris‐ ciliano fue merecidamente condenada por el consenso de todos, hayan sido acogidos de nuevo en el seno de la fe católica aquellos que se han convertido llevados por una saludable decisión. Es evidente que a unas personas como ésas les disgusta un suceso tan provechoso e incluso la paz misma de las iglesias. En efecto, cuando por un deseo de unidad los propios Sinfosio y Dictinio han sido acogidos entre nos‐ otros, después de que hubiesen condenado esa depravada herejía a fin de que la disensión que había surgido desapareciese de inmediato al resultar privada de dos personas tan eminentes como ellos, se han dejado ver algunos a los que ha disgustado esta recta conversión. Y ahora existen diferencias entre las iglesias, que se menosprecian entre sí con no poca animosidad. Pero si esta conversión hubiese sido acep‐ tada por los obispos merced a una saludable decisión, la unidad de la fe católica permanecería intacta y ningún escándalo hubiese da‐ ñado la concordia, tan útil en todos los órdenes de la vida. (§ 3) Me pregunto, ciertamente, por qué lamentan que Sinfosio, Dictinio y los demás que condenaron esa detestable herejía fuesen acogidos en su momento de nuevo en el seno de la fe católica. ¿Es acaso por el hecho de que éstos no han perdido ninguna de las pre‐ rrogativas que tenían? Si esto los irrita y enfurece, que lean que el apóstol Pedro, después de llorar, fue lo mismo que había sido,4 que tengan presente que Tomás, después de su duda, no perdió ninguno de sus antiguos méritos,5 en fin, que el ilustre profeta David, después de su confesión, no se vio privado de los méritos de sus profecías.6 Y si la enmienda de la conversión suprime las faltas y conserva las prerrogativas, ¿qué razón hay para que un malvado no quiera seguir por contumacia el sendero de la rectitud y el camino que conduce a la salvación? (§ 4) Por esa razón, debe mirar vuestra caridad y deben esforzarse los buenos sacerdotes por que, con respeto por la doctrina, se reúnan en la unidad de la fe católica todos los que se han alejado de ella y 4 5 6
Cfr. Matth 26,75; Marc 14,72; Luc 22,62. Cfr. Ioh 20,24‐29. Cfr. Ps 50,1‐21.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 29
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
29
que de ese modo ésta resulte inexpugnable, convertida en un solo cuerpo, pues, si éste se divide en varias partes, quedará expuesto a todo tipo de heridas y desgarros y sufrirá por su propia causa un mal interno, toda vez que su propia armazón choca consigo misma. Que todos los sacerdotes acojan estas palabras pronunciadas con ca‐ rácter general sobre la reconstitución de la unidad como si hubiesen sido escritas para cada uno de ellos en particular. Asimismo, que vuestra caridad escuche con atención a las distintas partes en todas las propuestas que se hagan. (2, § 5) Ciertamente, no nos ha pasado desapercibido el hecho de que, contra lo establecido por los cánones nicenos, los obispos Rufino y Minicio se han arrogado la ordenación de obispos en iglesias que les son ajenas. Al menos ahora debemos mirar por que nadie ose re‐ clamar para sí un derecho semejante a fin de que nuestra negligencia no se agrave con motivo de esta detestable usurpación y surja de la costumbre una regla que no procede de la disciplina eclesiástica que ha sido fijada por escrito. En este asunto ha de atenderse, en primer lugar, la queja de nuestro hermano y consacerdote Hilario, que ha afirmado que Rufino actuó con gran violencia en perjuicio de la paz de las iglesias, que a continuación solicitó en el Concilio de Toledo el perdón por su error y que ahora, a pesar de que la facultad de or‐ denar sacerdotes es prerrogativa del obispo metropolitano, contra la voluntad del pueblo y la reglamentación de la disciplina eclesiás‐ tica ha ordenado a un obispo en unas regiones apartadas y ha im‐ plicado a las iglesias en un grave escándalo. Debe tratarse, además, la reclamación de los obispos de la Tarraconense, que de un modo similar se han quejado de que Minicio ha ordenado a un obispo en la iglesia de Gerona y en relación con semejante usurpación debe emitirse una sentencia concorde con los cánones nicenos. Ha de so‐ meterse, asimismo, a una minuciosa discusión la situación de aque‐ llos obispos que han sido ordenados por Rufino y Minicio en contra de las normas a fin de que comprendan que, dado que han sido nom‐ brados de forma irregular, no pueden conservar durante más tiempo aquello que han obtenido en su inicio de un modo inadecuado. (3, § 6) Además, por lo que se refiere al obispo Juan, que por medio de sus delegados manifestó en el Concilio de Toledo su consenso
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 30
30
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
sobre la reintegración de Sinfosio y Dictinio y encontró digna de aprobación la conversión de éstos, deben examinarse sus actos pos‐ teriores. Y que igualmente se someta a una minuciosa investigación a todos aquellos cuya comunión ha sido puesta en duda después de su exclusión de ésta con objeto de que, de acuerdo con la decisión del Concilio de Toledo, bien se les conceda participar en la comunión para suprimir cualquier sospecha de cisma, bien sean apartados de la comunión de la fe católica por una sentencia de vuestra caridad, en caso de que se descubra que hay algunos entre ellos que rechazan la concordia y las resoluciones de los decretos a fin de evitar no ya un mal interno, lo que no deja nunca de existir de un modo tácito, sino la manifiesta profesión de fe de los cismáticos y su contagio. (4, § 7) En cuanto a las ordenaciones que hemos sabido que cele‐ bran los obispos hispanos debido al vicio de una depravada costum‐ bre, habría sido aprobada alguna resolución conforme a la tradición de nuestros mayores, si no hubiésemos creído que con ello provoca‐ ríamos numerosísimos conflictos en las iglesias. Censuramos la ac‐ tuación de estos obispos, pero, en razón del gran número de ordenaciones que habrían de rectificarse, no restamos validez a lo ya hecho, sea cual sea el modo en que se ha efectuado, sino que prefe‐ rimos someterlo al juicio de Dios. ¡Cuántos de los ordenados, en efecto, hemos sabido que han sido admitidos en el sacerdocio a pesar de haber ejercido la práctica forense y haber tratado con contumacia de obtener la victoria después de recibir el bautismo! Se cuenta que forman parte de éstos Rufino y Gregorio. ¡Cuántos de ellos hemos sabido que proceden del ejército, quienes, mientras obedecieron a las autoridades terrenales, cumplieron forzosamente los mandatos reci‐ bidos! ¡Cuántos de ellos hemos sabido que proceden de las filas de los magistrados municipales, quienes, mientras estuvieron al servicio de las autoridades terrenales, ejecutaron todo aquello que les fue en‐ comendado! ¡Cuántos de ellos hemos sabido que han alcanzado la dignidad del sumo sacerdocio después de haber organizado juegos y espectáculos para diversión del pueblo! Habría sido conveniente que ninguno de todos éstos llegase a formar parte siquiera del orden de los clérigos. Si determinásemos que cada uno de estos casos fuese analizado de manera individual, provocaríamos, como consecuencia
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 31
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
31
de este afán de corrección, convulsiones y escándalos no pequeños en las provincias hispanas a cuya salud deseamos contribuir. Por ello, consideramos, más bien, que todo esto debe ser aprobado. Pero el buen juicio de vuestra caridad deberá procurar que en lo sucesivo no se cometan actos semejantes con objeto de que al menos ahora se ponga fin oportunamente a tan gran usurpación, estableciéndose el siguiente precepto, a saber, que, si alguien en un futuro llegase a acceder al estamento eclesiástico o incluso al sacerdocio contra las normas de los cánones, tanto él como su ordenante se vean privados del grado y la dignidad que posean en ese momento. (5, § 8) Asimismo, que se atienda la queja, si ésta existe, del obispo Gregorio de Mérida, que fue ordenado en lugar de Patruino, de ve‐ nerable recuerdo, y si ha sufrido algún agravio contra su dignidad, que se castigue a quienes envidian el honor del prójimo y que, en lo sucesivo, el espíritu de partido no perjudique a ningún hombre de bien. (6, § 9) Y aunque los decretos nicenos son bien conocidos por vuestra caridad, queridísimos hermanos, pues establecéis en una re‐ solución que las ordenaciones deben celebrarse de acuerdo con ellos,7 con todo, he considerado oportuno que debía incluirse aquí aquella parte que fue aprobada a propósito de las ordenaciones con objeto de que, en lo sucesivo, las ordenaciones se celebren de acuerdo con ella y nadie tenga la posibilidad de interpretarlo con li‐ bertad de otro modo. En primer lugar, se establece lo que se prohíbe: nadie que, después de ser bautizado, haya servido como soldado debe ser admitido en el orden clerical, ni tampoco quienes hayan de‐ fendido causas judiciales después de recibir el bautismo, ni quienes hayan sido administradores públicos después de recibir la gracia de Dios; y se establece, igualmente, que no puede acceder al estamento eclesiástico ningún magistrado municipal que se haya adornado con coronas después del bautismo,8 haya ejercido lo que ellos llaman sa‐ cerdocio o haya organizado espectáculos públicos. Y, ciertamente, 7
Así se lee, en efecto, al comienzo de las actas del I Concilio de Toledo, lín.
58‐59. 8 Era una práctica prohibida a los cristianos a la que Tertuliano dedica su tratado De corona.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 32
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
32
en el caso de los magistrados municipales también debe evitarse que quienes proceden de las filas de los magistrados municipales sean reclamados en algún momento por sus senados, lo que vemos que sucede con frecuencia. Conviene que todas estas prohibiciones tan razonables se respeten a toda costa. (§ 10) Por el contrario, quiénes deben ser aceptados en el esta‐ mento clerical lo declara esta evidente formulación, a saber: quienes hayan sido bautizados en su más tierna infancia y hayan desempe‐ ñado la tarea de lectores, o bien quienes, si eran ya mayores, cuando obtuvieron la gracia de Dios, se incorporaron de inmediato al esta‐ mento eclesiástico. Y si tuvieron esposas, debe investigarse si toma‐ ron por esposa a una virgen, pues está escrito en el Antiguo Testamento:9 Que el sacerdote tome por esposa a una virgen, y en otro pasaje:10 Que mis sacerdotes se casen una sola vez. Y no se admita a aquel que haya tenido dos esposas, pues dice el apóstol Pablo:11 Un varón de una sola esposa. Y no debe admitirse tampoco aquello que al‐ gunos alegan en defensa de un depravado error, afirmando que la esposa tenida antes del bautismo no debe ser incluida en esta cuenta, siendo así que todo es perdonado en el bautismo, pues esas personas no entienden que en el bautismo sólo se perdonan los pecados, no se borra el número de las esposas que se hayan tenido. En efecto, si, tal y como está escrito, la esposa es entregada al varón por el Señor12 y lo que Dios ha unido no debe separarlo el hombre,13 y los propios padres del género humano fueron bendecidos por el Señor en el momento de la creación,14 ¿cómo se cree que esto pueda ser perdonado junto con los pecados? Y si esto es verdad, de acuerdo con la opinión de los que así lo creen, entonces, todo acto de justicia obrado por los ca‐ tecúmenos antes del bautismo sería borrado por efecto del bautismo. En consecuencia, que nadie defienda una opinión semejante ni la ad‐ mita contra el parecer del apóstol, y que se entienda con fe que es 9
Leu 21,13. Este pasaje bíblico es lo que se denomina un agraphon, esto es, una cita bíblica que no se encuentra en las Escrituras. 11 I Tim 3,2. 12 Prou 19,14. 13 Matth 19,6; Marc 10,9. 14 Cfr. Gen 1,28. 10
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 33
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
33
calificado de varón de una sola esposa quien lo es tanto antes del bautismo como después del bautismo. En efecto, si no se incluye en el número de las mujeres la esposa tenida antes del bautismo, tam‐ poco los hijos nacidos de ella podrán ser incluidos en el número de los hijos. Qué absurdo y disparatado es este razonamiento, vuestro buen juicio podrá entenderlo aún mejor que yo. Por lo tanto, que a nadie sea lícito interpretar las Sagradas Escrituras de un modo dis‐ tinto a lo que permite la recta razón, no sea que, mientras preparan inicuas excusas en su defensa, se juzgue que han transgredido la ley y quebrantado la disciplina. Deben observarse, por el contrario, aquellos preceptos que contienen los libros de las Sagradas Escritu‐ ras y han sido instituidos por los sacerdotes por razones saludables. Y escrito con otra mano: ¡Que disfrutéis de salud, queridísimos hermanos!
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 34
34
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
HONORIO AUGUSTO (EMPERADOR, 393‐423)15 EPISTVLA AD MILITES PAMPILONENSES (CPL 579A) La breve epístola escrita por el entorno cancilleresco de Honorio a unas supuestas tropas asentadas en la ciudad de Pamplona al mando de un patricius de nombre Sabiniano es un documento de ex‐ traordinaria complejidad. Lo es por su transmisión manuscrita que ha proporcionado un documento corrupto y lleno de lagunas, difícil de leer y complicado de traducir, como muestran las numerosas pro‐ puestas disponibles. Lo es por las dificultades para su ubicación tem‐ poral y para la comprensión del contexto, en el cual una unidad militar, algunos consideran que probablemente acogida a un régi‐ men de hospitium militar, pudo ser ubicada en Pamplona. Una ciu‐ dad estratégicamente situada en la ruta desde la Galia al alto Valle del Ebro, pero que no constaba entre los emplazamientos recordados en la Notitia dignitatum, un documento imperial con la descripción de todas las dignidades y unidades militares del Imperio, redactado para su parte occidental probablemente a finales del reinado de Ho‐ norio. La cronología de la carta se ha fijado entre los años 407 y 423, fechas extremas que se deben adecuar a las estancias conocidas de Honorio en Roma (años 404, 407, 408, 411, 414 y 416), desde donde éste remite el texto. Ahora bien, el momento debe coincidir con las incursiones de pueblos bárbaros que supuestamente atraviesan los Pirineos en el 409, aunque algunos contingentes pueden haber acom‐ pañado a las tropas del usurpador Constantino III desde el 407. La esquiva figura de Sabiniano no ayuda a resolver el problema; si pa‐ 15 Bibliografía: Émilienne DEMOUGEOT, «Une lettre de l’empereur Honorius sur l’hospitium des soldats», Revue historique du droit français et étranger, 33 (1956), pp. 25‐49; Harold V. LIVERMORE, «Honorio y la restauración de las Hispanias», Boletín de la Real Academia de la Historia, 193 (1996), pp. 443‐501 (reimpr. in ID., Essays on Iberian History and Literarure, from the Roman Empire to the Renaissance, Aldershot, Ashgate, 2000, n.º II [Variorum Collected Studies Series, 677]); Michael KULIKOWSKI, «The Epistula Honorii, Again», Zeitschrift für Papyprologie und Epigraphik, 122 (1998), pp. 247‐252; Javier ARCE, Bárbaros y romanos en Hispania, Madrid, Marcial Pons, 20072 (20051) (Marcial Pons Historia), pp. 90‐102; Guido CLEMENTE, «La Notitia Dignitatum: l’imaggine e la realtà dell’Impero tra IV e V secolo», en Giorgio Bonamente, Rita Lizzi Testa (eds.), Istituzioni, carismi ed esercizio del potere (IV‐VI secolo d. C.), Bari, Edi‐ puglia, 2010, pp. 117‐132; Esteban MORENO RESANO, «Cultura jurídica e instituciones cívicas entre la Antigüedad Tardía y la Alta Edad Media. Observaciones a propósito de De laude Pampilone epistola», Príncipe de Viana, 253 (2011), pp. 193‐205.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 35
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
35
tricius es una titulatura, y no parte del nombre, resulta difícil encon‐ trarle un lugar en el organigrama de la corte de Rávena. La expresión comitis hac magistri utriusque militię, que en otras edicio‐ nes se presenta como comites ac magister utriusque militiae y comites ac ma‐ gistri utriusque militiae, podría asociarse con oficiales de frontera que parecen recordarse a partir del 410/411, aunque esto choca con su ubica‐ ción en la Notitia que nos aproximaría más a la década de 420. En Hispa‐ nia ese encargo, en la forma dux utriusque militiae, únicamente es portado por oficiales con mando militar a partir del 431. Las denominaciones de los soldados mencionados deben ponerse en relación con los datos de la misma Notitia, donde la siempre problemática adjetivación seniores / iu‐ niores podría corresponderse con algunas unidades ya acantonadas en Hispania que incluían estas referencias, igual que serían coherentes las referencias speculatoribus ac Britannicis; lo que no descarta que aludiesen a una unidad de nueva creación, hipotéticamente enviada cuando el ejér‐ cito provincial decidió acatar la autoridad de los magistrados designados por el usurpador Constantino III para el control de la diócesis. Se debería descartar el periodo en que los romanos delegaron en los godos las ac‐ ciones militares en Hispania, al menos los años 416‐418. El hecho de que se esté aludiendo a un acto victorioso, merecedor de las recompensas que se mencionan en el texto, supone otro pro‐ blema para la comprensión de la epístola. Es posible que la guarnición hubiese desempeñado algún papel en la victoria imperial del 411 sobre Máximo, personaje designado, a su vez, como usurpador de Constantino III en Hispania por el general rebelde Geroncio, pero Pamplona se ubicaba en un lugar muy alejado del campo de opera‐ ciones (entre Arlés y Tarragona), por lo que resulta altamente especu‐ lativo. Una intervención militar romana triunfante en el espacio peninsular donde la unidad de Pamplona pudiese haber actuado, no es evidente hasta la campaña de Asterio contra los vándalos en el 420, que habría dado pie a una tímida reorganización de los territorios his‐ panos controlados desde Rávena. Pero estas fechas tardías, que algu‐ nos estudiosos asocian con una supuesta segunda usurpación de Máximo, coinciden con un periodo en el que Honorio parece definiti‐ vamente recluido en Rávena. En cualquier caso, la excepcionalidad de la carta es indudable, constituye el único documento atribuible a Ho‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 36
36
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
norio fuera del Codex Theodosianus, y sitúa a los territorios hispanos en una ‘normalidad’ imperial a punto de desaparecer. [PCD] [2] Carta de Honorio Augusto16 Comienza la sagrada misiva del emperador Honorio, que desde Roma envió a las tropas17 de la ciudad de Pampilona con el patricio Sabiniano, que por esa misma época fue enviado a Hispania como jefe militar †...†18 debido a la incursión de diversos pueblos bárbaros. Honorio, emperador glorioso, triunfador perpetuo, siempre Au‐ gusto, a todos nuestros soldados: los Seniores, los Juniores, los Ob‐ servadores19 y los Británicos. 16 Ediciones de Juan GIL, «Interpretaciones latinas», Habis, 15 (1984), pp. 185‐ 197, en la p. 187 (sin la introducción histórica de origen medieval que contextualiza la carta); y Hagith S. SIVAN, «An Unedited Letter of the Emperor Honorius to the Spanish Soldiers», Zeitschrift für Papyprologie und Epigraphik, 61 (1985), pp. 273‐287, en la p. 274. Traducciones españolas en Santiago SEGURA MUNGUÍA, Mil años de historia vasca a través de la literatura greco‐latina (De Aníbal a Cartago), Bilbao, Univer‐ sidad de Deusto, 20012 (19971) (Euskal Herria, 15; Fontes Vasconiae, 1), pp. 214‐215, y Juan José SAYAS ABENGOCHEA, Historia antigua de la Península Ibérica, Madrid, UNED, 2014, pp. 428‐429; francesa en É. DEMOUGEOT, «Une lettre de l’empereur Honorius», pp. 31‐32; e inglesa de H. S. SIVAN, «An Unedited Letter», p. 275. Dado que esta epístola no se ha conservado más que en un único manuscrito de finales del s. X (Madrid, Biblioteca de la Real Academia de la Historia, 78, f. 190r) —del que derivan dos copias—, presenta numerosos problemas textuales que provocan que las diferentes ediciones existentes varíen mucho unas de otras. En consecuencia, todos los intentos de reconstrucción son, en gran medida, hipotéticos y, por esa misma razón, discutibles. Esto hace que las traducciones difieran sobremanera entre sí también. En la nuestra, tomamos como texto de la presentación de la carta la edición de Sivan (lín. 1‐4), de la que, no obstante, nos apartamos en un pasaje; y como texto de la carta propiamente dicha, la edición de Gil, preferible por ser, a nuestro juicio, la más respetuosa con la tradición manuscrita y la menos fantasiosa. 17 Seguimos aquí la lectura del manuscrito «militie», en dativo, frente a la corrección de Sivan «militia» (lín. 2), como nominativo sujeto del verbo. El sujeto elíptico es, evidentemente, el emperador. 18 Forma corrupta. En el manuscrito se lee: «erede praelatus», donde «erede» no presenta sentido. H. V. LIVERMORE, «Honorio», p. 445, propone entender «heres» (heredero), y quizás tenga razón, pero no en su propuesta de nominativo, sino por corrupción de la forma de dativo con la que acostumbra a construirse el verbo «praeferre». De acuerdo con esta propuesta «erede» estaría por «heredi» (puesto que la confusión entre las vocales /e/ e /i/ es banal en latín vulgar), y el pasaje vendría a decir que Sabiniano fue enviado a Hispania por delante del heredero (li‐ teralmente: “preferido al heredero”). 19 Cuerpo de agentes encubiertos o espías, vid. H. V. LIVERMORE, «Honorio», p. 444.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 37
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
37
Mostraos llenos de alegría, venerabilísimos compañeros nuestros de armas, por la recompensa que merecen vuestros comunes méritos y alegraos todos con una justa satisfacción. En efecto, el resplandor más luminoso es aquel que sobre todos se ha extendido con una luz semejante, pues por orden del magnífico conde y general en jefe de los dos ejércitos, nombrado en representación de nuestra Clemencia, os han sido concedidos los estipendios propios de los galos, que hemos otorgado a vuestra condición para que florezca con vigor un mismo tipo de valor20 entre aquellos que comparten una sola y exce‐ lente lealtad. En consecuencia, perfectamente informados de todo aquello que21 en defensa de nuestros intereses se ha llevado a cabo en Hispania y más allá,22 hemos considerado con agrado que era ade‐ cuado también el aumento de vuestra dignidad que nuestra Sereni‐ dad ha concedido a vuestros derechos a fin de que, dondequiera que vuestra voluntad decida vivir y morar, disfrutéis de él con alegría y valor23 y obsequiéis con él a vuestros huéspedes. Por ello, confiamos que se dé la circunstancia de que el final de vuestro servicio acreciente más que disminuya vuestro ardor. Deseamos a todos nuestros com‐ pañeros de armas que vivan con dicha durante muchos años. Y de otra mano: Vivid con dicha.24
20
Seguimos en este punto en concreto el texto de Sivan (lín. 2) frente al de Gil. En latín hay aquí una constructio ad sensum por la que la expresión pasa del singular al plural: «in eo quod... cuncta subdita sunt», donde entendemos «in eis quae... cuncta subdita sunt». 22 Adoptamos aquí la conjetura «amplius» por la forma corrupta «amplica» del manuscrito, carente de sentido, e influida quizás por las dos primras letras de la palabra que sigue: «co‐ngruum». 23 Gil propone aquí suponer una laguna en el texto. Pero entendemos, con Sivan (lín. 17), que no es necesaria. En efecto, creemos que en el texto latino los dos verbos en subjuntivo de la proposición subordinada final aparecen coordinados por mera yuxtaposición. 24 Tomamos estas líneas de la edición de Sivan (lín. 19‐20), puesto que Gil no las reproduce. La expresión «de otra mano» significa que fueron añadidas al docu‐ mento original por el emperador en persona, cuya mano se distingue así de la del secretario que escribe el resto de la misiva. Concluyen con la fórmula cristiana «Amén», que no puede atribuirse al emperador y que, para evitar confusiones, su‐ primimos de la traducción. 21
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 38
38
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
AVITO DE BRAGA25 EPISTVLA AD BALCONIVM BRACARENSEM (CPL 575)
EP. DE RELIQVIIS S.
STEPHANI
Datada poco después del 415, la carta del presbítero Avito a Bal‐ conio de Braga es un texto con un valor múltiple. Es un documento que da cuenta de una situación de ‘normalidad’ religiosa en un con‐ texto en el cual la provincia Gallaecia se ha visto inmersa en los ava‐ tares de la disputa priscilianista, lejos aún de solucionarse en el momento que se escribe la carta. Da cuenta de la existencia de una jerarquía ordenada, cuanto menos en la capital provincial, Braga, donde el receptor de la carta, Balconio, es el obispo de la diócesis, probablemente el sucesor de Paterno, quien, sospechoso de haber contemporizado con los priscilianistas, renegó de ellos en el año 400. Es el texto que permite, por otra parte, conjeturar con más funda‐ mento el carácter galaico de Orosio, a quien Avito llama co‐presbí‐ tero. La contextualización del documento es igualmente de enorme interés en relación a la situación política que la península ibérica vive en esos momentos. El autor es muy preciso al indicar que su regreso se ha visto imposibilitado por el hecho de que el enemigo se ha apo‐ derado ya de todas las Hispanias. Desde el 409 las tropas bárbaras, que habían atravesado el Rin tres años antes, se mueven por los te‐ rritorios hispanos y en el 411, según el testimonio de Hidacio, se ha‐ brían repartido las distintas provincias por sorteo. Los vándalos asdingos y los suevos se han apropiado de la Gallaecia, probable‐ mente los suevos se instalan en la zona más occidental, aunque no sabemos cuándo ocupan la propia Braga; los alanos se han hecho cargo de la Lusitania y a los vándalos silingos les habría correspon‐ dido la Bética. En principio únicamente la Tarraconense quedaría en 25 Bibliografía: Émile VANDERLINDEN, «Revelatio sancti Stephani (BHL 7850‐6)», Revue des Études Byzantines, 4 (1946), pp. 178‐217; Berhold ALTANER, «Avitus of Braga: some clarifications», Classical Folia, 22 (1968), pp. 105‐120; Caroline W. BYNUM, The Resurrection of the Body in Western Christianity, 200—1336, New York, Columbia University Press, 1995, pp. 21‐108 (Lectures on the History of Religions Sponsored by the American Council of Learned Societies, New Series, 15); François BOVON, Bertrand BOUVIER, «La translation des reliques de saint Étienne le premier martyr», Analecta Bollandiana, 131 (2013), pp. 5‐50 ; Estelle CRONNIER, Les inventions de reliques dans l’Empire romain d’Orient (IVe‐VIe s.), Turnhout, Brepols, 2015, pp. 86‐101 (Hagiologia, 11).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 39
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
39
manos del Imperio, pero incluso en este caso la presencia bárbara está atestiguada cuanto menos para el 416, cuando Ataúlfo es asesi‐ nado en la ciudad de Barcelona, donde parece haber instalado su re‐ sidencia poco antes, tras ser expulsado de Narbona. Desde aquí su sucesor, Valia, tras llegar a un acuerdo con el patricio Constancio, combate a los demás bárbaros en nombre de Roma, situación que se prolongó hasta el 418 cuando fueron reubicados en Aquitania. Si aceptamos que Avito estaba bien informado, estos años marcarían el límite de su viaje y la cronología de la carta. Ahora bien, la carta está compuesta, en realidad, de dos partes bien diferenciadas, la parte en la cual Avito informa a su obispo de las circunstancias de su viaje, y del desarrollo de sus pesquisas, para conseguir una parte de las reliquias del protomártir Esteban que ha‐ brían sido descubiertas poco antes; y una segunda parte, en la cual reproduce una de las versiones, probablemente la más temprana, del relato de la Revelatio sancti Stephani. El afán mostrado por Avito por obtener para su iglesia las reliquias de Esteban, para conseguir hacer del santo el ‘abogado’ y el ‘patrono’ de sus fieles, forma parte de un fenómeno que tiene en la Antigüedad tardía una importancia capital para entender la religiosidad popular y la capitalización que la je‐ rarquía va a hacer de la generalizada creencia en el valor protector y sanador de las reliquias de los santos. Las reliquias no llegaron nunca a Braga, se repartieron entre Italia, África y Menorca, como tampoco parece haber regresado su portador Orosio, prueba de las dificultades provocadas por los bárbaros. Es igualmente un valioso testimonio de los procesos de inventio y translatio de esas reliquias tempranas, del comercio al que son sometidas y de la suspicacia que el mismo ha generado, cuando Avito quiere dejar bien claro que son auténticas portando una carta de su descubridor y un relato de su hallazgo que haga verosímil la legitimidad de la reliquia enviada. No conocemos con detalle el proceso de composición empleado por Hidacio en la redacción de su Crónica, pero en una entrada del año 414 ya se hace eco de que, presidiendo Juan la sede de Jerusalén, fue‐ ron encontradas en la ciudad las reliquias de Esteban. [PCD]
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 40
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
40
[3] Avito de Braga, Carta a Balconio, obispo de Braga, sobre las reliquias de san Esteban26 Carta de Avito. (1) El presbítero Avito al reverendísimo y queridísimo siempre en el Señor obispo Balconio y a todo el clero y el pueblo de la iglesia bracarense desea su salvación eterna en el Señor. (2) Deseo y suplico que os acordéis de mí, así como también yo, en cuanto de mí depende, no dejo de acordarme de vosotros entre los santos, compartiendo vuestras tribulaciones con mi dolor y de‐ rramando en los Santos Lugares infinitas lágrimas por vuestra de‐ solación a fin de que el Señor os restituya la libertad a vosotros, a los que ha querido castigar, o bien conceda el don de la mansedumbre a aquellos a los que ha permitido prevalecer.27 (3) Yo, ciertamente, queridísimos hermanos, y hablo teniendo por testigo a nuestro Señor Jesucristo, he querido a menudo acudir junto a vosotros a fin de soportar la adversidad o disfrutar de la prosperidad en vuestra compañía, pero mi deseo se ha visto dificultado por el hecho de que el enemigo se ha extendido ya por todas las Hispanias. 26
Edición: É. VANDERLINDEN, «Revelatio Sancti Stephani», pp. 188‐217. Hay tres traducciones portuguesas de la carta (sin el texto de la revelación) de Rodrigo da CUNHA, História eclesiástica dos arcebispos de Braga, e dos santos e varões ilustres que floresceram neste arcebispado, José Marques (ed.), vol. 1, Braga, 1989 (ed. facsímil del original: Braga, Manoel Carzozo, 1634), pp. 248‐249; J. CONTADOR DE ARGOTE, Me‐ morias, pp. 776‐778; y Fortunato de ALMEIDA, História da Igreja em Portugal, Damiao Peres (ed.), vol. 4, Porto – Lisboa, Portucalense Editora, 19719, pp. 47‐48. Y, completas, una inglesa de Andrew S. Jacobs en Bart D. EHRMAN, Andrew S. JACOBS, Christianity in Late Antiquity ‐ 300‐450 C.E.: A Reader, New York ‐ Oxford, Oxford University Press, 2004, pp. 361‐365; y otra portuguesa de André SIMÕES, Santo Estêvão, Lisboa, Traduvárius, 2015 (Santos e Milagres na Idade Média em Portugal. Textos da Antiguidade Tardia e Alta Idade Média, 9), pp. 32‐40. Este texto se divide en dos partes: por un lado, la carta propiamente dicha; y por otro, la traducción latina del relato original griego del año 415 de un presbítero de nombre Luciano de la revelación e invención de las reliquias de san Esteban. La versión latina del relato de Luciano se ha transmitido en dos recensiones diferentes: A y B, que, de acuerdo con el estudio de É. VANDERLINDEN, «Revelatio Sancti Stephani», p. 186, representarían la traducción original de Avito (el texto A) y una traducción latina independiente de un relato griego más detallado redactado por deseo del obispo Juan de Jerusalén (el texto B). La traducción que sigue responde al texto A. 27 Esto es, a los bárbaros invasores.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 41
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
41
(4) He temido, en efecto, que, tras abandonar los Santos Lugares, pero sin haber llegado a reunirme con vosotros, interceptado en un lugar cualquiera, tuviese que soportar las penas que resultasen de mi irre‐ flexiva osadía. (5) Pero, como Dios es misericordioso, se ha dignado conceder a mis súplicas y a vuestros méritos la gracia de su bondad, en primer lugar, a fin de que fuese enviado hasta estas regiones por los obispos africanos mi queridísimo hijo y compresbítero Orosio, cuyo amor y consuelo os ha traído a todos vosotros a mi presencia, y, en segundo lugar, a fin de que, en los días en que éste, que ardía en deseos de ello, se disponía a regresar junto a vosotros, el bienaventu‐ rado y santo Esteban, corona de nuestra gloria en Cristo Jesús y el pri‐ mer mártir, se dignase revelarse y manifestarse de la forma más evidente con los consiguientes prodigios y milagros. (6) Así, aprove‐ chando la oportunidad ofrecida por Dios, que es quien dispone tan grandes cosas,28 he considerado adecuado enviar a aquél por delante a fin de que, estando él mismo presente, se digne sostener en calidad de abogado y patrono las súplicas de sus devotos, él que, cuando es‐ taba sufriendo el martirio, se dignó orar incluso por sus enemigos.29 (7) En consecuencia, reverendísimos y queridísimos hermanos, puesto que os tenía presentes en todo momento en mi recuerdo y veía la dis‐ posición tan favorable que mostraba Dios, que así lo había dispuesto, acudí con presteza a obtener del presbítero a quien aquello había sido revelado alguna parte del cuerpo encontrado. Y tras solicitarla con ra‐ pidez y recibirla en secreto, no me he demorado en enviárosla. (8) Por ello, os he enviado por medio de mi venerable hijo y compresbítero Orosio unas reliquias del cuerpo del bienaventurado Esteban, el pri‐ mer mártir, esto es, polvo de su carne y de sus nervios y, lo que merece creerse con una fe mayor y más firme, unos huesos sólidos y más fra‐ gantes, en razón de su manifiesta santidad, que la esencia o el perfume nuevos. (9) Por lo demás, a fin de que no pueda haber duda alguna, os he enviado, al final de mi misiva, la carta y la confirmación por es‐ crito del venerable presbítero a quien esto fue revelado. A fuerza de rogárselo y solicitárselo en favor de la autoridad que merece la verdad, que es digna, además, de ser conocida con detalle, él en persona en
28 29
Cfr. Rom 13,1. Cfr. Act 7,59.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 42
42
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
un primer momento me dictó la carta en griego, pero a continuación fue traducida por mí al latín. (10) Os suplico, venerables y bienaventurados hermanos, que también vosotros prestéis a estos sucesos una fe tan grande como verdadero fue su desarrollo. En efecto, estoy seguro de que, así como el bienaventurado mártir se dignó anunciarse y manifestarse por la salvación de un mundo que estaba en grave peligro, si vosotros amáis un presente como éste con el debido celo, como consecuencia de ello, viviréis seguros y tranquilos por la presencia junto a vosotros de tan gran patrono. (11) Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo y del Espíritu Santo esté con vosotros, mis queridísimos en el Señor. Revelación de san Esteban.30 (1) Luciano, necesitado de la misericordia divina y el más insig‐ nificante de todos los hombres,31 presbítero de la Iglesia de Dios que está en la ciudad de Cafargamala, en la región de Jerusalén, saluda en el Señor a todos los santos de la santa Iglesia que hay en todo el mundo en Cristo Jesús. (2) A propósito de la revelación de las reliquias del bienaventurado y glorioso protomártir Esteban, el primer diácono de Cristo, de Ni‐ codemo, que es mencionado en el Evangelio,32 y de Gamaliel, que es citado en los Hechos de los apóstoles,33 revelación que por voluntad de Dios se hizo a mi humilde persona en tres ocasiones, ante los rue‐ gos o, más bien, las órdenes del presbítero Avito, padre venerable y devoto seguidor de Dios, he considerado oportuno referir diligente‐ mente y con la mayor sencillez toda la verdad a vuestra dilección en Cristo según la fe llevada a la perfección,34 como un hijo que obedece a su padre, cuando éste le pregunta, y tal y como la he conocido. 30 Como se ha indicado anteriormente, a partir de este punto la traducción responde a la versión latina denominada A por el editor. Los parágrafos de la versión A que carecen de texto (§§ 27‐28, 33‐34, 49) se corresponden con adiciones de pasajes en la versión B, que es más extensa. Es la numeración que sigue el editor Vanderlinden. 31 Cfr. Eph 3,8. 32 Cfr. Ioh 3,1; ibid. 3,4; ibid. 3,9; ibid. 7,50; ibid. 19,39. 33 Cfr. Act 5,34; ibid. 22,3. 34 Cfr. Iac 2,22.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 43
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
43
(3) La víspera del sábado, esto es, el sexto día de la semana, que fue el tercer día antes de las nonas de diciembre,35 en el año del con‐ sulado de los augustos Honorio, por décima vez, y Teodosio, por sexta vez, al caer la noche, mientras dormía en mi habitación en el santo baptisterio, donde tenía por costumbre dormir y custodiar los bienes eclesiásticos que se encontraban allí para el culto, en la tercera hora de la noche (que es la primera guardia de los centinelas) entré en éxtasis, por así decirlo, y, despierto a medias, (4) vi a un varón de edad avanzada, elevada estatura, «hieroprepés» (esto es, de aparien‐ cia digna de un sacerdote), pelo blanco y larga barba, y cubierto con una blanca vestidura que estaba adornada de gemas doradas que te‐ nían en su interior la señal de la santa cruz. (5) Y, sujetando en su mano un bastón de oro, se acercó y se situó a mi derecha y me golpeó tres veces con su bastón de oro, llamándome por mi nombre, di‐ ciendo: «¡Luciano, Luciano, Luciano!». (6) Y me dice en griego: «Ve a la ciudad que tiene por nombre Aelia (que es Jerusalén) y di al ve‐ nerable Juan, que es obispo en ella: “¿Durante cuánto tiempo segui‐ remos encerrados sin que tú nos abras? Y, especialmente, siendo así que conviene que se nos encuentre en los tiempos de tu sacerdocio. (7) ¡Abre con rapidez nuestra tumba, donde nuestros restos se hallan depositados de un modo negligente, a fin de que por nuestra me‐ diación Dios, Cristo y el Espíritu Santo abran la puerta de su clemen‐ cia en este mundo! (8) En efecto, este mundo está en grave riesgo a causa de las numerosas desdichas que ocurren en él a diario. Y no me intereso sólo por mí, también me preocupan aquellos que están conmigo, hombres santos y muy dignos de veneración”». (9) Y respondí, diciéndole: «¿Quién eres tú, entonces, señor, y quiénes están contigo?». Me respondió: «Yo soy Gamaliel, que ins‐ truí al apóstol Pablo y le enseñé la ley en Jerusalén. (10) Y el que yace conmigo en la parte del sepulcro orientada al Este es mi señor Este‐ ban, que por la fe de Cristo fue lapidado por los judíos y los prínci‐ pes de los sacerdotes en Jerusalén en las afueras de la puerta que da al Norte y conduce a Cedar, donde yació día y noche abandonado, según el mandato de los impíos príncipes, a fin de que no fuese en‐
35
El 3 de diciembre del año 415.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 44
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
44
tregado a la sepultura y su cuerpo fuese devorado por los animales. Pero por voluntad de Dios no lo tocó ni uno solo de ellos, ni un ani‐ mal salvaje, ni un ave ni un perro. (11) Yo, Gamaliel, compadecién‐ dome de este servidor de Cristo y deseoso de participar de la recompensa de la fe junto con este santo varón, hice venir de noche a cuantos conocía que eran religiosos y creían en Cristo Jesús, aun‐ que habitaban en Jerusalén en medio de los judíos, los exhorté, les di lo necesario para subsistir y los persuadí para que fuesen en se‐ creto y, con gran riesgo para mí, transportasen el cuerpo de aquél hasta mi aldea, esto es, hasta Cafargamala (que significa “aldea de Gamaliel” y se encuentra a veinte millas de la ciudad de Jerusalén), y allí hice que se celebrase un duelo por él durante cuarenta días y lo deposité en mi nuevo sepulcro, en el nicho orientado al Este, y les encargué que pagasen con mis riquezas todo cuanto fuese necesario para el duelo en honor de aquél. (12) También fue depositado en otro nicho el venerable Nicodemo, que acudió de noche a ver a Jesús, nuestro Salvador, y fue catequizado por él, a quien oyó decir:36 A menos que alguien haya renacido por el agua y el Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de los cielos. Y saliendo de allí, fue bautizado por los discípulos de Cristo,37 (13) pero los judíos, al tener noticia de ello, lo desposeyeron de su dignidad, lo anatematizaron y lo expulsaron de la ciudad de Jerusalén. Y a éste, que, por así decirlo, había sufrido la persecución por causa de Cristo, yo, Galamiel, lo acogí en mi aldea, lo alimenté y vestí hasta el fin de su vida, y lo sepulté honrosamente junto al venerable Esteban. (14) Asimismo Abibas, mi queridísimo hijo, que recibió el bautismo de Cristo junto conmigo por parte de los discípulos de aquél y que murió antes que yo, a la edad de veinte años, fue añadido en un tercer nicho situado más arriba, en el que también yo mismo, a continuación, fui sepultado. (15) Pero mi es‐ posa, que tenía por nombre Etna, y mi hijo primogénito Selemías, dado que rechazaron participar de la fe de Cristo, fueron sepultados en la aldea de su madre, esto es, en Cafarselemia». (16) Entonces, yo, el humilde presbítero Luciano, le pregunté, diciéndole: «¿Y dónde os buscaremos?». Él me dijo: «En mi “proastio” (que puede tradu‐
36 37
Ioh 3,5. Este episodio no aparece recogido en los Evangelios.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 45
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
45
cirse como “campo cercano a la aldea”), que recibe el nombre de De‐ lagabro, que significa “de los varones de Dios”».38 (17) Y me desperté y supliqué a Dios, diciéndole: «Señor mío, Je‐ sucristo, si esta visión procede de ti y no es una ilusión, haz que se me aparezca una segunda vez y luego una tercera vez, cuando tú quieras y como tú quieras». Así pues, comencé a ayunar y a alimen‐ tarme de frutos secos hasta la siguiente víspera del sábado. (18) Y de nuevo se me mostró el venerable Gamaliel con la misma aparien‐ cia y los mismos ropajes que en la primera visión, diciéndome: «¿Por qué has rehusado ir a hablar con el santo obispo Juan?». (19) Y yo le respondí: «Después de la primera visión tuve miedo, señor, de anun‐ ciar esto por si parecía un embaucador. Supliqué, en consecuencia, que, en caso de que hubieses sido enviado ante mí por el Señor, te me aparecieses una segunda vez y luego una tercera vez». (20) En‐ tonces me dijo: «¡Obedéceme, obedéceme, obedéceme!». Y me dijo asimismo: «Puesto que has preguntado, a propósito de las reliquias de cada uno de nosotros, de qué modo se hayan depositadas y dónde, (21) presta atención y observa con atención lo que se te mues‐ tra». Y yo dije: «De acuerdo, señor». (22) Y de inmediato trajo cuatro cestas, tres de oro y una de plata. Tres de ellas estaban llenas de rosas: dos contenían rosas blancas y la tercera, rosas rojas, como si fuese sangre; por su parte, la cuarta cesta, que era de plata, estaba llena de azafrán de aromática fragancia. (23) Y la puso ante mí. Y yo le dije: «¿Qué son estas cestas, señor?». Y me dice: «Son nuestras re‐ liquias. La que tiene rosas rojas es el venerable Esteban, que está si‐ tuado a la derecha a la entrada del sepulcro, en la parte orientada hacia el Este. La segunda cesta es el venerable Nicodemo, que está situado frente a la puerta. (24) Y la cesta de plata es mi hijo Abibas, “deuterotes tou nomou” (esto es, intérprete de la ley), inmaculado desde que salió del útero de su madre, unido a mi cesta en la parte superior, donde ambos hemos sido depositados como si fuésemos gemelos». (25) Y de nuevo me desperté y ayuné una vez más hasta la si‐ guiente víspera del sábado. Y he aquí que él se me mostró de nuevo 38
Hay que entender: «campo de los varones de Dios».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 46
46
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
con la misma apariencia y una voz semejante, amenazándome y di‐ ciéndome encolerizado: (26) «¿Por qué has despreciado un encargo tan importante y qué excusa puedes tener? Créeme que, si no vas y hablas con el santo obispo Juan, has de sufrir lo que no imaginas». (27‐28) (29) Y yo, temblando, dije: «De acuerdo, señor, ya voy». Y en ese instante me vi, por así decirlo, refiriendo al obispo las visiones que han sido descritas más arriba. (30) Y oigo que ese mismo padre me dice (todavía durante esa tercera visión): «Si viste esto así, queri‐ dísimo, conviene que yo haga traer de allí un buey arador, “amaxi‐ con” (que podemos traducir por “capaz de tirar de un carro”) y buen trabajador y te confíe el campo donde se dan esos frutos». (31) Y le dije: «Señor, ¿qué voy a hacer yo con ese campo, si no tengo un buey que pueda trabajar en él?». Y me dice el obispo: «Se ha decidido que yo haga venir de allí un buey arador, “amaxicon” y buen trabajador». (32) Y al instante me desperté y fui a ver al santo obispo Juan e hice un relato completo de todo ello a él y a todo su clero. (33‐34) (35) Y me dijo: «Ve y cava en el montículo que hay en ese campo. Y si encuentras algo, comunícamelo». Y yo le dije: «He caminado por ese campo y he visto un montículo de pequeñas piedras en medio de él, donde creo que están ellos». Y me dijo el padre: «Ve, cava y, si encuentras algo, siéntate, vigila el lugar y solicítame por medio del diácono que acuda a ese lugar». Y así me despidió. Cuando llegué a la aldea, envié mensajeros para que todos los habitantes de la aldea se levantasen al amanecer y cavasen en el montículo. (36) Pero esa misma noche el venerable Gamaliel se mostró a un monje de nombre Migetio, un varón puro y sencillo, con la misma apariencia con la que se mostró ante mí y le dijo: «Ve y di al presbí‐ tero Luciano: (37) “En vano trabajas en ese montículo. No estamos ya allí, pero fuimos depositados allí en la época en la que nos llora‐ ban conforme a la tradición de nuestros mayores. Y, por esa razón, se hizo allí ese montículo como testimonio del duelo. (38) Has de buscarnos en otra parte que está orientada al Norte, en el lugar que en la lengua siria tiene por nombre Dabatalia, que en griego significa Andragathon, término que nosotros podemos traducir por «de los varones valerosos»”». (39) Y levantándome al amanecer para acudir a los oficios, me encontré con el citado monje, que predicaba a todos
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 47
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
47
los hermanos. A continuación, una vez concluidos los oficios, co‐ mencé a decir: «Vayamos al montículo y cavemos en él». Entonces algunos de ellos me dijeron: «Escucha primero lo que tiene que decir el monje Migetio». (40) Y una vez que fue hecho venir el monje Mi‐ getio, le pregunté qué era lo que había visto. Él, por su parte, me contó todas las instrucciones del venerable Gamaliel que había reci‐ bido en la visión y cómo había visto un campo orientado en direc‐ ción contraria al Sur y en él un sepulcro que parecía descuidado y en ruinas, donde vio tres lechos de oro y uno de ellos más alto que los demás, en el cual había dos cuerpos yaciendo, uno de un viejo y otro de un joven, y en cada uno de los otros dos lechos había un cuerpo. (41) Y le habló el que estaba en el lecho más alto y dijo: «Ve y di al presbítero Luciano que nosotros fuimos los propietarios de este lugar. Si quieres encontrar a un gran justo, éste se halla en la parte orientada hacia las regiones orientales.» Y tras oír todo esto al monje, glorifiqué al Señor, pues había sido encontrado un segundo testigo de la revelación. (42) Así pues, fuimos al montículo y, aunque cavamos en él, nada encontramos. Nos dirigimos entonces al sepulcro situado allí donde había sido mostrado al monje esa noche. Y, cavando, encontramos tres nichos según lo que se me había mostrado de acuerdo con la imagen de las cestas. (43) Y así, encontramos una piedra enterrada y escrita con letras enormes en la que se leía lo siguiente: Celihel (que quiere decir «Esteban de Dios») y Nasoam (que quiere decir «Nico‐ demo») y Gamaliel. Esto lo tradujo así el padre Juan, según yo mismo oí de labios del santo obispo en persona. (44) Así pues, co‐ muniqué de inmediato la noticia al obispo, que estaba en Lidda (que es Dióspolis), participando en el sínodo. Éste cogió a otros dos obis‐ pos, Eutonio de Sebaste y Eleuterio de Jericó, y acudieron al lugar. (45) Al abrir éstos el nicho del venerable Esteban, [de inmediato se esparció una fragancia tan grande que llenó todo aquel lugar. (46) Y después de que todos los obispos y todos los hermanos que estaban allí con ellos orasen, se produjeron muchas curaciones y otros tipos de prodigios entre el pueblo.]39 (47) Y tras besar las reliquias, lo ce‐ 39 La parte entre corchetes rectangulares podría haber sido interpolada en el texto de la carta original de Avito según É. VANDERLINDEN, «Revelatio Sancti Ste‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 48
48
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
rraron de nuevo. (48) Y unos pocos días después, el séptimo día antes de las calendas de enero,40 transportaron el santo cuerpo de Esteban a la ciudad de Jerusalén. (49) (50) Y entonces, después de una duradera e infinita sequía, cayó una gran lluvia y la tierra se mojó abundantemente, y todos glorificaban allí a Dios por su santo Esteban y por el tesoro celestial de su misericordia y su piedad que en un momento en que el mundo estaba en grave peligro se dignó abrir nuestro Señor Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los si‐ glos. Amén.
phani», p. 214. El texto original sería, en consecuencia: «Éstos, tras abrir el nicho del venerable Esteban y besar sus reliquias, lo cerraron de nuevo». 40 El 26 de diciembre del año 415.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 49
BAQUIARIO41 DE FIDE (CPL 568) EPISTVLA AD IANVARIVM SEV DE LAPSO (CPL 569) EPISTVLAE II (CPL 570) (DE ATRIBUCIÓN DUDOSA) Baquiario es, probablemente, el más problemático de los autores cuyos textos se recogen en este volumen. Lo es por su origen, por su datación, por la discutida teología de sus escritos, por la autoría de éstos, por su propio nombre. La fecha ante quem de su cronología vendría marcada por la única referencia a su persona que encontra‐ mos en las fuentes contemporáneas, la noticia de Genadio de Mar‐ sella (De uiris illustribus, 24), redactada poco antes del 470. Amparándose en la crítica interna de los textos que actualmente se le atribuyen y que aparecen aquí traducidos, las fechas extremas entre el 383 y el 415 parecen las más razonables para ubicar su re‐ dacción, aunque no sería descabellado retrasar esta última fecha hasta dos décadas después. Baquiario ocupa un lugar destacado entre la nómina de los escri‐ tores monásticos, preocupado por reflexionar sobre el significado de la ascesis y por rebatir las normas penitenciales extremas que domi‐ naban el panorama legislativo a finales del siglo IV. Tres de sus textos lo hacen, cuanto menos, buen conocedor de la vida ascética y fami‐ liarizado con las estructuras monásticas. Dos cartas que le han sido asignadas esencialmente por razones de estilo, aunque la incerti‐ 41 Bibliografía: Joseph DUHR, «Le De fide de Bachiarius», Revue d’Histoire Ecclé‐ siastique, 24 (1928), pp. 5‐40 y 301‐331; Anscari M. MUNDÓ, «Estudis sobre el De fide de Baquiari», Studia Monastica, 7 (1965), pp. 247‐303; Ursicino DOMÍNGUEZ DEL VAL, «En torno al monje Baquiario. Iglesia y pastoral», Homenaje a Pedro Sáinz Rodríguez, vol. 4: Estudios teológicos, filosóficos y socioeconómicos, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1986, pp. 19‐34 (Publicaciones de la Fundación Universitaria Española. Monografías, 44); Manuela DOMÍNGUEZ GARCÍA, «Pervivencia de Baquiario (IV‐V)», en Manuela Domínguez García et al. (eds.), Sub luce florentis calami. Homenaje a Manuel C. Díaz y Díaz, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, 2002, pp. 319‐334; Adalbert de VOGÜÉ, Histoire littéraire du mouvement monastique dans l’Antiquité, vol. 1: Première partie: Le monachisme latin. De la mort d’Antoine à la fin du séjour de Jérôme à Rome (356‐385), Paris, Cerf, 2004, pp. 193‐199 (Patrimoines. Christianisme); Roger COLLINS, «Historical Introduction», en José Carlos Martín‐Iglesias, Roger Collins, Bachiarii Opera: De fide necnon Epistula ad Ianuarium, quibus accedunt Epistulae II quae eidem adtributae sunt. Praefationem historicam adiecit Roger Collins, Turnhout, Brepols, 2019 (CC SL, 69C), pp. 5*‐33*.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 50
50
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
dumbre sobre su autoría permanece, están dedicadas, respectiva‐ mente, a hacer un encendido elogio de la virginidad. La primera está dirigida a una virgen consagrada y la segunda a una viuda que pa‐ rece retirarse para hacer vida comunitaria en un monasterio. Son tex‐ tos cargados de metáforas y paralelismos escriturarios. La tercera está dirigida a Januario, el superior de una comunidad de la que él mismo es, o ha sido, miembro, aunque ahora está au‐ sente. Este particular es objeto de controversia. Genadio de Marsella lo califica como filósofo cristiano y como asceta itinerante, aunque esta condición de peregrino puede haberla adquirido con el bene‐ plácito de su superior. El motivo de la carta es interceder por otro miembro de la comunidad que, aunque en el pasado fue especial‐ mente firme en sus convicciones, ha caído en el pecado de la forni‐ cación. El tono del texto tiene interés en lo que atañe a la disciplina monástica imperante, pero no en menor medida en relación al de‐ bate sobre la misma y el lugar que la misericordia debe ocupar a la hora de juzgar a quienes hayan caído en el pecado, mostrando así debilidad en su compromiso. Según se desprende de la epístola, Ja‐ nuario se muestra absolutamente reacio a reconciliarse con el peca‐ dor, a acogerlo en la comunidad y a devolverle la condición de diácono que antes había detentado. Al adoptar esa actitud no hace otra cosa que aplicar las instrucciones que el papa Siricio había dado a conocer en su carta a Himerio de Tarragona en el 385. La postura de Baquiario es bien distinta, adoptando una postura de corte ori‐ genista que alcanza también a la profesión de fe que comentaremos a continuación, considera que todos los pecados pueden ser perdo‐ nados, pues cree que la mancha del pecado se limpia cuando se re‐ nuncia a él. La carta parece tener dos partes y los capítulos 13 a 23 no se dirigen ya a Januario, sino al hermano caído en el pecado. Pa‐ rece que, mal aconsejado, está dispuesto a contraer matrimonio con la mujer con la que ha pecado. Baquiario cree que ésa sería su per‐ dición y que debe regresar al monasterio y someterse a su disciplina. Se compromete incluso a hacerle compañía en ese proceso peniten‐ cial. El texto da cuenta de un medio teológico culto, cuanto menos de una formación notable por parte de Baquiario y por parte de Ja‐ nuario, cuyos hipotéticos contrargumentos rebate por adelantado.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 51
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
51
Con todo, el texto más interesante del autor, y el que da sentido a los demás, es su tratado De fide. Es aquí donde evidencia más cla‐ ramente su formación y sus ideas teológicas, donde se han buscado los argumentos para ubicar a Baquiario ora entre los escritores pris‐ cilianistas, ora entre los antipriscilianistas. Es igualmente a través de su lectura donde se han buscado los indicios para atribuir un origen geográfico al autor y para definir su cronología. El texto tiene una forma epistolar y en él da respuesta a la solicitud que se le demanda de hacer una profesión de fe. Pero en su desarrollo el razonamiento doctrinal se impone sobre la forma epistolar originaria. La identifi‐ cación de su interlocutor, un ‘tú’ reiterado varias veces a lo largo del texto, es una parte importante de la argumentación. Saber quién le demanda esa declaración de ortodoxia ayudaría a entender por qué se le solicita y ante qué instancia responde. En su primer desarrollo el autor insiste una y otra vez en que su credibilidad es puesta en duda porque la mancha de la herejía se extendió por la tierra de su nacimiento, cuando parece dar a entender que para ahuyentar esa sospecha es por lo que ha huido de esa tierra. Y amargamente se queja de que se lo condena no por un examen minucioso de sus cre‐ encias, sino por una mera sospecha. La herejía de la que es sospe‐ choso no es mencionada, pero en su profesión de fe selecciona una serie de puntos: Trinidad, el diablo y el mal, su postura frente al ma‐ trimonio y la virginidad, los ayunos y sus retiros, que parecen remi‐ tir a las acusaciones más habituales contra Prisciliano y sus seguidores. Frente a ellos, Baquiario se declara un sincero seguidor de los cánones eclesiásticos y se compromete a obedecer y someterse en todo aquello que pueda considerarse errado. Del examen teoló‐ gico de sus argumentos podría deducirse que ha estado en contacto con el priscilianismo, que conoce sus argumentaciones, pero también que ha conocido a Rufino de Aquilea, o una fuente que ambos han manejado, incluso que si de algo podría ser tildado Baquiario es de un sesgo origenista, ya mencionado, evidente en sus ideas sobre el libre albedrío, el origen del alma y el gusto alegorista presente en los cuatro textos atribuidos. Sus réplicas al origen provincial como causa de mácula, su insis‐ tencia en rebatir que por unos pocos puedan ser condenados todos
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 52
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
52
los que de allí proceden, su interés en comparar la situación con múl‐ tiples ejemplos bíblicos y, de manera muy precisa, con las herejías surgidas en Roma han llevado a colocar en ese lugar su estancia, y en el papa Inocencio I su interlocutor, en torno al 415. Aunque algu‐ nos prefieren contextualizar el documento en las respuestas ante las acusaciones vertidas en el Concilio de Zaragoza a comienzos de la década de 380 o en los procesos de reconciliación poco después del Concilio de Toledo del 400, hipótesis ambas que apuntarían hacia un Baquiario priscilianista que renunciando a sus postulados se está reconciliando con la Iglesia. Aunque la mayoría de los estudiosos se decantan por la fecha más tardía y el entorno romano. Las regiones que de manera más persistente recibieron la influen‐ cia priscilianista fueron las situadas entre Gallaecia y Aquitania, siendo en la primera de ellas donde los seguidores de Prisciliano pa‐ recen haber encontrado más comprensión tras la ejecución de éste en Tréveris. De hecho, la identificación entre el priscilianismo y un entorno provincial parece remitir primeramente a la Gallaecia, idea que perdurará hasta el siglo VII (Braulio de Zaragoza, Epist. 44). Son estos planteamientos no definitivos los que han decantado a la ma‐ yoría de la crítica por dar ese origen a Baquiario, lo que no ha impe‐ dido que se hayan barajado igualmente hipótesis extra‐hispanas, especialmente irlandesas, aunque los argumentos son menos con‐ sistentes que los esgrimidos para el entorno ibérico. [PCD] [4] Tratado sobre la fe42 En el nombre de nuestra santa Trinidad comienza la profesión de fe de Baquiario.
42
Edición: José Carlos Martín‐Iglesias en J. C. MARTÍN‐IGLESIAS, R. COLLINS, Bachiarii Opera, pp. 5‐24. Otra edición de interés es la de José MADOZ, «Una nueva redacción del Libellus de fide de Baquiario», Revista Española de Teología, 1 (1941), pp. 457‐488, concretamente pp. 463‐474, donde ofrece el texto de la recensión alternativa conservada del De fide. Traducción del De fide de Pedro SÁINZ RODRÍGUEZ, Antología de la literatura espiritual española, vol. 1: Edad Media, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1980, pp. 141‐156 (Espirituales españoles. Serie A. Textos, 28),
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 53
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
53
(1) Todo lo que ha existido es lo mismo que lo que existirá y no hay nada nuevo bajo el sol.43. Y también dice el apóstol:44 Todo esto sucedió en forma de figura de nuestra propia vida, lo que es probado por la realidad de la situación presente, pues los arcanos del misterio evangélico que se dieron en el pasado se prolongan renovados en estos tiempos de nuestra insignificancia. He aquí que ahora, tal y como lo enten‐ demos, Cristo pide agua a la samaritana,45 cuando tu beatitud nos solicita una profesión de fe. Nos hace sospechosos, por lo que veo, no nuestro discurso, sino nuestra región. Y, así, ¿quienes no nos aver‐ gonzamos de nuestra fe hemos de sentimos turbados por nuestra basada en la edición de Enrique FLÓREZ, España Sagrada, vol. 15, Madrid, Antonio Marín, 1759, pp. 470‐482 (que reproduce la versión latina del De fide que remonta verosímilmente a Baquiario). Hay, además, una vieja traducción alemana, de carácter muy libre, de Carl GREITH, Geschichte der altirischen Kirche und ihrer Verbin‐ dung mit Rom, Gallien und Alemannien (von 430 ‐ 630) als Einleitung in die Geschichte des Stiftes St. Gallen, Freiburg im Breisgau, Herder, 1867, pp. 409‐415. Este tratado presenta un grave problema de transmisión que se ha explicado de formas muy diferentes. En efecto, existen de él dos recensiones, pero las opiniones difieren sobre la forma de interpretarlas. Para Madoz y Mundó, el manuscrito más antiguo (Mi‐ lano, Biblioteca Ambrosiana, O 212 sup., de la segunda mitad del s. VII y ejecutado en Bobbio, ff. 8r‐14r) transmitiría la versión original de Baquiario, mientras que los otros manuscritos conocidos (Barcelona, Archivo de la Corona de Aragón, Ripoll 151, s. XI, Ripoll, ff. 147v‐153r; y Città del Vaticano, Biblioteca Apostolica Vaticana, Reg lat. 194, ss. XI‐XII, procedente de St. Pierre‐aux‐Monts en Châlons‐sur‐Marne, ff. 138v‐140v —este último muy fragmentario—; así como, añadimos nosotros, Tro‐ yes, Médiathèque du Grand Troyes, 1979, de comienzos del s. XI, procedente de Saint Bénigne de Dijon, ff. 30r‐35r —también fragmentario—) conservarían una reelaboración posterior. Por el contrario, para Bouhot la recensión original sería la conservada por el códice de Barcelona, mientras que los demás manuscritos transmitirían otra recensión posterior que no puede atribuirse a Baquiario. Para Bouhot la recensión del volumen de Milán sería obra, sencillamente, del copista de este manuscrito activo en el monasterio de Bobbio en el s. VII. Leídos los argumentos de una y otra parte, nos adherimos a la tesis de Madoz y Mundó, por lo que la nueva edición del Corpus Christianorum responde, fundamentalmente, a la versión latina del De fide transmitida en el manuscrito conservado en Milán, en el que, no obstante, el texto de Baquiario ha sufrido algunas omisiones que pueden reconstruirse a partir de la otra rama de la transmisión, en especial, del manuscrito de Barcelona, el único que, junto con el de Milán, transmite la obra completa. Vid. J. MADOZ, «Una nueva redacción»; A. M. MUNDÓ, «Estudis sobre el De fide»; y Jean‐Paul BOUHOT, «La tra‐ dition manuscrite du De fide de Bachiarius», Revue des Études Augustiniennes, 25 (1979), p. 73‐84. A la hora de comprender algunos de los pasajes de este tratado es fundamental el estudio de J. DUHR, «Le De fide», del que tomamos, además, muchas de las referencias de las fuentes patrísticas del texto. 43 Eccle 1,9‐10. 44 I Cor 10,6. 45 Cfr. Ioh 4,7.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 54
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
54
provincia? ¡No ha de ocurrir, reverendísimo, que la mancha de nues‐ tro nacimiento terrenal nos haga parecer contaminados a los ojos de los santos varones! Si bien nosotros conocimos una patria según la carne, ahora ya no la conocemos,46 pues, deseando convertirnos en hijos de Abraham, hemos renunciado a nuestra tierra y a nuestra fa‐ milia.47 Decimos esto porque, como ocurrió a los samaritanos, así también nos ocurre que no somos creídos por los judíos por el hecho de que la mancha de una herejía se extendió sobre la tierra en la que nacimos y, así, somos condenados por la sentencia de unos jueces, como si no pudiésemos estar libres del engaño de ese error. Algo se‐ mejante dijeron en otro tiempo los incrédulos:48 ¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?, y, sin embargo, de allí salió Cristo. ¿Acaso, os lo ruego, hicieron disminuir los méritos de los apóstoles la traición y la avaricia de uno solo que procedía, no diré de su misma región, pero sí de una tierra situada al lado de la suya? ¿Acaso la culpa de sus hermanos mancilló la vida de los patriarcas? ¿Acaso los anuncios de los falsos profetas convirtieron en falsas las palabras de los pro‐ fetas verdaderos? Cuando aquel Coré de la tribu de Leví cayó en la herejía, ¿acaso todos aquellos otros familiares que descendían de su misma estirpe recibieron sobre ellos esa mancha en razón de su pa‐ rentesco?49 Y si bien los hijos del sumo sacerdote encendieron un fuego profano,50 sus hermanos siguieron cumpliendo con sus fun‐ ciones sacerdotales y merced al honor de su ministerio se pone de manifiesto que no tenían culpa alguna del crimen de sus hermanos. Y si bien el diácono Nicolás cayó en la herejía, las gloriosas obras de los otros hermanos elegidos al mismo tiempo que él refulgieron en las virtudes de Dios.51 Se lanza sobre nosotros como acusación nues‐ tra región. Todo el que así se expresa, que lea el pasaje en que Cristo es acusado de ser samaritano.52 En esa provincia no sólo se cometie‐ 46
Cfr. II Cor 5,6. Cfr. Gen 12,1. 48 Ioh 1,46. 49 Probable referencia al Coré que se rebela contra Moisés en Num 16,1‐35. 50 El episodio en Leu 10,1‐2. Se trata de los hijos de Aarón: Nadab y Abihú. 51 Nicolás de Antioquía, nombrado diácono por los apóstoles en Act 6,5. Los nicolaítas son condenados en Apoc 2,6 y 2,15. Aquí Baquiario no se refiere a los nicolaítas, sino a los otros diáconos nombrados por los apóstoles. 52 Cfr. Ioh 8,48. 47
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 55
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
55
ron crímenes de herejía, sino también de idolatría. En la casa del idó‐ latra y malvadísimo Ajab se encontró a Abdías, el siervo de Dios,53 que mereció ser incluido en el número de los profetas. Y en Sarepta de Sidonia, en medio del execrable linaje de los cananeos, a una viuda piadosa, y fue elegida como hospedadora de los profetas.54 A Balaam, maestro de idolatría y cabeza de una herejía, se le permitió predicar a Cristo.55 Job descendía de la estirpe del idólatra e infiel Esaú.56 Se cuenta que Ruth, emparentada con el linaje de Cristo, per‐ tenecía a la raza de los moabitas,57 cuya estirpe fue expulsada fuera de las puertas de la Iglesia por la eternidad. Abraham, cabeza de la fe, descendía de la estirpe de los caldeos,58 para los que la impiedad del arte mágica era una práctica tradicional y natural. A los magos que adoraron a Cristo59 no se les reprocharon las pasadas infamias de sus errores. A Moisés, instruido en las artes de los egipcios,60 se le concedió la gracia del espíritu de profecía.61 ¿Y ahora a los rena‐ cidos en Cristo se les imputa la herejía de su provincia de naci‐ miento? (2) Si reconocemos nuestra patria, hemos de avergonzarnos tam‐ bién de su culpa. Pero, ciertamente, en mi caso, la ciudad para la que he sido renovado62 se ha convertido en mi región y en mi pa‐ tria. Que no se me acuse por mis lazos de parentesco en la tierra, a los que recuerdo bien que he renunciado. Todo aquel que me con‐ sidere infiel por el linaje al que me une mi provincia debe saber que el infiel es él mismo, pues o bien ha olvidado, o bien estima de poca importancia la confesión que sabe que hizo en el bautismo. Sin
53 Cfr. III Reg 18,3. Explica Baquiario el origen de Abdías, no quiere decir que Abdías fuese descubierto o sorprendido de algún modo en la casa de Ajab. 54 Cfr. III Reg 17,9. 55 La historia de Balaam se encuentra en Num 22,5‐24,25. La referencia a Balaam como un ejemplo de idolatría y, pese a todo, un profeta de Cristo se encuentra asimismo en Prisciliano, Tractatus I, lín. 436‐438 (ed. Conti, p. 58). 56 Cfr. Iob 42,5 (de acuerdo con la versión de los Setenta). 57 Cfr. Ruth 1,4. 58 Cfr. Gen 11,27‐28. 59 El episodio de los Reyes magos en Matth 2,1‐12. 60 Cfr. Act 7,22. 61 Sobre el espíritu de profecía, cfr. Apoc 19,10. 62 Cfr. Tit 3,5.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 56
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
56
duda, no ha roto los lazos de su parentesco en la tierra aquel que me reprocha la herejía de mi patria. Ciertamente, de acuerdo con los principios de la vida humana, el padre da la patria. ¿Cómo es que se dice que yo tengo una patria en la tierra, cuando por un pre‐ cepto celestial no se me permite llamar padre a nadie en la tierra o tener uno en ella?63 ¿Quieres, en efecto, que demuestre esto con ejemplos manifiestos a una persona como tú, que me censuras la herejía de mi patria? ¿Acaso los novacianos, al apartarse por una razón de este tipo de los católicos, a causa de su perversa opinión no contrajeron la lepra de una execrable herejía por creer que la serie de las culpas pasadas debía recaer también sobre los descen‐ dientes y odiaron, en consecuencia, no tanto la herejía cuanto a los hombres?64 Si por la culpa de uno solo deben ser anatematizados los habitantes de toda una provincia, ha de ser condenado también el Oriente con sus habitantes, del que surgió Manes, que es el maes‐ tro de los maniqueos.65 Y ha de ser condenada también la discípula del bienaventurado Pedro, esto es, Roma, de la que han surgido en nuestros tiempos no una, sino dos o tres, o incluso más herejías. Y, sin embargo, ninguna de ellas ha podido ocupar o hacer vacilar la cátedra de Pedro, esto es, la sede de la fe. Que se condene, en fin, también a todas las provincias de las que han fluido los diversos ríos de los errores. Aquel vaso de la elección66 y doctor de los gentiles,67 cuando Eutiquio se cayó desde un tercer piso, a pesar de que éste era responsable de algún error, supongo, en relación con la Trini‐ dad,68 lo llenó de nuevo del calor de la fe y le devolvió la vida, esto es, le concedió su perdón.69 ¿Y a nosotros, que estamos aún senta‐ 63
Cfr. Matth 23,9. Posible recuerdo de Agustín de Hipona, De ciuitate Dei, 14,6, lín. 20‐21, que defiende la idea contraria, naturalmente, como hace aquí Baquiario. 65 La expresión «ha de ser condenado también el Oriente con sus habitantes, del que surgió Manes, que es el maestro de los maniqueos» falta en muchas de las ediciones precedentes por haberse perdido en el códice milanés por un probable salto de ojo. Se lee, sin embargo, en el manuscrito de Barcelona y ya J. MADOZ, «Una nueva redacción», p. 475, consideró el pasaje auténtico. Se contraponen en estas líneas las iglesias de Oriente y Occidente. 66 Act 9,15. 67 I Tim 2,7. 68 Simbolizada por el tercer piso. 69 El episodio en Act 20,9‐12. 64
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 57
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
57
dos en la ventana,70 esto es, en el camino de la luz y en el resplandor de la fe,71 unos jueces excesivamente severos nos condenan no como resultado de un examen minucioso, sino por una mera sos‐ pecha, sin saber que con el rigor con el que juzguen serán juzga‐ dos,72 ni que el que llame «raca» a su hermano será reo del fuego de la gehena?73 «Raca», en efecto, significa «necio».74 ¿Y quién es necio sino aquel cuyas entrañas carecen de la verdad de la fe y es como un bronce que resuena o un címbalo que tintinea ?75 Aquel que había visto a Cristo solamente una noche dijo a sus compatriotas:76 ¿Acaso nuestra ley juzga a un hombre antes de escuchar lo que ha hecho? ¿Y aquellos que son seguidores de Cristo después de tantos años juz‐ gan antes de escuchar y conocer aquello a partir de lo cual han de juzgar? Si la sentencia ha de ser emitida antes de conocer los he‐ chos, ¿por qué razón el legislador ordenó que la casa que está siendo corrompida por la lepra de la herejía que la destruye y la co‐ rroe no sea juzgada inmunda antes de que el sacerdote entre en ella y la inspeccione?77 Te lo suplico, reverendísimo hermano, no debe tenerse una opinión negativa sobre toda una provincia. En efecto, no se oculta a tu perspicacia que se cuenta que, cuando, debido a la llegada del arca del Señor, la cabeza de Dagón fue cortada en cien trozos junto con sus dos pies, su espina dorsal permaneció in‐ tacta 78. Ciertamente, nosotros creemos que la cabeza y los pies de Dagón son los miembros del mundo, esto es, las regiones de Oriente y Occidente en las que bajo la presidencia de la ley fue 70
Al igual que Eutiquio antes de caer al vacío. Esta última expresión recuerda a otra de Prisciliano, Tractatus I, lín. 12 (ed. Conti, p. 32). 72 Cfr. Matth 7,2. 73 Matth 5,22. 74 Cfr. Jerónimo de Estridón, Commentarii in euangelium Matthaei, lib. 1,5,22, lín. 537‐538. 75 I Cor 13,1. 76 Ioh 7,51. 77 Referencia a la denominada ley de la lepra, recogida en Leu 14,33‐57. 78 El episodio en I Reg 5,1‐4, con pequeñas variantes respecto al resumen de Baquiario, pues en la Biblia se habla de las manos, no de los pies, y no se dice que la cabeza fuese cortada en cien trozos, sino, simplemente, que la estatua del dios apareció mutilada, con la cabeza y las manos cortadas. El pasaje es comentado en J. DUHR, «Le De fide», pp. 30‐31, quien señala que Baquiario sigue el texto bíblico de los Setenta. 71
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 58
58
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
aplastado cualquier tipo de perversidad herética.79 Ciertamente, a ti corresponde juzgar cuál es la parte media de la espina dorsal en la que aún permanece desunida la trabazón de las articulaciones.80 ¿Por qué es objeto de investigación, te lo ruego, mi provincia? Yo soy un extranjero, como lo fueron todos mis padres.81 No obstante, si se examina con tanto interés dónde he nacido, ha de aceptarse la con‐ fesión de fe que hice, cuando renací por medio del bautismo. En efecto, no ha sido la patria la que me ha dado la confesión de mi fe, antes bien, la confesión de la fe es la que me ha dado mi patria, pues he creído y la he asumido. Y no ha de ser para mí un desdoro mi condición de samaritano, pues, al ser preguntado junto al pozo,82 he creído en Cristo y soy consciente de haber sido limpiado de la lepra de la infidelidad. No obstante,83 puesto que los preceptos de la enseñanza apostólica nos exhortan a dar cuenta de la fe y la es‐ peranza que existen en nosotros a todos los que así nos lo solici‐ ten,84 no nos demoramos en mostrar los principios de nuestra fe a tu beatitud, que eres el obrero a cargo de esa misma edificación.85 79 Creemos que esta confrontación entre Oriente y Occidente viene a confirmar la tesis del origen hispano de Baquiario y de las sospechas de priscilianismo en las que se vio envuelto. La perversidad herética del Oriente es, sin duda, el maniqueísmo, mencionado un poco antes en este mismo parágrafo; mientras que la perversidad herética del Occidente no puede ser otra que el priscilianismo y, al referirse a ella, Baquiario está pensando en la acusación de que ha sido objeto. En cuanto a la parte media de la espina dorsal que une esos dos miembros de la cristiandad, ésta no puede ser otra que Roma, a nuestro juicio, de cuyas herejías se hace mención en el § 2, donde se dice: «Y ha de ser condenada también la discípula del bienaventurado Pedro, esto es, Roma, de la que han surgido en nuestros tiempos no una, sino dos o tres, o incluso más herejías». 80 Es decir, en la que la herejía aún persiste. Según J. DUHR, «Le De fide», pp. 30‐ 37, Baquiario estaría acusando aquí al destinatario de su profesión de fe de ser originario de una región afectada por la herejía, en lo que vio una velada acusación contra san Jerónimo, nacido en Estridón, en la provincia de Iliria, donde en la segunda mitad del s. IV surgió aún algún foco de arrianismo. De ahí su tesis de que Baquiario tuvo que escribir esta justificación de su fe ante san Jerónimo en la época en que éste actuó de secretario del papa Dámaso I (366‐384), esto es, entre los años 382 y 384. 81 Ps 38,13. 82 Cfr. Ioh 4,6‐42. 83 Un argumento similar se expone al comienzo del primero de los tratados de Prisciliano: Tractatus I, lín. 8‐10 (ed. Conti, p. 34). 84 Cfr. I Petr 3,15. 85 El sentido de la expresión es dudoso. De acuerdo con J. DUHR, «Le De fide», p. 11 y p. 35, Baquiario quiere decir que es ese destinatario el que ha promovido la investigación contra él. Esta investigación se habría concretado en una especie de
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 59
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
59
(3) Y a fin de que no suscite una sospecha de infidelidad el que yo tarde en responder a lo que se me pregunta,86 creemos que Dios existe, que lo que fue, lo era, que lo que era, lo será,87 nunca algo di‐ ferente, siempre lo mismo, Padre Dios, Hijo Dios, Espíritu Santo Dios, pero un solo Dios, un solo Hijo del Padre y un Espíritu Santo del Padre y del Hijo, que su sustancia es la de una sola Trinidad y que los tres88 tienen una misma voluntad, sin que el que comunica sea mayor ni el que recibe, menor, sin que exista un segundo después del primero ni un tercero después del segundo, pues así nos lo transmi‐ tieron las enseñanzas de los profetas, diciendo:89 No ascenderás por es‐ calones hasta mi altar. En efecto, entendemos que el altar es, por así decirlo, la base sobre la que se asienta la fe, el lugar desde el que par‐ ticipamos de los alimentos de la vida eterna, pues el altar en razón del sentido propio de la palabra no es sino el conocimiento elevado de las realidades celestiales. En90 efecto, si el nombre del altar se di‐ vide en sílabas y se comienza por el final, da como resultado y signi‐
cuestionario, al que se referiría Baquiario igualmente en el § 3: «que yo tarde en responder a lo que se me pregunta», vid. J. DUHR, «Le De fide», p. 20. Este destinatario sería, en consecuencia, el autor del cuestionario o, al menos, la persona a la que Baquiario atribuye la autoría o la responsabilidad última. Sobre el destinatario, vid. J. DUHR, «Le De fide», pp. 26‐37, quien piensa que no se trataría del pontífice de la Ciudad, esto es, de Roma, tal y como indica Genadio de Marsella en la breve noticia que dedica a Baquiario en su tratado De uiris inlustribus (cap. 24), sino el famoso escritor cristiano Jerónimo de Estridón, a la sazón secretario del papa Dámaso I (366‐384). Por nuestra parte, creemos que la edificación a la que se refiere Baquiario no es el cuestionario que éste debe responder, sino aquella que alberga los principios de la fe o acoge a los que participan de una misma fe, lo que nos lleva a pensar que quizás Genadio no se equivocó al señalar al papa como destinatario de esta profesión de fe. Del «aedificium fidei» hablan, por ejemplo, Rufino de Aquilea en sus traducciones de la Historia ecclesiastica de Eusebio de Cesarea (3,37,1) y de los Commentarii in Epistulam Pauli ad Romanos de Orígenes (10,2,2), y Agustín de Hipona (Sermones, serm. 116,3), entre otros. 86 Cfr. Agustín de Hipona, Epistula 169, 4,13 (p. 621,16‐20). 87 Cfr. Prisciliano, Tractatus I, lín. 40 (ed. Conti, p. 34); Tractatus III, lín. 101‐102 (ed. Conti, p. 88). El pasaje bíblico de trasfondo es Is 43,10. 88 En latín en género neutro («tria ista... habentia»), igual que en Prisciliano, Tractatus I, lín. 47‐48 (ed. Conti, p. 34), mientras que en el pasaje del Nuevo Testamento aducido en el tratado atribuido a Prisciliano se utiliza la forma «tres», común a los géneros masculino y femenino. Vid., por ejemplo, Adhémar d’ALÈS, «Priscillien», Recherches de Science Religieuse, 23 (1933), pp. 5‐44 y 129‐175, concreta‐ mente p. 174. 89 Ex 20,26. 90 Esta frase no se encuentra en la otra recensión del De fide.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 60
60
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
fica «realidad elevada».91 Hasta esta fe no debemos ascender por es‐ calones con objeto de no realizar un recorrido desde lo más bajo a lo más alto, percibiendo diferencias entre ello, sino que hemos de entrar en ella con pasos uniformes de nuestro corazón a fin de sentir que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo comparten una misma sustancia, un mismo poder y una misma virtud. El Padre, ciertamente, es por sí mismo el nombre principal del ser divino, el cual es considerado y denominado Padre Dios. El Hijo Dios nace del Padre, no de sí mismo, es el Hijo del Padre. Padre Dios e Hijo Dios, pero el Padre no es el mismo que el Hijo, sin embargo, se cree que el Padre es lo mismo que el Hijo. Y el Espíritu Santo no es el Padre ingénito, sino el Espíritu del Padre ingénito. El Hijo engendrado no es el Espíritu Hijo, sino el Hijo sobre el que fue enviado el Espíritu por el Padre. Y así, puesto que el Padre, de quien es el Espíritu, es ingénito, el Espíritu Santo es deno‐ minado ingénito de un modo imprudente, no sea que los infieles con‐ sideren que existen dos personas ingénitas o dos Padres. El Hijo del Padre, engendrado por el Padre antes de los siglos, no puede com‐ partir su suerte con otro engendrado a fin de que se crea que es uni‐ génito y no se hable de dos engendrados. En efecto, sólo el Padre es unigénito, sólo el Hijo es engendrado, mientras que el Espíritu Santo procede del Padre92 y es coeterno con el Padre y el Hijo, pues93 es una sola la acción y una sola la obra de la voluntad en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El Padre es ingénito, el Hijo, engendrado y el Espí‐ ritu Santo procede del Padre y es coeterno con el Padre y el Hijo, pero aquél nace y éste procede, tal y como se lee en el Evangelio del bien‐ 91 El juego de palabras en latín es: «alta‐re» o, en genitivo: «alta‐ris» = «res + alta». La misma explicación se lee en Casiodoro, Expositio Psalmorum, 42,4, lín. 99. Dada la rareza de la expresión, para la que no hemos encontrado paralelos, se diría que, en esta explicación de la forma «altare», Casiodoro bien pudo seguir el texto de Baquiario. 92 Esta expresión, repetida unas pocas líneas más abajo, parece un eco de un pasaje de las Regulae fidei catholicae contra omnes haereses incluidas al final del I Concilio de Toledo, del año 400 (en su recensión breve, no obstante): «Est ergo ingenitus Pater, genitus Filius, non genitus Paraclitus, sed a Patre procedens» (símb. 6). La recensión larga de ese mismo símbolo, conocida como Libellus in modum symboli (CPL 559) y atribuida al obispo galaico Pastor, adversario del priscilianismo, dice: «... sed a Patre Filioque procedens» (lín. 211). 93 Comienza aquí otro fragmento que no se conserva en la recensión alternativa del De fide, hasta «...y es coeterno con el Padre y el Hijo», pero, en este caso, da la impresión de que es una omisión fruto de un salto de ojo de un copista.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 61
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
61
aventurado Juan:94 El Espíritu, que procede del Padre, él mismo os anun‐ ciará todo. Y así, se entiende que el Espíritu Santo no es ni el Padre in‐ génito, ni el Hijo engendrado. En efecto,95 recibió del Hijo,96 así pues, nada recibe de sí mismo. El Espíritu, que procede del Padre,97 es enviado por el Hijo.98 Así pues, no puede ser el Padre aquel que procede del Padre. En efecto, uno es aquel que procede y otro, aquel del que éste procede.99 Pero el que procede no es distinto a aquel del que procede. Si se examina qué persona es, es Dios, pues100 también es Dios todo aquello que está en Dios o procede de Dios. Y debido a ello esta unión tripartita y esta división unida excluye la identidad101 entre las per‐ sonas, pero supone la unidad en la distinción de esas mismas perso‐ nas. Y102 éste es el modo en que creemos en la bienaventurada 94 La
cita parece mezcla de dos pasajes bíblicos distintos: Ioh 15,26 y Ioh 14,26. este punto, el copista del manuscrito de Milán dejó dos líneas y media en blanco, como si no hubiese entendido el pasaje en su modelo, pero hubiese querido advertir al lector de esta omisión en su copia. A continuación, una mano más reciente añadió: «sed spiritus sanctus», con lo que el texto dice así: «sino el Espíritu Santo, que procede del Padre». Sin embargo, se diría que debe aceptarse aquí la redacción de ese mismo pasaje en el códice de Barcelona que conserva el De fide de Baquiario. En este manuscrito, en el f. 148v se lee, en efecto: «A filio enim accepit, nullus ergo a semet ipso accipit. Per filium mittitur spiritus qui a patre pro‐ cedit. Non potest ergo ipse pater esse qui a patre procedit. Alius est enim qui procedit, alius unde procedit». Ya J. MADOZ, «Una nueva redacción», p. 477, consi‐ deró que este pasaje era, sin duda, propio de Baquiario. 96 Cfr. Ioh 16,14‐15. 97 Ioh 15,25. 98 Cfr. Ioh 15,26. 99 Aquí concluye el pasaje sólo parcialmente conservado en el manuscrito de Milán y que hemos editado, y traducimos ahora aquí, a partir del ejemplar originario de Ripoll. 100 Esta explicación no se lee en el manuscrito de Milán, del que parece haberse perdido por un error de copia, fruto de un salto de ojo. Tomamos el texto de la otra rama de la tradición. Considera el pasaje auténtico J. MADOZ, «Una nueva redacción», p. 477. 101 Sentido señalado por José A. de ALDAMA, El símbolo Toledano I. Su texto, su origen, su posición en la historia de los símbolos, Romae, Universitas Gregoriana, 1934, p. 134 (Analecta Gregoriana, 7). 102 Pasaje tomado, quizás, de Rufino de Aquilea, Apologia ad Anastasium, 2. La relación entre los textos de Rufino y Baquiario ha sido muy discutida, vid. al respecto Michael KULIKOWSKI, «The Identity of Bachiarius», Medieval Prosopography, 24 (2003), pp. 3‐14, concretamente pp. 6‐7. En la actualidad se acepta la anterioridad de Rufino respecto a Baquiario y que es éste, en consecuencia, quien se sirve de aquél. Otra posible explicación para los pasajes comunes en las profesiones de fe de estos dos autores es que ambos reproduzcan en mayor o menos medida un documento de la cancillería papal en el que apareciesen fijados los principales 95 En
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 62
62
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Trinidad, a saber, que ésta es de una sola naturaleza, de una sola di‐ vinidad y de una sola y misma virtud y sustancia, y que entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no existe diferencia alguna, salvo el hecho de que aquél es el Padre, éste el Hijo y aquel otro el Espíritu Santo, una Trinidad en las personas subsistentes y una unidad en la naturaleza y en la sustancia. Creemos,103 asimismo, que en los últimos días el Hijo nació de la Virgen y del Espíritu Santo y que recibió carne de naturaleza humana y un alma. Creemos y confesamos que en esa carne padeció y fue sepultado y que, a continuación, resucitó de entre los muertos, y que en esa misma carne en la yació en el sepulcro, des‐ pués de la resurrección, ascendió al cielo, desde donde esperamos que vendrá a juzgar a vivos y muertos.104 Y a fin de que no se nos consi‐ dere partícipes de la herejía de Helvidio, creemos también que la Vir‐ gen de la que sabemos que nació el Hijo fue virgen antes del parto y fue virgen después del parto. Confesamos105 también la resurrección íntegra y perfecta de nuestra carne, de esta en la que ahora vivimos en la vida presente y que gobernamos con buenas obras o sometemos a malas acciones, con objeto de que podamos soportar en esa misma carne los tormentos de las penas correspondientes a nuestras malda‐ des o disfrutar en ella de las recompensas de los bienes correspon‐ dientes a nuestras bondades, y no decimos, como otros afirman de un modo completamente absurdo, que otra carne resucitará en lugar de ésta, sino que resucitará ésta misma, sin que le haya sido amputado
puntos de la doctrina católica a los que los dos sospechosos de herejía debían adherirse y que, por lo tanto, éstos habrían reproducido en parte en sus respuestas, adaptadas, no obstante, a las herejías de las que la habían sido acusados: origenismo, en el caso de Rufino; y priscilianismo, en el de Baquiario, vid., por ejemplo, A. d’ALÈS, «Priscillien», pp. 170‐171; e ID., Priscillien et l’Espagne chrétienne à la fin du IVe siècle, Paris, Beauchesne, 1936, p. 150 n. 1. Partiendo de esta tesis, José A. de ALDAMA, «Baquiario y Rufino», Gregorianum, 15 (1934), pp. 589‐598, propuso que Rufino y Baquiario no habrían seguido tanto un documento papal, cuanto un símbolo de fe que uno y otro habrían reescrito con las explicaciones y adiciones oportunas en virtud de las acusaciones de que eran objeto. Esta última tesis ha sido aceptada más recientemente por Ursicino DOMÍNGUEZ DEL VAL, Historia de la antigua literatura latina hispano‐cristiana, vol. 2, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1997, pp. 32‐35 (Corpus Patristicum Hispanum, 5). 103 Otra posible cita de Rufino de Aquilea, Apologia ad Anastasium, 3. 104 Cfr. Act 10,42. 105 De nuevo un pasaje procedente acaso de Rufino de Aquilea, Apologia ad Anastasium, 4.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 63
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
63
ni siquiera un solo miembro o le falte alguna parte del cuerpo. Éste es el tesoro de nuestra fe, que custodiamos sellado con el símbolo de la Iglesia106 que recibimos en el bautismo.107 Así creemos de corazón en presencia de Dios, así confesamos con nuestros labios en presencia de los hombres108 a fin de que su conocimiento extienda la fe entre los hombres y su imagen dé testimonio ante Dios. Éste es el bastón de nuestra defensa con el que golpeamos las bocas de los que mur‐ muran contra nosotros, de quienes, llevados por el yugo de la cos‐ tumbre, no por el sentido de la razón, nos ladran, mientras caminamos por el sendero del siglo.109 Éste es el escudo de nuestra fe con el que nos protegemos de los dardos envenenados de las críticas envidiosas y de las sospechas y los evitamos con objeto de que el dis‐ curso del enemigo destinado a herirnos no encuentre en nosotros nin‐ gún miembro desguarnecido y privado de la protección de la fe. Pero no hablemos de ello, pues nuestro propósito no es ahora responder a los ataques del enemigo, sino únicamente escapar de ellos. (4) Y si ahora se nos pregunta también qué pensamos a propósito del alma, creemos que ha sido creada, tal y como leemos que se dice en el libro del profeta Jeremías por boca del rey Sedecías:110 Vive el Señor, que ha creado esta alma en nosotros. Pero si se me pregunta a par‐ tir de qué ha sido creada, confieso que no lo sé,111 pues no recuerdo haberlo leído en ninguna parte. Y no me avergüenzo de mi falta de formación, pues no soy una persona instruida por la lectura, ni siento ningún temor, pues no creo aquello que no he leído112 a fin de que no se me considere un transgresor de los preceptos del pro‐ feta, que manda que no se coma sangre,113 añadiendo que114 la sangre 106
La profesión de fe del bautismo. Una afirmación parecida en Prisciliano, Tractatus II, lín. 47 (ed. Conti, p. 70). 108 Cfr. Rom 10,10. La misma idea se encuentra en Prisciliano, Tractatus I, lín. 14‐15 (ed. Conti, p. 33). 109 Toda esta expresión podría inspirarse en Rufino de Aquilea, Apologia ad Anastasium, 1. 110 Ier 38,16. 111 Algunas de estas líneas podrían estar inspiradas también por Rufino de Aquilea, Apologia ad Anastasium, 6. 112 Idea inspirada acaso por Jerónimo de Estridón, Aduersus Heluidium de Mariae uirginitate perpetua, cap. 19, tal y como señala J. DUHR, «Le De fide», p. 25. 113 Cfr. Leu 17,12. 114 Leu 17,14. 107
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 64
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
64
de todo animal es su alma. ¿Qué otra cosa, en efecto, es comer sangre sino discutir sobre el alma? Y, por lo tanto, podemos decir que la carne, que fue creada en nosotros con Adán, fue formada a partir de los elementos del mundo, siendo Dios el artífice y creador de su sustancia,115 y derramamos, ciertamente, la sangre junto a la base del altar,116 esto es, con objeto de dejar el conocimiento del origen de su creación a aquel que la creó. En efecto, la base del altar es como una especie de raíz de gran profundidad a cuyo misterio hemos de añadir también el de la comprensión del alma, sobre la que no podemos discutir. Y, por ello, no decimos que el alma es parte de Dios, como algunos afirman,117 pues Dios es indivisible e indiviso, así como es impasible, mientras que el alma está sometida a diversas pasiones, como prueban las circunstancias diarias. Y no decimos tampoco que haya sido creada de criatura alguna a fin de no hacer de ella algo inferior a las restantes criaturas, de quienes ha sido designada señora, en caso de que obre bien, sino que decimos que ha sido formada a partir de la mera voluntad de Dios, a cuyo poder no es necesaria ninguna materia con la que lleve a cabo lo que desea, sino que su propia voluntad es la materia de aquello que manda que sea hecho o que exista. Pero118 tampoco estamos de acuerdo con esa afirmación en la que algunos se deleitan en vano, en la medida en que creen que las almas son generadas por trans‐ fusión,119 pues contradice esta opinión el bienaventurado David, 115
Entiéndase: el artífice y creador de la sustancia de la carne. En la recensión alternativa del De fide se lee «ex mundi substantia et qualitatibus, Deo artifice et auctore» (J. MADOZ, «Una nueva redacción», p. 469, lín. 181‐182), es decir: «a partir de la sustancia y los elementos del mundo, siendo Dios su artífice y creador». 116 Cfr. Ex 29,12; Leu 4,7, e ibid. 4,18. 117 Creencia condenada expresamente en las ya citadas Regulae fidei catholicae contra omnes haereses incluidas al final del I Concilio de Toledo, del año 400 (en sus dos recensiones, de las que citamos aquí la breve, que fue la que conoció, verosímilmente, Baquiario), con las mismas palabras que se leen en Baquiario: «Ani‐ mam autem hominis non diuinam esse substantiam, aut Dei partem» (símb. 21); y en el anatema 11 de esa misma sección del concilio: «Si quis dixerit atque crediderit animam humanam Dei portionem... esse..., anathema sit». 118 Comienza en este punto un extenso pasaje ausente de la recensión alternativa del De fide, hasta «...Pero censura esta opinión la presciencia del profeta, que dice: Él nos ha hecho y no nos hemos hecho nosotros mismos». 119 La posible fuente de este pasaje, señalada por A. M. MUNDÓ, «Estudis sobre el De fide», p. 281, es el Indiculus de haeresibus del Ps. Jerónimo, cap. 38 (sobre los luciferianos).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 65
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
65
que dice:120 Sabed que el Señor es el único Dios. Él nos ha hecho y no nos hemos hecho nosotros mismos. Y en otro pasaje dice:121 El cual creó uno por uno sus corazones. ¿Dónde se menciona esta transfusión, donde se dice que los corazones son creados uno por uno, o donde se dice: Él nos ha hecho y no nos hemos hecho nosotros mismos? En consecuencia, se dice que quienes afirman que las almas son generadas por trans‐ fusión afirman que nos hacemos nosotros mismos. Pero censura esta opinión la presciencia del profeta, que dice: Él nos ha hecho y no nos hemos hecho nosotros mismos. Así pues, creemos y confesamos que, a excepción tan sólo de la Trinidad, todo lo que ejerce su dominio, todo lo que se agita y se mueve en los cielos, en las tierras y en el mar ha sido creado. (5) Sabemos que el diablo no fue creado tal y como el diablo que es, que no tuvo un tipo especial de naturaleza que lo llevase a nacer como un diablo, que ese nombre se lo dieron sus merecimientos, no Dios,122 que no es ingénito, puesto que no es Dios, y que no fue creado como un diablo, pues Dios no creó nada malo, sino que fue creado como un ángel bueno, tal y como ponen de manifiesto las Escritu‐ ras:123 Por medio de algo bueno el mal promovió en mí todo tipo de concu‐ piscencia. Creo, en efecto, que fue un ángel, tal y como dice el apóstol:124 Se ha infundido en mi interior el estímulo de la carne, el ángel de Satanás, para que me turbe. Y en otro pasaje:125 A menos que haya llegado el rebelde y se haya producido la apostasía. Pues bien, el que ahora es un rebelde, estuvo en otro tiempo bajo la mirada del Creador y en aquella elevada posición descrita por los profetas, cuando se dice:126 Y tú eras un sello de semejanza127 y una corona de decoro y lo que sigue, y en otro pasaje:128 ¿Cómo es que cayó del cielo Lucifer, que brillaba por la mañana? 120
Ps 99,3. Ps 32,15. 122 Esta expresión se lee tan sólo en el manuscrito de Milán: «et hoc ei nomen meritum dedisse, non Deum». 123 De nuevo, una cita que parece resultado de confundir dos pasajes distintos del Nuevo Testamento: Rom 7,8 y Rom 7,13. 124 II Cor 12,7. 125 II Thess 2,3. 126 Ez 28,12. 127 Quiere decir que poseía grandes virtudes que lo asemejaban al Creador. 128 Is 14,12. 121
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 66
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
66
Declaramos que éste recibió del Hacedor una naturaleza capaz de lo bueno y de lo malo y que, provisto de la gloria y el honor de la inmor‐ talidad, recibió también la dignidad de la ciencia él, que, dejándose llevar por su soberbia,129 creyó ser lo que no era,130 pues no veía al Señor que lo había creado. Soy yo, dijo,131 y no hay otro además de mí. Y, por ello, fue considerado tierra y ceniza, tal y como está escrito:132 ¿De qué se ensoberbece el que no es más que tierra y ceniza?, y en otro pasaje:133 El origen del pecado es la soberbia. Quien es arrojado al tártaro y al fuego perpetuo obtiene un castigo eterno, no la vida inmortal. Creemos que toda criatura de Dios que nos ha sido concedida por el Creador para servirnos de alimento es buena, tal y como fue creada:134 Y vio Dios que todo lo creado era absolutamente bueno. Pero entendemos que es apro‐ piado abstenerse de ello en determinadas ocasiones no por una falsa creencia religiosa ni por aborrecimiento de las criaturas de Dios, sino por continencia de la carne, de acuerdo con el precepto del apóstol, que dice:135 Es bueno no comer carne ni beber vino, y que es potestad del hombre tanto servirse de ellas, cuando le plazca, como abstenerse de ellas, cuando lo considere oportuno. Aprobamos los matrimonios, que nos han sido concedidos por Dios, su autor, pero predicamos conti‐ nencia en ellos y ensalzamos y admiramos la virginidad como una si‐ miente ilustre y procedente de la raíz agotada del tronco. Creemos que la diferencia entre justos y pecadores no procede de una condición otorgada por el Creador, sino del albedrío de la voluntad. Aceptamos con la fe más absoluta la penitencia de los pecados y la entendemos como una segunda gracia, tal y como dice el apóstol a los corintios:136 Quise acudir a visitaros para que recibieseis una segunda gracia. (6) Acogemos en un plato de la fe de igual peso el Antiguo y el Nuevo Testamento y, del mismo modo que pesamos las libras del peso 129
Cfr. I Tim 3,6. Seguimos aquí el texto del manuscrito de Milán. En la recensión alternativa del texto se lee: «dejándose llevar por su soberbia, creyó que era suyo lo que no era de Dios». 131 Is 47,8. 132 Eccli, 10,9. 133 Eccli, 10,15. 134 Gen 1,31. 135 Rom 14,21. 136 II Cor 1,15. 130
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 67
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
67
que corre por las marcas de los números de la balanza, así también so‐ pesamos con penetrante reflexión los hechos narrados en ambos testi‐ monios.137 Sin rechazar la fe de sus historias, creemos que todo lo que leemos en ellos ocurrió realmente, pero, de acuerdo con las enseñanzas apostólicas, buscamos en ellas el sentido espiritual,138 tal y como el Señor nos lo da a entender, de tal modo, no obstante, que este sentido se pueda poner en relación con las figuras de Cristo y de la Iglesia o contribuya a la enmienda y corrección de las costumbres. Y esto mismo de acuerdo con lo que el apóstol dice:139 Todo esto sucedió en forma de fi‐ gura de nuestra propia vida.140 Y en otro pasaje dice el bienaventurado Pedro:141 Todo discurso requiere interpretación.142 Todo escrito que no con‐ cuerda ni se ajusta con el canon de la Iglesia no sólo no lo aceptamos, sino que incluso lo condenamos como ajeno a la verdad de la fe.143 137 El texto de la recensión alternativa, tal y como es editado por Madoz, es un poco diferente (J. MADOZ, «Una nueva redacción», p. 471, lín. 243‐245): «ac ueluti currente per numerorum signa ponderis libra, sic per testimoniorum gesta mobili meditatione pensamus» (donde la primera parte de la comparación estaría constituida por un ablativo absoluto: «y del mismo modo que la libra del peso corre por las marcas de los números de la balanza, así nosotros sopesamos el Antiguo y el Nuevo Testamento con penetrante reflexión por medio de los hechos narrados en ambos testimonios). La traducción que proponemos intenta ser fiel al latín, pero el pasaje podría estar corrupto, porque la construcción de Baquiario parece exigir un complemento directo del verbo «pensamus» en la primera parte de la comparación, equivalente a «testimoniorum gesta» de la segunda parte. En este sentido, lo más sencillo, tal y como proponemos en nuestra edición, es corregir «libra» (un ablativo instrumental común a todos los manuscritos) por «libras», un error explicable por el hecho de que sigue en el texto una forma que comienza por s‐, lo que habría causado la pérdida de la ‐s final de «libras» por fonética sintáctica: «libras sic» > «libra(s) sic» > «libra sic». 138 Cfr. Rom 7,14. 139 I Cor 10,6. 140 Toda esta argumentación se asemeja a uno de los cánones de Prisciliano, vid. Canones in Pauli apostoli epistulas a Peregrino episcopo emendati, can. 68 (ed. Conti, p. 196). 141 II Petr 1,20. 142 Se introducen aquí unas ideas que se leen igualmente en Prisciliano, Tractatus I, lín. 118‐119 (ed. Conti, p. 40). 143 Esta frase puede ponerse en relación, asimismo, con Prisciliano, Tractatus I, lín. 502‐510 (ed. Conti, p. 62); pero, sobre todo, con la sección final de la Epistula 6 de Inocencio I (del año 405), en la que el pontífice romano escribe que los apócrifos no sólo deben ser rechazados, sino también condenados: «Caetera autem, quae... scripta sunt..., et si qua sunt alia, non solum repudianda, uerum etiam noueris esse damnanda» (Epistula 6, cap. 7,13, lín. 34‐38). Un poco más adelante, todavía en este mismo capítulo, Baquiario se sirve en latín de una construcción semejante allí donde la traducción dice: «Una doctrina como ésta no sólo la rehuimos, sino que incluso la condenamos en voz alta».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 68
68
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
A los relatos insólitos y desconocidos sobre todo aquello que recogen las Escrituras no prestamos credibilidad con facilidad, ni toda nueva doctrina entra rápidamente en las grutas de nuestros oídos, pues lee‐ mos:144 No prestes atención a una virgen, no sea que te haga caer en el pe‐ cado.145 Nosotros, por nuestra parte, entendemos que esta virgen146 es una doctrina nueva, necia y secreta a la que se prohíbe prestar atención por esta razón, a saber, para que sus mentiras bajo una falsa apariencia de verdad no engañen a los corazones de los hombres con la belleza y dulzura de su discurso. La virgen es aquella doctrina que no es cono‐ cida por ningún varón de la Iglesia ni por ningún católico, sino que creció siempre entre mujeres, esto es, entre almas, que siempre en su afán por aprender se mezclan con crédula confianza con cualquier es‐ píritu que lleva al engaño, sin preocuparse por la naturaleza de aquel del que conciben, a pesar de que el Señor mandó en la ley147 que una virgen no se una en matrimonio sino con alguien de su propia tribu, esto es, con la fe de la inteligencia que desciende de la simiente de los padres, esto es, de sus enseñanzas, y está ennoblecida por el linaje y la estirpe de Abraham, que, aún provisto de prepucio, creyó el primero. La virgen es aquella doctrina que sólo se siente a gusto retirada de los demás y se avergüenza de mostrarse en público. Una doctrina como ésta no sólo la rehuimos, sino que incluso la condenamos en voz alta, considerando que es necio creer aquello que nosotros mismos no po‐ demos defender, ni debe llegar a oídos de todos. (7) Observamos unos ayunos especialmente rigurosos,148 de acuerdo con los preceptos y la disciplina de la Iglesia, a fin de que tres veces al año se muestre nuestra masculinidad,149 esto es, la fuerza de nuestra virtud, que supera a cualquier otra fuerza, y, siempre que 144 En este punto se ha producido en el manuscrito de Milán un evidente salto de ojo que parece haber provocado una reescritura del texto resultante, que, pese a todo, ofrece un sentido abstruso y poco claro. Hay que seguir la versión de la recensión alternativa de esta obra de Baquiario, tal y como se lee ya en J. MADOZ, «Una nueva redacción», p. 472, lín. 257‐259. Es aquí la base de nuestra edición y traducción. 145 Eccli 9,5. 146 Véase el comentario de J. DUHR, «Le De fide», pp. 325‐327. 147 Cfr. Num 36,6. 148 La expresión es comentada por J. DUHR, «Le De fide», pp. 322‐323; y A. M. MUNDÓ, «Estudis sobre el De fide», p. 283. Ambos coinciden en el sentido del texto. 149 Cfr. Ex 34,23.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 69
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
69
son anunciados los ayunos de la Iglesia, nosotros deseamos entonces ayunar no sólo de acuerdo con la práctica acostumbrada,150 sino tam‐ bién de la compañía, de las conversaciones, de los saludos y de las discusiones verbales que se introducen en las conversaciones. Y, si bien sentimos esto tal y como lo escribimos (ponemos a Dios por tes‐ tigo), no obstante, no nos felicitamos hasta tal punto de estar en po‐ sesión de la verdad que, si los obispos y doctores, que son las cabezas del pueblo y los pilares de las iglesias, aun aprobando cualquiera de estas prácticas que nosotros seguimos, dijesen que hay otras más rec‐ tas, nos mostrásemos perezosos a la hora de acomodarnos a su opi‐ nión.151 Y recordamos el precepto escrito:152 Preguntad a vuestros padres y os instruirán. Y, en efecto, no somos tampoco tan necios que no queramos humillar nuestros corazones frente a aquellos ante los que inclinamos nuestras cabezas para ser santificados. Hay un pastor, adonde me llame, lo seguiré, lo que me diga, lo rumiaré,153 pues él sabe que deberá dar cuentas por mi custodia. Sea esto todo aquello sobre lo que de momento puedo responderos. Pero, si hay alguna otra cosa que parezca que he pasado intencionadamente por alto o que te resulte aún dudosa, dígnate preguntarme sin timidez y154 te 150 En la recensión alternativa del De fide, de acuerdo con el manuscrito de Barcelona, se lee: «non solum de delicatis ac delectabilibus cibis... ieiunare», es decir: «no sólo de los alimentos deliciosos y placenteros». 151 Toda esta frase presenta también algún problema textual o quizás está redactada de forma extraña por Baquiario. En la recensión alternativa del texto, en lugar de «probantes» (al que damos un matiz concesivo en nuestra traducción), se lee «reprobantes» (J. MADOZ, «Una nueva redacción», p. 472, lín. 282), que proporciona un mejor sentido al texto: «que, si los obispos o los doctores..., censurando cualquiera de estas prácticas que nosotros seguimos, dijesen que...». 152 Deut 32,7. El manuscrito de Barcelona completa esta cita bíblica, diciendo: «Interrogate patres uestros et a d n u n t i a b u n t u o b i s , p r e s b y t e r o s u e s t r o s e t dicent uobis» (trad.: «Preguntad a vuestro padres y os instruirán, a vuestros mayores, y os explicarán»), texto que puede leerse en J. MADOZ, «Una nueva redacción», p. 473, lín. 284‐285. Lo señalado con letras expandidas podría haberse omitido en el códice de Milán por un descuido del copista causado por un salto de ojo, pero debido a la tendencia del autor de la recensión alternativa del De fide de Baquiario a corregir las citas bíblicas de este autor, tal y como fue señalado en su momento por A. M. MUNDÓ, «Estudis sobre el De fide», p. 283, la adición nos parece sospechosa y no la hemos aceptado en nuestra edición. 153 Juega el autor con el doble sentido de «rumio» en latín: rumiar y meditar. 154 A partir de aquí y hasta el final de la oración seguimos el texto del manuscrito milanés, mientras que en el códice de Barcelona se lee: «y te responderé sin demora con objeto de que me corrijas en mi error o me ratifiques en mi fe».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 70
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
70
responderé sin demora con objeto de ser corregido en mi error o ra‐ tificado en mi fe. A todo aquel que lea las palabras de esta profesión de fe pongo por testigo de que, en caso de que alguien suprima algo de ellas, Dios suprimirá su parte del libro de la vida.155 Él suprimirá, en efecto, del libro de la vida a aquel que crea que nosotros decimos una cosa con los labios y tenemos otra en el corazón.156 Tal y como he dicho antes: Dios puede examinar nuestro corazón. A Él hemos presentado nuestros labios en una confesión de nuestra fe. Hemos dado cuenta de todo aquello que los hombres pueden juzgar, y, así, toda declaración nuestra se apoyará en el testimonio de dos testi‐ gos,157 esto es, de Dios, cuyo juicio invocamos sobre nosotros, si men‐ timos, y de los hombres, cuyas sospechas rectificamos con nuestra confesión de fe con objeto de que no quieran pecar en mayor medida por tener una opinión errónea sobre nosotros. En caso de que alguien, una vez oído todo esto, persista en su desconfianza hasta el punto de no prestar fe a nuestras palabras, no dudo que en el día del Juicio for‐ mará parte del pueblo incrédulo158 o de los falsos testigos159 y que, de acuerdo con el juicio de la ley de Moisés, sufrirá el mal que haya meditado contra su hermano.160 (8) En efecto, nosotros, si bien somos pecadores, no debemos, sin embargo, fabricar escudos de bronce en sustitución de aquellos tres‐ cientos escudos de oro que mandó fabricar Salomón.161 En efecto, el escudo es un símbolo de la fe de acuerdo con el apóstol, que dice:162 155
Cfr. Apoc 22,19. Este pasaje, como tantos otros de esta obra de Baquiario, presenta problemas textuales, pues los dos únicos manuscritos que lo conservan, esto es, los códices de Milán y Barcelona, ofrecen versiones con pequeñas diferencias entre ellas. Seguimos aquí, como hacemos en general, la versión del ejemplar milanés. El sentido del pasaje, de acuerdo con la versión del manuscrito barcelonés, según la edición de J. MADOZ, «Una nueva redacción», p. 473, lín. 294‐298, es el siguiente: «Él suprimirá, en efecto, del libro de la vida a aquel que crea que nosotros decimos una cosa con los labios y tenemos otra en el corazón, pues, como hemos dicho antes, hemos mostrado a Dios nuestro corazón, que Él puede examinar, y hemos abierto nuestros labios a la confesión de todo aquello sobre lo que los hombres pueden juzgar». 157 Cfr. Deut 19,15. 158 Cfr. Is 65,2. 159 Cfr. Prou 19,5; ibid. 19,9. 160 Cfr. Deut 19,19. 161 Cfr. II Par 9,16. 162 Eph 6,16. 156
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 71
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
71
Cogiendo el escudo de la fe. Y fabrica escudos de bronce en sustitución de otros de oro aquel que, dejando a un lado la verdad de la fe, en la confesión de su fe deja oír tan sólo un indigno sonido de bronce y, si bien parece un devoto por encontrarse en el número de éstos, sin embargo, se muestra como un reo por su intención, al confesar algo en lo que no cree. Debemos entender, sin duda, que el bienaventu‐ rado apóstol dijo a propósito de éstos:163 Mostrando una apariencia de piedad, pero rechazando la virtud de ésta. ¿Acaso no te parece que puede advertirse la virtud en el oro y su apariencia en el bronce? Pero de‐ seamos cumplir el mandato del profeta de depositar los escudos de nuestra fe164 ante los cascos de los caballos del rey,165 que no son otros que nuestros obispos y doctores, cuyos pies corren veloces sobre los montes, llevando un mensaje de paz.166 En efecto, los tres‐ cientos escudos de oro son, bien la fe en la bienaventurada Trinidad, bien el conjunto de todo lo creado, el cielo, la tierra y el mar, y debe creerse que los corredores que ponen estos escudos ante los cascos de los caballos son aquellos que pudieron decir:167 He terminado la carrera. A fin de que, instruidos por esta ley,168 podamos conservar hasta el fin estos escudos, de modo que Susacim,169 el rey de Egipto, esto es, el diablo, no se los lleve del templo de nuestro corazón, que 163
II Tim 3,5. Cfr. Eph 6,16. 165 Este pasaje es comentado por J. DUHR, «Le De fide», pp. 327‐329. Este estudioso es partidario de corregir el texto latino de Baquiario «ante pedes equorum», por «in the pedisequorum», que sería la latinización de la expresión griega de la versión bíblica de los Setenta de II Reg 14,28: «εις το θεέ των παρατρεχόντων», que Baquiario tendría en la cabeza en ese momento (III Reg 14,26‐28), y donde «the» equivaldría en latín a «armamentarium» (arsenal o armería), forma empleada por Jerónimo en la Vulgata en el mismo pasaje, mientras que frente al término «scutariorum» (soldados de la guardia) de Jerónimo por «των παρατρεχόντων», Baquiario se habría servido de una traducción latina de los Setenta en la que se leía «pedisequorum». A partir de ahí, la expresión «in the», o «in te» sin aspiración, se habría corrompido en «ante», y la forma «pedisequorum», por su parte, en «pedes equorum», dando como resultado una expresión que, a juicio de Duhr, es absurda. 166 Cfr. Is 52,7. 167 II Tim 4,7. 168 Se refiere al pasaje de la Segunda Epístola a Timoteo que acaba de citar. 169 Seguimos la lectura del manuscrito de Milán. El nombre bíblico en la Vulgata es «Sesac», lectura de la recensión alternativa del De fide editada por Madoz (pero parece una corrección culta de un copista). Cfr. III Reg 14,25. Este rey robó los tesoros de la casa del Señor y los escudos de oro fabricados por encargo de Salomón. 164
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 72
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
72
los votos de tus oraciones se muestren vigilantes junto a nuestro Señor Jesucristo, a quien corresponde la gloria por los siglos de los siglos.170 Fin. Amén. Gracias sean dadas a Dios. [5] Baquiario, Carta a Januario o Sobre el pecador171 Libro de Baquiario a Januario sobre la redención del que ha caído. A mi bendito hermano en Cristo Januario, venerable de todo punto para mí en la fe y en el afecto, el pecador Baquiario, saludos. (1) Si no temiese, reverendísimo hermano, que se me concediese un lugar entre los falsos amigos de Job, que, viendo la desdicha de éste, a pesar de que carecía de consuelo, permanecieron en silencio persistentemente,172 cerca habría estado de cerrar también yo las puertas de mis labios con el silencio, poniendo mi mano sobre mi boca173 y clausurando el conducto de mi lengua. Pero no ha de ser un rasgo de mi fe que yo diga que existe cierto tipo de desdicha que carece de consuelo, puesto que el profeta advierte:174 ¿Acaso no hay médico en Galaad o no hay allí bálsamo alguno? ¿Por qué no me‐ jora la salud de la hija de mi pueblo? En efecto, Galaad significa «el majano testigo»,175 y entendemos que este majano testigo es todo el canon de las Sagradas Escrituras, donde hay un cúmulo de testi‐ monios imperecederos semejantes, por así decirlo, a un montón de piedras. Y en ese cúmulo se puede encontrar, en caso de que se lo busque, al verdadero médico, nuestro Señor Jesucristo. ¿Y qué es, por otro lado, ese bálsamo sino la virtud de la continencia, que aglutina lo que está separado y une lo que está quebrado? Siendo conscientes de todo esto, no dudamos en contribuir con los lamen‐
170
Cfr. Hebr 13,21; Gal 1,5. Edición: José Carlos Martín‐Iglesias en J. C. MARTÍN‐IGLESIAS, R. COLLINS, Bachiarii Opera, pp. 29‐102. Es fundamental sobre este tratado el estudio de Joseph DUHR, Aperçus sur l’Espagne chrétienne du IVème siècle: Le De lapso de Bachiarius, Louvain, Bureaux de la Revue, 1934 (Bibliothèque de la Revue d’histoire ecclésiastique, 15). 172 Cfr. Iob 2,13. 173 Cfr. Eccli 5,14. 174 Ier 8,22. 175 Gen 31,48. Vid. asimismo Jerónimo de Estridón, Liber interpretationis Hebraicorum nominum, p. 13,17 Lag. 171
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 73
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
73
tos de nuestra boca al consuelo de esa desdicha que ha sucedido. Hemos oído, en efecto, que se ha producido la desgracia de una horrenda derrota, hemos oído que Satanás se muestra exultante con motivo de la ruina de un soldado de Cristo, y los gritos jubilo‐ sos que ha dado el ejército diabólico con ocasión de su triunfo han llegado hasta nuestros oídos. Y Dios me es testigo, por mi vida,176 de que mis entrañas se han conmovido. Y hasta tal punto se han con‐ movido mis huesos que he sentido cómo todas las partes de mi cuerpo han sufrido el tormento de esa desdicha. En efecto, no puedo decir que este mal ha acaecido sin perjuicio por mi parte allí donde una flecha diabólica ha alcanzado a un miembro de mi cuerpo, pues el apóstol dice:177 Si un miembro sufre, sufren con él todos los miembros. (2) Pero no es pertinente que mi espíritu se entregue por completo a los lamentos y al llanto, pues tengo motivos para estar enfadado con vosotros. He aquí que un hermano ha marchado al combate junto con nosotros contra enemigos comunes y, de repente, ha caído por un azar del destino, y vosotros juzgáis que éste no es digno del honor de la sepultura y lo abandonáis para que sea devorado por las bestias y las aves. ¿Dónde está la misericordia de la religión cris‐ tiana, esa que nuestro maestro nos enseñó que era preferible al sa‐ crificio?178 He aquí que un hermano yace tendido tras ser alcanzado por el enemigo, su corazón quizás aún palpita, y vosotros, como re‐ gresáis sin ninguna herida, ni siquiera habéis tratado de ofrecerle consuelo por esa desdicha. No debéis estar libres de temor, reveren‐ dísimos hermanos. El enemigo ha golpeado a uno que era especial‐ mente firme a fin de que el camino para lanzarse contra los restantes le esté más expedito. ¿Por qué razón, os lo ruego, despreciáis a quien ha sido herido y pensáis que está muerto? Mostró un mejor compor‐ tamiento la concubina de Saúl, la hija de Rispá, que, vestida con un saco, esto es, con un cilicio, custodió los cuerpos de los difuntos que David había hecho ejecutar para vengar a los gabaonitas hasta que cayó sobre ellos agua desde el cielo, esto es, hasta que las gotas de la 176 177 178
II Cor 1,23. I Cor 12,26. Cfr. Matth 9,13.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 74
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
74
misericordia celestial descendieron sobre ellos a modo de perdón.179 Mostró un mejor comportamiento aquel Judas Macabeo que pensó que debía dedicarse una oración incluso a aquellos hermanos suyos muertos180 a los que habían causado la ruina las ofrendas de los ído‐ los robadas de la ciudad de Yamnia.181 (3) ¿Por qué razón, os lo ruego, nuestro médico incluyó en las cajas de sus libros tantos tipos de bálsamos, si entre todos sus em‐ plastos no hay ninguno con el que pueda curarse una herida infli‐ gida por el enemigo? ¿Acaso ha habido alguna herida cuya curación haya resultado desconocida para el Gran Médico, a la que no haya sido de utilidad la pericia del arte de éste? Pero, si os parece bien, abramos la escuela de nuestro médico y busquemos desde el co‐ mienzo del canon los diversos tipos de heridas y de medicamentos. Y he aquí que en la entrada de esta escuela se nos presentan aquellos dos autores de la simiente carnal182 que, al ser atravesados por el col‐ millo envenenado de la serpiente, no sufrieron de inmediato la pena de la muerte, sino que, expulsados de las delicias del paraíso,183 esto es, de la libertad de la Iglesia y de los misterios de la sagrada comu‐ nión, fueron condenados temporalmente bajo la forma simbólica de la tristeza y la tribulación con objeto de que fuesen sanados con el ungüento de la penitencia y viviesen exiliados lejos del árbol de la vida,184 esto es, de la participación de Cristo, hasta que regresasen junto a él gracias a la espada de llamas,185 esto es, de la ardiente pa‐ sión del martirio, o gracias al querubín del Señor,186 que significa «abundancia de conocimiento».187 Pero no es momento ahora de ha‐ blar de éstos con detalle. ¿Y qué puede decirse de aquel fratricida a 179
Es un error de la versión bíblica manejada por Baquiario, pues Rispá era la concubina de Saúl y era hija de Ayá (cfr. II Reg 21,11) (y dos de los muertos citados en el episodio bíblico eran sus hijos). Hay otros errores en el recuerdo de este episodio, que puede leerse en II Reg 21,8‐10. 180 Cfr. II Mach 12,43‐46. 181 Cfr. II Mach 12,40. 182 Adán y Eva. Todo el episodio de la serpiente y la expulsión del paraíso en Gen 3,1‐24. 183 Cfr. Gen 3,23. 184 Cfr. Gen 3,24. 185 Cfr. Gen 3,24. 186 Cfr. Gen 3,24. 187 Jerónimo de Estridón, Liber interpretationis Hebraicorum nominum, p. 35,7 Lag.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 75
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
75
quien el Señor manda que se imponga una marca con objeto de que no pueda ser asesinado por nadie?188 No quiere, en efecto, la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.189 Y no dista mucho de éstos aquel patriarca que creyó el primero y se le contó como una obra justa.190 Éste, llevándose consigo a un gran número de sus siervos, rescató al hijo de su hermano, que había sido capturado por una legión enemiga.191 Y, a continuación, lo libró de la destrucción de Sodoma,192 esto es, del juicio de la gehena, después de haber man‐ tenido una conversación con la majestad divina, esto es, merced a los méritos de su oración. En consecuencia, también tú coge un gran número de tus siervos, esto es, con tus propios recursos, y no con los de otro, presta auxilio a tu hermano cautivo. Y habla con el Señor, esto es, reza a Cristo, para que el fuego del Juicio futuro no abrase a aquél. (4) Imita el comportamiento de aquellos patriarcas que no sólo se horrorizaron de la violación de esa hermana suya que había caído en manos de los extranjeros, sino que también la vengaron.193 Presta atención, no obstante, a quiénes fueron los que castigaron ese pe‐ cado. ¿No fueron Simeón y Leví?194 También perteneces a la tribu de Leví tú, que estás al servicio de los oficios eclesiásticos. Por lo demás, Simeón significa «obediencia».195 En consecuencia, ¿por qué razón tú, que has prestado obediencia a Dios, renuncias a liberar o a vengar a esa alma que ha sido desobediente? En efecto, el alma de tu hermano es tu hermana y, en caso de que permitas que pase su vida al servicio de los extranjeros, pecarás. Pero quizás dices: «El que ha caído es un levita, no se le puede administrar ninguna medicina que lo sane ». Te equivocas, hermano. Corre a la escuela del médico. Allí, en ese sitio que ocupa el segundo lugar, esto es, en el libro del Éxodo, donde se describe la desdicha y la culpa de todo el pueblo, 188 189 190 191 192 193 194 195
Cfr. Gen 4,15. Cfr. Ez 33,11. Gen 15,6. El episodio del rescate del hijo del hermano de Abraham en Gen 14,12‐16. El episodio de Sodoma en Gen 18,16‐29. El episodio en Gen 34,1‐31. Cfr. Gen 34,25. Jerónimo de Estridón, Liber interpretationis Hebraicorum nominum, p. 10,30 Lag.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 76
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
76
se cuenta que también pecaron los levitas. Y se refiere que éstos fue‐ ron los primeros en enmendarse ante la reprensión del legislador, y no se censura tanto en ellos el crimen del pecado cometido, cuanto se elogia su veloz conversión con una rápida penitencia.196 También recuerda este suceso nuestro Señor en el libro de Ezequiel, cuando dice a propósito de los levitas:197 Ellos, que fueron los primeros en re‐ gresar a mi lado, cuando Israel se descarrió. Asimismo, el propio pontí‐ fice, de acuerdo con los deseos del pueblo, hizo fabricar un ídolo y Moisés oró por él, esto es, aquél fue liberado gracias al auxilio de su hermano.198 Pero quizás dices, reverendísimo: «Los levitas no habían sido aún santificados ni el pontífice consagrado, cuando se cometió el crimen de ese mal». No contradigo tu perspicacia, que debes a tu lectura de los volúmenes de las Escrituras. No obstante, si pudiese responderte, te respondería citando aquellas palabras del apóstol con las que éste se dirige a los hebreos,199 diciendo que Leví, oculto en las entrañas de Abraham,200 recibió el diezmo de Melquisedec y lo entregó a éste. ¿O por qué razón no te parece que el propio Aarón formaba parte de la dignidad y del grado pontifical, cuando golpeó a Egipto con unas plagas horrendas y, saliendo de noche junto con el pueblo santo, celebró la Pascua?201 Sabemos, por lo demás, que la Pascua no podía celebrarse sin un sacerdote. (5) Pero, dejando esto a un lado, quiero preguntarte qué era Aarón, cuando, dominado por el vicio de la envidia, murmuró contra Moisés, juntándose con María.202 Pero quizá digas: «La envidia es menos mala que la fornicación». Lee, entonces, al bienaventurado apóstol, que dice:203 Ni los fornicadores, ni los envidiosos, ni los calumniadores alcanza‐ rán el reino de Dios. ¿Ves que allí se unen, como si fuesen idénticos y semejantes los unos a los otros, unos vicios que no tienen cabida en el reino de los cielos? Ten presente qué castigo merece la envidia, debido 196 197 198 199 200 201 202 203
El episodio en Ex 32,1‐29. Ez 44,10. Cfr. Ex 32,1‐35. El pontífice es Aarón. Cfr. Hebr 7,9‐10. Hay que entender: en el semen de Abraham. Cfr. Ex 12,1‐28. Cfr. Num 12,1. I Cor 6,9‐10.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 77
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
77
a la cual la profetisa María fue golpeada por la lepra,204 y también el que merece la avaricia, a causa de la cual Giezi, el siervo de Eliseo, fue condenado a esa misma pena.205 ¿Y tú, que no desprecias al avaro, que no rehúyes al envidioso, que no evitas al calumniador ni al ladrón, a tu hermano, que ha fornicado en un momento dado, pero que desea regresar, lo condenas a la pena de la muerte eterna? Y no decimos esto con objeto de soltar las riendas del pecado. Todo el que lea esto debe tener en cuenta que no nos dirigimos a unas personas vivas, sino que tratamos de consolar a un muerto. Que éste resucite finalmente y verás que de inmediato le citaremos el verso del salmista que dice:206 Tu vara y tu báculo, ellos me han consolado. Recibirá la vara de la enmienda y un báculo que pueda sostenerlo en su enfermedad. Así entendemos, por lo demás, las palabras del apóstol de que ni los envidiosos, ni los for‐ nicadores, ni los deseosos de lo ajeno poseerán el reino de los cielos, esto es, si a alguien la muerte lo sorprendiese entregado a estos vicios, pues en otro pasaje dice el Señor:207 Juzgaré a cada uno según el camino que éste haya recorrido. Y el propio apóstol dice:208 Qué clase de personas fueron en el pasado no me interesa. En una de sus cartas el bienaventu‐ rado Juan manda rezar por el hermano que no tiene pecados que lle‐ ven a la muerte,209 esto es, que no ha persistido en cometer crímenes de pecados hasta los últimos momentos de su vida.210 Y, ciertamente, con respecto a lo que has dicho más arriba a propósito de los levitas211 de que no habían sido santificados, cuando fueron contaminados por los pecados, ¿qué opinas de eso que se escribe en los libros del bien‐ aventurado Esdras,212 en los que se dice que regresaron de la cautivi‐
204
Cfr. Num 12,10. Se trata de la misma María mencionada un poco antes en el
texto. 205
Cfr. IV Reg 5,27. Ps 22,4. 207 Ez 33,20. 208 Gal 2,6. 209 Cfr. I Ioh 5,16. 210 Hace aquí Baquiario un juego de palabras que no respeta el sentido de la expresión bíblica, por lo que no se aprecia bien en la traducción, aunque hemos intentado que exista un cierto vínculo de sentido entre las dos expresiones: «...que lleven a la muerte... hasta los últimos momentos de su vida». 211 Hay que entender que Baquiario se refiere a ese falso diálogo que mantiene con Januario, poniendo de vez en cuando palabras en boca de éste. 212 Cfr. I Esdr 10,1‐44. 206
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 78
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
78
dad de Babilonia y, cuando se habían reconstruido recientemente los cimientos del templo del Señor, no sólo las gentes del pueblo, sino también las familias de los sacerdotes, incluida la de aquel gran Josué,213 aparecen unidas en matrimonio con mujeres extranjeras, esto es, sirias, idumeas, moabitas y amonitas? Todos ellos, no obstante, si‐ guiendo el consejo de Esdras y rompiendo sus enlaces con las mujeres extranjeras, se vieron libres de ese mismo pecado. Por lo tanto, ves que, del mismo modo que resultamos ensuciados por la mancha del pecado, así también podemos limpiarnos, cuando renunciamos a él. (6) Te lo ruego, reverendísimo, no sepultemos bajo las piedras de la desesperación a ese hermano nuestro que se ha visto recluido en lo profundo de un pozo bajo el poder de un príncipe inicuo. Imite‐ mos a aquel etíope que, con la ayuda de treinta hombres y haciendo llegar hasta él unos viejos paños y unas viejas sogas, liberó al santo Jeremías, cuando éste fue arrojado al fondo de una cisterna por un rey inicuo.214 He aquí que un hermano está en la cisterna, echemos mano de treinta hombres, esto es, del auxilio de la santa Trinidad, o bien con el esfuerzo de nuestro corazón, de nuestra carne y de nues‐ tro espíritu, y liberémoslo, pues se encuentra recluido en lo profundo de un pozo. Arrojemos hasta él unos paños viejos,215 traigamos a su recuerdo los ejemplos de aquellos personajes antiguos que, pese a haber caído en el pecado, a continuación por medio de la penitencia se elevaron desde las profundidades de sus malas obras hasta las re‐ giones superiores. Cuando estos ejemplos hayan sido puestos ante sus ojos, no podrá desesperar de la salvación. El soldado herido en un primer combate acostumbra a luchar con más firmeza en el se‐ gundo y a lanzarse con una mayor ira contra aquel que lo hirió. He aquí que nos encontramos en los últimos tiempos del mundo y que en nuestra defensa del nombre de Cristo debemos enfrentarnos al combate del martirio. ¿Qué tendría de extraño que aquel a quien hirió la lanza de la fornicación venciese en la lucha del martirio? ¿Qué tendría de extraño que resultase vencedor, enfrentado al mar‐ tirio, aquel a quien vencieron la incontinencia y la lujuria? ¿No se 213 214 215
Cfr. I Esdr 10,18. Cfr. Ier 38,7‐13. Nueva referencia a la anécdota de Jeremías ya citada, cfr. Ier 38,11.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 79
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
79
comportó así aquel nazareo nacido como resultado de una pro‐ mesa216 del que se cuenta que, si bien las caricias de una mujer lo habían vencido para su perdición, a continuación, en el momento final de su muerte, por medio de la pasión del martirio derrotó a un ejército de enemigos mayor que antes, cuando era un nazareo, esto es, cuando estaba libre de pecado? Del mismo modo, ciertamente, por lo que se refiere a aquella familia sacerdotal que descendía del linaje de Elí,217 a quien el Señor había hecho el juramento de que nin‐ guno de los suyos llegaría a encontrarse ante Él, pues habían enco‐ lerizado al Señor con graves pecados, ¿acaso no se cuenta que todo ese linaje, a causa de su apoyo a David, fue exterminado por orden de Saúl?218 ¿Y qué es esto sino una forma de martirio, es decir, el hecho de que a aquellos a los que había atado el crimen de un grave pecado los liberase una muerte arrostrada en defensa de Cristo? Éstos son los santos misterios de los volúmenes sagrados. En conse‐ cuencia, en vano sufre la destrucción de sus vasijas el alfarero que afirma que puede volver a hacerlas incluso cuando éstas se han roto y quebrado en pedazos.219 (7) No desprecies, te lo ruego, a tu hermano muerto, es el hijo de la sunamita estéril,220 esto es, de la Iglesia. Este que ha muerto nació como resultado de una promesa.221 En efecto, en el pasado el Señor anunció y prometió su nacimiento en la simiente de Isaac al bien‐ aventurado Abraham.222 Su cabeza sufrió un golpe de calor durante la cosecha,223 esto es, la facultad rectora de su espíritu ardió en el fuego de la esperanza del placer carnal. Que corra su madre junto a Eliseo,224 esto es, que la Iglesia lamente solícitamente su suerte. Sin duda, resucitará, si, llenos de fe, esperamos esto de Cristo. Imita tam‐ 216
Se refiere a Samsón. El episodio de Dalila y la muerte de los filisteos en Iud 16,4‐30. El episodio del nacimiento de Samsón en Iud 13,1‐24. 217 Cfr. I Reg 3,13‐14. 218 Cfr. I Reg 22,16‐19. 219 Cfr. Ier 18,3‐4. 220 Cfr. IV Reg 4,8‐20. 221 Cfr. IV Reg 4,16‐17. 222 Cfr. Gen 22,15‐17. Baquiario podría haber mezclado el pasaje del Génesis con Hebr 11,18. 223 Cfr. IV Reg 4,18‐19. 224 Cfr. IV Reg 4,22‐25.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 80
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
80
bién, reverendísimo, el comportamiento de Eliseo en el caso de este hermano muerto:225 en primer lugar, pon tus manos sobre sus manos, tus pies sobre sus pies, tu boca sobre su boca, para compa‐ decerte de aquel que yace muerto. Y no te consideres más que él, ensoberbeciéndote por la victoria de tu propia salud, ni te sientas superior a aquel a quien una repentina muerte arrebató, antes bien, imita al apóstol, que dice:226 Temo que Dios, nuestro Señor, me humille ante vosotros y tenga que lamentarme por muchos de aquellos que pecaron primero. Pon, además, tus ojos sobre los ojos de aquél, tus manos sobre sus manos,227 tus pies sobre sus pies, esto es, vigila que sus ojos no sigan vagando para su propia perdición, que su boca no se exprese de un modo inicuo, que sus manos no cometan maldades, que sus pies no caminen entre abominaciones. Y así, cuando tus miembros se hayan unido a sus miembros para su custodia, no sólo no tendrá ya ocasión de continuar pecando, sino que incluso tendrá la esperanza de resucitar, de modo que aquel que murió por el frío del pecado sea traído de vuelta a la vida por el calor de tu consuelo. Recuerda, por lo demás, alejar a todos de su presencia, que no vea a nadie, que nadie se encuentre allí en medio y que ningún allegado se permita verlo.228 ¿Qué digo un allegado? Aun en el caso de su madre carnal, que ni siquiera a ésta se dé permiso para entrar a verlo, pues sabemos que así actuó Eliseo en el caso del hijo de la sunamita,229 que así actuó nuestro Señor en el caso de la hija de aquel varón principal230 y que así actuó el bienaventurado Pedro en el caso de la viuda Dorcas.231 En efecto, debe disponerse para el hombre muerto en pecado un lugar de todo punto retirado y soli‐ tario en el que no haya cabida para nadie más que para el médico y el cadáver.
225
Cfr. IV Reg 4,34. II Cor 12,21. 227 Cfr. IV Reg 4,34. 228 Quiere decir Baquiario: en el momento en que Januario lleve a cabo la resurrección del hermano muerto, tal y como ponen de manifiesto los ejemplos bíblicos aducidos a continuación. 229 Cfr. IV Reg 4,32‐35. 230 Cfr. Matth 9,23‐25. 231 Cfr. Act 9,36‐41. 226
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 81
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
81
(8) Te lo ruego, reverendísimo, no abandonemos al hermano aba‐ tido y amado por nosotros en el pasado, a quien el enemigo encontró desarmado. No contó con la coraza de la justicia,232 el casco de la es‐ peranza de la salvación233 ni la espada del Espíritu,234 con lo que van armados los soldados de Cristo.235 Que sea curado, te lo ruego, pues su corazón aún palpita, y que regrese a la lucha. ¿Acaso el ilustre y valeroso David, que en su juventud derrotó a un gigante de un ta‐ maño extraordinario,236 no fue vencido después por la necia desnu‐ dez de una mujer?237 Y éste, tan pronto como supo, por las palabras del profeta, que había pecado, recurriendo de inmediato al ungüento de la penitencia, curó las cicatrices de sus crímenes con la satisfac‐ ción de la confesión.238 Pero ni siquiera así dejó de atacarlo el ene‐ migo. En efecto, a continuación de nuevo lo incitó a pecar239 haciendo que elaborase el censo de su pueblo240 y casi lo mató con la lanza de un gigante, lo que habría ocurrido, si Joab, general del ejército,241 no lo hubiese salvado interviniendo y prestándole su au‐ xilio.242 De ahí también, creo, que éste diga a continuación en el salmo septuagésimo segundo:243 Casi dieron un mal paso mis pies, y en otro pasaje:244 Muchas veces me atacaron desde mi juventud. ¿Y por qué dices: «Que no se haga mención de él, pues se ha estrangulado a sí mismo con un pecado vergonzoso»? Piensa primero, hermano, si este que ha caído fue encontrado herido en una batalla o en su casa,
232
Cfr. Eph 6,14. Cfr. Eph 6,17; I Thess 5,8. 234 Cfr. Eph 6,17. 235 Cfr. II Tim 2,3. 236 Cfr. I Reg 17,4‐51. 237 Cfr. II Reg 11,2‐4. 238 Cfr. II Reg 12,1‐25. 239 Cfr. II Reg 24,10. 240 Cfr. II Reg 24,1. 241 Cfr. III Reg 1,19; ibid. 11,15 e ibid. 11,21. 242 El episodio se lee en II Reg 21,16‐17. La tradición del texto está dividida en este pasaje en dos lecturas: la que seguimos aquí, que nos parece la más auténtica, pese a que no coincide con el texto bíblico, fruto, sin duda, de un error de Baquiario; y otra que corrige el pasaje para acomodarlo a la historia bíblica, haciendo de Abisay, el hermano de Joab, el salvador de David. La corrección se basa en II Reg 21,17 y II Reg 23,18. 243 Ps 72,2. 244 Ps 128,1. 233
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 82
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
82
pues, sin duda, es digno de una mayor compasión aquel a quien el enemigo abatió en el combate que aquel a quien un ladrón asesinó mientras dormía. Ciertamente, yo vi cómo aquél luchaba en una con‐ tienda: se enfrentaba, en efecto, con el escudo del ayuno contra las seducciones de la gula, se enfrentaba con la coraza del silencio contra los dardos de la calumnia y los restantes proyectiles de la maledi‐ cencia, pero fue alcanzado en ese lugar en el que creía que gozaba de una mayor protección. En efecto, le ocurrió como a Asael, el her‐ mano de Joab, general del ejército de David, de quien las Escrituras dicen que era veloz como un ciervo,245 debido, creo, a que la pureza de su cuerpo incontaminado le había proporcionado el don de la velo‐ cidad (en efecto, el cuerpo que se corrompe oprime el alma).246 Se cuenta que, cuando éste perseguía a Abner, fue herido en los órganos geni‐ tales con la punta de una lanza.247 Y no creo que nadie dude de que en ese lugar del cuerpo radica el vicio de la fornicación. Del mismo modo, también se cuenta que el propio Abner fue herido a continua‐ ción en la ingle por Joab, el hermano de Asael,248 pues el símbolo de la fornicación no merecía ser asesinado de otra forma que herido en la ingle. ¿Y acaso no mereció el consuelo de sus hermanos Asael, a quien tanto lloró todo el ejército de David?249 ¿O fue acaso eliminado del libro de la vida250 esto es, del recuerdo de la lectura dominical?251 Hasta tal punto las Escrituras no lo olvidan que incluso hacen men‐ ción de la velocidad que poseía antes de morir, cuando dicen:252 Era veloz como un ciervo, es decir, éste no sólo evitaba las trampas del ene‐ migo gracias a la perspicacia de su espíritu, sino que, además, se mostró como un exterminador de serpientes, esto es, de las potencias malignas.253 245
II Reg 2,18. Sap 9,15. 247 Cfr. II Reg 2,23. 248 Cfr. II Reg 3,27. 249 Cfr. II Reg 2,23. 250 Cfr. Apoc 3,5. 251 Comentan esta última expresión J. DUHR, Aperçus, pp. 15‐16; y U. DOMÍNGUEZ DEL VAL, «En torno al monje Baquiario», p. 28 n. 53. 252 II Reg 2,18. 253 Es una expresión que Baquiario ha podido tomar de Orígenes, autor en el que aparece en varias ocasiones (por ejemplo en De principiis, 1,8,4), pese a no ser una construcción frecuente. 246
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 83
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
83
(9) Recuerda, hermano, que somos carne. Está escrito que ese mar (esto es, una figura del bautismo) que el bienaventurado Juan dice haber visto en el Apocalipsis254 era de cristal, y, por esa razón, es frágil y se quiebra fácilmente durante el curso de nuestra vida. El sendero de este mundo es resbaladizo y está cubierto por el hielo de la iniqui‐ dad y, cuando el calor de la concupiscencia lo disuelve mínimamente, provoca con facilidad la caída y la ruina de los desdichados. Ofrece tu mano255 al hermano que yace en el suelo, que, turbado por la ver‐ güenza del pecado, no se atreve a levantarse ni a elevar sus ojos. Cumple con la ley de Moisés:256 si el asno de tu hermano se desploma bajo el peso (esto es, si la carne es vencida por el pecado), agáchate, inclínate y ayúdalo a levantarse de su ruina. ¿Por qué te avergüenzas de tener trato con un pecador? Ten presente a aquel que dice:257 No te muestres justo en exceso. Nuestro maestro no sólo juzgó digno de ser curado a aquel que había sido herido por los ladrones, sino que lo condujo asimismo hasta el mesón o redil y, tras dar dos denarios, esto es, los escritos de los dos cánones divinos, al mesonero, prometió a éste una recompensa aún mayor, si con sus cuidados conseguía que el hombre herido recuperase su salud primitiva.258 Por lo tanto, tam‐ bién tú recoge a ese hermano a quien ha herido el ladrón del diablo acompañado por la turbamulta de sus servidores, confíalo al esta‐ blero, esto es, al bienaventurado obispo, que, si tiene algún gasto re‐ lacionado con aquél, obtendrá del Señor una recompensa mayor que lo gastado. Pero quizá dices: «Aquél había sido herido, éste ha muerto». En ese caso, si lo consideras muerto, deposítalo, al menos, junto a los huesos de Eliseo.259 No quiero que lo mantengas apartado de los miembros de Cristo, pues él se avergonzará de la compañía de los que son mejores y resucitará a la vida. ¿Acaso no crees que es pro‐ pio de la enmienda este pequeño tormento consistente en que un pe‐ cador sea admitido en la comunidad de los benditos, cuando los premios de éstos los siente como si fuesen tormentos para él? Si al‐
254 255 256 257 258 259
Cfr. Apoc 4,6. Eccli 7,36. Cfr. Ex 23,5. Eccle 7,17. Cfr. Luc 10,30‐35. Cfr. IV Reg 13,20‐21.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 84
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
84
guno es ensalzado, él se avergüenza; si alguno es censurado, él se re‐ conoce en ese otro. Situado en medio de estos azotes verbales, se acerca constantemente a la redención y a la enmienda. (10) ¿Y qué significa eso que oímos que proponen algunos de que aquella y aquel que son cómplices del crimen y del pecado se unan en una especie de matrimonio y de unión conyugal? Que esto se ex‐ cluya de las palabras que salen de una boca cristiana. Esa sugerencia es obra de la serpiente a fin de apoderarse incluso del cadáver de aquel a quien ha matado. ¿No es esto semejante a que, si alguien, he‐ rido de gravedad, respira con dificultad cerca ya del punto final de su vida, un médico de este mundo, al visitarlo y sospechar que aquél no puede vivir, aconseje que sea asesinado? Es de todo punto seme‐ jante, sin duda, esto que se propone. Se ha encontrado que un her‐ mano, o una hermana, ha sido gravemente herido por el dardo de la concupiscencia: cuando a éste se aconseja una boda precisamente con la persona que ha provocado su falta, ¿qué otra cosa se está diciendo sino que sea asesinado, puesto que no podrá vivir ni verse libre de esa herida? ¿No sabes, acaso, qué pena aguarda al que no muestra esperanza? Cuando aquel mensajero que traía la noticia de la muerte de Saúl se presentó ante David y comunicó a éste que su enemigo había sido abatido, David le preguntó la causa de la muerte y le oyó decir que él mismo, su mensajero, lo había matado con su espada y añadir: «Vi, en efecto, que aquél no sobreviviría al golpe de la herida que se le había infligido».260 David, de inmediato, condenó a éste a la muerte,261 pues había desesperado de que aquél, tras ser herido por sus enemigos, sobreviviese y lo había asesinado, renunciando a toda esperanza. Es más, ¿por qué no rasgamos las vestiduras de nues‐ tro corazón y nuestro pecho a la manera de David?262 Que nuestra voz quejumbrosa se eleve en forma de llanto, que sea instruido en el lamento el pueblo de Israel, esto es, la gente de la Iglesia, y que diga:263 Deposita tus piedras sobre tus montañas264 y piensa en tus muertos, 260
Cfr. II Reg 1,2‐10. Cfr. II Reg 1,11‐15. 262 Cfr. II Reg 1,11. 263 II Reg 1,19‐20. 264 Es dudoso cuál es el texto que debe atribuirse al autor en este pasaje. Seguimos el que nos parece más probable. 261
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 85
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
85
en cómo cayeron en el combate esas personas principales. Que no se anuncie esto en Geth ni se cuente por las calles de Ascalón, no sea que, por un casual, se alegren las hijas de los extranjeros y se regocijen los hijos de los incircun‐ cisos y todo lo demás que se recoge en el edicto de este lamento. Y que diga o proclame: «He aquí que se prohíbe que en los territorios de Geth y en los límites de Ascalón, esto es, entre las gentes del siglo o del mundo, se propague la noticia de la caída y la ruina de nuestro hermano». ¡Y nosotros hemos permitido no sólo que la propia ciudad en la que vive, sino también todo el orbe se llenen de la desesperación de ese rumor! ¿No es, acaso, concorde, asimismo, con el precepto ci‐ tado ese pasaje evangélico que dice:265 En caso de que tu hermano peque contra ti, corrígelo a solas. Si te escucha, lo has salvado; pero si no te escucha, lleva contigo dos o tres testigos y todo lo demás que contienen las pala‐ bras de este precepto. Ves, por lo tanto, qué es lo que dice:266 No sea que se regocijen los hijos de los incircuncisos. ¡Desdichado de mí, que veo que esto ha sucedido!267 En efecto, ¿quiénes son los hijos de los incir‐ cuncisos sino las gentes de este mundo que viven en la gentilidad y en el error de sus pecados? Así pues, éstos se regocijan al conocer la ruina de un soldado de Cristo y encuentran consuelo en el compor‐ tamiento de aquél, diciendo: «He aquí que aquel conforme a cuyo ejemplo se nos forzaba a vivir es censurado ante nosotros por los demás. Aunque éste había salido de nuestro entorno, sin embargo, para avergonzarnos se nos decía que su vida era diferente a la nues‐ tra. ¿Acaso no es preferible no comenzar siquiera lo que es bueno antes que caer vergonzosamente o no poder llevar a término lo que se ha comenzado?». Dicen esto sin saber que, sin duda, encontrará una mayor excusa ante el juicio de Dios el alma de la que se sabe que quiso el bien y fue abatida por el enemigo que estaba al acecho, que aquella otra que, mostrándose rebelde ante el Señor, a causa de la desesperación de su servil temor prefirió someterse al yugo de la cau‐ tividad antes que afrontar el peligro del combate. ¿Acaso no es justi‐ ficado el soldado ante su rey por sus heridas y no recomiendan, en general, al luchador valeroso las marcas de sus cicatrices? 265
Matth 18,15‐16. II Reg 1,20. 267 Se desarrolla un poco el texto latino en la traducción para ofrecer una ver‐ sión comprensible de éste. 266
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 86
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
86
(11) Pero, dejando todo esto a un lado, el fallecido debe ser llo‐ rado, el muerto debe ser enterrado, esto es, merced en parte a nues‐ tros esfuerzos y en parte a la confusión de su propia vergüenza, su pecado debe ser ocultado y quitado de en medio. Por nuestra parte, nosotros hemos de ponerle los lienzos del consuelo y los perfumes de la esperanza celestial, y él, por la suya, debe mantenerse dentro del sepulcro de su retiro, confundido por la vergüenza de su pecado. Allí dentro debe ser mordisqueado por el gusano de su propia con‐ ciencia para que éste haga desaparecer de él todas las podredumbres de los pecados hasta que su cuerpo no deje ya salir de su interior el hedor de una reputación escandalosa. ¿Acaso no mereció de ese modo el bienaventurado Tobías el beneficio de la misericordia celes‐ tial, dando sepultura a los hermanos muertos en cautividad,268 es decir, según creo, aconsejando y exhortando a la penitencia a los que habían caído bajo el poder del príncipe del mundo?269 Por lo tanto, también nosotros, tal y como merece, enterremos el cuerpo de aquél. He aquí que salió un profeta de Jerusalén, esto es, de la casa del Señor, contra Betel,270 esto es, contra la ciudad de este mundo, que se había alejado del Señor. El Señor le había ordenado que no co‐ miese ningún alimento ni bebiese ninguna bebida de ese lugar.271 Pero, debido a que fue engañado por el inicuo por medio de un falso profeta,272 esto es, del espíritu de la fornicación, cayó en poder de un león273 que iba de un lado para otro rugiendo, buscando a quien devo‐ rar.274 Éste, no obstante, se sentó junto al cadáver de aquél para ser‐ virse de él como alimento y sustento, en caso de que no fuese llevado al seno de la Iglesia y enterrado en un sepulcro.275 Imitemos también nosotros el ejemplo incluso de un falso profeta y a aquel a quien aba‐ tió el diablo sepultémoslo con los honores debidos a todos.276 Acos‐ tumbra Cristo a resucitar a los muertos de un sepulcro semejante. 268 269 270 271 272 273 274 275 276
Cfr. Tob 1,20; ibid. 2,9. Es un apelativo típico del diablo. Cfr. III Reg 13,1. Se trata de Jeroboam. Cfr. III Reg 13,8‐9. Cfr. III Reg 13,11‐22. Cfr. III Reg 13,23‐24. I Petr 5,8. Cfr. III Reg 13,24. Cfr. III Reg 13,25‐30.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 87
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
87
No permitamos que el cadáver de éste sea devorado por las bestias o las aves, esto es, por los vicios y las gentes del siglo. ¿Cómo es que podemos desesperar, te lo ruego, de la misericordia del Señor, que incluso censuró al faraón, preguntándole por qué no se había dig‐ nado entregarse a la penitencia, diciendo por medio del profeta:277 Quebré los brazos del faraón, el rey de Egipto, y no suplicó que se le conce‐ diese la salud y se le restituyese la fuerza necesaria para empuñar la espada? (12) El admirable Salomón, que mereció desposar a la asistente de Dios, esto es, a la sabiduría,278 se entregó a los brazos de mujeres extranjeras279 y, sujetado por las ataduras de la lujuria, se contaminó incluso con el error del sacrilegio, pues mandó fabricar una estatua en honor de Camós, el ídolo moabita.280 Pero, puesto que reconoció su error merced a la intervención de un profeta,281 ¿acaso quedó pri‐ vado de la misericordia celestial? No obstante, quizás me digas: «No leo en ningún momento en el canon bíblico que aquél se entregase a la penitencia o que alcanzase la misericordia». Pues bien, escucha, hermano: la penitencia de aquél, que no aparece recogida por escrito en los libros de la Ley que se han publicado, quizás es considerada más grata al Señor por el hecho de que no se entregó a la penitencia a la vista del pueblo, sino en el secreto de su conciencia, teniendo a Dios por testigo. Sabemos, por lo demás, que alcanzó el perdón por‐ que las Escrituras guardan el recuerdo de que fue sepultado entre los cuerpos de los reyes de Israel,282 lo que sabemos por otro pasaje que se negaba a los reyes pecadores que persistían en su perverso comportamiento hasta el fin de su vida. Y, por esta razón, por el 277 Ez 30,21. Según J. DUHR, Aperçus, p. 98, la expresión de la PL «prophetia Pharaonis» («en la profecía del faraón») sería el título del pasaje de la Biblia manejada por Baquiario en el que se encontraba esta cita. Pero en los manuscritos de la Carta a Januario que hemos consultado, esto es, todos los anteriores al s. XIII, no se lee «prophetia», sino «propheta», con lo que el pasaje cambia totalmente de sentido, ofreciendo el que traducimos aquí. 278 Cfr. Sap 9,4. 279 Cfr. III Reg 11,1. 280 Cfr. III Reg 11,7. 281 Es difícil identificar este pasaje bíblico y, de hecho, nadie ha podido hacerlo. Cfr., no obstante, III Reg 11,29‐39, donde aparece un profeta, pero Salomón no se arrepiente en ningún momento, tal y como se lee a continuación en Baquiario. Acaso Baquiario se sirve en este pasaje de un apócrifo de la Biblia. 282 Cfr. III Reg 11,43.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 88
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
88
hecho de que mereció ser sepultado entre los reyes justos, no quedó privado del perdón. Y no pudo, por lo demás, merecer el perdón sin haberse entregado a la penitencia. Y si bien los partidarios de Coré, debido a la temeridad de su atrevimiento, fueron tragados vivos por una abertura de la tierra,283 sin embargo, el Señor ordenó que esos incensarios suyos en los que mantenían encendido un fuego ajeno fuesen situados alrededor del altar, pues se dice que habían sido con‐ sagrados.284 Nosotros entendemos que esos incensarios son las almas de aquellos en los que esas llamas habían producido un calor falso, arrebatándoles así su libertad, y, por esa razón, son tragados vivos por la tierra, pero se prohíbe que sus incensarios sean destrui‐ dos, como dice también el apóstol:285 He entregado a un hombre de esta calaña a Satanás con objeto de que su carne muera, pero su espíritu se salve en el día de nuestro Señor Jesucristo. Piensa, por lo tanto, hermano, que a pocos se concede dentro del anfiteatro de este mundo, donde se lucha con fieras, esto es, con vicios, mantener inmaculados sus miembros lejos del mordisco del pecado. Aquel sabio decía lo si‐ guiente:286 No entregues a las bestias las almas que confían en ti. Pero, como hace ya largo tiempo que venimos hablando contigo, debemos evitar que nuestra verbosidad te ofenda. Y, por ello, nos volvemos también brevemente hacia aquel por cuya causa hemos dicho todo esto. (13) ¿Por qué me rehúyes, hermano? ¿Por qué te fías más de la compañía de las personas del siglo? Ellos quizás se burlen de tu pe‐ cado, mientras que yo lo lloro, y en caso de que sea necesario que yo muera a tu lado, eso desearé. ¿Por qué enrojeces ante mi presencia? Nuestra situación es semejante, pues también yo me siento avergon‐ zado por tu conducta. Según veo, el rey amonita hizo afeitar la mitad de la barba a los soldados de David, esto es, a los servidores de Cristo, e hizo rasgar las túnicas de éstos hasta la ingle,287 es decir, les arrebató junto con la mitad de la barba su apariencia varonil y con
283 284 285 286 287
El episodio bíblico en Num 16,1‐33. Cfr. Num 16,37‐39. I Cor 5,5. Ps 73,19. Cfr. II Reg 10,4.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 89
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
89
ello se muestra que se habían comportado como unos afeminados entregándose a una deleitosa navaja de vicios.288 A ti se te ha afeitado la mitad de la barba, pues por culpa de un vicio, si alguna buena obra habías realizado sirviéndote de las virtudes de Dios, la has per‐ dido. Se te ha afeitado la mitad de la barba, por si quieres esforzarte por el resto del tiempo que te queda de vida.289 Y cortó las túnicas de aquéllos hasta la ingle, cuando reveló ante los ojos de los hombres esos vergonzosos actos a los que él mismo los había empujado.290 Pero hay esperanza a este respecto. Sentémonos en Jericó hasta que crezcan nuestras barbas,291 esto es, seamos el oprobio y la ignominia de los que son mejores que nosotros y convirtámonos en objeto de maldición por parte de todos, como ocurrió al pueblo de Israel en Jericó,292 hasta que nos nazcan barbas, esto es, hasta que se incre‐ menten nuestras virtudes. Créeme que esta injusticia dolerá a nues‐ tro Rey y vengará a sus soldados, pues el enemigo nos ha causado esto con la intención de deshonrarlo a Él. Se alejó un poco de nuestra vista nuestro buen rey David y por ello, vencidos por los enemigos, arrasamos esa parte del campo llena de una roja lenteja,293 que es el símbolo de nuestra vergüenza y nuestra tierna castidad. Pero plan‐ témonos ya con firmeza allí donde nuestro Rey ha traído ante los ojos de nuestro corazón el recuerdo del pecado con objeto de que, al menos, lo que resta, esto es, el tiempo restante de nuestra vida, sea defendido para que esté a salvo. Te lo ruego, que no logre persua‐ dirte nadie, quienquiera que sea, que te diga que conviertas este cri‐ men en una relación conyugal y desde el pecado invites a una boda. No quiero que cometas una ofensa contra Dios ni que la agraves. Si incluso está considerado un grave pecado aquello que el enemigo te 288
Es un pasaje difícil de entender y con problemas de transmisión. Otro pasaje oscuro. Seguimos el testimonio de los manuscritos que nos parece que reflejan mejor el pensamiento original del autor. J. DUHR, Aperçus, pp. 21 y 50, explica el pasaje diciendo que Baquiario identifica la mitad de la barba con la mitad de la vida de que aún dispone el pecador para remediar su falta, persistiendo en la virtud. 290 En la literatura cristiana se identifica a menudo a Amón (un rey amonita) con el diablo. Aunque aquí se trata de otro monarca amonita, Janún, se mantiene la misma identificación. 291 Cfr. II Reg 10,5. 292 Cfr. Ios 7,13. 293 Cfr. II Reg 23,11. 289
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 90
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
90
persuadió de cometer en secreto y con temor, ¿cómo merecerá el per‐ dón aquello que, por así decirlo, insultando a Dios y a su Juicio, ha‐ brás reclamado públicamente como cosa tuya? Imita a aquel Amnón, el hijo de David, que, cuando la llama de una pasión ilícita lo consu‐ mió, empujándolo a cometer estupro con su propia hermana, des‐ pués de ello detestó a aquélla en mayor medida de lo que antes la había amado294 y, por esa razón, fue asesinado por su hermano 295, pues, tras reconocer la culpa de su error, no persistió en el crimen, sino que detestó vivamente a la que había sido la causa de su pe‐ cado.296 Por lo tanto, sospechamos también que David no se encole‐ rizó contra aquél, pues vio rápidamente que se arrepintió, entregándose a la penitencia. Y ten esto presente:297 que una es la causa de aquel que es capturado por un lazo de una hora y, de in‐ mediato, con impaciencia, esto es, con la virtud del arrepentimiento, deshace aquél; y otra es la causa de aquel que es atrapado en la red de los vicios, se somete a continuación pacientemente a sus enemi‐ gos, esto es, a los cazadores, mientras está encerrado en una jaula y es cebado allí durante un largo espacio de tiempo para un festejo, y agradará entonces muchísimo a los principales del siglo, cuando sea sacrificado. Y cuando hayas escapado de la trampa de la fornicación, no te fíes de las asechanzas de la embriaguez, no sea que, por causa de ellas, caigas en las manos del furioso Absalón,298 pues la lujuria y la embriaguez son, en cierta forma, hermanas en lo que respecta al nacimiento de los vicios.299 (14) Así pues, hermano, recupera las fuerzas de tu espíritu y le‐ vanta esos ojos que la vergüenza de tu conciencia te ha hecho incli‐
294
Cfr. II Reg 13,15. Absalón, citado más adelante. 296 El episodio en II Reg 13,1‐29. 297 En este punto la transmisión del texto es muy defectuosa y no permite reconstruir totalmente la expresión utilizada por Baquiario. Traducimos conforme al sentido que nos parece más probable a partir del texto que permite reconstruir la tradición manuscrita conservada. 298 El asesino de Amnón en el episodio bíblico citado anteriormente, que se aprovechó de la embriaguez de aquél para acabar con su vida. 299 El comienzo de esta última expresión: «quia luxuria atque ebrietas...», confirmado casi de forma unánime por la tradición manuscrita de la Carta a Januario anterior al s. XII, es un claro anacoluto y parece remontar al propio Baquiario. 295
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 91
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
91
nar hacia abajo. Que no te quebrante la enemiga desesperación. He aquí que Absalón, que ha matado a su hermano, merece el perdón del rey merced a las súplicas de sus amigos300 hasta el punto de que no desespera incluso de recibir el beso de la paz y estar en presencia del rostro de Cristo. Así pues, también tú muéstrate humilde y su‐ miso ante aquellos que sabes que son amigos de David, que en otro tiempo fue tu padre, cuando no habías pecado, con objeto de que lo que no puedes conseguir por ti mismo, merezcas alcanzarlo por las súplicas de éstos. Y si, por casualidad, se resisten a escucharte, ya sea de un modo adecuado o inoportuno, no dejes de rogar su asis‐ tencia, pues Absalón mereció con su injusticia lo que no pudo con‐ seguir con su amistad y lo que no mereció con sus méritos lo obtuvo con su injusticia. ¿Quieres conocer cómo a menudo con ocasión de una injusticia los santos suplican en favor de los pecadores? Aquel bienaventurado, uno de aquellos siete, cabeza de los confesores y los mártires, cuando era golpeado con piedras por el pueblo insen‐ sato,301 en el momento de la partida de Israel de Egipto,302 esto es, en el momento en que su alma dejaba su cuerpo, poniéndose de rodillas, suplicó al Padre por los pecadores,303 siguiendo en ello el ejemplo de nuestro maestro, que pidió el perdón para el pueblo que lo per‐ seguía.304 Ves aquí de qué modo surge un motivo de súplica con oca‐ sión de una injusticia y un tormento causado a hombres santos. Y no te decimos esto para que te hagas merecedor del auxilio de los bienaventurados cometiendo una afrenta contra ellos, sino que te damos este consejo a fin de que, si no se atreven a suplicar por ti de‐ bido a la magnitud de tu crimen, al sufrir una injusticia por causa de tu insistencia, sean escuchados más fácilmente en su defensa de aquel por quien son maltratados.305 Incendia la cebada cercana a ti que está en el campo,306 pues la lengua es una llama de fuego y, a través 300
Cfr. II Reg 14,1‐22. Cfr. Act 7,57‐58. 302 Ps 113,1. 303 Cfr. Act 7,59. 304 Cfr. Luc 23,34. 305 Baquiario quiere decir que tiene más méritos a los ojos de Dios suplicar en favor de aquel que nos ofende o maltrata y, de ahí, que el Señor escuche más fácilmente las súplicas de quienes así lo hacen. 306 Cfr. II Reg 14,30. 301
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 92
92
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
de la lengua, un mundo de maldad forma parte de los miembros de nuestro cuerpo,307 mientras que el campo es este mundo.308 Y así, cuando comien‐ ces a criticarlos, cargado con los frutos de una vida pura, y a decir: «¿Quiénes son esos santos que no se atreven a suplicar por los peca‐ dores? ¿Dónde está la recompensa diaria de su esfuerzo?»,309 enton‐ ces la esperanza de los santos, incendiada por tu lengua, será empujada a confiar en la súplica, pues comprenderán que te ves lle‐ vado a semejante necesidad en beneficio de tu vida y no actúas guiado por el vicio de la calumnia, del mismo modo que Absalón no incendió la cosecha de Joab310 porque quisiese causarle daño, como si fuese su enemigo, sino para que, al menos, de esa forma éste vol‐ viese su rostro hacia él, cuando lo perjudicaba, a quien no había que‐ rido escuchar, cuando lo trataba con amabilidad, y mereciese, así, estar en presencia de aquel que era un allegado y un amigo de Dios. En efecto, el fruto de los santos que es en favor de los hombres no se entiende de forma inadecuada como cebada, mientras que el que es en favor de Dios podrá ser considerado como trigo,311 pues no cabe duda de que los santos siembran una y otra cosa, tal y como dice el apóstol, obrando el bien no sólo ante Dios, sino también ante los hom‐ bres.312 Y, por esa razón, Absalón incendió la cebada cercana a él, esto es, la vida que se vive entre los hombres, pero no pudo llegar hasta el trigo que está junto a Dios, pues éste sólo el Padre lo conoce.
307 Iac 3,6. Este pasaje se conserva en dos versiones diferentes en los manuscritos. Seguimos la versión que encuentra apoyo en el segundo códice más antiguo que transmite el pasaje (München, Bayerische Staatsbibliothek, Clm 14714, s. X) y un buen número de manuscritos del s. XII. La versión alternativa se lee en el testimonio más antiguo (Città del Vaticano, Biblioteca Apostolica Vaticana, Vat. lat. 3834, s. IX) y, con pequeñas variantes, en algunos manuscritos del s. XII: «quia lingua ignis est et manus iniquitatis; semper lingua[m] consistit in membris; ager autem est hic mundus» (trad.: «pues la lengua es una llama de fuego y la mano de la ini‐ quidad; la lengua siempre forma parte de los miembros del cuerpo, mientras que el campo es este mundo»). 308 Matth 13,38. 309 Se refiere Baquiario a la recompensa con la que Dios los premia por su vida intachable. Hay un claro eco de Ier 31,16. 310 Cfr. II Reg 14,30. 311 Frase difícil de entender, pero confirmada por el testimonio de los manuscritos más antiguos. Existe un comentario de este pasaje a cargo de J. DUHR, Aperçus, p. 79 n. 4, pero no ayuda mucho a comprender el sentido del texto latino. 312 Rom 12,17.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 93
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
93
(15) Pero quizás digas: «Tu consejo requiere a un hombre tran‐ quilo y seguro, sin embargo, yo debo temer a diario al perseguidor de este mundo que desea vengar en mí el deshonor de su pariente». En ese caso, si temes algo semejante, he aquí que hay seis ciudades en las que puedes refugiarte.313 Retírate a ellas, si lo tienes a bien. Y si, por un casual, debido a la conciencia de tus pecados, no te atreves a retirarte a aquellas que están en la tierra prometida, esto es, en la Iglesia, está Beser314 al otro lado del Jordán, en medio del desierto, cuyo nombre significa «estrechez»,315 esto es, la pequeña y diminuta celda de un monasterio, y es muy apropiada para ti, pues pertenece al lote que correspondió a Rubén y éste mancilló con su ilícita con‐ ducta el lecho matrimonial de su padre.316 Está también Ramot, per‐ teneciente al lote que correspondió a Gad 317, que significa «muerte excelsa»318 o «visión de la muerte».319 En efecto, debe afirmarse que la penitencia es una muerte excelsa, cuando el hombre es conducido por sus miembros mortificados a lo más elevado de los cielos, de donde con anterioridad cayó. O bien, frente a esa muerte humilde que amenaza en general a toda carne, aquélla en comparación con esta otra es denominada excelsa con razón, pues es mucho más noble morir en la penitencia que perecer por efecto de esa otra muerte común. Y si quisiésemos entenderla como visión de la muerte, puede entenderse también así, pues, cuando estamos entregados a la peni‐ tencia y ponemos ante nuestros ojos los tormentos de la gehena y del infierno, vemos la representación de la muerte, de la que somos liberados por el beneficio de la penitencia. Has de recordar, simple‐ mente, que te entregas a la penitencia en la ciudad del hijo de una esclava,320 pues todo el que peca es siervo del pecado,321 y, asumiendo la
313 314 315
Cfr. Ios 20,1‐9. Cfr. Ios 20,8. Jerónimo de Estridón, Liber interpretationis Hebraicorum nominum, p. 21,27
Lag. 316 317 318
Cfr. Gen 49,3‐4. Cfr. Ios 20,8. Jerónimo de Estridón, Liber interpretationis Hebraicorum nominum, p. 23,7‐8
Lag. 319 320 321
Ibid., p. 29,27‐28 Lag.; ibid., p. 43,7 Lag.; ibid., p. 58,19 Lag. Cfr. Gen 30,9‐12. Gad era hijo de Jacob y la esclava Zilpa (o Zilpá). Ioh 8,34.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 94
94
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
condición de un siervo,322 has de humillarte a ti mismo hasta el día de tu muerte.323 Está Golán en los territorios de Manasés 324, que signi‐ fica «revolvimiento»,325 de modo que recuerdes que debes revolverte en el cilicio y la ceniza, y esto en los territorios de Manasés, que sig‐ nifica «olvido»,326 de modo que, olvidándote de la falta que has co‐ metido recientemente, te apliques327 en regresar a tu comportamiento anterior.328 Así pues, habita en ellas para que por medio de la estre‐ chez, la muerte y el revolvimiento escapes a la ira del perseguidor y encuentres la esperanza de la salvación. A continuación, en caso de que lleves a cabo buenas obras en ellas, podrás llegar incluso hasta la tierra prometida, a Cadés,329 que está en Galilea y significa «santa»,330 de modo que, cuando por medio de la tribulación expul‐ ses de ti la corrupción, se te conceda incluso el acceso a la santa Igle‐ sia; y, además, pertenece al lote de Neftalí,331 que quiere decir «viña cimbreante»,332 de modo que merezcas participar en el sacramento de la sangre del Señor. Y tampoco se ha de impedirte la entrada a Hebrón,333 que significa «unión» o «matrimonio».334 Regresa así, en efecto, tu alma junto a su esposo, esto es, junto al santo de Dios,335 del que se encontró privada durante el tiempo de los pecados. Y, de ese modo, también podrás entrar en Siquén,336 la sexta ciudad, que
322 Phil 2,7, palabras escritas a propósito de Jesús, que, al hacerse hombre, adoptó la naturaleza de los siervos de Dios. 323 Cfr. Phil 2,8. 324 Cfr. Ios 20,8. 325 Jerónimo de Estridón, Liber interpretationis Hebraicorum nominum, p. 22,22 Lag. 326 Ibid., p. 19,6 Lag.; ibid., p. 62,15 Lag. 327 Cfr. Phil 3,13. 328 Desarrollamos un poco el texto latino para que se entienda lo que Baquiario dice de un modo muy sintético. 329 Cfr. Ios 20,7. 330 Jerónimo de Estridón, Liber interpretationis Hebraicorum nominum, p. 4,4 Lag.; ibid., p. 12,18 Lag.; ibid., p. 48,12 Lag. 331 Cfr. Ios 20,7. 332 Cfr. Gen 49,21 (según los Setenta). 333 Cfr. Ios 20,7. 334 Jerónimo de Estridón, Liber interpretationis Hebraicorum nominum, p. 4,23 Lag.; ibid., p. 5,2‐3 Lag. 335 Cfr. Marc 1,24; Luc 4,34. 336 Cfr. Ios 20,7.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 95
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
95
nuestro buen Josué nos dejó en herencia, pues allí fue sepultado,337 y que significa «hombro» o «esfuerzo»,338 de modo que por medio del esfuerzo de la penitencia muestres que has sido traído de regreso desde tu error sobre los hombros de Cristo, sumado a las noventa y nueve ovejas y convertido en la centésima,339 pues está escrito que la propia Siquén fue comprada a los extranjeros por cien corderos.340 (16) ¿Pero por qué razón, hermano, te agrada la languidez que te mantiene postrado? Levántate, pues ha llegado el médico y dice que deben amputarse las podredumbres de los pecados y que debe sa‐ narse, a continuación, la llaga dejada por la cicatriz. ¿Por qué sientes temor? ¿Por qué rechazas la curación? Tú, que no temiste la lanza del diablo, que tiene un peso de seiscientos siclos,341 ¿por qué razón re‐ húyes los cuchillos del hierro evangélico? Tú, que soportaste el fuego y las llamas del enemigo, ¿por qué razón temes el fuego del Señor, ese fuego que Él vino a traer a la tierra342 y que consumirá el heno, la paja y los leños?343 Córtate el pútrido deseo que dirige tu conducta, quema tus riñones y tu corazón,344 reprueba la belleza de tu cuerpo, que es tu enemiga y por la que o bien tú mismo te has visto traicio‐ nado, o bien has traicionado a los demás. Que tus miembros consu‐ midos por el ayuno causen horror y acostúmbrate a cubrirte con el cilicio que has mancillado con tu sórdida conducta a fin de que, cuando sientas el picor de su tacto y su aspereza, recuerdes siempre en ello los pinchazos de tus pecados. Que tu Moisés interior destruya en ti el becerro345 por el que te entregaste a la lujuria en el desierto, es decir, que la disciplina de la ley y del ayuno mortifique tu carne para que, reducida a la nada, se debilite. Has leído, supongo:346 Irri‐ taos y no pequéis, en consecuencia, también tú irrítate por tus pecados 337
Cfr. Ios 24,32. Jerónimo de Estridón, Liber interpretationis Hebraicorum nominum, p. 10,22‐ 23 Lag.; p. 20,22 Lag. 339 Cfr. Luc 15,4‐7. 340 Cfr. Gen 33,19. 341 Cfr. I Reg 17,7. 342 Cfr. Luc 12,49. 343 Cfr. I Cor 3,12. 344 Cfr. Ps 25,2. 345 Cfr. Ex 32,20. 346 Ps 4,5. 338
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 96
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
96
y no peques más.347 Evita los crueles tormentos de la vindicadora ge‐ hena y tú mismo actúa como un verdugo contigo348 a fin de que, cuando llegue el enemigo, no encuentre nada que pueda castigar en ti.349 Si se te presenta la ocasión del martirio, recuerda de qué modo debes combatir en presencia de tu Rey a fin de que puedas enmendar la falta que cometiste al desertar y huir. Y si, por un casual, te faltase la ocasión de esta felicidad, tú mismo podrás actuar como persegui‐ dor de ti mismo a fin de mostrarte al servicio de Dios en toda muerte, tal y como dijo el apóstol.350 Entra en la cárcel de tu monasterio y busca las tinieblas de la soledad para que por medio de ellas seas lla‐ mado de regreso a la luz perdida. Que el hambre sea para ti el garfio y la sed, el fuego a fin de que, por medio de la pena de la abstinencia, la mano de tu voluntad carnífice retire las entrañas de la trabazón de tus costillas y que, por medio del suplicio del fuego, la llama de una duradera sed consuma las médulas internas de tus huesos. Que la vigilia sea para ti como la guardia de los oficiales de justicia. Opri‐ mido por unas prácticas y una ley especialmente severas, como si se tratase de una cadena de duro hierro, aguarda bajo la imagen de este martirio el perdón de la misericordia celestial. ¡Ay, ay!, ¿por qué dudas? Esa escalera de Jacob351 de la que has caído, cuando querías ascender por ella, aún está puesta en su sitio y no ha sido retirada, y si bien te has roto todos tus miembros en la caída, trata, no obstante, de ascender de nuevo por ella hasta llegar a ese escalón desde el que caíste. Pero has de tener mucho cuidado y mirar celosamente por ti, pues, si bien todo ascenso es arriesgado, éste, sin embargo, se inclina con rapidez y arroja a las profundidades. (17) Pero quizás me digas que, siguiendo la costumbre de los fa‐ riseos, pongo cargas pesadas sobre los hombros de otras personas, 347
Esta última expresión puede ponerse en relación, además, con Ioh 5,14. Expresión acaso inspirada por Agustín de Hipona, De utilitate ieiunii (obra escrita hacia el año 410), 3,3, lín. 72. El contexto es parecido, pues se habla de la necesidad de entregarse al ayuno. Estas palabras son puestas en boca del diablo, que trata de convencer al ser humano de que renuncie al ayuno. 349 Recuerda esta expresión el famoso pasaje de la Epistula III (CPL 476) de Sulpicio Severo, § 16. Pero la fuente más probable es Ambrosio de Milán, De Iacob et uita beata, 2,5,24. 350 Cfr. II Cor 6,4. 351 Cfr. Gen 28,10‐15. 348
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 97
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
97
mientras que yo mismo no quiero tocarlas con mi dedo.352 He aquí, hermano, que, puesto que se nos niega el permiso de jurar,353 te pro‐ meto por la misericordia del Señor, si es que algún crédito concedes a mi pobre persona, que quiero ser copartícipe de ese esfuerzo al que te exhorto, y deseoso de tu salvación, no sólo te ofrezco mi compañía, sino que incluso te la propongo, y si tú, por tu parte, sientes ver‐ güenza, quizás, de venir hasta mí, dímelo y yo me apresuraré a traerte a mi lado sin demora. Que aborrezca tu compañía, como la de aquella Ruth procedente de la región de Moab,354 esto es, la com‐ pañía de tu alma procedente de la ebriedad y la fornicación, aquel que sólo busca su propio interés355 y, desconocedor de la misericor‐ dia, sólo se complace con la estirpe de Israel. Pero yo, por mi parte, si bien no soy semejante a Booz,356 con todo, deseo que tu alma se una a la mía. Y que nadie me censure, acusándome de arrogancia, pues me es lícito engendrar descendencia de la viuda de mi hermano difunto357 a fin de no perder las sandalias pascuales358 o quedar des‐ heredado de la pasión de Cristo, y de no recibir tampoco, en lugar de la palabra «esposo», como si me hubiese vuelto ciego,359 la sa‐ liva360 del más joven,361 esa saliva que se escupe sobre la tierra y se 352
Cfr. Matth 23,4. Cfr. Matth 5,36. 354 Cfr. Ruth 4,5‐6. 355 Cfr. I Cor 13,5. 356 Cfr. Ruth 4,9‐13. 357 Cfr. Deut 25,5. 358 El sentido de la expresión se entiende mejor, si se tiene en cuenta un pasaje de Jerónimo de Estridón en los Commentarii in Isaiam, 2,3,18, lín. 9‐12. Dice Jerónimo que debe recordarse que han de estar calzados los pies de aquel que va a comer la carne del cordero y celebrar la Pascua. El precepto se lee en Ex 12, 11. Evidentemente, si uno pierde las sandalias, no podrá celebrar la Pascua, pues estará descalzo. Baquiario tiene presente, además, un precepto de la ley judía comentado más abajo. 359 Según J. DUHR, Aperçus, p. 110 n. 3, Baquiario podría tener presente en este pasaje, además, la saliva con la que Jesús cura a los ciegos en el Evangelio de san Juan, cfr. Ioh 9,6. 360 Es una referencia a la ley judía, que fijaba que una viuda, si el hermano de su esposo fallecido no deseaba tomarla por esposa, podía acudir a protestar ante los ancianos, quitar el calzado del pie de su antiguo cuñado y escupir a éste en el rostro (cfr. Deut 25,7‐9). 361 En una nota de la edición de esta obra en la Patrologia Latina (PL 20,1037‐ 1062) se indica que quizás haya que entender simplemente: «saliuam oris» («la saliva de la boca»), que hemos encontrado conservada en dos códices del s. XII. Los 353
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 98
98
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
pisa, hasta que me junte con el alma viuda de mi hermano difunto, esto es, del que ha muerto llevado por la desesperación, y derrame en ella mi simiente. Por el contrario, una vez reunida una gran abun‐ dancia de simiente, esto es, acumulada una gran cantidad de pala‐ bras de las Escrituras,362 he de casarme y tener relaciones íntimas con esa viuda con objeto de que, una vez escuchadas aquéllas, pueda ella concebir sin dificultad y engendrar un espíritu de salvación.363 Recuerdo, en efecto, esas palabras del precepto apostólico donde se dice:364 Y liberad, ciertamente, a algunos del fuego y confortad a los que vacilen, y en otro pasaje:365 Quien haya traído de vuelta a un pecador, ale‐ jándolo del erróneo camino que había tomado, salvará su propia alma de la muerte. No es poca cosa que consigamos sacar el extremo o la punta de una oreja de las fauces de un león.366 Por lo demás, no creo tam‐ poco que el venerabilísimo obispo que atiende el altar divino en esos lugares junto con sus sacerdotes imite otro comportamiento que el de David, de modo que, cuando un león o un oso se lleve una oveja de su rebaño, marche a enfrentarse a él y, estrangulándolo por el cue‐ llo, saque a su presa de sus fauces o, como el buen pastor,367 traiga de regreso a la oveja extraviada,368 vende a la herida369 y recupere a la errante.370
restantes manuscritos se reparten entre la lectura de la PL: «saliuam ieiuni oris» («de una boca en ayunas»), que se entendería, si la viuda guardase ayuno como muestra de pesar, ya fuese por la muerte de su esposo o por la negativa del hermano de éste a casarse con ella; y «saliuam iunioris», apoyada esta última por el manuscrito más antiguo conocido de la Carta a Januario (Città del Vaticano, Biblio‐ teca Apostolica Vaticana, Vat. lat. 3834, s. IX) y, sin duda, la lectura que parece re‐ montar al autor, pese a que se entiende peor, aunque creemos que hace referencia a la saliva que recibe el hermano más joven del fallecido en caso de rechazar el ma‐ trimonio con su cuñada viuda. Hemos optado por esta última lectura en nuestra edición y es la que seguimos aquí. 362 Toda esta parte presenta un sentido sumamente oscuro, pero es el texto que permite reconstruir la tradición manuscrita. 363 Cfr. Is 26,18. 364 De acuerdo con J. DUHR, Aperçus, p. 98, sería una cita de Iudas 23 (según los Setenta). El pasaje presenta también alguna semejanza con I Thess 5,14. 365 Iac 5,20. 366 Cfr. Am 3,12. Pasaje comentado por J. DUHR, Aperçus, p. 24 y p. 79. 367 Cfr. Ioh 10,11; ibid. 10,14. 368 Cfr. Matth 18,12; Luc 15,4. 369 Cfr. Ps 146,3. 370 Cfr. I Petr 2,25.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 99
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
99
(18) No obstante, tú, hermano, no des en modo alguno tu consen‐ timiento a un matrimonio criminal y execrable. No insultes a Aquel cuya cólera no podrás soportar. Es más, aquella a la que la culpa de tu crimen ha convertido en tu cómplice debe regresar junto a su es‐ poso.371 ¿Acaso está escrito que se casase aquella hermana de los pa‐ triarcas después de haber pecado?372 El legislador prescribió que aquel que mancillase a la esposa de otro hombre fuese lapidado junto con ella373 y, por lo tanto, no permite el matrimonio, antes bien, mediante la imagen de las piedras pena y castiga el pecado con una dura sentencia. Mira qué dice el profeta:374 Y dije: “Después de haber fornicado con otros, regresa ahora junto a mí”. Aunque el rey de los asi‐ rios se haya apoderado de las vasijas del templo del Señor,375 con todo, éstas deben ser llevadas de vuelta al templo376 para que la in‐ munda Babilonia no las posea para siempre. Aunque el jefe de los cocineros, que prepara para su amo, esto es, para el príncipe del mundo, los platos de nuestros pecados, haya incendiado el templo del Señor con la llama de una vergonzosa concupiscencia, con todo, que venga Zorobabel, esto es, el espíritu de sabiduría,377 que com‐ prendió ya que el poder de las mujeres ejerce su dominio sobre los hombres malvados y confía por completo en la Verdad;378 que venga Esdras, la biblioteca de la Ley y el recuerdo de las Escrituras;379 que venga Naamán380 el sirio, la virtud de la confianza y el menospre‐ ciador del temor, que en defensa del restablecimiento de la patria no temió el poder del príncipe, y, una vez dispuestas las fuerzas de los ángeles y los patriarcas por todos y cada uno de los lugares de Jeru‐
371 Es decir, junto a Cristo, una imagen por la que Baquiario se refiere al hecho de que esa virgen consagrada debe volver a la vida religiosa que antes llevaba. 372 Cfr. Gen 34,1‐14. 373 Cfr. Leu 20,10. 374 Ier 3,1. 375 Cfr. IV Reg 25,14. 376 Cfr. Ier 27,16; ibid. 28,3; I Esdr 1,7‐11. 377 Cfr. Sap 1,6; ibid. 7,7; Is 11,2. 378 Cfr. Ioh 14,6. 379 Cfr. IV Esdr 14,40 380 Se señala en las notas de la PL que es una lectura corrupta, sin duda, por el nombre de Nehemías. La traducción manuscrita varía, sobre todo, entre las lecturas «Neman» y «Naaman». Pero son meras variantes ortográficas del mismo personaje bíblico.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 100
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
100
salén, esto es, de los miembros del cuerpo, que lo derrumbado se restaure, de tal modo que él vigile lo que se construya y con una mano colabore en la edificación, mientras que con la otra se ocupe de su vigilancia,381 pues Adán fue puesto en el paraíso para que lo cultivase y lo vigilase.382 Así pues, que se reconstruyan las barreras de las puertas según el sentido simbólico de sus nombres. Que se re‐ construya, en primer lugar, la puerta del Ganado,383 que nosotros sospechamos que es el oído, a través del cual comprobamos si es bueno o malo aquello que entra en nosotros desde el exterior, pues la fe nace del mensaje escuchado.384 Hagamos lo que dice el apóstol:385 Si os mantenéis en la fe, poneos a prueba a vosotros mismos. Que se re‐ construya la puerta del Pescado,386 esto es, la naturaleza siempre errante de nuestra vista y la mirada siempre veloz y fugitiva de nues‐ tros ojos por los senderos del mar, es decir, por los caminos de este mundo, pues esa mirada puede ser entendida como una red: todo lo que contempla, lo atrapa de inmediato y transmite lo capturado a las habitaciones interiores del corazón. Que se reconstruya la puerta en Anatot,387 que significa «que responde a la señal»388 y que sospe‐ chamos que es el patíbulo de la frente,389 donde recibimos la señal de nuestra salvación y de la santidad del Señor y en el que se coloca la lámina de oro en la que la ley prescribe que el pontífice reciba el nombre del Señor, el tetragrámaton.390 ¿Quieres saber que no inter‐ pretamos de un modo inapropiado la puerta en Anatot, que significa «que responde a la señal», como el patíbulo de la frente? El profeta
381
Cfr. II Esdr 4,17. Cfr. Gen 2,15. 383 Cfr. II Esdr 3,1 (en la versión de los Setenta). 384 Rom 10,17. 385 II Cor 13,5. 386 Cfr. II Esdr 3,3. 387 Cfr. II Esdr 3,6. La forma «Anathoth» se refiere, probablemente, a la población de ese nombre cercana a Jerusalén en la que nació Jeremías. 388 Jerónimo de Estridón, Liber interpretationis Hebraicorum nominum, p. 24,28 Lag.; ibid., p. 53,7 Lag. 389 Se habla del «pabítulo de la frente» porque en esa zona de la frente se recibe la señal de la cruz, símbolo del martirio de Jesucristo. El pasaje es comentado por J. DUHR, Aperçus, p. 82 n. 6 (con otra interpretación de «patibulum»). 390 Cfr. Leu 8,9. Es un pasaje en el que Moisés va vistiendo y adornando a Aarón y a sus hijos, que son los pontífices. 382
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 101
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
101
sitúa junto a esta puerta los edificios de los perfumeros,391 que, de acuerdo con el sentido simbólico de los nombres, se dice que son los edificios reconstruidos por las demás Virtudes.392 ¿Y cuáles son los edificios de los perfumeros sino aquellas partes del cuerpo que son tocadas por el santo crisma? Viene, a continuación, la puerta de la Cosecha,393 que nosotros sospechamos que es la función de la boca y del sabor, por la que salen los frutos procedentes de todas las si‐ mientes, esto es, de las palabras de Dios. Que se reconstruya también la puerta del Estercolero,394 que nosotros sospechamos que es la en‐ trada de las narices o del olor, a través de la cual nos engañan los placeres vergonzosos y consideramos que es valioso todo aquello que es simplemente estiércol.395 Que se reconstruya también la puerta Fuerte.396 Creo que ésta es el oficio de nuestras manos o del tacto, porque no hemos sabido retener con firmeza aquello que te‐ níamos y otro se ha llevado nuestra corona.397 Que se reconstruyan también las murallas Natatorias,398 esto es, el símbolo de nuestro bautismo y los muros derruidos de la fuente mística, que son las se‐ ñales distintivas de la castidad, pues, al derrumbarse la pared de la continencia por causa de la lujuria, como si se hubiesen quebrado las barreras que contenían ese líquido sagrado, hemos vertido y per‐ dido toda el agua de esa fuente. Se dice que los muros de ésta son reconstruidos para que sepamos que es tan grande la misericordia del Señor que incluso el tiempo de una castidad interrumpida puede reconstruirse y llevarse hasta su anterior apariencia gracias a la vir‐ tud de la continencia. Así también tú, de acuerdo con los significados de los nombres y los sentidos simbólicos de los lugares, debes en‐ tender que esos lugares que se dice que son reconstruidos son los oficios de los miembros del cuerpo.
391
Cfr. II Esdr 3,8. Pasaje comentado por J. DUHR, Aperçus, p. 82 n. 5. Estas Virtudes son uno de los órdenes de los ángeles a los que se ha hecho referencia más arriba. 393 Cfr. II Esdr 3,13. 394 Cfr. II Esdr 3,14. 395 Cfr. Phil 3,8. 396 Cfr. II Esdr 3,15. 397 Cfr. Apoc 3,11. 398 Cfr. II Esdr 3,15. 392
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 102
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
102
(19) En fin, no imites ese acto del rey de Babilonia, a fin de que no creas que debes beber en las copas del templo del Señor el vino de la perdición,399 y ello frente a tus dioses:400 Venus, Marte y Mer‐ curio, esto es, la fornicación, la avaricia y el furor, pues está escrito:401 El furor del hombre carece de moderación, y en otro pasaje:402 La avaricia, que consiste en la idolatría. En efecto, no podéis403 poner en relación la avaricia tan sólo con el dinero, pues se advierte que se da en una grandísima medida también en la lujuria, a la que nunca se pone fin. Por lo demás, que se llama «copas en el templo del Señor» a las vír‐ genes nos lo enseña el profeta, diciendo:404 Trigo a los jóvenes y vino aromático a las vírgenes, y si el licor del vino se derrama en un reci‐ piente, ¿qué nombre recibe éste sino el de «copa»? Querría, cierta‐ mente, que se mostrase con argumentos manifiestos en qué pasaje de las Escrituras se recomienda que lo corrupto se case, pues el bien‐ aventurado David a esas concubinas suyas que su hijo mancilló, manteniendo con ellas deshonestas relaciones,405 no les permitió tras ello casarse y tener esposos.406 ¿No las mantuvo viudas hasta el fin de sus días, dándoles únicamente de comer?407 No quiere David, esto es, Cristo, nuestro Señor, que en su presencia una esposa suya pase a ser posesión de otro varón. En fin, acuérdate de aquella hija de Saúl que David había perdido durante un tiempo a causa de la persecución de que era objeto: finalizada ésta, aquél solicita que le sea devuelta y restituida, y aunque había sido casada con otro, se arrebata, sin embargo, a este último y se envía a aquel a quien antes 399
Cfr. Dan 5,1‐4. La asimilación de los dioses paganos con los vicios se encuentra también en Prisciliano, Tractatus I, lín. 194‐209 (ed. Conti, p. 44). En este mismo autor, Venus se identifica, en efecto, con la lujuria (Tractatus I, lín. 259‐261 [ed. Conti, p. 48]), y Mercurio con la codicia (Tractatus I, lín. 250‐252 [ed. Conti, pp. 46‐48]); sin embargo, Marte no se identifica con el furor, sino con la concupiscencia (Tractatus I, lín. 239‐ 240 [ed. Conti, p. 46]). 401 Iob 31,12 (en la versión de los Setenta). 402 Eph 5,5. 403 En esta segunda persona del plural que de forma inadvertida Baquiario introduce en su discurso se advierte que no se dirige únicamente al pecador en la segunda parte de su obra, sino también a Januario y a su comunidad. 404 Zach 9,17. 405 Cfr. II Reg 16,21‐22. 406 Cfr. II Reg 20,3. 407 Cfr. II Reg 20,3. 400
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 103
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
103
pertenecía.408 Has mancillado a la esposa de David, no te ufanes más de ello, antes bien, como hizo aquel que la había recibido, aun llo‐ rando y lamentándote,409 devuélvela y restitúyela. (20) Quizás te ha sugerido ese antiguo consejero,410 más sabio que todas las bestias,411 que puedes entregarte en tu vejez a esa peniten‐ cia que te aconsejamos y saciar así ahora el hambre de tu deseo bajo el nombre del matrimonio. No apagues con el humor de los vicios el rescoldo evangélico que procede del fuego de todo ese libro en el que se dice:412 ¡Necio, esta noche se te solicitará tu alma! En efecto, si, en el caso de aquellos para los que los matrimonios son honestos, éstos no pueden prolongarse eternamente, en tu caso, en que el ma‐ trimonio se mezcla con el pecado, ¿cómo perdurará? Que venga aquel que dice que este pecado debe ser enmendado mediante una boda y que debe pasar de ser denominado con el nombre de tan gran crimen a llamarse ahora matrimonio. En efecto, el matrimonio es un término de carácter religioso, pues es concedido cuando Dios así lo dispone. He aquí que el apóstol aconseja a los esposos pudorosos:413 Que los que tienen cónyuge se comporten como los que no tienen. ¿Y quién es el que dice que un adúltero tenga esposa, que viva con ella, que se ocupe de ella? Pero veo en qué dirección se vuelve en su defensa. En efecto, está escrito, afirma:414 Es mejor casarse que abrasarse. Esto se dice a propósito de una virgen o una viuda. Pero ésa ya no es vir‐ gen. En el pasado se abrasaba y se casó, que ahora se enfríe para, así, vivir. No es virgen, pues ha sido mancillada; no es viuda, pues su esposo vive por la eternidad.415 ¿Por qué le aconsejáis, en consecuencia, que se case? ¿Quieres saber cuál es el precepto del apóstol sobre ese pecado? Dice éste en una de sus cartas:416 Se escucha por todas partes que está extendida entre vosotros la fornicación, y una fornicación tal que 408
El episodio en II Reg 3,13‐16. Cfr. II Reg 3,16. 410 Cfr. Apoc 12,9; 20,2. Se refiere Baquiario al diablo. 411 Cfr. Gen 3,1. 412 Luc 12,20. 413 I Cor 7,29. 414 I Cor 7,9. Probablemente se refiere al fuego de las llamas del infierno, a las que será condenado quien, sin estar casado, se deje llevar por la lujuria. 415 Eccli 18,1. 416 I Cor 5,1. 409
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 104
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
104
ni siquiera se conoce entre los gentiles, hasta el punto de que hay quien mantiene relaciones con la esposa de su padre. He aquí un acto semejante al tuyo: la esposa del padre es esa joven que ha pecado, y es la esposa de ese Padre que nos engendró por la palabra de la verdad.417 Se unió, creo, a él en matrimonio, cuando cogió el velo con el que se cubrió la cabeza, siguiendo el ejemplo de Rebeca, cuanto ésta, saliendo de Mesopotamia, se presentó ante Isaac.418 A propósito de ese acto dice el apóstol:419 He entregado a un hombre de esta calaña a Satanás con objeto de que su carne muera, pero su espíritu se salve. ¿Acaso dijo: «He dis‐ puesto que se case con aquel que la ha mancillado»? Por el contrario, lo entregó a Satanás con objeto de que su carne muriese. En efecto, Satanás significa «contrario».420 Por medio de ese nombre se quiere decir, creo, que la carne que peca percibe todo aquello que es con‐ trario a los placeres y todo aquello que es contrario a la sensualidad a fin de que su espíritu se salve en el día de nuestro Señor Jesucristo.421 (21) Pero también tú, hermano, debes aborrecer a aquel, quien‐ quiera que sea, que te ha aconsejado el matrimonio. Ten presente, en efecto, que en modo alguno en los sacrificios se da muerte a animales consumidos por la vejez, sino que en todas partes se inmola un cor‐ dero, un ternero, un chivo o una cabrita, esto es, pecados tiernos, pe‐ queños y menudos. En un pasaje, no obstante, leemos que Elías ofreció un buey,422 pero esto ocurrió sólo una vez. Y ese sacrificio fue grato a nuestro único Salvador, que perdonó los inveterados pecados de todo el pueblo. Pero tú no pienses que tu pecado es aún una tierna cabrita. Créeme, es un macho cabrío. He aquí que el rumor de tu mal olor, esto es, de tu vergonzosa reputación se ha extendido por la su‐ perficie de las tierras. Y en consecuencia, ¿cómo no va a ser calificado de macho cabrío lo que tan mal huele? El profeta dice que es bien‐ aventurado aquel que sujeta a los hijos de Babilonia y los golpea con‐ tra una piedra,423 ¿y tú aguardas a que tu enemigo se convierta en un 417 418 419 420 421 422 423
Iac 1,18. Cfr. Gen 24,61‐65. I Cor 5,5. Jerónimo de Estridón, Liber interpretationis Hebraicorum nominum, p. 75,4‐5 Lag. I Cor 5,5. Cfr. III Reg 18,30‐33. Cfr. Ps 136,9.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 105
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
105
gigante? Pero, si lo quieres saber, ya es un gigante. En efecto, tan pronto como desearon los hijos de Dios a las hijas de los hombres, nacieron de esa relación los gigantes.424 Este pecado tuyo es suma‐ mente enorme y supera en estatura a los demás pecados: su aparien‐ cia es la de un gigante. Y si, por un casual, hay alguien que diga que David tomó en matrimonio también a aquella con la que había co‐ metido adulterio,425 las dos causas no son iguales, pues ésta es la es‐ posa de un Rey,426 mientras que aquella otra427 fue la esposa de un soldado. Éste, en la medida en que era un hombre mortal, pudo ser abatido gracias a una astuta maniobra, pero ese otro cuya esposa ha sido ahora mancillada y violada es el Rey de los cielos. En modo al‐ guno le afecta la pasión de la muerte, pues no es mortal, sino eterno. Y, no obstante, David se atrevió a acostarse con Betsabé, aprove‐ chando que Urías, el hitita, no se encontraba presente, aunque éste era su soldado, aunque era un hombre mortal. ¿Acaso no se esforzó no sólo en darle de comer, sino incluso en aturdirlo428 con objeto de acostarse en su casa y en su propio lecho matrimonial después de que aquél hubiese comido y bebido todo lo que él había ordenado con astucia que se le sirviese en abundancia?429 Y tú, entonces, ¿cómo vas a reclamar para ti mantener relaciones con una adúltera, mientras su esposo está vivo y presente, es más, siendo éste un Rey inmortal y eterno, lo que es aún más relevante que lo anterior?430 Pero quizá digas: «Una vez conocido el adulterio, su esposo la ha expulsado de casa y la ha repudiado». Te engañas, hermano, pues él mismo dice por boca del profeta:431 ¿Dónde está el escrito de repudio con el que ex‐ pulsé a vuestra madre?,432 y en otro pasaje:433 ¿Acaso el que cae no se le‐ vanta?, ¿o el que se ha perdido no vuelve al camino? ¿Por qué, entonces, mi
424 425
Cfr. Gen 6,2‐4. El episodio en II Reg 11,1‐27. David se casó con ella tras la muerte del esposo
de ésta. 426 427 428 429 430 431 432 433
La joven con la que había fornicado el pecador a quien escribe Baquiario. Betsabé, la mujer con la que David cometió adulterio. Traducimos conforme al sentido esperable. Cfr. II Reg 11,13. Pasaje inspirado, probablemente, en la Epistula 2 de Inocencio I, cap. 13,15. Is 50,1. Se entiende que no existe, porque ese repudio no fue tal. Ier 8,4‐5.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 106
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
106
pueblo no se arrepiente de sus maldades y persiste en su maligna conducta sin querer regresar a mi lado? He aquí que un profeta, siguiendo el man‐ dato del Señor, tomó por esposa a una meretriz,434 ¿y tú dices que un alma ha sido arrojada por Dios a su perdición? Pero no me opongo a ese enlace, si puedes engendrar en ese matrimonio un fruto semejante al que nació de Betsabé y David,435 a quien el Señor por boca del pro‐ feta llamó «Dirigia»,436 esto es, «en la palabra del Señor»,437 y que entre los hombres recibió el nombre de Salomón, esto es, «el pací‐ fico»,438 y gobernó sobre el orbe entero, esto es, sobre todo hombre. Un hijo semejante nace de la penitencia, a un hijo semejante lo en‐ gendran los gemidos y los lamentos de los que lloran. En fin, si bien el bienaventurado David es sorprendido en su juventud en compañía de una adúltera, en su vejez se muestra en compañía de una virgen.439 Debemos comprender que, después del pecado, una duradera casti‐ dad es semejante a la virginidad. También tú imita a David de modo que a aquella a la que tuviste por cómplice en el pecado de la depra‐ vación, la tengas por compañera en las fatigas de la penitencia, no a fin de que os entreguéis unidos a la penitencia, sino a fin de que, se‐ parados el uno del otro, os unáis en la realización de una misma em‐ presa, pues al tizón que aún humea después del incendio una voraz llama lo consume con rapidez. (22) Así pues, hermano, que ante todo no crezca en ti la enemiga desesperación por el mero hecho de que el que carece de fe440 asegure que el que ha caído no puede redimirse, ya que el Señor dice:441 Pues todos los pecados y las blasfemias serán perdonados a los hombres. Pero a aquel que haya pecado contra el Espíritu, esto no se le perdonará. Y yo te digo,
434
Cfr. Os 1,2‐3. Cfr. II Reg 12,24. 436 Cfr. II Reg 12,25. 437 Se dedica una nota a este pasaje en la edición de la PL, donde se señala el posible texto bíblico seguido y malinterpretado por Baquiario: «et uocauit nomen eius Iedidia in uerbo Domini». 438 Jerónimo de Estridón, Liber interpretationis Hebraicorum nominum, p. 63,5 Lag.; ibid., p. 71,5 Lag. 439 Cfr. III Reg 1,1‐4. 440 Pasaje comentado por J. DUHR, Aperçus, pp. 35‐39, donde propone, como hace en alguna otra ocasión, una hipótesis inverosímil. 441 Matth 12,31. 435
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 107
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
107
además, que desesperar de esto mismo442 en lo que respecta al Señor es pecar contra el Espíritu, pues el Señor es el Espíritu,443 y, por ello, no se perdona a alguien así, pues no ha creído que el Señor puede devol‐ verse a sí mismo lo que ha perdido. ¿Qué es, en efecto, lo que puede impedir nuestro perdón? Nuestro Señor es todopoderoso. ¿Acaso bo‐ rrar un pecado es imposible a quien es todopoderoso? Nuestro Señor es bueno, pues no hay nadie bueno con excepción únicamente de Dios.444 ¿Acaso sobre esa distinguida y perfecta bondad puede recaer el vicio de que no escuche a quien le suplica? Así pues, amigo, ¡venga, leván‐ tate!, y, una vez perdidas entre las olas del siglo tus bienes y riquezas, ¡sujétate como un náufrago a una tabla, esto es, a las enseñanzas del canon divino, para que ella te conduzca hasta la costa! Allí donde se dice:445 Si sus hijos abandonasen mi ley y no se condujesen de acuerdo con mis mandatos, si infringiesen mis disposiciones y no observasen mis preceptos, castigaré sus iniquidades con la vara y sus pecados con azotes, pero no los pri‐ varé de mi misericordia ni los perjudicaré en lo que hace a mis promesas, ¿de los hijos de quién se dice esto? ¿No se dice, acaso, de los hijos de nues‐ tro Señor Jesucristo, a los que parió el útero de la fuente bautismal de la Iglesia446 y la vulva del secreto y complejo misterio, a los que acogió, al nacer, la cuna de la cruz y dio de mamar el pecho del Evangelio? ¿Quieres saber que los bautizados, no los catecúmenos, son denomi‐ nados hijos? Mira qué dice el propio Señor a sus apóstoles:447 Ya no he de llamaros siervos, sino hijos. Así pues, también tú, si sabes que fuiste un hijo, esto es, si tuviste en ti algo de los apóstoles, no habrás de per‐ mitirte caer en la desesperación. Y si has desempeñado siempre las ta‐ reas de un siervo, esto es, de un pecador, esto te ha de dar una mayor confianza a la hora de levantarte, pues es menos importante la caída de aquel que ha resbalado desde una pequeña altura, y está oprimido por el peso de un menor enfado aquel que, después de haber vivido siempre en el pecado, finalmente comienza a llevar una vida recta que aquel que, después de unas obras santas, ha comenzado a vivir de un
442 443 444 445 446 447
Esto es, del perdón. Ioh 4,24. Luc 18,19. Ps 88,31‐34. Cfr. Ioh 3,5. Ioh 15,15.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 108
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
108
modo vergonzoso y ha cosido un paño viejo en un vestido nuevo.448 ¿Y qué hay de aquello otro que en el Apocalipsis dice el Señor a sus iglesias, cuando éstas, dentro del número de los fieles, son comparadas con candelabros de siete brazos449 puestos bajo la custodia de los án‐ geles:450 Ten presente desde dónde has caído, entrégate a la penitencia y re‐ gresa a tu comportamiento anterior. De otro modo, me presentaré rápidamente ante ti y me llevaré tu candelabro? Y en la primera parte del libro dice que ha visto un pueblo innumerable451 que lavó sus túnicas en la tribula‐ ción y las emblanqueció en la sangre del cordero.452 Y dice que a éstos el cordero de Dios ha de conducirlos a las fuentes de la vida.453 No obstante, nosotros creemos que este pueblo es el número de los peni‐ tentes, quienes no se salvan sino por la tribulación y el llanto. (23) Por lo tanto, también tú lava tu túnica en la fuente de las lágri‐ mas454 y quizás podrás conseguir que se asemeje al lino de la castidad. ¿Y qué dirías, si se te concediese el color púrpura y derramar el líquido de tu sangre en defensa del nombre del Señor? Podrás disponer, por lo demás, en abundancia del color escarlata, si te avergüenzas de aque‐ llo que has hecho. Y no te faltará el color morado, si endureces tu cuerpo a fuerza de golpes y lo sometes a la servidumbre.455 Y, así, con estos colores podrás quizás entrar un día en el tabernáculo del Señor. Llevado por mi amor hacia ti y por mi dolor por tu situación, queridí‐ simo hermano, he escrito todo esto a pesar de que superaba mis fuer‐ zas y mis limitaciones. Tú serás sentenciado en el día del Juicio a una doble pena, en caso de que, como los áspides sordos,456 rechaces las palabras de nuestro encantamiento o consideres que merecen tu des‐ precio la palabra del que te ruega, el consejo del que te advierte y el afecto del que se duele por ti. Que Jesucristo, el Hijo de Dios, te resti‐ tuya duplicados457 los bienes que te han sido arrebatados debido a la 448 449 450 451 452 453 454 455 456 457
Cfr. Marc 2,21. Cfr. Apoc 1,20. Apoc 2,5. Cfr. Apoc 7,9. Cfr. Apoc 7,14. Cfr. Apoc 7,17. Cfr. Ps 6,7. Cfr. I Cor 9,27. Cfr. Ps 57,5‐6. Cfr. Ex 22,4; ibid. 22,9.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 109
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
109
animosidad del diablo y que hasta tal punto te reconcilies con el Señor que merezcas incluso interceder en favor de una persona como yo, que soy tu amigo, ante nuestro Señor Jesucristo. Amén. [6‐7] Cartas I‐II atribuidas a Baquiario458 [6] Carta I459 458 Edición: José Carlos Martín‐Iglesias en J. C. MARTÍN‐IGLESIAS, R. COLLINS, Bachiarii Opera, pp. 105‐116. Se cita por las páginas del único manuscrito conocido (conservado en Sankt Gallen) que transmite la carta, indicadas en el margen derecho de nuestra edición. Otra edición de ambas misivas en Germain MORIN, «Pages inédites de deux Pseudo‐Jérômes des environs de l’an 400», Revue Bénédictine, 40 (1928), pp. 289‐318, concretamente pp. 293‐302 (= PLS 1,1035‐1044). Hay, asimismo, otra edición de la Epistula I en MATHISEN, People, vol. 2, pp. 130‐133. Hay dos traducciones inglesas de la Carta I: Marcelle THIÉBAUX, The Writings of Medieval Women: An Anthology, New York – London, Garland Publishing, 19942, pp. 127‐130; y Ralph W. MATHISEN, People, Personal Expression, and Social Relations in Late Antiquity: With Translated Texts from Gaul and Western Europe, vol. 1, Ann Arbor, University of Michigan Press, 2003, pp. 161‐164. Y una de la Carta II a cargo de Virginia BURRUS, Tracy KEEFER, «Anonymous Spanish Correspondence; or the Letter of the ‘She‐ass’», en Richard Valantasis (ed.), Religions of Late Antiquity in Practice, Princeton – Oxford, Princeton University Press, 2004, pp. 330‐339 (Princeton Readings in Religions), con‐ cretamente pp. 333‐338. Las dos cartas atribuidas a Baquiario que traducimos a continuación se han conservado, como hemos señalado, en un solo manuscrito, al que nos referiremos con frecuencia: Sankt Gallen, Stiftstbibliothek, 190, pp. 50‐66. 459 En su estudio de esta carta (Epistula I «Nisi tantis minis»), M. THIÉBAUX, The Writings, p. 126, propone atribuirla a una monja activa a finales del s. VI o comienzos del VII y perteneciente al monasterio femenino de la Santa Cruz fundado por la princesa Radegunda en Poitiers; por su parte, R. W. MATHISEN, People, vol. 1, pp. 160‐ 164, e ibid., vol. 2, pp. 129‐130, cree que sería una misiva escrita en torno al año 400 en el mismo ambiente cultural que el tratado De similitudine carnis peccati (CPL 567) del presbítero Eutropio, autor activo quizás en la región de Aquitania (vid. al respecto, R. W. MATHISEN, People, vol. 1, pp. 150‐154). Es cierto, no obstante, que su estilo es semejante al de las obras de Baquiario, comenzando por el inicio mismo del texto mediante la partícula «nisi» con imperfecto de subjuntivo pasivo, la referencia al silencio y el uso del pluscuamperfecto de indicativo del verbo «sum» en la proposición principal: «Nisi tantis minis silentium meum ad tuam iniuriam revocares, rata fueram...», al igual que la Carta a Januario: «Nisi vererer, beatissime frater, ne inter simulatos amicos Iob mihi portio poneretur, qui videntes plagam eius, veluti qui non haberet consolationem, iugi silentio quieverunt, prope fuerat...». Por lo demás, el texto del manuscrito de esta Carta I, que dice: «rectam fueram conpetentem mihi propheticam sententiam», corregido por los editores en «rata fueram conpetentem mihi propheticam sententiam», podría, quizás, corregirse así: «rectam fuerat conpetentem mihi propheticam sententiam» (trad.: «Si con tantos reproches no interpretases mi silencio como una injusticia hacia ti, habría resultado conveniente atenerme a esa justa sentencia del profeta que dice...»), con lo que la semejanza con el comienzo de la Carta a Januario sería aún mayor.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 110
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
110 (p. 50)
Si no intepretases mi silencio tan prolongado460 como una in‐ justicia hacia ti, habría resultado conveniente atenerme a esa justa sentencia del profeta que dice:461 Si tienes algo que decir, responde a tu prójimo; pero, si no, pon tu mano sobre tu boca. En efecto, ¿qué podría responderte o dónde encontraría palabras que dirigirte, cuando has abarcado hasta tal punto en el discurso de tu carta todo el corpus del canon de las Escrituras que no me has dejado nada que decir? Hasta ahora había permanecido oculta para mí el arca del Testimonio,462 esto es, la armazón de tu corazón, en la que se halla reunida toda la biblioteca de los libros sagrados.463 Merece, sin duda, ser adornada tanto por dentro como por fuera464 con ornamentos dignos de prín‐ cipes la que guarda tan fielmente las palabras escritas por el dedo de Dios.465 Mereció, ciertamente, el testimonio del profeta aquella esposa en el misterio de Cristo466 que dio de beber al sediento servidor de Abraham del agua del cántaro que bajó467 de sus hombros,468 pero
460 La expresión del autor de esta carta es algo retorcida, pues viene a decir, en metáfora: «mi silencio de tan gran descendencia», esto es: un silencio que ha engendrado otros silencios que han venido a sumarse al primero. Debe ponerse en relación, sin duda, con otras construcciones más esperables como «tanti spatii silentium» (Agustín de Hipona, De musica, lib. 3,8,18) o «tanti temporis silentium» (Ennodio, Epistulae, lib. 7,17, p. 186,3‐4). Éste es el sentido más probable del pasaje y el que permite mantener sin correcciones, siempre peligrosas, el texto latino conser‐ vado. Morin, no obstante, propuso corregir«tantis minis silentium», con lo que el pasaje quedaría como sigue: «Nisi tanti seminis silentium meum ad tuam iniuriam reuocares, ...», que ha sido entendido como: «Si no interpretases mi silencio como una injusticia hacia ti, que eres una persona de tan alto linaje, ...», vid. Carl P. CASPARI, Briefe, Abhandlungen und Predigten aus den zwei letzten Jahrhunderten des kirchlichen Al‐ terthums und dem Anfang des Mittelalters, Christiania, Mallingsche Buchdruckerei, 1890 (reimpr. Bruxelles, Culture et Civilisation, 1964), p. 178 n. 8; M. THIÉBAUX, The Writings, p. 127; R. W. MATHISEN, People, vol. 1, p. 161. La construcción «tanti seminis» con el sentido de «tan alto linaje» se lee, en efecto, en la traducción latina de Rufino de Aquilea de la Historia ecclesiastica de Eusebio de Cesarea, lib. 1,7,11. 461 Eccli 5,14. 462 Cfr. Ex 30,26; II Reg 6,15; Ier 3,16; Hebr 9,4; Apoc 11,19. 463 Sin duda, la Biblia. 464 Cfr. Ex 25,11. 465 Cfr. Deut 9,10. 466 Cfr. Eph 3,4. 467 Se diría que en latín se ha corrompido la expresión «d e p o s i t o ex humeris suis hydriae liquore», pues se esperaría (como traducimos inevitablemente) «d e p o s i t a e ex humeris suis hydriae liquore», que corresponde, además, mejor a la expresión bíblica. 468 Cfr. Gen 24,46.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 111
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
111
tú eres digna de ser galardonada con títulos no menores que ella y de ser celebrada con elogios no menores tampoco, tú que a nosotros, los servidores de Abraham (pues todo el que peca es un siervo),469 nos has dado de beber del cántaro de tu pecho, esto es, de un tesoro contenido en un vaso de barro.470 Bebí, en efecto, de aquellas pala‐ bras que (p. 51) escribiste y abrevé con ellas a mis camellos, esto es, conocí todos mis vicios, pues no encontré en mí nada de aquello que pensabas que había en mí. Es de todo punto evidente, no obstante, que juzgaste mi desdicha y mi ignorancia por tu propia condición y que, todos los conocimientos que el celo de tu esfuerzo cotidiano te ha proporcionado, todos ellos los pusiste a contribución en mi de‐ fensa. Yo debería ser, ciertamente, una persona semejante a aquella que tú crees que soy, pues todo es posible al que tiene fe,471 pero, aunque existe en mí el deseo de ser así, su ejecución me es totalmente impo‐ sible.472 Por el contrario, en ti se da lo uno y lo otro y tanto lo uno como lo otro fructifica. En efecto, reconozco en ti a aquella de la que dijo el profeta.473 He aquí que una virgen concebirá en su útero y parirá un hijo. Tú puedes exclamar con toda libertad:474 Señor, hemos conce‐ bido en nuestro útero y hemos dado a luz al espíritu de tu salvación, al que Tú hiciste sobre la tierra. Tú, encinta de la palabra de Dios, tú, preñada de su discurso,475 das a luz de tal modo a la sabiduría de Dios en nuestro beneficio que siempre estás preñada y llena de ella en tu in‐ terior. Que los que dudan conozcan de qué modo concibe y de qué modo da a luz una virgen, y que lean tus escritos, pues en ellos se deja ver la concepción inmaculada del fruto virginal. Sin duda, al igual que ocurrió a Sara,476 cuando, tras la muerte de tus siete es‐ 469
Cfr. Ioh 8,34. Cfr. II Cor 4,7. La refencia al «tesoro contenido en un vaso de barro» se en‐ cuentra también en el canon 31 de los Canones in Pauli apostoli epistulas a Peregrino episcopo emendati de Prisciliano (ed. Conti, p. 180). 471 Marc 9,22. 472 Cfr. Rom 7,18. 473 Is 7,14. 474 Is 26,18. 475 O bien hay que entender que estamos ante un uso de acusativo por ablativo, o bien ante dos formas hipercorrectas de ablativos escritas como si fuesen acusativos. En cualquier caso, la lectura correcta es «uerbum», no la corrección «uerbo» de Morin, pero el sentido es el traducido. El uso de «enixa» es pasivo. 476 Cfr. Tob 3,7‐8,10. 470
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 112
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
112
posos, esto es, los espíritus del mundo,477 presentada por el ángel, Cristo se casó contigo, entonces (p. 52) el enemigo cayó abatido. Pero, en lo que a mí respecta, desdichada de mí, me es necesario solicitar a mi padre que me permita llorar mi virginidad478 antes de cumplir la promesa de los labios paternos, pues no puedo mostrar ante la mirada del Señor ningún fruto de mi virtud. Ciertamente, mi padre ha acabado con los moabitas y amonitas, esto es, ha extinguido en mí el linaje de la ebriedad y la fornicación, pero ¿en qué me es útil, pues no llevo la palabra de Dios en mi útero,479 esto es, en mi cora‐ zón? Y sé que la virginidad sin la sabiduría camina entre las tinie‐ blas,480 desconoce la luz y, al poseer simplemente un nombre y carecer de obra alguna, no puede atravesar el umbral de la tienda nupcial. Llevo, vacía, el candelabro de mi garganta con la mecha seca, esto es, lo llevo lleno de la futilidad de palabras inútiles, pues no lo ha impregnado la grasa de la ciencia,481 y a causa de ello soy consciente de ser una pobre desdichada, y, por eso, a vos, que abun‐ dáis en aceite, os ruego que me señaléis a quiénes debo com‐ 477
Esta misma imagen de los espíritus del mundo (pero en singular) se lee en la siguiente carta, atribuida igualmente a Baquiario, y es un poderoso argumento en favor de una misma autoría para estas dos piezas. Véase el pasaje de la Carta II que dice así (pp. 56‐57 del manuscrito): «si en alguna ocasión el espíritu del mundo pincha con la aguijada de sus tentaciones a nuestra asna, esto es, a la perezosa naturaleza de nuestra carne, y la incita en pos de las riquezas del siglo». En ambos pasajes, también es un ángel el que acude en ayuda de la naturaleza humana. La fuente bíblica de trasfondo es I Cor 2,12, pero pueden ponerse en relación, sobre todo, con el canon n.º 3 de los Canones in Pauli apostoli epistulas a Peregrino episcopo emendati atribuidos a Prisciliano. 478 Cfr. Iud 11,37. El contexto es el siguiente (Iud 11,29‐40): Jepthé antes de una batalla decisiva hace a Dios la promesa de ofrecerle en sacrificio, en caso de victoria, a la primera persona de su casa que se encuentre a su regreso, y esta persona es su hija única, que antes de morir pide a su padre que le permita llorar su virginidad, pues no se había casado. 479 Cfr., sobre todo, Ioh 1,14; y también: Luc 8,21; 11,28. 480 Cfr. Eccle 2,14. 481 Pasaje difícil por la alegoría empleada. Además, el autor hace un juego de palabras con la forma «papyri»: la mecha de una vela o lámpara y el material sobre el que se escribe. La mecha de la lámpara de la autora está seca, pero quiere decir que lo que está seco, en realidad, es su conocimiento a la hora de escribir, pues carece del aceite de la ciencia, esto es, de la instrucción necesaria. Así, pregunta a la remitente dónde puede comprar el aceite que necesita, esto es, dónde debe adquirir la instrucción que le falta, y, al expresarse así, la autora hace una referencia velada al pasaje de las vírgenes que consumieron su aceite antes de la llegada del esposo y a las que las otras vírgenes prudentes exhortaron a ir a comprar más.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 113
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
113
prarlo.482 Pero ahora diré de una vez por todas lo que dijo Job al Señor:483 ¿Qué puedo decir al oír tales palabras o qué responderé, puesto que no soy nada? Pero, puesto que ya he hablado en una ocasión, no inter‐ vendré una vez más para añadir algo. Soy consciente, en efecto, de que soy tierra y ceniza,484 yo que veo que son tales las obras de los demás que, en comparación con ellas, (p. 53) me doy cuenta de que no soy nada. Es manifiesto que, a semejanza de lo que ocurrió a la bienaven‐ turada María, el ángel, esto es, el Espíritu, ha hablado contigo, pues demuestras una gran instrucción al expresarte. Guarda, ciertamente, guarda, tú, a quien no debo llamar hermana, sino señora, lo que ha concebido el santuario de tu corazón y ha producido el fruto de tu vientre485 a fin de que lleves y muestres en Egipto a tu hijo, esto es, a fin de que a aquellos que vivimos en la oscuridad del siglo nos en‐ señes los frutos de tu sabiduría. Y, sin duda alguna, he de conside‐ rarte una de esas cuatro vírgenes que profetizaban a las que se refirió el escrito486 de los Hechos de los apóstoles.487 Tú eres, ciertamente, aquella de la que cantaron los sagrados poetas:488 Llevas puesto un vestido bordado, adornado con cintas doradas. En efecto, ¿qué he de in‐ terpretar que son las cintas doradas sino las hermosas palabras, lle‐ nas de fe, de tu inteligencia489 que fluyen y surgen de uno y otro lado 482
Cfr. Matth 25,9. Iob 39,34‐35. 484 Cfr. Iob 42,6 (según los Setenta). 485 Cfr. Luc 1,42. 486 En el manuscrito la primera lectura era «conscriptos» y fue corregida en «conscriptus», que significa, sin duda, «escrito, obra, libro», atestiguada en latín en Quintiliano y, entre los cristianos, en la traducción latina de Ireneo de Lyon (s. IV) y en Facundo de Hermione (s. VI), según el Thesaurus linguae Latinae, vol. 4, Leipzig, Teubner, 1912, col. 377,1‐3, pero en género neutro («conscriptum, ‐i»), aunque el único uso claramente neutro es el de Facundo de Hermione. Aquí estaríamos ante un uso en género masculino de la 2ª decl. o quizás de la 4ª. También sería posible que la construcción original fuese «liber apostolicorum Hactuum conscriptus» y que la forma «liber» se hubiese perdido por los azares de la tradición manuscrita. En la traducción latina de Rufino de Aquilea de la Historia ecclesiastica de Eusebio de Cesarea se lee, por ejemplo: «sicut docet liber de Actibus apostolorum conscriptus» (lib. 2,18,9) (trad.: «como enseña el libro compuesto sobre los hechos de los apóstoles»). Morin corrigió la lectura original «conscriptos» en «conscriptor» (el autor de los Hechos de los apóstoles). 487 Cfr. Act 21,9. 488 Ps 44,14‐15. 489 Posible recuerdo de Hilario de Poitiers, De trinitate, 1,7, lín. 21‐22; o incluso Prisciliano, Tractatus VI, lín. 13 (ed. Conti, p. 116). 483
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 114
114
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
de tu boca? Hay en ellas una hermosa variedad de tonos, pues pin‐ taste el texto de tu carta con diversos colores de pasajes tomados de la Ley, los Profetas490 y los Evangelios. Es evidente, sin duda, que no comes tu comida permaneciendo ociosa491 y que ese esposo tuyo del que se decía que era hijo de un carpintero492 te ha fabricado con el árbol de la ciencia493 un huso con el que del amplio vellón de la his‐ toria494 sacas los hilos de tus espirituales palabras. Te confieso, ve‐ nerable (p. 54) hermana, que no entendía esa sentencia del profeta en la que éste dice:495 Trigo a los jóvenes y vino aromático a las vírgenes, y así habría seguido siendo, si no la hubiese comprendido merced al poder de tus palabras. Tú eres, en efecto, la que tienes un vino aro‐ mático, esto es, un vino procedente de los frutos de Cristo, que es la verdadera vid,496 y estás llena de la alegría de la sabiduría espiritual, que animó el interior de tus entrañas con el jugo de su dulzura y su vigor. Imitas adecuadamente a aquella virgen sunamita,497 servidora y protectora del cuerpo de David, tú que no dejas de calentar y pro‐ teger una sabiduría ya madura, completa y digna de reyes con la perspicacia de tu inteligencia. Has obtenido ya por este atento ser‐ vicio una recompensa de ella,498 recibiendo sus llaves, con las que abres lo que nadie puede cerrar y cierras lo que nadie puede abrir.499 Tiene, ciertamente, en ti el hijo de Betsabé,500 esto es, de la sabiduría, una posesión que debe guardar celosamente con objeto de que nin‐ gún falso hermano te desee o te toque. En cuanto a lo que tu vene‐ rable santidad me escribe de que el vestido que llevaba sobre mis costados lo he escondido en la cavidad de una piedra junto al río 490 Uso habitual en latín cristiano para referirse al Antiguo Testamento, mientras que los Evangelios serían, sin duda, el Nuevo Testamento en su conjunto. 491 Cfr. Prou 31,27. 492 Matth 13,55. 493 Cfr. Gen 2,9; ibid. 2,17. 494 Probablemente, la historia sagrada. 495 Zach 9,17. 496 Ioh 15,1. 497 Cfr. III Reg 1,1‐4. 498 Se entiende: una recompensa de la sabiduría (aquí personificada). 499 Cfr. Is 22,22; Apoc 3,7. 500 Cfr. III Reg 2,17‐25. En este episodio, Salomón, hijo de Betsabé, teme que otro de sus hermanos le arrebate el reino. Aquí ese reino es la sabiduría y la destinataria, que la posee, debe protegerla para no ponerla a disposición de alguien que la ambicione, pero no la merezca.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 115
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
115
Éufrates,501 reconozco que, a causa de la depravación del mundo y de la dureza de mi corazón, se han estropeado las vestiduras de mi virtud502 y, así, desnuda ahora del abrigo de la sabiduría, es evi‐ dente que no me he liberado del hombre viejo.503 Y puesto que (p. 55) la ignorancia de mi corazón y la aflicción que me causa la enferme‐ dad de mi madre ponen ya punto final a mis palabras y la tristeza de mi corazón me ha permitido a duras penas hablar durante este pequeño rato,504 te ruego que eches a menudo sobre las resecas ra‐ íces de mi inteligencia una cesta de estiércol,505 esto es, el fértil abono de tus palabras, a fin de que, cuando me visites, según tienes por costumbre, encuentres en mí el fruto de alguna buena obra. Fin. [7] Carta II 506 (p. 55)
Si bien sé que a una familia sacerdotal507 no deben ofrecerse sino selectas víctimas de palabras, no obstante, puesto que, al con‐ templar el rebaño de mi inteligencia, no he encontrado nada digno que ofrecerte, he decidido recurrir simplemente a estas palabras en mi defensa a la hora de cambiar la cría de un asna por una oveja,508 esto es, de defender el necio discurso de un espíritu obtuso con la sencillez propia de la inocencia cristiana, citando al apóstol, que dice:509 Hemos vivido en la sencillez y la sinceridad de Dios, no en la sabi‐ duría de la carne. Y puesto que el discurso de una bestia obtusa vale menos que la cría de un animal impuro, que sirva para compensar su precio el hecho de que no hablamos contigo sobre los asuntos te‐ 501
Cfr. Ier 13,4. Cfr. Ier 13,7. 503 Cfr. Eph 4,22; Col 3,9. 504 Referencia al tópico epistolar de que la carta es un diálogo con un ausente. 505 Cfr. Luc 13,8. 506 Del incipit de esta carta en el manuscrito parece deducirse que es de la misma remitente que la precedente, puesto que no hay ninguna indicación en sentido contrario, sino que se escribe, simplemente: «Incipit aliam ad sanctam Marcellam uiduam» (trad.: «Comienza otra (carta), dirigida a la venerable viuda Marcela»). A su conclusión, se atribuye a un tal Jerónimo, sin duda, Jerónimo de Estridón: «Explicit Hieronimi ad Marcella» (trad.: «Fin (de la carta) de Jerónimo a Marcela»). 507 Cfr. I Par 24, 6; 24,31. 508 Cfr. Ex 13,13. 509 II Cor 1,12. 502
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 116
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
116
rrenales, sino sobre los celestiales. Por ello, suplicamos a una persona como tú, que has sido instruida en la ciencia sacerdotal para distin‐ guir y separar lo puro de lo impuro, (p. 56) que aceptes nuestras necias palabras, puesto que versan sobre materias divinas y santas, como si fuesen la cría de un asna en compensación por una oveja y que no las rechaces lejos del templo de tu pecho, pues el rigor de la ley su‐ pervisado por los ángeles510 tiene presente de tal modo la debilidad de los hombres que, en el caso de aquellos que por la pobreza de su inteligencia no tienen nada selecto que inmolar a Dios, esto es, al Es‐ píritu, no se busca tanto el valor de los presentes cuanto la intención de su rica y sincera voluntad. Esto se pone de manifiesto de un modo evidente en el libro de los Números, donde se dice que, si alguien quisiese obtener su redención de un sacerdote y no tuviese dinero, el sacerdote lo pondrá delante del Señor y, lo que resulte de su in‐ tención, esto se aceptará como pago por su redención.511 Así, sa‐ biendo esto, te suplicamos que aceptes el deseo contenido en nuestras palabras, no el resultado conseguido, pues el pobre quiere tener más inteligencia de la que posee. Por lo tanto, puesto que más arriba hemos hecho mención de un asna, conviene que citemos igualmente algunos ejemplos de sus actos que pongan a nuestra disposición los textos de nuestra forma‐ ción con vistas a la corrección de nuestra vida. Hemos leído, en efecto, que aquella asna del adivino Balaam se atemorizó hasta tal punto al ver al ángel que se cuenta que se arrodilló.512 Conviene que imitemos este comportamiento, si en alguna ocasión el espíritu del mundo513 pincha con la aguijada de sus tentaciones a nuestra asna, esto es, a la perezosa naturaleza de nuestra carne, (p. 57) y la incita en pos de las riquezas del siglo que promete Balac,514 de modo que 510
Cfr. Gal 3,19. Cfr. Leu 27,8. 512 Cfr. Num 22,21‐35. 513 Cfr. I Cor 2,12. Como se ha señalado más arriba (en la carta I atribuida a Baquiario, p. 52 del manuscrito, donde dice: «tras la muerte de tus siete esposos, esto es, los espíritus del mundo»), éste puede ser un rasgo priscilianista de estas cartas, pues la idea del «espíritu del mundo» que conduce al pecado se encuentra en los Canones in Pauli apostoli epistulas a Peregrino episcopo emendati atribuidos a Prisciliano (canon nº 3). 514 Cfr. Num 22,17. Balac promete recompensar con grandes riquezas a Balaam, si éste acude ante él y maldice al pueblo hebreo. 511
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 117
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
117
salga a su encuentro el ángel, esto es, que acudan a su recuerdo los preceptos515 de la palabra divina, a propósito de los cuales dice el bienaventurado Moisés:516 Estarán presentes para ti en todos los movi‐ mientos de tus ojos, y que se arrodille ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo,517 pues sabemos que, frente a los pinchazos de las tenta‐ ciones, nada es tan adecuado como el recurso de la oración, según nos lo enseña el apóstol, que dice:518 Si alguno de vosotros sufre por una desdicha, que ore. Retengamos el pie de Balaam entre las cercas de las viñas,519 esto es, de acuerdo con las palabras de las Sagradas Escrituras, domine‐ mos la errática licencia del espíritu del mundo,520 reteniendo bien sujetos los deseos de vagar. En efecto, el pie de Balaam es el vicio de comportarse siempre de un modo inquieto y errático, y ¿qué he de interpretar que son las cercas521 de las viñas sino las protecciones que ofrecen las Escrituras, que protegen los frutos de los sarmientos, esto es, las obras de las almas, de los ataques de las bestias, es decir, de la avidez de los vicios? Y está cercano el tiempo en que debemos oportunamente retener y sujetar del todo el pie del adivino Balaam, es decir, este deseo de andar de un lado a otro al final del año,522 pues las gentes parecen estar al acecho de nuestro talón.523 En efecto, si no me engaño, está próxima la santa festividad del décimo
515
Cfr. Deut 6,1. Deut 6,8. 517 Cfr. Eph 3,14. 518 Iac 5,13. 519 Cfr. Num 22,24‐25. 520 Cfr. I Cor 2,12. 521 Uso del acusativo «macerias» (p. 297,10) como complemento directo de un verbo elíptico del tipo «interpreter», tal y como se deduce de la construcción paralela de la Epistula I (p. 53 del manuscrito): «fimbreas enim aureas quid nisi pulcros ac fideles sensus tui sermones interpreter, qui...». La semejanza de la construcción hace pensar también en un mismo autor (o autora) para ambas cartas. 522 Traducimos conforme al sentido que nos parece más probable en este pasaje, que se diría que se presenta corrupto en el único manuscrito que transmite esta carta. Entendemos: «hoc desiderium ambulandi ad extremum anni», frente al texto del manuscrito, que dice: «aut desiderium ambulandi aut extremum anni» (trad.: «el deseo de desplazarnos o el final del año»). 523 Cfr. Gen 3,15. Son palabras dirigidas a la serpiente, de la que se dice que acechará siempre buscando morder el talón de la mujer. Es una referencia al pasaje del Génesis, pero en una versión latina distinta a la de la Vulgata. 516
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 118
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
118
mes524 que debemos celebrar entregándonos al cuidado de una vida más rigurosa, (p. 58) pues, cuando el Espíritu del Señor llenó el orbe de las tierras,525 esto es, cuando el Verbo se hizo carne526 y cuando un tran‐ quilo silencio se extendía por todas partes y la noche en su curso había re‐ corrido la mitad del camino,527 esto es, cuando la ignorancia ejercía su dominio sobre los muertos, tu palabra, saliendo de la morada celestial, se presentó cual terrible combatiente en medio de la tierra condenada al exterminio y alcanzó hasta el cielo, abarcándolo todo por completo.528 ¿Acaso en este mes no hemos comprobado el anuncio de esta pro‐ fecía, cuando la palabra, esto es, el Verbo e Hijo de Dios, saliendo de la morada celestial, entró en la tierra condenada al exterminio, es decir, en un cuerpo mortal y en la noche de la carne? Y en cuanto a lo que añadió:529 y cuando un tranquilo silencio se extendía por todas partes, esto quiso mostrar, según creo: que todo el mundo estaba en silencio530 antes de descubrir y conocer al Verbo de Dios. Así pues, sabemos que el plan divino de este misterio se ha cum‐ plido en el décimo mes, esto es, al cabo de trescientos días, un tiempo en el que debemos imitar los gemidos de la bienaventurada María en el momento del parto, de forma que, del mismo modo que en el interior de la vulva de su útero, así también en la celda retirada del monasterio algo se forme en nosotros531 que contribuya a nuestra salvación y en el décimo mes aparezca algo nuevo entre nuestros frutos que el mundo pueda admirar. En efecto, si la inmaculada y
524
El mes de diciembre. Sap 1,7. 526 Ioh 1,14. 527 Sap 18,14. 528 Sap 18,15‐16. 529 Sap 18,14. 530 Y, de ahí, que no se deba hablar en esa época del año. 531 Traducimos en género masculino, entendiendo que el autor se refiere a los seres humanos en general, pero la traducción en femenino sería perfectamente posible, si se entiende que, del mismo modo que la remitente de la carta es una mujer, así también lo es el autor de ésta. A diferencia del español, en latín la forma del pronombre personal de 1ª persona del plural es la misma para los dos géneros gramaticales. Más adelante, sin embargo, donde dice: «¿cuánto crees que debemos padecer nosotros, a quienes...», se utiliza en latín el pronombre relativo masculino («quos»), pero en latín tardío el pronombre relativo masculino puede utilizarse con antecedentes de cualquier género gramatical. 525
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 119
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
119
bienaventurada María no (p. 59) dio a luz a la esperanza de su salva‐ ción532 sin gemidos y suspiros, ¿cuánto crees que debemos padecer nosotros, a quienes engañaron los consejos de la serpiente,533 a fin de ser capaces de imitar algo semejante? Pero quizás digas: «¿Por qué me engañas con la promesa de una vana esperanza?534 Sólo a las vírgenes es lícito engendrar a Cristo». No quiero, ciertamente, que encierres la gracia de Dios dentro del reducido espacio de una sola clase de personas. Mira, en efecto, ese pasaje en el que el apóstol dice a los pecadores y los prevaricadores:535 Hasta que Cristo se forme en vosotros. Y recuerda que la bienaventurada María, cuando llevó a efecto esa empresa, buscó un lugar de todo punto retirado y solita‐ rio.536 No se escribe que ningún asistente ni ningún acompañante estuviese a su lado. E incluso si el bienaventurado José le hubiese prestado su asistencia, ¿qué otro, excepto éste, estuvo a su lado, cuando ella gemía como consecuencia del parto? Calcula, en conse‐ cuencia, qué lugar tan retirado y tranquilo debe escoger quien desea engendrar a Cristo, cuando se cuenta que aquel que era el heraldo de su llegada no anunció ésta sino en el desierto.537 Desesperas qui‐ zás de la salvación, pues en estas regiones no hay ningún desierto. Pero recuerda que el desierto está cerca de Egipto. Y cuando hayas comenzado a vivir durante esos días en el recogimiento del monas‐ terio, no lejos de la vida diaria de los hombres, ¿qué se ha de decir de ti sino que estás en el desierto junto a Egipto? Así pues, si te parece bien, que en el décimo mes se asiente sobre la tierra el arca (p. 60) de tu cuerpo, que se agita en medio del diluvio del siglo, que la zarandea,538 esto es, no te dejes ver en público, y que la puerta del arca, construida en un costado,539 esto es, los conductos 532
Cfr. I Thess 5,8. Cfr. Gen 3,1‐13, esp. Gen 3,13. 534 Cfr. Eccli 34,1. 535 Gal 4,19. 536 Cfr. Baquiario, De reparatione lapsi, 7: «ualde enim debet secretus et solitarius locus...». Este paralelo, importante a la hora de defender una misma autoría para estas dos cartas, ha sido señalado por A. de VOGÜÉ, Histoire littéraire, vol. 1, pp. 198‐199. 537 Cfr. Matth 3,1. 538 El episodio del diluvio en Gen 7,1‐8,22. 539 Cfr. Gen 6,16. 533
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 120
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
120
de entrada y salida de tus oídos, quede cerrada de tal modo que ni siquiera una pequeña gota de los rumores de las cosas del siglo, que son como el agua que corre540 en diversos sentidos, llegue hasta el in‐ terior de tu corazón y no necesites exclamar a continuación:541 Han entrado las aguas dentro de mi alma. Y cuando así actúes, te abandonará la inundación de las aguas, esto es, se secará la ola de las palabras que te censuran e incluso te denigran. Entonces se mostrarán ante ti también las cumbres de las montañas,542 es decir, se revelará ante ti el poder de las potencias malignas que estaba cubierto por las aguas, esto es, oculto bajo las gentes, sobre lo que tú, mientras estabas en medio de las olas, esto es, mientras eras llevada de un lado a otro en medio de la vida de los hombres, no habías podido reflexionar. En efecto, permanecen ocultas para nosotros las cumbres de las monta‐ ñas, mientras nuestra arca es llevada de un lado a otro en medio de las aguas, esto es, mientras la hechura compacta,543 es decir, elemen‐ tal,544 de nuestra carne es llevada de un lado a otro entre las gentes. Pero, cuando ha comenzado a asentarse, es decir, a descansar en un lugar retirado y en la soledad, entonces, una vez que se secan las olas de las conversaciones, no pueden permanecer ocultas para nos‐ otros las potencias de todo acto de maldad. O bien, en caso de que entendamos esto de otro modo, tú misma eres la cumbre de la mon‐ taña, pues no puedes sobresalir por encima de ella mientras te mue‐ ves y vives entre las gentes. (p. 61) Y que no te atemorice el retiro de la soledad, pues tu hombre
interior545 tendrá consigo a su esposa, de la que dice Salomón:546 Me propuse tomar a ésta por esposa. Tendrás también hijos acompañados
540
Ps 57,8. Ps 68,2. 542 Cfr. Gen 8,5. También el diluvio finalizó al cabo de diez meses, lo que contribuye a incluir todas estas imágenes en la alegoría del autor. 543 Uso del adjetivo «quadrata» de difícil comprensión. Cuando se aplica al cuerpo humano, acostumbra a tener este sentido, si bien no es fácil encajarlo en el contexto. En cualquier caso, el autor habla aquí de la carne sin más a la que queda reducida el ser humano que se mueve en el siglo, por no tener tiempo para la reflexión y el pensamiento elevado. 544 Este adjetivo puede oponerse en los autores cristianos a «espiritual». 545 Cfr. Rom 7,22; Eph 3,16. 546 Sap 8,9. La esposa del hombre interior es la sabiduría. 541
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 121
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
121
de sus respectivas mujeres,547 esto es, frutos de buenas obras unidos a las artes de la ciencia. Y no te faltará ningún tipo de animales ni aves y conocerás que entre ellos unos son puros y otros impuros,548 pues, del mismo modo que padecemos ciertos impulsos de nuestros ánimos que a menudo nos inspiran tentaciones, en esa misma me‐ dida no faltan en nuestros espíritus otras virtudes que nos alejan de los pensamientos depravados. La propia paloma del Espíritu Santo no dejará tampoco de prestarte consuelo e, incluso si en algún mo‐ mento pueda partir quizás en busca de otras soledades, con todo, cuando no encuentre dónde descansar en otra parte, regresará con rapidez, sin duda, a tu lado,549 trayendo también en alguna ocasión en su pico un fruto550 del monte de los Olivos, desde el que nuestro Señor ascendió al cielo después de resucitar,551 y entonces has de comprender, en caso de que hagas esto, que se te concederá el reino de los cielos. Y como sé que te agrada imitar las obras de Salomón, actúa de tal modo que edifiques un templo en honor del Señor en el que Él habite y descanse, de manera que concluyas toda la construcción del templo en el décimo mes, tal y como has leído que aquél hizo.552 Que estén a tu disposición setenta mil hombres que acarreen las cargas y ochenta mil talladores de piedras553 a fin de que el Espíritu septi‐ forme554 se lleve (p. 62) las cargas de los pecados y se cumpla el período de ocho días de la circuncisión,555 que se refiere a los elementos sucios y groseros de la carne. Que durante la construcción de tu templo no se oiga el sonido del martillo556 y tú no te lleves tampoco contigo en 547
Cfr. Gen 7,7. Cfr. Gen 7,8. 549 Sigue la imagen del arca de Noé. Cfr. Gen 8,8‐9. 550 Cfr. Gen 8,11. 551 Cfr. Act 1,9‐12. 552 Cfr. III Reg 6,38 (según los Setenta). La construcción del templo concluyó en el octavo mes del año. 553 Cfr. III Reg 5,15. 554 Cfr. Is 11,2. 555 Es una referencia a la práctica de la circuncisión a los ochos días de edad del recién nacido, cfr. Gen 17,12. La relación entre la circuncisión y la «Ogdoada» en un sentido espiritual es censurada por Ireneo de Lyon en el Aduersus haereses, 1,18,2‐3 (a propósito de los gnósticos). 556 Cfr. III Reg 6,7. 548
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 122
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
122
ese traslado un hacha, es decir, que en modo alguno se acerque a ti ninguno de esos obreros que, criticando a los demás con duras pa‐ labras, acostumbran a herir la paciencia del prójimo como si fuese un yunque inanimado y rompen entonces el silencio de la quietud divina,557 haciendo ruido con todo tipo de habladurías, como si de martillos se tratase. Ciertamente, este sonido de palabras agrada al hombre inquieto, pero deben ser despreciadas por ti, que aspiras a otra cosa. Que no se oiga ni siquiera el hacha, es decir, la lengua mal‐ vada,558 que suele preparar un foso contra su prójimo, pues ¿sobre quién descansa el Señor, sino sobre el humilde y el pacífico?559 Y si, por un casual, te resulta duro emprender una nueva práctica y tu espíritu, conforme a lo acostumbrado, desea verse rodeado de la compañía de otras personas, que acuda en tu ayuda y te sirva de ejemplo el bienaventurado Daniel, el dueño de sus deseos,560 de modo que, así como él mereció ese apelativo por su virtuoso comportamiento, así también nosotros, dominando todos nuestros deseos y apetitos, nos hagamos merecedores de ser denominados «dueños»561 y de serlo de hecho. En efecto, del mismo modo que se dice que la mujer que obedece a su marido está sometida y rendida a él,562 cuando también nosotros vemos que nuestras mujeres, esto es, nuestros deseos, están sometidas a nosotros, ¿qué otra cosa sabemos que somos sino los dueños de nuestros deseos? Y del mismo modo que se cuenta que aquél oró entre la décima y la undécima visión (p. 63) y que ayunó du‐ rante tres semanas,563 así también nosotros unamos la oración al ayuno durante el paso del décimo mes al undécimo a fin no sólo de atender a nuestros hermanos en cautividad, esto es, a los miembros de nuestro cuerpo, sino también de que se desvelen ante nosotros 557
Cfr. Sap 18,14. Cfr. Eccli 28,28. 559 Is 66,2. 560 Dan 9,23; ibid. 10,11; ibid. 10,19. El sentido bíblico es distinto: «el varón de su predilección» (es decir, el varón objeto de predilección por parte de Dios). Aquí traducimos de acuerdo con la explicación que se da a esta expresión unas pocas líneas más adelante. 561 En latín hay un juego de palabras basado en el sustantivo latino «uir» (varón), y toda la argumentación presentaría una mayor fuerza, si se entendiese que tanto el remitente de la carta como la destinataria fuesen mujeres. 562 Cfr. Eph 5,22; Col 3,18. 563 Cfr. Dan 10,3. 558
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 123
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
123
los misterios de las cosas futuras por medio del anuncio del ángel, esto es, de la revelación del Espíritu. Que nazca al final del décimo mes, esto es, después del décimo pa‐ triarca, el bienaventurado José,564 pues el fin de la ley es Cristo en lo que hace a la justicia.565 No obstante, que éste no sea el undécimo, sino el primero después del décimo. Y aunque nuestro José, que, engendrado bajo la ley,566 fue engendrado a partir de la carne, nazca dentro del dé‐ cimo mes, no obstante, que los reyes de Oriente, esto es, los sentidos de nuestra cabeza, lo encuentren en el undécimo. Éstos567 no se hallan ya sujetos por el vínculo de la ley, antes bien, contemplando, a seme‐ janza de los hijos de Abraham, las estrellas del cielo en la noche,568 es decir, examinando entre los oscuros relatos proféticos los testimonios de las Escrituras, reconocen la simiente de la felicidad prometida. Y que entre el décimo, Ageo, y el undécimo, Zacarías,569 se reconstruya el edificio del templo destruido y finalice la cautividad del pueblo de Israel, y que, del mismo modo que en el undécimo mes nos encontra‐ mos con Zacarías,570 pues éste ocupa la undécima posición, merezca‐ mos también encontrar a nuestro Jesús colocado en el pesebre de la profecía y metido, por así decirlo, entre paños sucios,571 esto es, entre los paños de la oscuridad de las Escrituras, pues ¿ante quién podrá572 564
Cfr. Gen 30,23‐24. Rom 10,4. 566 Gal 4,4. 567 Se refiere a los Reyes magos. 568 El episodio de los Reyes magos se lee en Matth 2,1‐11. 569 Se refiere el autor a que, dentro del canon de los profetas menores, Ageo ocupa el décimo lugar y Zacarías el undécimo, tal y como puede verse, por ejemplo, en la lista que de estos libros ofrece Agustín de Hipona en su tratado De doctrina christiana, 2,8,13, lín. 43‐46. 570 Seguimos en este pasaje el testimonio del único manuscrito conservado, que dice así: «et, uelut in undecimo mense sit inuentio Zacchariae, quia ipse inuenitur undecimus, Iesum nostrum in praesepe prophetiae ipsius positum... inuenire mereamur» (donde «sit» es corrección nuestra por «sic» del códice). El pasaje bíblico de trasfondo es Zach 1,7, donde se dice que Zacarías nació en el undécimo mes. 571 Todo este pasaje parece resultado de mezclar dos textos bíblicos diferentes: el contexto general lo proporciona Luc 2,7, pero la referencia a la suciedad de los paños se ha tomado verosímilmente de Zach 3,3. 572 Corrige en este punto Morin el texto del manuscrito («Pages», p. 300,30), optando por el imperfecto de indicativo «poterat» frente al futuro imperfecto del manuscrito «poterit», que mantenemos, sin embargo, por nuestra parte en la traducción propuesta. El texto de Morin viene a decir: «¿ante quién podía ser 565
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 124
124
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
ser desvelado el Verbo de Dios sino ante el recuerdo, (p. 64) que puede custodiarlo con fidelidad y, cuando sea oportuno, mostrarlo ante todos? Y es que, en efecto, el nombre del bienaventurado Zacarías sig‐ nifica «recuerdo».573 Así pues, que el nombre bienaventurado de Jesús nazca en el décimo número, esto es, en el Antiguo Testamento, y se manifieste y sea conocido en el undécimo, esto es, en el Nuevo. Se dice que el día de la Epifanía, precisamente, significa en latín «manifesta‐ ción».574 Que en este mes Esdras, esto es, el recuerdo de las Escritu‐ ras,575 se encargue de que, cuando llegue el undécimo mes, al que ha de poner su nombre aquel que en el Evangelio es calificado de «puerta»,576 no se encuentre en modo alguno entre el pueblo de Israel ninguna mujer procedente de un linaje extranjero,577 esto es, la incre‐ dulidad y la duda de los paganos, a fin de que lleguemos hasta el día trecentésimo como los compañeros de Gedeón,578 sin doblar nuestras rodillas ante Baal,579 y, sirviendo a Dios580 durante tres semanas con ayunos y oraciones, como los soldados israelitas,581 conozcamos tam‐ bién a los querubines del Señor, que está contenido en ese número582, desvelado el Verbo de Dios sino ante el recuerdo, que podía custodiarlo con fidelidad y, cuando fuese oportuno, mostrarlo ante todos?». 573 Otro lazo de relación entre estas cartas y las obras de Baquiario, en este caso, el De reparatione lapsi: el recurso a la interpretación alegórica de los nombres bíblicos. Esta interpretación se lee, por ejemplo en Jerónimo de Estridón, Liber interpretationis Hebraicorum nominum, p. 63,16 Lag. 574 Esta interpretación se encuentra en varios autores antiguos, por lo que es imposible señalar una fuente concreta, aunque el autor de esta carta pudo haberla leído en algún sermón de Agustín de Hipona. 575 Misma equivalencia en el De reparatione lapsi de Baquiario, cap. 18. El pasaje bíblico de trasfondo es, quizás, IV Esdr 14,40. 576 Se pone en relación el nombre de la puerta en latín («ianua») con el del mes de enero («ianuarius»). Para el pasaje evangélico (referido a Jesucristo), vid. Ioh 10,7; ibid. 10,9. La imagen que asimila a Jesucristo con la puerta de la salvación se lee en el Tractatus V atribuido a Prisciliano, aunque obra, probablemente, de alguno de sus seguidores: lín. 88 (ed. Conti, p. 112). 577 Cfr. I Esdr 10,2‐4. El cálculo de los varones que habían tomado esposa extranjera se hizo en tiempos de Esdras en el mes décimo y duró hasta el inicio del mes siguiente, vid. I Esdr 10,16‐17. 578 Cfr. Iud 7,5‐6. 579 Cfr. III Reg 19,18; Rom 11,4. 580 La traducción responde al sentido habitual de la construcción «seruire Deo ieiuniis et orationibus», pese a que en el texto falte el dativo que exige el verbo «seruire». 581 Cfr. Iudith 4,12. 582 Se entiende que el Señor está contenido en el número tres.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 125
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
125
a fuerza de reflexionar sobre la ciencia divina.583 Que amanezca en nuestros corazones el verdadero lucero584 en ese tiempo del mes en que languidecen los venenos de todas las serpientes, que permanecen encerradas585 en sus agujeros, y en que el frío de la continencia debilita los frutos de todos los árboles, esto es, las seducciones586 de la carne lasciva, de tal modo que podamos decir:587 ¿Frente a su frío quién sub‐ siste?588 Y entonces, cuando nuestras partes terrenales carecen de fer‐ tilidad, que sean nuestras partes espirituales quienes engendren, y que sea suprimida esa fecha festiva situada entre esas dos solemnida‐ des de unos días santos próximas entre sí589 (p. 65) y que el mundo puso ahí en medio, y que, como ocurrió al ser desplazadas por el varón na‐ zareo aquellas dos columnas,590 esto es, el final y el comienzo del año entre los paganos, muera toda la turbamulta que se haya entregado a la lujuria. No se produzca vuestra huida ni en invierno ni en sábado.591 ¿Qué es, en efecto, la huida sino el vicio de desplazarse de un sitio a otro y de vagar?, pues, mientras tememos las críticas de las lenguas y a los hombres del siglo, renunciamos a la santa quietud de un régimen de vida más riguroso. Encontrarás, por lo demás, sin esfuerzo que el mes décimo es denominado en las Escrituras «mes del sábado», ya sea en la profecía del bienaventurado Zacarías, allí donde se dirigen a él las 583 Se pone en relación el nombre de los querubines con su significado alegórico de «ciencia, conocimiento», vid. Jerónimo de Estridón, Liber interpretationis Hebraicorum nominum, p. 4,11 Lag.; ibid., p. 12,20‐21 Lag. En un sentido alegórico, «conocer a los querubines» es «aprender la ciencia divina». Advertimos que toda esta parte, si bien no presenta dificultades sintácticas en latín, es abstrusa y difícil de entender a menudo. 584 Cfr. II Petr 1,19. 585 En latín la concordancia es con los venenos, contra lo esperable. Traducimos conforme al sentido esperable. 586 Se diría que hay que corregir el texto del manuscrito «luxuriantis carnis inlecebra» en «luxuriantis carnis inlecebras», pues la forma «inlecebra» («inlecebra, ‐ae») es el complemento directo del verbo «obtundit» de esa frase y se suele utilizar en plural con este sentido. No obstante, la forma «inlecebra» podría ser también un acusativo neutro plural. 587 Ps 147,17. 588 Corrige aquí de nuevo Morin el texto del manuscrito, introduciendo el futuro de indicativo «subsistet» («Pages», p. 301,13) por el presente de indicativo «subsistit» del manuscrito, que se lee en muchos otros autores cristianos que citan ese mismo pasaje bíblico y es el que mantenemos en nuestra edición. 589 La Navidad y la Epifanía. 590 Se refiere a Samsón, naturalmente, vid. Iud 16,24‐30. 591 Matth 24,20.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 126
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
126
primeras palabras del Señor,592 ya sea en los Macabeos, allí donde se cuenta que Simón fue asesinado.593 Y no sin motivo se denomina «mes del sábado» aquel en el que se muestra ante nosotros la quietud que nos hace merecer la salvación, con tal de que, como hemos dicho más arriba,594 no se encuentre en la hospedería del monasterio nadie más que aquella que va a engendrar un varón, de manera que no haya en él nada más que el pesebre, esto es, el pupitre, en el que nuestro ver‐ dadero alimento, esto es, la palabra de Dios, esté cubierto con paños,595 esto es, envuelta en folios de pergamino.596 Y tampoco José ha de acoger esto con pesar, es decir, verse separado durante un tiempo,597 pues la tristeza de unos pocos días provocada por una se‐ paración consagrada a la abstinencia va a engendrar un fruto de una doble alegría.598 Y si, por un casual, se presentase alguien que dijese que esto no debe hacerse, pues no lo enseñan las tradiciones de nues‐ tros mayores, que escuche que, en tiempos de los macabeos, en ese mes se incluía junto con otras observancias el cese de toda relación se‐ xual por parte de los padres y los pontífices. (p. 66) Y se cuenta que en ese mes fue asesinado Simón, el último de todos ellos, para que com‐ prendamos que no debemos vernos alejados599 de la observancia de esta nueva y provechosa práctica ni por los prejuicios de la ley ni por la institución de la paternidad. Y que esa persona comprenda también que provocó la muerte de Simón el afán de éste de vagar por las ciu‐ dades,600 quien no habría caído de ningún modo en la trampa que le
592
Cfr. Zach 1,7. Cfr. I Mach 16,14‐16. 594 Se refiere al pasaje que dice, en la traducción: «cuando hayas comenzado a vivir durante esos días en el recogimiento del monasterio no lejos de la vida diaria de los hombres» (p. 59 del manuscrito [= G. MORIN, «Pages», p. 298,17‐18]). 595 Cfr. Luc 2,7. 596 Que se leen en un pupitre. Es un tiempo dedicado a la lectura de los Evangelios. 597 En este pasaje el manuscrito dice así: ««non aegre accipiat hoc est tempore separari», pero lo corregimos de acuerdo con un uso muy frecuente en estas cartas: «non aegre accipiat hoc, id est, tempore separari». Morin lo corrige del modo siguiente («Pages», p. 301,31‐32): «non aegre accipiat hoc se tempore separari» (trad.: «Y tampoco José ha de acoger con pesar verse apartado durante ese tiempo»). 598 Este pasaje presenta graves dificultades de comprensión, quizás por haberse transmitido de forma defectuosa. 599 En género masculino en el original latino. 600 Cfr. I Mach 16,14. 593
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 127
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
127
tendieron sus enemigos,601 si en ese mes hubiese permanecido en el retiro de sus propiedades. Y puesto que nos hemos permitido esta osadía, te pedimos excu‐ sas por haber tratado de grandes asuntos, ya que, quizás, presenta‐ mos ante ti unas reflexiones insignificantes.602 Recuerda que te hemos ofrecido la cría de un asna, de ahí que nos hayamos mostrado perezosos603 a la hora de dirigirnos a ti. Y si tu benevolencia acepta este presente a cambio de tu oveja, te damos las gracias; mas, si no es posible el cambio, no sentimos ningún temor, pues Cristo, cuando nació según la carne,604 también tuvo necesidad de un asno que es‐ tuviese a su servicio en el momento de la pasión,605 ya que Dios eligió a los necios de este mundo.606 Gracias a vuestras oraciones Él no consi‐ derará una falta atribuible a nuestra ignorancia lo que nos hemos atrevido a exponer sobre unos asuntos tan excelsos. Fin.
601
Cfr. I Mach 16,16. Este pasaje presenta algún problema de compresión, pero lo traducimos sin corregirlo, de acuerdo con nuestra propia puntuación del pasaje. El texto editado por Morin dice así (G. MORIN, «Pages», p. 302,9‐10): «Et quia praesumpsimus, ueniam postulamus, si forte parua tibi fuerimus locuti fuisse de magnis», y podría traducirse del modo siguiente (excluyendo de la traducción el infinitivo «fuisse», al que no encontramos sentido en el pasaje): «Y puesto que nos hemos permitido esta osadía, te pedimos excusas, si quizás hemos expuesto ante ti unas reflexiones insignificantes sobre grandes asuntos». 603 Esta forma aparece escrita como «pigri» en el único manuscrito que conserva estas cartas, esto es, en nominativo plural masculino. Podría ser un argumento más en favor de la autoría de Baquiario, pues en el cap. 7 del tratado De fide se lee una expresión semejante, también construida en torno al adjetivo «pigri», donde dice la traducción: «nos mostrásemos perezosos a la hora de acomodarnos a su opinión». 604 Cfr. Rom 1,3; ibid. 9,5. 605 Cfr. Matth 21,2‐7; Luc 19,30‐35. 606 I Cor 1,27. 602
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 128
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
128
CONSENCIO607 EPISTVLAE III AD AVGVSTINVM HIPPONENSEM EPIST. 11*‐12*)
EP.
(CPL 262º:
EPIST.
119,
El corpus de la correspondencia de Agustín de Hipona incorpora tres epístolas de Consencio, un corresponsal hispano al que el obispo africano dirigió otras dos, además de su tratado Contra Mendacium. Una nota de interés es que, hasta que a finales de la década de 1970 Johannes Divjak dio a conocer 29 nuevas cartas de la colección agustiniana entre las que se encontraban las numeradas 11* y 12*, la figura de Consencio había despertado un interés muy limitado, era uno más de los muchos clérigos o teólogos aficionados que buscaban en Agustín respuestas a sus dudas o a su curiosidad. El interés por su figura se agigantó con la publicación de las nuevas epístolas en el año 1981. Con ellas se re‐ cuperaba una valiosísima información sobre la historia de la Tarraco‐ nense oriental en la segunda década del siglo V. Es cierto que en un primer momento no todos los estudiosos parecían de acuerdo en que los textos fuesen obra de una misma pluma, y algunos defendían que podía tratarse de interlocutores diversos; sin embargo, cuando las nuevas cartas se conocieron y se pudo reconstruir el orden y la cohe‐ rencia de todos los textos, de los de Consencio y de los de Agustín, no quedó ninguna duda de que se trataba de un idéntico personaje. 607
Bibliografía: Luis A. GARCÍA MORENO, «Nueva luz sobre la España de las invasiones de principios del siglo V. La Epístola XI de Consencio a S. Agustín», en Marcelo Merino Rodríguez (dir.), Verbo de Dios y palabras divinas. En el XVI centenario de la conversión cristiana de San Agustín, Pamplona, Eunsa, 1988, pp. 153‐174 (Colección Teológica, 57); Raymond VAN DAM, «“Sheep in Wolves Clothing”: the Letters of Con‐ sentius to Augustine», Journal of Ecclesiastical History, 37 (1986), pp. 515‐535; William H. C. FREND, «A New Eyewitness of the Barbarian Impacto in Spain, 409‐419», en An‐ tonino González Blanco, José M.ª Blázquez Martínez (eds.), Cristianismo y aculturación en tiempos del Imperio Romano, Murcia, Universidad de Murcia, 1990, pp. 333‐341 (Antigüedad y Cristianismo. Monografías históricas sobre la Antigüedad Tardía, 7); Michael KULIKOWSKI, «Fronto, the bishops, and the crowd: Episcopal justice and co‐ munal violence in fifth‐century Tarraconensis», Early Medieval Europe, 2 (2002), pp. 295‐ 320; Josep AMENGUAL I BATLE, Judíos, católicos y herejes: el microcosmos balear y tarraconense de Seuerus de Menorca, Consentius y Orosius (413‐421), Granada, Universidad de Granada, 2008, pp. 205‐383 (Monográfica. Biblioteca de Humanidades. Chronica Nova de Estudios Históricos, 112); Purificación UBRIC RABANEDA, «Bishops, Heresy and Power: Conflict and Compromise in Epistula 11* of Consentius to Augustine», en An‐ drew Fear, José Fernández Ubiña, Mar Marcos (eds.), The Role of the Bishop in Late An‐ tiquity. Conflict and Compromise, London – New York, Bloomsbury, 2013, pp. 127‐144.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 129
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
129
Consencio es un laico que en los años que abarca su contacto con Agustín, entre 413 y 420, aunque algunos retrasan la fecha final uno o dos años, vive retirado en una propiedad en la isla de Menorca, donde parece dedicado exclusivamente al otium, según declara reiterada‐ mente. Su interés por los asuntos de la Tarraconense costera y de la Narbonense parecen sugerir que ésa sea su procedencia; aunque en algún momento declara su interés por desplazarse hacia Oriente, tie‐ rra que considera más tranquila en los tiempos que corren, sin em‐ bargo parece que al final no encuentra la manera de realizar el viaje, o la inseguridad se lo desaconseja. No obstante, a la vista de su for‐ mación, de sus intereses y de su producción literaria, las tres cartas conservadas y una serie de escritos, especialmente sendos tratados contra los priscilianistas y los judíos, mencionados en la correspon‐ dencia, es una ociosidad relativa. Da más la sensación de que quiere presentarse a sí mismo dentro de los parámetros del otium que pare‐ cían acordes con los gustos de la aristocracia de la época, sin descartar que su insistencia en tacharse de poco leído e ignorante, especialmente en temas teológicos, fuese una manera de justificar ante Agustín sus posibles errores. Sus textos, sin embargo, están plagados de evidencias de una educación esmerada; es un buen conocedor de los clásicos la‐ tinos, a la vez que no le son extrañas las disputas teológicas más can‐ dentes del momento: arrianismo, macedonianismo, pelagianismo, donatismo y, por supuesto, el priscilianismo, postura doctrinal que está empeñado en combatir por considerar que ha hecho más daño a los provinciales que los propios bárbaros. Afirmación en la que parece evocar una reflexión equivalente de Orosio en su Commonitorium sobre el daño causado por los falsos doctores. Reconoce que hace ya más de una década que adquirió algunas obras de Agustín, entre ellas las Con‐ fesiones, declara su preferencia entre los exégetas por Lactancio y pa‐ rece conocer bastante bien la obra de Orígenes y las polémicas recientes sobre su pensamiento que han llevado a declararlo un autor no aceptable. El aislamiento geográfico es, por otro lado, engañoso, mantiene contactos con los territorios hispanos, parece tener una re‐ lación muy directa con Patroclo de Arlés, que lo ha animado a escribir un tratado antipriscilianista, además de haberle llegado una carta del papa Zósimo (417‐418), tratando sobre Pelagio y Celestino; texto que parece haberlo animado a escribir un tratado contra el pelagianismo,
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 130
130
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
al final de su última carta reconoce que va por el cuarto libro (Epist. 12*). No se alude a que el papa, ya muerto cuando él lo cuenta, hubiese enviado la carta a la isla, pero está claro que tiene contacto directo o indirecto con Roma. Incluso, el propio Agustín parece haber encon‐ trado en él un interlocutor interesante. La Epist. 205 de Agustín es una prolija respuesta a una primera mi‐ siva perdida de Consencio que le había planteado una serie de pregun‐ tas, entre ellas una sobre la composición y la forma del cuerpo de Dios y otra sobre si éste ha formado todas las líneas de los cuerpos humanos. Es indudable que el texto había llamado su atención, no sólo responde con todo lujo de detalles, sino que lo invita a que acuda a conocerlo per‐ sonalmente, aunque lo elogia diciéndole que ya se conoce a aquel cuya alma hemos entendido. En la primera carta conservada de Consencio (Epist. 119), éste anota que ya ha viajado a África para encontrarse con Agustín, pero el obispo de Hipona se había retirado a una finca fuera de la ciudad y no se encuentran, parece que sólo ha podido entrevis‐ tarse con Alipio, el obispo de Tagaste. Ahora le plantea una serie de dudas sobre la Trinidad, sobre el método teológico, y de manera precisa, sobre la validez de la razón, que él considera que debe estar siempre subordinada a la fe. En el texto parece evidenciarse una familiaridad con Agustín, al que pide respuesta detallada al tiempo que hace una declaración de sumisión a su autoridad. El texto alude a las islas en las que vive, donde da a entender que muchos, a falta de un guía espiritual, pueden caer en el error, incluso da a entender que él puede haber caído en alguno en el pasado. En su respuesta, el obispo de Hipona le dice que le había rogado que fuese a verlo porque le complace el ingenio que muestra en sus libros, y cree que leyendo sus escritos junto a él y deba‐ tiendo cara a cara podría sacar mucho provecho, preguntarle dudas y anotar lo que debe enmendar en sus textos; «tienes la facultad de saber explicar las cosas que piensas», le dice a continuación. Es indudable que Agustín considera que ha encontrado un interlocutor de calidad. De hecho, la Epist. 120, en la que le responde, es un auténtico tratado sobre la razón, y su importancia para discernir una vez alcanzada la fe: «no podríamos ni aun creer, si no tuviéramos almas racionales». Es indu‐ dable que no habría dedicado un esfuerzo tal para responder a alguien a quien no considerase digno de recibirlo.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 131
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
131
Pero el valor histórico de los textos se aprecia esencialmente en la lectura de la segunda de sus epístolas (Epist. 11*). Es un docu‐ mento que incluso en su estructura resulta realmente llamativo. Di‐ vidido en 27 capítulos, 22 de ellos (2 a 23) constituyen una narración en primera persona donde recogería el testimonio de un monje, Frontón, que le narra —pareciera que Consencio lo escribe al dic‐ tado, incorporando incluso expresiones del lenguaje vulgar de enorme interés para el filólogo— las vicisitudes vividas en la inves‐ tigación y posterior denuncia de unos herejes que habría desenmas‐ carado en la Tarraconense marítima. Una indagación llevada a cabo siguiendo las instrucciones remitidas por el propio Consencio, quien, por sugerencia del obispo de Arlés Patroclo, ha escrito un tra‐ tado antipriscilianista en tres libros, el último de los cuales está pre‐ sentado como si fuese un tratado priscilianista, para que Frontón pudiese ganarse la confianza de los herejes. Esta epístola ha sido objeto de una exhaustiva investigación en las cuatro últimas décadas, por ello no es nuestra intención reproducir aquí la totalidad de sus implicaciones. En cualquier caso parece obli‐ gado anotar que la valía extraordinaria del documento viene mar‐ cada, por un lado, por la excepcionalidad de la información aportada, mucha de ella desconocida hasta el descubrimiento del texto; por otra parte, por la variedad de intereses a la que atiende, un cúmulo de fac‐ tores entrecruzados que evidencian la vitalidad y complejidad de la vida social, política y religiosa de la Tarraconense a comienzos del siglo V. Incluso, el texto ha contribuido de manera notable al incre‐ mento del corpus prosopográfico de la Hispania tardoantigua. En un primer plano podríamos colocar el panorama socio‐político de la provincia. La interacción entre la aristocracia, el poder romano, representado esencialmente por el comes Hispaniarum Asterio, la je‐ rarquía eclesiástica y la presencia bárbara, que parece episódica, pero marca el fondo de todo el texto. Parece que los bárbaros se han ale‐ jado — por el contexto cronológico aludiría al repliegue de los godos de Valia hacia la Galia—, pero merodean y roban, asaltan una gran propiedad, comercian con un códice robado; otros, más alejados, me‐ recen la atención de Asterio como responsable militar y, en general, se presentan como una amenaza omnipresente. El texto, cuya des‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 132
132
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
cripción sería reiterativa, evidencia las relaciones entre el poder civil y religioso, indudable sobre todo en la colusión de intereses entre las familias aristocráticas y la jerarquía episcopal, que se materializan en el juego de componendas cuando un obispo, un presbítero y una aris‐ tócrata, estos dos últimos parientes de Asterio, se ven acusados de herejes y enfrentados a una audientia episcopal. La descripción deta‐ llada del funcionamiento de esta corte eclesiástica es un testimonio único que incluye detalles anecdóticos impagables, como la presión ambiental generada por los asistentes, la violencia extrajudicial o el recurso a soluciones que resultan chocantes pero que probablemente son fidedignas. Por supuesto, nos da cuenta de la propia ordenación eclesiástica provincial, de unas sedes episcopales en torno a una es‐ tructura metropolitana ya constituida antes del 420, de su funciona‐ miento jerárquico, incluso de la celebración y desarrollo de un concilio provincial (únicamente en esa instancia puede juzgarse a un obispo, se afirma) al que asisten siete prelados y que prefieren la tolerancia y la connivencia con los acusados antes que una ruptura traumática de la comunidad creyente; no podemos asegurar que los siete obispos re‐ presenten a otras tantas sedes, pues nada más Tarragona, Huesca y Lérida aparecen identificadas con sus titulares. Aunque de una ma‐ nera superficial, nos informa igualmente de una realidad monástica que, en general, es absolutamente opaca para este temprano periodo. Más allá de eso, nos da cuenta del ambiente doctrinal, de las dis‐ putas teológicas entre los herejes, que Frontón no identifica de manera precisa pero a los que Consencio llama directamente priscilianistas, del juego de equilibrios sobre el cual parece extenderse la sombra de los acontecimientos que habrían llevado a la ejecución de Prisciliano; en el texto se aprecia una mezcla interesada entre herejía y magia, una velada reclamación de intervención imperial, que recuerda a los juicios de Tréveris. Ese debate teológico adquiere mayor calado porque Pa‐ troclo de Arlés aparece como protagonista en la sombra de los aconte‐ cimientos, quizás interesado en los asuntos de la Tarraconense; es más, Consencio parece estar intentando buscar en Agustín un aliado para los intereses del obispo de Arlés, que tras la muerte del papa Zósimo no parece contar con el apoyo de Roma tras la elección como sucesor de Bonifacio. Consencio quiere incluso obtener el beneplácito de Agus‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 133
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
133
tín para los métodos utilizados por Frontón (por tanto, también por él y Patroclo) para desenmascarar a los herejes, que incluía la mentira, el engaño y la coerción como medios lícitos de acceder a la verdad. La epístola no parece haber encontrado el eco esperado. La res‐ puesta de Agustín no va a tener ahora forma de epístola, sino de tra‐ tado (Ad Consentium contra mendacium). Un texto en el cual, ignorando cualquier implicación relacionada con la polémica priscilianista, o cualquier consideración sobre los intereses evidenciados por Consen‐ cio en su carta, o las pretensiones de Patroclo, se centra en rebatir que la mentira sea legítima como argumento en ninguna disputa teológica, no hay fin que justifique su uso como táctica religiosa. El texto, que se inicia con un Consenti frater carissime, se sigue con una indisimulada reprimenda sobre el carácter siempre ilícito del recurso a la mentira. El tono afectuoso de las Epist. 120 y 205 se enfría y el interlocutor es tratado en términos agrios que se reproducirán luego en sus Retracta‐ tiones (II 60[86]): «Por entonces escribí también el libro Contra la men‐ tira, cuyo motivo fue que a algunos católicos les pareció que debían simular que ellos eran priscilianistas para poder penetrar en sus gua‐ ridas para rastrear a los herejes priscilianistas, que estimaban que de‐ bían ocultar su herejía no sólo negando y mintiendo, sino también perjurando. Para prohibir que se hiciera eso, compuse ese libro». Consencio no parece asumir bien esas críticas y su última carta a Agustín (Epist. 12*) rezuma desdén, hacia la teología y hacia el propio Agustín. En ella vuelve a hacer un encendido elogio del otium, un re‐ chazo de la lectura y, en la práctica, una auto‐exculpación: «me esfor‐ zaba por defender con palabras necias lo que me parecía más justo». Da incluso a entender que su impericia pueda proceder del aisla‐ miento, de la soledad de las islas en las que vive, donde es imposible encontrar a alguien que comprenda las verdades más simples, lo que habría llevado a que naciese en él «la arrogancia de escribir». A conti‐ nuación, explica cómo se había producido su aproximación hacia Agustín; aguijoneado por Maximiano y Caprario, dos diáconos locales, se habría desplazado a África. Ahora da a entender que en algún mo‐ mento se han conocido personalmente: «con muchas conversaciones desnudaste mi pensamiento, con muchas discusiones trataste las ocul‐ tas heridas de mi corazón». Eso lo habría impulsado definitivamente
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 134
134
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
a la lectura y al estudio, habría librado a sus escritos de supercherías, de suposiciones fantasiosas. Sin embargo, tras este recurso a la captatio benevolentiae, su texto da un giro y se vuelve agriamente contra Agustín. Parece dar a entender que en ese momento ha llegado a la isla alguien que conmueve su ánimo, alguien que lo estimula más a la ociosidad que al estudio, un rival de autoridad y mérito —se ha considerado fre‐ cuentemente que se refiriese a Orosio que llegó a la isla en esos años— que lo confirma en la idea de que el afán de conocimiento puede ser un acto de vanagloria. Ignoramos si esa ‘alma gemela’ le proporciona alguna información con la que no contaba, pero, acto seguido, advierte que adentrarse en el conocimiento puede llevarte a lugares de los que sea difícil salir sin daño. Pone el ejemplo de Orígenes y parece advertir a Agustín que, aunque sus textos sean ahora mismo irreprensibles, nadie puede prever el juicio de la posteridad sobre los mismos. A pesar de esta queja velada, de esta advertencia de que todos po‐ demos avanzar por caminos imprevistos, resulta evidente que Con‐ sencio no ha interrumpido su actividad. Parece haber colaborado con el obispo de Menorca, Severo, en la cruzada que éste había emprendido contra los judíos de la isla y que acabarían en su conversión, incluso en la carta en la que Severo habría dado cuenta de los acontecimientos a Agustín. Una noticia de la carta que enlaza al personaje con otro do‐ cumento excepcional y que hasta la aparición de las Epist. 11* y 12* era la única noticia sobre la cristiandad balear del periodo. Ese episodio parece haberlo animado a escribir algún tipo de tratado antijudío, del que le envía doce capítulos esperando que le dé su parecer, y con ellos una carta dirigida a Patroclo. Probablemente el último episodio de la mediación que habría empezado con la carta anterior. Es ahora cuando le informa que está escribiendo unos textos antipelagianos; probable‐ mente influido por la mencionada carta de Zósimo. Ninguno de esos textos ha llegado a nosotros, o nadie los ha re‐ conocido, cuanto menos de manera fidedigna. Agustín parece perder interés por este corresponsal que ha querido, aparentemente, acer‐ carse como discípulo. No sabemos si las razones fueron exclusiva‐ mente teológicas o también de oportunidad política, incluso si más allá de las advertencias del texto no se hubiese visto desautorizado por los reproches del obispo de Hipona. Consencio parece en algún
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 135
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
135
momento criticar la conciliación de los católicos africanos con los do‐ natistas, donde Agustín habría desempeñado un papel importante, en lo que parece una respuesta airada a la incomprensión de su ad‐ mirado interlocutor. Sea como fuere, el personaje desaparece abrup‐ tamente y, perdidos sus escritos teológicos, sus epístolas quedan como el reflejo excepcional de una realidad local en el contexto de las convulsas décadas iniciales del siglo V. [PCD] [8‐10] Consencio, Cartas a Agustín de Hipona608 [8] Carta I a Agustín de Hipona (= Carta 119 del corpus agustiniano) Al venerable señor y reverendísimo padre Agustín, Consencio.
608
Ediciones: Aloisius GOLDBACHER, S. Aureli Augustini Hipponiensis episcopi epistulae, Pragae – Vindobonae – Lipsiae, F. Tempsky – G. Freytag, 1898, pp. 698‐704 (epist. 119) (CSEL, 34,2); Johannes DIVJAK, Œuvres de saint Augustin, 46B. Lettres 1*‐ 29*. Nouvelle édition du texte critique et introduction par Johannes Divjak. Traduction et commentaire par divers auteurs, Paris, Études Augustiniennes, 1987, pp. 184‐228 (epist. 11*) y pp. 230‐254 (epist. 12*) (Bibliothèque Augustinienne, 46B) (si bien seguimos el texto de esta segunda edición, conservamos la numeración de parágrafos de la primera de este mismo editor, citada a continuación). Otras ediciones de Johannes DIVJAK, S. Aureli Augustini Hipponiensis episcopi epistulae ex duobus codicibus nuper in lucem prolatae, Vindobonae, Hoelder – Pichler – Tempsky, 1981, pp. 51‐70 (epist. 11*) y pp. 70‐80 (epist. 12*) (CSEL, 88); Josep AMENGUAL I BATLE, Consenci: Correspondència amb Sant Agustí, 2 vols., Barcelona, Fundació Bernat Metge, 1987, vol. 2, pp. 86‐94 (epist. 119), pp. 96‐118 (epist. 11*), y pp. 120‐133 (epist. 12*) (Col·lecció Bernat Metge, 244), e ID., Judíos, católicos y herejes, pp. 461‐464 (epist. 119), pp. 465‐475 (epist. 11*) y pp. 477‐492 (epist. 12*); Klaus D. DAUR, Aurelii Augustini opera. Pars III,3: Sancti Aurelii Augustini epistulae CI‐CXXXIX, Turnhout, Brepols, 2009 (CC SL, 31B), pp. 137‐142 (epist. 119: parece tomar como modelo el texto de Goldbacher). Hay traducción al español de la carta 119 a cargo de Lope CILLERUELO, Obras completas de San Agustín. VIII. Cartas (1º) 1‐123, Madrid, BAC, 19863, pp. 882‐889 (Biblioteca de Autores Cristianos, 69) (basada en la edición de Goldbacher), y de las cartas 11*‐12* a cargo de este mismo autor en L. CILLERUELO, Obras, pp. 621‐643 (epist. 11*) y pp. 643‐655 (epist. 12*) (basadas en la primera edición de Divjak); de las tres cartas a cargo de J. AMENGUAL I BATLE, Judíos, católicos y herejes, pp. 483‐492 (epist. 119), pp. 493‐513 (epist. 11*) y pp. 515‐528 (epist. 12*); y en catalán de J. AMENGUAL I BATLE, Consenci, vol. 2, pp. 86‐94 (epist. 119), pp. 96‐118 (epist. 11*), y pp. 120‐133 (epist. 12*), e ID., Els orígens del Cristianisme a les Balears i el seu desenvolupament fins a l’època musulmana, vol. 2, Mallorca, Moll, 1992 (Els treballs i els dies, 37), de la carta 119 en las pp. 68‐82 (traducción basada en el texto de Goldbacher), y de las cartas 11*‐12* en las pp. 82‐106 y pp. 108‐122, respectivamente (traducción basada en la segunda edición de Divjak).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 136
136
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
(1) Ciertamente, ya había yo indicado en pocas palabras el asunto de mi petición a tu hermano el obispo Alipio, varón venerable y a quien aprecio con toda mi alma, esperando que se dignase ser el pa‐ trono de mis súplicas ante ti. Pero, como el motivo que te ha obligado a retirarte a la finca me ha privado de tu presencia, he preferido ex‐ poner mi súplica en una carta antes que permitir que mi impaciente espíritu se llene de inquietud, sobre todo cuando, a mi juicio, la so‐ ledad de ese lugar en el que ahora te encuentras puede ayudar a tu discernimiento, que sabe penetrar en los misterios más profundos, en el caso de que decidas que conviene que me sea concedido aque‐ llo que solicito. Así pues, dado que yo he llegado a la firme conclu‐ sión en mi fuero interno de que conviene acercarse a la verdad de la realidad divina más por la fe que por la razón,609 en efecto, si la fe en la santa Iglesia se alcanzase por la razón del intelecto y no por la piedad de la confianza, nadie, a excepción de los filósofos y los ora‐ dores, se haría acreedor a la felicidad celestial, pero, como Dios, que eligió a los débiles de este mundo para confundir a los fuertes,610 quiso sal‐ var a los que creyesen en Él por medio de la sencillez de la predicación,611 en lo que a Dios respecta, no debe tenerse presente la razón, sino que debe seguirse la autoridad de los santos. Ciertamente, ni los arrianos, que consideran que el Hijo, del que nosotros confesamos que fue en‐ gendrado, es más joven que el Padre, persistirían en esta impiedad, ni los macedonianos expulsarían, en cuanto de ellos depende, de la cima de la divinidad al Espíritu Santo, al que nosotros no conside‐ ramos ni engendrado ni ingénito, si prefiriesen acomodar su fe a las Sagradas Escrituras antes que a sus propios razonamientos. (2) No obstante, tú, admirable varón, si nuestro Padre, el único que conoce todos los secretos, el que tiene la llave de David,612 te ha concedido pe‐
609 En este pasaje, la redacción de Consencio no es clara, lo que lleva a Amengual i Batle a pensar que hay un anacoluto, vid. J. AMENGUAL I BATLE, Els orígenes, vol. 2, p. 69 n. 5. Sin duda, tiene razón. Se ha mantenido en la traducción esa interrupción de la línea del pensamiento de Consencio que se advierte en latín, probablemente, porque el autor, al introducir la expresión explicativa que comienza con las palabras «en efecto, si la fe...», pierde el hilo de lo que había comenzado a decir previamente y ello provoca un analocuto en la frase. 610 I Cor 1,27. 611 I Cor 1,21. 612 Apoc 3,7.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 137
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
137
netrar en el edificio de los cielos con la mirada serenísima de tu co‐ razón y contemplar como en un espejo la gloria del Señor a cara descu‐ bierta, según está escrito,613 y puesto que614 en la medida en que te ha dado una capacidad de comprensión semejante, te ha dado asi‐ mismo la facultad de expresarla, danos a conocer alguna pequeña parte de su inefable naturaleza y con su ayuda esfuérzate por expre‐ sar con palabras, en la medida en que puedas, una imagen que lo re‐ presente, pues, si tú no nos asistes en calidad de guía y maestro de algo tan elevado, nuestra comprensión, impresionada por el fulgor de tan gran luz, siente miedo de mirar en su dirección, como si tu‐ viese los ojos inflamados. Adéntrate, en consecuencia, en esa nube oscurísima de los misterios de Dios que rechaza nuestras miradas y esas dudas en las que yo soy consciente de haber errado, cuando he tratado de resolverlas, disípamelas primero a mí, que deseo seguir con fe la autoridad de tu santidad antes que resultar corrompido por la falsa imagen de la razón que nace en el corazón, y hazlo luego en tus libros. (3) Yo, ciertamente, después de oír decir y creer que Jesús, nuestro Señor, era luz de luz, según está escrito:615 Anunciad convenientemente día tras día la salvación que de Él viene, y en el libro de la Sabiduría de Salomón:616 Es, en efecto, el resplandor de la luz eterna, creía en mi cir‐ cunspecta sencillez que Dios (lo que conviene creer, tal y como es digno, no podía creerlo) era una infinita grandeza que poseía cierta luz indescriptible hasta el punto de que la mente humana, aunque pudiese llegar a pensamientos elevados, no era capaz de compren‐ der su naturaleza, medir su extensión o representar su belleza, y que era algo, fuese lo que fuese, que poseía una apariencia incomparable y una hermosura indescriptible que también Cristo, al menos, podía contemplar con sus ojos carnales, y así, cuando yo, hacia el final del primer libro, como sin duda recuerdas, al desear probar que Jesu‐ cristo, nuestro Señor, esto es, el hombre que asumió, poseía todo el
613
II Cor 3,18. Introducimos aquí estas partículas, ausentes en el original latino, para dar sentido a la expresión que sigue. 615 Ps 95,2. 616 Sap 7,26. 614
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 138
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
138
poder divino al tiempo que existía en él la materia propia de la carne humana que había tomado para sí, cuando yo617 había señalado que en sus entrañas no faltaba nada más que la debilidad, se me opuso esta difícil objeción: «Si el hombre, se me dijo, que Cristo asumió se transformó en Dios, no tenía, por consiguiente, que estar limitado por el espacio, ¿por qué, entonces, después de resucitar dijo:618 No me toques, pues aún no he ascendido junto a mi Padre?». (4) En consecuencia, yo, con la intención de probar que Cristo es‐ taba en todas partes en su poder, no en su cuerpo, en su divinidad, no en su carne, escribí las siguientes palabras a propósito de la uni‐ dad de Dios y de la Trinidad de las personas: «Dios, afirmo, es uno solo, las personas son tres. Dios es indivisible, las personas son di‐ visibles. Dios está dentro de todas las cosas, está más allá de todas las cosas, abarca lo más alejado, llena lo que está en medio, sube hasta lo más elevado, se extiende más allá del universo y por todo el universo. Las personas, por su parte, se distinguen entre sí, perma‐ neciendo constantes en sus propiedades, y no se mezclan de un modo confuso. Por lo tanto, Dios es uno solo y está en todas partes, pues no hay otro, excepto Él, y no existe ningún lugar vacío donde pueda haber otro. Todo lo que existe está lleno de Dios y no hay nada, excepto Dios. Él está en el Padre, Él está en el Hijo, Él está en el Espíritu Santo, y por esta razón el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son dioses distintos, sino un solo Dios. Y el Padre no es aquel que es el Hijo, ni el Hijo aquel que es el Espíritu Santo. El Padre está en el Hijo, el Hijo en el Padre y en uno y otro está el Espíritu Santo, pues en los tres, que se distinguen por su número, no por su orden, esto es, por sus personas, no por su poder, habita un Dios único e indivi‐ sible. Todo lo que es del Padre es del Hijo, todo lo que es del Hijo es del Padre y todo lo que es de uno y otro es del Espíritu Santo, pues no poseen una sustancia divina parecida, sino que ésta es la misma, es decir, una misma sustancia unida, no separada. Y, por ello, uno no precede al otro en majestad o en edad, pues no puede dividirse lo que es compacto ni hay nada en la compacidad que pueda separar 617
Repite Consencio el nexo subordinante después de la extensa construcción precedente, que le ha hecho interrumpir el comienzo de su argumentación. 618 Ioh 20,17.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 139
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
139
esa compacidad y hacer una porción mayor para alguien y menor para otro. En las personas, sin embargo, esto no es así, pues la per‐ sona del Padre no es la del Hijo, ni la persona del Hijo es la misma que la del Espíritu Santo. Hay un solo poder que tres poderes asu‐ men, hay una sola sustancia en la que hay tres realidades que sub‐ yacen. En consecuencia, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo están en todas partes en su majestad, pues son una sola cosa, mientras que sólo en sus personas están en sí mismas, pues son tres». Y conti‐ nuando con el resto de la exposición en este mismo tenor, llegué a afirmar que las personas están presentes, ciertamente, en todas par‐ tes, pero con una misma y sola majestad que está en lo alto de los cielos, más allá de los mares y en el fondo de los infiernos. Mostraba que, por esa razón, debe entenderse que el hombre que Cristo asu‐ mió, una vez transformado en Dios, no perdió, ciertamente, la natu‐ raleza que había adoptado, y que, sin embargo, no puede creerse que éste es, por así decirlo, una cuarta persona. (5) Pero tú, un varón a quien el cielo, a mi juicio, ha concedido pe‐ netrar en él con la sutileza de tu discernimiento (pues se expresa ve‐ razmente aquel que dice:619 Bienaventurados los de corazón puro, pues ellos verán a Dios), elevando la grandeza de tu puro corazón más allá de todas las estrellas hasta la contemplación, afirmas que no debe pensarse en Dios como en un cuerpo, pues dices que, aun en el caso de que alguien imaginase en su espíritu una luz mil veces más clara y potente que la del sol, no podría advertirse en ella ninguna seme‐ janza con Dios, siendo así que un cuerpo es algo que puede abarcarse, y que, del mismo modo que no podemos pensar en la justicia o la pie‐ dad como realidades corporales, a no ser que, por un casual, nos las representemos en cuerpos femeninos con la frivolidad propia de los paganos, así también, en la medida en que podamos, debemos pensar en Dios sin recurrir a ninguna representación que sea fruto de la fan‐ tasía. A mí, sin embargo, que apenas puedo comprender en mi cora‐ zón la sutileza de tu disertación, me parece que en la justicia no hay ninguna de las propiedades características de los seres vivos en lo que a la sustancia se refiere y, por ello, no puedo aún creer que Dios, esto
619
Matth 5,8.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 140
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
140
es, una naturaleza viva, sea semejante a la justicia, pues la justicia no vive en sí misma, sino en nosotros, o, más bien, nosotros vivimos de acuerdo con la justicia, pero la justicia por sí misma no vive en modo alguno, a no ser que, por un casual, se afirme que la única justicia ver‐ dadera no es la de la equidad humana, sino aquella que es Dios. (6) Por estas razones, querría recibir una confirmación tuya de todos estos puntos no sólo de viva voz, sino también por medio de una carta detallada. En efecto, no es lícito que únicamente nuestros pies se vean apartados gracias a tus consejos de este camino del error por el que muchos se adentran. En efecto, dado que, en las islas en las que vivimos, muchos, cuando se ponen en camino siguiendo la ruta recta, terminan por desviarse por el sendero de este tortuoso error, ¿habrá entonces allí algún Agustín a cuya autoridad se some‐ tan, en cuyas enseñanzas confíen, por cuyo talento se vean supera‐ dos? ¿O acaso, por ese afecto paternal que me profesas, prefieres dirigir mis pasos con consejos privados antes que censurarme como a un compañero en un mal viaje? A mí, sin embargo, que deseo co‐ rrer por el bien del alma antes que por la alabanza de este mundo, tu refutación no me es inútil y, por esa misma razón, ni siquiera me resulta amarga, sobre todo cuando ella va a procurarnos a mí y a los demás la vida junto con la alabanza. Ciertamente, nadie puede ser un juez tan injusto que, por el hecho de que yo me haya desviado en una ocasión del camino recto, prefiera reconvenirme por mi necedad antes que juzgarme con moderación en la medida en que he elegido el camino recto. En efecto, tampoco deben ser considerados unos ne‐ cios aquellos a los que advertía el apóstol Pablo a fin de que no co‐ rriesen sin una meta clara, diciéndoles:620 Corred de tal modo que alcancéis la victoria. Por todo ello, no sólo nosotros debemos abando‐ nar este camino por el que corremos, sino que asimismo tú debes ce‐ rrarlo y cortarlo al paso, no sea que, por un casual, engañe también a otros a causa de una falaz simulación de amor.621 En efecto, si no 620
I Cor 9,24. Es una expresión difícil de entender, como ocurre a menudo con el sentido de algunas construcciones de Consencio. Se diría que éste se refiere al amor que Agustín siente por él, exhortándolo a no dejar de escribirle al respecto por la mera razón de que siente afecto por él, pues ese amor sería un sentimiento falaz, ya que perjudicaría a otros. 621
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 141
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
141
me engaño, tú has sido escogido ya no sólo como un lector de los li‐ bros publicados por mí, sino como un revisor de aquellos que han de ser aprobados. Ciertamente, en aquella carta que incluí al co‐ mienzo de mis libros a modo de prefacio, están escritas estas pala‐ bras: «Pareció oportuno, digo en ella, estabilizar la nave fluctuante de nuestra fe con la sabiduría del venerable obispo Agustín». Así pues, ¿por qué razón un varón como tú, la cumbre de las enseñanzas que hay en Cristo, dudas en censurar abiertamente a tu hijo, cuando debe ser corregido para lo sucesivo, siendo así que el ancla de tu sa‐ biduría, a menos que clave profundamente sus dientes, no puede es‐ tabilizarnos con una especial firmeza? En efecto, no es una culpa o una cuestión sin importancia aquella de la que no sólo no ha resul‐ tado provecho alguno, es más, en la que incluso, como tú mismo has dicho con absoluta rotundidad, la ceguera de nuestro discernimiento ha incurrido en el delito de una cierta idolatría. Querría que esta cuestión fuese examinada por ti con discreción y prudencia a fin de que la serenidad de tus enseñanzas y tu talento disipase de tal modo la niebla de nuestro espíritu que, lo que ahora no podemos creer, lle‐ guemos a verlo con los ojos del corazón, una vez iluminado por ti con la luz de la inteligencia. ¡Que libre de toda tacha, dichoso y te‐ niéndonos presentes por la eternidad alcances los reinos celestiales, venerable señor y reverendísimo padre! [9] Carta II a Agustín de Hipona (= Carta 11* del corpus agustiniano) Memorando para mi señor y venerable padre Agustín, Consen‐ cio. (1, § 1) Mi reverendísimo señor, el obispo Patroclo, hermano de vuestra santidad, me incitó con su fervoroso amor a escribir aun de manera poco hábil y desacertada un tratado contra los priscilianistas, que por entonces ya devastaban también las Galias. (§ 2) Cierta‐ mente, a fin de no fatigar quizás a tu paternidad con el enorme tedio de su lectura, había decidido retener esta obra junto a mí, pero ocu‐ rrió que se presentó de improviso cierto servidor de Cristo, de nom‐ bre Frontón, en quien el Espíritu Santo ha hecho nacer unas llamas ardentísimas de celo en defensa de la fe. (§ 3) Al preguntarle yo qué
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 142
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
142
había hecho de aquello que le había encomendado, me contó un gran número de cosas no sólo gozosas, sino incluso asombrosas. (§ 4) En efecto, el año pasado yo le había encomendado que, confiado en su virtuosísima prudencia, emprendiese la guerra contra los citados priscilianistas, de los que las Hispanias están tan infestadas que en comparación con ellos parece que ni siquiera los bárbaros han hecho nada malo. (§ 5) Yo le había enseñado e instruido también sobre el modo en que debía aproximarse a determinadas personas, envián‐ dole esos libros que me había visto impulsado a escribir reciente‐ mente por deseo de mi señor, vuestro hermano, al que ya he me referido, y en especial el tercer libro.622 Por qué motivo, después de haber estudiado toda la cuestión en profundidad, he escrito este úl‐ timo libro adoptando el papel de un hereje, está explicado en la ex‐ posición que constituye su pequeño prefacio.623 (§ 6) Así pues, cuando la falta de vientos propicios retenía aquí al hermano Leonas, se presentó muy oportunamente este otro venerable hermano mío, Frontón, que me relató un gran número de cosas, algunas de las cua‐ les voy a exponer aquí para tu conocimiento. (2, § 1) «En la ciudad de Tarraco, me cuenta, en la que yo había le‐ vantado un monasterio para mi retiro, recibí por medio del obispo Agapio el paquete que enviaste a mi nombre. En él encontré la carta, los memorandos y los libros que habías enviado. (§ 2) A continuación, una vez conocidas todas tus consideraciones y las instrucciones sub‐ siguientes, acudí a visitar a la hereje Severa, cuyo nombre me habías dado a conocer expresamente, y, aproximándome a ella del modo en que me había enseñado el texto de tu prefacio, investigué los nombres de los herejes. (§ 3) Ésta me dijo entre otras cosas que cierto presbítero de nombre Severo, distinguido tanto por sus riquezas y su influencia como por sus escritos, y la figura más destacada de esta doctrina, había arrojado en vano sobre su madre el odio de su delación. (§ 4) En efecto, cuando el año anterior este mismo Severo, considerando que los bárbaros se habían retirado ya lejos, se dirigía tras la muerte de su madre al castillo en el que vivía, nuestro Señor Jesucristo, que 622
Se refiere al obispo Patroclo. Frase difícil en latín y mal puntuada por los editores, pues es introducida por lo que es claramente un falso relativo. Adoptamos nuestra propia puntuación. 623
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 143
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
143
escruta todo lo secreto y dispensa todo lo que acontece, a fin de que se revelase tan gran abominación quiso que los bagajes de éste fuesen robados por los bárbaros. (§ 5) Éstos, tras hacerse con todo ese botín, creyendo que tres enormes códices, que contenían todo tipo de sacri‐ legios, eran valiosos y que podrían quizás ser comprados por alguien, los llevaron a la vecina ciudad que recibe el nombre de Ilerda. Pero, al descubrir que esos códices eran abominables, los dejaron en manos del obispo de esa ciudad, llamado Sagicio. (§ 6) Cuando éste consultó lo que había en ellos, si bien ya se había revelado como un malvado a los ojos de Dios, se presentó entonces una circunstancia por la que se manifestó así también a los ojos de los hombres. (§ 7) En efecto, como le agradaban de un modo insensato esos dulces venenos y la noticia de lo sucedido, después de haberse propagado por todas par‐ tes, no podía ya ser ocultada mediante la disimulación, separó dolo‐ samente unos cuadernos de esos libros que contenían execrables y sacrílegas enseñanzas en forma de poemas mágicos y, tras revisarlo todo personalmente, envió a Ticiano, obispo de Tarraco, esto es, el obispo metropolitano, un solo códice, del que, además, había elimi‐ nado todo lo que parecía especialmente pernicioso, acompañando éste de una carta. (§ 8) En ella hacía saber que los enemigos se habían apoderado de tres códices que formaban parte de los bagajes del pres‐ bítero Severo y que se los habían entregado a él, que de ellos ese có‐ dice le desagradaba de un modo particular y que los dos restantes los había guardado en el archivo de la iglesia. (3, § 1) «El obispo Ticiano envió a Siagrio, obispo de Osca, el có‐ dice recibido, pues Severo había asumido el falso nombre de pres‐ bítero en la iglesia de aquél, y le advirtió que sometiese la fe de su presbítero a un prudente examen. (§ 2) Pero el obispo Siagrio, un varón, ciertamente, venerable y católico, pero excesivamente crédulo e irreflexivamente benévolo, creyó a Severo, cuando éste ocultó su sacrilegio con argucias, mentiras y perjurios, y hasta tal punto fue así que incluso persuadió a los demás de que Severo, pensando que esos códices que había recibido de la herencia de su madre eran in‐ ofensivos, había querido llevárselos consigo a su castillo para leerlos y aprobarlos allí con entera tranquilidad. (§ 3) Y así, cuando todos creían esta historia, Severa, esa sencilla mujer que me reveló, tomán‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 144
144
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
dome por un hereje, todos los secretos de sus crímenes, me entregó también al presbítero Severo, afirmando que éste, mediante el pago de una recompensa, había recuperado de manos del obispo Sagicio, aunque ya dolosamente privados de algunos folios, los códices que había fingido que habían pertenecido a su madre. (4, § 1) «Así pues, yo, después de conocer todo esto y confirmarlo con todo tipo de indicios, señales, pruebas y testigos, llevé el asunto ante el rigor del tribunal eclesiástico y presenté una acusación, en primer lugar, contra la propia Severa, la que me había revelado todo, y, a continuación, contra el presbítero Severo. (§ 2) Ciertamente, Se‐ vera, al principio, confundida por la inesperada novedad del pro‐ ceso, no se atrevió a negar lo que recordaba haberme dicho, (§ 3) pero después, cuando Severo comenzó a atacarme con el apoyo del ilustre y distinguido noble, pariente suyo, el conde Asterio, ocurrió que también la citada mujer buscó con rapidez el auxilio de su so‐ brina, hija del conde Asterio, una mujer poderosísima, y, tras ser aco‐ gida en el palacio de ésta, que estaba protegido por un gran número de centinelas del ejército, negó todas sus confesiones, recurriendo al perjurio en su defensa. (5, § 1) «Y así, una vez que todos mis testigos se quitaron de en medio, al ver Severo y sus partidarios que un hombre como yo, que era alguien muy humilde por la bajeza de mi extracción y un men‐ digo por la parvedad de mis bienes, ladraba con palabras desnudas contra una facción tan poderosa como la suya, pues me había visto completamente privado de todas mis pruebas, trataron incluso de hacerme desistir de mis acusaciones con amenazas de muerte, di‐ ciéndome: (§ 2) “¡Ten presente el peligro que has de correr en caso de que el presbítero pruebe su inocencia!”. Y, de inmediato, yo res‐ pondo: “¿Qué queréis además de que, si no consigo probar lo que pretendo, me vea expulsado de la Iglesia como un pagano por todo el resto de mi vida?”. (§ 3) Entonces los herejes dicen, provocando un gran alboroto: “¿Acaso no veis, venerables y reverendos obispos y vosotros, gentes de todas las edades y sexos, que éste se ha mos‐ trado como alguien carente de bienes y rico en mentiras, armado de osadía y desprovisto de honradez? ¡Evitad que este peligroso ejem‐ plo se extienda entre todo tipo de hombres dispuestos a calumniar!
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 145
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
145
(§ 4) En efecto, si un irreflexivo perdón por parte de vuestra equidad no da un escarmiento digno de temor para los demás a esta persona que no ha temido mancillar ella sola a un varón tan venerable y tan noble con el deshonor de una falsa acusación, forzosamente su im‐ punidad excitará con rapidez contra cualquiera de vosotros a todo tipo de falaces acusadores”. (6, § 1) «Cuando las gentes de Tarraco, enardecidas por estos gri‐ tos de los herejes, comenzaron a encolerizarse contra mí, provocando graves disturbios que buscaban mi perdición, yo dije, voceando: “¡Os basta con matarme a pedradas en caso de que mi acusación se revele infundada y la fe de Severo sea juzgada recta!”. (§ 2) “Eso basta, res‐ ponden, pero esta circunstancia debe ser confirmada por las actas del presente proceso”. Y de ello resultó que de un modo peligroso yo confié mi vida y Severo su honor a las declaraciones que se reco‐ giesen en las actas del proceso eclesiástico. (§ 3) Allí, además, recu‐ rriendo a todo tipo de juramentos sagrados, aquél aseguró no haber recuperado, ni obtenido por medio alguno ni visto los códices de su madre, después de que éstos le fuesen arrebatados por los bárbaros. (7, § 1) «Lo siguiente que ocurrió fue que se enviaron cartas de inmediato a los obispos de Ilerda y Osca a fin de que Sagicio se dig‐ nase enviar al punto los dos códices que anteriormente, en la carta enviada a Ticiano, el obispo metropolitano, había afirmado retener en su poder, y Siagrio, por su parte, el otro códice que había recibido abiertamente de ese mismo obispo Ticiano, pues la causa así lo exi‐ gía. (§ 2) Pero Severo, sirviéndose de una acusación llena de menti‐ ras, envió al mismo tiempo a su pariente, el conde e ilustre varón Asterio, y a todos sus restantes amigos y allegados, varones pode‐ rosísimos todos ellos, una carta en la que denunciaba falsamente que yo, un calumniador injuriosísimo y falacísimo, atacaba con inculpa‐ ciones intolerables tanto al conde como a su casa e hija y que los mor‐ tificaba con injurias y violencias. (§ 3) Se presentó con rapidez en Tarraco el conde e ilustre varón Asterio, a quien se confió el mando de tan gran ejército y la dirección de tan gran guerra,624 y lo acom‐ 624 Son expresiones figuradas: es la guerra declarada por los nobles parientes de Severo contra Frontón.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 146
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
146
pañó esa multitud de tantos varones poderosísimos, estremecién‐ dose de cólera contra mí, una solitaria pulga muerta.625 Pero todo salió a Severo muy al contrario de como esperaba. (8, § 1) «En efecto, aunque la evidentísima verdad de nuestro bando sufría las acometidas de todos los más altos estamentos, in‐ cluido el de los obispos, sin embargo, el poder de nuestro Señor Je‐ sucristo acudió en auxilio de mi pobre persona, hasta el punto de que incluso el propio conde, aun siendo inocente y aun siendo cató‐ lico, se sintió aterrorizado. (§ 2) En efecto, éste, cuando llegó a Ta‐ rraco y supo que yo, que estaba solo, me enfrentaba a las vehementísimas acusaciones de su pariente, de su hija y de todos sus amigos y sus servidores, como era un hombre justo y temeroso del Señor y no creía del todo en semejantes acusaciones, no quiso castigar de un modo irreflexivo y cruel unas injurias que iban tanto en su propio perjuicio en particular como en el de los suyos y ordenó que yo, del que él sabía que, aunque pobre, era, no obstante, cris‐ tiano, fuese conducido al pretorio sin violencias. (§ 3) Yo, por mi parte, lleno de la confianza que me hacía tener el auxilio de nuestro Señor Jesucristo, respondí que no podía acudir a su mansión, pues sabía que estaba infestada de una muchedumbre de herejes, no fuese a ser que sufriese, por un casual, el ataque de los enemigos que me amenabazan con darme muerte a la vista de todos, (§ 4) pero que, si había algún aspecto de la causa o algunas palabras que no se me pu‐ diesen comunicar por medio de unos mensajeros o de una carta, él debía acudir a la iglesia, si lo consideraba oportuno, a fin de que allí, más bien, yo conociese de qué se trataba. (9, § 1) «Entonces, él, sin demorarse, tan pronto como amaneció, acudió a la iglesia y se dirigió a la sala en la que se encontraban reu‐ nidos los obispos para exponer también él junto con los demás las quejas que tenía contra mí. (§ 2) Y en primer lugar, después de hablar todos ellos durante largo tiempo con los obispos Ticiano y Agapio, se ganaron también su poderoso favor contra mí, pretendiendo que yo era un delator de todo punto capcioso y falaz, que había enga‐ ñado con artificios a una mujer incauta y sencilla y la había incitado 625
Cfr. I Reg 24,15.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 147
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
147
a inventar una fábula mendaz sobre un presbítero y que ahora, por una bruma de sospecha sin consistencia alguna, una sospecha que incluso la propia mujer que era citada como denunciante afirmaba que era falsa, toda una casa entera de ilustres varones era objeto de acusación por mi parte, un conde era perseguido por mí con injurias y la hija de este conde era infamada. (10, § 1) «Con palabras como éstas y otras semejantes suscitaron en tal medida los odios de todos contra mí que no sólo las gentes del pueblo, sino incluso los sacerdotes lanzaban sobre mí amenazas de muerte. (§ 2) Al punto soy llamado a la sala del tribunal para ser in‐ crepado allí a solas por los obispos, avergonzado por los clérigos, desgarrado por los herejes, reprendido por el conde, escupido por los soldados e incluso lapidado por las gentes del pueblo. (§ 3) Cuando fui conducido hasta allí, de inmediato el obispo Agapio, es‐ tremeciéndose de cólera, me dice con estas palabras que inspiraban un gran terror: “¿Dónde están, Consencio, esa carta y esos memo‐ randos de no sé qué tipo que encontraste en el paquete que yo mismo te llevé?”.626 (§ 4) A estas palabras yo respondí con firmeza que todo ello estaba en mi poder. Y él me dice: “¡Tráelo todo de in‐ mediato y devuélvemelo, si no quieres que se te imponga una sen‐ tencia condenatoria emitida ahora mismo!”. (§ 5) Ante estas palabras yo, burlándome lleno de confianza de sus absurdísimas amenazas, le pregunté por qué razón ordenaba que todo eso le fuese entregado. (§ 6) Entonces él me dice: “Para que lo leamos todo de principio a fin y conozcamos qué es lo que te ha empujado de repente a perse‐ guir a unos hombres de todo punto inocentes”. (§ 7) Yo, por mi parte, le digo: “Tú me entregaste todo eso, tal y como aseguras. ¿Cómo es posible, entonces, que ignores los contenidos de lo que me entre‐ gaste?”. Entonces él me dice: “Consencio me entregó sellado todo lo que debía traerte, ¿acaso era lícito que una desleal curiosidad me in‐ citase a romper el sello?”. (§ 8) Yo le digo: “¿Por qué, entonces, ahora deseas con tanta intensidad conocer aquello que aquel que hizo el envío quiso que ignorases? (§ 9) Ciertamente, si aquél te consideraba un mensajero idóneo, no debió entregarte sellado aquello por lo que
626
Véase más arriba el cap. 2,1.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 148
148
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
ahora finalmente te interesas con solicitud. (§ 10) En consecuencia, ¿por qué me censuras, si yo ahora siento recelo de dar a conocerlo a una persona como tú, cuando aquel que, sirviéndose de ti, lo envió cerrado dejó también un ilustre testimonio de la confianza que me‐ reces?”. (11, § 1) «Tras estas palabras el obispo se sintió transportado por un furor tan desmedido contra mí que, levantándose violentamente de su silla, quería darme muerte con sus propias manos en presencia de todos. (§ 2) Pero, ¿quién podría creerlo?, al censurarlo incluso el conde, la locura del obispo, reducida por el poder de nuestro Señor Jesucristo, se aplacó. (§ 3) El conde, por su parte, me preguntó de un modo prudente y moderado por qué razón yo atacaba, lleno de odio, a su casa y a un presbítero pariente suyo. (§ 4) Yo le digo: “¿Consi‐ deras, noble e ilustre varón, que es puro odio el que yo desee puri‐ ficar tu casa, el que ansíe que aquellos a los que la serpiente de Severo ha inyectado un veneno mortal se vean liberados de los peli‐ gros de la muerte eterna tras serles administrado el antídoto de un clementísimo rigor?”. (§ 5) El conde, si bien apoyaba modestamente su cabeza en su mano en silencio con su mirada fija en el suelo, no sólo me escuchó con paciencia mientras yo exponía todas estas cosas y otras semejantes, sino incluso con una disposición favorable, y fi‐ nalmente me respondió que yo era incluso merecedor de los mayo‐ res agradecimientos por tan gran beneficio, siempre y cuando mis afirmaciones resultasen ciertas. (§ 6) Entonces yo le digo: “Que de‐ muestren ahora mismo Severo y los demás que yo he pronunciado, aun de modo accidental, alguna palabra que resulte especialmente infamante para ti. Antes bien, si no te distinguieses por unas proba‐ dísimas actuaciones en favor de la fe católica, nunca el terror de tu poder habría cerrado la libre boca de Frontón”.627 (§ 7). Entonces el conde dice: “Te agradezco que te dignes dar testimonio de mi fe. En cuanto a la fe de Severo y de los demás, si bien están unidos a mí 627 Se refiere Frontón a sí mismo. No queda claro, en cualquier caso, si Frontón quiere decir que es un hombre libre y, en consecuencia, nadie puede obligarlo a guardar silencio, o si se refiere a que Asterio no habría podido obligarlo a callar de otro modo cuando se expresaba con libertad. Si es este segundo caso, habría que modificar la traducción: «la libre boca de Frontón, cuando ésta se expresaba con libertad».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 149
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
149
por una cierta consanguinidad, es manifiesto, no obstante, que su fe no puede ser un desdoro para mi propia fe”. (12, § 1) «Y así, el conde, tras levantarse después de decir estas palabras y regresar a su palacio, interrumpiendo de ese modo todo el proceso, contempló con tan gran admiración la confianza que el Señor me infundía que de inmediato me hizo llegar un billete redac‐ tado en unos términos tales que nadie podría creerlos. (§ 2) Me decía: “Te ruego que nos disculpes, siervo de Cristo, si en algo acaso te hemos ofendido, y que me acompañes con el poder de tus oraciones, pues, como ves, me apresuro a partir al combate al frente del ejér‐ cito”. (§ 3) Mientras tanto Severo y los demás, confundidos, cierta‐ mente, ese día por la inesperada equidad del conde, se mantuvieron tranquilos durante algún breve tiempo, pero después de unos pocos días suscitaron contra mí unos odios tan grandes por parte de todos que no podía encontrarse en esa ciudad prácticamente ninguna per‐ sona de tan piadoso corazón y santa vida que no creyese que yo me‐ recía la muerte, hasta tal punto que mi espíritu, quebrantado por la desesperación, no esperaba nada bueno y sólo podía suspirar con languidez. (§ 5) Pero el Señor, que no desprecia los corazones con‐ tritos y humillados,628 cuanto mayor veía que era el ardor con el que me atacaban los hombres, en tanta mayor medida me manifestaba la gracia de su auxilio. (§ 6) En efecto, cierto siervo poderosísimo por cuyos caprichos se veía dominada no sólo toda la servidumbre del citado conde, sino incluso la hija de éste, de la que había sido ayo, una persona muy fuerte en lo físico y de una gran crueldad de espí‐ ritu que ejercía el poder de manera insolente y había tramado a me‐ nudo asechanzas contra mí que se habían visto frustradas, dado que yo, que miraba en todo momento por mi vida, apenas salía de la igle‐ sia, finalmente, al dejarse dominar abiertamente por la cólera, me‐ reció sufrir a la vista de todos el castigo impuesto por nuestro defensor.629 (13, § 1) «En efecto, irrumpió de improviso armado y rodeado de una caterva de sediciosos y, dirigiendo su mano extendida hacia mí, 628 629
Cfr. Ps 50,19. Se refiere a Jesucristo, evidentemente.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 150
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
150
dice: “Entregadme a ese perro, yo he de silenciar ahora mismo sus ladridos con una muerte digna de él”. (§ 2) Entonces las gentes del pueblo e incluso aquellos que me amenazaban sediciosamente con la lapidación expulsaron de la iglesia a ese crudelísimo iracundo con sus piadosos clamores. (§ 3) Ese mismo día éste, tras retirarse a su mansión en las afueras de la ciudad, cenó placenteramente, sin duda, pero de madrugada mi vengador lo golpeó con el dolor de un mal tan mortífero que no pudo ser transportado de regreso a la ciudad hasta el séptimo día y ya muerto. (§ 4) Al darse esta circunstancia, los fieles, atemorizados por el manifestísimo poder implícito en esta señal, desistieron durante algún tiempo de sus ataques hacia mi per‐ sona, pero mis enemigos y toda la casa del conde, inflamados por un mayor y más demente sentimiento de odio, reclamaban mi muerte en calidad de homicida, como si hubiese asesinado a ese hombre sirviéndome de mortales maldiciones. Sólo hubo, por lo demás, unos pocos absolutamente incrédulos que dijesen que aque‐ llo había sucedido por casualidad. (14, § 1) «Mientras eso sucedía en Tarraco, en Ilerda el obispo Sa‐ gicio se veía forzado por la carta del obispo Ticiano a restituir o, más bien, a mostrar los códices que había afirmado que estaban en su poder. (§ 2) Y así, ciertamente, como resultado de una admirable com‐ binación de circunstancias ocurrió que, al enviar Severo de inmediato una carta a Sagicio totalmente en secreto en la que le informaba de lo que había sucedido, el mensajero se dirigió primero con toda rapidez al castillo de Severo, que se encontraba a una distancia algo mayor, a fin de compeler a cierto monje Ursición, amigo de Severo, a que sa‐ case del retirado escondrijo de Severo los códices que se reclamaban a Sagicio y los llevase ocultamente a éste. (§ 3) Pero Sagicio, que tenía presente que había devuelto esos códices a Severo tras recibir en se‐ creto una suma de dinero de éste,630 como se veía atormentado en su interior por las llamas de su mala conciencia y se extrañaba de no haber recibido ninguna carta de Severo al respecto, creyó que el obispo de Osca Siagrio, del que sabía que había devuelto igualmente su códice a Severo, había hecho esto llevado por un sentimiento se‐
630
Véase más arriba el cap. 3,3.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 151
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
151
mejante de avaricia y le escribió una carta en secreto en la que le decía que no le cabía la menor duda de que también Siagrio se veía forzado por una carta semejante del obispo metropolitano a restituir su único códice (§ 4) y que, en consecuencia, puesto que tiempo atrás él había enviado al propio Siagrio, a quien se había confiado el examen de su presbítero, los dos códices que había tenido en su poder por medio de cierto diácono Paulino y que este Paulino, como no había encon‐ trado al obispo Siagrio en su castillo, había entregado los códices al presbítero Severo, por todo ello, le suplicaba en ese momento enca‐ recidamente que, siendo así que esos hechos resultaban absoluta‐ mente desconocidos para todos, a fin de que no surgiese, por un casual, ninguna sospecha, se dignase abrir los escondrijos secretos del presbítero Severo y llevarse consigo ocultamente los códices en‐ viados para que él, por su parte, pudiese afirmar en el juicio que no había entregado en modo alguno los códices a Severo. (15, § 1) «Mientras esta carta es enviada al obispo de Osca Siagrio, Ursición, el servidor de Severo anteriormente citado, llevó en secreto los libros a Sagicio. Tras recibirlos, Sagicio se sintió transportado por una alegría tan grande como la tristeza que lo había afligido con an‐ terioridad y, con su espíritu predispuesto ya para el perjurio, partió de inmediato en dirección a Tarraco. (§ 2) Siagrio, por su parte, cuando recibió la carta convocatoria del obispo Ticiano y la misiva se‐ creta de Sagicio, al advertir que, por haber devuelto con irreflexiva candidez a su presbítero Severo el códice que había recibido, se había visto implicado en una acusación que hacía recaer sobre él las mayo‐ res sospechas, después de sentirse agitado durante algún tiempo, víc‐ tima de una gran ansiedad, había decidido finalmente presentarse ante el tribunal con el propósito de liberar de los lazos de una sospe‐ cha tan grande tanto al presbítero Severo como a su coepíscopo Sagi‐ cio, ajustándose también él a los términos de la mentira que le había sido transmitida, (§ 3) cuando, de improviso, esa misma noche, ate‐ rrorizado por una admirable visión de nuestro Señor Jesucristo, vio cómo recibía lleno de tristeza ante el tribunal del Juez tremendo la pena acorde con el gran crimen que tenía sobre su conciencia y, al punto, se levantó tembloroso y fue sacudido por una consternación tan grande de su espíritu que no sólo dio a conocer la carta de Sagicio
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 152
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
152
y forzó a Ursición, aquel monje de Severo que había sido el portador de los libros, a confesarlo todo en las actas de un proceso eclesiás‐ tico,631 sino que, además, emprendiendo a pie un viaje muy largo, di‐ fícil y peligroso, salió tras los pasos de Sagicio, que se dirigía a Tarraco. (16, § 1) «Pero Sagicio, que por una extraordinaria disposición del Señor se había adelantado mucho a él, tras tomar asiento en el juicio en compañía de los obispos, dice: “He aquí, reverendísimos herma‐ nos, los códices que vuestra santidad había ordenado que fuesen mostrados”. (§ 2) Ante estas palabras yo, que, como he dicho antes, había conocido los secretos que rodeaban a esos códices por la reve‐ lación de la hereje Severa, comencé a afirmar que, sin la menor duda, Sagicio había recibido recientemente a escondidas de parte de Severo los códices que habían sido vendidos a éste tiempo atrás y que, por lo que a mí respectaba, sabía, en efecto, qué suma de dinero había recibido Sagicio y cuándo y por medio de quién había vendido a Se‐ vero esas armas impías destinadas a la perdición de las almas de muchos. (§ 3) Entonces Sagicio, buen conocedor del derecho, cierta‐ mente, e instruido en las artes liberales, poniéndose en pie y dando grandes gritos contra mí, solicitó que, a menos que yo probase de inmediato mis acusaciones, pereciese lapidado. (§ 4) Él, por su parte, en presencia de todo el pueblo, poniendo por testigos a los Evange‐ lios y recurriendo a todo tipo de juramentos sagrados, perjuró no una vez, sino varias, afirmando que esos códices habían permane‐ cido guardados en el archivo de su iglesia desde el momento en que fueron depositados en él, hasta el punto de que Severo ni siquiera los había visto. (§ 5) Severo se ató asimismo con las ataduras de unos perjurios semejantes. Y todos aquellos a los que yo citaba como tes‐ tigos o acusadores, sosteniendo la misma mentira, declaraban igual‐ mente que yo era un sacrílego enemigo de los venerables sacerdotes. (17, § 1) «La propia Severa negaba de todo punto su declaración y, perjurando, me acusaba de haber inventado una inaudita mentira. Ante estas palabras, como el griterío insoportable de todo el pueblo me amenazaba con una muerte inminentísima, solicité que el juicio se aplazase hasta el día siguiente, el único remedio que encuentra 631
Todo esto sucede en Ilerda.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 153
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
153
un espíritu consternado y confuso. (§ 2) Prometí, en efecto, con la más completa confianza que Cristo, el autor de la verdad incorrup‐ tísima, revelaría al día siguiente por los medios que quisiese los ma‐ nifiestos perjurios de Sagicio, Severo y todos los demás. (§ 3) Esto pareció humano incluso a los herejes, de modo que permitieron que mi suplicio por lapidación fuese demorado durante el brevísimo es‐ pacio de tiempo que yo solicitaba. (§ 4) Ese mismo día por la tarde llegó de improviso el obispo Siagrio, a quien yo acusaba igualmente, pues sabía que era el principal defensor de su presbítero Severo y que había devuelto a éste en secreto un códice. (§ 5) Cuando supe que aquél había recorrido a pie un camino tan largo y tan fatigoso, preguntándome cuál sería la razón que había empujado a un hombre rico como él, de edad avanzada y salud delicada, a hacer frente a la fatiga de tan gran esfuerzo, corrí al punto al albergue al que se había retirado y, tras saludarlo, (§ 6) le dije: “¿Acaso te parece bien que tú y Sagicio, sirviéndoos por igual de la misma mentira, sorbáis mi san‐ gre al negar que habéis restituido en secreto a Severo sus códices, de modo que yo, pese a ser inocente, perezca, puesto que no puedo pro‐ bar aquello que, si no hubiese sabido con toda seguridad, cierta‐ mente, no habría denunciado?”. (18, § 1) «Entonces él me dice: “¿Quién ha podido, hijo, revelarte lo que se ha llevado a cabo del modo más secreto?”. Sorprendido, por mi parte, de que aquel que yo había creído que había venido a confirmar los perjurios de todo el mundo se expresase de inmediato en unos términos que suponían una confesión, le relaté desde el principio la serie completa de los sucesos que habían llevado a mi denuncia. (§ 2) Y cuando le dije que Sagicio y Severo habían negado eso mismo haciendo uso de unos juramentos tan sagrados, él, deján‐ dose llevar por la indignación de un perjurio tan execrable, se pone a gritar (§ 3) y dice: “¡Trae, siervo mío, cuanto antes esa carta de Sa‐ gicio en la que ha confesado haber enviado los códices a Severo! ¡Trae asimismo esas actas en las que ha quedado demostrado que aquél ha recuperado recientemente esos mismos códices por inter‐ medio del monje Ursición!”.632 Y sin fingir que él se había mostrado
632
Referencia al proceso verbal mencionado en el cap. 15,3.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 154
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
154
reticente a revelarlo todo y que había sido compelido a ello por una terrible advertencia del Señor, me refirió también con palabras sen‐ cillas todo el desarrollo de su extraordinaria y terrorífica visión. (19, § 1) «Entonces yo digo: “Te suplico, reverendo padre que has sido apartado de la sociedad de los impíos por una gracia tan grande de Cristo, que, entregándome ahora esos documentos, tú, por tu parte, guardes silencio hasta que sepamos si a Sagicio y Severo su conciencia los empuja mañana a mostrar algún respeto al menos a los altares de Cristo”. (§ 2) Se llegó, así, al día siguiente y, estando presente todo el pueblo en el juicio, cuando vi que los citados fuelles de mentiras soplaban unos perjurios semejantes633 o quizá mayores, (§ 3) dije: “¿Por qué, Sagicio, por qué te ufanas de llevar ese falso nombre de obispo? ¿No temes degollar a tu alma con tan grandes perjurios? ¿Acaso no has enviado recientemente una carta sobre este asunto al obispo Siagrio? ¿Acaso no has recuperado los códices por intermedio del monje Ursición?”. (20, § 1) «Aquél, al oír estas palabras, no sólo se ataba con la ata‐ dura de un mayor número de perjurios, negándolo todo, sino que incluso incitaba a las gentes del pueblo a acabar conmigo por atre‐ verme a inventar tantas acusaciones increíbles e inauditas, hasta que, al mostrar yo la carta y constatarse su culpabilidad, huyó de inme‐ diato del juicio y de su oprobio. (§ 2) Cuando esto ocurrió, al ser ur‐ gido el obispo Ticiano por los grandes gritos del pueblo a condenar a aquél, dijo que sólo un gran número de obispos reunidos podían emitir una sentencia sobre la conducta de un obispo. (§ 3) Y cuando yo, después de perseguir con una parte del pueblo a Sagicio en su huida hasta fuera de la ciudad, lo insté a devolver los cuadernos que había robado de esos libros, ciertamente, durante largo tiempo juró que había recibido los códices mutilados y estropeados por los bár‐ baros y que era indudable que todo lo que decíamos que había en esos códices había perecido en manos de los bárbaros, (§ 4) pero des‐ pués, lleno de temor, se vio forzado a devolver todo lo que faltaba. Y cuando solicité que aquello fuese leído en voz alta en presencia del pueblo, con motivo de esa lectura salieron a la luz unos crímenes 633
Cfr. Juvenal, Saturae, 7,111.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 155
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
155
tan inauditos que ningún oído podía soportar la violencia tan grande de ese veneno. (21, § 1) «Es conocido que a continuación se celebró un concilio sobre estos sucesos y que la verdad resultó aplastada de tal modo debido al increíble favor que todos mostraron hacia aquéllos o, más bien, fue de tal modo puesta en venta que se permitió a los sacrílegos comulgar de nuevo y que, con objeto de que nunca más en lo suce‐ sivo pudiésemos reabrir la causa contra ellos, tanto las actas como los códices se quemaron en una hoguera. (§ 2) Y cuando yo me pre‐ senté espontáneamente ante los obispos y me manifesté con la mayor dureza contra ese juicio venal, uno de los siete obispos, el tal Agapio, trató de consumar de hecho la amenaza de muerte que había lan‐ zado contra mí. (§ 3) En efecto, después de sujetarme y golpearme, dándome bofetadas y puñetazos, como sus coepíscopos, a los que desagradaba tan gran locura, consiguieron retenerlo, dijo: “¡Que ahora se vaya éste de aquí y, si él, que se jacta de haber derribado con sus afirmaciones a la persona más importante de la casa del conde, es capaz de ello, que trate ahora de causar mi ruina con inju‐ rias semejantes!”. (22, § 1) «Entonces yo, lleno de alegría por el ultraje recibido, digo: “¡Que Cristo escuche y juzgue estas palabras!”. Y ahora el temor al pecado cierra por completo nuestras bocas para que no recordemos lo que sucedió a continuación. (§ 2) En efecto, ¿quién ha de atreverse de un modo temerario a penetrar en el profundo abismo de los jui‐ cios del Señor?634 Ciertamente, vimos que el citado obispo alrededor de siete días después, víctima de improviso de un dolor en la gar‐ ganta, no entregó su espíritu antes de pedirme perdón a mí, el más desdichado de los hombres, por aquel comportamiento que tuvo, así como por sus palabras. (§ 3) Pero, ¿acaso podemos afirmar sin co‐ meter un pecado que un obispo que parecía católico fue golpeado por el castigo del Señor? (23, § 1) «Por esa misma época, al acrecentarse los odios de todos contra mí, me vi compelido a emprender esforzadamente un larguí‐
634
Cfr. Ps 35,7.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 156
156
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
simo viaje y a acudir con rapidez en busca del auxilio del venerable y reverendísimo Patroclo, obispo de Arlés, que merecía las mayores alabanzas por su ilustrísima firmeza en la persecución de esa herejía. (§ 2) Y, ciertamente, sin dificultad alguna obtuve de él que todos los implicados, tanto los reos como los jueces que habían adulterado el peso de la justicia con un inicuo proceso, fuesen citados a acudir al concilio que aún no sabemos si va a celebrarse en la ciudad de Bé‐ ziers, según se ha anunciado. (§ 3) Entre tanto, al ofrecerme un pe‐ queño espacio de tiempo una agradabilísima compañía, he emprendido esta dificultosa y peligrosísima travesía y he venido a esta isla con el único propósito de disfrutar de tu presencia y de re‐ ferirte todo esto de viva voz por si en algo podía ser acaso instruido por ti». (24, § 1) Con estas palabras concluyó el relato del venerable y re‐ verendo varón Frontón que yo acabo de transmitir ahora mismo a los oídos de vuestra beatitud tal y como lo recibí de su boca. (§ 2) Pues bien, aunque no existe ninguna duda sobre la veracidad de esta historia, al consultar al respecto ahora al celeste senado de vuestra beatitud, os advierto, no obstante, en primer lugar, que, si bien no se ha dejado oír el más mínimo rumor, por incierto que sea, pese a todo, se cree con razones muy firmes que los obispos hispanos no acudirán en modo alguno al concilio que vuestro venerable y reve‐ rendísimo hermano Patroclo ha convocado, movido no por la fuerza de su autoridad, sino por la de su piedad. (§ 3) Pero ese mismo ve‐ nerable y reverendísimo hermano vuestro, así como los restantes obispos galos, unos varones preclaros e insignes, que no están dis‐ puestos a permitir que un mal tan grande se extienda dentro de la Iglesia de nuestro Señor Jesucristo, inflamados, tal y como tengo por seguro, por el fuego de un mayor celo, luego de transmitir quizás todo lo ocurrido también a los oídos del ínclito príncipe, se esforza‐ rán por que el cáncer de esta doctrina, que reptando sigilosamente se ha extendido ya por casi todo el orbe, sea cauterizado en todas las provincias con los hierros candentes de una misma sentencia. (25, § 1) He sabido con certeza, por lo demás, que hay quienes protegen a los execrables y sacrílegos priscilianistas, siguiendo el ejemplo de vuestra beatitud. (§ 2) Dicen, en efecto: «Los obispos afri‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 157
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
157
canos no han privado del grado del sacerdocio a los donatistas que de cualquier modo que sea se han convertido a su fe y el ilustre y noble doctor Agustín, es más, la gracia del Espíritu Santo que habla por su boca,635 ha considerado que debe aprobarse que no se abran las puertas de la Iglesia a ninguno de aquellos en los que se haya descubierto este tipo de sacrilegios a menos que se someta a la peni‐ tencia pública, mientras que, entre nosotros, existe una crueldad tan grande que expulsamos del sacerdocio a los sacerdotes sorprendidos en el crimen de este dogma o decretamos una pena tremendamente desmedida y severa». (26, § 1) En consecuencia, recurriendo a una oportuna sugerencia, según entiendo, basada en la confianza que tengo en vuestro afecto y amor hacia mí, si es que bondadosamente aceptas recibirla, me atrevo a rogaros que vuestra venerable y reverenda paternidad tenga a bien enviar una carta sobre este asunto a vuestro reverendísimo hermano, el obispo Patroclo, que desea ser visitado por tus escritos, según he podido saber, y que en ella la diversidad de las provincias, las personas y los dogmas le haga ver que debe aprobarse en este caso una sentencia distinta. (§ 2) En efecto, hay muchas diferencias, según lo entiende un necio como yo, entre Hispania, que tolera un incesto oculto, y África, que fornica públicamente. Y, así, también existe una gran diferencia entre los hispanos, que temen ser sorpren‐ didos en sacrilegio, y los africanos, que incluso se jactan con perti‐ nacia de su cisma. (§ 3) De un modo semejante los priscilianistas, que son absolutamente dignos de toda execración y reprobación, se distinguen, sin la menor duda, por la magnitud de sus crímenes de los donatistas, aun siendo éstos crueles y violentos. (27, § 1) Y si desdeñas esta necia y estúpida sugerencia mía, te ruego que te dignes disculpar mi osadísimo amor. (§ 2) En efecto, impulsado por esta oportuna circunstancia,636 he creído que debía ser enviado a tu paternidad el libro que he mencionado al co‐ mienzo.637 (§ 3) En caso de que tu paternidad tenga a bien que este 635
Cfr. Luc 1,70; Act 3,21. Se refiere a la visita de Frontón y a su relato sobre los sucesos de Tarraco. 637 El tratado contra los priscilianistas perdido mencionado al comienzo de la carta, en el cap. 1,1. 636
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 158
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
158
libro sea entregado para su lectura a algunos jóvenes muy bien ele‐ gidos y muy astutos y los instruya como conviene, creo que saldrán a la luz los numerosos focos de priscilianistas que se ocultan, sobre todo, en esa ciudad. Que acordándote de mí prosperes por la eterni‐ dad, venerable y reverendísimo señor. [10] Carta III a Agustín de Hipona (= Carta 12* del corpus agustiniano) Memorando para mi venerable señor, digno de ser honrado por mí por la eternidad, y mi reverendo padre Agustín, Consencio. (1, § 1) Los libros de las Confesiones y otros muchos hace alrede‐ dor de doce años los adquirí más por el censurable deseo de poseer‐ los que por el adecuado y laudable afán de instruirme. Sin embargo, dominado por una increíble languidez, los había guardado hasta ahora, por así decirlo, sellados. (§ 2) Al comenzar a leerlos reciente‐ mente, encuentro allí expresadas con la más absoluta claridad algu‐ nas cuestiones que yo me he esforzado en examinar con el mayor interés y, al reconocer en ellos muchas de las ideas de mis pensa‐ mientos, como si una pintura me las mostrase, empiezo a darme cuenta de que, a la hora de conocer también otras cuestiones que deseo comprender, no me ha faltado un maestro, sino que, más bien, yo no he aprovechado el maestro que tenía.638 (§ 3) En fin, para con‐ fesarlo con sencillez ante la mirada del Señor, antes de estos últimos cuatro años aproximadamente, esto es, antes de que se me ocurriese acudir a visitar a tu santidad, había leído dos o tres folios, no más, del primer libro de las Confesiones, pero, tal y como tu paternidad acostumbra a comparar los espíritus de todos los necios con los ojos inflamados, lastimado por el molesto resplandor de tus sentencias, pues no encontré allí nada suave ni delicado que aliviase las heridas de mis ojos, me refugié de inmediato en las gozosísimas tinieblas de mi ignorancia y no sólo evité esos libros, sino también todos los demás, con mayor cuidado que la sangre de una serpiente.639
638 639
Se aduce como paralelo un pasaje de Cicerón, Pro Gn. Plancio oratio, 89. Horacio, Carmina, 1,8,9‐10.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 159
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
159
(2, § 1) Sentía, ciertamente, una repugnancia tan grande y tan mortal que, con excepción de los libros canónicos,640 que su reputa‐ ción había hecho que fuesen venerables para mí, mi enfermo estó‐ mago sufría unas náuseas terribles ante los tratados de todos los exégetas. (§ 2) Sólo Lactancio me agradaba en razón de su forma de expresarse de manera clara y ordenada. Sin embargo, llevado por mi ardentísimo amor por la ociosidad, lo había rechazado junto con los demás tras leerlo únicamente una sola vez, y como, debido a esa desmesurada repugnancia por la lectura, la salud de mi alma se veía afectada por el mal del letargo, durante numerosos años, víctima de la más absoluta ociosidad, apenas hojeé en una o dos ocasiones las escrituras canónicas. (§ 3) Pero, a pesar de que la indiferencia me do‐ minaba por completo tanto en lo que hacía a mi espíritu como a mi cuerpo, si entre los servidores de Cristo surgía en mi presencia, como suele ocurrir, alguna controversia en torno a las cosas divinas, yo era uno de aquellos a los que retrató el discurso del apóstol,641 pues que‐ ría ser doctor de la ley y no comprendía ni lo que decía ni las cosas sobre las que me manifestaba. (§ 4) Sea como fuere, me esforzaba por defender con palabras necias lo que me parecía más justo. (3, § 1) Como consecuencia de ello, ocurrió que me vi impulsado a enfrentarme con el presbítero Leoncio, de santa memoria, no por el amor por la sabiduría, sino por el amor por la justicia natural, y me opuse con la mayor tenacidad a aquella cuestión que había sido discutida por el juicio de tu santidad y en la que me pareció que aquél no manifestaba una opinión razonable, y a continuación, en‐ ardecido por el deseo de rivalizar con él, lleno de admiración por la reputación de tu santidad y ardiendo por el amor de conocer la ver‐ dad, escribí aquellas cosas en las que mucho ha sido condenado y poco, elogiado, (§ 2) y, sin embargo, tal y como lo entiendo, todo aquello, esto es, el que yo escribiese o incluso que escribiese de ma‐ nera reprensible, se produjo por la voluntad de Dios. (4, § 1) Ciertamente, me animó a escribir entonces una inquietud tan grande que, al representarme ante mis ojos la soledad de las Islas 640 641
Se refiere a las Sagradas Escrituras. Cfr. I Tim 1,7.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 160
160
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Baleares, en las que es rarísimo, no diré ya encontrar un hombre docto, sino incluso un verdadero cristiano, llevado no por el amor por la sabiduría, que rechazaba por completo, consciente de que es el resultado de un grandísimo esfuerzo, sino por el amor por la fe católica, cuya ignorancia supone la muerte, quise alcanzar el cono‐ cimiento sencillo de la verdad sin el menor esfuerzo por leer o valo‐ rar obra alguna.642 (§ 2) Quizás esto habría sido posible,643 si hubiese escuchado a unos sabios tratar alguna de estas cuestiones sobre las que mis dudas eran mayores, o si hubiese encontrado a quienes los hubiesen escuchado. (§ 3) Quizás habría hecho incluso un pequeño esfuerzo por leer, si alguien me hubiese ofrecido unos libros que des‐ atasen precisamente los nudos por los que mi pensamiento se veía especialmente retenido. En efecto, por la incierta esperanza de com‐ prender rehusaba emprender el seguro esfuerzo de investigar.644 (5, § 1) En consecuencia, como daba vueltas en mi interior a unas cuestiones tan relevantes y tan difíciles, rechazando por completo los escritos de todos los sabios, y como incluso no es posible encontrar en las islas no diré ya a alguien que enseñe grandes verdades e ilu‐ mine las cuestiones nebulosas, sino ni tan siquiera a alguien que com‐ prenda las verdades más simples y examine las cuestiones claras, mi espíritu se vio afectado por una plaga tan perversa de enfermedades que, a causa de un desmesurado miedo a leer, nació en mí la desme‐ surada arrogancia de escribir. (§ 2) Y, así, se dio la circunstancia de que, aconsejándome a mí mismo de un modo perverso, preferí escri‐ bir dos volúmenes ridículos a consultar muchos escritos admirables de muchos otros. (§ 3) Por lo tanto, me pareció oportuno exponer todos mis pensamientos en un debate escrito entre dos personas, por así decirlo, a fin de que la dementísima inquietud de mi corazón, re‐ cogida en una obra literaria, se mostrase ante tu mirada y fuese apa‐ ciguada por la clemencia de tus enseñanzas. Por lo demás, esto no podía hacerse de otro modo que por medio de la escritura. 642 Frase poco clara y de pensamiento abstruso. Parece que Consencio quiere decir que, como no tenía a ningún sabio a mano con quien hablar y como no le agradaba leer, no tuvo más remedio que ponerse a escribir sin consultar obra alguna. 643 Consencio se refiere aquí al hecho de alcanzar la verdad (eso es lo que habría sido posible). 644 Cfr. Terencio, Hecyra, 17.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 161
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
161
(6, § 1) Confieso, ciertamente, que, si hubiese creído que podría disfrutar de algún modo con estos ojos carnales de la compañía física de tu paternidad, nunca me habría esforzado, sin duda, en escribir unas necedades tan prolijas. (§ 2) Pero, como había venido a estas islas con una intención y un propósito tales que todo el tiempo de mi vida se consumiese aquí sin gloria alguna en medio del ocio y la indolencia, indolencia que incluso ahora deseo con no poco afán, no era posible mostrarte, en tu calidad de médico, la languidez de las fiebres que me consumían en mi interior, a menos que los propósitos de mis palabras fuesen confiados a la escritura. (§ 3) Y si en aquellos escritos míos no se hubiese encontrado en absoluto nada que agra‐ dase o nada que desagradase, la vergüenza no me habría permitido en modo alguno apresurarme a verte. (§ 4) En efecto, soy de una na‐ turaleza tan débil y tan temerosa que enrojezco aún más, si es posible creerlo, con los elogios que con las críticas. (7, § 1) Pero por deseo y voluntad de Cristo ocurrió que tu pater‐ nidad me envió una carta de una admirable moderación y que, ade‐ más, lo hizo por medio de unos servidores sumamente distinguidos. (§ 2) En efecto, si mis señores, que sienten una gran veneración y un gran respeto por ti, los diáconos Maximiano y Caprario, no se hu‐ biesen aplicado a pincharme con las violentas aguijadas del amor, nunca, ni siquiera durante un pequeño instante, mi indolencia, aun seducida por los piadosos y dulcísimos consejos de tus escritos, ha‐ bría antepuesto el tibio deseo de aprender a la ardentísima pasión por vivir entregado al ocio. (§ 3) En efecto, si aquel joven de Terencio que se sentía molesto contra la meretriz que lo había rechazado como amante,645 aun cuando era cubierto de insultos, no podía estar ale‐ jado de su amada, incluso habiendo sido ofendido, ni siquiera du‐ rante un breve espacio de tiempo, hasta el punto de que le parecía que, recurriendo a toda la fuerza de su virtud, hacía algo memorable si se privaba durante tan sólo tres días de la prostituta que lo había ofendido,646 (§ 4) cuánto más yo, en cuyas entrañas arde quizás una
645
Cfr. Terencio, Eunuchus, 47‐49. Es una referencia al joven Fedrias, un personaje del Eunuchus de Terencio enamorado de la meretriz Taide (o Tais, según otras traducciones), vid. Terencio, Eunuchus, 223. 646
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 162
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
162
mayor pasión por mi ocio, y especialmente siendo así que nunca he sido ofendido por él, sino que siempre he sido dulcemente invitado a su lado, no habría querido privarme ni siquiera unos pocos días del placer de la soledad de la que me había rodeado, si no hubiese sido porque aquel Señor y Auriga647 que conduce el múltiple carro de las decenas de millares648 torcía la boca de mi espíritu, según se ha escrito,649 con unas riendas ocultas.650 (8, § 1) Así pues, acudí a verte, es más, aunque me resistía, fui conducido junto a ti por la brida del Señor.651 Con muchas conver‐ saciones desnudaste mi pensamiento, con muchas discusiones tra‐ taste las ocultas heridas de mi corazón. Viste que mi alma estaba llena de supercherías y, en la medida en que estuvo en tu mano, tra‐ taste de seccionar las fantasías de mis suposiciones como si se tratase de un miembro putrefacto, haciendo uso de los afiladísimos cuchi‐ llos de tus argumentos, los candentes cauterios de tus consejos y los agradabilísimos bálsamos de tus exhortaciones. (§ 2) Y como, a fin de empujarme a leer, me preguntabas a menudo si había leído los libros que me habías confiado para su lectura, del mismo modo que los enfermos son compelidos por sus médicos a tomar alimentos a su pesar, yo me vi compelido por la vergüenza a degustar siquiera un poco de literatura en tus cartas.652 (9, § 1) Y ya había comenzado a disgustarme la inutilidad de mi inapetencia,653 cuando, de improviso, se dio la circunstancia de que me vi unido por un estrecho vínculo de afecto con un venerable y reverendo varón. Y como, animado por esta amistosa relación, ana‐ lizaba en mi interior todos sus actos, descubrí en él mi mismo vicio, que comencé a amar con más fuerza aún. (§ 2) Me agradaba, cierta‐ mente, haber encontrado en alguien de gran autoridad y gran mérito 647
Referencia a Lactancio, Institutiones diuinae, 7,3,6. Cfr. Ps 67,18. 649 Se refiere a Ovidio, Heroides, 4,45‐46. 650 Se sobrentiende: para guiarlo hacia donde él quería. 651 Cfr. Ps 31,9. 652 Se remite a Cicerón, Pro A. Cluentio, 72. Pero el paralelo resulta poco probable. 653 Sigue Consencio con la metáfora de los alimentos. Aquí la inapetencia se refiere a su falta de interés por la lectura. 648
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 163
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
163
un rival que suspiraba por el amor de ese mismo ocio que yo amaba. Pero mi conciencia disfrutaba de un vano placer en la medida en que me alegraba, al comparar el mal árbol654 que era yo con el árbol fru‐ tal655 que era él, por el mero hecho de haber encontrado en él algo que se asemejaba a mi propia esterilidad. En efecto, me vanagloriaba de la semejanza de las hojas sin advertir por efecto de cuántos bue‐ nos frutos de virtudes se inclinaba el buen árbol.656 (§ 3) Y así, vol‐ viendo la cabeza con todas las fuerzas de mi debilidad hacia aquel varón, rechazaba todos los medicamentos que me aportabas y des‐ preciaba todas las bebidas que me acercabas, pues encontraba agra‐ dabilísimo y provisto de una deliciosa dulzura y en un grado superior a cualquier otra cosa oír que mi deseo657 era siempre elo‐ giado por la boca de mi venerabilísimo amigo y que las palabras de ese reverendo varón dijesen aquello que meditaba mi execrable co‐ razón. (10, § 1) Ciertamente, nos rascábamos nuestros picores el uno al otro con tales palabras que afirmábamos que no había nada más in‐ útil ni nada más peligroso que el afán de conocimiento, diciendo que qué podía ser tan inútil como el que inquiete a un hombre cristiano un ansia tan grande de vanagloria (§ 2) que, corrompido por los vi‐ cios de los fariseos,658 desee de un modo absolutamente arrogante ser llamado maestro por los hombres659 y que, aunque él mismo esté qui‐ zás privado de la luz de la inteligencia, sin embargo, se esfuerce por atraer a todos, que acabarán, sin duda, por caer dentro de un foso,660 especialmente cuando las Escrituras advierten que existen unos mis‐ terios profundísimos que no deben ser examinados en modo alguno y que quien busque entre los matorrales será mordido por una ser‐ piente.661
654
Cfr. Matth 7,17. Se remite a IV Reg 3,19 (cfr., además, ibid. 3,25), pero parece poco probable. Podría aducirse igualmente Ps 148,9. 656 Cfr. Matth 7,17. 657 Su deseo de llevar una vida ociosa. 658 Cfr. Matth 16,6 (ibid. 16,11); Marc 8,15; Luc 12,1. 659 Matth 23,7. 660 Cfr. Matth 15,14. 661 Cfr. Eccle 10,8. 655
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 164
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
164
(11, § 1) ¿Qué hay más peligroso, por lo demás, que un hombre, aun pudiendo alcanzar la salvación sin seguir el rodeo tan agotador del conocimiento inútil, sin embargo, empujado por los insensatos impulsos de una curiosidad inapropiada, se adentre por las sinuo‐ sidades de un largo y arduo camino del que hasta ahora nadie ha escapado sin daño? (§ 2) ¿Qué otra cosa, en efecto, consiguió Oríge‐ nes, el más grande de todos los comentaristas bíblicos, con el es‐ fuerzo de su infatigable trabajo sino olvidar por el vicio de su prolongada investigación la salvación que procede del Verbo, salva‐ ción que está a nuestro alrededor y habita en nuestro corazón y en nuestra boca,662 y que le aconteciese lo mismo que a los conocedores de la gracia, que cuanto más afanosa y esforzadamente buscaron la sabiduría, tanto más lejos se apartaron de ella. (§ 3) En fin, si el deseo de conocimiento no hubiese empujado al citado varón a adentrarse en esas materias ilícitas en las que cayó, pudo merecer, sin duda, la gloria del martirio, pero como había caído en el foso de un conoci‐ miento malsano663 mientras avanzaba demasiado lejos, ocurrió ne‐ cesariamente que el premio de la pasión que deseó, cuando era niño y poco instruido, lo rechazó siendo un anciano doctísimo. (§ 4) En consecuencia, ¿qué doctor de la ley se entregará al afán de conoci‐ miento con más fortaleza, habilidad, atención, prudencia y cautela que Orígenes? ¿O cuál evitará con sabiduría la muerte en la que Orí‐ genes incurrió por necedad, como si la vana curiosidad gracias a una esforzada investigación encontrase ?664 (12, § 1) ¡Recordemos por orden a los demás comentaristas bíbli‐ cos, aunque fuesen grandes, aunque fuesen católicos! Es difícil, no obstante, no advertir las manchas de algunos errores en sus cuerpos, aun siendo éstos hermosísimos. En efecto, aunque digamos que el obispo Agustín ha escrito unas cosas irreprensibles, ignoramos, sin embargo, cuál será el juicio de la posteridad sobre sus volúmenes. (§ 2) En efecto, tampoco nadie censuró a todos los autores de una perversidad herética y, en especial, a Orígenes, cuando éstos vivían, 662
Cfr. Rom 10,8. Cfr. Eccle 10,8. 664 En el texto latino conservado falta el objeto directo del verbo. Divjak, el editor, completa la laguna con la forma «salutem». 663
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 165
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
165
pero no cabe duda de que éste después de doscientos años o más ha sido condenado. (§ 3) Nuestra común desidia nos retenía junto a sí con semejantes lazos de argumentos y mantenía encendido el fuego de nuestro amor con los alimentos de tales palabras. (13, § 1) Entre tanto, leía, ciertamente, a mi pesar lo que recibía y, como el joven de la comedia citado con anterioridad, si bien abra‐ zaba a mi amada de corazón, sin embargo, de manera poco razona‐ ble, seguía con pasos alternos el camino de la lectura que había emprendido.665 (§ 2) Y mientras recorría los campos llenos de los fru‐ tos de un padre venerable y mi insensato espíritu se mostraba ciego ante la variada cosecha de tus enseñanzas, sólo me consumía por un ardiente deseo de ociosidad, hasta que, sacudido por la gran fuerza de mi amor, regresé caminando de forma nada perezosa en busca de mi indolencia y con la velocidad de un pájaro tanto me apresuré a abrazar el ocio con más fuerza aún que pensé en buscarlo incluso en Oriente, enfrentándome a la fatiga de un largo viaje. (§ 3) Cierta‐ mente, me había invitado a ello el ya citado amadísimo rival mío, pero, cuando advertimos que la poderosa mano del Señor se oponía a nuestros deseos y proyectos, fui apartado no sé de qué modo del propósito del viaje emprendido y traído de regreso a casa, tomando entonces en mi interior la decisión de limitarme a leer sin grandes fatigas los libros canónicos y de renunciar a mis propios escritos, si fuese posible, incluso en forma de cartas a mis allegados. (§ 4) Cier‐ tamente, si bien durante un tiempo no demasiado largo cumplí con diligencia lo que había decidido, leía de tal modo el canon que en ningún momento disminuyó mi amor por la indolencia, a la que con‐ tinuaba reverenciando. (§ 5) Y del mismo modo que estar alejados durante algún tiempo de aquello que amamos ayuda mucho a que esto sea anhelado con un mayor ardor, una vez renovada la fuerza del deseo, así también yo alternaba el placer del ocio con el afán de una brevísima e infrecuentísima lectura. Por esa misma época se dio la circunstancia de que por la voluntad del Señor acontecieron entre nosotros unos sucesos extraordinarios. (§ 6) Cuando el bienaventu‐ rado prelado, hermano de tu paternidad, el obispo Severo, acompa‐
665
Cfr. de nuevo Terencio, Eunuchus, 629‐641.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 166
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
166
ñado por todos los demás que habían estado presentes, me hubo contado lo sucedido, irrumpió en medio de mi propósito con la su‐ blime fuerza de su amor y sólo tomó prestadas de mí las palabras para escribirte él mismo una carta que recogiese en orden el desarro‐ llo de los hechos. (§ 7) Aumentó aún más a continuación la prevari‐ cación de la ley que yo mismo me había prescrito666 y me pareció oportuno (pues, ciertamente, la torpeza de mi memoria se vería ayu‐ dada por la lectura del canon, que, aunque había practicado con len‐ titud y tibieza, tenía, no obstante, reciente) poner a disposición de nuestro general algunas armas contra los judíos, cuyos ataques su‐ fríamos, con esta condición, no obstante, que mi nombre se silenciase por completo en ese servicio. (14, § 1) Mientras dictaba estas cosas y pensaba en la forma de ex‐ ponerte toda la perversidad de mi voluntad, la variedad de mis pen‐ samientos, la violencia de mis pecados, la desdicha de mis caídas, el desarrollo de mi vida, mi desinterés por la lectura y la temeridad de mis escritos, de improviso tu mensajero, insistiendo con vehemencia, me lo ha arrancado todo de las manos para que su relato se inte‐ rrumpa de inmediato. (§ 2) En consecuencia, cortando el desarrollo del larguísimo hilo de mi discurso con un silencio forzoso, sujeto todo lo dicho con los nudos de unas pocas palabras, indicándote que he decidido emprender la guerra contra mi pereza,667 pero, tras tomar de forma temeraria las armas contra una languidísima señora, de momento sólo he conseguido verme sometido más grave y ver‐ gonzosamente a mi Ónfale, como aquel Hércules que se encontraba debilitado.668 (§ 3) En fin, como si hubiese sido ablandado por una sandalia, he inclinado mi cabeza669 ante sus deliciosos golpes para ponerme a su servicio, cual siervo obstinado, de un modo tanto más desdichado y deshonroso cuanto más somete el temor a los vencidos al poder de sus arrogantes vencedores. (15, § 1) Por lo demás, la costumbre de mi necedad me ha empu‐ jado a escribir muchas cosas, no sé exactamente cuántas. Si fuese po‐ 666 667 668 669
Cfr. Rom 2,23. Cfr. Horacio, Sermones, 1,5,7‐8. Cfr. Terencio, Eunuchus, 1027. Cfr. ibid., 1028.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 167
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
167
sible, querría someterlas todas ellas al juicio de tu paternidad. (§ 2) Por ahora, reteniendo junto a mí las restantes, te he enviado tan sólo doce capítulos contra los judíos y una carta que dirigí recientemente a vuestro reverendísimo hermano, el obispo Patroclo. Ciertamente, cuando tu venerable paternidad haya conocido sus contenidos y sus palabras, espero que extienda hacia el pequeño hijo que sigue a su padre con pasos desiguales670 la piadosísima diestra de su benevo‐ lencia y su favor y se digne sostener su tierna edad sobre los fortísi‐ mos hombros de sus oraciones para que no se caiga. (§ 3) No obstante, si se me hubiese presentado la oportunidad de contar con un mensa‐ jero tal que pudiese hablar y discutir de todo contigo con una cierta confianza, habría querido enviarte, aunque está inacabado, lo que me atrevo a escribir en estos momentos contra las cuestiones de Pelagio. (16, § 1) En efecto, el año pasado llegó hasta nosotros la carta del obispo de la ciudad de Roma Zósimo, de santo recuerdo, en la que, sometidas a examen las cuestiones de Pelagio y Celestino, se muestra el veneno mortífero de ambos a fin de que sea evitado. (§ 2) Una vez leídas éstas, aun turbado por los numerosos pesares de la vida en este mundo, no obstante, compelido a escribir por la exaltación acostum‐ brada, me esfuerzo en concluir ya prácticamente el cuarto libro, pero observando firmemente, con todo, la ley de la desidia, pues tengo en casa casi todo lo que se ha escrito contra Pelagio, mas sin abrir. (§ 3) He encontrado, además, un argumento muy firme, en el que nuestra pereza se apoya muchísimo, a fin de convencerme a mí mismo de la manera más absurda de que no debo leer todo aquello hasta que yo mismo haya escrito algo. Y, así, a causa de la perversidad de mi juicio siento un extraordinario temor de que el ímpetu de mi discernimiento avance de forma tortuosa. (§ 4) Por lo demás, si puede creerse a los escritores, que en su calidad de padres aman con la mayor ternura todo lo que engendran, aun contrahecho y deforme, creo que he pa‐ rido un Aquiles, cuando voy a ofrecer a los demás un Tersites.671 (§ 5) Que, teniéndome siempre presente por la eternidad, florezcas en Cristo, venerable señor y reverendísimo padre.
670 671
Cfr. Virgilio, Aeneis, 2,723‐724. Cfr. Ovidio, Ex Ponto, 3,9,7‐10; y Juvenal, Saturae, 8,269‐271.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 168
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
168
SEVERO DE MENORCA672 EPISTVLA DE CONVERSIONE IVDAEORVM APVD MINORCAM INSVLAM MERITIS SANCTI STEPHANI FACTA (CPL 576) La mencionada aparición de las Epist. 11* y 12* de Consencio di‐ sipó todas las dudas que sobre la cronología del texto de Severo de Menorca se habían vertido en las décadas precedentes, la superpo‐ sición de testimonios confirmó que se trataba de un documento de comienzos del siglo V y que la datación que aparece a finales de la carta, febrero del año 418, era coherente con los acontecimientos na‐ rrados. Se trata de un documento de difícil clasificación que se ha interpretado de distintas maneras, hasta aceptarse ahora como una ‘epístola universal’, destinada a todos los creyentes, para dar cuenta de un acontecimiento que su narrador considera extraordinario. El texto tiene como objetivo esencial dar a conocer a toda la cris‐ tiandad un hecho que Severo presenta como motivo de regocijo, una ocasión de alegría y esperanza que quiere sea conocida por todos, que sirva de ejemplo para todos los que tuviesen noticia de los he‐ chos: la conversión al catolicismo de la poderosa comunidad judía de la isla de Menorca. En realidad, el texto puede interpretarse como una justificación de un proceso que, visto en detalle, dista mucho de ser ejemplar por cuanto estuvo rodeado de todo un cúmulo de co‐ acciones y violencia que, a pesar del paulatino arrinconamiento que los judíos sufrían en la legislación imperial, había conculcado las prescripciones legales y cualquier principio de caridad cristiana.
672
Bibliografía: Eleazar D. HUNT, «St. Stephen in Minorca. An Episode in Jewish‐Christian Relations in the Early 5th Century AD», Journal of Theological Studies, n. s. 33 (1982), pp. 106‐123; Scott BRADBURY, Severus of Minorca, Letter on the Conversion of the Jews, Oxford, Clarendon Press, 1996 (Oxford Early Christian Texts) (reimpr. 2004); Raúl GONZÁLEZ SALINERO, «Relaciones sociales y dependencia religiosa en la comunidad judía de Mahón (Menorca) a principios del siglo V d. C.», Arys, 3 (2000), pp. 267‐277; J. AMENGUAL I BATLE, Judíos, católicos y herejes, pp. 69‐201 y 347‐383; Sabine PANZRAM, «Proclamo quod ego synagogam incenderim... Ambrosio de Milán, Severo de Menorca y el incendio de las sinagogas de Calínico (388) y Magona (418)», en Francisco Marco Simón, Francisco Pina Polo, José Remesal Rodríguez (eds.), Vae victis! Perdedores en el mundo antiguo, Barcelona, Universidad de Barcelona, 2012, pp. 245‐260 (Col·lecció Instrumenta, 40); P. UBRIC RABANEDA, «Bishops, Heresy and Power».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 169
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
169
El autor quiere presentar el proceso como la consecuencia de fac‐ tores extraordinarios. Por un lado, la llegada a la isla de las reliquias del protomártir Esteban unos meses antes, trasportadas por un pres‐ bítero —sabemos que es Orosio, aunque no lo nombra— que no había podido desembarcar en la península ibérica por la presencia bárbara. Severo no insiste mucho en el papel de las reliquias, pero parece presentarlo como una reacción de causa efecto, una especie de enardecimiento espontáneo de las masas cuando los restos del primer mártir, apedreado hasta la muerte por sus correligionarios judíos, hacen su irrupción en la isla. Por otro lado, la intervención prodigiosa del Señor que habría evidenciado toda una serie de sig‐ nos que los judíos interpretaron como señales inequívocas del poder y superioridad del Dios cristiano. Curiosamente son imágenes que en la tradición bíblica habían marcado momentos clave para la his‐ toria del pueblo hebreo. Aún más, el proceso habría sido anunciado premonitoriamente por una serie de sueños que habían tenido algu‐ nos cristianos, pero también Teodoro, el más destacado de los miem‐ bros de la comunidad judía. Sin embargo, el valor del texto no queda ensombrecido por la in‐ corporación de hechos prodigiosos como si fuesen verídicos, ni si‐ quiera porque en tanto diatriba justificativa ha presentado los pasos hacia la conversión como derivados en buena medida de la volun‐ tariedad de una parte de los judíos, o de la providencia divina, que habría influido en sus miembros más significativos, quienes habrían arrastrado a los demás. El texto trasciende el mero relato hagiográ‐ fico. Detrás de su convencimiento de la intervención providencial de Dios, no es capaz de ocultar el verdadero desarrollo de los acon‐ tecimientos que incorpora de manera detallada, es realmente cuida‐ doso en los detalles y está preocupado porque el hilo de los acontecimientos no se pierda con la incorporación de sueños o pro‐ digios. El relato presenta, por tanto, un sentido diacrónico de valor histórico, con un indudable ritmo dramático, y acaba exhibiendo un cuadro, tanto del proceso de conversión, como de los protagonistas implicados, que no tiene parangón en toda la literatura occidental. Severo manifiesta un claro interés en describir la isla en la cual se asienta su comunidad, «pequeña, árida y ruda», ordenada en torno
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 170
170
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
a dos ciudades de origen púnico, al sur Magona, donde hay una im‐ portante comunidad hebrea, al norte Iamona, donde se asienta la sede episcopal, habitada exclusivamente por cristianos. Describe a ambas comunidades, donde los judíos parecen haber ocupado tra‐ dicionalmente una posición social y económica privilegiada, espe‐ cialmente en Magona, pero en general en toda la isla. Sus miembros más destacados, de los cuales aporta no sólo nombres, sino rasgos individualizados, son grandes propietarios, con posesiones en Me‐ norca, pero también en Mallorca; con suficiente preeminencia y pres‐ tigio, caso del mencionado Teodoro, para que, en el momento de los acontecimientos, tanto judíos como cristianos de la ciudad lo consi‐ deren su patronus. Tras haber ocupado todos los cargos en la curia, Teodoro había desempeñado el puesto de defensor ciuitatis de Ma‐ gona (6, § 3), honor para el que se requería ser propuesto por la je‐ rarquía cristiana, de acuerdo con la curia municipal y los notables de la ciudad, y luego la aprobación del prefecto del pretorio. No sa‐ bemos cuándo había dejado de ocupar el puesto, pero desde el 409 el acceso al mismo estaba reservado para los católicos. Misma con‐ dición de ricos propietarios parecen tener su hermano Melecio, su pariente Galileo, el honorable Ceciliano, calificado como vir honestus (19, § 6), y tres mujeres nobilissimas (24, § 1) que habrían sido las úl‐ timas en resistirse a la conversión. Entre ellas se encontraba Artemi‐ sia, que, conmocionada al conocer la conversión de su marido Melecio, se retiró a una cueva en un viñedo de su propiedad. Arte‐ misia era hija de Litorio, quien hasta hacía poco tiempo habría estado al frente de la provincia (entendemos que en calidad de Praeses in‐ sularum Balearium) y que ahora, cree Severo, es comes. Debemos en‐ tender que también un judío, nada hace suponer que Artemisia fuese una conversa. Frente a este panorama, Severo reconoce que la co‐ munidad cristiana era más humilde y débil. Es posible que haya un afán retórico en su proclama, pero, en cualquier caso, a los persona‐ jes judíos mencionados no es capaz de contraponer ninguno de mé‐ rito equivalente en el lado cristiano. Al alto nivel económico y social y a la influencia política que la comunidad ha tenido hasta fechas muy recientes, incluso en el pre‐ sente del relato, se unen el alto nivel cultural y la erudición religiosa
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 171
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
171
de los personajes. Los cristianos eluden el debate abierto, a pesar de que el obispo había preparado un commonitorium para el caso de que se presentase la ocasión (suponemos que aquel en el que lo había instruido Consencio), y cuando, sobre las ruinas de la destruida si‐ nagoga de Magona, Severo al fin polemice con Teodoro sobre la ley, comprobará que los argumentos de éste burlaban todas las objecio‐ nes que se le hacían. De Inocencio, que habría llegado recientemente a la isla huyendo de la devastación provocada en las Hispanias por los bárbaros, se nos dice que era erudito en la literatura latina y en la griega. En contraste, el panorama presentado por la epístola en relación a la comunidad cristiana, parece coherente con la queja de Consencio de que no había encontrado en las islas nadie con quien discutir las cosas más simples. El texto hace, por otra parte, un correlato de la organización de las dos comunidades. Los judíos de Magona y los católicos. No deja de ser curioso que las descripciones aportadas sean más útiles para conocer el funcionamiento de la comunidad hebrea que el nivel de implantación católico. De hecho, es probable que nos encontremos ante la mejor descripción de una comunidad judía en toda la litera‐ tura occidental tardoantigua. Resulta imposible saber en qué mo‐ mento de la diáspora se instalaron los judíos en Menorca y, en general, en las Islas Baleares, pero da la sensación de ser una implan‐ tación antigua. Su comunidad era probablemente anterior a la cris‐ tianización de las islas, lo que justificaría que la sinagoga de Magona se encontrase en el centro de la ciudad, mientras que la iglesia cató‐ lica se situaba en un prado fuera de su recinto. El lugar que ocupan en la vida económica, donde son esencialmente propietarios territo‐ riales, y en la vida cívica, a cuyos extremos ya hemos aludido, pare‐ cen indicarlo. Misma idea de antigüedad que transmite la solidez de la organización sinagogal. Teodoro, al que Severo presenta como su equivalente jerárquico entre los hebreos, tiene una reputación que alcanza a sus correligionarios, pero también a los católicos. La co‐ munidad, el iudaeorum populus (6, § 1), se apoya en su autoridad y su sabiduría. En su fuerza, nos dice, se sustentaba toda la sinagoga; era legis doctor y pater pateron (6, § 2), summus sacerdos (11, § 2), co‐ lumna synagogae (18, § 18), lo que probablemente se correspondía con
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 172
172
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
su condición de responsable de la sinagoga y, por lo tanto, el encar‐ gado de vigilar los ritos y las creencias, probablemente acompañado por un consejo de eruditos recordados en el relato como inveterati illi legis doctores (21, § 5); además de representar a toda la comunidad frente a instancias exteriores. La celebración del sabbat, y el impor‐ tante papel que las mujeres desempeñaban en la comunidad, o al menos la excepcionalidad de su fervor, parece colegirse igualmente del texto. De nuevo, en este aspecto, el contraste de la comunidad cristiana es más que evidente. Severo ha sido elegido apenas unos meses antes de los acontecimientos que se narran y da la sensación de ser el primer obispo de Menorca; Consencio ha aludido a dos diá‐ conos de la isla, pero ahora apenas se hace mención a la comunidad, populi multitudine (29, § 3), superiores a los judíos únicamente por la fuerza de su fe, y por ser portadores de la verdad en la percepción del obispo. Las referencias a algunos monjes no nos permiten extra‐ polar su nivel de organización o su compromiso ascético. Ambas comunidades habían mantenido una convivencia cordial hasta vísperas de los acontecimientos que se narran; habían partici‐ pado de un afecto antiguo, pero, súbitamente, la cortesía se trans‐ formó en odio; el saludo en la calle fue sustituido por controversias en torno a la ley que, en las casas cristianas, se acompañaba con dis‐ cusiones sobre la propia fe. Debemos entender que el antijudaísmo esencial que acompañaba al cristianismo desde su génesis misma se ha visto ahora intensificado. En la narración, lo hemos anotado, dos acontecimientos preceden de manera inmediata al cambio de acti‐ tud. Por un lado, la elección de Severo como obispo; si era el primero en ocupar el cargo como parece probable, esto habría condicionado que los cristianos de la isla no hubiesen contado hasta el momento con una dirección jerárquica y que se hubiesen mantenido al margen de las polémicas doctrinarias. Por otra parte, la llegada de Orosio, él mismo un polemista contra los herejes, pero también contra los ju‐ díos, que además es portador de las reliquias de Esteban, cuyo ha‐ llazgo ha exacerbado los sentimientos antijudíos en todo el Imperio. Teóricamente, a pesar de las leyes de exclusividad de Teodosio, la ley protegía el derecho de los judíos a practicar su religión y a man‐ tener abiertas las sinagogas, pero las agresiones a las mismas no
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 173
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
173
siempre eran castigadas; los judíos cada vez veían cerrado el acceso a más ámbitos, especialmente públicos, y, desde el 416, los documen‐ tos oficiales han dejado de considerar al judaísmo una religio para definirlo como superstitio. Severo y los demás instigadores del levan‐ tamiento antijudío se sentían amparados por la tolerancia de las au‐ toridades hacia su comportamiento y moralmente apoyados por las declaraciones de algunos contemporáneos, como Ambrosio de Milán o Cirilo de Alejandría. Las voces de otros intelectuales cristianos, caso de Agustín, para quienes la violencia y la coerción no eran vá‐ lidas, enseguida quedaron acalladas. Tampoco debemos desdeñar la influencia de Consencio, su apa‐ rentemente circunstancial presencia en la isla estaba lejos de ser el retiro ocioso que ha predicado. Hemos visto cómo interviene en las querellas priscilianistas de la Tarraconense, pero también colabora con Severo en la elaboración de los argumentos antijudíos de un hi‐ potético debate y, después, en la construcción de la propia epístola. Es muy posible que la estrategia de la actuación contra la comunidad de Magona proceda de la iniciativa de estos tres personajes; donde la presencia de las reliquias de Esteban, en un contexto en el cual su búsqueda y el anhelo de su contacto está creciendo exponencial‐ mente, ejercería solamente un papel simbólico, aunque sin duda atractivo para la masa de los creyentes. Que paralelamente fuesen soliviantados los ánimos es creíble, y los argumentos están en el pro‐ pio texto. Frente a los poderosos, económica y políticamente, judíos, los cristianos parecen una plebe indiferenciada, humilde y débil. Pero, por encima de todo, estaban los argumentos religiosos ador‐ nados de una florida retórica que está recogida en el propio texto: «los judíos que pueden compararse con razón a los lobos y a los zo‐ rros por su ferocidad y maldad […], semejantes a serpientes y escor‐ piones». De inmediato, confiesa Severo, la tibieza se llenó de fervor. Evidentemente se refiere al comportamiento colectivo de los católi‐ cos que, aclara, alcanzó a la población de Magona, pero también a la de Iamona, muchos de cuyos habitantes se pusieron en camino hacia la ciudad vecina. El relato de los acontecimientos es el objeto de la epístola como un todo. En su narración todo parece reducirse a ocho días, pero está
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 174
174
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
claro que es un número simbólico. Es posible que el ambiente se hu‐ biese animado durante meses, incluso que los procesos que se con‐ centran en esa semana se produjesen en ese tiempo más dilatado. Sea como fuere, la amenaza se hizo evidente a todos los hebreos. Se‐ vero transmite, como si fuese uno de los afectados, el ambiente que se vivía en la comunidad judía: «exhortándose unos a otros con los ejemplos de la época de los Macabeos, estaban dispuestos incluso a morir en defensa de sus tradiciones». Consultaban sus libros en busca de respuestas y, simultáneamente, hacían acopio en la sina‐ goga de todo tipo de objetos que pudiesen ser usados como armas. Sus temores eran fundados porque Severo se dirigió desde Iamona a Magona, acompañado de una multitudo que parecía mayor que todos los habitantes de la ciudad. Llegados allá, solicitan a los judíos que se dirijan a su encuentro en la iglesia, para celebrar un debate en torno a la ley, pero era imposible porque estaban celebrando el sabbat. Severo lanza acusaciones de que se les enfrentan con armas cuando ellos solamente llevan códices, se dirigen a la sinagoga para comprobar que no tienen armas —Severo ha alegado la ley romana que sabemos prohibía que los particulares las portasen—, entran en la ciudad, en tropel, cantando himnos a Cristo. Hace notar que unas mujeres los han apedreado, aunque sin causarles daño, lo que parece otro paralelismo simbólico. En un ambiente tenso de empujones y cargas violentas, los cristianos se apoderan de la sinagoga, apartan los libros sagrados y los objetos de plata y le prenden fuego con el resto de su mobiliario y adornos. La sensación de los judíos es de es‐ tupor y pánico, no saben a quién recurrir, dónde esconderse, mien‐ tras los cristianos van a la iglesia a dar gracias a Dios y esperar acontecimientos. El texto se introduce ahora en otro aspecto de extraordinario in‐ terés, el proceso de conversión y la subsiguiente integración de los conversos; el relato está cargado de detalles, incluidas las reflexiones —hipotéticas suponemos— de los judíos forzados a cambiar su re‐ ligión, que vuelven a hacer único el testimonio de la epístola. Los motivos para la conversión pueden ser muy variados, reducirlos al miedo provocado por la agresividad cristiana puede ser demasiado simple. Aunque es indudable que es un motivo poderoso, como evi‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 175
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
175
dencia Melecio: «en esta isla ha crecido hasta tal punto el odio hacia nuestra religión que, quien no abandone la tierra natal, no podrá mantener la fe de sus padres»; mientras su primo Galileo cree que, si persiste en el judaísmo, es posible que sucumba ante el odio de los propietarios cristianos de su vecindad. La resistencia de unos y de otros varía pero, tras el primer impulso de resistencia, pocos pa‐ recen dispuestos a seguir el camino de los Macabeos. La protección de sus propiedades y del statu quo social puede haber sido otro mo‐ tivo poderoso. Es cierto que algunos manifiestan estar decididos a exiliarse, incluso a costa de perder sus posesiones o dejar atrás las personas que aprecian, pero desisten, lo que, por otra parte, es razo‐ nable; la isla está siendo un lugar de refugio, cuanto menos Consen‐ cio y el noble judío Inocencio han llegado huyendo de la violencia bárbara, Orosio está en principio de paso —aunque su pista se pierde en Menorca—, pero ha llegado igualmente porque era un lugar seguro. En cualquier caso, la tranquilidad se acabará cuando a partir del 425 la isla empiece a sufrir el acoso vándalo que culmi‐ nará tres décadas después con la anexión de todas las Baleares. Da la sensación de que los cristianos negocian con la élite hebrea. Teo‐ doro, en medio del pánico, acorralado en las ruinas de la sinagoga, recibe el ofrecimiento de que mantendrá su posición preeminente en la ciudad; se resigna, aunque dilata el momento todo lo que puede, primero quiere hablar con su comunidad, luego quiere espe‐ rar a que llegue su esposa. En el caso de Ceciliano, el segundo en dignidad en la sinagoga después de Teodoro, Severo nos dice que al momento de escribir la carta ha sido elegido defensor ciuitatis; pro‐ bablemente propuesto por la jerarquía católica para compensar el entusiasmo con el cual ha pedido a los demás judíos que se convier‐ tan, aunque después de reconocer que lo animan los mismos temo‐ res que había manifestado Galileo. Muchos parecen declarar el sentimiento de que han percibido con claridad el poder de Cristo, que el fuego de la salvación se había extendido por sus entrañas. Pero resulta difícil creer en la sinceridad de sus afirmaciones. Severo no parece haber sido muy exigente en el ritual de integra‐ ción de los judíos. Para su aceptación en la Iglesia bastaba con que declarasen que creían en Cristo y deseaban convertirse en cristianos,
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 176
176
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
probablemente, de manera inmediata se los ungía con el crisma y más tarde eran bautizados. En cualquier caso, eran inmediatamente censados como cristianos, proceso que se detalla en el texto, el nú‐ mero de los incorporados fue 540, y Severo da a entender que eran la totalidad, que habrían aceptado la nueva fe sin discusión ni con‐ troversia en torno a las Escrituras. A esos mismos conversos parece habérselos humillado con la obligación de destruir lo que quedaba de la sinagoga, aunque Severo lo presente como una muestra de su celo; están reuniendo fondos para construir en su lugar una basílica cristiana y ellos mismos cargan con las piedras sobre sus hombros. Pero el obispo está exultante, en el extremo del mundo en que habita empieza a cumplirse la profecía anunciada por Pablo, está llegando el tiempo en que todo Israel se convertirá. [PCD] [11] Severo de Menorca, Carta sobre la conversión de los judíos en la isla de Menorca, obrada por los méritos de san Esteban673 A mis venerabilísimos y reverendísimos señores los obispos, pres‐ bíteros, diáconos y la fraternidad universal de todo el orbe de las tie‐ rras, el obispo Severo, necesitado de la misericordia de Dios y el último de todos.674 ¡Salud eterna en Cristo, nuestro Redentor!
673 Edición: S. BRADBURY, Severus of Minorca, pp. 77‐123 (con traducción en las páginas pares). Otras ediciones de J. AMENGUAL I BATLE, Consenci, vol. 1, pp. 38‐84 (con traducción catalana en las mismas páginas), ID., Els orígens, pp. 12‐64 (con traducción catalana en las páginas impares), ID., Judíos, católicos y herejes, pp. 409‐ 424, e ID., La Circular del bisbe Sever de Menorca sobre la conversió dels jueus (418‐2018). Una crònica mediterrània abans de l’ocupació dels vàndals. Edició trilingüe del text, Palma de Mallorca, Institut d’Estudis Baleàrics, 2018, pp. 81‐100 (Cova de Pala, 34) (con traducción catalana en las pp. 101‐140; y española, en las pp. 141‐183). Otras traducciones de Luis A. GARCÍA MORENO, Los judíos de la España antigua: Del primer encuentro al primer repudio, Madrid, Rialp, 1993, pp. 177‐200; y Josep AMENGUAL I BATLE, «Vestigios helenizantes en la Circular de Severo de Menorca y traducción castellana de esta Circular», Homenaje a Juan Nadal (Asociación Hispano‐helénica. Anuario de 1989), Atenas, Asociación Hispano‐Helénica, 1992, pp. 233‐275, concre‐ tamente pp. 245‐274, e ID., Judíos, católicos y herejes, pp. 425‐457. Hay, además, una traducción al catalán en Antoni PLADEVALL, Jaume FÀBREGAS, Josep AMENGUAL, Escrits de bisbes catalans del primer mil·leni, Barcelona, Proa, 1992, pp. 135‐161 (Clàssics del Cristianisme, 27). 674 Cfr. Eph 3,8.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 177
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
177
(1, § 1) Puesto que el arcángel Rafael advierte que es honroso revelar y proclamar las obras de Dios,675 resulta, sin duda, peligroso silenciar y ocultar los milagros de Cristo. No obstante, a la hora de anunciarlos, es mayor la gracia a la que nos hacemos acreedores, si se refieren en un estilo sencillo y simple. (§ 2) En efecto, la bellísima hermosura del poder divino resulta en cierto modo oscurecida, si es untada y maqui‐ llada con una expresión hinchada. Por esta razón, también yo me pro‐ pongo referir a vuestra beatitud no con un discurso adornado, sino verídico, los grandes prodigios que Cristo ha obrado entre nosotros. (2, § 1) La isla de Menorca es una de las Islas Baleares. Su nombre ha sido dado también a conocer a todos los pueblos por las obras de los autores del siglo. (§ 2) Ésta, situada prácticamente en medio de la extensión del mar que separa la Mauritania Cesariense de Hispania, se encuentra delimitada por unos confines muy reducidos, (§ 3) pues tiene unos treinta mil pasos de longitud y alrededor de diez mil pasos de latitud. (§ 4) He recordado esto ahora con este fin: que pueda com‐ prenderse que el Señor no sólo elige lo despreciable del mundo676 entre los hombres, sino también entre los lugares. Pues bien, en esta isla, que es la última de todas las tierras por su pequeña extensión, su aridez y su rudeza, dos pequeñas ciudades, situada la una frente a la otra, fue‐ ron fundadas por los púnicos, tal y como pone de manifiesto el nombre que reciben: Iamona está orientada hacia Occidente, Magona hacia Oriente. (§ 6) En ellas se hizo recaer recientemente sobre mí, pese a ser el último de todos los mortales,677 el peso del ministerio episcopal. (3, § 1) Iamona conserva aún hoy en día un antiguo presente de Dios: que los judíos no pueden habitar en ella en modo alguno. (§ 2) En efecto, la tradición guarda el recuerdo de que muchos que se atre‐ vieron a ello de un modo temerario se vieron sorprendidos y expul‐ sados de allí por una enfermedad, fallecieron víctimas de una muerte súbita o incluso fueron alcanzados por un rayo, hasta el punto de que el rumor de esta circunstancia, al extenderse, ha lle‐ gado también a los propios judíos y ha causado un gran temor entre
675 676 677
Tob 12,7. I Cor 1,28. Cfr. Eph 3,8.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 178
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
178
ellos, haciendo que no se atrevan a intentarlo en lo sucesivo. (§ 3) Y no consideramos esto carente de credibilidad, cuando vemos que tampoco se encuentran por estos parajes ni zorros, ni lobos, ni ningún tipo de alimañas peligrosas, mientras que existe una gran abundan‐ cia de aquellos animales que sirven de alimento. (§ 4) Incluso es más digno de admiración el hecho de que hay, ciertamente, numerosas serpientes y escorpiones, pero han perdido por completo el impulso de hacer daño. (§ 5) Así pues, mientras que entre los judíos, que pue‐ den compararse con razón a los lobos y los zorros por su ferocidad y maldad, nadie se atreve a entrar en Iamona, ni siquiera en razón del derecho de hospitalidad, (§ 6) Magona hervía de tantas gentes judías semejantes a serpientes y escorpiones que la Iglesia de Cristo sufría a diario sus mordeduras. (§ 7) Pero aquel antiguo beneficio carnal nos ha sido renovado recientemente en un sentido espiritual, de modo que aquella raza de víboras, según está escrito,678 que se en‐ sañaba con venenosos ataques, compelida súbitamente por el poder de Dios, ha expulsado todo el mortífero veneno de la incredulidad. (4, § 1) En efecto, más o menos por las mismas fechas en las que yo, aunque indigno de ello, alcancé el honor de tan alto sacerdocio, cierto presbítero distinguido por su santidad y procedente de Jeru‐ salén se detuvo durante no demasiado tiempo en Magona. Éste, cuando no pudo ser transportado a las Hispanias, tal y como deseaba, decidió regresar de nuevo a África. (§ 2) Y, si bien se había propuesto llevar hasta las Hispanias las reliquias del bienaventurado mártir Esteban, que habían sido recientemente objeto de una revelación, las depositó en la iglesia de la citada ciudad por inspiración, sin duda, del propio mártir. (§ 3) Una vez hecho esto, se encendió el fuego del amor por Dios, ese fuego que el Señor vino a traer a la tierra679 y que desea que arda con fuerza. (§ 4) Ciertamente, de inmediato nuestra tibieza se llenó de fervor y nuestro corazón se convirtió en un cora‐ zón que ardía por el camino, según está escrito.680 En efecto, tan pronto lo abrasaba el celo por la fe, como lo enardecía la esperanza de salvar a una muchedumbre. 678 679 680
Matth 3,7; ibid. 12,34; ibid. 23,23; Luc 3,7. Cfr. Luc 12,49. Luc 24,32.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 179
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
179
(5, § 1) En fin, de inmediato se interrumpió incluso la cortesía del saludo, y no sólo desapareció una amable costumbre, sino que incluso la nociva apariencia de un afecto inveterado se transformó en un odio temporal, mas por amor por la salvación eterna. (§ 2) En todas las ca‐ lles se entablaban contra los judíos combates en torno a la ley, en todas las casas se sostenían contiendas contra ellos en torno a la fe. (6, § 1) La población judía se apoyaba especialmente en la autori‐ dad y la sabiduría de cierto Teodoro, que era un personaje distin‐ guido por su fortuna y su posición en el siglo no sólo entre los judíos, sino también entre los cristianos de esa misma ciudad. (§ 2) Cierta‐ mente, entre ellos fue doctor de la ley y, para servirme de sus propias palabras, «padre de los padres». (§ 3) Por lo demás, después de haber desempeñado todos los cargos en el senado de la ciudad, se había convertido ya en defensor de los ciudadanos y todavía hoy en día es considerado su patrono. (§ 4) Los cristianos, por su parte, tan hu‐ mildes de corazón como débiles, asimismo, por sus fuerzas, pero su‐ periores por el vigor de la verdad, suplicaban el auxilio de su patrono Esteban, hasta que uno y otro ejército, después de haber fi‐ jado ya el día del certamen, se separaron, concertándose hasta en‐ tonces una tregua. (7, § 1) Entre tanto, los judíos solicitaron con insistencia a Teodoro, en cuyas fuerzas se sustentaba toda la sina‐ goga, que regresase de la isla de Mallorca, hasta la que se había des‐ plazado entonces con objeto quizás de visitar una de sus posesiones. (§ 2) Ciertamente, éste, regresando tan pronto como la legación se presentó ante él, atemorizó a muchos con su autoridad y, si bien no extinguió el incendio del conflicto, al menos lo apaciguó un poco. Y, ciertamente, al punto la llama de la fe, ardiendo con una mayor vio‐ lencia, consumió también la ciudad vecina. (3) Y para que se cum‐ pliese aquella sentencia de Salomón que dice:681 El hermano que ayude a su hermano será exaltado como una ciudad fuerte y elevada, muchos sier‐ vos de Cristo,682 sin rehusar enfrentarse a la fatiga del viaje, decidie‐ ron dedicar todas las fuerzas de su espíritu a esta contienda.
681
Prou 18,19. En este pasaje el texto de Bradbury está mal puntuado. Seguimos la puntuación de Amengual i Batle (1987): «statuerunt multi famuli Christi, laborem itineris minime recusantes, ...». 682
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 180
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
180
(8, § 1) En fin, qué armas preparamos, por nuestra parte, mientras el combate permanecía suspendido, lo pone de manifiesto el memo‐ rando añadido a la conclusión de esta carta. (§ 2) Hemos querido, ciertamente, que éste sea conocido no para instrucción de algunos, puesto que nosotros carecemos por completo de ella y la esperamos, más bien, de vuestra beatitud, sino para que pueda advertirse que nosotros, en la pequeña medida de nuestras posibilidades, nos apli‐ camos con el mayor celo en la lucha que habíamos emprendido (§ 3) y que Cristo, cuyo reino no se asienta en las palabras, sino en la virtud,683 sin que nosotros pronunciásemos siquiera una sola palabra, lo re‐ solvió todo con su poder y, sin el menor sudor provocado por el com‐ bate, concedió a su ejército la victoria que nadie se atrevía a desear o podía esperar. (§ 4) Pues bien, los judíos, exhortándose unos a otros con los ejemplos de la época de los macabeos, estaban dispuestos in‐ cluso a morir en defensa de sus tradiciones. (§ 5) Y, así, comenzaron no sólo a consultar sus libros, sino también a almacenar en la sina‐ goga estacas, rocas, jabalinas y todo tipo de armas arrojadizas a fin de rechazar incluso con las fuerzas de su cuerpo, si la situación lo exigía, al ejército de los cristianos, fortalecido éste por el poder del Espíritu Santo. (9, § 1) Entre tanto, mientras se llevan a cabo estos preparativos, en uno y otro bando se planifica también con gran esmero la futura guerra y uno y otro ejército se ve enardecido por innumerables sue‐ ños de sentido muy claro. (§ 2) Si no hiciese ninguna mención de ellos, parecería que oculto una parte nada pequeña de la gloria de Dios. (§ 3) En efecto, si Lucas, el escritor de la historia sagrada, des‐ cribió el sueño del santo apóstol Pablo, diciendo que un varón ma‐ cedonio se presentó ante él en una visión nocturna, suplicándole que lo ayudase, y que el apóstol, aconsejado por esta visión, cambió el curso del viaje que había emprendido con otro destino para dirigirse a Macedonia,684 cuánto mayor es, en consecuencia, la gloria de nues‐ tro Señor Jesucristo, que se dignó revelar a unos siervos insignifican‐ tes y humildes lo que no quiso ocultar tampoco al bienaventurado apóstol, tal y como ponen de manifiesto las Escrituras. (§ 4) Así pues, 683 684
I Cor 4,20. Cfr. Act 16,9‐10.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 181
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
181
en aras de la brevedad incluiré aquí únicamente un par de sueños, no sea que, por un casual, el hastío se apodere de vuestra beatitud. (10, § 1) Entre nosotros una mujer devota y muy religiosa, de nombre Teodora, que por la virginidad de su cuerpo, por la santidad de su vida e incluso por el significado de su nombre685 merece re‐ presentar simbólicamente a la Iglesia,686 (§ 2) vio en una visión noc‐ turna que a mí, que no poseo la dignidad episcopal por mis méritos, sino por la generosidad de los presentes de Dios, cierta viuda nobi‐ lísima me hacía llegar en una carta un ruego en el que me ofrecía entre súplicas todos sus campos para que los sembrase. (§ 3) Tam‐ bién a mí, el último de todos los pecadores,687 por medio de un sueño semejante Cristo se dignó exhortarme a que me ajustase la cintura para ponerme a sembrar. (§ 4) En efecto, otra viuda nobilísima, sobre la que no cabe duda de que representaba simbólicamente a la sina‐ goga, me suplicaba que asumiese el cuidado de sus campos faltos de cultivo y que los preparase con esmero, pues se acercaba la época de la siembra. (§ 5) ¿Y quién es esta otra viuda sino aquella que pro‐ vocó con la mayor crueldad su propia viudez, matando impíamente a Cristo? (§ 6) El sueño de ambos es el mismo y está comprobado que, antes de que se hubiesen cumplido treinta días más o menos, habíamos tenido esta visión y, si bien ignorábamos su sentido, la ha‐ bíamos compartido, no obstante, con nuestros hermanos.688 (11, § 1) También entre los judíos, de acuerdo con el admirable plan de la providencia divina, a fin de que se diese en un solo hombre la unión del nombre de Teodora y de mi dignidad, (§ 2) Teodoro, que era el sumo sacerdote de ese pérfido pueblo, antes de que pasasen apenas unos pocos días, dio a conocer un sueño que había tenido no sólo a los judíos, sino también a cierta dama perteneciente a una de las principales familias de la ciudad e incluso a muchos cristianos, y lo hizo con estas palabras: (§ 3) «Cuando me dirigía, contaba, a la si‐ 685
Nombre de origen griego que significa «don de Dios». Introduce aquí erróneamente un punto Bradbury. Seguimos la puntuación de Amengual i Batle (1987) que pone simplemente una coma, conforme a lo esperable. 687 Cfr. Eph 3,8. 688 Es dudoso si el sujeto «nos» de estas oraciones completivas son Teodora y Severo (como cabría esperar) o tan sólo Severo (Bradbury). 686
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 182
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
182
nagoga, tal y como tenía por costumbre, doce varones salieron a mi encuentro haciéndome señas con las manos y diciéndome: “¿Dónde vas? Más allá hay un león”. (§ 4) Aunque, al oír el nombre del león, comencé a temblar, mientras me disponía a huir, descubrí, sin em‐ bargo, un lugar desde el que podía mirar, pero me encontré allí con unos monjes que entonaban salmos con una admirable dulzura. (§ 5) Al instante, se apoderó de mí un terror aún mayor y, si no hubiese entrado en la casa de cierto judío de nombre Rubén y me hubiese di‐ rigido a continuación, corriendo con rapidez, a casa de una dama, pariente mía, no habría escapado de ningún modo a la violencia de ese mortífero terror. (§ 6) Ella, os lo aseguro, tras acogerme casi sin vida entre sus brazos, me libró a un tiempo del peligro y del miedo». (§ 7) El sueño de éste es muy claro y no requiere interpretación. (§ 8) ¿Qué león es aquél sino el de la tribu de Judá, estirpe de David?689 ¿Quién es esa pariente suya sino aquella sobre la que está escrito:690 Una sola es mi pariente? (§ 9) Así pues, sólo parecía oscuro el hecho de que, cuando fue aterrorizado por el león, se refugió en la casa del judío Rubén. Ciertamente, esto nos fue explicado más adelante de un modo clarísimo por el propio león, que aterrorizó a aquél para salvarlo. Esto lo expondremos a continuación en el lugar que le corresponde. (12, § 1) Por el momento, para seguir el orden de la historia que hemos comenzado, digamos que se reunió una multitud tan nume‐ rosa de siervos de Cristo dispuesta para partir de la ciudad de Ia‐ mona que parecía mayor de la que habitaba en esa localidad. (§ 2) Y con tanto alborozo emprendió la fatiga de ese dificilísimo viaje que recorrió esos treinta mil pasos mostrando una dicha más grande que si hubiese sido invitada a participar de un banquete en alguna agra‐ dabilísima finca en las afueras de la ciudad. (§ 3) Así pues, llegamos a Magona y de inmediato, enviando unos clérigos, anuncié mi lle‐ gada a los judíos y les rogué que se dignasen acudir a la iglesia. (§ 4) Pero ellos, enviándonos, a su vez, un mensajero de forma inesperada, nos comunicaron que no les era posible presentarse ese día en la igle‐ sia (para no verse contaminados, creo), pues decían que era el día del sábado y que, si quebrantaban esa festividad con alguna acción, 689 690
Apoc 5,5. Cant 6,8.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 183
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
183
incurrirían en el mayor de los crímenes por transgresión de la ley. (§ 5) Entonces yo solicité que, si lo preferían, me esperasen ante la sina‐ goga, puesto que, ciertamente, les parecía que entrar en la iglesia era contaminarse, y añadí que, sin duda, nosotros no los forzábamos a un trabajo servil en el día del sábado, (§ 6) que simplemente iba a ce‐ lebrarse un debate de todo punto moderado en torno a la ley y no iba a producirse ningún enfrentamiento violento, sino un mero in‐ tercambio de opiniones, y que, si no trataban de rehuir el certamen mediante una astuta estratagema, sino que presentaban una disculpa legítima, nos mostrasen el precepto en el que se prohibía mantener una conversación sobre este tema en un día festivo. (§ 7) Y si bien ellos opusieron con obstinación fuertes objeciones a estas palabras en su conjunto, finalmente, forzados por el miedo al león citado, acu‐ dieron a la casa en la que yo había encontrado alojamiento. (§ 8) Allí yo les dije: «Os lo suplico, hermanos, ¿por qué habéis reunido mon‐ tones de piedras y todo tipo de armas como si fueseis a luchar contra unos ladrones, y especialmente en una ciudad sometida a las leyes romanas? (§ 9) Nosotros hemos traído códices para instruir, vosotros, espadas y palos para matar. (§ 10) Nosotros ansiamos ganaros, vos‐ otros deseáis aniquilarnos. No es justo, según entiendo, que unos y otros nos esforcemos en una disputa tan distinta, pues vosotros, por lo que veo, estáis sedientos de nuestra sangre y nosotros, de vuestra salvación». (§ 11) Ellos, aterrados un poco ante estas palabras, nega‐ ron el hecho, y cuando los nuestros afirmaban que la situación era, efectivamente, así, los contradecían incluso mediante juramentos. (§ 12) Entonces yo, a fin de cortar el nudo de la discusión que había sur‐ gido, dije: «Cuando una cosa puede ser comprobada con los ojos, ¿qué necesidad hay de juramentos? (§ 13) Vayamos, en consecuencia, a la sinagoga y allí se comprobará, con vosotros mismos como testigos, si vuestra afirmación se apoya sobre un perjurio o sobre la verdad». (13, § 1) En consecuencia, comenzamos a marchar en dirección de la sinagoga y con gran alegría cantábamos por la calle un himno en honor de Cristo. (§ 2) Ese salmo que incluso el pueblo judío cantaba con extraordinario alborozo fue el siguiente:691 Ha desaparecido entre
691
Ps 9,7‐8.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 184
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
184
gritos de censura todo recuerdo de ellos, mas el Señor permanece por la eter‐ nidad. (§ 3) Pero antes de que hubiésemos llegado a la sinagoga, unas mujeres judías, mostrando un gran atrevimiento (creo que por vo‐ luntad del Señor), con la intención, naturalmente, de que la benig‐ nidad de los nuestros se excitase, comenzaron a arrojar sobre nosotros una piedras enormes desde un lugar más elevado. (§ 4) Pero éstas, resulta increíble de decir, pese a que cayeron semejantes al granizo sobre una multitud muy apiñada, no sólo no hirieron a ninguno de los nuestros golpeándolos, sino que ni siquiera los in‐ quietaron rozándolos. (§ 5) Entonces el terrible león antes citado hizo desaparecer un poco la mansedumbre de sus corderos. (§ 6) En efecto, todos cogieron piedras, mientras yo protestaba en vano, y, despreciando el consejo de su pastor, aunque hizo surgir en todos ellos ese mismo propósito el celo en defensa de Cristo antes que la ira, decidieron que debían atacar a los lobos con sus cuernos, si bien a nadie cabe duda de que esto se hizo por deseo de Aquel que es el único verdadero y buen pastor.692 (§ 7) Pero, en fin, con objeto de que no pareciese que Éste había otorgado una cruenta victoria a su rebaño, ningún judío pretendió haber sido alcanzado, al menos, por las piedras, ni siquiera dejándose llevar por su odio, como es su cos‐ tumbre. (§ 8) Ciertamente, puesto que debemos evitar la mentira por todos los medios, hubo uno entre todo el número de los cristianos que quiso ser semejante a aquel Achar que en tiempos de Josué, hijo de Nun, deseó unos expolios de lo destinado al exterminio.693 (§ 9) En efecto, el siervo de cierto cristiano, tal y como él mismo se vio for‐ zado a confesar más adelante, se había presentado allí atraído no por el amor a Cristo, sino por el ansia de botín. (§ 10) Únicamente éste, mientras trata de sustraer algo de la sinagoga, se golpea contra la piedra del tropiezo.694 En efecto, uno de los nuestros arrojó una piedra contra un judío, pero ésta, cayendo sobre la cabeza del citado siervo, le advirtió que se acordase de su cabeza, esto es, de Cristo.695 (§ 11) Esta herida, si bien no era grave, empujó a aquél, sin embargo, a con‐ fesar sus ansias de rapiña y con ese castigo inmediato provocó en 692 693 694 695
Cfr. Ioh 10,11 (ibid. 10,14), junto con Ioh 10,16. Cfr. Ios 7,1. Is 8,14; Rom 9,32; I Petr 2,8. Cfr. I Cor 11,3; Eph 5,23; Col 1,18.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 185
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
185
todos el temor de caer igualmente en ese mismo pecado. (§ 12) En consecuencia, después de que hubiésemos tomado posesión de la si‐ nagoga, al ceder los judíos ante nuestro empuje, no digo ya que nadie se llevó cosa alguna de ella, sino que nadie pensó ni siquiera en cometer hurto alguno. (§ 13) Todos sus ornamentos, a excepción, no obstante, de los libros y los objetos de plata, los devoró el fuego junto con el propio edificio. Ciertamente, nos llevamos los libros sa‐ grados a fin de que no sufriesen ningún daño entre los judíos, pero les devolvimos los objetos de plata a fin de que no se quejasen ni de robo alguno por nuestra parte, ni de pérdida económica alguna por la suya. (14, § 1) Y así, tras la destrucción de la sinagoga en medio del es‐ tupor de todos los judíos, regresamos a la iglesia entonando himnos y, dando gracias al responsable de nuestra victoria, suplicábamos entre lágrimas que el Señor sometiese esos verdaderos antros de per‐ fidia y que la incredulidad de esos corazones tenebrosos cediese ante la luz. (15, § 1) Y sin que produjese demora alguna en el cumplimiento de esta súplica, al día siguiente, ciertamente, a fin de que se mantu‐ viese en todos los puntos la coincidencia en los nombres, cierto judío llamado Rubén fue elegido por el Señor para que fuese el primogé‐ nito entre todos los judíos.696 (§ 2) En efecto, dando gritos santísimos con los que provocaba una gran alegría en los corazones de todos, suplicaba verse libre de las cadenas de la superstición judía. (§ 3) Convertido de inmediato en el primogénito de Jacob, recibió la señal de la salvación y, permaneciendo desde entonces a nuestro lado y sumándose a nuestras decisiones, censuraba junto con nosotros la obstinadísima dureza de corazón de todos los judíos. (16, § 1) Tres días pasaron, si no me equivoco, durante los cuales los nuestros persistieron en sus oraciones y los judíos en su perfidia. (§ 2) A continuación Teodoro, rodeado por la muchedumbre de los suyos, acudió al lugar en el que únicamente parecían mantenerse en pie las paredes de la sinagoga, que después fueron destruidas por
696
Cfr. Gen 35,23; ibid. 49,3.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 186
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
186
los judíos convertidos. En ese lugar se presentó conmigo también la multitud de los cristianos. (§ 3) Como allí Teodoro, polemizando con audacia sobre la ley, se burlaba de todas las objeciones que se le ha‐ cían y las echaba abajo, el pueblo cristiano, al ver que aquél no podía ser derrotado por las palabras de los hombres, imploró el auxilio del cielo. (§ 4) Y así, profiriendo todos al unísono un grandísimo grito con sus voces concertadas, dijeron: «¡Teodoro, cree en Cristo!». (§ 5) Pero la extraordinaria misericordia de nuestro bondadosísimo Señor, cuando aún se le solicitaban pequeñas cosas, ya las había concedido grandes. (§ 6) No obstante, un milagro procedente del Todopoderoso no es algo extraordinario. En efecto, cambió el sentido de este clamor en los oídos de los judíos Aquel que en otro tiempo hizo que cuatro leprosos se apoderasen del campamento del rey de Siria, cuando éste había puesto sitio a Samaría,697 y que por medio de Gedeón provocó una gran confusión en los ejércitos de los madianitas y entregó una enorme victoria sin esfuerzo a los trescientos hombres de ese caudi‐ llo, consiguiendo por medio del terror que la multitud de los enemi‐ gos resultase diezmada a causa de las heridas que ellos mismos se infligieron unos a otros.698 (§ 7) Así también en nuestros días ese grito fue entendido por los judíos presentes de un modo muy diferente a como era proferido por los nuestros. En efecto, todos imaginaron que se decía: «¡Teodoro ha creído en Cristo!». Y así, pensando que el prin‐ cipal adalid de su perfidia se había convertido a la fe de Cristo, todos se pusieron a temblar por igual. Donde no había motivo de temor, se sentían aterrorizados. (§ 8) Sus mujeres, corriendo hasta allí con el pelo suelto, entre chillidos como de animales lanzaban repetidas acusaciones contra el nombre de Teodoro, diciendo: «¿Teodoro, qué has hecho?» (§ 9) Los varones, por su parte, unos huyeron a refu‐ giarse en la soledad de los bosques y en las grietas de las montañas699 y otros se apresuraban por las callejuelas de la ciudad, tratando de encontrar un lugar en el que esconderse. (§ 10) El propio Teodoro, lleno de estupor, veía cómo se cumplía entre su pueblo esa sentencia 697
El episodio en IV Reg 6,24‐7,11. El episodio en Iud 7,7‐23. 699 No son barrancos, como se ha venido traduciendo, sino cuevas, tal y como se ve más adelante en el cap. 18,1, donde el autor de esta carta se refiere de nuevo a esta huida, pero sirviéndose de otros términos. 698
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 187
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
187
divina que dice:700 Huye el impío sin que nadie lo persiga. ¡Sin embargo, no era que nadie los persiguiese! En efecto, los perseguía ese terrible león que desde el lugar en que se encontraba la sinagoga, tal y como había sido revelado a Teodoro, por medio de unos monjes había lan‐ zado un rugido con el que había atemorizado a los enemigos que presentaban resistencia. (§ 11) Así pues, se encontraba Teodoro jus‐ tamente en ese mismo lugar en el que unos días antes el terror al león se había apoderado de él en el sueño y, al tratar de averiguar la causa de tan gran turbación y oír simplemente el nombre de nuestro león, sólo veía a unos monjes entonando salmos, sin apreciar allí ningún acto de crueldad, como se temía. Pero, dado que había sido abando‐ nado por la multitud de los suyos, también él se preparaba para es‐ capar y preveía ya el camino que tomarían sus pies. (§ 12) Cuando el venerabilísimo Rubén divisó a Teodoro, que estaba dominado por un horrible temor y privado no sólo del color del rostro, sino incluso del uso de la voz, corrió rápidamente junto a él y, dirigiéndose con amables palabras a él, que estaba temblando, lo exhortaba a unirse a la fe de Cristo y, poniéndole el ejemplo de su propia conversión como un remedio frente al miedo, parecía que en cierto modo le abría las puertas de la casa de su fe, esa casa en la que aquél se había refugiado del pavor provocado por el león. (§ 13) No obstante, para narraros con fidelidad todo lo ocurrido y que vos, que buscáis no el ornato de la expresión, sino la verdad, lo escuchéis con agrado, incluiré a con‐ tinuación las palabras del propio Rubén y no suprimiré nada de la sencillez de su discurso. (§ 14) Pues bien, éste decía: «¿Qué temes, mi señor Teodoro? ¡Si deseas estar verdaderamente a salvo y ser un hombre estimado y rico, cree en Cristo, tal y como también yo he cre‐ ído! (§ 15) En estos momentos tú estás ahí de pie y yo me siento en compañía de los obispos. Pero en caso de que te conviertas, tú te sen‐ tarás y yo permaneceré de pie ante ti». (§ 16) Teodoro, después de acoger estas palabras en lo profundo de su espíritu, nos dice: «Haré lo que queréis. Tenéis mi palabra, añade, pero permitidme que hable antes con mi pueblo a fin de que pueda obtener una mayor recom‐ pensa por mi conversión como consecuencia también de la de los demás». (§ 17) Esta promesa de Teodoro fue acogida con un extraor‐ 700
Prou 28,1.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 188
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
188
dinario alborozo por parte de todos. (§ 18) Unos, corriendo afable‐ mente hacia él, cubrían de besos su boca y su cuello, otros lo abraza‐ ban tiernamente y otros, en fin, ardían en deseos de estrechar su diestra con la suya y de entablar conversación con él. (§ 19) Y, así, Te‐ odoro se dirigió hacia su mansión y, si bien se mostraba feliz por las muestras de afecto de los nuestros, no carecía por completo, sin em‐ bargo, de inquietud. En efecto, aunque parecía haber entrado ya en la casa de Rubén en razón de su promesa, sin embargo, también es‐ taba en esos momentos lleno de temor, pues aún no había llegado a casa de aquella pariente que tres días después lo había acogido en su materno pecho y lo había librado de toda la turbación de su miedo. (§ 20) Nosotros, por nuestra parte, nos dirigimos a la iglesia entre himnos según la costumbre, cantando y entonando:701 Bendito es el Padre de las misericordias y el Dios de todo el consuelo, que702 ha ver‐ tido agua sobre nuestra cabeza y un manantial de lágrimas sobre nuestros ojos a fin de que lloremos a los caídos de nuestro pueblo. (17, § 1) Ciertamente, al abandonar la iglesia después de celebrar los misterios, advertimos que una multitud nada insignificante de judíos acudía a nuestro encuentro. (§ 2) Todos ellos suplicaban de forma unánime recibir de mí, pese a ser yo un pastor indigno, la señal de Cristo. (§ 3) Así pues, tras regresar a la iglesia y dar gracias al Señor misericordioso, imprimí al punto sobre sus frentes la señal de la salvación. (18, § 1) ¿Qué lengua podría referir, por lo demás, los prodigios obrados por el poder de Cristo entre aquellos que se habían refu‐ giado en bosques y grutas, sobre todo cuando cada uno de ellos tiene una historia propia que explica su conversión? (§ 2) Pero del mismo modo que me es imposible relatar todas las historias, así también me resulta poco grato pasarlas todas ellas por alto. (§ 3) Por esa razón, asistido por vuestras oraciones, voy a relatar uno solo de los mila‐ gros de Cristo, un milagro, no obstante, que conocimos por el testi‐ monio de los más fidedignos y respetados varones. (§ 4) Dos distinguidos miembros del pueblo judío, esto es, Melecio, el her‐ 701 702
II Cor 1,3. Ier 9,1.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 189
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
189
mano de Teodoro, e Inocencio, que había llegado recientemente a esta isla tras huir de la devastación de las Hispanias en compañía de sus servidores, tal y como ellos mismos confirman también hoy día, prestando unos juramentos que inspiran temor, se refugiaron en una cueva o, más bien, una caverna, juntándose allí con ellos otros dos judíos nacidos de humilde cuna que los habían elegido como los ca‐ becillas de su común fuga. (§ 5) Pues bien, luego de haber permane‐ cido ocultos durante un breve tiempo en ese lugar, aquellos enviaron a la ciudad a estos últimos, que por su edad eran más rápidos y osa‐ dos, a modo de exploradores, por así decirlo, y ellos, por su parte, se quedaron solos allí. (§ 6) Entonces Melecio dice el primero: «¿Qué significa, hermano, que yo no pueda expulsar de mi corazón unas palabras blasfemas de acuerdo con lo que nos enseña nuestra reli‐ gión? En efecto, desde que el pueblo de los cristianos gritó que mi hermano se había convertido, no hay otra cosa que se insinúe en mi corazón, salvo estas palabras que hasta el día de hoy me eran per‐ fectamente desconocidas: “Cristo, en tu nombre”. Cuanto más me afano por arrancarlas de mi espíritu, con tanta más violencia y tena‐ cidad se me clavan en él». (§ 7) A esto responde Inocencio: «No en vano esa expresión en la que nunca pensó tu corazón, como todos saben perfectamente, y que tu boca no pronunció nunca tampoco, se ha introducido precisamente en estos últimos tiempos con tanta violencia en tu interior. Creo que ella procede de Dios. No obstante, esfuérzate, te lo suplico, y, apartando lejos de ti esas palabras, libé‐ rate de la perturbación de ese molesto pensamiento». (§ 8) Entonces Melecio comenzó a gritar y a chillar, emitiendo unos alaridos tan confusos que Inocencio advirtió no sólo por los gestos de su rostro, sino también por los movimientos de todo su cuerpo, que aquél lu‐ chaba contra su propio espíritu. (§ 9) Cuando Melecio comprendió que esto no le era de la más mínima utilidad, comenzó también a pronunciar palabras impías y vergonzosas, y tan pronto emitía rui‐ dos deshonestos, sorbiendo el aire con la nariz fruncida,703 como se echaba a reír con despreciables carcajadas. (§ 10) Pero esta locura no pudo suprimir el nombre de Cristo de su espíritu, pues el fuego de la salvación se había extendido ya por todas sus entrañas. (§ 11) 703
Quiere decir que olía sus propias ventosidades.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 190
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
190
«¿Qué puedo hacer, dice, hermano Inocencio? Estos remedios tienen un efecto contrario al esperable. No soy capaz de conseguir eliminar de mi interior el nombre de Cristo ni con palabras soeces ni con blas‐ femias repugnantes de escuchar. Siento, ciertamente, que hay otra persona, créeme, que no deja de introducir con un griterío incesante el nombre de Cristo en los oídos de mi corazón, que me esfuerzo en vano por cerrar a esas voces». (§ 12) A estas palabras de Melecio res‐ pondió Inocencio con estas otras: «El pueblo cristiano ha asegurado ante nuestros oídos, que así lo han escuchado, que tu hermano Teo‐ doro, que es superior a nosotros en sabiduría, dignidad y edad, se ha convertido a la fe de Cristo. (§ 13) ¿No ha de ser posible, entonces, que tú también, empujado por el ejemplo de tu hermano, renuncies a la religión judía? ¿Por qué hemos de pasar, en consecuencia, más tiempo en esta terrible soledad? ¿Durante cuánto tiempo, además, podremos esforzarnos privados de alimentos, sobre todo cuando esos dos jóvenes a los que hemos enviado de regreso se retrasan y este lugar en el que nos hemos refugiado resulta de todo punto des‐ conocido a nuestros servidores? Y por lo demás, ¿a cambio de qué recompensa soportamos la pena de una muerte tan angustiosa? ¿Qué motivo hay para que nos consumamos de hambre, languidez‐ camos de sed, nos helemos de frío y, en fin, lo que ya sufrimos, nos sintamos aterrorizados por el horrible silencio de esta vasta soledad? (§ 14) ¿Acaso huimos de las cadenas de unos salteadores o de las es‐ padas de los bárbaros? ¿Acaso está deseoso de nuestra sangre un pueblo tan misericordioso que vimos que lloraba por nosotros? Re‐ cordemos, te lo suplico, que nunca hirió a nadie, que ni siquiera de palabra cometió injusticia alguna contra ninguno de nosotros, y re‐ gresemos junto a esas personas que están libres de toda culpa y a las que no vemos en modo alguno como enemigos nuestros, y que ocu‐ rra lo que plazca a Dios». (§ 15) En respuesta a estas palabras dice Melecio: «Yo creo, hermano Inocencio, que tú, que eres un gran eru‐ dito no sólo en la literatura latina, sino también en la griega, y que meditas sin descanso sobre la ley, has olvidado lo que dice el Señor por medio del profeta Ezequiel:704 El alma que haya pecado morirá. (§ 16) En efecto, si has leído esto, ¿por qué crees que yo puedo ser 704
Ez 18,20.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 191
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
191
atraído a la fe de Cristo por el ejemplo de mi hermano Teodoro? Del mismo modo que él tiene su propia alma, tiene también su propio pecado, que, ciertamente, no me perjudicará, en caso de que yo no abandone al Señor y Dios de mis padres. (§ 17) Por lo demás, pongo por testigo a Aquel que sacó a nuestros padres de la tierra de Egipto que, si las inclemencias del invierno no lo impiden, tengo la inten‐ ción de emigrar en solitario a otras tierras, cualesquiera que sean y en cualquier nave que sea. Y no me han de detener ni el amor por mis posesiones ni el afecto por las personas a las que aprecio. Rom‐ per estos lazos me resulta fácil con tal de no verme forzado a negar al Dios de nuestros padres. (§ 18) Por lo demás, en cuanto a esto que propones mediante un consejo nefasto de que debemos regresar a la ciudad, me asombra que un varón prudentísimo como tú no haya previsto en su ánimo qué es lo que crees que va a ocurrirnos a nos‐ otros, cuando Teodoro, la columna de nuestra sinagoga, en quien te‐ níamos depositada toda nuestra confianza, se vio forzado a apostatar. (§ 19) En consecuencia, es más razonable que nos retire‐ mos, más bien, a mis posesiones en el campo y no nos presentemos por nuestra propia iniciativa ante los ojos de los cristianos. Podemos, por lo demás, ocultarnos allí hasta que emigremos al extranjero en el momento oportuno, pues, ciertamente, en esta isla ha crecido hasta tal punto el odio hacia nuestra religión que, quien no abandone la tierra natal, no podrá mantener la fe de sus padres. Así pues, ¿por qué no emprendemos de forma voluntaria un exilio al que, tal y como sugiere la situación actual, seremos empujados por el odio de los cristianos, aun en el caso de que no lo deseemos?». (§ 20) Y así, una vez tomada esta decisión de común acuerdo, emprenden la fa‐ tiga del camino que se habían propuesto. (§ 21) Pero, mientras avan‐ zaban por un sendero estrechísimo, al cegar las tinieblas de sus pensamientos las luces de sus ojos, se apartaron del camino que se‐ guían de forma inconsciente y fueron a parar a unos lugares cubier‐ tos de matorrales e imposibles de atravesar, pues tan pronto sufrían cortes debidos a espinas, como se veían obstaculizados por grandes rocas. (§ 22) Después de haber desfigurado su cuerpo con largas he‐ ridas, experimentaron, ciertamente, primero una ansiedad tan grande y luego tanta desesperación y temor que se vieron forzados a reconocer que sufrían todo eso a causa de su incredulidad por obra
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 192
192
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
del justo juicio de Dios. (§ 23) Y así, invocando con sus piernas llenas ya de laceraciones el nombre de Cristo que en el pasado rechazaban, cuando él, sin necesidad de ser llamado, se presentaba ante ellos, emprendieron el camino que contra su voluntad y su propósito ini‐ cial los llevó de vuelta a la ciudad. (§ 24) Pero, cuando a su pesar y llenos de inquietud llegaron a la ciudad, al informarse cuidadosa‐ mente de todo lo ocurrido, escucharon que Teodoro seguía siendo aún judío y que no había sufrido ninguna violencia por parte del pueblo cristiano, como habían creído. (§ 25) Quedándose, en conse‐ cuencia, estupefactos y no pudiendo creer lo que les había ocurrido, dirigieron sus pasos a la casa de Teodoro. Después de que éste los hubiese recibido en ella, cuando prácticamente acababa de terminar de comer, se interesó al punto por el motivo por el que se habían ale‐ jado de él y de la ciudad y conoció todo el relato de lo sucedido más bien entre risas que entre manifestaciones de sorpresa. (19, § 1) Tres días después, cuando Teodoro se disponía a arengar a su pueblo y a animarlo a aceptar la fe de Cristo, sufrió incluso la sedición de aquellos judíos que por su propia iniciativa se prestaban a la conversión. (§ 2) En efecto, prácticamente no podía encontrarse uno solo entre ellos que no afirmase haber sentido con claridad el poder de Cristo. (§ 3) Ciertamente, el primero en hablar en la asam‐ blea de los judíos fue cierto joven, primo del propio Teodoro, de nombre Galileo (a fin de que, como se ha dicho ya a menudo, el sen‐ tido oculto de todos esos sucesos se desarrollase hasta el final con los nombres adecuados). Éste comenzó a hablar así en voz alta do‐ minado por una enorme indignación: (§ 4) «Os pongo por testigos a todos vosotros, dijo, de que no puedo seguir siendo judío, pues en mi finca tengo por vecinos a propietarios cristianos ante cuyo odio sucumbiría, quizás, si quisiese persistir en el judaísmo. (§ 5) En con‐ secuencia, mirando por el peligro que corre mi vida, acudiré ahora mismo a la iglesia a fin de escapar a la muerte que se trama contra mí». Si bien Galileo creía que exponía todo esto respecto de las cir‐ cunstancias presentes, en la medida en que parecía que daba cuenta de los motivos de su conversión, y no pensaba en absoluto en ese momento en la muerte de la vida futura, sin saberlo, decía la verdad. (§ 6) Arrebatando casi la palabra a éste, Ceciliano, un honorable
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 193
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
193
varón, distinguido hasta tal punto no sólo entre los judíos, sino tam‐ bién en la ciudad que incluso ahora ha sido elegido defensor de la ciudad, aseguró que Galileo decía la verdad y que él tenía un motivo semejante para la conversión, pues sentía un temor semejante. (§ 7) Con estas palabras proporcionó tanta confianza al citado joven que en presencia de todos con una rapidísima carrera, como si buscase obtener el trofeo de la fe,705 acudió en auxilio de nuestro galileo706 y suplicó a mi humilde persona ser llamado en adelante con ese nom‐ bre. (§ 8) Por lo demás, Ceciliano, dado que era padre de los judíos, después de reunirse con su hermano Floriano, que era, igualmente, padre de los judíos, y reflexionar con más calma, se dirigió a la sina‐ goga en estos términos, según hemos sabido después: «Yo, dijo, puesto que soy el primero en dignidad en la sinagoga después de Teodoro, no os consulto ni os pongo a todos vosotros por testigos lleno de inquietud, por así decirlo, como el joven Galileo, sino que, más bien, os exhorto y os aconsejo, declarando que, una vez aban‐ donado el error del depravado camino que seguimos, si ello es po‐ sible, debemos apresurarnos a sumarnos todos juntos a la fe de la Iglesia. (§ 9) Y si a vosotros no os atrae junto a Cristo el enorme poder de éste, ciertamente, tanto yo como mi hermano Floriano, del mismo modo que no podemos obrar con violencia contra aquellos de vosotros que renunciéis a tan gran salvación, así también, rechazando las pa‐ trañas de esa religión que no nos sentimos capaces de defender por más tiempo, nos uniremos con toda nuestra casa al número y a la fe de los cristianos, quienes, ciertamente, si no siguiesen la verdad que no puede ser vencida, no sólo nunca te habrían vencido a ti, hermano Teodoro, que pareces más instruido que los demás, con innumera‐ bles testimonios de las Escrituras, sino que ni siquiera habrían ven‐ cido a ningún otro». (§ 10) De este razonamiento supimos que se sirvió Ceciliano para hablar a su pueblo y ese mismo día acogimos con un indescriptible alborozo a muchos judíos que en compañía de aquél acudieron a unirse a la fe de Cristo. (20, § 1) Por otro lado, si bien no soy capaz de describir adecuada‐ mente los prodigios que entonces acontecieron por voluntad celestial, 705 706
Cfr. I Cor 9,24. Cristo, naturalmente.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 194
194
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
no me atrevo a pasarlos por alto. (§ 2) Hacia la hora séptima comen‐ zamos a celebrar solemnemente la misa del Señor. (§ 3) Y mientras animábamos a los judíos que venían a adherirse a la fe de Cristo y los anotábamos en una lista (ciertamente, recogimos sus nombres por escrito), y el pueblo, por su parte, se saciaba espiritualmente con los platos de un alborozo tan grande que no se acordaba de los alimentos de la carne, transcurrió la mayor parte del día. (§ 4) Pues bien, mien‐ tras todo el pueblo aguardaba conmigo el comienzo de la misa en la iglesia, que se encuentra algo apartada de la ciudad y en la que des‐ cansan las reliquias del santo mártir Esteban, recientemente deposi‐ tadas allí, dos monjes a los que el Señor escogió como testigos de sus milagros estaban tumbados sobre la hierba en el campo que se ex‐ tiende frente a las puertas de la iglesia. (§ 5) Y cuando un honorable varón llamado Julio, que junto con otra persona se dirigía a la iglesia procedente de la ciudad, comenzaba a dejar atrás a los citados mon‐ jes, de repente uno de éstos, turbado por la señal de un milagro que se le estaba mostrando, emitió un confuso grito y, como no podía des‐ cribirlo con palabras, extendiendo su mano, señaló lo que veía a aquéllos, que se habían vuelto hacia él. (§ 6) Había, en efecto, una es‐ fera de una luz blanquísima que alcanzaba en tamaño la estatura de un hombre y se asemejaba a esas vasijas que reciben en la lengua vul‐ gar el nombre de orzas. (§ 7) Lo que se veía poseía una claridad y un resplandor tan grandes que el hermano que lo advirtió el primero, tal y como supimos más adelante por su propio relato, tuvo la im‐ presión de que el sol se apagaba. (§ 8) Aquello, según pareció a esos monjes, se ocultaba en un lento descenso al otro lado de la basílica en la que se hallaba reunido todo el pueblo conmigo. (§ 9) Y creyeron que se encontraba tan cerca que ese mismo hermano, lleno de estu‐ por, echó a correr, pensando que aquello había caído detrás de la ba‐ sílica, pero, sujetado por el otro hermano, detuvo su carrera. (§ 10) En efecto, este último, no porque estuviese seguro, pero así lo pen‐ saba al menos, aseguraba que también lo había visto, sin duda, pero que se encontraba más lejos. (§ 11) Entonces unas mujeres judías que estaban mirando desde la estancia superior de una mansión, entre las que se encontraba la madre de aquel Melecio del que se ha hecho mención más arriba, confirmaron que también ellas habían visto aquello y que les parecía que había caído sobre la basílica. (§ 12)
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 195
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
195
Pero aún hoy es incierto si aquello fue un ángel, si fue el propio san Esteban o si, verdaderamente, fue lo que se vio.707 (§ 13) Por lo demás, ese mismo día, hacia la hora cuarta, esto es, un poco antes de que se mostrase esa señal, cayó en una abundancia hasta entonces desconocida un granizo muy fino, que los habitantes de la isla de‐ nominan «argistino» en su lengua nativa. (§ 14) Al comenzar a salir de él un olor de miel, fue probado por muchos a los que había gol‐ peado por los caminos y se descubrió que era más dulce que la miel. (§ 15) Y, así, muchas personas discretas, al ver que ese mismo día los hijos de Israel habían salido del Egipto de su perfidia y escapado a su esclavitud, comparaban lo que había ocurrido con aquellas seña‐ les que leemos en el Éxodo, hasta el punto de que708 creían que se había concedido de nuevo el maná a ese pueblo,709 que en ese mo‐ mento había merecido, verdaderamente, el nombre de Israel por mirar a Dios con un corazón creyente. (§ 16) Pensaban asimismo que se había mostrado la columna de fuego que precedió a los padres por el desierto710 a fin de indicar el camino que conduce a la vida también a los hijos, al abandonar éstos el verdadero Egipto y el horno de hierro,711 según está escrito. (§ 17) Y, en verdad, tal y como atestigua el pasaje del Éxodo, la semejanza de las señales no se dife‐ renciaba en nada. En efecto, también aquello que creemos que fue nieve se parecía a la simiente del pequeño cilantro y recordaba a la 707
Es decir, una esfera de luz resplandeciente. Esta construcción presenta un problema sintáctico en latín, dado que Severo introduce un subjuntivo sin partícula subordinante. La construcción resulta tan chocante que Amengual i Batle opta en su edición por aceptar la partícula «dum» presente en un único manuscrito y, a todas luces, introducida por el copista de este ejemplar para solucionar el problema sintáctico con el que se encontró. En la edición de Amengual i Batle (1987) se lee en consecuencia: «dum huic populo... crederent». Es evidente, no obstante, que debe aceptarse el texto del resto de los manuscritos, donde la forma «crederent» no es introducida por partícula alguna. Es el texto que edita Bradbury, que, sin embargo, traduce esa frase como si estuviese al mismo nivel que la precedente en torno al verbo «comparabant». Sin duda, se ha producido la omisión de una partícula, ya sea por un error que remonta al arquetipo, ya sea por un descuido de Severo, en el que esta construcción resulta extraña. El sentido del pasaje parece sugerir que podría tratarse de una proposición subordinada consecutiva, por lo que la partícula elidida sería «ut»: « huic populo... crederent». 709 El episodio bíblico en Ex 16,31‐35. 710 Cfr. Ex 13,21. 711 Cfr. Deut 4,20. 708
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 196
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
196
miel por su sabor.712 Y consta que aquello otro que se mostró tenía la forma de una columna de fuego.713 (§ 18) Supimos más adelante que una y otra señal se habían manifestado también a los hermanos que habían permanecido en Iamona. (§ 19) En efecto, muchos a los que se había concedido capacidad de discernimiento, esto es, el gusto del conocimiento, certificaron también la existencia de una llu‐ via de miel y una columna de una luz blanquísima se mostró a las miradas de muchos a los que el Señor juzgó dignos de ello. (§ 20) De todo ello es posible deducir que en el mundo entero los judíos van a ser visitados por la luz de la fe, (§ 21) puesto que, ciertamente, a nos‐ otros, que vivimos en esta isla y este pequeño mundo, por decirlo así, nos ha iluminado un resplandor tan grande de la gracia celestial que la visión de esas señales llegó hasta los confines más alejados de nuestra tierra. (21, § 1) Y, así, al día siguiente la gran expectación de todos recor‐ daba a Teodoro que debía cumplir su promesa, (§ 2) pero éste creía con justas razones, por lo que a él le parecía, que los deseos de todos debían diferirse, diciendo que antes quería traer hasta aquí a su es‐ posa, a la que había dejado en la isla de Mallorca, no fuese a ser que, si ésta conocía que su esposo se había convertido sin su consenti‐ miento, como suele ocurrir, persistiese pertinazmente en su perfidia y, confundida en su buen juicio por la presión, sobre todo, de su madre, que aún vivía, repudiase tanto su matrimonio como la nueva religión. (§ 3) Después de que Teodoro se hubiese dirigido en estos términos a los cristianos, que ya asentían, como los judíos que se ha‐ bían convertido manifestaban una violentísima agitación, éste, de‐ jando a un lado toda demora, se apresuró a acudir con rapidez a los brazos de la dama que era su pariente,714 tal y como lo había soñado. (§ 4) Tras él, como si hubiese desaparecido cualquier obstáculo, toda la sinagoga se incorporó a la Iglesia. (5) Y, cosa increíble de decir, aquellos ancianos doctores de la ley creyeron en Cristo sin que se 712
Cfr. Ex 16,31. Se refiere aquí a la esfera resplandeciente aparecida sobre la iglesia en las afueras de la ciudad en la que se habían reunido los cristianos para la misa. 714 Es decir, que entró a formar parte de la Iglesia católica, simbolizada por esa dama. En latín el término «matrona» hace pensar en la Iglesia como la madre que acoge a esos hijos que son los judíos. 713
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 197
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
197
produjese ninguna discusión verbal ni ninguna controversia en torno a las Escrituras. (§ 6) Simplemente, al preguntárseles si querían recibir la fe de Cristo, declaraban que creían en Cristo y que desea‐ ban convertirse de inmediato en cristianos. (22, § 1) Cierto anciano que tenía, según cuentan, ciento dos años de edad y de perfidia, sin intercambiar ni tres palabras, feliz por la esperanza de la vida eterna, aseguró que al final de sus días deseaba regresar a la infancia espiritual merced a la fe de Cristo y nos ofreció sus miembros ya putrefactos a causa de la vejez para que rápida‐ mente se viesen regenerados por el bautismo. (23, § 1) Había asimismo algunos judíos que, al pasar navegando por allí, habían sido empujados hasta la isla y aguardaban la opor‐ tunidad de contar con un tiempo y unos vientos favorables. Éstos, aunque se les concedió la posibilidad de echarse a la mar, prefirieron creer. (24, § 1) Así pues, Cristo, a fin de acrecentar la gloria de su poder, permitió únicamente que tres mujeres judías, pero muy nobles, per‐ sistiesen durante algún tiempo en la dureza de su perfidia. (§ 2) En efecto, Artemisia, hija de Litorio, que recientemente gobernó esta provincia y del que se dice que ahora es conde, conmocionada por la conversión de su esposo Melecio, abandonando la casa de su es‐ poso en compañía de una amiga, su nodriza y unas pocas sirvientas, se retiró a una cueva que, si bien estaba situada en un viñedo, se en‐ contraba en un paraje relativamente apartado. (§ 3) Había en él una prensa pequeña y nueva y parecía que un lagar construido reciente‐ mente era, en cierto modo, un símbolo del pueblo creyente, (§ 4) pues creemos y vemos que éstos715 han recibido el mosto del Nuevo Testamento no como odres viejos,716 sino como lagares nuevos. (§ 5) Así pues, después de que la dama ofendida por su esposo hubiese permanecido obstinadamente durante dos días en ese lugar, tan pronto como amaneció el tercer día, a fin de lavarse la cara, como tenía por costumbre, ordenó a una sirvienta que se acercase hasta el citado lagar a coger un poco de agua de la que se había acumulado 715 716
Se refiere el autor a los judíos. Cfr. Matth 9,17; Marc 2,22; Luc 5,37.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 198
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
198
allí algunos días antes debido a la lluvia. Y cuando advirtió por el olor y el sabor que esa agua tenía la dulzura de la miel, primero, cier‐ tamente, se mostró incluso indignada con su sirvienta y le pregun‐ taba enfadada por qué motivo había echado miel en esa misma vasija, (§ 6) pero después se dirigió al lagar para confundir, por así decirlo, a la moza que negaba sus acusaciones. Y al coger un poco de agua del lagar en la concavidad de sus manos, descubrió que el agua que había utilizado durante dos días había adquirido la dulzura de la miel más exquisita. (§ 7) Y así, llamando a todas las que estaban allí con ella, les rogó que probasen el agua, no fuese a ser, por un ca‐ sual, que su engañoso sabor transmitiese una falsa sensación de dul‐ zura sólo a su garganta. (§ 8) Y al probarla todas ellas, sintieron un deleite tan extraordinario que no creían que fuese agua perfumada con el sabor de la miel, sino una miel purísima que se asemejaba al agua tan sólo en su aspecto. (§ 9) Pues bien, mientras llenas de estu‐ por se preparaban para regresar a la ciudad, dejándose llevar por la curiosidad, descubrieron que también el rocío, que abundaba sobre la hierba, tenía un gusto semejante. (§ 10) Y así, tras regresar a la ciu‐ dad, la citada dama refirió eso mismo a su esposo y por medio de él lo dio a conocer a todos y al punto, sin resistencia alguna, aceptó la fe de Cristo. (§ 11) Y ese mismo día en que la esposa de Melecio gra‐ cias a la miel fue empujada a rechazar el amargor de la incredulidad, ese mismo día, repito, en que la citada hija de Israel, como si se en‐ contrase en el desierto, advirtió que el antiguo lago de Mará se había vuelto dulce al introducir en él el leño de la cruz,717 toda la iglesia se llenó de un olor tan maravilloso y celestial que prácticamente todos los hermanos sintieron la presencia del Espíritu Santo que también con anterioridad ya habíamos sentido algunos, pero muy pocos. (25, § 1) Y fue también motivo de admiración para todos el hecho de que, si bien el cielo permaneció descubierto casi sin interrupción durante todos esos mismos días, cayeron aguaceros en abundancia. (§ 2) Y la lluvia precedía sólo unos instantes a los judíos que se su‐ maban a la fe de Cristo, hasta el punto de que, al darnos cuenta de ello, comentábamos entre nosotros habitualmente y en tono de broma,
717
Cfr. Ex 15,23‐25.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 199
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
199
por así decirlo: «¡He aquí que ya está lloviendo, podéis estar seguros de que algunos judíos van a adoptar la fe de Cristo!». Y resulta in‐ creíble de decir que a menudo, cuando aún estábamos haciendo este comentario, algunos judíos llamaban ya a la puerta de la fe.718 (§ 3) Y no ocurrió sin razón que unos felicísimos aguaceros anunciasen que un pueblo iba a creer, tal y como está escrito que Dios reservará una lluvia espontánea para su heredad.719 (26, § 1) Quedaban aún dos mujeres que rehusaban correr en pos del aroma de los perfumes de Cristo:720 la esposa de aquel Inocencio que hemos mencionado más arriba y su hermana, una viuda muy res‐ petada, tal y como su reputación pone de manifiesto. (§ 2) No obs‐ tante, esta última, tan pronto como conoció que Inocencio, el esposo de su hermana, se había convertido, se embarcó en una nave y no sólo con nuestro permiso, sino incluso siguiendo nuestros consejos, pues ni las palabras ni los milagros la empujaban a adoptar la fe de Cristo. (27, § 1) Por su parte, la mujer de Inocencio durante unos cuatro días desdeñó con oídos endurecidos la voz de la salvación721 que pre‐ sentábamos ante ella. (§ 2) Como ésta, rechazando toda medicina, se veía consumida por la incurable enfermedad de la incredulidad (§ 3) y no se dejaba conmover ni por las amenazas, súplicas o lágrimas de su esposo Inocencio, por iniciativa del propio Inocencio, se presentó en la casa en la que aquélla vivía toda la multitud de los hermanos, que sufría un gran dolor espiritual por el hecho de que sólo una mujer impidiese que llegase a su plenitud una alegría tan grande, pues se pensaba que su hermana se había hecho ya a la mar. (§ 4) En conse‐ cuencia, como, después de habernos dirigido en vano durante largo tiempo a sus sordos oídos, no habíamos conseguido ningún progreso, acudimos al conocido auxilio de la oración, y las súplicas que des‐ preciaba la impiedad humana las elevamos a la misericordia celestial. (§ 5) Y, así, hasta la hora tercera, aproximadamente, el ejército de nuestro buen general Jesús se enfrentó a Amalec,722 el enemigo, en 718 719 720 721 722
Cfr. Matth 7,7‐8; Luc 11,9‐10. Ps 67,10. Cfr. Cant 1,3. Cfr. Ps 94,8; Hebr 3,15 (ibid. 4,7). El episodio en Ex 17,8‐13.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 200
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
200
un combate de himnos y oraciones. (§ 6) Y cuando, llenos de deses‐ peración, ya casi pensábamos en retirarnos de allí, pues así tenemos que confesarlo, recuperando de nuevo nuestras fuerzas, prescribimos a todos una oración y lloramos postrados durante largo tiempo en el suelo. (§ 7) Y cuando el pueblo gritó «Amén» a la conclusión de la oración, aquélla añadió que creía y que deseaba hacerse cristiana. Y así, una vez que también ésta fue liberada de los lazos del diablo,723 nos dirigimos alegres a nuestras casas. (28, § 1) Así pues, al día siguiente, esto es, al octavo día desde nues‐ tra llegada, decidimos regresar a Iamona, llevando con nosotros los espléndidos despojos de las alegrías de tan ilustre victoria. (§ 2) Pero cuando, una vez listos para el viaje, salíamos ya de la ciudad, el Señor concedió a su pueblo a modo de viático, por así decirlo, la única ale‐ gría de la que éste parecía estar privado. (§ 3) En efecto, aquella viuda pariente de Inocencio fue traída de regreso desde el mar. (§ 4) Ésta, abrazándose a mis rodillas, suplicaba entre lágrimas el auxilio de nuestra fe. (§ 5) Yo le dije: «¿Por qué razón, mujer, decidiste abando‐ nar a tus hermanos con una ligereza tan grande de espíritu?» A esto ella me respondió: «También el profeta Jonás decidió huir lejos del rostro del Señor724 y, sin embargo, aun a su pesar, cumplió la voluntad del Señor. (§ 6) En consecuencia, te ruego que también tú nos acojas tanto a mí como a estas huérfanas, y que las nutras en Cristo». (§ 7) E implorándome de este modo con voz lastimosa, me mostraba, ven‐ cida por el llanto, a sus dos pequeñas hijas. (§ 8) ¿Quién es el que no lloró entonces de alborozo? ¿A quién la magnitud de la alegría no arrancó lágrimas? (§ 9) Acogí, sin duda, a aquella oveja que creíamos que era la única que se había perdido de todo el grupo725 y la llevé de regreso al redil de Cristo junto con su doble prole. (29, § 1) Ciertamente, durante esos ocho días en que ocurrió todo esto, antes de la cuaresma celebramos la festividad de la Pascua, por así decirlo. (§ 2) En efecto, consta que se añadieron a la Iglesia qui‐ nientas cuarenta almas. (§ 3) Por lo demás, si bien he pasado por alto
723 724 725
Cfr. II Tim 2,26. Cfr. Ioh 1,3. Cfr. Matth 18,12.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 201
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
201
muchos sucesos debido a su número infinito, no considero superfluo o falto de interés añadir al término de este relato que nadie entre toda la multitud del pueblo de Iamona, sobre todo teniendo en cuenta que había llegado allí muchos días antes después de recorrer treinta mil pasos, antepuso a este cometido la preocupación por su casa, la búsqueda de sustento o la añoranza de sus seres queridos. (30, § 1) Y es más admirable aún y más digno de alborozo el hecho de que en estos momentos contemplamos cómo la propia tierra del pueblo judío, durante largo tiempo infértil, una vez arrancadas las zarzas de la incredulidad y recibida la simiente de la palabra, da una cosecha abundante de justicia, hasta el punto de que sentimos una gran alegría por nosotros mismos ante la esperanza que nos aportan tantos nuevos campos de cultivo. (§ 2) Ciertamente, allí donde hemos arrancado un enorme bosque de perfidia, florecen fertilísimas las obras de la fe. Y, en efecto, en primer lugar, han echado abajo los cimientos de la sinagoga y tras ello no sólo están reuniendo fondos para la construcción de una nueva basílica, sino que incluso llevan las piedras necesarias sobre sus hombros. (31, § 1) Sepa vuestra beatitud que esto que comenzó el cuarto día antes de las nonas de febrero por el poder de nuestro Señor Jesucristo fue llevado a término por éste mismo al cabo de ocho días en el año siguiente al undécimo consulado de nuestro señor Honorio y segundo del clarísimo varón Constancio. (§ 2) Por todo ello, si escucháis bon‐ dadosamente las palabras de una persona indigna y pecadora, mos‐ trad vuestro celo por Cristo actuando contra los judíos, pero buscando la eterna salvación de éstos mismos. (§ 3) En efecto, quizás ha llegado ya el tiempo anunciado por el apóstol en que,726 una vez incorporada a la Iglesia la totalidad de los gentiles, todo Israel se salve. (§ 4) Y acaso quiso el Señor que esta pequeña llama prendiese en el extremo del mundo a fin de que todo el orbe de las tierras ardiese727 por el fuego de la caridad para arrasar así el bosque de la incredulidad 728. 726
Cfr. Rom 11,25‐26. Cfr. Luc 12,49. 728 Se entiende que Severo quiere decir que, al comenzar el fuego en un extremo del mundo, puede recorrer fácilmente el orbe entero hasta el otro extremo y arrasarlo todo. 727
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 202
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
202
VIDAL Y TONANCIO729 EPISTVLA VITALIS ET TONANTI AD CAPREOLVM CARTHAGINENSEM EP. (CPL 398) CAPREOLO DE CARTAGO EPISTVLA CAPREOLI CARTHAGINENSIS EP. AD VITALEM ET TONANTIVM (CPL 399) El conjunto de epístolas que nos ocupa corresponde al intercam‐ bio epistolar entre dos eclesiásticos hispanos, llamados Vidal y To‐ nancio, y el obispo Capreolo de Cartago. La razón de la misma se encuentra en el planteamiento de unas cuestiones doctrinales que los clérigos citados presentan al obispo africano. Éste responde, en la segunda de las epístolas, a las preguntas y cuestiones que le plan‐ teaban aquéllos y los reconviene sobre algunas afirmaciones que aquéllos incluían en su consulta. El que el corresponsal de Vidal y Tonancio sea el obispo Capreolo de Cartago es el elemento fundamental que permite aproximar la data de este intercambio epistolar, ya que sabemos que éste ocupó el obispado de Cartago entre ca. 431 y 439; por lo tanto, ambas epís‐ tolas se corresponden con estas fechas límites post y ante quem res‐ pectivamente. Está claro que la primera epístola, la hispana, tuvo que redactarse al menos en abril de 431 o incluso un poco antes, pues la respuesta de Capreolo, que firma como obispo de Cartago, a una carta que Teodosio II envía a Agustín de Hipona en la que invitaba a participar a éste en el I Concilio de Éfeso data de ese momento (Li‐ berato de Cartago, Breuiarium, 4). La epístola enviada por Capreolo a los hispanos puede datarse después del 16 de julio de 431, fecha de conclusión del I Concilio de Éfeso, celebrado entre el 22 de junio 729
Bibliografía: Ángel Custodio VEGA, «Vidal y Tonancio, o un caso de nestorianismo en España», La Ciudad de Dios, 152 (1936), pp. 412‐420; Lorenzo DATTRINO, Pseudo‐Atanasio. La Trinità, Roma, Città Nuova, 1980 (19942) (Collana di testi patristici, 23); André MANDOUZE, Prosopographie chrétienne du Bas‐Empire. 1: Prosopographie de l’Afrique chrétienne (303‐503), Paris, CNRS, 1982, pp. 189‐190 («Capriolus»); Margarita VALLEJO GIRVÉS, «Influjo oriental en la Hispania del siglo V. A propósito de la consulta de Vital y Constancio a Capreolo de Cartago», Espacio, Tiempo y Forma. Serie II, Historia Antigua, 4 (1991), pp. 351‐358; Josep VILELLA, «Las relaciones eclesiásticas de Hispania con África en época vándala (a. 429‐533)», Agustinianum, 42 (2002), pp. 445‐468; Junghoo KWON, «Pre‐Nestorianism in Spain: The Letter of Vitalis and Constantius and Pseudo‐Athanasian De Trinitate», Scrinium. Journal of Patrology, Critical Hagiography and Ecclesiastical History, 9 (2013), pp. 150‐164.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 203
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
203
y el 16 de julio del 431, ya que en la epístola se alude a esa reunión conciliar y al motivo de la misma: la herejía nestoriana (Epist. ad Vit. et Ton., 1). Son escasos los datos acerca de Vidal y Tonancio. Sabemos que eran hispanos, pero no tenemos suficiente información para situarlos en una u otra provincias de la Diocesis Hispaniarum; podemos des‐ cartar, sin embargo, que pertenecieran a la provincia Tingitana, ya que al dirigirse a Capreolo afirman que «estamos lejos de vuestro reverendo apostolado, dado que media entre nosotros el mar» (Epist. ad Capr., 1). Su condición religiosa viene determinada por el tratamiento como «religiosísimos hijos» que Capreolo les da en su carta de respuesta (Epist. ad Vit. et Ton., 1). Igualmente el tratamiento dado al portador de la carta desde Hispania a Cartago, «nuestro dulcísimo hermano Numiniano» y que se refiera a él como «religioso varón» (Epist. ad Vit. et Ton., 1) nos hace redundar en esta conclusión, toda vez que hay que entender aquí la referencia a «hermano» como «hermano de comunidad». Aunque no se dice expresamente, es asumible apuntar que quien lleva a Hispania la carta de respuesta de Capreolo es el propio Numiniano, al que podemos atribuir, por ello, un origen hispano. Su viaje al norte de África y concretamente a Cartago llama espe‐ cialmente la atención dada la situación geopolítica de la zona. De la lectura de la epístola no parece poder deducirse que la de Numiniano fuera una legación especial para hacer llegar a Capreolo la epístola escrita por Vidal y Tonancio; todo parece indicar que se trataba de un viaje que tenía otro objetivo que, aunque se desconozca todo del mismo, nos habla de las relaciones habituales entre las cristiandades africanas e hispanas. A propósito de ello y de la fecha en la que Nu‐ miniano realiza el viaje, en torno al año 431, debemos recordar que es un momento en que el pueblo vándalo se encuentra ya en el norte de África, al asalto de los territorios del Imperio romano en ese ám‐ bito. Agustín de Hipona falleció en el año 430, en el transcurso del asedio vándalo a esa ciudad. Capreolo de Cartago no pudo acudir en persona a las reuniones del I Concilio de Éfeso debido a la peligrosi‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 204
204
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
dad causada por los asaltos vándalos, hecho que él mismo transmite a los padres conciliares en la carta que les hace llegar por medio de su legado (Capreolo de Cartago, Epistula ad Ephesinam synodum). En un momento de peligrosidad en la zona, el que Numiniano se tras‐ lade a la misma desde Hispania nos habla al menos de la importancia de las relaciones entre la cristiandad hispana y la africana en la pri‐ mera mitad del siglo V, hecho que ya conocíamos gracias a la corres‐ pondencia epistolar de Agustín de Hipona. Los hispanos Vidal y Tonancio plantean al obispo de Cartago sus dudas acerca de la corrección de una doctrina defendida por algunos en Hispania. Dicha doctrina afirmaba «que no debe decirse que Dios nació» y que «un hombre puro nació de la Virgen María y que a con‐ tinuación en él habitó Dios» (Epist. ad Capr., 1). Los hispanos no ponen nombre a la doctrina; manifiestan su desacuerdo con ella y argumentan éste también doctrinalmente, aportando una serie de reflexiones de las que nos ocuparemos más adelante. Es Capreolo en su epístola quien pone nombre a la doctrina defendida por algu‐ nos en Hispania, pues claramente desde el comienzo de su carta la‐ menta que «la reciente y execrable abominación de la herejía nestoriana, así como ha comenzado ya a propagarse por otro lugares, quiere arrojar entre vosotros las semillas de su cizaña» (Epist. ad Vit. et Ton., 1). Por lo tanto, el tema que articula la correspondencia epistolar entre los hispanos y el africano es la doctrina formulada por el pa‐ triarca Nestorio de Constantinopla acerca de la consideración de la Virgen María no como Theotokos, sino como Christotokos y la rápida expansión de la misma en lugares tan alejados como el extremo me‐ diterráneo occidental. Dado que se trata de una doctrina surgida en las regiones orien‐ tales del Mediterráneo y sabido el constante tráfico comercial entre ambos extremos del mismo, hay que concluir que se trata de una creencia venida de Oriente. La rapidez en la llegada de las particu‐ laridades de la misma a Hispania nos lleva a proponer que sus trans‐ misores arribarían en los barcos comerciales que, procedentes de las aguas orientales, habitualmente tocaban puertos hispanos.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 205
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
205
Puesto que la condena de la citada doctrina y la deposición de Nestorio tuvo como consecuencia, también, la deposición de muchos de los obispos, clérigos y monjes que eran seguidores suyos, pode‐ mos pensar que, como en otras ocasiones posteriores, algunos de ellos llegaran a Hispania gracias a las vías comerciales y que una vez sitos en estas tierras, comenzaran a explicar su doctrina. La formu‐ lación de la doctrina nestoriana que hacen los clérigos hispanos es muy sencilla, pero se corresponde adecuadamente con la formula‐ ción popular y de los clérigos de los rangos más bajos que podemos encontrar en el ámbito oriental, singularmente de Constantinopla; este hecho nos permite fundamentar aún mejor nuestra hipótesis de que los transmisores de la doctrina nestoriana en Hispania serían bien clérigos o monjes, bien comerciantes y marinos, que seguidores de la misma la habrían comentado entre los hispanos. Por supuesto no tenemos constancia de que Vidal y Tonancio hu‐ bieran planteado sus dudas a otros obispos, pero no podemos excluir esta posibilidad. En todo caso, el hecho de que eligieran a este obispo africano es un asunto a tener en cuenta, siendo especialmente inte‐ resante dadas las relaciones entre el cristianismo hispano y el afri‐ cano entre finales del siglo IV y la primera mitad del siglo V. En este sentido, parece pertinente recordar la correspondencia epistolar que se produce apenas quince años antes entre el balear Consencio y Agustín, obispo de Hipona, la cual es objeto de traducción y comen‐ tario en otras páginas de este volumen. Desde mediados del siglo III, las autoridades eclesiásticas nortea‐ fricanas fueron para los cristianos hispanos, también para sus diri‐ gentes, un referente moral y disciplinar superior al cual plantear dudas y en las que encontrar apoyo y consejo; la consulta de Vidal y Tonancio a Capreolo de Cartago se enmarca dentro de este con‐ texto. La traducción de la epístola de los hispanos a Capreolo de Car‐ tago ha puesto de manifiesto un hecho de suma importancia no sólo para conocer la cultura teológica de esos clérigos hispanos, sino para la determinación de la procedencia de un tratado teológico de sin‐ gular importancia para ese período. Además del uso, ya citado, de
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 206
206
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
los Evangelios y de las epístolas de san Pablo, los hispanos parecen hacer uso en varias ocasiones de pasajes tomados del tratado De tri‐ nitate, atribuido hasta no hace mucho, entre otros autores, a Atanasio de Alejandría o a Eusebio de Vercelli; tal como indica el traductor, esta atribución se ha abandonado en favor de algún autor del área galo‐hispana, fechándose su composición entre 380 y 400. La crítica incluye a este tratado dentro de la corriente pre‐nestorianista, sin vínculo alguno con la formulación propiamente nestoriana. Es más, el uso que Vidal y Tonancio parecen hacer del mismo abundaría en la propuesta de un origen galo‐hispano del tratado; incluso se les ha presentado como autores de ese tratado dada la gran coincidencia entre el texto y la carta que envían a Capreolo. Centrándonos brevemente en la epístola de Capreolo, además de lo que ya hemos comentado respecto a la alusión a la herejía nes‐ toriana y a la celebración del I Concilio de Éfeso, nos parece intere‐ sante resaltar que la exhortación que éste hace a la inquebrantable y firme antigüedad de la fe católica y a la fuerza de la luz apostólica (Epist. ad Vit. et Ton., 1) es un reflejo del pensamiento que el propio Capreolo hace llegar a los reunidos en Éfeso, cuando les recomen‐ daba que se atuvieran rigurosamente a la verdad de la fe católica establecida por la sede apostólica (Capreolo de Cartago, Epistula ad Ephesinam synodum). Existe general acuerdo en que la doctrina ex‐ puesta por Capreolo a los hispanos es una clara muestra de su vin‐ culación a la teología de Agustín de Hipona, circunstancia que también queda expuesta en la epístola ya mencionada que envía a los padres conciliares de Éfeso. Es especialmente interesante reseñar cómo Capreolo muestra su irritación por algunos planteamientos de Vidal y Tonancio; según ese obispo, ambos hispanos incurren en otro error doctrinal al ar‐ gumentar en contra de lo que sabemos que fue el nestorianismo; concretamente muestra su preocupación por el modo en que según los hispanos Cristo sufrió por los hombres. Esta reconversión de Capreolo y el uso, ya comentado, del De Trinitate, vinculado a un estricto diofisismo, es el que ha llevado a algunos autores a propo‐ ner que Vidal y Tonancio estarían muy próximos a lo que se ha ve‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 207
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
207
nido en llamar pre‐nestorianismo occidental, movimiento cuyo re‐ presentante más conocido fue Leporio, africano establecido en la Galia en las primeras décadas del siglo V. [MVG] [12] Vidal y Tonancio, Carta al obispo Capreolo de Cartago730 Carta de los siervos de Dios Vidal y Tonancio, hispanos, al reve‐ rendo Capreolo, obispo de la Iglesia católica de Cartago. Al respetable, venerable y reverendísimo en Cristo Capreolo, ser‐ vidor de Dios y señor nuestro, los pecadores Vidal y Tonancio. (1) Éstos son los primeros votos de nuestras humildes personas: saludamos con el mayor afecto a tu santa, perfecta y venerable bea‐ titud y deseamos oír que estás sano y con buena salud, gozando en todo momento del favor de Dios, pues, aunque estamos lejos de vuestro reverendo apostolado, dado que media entre nosotros el mar, sin embargo, estamos siempre en presencia vuestra en las ora‐ ciones de vuestra santidad, respetable padre. Ciertamente, se ha cumplido nuestro mayor deseo al enviar esta carta a tu santa hono‐ rabilidad por medio de nuestro dulcísimo hermano Numiniano. Ha tenido noticia, en efecto, nuestra insignificancia de la excelente re‐ putación y sabiduría de tu santidad y en virtud de ellas podemos aplicar a tu beatitud las siguientes palabras, tal y como dice el sal‐ mista:731 Su sonido se ha propagado por toda la tierra y sus palabras han llegado hasta los confines del orbe de la tierra. Además, hemos querido 730
Edición: PL 53,847‐849 (= Andreas GALLAND, Bibliotheca Veterum Patrum an‐ tiquorumque scriptorum ecclesiasticorum, vol. 9, Venetiis, Ex typographia Joannis Bap‐ tistae Albritii Hieron. fil., 1773, p. 492), seguida hasta el punto en que comienza la edición de E. Schwartz del final de la carta (PL 53,849B‐C) en Edward SCHWARTZ, Acta Conciliorum Oecumenicorum, vol. II, 3, 3: Concilium Vniuersale Chalcedonense; Actiones VII‐XVI. Concilii allocutio ad Marcianum, Berlin – Leipzig, De Gruyter, 1937, p. VI «Iesu Christi domini nostri. uerum et Esaias... Ora pro nobis, domine sancte uenerabilis et beatissime pape». Hay traducción de Á. C. VEGA, «Vidal», pp. 415‐ 420. De acuerdo con la edición crítica de Schwartz de la respuesta de Capreolo de Cartago a estos monjes hispanos, adoptamos el nombre de Tonancio para el coautor de esta carta frente al de Constancio, que es el que se lee en la edición de la Patrologia Latina. 731 Ps 18,5.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 208
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
208
consultar a tu honorabilidad lo siguiente con objeto de que tengas a bien irrigarnos en nuestro interior con las doctrinas que la fe católica considera rectas, tomándolas del buen tesoro de tu corazón,732 pues hay aquí quienes afirman que no debe decirse que Dios nació. En efecto, ésta es su creencia: que un hombre puro nació de la Virgen María y que a continuación en él habitó Dios. Nosotros, tus humildes siervos, nos oponemos a la afirmación de esas gentes, sosteniendo que no debe decirse algo semejante, y confesamos, por el contrario, tal y como dice el evangelista, cuando el ángel Gabriel hace su anun‐ cio a María, diciéndole:733 El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Y por ello, el santo ser que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. (2) Así pues, confesamos que Dios estuvo en el útero de la Virgen María, que asumió una parte de ésta, que Dios formó para sí un hombre, que nació tanto un Dios verdadero como un hombre ver‐ dadero, hombre que Aquél asumió por la salvación del género hu‐ mano,734 tal y como dice el apóstol:735 Cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, a fin de redimir a aquellos que estaban bajo la ley. Y también:736 Tened en vos‐ otros los mismos sentimientos que hubo en Jesucristo, quien, aunque era de condición divina, no consideró que era fruto de una rapiña el hecho de ser el igual de Dios, sino que se anonadó a sí mismo, adoptando la condición de siervo, convertido en un hombre a semejanza de los hombres y encontrado como tal en su apariencia. Se humilló a sí mismo, convertido en alguien obediente hasta la muerte, hasta la muerte en la cruz. Y también:737 Me‐ diador entre Dios y los hombres, el hombre Jesucristo. En efecto, no puede
732
Cfr. Luc 6,45. Luc 1,35. 734 Ps. Eusebio de Vercelli, De trinitate, 3,26, lín. 214‐218 (pasaje característico de la primera redacción del texto). Este uso temprano del Ps. Eusebio de Vercelli en la carta de Vidal y Tonancio aboga por un origen hispano del citado De trinitate, tal y como defiende Dattrino, Il De Trinitate, p. 76. Ya J. KWON, «Pre‐Nestorianism», pp. 153‐155, señala la relación entre el Ps. Eusebio de Vercelli y la carta de Vidal y Tonancio y cree incluso que estos últimos podrían haber sido los autores del De trinitate. 735 Gal 4,4‐5. 736 Phil 2,5‐8. 737 I Tim 2,5. 733
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 209
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
209
llamarse mediador ni a Dios en solitario y en pureza, sin el hombre que asumió, ni tampoco al hombre sin Dios, pues en la persona sola del mediador se da un doble significado: Dios y hombre, por cuanto Dios procedente de Dios es Dios y Él mismo es el Hijo del hombre según la carne. Por ello, este mediador es un Dios verdadero y un hombre verdadero, en la medida en que toma parte tanto de la natu‐ raleza de Dios como de la del hombre.738 En efecto, así dice también el santo apóstol al comienzo de su misiva a los romanos:739 Lo que había prometido por medio de sus profetas en las Sagradas Escrituras a pro‐ pósito de su Hijo, que fue conformado a su servicio, naciendo de la simiente de David según la carne, y que fue predestinado como Hijo de Dios con poder de acuerdo con el Espíritu de santificación740 por la resurrección de Jesucristo, nuestro Señor, de entre los muertos. Y también Isaías, el pri‐ mero de los profetas,741 dice así:742 He aquí que una virgen concebirá en su útero y parirá un hijo y le pondréis por nombre Emmanuel, que significa «Dios con nosotros».743 Pero744 también dicen que el hombre puro pen‐ dió en la cruz y afirman: «Allí clavado, Dios se retiró de él». A éstos nuestra insignificancia responde así: «¿Acaso Dios se retiró del hom‐ bre que había asumido, excepto cuando dijo en la cruz:745 ¡Eli, Eli, lama sabacthani! ¡Dios, Dios mío, por qué me has abandonado!?». Y, por ello, tus humildes servidores, poniéndonos de rodillas, suplicamos a vuestro santo apostolado que instruyáis a nuestra insignificancia sobre la doctrina que la fe católica considera recta a este respecto y que disculpéis nuestra insipiencia e impericia, si por nuestra igno‐ rancia hemos incurrido en alguna falta. Dios, nuestro Señor Jesu‐ cristo, tiene el poder de concedernos el perdón merced a vuestras santas oraciones a fin de que no caigamos en la profunda fosa de los
738
Todo este pasaje se lee también en el Ps. Eusebio de Vercelli, De trinitate, 3,29, lín. 234‐239. 739 Rom 1,2‐4. 740 Cita del Ps. Eusebio de Vercelli, De trinitate, lib. 3,27, lín. 226‐228. 741 Porque el de Isaías es el primer libro de los profetas luego del Eclesiástico. 742 La referencia es a Is 7,14, y se completa la cita de Isaías con Matth 1,23. 743 Cita tomada verosímilmente también del Ps. Eusebio de Vercelli, De trinitate, lib. 3,25, lín. 210‐212. 744 Seguimos a partir de este punto la edición de Schwartz, que difiere en algunas lecturas de la edición de la PL. 745 Matth 27,46.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 210
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
210
males.746 Ruega por nosotros, santo señor y venerable y reverendí‐ simo obispo. Firma:747 ¡Que nuestro Señor Jesús guarde por largo tiempo con salud a tu venerable persona para beneficio nuestro, santo señor y venerable obispo! [13] Capreolo de Cartago, Carta a Vidal y Tonancio748 A sus queridísimos y religiosísimos hijos Vidal y Tonancio, el obispo Capreolo. (1) Tras recibir y leer la carta que me habéis enviado por medio del religioso varón Numiniano, religiosísimos hijos, lleno de agra‐ decimiento hacia la ortodoxia y el celo con el que sostenéis y defen‐ déis con una piedad inquebrantable la doctrina de la antigua y firmemente establecida fe católica, advierto que la reciente y execra‐ ble abominación de la herejía nestoriana, así como ha comenzado ya a propagarse por otros lugares, quiere arrojar también entre vosotros las semillas de su cizaña sobre los corazones de los ignorantes. Pero tengo la fe y la confianza de que el perfecto agricultor, Dios, nuestro Señor, creador de todas las cosas,749 tiene y tendrá siempre en todo el territorio de sus dominios unos trabajadores dignos del fruto evangélico que, si bien no deben arrancar las semillas perniciosas antes del tiempo de la cosecha,750 sin embargo, cuidarán con sus con‐ tinuas oraciones y su predicación de que incluso esas semillas, cuando llegue el momento, si es que ello es posible, se conviertan y se transformen en trigo, o bien de que el enemigo del género hu‐ mano mediante la mezcla de una simiente fraudulenta no pueda echar a perder en ningún sitio los tiernos tallos de los frutos que nacen. En efecto, en las regiones de Oriente, donde primero surgió 746 747
Cfr. Prou 18,3. Se lee en la edición de la PL, mientras que Schwartz la relega al aparato
crítico. 748 Edición: E. SCHWARTZ, Acta, pp. VI‐X (capp. 1‐7, este último incompleto, hasta «pati non posset sola diuinitas» en PL 53,854B). Completada con la edición de la PL 53,849‐858 (= A. GALLAND, Bibliotheca, p. 493‐496). 749 Cfr. II Mach 1,24. 750 Cfr. Matth 13,30.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 211
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
211
esa peste, tras reunirse un glorioso sínodo de obispos al que no faltó tampoco nuestra legación, ese mal ha sido ya oprimido junto con su autor y defensor en su comienzo mismo y extinguido con los rayos de la luz apostólica, lo que no dudo que ha llegado también a vuestro conocimiento, hijos míos. Pero no debe sorprenderse vuestra caridad de que, incluso después de su condena, aún respire ligeramente entre los fétidos suspiros propios de un moribundo. En efecto, es siempre pertinaz la osadía de los herejes y persevera desdichada‐ mente en su propia ruina, mientras la aplasta el abrumador peso de sus pecados.751 Y si quizás aún no habéis tenido noticia de este mal, fácilmente podréis conocerlo con la lectura de la presente. (2) Así pues, si bien la autoridad de la Iglesia universal es sufi‐ ciente para los espíritus cristianos y devotos y vuestra declaración, en la medida en que la exposición enviada por vosotros nos lo ha mostrado, no parece de menor valía en esta causa, no obstante, a fin de que no parezca que yo niego la necesaria respuesta a tan santa solicitud y consulta, confieso que la única y verdadera doctrina es aquella que sostiene y transmite la antigüedad de la doctrina conte‐ nida en los Evangelios, esto es, que el Hijo de Dios, Dios verdadero y un hombre verdadero, está formado por una sola e inseparable persona. Y no creemos que esa plenitud divina llegó a Cristo Jesús desde fuera, por así decirlo, tal y como Dios habitó o habita en otros patriarcas, profetas, apóstoles y demás santos e ilustrísimos varones, sino que el Hijo de Dios se convirtió también en el Hijo del hombre de un modo propio e inefable, de tal forma que el que permanecía y permanece como unigénito, formado por la sustancia del Padre in‐ génito, tras asumir milagrosamente al hombre, resultó ser el primo‐ génito entre muchos hermanos,752 y el que era el Verbo en el principio y era el Verbo junto a Dios y era Dios Verbo se convirtió en el Verbo carne y habitó entre nosotros.753 Así pues, a través de él el misterio que estuvo oculto en Dios por los siglos754 comenzó a realizarse a partir del anun‐
751
Cfr. Agustín de Hipona, De Genesi contra Manichaeos, 2,22,34. Rom 8,29. 753 Mezcla de dos pasajes (que cambian algo en su significado al formar parte de un contexto distinto): Ioh 1,1 y Ioh 1,14. 754 Col 1,26. 752
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 212
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
212
cio del ángel en el útero de la Virgen y el Espíritu Santo descendió sobre ella, el poder del Altísimo la cubrió con su sombra755 y Dios, que existía por siempre, se dignó nacer en un hombre a fin de nacer como un hombre que antes no existía. En efecto, Aquel que se generó eternamente en los cielos sin madre se convirtió en un hombre por mediación del Espíritu Santo y sin padre alguno en la tierra en el útero de la Virgen. Y, por lo tanto, no creemos que en Cristo Jesús puedan separarse o distinguirse en modo alguno la persona de Dios y la de hombre, y ello a fin de que no se encuentre ya en la divinidad una trinidad, sino una cuaternidad. (3) El bienaventurado apóstol Pablo, al exhortar a los fieles a des‐ pojarse del viejo hombre y a vestir el nuevo,756 dice:757 El primer hombre, procedente de la tierra, es el terrenal, el segundo, procedente del cielo, es el celestial. Tal como es el terrenal, son también los terrenales; y tal y como es el celestial, son también los celestiales. Así como hemos lle‐ vado la imagen del terrenal, hemos de llevar también la imagen de aquel que procede del cielo. Que me digan esas personas, se lo ruego, cómo es ese hombre procedente del cielo, si no es Dios concebido en el útero, o que me digan en qué difieren la carne y la sangre en el hombre Adán y en el hombre Cristo, si este último hombre no está lleno de Dios. ¿Qué desea, en efecto, para sí el segundo hombre pro‐ cedente del cielo?758 ¿Acaso la carne descendió enviada y no vino el Espíritu Santo sobre la Virgen, tal y como está escrito?759 Pero, puesto que el Verbo se hizo carne,760 es denominado por ello hom‐ bre celestial. Y no por esa razón dejó de tener verdadera carne el que descendió del cielo, pues Dios recibió sobre sí la carne. Con razón el Señor dijo sobre sí mismo:761 Nadie ha ascendido al cielo, salvo aquel que ha descendido del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo. Ciertamente, aún hablaba en la tierra y no había ascendido junto al Padre después de la victoria de la pasión y la gloria de la resurrec‐ 755 756 757 758 759 760 761
Cfr. Luc 1,35. Cfr. Eph 4,22 + 24. I Cor 15,47‐49. I Cor 15,47. Cfr. Luc 1,35. Cfr. Ioh 1,14. Ioh 3,13.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 213
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
213
ción, y, sin embargo, decía que el Hijo del hombre ya estaba en el cielo, afirmando algo semejante, sin duda, de forma de todo punto veraz, pues en su calidad de hombre el que era Dios vivía en la tie‐ rra y en su calidad de Dios el que era hombre habitaba en el cielo. De ahí también que el apóstol diga:762 El que descendió es el mismo que ascendió a todos los cielos para llenarlo todo. También en otro pasaje, al hablar el Salvador místicamente del alimento de su carne y de la bebida de su sangre, sabedor de que sus discípulos, ofendidos por ello, murmuraban, diciendo:763 Duras son estas palabras, ¿quién puede soportar oírlas?, afirma lo siguiente:764 ¿Esto os escandaliza? ¿Qué di‐ ríais, entonces, si vieseis al Hijo del hombre ascender hasta donde se en‐ contraba antes? He ahí que advertís en esa cita cómo anuncia, en razón de la unidad de la persona de Dios y del hombre, que va a ascender hasta donde antes se encontraba aquel que consta que se formó en el útero de la Virgen y asumió de éste el principio de su nacimiento humano. (4) Así pues, que nadie con espíritu sacrílego ose separar lo que ve que permanece en una unidad inseparable tanto en el cielo como en la tierra. En efecto, del mismo modo que el hombre Cristo Jesús no puede ser ajeno a la omnipotencia de la deidad, así también Dios no puede permanecer separado de todo aquello que ocurre en el hombre y en torno al hombre. Así pues, nació un hombre que aún no había existido, pero con él y en él se dignó nacer Dios, que nunca había dejado de existir, pues el Verbo se hizo carne y habitó entre nos‐ otros.765 De un modo semejante también padeció el que era impasible por causa del ser pasible que asumió, el que era inmortal murió y el que nunca muere resucitó. En efecto, ni siquiera en la pasión se retiró Dios del hombre, de otro modo el Señor de la gloria no fue crucifi‐ cado.766 ¿Acaso decimos que Dios no estuvo tampoco en los infier‐ nos en el hombre que asumió? ¿O acaso debe temerse que la 762
Eph 4,10. Ioh 6,61. 764 Ioh 6,62‐63. 765 Ioh 1,14. 766 Cfr. I Cor 2,8. Corrige aquí de un modo elegante Capreolo el pasaje de la carta de Vidal y Tonancio en el que éstos dicen que Dios se retiró del hombre Cristo en el momento en que éste gritó: «¡Señor, por qué me has abandonado!». 763
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 214
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
214
divinidad sufriese allí alguna pena, por así decirlo, ella a la que nin‐ guna propiedad afecta,767 a la que ninguna medida contiene, cuya magnitud nadie comprende, de cuya presencia nadie huye, cuyo se‐ creto nadie resuelve, en cuyo resplandor nadie penetra? ¿Temes que lo inmenso fuese encerrado, que el Todopoderoso fuese retenido,768 que el que está extendido por todas partes fuese ocultado? Según está escrito, el Señor vino a poner fin a los sufrimientos del in‐ fierno769 en aquellos que quiso y como quiso, y no pudo verse sujeto a una sumisión de ese tipo. Escúchalo hace ya tantos miles de años incluyendo también éste entre sus innumerables poderes, cuando a través de una nube770 manifestaba al bienaventurado Job las obras de sus milagros, semejante a alguien que hablase a quien lo ha cen‐ surado:771 ¿Acaso tú has retirado la luz a los impíos o has quebrado el brazo de los soberbios? ¿Acaso has llegado hasta los confines del mar o has cami‐ nado al pie del abismo? ¿Acaso ante ti, le dice, se abren temerosas las puer‐ tas de la muerte o los porteros del infierno, al verte, se han llenado de temor? ¿Acaso has conocido los amplios espacios bajo los cielos? Si ésta es la voz del Padre, entonces, nada es difícil para el Todopoderoso. Y nada le resulta tampoco penoso, ya que quien está en todas partes no deja de estar en ningún lugar, pues también le dice el profeta por boca de cierta persona:772 ¿Dónde iré lejos de tu Espíritu y dónde huiré lejos de tu rostro? En caso de que ascienda al cielo, Tu estás allí, y en caso de que descienda al infierno, estás allí presente, certificando y demostrando esto de todo punto: que Dios, de cuya majestad están llenas todas las cosas, de cierta forma incomprensible e inexplicable está presente también en los infiernos. Y si, por el contrario, lo que es más proba‐ ble, en esas palabras que hace ya tanto tiempo se dijeron y pronun‐ ciaron en esa profecía sobre él, se escucha la voz del Hijo de Dios, puesto que por medio de él todo se hizo y sin él nada fue hecho,773 él se dignó visitar en forma de hombre las reclusiones de los infiernos,
767 768 769 770 771 772 773
Por ejemplo, el calor del fuego. Cfr. Act 2,24. Cfr. Act 2,24. Cfr. Iob 38,1. Iob 38,15‐18. Ps 138,7‐8. Ioh 1,3.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 215
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
215
aterrorizó con la presencia de su invicta majestad a los guardianes de la muerte y, con el fin de liberar a los que quiso, ordenó que se abriesen las puertas de los infiernos. (5) Sobre él así se expresa, ciertamente, el apóstol Juan en el Apo‐ calipsis:774 Puso, dice, su mano diestra sobre mí, diciendo: “No temas, yo soy el primero y el último y estoy vivo, aunque había muerto, y he aquí que vivo por los siglos de los siglos y tengo las llaves de la muerte y de los in‐ fiernos”. En razón de su divinidad es, sin duda, el primero, puesto que es el principio, lo que también nos dice aqueél;775 y en razón de su humanidad es el último, pues no desdeñó sufrir la cruz y la muerte por nosotros. Por esa razón, aquel ante quien todo lo creado está al descubierto en su forma divina776 tiene asimismo las llaves de la muerte y de los infiernos bajo la forma del hombre que asumió. Así pues, tan imposible es que Dios, el Hijo de Dios, inmutable e in‐ abarcable, hubiese podido ser encerrado por los infiernos, como que creamos que el alma del hombre que asumió fue recibida allí de un modo funesto y abandonada para siempre. Y tampoco creemos que su carne se viese ensuciada por la mancha de alguna corrupción. Ciertamente, su voz se oye en el salmo siguiente, tal y como inter‐ preta el apóstol Pedro:777 No abandonarás mi alma en los infiernos ni permitirás que tu santo conozca la corrupción. Por nuestra culpa él se convirtió en un hombre privado de auxilio, pero por su inocencia y su poder se encontró libre entre los muertos. Ciertamente, según está escrito,778 entonces respondía por lo que no había robado. Por lo tanto, no es de extrañar que, si un lugar acoge en él a Dios, no pueda retenerlo. Siente su presencia y no pone obstáculos a su majestad, teme su omnipotencia y no encierra su sustancia, pues, ciertamente, la excelsa y perfecta belleza de la luz inextinguible no puede resultar oscurecida por las tinieblas, cambiada por los lugares, afectada por las pasiones, disminuida por las condiciones externas ni alterada por las circunstancias. En consecuencia, el Hijo de Dios no se retiró de
774 775 776 777 778
Apoc 1,17‐18. Cfr. Ioh 8,25. Cfr. Hebr 4,13. Act 2,27. Cfr. Ps 68,5.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 216
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
216
su propio hombre en los infiernos ni lo abandonó en los infiernos. ¿De quién fue el poder y la majestad por los que se vio resucitar los antiguos cuerpos de los santos,779 si Dios no visitó los infiernos? ¿Quién es el que hizo que las rocas se escindiesen, que la tierra se estremeciese, que el sol se oscureciese,780 que el día se retirase y que el velo del templo se rasgase en dos partes?781 ¿Acaso lo hizo sólo el hombre? ¿No lo hizo también Dios? Así pues, Dios no abandonó al hombre ni en la cruz, ni en el momento de la muerte, ni en el sepul‐ cro, ni en los infiernos. Y no de otro modo ni de otra persona acos‐ tumbra a entenderse lo que se dice en el siguiente salmo:782 Abrid vuestras puertas, príncipes, y elevaos, puertas eternas, y entrará el rey de la gloria. De ahí que a los que sentían un gran temor y pregunta‐ ban:783 ¿Quién es este rey de la gloria?, se responde: Es el Señor fuerte y poderoso, el Señor poderoso en la lucha. ¿En qué lucha sino en aquella en la que abatió a la muerte con su muerte, en la que, muriendo como un inocente, puso fin al pecado y obtuvo el trofeo de la victoria sobre el diablo y los ángeles de éste? (6) Pero él mismo dijo en la cruz:784 ¡Dios, Dios mío, por qué me has abandonado! Ésa es la voz del hombre que asumió. Presta atención al contexto del que se han tomado esas palabras y mira qué se dice allí a continuación:785 Están lejos de procurarme la salvación, dice, las voces de mis delitos. Estas palabras son semejantes a aquellas otras en las que se dice:786 Triste está mi alma hasta la muerte. ¿Acaso no había dicho él mismo un poco antes a sus discípulos:787 Estáis entristecidos porque he dicho: “Voy junto al Padre y ya no me veréis”. Pero, si me qui‐ sieseis, os alegraríais, sin duda, pues acudo junto al Padre, dado que el Padre es mayor que yo. Así pues, ¿por qué invita a los discípulos a alegrarse? ¿Por qué razón se cree que el maestro pudo entristecerse, si no fue 779
Cfr. Matth 27,52. Cfr. Luc 23,45. 781 Cfr. Matth 27,51. 782 Ps 23,7. 783 Ps 23,8. 784 Ps 21,2. 785 Ps 21,2. 786 Matth 26,38. 787 Parecen mezclarse aquí varios pasajes del Evangelio de san Juan, vid. Ioh 16,6, Ioh 16,10 y Ioh 14,28. 780
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 217
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
217
para mostrar en ello las pasiones y las dudas del hombre que había asumido? En efecto, aquel que había venido para redimirnos, ins‐ truirnos y fortificarnos, mostraba en sí mismo todos los sentimientos propios de nuestra debilidad. En efecto, no tenemos un sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades.788 Ciertamente, tal y como dice el apóstol,789 todo lo ha conocido a semejanza nuestra con ex‐ cepción del pecado. Son también semejantes a esas palabras estas otras:790 Padre, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz. Pero no sea como yo quiero, sino como Tú quieres. ¿Acaso no había venido para esto, es decir, para beber ese cáliz por nosotros y expulsar con el antídoto de la salvación el veneno transmitido por la serpiente? ¿Acaso no tenía el poder de entregar su alma, así como tenía el poder de recu‐ perarla de nuevo?791 ¿Acaso no había dicho él mismo:792 Nadie me la arrebata, antes bien, yo la entrego por mi propia voluntad? Y, sin embargo, ahora se expresa como si dudase y rehusase hacerlo a fin de que allí se muestre su poder divino y aquí se conozca su condición humana. ¿Acaso no afirma el apóstol que este misterio estuvo oculto en Dios antes de los tiempos eternos?793 ¿Acaso, entonces, Cristo sintió un temor repentino, por así decirlo, ante aquello que él mismo había dispuesto junto con su Padre en la eternidad que debía realizarse en un momento concreto? En consecuencia, cuando se dicen estas pa‐ labras y otras semejantes o suceden cosas parecidas, como hemos dicho ya a menudo, demuestran la verdadera debilidad y fragilidad del hombre y no por ello excluyen la presencia de la majestad di‐ vina. (7) Dime, buen hombre, quienquiera que seas, tú que piensas que Dios Cristo se apartó del hombre Cristo en el momento de la pasión, ¿no recuerdas que él prometió a sus discípulos estar fielmente a su lado, cuando éstos sufriesen la pasión, pues dice:794 Cuando os entre‐ guen, no os preocupéis por cómo habéis de hablar ni por lo que habéis de 788 789 790 791 792 793 794
Hebr 4,15. Hebr 4,15. Matth 26,39. Cfr. Ioh 10,18. Ioh 10,18. Cfr. Col 1,26. Matth 10,19‐20.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 218
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
218
decir. En efecto, en esa hora os será dado lo que diréis. En efecto, no sois vosotros quienes habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que habla en vosotros? ¿Y entonces, aquel que prometió, concedió y entregó la gra‐ cia de tan gran presente a los siervos que hacían la voluntad del Señor se negó a sí mismo el auxilio divino en el momento de la pa‐ sión, cuando él padeció la muerte sin culpa alguna por nuestros pe‐ cados, puesto que en él no había pecado alguno, a fin de cumplir la voluntad del Padre? ¿Y Dios, en el momento en que cumplía esa tarea el hombre que había asumido con el propósito de soportar todo eso sin verse empujado a ello por ninguna necesidad, lo abandonó entonces? ¿Afirma que estará presente en medio de los tormentos de los mártires y no permite que éstos piensen otra cosa, pero se abandonó a sí mismo en la agonía de la cruz? Ciertamente, es Él mismo (en esto ha de insistirse a menudo y en todo momento) y no puede distinguirse en él la persona de Dios de la del hombre, aunque haya en él diversas sustancias. No debe creerse otra cosa ni debe te‐ nerse una opinión diferente del Todopoderoso. Tal y como ya se ha dicho, ni temió morir el que era eterno, ni crecer el que era perfecto, ni sufrir el que era impasible, ni morir el que era inmortal, experi‐ mentando con ello algún cambio o corrupción, pero, como esto no podía padecerlo la divinidad por sí sola,795 asumió a un hombre a través del cual realizar el misterio de tan gran presente. En efecto, tras ser recibido en el cielo, elevó a aquél hasta allí, de donde él mismo nunca se había retirado. Oigamos al apóstol predicando a Cristo crucificado:796 Motivo de escándalo, ciertamente, para los judíos y necedad para los gentiles, mas para los que han sido llamados, ya sean judíos o gentiles, un Cristo, ése mismo, que es el poder de Dios y la sabiduría de Dios. Ved, queridísimos hijos, y conoced lo que ya sabéis: que ese mismo Cristo que, por la humildad del hombre que había asumido, se dice que fue motivo de escándalo para los judíos y necedad para los gentiles, ése mismo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios. ¿Acaso aquí fue separada o distinguida por el apóstol la persona de la divinidad de la de la humanidad? ¿O quizás se avergonzó de decir que la sabiduría de Dios era esa misma que había dicho que era ta‐ 795
Hasta aquí llega la edición de Schwartz. A partir de este punto la traducción responde a la edición de la PL. 796 I Cor 1,23‐24.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 219
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
219
chada de necedad entre los gentiles, o de afirmar que era el poder de Dios ese mismo que había dicho que era motivo de escándalo entre los judíos? ¿Por qué, entonces, nos avergonzamos nosotros de confesar que por causa del hombre Dios nació y padeció en el hom‐ bre, puesto que no negamos que por obra de Dios él mismo se con‐ virtió en hombre Dios? Es sabido, ciertamente, que asumió esto por la gracia divina, no por la sustancia humana. (8) Un poco más adelante sigue diciendo:797 Por concesión de Él vosotros estáis en Cristo Jesús, que en nuestro interés fue hecho por Dios sabiduría y justicia, santificación y redención, a fin de que, tal y como está escrito, quien se gloríe, se gloríe en el Señor. Ciertamente, el hereje dice: «Cristo Jesús es sólo el nombre de un hombre». Pero Pablo, que sabía y había dicho que no había que gloriarse de un hombre,798 conocía bien que Cristo Jesús no sólo era un hombre, sino también Dios, y creía que él en nuestro interés había sido hecho por Dios sabiduría y justicia, santificación y redención, y enseñaba a los creyentes a glo‐ riarse de él, pues Cristo Jesús es tanto un hombre como Dios. Y, por lo tanto, al anunciar el misterio de Dios, pero no porque se dejase llevar por la soberbia de sus palabras o de su sabiduría, añade algo más a esto y dice:799 He decidido no conocer ninguna otra cosa entre vos‐ otros con excepción de Jesucristo, y éste crucificado. Y a fin de que el ini‐ cuo pueblo de los judíos no afirme que él admitió un pequeño pecado, en caso de que entiendan que siguió a un simple hombre desnudo,800 dice que el misterio fue ocultado en la sabiduría de Dios, asegurando, así, que no fue revelado a ninguno de los príncipes de este mundo,801 pues si lo hubiesen conocido, nunca habrían crucificado al Señor de la gloria.802 He aquí que éste no temió predicar tampoco que Cristo Jesús, en quien reconoce al Señor de la gloria, fue crucifi‐ cado por los príncipes del siglo. Os exhorta a que consideréis todas las implicaciones contenidas en ese pasaje y veréis con cuánto em‐ peño y cuánta aplicación el santo apóstol eleva los espíritus de los 797 798 799 800 801 802
I Cor 1,30‐31. Cfr. I Cor 3,21. I Cor 2,2. Cfr. Jerónimo de Estridón, Epistulae, 52,5; 58,2. Cfr. I Cor 2,7‐8. I Cor 2,8.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 220
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
220
hombres desde la vulgaridad de la mera inteligencia terrenal a la contemplación en este misterio de las cosas divinas y celestiales. Ciertamente, paso con rapidez sobre todo aquello que vosotros mis‐ mos podréis examinar con mayor detalle y detenimiento. En efecto, también en la Segunda epístola a los corintios se expresa así en cierto pasaje:803 Si nos hemos dejado llevar más allá de lo razonable, dice, fue por Dios, si nos mostramos moderados, es por vosotros, juzgando que uno murió por todos. Y un poco después.804 Todo, dice, procede de Dios, que nos ha reconciliado consigo por medio de Cristo y nos ha entregado el mis‐ terio de la reconciliación, pues Dios estaba en Cristo, reconciliando el mundo consigo. (9) Pregunto cómo hizo algo semejante. ¿acaso no lo hizo sino naciendo, sufriendo, muriendo, resucitando y elevándose al cielo? Pregunto también cuál es el misterio de nuestra reconciliación. ¿Acaso no es otro que el sacrificio que Cristo, el sumo sacerdote, ofreció por medio de su propia sangre? Veamos, por lo tanto, si úni‐ camente el hombre llevó a efecto todo eso, pues, según creen esas gentes, Dios se apartó del hombre con ocasión de la pasión. Pero el apóstol Pablo se opone con toda claridad a esa opinión:805 Dios, dice, estaba en Cristo. Estaba en Cristo, no se había apartado de Cristo. Dios estaba en Cristo, reconciliando el mundo consigo.806 ¿Reconcilián‐ dolo cómo? No teniendo en cuenta sus delitos.807 ¿Acaso resulta grata, por un casual, a los necios la idea de que el perdón de los pecados se llevó a cabo únicamente a través del hombre, cuando incluso los judíos la rechazan, diciendo:808 Blasfema, ¿quién puede perdonar los pe‐ cados sino tan sólo Dios? El propio Señor, el Hijo de Dios y del hom‐ bre, queriendo poner de manifiesto a los incrédulos que no sólo era un hombre aquel a quien veían, sino que también era Dios aquel en quien desdeñaban creer, y queriendo mostrar, asimismo, de un modo evidente el poder divino concedido por añadidura al hombre en razón de la unidad de la persona de éste y de su presencia en 803 804 805 806 807 808
II Cor 5,13‐14. II Cor 5,18‐19. II Cor 5,19. II Cor 5,19. II Cor 5,19. Marc 2,7.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 221
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
221
ella, dice 809: Para que sepáis que el Hijo del hombre tiene el poder de perdo‐ nar los pecados en la tierra, dijo entonces al paralítico: “Levanta, coge tu ca‐ milla y vete a tu casa”. Así, Dios y hombre, único y verdadero salvador de las almas y los cuerpos, liberó al hombre exterior de la enfermedad de la carne y al interior,810 del peso del pecado. Así pues, Dios estaba en Cristo, reconciliando el mundo consigo,811 sin abandonar en ningún lugar ni en ningún momento al hombre que asumió, porque él mismo se dignó hacerlo, no porque le fuese necesario en modo alguno. (10) Este mismo apóstol afirma también ante los hebreos al co‐ mienzo de la carta dirigida a ellos:812 Finalmente, dice, nos ha hablado en estos días a través de su Hijo, al que constituyó heredero de todas las cosas, por el que hizo también los siglos. Éste, como es el esplendor de su gloria y la impronta de su sustancia, tras sustentarlo todo con la palabra de su poder y una vez llevada a cabo por él mismo la remisión de los pecados, se sentó a la derecha de la Majestad en las alturas. Así pues, él es el Hijo de Dios y el Hijo del hombre, es uno solo y el mismo, el cual en razón de su eternidad hizo los siglos junto con el Padre, en razón de su luz inmutable es el esplendor de la gloria, en razón de su semejanza con el Padre es la figura de su sustancia y en razón de su majestad obra todo con la palabra de su poder. Él mismo también, por medio de la pasión del hombre que había asumido, llevó a cabo la remisión de nuestros pecados y en recompensa por ello tiene un asiento a la de‐ recha del Padre. ¿Y cómo llevó a cabo la remisión de los pecados, si no fue cancelando la cédula que existía contra nosotros,813 escrita bajo la acusación del diablo? ¿Y cómo la canceló, si no fue clavándola en la cruz814 y disolviéndola con su sangre inocente? Así pues, lo que en otro tiempo Dios dijo a nuestros padres por medio de los profetas y en los últimos tiempos certificó por medio de su Hijo,815 esto hemos de creer, esto hemos de sostener, esto hemos de defender con todas nuestras fuerzas. Se añade a esta causa el hecho de que despojó de sus 809 810 811 812 813 814 815
Matth 9,6. Cfr. Rom 7,22; Eph 3,16. II Cor 5,19. Hebr 1,2‐3. Col 2,14. Col 2,14. Cfr. Hebr 1,1‐2.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 222
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
222
riquezas lleno de confianza a los principados y a las potestades del mundo, triunfando sobre ellos por sí mismo.816 Esta empresa no la realizó en modo alguno el hombre por sí solo, sino también la majestad divina presente en el hombre. En efecto, no es el hombre fuerte y poderoso, antes bien, el Señor es poderoso en la guerra.817 (11) Allí también, después de muchas explicaciones por medio de las cuales el apóstol expuso el misterio del Nuevo Testamento a partir del simbolismo del Antiguo, dice así.818 El que se opone a la ley de Moisés muere de forma inmisericorde por el testimonio de dos o tres testigos, ¿cuánto más parece, entonces, digno de una pena más grave el que despreció al Hijo de Dios, el que consideró inmunda la sangre del Nuevo Testamento por la que fue santificado y ultrajó al Espíritu de la gracia de Dios? Conocemos, en efecto, a aquel que dijo:819 “Mío es el castigo, yo retribuiré, dice el Señor”. Pregunto de qué modo pudo ser despreciado Dios, el Hijo de Dios. Veis, además, cómo en ese pasaje no duda, ni teme ni se avergüenza de afirmar que el Hijo de Dios fue despreciado. Y puesto que, si alguien considera in‐ munda la sangre por la que es santificado, ciertamente, desprecia al Hijo de Dios, por esa razón, el apóstol no separó la pasión del hombre de la majestad de Dios, del que quiere ser reo aquel que consideró ca‐ rente de todo valor la sangre derramada en su propio interés. En efecto, la causa de que el Hijo de Dios sea despreciado no es otra que el hecho de que se menosprecia el beneficio de la muerte a la que se enfrentó en su forma de hombre. También plantea un pregunta el propio Salvador, nuestro Señor, el que va a recompensar nuestra fe. Ved qué dice:820 ¿Quién dicen que soy yo, el Hijo del hombre? Y cuando le indicaron las di‐ versas opiniones de los demás, les dice:821 ¿Y vosotros quién decís que soy yo? —yo, es decir, el Hijo del hombre—. Mira con qué certidumbre tan grande y tan completa Pedro, inspirado por él y que con esta con‐ fesión concorde con la recta fe en su formulación iba a ser de gran uti‐ lidad a todos los pueblos, respondió a estas palabras:822 Tú eres Cristo, 816 817 818 819 820 821 822
Col 2,15. Ps 23,8. Hebr 10,28‐30. Es una cita de Deut 32,35. Son palabras de Moisés. Matth 16,13. Matth 16,15. Matth 16,16.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 223
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
223
el Hijo de Dios vivo. Tú, tú, —¡oh, Señor nuestro!—, que dices ser el Hijo del hombre, tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo. ¿Acaso no se muestra y se pone de manifiesto aquí también, tanto en la pregunta del Señor como en la respuesta del apóstol, que existe una sola persona formada por la sustancia de uno y otro,823 cuando, por un lado, aquél dice ser el Hijo del hombre, lo que se veía a las claras, y por otro, Pedro, al con‐ fesarle su creencia, señala que aquél es Cristo, el Hijo de Dios, lo que subyacía en secreto? A causa de ello fue alabado por el Señor y califi‐ cado de bienaventurado, pues no le habían revelado esto la carne y la sangre, sino el Padre que está en los cielos.824 En consecuencia, lo que debemos creer ha de revelarlo Dios Padre a través de Dios Hijo, no han de insinuarlo la carne y la sangre. (12) Cuando después de la resurrección María825 no conoció al Señor y él, llamándola por su propio nombre, le abrió el camino del reconocimiento, pero, cuando ella trató de tocarlo, le prohibió que lo hiciese,826 oigamos también qué mensaje se dignó confiarle para que lo comunicase a los discípulos:827 Ve, le dice, junto a mis hermanos y diles: “Asciendo junto a mi Padre y vuestro Padre, junto a mi Dios y vuestro Dios”. Ea, que ahora elija el hereje quién de los dos cree que es éste y que él mismo establezca de quién prefiere que sea esa voz. En cualquiera de los dos casos se verá herido por la afilada espada espiritual.828 Asciendo, dice, junto a mi Padre y vuestro Padre, junto a mi Dios y vuestro Dios.829 Si es la voz del hombre, en consecuencia, el Hijo de Dios es ese hombre, pues dijo: Asciendo junto a mi Padre. Si es la voz de Dios, en consecuencia, ese Dios es un hombre, pues dijo: Asciendo junto a mi Dios. No dice, en efecto: «Asciendo junto a mi Padre y al Dios de mi hombre», ni: «Asciendo junto a mi Dios y al Padre de mi Dios». Por lo tanto, el que distingue la persona divina de la humana es convencido de su error por una y otra reflexión. O bien habló el hombre y él mismo es el Hijo de Dios, o bien habló Dios 823 824 825 826 827 828 829
Es decir, del hombre y de Dios. Cfr. Matth 16,17. María Magdalena. Cfr. Ioh 20,11‐17. Ioh 20,17. Cfr. Eph 6,17. Ioh 20,17.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 224
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
224
y Él mismo es también el hombre asumido. En efecto, éste dice: As‐ ciendo junto a mi Padre y mi Dios.830 Repitiendo «mi» y « mi», prueba y confirma que es una sola persona, aunque distinga entre una y otra sustancia. En efecto, cuando dice Asciendo junto a mi Padre, esto pa‐ rece corresponder, sin duda, al Hijo unigénito, mientras que, cuando dice junto a mi Dios, esto parece corresponder al hombre formado. Pero en Cristo Jesús ni puede decirse que el hombre fue creado, ni podrá negarse que el Dios unigénito nació hombre. Y, por esa razón, se demuestra que no son soólo de Dios ni sólo del hombre esas pa‐ labras que quien era Dios y hombre, el propio Hijo, que es uno solo y único, encargó con un amor de todo punto indistinguible e indivi‐ sible que se transmitiesen a sus discípulos. En fin, con objeto de que conozcáis y comprendáis plenamente que lo que os he dicho es así a fin de echar por tierra los argumentos de todos los herejes y de re‐ futar todas sus impiedades, cuando fue necesario distinguir la na‐ turaleza del Creador de la criatura, ved de qué modo la piedad divina miró por nosotros:831 Ve, dice, junto a mis hermanos y diles: “As‐ ciendo junto a mi Padre y vuestro Padre, junto a mi Dios y vuestro Dios”. Aquí se distingue de un modo manifiesto la persona del Señor, esto es, de Dios y del hombre, de la persona de sus servidores y la lla‐ mada de Dios se separa de la naturaleza divina. En efecto, aunque lo que se encarga, se encargue ya a propósito de unos amigos y her‐ manos, se muestra, no obstante, qué se debe al Señor y qué se con‐ cede a los demás siervos. Pudo haber dicho, en efecto: «Asciendo junto a nuestro Padre y nuestro Dios»,832 pero, como hay mucha di‐ ferencia entre la soberanía y la sumisión, entre el engendramiento833 y la adopción, entre la sustancia y la gracia, por ello, aquí no se dice de manera confusa e indistinta: «Asciendo junto a nuestro Padre y nuestro Dios», sino:834 junto a mi Padre y vuestro Padre, junto a mi Dios y vuestro Dios. En efecto, Dios es su Padre en un sentido y es el nues‐ tro en otro distinto. Ciertamente, a aquél su naturaleza lo iguala al
830
Ioh 20,17. Ioh 20,17. 832 Argumento tomado quizás de Agustín de Hipona, Sermo 246, § 5 (cfr. Id., Sermo 265F, § 2). 833 Porque el Hijo fue «engendrado». 834 Ioh 20,17. 831
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 225
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
225
Padre y su misericordia lo humilla, mientras que a nosotros nuestra naturaleza nos rebaja y su misericordia nos eleva. En efecto, esa di‐ vina humanidad y humana divinidad por medio de un milagro tan sublime y tan grande hizo que la indigna debilidad de los seres mor‐ tales mereciese una gracia semejante. (13) ¿Y quién podrá o quién ha de ser capaz de reunir en un solo espacio de tiempo todos los testimonios de las Sagradas Escrituras en los que se pone de manifiesto esta sincera y desnuda verdad? Además, la extensión de este discurso, que ya ha excedido todo lí‐ mite hace tiempo, debe ser finalmente contenida y, por otro lado, tampoco necesito fatigarme en exceso, cuando me dirijo a unas per‐ sonas que he comprobado que son instruidas merced a las enseñan‐ zas del Señor. Tal y como prescribió el apóstol,835 insistid de modo oportuno e inoportuno y, haciendo uso de la santa doctrina, censu‐ rad a todos los que se extravíen, traedlos de regreso, instruidlos, for‐ talecedlos, pero sin tener en cuenta en esta regla de fe mis escritos, que no valen nada o son insignificantes, sino los pasajes de las Sa‐ gradas Escrituras y las obras de los grandes y doctísimos varones que antes que nosotros sostuvieron también todo esto con la mayor firmeza y lo enseñaron en sus múltiples libros del modo más elo‐ cuente.
835
Cfr. II Tim 4,2.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 226
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
226
TORIBIO DE ASTORGA836 EPISTVLA AD IDACIVM ET CEPONIVM (CPL 564) LEÓN I (LEÓN MAGNO) (PAPA, 440‐461) EPISTVLA 15 (CPL 1656) La incorporación en el mismo comentario de la carta de Toribio a Hidacio y Ceponio, junto a la enviada por León Magno a Toribio, como respuesta a una suya precedente, no necesita mucha justifica‐ ción. De hecho, la carta de León se recoge en esta recopilación por cuanto es el reflejo de la que le envió Toribio; en su puntilloso afán de responder cada uno de los detalles de su interlocutor, de comen‐ tar cada denuncia vertida contra los herejes priscilianistas, nosotros podemos reconstruir, si no los argumentos detallados de sus textos, sí las ideas y las inquietudes del obispo de Astorga. Además, ambos textos se concentran en una misma problemática, la constatación de que en la década de 440 el priscilianismo, lejos de haberse erradicado tras la condena unánime de finales del siglo IV y la ejecución misma de su promotor, parece haberse reforzado, y ambas cartas son uná‐ nimes a la hora de identificar las causas. La carta que Toribio escribe a Hidacio, obispo de Chaves, y a Ce‐ ponio, éste de sede desconocida, parece haber sido enviada en torno al 445, antes de su propia elección como obispo de Astorga. En el 836
Bibliografía: François DECRET, «Du bon usage du mensonge et du parjure: Manichéens et Priscillianistes face à la persécution dans l’empire chrétien (IVe‐Ve siècles)», en Marie‐Madeleine Mactoux, Evelyne Geny (eds.), Mélanges Pierre Lévêque, vol. 4, Besançon, Université de Franche‐Comté, 1990, pp. 141‐149 (Annales littéraires de l’Université de Besançon, 413); Carmen CARDELLE DE HARTMANN, «El supuesto concilio de Toledo del año 447», Euphrosyne, 22 (1994), pp. 207‐214; Óscar NÚÑEZ GARCÍA, «Un ejemplo de individualización en el proceso cristianizador galaico: las aportaciones de Toribio de Astorga», Hispania Antiqua, 26 (2002), pp. 253‐268; Raúl VILLEGAS MARÍN, «Unanimitatem diligite: la persecución del maniqueísmo durante el pontificado de León I (440‐461)», Polis, 16 (2004), pp. 213‐ 244; Josep VILELLA, «Mala temporis nostri: la actuación de León Magno y Toribio de Astorga en contra del maniqueísmo‐priscilianismo hispano», Helmantica, 58 (2007), nº 175, pp. 7‐65; M.ª Victoria ESCRIBANO PAÑO, «The Social Exclusion of Heretics in Codex Theodosianus XVI», en Jean‐Jacques Aubert, Philippe Blanchard (eds.), Droit, religion et société dans le Code Théodosien, Neuchâtel (Genève), Université de Neuchâtel, 2009, pp. 39‐66; Chantal GABRIELLI, «La sovranità del diritto e il caso di Priscilliano (Leo. Ep. 15)», en M.ª Victoria Escribano Paño, Rita Lizzi Testa (eds.), Política, religión y legislación en el Imperio romano (ss. IV y V d.C.), Bari, Edipuglia, 2014, pp. 105‐115 (Munera, 37).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 227
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
227
texto reconoce que, obligado a viajar por varias provincias, ha tenido oportunidad de constatar «que en todas las iglesias que comparten la unidad de la fe, condenando todas las sectas de las herejías, se guarda una única e idéntica interpretación de la fe católica»; eso lo ha llevado a considerar que aquellas prácticas que antaño le parecían adecuadas (optima) son en realidad nefastas. Por ello, cuando tras largos años regresa a su tierra, le resulta duro comprobar que las tra‐ diciones que la Iglesia condenó en el pasado no han desaparecido, sino que se han multiplicado. Las causas son varias, unos parecen mantener la herejía de manera consciente, otros aprovechan las cir‐ cunstancias para añadir lo que les parece oportuno, en otros casos se da una tolerancia culpable, quizás por una antigua connivencia, que impide cualquier denuncia. La causa última parece encontrarla en las adversidades del tiempo en que viven, las cuales han impe‐ dido las reuniones sinodales, dando pie a una libertad que provoca que en torno al mismo altar se reúnan percepciones muy variadas de la fe. Ideas que ha remitido también al papa León, quien entre esas perturbaciones incluye las guerras que impidieron ejecutar las leyes y la perturbación general del estado. Idea que en su caso de‐ bemos asociar con una percepción muy clara de cuál debe ser la co‐ laboración entre los príncipes cristianos y la jerarquía eclesiástica. De hecho, en su texto lo asocia con la condena imperial contra Pris‐ ciliano, que derivó en su ejecución, y aunque anota que la Iglesia re‐ húye los castigos físicos, contentándose con el juicio eclesiástico, reconoce que aquella severidad resultó provechosa para la descen‐ dencia de la Iglesia. No podemos saber si antes de su partida Toribio había sido par‐ tícipe, aunque fuese inconscientemente, de las prácticas que ahora condena; en todo caso, al desorden provocado por el caos organiza‐ tivo añade en sus consideraciones la ignorancia de los propios obis‐ pos, que no parecen discernir las prácticas correctas de las que no lo son, lo que los lleva a mantener una comunión eucarística con los herejes sin dase cuenta de que sus creencias y sus prácticas no son coincidentes. Los herejes de la provincia, escribe, están utilizando li‐ bros apócrifos, en lugar de los evangelios o los textos canónicos, con‐ siderando que lo que allí se cuenta es la verdad. Incluso ha
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 228
228
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
constatado que estos herejes defienden algunas ideas que ni siquiera se encuentran en esos libros, lo que le hace pensar que quizás se transmitan oralmente de forma velada, o que existan otros libros que se guardan oculta y secretamente. Entre esos libros incluye los He‐ chos de Tomás, los de Andrés y los de Juan, también la Memoria apos‐ tolorum, que Orosio, por su parte, afirma había utilizado Prisciliano para sostener sus doctrinas. Toribio está convencido de que detrás de ese renacer herético hay una organización sectaria, una inteligen‐ cia sutil, que a los milagros de los santos y los hechos reales de la tradición cristiana añaden sus propias ideas perniciosas. Para Toribio el priscilianismo y todas las sectas dañinas tienen una inspiración maniquea emanada de Manes y su discípulo Leucio; aunque eso no impide que las diferencie y que, probablemente, participe de la opi‐ nión manifestada por Orosio cuando argumentaba que Prisciliano había sido aún más desgraciado que los maniqueos. Efectivamente, la mayoría de los estudiosos ha considerado que Toribio se está re‐ firiendo siempre a los priscilianistas y que, cuando usa la forma «ma‐ niqueos», es una manera genérica de referirse a ellos. No obstante, cabe la posibilidad de que en la Gallaecia de mediados del siglo V el debate teológico no se redujese necesariamente a priscilianistas y ca‐ tólicos. En este sentido, puede ser esclarecedora la noticia dada por Hi‐ dacio en su Crónica (Hidacio, 122), donde cuenta que él mismo se había desplazado a Astorga para participar en una encuesta episco‐ pal destinada a detectar la presencia de maniqueos en la ciudad, in‐ vestigación que concluyó con el desenmascaramiento de unos individuos que durante varios años habían pasado desapercibidos. Es posible que la encuesta aplicada sea consecuencia de las instruc‐ ciones anti‐maniqueas que, según una entrada del año 445 (Hidacio, 125), el obispo de Roma había enviado a las provincias hispanas. Los maniqueos denunciados fueron remitidos a Mérida, donde el obispo Antonino debía examinar sus doctrinas; mismo lugar al que tres años después fue enviado otro maniqueo que habría llegado de Roma a Astorga (Hidacio, 127 y 130). En su carta, Toribio parece in‐ sinuar que en sus indagaciones no ha encontrado muestra inequí‐ voca de los errores que habitualmente se atribuyen a los
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 229
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
229
priscilianistas. Supone que las prácticas erróneas proceden de libros secretos, pero no los ha visto, aunque sabe que los Hechos de Tomás han creado la confusión de usar únicamente aceite en el bautismo, sin agua, debemos entender que era una de las prácticas equivocadas, pero no es necesariamente priscilianista. En última instancia, el texto de Toribio evidencia más sus prejuicios, que lo llevan a construir un imaginario herético, una recopilación de las acusaciones vertidas du‐ rante décadas contra Prisciliano y sus seguidores, que las evidencias de la herejía, y por supuesto que vive inmerso en un mundo de prác‐ ticas confusas y falto de un control riguroso de lecturas. Pero el celo antiherético de Toribio no se conformó con la carta que acabamos de recordar. Una vez elegido obispo de Astorga, co‐ misionó a Pervinco, un diácono de su iglesia, para que llevase al obispo de Roma unos textos (una epistola, un commonitorium y un li‐ bellus) en los que denunciaba los errores de los priscilianistas. No conservamos ninguno de esos documentos, pero, como hemos ano‐ tado, sí la respuesta de León Magno, remitida el 21 de julio del 447, de la cual se deduce que eran unos escritos vehementes y sin ánimo de conciliación. León diferenciará a lo largo de su respuesta lo que se incluía en uno u otro, aunque parece que commonitorium y libellus contenían exposiciones similares. El obispo de Roma deduce del opúsculo que la secta de los priscilianistas ha adquirido un nuevo vigor en la provincia y que en ella confluye una desviación doctrinal con un cúmulo de prácticas mágicas y paganas, dedicando una es‐ pecial atención a la astrología. Toribio ha debido cargar las tintas de tal manera que el papa le pregunta sobre cuánta gente ha quedado libre de la contaminación y pasa a glosar los 16 capítulos que en el opúsculo recibido contenían las creencias ya condenadas en el pa‐ sado; en la práctica es una acotación casi inalterada de las acusacio‐ nes del concilio celebrado en Toledo en el año 400. A los problemas cristológicos, la naturaleza del alma humana, la negación de la re‐ surrección de la carne, la prexistencia del mal junto al bien o la in‐ fluencia de astros funestos sobre cuerpos y almas, se une una crítica al rechazo por parte de los priscilianistas de las uniones matrimo‐ niales y de la procreación, por considerar que la formación de los cuerpos humanos es un acto del demonio, de lo que León afirma es
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 230
230
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
un veneno inmundo surgido del manantial de la impiedad mani‐ quea; como lo es la creencia de que «el mundo con todos sus elemen‐ tos no es obra de un Dios bueno, sino la creación de un hacedor malvado». Todo ello circula, reconoce el papa, porque las correccio‐ nes corruptas de Prisciliano estaban envueltas en «miel», en conte‐ nidos con apariencia de piedad, en los encantos de sus fábulas, en el relato de sus maravillas empleado para seducir a los fieles; todo lo cual afirma lo ha visto en códices que recibían el nombre de canóni‐ cos. Esos libros, declara, no sólo deben ser prohibidos, sino que deben ser decomisados y quemados en hogueras. Cualquier obispo que no evidenciase su celo en la búsqueda y persecución de estos textos sería considerado un hereje. Las dificultades de los tiempos no parecen arredrar al papa, quien exige que se respeten los decretos imperiales. Advierte que se vigile para que los herejes no se hagan pasar por católicos, lo que, anota, hacen tanto priscilianistas como maniqueos, «cuyos corazones están tan unidos a aquéllos que se revelan distintos únicamente en sus nombres». Aunque León, que evidencia un buen conocimiento de la problemática abordada en su texto, anota que los maniqueos recha‐ zan el Antiguo Testamento, lo que no hacen los priscilianistas; pre‐ cisión probablemente encaminada a aclarar alguna afirmación de Toribio, pero es algo que sólo podemos intuir. Las leyes a las que alude serían las normas contra Manicheos siue Priscillianistas recogidas en el Codex Theodosianus, aunque resulta difícil saber cómo podrían aplicarse en la Gallaecia de mediados del siglo V, incluso después de los acuerdos alcanzados entre los suevos y el Imperio en el año 438. Más realista era que los obispos de la provincia mantuvieran un con‐ cilio, y que hagan otro tanto los obispos de las provincias vecinas, con el fin de detectar si algún obispo ha sido contaminado por la he‐ rejía, en cuyo caso debiera ser apartado de la comunión con los demás. Es posible que la propuesta del concilio estuviese en alguno de los textos enviados por Toribio a Roma, pues la idea parece im‐ plícita en la carta a Hidacio y Ceponio cuando los conmina a actuar en compañía de sus colegas —él no era obispo en ese momento—. Pero no tenemos noticia de que ningún concilio fuese celebrado en los años siguientes, al menos en la Gallaecia; de haber sido así, Hi‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 231
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
231
dacio no lo habría ignorado, pues en su Crónica se hace eco del texto remitido por León, del que sabe que está destinado a todos los obis‐ pos hispanos, sabe que contiene los escritos contra los priscilianistas y una argumentación detallada sobre la observancia de la verdadera fe. Pero también recoge que en la Gallaecia algunos aceptaron las instrucciones poco convencidos; lo que puede interpretarse como que apoyaban a los herejes o que mantenían la actitud tolerante que había denunciado Toribio. Cabe la posibilidad de que los obispos de las demás provincias hispanas sí asumiesen el mandato de León, así lo afirma Lucrecio de Braga en la sesión de apertura del concilio ce‐ lebrado en esa ciudad en el 561, cuando declara tener delante la re‐ gulam fidei anti‐priscilianista aprobada en aquella ocasión. Una última referencia de la carta de León ayuda a valorar la im‐ portancia de estos dos documentos. En la carta privada que le remite le ha planteado una duda teológica. Toribio no tenía claro si tras la muerte terrena de Cristo su carne había permanecido en el sepulcro y se había corrompido. León es condescendiente pero firme en su respuesta: no creer que la carne resucitó con el regreso del alma es impío y, lo que es peor, en el contexto que nos movemos, «forma parte, sin duda, de las doctrinas de Manes y Prisciliano». Parece evi‐ dente que el propio Toribio participa de una enorme confusión teo‐ lógica, incapaz de discernir entre las sutilezas cristológicas a las que debe enfrentarse; es difícil imaginar que pudiese promover un con‐ cilio con garantías, máxime cuando da la sensación de que Toribio está intentando zanjar con su búsqueda de apoyo en Roma un con‐ flicto intestino del episcopado católico galaico, de manera concreta una situación de preeminencia frente a otras sedes, de manera espe‐ cial sobre Braga, lo que podría incluir la primacía metropolitana. So‐ licitud oportuna porque León está haciendo enormes esfuerzos por imponer su jurisdicción en Occidente, al tiempo que ha hecho de su lucha contra los maniqueos un elemento esencial de su pontificado, recurriendo al brazo secular cuando le ha sido posible, y encontrar aliados le resultaba necesario. [PCD]
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 232
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
232
[14] Toribio de Astorga, Carta a Hidacio y a Ceponio837 Comienza la carta sobre los escritos apócrifos que no deben ser in‐ cluidos en la autoridad de la fe y sobre la secta de los priscilianistas. A los santos y muy bienaventurados obispos Hidacio y Ceponio, dignos de ser honrados con la mayor veneración, Toribio. (1) Ciertamente, siempre resultan fastidiosos y poco agradables los viajes al extranjero a los que nos obligan nuestras duras respon‐ sabilidades y las tristes preocupaciones de las circunstancias reinan‐ tes, pero tienen, pese a todo, una cierta utilidad, cuando, al recorrer unos territorios que desconocíamos y aprender unas cosas que ig‐ norábamos, progresamos merced a una formación más completa de nuestro espíritu, sobre todo, al descubrir gracias al razonamiento de quienes son mejores que nosotros que aquello que nos parecía exce‐ lente es algo malo y absolutamente nefasto. Esto me ha ocurrido en la práctica, pues, al recorrer diversas provincias, he advertido que en todas las iglesias que comparten la unidad de la fe, condenando todas las sectas de las herejías, se guarda una única e idéntica inter‐ pretación de la fe católica, procedente del más cristalino manantial de la verdad, que no se escinde en distintos sentidos por causa de diversos riachuelos ni convierte las llanuras de los campos en fan‐ gosos remolinos que obstaculizan el recto recorrido de la fe, antes bien, a aquellos a los que ha afectado el veneno de unos depravados preceptos, o bien los lleva a corregirse y sanar en el seno de su pia‐ dosa madre, o bien, como si fuesen partos abortivos o descendientes ilegítimos, los expulsa del consorcio de la santa heredad por su per‐ tinaz contumacia. 837
Edición: Salvador IRANZO ABELLÁN, José Carlos MARTÍN‐IGLESIAS, «Toribio de Astorga, Epistula ad Idatium et Ceponium (CPL 564): Edición crítica», Sacris Erudiri, 54 (2015), pp. 129‐149, concretamente pp. 143‐149. Traducciones españolas de J. TE‐ JADA Y RAMIRO, Colección de cánones de la Iglesia española, vol. 2, pp. 887‐888, reproducida en ID., Colección de cánones de todos los concilios, vol. 2, con la misma paginación; y de S. IRANZO ABELLÁN, J. C. MARTÍN‐IGLESIAS, «Toribio de Astorga», pp. 142‐148. Hay también una traducción portuguesa de J. CONTADOR DE ARGOTE, Memorias, pp. 784‐789; y una inglesa de Hendrick Gerhard SCHIPPER, Johannes VAN OORT, St. Leon the Great. Sermons and Letters against the Manichaeans: Selected Frag‐ ments. Introduction, Texts & Translations, Excursus, Appendices, and Indices, Turnhout, Brepols, 2000, pp. 79‐85 (Corpus Fontium Manichaeorum, Series Latina, 1).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 233
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
233
(2) Por ello, tras regresar a la patria después de largos años, me resulta muy duro el hecho de encontrarme con que no ha desapare‐ cido en modo alguno ninguna de aquellas tradiciones que la Iglesia católica condenó ya en el pasado y que yo creía que habían sido abo‐ lidas tiempo atrás. Es más, advierto, por el contrario, que todo tipo de preceptos depravados se multiplican como si surgiesen de las ca‐ bezas de la hidra según los intereses y las voluntades de cada indi‐ viduo, pues unos añaden a una antigua herejía sus propias blasfemias, otros mantienen íntegra esa herejía hasta nuestros días y otros, a los que la contemplación de la verdad ha llevado de algún modo a juzgarse a sí mismos, al retener algunos aspectos de sus an‐ tiguas opiniones, se vinculan a los restantes. Ciertamente, este mal, al cesar las reuniones y las resoluciones sinodales debido a las ad‐ versidades de nuestro tiempo, ha crecido con una mayor libertad y, así, de forma impiísima, y esto es lo peor de todo, nos reunimos junto a un único altar con diversas percepciones de la fe. (3) El hecho de que yo me atreva a decir esto confieso que es fruto antes de un amor piadoso por mi patria que de una temeraria arro‐ gancia. En efecto, ¿cómo iba a atreverme de otro modo yo, que soy un reo lleno de todo tipo de pecados y de grandes crímenes, a escri‐ biros todo esto?, pues recuerdo las palabras del Señor que dicen:838 Ves la paja en el ojo ajeno y no contemplas la viga en el tuyo, y soy cons‐ ciente, además, de esa sentencia suya que nos advirtió lo siguiente, diciendo:839 ¿Pecador, dijo el Señor, por qué predicas mis preceptos y pones en tu boca mi alianza? Pero tengo presente asimismo aquello que se escribe a continuación:840 Veías a un ladrón y corrías a su lado, y estabas en connivencia con los adúlteros. En efecto, no son robos únicamente aquellos que cometemos al apoderarnos de lo ajeno, ni son única‐ mente adulterios aquellos que perpetramos violando los afectos del lecho marital, sino que también, al suprimir la verdad, la afirmación de un dogma perverso lleva a cabo un robo contra la fe católica y con el adulterio de depravadas doctrinas se lanzan las semillas de la cizaña en perjuicio de la verdad de la palabra de Dios. En consecuen‐ 838 839 840
Matth 7,3. Ps 49,16. Ps 49,18.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 234
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
234
cia, no sé si hablar o guardar silencio, pues temo ambas cosas por igual. Pero no vaya a ser, por un casual, que vuestra santidad ignore qué maldades y qué blasfemias se recogen en los libros apócrifos que estos herejes de nuestra propia tierra leen en lugar de los santos Evangelios, creo que yo sería culpable del mayor de los crímenes en caso de guardar silencio. Así pues, esto no es una exhortación de una autoridad, sino, más bien, unas enseñanzas a modo de consejos. (4) En consecuencia, lo primero es que exponga las doctrinas que he conocido que forman parte de la fe o, más bien, de la perfidia, de un gran número de gentes. Dado que éstas son enseñadas por mu‐ chos con un magisterio prácticamente público, si algún católico se enfrenta con un poco más de firmeza a esas afirmaciones con el pro‐ pósito de acabar con ellas, de inmediato las niegan y ocultan su per‐ fidia con perfidia. No deben ya seguir haciendo esto más, sirviéndose de los escritos apócrifos que, por ser secretos y misterio‐ sos, prefieren a los libros canónicos y acogen con la mayor venera‐ ción, ni sirviéndose tampoco de las tradiciones y los preceptos que leen en sus propios autores, y enseñando que aquello que se de‐ fiende en esas mismas obras es la verdad. Por lo demás, algunas de las ideas que forman parte de la doctrina de estas gentes no se reco‐ gen en los códices apócrifos que he podido leer, por lo que ignoro de dónde proceden, a no ser que, por un casual, allí donde todo eso está escrito, por medio de esos absurdos pensamientos a través de los cuales aseguran con falsedad que se expresan los santos apósto‐ les, se transmitan de forma encubierta algunas enseñanzas que deben ser explicadas más que simplemente leídas, o que quizás haya otros libros que se guardan oculta y secretamente, accesibles sólo, como ellos mismos dicen, a los perfectos.841 (5) Por lo demás, en los denominados Hechos de santo Tomás debe señalarse y censurarse ante todo el pasaje que dice que aquél no bautizaba con agua, como recoge la predicación del Señor y la tradición, sino tan sólo con aceite, una práctica, ciertamente, que no aceptan los nuestros, sino que siguen los maniqueos. Esta herejía se sirve de esos mismos libros, es más, profesa esos mismos dogmas y 841
Cfr. Col 1,28; II Tim 3,17.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 235
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
235
peores que ésos. Una doctrina tan dañina para todas las gentes con‐ viene que sea condenada en todas las regiones tan pronto como haga confesión de su fe y sin necesidad de que sea discutida. Es manifiesto que todos los libros apócrifos han sido compuestos o corrompidos por los defensores de esta doctrina o por su principal valedor, Manes, y los discípulos de éste, y en especial los conocidos como He‐ chos de san Andrés, y los que reciben el título de Hechos de san Juan, que escribió Leucio con su boca sacrílega, los denominados Hechos de santo Tomás y los semejantes a ellos, a partir de los cuales los ma‐ niqueos, los priscilianistas y cualquier otra secta hermana de éstos se esfuerzan por defender toda su herejía, y en especial a partir de ese libro absolutamente blasfemo que lleva por título Memoria de los apóstoles, en el que, a fin de proporcionar una gran autoridad a su depravación, falsean la doctrina del Señor y que echa por tierra toda la ley del Antiguo Testamento y todo aquello que fue revelado por Dios al bienaventurado Moisés sobre las diferencias entre las criaturas y el Creador, además de otras muchas blasfemias de ese mismo libro que resulta abominable referir. (6) Por lo demás, del mismo modo que no cabe duda de que los milagros y prodigios que se escriben en los apócrifos son propios de los santos apóstoles o pudieron ser propios de ellos, así también es evidente que las discusiones y afirmaciones llenas de contenidos per‐ niciosos han sido incluidas en ellos por los herejes. He expuesto di‐ versos testimonios repletos de todo tipo de blasfemias tomándolos de esos escritos y citándolos bajo sus propios títulos y he respondido a ellos en la medida en que he podido en virtud de la capacidad de mi inteligencia. (7) He considerado necesario dar a conocer todo esto a vuestros oídos con un poco más de detalle por esta razón: para que en lo sucesivo nadie pueda decir, como si fuese un ignorante en estas materias, que simplemente tiene o lee libros de este tipo. Por lo demás, habrá de ser motivo de estima o de censura para vosotros enjuiciar todas esas doctrinas y cercenar con la espada espiritual842 y destruir con la fuerza abrasadora de la palabra divina aquellas que, aducidas como justificación de sus creencias, observéis que son, sin
842
Cfr. Eph 6,17.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 236
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
236
la menor duda, contrarias a la verdad y a la fe, asistidos en ello por todos aquellos otros hermanos vuestros a los que os una el celo en defensa de la religión católica y el piadoso amor por ella.843 [15] León I (León Magno, 440‐461), Carta 15: Carta a Toribio de Astorga844 A nuestro queridísimo hermano, el obispo Toribio de Astorga, el obispo León. (Prefacio) (1) De qué forma tan elogiosa actúas en defensa de la ver‐ dad de la fe católica y con qué solicitud desempeñas las responsabili‐ dades del oficio pastoral en favor de la grey del Señor lo ponen de manifiesto, querido hermano, esos escritos tuyos que nos han sido en‐ tregados por tu diácono y en los que cuidas de darnos a conocer qué nueva peste de errores se ha extendido en vuestras regiones surgida de entre los restos de una antigua plaga. (2) En efecto, tanto el conte‐ nido de tu carta como el tenor de tu memorando y el texto de tu opús‐ culo revelan que la inmundísima sentina de los priscilianistas ha adquirido un nuevo vigor entre vosotros. (3) Ciertamente, entre las creencias de los impíos, cualesquiera que éstos sean, no hay abomina‐ ción alguna que no haya confluido en esta doctrina, pues, a partir de todo el lodo de las ideas extendidas por el mundo, los priscilianistas845 843
La expresión final de la carta es problemática y su sentido poco seguro. Edición: Benedikt VOLLMANN, Studien zum Priszillianismus. Die Forschung, die Quellen, der fünfzehnte Brief Papst Leos des Grossen, St. Ottilien, Eos Verlag der Erzabtei St. Ottilien, 1965, pp. 122‐138. Otra edición (inferior) de Julio CAMPOS, «La epístola antipriscilianista de S. León Magno», Helmantica, 13 (1962), nº 41‐42, pp. 269‐308, concretamente pp. 273‐291. Una y otra edición dividen el texto en parágrafos diferentes y en ocasiones proponen también una distinta puntuación que cambia el sentido de algunas frases. Hay traducciones españolas de J. TEJADA Y RAMIRO, Colección de cánones de la Iglesia española, vol. 2, pp. 889‐901, reproducida en ID., Colección de cánones de todos los concilios, vol. 2, con la misma paginación; y de Juan Carlos MATEOS GONZÁLEZ, León Magno, Cartas cristológicas. Introducción, traducción y notas, Madrid, Ciudad Nueva, 1999, pp. 81‐109 (Biblioteca de Patrística, 46). Hay asimismo una traducción al portugués de J. CONTADOR DE ARGOTE, Memo‐ rias, pp. 809‐830; una al inglés de H. G. SCHIPPER, J. VAN OORT, St. Leon, pp. 53‐77; y una al italiano de Lucio CASULA, Leone Magno: Il conflitto tra ortodossia ed eresia nel quinto secolo, Roma, Tiellemedia, 2002, pp. 271‐290. 845 El sujeto es elíptico en la frase latina, pero se introduce aquí expresamente para que quede más claro en español el sentido del pasaje en el original. 844
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 237
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
237
han elaborado para su propio uso una masa tal de suciedades que sólo ellos han acabado por beber por entero aquellos errores que los demás han probado parcialmente. (4) En fin, si se examinasen con atención todas las herejías que surgieron antes de los tiempos de Prisciliano, a duras penas se encontraría algún juicio erróneo del que esa impiedad no se haya contagiado, pues no se ha contentado con aceptar las false‐ dades de aquellos que se han desviado de las enseñanzas de Cristo in‐ vocando el nombre de Cristo, sino que también se ha introducido de lleno en las tinieblas del paganismo, hasta el punto de que, a través de los profanos misterios de las artes mágicas y de las vanas mentiras de los matemáticos, ha depositado la fe de la religión y la razón de las costumbres en el poder de los demonios y la influencia de los astros. (5) Pero, si fuese lícito que todo eso se creyese y se enseñase, las virtu‐ des no merecerían premio alguno ni los vicios ningún castigo y serían nulas todas las normas no sólo de las leyes humanas, sino también de los preceptos divinos, pues no podría someterse a juicio ninguna ac‐ ción, ni buena ni mala, si una ineluctable fatalidad impulsase al espí‐ ritu en un sentido o en otro y cualquier acto obrado por los hombres no debiese atribuirse a los hombres, sino a los astros. (6) Forma parte de esta locura esa inaudita división de todo el cuerpo humano en co‐ rrespondencia con los doce signos del cielo, según la cual sobre las di‐ versas partes del cuerpo ejercen su influencia diversos poderes y la criatura que Dios hizo a imagen suya846 está tan estrechamente some‐ tida a los astros como unida a sus miembros. (7) Con razón aquellos padres nuestros en cuyos tiempos surgió esta abominable herejía ac‐ tuaron de inmediato por todo el mundo con el fin de que ese impío extravío fuese alejado de la Iglesia en todas partes, cuando incluso los gobernantes de este mundo hasta tal punto detestaron esa sacrílega locura que, haciendo uso de la autoridad emanada de las leyes públi‐ cas, condenaron al promotor de esa creencia junto con un gran número de sus discípulos.847 (8) Veían, en efecto, que desaparecería por com‐ pleto la aspiración por llevar una vida honesta, que por completo se 846
Cfr. Gen 1,27. Toda esta expresión puede entenderse en un sentido más bien figurado, como el que le damos, o más literal, como hace J. VILELLA, «Mala temporis nostri», p. 34: «que, haciendo uso de la espada de las leyes públicas, abatieron al promotor de esa creencia...». 847
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 238
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
238
disolvería el vínculo que une a los cónyuges y que, al mismo tiempo, se vendrían abajo tanto la legislación divina como la humana, en caso de que se permitiese a unos hombres semejantes vivir en alguna parte de acuerdo con esas creencias. (9) Durante largo tiempo esta severidad resultó de provecho a la condescendencia de la Iglesia, que, si bien re‐ húye los castigos sangrientos, contentándose con un juicio eclesiástico, no obstante, es asistida por los rigurosos estatutos de los príncipes cris‐ tianos, cuando en ocasiones recurren al remedio espiritual aquellos que temen el suplicio corporal. (10) Pero, desde el momento en que las incursiones enemigas penetraron en muchas provincias y las calami‐ dades de la guerra impidieron la ejecución de las leyes, desde el mo‐ mento en que entre los sacerdotes de Dios los desplazamientos comenzaron a volverse difíciles y los concilios comenzaron a ser raros, a causa de la perturbación del Estado esa perfidia, que permanecía oculta, encontró una gran libertad y debido a esas calamidades fue animada a corromper los espíritus de muchos por aquellos por quienes habría debido ser reprimida. (11) Y así, ¿qué gentes o en qué gran nú‐ mero están ahí848 libres de esta pestilencia, cuando, como indica tu ca‐ ridad, incluso los corazones de algunos sacerdotes se han visto corrompidos por esa funesta enfermedad y cuando el mensaje de Cristo se acomoda a la doctrina de Prisciliano por parte de aquellos mismos por quienes se creía que sería castigada la falsedad y defen‐ dida la verdad, hasta el punto de que, depravada la piedad de los san‐ tos volúmenes de acuerdo con unas creencias impías, bajo los nombres de los profetas y los apóstoles no se predica lo que enseñó el Espíritu Santo, sino lo que en estas enseñanzas introdujo ese siervo del dia‐ blo?849 (12) En consecuencia, puesto que tu caridad con toda la fiel di‐ ligencia que ha podido ha resumido en dieciséis capítulos esas creencias condenadas ya en el pasado, también nos, por nuestra parte, vamos a examinarlas todas ellas con rapidez a fin de que ninguna de esas blasfemias parezca aceptable o dudosa. (1, § 1) Así pues, en el primer capítulo se expone qué impía opi‐ nión tienen sobre la divina Trinidad quienes aseguran que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son la misma persona y una sola, como si 848 849
Es decir, en Hispania. Es decir, Prisciliano.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 239
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
239
un mismo Dios fuese nombrado unas veces con el nombre de Padre, otras con el de Hijo y otras con el de Espíritu Santo y no fuese uno el que engendró, otro el que fue engendrado y otro el que procede de ambos, sino que debiese entenderse, ciertamente, una sola unidad bajo tres denominaciones distintas y no bajo tres personas distintas. (§ 2) Este tipo de blasfemia la tomaron de las creencias de Sabelio, cuyos discípulos reciben con razón el nombre de «patripasianos»,850 pues, si el Hijo es lo mismo que el Padre, la cruz del Hijo es la pasión del Padre y todo aquello que el Hijo soportó al servicio del Padre por obedecer a Éste, todo ello lo sufrió el propio Padre en sí mismo. (§ 3) Esto es contrario, sin la menor duda, a la fe católica, que confiesa que la Trinidad de la divinidad es de tal modo consustancial que cree que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son indivisibles sin con‐ fusión entre ellos, son eternos al margen del tiempo y son iguales sin diferencia alguna, pues la unidad en la Trinidad no la conforma una misma persona, sino una misma esencia. (2, § 1) En el segundo capítulo se muestra que es absurda y vana la creencia acerca de la emanación de ciertas virtudes procedente de Dios que Él mismo habría comenzado a tener y a las que habría an‐ tecedido, no obstante, en su esencia. (§ 2) En ello siguen un error de los arrianos, que afirman que el Padre es anterior al Hijo, pues existió durante algún tiempo sin el Hijo, y que comenzó a ser Padre, cuando engendró al Hijo. (§ 3) Pero, al igual que la Iglesia católica detesta a aquellos primeros, así también detesta a éstos, que consideran que en cierto momento Dios careció de algo que es propio de su esencia, pues así como es abominable afirmar que es mudable, así también lo es afirmar que progresa. (§ 4) En efecto, del mismo modo que cam‐ bia lo que disminuye, así también cambia lo que aumenta. (3, § 1) En el tercer capítulo tu discurso explica que esos mismos impíos aseguran que el Hijo de Dios es denominado unigénito por‐ que nació sólo de la Virgen. (§ 2) Ciertamente, no se atreverían a decir algo semejante, si no hubiesen bebido el veneno de Paulo de
850
Término derivado de «pater» y de un adjetivo derivado del sustantivo «passio, ‐onis» («pasión»). Viene a significar: «los que defienden que el Padre padeció».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 240
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
240
Samosata y de Fotino, quienes afirmaron que nuestro Señor Jesu‐ cristo no existió antes de nacer de la Virgen María. (§ 3) Y si quieren que de esta creencia suya se extraiga otra enseñanza y no sitúan el principio de Cristo en su madre, forzosamente afirman que no ha habido un único hijo de Dios, sino que ha habido otros nacidos igual‐ mente del Padre celestial, de los que Cristo es el único nacido de una mujer y que por esta razón es denominado unigénito, porque ningún otro de los hijos de Dios ha conocido un nacimiento de la misma ín‐ dole. (§ 4) En consecuencia, adondequiera que se vuelvan, se dirigen hacia el abismo de una gran impiedad, tanto si defienden que Cristo, nuestro Señor, tiene su principio en su madre, como si niegan que es unigénito de Dios Padre debido a que ha nacido de una madre aquel que era Dios Verbo y a que nadie ha nacido del Padre, excepto el Verbo. (4, § 1) En el cuarto capítulo se recoge que esas gentes no honran de verdad el nacimiento de Cristo, festividad que la Iglesia católica venera entendiendo que aquél se encarnó entonces en un verdadero hombre, pues el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros,851 sino que simulan honrarlo, ayunando ese mismo día, como también hacen el domingo, que es el día de la resurrección de Cristo. (§ 2) Cierta‐ mente, hacen esto porque no creen que Cristo, nuestro Señor, naciese con una verdadera naturaleza de hombre, pero por medio de un en‐ gaño, por decirlo así, quieren que parezca probado lo que no es ver‐ dad, siguiendo en ello los preceptos de Cerdón y Marción y acordes en todo esto con sus parientes los maniqueos. (§ 3) Éstos, tal y como en nuestro examen se ha encontrado y demostrado que son, pasan entregados a la tristeza del ayuno el día que la resurrección de nues‐ tro Salvador consagró para nosotros, ofreciendo esta continencia, según se ha descubierto, en honor del sol, con objeto de apartarse en todo lo posible de la unidad de nuestra fe y de que el día que es aco‐ gido por nosotros en medio de la alegría sea vivido por ellos en medio de la aflicción. (§ 4) Por ello, es oportuno que los enemigos de la cruz y de la resurrección de Cristo sufran una sentencia apro‐ piada a la doctrina que han escogido.
851
Ioh 1,14.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 241
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
241
(5, § 1) En el quinto capítulo se refiere que aseguran que el alma del hombre es de una sustancia divina y que la naturaleza de nuestra condición no difiere de la naturaleza de su Creador. (§ 2) Esta im‐ piedad, que procede de la opinión de algunos filósofos y de los ma‐ niqueos, la condena la Iglesia católica, sabedora de que ninguna criatura es tan sublime y tan extraordinaria que tenga por naturaleza a Dios mismo. (§ 3) En efecto, lo que forma parte de Él es lo que es Él, y no hay nada más que lo sea a excepción del Hijo y del Espíritu Santo. (§ 4) Fuera de esta única, consustancial, sempiterna e inmu‐ table divinidad de la celestial Trinidad no existe ninguna otra cria‐ tura que haya sido creada de la nada en su inicio. (§ 5) Por lo demás, no todo lo que sobresale entre las criaturas es Dios, ni siquiera si es algo grande y admirable, es lo mismo que Él, el único que obra grandes maravillas.852 Entre los hombres ninguno es la verdad, ninguno es la sabiduría, ninguno es la justicia, sino que muchos participan de la verdad,853 la sabiduría y la justicia.854 (§ 6) Por su parte, Dios es el único que no necesita participar de nada y todo lo que de Él, del modo que sea, se comprenda adecuadamente, esto no es una cuali‐ dad, sino su esencia. (§ 7) En efecto, nada acontece a quien es inmu‐ table, ninguna pérdida sufre, pues existir por siempre es propio de Él, que es eterno por siempre. Por lo tanto, persistiendo en sí mismo todo lo renueva y nada recibe que Él mismo no haya entregado. (§ 8) En consecuencia, se muestran terriblemente soberbios y terrible‐ mente ciegos aquellos que, cuando dicen que el alma humana es de una sustancia divina, no comprenden que no dicen otra cosa sino que Dios es mudable y que Él mismo sufre todo lo que puede cau‐ sarse a la naturaleza de aquélla.855 (6, § 1) El sexto punto indica que éstos dicen que el diablo nunca fue bueno y que su naturaleza no es obra de Dios, sino que surgió del caos y las tinieblas, pues, por supuesto, no tiene ningún creador, sino que él mismo es el principio y la sustancia de todo el mal, a pesar de que la verdadera fe, que es la católica, afirma que la sus‐ 852 853 854 855
Ps 135,4. Cfr. Ioh 14,6. Cfr. I Cor 1,30. Se refiere al alma humana.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 242
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
242
tancia de todas las criaturas, ya sean espirituales o corporales, es buena y que no existe la naturaleza del mal, puesto que Dios, que es el creador de todas las cosas, no hizo nada que no fuese bueno. (§ 2) Por lo tanto, también el diablo sería bueno, si permaneciese en la na‐ turaleza en la que fue creado, pero, si bien hizo un mal uso de la ex‐ celencia de su naturaleza y no persistió en la verdad,856 no pasó a poseer una sustancia contraria, sino que se apartó del sumo bien al que debió permanecer unido, del mismo modo que aquellos que hacen tales afirmaciones se precipitan desde la verdad en el abismo de la falsedad y acusan a su naturaleza de aquellas faltas que come‐ ten por su propio deseo y, así, se condenan por su voluntaria per‐ versidad. (§ 3) Esto, ciertamente, será un mal para ellos, pero ese mal no será su sustancia, sino una desdicha para su sustancia. (7, § 1) En séptimo lugar, se añade que condenan las nupcias y aborrecen la procreación de hijos, en lo que, como en casi todos los puntos, coinciden con la impiedad de los maniqueos al rechazar la unión matrimonial, tal y como prueban sus costumbres, por el hecho de que no existe libertad para la infamia allí donde se guarda un pro‐ fundo respeto por el matrimonio y la descendencia.857 (8, § 1) El octavo error de éstos consiste en decir que la formación de los cuerpos humanos es un acto del diablo y que las semillas de la concepción se desarrollan en los úteros de las mujeres por obra de los demonios, debido a lo cual afirman que no debe creerse en la re‐ surrección de la carne, pues la figura del cuerpo no es acorde con la dignidad del alma. (§ 2) Esta falsedad es, sin duda, obra del diablo y la excentricidad de tales creencias es producto de los demonios, que no forman a los hombres en los vientres de las mujeres, pero hacen nacer tales errores en los corazones de los herejes. (§ 3) Este inmun‐ dísimo veneno surgido principalmente del manantial de la impiedad maniquea ya lo descubrió y lo condenó en el pasado la fe católica. 856
Ioh 8,44. Los priscilianistas, como los maniqueos, rechazan el matrimonio porque éste implica comportarse con respeto hacia la esposa y los hijos y no da lugar, en consecuencia, a llevar a cabo actos infamantes, mientras que esto último es lo que precisamente buscan los citados herejes, es decir, las relaciones sexuales fuera del matrimonio, sin que éstas vayan encaminadas, por otro lado, a la procreación de hijos. 857
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 243
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
243
(9, § 1) El noveno punto señala que afirman que los hijos de la pro‐ mesa858 nacen, ciertamente, de las mujeres, pero son concebidos por el Espíritu Santo, diciendo esto para que no parezca que los hijos que nacen de la semilla de la carne participan de la condición de Dios. (§ 2) Esto repugna a la fe católica y es contrario a ella, que afirma que todo hombre es conformado por el Creador del universo tanto en lo que hace a la sustancia de su cuerpo como a la de su alma, y que es animado por Éste mismo dentro de las entrañas maternas, permaneciendo, ciertamente, en él la mancha del pecado y de la mor‐ talidad, que desde nuestro primer padre pasa de una generación a otra, pero acudiendo en su ayuda el sacramento de la regeneración, en virtud del cual y por obra del Espíritu Santo renacen los hijos de la promesa no en el útero de la carne, sino en la virtud del bautismo. (§ 3) De ahí que también David, que, sin duda, era hijo de la pro‐ mesa, diga a Dios:859 Tus manos me hicieron y me dieron forma, y que el Señor diga a Jeremías:860 Antes de que te formase en el útero, te conocí y te santifiqué en la vulva de tu madre. (10, § 1) En el décimo capítulo se refiere que aseguran que las almas que habitan dentro de los cuerpos humanos carecieron de cuerpo y pecaron en la morada celestial y que por esa razón, preci‐ pitándose desde las alturas hasta el mundo inferior, cayeron en poder de príncipes de diversa condición861 y con suerte diversa y di‐ ferente estado fueron introducidas en los cuerpos por esos poderes del cielo y de los astros, unos más crueles, otros más bondadosos, y que dicen esto con objeto de que todo lo que en esta vida acontece de manera diversa y desigual parezca ser resultado de las causas precedentes. (§ 2) Confeccionaron esta fábula llena de impiedad a partir de los errores de muchos, pero a todos ellos la fe católica los seccionó del cuerpo de su unidad, predicando de forma constante y veraz que las almas de los hombres, antes de ser insufladas en los cuerpos, no existieron, que no son introducidas en éstos por ningún
858
Rom 9,8; Gal 4,28. Ps 118,73. 860 Ier 1,5. 861 Se trata de demonios. Es posible que haya un recuerdo de Eph 2,2. El texto fundamental para entender el pasaje es el Commonitorium de Orosio, 2,1. 859
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 244
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
244
otro, sino por Dios, nuestro creador, que es el hacedor tanto de las propias almas como de los cuerpos, (§ 3) y que, como por causa de la transgresión del primer hombre862 todo el linaje del género hu‐ mano se corrompió, nadie puede verse libre de su condición de hom‐ bre viejo,863 excepto por el sacramento del bautismo de Cristo, en el que no se hace ninguna distinción entre los renacidos, tal y como dice el apóstol:864 Ciertamente, cuantos habéis sido bautizados en Cristo, os habéis revestido con Cristo. No hay ya judíos ni griegos, no hay esclavos ni libres, no hay varones ni mujeres. En efecto, todos vosotros sois una misma cosa en Cristo Jesús. (§ 4) En consecuencia, ¿qué tiene que ver con esto el curso de los astros, qué las ficciones de los hados, qué la situación variable y la inestable diversidad de las cosas de este mundo? (§ 5) He aquí que a tantos seres diferentes la gracia de Dios los hace iguales, quienes, si en medio de las múltiples fatigas de esta vida permanecen fieles, no pueden ser desdichados, teniendo pre‐ sentes ante cualquier tentación las palabras del apóstol que dicen:865 ¿Qué podrá separarnos del amor de Cristo? ¿Será acaso la tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada?, según está escrito que: “Por tu causa somos oprimidos por la muerte du‐ rante todo el día, somos tratados como ovejas destinadas al matadero”. Pero en medio de todas estas circunstancias salimos vencedores merced a aquel que nos amó. (§ 6) Y, por esta razón, la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo,866 no siente temor alguno de las desigualdades del mundo, pues nada desea de los bienes temporales, ni teme verse oprimida por el vano estrépito de los hados, ella que supo crecer sirviéndose de la paciencia en medio de las tribulaciones. (11, § 1) La undécima blasfemia de esas gentes consiste en creer que las almas y los cuerpos de los hombres están sometidos al poder de unos astros funestos. Debido a esta locura, influidos, como están, por todos los errores de los paganos, consideran necesario aplicarse en honrar a los astros que les son favorables y en aplacar a los que
862 863 864 865 866
Cfr. Rom 5,14. Cfr. Eph 4,22; Rom 6,6; Col 3,9. Gal 3,27‐28. Rom 8,35‐37. Cfr. I Cor 12,27.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 245
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
245
les son adversos. (§ 2) Ciertamente, en la Iglesia católica no hay lugar para los seguidores de esta creencia, pues quien se ha entregado a semejantes creencias se ha apartado por entero del cuerpo de Cristo. (12, § 1) El duodécimo capítulo de esta lista es el siguiente, a saber, que describen cómo las partes del alma están bajo el control de cier‐ tos poderes y los miembros del cuerpo bajo el de otros y establecen las cualidades de esas potestades interiores designándolas con los nombres de los patriarcas y a éstas oponen, por otro lado, los signos celestes a cuya influencia están sometidos los cuerpos. (§ 2) Y con todo ello se ven envueltos en un error inextricable por no escuchar al apóstol, cuando dice:867 Mirad a ver que nadie os engañe por medio de la filosofía y de vanas falacias fundadas sobre las tradiciones de los hombres y los elementos del mundo, pero no sobre Cristo, pues en él habita corporal‐ mente toda la plenitud de la divinidad y vosotros estáis repletos de él, que es la cabeza de todo principado y potestad, (§ 3) y cuando dice también:868 Que nadie os seduzca afectando humildad y culto a los ángeles, saliendo al encuentro de aquello que no ha visto, inflado vanamente por los sentidos de su carne, pero sin estar en contacto con la cabeza, a partir de la cual todo el cuerpo, regulado y organizado a través de los nervios y las junturas, crece con el aumento que es Dios. (§ 4) Así pues, ¿qué necesidad hay de dar cabida en el corazón a lo que la ley no ha enseñado, a lo que la pro‐ fecía no ha proclamado, a lo que la verdad del evangelio no ha pre‐ dicado, a lo que la enseñanza apostólica no ha transmitido? (§ 5) Esto, sin embargo, es apropiado para los espíritus de aquellos a los que se refiere el apóstol, cuando dice:869 Llegará, en efecto, un tiempo en que no soportarán la doctrina de la salvación y, sintiendo comezón en sus oídos, reunirán, por el contrario, maestros conforme a sus deseos y no prestarán atención, ciertamente, a la verdad, sino que se volverán hacia las fábulas. (§ 6) En consecuencia, que nada en común tengan con nos‐ otros aquellos que se atreven a enseñar o creer cosas semejantes y que por todos los medios se empeñan en afirmar que la sustancia de la carne es ajena a la esperanza de la resurrección y quitan, así, su sentido al misterio de la encarnación, pues fue indigno que el hom‐ 867 868 869
Col 2,8‐10. Col 2,18‐19. II Tim 4,3‐4.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 246
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
246
bre fuese asumido en su integridad, si era indigno que el hombre fuese liberado en su integridad. (13, § 1) En decimotercer lugar, se añade que ésos mismos dicen que todo el corpus de las escrituras canónicas debe admitirse bajo los nombres de los patriarcas, pues las doce virtudes que operan la renovación del hombre interior870 están indicadas en los nombres de aquéllos, y que sin este conocimiento ningún alma puede conseguir renovarse en esa sustancia de la que procede. (§ 2) Pero hacia esa impía falacia no siente más que desprecio la sabiduría cristiana, que sabe que la naturaleza de la verdadera divinidad es inviolable e in‐ mutable, mientras que el alma, tanto si vive en el cuerpo, como si está separada del cuerpo, se encuentra sometida a numerosos pade‐ cimientos, y que, si ésta fuese, ciertamente, de esencia divina, no po‐ dría sufrir mal alguno. (§ 3) Y, por ello, de un modo inefable una cosa es el Creador y otra la criatura. En efecto, Aquél siempre es el mismo y no experimenta variación alguna, mientras que ésta es mu‐ dable, aun cuando no haya cambiado, pues podrá obtener como un don el hecho de no cambiar, pero no poseerá esto como algo propio. (14, § 1) En el decimocuarto capítulo se dice que respecto al estado del cuerpo opinan que, en virtud de su cualidad terrenal, está some‐ tido al poder de los astros y los signos y que, por esa razón, se en‐ cuentran en las Sagradas Escrituras muchos pasajes que atañen al hombre exterior, hasta el punto de que en las propias Escrituras hay una cierta oposición entre la naturaleza divina y la terrenal, y que, además, una cosa es lo que reclaman para sí las potestades que ejer‐ cen su control sobre el alma y otra, lo que reclaman para sí los crea‐ dores del cuerpo. (§ 2) Estas fábulas se cuentan con objeto de que se afirme que el alma es de sustancia divina y que se crea que la carne es de naturaleza malvada, pues aseguran que el mundo con todos sus elementos no es obra de un Dios bueno, sino la creación de un hacedor malvado, y para adornar sus sacrílegas mentiras con buenos pasajes han mancillado casi todas las palabras divinas mediante la adopción de interpretaciones abominables.
870
Cfr. Rom 7,22; Eph 3,16.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 247
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
247
(15, § 1) De esto se lamenta el discurso del decimoquinto capítulo y detesta con razón esta diabólica impudicia, pues nos también hemos conocido esto por el testimonio de testigos veraces y hemos descubierto muchos códices de esas gentes totalmente corrompidos que, sin embargo, recibían el nombre de canónicos. (§ 2) En efecto, ¿cómo podrían engañar a las gentes sencillas, si no untasen, por así decirlo, con miel sus venenosos brebajes a fin de que no se aprecie que es amargo aquello que más adelante ha de ser mortífero? (§ 3) En consecuencia, hay que actuar con cuidado y con mucha precau‐ ción, haciendo uso de la diligencia que se espera de un sacerdote, para que esos códices falsificados y alejados de la verdad sincera no estén en modo alguno a disposición de nadie para ser leídos. (§ 4) En cuanto a los libros apócrifos de las Escrituras que bajo los nom‐ bres de los apóstoles encierran un semillero de numerosas falseda‐ des, no sólo deben ser prohibidos, sino que, además, deben ser decomisados y quemados en hogueras. (§ 5) En efecto, aunque en ellos haya ciertos contenidos que parezcan tener una apariencia de piedad, sin embargo, en ningún momento carecen de veneno y, por medio de los encantos de sus fábulas, buscan secretamente envolver con los lazos de todo tipo de errores a los que se dejen seducir por el relato de sus maravillas. (§ 6) Por lo tanto, en caso de que algún obispo no prohíba que estas obras apócrifas se guarden en las casas o permita que se lean en la iglesia bajo el pretexto de que son canó‐ nicos los códices que han sido corrompidos por las falaces correc‐ ciones de Prisciliano, ha de saber que será considerado un hereje, pues el que no aleja a los demás del error pone de manifiesto que él mismo se ha entregado al error. (16, § 1) En fin, en el último capítulo una justa queja señala que los tratados que Dictinio escribió de acuerdo con las doctrinas de Prisciliano son leídos con veneración por muchos, pese a que, si creen que debe honrarse de algún modo la memoria de Dictinio, de‐ berían amar antes su retractación que su caída. (§ 2) En consecuencia, no leen a Dictinio, sino a Prisciliano, y aprueban las enseñanzas que aquél expuso de forma errónea, no aquellas que prefirió tras rectifi‐ car. (§ 3) Que nadie se atreva a hacer esto con impunidad y que no sea incluido entre los católicos todo aquel que haga uso de esos es‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 248
248
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
critos, condenados no sólo por la Iglesia católica, sino incluso por su propio autor. (§ 4) Que no se permita a los perversos simular con en‐ tera libertad aquello que fingen y que no rechacen los estatutos de los decretos imperiales bajo la apariencia del nombre cristiano. (§ 5) En efecto, acuden a formar parte de la Iglesia católica, pese a las di‐ ferencias tan grandes con respecto a ella que albergan en su corazón, con objeto de atraer a todos los que puedan y de rehuir el rigor de las leyes mientras se hacen pasar falsamente por unos de nosotros. (§ 6) Esto lo hacen los priscilianistas y lo hacen los maniqueos, cuyos corazones están tan unidos a aquéllos que se revelan distintos úni‐ camente en sus nombres, pero asociados por sus sacrilegios, pues, si bien los maniqueos rechazan el Antiguo Testamento, que aquellos otros simulan aceptar, las intenciones de unos y otros buscan un único fin, dado que lo que los unos atacan, repudiándolo, los otros, aceptándolo, lo corrompen. (§ 7) Por lo demás, en los execrables mis‐ terios de todos ellos, que cuanto más inmundos son, con tanto más celo se ocultan, existe de todo punto una misma impiedad, una misma obscenidad y una semejante impudicia. (§ 8) Y si bien enro‐ jecemos al hablar de ella, pese a todo, después de indagar sobre ella con la más solícita investigación y de descubrirla gracias a la confe‐ sión de aquellos maniqueos que han sido detenidos, la hemos dado a conocer públicamente (§ 9) con objeto de que de ningún modo pueda parecer dudoso lo que por la boca de los mismos que habían perpetrado todo tipo de crímenes se reveló en el juicio que llevamos a cabo, al que asistió no sólo una numerosísima multitud de sacer‐ dotes, sino también la autoridad de una serie de ilustres varones y parte del senado y del pueblo, tal y como demuestran las actas que hemos enviado ahora a tu caridad. (§ 10) Por lo demás, lo que se ha dicho del abominable crimen de los maniqueos, esto también se des‐ cubrió y divulgó ampliamente en el pasado a propósito de las co‐ rrompidísimas prácticas de los priscilianistas, pues quienes son en todos los sentidos semejantes en la impiedad de sus creencias, no pueden ser diferentes en sus ritos. (§ 11) Así pues, una vez revisados todos los puntos que recoge la exposición de tu opúsculo y de los que no difiere el contenido del memorando, hemos mostrado suficientemente, en nuestra opinión,
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 249
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
249
qué opinamos de todo aquello sobre lo que tú, querido hermano, nos has informado, y cómo no debe tolerarse, si incluso los corazo‐ nes de algunos sacerdotes aceptan unos errores tan impíos o, por de‐ cirlo de un modo más benevolente, no se oponen a ellos. (§ 12) ¿Con qué conciencia reivindican el honor que les ha sido concedido aquellos que no se esfuerzan en favor de las almas a ellos confiadas? (§ 13) Los depredadores atacan y ellos no cierran los cercados de las ovejas, los ladrones traman asechanzas y ellos no ponen centinelas, las enfer‐ medades crecen y ellos no buscan remedio alguno. (§ 14) Y puesto que incluso añaden a todo ello el hecho de que rehúsan colaborar con aquellos que actúan con solicitud, así como el hecho de que fin‐ gen maldecir con sus firmas unas impiedades condenadas ya en el pasado en todo el orbe, ¿qué opinión pretenden que se tenga de ellos, excepto que no forman parte del número de los hermanos, sino de la facción de los enemigos? (17, § 1) Y en cuanto a aquello que incluiste en la parte final de tu carta privada, me sorprende que la inteligencia de un católico tenga la preocupación, como si fuese algo dudoso, de si, cuando Cristo descendió a los infiernos, su carne permaneció en el sepulcro, la cual, del mismo modo que verdaderamente murió y fue sepultada, así también verdaderamente resucitó al tercer día. (§ 2) En efecto, el Señor en persona había anunciado esto a los judíos, diciéndoles:871 Derruid este templo y en tres días lo edificaré, donde el evangelista aña‐ dió:872 Decía esto a propósito de su propio cuerpo. (§ 3) La verdad de este hecho la había anunciado el profeta David, hablando a través de la persona de nuestro Señor, el Salvador, y diciendo:873 Asimismo tam‐ bién mi carne descansará llena de esperanza, pues no abandonarás mi alma en el infierno ni permitirás que tu santo conozca la corrupción. (§ 4) Cier‐ tamente, por medio de estas palabras se puso de manifiesto que la carne de Cristo descansó verdaderamente tras ser sepultada, pero no sufrió la corrupción, pues, tras ser rápidamente vivificada, resu‐ citó junto con el regreso del alma. (§ 5) No creer esto es de todo punto impío y forma parte, sin duda, de la doctrina de Manes y Pris‐ 871 872 873
Ioh 2,19. Ioh 2,21. Ps 15,9‐10.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 250
250
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
ciliano, que con esta sacrílega creencia fingen confesar a Cristo, pero de tal modo que lo despojan de la verdad de su encarnación, muerte y resurrección. (§ 6) En consecuencia, que se celebre en vuestro te‐ rritorio un concilio episcopal y que los obispos de las provincias ve‐ cinas se reúnan en un lugar que resulte adecuado para todos a fin de que, de acuerdo con esto que hemos respondido a tu consulta, se discuta mediante un examen detenidísimo si algunos de los obispos que han sido contaminados por la corrupción de esta herejía deben ser apartados sin la menor duda de la comunión, en caso de que no quieran condenar esa abominable secta debido a todas las deprava‐ das creencias que defiende. (§ 7) En efecto, bajo ninguna razón debe tolerarse que aquel que ha asumido el ministerio de predicar la fe se atreva a ponerla en entredicho en contra del evangelio de Cristo, de las enseñanzas apostólicas y del símbolo de fe de la Iglesia universal. (§ 8) ¿Qué clase de discípulos habrá allí donde enseñen tales maes‐ tros? (§ 9) ¿Cuál será la religión del pueblo, cuál la salvación de las gentes allí donde contra los principios de la sociedad humana se su‐ prime la santidad del pudor, donde se elimina el vínculo que se es‐ tablece entre los cónyuges, donde se trata de impedir la propagación del género humano, donde se condena la naturaleza de la carne, donde, por lo demás, contra el verdadero culto del verdadero Dios la Trinidad de la divinidad es desvirtuada, al rechazarse las propie‐ dades de las distintas personas, donde se atribuye una esencia divina a las almas humanas y ésta es encerrada dentro de esa misma carne de acuerdo con el deseo del diablo, donde se predica que el Hijo de Dios es unigénito por haber nacido de la Virgen, no por haberlo hecho del Padre y se afirma que éste mismo no es un verdadero des‐ cendiente de Dios ni un verdadero parto de la Virgen a fin de que, debido a su falsa pasión y a su muerte no verdadera, también se con‐ sidere mendaz la resurrección de la carne reanimada en el sepulcro? (§ 10) En vano hacen uso del nombre de católicos los que no se opo‐ nen a esas impiedades. Aquellos que pueden escuchar paciente‐ mente tales afirmaciones pueden perfectamente creerlas. (§ 11) Por todo ello, enviamos cartas dirigidas a nuestros hermanos y coepís‐ copos de la Tarraconense, Cartaginense, Lusitania y Gallaecia y les ordenamos la convocatoria de un concilio general. (§ 12) Quedará al cuidado de tu caridad que la autoridad de nuestra resolución llegue
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 251
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
251
hasta los obispos de las citadas provincias. (§ 13) Y si alguna circuns‐ tancia impidiese que pudiese celebrarse un concilio general, lo que esperamos que no ocurra, que al menos los obispos de la Gallaecia se reúnan en un mismo lugar. Nuestros hermanos Hidacio y Cepo‐ nio deberán instarlos a que se reúnan, y a ellos debe unirse tu propia insistencia, a fin de que al menos mediante un concilio provincial se ponga remedio con rapidez a tan grandes heridas. Entregada el duo‐ décimo día antes de las calendas de agosto874 durante el consulado de los clarísimos varones Calepio y Ardabur.
874
21 de julio.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 252
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
252
ASCANIO
DE
TARRAGONA
Y LOS OBISPOS DE LA PROVINCIA
TARRACO‐
NENSE875
EPISTVLAE EPISCOPORVM TARRACONENSIVM AD HILARVM PAPAM (CPL 1662º, EPISTVLAE 13‐14) HILARIO (PAPA, 461‐468) EPISTVLAE 15‐17 (CPL 1662) Entre la correspondencia del papa Hilario (461‐468), se han con‐ servado tres cartas y una decretal que tienen por objeto asuntos ecle‐ siásticos de la Hispania Tarraconense; todos esos documentos están a su vez relacionados con las actas del sínodo que tuvo lugar en Roma el 19 de noviembre de 465; se trata de uno más de los episo‐ dios que en el siglo V evidencian la autoridad de la sede pontifical en las iglesias hispanas.
875
Bibliografía: Luis A. GARCÍA MORENO, «Vincentius dux provinciae Tarraconensis. Algunos problemas de la organización militar del Bajo Imperio en Hispania», Historia Antiqua, 7 (1977), pp. 79‐89; Edward A. THOMPSON, «The End of Roman Spain. Part III», Nottingham Mediaeval Studies, 22 (1978), pp. 3‐22; M.ª Victoria ESCRIBANO PAÑO, «La iglesia calagurritana entre ca. 457 y 465. El caso del obispo Silvano», Calahorra. Bimilenario de su fundación. Actas del I Symposium de Historia de Calahorra, Madrid, Asociación de Amigos de Calahorra, 1984, pp. 265‐272; José Urbano ESPINOSA RUIZ, Calagurris Iulia, Logroño, Ayuntamiento de La Rioja, 1984; Koldo LARRAÑAGA ELORZA, «En torno al caso del obispo Silvano de Calagurris: consideraciones sobre el estado de la Iglesia del Alto y Medio Ebro a fines del Imperio», Veleia, 6 (1989), pp. 171‐191; Anscari M. MUNDÓ, «El bisbat d’Ègara de l’època tardo‐romana a la carolíngia», Simposi internacional sobre les esglésies de Sant Pere de Terrassa, Terrassa, Centre d’Estudis Històrics de Terrassa, 1992, pp. 41‐49; J. VILELLA, «La correspondencia»; e ID, «Els concilis eclesiàstics de la Tarraconensis durant el segle V», Annals de l’Institut d’Estudis Gironins, 37 (1997), pp. 1041‐1057; Ramón TEJA CASUSO,«Las dinastías episcopales en la Hispania tardorromana», Cassiodorus, 1 (1995), pp. 29‐39; Tabula Imperii Romani (TR). Hoja K/J‐31: Pyrénees Orientales‐Baleares, Madrid, CSIC, 1998; Santiago CASTELLANOS, Calagurris Tardoantigua. Poder e ideología en las ciudades hispanovisigodas, Calahorra, Ayuntamiento de Calahorra, 1999; Maria Cristina PENNACCHIO, «Ilaro, santo», en Girolamo Arnaldi et al. (dirs.), Enciclopedia dei Papi, vol. 1, Roma, Trecanni, 2000, pp. 442‐447; Serafín OLCOZ YANGUAS, Manuel M.ª MEDRANO MARQUÉS, «El cisma del obispo calagurritano Silvano», Kalakorikos, 15 (2010), pp. 291‐311; Pablo C. DÍAZ MARTÍNEZ, «Concilios y obispos en la península Ibérica (siglos VI‐VIII)», Chiese locali e chiese regionali nell’Alto Medioevo, Spoleto, CISAM, 2014, pp. 1095‐1154 (Settimane di Studio della Fondazione Centro Italiano di Studi sull’Alto Medioevo, 61); Fernando RODAMILANS RAMOS, «El Primado romano en la Península Ibérica hasta el siglo X: Un análisis historiográfico», Espacio, Tiempo y Forma. Serie III, Historia Medieval, 27 (2014), pp. 419‐460.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 253
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
253
Nos situamos en el comienzo del colapso del poder imperial en Occidente, que afectará a la estabilidad de todas las antiguas provin‐ cias romanas de esta parte del Imperio. A todo ello hay que añadir, introduciéndonos ya en contextos tarraconenses, que desde hacía algún decenio el pueblo suevo intentaba controlar las áreas del alto y medio Ebro, sometiéndolas a correrías de saqueo y asedios; que grupos de rebeldes al poder romano, llamados bagaudas, atacaron desde finales de la década de los treinta y hasta la mitad de los cin‐ cuenta varias ciudades de la región, entre ellas Tarazona, donde en el año 459 asaltaron la iglesia en la que se había refugiado un contin‐ gente de federados godos y donde fueron todos ellos asesinados junto con León, el obispo de la ciudad; que los monarcas del reino vi‐ sigodo de Tolosa encargados por los imperiales de frenar esas incur‐ siones, comenzaron a asentar las bases de su poder territorial en Hispania. En ese período el poder imperial aún era reconocido fuer‐ temente en el área litoral de la Tarraconense y en la de Zaragoza. La lectura de esta correspondencia, así como de la decretal y de las actas sinodales, nos sitúa ante un claro incumplimiento de los cá‐ nones eclesiásticos en lo que se refiere a ordenaciones episcopales, así como ante un escaso ejercicio de la autoridad metropolitana de Ascanio. Se trata de dos asuntos disciplinares diferentes que afectan a dos áreas de la provincia, pero que se habían producido con breve diferencia temporal. Las cartas de Ascanio, metropolitano de la provincia eclesiástica Tarraconense, hubieron necesariamente de ser redactadas antes del 19 de noviembre de 465, fecha de la celebración del sínodo romano en el que ambas fueron leídas. La decretal hilariana así como la carta de Hilario a Ascanio son posteriores a esa fecha y anteriores al 28 de febrero de 468, fecha del fallecimiento del pontífice. En la primera carta de Ascanio y sus colegas a Hilario, aquél afirma que la primera ordenación irregular de Silvano de Calahorra había ocurrido siete u ocho años antes de la segunda ordenación, que es la que motiva la primera consulta a Hilario. El texto de esta epístola permite deducir que esta consulta se realiza poco después de esa segunda ordenación; por tanto, Silvano podría haber reali‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 254
254
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
zado la primera ordenación no antes del 455 o 456; en consecuencia, la segunda decisión de Silvano la tomaría en 462/463. La segunda carta de Ascanio a Hilario, que gira en torno al nom‐ bramiento de Ireneo como obispo de Barcelona —además de reiterar la petición respecto al asunto de Silvano— es, lógicamente, posterior a ese 462/463 y anterior al 19 de noviembre de 465, fecha del sínodo romano. Que Ascanio indique al pontífice que somete a su conside‐ ración ese nombramiento permite pensar que Ireneo había sido nom‐ brado obispo de Barcelona en fechas muy cercanas a la consulta. La referencia a que Nundinario «lo había ordenado tiempo atrás en su diócesis con nuestro consentimiento» (Hilar. Pontif., Epist. 14) per‐ mitiría una aproximación en el sentido de que la primera ordenación de Ireneo no habría sido poco antes de la segunda. De la traducción de la primera epístola se entiende que Ascanio ya participó en la amonestación que los obispos de la Tarraconense hicieron a Silvano de Calahorra por su primera ordenación ilícita; de ahí que sea posi‐ ble pensar que el obispado de Ascanio se iniciaría al menos en 455 o 456. Por lo tanto, como fechas post y ante quem para el primer nom‐ bramiento de Ireneo tenemos el 455 o 456 y el 463 respectivamente. El obispado de Barcino es uno de los más antiguos de la península ibérica; Nundinario no fue el primero en ocupar la misma, pero sí es el primero cuyo nombre conocemos para todo el siglo V. Por lo que se refiere a la duración de su gobierno en la sede barcelonesa, estas epístolas únicamente nos permiten afirmar que falleció antes de la fecha de la celebración del sínodo romano de 19 de noviembre de 465. La decisión de Nundinario de nombrar como sucesor suyo a Ireneo, al cual ya anteriormente había ordenado obispo para otra sede cuyo territorio había pertenecido anteriormente a la de Barce‐ lona, ha llevado a afirmar a numerosos investigadores que Nundi‐ nario era padre de Ireneo, constituyendo todo ello un elemento más que integraría la nómina de “dinastías episcopales” conocidas para Hispania en varios momentos de la tardoantigüedad. De la segunda carta de Ascanio queda claro que Ireneo inicial‐ mente debió ser un clérigo de la diócesis de Barcelona. En ningún pasaje de estas epístolas se encuentra información alguna que per‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 255
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
255
mita identificar toponímicamente la primera sede episcopal ocupada por Ireneo. La referencia a la sede de Ireneo como perteneciente a un municipio (municipium) nos lleva a plantear la cuestión de si As‐ canio utilizó este término con el sentido jurídico que había tenido desde época romana; esa terminología está documentada en Hispa‐ nia para los siglos IV a VIII. La consulta de Ascanio y sus obispos a Hilario respecto al asunto de Nundinario e Ireneo se produjo a instancias de «nuestro querido hijo, el ilustre duque de nuestra provincia, Vicente» (Hilar. Pontif., Epist. 14,1). Se trata de Vicente, dux Tarraconensis, que ha querido ser identificado con el homónimo Vicente, dux Hispaniarum que una dé‐ cada después de la data de la segunda carta de Ascanio y ya en plena disgregación del poder imperial en Occidente, colabora con el rey visigodo Eurico a sitiar Tarragona y a conquistar diversas ciudades costeras de la provincia (Crónica Gala del 511, 16). Aunque el de esta carta sea el primer testimonio de la existencia del cargo de dux Ta‐ rraconensis, no se duda de la autenticidad de tal denominación ya que el documento donde se hace referencia a él tiene un carácter eclesiástico oficial y fue firmado por alguien que conocía directa‐ mente a Vicente. Resulta claro que Vicente era el representante del emperador en la zona; de otro modo, no habría tenido el suficiente ascendente para convencer a Ascanio y a sus obispos de que era ne‐ cesario someter su decisión sobre Ireneo a consideración del pontí‐ fice. Abundando en ello, si atendemos a que Ascanio afirma que ha conocido el cuidado apostólico que realiza Hilario gracias a Vicente, concordamos con varios autores que del texto se deduce que éste ha‐ bría estado recientemente en Roma. Su presencia y su categoría son fundamentales para concluir que, en unos años que estaban cono‐ ciendo la disgregación del poder imperial en Occidente, al menos en el área litoral de la Tarraconense el emperador aún tendría una re‐ conocida autoridad. Silvano fue obispo de una de las diócesis del área más occidental de la Tarraconense, la de Calahorra, vinculada al culto martirial en las personas de Emeterio y Celedonio; es una de las localidades pro‐ puestas como ciudad natal del poeta Prudencio. Como sede episco‐ pal puede documentarse desde principios del siglo V si se acepta que
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 256
256
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
fue ocupada entonces por el obispo Valeriano. Por el relato de los hechos parece claro que Silvano ocupó esa sede al menos entre 455/456 y 463. También cabe afirmar, a partir de la reiterada decisión que toma al ordenar a dos obispos sucesivos para una misma sede, que tenía un evidente ascendente sobre la población de la zona. Del nombre o personalidad del obispo de Zaragoza en los años sesenta del siglo V poco podemos decir, excepto su preocupación por el hecho de que otro obispo —el de Calahorra— olvidara la autoridad metropolitana, y que fue él quien presentó una queja ante ese metro‐ politano por la incorrecta decisión de Silvano de ordenar como obispo a un presbítero que no era de la sede de Calahorra (Hilar. Pontif., Epist. 13,2). Del pasaje en el que se afirma que el obispo de Zaragoza «se dirigió a todos los obispos situados en los alrededores para que no se adhiriesen al cismático», puede deducirse que su sede debía haber ejercido cierta supremacía en aquella zona interior de la Tarra‐ conense, que Ascanio, en un pasaje anterior de la misma epístola, de‐ nomina «la región más alejada de nuestra provincia» (Hilar. Pontif., Epist. 13,1). Del «celo y diligencia» con que, según Ascanio, se ocupó del asunto el obispo de Zaragoza se ha querido deducir que el se‐ gundo presbítero ordenado por Silvano de Calahorra pertenecía a la diócesis de Zaragoza; sin embargo, en el texto no hay suficientes in‐ dicios para afirmarlo con rotundidad. Nada se sabe acerca del nombre de los dos presbíteros ordenados por Silvano de Calahorra. De toda esta documentación epistolar que estamos comentando, tampoco se puede deducir cuál fue la sede para la que fueron ordenados, excepto que uno sucedió al otro en la misma, pues así lo dice Ascanio en la primera carta enviada a Hilario En la decretal que Hilario envía a los obispos de la Tarraconense y a su metropolitano, afirma haber recibido una carta «de los nota‐ bles y los propietarios de tierras de las ciudades de las gentes de Ta‐ razona, Cascante, Calahorra, Varea, Tricio, Libia y Briviesca, con firmas de diversas personas en la que éstos justifican los hechos sobre los que vuestra queja ha llamado la atención a propósito de Silvano» (Hilar. Pontif., Epist. 16,1), lo que documenta una amplia toponimia, conocida y ubicada en el ámbito del medio y alto Ebro;
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 257
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
257
asimismo, concreta el área sobre la que Silvano debía tener influen‐ cia, además por supuesto de sobre Calahorra. La terminología utilizada por Hilario, honorati et possessores, re‐ mite a los miembros de la antigua organización municipal romana bajoimperial así como a la existencia en la zona de grandes propie‐ tarios fundiarios. De su decisión de enviar una epístola en defensa de la acción de Silvano de Calahorra se deduce que conformaban un grupo cohesionado. Del texto de la decretal queda claro que los notables de Calahorra apoyaban al que era el obispo de su ciudad y la decisión que había tomado, a pesar de haber sido denunciada por el metropolitano a Roma. Ese mismo pasaje nos transmite que los notables y propietarios de otras ciudades cuyo nombre menciona compartían la opinión de los de Calahorra; entre las citadas hay al menos un obispado, el de Tarazona, cuya circunstancia histórica ha servido para la formulación de una de las diversas hipótesis acerca de las posibles razones que pudieron motivar las sucesivas decisiones de Silvano de Calahorra. Todos los acontecimientos de los que se hacen eco estos documen‐ tos suceden en la provincia eclesiástica de la Tarraconense, puesto que Ascanio, el metropolitano, afirma que Calahorra se encontraba «en la región más alejada de nuestra provincia» (Hilar. Pontif., Epist. 13,2). La historiografía ha debatido acerca de si se trataba de una re‐ ferencia a la provincia romana de la Tarraconense y de si en aquellos momentos los límites de la eclesiástica coincidían con los de la pro‐ vincia civil. La decisión de Silvano de Calahorra de prescindir de la autorización del metropolitano para ordenar a dos obispos de una sede y que todo suceda en un área interior de la Tarraconense, que en aquella época estaba sometida a los saqueos de suevos y bagau‐ das, ha llevado a pensar que Ascanio y Silvano de Calahorra no coin‐ cidían en cuáles eran los límites de la provincia eclesiástica de la Tarraconense. La primera de las epístolas de Ascanio y sus colegas deja claro que éstos —cuyas sedes desconocemos, aunque desde luego el de Zaragoza debía encontrarse entre ellos—, sí consideraban que al menos el área calagurritana y el área de la sede para la que Silvano nombró a los obispos en cuestión pertenecían a la provincia
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 258
258
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
eclesiástica de la cual Ascanio era metropolitano. Como comple‐ mento, la consideración de “cismático”, esto es, el que se aparta de la autoridad reconocida, que Ascanio y los demás obispos dan a Sil‐ vano en la primera epístola dirigida a Hilario, y el ordenar a obispos sin el concurso del metropolitano ha llevado a abundar en la idea de que no aceptaba que la autoridad del de Tarragona se extendiera hasta la región en la que se enclavaba su sede. Por otra parte, no sólo la reiterada desobediencia de Silvano a la au‐ toridad metropolitana de Ascanio, sino el que éste aceptara al sucesor que Nundinario había propuesto para la sede de Barcelona, ha llevado a afirmar que la autoridad metropolitana no estaba suficientemente implantada en Hispania en aquellos momentos. Los citados documen‐ tos desde luego nos sitúan ante un metropolitano débil, incapaz de im‐ poner su autoridad no sólo en ámbitos lejanos de su propia diócesis, esto es, Calahorra, sino en las cercanías, esto es, Barcelona. Ahora bien, no se puede negar la evidencia de que Ascanio utilizó, al menos para el caso de Silvano, los instrumentos que estaban a su alcance para bus‐ car un consenso en las decisiones a tomar, pues en sus dos cartas se en‐ cuentran referencias a al menos dos reuniones conciliares provinciales de la Tarraconens. Éste es un asunto de especial interés, pues docu‐ menta la continuidad de la institución provincial sinodal en Hispania en el siglo V; debemos recordar que no se han transmitido actas de reu‐ niones conciliares de ningún tipo en Hispania desde el I Concilio de Toledo, a principios del siglo V (¿año 400?) hasta los de Tarragona del año 516 y de Gerona del 517, respectivamente. Es evidente, igualmente, que Hilario creía en la organización me‐ tropolitana de la Iglesia y que conminaba a Ascanio a ejercerla con convicción. Las epístolas de Hilario también dejan claro que éste du‐ daba de que el metropolitano fuera capaz de conminar a Ireneo a que volviera a su antigua sede y que se nombrara como obispo de Barcelona a un clérigo de esa diócesis; de lo contrario, no habría en‐ viado al subdiácono Trajano a supervisar esos actos, pues en los do‐ cumentos hilarianos se indica que ésa era su misión. Aunque se han planteado diversas hipótesis, en ninguna de las cartas hilarianas se explican los motivos por los cuales no da res‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 259
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
259
puesta a la primera consulta de Ascanio. Alude éste a la posible «ne‐ gligencia del mensajero o a las dificultades de tan largo viaje» como motivo de que la carta de los hispanos no hubiera llegado a Roma (Hilar. Pontif., Epist. 13,2), pero la documentación de la cancillería papal no da ninguna explicación sobre tal demora. Ha sido objeto de un importante número de estudios la diferente decisión tomada por Hilario respecto a los asuntos de Nundinario — Ireneo y de Silvano de Calahorra: si para el primer caso se mues‐ tra inflexible y exige el retorno de Ireneo —cuya actuación califica de «malvada» (Hilar. Pontif., Epist. Decretal 16,6)—, a su primera sede y el nombramiento de un nuevo prelado para Barcelona, en el se‐ gundo caso se muestra decidido a perdonar los hechos, a pesar de estar firmemente convencido de que las diferentes versiones de los hechos falsificaban los mismos (Hilar. Pontif., Epist. 16,1); lo anterior ha sido el argumento que ha llevado a defender la existencia de fac‐ ciones en el obispado de la Tarraconense, concretándose según al‐ gunos estudiosos en una facción litoral, vinculada al poder romano, y una facción interior, con escaso vínculo ya con éste. La frase «teniendo en cuenta las circunstancias de nuestro tiempo», que es el argumento de Hilario para admitir las ordenacio‐ nes hechas por Silvano (Hilar. Pontif., Epist. 16,1), ha sido el elemento utilizado por algunos estudiosos para defender que fue la situación generada en la zona por las correrías suevas y bagaudas la que movió a Silvano a tomar tales decisiones, pues aquéllas la habrían separado políticamente de la más estable y aún romana área oriental de la provincia. También ha sido objeto de debate el apoyo de los notables y pro‐ pietarios de tierras de Tarazona, Cascante, Calahorra, Varea, Tricio, Libia y Briviesca a Silvano; para unos esconde el apoyo dado por éste a la creación de iglesias propias, y para otros la constitución de un poder fáctico en la zona, tomando Silvano y aquellos notables el relevo de la desaparecida autoridad romana en un momento en que suevos y bagaudas se enseñoreaban por sus tierras. Ha sido punto importante de análisis el posicionamiento que estos propietarios y notables ejercen en la controversia entre Silvano y Ascanio.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 260
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
260
Lo anterior ha conducido a diversas propuestas acerca de la posible sede para la que Silvano nombró a dos sucesivos obispos. Auca y Ta‐ razona han sido dos de ellas, pero en el texto no hay referencia directa ni indicio claro que permita proponer alguna identificación. La preo‐ cupación que, según Ascanio, tuvo el obispo de Zaragoza por el asunto ha llevado a proponer que Silvano había creado una diócesis en terrenos pertenecientes a la diócesis de Zaragoza o que uno de los presbíteros ordenado obispo era clérigo de esa diócesis. La preocupa‐ ción del de Zaragoza por esa decisión de Silvano está clara en el texto, pero no creemos que existan elementos para apoyar firmemente nin‐ guna de las dos propuestas anteriores. No parece haber suscitado gran interés historiográfico el hecho de que Silvano ordenara como obispo a un presbítero que no estaba de acuerdo con la decisión que se había tomado respecto a él (Hilar. Pontif., Epist. 13,2), pues ello nos sitúa ante la conciencia del interesado de que no podía ser obispo de una sede diferente a la que pertenecía ni ser ordenado por alguien dife‐ rente de su metropolitano. Resulta de interés, igualmente, la decisión de Silvano de elegir como candidato a un clérigo que no era de su pro‐ pia diócesis; sin embargo, se trata de un asunto irresoluble pues no hay puntos de apoyo para un posible análisis. La participación de la comunidad de la ciudad en la elección de Ireneo como obispo es interesante de ser analizada: aunque se ade‐ cúa a las normas canónicas de la época, no así que su opinión fuera la única a tener en cuenta. [MVG] [16‐17] Ascanio de Tarragona y los obispos de la Tarraconense, Cartas al papa Hilario incluidas en el Epistolario del papa876 876
Edición: Andreas THIEL, Epistolae Romanorum pontificum genuinae et quae ad eos scriptae sunt a S. Hilaro usque ad Pelagium II, vol. 1: A S. Hilaro usque ad S. Hormis‐ dam ann. 461‐523, Brunsbergae, In aedibus Eduardi Peter, 1868 (reimpr. Hildesheim – New York, Georg Olms, 1974), pp. 155‐157 (epist. 13) y pp. 157‐158 (epis. 14). Las ediciones de Thiel fueron reproducidas con correcciones y errores en Saturnino RUIZ DE LOIZAGA, Pablo DÍAZ BODEGAS, Eliseo SÁINZ RIPA, Documentación Vaticana sobre la diócesis de Calahorra y La Calzada‐Logroño (463‐1342), Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 1995, pp. 31‐32 (epist. 13) y p. 32 (epist. 14) (Biblioteca de Temas Riojanos, 98). Hay traducciones de J. TEJADA Y RAMIRO, Colección de cánones de la Iglesia española,
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 261
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
261
[16] Carta 13: De Ascanio y los obispos de la Tarraconense al papa Hilario. Al papa Hilario, nuestro señor muy bienaventurado y digno de ser honrado en Cristo por nosotros con la veneración debida a los apóstoles, el obispo Ascanio y todos los obispos de la provincia Ta‐ rraconense. (1) Aunque ninguna necesidad hubiese de la disciplina eclesiás‐ tica, ciertamente, habríamos acudido ante la autoridad de vuestra sede, esa autoridad en virtud de la cual, tras recibir las llaves del reino877 después de la resurrección del Señor, la extraordinaria pre‐ dicación del bienaventurado Pedro se cuidó de iluminar a todas las gentes por todo el orbe. Del mismo modo que la primacía de este vi‐ cario se distingue por encima de cualquier otra, así también debe ser respetado y amado por todos. En consecuencia, venerando por en‐ cima de todo en vuestra persona a Dios, a quien servís sin queja al‐ guna, hacemos uso de la fe ensalzada por boca del apóstol,878 buscando respuestas allí desde donde ninguna instrucción se da de un modo erróneo ni irreflexivo, sino como resultado en todo mo‐ mento de la deliberación que se espera de un pontífice. (2) A pesar de ser esto así, existe, sin embargo, entre nosotros un falso hermano cuya arrogancia no nos ha sido lícito mantener en si‐ lencio por más tiempo, es más, la indefectibilidad del Juicio futuro nos ha exigido denunciarla. Cierto Silvano, designado obispo de Ca‐ lagurris en la región más alejada de nuestra provincia, al atribuirse a sí mismo de forma indebida ciertas ordenaciones, ha empujado a nuestra humilde persona a implorar la asistencia de vuestra sede, el
vol. 2, pp. 951‐953 (epist. 13) y pp. 953‐954 (epist. 14), reproducida en ID., Colección de cánones de la Iglesia de España, vol. 2, con la misma paginación; y Santiago SEGURA MUNGUÍA, Mil años de historia vasca a través de la literatura greco‐latina (De Aníbal a Cartago), Bilbao, Universidad de Deusto, 20012 (Euskal Herria, 15; Fontes Vasconiae, 1), pp. 182‐183 (epist. 13), 184‐185 (epist. 14) y 186‐187 (epist. 16). 877 Cfr. Matth 16,19. La referencia a la entrega de las llaves del reino celestial tras la resurrección de Cristo, que no se apoya en los Evangelios, se lee también en León Magno, Tractatus septem et nonaginta, 83, lín. 57‐58. 878 Sin duda, el autor hace referencia a un pasaje de las cartas de san Pablo, pero es difícil saber cuál de ellos tiene en mente, quizás Hebr 11,1‐40.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 262
262
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
único remedio a nuestra disposición contra sus ilícitas prácticas. En efecto, hace ya más de siete u ocho años, éste, desdeñando los pre‐ ceptos de los padres y despreciando vuestros decretos, ordenó a un obispo sin que nadie se lo solicitase. Y aunque nosotros creímos que su irreflexiva actuación podía ser corregida con una fraternal y ama‐ ble admonición, su comportamiento ha ido a peor. En fin, cuando, contra las antiguas tradiciones de los cánones y contra las resolucio‐ nes conciliares, llevado tan sólo por un espíritu lleno de soberbia, ha nombrado obispo a un presbítero de otro hermano nuestro en ese mismo lugar que había sido destinado a aquel sobre quien había im‐ puesto sus manos, y ello pese a la oposición y resistencia del propio interesado, que había pasado a formar parte ya de nuestra asamblea, debido a esta circunstancia ha ocurrido que se ha quejado ante nos‐ otros de la lamentabilísima arrogancia de este personaje nuestro her‐ mano, el obispo de la ciudad de Cesaraugusta, cuyo celo y diligencia había vigilado todo este asunto con detalle por ver si en algo podía ser de utilidad. En efecto, se dirigió repetidamente a todos los obis‐ pos situados en los alrededores para que no se adhiriesen al cismá‐ tico, pero éste, con una obstinación merecedora de castigo, no tuvo ningún reparo en cometer en solitario todo esto, pese a ser ilícito y de tal género que sentimos vergüenza de relatarlo. (3) En consecuencia, dado que se debe hacer frente con rapidez a aquellos actos de soberbia que dividen la unidad y son motivo de cisma, suplicamos a vuestra sede que con vuestras apostólicas pala‐ bras nos instruyáis sobre las medidas que queréis tomar a este res‐ pecto con objeto de que, una vez reunidos los hermanos y presentadas las resoluciones del venerable sínodo, apoyados por vuestra autoridad frente al espíritu de la rebeldía, alcancemos a saber con la ayuda de Dios qué conviene hacer tanto con el obispo ordenante como con el ordenado. Será, sin duda, un triunfo vuestro, si en los tiempos de vuestro apostolado la Iglesia católica escucha la doctrina que sostiene la cátedra de san Pedro y si las nuevas semillas de la cizaña son extirpadas. Y la firma: ¡Que la eternidad celestial guarde por largo tiempo a vuestro santo apostolado y que éste ore por nosotros!
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 263
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
263
[17] Carta 14: De Ascanio y los obispos de la Tarraconense al papa Hilario. Al muy bienaventurado papa Hilario, digno de ser honrado en Cristo por nosotros con la veneración debida a los apóstoles, Ascanio y todos los obispos de la provincia Tarraconense. (1) Con qué celo cuida vuestro apostolado de los obispos de sus provincias lo hemos conocido por el relato de nuestro querido hijo, el ilustre duque de nuestra provincia, Vicente. A instancias de éste hemos votado a favor de la audaz decisión de escribiros con la mayor devo‐ ción. En consecuencia, mostrando la debida deferencia a vuestra dig‐ nidad con el estilo literario propio de unos provinciales, os rogamos, padre bienaventurado y digno de ser honrado en Cristo por nosotros con la veneración debida a los apóstoles, que os dignéis tener presente también a nuestras humildes personas en vuestro corazón a la hora de vuestras oraciones con la misma bondad con la que tenéis presentes a los demás, y os suplicamos especialmente que, una vez examinadas nuestras informaciones, os dignéis confirmar la medida que hemos to‐ mado y transmitido a vuestro conocimiento tanto de acuerdo con la votación en la que ha participado prácticamente toda la provincia, como de acuerdo con el ejemplo que nos ofrecía la tradición. (2) El bienaventurado Nundinario, obispo de la ciudad de Bar‐ cino, cumplió con el destino propio de la condición humana. Éste, tras dejar a nuestro querido y venerable hermano, el obispo Ireneo, todo lo que alcanzó a poseer su pobreza (él mismo lo había ordenado tiempo atrás en su diócesis con nuestro consentimiento), manifestó en su última voluntad su deseo de que Ireneo fuese nombrado obispo en su lugar. Pero el juicio del difunto no es dudoso en lo que respecta a los méritos de aquél. Ciertamente, todo el clero y el pueblo de esa misma ciudad, los nobles y muchas gentes de la provincia es‐ peraban de nosotros que, manifestando nuestro acuerdo, aprobáse‐ mos que el citado Ireneo desempeñase el obispado en sustitución de aquél. Nosotros, tras sopesar el juicio del difunto y aprobar tanto la vida de éste como la nobleza y el número de aquellos que así lo so‐ licitaban, y no en menor medida la utilidad que de ello se derivaba para la citada iglesia, consideramos una medida excelente que a un
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 264
264
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
obispo que había partido al reino celestial lo sustituyese un sacerdote de un mérito no inferior, sobre todo dado que consta que la iglesia de aquel municipio en el que Ireneo había sido ordenado con ante‐ rioridad ha sido en todo momento una diócesis de la Iglesia de esta ciudad. Por consiguiente, suplicamos respetuosamente a vuestro apostolado que tengáis a bien confirmar con vuestra autoridad la decisión de nuestras humildes personas, que nos parece haber to‐ mado de un modo justo. (3) Por lo demás, hace tiempo nos quejamos en una carta nuestra de la soberbia del obispo Silvano y nos extraña no haber recibido res‐ puesta alguna de vuestro apostolado. Trayendo ahora esto mismo al recuerdo, os rogamos que os dignéis darnos a conocer con vuestras apostólicas palabras qué conducta debemos seguir en relación con esos hechos. Y así, no sea que, por un casual, debido a la negligencia del mensajero o a las dificultades de tan largo viaje no hayan podido llegar hasta vos por un inconveniente de este tipo los escritos de nuestras humildes personas, hemos decidido también repetir nuestra consulta. Y la firma: ¡Verdadero señor nuestro y papa apostólico, que la eternidad celestial guarde por largo tiempo en beneficio de todos nosotros y de su Iglesia a vuestro santo apostolado y que éste ore por nosotros! [18‐20] Cartas del papa Hilario (461‐468)879 [18] Hilario, Carta 15: Resolución conciliar del papa Hilario (1) En el consulado de los clarísimos varones Flavio Basilisco y Her‐ minerico, el decimotercer día antes de las calendas de diciembre, 880 reunidos en la basílica de Santa María el papa Hilario, venerable varón, 879 Edición: THIEL, Epistolae, pp. 159‐165 (epist. 15), pp. 165‐169 (epist. 16) y pp. 169‐170 (epist. 17). Fueron reproducidas con correcciones y errores en S. RUIZ DE LOIZAGA, P. DÍAZ BODEGAS, E. SÁINZ RIPA, Documentación, pp. 33‐35 (epist. 15), pp. 36‐37 (epist. 16) y p. 37 (epist. 17). Hay traducción de J. TEJADA Y RAMIRO, Colección de cánones de la Iglesia española, vol. 2, pp. 955‐957 (epist. 15, capp. I‐III), pp. 957‐959 (epist. 16) y pp. 960‐961 (epist. 17), reproducida en ID., Colección de cánones de la Iglesia de España, vol. 2, con la misma paginación. 880 19 de noviembre del año 465.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 265
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
265
Máximo de Turín ,881 la primera de las ciudades de la provincia de las Galias, Ingenuo de Embrun, de la citada provincia, 882 de Medión,883 de la citada provincia, Saturnino de Aviñón, de la citada provincia, Pedro de Porto, Paulo de Acquaviva, Primo de Atella, Pala‐ dio de Salapia, Gaudencio de Aveia, Soter de Nápoles, Tiburcio de Capua, Probo de Canusia, Gaudencio de Scolacium, Félix de Luna, Eubodio de Tifernum, Eusebio de Siena, Mayoriano de Asti, Justo de Falerii, Félix de Siponto, Concordio de Bari, Urano, Caprario de Ca‐ sino, Januario de Preneste, Constantino de Aquino, Adeodato de Cumas, Pretextato de Interamna, Tiberio de Cures Sabinorum, Claudio de Pausulae, Geroncio de Camerino, Adeodato de Velletri, Lucifer de Tifernum Metaurum, Crispiano de Subaugusta, Romano de Albano, Servodeo de Nomentum, Florencio de Telesia, Hilario de Amelia, Cán‐ dido de Tíbur, Paulo de Forum Novum, Eusebio de Sutri, Apuleyo de Tarquinia, Gaudencio de Anzio, Asterio de Gabii, Proyecticio de Nepi, Asterio de Forum Clodii, Felipe de Numana, Gaudencio de Vettona y los africanos Restituto y Octavio, reunidos asimismo todos los presbí‐ teros y presentes también los diáconos, Hilario, obispo de la Iglesia ca‐ tólica de la ciudad de Roma, que presidía el sínodo, dijo así: (2) Puesto que esta religiosa asamblea que el Espíritu Santo ha congregado nos exhorta a que tratemos con una solicitud especial‐ mente diligente todos aquellos asuntos de interés para la disciplina eclesiástica, si os parece bien, hermanos, de acuerdo con los precep‐ tos de la ley divina y las decisiones de los cánones nicenos, consoli‐ demos con la ayuda del Señor aquellos puntos que atañen al sistema de las ordenaciones para que permanezcan vigentes por la eternidad de tal modo que a nadie sea lícito sin peligro de su estado quebrantar los estatutos divinos o los decretos de la sede apostólica, pues sobre nosotros, que desempeñamos las funciones del sacerdocio más po‐ deroso, recaerá la culpa de tales transgresiones, en caso de que se en‐ 881
Posible laguna en el texto conservado. Una nueva laguna. 883 No resulta fácil saber a qué ciudad de las Galias corresponde el gentilicio «Medionensi» utilizado en el pasaje. En S. RUIZ DE LOIZAGA, P. DÍAZ BODEGAS, E. SÁINZ RIPA, Documentación, p. 33, se corrige «Medionensis» (sic, en genitivo, por no comprender el texto latino), entendiendo que se trata de Mediolanum (Milán), ciudad de la Galia Cisalpina. 882
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 266
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
266
cuentre que actuamos con desidia en las causas de Dios, ya que, en efecto, recordamos, y debemos temerlo, de qué modo el Señor ame‐ naza la negligencia de los sacerdotes. Ciertamente, delinque, come‐ tiendo una falta mayor, aquel que goza de un honor más elevado y la distinción de las dignidades pecadoras es causa de unos vicios más graves. En consecuencia, debe evitarse, en primer lugar, que aspire a los grados sagrados, tal y como se ha prescrito en el pasado en actas anteriores, aquel que haya tomado por esposa a una mujer que no sea virgen. Debe ser rechazado, igualmente, todo aquel que contra los preceptos apostólicos haya contraído nupcias con una segunda esposa. No han de atreverse tampoco a aspirar a las órdenes sagradas los iletrados, ni los que hayan sufrido algún daño en sus miembros ni aquellos que sean penitentes. Todo el que haya consagrado a se‐ mejantes personas, anulará él mismo sus propios actos y condenará lo que ha llevado a cabo de forma ilícita o lo que ha encontrado obrado por sus antecesores, si quiere evitar su propio peligro. En efecto, nos no queremos llevar sobre nadie la severidad de un castigo, pero aquel que en las causas de Dios haya delinquido con una actitud rebelde y de forma pecaminosa o aquel que no haya querido abolir lo que él mismo llevó a cabo en el pasado comprobarán en su propia persona las decisiones que no quisieron tomar en relación con un ter‐ cero. Con objeto de que esta determinación pueda ser mantenida con firmeza en lo sucesivo, si os parece bien, dad todos vuestra confor‐ midad y aportad vuestras firmas a fin de que por medio de una de‐ cisión conciliar se cierre la puerta a los actos ilícitos. (3) Todos los obispos y presbíteros gritaron: «¡Escucha, Cristo: Larga vida a Hilario!», esto fue repetido seis veces. «¡Confirmamos estos preceptos, los aprobamos!», esto fue repetido ocho veces. «¡Deben ser respetados estos preceptos, deben ser observados!», esto fue repetido cinco veces. «¡Expresamos nuestro agradecimiento a vuestras enseñanzas!», esto fue repetido diez veces. «¡Rogamos que estos preceptos se observen por la eternidad!», esto fue repetido quince veces. «¡Rogamos por nuestro señor Pedro884 que estos pre‐ ceptos se observen por la eternidad!», esto fue repetido ocho veces.
884
Es decir, san Pedro.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 267
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
267
«¡Que nunca se produzca una violación de estos preceptos!», esto fue repetido diez veces. «¡Aquel que los quebrante encontrará cómo recaen sobre él!», esto fue repetido siete veces. (4) Y tras hacerse el silencio, el obispo Hilario dijo: «Por lo demás, hermanos, nacen a menudo en algunos lugares nuevas e inauditas semillas de perversidades, tal y como ha llegado ahora a nuestro co‐ nocimiento por cierto relato en una carta enviada desde las Hispa‐ nias. En efecto, algunos consideran que el episcopado, que no se entrega sino a unos méritos previos, no es un presente divino, sino un bien hereditario, y piensan que, como las cosas de este mundo, así también el sacerdocio puede ser concedido por medio de un le‐ gado o por derecho testamentario. Se cuenta, ciertamente, que mu‐ chos sacerdotes, al encontrarse cercanos a la muerte, eligen en su lugar a otros, designándolos de manera expresa por sus nombres, de modo, naturalmente, que no se espera que se produzca una elec‐ ción legítima, sino que se acepta el beneficio concedido por el difunto por asentimiento del pueblo. Ved qué grave práctica es ésta y por ello, si os parece bien, suprimamos también de las iglesias con ca‐ rácter general esta licencia con objeto de que nadie, lo que es ver‐ gonzoso de decir, considere que debe a un hombre lo que pertenece a Dios. Pero, a fin de que lo que se nos ha referido llegue también a vuestro conocimiento, que se lean los escritos de los hermanos his‐ panos, nuestros coepíscopos». (5) El notario Paulino885 recitó: «Al muy bienaventurado papa Hi‐ lario, digno de ser honrado en Cristo por nosotros con la veneración debida a los apóstoles, Ascanio y todos los obispos de la provincia Tarraconense. Con qué celo cuida vuestro apostolado» etc., hasta «...os dignéis confirmarla».886 (6) Y tras leer aquél estas palabras, todos los obispos y los presbí‐ teros gritaron: «¡Escucha, Cristo: Larga vida a Hilario!», esto fue re‐ 885 Se trata verosímilmente del mismo notario que más adelante recibe el nombre de Paulo, vid. Charles PIETRI, Luce PIETRI (dirs.), Prosopographie chrétienne du Bas‐Empire, 2. Prosopographie de l’Italie chrétienne (313‐604), 2 vols., Roma, École Française de Rome, 2000, «Paulinus» (p. 1660), desde donde se remite a «Paulus 19» (p. 1675). 886 Es el cap. 1 de la epist. 14 de Ascanio al papa Hilario.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 268
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
268
petido diez veces. «¡Que nunca se produzca una violación de estos preceptos!», esto fue repetido seis veces. «¡Lo que pertenece a Dios no puede ser concedido por el hombre!», esto fue repetido seis veces. «¡Rogamos por nuestro señor Pedro que estos preceptos se observen por la eternidad!», esto fue repetido cinco veces. «¡Rogamos que estos preceptos se respeten!». (7) El obispo Hilario dijo: «Lee». El notario Paulo recitó: «El bien‐ aventurado Nundinario, obispo de la ciudad de Barcino» etc., hasta «...no es dudoso en lo que respecta a los méritos de aquél». Y tras leer aquél estas palabras, el obispo Probo, poniéndose en pie en medio de la asamblea, dijo: «Lo primero fue lícito, lo segundo no lo fue. Dios designa a los sucesores. ¡Por vuestro apostolado opo‐ neos con vuestra autoridad a esa decisión!». (8) El obispo Hilario dijo: «Continúa la lectura que habías comen‐ zado». El notario Paulo recitó: «Ciertamente, todo el clero y el pue‐ blo» etc., hasta «...y que éste ore por nosotros!».887 (9) El obispo Hilario dijo: «Que se recite la otra carta». El notario Paulo recitó: «Al papa Hilario, nuestro señor muy bienaventurado y digno de ser honrado en Cristo por nosotros con la veneración de‐ bida a los apóstoles, Ascanio y todos los obispos de la provincia Ta‐ rraconense. Aunque ninguna necesidad hubiese» etc., hasta «...Y la firma: ¡Que la eternidad celestial guarde por largo tiempo a vuestro santo apostolado y que éste ore por nosotros!». (10) Todos los obispos y presbíteros gritaron: «¡Rogamos que esa situación se corrija!», esto fue repetido seis veces. «¡Rogamos que esa situación se rectifique!», esto fue repetido siete veces. «¡Rogamos que
887
Aquí nos vemos obligados a apartarnos del original latino, porque las palabras que se reproducen en este pasaje de la epist. 15 «domine uere noster, et apostolice papa!», no se pueden mantener en la traducción al final de la epist. 14. En consecuencia, optamos por incluir en la traducción el final del pasaje conforme a la traducción de la epist. 14, aunque no coincida con el texto latino de la edición de Thiel. Tenemos la impresión, no obstante, de que Thiel no reproduce la integridad del texto de los manuscritos, sino que, cuando llega a la lectura en voz alta de la carta de Ascanio, edita sólo el comienzo y el final de ésta, pese a que en los manuscritos debe de leerse de forma completa.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 269
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
269
se observe la disciplina eclesiástica!», esto fue repetido ocho veces. «¡Rogamos que se observe la tradición!», esto fue repetido siete veces. «¡Rogamos que se observe la disciplina eclesiástica!», esto fue repetido cinco veces. «¡Rogamos que se respeten los cánones!», esto fue repetido siete veces. «¡Rogamos que se castigue a los transgre‐ sores!», esto fue repetido siete veces. «¡Que se observe una ordena‐ ción apostólica sin tacha!», esto fue repetido ocho veces. «¡Escucha, Cristo: Larga vida a Hilario!», esto fue repetido cinco veces. ¡Digno papa, digno doctor!», esto fue repetido ocho veces. (11) El obispo Hilario dijo: «Tras conocer los sucesos que han sido referidos, expresad ahora, hermanos, sobre todo ello vuestras opi‐ niones particulares bajo la inspiración de Dios». Máximo, obispo de la iglesia de Turín, dijo: «Por lo que respecta a la observancia de todas las disciplinas que atañen a las ordenacio‐ nes sagradas declaro aquí el sentido de mi opinión: nunca haré nada de aquello que está prohibido. Por lo que a los demás se refiere, con‐ sidero que todo aquel que haya incurrido en faltas semejantes o que, tras detectarlas, no haya querido cortarlas de raíz en sus iglesias, ha de saber que deberá dar con gravedad razón de todo ello ante la sede apostólica en un juicio en el que tendrá necesariamente que sufrir la sentencia de ésta». Ingenuo, obispo de Embrun, dijo: «Mi parecer es el mismo en todas las cuestiones tratadas. En virtud de él me comprometo a no llevar a cabo nada de todo aquello que está prohibido, pues soy cons‐ ciente de mi condición y mi profesión de fe. En cuanto a los demás, propongo igualmente que todo aquel que haya cometido una trans‐ gresión de los estatutos sepa que está sometido a los lazos de la dis‐ ciplina eclesiástica y que ha incurrido en una falta contra la sede apostólica». Paulo, obispo de Acquaviva, dijo: «Yo también me comprometo a seguir el mismo precepto y, en relación con aquellos otros que hayan cometido una transgresión, tengo un parecer semejante: que no les sea lícito llevar a cabo sin riesgo por su parte aquello que con razón debe ser castigado».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 270
270
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Primo, obispo de la iglesia de Atella, dijo: «Yo también propongo que debe observarse esto mismo». Paladio, obispo de la iglesia de Salapia, dijo: «Prometo que no ac‐ tuaré en ningún momento contra la disciplina eclesiástica ni contra los estatutos de los santos cánones». Tiberio, obispo de la iglesia de Cures Sabinorum, dijo: «Declaro que observaré los estatutos de la sede apostólica y que, si descubro en mi iglesia que un clérigo, actuando contra los preceptos de los santos cánones, se ha casado o tiene dos esposas, éste será apartado del ministerio eclesiástico». Todos los obispos dijeron: «Todos nos adherimos a los pareceres de nuestros hermanos, todos los confirmamos y decretamos que deben observarse. ¡Escucha, Cristo: Larga vida a Hilario!», esto fue repetido seis veces. «¡Que todo aquello que se haya hecho de un modo inadecuado, sea corregido por ti!», esto fue repetido ocho veces. «¡Lo que no es lícito, que no se haga!», esto fue repetido ocho veces. (12) Hilario, obispo de la iglesia de la ciudad Roma, que presidía el sínodo, dijo: «Puesto que decretamos que la norma de la presente resolución, que se ha fijado de acuerdo con el parecer de los santos, llegue a conocimiento de todas las iglesias, que a nadie sea lícito en razón de su ignorancia lo que no es lícito. La solicitud de los notarios cuidará de divulgar estas actas». [19] Hilario, Carta 16: Del papa Hilario a Ascanio y a los restantes obispos de la provincia Tarraconense El obispo Hilario a Ascanio y a todos los obispos de la provincia Tarraconense. (1) Después de recibir la carta de vuestra caridad en la que solici‐ tabais que se pusiese remedio a los impúdicos actos de Silvano, obispo de la iglesia de Calagurris, y pretendíais, por otro lado, que se confirmasen las decisiones excesivamente ilícitas de las gentes de Barcino, resulta que nos ha sido presentada una carta de los notables
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 271
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
271
y los propietarios de tierras de las ciudades de las gentes de Tara‐ zona,888 Cascante, Calagurris, Varea, Tricio, Libia889 y Briviesca con firmas de diversas personas en la que éstos justifican los hechos sobre los que vuestra queja había llamado la atención a propósito de Silvano. Pero el alegato de éstos, igualmente injusto, no está exento de una justísima censura, pues resulta evidente que en algunas ciu‐ dades se han llevado a efecto ordenaciones sacerdotales sin conoci‐ miento de nuestro hermano y coepíscopo el metropolitano Ascanio. En consecuencia, puesto que vemos que cuanto se ha indicado por una y otra parte está lleno de todo tipo de falsedades, teniendo en cuenta las circunstancias de nuestro tiempo, determinamos por este motivo que lo que se ha hecho sea perdonado, pero que, en lo suce‐ sivo, no se lleve a cabo nada que resulte contrario a los preceptos del bienaventurado apóstol y a lo establecido por los cánones nicenos. (2) Por lo demás, de acuerdo con las normas de esos mismos pa‐ dres, queremos, en primer lugar, que se observe este precepto: que de ninguna manera sea consagrado sacerdote alguno, si no es con conocimiento y aprobación de nuestro hermano el metropolitano Ascanio, puesto que esto ha establecido la tradición desde antiguo y esto ha fijado la autoridad de los trescientos dieciocho santos pa‐ dres. Todo el que extienda sus manos contra esta autoridad se de‐ clara indigno de la asamblea de aquéllos, pues se opone a sus preceptos. (3) Además, se causa una afrenta a esos padres y se actúa con es‐ píritu de soberbia, cuando se desprecia el canon en el que se prohíbe que un sacerdote, abandonando su iglesia, se atreva a pasar a otra. Y esto trata de hacer el obispo Ireneo, mientras vosotros mostráis vuestra connivencia y, para que resulte aún más doloroso, lo defen‐ déis, pues deseáis que sea confirmado por nuestra autoridad, cuando sabéis bien que nos vemos especialmente consumidos por
888 Son las identificaciones propuestas en S. OLCOZ YANGUAS, M. M.ª MEDRANO MARQUÉS, «El cisma», p. 296. 889 Vid. S. RUIZ DE LOIZAGA, P. DÍAZ BODEGAS, E. SÁINZ RIPA, Documentación, p. 37, n. 1, donde se señala a propósito de la lectura «Legionensium» de Thiel que hay que entender «Liuiensium», lectura que se habría corrompido en el «Legionensium» conservado por la tradición manuscrita utilizada en la edición de Thiel.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 272
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
272
el fuego de una gran indignación ante cualquier hecho ilícito. En consecuencia, lo que, tras la lectura de vuestra carta en la asamblea de los hermanos a los que había congregado la festividad de mi na‐ talicio, se decretó a propósito de las ordenaciones de los obispos de acuerdo con las resoluciones de los cánones y de mis predecesores, una vez conocida la sentencia de las actas que os hemos enviado junto con esta misiva, lo sabréis por ese documento. (4) Por lo tanto, una vez apartado de la iglesia de Barcino el obispo Ireneo y enviado de regreso a la suya y una vez aplacadas, en virtud de la humildad sacerdotal, las voluntades que por igno‐ rancia de las leyes eclesiásticas habían deseado lo que no es lícito ob‐ tener, que sea ordenado de inmediato obispo de las gentes de Barcino un miembro del clero de esa misma iglesia, el cual conviene, hermano Ascanio, que sea elegido, sobre todo, por ti y que por ti sea consagrado. Y, ciertamente, en caso de que, por un casual, llegase a producirse de nuevo un hecho semejante, un mandato nuestro ha de rechazarlo no sin censura, sobre todo, de tu nombre, pues hemos aprendido que esto se lleva a cabo de un modo ofensivo hacia Dios, de quien procede especialmente la gracia de las dignidades sacer‐ dotales, y puesto que el honor episcopal no debe ser considerado un derecho hereditario, toda vez que nos es concedido tan sólo por la bondad de Cristo, nuestro Dios. (5) Y en cuanto a los obispos ordenados recientemente, a pesar de que han sido designados sin tu conocimiento y merecerían, por ello, ser apartados de sus dignidades junto con sus ordenantes, los ratifi‐ camos con esta condición: siempre y cuando ninguno de ellos sea el marido de una viuda y se haya casado y contraído votos únicamente con una virgen, tal y como determinan los preceptos legales, que dicen:890 Que el sacerdote tome por esposa a una virgen, no a una viuda ni a una mujer repudiada, y según lo que también el bienaventurado Pablo, maestro de los gentiles,891 no dejó pasar en silencio a propósito de aque‐ llos que desean convertirse en sacerdotes, diciendo:892 Un varón de una
890 891 892
Leu 21,13‐14. II Tim 1,11. I Tim 3,2.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 273
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
273
sola esposa. Por el contenido de la citada sentencia893 debéis mostraros informados, queridísimos hermanos, de que, entre todo aquello que debe evitarse, habéis de aplicaros en que se observen de un modo es‐ pecial aquellos mandatos que sabéis que han sido fijados por delante de cualquier otra norma. De acuerdo con estos mandatos, debe vigi‐ larse igualmente que no haya a un mismo tiempo dos sacerdotes en una sola iglesia, que ninguno sea un iletrado, que ninguno carezca de alguno de sus miembros y también que a ningún penitente se permita acceder en modo alguno al sagrado ministerio. Y no penséis que tanto importan las solicitudes de las gentes del pueblo que, por desear com‐ placerlas, lleguéis a apartaros de la voluntad de nuestro amado Dios, que nos prohíbe pecar. La indignación de éste se acrecienta de un modo especialmente grave por el hecho de que su bondad es objeto de ofensa, cuando se cometen actos ilícitos por parte de aquellos que son los encargados de aplacarla. (6) Y, en consecuencia, con objeto de que todo se corrija de acuerdo con las normas que aquí hemos escrito, tras hacer venir a nuestro subdiácono Trajano, le hemos entregado la presente carta. Y en caso de que el obispo Ireneo se niegue a regresar a su iglesia, poniendo así fin a su malvada actuación, posibilidad que le es con‐ cedida no en derecho, sino por benignidad, ha de saber que será apartado de la asamblea episcopal. ¡Que Dios os guarde sanos y sal‐ vos, queridísimos hermanos! Entregada el tercer día antes de las ca‐ lendas de enero,894 en el consulado de los clarísimos varones Basilisco y Herminerico. [20] Hilario, Carta 17: Del papa Hilario a Ascanio de Tarragona Al queridísimo hermano Ascanio, el obispo Hilario. (1) Debemos tener presente en todo momento la gracia que Dios nos ha concedido, quien, por la misericordia de su bondad, nos ha elevado a la dignidad sacerdotal con objeto de que, permaneciendo
893
Probable referencia al §3 de esta misma carta: «una vez conocida la sentencia de las actas que os hemos enviado junto con esta misiva». 894 30 de diciembre del año 465.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 274
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
274
fieles a sus mandatos y actuando, por así decirlo, como un espejo para sus sacerdotes, prohibamos lo ilícito y enseñemos lo que debe observarse. En consecuencia, por medio de la carta enviada a través de nuestro subdiácono Trajano, os exhortamos a que se corrijan aquellos actos que se han llevado a cabo de un modo irregular. Y nos causa sobremanera asombro que tu caridad no sólo no haya recha‐ zado las peticiones de las gentes de Barcino, haciendo uso de tu au‐ toridad, sino que incluso, enviándonos una carta, hayas solicitado la confirmación de un deseo malvado, haciendo mención de un con‐ cilio al comienzo de la carta,895 como si los excesos de una culpa dis‐ minuyesen en virtud del gran número de necios que la han cometido. E incluso si cada uno de éstos hubiese solicitado lo mismo que tú con la mención explícita de su nombre y todos los hermanos hubiesen añadido su propia firma, en cualquier caso, la responsabi‐ lidad última de este asunto que tanto nos desagrada incumbía a tu caridad, pues, en virtud de tu posición y de tu dignidad, habrías de‐ bido instruir a los demás sacerdotes y no adherirte a ellos. En con‐ secuencia, tal y como he indicado en la carta de carácter general,896 Ireneo debe regresar a su iglesia y ha de ser consagrado obispo de las gentes de Barcino alguien perteneciente al clero de esa ciudad, una persona tal, no obstante, que aprueben las normas de los cáno‐ nes y los preceptos apostólicos. (2) Y aunque aquellos que fueron ordenados obispos sin conoci‐ miento ni aprobación de tu caridad deberían ser depuestos junto con sus ordenantes, sin embargo, con objeto de no decretar ninguna me‐ dida rigurosa en unas circunstancias tan críticas como las actuales, es nuestro deseo que aquellos que han sido nombrados obispos per‐ manezcan en sus cargos, siempre y cuando no sean considerados in‐ dignos de ellos de acuerdo con los preceptos apostólicos y las resoluciones de los santos padres. Pero que en lo sucesivo no se lleve a cabo ningún acto que atente contra la disciplina eclesiástica, como hasta ahora ha ocurrido. 895
Se refiere Hilario al pasaje de la epist. 14,1 que dice «de acuerdo con la votación en la que ha participado prácticamente toda la provincia». 896 Es decir, la epist. 16, enviada con carácter general a Ascanio y a los demás obispos de la Tarraconense, mientras que esta otra carta es de carácter particular, pues va dirigida únicamente a Ascanio.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 275
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
275
(3) Debes cuidar, queridísimo hermano, de salvaguardar tu auto‐ ridad, a la que todos deben respeto, y no sólo denegar tu consenti‐ miento a actos ilícitos, sino también reprimir todo aquello que descubras que se ha llevado a cabo contra la disciplina. Y así, por delante de todo aquello que hemos decretado guiados únicamente por la benignidad, obliga a Ireneo a regresar a su iglesia. Es más, de‐ berá retornar a ella por su propia voluntad, a menos que no sienta temor de ser apartado de la asamblea episcopal. Y que no se permita que haya dos sacerdotes en una sola iglesia, lo que ordenamos que se haga convenientemente bajo la supervisión de nuestro subdiá‐ cono, a quien la autoridad de nuestra resolución ha hecho también viajar a las Hispanias para mantener la disciplina de la Iglesia. En fin, ¡que Dios te guarde sano y salvo, queridísimo hermano!
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 276
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
276
SIMPLICIO (PAPA, 468‐483)897 EPISTVLA AD ZENONEM EPISCOPVM (CPL 1664) FÉLIX III (II) (PAPA, 483‐492) EPISTVLA AD ZENONEM EPISCOPVM (CPL 1665) En la primera carta, firmada por Simplicio, papa, obispo de Roma, se concede al obispo Zenón un vicariato apostólico, mientras que la segunda, obra de Félix de Roma, es expresamente escrita a éste ala‐ bando sus virtudes cristianas a petición de un tercero, Terenciano, conocido de ambos, quien después de una estancia en Italia regre‐ saba a su provincia. Existe un claro marco temporal que delimita las posibles fechas entre las cuales hubo de tener lugar esta correspondencia; éste no es otro que el de las fechas de los pontificados sucesivos de Simplicio (468‐483) y Félix (483‐492). Por lo tanto, la epístola de Simplicio a Zenón data entre los años 468 y 483 y la de Félix en la década que discurre entre el 483 y el 492. A pesar de las propuestas que hay para concretar aún más la fecha de ambas epístolas al final del pontificado de Simplicio y al principio del de Félix, no existe nada que induzca a ello. Está claro el ámbito geográfico del emisor, esto es, Italia y concre‐ tamente Roma; sin embargo, el ámbito geográfico del receptor no lo está tanto si atendemos únicamente al texto de ambas epístolas. La referencia en la primera de ellas a la concesión del vicariato apostó‐ lico no viene acompañada del ámbito territorial sobre el que tendría
897
Bibliografía: Charles PIETRI, «Aristocratie et société cléricale dans l’Italie chrétienne au temps d’Odoacre et de Théoderic», Mélanges de l’École Française de Rome, Antiquité, 93 (1981), pp. 417‐467; J. VILELLA, «La correspondencia»; Luis A. GARCÍA MORENO, «Las Españas entre Roma y Constantinopla en los siglos V y VI. El Imperio y la Iglesia», en Elia Febronia (ed.), Politica, retorica e simbolismo del primato: Roma e Costantinopoli. IV‐VII secc. D. C., Catania, CULC, 2002, pp. 197‐238; Leonard A. CURCHIN, «Senators or Curials? Some debatable nobiles in Late Antique His‐ pania», Hispania Antiqua, 37‐38 (2013‐2014), pp. 129‐135; F. RODAMILANS RAMOS, «El Primado romano»; Purificación UBRIC RABANEDA, «Forjando una alianza para la dominación: obispos y bárbaros en el Occidente tardoantiguo», en José Fernández Ubiña, Alberto J. Quiroga Puertas, Purificación Ubric Rabaneda (eds.), La Iglesia como sistema de dominación en la Antigüedad Tardía, Granada, Universidad de Granada, 2015, pp. 151‐168 (Historia).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 277
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
277
efecto el mismo, cosa que, como veremos, sí ocurrirá en otras oca‐ siones; sucede del mismo modo con la alusión a la actividad pastoral de Zenón «en esas regiones»; tampoco la referencia territorial a «su provincia» que encontramos en la segunda de las epístolas permite ir más allá, puesto que tampoco viene acompañada de la referencia al nombre de la misma. Así las cosas, contamos a priori con dos re‐ cursos para determinar el ámbito geográfico en el que Zenón tendría su diócesis: la consulta en los anales episcopales de aquel período concreto en busca de un obispo llamado Zenón, y la referencia a su sede episcopal en la tradición manuscrita de las citadas epístolas. En ese período encontramos documentado, gracias a un epígrafe, a un obispo de Emerita Augusta (Mérida) llamado Zenón; el epígrafe se data en la era hispana 521, esto es, en el año 483 (ICERV 363), que entra dentro del período marcado como ámbito temporal de la co‐ rrespondencia que estudiamos. Por otro lado, la tradición manus‐ crita de estas epístolas refleja unánimemente que el obispo Zenón receptor de ambas epístolas ocupaba la sede de Hispalis (Sevilla). Por tanto, el ámbito de referencia es hispano; sin embargo, es discutida la sede de Zenón, pues no hay unanimidad en proponer que fuera Sevilla o Mérida. Nada en el texto latino ni en la traducción permite abundar en una u otra hipótesis. El contexto histórico que enmarca estas epístolas tiene varios ni‐ veles; en primer lugar, la situación de los antiguos territorios del Im‐ perio romano, sea de Oriente sea de Occidente; en segundo lugar, las posibles sedes propuestas para el obispado de Zenón; y, en tercer lugar, la situación de la Iglesia católica en todos esos ámbitos men‐ cionados. Por lo que se refiere al primero de ellos, debe tenerse presente que en el momento del comienzo del pontificado de Simplicio, a. 468, León I gobierna el Imperio romano de Oriente; será sucedido du‐ rante el marco temporal que nos interesa por los emperadores Zenón, Basilisco y Anastasio I. En el ámbito occidental hay que tener en cuenta la clara división territorial ya existente en lo que había sido el territorio imperial; atenderemos especialmente al ámbito itálico e hispánico puesto que son los que nos competen. Así, aunque varios
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 278
278
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
emperadores se sucedieron en el trono imperial de Occidente, los verdaderos dominadores del ámbito itálico serán Ricimero y des‐ pués Odoacro, quien será derrotado por el ostrogodo Teodorico. Por lo que hace al ámbito hispano, éste fue un territorio de predominio suevo y visigodo; la provincia Tarraconense fue conquistada por los visigodos de Tolosa, gobernados sucesivamente por Eurico y su hijo Alarico II; la Gallaecia, la Lusitania y acaso la Bética serán ámbitos de disputa entre ambos, así como con las aristocracias romanas de la zona, que se habrían hecho fuertes en determinados territorios tras el claro abandono de las tropas imperiales. Se observa que las sedes propuestas para el obispado de Zenón, Sevilla y Mérida, se sitúan en dos de las antiguas provincias romanas que suevos y visigodos pretendían controlar. Mérida, enclavada en la provincia Lusitana, fue inicialmente controlada en su práctica to‐ talidad por los suevos, si bien finalmente gran parte de ella y desde luego la sede emeritense les fue arrebatada por los visigodos de Eu‐ rico. Del período en el que Eurico controló Mérida data el epígrafe en el que se encuentra la referencia al obispo Zenón de Mérida, en cuyo texto se evidencia su estrecha colaboración con el duque Salla, que gobernaba la ciudad en nombre del visigodo Eurico (ICERV 363). Por lo que se refiere a la Bética, pues Sevilla pertenecía a aquella an‐ tigua provincia, poco es lo que se sabe a ciencia cierta acerca de quién ejercía su control político; no obstante, todo indica que existiría una gran autonomía respecto a los poderes visigodo y suevo. Que el obispo Zenón sea titular de una u otra sede modifica sustancialmente el contexto histórico en el que se enclavan los episodios epistolares que tratamos; además, lleva a interpretar de forma muy diferente tanto la concesión del vicariato apostólico como la provincia a la que regresa Terenciano, el intermediario entre Zenón y el papa Félix. El último de los niveles relativos al contexto histórico de los tres en los que lo hemos dividido, nos lleva a detenernos en la situación de la Iglesia. Así, se sitúan en primer plano tres asuntos fundamen‐ tales. El primero es el “cisma acaciano”, que dividió a la cristiandad oriental y occidental desde 483. El segundo atañe al singular proceso de elección de Félix III (II), puesto que las intrigas que se sucedían en torno a la agonía de Simplicio para situar a candidatos de distin‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 279
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
279
tas facciones, llevó a éste a solicitar al Senado romano —y a Odoa‐ cro— su intervención para la elección del futuro pontífice. El tercero de los asuntos se refiere a la presencia cada vez más evidente de ele‐ mentos arrianos en la sociedad hispana y, en consecuencia, a la po‐ sición de la Iglesia hispana ante tales fieles. Simplicio fue elegido como obispo de Roma a finales de febrero del 468. El final de su pontificado coincide prácticamente con la pro‐ mulgación por el emperador de Oriente, Zenón, del “Edicto de Unión” (Henotikón), por lo que no fue consciente de las implicaciones que éste tuvo para el conjunto de la cristiandad de décadas sucesi‐ vas. Quien hubo de enfrentar todo ese problema, comenzando por la excomunión de los patriarcas Acacio de Constantinopla y Pedro Mongo de Alejandría, fue su sucesor, el papa Félix. Félix ocupó la sede romana entre el 482 y el 492 y hubo de hacer frente a la división de la cristiandad por la cuestión acaciana a la que ya hemos hecho referencia. Normalmente es conocido como Félix III, si bien hay general acuerdo en que el ordinal que le debería co‐ rresponder es Félix II, ya que el pontífice conocido como tal ocupó únicamente el solio romano durante el período de exilio del papa Liberio (355‐358). Miembro de la aristocrática familia de los Anicios y con dignidad de «varón clarísimo», fue el primer obispo de Roma procedente de los grupos aristocráticos senatoriales. Félix III (II) se preocupó de los calcedonenses africanos perseguidos por los vándalos arrianos bajo Genserico y Hunerico; objeto de su preocupación fueron también los nicenos africanos conversos al arrianismo, motivo por el cual convocó un sínodo en Roma en 482. Del mismo modo, se ocupó de la nunca concluida cuestión pelagiana, en este caso focalizada en Dalmacia. Algunos autores le atribuyen el tratado acerca de los Lupercalia, cuya autoría había recaído tradicionalmente en su sucesor, Gelasio. Además del obispo Zenón, la única persona aludida en concreto en las dos epístolas papales a él dirigidas es Terenciano. La referencia a éste se encuentra en la carta que Félix III (II) escribe al obispo Zenón; en ella, además de evidenciar una clara cercanía con aquél, lo presenta como «varón clarísimo» (vir clarissimus), dignidad o
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 280
280
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
rango que, con el paso del tiempo, se convirtió en una dignidad in‐ herente a los integrantes de las aristocracias tardorromanas y de sus epígonos de la segunda mitad del siglo V. De la epístola en cuestión, se deduce que el obispo Zenón y Te‐ renciano mantenían una antigua amistad —«desde hace años es grato a tu corazón»— y que tenían en común una misma provincia, ya que es con ocasión del regreso del segundo a su provincia cuando el pontífice escribe al obispo la epístola en la que alaba las cualidades de ambos, Zenón y Terenciano. La decisión de Félix III (II) de escribir tal epístola al obispo hispano nos habla de que el contacto del pon‐ tífice y Terenciano también debía ser de amistad, de algo más que un mero conocimiento circunstancial, que bien podríamos relacionar con los círculos sociales romanos de la época en que aristocracias y el alto clero intercambiaban influencias. Pensamos que no se ha re‐ parado suficientemente en el hecho de que ambos, Félix III (II), antes de ser elegido pontífice, y Terenciano fueran viri clarissimi, circuns‐ tancia que podría explicar la cercanía o amistad entre los dos. Las vicisitudes de la vida de Terenciano que se comprenden de esta epístola, esto es, su cualidad de integrante de la aristocracia tar‐ dorromana hispana, tanto por el tratamiento que le da el pontífice como por su relación directa con éste, su viaje a Italia, su estancia prolongada en la misma y su regreso a su provincia (hispana) con‐ firman lo fluido de las relaciones entre los diversos ámbitos medite‐ rráneos occidentales de aquellas décadas. Sin embargo, aunque de la epístola se comprende que la estancia en Italia —y probablemente en Roma, por su relación con el pontífice— de Terenciano fue pro‐ longada, no podemos de ninguna manera deducir de ella el tiempo de duración, la razón de la misma ni el motivo de su regreso a su lugar de origen. Sí parece muy verosímil que el portador de la epís‐ tola de Félix III (II) a Zenón fuera el propio Terenciano, quien se en‐ cargaría de entregársela, evidenciando con ello el ascendente que había alcanzado con el pontífice. Que dos obispos sucesivos de Roma escriban a Zenón alabando sus virtudes —además de concederle uno de ellos el vicariato apos‐ tólico— y que el primero afirme que las ha conocido «por el relato
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 281
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
281
de muchos» y el segundo por el propio Terenciano es indicativo de la presencia en Roma de gentes de alto rango procedentes del terri‐ torio episcopal de Zenón y, además, con gran influencia sobre la curia romana. Creemos poder abrir una posible nueva vía de inter‐ pretación de la relación entre Terenciano y Félix III (II) si se atiende no sólo al contexto hispano, sino al contexto itálico y, concretamente, romano que presidió la elección del segundo como obispo de Roma; puede pensarse que esa larga estancia de Terenciano en Roma le per‐ mitió ser testigo de ese conflictivo proceso electivo. Paradójicamente, del que apenas podemos decir nada es del obispo Zenón; no obstante, que Simplicio afirme que es gracias a aquel que «el culto divino ha experimentado un gran desarrollo en esas regiones» puede ser un alusión a la gran labor pastoral llevada a cabo por ese obispo en «esas regiones» que, como hemos visto, no podemos identificar. La existencia de estas concretas epístolas papales —que hay que unir a las frecuentes relaciones que en el siglo V mantienen los pontífices ro‐ manos con diferentes obispos hispanos— permite abundar en la idea de que fue un período en el que la autoridad romana en Hispania no era discutida. A propósito de ello, nos parece que la concesión del vicariato apostólico al obispo Zenón por parte del Simplicio de Roma es el asunto de mayor trascendencia de todos cuantos puedan tratarse a partir de la información de las epístolas, por cuanto es la primera ocasión en la que se produce un nombramiento de tal calibre para el ámbito hispano. La concesión de un vicariato apostólico está indudablemente re‐ lacionada con la intención de la sede romana de reafirmar su auto‐ ridad en el territorio sobre el que se ha concedido; que ésta era la intención de Simplicio al concederlo está clara en la epístola, cuando exhorta a Zenón para que no permita «que se transgredan en modo alguno los preceptos de la institución apostólica y las resoluciones de los santos padres». Dado el contexto en el que se enmarca esta epístola —el escaso respeto en Oriente a ambas cosas— nos parece que con esta «decisión hispana» Simplicio está poniendo las bases para afirmar aún más su autoridad patriarcal en las zonas en las que por supuesto no era discutida. Diversos autores han mencionado
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 282
282
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
que lo que pretendía Simplicio era extender su autoridad directa a asuntos disciplinares de la Iglesia hispana, pero en la epístola se re‐ fiere explícitamente a preceptos de la institución apostólica que, en aquel contexto, no parece referirse más que al escaso valor que su autoridad tenía en amplias regiones mediterráneas. Cuestión aparte es la extensión territorial del vicariato concedido, pues la no referencia a ella en la epístola simpliciana ha dado lugar a diversas propuestas, nuevamente basadas en la identificación de la sede de Zenón así como en noticias posteriores referentes a la conce‐ sión de un nuevo vicariato por el papa Hormisdas. Así, se ha hablado del vicariato sobre la Lusitania —si Zenón es identificado como obispo de Mérida—, sobre la Bética —al ser considerado obispo de Sevilla—, de la Bética y Lusitania —pues consideran el vicariato de Zenón pre‐ cedente del vicariato sobre la Bética y Lusitania que el papa Hormisdas conferirá años más tarde a Salustio de Sevilla—, e incluso a la totalidad de Hispania argumentando para ello la no concreción regional del mismo en la epístola simpliciana. En nuestra opinión, el texto de la epístola no posibilita una solución clara sobre este particular, máxime cuando la única referencia territorial en la epístola simpliciana se en‐ cuentra al final de la misma cuando alaba la labor pastoral de Zenón «en esas regiones», sin mencionar ningún topónimo. Del mismo modo, haciendo depender todo ello de la posible iden‐ tificación con la sede hispalense se ha hablado de la autoridad me‐ tropolitana de Zenón; esto es, que en la segunda mitad del siglo V Sevilla ya ejercería como sede metropolitana de la Bética, pero, al igual que ya hemos indicado respecto a otras propuestas, todo el ra‐ zonamiento depende de la concreción de una u otra sede para Zenón. Estamos ante un argumento circular que no lleva a una so‐ lución clara, sobre todo teniendo en cuenta que, a diferencia de otros casos, Simplicio no limita las funciones de ese vicariato ni alude a los derechos de privilegio de los metropolitanos. El motivo de la epístola de Félix III (II) a Zenón en nuestra opinión es claro: el pontífice cumple el deseo de un amigo, Terenciano, de hacer llegar una carta al obispo Zenón en la que alaba las virtudes cris‐ tianas de ambos. Se ha querido ver igualmente como una confirma‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 283
PRIMERA PARTE: HISPANIA Y EL CONTEXTO IMPERIAL
283
ción del vicariato apostólico concedido por su antecesor Simplicio; sin embargo, del texto de la epístola sólo se concluye una referencia a la amistad y a la calidad cristiana de ambos personajes. No hay referen‐ cia alguna a la disciplina eclesiástica ni a la autoridad apostólica, ni exhortación alguna de carácter canónico, por lo que no pensamos que de esa epístola pueda deducirse tal extremo. Por el contrario, las frases de la epístola de Félix III (II) acerca de que «a fin de que él… llegue a ser aún más querido para ti por consideración a nos» y que «encuentre en la piedad de su pastor un sostén después de su largo viaje» hace pensar en una epístola de carácter personal, con la que Terenciano, al regresar a su lugar de origen, quería dejar de manifiesto los impor‐ tantes contactos que había hecho durante su estancia en Italia. [MVG] [21‐22] Cartas de los papas Simplicio y Félix III al obispo Zenón [21] Simplicio (papa, 468‐483), Carta al obispo Zenón898 Al queridísimo hermano Zenón, Simplicio. Hemos conocido por el relato de muchos que tu caridad actúa de tal modo como timonel de la nave eclesiástica lleno del fervor del Espíritu Santo que, con la ayuda de Dios, ésta no sufre el daño de ningún naufragio. Por esa razón, felicitándonos por tales noticias, hemos considerado oportuno que seas distinguido con la autoridad de vicario de nuestra sede con objeto de que, provisto del poder pro‐ pio de dicha autoridad, no permitas que se transgredan en modo al‐ guno los preceptos de la institución apostólica y las resoluciones de los santos padres, pues es merecedor de ser distinguido con el ilustre presente de este honor aquel gracias al cual el culto divino ha expe‐ rimentado un gran desarrollo en esas regiones. ¡Que Dios te guarde sano y salvo, queridísimo hermano! 898
Edición: A. THIEL, Epistolae, pp. 213‐214 (epist. 21). Hay traducción de J. TEJADA RAMIRO, Colección de cánones de la Iglesia española, vol. 2, p. 962, reproducida en ID., Colección de cánones de todos los concilios, vol. 2, con la misma paginación; y de Aquilino CAMACHO MACÍAS, Liber Vitas sanctorum Patrum Emeretensium (El libro de las vidas de los santos Padres de Mérida). Opúsculo anónimo del siglo VII, Mérida, 1988, p. 15. Y
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 284
284
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares [22] Félix III (II) (papa, 483‐492), Carta al obispo Zenón899 Al queridísimo hermano Zenón, Félix.
Nuestro hijo, el clarísimo varón Terenciano, que vino tiempo atrás a Italia, se ha mostrado un gran defensor de tu extraordinaria cari‐ dad y ha dado a conocer que eres una persona de tales cualidades que abundas hasta tal punto en la gracia de Cristo que te comportas como un distinguido timonel de la Iglesia en medio de las tormentas del mundo. Por esa razón, queridísimo hermano, al regresar aquél a su provincia y rogarnos con insistencia que enviásemos una carta a tu caridad, accedimos con sumo gusto, pues nos agrada abrazar de palabra a un prelado digno de Dios y queremos que esto se haga especialmente por intermedio de aquel por cuyas alabanzas dicho prelado nos ha sido dado a conocer. Así pues, aunque el citado varón nos ha asegurado que tú, querido hermano, abundas de todo punto en santas obras y que tiene depositada mucha confianza en tu bon‐ dad, con todo, es justo que consiga lo que ha deseado con tanta in‐ tensidad900 a fin de que él, que ya desde hace años es grato a tu corazón, llegue a ser aún más querido para ti por consideración a nos, sea confortado con un consuelo a un tiempo maternal y sacer‐ dotal y encuentre en la piedad de su pastor un sostén después de su largo viaje, de modo que merced al afecto de vuestra dignidad re‐ sulte manifiesto que estas palabras nuestras con las que ahora te sa‐ ludamos ejercen una influencia no desdeñable ante tu sincera persona. ¡Que Dios te guarde sano y salvo, queridísimo hermano!
899 Edición: A. THIEL, Epistolae, p. 242 (epist. 5). Hay traducción de J. TEJADA Y RAMIRO, Colección de cánones de la Iglesia española, vol. 2, p. 970, reproducida en ID., Colección de cánones y de todos los concilios, vol. 2, con la misma paginación. 900 Se entiende que lo que ha deseado Terenciano es obtener esta carta del papa.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 285
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 286
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 287
RESUMEN
El siglo VI es un periodo de oscuridad informativa sobre las rea‐ lidades hispanas que la producción epistolar de alguna manera ayuda a esclarecer. Tras la derrota de los visigodos de Tolosa en Vouillé a manos del expansionismo franco en el año 507, la situación política en la península ibérica se torna realmente confusa. Los sue‐ vos, que en el siglo anterior habían quedado arrinconados en los lí‐ mites costeros de la Gallaecia y sometidos a la tutela visigoda, inician un proceso de recuperación que les permitirá reconstruir unas bases de administración y soberanía, consiguiendo sobrevivir de manera independiente prácticamente hasta finales de siglo. Los restos de la monarquía visigoda, una vez perdidos los territorios de la Galia, quedarán bajo la tutela ostrogoda, aunque probablemente su capa‐ cidad de control fuese limitada y no alcanzase mucho más allá de la provincia Tarraconense, la Cartaginense costera y quizás la ciudad de Mérida y su entorno (donde parece haberse instalado temprana‐ mente un contingente godo), considerando que ése era el espacio de máxima extensión de la soberanía visigoda a la muerte de Alarico II. Una realidad opaca que apenas las dos epístolas de la cancillería ostrogoda aquí recogidas ayudan a vislumbrar, pero que se confir‐ maría por otras de las series epistolares, como la correspondencia de Justo de Urgel o la asociada con el papa Hormisdas, que se mue‐ ven en el mismo entorno pirenaico. Los obispos de la Hispania oriental van a mostrarse especial‐ mente dinámicos en este periodo, lo que viene atestiguado por los numerosos concilios cuyas actas han llegado hasta nosotros, que im‐ plican, a su vez, una indudable actividad legislativa e institucional,
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 288
288
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
y que se percibe también en la correspondencia que se recoge en este volumen. Un medio cuya cultura teológica no puede despreciarse, como evidencian las preocupaciones de la epístola de Justo de Urgel que, de igual modo, muestra que existe una Iglesia jerárquica orde‐ nada en torno a la sede metropolitana y atenta a las novedades o dis‐ putas teológicas de la Cristiandad. Más evidente aún en la colección de cartas asociadas al pontífice Hormisdas, que muestran cómo las controversias del cisma acaciano habían alcanzado el extremo occi‐ dental del Mediterráneo, a donde llegaban igualmente clérigos orientales; aunque es difícil dilucidar si lo hacían como misioneros o como refugiados. Una correspondencia que muestra igualmente la sumisión de la Iglesia hispana, al menos la de los territorios men‐ cionados, a los designios de Roma, cuyo titular envía instrucciones sobre la correcta disciplina, la celebración de concilios y las ordena‐ ciones adecuadas, lejos de cualquier tentación simoniaca. Las misi‐ vas recogidas en este volumen ponen también de manifiesto la consolidación de esa autoridad metropolitana, incluso en la Bética, territorio que no aceptaba el dominio ostrogodo, pero asumía las ins‐ trucciones religiosas de Hormisdas, quien era, por otro lado, súbdito de la corte de Rávena. Una disciplina que era apenas incipiente en los territorios más marginales de las provincias, como evidencia la correspondencia de Montano de Toledo, empeñado en ordenar y so‐ meter al poder de Toledo los territorios del norte de la Meseta, donde las jurisdicciones provinciales parecen difusas y el priscilianismo, ignorado por los corresponsales de la Tarraconense costera o por la autoridad papal, aún parece contar con cierto predicamento entre los fieles. Epístolas, éstas, que nos ponen en contacto con el poder ascendente de la sede de Toledo en un momento en el cual su papel político es aparentemente insignificante. Curiosamente, el priscilianismo parece haber dejado de ser un problema acuciante en el entorno de la Gallaecia, donde la corres‐ pondencia entre Profuturo de Braga y el papa, en este caso Vigilio, parece hacerse eco de problemas de ortodoxia, pero relacionados ahora con el arrianismo. La conversión sueva del catolicismo al arria‐ nismo a finales del siglo V, por medio de misioneros visigodos, había generado algunos problemas de tipo litúrgico que el obispo de Braga
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 289
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
289
decidió resolver recurriendo a la autoridad de Roma. Son problemas muy prácticos sobre la celebración de la Pascua, la manera de res‐ taurar el culto en una iglesia nuevamente consagrada o el correcto ceremonial para la aplicación del bautismo. Resulta evidente que se está dando un trasiego de conversos que debe asociarse con la pau‐ latina aceptación de la presencia sueva por parte de los provinciales, incluso una aproximación al poder suevo por parte de algunos in‐ dividuos que probablemente encuentran en la conversión un medio de aunar voluntades. Parece que la Iglesia galaica quiere reforzar la comunión con Roma y de la sede apostólica recibe un canon litúrgico para la correcta celebración del oficio de la misa. El problema arriano, con todo, no pareció resolverse fácilmente, ni siquiera tras la conversión sueva al catolicismo pasado el medio siglo. El texto de Martín de Braga que se recoge en el volumen vuelve a ocuparse de la correcta administración del bautismo, si con una sola o una triple inmersión, que resolverá en el mismo sentido que había recomen‐ dado Vigilio. El reino suevo resistió mientras el poder visigodo se reforzaba y no sería sometido hasta el 584/585. Liberados de la tutela ostro‐ goda, los monarcas visigodos fueron ampliando su área de influen‐ cia hacia el sur y el oeste, pero, poco después del 550, en un momento de pugna entre facciones aristocráticas, propiciaron la implantación de las tropas bizantinas en el sur peninsular. La co‐ rrespondencia de Liciniano de Cartagena y, aunque tangencial‐ mente, de Severo de Málaga, se hace eco de esas realidades políticas y religiosas, aunque sea indirectamente, e incorpora al acerbo epis‐ tolar hispano espacios antes no implicados, a la vez que recupera noticias sobre el entorno balear, prácticamente ignorado por las fuentes desde comienzos del siglo anterior. El monacato difuso del siglo V encuentra ahora ya un espacio preciso en las fuentes del periodo, en los primeros concilios de ám‐ bito limitado, en la documentación notarial privada, en algunas re‐ ferencias escuetas de cronistas de finales de siglo, pero también en nuestra correspondencia. La figura de Eutropio, asociada luego a la organización del concilio toledano del 589, se incorpora en el vo‐ lumen como un celoso abad convencido de que los monasterios
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 290
290
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
deben ser lugares de rígida disciplina en un momento en que las competencias jurisdiccionales frente a la jerarquía episcopal pare‐ cen todavía dudosas. Unos textos que nos muestran igualmente una recuperación de contactos con África tras la desaparición del reino vándalo. Aunque este contacto adquirirá pronto tintes proble‐ máticos cuando, a partir de mediados de siglo, las tropas imperiales, precisamente desde África, pasen a ocupar el sur de Hispania. Se abre entonces un período de conflicto y de suspicacias políticas que harán difíciles las comunicaciones entre el mundo visigodo y el en‐ torno bizantino, dentro y fuera de la península ibérica.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 291
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO JUSTO DE URGEL1 EPISTVLAE PRAEFATORIAE AD SERGIVM PAPAM ET IVSTVM DIACONVM EXPLICATIO MYSTICA IN CANTICA CANTICORVM (CPL 1091)
291
DE LA
En el corpus epistolar que se comenta se encuentran dos epístolas escritas por Justo, obispo de Urgel (La Seo de Urgell, Lérida), al obispo Sergio, metropolitano de la Tarraconense, provincia en la que estaba enclavada la sede urgelitana, y el diácono Justo, de quien ig‐ noramos prácticamente todo. Ambas cartas tienen como nexo común a su autor y tratan acerca del Comentario al Cantar de los Cantares es‐ crito por aquel obispo de Urgel. En la carta que envía al diácono Justo se comprende que fue tras una sugerencia de éste cuando el obispo de Urgel decidió emprender 1
Bibliografía: Jacques FONTAINE, «La péninsule ibérique de la tutelle ostrogothique aux pré‐renaissances regionales», en Jean‐Marie Mayeur et al. (dirs.), Histoire du Christianisme des origines à nos jours, vol. 3, Paris, Desclée – Fayard, 1998, pp. 374‐386; José ORLANDIS, «Una familia episcopal en la Hispania del siglo VI», en Id., Estudios de historia eclesiástica visigoda, Pamplona, EUNSA, 1998, pp. 141‐150 (Historia de la Iglesia, 28); Jesús NIÑO SÁNCHEZ‐GUISANDE, «Una familia episcopal en la España del siglo VI», Compostellanum, 44 (1999), pp. 55‐66; Thomas F. GLICK, «Recepción y transmisión de la cultura a través de los scriptoria monásticos», en Margarida Sala, Marina Miquel (coords.), Tiempo de monasterios. Los monasterios de Cataluña en torno al año 1000, Barcelona, Generalitat de Catalunya, 2000, pp. 198‐205; Jordina SALES CARBONELL, «Monjes y monasterios en la Cataluña premedieval», en M. Sala, M. Miquel (coords.), Tiempo de monasterios, pp. 37‐40; Ramón SARGATAL, «La enseñanza en la escuela monástica de la Alta Edad Media», M. Sala, M. Miquel (coords.), Tiempo de monasterios, pp. 206‐217; Salvador IRANZO ABELLÁN, «Las cartas de Justo de Urgel», en Begoña Usobiaga, Pere J. Quetglas (eds.), Ciència, didàctica i funció social dels estudis clàssics. Actes del XIV Simposi de la Secció Catalana de la S.E.E.C., Barcelona, Secció Catalana de la SEEC, 2004, pp. 251‐259; Josep VILELLA, «Los concilios eclesiásticos hispanos del período visigodo‐arriano: análisis histórico‐ prosopográfico», Medieval Prosopography, 25 (2004), pp. 1‐47; Manuel Cecilio DÍAZ Y DÍAZ, «Monjes y libros en la Alta Edad Media hispana», en J. López Quiroga, A. M. Martínez Tejera, J. Morín de Pablos (eds.), Monasteria et Territoria. Elites, edilicia y territorio en el Mediterráneo Medieval (siglos V‐XI), Oxford, British Archaeological Reports, 2007, pp. 11‐17 (Archaeological Studies on Late Antiquity and Early Medieval Europe [400‐1000 A.D.]: Conference Proceedings II; BAR International Series, S1720); Rossana E. GUGLIELMETTI, Luigi G. G. RICCI, Giusto d’Urgell, Explanatio in Cantica Canticorum. Un vescovo esegeta nel regno visigoto, Firenze, Sismel, 2011 (Per verba. Testi mediolatini con traduzione, 27); Isabel VELÁZQUEZ SORIANO, «El libro, las escrituras y sus soportes en la Hispania del 700», en Luis A. García Moreno, Alfonso Vigil‐Escalera (coords.), 711: Arqueología e historia entre dos mundos, vol. 1, Alcalá de Henares, Museo Arqueológico Regional, 2011, pp. 95‐114 (Zona Arqueológica, 15).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 292
292
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
la tarea de comentar el libro del Cantar de los Cantares. En la epístola se lamenta de la decadencia en su época del estudio y lectura de los libros bíblicos y de los escritos de los Padres de la Iglesia, al tiempo que se congratula por el hecho de que haya aún alguien que los apre‐ cie. Cronológicamente hablando, las epístolas permiten la definición de un marco temporal concreto, pero a priori muy amplio, que viene fundamentalmente determinado por la posible fecha de inicio y fin del episcopado de Justo de Urgel y, además, por el del fin del de Ser‐ gio de Tarragona. Conocemos dos hitos cronológicos en la carrera episcopal de Justo de Urgel: en el año 531 ya era obispo de aquella sede, pues firma las actas del II Concilio de Toledo, celebrado en aquella fecha. En el 546 aún era titular de la sede, pues suscribe en segundo lugar las actas del Concilio de Lérida de ese año. Justo de Urgel tuvo que ser con‐ sagrado en algún momento posterior al 516 o 517, pues en las actas de los concilios celebrados en aquellos años en Tarragona y Gerona respectivamente no se encuentra su suscripción. Por otro lado, de los años que se otorgan al episcopado de Sergio de Tarragona en su epitafio (ICERV 278) —de autenticidad discutida—, se concluye que éste debió serlo desde el 520 y hasta el 550, aproximadamente (CLE‐ Hisp T17). Ello permite precisar algo más las fechas que enmarcan la composición de esas epístolas: entre ca. 520 y 550. Por lo que se refiere al ámbito geográfico, está claro que es el de la antigua provincia de la Tarraconense. Históricamente nos situa‐ mos en la Hispania del llamado Intermedio Ostrogodo, caracteri‐ zado por la tutela del rey ostrogodo Teodorico sobre su nieto, el rey visigodo Amalarico (511‐531), el reinado de este último en sí entre 527 y 531, el sucesivo de Teudis, el rey visigodo de origen ostrogodo, que reinó entre 531 y 548 y, acaso, el de su sucesor Teudisclo, situado en el trono hasta ca. 549. La provincia Tarraconense, y desde luego la parte oriental, fue sin duda controlada por los visigodos en ese período de predominio ostrogodo y por los reyes visigodos de ese origen. Justo de Urgel pudo ser el primer obispo de esa sede, ya que an‐ teriormente no hay testimonio alguno de la misma. Gracias al De
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 293
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
293
uiris illustribus de Isidoro de Sevilla (ed. Codoñer, capp. 20‐21) sabe‐ mos que formaba parte de una familia con cuatro hermanos —al menos por parte de madre—, todos ellos obispos: Nebridio, obispo de Tarrasa (Egara), con quien coincidió temporalmente en el episco‐ pado, pues ambos suscribieron las actas del Concilio de Toledo del 531; Elpidio, obispo de Huesca (Osca), de quien no tenemos más datos, y Justiniano, obispo de Valencia. A Justo de Urgel se le ha atribuido, además, un Sermón sobre San Vicente (CPL 1092), si bien se discute abiertamente tal autoría, así como algunos himnos litúrgicos usados por la Iglesia del reino visi‐ godo, aunque también se duda de que sea su autor. En Hispania están atestiguados varios Nebridii y Helpidii, lo que ha llevado a afirmar que los cuatro hermanos formarían parte de un grupo familiar hispano; es muy significativo que al Concilio de Bar‐ celona del año 540 asista un obispo, también llamado Nebridio, que no puede ser el mismo de Egara puesto que los cánones disciplinarios no permitían, como ya hemos visto, el cambio de sede episcopal. De su corresponsal principal, Sergio, sabemos que fue metropo‐ litano de la provincia Tarraconense. De los tres hombres menciona‐ dos en las epístolas, es del diácono Justo del que únicamente conocemos su rango eclesiástico —e intuimos su cercanía al obispo de Urgel, ya que es él quien le pide que realice un comentario sobre el Cantar de los Cantares—. En consecuencia, todo lo anterior permite deducir que su iglesia era una de las sometidas a la disciplina del obispo de Urgel, esto es, formaba parte de su diócesis. El Comentario aporta una interesante información acerca de la cul‐ tura escriturística de la Hispania del siglo VI; no es superfluo recor‐ dar que Justo de Urgel refiere su uso de la Vulgata de San Jerónimo, siendo éste el primero constatado en el Occidente mediterráneo. Esta “cultura” del obispo contrasta con un pasaje inicial de su carta al diácono Justo, cuando afirma encontrarse en una época de decaden‐ cia de los estudios, de escasa dedicación a la lectura y de poca con‐ sideración hacia los escritos de los Padres de la Iglesia. A propósito de esta reflexión, se han propuesto diversas interpretaciones, entre ellas la que considera que se trata de un “lugar común”, recogiendo
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 294
294
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
así una larga tradición relativa a la decadencia de los estudios que se había venido incluyendo en los escritos desde época clásica; o la que afirma que Justo de Urgel describe la formación real eclesiástica y cultural del clero de la época, lo que ha llevado a considerarla es‐ casa. En todo caso, de la epístola justina se deduce la inquietud de ciertos sectores eclesiásticos —en este caso el diácono Justo— por afirmar su formación escriturística. La carta al diácono Justo ha suscitado, además, otro tipo de cues‐ tiones, entre ellas la que duda que fuera un personaje real quien hi‐ ciera tal petición al obispo; se ha pensado que tal carta sería un artificio literario usado por éste para justificar la composición de una obra como la que presenta. No sería extraño tal recurso, pero del texto de la epístola no es posible deducir tal cuestión. Igualmente, a propósito de la misma se podría cuestionar la temporalidad de ésta en relación a la que envía a Sergio de Tarragona, proponiéndose que la del diácono Justo sería la primera en ser escrita; incluso, que el contenido de ésta no se relacionaría temporalmente con el envío del Comentario, sino con la aceptación del obispo de la petición hecha por el diácono. Sin embargo, la utilización del demostrativo en la frase «estas groseras verduras» así como «esta exposición nuestra» es indicativo de que efectivamente Justo de Urgel le enviaba, junto con la carta, la obra que había compuesto. Por otro lado, la tempo‐ ralidad de la carta al diácono parece que debe situarse con toda se‐ guridad tras la enviada al obispo Sergio de Tarragona, ya que en ésta Justo de Urgel dice expresamente que él es el primero al que envía la obra y que va a ser el primero en leerla; es más, lo conmina a que lo haga con detenimiento para mejorarla en la medida de la posible. El tono y el motivo de la carta enviada a Sergio de Tarragona ha‐ blan del reconocimiento por parte de Justo de Urgel de su autoridad metropolitana. La frase «puesto que se ha dado la circunstancia de que, al andar escasos de pergamino, unos cuaterniones insuficientes han acogido la misma cantidad de contenido escrito en un tipo de letra más pe‐ queña y el texto no ha podido ser rodeado de unos márgenes cuida‐ dosamente dispuestos» ha dado pie a un interesante debate acerca
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 295
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
295
de las condiciones en las que Justo envió a Sergio de Tarragona el primer ejemplar del Comentario. En primer lugar, la disculpa de Justo de Urgel por el hecho de que la escasez de pergamino no le haya permitido elaborar un ejemplar de calidad hace que uno de los pun‐ tos a tratar sean las características de la fabricación de pergamino en Hispania y, en concreto, en aquella zona de la Tarraconense. La es‐ casez a la que se refiere Justo de Urgel puede ser debida a no tener la capacidad económica para adquirirlos o no disponer de suficientes animales. Justo no alude a cuáles fueron las circunstancias que pro‐ vocaron que no hubiera suficiente pergamino para elaborar un ejem‐ plar con la suficiente calidad; por otro lado, al no poder determinar con exactitud el momento en que se compuso el Comentario ni la carta a Sergio de Tarragona, no podemos relacionar esas circunstan‐ cias con asuntos que en aquel período pudieron haber hecho dismi‐ nuir la cabaña ganadera, a saber, las correrías francas del 541 por la zona media de la Tarraconense o la peste del 542. La posibilidad más cierta se relacionaría con el acontecer diario de la sede urgelitana que, por lo que sabemos, era común a otros ámbitos: en los lugares en los que no había lo que más tarde se denominaron scriptoria, con grandes necesidades de pergamino y de otro material escriturístico, se dependía de los animales sacrificados para el consumo de carne para disponer de su piel y fabricar pergamino. Ello, además, nos per‐ mite hablar de que en aquella zona y, al menos en aquel período con‐ creto, la sede urgelitana no era un gran centro de elaboración y copia de textos, categoría que sí parece haber adquirido en un momento posterior. Esa carencia de pergamino es la que obligó a Justo de Urgel a pre‐ sentar a Sergio de Tarragona su Comentario en uno de los formatos en los que se doblaban los pergaminos —cuaterniones— en los que, por no ser suficientes para contener todo el texto de la obra del obispo de Urgel, había sido necesario utilizar una letra más pequeña de la que debía ser la correcta para ese tipo de texto. Este hecho tam‐ bién ha llevado a la reflexión de los especialistas en la cultura escrita de época visigoda, pues vendría a confirmar que una persona podía utilizar diferente tipo de letra dependiendo del soporte y destino del texto.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 296
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
296
La expresión latina «fabrefactis lateralibus» utilizada cuando Justo de Urgel explica la disposición del texto y ejemplar ha susci‐ tado un interesante debate. Al ser constatado únicamente su uso por este obispo, se ha interpretado que hacía referencia bien a que no se había podido encuadernar con unas tapas artísticas, bien a que no se habían podido guardar los amplios márgenes habituales en aquel tipo de escritos. El traductor de esta carta se ha inclinado por esta última propuesta, que consideramos la más lógica puesto que parece que en el texto Justo de Urgel relaciona tal palabra con la letra más pequeña y con la necesidad de disponer todo el texto de su Comen‐ tario en un número no suficiente de pergaminos. La petición que hace el obispo de Urgel al de Tarragona de que, si considera ade‐ cuado el texto, ordene que sea copiado «con un mayor cuidado» abunda en la traducción aquí propuesta. Esa referencia a la copia en Tarragona lleva a proponer la existen‐ cia de una escuela episcopal en esa ciudad, posible germen de un futuro scriptorium. A propósito de ello, al ser el de Tarragona el pri‐ mero en recibir el ejemplar y solicitarle el de Urgel que lo copiara y que lo difundiera, se ha propuesto que el arquetipo del manuscrito del Comentario al Cantar de los Cantares sería el ejemplar copiado en la sede metropolitana y no el del elaborado en el lugar de origen del autor, esto es, Urgel. [MVG] [23‐24] Justo de Urgel, Cartas2 [23] Carta al obispo Sergio (p. 2) A
mi señor, el obispo Sergio, verdaderamente piadosísimo, lleno de la distinguida gracia de Dios y siempre mi bienaventurado señor en Cristo, el obispo Justo.
2 Edición: R. E. GUGLIELMETTI en R. E. GUGLIELMETTI, L. G. G. RICCI, Giusto, pp. 2‐6 y 6‐8 (incluye traducción italiana). Se cita por las páginas de esta edición. Hay, además, una traducción al catalán en A. PLADEVALL, J. FÀBREGAS, J. AMENGUAL, Escrits de bisbes catalans, pp. 207‐210.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 297
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
297
Sabedor de que te has esforzado con tan celoso esmero por confor‐ tar a los pobres que a ellos les has procurado un consuelo temporal y has ganado para ti una recompensa eterna, y de que, tras juzgar que todo esto es ya suficiente, te vuelves ahora, mirando por el cuidado de tu alma, hacia el estudio de las palabras de Dios, al que nunca has renunciado, he procedido a enviarte bajo una forma material un pre‐ sente espiritual. Si Cristo tuviese a bien que éste te resultase gratísimo, aunque no por nuestro mérito, sino por su gracia, acaso se dé la cir‐ cunstancia de que en los días consagrados al ayuno te presentes a la mesa ya saciado en cierto modo y de que, antes de tomar alimento al‐ guno, tengas la sensación de que ya has comido algo. (p. 4) Pero, al decir esto, no pretendo destacar el mérito de este envío
antes de que tú lo apruebes, simplemente, conociendo tus sentimien‐ tos en la misma medida en que conozco los míos por efecto del amor que siento por toda tu persona, confío sin duda alguna en que te será grato. En consecuencia, puesto que no ignoro que eres hermano de mi corazón en Cristo Jesús, he creído que debía ofrecerte a ti en primer lugar el pequeño tratado que, merced a la inspiración de Cristo, hemos redactado recientemente y que recoge el comentario del libro canónico que lleva el nombre de Cantar de los Cantares. Has de saber que has recibido en él no algo nuestro, sino, más bien, algo que es tuyo, puesto que tanto amas ese libro. Te ruego que lo revises a menudo con ese cuidado con el que actúas lleno de energía al servicio de Cristo, que, si encuentras en él algo que deba corregirse, me lo adviertas con entera libertad y que cuides, a continuación, de que sea leído por los restantes hermanos en Cristo y de que, en caso de que te parezca oportuno, se hagan copias de él. Y así, puesto que se ha dado la circunstancia de que, al andar escasos de pergamino, unos cuaterniones insuficientes han acogido la misma cantidad de contenido escrito en un tipo de letra más pequeña y el texto no ha podido ser rodeado de unos márgenes cuidadosamente dispuestos, si consideras que el citado volumen posee algún valor, puesto que, como he dicho, éste es de tu propiedad por don de Dios, tú mismo mirarás cuanto antes por que, una vez co‐ piado con un mayor cuidado, quede listo de un modo más adecuado. Si esta obra resultase digna de alabanza, haré recaer ésta sobre Cristo, nuestro creador, pero si se hiciese acreedora de críticas,
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 298
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
298
puesto que nos pertenece a ambos, de inmediato te citaré como cul‐ pable junto conmigo. Por lo tanto, conviene que tú prepares adecua‐ damente lo que Dios nos ha ofrecido a fin de que no merezcas censura por tu negligencia, sino que recibas los frutos de la caridad en virtud de tu celo, y de que nuestros hermanos, que se alimentan de los antiguos tratados de los padres, también encuentren placer en nutrirse de estos nuevos escritos que, llevados por la caridad, les ofrecemos no (p. 6) por nuestros méritos, sino por don de Dios y por efecto de su bondad. Te mando ahora mis saludos en Cristo, piado‐ sísimo señor, y te ruego que con tus santas oraciones intervengas ante el Señor en favor de mi humilde persona. [24] Carta al diácono Justo (p. 6)
Justo, obispo en el nombre de Cristo, saluda en el Señor a su queridísimo hijo, el diácono Justo. Dado que, debido a la decadencia de los estudios, raramente se en‐ cuentra en nuestra época a alguien que se entregue con una diaria apli‐ cación siquiera a la lectura de lo que es santo, me solicitas, mi dulcísimo diácono Justo, una empresa extraordinaria, a saber, que escriba algo sobre los libros canónicos y, en especial, sobre el Cantar de los Cantares, cuando, además, soy consciente de que ni siquiera los tratados de los padres católicos, que son más importantes, son leídos por muchos con la atención y el fervor con que conviene hacerlo. En consecuencia, va‐ lora tú mismo si aquellos que desprecian alimentarse de unos manjares excelentes, preparados con el cuidado propio de los antiguos, han de juzgar dignas siquiera de ser contempladas estas groseras verduras de nuestro modesto convite. No obstante, si estos alimentos que nos hemos aplicado en preparar atendiendo a tus ruegos, cocidos en un adecuado tratamiento y condimentados por el Espíritu Santo, mere‐ ciesen resultar de todo punto sabrosos, Aquel que procura la fertilidad a este estéril campo,3 Él mismo hará, sin duda, que estos platos de nuestra pobre persona, resulten especialmente gratos a sus siervos. 3
El autor se refiere a sí mismo: del mismo modo que el Señor transforma en fértil el estéril campo que es Justo, también podrá transformar de insípidos en sabrosos los frutos que en él nacen.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 299
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
299
Y ciertamente, con respecto a todos aquellos que, siendo muy dados a la censura, consideren que esta exposición nuestra no se des‐ arrolla de acuerdo con el arte del discurso (p. 8) y decidan que esto es así antes ellos que la verdad, nos exhortó a no temer a gentes de ese tipo aquel que nos enseñó que el reino de Dios no se asienta sobre las palabras,4 sino sobre la virtud y que escribió que carecía de faci‐ lidad de expresión, pero no de sabiduría.5 Sé que hay también otro tipo de hombres que, si bien encuentran en los escritos de muchos pensamientos dignos de alabanza, cuando conocen a los autores, dejan de admirar lo que hasta entonces habían ensalzado, como si hubiese que admirar una construcción cualquiera por su arquitecto antes que al obrero por su trabajo. Qué justicia muestran sus juicios al comportarse de ese modo, que ellos mismos lo consideren atenta‐ mente, examinándose a sí mismos, y que supliquen, más bien, al maestro de la equidad verse corregidos en su actitud. En cuanto a ti, fidelísimo ministro de Cristo, te ruego encarecida‐ mente que, puesto que me empujas con inoportuna insistencia a em‐ prender el tratamiento de unos temas tan difíciles, no dejes de rezar por que pueda llevarlo a cabo por la gracia de Dios. ¡Que sigas bien en Cristo, mi queridísimo hermano!
4 5
Cfr. I Cor 4,20. Cfr. II Cor 11,6.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 300
300
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
AVITO DE VIENNE6 EPISTVLAE 35‐37 (OLIM 39‐41) (CPL 993) HORMISDAS (PAPA, 514‐523) EPISTVLA AD AVITVM VIENNENSEM EP. (CPL 1683: EPIST. 22) EPISTVLAE 24‐26, 88 ET 142‐143 (CPL 1683) Seis son las epístolas que el papa Hormisdas envió a distintos des‐ tinatarios en Hispania, individuales y colectivos; a ello hay que sumar las intercambiadas entre este pontífice y el obispo galo Avito de Vienne así como las enviadas por este último a distintos destina‐ tarios itálicos. Las personas mencionadas en las epístolas hispanas son nume‐ rosas. De algunas de ellas conocemos algo más que sus nombres y cargos; así, el pontífice Hormisdas, el emperador Justino I, el pa‐ triarca de Constantinopla, Juan II. De otras apenas conocemos nom‐ bre y cargos, siendo éste el caso del obispo Salustio de Sevilla, del diácono Casiano y de Juan, al que la tradición manuscrita identifica con el titular de la sede de Elche, pero sobre el que hay firmes posi‐ bilidades de que fuera titular de Tarragona. Lo anterior permite concretar la cronología del intercambio de las hispanas. La data máxima viene determinada por la duración del pontificado de Hormisdas (514‐523). La data post quem es distinta 6 Bibliografía: Thomas F. X. NOBLE, «Theoderic and the Papacy», Teoderico il Grande e i Goti d’Italia, vol. 1, Spoleto, CISAM, 1992, pp. 395‐423 (Atti dei Congressi, 13); Francesco Saverio PERICOLI RIDOLFINI, «Le relazioni di Ormisda con l’episcopato dell’Occidente», en Celestino Noce (ed.), Atti del convegno su Papa Ormisda (514‐523). Magisterio, cura pastorale ed impegno ecumenico, Frosinone, Comune di Frosinone, 1993, pp. 75‐84; Sara RANALLI, «L’epistolario di papa Ormisda, nel quadro della letteratura latina cristiana del VI secolo», Studi e Materiali di Storia delle Religioni, 61 (1995), pp. 19‐54; L. A. GARCÍA MORENO, «Las Españas»; Margarita VALLEJO GIRVÉS, «El exilio bizantino: Hispania y el Mediterráneo occidental (siglos V‐VII)», en Inmaculada Pérez Martín, Pedro Bádenas de la Peña (eds.), Bizancio y la Península Ibérica. De la Antigüedad Tardía a la Edad Moderna, Madrid, CSIC, 2004, pp. 117‐154; Pablo C. DÍAZ MARTÍNEZ, M.ª Rosario VALVERDE CASTRO, «Goths Confronting Goths: Ostroghotic Political Relations in Hispania», en Sara J. Barnish, Federico Marazzi (eds.), The Ostrogoths from the Migration Period to the Sixth Century: An Ethnographic Perspective, San Marino, The Boydell Press, 2007, pp. 353‐386 (Studies in Historical Archaeoethnology); F. RODAMILANS RAMOS, «El Primado romano»; Elena MALASPINA, Marc REYDELLET, Avit de Vienne, Lettres, Paris, Les Belles Lettres, 2016 (Collection des universités de France).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 301
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
301
para las diversas epístolas, aunque todas son posteriores al 514. Dos de ellas están datadas por la mención al año en el que fue cónsul Agapito, a. 517; por lo tanto, esta última fecha es la data post quem del inicio de la correspondencia. Estas dos epístolas llevan añadida la data por la «era 555», que hace alusión a la era hispana. En la can‐ cillería romana no se fecharía por ésta; por ello, el añadido «era 555» debió ser incluido en la copia en Hispania de estas epístolas, circuns‐ tancia de indudable importancia ya que se incluyeron en la colección canónica hispana. En dos epístolas se alude al fin del cisma acaciano, que se produjo en febrero de 520, lo que permite considerar esta fecha como la data post quem de aquellas en las que se menciona ese hecho. El contexto político inmediato en el que se desarrolló el intercam‐ bio es el control de los territorios visigodos por el ostrogodo Teodo‐ rico, incluidos los dominios hispanos que debían estar localizados en la Tarraconense y en una parte de la Cartaginense y la Lusitania, pero también la existencia del reino Suevo en parte del ámbito occi‐ dental de la península, y la práctica independencia de las provincias hispanas de la Bética y parte de la Lusitania. El contexto religioso mediterráneo se concreta en el último lustro de vigencia del cisma acaciano, de cuyo inicio ya se habló en un comentario anterior. La primera epístola dirigida por Hormisdas al obispo Juan es la que nos sitúa ante la temática a tratar: se alude a unas instrucciones dadas por aquél a Hispania para que los eclesiásticos se comportaran de acuerdo con los cánones; proporciona instrucciones sobre cómo actuar ante la llegada de clero griego; se otorga el vicariato apostólico a Juan, salvaguardando los derechos de los metropolitanos. A pro‐ pósito de Juan es interesante mencionar su viaje a Italia, pues de la traducción queda claro que viajó a esa región, pero que no pudo vi‐ sitar a Hormisdas, razón por la cual hay que pensar que debió viajar a otra ciudad itálica; dado que Juan parece pertenecer a una sede do‐ minada por el ostrogodo Teodorico, no sería extraño que hubiera viajado a la corte de éste, a Rávena. La primera temática aborda cuestiones relativas a la vida interna de la Iglesia. Hormisdas envía a la comunidad hispana unas normas
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 302
302
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
de comportamiento a petición del obispo Juan; pero queda claro que nada más iba a tratar de lo que en Hispania no se hacía de forma co‐ rrecta: límites a no sobrepasar respecto a la ordenación de sacerdo‐ tes, especialmente referidos a la ordenación de laicos y penitentes y a la simonía; también exige la consolidación de la autoridad metro‐ politana y alude a la periodicidad con la que se debían celebrar con‐ cilios. Excepto este último caso, todo lo anterior está relacionado con anomalías respecto a las ordenaciones eclesiásticas, por lo que po‐ demos una vez más concluir que era habitual en parte de la Iglesia hispana actuar de forma particular en esta materia, y que la concien‐ cia por parte de algunos obispos hispanos de que se trataba de actos contrarios a los cánones era la que los llevaba a solicitar la interven‐ ción de la máxima autoridad cristiana en Occidente. Es interesante constatar que no debía ser anómala la ordenación eclesiástica de laicos que no poseían ni doctrina ni disciplina. Llama la atención la advertencia de Hormisdas acerca de la necesidad de que se instruya en la sumisión a los clérigos a estos laicos ordenados, pues puede relacionarse con el bien conocido interés de grupos aris‐ tocráticos hispanos de involucrarse en la dirección de las comunida‐ des cristianas a través de la ordenación de algunos de sus miembros como eclesiásticos, pretendiendo alcanzar los grados superiores. De ahí que a continuación Hormisdas mencione el pecado de la simonía, también habitual en la Iglesia de aquellos siglos. Es un punto inte‐ resante que Hormisdas recuerde los castigos para los infractores, pues nos habla de que tal práctica no debía ser anómala en la Iglesia hispana. Como en otras ocasiones en las que los obispos hispanos consul‐ taron a Roma, también Hormisdas recuerda que todo aquello con‐ trario a los cánones podrá ser fácilmente corregido si los metropolitanos ponían en práctica las atribuciones que tenían con‐ cedidas; si el papa se veía en la obligación de recordarlo era porque la autoridad metropolitana en Hispania no era ejercida con firmeza y no era obedecida por sus sufragáneos. El refuerzo de la autoridad de los metropolitanos fue un caballo de batalla de todos los pontífi‐ ces desde el Concilio de Nicea de 325, pues para su consolidación era necesario que todos los obispos estuvieran convencidos de que
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 303
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
303
la organización eclesiástica tenía un intermediario entre ellos y el pontífice; en contra de la consolidación de la autoridad metropoli‐ tana jugaba también la dependencia política de los obispados y de las metropolitanías. Para la consolidación de la autoridad metropolitana era necesario, en primer lugar, que hubiera reuniones periódicas, esto es, concilios, dos veces al año, necesidad que recuerda Hormisdas en su carta a todos los obispos hispanos, asumiendo que circunstancias diversas podían aconsejar que sólamente se celebrara una al cabo del año. Y, en segundo lugar, que las fronteras políticas estuvieran claras y que una metropolitanía y sus obispados pertenecieran a un mismo poder político. En aquel período, Hispania estaba políticamente dividida, con dominio godo sobre dos metropolitanías, la de Tarragona y la de Mérida. Por ello es interesante reflexionar acerca de que, tras el envío de esta carta a los obispos hispanos, Hormisdas envíe otra a obispos de un ámbito más particular, la Bética, cuya metropolitanía, Sevilla, no estaba en manos visigodas. Las epístolas dirigidas a los obispos hispanos, por un lado, y a Salustio de Sevilla y a los obispos de la Bética, sus sufragáneos, por otro, han querido ser vistas como la prueba evidente de la división política de la Hispania del siglo V. Buena parte estaba en manos godas, sometida al control del ostrogodo Teodorico, de ahí que Hors‐ misdas, súbdito de éste, se dirigiera a ellos asumiendo que eran todos los hispanos. Esta circunstancia no debió ser admitida por los obispos hispanos que no estaban sometidos a los godos, esto es, bá‐ sicamente los béticos, de ahí que sus obispos se dirigieran en carta, que no conservamos, a Hormisdas para hacerlo consciente de esta circunstancia y, por lo que puede entenderse del texto, de que nada acerca de lo que había corregido en su carta a los hispanos se pro‐ ducía en sus obispados. Hormisdas enviaba a Salustio unos docu‐ mentos que podemos deducir que serían unas instrucciones similares a las que hizo llegar a los otros obispos hispanos. Además, como buen político eclesiástico que era, reconoció tal diferencia; tanto es así que concedió el vicariato apostólico al metropolitano de Sevilla para las provincias de Bética y Lusitania, lo que supone una división del poder vicarial en Hispania, pues recordemos que al
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 304
304
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
obispo Juan le había también concedido el vicariato apostólico que, entendemos, se refería a los obispados de la Hispania controlada por los godos. Si la sede de Juan fuera la metropolitanía de Tarragona, como también se ha propuesto, se entendería mejor todo el proceso que si fuera la de Elche, pues se trata de un obispado de la metropo‐ litanía de Cartagena. El vicariato apostólico en Hispania ha sido una cuestión muy de‐ batida para este período concreto, porque simultáneamente existie‐ ron dos: uno concedido a Salustio de Sevilla para la prácticamente independiente Bética y la parte de la Lusitania no controlada por los godos, y otro para Juan, el cual debió extenderse a los dominios his‐ panos controlados por los godos. Pero a ambos hay que añadir el vi‐ cariato apostólico concedido para la Galia e Hispania a Cesáreo, obispo de Arlés. La gran magnitud de los asuntos a tratar por el pon‐ tífice romano y la particularidad de las problemáticas de las diversas iglesias de los antiguos territorios del Imperio romano debieron aconsejar la delegación de la autoridad episcopal a los más destaca‐ dos obispos de diversos territorios, de tal modo que todos los pro‐ blemas generados en los obispados pasaran primero por el filtro del metropolitano y después por el del vicario apostólico. Todo lo ante‐ rior es lo que se deduce de la primera carta enviada a Juan y de la enviada a Salustio de Sevilla. Entra, sin embargo, en cuestión el vi‐ cariato apostólico para la Galia e Hispania concedido al obispo de Arlés en 514 por el papa Símmaco (Epist. 16 [= Collectio Arelatensis (CPL 1625), 28]); no obstante, la vinculación en ese vicariato de ambas zonas ha llevado a proponer, pensamos que con razón, que en esta ocasión la referencia a Hispania implicaría únicamente a los dominios godos en ámbito galo, esto es Septimania; debemos recor‐ dar que Arlés estaba también bajo dominio godo en aquellos mo‐ mentos. Del mismo modo, con el vicariato de Hispania para Juan se haría referencia a los dominios godos del ámbito hispano, funda‐ mentalmente la Tarraconense. El segundo bloque es el que nos sitúa ante un panorama más in‐ ternacional, al tiempo que nos habla de una Iglesia hispana afectada por las implicaciones del cisma acaciano. Todo él tiene que ver con el modo en que Hormisdas comunicó a sus iglesias sufragáneas de
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 305
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
305
Occidente tanto el carácter de sus relaciones con las iglesias orienta‐ les a propósito de la separación que existía entre ellas desde el año 483, como su continua y explícita proclamación de la indiscutible au‐ toridad de la sede de san Pedro. Alguna de ellas son el único testi‐ monio de cómo el pontífice transmitió a sus sufragáneos occidentales el fin del cisma y el triunfo de los postulados defendidos por Roma. Un primer grupo de cartas tiene como interlocutores al obispo Juan y a los obispos hispanos; estas cartas son las primeras, crono‐ lógicamente hablando, que envió Horsmisdas a Hispania, en un mo‐ mento en que las relaciones entre Roma y Constantinopla se encontraban en la peor fase; para la comprensión de este grupo son de gran ayuda las cartas intercambiadas por Avito de Vienne con distintas personalidades de Italia así como con el propio Hormisdas. Hormisdas envió, por medio del diácono hispano Casiano, las ins‐ trucciones que le solicitaba Juan, así como copia de un documento procedente de los archivos eclesiásticos para que se pudiera proce‐ der con seguridad a la hora de decidir si se aceptaba en su comunión a los clérigos griegos que llegaran a Hispania. El documento proce‐ dente de los archivos eclesiásticos era la llamada Formula Hormisdae, que todos los clérigos orientales debían firmar y enviar a Roma para que quedara constancia de que condenaban a los implicados en el cisma y abrazaban los postulados defendidos por el pontífice. En las epístolas hispanas relacionadas con el desarrollo del cisma acaciano encontramos datos que nos sitúan ante un momento con‐ creto de las negociaciones del papa para lograr que los cristianos orientales volvieran a la obediencia romana: se menciona que había conseguido la lealtad de Tracia, Dardania, Iliria, Epiro Antiguo y Se‐ gunda Siria, logro que se alcanzó a finales de 517. Punto obligado de análisis es la procedencia concreta de ese clero griego y las razones por las cuales pudieron arribar a estas tierras. Esta carta se ha analizado a menudo junto con las de Avito de Vienne y en el contexto de las relaciones entre el emperador Anastasio y el reino burgundio. Dada la llegada conocida de gentes orientales a Vienne, algunos investigadores han considerado que este clero griego presente en Hispania sería enviado por el emperador Anas‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 306
306
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
tasio en misión evangelizadora para sembrar la desunión en la Igle‐ sia hispana que estaba sometida a la tutela de sus dos enemigos, el papa y el rey ostrogodo; sin embargo, no conocemos ninguna refe‐ rencia a la intención evangelizadora de Anastasio. Pensamos que puede haber otra explicación a la llegada de clero griego a Hispania: en todas las epístolas que los orientales envían a Roma se habla de huida y exilio de obispos y archimandritas tras ser depuestos y ex‐ pulsados por Anastasio; por ello pensamos que una propuesta viable es que el clero griego en Hispania fueran clérigos orientales expul‐ sados por el emperador que buscaban refugio en tierras occidentales. La muerte de Anastasio en julio de 518 y la subida al trono de Jus‐ tino, un emperador calcedonense, pusieron fin al problema acaciano. El segundo conjunto de epístolas, enviadas primero a Juan de Elche y, después, a los obispos de la Bética, son posteriores, ya que Hor‐ misdas comunicaba que las iglesias de Roma y Constantinopla y al‐ gunas otras de Oriente habían recuperado la comunión en la fe, sus esperanzas de que ocurriera lo mismo con iglesias aún remisas y les enviaba copias de los documentos firmados por el nuevo emperador. Con seguridad, el papa debió comunicar estos hechos a todo Occi‐ dente; sin embargo, no nos han llegado más que las enviadas a los hispanos, lo que convierte a ambas epístolas en interesantes objetos de estudio dentro del análisis del conjunto del cisma acaciano. El lenguaje que utiliza Hormisdas para aludir a Justino I, lo llama «clementísimo príncipe de Oriente», y al patriarca de Constantino‐ pla, al que llama «hermano y consacerdote», es ilustrativo del nuevo clima alcanzado entre aquellos grandes poderes. En ellas, Hormisdas dejó claro que no sólo había sido la iglesia de Constantinopla la que había vuelto a la unidad, sino que él no había cedido, pues el empe‐ rador y el patriarca habían firmado el documento que exigía. Ésta era una afirmación necesaria de Hormisdas, para que todos sus sa‐ cerdotes, obispos y monjes conocieran el triunfo de la sede petrina. En la segunda carta enviada a Juan le solicitaba que se comuni‐ cara la buena nueva de la reconciliación a todas las iglesias hispanas que dependieran de él, lo que nos lleva a relacionar ésta con otra te‐ mática abordada por Horsmisdas en su correspondencia con los his‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 307
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
307
panos, a la que ya hemos hecho alusión: la concesión de vicariatos apostólicos al obispo Juan y al obispo Salustio de Sevilla, respecti‐ vamente. [MVG] [25‐27] Avito de Vienne, Cartas 35‐37 (olim 39‐41)7 [25] Avito de Vienne, Carta 35 (olim 39) Carta del bienaventurado obispo Avito al varón ilustre Senario (1) El obispo Avito al ilustrísimo varón Senario. Después de haber disfrutado con frecuencia del favor de vuestra eminencia, pues siempre me acogéis con amabilidad, os envío mis saludos a través de esta página que hace las veces de servidor mío. (2) Y como sabéis que ha sido fijado por los decretos conciliares que, en caso de que surja alguna duda en relación con todo aquello que atañe a la estabilidad de la Iglesia, los miembros que venimos des‐ pués recurramos al primero de los sacerdotes de la Iglesia de Roma como si fuese nuestra cabeza, de acuerdo con la decisión común de los prelados de la provincia de Vienne, diligentemente y con la de‐ bida veneración, he enviado nuestros respetos al santo Hormisdas o a quienquiera que sea el papa en la actualidad, deseando conocer directamente de la autoridad de la citada sede qué noticias tiene de los resultados de la legación enviada por ella misma a Oriente. (3) En efecto, como he dicho, cuando soy consultado por las gentes de mi provincia, no me atrevo a responder a menos de haber consultado a quien está por encima de mí. En consecuencia, es necesaria la asis‐ tencia de vuestra excelencia para que en lo que respecta a una y otra
7 Edición: E. MALASPINA en E. MALASPINA, M. REYDELLET, Avit de Vienne, epist. 35‐37, pp. 84‐90 (con traducción de M. Reydellet). Otra edición de Rudolf PEIPER, Alcimi Ecdicii Aviti Viennensis episcopi opera quae supersunt, Berlin, Apud Weimannos, 1883 (Monumenta Germaniae Historica. Auctores Antiquissimi, 6,2), epist. 39, p. 68; epist. 40, pp. 68‐69; epist. 41, pp. 69‐70. Hay otra traducción de Danuta SHANZER, Ian WOOD, Avitus of Vienne. Letters and Selected Prose, Liverpool, Liverpool University Press, 2002 (Translated Texts for Historians, 38), pp. 124‐133 (epist. 39, pp. 124‐125; epist. 40, pp. 126‐127; epist. 41, pp. 128‐129.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 308
308
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
parte se cumpla debidamente que nuestra consulta llegue a su des‐ tino y que, a su vez, quien puede resolverla nos envíe una respuesta. (4) Sin duda, no atañe únicamente a los obispos la estabilidad de la Iglesia, ésta es una preocupación común de todos los fieles. Quie‐ nesquiera que regimos la Iglesia y dondequiera que estamos mira‐ mos por vuestros intereses en materia de religión católica. Cuando algún aspecto de la regla de la fe sufre una enfermedad o alcanza la salud, conviene que vos os regocijéis o gimáis junto con nosotros. (5) Por lo tanto, no cabe imaginar que vos vayáis a ocultar algo en rela‐ ción con la materia sobre la que os consulto. Si yo actuase única‐ mente en mi propio nombre, vuestras noticias bastarían para satisfacer mi consulta, pues nada puedo oír del papa que sea más verdadero que lo que oigo de vos. Pero el bien común de las iglesias exige que un doctor nos dé a conocer lo que vos ya sabéis. (6) No obstante, yo, que estoy unido a vos por un afecto especial, si lo tenéis a bien, esperaré a título particular una carta vuestra en la que, cier‐ tamente, como he dicho, la verdad pueda informarme de todo aque‐ llo que el obispo de la ciudad de Roma, haciendo uso del privilegio de su autoridad, se alegrará de responder a quienes aguardan sus noticias. [26] Avito de Vienne, Carta 36 (olim 40) Carta del bienaventurado obispo Avito de Vienne al obispo Pedro de Rávena (1) Avito, obispo de Vienne, a Pedro, obispo de Rávena. Incluso si no husiese otro motivo por el que la expresión de mi devoción llegase hasta vuestra beatitud a través de un sirviente lite‐ rario, sería justo que vos fueseis honrado por todos, pues merced a vuestra santa reputación habéis infundido en todos el afecto por vos. (2) Ciertamente, es oportuno que vos seáis solicitado no en menor medida que la sede romana, pues ella no refulge con más intensidad por su autoridad de lo que vos refulgís por vuestra caridad. Después de mostrar mis respetos a vuestra reverencia, como es debido, con‐ fieso a vuestro apostolado, aun con vergüenza, la ignorancia de las Galias. Y no creo que sea preferible que alguien finja que sabe algo
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 309
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
309
a que lo aprenda, si lo ignora. (3) Cuáles son las relaciones entre la Iglesia de Roma y la de Constantinopla no lo sabemos por ninguna autoridad en concreto, antes bien, las conocemos sólo por rumores y por diversas personas que nos las han comunicado. Y por esa razón, a fin de que no se nos tenga por unas gentes tan despreocu‐ padas como toscas, en estos momentos a través de los clérigos de Vienne toda la provincia consulta al santo papa y a vuestra beatitud con objeto de que en una respuesta por escrito nos expongáis con una saludable claridad los acuerdos que habéis establecido con la parte oriental sobre los principios de la fe, pues, dado que es lícito de todo punto solicitar la enseñanza incluso de los maestros que se encuentran lejos, debe procurarse en favor de la firmeza del cuerpo que los miembros tengan siempre un buen conocimiento de la salud de su cabeza. (4) En consecuencia, si a esos siervos vuestros y mis queridos hijos, a los que he enviado precisamente con ese propósito, se les concede el permiso de dirigirse a Roma, bastará con que las Galias sean instruidas por los dos príncipes de la Iglesia. Y si, por un casual, aquellos que hemos enviado regresan desde vuestra sede, la respuesta digna de fe de vuestro apostolado será para nosotros una garantía de toda la información que ha de llegar a todos. [27] Avito de Vienne, Carta 37 (olim 41) Copia del informe del obispo galo Avito (1) A mi santo señor, el papa Hormisdas, excelentísimo por sus méritos, gloriosísimo en Cristo y dignísimo de la sede apostólica, Avito. Puesto que sois consciente de que conviene a la estabilidad de la religión y a los ricos fundamentos de la fe católica que el cuidado vi‐ gilante de vuestra prudencia mantenga informada a la grey que os ha sido confiada por todos los miembros de la Iglesia universal, el año pasado, si os dignáis acordaros, visitasteis la provincia de Vienne enviando una carta a mi humilde persona, carta que llegó hasta mí, aprovechando una oportunidad que se había presentado, por medio de unos clérigos de la iglesia de Arlés y que estaba llena, ciertamente, de solicitud pastoral. (2) En ella, al mismo tiempo que
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 310
310
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
nos invitasteis a participar de la alegría general en virtud de la con‐ versión de algunas provincias, a saber, Dardania, el Ilírico y Escitia, nos advertisteis también con una prudentísima exhortación que pro‐ curásemos que ningún mal nos sorprendiese por ignorancia. (3) Y, así, la condena de Eutiques y Nestorio, a los que en el pasado la au‐ toridad de vuestra santa sede reprobó por medio de vuestros santí‐ simos predecesores, llegó ya tiempo atrás a nuestro conocimiento merced a la diligencia de vuestra apostólica preocupación por nos‐ otros. (4) Pero ahora nos tiene muy desasosegados y preocupados la circunstancia de que, aunque habéis dispuesto que estemos pendien‐ tes con suma atención y solicitud del resultado de la legación en‐ viada por segunda vez a Constantinopla, no nos habéis hecho saber ni lo que os ha comunicado vuestro santo hijo y mi querido hermano Ennodio, ni si la legación ha regresado con buenas noticias, y habéis diferido vuestra promesa con un silencio tan duradero que en estos momentos la taciturnidad del predicador nos deja no menos atónitos de lo que antes nos había dejado inquietos la demora de la legación. (5) En consecuencia, he enviado con la presente carta llena de hu‐ milde devoción a vuestros siervos y mis queridos hijos, el presbítero Alecio y el diácono Vivencio, en nombre de toda la provincia de Vienne, que fue confiada por todos vuestros predecesores y la sede apostólica a la iglesia que está bajo mi cargo, con el único propósito de conocer por medio de ellos, de acuerdo con vuestra santísima res‐ puesta, si el fervor de los citados cismas que se había propagado por la ciudad de Constantinopla con el vicio de una perniciosa obstina‐ ción y al que decís que se han sumado las iglesias de Alejandría y Antioquía, lo que es aún más doloroso, ha sido suprimido con la de‐ bida reprensión merced a vuestras enseñanzas y con la ayuda de Cristo, o si la legación, a su regreso, ha aportado en unas páginas claras un informe cuya lectura no deja ninguna duda, o si, más bien, por un casual, ha comunicado a un mensajero algo por lo que os queda alguna sospecha en relación con ese asunto. Tememos, en efecto, que, cuando el dictamen del sumo pontífice no da buenas no‐ ticias, es que ha tenido conocimiento de sucesos adversos. (6) A esto se añade que hemos sabido por la relación digna de fe de diversas personas que Grecia se jacta de haberse reconciliado con la Iglesia de Roma y haber llegado a un acuerdo con ella. Así como debemos
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 311
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
311
felicitarnos por ello, si los rumores son verdad, también hemos de mostrarnos precavidos, no sea que resulte una falaz simulación. (7) En consecuencia, todos os suplicamos en interés de mi servicio que me instruyáis sobre lo que debe responderse a vuestros hijos y mis queridos hermanos, esto es, a las gentes de las Galias, en caso de que se me consulte, pues, convencido, como estoy, no diré ya de la de‐ voción de Vienne, sino de la de toda la Galia, os aseguro que todos desean conocer vuestro juicio sobre la situación de la fe. (8) Orad tanto por que no nos engañe la artificiosa profesión de fe de los de‐ pravados, como por que la verdad, una vez conocida, no nos aparte de la unidad de la Iglesia que regís. (9) Recibida dos días antes de las calendas de febrero durante el consulado de Agapito de manos del presbítero Alecio y el diácono Vivencio. [28] Hormisdas, Carta 38 (olim 42) del Epistolario de Avito de Vienne8 Hormisdas, al obispo Avito (1) Al obispo Avito y a todos los obispos de la provincia de Vienne que dependen de tu diócesis, Hormisdas. Quien, a pesar de poseer grandes conocimientos en todas aquellas materias que atañen a la disciplina católica, desea ser instruido en ellas, deja ver de un modo manifiesto qué solicitud muestra por los manda‐ tos divinos. En efecto, una preocupación de este tipo no puede darse, salvo en aquel en el que existe una fe sincera. (2) Y, por ello, nos felici‐ tamos de la sinceridad de tu deseo, queridísimo hermano, cuando, por la carta que nos has enviado por medio del presbítero Alecio y el diá‐ cono Vivencio, comprobamos que te interesas por las decisiones de la sede apostólica en relación con los impíos transgresores Eutiques y Nestorio y que preguntas si nuestra prudencia ha tomado alguna me‐ dida contra aquellos por cuya actuación se han visto confundidas las iglesias orientales. (3) Es, ciertamente, una solicitud digna de alabanza 8 Edición: E. MALASPINA en E. MALASPINA, M. REYDELLET, Avit de Vienne, epist. 38, pp. 90‐96 (con traducción de M. Reydellet). Otra edición de R. PEIPER, Alcimi Ecdicii Aviti, epist. 42, pp. 70‐72 (= epist. 22, ed. A. THIEL, Epistolae, pp. 783‐786). Hay otra traducción de D. SHANZER, I. WOOD, Avitus, pp. 129‐133.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 312
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
312
por parte de los fieles el hecho de que se entristezcan por los pecados de unos pobres desdichados y cuiden, por lo que a ellos mismos res‐ pecta, de no verse afectados por el contagio de un error ajeno. Pero no debéis creer que nosotros hemos dejado de hacer llegar a vuestro co‐ nocimiento una adecuada información sobre cualquier suceso que hu‐ biese podido acontecer. En cualquier caso, nos excusamos de inmediato por ese silencio nuestro por el que vuestra dilecta persona se ha sentido inquietada. (4) En efecto, puesto que nuestra prudencia no se dirige a vosotros a menudo, es que tenemos una total confianza en la firmeza de vuestra conciencia y vuestra fe. Debe mostrarse, sin duda, una gran solicitud con aquellos de fe insegura, mientras que es suficiente con indicar a los perfectos9 lo que debe evitarse. (5) Si se hu‐ biesen producido los resultados deseados de nuestra legación, que hemos enviado en esta ocasión por primera vez, y no por segunda, como escribís, habríamos compartido de inmediato y llenos de alegría con vosotros lo que tanto deseamos, sabedores de que se ajusta a la razón y a nuestro propósito el que extendamos el gozo de la recupe‐ ración de la unidad a aquellos que hemos hecho partícipes de nuestra inquietud. (6) Pero, en lo que hace a los griegos, se refieren a sus deseos de paz más de palabra que de corazón y sus palabras son más justas que sus actos, de palabra se jactan de querer lo que de hecho muestran no querer, no respetan lo que han profesado y siguen aquello que han condenado. (7) En efecto, a causa de ello se da la circunstancia de que, si bien por medio de nuestro hermano y coepíscopo Ennodio habían asegurado que mandarían a unos varones de rango sacerdotal para confirmar aquello que había solicitado la sede apostólica, comprome‐ tiéndose, además, a otras muchas cosas que habían sido requeridas por nosotros para corrección de su depravación, no sólo no enviaron, de acuerdo con sus propias decisiones, a unos varones consagrados a la vida religiosa sobre cuya autoridad pudiese recaer toda la resolución del conflicto, sino que, además, despachando a unos laicos ajenos al estamento eclesiástico, como si se discutiese un asunto menor, no se preocuparon en ese momento por salir del cieno en el que se hallan inmersos e incluso creyeron poder ensombrecer con su compañía a
9
Cfr. Col 1,28; II Tim 3,17.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 313
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
313
quienes resplandecían con el brillo de la fe católica,10 cosa que ojalá no ocurra nunca. (8) Éste fue el motivo de nuestro silencio, un motivo que vosotros advertisteis también, pues la prudencia del Espíritu11 os lo reveló. En efecto, ¿qué podía yo indicaros sobre el citado conflicto me‐ diante el envío de una carta, cuando veía que una obstinada perfidia lo mantenía pertinazmente en la misma situación? Las resoluciones novedosas reclaman con solicitud una diligente relación de lo ocu‐ rrido, pero, quien nada indica a propósito de hechos ya conocidos, pone de manifiesto con claridad que éstos permanecen en la misma situación de antes. (9) Así pues, queridísimo hermano, por la presente os exhortamos a vos y a través de vos, puesto que se nos presenta la ocasión de ello, animamos a todos los demás a lo largo de las Galias a quienes abraza la misma fe que a nosotros a que conservéis vuestra fe con la constancia que habéis prometido y es cara a Dios, a que, aleján‐ doos de la sociedad de los transgresores, presentéis vuestra constancia a Cristo como una casta doncella a un solo varón, tal y como os com‐ prometisteis, y a que os mostréis precavidos, no sea que, del mismo modo que la serpiente sedujo a Eva con su astucia, así también los sen‐ tidos de algunos se corrompan, apartándose de la sencillez y la casti‐ dad que hay en Cristo Jesús.12 (10) Son peligrosas las atenciones de los malvados y, por lo tanto, conviene que os mantengáis vigilantes, pues el enemigo de la salvación del hombre da vueltas de un lado a otro como un león rugiente, buscando a quien devorar. Resistid ante él, mostrándoos fir‐ mes en vuestra fe.13 En efecto, poseen esta peculiar característica de su padre, que fue arrojado desde las alturas del cielo,14 aquellos que si‐ guen sus pasos y lo veneran, a saber, que, privados ellos mismos de la luz de la verdad, se alegran de que los demás se vean envueltos en las sombras de su misma oscuridad y, como saben que han de pagar las penas de su perversidad, sienten un gran placer si consiguen implicar 10 La última parte de este parágrafo presenta problemas textuales. Seguimos el texto de Malaspina. Otra interpretación en D. SHANZER, I. WOOD, Avitus, p. 2 n. 2. 11 Cfr. Rom 8,6. 12 Cfr. II Cor 11,2‐3. 13 I Petr 5,8‐9. 14 Seguimos aquí el texto de Peiper: «Quia hoc speciale habent patris sui de caeli arce deiecti, qui uestigia eius sequuntur» (p. 71, lín. 26), contra la corrección de Malaspina: «Quia hoc speciale habent patris sui: de caeli arce deiecti quidem uestitia eius sequuntur» (p. 93).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 314
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
314
a otros pobres desdichados en su misma condena. (11) ¿Qué otra razón hay, en efecto, para que, después de haber sido abandonados en gran medida por sus conterráneos de Tracia, Dardania y el Ilírico, una vez conocida su perversidad, se esfuercen en atraerse con engaños y artes diversas a quienes habitan más lejos, fundando sus esperanzas en la ignorancia de éstos, sino el afán de mancillar también en otros con su impío contagio la luz de la que ellos mismos no disfrutan? (12) Y a fin de que podáis conocer el celo que muestran esas regiones, muchos tra‐ cios, a pesar de ser oprimidos por las incursiones de sus perseguidores, con todo, permanecen en comunión con nosotros, sabedores de que la fe brilla con más fuerza en medio de las adversidades. Dardania y el Ilírico, regiones vecinas de Panonia, nos solicitaron que ordenásemos obispos para ellos, lo que hicimos de inmediato allí donde fue necesa‐ rio, alegrándose tanto de separarse de la sociedad de los depravados que buscaban todo tipo de remedios con tal de no tener nada en común con los transgresores. El metropolitano del Epiro, esto es, el obispo de Nicópolis, tras separarse recientemente de los impíos junto con su sínodo, se ha sumado a la comunión apostólica, haciendo la profesión de fe con la que debía llevarlo a cabo.15 (13) Hemos creído que todo esto debía ser incluido en la presente misiva a fin de que, del mismo modo que conviene que nos aflijamos por la suerte de los que perecen, así también nos felicitemos por la salud de los que regresan, y de que los fieles situados en regiones alejadas a las de ellos aprendan con qué solicitud debe evitarse el veneno de aquellos que ven que in‐ cluso son rechazados por sus propios conterráneos con tan justo des‐ precio. (14) Y en cuanto a nosotros, ciertamente, es necesario que, teniendo presente en todo momento nuestra misión, nos reunamos con ellos mediante el envío de repetidas legaciones de modo que, si no se dejan conmover en su deseo de salvación ni por el respeto debido a Dios ni por el impulso de la razón, acaben dejándose convencer, al menos, por quienes les insisten con reiteración y pertinacia y regresen, así, al camino recto, renunciando a sus errores, o bien sean juzgados 15
De nuevo nos apartamos de la edición de Malaspina: «deprompta, quae id efficeret, professione» (p. 94), en general, muy intervencionista a la hora de corregir el texto de la tradición manuscrita, para seguir de nuevo a Peiper, que nos parece que, en general, se esfuerza por mantener con mínimas correcciones el texto recibido: «deprompta, qua efficeret, professione» (p. 72, lín. 7).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 315
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
315
culpables por todos debido a la falta de arrepentimiento de su corazón aquellos que, pese a haber sido advertidos en tantas ocasiones, persis‐ ten en la obstinación de su perfidia. (15) Vosotros orad y sumad a los nuestros vuestros ruegos y votos a Dios para que, por obra de su mi‐ sericordia, nuestra actuación, que se esfuerza en favor de la estabilidad de la fe católica, consiga, además de guardaros a vosotros en toda pu‐ reza y libres de toda mancha lejos de la sociedad de los transgresores, bien unir nuestros sentimientos y corazones a los de aquellos, tras lo‐ grar su conversión, bien merecer permanecer no inficionados por sus venenos. (16) En efecto, quienes sabemos, así como también vosotros afirmáis que no se oculta a vuestro conocimiento, que Eutiques y Nes‐ torio han sido condenados por la autoridad de una sentencia apostó‐ lica, esto es, católica, ¿cómo podríamos alcanzar la salvación, si nos uniésemos a los partidarios y seguidores de aquéllos con algún tipo de acuerdo, pues Belial no puede tener parte en modo alguno en nues‐ tro amado Cristo?16 (17) Por lo demás, creemos que es de interés para vuestra instrucción que, mediante la lectura de los documentos opor‐ tunos, os informemos de la actuación ante nosotros de las gentes de Nicópolis y Dardania y de qué modo éstas han sido acogidas de nuevo en la comunión de nuestra fe. Entregada el decimoquinto día antes de las calendas de marzo durante el consulado de Agapito. [29‐34] Hormisdas, Cartas enviadas a Hispania (cartas 24‐26, 88, 142‐143)17 [29] Hormisdas, Epistolario, Carta 24: Carta I al obispo Juan de Illice Al queridísimo hermano Juan, Hormisdas. 16
Cfr. II Cor 6,15. Edición: A. THIEL, Epistolae, pp. 787‐788 (epist. 24: Epistula I ad Iohannem Illicitanum ep.), pp. 788‐796 (epist. 25‐26: Epistulae ad uniuersos episcopos Hispaniae), p. 885 (epist. 88: Epistula II ad Iohannem Illicitanum ep.), pp. 979‐981 (epist. 142: Epistula ad Salustium Hispalensem ep.) y pp. 981‐982 (epist. 143: Epistula ad episcopos Baeticae prouinciae). Hay traducción de J. TEJADA Y RAMIRO, Colección de cánones de la Iglesia española, vol. 2, p. 1003 (epist. 88), pp. 1004‐1005 (epist. 24), pp. 1005‐1008 (epist. 25), pp. 1009‐1011 (epist. 26), pp. 1015‐1016 (epist. 142) y pp. 1017‐ 1018 (epist. 143), reproducida en ID., Colección de cánones y de todos los concilios, vol. 2, con la misma paginación. 17
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 316
316
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
(1) Tu caridad se mostró llena de bondad y de fe al comunicarnos mediante el envío de una carta tu llegada a Italia y revelarnos qué profundo es el sentimiento religioso que hay en ti. ¡Ojalá se nos hu‐ biese presentado la ocasión de gozar de tu presencia para saciar nuestro gran afecto por ti, de modo que pudiésemos felicitarnos de disfrutar de la conversación de aquel a quien abrazamos por medio de una misiva! Pero también pusiste de manifiesto, queridísimo her‐ mano, con qué amor veneras la fe católica, cuando deseaste que se conserve sin ser transgredido en modo alguno todo aquello que res‐ ponde a las normas de los padres y los preceptos católicos, espe‐ rando que nosotros, extendiendo hasta las iglesias de Hispania unos estatutos generales, fijemos la doctrina concorde con las normas ecle‐ siásticas en relación con aquello que allí se lleva a cabo de forma ne‐ gligente o impía. Hemos abrazado la intención que entendemos que existe en ese deseo. En efecto, ¿qué puede sernos más grato que ha‐ blar con los fieles o en qué podemos encontrar una mayor dicha que en traer de regreso desde el error a los que se han extraviado? Así pues, saludándote con el afecto que nos une, te hacemos saber por medio de tu diácono Casiano que te hemos enviado unos estatutos generales en los que hemos establecido convenientemente todo lo que debe observarse conforme a los cánones y hemos determinado suficientemente la cautela que conviene mostrar con respecto a aque‐ llos que proceden del clero griego. Pero, además, las instrucciones añadidas, tomadas de los archivos eclesiásticos, os enseñarán el modo en que debe desarrollarse esta causa con objeto de que, tras conocer las transgresiones de los impíos y el vigilante celo de la sede apostólica en defensa de las reglas de los padres, por medio del odio que mostréis a los condenados pongáis de manifiesto que amáis a la asamblea de los fieles. (2) Y como debido a la petición de tu caridad se nos ha presentado la posibilidad de esta providencia, recompensamos por ello a tu so‐ lícita persona y, manteniéndose sin cambio los privilegios propios de los metropolitanos, delegamos en ti las funciones de la sede apos‐ tólica de manera que te sitúes en lo alto de la atalaya, cuides de que se observe todo aquello que está fijado en los cánones y ha sido es‐ tablecido recientemente por nos y nos informes por medio de una
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 317
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
317
misiva de todo lo que resulte digno de ser comunicado en relación con los asuntos eclesiásticos. Corresponderá a tu celo y cuidado ac‐ tuar de tal modo en relación con aquello que se adjunta que imites la fe y la ortodoxia de aquel cuya responsabilidad asumes.18 Dada el cuarto día antes de las nonas de abril19 en el consulado del clarí‐ simo varón Agapito. En la era 555. [30] Hormisdas, Epistolario, Carta 25: Carta I a todos los obispos de Hispania A todos los queridísimos hermanos elegidos como obispos en Hispania, Hormisdas. (1) Bienaventurada sea la Trinidad, nuestro Dios, que, tras exten‐ derse la tranquilidad de su paz por todas las regiones de la Repú‐ blica romana merced a su misericordia, nos ha concedido también la posibilidad de demostrarnos nuestro amor los unos a los otros a fin de que, quienes estamos unidos por la firmeza de la fe, veamos también estrechadas nuestras relaciones mediante la gozosa dicha de la conversación con objeto de incitar más fácilmente a vuestros corazones al culto de la religión con apostólicas amonestaciones, al dirigirnos a vosotros por carta, y de mostrar un completo amor hacia Dios, al transmitiros el presente de nuestro afecto como algo que os debíamos. Así pues, queridísimos hermanos, unamos nuestras con‐ tinuas y humildes oraciones y, suplicando con las lágrimas de nues‐ tro rostro y nuestro corazón, imploremos a nuestro Señor con preces sin fin estar unidos en nuestra instrucción y nuestras obras a aquel de quien queremos ser miembros y que no nos desviemos nunca por un sendero equivocado del camino que es Cristo,20 no sea que nos veamos desamparados con justicia por aquel de quien impíamente nos apartamos. Podemos conseguirlo con la ayuda del favor celestial de este modo: si observamos los dogmas apostólicos y los mandatos de los padres. En efecto, dice nuestro Señor:21 Quien me ama, escu‐ 18 19 20 21
Es decir, el papa. 2 de abril. Cfr. Ioh 14,6. Ioh 14,23.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 318
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
318
chará mis palabras y mi Padre lo amará y vendremos junto a él y haremos morada en él. Y si bien estas palabras podrían ser suficientes, en ge‐ neral, para que nos apartásemos de lo erróneo y custodiásemos los estatutos católicos, con todo, puesto que, por medio de una misiva de nuestro hermano y coepíscopo Juan, ha llegado a nuestro cono‐ cimiento que se llevan a cabo entre vosotros algunas prácticas con‐ trarias al respeto debido a los cánones, alejando de mí el peligro que amenaza a los doctores por su silencio y empujado por esas palabras del profeta que dicen:22 ¡Habla, no calles!, he creído que todo ello debía ser establecido mediante unos estatutos generales. (2) Establezco, por lo tanto, que debéis tener presente a la hora de ordenar sacerdotes lo que ha sido prescrito y fijado por los pa‐ dres, pues, del mismo modo que Cristo es la cabeza de la Iglesia,23 así los sacerdotes son los representantes de Cristo y, en consecuencia, conviene mostrar un gran cuidado a la hora de elegirlos. Procede, en efecto, que sean irreprensibles24 aquellos que es necesario que estén al frente de quienes deben ser corregidos y que no falte nin‐ guna virtud a aquella persona en quien recae la autoridad de la re‐ ligión y la responsabilidad de la disciplina. Que cada uno piense el valor que posee el rebaño del Señor para que comprenda qué méri‐ tos conviene que tenga el pastor que debe ser elegido. Esto será así en caso de que los laicos no se incorporen sin ningún control a los grados del sacerdocio, saltando, por así decirlo, dentro de ellos. Debe mostrar qué clase de vida es la suya, pasando largas pruebas, aquel a quien se encomienda el gobierno de una iglesia. No negamos que entre los laicos existen costumbres gratas a Dios, pero los estatutos de la fe requieren soldados bien probados. Todo el mundo debe aprender previamente aquello que ha de enseñar y ofrecer en su pro‐ pia persona un ejemplo de vida religiosa a los demás antes que to‐ marlo de ellos. Conviene que sea más virtuoso que el pueblo quien debe orar por el pueblo. Que sea frotado con una larga observación de su religiosidad para que brille y que durante largo tiempo esté al servicio de los demás, instruyéndose en la sumisión a los clérigos, 22 23 24
Act 18,9. Cfr. Eph 5,23; Col 1,18. Cfr. I Tim 3,2.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 319
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
319
para que, una vez llegado a lo más alto del venerable grado, muestre cuál es el fruto de la humildad. No fue infundado ni vano el hecho de que entre los antiguos no se admitía junto a los altares sagrados a ningún varón que no fuese del linaje de Leví a fin de que no acce‐ diese de cualquier modo al culto sagrado una persona indigna, al ser dejados a un lado los méritos bien por dinero, bien por arrogan‐ cia. En nuestros días la doctrina hace las veces del linaje: lo que para aquéllos fue resultado del nacimiento, para nosotros es resultado de la instrucción, a aquéllos la naturaleza los confiaba al tabernáculo, a nosotros la disciplina nos engendra al servicio de los altares. (3) Y no sólo prohibimos que se hagan consagraciones de laicos, sino que, además, prohibimos que entre los penitentes cualquier impío transgresor aspire a un grado semejante. Que baste a quien lo solicite que se le conceda el perdón, pues ¿con qué conciencia ha de absolver a un reo aquel que sabe que ha confesado sus pecados en presencia del pueblo? ¿Quién ha de venerar en calidad de prelado a aquel a quien poco antes ha visto entregado al pecado? El que mues‐ tra la mancha del crimen que ha sido perdonado carece de la bri‐ llante dignidad propia del sacerdocio. (4) Añadimos también esto a lo precedente: que la bendición me‐ diante la imposición de la mano, que nuestra fe dice que procede de Dios, no se compre con dinero, pues conviene tener ante los ojos el hecho de que, cuando Simón quiso comprar el Espíritu Santo a cam‐ bio de una suma de dinero, fue objeto de la maldición del apóstol.25 Y por lo demás, ¿quién no considera vil aquello que se vende? Que la elección muestre el respeto debido en la ordenación de los sacer‐ dotes a fin de que en ese sumo honor que conceden las gentes se crea que se encuentra el juicio de Dios. En efecto, Dios se encuentra allí donde hay un consenso sencillo y ajeno a toda maldad. Pero no que‐ remos omitir tampoco este otro cuidado y esta admonición: que no se considere libre de culpa aquel que haya iniciado a un sacerdote con la bendición mística sin haber recibido él mismo ninguna suma de dinero, pero que, ya sea por propia voluntad o por necesidad, haya consentido en ello siguiendo los deseos de otro que sí haya sido 25
Cfr. Act 8,18‐23.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 320
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
320
comprado. ¿En qué aprovecha no mancharse con su propia falta a aquel que presta su consentimiento a quien ha pecado? Sin duda, actúan contra los mandamientos tanto aquel que comete un pecado propio como aquel que es cómplice de un pecado ajeno. En vano re‐ siste el espíritu ante la codicia, en caso de que no resista también ante el temor. Con la ayuda de Dios se tomarán medidas de un modo más fácil contra todo esto, si los privilegios concedidos por los santos padres permanecen en manos de los metropolitanos y si los metro‐ politanos ejercen sus funciones en sus parroquias con el respeto que conviene, de manera que ni la soberbia envilezca a los prelados ni el desprecio a quienes están a su servicio. Si estos preceptos se man‐ tienen presentes en sus actuaciones y en sus corazones del mismo modo que se leen en las Escrituras, no existirá ningún motivo de dis‐ cusión, no habrá ninguna ocasión de discordia, antes bien, se vivirá en medio de aquella paz que Dios nos prometió y concedió, reinando el amor. (5) Por esta razón, los padres, llevados por la previsión que el Es‐ píritu Santo se dignó conceder a sus seguidores, establecieron que debían celebrarse concilios dos veces al año en cada una de las pa‐ rroquias a fin de que los prelados, reunidos en un mismo lugar, si hay problemas que tratar relacionados con los asuntos de la Iglesia, deliberen sobre ellos de acuerdo con los dogmas de la salutífera ins‐ titución, o bien, si todo se ajusta a lo deseado,26 alaben con sus voces al unísono a Dios, que concede nuestros deseos. Es difícil, en efecto, que el corazón de alguien esté tan endurecido por sus malvados pen‐ samientos que se permita llevar a cabo actos merecedores de castigo, si sabe que deberá someterse al juicio de un concilio. Que tengan bien ceñidos sus lomos siempre en este camino,27 sabedores de que deberán dar cuentas de sus actos, y que renuncien, al menos, por temor a los actos ilícitos aquellos que no sean capaces de hacerlo por vergüenza. Al respecto de estas reuniones, es conocido que en los santos cánones consta que está fijado que se produzcan dos veces al año y, ciertamente, si ello es posible, conviene que esta práctica se mantenga de un modo escrupuloso. Pero si las circunstancias de los 26 27
Es decir, si no hay problemas que tratar. Cfr. Luc 12,35.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 321
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
321
tiempos o motivos inesperados no permiten que esto se cumpla, prescribimos que hay que reunirse sin ninguna excusa, al menos, una vez en el año, cuando no sea posible hacerlo dos veces. (6) Sobre éstos y otros preceptos, queridísimos hermanos, que se contienen en las normas de los padres hemos de reflexionar en nues‐ tros labios y nuestros corazones, meditando sin cesar y, tal y como está escrito,28 hemos de comunicarlos a nuestros hijos para que me‐ diten sobre todo ello en sus corazones, tanto sentados en sus casas como andando por los caminos, tanto durmiendo como levantados, pues será bienaventurado a los ojos del Señor aquel que medite día y noche sobre su ley.29 También enseñó esto el maestro de los gentiles,30 di‐ rigiéndose a su discípulo, cuando le aconseja:31 Medita sobre esto, ten esto presente, y añadiendo luego esta coletilla a su enseñanza, dice:32 Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina, pues, si reflexionamos sin in‐ terrupción sobre los estatutos de la fe, nos mantenemos alejados de los vicios, mientras el celo puesto en la obra divina no deja lugar al pecado humano. Dada el cuarto día ante de las nonas de abril du‐ rante el principado del clarísimo varón Agapito. En la era 556.33 [31] Hormisdas, Epistolario, Carta 26: Carta II a todos los obispos de Hispania A todos los queridísimos hermanos elegidos como obispos en Hispania, Hormisdas. (1) Entre aquello que nuestro hermano y coepíscopo Juan nos dio a conocer llevado por el celo de servir con utilidad a la Iglesia, en virtud de su amor por la fe católica y su respeto por la sede apostó‐ lica, nos consultó también sobre el criterio que debía seguirse a la hora de dar la santa comunión a aquellos que proceden del clero
28
Cfr. Deut 6,7. Ps 1,1‐2. 30 II Tim 1,11. 31 I Tim 4,15. 32 I Tim 4,16. 33 Así en la edición de Thiel, aunque éste ya señala en una nota al pasaje que es un error de transmisión por la era 555. 29
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 322
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
322
griego, lo que hizo, naturalmente, a causa de Acacio, que fue conde‐ nado por nuestros predecesores por su complicidad con los herejes, debido a la cual también han de ser excluidos de nuestra comunión aquellos que no se apartan del contagio de la herejía. Alabamos el propósito de este varón que muestra tan gran solicitud en defensa de la fe y los estatutos apostólicos a fin de que no se permita que nadie, ni siquiera por ignorancia, se introduzca en el cieno de un error ajeno. Es adecuado que los fieles muestren un cuidado seme‐ jante, de manera que siempre estén vigilantes con solícito celo y se mantengan libres de culpa al margen de toda perversidad. En efecto, la inocencia de la fe debe ser tal que cuide previsoramente de no co‐ meter falta alguna, ni siquiera como resultado de la casualidad. (2) Así pues, satisfaciendo los deseos dignos de elogio del citado varón y teniendo presente nuestro deber, tal y como conviene, tras escoger asimismo de los archivos de la Iglesia los documentos opor‐ tunos, los hemos enviado a vuestro concilio para instrucción de todos vosotros en general a fin de que, conociendo con mayor por‐ menor gracias a ellos lo que ha sido establecido, os mantengáis apar‐ tados de toda relación con los que se extravíen. Y no es una causa nacida del odio contra ninguna persona, sino una sentencia dictada por inspiración de Dios contra unos impíos transgresores. En esta causa, ciertamente, no hemos cesado ni de predicar ni de rogar, su‐ plicando, por un lado, al príncipe y exhortando a los sacerdotes y a las gentes, por otro, a que, desvinculándose de los transgresores, se vuelvan hacia la recta fe tanto por amor a Dios como por temor a su Juicio. Pero una desdichada obstinación los ha endurecido y esos mortíferos venenos no se dejan vencer de ningún modo, mientras crece esa malvada simiente sobre unas raíces bien firmes, yendo más y más a peor. Así pues, queridísimos hermanos, una vez instruidos de manera adecuada en todo, guardad la Iglesia de Dios y regocijaos en unión con el apóstol.34 (3) Por lo demás, os hemos enviado un memorando según el cual, si alguno de los clérigos orientales solicitase vuestra comunión, puede ser admitido a ella, pues, tal y como se recoge en ese escrito, 34
Cfr. I Petr 1,8.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 323
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
323
consta que ya han sido aceptados muchos procedentes de las regio‐ nes de Tracia, Escitia, el Ilírico, el Epiro Antiguo y la Segunda Siria, alegres por retornar a la recta fe y apartarse de las erróneas doctrinas. Por lo tanto, os exhortamos por segunda vez a que todo vuestro cui‐ dado y toda vuestra solicitud se mantengan vigilantes. Ya no hay lugar para la ignorancia y nadie puede servirse de la excusa de la simplicidad, pues ésta ha quedado obsoleta. Pecar a sabiendas es motivo de confesión y es necesario que se atribuya la falta a sí mismo aquel que no marcha por el camino señalado. Bonifacio, notario de la santa iglesia de Roma, mandó copiar del archivo estos documentos y este memorando. Y sigue: (4) Lo primero que procura la salvación es observar las normas de la recta fe y no apartarse en modo alguno de los estatutos de los pa‐ dres. Y como no puede despreciarse la sentencia de nuestro Señor Je‐ sucristo que dice:35 Tú eres Pedro y sobre esa piedra edificaré mi Iglesia etc., estas palabras que aquí se dicen son probadas por los resultados de nuestros actos, pues en la sede apostólica siempre se ha conser‐ vado la religión católica exenta de toda mácula. Y puesto que no de‐ seamos alejarnos de esta esperanza y esta fe y seguimos los estatutos de los padres, anatematizamos a todos los herejes y, en especial, al hereje Nestorio, que en otro tiempo fue obispo de la ciudad de Cons‐ tantinopla, condenado en el Concilio de Éfeso por el bienaventurado Celestino, papa de la ciudad de Roma, y por el venerable varón Cirilo, prelado de la ciudad de Alejandría. Y anatematizando por igual a Eu‐ tiques y a Dióscoro de Alejandría, condenados en el santo sínodo de Calcedonia, que seguimos y abrazamos y que predicó la fe apostólica de acuerdo con el santo Concilio de Nicea, maldecimos también al criminal Timoteo, de segundo nombre Eluro, y a su discípulo y se‐ cuaz en todos sus actos Pedro de Alejandría. Condenamos también y anatematizamos a Acacio, en otro tiempo obispo de Constantinopla, apartado de su sede apostólica, cómplice y secuaz de aquéllos, y a todos los que hayan persistido en formar sociedad y comunión con ellos, pues Acacio ha merecido en justicia una sentencia condenatoria semejante a la de aquellos a los que se ha unido en total comunión. 35
Matth 16,18.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 324
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
324
Y no en menor medida condenamos a Pedro de Antioquía, así como a sus secuaces y a los de todos los anteriores. Por lo demás, tal y como hemos dicho más arriba, aceptamos y aprobamos las cartas univer‐ sales que el bienaventurado papa León escribió a propósito de la re‐ ligión cristiana, siguiendo en todo a la sede apostólica y predicando todos sus estatutos. Y, por ello, espero merecer estar junto con vos‐ otros en la comunión que predica la sede apostólica, en la que se asienta la íntegra, verdadera y perfecta solidez de la religión cristiana, prometiendo que de ahora en adelante no serán pronunciados en los santos misterios los nombres de aquellos que han sido apartados de la comunión de la Iglesia católica, esto es, que no han obedecido a la sede apostólica. Y en caso de que trate de desviarme en algún punto de mi profesión de fe, confieso con mis propias palabras que seré cómplice de aquellos que he condenado. He firmado esta profesión de fe con mi propia mano y te la he enviado a ti, Hormisdas, en tu calidad de santo y venerable papa de la ciudad de Roma. [32] Hormisdas, Epistolario, Carta 88: Carta II al obispo Juan de Illice Hormisdas a Juan, obispo de Illice. No queremos ocultar a tu caridad nuestra alegría a fin de que quien participó de nuestros esfuerzos no se vea privado de los go‐ zosos frutos que han resultado. Y, por ello, te comunicamos me‐ diante el envío de esta misiva que, por la gracia del Señor, la Iglesia de Constantinopla ha vuelto a compartir nuestra misma fe y que ha sido cumplimentada en todos sus puntos la lista de los mandatos que confiamos a nuestros legados. Y a fin de que desde esa región llegue hasta tu caridad un gozo más completo, hemos creído que de‐ bíamos enviarte asimismo copias del escrito de nuestro hermano y consacerdote Juan, obispo de Constantinopla, así como de la augusta carta del clementísimo príncipe de Oriente Justino, señalándote, ade‐ más, que muchos obispos han hecho esto mismo en las regiones de Oriente.36 Sólo queda que la divinidad nos conceda lo que oportu‐
36
Es decir, regresar al seno de la Iglesia católica.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 325
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
325
namente le hemos suplicado en nuestros ruegos, de modo que nos congratulemos también por el regreso de otras iglesias. Tú mismo cuidarás de hacer llegar a conocimiento de los sacerdotes que viven en los contornos de tu caridad todo esto que hemos procurado co‐ municarte a fin de que también ellos, por su parte, no dejen de dar gracias junto con nosotros a los beneficios de la misericordia celestial por la consecución de tan gran logro. ¡Que Dios te guarde con salud, queridísimo hermano! [33] Hormisdas, Epistolario, Carta 142: Carta al obispo Salustio de Sevilla Al queridísimo hermano Salustio, Hormisdas. (1) Al recibir el escrito de tu caridad repleto de un dichoso gozo, pues por medio de él la noticia de tu doble salud, resultado de la unión de tu bienestar físico con el cumplimiento de tus deberes es‐ pirituales, nos ha llenado de alborozo, hemos creído conveniente darte a conocer con palabras la alegría que sentimos en nuestro co‐ razón. En efecto, has dado pruebas de ser un buen prelado, pues lle‐ vas a cabo lo que debe ser predicado y no dejas de enseñarlo a otros. Hemos hecho uso de la prerrogativa de elección propia de nuestro juicio, cuando hemos sabido que has obrado por tu propia iniciativa lo que prescribimos a los demás. Ciertamente, rezamos para que todos conozcan los beneficios divinos y, llevados por este celo en favor de la paz de la Iglesia, te hemos enviado estos documentos. Tú has comprendido nuestros votos con una inteligencia llena de fe y los has ejecutado de inmediato con la devoción que se exige de tu cargo, haciendo partícipes a todos los hermanos de aquello que ha‐ bías conocido por la gracia celestial que sería de provecho para todos. En consecuencia, dado que te respaldan unos méritos tan grandes como resultado de tu piadoso celo y esfuerzo, nos es grato concederte, ciertamente, aquello que consta que concierne al cuidado de nuestro cargo, a saber, que puedas representar a nuestra persona en esas provincias separadas de nosotros por una lejanía tan grande y vigilar por el cumplimiento de las normas de los padres. Por lo tanto, permaneciendo inalterables los privilegios que la Antigüedad
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 326
326
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
otorgó a los obispos metropolitanos, por la presente autoridad te confiamos nuestra representación en las provincias de la Bética y la Lusitania, acrecentando, así, tu dignidad con la concesión de este ministerio y aliviando la carga de nuestras responsabilidades me‐ diante el recurso a esta misma distinción. Y si bien no necesitas ser instruido sobre cada materia en particular, pues ya hemos compro‐ bado que todas las observas con gran celo, no obstante, suele ser es‐ pecialmente grato mostrar el camino a quienes han de marchar por él y enseñar la forma de la obra que se emprende a quienes van a trabajar en ella. (2) Así pues, mandamos que sean observados por todos los pre‐ ceptos de los padres y los decretos fijados por los santos concilios. Con ello, aprobamos tu vigilancia y tu celo a la hora de advertir y amonestar a tus hermanos. Si estos preceptos se guardan con el res‐ peto debido, no se deja ningún lugar a la culpa ni existe ningún obs‐ táculo para una santa práctica religiosa. En ellos se prescribe lo lícito y lo ilícito, en ellos se prescribe lo prohibido, a lo que nadie debe as‐ pirar, así como lo permitido, esto es, qué debe obrar el espíritu que desee agradar a Dios. Siempre que la causa de la religión requiera de un concilio general, que todos los hermanos se reúnan convoca‐ dos por ti, y si a algunos de ellos los enfrenta el deseo de un interés particular, apacigua las disputas que surjan entre ellos, determi‐ nando que esas discordias se resuelvan de acuerdo con las santas leyes. Por lo demás, que mediante un informe por escrito llegue a nuestro conocimiento todo lo que ahí dispongas por medio una pru‐ dente resolución o decidas en representación de nuestra persona en defensa de la fe y de los antiguos estatutos. De ello resultará que nuestro espíritu disfrutará de la caridad del ministerio que hemos encomendado y el tuyo, de la tranquilidad del que has recibido. ¡Que Dios te guarde con salud, queridísimo hermano! [34] Hormisdas, Epistolario, Carta 143: Carta a los obispos de la Bética A todos los queridísimos hermanos elegidos como obispos en la provincia de la Bética, el obispo Hormisdas.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 327
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
327
(1) ¿Qué otro anhelo más dulce puedo tener que el que me lleguen de vosotros las novedades que deseo escuchar? ¿Qué puede resultar más conveniente para los estatutos de la religión que el que los sa‐ cerdotes mantengan en vigor entre ellos la paz que es necesario que prediquen a los demás en virtud de su ministerio? He recibido con total satisfacción, lo confieso, las noticias que me habéis hecho llegar en vuestra carta sobre la deseable caridad que existe entre vosotros y la paz que reina en vuestras iglesias. Me habéis dado a conocer por vuestra propia iniciativa todo aquello a lo que yo podía exhortaros, a lo que podía amonestaros. ¡Que Dios confirme lo que obra en nos‐ otros37 y que aquello que prescribe que debe hacerse por la salvación del alma, Él mismo, llevado por esa piedad por la que nos redimió, prescriba que sea sencillo! (2) En respuesta a estas noticias tan buenas, también nosotros os enviamos, a nuestra vez, unas noticias piadosas y compartimos con vosotros mediante una nueva relación todos los sucesos ocurridos recientemente en relación con los orientales, de los que ya os había‐ mos informado por carta que, por obra de nuestro buen Dios, habían regresado al cuerpo y a la unidad de la Iglesia. Poco después del re‐ greso de los nuestros, los orientales nos enviaron una legación. Ésta puso su esperanza en hechos ciertos y consultó cosas ciertas. Pero hacemos un resumen de aquello que se dijo, informándoos, más bien, a la hora de daros noticia de ello, de lo que nosotros respondi‐ mos38 a fin de que en el espacio de las extensas tierras el rumor no reclame nada para sí ni se apropie tampoco de nada el error, pues para dar fe de las cosas basta con poseer la verdad. (3) Por lo demás, en lo que atañe a los contenidos de vuestra carta, habría convenido, ciertamente, que vuestros deseos fuesen expresa‐ dos con una mayor claridad a fin de que, una vez considerados todos ellos, se pudiese dar una respuesta ajustada a la razón. Puesto que en la misma carta hicisteis mención tanto de los antiguos privilegios como de los estatutos de los padres, hemos escrito sobre este parti‐ cular a nuestro hermano y coepíscopo Salustio, pero queremos in‐ 37 38
Cfr. Ps 67,29. Lo que hace, se supone, en un memorando que acompaña a esta carta.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 328
328
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
dicaros también a vosotros de forma resumida lo que allí se ha dicho más ampliamente, esto es, que nosotros no anulamos los privilegios concedidos y que no juzgamos que nada convenga tanto a la fe como que se observen con el honor que merecen los preceptos de los pa‐ dres. ¡Que Dios os guarde con salud, queridísimos hermanos!
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 329
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
329
TEODORICO EL AMALO39 EPISTVLAE AD AMPELIVM ET LIVVIRIT, EN CASIODORO, VARIAE (CPL 896) Las dos epístolas aquí recogidas no son hispanas, se han incluido en esta recopilación porque recogen un momento de la historia de la Hispania tardoantigua, los años de la tutela ostrogoda, que apenas cuenta con otra información fidedigna y contrastable. Desde un punto de vista de reciprocidad, los textos remitidos por Teodorico, por su cancillería, en el peor de los casos, seguidos de su visto bueno, implican —claramente en el caso de la segunda— la respuesta a una o varias denuncias que le han llegado desde Hispania relativas a los abusos cometidos por los funcionarios responsables del gobierno del territorio provincial. En tal sentido, Casiodoro meramente recopila, en su condición de Magister officiorum durante los años 523‐527, la documentación oficial, o una selección de la misma. Como tal, los textos recogen un punto de vista oficial, la versión interesada que la corte de Rávena pretendía difundir de las tareas de gobierno, esen‐ cialmente de las bondades de esa administración que partían de una idea recogida en la segunda epístola: la gloria del gobernante se aso‐ cia con la tranquilidad de su pueblo y el bienestar de las regiones; pero que está también en la primera cuando alardea de la dicha de la ciudad de Roma bajo su gobierno. El control ostrogodo sobre los territorios visigodos preservados tras la derrota de Alarico II en Vouillé a manos de los francos en el 507 distaba mucho de ser altruista. En los textos se intenta poner orden en una provincia cuya administración es caótica y el orden público no parece contar con una justicia mínimamente equitativa, pero resulta evidente que la mayoría de las medidas pretenden que la provincia se convierta en un territorio rentable. Para lograrlo se han nombrado dos administradores, Ampelio y Liuvirit, los recep‐ 39
Bibliografía: Ramón d’ABADAL, Del reino de Tolosa al reino de Toledo, Madrid, Real Academia de la Historia, 1960; Luis GARCÍA IGLESIAS, «El intermedio ostrogodo en Hispania (507‐549 d. C.)», Hispania Antiqua, 5 (1975), pp. 89‐120; Vito A. SIRAGO, «Gli Ostrogoti in Gallia secondo le Variae di Cassiodoro», Revue des Études Anciennes, 89 (1987), pp. 63‐77; P. C. DÍAZ MARTÍNEZ, R. VALVERDE CASTRO, «Goths Confronting Goths»; Andrea GIARDINA (dir.), Flavio Magno Aurelio Cassiodoro Senatore, Varie, vol. 2: Libri III‐V, Roma, L’Erma di Bretschneider, 2014, pp. 455‐456 y 461‐463.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 330
330
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
tores de las cartas, conocidos exclusivamente por estas dos epístolas, a los cuales se encomiendan una serie de tareas claramente precisa‐ das. Entre ellas está la ordenación de las causas penales, cuyas con‐ denas deben ser consecuencia de una cuidada investigación y no la expresión de venganzas personales, la indagación de las acusaciones vertidas contra un tal Leto, que parece haber sido uno de los previos administradores financieros y, sobre todo, garantizar que fuesen co‐ rrectamente ejecutadas una serie de medidas económicas y fiscales que ocupan la mayor parte de los textos. Con la finalidad de reanudar los tradicionales repartos de grano entre la plebe romana, el monarca ostrogodo ordenó el envío a Italia de parte de la rica producción hispana de cereal; sin embargo, se queja de que en el momento del transporte sus responsables se llevaron el cargamento y lo vendieron en África. Los administradores deben ocuparse de supervisar la recuperación de la cantidad en solidi correspondiente al grano robado, aparentemente un barco bien lleno, y al costo del trasporte y enviarla al tesoro real. La segunda carta se preocupa, además, de poner fin a la serie de abusos que estaban siendo cometidos por parte de los funcionarios que se ocupaban de la recaudación de impuestos y entre los que se contaban la utilización de pesas que no se ajustaban a las medidas reglamentarias, la fijación arbitraria de los cánones aduaneros, el cobro duplicado del impuesto, en especie y en dinero, y el hecho constatado de que se quedaban con una parte de la masa tributaria que debía ser entregada al fisco. Debían, además, vigilar que no hubiese fraude con los caballos que cubrían el servicio de postas, que se fijase adecuadamente el canon de los comerciantes transmarinos, que las rentas de las fincas del patrimonio real se fijasen de acuerdo a la calidad de la tierra, lo que implicaba la realización de un censo, y que se suprimiesen los capataces (vilici), probablemente porque se había evidenciado que actuaban como intermediarios abusivos. La revisión de las cargas impositivas debía de ser ajustada a los tipos vigentes en tiempos de Eurico y Alarico II. Asimismo, trató de impedir la ilegítima acuñación de moneda, una prerrogativa propia y privativa del soberano, por parte de particulares. Se trata de un cúmulo de informaciones valiosas, tanto para el funcionamiento de la fiscalidad ostrogoda como para
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 331
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
331
desvelar las tradiciones del periodo visigodo tolosano, donde la impronta romana resulta absolutamente evidente. [PCD] [35] Teodorico el Amalo, Carta I a Ampelio y Liuvirit (Casiodoro, Variae, 5,35)40 Al conde Liuvirit y al ilustre varón Ampelio, el rey Teodorico. (1) Como, debido a las circunstancias de esta incierta época, la es‐ casez con su severo rostro se abatía sobre las casas romanas y parecía que, aunque poco frecuente, con todo, resultaba muy perjudicial para una ciudad tan hermosa, consideramos de justicia poner a dis‐ posición de ésta las abundantes cosechas de trigo de Hispania a fin de que Roma, que es especialmente dichosa bajo nuestro gobierno, recibiese un antiguo tributo. Ciertamente, el celo digno de alabanza del honorable varón Marciano cumplió nuestras órdenes, pero lo que consta que fue dispuesto de la mejor de las maneras se ha lle‐ vado a cabo con poco esmero, pues se cuenta que aquellos que ha‐ bían recogido el trigo para su transporte, negándose a soportar el fastidio de la demora sobrevenida, han vendido en su propio bene‐ ficio en las regiones de África el grano destinado a Roma. (2) Aunque un acto semejante no habría debido quedar sin castigo a fin de que el interés de un beneficio propio no dejase sin efecto las súplicas de tantas gentes, con todo, como es propio de nos perdonar aquellas culpas que podemos corregir mediante una prudente medida, hemos creído oportuno enviar a los diligentes varones Catelo y Ser‐ vando a fin de que, puesto que corre el rumor de que los patrones de los navíos han obtenido 280 sueldos por el trigo y 758 sueldos por el transporte, si la verdad de este hecho resulta manifiesta para vos‐ otros, paguen la cantidad de 1038 sueldos, que es el cálculo exacto de la suma, y de ese modo quienes hemos renunciado al castigo no suframos tampoco perjuicio. Que vuestras excelencias se apliquen a 40 Edición: Ake J. FRIDH en Ake J. FRIDH, James W. HALPORN, Magni Aurelii Cassiodori Variarum libri XII, De anima, Turnhout, Brepols, 1973, pp. 209‐210 (CC SL, 96). Hay traducción española de P. Usabel en J. MANGAS, M.ª M. MYRO, Medio físico, p. 289; e italiana en A. GIARDINA, Flavio Magno, p. 175.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 332
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
332
ello con toda la solicitud necesaria para conseguir dar satisfacción a la justicia y al interés público. [36] Teodorico el Amalo, Carta II a Ampelio y Liuvirit (Casiodoro, Variae, 5,39)41 Al ilustre varón Ampelio y al esclarecido varón Liuvirit, el rey Teodorico. (1) Conviene que las provincias que por la gracia de Dios se en‐ cuentran sometidas a nuestro reino estén regidas por las leyes y por buenas prácticas, pues, verdaderamente, la vida digna de los hom‐ bres es aquella que está regulada por la norma del derecho. En efecto, lo propio de las bestias es vivir al albur de las circunstancias. Y cuando éstas se dejan dominar por el ansia de rapiña, sucumben como resultado de su imprudente temeridad. En fin, el agricultor avisado limpia su campo de arbustos espinosos, pues la buena re‐ putación de un campesino depende de que un terreno agreste se vea encantadoramente cubierto de los más dulces frutos. Del mismo modo, es bien sabido que la gloria de los gobernantes reside en la dulcísima tranquilidad del pueblo y el próspero bienestar de las re‐ giones. (2) Pues bien, hemos tenido noticia por las quejas de muchos de que en la provincia de Hispania las vidas de los hombres son cer‐ cenadas por efecto de vagas sospechas y muchos son ejecutados por delitos de escasa importancia, lo que supone un terrible crimen entre los mortales. Y, así, sucumben por causa de una mala paz, casi por diversión, por así decirlo, cuantos a duras penas habrían podido su‐ cumbir por la fatalidad de las guerras. Se nos informa, asimismo, que las fortunas de los provinciales no están sometidas a los impues‐ tos públicos, como es costumbre, sino al arbitrio de los funcionarios. Pero es un tipo manifiesto de robo pagar en función de la voluntad 41
Edición: A. J. Fridh en A. J. FRIDH, J. W. HALPORN, Magni Aurelii Cassiodori, pp. 212‐215. Hay traducción española de Luis A. GARCÍA MORENO, «La época visigoda. Reinos y condados cristianos (siglos VIII‐X)», en Manuel Tuñón de Lara (dir.), Historia de España, vol. 11: Textos y documentos de historia antigua, media y moderna hasta el siglo XVII, Barcelona, Labor, 1984, pp. 165‐252, pp. 170‐172, reproducida en SAYAS ABENGOCHEA, Historia antigua, pp. 450‐452; e italiana en A. GIARDINA, Flavio Magno, pp. 179‐181.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 333
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
333
de aquel que se apresura a exigir más de lo debido, buscando su pro‐ pio interés. (3) Como deseamos salir al paso de esta práctica ha‐ ciendo uso de la justicia que conviene a un rey, hemos decidido enviar a vuestras distinguidas eminencias por toda Hispania a modo de presente con objeto de que esta inveterada costumbre no pueda seguir practicándose gracias a vuestro nuevo nombramiento. Pero a fin de poner con rapidez remedio a las enfermedades más virulentas, siguiendo la costumbre de los médicos, que la curación que vamos a practicar se inicie, en consecuencia, allí donde se sabe que el peli‐ gro es mayor. (4) Ordenamos que el crimen de homicidio sea atajado con la autoridad de las leyes. Cuanto más grave es la pena, tanto más minuciosa debe ser la investigación del delito para que no parezca que ningún inocente se enfrenta a una condena que pone en peligro su vida a causa de una venganza personal. En consecuencia, que los culpables sólo perezcan para dar ejemplo a muchos otros, pues es también un tipo de piedad atajar el crimen en sus inicios con objeto de que no empeore, yendo a más. (5) Por otro lado, se dice que los recaudadores del dinero público oprimen los patrimonios de los pro‐ pietarios de tierras, sirviéndose de pesas manipuladas, de modo que esto no parece tanto una recaudación cuanto un robo. Por ello, con objeto de suprimir cualquier posibilidad de fraude, ordenamos que todos los impuestos públicos se calculen de acuerdo con el peso de la libra de nuestra cancillería, que se os ha entregado por la presente. ¿Qué puede resultar, en efecto, tan abominable como que sea lícito a los desvergonzados engañar en la propia bondad de la balanza, de modo que se sepa que lo que se entregó oportunamente para hacer justicia se ha corrompido a causa del fraude? (6) En cuanto a los arrendatarios del patrimonio real, nacidos de cualquier raza que sea, decretamos que, una vez esclarecida la verdad, abonen exclusiva‐ mente lo que se haya establecido que pagan nuestros predios. Y con objeto de que a nadie parezca ingrato su trabajo, queremos que las rentas sean fijadas por vuestras equitativas eminencias en virtud de la calidad de las tierras arrendadas. En efecto, esos campos no serán considerados ya nuestros, sino de los arrendadores, si la cuantía de la contribución se determina en función del parecer de éstos. (7) Asi‐ mismo, por lo que se refiere al canon de los comerciantes marinos, a propósito del cual se cuenta que se comete en él un fraude no pe‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 334
334
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
queño contra los intereses del Estado, ordenamos que lo investiguéis con detalle y que determinéis el importe correspondiente atendiendo a sus riquezas, pues un buen remedio contra el fraude es conocer lo que ingresan las personas. (8) Hemos conocido, igualmente, que los acuñadores de moneda, que consta que fueron especialmente crea‐ dos para utilidad del Estado, han pasado a ponerse al servicio de particulares. Una vez suprimido este abuso, que se les impongan los impuestos públicos correspondientes atendiendo a sus riquezas. (9) No permitáis tampoco que el canon de aduanas resulte pervertido por ningún tipo de abuso, antes bien, fijando del modo más opor‐ tuno la cuantía que deba pagarse, restableced la libertad de comercio de acuerdo con unas normas justas a fin de que la excesiva codicia de los recaudadores no se extienda sin límites. (10) También prescri‐ bimos en virtud de nuestra acostumbrada equidad que sean revisa‐ dos los actos de Leto, cuya rectitud es atacada por causa de una grandísima envidia, a fin de que ni el fraude se oculte con astutas maquinaciones, ni la inocencia resulte perjudicada por falsas acusa‐ ciones. (11) Por lo demás, cuantos descubráis que se hayan visto im‐ plicados en malversaciones, que, en razón del montante de sus fortunas, devuelvan el dinero sustraído de acuerdo con vuestros cál‐ culos. Y si hubiese constancia de que estos actos han sido cometidos por intermedio de otros, deben ser considerados asimismo culpables en no menor medida aquellos que, a sabiendas, permitieron verse mezclados en ellos. En efecto, quienes no revelan los actos de un la‐ drón se convierten en cómplices de su delito. (12) Se nos informa que el tenor fijado de las prestaciones que nuestra liberalidad con‐ cede a diversas personas es causa intolerable de perjuicios para los provinciales, puesto que se exige su pago en especie y, además, se reclama desvergonzadamente su precio en dinero. Es prueba de una detestable codicia por su parte quedarse con lo que les corresponde y, además, tener la desvergüenza de exigir su pago. Encontramos que es de todo punto censurable, de todo punto inadecuado, que menosprecien nuestras leyes y que parezca, incluso, que menosca‐ ban la hacienda de los tributarios, que deben ser protegidos. Pues bien, que, contentándose con el tipo de prestaciones fijado, tanto si están establecidos allí mismo, como si han sido enviados desde aquí, tengan derecho a solicitar únicamente una de esas dos posibilidades,
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 335
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
335
pues no deben gravar las fortunas de los demás con una doble carga. (13) Se cuenta, asimismo, que la impudencia de los recaudadores arranca por la fuerza a los provinciales más de lo que consta que se aporta a nuestro tesoro. Decretamos que, una vez sometido este asunto a una minuciosa investigación, fijéis los impuestos públicos en la misma cuantía en que consta que fueron establecidos en los tiempos de Alarico y Eurico. (14) Hemos conocido, además, por la queja de los provinciales que aquellos que tienen caballos de posta asignados reclaman transportes de caballos de tiro corrientes. No permitáis en modo alguno que se atrevan a ello, pues, debido a ese tipo de beneficios de todo punto deshonestos, se perjudica al pro‐ pietario y se obstaculizan los rápidos desplazamientos de viajeros. (15) Igualmente, queremos que la clase de los capataces, a propósito de la cual existen quejas de que ha llegado a convertirse en una pro‐ tección dañosa, sea suprimida por completo tanto en las fincas pri‐ vadas como en las públicas, pues no es una verdadera asistencia aquella que se presta a quienes no la desean. Cabe sospechar, en efecto, que éstos la soportan contra su voluntad. Ciertamente, un be‐ neficio de verdad es aquel del que se cuenta que es aceptado sin murmuraciones. Y, asimismo, decretamos que se ponga fin a los ser‐ vicios que sin necesidad se han venido prestando a los godos esta‐ blecidos en las ciudades, pues no es oportuno exigir la servidumbre de unos hombres libres a los que hemos enviado a luchar en defensa de la libertad.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 336
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
336
MONTANO DE TOLEDO42 EPISTVLAE II (CPL 1094) Montano fue el obispo de Toledo que presidió el concilio cele‐ brado en esa ciudad en el año 527, según la datación por la era, o en el 531, que se correspondería con el quinto del reinado de Amalarico, que según el texto era el del momento en que se reunieron. Las cartas que se comentan se han transmitido junto a las actas de dicho con‐ cilio, pero no guardan ninguna relación aparente con ellas, por lo que debemos asociar su transmisión a la casualidad o a un deseo de mantenerlas próximas a la referencia a su autor en la recopilación de la Colección Canónica Hispana. Allí debió leerlas Ildefonso de Toledo que las resume al dar noticia de Montano en su De uiris illus‐ tribus. No podemos fijar la fecha precisa de su redacción, únicamente anotar que Montano era metropolitano de Toledo cuando las escribe y que ocupó la sede durante nueve años. Ambas cartas tienen un cuerpo de problemas común y están dirigidas respectivamente al clero palentino, la primera, y a un individuo de nombre Toribio, cuya ocupación es muy difícil deducir del texto, la segunda. La compren‐ sión de los problemas tratados en las dos epístolas es equívoca, esen‐ cialmente porque parece que Montano ha decidido buscar dos interlocutores para la solución de una misma problemática; sin em‐ bargo, no queda claro en calidad de qué ha participado o participa Toribio en los asuntos que trata. Como los textos no están datados, 42
Bibliografía: Abilio BARBERO DE AGUILERA, «Las divisiones eclesiásticas y las relaciones entre la Iglesia y el Estado en la España de los siglos VI y VII», en M.ª José Hidalgo de la Vega (ed.), La Historia en el contexto de las ciencias humanas y sociales. Homenaje a Marcelo Vigil Pascual, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1989, pp. 169‐189 (Acta Salmanticensia. Estudios históricos y geográficos, 61); Demetrio MANSILLA REOYO, «Organización eclesiástica visigoda. La provincia Cartaginense», Concilio III de Toledo. XIV Centenario. 589‐1989, Toledo, Arzobispado de Toledo, 1991, pp. 523‐541; Céline MARTIN, «Las cartas de Montano y la autonomía episcopal de la Hispania septentrional en el siglo VI», Hispania Antiqua, 22 (1998), pp. 403‐426, e ID., «Montanus et les schismatiques: la reprise en main d’une périphérie hispanique au début du VIe siècle», Médiévales, 51 (2006), pp. 9‐20; Amancio ISLA FREZ, «Desde el reino visigodo y la ortodoxia toledana: la correspondencia de Montano», Studia Historica. Historia Medieval, 18‐19 (2000‐2001), pp. 41‐52; Pablo C. DÍAZ MARTÍNEZ, «Sedes episcopales y organización administrativa en la cuenca del Duero: siglos IV‐ VII», en Santiago Castellanos, Iñaki Martín Viso (eds.), De Roma a los bárbaros. Poder central y horizontes locales en la cuenca del Duero, León, Universidad de León, 2008, pp. 123‐143.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 337
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
337
se ha supuesto que el orden cronológico es el mismo en que se reco‐ gen en los manuscritos, pero bien podrían ser dos textos dirigidos simultáneamente a dos instancias distintas, donde la segunda añade algunos aspectos no tratados en la primera. En su carta al clero palentino, Montano está ejerciendo su obliga‐ ción, en tanto metropolitano de la provincia, de cuidar de ‘parroquias y ciudades’, especialmente si, como es el caso, la diócesis se encuentra vacante. Esa ausencia de obispo no está explicada, pero ha provocado que algún presbítero se haya atrevido a consagrar el crisma, lo que corresponde exclusivamente a los obispos. Montano considera la po‐ sibilidad de que tal acto se deba a la ignorancia, porque, si ha sido por atrevimiento, el responsable sería un cismático. Decide perdonar al infractor, pero advirtiendo que, cuando se acerque la Pascua, si tie‐ nen necesidad de crisma, alguno de los presbíteros se acerque a bus‐ carlo a Toledo o lo solicite con tiempo por carta y él se lo enviará. El segundo aspecto del que se ocupa es igualmente de orden disciplinar. Los mismos presbíteros parecen haber invitado a algún obispo ex‐ traño —no se sabe si de otro reino o de otra provincia— a consagrar basílicas en el mismo territorio palentino. Les recuerda que es antica‐ nónico y que en el futuro lo avisen a él, que proveerá cómo resolver la falta de obispo, sea presentándose él mismo o enviando a otro obispo de la provincia. Seguidamente les reprocha que entre ellos Prisciliano sea extraordinariamente honrado, no tanto por las prácti‐ cas como por el nombre; le parece una locura dejarse llevar por el amor a alguien a quien no se quiere imitar. Tras recordarles las acu‐ saciones comunes contra el hereje, para cuyo conocimiento y refuta‐ ción remite a los escritos de Toribio de Astorga, los conmina a que sigan la regla de fe correcta y atiendan especialmente a los aspectos por los que los ha reconvenido. Incluso parece hacer una autocrítica al reprocharse su anterior silencio, una especie de tolerancia hacia lo que era evidentemente una desviación disciplinar grave, incluso hacia la propia influencia priscilianista que podría advertirse en que la igle‐ sia de Palencia parezca gobernada por un colegio de presbíteros y a que éstos se consideren legitimados para la consagración del crisma. Para valorar el alcance de esta carta conviene anotar la segunda. En ella, como mencionábamos, Montano da cuenta a su interlocutor de los
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 338
338
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
problemas disciplinares del conuentus palentino, pero, además de in‐ formarle, tras anotar la sacrílega consagración del crisma, lo conmina a que lo solucione usando ‘la autoridad propia de un sacerdote severí‐ simo’. Esta afirmación ha sido entendida como que Toribio es el obispo de Palencia, aunque la autoridad sacerdotal era reconocida igualmente a los presbíteros. En el encabezamiento de la carta, Montano ha elo‐ giado a Toribio, quien, antes de llevar vida religiosa, había sido un de‐ fensor de la verdadera fe y promotor del culto divino en la provincia, según entendemos, la misma que él rige como metropolitano; aunque el término podría aludir informalmente a un espacio más limitado, en este caso el del entorno palentino. En ella ha contribuido a erradicar la idolatría y a reprimir el priscilianismo. Este cuadro encajaría bien con el panorama de la cristianización del espacio antaño ocupado por el conuentus de Clunia, especialmente en su límite septentrional, que al‐ canzaría hasta el mar, donde en un periodo algo posterior al de la carta veremos actuar a san Emiliano, luchando por convertir a los cántabros; que bien podrían ser los individuos de ‘feroces espíritus’ a algunos de los cuales Toribio ha conducido a una vida ordenada. Un espacio donde la ortodoxia pugnaba por imponerse sobre los herejes priscilianistas, cada uno probablemente con sus propios misioneros; sin contar con que los godos, que se estaban convirtiendo en la potencia política do‐ minante, eran arrianos. Era un espacio que había formado parte de la provincia de la Gallaecia, hasta bien avanzado el siglo V bajo dominio suevo, por lo que es probable que Astorga reivindicase derechos juris‐ diccionales. Que fuese el obispo de esta sede el llamado a consagrar al‐ gunas iglesias es, en este sentido, creíble. Aunque los territorios palentinos fueron, en otros momentos, el extremo occidental de la Ta‐ rraconense, por lo que tampoco sería descabellada una injerencia desde la diócesis de Calahorra, de ella dependería san Emiliano cuando, como misionero tanto como emisario político, se dirigió a Amaya al encuentro de las autoridades (senatus) de los cántabros. Creemos menos probable que se tratase de obispos lusitanos. La referencia a esos obispos entro‐ metidos como procedentes de alienae sortis invita más a creer que pro‐ cederían del reino suevo. Pero, fuese cual fuese la procedencia, esta intromisión sería la consecuencia indeseada de un territorio donde la Iglesia está aún en proceso de consolidación y sobre el cual no se han fijado claramente sus límites jurisdiccionales; no olvidemos que ésta es
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 339
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
339
la primera referencia a una diócesis palentina, su creación era proba‐ blemente muy reciente, podríamos incluso dudar si ha tenido un obispo permanente hasta ese momento. En todo caso, el elemento evidentemente anómalo en la ecuación que tratamos es la provincia eclesiástica carpetano‐celtibérica depen‐ diente de Toledo, de muy reciente creación, que ahora reclama con energía sus derechos jurisdiccionales, como si fuesen antiguos, sobre un territorio que hasta fechas muy recientes no le había correspon‐ dido. Creación de una nueva provincia, con intereses simultánea‐ mente políticos, que debemos entender en el contexto de la expansión visigoda desde los reductos de la Tarraconense oriental hacia el cen‐ tro peninsular, un momento en el cual un importante contingente vi‐ sigodo se ha instalado en Toledo, pero no tiene aún la capacidad para controlar la Cartaginense meridional, por lo que improvisará una provincia con cabeza en Toledo que será reintegrada a la Cartagi‐ nense en el 610, cuando la situación se normalice y los visigodos vis‐ lumbren ya el dominio completo del espacio hispano. Son esas autoridades toledanas, actuando de acuerdo con el rey visigodo, las que amparan la actuación de Montano. Si Toribio ha ac‐ tuado a favor de la religión cuando era un laico, y lo ha hecho apa‐ rentemente con la eficacia de alguien que detentaba poder, es posible que se tratase, bien de un aristócrata local o, más probablemente, de un aristócrata godo tempranamente convertido y al servicio de su monarca, ya que en el texto se da a entender que ha sido ecuánime en separar el servicio a Dios del servicio al príncipe. Sin embargo, el elogio inicial de la carta y la petición de rigor inmediatamente poste‐ rior, donde parecería actuar como delegado del propio Montano, se transforman en una severa admonición al final de la misma. Da la sensación de que Toribio reclama para sí algún privilegio que en el pasado se otorgó a alguien que Montano refiere como el obispo de Toribio. Ese privilegio consistió en la concesión de los municipios de Segovia, Britablo (Buitrago) y Coca, parece indudable que para que ejerciese allí como obispo, ya que, una vez consagrado, había sido des‐ plazado y andaba errante. Un fenómeno que no parece anómalo en estos años; al Concilio de Toledo del 527/531 asiste un obispo Marra‐ cinus que ha sido acogido en la ciudad de Toledo exiliado por causa
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 340
340
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
de la fe, aunque su procedencia no se especifica, pero no parece ser el personaje al que ahora se alude. Si en el momento que se escribe la carta Toribio es el nuevo obispo de Palencia, cabe la posibilidad de que aquel al que se concedieron anteriormente los mencionados mu‐ nicipios fuese su predecesor en la sede y la causa del abandono de la misma podría hipotéticamente haber sido el avance del priscilia‐ nismo; hipótesis tan plausible como que hubiese sido ordenado in‐ correctamente. Si Toribio no es obispo, pero participa de algún grado religioso —Ildefonso de Toledo parecía inclinarse por que fuese monje (religiosus)—, es posible que reclamase para sí ese episcopado, pudiendo haber colaborado en el pasado con quien detentó su titu‐ laridad. En ambos presupuestos su reclamación evidenciaría que el territorio de esa nueva provincia carpetano‐celtibérica está aún por ordenar y que territorios amplios de la misma aún parecen pendien‐ tes de ubicación jurisdiccional definitiva. No sabemos si estos terri‐ torios se desgajaron de Palencia, como se ha sostenido en algún caso, pero parecen asimilarse con los que más tarde conformarían la dió‐ cesis de Segovia. En cualquier caso, tal como se desprende del texto, Montano teme que Toribio pueda llegar a usurpar esos territorios, en cuyo caso lo amenaza con ponerlo en conocimiento del rey y de un individuo de nombre Ergano, al que llama iudex, que podemos ima‐ ginar como la máxima autoridad visigoda en Toledo, o en la provin‐ cia que desde allí se controla. Esta circunstancia encaja peor con la hipótesis esgrimida por algún autor de que Toribio fuese en realidad un obispo ajeno al territorio controlado por los visigodos, haciéndolo obispo de Astorga o, incluso, de Braga. El recurso al rey y a su auto‐ ridad no debe resultar chocante, en este caso la condición arriana del monarca y sus oficiales no desdice el hecho, ya evidente en el periodo tolosano, de que la monarquía visigoda consideraba que, como parte de la herencia imperial, el rey era la cabeza de la Iglesia. La firma de dos obispos procedentes de Egara y Urgel, en el entorno donde ahora residía la corte visigoda —bajo tutela ostrogoda todavía—, tras las suscripciones del II Concilio de Toledo parece avalar ese intervencio‐ nismo en los asuntos eclesiásticos; así como el hecho de que los obis‐ pos daten el encuentro por el año del monarca y consideren obligado anotar que, con su autorización, esperan poder seguir reuniéndose en el futuro.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 341
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
341
El salto que va del momento en el cual Toribio parece actuar como un delegado de Montano encargado de poner orden en la diócesis, algo que ya ha previsto en la primera epístola, cuando anota que en caso de necesidad puede encargar a un obispo de la provincia que consagre los nuevos templos, a las advertencias posteriores, se ha in‐ tentado explicar por la existencia de una laguna en el manuscrito. Un vacío producto de un error de un copista que habría dado un salto accidental dejando amputado el texto, especialmente aquellos aspec‐ tos expuestos en la primera epístola que ahora no se tratan o parecen quedar cortados. La corrección léxica del texto no hace obligada la existencia de esa laguna, pero es cierto que hay una inconsecuencia entre las partes que complica la comprensión del papel de Toribio y, sobre todo, la identificación de su estatus y de sus exigencias. [PCD] [37‐38] Montano de Toledo, Cartas43 [37] Carta I (p. 356)
A mis señores, los queridísimos hermanos e hijos del terri‐ torio de Palencia, el obispo Montano. Saludos eternos en el Señor. A los principales prelados de todas las iglesias del Señor los sa‐ cuden esas terribles palabras de advertencia lanzadas por boca del profeta Ezequiel a propósito de la figura del centinela (p. 357) que dicen así:44 Hijo del hombre, te he elegido como centinela al cuidado de la casa de Israel. Así pues, cuando oigas las palabras de mi boca, se las anun‐ ciarás de mi parte. Y si, en caso de que yo diga al impío: “Impío, morirás 43
Edición: Gonzalo MARTÍNEZ DÍEZ, Félix RODRÍGUEZ, La Colección canónica Hispana, IV. Concilios Galos, Concilios Hispanos: Primera parte, Madrid, CSIC, 1984, pp. 356‐363 y 363‐366 (Monumenta Hispaniae Sacra. Serie Canónica, 4). Otra edición de José VIVES, Concilios visigóticos e hispano‐romanos, Barcelona ‐ Madrid, CSIC, 1963 (España Cristiana. Textos, 1), pp. 46‐50 y 50‐52 (con traducción en esas mismas páginas a cargo de Gonzalo Martínez Díez). Hay traducción de ambas cartas de J. TEJADA Y RAMIRO, Colección de cánones de la Iglesia española, vol. 2, pp. 208‐212, reproducida en ID., Colección de cánones y de todos los concilios, vol. 2, con la misma paginación. La carta de Montano a Toribio (Epistula II) ha sido traducida, además, por L. A. GARCÍA MORENO, «La época visigoda», pp. 172‐174. 44 Ez 3,17‐18.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 342
342
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
sin remedio”, tú no se lo anuncias ni lo exhortas a que abandone su impío proceder y viva, ciertamente, él morirá víctima de su iniquidad, pero yo pe‐ diré cuentas a tu mano por su sangre, y todo lo demás que la continua‐ ción de este pasaje señala que debe ser considerado a propósito del alma del amonestante y del amonestado. Conmovido, en consecuen‐ cia, por esta sentencia y sabedor de que he asumido las obligaciones de ese ministerio,45 he procurado mirar por que Cristo no pida cuen‐ tas a mi mano por el alma de ningún pecador, sobre todo cuando la tradición ha concedido a la ciudad de Toledo el privilegio metropo‐ litano y, por ello, corresponde al obispo de esta ciudad no sólo el cui‐ dado de las parroquias, sino también el de las ciudades. En consecuencia, tal y como dice el apóstol:46 ¿Qué preferís de estas dos posibilidades: he de acudir junto a vosotros con la vara o con amor y espíritu de mansedumbre? En efecto, ha llegado hasta nuestros oídos un inaudito atrevi‐ miento de los presbíteros que cuidan de vosotros, si es que puede denominarse «inaudito» y no «detestable» un atrevimiento que consta que, excepto en nuestros días, nunca se había producido desde el inicio de la fe católica, a saber, que el crisma que la invoca‐ ción de la santa Trinidad ha acostumbrado a santificar por medio de las manos del prelado superior (p. 358) un presbítero ignorante de la disciplina se ha atrevido a consagrarlo él mismo para su propio uso. Si esto es fruto de la ignorancia, un necio tan grande no debió ser sa‐ cerdote. Si es fruto del atrevimiento, ¿quién puede ignorar que es un cismático el que, mostrando una temeridad semejante, ha introdu‐ cido en el mundo, que se encuentra ya en su vejez, un acto tan inau‐ dito y contrario a la religión? Coged en vuestras manos, presbíteros, el libro de los Números, en el que dio inicio el honor de vuestro ministerio en las personas de setenta ancianos,47 y encontraréis cuáles son las responsabilida‐ des de las que se os ha concedido la prerrogativa. Dios quiso que vosotros fueseis los colaboradores de nuestro deber disfrutando de 45 Se refiere a las obligaciones propias del centinela mencionado en la cita bíblica. 46 I Cor 4,21 47 Cfr. Num 11,16‐17.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 343
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
343
un segundo grado de dignidad, pero no autorizó que os atrevieseis a transgredir ciertos aspectos del culto sagrado. Por esa razón, el fuego divino consumió a Nadab y Abihú, cuando éstos encendieron un fuego profano, esto es, que no correspondía a su ministerio.48 Por esa razón, cuando Coré, Datán y Abirón miraban con malos ojos a Moisés, porque disfrutaba de la gracia de Dios y de sus divinas pa‐ labras, y decían:49 (p. 359) No sólo a ti te ha hablado el Señor, pues todo el pueblo es santo, sobre esos cismáticos nunca antes conocidos cayó la ruina de una perdición nunca antes conocida, de manera que la tie‐ rra se tragó insaciablemente con su boca en ayunas a aquellos a los que había condenado la indignación divina.50 ¿Qué necesidad hay de que recuerde a Ozías? Cuando éste, insatisfecho con sus prerro‐ gativas reales por no ejercer asimismo el ministerio sacerdotal, en‐ soberbeciéndose por la distinción de su poder, se disponía a ofrecer contra todo derecho y justicia la ofrenda de la expiación, reservada tan sólo a los sacerdotes, se vio afectado de tal modo por la lepra como consecuencia del castigo divino que permaneció hasta su muerte desprovisto tanto de la dignidad del sacerdocio como del reinado.51 Del mismo modo a Uzá, cuando, en la medida en que le fuese posible, se disponía a sujetar con un devoto sentido del deber el arca del Señor para que no cayese al suelo, pues los bueyes coce‐ aban, lo golpeó el castigo enviado por el Señor,52 que quiso poner de manifiesto con ello, naturalmente, que bajo ninguna circunstancia, ni siquiera bajo la que se presenta por razones de humildad, los ofi‐ cios divinos y los sacramentos celestiales deben ser asumidos en modo alguno por aquel al que no corresponde ese ministerio. En consecuencia, que tengan cuidado, que tengan cuidado quie‐ nes (p. 360) consideran que a ellos les es lícito lo que no ignoran que es ilícito a los demás, no sea que caiga sobre ellos una pena semejante a las de aquellos que hemos recordado. ¿O acaso desconocéis las nor‐ mas de los santos padres y las disposiciones conciliares, en las que
48 49 50 51 52
Cfr. Leu 10,1‐2. Num 16,3. Cfr. Num 16,1‐35. Cfr. II Par 26,16‐21. Cfr. II Reg 6,3‐7.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 344
344
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
se prescribe que los presbíteros de las parroquias soliciten anual‐ mente el crisma al obispo que sea su superior, y no a través de per‐ sonas de inferior condición, sino por sí mismos o por medio de los responsables de las sacristías? Creo que quienes ordenaron a aqué‐ llos solicitarlo los privaron por completo del poder de consagrarlo. En consecuencia, cuidará vuestra caridad de que, después de la pro‐ hibición de nuestra humilde persona y hasta que no os provea el Señor del acostumbrado obispo, nadie se atreva a cometer de nuevo una infracción y no tenga que afrontar una sentencia más grave de la disciplina eclesiástica. Que cada uno se sirva del privilegio conce‐ dido a su honor que sabe que corresponde al orden presbiteral, y que ningún mal ministro se atribuya lo que es propio de la prelatura superior. Quienquiera que, después de esta admonición, sea descu‐ bierto implicado de algún modo en actos de este género ha de saber que será condenado al anatema, al que quedará ligado por un vín‐ culo indisoluble. Con éste procedemos con no poca generosidad a propósito de esto mismo (p. 361) al permitir ahora que quede sin cas‐ tigo. Ciertamente, si el Señor así lo quiere, cuando llegue el tiempo de la celebración pascual, si a vosotros os es imposible acudir a so‐ licitarlo, deberéis comunicárnoslo mediante el envío de una carta y nosotros os haremos llegar con mucho gusto la gracia de ese sagrado licor con tal de que no se comentan actos ilícitos. Hemos sabido, asimismo, que invitáis a la consagración de basí‐ licas a obispos de un territorio extranjero. Si bien están unidos a nos‐ otros en Cristo por una misma fe, sin embargo, es sabido que esto no se ajusta ni a los privilegios de la provincia ni a los intereses de nuestro gran señor, pues ya ha llegado hasta él el rumor de un com‐ portamiento semejante. Y por ello, tomando una saludable disposi‐ ción, determinamos que, en caso de que en algún momento se presente la citada necesidad, debéis informarnos por carta y que la consagración de las iglesias podrá ser realizada por la gracia de Dios bien por mí mismo, bien por aquel de nuestros hermanos y coepís‐ copos que me parezca oportuno. Hemos tenido noticia, además, de que la perversísima secta de los priscilianistas es extraordinariamente honrada por vosotros no tanto en lo que se refiere a sus prácticas, cuanto en lo que hace al
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 345
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
345
nombre de su fundador. Os lo ruego, ¿qué locura es esa de que uno se deje llevar de forma absurda por el amor de aquel al que no desea imitar de hecho? Ciertamente, para traer a vuestro recuerdo algunas de sus abominaciones, al margen de aquello que ese impío vomitó y blasfemó con su sacrílega boca sobre la divinidad, se acumuló en él como en una sentina de inmundicias una montonera de todo tipo de vicios hasta el punto de que, comportándose como un impúdico (p. 362) adúltero, privó de la castidad a sus seguidoras, y sus actos re‐ velan que se sirvió de la brujería con el propósito de alcanzar con más facilidad los fines de su execrable crimen. ¿Y qué virtud, en cual‐ quier caso, acorde con la religión puede venerar el alma de un de‐ voto en aquel a quien no sólo refutaron los santos sacerdotes, sino que también condenaron los príncipes terrenales de acuerdo con la justicia de sus propias leyes por la magnitud de los crímenes que hemos recordado? Conocerá con más detalle la clase de persona que fue aquél quien lea los libros que el obispo Toribio, varón reveren‐ dísimo y religiosísimo, dirigió al santo papa de la ciudad de Roma León, en los que describió y reveló esta sórdida herejía y, pese a que estaba oculta por sus tinieblas y cubierta por la nube de su perfidia, la mostró a la vista de todos. Ciertamente, en esos mismos libros el lector piadoso encontrará cómo puede precaverse contra esos sacrí‐ legos y qué puede responderles. Por lo tanto, os ruego que, condenando y anatematizando la per‐ fidia junto con su autor, observéis la regla de la recta fe y procuréis mostraros especialmente precavidos frente a todo lo mencionado más arriba a fin de que yo (p. 363) pueda librarme con mayor facilidad de la condena por mi silencio hasta ahora y de que también vosotros, por vuestra obediencia, podáis beneficiaros con mayor facilidad ante nuestro Dios y Salvador de la más alta recompensa. Que la paz del Señor esté con todos vosotros. Amén. [38] Carta II (p. 363)
Al eminente señor y distinguido seguidor de Cristo, mi señor e hijo Toribio, el obispo Montano.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 346
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
346
Sabemos perfectamente, y tenemos sobrada prueba de ello, que, ya cuando vivías en medio de los asuntos del mundo terrenal, eras un buen discípulo de la fe católica y un defensor de la santa religión. En efecto, en la época en la que aún florecías en el siglo, tanto brilló la vida de tu excelencia que, de acuerdo con la sentencia del Señor,53 no negabas al César lo que es del César y otorgabas con devoción a Dios lo que es suyo. Ciertamente, con razón te calificaré de promotor del culto divino, sobre todo, en esta provincia. ¿Qué gran recom‐ pensa crees que te está reservada junto a Dios, cuando, merced a tu celo y tu esfuerzo, fue erradicado el error de la idolatría y reprimida la detestable y abominable secta de los priscilianistas? ¡Ojalá dejasen, no obstante, de honrar el nombre de aquel cuyas prácticas no igno‐ ran que han terminado por desaparecer gracias a tus advertencias! ¿Y qué puedo decir, sin duda, de la fe de nuestros señores terrenales? (p. 364) Con tanta aplicación has trabajado en favor de ella que has ido llevando a los feroces espíritus de los que viven allí contigo a aceptar el credo saludable de nuestra fe y a conducirse de acuerdo con una norma de vida ordenada. La clemencia divina cuidará de que con tus preces y oraciones consigas llevar a término aquello en lo que te has empeñado con las mayores fatigas. Con todo, he querido transmitir a vuestra eminencia las noticias que han llegado hasta nosotros desde el convento palentino a fin de que por medio de vuestra admonición desaparezca para siempre con mayor facilidad una execrable temeridad. Según nos ha sido comu‐ nicado, ciertos presbíteros, actuando con una imprudente osadía, se atreven a mancillar, más bien, antes que consagrar, lo sagrado y con no sé qué tipo, no sé si he de calificarlo de demencia, se arrogan sin dudarlo lo más mínimo el derecho de consagrar el crisma, un dere‐ cho desconocido desde el inicio de la fe católica para todos los hom‐ bres de su orden y reservado exclusivamente para los prelados superiores. Qué sacrílego es este comportamiento no creo que se oculte a tu piadosísima conciencia y, por ello, confío en que hagas uso de la autoridad propia de un sacerdote severísimo con objeto de poner fin a esta transgresión y en que amonestes con una rigurosa
53
Cfr. Matth 22,21; Marc 12,17; Luc 20,25.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 347
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
347
reprensión a los que tienen la temeridad de cometer tan gran falta. Y en caso de que, una vez recibida la admonición, éstos se atrevan a repetir su ilícito acto, (p. 365) su contumacia será castigada con una sentencia apropiada. Hemos conocido, asimismo, que unos hermanos nuestros, obis‐ pos de un territorio extranjero, acuden a esos lugares invitados por la necesidad de consagrar basílicas. Y si bien en todo el orbe es uno solo el tálamo de la esposa de Cristo y los prelados de Cristo están unidos en éste mismo por la fíbula de una misma caridad54 y el vín‐ culo de una misma fe, con todo,55 hemos enviado a vuestra caridad en unas copias qué solicitud hizo también vuestro obispo56 en busca de un privilegio de ese tipo tanto ante nuestro antecesor como ante nuestros señores y hermanos los obispos de la Carpeta‐ nia y la Celtiberia,57 a fin de que podáis conocer cuál fue el resul‐ tado de esa impía petición.58 Y, ciertamente, concedimos a ése 54
Cfr. Col 2,19. Aquí existiría una laguna en el texto conservado de esta carta de acuerdo con C. MARTIN, «Las cartas», pp. 419‐425. También cree que existe una laguna Josep Vilella, «Los obispos toledanos anteriores al reino visigodo‐católico», en Luis A. García Moreno, M.ª Elvira Gil Egea, Sebastián Rascón Márquez, Margarita Vallejo Girvés (eds.), Santos, obispos y reliquias. Actas del III Encuentro Internacional «Hispania en la Antigüedad Tardía», Alcalá de Henares, 13 a 16 de octubre de 1998, Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá, 2003, pp. 101‐119 (Acta Antiqua Complutensia, 3), concretamente p. 111, n. 105. A nuestro juicio, la existencia de dicha laguna es dudosa. 56 De las dos familias de manuscritos que Martínez Díez y Rodríguez citan como base de la edición del II Concilio de Toledo, seguimos aquí el texto de la familia µ, a la que pertenece el manuscrito más antiguo de todos los que utilizan Martínez Díez y Rodríguez en su edición y en el que se lee (p. 365, lín. 272 del aparato crítico): «uester quoque episcopus» por «uester coepiscopus» de la familia κ (que ellos prefieren). La solución la propuso ya Enrique FLÓREZ, España España Sagrada, vol. 5, Madrid, Antonio Marín, 1750, p. 420; y es recogida por Eustaquio SÁNCHEZ SALOR, Jerarquías eclesiásticas y monacales en época visigótica, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1976, p. 102 (Acta Salmanticensia. Filosofía y Letras, 96), aunque este estudioso se inclina por entender «corepiscopus» en el pasaje, pues señala que a menudo «coepiscopus» se utiliza por «corepiscopus», lo que confirma el Thesaurus linguae Latinae, vol. 3, Leipzig, Teubner, 1906, cols. 1432,29‐34. 57 Se entiende que esta solicitud se presenta a estos obispos reunidos en un concilio provincial y presididos por el metropolitano. Lo que se envía, en consecuencia, es una copia de las actas del concilio con la solicitud del interesado y la respuesta del sínodo, que incluye la concesión de las tres ciudades mencionadas. 58 Es la parte más discutida de esta Carta II. Seguimos, fundamentalmente, la interpretación de J. VILELLA, «Los obispos toledanos», pp. 105‐106 y p. 111. Véase asimismo, no obstante, C. MARTIN, «Las cartas», pp. 419‐420 y p. 424. 55
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 348
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
348
mismo59 los siguientes municipios, esto es, Segovia, Britablo y Coca, no atendiendo a razones de derecho, sino por la dignidad de su cargo, a fin de que, por el hecho de andar errante la persona, no resultase mancillada la consagración que había recibido. Pero de‐ béis saber que esto se otorgó a él en persona60 y tan sólo mientras estuvo con vida.61 En consecuencia, queremos procurar que no des‐ deñéis bajo ninguna razón un antiguo uso. Y en caso de que nues‐ tra amonestación no surja ningún efecto en vos, nos veremos en la obligación de llevar esto a continuación a oídos de nuestro gran señor (p. 366) y de comunicarlo igualmente a nuestro hijo Ergano, y entonces las leyes de su majestad y el rigor de este juez castigarán con la mayor severidad, y no sin perjuicio por vuestra parte, un atrevimiento semejante. En efecto, tan grande es la piedad de su majestad por la gracia de Dios que no permite que sea transgredida ninguna de aquellas normas que resulta probado que mantiene en vigor un antiguo derecho. Que la divina Trinidad os guarde. Amén.
59
Se entiende que es el antecesor de Toribio. Es decir, con carácter exclusivo, y no de forma general a la dignidad que representaba. 61 Hay que entender la forma «aduiuit» como un pretérito perfecto de indicativo formado analógicamente sobre el tema de presente, frente al esperable «aduixit». Incluso J. VILELLA, «Los obispos toledanos», p. 111, se equivoca en este punto, porque no se da cuenta de que la lectura de la edición de Vives («adiuuit») fue modificada en la edición de Martínez Díez y Rodríguez por «aduiuit», de sentido muy diferente. 60
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 349
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
349
VIGILIO (PAPA, 537‐555)62 EPISTVLA AD PROFVTVRVM BRACARENSEM EP. (CPL 1694) La epístola del papa Vigilio remitida en el año 538 a Profuturo de Braga tiene un gran interés para la historia del noroeste hispano. Constituye el único documento que da cuenta de cuál pudiese ser la situación de la Iglesia, y de la historia en general, de la Gallaecia entre el fin de la Crónica de Hidacio y la celebración del Concilio de Braga del 561, casi un siglo después. De nuevo, se trata de un docu‐ mento ‘espejo’ donde, a través de la respuesta a una serie de consul‐ tas remitidas por el obispo metropolitano de Braga, podemos reconstruir el tenor de la epístola originaria. El papa Vigilio parece responder en el mismo orden en el que se han planteado las dudas e inquietudes. Ello puede llevar a pen‐ sar que la primera preocupación de Profuturo es la pervivencia del priscilianismo y sus estudiosos han insistido en este particular. Vigilio anota que deben ser censurados aquellos que, infectados por el priscilianismo, rechazan el consumo de carne, pues, aunque simulan abstinencia, «lo hacen impulsados antes por un senti‐ miento de abominación que de devoción». Argumenta a continua‐ ción que tales prácticas los asimilan a los detestables maniqueos, que, además de abstenerse de comer carne, creen que los alimen‐ tos resultan contaminados por el contacto con la misma. Sin em‐ bargo, si atendemos a las respuestas siguientes, parece claro que, en estos momentos, el metropolitano de la Gallaecia está más preo‐ cupado por algunas dudas sobre la Pascua, por la manera en que debe restaurarse el culto de una iglesia reconstruida y, sobre todo, por la confusión que la proximidad arriana de los suevos induce en algunas prácticas litúrgicas, como evidencian sus dudas sobre la triple inmersión en el bautismo o las palabras que acompañan a la ceremonia.
62
Bibliografía: Ángel Custodio VEGA, «El primado romano en la Iglesia española desde sus orígenes hasta el siglo VII», Revista Española de Teología, 2 (1942), pp. 63‐99; Joaquim de O. BRAGANÇA, «A Carta do Papa Vigílio ao Arcebispo Profuturo de Braga», Bracara Augusta, 21 (1967), pp. 65‐91; F. RODAMILANS RAMOS, «El Primado romano».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 350
350
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
A diferencia del convulso y violento ambiente del periodo prece‐ dente, evidenciado en las últimas entradas de la Crónica de Hidacio, da la sensación de que Profuturo escribe en un contexto pacífico. Obispo de la ciudad que albergaba la corte arriana sueva, se comu‐ nica con Roma y da a entender que hay incluso una permeabilidad de creencias, por cuanto se interesa por saber de qué manera recon‐ ciliar a aquellos católicos que, rebautizados arrianos, regresan a la ortodoxia. Lo que implica que algunos católicos se están aproxi‐ mando a los arrianos, donde se evidencia probablemente un intento de acomodarse con el poder del que ya tenemos muestras en el siglo anterior a través del testimonio del mismo Hidacio. Permeabilidad que se trasluce igualmente por la confusión que el obispo manifiesta sobre ciertas prácticas litúrgicas, especialmente en lo relativo al bau‐ tismo y la celebración de la Pascua. Aspectos que seguirán provo‐ cando confusión incluso después de la conversión al catolicismo, cuando Martín de Braga se vio obligado a escribir un opúsculo sobre el mismo problema de la simple o la triple inmersión bautismal, donde repetirá la misma doctrina que ahora confirma Vigilio de que debe bautizarse en nombre de la trinidad con una inmersión triple. Hay que anotar que Vigilio, en su respuesta, da testimonio igual‐ mente de que en Roma se ha fijado ya un canon litúrgico preciso de la misa que envía a Profuturo, un ritual unificado que únicamente se ve alterado en cinco grandes celebraciones, entre ellas evidente‐ mente la Pascua, cuyas preces le remite también junto a la epístola. A comienzos del siglo VI, la vida religiosa en la Gallaecia tenía como centro la oposición entre arrianos y católicos. Vigilio comunica a Pro‐ futuro el envío de «las santas reliquias de los bienaventurados apósto‐ les y los mártires» que éste parece haberle solicitado. Es probable que esta petición respondiese a un intento de tomar ventaja sobre los com‐ petidores arrianos. Las reliquias, especialmente si, como le ofrece el papa, pertenecían a mártires prestigiados, incluso a los apóstoles, se vinculaban con una mayor afluencia de fieles y su control proporcio‐ naba poder sobre los creyentes. El siglo VI hispano, fuera de la Gallae‐ cia, proporciona algún ejemplo interesante de cómo los arrianos participaban de ese mismo afán por apropiarse de reliquias prestigia‐ das; es el caso del célebre episodio en el cual Leovigildo pugna con el
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 351
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
351
obispo católico de Mérida, Masona, por apropiarse del manto de la santa virgen Eulalia. Se trataba de una rivalidad por influir en el medio social, como manifiesta la necesidad de arbitrar medidas para quienes abandonan o regresan al seno de la Iglesia católica, y se generaba una confusión sobre la corrección de los usos litúrgicos, producto posible‐ mente de un entorno teológicamente pobre. El priscilianismo sigue siendo una fuente de inquietud, pero, como hemos visto, Profuturo sólo ha consultado al papa sobre un aspecto concreto de aquella batería de capítulos que habían preocupado a Toribio un siglo antes. Puede que en estos momentos la herejía de Prisciliano fuese un elemento se‐ cundario, esencialmente una reminiscencia literaria. Ésta era la diná‐ mica dominante hasta que poco después del 550 las circunstancias, especialmente la presión de la monarquía visigoda sobre el reino suevo, provocaron una colusión de intereses entre la jerarquía católica galaica, por un lado, y el rey y la aristocracia sueva, por otro, que cul‐ minaría con su conversión al catolicismo. [PCD] [39] Carta del papa Vigilio al obispo Profuturo de Braga63 A mi queridísimo hermano Profuturo, Vigilio. (Prefacio) Hemos recibido con agrado la carta que tu caridad nos ha enviado, llena del afán de consultarnos sobre la fe católica, y hemos bendecido la clemencia de nuestro buen Dios por haberse dignado proveer a sus ovejas en esas regiones situadas al final del mundo de unos pastores tales que gracias a ellos puedan abundar en pastos saludables y verse protegidas de la rapacidad del inicuo lobo para no caer en las asechanzas de los engaños de éste. Es mani‐ 63
Edición: Francisco A. GONZÁLEZ, Epistolae decretales ac rescripta Romanorum pontificum, Madrid, Ex typographia haeredum D. Joachimi de Ibarra, 1821, pp. 154‐ 156, reproducida en J. de O. BRAGANÇA, «A Carta», pp. 66‐69. Hay dos traducciones españolas de J. TEJADA Y RAMIRO, Colección de cánones de la Iglesia española, vol. 2, pp. 1019‐1023, reproducida en ID., Colección de cánones de la Iglesia de España, vol. 2, con la misma paginación; y José CARBAJAL SOBRAL, Los concilios de Braga en los siglos VI y VII, reflejo de la vida en la Gallaecia de la época, Vigo, Imprenta Paz, 1999, pp. 325‐337. Y dos traducciones portuguesas de J. CONTADOR DE ARGOTE, Memorias, pp. 838‐845; y F. de ALMEIDA, História, pp. 49‐53.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 352
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
352
fiesto, en consecuencia, que obtendréis la gracia de la dicha prome‐ tida, puesto que con tan laudable consulta os interesáis por la per‐ fección de las doctrinas celestiales. Escrito está, en efecto:64 Dichosos los que reflexionan sobre sus palabras, los que lo buscan de todo corazón. Así pues, queridísimo hermano, a la hora de ocuparnos con el mayor interés del propósito de tu consulta, estamos también convencidos de que ésta encuentra su origen en una persona, como tú eres, que pone todo su empeño en sostener la regla de la fe católica sobre esos mismos cimientos sobre los que sabes que fue erigida en la sede apostólica. Y si bien sus voces,65 difundidas por todo el orbe, y sus palabras, divulgadas hasta los confines del orbe de la tierra,66 han dado a conocer que el corazón de vuestra bondad es fiel a Cristo, con todo, por si algunos de sus preceptos no han brillado aún con toda su intensidad en la iglesia que ha sido confiada a vuestro go‐ bierno con la ayuda de Dios, acudís a esa misma fuente de la que allí manó un agua tan saludable. Y, por ello, hemos acogido vuestra so‐ licitud con el debido afecto, pues, lleno de confianza, habéis querido que os confirmemos con una respuesta nuestra aquellas prácticas cuya observancia decís que resulta dudosa en esos preceptos.67 Por lo tanto, tras saludar a vuestra bondad en el Señor, hemos creído conveniente que seas instruido en lo que sostiene la autoridad de la sede apostólica a propósito de todas y cada una de esas prácticas de acuerdo con la disciplina católica, incluyendo a continuación una serie de capítulos con las santas reglas que deben observarse. (I) Sobre los priscilianistas que rechazan el consumo de carne. En primer lugar, a propósito de aquellos que nos has indicado que se han visto inficionados por los vicios de la herejía priscilia‐ nista, consideras que deben ser censurados por la religión católica 64
Ps 118,2. Es un pasaje difícil de traducir porque Vigilio adapta un versículo de los salmos en el que este genitivo plural se refiere a los cielos. Esta interpretación es imposible en la carta, pero tampoco hay en ésta ningún antecedente masculino o neutro con el que puedan ponerse en relación tanto este genitivo plural como el que sigue: «sonus eorum... uerba eorum». 66 Cfr. Ps 18,5. 67 La expresión «apud eos» de esta carta en las ediciones al uso plantea graves problemas de comprensión y ha recibido interpretaciones distintas. 65
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 353
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
353
con una santa y adecuada execración, pues hasta tal punto se ve que rehúsan los alimentos que consisten en carne, recurriendo al pretexto de una fingida abstinencia, que es manifiesto que lo hacen impulsados antes por un sentimiento de abominación que de de‐ voción. A este respecto, dado que es evidente que se muestran se‐ mejantes a los detestabilísimos maniqueos, con justicia los preceptos de los padres venerables les prohíben entregarse a esta superstición bajo pena de anatema con objeto de que no crean que ningún alimento resulta contaminado por el contacto de la carne, pues nada de todo aquello que la misericordia divina ha concedido para sustento de los hombres es considerado inmundo por los ca‐ tólicos. En efecto, así aconseja Pablo, el doctor de los gentiles,68 a Tito, diciéndole:69 Todo es puro para los puros, mientras que para los impuros e incrédulos nada hay puro, pues su corazón y su conciencia están sucios. Confiesan que conocen a Dios, pero lo niegan con sus actos, mostrándose abominables, rebeldes e incapaces de cualquier obra buena. También ma‐ nifestó una opinión semejante a Timoteo en otro pasaje a propósito de los errores de este tipo que deben evitarse, diciendo:70 En los úl‐ timos tiempos algunos se apartarán de la fe, prestando obediencia a los espíritus del error y a las doctrinas de los demonios que de forma simulada cuentan mentiras, tienen su conciencia endurecida y prohíben casarse, y se abstendrán de los alimentos que Dios creó para que fuesen recibidos con muestras de agradecimiento por los fieles y por aquellos que han co‐ nocido la verdad, pues todo lo creado por Dios es bueno y nada debe re‐ chazarse de aquello que se recibe con muestras de agradecimiento. Así pues, los preceptos de los padres que vinieron después juzgaron que debían ser condenados de un modo especial aquellos que, ade‐ más de abstenerse de comer carne, entendían que también debían evitarse aquellos alimentos que parecía que habían estado en con‐ tacto con carnes. Y, ciertamente, nuestro Señor Jesucristo en per‐ sona advirtió en este sentido, diciendo:71 No contamina al hombre aquello que entra por la boca, antes bien, lo que sale de la boca es lo que contamina. Por ello, ni censuramos la abstinencia que es grata a 68 69 70 71
I Tim 2,7. Tit 1,15‐16. I Tim 4,1‐4. Matth 15,11.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 354
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
354
Dios, ni aceptamos en nuestra compañía a quienes execran algo de lo creado por Dios. (II) Sobre la triple inmersión. Asimismo, qué ha sancionado y observa la autoridad apostólica a propósito de la solemne celebración del bautismo mediante la tri‐ ple inmersión de los que renacen por él, tu caridad lo conocerá de forma manifiesta en lo que sigue. Juzgamos, en efecto, que es un error reciente el hecho de que, mientras que al final de los salmos todos los católicos dicen, según la costumbre: «Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo», algunos, como señalas, suprimiendo una de las palabras de unión, intentan disminuir la perfecta expresión de la Trinidad, diciendo: «Gloria al Padre y al Hijo Espíritu Santo». Si bien la razón nos muestra de manera manifiesta que, al suprimir una de esas palabras, indican que en cierto modo la persona del Hijo y la del Espíritu Santo es una sola, con todo, para convencernos del error de tales personas basta la voz de nuestro Señor Jesucristo, que, al manifestar que debía celebrarse el bautismo de los creyentes me‐ diante la invocación de la Trinidad, dijo:72 Id y enseñad a todas las gen‐ tes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. En consecuencia, puesto que no dijo «en el nombre del Padre y del Hijo Espíritu Santo», sino que prescribió que se nombrase al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo distinguiéndolos a todos por igual, es evi‐ dente que se apartan de todo punto de la enseñanza del Señor aque‐ llos que quieren eliminar algún elemento de esta fórmula. Así pues, que tu caridad se afane con todos los medios a su disposición en traer de regreso a éstos al sendero de la recta fe. En el caso de que éstos persistan en su error, no podrán permanecer en nuestra com‐ pañía. (III) Sobre aquellos que son bautizados de nuevo por los arrianos. Asimismo qué establecieron las resoluciones de nuestros antece‐ sores en virtud de los distintos órdenes y edades a propósito de aquellos que, una vez recibida la gracia del bautismo de la salvación, tras ser bautizados de nuevo entre los arrianos, son tragados por el 72
Matth 28,19.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 355
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
355
profundo abismo de la muerte, dado que están organizadas de acuerdo con múltiples apartados, os hemos enviado estos capítulos, que hemos copiado de nuestro archivo, añadidos al final de estos otros. No obstante, convendrá que a este respecto tu caridad tenga en cuenta especialmente que, puesto que esta iniquidad se produce entre las gentes como resultado de muchos pecados diferentes, queda a tu criterio, hermano, y al de los restantes obispos en sus dió‐ cesis que, si la intensidad de la compunción del que se haya arre‐ pentido es tenida por una verdadera devoción, ésta sea merecedora del perdón. No obstante, la reconciliación de éstos no se lleva a cabo por esa imposición de la mano que se realiza invocando al Espíritu Santo, sino por esa otra que se enriquece con los frutos de la peni‐ tencia y se completa con la restitución de participar en la sagrada comunión. (IV) Qué debe observarse respecto a la restauración de las iglesias en relación con los edificios y su consagración. A propósito de la restauración del edificio de cualquier iglesia que haya sido derruida y de si debe repetirse la ceremonia de la consa‐ gración en un lugar en el que no hubo reliquias, no juzgamos que haya obstáculo alguno en que no se rocíe dicho edificio con agua ben‐ dita, pues sabemos que la consagración de cualquier iglesia en la que no se depositan reliquias consiste simplemente en la celebración de las lecturas oportunas. Y, por esa misma razón, en caso de que una basílica de los santos haya sido construida de nuevo desde sus ci‐ mientos, sin ninguna duda, una vez que se haya celebrado en ella la solemnidad de las lecturas, se completará la santa ceremonia de todo el ritual de consagración. Y si se hubiesen retirado de allí las reliquias que tenía, ha de recibir nuevamente su reverendo carácter sagrado con la reposición de aquéllas y la solemnidad de las lecturas. (V) Sobre la festividad de la Pascua, el orden de las preces y la so‐ lemnidad de las misas. Sabed, por lo demás, que celebraremos la próxima Pascua, si Dios quiere, el octavo día antes de las calendas de mayo.73 Os comunica‐ 73
24 de abril.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 356
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
356
mos, además, que no seguimos un orden distinto en las preces en la celebración de las misas en ningún tiempo del año ni en ninguna fes‐ tividad, sino que en todo momento consagramos del mismo modo los presentes ofrecidos a Dios. Siempre que ha de celebrarse la festi‐ vidad de la Pascua, de la Ascensión del Señor, de Pentecostés, de la Epifanía o de los santos de Dios, incluimos las oraciones apropiadas a esos días con los que conmemoramos la santa solemnidad o a los santos cuya festividad celebramos, y recitamos las demás en el orden acostumbrado. Por esa razón, os hemos enviado también, añadién‐ dolo más abajo, el texto del canon de la misa que hemos recibido de la tradición apostólica por la gracia de Dios. Y con objeto de que tu caridad conozca en qué lugares incluimos las oraciones específicas de cada una de las festividades, hemos añadido, además, las preces correspondientes al día de la Pascua. Y así, tras responder todo esto a tu consulta, hermano, suplicamos a nuestro buen Dios, en la medida en que podemos, que multiplique los dones de su gracia en favor de todas las iglesias de la religión ca‐ tólica entre todos aquellos que conserva fieles a Él y se digne hacer a todos sus pueblos inmunes a cualquier clase de asechanzas del ene‐ migo del espíritu y de la carne. Te comunicamos, asimismo, que hemos enviado a tu amada persona las santas reliquias de los bien‐ aventurados apóstoles y los mártires, tal y como esperabas, y con‐ fiamos en que vuestra fe se verá aún más reforzada en adelante por los méritos de éstos. [(VI)74 Que debe bautizarse en el nombre de la Trinidad. Si algún obispo o presbítero no bautizase en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo de acuerdo con el precepto del Señor, sino en una sola persona de la Trinidad o en dos de ellas, o en tres Padres, en tres Hijos o en tres Paráclitos, sea expulsado de la Iglesia de Dios.]
74
Añadimos entre corchetes rectangulares este último capítulo porque, con toda probabilidad, esta última sección de la carta no es original de Vigilio, sino fruto de una adición de un autor diferente. Vid. J. de O. BRAGANÇA, «A Carta», p. 66 n. 3.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 357
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
357
MARTÍN DE BRAGA75 EPISTVLA AD BONIFACIVM DE TRINA MERSIONE (CPL 1085) La biografía de Martín de Braga es bien conocida: de origen pano‐ nio, llegado desde Oriente a la Gallaecia en torno al 550, es recordado esencialmente por su protagonismo en la conversión de los suevos al catolicismo y su labor simultánea como reorganizador de la Iglesia católica en la provincia. En este sentido, no sólo desempeñó un papel importante en los concilios primero y segundo de Braga, celebrados en los años 561 y 572 respectivamente, sino que contribuyó a la nor‐ malización ritual proporcionando a sus colegas en el episcopado una importante recopilación de cánones, la mayoría procedentes de las iglesias orientales y , por supuesto, su erudición teológica y sus preo‐ cupaciones como moralista que plasmó en diversas obras. La epístola que aquí se anota es importante en este sentido, en pri‐ mer lugar porque clarifica un problema que tenía una enorme impor‐ tancia en el contexto de pugna con los arrianos, como era el de la forma correcta de aplicar el bautismo; además, porque evidencia las diferen‐ cias entre los católicos del reino suevo y los que estaban sometidos a la autoridad de la monarquía visigoda de Toledo. De hecho, el texto es la respuesta de Martín a un colega de nombre Bonifacio, conocido úni‐ camente por esta referencia, que habría sido informado por algunos sacerdotes de su provincia que habían viajado a la Gallaecia de la forma en que allí se aplicaba el bautismo. En la percepción de Bonifa‐ cio, la triple inmersión utilizada por la Iglesia sueva, ellos sólo usarían una, podía confundirse con la triple invocación de la Trinidad practi‐ cada por los arrianos. Martín lo corrige, o está mal informado o le está hablando de una práctica antigua ya corregida; ellos utilizan la triple 75 Bibliografía: Claude W. BARLOW, «Prosopography of Martin of Braga», Folia, 6 (1952), pp. 5‐15; Margarita VALLEJO GIRVÉS, «La embajada sueva en Constantinopla a la búsqueda de un aliado contra la amenaza visigoda (s. VI)», Estudios Humanísticos. Geografía, Historia. Arte, 16 (1994), pp. 61‐69; Alberto FERREIRO, «Martin of Braga, De trina mersione and the see of Rome», Augustinianum, 47 (2007), pp. 193‐ 207; M.ª Adelaida ANDRÉS SANZ, «Martín de Braga», en Carmen Codoñer (coord.), La Hispania visigótica y mozárabe. Dos épocas en su literatura, Salamanca, Universidad de Salamanca – Universidad de Extremadura, 2010, pp. 71‐81 (Obras de referencia, 28); Guy SABBAH, Jean‐François BERTHET, Laurent ANGLIVIEL DE LA BEAUMELLE, Martin de Braga: Œuvres morales et pastorales, Paris, Cerf, 2018 (Sources chrétiennes, 594).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 358
358
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
inmersión que recuerda a las tres personas, pero con la invocación de un solo nombre y esa fórmula les ha sido confirmada hace tiempo por la sede apostólica, y está apoyada por otras autoridades cuyos textos ha consultado, entre ellos los de Jerónimo, que, le dice, puede consultar, pues un presbítero de nombre Ausencio, se supone que alguien pró‐ ximo a Bonifacio, tiene una copia. Y le advierte que por huir del arria‐ nismo puede caer en los errores del sabelianismo. La epístola a Bonifacio tiene una gran corrección formal y constituye el único vesti‐ gio de una producción epistolar que Isidoro consideraba abundante. Más allá de las sutilezas teológicas, la carta aporta algunas infor‐ maciones preciosas sobre el contexto de la historia peninsular en torno a los años 565‐580. La hipótesis más razonable es que Bonifacio sea un obispo hispano, lo que indicaría que la frontera no era absolutamente impermeable, eso justificaría su aclaración de que su fórmula bautis‐ mal era acorde con los usos de Roma, lo que tendría menos sentido caso de que Bonifacio fuese italiano, como se ha indicado en alguna ocasión. Sabemos que la Iglesia visigoda se mantenía bastante aislada en relación al papado. De aceptarse el carácter hispano de Bonifacio, el texto haría evidentes las diferencias rituales entre las distintas pro‐ vincias hispanas, que, por otro lado, no se corregirían tras la unifica‐ ción peninsular, ni siquiera tras la conversión de los visigodos al catolicismo. Por otra parte, la epístola muestra que la Iglesia y el reino suevo mantenían contactos con el exterior. Es evidente en el caso de la relación con Roma que Martín menciona. No es seguro que esta re‐ lación fuese mucho más allá que la carta del obispo de Roma de la que asegura se guarda una copia en la sede metropolitana de Braga, en re‐ lación a la carta del papa Vigilio a Profuturo ya comentada, pero sirve a Martín para proclamar su ortodoxia y su fidelidad a Roma. Y no menos interés tiene la noticia de la embajada sueva en la corte de Constantinopla, que se incardina en los intereses del Imperio bizan‐ tino en el extremo occidental del Mediterráneo y con los cuales se ha vinculado en más de una ocasión la propia llegada de Martín a la Ga‐ llaecia. Embajada que, por otro lado, también debe ponerse en relación con la creciente amenaza que el expansionismo de los visigodos su‐ ponía para la supervivencia del reino suevo. [PCD]
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 359
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
359
[40] Martín de Braga, Carta a Bonifacio sobre la triple inmersión76 A mi bienaventurado y reverendísimo señor, el obispo Bonifacio, digno de ser honrado en la perfección de la caridad apostólica, mi señor también en Cristo y mi padre, el obispo Martín. (1) La misiva de vuestro entrañable apostolado me ha regalado un doble presente lleno de una santa distinción, pues, por un lado, ren‐ dís visita a la despreciable pequeñez de mi humilde persona con la amabilidad propia de vuestra prelatura y, por otro, consumido por el ardiente fuego de la más pura caridad, me ofrecéis benévolamente la posibilidad de entablar conversación con vos. Ciertamente, tam‐ bién convenía que así lo desease quien ya posee la perfección de una caridad consumada, a fin de que de ese modo pudiese, por mi parte, iniciar este coloquio.77 Y por ello, al tiempo que correspondo al pre‐ sente de vuestra amable carta, tal y como lo debo a vuestro santísimo apostolado, os suplico que siempre, en vuestras oraciones tan gratas a Dios, tengáis presente el recuerdo de mi humilde persona. (2) En cuanto a aquello que me decís en vuestra carta que algunos de los nuestros que han pasado por esas regiones os han comuni‐ cado, esto es, que los sacerdotes de esta provincia no administran el
76 Edición: G. BERTHET, J.‐F. SABBAH en G. SABBAH, J.‐F. BERTHET, L. ANGLIVIEL DE BEAUMELLE, Martin de Braga, pp. 280‐292 (con traducción francesa), basada en Claude W. BARLOW, Martini episcopi Bracarensis opera omnia, New Haven, Yale University Press, 1950, pp. 256‐258 (Papers and Monographs of the American Academy in Rome, 12) (= PLS 4,1393‐1395), y con un único cambio en el texto latino (en favor de la tradicición manuscrita del texto y contra una conjetura de Barlow). Hay una traducción completa al español de Ursicino DOMÍNGUEZ DEL VAL, Martín de Braga. Obras completas, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1990, pp. 167‐ 169 (Corpus Patristicum Hispanum, 4); y otra parcial de Ángel Custodio VEGA, S. Leandri Hispalensis De institutione uirginum et contemptu mundi. Noua recensio cum decem capitulis ineditis, El Escorial, Typis Augustinianis Monasterii Escurialensis, 1948, pp. 31‐35 (Scriptores Ecclesiastici Hispano‐latini Veteris et Medii Aevi, 16‐17). Además, hay una traducción al inglés de Claude W. BARLOW, Iberian Fathers, vol. 1: Martin of Braga, Paschasius of Dumium, Leander of Seville, Washington, D. C., The Catholic University of America Press, 1969, pp. 99‐102 (The Fathers of the Church. A New Translation, 62). 77 Este pasaje ha cambiado en la edición de Sabbaht y Berthet. En la edición de Barlow decía: «Ciertamente, esta serie de circunstancias tan agradables hacía conveniente que yo diese inicio a un coloquio con aquel que posee la perfección de una caridad consumada».
LA
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 360
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
360
sagrado bautismo en el solo nombre de la Trinidad, sino en los nom‐ bres de la Trinidad, habéis de saber que esto es de todo punto falso. En efecto, en mi opinión, quien os ha referido algo semejante, o bien nunca ha visto bautizar a nuestros obispos, o bien, ciertamente, ha tenido a bien daros a conocer una práctica que aquí se realizaba en el pasado. Además, sin duda, yo he sabido de forma fidedigna que, precisamente, en relación con el sacramento del bautismo, hace al‐ gunos años el metropolitano de esta provincia solicitó a la mismí‐ sima cátedra episcopal del bienaventurado Pedro la fórmula de más firme autoridad. Y leyendo con gran atención una copia de la res‐ puesta que se le dio, he encontrado que en ella se escribe que aquel que va a ser bautizado debe ser rociado con agua o introducido en ella tres veces en el nombre de la Trinidad.78 (3) Ahora me diréis: «Que el nombre de la Trinidad sea invocado tres veces y que el bautizado sea bañado tres veces es, ciertamente, una práctica arriana». Escuchad, pues: que el bautizado sea bañado tres veces en el solo nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu santo es una tradición antigua y apostólica que los sacerdotes de esta pro‐ vincia tienen confirmada por escrito por la autoridad del pontífice romano y fue observada por el prelado de la ciudad de Constantino‐ pla en la festividad de la Pascua en presencia de unos embajadores de este reino que habían sido enviados a la corte imperial. Y, cierta‐ mente, nosotros tenemos esa carta del bienaventurado apóstol Pablo en la que está escrito:79 Un solo Dios, una sola fe, un solo bautismo. Y le‐ emos la exposición del bienaventurado Jerónimo en la que éste afirma que los bautizados deben ser bañados tres veces mediante la invoca‐ ción de un solo nombre.80 Esta misma obra, en un volumen de per‐ gamino ya sumamente antiguo, la encontrarás, si quieres buscarla, en poder de ese reverendo varón y santo hermano nuestro que es el presbítero Ausencio. Del mismo modo, también en los Hechos de san Silvestre, Constantino, advertido por una visión, recibe la orden de introducirse tres veces en el agua.81 Muchos, al oír que se dice en la 78 79 80 81
Vigilio, Epistula ad Profuturum Bracarensem ep., cap. 2 (p 155). Eph 4,5. Jerónimo de Estridón, Commentarii in Epistolam ad Ephesios, 2,4 (col. 496B). Gesta s. Siluestri I papae (BHL 7725‐7732), lib. 1, p. 511,28‐36.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 361
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
361
carta del apóstol:82 Un solo bautismo, quisieron entender esto no en re‐ lación con la unidad de la Iglesia católica, pues en todas partes el bau‐ tismo se administra del mismo modo, sino en relación con un solo baño, y mientras rehúyen toda similitud con los arrianos, que tam‐ bién bañan tres veces, pero en un solo nombre, como nosotros, alteran la fórmula legada por una antigua tradición mirando por que en un solo nombre se efectúe también un solo baño, pero ignorando que en un solo nombre se muestra la unidad de la sustancia, mientras que en la triple inmersión se muestra la distinción de las tres personas a fin de poner de manifiesto, tal y como creemos firmemente, que es una sola la sustancia de la divinidad, mas son tres sus personas. En efecto, si en un solo nombre también se lleva a cabo un solo baño, solo se muestra la unidad de la divinidad en el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, pero no se hace patente la diferencia de las personas. (4) Y de ese modo, mientras se rehúye, por así decirlo, toda simi‐ litud con los arrianos, se introduce reptando en medio de esos igno‐ rantes la peste de los sabelianos, que, cuando prescribe un solo baño en un solo nombre, dice con ello que el Padre es lo mismo que dice que son el Hijo y el Espíritu Santo, y que el Espíritu Santo es lo mismo que dice que es el Padre, y cuando muestra en el sacramento del bautismo que no hay ninguna distinción entre las tres personas, se imagina sacrílegamente que bajo esos tres nombres hay una sola persona. Así pues, algunos de los hispanos, sin saber, tal y como está escrito,83 lo que dicen ni de qué asuntos hablan, mientras rehúyen, como hemos dicho, toda semejanza con la infusión arriana, caen de manera incauta en otra depravación. ¿Acaso, dado que los arrianos veneran los salmos, las cartas del apóstol y los evangelios, así como otras mu‐ chas cosas, a semejanza de los católicos, nosotros, por rehuir toda si‐ militud con sus errores, vamos a rechazar todo eso? Esperemos que no ocurra algo semejante, pues ellos, que han salido de nosotros, según está escrito,84 dejando a un lado la inferioridad de la divinidad del Hijo de Dios y del Espíritu Santo, tienen en todo lo demás las mismas creencias que nosotros. 82 83 84
Eph 4,5. I Tim 1,7. Act 15,24.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 362
362
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
(5) Así pues, algunos, como hemos dicho, sin tener en considera‐ ción este razonamiento, han querido que se efectúe un solo baño. Y con objeto de proporcionar una cierta autoridad a su opinión, han dicho que esta práctica fue instituida por algunos sínodos a fin de evitar toda semejanza con los arrianos, pero esto es una absoluta in‐ vención. En efecto, en ningún sitio se lee que un sínodo, ya sea ge‐ neral o local, haya aprobado en algún momento una decisión semejante en favor de un solo baño. Y si alguien así lo afirma, que muestre dicho escrito o en qué lugares y por qué padres y en qué número esta práctica fue decretada. Pero si no pueden mostrarlo, que aprendan con confianza de nosotros lo que nos ha sido transmi‐ tido por la autoridad de la sede romana, lo que retiene la antigua práctica de las provincias orientales y lo que está escrito en los co‐ mentarios de los antiguos padres, es más, en las instrucciones de los libros rituales, a saber, que, del mismo modo que en el solo nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, que son un solo Dios, de‐ cimos que está una sola sustancia de tres personas diferentes, así también, por medio de las tres inmersiones de los creyentes, mani‐ festamos, ciertamente, la distinción de las tres personas. He resu‐ mido aquí con la brevedad propia de una carta estas reflexiones atendiendo a vuestros deseos y os ruego que os dignéis acordaros de mi pobre persona ante el Señor.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 363
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
363
EUTROPIO DE VALENCIA85 EPISTVLA DE DISTRICTIONE MONACHORVM (CPL 1096) EPISTVLA DE OCTO VITIIS (CPL 1095) La figura de Eutropio de Valencia ocupa un lugar de prestigio en la trayectoria de la Iglesia visigoda que, sin embargo, no se asocia con su producción literaria. Es Juan de Biclaro quien ha recordado el papel que habría desempeñado como organizador, junto a Lean‐ dro de Sevilla, del Concilio de Toledo del año 589. Momento en el que es aún abad del monasterio Servitano, al frente del cual, según el mismo cronista, ya se encontraba en el año 584, siendo distinguido por sus cualidades (clarus habetur). En esa misma noticia lo hace dis‐ cípulo del abad Donato, un africano que, según Ildefonso de Toledo, habría llegado unos 20 años antes, acompañado de unos 70 monjes, huyendo de la inseguridad provocada por los bárbaros, donde se ha interpretado que se refiere a las incursiones de mauri que en esas fe‐ chas están dificultando el gobierno imperial en el norte de África. Aunque suele aludirse a una amplia producción epistolar, Isidoro de Sevilla, que lo incluyó en su catálogo de hombres ilustres, sólo fue capaz de recordar una carta, hoy perdida, a Liciniano de Carta‐ gena sobre la imposición del crisma a los niños bautizados y la pri‐ mera de las aquí recogidas. Quizás por ello, a falta de una obra teológica argumentable, se ha buscado el origen de su prestigio en una hipotética defensa de la fe católica frente a Leovigildo y en la, igualmente hipotética, ascendencia sobre la corte por la proximidad de su monasterio a la residencia real de Recópolis. Su prestigio y su tarea en el concilio toledano le habrían sido compensadas con la elec‐ ción como obispo de Valencia, recordada por Isidoro en la noticia 85
Bibliografía: Ursicino DOMÍNGUEZ DEL VAL, «Eutropio de Valencia y sus fuentes de información», Revista Española de Teología 14 (1954), pp. 369‐392; Manuel Cecilio DÍAZ Y DÍAZ, «La producción literaria de Eutropio de Valencia», en Id., Anecdota Wisigothica I. Estudios y ediciones de textos literarios menores de época visigoda, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1958, pp. 9‐35 (Acta Salmanticensia. Filosofía y Letras, 12,2); Andrés MANRIQUE CAMPILLO, «La Regla de S. Agustín en España durante los primeros siglos de su existencia», La Ciudad de Dios, 182 (1969), pp. 485‐513; Antonio LINAGE CONDE, «Eutropio de Valencia y el monacato», Salmanticensis, 19 (1972), pp. 635‐646; Rafael BARROSO CABRERA, Jorge MORÍN DE PABLOS, «El Monasterio Servitano. Auge y caída de un cenobio visigodo», Codex Aquilarensis, 19 (2003), pp. 9‐25.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 364
364
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
sobre su vida y también en la entrada dedicada a Liciniano, pero la cronología de su periodo como obispo sólo puede datarse entre 589 y 610, sin ninguna otra precisión. La cronología de los dos textos aquí recogidos es imprecisa y está condicionada por las noticias anotadas. En el 571 Donato era aún abad del monasterio, no sabemos cuándo lo sucedió Eutropio, con seguridad algo antes del 584, pues en esa fecha ya ha alcanzado no‐ toriedad, y los problemas anotados dan a entender que se habría producido una transición difícil en la adaptación al nuevo abad. Todo ello ha llevado a considerar que el primero de los textos se ha‐ bría escrito en torno al año 580. Unas fechas, anteriores a la conver‐ sión visigoda, en las cuales nuestra información sobre el monacato peninsular es muy escasa, y donde los rasgos distintivos del fenó‐ meno monástico hispano aún están por precisar. De hecho, la epís‐ tola sobre la disciplina de los monjes nos aproxima a tres problemas esenciales que la documentación hispana no había desvelado con anterioridad. El primer elemento a destacar es el lugar que el abad y su autori‐ dad desempeñan en el monasterio Servitano. La carta se la dirige Eutropio a Pedro, obispo de Arcávica, en cuya diócesis, si no en el propio entorno suburbano de la ciudad, se encontraba el monasterio. Parece que algún monje, o un grupo de monjes, ha presentado una serie de quejas al obispo motivadas por la severidad de Eutropio, lo que lo habría llevado incluso a abandonar la disciplina del monas‐ terio. El texto está cargado de citas bíblicas, además de alguna de autores paganos, ordenadas en torno a las ideas de pecado, falta, culpa, castigo y arrepentimiento; una erudición que quizás pueda asociarse con la indicación de Ildefonso que, al dar cuenta de la lle‐ gada de la comunidad de monjes emigrados, anota que eran porta‐ dores de copiosisque librorum codicibus. Esa relación de citas intenta probar que igual que se estableció que hubiese un príncipe en el siglo y un pastor al frente de la Iglesia, también debe haber un padre al frente de los monasterios, a quien corresponde imponer la disciplina frente a cualquier acto abominable. Los monjes reprendidos se ha‐ brían comportado de manera que no se diferenciaban de los que ca‐ racterizaban a la gente que vivía en el mundo y, aunque no es más
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 365
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
365
preciso, alude sobre todo a la gula. A partir de ahí hace una procla‐ mación de lo que se espera de él, siendo su alegato una detallada guía del papel que los abades desempeñan al frente de los monaste‐ rios: convertir a los que llegan al monasterio en hombres gratos a Dios, hacerles comprender cuál es su profesión y obligarlos a respe‐ tarla. Para ello prefiere una comunidad con pocos profesos perfectos que muchos que lleven una vida tibia y lujuriosa. El respeto a la profesión pasa por cumplir con los preceptos que instauraron los padres del monasterio, quienes habrían establecido su regla de acuerdo a la disciplina de los antiguos. Y éste es el se‐ gundo elemento destacable del texto. Cuando Ildefonso daba cuenta de la fundación de Donato, anotaba que había sido el primero que trajo a Hispania el uso de aplicar una regla. Aunque de manera clara y explícita el texto de la epístola alude reiteradamente a la regla del monasterio y las tradiciones contenidas en la misma, la mayoría de los autores parecen inclinarse por considerar que en realidad se está aludiendo a una observancia de hecho o, en el mejor de los casos, a un codex regularum o más genéricamente un corpus monasticum, del cual el superior extraería las enseñanzas pertinentes para la dirección de su comunidad. Sin embargo, creemos que, cuando Ildefonso es‐ cribe, la diferencia entre el uso de una regla y el recurso a ese cuerpo documental peculiar es perfectamente nítida. Cuando Eutropio se de‐ fiende frente a la acusación de excesiva severidad como justificación para abandonar el monasterio, afirma rotundamente que ese rigor es el privilegio de su dignidad. Y quienes lanzan tales acusaciones, afirma, no saben ni comprenden qué es una regla monástica (monas‐ terialem regulam), donde creemos que no hay duda de que se trata de una serie de preceptos ordenados a un fin y ya existentes, no some‐ tidos a la mera discrecionalidad del superior, en este caso, de Eutro‐ pio, quien pudo, eso sí, haber sido menos tolerante que su predecesor. De hecho, parece referirse precisamente a eso cuando recoge una cita de Terencio: «la condescendencia aporta amigos, la verdad, odio». Aunque también se ha defendido por parte de algún autor que la pro‐ testa de los monjes se debería a la inexistencia de una regla precisa. Más difícil es precisar qué regla o tipo de regla pudiese ser. Algunas sugerencias de que fuese una tomada de los padres de Oriente, o al‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 366
366
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
guna de las asociadas con la tradición agustiniana, en este caso fun‐ damentándose en el origen africano de Donato, o en el hecho de que cite expresamente La ciudad de Dios, son meras especulaciones. El tercer aspecto pertinente tras la lectura del texto es la relación entre los monasterios y el obispo diocesano. Los monjes que han abandonado el monasterio han considerado oportuno elevar sus quejas al obispo, y éste ha pedido a Eutropio explicaciones, lo que se deduce de su respuesta de manera inequívoca. No mucho antes, un concilio celebrado en Lérida en el año 546, siguiendo las disposi‐ ciones aprobadas en los concilios de Agde (a. 506) y Orleans (a. 511), al tiempo que declaraba que los bienes de los monasterios quedaban fuera de la administración diocesana, recordaba que, para que un monasterio quedase reconocido canónicamente, debía vivir de acuerdo a una regla aprobada por el obispo. Pero esa sumisión dis‐ ciplinaria no implicaba, en ningún caso, tutela en el ejercicio coti‐ diano de la autoridad. De hecho, tras sus citas bíblicas y su explicación de lo ocurrido, responde con firmeza: «no nos quebranta la censura de nadie». Ha actuado siempre en beneficio de su comu‐ nidad, ha sido riguroso en la admisión de profesos, ha actuado siem‐ pre con razón y de acuerdo a las tradiciones del monasterio y a los cánones. Para insistir a manera de conclusión en que, si alguno no ha sido capaz de soportar las costumbres de la regla, no ha sido por el rigor que él haya aplicado, sino por la tibieza de la voluntad de aquellos, por su condición de vagos et pseudomonachos. El interés del segundo texto es mucho menor. Aunque ha sido va‐ lorado como una especie de ejercicio erudito, por cuanto hace poco más que modificar y parafrasear un centón de las Conlationes de Ca‐ siano, creemos que el texto, dirigido al mismo obispo Pedro (ad Petrum papam), debe entenderse como complementario del anterior. Las cir‐ cunstancias la epístola no pueden deducirse claramente de su lectura; quizás se trate de la respuesta a alguna petición de aclaración sobre el comportamiento de los mismos monjes. En un momento dado, cuando, dentro de los ocho vicios estudiados, se detiene en un tipo de acedia, aclara que ése es el que expulsa al monje de su celda, donde podría identificarse uno de los comportamientos denostados. En todo caso, su provecho para el estudioso es limitado y se circunscribe, como
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 367
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
367
hemos anotado, al valor complementario, acumulativo, que pueda presentar cuando lo asociamos con el documento anterior. [PCD] [41] Eutropio de Valencia, Carta sobre la disciplina de los monjes86 (p. 20)
Carta del abad Eutropio al obispo Pedro sobre la disciplina de los monjes. El Señor todopoderoso, que en virtud de su misericordia se com‐ padeció de las faltas de los hombres, por medio del santísimo varón Moisés nos dejó un clarísimo testimonio de que debemos enfadarnos con los pecadores por su ofensa y su culpa y puso de manifiesto, por el contrario, que es de todo punto oportuno y digno de elogio que nos mostremos dulces y afectuosos con aquellos que llevan una vida adecuada y santa. Así lo manifestó en el hecho de que aquél, suma‐ mente enfadado por causa de la falta del pueblo pecador, tal y como dicen expresamente las Escrituras, rompió al pie de la montaña las tablas que había recibido del Señor87 y castigó, además, el crimen del pueblo pecador con la espada de los levitas,88 pero no cabe duda de que se mostró dulce y afectuoso, pues, suplicando reiteradamente al Señor por ellos, apartó de ellos la cólera de Dios que los amena‐ zaba89 y no dejó de rogar al Señor en favor de aquellos por los que pudo haber sido lapidado en cierta ocasión 90. Baste esto por el mo‐ mento entre los muchos testimonios del Antiguo Testamento, pero el Señor en persona dice así en el Evangelio:91 Todo el que se encoleriza contra su hermano será sometido a juicio. Y ten presente cómo debe en‐ tenderse este pasaje: en esta sentencia es considerado culpable aquel que (p. 21) quiere aplicar la aguijada de la cólera no a un vicio, que es un mal en el hombre, sino a la propia naturaleza humana, que Dios 86 Edición: M. C. DÍAZ Y DÍAZ, «La producción literaria», pp. 20‐26 (se cita por las páginas de esta edición). Hay traducción al catalán en A. PLADEVALL, J. FÀBREGAS, J. AMENGUAL, Escrits de bisbes catalans, pp. 217‐222. 87 Cfr. Ex 32,19. 88 Cfr. Ex 32,26‐28. 89 Cfr. Ex 32,30‐32. 90 Cfr. Ex 17,4. 91 Matth 5,22.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 368
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
368
creó, ciertamente, buena.92 Por esa razón, el apóstol dice así a unos que vivían de un modo deshonesto y habían sido censurados por él con dureza:93 Vosotros me habéis forzado a comportarme mal. Y a propó‐ sito de la exclusión y el apartamiento de aquellos que no quieren arrepentirse, se expresa así:94 ¡Ojalá fuesen seccionados de nuestro cuerpo los que os turban! Sobre éstos también dice así el Señor en el Evangelio, para servirme de otras palabras:95 Si un hermano, tras ser frecuentemente advertido, no quiere corregirse, trátalo como a un pagano y a un publicano. Y si debemos callar y no censurar en la medida de su culpa al que peca, lo que es abominable incluso de decir, ¿por qué razón, te lo ruego, el Señor nos ordenó lo siguiente por medio de Isa‐ ías, diciendo:96 ¡Grita, no ceses! ¡Eleva tu voz como una trompeta y de‐ nuncia ante mi pueblo sus crímenes y ante los hijos de Israel sus pecados!? Y están también aquellas palabras de Ezequiel:97 En caso de que no hayas advertido al impío que abandone su iniquidad, ese impío, ciertamente, morirá a causa de la iniquidad con la que ha obrado, pero yo pediré cuentas a tu mano por su sangre. A esta sentencia nosotros añadimos estas pa‐ labras de un egregio doctor:98 «¿En qué aprovecha que no sea casti‐ gado por su propio pecado aquel que ha de ser castigado por el pecado de otro?». Asimismo, el apóstol Pablo se dirige claramente en este sentido a Timoteo, diciéndole:99 Censura, ruega, amonesta, mos‐ trando una gran paciencia y siguiendo fielmente la doctrina, pero se re‐ fiere a aquellos que, tras ser advertidos una y otra vez, han reconocido su crimen, arrepintiéndose, y han querido corregir su vida para mejor, mientras que, a propósito de aquellos que han ele‐ gido perseverar en su mala conducta y sin ningún pesar han rehu‐ sado regresar al sendero de la vida recta, prescribió en otro pasaje:100 Amonéstalos con dureza, y también:101 Con personas como ésas ni siquiera 92
Cfr. Gen 1,31. II Cor 12,11. 94 Gal 5,12. 95 Matth 18,17. 96 Is 58,1. 97 Ez 3,18. 98 Julián Pomerio, De uita contemplatiua, 1,20,2. Cita no identificada hasta ahora. 99 II Tim 4,2. 100 Tit 1,13. 101 I Cor 5,11. 93
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 369
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
369
comáis. A causa de ello se expresa así también, diciendo:102 Me he con‐ vertido en vuestro enemigo por deciros la verdad. De ahí que también un poeta pagano diga:103 «La condescendencia aporta amigos, la ver‐ dad, odio». (p. 22)
En efecto, la verdad es amarga y quienes la aman se llenan de amargura,104 y, por ello, dice también Jeremías:105 Estaba sentado a solas, pues estaba repleto de amargura. ¿Y qué es esa amargura sino la práctica de ciertas personas de una vida mala y no recta? ¿Qué ha‐ cemos ahora, reverendísimo varón? ¿Callaremos y daremos nuestro consentimiento a una vida disoluta para merecer el nombre de manso y dulce? ¿Y en qué nos aprovechará esto ante Dios, cuando por causa de nuestro silencio se nos diga que van a pedirse cuentas a nuestra mano por el alma del que ha perecido?106 Mas, en caso de que queramos alejar de los lazos del diablo y de sus perversos actos al rebaño que nos ha sido confiado por Dios, advirtiéndolo y amo‐ nestándolo con insistencia, seremos calificados de rudos y rigurosos por la boca de muchos. Sea como fuere, aunque digan esto a menudo muchos que no comprenden el cometido de nuestro deber, pese a todo, deben mantenerse la disciplina y las disposiciones de la santa regla de tal modo que, aquello que los padres establecieron, también sus sucesores e hijos lo guarden y observen con toda exactitud y en toda su integridad. En efecto, si en alguna cuestión se produce un desvío de los preceptos de los santos padres y el sendero marcado por éstos y nadie debe ser amonestado en razón de la magnitud de la falta que haya cometido, dime, te lo ruego, ¿quién habrá entre los malvados, que, al menos ahora, sienten temor de los castigos, que oiga esto y no se entregue a todo acto que le venga en gana y se deje llevar por completo107 por los vicios?108 Y, por ello, la ordenación y la inefable disposición del poder divino prescribió que hubiese un 102
Gal 4,16. Terencio, Andria, 68. 104 Jerónimo de Estridón, Aduersus Iouinianum, 2,37. 105 Ier 15,17. 106 Cfr. Ez 3,18. 107 Hay aquí una errata en la edición de Díaz, donde se lee «praeaeps» (lín. 60) por «praeceps». 108 Orígenes, Homiliae XIV in Ieremiam, hom. 9 cols. 652C‐653A. 103
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 370
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
370
príncipe en el siglo, mas que al frente de la Iglesia estuviese un pas‐ tor y pontífice, así como un padre en los monasterios, a fin de que pudiesen oponerse a cualquier conducta abominable y acto execra‐ ble y castigar con la espada de la disciplina y la severidad todo cri‐ men perpetrado contra las costumbres del género humano. Escucha lo que el preclaro san Agustín, doctor de la Iglesia, como bien sabes, dice en el libro VIIIº de La ciudad de Dios:109 «En fin, en nuestro or‐ denamiento no se tiene tanto en consideración (p. 23) si un espíritu piadoso se encoleriza, sino por qué motivo se encoleriza, ni si se en‐ tristece, sino cuál es la razón por la que se entristece, ni si siente temor, sino por qué lo siente. En efecto, encolerizarse contra el que peca a fin de que se corrija, entristecerse por el que se aflige a fin de que se sobreponga, sentir temor por el que corre el riesgo de caer a fin de que no perezca, no creo que nadie en su sano juicio se atreva a censurarlo». Por lo demás, incluso si los bienes de esta vida, que el Señor, obrando con misericordia, se dignó concedernos para las necesida‐ des de esta vida pasajera y nuestro sustento y no para la lujuria y los excesos, pudiesen ser suficientes en todos los aspectos, cosa que no ocurre, sin embargo, no por ello hay que vivir de forma regalada y suntuosa ni entregarse al servicio del vientre y de la gula, incluso si poseemos en abundancia toda clase de bienes. En efecto, prohíben esto las Escrituras, diciendo:110 Si fluyen las riquezas, no les entreguéis el corazón, y también el apóstol:111 No pongáis vuestros cuidados al ser‐ vicio de la carne, dejándoos llevar por la concupiscencia, y:112 Mortifico mi cuerpo y lo someto a la servidumbre, no sea que, mientras predico a los demás, yo mismo me convierta en un réprobro. Por esa razón, con fre‐ cuencia será lícito gloriarse del hambre, de la sed, del frío, de la desnudez y de los ayunos113 a menudo.114 Y esto se lee en el Evangelio del
109
Agustín de Hipona, De ciuitate Dei, 9,5, lín. 5‐11. Ps 61,11. 111 Rom 13,14. 112 I Cor 9,27. 113 II Cor 11,27. 114 Eutropio se sirve de dos adverbios con el mismo sentido en la misma frase, sin duda, por un descuido de la construcción: «et frequenter... saepe adserit gloriari» (lín. 83‐84). 110
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 371
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
371
Señor:115 Que no caigan vuestros corazones en la glotonería y la ebriedad. Y si esto no es así, entonces, leemos a diario sin motivo la vida de los santos padres, cuyas creencias afirmamos seguir, pero cuyo ré‐ gimen de vida desdeñamos practicar. ¿Por qué nuestro Señor pres‐ cribió también lo siguiente de acuerdo con la profecía de Isaías, diciendo:116 No vayáis a tierra de gentiles, sino para que la profesión religiosa de los discípulos estuviese separada de la vida y las cos‐ tumbres corrientes?117 En efecto, no habrá ninguna diferencia entre un impío y un santo, entre un laico y un monje, entre alguien frugal y alguien sobrio, en caso de que en todo momento deseemos servir a nuestra voluntad y nuestra concupiscencia y satisfacer sus deseos. ¿Por qué la profesión de nuestra religión nos será útil ante Dios sólo por su nombre y no también por su vida santa y buena y sus lauda‐ bles costumbres? Ésta nos será útil, en primer lugar, ante Dios y, luego, también ante los hombres, en caso de que queramos mostrar un comportamiento (p. 24) concorde con aquello que se lee a propósito de Samuel:118 Y era grato tanto a Dios como a los hombres, y con aquello que el Señor dice en el Evangelio:119 Que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. Y por esta razón, porque todo lo que se dice que hay de bueno en nosotros no se dice que sea así por los méritos de nuestra vida, sino que se atribuye a un don de Dios, que nos concede su gracia con generosidad, por ello, el apóstol Pablo dice asimismo:120 Obrando el bien no sólo con respecto a Dios, sino también con respecto a todos los hombres. Éste, rechazando la alabanza de los hombres por considerarla una gloria vana, dijo en otro pa‐ saje:121 Si aún tratase de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo. También el bienaventurado Pedro, cabeza y príncipe de todos los apóstoles, dice:122 Mostrad una conciencia pura y buenas costumbres
115
Luc 21,34. En realidad, quiere citar a Jeremías (Ier 10,2), pero, como el editor recoge en el aparato de fuentes, finalmente parece citar el Evangelio de Mateo (Matth 10,5). 117 Jerónimo de Estridón, Commentarii in euangelium Matthaei, 1,10,6, lín. 1539‐ 1542. 118 I Reg 2,26. 119 Matth 5,16. 120 Rom 12,17. 121 Gal 1,10. 122 Es una mezcla de dos pasajes: I Petr 2,12 y I Petr 3,16. 116
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 372
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
372
entre las gentes a fin de que, en aquello que murmuren de vosotros, como si fueseis unos malhechores, se llenen de confusión los que calumnien vuestras buenas costumbres en Cristo. Por lo demás, deseamos y anhelamos de todo corazón, reveren‐ dísimo padre, esto que tú quieres que haga y que yo estoy dispuesto a hacer, es decir, acoger en nuestras manos a los que vengan a la casa de Dios, llevarlos en nuestro regazo y hacer que se conviertan en unos hombres tales que resulten gratos a Dios y comprendan su pro‐ fesión de vida y la respeten, pues no buscamos cuántos podemos tener, sino de qué tipo son éstos y con quiénes podemos vivir ho‐ nesta y santamente, de modo que con una profesión de vida propia de hombres perfectos123 resultemos gratos al Señor. En efecto, el Señor no se complace en un nombre y un número débiles y lángui‐ dos, sino en la santidad de los perfectos.124 Por esa razón, muchos son los llamados, pero pocos los elegidos,125 y es pequeño el rebaño a quien plugo a vuestro Padre entregar el reino.126 Es de todo punto preferible entrar en la vida con unos pocos y santos antes que ser apartados de la compañía de los santos con muchos que lleven una vida tibia y lujuriosa. Pocos caminan por el sendero estrecho y angosto y reinan en la patria de la vida eterna, muchos avanzan por el sendero amplio y espacioso (p. 25) y se precipitan en lo profundo de la gehena.127 Cier‐ tamente, nosotros, tal y como establecieron los fundadores y padres de este monasterio y nos confiaron sus preceptos, así los hemos man‐ tenido y los mantenemos con la ayuda del Señor, y no añadimos ni restamos nada de ellos en modo alguno, conocedores de esas sen‐ tencias de las Escrituras que dicen:128 No traspases los términos anti‐ guos que tus padres colocaron, y:129 Quien desdeña lo pequeño, poco a poco se arruina, a fin de que, de ese modo, a esos padres y señores nuestros que, siguiendo la inspiración de Dios, establecieron esta regla de acuerdo con la disciplina de los antiguos no los tengamos por ad‐ 123 124 125 126 127 128 129
Cfr. Col 1,28; II Tim 3,17. Cfr. Col 1,28; II Tim 3,17. Matth 22,14 (ibid. 20,16). Luc 12,32. Cfr. Matth 7,13‐14. Prou 22,28. Eccli 19,1.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 373
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
373
versarios en el Juicio de Dios, sino por defensores en todo. Y, cierta‐ mente, si, por un casual, alguien dice que nosotros actuamos con un excesivo rigor y dice que, por esa razón, algunos han abandonado nuestro monasterio, señalamos con tu permiso y afirmamos sin faltar al respeto que te debemos, pues eres una persona queridísima para nosotros y digna de Dios, que esto es un privilegio de nuestra dig‐ nidad.130 Quienquiera que así se exprese nos parece que ni conoce ni comprende en modo alguno lo que es una regla monástica y, por lo tanto, resulta evidente que no nos agravia, sino que pone públi‐ camente de manifiesto su ignorancia. Que cada uno se diga a sí mismo lo que quiera, nosotros, por nuestra parte, mantenemos en vigor lo que hemos recibido y aprendido y todos los santos herma‐ nos que están aquí con nosotros, en cuyo corazón reinan el amor de Dios y la pasión por la caridad, lo observan con toda la dedicación de su espíritu y confían perseverar en ello con la asistencia y ayuda del Señor. Ciertamente, a nosotros no nos quebranta la censura de nadie, sobre todo en semejante causa de Dios, ni tampoco nos enor‐ gullece la alabanza de nadie, tanto más si se dice falsamente, pues hemos aprendido esa sentencia del apóstol:131 Con gloria y con des‐ crédito, con infamia y con buena fama etc. Sólo importa que, con la ayuda del Señor y gracias a tus santas oraciones, hagamos por la sal‐ vación de los siervos de Dios y por Dios mismo aquello que nos haga merecedores no de la condena, sino de la recompensa en el Juicio del Juez justo, merced a su asistencia.132 En efecto, en caso de que temamos la censura de los hombres, no haremos lo que es grato a Dios, pues, como bien sabe tu santidad, (p. 26) si133 alguien censura y amonesta a un pecador, de inmediato se hace acreedor al odio, de inmediato es objeto de críticas y de inmediato sufre afrentas, pero nos consuela el Señor, diciendo:134 Sois dichosos, cuando os maldicen los hombres por mi causa. Alegraos y regocijaos, pues vuestra recompensa es abundante en los cielos. Sólo interesa que nosotros nos esforcemos
130
Es decir, comportarse con la severidad que considere adecuada. II Cor 6,8. 132 Ablativo absoluto innecesario en latín, pues recoge una idea ya introducida anteriormente en la oración. 133 Orígenes, Homiliae XIV in Ieremiam, hom. 11 col. 673A‐B. 134 Matth 5,11‐12. 131
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 374
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
374
por no sufrir las afrentas por ninguna otra causa más que por Cristo, por que Cristo sea el motivo de nuestro agravio, por que sepamos hacer frente a las maldiciones y a ser maldecidos en defensa de la verdad,135 136 pues la predicamos con toda confianza por la salvación de aquellos que nos han sido confiados por Dios, y por no ofrecer, en fin, una fácil entrada en el monasterio a aquellos que desgarran a toda la asamblea de la Iglesia con su insensata boca,137 pues, como dicen las Sagradas Escrituras, serán considerados reos de una misma falta y culpa tanto aquel que murmura contra alguien como aquel que escucha de buena gana a quien murmura.138 Te escribimos esto, bienaventurado padre, para que sepas que nosotros no actuamos en ningún momento sin una buena razón y que cumplimos de acuerdo con las tradiciones de este monasterio aquello que fue instituido de un modo santo y conforme a los cáno‐ nes. Ciertamente, si alguien no es capaz de soportar las tradiciones de nuestra regla, no debe atribuirlo a nuestro rigor, sino a la tibieza de su voluntad, pues, si uno no puede contemplar y observar con sus ojos inflamados la claridad del sol, no por ello debe decirse que es culpa del sol, sino, más bien, que es una consecuencia de su infla‐ mación y su ceguera. En efecto, lo que Dios instituyó de manera ade‐ cuada, santa y perfecta en este monasterio suyo y quiso que fuese observado hasta el presente por varones santos y perfectos,139 en modo alguno podrá ser transgredido, alterado o suprimido a causa de unos pocos, tibios e inútiles pseudomonjes que recorren a diario las casas de diversas personas y dicen alegremente con Epicuro:140 Comamos y bebamos, pues mañana moriremos, pues, como afirma el santo apóstol:141 El fundamento de Dios se mantiene firme. A pesar de que hay quien tropieza y cae142 en el vicio de su malvada voluntad, 135
Orígenes, Homiliae XIV in Ieremiam, hom. 11 col. 673C. Cfr. I Ioh 5,6. 137 Orígenes, Homiliae XIV in Ieremiam, hom. 11 col. 673B. 138 Pasaje difícil de identificar. 139 Cfr. Col 1,28; II Tim 3,17. 140 I Cor 15,32. Es claro que aquí Eutropio no cita la Biblia de forma directa, sino a un autor que pone en relación el texto bíblico con Epicúreo. La fuente más verosímil es Agustín de Hipona, Sermo 150, § 6. 141 II Tim 2,19. 142 Cfr. Is 8,15. 136
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 375
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
375
no vacilará ni titubeará lo más mínimo aquel a quien Dios todopo‐ deroso protege y sostiene con su diestra.143 Amén. [42] Eutropio de Valencia, Carta sobre los ocho vicios144 (p. 27)
Carta del abad Eutropio al obispo Pedro sobre los ocho vi‐
cios. Ocho son los principales vicios que perjudican al género humano, esto es: el primero, la glotonería, que significa «voracidad del vien‐ tre»;145 el segundo, la fornicación; el tercero, la avaricia, esto es, la codicia o el amor por el dinero; el cuarto, la ira; el quinto, la tristeza; el sexto, la acedia, esto es, la inquietud o el hastío del corazón; el sép‐ timo, la vanidad, esto es, la jactancia o la vanagloria; y el octavo, la soberbia.146 Pues147 bien, estos ocho vicios se dividen en dos clases. En efecto, o son naturales, como la glotonería, o son extranaturales, como la codicia. Su actuación presenta una división cuatripartita. En efecto, algunos no pueden manifestarse sin la acción de la carne, como la glotonería y la fornicación; otros se manifiestan sin ninguna acción del cuerpo, como la soberbia y la vanidad; algunos encuentran los motivos de su actuación en hechos exteriores, como la codicia y la ira; y otros son impulsados por los movimientos de las entrañas, como la acedia y la tristeza. Pues148 bien, a pesar de que estos ocho vicios tienen diversos orí‐ genes y distintos modos de actuar, con todo, los seis primeros, esto 143
Palabras, naturalmente, que Eutropio se aplica a sí mismo. Edición: M. C. DÍAZ Y DÍAZ, «La producción literaria», pp. 27‐35 (se cita por las páginas de esta edición). Como es bien sabido, prácticamente todo el texto de esta carta es un centón del libro quinto de las Conlationes de Casiano. 145 En latín se entiende mejor porque Eutropio, siguiendo a Casiano, se sirve de la palabra griega «gastrimargia», al igual que más adelante, cuando habla de la «filargiria» para referirse a la avaricia, de la «acedia» para referirse a la acedia y de la «cenodoxia» para referirse a la vanidad. 146 Hasta aquí tomado de Casiano, Conlationes, 5,2. 147 A partir de aquí y hasta «...como la acedia y la tristeza», la fuente es Casiano, Conlationes 5,3. 148 A partir de aquí y hasta «...y la vanidad está íntimamente unida a la soberbia» (p. 29), la fuente es Casiano, Conlationes, 5,10. 144
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 376
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
376
es, la glotonería, la fornicación, la codicia, la ira, la tristeza (p. 28) y la acedia están unidos entre sí por una cierta relación y, por así decirlo, concatenación, de tal modo que la superabundancia del primero se convierte en el comienzo del siguiente. En efecto, es forzoso que de la superabundancia de glotonería surja la fornicación, que de la for‐ nicación surja la codicia, de la codicia, la ira, de la ira, la tristeza y de la tristeza, la acedia. Y, por lo tanto, hay que luchar de un modo semejante y con la misma intensidad contra todos estos vicios y con‐ viene que entablemos siempre combate contra los que siguen desde el momento mismo en que nos enfrentamos a los que los preceden. En efecto, es más fácil que un árbol cualquiera de una anchura y una altura perjudiciales se marchite, si con anterioridad las raíces en las que se sustenta han sido desenterradas y cortadas, y las hu‐ medades nocivas de unas aguas de inmediato se secarán, cuando la fuente que las causa y las venas que surgen de ella hayan sido obs‐ truidas de un modo adecuado. Por esa razón, para que la acedia sea vencida, debe superarse antes la tristeza; para que la tristeza des‐ aparezca, debe ponerse fin antes a la ira; para que la ira se calme, debe dominarse antes la codicia; para que la codicia sea suprimida, debe detenerse primero la fornicación; y para que la fornicación sea atajada, debe reprimirse el vicio de la glotonería. En cuanto a los dos vicios restantes, esto es, la vanidad y la soberbia, ciertamente, están unidos de un modo similar por la misma razón que hemos expuesto a propósito de los vicios anteriores, de forma que el incre‐ mento del primero supone el nacimiento del segundo, pues la su‐ perabundancia de vanidad sirve de estímulo a la soberbia, pero se distinguen en gran medida de los seis vicios anteriores y no parti‐ cipan junto con ellos de una asociación semejante, pues no encuen‐ tran sólo en ellos el origen de su desarrollo,149 sino que surgen asimismo de una manera y por unas razones contrarias. En efecto, cuando aquéllos son suprimidos, éstos prosperan con gran vigor y, 149
Aquí el texto de Eutropio viene a decir lo contrario del texto de Casiano, pues el autor hispano parece haber manejado un manuscrito de Casiano con un error de transmisión. Así, mientras que este último escribe, con una doble negación (5,10): «siquidem non solum nullam ex illis occasionem suae generationis accipiant...» (trad.: «pues no sólo no encuentran en modo alguno en ellos el origen de su desarrollo»), el texto de Eutropio, al carecer del adjetivo negativo «nullam» dice lo contrario del pensamiento de Casiano.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 377
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
377
con ocasión de la desaparición de aquéllos, se extienden y crecen con especial lozanía. De ahí que seamos atacados también de un modo diverso por estos dos vicios. En efecto, caemos en cada uno de aquellos seis primeros vicios, (p. 29) cuando hemos sido domina‐ dos por los que respectivamente los preceden, mientras que en estos dos corremos el riesgo de caer tras haber vencido a los anteriores y, en especial, después de haber triunfado sobre aquéllos. Por lo tanto, del mismo modo que todos los vicios se generan con ocasión del in‐ cremento de los precedentes, así también se corrigen con la dismi‐ nución de aquéllos, y siguiendo esta regla, a fin de que la soberbia pueda ser suprimida, debe ser dominada la vanidad. Y, así, siempre, una vez superados los primeros, los siguientes cesarán y con la ex‐ tinción de las pasiones precedentes las que siguen se delibitarán sin gran esfuerzo por nuestra parte. Y si bien estos ocho vicios que hemos citado están unidos y conectados entre sí del modo que hemos mencionado, no obstante, se distribuyen, sobre todo, en cua‐ tro grupos y órdenes. En efecto, la fornicación se relaciona de un modo particularmente estrecho con la glotonería, la ira, con la co‐ dicia, la acedia, con la tristeza y la vanidad está íntimamente unida a la soberbia. Has escuchado sus relaciones, escucha ahora los tipos de cada uno de estos vicios. Hay150 tres tipos de glotonería. El primero es el que apremia al cristiano a comer antes de la hora canónica. En el pe‐ cado de esta glotonería cayó Jonatán, hijo de Saúl, quebrantando el juramento de su padre, por lo que su pueblo no mereció obtener la victoria sobre los enemigos.151 El segundo es el que resulta de un ex‐ ceso de cualquier tipo de comida o bebida. En este pecado cayó el pueblo de Israel, cuando construyó el becerro de oro, tal y como está escrito:152 Se sentó el pueblo a comer y a beber y después todos se levanta‐
150 A partir de aquí y hasta «...por ocultos deseos de vanagloria» (p. 31), Eutropio maneja dos textos diferentes de Casiano: Conlationes, 5,11 y De institutis coenobiorum, 7,14 (de donde toma los ejemplos bíblicos). El uso del De institutis coenobiorum fue señalado por Adolfo ROBLES SIERRA, «Eutropio de Valencia: su figura y su doctrina», Teología Espiritual, 21 (1977), pp. 301‐322, concretamente p. 306. 151 Cfr. I Reg 14,24‐28 (quebrantamiento del juramento de Saúl) y II Reg 1,4 (derrota de los judíos y muerte de Jonatán y Saúl). 152 Ex 32,6.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 378
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
378
ron a divertirse. El tercero es el que hace desear unos platos especial‐ mente cuidados y delicadísimos. En este pecado cayeron los hijos de Elí, que no quisieron recibir del pueblo carne cocida, sino cruda, a fin de prepararla para sí mismos con mayor esmero.153 De estos tres tipos nacen diversas y pésimas enfermedades del alma. En efecto, del primero surge la ira contra aquel (p. 30) que debió tener ya prepa‐ rados los alimentos, a causa del segundo se sienten pinchazos de lu‐ juria y deleites carnales, y la tercera rodea los cuellos de aquellos que cautiva con los insolubles lazos de la codicia. Hay tres tipos de fornicación. El primero es el que se da en el pen‐ samiento. Sobre él dice así el Señor en el Evangelio:154 Aquel que mira a una mujer con ojos de deseo ya ha cometido adulterio con ella en su cora‐ zón. El segundo es el que se lleva a cabo mediante la unión de los dos sexos. El tercero es el que se produce sin tener trato con una mujer y que el apóstol califica de inmundicia.155 Estos tres tipos deben ser evitados por nosotros con el mismo cuidado a fin de que ninguno de ellos nos aleje y excluya del reino de Cristo. Hay tres tipos de codicia. El primero es el que no permite que un hombre se desprenda de los bienes superfluos. En este pecado caye‐ ron Ananías y Safira.156 El segundo es el que nos persuade de recu‐ perar con mayor avidez aquello que hemos entregado a los necesitados. Esta falta la cometió Judas, que vendió al Señor.157 El tercero es aquel por el que somos empujados de un modo desmesu‐ rado a desear poseer aquello que antes no poseíamos. En este pecado cayó Guezají.158 Hay tres tipos de ira. Uno es el que arde en nuestro interior y es incapaz de hablar a causa de la indignación. Otro es el que se mani‐ fiesta en forma de palabras, comportamientos y actos. El tercero es el que permanece oculto durante días y años.
153 154 155 156 157 158
Cfr. I Reg 2,12‐17. Matth 5,28. Col 3,5; Eph 5,3; Gal 5,19. Cfr. Act 5,1‐5. Cfr. Matth 26,14‐15; Marc 14,10‐11; Luc 22,3‐5; Ioh 13,2. Cfr. IV Reg 5,20‐27.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 379
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
379
Hay dos tipos de tristeza. Uno es el que surge del daño recibido o del deseo inalcanzado, una vez pasada la ira. El otro es el que nace de una inquietud o una desesperación irracionales del espíritu. Hay dos tipos de acedia. Uno es el que empuja a dormir a aque‐ llos que se ven consumidos por ella. El otro es aquel por cuya causa no agrada hacer nada de provecho ni oír hablar de ello. Ésta expulsa al monje de su celda. (p. 31) En cuanto a la vanidad, si bien presenta numerosas y múltiples facetas y se divide en diversas clases, con todo, hay dos tipos prin‐ cipales. El primero es aquel por el que nos ensoberbecemos por he‐ chos materiales y manifiestos. El segundo, aquel por el que nos dejamos dominar en nuestro interior por ocultos deseos de vanaglo‐ ria. Hay159 dos tipos de soberbia. El primero es carnal y el segundo, espiritual, que es incluso más nocivo, pues ataca de manera especial a aquellos que encuentra que se distinguen en algunas virtudes. Pues160 bien, estos ocho vicios, aunque ejercen su influencia sobre el género humano, sin embargo, no ejercen su influencia de un mismo modo sobre todo el mundo. En efecto, en uno el espíritu de fornicación obtiene el lugar principal, en otro se impone la violencia, en otro la vanidad reclama para sí la tiranía, en otro la soberbia ejerce su dominio. Y si bien es sabido que todos los hombres sufrimos los ataques de todos estos vicios, sin embargo, cada uno de nosotros los padecemos de una manera y una forma diferentes. Por lo tanto,161 debemos entablar combate contra ellos de tal forma: cada uno debe averiguar cuál es el vicio por el que es princi‐ palmente atacado y debe concentrar sus mayores fuerzas en enfren‐ tarse a él. En efecto, también el legislador nos enseña que debemos seguir un orden concreto en nuestros combates y que no debemos
159
Este párrafo está tomado de Casiano, Conlationes, 5,12. A partir de aquí y hasta «...de una manera y una forma diferentes», la fuente es Casiano, Conlationes, 5,13. 161 A partir de aquí y hasta «...hasta que sean destruidos por completo», la fuente es Casiano, Conlationes, 5,14. 160
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 380
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
380
confiar en nuestro valor, éstas son sus palabras:162 No los temerás, pues el Señor, tu Dios, está a tu lado, (p. 32) el Dios grande y terrible. Él aplastará a los pueblos ante tu mirada poco a poco y por partes. No podrás destruirlos a todos a un tiempo, no sea que se multipliquen contra ti las bestias de la tierra. El Señor los pondrá ante tu mirada hasta que sean destruidos por completo. Pero163 también nos advierte de un modo semejante que no debemos ensoberbecernos con motivo de nuestra victoria sobre ellos:164 Que después de comer y saciarte, dice, de construir casas hermo‐ sas, habitar en ellas, tener ganado y rebaños de ovejas y una gran cantidad de plata, oro y todo tipo de bienes, tu corazón no se ensoberbezca y te olvides de Dios, tu Señor, que te condujo hasta aquí desde la tierra de Egipto, desde la mansión de la servidumbre, y fue tu guía en ese gran y terrible desierto. También Salomón dice en los Proverbios:165 Si cae tu enemigo, no te regocijes. No te ensoberbezcas con motivo de su ruina, no sea que el Señor lo vea166 y aparte su ira de aquél, esto es, no hagas partícipes a los demás de la arrogancia de tu corazón, pues Él dejará de hacer frente a tu enemigo y, una vez abandonado por Él, comenzarás a ser vejado de nuevo por la pasión que habías superado merced a la gracia de Dios. En consecuencia, conviene que sepamos por nuestra propia experiencia de las cosas y que conozcamos por los innumerables tes‐ timonios de las Escrituras que no podemos superar a tan poderosos enemigos sólo con nuestras fuerzas, si no contamos con el auxilio del único Dios, y que debemos atribuir a Éste a diario todo el mérito de nuestra victoria, advirtiéndonos también el Señor, en consecuen‐ cia, a propósito de esto mismo lo siguiente por medio de Moisés:167 No digas en tu corazón, cuando el Señor, tu Dios, los haya destruido ante tu mirada: “Por mi vida justa el Señor me ha concedido poseer esta tierra, 162
Deut 7,21‐23. A partir de aquí y hasta «...¿cómo puede expresarse de un modo más claro...», la fuente es Casiano, Conlationes, 5,15. 164 Deut 8,12‐15. 165 Prou 24,17‐18 (según los Setenta). 166 Aquí el texto de Eutropio conservado en la reducida transmisión del texto se aparta del de Casiano y no presenta sentido. Traducimos conforme al sentido esperable, no a la sintaxis, que es imposible. El texto de Díaz y Díaz dice (lín. 122‐ 123): «...ne uideat dominus eius...» (donde el genitivo no da sentido al texto, pues se esperaría un acusativo) frente a Casiano: «...ne uideat dominus et non placeat ei...» (con sentido pleno). 167 Deut 9,4‐5. 163
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 381
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
381
pues esos pueblos han sido aniquilados por sus injusticias”. En efecto, no se te ha concedido poseer la tierra de aquéllos por tu vida justa y la bondad de tu corazón, antes bien, esos pueblos han sido destruidos al llegar tú por‐ que han actuado impíamente. Dime, te lo ruego, ¿cómo puede expre‐ sarse de un modo más claro y más prudente cuánta cautela conviene que mostremos? Ésos168 son los siete pueblos cuyas tierras el Señor prometió en‐ tregar a los hijos de Israel, cuando éstos salieron de Egipto. Y puesto que, según el apóstol, todo esto aconteció a aquéllos en forma de fi‐ gura, debemos entender que fue escrito para nuestra instrucción.169 En efecto, así se dice:170 (p. 33) Cuando el Señor, tu Dios, te haya introdu‐ cido en la tierra en la que vas a entrar para poseerla y haya destruido a mu‐ chos pueblos ante ti, hititas, guirgasitas, amorreos, cananeos, perizitas, heveos y jebuseos, siete pueblos mucho más numerosos que el tuyo y más fuertes que tú, y el Señor te los haya entregado, los golpearás hasta su ex‐ terminio. La razón de que se diga que son mucho más numerosos es que hay más vicios que virtudes y, por eso, en el catálogo se enume‐ ran, ciertamente, siete pueblos, pero, al hablar de la lucha contra ellos, se citan sin mencionar ningún número. En efecto, se dice así:171 Y haya destruido a muchos pueblos ante ti. En efecto, es más numeroso que Israel el pueblo de las pasiones carnales que nacen de esos siete focos y raíces de vicios, así como del octavo vicio, que es más cono‐ cido que los demás en su calidad de reina y madre, por así decirlo, de todos los vicios. En efecto, de estos ocho vicios surgen y se des‐ arrollan estas hijas: de la glotonería nacen, ciertamente, las comilonas y las borracheras; de la fornicación,172 las obscenidades, las chanzas, las bromas y las chocarrerías; de la codicia, la mentira, el fraude, los robos, los perjurios, el ansia de una ganancia ilícita, los falsos testi‐ monios, las violencias, la crueldad y la rapacidad; de la ira, los ase‐ sinatos, el enojo y la indignación; de la tristeza, el rencor, la pusilanimidad, la amargura y la desesperación; de la acedia, la ocio‐ 168
A partir de aquí y hasta «...y desaparecen al mismo tiempo que aquéllos, suprimidos para siempre», la fuente es Casiano, Conlationes, 5,16. 169 Cfr. I Cor 10,11. 170 Deut 7,1‐2. 171 Deut . 7,1. 172 Cfr. Eph 5,3‐4.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 382
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
382
sidad, la somnolencia, el tedio, la inquietud, el vagabundeo, la in‐ constancia del espíritu y del cuerpo, la verbosidad (p. 34) y la curiosi‐ dad; de la vanidad, las disputas, las herejías, la jactancia y la confianza en las novedades; de la soberbia, el desprecio, la envidia, la desobediencia, la blasfemia, la murmuración y la denigración. Aunque estas últimas sean juzgadas como cosa de poca importancia por nosotros, oigamos qué opinión manifestó el apóstol al respecto y con qué palabras se expresó a propósito de ellas:173 No murmuréis, dice, como murmuraron algunos de aquéllos y perecieron víctimas del ex‐ terminador, y a propósito de la tentación:174 No tentemos a Cristo como lo tentaron algunos de aquéllos y perecieron víctimas de las serpientes, y sobre la denigración:175 No encuentres placer en denigrar, no vayas a ser arrancado de raíz, y otras muchas cosas semejantes a éstas. Si bien estos vicios son mucho más numerosos que las virtudes, no obstante, una vez vencidos los ocho vicios principales, de cuya naturaleza está probado que surgen esos otros, todos los demás se calman de inme‐ diato y desaparecen al mismo tiempo que aquéllos, suprimidos para siempre. Ciertamente,176 según cuenta una vieja tradición, esas mismas tie‐ rras de los cananeos en las que fueron introducidos los hijos de Israel las habían obtenido en otro tiempo los hijos de Sem en el reparto del orbe, pero, después, los descendientes de Cam se apoderaron de ellas por medio de la violencia y la fuerza, invadiéndolas inicua‐ mente. En ello se muestra también el rectísimo juicio de Dios, que expulsó a estos últimos de aquellos lugares que no les pertenecían, pero que habían ocupado malvadamente, y restituyó a aquellos otros esa antigua posesión de sus padres que había sido entregada a su li‐ naje en el reparto del orbe. Se advierte, siguiendo un razonamiento manifiesto, que el simbolismo de esos hechos se cumple también en nosotros, pues la voluntad del Señor entregó por naturaleza la po‐ sesión de nuestro corazón no a los vicios, sino a las virtudes. Y tras
173
I Cor 10,10. I Cor 10,9. 175 Prou 20,13 (según los Setenta). 176 A partir de aquí y hasta «...sino que han recuperado las que eran suyas», la fuente es Casiano, Conlationes, 5,24. 174
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 383
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
383
ser expulsadas éstas de su propia región al crecer la arrogancia de los vicios, esto es, de las gentes cananeas, después de la transgresión de Adán, cuando de nuevo merced a la gracia de Dios han sido lle‐ vadas de regreso al corazón con nuestra diligencia y esfuerzo, no debe creerse que han ocupado unas tierras ajenas, sino que han re‐ cuperado las que eran suyas. A propósito177 de esos siete focos de vicios dice así también Salo‐ món en los Proverbios:178 En caso de que tu enemigo te ruegue algo con grandes súplicas, no consientas, pues hay siete tipos de maldades en su alma, esto es, si la glotonería intenta persuadirte de que concedas a tu cuerpo lo que hasta ese momento habías confiado a la continencia, no dejes de tenerla sometida (p. 35) a tu control, pues, en caso contra‐ rio, rápidamente los siete espíritus de los vicios caerán sobre ti con mayor fuerza de la que tenía aquella pasión que fue erradicada en el pasado y éstos te han de arrastrar de inmediato a otro tipo de vi‐ cios aún peores. Por ello, debemos suplicar al Señor en todo mo‐ mento para que, en aquello que nuestras propias fuerzas no pueden conseguir, nos asista su misericordia.
177
A partir de aquí y hasta «...a otro tipo de vicios aún peores», la fuente es Casiano, Conlationes, 5,25. 178 Prou 26,25.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 384
384
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
LICINIANO DE CARTAGENA179 EPISTVLA AD EPIPHANIVM (CPL 1097) (ESCRITA EN COLABORACIÓN CON SE‐ VERO DE MÁLAGA) EPISTVLA AD GREGORIVM PAPAM (CPL 1097) EPISTVLA AD VINCENTIVM (CPL 1097) Las tres epístolas atribuidas al obispo Liciniano de Cartagena son de temática sustancialmente diferente y temporalmente pertenecen al menos a dos estadíos de la actividad eclesiástica de su autor. El obispado de Liciniano en Cartagena tiene lugar bajo el go‐ bierno del emperador Mauricio (Isidoro de Sevilla, De uiris illustri‐ bus, 29), lo que significa que se desarrolló como datas máximas entre el 582 y el 602, puesto que estos años enmarcan el reinado de ese em‐ perador. Por lo tanto, la vida de madurez de ese obispo ocupó la se‐ gunda mitad del siglo VI. El contexto político es el de la conquista y gobierno de una parte de la península ibérica, de Ceuta y de las Islas Baleares por el empe‐ rador Justiniano I. Entre 552‐555, aprovechando la disputa interna por el trono visigodo entre el rey Ágila y el pretendiente Atanagildo y con la excusa de ayudar a este último, las tropas de ese emperador conquistaron una larga franja costera de la península ibérica, siendo Málaga y Cartagena las principales ciudades bajo su control. A pesar del escaso o nulo apoyo prestado por los imperiales a Atanagildo, 179 Bibliografía: Josep AMENGUAL I BATLE, Margarita ORFILA, «Paganos, judíos y cristianos en las Baleares: documentos arqueológicos y literarios», ‘Ilu. Revista de Ciencias de las Religiones, 18 (2007), pp. 197‐246; Antonio GARZYA, «L’epistolografia letteraria tardoantica», Il mandarino e il quotidiano. Saggi sulla letteratura tardoantica e bizantina, Napoli, Bibliopolis, 1983, pp. 113‐148 (Saggi Bibliopolis, 14); Raúl GONZÁLEZ SALINERO, «Ut nos iudaizare compellat. La responsabilidad episcopal de Liciniano de Cartagena ante las influencias judaizantes», V Reunió d’Arqueologia Cristiana Hispànica, Barcelona, Institut d’Estudis Catalans, 2000, pp. 605‐608; Vittorino GROSSI, «Anima umana», en Angelo Di Berardino (dir.), Nuovo dizionario patristico e di antichità cristiane, vol. 1, Genova – Milano, Marietti 1820, 2006, cols. 307‐309; Juan Antonio PLATERO RAMOS, Liciniano de Cartagena y su doctrina espiritualista, Oña, Facultades de Teología y Filosofía del Colegio Máximo S. J. de Oña, 1946; Aurelio de SANTOS OTERO, «La carta del domingo», en Id., Los Evangelios Apócrifos. Edición crítica y bilingüe, Madrid, BAC, 1979, pp. 669‐682; Margarita VALLEJO GIRVÉS, Hispania y Bizancio: Una relación desconocida, Madrid, Akal, 2012 (Akal Universitaria. Reinos y dominios en la historia de España, 338).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 385
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
385
éste consiguió auparse al trono e iniciar la reconquista de los terri‐ torios perdidos. Sus sucesores Leovigildo y Recaredo no cesaron en intentarlo, al tiempo que los sucesivos emperadores, Justino II, Ti‐ berio II y Mauricio, consiguieron retener gran parte de los territorios inicialmente conquistados. Debemos también tener en cuenta la situación de la fe cristiana en ambos territorios. En el reino visigodo se va a pasar del arria‐ nismo de Atanagildo y Leovigildo al catolicismo de Recaredo tras su conversión, situándose entre ellos el episodio de la rebelión de Hermenegildo, que gracias a la involucración en la misma del obispo Leandro de Sevilla tuvo también un sesgo católico. La fe cristiana en el Imperio seguía dividida entre monofisitas y calcedonenses; estos últimos eran los predominantes en los territorios occidentales del Imperio. Ya que es importante para la comprensión de las epístolas, debemos recordar que Roma y el pontífice romano eran súbditos del emperador. De Liciniano de Cartagena se sabe que falleció en Constantinopla, aún bajo el gobierno de Mauricio, envenenado por sus enemigos, hecho que se ha atribuido a aquellos del Imperio que lo veían como una figura no excesivamente leal a su gobierno en Hispania. De ello nos informa Isidoro de Sevilla, quien nos dice que era muy versado en las Santas Escrituras y que fue autor de numerosas epístolas, al‐ gunas de las cuales enumera, como una enviada a Eutropio cuando éste era abad del monasterio Servitano. Liciniano había escrito otras epístolas, pero apenas habían llegado a sus días (Isidoro de Sevilla, De uiris illustribus, 29); es significativo que ninguna de las epístolas conservadas sean las enumeradas por Isidoro. Liciniano comparte con Severo la autoría de la epístola dirigida a un diácono llamado Epifanio. El tema de la misma es la incorporei‐ dad y espiritualidad del alma, asunto que cuestionaba un alto ecle‐ siástico, del que no se menciona el nombre, y a quien Epifanio ya había escrito rebatiendo sus argumentos. Éste, mediante una carta que no se ha conservado, solicitaba consejo y orientación a ambos además de pedirles copias de libros de obras de san Agustín y de otros autores que hubieran defendido lo que él creía la recta doc‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 386
386
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
trina, esto es, la incorporeidad, inmortalidad y espiritualidad del alma así como que los ángeles eran espíritus, pues también se había cuestionado su naturaleza. Éstos fueron temas centrales de debate en el siglo V, habiéndose ocupado de ellos, con distintas opiniones, san Agustín y Claudiano Mamerto, así como el autor anónimo de un opúsculo, atribuido al obispo Fausto de Riez. Aparentemente, la polémica que plantean tanto esta carta como la perdida de Epifanio no había tenido eco en Hispania hasta la segunda mitad del siglo VI, que es cuando deben datarse tanto la consulta como el plantea‐ miento. De Epifanio no sabemos nada, ni nada claro puede inferirse de las epístolas excepto que el hecho de dirigirse a Liciniano y Severo en busca de apoyo doctrinal implica que los consideraba fuente de autoridad. Tampoco sabemos quién era el sostenedor de la doctrina contraria a la espiritualidad del alma y de los ángeles. El que Lici‐ niano y Severo callaran su nombre por tener aquél una dignidad sa‐ cerdotal eminente puede situarnos, como se ha defendido, ante un obispo; ahora bien, del texto de la epístola no puede inferirse que fuera el superior del diácono Epifanio. El coautor de la epístola, Severo, es más conocido porque siendo ya obispo de Málaga escribió un tratado contra el obispo Vicente de Zaragoza por haberse convertido al arrianismo en el momento en que Leovigildo, en el contexto de la rebelión de Hermenegildo, faci‐ litaba el paso de los católicos a aquella opción cristiana. Escribió asi‐ mismo un tratado sobre la virginidad dedicado a su hermana (Isidoro de Sevilla, De uiris illustribus, 30). Estas dos obras están hoy perdidas. Se le ha atribuido además un Comentario a los Evangelios (CPL 1460a), conservado sólo parcialmente. Pudo haber consagrado una basílica en el área fortificada de Málaga si aceptamos que el nombre de «Severus», que aparece tres veces repetido en una ins‐ cripción hallada en aquella ciudad, es el de este obispo de Málaga y si se acepta que la inscripción forma parte de un altar. Se ha considerado que la epístola se compuso en un momento en que ni Liciniano ni Severo eran obispos, circunstancia muy posible ya que sus obispados, tan alejados geográficamente, harían difícil‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 387
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
387
mente viable que pudieran estar juntos, aunque nada en la epístola permite confirmarlo. Por otro lado, que, según Isidoro de Sevilla, Li‐ ciniano escribiera una carta a Eutropio, cuando éste era abad del mo‐ nasterio Servitano, fundado por el monje africano Donato y al que dotó de una magnífica biblioteca que trasladó desde África (Ilde‐ fonso de Toledo, De uiris illustribus, 3), que ambos, Liciniano y Se‐ vero, demuestren una amplia cultura teológica, basada sobre todo en el africano san Agustín, y que Isidoro de Sevilla afirme que eran amigos y colegas ha llevado a pensar que ambos fueron monjes de ese monasterio. Sin embargo, en la epístola no hay suficientes datos que permitan afirmar lo anterior. Lo que sí es evidente es que ambos manejan con soltura las obras agustinianas y las de otros autores, como Claudiano Mamerto. El hecho de que afirmen que no pueden enviar a Epifanio copia de los libros de san Agustín y de otros que trataban sobre el asunto, así como que ni ellos mismos puedan con‐ sultarlos habla de que no se encontraban en un lugar dotado de una buena biblioteca; no obstante, en un determinado pasaje parecen contradecirse, pues, al afirmar que no tenían tiempo para enviar los libros de san Agustín, están indicado que al menos algunos sí esta‐ ban a su disposición. Afirman que han redactado la epístola en unas circunstancias difíciles que perturbaban su reposo; teniendo en cuenta el área de Hispania en la que parecen desarrollarse sus vidas, habría que pensar que estas circunstancias podían estar relacionadas con el enfrentamiento entre visigodos e imperiales por el dominio de los territorios que ya hemos citado. La referencia a la falta de tiempo que argumentan puede también deberse a lo anterior. Es interesante resaltar que afirman no querer cansar a los lectores de la carta; el uso del plural nos indica que ambos asumían que la epístola tendría más de un lector, posiblemente la comunidad de Epifanio. Las dos epístolas restantes, de autoría únicamente de Liciniano, re‐ velan su preocupación por la coherencia y formación de su comuni‐ dad de sacerdotes. Ambas pertenecen al momento de su episcopado. Liciniano escribe al papa Gregorio Magno (590‐604) a propósito de la recepción de la Regla Pastoral escrita por éste y de lo que su con‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 388
388
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
tenido le había sugerido. Esta carta tuvo que ser necesariamente re‐ dactada con posterioridad al 591, porque esa obra se compuso ese año y porque alude al contenido de una carta escrita por el papa a Leandro de Sevilla fechada en ese mismo año. Pero incluso puede ser del 595 o algo posterior, porque ese año Gregorio Magno envió al obispo de Sevilla un ejemplar de la citada obra y no parece posible que Liciniano la recibiera antes que el gran amigo del pontífice. Entre los aspectos que plantea esta epístola encontramos el del modo en que Liciniano recibió la Regla Pastoral. Está claro que no le fue enviada por el pontífice, puesto que afirma que le llegó «por el favor de la gracia divina». Sabemos que Gregorio Magno envió esa obra a Leandro de Sevilla por medio de un presbítero llamado Pro‐ bino (Registrum epistularum, 5, 53). Sabemos igualmente que Lici‐ niano conocía la existencia y contenido de una carta que Gregorio Magno escribió a Leandro cuando éste ya se encontraba en el reino visigodo de Toledo, en la que trataba sobre la triple inmersión para el bautismo y la decisión de transformar en libro unas homilías que había compuesto sobre el Libro de Job. Las dos circunstancias ante‐ riores han llevado a proponer que sería Probino quien habría entre‐ gado a Liciniano un ejemplar de la obra de Gregorio Magno, pero nada se comprende de ello en la epístola. En todo caso, nos parece claro que si Liciniano conocía el contenido de la carta papal enviada a Leandro es porque a Cartagena llegó el ejemplar de la misma a tra‐ vés de los que rodeaban al obispo Leandro. Esta epístola de Liciniano proporciona un precioso elemento para analizar el fin de la problemática generada por Hermenegildo y la lle‐ gada al trono de Recaredo. Por esta epístola sabemos que Leandro de Sevilla, que permanecía en Constantinopla desde el principio de la re‐ belión, a donde había acudido en busca de apoyo para Hermenegildo y donde trabó una fuerte amistad con Gregorio Magno, apocrisiario papal en la ciudad regia, regresó en 586 a Hispania, cuando Recaredo dio indicios de querer convertirse al catolicismo. Esta epístola con‐ firma su regreso desde la imperial Constantinopla hasta un puerto hispano controlado por los imperiales, Cartagena, donde Liciniano ya era obispo; además, demuestra que éste ya lo era en 586 y que man‐ tuvo una entrevista con Leandro, pues fue éste quien le comentó que
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 389
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
389
estaba en posesión de las homilías sobre el Libro de Job. Habla tam‐ bién de la brevedad de la estancia de Leandro en Cartagena, pues Li‐ ciniano no llegó a ver esas homilías; sin duda porque la llamada de Recaredo era más importante para Leandro que permanecer junto a un obispo de una ciudad en poder de los enemigos del visigodo. Gra‐ cias a esta epístola sabemos que en la biblioteca de la iglesia de Carta‐ gena había un ejemplar de los libros que Hilario de Poitiers dedicó a las obras de Orígenes; es interesante comprobar la sorpresa de Lici‐ niano por el hecho de que aquel obispo galo tradujera tales textos, pues los consideraba «necedades», lo que es un indicio de la firmeza de las convicciones de Liciniano y de su cultura teológica. Ya concretando el contenido de la epístola relacionada con la Regla Pastoral, queda claro que efectivamente al de Cartagena le llegó com‐ pleta, pues menciona las cuatro partes fundamentales en las que esta se divide y sabe que en ella su autor menciona haber compuesto «otros libros morales». Muestra Liciniano su preocupación sobre la formación que debían tener los que iban a ser ordenados sacerdotes, ya que en los territorios bajo su jurisdicción le sería difícil encontrar alguno en posesión de ella. Esta preocupación del de Cartagena se ha interpretado desde varias ópticas, afirmando algunos que se trataba de un recurso retórico y otros que se debía a las circunstancias políti‐ cas que afectaban al antiguo territorio de la diócesis de Cartagena o de la metropolitanía de la Cartaginense, dividido entre visigodos e imperiales. Pero parece más verosímil relacionarlo con el bajo nivel de formación del clero de aquel período, no sólo conocido en Hispa‐ nia, como hemos visto en otros comentarios anteriores, sino en todo Occidente; está claro que Liciniano, bien formado teológicamente, era consciente del bajo nivel que tenían aquellos a los que se había visto obligado a ordenar en el sacerdocio. No conocemos si hubo respuesta papal a las dudas y peticiones de Liciniano de Cartagena. En la misma línea de preocupación por la coherencia del clero se encuentra la carta que envía al obispo Vicente de Ibiza a propósito de la lectura pública que éste había hecho en su iglesia de la copia de una supuesta carta del cielo caída sobre el sepulcro de san Pedro. Vicente de Ibiza le había hecho llegar esta carta y otra en la que le comunicaba las decisiones que había tomado al respecto. La epístola
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 390
390
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
del ebusitano no nos ha llegado, por lo que debemos entender los pormenores de su contenido a partir de la respuesta dada por Lici‐ niano. No existen indicios en la misma que permitan datarla con pre‐ cisión, puesto que su alusión a las dificultades de los tiempos puede ser tanto un recurso retórico como una referencia a la problemática política mencionada. En consecuencia, las fechas posibles son las que enmarcan el obispado del de Cartagena. No conocemos ningún dato más sobre el obispo Vicente de Ibiza, si bien de la existencia de este obispado en aquel período se pueden extraer algunos datos interesantes que entroncan con la historia del cristianismo balear y con el dominio imperial sobre territorios con‐ siderados hispanos. Así, la existencia de un obispado en Ibiza a fi‐ nales del siglo VI viene a confirmar la continuidad de la sede episcopal, cuya existencia está constatada en el año 484 gracias a la firma de su obispo en la llamada “Conferencia de Cartago”, esto es, en el concilio de la Iglesia africana convocado por el rey vándalo Hu‐ nerico para intentar convencer a los obispos católicos de su reino de que se convirtieran al arrianismo. Por otro lado, ya que está confir‐ mado el dominio imperial sobre Baleares y Cartagena en este mo‐ mento, nos encontramos ante una relación epistolar entre dos obispos de territorios dependientes del emperador Mauricio. El que Vicente de Ibiza se dirigiera a Liciniano y que éste le respondiera en tono claramente reprobador por las decisiones que había tomado ha dado lugar a considerar que el de Cartagena sería el superior ecle‐ siástico del de Ibiza, esto es, su metropolitano. Esta propuesta es al‐ tamente viable, ya que la única sede metropolitana hispana que estaba en poder del emperador Mauricio era Cartagena. Liciniano indica que no llegó a leer la totalidad de la «carta caída del cielo», pero de la lectura de unas pocas líneas concluyó que ésta aconsejaba extender el descanso dominical al modo en que se hacía en el ámbito judío; por lo tanto, según Liciniano, el obispo Vicente había puesto a su comunidad en peligro de judaizar, lo que podría llevar a relacionar la difusión de esta carta con las comunidades ju‐ días baleáricas, bien conocidas desde el siglo V. Sin embargo, otra línea de investigación no comparte el carácter judaizante de esa carta, proponiendo que se trataba de una posible copia de la llamada
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 391
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
391
«carta del domingo» que, originalmente escrita en griego, tuvo una gran difusión en el siglo V y que defendía la observancia del do‐ mingo entre los cristianos, pero sin ninguna connotación de natura‐ leza judaizante. En cualquier caso, el fenómeno de las cartas caídas del cielo no es exclusivo de las Baleares, lo que confirma la continui‐ dad de los contactos de las islas con otros ámbitos mediterráneos; es más, aceptando la relación de la copia ebusitana con la original «carta del domingo» surgida en ámbitos griegos, podría relacionarse con la mutua dependencia imperial de ambos territorios. La epístola de Liciniano también sirve para constatar la existencia de una basílica en Ibiza, posiblemente la basílica catedral, de la que aún no se tienen datos materiales, así como abundar en lo ya comen‐ tado relativo a la escasa formación doctrinal del clero hispano, pues no se puede entender de otro modo que un obispo creyera que era po‐ sible que Dios enviara su doctrina a través de cartas que caían del cielo. A principios del siglo V, Consencio, corresponsal de san Agustín, se la‐ mentaba de la dificultad de encontrar cristianos de suficiente forma‐ ción teológica en las islas (Consencio, Epistula ad Augustinum 12*,4,1); si hacemos caso a lo que afirmaba Liciniano, en el período que separa las vidas de ambos no había habido mucha mejora. [MVG] [43‐45] Liciniano de Cartagena (y Severo de Málaga), Cartas 180 [43] Liciniano de Cartagena y Severo de Málaga, Carta al diácono Epifanio (p. 320) A nuestro reverendo señor y venerable hermano, el diácono
Epifanio, los humildes Liciniano y Severo. 180 Edición: Salvador IRANZO ABELLÁN, Estudios sobre la epistolografía visigótica, Tesis doctoral, Universidad de Barcelona, Pere J. Quetglas Nicolau (dir.), 2011, pp. 320‐340 (incluye traducción). Se citan por las páginas de esta edición, pero se mantiene la distribución en parágrafos de la edición de José MADOZ, Liciniano de Cartagena y sus cartas. Edición crítica y estudio histórico, Madrid, Facultad de Teología y de Filosofía del Colegio Máximo de Oña, 1948, pp. 83‐143 (Estudios Onienses. Serie I, 4). Las tres cartas han sido traducidas por José ALBERTO CÁNOVAS, «Liciniano y su época», Scripta Fulgentina, 18 (2008), pp. 35‐72, concretamente pp. 61‐72.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 392
392
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
(1) Al leer tu carta, queridísimo hermano, nos ha conmovido y provocado un gran estupor el hecho de que afirmas que un varón provisto de una dignidad sacerdotal tan eminente, cuyo nombre no queremos decir aquí por respeto hacia él, opina que no hay en las criaturas ninguna parte que pueda considerarse constituida por una esencia espiritual, que toda naturaleza que no es lo que es Dios está conformada únicamente de un modo corporal y que, con excepción de la Trinidad Dios, no sólo los espíritus de los seres irracionales, el ganado, las bestias,181 las aves y todos los demás en los que según las Escrituras existe el espíritu de la vida,182 sino también los espíri‐ tus de los seres racionales, los ángeles y los seres humanos, no deben recibir el nombre de espíritus, sino el de cuerpos, como si los seres humanos no estuviesen formados de un espíritu y un cuerpo, sino de dos cuerpos, y se creyese que los ángeles son tan sólo cuerpos, aduciendo esto incluso en perjuicio de las almas, pues, si fuesen lo‐ cales, sin duda, serían asimismo corporales. (2) Hemos sabido que, luego de verte sorprendido en un primer momento por ello, a continuación, opusiste contra esa tesis algunos testimonios de las Escrituras que incluiste en tu misiva. De qué modo tan conveniente respondiste esto, cualquiera que lea y crea con el celo debido las Sagradas Escrituras lo comprenderá. Añades, ade‐ más, que debemos enviarte los libros del bienaventurado Agustín, pero también los de los demás autores que se han ocupado de ese tema, cuantos creamos tener, a fin de convencer a ese varón que no se digna prestar su conformidad a tus respuestas. E incluso nos ex‐ hortas, ciertamente, a que escribamos también nosotros mismos al respecto, si alguna idea nos fuese inspirada desde el cielo. Ha de saber, en consecuencia, vuestra santidad que habríamos accedido con gusto a tus deseos, si las circunstancias de la época no perturba‐ Además, hay una traducción parcial de la Epistula ad Gregorium papam de José Pío TEJERA Y R. DE MONCADA, Biblioteca del Murciano o Ensayo de un Diccionario biográfico y bibliográfico de la literatura en Murcia, vol. 2, Madrid, García Enciso, 1941, pp. 101‐ 103; y dos traducciones de la Epistula ad Vincentium en Teófilo AYUSO MARAZUELA, «Un apócrifo español del siglo sexto de probable origen judeo‐cristiano», Sefarad, 4 (1944), pp. 3‐29, concretamente pp. 12‐14; y J. AMENGUAL I BATLE, Els orígens, pp. 133‐ 135 (en las páginas impares). 181 Seguimos aquí la puntuación de Madoz: «spiritus iumentorum, feralium, ...». 182 Cfr. Gen 7,14‐15.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 393
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
393
sen nuestro reposo y nos fuese posible tener a nuestra disposición esos mismos libros que mencionas. Pero, como no podemos hacer lo que queremos, queremos hacer, al menos, lo que podemos, por lo que hemos procurado183 escribirte, ciertamente, no los juicios a los que (p. 321) hemos podido llegar nosotros mismos siguiendo nuestras propias elucubraciones, sino los recuerdos que hemos reunido de los juicios de nuestros mayores y almacenado en nuestra memoria. (3) Pero veamos ahora ya qué dice el salmista sobre los ángeles:184 El que hace, dice, a sus ángeles espíritus y a sus ministros, la llama del fuego. Que advierta, por lo tanto, el que afirma que los ángeles son corpóreos que el salmista dijo: El que hace a los ángeles espíritus, no cuerpos. En efecto, «ángel» es una palabra griega, en latín se dice «mensajero»,185 esto es: El que hace espíritus a sus mensajeros. Por esa razón, escribe tam‐ bién el apóstol Pablo a los hebreos:186 ¿No son acaso todos los espíritus unos servidores, enviados al servicio de aquellos que reciben la herencia de la salvación? En efecto, en la palabra «ángel» ha de entender187 el sentido de su misión, y en la palabra «espíritu», el sentido de su naturaleza.188 De un modo semejante, en los Hechos de los apóstoles Lucas refiere igualmente a propósito de Felipe que un ángel dijo a éste que saliese al encuentro de un eunuco de origen etíope189 y, un poco después, añade, dejando a un lado la palabra «ángel»:190 Y dijo el espíritu a Felipe: “Ve y acércate a ese carro”. Que vea, ciertamente, que, a quien primero había denominado ángel, a continuación lo califica de espíritu. (4) Pero también a propósito de los ángeles malos, aunque se han apartado de la sociedad de los ángeles buenos, con todo, como son de la misma naturaleza que éstos, las Sagradas Escrituras refieren 183 Sin duda, la forma «curabimus» (lín. 26) es un pretérito perfecto, no un futuro imperfecto. Basta comparar esta expresión con otra de la lín. 180 (§ 18), que dice: «pauca etiam quae... in mentem uenit, scribere curauimus». 184 Cfr. Ps 103,4. Cita, en realidad, Hebr 1,7. 185 Todo este inicio del § 3 está tomado de Agustín de Hipona, De ciuitate Dei, 15,23, lín. 4‐8. 186 Hebr 1,14. 187 El sujeto de estos subjuntivos es el obispo que defiende esas ideas materialistas sobre los ángeles y el alma. 188 Agustín de Hipona, Enarrationes in Psalmos, 103,1,15, lín. 9‐11. 189 Cfr. Act 8,26‐27. 190 Act 8,29.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 394
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
394
en muchos lugares que no son cuerpos, sino espíritus. El apóstol Pablo dice:191 Pues nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los príncipes y las potestades, contra los gobernadores de estas tinie‐ blas del mundo, contra los espíritus malignos en los cielos. En consecuen‐ cia, si fuesen cuerpos, no espíritus, no habría dicho contra los espíritus (p. 322) malignos, sino «contra los cuerpos malignos». Y el Señor dice en el Evangelio:192 Cuando un espíritu inmundo ha salido de un hombre, marcha por parajes áridos buscando un lugar de reposo, pero no lo encon‐ trará, y entonces irá y se juntará con otros siete espíritus peores que él. Y en los libros de los Reyes se escribe:193 Saldré, dice, y seré un espíritu falaz en la boca de todos sus profetas. Y en otro pasaje:194 El espíritu de la fornicación los ha corrompido. He ahí que no hay que denominar espí‐ ritus sólo a los ángeles buenos, sino también a los ángeles malos. (5) Y puesto que pasamos por alto un gran número de pasajes del tesoro de las Escrituras, tomando sólo unos pocos de él en aras de la brevedad de nuestro discurso, con objeto, naturalmente, de no cau‐ sar hastío en los lectores, aquel que no cree que los ángeles son es‐ píritus que disfrute, al menos, con la pobreza de un único testimonio, que muestre, si es que en algún punto de las Escrituras esto puede hallarse, que los ángeles no deben ser llamados espíritus. No obs‐ tante, dado que no podrá encontrar esto en modo alguno, ha de creer que son denominados espíritus de muchas maneras y modos. Es de‐ nominado espíritu el Dios que es toda la Trinidad, según lo que se lee en el Evangelio de Juan:195 Pues Dios es espíritu.196 Es denominado también espíritu el Dios que es la tercera persona de la Trinidad, que, en propiedad, es llamado Espíritu Santo, cuando dice el apóstol:197 Por lo demás, donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad, y asi‐ mismo:198 Y si alguien no tiene el Espíritu de Cristo, éste no es de él.
191
Eph 6,12. Matth 12,43 + 12,45; Luc 11,24 + 11,26. 193 III Reg 22,22. 194 Os 4,12. 195 Ioh 4,24. 196 Argumento tomado de Agustín de Hipona, De Genesi ad litteram, 12,7 (p. 389,27‐28). 197 II Cor 3,17. 198 Rom 8,9. 192
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 395
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
395
Es denominado también espíritu el ángel:199 El que hace, dice, a sus án‐ geles espíritus. Sobre esto ya hemos aportado testimonios más arriba. (6) Es denominada también espíritu el alma del ser humano200 según el siguiente pasaje del Génesis:201 Así pues, formó Dios, nuestro Señor, al hombre con barro de la tierra y sopló sobre su rostro el espíritu de la vida y se convirtió el hombre en un alma viva. Y Salomón dice:202 ¿Quién sabe si el espíritu del hombre sube hacia arriba? (p. 323) (7) Es denominada espíritu la razón, que es como los ojos del alma,203 esto es, del intelecto, a través de la cual esta última com‐ prende todo lo inteligible y reflexiona, según lo que dice el após‐ tol:204 Tengo por testigo de ello a Dios, a quien sirvo con mi espíritu. A lo que aquí denominó espíritu, en otro pasaje lo llama razón, di‐ ciendo:205 Yo sirvo con la razón a la ley de Dios, y asimismo:206 Nosotros, dice, somos la circuncisión: los que servimos a Dios con el espíritu. (8) Es denominada también espíritu cierta potencia del alma in‐ ferior a la razón,207 donde aquélla se representa todas las imágenes de los cuerpos, según el siguiente pasaje del apóstol:208 Oraré con mi espíritu, oraré también con mi razón. (9) Se habla también del espíritu de todos los animales irraciona‐ les, según el siguiente pasaje del Génesis:209 Todo el ganado, dice, según su especie y todo lo que se mueve sobre la tierra según su especie, y todas las aves según su especie, todos los pájaros y todos los animales alados acudieron junto a Noé y entraron en el arca de dos en dos, una pareja de toda la carne en la que existía el espíritu de la vida. Y un poco más adelante:210
199 200 201 202 203 204 205 206 207 208 209 210
Hebr 1,7. Agustín de Hipona, De Genesi ad litteram, 12,7 (p. 389,12‐15). Gen 2,7. Eccle 3,21. Agustín de Hipona, De Genesi ad litteram, 12,7 (p. 389,15‐16 + p. 389,22‐23). Rom 1,9. Rom 7,25. Phil 3,3. Agustín de Hipona, De Genesi ad litteram, 12,9 (p. 391,9‐11 + p. 392,1‐5). I Cor 14,15. Gen 7,14‐15. Gen 7,21‐22.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 396
396
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Se extinguieron, dice, todos los animales que se movían sobre la tierra: las aves, el ganado, las bestias y todos los reptiles que reptan sobre la tierra, así como todos los seres humanos. Todo aquello en lo que existe el espíritu de la vida pereció en la tierra. (10) En consecuencia, aquel que dice que ninguna criatura es es‐ píritu que vea por cuántos testimonios de las Sagradas Escrituras es refutado y deje de decir que, con excepción de la Trinidad del Señor, todo lo que puede existir es cuerpo. Evidentemente, todo cuerpo es alto, ancho y largo,211 que discurra y diga si el alma del ser humano o el espíritu del ángel tienen una medida de tres o cuatro pies, que diga asimismo de qué elemento toman su sustancia. Dejando a un lado los cuatro elementos, a saber: la tierra, el agua, el aire y el fuego, a partir de los cuales se forman los demás cuerpos, que diga algún quinto elemento con el que explique la sustancia del ángel y del alma. Pero como no puede encontrarlo, dado que, entre los elemen‐ tos, los principales son el aire (p. 324) y el fuego, que elija quizás el aire y el fuego como naturaleza del alma del ser humano y como espíritu del ángel212 y que no se avergüence de creer que el alma del ser hu‐ mano o el espíritu del ángel proceden de allí de donde procede tam‐ bién el cuerpo del ganado y el del hombre. Así pues, todo cuerpo que vive existe gracias a cuatro elementos: en efecto, el cuerpo per‐ tenece especialmente a la tierra y el humor al agua, el aire entra en relación con los pulmones, que lo reciben y lo expulsan como fuelles, y el fuego, con los ojos.213 (11) Y que no lo sorprenda el que hayamos dicho: «todo cuerpo que vive», cuando también los árboles viven y no tienen ojos ni parte alguna por la que recibir el aire y expulsarlo. Es cierto, naturalmente, que no poseen este tipo de cosas, pero parece que también el árbol está formado por cuatro elementos. Cualquiera que sea el tamaño del árbol, a menos que esté sujetado por la tierra, bien fijado en ella 211 Argumento tomado probablemente de Claudiano Mamerto, De statu animae, 3,16,9 (p. 187,2‐4). 212 Así todos los manuscritos, pero se esperaría «spiritus angeli», no «spiritum angeli». 213 Pasaje probablemente inspirado por Claudiano Mamerto, De statu animae, epil. (p. 192,23‐p. 193,7).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 397
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
397
con sus raíces, no puede ser un árbol; a menos que el agua traída por el aire no sea conducida a través de las entrañas del árbol hasta la copa, no puede vivir en modo alguno; y a menos que el aire no sea calentado por el fuego, no puede levantar el agua. En fin, por esta razón se inclinan y caen las hojas en el frío del otoño,214 porque el aire, al no estar igual de caliente que en la época de la primavera o el verano, no posee la fuerza necesaria como para levantar el agua hasta las partes superiores del árbol y mantener, así, el verdor de las hojas, antes bien, al enfriarse el aire poco a poco conforme transcurre el tiempo invernal, el agua desciende hasta las partes inferiores y el árbol se seca.215 (12) En consecuencia, no hemos afirmado de manera absurda que todo cuerpo vivo existe gracias a esos cuatro elementos, mas es ridí‐ culo y ajeno a la regla de la verdad que se crea que el alma existe gracias a alguno de esos elementos. Si todo pecado, según dice el após‐ tol,216 que comete el hombre queda fuera del cuerpo, el alma, que puede pecar, ciertamente, no es un cuerpo, y si el apóstol, tal y como él mismo dice,217 ausente en lo que hace a su cuerpo, pero presente de espí‐ ritu, juzga a un hombre que se encuentra alejado de él por una dis‐ tancia tan grande de tierras, sin duda, el alma no es local.218 Y si se puede matar el cuerpo, pero, según (p. 325) lo que dice el Señor en el Evangelio,219 no se puede matar el alma, sin duda, el alma, a la que no se puede matar, no es un cuerpo.220 Y si el alma es la imagen de Dios, pues Él mismo dice:221 Hagamos al hombre a nuestra imagen y se‐ mejanza, e hizo Dios al hombre a imagen suya, y Dios es incorpóreo, sin duda, el alma, que es la imagen de Dios, no es un cuerpo. Es más, si el alma es un cuerpo, no es la imagen de Dios. Pero puesto que es cierto que el alma es la imagen de Dios y no puede oponerse ningún 214
Cita no identificada hasta ahora de Virgilio, Aeneis, 6,309‐310. Todo el párrafo parece inspirado en Claudiano Mamerto, De statu animae, 1,21 (p. 72,12‐p. 73,12). 216 I Cor 6,18. 217 I Cor 5,3. 218 Pasaje inspirado en parte en Claudiano Mamerto, De statu animae, 2,11 (p. 142,6‐p. 143,10). 219 Cfr. Matth 10,28. 220 Claudiano Mamerto, De statu animae, 2,13 (p. 152,22‐p. 153,18). 221 Gen 1,26‐27. 215
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 398
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
398
argumento a este testimonio222 de las Sagradas Escrituras,223 el alma no es un cuerpo.224 (13) Pero en defensa del carácter corporal de las almas parece adu‐ cirse principalmente el argumento de que el alma es contenida en un lugar. Le rogamos, en consecuencia, que responda en qué lugar es contenida el alma.225 Si es contenida por su cuerpo, entonces, es mejor el cuerpo que contiene que el alma que es contenida. Pero puesto que resulta absurdo decir que el cuerpo es mejor que el alma, por lo tanto, el alma no es contenida por el cuerpo, antes bien, el alma contiene al cuerpo. Si éste es regido por el alma, si es vivificado por ella, con cuánta mayor razón es también contenido por ella. Ciertamente, no llena el cuerpo que contiene como parece llenar el agua un odre, de tal modo que únicamente se encuentra en el interior de éste y no en el exterior. En consecuencia, toda el alma se halla en el interior y toda ella se halla, igualmente, en el exterior, y hay tanta en una parte cual‐ quiera más pequeña del cuerpo como en cualquier parte más grande. En efecto, si se toca siquiera con un dedo una parte cualquiera situada en el extremo del cuerpo, toda el alma lo siente.226 Y si bien los senti‐ dos del cuerpo se distribuyen en cinco categorías, el alma no se dis‐ tribuye entre todos los sentidos, pues toda ella ve, toda ella oye, toda ella huele, toda ella toca, toda ella gusta.227 Y si bien ella mueve el cuerpo de un lugar a otro, ella misma no se mueve de lugar.228 (14) Por lo tanto, se entiende con toda lógica que existen tres tipos de movimientos de las naturalezas: uno es el de Dios y no se produce
222
En latín en plural, porque la cita bíblica consta de dos versículos distintos. Este pasaje está claramente corrupto en los manuscritos conservados. Todo indica que falta el infinitivo introducido por «potest» y del que depende «contra hiis». Lo introducimos aquí, traduciendo conforme al sentido esperable: «no puede oponerse». En la edición de Madoz se lee en este punto: «et contrarium Scripture sancte dici non potest», frente al texto de Iranzo Abellán, conforme al testimonio del manuscrito más antiguo: «et contra hiis scripturae sanctae non potest». 224 Claudiano Mamerto, De statu animae, 1,5 (p. 40,14‐p. 41,3). 225 A partir de aquí y en las líneas siguientes parecen resumir los autores a Claudiano Mamerto, De statu animae, 3,3 (p. 157,11‐p. 159,8). 226 Estas últimas ideas parecen tomadas de Agustín de Hipona, Contra epistulam fundamenti Manichaeorum, 16 (p. 213,28‐p. 214,10). 227 Claudiano Mamerto, De statu animae, 1,18 (p. 67,23‐p. 68,5). 228 Ibid., 3,16,8 (p. 186,27‐28). 223
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 399
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
399
ni en el tiempo ni en el espacio, ,229 y el tercero es el del espí‐ ritu racional y se produce sólo en el tiempo. Pero quizás responderá: «¿Por qué230 se me pregunta qué magnitud posee el alma, cuando (p. 326) es de todo punto manifiesto que no puede existir fuera del cuerpo y que la magnitud del alma se calcula de acuerdo con el ta‐ maño del cuerpo?».231 En consecuencia, si la magnitud del alma de‐ pende de la magnitud del cuerpo, una persona debe ser tanto más sabia cuanto más grande sea físicamente. Pero, puesto que vemos con frecuencia que las personas más pequeñas son más sabias que las que son más grandes físicamente, la magnitud del alma no de‐ pende de la magnitud del cuerpo. Es más, si el alma tiene la misma magnitud que el cuerpo, ¿cómo es que ella, un cuerpo pequeño,232 contiene un número tan grande de imágenes de cuerpos?233 ¿O acaso no contenemos en nuestro interior las magnitudes de las ciudades que hemos visitado, de los montes, de los ríos, del cielo y de la tierra, así como las formas de todas las demás cosas? ¿Qué lugar tan grande es este del alma que contiene tantos espacios de lugares? Pero, puesto que ella misma no es un cuerpo, contiene todos estos lugares de un modo intangible. Si una vasija es contenida por otra vasija, sin duda, aquella que está dentro es más pequeña y es mayor la que está fuera,234 en consecuencia, ¿cómo es que el alma, un cuerpo pequeño, según se dice, contiene unas magnitudes tan grandes de cuerpos? Por ello, se cree con razón que el alma es ajena a la categoría de la cuantidad, no a la de la cualidad, mientras que Dios es ajeno tanto a la categoría de la cuantidad como a la de la cualidad. Así pues, 229 La expresión incluida entre corchetes no se encuentra en ninguno de los dos manuscritos conocidos que transmiten esta obra, pero Iranzo Abellán, siguiendo a Madoz, lo restituye a partir del contexto y de la fuente, en este caso, Claudiano Mamerto, De statu animae, 1,18 (p. 64,14‐p. 65,6). 230 Se puntúa e interpreta aquí el texto conforme a la edición de Madoz. 231 Pasaje inspirado probablemente por Claudiano Mamerto, De statu animae, 2,3 (p. 107,6‐12). 232 La forma «parum» debe entenderse aquí como «paruum» (así Iranzo Abellán), de forma semejante a la construcción que se lee un poco más adelante en la lín. 150 (§ 14): «paruum corpus». 233 Toda esta parte se inspira quizás en Agustín de Hipona, De quantitate animae, 5,9 (p. 141,21‐27). 234 Argumento tomado posiblemente de Claudiano Mamerto, De statu animae, 2,3 (p. 107,8‐12).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 400
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
400
puesto que el alma no es igual a Dios, está sujeta a la categoría de la cualidad, pero puesto que no es un cuerpo, es ajena a la categoría de la cuantidad.235 (15) Es más, que se pare a pensar, si le es posible, qué es en la dis‐ ciplina geométrica un punto, qué es una línea, que no tiene anchura ni tampoco altura, sino tan sólo longitud.236 Que aparte, además, de sí el pensamiento de todas las cosas corporales, aun de las más di‐ minutas, incluso hasta el hilo de una araña, que es sabido que tiene una anchura y una altura acordes con su tamaño, y cuando haya comprendido que esta línea que hemos mencionado no posee la con‐ sistencia de un cuerpo y comprenda que es algo incorpóreo, ha de entender que no es un cuerpo y ha de entender que aquello que es manifiesto que rige sobre el cuerpo no puede ser un cuerpo. (p. 327) En efecto, el apóstol dice:237 A los que conoció en su presciencia, los pre‐ destinó a ser hechos a semejanza de la imagen de su Hijo. Y, así pues, que entienda lo que dice el apóstol:238 Quien se une a una meretriz, se con‐ vierte en un solo cuerpo con ella, pero, quien se une al Señor, se convierte en un solo espíritu con él. (16) Por ello, de acuerdo con la verdad de la recta fe católica, creemos que un Dios incorpóreo hizo algunas cosas incorpóreas y otras corpóreas y que, dentro de la categoría de las cosas incorpó‐ reas, puso a las racionales por encima de las irracionales, a las inte‐ ligentes por encima de las no inteligentes, a las justas por encima de las injustas, a las rectas por encima de las perversas, a las inmor‐ tales por encima de las mortales, y del mismo modo, dentro de la categoría de las cosas corpóreas, puso a las sensibles por encima de las insensibles, a las vivas por encima de las que no están vivas, a las celestes por encima de las terrenales, a lo masculino por encima de lo femenino y a la que es más fuerte por encima de la que es menos fuerte.239 235
Claudiano Mamerto, De statu animae, 3,14 (p. 182,23‐183,5). Ibid., 1,25 (p. 88,5‐16). 237 Rom 8,29. 238 I Cor 6,16‐17. 239 Los autores siguen aquí y en el párrafo siguiente a Agustín de Hipona, De ciuitate Dei, 11,16, lín. 1‐19. 236
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 401
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
401
(17) Pero decimos esto señalando el orden que sigue la naturaleza, no la inclinación que muestra nuestro interés. En efecto, ¿quién no preferiría tener pan antes que ratas, una gema antes que una sierva? Y, en general, también se desea antes un caballo que un siervo, siem‐ pre que se busque, naturalmente, la utilidad, no el orden de valora‐ ción del creyente. (18) Pero que aquel que ha decidido no hacerte caso preste ahora ya atención, queridísimo hermano, al obispo Agustín, santo y egregio predicador. Y si bien éste en casi todas sus obras, allí donde la materia lo lleva a ello, enseña que el alma y el ángel son incorpóreos, no obs‐ tante, puesto que nos apremia una gran falta de tiempo, como ya hemos señalado, y no disponemos del necesario ni para enviaros sus libros ni para leerlos nosotros mismos, hemos procurado escribir al‐ gunas de las ideas de sus libros que nos han venido a la cabeza para probar la incorporeidad del alma y del ángel. Así pues, en los libros que tienen por título Del sumo bien, el citado obispo dice:240 «Toda na‐ turaleza es bien un espíritu, bien un cuerpo. Dios es un espíritu inmu‐ table. El espíritu mudable es una naturaleza creada, pero superior al cuerpo». También en el libro sobre la virginidad de la bienaventurada María, que escribió para Volusiano, dice:241 «Si242 algunos reclaman que se les dé una explicación de cómo Dios se mezcló con el hombre para que surgiese la sola persona de Cristo, puesto que (p. 328) era nece‐ sario que esto ocurriese una vez, como si ellos mismos diesen alguna explicación de un hecho que sucede a diario, a saber, de qué modo el alma se mezcla con el cuerpo para que resulte la sola persona del hom‐ bre, ciertamente, del mismo modo que en la unidad de la persona el alma se sirve del cuerpo para que exista el hombre, así también en la unidad de la persona Dios se sirve del hombre para que exista Cristo». 240
Agustín de Hipona, De natura boni, 1 (p. 855,21‐24). Agustín de Hipona, Epistula 137, 11, lín. 206‐212. 242 Este comienzo en forma de proposición subordinada condicional presenta un problema sintáctico como resultado de un error en la transmisión del texto de Agustín conocido por Liciniano de Cartagena y Severo de Málaga. En Agustín el texto dice (epist. 137,3 [p. 109,15]): «Sic autem quidam reddi...», pero el adverbio «sic» se había transformado en la lectura «si» en la tradición de la carta agustiniana manejada por los autores hispanos. Para dar sentido al texto, cambiamos la puntuación tradicional del pasaje en la parte que comienza: «nam sicut in unitate...» (lín. 187‐188), que introducimos tras coma, en lugar de punto. 241
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 402
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
402
Y un poco más adelante dice:243 «La persona del hombre es la mezcla del alma y del cuerpo, mientras que la persona de Cristo es la mezcla de Dios y del hombre». Y un poco más adelante añade:244 «No obs‐ tante, la mezcla de dos cosas incorpóreas debió creerse con mayor fa‐ cilidad que la mezcla de una incorpórea y otra corpórea. En efecto, si a propósito de su naturaleza el alma entiende de un modo no falaz que es incorpórea, mucho más incorpóreo es el Verbo de Dios y, por lo tanto, debe resultar más simple de creer la mezcla del Verbo de Dios y del alma antes que la del alma y el cuerpo. Pero esto lo experimentamos en nosotros mismos, aquello se nos insta a creerlo en Cristo. Sin em‐ bargo, si se nos exhortase a creer una y otra cosa sin haber experimen‐ tado ninguna, ¿cuál de ellas creeríamos con mayor rapidez? ¿Cómo no reconocemos, entonces, que dos cosas incorpóreas pudieron mezclarse con mayor facilidad245 que una incorpórea y otra corpórea?». Esta ex‐ posición del gran obispo, llenísima de argumentos verdaderos y con‐ formes a la razón, destinada a exhortar a los incrédulos a la fe, enseña que, así como creen que el alma incorpórea pudo mezclarse con el cuerpo para que resultase la sola persona del hombre, con mucha mayor facilidad deben creer que el Verbo incorpóreo de Dios pudo mezclarse con el alma incorpórea. (19) Asimismo, en el libro Del origen del alma, que escribió para el santo presbítero Jerónimo, dice:246 «Aunque puede resultar difícil persuadir a los menos despiertos de que también el alma es incor‐ pórea, no obstante, confieso que yo estoy persuadido de ello». Estas palabras del bienaventurado Agustín muestran que no pueden com‐ prender la incorporeidad del alma aquellos que, debido a su escasa inteligencia, no son capaces de distinguir las cosas corpóreas de las incorpóreas, pues, entregados tan sólo a los sentidos del cuerpo, creen que no existe nada que uno no recuerde haber percibido por los sentidos del cuerpo. (p. 329) Escribió, además, este mismo egregio doctor el libro De la cuantidad del alma, lleno de muchas y variadas
243
Agustín de Hipona, Epistula 137, 11, lín. 212‐213. Ibid., 11, lín. 221‐230. 245 Seguimos aquí la lectura «facilius» adoptada por Madoz frente a «facilis» de Iranzo Abellán. 246 Agustín de Hipona, Epistula 166, 2,4 (p. 550,10‐11). 244
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 403
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
403
argumentaciones, en el que, entre otras cosas, dice a propósito de la discutida incorporeidad del alma:247 «Ciertamente, no debe pensarse en modo alguno en el alma como larga, ancha o, por decirlo así, firme. Éstas son categorías corporales, según lo entiendo, y pensa‐ mos en el alma de ese modo llevados por la costumbre de hablar así de los cuerpos. Y, por esa razón, se prescribe adecuadamente tam‐ bién en los misterios248 que debe despreciar todo lo corpóreo y re‐ nunciar a todo ese mundo (que, como vemos, es corpóreo) quienquiera que desee volverse tal y como fue creado por Dios, esto es, semejante a Dios, pues no hay otra salvación para el alma que la renovación o la reconciliación con su Creador».249 (20) Claudiano, un varón disertísimo, publicó tres libros sobre la incorporeidad del alma que resplandecen con todo el fulgor propio de la elocuencia. En ellos, entre otros distinguidísimos testimonios de su talento, dice:250 «Todo lo que no ocupa lugar es también incor‐ póreo. Es más, la vida del cuerpo es el alma. El alma vive en el cuerpo y está tanto en una parte del cuerpo como en todo el cuerpo. Así pues, hay tanta vida en una parte del cuerpo como en todo el cuerpo y esta vida es el alma. Y no ocupa lugar lo que es tan grande en todo el cuerpo que en una parte de éste y es tan grande en lo pequeño como en lo grande. En consecuencia, el alma no ocupa lugar y todo lo que no ocupa lugar no es corpóreo, y en consecuencia, el alma no es un cuerpo. Asimismo, el alma racional es capaz de raciocinar, el racioci‐ nio es sustancialmente intrínseco al alma y la razón es incorpórea y no ocupa lugar, en consecuencia, el alma es incorpórea. Asimismo, la voluntad del alma es la sustancia de ésta y, si toda el alma quiere, toda ella es voluntad y la voluntad no es un cuerpo, en consecuencia, el alma no es un cuerpo. Asimismo, la memoria (p. 330) es una capaci‐ dad que no ocupa lugar, que no se expande debido a una multitud
247 Entendemos aquí «de incorporalitate animae disputata», frente a «de incorporalitate anima disputata» de Iranzo Abellán. Apoya esta lectura otra más adelante, donde se lee, en las lín. 236‐237 (§ 20): «sed hactenus de incorporalitate animae disputatum sit». 248 En el sentido de «ceremonias del culto sagrado». 249 Agustín de Hipona, De quantitate animae, 3,4 (p. 135,5‐13). 250 Claudiano Mamerto, De statu animae, 3,16,2‐5 (p. 185,16‐p. 186,15) + 3,16,7 (p. 186,22‐25).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 404
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
404
de recuerdos ni mengua por la escasez de éstos y que de un modo incorpóreo recuerda incluso cosas corpóreas. Y cuando el ánimo re‐ cuerda, todo él recuerda y todo él es memoria, pues todo él recuerda, y la memoria no es un cuerpo, en consecuencia, el ánimo no es un cuerpo. Asimismo, un cuerpo ni se acerca a Dios ni se aleja de Dios, pero el ánimo se aproxima y se distancia de un modo no espacial, en consecuencia, el ánimo no ocupa lugar». Pero hasta aquí hemos dis‐ cutido sobre la incorporeidad del alma. (21) Veamos a continuación si nuestra aseveración de que la na‐ turaleza de los ángeles es incorpórea es apoyada por algún testimo‐ nio. Ciertamente, si bien el bienaventurado Agustín en muchas de sus obras afirma que los ángeles son de naturaleza incorpórea, no obstante, en los libros sobre la Trinidad asegura que están formados no sólo de un elemento incorpóreo, sino también de otro corpóreo, esto es, de una doble sustancia, de manera que, en virtud del pri‐ mero, no cesan de contemplar a Dios, según lo que el Señor dice en el Evangelio, cuando añade a propósito de que los niños no deben ser despreciados:251 Pues los ángeles de éstos siempre ven el rostro de mi Padre, que está en los cielos; y, en virtud del segundo, acuden realmente ante la presencia del hombre para llevar a cabo alguna misión. En efecto, así dice en el libro segundo de esta obra:252 «Asumiendo los ángeles una forma corpórea a partir de una criatura corpórea para utilidad de su misión, según a cada uno le resulte necesario, o bien cambiando y adaptando su propio cuerpo, al que no están someti‐ dos, sino al que gobiernan sometido a ellos, a las formas que quieran, según resulten adecuadas y apropiadas a sus acciones de acuerdo con el poder que les haya sido otorgado por el Creador». Y también en el libro tercero de los libros anteriormente citados dice:253 «No es lícito que los ángeles sean considerados creadores, y no sólo los malos, tampoco los buenos, incluso si por la penetración de sus sen‐ tidos y su cuerpo conocen las razones de estas cosas, demasiado os‐ curas para nosotros». Y un poco más adelante dice:254 «Lo que hay 251 252 253 254
Matth 18,10. Agustín de Hipona, De trinitate, 2,7,13 (p. 98,26‐31). Ibid., 3,7,13 (p. 141,62‐64). Ibid., 3,9,21 (p. 150,105‐108).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 405
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
405
en el cielo no (p. 331) lo investigamos, ni en qué tipos de categorías de acuerdo con la dignidad de cada uno se distribuyen los cuerpos an‐ gélicos o se encuadran sus actos corporales». Asimismo, en el libro octavo, al decir que Dios no es un cuerpo, señala:255 «Ni siquiera los ángeles, tal y como son imaginados esos espíritus puros que animan los cuerpos celestes y los transforman de acuerdo con la voluntad con la que sirven a Dios y que se vuelven hacia uno y otro lado,256 ni siquiera si todos ellos, aun siendo miles de millares,257 se reuniesen en un mismo lugar formando un solo ser, ni siquiera algo semejante sería Dios. Ni siquiera sería así aun en el caso de que imaginases a esos mismos espíritus sin sus cuerpos, lo que, sin duda, es suma‐ mente difícil para el pensamiento carnal». (22) Teniendo presente, querido hermano, la sentencia del Señor que dice que el testimonio de dos o tres hombres es verdadero258 y aplicándonos en este empeño en unas circunstancias difíciles, a fin de que aquél crea más fácilmente a estos dos excelentísimos comen‐ taristas, en la medida en que hemos podido retener en nuestra me‐ moria algunas ideas de sus obras, os hemos enviado lo que escribieron para que sea conocido por vos. Ciertamente, en caso de que no quiera dejarse convencer por estos testimonios, no aceptará dejarse convencer tampoco por los de muchos testigos, aunque éstos se presenten ante él. [44] Liciniano de Cartagena, Carta al papa Gregorio Magno (p. 332)
A mi señor el reverendísimo papa Gregorio, el obispo Lici‐
niano. (1) El libro de las reglas escrito por tu santidad y llegado hasta nosotros por el favor de la gracia divina lo hemos leído con tanto
255
Agustín de Hipona, De trinitate, 8,2,3 (p. 271,22‐27). La lectura «se uerrantes» de Iranzo Abellán no parece posible en el pasaje. La corrección más sencilla y más cercana a la fuente es «se uersantes», pues en la fuente se lee «atque uersantes» (Agustín de Hipona, De trinitate, 8,2,3). En la edición de Madoz se lee «se uertentes». 257 Apoc 5,11. 258 Es probablemente un recuerdo de Ioh 8,17. 256
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 406
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
406
más agrado cuanto que sabíamos que se contenían en él unas reglas de carácter espiritual.259 ¿Quién no ha de leer con un especial agrado un libro en el que ha de encontrar, merced a una constante medita‐ ción, una medicina para su alma, un libro por el que, dejadas a un lado todas las cosas de este mundo, que son pasajeras y que por su carácter mudable cambian sin cesar, ha de abrir los ojos de su mente a la inmutabilidad de la vida eterna? Este libro tuyo es un santuario de todas las virtudes. En él la prudencia establece una separación bien definida entre lo bueno y lo malo y la justicia atribuye a cada uno lo suyo mientras somete el alma a Dios y el cuerpo al alma. En él la fortaleza se muestra siempre igual, tanto en la adversidad como en la prosperidad, y no se deja doblegar en la desdicha ni se enso‐ berbece en la fortuna. En él la templanza somete los arrebatos de la lujuria e impone de manera juiciosa una medida a los placeres. En él incluyes todo lo que es importante para llegar a participar de la vida eterna. Y no sólo expones una regla de vida para los pastores, sino que también (p. 333) ofreces una regla de vida a aquellos que no tienen ninguna responsabilidad rectora. En efecto, los pastores tie‐ nen en él, en una organización cuatripartita, quiénes pueden acceder a este ministerio, qué tipo de vida han de llevar, una vez que hayan llegado a él, cómo y qué deben enseñar y cómo deben comportarse a fin de no mostrarse altivos en tan elevada posición sacerdotal. (2) Sirven de apoyo a esta eximia doctrina tuya los bienaventura‐ dos y antiguos padres, doctores y defensores de la Iglesia, Hilario, Ambrosio, Agustín y Gregorio.260 Todos ellos te ofrecen su testimonio del mismo modo que los profetas ofrecieron el suyo a los apóstoles. El bienaventurado Hilario dice, al comentar unas palabras del apóstol que fue doctor de los gentiles:261 «En efecto, de ese modo pone de ma‐ nifiesto qué virtudes de disciplina eclesiástica y de costumbres son útiles para el merecimiento del sacerdocio, siempre y cuando no fal‐ ten tampoco entre las restantes aquellas que son necesarias para la ciencia de la enseñanza y la defensa de la fe, pues no es propio de un buen y útil sacerdote llevar tan sólo una vida sin tacha o predicar tan 259 260 261
Se refiere Liciniano a la Regula pastoralis (CPL 1712) de Gregorio Magno. Gregorio Nacianceno. I Tim 2,7.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 407
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
407
sólo con prudencia, dado que quien es intachable únicamente (p. 334) obtiene provecho de ello si es docto y que el docto carece de una buena doctrina y de autoridad si no es intachable, de tal modo que su vida ha de resultar embellecida por su forma de enseñar y su doc‐ trina por su forma de vida».262 (3) Sirve de apoyo a este libro tuyo el bienaventurado Ambrosio en esos libros que compuso sobre los oficios.263 Sirve de apoyo a tu doctrina el bienaventurado Agustín, cuando dice:264 «A la hora de ac‐ tuar no ha de desearse el honor en esta vida ni el poder, pues todo es vanidad bajo el sol,265 sino que uno ha de amar el acto en sí mismo que se lleva a cabo por medio de ese mismo honor o poder, si se obra con rectitud y provecho, esto es, de manera que beneficie a la salud de los súbditos, pues esto es lo que desea Dios. Por ello, dice el após‐ tol:266 Quien desea el episcopado, desea una buena obra. Quiso mostrar con ello qué es un obispo, pues es una palabra que designa una acti‐ vidad, no un honor. En efecto, es una palabra griega y su sentido se toma del hecho de que aquel que es puesto al frente de otras personas vela sobre aquellos al frente de los cuales es puesto, es decir, toma sobre sí el cuidado de ellos, pues obispo significa “atención”. En con‐ secuencia, si queremos, podemos traducir obispo en latín por “velar” para que aquel que ama estar por encima de los demás, no ser de uti‐ lidad a los demás, comprenda que él no es un verdadero obispo. Y, así, (p. 335) a nadie se prohíbe entregarse al estudio del conocimiento de la verdad, pues esto responde a un ocio digno de alabanza. Y aun‐ que ese cargo superior sin el que un pueblo no puede ser regido se desempeñe y se ejerza tal y como conviene, con todo, es inapropiado aspirar a él. Por esa razón, el amor por la verdad busca el ocio santo y la responsabilidad que nace del amor asume una actividad justa. Debemos dedicar tiempo a percibir y reconocer la verdad, pero, si se nos impone una carga semejante, debemos asumirla por la respon‐ sabilidad que nace del amor. Pero no debe renunciarse por ello de
262 263 264 265 266
Hilario de Poitiers, De trinitate, 8,1, lín. 7‐14 + 19‐20. Se trata del De officiis (CPL 144) de Ambrosio de Milán. Agustín de Hipona, De ciuitate Dei, 19,19, lín. 17‐40. Cfr. Eccli 1,14. I Tim 3,1.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 408
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
408
todo punto a los encantos de la verdad, no sea que se nos arrebate ese dulce placer y sucumba a la presión esa responsabilidad». (4) Sirve de apoyo a tu doctrina el bienaventurado Gregorio, cuyo estilo sigues, en cuyo ejemplo deseabas ampararte a fin de renunciar a la carga del sacerdocio, cuyo peso claramente queda puesto de ma‐ nifiesto en todo tu libro. Y, no obstante, llevas sobre tus hombros aquello que temías. Ciertamente, esta carga se alza hacia arriba, no empuja hacia abajo, pues no te oprime hundiéndote en las profun‐ didades, sino que te eleva hacia las estrellas, mientras por la gracia de Dios, por los méritos de tu obediencia y por la eficiencia de tu buena actuación resulta ligero aquello que, debido a la debilidad propia del ser humano, parecía tener un peso enorme. Expones, cier‐ tamente, unas enseñanzas que son acordes con los preceptos de los apóstoles y los varones apostólicos. Ciertamente, hermoso como eres, (p. 336) has escrito cosas hermosas y con ellas has mostrado que eres hermoso. No quiero, en consecuencia, que te asemejes a un pin‐ tor indecoroso que pinta cosas hermosas,267 pues una enseñanza es‐ piritual procede de una mente espiritual. Para la mayoría es más digno de estima el pintor, que es un hombre, que su pintura, que es algo inanimado. Y no atribuyas estas palabras a la adulación o a la lisonja, sino a la verdad, pues ni es oportuno que yo mienta ni es adecuado que tú seas falsamente alabado. Ciertamente, pese a mi fe‐ aldad, he vuelto mi mirada hacia ti y todas tus hermosas obras y, en comparación contigo, me he encontrado de todo punto indigno. (5) En consecuencia, por la gracia de Dios, que en ti abunda, te ruego que no rechaces mi súplica y que me instruyas de buen grado en aquello que confieso ignorar. Pues bien, nos vemos obligados a hacer por necesidad lo que tú enseñas que no se haga.268 En efecto, mientras no se encuentre a una persona instruida digna de desem‐ 267
Paráfrasis de Gregorio Magno, Regula pastoralis, pars 4, lín. 88. Seguimos aquí el texto de Madoz: «compellimur igitur necessitate facere, quod doces non fieri», porque el texto de Iranzo Abellán presenta un sentido discutible: «compellimur igitur necessitate facere, quod doceas» (lín. 61‐62), pues Gregorio Magno enseña precisamente lo contrario, tal y como se lee a continuación: «iubes ut non ordinetur inperitus» (§ 5, lín. 64). Véase, asimismo, la construcción parecida en esta misma carta un poco más adelante: «ualde enim metuimus ne per necessitatem ea faciamus quae non debemus» (§ 5, lín. 71‐82). 268
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 409
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
409
peñar el ministerio sacerdotal, ¿qué otra cosa puede hacerse sino or‐ denar a una persona sin instrucción, como es mi caso? Tú prescribes que no se ordene a nadie carente de instrucción,269 pero que tu pru‐ dencia reflexione si no puede bastar a la formación de un sacerdote conocer a Cristo Jesús y saber que fue crucificado.270 Pero si (p. 337) no basta, no habrá nadie en estos lugares del que se pueda decir que es alguien instruido y no habrá, sin duda, ningún sacerdote, si no debe serlo nadie que no sea instruido. Sin duda, rechazamos frontalmente a los bígamos a fin de que el sacramento no resulte mancillado. Pero, ¿qué ocurre si un varón de una sola esposa271 ha estado con otra mujer antes de tener esposa? ¿Y qué ocurre si no tiene esposa y, sin embargo, no ha prescindido del contacto femenino? Confórtanos con tu pluma para que no seamos castigados ni por nuestro propio pe‐ cado ni por el ajeno, pues sentimos un gran temor por el hecho de vernos obligados a hacer por necesidad lo que no debemos. He aquí que deben obedecerse tus preceptos con objeto de que el sacerdote sea tal y como enseña la autoridad apostólica, pero no se encuentra alguien semejante a aquel que se busca: llegará a su fin, entonces, la fe, que se asienta sobre el mensaje oído,272 llegará a su fin el bau‐ tismo, si no hay quien bautice, y llegarán a su fin los sacrosantos mis‐ terios273 que se celebran por medio de los sacerdotes y diáconos.274 En una y otra circunstancia existe un grave peligro, ya resulte que sea ordenado sacerdote aquel que no debe serlo, ya resulte que no haya quien celebre y atienda los santos misterios. (6) Hace unos pocos años, Leandro, obispo de Híspalis, al regresar de la ciudad regia nos visitó a su paso por aquí y nos dijo que tenía unas homilías compuestas por vuestra beatitud sobre el libro del bien‐ aventurado Job.275 Pero como se fue con rapidez, no llegó a mostrár‐
269
Gregorio Magno, Regula pastoralis, pars 1,1, lín. 1. Cfr. I Cor 2,2. 271 Cfr. I Tim 3,2; ibid. 3,12; Tit 1,6. 272 Cfr. Rom 10,17. 273 Se refieren los autores, sin duda, a la misa. 274 Seguimos la interpretación del término «minister» (= «diaconus»), cuando aparece asociado a «sacerdos» (= «episcopus et presbyter»), que se lee en E. SÁNCHEZ SALOR, Jerarquías, pp. 35‐37. 275 Se trata de los Moralia in Iob (CPL 1708) de Gregorio Magno. 270
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 410
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
410
noslas, aunque así se lo solicitamos. A continuación le escribiste sobre la triple inmersión y en esa carta mencionas que la citada obra no os complacía, pero que, gracias a una decisión saludable,276 habíais de‐ cidido (p. 338) transformar esas homilías en unos comentarios en forma de libros.277 Tenemos, ciertamente, los seis libros del bienaventurado Hilario, obispo de Poitiers, que tradujo al latín de los originales en griego de Orígenes, pero no expuso en ellos todos los contenidos de acuerdo con el orden que éstos siguen en el libro del bienaventurado Job.278 Y me causa asombro que un hombre doctísimo y santo como aquél tradujese las necedades de Orígenes sobre las estrellas. Éste, re‐ verendísimo padre, no puede persuadirme en modo alguno de que crea que poseen espíritus racionales los astros del cielo, que las Sa‐ gradas Escrituras no dicen que fuesen creados junto con los ángeles ni junto con los hombres.279 En consecuencia, ruego a vuestra beatitud que se digne enviar a nuestra humilde persona la obra citada sobre el libro del bienaventurado Job, pero también los otros libros morales que en este libro de las reglas mencionas haber compuesto.280 En efecto, somos tuyos y nos complace leer tus obras. Como dice tu que‐ rido Gregorio:281 «Ciertamente, me resulta grato y estimulante conti‐ nuar aprendiendo hasta una avanzada vejez». Que la santa Trinidad Dios se digne guardar con salud a vuestra dignidad para que ilustre a su Iglesia, tal y como es nuestro deseo, reverendísimo papa. [45] Liciniano de Cartagena, Carta al obispo de Ibiza Vicente (p. 339)
Otra carta del que ha sido citado más arriba dirigida a Vi‐ cente, obispo de la isla de Ibiza. 276
Es un matiz que introduce Liciniano, no son palabras de Gregorio Magno. Se refiere a la carta 1,41, lín. 35‐49 (p. 48, sobre la triple inmersión) y lín. 51‐ 54 (p. 49, sobre el comentario del libro de Job) del Registrum epistularum (CPL 1714) de Gregorio Magno, también traducida en esta compilación. 278 Se han perdido tanto el original griego de Orígenes como la traducción latina de Hilario de Poitiers, que se suele citar como Tractatus in Iob (CPL 429) y de la que no se conservan más que algunos fragmentos. 279 La creación de los astros del cielo se recoge en Gen 1,14‐18. 280 Se equivoca aquí Liciniano, pues esos «otros libros morales» son los Moralia in Iob de Gregorio Magno a los que se ha referido más arriba. La referencia es a Gregorio Magno, Regula pastoralis, pars 2,6, lín. 9‐12. 281 Gregorio Nacianceno, Orationes, 1,47,2 (p. 38,18‐19). 277
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 411
SEGUNDA PARTE: EL PERÍODO ARRIANO
411
Contra aquellos que creen que han caído cartas del cielo en el se‐ pulcro de san Pedro en Roma. (1) A pesar de las diversas dificultades de las tribulaciones pre‐ sentes, tal y como nos impulsa a ello el amor de Cristo, no nos dis‐ gusta en absoluto dirigir a vuestra santidad estas palabras, por sencillas que sean, para comunicaros que hemos recibido vuestra carta y nos hemos felicitado por vuestra buena salud. Pero no hemos dejado de sentir una gran tristeza por el hecho de que, según indica la carta que nos has enviado, has aceptado una carta de no sé quién y has hecho que sea leída al pueblo desde el púlpito. En efecto, cuando, tan pronto como recibí la carta que me habías enviado, co‐ mencé a leerla en presencia del propio portador, al no soportar pa‐ cientemente leer esas necedades hasta el final ni considerarlo una cosa digna, la rompí de inmediato y la arrojé a tierra, sorprendido de que le hubieses prestado credibilidad y de que, después de los anuncios de los profetas, los Evangelios de Cristo y las cartas de los apóstoles, hubieses creído que la carta de un hombre cualquiera, por el hecho de presentarse bajo la autoría de Cristo, era realmente de éste, cuando no podrá encontrarse en ella ni un estilo elegante ni sana enseñanza alguna. (2) Al inicio de la carta leemos que debe honrarse el día del Señor. ¿Qué cristiano, en efecto, no lo considera un día venerabilísimo no por el propio día en sí, sino por causa de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, pues éste resucitó de entre los muertos precisa‐ mente ese día? Sin embargo, por lo que alcanzo a saber, ese nove‐ doso predicador dice esto para empujarnos a judaizar, de manera que nadie se prepare en ese mismo día los alimentos necesarios o salga por los caminos. Pero tu santidad ha de comprender qué per‐ nicioso es este consejo. ¡Ojalá el pueblo cristiano, si en ese día no fre‐ cuenta la iglesia, hiciese algún trabajo de provecho y no (p. 340) se dedicase a danzar! Sería mejor para un varón trabajar en el huerto o hacer un viaje y para una mujer, manejar el huso que no, según se dice, bailar, danzar, torcer en malas posturas al danzar unos miem‐ bros bellamente formados por Dios y cantar necias canciones para excitar la lujuria.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 412
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
412
(3) En consecuencia, rehúse tu santidad creer que en nuestros tiempos Cristo nos envía cartas. Baste, en efecto, lo que dijo por medio de los profetas, por sí mismo y por medio de sus apóstoles. Ciertamente, no enviaba cartas a éstos desde el cielo, sino que lle‐ naba sus corazones con el Espíritu Santo.282 En efecto, a excepción de los diez mandamientos que fueron entregados de forma mila‐ grosa en las tablas de piedra,283 a ningún profeta o apóstol fue en‐ viada una carta desde el cielo. En consecuencia, no creas lo que no se lee que haya sucedido nunca. Y aun en el caso de que sí hubiese sucedido, después de la predicación del evangelio ya no es algo ne‐ cesario. Y si, por un casual, te cautivó lo novedoso de su denomina‐ ción, a saber, que esa carta, según escribió el falsario, descendió desde el cielo sobre el altar de Cristo en el sepulcro del apóstol Pedro, has de saber que es un engaño del diablo y que las Sagradas Escrituras en su conjunto son la verdadera carta o cartas celestiales y que éstas son las que nos han sido transmitidas verdaderamente desde el cielo. (4) Así pues, que tu santidad corrija lo que creyó de un modo im‐ prudente y, si la carta sigue estando en tu poder, hazla pedazos en presencia del pueblo y arrepiéntete de haber hecho que fuesen leídas semejantes cosas desde el púlpito, siguiendo en ello las enseñanzas del bienaventurado apóstol, pues, entre otras cosas, así escribió a los gálatas:284 Si alguien os anunciase un evangelio distinto al que habéis re‐ cibido, que sea maldecido. Y también dice así el Evangelio:285 Toda la ley y los profetas profetizaron hasta la llegada de Juan.286 En adelante, si lle‐ gase a conocimiento de tu santidad alguna doctrina nueva e inusi‐ tada, has de saber que debes rechazarla y repudiarla de todo punto. Reza por mí, reverendo señor y queridísimo hermano en Cristo.
282
Cfr. Act 2,2‐4. Cfr. Ex 31,18. 284 Gal 1,9. 285 Matth 11,13. 286 La mención de la ley y los profetas se refiere, por metonimia, al Antiguo Testamento. Éste deja de tener validez ante la llegada de Juan el Bautista, que anuncia a Cristo. 283
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 413
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 414
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 415
RESUMEN
La conformación de un reino unificado católico, de una estructura de poder cada vez más fuerte, especialmente tras la sumisión del ve‐ cino reino suevo y, más aún, tras la expulsión de las tropas bizantinas de la costa meridional, va a dar lugar a una producción epistolar dis‐ tinta. De alguna manera, esa realidad política unificada y una Iglesia cada vez más claramente articulada en torno a la poderosa hegemo‐ nía de la sede de Toledo van a marcar la naturaleza de los intercam‐ bios epistolares. En este sentido, la correspondencia entre la Iglesia hispana y la sede romana va a sufrir un profundo cambio en el tono y la naturaleza de su contenido. Desde los intercambios protagonizados por el papa Gregorio Magno se vislumbra ya un proceso de resistencia impensa‐ ble en los dos siglos o periodos precedentes. La colusión de intereses entre la Iglesia visigoda y la monarquía católica toledana parece haber redundado en un proceso de ensimismamiento donde las opiniones romanas son aparentemente percibidas como una injerencia. La re‐ sistencia del recién convertido Recaredo a la tutela de Gregorio abre un periodo que, sin alcanzar una situación cismática, debe entenderse al menos como un periodo de ausencia de comunicación. La corres‐ pondencia de Braulio con Honorio en la década del 630, y la de Julián de Toledo con los papas León II y Benedicto II casi medio siglo des‐ pués, tienen un tono agrio, casi desafiante y se entienden mejor como llamadas al orden, exigencias de comunión por parte de los pontífices romanos, que, en ambos casos, reciben respuestas ambiguas y no exentas de rebeldía. Es posible que el hecho de que los papas viviesen sometidos a la autoridad del emperador de Bizancio influyese en la
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 416
416
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
negativa actitud de los monarcas y de la Iglesia hispana hacia Roma. La situación de la Iglesia católica bajo dominio bizantino en el sur pe‐ ninsular quizás tampoco fue muy buena, como parece desprenderse de la correspondencia de Gregorio Magno. Un actor novedoso en este siglo VII, en cuanto al protagonismo de los corresponsales conocidos, es el propio rey o los personajes del entorno real. Una correspondencia que va desde la búsqueda de am‐ paro de un monje lusitano que pide protección a Recaredo por lo que considera falsas acusaciones contra su castidad, a la correspondencia dirigida a las cancillerías francas, o a los obispos en su función tute‐ lar, sin olvidar la, comparativamente, prolífica correspondencia de Sisebuto, sea con las autoridades bizantinas y longobardas —docu‐ mentación excepcional sobre las relaciones exteriores de la monar‐ quía toledana—, o con diversos obispos del reino, donde se evidencia el temprano intervencionismo de los reyes visigodos católicos en los asuntos eclesiásticos. Incluso la excepcional carta dirigida a su hijo Teudila, con motivo de su incorporación a la vida monástica, cuyas motivaciones permanecen realmente equívocas. Y si las epístolas de los reyes, ejemplos de corresponsales laicos, conservan un carácter público, ya sea en su tarea de tutela sobre la actuación eclesiástica, o como documentos diplomáticos, las del conde Bulgarano suponen documentos excepcionales en cuanto al protagonista de las mismas. Aunque muchos de los elementos tra‐ tados permiten reconstruir una biografía privada del personaje, el carácter público de las responsabilidades ocupadas da a sus cartas un valor excepcional a la hora de reconstruir el devenir cotidiano de las relaciones políticas del reino y la relación entre las élites laicas y eclesiásticas, por cuanto algunos de sus corresponsales son obispos del reino. Su correspondencia constituye un documento excepcional para entender el equilibrio de poderes entre la aristocracia y el mo‐ narca, ejemplificados en la fortuna cambiante del protagonista du‐ rante las dos primeras décadas del siglo VII, bajo los reinados de Liuva II, Witerico y Gundemaro. La colección epistolar de Bulgarano es de gran importancia para conocer igualmente las relaciones exte‐ riores del reino visigodo durante esos años, especialmente con los reinos merovingios.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 417
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
417
Con todo, los grandes protagonistas del epistolario hispano del periodo católico son indudablemente los obispos. En esa nómina se encuentran Isidoro de Sevilla, Braulio y Tajón de Zaragoza, Eugenio II de Toledo, Fructuoso de Braga, Quírico de Barcelona e Ildefonso y Julián de Toledo. La naturaleza de esta correspondencia es múltiple y pone de manifiesto, por un lado, la riqueza teológica del periodo visigodo hispano, evidente en la producción epistolar conservada, pero también en los propios textos, en las dudas que en ellos se aclara, caso del cómputo pascual, o en la respuesta de Julián de Toledo a las objeciones llegadas de Roma. Por otra parte, es evidente en esta co‐ rrespondencia la creciente implicación de la Iglesia hispana en los asuntos políticos y, en correspondencia, de la monarquía en los asun‐ tos eclesiásticos. Resulta indiscutible, fuera de la existencia de fuertes personalidades como Isidoro y Braulio, la primacía absoluta de los obispos toledanos en el control y dirección de la Iglesia hispana. Por último, es imprescindible dedicar un comentario a la figura de Valerio del Bierzo. De algún modo su producción va mucho más allá de lo que habitualmente englobamos bajo el término epistolografía. Su inclusión en este volumen se justifica porque Valerio escogió un es‐ tilo de narración cercano al género epistolar para contar sus ideas y sus experiencias vitales. Al hacerlo aporta uno de los testimonios más vívidos que se han conservado sobre la vida cotidiana a finales del reino visigodo. En realidad, estamos ante uno de los cuadros mejor documentados sobre el ambiente rural de todo el Occidente tardoan‐ tiguo. En sus líneas se adentra en la vida social y económica del pe‐ riodo, en las relaciones de poder y jerarquía, en la religiosidad institucional tanto como en las creencias populares, y lo hace desde la perspectiva de un aparente marginado que, sin embargo, refleja fiel‐ mente las posiciones de la aristocracia rural del periodo. Por supuesto, es un testimonio único para conocer la vida ordinaria de ascetas y monjes, en lo que supone la aproximación más detallada de la vida monástica del periodo fuera de los testimonios formalizados de las re‐ glas monásticas. Un testimonio que cuenta en esta colección con el con‐ trapunto de la mencionada epístola de Tarra a Recaredo o la del monje Mauricio a Agapio, quien, como Valerio, debió reivindicarse tras las acusaciones de heterodoxia formal que sobre él se habían vertido.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 418
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 419
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
419
TARRA1 EPISTVLA AD RECCAREDVM REGEM (CPL 1098) La carta que un individuo llamado Tarra dirige al rey Recaredo es, en realidad, una petición o súplica del primero para defenderse de las falsas acusaciones que habían vertido contra él unos monjes del mo‐ nasterio de Cauliana. Se lo acusaba de haber tenido relaciones con pros‐ titutas, circunstancia que él negaba afirmando que no había tenido trato alguno con mujeres tras el fallecimiento de su esposa. La organización de la redacción del documento ha hecho que algunos investigadores hayan mostrado dudas acerca de su autenticidad, proponiéndose que se trata de un ejercicio escolar. Otros consideran posible que un caso como el planteado se diera en época de Recaredo, aunque dudan de que la redacción que se ha conservado fuera la inicial de Tarra. Con la expresión «obedeciendo la orden de un mandato real», Tarra se estaría acogiendo a una disposición mediante la cual los que fueran acusados falsamente podían dirigirse al rey, bien en persona bien por escrito, para presentar su defensa. Aunque no se ha conser‐ vado tal disposición, se piensa que la ley de época del rey Chindas‐ vinto que permitía a los que habían sido falsamente acusados enviar una súplica al rey para defenderse (LV 6, 1, 5) puede proceder de época del citado Recaredo. La existencia de esta carta de Tarra ha llevado a la crítica a pensar que tal ley se remontaría a ese reinado y no al de Chindasvinto; según esta propuesta, éste habría procedido a una nueva redacción de la misma. No obstante todo lo anterior y asumiendo que se trata de un hecho sucedido durante el reinado de Recaredo, hay que situarlo en 1
Bibliografía: Isabel VELÁZQUEZ SORIANO, «El Suggerendum de Tarra a Recaredo», Antiquité Tardive, 4 (1996), pp. 291‐298; M.ª Rosario VALVERDE CASTRO, Ideología, simbolismo y ejercicio del poder real en la monarquía visigoda: un proceso de cambio, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2000 (Acta Salmanticensia. Estudios históricos y geográficos, 110); Pablo C. DÍAZ MARTÍNEZ, «La cárcel en la Hispania visigoda», en Sofía Torallas Tovar, Inmaculada Pérez Martín (eds.), Castigo y reclusión en el mundo antiguo, Madrid, CSIC, 2003, pp. 193‐207 (Manuales y Anejos de Emerita, 45); Carlos PETIT, «Rex iudex. El momento judicial del rey de Toledo», en Emanuele Conte, Marta Madero (eds.), Procesos, inquisiciones, pruebas. Homenaje a Mario Sbriccoli, Buenos Aires, Manantial, 2009, pp. 39‐76; Salvador IRANZO ABELLÁN, «Tarra», en C. Codoñer (coord.), La Hispania visigótica, pp. 88‐89.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 420
420
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
ese preciso momento (586‐602), sin que quepa más concreción. Gracias a la toponimia citada en la misma puede afirmarse que lo sucedido tuvo lugar en la provincia de Lusitania, concretamente en Mérida y su entorno, puesto que el monasterio de Cauliana del que habla se loca‐ lizaba a unas ocho millas de esa ciudad (Vitas ss. Patrum Emeretensium, 2). La propuesta de identificación de Cauliana con la población pa‐ cense de Santa María de Cubillana es la que suscita un mayor número de adhesiones. No hay que olvidar, además, la importancia del área emeritense en el reinado de Recaredo; como se señala en otro comen‐ tario, de allí procedía el dux Claudio, mano derecha del rey. Nada se conoce de Tarra. Ahora bien, algunas circunstancias de su vida son comprensibles gracias a lo que dice de sí mismo. Es po‐ sible que se tratara de un laico casado que, tras enviudar, decidiera ser ordenado como diácono o sacerdote. Ésta es una situación bien conocida en los primeros siglos del cristianismo, por lo que tal deci‐ sión de Tarra no debe sorprender. Por razones que no detalla, siendo ya eclesiástico debió realizar algún acto que provocó la irritación de un obispo, quien decidió su expulsión del lugar en el que se encon‐ traba y, verosímilmente, su confinamiento en el monasterio de Cau‐ liana. En la legislación conciliar hispanovisigoda, la pena para los eclesiásticos culpables de delitos, pecadores, herejes e infractores de los cánones era el confinamiento en un monasterio; por lo tanto, lo sucedido con Tarra es coherente con lo anterior. Nada de ello permite concluir que éste fuera un monje, puesto que los confinados en mo‐ nasterios no tenían forzosamente tal categoría. Por otro lado, Tarra afirma haber sido víctima de un obispo y posteriormente de las gra‐ ves acusaciones que contra él habían vertido los monjes de Cauliana. En los procedimientos de confinamiento de eclesiásticos enfrentados con los prelados de sus sedes fue habitual que los monasterios ele‐ gidos fueran afectos al obispo en cuestión. Dado que Tarra se consi‐ deraba víctima del obispo y de los monjes, cabe pensar que estaríamos ante uno de esos casos. La acusación contra Tarra de haber tenido relaciones con prosti‐ tutas y, por lo tanto, haber roto el voto de castidad, era de una enorme gravedad, tanto que desde el siglo IV en la Iglesia hispana se deter‐ minó la penitencia a cumplir (Siric. Pontif., Epist. ad Himerium Tarra‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 421
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
421
conensem); la Iglesia hispanovisigoda también legisló al respecto, como vemos en el canon 5 del VIII Concilio de Toledo, del año 653. De la súplica de Tarra al rey Recaredo se comprende la autoridad judicial del monarca visigodo, siendo la última instancia de apela‐ ción para un acusado. Puede, además, observarse que Tarra no sólo solicita su exculpación, sino el castigo para los falsos acusadores, hecho que puede relacionarse con el canon 8 del II Concilio de Braga, del año 572, según el cual, si no se podía demostrar la veracidad de actos como los que afectaban a Tarra, los acusadores serían excomul‐ gados. Es interesante, además, tener en cuenta que según la dispo‐ sición legislativa contemplada en LV 6, 1, 6, Tarra debía aportar tres testigos para demostrar su inocencia. Sin embargo, él mismo afirma que ningún laico o monje lo había apoyado en su primera defensa; de ahí que, en su súplica ante Recaredo, se viera obligado a utilizar como testigos únicamente a la Santísima Trinidad. De ello se infiere la soledad de Tarra, pero no se puede determinar si realmente fue una víctima inocente o culpable de todo aquello de lo que, tras la muerte de su esposa, se lo acusó. [MVG] [46] Carta de Tarra a Recaredo I (= Epístola visigótica nº 9)2 (p. 28)
Tarra a Recaredo
Súplica:3 Al piadosísimo rey Recaredo, mi señor, glorioso triun‐ fador y gobernante de invicta fe, tu indigno siervo Tarra.
2 Edición: Juan GIL, Miscellanea Wisigothica, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1972 (reimpr. 1991), pp. 28‐29 (Anales de la Universidad Hispalense. Serie Filosofía y Letras, 15). Otras ediciones de la carta de Tarra de Wilhelm Gundlach en Wilhelm ARNDT, Ernst DÜMMLER, Wilhelm GUNDLACH, Epistolae Merowingici et Karolini Aevi I, Berlin, Apud Weidmannos, 1892, pp. 676‐677 (Monumenta Germaniae Historica. Epistolae, 3); e I. VELÁZQUEZ SORIANO, «El Suggerendum», p. 294 (con traducción en la p. 295). El texto de esta misiva se ha transmitido sumamente corrupto, de ahí que, si bien tomamos como edición principal la de Gil, tenemos en cuenta en todo momento tanto las ediciones de Gundlach y Velázquez Soriano, como las lecturas de los manuscritos (que tomamos de los aparatos de los editores). Hay una traducción española de A. CAMACHO MACÍAS, Liber Vitas sanctorum Patrum, pp. 181‐182. 3 Adoptamos la puntuación de Velázquez Soriano.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 422
422
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Clementísimo señor y distinguido príncipe, has ordenado que un siervo tuyo que estaba ya bien sepultado fuese arrancado de su se‐ pulcro y mostrado a las gentes del siglo. Y aunque la clemencia es un privilegio real, sin embargo, un servidor del rey se sentirá4 afligido al dirigirse a donde no desea ir por obedecer la orden de un mandato real. En efecto, Juan, el discípulo amado, exclama: Jesús no deseaba ir a Judea, pues los judíos querían matarlo.5 Y aunque se conocen los resul‐ tados de los misterios, puesto que aún no había llegado su hora,6 sin em‐ bargo, si la Vida evita la muerte, ¿qué puedo decir de mí mismo, un desdichado que lleva en sí la muerte, que ha sido lacerado por las malas lenguas, que siempre ha resultado sospechoso? Pues7 no cree‐ mos que la ilustre memoria de vuestra magnificencia haya olvidado que, víctima en otro tiempo del pontífice de una iglesia, tuve que di‐ rigirme a donde no quería tras ser expulsado de mi tierra natal, tras ser arrojado a un destino abominable como un desdichado.8 (lín. 11) Pero el piadoso Señor, mi amparo, me ocultó en su tabernáculo,
en el tiempo de mis males me protegió,9 diciéndome:10 En el silencio y la es‐ peranza estará tu fortaleza. Pero he aquí, señor, que por una orden tuya soy empujado, a mi pesar, desde el silencio a los clamores, es más, desde el reposo a las fatigas. Y aunque me someto con lealtad a ti, no obstante, te exhorto a que, en respuesta a las despreciables palabras que tuve que oír en otro tiempo, el imprudente cese en su actuación contra mí y no escape el que debe ser castigado.11 Ciertamente, en jus‐ 4 La conjetura de Gil «sensu it» (lín. 3) no es necesaria. La lectura «sentiet» da la impresión de ser una lectio facilior. La variante «sensiet» puede aceptarse como un tema de presente rehecho analógicamente al tema de perfecto. 5 Ioh 7,1. 6 Ioh 7,30. 7 Entendemos que «qui» (lín. 8) es un error por «quia», muy común en los ma‐ nuscritos medievales. 8 La expresión «facta infanda libus» (lín. 11) está corrupta. Después de pensar en varias soluciones, finalmente hemos adoptado una muy simple: «facta infanda lebus proiectus» (donde «lebus» = «laeuus»). La forma «laeuus» del pasaje podría traducirse igualmente como «una persona de mala reputación». 9 Ps 26,5. 10 Is 30,15. 11 Frase muy difícil, en parte quizás por la deficiente transmisión del texto. La interpretamos en relación con la frase que sigue, donde se hace mención de los profetas, en medio de un contexto bíblico. En cierta forma, Tarra se atribuye a sí mismo el papel de un profeta que se dirige a un rey, lo que explica el uso de
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 423
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
423
ticia me expresaré con las palabras de los profetas, no ocultaré tu mi‐ sericordia a la asamblea numerosa.12 Así pues, me veo empujado a mi pesar por mi piadoso protector, que también así verdaderamente me lo ordena,13 a exponer a los ignorantes, relatándolos con mi pluma,14 los presentes del Señor, hasta ahora ocultos. (lín. 20)
Y por ello, mi señor, no soy yo el que habla, ni una persona víctima de la infamia, ni alguien excitado por la perfidia, sino que es el Espíritu del Padre (p. 29) el que habla en nosotros15 contra la cons‐ piración16 de repulsiva indignidad por la que fui infamado en la co‐ munidad de Cauliana, víctima de la abominable maldad de los monjes, y acusado falsamente de un terrible delito, hasta el punto de que, sin haber sido condenado, me arrojaron como a un aborto de la matriz y lloró por mí toda la tierra y no se encontró a nadie que me conociese bien. Pero vuestra magnífica serenidad habrá tenido tiempo de conocer ya las falsas murmuraciones de esos monjes. En efecto, en ningún momento, bajo ningún cielo, ningún hombre, fuese cual fuese el estamento al que perteneciese, ya se tratase de un laico o de un monje, me apoyó con palabra alguna, cuando me enfrentaba a esos crímenes,17 y yo mismo soporté a solas el despreciable acto «moneo» (lín. 15) en esta frase, contra la propuesta de Velázquez Soriano («maneo»). Tarra exhorta al rey a actuar contra dos clases de enemigos suyos: los que han actuado por mera imprudencia y los que se han mostrado verdaderamente como unos malvados contra él. Los primeros deben ser advertidos de cesar en su persecución, los segundos deben ser castigados. En este sentido Gil tiene razón al decir que «cessit» (lín. 16) está por «cesset». 12 Cfr. Ps 39,11. 13 Aceptamos la solución de Velázquez Soriano: «quo et uere iuuente» (lín. 18‐ 19 Gil). 14 La construcción está corrupta. La propuesta de Gil («stilo indigesto», lín. 19) no está atestiguada en ninguna otra obra, mientras que el texto de los manuscritos, aceptado por Velázquez Soriano, tampoco es claro. Sin embargo, es un cliché en latín la construcción «stilo digestum / digesta», para referirse al relato de unos hechos. Podría aceptarse, en consecuencia, el texto siguiente: «ut stilo digesta hactenus clausa ignaris pandimus Domini dona». 15 Cfr. Matth 10,20. 16 Sin duda, «coitum» (lín. 22) está aquí por «coitionem» («coitus» = «coitio»). 17 Velázquez Soriano mantiene la lectura de los manuscritos: «ullis sceleris dictis» (lín. 28‐29), entendiendo que «sceleris» es una forma de ablativo plural en «‐is». Podría tener razón. El sentido sería, entonces: «En efecto, al extenderse el rumor de esos (supuestos) crímenes, nadie en ningún momento, bajo ningún cielo, fuese cual fuese el estamento al que perteneciese, ya se tratase de un laico o de un monje, me apoyó cuando me enfrentaba a todo ello».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 424
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
424
cometido contra mí.18 Ni en la ciudad de Mérida ni en toda la Lusi‐ tania conocí nunca a una prostituta, sino que una sola fue mi primera y mi última esposa en la Lusitania y permaneció junto a mí como tal hasta que le llegó la muerte debido a un destino cruel. Y si bien no falta tampoco algún monje deseoso de una mujer,19 ninguna tocó de nuevo mis labios20 con un beso. (lín. 34)
Y con objeto de que esto que digo, al ser escuchado, se crea con más firmeza, cito a ese testigo fiel y eficaz por el que siempre me esfuerzo,21 quien, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en el de esa diestra suya con la que corona a los santos y en el de los polos del cielo y el edificio del mundo que22 Él mismo creó con su poder y su palabra, puede jurar que la presente misiva y todo su contenido no son23 un engaño fraudulento, sino que están confir‐ mados por Jesucristo, nuestro Señor. Pero yo, que carezco de mérito alguno, elevo mis alabanzas a Dios, que concede todos los bienes y a nadie hace reproches.24 Y espero que Él se sienta impulsado a libe‐
18 Pasaje corrupto. El sentido es «factum ne[qua]quam ego ipse a me portaui inlatum» (lín. 29‐30). Coincidimos, así, parcialmente con Velázquez Soriano en su corrección «a» > «ad» y entendemos que «nequaquam» es claramente un error de copia por diplografía por «nequam». Al mismo tiempo, la construcción «ad me» presenta claramente el valor de «in me». 19 Seguimos la interpretación de Velázquez Soriano, que da pleno sentido al texto sin necesidad de modificar las lecturas de los manuscritos (lín. 30‐34). 20 Cfr. Is 6,1; Dan 10,16. 21 Seguimos las lecturas de los manuscritos, mantenida en la edición de Velázquez Soriano. 22 No hay problema en aceptar «mundi quod», entendiendo que «mundus» se utiliza como neutro, quizás por hipercorrección frente a la tendencia contraria (la pérdida del género neutro en favor del masculino), si bien, probablemente, el pronombre neutro recoge los dos antecedentes «cardines celi et fabricam mundi» con el sentido de «todo lo cual». 23 Entendemos «taxatur» en su valor verdaderamente pasivo (algo así como: «debe ser considerado»), aquí prácticamente como un mero sinónimo del verbo «ser». En cuanto a la sintaxis, tendríamos dos sujetos: «pagina presens omneque», mientras que el verbo «taxatur» se presenta en singular concertando sólo con el sujeto más próximo, lo que arrastra a los predicativos a aparecer también en nominativo singular neutro. Además, «quod» debe entenderse como la partícula subordinante que introduce la proposición de «taxatur», en modo indicativo, pese a tratarse de una completiva. Toda esta proposición subordinada depende, a nuestro juicio, del participio «obtestantem» propuesto por Gil unas líneas más arriba (lín. 35‐36). 24 Cfr. Iac 1,5.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 425
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
425
rar a los encadenados y a conducir a la nueva patria a los que hasta ahora conserva sanos y salvos.25 Y26 deseo27 que en tu época, glorio‐ sísimo príncipe, se regocijen libres los oprimidos por actos pérfidos y se vean frenados y reprimidos los ensoberbecidos por la perfidia, de manera que unos y otros,28 asistidos por las leyes de Cristo, acu‐ dan vestidos de blanco a las bodas del Cordero,29 donde vuestro tro‐ feo de oro esté a la vista de todos. Espero30 que, a continuación, lejos de vuestro reino sirvamos con eficacia a nuestro Señor en Jesucristo, nuestro Señor.
25 Velázquez Soriano entiende que la frase principal de subjuntivo desiderativo es doble: «et ipse pulsetur... et ...perducat...» (lín. 41‐42). Por nuestra parte, creemos que sólo hay una oración principal y que son dos las subordinadas: «et ipse pulsetur ut (1) uinctos absoluat et (2) ...inlesos perducat...» En efecto, la relación semántica entre estos dos últimos verbos entre sí es más estrecha que la que podría existir entre el primero («pulsetur») y el tercero («perducat»). Lo que se pide a Dios es doble: que libere a los encadenados (o cautivos, en sentido metafórico) y que los conduzca libres a la nueva patria (es decir, al cielo). Puede haber una alusión bíblica a la nueva Jerusalén, vid. Apoc 3,12; ibid. 21,2. 26 Sin duda, como señala Velázquez Soriano: «hac» = «ac» (lín. 43). 27 Estas últimas líneas han sido también muy corregidas por los editores. Por nuestra parte, seguimos los manuscritos. 28 La forma «uterque» (lín. 45) concuerda con el verbo en plural en constructio ad sensum. 29 Cfr. Apoc 19,7. 30 Puede aceptarse perfectamente el texto de los manuscritos, poniendo un punto antes de «post» (lín. 46), usada esta forma con valor adverbial por «postea». Se introduciría así una nueva oración desiderativa: «Post uestro procul a regno Domino nostro famulemur effectu...».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 426
426
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
GREGORIO MAGNO (PAPA, 590‐604)31 REGISTRVM EPISTVLARVM (CPL 1714): EPISTVLAE AD LEANDRVM HISPALENSEM EP. (EPIST. 1,41; 5,53; Y 9,228); EPISTVLA AD RECCAREDVM REGEM WISIGO‐ THORVM (EPIST. 9,229); EPISTVLA AD CLAVDIVM DVCEM IN SPANIIS (EPIST. 9,230) RECAREDO I DE TOLEDO (586‐601) EPISTVLA AD GREGORIVM I PAPAM (CPL 1714º) El contexto hispanovisigodo de estas epístolas es la conversión de Recaredo y del pueblo godo al catolicismo, sancionado en el III Concilio de Toledo, del 589, así como la continuación del enfrenta‐ miento entre visigodos y bizantinos por el dominio de una parte de la península ibérica. El contexto papal es también claro: Gregorio Magno (590‐604) era la máxima autoridad eclesiástica de la Iglesia occidental, pero también súbdito del emperador Mauricio, con quien estaba enfrentado Recaredo. Es necesario tener presente esta doble condición del pontífice para comprender los tempos de la correspon‐ dencia entre Gregorio Magno y Recaredo, así como el contenido y tono de la misma. El pontífice envió tres epístolas a Leandro de Sevilla, quien de‐ bido a su oposición al arrianismo godo pasó un tiempo fuera de His‐ pania, período en el que escribió varias obras contra los heréticos; además, escribió un tratado sobre la virginidad dedicado a su her‐ mana Florentina, así como varias epístolas (Isidoro de Sevilla, De uiris illustribus, 28). En las epístolas de Gregorio Magno a Leandro predomina el tono de amistad y de complicidad, circunstancia que no sorprende por‐ 31 Bibliografía: José M. MARTÍ BONET, Roma y las iglesias particulares en la concesión del Palio a los obispos y arzobispos de Occidente: año 513‐1143, Madrid, CSIC, 1976, pp. 11‐31; Luis GARCÍA IGLESIAS, Los judíos en la España Antigua, Madrid, Ediciones Cristiandad, 1978, pp. 103‐105; Josep VILELLA, «Gregorio Magno e Hispania», Gregorio Magno e il suo tempo. XIX Incontro di studiosi dell’antichità cristiana in collaborazione con l’École Française de Rome. Roma, 9‐12 maggio 1990, vol. 1, Roma, Institutum Patristicum Augustinianum, 1991, pp. 167‐186 (Studia Ephemeridis Augustinianum, 33); Pablo C. DÍAZ MARTÍNEZ, «Gregorio Magno y el Reino Visigodo. Un conflicto de poderes», en Claudio Azzara (ed.), Gregorio Magno, l’Impero e i Regna, Firenze, Vita e Pensiero, 2008, pp. 59‐80 (Archivum Gregorianum, 14); M. VALLEJO GIRVÉS, Hispania, pp. 263‐307; F. RODAMILANS RAMOS, «El Primado romano».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 427
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
427
que ambos trabaron amistad durante su estancia en Constantinopla, el primero como apocrisiario papal y el segundo como posible re‐ presentante de los católicos que apoyaron la rebelión de Hermene‐ gildo. De esto último nos informan varios autores, entre ellos el propio Gregorio Magno en la epístola dedicatoria a Leandro de Se‐ villa incluida en sus Moralia in Iob, obra que tiene una destacada pre‐ sencia en esta correspondencia (Gregorio Magno, Moralia In Iob: Praefatio). De regreso a Hispania, Leandro tuvo un importante papel en la conversión de Recaredo y en la organización y celebración del III Concilio de Toledo. Él debió ser el primero en comunicar la buena nueva a su amigo, recién proclamado pontífice, pues la primera carta que le envía Gregorio Magno, fechada en 591, es respuesta a una previa de Leandro, que no conocemos, pero en la que verosímil‐ mente debía preguntarle sobre la forma correcta de administrar el sacramento del bautismo, porque en su respuesta el pontífice habla sobre el tema. Leandro de Sevilla debió plantear al pontífice la pertinencia de seguir bautizando con la triple inmersión, que era la práctica católica hispana, pero también la de los arrianos, preguntándose si no sería más adecuado realizar una única inmersión, de tal modo que no pa‐ reciera que los católicos asumían la práctica bautismal de los derro‐ tados arrianos. El pontífice aludía a los tipos de imposición de ese sacramento que eran aceptados; sin embargo, consideraba pertinente la idea propuesta por el de Sevilla para evitar que nada recordara aquella herejía. Este asunto de la triple inmersión bautismal, común a la Hispania cristiana y a los pueblos visigodo y suevo, suscitó pre‐ ocupación entre el clero hispano que convivía con los arrianos; el obispo Martín de Braga, en territorio suevo, escribió en los años se‐ tenta del siglo VI un tratado sobre este particular (Martín de Braga, De trina mersione, 3). En esta carta, Gregorio Magno le comunicaba el envío de diversos códices; lamentablemente no aparecen los títulos de los mismos. Menciona también la imposibilidad de enviarle todos los libros en los que había transformado las homilías que había pronunciado a propósito del libro de Job. Como hemos dicho en el comentario de las epístolas de Liciniano de Cartagena, gracias a éstas sabemos que,
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 428
428
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
a su retorno de Constantinopla, Leandro traía consigo los textos de las mismas. En la carta de Leandro, que no conservamos, le habría pedido que le enviara los libros en los que las había transformado. De esta transformación había sido instigador el propio Leandro mientras estuvieron en Constantinopla, pues así lo reconoce el pon‐ tífice en la epístola introductoria a esta obra (Gregorio Magno, Mo‐ ralia In Iob: Praefatio). Acerca de la imposibilidad de enviar todos los libros es interesante detenerse a considerar la razón aducida: la prisa del portador de la carta. Dado que la de Gregorio Magno es res‐ puesta a una de Leandro, nos parece claro que aquél era hispano, posiblemente un sacerdote vinculado a este último. La premura en regresar puede tal vez relacionarse con la necesidad de no dar la im‐ presión de que un hispano pasaba demasiado tiempo en territorio bizantino, pues Roma así lo era. La siguiente epístola que Gregorio Magno envía a Leandro de Sevilla data del año 595. Es una breve misiva para informarle del envío de algunos códices más de la citada obra sobre Job y la Regla Pastoral, cuyas circunstancias de elaboración ya hemos mencionado en el comentario a las epístolas de Liciniano de Cartagena; debemos dejar constancia del modo particular en que el pontífice privilegió a su amigo, haciéndole llegar un ejemplar de la misma. Ahora bien, esta epístola sí plantea una cuestión que ha suscitado diverso de‐ bate. Se trata de la identificación del portador de esta carta, el pres‐ bítero Probino. Éste es mencionado en esta carta, así como en la que Gregorio Magno envió a Recaredo en 599, pues gracias a aquél el pontífice había conocido muchas acciones realizadas por ese rey. Se ha asu‐ mido que ese presbítero pertenecía al clero romano porque un pres‐ bítero llamado del mismo modo participó en un sínodo romano celebrado en el año 600.32 También se ha considerado que este Pro‐ bino era el responsable de que Liciniano de Cartagena tuviera un ejemplar de la Regla Pastoral, de lo que ya hemos tratado; igualmente, que fue el presbítero enviado a Málaga por Gregorio Magno, asunto 32 Ch. PIETRI, L. PIETRI, Prosopographie, pp. 1828‐1839 («Probinus 5» y «Probi‐ nus 6»).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 429
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
429
del que nos ocuparemos en otro bloque. Sin embargo, de la frase de Gregorio Magno «aprovechando la circunstancia de que se ha pre‐ sentado ante mí nuestro común hijo, el presbítero Probino», así como de que en una posterior, la 9, 229, afirmara que fue éste quien le dio noticia de asuntos relacionados con Recaredo, no se infiere nada de lo anterior. Por el contrario, a partir de ello consideramos que es más probable que fuera hispano y que precisamente él fuera el encargado por el rey visigodo de entregarle la epístola en la que le comunicaba la conversión. La cercanía de la data que se propone para la carta de Recaredo (594‐595) con la de la segunda que Gregorio envía a Lean‐ dro (abril de 595) lo confirmaría. Identificando a Probino como un presbítero hispano se com‐ prende mejor el que pudiera proporcionarle detalles como que los judíos habían intentado comprar a Recaredo para que no pusiera en marcha una legislación contraria a sus intereses —de lo que habla‐ remos más tarde— y el que Gregorio Magno escribiera la segunda carta aprovechando que Probino se había presentado ante él. Si hu‐ biera sido presbítero del pontífice, la presentación del mismo habría sido distinta; por ejemplo, como la que hace de Ciriaco, un abad ro‐ mano que portaba la misiva para Recaredo, que veremos en los si‐ guientes párrafos. La carta que Recaredo envía a Gregorio Magno, la única que co‐ nocemos del rey visigodo, es compleja tanto por la posible data como por las razones y contenido de la misma. Estamos ante la primera relación epistolar documentada entre un rey visigodo hispano y un pontífice romano. La principal razón de la epístola es el comunicar oficialmente a Gregorio Magno su conversión y la del pueblo godo al catolicismo, así como la alabanza a la labor realizada por Leandro. En esta carta, el rey justifica ante el papa que necesidades del go‐ bierno del reino habían impedido haberle dado antes razón de la misma. Un cúmulo posterior de circunstancias, el naufragio de los abades que había enviado para comunicarle el hecho o la negativa a acudir ante el rey del presbítero que Gregorio Magno había enviado a la Málaga bizantina, habían demorado aún más la comunicación oficial. Todo ello lleva a datar la carta de Recaredo a Gregorio Magno al menos en 594.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 430
430
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
La carta no concreta los motivos que impidieron a Recaredo dar noticia oficial de esa conversión a la máxima autoridad católica, quien, sin embargo, estaba advertida de ello gracias a la epístola que le envió Leandro. Es muy probable que tal demora fue debida a que durante los primeros años de su reinado, Recaredo tuvo que hacer frente a importantes complots organizados por la reina viuda Gos‐ vinta, varios obispos arrianos y miembros de la aristocracia goda (Juan de Biclaro, Chronica, 87, 89, 93; Gregorio de Tours, Historiae, 9,15; Vitas ss. Patrum Emeretensium, 5,12); posiblemente esta tardanza no fuera bien entendida por el pontífice, pues la carta de respuesta no fue escrita hasta cinco años después. La epístola de Recaredo suscita cuestiones de tipo político que afectan tanto a la relación entre Gregorio Magno y la Hispania bi‐ zantina como a las relaciones entre Bizancio y el reino visigodo. El presbítero que el pontífice había enviado a Málaga, del que habla el visigodo, debía ocuparse, con probable certeza, del asunto de la de‐ posición del obispo Januario de Málaga por el dux bizantino Comen‐ ciolo, asunto que será tratado en otro comentario. La enfermedad que aquejaba al presbítero y que le impidió acudir ante el rey pudo ser una “enfermedad política”, pues en Málaga debía tratar de un asunto de gran importancia para el Imperio bizantino, con cuyo di‐ rigente, el emperador Mauricio, el papa Gregorio mantenía un deli‐ cado equilibrio y con quien Recaredo estaba enfrentado (Isidoro de Sevilla, Historiae Gothorum, 54). Una entrevista entre el rey visigodo y el presbítero podía complicar la situación. Recaredo, no obstante, consiguió hacer llegar al presbítero ro‐ mano un cáliz de oro, lo que confirma que a pesar de los enfrenta‐ mientos entre visigodos y bizantinos, la circulación de personas y bienes entre ambos territorios no parece haberse detenido. Es interesante la información que proporciona acerca de la ruta seguida por los abades del reino visigodo que debían informar a Gregorio Magno. Es una ruta marítima por el norte del Mediterrá‐ neo, que debía ser la habitual entre Roma e Hispania, si hemos de juzgar lo que decía Procopio de Cesarea sobre la idoneidad de la misma (Procopio de Cesarea, Bella, 6, 12, 29‐30). A propósito del
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 431
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
431
envío de abades como emisarios reales se debe tener en cuenta que es una práctica no desconocida en las misiones diplomáticas de la época, siendo incluso la apropiada en este caso, en el que se trataba de dar cuenta de la conversión al catolicismo. Los abades lo eran de monasterios hispanos, pero nada en la epístola permite conocer cuá‐ les de entre los numerosos monasterios hispanos conocidos para la época. Antes de que Gregorio Magno respondiera a Recaredo, hecho que sucederá cuatro o cinco años después, éste recurrió al pontífice, puesto que necesitaba de él que consiguiera la copia de un tratado firmado por el reino visigodo y Justiniano. Conocemos esta petición tan sólo por la respuesta que le da el pontífice al final de la carta que envía al rey en 599. Son varios los interrogantes que plantea la solicitud de Recaredo. En primer lugar, no parece que lo hiciera por medio de una carta, sino por un intermediario que lo transmitió po‐ siblemente de viva voz, pues el pontífice no alude a carta alguna; el delicadísimo asunto pudo aconsejar el uso de este recurso, del que hablamos en otro comentario. En segundo lugar, la elección del in‐ termediario es sorprendente al tratarse no de un hispano, sino de un súbdito bizantino, pues Nápoles pertenecía al Imperio, para lo que no encontramos una razón clara, especialmente teniendo en cuenta lo delicado del asunto. En tercer lugar, la petición en sí, puesto que hay dos situaciones posibles: que el reino visigodo no hubiera conservado en sus archivos los pactos que hubieron de ser firmados por Atanagildo cuando los bizantinos conquistaron terri‐ torio peninsular; podría explicar la pérdida que en el momento de la firma la corte visigoda aún no tuviera residencia estable. O que Recaredo quisiera comprobar la coincidencia entre el texto de los archivos visigodos con el que había en Constantinopla, lo que no debe sorprender, pues gracias a los protocolos conocidos para las firmas de tratados de paz del Imperio bizantino, sabemos que se su‐ cedían las traducciones a las lenguas de los implicados y que se guardaban copias de los originales y de las traducciones inversas. En todo caso, ello confirma el conocido enfrentamiento entre Reca‐ redo y Mauricio, durante el que debió haber fluctuaciones en las fronteras que pudieron afectar a territorios sensibles. No menos sig‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 432
432
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
nificativa es la respuesta dada por Gregorio Magno, pues no parece realizar ninguna gestión al respecto. Se escudaba en el incendio de los archivos de época de Justiniano. El incendio de áreas de Cons‐ tantinopla fue algo habitual, por lo que entra dentro de lo posible la explicación dada por el pontífice; sin embargo, la otra razón dada por Gregorio Magno es la que hace pensar que utilizó uno de los incendios de la ciudad como excusa para no dar a Recaredo lo que solicitaba. Es más, daba indicios de conocer que, en la relación de fuerzas de aquel momento, el texto del tratado iba contra los inte‐ reses visigodos; la exhortación a la búsqueda de la paz puede rela‐ cionarse con que el avance territorial visigodo estaría sobrepasando lo acordado inicialmente. Adviértase, por último, que Gregorio Magno le solicitaba que buscara en sus propios archivos y le hiciera llegar el texto, señal de que precisaba estar informado con detalle. En todo caso, la cautela del pontífice es comprensible por lo ya se‐ ñalado de su condición de súbdito bizantino y su tirante relación con el emperador. Esta respuesta del pontífice se fecha en 599, que es cuando res‐ ponde a Recaredo dándose por enterado de la conversión. El que nadie estuviera dispuesto a viajar entre Italia e Hispania en aquella época, excusa dada por Gregorio para justificar el que no hubiera habido relación entre ambos territorios, puede explicarse, en cierto modo, por la problemática militar que enfrentaba a visigodos y bi‐ zantinos en Hispania, que debía ser de guerra abierta y de enemistad aún más declarada. En aquel año 599, Gregorio envió a Hispania tres cartas por medio del abad romano Ciriaco. Una de ellas es de presentación del mismo para que se le permitiera llegar ante Recaredo; se la envía al dux Claudio, de origen lusitano, de quien sabemos que era la mano derecha del rey. Otra de las epístolas tenía como destina‐ tario al propio Recaredo, tratando, además del tema de los pactos, de la conversión goda, circunstancia de la que se congratulaba. Esta tercera epístola está llena de lugares comunes respecto a la alegría por ese hecho y la dura misión que tenía el rey a partir de ese mo‐ mento. Gracias a ella también conocemos el descontento del papa por la actitud de los abades, acusaba recibo de los diversos presen‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 433
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
433
tes que, a lo largo de los años, envió Recaredo a Roma y comuni‐ caba el envío al rey de algunas reliquias, fundamentalmente de contacto. Importante para la historia de la Hispania visigoda es la referencia en la carta a la legislación de Recaredo sobre los judíos; conocemos una disposición de este rey prohibiendo que los judíos tuvieran esclavos cristianos (LV 12, 2, 12), así como los intentos de éstos de comprar al rey para que no la pusiera en práctica, en lo que parece que tuvieron cierto éxito en los territorios galos de los visigodos. La tercera carta del año 599 se la enviaba a Leandro y era respuesta nuevamente a una de este último que no conservamos. Además de los parabienes habituales, de las quejas por la dureza de su trabajo al frente de la iglesia, Gregorio aludía a una común dolencia. En su carta, Leandro debió hablarle de su enfermedad, la podagra, pues Gregorio Magno le comunicaba su mismo padecimiento. Es intere‐ sante constatar que eran conscientes de que su causa era la ingesta excesiva de carne, dieta curiosa en alguien que hablaba de la austeri‐ dad y de la necesidad de retorno al monasterio. Éste no era el único mal que tenía Gregorio Magno, pues sabemos que también padecía de dolores estomacales frecuentes (Gregorio Magno, Moralia In Iob: Praefatio). Sin embargo, lo más importante de la carta es la comuni‐ cación de la concesión a Leandro del palio para usar sólo en la misa, hecho que también comunicó al rey en la epístola ya comentada. El palio, un ornamento litúrgico, era usado por el papa; sin em‐ bargo, éste podía hacer concesiones especiales a algunos obispos, circunstancia de la que Gregorio Magno se sirvió en varias ocasiones. La concesión del mismo implicaba la especial consideración que tenía hacia el destinatario, bien por la importancia de su metropoli‐ tanía, bien por su especial calidad pastoral o teológica. Esta última pudo ser una de las razones de la concesión a Leandro, si bien puede considerarse que también implicaría la concesión del vicariato apos‐ tólico para Hispania, siguiendo la línea de lo hecho por otros pontí‐ fices anteriores. [MVG]
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 434
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
434
[47‐51] Gregorio Magno (papa, 590‐604), Cartas relacionadas con Hispania33 [47] Epistolario, libro 1,41: Carta I a Leandro de Sevilla (p. 47)
Gregorio a Leandro, obispo de las Hispanias.
A mi reverendísimo y santísimo hermano, el obispo Leandro, Gregorio, siervo de los siervos de Dios. Me habría gustado responder a vuestra carta con la mayor apli‐ cación y así lo habría hecho, si no fuese porque la fatiga de mis res‐ ponsabilidades pastorales me consume de tal modo que siento más deseos de llorar que de decir algo. Esto también lo advierte con in‐ teligencia vuestra reverencia por el propio tenor de mis cartas, pues me dirijo de un modo negligente a quien amo tan apasionadamente. En efecto, en mi posición me veo zarandeado de tal modo por el ole‐ aje tan grande de este mundo que no puedo en modo alguno dirigir al puerto la vetusta y podrida nave que he recibido para su gobierno por una misteriosa decisión de Dios. Unas veces las olas nos golpean 33
Edición: Dag NORBERG, S. Gregorii Magni Registrum epistularum, 2 vols., Turnhout, Brepols, 1972 (CC SL, 140‐140A): Epistulae ad Leandrum Hispalensem ep. (epist. 1,41, 5,53 y 9,228), pp. 47‐49, p. 348 y pp. 802‐805; Epistula ad Reccaredum regem Wisigothorum (epist. 9,229), pp. 805‐811; Epistula ad Claudium ducem in Spaniis (epist. 9,230), pp. 811‐812). Otra edición y traducción de la Epistula 1,41 en Pierre MINARD, Grégoire le Grand, Registre des Lettres. Tome I (Livres I et II). Introduction, texte, traduction, notes et appendices, Paris, Cerf, 1991 (Sources chrétiennes, 370), pp. 194‐ 201. Traducciones al español de J. TEJADA Y RAMIRO, Colección de cánones de la Iglesia española, vol. 2, pp. 1025‐1027 (epist. 1,41), p. 1027 (epist. 5,53), pp. 1028‐1034 (epist. 9,228‐229), reproducidas en ID., Colección de cánones de la Iglesia de España, vol. 2, con la misma paginación; Ursicino DOMÍNGUEZ DEL VAL, Leandro de Sevilla y la lucha contra el arrianismo, Madrid, Editora Nacional, 1981 (Biblioteca de visionarios, heterodoxos y marginados. Segunda serie, 12), pp. 427‐430 (epist. 1,41), pp. 430‐431 (epist. 5,53), pp. 431‐434 (epist. 9,228) y pp. 440‐447 (epist. 9,229). Traducción al italiano de Vincenzo RECCHIA, Opere di Gregorio Magno. V/1: Lettere (I‐III), Roma, Città Nuova, 1996, pp. 193‐197 (epist. 1,41) (Bibliotheca Gregorii Magni); ID., Opere di Gregorio Magno. V/2: Lettere (IV‐VII), Roma, Città Nuova, 1996, pp. 241‐243 (epist. 5,53) (Bibliotheca Gregorii Magni); ID., Opere di Gregorio Magno. V/3: Lettere (VIII‐X), Roma, Città Nuova, 1998, pp. 489‐503 (epist. 9,228‐230) (Bibliotheca Gregorii Magni); y al inglés de John R. C. MARTYN, Gregory and Leander: An Analysis of the Special Friendship between Pope Gregory the Great and Leander, Archbishop of Seville, Newcastle upon Tyne, Cambrige Scholars Publishing, 2013, pp. 1‐4 y 11‐13 (epist. 1,41, 5,53 y 9,228).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 435
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
435
de frente, otras las crestas del mar espumoso se alzan a nuestro cos‐ tado, otras la tempestad nos persigue por detrás. Y así, agitado en medio de todas estas circunstancias, tan pronto me veo obligado a dirigir el timón hacia esas mismas adversidades como a rehuir las amenazas de las olas mediante un giro, inclinando el costado de la nave. Y gimo, pues soy consciente de que por mi negligencia crece la sentina de los vicios y de que, a causa de la tempestad que nos sa‐ cude con violencia, las podridas tablas de la nave anuncian con in‐ sistencia el naufragio. (p. 48) Llorando, recuerdo la costa tranquila de mi reposo que he dejado atrás y contemplo, suspirando, la tierra firme que, sin embargo, no puedo alcanzar por culpa de los vientos adversos de las circunstancias. Así pues, queridísimo hermano, si me amas, tiende hacia mí la mano de tu oración en medio de estas olas a fin de que, merced a la ayuda que me prestas en mis fatigas, por una contrapartida de tu beneficio tú mismo te muestres más firme también en medio de tus propias fatigas. Por lo demás, no puedo expresar suficientemente con palabras mi alegría, pues he sabido que nuestro común hijo, el gloriosísimo rey Recaredo, se ha convertido a la fe católica con una devoción ab‐ solutamente inquebrantable. Cuando me dais cuenta de sus costum‐ bres en vuestros escritos, conseguís que también yo lo ame, a pesar de que no lo conozco. Pero, como sois un buen conocedor de las in‐ sidias del antiguo enemigo, dado que éste lleva a cabo una guerra más feroz contra sus vencedores, vuestra santidad debe vigilar ahora con mayor atención a su hijo con el propósito de que éste lleve hasta el final lo que tan bien ha emprendido y no se ensoberbezca por las buenas obras que ya ha consumado y mantenga, así, también con los méritos de su vida la fe que ha adoptado. Y procure vuestra san‐ tidad que él muestre con sus actos que es un ciudadano del reino eterno para que, una vez que transcurran muchos años, pueda pasar del reino de este mundo al otro reino. En cuanto a la triple inmersión del bautismo, nada se os puede responder de un modo más apropiado que lo que vos mismo habéis manifestado, pues que existan costumbres diversas bajo una misma fe no supone un inconveniente para la santa Iglesia. Nosotros, por nuestra parte, en el hecho de que sumergimos tres veces, simboliza‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 436
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
436
mos los misterios de los tres días de sepultura del Señor a fin de que, cuando el niño es sacado tres veces del agua, quede representada de ese modo la resurrección del Señor al cabo de tres días. Y si, por un casual, alguien considera que esto se hace por veneración hacia la excelsa Trinidad, no supone tampoco ningún inconveniente sumer‐ gir una sola vez en el agua al que debe ser bautizado, pues, dado que en las tres personas hay una sola sustancia, no puede ser censu‐ rable en modo alguno sumergir al niño en el bautismo bien tres veces, bien una sola, siendo así que en las tres inmersiones pueden simbolizarse las tres personas de la Trinidad y en la única inmersión, la singularidad de la divinidad. Pero, si hasta ahora el niño en el bau‐ tismo era sumergido tres veces por los herejes, no creo que esto deba hacerse entre vosotros, no sea que, mientras cuentan las inmersiones, dividan la divinidad y que, mientras siguen haciendo lo que hacían, se ufanen de haber vencido a vuestra tradición. (p. 49)
Por lo demás, os he enviado, mi queridísimo hermano, los códices de los que os doy noticia al final de esta carta. Pero las expo‐ siciones que yo había pronunciado para explicar el libro del bien‐ aventurado Job y sobre las que también vos me escribís, rogándome que os sean enviadas, como las había desarrollado en una serie de homilías con palabras y pensamientos corrientes, me he aplicado, en la medida en que he podido, en transformarlas en un comentario en forma de libros y en estos momentos aún están siendo transcritas por los copistas. Y si no me hubiese apremiado la prisa del portador de la presente, habría querido enviaros todos los volúmenes sin que faltase ninguno (sobre todo, siendo así que he escrito esta obra para vuestra reverencia) con objeto de que aquel a quien amo más que a ningún otro vea que me he esforzado mucho en mi trabajo. En fin, si conocéis el modo de concederos algún tiempo al margen de las responsabilidades eclesiásticas, ya sabéis lo que ocurre. Por lo demás, aunque estás físicamente ausente, te tengo siempre presente, pues llevo impresa dentro de mi corazón la imagen de tu rostro. Que Dios te guarde con salud, mi queridísimo y reverendísimo hermano.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 437
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
437
[48] Epistolario, libro 5,53: Carta II a Leandro de Sevilla (p. 348)
Gregorio a Leandro, obispo de las Hispanias.
A mi reverendísimo y santísimo hermano y coepíscopo Leandro, Gregorio, siervo de los siervos de Dios. Cuán grande es el calor asfixiante que me hace padecer una sed terrible de verte, dado que me amas muchísimo, sin duda, lo lees en los pliegues de tu corazón. Pero, puesto que, separado de mí por el largo espacio de las tierras, no puedo verte, he hecho lo único que me ha dictado mi caridad en lo que a ti se refiere: el libro de la Regla pastoral que escribí al comienzo de mi episcopado y los libros que ya sabes desde hace tiempo que he elaborado a modo de comentario del bienaventurado Job, los he enviado a tu santidad aprovechando la circunstancia de que se ha presentado ante mí nuestro común hijo, el presbítero Probino. En cuanto a esta última obra, ciertamente, no te he enviado los códices de la tercera y cuarta parte, pues de los có‐ dices de esas partes no he podido disponer más que de aquellos que de inmediato he entregado a los monasterios. Ruego, en fin, a tu santidad que los lea con atención y que con mayor interés aún llore mis pecados, no vaya a ser un motivo más grave de culpa en mi caso el que parece, por así decirlo, que conozco perfectamente lo que dejo de hacer. Por lo demás, por qué gran nú‐ mero de problemas de todo tipo de asuntos me veo oprimido, la pro‐ pia brevedad de mi epístola lo da a conocer a tu caridad, puesto que hablo tan poco con aquel a quien aprecio más que a ningún otro. [49] Epistolario, libro 9,228: Carta III a Leandro de Sevilla (p. 802)
Gregorio a Leandro, obispo de las Hispanias.
A mi reverendísimo y santísimo hermano, el obispo Leandro, Gregorio, siervo de los siervos de Dios. He recibido una carta de tu santidad escrita toda ella con una pluma llena de amor. En efecto, tu lengua había extraído de tu cora‐ zón lo que expresaba en la hoja de tu misiva. Por lo demás, cuando
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 438
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
438
fue leída, estaban presentes un gran número de varones bondadosos y sabios (p. 803) cuyos corazones se sintieron de inmediato empujados a la compunción. Cada uno de ellos comenzó a llevarte dentro de su corazón con la mano del amor, pues en esa carta no sólo era posible escuchar la dulzura de tu espíritu, sino incluso verla. Uno tras otro se sentían conmovidos y llenos de admiración y el fuego que surgía en los que escuchaban ponía de manifiesto qué grande era la llama del que hablaba. En efecto, a menos que las antorchas ardan primero ellas mismas, no pueden encender otros objetos. Y así, vimos allí con cuánto amor ardía tu espíritu, que hasta tal punto encendió también a otros. Ciertamente, no conocían vuestra vida, que yo tengo siempre presente con gran veneración, pero por la humildad de vuestro dis‐ curso se les reveló la grandeza de vuestro corazón. Por lo demás, esa carta vuestra dice que mi vida es digna de ser imitada por todos. Si bien esto no es así, esperemos que en adelante lo sea, como dice el dicho, pues se dice que no miente el que no acos‐ tumbra a hacerlo. A esto respondo brevemente con las palabras de cierta buena mujer:34 No me llaméis Noemí, esto es, hermosa, antes bien, llamadme Mara, pues estoy llena de amargura. En efecto, a día de hoy, bondadoso varón, no soy el mismo que conociste. Al tiempo que he progresado exteriormente, lo confieso, he decaído mucho interior‐ mente y temo pertenecer al número de aquellos sobre los que está escrito:35 Los derribaste, cuando se elevaban. En efecto, es derribado, cuando se eleva, aquel que progresa en honores y decae en sus cos‐ tumbres. En efecto, siguiendo los preceptos de mi cabeza, había de‐ cidido ser objeto de oprobio entre los hombres y motivo de desprecio entre las gentes36 y correr la suerte de aquel de quien el salmista dice asi‐ mismo:37 Decidió en su corazón atravesar por un valle de lágrimas, natu‐ ralmente, con objeto de progresar en mi interior de un modo tanto más verdadero cuanto con mayor humildad atravesase en el exterior por un valle de lágrimas. Pero, ahora, esta gravosa dignidad que poseo me oprime y requieren mi atención innumerables responsa‐ 34 35 36 37
Ruth 1,20. Ps 72,18. Ps 21,7. Ps 83,6‐7.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 439
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
439
bilidades, y cuando mi espíritu trata de elevarse hacia Dios, lo atra‐ viesan con sus inquietudes, como si de espadas se tratase. Mi cora‐ zón no disfruta de reposo alguno. Yace postrado en lo más profundo, oprimido por el peso de sus preocupaciones, y las alas de la contem‐ plación muy raramente o, más bien, nunca lo elevan a las alturas. (p. 804) Mi espíritu se entumece embotado y, llevado ya casi al aturdimiento a causa de las responsabilidades de los asuntos del siglo que ladran a su alrededor, se ve obligado a ocuparse unas veces de los asuntos terrenales y otras incluso a hacer frente a asuntos que son de carácter carnal. Y algunas veces, forzado por el hastío, incluso se ve empu‐ jado a tomar determinadas decisiones que no carecen de culpa. ¿Para qué extenderme? Vencido bajo su propio peso, suda sangre.38 Y, cier‐ tamente, si mediante la palabra «sangre» no se designase la culpa, el salmista no diría:39 Líbrame de la sangre. Y cuando añadimos nuevas culpas a otras culpas, hacemos también aquello que dijo otro pro‐ feta:40 La sangre ha entrado en contacto con la sangre. En efecto, se dice que la sangre entra en contacto con la sangre, cuando una culpa se añade a otra culpa de manera que se acrecienta el cúmulo de la in‐ iquidad. Pero en medio de estas circunstancias te suplico por Dios todopoderoso: sujétame con la mano de la oración, pues me hundo entre las olas de la desazón. En efecto, navegaba empujado por un viento favorable, por así decirlo, cuando llevaba una vida reposada en el monasterio. Pero una tempestad surgida de repente, zarande‐ ándome con sus procelosos vaivenes, me ha arrastrado en medio de sus turbulencias y he perdido el curso favorable que llevaba, pues, al verme privado del reposo, he sufrido el naufragio de mi espíritu. He aquí que ahora me debato entre las olas y busco la tabla de tu in‐ tercesión para que yo, que no he merecido alcanzar la costa rico y con mi nave intacta, sea conducido, al menos, hasta ella por tu tabla después de tantos peligros. Por lo demás, vuestra santidad se ve afligida, según me escribe, por la enfermedad de la podagra, cuyos terribles dolores también yo sufro con asiduidad. Pero encontraremos un fácil consuelo, si, en 38 39 40
Cfr. Luc 22,44. Ps 50,16. Os 4,2.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 440
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
440
medio de estos males que padecemos, traemos a nuestra memoria las faltas que hemos cometido y nos paramos a pensar que no son males, sino dones, si nosotros que hemos pecado por el placer de la carne somos purificados por el dolor de la carne. Por otro lado, a modo de presente del bienaventurado Pedro, el príncipe de los apóstoles, os hemos enviado un palio para que lo uséis tan sólo en las solemnidades de la misa. Junto con este envío habría debido, ciertamente, exhortaros sobre el modo en que debe‐ ríais vivir, pero dejo a un lado este discurso, pues vos superáis con vuestras costumbres cualquier cosa que yo os pueda decir. Que Dios todopoderoso os guarde bajo su protección y (p. 805) os conduzca hasta el galardón merecido de la patria celestial con un fruto abun‐ dante de almas ganadas. Por lo que a mí respecta, cuántas son las ocupaciones que me oprimen y cuánta la debilidad que me domina, lo pone de manifiesto esta breve carta, en la que dirijo sólo unas pocas palabras a quien amo tanto. Que Dios te guarde con salud, reverendísimo hermano. [50] Epistolario, libro 9,229: Carta al rey Recaredo de Toledo (p. 805)
Gregorio a Recaredo, rey de los visigodos.
A su gloriosísimo y distinguidísimo hijo Recaredo, rey de los godos y suevos, Gregorio, siervo de los siervos de Dios. No puedo expresar con palabras, excelentísimo hijo, cuánto me complazco en tus obras y en tu vida. Ciertamente, al conocer la rea‐ lización en nuestros días de este nuevo milagro, a saber, que gracias a tu excelencia todo el pueblo de los godos (p. 806) ha abandonado el error de la herejía arriana en favor de la firmeza de la verdadera fe, me complace exclamar con el profeta:41 Este cambio es obra de la diestra del Altísimo. En efecto, ¿qué pecho, aun siendo de piedra, al conocer una obra tan grande como ésta, no se ha de ablandar, elevando sus alabazas de Dios todopoderoso y llenándose de amor por tu exce‐ lencia? Me deleita, os lo confieso, referir a menudo a aquellos de mis 41
Ps 76,11.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 441
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
441
hijos que están conmigo la empresa que habéis llevado a cabo y ad‐ mirarla a menudo en su compañía. Además, empresas como ésta con frecuencia hacen que me enfade conmigo mismo, pues yo, mostrán‐ dome perezoso e inútil, permanezco abotargado en medio de un ocio improductivo, mientras los reyes se esfuerzan por reunir almas en provecho de la patria celestial. ¿Qué voy a decir, en consecuencia, el día del terrible examen al Juez, cuando venga, si me presento enton‐ ces con las manos vacías allí donde tu excelencia conducirá tras él los rebaños de los fieles a los que ahora ha llevado a la gracia de la verdadera fe merced a una diligente e insistente predicación? Pero, por la gracia de Dios, bondadoso varón, es para mí un motivo de gran consuelo el que amo en ti la santa empresa que no tengo entre mis méritos, y cuando me alegro con gran alborozo por tus actos, aquellas obras que son tuyas por tu esfuerzo, se vuelven mías por mi amor por ellas. Así pues, a propósito de la conversión de los godos me complace exclamar con los ángeles en alabanza de vuestra obra y de nuestro alborozo:42 Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad. En efecto, en mi opinión, nos es‐ tamos obligados a mostrar un mayor agradecimiento a Dios todo‐ poderoso, pues, si bien en nada hemos colaborado con vos, sin embargo, somos partícipes de vuestra empresa por el gozo que com‐ partimos por ella. Por lo demás, con qué agrado ha recibido el bienaventurado Pedro, el príncipe de los apóstoles, los presentes de vuestra excelen‐ cia, vuestra propia vida lo atestigua claramente ante todos, pues está escrito:43 Las oblaciones de los justos le son gratas. En efecto, en su juicio Dios todopoderoso no mira la ofrenda que se hace, sino quién la hace. En efecto, de ahí viene que esté escrito:44 Volvió el Señor su mi‐ rada sobre Abel y sus ofrendas, pero sobre Caín y sus ofrendas no volvió su mirada. Ciertamente, como tenía el propósito de decir que el Señor (p. 807) volvió su mirada sobre sus presentes, escribió previamente con toda la intención que volvió su mirada sobre Abel. Con ello se muestra de forma patente que no agradó al Señor el oferente por sus ofren‐ 42 43 44
Luc 2,14. Prou 15,8. Gen 4,4‐5.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 442
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
442
das, sino que le agradaron las ofrendas por quien las ofrecía. En con‐ secuencia, vos, que, teniendo la intención de ofrecer oro, habéis ofre‐ cido antes la ofrenda de las almas del pueblo de vuestros súbditos mediante su conversión, mostráis con ello qué grata ha sido vuestra oblación. En cuanto a lo que decís de que los abades enviados que trans‐ portaban vuestra ofrenda al bienaventurado apóstol Pedro, extenua‐ dos por la violencia del mar, en medio del viaje se dieron la vuelta de regreso a las Hispanias, no fueron rechazados vuestros presentes, que, de hecho, llegaron algún tiempo después, más bien, se puso a prueba la constancia de aquellos que habían sido enviados para ver si sabían vencer los peligros que se oponían a su santo propósito y no se dejaban superar en su interior por la fatiga de sus cuerpos. En efecto, la adversidad que se opone a los buenos deseos es una forma de poner a prueba la virtud, no la manifestación de una reprobación. En efecto, ¿quién ignora qué afortunado fue que el bienaventurado apóstol Pablo viniese a predicar a Italia? Y, sin embargo, durante el viaje sufrió un naufragio.45 Pero la nave de su corazón permaneció intacta en medio de las olas del mar. Asimismo os comunico que, entre vuestros actos, este que he co‐ nocido por el relato de mi queridísimo hijo, el presbítero Probino, ha redundado en alabanza de Dios, a saber, que, al promulgar vues‐ tra excelencia una ley contra la perfidia de los judíos, estos contra los que había sido promulgada trataron de influir en la rectitud de vuestro corazón, ofreciéndoos una suma de dinero, pero vuestra ex‐ celencia la ha despreciado, pues, buscando merecer la aprobación del juicio de Dios, ha antepuesto la virtud al oro. A este respecto me ha venido al recuerdo una anécdota del rey David: cuando unos sol‐ dados obsequiosos le llevaron el agua por la que suspiraba, trayén‐ dola del pozo de Belén, que estaba situado en medio de los batallones enemigos,46 al punto dijo:47 No he de beber yo la sangre de estos hombres. Y como la vertió y rehusó beberla, está escrito:48 La ofre‐ 45 46 47 48
Cfr. Act 27,41. Cfr. I Par 11,17‐18. I Par 11,19. I Par 11,18.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 443
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
443
ció como libación (p. 808) al Señor. En consecuencia, si un agua que había sido despreciada fue ofrecida en sacrificio a Dios por un rey armado, ¿qué clase de sacrificio podemos pensar que ofreció a Dios todopo‐ deroso aquel que por amor a Él no despreció aceptar agua, sino oro? Así pues, excelentísimo hijo, puedo decir de forma veraz que ofre‐ ciste como libación al Señor el oro que rehusaste aceptar, puesto que iba en perjuicio suyo. Grandes cosas son éstas y que deben redundar en alabanza de Dios todopoderoso. Pero, al mismo tiempo, debemos cuidarnos con vigilante atención de las asechanzas del antiguo enemigo. Éste, cuanto mayores dones ve entre los hombres, con asechanzas tanto más sutiles trata de arre‐ batárselos. En efecto, tampoco los ladrones buscan sorprender en el camino a quienes viajan sin nada, sino a aquellos que llevan cofres de oro o de plata. Ciertamente, el camino es la vida presente. Y, en consecuencia, es necesario que cada uno se cuide de los espíritus ma‐ lignos que nos acechan con tanta mayor atención cuanto mayores son los dones que posee. Por lo tanto, en relación con este presente tan grande que vuestra excelencia ha recibido con ocasión de la con‐ versión del pueblo de sus súbditos, conviene que conserve a toda costa, en primer lugar, la humildad de su corazón y, en segundo lugar, la pureza de su cuerpo, pues está escrito:49 Todo el que se ensalza será humillado y quien se humilla será ensalzado. Sin duda, es manifiesto que ama verdaderamente lo elevado aquel que no arranca de su co‐ razón la raíz de la humildad. En efecto, a menudo el espíritu ma‐ ligno, a fin de destruir aquellas buenas obras a las que no pudo oponerse con anterioridad, una vez que la obra se ha llevado a cabo, se introduce en el corazón de quien la ha realizado y lo agita con se‐ cretos pensamientos en forma de alabanzas propias hasta el punto de que el corazón, así engañado, se admira de qué magníficas son las obras que ha llevado a cabo. Y cuando el corazón a causa de esta oculta soberbia se enaltece a sí mismo, se ve privado de la gracia de Aquel que le concedió ese don. De ahí que se diga al alma altiva por medio de la voz del profeta:50 Confiada en tu belleza te prostituiste, bus‐ cando tu propia fama. Ciertamente, en el caso del alma, confiar en su 49 50
Luc 14,11; ibid. 18,14. Ez 16,15.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 444
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
444
propia belleza significa presumir en su interior de una acción justa. Ésta se prostituye en beneficio de su propia fama, cuando, en rela‐ ción con aquello que ha obrado con rectitud, no busca que se acre‐ ciente la gloria del Creador, sino que ambiciona el esplendor de su propia reputación. De ahí que (p. 809) se escriba de nuevo por boca del profeta:51 Por cuanto eres más hermosa, desciende. En efecto, el alma desciende de allí desde donde se ve más hermosa, cuando por su al‐ tivez, privada de la gracia de Dios, cae desde el honor de la virtud por el que debió ser exaltada ante Él. Así pues, cuando el espíritu maligno nos traiga al recuerdo las buenas obras que hemos realizado para que nuestro corazón se ensoberbezca, ¿qué otra cosa debemos hacer en casos como ése sino recordar nuestras maldades a fin de comprender que los pecados que hemos cometido son obra nuestra y que, cuando hemos evitado pecar, ello es fruto tan sólo de la gracia de Dios todopoderoso? Asimismo, debe cuidarse la pureza del cuerpo, cuando uno se aplica en realizar una buena obra, pues, de acuerdo con las palabras de la predicación del apóstol:52 Un santo templo de Dios es lo que sois vosotros. Éste dice igualmente:53 Ésta es, en efecto, la voluntad de Dios: vuestra santidad. Y mostrando qué había querido decir al referirse a esta santidad, añadió de inmediato:54 Que os abstengáis de la fornicación y que cada uno de vosotros sepa mantener su vasija55 con santidad y honor y alejada de las pasiones del deseo. Asimismo, el gobierno del reino debe ser ejercido con una gran moderación en lo que respecta a los súbditos a fin de que el poder no se imponga sobre la razón. En efecto, un reino es bien regido, cuando la gloria de reinar no domina el espíritu. Hay que evitar, asi‐ mismo, que prevalezca la ira a fin de que no se haga con excesiva ra‐ pidez todo lo que es lícito a un rey. Ciertamente, aun cuando se busca el castigo de los delincuentes, la ira no debe ir por delante de la razón, como si fuese nuestra dueña, sino que, caminando detrás de la discreción, debe mostrarse al servicio de ésta, como si fuese su
51 52 53 54 55
Ez 32,19. I Cor 3,17. I Thess 4,3. I Thess 4,4‐5. Esto es, la vasija de su cuerpo, entendido como el envoltorio del alma.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 445
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
445
sierva, de manera que, cuando sea llamada, se presente ante ella. En efecto, tan pronto como impone su dominio sobre la razón, consi‐ dera que es justo incluso lo que lleva a cabo de un modo cruel. De ahí que esté escrito:56 La ira del hombre no obra la justicia de Dios, y de ahí que se diga asimismo:57 Que todo hombre se muestre presto a escu‐ char, pero reacio a responder y reacio a encolerizarse. No dudo, por lo demás, que vos observáis estos principios por la gracia de Dios, pero, puesto que se me ha presentado la ocasión de enviaros mis consejos, me introduzco furtivamente en medio de vuestras buenas obras a fin de que, lo que hasta ahora hacéis sin recibir consejo de nadie, puesto que ahora contáis también con quien os aconseja, no lo hagáis ya más vos solo. (p. 810) Por lo demás, que el Señor todopoderoso os guarde en todas vuestras obras, extendiendo sobre vos su brazo celestial, y que os conceda la prosperidad en la vida presente y, una vez que transcu‐ rran muchos años, los gozos eternos. En fin, a modo de presente del bienaventurado apóstol Pedro os hemos enviado una pequeña llave que ha estado en contacto con su santísimo cuerpo. Hay encerrada en su interior una partícula de hie‐ rro procedente de las cadenas del apóstol a fin de que lo que enca‐ denó su cuello en el momento del martirio libere al vuestro de todos sus pecados. Hemos confiado asimismo al portador de la presente una cruz que os ha de ser entregada. En su interior hay un trozo del leño de la cruz del Señor y unos cabellos del bienaventurado Juan el Bautista. Esperamos que gracias a ella encontréis siempre el consuelo de nuestro Salvador por la intercesión de su precursor.58. Además, desde la sede del bienaventurado apóstol Pedro hemos enviado a nuestro reverendísimo hermano y coepíscopo Leandro un palio, pues lo debíamos a la práctica de una antigua tradición, así como a vuestras costumbres y a su bondad y gravedad. Además, con ocasión de la relectura. 56
Iac 1,20. Iac 1,19. 58 La forma «praecursor» se aplica en latín a menudo a Juan el Bautista, que es en quien piensa aquí Gregorio Magno. 57
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 446
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
446
Mucho tiempo atrás y por medio de un joven napolitano que se presentó ante mí, vuestra dulcísima excelencia tuvo a bien rogarme que escribiese al piadosísimo emperador para que buscase en sus ar‐ chivos los pactos que habían sido establecidos en el pasado entre el príncipe Justiniano, de piadosa memoria, y las leyes de vuestro reino a fin de que conocieseis por ellos qué obligaciones debía él observar con respecto a vos. Sin embargo, dos circunstancias me han impedido de todo punto hacerlo: la primera, que los archivos del citado prín‐ cipe Justiniano, de piadosa memoria, de repente y de un modo total‐ mente imprevisto, resultaron hasta tal punto arrasados por el fuego que prácticamente no quedó en ellos ni un solo documento proce‐ dente de aquella época; y la segunda (y ésta no debe decirse a nadie), que debes buscar en tus propios archivos aquellos documentos que van contra tus intereses y dármelos a conocer. Por todo ello, exhorto a vuestra excelencia a que actúe conforme a sus costumbres y tome con diligencia todas las medidas que convengan a la paz (p. 811) con objeto de que la época de vuestro reinado sea digna de recuerdo por largo tiempo y merecedora de grandes alabanzas. Además de los presentes de vuestra excelencia que han sido en‐ viados a los pobres del bienaventurado apóstol Pedro, hemos reci‐ bido trescientas capuchas y, en la medida en que nos es posible, rogamos en nuestras oraciones que en el día terrible del examen ten‐ gáis por patrono a aquel cuyos pobres habéis vestido con esta abun‐ dancia de ropajes. Por lo demás, que no hayamos enviado en los últimos tiempos un hombre nuestro ante vuestra excelencia lo ha causado la falta de una nave, pues no puede encontrarse a nadie que esté dispuesto a viajar desde estas regiones a las costas de Hispania. [51] Epistolario, libro 9,230: Carta al duque Claudio (p. 811)
Gregorio a Claudio en la Hispanias.
A mi señor e hijo Claudio, Gregorio, el siervo de los siervos de Dios. Puesto que la reputación de las gentes de bien exhala una fragan‐ cia semejante a la del perfume, el aroma de vuestra gloria ha llegado
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 447
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
447
hasta aquí desde las regiones occidentales. Rociado por la dulzura de esta esencia, ciertamente, lo confieso de todo punto, he llegado a amar a quien no conozco y te he llevado dentro de los pliegues de mi corazón con la mano del amor. Pero no amaba a ciegas a aquel cuyas buenas obras había conocido. Ciertamente, en relación con aquel que me es conocido por el gran interés que he puesto en él, pero que me resulta aún desconocido en lo que hace a la vista de mi cuerpo, puedo decir, sin duda, de él de forma veraz que conozco a la persona, pero desconozco su casa. Por lo demás, constituye una gran confirmación de vuestros méritos el que se cuenta que vuestra gloria es un fiel sostén del excelente rey de los godos, (p. 812) pues, dado que las gentes de bien desagradan siempre a los malvados, es manifiesto que vos, que habéis agradado a un hombre de bien, sois un hombre de bien. Por todo ello, al enviaros los debidos saludos, os deseo que per‐ sistáis en aquello que os habéis propuesto para que se cumpla en vos esa sentencia del veraz Salomón que dice:59 La senda de los justos avanza como una luz resplandeciente que va creciendo hasta llegar al me‐ diodía. Ciertamente, ahora que la luz de la verdad brilla para nosotros y que la dulzura del reino de los cielos se muestra a nuestros cora‐ zones, sin duda, es ya de día, pero no es aún mediodía. Será entonces mediodía, cuando ya nada quede en nuestro corazón de la noche del pecado. Así, vos creced hasta llegar al mediodía a fin de que, hasta el momento en que se muestre ante vos la patria eterna, aumente en este mundo el cúmulo de vuestras buenas obras de modo que en el momento de la retribución vuestra recompensa sea tanto mayor cuanto mayor celo y esfuerzo mostréis ahora. Recomendamos, asimismo, a vuestra gloria a nuestro queridísimo hijo Ciriaco, padre de un monasterio, a fin de que, una vez cumplida la misión que se le ha encomendado, su regreso no sufra demora al‐ guna. Que Dios todopoderoso os guarde bajo la protección de su brazo celestial y os conceda disfrutar ahora de gloria entre los hombres y, después de que transcurran largos años, vivir entre los ángeles.
59
Prou 4,18.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 448
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
448
[52] Recaredo I de Toledo (586‐601): Carta a Gregorio Magno60 (p. 402) A mi santo señor y venerabilísimo papa, el obispo Gregorio,
Recaredo. En la época en que el Señor en su misericordia hizo que nos apar‐ tásemos de la abominable herejía arriana y la santa Iglesia católica nos recibió en su seno mejores que antes por seguir el camino de la fe,61 fue nuestro propósito entonces informar con nuestra mejor vo‐ luntad y una gran alegría a un varón tan reverendísimo como tú, que te distingues por encima de los demás sacerdotes, para que ce‐ lebrases con todas tus fuerzas un acontecimiento tan digno y agra‐ dable a Dios, felicitándote por nosotros, unos meros hombres.62 Sin embargo, dado que atendemos a las numerosas necesidades de la administración del reino, tres años entregados al cuidado de diver‐ sas circunstancias nos impidieron satisfacer el deseo de nuestro es‐ píritu.63 Tras ese período escogimos a unos abades de nuestros monasterios destinados a vos con objeto de que acudiesen a tu pre‐ sencia, te entregasen los presentes enviados por nos en honor de san 60 Esta epístola ha sido comentada contextualmente en el apartado anterior: vid. supra pp. 429‐431. Edición de S. IRANZO ABELLÁN, Estudios, pp. 402‐403 (incluye traducción). Se cita por las páginas de esta edición. Otras ediciones de Ludwig M. HARTMANN, Gregorii I papae Registrum epistolarum, vol. 2, Berlin, Apud Weidmannos, 1899 (Monumenta Germaniae Historica. Epistolae, II), pp. 220‐221 (nº IX,227a); y J. VIVES, Concilios, pp. 144‐145 (con traducción de Gonzalo Martínez Díez). Hay asimismo traducción al español de U. DOMÍNGUEZ DEL VAL, Leandro, pp. 438‐440; y otra de A. CAMACHO MACÍAS, Liber Vitas sanctorum Patrum, p. 171. 61 Seguimos aquí, frente a los editores, la puntuación propuesta por Juan GIL, «Notas de lectura», Cuadernos de Filología Clásica, 8 (1975), pp. 131‐155, en la p. 145. 62 La frase presenta problemas textuales, por lo que cada editor opta por un texto diferente, incluidas las observaciones de Gil al pasaje. Seguimos la puntuación de Gil y entendemos estas primeras líneas como una única frase. Por otro lado, es imposible mantener el texto «inquirere et... laudaret» (Iranzo Abellán), así como «inquirere et... laudare» (Hartmann). Hay que entender «inquirere ut... laudaret». El sujeto de «laudaret» es, de toda evidencia, Gregorio Magno, al igual que el de «polles». En el resto de la frase seguimos el texto de Iranzo Abellán. 63 Contra las traducciones existentes, entendemos que «diuersis occasionibus occupati» concierta con «tres... anni», no con «nos». Es posible, no obstante, que J. GIL, «Notas», p. 145, tenga razón en corregir «multas qui regni curas gerimus» por «mul‐ tasque regni curas gerimus», pues resulta extraña la forma «multasque». Si se acepta la corrección de Gil, el sentido de la frase es mucho mejor (entendiendo además, como el propio Gil propone, «unde» por «inde»): «Desde entonces, al vernos absorbidos por diversos asuntos nos, que atendemos a las numerosas necesidades de la administración del reino, tres años nos impidieron satisfacer el deseo de nuestro espíritu».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 449
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
449
Pedro y anunciasen de forma expresa a tu santa reverencia la salud de la que disfrutábamos. Cuando éstos viajaban con presteza y ya casi podían distinguir las costas de Italia, a causa de la violencia del mar les ocurrió que, encallando en unos escollos cerca de Massilia, apenas consiguieron salvar sus vidas.64 Por lo demás, recientemente solicitamos al presbítero que tu gloria ha enviado a la ciudad de Má‐ laga que acudiese a nuestra presencia, pero éste, impedido por una enfermedad de su cuerpo, no pudo en modo alguno presentarse ante el solio de nuestra majestad. Sin embargo, dado que hemos sabido con toda certeza que ha sido enviado por tu santidad, le hemos en‐ viado un cáliz de oro adornado con gemas en su parte superior para que, (p. 403) en la medida en que estamos convencidos de que vuestra santidad es digna sucesora de él, os dignéis ofrecerlo a aquel apóstol que se distingue el primero entre todos por su honor.65 Ruego, ciertamente, asimismo a tu eminencia que, cuando en‐ cuentres una oportunidad, te intereses por nos por medio de una distinguida y santa carta tuya. Ciertamente, en qué medida te apre‐ cio con toda sinceridad, tú mismo,66 no creo que se oculte a tu fe‐ cundo corazón por inspiración del Señor. A menudo ocurre que aquellos a los que separan los espacios de las tierras y los mares están unidos casi de forma visible en la caridad de Cristo. Cierta‐ mente, a aquellos que no te ven en persona, tu reputación les da a conocer tu bondad. 64 Es una frase muy mal construida, pero podría haber también algún problema de transmisión, pues se esperaría «uis maris», no «ui maris», lo que daría una sintaxis mejor, con el sentido: «la violencia del mar se desencadenó sobre ellos». Tal y como se conserva en los manuscritos, puede entenderse que existe un anacoluto, pues el sujeto inicial «Qui...» no funciona luego como sujeto de ningún verbo, dado que la construcción cambia y Recaredo (o su secretario) introduce una construcción nueva con el verbo «aduenit» que tendría por sujeto una completiva sin nexo explícito cuyo verbo sería «potuerunt» en indicativo. También podría entenderse que el comienzo de la oración está compuesto por dos nominativos absolutos en asíndenton (muy frecuente en todo este comienzo de la carta): «Qui properantes... cernentes...». 65 Esta frase presenta problemas textuales en todas las ediciones, salvo en la última de Iranzo Abellán. Gracias al nuevo texto de este editor es posible entender que el adjetivo «dignam», que todos los traductores ponen en relación con «calicem aureum», sobrentendiendo «dignam (rem)», se dice, por el contrario, del acusativo «tuam... sanctitatem». 66 Anacoluto.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 450
450
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Por lo demás, a Leandro, obispo de la iglesia hispalense, lo enco‐ miendo con la mayor veneración a tu santidad en Cristo, pues gra‐ cias a él ha brillado sobre nosotros tu benevolencia y, cuando hablamos con este mismo prelado sobre tu vida, nos consideramos inferiores a vos a consecuencia de vuestras buenas obras. Estoy ansioso por tener noticias de tu salud, varón reverendísimo y santísimo, y ruego a la prudencia de tu cristiana persona que por medio de tus oraciones tanto a nos como a nuestro pueblo, que des‐ pués del Señor es gobernado por nuestros cuidados y que ha sido ganado por Cristo en vuestro tiempo, nos encomiendes a menudo a nuestro común Señor a fin de que, por esa misma razón, a aquellos a los que separa la amplitud del orbe terrestre, una felizmente el sin‐ cero amor que ambos profesamos a Dios.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 451
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
451
GREGORIO MAGNO (PAPA, 590‐604)67 EPISTVLAE III IOHANNI DEFENSORI (CPL 1714: EPIST. 13,46‐48) De agosto del 603 datan tres documentos que Gregorio Magno entregó a Juan, uno de sus defensores ecclesiae, que partía hacia His‐ pania para resolver varios asuntos relacionados con la correcta or‐ ganización eclesiástica y disciplina monástica. Dos de ellos tratan de un delicado asunto provocado por la deposición de dos obispos hispanos, Januario de Málaga y Esteban, del que desconocemos la sede; en el otro, el pontífice da instrucciones a su enviado para que averigüe, y en ese caso corrija, las desviaciones de la disciplina mo‐ nástica que se estarían produciendo en un monasterio de la isla de Cabrera. El que uno de los obispos sea titular de la sede de Málaga, que en la misma carta se aborde el tema de Esteban y que se res‐ ponsabilice de todo el asunto no sólo a otros obispos, sino a Comi‐ ciolo, que sabemos que tuvo una alta responsabilidad en la Hispania bizantina, así como que Cabrera pertenezca al archipié‐ lago balear, que estaba en manos bizantinas, lleva a afirmar que estas epístolas reflejan la relación que Gregorio Magno mantuvo con la Hispania bizantina y que en ella la legislación imperial se aplicaba de pleno derecho. Por lo tanto, el contexto general es el de la existencia de una parte de la península ibérica y de la totalidad de las Baleares sometida al control bizantino, cuyo máximo dirigente era el ya citado emperador Mauricio, de quien Gregorio Magno era súbdito. En primer lugar, cabe considerar al defensor ecclesiae, institución creada en Roma en 367‐368 para ayudar a los pobres y al clero en casos legales. Aunque inicialmente fueron civiles, a finales del siglo V 67
Bibliografía: Charles PIETRI, Roma christiana. Recherches sur l’Église de Rome, son organisation, sa politique, son idéologie de Miltiade à Sixte III (311‐440), 2 vols., Roma, École française de Rome, 1976 (Bibliothèque des écoles françaises d’Athènes et de Rome, 224); J. VILELLA, «Gregorio»; Lisania GIORDANO, «Gregorio Magno e il diritto d’asilo: il Codex Iustiniani nel Registrum Epistolarum», Vetera Christianorum, 37 (2000), pp. 391‐406; J. AMENGUAL I BATLE, M. ORFILA, «Paganos»; M. VALLEJO GIRVÉS, Hispania; Mateu RIERA RULLAN, El monacat insular de la Mediterrània occidental. El monestir de Cabrera (Balears. Segles V‐VIII), Barcelona, Ateneu Universitari Sant Pacià, 2017 (Studia archaeologiae christianae, 1).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 452
452
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
eran en su totalidad clérigos procedentes de rangos eclesiásticos menores. Paulatinamente fueron utilizados por los papas para otras funciones, entre ellas intervenir en todos los casos y procesos que interesaran a la Iglesia o comunicar decisiones papales a los emperadores. Gregorio Magno les encargó numerosas tareas, tales como resolver conflictos en el patrimonio eclesiástico o con el poder secular. De los documentos entregados al defensor Juan se comprende que el principal asunto que lo llevaba a Hispania era el que afectaba a los citados obispos; su atención al asunto monástico de Cabrera, aun‐ que importante, se debería fundamentalmente a que Gregorio Magno consideró adecuado aprovechar el viaje para averiguar lo que ocurría en el cenobio. Aunque son dos las islas mediterráneas llamadas Capria, es inne‐ gable que el asunto afecta a la baleárica, ya que Gregorio Magno in‐ dica que se trata de la que está cerca de Mallorca. Los trabajos arqueológicos desarrollados en la misma han sacado a la luz restos arquitectónicos, una necrópolis en la que todos los enterrados eran de sexo masculino y adulto, y cerámicas con inequívoca simbología cristiana, fechados entre los siglos V y VII; todo ello parece confirmar la existencia de dicho cenobio. La misión del defensor en Cabrera era averiguar si el modo de vida de los monjes era ajeno a los cánones, pues así se lo habían comuni‐ cado al papa, así como, si era cierto, instruirlos en cuál era el com‐ portamiento adecuado. No hay constancia de quién pudo ser el informador de Gregorio Magno. En todo caso, que el pontífice tu‐ viera conocimiento de un asunto de un monasterio de una pequeña isla en medio del mar es prueba inequívoca de la fluidez de las co‐ municaciones entre los territorios dominados por el Imperio bizan‐ tino. Otro asunto interesante es el cronológico, pues, aunque la in‐ tervención se fecha en 603, no sabemos desde cuándo se estarían produciendo los hechos que se querían averiguar. Por otro lado, cabe relacionar este comportamiento contrario a la disciplina con la amonestación que Liciniano hace a Vicente de Ibiza, ya comen‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 453
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
453
tada, por haber creído que podían caer cartas del cielo, dato que nos puede confirmar la escasa formación de los eclesiásticos ba‐ leáricos. No conocemos el tenor de las prácticas perversas de las que habla Gregorio Magno; no obstante, sabemos que fue fre‐ cuente su atención a la aplicación de la correcta disciplina monás‐ tica y eclesiástica. Málaga debía ser la segunda ciudad de mayor importancia que los bizantinos tuvieron en sus dominios hispanos, así como el se‐ gundo obispado en importancia, siendo el primero Cartagena; ésta era la única sede metropolitana de la tradicional organización ecle‐ siástica hispana que estaba en manos bizantinas. A pesar de los in‐ tentos de los reyes visigodos por conquistar Málaga, la ciudad no fue conquistada hasta el reinado del rey Sisebuto (612‐621). Éste es el contexto político que enmarca la intervención de Gregorio Magno, que, por las razones que hemos expuesto en el primer pá‐ rrafo, debe ser el mismo que afecta al asunto del obispo Esteban, de sede desconocida. El escaso número de obispados hispanos en manos bizantinas en aquel período limita las posibilidades de identificación de su sede; además, al encomendar Gregorio Magno cómo tratar el asunto de ambos obispados en una misma carta se ha pensado que Esteban sería titular de un obispado bético, posi‐ blemente el de Assido (Medina Sidonia), pues éste parece ser el único de aquella circunscripción que estaba entonces en poder del emperador Mauricio. Las epístolas de Gregorio Magno no lo son en puridad. Por un lado, tenemos un memorandum en el que daba instrucciones al defen‐ sor sobre cómo actuar ante los asuntos planteados por Januario y Es‐ teban. Por otro lado, tenemos una pre‐sentencia que aborda únicamente el caso de Januario de Málaga. A ambos documentos acompañaba un dossier de las leyes que el pontífice consideraba que Juan debía tener en cuenta para resolver ambos casos (Gregorio Magno, Registrum epistularum, 13, 50). Gracias a ellos sabemos que estos prelados de sedes eclesiásticas de la Hispania bizantina fueron víctimas de decisiones tomadas por laicos y eclesiásticos; por consi‐ derar los hechos contrarios a los cánones, habían apelado a la sede pontificia para que resolviera tal anomalía. No se han transmitido
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 454
454
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
los textos de las apelaciones, por lo que hay que comprenderlas a partir de estos documentos gregorianos. Según éstos, Comiciolo, un dux bizantino, había ordenado que un presbítero y el obispo de Málaga fueran sacados de sus iglesias por la fuerza. El obispo fue depuesto de su cargo y exiliado, para lo que Comiciolo había contado con la colaboración de al menos dos obis‐ pos; además, según su reclamación, había ordenado el nombra‐ miento de un nuevo prelado para la sede. Para el obispo Esteban había organizado un juicio en el que, verosímilmente, habían decla‐ rado contra él sus propios siervos, había sido depuesto por un con‐ cilio que el afectado habría considerado ajeno, posiblemente haciendo con ello referencia a que no había sido juzgado por la ins‐ tancia que legalmente habría sido la competente. Comiciolo también había ordenado el nombramiento de otro obispo para sustituir al de‐ puesto Esteban. En primer lugar es necesario determinar la datación del asunto, que tiene diversos momentos: la intervención definitiva de Grego‐ rio Magno se produjo en 603, pero lo sucedido debió acontecer más de un decenio antes, ca. 589, cuando un individuo del mismo nom‐ bre que el dux citado gobernó la Hispania Bizantina (CIL II, 3420). En esta inscripción se lo menciona como Magister Militum Hispa‐ niae, teniendo la categoría de patricio, pero no hay duda de la iden‐ tidad de ambos personajes. Entre 591 y hasta su muerte, en 602, Comiciolo estuvo al mando de contingentes militares bizantinos en territorios orientales, por lo tanto, los asuntos en los que inter‐ vino en Hispania tuvieron que suceder entre 589 y 591, entre ellos, estos que afectaron a los obispos Januario y Esteban y la monu‐ mentalización de una de las puertas de entrada a la ciudad de Car‐ tagena (PLRE IIIA, «Comentiolus 1» y «Comitiolus 2»). En segundo lugar, es posible que Gregorio Magno se interesara por el asunto mucho tiempo antes de intervenir definitivamente; así se interpreta la estancia de un presbítero romano en Málaga, que conocemos gracias a la epístola enviada por Recaredo a Gregorio Magno, ca. 594‐595, que ya hemos comentado. Es muy probable que ésta fuera una primera respuesta papal a la apelación de los dos obispos, la cual debió llegar a Roma poco después de haberse producido los
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 455
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
455
acontecimientos; está claro, además, que Gregorio Magno no tomó ninguna decisión en aquel momento, demorando la misma hasta casi una década después, significativamente después de la ejecu‐ ción de Comiciolo y del emperador Mauricio por el usurpador Focas, hecho que sucedió en 602. La decisión de los obispos Januario y Esteban de apelar a Roma constituye un importante tema de análisis, pues la legislación impe‐ rial, que es la que se debía aplicar, indicaba que la apelación de un obispo debía ser dirigida en primera instancia a su metropolitano, y posteriormente, a la sede apostólica, pues ésta era la patriarcal de Occidente. Asumiendo cuál era la antigua organización eclesiástica provincial y metropolitana hispana, tenemos la certeza de que el obispado de Sevilla, que entonces estaba en manos visigodas, era la sede natural metropolitana de la de Málaga; está claro que las auto‐ ridades bizantinas no habrían tolerado la intervención de un obispo de una ciudad visigoda en asuntos de un obispado de una ciudad bizantina. Aunque era sede metropolitana, el obispo de Cartagena no era competente canónicamente hablando en asuntos que afecta‐ ran a la malacitana, de ahí que Januario acudiera en apelación a la sede apostólica, que, además, era de dominio bizantino. A pesar de desconocer la sede del obispo Esteban, la similitud de sus casos nos lleva a considerar lo anterior también aplicable al mismo. Constituye un asunto interesante el que Gregorio Magno no mencionara en los documentos los delitos o faltas de los que habían sido acusados. Es probable que el papa hubiera proporcionado al defensor el texto de las apelaciones para que conociera todos los de‐ talles, de ahí que no fuera necesario reproducir las razones en los documentos. Según los documentos proporcionados a Juan, parece claro que Gregorio Magno estaba convencido de la inocencia de los que ape‐ laron. En todo caso, es importante constatar que precisaba averiguar si todos los protocolos de los juicios se habían hecho de acuerdo con la legislación vigente en materia eclesiástica; por ejemplo, si los en‐ causados se habían podido defender, si se había demostrado su cul‐ pabilidad fehacientemente o si los testigos eran fiables. El análisis
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 456
456
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
de todo lo anterior interesa evidentemente a los estudiosos del De‐ recho Romano y de la canonística. También está claro que Gregorio Magno no dudaba de la mala praxis de los obispos que intervinieron en las deposiciones, pues fueron ellos los que las decidieron, cierto es que a instancias de la autoridad civil que era Comiciolo; sin embargo, es un detalle suge‐ rente que advierta a su enviado de que tales acciones podían haber‐ las cometido por miedo al juez, esto es, al dux bizantino, lo que nos habla sin ninguna duda de la determinación con la que la autoridad civil intervenía en asuntos eclesiásticos de la Hispania bizantina, hasta el punto de que, como se lee en uno de los documentos gre‐ gorianos, violaron el derecho de asilo eclesiástico, consagrado, con más o menos limitaciones, en la legislación imperial desde finales del siglo IV. Asunto importante es el de la identidad de los diversos obispos implicados, más allá de Januario y Esteban. En todo el proceso in‐ tervinieron varios obispos: los que participaron en la deposición y los que fueron nombrados en sustitución de los depuestos. Es arries‐ gado aventurar la procedencia de los obispos que siguieron las in‐ dicaciones de Comiciolo, habida cuenta del escaso número de obispados hispanos en manos bizantinas; no obstante, parece lo más lógico que fueran de la Hispania bizantina. La crítica no ha prestado atención a los “obispos sustitutos”; sin embargo, hay que incluirlos de un modo u otro en el episcopologio de la sede de Málaga y de la que fuera que presidiera Esteban, pues las gobernaron al menos entre 591 y 603. Tampoco conocemos la identidad de éstos, si bien es muy posible que fueran clérigos de las mismas diócesis, dado que los diversos cánones conciliares prohibían que un obispo fuera nom‐ brado para otra sede distinta de la que ya era titular y ordenaban que el nuevo obispo debía ser elegido de entre los presbíteros de la diócesis. Sin embargo, ya que en el asunto que nos ocupa hay una variada tipología de ataques contra los cánones, no podemos asegu‐ rar que los obispos usurpadores hubieran sido presbíteros de las sedes en cuestión. Por otro lado, está clara la irritación de Gregorio Magno respecto a éstos, pues se atrevieron a ser ordenados viviendo aún los obispos, hecho que iba, una vez más, contra los cánones.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 457
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
457
Si el castigo a aplicar a los que participaron en la deposición era grave, aunque siempre acorde a los cánones —reclusión monástica y privación de los sacramentos salvo en caso de fallecimiento in‐ minente—, el que debía aplicarse a los obispos usurpadores suscita una serie de comentarios, pues Gregorio Magno daba libertad a Januario y a Esteban para mantenerlos bajo custodia, que, en fun‐ ción de lo que conocemos bien para casos similares, no podía ser en otro lugar que en el episcopium o en algún monasterio de sus respectivas diócesis, bien para que fueran enviados a Roma. Com‐ prendemos cuáles podían ser las razones que llevaron a Gregorio Magno a contemplar esta última posibilidad: liberar a Januario y a Esteban de elementos distorsionadores a la hora de volver a go‐ bernar sus respectivas diócesis después de una ausencia tan larga. No deja Gregorio Magno nada al azar, pues contempla la posibili‐ dad del fallecimiento de los usurpadores y el nombramiento de otros obispos; se advierte en la decisión del papa respecto a esos nuevos obispos su ecuanimidad, en tanto que dejan de ser obispos de la sede en cuestión y no se les permite permanecer en ella, pero pueden ser elegidos obispos para la primera sede que quedara va‐ cante. En la legislación imperial las penas de exilio venían en muchas ocasiones acompañadas por la confiscación de bienes. Esto debió ser lo que hizo el gobernador bizantino con los bienes de los obispos de‐ puestos. Debe considerarse, además, el destino de los bienes de los depuestos por orden o sugerencia de Comiciolo, pues Gregorio Magno determina que les fueran devueltos o que fueran compensa‐ dos por las posibles pérdidas patrimoniales que hubieran sufrido. Es esencial el dato de que, según Gregorio Magno, el que debía realizar esa compensación era el responsable primero de todo ello: Comiciolo. En primer lugar porque el papa no personifica la responsabilidad en el Imperio bizantino, lo que, como veremos, tiene mucha importan‐ cia, y en segundo lugar porque hace responsables a los herederos de Comiciolo, pues este de Gregorio Magno es uno de los documentos que permiten datar la muerte de ese gobernador hispano en 602. Todo lo anterior permite un entronque con la posible razón de tan drástica intervención de Comiciolo en obispados hispanos y del
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 458
458
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
retraso de una década en la intervención de Gregorio Magno. El pon‐ tífice utiliza la expresión criminalis causa para indicar a su defensor la necesidad de averiguar si se había emprendido una causa tal contra Januario de Málaga, hecho que ha llevado a considerar que éste y Esteban fueron acusados de traición por las autoridades bizantinas. Que dos obispos de la Hispania bizantina se vieran en esa situación en aquel período, definido por la conversión visigoda al credo niceno y por el enfrentamiento armado entre las tropas del emperador Mau‐ ricio y las del rey Recaredo, ha llevado a afirmar que Comiciolo sos‐ pecharía que Januario y Esteban estaban trabajando en favor de la integración de sus diócesis en las del reino visigodo, con quienes compartían ya creencia y mediante la cual se recuperaría la integri‐ dad de sus sedes y su dependencia metropolitana tradicional. La rei‐ vindicación que Gregorio Magno hace de la autoridad metropolitana en el exemplum legis que entrega a Juan para ser aplicado al caso his‐ pano confirmaría lo anterior (Gregorio Magno, Registrum epistula‐ rum, 13, 49). El documento que contiene la pre‐sentencia elaborada por Gre‐ gorio Magno para el caso de Januario de Málaga resulta además de interés para los estudiosos del Derecho Romano. Así, por ejemplo, queda constancia de que el defensor Juan era el encargado de com‐ pletar la misma con los nombres de los obispos acusados, pues así se entiende que en este documento se diga «tal y tal otro, igualmente obispos». Queda claro también que aquél debía organizar un acto que enfrentara a los acusados —los obispos que aprobaron la depo‐ sición— y al acusador —Januario—, en el que todos ellos —las par‐ tes— podían intervenir, alegar y presentar sus propias conclusiones; vemos, además, que existían actas de los protocolos judiciales que se habían puesto en práctica y que el lugar en el que se celebró el acto estaba presidido por los Evangelios. Esta pre‐sentencia constituye también un documento de interés para el estudio del funcionamiento de la administración imperial y del cumplimiento de las órdenes imperiales. Gregorio Magno enca‐ bezaba el documento con la datación por el año de reinado del em‐ perador así como por el de la indicción que correspondiera a ese año, datos que, por cierto, debía cumplimentar el defensor Juan una vez
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 459
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
459
celebrado el acto al que hemos aludido. Esa fórmula para la data es a lo que, desde Justiniano, obligaba la legislación imperial para todos los documentos emanados tanto de la cancillería imperial como cual‐ quier instancia oficial imperial. El pontífice romano, como un súb‐ dito imperial, cumplía con la legislación. Comiciolo y el emperador Mauricio fueron ejecutados por el usurpador Focas cuando éste llegó al trono del Imperio en 602. Tan sólo un año después Gregorio Magno resuelve la apelación de los obispos hispanobizantinos y, además, en favor de éstos. Todo ello se comprende bien al conocer el carácter de las relaciones entre este pontífice y el nuevo emperador. Al contrario que Mauricio, Focas re‐ conoció la supremacía del pontífice romano en detrimento de las pretensiones en este sentido del patriarca de Constantinopla. Gre‐ gorio Magno y el emperador Mauricio mantuvieron varios enfren‐ tamientos por motivos diversos, como la decisión imperial de que los clérigos formaran parte del ejército. Es muy probable que Gre‐ gorio Magno dilatara en el tiempo la resolución del asunto hispano‐ bizantino que nos ocupa, pues posiblemente el pontífice no querría aumentar los desencuentros con aquel emperador. Pero en el 603 los dirigentes del Imperio eran otros; por ello Gregorio Magno deter‐ mina resolver el asunto hispano en favor de los apelantes, cargando, además, no contra el Imperio, sino contra los herederos de Comi‐ ciolo, pues eran ellos los que debían compensar económicamente a Januario y Esteban. No cabe duda de que, para proceder de ese modo, el pontífice tenía la autorización del emperador Focas. Gregorio Magno concluía la pre‐sentencia del caso de Januario determinando su absolución y su regreso al gobierno de su sede, lo que, además, indica que en el 603 el obispo malacitano seguía con vida. Sin embargo, nada conocemos de lo que pudo averiguar el de‐ fensor papal o si Januario y Esteban fueron efectivamente repuestos. Lo único que sabemos es que la sede episcopal de Málaga siguió en poder de los bizantinos hasta ca. 612. [MVG]
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 460
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
460
[53‐55] Gregorio Magno, Epistolario, libro 13,47‐48: Cartas al defensor Juan68 [53] Epistolario, libro 13,46: Carta I al defensor Juan (p. 1052)
Gregorio al defensor Juan, que ha viajado a Hispania en el nombre del Señor. Memorando de lo que debe ser observado por el defensor Juan. En primer lugar debe recabarse información sobre la persona del presbítero dependiente de nuestro queridísimo hermano y coepís‐ copo Januario, y, si la verdad es tal y como expone la solicitud de este mismo obispo, el citado presbítero debe ser repuesto en su igle‐ sia y en su cargo (p. 1053) a toda costa. Pero, en caso de que se alegue que se ha emprendido una causa contra él y se ha demostrado su culpabilidad, estando él mismo presente y dando razón de todo ello en su propia defensa, ha de analizarse con cuidado el tipo de causa y la calidad de las pruebas a fin de que, a partir de todo ello, tú pue‐ das decidir si aquél debe permanecer en el exilio o ser repuesto sin la menor duda en su iglesia y en su ministerio. Sobre la persona del citado obispo debe adoptarse la siguiente ac‐ tuación: si no se ha emprendido ninguna causa criminal contra él ni se ha demostrado culpa alguna en virtud de la cual sea merecedor del exilio y de la deposición, quien de un modo perverso y contra los cánones se ha atrevido a ser ordenado obispo en la iglesia de aquél, mientras éste estaba aún vivo, debe ser privado del sacerdocio y expulsado de todo ministerio eclesiástico. Éste debe, asimismo, ser entregado a ese mismo Januario, nuestro queridísimo hermano y co‐ epíscopo, a fin de que sea retenido por él bajo custodia o de que, cier‐ tamente, en razón de todo lo ocurrido nos sea enviado por él. Y debe prescribirse, sin duda, que los obispos que ordenaron a aquél o que asistieron a su ordenación, consintiendo, así, en ella, privados de la 68 Edición: D. NORBERG, S. Gregorii Magni Registrum: Epistulae III Iohanni defensori (epist. 13,46‐48), pp. 1052‐1058. Traducción al italiano de Vincenzo RECCHIA, Opere di Gregorio Magno. V/4: Lettere (XI‐XIV, Appendici). Indici, Roma, Città Nuova, 1999, pp. 297‐305 (Bibliotheca Gregorii Magni).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 461
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
461
comunión del cuerpo y de la sangre del Señor, cumplan penitencia durante seis meses en un monasterio y que el citado Januario sea re‐ puesto en su sede y estamento a toda costa. Pero, si se diese la cir‐ cunstancia de que un peligro de muerte amenazase a aquellos que se han visto privados de la comunión, que no se les niegue la bendi‐ ción del viático. Y si estos obispos confesasen por su propia voluntad que apoyaron la injusta sentencia de la condena y deposición del ci‐ tado obispo e hicieron tales cosas por miedo al juez, se les debe re‐ ducir el período de la penitencia y el rigor de ésta debe ser atemperado. Y si quien ocupó ilegalmente la sede de aquél hubiese abandonado quizás ya esta vida y hubiese sido ordenado un nuevo obispo, puesto que parece una culpa menor haber sucedido a su an‐ tecesor, cuando éste no seguía vivo, por así decirlo, sino una vez muerto, que únicamente se le prohíba el ministerio del episcopado en esa misma iglesia, de tal modo que, en caso de que sea elegido, pueda ser obispo en otra iglesia que se haya visto privada de su obispo, pero que nunca en modo alguno pueda regresar a la iglesia de Málaga. En cuanto al glorioso Comiciolo, que sea condenado a restituir a ese mismo obispo todo aquello de lo que el citado obispo afirme mediante juramento que se ha visto privado o en relación con lo cual ha sufrido menoscabo debido a la violencia y a la persecución de aquél. (p. 1054) Pero, en el caso de que se afirme, quizás, que todo ha ocurrido de un modo diferente a como se expone en la solicitud del citado obispo, debe llevarse a cabo una minuciosa investigación y, una vez conocida la verdad, emitirse con temor de Dios la resolu‐ ción que aconseje el sentido de la justicia. Asimismo, puesto que el obispo Esteban afirma que han sido in‐ ventados contra él ciertos cargos por odio hacia su persona, que ha sido acusado de unas falsas imputaciones y que nada se ha llevado a cabo conforme a lo establecido, sino que ha resultado condenado de forma injusta, debe investigarse con minuciosidad, en primer lugar, si el juicio se desarrolló conforme a lo establecido o si unos fueron los acusadores y otros los testigos, y también la naturaleza de las culpas para ver si ésta fue merecedora del exilio y de la depo‐ sición, o si se ofrecieron testimonios contra él mediante juramento y en su presencia, o bien se aportaron por escrito, y si él, por su parte,
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 462
462
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
tuvo la oportunidad de responder y de defenderse. Y, asimismo, debe llevarse a cabo una minuciosa investigación sobre las personas de los acusadores y los testigos para ver de qué condición son y cuá‐ les son sus opiniones, no vaya a ser que sean personas de pocos re‐ cursos o que tuviesen quizás alguna enemistad contra el citado obispo, y si éstos dieron testimonio de algo que habían oído, o bien afirmaron, ciertamente, conocer en primera persona aquello que tes‐ tificaban, o si la sentencia se emitió por escrito o se leyó en voz alta en presencia de las partes. Y si, por un casual, todo esto no se llevó a cabo de manera legal y no se demostró la culpa que fue merecedora del exilio y de la deposición, que sea restituido en su iglesia a toda costa. Y en cuanto a aquellos que lo condenaron contra el temor de Dios y los estatutos de los cánones, que, una vez excomulgados, sean recluidos durante seis meses en un monasterio para cumplir la pe‐ nitencia debida, con esta condición, no obstante, que, si se diese la circunstancia de que a alguno de ellos amenazase un peligro de muerte, no se le niegue la bendición del viático. Por lo demás, que quien ocupó temerariamente la sede de aquél, mientras éste aún vivía, sea privado del sacerdocio y expulsado de todo ministerio eclesiástico, y que sea entregado a nuestro queridísimo hermano y coepíscopo a fin de que éste lo envíe ante nos o lo retenga en prisión a su lado. Y que los obispos que se atrevieron a ordenarlo o mostra‐ ron su conformidad respecto a la perversa ordenación de éste mismo, que éstos, privados de la comunión, sean confinados en un monasterio durante seis meses (p. 1055) para cumplir la penitencia de‐ bida. Y si estos obispos confesasen por propia voluntad que apoya‐ ron la injusta sentencia de la condena y deposición del obispo Esteban e hicieron tales cosas por miedo al juez, se les debe reducir el período de la penitencia y el rigor de ésta debe ser atemperado. Y si quien ocupó ilegalmente la sede del citado Esteban hubiese muerto, por un casual, y hubiese sido ordenado en la iglesia de éste un nuevo obispo, deben tomarse al respecto las mismas medidas que hemos expuesto más arriba a propósito de la causa de nuestro her‐ mano y coepíscopo Januario. Y si, por un casual, se han probado al‐ gunas de las imputaciones hechas contra el citado obispo Esteban, pero otras no han podido ser demostradas en modo alguno, hay que sopesar, reflexionando con mucha cautela, si se han probado los car‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 463
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
463
gos más leves o, ciertamente, los más graves, a fin de que a partir de todo ello tú puedas saber en qué términos debes formular tu vere‐ dicto. En cuanto al glorioso Comiciolo, en caso de que haya quedado claramente demostrado que el citado obispo era inocente, que resti‐ tuya a éste sin la menor demora todos aquellos bienes de los que se haya apoderado, ya sea que perteneciesen al obispo o a la iglesia de éste. Y que todo aquello de lo que este mismo obispo haya jurado que se ha visto privado o en relación con lo cual ha sufrido menos‐ cabo debido a la persecución y a la violencia de aquél, este mismo glorioso personaje, ya citado, lo devuelva y satisfaga. Y en caso de que haya quedado demostrado, lo que ojalá no ocurra, que el ante‐ dicho obispo ha cometido un delito semejante, para que conste que no ha sido destituido sin razón, que se confirme su deposición y que se restituyan a su iglesia todos aquellos bienes que se demuestre cla‐ ramente que le han sido arrebatados, pues el delito de una persona no debe redundar en perjuicio de la Iglesia. Y si, ciertamente, según se dice, Comiciolo ha fallecido, que su heredero devuelva sin excusa alguna todo aquello de lo que aquél se apoderó injustamente. [54] Epistolario, libro 13,47: Carta II al defensor Juan Gregorio al defensor Juan. Cuando la naturaleza de las culpas exige que se le aplique el rigor de los cánones, no debemos posponer lo que debe corregirse a fin de que no parezca que con nuestra pasividad alentamos unas prác‐ ticas perversas que conviene que cortemos con la hoz de la disci‐ plina. En consecuencia, puesto que ha llegado hasta nuestro conocimiento que los monjes de un monasterio que está situado en la isla de Cabrera, que, a su vez, está situada junto a Mallorca, una isla ella misma, se comportan con tal perversidad que pasan su vida entregados a todo tipo de pecados, hasta el punto de que ponen de manifiesto que están al servicio no de Dios todopoderoso, sino, más bien, del antiguo enemigo, lo que decimos entre gemidos, que tu ex‐ perimentada persona, provista de la autoridad de la presente carta, se encargue de acudir al citado monasterio e investigar mediante un examen minucioso la vida y las costumbres de los que allí viven, así
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 464
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
464
como de castigar con la pena oportuna, tal y como establecen las nor‐ mas de los cánones, todo aquello que encuentre que es digno de co‐ rrección, y que se encargue de informar a aquéllos de la conducta que deben observar a fin de que el modo en que los reprendas con‐ siga reconducirlos a ellos al camino de una vida santa y no haga re‐ caer ninguna culpa sobre ti entre nosotros. [55] Epistolario, libro 13,48: Carta III al defensor Juan (p. 1057)
Gregorio al defensor Juan, que ha viajado a Hispania.
En el nombre del Señor. En el año tal del emperador, en la indic‐ ción tal y en el día tal. Aquel a quien se encomienda la responsabili‐ dad de ejercer como juez debe mostrar en todas sus actuaciones un comportamiento tan puro e intachable que él mismo no merezca el castigo del juicio eterno por alguna de aquellas cosas sobre las que juzga a los demás. Por consiguiente, puesto que por delegación de mi reverendísimo y apostólico señor, el papa Gregorio, yo, el defen‐ sor Juan, he ejercido como juez entre Januario, obispo de la ciudad de Málaga, y tal otro y tal otro, igualmente obispos, he tenido nece‐ sariamente que someter a un minucioso examen la causa del citado Januario y buscar atentamente la verdad a partir del testimonio de las partes implicadas y comprobar si, tal y como se recoge en la so‐ licitud de aquél, fue expulsado violentamente de su iglesia por los citados obispos mediante el envío de unos clérigos que actuaron en compañía de los hombres del glorioso Comiciolo. Después de que éstos se lanzasen mutuamente muchas acusaciones los unos contra los otros, tal y como atestiguan las actas, las partes llegaron final‐ mente a la conclusión y término de sus alegaciones en lo que a ese asunto correspondía, solicitándome que juzgase a partir de lo que había quedado demostrado. En consecuencia, tras releer con aten‐ ción lo que había ocurrido y buscar la verdad mediante un minu‐ cioso examen, no he encontrado en el antedicho Januario ninguna culpa que haya sido merecedora de ser castigada con el exilio y la deposición, y entiendo, más bien, que aquél fue expulsado violenta‐ mente de su iglesia. Y si bien el rigor de la ley castiga durísimamente una temeridad de este tipo, no obstante, yo, sometiendo con la mo‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 465
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
465
deración propia de un sacerdote la severidad de las leyes a los santos Evangelios situados aquí en medio, (p. 1058) en cuya presencia he ac‐ tuado como juez en este proceso desde el comienzo, declaro que las medidas que se han decretado en perjuicio de Januario, al margen de que no se sostienen en derecho ni se justifican por ningún motivo, son, además, ilícitas e injustas y establezco y resuelvo condenar a los citados obispos tal y tal, quienes, dejando a un lado la prudencia propia de un sacerdote, de forma infundada y contra el temor de Dios emitieron una sentencia injusta y condenatoria contra su her‐ mano, a verse recluidos en un monasterio para cumplir una peni‐ tencia de tanto tiempo. Y condenando, asimismo, a aquel que se atrevió malvadamente y contra los estatutos de los santos cánones a tomar posesión de la sede del antedicho venerabilísimo Januario, re‐ suelvo que sea privado del sacerdocio y expulsado de todo ministe‐ rio eclesiástico de modo que pierda lo que consiguió de un modo perverso y no sea restituido en el cargo que de forma indigna des‐ empeñó con anterioridad. Determino, por lo demás, que el reveren‐ dísimo obispo Januario, ya tantas veces citado, puesto que ha sido absuelto, regrese a su sede con la ayuda de Dios y sea restituido en ella a toda costa con el grado de obispo.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 466
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
466
CHILDEBERTO II Y BRUNEQUILDA69 EPISTVLAE AVSTRASICAE 27‐28, 43‐45, 47 (CPL 1057) Las epístolas que corresponde analizar ahora no son en sentido estricto hispanas, pero al tratar sobre las vicisitudes de Atanagildo, un príncipe visigodo hispano en Constantinopla, se ha considerado pertinente incluirlas. Todas fueron enviadas por el rey Childeberto II de Austrasia y su madre, la reina viuda Brunequilda, en un breve lapso de tiempo a destacados miembros de la corte de Constantino‐ pla, entre ellos el emperador Mauricio, su esposa, su hijo y heredero, y el patriarca de aquella ciudad, así como al propio Atanagildo. Del contexto de las epístolas se puede entender que también se enviaron cartas desde Constantinopla;, sin embargo, éstas no han llegado hasta nosotros. El contexto en el que cabe interpretar este intercambio de corres‐ pondencia es doble; por un lado, el de la necesidad por parte de Constantinopla de que las tropas de Austrasia acosaran a los lom‐ bardos que, desde el año 568, estaban conquistando buena parte del territorio itálico dominado por el emperador. La imposibilidad de éste de dedicar más tropas a controlar el área itálica lo llevó a com‐ prar, monetariamente, la ayuda de los francos, que debían atacar a los lombardos por el norte consiguiendo con ello que todos los es‐ fuerzos bélicos de éstos no se centraran en las tropas imperiales. Esta compra se había producido en 582; sin embargo, los de Austrasia se
69
Bibliografía: Michel ROUCHE, «Brunehaut, romaine ou wisigothe?», Los Visigo‐ dos. Historia y Civilización. Actas de la Semana Internacional de Estudios Visigóticos (Madrid‐Toledo‐Alcalá de Henares, 21‐25 octubre de 1985), Murcia, Universidad de Murcia, 1986, pp. 103‐115 (Antigüedad y Cristianismo. Monografías históricas sobre la Antigüedad Tardía, 3); Janet L. NELSON, «À propos des femmes royales dans les rapports entre le monde wisigothique et le monde franc à l’époque de Reccared», Concilio III de Toledo. XIV Centenario, pp. 465‐476; Margarita VALLEJO GIRVÉS, «“Un asunto de chantaje”. La familia de Atanagildo entre Metz, Toledo y Constantinopla», Polis, 11 (1999), pp. 261‐279; Elena MALASPINA, Il Liber epistolarum della cancelleria austrasica (sec. V‐VI), Roma, Herder, 2001 (Biblioteca di Cultura Romanobarbarica, 4); Luis A. GARCÍA MORENO, Leovigildo. Unidad y diversidad de un reinado, Madrid, Real Academia de la Historia, 2008; Bruno DUMÉZIL, Thomas LIENHARD, «Les Lettres austrasiennes: dire, cacher, transmettre les informations diplomatiques au haut Moyen Âge», Les relations diplomatiques au Moyen Âge. Formes et enjeux, Paris, PUPS, 2011, pp. 69‐80 (Histoire ancienne et médiévale, 108).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 467
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
467
resistieron una y otra vez: en ocasiones por disensiones internas, pues no todos consideraban pertinente atacar a los lombardos para ayudar a los imperiales; en otras, por querer el rey Childeberto II de‐ dicar sus esfuerzos militares primero a ayudar al rebelde visigodo Hermenegildo, casado con su hermana Ingunda, y tras la captura y muerte de éste, a proteger a su hermana y al hijo de la pareja, el joven príncipe Atanagildo (Gregorio de Tours, Historiae 6,42; Ps. Fredega‐ rio, Chronica, 3,87; Paulo Diácono, Historia Langobardorum, 3,21). Éste es, obviamente, el otro perfil del contexto en el que cabe interpretar el intercambio epistolar, pues tras un inicial apoyo a Hermenegildo por parte de las tropas imperiales en Hispania, éstas lo abandonaron y, una vez que el rebelde cayó en manos de su padre Leovigildo, cap‐ turaron a su esposa y a su hijo con intención de trasladar a ambos a Constantinopla, con toda seguridad para utilizarlos como elemento de presión ante los visigodos —con los que luchaban por el control de una parte de la península ibérica— y ante los francos de Austrasia —quienes se resistían a poner en práctica su compromiso de atacar a los lombardos— (Gregorio de Tours, Historiae 6,40 y 8,28). Sabemos que Ingunda falleció de camino a Constantinopla, no así su hijo, que llegó a la ciudad, tal y como se lee en varias de las epístolas que ana‐ lizamos. No tenemos ninguna noticia referente a la presión que el empe‐ rador pudo ejercer ante Leovigildo al tener cautivo a su nieto, pues no olvidemos que Atanagildo era hijo de su primogénito, el rebelde Hermenegildo. Aunque tampoco tenemos directa referencia a que hiciera lo mismo con Childeberto II y Brunequilda, la resistencia a entregárselo a su tío y abuela así como los intentos de llegar a un acuerdo entre Constantinopla y Metz, que se comprende claramente de la correspondencia, nos han llevado a afirmar que Atanagildo, quien es presentado como «pequeño», pues efectivamente no debía tener más de tres o cuatro años, fue el objeto de presión utilizado por el emperador para lograr que los de Austrasia atacaran a los lom‐ bardos. Que los de Austrasia lo consideraron un elemento sensible lo demuestra el tono de las cartas enviadas a los distintos miembros de la corte de Constantinopla, apelando tanto a razones políticas como al corazón de la emperatriz o a la piedad del patriarca. El in‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 468
468
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
terés de los de Austrasia por tener a Atanagildo en su corte no sería únicamente por amor hacia el pequeño pariente, sino que, teniendo en cuenta el tradicional enfrentamiento entre francos y visigodos, podía servirles de elemento distorsionador de la escena política vi‐ sigoda; no en vano, el joven Atanagildo era príncipe visigodo y podía ser presentado como pretendiente a la corona visigoda. No nos parece superfluo que tanto Childeberto II como Brunequilda se dirijan a él como rey, lo que realmente era si se lo consideraba suce‐ sor de Hermenegildo, el usurpador proclamado rey. El inicio de la correspondencia está bastante claro, en tanto que tuvo que producirse tras la captura de Hermenegildo y la muerte de In‐ gunda, lo que sucedió en 584. Indicios internos en algunas de las epís‐ tolas, tales como la alusión a que Childeberto II había alcanzado la mayoría de edad, hecho que se produjo en 585, el tiempo necesario para que llegara a Metz la noticia de la presencia de Atanagildo en Constantinopla y el “uso” que se le iba a dar hacen pensar que esta co‐ rrespondencia tuvo que iniciarse en ese año 585, extendiéndose poco más en el tiempo, puesto que el asunto de Atanagildo no vuelve a ser tratado en la documentación epistolar de Austrasia, hecho que se atri‐ buye, posiblemente con razón, al fallecimiento de aquél en Constanti‐ nopla; éste no era un hecho anómalo en aquel momento, pues los estudios sobre la infancia y niñez en la Antigüedad Tardía han demos‐ trado un alto porcentaje de mortalidad infantil entre las capas privile‐ giadas de la sociedad. La carta enviada por Childeberto II al patriarca Juan IV es la que determina el momento ante quem del intercambio epistolar, ya que este último falleció en 595. Dado que se trata de un volumen dedicado a epístolas hispanas, conviene recordar que Brunequilda era reina viuda de Austrasia por matrimonio con el rey Sigiberto, pero era visigoda por nacimiento, siendo hija del rey Atanagildo y de la reina Gosvinta; esta última fue, además, segunda esposa de Leovigildo. Posiblemente fueron ambas las que lograron el matrimonio entre Hermenegildo, hijo mayor de Leovigildo, e Ingunda, princesa franca, hija de Brunequilda y nieta, por tanto, de Gosvinta. También es necesario mencionar que la desti‐ nataria de la carta que Brunequilda envía a una emperatriz (nº 29) debió ser Constantina, la esposa del emperador Mauricio, y no Anas‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 469
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
469
tasia, la emperatriz viuda de Tiberio II, como se ha pretendido por parte de algunos investigadores; la mención en el texto a la dirección del Imperio junto con su esposo no permite otra identificación que no sea la de Aelia Constantina, esposa de Mauricio, ejecutada en 602 tras la deposición y ejecución de Mauricio por parte del usurpador Focas. Su hijo mayor, Teodosio, destinatario de otra de las cartas cuando debía ser apenas un recién nacido, también fue ejecutado en el mismo contexto. La elección de éste como destinatario demuestra el conoci‐ miento profundo que en Metz se tenía de la composición de la corte de Constantinopla; a ésta se alude no por este topónimo ni por Bizan‐ cio, como es norma en los escritores griegos del período, sino como ciudad regia, fórmula habitual en aquel momento. En las epístolas se hace mención a los ilustres varones portadores de las epístolas o a los legados, si bien tan sólo en una ocasión se mencionan sus nombres: Babón y Gripón. En todo caso, puede asu‐ mirse sin problemas que prácticamente todas ellas, si no todas, fue‐ ron llevadas por ambos a Constantinopla, siendo los responsables de trasmitir también de viva voz a sus destinatarios lo que no se decía en las mismas. De Babón únicamente se sabe que era un vir in‐ luster de la corte de Childeberto II, pero de Gripón conocemos que era spatharius de ese monarca y que fue enviado como legado a Cons‐ tantinopla en ocasiones posteriores. La epístola en la que se men‐ ciona a ambos es la única en la que se alude a Fortunato, que fue quien redactó no sólo esta carta en nombre del rey, sino posible‐ mente las restantes que afectaban al asunto de Atanagildo; este For‐ tunato no es otro que el poeta Venancio Fortunato, quien en 585 se encontraba en la corte de Austrasia. La última epístola tiene como objeto la petición de liberación de un individuo presentado como pariente de Childeberto e hijo de Scaptimundo, retenido también en Constantinopla. Este «hijo de Scaptimundo» ha sido identificado por algunos investigadores como el hijo de Hermenegildo, esto es, el joven Atanagildo. Sin embargo, además de que los indicios no son suficientes para afirmar lo anterior, no era extraño que la corte de Constantinopla retuviera a miembros de cortes extranjeras, de ahí que pensemos que no es necesario forzar el argumento e identificarlo con el hijo de Hermenegildo; además, el tono de las cartas que tienen
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 470
470
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
por objetivo claro a Atanagildo parece distinto del que se emplea en aquélla. Es interesante que Juan IV de Constantinopla sea uno de los des‐ tinatarios y que se le solicitara que intercediera en favor del retorno de Atanagildo con sus parientes, no sólo porque se trata de un miem‐ bro destacado de la sociedad de Constantinopla y con acceso directo al emperador, sino por la íntima relación que mantuvo con el obispo Leandro de Sevilla cuando éste acudió a aquella ciudad en busca del apoyo del emperador para Hermenegildo y a quien el patriarca de‐ dicó un tratado sobre el bautismo. No deja de llamar la atención que se solicite ayuda para el hijo de Hermenegildo a quien tenía amistad con el principal valedor del rebelde visigodo. Resulta interesante también cómo Atanagildo es presentado no como visigodo o como hispano, cuando lo era por padre y por naci‐ miento respectivamente, sino como franco, pues así se entiende que en la carta enviada por Childeberto II a Juan IV se solicite la devolu‐ ción de aquél a su patria y a sus parientes; ello indica, por un lado, su amor e interés por recuperar a su pariente, que se advierte en otras epístolas, y por otro que Constantinopla lo estaba utilizando como rehén ante Austrasia. No debe dejarse de lado que el único topónimo que se menciona en toda esta correspondencia es el de Germania, hecho a priori sor‐ prendente ya que se trata de correspondencia del ámbito franco. Sin embargo, esta referencia a Germania sorprende menos si pensamos que autores de ese ámbito lo utilizan para referirse al territorio ha‐ bitado por los francos; entre ellos lo hace Venancio Fortunato (Car‐ mina 6,1,118 y 7,5,21), a quien se atribuye la redacción de las cartas de Childeberto y Brunequilda. La identidad católica como elemento de unión entre Constanti‐ nopla y Metz reclamada por Brunequilda en una de sus cartas nos lleva a interpretar éstas además en el contexto arriano‐niceno en el que se desarrolla el episodio que estamos analizando, dado que los opositores de Constantinopla eran los arrianos visigodos y lombar‐ dos, mientras que los opositores de Metz eran también los arrianos visigodos.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 471
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
471
Un aspecto que debe destacarse de estas epístolas es que confirman lo que se comprende de las fuentes cronísticas de la época, esto es, la gran influencia y poder que tenía Brunequilda en la corte de su hijo; obsérvese que es esta reina la que se dirige al emperador Mauricio in‐ dicándole que ha sido ella la que ha aconsejado a su hijo que no se en‐ frentara con el Imperio, o lo que es mismo: que cumpliera lo que se había prometido en 582 y atacara a los lombardos. Esto, además, se puede relacionar con la medida fórmula en la que ambos se dirigen al emperador, quedando evidente que lo hacen siempre asumiendo la mayor importancia de Mauricio, si bien marcando que el gobierno del Imperio no se extiende a todos los territorios. Por último, el contenido de estas epístolas también las hace sus‐ ceptibles de ser analizadas desde la óptica de la práctica diplomática de aquel período, en tanto que en ellas se concreta poco el contenido indudablemente político de la negociación, avisando a los interlo‐ cutores que lo importante se lo transmitirán de viva voz los porta‐ dores de las misivas. Ello habla de una práctica concreta en el intercambio de legaciones: el transmitir de palabra los aspectos ver‐ daderamente importantes, de tal manera que nunca quedaran por escrito para que no llegaran a manos inadecuadas. [MVG] [56‐63] Childeberto II y Brunequilda70 [56] Carta nº 26: De Brunequilda al emperador Mauricio. A mi señor, el glorioso, piadoso, eterno, ínclito, triunfador y siem‐ pre augusto emperador Mauricio, la reina Brunequilda. (1) Ha llegado hasta nosotros una carta que la clemencia de vues‐ tro serenísimo principado ha enviado a nuestro excelentísimo hijo,
70
Edición: E. MALASPINA, Il Liber epistolarum, p. 168, p. 170, pp. 206‐212 y p. 216 (con traducción italiana). Hay, además, una traducción francesa de las cartas de Brunequilda a cargo de Bruno Dumézil y Thomas Lienhard en Bruno DUMÉZIL, Bru‐ nehaut, Paris, Fayard, 2008, pp. 481‐482 (Epistula 44), pp. 483‐484 (Epistulae 26‐27) y p. 484 (Epistula 29).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 472
472
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
el rey Childeberto. Os hacemos saber que nosotros hemos aconse‐ jado la paz. Y así, tras saludar a vuestra serenísima piedad con la mayor deferencia y el honor debido a tan distinguida alteza, tal y como prometimos a los legados de vuestra corte, hemos enviado ante vuestra clemencia a los portadores de la presente, a los que hemos confiado a propósito de ciertos asuntos una serie de propues‐ tas que serán expuestas a vuestra serenidad de viva voz. (2) En con‐ secuencia, una vez que éstos hayan sido recibidos con toda bondad por vuestra serenidad y hayan regresado aquí felizmente, esperamos encontrar en vuestras palabras una respuesta que contribuya al in‐ terés común, si logramos el acuerdo necesario sobre todas las cues‐ tiones. [57] Carta nº 27: De Brunequilda a Atanagildo A mi glorioso señor, digno de ser nombrado con una indescripti‐ ble nostalgia, el rey Atanagildo, mi dulcísimo nieto, la reina Brune‐ quilda. (1) Se me ha presentado, queridísimo nieto, la ocasión tan dese‐ ada y llena de tan gran dicha merced a la cual siento al menos un pequeño consuelo por lo que hace a aquel cuya visión añoro a me‐ nudo, cuando, mediante el envío de una carta, me muestro ante los amados ojos de aquel en el que viene a mi recuerdo mi dulce hija, que mis pecados me arrebataron, y no pierdo del todo a la que nació de mí, si, por la gracia del Señor, el hijo que ella engendró se me conserva sano y salvo. (2) Y así, tras enviar mis saludos con el mayor afecto a vuestra dulcísima alteza y suplicar con insistencia que la clemencia divina disponga que yo pueda disfrutar de la compañía de vuestra inocencia y verme confortada por ella, os hago saber que he transmitido al piadosísimo emperador sobre ciertas circunstancias unas propuestas que le serán comunicadas de viva voz por nuestros legados. Por ellos podréis conocer lo que va a pactarse en relación con esas circunstancias, en caso de que Cristo se muestre propicio y disponga con bondad hacer que todo ello prospere. Fin.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 473
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
473
[58] Carta nº 28: De Childeberto II a Atanagildo A mi señor, el gloriosísimo y muy excelso rey Atanagildo, mi dul‐ císimo sobrino, el rey Childeberto. (1) Somos confortados por la oportunidad de la coyuntura pre‐ sente, merced a la cual os expresamos, al menos a través de las pa‐ labras de una carta, lo que sentimos por vos en virtud del afecto que nace del parentesco. (2) Pues bien, tras enviar cariñosamente nues‐ tros saludos a vuestra excelsa gloria en razón de nuestro parentesco y expresaros nuestro anhelo y nuestra confianza en que Aquel que conoce los deseos de cada uno y los secretos de los misterios71 disponga que podamos alegrarnos por vuestra dicha, hemos querido haceros saber que, con la ayuda de Dios, hemos enviado en favor del bien común ante el serenísimo príncipe de la República romana a la em‐ bajada portadora de la presente. Una vez que éstos se hayan presen‐ tado felizmente por la gracia de Dios ante el citado augusto y ante vos, si les preguntáis oportunamente, podréis saber lo que hemos decidido sobre vuestras circunstancias y deseamos para vos. (3) Sólo queda esperar que Aquel que gobierna sobre las decisiones humanas y sobre todo lo creado conceda que eso se lleve a cabo, una vez acor‐ dada la paz entre ambas partes. [59] Carta nº 29: De Brunequilda a una de las dos emperatrices bizantinas: Anastasia o Constantina
(1) Tras saludar con la mayor deferencia y el más profundo res‐ peto a vuestra serenísima potestad, que hemos sabido que gobierna por la gracia de Dios la República romana junto con su esposo, el ex‐ celso príncipe, y rige las regiones sometidas a su distinguida alteza, os comunicamos que, mirando por el interés común, si Cristo nos concede el éxito esperado, hemos enviado con grandes esperanzas ante vos a los portadores de la presente en calidad de legados de nuestro excelentísimo hijo, el rey Childeberto. Una vez que éstos 71
Is 45,3.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 474
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
474
hayan sido recibidos convenientemente, tal y como estamos seguros de que así será, y que os hayan manifestado lo que les hemos con‐ fiado de viva voz, prestad vuestro consejo al serenísimo príncipe a fin de que, a la espera de que se establezca un tratado definitivo de paz entre ambos pueblos, de la común buena disposición de los prín‐ cipes resulten los oportunos beneficios para las regiones sometidas a ellos. Fin. [60] Carta nº 43: De Childeberto II a Teodosio, hijo del emperador Mauricio Otra carta, dictada por Fortunato en nombre del rey y enviada al hijo del emperador por mediación de Babón y Gripón. (1) La redención de la que todos participamos por nuestra fe en el cielo nos exhorta a que extendamos lo más posible los vínculos de la caridad entre aquellos por los que, sin hacer distinciones, Cristo se dignó descender del cielo y sufrir la pasión. (2) Ciertamente, puesto que como católicos hemos elegido con fervor aquello por lo que podamos hacer recaer misericordiosamente sobre nosotros en mayor medida la clemencia divina y siendo así que hemos enviado ante nuestro serenísimo y piadosísimo padre, vuestro progenitor, el emperador Mauricio, a los ilustres varones portadores de la presente en calidad de legados en favor del interés común, deseamos disfrutar por siempre con su heredero de esa paz a la que aspiramos con res‐ pecto al príncipe, (3) rogándoos asimismo en nombre de Aquel que esperamos que no permita que vos sufráis una desdichada orfan‐ dad72 o que paséis los años de la niñez privado de vuestros padres, sino que, estando vivo vuestro progenitor, os conceda crecer bajo la amable protección de quien os ha engendrado hasta alcanzar la ju‐ ventud que desea el príncipe padre y tenga a bien que lleguéis a la edad madura con el sostén de éste y que la protección de vuestro progenitor no se aparte de vos hasta que lo sucedáis felizmente en el reinado, en fin, rogándoos que, dado que un fortuito azar ha lle‐ 72
Seguimos aquí el texto del manuscrito: «misere orfanitatis», en el que se lee un uso de genitivo por dativo. La corrección «misere orfanitatis» de Malaspina (lín. 17) resulta innecesaria.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 475
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
475
vado hasta la ciudad regia a nuestro pequeño sobrino, entregándolo a vuestro poder, tal y como hemos señalado a vuestro piadosísimo progenitor por medio de un comunicado expresado de viva voz, (4) todo aquello que habríamos debido proponer o hacer en persona en favor de ese huérfano, lo obtengamos del piadosísimo príncipe gra‐ cias a vos en favor de ese pequeño, y que no sufra el naufragio de una nueva y desdichada vida en el extranjero aquel en cuyo interés suplicamos que, merced a vuestra mediación, regrese al puerto se‐ guro de su familia. Fin. [61] Carta nº 44: De Brunequilda a la emperatriz Constantina Comienza una carta escrita en nombre de la reina y dirigida a la emperatriz. (1) Gracias a la protección de Cristo, se ha presentado ya, serení‐ sima augusta, el tiempo que yo tanto había deseado en que mi exce‐ lentísimo hijo, el rey Childeberto, que elogia y ama vuestro Imperio, ha alcanzado la edad en la que, mediante el envío de unos legados, puede tratar provechosamente con el piadosísimo emperador, vues‐ tro esposo, en favor del interés común sobre los asuntos que concier‐ nen a nuestros dos pueblos y llevar a cabo por sí mismo con la ayuda de Dios en sus años de madurez lo que resulte más útil de acuerdo con vuestros deseos. (2) En consecuencia, tal y como los portadores de la presente, que os veneran y nos son fieles, podrán manifestaros de viva voz con la ayuda de Dios, hemos tomado cierta iniciativa en la que hemos puesto nuestras esperanzas y, si Cristo nos proporciona su asistencia, que es de gran provecho para los pueblos verdadera‐ mente católicos, confiamos en llevarla a efecto después de un buen comienzo. (3) Y puesto que por la intervención del azar, serenísima augusta, la niñez de mi querido y pequeño nieto ha conocido lo que es vivir en el extranjero y su inocencia ha comenzado a sufrir el cau‐ tiverio ya desde su más tierna edad, deseando que no veáis cómo se os arrebata el piadosísimo Teodosio, que vuestro dulce hijo no sea separado del abrazo de su madre y que su presencia alegre siempre vuestra vista al mismo tiempo que vuestras entrañas de madre dis‐ frutan de tan augusto parto, os ruego por el Redentor de todos los
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 476
476
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
pueblos que, asistida por Cristo, miréis por que yo merezca recibir entre mis brazos a mi querido pequeño, por que mis entrañas en‐ cuentren el alivio por el que suspiran, víctimas del terrible dolor que provoca la ausencia de mi nieto, por que yo, que he perdido a mi hija, no pierda al menos la dulce prenda que de ella me ha quedado y por que yo, que todavía ahora me atormento por la muerte de mi vástago, sea confortada en breve gracias a vos por el regreso de mi nieto de la cautividad a fin de que, puesto que veis mi sufrimiento y su inocencia, obtengáis de Dios, que es la redención universal, la re‐ compensa de la gloria, una vez que el cautivo haya sido puesto en libertad, y de que, merced a ello, se multiplique por la gracia de Cristo el amor entre nuestros dos pueblos y se extiendan los confines de la paz. Fin. [62] Carta nº 45: De Childeberto II a Juan IV el Ayunador, patriarca de Constantinopla Al patriarca de Constantinopla en nombre del rey. (1) La excelente fama de vuestro glorioso apostolado, que, exten‐ diéndose por todas y cada una de las regiones, las ha llenado de tal modo que incluso ha llegado hasta nosotros en Germania, nos ha llevado a sentirnos hasta tal punto vinculados a vuestra gracia que, llenos de devoción hacia vos, deseamos que vuestra santidad inter‐ ceda animosamente en favor de nuestras súplicas. (2) Y así, tras ma‐ nifestar con la mayor sinceridad a vuestra venerabilísima dignidad nuestra devoción por vos y rogaros con insistencia, después de sa‐ ludaros, que os dignéis suplicar en nuestro favor al Redentor de los pueblos, en el nombre de Dios, que decidió que vos fueseis el padre de todos los estamentos para remedio de muchos, os imploramos que, puesto que por las circunstancias de la vida ha acontecido que nuestro pequeño sobrino, tras haberse visto privado de su madre, ha sido conducido a la ciudad regia y al hecho de haberse quedado huérfano se suma que se encuentra retenido en ella como un extran‐ jero, os esforcéis bondadosamente, como es propio de vos, ante nues‐ tro padre, el piadosísimo augusto, por su liberación a fin de que, si éste merece, gracias a vuestra intervención, ser devuelto a su patria
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 477
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
477
y a sus parientes, una vez liberado de las adversidades propias de la vida en el extranjero, hayáis hecho lo que debe hacer un vicario de Cristo para liberar a un inocente y gracias a vuestra actuación nazca el fruto de una paz y una alianza duradera entre nosotros y la República romana, y no acontezca el fin de todo ello. Fin. [63] Carta nº 47: Carta quizás de Childeberto II al emperador Mauricio Comienza una carta escrita en nombre del rey y dirigida al em‐ perador. (1) La bondad de vuestra piadosísima serenidad nos invita a que, en lo que hace a todo aquello que consideramos de interés para nosotros, dejándonos llevar por la confianza, lo demos a co‐ nocer a vuestros oídos. (2) Y puesto que hemos sabido que vuestro siervo y nuestro pariente, el hijo de Scaptimundo, es retenido junto a vos en la ciudad regia, con el mayor respeto y con la súplica más humilde de que somos capaces os imploramos en el nombre de Aquel que deseamos que haga que vuestra alteza gobierne la Re‐ pública romana felizmente durante una larga serie de años, así como esperamos que la majestad eterna conceda que se cumplan los deseos de vuestra serenidad con respecto a vuestra familia y a la vida de vuestros hijos, os imploramos, en fin, que ordenéis, ya sea por consideración hacia la divinidad, ya sea en atención a la re‐ tribución futura, que el citado siervo de vuestra serenidad sea li‐ berado para que pueda regresar a nuestro lado, de modo que, cuando os dignéis concedernos bondadosamente lo que os supli‐ camos, engrandezcáis la gloria de vuestro nombre y vuestros mé‐ ritos. Fin felizmente.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 478
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
478
EPISTVLA AD AGAPIVM EPISCOPVM (CPL 1295)73 MAURICIO, EPISTVLA (CPL 1294) Tres epístolas hispanas van dirigidas a un obispo de nombre Aga‐ pio; en ninguna de ellas se menciona la sede de la que era titular. Conocemos algo más de los autores de las mismas: dos de ellos son claramente sacerdotes o monjes; el tercero es el conde Bulgarano, de quien conservamos un epistolario de gran importancia para el co‐ nocimiento de la historia política del reino visigodo de las primeras décadas del siglo VII, razón por la cual la epístola escrita por este conde es comentada en el bloque dedicado a su epistolario. Por otro lado, parece existir unanimidad en considerar que el Agapio al que iban dirigidas estas tres cartas era el mismo. Debemos presentar las distintas propuestas que se han hecho sobre la identidad del obispo hispano Agapio, entre otras cosas porque en Hispania hubo varios obispos de ese nombre. Por un lado, se propuso que su sede eclesiástica sería Braga y, por otro, que se trataría de un metropolitano de sede ignota; sin embargo, la propuesta que cuenta con más aceptación, por ser también la más fundamentada documentalmente, es la que sitúa al Agapio destinatario de las cartas en la sede de Córdoba. Este obispo es co‐ nocido, además, porque una de sus decisiones, delegar frecuente‐ 73
Bibliografía: Pablo C. DÍAZ MARTÍNEZ, Formas económicas y sociales en el monacato visigodo, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1987, pp. 149‐153 (Acta Salmanticensia. Estudios históricos y geográficos, 53); Luis A. GARCÍA MORENO, «Élites e Iglesia hispanas en la transición del Imperio Romano al Reino Visigodo», en José M.ª Candau Morón, Fernando Gascó, Antonio Ramírez de Verger (eds.), La conversión de Roma: cristianismo y paganismo, Madrid, Ediciones Clásicas, 1990, pp. 223‐258; Mar MARCOS, «Monjes ociosos, vagabundos y violentos», en Ramón Teja (ed.), Cristianismo marginado: Rebeldes, excluidos, perseguidos. I, De los orígenes al año 1000, Aguilar de Campoo ‐ Madrid, Fundación Santa María La Real, 1998, pp. 55‐75; Maribel DIETZ, Wandering Monks, Virgins and Pilgrims. Ascetic Travel in the Mediterranean World, A. D. 300‐800, University Park, Penn State University Press, 2005, pp. 88‐105; Salvador IRANZO ABELLÁN, «Epistula ad Agapium episcopum», en C. Codoñer (coord.), La Hispania visigótica, p. 109, e ID., «Mauricio», en C. Codoñer (coord.), La Hispania visigótica, pp. 176‐177; Adalbert de VOGÜÉ, Histoire littéraire du mouvement monastique dans l’Antiquité, vol. 11: La Gaule franque et l’Espagne wisigothique (VIe‐VIIe siècle), Paris, Cerf, 2007, pp. 290‐291 (Patrimoines. Christianisme); José Carlos MARTÍN‐IGLESIAS, «Dos versiones inéditas de la Passio s. Zoili (BHL 9022) y la Inuentio s. Zoili (BHL 9024d) en manuscritos de origen leonés», Habis, 44 (2013), pp. 305‐322.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 479
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
479
mente en presbíteros para levantar altares y consagrar iglesias, fue tratada en el II Concilio de Sevilla (a. 619). La base de esta argu‐ mentación se encuentra en la carta del monje Mauricio, que debe‐ mos comentar aquí; en ella se alude a que Agapio había descubierto las reliquias de unos santos. Parece cierto que durante el episco‐ pado del obispo Agapio de Córdoba se hallaron las reliquias del mártir Zoilo, que su Passio, escrita en siglos posteriores, data del 31 de octubre del 650 (era hispana), lo que se traduce en el año 612 de la era cristiana. Por lo tanto, se considera muy probable que las reliquias halladas de las que habla el monje Mauricio en su carta fueran las de san Zoilo y, en consecuencia, que su interlocutor, su obispo, fuera ese obispo de Córdoba. Debido a ello, la fecha de esta epístola sería posterior al 612, año del hallazgo de las mismas. Esta data concuerda bien con la de la epístola de Bulgarano dirigida a Agapio —que será objeto de un comentario particular—, pues ésa tuvo que ser escrita después del 610. Ello hace que la carta restante, de la que ignoramos hasta el nombre de su autor, se sitúe igual‐ mente en torno a estos mismos años. El contexto, por lo tanto, es el hispanovisigodo de las primeras décadas del siglo VII, presididas políticamente por una convulsa sucesión en el trono visigodo, pues Liuva II fue depuesto por Witerico y, cuando éste fue asesinado, ocupó el trono el efímero rey Gundemaro. A éste lo sucedió Sise‐ buto, quien tuvo un reinado más prolongado. La temática de las dos epístolas que nos ocupan en este comenta‐ rio es totalmente diferente, aunque resulta más interesante el conte‐ nido de la del monje Mauricio, tanto por su referencia a la inuentio de reliquias como por la defensa que hace de su persona al haber sido acusado de ser un monje giróvago y fugitivo. El hallazgo de estas reliquias debe relacionarse necesariamente con la composición, tras el III Concilio de Toledo, de passiones de mártires hispanos que, según el imaginario del momento, habían sufrido por la fe cristiana bajo los emperadores Diocleciano y Ma‐ ximiano. Zoilo, el mártir de las reliquias halladas en Córdoba, ha‐ bría sido uno de ellos, junto con Cucufate de Barcelona, Félix de Gerona, los Innumerables de Zaragoza, Justo y Pastor de Complu‐ tum o Eulalia de Mérida. Como bien se ha dicho, tras la inuentio de
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 480
480
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
las reliquias de Gervasio y Protasio por Ambrosio de Milán en la segunda mitad del siglo IV, muchas iglesias occidentales querían tener reliquias de mártires locales para, de ese modo, prestigiar sus respectivas comunidades. La Iglesia hispana no fue ajena a este mo‐ vimiento; por lo tanto, el hallazgo de las reliquias del mártir cor‐ dobés corresponde a esta dinámica. Hay que integrar al obispo Agapio de Córdoba entre esos eclesiásticos hispanos interesados en dotar de tradición martirial a su obispado, el cual ya tenía a un mártir importante, san Acisclo. La razón por la que el monje Mauricio se dirigía por carta a Aga‐ pio, que debía ser su obispo, no es esta del hallazgo de las reliquias, sino para defenderse de la acusación que contra él había hecho el obispo, noticia que le había llegado por intermedio de una tercera persona. Según le había informado ésta, el obispo Agapio creía que el monje Mauricio se había convertido en un monje giróvago y fugi‐ tivo, acusación que para alguien que vivía de acuerdo con los pre‐ ceptos monásticos era muy grave. Eran varios los tipos de vida monástica que se podían seguir; sin embargo, uno de ellos era absolutamente rechazado: el de aquellos monjes que no tenían una comunidad fija y que viajaban continua‐ mente —de ahí que se hablara de fugitivos, errabundos y giróva‐ gos—, alojándose en cada monasterio al que llegaban, solicitando vestimenta para poder cubrirse, comiendo y bebiendo en exceso con la excusa de la fatiga del viaje y no contribuyendo en las tareas del monasterio por la misma razón. San Jerónimo ya había mostrado su rechazo por este tipo de vida, opinión que fue compartida por Casiano (Conlationes 18, 4 y 7) y por la Regula Magistri (RM I, 13‐73), afirmando que llevaban una vida lamentable, porque difundían doctrinas y comportamientos heréticos. Las primeras reglas monás‐ ticas ordenaban el rechazo hacia este tipo de individuos que se ha‐ cían llamar monjes. Su existencia también fue un asunto que preocupó a las iglesias occidentales, a la hispana, como estamos viendo, y a la gala, lo que veremos en un comentario posterior. Sa‐ bemos que esta circunstancia preocupó de tal manera a los obispos hispanos que incluso prescribieron que, una vez fueran localizados este tipo de monjes, debían ser los obispos de las diócesis los que
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 481
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
481
dispusieran qué hacer con ellos; ejemplos claros los encontramos en los concilios IV de Toledo (cánones 53 y 57), VI de Toledo (canon 5), VII de Toledo (canon 5) y XIII de Toledo (canon 11). Parece que el tipo de vida que llevaba el monje Mauricio había hecho que se lo asimilara a esa categoría de giróvagos y fugitivos. Sin embargo, aquél se defendía argumentando que su vida consistía en vivir alejado de todo boato y oropel. Este hecho nos situaría ante una vida monástica hispana que en algunas regiones no era todo lo austera que debería ser. De ser así, la actitud del monje Mauricio sería la de crítica hacia ésta. Además, la acusación lanzada contra él provendría de los que no seguían la austeridad requerida. La carta concluye con la intención de Mauricio de llegar sano y salvo a la iglesia de los santos de Dios Martín y Vicente, lo que se ha interpretado alegóricamente, en el sentido de que su autor haría referencia a su intención de llegar ante Dios y ante esos santos gra‐ cias al tipo de vida que había seguido; esta propuesta considera que con ello aludiría a la etapa posterior a su fallecimiento. Sin embargo, por otro lado se ha interpretado como un peregrinaje real de este Mauricio, cuya meta final sería una iglesia dedicada a los santos Martín y Vicente. Es cierto que la relación de san Vicente con Cór‐ doba es conocida para este período que estudiamos; san Martín no parece ser otro que san Martín de Tours. Sin embargo, no se tiene noticia de la existencia de una iglesia con esa doble advocación en el ámbito cordobés para aquellos siglos, aunque en el siglo VII había reliquias de este santo en una basílica de Loja, que pertenecía al an‐ tiguo conuentus Cordubensis. La segunda carta enviada a Agapio que corresponde estudiar es también de queja, pero en este caso por no haber el obispo cumplido una promesa que había hecho al autor de la misma. Según ésta, el obispo había prometido enviar, sin petición previa alguna, una casulla al redactor de la carta. Los únicos comentarios que caben son relativos a la importancia de la vestimenta, pues no debía ser fácil disponer de más de una, así como que los sacerdotes y monjes debían tejerlas ellos mismos con lana utilizando instrumentos como la rueca, lo que en‐ cuentra eco en diversas reglas monásticas hispanas de la época, aun‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 482
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
482
que en el canon 11 del II Concilio de Sevilla se indica que las religiosas de los monasterios femeninos tejerían los trajes que ellos necesitaran. [MVG] [64‐65] Epístolas visigóticas nº 16‐1774 [64] Epístola visigótica nº 16: De un remitente desconocido a Agapio (p. 43)
De alguien a Agapio.
Inquietos por vuestras promesas,75 mostrando la osadía propia de un cliente, os solicitamos de todo corazón que, (p. 44) de aquello que en otro tiempo nos fue prometido por vuestra generosidad,76 que77 de eso exista en vos el santo recuerdo acostumbrado, pues dice el apóstol:78 Es preferible no prometer nada y hacer don de algo, que negar lo ofrecido después de haberlo prometido. También os rogamos con hu‐ mildad que, de aquello que se nos prometió sin que nadie os forzase a ello, de acuerdo con el pasaje citado se nos haga don ahora,79 sin que nadie os lo exija. Tu bondad tuvo la amabilidad de concedernos de palabra una casulla. Mientras aguardamos el cumplimiento de esta promesa, se ha apoderado de nosotros tal languidez que parece que hemos sido desvestidos por la desnudez y80 no se ha manifes‐ tado en nosotros el afán81 de poner los copos de lana o los suaves 74 Edición: J. GIL, Miscellanea, pp. 43‐44 (anónima, epist. 16) y pp. 45‐47 (Mauricio, epist. 17). 75 De nuevo la corrección «uestri» (lín. 1) de Gil es innecesaria, pues «uestri» puede entenderse como el genitivo del pronombre personal de 2.ª p. del plural con el mismo sentido. 76 Contra la corrección de Gil «uestri oris» (lín. 2), la lectura «uestrorum» es perfectamente válida: «uestrorum largitione» es equivalente de «uestra largitione». 77 Repetición pleonástica. 78 Eccle 5,4. 79 Se refiere a la cita bíblica anterior: el uso de «reddantur» (lín. 6) aquí hace referencia al «reddere» (lín. 4) del Eclesiastés. 80 La fuente probable de este pasaje es un poema del Appendix de los Carmina minora de Claudiano, 5,41‐48. 81 La construcción es «studium... deponere... atque percurrere» (lín. 9‐11), con infinitivo. Se entiende que no se ha manifestado en él ese afán, porque está dominado por la languidez.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 483
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
483
hilos en nuestros dedos gemelos,82 o el de cardar la lana en entrela‐ zados canastillos con la radiada mano83 y el resonante peine.84 Esta promesa vuestra85 me adorna, cuando estoy suspendido del sueño. Extendida, colgando de mis hombros y ocultando mis pasos, barre86 la tierra con sus cintas. Despertado de improviso, me siento alegre por esa vana visión.87 De todo esto que os hemos expuesto más arriba ya hace tiempo que habría podido informaros, si no me hu‐ biese retenido el imperfecto cumplimiento de vuestro presente.88 [65] Epístola visigótica nº 17: Del monje Mauricio a Agapio (p. 45)
Del monje Mauricio al que ha sido citado más arriba.
Ciertamente, la fama de tu santidad, sacrosanto varón, se ha ex‐ tendido por todo el mundo, no sólo porque eres más ilustre que cual‐ quier otro por la excelsa distinción de tu sacerdocio y eres ensalzado 82
Es un poetismo, se refiere simplemente al hecho de sujetar el hilo con dos dedos. El problema principal de este pasaje radica en la forma «radiante» (lín. 10), pues la expresión «radiante manu» no está atestiguada y en los diccionarios al uso no se recoge ninguna acepción de «radiare» que se ajuste al contexto. No obstante, el participio «radians» puede ponerse en relación con uno de los sentidos del adjetivo «radiatus, ‐a, ‐um»: «formado por rayos o radios», como en «rotam radiatam», pues, en un uso poético, puede entenderse que se aplique esa misma calificación a una mano, de la que salen cinco dedos, del mismo modo que una rueda se articula en torno a unos radios. Debido a la dificultad de la expresión, Gil señala en el aparato crítico que quizás «radiante» sea un error de transmisión por «radio stridente», construcción que toma del poema del apéndice de los Carmina minora de Claudiano en el que parece inspirarse esta parte de la carta. En su interpretación, la expresión «radio stridente» estaría coordinada con «arguto... pectine» (lín. 11) y significaría: «en la estridente rueca y el resonante peine», mientras que «manu» (lín. 10) sería simplemente un complemento de instrumento del verbo. La frase quedaría así: «y no se ha manifestado en nosotros el afán de poner los copos de lana o los suaves hilos en nuestros dedos gemelos y de cardar la lana con la mano en la estridente rueca y el resonante peine en forma de entralazados canastillos». 84 Probable recuerdo de Virgilio, Georgica, 1,294. 85 Se refiere el remitente a la casulla. 86 Sin necesidad de ningún «ut» (lín. 12), sigue un segundo verbo en presente de indicativo. La conjetura de Gil se explica como un «ut» consecutivo con indicativo, que habría desaparecido por haplografía dado que las dos letras finales de la palabra precedente «ornat» son casi idénticas, en escritura visigótica, a «ut». 87 Es decir, que se siente feliz por el sueño que ha tenido, pues ha disfrutado de él mientras ha durado, aunque sea simplemente un sueño y no la realidad. 88 Es decir, porque confiaba aún en que éste se cumpliría en breve y, por tanto, prefería esperar. 83
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 484
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
484
con el triunfo como rector de la santa fe católica de una sede bien‐ aventurada, sino también porque todos los sexos, todas las edades, los huérfanos, los exiliados y el conjunto del resto del pueblo te aclama como su padre de familia. Por ello, provisto de todas estas virtudes de buen olor89 por don de la misericordia divina, diste a co‐ nocer a todos esta noticia (aunque ni la mente puede vislumbrar, ni la lengua expresar hasta qué punto el anuncio de tu dignidad ha ilu‐ minado a todos),90 a saber, que por revelación del Espíritu Santo te fueron dadas a conocer las reliquias91 de los santos92 y que así,93 al cubrirte como el rocío la gracia divina procedente del cielo, te con‐ vertiste en un vaso de honor para Dios.94 (lín. 11)
Pues bien, eximio obispo, por el relato de cierta persona ha llegado a mi conocimiento algo de lo que también la presente carta procurará informarte, a saber, que, con todo el respeto debido a tu dignidad episcopal, en virtud del cual eres estimado como alguien digno de veneración, nuestra insignificante persona (aunque no lle‐ gamos a creerlo) ha sido denigrada por un varón tan destacado como tú. Si esto ha sucedido porque alguien te ha informado mal o incluso porque el diablo siempre acecha a las gentes de bien para (p. 46) susci‐ tar, al menos, con el concurso de gentes malvadas el odio contra aque‐ llos a los que su poder no es capaz de matar, no lo sabemos. No obstante, aunque haya llegado hasta ti algún rumor sobre nuestra per‐ sona, lo que ojalá no se haya producido, fue menester, más bien, orar para que nos corrigiésemos antes que denigrarnos, pues quien denigra a un hermano denigra a la ley95 afirman claramente las Escrituras. 89
Cfr. II Cor 2,15. La conjetura «orbem» (lín. 8) de Gil quizás no sea necesaria, si se pone en relación esta expresión con esa otra de unas líneas más arriba: «pre omne» (lín. 2), donde también se encuentra el mismo uso del adjetivo «omnis, ‐e» en singular. 91 La corrección «lipsana» (lín. 9) (neutro plural) de Gil frente a «lipsanae» de los manuscritos es innecesaria, pues el uso del término «lipsana, ‐ae» en género femenino está bien atestiguado en la Antigüedad Tardía. 92 Se trata quizás de la invención de las reliquias de san Zoilo de Córdoba por Agapio II, el obispo de los tiempos del rey Sisebuto. Vid. al respecto, J. C. MARTÍN‐ IGLESIAS, «Dos versiones», esp. pp. 316‐317. 93 En este pasaje, frente al «et» de los manuscritos que traducimos, Gil corrige «ut» (lín. 10). 94 Cfr. II Tim 2,21. 95 Iac 4,11. 90
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 485
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
485
(lín. 21)
Consideras que somos giróvagos y fugitivos y nos has en‐ gañado con tus palabras en la medida en que decías una cosa en nuestra presencia y hacías otra a escondidas. Me parece de todo punto reo de homicidio aquel que ordena robar la bestia de carga a quien viaja y que es culpable del castigo eterno quien hace vagar a otros sin rumbo por lugares desconocidos. Así pues, te suplico con humildad que dejes de lastimar a las ovejas que te parece que se han extraviado, pues el buen pastor no vino sino por las ovejas perdidas y, llevándolas en sus brazos, las reunió con el resto del rebaño. Por ello, dice a sus seguidores:96 Lleno de gozo, siento una mayor alegría por una oveja que estaba perdida que por aquella que no se ha extraviado.97 (lín. 30)
Y no consideres unos sacrílegos a aquellos a los que Egipto no pudo retener.98 En efecto,99 vamos camino de la tierra prometida llevando los despojos de Egipto. En nuestra marcha hacia ella100 con el Señor por guía, el mar se abrirá ante nosotros y pasaremos entre sus aguas encrespadas y tormentosas. Y no deseamos llevar esta vida por los deseos de la carne, debido a los cuales lleguemos al final de nuestra vida como pecadores, encontrando así el castigo del Señor. Ciertamente, hemos leído los preceptos de los apóstoles, en los que se nos exhorta a contentarnos con algo que comer y algo que ves‐ tir.101 Con razón tú mismo considerabas que debían ser atraídos102 a los deberes propios103 del clero aquellos a los que no seduzca la pompa del siglo, pues estos últimos toman por señores a las riquezas 96
Rechazamos aquí la conjetura «in» de Gil (lín. 28). Matth 18,13. 98 El autor se refiere al monacato al hablar de Egipto en alegoría. 99 Sin duda, «sed» (lín 31) no presenta un valor realmente adversativo en este pasaje, sino explicativo, semejante a «namque». 100 Entendemos «qua» (lín. 32) como «quam», probablemente con el valor de un falso relativo. 101 Cfr. I Tim 6,8. 102 Entendemos «inlicendos esse eos quos...» (lín. 36‐37), donde el adjetivo «inlicendos», por el esperable «inliciendos», se explica por el paso de «illicio, ‐ere» de la 3ª conjugación a la 2ª («inliceo, ‐ere»), o quizás a una forma alternativa de la 3ª («illico, ‐ere»). 103 Entendemos «inlicendo... ad... officia» (lín. 36‐37), aunque la conjetura de Gil no es la única posible, pues sería más sencillo corregir simplemente «officii» por la forma «officii» de los manuscritos. 97
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 486
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
486
y las familias del mundo, no a las del cielo.104 Recuerdo que el após‐ tol dijo:105 Si alguien aprecia el mundo, no existe en él amor por mi Padre. (lín. 40)
Ciertamente, muchos se encuentran siempre atrapados de un modo perverso por el lazo de la codicia106 y, mostrando una gran rapacidad, prefieren robar los bienes ajenos a que (p. 47) se les permita tenerlos. Que se gloríen de este mundo quienes así lo quieran, que disfruten de recompensas, que se vistan con ropajes de seda, yo deseo107 seguir desnudo a quien desnudo dijo:108 Nada hemos traído a este mundo y nada podemos llevarnos de él. En fin, el apóstol Pablo, coincidiendo con esa sentencia, dice:109 Lejos esté de mí gloriarme de nada que no sea la cruz de mi Señor Jesucristo, por el que el mundo está muerto para mí y yo para el mundo. Ciertamente, no creo que a nadie se oculte qué indescriptible es la misericordia de Dios. (lín. 49)
En efecto, cuando Moisés en su huida había escapado a las asechanzas del faraón y llevaba largo tiempo asumiendo el cuidado de alimentar a su rebaño en la tierra por la que había errado, atrave‐ sando la soledad del desierto, mereció ser el siervo de Dios, de modo que a partir de entonces condujo al pueblo de Israel con señales y portentos. ¿Y qué puedo decir de David, de quien el propio Señor dijo que lo encontró conforme a su corazón: He encontrado en David, el hijo de Jesé, a un hombre conforme a mi corazón, que cumple todos mis preceptos?110 Y el hermano más pequeño, aunque se dedicaba a apa‐ centar las ovejas,111 pues por voluntad de Dios le había sido confiada 104
Se entiende: las riquezas y las familias del cielo. I Ioh 2,15. 106 Frente a la conjetura «nempe quos» (lín. 40) de Gil, entendemos (lín. 40‐41): «plerique semper male cupiditatis uinculo conligat». El sentido de la expresión en Gil es: «muchos a los que tiene atrapados perniciosamente el lazo de la codicia», donde debe entenderse «uinculo» (lín. 41) con el valor de «uinculum». 107 Según A. de VOGÜÉ, Histoire littéraire, vol. 11, p. 291, en esta expresión de Mauricio (lín. 44‐45) habría un recuerdo de las Epistulae de Jerónimo de Estridón, donde expresiones semejantes se leen en la epist. 52,5 («nudam crucem nudus sequar») y en la epist. 58,2 («nudam crucem nudus sequens»). 108 I Tim 6,7. 109 Gal 6,14. 110 Act 13,22. 111 Se refiere el autor a José, el hijo de Jacob, vid. Gen 37,2‐36 (comienzo de la historia de José, venta de José en Egipto a Putifar) y Gen 41,37‐46 (José virrey de Egipto). 105
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 487
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
487
por su padre la tarea de vigilarlas,112 alcanzó en todas partes la vic‐ toria en sus enfrentamientos con el extranjero, abatiendo al blas‐ femo,113 y, por ello, el que114 era considerado el más pequeño por sus hermanos obtuvo la gloria de la dignidad regia. (lín. 60)
Sin duda, la historia sagrada refiere cómo fueron distingui‐ dos con la elección de Dios éstos y otros muchos, que tanto la falta de tiempo como de espacio115 nos impide enumerar por orden.116 Pero confiamos en el poder de Dios y le suplicamos a diario su cle‐ mencia para que no nos deniegue su auxilio y nos conceda que su ángel marche por delante de nosotros117 por el camino que recorre‐ mos con objeto de que nos presentemos sanos y salvos ante la iglesia de los santos mártires de Dios Martín y Vicente.
112 O bien se utiliza la forma masculina «eos» (lín. 56) por «eas», o bien «oues» (lín. 56) se presenta en género masculino. 113 Esta refererencia es poco clara, podría ser la esposa de Putifar, pero la Biblia no dice nada de que José obtuviese ninguna victoria sobre ella. Parece más probable, en consecuencia, que se trate simplemente de los egipcios, a los que venció al obtener por delante de todos ellos la confianza del faraón. 114 Parece existir un extraño hipérbaton en este pasaje, en virtud del cual «et qui ob hanc rem» (lín. 58) equivale a «et ob hanc rem qui». 115 Las negaciones «nec... nec» (lín. 61) no deben ponerse en relación con el verbo principal «coartat», sino con el infinitivo «replicare», así: «quos tempori et loci necessitas coartat per ordinem non replicare». 116 Es decir, uno por uno. 117 Cfr. Ex 23,20.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 488
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
488
BULGARANO118 EPISTVLAE VI (CPL 1297) Las seis cartas conservadas del conde Bulgarano son uno de los pocos epistolarios que nos han llegado de época visigoda, siendo además de los escasos documentos escritos por un laico. Su conte‐ nido muestra o permite atisbar, hechos y circunstancias relativos a la política interna y externa del reino visigodo de Toledo entre el 603 y el 612 aproximadamente. La práctica carencia de obras de carácter cronístico o historiográfico para este período convierte al epistolario de Bulgarano en una pieza fundamental para reconstruir la historia política del reino visigodo de los dos primeros decenios del siglo VII. Como veremos, las epístolas tratan de dos asuntos diferentes: el primero refiere asuntos internos del reino; el segundo aborda un as‐ pecto particular de las relaciones entre el reino visigodo y los diver‐ sos reinos merovingios. Todo lo que sabemos de su autor es lo que podemos comprender de lo que refiere en éstas, pues su nombre no aparece en ningún otro 118
Bibliografía: Michel ROUCHE, L’Aquitaine des Wisigoths aux Arabes, 418‐ 751. Naissance d’une région, Paris, École des Hautes Études en Sciences So‐ ciales, 1979; José ORLANDIS, «El Conde Búlgar o la azarosa vida de un gobernador provincial», en Id., Semblanzas visigodas, Madrid, Rialp, 1992, pp. 91‐104 (Libros de historia Rialp, 39); Walter POHL, «A Non‐Roman Empire in Central Europe: The Avars», en Hans‐Werner Goetz, Jörg Jarnut, Walter Pohl (eds.), Regna and Gentes. The Relationship between Late Antique and Early Medieval Peoples and Kingdoms in the Trans‐ formation of the Roman World, Leiden ‐ Boston, Brill, 2003 pp. 463‐470 (The Transfor‐ mation of the Roman World, 13); Salvador IRANZO ABELLÁN, «Bulgarano», en C. Codoñer (coord.), La Hispania visigótica, pp. 100‐102; Céline MARTIN, «“Suggérer” au roi visigothique: entre supplique et jeu d’influence», en Martine Charageat, Corinne Leveleux‐Teixeira (eds.), Consulter, délibérer, décider: donner son avis au Moyen Âge (France‐Espagne, VIIe‐XVIe siècles), Toulouse, Université de Toulouse II‐Le Mirail, 2010, pp. 77‐94 (Méridiennes. Études Ibériques); Luce PIETRI, Marc HEIJMANS (dirs.), Proso‐ pographie chrétienne du Bas‐Empire. 4: Prosopographie de la Gaule chrétienne (314‐614), 2 vols., Paris, Association des amis du Centre d’histoire et civilisation de Byzance, 2013, pp. 375‐376; Frank RIESS, Narbonne and its Territory in Late Antiquity: From the Visigoths to the Arabs, Farnham ‐ Burlington, Asghate, 2013, pp. 168‐175; Rafael BARROSO CABRERA et al., Toledo. La construcción de una ciuitas regia. Espejo de las arquitecturas provinciales, Madrid, Audema, 2016, pp. 42‐50 (Idanha‐a‐Velha. Serie histórica, 2); Bruno DUMÉZIL, «Les vrais‐faux messages diplomatiques mérovingiens», en Bruno Dumézil, Laurent Vissière (eds.), Epistolaire politique II. Authentiques et autographes, Paris, PUPS, 2016, pp. 19‐34 (Cultures et civilisations médiévales, 66).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 489
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
489
documento. Su vida adulta se desarrolló al menos bajo los reinados de Liuva II, Witerico y Gundemaro; dada la brevedad del reinado del primero, es muy posible que también lo fuera bajo el de su padre, Recaredo. Por lo tanto, ese período de su vida debió ocupar como mínimo los primeros doce años del siglo VII. Sin embargo, en las car‐ tas alude a hechos pasados y presentes, habiendo sucedido estos úl‐ timos claramente bajo el reinado de Gundemaro; en consecuencia, Bulgarano redactó las cartas entre el 610 y 612, que son los años en los que aquel monarca estuvo al frente de los visigodos. Dos son las cartas de Bulgarano en las que habla de sus dolorosas circunstancias personales. Una de ella está dirigida a un obispo de nombre Agapio. En la otra no aparece el nombre del destinatario. Se ha pensado que iría dirigida al obispo Sergio de Narbona, quien, como veremos, lo ayudó en una época de dificultades. Sin embargo, el encabezamiento de la citada epístola «dirigida al mismo destina‐ tario» y que ese mismo aludido sea Agapio nos hace compartir la propuesta de que ambas cartas se dirigieron al mismo individuo. Witerico, que ya había participado años antes en un complot para deponer a Recaredo, depuso y asesinó en 603 a Liuva II, hijo de Re‐ caredo (Vitas ss. Patrum Emeretensium, 5,10‐11; Isidoro de Sevilla, His‐ toriae Gothorum, 57), por lo que es muy verosímil que a la muerte de ese rey cayeran de sus puestos y sufrieran represalias los que hubie‐ ran sido leales a su familia. Entre ellos estaría Bulgarano, que, posi‐ blemente, en aquella época debía ser gobernador de alguna ciudad de Septimania; se ha pensado que a su caída en desgracia también contribuirían las ambiciones sobre ese territorio de alguien con gran influencia sobre el nuevo monarca. En sus cartas a Agapio, Bulgarano relata las penurias y vejaciones sufridas durante el reinado de Witerico, entre ellas, destierro, prisión y confinamiento. Estas alusiones en las cartas han querido ser inter‐ pretadas en sentido alegórico; sin embargo, en líneas generales puede decirse que las penas o castigos a los que fue sometido esta‐ ban contemplados en la legislación visigoda sobre la traición; de ahí que pueda inferirse que Witerico utilizó esta figura jurídica para in‐ tentar acabar con los que se le oponían. A propósito de ello, llama la
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 490
490
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
atención la peripecia de Bulgarano durante estos años, puesto que, si partimos de la base de que su lugar inicial de asentamiento era la Septimania, vemos que fue trasladado a una zona lejana y posterior‐ mente a Toledo; ello indica, desde luego, el deseo de Witerico de ale‐ jarlo del lugar donde podía tener grandes apoyos para dificultarle su acción de gobierno. Las personas a las que alude en estas dos cartas merecen también un breve comentario. El destinatario de ambas, Agapio, es clara‐ mente un obispo cuya sede se encontraba lejos de Septimania; en el comentario de otras epístolas enviadas al obispo Agapio ya dijimos que éste era posiblemente el obispo de Córdoba y que el homónimo al que se dirigía Bulgarano era el mismo; por lo tanto, es muy posi‐ ble que la ciudad a la que fue trasladado Bulgarano fuera la Córdoba de Agapio. No queda claro si Bulgarano quedó bajo custodia de aquél, pero sí lo está que ayudó a que las penurias que padecía que‐ daran mitigadas, hecho éste que le agradece en la epístola que es‐ cribe una vez recuperadas su posición y dignidad. Todo lo anterior ha hecho pensar que Agapio, a quien el II Concilio de Sevilla del 619 presentó como ignorante de la disciplina eclesiástica (II Concilio de Sevilla, canon 7), fue, antes de alcanzar el grado episcopal, un noble de la corte visigoda, en la que posiblemente habría coincidido con Bulgarano antes del destierro de este último; de ahí que, cuando éste llegó reo a su sede de Córdoba, lo ayudara a sobrellevar su confina‐ miento. En una de sus cartas también menciona el trato recibido de Sergio, metropolitano de la iglesia de Narbona, y por lo tanto de la Septimania, área focal del poder de Bulgarano. Este obispo ha que‐ rido ser identificado con el homónimo de Tarragona, asumiendo que pasaría de una sede a otra; sin embargo, no parece posible este tras‐ lado dadas las estrictas disposiciones canónicas sobre este particular. En todo caso, está claro que Bulgarano contaba con apoyos en Sep‐ timania. En las cartas a Agapio también alude a otros individuos con los que se relacionó durante este período. Debido a su cambiante acti‐ tud, el recuerdo que Bulgarano tiene de ellos no es tan amable. Alude al que podemos considerar el principal inductor de su caída en des‐ gracia; no menciona su nombre, aunque sí, como veremos, el destino
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 491
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
491
que tuvo tras la muerte de Witerico. También menciona al obispo Elergio de Egara, quien lo mantuvo confinado por orden de Wite‐ rico. Sin embargo, el tratamiento que le da en la carta como «bien‐ aventurado hermano» y «beatísimo varón» ha hecho pensar en que Elergio lo habría ayudado al final de esa etapa; con este cambio de actitud se comprende lo fácilmente que basculaban las lealtades en el reino visigodo y cómo los eclesiásticos intervenían directamente en los asuntos políticos. La traducción propuesta hace que la identi‐ ficación de Elergio de Egara con el cómplice directo de Witerico, de‐ fendida por algunos investigadores, no sea viable. Finalmente, Witerico ordenó a Elergio que Bulgarano fuera tras‐ ladado a la corte. Ello sucedió en una época en que, por lo que po‐ demos comprender de las epístolas y del relato de Isidoro de Sevilla, Witerico tenía dificultades internas para mantenerse en el poder, entre otras cosas porque prácticamente no había avanzado ante los bizantinos, había sido despreciado por los de Burgundia, quienes, tras aceptar el compromiso de la hija de Witerico con su rey Teodo‐ rico II, la habían devuelto al reino visigodo sin haberse celebrado el matrimonio ni devolver la dote aportada, y finalmente, porque la co‐ alición que intentó organizar con Neustria, Austrasia y los lombar‐ dos no se había concretado en acción alguna. Aunque se ha dicho que del contenido de las dos epístolas de Agapio se puede inferir que Bulgarano fue rehabilitado por Witerico, este extremo no puede afirmarse con rotundidad si tenemos presen‐ tes frase como «fingiendo que yo iba a ser restituido», «me entregó pérfidamente a las habituales cadenas», o «se esforzaba por llevar sobre mí mayores pesares». En ese contexto y verosímilmente en To‐ ledo, Bulgarano presenció el asesinato de Witerico, que sabemos que se produjo en un banquete, víctima de sus propios partidarios (Isi‐ doro de Sevilla, Historiae Gothorum, 58). Parece claro que Bulgarano no perdonó a Witerico, al que no men‐ ciona por su nombre. Por el contrario, su uso de expresiones como «tirano» o «impío» indicaría tanto su desprecio hacia quien le había causado tales sufrimientos físicos y merma en su categoría social, como el modo en que había llegado al trono, esto es, usurpando sus
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 492
492
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
funciones a quien era el rey legítimo, Liuva II. Gracias a las epístolas también comprendemos que el cómplice que apoyó la caída de Bul‐ garano sufrió el mismo castigo que éste, esto es, destierro; como vemos en una de esas epístolas, la suerte del traidor estaba, paradó‐ jicamente, en manos de éste una vez repuesto en su dignidad por Gundemaro. La total rehabilitación política de Bulgarano le permitió volver a Septimania y, muy posiblemente, ocupar el cargo de dux de la pro‐ vincia, que, por lo que se comprende de una de las epístolas a Aga‐ pio, habría sido ejercido por el cómplice de Witerico. Como leemos al final de ambas, la provincia no estaba libre de tensiones en aque‐ llos momentos; como tendremos ocasión de comentar, estas circuns‐ tancias quedan confirmadas por otras cartas de Bulgarano en las que se pueden comprender aspectos de la política internacional de Gun‐ demaro respecto a los reinos merovingios. Si personales eran las epístolas enviadas por Bulgarano al obispo Agapio, lo es igualmente la que envía al rey Gundemaro, lo que nos habla tanto de su lealtad política como de su cercanía personal. Se trata de una carta consolatoria por el fallecimiento de la reina Hil‐ doara, su esposa. Conocemos el nombre de esta reina únicamente gracias a esta carta, lo que hace que sea importante per se; pero, ade‐ más, permite incrementar la nómina de reinas consortes de la mo‐ narquía visigoda. Junto a las esperadas alabanzas a la personalidad y actividad de la reina, incide Bulgarano en dos rasgos destacados: su devoción por la fe católica y la nobleza de su linaje. Esto último es indicativo de la continuidad de los matrimonios entre linajes no‐ biliarios en el ámbito visigodo. Nos interesa destacar también su de‐ voción católica, porque Hildoara formaría parte de la segunda o acaso primera generación de visigodos convertidos al catolicismo tras el III Concilio de Toledo; al tiempo, el elogio que Bulgarano hace de todo ello, además de la dulzura de su conversación, su piedad, su protección a los pobres, nos la presenta como un tipo de reina to‐ talmente opuesto a reinas visigodas y merovingias como Gosvinta, Fredegunda y Brunequilda, todas ellas personajes políticos que de‐ terminaron las relaciones entre visigodos y merovingios durante lar‐ gos decenios. Hildoara fue contemporánea de Brunequilda, con
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 493
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
493
quien Gundemaro y Bulgarano tuvieron que tratar, como se verá en el último bloque de cartas escritas por éste. Esta carta de Bulgarano a Gundemaro presenta, además, otros puntos de interés para conocer la política visigoda de aquel período. Por ejemplo, la referencia a un «palacio», que sin duda haría refe‐ rencia al de los reyes visigodos de Toledo, ubicado según algunas propuestas intramuros de la ciudad, en la parte alta de la misma, y, según otras, en el área suburbial junto al circo; asimismo, el deseo de Bulgarano de que el gobierno de Gundemaro se prolongue en el tiempo para solucionar todo el mal que había hecho Witerico, al que llama malvadísimo ladrón; y, sobre todo, nos proporciona el precioso dato de que Gundemaro fue, en un período anterior, el gobernador de «la provincia», lo que ha llevado a pensar que también fue dux de Septimania, y que, una vez en el trono, puso al frente de ella a un hombre de su total confianza, habida cuenta de la difícil problemá‐ tica que se tenía que afrontar en la zona: las ambiciones merovin‐ gias. Las restantes tres cartas de Bulgarano permiten estudiar la polí‐ tica visigoda hacia los reinos merovingios de Austrasia y Burgundia, conocer mejor algunos detalles de las difíciles relaciones entre estos dos, así como los usos diplomáticos del reino visigodo —y también de los merovingios— tanto en lo que se refiere al trato dado a lega‐ dos, embajadores y portadores de misivas, como a cuáles eran los protocolos de firma de tratados. En este sentido, la lectura de las car‐ tas demuestra una vez más —como ya hemos tenido ocasión de ver en otros comentarios— que en ellas, especialmente las relacionadas con negociaciones para concluir pactos entre diversos reinos, era más lo que se callaba que lo que se decía expresamente; en las epístolas de Bulgarano queda claro este extremo en varias ocasiones, lo que hace pensar que los legados y embajadores llevaban instrucciones que debían comunicar de viva voz a sus interlocutores, para evitar que la palabra escrita pudiera proporcionar información si caía en manos del adversario. Es necesario presentar sucintamente la relación de fuerzas de la Galia merovingia en aquellos años, pues estaba dividida en tres rei‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 494
494
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
nos: Neustria, Austrasia y Burgundia. El primero, dirigido por Clo‐ tario II, no juega ningún papel en los asuntos de los que tratan las cartas de Bulgarano. Por lo que se refiere a los restantes, tras la muerte del Childeberto II de Austrasia, su madre y regente, la reina Brunequilda, lo dividió entre sus dos nietos; así, Teodeberto II pasó a dirigir Austrasia, mientras que Teodorico II se ocupó de Burgun‐ dia. Enfrentamientos entre facciones nobiliarias de Austrasia provo‐ caron hacia el 602 la salida de Brunequilda de este reino; ésta se refugió en Burgundia. Desde ese momento, ambos reinos mantuvie‐ ron un enfrentamiento abierto, mediando incluso el armado. Siendo dux de Septimania, bajo el gobierno del visigodo Gunde‐ maro, por lo tanto entre los años 610 y 612, Bulgarano aparece en las epístolas como su delegado para, por un lado, establecer un tratado de paz con el reino de Austrasia y, por otro, para evidenciar al reino de Burgundia que no se toleraban medias verdades, engaños, recla‐ maciones territoriales injustas ni el mal trato a sus legados. En estas epístolas, los monarcas de los respectivos reinos no son los que con‐ ducen las negociaciones, sino que son los que deciden el tono, prin‐ cipio y fin de las mismas; y los encargados de materializarlas son sus consejeros más directos o mejor situados territorialmente. No sorprende que Bulgarano fuera el encargado por la parte visigoda, ya que, en su calidad de dux de Septimania, era el gobernador más cercano a los reinos merovingios; no debemos, además, olvidar las nunca abandonadas intenciones burgundias de apropiarse del terri‐ torio visigodo de la Galia. Los interlocutores merovingios de Bulgarano, que debían ser los más cercanos a sus respectivos soberanos, son obispos. Gracias a la Epístola 11 sabemos que la Epístola 10 fue escrita por Bulgarano para un obispo de Austrasia llamado Vero, que ha sido identificado como Vero de Rodez (ante 610‐ca. 630/647). A éste también se le ha querido ver como el destinatario de la Epístola 11; sin embargo, encontramos en ella expresiones tales como «vuestro venerable hermano y mi padre en Cristo, el obispo Vero» que nos hacen no compartir tal propuesta. No obstante, en esa epístola no hay datos suficientes que lleven a pro‐ poner el nombre de un obispo concreto de Austrasia; tan sólo cabe afirmar que pertenecía a una estirpe nobiliaria, pues así lo indica Bul‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 495
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
495
garano. El destinatario de la carta enviada a Burgundia es posible‐ mente el obispo Desiderio de Auxerre (605‐623), si bien también se ha pensado que se trataría de Arigio de Lyon (o Aridio, 604‐614/626); la propuesta que cuenta con más apoyos es la primera, dada la relación familiar que ese obispo tenía con Teodorico II y Brunequilda. Las dos epístolas dirigidas a Austrasia tienen por objeto principal el establecimiento de un tratado de paz, hecho del todo punto com‐ prensible ya que ambos tenían un enemigo común: el reino Burgun‐ dio. Se documenta claramente en la primera de ellas que el rey visigodo Gundemaro ha escrito una carta al rey de Austrasia, y que es Bulgarano quien se la envía al obispo para que, a su vez, se la haga llegar a su monarca. Se ofrecía el visigodo a aportar una suma de di‐ nero, sin duda para facilitar al de Austrasia disponer de más efecti‐ vos para su defensa; gracias a las epístolas, sabemos que esa suma de dinero fue aceptada. Los efectivos militares debían ser necesarios dadas las noticias que habían llegado a Septimania de que los bur‐ gundios habían convencido al khagan ávaro para que atacara el te‐ rritorio de Austrasia. Hay que recordar que éste era el reino más nororiental de la Galia y que sus fronteras limitaban con el gran kha‐ ganato ávaro; de hecho, los ávaros habían invadido en varias oca‐ siones su área nororiental. No es éste el lugar para ocuparse de la extensión del khaganato ni de las particularidades de sus relaciones con los reinos merovingios. Sin embargo, sí nos interesa el grado de conocimiento que en el reino visigodo, o concretamente en Septimania, se tenía de ellos. Éste es uno de los temas especialmente interesantes de este epistolario. Kha‐ gan era el título del dirigente de la confederación ávara que ocupaba los territorios centrales de Europa. Con el mismo aparece en las fuen‐ tes griegas de la época; los bizantinos tuvieron que sufrir, desde los años sesenta del siglo VI, numerosos ataques de este pueblo y en Constantinopla se recibieron embajadas del khagan ávaro, por lo que es explicable que conocieran perfectamente su organización. En una de las epístolas enviadas a Austrasia, Bulgarano habla del «sangui‐ nario rey de los ávaros» y no del khagan de los ávaros, lo que nos in‐ dica que no tenía un suficiente conocimiento de su organización, aunque sí de su religión. Es significativa la alusión que Bulgarano
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 496
496
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
hace de la coincidencia en la fe cristiana de los visigodos con los de Austrasia frente a la barbarie y paganismo de los ávaros. Constata‐ mos, así, la utilización una vez más del tópico de la civilización, ahora cristianismo, versus barbarie, que no ha dejado de estar presente en los autores latinos y griegos de la Antigüedad Tardía. Utilizando esta oposición, la imagen de los instigadores de los ávaros, Teodorico II y Brunequilda, es aún más oscura, ya que son ellos quienes han movido a esos paganos contra los cristianos. No cabe duda, también, de que en la segunda epístola de Bulgarano a Austrasia se advierte cierto temor de que, de triunfar los ávaros en su ataque a este reino, Septi‐ mania podría encontrarse en serias dificultades dada la animadver‐ sión de los de Burgundia, instigadores del ataque ávaro. La tercera de las cartas que Bulgarano escribe a destinatarios me‐ rovingios —Epístola 13— tiene un tono completamente diferente. Aunque enviada también a un obispo, en este caso se trata de un pre‐ lado perteneciente al reino Burgundio, dirigido por Teodorico II y Brunequilda; ya hemos tenido ocasión de aludir a las propuestas que se han hecho para su identificación. La epístola en sí es, posiblemente, respuesta de una enviada por ese obispo y en ella se alude a diversas cartas escritas por los reyes a Bulgarano y de éste a los primeros. Está claro que existe un enfrentamiento, al menos soterrado, entre el reino visigodo y el de Burgundia, y que éste, en opinión de Bul‐ garano, pretendía engañar afirmando que querían la paz. El conte‐ nido de esta carta ha sido utilizado como argumento fundamental para defender que, fuera quien fuera el monarca burgundio, la po‐ lítica exterior de ese reino estaba condicionada por su nobleza, que era fundamentalmente contraria a los visigodos. Esto se demostró decenios antes bajo el gobierno de su rey Gontram (561‐592) y, gra‐ cias a esta carta, se evidencia para el gobierno de Teodorico II y, lo que es más significativo, de Brunequilda, hispana de nacimiento. Esta carta, además, remite a momentos políticos anteriores de las relaciones entre visigodos y merovingios, concretamente a las rela‐ ciones con Austrasia. En la epístola se menciona que los visigodos de Gundemaro habían ocupado dos ciudades, Iubiniacum y Corne‐ lianum, que habían sido cedidas a Brunequilda por Recaredo en el
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 497
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
497
momento en que existió una relación más pacífica entre los reinos visigodo y de Austrasia, donde entonces se encontraba aquella reina. Esto sucedió a finales de los años 80 del siglo VI. Gracias a esta epís‐ tola, queda claro que los visigodos no consideraban letra muerta los tratados firmados anteriormente. Posiblemente la cláusula de la ce‐ sión implicaba la existencia de paz entre Brunequilda y los visigo‐ dos: dado que ya no existía tal paz —así se comprende en la epístola‐, los visigodos habían procedido a recuperarlos; de retornar la paz, Brunequilda podría volver a reclamarlos. Esta carta escrita al obispo burgundio refleja cómo los protocolos diplomáticos entre poderes políticamente enfrentados eran diferen‐ tes, no sólo en el fondo, sino también en la forma, a los mantenidos con los amigos o aliados; puede compararse el modo en que habla Bulgarano de los legados de Austrasia y de los de Burgundia, que‐ jándose concretamente de la negativa de éstos a seguir los procedi‐ mientos pertinentes. En la epístola se habla de detención y retención de varios legados visigodos que atravesaban el territorio de Burgun‐ dia; entre ellos, algunos de gran categoría, puesto que eran inlustres: Tatilán y Guldrimiro, de los que no tenemos más datos (aunque véase la correspondencia del rey Sisebuto). La queja por la quiebra de este derecho es uno de los aspectos interesantes de esta epístola de Bul‐ garano, pues los dirigentes de Burgundia se atrevieron a no respetar el clásico ius gentium, el derecho de los embajadores y legados a no ser detenidos ni retenidos, y a no sufrir daños físicos o morales. Todo este cúmulo de circunstancias habrían concluido, una vez más, en el enfrentamiento abierto entre los reinos visigodo y bur‐ gundio. Sin embargo, en 612, Teodeberto II de Austrasia es derrotado por su hermano Teodorico II y, poco después, asesinado. En 613, Clo‐ tario II de Neustria acabará con la vida de éste y de Brunequilda. A partir de ese momento, la Galia merovingia estará unida bajo un único soberano, el de Neustria. Por lo tanto, los acontecimientos que podemos comprender de las cartas de Bulgarano abarcan los últimos años de existencia de Burgundia y Austrasia como reinos indepen‐ dientes. [MVG]
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 498
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
498
[66‐71] Bulgarano, Cartas (= Epístolas visigóticas nº 10‐15)119 [66] Epístola visigótica nº 10 (p. 30)
Del conde Bulgarano, dirigida a un obispo de Francia.
Por medio del envío de esta carta hemos querido tener noticias de la reverendísima corona de vuestro apostolado, que resplandece con sus santas enseñanzas, y, por ello, al tiempo que os enviamos nuestros mejores saludos, os rogamos que os dignéis encomendarnos al Señor mediante frecuentes súplicas con la solicitud propia de un pastor. Entre tanto, informamos a vuestra santidad de que, al extenderse, ha llegado hasta nosotros el rumor de que la reina Brunequilda y el rey Teodorico, difundiendo su veneno con su acostumbrada y crudelísima disposición de espíritu para llevar la ruina sobre un pueblo unido, han impulsado al sanguinario rey de los ávaros a luchar contra el glorioso rey Teodeberto. Si esto es de todo punto cierto, ¿qué otra cosa debe‐ mos hacer, sino que todo el pueblo en esta región se aplique a implorar con sus oraciones el auxilio de Dios antes de tomar las armas para la guerra? Por ello, os rogamos que nos confirméis la veracidad de esta noticia a fin de que también nosotros, uniéndonos al conjunto de los fieles y levantándonos perfumados con una semejante fragancia de fe al mismo tiempo que todos los obispos, el clero y todo el pueblo de los cristianos de esta provincia, convocada la oración de unas letanías, acudamos con nuestras súplicas ante nuestro Señor, nuestro común Redentor, para que levante la diestra invencible de su poder en de‐ fensa de los católicos, para que la ruina de la destrucción, acorde con sus merecimientos, caiga sobre los seguidores120 del pérfido ene‐ migo121 y para que quede claro a todas las naciones en todo el mundo122 que los responsables de estos enfrentamientos, desnudados
119 Edición: J. GIL, Miscellanea, pp. 30‐43 (epist. 10‐15). Tres cartas de Bulgarano han sido traducidas al francés por B. DUMÉZIL, Brunehaut, pp. 507‐515 (epist. 10‐12). 120 Entendemos «emulantis» (lín. 17) como un dativo plural, que «interitum» (lín. 18) es el sujeto del verbo «adsit», empleado como un sustantivo neutro de la 2ª decl. («interitum, ‐i») y no como el esperable masculino de la 4ª («interitus, ‐us»), y rechazamos la adición de Gil en la lín. 18. 121 Se entiende que se trata del diablo. 122 Cfr. Ios 23,3.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 499
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
499
para que sirvan de ejemplo, una vez revelada la maquinación de la antigua serpiente, han sido abatidos por el justo castigo de nuestro Señor. Y os rogamos que nos hagáis saber con certitud si, tal y como prometisteis, habéis transmitido ya al glorioso rey Teodeberto la carta que hace poco le ha sido enviada, y (p. 31) si vuestros emisarios han re‐ gresado ya y qué respuesta habéis recibido en ese caso, y si vienen hacia aquí, trayendo la carta del rey, o acuden presurosos a presencia de mi gloriosísimo señor, el rey Gundemaro. Os rogamos que, escri‐ biéndonos por vuestra parte, al tiempo que nos deis noticias de la salud de vuestra beatitud, tengáis a bien informarnos de un modo veraz, tal y como estamos seguros de que así será, del modo y el lugar en que debe prepararse el dinero. [67] Epístola visigótica nº 11 (p. 31)
Carta del que ha sido citado más arriba, dirigida a un obispo de Francia. A mi reverendo y siempre bienaventurado señor, digno de ser equiparado a los apóstoles por sus méritos y unido a mí por un per‐ petuo amor, mi señor particular en Cristo, el obispo ,123 Bulga‐ rano. Aunque es manifiesto que todo el conjunto de las tierras bajo la bóveda celeste124 fue conformado por nuestro Señor, el Creador, y es sabido que, de acuerdo con su admirable disposición, fue dividido por el poder de todos los gobernantes, es necesario que los custodios de su mensaje evangélico se interesen por aquellos a los que une una misma fe en Cristo y los amen. Así, pese a que estamos separados por la soberanía del poder en este mundo, conviene que no nos dis‐ tanciemos de los preceptos del príncipe eterno. Por ello, mediante esta carta que os enviamos, no sólo nos interesamos con la mayor solicitud por vuestra beatitud, que brilla por la difusión de la gracia celestial, que se distingue por la generosidad de su espíritu y que
123
Falta el nombre del obispo. Expresión tomada del Ps. Paulino de Nola, Carmen 32, v. 181. Era un verso citado en las gramáticas, por lo que quizás Bulgarano lo aprendió en la escuela. 124
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 500
500
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
con la ayuda de Cristo deseamos que esté unida a nosotros en el amor, pese a que nos separa la distancia epistolar, sino que también os transmitimos unos consejos saludables125 mediante el tipo de mi‐ siva que requieren las circunstancias urgentes, (p. 32) pues, no sin razón, Cristo te escogió como el pastor más idóneo para su rebaño con objeto de que, ya que te distingues, santísimo padre, por así de‐ cirlo, por la nobleza de tu linaje, en esa misma medida cuides de las innumerables almas126 de sus ovejas. Todos aquellos a quienes se ha confiado el ejercicio de una mayor o menor responsabilidad sobre las gentes deben comportarse con constancia de este modo, a saber: cuanto más encumbrados han sido por la generosidad de Dios, tanto más vigilantes deben mostrarse en todo momento en favor de aque‐ llos al frente de los cuales están situados. Y puesto que no creo que se oculte a vuestra santidad que vuestro hijo, el rey Teodeberto, se ha esforzado en estos momentos en establecer una paz duradera con el pueblo de los godos mediante el acuerdo de unos pactos fijados por intermedio de los legados de este mismo pueblo,127 que128 en el 125 Se diría que es más probable la conjetura «monita» que «iura» (lín. 12), la propuesta por Gil, pues la construcción «monita salutis» aparece en la Biblia y en otros autores cristianos. También está atestiguada en latín medieval la construcción «impertire monita salutis». 126 No nos parece que haya que entender unida la expresión «innumeras obium» (lín. 14). La conjetura «greges» (lín. 15) de Gil es innecesaria. Éste la propone para concertar el adjetivo «innumeras» con un sustantivo, entendiendo que «animarum» determina a «sollicitudinem», con lo que la frase, según Gil, quedaría así: «de innumeras greges suarum obium» + «geras» + «sollicitudinem animarum». Pero la construcción es «geras sollicitudinem» + «de innumeras animas» (escrito «animarum» por descuido del autor, fruto del hipérbaton de la construcción) + «suarum obium». El uso del genitivo «animarum» responde también al hecho de que Bulgarano mezcla el determinante propio de las lenguas romances introducido por la preposición «de» con el determinante sintético en genitivo propio del latín clásico. 127 Uso de «idem gentis» (lín. 23) por «eiusdem gentis», con un empleo de «idem» como una forma indeclinable. 128 El participio «conligata» (lín. 22) tiene que ponerse en relación con un sustantivo femenino ya mencionado y el único posible es «gentem Gotorum». Pero esta expresión tiene claramente un problema, pues se esperaría que fuese introducida por una partícula o por un pronombre relativo: «...cum gentem Gotorum, que a decidentibus uelut... existit conligata principibus». Aquí optamos por prescindir de la forma conjugada del verbo «existit» (lín. 22). En la traducción, para hacer más comprensible la expresión, no mantenemos el orden de palabras en latín. Es evidente, por otro lado, que existe una correlación temporal entre «olim... nunc» («en el pasado... ahora»), del mismo modo que parecen oponerse esos «decidentibus... principibus» (expresión peyorativa) y el nuevo rey de los godos.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 501
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
501
pasado estuvo sometido, por así decirlo, a unos príncipes pecami‐ nosos,129 con motivo de lo cual130 el pueblo godo ha prometido en‐ tregar al pueblo de los francos una cierta suma de dinero como testimonio de amistad —por ello, es ya de todos conocido que he di‐ rigido una carta a vuestro hijo, antes citado, el rey Teodeberto, por mediación de vuestro venerable hermano y mi padre en Cristo, el obispo Vero, en la que le he comunicado que se sabe que ese dinero me ha sido enviado ya aquí a las Galias por mi señor el rey Gunde‐ maro a fin de que aquél envíe desde su corte unos legados conoce‐ dores de todo esto y nosotros entreguemos de inmediato a los hombres que nos transmitan sus voluntades131 aquello que el pueblo entero de los godos prometió por afecto—, por lo tanto, ruego a vues‐ tra santidad con la debida humildad que, en la misma medida en que amáis a nuestro Señor Jesucristo, que, cuando abandonó este mundo, dejó la paz a las generaciones futuras,132 en esa misma medida os es‐ forcéis de buen grado en asegurar la paz y que nos informéis por medio de una carta vuestra si tenéis conocimiento de que la misiva que enviamos a nuestro señor Teodeberto le ha llegado ya, si seguirán siendo fielmente respetados los acuerdos que fueron concertados de forma precisa por los legados de los godos y en qué medida vuestro hijo antes citado ha salido victorioso en el enfrentamiento militar con‐ tra los ávaros. 129
Sin duda, es una alusión al arrianismo de estos monarcas. En el pasaje «ex quo... Francorum» (lín. 23‐25) hay un problema sintáctico, pues el verbo «pollicitus est» concierta con un sujeto singular masculino y la lógica del discurso lleva a pensar en el rey Gundemaro, pero es imposible, dado que no ha sido mencionado en esa misma frase previamente, de modo que el único sujeto lógico que queda (que ya haya sido mencionado) es el pueblo de los godos (lín. 21 «cum gentem Gotorum», lín. 23 «idem gentis»), pero en este caso se esperaría que fuese citado de algún modo en esta frase y que el verbo apareciese con un participio de perfecto en género femenino («pollicita est»), aunque puede aceptarse el uso masculino de «gens, gentis» por analogía con «populus, ‐i», atestiguado en la Epístola visigótica nº 10 lín. 14 «cunctoque... plebe». Esta interpretación podría encontrar apoyo más abajo en la lín. 31, en la que se lee «que ob karitate gens Gotorum... promisit», donde «ob karitate» equivaldría al «gratie munerum» de la lín. 24 y «promisit» al «pollicitus est» de la lín. 24. En definitiva, habría que aceptar un cambio brusco de sujeto sin que éste se hiciese explícito, además, al lector. 131 Entendemos «placita», mientras que Gil acepta «placito» (lín. 31‐32) como lectio difficilior, quizás como una lectura fonética por «placitum», pero el término se utiliza en plural siempre en estas cartas. 132 Cfr. Ioh 14,27. 130
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 502
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
502 (lín. 40)
Ciertamente, al extenderse la noticia entre las gentes, ha llegado también a nuestro conocimiento (p. 33) que un mandato de la reina Brunequilda y del rey Teodorico ha llamado a los ávaros a desplazarse desde sus territorios para luchar contra el reino de nuestro señor Teodeberto, lo que resulta abominable de comunicar a los oídos de unos católicos, de modo que ha incitado a unas gen‐ tes cristianas, educadas en la religión,133 pero, de hecho, alejadas del Señor, a mostrarse crueles con la sangre cristiana. No134 cree‐ mos que éstos135 sean mejores que aquéllos,136 por el contrario, vemos de un modo tan manifiesto que actúan como aliados suyos137 quienes se ponen al servicio de las exhortaciones de estas personas,138 entregándose a unos pecados criminales.139 Así pues, si vuestra santidad ha podido conocer con toda certeza que, de acuerdo con la decisión de los citados reyes, una turba impía se ha extendido con ánimo hostil por la región de un príncipe orto‐ doxo, os rogamos que nos lo deis a conocer con vuestro cálamo140 a fin de que, en141 esta región nuestra que está sometida al poder de vuestro glorioso hijo y mi señor, el rey Gundemaro, los sacer‐ dotes junto con el pueblo celebren unos ayunos públicos y solem‐ nes en honor del Todopoderoso con objeto de que la virtud
133
En efecto, el participio «constitutas» (lín. 45) debe entenderse primero con «sub religione» y luego, en una segunda expresión con valor adversativo, con «re uera procul a Domino». 134 En general, el sentido de esta frase se entiende, aunque está claramente corrupta. Al margen de la traducción propuesta, podría entenderse también «scelerum... ortamenta» (trad.: «al servicio de las criminales exhortaciones»), manteniendo «debitis» el sentido de «pecados». La traducción quedaría así: «quienes, entregándose al pecado, se ponen al servicio de las criminales exhortaciones de estas personas». Hay otras posibilidades, pero obligan a corregir el texto. 135 Es decir, los ávaros. 136 Es decir, Brunequilda y Teodorico. 137 Es decir, como aliados de Brunequilda y Teodorico. 138 Entendemos un uso de doble acusativo: «ministrare aliquid aliquem», aunque no podemos aportar otros ejemplos de este uso. 139 El pasaje está corrupto en latín. Entendemos que la forma «demumdum» (lín. 48) encubre un participio verbal concertado con el sujeto «qui» con un sentido semejante al propuesto (en latín se esperaría: «obnoxii» o «dediti»), mientras que el sentido de «debitis» como «pecados» es conocido. 140 Es decir, por medio de una carta. 141 Resulta innecesaria aquí la corrección de Gil (lín. 51).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 503
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
503
divina142 quiebre el valor de los corazones de aquellos varones que acuden a combatir de un modo injusto y alejados de Dios y que la piedad celestial conceda una victoria digna de alabanza al pueblo cristiano que defiende el dogma de la fe. Os ruego, por lo tanto, mi santísimo señor, que roguéis al Señor por mí con las santas ora‐ ciones con las que podéis hacerlo y que, cuando regrese el porta‐ dor de esta carta, os dignéis hacerme feliz con noticias detalladas sobre todo aquello que os hemos expuesto más arriba, así como sobre la buena salud de vuestra beatitud. [68] Epístola visigótica nº 12 (p. 34)
A mi reverendo señor, varón bienaventurado y venerable por sus méritos apostólicos, mi padre en Cristo ,143 Bulgarano.144 He recibido de parte de vuestra santidad una carta traída por un mensajero y redactada en un tono insólito y, como si no fuese tuya, he pensado que esta misiva debía atribuirse al citado correo de vues‐ tro obispado. Ciertamente, he dado gracias al Señor, nuestro Salvador, por vuestras noticias, pues, merced a su misericordia, he conocido que tu salud es buena. Así pues, tras recibir con gozo los saludos de vuestra beatitud, te envío en reciprocidad esta carta para tratar sobre aquello que con diligencia nos has dado a conocer, a saber, que ha sido anunciado a vuestra beatitud que el consejo de nuestra exhorta‐ ción ha llevado a aquél a tomar la decisión de acudir ante nosotros y que el que esto se hiciese resultaría muy grato a vuestra santidad. Es conocido por el Señor todopoderoso, que protege al justo con su jus‐ ticia y hace perecer al injusto con el justo castigo de su condena, que un poco antes de estos días, lo que no creo que se oculte a tu beatitud, nos fueron enviadas por ése mismo unas cartas de vuestros gloriosí‐
142 Vemos, en efecto, en esta forma y en la expresión «celesti pietate» (lín. 57) los dos sujetos, aunque, naturalmente, es de todo punto posible que el sujeto elíptico sea «Dominus» o «Deus», pero nos parece más conforme al estilo de estas cartas la interpretación que proponemos. 143 Falta el nombre del destinatario. 144 La carta va dirigida, naturalmente, a un obispo diferente del destinatario de la Epístola visigótica nº 11.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 504
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
504
simos hijos y reyes, al mismo tiempo,145 la reina Brunequilda y el rey Teodorico, y que esa serie de cartas citadas nos solicitaban que las es‐ cuchásemos en cuanto aquél nos las entregase, el cual nos transmitió esas mismas misivas de sus señores junto con su propia solicitud y, escribiéndonos, nos rogó humildemente nuestra autorización para obtener el permiso de presentarse ante nosotros.146 (p. 35) (lín. 19)
Ciertamente, ni hemos aceptado entrevistarnos con él bajo el impulso de ningún deseo ni hemos sentido la necesidad de verlo por ningún motivo y, así, la solicitud que no habríamos aprobado, incluso si hubiese venido para anunciarnos de viva voz la respuesta de sus señores, la hemos rechazado simplemente por el hecho de que no cumplió su cometido con diligencia.147 Ciertamente, por lo que respecta a ese hombre vuestro para el que parece que solicitáis el acceso a la presencia de vuestro hijo y mi glorioso señor, el rey Gundemaro, vuestro espíritu debe languidecer al comienzo mismo de la petición, pues la verdad brilla ante vos con una luz manifiesta y, sin embargo, recurriendo a la excusa de unos injustos argumentos, ocultáis la justicia que contempláis en vuestro espejo interior. ¿Quién no conoce la astucia de vuestra santidad? Y el malestar que habéis provocado con actos ilícitos, tratáis de calmarlo por medio de dulces y engañosas palabras. Sin duda, si nos lo permitís, consideramos que vuestra solicitud se asemeja al hecho de que un deudor, dejando a un lado el pudor humano, bajo el impulso de la impudicia deman‐ dase él primero ante la justicia con acusaciones a quien le ha pres‐ tado y el acreedor, aun conociendo la verdad, la ocultase,148 145 La conjetura de Gil quizás no es necesaria (aunque la misma expresión se lee en esta misma carta en la lín. 52), pues «idemque» (lín. 13) podría estar por «itemque» y «regum itemque» (lín. 13) por «regumque item», que es lo que se traduce. 146 El mensajero, al llegar al palacio de Bulgarano, entregó las cartas de los citados reyes a los servidores del conde visigodo, pero solicitó al mismo tiempo el permiso de Bulgarano para tener una entrevista con él en persona y hubo de solicitar esta autorización por escrito al propio Bulgarano, de modo que esa «suggessionem» (lín. 17) es lo que se explica a continuación: que se le diese el permiso de presentarse ante Bulgarano. 147 Quiere decir que no se apresuró en cumplir con la misión de llevarle las cartas de los reyes y viajó con lentitud. 148 La conjetura de Gil es inútil (lín. 34). En el pasaje se sobrentiende: «ueritatem habens... (eam, sc. ueritatem) tegat» (lín. 33‐34).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 505
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
505
guardando silencio, antes que lo contrario: que, al hablar, el calum‐ niador enrojeciese por completo. Ciertamente, queda a vuestro hijo y mi glorioso señor, el rey Gundemaro, y a todo el pueblo de los godos una no pequeña, sino grande reclamación de justicia, a saber, que los nobles legados de este mismo pueblo que viajaban de toda evidencia protegidos por la gracia de vuestra caridad,149 tras ser de‐ tenidos de un modo injusto por vuestro príncipe, doblada la ampli‐ tud de la maldad,150 sufren el deshonor del destierro151 junto con el oprobio de la miseria. Asimismo, a continuación, a los ilustres varo‐ nes Tatilán y Guldrimiro, enviados por mi serenísimo señor, el rey Gundemaro, a vuestros territorios, tras manifestar vuestro desprecio por ellos, con una orden vuestra les impedisteis continuar su camino a la altura de Irupinas152 y, entre burlas, les negasteis el permiso para presentarse ante vos. (lín. 44)
He aquí que todo aquello que vuestro bando ha cometido no se oculta a vuestro espíritu, ¿y,(p. 36) pese a todo, llenos de simu‐ lación, en vuestra carta solicitáis todavía de nosotros, que hemos su‐ frido la crueldad de tan gran injusticia, que se dé vía libre a vuestros legados para presentarse ante mi ínclito señor? Que el altísimo prín‐ cipe juzgue esta causa desde el trono celestial y haga recaer el castigo divino sobre aquel bando que parezca que ha ofendido de un modo injusto al bando contrario y que, despreciando la caridad, ha violado con alevosía la paz amada por el poder divino. Naturalmente, cuando recibí la carta escrita por vuestros hijos, los reyes, así como por vos, redacté de inmediato una respuesta destinada a ellos, que153 no sé si recibieron los gloriosos príncipes citados o si llegó a vuestro conocimiento, pues nadie me lo ha hecho saber. Pero también mani‐ festamos lo siguiente a vuestro honor: si, renunciando a la simula‐ ción, deseáis conservar la paz, que se sabe que es el principal deseo de Dios, y, mostrando vuestro amor por Cristo, queréis permanecer 149
Hay que corregir «uestre» por ««uestra» (lín. 37). Es una maldad doble porque han sido traicionados por el obispo y por el rey y sufren, en consecuencia, dos calamidades. 151 Por estar retenidos en un reino que no es el suyo. 152 Es decir, cuando llegaron a Irupinas. 153 Se entiende «litteras... quem» (lín. 52‐53), en constructio ad sensum en singular, donde «litteras» equivaldría a «epistulam» en la cabeza del autor. 150
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 506
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
506
de todo corazón en términos amistosos con los godos, no conviene que os limitéis a expresaros de ese modo con labios engañosos, sino que demostréis con hechos concretos que debe restablecerse la paz que vosotros mismos tuvisteis la osadía de romper los primeros, cuando nosotros la respetábamos. (lín. 61)
Es de justicia, en primer lugar, que los nuestros sean resti‐ tuidos en su dignidad como legados de los godos y que vuestros le‐ gados, si es necesario, disfruten de libertad de movimiento para acudir a presencia de mi glorioso señor con la ayuda del Señor, via‐ jando entre gentes emparentadas por la sangre y que respetan la paz. Ciertamente, a propósito de esos lugares, Iubiniacum y Cornelia‐ num, que es sabido que la reina Brunequilda poseyó en la provincia de los godos, sobre los cuales nos has escrito, solicitándonos que, como resultado del derecho de aquélla sobre ellos, le concedamos nuestra autorización para que sean administrados por sus hom‐ bres,154 nos admiramos de que tu beatitud nos exhorte en este sen‐ tido, a saber, que unos lugares que mi señor, el rey Recaredo, de santo recuerdo, entregó en derecho a la citada señora en favor del mantenimiento de nuestras buenas relaciones, (p. 37) a pesar de que el pacto de amistad ha sido violado por vuestra facción, provocando este conflicto, aun siendo posesiones del pueblo de los godos, tam‐ bién debe poseerlos vuestro bando, que levanta ilícitamente contra nosotros la aguijada.155 Creo, sin duda, que, si optáis por corregir aquellas acciones que todos saben que vuestro bando ha cometido de manera injusta, la señora Brunequilda podrá reclamar esos mis‐ mos lugares en virtud de su derecho, una vez que nuestro pueblo y el vuestro estén unidos en un mutuo amor. (lín. 76) En cuanto a ti, ciertamente, bienaventurado varón, dado que
recordamos que hasta ahora habías mostrado un gran celo en favor 154 Uso de «ordinanda» (lín. 68) con ablativo agente, en lugar de dativo agente. La construcción sintáctica es muy difícil y, de hecho, Gil (p. 36 ad locum) señala en el aparato crítico que entendería mejor «ordinandi» que «ordinanda». Se diría que el verbo «tribuamus» (lín. 68) aparece construido con un doble acusativo: «aditum» (concedamos nuestra autorización) y «ordinanda (sc. loca)» (concedamos esos lugares para que sean administrados [participio de futuro pasivo] por sus hombres). 155 Se sobrentiende: para pincharnos con ella, como a las bestias de carga, cuando no habíamos hecho nada que mereciese ese castigo.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 507
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
507
de los espíritus bondadosos y de las buenas prácticas en este mundo y un gran temor por el Todopoderoso, ¿cómo es que, a lo largo de los tiempos pasados, esta doble caridad tuya permaneció intacta, pero, después de ser elegido por los príncipes como un obispo digno del Señor, esa paz que en otro tiempo fue concertada por los reyes ante‐ riores de nuestros dos pueblos ahora está rota, cuando por vuestro consejo debió resultar consolidada por la eternidad? [69] Epístola visigótica nº 13 (p. 37)
A mi reverendo y bienaventurado señor, digno de ser equi‐ parado a los apóstoles por sus méritos y siempre mi preclaro señor, el obispo Agapio, Bulgarano. Si no me separase de vuestra santidad una distancia tan extensa de recorrer, habría podido interesarme por vuestra salud en todo momento y expresaros de viva voz todo el bien que el reflejo de nuestra conciencia interior deseaba a vuestra beatitud. Así pues, ya que Dios nos ha concedido la oportunidad, no hemos querido olvidarnos de vuestra santidad con ningún tipo de silencio, antes bien, lo que está grabado en nuestro interior, en la medida en que puede recogerlo una breve página, lo hemos expresado156 aquí, ex‐ tendiendo hasta vuestra beatitud las convenciones del arte litera‐ rio.157 Antes de nada, (p. 38) enviando con humildad nuestros mejores saludos a vuestra beatitud, rogamos al Creador celestial que prolongue vuestra vida durante largos años y que nos permita felicitaros sin cesar por los frutos de vuestro cargo. Por todo ello, mojando el cálamo en sucesos conocidos por ambos, hemos deci‐ dido escribir a vuestra santidad, teniendo presentes en el recuerdo los beneficios de los favores que me prestasteis en el pasado, a saber, el hecho de que, mientras te esforzabas con un corazón puro por que las palabras del príncipe celestial se observasen, no qui‐ siste, bienaventurado padre, actuar con demora con motivo de mi exilio y dejaste ver con claridad que no despreciabas la formidable 156
Entendemos que la forma «hec» (lín. 9) está por el adverbio de lugar «hic». Es decir, sirviéndonos de las convenciones propias de la literatura en honor de vuestra beatitud. 157
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 508
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
508
voz de Cristo, la cual, cuando nos enseñó que iba a juzgar al mundo,158 comenzó a decir lo siguiente a los hombres bienaventu‐ rados:159 Era un extraño y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, me encontraba enfermo y en la cárcel y me visitasteis. Cuantas veces hi‐ cisteis esto por una de estas personas humildes, que son mis hermanos, lo hicisteis por mí. En esto mostraste sin lugar a dudas que en lo pro‐ fundo de tu corazón escuchabas a Dios tonante, cuando me apor‐ tabas consuelo, mientras pasaba las noches sin dormir encerrado en la cárcel160 y mantenías conmigo valiosas conversaciones sobre la esperanza futura. Por ello, el Juez eterno, que distribuye las me‐ jores dádivas entre quienes observan sus preceptos, ha concedido a tu santidad un presente muy valioso, a saber, el hecho de que no sólo te ha alejado de los asuntos del siglo,161 sino que, además,(p. 39) te ha escogido como el pastor principal de las ovejas de Cristo por encima de los demás pastores, provisto del honor de guardián. Ciertamente, vio con antelación el Todopoderoso el consuelo que bondadosamente me trajiste y ahora se advierte162 que gobiernas tu iglesia con la asistencia de Aquel cuyas palabras no entregaste al olvido en lo que a mí concernía, cuando estaba cargado de cade‐ nas. La divina clemencia concedió por dos veces esta recompensa a quienes me consolaron, pues también a vuestro venerable her‐ mano Sergio, obispo de la iglesia de Narbona,163 que no temió 158
Cfr. Ioh 9,39. Matth 25,35‐36 + 25,40. 160 Seguimos los manuscritos frente a Gil. 161 Es decir, que ha decidido escogerlo para la vida religiosa, que Bulgarano, por cortesía, considera superior a la vida del siglo. 162 La segunda parte del pasaje, desde «et ipsius intueris...» (lín. 30) hasta el final de la oración, tiene graves problemas sintácticos, que, si no son resultado de una transmisión defectuosa, se deben al terrible latín de Bulgarano. Por ejemplo, es evidente que los dos infinitivos en pasiva «guuernari... contradi» se entenderían mucho mejor en voz activa. El hecho de que aparezcan en pasiva podría deberse a la influencia de las pasivas que tienen al lado «intueris... es uisus». Podría aceptarse quizás que estos dos infinitivos funcionan como deponentes y que «obliuione» es, o bien un dativo en ‐e, o bien un acusativo sin ‐m final en una construcción de doble acusativo, tan del gusto de Bulgarano. Es decir, se esperaría esto, en buen latín: «et ipsius intueris nunc auxilio gubernare, cuius oracula mihi in uinculis commoranti non es uisus obliuioni contradere» («obliuioni contradere» en el sentido de «entregar al olvido» es una construcción bien atestiguada en latín). 163 La construcción «uenerabilem fratrem uestrum Sergitem, Narbonensis eclesie antestitem» es un accusativus pendens (lín. 33‐34). Bulgarano deja esta expresión en anacoluto, porque cambia luego el sentido de la frase. 159
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 509
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
509
darme refugio para protegerme de las órdenes de un tirano impío y se dignó sostenerme con su digna acogida y sus palabras, hasta tal punto el Señor lo recompensó por su comportamiento conmigo que también a él lo escogió como un pontífice digno de estar al frente de otros obispos. He ahí qué clase de dones otorga el Señor a quienes lo temen.164 (lín. 39)
En cuanto a aquel que con gran fiereza165 hizo que yo languideciese entre tormentos de todo tipo, el Señor decidió que abandonase esta vida del modo más cruel. Se esforzó aquél por atribuirme numerosos crímenes, me privó de mis bienes, me vejó en repetidas ocasiones con la cárcel, me hizo padecer hambre y sed, me causó un gran pesar con sus castigos y tan a menudo se lanzó contra mí con sus insensatas maquinaciones que, si el Señor no me hubiese asistido, habría conseguido destruirme con la crueldad de sus sentimientos. En efecto, durante el último pe‐ ríodo de sus ataques hacia mi persona, conforme a su perversi‐ dad, decidió que yo fuese encerrado bajo techo por vuestro bienaventurado hermano el obispo Elergio y me viese, así, pri‐ vado de la luz del sol y del consuelo del trato humano. Y cuando advirtió con estupor que el piadoso Señor,166 que desea la salva‐ ción de las almas de los hombres,167 defendía mi causa,168 aterro‐ rizado por cierta visión, ordenó por medio de ese mismo beatísimo varón que yo regresase de ese lugar 169 en el que me hacía padecer, 170 siguiendo con ello cierto consejo de la ser‐ piente,171 y, fingiendo que yo iba a ser restituido a mi dignidad secular, me entregó pérfidamente a las habituales cadenas con las que oprimía a los inocentes. Y cuando se esforzaba por llevar 164
Cfr. Ps 102,13. Es decir, mostrando una gran crueldad. Resulta inútil la conjetura de Gil (lín. 39), el verbo está utilizado de forma absoluta. 166 Entendemos que «pio Domino» (lín. 48) está por «pium Dominum». 167 Cfr. Ez 18,23; ibid. 33,11. 168 Rechazamos la conjetura «bita» (lín. 47‐48) de Gil. 169 Se sobrentiende en «ubi» (lín. 50): «ex eo loco ubi». 170 Rechazamos también aquí la conjetura de Gil «quosdam» (lín. 50), que da una expresión poco habitual, y entendemos que Bulgarano habla en todo momento de sí mismo. 171 La construcción es «uipereo... consilio» (lín. 50), en hipérbaton. 165
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 510
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
510
sobre mí mayores pesares, exhaló ante mis propios ojos el último aliento de su vida, atravesado por una espada más bien divina que humana, sufriendo, así, una muerte impía como consecuen‐ cia de sus malvadas maquinaciones. El Señor lo arrojó desde lo alto de su trono hasta el tártaro, entregándolo con justicia a la perdición, y a mí, que caminaba en medio de la sombra de la muerte,172 me devolvió con vida al siglo. Vieron mis ojos al salvador del Señor173 y Él elevó mi cabeza sobre mis enemigos.174 Por ello, de‐ bemos cantar (p. 40) a este respecto: Derribó del solio al poderoso y exaltó al humilde.175 Y el clemente Señor condenó de tal modo al cómplice de aquel impío con la pena que merecía, que yo, el pu‐ blicano, no sólo he visto la destrucción de aquel que se mostró cruel conmigo, sino que, además, en cuanto al que fue su aliado,176 cuando en el pasado puso a disposición de aquél sus malvados consejos en aquellas funciones en las que, lleno de con‐ fianza, no cesaba de tramar maldades,177 ahora que, merced a la gracia de Dios, he obtenido la sucesión de una alta dignidad, me esfuerzo por retribuirle como corresponde,178 después de que el Todopoderoso haya tenido a bien librarme de sus maquinacio‐ nes. Por ello, ruego a vuestra beatitud con mis más fervientes sú‐ plicas que, del mismo modo que el Señor escucha, lleno de compasión, a quienes le suplican con sinceridad y no defrauda a los que ponen en Él su esperanza, así también vos derraméis ante
172
Ps 22,4. Thren 3,26; Luc 2,30. 174 Ps 26,6. Seguimos en esta traducción el sentido del salmo, pese a que Bulgarano no introduce de forma explícita el sujeto, pero se puede explicar porque es una cita bíblica, en la que el sujeto tampoco se explicita. 175 Luc 1,52. 176 La expresión «amico eius» (lín. 62), al comienzo de la frase, queda como un dativus pendens en anacoluto. 177 Todo este pasaje es sumamente oscuro y de una gran dificultad. La expresión «in loca qua fidens mala molire perseuerabat» (lín. 63‐64) podría hacerse depender bien de «adeptus» (Gil), bien de «uidear... laborare» (lín. 64‐65), y no del verbo «ministrauit», tal y como traducimos, pero, puesto que parece que «mala molire perseuerabat» es una expresión cercana de «noxia... consilia ministrauit» (lín. 62‐63), esto nos lleva a poner en relación toda esa parte de la oración. 178 La forma «reditu» en el pasaje es difícil de entender. Interpretamos «pro eius... redditu» y seguimos en esta traducción la propuesta de C. MARTIN, «“Suggé‐ rer” au roi visigothique», pp. 79‐80. 173
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 511
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
511
Él vuestras deprecaciones por mí a fin de que, así como hasta el presente nos hemos conservado sanos y salvos por vuestras ora‐ ciones, así también ahora, en estos lugares en los que es sabido que surgen guerras contra los enemigos externos y acontecen ca‐ lamidades de todo tipo, gracias a vuestros santos ruegos perma‐ nezcamos libres de daño con la ayuda del Señor. [70] Epístola visigótica nº 14 (p. 40)
Carta del que ha sido citado más arriba, dirigida al mismo destinatario desde las Galias. Al presentarse la ocasión, hemos querido informarnos de vuestra salud con el mayor interés mediante el envío de esta carta, por medio de la cual hacemos llegar respetuosamente a vuestra beatitud nues‐ tros mejores saludos y suplicamos a la clemencia de nuestro Salva‐ dor que conceda a vuestro honor una vida larga y a mí me permita disfrutar en breve de vuestro santísimo rostro. Por ello, suplico con humildad a vuestra beatitud que, del mismo modo que en el pasado, cuando un hombre inicuo se mostraba cruel conmigo, suplicaste con humildad por mí al Señor, así también ahora, puesto que con la ayuda celestial he sido liberado del lazo de la muerte,179 te ruego que sea asistido aún más por tus oraciones, pues el recuerdo de tu bienaventurado afecto no puede ser apartado de mi corazón,180 cuando te dignaste181 consolarme en la época en la que yo era casti‐ gado con todo tipo de penalidades y encerrado en prisiones (p. 41) y quisiste observar en mi persona el precepto de Cristo, aportándome tu medicina, cuando me encontraba herido, y mostrándote como un buen atleta suyo a la hora de rogar en mi favor. (lín. 15)
Merced a tus súplicas, el Señor me asistió y puede verse ahora cómo ha sido doblegada la cerviz de aquellos enemigos míos 179
Cfr. Ps 17,6; II Reg 22,6. No parece necesaria la corrección de Gil «de mei... pectoribus» (lín. 11), cuando «mei» puede funcionar como el genitivo del pronombre personal de 1ª persona con el mismo sentido que el adjetivo posesivo «meis». 181 Uso de «dignatis» (lín. 12) por «dignasti», ya sea por un error de transmisión, ya sea por un uso del presente por pretérito perfecto de indicativo. 180
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 512
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
512
que tan injustamente me atacaron.182 Durante183 largo tiempo el Señor rechazó los planes184 de aquel que causaba mis males, hasta que por fin éste ordenó que yo, que sufría todo tipo de cárceles, cam‐ bios de regiones y abominables tormentos propios del infierno, re‐ gresase allí donde él llegó de un modo cruel al término de su vida, abandonando este mundo. Y en cuanto a su aliado, por cuya desga‐ rradora maquinación185 padecí la desolación en mi cuerpo, el Señor le dio en reciprocidad el trato que merecía, a saber, que, cuando tra‐ maba privar a otros de sus bienes, despojado él mismo de sus rique‐ zas, mereció lamentar en otra región el justo juicio de Dios.186 (lín. 24)
En el caso de aquel187 que se ensañó cruelmente contra mí, presencié la muerte de la vida presente188 de su cuerpo, en el caso de éste,189 el Señor con su diestra clementísima me ha situado con
182
Cfr. Ps 67,22. El pasaje que sigue está claramente corrupto. Las correcciones de Gil son sumamente hipotéticas, pero, sin duda, el texto de los manuscritos, mantenido por Gundlach, no tiene ningún sentido. Desde un punto de vista sintáctico, debe entenderse que el pronombre «mihi» (lín. 17) es el complemento indirecto del verbo «preciperet» (lín. 19), en una construcción del tipo: «praecipere aliquid (.i. reuerti) alicui (.i. mihi)». Podría pensarse, por otro lado, que la forma verbal corrupta «tenetur» que Gil sustituye por «intenturus» (lín. 19) (pues el sustantivo «excruciatus» por «cruciatus», que es un término poético, es perfectamente aceptable) no encubre un participio concertado con el sujeto del verbo «preciperet», sino con el dativo «mihi» (lín. 17), dado que el uso de un dativo con un participio concertado que, a su vez, lleva otros complementos es una construcción recurrente en Bulgarano (así en la Epístola visigótica n.º 13, lín. 31 «mihi in uinculis commoranti», o en esa misma carta, lín. 61 «illi seuienti mihi»). En consecuencia, entendemos: «mihi... et infandos inferni sustinenti/patienti excruciatus». Gil opta por el nominativo («intenturus») porque resulta extraño el uso de «preciperet» referido al rey sin que se mencione a éste de algún modo en la frase (por ejemplo, por medio de un participio), pero no es raro en estas cartas que el autor introduzca un verbo con un sujeto diferente sin que éste sea mencionado de forma explícita, por sobrentenderse suficientemente. 184 Cfr. Ps 32,10. 185 Es, probablemente, la maquinación del amigo, no la del rey, pues esta expresión puede ponerse en relación con esta otra de la Epístola visigótica n.º 13, lín. 62‐64: «amico eius... in loca qua fidens mala molire perseuerabat...», donde el infinitivo «molire» coincide con el sustantivo «molitione» (lín. 20‐21) aquí empleado. 186 Entendemos que «iusto... iudicio» (lín. 23) está por «iustum... iudicium». 187 Se refiere el autor al rey. 188 Es decir, la muerte en este mundo, aunque la traducción de este pasaje es incierta. 189 Es decir, del cómplice del rey. 183
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 513
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
513
honor como el juez que debe decidir sobre su vida.190 Sobre aquél puedo decir:191 Vi al impío elevado y ensalzado por encima de los cedros del Líbano. Pasé de nuevo por allí y he aquí que ya no estaba. Lo busqué y no hallé noticia de su paradero. Sobre éste traemos al recuerdo en nues‐ tro corazón este pasaje:192 Ellos resultaron atrapados en los lazos y ca‐ yeron, mientras que nosotros nos hemos vuelto a levantar y nos mantenemos erguidos. He aquí de qué forma tan acertada se distri‐ buyen a cada uno, según sus méritos, las remuneraciones divinas,193 de modo que aquéllos cayeron en la trampa que habían preparado para nosotros,194 según está escrito:195 El lazo fue deshecho y nosotros fuimos liberados. Nuestro socorro reside en el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra. (lín. 35)
Así pues, bienaventurado padre, postrado ante vos os su‐ plico que tengáis a bien celebrar las acostumbradas vigilias ante Dios rogando por mí con objeto de que, puesto que el Señor gracias a ti, venerable padre, me mostró en todo momento su protección, cuando me hallaba cargado de cadenas, así también acepte ahora, en esta re‐ gión sometida a todo tipo de calamidades, concederme en mayor medida aún su auxilio celestial. Que Cristo, Dios todopoderoso e Hijo de Dios, te proteja conservándote sano y salvo y haga que te acuerdes de mí.196 Amén. [71] Epístola visigótica nº 15 (p. 42)
De Bulgarano al rey Gundemaro.
Al recibir las noticias de vuestra majestad con el respeto debido, como el último de vuestros servidores que soy, he tenido conoci‐ 190
Entendemos «me... prepositum... huius uiuendi» (lín. 25‐26). Ps 36,35‐36. 192 Ps 19,9. 193 Cfr. Rom 2,6. 194 Cfr. Prou 26,27. 195 Ps 123,7‐8. 196 Despedida típica de algunas de las Epistulae de Jerónimo de Estridón (y sólo de él), como la epist. 103,2 ó la epist. 115. Con pequeñas variantes aparece también en otras cartas. Es un claro indicio de que Bulgarano había leído el epistolario jeronimiano. 191
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 514
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
514
miento de un suceso que me resulta terrible y penoso, un suceso que nunca debí oír: la muerte de la que fue mi señora, la reina Hildoara, de glorioso recuerdo. Y golpeado por el dolor que surgía del fondo de mi corazón, comparable a la aflicción de vuestra serenidad, me he entregado a un lamento luctuoso y he derramado húmedas lágri‐ mas en medio de los mayores quejidos. ¿Y197 qué he de llorar en pri‐ mer lugar: la desolación que sufre vuestra magnificencia o el destino de la que era el esplendor de todo el palacio, el ornato y lo más bello de la patria entera?198 Perturbada mi vigilancia por este azar,199 me siento desorientado por la pérdida de tan gran presente, lamentán‐ dome por la gracia de su gran sabiduría, por la suave dulzura de su conversación, por la previsión de su piedad, por quien era el reme‐ dio contra los males, la protectora de los pobres y la cultivadora con gran devoción de la fe católica, por quien era preclara por la nobleza de su linaje, de apariencia absolutamente encantadora, de hermosa figura, bondadoso corazón y una elegancia sumamente distinguida. A ésta con razón la divina providencia la convirtió en la compa‐ ñera200 de vuestra gloria y copartícipe de vuestra regia dignidad, tal y como dice Salomón:201 El oro y la plata son entregados por los padres, pero la esposa prudente es entregada por el Señor, y atestiguan las Sagra‐ das Escrituras:202 Por esa razón, abandonará a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán dos en una sola carne. Y así, cuando es seccio‐ nada una parte de los miembros, todo el cuerpo sufre por los dolores de esos miembros, como dice el apóstol Pablo:203 Si (p. 43) un solo miem‐ bro sufre un dolor, todos los miembros lo sufren junto con él. (lín. 22)
Esperemos, no obstante, que la moderación de vuestra tran‐ quilidad, curando las heridas sufridas con el medicamento de la sabi‐ 197
Aquí debe ponerse un punto en la edición latina. Bulgarano contrapone la desolación del rey con la pérdida de la reina, refiriéndose a ésta como «totius palatii splendorem ornatumque cuncte patrie...» (lín. 8‐9). 199 Frente a la corrección de Gil «permixtum» (lín. 9), seguimos la lectura de los manuscritos «permixta», en construcción de ablativo absoluto: «permixta cura fortuitu», donde la forma «fortuitu» sería el ablativo del sustantivo «fortuitus, ‐us». 200 Es decir, en la esposa. 201 Prou 19,14. 202 Gen 2,24; Eph 5,31. 203 I Cor 12,26. 198
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 515
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
515
duría, consiga que nuestro llanto encuentre el consuelo y ponga re‐ medio a la tristeza de vuestros fieles servidores con su acostumbrada bondad, pero sin que extingas204 por completo, como una chispa, la intensidad de esta aflicción nuestra,205 lo que ojalá no ocurra,206 y es‐ peremos, asimismo,207 que la luz de los ojos de todos nosotros se vea libre del velo de la ceguera.208 Ciertamente, la sabiduría de mi señor conoce a la perfección que todo el género humano está sujeto a esta ley y que ningún ser vivo arrancará su alma de la mano del infierno.209 (lín. 30) Por esa razón, yo, el último de tus siervos, ruego día y noche
a la Omnipotencia celestial que permita que mi señora de grato re‐ cuerdo, acogida en el seno de Abraham,210 sea partícipe de su reino, que se digne conservar sana y salva a la felicidad de vuestra gloria por largo tiempo, hasta una extrema vejez, con triunfos constantes, vencidas todas las adversidades, que también tú211 entres en pose‐ sión de las recompensas futuras del reino de los cielos y que el pue‐ blo que te fue confiado por Dios, que hasta el tiempo presente devastó un malvadísimo ladrón, se regocije al verse sostenido por la extensión de vuestro reinado, del mismo modo que, también antes de alcanzar la gloria212 del reino,213 siempre socorriste a todos como 204
Cfr. II Reg 14,7. Rechazamos la interpretación de Gil (p. 43 ad locum), que ve en «intentionem» (lín. 26) un ablativo con una ‐m final adventicia. 206 Es decir, Bulgarano desea que cese el terrible dolor que siente la patria, incluido él, que no le permite, por ejemplo, cumplir adecuadamente con las responsabilidades de su cargo, tal y como ha mencionado más arriba, pero no desea perder del todo la tristeza, sino simplemente moderarla. 207 Esta última frase es de nuevo afirmativa, no es negativa, como cabría esperar, si uno se dejase llevar por el «ne» del pasaje (lín. 25). Este «ne» sólo afecta al verbo «extinguas», pues, de lo contrario, la expresión no tendría sentido. 208 Bulgarano viene a decir que la tristeza actual y el llanto hacen que los súbditos del rey no puedan ver con claridad, situación que debe corregirse de inmediato. 209 Cfr. Ps 88,49. 210 Cfr. Luc 16,22; ibid. 16,23. 211 Es decir, al igual que la reina. 212 Esta expresión es debida probablemente a la influencia de la Biblia, cfr. I Par 29,25; Ps 144,11. 213 Uso de «gloria» (lín. 39) por «gloriam». De acuerdo con esta interpretación, se contrapone la actuación de Gundemaro siendo ya rey, sosteniendo a su pueblo ante la desgracia de la pérdida de la reina, con su actuación antes de alcanzar el trono, cuando ese malvadísimo ladrón devastaba la patria. 205
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 516
516
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
un padre de familia en tu calidad de gobernante y defensor de toda la provincia y reconfortaste con tu consuelo a todos los abatidos y afligidos. No nos desampares. Que la majestad suprema te conserve durante larguísimo tiempo como señor misericordioso y gobernante clemente. Toda desgracia puede superarse con la ayuda de Dios. Amén.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 517
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
517
SISEBUTO DE TOLEDO214 EPISTVLAE V (CPL 1299: EPIST. 1, 3, 6‐8) CESÁREO (PATRICIO BIZANTINO), EPISTVLAE III (CPL 1299º: EPIST. 2, 4‐5) El del rey Sisebuto es otro de los escasos epistolarios visigodos escritos por un laico que se ha conservado. Su contenido posibilita el estudio de temas tan desconocidos como los procedimientos di‐ plomáticos entre visigodos y bizantinos o las instituciones de la His‐ pania bizantina. Además, permite abundar en el conocimiento de la actitud cesaropapista de Sisebuto y su comprometida fe católica. Las cartas de este epistolario tuvieron que ser escritas durante los años en los que este rey gobernó sobre los visigodos, esto es, entre el 612 y el 621; no obstante, tendremos ocasión de concretar más la data de algunas de ellas. Por su contenido, éstas pueden dividirse en varios bloques. El primer bloque lo conforman las cartas que intercambia Sisebuto con el patricio bizantino Cesáreo. El motivo principal de las mismas está claro: la firma de un tratado de paz entre el reino visigodo y el Imperio bizantino. Como sabemos, éste ocupó territorio hispano en torno al año 555; las décadas que siguieron se caracterizaron funda‐ mentalmente por enfrentamientos armados entre ambos contendien‐ tes. Sisebuto no fue ajeno a esta dinámica, pues gracias a las fuentes cronísticas y numismáticas sabemos que conquistó ciudades en manos bizantinas y que en el transcurso de esas ofensivas capturó numerosos prisioneros a los que posteriormente liberó (Isidoro de Sevilla, Histo‐ riae Gothorum, 61‐62; Ps. Fredegario, Chronica, 4, 33). A los éxitos de Si‐ sebuto no fueron ajenas las dificultades de los bizantinos en sus territorios orientales; desde el año 602, los sasánidas habían ocupado amplios territorios de Siria, Palestina y Egipto. Derrotado el usurpador Focas en 610, el emperador Heraclio se empeñó militarmente en de‐ 214
Luis A. GARCÍA MORENO, «Etnia goda e Iglesia hispana», Hispania Sacra, 54 (2002), pp. 415‐442; Juan Antonio JIMÉNEZ SÁNCHEZ, «Un testimonio tardío de ludi theatrales en Hispania», Gerión, 21 (2003), pp. 371‐377; Walter POHL, «Deliberate Am‐ biguity: the Lombards and Christianity», en Guyda Armstrong, Ian N. Wood (eds.), Christianizing Peoples and Converting Individuals, Tunhout, Brepols, 2000, pp. 47‐59 (International Medieval Research 7); M. VALLEJO GIRVÉS, Hispania. G. KAMPERS, «Theudila. Königssohn, Usurpator und Mönch», Millennium 12 (2015), pp. 179‐202.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 518
518
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
tener esas pérdidas, que fueron de una enorme gravedad no sólo te‐ rritorial, sino moral e ideológicamente, pues en el año 614 los sasáni‐ das conquistaron Jerusalén. Todo ello impidió a los bizantinos defender adecuadamente su territorio hispano. En este preciso con‐ texto es en el que se pueden insertar las negociaciones entre visigodos y bizantinos conducentes a la firma de un tratado de paz. Estas cartas permiten por primera vez documentar una relación directa de carácter diplomático entre visigodos y bizantinos; para pe‐ ríodos anteriores de su enfrentamiento tan sólo disponemos de fuen‐ tes cronísticas o epistolares de intermediarios, en concreto, una carta del papa Gregorio Magno. En todo caso, es necesario precisar que, de este bloque de epístolas visigodo‐bizantinas, tres de ellas fueron escritas por el patricio bizantino Cesáreo, mientras que tan sólo nos ha llegado una de Sisebuto; no obstante, de la lectura de todas ellas se infiere claramente que el rey visigodo escribió al menos una más. El interlocutor directo de Sisebuto es el patricio Cesáreo. Aunque no hay duda sobre su categoría, pues la dignidad de patricio es la más alta entre las bizantinas, se ha conjeturado mucho acerca de su cargo y del territorio sobre el que lo ejercía. Así, se ha considerado que sería el exarca de Cartago, lugar desde el que controlaría los territorios his‐ panos, pero también se ha propuesto que fue el dux de la Hispania bi‐ zantina dada la coincidencia de su dignidad de “patricio” con la de Comiciolo, el gobernador cuya actuación se ha mencionado al comen‐ tar las epístolas de Gregorio Magno a la Hispania bizantina. En todo caso, el texto de las epístolas no permite inclinarse con rotundidad por ninguna de las propuestas; tan sólo cabe mencionar que el emperador Heraclio le había conferido la suficiente autoridad como para iniciar contactos con los visigodos con el objeto de firmar un tratado de paz. De la primera epístola escrita por el bizantino (Epist. Wisig. 2) se entiende que fue el Imperio el que pidió el inicio de negociaciones; se comprende, también, que no había obtenido ningún resultado en las ocasiones previas en que lo había solicitado. Gracias a esta epís‐ tola sabemos que los enfrentamientos entre ambos contendientes ha‐ bían sido recientes y frecuentes, teniendo como consecuencia muertos y cautivos para ambas partes, entre ellos destacados perso‐ najes, pues así interpretamos la referencia a «nobles»; aunque puede
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 519
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
519
existir un cierto grado de exageración en la alusión al gran número de cautivos, este hecho concuerda con la información que nos pro‐ porcionan autores como Isidoro de Sevilla. Lamentablemente, no quedan claras en esta epístola las razones que habían llevado a Sise‐ buto a no iniciar las negociaciones solicitadas, si bien se puede intuir que las victorias alcanzadas se lo desaconsejarían. Esta primera epís‐ tola de Cesáreo, además, es especialmente interesante, pues por un gesto de buena voluntad del bizantino —liberar a Cecilio, un obispo visigodo que había sido capturado— se comprende la necesidad im‐ periosa de los bizantinos de llegar a un tratado de paz. La única carta de Sisebuto que conservamos (Epist. Wisig. 3) evi‐ dencia el cambio de actitud del visigodo, aunque tampoco explica las razones que lo llevaron a iniciar conversaciones para la firma de la paz tan ansiada por los bizantinos. Aunque se ha pensado que la caída de Jerusalén en manos sasánidas debió afectar profundamente al religioso rey visigodo y ser ésta la razón que le hiciera ver conve‐ niente el establecimiento de un tratado de paz, la forma en la que está escrita la carta no permite afirmarlo rotundamente. Recientemente se ha apuntado la posibilidad de que un intento de rebelión interna contra Sisebuto, en el que habría participado su hijo Teudila —del cual hablaremos más adelante—, habría ocasionado que el rey se viera obligado a dedicar sus esfuerzos a acabar con ella y, en conse‐ cuencia, a no poder proseguir su campaña contra los bizantinos; de ahí, que se aviniera a negociar. Ahora bien, teniendo en cuenta la pér‐ dida de Jerusalén y dado que tanto en la primera carta de Cesáreo como en la de Sisebuto se habla de su común creencia católica, es muy factible que ése fuera el motivo del visigodo. A propósito de esta alusión a la común creencia cristiana, ambas cartas (Epist. Wisig. 2 y 3) son de suma importancia para comprender cómo cambió la consi‐ deración mutua que se tenían visigodos y bizantinos entre el 589, cuando se calificaban como insolentes y enemigos bárbaros, y el 615 aproximadamente, cuando se trataban como hermanos en la fe. Debemos también tener en cuenta que, como hemos visto en otras ocasiones, la información importante entre poderes políticos no se transmite por escrito, sino de viva voz. Creemos que esto queda cla‐ ramente de manifiesto en la epístola del rey visigodo, pues éste co‐ munica al patricio bizantino que el portador de la carta, Ansemundo,
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 520
520
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
es a quien ha aleccionado para transmitir la opinión y condiciones de los visigodos para la firma del tratado. Entre esta epístola de Sisebuto y las dos restantes enviadas por Cesáreo al rey visigodo (Epist. Wisig. 4 y 5) hubo necesariamente de transcurrir un amplio período de tiempo, ya que si en la del visigodo se comprende su aceptación para el inicio de las negociaciones, las siguientes del bizantino se remiten a un momento bastante posterior, en el que una legación conjunta visigodo‐bizantina está ya de retorno en territorio hispano tras presentar al emperador Heraclio los acuer‐ dos alcanzados entre Sisebuto y Cesáreo. La referencia en una de las epístolas del bizantino (Epist. Wisig. 4) a que la legación fue retenida durante un tiempo en Constantino‐ pla permite delimitar algo más el momento en el que tuvo que ser firmado el acuerdo y, en definitiva, el período antes del cual se lle‐ varon a cabo las negociaciones. Sabemos que Heraclio estuvo en aquella ciudad hasta el año 617, momento en que se ausentó durante largos años para combatir a los enemigos orientales del Imperio. Por lo tanto, todo el proceso diplomático que estamos analizando tuvo que desarrollarse entre el 612, momento del ascenso al trono de Si‐ sebuto, y el 617. Las dos últimas epístolas de Cesáreo permiten, también, confir‐ mar que se pusieron en práctica bien conocidos protocolos de la di‐ plomacia bizantina; por ejemplo, el envío de una legación conjunta visigodo‐bizantina para que el emperador ratificara los acuerdos previamente alcanzados o, también, el que fuera el gobernador bi‐ zantino el primero en conocer el detalle de la decisión del emperador y el responsable de transmitírsela al rey visigodo. Respecto al pro‐ ceso de transmisión, el que el gobernador bizantino solicitara a Si‐ sebuto protección para los soldados bizantinos que acompañaban a la legación conjunta a la presencia del rey implica que, a pesar de las negociaciones, las espadas estaban en lo alto. Sugerente es también el hecho de que ambas epístolas demuestran la importancia otorgada por el emperador Heraclio a este pacto; la mención de Cesáreo en una de ellas a que aquél había incluido frases de su propia mano en el texto del acuerdo lo evidencia. Lo anterior
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 521
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
521
se explica por la necesidad del emperador de centrar toda su capaci‐ dad defensiva y ofensiva en sus otras posesiones imperiales, pero sin abandonar totalmente el territorio hispano que aún conservaba. Por lo tanto, está claro que se firmó un pacto entre Heraclio y Si‐ sebuto. Aunque no sabemos a ciencia cierta si finalmente los térmi‐ nos se pusieron en vigor, es muy verosímil que entre el 617 y el 621, momento del fallecimiento del rey visigodo, no hubiera enfrenta‐ mientos armados entre visigodos y bizantinos. Los integrantes de la legación conjunta eran el presbítero Amelio y Teodorico. No parece haber duda de que Amelio actuaba en nom‐ bre de los bizantinos; el que se encargara a un presbítero un come‐ tido diplomático es más sorprendente, aunque, en todo caso, no es una circunstancia anómala. Sin embargo, la vinculación política del legado Teodorico sí es discutida, pues algunos autores defienden su dependencia bizantina mientras que otros abogan por su identidad visigoda. De la oposición que hace Cesáreo en la primera de sus epís‐ tolas (Epist. Wisig. 4) entre «nuestros legados» y Teodorico, creemos más factible que éste fuera el legado que Sisebuto envió a Constan‐ tinopla. Además de lo comentado, esta epístola de Cesáreo refleja la exis‐ tencia de una cancillería bajo dependencia de aquel patricio bizan‐ tino, pues él no fue quien escribió personalmente la segunda carta que envió a Sisebuto, sino que se la dictó a un escribano. Del porta‐ dor de esta epístola, Oselo, se desconoce todo. La única carta conservada de Sisebuto relativa a este asunto fue llevada por Ansemundo, que era indudablemente un servidor visi‐ godo (Epist. Wisig. 3); parece que también fue él quien llevó la pri‐ mera carta que conocemos de Cesáreo a Sisebuto (Epist. Wisig. 2), ya que en la respuesta del rey se alude a un arco que el bizantino había entregado a Ansemundo como regalo para Sisebuto. De ello inferi‐ mos que ese legado fue en una primera ocasión a territorio bizantino con un encargo del rey visigodo cuya naturaleza podemos intuir: en la segunda epístola de Cesáreo a Sisebuto (Epist. Wisig. 4), que fun‐ damentalmente tenía por objeto el comunicar la llegada al territorio controlado por Cesáreo de la legación conjunta visigodo‐bizantina
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 522
522
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
procedente de Constantinopla, se mencionaba otro contencioso que provocaba tensión entre visigodos y bizantinos: un problema que afectaba a un individuo calificado como «pseudo‐presbítero», acu‐ sado de pecados tales como no haber respetado la castidad. No está clara la dependencia de este individuo, aunque es indudable que ha‐ bría huido de un territorio al otro; sí lo está, sin embargo, el que Si‐ sebuto envió algún tipo de documento —rescriptos— a jueces del territorio bizantino exigiendo una devolución, tal vez la de este «pseudo‐presbítero». La referencia en esta carta a esos jueces, obvia‐ mente bizantinos, interesa en tanto que nos habla de la existencia de una estructura administrativa bizantina en Hispania, que se conoce únicamente por este documento; del mismo modo, la relación di‐ recta entre Sisebuto y los jueces bizantinos sugiere que los contactos entre ambas administraciones se producían no necesariamente entre iguales, esto es, un rey dirigiéndose a los jueces del enemigo. Hemos comentado que, como signo de buena voluntad, Cesáreo liberó al obispo visigodo Cecilio, a quien sus hombres habían cap‐ turado (Epist. Wisig. 2). Obviamente, debía tratarse de un prelado cuyo obispado sería limitáneo a los territorios bizantinos. Este Ceci‐ lio ha sido identificado con el titular de ese nombre de la sede de Mentesa, diócesis efectivamente limítrofe con el territorio bizantino. Está claro que Cecilio debió ser capturado en el contexto del enfren‐ tamiento militar previo al inicio de las negociaciones entre visigodos y bizantinos. La personalidad de este obispo es sumamente impor‐ tante porque es, verosímilmente, el destinatario de una de las cartas escritas por Sisebuto (Epist. Wisig. I). Ésta y la que envía al obispo Eusebio conforman el segundo de los bloques en los que hemos di‐ vidido las cartas del rey Sisebuto para realizar un comentario lo más coherente posible. Cecilio de Mentesa debía ser ya obispo en el 612, pues de ese año data la LV 12,2,3, que el rey Sisebuto envía a él y a otros dos obispos más, por la que les ordenaba vigilar que en su territorio se cumplie‐ ran las disposiciones establecidas sobre las comunidades judías. Por lo tanto, la carta tiene que datarse entre el 612 y el 621, fechas res‐ pectivamente del inicio y fin del reinado de Sisebuto.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 523
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
523
En esta carta (Epist. Wisig. 1), el rey responde a otra del obispo Cecilio, que no se ha conservado, por la que éste le comunicaba que, aquejado de dolencias físicas, había decidido retirarse a un monas‐ terio, lo que implica el abandono de su diócesis. Se ha querido rela‐ cionar la decisión de Cecilio como una consecuencia de su retención y posterior liberación por los bizantinos. Sin duda, en la carta que no conservamos, Cecilio exponía los motivos que lo habían llevado a tomarla, pero ya que en la carta conminatoria que Sisebuto le envía tampoco menciona las razones del obispo, es difícil afirmar que Ce‐ cilio hubiera tomado la decisión de retirarse a un monasterio porque se vio afectado física o anímicamente por su cautiverio en territorio bizantino. El asunto más importante de esta epístola es la tajante decisión del rey, dado que no permite al obispo retirarse al monasterio. En su carta, Sisebuto menciona que Cecilio esperaba su dictamen; por lo tanto, está claro que el obispo era consciente de que el rey era la ins‐ tancia a quien correspondía autorizarla. Todo ello lleva a considerar que Sisebuto tenía una concepción cesaropapista del poder, de ahí que se permitiera el tipo de decisiones que toma respecto a Cecilio y que no dudara de que éste le obedecería. En la carta no se men‐ ciona el nombre del monasterio elegido por Cecilio; cabe pensar que se trataría de alguno del territorio de su diócesis, pero no tenemos suficientes datos para afirmarlo. Esta carta también documenta, muy posiblemente, la existencia de un sínodo permanente de obispos junto al rey, en Toledo, al modo del bien conocido synodos endemousa de Constantinopla; la orden de Sisebuto al obispo Cecilio de que no se dirigiera al monasterio, sino «ante mi presencia y la de tus hermanos» puede interpretarse de ese modo. Ello, además, permite considerar la existencia de este sínodo permanente antes del año 646, momento en el que, gracias al canon 6 de las actas del VII Concilio de Toledo, se intuía su existencia por primera vez. El intervencionismo de Sisebuto en la vida de las diócesis de su reino también queda de manifiesto en la carta que envió al obispo Eusebio, en la que lo conminaba a nombrar como obispo de Barce‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 524
524
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
lona a alguien cuyo nombre no se menciona (Epist. Wisig. 6). Eusebio era, sin duda, el obispo homónimo de Tarragona, metropolitano de la provincia Tarraconense, porque en la carta del rey visigodo se en‐ tiende que aqué tenía atribuciones sobre la diócesis de Barcelona, sufragánea de esa provincia eclesiástica. Eusebio era ya obispo de Tarragona en tiempos del rey Gundemaro y falleció en torno al 632, hecho que conocemos gracias a una epístola de Braulio de Zaragoza (Braul., Epist. 5). Ésta es una de las epístolas que puede ser fechada con alguna mayor concreción gracias a la alusión a que el obispado de Barcelona estaba vacante. Esta sede estuvo ocupada al menos entre el 610 y el 614 por el obispo Emila; por lo tanto, la carta debe datarse entre el 614 y el 621. Dos son los asuntos a analizar de esta carta: la ya mencionada orden del rey respecto a quién debía ser obispo de Barcelona y la alusión a las representaciones teatrales. El primer asunto es el que, desde luego, motiva la carta de Sisebuto. Parece indudable que Eu‐ sebio de Tarragona no había ordenado obispo de Barcelona al can‐ didato de Sisebuto; posiblemente las razones que lo llevaron a ello las expondría en una carta que Eusebio envió al rey. Conocemos la existencia de la misma gracias a que el monarca la menciona en la epístola de respuesta; como en tantos casos, la carta del de Tarragona no se ha conservado. De la decisión de Sisebuto respecto a qué se debía hacer en la sede de Barcelona, que expone en su carta al obispo Eusebio, queda claro que ese monarca quería para sí la potestad de que sus candidatos fueran los elegidos para el gobierno de las dió‐ cesis cuando así lo manifestara; éste parece ser, precisamente, el caso que lo enfrentó al obispo de Tarragona. La personalidad del obispo Eusebio de Tarragona ha sido perfi‐ lada a través de la epístola que le envía Sisebuto. El considerar éste que las alegaciones hechas por el obispo a la decisión real respecto al futuro obispo de Barcelona estaban tomadas de las representacio‐ nes teatrales, ha sido el argumento fundamental para afirmar que Eusebio de Tarragona asistía personalmente a aquéllas. A partir de ahí, se han presentado múltiples hipótesis acerca del tipo de espec‐ táculos públicos de que se trataría y del edificio en Tarragona en el que se podrían representar. Las referencias a «representaciones tea‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 525
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
525
trales» y a «cadáveres malolientes» han llevado a pensar que en Ta‐ rragona existían espectáculos del tipo uenationes, si bien la última ex‐ presión, «cadáveres malolientes» también se ha interpretado en sentido alegórico. Aunque indirectamente, sí parece claro que en aquella ciudad o, acaso, en aquella diócesis, existía aún a principios del siglo VII algún tipo de espectáculo público, posiblemente de tipo teatral, pues es la única modalidad que se menciona en la carta, y que Eusebio de Tarragona asistiría a ellos o estaría influenciado por gentes que sí lo hacían; estas gentes son las que habrían llevado a ese obispo a no considerar idóneos a clérigos como el que Sisebuto quería para obispo de Barcelona. La carta enviada por el rey Sisebuto a los reyes lombardos Ada‐ loaldo y Teodolinda constituye un importante documento visigodo que nos permite hablar de relaciones o contactos con otros poderes políticos distintos a los merovingios y bizantinos; esta carta, además, permite perfilar aún mejor la profunda convicción católica de Sise‐ buto (Epist. Wisig. 8). El contacto documentado más directo y reciente entre visigodos y lombardos se remonta al reinado de Witerico; en torno al año 607, este rey intentó organizar una coalición con los rei‐ nos lombardo y de Austrasia con el fin de atacar al reino de Neustria. La carta de Sisebuto a los reyes lombardos tuvo que ser escrita al menos en el año 616, momento en que, una vez fallecido el rey lom‐ bardo Agilulfo, Adaloaldo accedió en solitario al trono, si bien durante unos años se mantuvo bajo la regencia de su madre, Teodolinda; ésta falleció antes del 626, año en que concluyó el gobierno de Adaloaldo sobre los lombardos. La regencia de Teodolinda explica que Sisebuto enviara la carta no sólo al nuevo rey, sino también a su madre. Aunque no hay elementos suficientes para afirmarlo, el contenido de la carta, del que ahora hablaremos, nos lleva a proponer que fue escrita con ocasión del ascenso al trono de Adaloaldo, esto es, en 616. El motivo de la carta del rey visigodo es aconsejar al nuevo rey lom‐ bardo la necesidad de extirpar la herejía arriana de su pueblo, tal como habían hecho los visigodos en un momento anterior. En opinión de Sisebuto, los tiempos arrianos del reino visigodo habían estado reple‐ tos de desgracias y dificultades. No se trata, como se ha dicho, de que
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 526
526
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Sisebuto conminara a Adaloaldo a convertirse al catolicismo puesto que éste, con la autorización de su padre, el rey, y bajo los auspicios de su madre, que era católica, fue bautizado en esa misma fe al poco de nacer, en 603 (Paulo Diácono, Historia Langobardorum 4,25 y 27). La epístola recoge, realmente, los consejos que Sisebuto da al joven rey acerca de la conveniencia de la conversión de las aristocracias lombar‐ das al catolicismo, para así lograr que el gobierno sobre su pueblo se desarrollara sin tensiones. Es bien conocido que en el ámbito lom‐ bardo itálico había diversos grupos aristocráticos enfrentados, procli‐ ves unos a acuerdos con los bizantinos y otros contrarios a ellos; la mayoría de estos últimos eran arrianos, hecho que generaba aún más tensiones. De hecho, Adaloaldo fue derrocado por el dux Arioaldo, arriano y contrario al acuerdo con el Imperio bizantino. Uno de los asuntos más interesantes de analizar es el motivo que pudo llevar a Sisebuto a dirigirse al rey lombardo en los términos en los que lo hace. Son numerosas las propuestas que se han hecho al respecto: así, la relación entre linajes lombardos y godos, a los que el rey visigodo alude en la epístola, ha sido una de las razones propues‐ tas; otra considera que la profunda fe católica de Sisebuto, conocida por diversos documentos, es la que le llevó a dar esos consejos al joven rey lombardo. A ambos aspectos alude el rey visigodo en su carta, motivo por el que pensamos que no es necesario excluir nin‐ guna de las razones propuestas. En cualquier caso, los consejos que le proporciona sobre el diverso modo de lograr la conversión nos lle‐ van a afirmar que Sisebuto conocía bien el proceso realizado en este mismo sentido por el pueblo visigodo desde el 589; piénsese que cuando comienza su reinado, en 612, no había transcurrido aún un cuarto de siglo desde el paso dado por el rey Recaredo. Destaca en la carta de Sisebuto la alabanza que hace a la reina Teodolinda, cuya principal virtud era su profesión de la fe católica. En este sentido, parece interesante oponer los detallados elogios que hace a su persona frente al retrato tan duro y descarnado de la reina Brunequilda, que encontramos en la Vita Desiderii, obra escrita por el rey Sisebuto en alabanza de la fe de Desiderio de Vienne y contra los males provocados por esa reina y su nieto Teodorico II de Bor‐ goña. La personalidad de Teodolinda no es sólo conocida por esta carta de Sisebuto, sino por su contribución a la construcción de igle‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 527
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
527
sias, de lo que nos habla Pablo Diácono en su Historia de los Lombar‐ dos, y por la correspondencia epistolar de Gregorio Magno; éste le envió varias cartas agradeciéndole no sólo su compromiso con el ca‐ tolicismo, sino su labor para poner fin al llamado Cisma de Aquilea, que había separado a la Iglesia del norte de Italia de la obediencia romana desde el Concilio Ecuménico de Constantinopla del 553. En la epístola, Sisebuto aconseja a Adaloaldo que su esposa tam‐ bién se convierta al catolicismo. Sin embargo, sabemos que el lom‐ bardo estuvo prometido desde el 607 a la hija del rey de Austrasia y que este matrimonio no se llegó a realizar (Paulo Diácono, Historia Langobardorum 4,30). No hay constancia de que Adaloaldo contrajera matrimonio después, por lo que este dato nos lleva a afirmar que el rey visigodo no conocía con detalle la vida de la corte lombarda. Es interesante también dedicar unas líneas al portador de la carta del rey visigodo, de nombre Totilán. No se conoce nada de él, sin embargo, es muy posible, como se ha propuesto, que pueda ser iden‐ tificado con el legado visigodo de nombre Tatilán, que fue retenido por los burgundios cuando se encontraba en misión oficial visigoda; de él hemos hablado en el comentario a las epístolas de Bulgarano. La última carta de Sisebuto que debemos comentar es la que envía a Teudila (Epist. Wisig. 7). Su data es imprecisa; debió escribirse en algún momento del reinado de Sisebuto, esto es, entre 612 y 621, pero no hay ningún dato en la carta que permita mayor concreción. Sí parece cierto que el destinatario, Teudila, era hijo del rey, pues afirmaciones como «hijo nacido de mí» o «hijo queridísimo», son un argumento in‐ cuestionable. Según la mayoría de los análisis llevados a cabo sobre el contenido de esta carta, el motivo de la misma es mostrar su acuerdo con la decisión tomada por Teudila de ingresar en un monasterio. La profunda fe de Sisebuto lo lleva a exponer en la carta unas pautas de conducta que Teudila debe respetar, las cuales pueden ser considera‐ das como bosquejos de una regla monástica. En función de tal inter‐ pretación, ello significaría, también, la normalización de la fe católica entre la aristocracia visigoda, apenas dos generaciones después de la conversión de Recaredo. No obstante, recientemente se ha propuesto que la entrada de Teudila en el monasterio habría sido a consecuencia de una orden dictada por su padre; el motivo no habría sido otro que una rebelión contra él en la que Teudila habría participado, y en la que
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 528
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
528
los judíos habrían tenido un papel destacado. Finalmente, no se puede identificar el monasterio en el que pudo ingresar Teudila; no obstante, dado su origen, es posible que se tratara de alguno de los conocidos ubicados en las cercanías de Toledo. [MVG] [72‐79] Sisebuto de Toledo y Cesáreo, Cartas [72] Sisebuto de Toledo, Carta al obispo Cecilio de Mentesa (= Epístola visigótica nº 1)215 (p. 3) Carta del señor Sisebuto al obispo Cecilio de Mentesa, cuando
éste se retiró a un monasterio. Yo deseaba, queridísimo padre, que, una vez que tu rebaño hu‐ biese sido ya salvado antes, nuestros inmensos pecados, que en razón de nuestros propios méritos no pueden ser lavados, fuesen limpiados, al menos, por tus oraciones. ¿Pero cómo puede prestar auxilio al dolor ajeno aquel que se ha negado a sí mismo el medica‐ mento que proporciona la curación? Y no podrá proteger dentro de los rediles del Señor a las ovejas errantes nadie que, descuidando a sus propias ovejas, las haya enviado a las fauces de los lobos y, pri‐ vándolas de las praderas herbosas y olorosas, haya preferido que, compartiendo una suerte común, sean heridas por espinosos tríbulos y zarzales en medio de los cachorros de feroces leones hasta que estas mismas fieras, mientras la atención del vigilante languidece, sin que nadie se lo impida, desgarren con sus rabiosas fauces y sus sangrientas bocas al inocente rebaño y, sin que nadie lo defienda, lo exterminen en caminos apartados. (p. 4) Yo expresaría qué digna de lamentación y qué digna de ser llorada con todo un manantial de lá‐ grimas216 es esta situación, si no fuese porque un suceso tan desdi‐ chado ha provocado que yo prefiera antes lamentarme que exponerla.217 Si nuestro Señor llevó sobre los hombros a una pe‐ 215
Edición: J. GIL, Miscellanea, pp. 6‐8. Cfr. Ier 9,1. 217 Recuerda a una expresión de Gregorio Magno en una de sus cartas a Leandro de Sevilla, vid. su Registrum epistularum, 1,41, lín. 5‐6. 216
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 529
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
529
queña oveja que se había perdido hasta que la reunió con el resto de la centena,218 ¡cuánto más debe esforzarse la frágil naturaleza hu‐ mana por que, si no puede alcanzar ningún beneficio, no pierda, al menos, lo que ha recibido! No obstante, para que no te parezca que esto que afirmamos es ajeno a la razón, escucha con qué venablos el Señor hiere los corazones de los pecadores en el Evangelio y de qué recompensas se sirve para enriquecer a los fieles,219 de modo que, a aquel que multiplicó los talentos que le fueron confiados, lo hizo per‐ manecer a su lado en la alegría y lo escogió para que gobernase, si‐ tuado por encima de los más notables; y por el contrario, por supuesto, qué castigo impuso a aquel que enterró el dinero para con‐ servarlo y qué males llevó sobre él lleno de cólera, puedes conocerlo con facilidad por las Sagradas Escrituras. Y si aquel que no obtuvo ningún beneficio, sino que devolvió la suma en su estado original, es condenado con una pena tan grande, con qué sanción será casti‐ gado aquel que, sin alcanzar ningún beneficio, por una cruel negli‐ gencia se ha visto privado de lo que obtuvo, lo ponen de manifiesto innumerables pasajes de las Sagradas Escrituras, que en este sentido no permiten que carezcas de reproche. No obstante, si unas pocas palabras son de utilidad, creo también que muchas son ya suficien‐ tes. Si hoy alguien mezclado en los asuntos del siglo (p. 5) y ensuciado por la inmundicia de todo tipo de pecados entregase la deuda de‐ bida a la naturaleza, pero quisiese conseguir un premio por su arre‐ pentimiento, cuando en su agonía le haya sido negado el remedio y, en consecuencia, la muerte eterna se haya apoderado de él, ¿a qué manos crees que va el Señor a reclamar el alma de aquél? Del mismo modo, cuando un pagano haya sido llevado ante las santas aguas del bautismo y, al faltar el prelado, no haya sido bautizado, cuando la muerte le llegue, dime, te lo suplico, ¿quién va a tener que rendir cuentas por lo sucedido a aquél? Me parece que, cuando venga
218
Cfr. Matth 18,12; Luc 15,4. Resulta difícil entender el sentido de la corrección de Gil en su edición. El manuscrito principal transmite «preditus», mientras que los restantes códices conservan la variante «predictos». La lectura «preditus» (adjetivo que se construye con ablativo) se entiende perfectamente, si se acepta que aquí aparece construido con acusativo. La expresión viene a decir, literalmente: «y provisto de qué recompensas enriquece a los fieles». 219
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 530
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
530
Aquel para el que todo es conocido,220 éstos dirán: «Nosotros espe‐ rábamos la penitencia junto con el bautismo, pero nos hemos encon‐ trado a este criminal que no nos ha concedido nuestros deseos de penitentes, sino que, por el contrario, por negligencia nos los ha ne‐ gado». Creo que este otro debe padecer el suplicio que correspon‐ dería a aquéllos. Y si nadie que se considera libre de pecado es encontrado digno de la salvación por sí mismo,221 ¿cuánto más no será encontrado digno de ella aquel a quien se sumen las faltas de otros? Creo que éste es merecedor de mil muertes. Y puesto que hemos sabido por tu misiva que no te has retirado a un monasterio por otro motivo que no sea atender tus dolencias, me extraña que te muestres incluso dichoso con perjuicio de muchos, antes que dis‐ puesto a enmendar de inmediato la decisión que con gran crueldad has tomado recientemente. Así pues, puesto que aguardas nuestro dictamen, (p. 6) tras hacer venir a un escribano, hemos decidido que debe serle dictada esta carta de inmediato. Tan pronto como te haya sido entregada en mano, dejando a un lado cualquier excusa, que tus pasos se dirijan con rapidez ante mi presencia y la de tus herma‐ nos con objeto de que, censurado de viva voz y corregido con la agui‐ jada de las palabras, finalmente, arrepentido, vuelvas a seguir acrecentando tus virtudes. [73] Cesáreo, Carta I al rey Sisebuto de Toledo (= Epístola visigótica nº 2)222 (p. 6) A nuestro
gloriosísimo y clementísimo señor, el rey Sisebuto, Cesáreo, patricio por la voluntad de Dios, que os venera. A menudo hemos presentado a tu eminencia una solicitud que no ha tenido ningún efecto. Pero esperemos que el clamor insopor‐ table de los que gimen venza por fin vuestro real desdén, que la inspiración de Dios disponga vuestro corazón en favor del resta‐ blecimiento de la paz y que Dios apacigüe, aunque sea tardía‐ 220
La probable fuente de esta expresión es Draconcio, De laudibus Dei, 1,500. Es decir, porque todos somos pecadores y merecemos, en consecuencia, el favor de Dios para alcanzar la salvación. 222 Edición: J. GIL, Miscellanea, pp. 3‐6. 221
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 531
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
531
mente, el llanto de tantos hombres, si, volviendo sus ojos hacia nos‐ otros, hace detenerse estos ríos de lágrimas. En efecto, la tierra, que, agrietada por el calor, aguardaba la lluvia para beneficio de los fru‐ tos nacientes, (p. 7) al recorrerla una inmensa violencia, se sació de la sangre de los católicos y cubrió los campos con ese aluvión. En efecto, los cautivos, tanto de nuestra región como de la vuestra, al multiplicarse, casi llenaron el orbe, que no había conocido nada igual, y un número223 muy abundante de nobles lamentaron sufrir esa suerte.224 Así pues, debido a todas estas muertes que se han producido, no renuncio a exhortar a vuestra eminencia entre sú‐ plicas a que no desprecie a mi humilde persona, escuche mis rue‐ gos y no rehúse atender esta petición. Muéstrate como el dador de la paz a imitación del Señor a fin de que aquel que tras su encarna‐ ción ascendió al cielo225 y dejó la paz a los hombres226 incluya a tu majestad en el número de los pacíficos227 y te encuentre un lugar en la asamblea de los santos como un hijo de la paz.228 En efecto, por inspiración del Señor, concédeme esa paz que te solicito y que todos necesitan, de manera que, aunque vivan229 incluso en regio‐ nes extranjeras, sin embargo, llevando en su corazón el nombre de vuestra majestad, sientan siempre por ella de un modo particular un especial afecto y no estén ellos tampoco nunca apartados de tu espíritu. Ciertamente, en lo que respecta al bienaventurado Cecilio, nuestro padre, que había sido retenido por nuestros hombres, lo hemos liberado por consideración a Dios y a vuestra majestad, 223 Entendemos «inculatus (.i. incolatus)... stipatus». El uso de «stipatus» sería, en este contexto, meramente pleonástico, pero, justamente, el pleonasmo es un rasgo característico del latín vulgar. 224 El objeto sobrentendido es «captiuitatem». 225 Cfr. Act 1,9‐10. La expresión recuerda a Is 14,13. 226 Cfr. Ioh 14,27. 227 Cfr. Matth 5,9. 228 Cfr. Luc 10,6. 229 Entendemos «degeant»: el sujeto de este plural y de los que siguen tiene que ser el «omnes» de la oración de relativo precedente. Gundlach prefiere aceptar la lectura «habeam» por «habeant» (sin duda, atendiendo al «gerens» de esa misma frase), pero cree que los verbos tienen que estar en la misma persona, porque el sujeto ha de ser el mismo, ya sea «omnes», ya sea Cesáreo. A continuación, Gundlach entiende que la frase «Nec a uestra mente recedat» introduce lo que sigue en el texto (trad.: «Y que esto no se aparte de vuestra mente: en efecto, a Cecilio...»). Gundlach podría tener razón.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 532
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
532
apresurándonos a mostrar nuestra buena voluntad en todos los asuntos, y hemos hecho un esfuerzo evidente por que sea llevado a su santa iglesia y ante vuestra cristianísima presencia. Por lo tanto, ahora, del mismo modo que sin ningún requerimiento por parte de vuestra majestad hemos liberado a ese santísimo varón ya citado, apresurándonos a complacer en todo a la dignidad de vues‐ tra majestad, así también que vuestra ilustrísima eminencia no des‐ deñe aceptar nuestra solicitud, (p. 8) una solicitud que es aprobada por el consenso de muchas almas, mostrándoos, así, en todo mo‐ mento como un seguidor de las buenas prácticas. Y si nuestro deseo en la súplica que conlleva no os resultase desagradable, vuestra eminencia comprobará que nos actuaremos en todo mo‐ mento como garante ante el serenísimo señor de la Ciudad, vuestro padre, con el mayor provecho por vuestra parte. Cumplimos, así, con las responsabilidades del deber que se espera de nos y, dese‐ ando conocer la salud de vuestra clemencia, os preguntamos por ella con la cortesía propia del intercambio epistolar con la espe‐ ranza de que 230 el ánimo de vuestra clemencia se sienta impul‐ sado a enviar a su vez una misiva a quien se interesa por vos y os estima profundamente. [74] Sisebuto de Toledo, Carta al patricio Cesáreo (= Epístola visigótica nº 3)231 (p. 8)
Respuesta del señor Sisebuto enviada a Cesáreo por medio de Ansemundo. Si Aquel que escruta los corazones232 difundiese en vuestros sentidos nuestra estima por vos, si introdujese en vuestro interior nuestro amor por vos, si todo lo que de ti pienso, pero que no puedo expresarte haciendo resonar el aire con mi voz, (p. 9) lo diese a conocer a la mirada de vuestro corazón, creo, ciertamente, que, dejados a un lado los impedimentos de las circunstancias, dejadas a un lado las negociaciones sobre las causas perdidas, dejadas a un 230 231 232
Hay en este punto una laguna en el texto latino. Edición: J. GIL, Miscellanea, pp. 8‐11. Cfr. Sap 1,6.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 533
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
533
lado las ambigüedades de las demoras que siempre surgen,233 hace ya tiempo que serías nuestro amigo y que un aprecio mutuo dis‐ frutaría en nosotros dos de un espíritu puro. Pero, por lo que al‐ canzo a entender, ciertamente, por causa de mis propios pecados me atribuyo a mí mismo esta situación,234 es decir, que mis regiones no disfruten del bienestar235 que anhelo por encima de cualquier otro y no merezcan una dicha semejante a mi propia suerte. ¿Por qué dudas, entonces, queridísimo amigo? Si la lealtad es impor‐ tante para los cristianos, acepta nuestro pacto, si lo son las riquezas, lo que a tus ojos carece de valor, acepta mis presentes. Juro ante Dios que con su ayuda mantendré esta promesa en cualquier cir‐ cunstancia y que observaré con constancia este voto hecho me‐ diante un sagrado juramento. En efecto, esos días que una inmensa alegría debió traernos a ambos en medio de la exultación, mientras llevábamos una vida dichosa, ¿por qué deben arruinarlos, destru‐ yéndolos, unos adversos infortunios, una asidua fatalidad, una ca‐ lamitosa desdicha? Ciertamente,236 no es propio de nosotros sopesar una decisión indigna, antes bien, lo que es propio de nos‐ otros es mostrar toda nuestra abnegación a aquel a quien amamos. No sabemos con certeza cuántos son los días de nuestra vida, por lo tanto, mientras hay tiempo, nuestros esfuerzos deben aplicarse en todo momento a aquello que resulte provechoso a esa persona. ¡Cuán justamente, cuán rectísimamente, cuán confiados en la cle‐ mencia de Dios te solicitamos todo esto por la gracia de Dios, tú bien lo sabes en tanto que perspicaz conocedor de estos asuntos! Y en caso de que se produzcan nuevas guerras, en caso de que la es‐
233 Seguimos la lectura «nascentium» de los manuscritos frente a «amor noscentium» de Gil (lín. 6). Apoya esta opción el análisis del estilo, pues «pereuntium causarum... morarum nascentium» constituye una expresión paralela en quiasmo muy cuidada, donde los participios de significado antónimo («pereuntium... nascentium»), probablemente de cuatro sílabas ambos, se sitúan en los extremos, al tiempo que los sustantivos femeninos de la 1ª decl., ambos de tres sílabas, aparecen en el interior. 234 Rechazamos la corrección de Gil (lín. 9). 235 Entendemos que la expresión «nullos fructus quem» (lín. 9) debe entenderse como «nullus fructus» y como antecedente del relativo «quem», por lo que debe ser el nominativo singular sujeto de «reddatur». 236 La frase es poco clara, pero, frente a las correcciones de Gil, opto por seguir el texto de los manuscritos: «indignum expectare consilium» (lín. 18‐19).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 534
534
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
pada, llena de furia, muestre su crueldad por todas partes, en caso de que un tiempo belicoso exija ahora la vida de los hombres,237 ¿quién crees que deberá dar cuentas ante Dios de tantos crímenes, de las calamidades que acaezcan, de las mortales heridas que se causen? A mí (p. 10) me parece lo siguiente y, ciertamente, me lo pa‐ rece con razón: que será considerado el responsable de tantos males aquel que no haya querido aceptar el remedio que tan pia‐ dosamente se le ha ofrecido. Pero, ¿por qué explicamos todo esto con tanto detalle a quien basta simplemente con traérselo al re‐ cuerdo? Volvamos a vuestro amplísimo amor por nos y a nuestra purísima abnegación hacia vos.238 Deposita toda tu confianza en Ansemundo, recíbelo dejando a un lado toda malicia, fía a su co‐ razón lo que deseas, alejando cualquier recelo. Ciertamente, es nuestro servidor, y aunque no es el más dotado por su elocuencia, sí lo es por su devoción por la sinceridad. En efecto, con toda sin‐ ceridad le he confiado los asuntos que nos afectan, le he comuni‐ cado las opiniones que tengo, lo he preparado en la medida en que he podido, por lo tanto, confío en que creerás en su sinceridad y sostengo, queridísimo amigo, como si yo mismo estuviese ahí pre‐ sente, todo aquello que él no llegue a exponer con elegancia ante ti.239 No veo cómo puedo dar a conocer mejor a vuestra sabia emi‐ nencia a aquel por quien deseo ser representado por completo. Por lo demás, éste ha sido tan ampliamente instruido en todos los asun‐ tos y ha sido formado de un modo tan exhaustivo que estoy seguro de que, sea lo que sea lo que vuestra clemencia le pregunte, os dará una respuesta de todo punto satisfactoria. Ciertamente, las cartas que os ha transmitido de manera oficial se expresan con una recta
237 Sin duda, la corrección de Gil es innecesaria. Éste entiende que «uitia» es el sujeto neutro plural del verbo «exigat» en singular, un fenómeno nada raro en latín visigodo. Pero es más simple entender «uita(m) hominum», o incluso «uita(s) hominum», y «tempus bellicosum» como sujeto (lín. 26). 238 Si estos dos términos hacen referencia a una aparición anterior en esta misma carta (como es evidente en el caso de «deuotionem» [lín. 14]), la única aparición de «dilectio» se encuentra al comienzo de la epístola, referida a la estima de Sisebuto por Cesáreo (lín. 1). 239 Entendemos «prae te» por «per te» (lín. 39), sin comas que separen esta expresión de lo anterior: «...et qua minus compte fuerit consecutus pre te, mihi karissime».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 535
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
535
justicia y se atienen por entero a la verdad. En efecto, lo240 que os solicitamos de manera excepcional en nada perjudicará241 a vuestra gloria, en el caso de que se nos concediese y (p. 11) se llevase a efecto por la misericordia de Dios como algo especialmente conveniente para nosotros y que tanto deseamos. Ansemundo nos ha entregado el arco enviado por vuestra gloria. Os damos las gracias aún en mayor medida por esto, porque somos enriquecidos por vos tanto por vuestras palabras como por vuestro presente. [75] Cesáreo, Carta II al rey Sisebuto de Toledo (= Epístola visigótica nº 4)242 (p. 11)
Del patricio Cesáreo al rey Sisebuto, enviada por medio de
Oselo. Lo que vuestra noble carta nos ha dado a conocer, lo que ha tra‐ tado de comunicarnos por todos los medios, lo que nos ha expuesto sobre los esfuerzos que has hecho, lo hemos leído con equidad, lo hemos sopesado largamente, lo hemos examinado con gran atención y, tras hacer venir a un escribano, le hemos ordenado de inmediato que recoja por escrito nuestras palabras [él ya conocía lo que había intuido desde hacía algún tiempo].243 Ciertamente, os damos las gra‐ cias, y no sin razón, pues hemos conocido con espíritu sereno las no‐ ticias llegadas previamente a vuestro conocimiento y hemos podido, así, enterarnos de ellas también nosotros. Y del mismo modo que vuestra clemencia ha tenido a bien informarnos de un gran número de hechos, así también informamos a vuestra notabilísima inteligen‐
240 Entendemos que hay un fuerte hipérbaton, así (lín. 45‐48): «ea, quae unice flagitamus, nihil uestrae gloria officiunt, si... fuerint contributa et ad efectum... uenerint», donde «contribuo» = «tribuo», en un uso de la forma compuesta por la simple. 241 En presente de indicativo en latín, pero probablemente por un futuro imperfecto, puesto que las proposiciones subordinadas aparecen en futuro perfecto. 242 Edición: J. GIL, Miscellanea, pp. 11‐13. 243 Gil considera esta expresión (lín. 4‐5) como una glosa interpolada en el texto de la carta, pese a que, aparentemente, se encuentra en todos los manuscritos. Gundlach (p. 666) acepta la expresión como auténtica. Es cierto, no obstante, que no tiene demasiado sentido. Si se entiende como glosa, el sujeto es Sisebuto; si no se entiende como tal, el sujeto es el notario.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 536
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
536
cia de todo lo que ha ocurrido: Teodorico y nuestros legados, merced a Aquel a quien sirve todo lo que existe, se encuentran ya en nuestro territorio todos juntos y llenos de agradecimiento y han sido envia‐ dos de regreso ante nos por nuestro clementísimo y grandísimo señor, de difícil comparación,244 el emperador, cargados de presentes y con un buen ánimo, aunque, ciertamente, fueron retenidos durante una temporada. Creo, sin duda, que nos anunciarán lo que desde hace tiempo pide la razón, lo que ha suplicado todo corazón pia‐ doso, lo que ha deseado todo espíritu sincero. Es ilícito creer lo con‐ trario. No puede la majestad del emperador ofender el espíritu de un rey, (p. 12) pues es digno de ella conceder lo que se ha solicitado añadiendo favores aún mayores. En fin, si por la gracia de Cristo se‐ guimos con vida, cuando lleguen estos emisarios tan deseados, no‐ tificaremos con detalle a vuestra inteligencia todo aquello que su informe exhaustivo ponga en nuestro conocimiento. Ciertamente, en vuestras palabras se recogen varios asuntos, en ellas una parte se expone de forma alegórica, otra parte de forma directa y una última parte, en fin, encuentra un tipo de planteamiento moral.245 Tratar de estos diversos tipos de discurso, esto, en sí mismo, requiere dema‐ siado tiempo, pero me ocuparé también de ellos de un modo apro‐ piado y con toda la brevedad que me sea posible.
244
Esta construcción es prácticamente idéntica a esta otra de la siguiente carta de estas Epístolas visigóticas (n.º 5, lín. 1‐2): «a domnissimo hac paterna amplectione tenendo imperatore», donde claramente «hac» = «ac», con lo que «difficili comparatione» sería aquí un ablativo de cualidad dicho del emperador: «un emperador de difícil comparación», esto es, un emperador con el que difícilmente se puede comparar a cualquier otro monarca o ser humano. 245 El genitivo «tropice narrationis» (lín. 22) debe ponerse en relación con «locum». El pronombre inicial «aliqua» (lín. 21) se desarrolla en tres miembros: «pars..., pars.., nonnulla». Así, tendríamos tres formas en las que Cesáreo califica el desarrollo del tema en cuestión por Sisebuto: una parte es tratada «figuraliter» (de forma velada, sugerida), otra «historialiter» (de forma clara, directa) y otra, en fin, encuentra un tipo de expresión («obtinet locum narrationis») que es calificada de «tropic(a)e» (mediante imágenes, metafórica). Ahora bien, el adjetivo «tropicus» puede utilizarse además para referirse a la interpretación moral de las Escrituras, por oposición a las interpretaciones alegóricas y literales, de modo que Cesáreo podría referirse aquí a estos tres elementos en la exposición de Sisebuto, en la Epístola visigótica nº 3 de esta colección o quizás en una carta perdida (vid. infra al respecto): una parte del asunto es expuesta mediante imágenes, otra parte de forma directa y otra, en fin, encuentra un tipo de exposición moral.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 537
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
537
(lín. 25)
«De246 acuerdo con las Sagradas Escrituras conviene em‐ prender una guerra espiritual contra los vicios del espíritu».247 Tu bondad nos ha exhortado a no dejar esto a un lado. «En asuntos como éstos debe buscarse antes el auxilio divino que el humano. Es‐ peremos que aquel que fue la muerte para la muerte y la vida para los vivos ponga fin a la guerra en beneficio de todos y cada uno248 de ellos». Si vuestra sabiduría dice esto a propósito de los hombres, ya os hemos hecho saber, y hemos insistido en ello a menudo, que aquellos a los que vuestro pacto no incluye, vuestra devoción no los protege. Pero mientras se extiende un período de dilación, mientras se presenta249 la circunstancia de una ocasión oportuna, mientras el espíritu se entrega a asuntos diversos, nuestra parte no ha recibido satisfacción de nuestras demandas, en la medida en que nuestro celo en defensa de la mortificación,250 en defensa de la castidad, en de‐ fensa de la templanza perseguía a un hombre entregado al crimen más abyecto y consumido por todo tipo de vicios. En efecto, nuestra reclamación no ha podido alcanzar su propósito. Hemos creído que debíamos añadir estas líneas a propósito de este pseudopresbítero para informarte, entre otras cosas, de otros hechos que no ignoras en absoluto. Por lo demás, vuestra bondad nos comunica que ha di‐ rigido a nuestros jueces unos rescriptos en este sentido: que conser‐ ven y exijan lo que nos es debido, pero que no retrasen la devolución de aquello que no les pertenece y es debido con justicia a vuestro bando. Vuestra clemencia debe saber que esto me es grato. En efecto, 246
Se diría que a partir de este punto Cesáreo cita expresiones de una carta perdida de Sisebuto y va añadiendo sus propios comentarios, un recurso habitual del género epistolar desde la antigüedad. Lleva a pensar esto, entre otras cosas, el sentido religioso de las primeras expresiones que señalamos entre comillas y atribuimos a Sisebuto, pues se ajustan al carácter piadoso de éste, bien conocido. 247 El pasaje bíblico de trasfondo es Eph 6,11‐12. 248 Posible uso de «uterque» por «quisque». No obstante, la interpretación más natural sería entender «pro utrisque» (lín. 28‐29) como «en beneficio tanto tuyo como mío» (de Sisebuto y de Cesáreo, como representante de Bizancio). Pero no se entiende el «eorum» que sigue, ni aunque se ponga en relación con el «bellum» de más adelante. Podría corregirse, no obstante, «pro utrisque nostrum» o «pro utrisque nostrorum», esto es: «en beneficio de cada uno de nosotros dos». La construcción de «uterque» con ambos genitivos (sobre todo con el primero) está bien atestiguada en latín. 249 Entendemos «praestatur» (lín. 33), la corrección de Gil es innecesaria. 250 La mortificación de la carne a la que debe entregarse un religioso.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 538
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
538
nos basta con defender lo nuestro sin ambicionar en absoluto lo ajeno. (p. 13) Os envío, por mi parte, con la mayor devoción mis deseos de bienestar para vos y los debidos votos de prosperidad y espero recibir, a mi vez, en el futuro por la gracia de Dios noticias de vuestra salud en abundancia por medio de un envío epistolar. [76] Cesáreo, Carta III al rey Sisebuto de Toledo (= Epístola visigótica nº 5)251 (p. 13)
Del patricio Cesáreo al rey Sisebuto, enviada por medio de Amelio y Teodorico. Hemos recibido con una devoción muy agradecida los venerabi‐ lísimos rescriptos enviados generosamente por el emperador, gran‐ dísimo señor y digno de ser amado con el afecto debido a un padre. La nobilísima serie de estos rescriptos ha alcanzado un grandísimo honor, brillando llena de nobleza, pues,252 escrita con el cálamo en los lugares oportunos por la mano del ilustre emperador, se ha mos‐ trado digna de todo crédito. Y, así, tras vernos confortados nosotros mismos por estos presentes, hemos querido que vuestra benevolen‐ cia participe también de ellos: bastará, a mi juicio, con que lleve a 251
Edición: J. GIL, Miscellanea, pp. 13‐14. En esta continuación de la frase, vemos en la forma «cum» (lín. 4) una partícula subordinante con indicativo (probablemente causal, pero podría ser también simplemente temporal), mientras que «stilo» (como complemento de instrumento en ablativo solo) es el cálamo con el que se ha escrito esa serie de rescriptos («nobilissima series... exarata»). No es seguro, por otro lado, que Gil tenga razón al interpretar que se trata de un acusativo sin ‐m: «exaratam... se ipsam» (lín. 4‐5). Lo hace así porque es de todo punto necesario un predicativo en la construcción «se ipsam inspexit» (lín. 5). Se esperaría que este predicativo se encontrase en la expresión «ob potissimam fidem», que podría presentar un hipérbaton, siendo la sintaxis así: «se ipsam potissimam inspexit ob fidem», aunque es un hipérbaton difícil de aceptar. O quizás habría que interpretar «obpotissimam fidem» (lín. 5), donde «fidem» sería un acusativo de relación por el esperable ablativo de limitación, esto es: «muy poderosa por su credibilidad» (= muy digna de crédito), aunque existe la dificultad de aceptar la forma «obpotissimam», adjetivo («oppotis, ‐e») que no hemos encontrado atestiguado en ninguno de sus grados. El sentido, de acuerdo con el texto de Gil, es: «pues ha dejado ver que en los lugares oportunos ha sido escrita con el cálamo por la mano de un poder ilustre por su crédito digno de toda fe». La frase viene a decir que el emperador no se había limitado a dictar esos rescriptos, sino que había añadido unas palabras con su propia mano, lo que por esa misma razón los hacía aún más dignos de crédito. 252
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 539
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
539
cabo de buen grado las órdenes de tan ínclito poder. Os confirmo, en fin, que, de acuerdo con el mandato del emperador, el más cle‐ mente y el más eximio entre todos los hombres en todos los aspectos, he enviado ante vuestra gloria al honorable Teodorico, muy amigo de la verdad, y junto con él al venerable presbítero Amelio. Hemos pensado que es justo que a aquellos a los que el dichoso camino de ida unió no separen en modo alguno las circunstancias del regreso, cualesquiera que éstas sean. Ciertamente, éstos pueden exponeros todo el asunto con palabras dignas de confianza y un relato vigoroso, pues su prestigio es el idóneo, su sinceridad abundante y su celo to‐ talmente seguro. Nos ha parecido conveniente, en efecto, en razón de vuestra amistad (p. 14) informar a vuestra inalterable inteligencia lo que nos ha sido dado a conocer por estos mismos emisarios a fin de que, dejadas a un lado todas las razones superfluas, el rescripto del emperador, que debe anteponerse a todas las cosas humanas, se lleve a efecto con el apoyo de la gloria inmarcesible de vuestra sere‐ nidad. Os envío con la mayor sinceridad la expresión de mis senti‐ mientos y os recomiendo con piadosa devoción a nuestros hombres,253 que nos son muy queridos en razón de la inmensa ex‐ celencia del amor del emperador, así como a los portadores de la presente, anteriormente citados. [77] Sisebuto de Toledo, Carta al obispo Eusebio de Tarragona (= Epístola visigótica nº 6)254 (p. 14)
253
Al reverendo y venerable padre, el obispo Eusebio.255
Los soldados bizantinos que acompañan a los legados visigodos. Edición: J. GIL, Miscellanea, pp. 14‐15. Hay traducciones de Mateo AYMERICH, Nomina, et acta episcoporum Barcinonensium, binis libris comprehensa, atque ad historiae, et chronologiae rationem revocata, Barcinone, Apud Joannem Nadal, 1760, p. 177; Miquel COLL I ALENTORN, «Una intromissió del poder temporal en la designació d’un bisbe a Barcelona», II Congrés litúrgic de Montserrat. III, Secció d’història, Montserrat, Monestir, 1967, pp. 193‐196 (reimpr. en Id., Història, vol. 2, Barcelona, Curial, 1992, pp. 9‐12 [Textos i estudis de cultura catalana, 25; Obres de Miquel Coll i Alentorn, 3]), concretamente p. 193 (pp. 9‐10 de la reimpresión); y J. A. JIMÉNEZ SÁNCHEZ, «Un testimonio», pp. 372‐373 255 Carta atribuida por la crítica a Sisebuto y dirigida al obispo Eusebio de Tarragona (ca. 610‐ca. 632). 254
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 540
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
540
Vuestra muerta, antes que moribunda, carta, salida de sepulcros cenizosos, completamente infecta y ensuciada con todo tipo de in‐ mundicias, apenas la hemos tocado con la punta de los dedos. Hemos visto que respiraba con muchísima dificultad, y no porque estuviese muerta, sino porque nunca había llegado realmente a vivir. Hemos conocido por esas vanas explicaciones vuestras que os de‐ claráis seguidor de unas causas absurdas (p. 15) y que no os adherís a unas realidades firmísimas, sino que, sin ninguna razón válida, os mostráis de acuerdo con unos hombres miserables y ensoberbecidos. A nadie se oculta que esto que alegas es una objeción que has sacado de las representaciones teatrales, esto es, de quienes están al servicio de los faunos. ¿Quién no ve, es más, quién no siente vergüenza de verlo, que antepones unos cadáveres malolientes a unos varones bienaventurados y que con tu réproba opinión censuras a unos hom‐ bres entregados asiduamente al culto divino? En consecuencia, no esperes en modo alguno en lo sucesivo una nueva carta de nuestra eternidad,256 antes bien, entrega de inmediato a este varón que agrada más a Dios que a unos hombres despreciables257 la iglesia de Barcino para que la rija y la gobierne, de manera que llegue la glo‐ riosa solemnidad de la Pascua, con la ayuda de Dios, y258 podamos alegrarnos por el deseable pontificado de esta persona y por vuestro consentimiento, aunque sea tardío. [78] Sisebuto de Toledo, Carta a Teudila (= Epístola visigótica nº 7)259 (p. 15)
Carta del rey Sisebuto a Teudila, cuando, tras abandonar la vida del siglo, se retiró a un monasterio.
256
Epíteto característico de los emperadores romanos. Cfr. Gal 1,10; I Thess 2,4. 258 Damos al texto una puntuación distinta a la de Gil, entendiendo que de la partícula «quatenus» (lín. 15) dependen los dos subjuntivos que siguen en el texto, en asíndeton: «patuerit... gaudeamus». Es decir, Sisebuto conmina a Eusebio a ejecutar el nombramiento que le ordena antes de la Pascua, que debía estar próxima en el momento en que se escribía esta carta. 259 Edición: J. GIL, Miscellanea, pp. 15‐19. Hay una traducción de G. KAMPERS, «Theudila. Königssohn», pp. 180‐184. 257
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 541
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
541
Ciertamente,260 ¿quién no ha de dar inmensas gracias con todas sus fuerzas a alguien como vos, a quien el fuego del Espíritu Santo ha hecho convertirse en su servidor? ¿Quién, en fin, no ha de exaltar con los más ciertos elogios a alguien como vos, de quien (p. 16) sabe que se dirige especialmente feliz a las regiones sempiternas? En esto, ciertamente, se comprueba la fe en una obra, cuando por la fe se lleva a cabo una buena obra.261 Y afirmamos sin dudar que alcanzaréis el mundo celestial, pues sabemos que por voluntad propia habéis abandonado realmente el mundo terrenal. Así pues, hijo mío, prenda de mis ojos, vástago espléndido de mis entrañas, esta obra que somos conscientes que resulta indigna262 en nuestro caso, vuestra firmeza y vuestra fe la hacen idónea en vos, pues esperamos recoger abundantes beneficios merced a vuestros frutos, ya que263 confiamos enviaros desde nuestras semillas a la región de los bienaventurados, tal y como proclaman las Sagradas Escrituras:264 Bienaventurados, dicen, aquellos que sitúan a sus hijos en Sion y a sus familiares en Jerusa‐ lén. Esta sentencia se nos entrega con el siguiente sentido, a saber, que el recuerdo del cariño de los padres revive en los hijos, cuando éstos recuerdan de qué modo fueron educados en los asuntos fami‐ liares. Y aunque no os considero sometido a mí de acuerdo con los sacrosantos derechos que posee el que da la vida, sino como un amigo especialmente valioso, no obstante, no dudo que vos, que con‐ fío que hayáis pasado de una situación de sumisión hacia mí a una relación de amistad, me prestaréis servicios especialmente impor‐ tantes. Sin embargo, puesto que a menudo los malvados odian a la gente de bien265 y los incrédulos se oponen a las personas de fe, en la medida en que me lo permite la simplicidad de mi talento, os su‐ plico con insistencia que, como hijo nacido de mí, viváis lo más pia‐
260 Probablemente la carta está mutilada por el comienzo, pues ese «enim» al inicio parece convenir mejor a la explicación de algo que se ha dicho previamente. También llama la atención el uso de «denique» (lín. 3), que se esperaría, más bien, tras una serie más extensa de interrogaciones retóricas. 261 Cfr. Iac 2,17‐18. 262 Seguimos a los manuscritos frente a la conjetura «indiguum» (lín. 9) de Gil. 263 Seguimos la lectura «cum» de los manuscritos frente a la conjetura «quem» (lín. 11) de Gil. 264 Is 31,9. 265 Gregorio Magno, Registrum epistularum, 9,230, lín. 12.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 542
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
542
dosa y prudentemente posible y confío en que vos, que, si bien so‐ metido al Señor, estáis unido a mí por un vínculo de amor, sintáis la dicha de alcanzar con la ayuda de Dios el puerto de la victoria evi‐ tando el oleaje de este mundo, según la sentencia citada anterior‐ mente. (lín. 25)
Habría podido reunir aquí en disposición de combate unas pequeñas reflexiones sobre la codicia,266 la madre de todos los males, pero resultaba absurdo pensar que fuese a ambicionar en algún mo‐ mento los bienes ajenos aquel que sabíamos que enviábamos al des‐ canso futuro, después de que hubiese renunciado de buen grado a lo que le era debido. En cuanto a la soberbia, hermana, sin duda, (p. 17) y compañera de la envidia, ésta debe ser evitada267 con más y más cuidado. Su abominable origen hizo que ella diese inicio a la muerte, tal y como afirma el apóstol Pedro, el más sabio entre todos:268 Por la envidia del diablo, dice, la muerte entró en el orbe de las tierras. Cier‐ tamente, ambos vicios son destruidos por estas virtudes: cuando una constante humildad se impone sobre la soberbia y el amor acaba con la envidia de la división entre hermanos.269 Así pues, que vuestras oraciones sean apropiadas, sinceras y continuas; vuestras lecturas, asi‐ duas; vuestra alimentación, frugal; vuestros ayunos, moderados; vuestra humildad, abundante; vuestra esperanza, firme; vuestra fe, solidísima; y que, por encima de todo ello, vuestra caridad, que cubre la muchedumbre de los pecados,270 sea más y más generosa. Y cuando la gracia de la que disfrutáis se haya visto rodeada por todas estas cua‐ lidades, debéis resistir con firmeza frente a las múltiples maldades del astutísimo engañador, no sea que, cosa que ojalá no ocurra, de algún modo, a causa de una abominable soberbia, no parezcan tanto virtu‐ des (p. 18) cuanto vicios. Por el contrario, en la medida en que os han 266
Cfr. I Tim 6,10. Rechazamos la lectura «cauendum» (lín. 30) por la que Gil opta frente a la variante «cauenda». Gil se inclina por un latín más clásico, pero parece que Sisebuto ha comenzado la oración con una idea en la cabeza y más adelante, a la hora de introducir el verbo, ha cambiado la construcción, sin que ésta sea anacolútica en su comienzo, pues sigue teniendo sentido. La variante «cauenda» es preferible a todas luces como lectio difficilior. 268 Sap 2,24. 269 Rechazamos la conjetura de Gil «dilectionis» (lín. 35). 270 I Petr 4,8. 267
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 543
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
543
sido concedidos unos grandísimos dones por nuestro generoso Señor a modo de presente, tanto más vuestro ánimo sin necesidad de ningún elogio debe mostrarse solícito a la hora de llevar a cabo las obras más santas. En efecto, aquel que, sometido a un tiempo por la envidia y la soberbia, fue arrojado de forma no inmerecida, pero triste, desde las elevadas cumbres de las virtudes a la forma de este mundo muestra desde antiguo su odio contra el género humano y su desdichada fra‐ gilidad moral lamenta que nosotros alcancemos por la gracia de la hu‐ mildad aquello que él perdió por su infausta soberbia. Sin duda, fácilmente pueden anularse sus malvados propósitos con la asistencia de Cristo, toda vez que el Señor, tal y como se le había solicitado, acu‐ dió en nuestra ayuda. En efecto, el Creador de todas las criaturas, por su piadosa misericordia, le ordenó descender a las tierras para con‐ ducir al género humano a las regiones celestiales por medio de la mag‐ nificencia de su bondad, pues nuestra fe confía en que la plenitud del cuerpo de Cristo se producirá en compañía de Cristo,271 cuando el conjunto de todos los miembros haya llegado junto a la cabeza en el cielo, y que entonces, hijo queridísimo y educado en la fe de un modo sincero y sin engaños, serán entregados a los suplicios eternos aquellos que derramaron la preciosa sangre del Señor. (lín. 59)
Pero, con objeto de que no parezca debido a estos circunlo‐ quios de palabras que las ideas que hemos expuesto son ajenas a toda razón, citemos unos preceptos evangélicos más luminosos que la luz del sol, en los que, entre otras cosas, el justo es exaltado y el impío aterrorizado, anuncian el paraíso preparado para todos nos‐ otros272 y muestran el fuego inextinguible debido273 al diablo y a sus ángeles. Y puesto que todo hombre llegará al momento en que se re‐ partan los premios a los fieles y los suplicios a los impíos y tengo una completa confianza en que estáis unido a mí en la gracia del Señor, os imploro con una súplica sincera y os ruego en el nombre del Señor que atendáis esta santa petición, esto es, que no rehuséis
271 Sisebuto ha podido tomar esta idea de Euquerio de Lyon, Instructiones ad Salonium, lib. 1, lín. 1257‐1259. 272 Es innecesaria la conjetura de Gil «obibus» (lín. 62), pues «nobis», lectura unánime de los manuscritos, se entiende bien. 273 Cfr. Matth 35,41.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 544
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
544
elevar, orando sin cesar, asiduas preces por nuestras faltas y nuestros inmensos pecados a nuestro Señor, el Redentor, que vino a salvar a los pecadores, no a perderlos,274 a fin de que, liberándome de los su‐ plicios eternos, me conduzca al reino eterno junto a sus santos án‐ geles. Creo, en fin, que obtendremos el perdón ante Dios, si vuestra oración intercede por nos. Por lo demás,275 de qué modo ha fortifi‐ cado el Señor con santas virtudes vuestro propósito, que vio que era bienaventurado, (p. 19) y por qué razones habéis adoptado la vida ce‐ nobítica, os ruego que vuestro afecto filial haga que estas inquietu‐ des de vuestro padre encuentren satisfacción mediante una carta. «Dios, grande en todas partes, creador nunca mudable».276 Teudila, objeto siempre de mi amor, que seas dichoso por la eternidad y con espíritu agradecido ama el nombre del que te ama. 3Que Sandrimer, que tuvo a bien acceder a tu divino deseo, te muestre él mismo el santo camino. Que con su gracia verdadera el Señor verdadero te guarde 6para que reivindiques tu nombre con tus méritos.277 Que en todas partes tengas por defensor al león de la tribu de Judá,278 que en todas partes tengas como luz de tu vida a Cristo piadoso.279 Amén.
[79] Sisebuto de Toledo, Carta a Adaloaldo y Teodolinda, reyes de los longobardos (= Epístola visigótica nº 8)280 (p. 19)
Carta de Sisebuto, rey de los godos, en defensa de la fe de Cristo enviada por medio de Totilán a Adaloaldo, rey de los longo‐ bardos, y a Teodolinda, reina también de éstos. 274
Cfr. I Tim 1,15. Seguimos a partir de aquí (lín. 72 Gil) la puntuación de Gundlach (p. 671) hasta la palabra «iucunda» (lín. 75 Gil). 276 Draconcio, De laudibus Dei, 1,130. Las variantes del texto de este poeta en la cita de Sisebuto coinciden en parte con la versión del poema editada por Eugenio II de Toledo, Hexaemeron, 1,13. Esto es un claro indicio de que la variante «mutabilis» no es creación de Eugenio. 277 Como señala Justo PÉREZ DE URBEL, Los monjes españoles en la Edad Media, vol. 1, Madrid, Ancla, 19452, p. 297 n. 1, Sisebuto pone en relación el nombre godo de Teudila con el griego Teodulo, que significa etimológicamente «siervo de Dios». 278 Cfr. Apoc 5,5. 279 Cfr. Ioh 8,12. 280 Edición: J. GIL, Miscellanea, pp. 19‐27. 275
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 545
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
545
A mis señores distinguidísimos y amadísimos, unidos a mí por un afecto fraternal, Adaloaldo, mi hermano y rey del pueblo de los longobardos, y la reina Teodolinda, en el nombre del Señor, Sisebuto, rey de los visigodos. (lín. 4)
Ciertamente, entonces se revela el afecto por medio de un acto sincero, cuando los principios puros de la fe son expuestos por una boca que se expresa de un modo totalmente católico. Una inma‐ culada profesión de fe produce inmensas alegrías en ambas partes, cuando la abominable herejía arriana es expulsada de un noble linaje y, eliminada y suprimida de raíz, es amputada del cuerpo de Cristo por la gracia de Cristo. Entre tanto, del mismo modo que (p. 20) nos vemos invadidos por un extraordinario gozo por aquellos que se con‐ vierten a la fe, así también nos sentimos apesadumbrados por el peso de una inmensa tristeza por aquellos que se oponen a ella, cuando una ilustre familia, nacida de un esclarecido linaje, es sujetada cau‐ tiva por la mordedura de la serpiente y, devorada por las crueles fau‐ ces de esta bestia, permite de forma voluntaria su propia perdición. No es algo digno de admiración, sino de lamento, que alguien co‐ nozca los preceptos que llevan a la salvación y se arroje de cabeza a las puertas de la muerte, persiga lo que está destinado a perecer y rechace los remedios que conducen a la vida eterna. Sentimos un gran dolor y no sin razón producimos ríos de lágrimas afligidos por una tremenda opresión, al saber que unos parientes de nuestra pro‐ pia sangre se ven afectados en estos momentos por el contagio del arrianismo y que unos familiares a quienes nos unen unos lazos fra‐ ternos se ven alejados de nosotros por la virulencia de una enferme‐ dad cancerosa. Vemos a diario que seres primitivos, es decir, poco capaces de razonar,281 luchan en defensa de la madre Iglesia en los campamentos celestiales. ¿Por qué, entonces, unas personas de es‐ clarecido linaje, egregia belleza, grandes cualidades naturales, inte‐ ligencia innata, distinguidas costumbres, un modo de vida apropiado, elevada dignidad y una inmensa gloria en esa dignidad se someten ignominiosamente y ofrecen sus cuellos desdichada‐ mente a unos herejes que están muertos y enterrados y que, de hecho, 281 La expresión «homines agrestes, scilicet minus ratione capaces» (lín. 18‐19) pudo ser inspirada por Isidoro de Sevilla, De differentiis liber II, 14,43 lín. 19.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 546
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
546
para expresarme con más propiedad, nunca estuvieron realmente vivos? Éstos deberían avergonzarse, en definitiva, de seguir las blas‐ femias de esta secta, deberían avergonzarse de recorrer la ruta into‐ lerable de este sendero humeante, deberían avergonzarse, en fin, de obtener la pena de la muerte por la eternidad. A tales personas de‐ bería conmover, al menos, esto que a diario se cuenta ya casi por todo el mundo a propósito del hereje al que siguen: que entregó su alma horrenda a los fuegos eternos después de ver cómo se le salían sus fétidas vísceras. Creo que sus seguidores, a menos que sigan las cre‐ encias de la recta fe, pagarán esta misma pena por la eternidad. (lín. 31)
Estuvo extendida, en efecto, estuvo extendida (p. 21) entre nosotros en otro tiempo esta enfermedad como resultado de una te‐ rrible epidemia.282 Ésta subrepticiamente envió las almas de muchos infelices a las sedes infernales y les ofreció brebajes mortíferos mez‐ clados con una dulzura ponzoñosa. Por entonces inmensas calami‐ dades y diversas penurias, guerras crudelísimas y desdichas diarias, pobres cosechas y plagas funestas oprimieron a menudo en el pa‐ sado283 de forma extraordinaria a este pueblo. Pero desde que el ful‐ gor celestial brilló en los corazones de los fieles y la fe ortodoxa difundió su luz entre unos corazones que antes estaban ciegos, al ex‐ tenderse la paz entre los católicos, florece el imperio de los godos con la ayuda del Señor. Y a aquellos que en otro tiempo andaban errantes, viéndose desgarrados por las curvadas espinas de los zar‐ zales, heridos por los corvos aguijones de los escorpiones y envene‐ nados por la lengua trífida de la serpiente, con un afecto maternal los cura ahora, una vez purificados, la Iglesia católica, sin ninguna aspereza los cura la profesión de fe de su corazón y su lengua, los cura, poniéndose a su disposición,284 la inmutable, indivisible, in‐ creada, creadora de todo lo que existe y sempiterna Trinidad.
282 Sisebuto se refiere al tiempo en que todos los visigodos, incluidos los de Hispania, fueron arrianos. 283 El autor ha olvidado que ha escrito «tunc» (lín. 34) al comienzo de la frase e introduce, por ello, este segundo complemento temporal del verbo: «retroacto tempore» (lín. 37). 284 Rechazamos la conjetura de Gil «semper stante» (lín. 44) y adoptamos la lectura unánime de los manuscritos «se prestante».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 547
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
547
(lín. 45)
Por lo tanto, rogamos a vuestra clemencia con nuestras pa‐ labras, os rogamos con nuestros votos, os rogamos, también, con nuestros puros corazones que vuestro pueblo participe de tan gran‐ des premios y que vuestra esposa se una al cuerpo de Cristo junto con vos. Es de todo punto intolerable y detestable y no debe ser per‐ mitido que a una cabeza distinguida con tan numerosas virtudes285 la sigan unos miembros torpes, aunque sólo sea mínimamente.286 A la hora de actuar así en esta situación, sin ninguna vacilación, nos ha proporcionado una mayor confianza el hecho de que es bien sabido que has nacido de un vientre católico y renacido de una fuente cató‐ lica.287 Por una y otra razón, creo que vuestra gloria sería distinguida con títulos aún más excelsos por un presente divino, en el caso de que siguieses el camino de tu gloriosa progenitora y, aquello que te ha sido entregado como un don de libre elección, te esforzases por extenderlo entre los demás con todo el afán con el que puedes ha‐ cerlo. Cuánta gloria te espera, rey clementísimo, en tu calidad de he‐ redero del reino en el futuro, cuántos presentes llenos de generosidad aguarda concederte el poder divino y cuántos premios distinguidos y llenos de felicidad el Creador en persona te desea, en caso de que quieras cogerlos, te lo diría de buena gana, pero no es permitido a los mortales conocer lo que es preparado por los inmortales, ni pueden los sentidos ni la inteligencia humana discernir qué es lo que el Señor se ha propuesto conceder a los que creen en Él. Por lo demás, si acaso, lo que es abominable de decir, (p. 22) el corazón titubease un poco a la hora de convertir a los herejes, de manera que no cortase de un tajo con el cuchillo de la experiencia sus pestilentes y erróneas creencias, nos dirigimos a quien ya sabe qué pena espera, en ese caso, a él y a los suyos y qué razón debe dar de ello ante el pastor de los pastores. (lín. 67) Os hemos confiado todo esto para que lo examinéis en vues‐
tro interior. Si un docto quisiese reunir estos argumentos a partir de las Sagradas Escrituras, creo que a sus palabras les faltaría antes el 285 La cabeza es la madre de Adaloaldo, la reina Teodolinda, de fe católica, mientras que los miembros de los que aquí se habla deben identificarse con su hijo. 286 Gil señala en el aparato crítico que la expresión «quamlibet exiguum» (lín. 50) es sospechosa, es decir, que podría estar corrupta. Es verdad que plantea dificultades. Entendemos «exiguum» como un adverbio para dar sentido a la frase. 287 Adaloaldo había sido bautizado en el catolicismo en el año 603.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 548
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
548
tiempo que los ejemplos. Así pues, no lo dudes. Ciertamente, con la asistencia de Cristo todo tiene solución en este mundo. Tienes ahí a una madre digna de ser venerada con toda devoción, una maestra muy firme en la enseñanza de la fe, ilustre en sus obras, sincera en su humildad, llena de compasión en sus oraciones, entregada a los santos estudios, dominada por el sentimiento de la caridad, pru‐ dente en sus consejos, rica en sus muestras de misericordia, distin‐ guida por su honestidad, cargada de todo tipo de virtudes, amable en su forma de expresarse, aguda en su ingenio, generosa en sus dá‐ divas, justa en sus juicios, clemente en sus palabras, íntima amiga de Cristo, amiga del rebaño católico, siempre enemiga del diablo y totalmente enfrentada siempre, también, al cuerpo herético de éste. A esta cuyas virtudes la hacen sobresalir, su justicia la lleva a perse‐ verar en su especial equidad y su prudencia la empuja a atender a la fuerza de la razón. Y no sin motivo se ve ennoblecida con la de‐ nominación de un nombre tan grande288 aquella que se sabe bien que ha sido provista de tan numerosas cualidades por el Creador ce‐ lestial. Así pues, si quisiésemos buscar el sentido de este nombre, en los límpidos vocablos griegos el nombre de Teodolinda .289 (lín. 82)
Algunos deben ser atraídos de forma sutil con la promesa de aquello que desean según las circunstancias en las que se encuen‐ tren, a otros debe someterlos a la regla de la fe una leve amenaza, a otros debe doblegarlos una ruda reprensión. En efecto, fácilmente es atraído el codicioso al mostrársele un presente e, igualmente, el contumaz es alejado de una depravada secta mediante una severa admonición. Todo esto, sin duda, debe ser llevado a cabo con inteli‐ gencia según el lugar, las circunstancias y la persona, hasta que el fuego de la fe, creciendo gracias al vigor del catolicismo y actuando como una lámpara brillante, vuelva luminosos los corazones de los creyentes y, quemando los restos pestilentes de los herejes, los re‐ duzca a la ceniza que resulta de materiales humeantes. 288 Aquí comienza una digresión relacionada con la etimología del nombre de Teodolinda, donde, evidentemente, la primera parte del nombre se pone en relación con la forma griega «θεός» («dios») y la segunda, según indica Gil en el aparato crítico de su edición, con la forma griega «δούλη» («esclava»), lo que viene a significar: «la esclava de Dios». 289 Laguna en el texto conservado.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 549
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
549
(lín. 91)
Mas, para que esta exposición desnuda de todo ornato (p. 23) que nuestro amor ha arrancado de la sequedad de nuestra inteligen‐ cia y que una sincera, pero descortés confianza ha expuesto, impul‐ sada por el afecto, no lleve a los oyentes a la presunción de que un discurso elaborado todo él con palabras poco brillantes no va a atraer a nadie al cultivo de la religión, escuchen los que, ciertamente, van a expresarse así290 que el reino de Dios no se apoya sólo en las pala‐ bras, sino también en la virtud, puesto que a los prudentes les agra‐ dan más los razonamientos firmes que los floridos y a los enfermos les son de mayor utilidad los remedios que les proporcionan la salud que los que les resultan agradables. No hemos adoptado el sistema propio de la enseñanza, sino que hemos mostrado nuestro afecto fra‐ ternal. Y del mismo modo que compartimos el origen de nuestro li‐ naje, así también debemos compartir los principios de la santa fe. Así pues, el hecho de que falte en nuestro discurso el esplendor de una gramática adecuada, de que falte la elocuencia de la declama‐ ción retórica, de que falte la agresiva argumentación de la disciplina dialéctica, todo ello no lo ha causado la falta de habilidad para ex‐ presarnos con una gran riqueza de palabras, antes bien, la Sagrada Escritura ha prescrito a los oyentes expresarse de un modo seme‐ jante, cuando dice por medio de Salomón que es odioso aquel que se expresa como los sofistas291 y, de nuevo, cuando dice también por medio del apóstol:292 ¿Dónde está el sabio, dónde el intérprete de la ley, dónde el pensador? Acaso Dios no ha vuelto necia la sabiduría de este mundo? Ha mostrado suficientemente que debemos afirmar las en‐ señanzas de la fe mediante palabras sencillas y transmitir la ortodo‐ xia de la doctrina mediante las expresiones habituales. Esto explica el rechazo de la enseñanza de las letras propia del siglo y la renuncia a practicar las declamaciones de los gentiles con sus errores. Por el contrario, hemos expuesto aquí algunos ejemplos resplandecientes de la biblioteca celestial y hemos presentado reunidas en una hu‐
290 Traducimos «audiat ei qui haec sane dicturi sunt» (lín. 95‐96). Es la oración principal, en subjuntivo porque expresa un deseo u orden, si se quiere. Tiene más sentido en plural, entendiendo que su sujeto es el mismo de la oración de relativo que sigue. 291 Eccli 37,23. 292 I Cor 1,20.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 550
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
550
milde tablilla293 las doctrinas de la fe de nuestros padres para que su autoridad sin tacha haga que nuestras palabras sean dignas de fe y las enseñanzas católicas entregadas por nuestros padres lleguen hasta vos sin resultar oscurecidas por ninguna tiniebla. (lín. 116)
A aquel que me haya confesado ante los hombres, dice el Señor, yo lo confesaré también a él ante mi Padre, que está en los cielos. Y a aquel que me haya negado ante los hombres, yo lo negaré también a él ante mi Padre, que está en los cielos.294 Tal debe ser la confesión que os haga a ti y a tu pueblo seguidores de los apóstoles. Edifica sobre la piedra el fundamento de la fe que desprecie los soplos de los vientos im‐ pulsados desde las cavernas de los herejes y que, (p. 24) firmísima y llena de fortaleza, desdeñe a los que extienden como el rocío las per‐ niciosas gotas de la lluvia procedente de los malvados. (lín. 123)
Tú eres Pedro, dice el Señor, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Y te entregaré las llaves del reino de los cielos y las puertas del in‐ fierno no prevalecerán frente a ti. Y todo aquello que hayas atado en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo aquello que hayas desatado en la tierra, quedará desatado en el cielo.295 Se muestra con suficiente claridad que ni en el pasado, ni en el presente ni en el futuro nadie puede ser ab‐ suelto de un crimen, a menos que haya mantenido sin una arruga la fe apostólica, y que la entrada en el cielo quedará cerrada y clausu‐ rada a aquel cuyo corazón se haya mostrado insensible a la hora de combatir las herejías. (lín. 132)
La calidad de la fe se compara con un grano de mostaza, cuando el Señor se expresa en estos términos: Si tuvieseis una fe del tamaño de un grano de sal, diríais a este monte: “Muévete” y, sin duda, se movería.296 Del mismo modo que un grano de mostaza no admite ningún corte, sino que, fructificando y extendiéndose merced al des‐ arrollo de sus ramas, se convierte en un árbol de alta copa y espeso ramaje, del mismo modo, la pureza indivisible de la fe católica a
293 Recuerda una expresión del prefacio del De natura rerum de Isidoro de Sevilla, praef. 2 (p. 167). 294 Matth 10,32‐33. 295 Matth 16,18‐19. 296 Matth 17,19.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 551
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
551
todos aquellos que297 ha encontrado libres de cualquier error doctri‐ nal los hace fructificar con una distinción tan grande de frutos y, fa‐ voreciéndolos,298 los eleva a una altura tan elevada que llegan hasta el cielo y gozan merecidamente de los premios celestiales sin que Cristo deje de asistirlos en ningún momento. Muestra en este pasaje como un monte a aquel enemigo de la fe y hacedor de herejes que, aterrorizado por el estandarte de la cruz y perturbado por la profe‐ sión de fe ortodoxa, dado que no puede infligir a los católicos ningún daño abominable, arrancado de sus raíces, es empujado de cabeza hacia su propia ruina. (lín. 145)
Habló el Señor a sus discípulos, diciéndoles: Id y bautizad a las gentes en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.299 No (p. 25) dice «en los nombres», sino en el nombre, para que la distinción de la Trinidad se muestre en las tres personas y se advierta clara‐ mente que la inefable divinidad posee una sola sustancia. De ahí que también el doctor de los gentiles,300 corriendo tras las huellas del maes‐ tro, anuncie con estas palabras: Un solo Dios, una sola fe, un solo bau‐ tismo.301 Advirtió, así, de forma clara y diáfana que una sola es la confesión de los creyentes en la práctica de la veneración de Dios.302 Ésta, tras serle entregada por los apóstoles, la ha recibido la Iglesia romana en su calidad de seguidora de aquéllos y la ha entregado con afecto maternal a quienes la solicitan con rectitud, una vez arran‐ cados los frutos de los herejes. (lín. 154)
En los campos de la ley divina se dejan ver otros pasajes adornados de flores que, como llaves o lámparas, iluminan lo oscuro y revelan lo oculto.303 Entre aquellos que grita entre ladridos la arro‐ 297 La forma «quousque» (lín. 138) en este pasaje es probablemente un error por «quosque». 298 Contra la conjetura de Gil, entendemos que se trata de un simple gerundio: «suffragando (sc. eos)» (lín. 139). 299 Matth 28,19. 300 I Tim 2,7. 301 Eph 4,5. 302 La expresión «ad cultum uenerationis» (lín. 151) se lee también en un contexto semejante en Vigilio de Tapso, Dialogus contra Arrianos, Sabellianos et Photinianos, 3,19 lín. 12 (p. 382). 303 Guarda este pasaje una cierta relación con otro de Jerónimo de Estridón, Epistulae, 148,14,2.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 552
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
552
gancia arriana304 en favor de la perversidad de sus dogmas, puesto que transforma con sus impías voces incluso los pasajes de las Sa‐ gradas Escrituras, interpretándolos de una forma depravada, hemos decidido recoger algunas de las execrables necedades de sus opinio‐ nes y poner en relación a continuación con su pervertida fe algunos sacratísimos pasajes para que así, a partir de una y otra cosa, una vez conocida la absurda arrogancia de esta herejía, la condición hu‐ mana sepa aprender las buenas creencias y olvidar más perfecta‐ mente aún las malas.305 En fin, queriendo con la osadía propia de la arrogancia excluir al Hijo de la sustancia paterna y aplicar a la obe‐ diencia de nuestro Redentor lo que rige en la naturaleza humana, citan estas palabras:306 El Padre es mayor que yo,307 y aquellas otras: Aquel que me ha enviado, me ha entregado una misión,308 y: No he venido yo, sino que Él me ha enviado,309 y asimismo: No he venido a hacer mi vo‐ luntad,310 e igualmente: Tal y como el Padre me ha dicho, así hablo yo,311 y: Lo que me ha entregado, lo he guardado, y todo lo que me ha entregado nadie puede arrebatármelo.312 Y después de unas citas semejantes, dicen: Rogaré a mi Padre,313 y: Pondrá a mi disposición más de doce mil legiones de ángeles,314 y: Si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba,315 y: Si es posible, que pase lejos de mí este cáliz. Pero no sea como yo quiero, sino como Tú quieres.316 Añaden, además: Yo hago siempre aquello que Él desea,317 y: Estar sentados a mi derecha o a mi izquierda no es algo que
304
Cfr. Jerónimo de Estridón, Aduersus Iouinianum, 2,21. Pasaje inspirado probablemente por Agustín de Hipona, De doctrina christiana, 4,4,6, lín. 2‐3. 306 El florilegio de pasajes bíblicos que sigue (lín. 165‐179 Gil) está tomado de Vigilio de Tapso, Dialogus contra Arrianos, Sabellianos et Photinianos, 2,20, lín. 6‐17 (pp. 337‐338). 307 Ioh 14,28. 308 Ioh 12,49. 309 Ioh 8,42. 310 Ioh 6,38. 311 Ioh 12,50. 312 Cfr. Ioh 6,39. 313 Ioh 14,16. 314 Matth 26,53. 315 Matth 26,42. 316 Matth 26,39. 317 Ioh 8,29. 305
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 553
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
553
yo pueda concederos.318 Dominados por la locura, continúan diciendo: Y le dio un nombre que (p. 26) está por encima de cualquier otro nombre y ensalzó a su Hijo,319 y: Te ha bendecido el Señor, tu Dios,320 y: Lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su diestra,321 así como muchas otras cosas semejantes en las que la rectísima fe ha sido instruida de tal manera que sabe lo que atañe a la divinidad y lo que atañe a la condición humana. (lín. 181)
Ciertamente, esos desdichados se dejan convencer por estos argumentos y estos pasajes auténticos. Pero nosotros, cierta‐ mente, afirmamos con toda certeza que en el Hijo de Dios hay dos naturalezas y declaramos que una es la divina y otra la humana. En consecuencia,322 se dice que Cristo, según la forma del siervo que adoptó al nacer de la Virgen, está sometido al Padre. Confirmándolo así el apóstol y doctor de los gentiles,323 dice: Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su propio Hijo, nacido de una mujer, sujeto a la ley.324 Se dice que está sometido en esa naturaleza en la que se sabe que fue engendrado de una mujer estando sujeto a la ley. Sin duda, aunque pueden encontrarse en las Sagradas Escrituras unos pasajes tales que325 presenten a la persona de Cristo especialmente sumisa ante al Padre, esto no debilita su naturaleza divina, sino que con‐ firma que fue un verdadero hombre sometido a Dios.326 En conse‐ cuencia, hemos recogido entre los tesoros de la Ley Sagrada unas flores selectas, por así decirlo, donde se muestra que Dios Hijo es el
318
Matth 20,23. Phil 2,9. 320 Ps 44,3. 321 Eph 1,20. 322 Comienza aquí otra cita de Vigilio de Tapso, Dialogus contra Arrianos, Sabellianos et Photinianos, 2,21, lín. 14‐18 (p. 339) (= lín. 183‐188 Gil). 323 I Tim 2,7. 324 Gal 4,4. 325 Entendemos «illam... qu[i]a» (lín. 189) como «illa... qua(e)», es decir: «illa testimonia, illa exempla quae...». 326 En este pasaje, en el texto latino «deitatis deitati subiectum» (lín. 191), Gil suprime el genitivo, pero probablemente la glosa es el dativo, si entendemos que la construcción original era: «deitatis subiectum» en un uso no clásico de genitivo por dativo, lo que habría llevado a un copista a escribir «deitati» junto al genitivo para indicar que ese término funciona como un dativo. En efecto, el dativo es, por así decirlo, la lectio facilior, la glosa, y es lo que debería ir entre corchetes rectangulares. 319
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 554
554
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
igual de Dios Padre y, reuniéndolas en un mismo ramo, hemos ofre‐ cido aquí este presente al rey eterno. Dice,327 en efecto, el Hijo al Padre: Todo lo mío es tuyo,328 y, por su parte, dice el evangelista: Ha‐ ciéndose el igual de Dios en todo su poder,329 y: El Padre y yo somos uno solo,330 y más adelante: Para que sean uno solo con nosotros, del mismo modo que (p. 27) Tú y yo somos uno solo,331 y: ¿Cómo no has creído que yo estoy en mi Padre y que mi Padre está en mí?,332 y: Mi Padre está obrando y yo también,333 y: Del mismo modo que el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a quienes así lo desea,334 y: Aquel que me ve, ve asimismo a mi Padre,335 y: Aquel que me aborrece, abo‐ rrece también a mi Padre,336 y: Glorifica a tu Hijo para que también tu Hijo te glorifique,337 y: Yo te he glorificado en la tierra y he dado a conocer tu nombre a los hombres.338 Y para que cese todo intento de argumenta‐ ción capciosa, que escuchen esos herejes y rechacen, si pueden, esta brevísima sentencia de Juan, que se expresa de este modo y con estas santísimas palabras:339 En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios y el Verbo era Dios. Por consiguiente,340 que dejen de manifestar 327 Una vez más recurre el autor a Vigilio de Tapso, Dialogus contra Arrianos, Sabellianos et Photinianos, 2,22, lín. 9‐48 (pp. 341‐344) (= lín. 194‐210 Gil). 328 Luc 15,31. 329 Ioh 5,18. 330 Ioh 10,30. 331 Ioh 17,22. 332 Probablemente Ioh 14,10. 333 Ioh 5,17. 334 Ioh 5,21. 335 Ioh 14,9. 336 Ioh 15,23. 337 Ioh 17,1. 338 Ioh 17,4 + 17,6. 339 Ioh 1,1. 340 La frase que sigue es complicada de entender, mientras que el testimonio de la fuente es muy simple, vid. Vigilio de Tapso, Dialogus contra Arrianos, Sabellianos et Photinianos, 2,22, lín. 17‐18 (p. 342): «conticescant dementium hominum linguae, quae nituntur Filium a Patris substantia separare». La corrección de Gil: «sermonis» > «sermones» (lín. 208) no es la mejor (pero no conocía la fuente del pasaje). El testimonio de la fuente y la presencia de la oración de relativo con el mismo pronombre plural femenino («quae») en Sisebuto hace aconsejable corregir «lingua» > «lingue» (lín. 208) y mantener el genitivo de los manuscritos. Gil señala, además, que el adjetivo «potentiosi» (lín. 208) es sospechoso de estar corrupto y añade que quizás habría que corregir «contemptiosi», pero hay una corrección más fácil en «putentiosi», adjetivo que no hemos encontrado atestiguado, pero que se entiende bien, literalmente: «lleno de podredumbre». La frase quedaría así: «conticescant ergo dementium putentiosi
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 555
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
555
sus opiniones las lenguas de esos dementes que se expresan de forma depravada, las cuales se esfuerzan con todo su anhelo en se‐ parar al Hijo de la sustancia del Padre y del Espíritu Santo,341 que con el Padre y el Hijo vive y reina en la unidad de un mismo poder. (lín. 211)
Esos infelices y dignos de que lloremos por ellos con toda una fuente de lágrimas, cegados en sus sentidos, manifiestan entre ladridos una opinión tal que, dominados por una demencia impía, en sus perniciosas tesis al Espíritu lo separan del Padre y del Hijo y con sus voces criminales no lo denominan Dios, lo que es abomina‐ ble de decir, sino «una criatura». Sin embargo, la autoridad de la Sa‐ grada Escritura, rica en pensamientos divinos, ha mostrado con estas clarísimas palabras que el Espíritu Santo es Dios y el Creador junto con el Padre y el Hijo: Por la palabra del Señor, dice,342 se afirmaron los cielos y por el Espíritu de su boca se conformó toda su belleza,343 y asi‐ mismo344 un poco después se expresó de este modo por medio de estas hermosas palabras: Enviarás a tu Espíritu y serán criados y reno‐ varás la faz de la tierra.345 Y ese rey más prudente que cualquier otro hombre y él mismo un profeta dice: Él la creó por medio del Espíritu Santo.346 Job, prácticamente el más paciente de todos los hombres, dice: El Espíritu divino, que me ha creado.347 Y, ciertamente, la guerrera Judith dice: Todas las criaturas te sirven, a ti, que348 hablaste y fueron cre‐ adas, que enviaste a tu Espíritu y fueron criadas 349. sermonis lingue sententiam ferre, que (sc. lingue)...» (donde «putentiosi sermonis» es el determinante de «dementium»). Es extraño también el uso de «conticescant» con infinitivo (lín. 208). Se diría que viene a ser un sinónimo de «desinant». 341 La adición de Sisebuto «de spiritu sancto» (lín. 210), ausente de la fuente, hace que la frase presente una sintaxis extraña. Se explica porque Sisebuto se propone pasar a exponer a continuación las ideas de los arrianos sobre el Espíritu Santo. De modo que introduce aquí ya al Espíritu Santo con objeto de facilitar la transición hacia el final de su carta. 342 Nuevo florilegio de pasajes bíblicos tomado de Vigilio de Tapso, Dialogus contra Arrianos, Sabellianos et Photinianos, 2,25, lín. 3‐9 (pp. 347‐348) (= lín. 218‐226 Gil). 343 Ps 32,6. 344 Entendemos «rursusque» por «rursus qui» (lín. 219). 345 Ps 103,30. 346 Eccle 1,9. 347 Iob 33,4. 348 Rechazamos la conjetura de Gil: «qui» > «quia» (lín. 225), aunque responde al texto bíblico. 349 Iudith 16,17.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 556
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
556
AURASIO DE TOLEDO350 EPISTVLA AD FROGANEM TOLETI COMITEM (CPL 1296) Aurasio ocupó la sede episcopal de Toledo entre los años 603 y 615, por lo tanto, conoció los reinados de Liuva II, Witerico, Gunde‐ maro y los primeros de Sisebuto. Gracias al De uiris illustribus de Il‐ defonso de Toledo sabemos que fue un gran defensor de la fe, aunque más a través de la acción que de la palabra escrita; de hecho, la epístola que comentamos es la única que se conserva de su autoría. Durante su pontificado, Toledo se convirtió oficialmente en la sede metropolitana de la provincia cartaginense, una parte de la cual es‐ taba aún en poder de los bizantinos. No disponemos de datos sobre Froga, el destinatario de la misma. Tradicionalmente se ha considerado que sería un comes de Toledo con suficiente autoridad para poder ayudar a la comunidad hebrea, pues precisamente ésa es la acusación que Aurasio transmite en su carta; una acusación de tal calibre que provoca la excomunión y ana‐ tema de Froga. La epístola, en consecuencia, sirve también como co‐ municación de la misma. La acusación de que éste había favorecido los intereses de la comu‐ nidad hebrea y que, en consecuencia, no habría defendido a la comu‐ nidad católica del reino, así como la coincidencia del episcopado de Aurasio con los primeros años del reinado de Sisebuto, uno de los mo‐ mentos álgidos de la persecución visigoda contra los judíos, son los 350
Bibliografía: Luis A. GARCÍA MORENO, Prosopografía del reino visigodo de Toledo, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1974, nº 61 y 244 (Acta Salmanticensia. Filosofía y Letras, 77), e ID., Los judíos, pp. 92, 109‐110, 135 y 145‐148; L. GARCÍA IGLE‐ SIAS, Los judíos, p. 110; Raúl GONZÁLEZ SALINERO, Las conversiones forzosas de los judíos en el reino visigodo, Madrid ‐ Roma, CSIC ‐ Escuela española de Historia y Arqueología en Roma, 2000, p. 86 (Serie Histórica, 2), ID., «Judíos sin sinagoga en la Hispania tardorromana y visigoda», en Raúl González Salinero (ed.), Marginados sociales y religiosos en la Hispania tardoantigua y visigoda, Madrid ‐ Salamanca, Signifer Libros, 2013, pp. 193‐219 (Thema mundi, 5), en las pp. 203‐204, e ID., «Preaching and Jews in Late Antique and Visigothic Iberia», en Jonathan Adams, Jussi Hanska (eds.), Jewish‐Christian Encounter in Medieval Preaching, New York ‐ Abingdon, Routledge, 2015, pp. 23‐58 (Routledge Research in Medieval Studies, 6), en las pp. 36‐38; Salvador IRANZO ABELLÁN, «Aurasio», en Carmen Codoñer (coord.), La Hispania visigótica y mozárabe. Dos épocas en su literatura, Salamanca, Universidad de Salamanca ‐ Universidad de Extremadura, 2010, pp. 93‐95 (Obras de referencia, 28).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 557
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
557
argumentos que han llevado a situar este hecho y esta epístola entre los años 612 y 615, pues en el primer año el monarca visigodo emite una serie de leyes contra la comunidad judía, mientras que 615 es el año del fallecimiento de ese obispo toledano. El interés de Sisebuto por controlar a las comunidades hebreas de su reino se ha relacionado con el clima escatológico que debió permear a todas las comunidades cristianas mediterráneas tras el avance sasánida por Tierra Santa, que comenzó precisamente en esos años, para lo cual recibió una impor‐ tante ayuda de los judíos de los territorios orientales. No obstante, algunos autores defienden una data anterior al 612 debido a la no alusión en la epístola a esas leyes, lo que lleva a pensar que previamente a la actuación de Sisebuto frente los hebreos, habría ya en Toledo un clima contrario a su actividad. Aceptando esta pro‐ puesta, vemos al obispo Aurasio como uno de los líderes toledanos opuestos a la pujanza judía. De hecho, algunos autores entienden que de la epístola se desprende el bautismo de esa comunidad he‐ brea gracias a la prédica del obispo. De la epístola se comprende, desde luego, que la ayuda de Froga permitió a los judíos superar la presión a la que estaban siendo so‐ metidos, e incluso, si seguimos la interpretación anterior, retornar a su fe ancestral. Por otro lado, varios autores han defendido que del texto de esta epístola se comprende que Froga autorizó la construc‐ ción de un edificio sinagogal; otros, sin embargo, entre los que se en‐ cuentra el traductor de la misma, sostienen que la referencia a esa construcción debe entenderse como la omisión de Froga de su deber de obstaculizar la actividad de la comunidad judía, sin necesidad de autorizar o permitir la construcción de un edificio concreto. El apoyo de Froga fue considerado por Aurasio la razón funda‐ mental de la nueva pujanza hebrea; de ahí la excomunión y anatema lanzados contra él y el hecho de que tales circunstancias fueran co‐ municadas, para su escarnio, a toda la congregación. Es necesario también recordar que la referencia a la comunidad hebrea, verosímilmente de Toledo, que encontramos en esta epístola es la primera mención que tenemos de ella en una fuente escrita, no así para el resto de la península ibérica. Igualmente, nos habla del
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 558
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
558
poder que esta comunidad tendría en aquel momento al haber con‐ seguido que un notable palatino no participara de la opinión predo‐ minante en su contra. Esta actividad judía hispana, por otro lado, se aviene bien con sus intentos, anteriores, de comprar la voluntad de Recaredo para que no emitiera leyes contra ellos, hecho que hemos comentado a propósito de la epístola enviada por Gregorio Magno a este monarca visigodo. [MVG] [80] Carta de Aurasio de Toledo a Froga (= Epístola visigótica nº 18)351 En el nombre de Cristo el obispo Aurasio a Froga. Has de saber que, puesto que no sólo has azotado a la Iglesia de Dios, sino que también, atacándonos abiertamente, nos has humi‐ llado y has favorecido a la sinagoga, puesto que, además, no nos has mostrado respeto en modo alguno en el nombre de nuestro Redentor Jesucristo, Dios vivo y nuestro verdadero Dios, y, en presencia de los notables, de todo el palacio, del pueblo católico y de la asamblea de los hebreos, nos tratas352 con desprecio, arrojándote al oleaje de un torbellino herético,353 mientras la paja y la viga del pecado354 cie‐ rran las cavidades de tus oídos y las concavidades de tus ojos, aban‐ donando como un recién convertido355 al bando que está al servicio de las antiguas virtudes, mostrándote hostil a la santa fe católica, es‐ cuchando la voz del inmundo espíritu que te persuade al mal, hasta el punto de que, debido a la cruel perversidad de tu locura,356 has 351
Edición de J. GIL, Miscellanea, p. 48 (epist. 18). Mantenemos la lectura «tradis» del manuscrito, frente a la conjetura «tradens» (lín. 6) de Gil. 353 Entendemos «alienus» con el sentido de «hereticus» en «aliene uertiginis» (lín. 6). 354 Cfr. Matth 7,3‐5; Luc 6,41‐42. 355 Entendemos «neotericus» (lín. 9) con el sentido de «neophytus, nouicius». Se opone aquí la novedad de la nueva fe que se atribuye a Froga a la antigüedad de los valores cristianos que sigue el resto de la comunidad católica. 356 No es necesaria ninguna corrección de las lecturas «nequitie insanie» (lín. 12) de los manuscritos. La primera («nequitie») es probablemente un ablativo de la 5.ª decl., e «insanie», un genitivo singular de la 1ª decl., determinante del sustantivo precedente. 352
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 559
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
559
abandonado heridos por los azotes a aquellos a los que Dios dispuso que fuesen conducidos357 por nosotros, por medio del baño de la re‐ generación,358 desde las fauces del desalmado diablo a la gloria, por todo ello, has de saber sencillamente por la presente que has sido excomulgado y anatematizado en la Iglesia de Dios por esta procla‐ mación nuestra y de los siervos de Dios. Y, por ello, os anatematizan el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo y la santa Iglesia católica, que fue erigida sobre san Pedro,359 de modo que este anatema sea el de todos, tanto el de los ángeles como el de los arcángeles, así como también el de toda la milicia celestial, con la ayuda de nuestro Señor Jesucristo, que es bendito por los siglos de los siglos.360 Amén.
357 Es muy difícil proponer aquí una buena conjetura, donde Gil corrige «remeare» (lín. 12), pero el sentido es «perduci». Este verbo se utiliza a menudo en pasiva en los escritores cristianos con el complemento «ad gloriam». El sentido es claro. 358 Cfr. Tit 3,5. 359 Cfr. Matth 16,18. 360 Cfr. Rom 1,25.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 560
560
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
AVIULFO361 EPISTVLA AD DESIDERIVM CADVRCENSEM EPISCOPVM (CPL 1303: EPIST. 2, 3) DESIDERIO DE CAHORS EPISTVLA 2, 8 (CPL 1303) Desiderio de Cahors (595‐655) pertenecía a una de las familias aristocráticas de la Galia cuyos miembros alcanzaron el episcopado en las áreas en las que estaban sus tradicionales dominios. Como muchos de ellos, antes de ser elegido obispo de Cahors en el año 639, Desiderio ejerció algunos cargos cortesanos. En este sentido, hay que recordar que en aquellos años, la Galia estaba dividida en varios rei‐ nos; la diócesis de Cahors pertenecía al gobernado sucesivamente por Dagoberto I (629‐639) y Clodoveo II (639‐657). Tras el asesinato del obispo Rústico, hermano de Desiderio, éste fue elegido para sustituirlo al frente de aquella diócesis, en la que se mantuvo desde el 630 al 655; en ella ejerció como pastor de almas y como evergeta (Vita s. Desiderii Cadurcensis ep., 2‐12). Se lo considera el prototipo de obispo galo con atribuciones civiles, reconocidas por el rey porque realmente era su representante en la diócesis. En las dos epístolas en las que se menciona Hispania es presen‐ tado como obispo; por lo tanto, ambas datan de aquel período. Una de ellas es un documento mediante el cual Desiderio presentaba a su presbítero Antedio que, junto con un sirviente, viajaba hacia «la provincia de las Hispanias», a fin de que las autoridades laicas y eclesiásticas de las regiones que debía atravesar no lo consideraran un giróvago y le permitieran seguir su ruta sin problemas. Antedio debía ser un clérigo de la diócesis de Cahors; podemos pensar, ade‐ más, que sería un hombre de confianza del obispo, pues le confía una misión que le hace viajar fuera de aquélla. 361 Bibliografía: Jean HUBERT, «La arquitectura y la decoración», en Jean Hubert, Jean Porcher, Wolfgang F. Volgach, La Europa de las Invasiones, trad. esp. de Luis Her‐ nández Alfonso, Madrid, Aguilar, 1968, pp. 1‐102; Jacques DURLIAT, «Les attributions civiles des évêques mérovingiens: l’exemple de Didier, évêque de Cahors (630‐655)», Annales du Midi, 91 (1979), pp. 237‐254; M. ROUCHE, L’Aquitaine, pp. 90‐93; Valerio NERI, I marginali nell’Occidente tardoantico. Poveri, ‘infames’ e criminali nella nascente società cristiana, Bari, Edipuglia, 1998, pp. 162‐165 (Studi storici sulla Tarda Antichità, 12); M. DIETZ, Wandering Monks, pp. 88‐105.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 561
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
561
Algunas cuestiones que plantea esta epístola se refieren a la per‐ tenencia política de aquellos a los que Desiderio presenta al presbí‐ tero, pues algunos han considerado que se trata de gobernantes del área gala, mientras que otros defienden que también se refiere a las de la hispana; en la epístola no hay datos que nos hagan inclinarnos por una u otra. Cuestión de interés es el área hispana a la que viajaría el presbítero Antedio; obviamente podría tratarse de la península ibérica, pero, dada la expresión «provincia de las Hispanias», no hay que descartar que pudiera hacer alusión a los territorios que el reino visigodo poseía en el sur de Galia. La última cuestión que plantea esta epístola es la razón por la cual ese obispo envió a su presbítero a la «provincia de las Hispanias», que es presentada como «el ex‐ tranjero». Dada la relación directa que Desiderio de Cahors tenía con el rey Dagoberto y dadas las complejas relaciones que los monarcas galos tenían con los reyes visigodos, es posible que a Antedio se le encomendara una misión política. En 631 la nobleza visigoda opuesta al rey Suintila solicitó ayuda de Dagoberto por medio de Si‐ senando, dux de Septimania, el área visigoda en territorio galo; por ello, cabe la posibilidad de que Antedio viajara a ésta en el contexto de las negociaciones que culminaron con la participación de Dago‐ berto en la subida de Sisenando al trono visigodo. Ello explicaría, además, que en la epístola se mencionara la misión concreta a través de un críptico «por un motivo que justifica de todo punto su despla‐ zamiento». Ahora bien, Desiderio de Cahors podía tener otra razón para enviar a Antedio a Hispania. Bajo su obispado se llevaron a cabo numerosas obras públicas y se construyeron varios edificios religio‐ sos, para lo cual solicitó artesanos a otras áreas de la Galia (Desiderio de Cahors, Epistulae, 1,14). Atendiendo a ello, podría considerarse que aquél viajaría a una provincia hispana en busca de ellos. Es inte‐ resante recordar la propuesta de historiadores del arte respecto a la participación de artesanos hispanos en las obras emprendidas por Desiderio. Como hemos visto, este obispo no quería de ningún modo que su presbítero fuera confundido con un giróvago. De esta clase de eclesiásticos y monjes, rechazados por todos, ya hemos tratado en el comentario a las cartas al obispo Agapio de Córdoba, por lo que nos
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 562
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
562
remitimos a lo allí consignado. En todo caso, esta referencia de Desiderio abunda en la existencia de giróvagos a ambos lados de los Pirineos en la primera mitad del siglo VII. La otra carta que nos interesa fue escrita por Aviulfo, probable‐ mente un sacerdote de la diócesis de Cahors. El asunto del que trata es el de un clérigo de Cahors refugiado en Hispania tras haber cometido una falta que no se específica. Dructulfo, el clérigo en cuestión, fue reclamado por Desiderio; después fue capturado en Hispania y llevado ante Aviulfo, quien, a su vez, se lo entregó al obispo. Está claro que el autor de la carta intercedía por él. Para nosotros, el asunto importante es la continua conexión entre la Galia e Hispania, pero también que para los habitantes de la Galia o, al menos, para los de la diócesis de Cahors, la cercana Hispania —fuera la península ibérica o el área de Septimania— era una tierra de refugio. [MVG] [81‐82] Aviulfo y Desiderio de Cahors362 [81] Aviulfo, Carta 2,3 del Epistolario de Desiderio de Cahors (p. 46)
A nuestro reverendo señor, digno de todo punto de ocupar una sede apostólica, nuestro señor y padre, el obispo Desiderio, el pecador Aviulfo. Ponemos en conocimiento de vuestra santidad aquello sobre lo que nos transmitisteis vuestras órdenes: por mediación de una per‐ 362
Edición: Dag NORBERG, Epistulae S. Desiderii Cadurcensis, Stockholm, Almqvist & Wiksell, 1961 (Acta Vniuersitatis Stockholmiensis. Studia Latina Stockholmiensia, 6), pp. 46‐47 (carta de Aviulfo) y 56 (carta de Desideiro de Cahors). De la carta de Aviulfo hay traducción francesa de Edme‐Louis BILLARDON‐SAUVIGNY, Lettres des rois, reines, grands, etc. Première race... Pour servir de suite aux Essais historiques sur les mœurs des Français, vol. 2, Paris, 1792, p. 238; y de la carta de Desiderio de Cahors hay traducción inglesa de Roger COLLINS, The Arab Conquest of Spain, 710‐797, Oxford, Blackwell, 1989, pp. 13‐14 (A History of Spain); y española en la traducción de ese mismo libro en Roger COLLINS, La conquista árabe, 710‐797, trad. esp. de Néstor Mínguez, Barcelona, Editorial Crítica, 1991, pp. 19‐20 (Serie mayor. Historia de España, 3).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 563
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
563
sona que nos es cercana hemos recibido desde Hispania a vuestro clérigo, de nombre Dructulfo, y os lo hemos enviado, a nuestra vez, por mediación del portador de la presente. Por lo que respecta a sus culpas, os rogamos que le sean perdonadas y deseamos que en lo sucesivo demuestre que se ha corregido. Si la misericordia del Señor nos concede esto, nos hará tener una gran confianza en su gracia. Por lo demás, esperemos que el Señor se digne concedernos y llevar a efecto lo que el portador de la presente enviado ante vos os comu‐ nicará sobre nuestra situación (p. 47) a fin de que, mientras vivamos, nos resulte aún más agradable permanecer siempre a vuestro servi‐ cio. Ciertamente, no me atrevo a saludaros, pero ruego a vuestra san‐ tidad que os dignéis acordaros de mí, vuestro más humilde servidor, en vuestras santas oraciones. [82] Desiderio de Cahors, Carta 2, 8 (p. 56) A mis
reverendos señores y dignos de ser recordados con la mayor veneración, mis señores los obispos y abades, y no en menor medida a los varones excelsos y principales, los condes, tribunos, defensores, centenarios y todos los demás que miran por los intere‐ ses públicos y eclesiásticos, Desiderio, el siervo de los siervos de Dios, obispo de la ciudad de Cahors. Os rogamos, señores, que os dignéis orar por nosotros y que re‐ cibáis como a personas recomendadas al portador de esta carta, el presbítero Antedio, y al servidor que lo acompaña en su viaje. En efecto, no alega falsedades, como esos numerosos giróvagos, sino que se dirige a la provincia de las Hispanias por un motivo que jus‐ tifica de todo punto su desplazamiento al extranjero. En consecuen‐ cia, mirad por que no sea molestado por nadie ni sufra ninguna injusticia, antes bien, procurad que, merced a vuestra asistencia, siga adelante sin problemas. Os ruego que acojáis favorablemente esta carta, mis señores, siempre reverendos para mí.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 564
564
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
ISIDORO DE SEVILLA363 EPISTVLA AD HELLADIVM TOLETANVM EP. (CPL 1211) EPISTVLAE AD BRAVLIONEM CAESARAVGVSTANVM EP. (CPL 1230º: EPIST. 1‐2, 4, 6‐8) BRAULIO DE ZARAGOZA EPISTVLAE AD ISIDORVM HISPALENSEM EP. (CPL 1230: EPIST. 3, 5) ISIDORO DE SEVILLA (ATRIBUCIONES DUDOSAS) EPISTVLA AD EVGENIVM EPISCOPVM (CPL 1210) EPISTVLA AD MASSONAM EMERITENSEM EPISCOPVM (CPL 1209) EPISTVLA AD CLAVDIVM DVCEM (CPL 1224) PS. ISIDORO DE SEVILLA EPISTVLA AD REDEMPTVM (CPL 1224º, CPPM II,1078) EPISTVLA AD LEVDEFREDVM EPISCOPVM (CPL 1223) REDEMPTO DE SEVILLA OBITVS BEATISSIMI ISIDORI HISPALENSIS EP. (CPL 1213) El cuerpo de la correspondencia de Isidoro que aquí se comenta lo constituyen 14 textos, de los cuales sólo la mitad son suyos es‐ trictamente hablando. Dos son cartas que le remite Braulio y que forman parte del intercambio entre ambos, por lo que se recogen 363 Bibliografía: L. A. G ARCÍA M ORENO , Prosopografía; Pedro C ASTILLO M ALDONADO , «La muerte de Isidoro de Sevilla: apuntes de crítica histórico‐ hagiográfica», Habis, 32 (2001), pp. 577‐596; Ariel G UIANCE , «Dormivit beatus Isidorus: variaciones hagiográficas en torno a la muerte de Isidoro de Sevilla», Edad Media, 6 (2003‐2004), pp. 33‐59; José Carlos MARTÍN‐IGLESIAS, Scripta de uita Isidori Hispalensis episcopi: Braulionis Caesaraugustani episcopi Renotatio librorum domini Isidori; Redempti clerici Hispalensis Obitus beatissimi Isidori Hispalensis episcopi; Vita sancti Isidori ab auctore anonymo saeculis XI ‐ XII exarata, Turnhout, Brepols, 2006 (CC SL, 113B), e ID., Escritos medievales en honor del obispo Isidoro de Sevilla: Introducción, traducción, índices y notas, Turnhout, Brepols, 2017 (Corpus Christianorum in Translation, 29); Gerd K AMPERS , «Exemplarisches Sterben. Der Obitus beatissimi Hispalensis Isidori episcopi des Klerikers Redemptus», en Uwe Ludwig, Thomas Schilp (eds.), Nomen et Fraternitas. Festchrift für Dieter Geuenich zum 65. Geburtstag, Berlin – New York, De Gruyter, 2008 (Ergänzungsbände zum Reallexikon der Germanischen Altertumskunde, 62), pp. 235‐248; Francisco M.ª FERNÁNDEZ JIMÉNEZ, «Los grados clericales en la liturgia visigoda según el testimonio de san Isidoro de Sevilla», Toletana, 31 (2014), pp. 9‐29; Ruth MIGUEL FRANCO, Braulio de Zaragoza, Epístolas, Madrid, Akal, 2015 (Akal/Clásicos Latinos Medievales y Renacentistas, 30); Carmen CODOÑER, «La lengua de Isidoro», Antiquité Tardive, 23 (2015), pp. 47‐57; Jacques E LFASSI , «Connaître la bibliothèque pour connaître les sources: Isidore de Séville», Antiquité Tardive, 23 (2015), pp. 59‐66.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 565
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
565
para mejor comprensión de los suyos, tres permanecen como du‐ dosos y otros dos son textos pseudo‐isidorianos, pero que, con in‐ dependencia de las dudas sobre su autoría, se leyeron como suyos y remiten a problemas que le eran próximos, por lo que su inclusión no resulta forzada. Debe hacerse notar que el interés de esta correspondencia de Isidoro es limitado, en todo caso muy por debajo del interés de su trabajo como obispo y como autor cristiano. Sus textos epistolares no pasan en la mayoría de los casos, quizás con la excepción del texto dudoso remitido al dux Claudio, de unas pocas líneas; son textos muy breves, cartas de cortesía y, ocasionalmente, respuestas a dudas teológicas, pero que no exigen por su parte una gran de‐ mostración de sabiduría y erudición escrituraria. Por otro lado, aunque indudablemente nos permiten incorporar algunas noticias a un periodo falto de ellas, no presentan la riqueza informativa que hemos apreciado en otras correspondencias recogidas en este volumen. Es indudable que Isidoro es un hombre de Iglesia, preocupado por la disciplina, como evidencia en su carta a Heladio, en esos momentos obispo de Toledo (ca. 615‐ca. 633) y que parece reunido en algún concilio donde va a verse el caso del obispo de Córdoba, que ha pecado contra la carne. Isidoro propone a Heladio que el obispo sea escuchado y luego depuesto. Es posible que la carta de Masona tenga algo que ver con la misiva enviada a Heladio. Masona ha escrito a Isidoro pregun‐ tándole por la manera correcta de actuar respecto al que ha caído en el mismo pecado. Se entiende que se refiere a un eclesiástico y Masona, tras haber leído las actas de un concilio celebrado en Ancira en el año 314, duda si el pecador debe ser restituido en su grado tras haberse so‐ metido a la penitencia o si debe ser rechazado en todos los casos. Isi‐ doro acepta que ambas posibilidades parecen contempladas canónicamente. La recuperación de su grado cree el hispalense que es posible si hay arrepentimiento, lamento por los pecados cometidos y, tras la penitencia, se ha reconciliado con la piedad divina de manera evidente. Se apoya en una erudición tomada de las Escrituras y parece más político, más clemente, que en la nota remitida a Heladio. La carta a Eugenio de Toledo, el primer obispo de la sede toledana con este
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 566
566
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
nombre, de autoría igualmente muy dudosa, parece una mera reivin‐ dicación de la supremacía romana ante una pregunta sobre la igualdad o gradación entre los apóstoles de Cristo. Parece claro que alguien ha querido utilizar la autoridad de Isidoro en el difícil equilibrio de rela‐ ciones entre la Iglesia visigoda y la sede romana. Y el carácter de con‐ sejero teológico resulta igualmente evidente en la carta al dux lusitano Claudio, personaje conocido por la fuente hagiográfica conocida como Vitas ss. Patrum Emeretensium, donde había evidenciado su celo en de‐ fensa de la fe católica, y por la Crónica de Juan de Biclaro. De hecho, en la carta de Isidoro —sobre la cual, como hemos anotado, se ha dudado de su autoría, hasta el punto de incluirla algunos entre las pseudo‐isi‐ dorianas— se aprecia ese celo religioso del personaje. De nuevo, la carta adopta la forma de una serie de respuestas a preguntas enuncia‐ das por su interlocutor. Aunque éstas no aparecen enunciadas, el autor se manifiesta de nuevo en relación a la supremacía del obispo de Roma sobre cualquier otro prelado, se mantiene cauteloso sobre la actitud que los creyentes deben tomar ante las decisiones de un prelado que resultase impío de modo no manifiesto y, ante la duda de si al recitado del credo se le pueden añadir o suprimir algunas expresiones. Isidoro plantea, de nuevo con cautela, que lo importante es que el sentido de la oración no se vea alterado; siempre que las modificaciones no lleven implícitas doctrinas contrarias a la verdadera fe. En realidad, el sentido de las dudas de Claudio se entienden en la segunda parte de la epístola, cuando lo que su corresponsal debe afrontar son una serie de preguntas sobre la Trinidad que nos sitúan en el ambiente de controversia no resuelta, o de dudas provocadas por la mera ignorancia teológica, que sucedieron a la conversión goda del arrianismo al catolicismo. El planteamiento del redactor sobre las dudas de Claudio es maximalista, si algo «no lo compren‐ demos en nuestra mente, aceptémoslo en nuestra fe». Claudio le ha‐ bría manifestado en su carta que está discutiendo asiduamente con unos herejes a los que trata de llevar de regreso a la fe católica. Es posible que buena parte de sus dudas sobre el credo o sobre la Tri‐ nidad procedan de esas discusiones. La respuesta es categórica, alaba su celo, pero censura su atrevimiento por el riesgo que conlleva de sucumbir ante los argumentos de los herejes. De una manera ge‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 567
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
567
nérica, el autor no duda en asumir el papel jerárquico que corres‐ pondería a la figura de Isidoro al mandar que los cristianos se abs‐ tengan de hablar con ellos, y se alejen de los mismos hasta que hayan abrazado la fe católica. Para mostrar con más fuerza su ascendencia, le recuerda a su común ejemplo y maestro, el obispo Leandro. El texto, más allá de las consideraciones teológicas, resulta esclarecedor sobre el ambiente que se viviría en los años finales del siglo VI y pri‐ meros del siglo VII, donde parece claro que la conversión no fue ni tan general, ni tan indiscutida como la jerarquía católica habría de‐ seado; incluso, que grupos de conversos podrían haber cambiado de idea cierto tiempo después, o incluso que mantuvieran sus posturas por su convencimiento teológico. En todo caso, la discusión con esos herejes parece condicionada a la buena voluntad que manifestasen y a un buen conocimiento de las Sagradas Escrituras por su parte. El autor del texto parece temer que la formación teológica de Clau‐ dio no fuese suficiente para tamaña empresa. La correspondencia entre Isidoro y Braulio viene marcada por la admiración del obispo de Zaragoza hacia la obra de Isidoro, que se inicia cuando Braulio es aún arcediano e Isidoro ha alcanzado ya la madurez intelectual y enfrenta sus obras mayores. De hecho, sus in‐ tercambios epistolares están centrados en el envío o en la solicitud de textos, sean éstos propios o ajenos. Las circunstancias del primer encuentro entre ambos nos son desconocidas, pero el más temprano de los textos intercambiados, una petición de Isidoro para que Brau‐ lio le envíe algunos textos de Agustín (Enarrationes in Psamos, 51‐60), presupone un conocimiento previo y, como en las siguientes, se rei‐ tera el deseo del reencuentro. En el segundo de los textos, Isidoro, como prueba de esa amistad, le envía un anillo y un manto, a la vez que un ejemplar de su Regla monástica. Si el envío es poco posterior a su redacción, la carta podría situarse en torno al 620. Tras un lapso aparentemente largo se reanuda la correspondencia y el texto de Braulio, además de excusar su tardanza en enviar noticias por las difíciles circunstancias que se han desarrollado en su provincia, abre el que va a ser el tema del resto de su correspondencia: las Etimologías que Isidoro está elaborando en estos años. La fecha de esta carta puede colegirse del mismo texto que alude a una incursión enemiga,
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 568
568
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
probablemente en alusión al ejército de mercenarios francos que apoyando a Sisenando pusieron cerco a la ciudad en la que se había refugiado Suintila, y que culminaría con la rendición de éste y la pro‐ clamación de Sisenando como rey en la misma ciudad en el 631. He‐ chos que se superpondrían, según el texto, con una sequía que habría provocado gran escasez y, probablemente como consecuencia úl‐ tima, la extensión de una epidemia. Recuperado de tales contratiem‐ pos le pide que le haga llegar un ejemplar de las Etimologías, ha oído que ya lo ha terminado y se cree con derecho preferente a recibirlo, pues fue él mismo quien lo animó a escribirlo. La carta parece haber llegado a Isidoro, pero desaparece robada antes de que pueda leerla; sin embargo, esta explicación le parece a Braulio una excusa para no atender a su demanda y le replica con una carta donde su vehemen‐ cia resulta por momentos grosera. De hecho, se inicia advirtiendo que escribe para quejarse y reprocharle, aunque lo hace amparado por la libertad que le da la seguridad de su amor. Empieza recor‐ dándole que hace siete años que le lleva demandando su libro sobre los Orígenes, pero que siempre le responde con evasivas y excusas, unas veces que no estaba terminado, o que no tenía copias o que no le había llegado la petición, por lo que abre una larga relación de re‐ cursos petitorios que justifica porque se siente «consumido por el hambre de saber» y se pregunta si acaso en algún momento le ha podido ofender por una actitud poco humilde o inadecuada. De hecho, se siente especialmente molesto porque los libros de las Eti‐ mologías, aunque incompletos y corrompidos, ya circulan y él quiere disponer de una copia completa y bien ordenada. Al final de la carta llega a preguntarse si ha actuado de manera irreflexiva. Parece que la insistencia al final tiene premio y en la respuesta Isidoro se dis‐ culpa. Ha recibido su misiva cuando se encontraba en Toledo, en compañía del rey, con motivo del concilio —suponemos que prepa‐ rando el concilio IV de la sede regia que se celebra en el 634 y al que Braulio también asistirá—; por mediación del mismo portador de la carta, junto a otros códices no especificados, le envía finalmente el de las Etimologías, que por su mala salud está sin revisar y le pide que corrija. Parece que la distribución y ordenación final en los veinte libros actuales de la obra fue trabajo suyo. El texto va acompañado de un prefacio, una dedicatoria al propio Braulio, que se ha conser‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 569
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
569
vado como un texto epistolar. Un último texto muy breve es apenas un deseo de encontrarse. La correspondencia entre ambos obispos apenas se sale del guion que hemos marcado. Sin embargo, en la primera carta de Braulio, éste alude a los problemas habidos con un tal Sintario que, merced al criterio de Isidoro, que intentó hacerle ver sus errores, parece haber salido malparado de un concilio. No resulta claro a cuál con‐ cilio se refiere, quizás uno hipotéticamente celebrado en Sevilla en torno al 628‐629, o alguno de los provinciales teóricamente anuales, ni tampoco si se trataba del mismo caso mencionado en la carta de Isidoro a Heladio, aunque ningún personaje de este nombre es re‐ cordado entre la nómina de los obispos cordobeses. De hecho, la con‐ dición episcopal del personaje, alguna vez argumentada, es posible, pero no se indica expresamente. En todo caso, parece que el tema va a ser tratado de nuevo en otro concilio en el que estarían trabajando, probablemente en el IV de Toledo, que parece haber sufrido al menos un aplazamiento; aunque el tema no parece haber sido a la postre incluido. En la larga carta de súplica, Braulio, además de sus quejas, incluye una anotación sobre algunas dudas escriturarias, que no se concretan, y pide a Isidoro que intente mediar para que el rey proponga como sustituto del metropolitano tarraconense Eusebio, recientemente fallecido, a alguien cuya sabiduría y santidad sean ejemplo de vida. Es posible que haya propuesto un candidato con‐ creto, pues en la carta que acompaña el envío de las Etimologías, Isi‐ doro le hace notar que la opinión del rey (Sisenando) es distinta a los anhelos de Braulio, aunque aún no tiene clara la decisión que to‐ mará. Eusebio había ocupado la sede al menos desde el 610, cuando suscribe el decreto de Gundemaro, y había chocado con Sisebuto, cuyos anhelos parece haber ignorado en algún nombramiento y al que había ofendido por su afición a los ludi teatrales (cfr. Epist. Wisig. nº 7). Es probable que Braulio no estuviese muy contento con la ejemplaridad de su magisterio. Su sucesor, nombrado probable‐ mente en vísperas del concilio, fue Audax, de cuya actividad no te‐ nemos información alguna. Las cartas pseudo‐isidorianas probablemente han aprovechado opiniones de Isidoro para resolver algunas dudas de tipo teológico
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 570
570
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
y práctico. La primera está dirigida hipotéticamente al arcediano Re‐ dempto, identificado ocasionalmente con el personaje del mismo nombre recordado en las Vitas ss. Patrum Emeretensium, aunque el Redempto sevillano anotado un poco más adelante podría ser otro candidato. De hecho, el texto parece paralelo al de la epístola a Clau‐ dio y está construido para resolver algunas dudas acerca de la euca‐ ristía (el tipo de pan que debe emplearse y la calidad de los vasos sagrados) y sobre ciertas expresiones gramaticales de las Escrituras. Podríamos preguntarnos si la existencia de este grupo de cartas, muy dudosas, cuando no claramente pseudo‐epigráficas, dirigidas a des‐ tacados personajes del entorno católico emeritense, no tendrían una motivación interesada por parte de la iglesia de Mérida, una vincu‐ lación con Isidoro y con la sede sevillana, quizás a la búsqueda de un frente común ante Toledo. La carta a Leudefredo es, de nuevo, una carta posible. Leudefredo era obispo de Córdoba en tiempos del Concilio de Toledo del 633, y aún continuaba al frente de la sede en el 646, por lo que el hecho de que plantease una consulta a su metropolitano no es algo descabe‐ llado. En cualquier caso la pregunta sobre la organización de los ofi‐ cios eclesiásticos resulta algo banal dada su condición y el texto parece una excusa para resumir los primeros capítulos del libro se‐ gundo sobre los oficios eclesiásticos (De ecclesiasticis officiis) escrito por el propio Isidoro. Se ha incluido en este apartado la carta escrita por un clérigo de nombre Redempto dando cuenta de la muerte de Isidoro. Dado que la carta de Isidoro al personaje del mismo nombre es pseudoepigrá‐ fica, resulta difícil identificarlos como un único individuo. En este caso, el personaje se presenta a sí mismo como un clérigo sevillano que parece haber tenido un conocimiento de primera mano de la muerte de Isidoro, asegura que su relato es fiel a los hechos, incluso que ha asistido a su enfermedad, a la penitencia seguida de acuerdo a los preceptos canónicos del momento, eminentemente pública, pues a la iglesia de san Vicente lo acompañan los clérigos y toda la comunidad cristiana, incluso a su agonía. Sin embargo, su relato es esencialmente hagiográfico. Aunque parece dirigir la narración a un interlocutor singular, no deja de evidenciar el interés por engran‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 571
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
571
decer a la propia ciudad de Sevilla, y por tanto a la propia sede, na‐ rrando la santidad evidente de Isidoro en el momento de su óbito. Signos de santidad manifiestos en el hecho de que fue el primero en ser consciente de que se aproximaba su muerte, un signo del amor de Dios que le permitía así preparar la propia penitencia, re‐ lato paralelo al que el biógrafo de Masona hace en el texto de las Vitas ss. Patrum Emeretensium. Manifiestos también en su despren‐ dimiento de los bienes mundanos y en su afán de repartirlos entre los necesitados, lo que era una parte de la penitencia misma; dinero que parece recibir de terceros, donde se resalta su carácter mediador y donde el hagiógrafo salva el legalismo que impedía a los obispos un dispendio desmedido de los bienes de la diócesis. La descripción ceremonial de la confesión y penitencia es un documento precioso en sí mismo, como lo es la descripción de los síntomas de su enfer‐ medad. [PCD] [83‐88] Isidoro de Sevilla, Carta al obispo Heladio y otras cartas de autoría incierta y espurias [83] Isidoro de Sevilla, Carta al obispo Heladio de Toledo364 (p. 432)
A mis señores y siervos de Dios, Heladio y los demás obis‐ pos que están reunidos con él, Isidoro. (1) Nos vemos afligidos por los lágrimas y sentimos el dolor de las punzadas de nuestros pecados365 cuando vemos la caída de un hermano, pues, del mismo modo que de la salud del alma viene la alegría, así también del peligro de ésta surge el gemido. Hemos sa‐ 364
Edición: S. IRANZO ABELLÁN, Estudios, pp. 432‐433 (incluye traducción). Hay traducción inglesa de Gordon B. FORD, The Letters of St. Isidore of Seville, Amsterdam, Adolf M. Hakkert, 19702, p. 29. Otra edición de W. Gundlach en W. ARNDT, E. DÜMM‐ LER, W. GUNDLACH, Epistolae, pp. 661‐662. Se mantiene la distribución en parágrafos de la edición de Francisco ARÉVALO, S. Isidori Hispalensis episcopi Hispaniarum doctoris opera omnia, vol. 6, Romae, Apud Antonium Fulgonium, 1802, p. 566 (= PL 83,902). Carta de Isidoro de Sevilla al obispo Heladio de Toledo (ca. 615‐ca. 633), de auten‐ ticidad generalmente admitida y que se fecha hacia 619‐633. 365 Agustín de Hipona, Enarrationes in Psalmos, 29,2,22, lín. 6‐7.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 572
572
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
bido, en efecto, que el obispo hispalense de la iglesia de Córdoba, pese a su dignidad episcopal, se ha mancillado por culpa del pecado de la carne y desde la altura de su cargo ha descendido a lo profundo de la sima de los vicios en una caída digna de lástima.366 Y puesto que la cura pastoral es uno de vuestros deberes y la severidad de Dios dispuso que las faltas de los pecadores deben ser sometidas a vuestro juicio, diciendo:367 Los sacerdotes se sentarán como jueces en mis juicios y juzgarán entre lo santo y lo pecaminoso, en consecuencia, conocedores de estas palabras del Señor, en medio de una gran efusión de lágri‐ mas suplicamos a vuestra santidad que este pecador, una vez que se haya presentado ante vuestra santa asamblea y hayáis escuchado el testimonio de su confesión, sea depuesto de su título episcopal por una resolución del sínodo. (2) Es mejor para él que sea juzgado por vosotros en este mundo a que sea condenado en el Juicio eterno, es más leve para él la ignominia de esta vida presente que los tormentos futuros de la gehena. Ha de saber, ciertamente, que se ha hecho in‐ digno del nombre y el cargo de sacerdote aquel que ha perdido el mérito de la santidad. Por lo tanto, por una resolución de vuestro jui‐ cio, ha de lamentar con persistencia y con un llanto lleno de arrepen‐ timiento las abominaciones a las que se ha entregado,368 ha de afligirse por la dignidad del sacerdocio que ha perdido con su mala vida y ha de entristecerse por el estado de su alma, que ha enfangado con tan abundante cieno de putrefacción. (p. 433) Quizás en algún mo‐ mento el Espíritu Santo le ofrecerá su mano y, merced a una peniten‐ cia digna de su falta, alcance a obtener el perdón de sus pecados. Y os ruego por mí mismo, santísimos obispos, a fin de que os dig‐ néis solicitar en vuestras oraciones a la piedad divina que, olvidán‐ dose de mis propios delitos, esos que también yo mismo he cometido, me libere del lazo de los pecados en los que hasta ahora me he visto atrapado y me conceda por vuestros merecimientos el beneficio de la indulgencia.
366 Una expresión cercana a ésta se lee en el De ortu et obitu Patrum (CPL 1191) del propio Isidoro de Sevilla, cap. 34,2. 367 Adaptación de Ez 44,23‐24. 368 Una expresión semejante se lee en las Quaestiones in Vetus Testamentum de este mismo autor, In Leuiticum, 16,4.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 573
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
573
[84] Isidoro de Sevilla (?), Carta al obispo de Toledo Eugenio369 Al santo arzobispo de Toledo Eugenio (1) A mi señor queridísimo e ínclito por sus virtudes, el obispo Eugenio, Isidoro. Al recibir la carta de vuestra santidad por medio del mensajero Verecundo, hemos dado gracias al Creador de todo lo que existe porque se digna conservar la salud de vuestro espíritu y vuestro cuerpo en beneficio de su santa Iglesia y, mientras nos pre‐ paramos para responder a vuestras preguntas en la medida en que seamos capaces, os rogamos que por la intercesión de vuestras ora‐ ciones el Señor nos libre de las desdichas que nos oprimen. Pero, puesto que vos, mi venerable hermano, nos solicitáis que, como per‐ sona conocedora de estas materias, os demos nuestra opinión a pro‐ pósito de ciertas consultas que nos hacéis, aunque vos no ignoráis la respuesta, debemos deciros que el lazo anudado por una sentencia de una autoridad mayor no puede ser desatado en modo alguno por una menor a no ser como consecuencia de la proximidad de la muerte, y que, por el contrario, una sentencia emitida por un dere‐ cho inferior puede ser anulada por uno superior que intervenga. Ciertamente, así lo sancionaron los padres ortodoxos teniendo por guía la autoridad del Espíritu Santo y, en caso de que alguien sos‐ tenga una opinión diferente, como vuestra prudencia conoce perfec‐ tamente, saldrá de ello una abominación, esto es, la vanagloria del hacha contra aquel que corta con ella.370 (2) Ésta es la doctrina que existe respecto a la igualdad entre los apóstoles: Pedro se sitúa por encima de los restantes, pues mereció oír lo siguiente del Señor:371 Tú serás llamado Cefas, tú eres Pedro etc., y asumió el primero el honor del pontificado en la Iglesia de Cristo y no de manos de algún otro, sino del propio Hijo de Dios y de la 369 Edición: Salvador IRANZO ABELLÁN, José Carlos MARTÍN‐IGLESIAS, «Un nuevo manuscrito de la Epistula ad Eugenium episcopum (CPL 1210) atribuida a Isidoro de Sevilla», Revue d’Histoire des Textes, n. s. 11 (2016), pp. 301‐318. Otra edición de S. IRANZO ABELLÁN, Estudios, pp. 434‐435 (incluye traducción). Se mantiene la distribución en parágrafos de la edición de F. ARÉVALO, S. Isidori, pp. 573‐574 (= PL 83,908). Hay traducción inglesa de G. B. FORD, The Letters, pp. 47‐49. 370 Cfr. Is 10,15. 371 Mezcla de dos pasajes distintos de los Evangelios: Ioh 1,42 y Matth 16,18.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 574
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
574
Virgen. También372 a él, tras la resurrección del Hijo de Dios, dijo éste mismo:373 Apacienta a mis corderos, designando con el término de corde‐ ros a los prelados de las distintas iglesias. Y si bien la dignidad de este poder se ha extendido a todos los obispos de los católicos, sin embargo, reside por la eternidad de un modo especial, por una especie de privi‐ legio singular, en el prelado romano, como si fuese la cabeza, siendo así esta dignidad más elevada en él que en el resto de los miembros. (3) En consecuencia, aquel que no muestra a éste respetuosamente la debida obediencia, separándose de la cabeza, se vuelve culpable de cisma acéfalo, pues la santa Iglesia aprueba y defiende la tesis ex‐ puesta como si fuese un artículo de la fe católica, como hace con la sentencia de san Atanasio a propósito de la fe en la santa Trinidad:374 «A menos que alguien crea esto con fe y firmeza, no podrá alcanzar la salvación». He ofrecido brevemente estas reflexiones a vuestra dulcísima caridad, teniendo bien presente esa máxima del filósofo de que al sabio un poco le es suficiente.375 [85] Isidoro de Sevilla (?), Carta al obispo Masona de Mérida376 A mi santo señor, el obispo Masona, bienaventurado por sus mé‐ ritos, Isidoro. (1) Presentándose ante nosotros vuestro servidor, el religioso varón Nicetio, nos entregó una carta de vuestra honorable persona. Por ella la noticia de vuestro buen estado de salud llegó a nuestro conocimiento y, en especial, merced al citado mensajero, cuya lengua 372
Cfr. León Magno, Tractatus septem et nonaginta, 83, lín. 57‐60. Ioh 21,15‐17. 374 Se refiere el autor al Symbolum Quicumque, § 42 (p. 411), obra quizás de Ambrosio de Milán. Vid. asimismo Marc 16,16. 375 El dicho procede en última instancia de Plauto, Persa, 729, y Terencio, Phormio, 541. 376 Edición: F. ARÉVALO, S. Isidori, pp. 563‐565 (= PL 83,899‐902). Hay traduc‐ ciones inglesas de G. B. FORD, The Letters, pp. 23‐27; y de John R. C. MARTYN, King Sisebut and the Culture of Visigothic Spain, with Translations of the Lives of Saint Desiderius of Vienne and Saint Masona of Mérida. Vita uel Passio Sancti Desiderii a Sisebuto Rege composita and Vita Sancti Masonae Emeretensis, Lewiston ‐ Queenston ‐ Lampeter, The Edwin Mellen Press, 2008, pp. 199‐207; y española de A. CAMACHO MACÍAS, Liber Vitas sanctorum Patrum, pp. 147‐149. 373
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 575
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
575
era una carta viviente. En consecuencia, tras dar gracias a nuestro buen Dios por vuestra salud, como si se tratase de una encuesta ju‐ dicial,377 rogando con celo y en la medida en que pudo hacerlo nues‐ tra insignificante persona, os recomendamos a la mirada divina en virtud de las bondades de vuestros méritos. (2) En cuanto a aquello que a continuación vos, nuestro venerable hermano, expusisteis en vuestra carta, no debe entenderse que en las sentencias aludidas existe diversidad en los decretos por el hecho de que en unas se lee que, con ocasión del pecado de la carne, el grado de la dignidad poseída debe restituirse tras la penitencia, mientras que en otras se lee que, tras un delito de este tipo, en modo alguno debe concederse de nuevo el honor de la posición anterior. (3) En efecto, esta diversidad se explica de este modo: el canon, en efecto, ordena reintegrar a sus antiguas dignidades eclesiásticas a aquellos que se entregaron previamente a la satisfacción de la pe‐ nitencia o a una digna confesión de los pecados, por el contrario, aquellos que no se enmiendan del vicio de la corrupción y que in‐ cluso, con una impía arrogancia, tratan de justificar ese mismo delito carnal que admiten, ciertamente, no pueden recibir ni el grado de la dignidad poseída ni la gracia de la comunión. (4) En consecuencia, estas dos sentencias deben entenderse del modo siguiente: deben ser restituidos en la posición correspondiente a su cargo aquellos que por medio de la penitencia hayan merecido reconciliarse con la piedad divina. En efecto, no sin merecimientos 377 La expresión «uice inquisitionis» es difícil de entender. A ello se suma el hecho de que en la proposición principal no hay ningún verbo conjugado: tras el comienzo en ablativo absoluto, que no plantea problemas, nos encontramos con una subordinada («in quantum... nostra», que debería ir entre comas), seguida de la proposición principal en la que las únicas formas verbales son un participio de presente y un infinitivo, que debe entenderse, de acuerdo con la lógica de la expresión, como el verbo conjugado. Entendemos que el autor se sirve de una imagen judicial, que ofrece al lector mediante la expresión «uice inquisitionis», es decir, tras investigar minuciosamente la vida de Masona (como si se tratase de la encuesta judicial que debe hacerse con motivo de un juicio), puede recomendar a Dios (que sería el equivalente del juez) la persona de Masona (el acusado) en virtud de los méritos manifiestos de la vida de éste. El pasaje plantea tales dificultades sintácticas que, en una rápida investigación del comienzo de esta carta en otros testimonios conservados, ofrece un gran número de variantes.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 576
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
576
recuperan el honor de la dignidad que les ha sido retirada aquellos que por medio de la enmienda de la penitencia han sabido encontrar un remedio para su vida. Ciertamente, a fin de que esto no siga siendo quizás ambiguo, debe ser confirmado por una sentencia de la autoridad divina. (5) Y, en efecto, el profeta Ezequiel, mediante la imagen de una Jerusalén pecadora, muestra que, tras la satisfacción de la penitencia, puede recuperarse el antiguo honor: Avergüénzate, dice,378 oh Judá, y carga con tu ignominia. Y un poco después: Tanto tú, dice,379 como tus hijas volved a vuestro antiguo estado. Eso que dijo: avergüénzate, muestra que tras el acto vergonzoso, esto es, el acto del pecado, uno debe en‐ rojecer e inclinar su frente avergonzada, postrándose en el suelo, por los pecados cometidos, pues ha llevado a cabo un acto digno de aver‐ gonzamiento. (6) A continuación, establece que cargue con su ignominia, esto es, con el deshonor de su nombre o dignidad, y que regrese a su antiguo estado. En consecuencia, cuando uno después de unos actos dignos de avergonzamiento se avergüenza y lleva con humildad la ignominia de su deposición, podrá ser restituido, según el profeta, a su honor precedente. También Juan el Evangelista escribe entre otras cosas algo semejante al ángel de la iglesia de Éfeso:380 Recuerda el motivo por el que has caído y entrégate a la penitencia y vuelve a tus primeras obras, de lo contrario, me presentaré ante ti y cambiaré tu candelero de su lugar. (7) En la figura del ángel muestra, ciertamente, al prepósito de la Iglesia, esto es, al sacerdote,381 de acuerdo con Malaquías, que dice:382 Los labios del sacerdote custodian el conocimiento y de su boca se solicita la ley, pues es el mensajero del Señor de los ejércitos. En consecuencia, el pre‐ pósito que ha caído en un vicio es advertido por el evangelista de que recuerde el motivo por el que ha caído, se entregue a la penitencia y vuelva a sus primeras obras para que no le sea retirado su candelero.
378 379 380 381 382
Ez 16,52. Ez 16,55. Apoc 2,5. Cfr. Cesáreo de Arlés, Expositio in Apocalypsim, pars 2, p. 215,11‐14. Malach 2,7.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 577
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
577
(8) En efecto, se entiende que el candelero es la enseñanza sacer‐ dotal o el honor de la dignidad que desempeña, según lo que está escrito en el libro de Samuel a propósito de la condena de Elí:383 Sus ojos se habían cubierto de oscuridad y no podían ver la lámpara de Dios antes de que ésta se apagase. Ciertamente, había sido la lámpara de Dios porque, lleno de la dignidad sacerdotal, refulgía con la claridad de la justicia.384 El profeta afirma que aquélla se apagó, cuando por culpa de los crímenes de sus hijos perdió el poder propio del sacer‐ docio y la luz de los méritos. En consecuencia, el candelero o la lám‐ para del sacerdote (que se interpretan como los carismas propios de esta dignidad) entonces se apagan por completo o se retiran, según Juan, cuando después de la caída en el pecado, despreciada la peni‐ tencia, no se lloran los crímenes cometidos. (9) En efecto, no dice: «Puesto que has caído, retiraré tu cande‐ lero», sino:385 En caso de que no te entregues a la penitencia, retiraré tu candelero. En consecuencia, en cualquier prepósito que haya pecado, si existe previamente penitencia por el delito, siguen a ésta, sin duda, el perdón y la restitución de la dignidad. También está escrito en los Proverbios:386 Aquel que oculta sus crímenes no prosperará; por el con‐ trario, aquel que los haya confesado y haya renunciado a ellos, éste alcanzará la misericordia. (10) Ciertamente, también esto de que una sentencia de los cáno‐ nes ordena que después de siete años el penitente regrese a su situa‐ ción anterior los santos padres lo sancionaron no por una decisión de su propio arbitrio, sino por un dictamen del juicio divino.387 En efecto, se lee que la profetisa María, la hermana de Moisés, al incurrir en el delito de denigrar a Moisés, fue cubierta de inmediato por la marca de la lepra y, cuando Moisés solicitó que aquélla sanase, Dios 383
I Reg 3,2‐3. Expresión tomada quizás de los Moralia in Iob de Gregorio Magno, 18,44,71, lín. 4 y lín. 19. 385 Apoc 2,5. 386 Prou 28,13. 387 Una expresión semejante en la Epistula ad Claudium ducem atribuida a Isidoro de Sevilla, § 2. Esta coincidencia fue advertida ya por Paul SÉJOURNÉ, Le dernier père de l’Église: Saint Isidore de Séville. Son rôle dans l’histoire du droit canonique, Paris, Beau‐ chesne, 1929, pp. 73‐74 (Études de Théologie historique). 384
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 578
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
578
ordenó que ésta saliese del campamento durante siete días y que, tras corregirse, fuese admitida de nuevo en el campamento.388 (11) En consecuencia, se entiende que María, la hermana de Aarón, es la carne del sacerdote, que, cuando, al entregarse a la so‐ berbia, se ensucia con las más sórdidas manchas de las corrupciones, es expulsada fuera del campamento durante siete días, esto es, de la asamblea de la santa Iglesia durante siete años. Éste,389 después de limpiarse de sus vicios, recupera el honor de su antigua posición o dignidad. (12) En la medida en que he podido,390 he expuesto aquí fielmente con testimonios tomados de las Sagradas Escrituras la doctrina ve‐ nerable y llena de autoridad del Concilio de Ancira,391 mostrando que puede ser restituido en su dignidad aquel que ha sabido llorar sus delitos por medio de la satisfacción de la penitencia, mientras que aquel otro que no lamenta los pecados que ha cometido y que, antes bien, sin ningún respeto por la religión ni temor por el Juicio divino, lleva a cabo actos abominables no puede en modo alguno ser restablecido en su posición anterior. (13) Por lo demás, al final de esta carta he creído que debía aña‐ dirse que, siempre que en las actas de los concilios se encuentren dictámenes diferentes, debe respetarse antes el dictamen de aquel concilio cuya autoridad sea más antigua o más importante. Dada la víspera de las calendas de marzo del tercer año del reino de nuestro gloriosísimo señor el rey Witerico.
388
Cfr. Num 12,1‐15. Es dudoso si el antecedente sigue siendo «caro», pues es habitual el uso del pronombre relativo masculino con antecedentes femeninos o neutros, o si ha pasado a ser «sacerdotis». 390 Conclusión que comienza con una expresión semejante a la Epistula ad Claudium ducem atribuida a Isidoro de Sevilla, § 11. 391 Concilio no ecuménico celebrado en el año 314. No hay ninguna otra referencia a este concilio en toda la obra de Isidoro. Vid., sobre todo, Isidoro de Sevilla, Etymologiae, 6,16,1‐10. Las actas del Concilio de Ancira (CPG 8501‐8502) figuran en la Colección canónica Hispana, de modo que fueron conocidas por Isidoro de Sevilla. Se leen en Gonzalo MARTÍNEZ DÍEZ, Félix RODRÍGUEZ, La Colección canónica Hispana. III. Concilios griegos y africanos, Madrid, CSIC, 1982, pp. 91‐102 (Monumenta Hispaniae Sacra. Serie Canónica, 3). 389
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 579
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
579
[86] Isidoro de Sevilla (?), Carta al duque Claudio392 (p. 436)
A mi amado hijo en Cristo, el duque Claudio, Isidoro.
(1) Al recibir la carta de tu católica autoridad, hemos alabado la omnipotencia de nuestro Señor Jesucristo, que por medio de tus prósperos éxitos y triunfos concede misericordiosamente a su santa Iglesia triunfar sobre sus enemigos en los tiempos presentes. Cier‐ tamente, tal y como me urges a ello con piadosos ruegos, me alegro en el Señor de responder a tus preguntas, pues te interesas con soli‐ citud por asuntos que afectan a la fe católica. En consecuencia, a aquello que me has planteado en primer lugar, dejando a un lado un gran número de consideraciones, te respondemos de un modo razonado y sencillo. (2) Sabemos que presidimos la Iglesia de Cristo en la medida en que, de un modo especial, con respeto, humildad y devoción, con‐ fesamos mostrar la obediencia debida en todo al pontífice romano en su calidad de vicario de Cristo por delante de todos los demás prelados de la Iglesia. Y decretamos que quienquiera que se oponga a ello debe ser expulsado de todo punto de la asamblea de los fieles, como si fuese un hereje. Y esto lo consideramos firme y lo damos y tenemos por válido no por una decisión de nuestro propio arbitrio, sino por la autoridad del Espírito Santo. (3) Y si un prelado resultase ser un impío de un modo no mani‐ fiesto, lo que ojalá no ocurra, en nada se ve afectada nuestra obe‐ diencia, a menos que sus decisiones vayan contra la fe. Por lo demás, el Señor prescribe que debe obedecerse a los prelados malvados en sus buenos dictámenes, cuando dice:393 Haced lo que dicen. Y prescribe que deben evitarse sus obras malvadas, cuando añade:394 Pero no ha‐ gáis lo que hacen. También debe obedecerse a los prelados malvados en sus decisiones de dudosa validez mientras la Iglesia los (p. 437) 392 Edición: S. IRANZO ABELLÁN, Estudios, pp. 436‐440 (incluye traducción). Se mantiene la distribución en parágrafos de la edición de F. ARÉVALO, S. Isidori, pp. 567‐ 570 (= PL 83,902‐905). Hay traducción inglesa de G. B. FORD, The Letters, pp. 31‐37; y española de A. CAMACO MACÍAS, Liber Vitas sanctorum Patrum, pp. 155‐158. 393 Matth 23,3. 394 Matth 23,3.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 580
580
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
mantenga en su posición, a menos que de la manifiesta infamia de un prelado pueda derivarse en justicia en alguno de sus preceptos una sospecha de herejía. Esto mismo se observa también en aquellas otras situaciones semejantes a las anteriores. En los dictámenes ma‐ nifiestamente malvados no debe obedecerse en modo alguno ni si‐ quiera a los buenos prelados, pues en alguna ocasión Dios oculta al más grande lo que revela al más pequeño. (4) Asimismo, has tenido a bien darnos a conocer la objeción de algunos griegos de que en el sínodo de Nicea y en el de Constanti‐ nopla, en el símbolo, así como en el de san Atanasio,395 se lee que se prohíbe bajo pena de excomunión suprimir algo de la fe católica o añadir algo a ésta y que, por esa razón, algunos entre los griegos cen‐ suran con insolencia396 a los latinos el que éstos en el credo de la santa fe canten a Dios con su corazón y con su boca «que procede del Padre y del Hijo» y que la santa Iglesia romana apruebe y crea que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, cuando en los ci‐ tados concilios se fijó por escrito «procede del Padre».397 (5) Si esta prohibición que hemos citado es analizada de un modo preciso y justo, desaparece toda ambigüedad, pues, cuando prohibió añadir o suprimir algo, entendió «algo de contenido contrario». Con esta opinión coincide la siguiente sentencia del apóstol:398 Si alguno de vosotros evangeliza en algún sentido diferente a las enseñanzas que ha‐ béis recibido de nosotros, que sea maldecido. Y el apóstol Juan dice:399 Si alguno se presenta ante vosotros trayendo otra doctrina, no lo acojáis ni le transmitáis vuestros saludos etc. Cuando dijo otra doctrina, tomando precauciones contra la herejía, quiso referirse con ello sin ambigüe‐ dades a una doctrina contraria.
395 Se refiere el autor al Symbolum fidei Nicaenum, lín. 15‐20 (p. 237), y al Symbolum Quicumque, 1‐2 (p. 407) y 28 (p. 408). En el Símbolo de Constantinopla (a. 381) no hay ninguna execración de este tipo. 396 De nuevo una relación con la Lusitania, donde parece haber habido una importante comunidad griega, al menos en Mérida. 397 Symbolum fidei Nicaenum, lín. 14 (p. 237); Symbolum fidei Constantinopolita‐ num, lín. 13‐14 (pp. 249‐251). 398 Gal 1,9. 399 II Ioh 10.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 581
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
581
(p. 438)
(6) Ciertamente, muchas enseñanzas distintas predicaron los apóstoles, los mártires y los doctores ortodoxos de la Iglesia, pero, como no son doctrinas contrarias, se entiende que una prohi‐ bición apostólica como la citada no va contra ellas, pues están enca‐ minadas a un único fin, que es la verdad. En consecuencia, puesto que es manifiesto que el mismo juicio se aplica a las situaciones se‐ mejantes, es evidente, sin la menor duda, que las prohibiciones de las sentencias citadas deben entenderse como referidas a las herejías contrarias a la fe. (7) Por lo demás, que el Espíritu Santo es del Padre y del Hijo, que es enviado por el Padre y el Hijo y que procede de ambos podemos demostrarlo claramente con testimonios de las Sagradas Escrituras. Éstas son las palabras400 del apóstol:401 Si el Espíritu de Aquel que resu‐ citó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros etc. Y en otro pasaje:402 Envió Dios al Espíritu de su Hijo dentro de nuestros corazones. He aquí que es evidente de todo punto por las palabras del apóstol que el Espíritu Santo, Dios, es de Dios Padre, que resucita de la muerte, y es de Dios Hijo, que es resucitado, los403 cuales no deben ser considerados tres dioses distintos y adorados como tales, sino como uno solo, tal y como certifica Moisés:404 Escucha, dice, Israel, el Señor, tu Dios, es un solo Dios. (8) Que el Espíritu Santo es enviado por el Padre lo afirma el Señor en el Evangelio, cuando dice:405 El Paráclito, el Espíritu Santo, a quien enviará el Padre en mi nombre, os instruirá sobre todo lo necesario. Y que es enviado por el Hijo lo dice la propia Verdad:406 Cuando lle‐ gue el Paráclito, al que yo os enviaré desde donde está mi Padre. Por lo tanto, se pone de manifiesto con toda claridad en estos pasajes que el envío del Espíritu Santo es obra del Padre y del Hijo. Ciertamente, se muestra que el Espíritu Santo procede del Padre, cuando se dice:407 El Espíritu de la verdad, que procede del Padre, y se muestra, por 400 401 402 403 404 405 406 407
Uso de «uera» por «uerba». Rom 8,11. Gal 4,6. La fuente probable es Isidoro de Sevilla, De fide catholica contra Iudaeos, 1,4,11. Deut 6,4. Ioh 14,26. Ioh 15,26. Para la identificación de Jesucristo con la verdad, cfr. Ioh 14,6. Ioh 15,26.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 582
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
582
otro lado, que procede del Hijo, cuando éste, después de resucitar, sopló y dijo a sus discípulos:408 Recibid el Espíritu Santo. (p. 439) (9) También Isaías dice, hablando por boca del Padre:409 El Espíritu saldrá de mi rostro. La palabra y el rostro de Dios Padre son el unigé‐ nito de Éste, pues reconocemos a una persona por su rostro y Dios Padre se manifestó al mundo por medio de su Hijo, de ahí que diga el Hijo:410 Padre, he revelado tu nombre a los hombres que me has confiado, y aquello otro:411 Les he dado a conocer tu nombre y seguiré dándoselo a conocer. Podemos aducir otros muchos testimonios para probar esto en mayor medida, pero quizás a quien éstos no resulten suficientes, no le resultarán de provecho muchos más412 con vistas a su salva‐ ción, pues413 el hombre carnal no comprende lo que es propio del Espíritu de Dios, considerando que es una necedad aquello que se dice,414 y, como esto procede, sin duda, del desprecio intrínseco a su ignoran‐ cia, el ignorante será ignorado.415 (10) Por lo demás, cuando al hablar distinguimos las personas de la santa Trinidad, hemos de procurar con el mayor cuidado que no parezca que dividimos la esencia indivisible y simplicísima de Dios, que es uno solo. Y si el sentido de lo que significa ese inefable «en‐ gendrar» del Padre, o también esos inexplicables «nacer, engendrar o salir» del Hijo y esos incomprensibles «ser enviado por el Padre y el Hijo» o «proceder» del Espíritu Santo y todas las restantes expre‐ siones de este tipo que se aplican a la diversidad de las personas, si no lo comprendemos en nuestra mente, aceptémoslo en nuestra fe con objeto de que merezcamos alcanzar la salvación por la eternidad. (11) He aquí que he respondido a tus preguntas con la brevedad que he podido. Mas, en cuanto a aquello que añadiste de que tienes unos herejes con los que discutes asiduamente y a los que tratas de 408 409 410 411 412 413 414 415
Ioh 20,22. Is 57,16. Ioh 17,6. Ioh 17,26. Recuerdo de Sulpicio Severo, Dialogi, 1,18,1. I Cor 2,14. Dídimo de Alejandría, Liber de spiritu sancto, 142. I Cor 14,28.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 583
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
583
llevar de regreso a la fe católica, alabamos tu celo, pero censuramos tu atrevimiento. En efecto, dicen las Sagradas Escrituras:416 El que esté en contacto con la pez se ensuciará con ella. En consecuencia, queridísimo hijo, puesto que Dios, (p. 440) postrando a tus enemigos, te ha conce‐ dido la victoria junto con los trofeos del triunfo en el ardor de los combates, procura no sucumbir ahora, vencido de manera ignomi‐ niosa por los argumentos de unos herejes. En efecto, mientras tú te esfuerzas por liberarlos de una herejía mortal, ellos, por su parte, se aplican en hundirte en la sima de la herejía. Mandamos, bajo la ame‐ naza del Juicio divino, que, como si fuesen un veneno mortífero, todo cristiano se abstenga de hablar con ellos o de intentar ayudarlos, a menos que se trate de alguien cuyo comportamiento en relación con los preceptos divinos haya sido suficientemente probado por sus obras y que sea un buen conocedor de las Sagradas Escrituras. (12) Por lo tanto, en el nombre de Dios te exhortamos, te instamos y, urgiéndote a ello en la medida en que podemos, te mandamos que, cumpliendo celosamente con la ley de Dios, alejes cuanto antes de tu lado a aquéllos, a menos que hayan profesado la verdad católica, y que no te demores en enviarnos por escrito sus palabras y objecio‐ nes. Dios nos es testigo, querido hermano, de que te abrazamos con especial afecto en las entrañas de Cristo Jesús417 y de que, buscando la salvación de tu alma y el honor de tu cuerpo terrenal, expondre‐ mos uno por uno todos los preceptos que Dios nos ha dado, confir‐ mándolos con testimonios de las Sagradas Escrituras, a fin de que la falsedad ceda ante la verdad418 y de que la gloria de la Iglesia de Cristo se fortalezca y crezca. Acuérdate de nuestro común doctor Le‐ andro e imita, en la medida de tus fuerzas, su fe y su doctrina con objeto de que puedas disfrutar de todo lo bueno en la vida presente y logres participar de los bienes celestiales en la vida futura. Amén. Ruega por mí para que el Señor me conceda merecer verte en el fu‐ turo y encontrarte sin tacha en tu alma, en tu cuerpo, en tu fe y en tu honor, mi señor y queridísimo hijo. 416
Eccli 13,1. Cfr. Phil 1,8. 418 Parece un recuerdo de Agustín de Hipona, In Iohannis euangelium tractatus, 8,7, lín. 21‐22. 417
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 584
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
584
[87] Ps. Isidoro de Sevilla, Carta a Redempto419 (p. 441) A mi querido hijo en Cristo, el arcediano Redempto, Isidoro.
(1) Abrumado no sólo por un gran número de asuntos eclesiásti‐ cos, sino también por los de este reino pasajero, no podemos ocu‐ parnos en estos momentos de las preguntas de tu caridad con la dedicación con que deseamos hacerlo. Pero, como por la fuerza de la caridad somos deudores de todos, en la medida en que puedo, me someto a tu amada persona, dispuesto a responder con brevedad a lo que me planteas. Nos comunicas, en efecto, que se ha apoderado de tu espíritu una inquietud debida al hecho de que la Iglesia orien‐ tal de Cristo tiene por costumbre preparar el sacramento del santí‐ simo cuerpo con pan fermentado, mientras que la occidental lo hace con pan ácimo, así como al hecho de que los propios orientales no dudan en censurar por esa razón a los latinos. Preocupa por igual a tu espíritu el hecho de que ellos se sirven de unos paños de seda como adorno de tan gran sacrificio y nosotros, de unos de lino, que denominamos «corporales». (2) Pues bien, has de saber que nosotros no nos oponemos a las ci‐ tadas costumbres de ellos ni las censuramos en modo alguno, mien‐ 419
Edición: S. IRANZO ABELLÁN, Estudios, pp. 441‐44 (incluye traducción). Hay tra‐ ducción inglesa de G. B. FORD, The Letters, pp. 39‐45; y española de A. CAMACHO MACÍAS, Liber Vitas sanctorum Patrum, pp. 163‐165. Se mantiene la distribución en parágrafos de la edición de F. ARÉVALO, S. Isidori, pp. 570‐573 (= PL 83,905‐907). La tradición manuscrita de esta obrita es la misma que la de la Epistula ad Claudium ducem: el manuscrito Toledo, Archivo Capitular, 27‐24, ff. 88r‐89v, donde sigue precisamente a la carta al duque Claudio, transmitida en los ff. 86v‐88r. Esto y el hecho de que ambas vayan supuestamente dirigidas a dos personajes de la Lusitania y traten del mismo tema (los usos de la Iglesia oriental frente a los de la occidental) las pone, evidentemente, en relación. En efecto, el destinatario de esta carta habría sido un diácono de la iglesia de santa Eulalia de Mérida de los tiempos del obispo Masona, vid. Gerd KAMPERS, Person‐ engeschichtliche Studien zum Westgotenreich in Spanien, Münster Westfalen, Aschendorff, 1979 (Spanische Forschungen der Görresgesellschaft, Zweite Reihe, 17), p. 91, n.º 348. Aunque se ha querido fechar en el último tercio del s. XII (ca. 1170), esta datación es dudosa, pues esta carta quizás se transmitía ya en un códice perteneciente al obispo Pelayo de Oviedo (1089‐1130 y 1142‐ca. 1143), en cuyo caso no podría ser posterior a comienzos del s. XII, vid. José Carlos Martín‐Iglesias en Carmen CODOÑER, José Carlos MARTÍN‐IGLESIAS, M.ª Adelaida ANDRÉS SANZ, «Isidorus Hispalensis ep.», en Paolo Chiesa, Lucia Castaldi (eds.), La trasmissione dei testi latini del Medioevo. Mediaeval Latin Texts and their Transmission. Te.Tra. 2, Firenze, Sismel, 2005, pp. 274‐417 (Millennio me‐ dievale, 57; Strumenti e Studi, n. s. 10), concretamente pp. 391‐392.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 585
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
585
tras la Iglesia de Roma considere que deben ser aceptadas, sobre todo, cuando no afectan a la esencia o sustancia del sacramento. En cuanto a la sustancia del sacramento, ésta reside en las palabras de Dios pro‐ nunciadas por el sacerdote durante el santo ministerio, a saber:420 Éste es mi cuerpo, y en el pan de trigo y en el vino. A este último se acos‐ tumbra a añadir agua, porque estos dos líquidos, es decir, sangre y agua, fluyeron del costado de Cristo.421 En cuanto a todo lo demás, ello contribuye a honrar el sacramento, a proporcionar un ejemplo a las generaciones futuras, a acrecentar nuestra humildad y la de ellos y a ejercitarnos en la alabanza de Dios. Y cuando se lleva a cabo la consagración de las citadas especies, la carne de Cristo no se encuen‐ tra tan sólo en la especie del pan, ni la sangre únicamente en el cáliz, como creen algunas personas poco instruidas, sino que Dios y el hombre están en ambos: en el cuerpo santificado está Cristo por en‐ tero e íntegramente, así como íntegramente en el cáliz está Cristo, el pan vivo que descendió del cielo.422 Todo él está en ambos. (p. 442) (3) Él es el pan que restaura y que nunca falta,423 el pan que es to‐ mado por completo por cada uno de nosotros y que no se ve dismi‐ nuido en ninguna de sus partes. Visible para los ángeles, creemos con una fe exenta de dudas que se encuentra todo él de un modo milagroso e invisible en cada una de las personas que lo toman y que424 con su esencia íntegra reina todo él en los cielos de un modo visible. Pero 425, puesto que los orientales se empeñan en atacar las costumbre de los 420
Matth 26,26; Marc 14,22; Luc 22,19; I Cor 11,24. Cfr. Ioh 19,34. 422 Ioh 6,51. 423 Esta idea parece tomada de Agustín de Hipona, Sermo 130, § 2, o Sermo 179, § 5. 424 Es dudoso cómo interpretar esta segunda parte de la oración. El hecho de que «regnat» se presente en indicativo, como «creditur», y que medie entre ambos simplemente el nexo «et» lleva a pensar que estamos ante una frase coordinada con dos verbos en presente de indicativo, pero la lógica del discurso sugiere que el verbo «creditur» introduce dos completivas: la primera es una construcción de Nominativo con Acusativo en la que se ha elidido el infinitivo núcleo de la primera completiva por tratarse del verbo «esse», pero, a continuación, el autor cambia la construcción e introduce la segunda completiva con un verbo conjugado en indicativo («regnat») sin nexo subordinante. En consecuencia, la partícula «et» no coordina «creditur... et... regnat», sino «(esse) et... regnat». 425 Compárese el pasaje con este otro de la Epistula ad Claudium ducem atribuda a Isidoro de Sevilla, § 4: «atque ideo quidam ex Graecis Latinos proterue nituntur reprehendere». 421
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 586
586
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
romanos y las nuestras, censurándolas con insolencia y haciendo uso de una crítica devastadora,426 nosotros, corriendo a empuñar las armas que nos proporcionan las palabras divinas, acudiremos a defenderlas, en la medida en que podamos, con la verdad como guía. (4) En efecto, cuando nuestro Señor Jesucristo confió a sus discí‐ pulos que debían celebrar el misterio de su cuerpo, no se lee que to‐ mase pan fermentado o ácimo, sino que427 tomó el pan y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Éste es mi cuerpo. Siempre que lo toméis, haced esto en conmemoración mía”. Se lee, no obstante, que el Señor prescribió a Moisés que durante la Pascua se comiese con panes ácimos y lechu‐ gas silvestres428 y que se diese muerte a cualquier hebreo en cuya casa se encontrase pan fermentado durante los siete días de la Pas‐ cua.429 En consecuencia, nuestro Señor celebró la Pascua según la ley y durante la cena entregó su cuerpo a los discípulos bajo la especie del pan y del vino para que lo comiesen, les entregó el poder de lle‐ var a cabo ese mismo sacramento y les ofreció el pan ácimo del que se hacía uso en la Pascua. (5) Asimismo, no se lee que su cuerpo santísimo fuese envuelto en el sepulcro con paños de seda o de lana, sino con lienzos inmacula‐ dos.430 Por lo tanto, quienes de acuerdo con la costumbre de la Iglesia de Roma se aplican en celebrar el sacrosanto sacrificio del cuerpo y la sangre del Señor con pan ácimo, vino y agua, añadiendo unos lienzos inmaculados y santos, no pueden apartarse del recto camino trazado por aquel cuyo misterio, el de su pasión y su sepultura, se conmemora en el altar, cuando se lo inmola a diario. Además, parece que el Señor favorece esta idea en el Éxodo, cuando dice:431 No acompañarás con pan fermentado, señala, la ofrenda de la sangre de mi víctima. (p. 443) (6) Además, por lo que respecta al vaso, de madera, arcilla o metal, con el que se celebra la ofrenda del sacrificio, dado que nin‐ 426 Entendemos así «reprehensionis abolitione», donde el genitivo funcionaría con valor explicativo, literalmente: «con la destrucción de su crítica». 427 Luc 22,19. 428 Cfr. Ex 12,8. 429 Cfr. Ex 12,15; ibid. 12,19. 430 Cfr. Luc 24,12; Ioh 20,5‐7. 431 Ex 34,25 (cfr. ibid. 23,18).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 587
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
587
guno de los evangelistas indica expresamente de qué tipo fue, parece que debemos recurrir de preferencia a la autoridad de la ley, pues no se lee que en el servicio del tabernáculo o de la casa de Dios los vasos perfumados con el óleo de la sagrada unción fuesen de madera o arcilla, sino que, más bien, eran de metal. Además, el Señor pres‐ cribió que todas y cada una de las ofrendas que se le hiciesen fuesen de la mejor calidad y que se adornase el Tabernáculo del Encuentro con el mayor esmero con la extraordinaria belleza del oro y la plata. ¿Y qué puede decirse del templo de Salomón? Ciertamente, lo mismo. Y si aquellas ceremonias, que eran la sombra de la verdad futura, en las que se inmolaban las carnes y la sangre de las bestias, Dios quiso que disfrutasen de tan gran distinción, ¡con cuánto mayor honor, respeto, gloria y distinción deben ser adornados con cuidado y esmero el sagrado altar y el santo vaso en el que la propia Ver‐ dad,432 esto es, Dios unigénito, se ofrenda a diario a Dios Padre! (7) Es de todo punto evidente que ofrecer tan inestimable sacrifi‐ cio en un vaso de barro o madera, salvo que impela a ello la necesi‐ dad o fuerce a ello la penuria, es vergonzoso, vil, fatuo e imprudente y puede ser reprobado, si se examina con justicia. Pero quizás objetas que un paño de seda es más valioso que uno de lino y que, por esa razón, es más apropiado para los usos sagrados. A esto decimos que en ambos Testamentos se aprueba especialmente la blancura de los ropajes, pues con ello se reclama la sinceridad del corazón, que consta que es más grata a Dios que las restantes virtudes. Y para que quede constancia de esto con mayor claridad, hemos de mostrarlo a vuestra caridad, que desea alcanzar esa sinceridad, con testimonios de las Sagradas Escrituras. (p. 444) (8) Dicen, en efecto:433 Que en todo momento tus vestiduras sean blancas. Y los sacerdotes del Señor debido a su superior posición iban vestidos con un efod de lino.434 También el Evangelio, con ocasión de la transfiguración del Señor, atestigua claramente que las vestiduras del Señor se mostraron como la nieve.435 Y en el 432 433 434 435
Cfr. Ioh 14,6. Eccle 9,8. Cfr. I Reg 2,18; ibid. 22,18. Cfr. Matth 17,2; Marc 9,1‐2.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 588
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
588
Apocalipsis436 se cuenta que quienes se hallan en presencia del Cordero y quienes lo siguen adondequiera que va visten estolas blancas. Y hay otros muchísimos testimonios. ¿Qué otro entre los paños es inmaculado como el de lino, cuya blancura aumenta con la repetición de sus lavados, cuando, entre los de seda, el paño pa‐ rece, más bien, oscurecerse por esa misma razón? Por lo demás, has de entender que no existe en modo alguno pureza de corazón allí donde florece la incredulidad, pues no hay acuerdo posible entre Cristo y Belial.437 (9) En fin, en relación con los errores de la expresión gramatical que se observan en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, responde‐ mos que las palabras de la sabiduría celestial no se someten a las re‐ glas de Prisciano o Donato438 y que, si bien debe conocerse la analogía, debe seguirse el uso por encima de todo, con tal de que una sentencia no se aparte de la verdad ni se aleje en modo alguno del sendero trazado por los santos padres.439 Tienes aquí con toda claridad, queridísimo hijo, hacia qué lado debes inclinar el senti‐ miento de tu espíritu y cómo a este respecto debes deponer de todo punto la inquietud de tu corazón. Reflexiona con cuidado sobre todo esto y encontrarás que las costumbres de la santa Iglesia de Roma en ningún aspecto se apartan en modo alguno de los mandamientos divinos. Te ruego que te dignes orar por mí al Señor. [88] Ps. Isidoro de Sevilla, Carta al obispo Leudefredo440 Comienza la carta del bienaventurado Isidoro el Joven, obispo de la iglesia hispalense, dirigida a Leudefredo, obispo de la iglesia cor‐ dobesa. 436
Cfr. Apoc 7,9 + 14,4. Cfr. II Cor 6,15. 438 La fuente es claramente Gregorio Magno, Moralia in Iob, epist. praef. lín. 220‐222. 439 Seguimos nuestra propia puntuación de esta frase. 440 Edición: Roger E. REYNOLDS, «The “Isidorian” Epistula ad Leudefredum: Its Origins, Early Manuscript Tradition, and Editions», en Edward James (ed.), Visigothic Spain: New Approaches, Oxford, Clarendon Press, 1980, pp. 251‐272, con‐ cretamente pp. 269‐272. Se mantiene la distribución en parágrafos de la edición de F. ARÉVALO, S. Isidori, pp. 557‐561 (= PL 83,893‐898), no conservada por Reynolds. 437
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 589
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
589
A mi señor, el siervo de Dios, el obispo Leudefredo, Isidoro. (1) Al leer la carta de tu santidad, sentí una gran alegría, pues supe por el relato de ésta que tu salud, tan querida para mí, va bien. En cuanto a aquellas cuestiones que a continuación el desarrollo de tu misiva me ha planteado, doy gracias a Dios porque ejerces con solicitud tu responsabilidad pastoral y preguntas de qué modo se organizan los oficios eclesiásticos. Y si bien todo esto es perfecta‐ mente conocido por vuestra prudencia, no obstante, puesto que me consultas con el afecto propio de un padre, te lo expondré en la que medida en que soy capaz de ello y te explicaré, a propósito de todos los grados de la Iglesia, qué es lo que corresponde a cada uno de ellos. (2) Pues bien, al ostiario corresponden las llaves de la iglesia para que cierre y abra el templo de Dios, cuide de todo lo que se encuen‐ tra dentro y fuera de éste, reciba a los fieles y expulse a los excomul‐ gados y a los incrédulos.441 (3) Al acólito corresponde el mantenimiento de las velas del san‐ tuario, éste mismo lleva el cirio, éste mismo prepara las sustancias del cáliz para la eucaristía. (4) Al exorcista corresponde retener en la memoria los exorcismos e imponer su mano sobre los poseídos y los catecúmenos que deben ser exorcizados. (5) Al salmista corresponde el oficio de cantar, entonar las bendi‐ ciones, el salmo, las alabanzas, el ofertorio, los responsorios y todo aquello que tiene que ver con la habilidad en el canto. (6) Al lector corresponde leer en voz alta las Escrituras y procla‐ mar lo que los profetas vaticinaron a los pueblos.
Otra edición de Roger E. REYNOLDS, «The “Isidorian” Epistula ad Leudefredum: An Early Medieval Epitome of the Clerical Duties», Mediaeval Studies, 41 (1979), pp. 252‐ 330 (reimpr. en ID., Clerical Orders in the Early Middle Ages. Duties and Ordination, Aldershot, Variorum, 1999, n.º III, con un suplemento de Addenda et corrigenda, p. 1 [Variorum Collected Studies Series, CS670]), concretamente pp. 260‐262. Hay tra‐ ducción inglesa de G. B. FORD, The Letters, pp. 11‐17. 441 Cfr. Isidoro de Sevilla, Etymologiae (CPL 1186), 7,12,32‐33.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 590
590
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
(7) Al subdiácono corresponde llevar el cáliz y la patena hasta el altar de Cristo, entregarlo a los diáconos y servir a éstos, sujetar las vinajeras, el aguamanil y el manutergio, y ofrecer agua al obispo, a los presbíteros y a los diáconos para que se laven las manos ante al altar.442 (8) Al diácono corresponde asistir a los sacerdotes y estar al ser‐ vicio de éstos en todo aquello que se relaciona con los sacramentos de Cristo, a saber,443 el bautismo, el crisma, la patena y el cáliz, llevar las ofrendas y disponerlas en el altar,444 preparar la mesa del Señor y decorarla, llevar la cruz y proclamar el Evangelio y al apóstol. En efecto, del mismo modo que se prescribe a los lectores proclamar el Antiguo Testamento, así también se prescribe a los diáconos procla‐ mar el Nuevo. A éste corresponde igualmente el oficio de oraciones y el recitado de los nombres. Éste mismo advierte que prestemos oídos al Señor, exhorta a orar, clama y anuncia la paz. (9) Al presbítero corresponde celebrar el sacramento del cuerpo y la sangre del Señor en el altar, recitar las oraciones y bendecir al pueblo. (10) Al obispo corresponde la consagración de las basílicas, la un‐ ción del altar y la administración del crisma. Éste mismo regula los oficios citados y los grados eclesiásticos y bendice a las vírgenes con‐ sagradas. Y si bien cada uno de los grados eclesiásticos se ocupa de un oficio, éste, por su parte, está situado al frente de todos ellos. Éstos son los grados y los ministerios de los clérigos, ministerios que, por lo demás, se distribuyen por la autoridad del obispo bajo el cui‐ dado del arcediano y la vigilancia del primicerio y del tesorero. (11) En efecto, el arcediano manda sobre los subdiáconos y los diá‐ conos. A él corresponden estos ministerios: la supervisión del adorno del altar por parte de los diáconos, el cuidado del incienso y de que 442 Cfr. Isidoro de Sevilla, De ecclesiasticis officiis, 2,10,2, lín. 16‐19 (a propósito de los subdiáconos). 443 Es dudoso si la explicación desarrolla «in sacramentis Christi» o «in omnibus quae aguntur» (más probablemente). 444 Son las ofrendas de los fieles cuyos nombres recita el propio diácono, según se dice más adelante.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 591
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
591
se lleven al altar las especies,445 el cuidado de los subdiáconos para que aporten hasta el altar todo lo necesario para el sacrificio, la vigi‐ lancia de cuál de los diáconos debe leer al apóstol y el Evangelio y quién debe recitar las oraciones y el responsorio los días del Señor o en las solemnidades. Además, corresponden a su cuidado la vigilan‐ cia y supervisión446 de los feligreses, así como las disputas entre éstos. Éste aconseja al obispo a propósito de la necesidad de reparar las ba‐ sílicas de la diócesis. Éste visita las parroquias por orden del obispo y éste mismo informa al obispo sobre los adornos y los bienes de las basílicas diocesanas, así como sobre los asuntos concernientes a las libertades eclesiásticas. (12) Éste recibe el dinero recogido entre la co‐ munidad y lo entrega al obispo, y éste mismo distribuye entre los clé‐ rigos la suma que corresponde a cada uno. El arcediano comunica al obispo las faltas447 de los diáconos, éste mismo indica en el santuario al sacerdote los días de ayuno y los que son solemnidades y los anun‐ cia públicamente en la iglesia. Por lo demás, cuando el arcediano está ausente, el diácono que sigue en la jerarquía cumple sus funciones. (13) Al primicerio corresponde la supervisión del acólito, los exor‐ cistas, los salmistas y los lectores, la señal de la cruz que debe impo‐ nerse en razón del buen ministerio de los clérigos y de la honestidad de la vida,448 el deber de meditar y el celo de actuar, la elección de cuál de los clérigos debe leer las Escrituras, entonar las bendiciones, el salmo, las alabanzas, el ofertorio y los responsorios. También le co‐ rresponde la regulación del modo en que debe cantarse en el coro de acuerdo con las solemnidades y el tiempo del año, y el cuidado de que se lleven velas al santuario.449 Asimismo, si se necesita algo para la reparación de las basílicas que se hallan en la ciudad, lo comunica al sacerdote. Éste transmite a los feligreses por medio de los ostiarios 445
Se retoma una expresión del §7: «Ad subdiaconum pertinet calicem et patenam ad altarium Christi deferre», pero se sustituye la expresión «calicem et patenam» por «sacrificii». De ahí la traducción. 446 Es el mismo término en latín utilizado un poco más arriba: «ordinatio uestiendi altaris a leuitis» (§11). 447 La forma «excessus» es probablemente un acusativo plural con un verbo en pasiva de sujeto indefinido antes que un nominativo singular («excessus, ‐us»). 448 Toda esta expresión es difícil de interpretar, aunque la sintaxis sea clara. 449 Esta expresión tiene que ponerse en relación con el §3: «Ad acholitum pertinet preparatio luminariorum in sacrario».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 592
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
592
las cartas del obispo en relación con los días de ayunos, castiga a los clérigos que conoce que han pecado y pone en conocimiento del obispo las faltas de aquellos a los que no consigue enmendar. Éste mismo nombra a los sacristanes y se ocupa también de los registros. Por lo demás, cuando el primicerio está ausente, estas funciones que se han citado las ejerce aquel que está próximo a él en jerarquía o que por su formación es un buen conocedor de cómo llevarlas a cabo. (14) Al tesorero corresponde la supervisión del sacristán y el os‐ tiario, la responsabilidad de preparar el incienso, el cuidado de aprestar el crisma, el cuidado de tener en buen estado el baptisterio, la preparación de las velas en el santuario,450 la preparación del sa‐ crificio mediante el cuidado de lo que va a ofrecerse como ofrenda. A él vienen de las parroquias en busca del crisma y de cirios,451 éste mismo recibe del pueblo las oblaciones del altar y en las festividades reúne cirios por medio de las iglesias. A él corresponde el cuidado de los adornos y de las vestiduras del altar y todo lo que se utiliza en el templo está bajo su vigilancia. Los velos y los adornos de las basílicas que se hallan en la ciudad y no disponen de presbíteros los custodia él también. Lo que resta de las candelas y los cirios que se emplean a diario en las basílicas el sacristán lo entrega a éste todos los meses. De ello el tesorero entrega la cuarta parte al sacristán. Las tres partes restantes las distribuye entre sí mismo, el primicerio y el presbítero que celebra misa en esa misma basílica. (15) Al ecónomo corresponde la reparación y construcción de ba‐ sílicas, las actuaciones de la iglesia en los juicios, ya sea a la hora de presentar una acusación o de responder ante una, también la recep‐ ción del tributo y el registro de todos los ingresos que se obtienen, el cuidado de los campos, los cultivos de las viñas, los beneficios de 450
Esta expresión falta en el texto de Arévalo. Es dudoso si en este pasaje es correcto el texto de Reynolds. Dice: «ad eum uenient de parrociis pro chrisma et cereos, oblationes altaris ipse accipit a populo», mientras que en Arévalo se lee: «ad eum uenient de parochiis pro chrismate: cereos, et oblationes altaris ipse accipit a populo». En efecto, la expresión del texto de Reynolds parece contradictoria con lo que se lee más adelante: «ipse colligit per ecclesias cereos in festiuitatibus». Es absurdo que se soliciten cirios al tesorero por parte de las parroquias, si, por otro lado, él mismo se encarga de reunir cirios a través de las iglesias, a menos que se trate de dos tipos distintos de cirios. 451
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 593
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
593
las posesiones, las remuneraciones de los clérigos de servicio, de las viudas y de las devotas de los pobres, la entrega de ropa y alimentos a los clérigos domésticos, a los de servicio y a los que ejercen como artesanos. Todas estas funciones éste las ejerce de acuerdo con las órdenes y el criterio del obispo. (16) Ciertamente, éstas son las funciones que han sido distribui‐ das por nuestros mayores en cada uno de los grados de los oficios eclesiásticos o que han sido conservadas por las costumbres de las iglesias en relación con cada uno de ellos.452 Y no pienses que algo de todo esto es fruto de nuestro propio juicio, sino lo que ha aconse‐ jado la razón o la antigüedad de la tradición ha sancionado. (17) Por lo demás, por lo que se refiere al padre de un monasterio, cuestión sobre la que me habéis pedido información,453 conviene que sea elegido aquel a quien su santa vida y la probidad de sus costum‐ bres recomienden,454 aquel en el que, mientras estuvo bajo la autori‐ dad de otro, no hubo engaño alguno. En éste con justicia se acumula la gracia, tal y como dice el Señor:455 Puesto que te mostraste fiel en lo poco, pondré en ti mi confianza en lo mucho. Por el contrario, aquel que, cuando aún estaba bajo la supervisión de otro, vivió de un modo des‐ honesto y no dudó en engañar456 a sus hermanos, éste, constituido en prelado, cometerá actos mayores y peores al disponer de licencia y libertad para ello, al verse en el poder con entera libertad.
452 Es evidente que en la expresión «hec sunt enim que uel a maioribus qui per officiorum ordines distributa sunt», la forma «qui» no tiene sentido como tal. Y, de hecho, no se lee en la edición de Arévalo. Es posible, no obstante, que se trate de un plenonasmo, entendiendo que la forma «qui» está por «que», que se repetiría, así, dos veces por descuido del autor. En lo que sigue, la expresión «consuetudines ecclesiarum» debe entenderse como dependiente todavía de la preposición «per» precedente, si bien aquí funciona como un complemento agente del verbo «seruata (sunt)». En Arévalo se lee: «uel consuetudine ecclesiarum in unumquemque seruata», entendiéndose que éste es el segundo miembro del ablativo agente: «a maioribus... uel consuetudine... seruata» (trad.: «por los mayores... o por la tradición de la iglesia conservada en relación con cada uno de los grados»). 453 Explica el sentido del uso de «innotuistis» en este pasaje GIL, «Introducción», p. 51. Otra posible traducción sería: «a propósito de lo cual habéis pedido mi opinión». 454 Concilium IV Toletanum, can. 74, lín. 77‐79. 455 Matth 25,21; ibid. 25,23. 456 Entiéndase: «fraude(m) facere».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 594
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
594
(18) Ciertamente, de tales personas dice el apóstol:457 Pero vosotros os comportáis de un modo injusto y engañáis, y esto lo hacéis a vuestros hermanos. ¿Acaso no sabéis que los inicuos no poseerán el reino de Dios? Pero a nosotros nos basta con decirte esto: haz lo que consideres digno de Dios. Por lo demás, tras todo esto no quiero dejar de rogar a tu santidad que actúes como intercesor ante Dios en mi favor a fin de que yo, que he pecado por mis vicios, alcance por tu mediación la remisión de los pecados. Amén. [89‐96] Correspondencia entre Isidoro de Sevilla y Braulio de Zaragoza: las cartas nº 1‐2, 4 y 6‐8 son de Isidoro a Braulio, y las nº 3 y 5 de Braulio a Isidoro 458 [89] Carta nº 1: De Isidoro de Sevilla a Braulio de Zaragoza (p. 62) Al arcediano Braulio, mi queridísimo y amadísimo hermano
en Cristo, Isidoro. 457
I Cor 6,8‐9. Edición: Luis RIESCO TERRERO, Epistolario de San Braulio. Introducción, edición crítica y traducción, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1975 (Anales de la Universidad Hispalense. Serie Filosofía y Letras, 31), pp. 62‐76 (con traducción en las páginas impares). Se cita por las páginas de esta edición. Hay otra edición, con una nume‐ ración diferente de las cartas, de Ruth Miguel Franco en Ruth MIGUEL FRANCO, José Carlos MARTÍN‐IGLESIAS, Braulionis Caesaraugustani Epistulae et Isidori Hispalensis Epistulae ad Braulionem. Braulionis Caesaraugustani Confessio uel professio Iudaeorum ciuitatis Toletanae, Turnhout, Brepols, 2018 (CC SL, 114B), pp. 5‐23 (epist. 1‐6 y 8 [epist. 1 = B; epist 2 = A; epist. 3 = II; epist. 4 = III; epist. 5 = IV; epist. 6 = V; epist. 8 = I] y 29 (epist. 7 [= En tibi]). Hay traducción al español de Ruth MIGUEL FRANCO, Braulio de Zaragoza, Epístolas, Madrid, Akal, 2015, pp. 81‐92 (Akal/Clásicos Latinos Medievales y Renacentistas, 30); e inglesa de G. B. FORD, The Letters, pp. 19‐21 (ad Braulium, epist. 1‐2), p. 51 (ad Braulium, epist. 8), p. 57 (ad Braulium, epist. 4), p. 67 (ad Braulium, epist. 6), p. 69 (epist. 7, en la versión dirigida a Sisebuto de Toledo). De las cartas a Braulio de Zaragoza hay asimismo una traducción francesa de Jac‐ ques FONTAINE, «Observations sur le “latin dicté” dans les billets d’Isidore de Séville à Braulion de Saragosse», en Bernard Colombat, Paul Mattei (eds.), Curiosité histo‐ rique et intérêts philologiques. Hommage à Serge Lancel, Grenoble, Université Stendhal‐ Grenoble 3, 1998, pp. 167‐180 (Recherches et Travaux, 54), concretamente pp. 172‐177; e inglesa de Stephen A. BARNEY, et al., The Etymologies of Isidore of Seville, Cambridge, Cambridge University Press, 2006, pp. 409‐410 y 412‐413. Y de la cor‐ respondencia entre Isidoro y Braulio, a excepción de la epist. 7, en Claude W. BAR‐ LOW, Iberian Fathers, vol. 2: Braulio of Saragossa, Fructuosus of Braga, Washington D. C., The Catholic University of America Press, 1969, pp. 15‐26 (The Fathers of the Church. A New Translation, 63). 458
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 595
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
595
Puesto que no puedo disfrutar de ti con los ojos de la carne, séame siquiera posible disfrutar de tus palabras a fin de tener el consuelo de conocer por una carta tuya que goza de salud aquel a quien an‐ helo ver. Ambas cosas serían buenas, si fuesen posibles, pero que, al menos, yo me sienta reconfortado en lo que a ti respecta en mi inte‐ rior, si no puedo serlo en mi mirada corporal. Cuando estuvimos juntos, te solicité que me enviases la sexta dé‐ cada del bienaventurado Agustín.459 Te ruego que, por cualquier medio que sea, hagas que esta obra llegue a mi conocimiento. Os hemos enviado el pequeño volumen de los Sinónimos460 y no porque sea de alguna utilidad, sino porque tú querías tenerlo. Te reco‐ miendo, por lo demás, a mi servidor461 y también me recomiendo ante ti a mí mismo con objeto de que reces por mí, que soy un pobre desdichado, pues me siento sumamente abatido tanto por las dolen‐ cias de la carne como por las culpas del corazón. En ambas te ruego que me asistas, pues por mí mismo nada merezco. Te suplico, en fin, que, cuando al portador de esta carta, si la salud lo acompaña,462 se presente la ocasión de regresar a nuestro lado, ten‐ gas a bien alegrarnos con tus palabras. [90] Carta nº 2: De Isidoro de Sevilla a Braulio de Zaragoza (p. 62)
Al arcediano Braulio, mi señor y mi amadísimo hijo en Cristo, Isidoro. Queridísimo hijo, cuando recibas una carta de un amigo, no has de dudar en abrazarla como si de ese mismo amigo se tratase. En efecto, éste es el consuelo alternativo de que disponen los que están alejados, consistente en que, si no está presente aquel a quien se aprecia, se abrace en su sustitución su carta.
459 Se refiere Isidoro a una sección de las Enarrationes in Psalmos (CPL 283) de Agustín de Hipona, en concreto, la que comprende las Enarrationes 51 a 60. 460 Son los Synonyma (CPL 1203) de Isidoro de Sevilla, compuestos por dos libros. 461 Es decir, al portador de la carta. 462 Gen 18, 10; ibid. 18, 14.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 596
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
596
Te hemos enviado un anillo como prueba de nuestro afecto y un manto para que sirva a nuestra amistad de abrigo. De este nombre, precisamente, derivaron los antiguos la palabra «amistad».463 Así pues, reza por mí, y que el Señor te inspire el sentimiento de que yo merezca verte aún en esta vida y de que a aquel a quien entristeciste en el pasado con tu partida, alegres en algún momento, por el con‐ trario, con tu presencia. Por mediación del primicerio464 Maurención te hemos enviado un cuaternión con las reglas.465 (p. 64) Por lo demás, anhelo tener siempre noticias de tu salud, mi amadísimo señor y queridísimo hijo. [91] Carta nº 3: De Braulio de Zaragoza a Isidoro de Sevilla (p. 64)
A mi señor y el primero de los obispos, Isidoro, en verdad mi señor y elegido de Cristo, Braulio, siervo inútil466 de los santos de Dios. Piadoso señor y el más distinguido de los hombres, te mando con retraso noticias mías, pues tardíamente se me ha presentado la opor‐ tunidad de escribirte, debido a que, al tiempo que se acumulaban mis propios pecados, me he visto impedido de enviarte noticias mías como consecuencia no sólo de una desgraciada sequía y la escasez consecuente, sino también de la atroz extensión de una epidemia y una terrible incursión de nuestros enemigos. Sin embargo, ahora, aun oprimido por mil obligaciones, por mil preocupaciones, tras des‐ pertarme de un profundo y aciago sueño, por así decirlo, después de un largo período de desdichas, con mi corazón y mi cuerpo pos‐ trados con humildad, me permito enviarte un saludo afectuoso en las líneas de esta misiva mía, suplicando a tu eminentísima y pode‐ rosa beatitud que tengas a bien recomendar hasta el fin de sus días
463 La etimología isidoriana se pierde en la traducción: Isidoro explica que la palabra «amicitia» («amistad») deriva de la forma «amictus, ‐us» (un tipo de abrigo). 464 Miguel Franco traduce «deán», quizás con razón. 465 Se interpreta que se trata de la Regula monachorum (CPL 1868) del propio Isidoro de Sevilla. Un cuaternión comprende ocho folios, que es una extensión que se ajusta bien a lo esperable para la obra citada del hispalense. Entre los manuscritos conservados, hay varios en los que la regla isidoriana abarca una extensión parecida. 466 Cfr. Luc 17,10.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 597
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
597
a ese siervo tuyo al que siempre acogiste con esa piadosa mirada que es propia de tu santa bondad. Ciertamente, yo me siento desgarrado, Cristo lo sabe bien, por el grave dolor de no merecer ni siquiera ahora teneros ante mi vista, a pesar de haber transcurrido ya tanto tiempo desde la última vez. Pero pongo mi esperanza en Aquel467 que no olvida mostrar su misericordia468 ni desampara por siem‐ pre,469 y confío en que escuchará la súplica del pobre470 y llevará a este desdichado que soy yo ante vuestra presencia. Te ruego, ciertamente, y te imploro, suplicándotelo con todas mis fuerzas, que, acordándoos de vuestra promesa, tengáis a bien enviar a este siervo vuestro el libro de las Etimologías que hemos oído que ya habéis concluido con la ayuda del Señor, pues yo mismo soy tes‐ tigo ante mí de que os aplicasteis a esa obra en gran medida a peti‐ ción de este siervo tuyo. Y, por esta razón, debes mostrarte generoso conmigo en primer lugar. ¡Y ojalá que por ello seas acogido también el primero y lleno de dicha en la asamblea de los santos! Asimismo, os suplico que os cuidéis de que por mediación de vuestro hijo, nues‐ tro señor el rey, se nos envíen con rapidez las actas del concilio en las que se lee cómo Sintario, aunque no fue purificado por el fuego de vuestro juicio, salió de él bien malparado. Ciertamente, hemos hecho llegar también a su majestad una solicitud en este mismo sen‐ tido, pues tenemos mucho trabajo por delante en el concilio a fin de averiguar la verdad. Por lo demás, ruego a la piedad del supremo Creador que se en‐ cargue de conservar con salud a vuestra eminente beatitud por largo tiempo en favor de la pureza de la fe y la estabilidad de su Iglesia, que por la gracia de vuestra intercesión me proteja de las diversas calamidades y los múltiples peligros del mundo presente (p. 66) y que la santísima Trinidad, merced a vuestra oración, haga que yo esté resguardado en el interior de vuestro corazón, libre de toda tempes‐ tad provocada por el pecado.
467 468 469 470
Cfr. Eccli 2,6; ibid. 2,9. Cfr. Ps 76,10. Cfr. Ps 43,23. Cfr. Ps 68,34.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 598
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
598
Y con su propia mano: Yo, Braulio, a mi señor Isidoro, de quien soy siervo. ¡Ojalá pueda gozar de tu compañía en el Señor, oh lám‐ para resplandeciente e inextinguible!471 [92] Carta nº 4: De Isidoro de Sevilla a Braulio de Zaragoza (p. 66)
A mi señor y el siervo de Dios, el obispo Braulio, Isidoro.
He dado gracias a Cristo porque he sabido que disfrutas de salud y ojalá, mientras aún esté en este cuerpo, pueda también contemplar a aquel cuya buena salud he conocido. Voy a contarte qué es lo que me ha ocurrido por mis pecados, pues no he sido digno de leer tu carta. En efecto, tan pronto como recibí tu pergamino, se presentó ante mí un servidor del rey. Entregué el citado pergamino a mi camarero y acudí rápidamente ante el príncipe con la intención de leerlo más tarde y responderte. Sin embargo, cuando regresé del palacio del rey, no sólo no encontré tu escrito, sino que, además, habían desaparecido todos mis otros documentos. Y la principal razón, bien lo sabe el Señor, de que haya deplorado mis propios merecimientos es que no he podido leer tu carta. Pero te ruego que, en cuanto se te presente la ocasión, vuelvas a escribirme y no me prives del placer de tus palabras de modo que reciba de nuevo por tu bondad lo que por mis faltas he perdido. Y con su propia mano: Reza por mí, venerabilísimo señor. [93] Carta nº 5: De Braulio de Zaragoza a Isidoro de Sevilla (p. 66)
A mi señor y el primero de los obispos, Isidoro, en verdad mi señor y elegido de Cristo, Braulio, siervo inútil472 de los santos de Dios. Acostumbra a llenarse de alegría el hombre interior473 y espiri‐ tual,474 cuando tiene noticias de la persona amada. Por esa razón, mi 471 472 473 474
Cfr. Ioh 5,35. Cfr. Luc 17,10. Cfr. Rom 7,22; Eph 3,16. Cfr. Gal 6,1.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 599
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
599
reverendísimo señor, querría que, a menos que lo impida el tamaño de mis culpas, abrazases bondadosamente las noticias que de mí te envío475 y acogieses pacientemente el reproche de mis quejas. En efecto, ambas cosas me propongo: tanto cumplir con mi deber de darte noticias mías, como presentar ante ti y contra tu propia per‐ sona las desdichas que constituyen la causa de mi reclamación. Al inicio mismo de este dictado y aún en el puerto,476 ruego, postrado, a la eminencia de tu apostolado que con la mayor bondad prestes oídos a lo que sigue. (p. 68) Y aunque la presentación de un reproche en el que intervienen las lágrimas pierde intensidad, puesto que las lágrimas no son signo de reproche, sin embargo, deseo que mi re‐ proche sea tan lacrimoso como reprochadoras mis lágrimas, pero ex‐ preso este doble deseo llevado por la atrevida audacia que es fruto del amor y no por la soberbia que nace de la arrogancia. Pero voy a empezar ya a exponer mi causa contra ti. Han trans‐ currido siete años, si no me equivoco, desde que recuerdo que llevo solicitándote los libros de los Orígenes redactados por ti y que por diversas y variadas circunstancias ni he conseguido, cuando he es‐ tado contigo, ni tú me has enviado tampoco, a continuación, cuando me he ausentado de tu lado, y así, mientras con sutiles excusas dila‐ torias alegabas unas veces que no estaban terminados, o que no con‐ tabas con una copia escrita, o que mi carta se había perdido, o bien otras muchas razones semejantes, hemos llegado hasta el día de hoy y seguimos sin que mi solicitud se vea cumplida. Por esta razón, con‐ vierto mis ruegos en un reproche, a ver si de este modo, incomodán‐ dote con mis quejas, alcanzo a obtener lo que no he conseguido mediante súplicas. En efecto, a menudo acostumbran a resultar úti‐ les al mendigo los gritos. Dime, señor mío, te lo ruego, ¿por qué mo‐ tivo no me concedes lo que te suplico? Has de saber una cosa: no me 475
Tanto Riesco Terrero como Miguel Franco entienden este pasaje al contrario: Braulio no diría a Isidoro que acogiese amablemente las noticias que le envía sobre sí mismo, sino que acogiese con bondad la solicitud que le hace de recibir noticias suyas. Pero, en realidad, Isidoro es el hombre interior y espiritual, porque es él quien va a recibir noticias de Braulio y no al contrario. Braulio quiere explicar a Isidoro la situación en la que se encuentra, pues esta situación es, precisamente, la que justificia el motivo de su queja. 476 Se sirve aquí Braulio de una imagen marina: se encuentra aún en el puerto, presto a iniciar su viaje.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 600
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
600
iré fingiendo, por así decirlo, que no deseo lo que se me niega, antes bien, lo buscaré y volveré a buscarlo con todo mi empeño hasta que lo obtenga por las buenas o me lo lleve por las malas, pues nuestro piadosísimo Redentor prescribió: Buscad y encontraréis, y añadió:477 Llamad y se os abrirá. He buscado y sigo buscando. He llamado tam‐ bién. Y, por esa misma razón, grito igualmente que me abras. En efecto, me consuela el hallazgo de este argumento, a saber, que tú, que has despreciado a quien te suplicaba, quizás escuches a quien te reprende.478 En definitiva, hago uso de tus propios recursos contra ti, que los conoces bien,479 y, reconociéndome un ignorante, no pre‐ sumo con la jactancia propia de un necio de haber descubierto algo nuevo ante quien es un hombre perfecto.480 Sin embargo, aun siendo poco instruido, no me avergüenzo de dirigirme al más diserto de los hombres, pues recuerdo el precepto del apóstol en el que se prescribe que debes soportar de buen grado a quien es poco instruido.481 Por todo ello, escucha los gritos de mi reproche. Dime, te lo suplico, ¿por qué sigues demorando la distribución de los talentos 482 y el re‐ parto de los alimentos483 que te han sido confiados? Abre ya tu mano, haz partícipes a tus siervos para que no perezcan por las privaciones provocadas por el hambre. Sabes bien qué va a solicitarte el Acree‐ dor,484 cuando se presente ante ti. No perderás nada de lo que nos en‐ tregues. Recuerda que una multitud quedó saciada con unos pequeños panes y que los pedazos que restaron superaron la cantidad inicial de los panes.485 ¿O acaso crees que el don que te ha sido con‐ fiado te ha sido entregado únicamente para tu propio provecho? Es tanto tuyo como nuestro, es un bien común, no uno privado. ¿Quién ha de atreverse a decir, aun siendo un insano, que disfrutes de lo que posees en propiedad, cuando tú sólo sabes disfrutar de forma irre‐
477 478 479 480 481 482 483 484 485
Matth 7,7; Luc 11,9. Cfr. Jerónimo de Estridón, Epistulae, 14,2,1. Braulio se refiere, probablemente, a la erudición bíblica. Cfr. Col 1,28; II Tim 3,17. Cfr. II Cor 11,19. Cfr. Matth 25,15. Cfr. Ps 77,25. Es decir, Dios. La anécdota en Matth 14,19‐20.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 601
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
601
prochable de lo que es común a todos? En efecto, puesto que Dios te ha concedido la administración de su tesoro y sus riquezas: la salud espiritual, la sabiduría y la ciencia,486 ¿por qué no repartes con gene‐ rosidad aquello de lo que no te ves disminuido por compartirlo con los demás? Y puesto que, entre los miembros487 de la cabeza situada por encima,488 aquello que cada uno de ellos no ha recibido lo posee en otro de tal modo que (p. 70) sabe que también el otro debe poder po‐ seer lo que él mismo tiene, ¿acaso te muestras mezquino con nosotros porque no encuentras nada que en correspondencia puedas obtener de nosotros? Pero, si das a quien ya tiene, consigues un beneficio de poco valor. Por el contrario, si das a quien nada posee, obedeces los preceptos evangélicos a fin de que eso se te devuelva en la retribución de los justos.489 Y, por esa misma razón, siento remordimientos de conciencia, pues no encuentro en mí nada bueno que pueda compar‐ tir, ya que se nos exhorta a estar los unos al servicio de los otros con amor490 y a poner a disposición de los demás la gracia que cada uno hayamos recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios,491 y ya que, según la medida de la fe que Dios ha concedido a cada uno492 en un sola juntura de sus miembros, éste debe compar‐ tirla con las restantes partes del cuerpo, pues todo esto lo obra un único y mismo Espíritu, que lo reparte a cada uno según su criterio.493 Pero vuelvo al único recurso a mi disposición, al que ya me he re‐ ferido, esto es, la insistencia, la amiga de los que están privados de amistad y no poseen ninguna de las gracias propias de los miembros honorables. Por lo tanto, escucha mi voz,494 pese a que nos separan tantas tierras:495 Entrégame, entrégame lo que me debes,496 pues eres un 486
Cfr. Is 33,6; Col 2,3. Cfr. Rom 12,5. 488 Cfr. I Cor 11,3; Eph 1,22; ibid. 4,15; ibid. 5,23. 489 Cfr. Ps 17,21; ibid. 17,25; Prou 13,21. Pero quizás Braulio pensaba, más bien, en Luc 14,12‐14. 490 Cfr. Gal 5,13. 491 Cfr. I Petr 4,10. 492 Rom 12,3. 493 I Cor 12,11. 494 Ps 26,7; ibid. 63,2. 495 Jerónimo de Estridón, Epistulae, 50,5,5. 496 Matth 18,28. 487
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 602
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
602
siervo, un siervo de Cristo497 y de los cristianos. A fin de ser allí mayor que todos nosotros, la gracia que sabes bien que te ha sido concedida por causa nuestra, no desdeñes repartirla entre unos espíritus se‐ dientos498 y consumidos por el hambre de saber. ¿No soy un pie, al menos, que, corriendo a cumplir las órdenes recibidas, pueda con mi obediente carrera ponerme al servicio de la barca de la Iglesia, esto es, del juez de los miembros, y con mi sumi‐ sión agradar al principado de la cabeza499 que ejerce el mando? Es más, aunque sé que formo parte de los miembros menos honorables, ha de ser suficiente para ti que es adecuado que tú muestres a través de mí lo que te consta que has recibido de la cabeza y que no lo es que no sientas necesidad de servirte de mí, pues, aunque soy insig‐ nificante, he sido redimido, no obstante, por la sangre de Cristo.500 En efecto, la cabeza no dice a los pies: “No me sois necesarios”, pues los miembros del cuerpo que parecen ser más débiles son más necesarios, a aque‐ llos que son considerados más viles los ceñimos de mayor adorno y aquellos miembros nuestros que son menos honestos merecen un mayor cuidado.501 Así pues, nuestro creador y dispensador gobierna todo lo que existe de tal modo que, cuando los dones divinos se comparten con otro que no los ha recibido para que sean poseídos por ese otro, se acre‐ cienta el amor. En fin, entonces se dispensa adecuadamente la gracia multiforme,502 cuando se entiende que el don recibido pertenece también a aquel que no lo posee, cuando se considera que se ha re‐ cibido por causa de aquel a quien se hace partícipe. La prudencia de tu santidad sabe perfectamente que ese capítulo del apóstol que he citado en parte se ajusta por entero a esta situación y a nadie se oculta que, sin la menor duda, tú conoces mejor que yo lo que acabo de exponer de forma sumaria. Así pues, (p. 72) sólo resta esto que te pido vivamente: que me concedas lo solicitado, y si no por mí mismo, al menos por el amor infundido en nosotros por Dios, en vir‐ tud del cual se nos prescribe saberlo todo y concederlo todo y sin el 497 498 499 500 501 502
Rom 1,1; I Cor 7,22; Gal 1,10. Cfr. Is 55,1. Cfr. Col 2,10. Cfr. Eph 1,7; Apoc 5,9. I Cor 12,21‐23. Cfr. I Petr 4,10.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 603
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
603
cual todas las cosas no valen nada.503 Y si en algún momento he caído en algún exceso, si he caído en algún descuido, si he mostrado una actitud poco humilde o poco adecuada, si he soltado más que expresado algo semejante, te ruego que todo lo acojas con bondad, que todo lo perdones, que reces para que Dios todo me lo perdone. En consecuencia, te señalo asimismo esto: que los libros de las Etimologías que te solicito, mi señor, aunque incompletos y corrom‐ pidos, están ya en poder de muchos. Por ello, te ruego que te dignes enviármelos en una copia completa, corregida y bien ordenada a fin de evitar que, empujado por mi ansiedad a llevar a cabo un acto in‐ adecuado, me vea obligado a aceptar de otros vicios por virtudes. Por mi parte, deseo que, aunque nada necesitas y aunque se dice que los servicios ofrecidos por propia iniciativa huelen mal,504 tu emi‐ nente beatitud me ordene lo que sea en aquello que puedo y alcanzo a hacer, y ello con el único propósito de que disfrutes de nuestro re‐ conocimiento, es más, de que goces del amor que es Dios.505 Pues bien, una vez expuesto todo esto, tengo algunas preguntas sobre las divinas Sagradas Escrituras que desearía que me aclarase la luz de tu corazón, si es que tienes a bien iluminarme y explicarme los misterios de la ley de Dios. Pero, aunque alcance a obtener esto que ahora te solicito, no habré de guardar silencio sobre lo demás. Facilítame, en cualquier caso, el camino para tomar confianza sin pincharme con la aguijada de la vergüenza desde el primer mo‐ mento, perdonando mi ignorancia y sin censurar a quien en el pa‐ sado amabas, aunque no lo mereciese, pues parece de todo punto ignominioso y vil que quien no se ha saciado aún de amor sufra el rechazo de aquel a quien ama.506 Con la sumisión propia de un siervo como yo, te presento mis res‐ petos y ruego a tu piadosa y santísima eminencia que te dignes rezar por mí para ganarte con tu intercesión mi alma, que a diario se agita
503
Cfr. I Cor 13,2‐3. Jerónimo de Estridón, Epistulae, 26,5. 505 Cfr. I Ioh 4,8; ibid. 4,16. 506 Es decir, si Isidoro no se opone y le da su permiso, Braulio le escribirá de nuevo una carta sobre esos pasajes bíblicos que le preocupan. 504
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 604
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
604
en medio de todo tipo de males, y conducirla al puerto de la eterna tranquilidad, a salvo de las miserias y los escándalos. Me ha resultado grato hablarte durante largo tiempo, como si, situado frente a ti, viese las facciones de tu rostro. Por ello, no he prestado atención a la ver‐ bosidad y he cometido quizás un acto irreflexivo. Pero debía hacer algo así u otra cosa parecida a fin de que me concedieses, siquiera por mi impertinente osadía, lo que no quisiste concederme por mi humildad. He aquí a qué audacia me ha llevado la gracia de vuestra bondadosa persona. Y, por ello, si en estas líneas algo le desagrada, que lo atribuya a sí misma, que tanto ama que hace desaparecer el temor. Ciertamente, el amor perfecto expulsa lejos de sí el temor.507 Asimismo, confiado en tu gracia singular, te suplico, mi singular señor, en quien se apoya el vigor de la santa Iglesia, que, puesto que Eusebio, nuestro amado metropolitano, ha fallecido,508 actúes con el celo propio de tu misericordia y supliques a tu hijo, nuestro señor, (p. 74) que ponga en el lugar de aquél a alguien cuya sabiduría y san‐ tidad sea un ejemplo de vida para los demás. Encomiendo, en fin, con toda mi alma a vuestra venerabilísima eminencia a este hijo mío que lleva la presente y confiamos en merecer recibir por su media‐ ción una carta vuestra que nos ilustre tanto sobre esto último que os hemos suplicado, como también sobre aquello otro de lo que nos hemos quejado más arriba. [94] Carta nº 6: De Isidoro de Sevilla a Braulio de Zaragoza (p. 74)
A mi señor y el siervo de Dios, el obispo Braulio, Isidoro.
La carta de tu santidad me encontró en la ciudad de Toledo. Había partido ya, en efecto, con motivo del concilio y, aunque, cuando ya estaba en camino, una comunicación del príncipe me había aconsejado regresar, pese a todo, como ya estaba más cerca de presentarme ante él que de retornar, preferí no interrumpir el curso de mi viaje. Acudí a presencia del príncipe, encontré allí presente a tu diácono, por mediación de él recibí tu carta, la abracé, la leí y di 507 508
I Ioh 4,18. El obispo Eusebio de Tarragona.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 605
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
605
gracias a Dios por tu buena salud, deseando con toda el alma,509 aun débil y fatigado, obtener por la gracia de Cristo el don de verte en esta vida, pues la esperanza no engaña por el amor que ha sido de‐ rramado en nuestros corazones.510 Aprovechando el viaje, te he enviado el códice de las Etimologías junto con otros códices. Aunque está sin revisar debido a mi pobre salud, pese a todo, me había propuesto confiártelo para que lo co‐ rrigieses, en caso de que llegase al lugar fijado para el concilio 511. Por lo demás, en cuanto a la elección del obispo de Tarraco, he ad‐ vertido que la opinión del rey difiere de la que tú has expresado, no obstante, él mismo aún no está totalmente seguro de la decisión por la que se inclinará. Te suplico, en fin, que te dignes interceder ante Dios por mis pecados a fin de que por tus ruegos mis faltas sean ol‐ vidadas y mis culpas perdonadas. Además con mi propia mano: Reza por mí, venerabilísimo señor y hermano. [95] Carta nº 7: De Isidoro de Sevilla a Braulio de Zaragoza512 (p. 76)
A mi señor y el siervo de Dios, el obispo Braulio, Isidoro.
He aquí que, como te prometí, te he enviado mi obra sobre el ori‐ gen de algunas cosas, elaborada a partir de los recuerdos de antiguas lecturas y comentada en algunos pasajes tal y como se encuentra es‐ crito en las obras de nuestros mayores. [96] Carta nº 8: De Isidoro de Sevilla a Braulio de Zaragoza (p. 76)
509
A mi señor y el siervo de Dios, el obispo Braulio, Isidoro.
Cfr. Luc 22,15. Cfr. Rom 5,5. 511 Entiéndase: «en caso de que mi mala salud me permitiese llegar al lugar fijado para el concilio». 512 Es la carta‐prefacio de las Etymologiae, de la que los manuscritos conservan dos versiones: una dirigida a Sisebuto y otra a Braulio, con la única diferencia del encabezado. En la versión dirigida al rey Sisebuto el encabezado dice simplemente: «A mi señor e hijo Sisebuto, Isidoro» (el resto de la carta no varía). 510
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 606
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
606
Deseo con toda mi alma ver tu rostro y ojalá Dios haga que mi an‐ helo se cumpla algún día antes de que yo muera. Por lo demás, en estos momentos te ruego que me encomiendes a Dios en tus oraciones de modo que haga que se cumpla mi esperanza en la vida presente y me conceda disfrutar de la compañía de tu beatitud en la futura. Y con su propia mano: Reza por mí, venerabilísimo señor y her‐ mano. [97] Redempto de Sevilla, La muerte del bienaventurado Isidoro, obispo de Sevilla513 Comienza aquí la muerte del muy bienaventurado Isidoro, obispo hispalense, según fue relatada con la ayuda de Dios por el clérigo Redempto. (1) Me ha parecido digno de interés exponer brevemente a tu san‐ tidad de qué modo nuestro señor Isidoro de gozoso recuerdo, obispo metropolitano de la iglesia hispalense, recibió la penitencia y en qué términos se confesó ante Dios y ante los hombres, y mostrándome en este relato mío de todo punto fiel a los hechos, dar cuenta a tu amada excelencia de la presencia de ánimo con la que aquél aban‐ donó esta vida camino del cielo. Me ha empujado a ello, en primer lugar, el hecho de rendir servicio a vuestra caridad como consecuen‐ cia del interés que mostráis por él, fruto de vuestro amor hacia su persona; y en segundo lugar, dado que no puedo dejar de contar la verdad, también me siento en la obligación, ante tus ruegos, de darte a conocer todo lo que he podido recordar de él, aunque sea tan sólo una pequeña parte de entre muchas cosas. 513
Esta epístola ha sido comentada contextualmente en el apartado anterior: vid. supra pp. 570‐571. Edición de J. C. MARTÍN‐IGLESIAS, Scripta de uita Isidori, pp. 379‐388. Hay dos traducciones españolas de J. C. MARTÍN‐IGLESIAS, La Renotatio librorum domini Isidori de Braulio de Zaragoza († 651). Introducción, edición crítica y traducción, Logroño, Ed. Fundación San Millán de la Cogolla, 2002 (Scriptorium), pp. 265‐268, e ID., Escritos medievales, pp. 87‐91. Además, hay una traducción inglesa de C. W. BARLOW, Iberian Fathers, vol. 2, pp. 140‐142; una traducción francesa de Jac‐ ques FONTAINE, Isidore de Séville. Genèse et originalité de la culture hispanique au temps des Wisigoths, Turnhout, 2000 (Témoins de notre histoire), pp. 433‐435 (pp. 307‐309 de la versión española del volumen); y una alemana de G. KAMPERS, «Exemplarisches Sterben», pp. 236‐241.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 607
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
607
(2) Tan pronto como conoció, no sé de qué modo, que su fin estaba próximo y la naturaleza de su alma advirtió con gran exactitud antes que nadie que su cuerpo estaba siendo consumido por una persis‐ tente enfermedad,514 durante unos seis meses aproximadamente, si no más, comenzó a repartir a diario entre los pobres, y en una can‐ tidad incluso mayor de lo que acostumbraba, tantas limosnas que desde que salía el sol hasta el anochecer permanecía recibiendo di‐ nero para repartirlo entre muchos de ellos. A continuación fue gol‐ peado de tal modo por su enfermedad que, al aumentar la fiebre en su cuerpo y comenzar a rechazar la comida su débil estómago, reu‐ nió fuerzas para recibir la penitencia e hizo que acudiesen con ur‐ gencia junto a él sus coepíscopos, los bienaventurados Juan y Eparcio. Y al ser transportado desde su celda hasta la iglesia de san Vicente Mártir, tan gran número de pobres, clérigos y demás religio‐ sos y gentes de esta ciudad lo acogieron entre gritos y grandes ge‐ midos que, si alguien hubiese tenido un corazón de hierro, todo él se habría fundido de inmediato en lágrimas y lamentaciones.515 Y, cuando ya en la iglesia del citado mártir, fue situado en mitad del coro, junto a la cancela del altar, ordenó que las mujeres se retirasen algo más lejos con objeto de que, en el momento en que él recibiese la penitencia, se viesen a su alrededor tan sólo varones y, en efecto, no mujeres. (3) Y después de solicitar a los antedichos sacerdotes, a uno que le impusiese el cilicio y al otro que arrojase ceniza sobre él, levan‐ tando sus manos hacia el cielo, comenzó a hablar así: «Tú, Dios mío, que conoces los corazones de los hombres y te dignaste perdonar sus pecados al publicano que permaneció a distancia del templo mientras golpeaba su pecho,516 Tú, que te dignaste resucitar a Lá‐ zaro, cuando dormía, haciéndolo salir de su sepulcro cuatro días después de la disolución de la carne,517 y quisiste que lo acogiese el seno de nuestro patriarca Abraham,518 recibe en esta hora mi confe‐
514 515 516 517 518
Pasaje inspirado quizás en Sulpicio Severo, Epistula III, 6. La probable fuente es Sulpicio Severo, Epistula III, 18. Cfr. Luc 18,10‐13. El episodio en Ioh 11,1‐45. Cfr. Luc 16,22‐23.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 608
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
608
sión y aparta de tus ojos los innumerables pecados que he come‐ tido 519, no tengas presentes mis malas acciones, ni quieras recordar los delitos de mi juventud 520. Tú, Señor, no estableciste la penitencia para los justos que no pecaron contra ti, sino para mí, un pobre pecador 521 que he cometido pecados que sobrepasan en su número a la arena del mar 522. ¡Que no encuentre en mí nuestro enemigo ancestral nada que casti‐ gar! 523 Tú sabes bien que, desde que, pobre e indigno de mí, asumí esta carga más que este honor 524 en esta santa iglesia, no he dejado de pecar en ningún momento 525, sino que he insistido en compor‐ tarme como un malvado 526. Y puesto que Tú dijiste que, sea cual sea el momento en que el pecador se convierta de su conducta, olvida‐ rías todas sus iniquidades 527, me acuerdo ahora de esta promesa tuya. Con esperanza y confianza clamo, en consecuencia, ante Ti, cuyos cielos no soy digno de contemplar debido a la multitud de los peca‐ dos 528 que se acumulan sobre mí. Atiéndeme, escucha mi oración y concédeme, pecador de mí, el perdón que te solicito. ¿Y si los cielos no están exentos de impurezas a tus ojos, cuánto más no he de estarlo yo, sólo un hombre, que he bebido la iniquidad como si fuese agua 529 y me he saciado del pecado como si fuesen entrañas 530?». (4) A continuación, concluida así su oración, recibió de estos mis‐ mos pontífices el cuerpo y la sangre del Señor con un profundo ge‐ mido de su corazón, pues se consideraba indigno de ello. Comenzó entonces a solicitar el perdón de estos mismos sacerdotes, así como el de todos aquellos miembros del clero que se hallaban presentes, de los ciudadanos y de todo el mundo en general, diciendo: «Os su‐ 519
Cfr. Ps 50,11. Ps 24,7. 521 Or Man 8. 522 Or Man 9. 523 Sulpicio Severo, Epistula III, 16. 524 Cfr. Isidoro de Sevilla, De ecclesiasticis officiis, 2,5,15, lín. 147. 525 Cfr. ibid., 2,17,7, lín. 64. 526 Cfr. Ier 9,5. 527 Cfr. Ez 18,21‐22. 528 Or Man 9. 529 Iob 15,15‐16. 530 Traducimos así la difícil forma «claustra» del texto latino, que creemos que puede aceptarse con este sentido, pese a haber sido considerada tradicionalmente una lectura corrupta. 520
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 609
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
609
plico tanto a vosotros, santísimos sacerdotes y señores míos, como a la santa reunión de los clérigos y fieles que me rodea, que vuestra oración se eleve hacia el Señor y que ruegue por mí, un pobre des‐ graciado sucio de arriba a abajo por la mancha del pecado, para que yo, que por mis propios merecimientos no soy digno de obtener su gracia, por vuestra intercesión merezca alcanzar el perdón por mis pecados. Perdonadme, os lo suplico, aunque soy indigno de ello, todas aquellas faltas que he podido cometer contra cada uno de vos‐ otros. Si a alguien he despreciado por odio, si a alguien he negado impíamente mi caridad, si a alguien he corrompido con mi influen‐ cia, si a alguien he herido, encolerizándome contra él, perdonádmelo ahora que así os lo suplico, es más, que muestro arrepentimiento». Y una vez que todos a grandes voces y con lágrimas en los ojos soli‐ citaron el perdón para él y que él perdonó a todos y cada uno las obligaciones y recibos de sus deudas para con él, habló de nuevo, amonestando a todos los presentes de este modo: «Santísimos obis‐ pos y señores míos y demás personas que aquí os encontráis, os ruego y suplico que mostréis caridad los unos hacia los otros, sin de‐ volver mal por mal 531, y que no divulguéis calumnias entre el pue‐ blo 532. Que no encuentre en vosotros nuestro enemigo ancestral nada que castigar 533, que no encuentre entre vosotros el lobo rapaz ninguna oveja perdida a la que llevarse, sino que, por el contrario, el buen pastor, alejándola de las fauces del lobo y llevándola alegre sobre sus hombros, la guarde segura en el redil 534». (5) Después de esta confesión y de esta oración, ordenó que se distribuyese entre los necesitados y los pobres el dinero que le res‐ taba. ¿A qué fiel puede quedar duda alguna de que al instante, libre ya de todos sus pecados, entró a formar parte de la comunidad de los ángeles? A continuación, quiso ser besado por todos los presen‐ tes, diciendo: «Si de todo corazón me perdonáis todos aquellos actos malvados y perversos que hasta el día de hoy he podido cometer contra vosotros, el omnipotente Creador os perdonará, a su vez, 531 532 533 534
I Petr 3,9. Cfr. Leu 19,16. Sulpicio Severo, Epistula III, 16. Cfr. Luc 15,4‐5.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 610
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
610
todos vuestros delitos.535 Así, del mismo modo que esta agua proce‐ dente de la fuente sagrada que hoy el pueblo devoto va a recibir536 ha de traeros el perdón por vuestros pecados, así también este beso que nos damos sea para vosotros y para mí nuestra garantía de la vida futura». (6) Una vez concluidas todas estas ceremonias, fue llevado de re‐ greso a su celda y, al cabo de cuatro días desde su confesión y peni‐ tencia, llegó seguidamente al fin de su cura pastoral y de su vida, muriendo en paz. Amén. [En la víspera de las calendas de abril, en la decimonovena luna,537 era 674ª.]
535
Cfr. Matth 6,14. Desde antiguo se interpreta este pasaje como una alusión a la celebración del bautismo de la noche del Sábado Santo que precede al Domingo de Resurrección. Es decir, la confesión y la comunión de Isidoro se habrían producido esa noche, en la madrugada del 30 al 31 de marzo. 537 Lo correcto sería: «En la víspera de las nonas de abril, en la vigésima se‐ gunda luna». La víspera de las nonas de abril es el 4 de abril, la víspera de las calendas de abril, el 31 de marzo. Se ha confundido, entonces, la fecha de la muerte de Isidoro con la fecha de la Pascua de ese año y se ha sustituido, así, la fecha correcta del 4 de abril, 22.ª luna, por la del 31 de marzo, 18.ª luna (aunque por error, quizás del propio autor, se lee que es la decimonovena luna). 536
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 611
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
611
EPÍSTOLAS SOBRE EL CÓMPUTO PASCUAL538 EL MONJE LEÓN EPISTOLA DE COMPVTO PASCHALI AD SESVLDVM ARCHIDIACONVM (CPL 2300) BRAULIO DE ZARAGOZA EPISTVLA AD EVTROPIVM EP. (CPL 1230: EPIST. 22) La carta del monje León al arcediano Sesuldo es un documento que guarda celosamente el secreto de su cronología y de su proce‐ dencia geográfica. El tema del que se ocupa es poco indicativo por cuanto la preocupación por la fijación de un cómputo pascual ge‐ nuinamente cristiano, claramente diferenciado del de la Pascua judía, recorrió la literatura de los padres de la Iglesia, o de humildes monjes, como sería el caso, desde el siglo II hasta que, ya en el siglo VIII, el Venerable Beda pareció encontrar una fórmula, por más que fuese imperfecta, para fijar un ciclo aparentemente ‘científico’. El problema era, en la práctica, irresoluble, por cuanto el ciclo de la Pas‐ cua hebrea se basaba en un calendario lunar que casaba mal con el calendario juliano de base solar. Acomodar el año solar de 365’2422 días, con los meses lunares de 29’5306 días (año lunar de 354 días) resultaba inviable porque no era posible encontrar un ciclo donde el sol y la luna pudiesen acompasarse en un número entero, una co‐ rrespondencia entre un número dado de años solares y un número exacto de meses lunares. Sesuldo le ha pedido que de forma docta y clara le explique el funcionamiento del cómputo pascual, «acompa‐ ñado de toda la ciencia del cálculo». León parece un hombre bien informado. Revisando las opiniones vigentes, descubre que hay una gran variedad de criterios y, como
538
Bibliografía: Bruno KRUSCH, Studien zur christlich‐mittelalterlichen Chronologie. Der 84jährige Ostercyclus und seine Quellen, Leipzig, Von Veit & Comp., 1880, pp. 298‐ 302; C. W. BARLOW, Martini, pp. 259‐275; Faith WALLIS, «Introduction», en Id., Bede: The Reckoning of Time. Translated, with introduction, notes and commentary, Liverpool, Liverpool University Press, 1999, pp. XV‐CI (Translated Texts for Historians, 29); Salvador IRANZO ABELLÁN, «León», en C. Codoñer (coord.), La Hispania visigótica, pp. 175‐176; Alden A. MOSSHAMMER, The Easter Computus and the Origins of the Christian Era, Oxford, Oxford University Press, 2008, pp. 59‐106 (Oxford Early Christian Studies); Immo WARNTJES, «The continuation of the Alexandrian Easter table in seventh‐century Iberian and its transmission to ninth‐century France», Revue d’Historie des Textes, n. s. 13 (2018), pp. 185‐194.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 612
612
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
había hecho Dionisio el Exiguo, y con su uso había validado la Iglesia de Roma, considera que la más acertada es la expresada sucesiva‐ mente por el obispo Teófilo de Alejandría (385‐412) y por Cirilo (412‐ 444), su sucesor en la misma sede, que partían de un ciclo de 19 años (enneadekaeteris) que los alejandrinos habían desarrollado temprana‐ mente y que las iglesias orientales habían incorporado desde la cele‐ bración del Concilio de Nicea, que, como recuerda León, lo habría fijado de manera inmutable. Aunque este extremo, sostenido entre otros por Ambrosio de Milán, Genadio de Marsella o Dionisio el Exi‐ guo, dista de estar probado. Sin embargo, aunque el sistema de Teófilo y Cirilo le parece claro y fidedigno, sus ciclos, afirma, no mantienen un curso estable en sus revoluciones. León sabe que los alejandrinos habían combinado este ciclo lunar de 19 años con uno solar de 25, pero que, aunque su recorrido se podía asemejar, la distinta duración de sus órbitas lo había vuelto inexacto. Probablemente por eso, anota el texto, los computistas se ven obligados a introducir correcciones, de 20, 21 o 22 días, dice, lo que da lugar a equívocos en el cómputo. El otro cómputo que León tiene en consideración es el de Victorio de Aquitania, quien, a mediados del siglo V, tras dos severas disputas sobre la Pascua de 444 y 455, recibió del papa Hilario el encargo de fijar un calendario pascual confiable. Partiendo de un hipotético ciclo de 4x133, construyó una serie con una validez teórica de 532 años, un dato empírico que aparentemente era incapaz de explicar, como resulta difícil saber por qué incorporaba un saltus, una inclusión ar‐ tificiosa de días, al final de cada ciclo de 19 años. Según nos cuenta León, su propuesta era muy compleja, pero habría tenido un gran éxito durante unos años, especialmente frente a un imperfecto ciclo de 84 años que había usado con anterioridad la Iglesia de Roma, hasta que sus incongruencias se hicieron evidentes: algunos años daban pie a dos opciones pascuales y los años bisiestos se convertían en un problema irresoluble. Una manera de ubicar, aunque sea de una manera muy laxa, el texto de León a Sesuldo, puede estar en la elección misma de los ele‐ mentos del debate. El calendario de Victorio le parece una cosa pa‐ sada. Victorio había construido su calendario de 532 años con un cálculo que situaba la Pasión de Cristo en el año 28, un jueves 25 de
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 613
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
613
marzo, y colocaba su primer año del ciclo en el año 25. En el año 541, el III Concilio de Orleans todavía recomendaba que la Pascua se ce‐ lebrase de acuerdo a la lista de Victorio, pero para entonces proba‐ blemente había acumulado demasiadas incongruencias y para cuando el ciclo se completó unos años después nadie parece haberla tenido en cuenta. Para esas fechas, la Iglesia de Roma contaba con otra lista, elaborada por un monje o abad de nombre Dionisio, procedente de Escitia, pero afincado en Roma, donde trabajaría entre los años 500 y 540, y que a partir de aproximadamente el año 700 sería apelado como el Exiguo. Dioniso, partiendo del ciclo alejandrino, había cons‐ truido una tabla pascual corregida con las lunas llenas pascuales y los domingos de Pascua de 95 años, cinco ciclos de 19, a contar a partir del 532 hasta el 626 annus Domini. En su proceso corrector, Dionisio habría fijado un año para la encarnación del Señor que alcanzaría tal éxito que llega hasta hoy como fundamento del calendario occidental, y habría precisado sus cálculos a partir de una tabla, igualmente de 95 años, que hipotéticamente habría compuesto Cirilo de Alejandría y que expiraría precisamente en el año 531. Aunque el texto de León no menciona a Dionisio, sí se hace eco de su trabajo, es posible incluso que dependa de él y cabe la posibilidad de que el texto esté reflejando precisamente los problemas que ha ge‐ nerado a la Iglesia la necesidad de renovar el ciclo que se cerraba en el año 626. Dificultades que probablemente se intentaban paliar con los añadidos de días mencionados por la epístola y que a León le hacen añorar un regreso al sistema de Teófilo y Cirilo. Al fin y al cabo la tabla de Dionisio es el ejemplo más antiguo del ciclo alejandrino que se con‐ serva y el modelo que sirve para ilustrar cómo se construía. Tras 95 años esta tabla se había agotado y había dejado a las iglesias huérfanas de un instrumento de referencia unificado. La consecuencia inmediata fue el caos y la necesidad de buscar mecanismos de corrección. En al‐ guna ocasión se ha planteado que la referencia al cómputo de Teófilo y Cirilo es una referencia a las tablas mismas de Dionisio, aunque al final de la epístola alude a las cartas de los obispos alejandrinos, que son dos documentos independientes. En todo caso, el texto da a en‐ tender que, de alguna manera, se han agotado, lo que confirmaría estas mismas fechas en torno al 626, como propuso Krusch, editor del texto
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 614
614
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
a finales del siglo XIX. Fecha que no es disconforme con la identificación que él mismo hacía del receptor de la carta con el futuro obispo de Ampurias Sesuldo, que suscribió las actas del Concilio de Toledo del año 633; una inferencia que permitiría hacer del texto un documento hispano. Aunque por el orden de la firma se ha considerado que la or‐ denación de Sesuldo podría haber sido anterior al año 620, lo que pro‐ vocaría un desplazamiento cronológico, la regla del orden de firma en los concilios visigodos no parece siempre imperativa. La carta insiste en algo que parecería innecesario recordar, el hecho de que el establecimiento de la Pascua depende del ciclo he‐ breo y que la celebración cristiana debe retrasarse si por casualidad el cálculo hace coincidir ambas fechas. De hecho la celebración cris‐ tiana debe caer siempre en domingo y si la pascua hebrea coincidiese en ese día de la semana, los cristianos la retrasarían al siguiente. Pero era un tema de enorme peso en la literatura de la época. Probable‐ mente poco antes de la redacción de las epístolas que nos ocupan, un tratado con aparentes contaminaciones maniqueas, probable‐ mente hispano, transmitido entre los textos de Martín de Braga en el manuscrito M‐III‐3 de El Escorial, y durante mucho tiempo atri‐ buido a éste, había argumentado, siguiendo postulados bien cono‐ cidos por la erudición de Dionisio, sobre el porqué de la fijación de la Pascua cristiana en relación a la hebrea. Había insistido, además, en su significado redentor en contraposición a la celebración judía y el porqué de su movilidad, indicando con claridad las fechas extre‐ mas de su celebración. El problema no debía ser, por tanto, poco importante para los con‐ temporáneos. La epístola 22 de Braulio que, por la referencia a la luna llena del mes de nissan y a la fecha de la Pascua cristiana, se fecha en el año 641, dedica a este aspecto una parte sustancial de su contenido. Braulio recibe en este caso una carta de su colega en el episcopado Eutropio, quizás obispo de Tarazona, aunque este extremo no está confirmado, quien le pregunta por la fecha de la celebración de ese año. Parece que Eutropio ha consultado una tabla defectuosa donde la Pascua cristiana se confundía con la judía. La problemática parece enlazar directamente con el argumento de la epístola anterior. De al‐ guna manera, falta una tabla de reconocimiento universal. Se habrían
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 615
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
615
hecho adaptaciones del esquema de Dionisio, pero no había seguri‐ dad en la aplicación. De hecho, a comienzos del siglo VIII, Beda verá la necesidad de acometer con urgencia un nuevo cómputo, precisa‐ mente para resolver los inconvenientes de las fechas alteradas. Braulio remite a la erudición más fidedigna, de nuevo se recuerda el sistema alejandrino de Teófilo y Cirilo y las tablas de Dionisio; parece intuirse un eco de las cartas de éste a Bonifacio y Petronio. Además de las ar‐ gumentaciones de Proterio y Pascasino de Lilibea, que Dionisio había tomado en consideración. Braulio menciona a lsidoro, quien en sus Etimologías (6, 17, 1‐35) hace un resumen sobre los problemas de la Pascua y su ubicación en los calendarios solar y lunar, pero, aunque al final de la carta reconoce no haber expuesto nada original, da la sensación de que tiene otras fuentes de información independientes, además del sevillano. Braulio, más allá de la erudición sobre el cómputo, parece espe‐ cialmente interesado en la doctrina sobre la Pascua cristiana, las ra‐ zones por las cuales se celebra y se debe celebrar en fechas distintas a la judía. La idea esencial es que hay una vieja Pascua y una nueva, como hay un Antiguo y un Nuevo Testamento, y remite a la autori‐ dad de Nicea y al testimonio de la Historia Eclesiástica, que supone‐ mos es la de Eusebio de Cesarea, que habría conocido en su forma latina por la transmisión de Rufino de Aquilea. En última instancia recurre a la exégesis escrituraria, remitiendo a las palabras de Jesús, que habría simbolizado en la Pascua, que los cristianos hacían recaer siempre en domingo para que coincidiera con la Resurrección de Cristo, la alianza nueva con los hombres. Aunque Braulio ha mani‐ festado en otros momentos una especial querencia por marcar las diferencias con cualquier tradición común entre judíos y cristianos, en este caso, como él mismo anota, lo que evidencia es el conoci‐ miento general sobre la Pascua, su significado y sus problemas de ubicación. Una erudición que manifiesta el interés por fijar un calen‐ dario que no sólo marcaba la resurrección de Cristo, sino que afec‐ taba también a la fijación de la Cuaresma y demás festividades móviles asociadas; y, en última instancia, a la precisión de los plazos mismos de la Parusía. [PCD]
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 616
616
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares [98] El monje León, Carta al arcediano Sesuldo539
El inútil540 León, el último de todos los monjes, envía sus eternos saludos en el Señor a mi señor, en verdad, y el siervo de Dios, el ar‐ cediano Sesuldo. 1. Me encomiendas y encargas, arcediano Sesuldo, mi queridí‐ simo y gran padre, que, poniendo en ello toda mi aplicación, te ex‐ ponga el funcionamiento del cómputo pascual acompañado de toda la ciencia del cálculo, definido en sus límites temporales, exento de cualquier error, provisto de una explicación docta en esa materia y clara. Como la virtud de la obediencia me instaba a cumplir este co‐ metido, me puse a revisar uno por uno los ciclos de los tiempos pa‐ sados y, cuando advertí que los diversos autores mostraban juicios diversos, mi mente se agitaba confusa a causa de ello y comencé a dudar sobre cuál de ellos debía elegir y no sabía qué opinión creer de preferencia, puesto que discrepaban entre sí con tan gran varie‐ dad. Finalmente, iluminándome aquel que se posa sobre las cabezas de los apóstoles541 y revela lo que ocultan las tinieblas,542 cayó en mis manos la obra que el bienaventurado Teófilo y su sucesor san Cirilo, egregios obispos de la ciudad de Alejandría, guiados por la inspira‐ ción divina, escribieron sobre este funcionamiento del cómputo,543 obra en la que expusieron de tal modo dentro de sus límites tempo‐ rales todo el curso del sol y de la luna y lo confiaron de un modo tan claro al conocimiento humano que, aunque una espesa niebla de errores ciega el ojo de la mente, gracias al brillo tan grande de ese fulgor, resplandece la luz de la verdad. 2. Y aunque unos y otros han dado a conocer inmensos ciclos de la festividad pascual, al dejar éstos, al mismo tiempo, a un lado en 539 Edición: José Carlos MARTÍN‐IGLESIAS, «La Epistola de computo paschali (CPL 2300) del monje León: nueva edición y estudio de una obra probablemente hispano‐ visigoda», Rivista di Cultura Classica e Medioevale, 61 (2019), pp. 205‐239: pp. 228‐238 (con traducción en las páginas impares). Otra edición en B. KRUSCH, Studien, pp. 298‐302. 540 Cfr. Luc 17,10. 541 Cfr. Act 2,3. 542 I Cor 4,5. 543 Ps. Cirilo de Alejandría, Prologus de ratione paschae (CPL 2291), 2 (pp. 338‐339).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 617
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
617
sus proemios las investigaciones seguidas, la medida, los cursos y la razón del propio cálculo, sólo los citados han anunciado de ante‐ mano las Pascuas de los años de manera docta y bien definida. Entre ellos, en especial, Victorio544 ha publicado un volumen muy com‐ plejo545 sobre la Pascua y, ciertamente, éste, organizado dentro de sus límites temporales con un orden racional, ha circulado con gran éxito durante algunos años. Pero, entre otras razones, me mueve (a intervenir) esto: allí el día pascual ha recibido de forma ambigua dos opiniones en un solo y mismo año y es objeto de cálculos diferentes en aquellos años en los que se intercala un día bisiesto,546 al añadirse en unas ocasiones o suprimirse, en otras, una unidad a los cursos de las calendas, nonas e idus, así como a los de la luna.547 Y creo, sin duda, que no es tampoco un error intrascendente el hecho de que aquél considere la vigésima segunda luna como propia de la festivi‐ dad pascual,548 cuando tenemos una prueba manifiesta de la ver‐ dad549 en aquello que por medio de Moisés es prescrito al pueblo de Dios por la ley divina, que dice:550 Celebraréis la Pascua el decimocuarto día del mes de las nuevas cosechas y comeréis panes ácimos durante siete días,551 un tiempo en el que se les ordena también celebrar la festivi‐ dad de la Pascua. En consecuencia, también nosotros de un modo no inapropiado buscamos con razón la santísima resurrección de nuestro Salvador y Señor dentro de ese número de siete días (a partir de la decimocuarta luna de los hebreos) y, cuando las circunstancias lo exigen, llevamos el cálculo de la Pascua hasta el final de ese nú‐ mero de siete días o luna vigésima primera, mientras que sobrepasar los límites de ese período es un tipo grave de pecado. 544
El matemático Victorio de Aquitania (activo en 457). Cfr. Ps.‐ Cirilo de Alejandría, Prologus de ratione paschae (CPL 2291), 1 (pp. 337‐338). 546 Dionisio el Exiguo, Epistola ad Petronium episcopum (Libellus de cyclo magno paschae) (CPL 2284), p. 64,29. 547 Ps.‐ Cirilo de Alejandría, Prologus de ratione paschae (CPL 2291), 3 (p. 339). 548 Victorio de Aquitania, Cursus paschalis (CPL 282), 11 (p. 26,6‐13). 549 Cfr. Ambrosio de Milán, Expositio in psalmum 118 (CPL 141), litt. 18,37,1 (p. 417,9). 550 La cita que sigue parece mezclar diversos pasajes bíblicos: Leu 23,5‐6; Ex 23,15 y Ex 12,14‐15. 551 Dionisio el Exiguo, Epistola ad Petronium episcopum (Libellus de cyclo magno paschae) (CPL 2284), p. 65,3‐8. 545
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 618
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
618
3. Por su parte, los citados Teófilo y Cirilo, al señalar en un orden fidedigno únicamente las festividades pascuales que consideraron que podían resultar suficientes para su época, dieron sobre todo im‐ portancia en su obra, por un lado, a destruir y deshacer con una ex‐ posición más clara que la luz todos los errores y las superfluas disquisiciones de los diversos autores y, por otro, a exponer la ver‐ dad manifiesta con brevedad y de manera fidedigna, confiados no tanto en su propio talento, como en la revelación divina, según ellos mismos dicen.552 No obstante, los ciclos que fueron fijados por ellos ya han recorrido sus años y no mantienen un curso estable en sus revoluciones válido para siempre. Y no sin razón, pues el curso lunar, tras llegar al término de su recorrido en diecinueve años, co‐ mienza de nuevo, mientras que el solar, como es más veloz que el curso lunar, se mueve con un desplazamiento enérgico durante vein‐ tiocho años y, así, una vez cumplidos esos veintiocho años, comienza de nuevo. De ello resulta que, si bien el sol y la luna llevan a cabo un recorrido semejante, el tiempo que dura la revolución de sus ór‐ bitas es diferente. 4. Pero también todo el mundo que hace uso del cómputo dis‐ crepa en general entre sí de modos diversos, y unos añaden, por ejemplo, veinte días al curso de la luna, otros veintiuno y otros vein‐ tidós. En segundo lugar, ocurre que la luna que el orden racional e incluso los propios elementos (del mundo) consideran la primera, algunos también la consideran la segunda y otros, la tercera.553 De ello resulta algo que incluso es abominable de decir, a saber, que, cuando se da la circunstancia de que la luna vigésima primera coin‐ cide con la Pascua, ellos, engañándose, la consideran la vigésima se‐ gunda o vigésima tercera.554 Pero es evidente que esto en lo que todo el mundo difiere recíprocamente entre sí sucede, sobre todo, por causa de la niebla de la ignorancia, pues ignoran los principios de una ciencia que sólo conocen de forma práctica, esto es, en virtud de qué necesidad o por qué motivo puede presentarse la razón de aque‐ 552
Ps.‐ Cirilo de Alejandría, Prologus de ratione paschae (CPL 2291), 2 (p. 339). Victorio de Aquitania, Cursus paschalis (CPL 282), 3 (p. 18,17‐19). 554 Dionisio el Exiguo, Epistola ad Petronium episcopum (Libellus de cyclo magno paschae) (CPL 2284), p. 66,8‐10. 553
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 619
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
619
llo que se añade todos los años al curso de la luna, o cuánto deben añadir o cuánto restar, suprimiéndolo. Pero los santos Teófilo y Ci‐ rilo, gracias a una revelación divina, como hemos dicho, merecieron conocer los secretos misterios de esta ciencia. 5. En fin, quienes conocen la verdad555 —así lo querría— deben observar de todo punto y seguir firmemente y con gran atención ese santo y gran milagro, digno de ser celebrado con grandes alabanzas: el ciclo pascual decemnovenal, que el santo sínodo celebrado en Nicea constituyó y estableció fijándolo por medio de las decimocuar‐ tas lunas de la observancia pascual, estables e inmutables en perío‐ dos de diecinueve años, que regresan siempre sobre sí mismos con un mismo curso, pues estas lunas se repiten durante todos los siglos con un mismo comienzo y transcurren sin ninguna desviación que produzca una variedad. Por lo demás, esta regla citada el santo sí‐ nodo la sancionó llevado no tanto por la ciencia de la filosofía de este mundo, como por la inspiración del Espíritu Santo, y se observa que la colocó como un ancla fija556 y estable en el razonamiento sobre la medida del curso lunar557 allí donde se cuidó de señalar únicamente la pascua de los hebreos mediante el día y la luna.558 6. Debe observarse, ciertamente, con el mayor rigor la siguiente práctica: que, cuando se dé la circunstancia de que la pascua de los hebreos caiga, por ejemplo, en las nonas de abril, como sucederá el presente año, siguiendo el cómputo, según es costumbre, en caso de que coincida con el segundo día de la semana, nosotros nos pasamos al domingo siguiente que venga en el cómputo, que será también el tercer día antes de los idus de abril y la luna vigésima. Así también, teniendo por guía no a los hombres, sino al Señor, debemos pasarnos al domingo durante todos los demás días de la semana, pues la pas‐ cua de los hebreos puede caer en cualquier fecha antes de las calen‐ das, cualquier día de la semana. Por lo demás, si se da la 555
Cfr. Ioh 8,32; II Tim 2,25. Cfr. Hebr 6,19. 557 Dionisio el Exiguo, Epistola ad Petronium episcopum (Libellus de cyclo magno paschae) (CPL 2284), p. 63,4‐12. 558 Cfr. Dionisio el Exiguo, Epistola ad Bonifatium primicerium et Bonum secundicerium de ratione paschae (CPL 2286), p. 82,7‐9. 556
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 620
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
620
circunstancia de que la pascua de los hebreos cae en sábado, cele‐ braremos el Domingo de Resurrección al día siguiente, en la luna decimoquinta,559 cuando ésta comienza a menguar.560 Y, en fin, si la pascua de los hebreos cae en domingo, no conviene que nosotros la celebremos con ellos en un mismo y único día, pues los que defen‐ dieron esto fueron tachados de réprobos y denominados Cuartode‐ cimanos por la norma canónica;561 antes bien, de acuerdo con un derecho bien establecido y sin cometer por ello ningún tipo de pe‐ cado, debe trasladarse al siguiente domingo en el cómputo, que cae, ciertamente, en la luna vigésima primera, de modo que lleguemos, así, teniendo por guía al Señor, al término de ese número perfecto que es el siete, al tiempo que evitamos la compañía de los judíos. 7. Por ello, queridísimo padre y señor, al escribirte, te he enviado en una copia con fidelidad y en su debida forma las cartas de los ci‐ tados santos Teófilo y Cirilo. En caso de que las leas con atención y las consultes siempre con un estudio bien meditado, no habrá nada que dejes de saber o que permanezca oscuro en el funcionamiento del cómputo pascual etc. [99] Braulio de Zaragoza, Epistolario, Carta nº 22: Carta al obispo Eutropio562 (p. 114) A
mi señor el obispo Eutropio, Braulio.
Dado que no puedo dar a tu beatitud las gracias por tu solicitud por mí en su justa medida, pues te dignas interesarte por mi persona, que tan poco lo merece, ¡cuánto menos puedo corresponder como es debido! Espero, no obstante, que Aquel que se ha convertido en 559 Dionisio el Exiguo, Epistola ad Petronium episcopum (Libellus de cyclo magno paschae) (CPL 2284), p. 65,23‐25. 560 Cfr. Teófilo de Alejandría, Canon paschalis (CPG 2675), 3 (p. 224); ibid. 4 (p. 225). 561 Cfr. Concilio de Laodicea, 7 (p. 159,116‐124). 562 Edición: L. RIESCO TERRERO, Epistolario, pp. 114‐116 (con traducción en las páginas impares). Se cita por las páginas de esta edición. Otra edición de Ruth Miguel Franco en R. MIGUEL FRANCO, J. C. MARTÍN‐IGLESIAS, Braulionis Caesaraugustani, pp. 62‐64 (epist. 13 de esta edición). Hay traducción española de R. MIGUEL FRANCO, Braulio, pp. 120‐121; e inglesa de C. W. BARLOW, Iberian Fathers, vol. 2, pp. 57‐60.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 621
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
621
nuestro deudor en favor del necesitado y que se preocupa por res‐ ponder de lo imposible, te corresponda en mi nombre adecuada‐ mente, señor mío, y te haga objeto de la bondad que muestras hacia mí. En cuanto a la festividad de la Pascua sobre la que has tenido a bien consultar a mi humilde persona, tu santidad ha de saber que lo adecuado es que este año la Pascua se celebre el sexto día antes de los idus de abril,563 en la luna vigésima primera. En efecto, así lo prescribieron los antiguos, nuestros mayores, esto es, Teófilo al em‐ perador Teodosio, y también su sucesor Cirilo,564 y también Dioni‐ sio,565 y también Proterio al papa León,566 sin olvidarnos de Pascasino567 y otros muchos, cuyo número sería prolijo recordar, pero también el insigne varón de nuestro propio tiempo Isidoro de Sevilla.568 Y no creo que todos ellos hayan podido equivocarse en un asunto tan importante y transcendente por no aplicarse en ello con el celo y el esfuerzo debidos.569
563 8 de abril. La referencia al día de la Pascua y a la luna del mes hebreo de Nisán permite fechar esta carta en el año 641. 564 Se trata de los obispos Teófilo (385‐412) y Cirilo de Alejandría (412‐444), y el emperador Teodosio I (379‐395). A Teófilo de Alejandría se debe la Epistola ad Theodosium imperatorem o Canon paschalis (CPG 2675 [= CPG 2593]); y a Cirilo de Alejandría se atribuyó un Prologus de ratione paschae (CPL 2291, CPG 5242), de finales del s. V, que circuló también en otra recensión conocida como Praefatio de ratione Paschae (CPL 2290, CPG 5243). Es posible, por lo demás, que Cirilo fuese el autor de una tabla pascual que comprendía los años 437‐531, ampliada por otro período de 95 años por Dionisio el Exiguo, mencionado a continuación por Braulio. 565 Dionisio el Exiguo (activo en Roma en el año 525), autor de tres obras sobre el cómputo pascual: la Epistola ad Petronium episcopum (Libellus de cyclo magno paschae) (CPL 2284), los Argumenta paschalia (CPL 2285) y la Epistola ad Bonifatium primicerium et Bonum secundicerium de ratione paschae (CPL 2286). Elaboró, además, una tabla pascual famosísima compuesta por cinco ciclos de 19 años cada uno desde el 532 al 626. 566 El obispo Proterio de Alejandría (451‐457), autor de una carta sobre el cómputo pascual (CPG 5473; CPL 1656, n.º 133) dirigida al papa León Magno (440‐ 461), traducida al latín por Dionisio el Exiguo. 567 El obispo Pascasino de Lilibea (ca. 440‐ca. 452), autor también de una carta al papa León Magno sobre las fechas en las que debe celebrarse la Pascua (CPL 1656, nº 3). 568 El obispo Isidoro de Sevilla (ca. 602‐636), que se ocupó de los problemas asociados al cómputo pascual en las Etymologiae, 6,17,1‐32. 569 El final de este párrafo y el comienzo del siguiente han sido inspirados por Proterio de Alejandría, Epistola ad Leonem papam, 1 (p. 270).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 622
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
622
En cuanto a la tabla que has consultado, mi señor, tal y como me escribe tu santidad, quizás hay un error, ya sea producto de un manuscrito defectuoso o de un copista, y por esa razón no recoge por escrito la fecha de la Pascua como debió haberlo hecho, sino como ha resultado por efecto del azar. En efecto, en las calendas de abril570 se celebra este año no la Pascua de los cristianos, sino la de los judíos, de acuerdo con el Viejo Testamento y no con el Nuevo. Pero, puesto que es necesario que primero acontezca la de ellos (p. 116) y la nuestra venga a continuación, pues también pri‐ mero surgió el Antiguo Testamento y después el Nuevo (de ahí que el Señor comiese el viejo cordero pascual el quinto día de la se‐ mana571 en compañía de sus discípulos572 y santificase a continua‐ ción para nosotros con su pasión y resurrección el sábado que da paso al amanecer del domingo),573 por esa razón no podemos cele‐ brar la Pascua al mismo tiempo que ellos, una práctica que incluso prohíbe el Concilio de Nicea,574 tal y como se recoge en el séptimo libro de la Historia eclesiástica.575 Por esa razón debemos celebrar la Pascua el domingo siguiente, que será, como he dicho, el sexto día antes de los idus de abril, en la luna vigésima primera, una vez que la de ellos haya sido ya celebrada en las calendas de abril, el domingo precedente, en la decimocuarta luna. Por lo demás, mien‐ tras que, según nuestros usos, la luna ha recorrido tan sólo la mitad de una tercera parte de su curso,576 esta práctica no se da entre ellos, pues no celebran la Pascua hasta que no ha pasado por com‐ pleto la decimocuarta luna. Pero, a fin de responder a tu consulta con brevedad, también nuestro Señor Jesucristo, que no vino a disolver la ley, sino a cum‐
570
El 1 de abril. El Jueves Santo. 572 Cfr. Marc 14,14; Luc 22,11. 573 Expresión inspirada por Pascasino de Lilibea, Epistola ad Leonem papam, 3 (p. 250). 574 Concilio Ecuménico de Nicea del año 325. 575 La Historia eclésiástica de Eusebio de Cesarea (en 9 libros), escrita originalmente en griego (entre el 311 y el 326) y vertida al latín y ampliada con dos nuevos libros (hasta el año 395) por Rufino de Aquilea. 576 Referencia a la Vigilia Pascual en la madrugada del Sábado Santo. 571
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 623
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
623
plirla,577 pues la culminación de la ley es Cristo,578 puso fin a la Pascua establecida en el pasado por la ley con estas palabras:579 No beberé en adelante de este fruto de la vid. A continuación, para dar inicio a la nueva Pascua y distinguirla de la antigua y no confundir en una misma Pas‐ cua la vieja y la nueva, dijo así:580 Este cáliz es la nueva alianza, basada en mi sangre, y para que una y otra fuesen distinguidas por nosotros, las diferenció, añadiendo:581 Haced esto en conmemoración mía. He ahí, según se me ha ido ocurriendo de forma sucinta, lo que puedo exponerte, mi señor, en relación con tu consulta, y te ruego que no me consideres ni prolijo ni superficial.582 Ciertamente, lo que te he comentado no me pertenece en propiedad, pues la verdad es una posesión compartida por todos. Y por ello, si algo he dicho digno de atención, es un don de Dios,583 en quien tú con razón tienes una mayor confianza que yo, pero en quien todos formamos una misma comunidad. Y si la Verdad584 se expresa de algún modo a tra‐ vés de mí, eso te pertenece a ti más que a mí, pues tú sientes un amor más profundo que el mío por la Verdad. Y como todo bien que se nos concede procede de las alturas,585 por esa misma razón es más tuyo que mío, pues tú perteneces a Aquel que está en las alturas. Por el con‐ trario, si en estas palabras algo atenta contra la razón, eso sólo me pertenece a mí y no a Dios, y así también, cuando nos expresamos con palabras verdaderas, éstas pertenecen a Dios, no son nuestras. Y por ello pertenecen más a aquel que se entrega en mayor medida a Dios que a sí mismo y, cuando encuentras en mí lo que a Él perte‐ nece, encuentras lo que te pertenece a ti también y posees en mí lo que es de Aquel a quien pertenece todo lo que posees. Sólo me queda ya enviarte mis saludos con respeto y amor y enco‐ mendarme a tus oraciones en busca de la salvación. 577 578 579 580 581 582 583 584 585
Cfr. Matth 5,17. Rom 10,4. Matth 26,29. Luc 22,20. Luc 22,19. Agustín de Hipona, Sermo 14D, 3, lín. 63 (p. 109). Eccle 3,13; ibid. 5,18. Cfr. Ioh 14,6. Iac 1,17.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 624
624
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
BRAULIO DE ZARAGOZA586 EPISTVLA AD HONORIVM PAPAM (CPL 1230: EPIST. 21) CONFESSIO VEL PROFESSIO IVDAEORVM CIVITATIS TOLETANAE (CPL 1233) Esta carta, dirigida por Braulio al papa Honorio en el año 638, es probablemente la que más se aparta de los intereses evidenciados por el obispo de Zaragoza a lo largo de toda su producción epistolar. De hecho, es un texto temprano en el cual no interesa tanto su tarea pastoral como su capacidad diplomática y su agudeza teológica. Es posible que estas cualidades sean las que los obispos reunidos en el VI Concilio de Toledo del 638 han tenido en cuenta para encargarle la respuesta al papa quien, por medio de un diácono de nombre Tur‐ nino, llegado a Toledo aparentemente mientras se celebraba el con‐ cilio, ha enviado una resolución llena de reproches y acusaciones hacia la supuesta tolerancia que la Iglesia hispana habría mostrado hacia los transgresores de la doctrina, hacia los apóstatas, así como a la falta de firmeza a la hora de predicar la verdadera fe. La mayoría de los estudiosos que se han ocupado del texto han interpretado que el decreto remitido por Honorio se referiría a la to‐ lerancia que los obispos visigodos habrían mostrado hacia la comu‐ nidad judía en un momento en que por toda la Cristiandad se estaba promoviendo una reforzada cruzada antijudía. Sin embargo, de la lectura del texto de Braulio, no queda claro que ése fuese el objetivo de su decreto, o cuanto menos que fuese el único. Braulio habla de 586 Bibliografía: Pierre CAZIER, «De la coercition à la persuasion. L’attitude d’Isidore de Séville face à la politique anti‐juive des souverains visigothiques», en Valentin Nikiprowetzky (ed.), De l’antijudaïsme antique a l’antisémitisme contemporain, Lille, Presses Universitaires de Lille, 1979, pp. 125‐146; Ángel RIESCO TERRERO, «El problema judío en tres importantes personajes del siglo VII: un papa, un obispo y un rey visigodo», Espacio, Tiempo y Forma. Serie II, Historia Antigua, 6 (1993), pp. 585‐ 604; R. GONZÁLEZ SALINERO, Las conversiones forzosas, e ID., «The Legal Eradication of the Jewish Literary Legacy in Visigothic Spain», en John Tolan, Nicholas de Lange, Laurence Foschia, Capucine Nemo‐Pekelman (eds.), Jews in Early Christian Law. Byzantium and the Latin West, 6th‐11th Centuries, Turnhout, Brepols, 2014, pp. 195‐209 (Religion and Law in Medieval Christian and Muslim Societies, 2); Alberto FERREIRO, «St. Braulio of Zaragoza’s Letter 21 to pope Honorius I regarding lapsed baptized Jews», Sacris Erudiri, 48 (2009), pp. 75‐95; P. C. DÍAZ MARTÍNEZ, «Concilios»; F. RODAMILANS RAMOS, «El primado romano»; Juan Antonio JIMÉNEZ SÁNCHEZ, «La decretal del papa Honorio I a los obispos hispanos (638): una hipótesis sobre su ori‐ gen», Veleia, 35 (2018), pp. 261‐274.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 625
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
625
una multitud de reproches que renuncia a responder uno por uno, excusa la indulgencia de los predicadores —aclara que no es negli‐ gencia— a la hora de atraerse a aquellos a los que es difícil convencer con una rígida disciplina, por lo que se ha optado por la moderación. Es posible que se esté refiriendo a judíos, pero no es categóricamente seguro. Le dice que no debe verse como negativo que se haya ido despacio y recalca que los obispos han hecho públicas sus críticas contra los transgresores y que Chintila ya ha previsto actuar en de‐ fensa de la religión. Afirmación que ha sido puesta en relación con una profesión de fe, transmitida únicamente por el mismo códice que el Epistolario de Braulio (León, Archivo Capitular, 22) y asociada a la documentación del VI Concilio de Toledo, aprobada apenas un mes antes y en la que los judíos de Toledo convertidos al cristianismo habrían sido obligados a reafirmarse en la fe y a dar pruebas eficaces de su sinceridad; rechazando todo contacto con los no convertidos y aceptando cualquier castigo que se les aplicase caso de trasgredir las condiciones exigidas. En algún momento de su texto, Honorio parece haber propuesto penas tan duras contra los apóstatas que Braulio rechaza su aplicación, pues no encuentra doctrina conciliar que lo avale, ni ejemplos suficientes en el Nuevo Testamento. Após‐ tata es el término que las fuentes visigodas utilizan para los retor‐ nados al judaísmo tras la conversión, pero sabemos que el término tiene significados más amplios. Incluso, un párrafo de alto contenido retórico salpicado de referencias mitológicas parece ser una velada advertencia de lo fácil que es, para cualquiera, desviarse del buen camino. Advertencia que previamente se ha adornado con la insi‐ nuación de que el papa está mal informado, que alguien ha creído que sus oídos se prestan fácilmente a escuchar opiniones malvadas, y parece querer darle una lección al anotar que ellos —los obispos hispanos—, por su parte, no han creído el rumor que ha llegado a su conocimiento de que el «venerable príncipe romano» ha permi‐ tido a los judíos bautizados regresar a la superstición de su religión. Y si el tono de lo anotado ha parecido insolente hacia la autoridad papal, en otro momento le dice que, sin querer parecer que los obis‐ pos responden instalados en la soberbia, el papa debe ocuparse de conducir al seno de la Iglesia a los enemigos de Cristo, comunicán‐ dole que en las tierras hispanas la verdadera fe se mantiene firme.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 626
626
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Visto así, el texto de Braulio presenta altas dosis de ambigüedad y lejos de aclarar el contenido y la voluntad de Honorio proporciona una atmósfera enigmática. Por un lado no desdice la imagen de una Iglesia hispana distanciada de Roma, por más que la carta se inicie con un elogio a Honorio como guardián de la ortodoxia. Una dis‐ tancia política que bien puede haberse reforzado en el contexto del 638, cuando Honorio parece haberse alineado con las posturas mo‐ notelitas del emperador Heraclio, quien hasta unos años antes había sido enemigo declarado de los visigodos. Si la carta de Honorio se había construido como un reproche hacia la condescendencia frente a los judíos, el texto sería una muestra de la ignorancia de Roma hacia los asuntos hispanos. Desde las leyes de Sisebuto, en el 616, los judíos se veían inmersos en un proceso de conversión forzosa. Es posible que bajo los reinados de Suintila y Sisenando se hubiese producido cierto descuido, incluso que Isidoro no fuese especial‐ mente beligerante con el tema hebreo, aunque bajo su presidencia se celebró en el año 633 el IV Concilio de Toledo, donde el tema judío ocupa diez cánones; bien es cierto que uno de ellos (canon 57) esta‐ blece que no se forzase a creer a los hebreos ni se emplease la vio‐ lencia, sólo la persuasión, la predicación asidua y duradera que alega igualmente Braulio. Aunque el mismo canon dejaba claro que los conversos forzosos no podían abandonar jamás la fe católica. Pero con Chintila se había reforzado la vigilancia hacia los judíos, como muestra la profesión de fe recién mencionada. Texto en el cual la ma‐ yoría de la crítica parece identificar hoy la pluma del propio Braulio. Igualmente probable es que se deba a la sabiduría teológica de Brau‐ lio el símbolo de fe aprobado en la reunión conciliar del 638. Es por tanto probable que el texto de Honorio hubiese sido esen‐ cialmente una declaración de autoridad, en un momento en que sus posturas teológicas estaban siendo objeto de debate, de controversia y amplio rechazo; de hecho sería refutado por sus inmediatos suceso‐ res y por toda una serie de concilios a lo largo del siglo. Es posible que los obispos hispanos, de cuya preparación teológica, al menos de una parte de ellos, no hay razones para desconfiar, se encontrasen entre los que rechazaban que en Cristo hubiese una única voluntad. El texto de Braulio elude el enfrentamiento abierto y, llegado el caso, parece
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 627
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
627
desviar la atención hacia un punto donde el elemento de fricción era aparentemente más fácil de soslayar, como era el de la postura hacia los judíos, hacia las falsas conversiones y hacia el tratamiento que debía darse a quienes, una vez bautizados, seguían fieles a sus tradi‐ ciones. En un esfuerzo de conciliación, Braulio anota que el Creador había inspirado simultáneamente los corazones del papa y del rey Chintila para que al unísono defendiesen la religión. Argumento fácil, por cuanto en el propio concilio en el cual se encuentran inmersos los obispos cuando llega la misiva papal se ha confirmado el decreto de conversión forzosa de Sisebuto y se establece, con la aquiescencia de Chintila, que en adelante, entre los juramentos que los reyes han de prestar cuando accedan al trono, se incluirá el de no permitir que los judíos violen la fe católica; y puede presentar la prueba de su celo con la declaración de fe forzosa que se había aprobado poco antes y que los judíos de Toledo se habrían visto obligados a acatar. No debemos imaginar que las iniciativas fuesen una respuesta a la misiva de Ho‐ norio, es indudable que ya estaban en marcha y que, a pesar del tono de la carta, Braulio era un entusiasta defensor de la política de con‐ versiones forzosas y de persecución de los judíos del reino. APÉNDICE: Confesión y profesión de fe de los judíos de la ciudad de Toledo, 1 de diciembre de 637 La vinculación tradicionalmente aceptada entre la epístola 21 de Braulio y la declaración de fe de los hebreos toledanos que habían in‐ cumplido el compromiso adquirido con el bautismo, volviendo a sus prácticas judías, nos ha llevado a incluir dicho texto en esta edición y, por ello, a dedicarle un breve comentario particular. El texto es ex‐ cepcional porque nos habla de un fenómeno indeseado resultante de la política de conversiones forzosas que las autoridades eclesiásticas, con el amparo de la monarquía, habían iniciado no mucho después de la oficialización del catolicismo como religión del reino. Dado que los transgresores eran bautizados cristianos, el fenómeno adquiría, evidentemente, connotaciones de disciplina eclesiástica, de aquí que los acusados fuesen llamados al orden en el contexto de preparación de un concilio general del reino. El texto está firmado el 1 de diciem‐ bre del año 637, en el mismo lugar que, apenas un mes después, el 9
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 628
628
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
de enero de año siguiente, se abrían las sesiones del VI Concilio de Toledo: in praetorio Toletano in ecclesiam sanctae Leocadiae. En el canon tercero de dicho concilio se aprobó una norma por la cual, a la fór‐ mula de juramento que el rey debía prestar en la toma de posesión de la regiam sedem, se añadía una cláusula por medio de la cual pro‐ metía no permitir que los judíos violasen la fe católica ni favorecer su infidelidad (infidelitas). El canon insiste en que tal exigencia, resulta evidente que es una imposición de los obispos al rey independiente‐ mente del celo religioso del mismo, es una continuidad de medidas precedentes destinadas a lograr la salvación de los judíos, que no son otras que las relativas a la conversión forzada de los mismos. El documento presenta una primera particularidad digna de mención, sólo parece haberse exigido a los judíos, apóstatas cristia‐ nos que habían regresado a sus antiguas prácticas y creencias, de la misma ciudad de Toledo. Resulta imposible saber si era una medida ejemplificadora, si era el primer paso para una norma de carácter general, o si la comunidad de la ciudad regia presentaba unas carac‐ terísticas especiales. El canon conciliar inmediatamente posterior tiene un carácter general, y fue un concilio que expresamente reunía a los obispos de las provincias hispanas y de la Galia, por lo tanto afectaba también a la Narbonense. El canon conciliar ha tratado la apostasía de los conversos procedentes del judaísmo como un acto de infidelitas, y el juramento por la Trinidad, la Jerusalén celeste y la salud y victorias del rey Chintila que hacen los firmantes de la pro‐ fesión se asemeja enormemente a una ceremonia de proclamación de fidelitas. En todo caso, anteriormente, los firmantes han declarado que se someten a la autoridad y jurisdicción del rey, de los obispos y de los jueces públicos, ante ellos se comprometen igualmente a de‐ nunciar a todos aquellos de los que tuviesen conocimiento de haber transgredido el juramento, y de ellos aceptarán cualquier pena im‐ puesta, incluida la pérdida de sus bienes. Resulta claro en la formu‐ lación que la monarquía y su brazo ejecutor civil están actuando al unísono en este asunto con la jerarquía eclesiástica, y que el concilio ante el cual presentan el documento, cuya prueba es el mismo texto pero también el canon relativo al juramento regio, actúa como tribu‐ nal tanto en asuntos religiosos como políticos.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 629
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
629
Aunque la evidencia no es necesariamente concluyente, los fir‐ mantes de la profesión parecen una selección de hebreos varones, ni siquiera todos los cabezas de familia, pues reconocen que el com‐ promiso lo contraen en nombre propio, pero también de otros, y frente a ellos, pero también respecto a sus mujeres e hijos, parecen tener algún tipo de autoridad, prometiendo que, caso de que sean sorprendidos faltando al juramento que ahora prestan, los matarán a pedradas. Sin entrar en el carácter profundamente veterotestamen‐ tario de la pena, parece que estos hebreos, conversos del judaísmo, cuentan con alguna especie de consejo que pasaría de tener un ca‐ rácter religioso a tener un carácter étnico, representantes de la co‐ munidad hebrea conversa. El texto, que debemos suponer ha sido elaborado por una comi‐ sión de obispos, una opinión extendida supone que por mano del propio Braulio, presenta un indudable interés teológico. Resume las acusaciones tradicionales contra la incredulidad de Israel, que inca‐ paz de interpretar los mensajes de los profetas no reconoció a Cristo como el Mesías. Tres de los parágrafos están destinados a un reco‐ nocimiento que, en su forma, parece un Credo sui generis en cuya primera elaboración se insiste, sobre todo, en la idea de la redención y en el ya mencionado anuncio del Antiguo Testamento; para más adelante, tras proclamar que, amonestados por sus errores, se con‐ vierten voluntariamente —sería una segunda conversión—, hacer otra declaración de fe que se asemeja a un credo más convencional. Evidentemente hacen promesa de vivir de acuerdo a la ley católica, mantener la corrección de sus creencias y transmitirlas a sus descen‐ dientes. Con el relato de lo que harán y lo que no volverán a hacer no sólo accedemos a una información teológica, sino que nos pro‐ porciona valiosos detalles de la manera en la que habían vuelto a sus prácticas ancestrales. Los ritos judaicos, sus fiestas, la circuncisión, guardar el sábado y mantener una pauta alimenticia propia. Parecen haber vuelto a las sinagogas y a sus textos religiosos, que se com‐ prometen a entregar y que dividen en tres categorías: escritos de auto‐ ridad, los llamados Deotheres (quizás la Mishnah, o una traducción de la Biblia) y los Apócrifos. Para garantizar el distanciamiento respecto a todos esos elementos, que la profesión incluye en el apelativo
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 630
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
630
«supersticiones», se comprometen a romper todo contacto con los hebreos no bautizados, donde se incluyen posesiones en común, tra‐ tos de comercio y el intercambio, incluso, de palabras. Caso de un litigio con la comunidad de los judíos practicantes deberán recurrir a las mismas autoridades antes mencionadas, comenzando por el propio príncipe. El juramento contenido en la profesión de fe debe entenderse en el contexto y circunstancias que se abren con la llegada al trono de Chintila, que parece haber reaccionado contra la aparente laxitud de sus inmediatos predecesores frente a los judíos, lo que habría per‐ mitido esta vuelta de algunos conversos a prácticas judaizantes. Pero también sirve como referencia para hacer notar la fuerza de las con‐ vicciones de la comunidad hebrea y para ver que las amenazas y cas‐ tigos, por duras que fuesen, caso de la pérdida de propiedades, o la posibilidad de morir lapidado, no eran suficientes para garantizar la fidelidad a la nueva religión. El problema de la insinceridad de los conversos del judaísmo atravesará toda la historia visigoda, que no hará sino endurecer sus medidas antijudías hasta el final del reino, e irrumpirá con fuerza en el mundo medieval y moderno. [PCD] [100] Braulio de Zaragoza, Epistolario, Carta nº 21: Carta al papa Honorio587 (p. 108)
Al papa Honorio, nuestro reverendísimo señor y digno de todo respeto por los merecimientos de su gloria apostólica, todos los obispos elegidos en Hispania. De un modo óptimo y de todo punto adecuado cumplís con los deberes de la dignidad que Dios os ha conferido, cuando, resplande‐ ciendo con la luz de vuestras enseñanzas y situándoos en lo alto de 587 Edición: L. RIESCO TERRERO, Epistolario, pp. 108‐114 (con traducción en las páginas impares). Se cita por las páginas de esta edición. Otra edición de Ruth Miguel Franco en R. MIGUEL FRANCO, J. C. MARTÍN‐IGLESIAS, Braulionis Caesaraugustani, pp. 69‐74 (epist. 16 de esta edición). Hay traducción española de R. MIGUEL FRANCO, Braulio, pp. 125‐128; e inglesa de C. W. BARLOW, Iberian Fathers, vol. 2, pp. 51‐56.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 631
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
631
la atalaya, con santa solicitud en favor de todas las iglesias588 proveéis a la Iglesia de Cristo de firmes apoyos, golpeáis con la espada de la palabra divina y la jabalina del fervor celestial a los que se burlan de la túnica de nuestro Señor y con vuestro celo y vuestra vigilancia, a semejanza de Nehemías,589 limpiáis la santa casa de Dios, nuestra madre, de abominables traidores y execrables apóstatas.590 Ciertamente, como resultado de la inspiración del Altísimo y de santas meditaciones, este propósito había arraigado ya tiempo atrás en el ánimo de vuestro hijo, nuestro príncipe, el rey Chintila. Pero, cuando se disponía a llevarlo a cabo, llegaron hasta él con la ayuda de Dios vuestras exhortaciones. En efecto, ya los obispos de toda Hispania y la Galia Narbonense nos habíamos reunido en un mismo lugar para celebrar un concilio, cuando por mediación del diácono Turnino nos fue entregada vuestra resolución, según la cual, debía‐ mos mostrarnos más firmes en defensa de la fe y más activos a la hora de poner remedio al azote de los incrédulos. Y por esa razón, oh venerabilísimo señor y el más eminente de los prelados, confesamos que no ha intervenido en ello una decisión humana ni propia de los mortales, sino que en todo lo ocurrido se advierte la prudencia previsora y nunca vacilante del todopoderoso Creador. En efecto, cuando el principio vivificador de todas las cosas591 y el rector de todas las almas ha impulsado en un mismo sentido y hacia una misma decisión en defensa de la religión tanto el corazón de nuestro príncipe como el vuestro, pese a las numerosas tierras que median entre ambos592 y a la extensa superficie marina que los separa,593 ¿qué otra cosa cabe entender sino que Aquel a cuyo cuidado está todo lo que existe594 insufló este pensamiento en ambos corazones porque previó, en la sabiduría de su eternidad, que sería de provecho para su Iglesia católica? 588
Cfr. II Cor 11,28. Nehemías es el protagonista del Libro II de Esdras. Probablemente Braulio piensa en el cap. 13 de ese libro (II Esdr 13). 590 Jerónimo de Estridón, Commentarii in Isaiam, 9,30,1/5, lín. 59‐60. 591 Ibid., 16,57,16, lín. 11‐15. 592 Jerónimo de Estridón, Epistulae, 50,5,5. 593 Ibid., 7,2,2. 594 Sap 12,13. 589
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 632
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
632
Por todo ello, con un amor indescriptible damos gracias al Señor, el rey de los cielos, y ensalzamos su nombre bendito por encima de todas las cosas con la alabanza de nuestros loores. En efecto, ¿qué puede ser más importante o más beneficioso para una criatura hu‐ mana que obedecer los preceptos divinos o con celo vigilante con‐ ducir de regreso a la vía de la salvación las almas de los que han perdido la fe por su fervor por la ciencia de la razón?595 Y estamos convencidos de que no será infructuoso el empeño que vuestra emi‐ nencia pone en que los que ya se muestran atentos en favor de la fe sean aún más activos en su defensa y en que los que se muestran más tibios se sientan inflamados por la llama del Espíritu Santo. Ciertamente, no se había apoderado de nosotros una indolencia tan grande que, olvidándonos de nuestro deber, no actuásemos mo‐ vidos por el impulso de la gracia celestial, pero, debido (p. 110) a la naturaleza de los tiempos que vivíamos, se produjo una cierta in‐ dulgencia entre los predicadores y, si algún mal aún no ha podido ser erradicado, vuestra beatitud ha de saber que esto ha ocurrido por indulgencia antes que por negligencia o por temor, tal y como aconseja el apóstol, cuando dice:596 Reprendiendo con suavidad a los que piensan de un modo diferente, por si Dios les concede el arrepentimiento necesario para conocer la verdad y vuelven en sí, escapando de los lazos del diablo. En consecuencia, hemos querido actuar con una hábil mode‐ ración a fin de atraernos con cristianas caricias a aquellos que veía‐ mos que apenas podían ser convencidos mediante una rígida disciplina y de vencer la dureza propia de su linaje mediante el bál‐ samo, por así decirlo, de una predicación asidua y duradera. No creemos, en efecto, que sea un perjuicio el que la victoria se acreciente por aplazarse un poco, pues nada llega con retraso, cuando los hechos se sopesan con un discernimiento más fino. Y si bien por esta actuación, al menos, no nos merecemos ninguno de los reproches que vuestra santidad ha lanzado contra nosotros indebidamente, no obstante, si vuestra beatitud se digna pensar en ello, verá que, tal y como acabamos de exponer, no es justo, es‐ 595 596
Cfr. Rom 10,2. II Tim 2,25‐26.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 633
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
633
pecialmente, aplicarnos esas palabras que no son de Ezequiel, sino de Isaías, aunque todos los profetas se expresan inspirados por un mismo Espíritu: Perros mudos, incapaces de ladrar,597 pues, prote‐ giendo con una incansable vigilancia el rebaño del Señor, llenos del coraje que Él mismo nos ha insuflado, hemos atemorizado a los lobos con nuestros mordiscos y a los ladrones con nuestros la‐ dridos, ya que no duerme ni se adormece en nosotros el que cus‐ todia a Israel.598 Somos, en efecto, hechura suya, creados para las buenas obras, que Él preparó en la idea de que nos entregásemos a ellas.599 Cier‐ tamente, en los momentos oportunos hemos hecho públicas nues‐ tras críticas contra los transgresores y no hemos descuidado nuestro deber de predicar. Y con objeto de que la eminencia de vuestro apostolado no crea que decimos esto para justificarnos y no de acuerdo con la verdad, hemos considerado que debemos en‐ viaros las actas conciliares de los tiempos pasados junto con las actas presentes. Por todo ello, venerabilísimo señor y honorable papa, con ese amor que tenemos por el presente más preciado recibido de Dios y con el respeto que600 debemos a la sede apostólica y a tu santidad y dignidad, te comunicamos llenos de confianza, con buena conciencia y una fe no fingida601 cuál es nuestra opinión en esta causa. Creemos, en efecto, que unas gentes mentirosas han pensado que los oídos de vuestra beatitud se prestan fácilmente a escuchar opiniones malva‐ das, pues ocurre a menudo que un rumor falaz se extiende sin nadie que lo confirme y penetra en los espíritus poco firmes a causa, pre‐ cisamente, de su ligereza, de modo que los que no creen en la verdad y los necios se refugian en el seno de la mentira a fin de que, como no los consuela ninguna verdad manifiesta, les sirva de abrigo al menos una mendosa falacia. Pero, como Dios cierra la boca de los que dicen iniquidades,602 no creemos, por esa misma razón, que el 597 598 599 600
Is 56,10. Cfr. Ps 120,4. Eph 2,10. Entendemos «quam» donde se lee «qua» (lín. 64), de acuerdo con Miguel
Franco. 601 602
Cfr. I Tim 1,5. Cfr. Ps 62,12.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 634
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
634
engaño de la serpiente haya dejado su huella en la piedra de Pedro,603 que sabemos que fue fijada sobre el firme suelo que es nuestro Señor Jesucristo.604 Y si bien tú, venerabilísimo señor, que tienes de todo punto pre‐ sente tu deber, nos (p. 112) exhortas con tu santísima reconvención a mantenernos vigilantes en defensa del culto divino, no creemos, sin embargo, que el veneno de una mentira tan funesta haya encontrado un terreno fructífero en vuestro bondadoso corazón. Sabemos, en efecto, que es propio de un espíritu excelente prestar difícilmente crédito a las maldades. Ha llegado también a nuestro conocimiento algo que, no obstante, nos resulta increíble y en modo alguno digno de crédito: que por re‐ solución del venerable príncipe romano se ha permitido a los judíos bautizados regresar a la superstición de su religión. Hasta qué punto esto es una falsedad vuestra santidad lo sabe mejor que nosotros. En efecto, el astuto y siempre insidioso enemigo del género humano, cuando advierte que los esfuerzos de sus intrigas no dan fruto al‐ guno, trata de aportar consuelo a los corazones de los réprobos me‐ diante algún rumor falaz. Pero tú, el más venerable de los hombres y el más santo de los padres, persiste, persiste en la virtud en la que te distingues en el Señor, en la predicación en la que sobresales, en el celo en el que te abrasas y cuanto antes, aprovechando cualquier oca‐ sión que se presente, conduce al seno de la madre Iglesia a los ene‐ migos de la cruz de Cristo605 y a los adoradores del anticristo. Que las dos partes del mundo, esto es, Oriente y Occidente, reconfortadas por tu voz, sepan que cuentan en su ayuda con tu divina protección y se apliquen en acabar con la perfidia de los malvados con objeto de que, mientras, mostrándote como un segundo Elías,606 castigas a los abominables profetas de Baal y, atormentado por tu gran celo, te que‐ jas de que te has quedado solo,607 escuches una voz desde las alturas diciéndote que son numerosos los que no se han arrodillado ante 603 604 605 606 607
Cfr. Matth 16,18. Jerónimo de Estridón, Epistulae, 65,15,3. Cfr. Phil 3,18. Cfr. III Reg 18,40. Cfr. III Reg 19,10; ibid. 19,14.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 635
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
635
Baal.608 Ciertamente, no sugerimos esto a vuestra beatitud ensober‐ becidos ni dejándonos llevar por un espíritu de jactancia o de sober‐ bia, antes bien, como amantes de la verdad, a fin de que conozcas la verdad por nosotros mismos, con toda humildad hemos considerado justo comunicarte que, mientras en otras partes la mentira engaña a los incrédulos, en nuestras tierras la verdadera fe se mantiene firme. Y si bien la lógica exigiría que respondiésemos a vuestros repro‐ ches uno por uno, sin embargo, con objeto de evitar que nuestro dis‐ curso, caso de extenderse en demasía, canse vuestros oídos, hemos respondido con brevedad, sin duda, pero de forma suficiente, a nuestro entender. En efecto, para el varón sabio unas pocas palabras son suficientes.609 Por lo demás, rogamos con especial interés e insistencia a vuestra honorable santidad que, cuando eleves tus preces al Señor en favor de la estabilidad de toda la Iglesia, te dignes rezar también fervoro‐ samente y con bondadosa piedad junto a los sepulcros de los bien‐ aventurados apóstoles y de todos los santos por nuestras humildes e insignificantes personas610 a fin de que con el humo procedente de los aromas de la mirra y el incienso611 de vuestra súplica se disuelva el hedor inmundo de nuestros pecados, naturalmente, con objeto de que ni en la vida presente ni en la futura paguemos las penas mere‐ cidas por nuestros actos,612 pues sabemos que ningún mortal atra‐ viesa sin peligro este gran mar. En fin, oh tú, el primero y el más distinguido de los prelados, inter‐ cede con tu asistencia ante Dios tanto en favor de vuestro sereno hijo, nuestro príncipe, como de nosotros y de las gentes que nos han sido confiadas, y que ello contribuya a que vuestra santidad alcance la glo‐ ria eterna. También nosotros ponemos en ello todo nuestro empeño, rogando al Señor todopoderoso que conceda a la Iglesia un recorrido tranquilo y pacífico por este mundo, rodeada del prestigio de una vida
608 609 610 611 612
Cfr. Rom 11,4. Cfr. Plauto, Persa, 729; Terencio, Phormio, 541. Cfr. Pascasino de Lilibea, Epistola ad Leonem papam, 4 (p. 250). Cant 3,6. Cfr. Luc 23,41.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 636
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
636
muy santa, con objeto de que la nave de la fe, que con frecuencia se ve zarandeada entre los escollos de las tentaciones, la Caribdis de los pla‐ ceres, el oleaje de las persecuciones, los ladridos de la Escila (p. 114) y la violencia de los paganos, sea conducida bajo su guía y supervisión de la forma más suave al puerto de la salvación, de modo que, una vez conminados el mar y los vientos,613 todas sus acciones tengan un prós‐ pero resultado de acuerdo con su deseo de felicidad. Al final de esta carta hemos pensado traer en nuestra mano algo que queremos haceros ver de un modo especial en vuestra calidad de cabeza de nuestra administración: vuestra distinguida eminencia apostólica debe sopesar con un minucioso examen de su juicio si los implicados en cualquier tipo de falta han de ser castigados por nos‐ otros con una pena tan severa como la que vuestra beatitud ha pro‐ puesto que se aplique a los que se han ensuciado con la mancha de la apostasía, pues no hemos encontrado que esto haya sido enun‐ ciado nunca en parte alguna en las actas conciliares de nuestros ma‐ yores, ni lo hemos encontrado recogido en las divinas palabras que conforman las páginas del Nuevo Testamento. [101] Braulio de Zaragoza, Confesión y profesión de fe de los judíos de la ciudad de Toledo614 (1) Comienza la confesión y profesión de fe de los judíos de la ciudad de Toledo. (2) En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, al santísimo concilio general que en el presente año se ha reunido en la iglesia de la Santa Mártir Leocadia, en el palacio real de Toledo, y a nuestro glorioso y piadosísimo señor, el rey Chintila, todos los antiguos hebreos615 de la ciudad de Toledo.
613
Cfr. Luc 8,24. Edición: José Carlos Martín‐Iglesias en R. MIGUEL FRANCO, J. C. MARTÍN‐ IGLESIAS, Braulionis Caesaraugustani, pp. 133‐137. Otra edición de Fidel FITA, Suplementos al Concilio Nacional Toledano VI, Madrid, Imprenta de D. Antonio Pérez Dubrull, 1881, pp. 43‐49 (incluye alguna mala lectura y la omisión de alguna expresión). 615 Cfr. Gregorio Magno, Registrum epistularum, 4,31, lín. 5. 614
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 637
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
637
(3) Puesto que nuestra transgresión es manifiesta y nuestra perfi‐ dia es de todos conocida, puesto que nosotros mismos, amonestados por vuestras exhortaciones, hemos decidido finalmente regresar por nuestra propia voluntad al camino de la salvación,616 y puesto que, por esta razón, es necesario que, en primer lugar, confesemos nuestra fe con toda sinceridad y que, a continuación, fijemos nosotros mis‐ mos una pena acorde con su culpa para aquellos que transgredan esta santa profesión de fe, por ello, todos y cada uno de nosotros, los antiguos hebreos que, por amor a la verdadera religión, hemos sido convocados por nuestro cristianísimo señor al santo sínodo de To‐ ledo en la iglesia de la Santa Mártir Leocadia, más abajo vamos tam‐ bién a añadir nuestras firmas y a trazar la señal de la santa cruz. (4) Creemos en un solo Dios, Trinidad todopoderosa, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas y una sola substancia, creador de todo lo creado,617 pero confesamos que el Padre es ingénito, que el Hijo fue engendrado por el Padre y que el Espíritu Santo procede del uno y del otro,618 y que, por ello, es una sola la naturaleza de la Divinidad y la unidad de su Majestad subsiste en las tres personas. (5) Creemos, además, que el Hijo de Dios Padre asumió la carne en los últimos tiempos de María, siempre Virgen, por obra del Espí‐ ritu Santo a fin de redimirnos, por medio del bautismo que lleva a la re‐ generación,619 tanto de la transgresión del primer hombre,620 debido a la cual toda la descendencia de éste se encontraba oprimida por el pecado original, como de todos los pecados presentes y llevarnos a creer en Él, y que, así, gracias a Aquel por el que había creado el mundo,621 el Padre se reconciliase con el mundo. Y por esta razón fue entregada la Ley:622 para que, por medio de los sacrificios y las víctimas que, en representación de la Verdad,623 se preceptuaba que se inmolasen, instruyese a todos de que Él, cuando viniese y se ofre‐ 616 617 618 619 620 621 622 623
Cfr. Act 16,17. Cfr. Eccli 24,21; II Mach 1,24. Cfr. Isidoro de Sevilla, De ecclesiasticiis officiis, 2,24,1, lín. 8‐10. Tit 3, 5. Cfr. Rom 5,12. Cfr. Agustín de Hipona, In Iohannis euangelium tractatus, 2,13, lín. 9‐10. Cfr. Hebr 10,1. Cfr. Ioh 14, 6; I Ioh 5,6.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 638
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
638
ciese a Dios Padre como la verdadera víctima, entregando su propio cuerpo,624 fuese considerado por nosotros el Redentor, nuestro Señor, anunciado por los profetas,625 pues era necesario que fuese una víctima pura626 y perteneciente a los animales racionales aquella que purificase las almas racionales de los hombres y que, así, si‐ guiendo en esta vida las enseñanzas de su pasión e instruidos por su humildad y mansedumbre,627 tolerásemos con paciencia las ad‐ versidades del siglo con objeto de que a través de los males presentes alcanzásemos los bienes eternos de los que fuimos privados por causa de Adán. (6) Por ello se hicieron las promesas a Abraham y por ello se hi‐ cieron a todos los patriarcas, pero, por la dureza de su corazón628 y la depravación de su espíritu, la carnal Israel629 no reconoció la re‐ paración de la vida630 que en todo momento nos había sido prome‐ tida por boca de los profetas, y por esa razón crucificaron al Señor de la gloria.631 (7) Después de haber añadido también nosotros a todo esto un cúmulo de transgresiones,632 finalmente, tras posar sus ojos sobre nosotros la piedad celestial, saliendo del profundo abismo de nues‐ tra iniquidad, hemos recuperado la razón, escapando de los lazos del diablo,633 en los que nos encontrábamos retenidos por la desdi‐ cha de nuestra incredulidad después de haber recibido el santo bau‐ tismo, por lo que, además, culpables ante las leyes y los decretos de los cánones, nada nos quedaba sino ser entregados a la muerte. (8) Pero, puesto que, tras ser amonestados, nos hemos convertido por nuestra propia voluntad y reconocemos y recibimos esta fe ver‐ dadera y sagrada y la confesamos con nuestra boca, creyendo en 624 625 626 627 628 629 630 631 632 633
Cfr. Hebr 10,10. Cfr. Act 7,52. Cfr. Malach 1,11; Hebr 9,14. Cfr. Eph 4,2. Cfr. Matth 19,8; Marc 10,5; ibid. 16,14. Cfr. I Cor 10,18. Es decir, a Jesucristo. Probable eco de Juvenco, Euangeliorum libri IV, 4,349. I Cor 2,8. Cfr. Fulgencio de Ruspe, Epistula XVII, 33, lín. 905. Cfr. II Tim 2,26.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 639
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
639
nuestro Señor Jesucristo, que justifica al impío,634 que fue crucificado en su sola carne,635 descendió a los infiernos636 en su sola alma y des‐ truyó el imperio de la muerte con su divinidad,637 pero esta carne, esta alma y Dios son un solo Cristo, el Señor de la gloria,638 quien re‐ sucitó al tercer día639 desde los infiernos para que sus fieles no sean arrastrados a la pena final tras la muerte del cuerpo, sino que reinen con Él a la derecha del Padre, donde Él ya ha ascendido, viéndolo los apóstoles,640 a quienes el mundo ha creído y a quienes nosotros creemos, cuando predican y obran milagros, pues, si conviene que el testimonio de dos o tres testigos sea dado por bueno, según lo que prescriben las Sagradas Escrituras,641 ¿cuánto más debe creerse a los doce apóstoles y a los más de quinientos otros testigos ante cuyos ojos Él se presentó tras haber resucitado?642 (9) Por ello tenemos la esperanza de que vendrá en el futuro cu‐ bierto de gloria643 Aquel a quien, cuando se presentó primero lleno de humildad, despreciamos en nuestra soberbia, y que vendrá tam‐ bién con todo el poder de su majestad con el fin de conceder a los buenos su reino en compañía de los santos y entregar a los malvados a las penas eternas644 en compañía del diablo. Así lo creemos, cier‐ tamente, y a Él lo adoramos, lo veneramos, lo honramos y lo glorifi‐ camos, pues en Él habita toda la plenitud de la Divinidad corporalmente.645 (10) Sabemos que todo esto ha sido certificado y probado por los testimonios de la Ley divina y de los profetas, declaramos que sos‐ tenemos con la mayor firmeza esta confesión nuestra y prometemos transmitirla a nuestros descendientes y a todo el género humano y no apartarnos nunca de la unidad de la Iglesia católica. 634 635 636 637 638 639 640 641 642 643 644 645
Rom 4,5. Cfr. Agustín de Hipona, Sermo 213, § 4 (p. 445, 3‐5). Cfr. Ez 31,15. Cfr. Hebr 2,14. Cfr. además Fulgencio de Ruspe, Epistula XVII, 19, lín. 557‐558. Agustín de Hipona, In Iohannis euangelium tractatus, 78,3, lín. 8‐18. I Cor 15, 4. Cfr. Act 1,9. Cfr. Deut 19,15. Cfr. I Cor 15,5‐6. Cfr. Matth 16,27. Cfr. Matth 25,46. Col 2,9.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 640
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
640
(11) Rechazamos, además, el rito judaico y los días festivos de éstos, y el sábado y la circuncisión de la carne junto con todas sus restantes supersticiones, preceptos y ceremonias, los abominamos y execramos, prometiendo vivir conforme a la ley católica y con los mismos alimentos que los cristianos, con excepción de aquellos que nos lleva a rechazar la naturaleza y no la superstición, pues todo lo que Dios ha creado es bueno.646 (12) En cuanto a los hebreos que aún no han recibido el bautismo, tanto nosotros como todos aquellos en cuyo nombre contraemos este compromiso, afirmamos que no mantendremos con ellos relación al‐ guna y nos comprometemos a no establecer con ellos ningún comer‐ cio, ni intercambiar ninguna palabra ni tener cualquier otra cosa en común con ellos hasta que también ellos alcancen, por la misericor‐ dia de Dios, la gracia del bautismo. Y si se diese la circunstancia de que nosotros mantuviésemos con ellos algún litigio judicial, nosotros mismos solicitaremos que este litigio sea resuelto por el príncipe, los obispos o los jueces. (13) Pero también todos los escritos que la tradición de nuestro linaje ha guardado en las sinagogas para enseñanza de la doctrina, tanto los que poseen autoridad, como aquellos que llaman Deothe‐ res647 o aquellos que denominan Apócrifos, prometemos traerlos 646
I Tim 4,4. Pasaje comentado por Carlos del VALLE RODRÍGUEZ, «Los primeros contactos de la Iglesia con el Talmud: El significado de la deuterosis», en Mauro Perani (ed.), The Words of a Wise Man’s Mouth are Gracious (Qoh 10, 12): Festschrift for Günter Stemberger on the Occasion of his 65th Birthday, Berlin – New York, De Gruyter, 2005, pp. 299‐308 (Studia Judaica, 32), concretamente pp. 307‐308; Wolfram DREWS, The Unknown Neighbour. The Jew in the Thought of Isidore of Seville, Leiden – New York, Brill, 2006, pp. 120‐121 (The Medieval Mediterranean Peoples, Economies and Cultures, 400‐1500, 59), e ID., «Diaspora Jewish Communities in Early Medieval Europe: Structural Conditions for Survival and Expansion», en Walter Pohl, Clemens Gantner, Richard Payne (eds.), Visions of Community in the Post‐Roman World: The West, Byzantium and the Islamic World, 300‐1100, Burlington, Ashgate, 2012, pp. 391‐401, concretamente pp. 395‐396; Bat‐Sheva ALBERT, «Les communautés juives vues à travers la législation royale et ecclésiastique visigothique et franque», en John Tolan, Nicholas de Lange, Laurence Foschia, Capucine Nemo‐Pekelman (eds.), Jews in Early Christian Law. Byzantium and the Latin West, 6th‐11th Centuries, Turnhout, Brepols, 2014, pp. 179‐193 (Religion and Law in Medieval Christian and Muslim Societies, 2), concretamente pp. 190‐191; R. GONZÁLEZ SALINERO, «The Legal Eradication», p. 196‐197. 647
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 641
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
641
todos ellos ante vuestros ojos con objeto de que no persista el menor vestigio de una funesta sospecha contra nosotros. Y en cuanto a los lugares de oración que hasta ahora venerábamos en el rito judaico, afirmamos que serán despreciados y abominados por nosotros. (14) Y en caso de que alguno de nosotros llegase a violar todas estas promesas, aunque fuese, ciertamente, una sola de ellas, incluso si la esposa de uno cualquiera de nosotros o nuestro hijo o alguno de aquellos que tenemos bajo nuestra potestad, por quienes nos pre‐ sentamos como garantes de su fe, viviese de un modo distinto a como establece la fe católica, afirmamos que pondremos nuestras manos sobre ellos, dando nuestra palabra de ello con riesgo para nosotros mismos, y prometemos matar a pedradas a aquel648 que haya sido encontrado culpable de este crimen para que así su sacri‐ legio sea castigado con la muerte. (15) Pero también afirmamos con riesgo para nosotros mismos que se nos debe aplicar todo tipo de penas, incluso recibir como sen‐ tencia de las leyes el vernos castigados con la pérdida de nuestros bienes, en caso de que ocultemos a sabiendas y mediante cualquier astucia a quienquiera que transgreda este pacto y no lo denunciemos de inmediato al poder real, a los obispos o a los jueces públicos. (16) En consecuencia, jurando, aseguramos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, un solo Dios e inseparable Tri‐ nidad, y por la santa Jerusalén celeste,649 la ciudad de los justos, y por la salud y las victorias de nuestro serenísimo príncipe y señor, el rey Chintila, que nosotros observaremos con el mayor rigor todos aquellos puntos que han sido incluidos en esta profesión de fe nues‐ tra y que los guardaremos durante todo el tiempo de nuestra vida. Y si se descubriese que hemos obrado, intentado o tramado alguna astucia o intriga contra esta promesa, que entonces, como ya hemos dicho, sufra todo tipo de castigos aquel del que se haya descubierto que, olvidándose de su promesa y con una falsedad llena de perfidia, ha transgredido la fe de la inmaculada religión de Cristo que ha asu‐ mido. 648 649
Cfr. Deut 13,10. Cfr. Hebr 12,22.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 642
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
642
(17) Concluido el pacto de nuestra promesa y profesión de fe en el palacio real de Toledo, en la basílica de la Santa Mártir Leocadia, el día de las calendas de diciembre en el año segundo del feliz rei‐ nado de nuestro glorioso señor, el rey Chintila, en la era 675.650
650
1 de diciembre del año 637.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 643
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
643
BRAULIO DE ZARAGOZA651 EPISTVLA PRAEFATORIA AD FRVNIMIANVM DE LA VITA S. AEMILIANI (CPL 1231) Aunque su formato es el de una carta, el texto que Braulio dirige a su hermano Frunimiano, retirado en el monasterio de la Cogolla, acompañando su relato hagiográfico sobre la vida de san Millán, se ha transmitido como parte íntegra del mismo. Por ella sabemos que Brau‐ lio ha construido su relato a petición del propio Frunimiano, que rei‐ teradamente le ha demandado un texto que pueda ser leído en la misa de celebración del asceta que había vivido en las montañas riojanas a finales del siglo anterior. Texto al que prefiere no dar forma de sermón y que acompaña de un himno para ser recitado en la misma festividad del santo. Braulio, en un acto de modestia, encarga a su receptor que, si en el texto considera que algo pueda estar mal transmitido, lo corrija y luego disponga la difusión del relato como considere oportuno. Braulio describe en su carta‐prólogo el proceso de recogida de infor‐ mación y redacción de su relato. Parece que ya en su juventud, mien‐ tras su hermano Juan era aún obispo de Zaragoza (619‐631), se había interesado por hacer acopio de todas las noticias que le transmitieron personas que habían sido testigos de los prodigios del santo y había comenzado a redactar cuanto menos una serie de milagros obrados por Emiliano o realizados en torno a su sepulcro. Sin embargo, su tra‐ bajo se vio interrumpido por diversas circunstancias, esencialmente el extravío por parte de sus sirvientes de las notas que había recopilado, a lo que se habría unido la incierta situación política, en cuyas tempes‐ tuosas circunstancias reconoce haberse visto inmerso. Probablemente en referencia a los difíciles años de la deposición de Suintila y su sus‐ titución por Sisenando, un usurpador proclamado rey en Zaragoza en el 631, en un momento muy próximo a la elección episcopal de Braulio, y luego legitimado por el Concilio de Toledo del 633. Los mismos años difíciles que habría alegado en su carta al papa Honorio. Situación par‐ 651
Bibliografía: Paloma ORTIZ GARCÍA, «San Braulio, la Vida de San Millán y la Hispania visigoda del siglo VII», Hispania Sacra, 45 (1993), pp. 459‐486; Vitalino VALCÁRCEL, «La Vita Emiliani de Braulio de Zaragoza: El autor, la cronología y los motivos para su redacción», Helmantica, 48 (1997), pp. 376‐407; Santiago CASTELLANOS, Poder social, aristocracias y hombre santo en la Hispania Visigoda: La Vita Aemiliani de Braulio de Zaragoza, Logroño, Universidad de La Rioja, 1998 (Biblioteca de Investigación, 20) (edición digital de 2011).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 644
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
644
cialmente normalizada con la elección de Chintila (636‐639/40), en cuyo reinado habría acometido la redacción de la Vita Aemiliani. Es ahora cuando reencuentra sus viejas notas, cuya veracidad pueden contrastar dos de los testigos que le habían servido de informantes, un tal Geroncio y un presbítero de nombre Citonato, aún vivos; a las que añade ahora los milagros que en el lugar se siguen obrando por nom‐ bre del santo y de los que el propio Frunimiano ha sido testigo. Si en el caso de la epístola a Honorio, los obispos reunidos en To‐ ledo han confiado en la habilidad teológica y diplomática de Braulio; ahora su hermano confía en sus habilidades literarias para construir una hagiografía que sirva para difundir el culto de san Emiliano. La finalidad era atraer a los fieles pero, también indudablemente, conse‐ guir para sus seguidores la intercesión celestial del mismo en su con‐ dición de patronus, como la propia epístola anota. Aunque el párrafo final de la carta ha sido objeto de controversia sobre el papel que el diácono Eugenio, futuro obispo de Toledo, ha desempeñado en la composición de la hagiografía, o de una misa paralela, parece claro que Braulio quiere dejar constancia de que ha contado con su colabo‐ ración. Por otro lado, al vincularse personalmente al santo por medio del relato hagiográfico, Braulio está, de alguna manera, capitalizando en su beneficio el vínculo que establece con el santo mismo. [PCD] [102] Braulio de Zaragoza, Carta‐prefacio de la Vida de san Emiliano dirigida a Frunimiano, su hermano652 Braulio, inmerecidamente obispo, envía sus saludos al varón de Dios, mi señor y hermano, el presbítero Frunimiano. 652
Edición: Ignazio CAZZANIGA, «La vita di S. Emiliano scritta da Braulione vescovo di Saragozza: edizione critica», Bollettino del Comitato per la preparazione della Edizione Nazionale dei Classici Greci e Latini, n. s. 3 (1954), pp. 7‐44, concretamente pp. 22‐24 (Vita s. Aemiliani, §§ 1‐3). Hay traducciones al español de José OROZ RETA, «Sancti Braulionis Caesaraugustani episcopi Vita Sancti Aemiliani», Perficit, 9 (1978), n.º 119‐120, pp. 165‐227, concretamente pp. 179‐183; y de P. ORTIZ GARCÍA, «San Braulio», pp. 474‐475; y al inglés, de C. W. BARLOW, Iberian Fathers, vol. 2, pp. 113‐ 115; y Andrew T. FEAR, Lives of the Visigothic Fathers, Liverpool, Liverpool University Press, 1997 (Translated Texts for Historians, 26) (reimpr. 2011), pp. 15‐17.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 645
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
645
(1) En tiempos de mi señor y hermano mayor por nacimiento, nuestro común instructor en la santa vida y en la doctrina, el obispo Juan, de piadoso recuerdo, sometiéndome tanto a sus man‐ datos como a tu voluntad y siguiendo las veraces noticias reunidas por testigos como el venerable abad Citonato, los presbíteros So‐ fronio y Geroncio y esa religiosa mujer de santo recuerdo, Potamia, noticias que yo no ponía en absoluto en duda, en la medida en que me lo permitían el vigor de mi ignorancia y mi salud, me apliqué en relatar con la pluma la vida del bienaventurado presbítero Emi‐ liano, nuestro incomparable padre y patrono, escogido de un modo singular por Cristo en nuestro tiempo. Pero, debido a que, casi al comienzo mismo de mi trabajo, mientras meditaba qué podía decir, por culpa de la negligencia de mis sirvientes, me vi privado de la relación de los milagros obrados por aquél y después me vi implicado en las diversas desdichas que sobrevinieron y en las tempestuosas circunstancias de la incierta situación política de entonces, me encontraba tan desanimado de seguir con mi propó‐ sito que, aunque tú me insistías, era incapaz de poner en ello mi empeño. Recientemente, sin embargo, al querer yo, creo que inspirado por la voluntad divina, consultar cierto códice por algo que tenía en mente y disponer que se lo buscase, cuando se revolvía el montón de nuestros libros, aquella relación hacía largo tiempo perdida apa‐ reció de forma inesperada, pues quienes la buscaban habían renun‐ ciado ya a continuar con ello y se había impuesto la desesperanza de no encontrarla nunca más. Pero, como, según dice el profeta:653 Fui hallado por quienes no me buscaban, ciertamente, no por el celo de haber mantenido encendida la lámpara,654 sino por la alegría de haber encontrado el dracma,655 mi corazón se regocijó656 y mis entrañas exultaron, y finalmente, considerando que esto no había sucedido sin intervención de la voluntad divina, me dispuse a recoger el fruto de la obediencia y a cumplir con vuestra reiterada petición. 653 654 655 656
Rom 10,20. Cfr. Matth 25,1‐13. Cfr. Luc 15,8‐9. Ps 15,9; Eccli 51,20.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 646
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
646
(2) Por ello, he dictado, como he podido, y con un estilo sencillo y claro, tal y como conviene que éste sea en tales asuntos, he com‐ puesto un pequeño libro sobre la vida del citado santo a fin de que pueda ser leída rápidamente durante la celebración de la misa en su honor y te lo he enviado dedicado, mi buen señor, y me he cuidado de poner esta misma carta al comienzo de él, confiándolo a tu juicio para ser aprobado, de modo que, una vez revisado en todas y cada una de sus partes, si en algo te desagrada, lo corrijas o censures, y si te agrada, lo guardes junto a ti, accedas a que sea entregado a quien tu voluntad así lo tenga a bien y des las gracias en mi nombre a nues‐ tro Creador, cuyas obras son, todas ellas, buenas.657 A mí me corres‐ pondió obedecer, a ti te corresponderá ahora,658 si lo consideras digno de ello, darlo a conocer. Pero un solo ruego te hago: que, si en‐ tiendes que algo en él debe ser corregido, esto sea enmendado antes de que circule y no sea criticado antes de que se encuentre en él aquello que pueda agradar. Es mi deseo, por lo demás, que, puesto que esos santísimos varones, el presbítero Citonato y Geroncio, aún siguen con vida, ellos en persona revisen todo aquello que he escrito en este libro y, así, una vez concluido su examen, si no me he enga‐ ñado en los nombres y los sucesos expuestos, todo lo referido se tenga por confirmado. Ciertamente, aquello que supe por vosotros el año pasado que había sucedido allí mismo por intervención di‐ vina, tal y como lo conocí por vosotros, lo he añadido al final de este modesto libro. También te he enviado, según me encomendaste, un himno para la festividad de ese mismo santo compuesto en senarios yámbicos. Sin embargo, me ha parecido innecesario dictar un ser‐ món para ese mismo día, pues entiendo que no hay exhortación mayor que el relato de los milagros de aquél y éste requiere tanto tiempo que, si se hubiese añadido un sermón, resultaría demasiado pesado para los espíritus de los oyentes. (3) Por ello, rezo para que esto que he llevado a cabo os sea grato tanto a ti, cuyo mandato he obedecido, como a aquel por cuyos mi‐ lagros fueron enardecidos los citados varones y por cuyo amor tes‐ 657 658
73,10,1.
Cfr. Eccli 39,39. Construcción inspirada, probablemente, por Jerónimo de Estridón, Epistulae,
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 647
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
647
tificaron lo que vieron, y por quien vosotros, tras asistir a diario a otros milagros semejantes, me encomendasteis que debían ser rela‐ tados por mí. Y, así, yo he sido incitado a hacer lo que me habíais confiado por el deseo de recibir mi salario.659 Además, he encargado a mi querido hijo, el diácono Eugenio,660 que se celebre una misa de común en esa misma solemnidad,661 considerando que no difería en nada de que lo hiciese yo mismo, si colaboraba en mi deber en honor de ese santísimo varón la elocuencia de aquel cuyo espíritu tengo siempre presente en todas mis decisiones y pensamientos, y dese‐ ando, al mismo tiempo, compartir también en esto el salario mere‐ cido con aquel con quien comparto todo lo demás. Que la gracia de Cristo se digne guardar sana y salva a vuestra beatitud y haga que se acuerde de mí.662
659
Cfr. I Cor 3,8. El futuro obispo Eugenio II de Toledo. 661 Ha de entenderse: «he encargado una misa en común a mi querido hijo, el diácono Eugenio, para que se celebre en esa misma solemnidad». En ello nos apartamos del texto propuesto por el editor, Cazzaniga. El pasaje ha sido objeto de una gran controversia y ha sido analizado, en especial, por Vitalino VALCÁRCEL, «¿Encargó Braulio de Zaragoza a Eugenio de Toledo que compusiera una misa de San Millán? Para una interpretación de Vita Emiliani, 3, 5‐10», Fortunatae, 9 (1997), pp. 253‐259, quien entiende que Eugenio habría compuesto algunas oraciones o parte de la misa para la festividad del santo. 662 Despedida inspirada, sin duda, por Jerónimo de Estridón, Epistulae, 134,2,2. 660
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 648
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
648
CHINTILA DE TOLEDO663 DECRETVM CHINTILANI REGIS (CPL 1790º) La breve carta que se ha transmitido como apéndice de las actas del V Concilio de Toledo del año 636 resulta un texto curioso cuyo alcance y motivación resulta difícil de precisar. El concilio, cele‐ brado tres meses después del ascenso al poder de Chintila, contó con una participación escasa para ser una convocatoria general, 22 obispos y dos representantes, probablemente debido a la premura de la convocatoria. La agenda del encuentro fue exclusivamente po‐ lítica y estuvo dedicada a ratificar los mecanismos legítimos de su‐ cesión al trono establecidos tres años antes en el canon 75 del concilio IV toledano, quizás para recordar que él había sido elegido de acuerdo a los mismos; a reforzar los mecanismos de protección de la familia del monarca y a garantizar la seguridad de los fideles regis. Medidas todas que deben relacionarse con un indudable sen‐ timiento de inseguridad por parte del nuevo monarca y con la clara conciencia de su propia fragilidad. Curiosamente, el único capítulo aparentemente no político del encuentro fue el establecimiento de tres días de penitencia (letanías) a celebrar todos los años a partir del 13 de diciembre. Propuesta que parece incluirse entre las ins‐ trucciones que el rey da a los obispos en la apertura del concilio, que se recogen en un canon específico y cuya obligatoriedad es re‐ cordada en el decreto final, al que se da forma epistolar para que, por mediación de los obispos, sea recordado a todos, especialmente a los nobles y a todas las autoridades públicas, que en esos días todas las gentes, sea cual sea su condición, deberán ser liberadas de cualquier obligación. Dado que estas letanías no parecen destinadas a una finalidad específica, puede que se incorporen como iniciativa de un rey especialmente devoto o que respondan a una propuesta episcopal asumida por él. [PCD]
663
Bibliografía: P. C. DÍAZ MARTÍNEZ, «Concilios».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 649
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
649
[103] Decreto del rey Chintila con ocasión del V Concilio de Toledo (a. 636)664 (p. 231)
En el nombre del Señor, Flavio Chintila, el rey.
Puesto que el celo de un buen príncipe se aplica con la mayor vi‐ gilancia a mirar por el bienestar de su patria y de su pueblo, este celo se muestra entonces especialmente fructífero, cuando incluso la cle‐ mencia divina se encuentra satisfecha de su aplicación. Y, en conse‐ cuencia, reunidos los obispos en la ciudad de Toledo desde las diferentes provincias, ha sido presentada con insistencia ante nuestra serenidad la solicitud de que, puesto que se dan las circunstancias oportunas, sea instituida de acuerdo con su propuesta esta práctica religiosa, a saber, que a partir del día de los idus de diciembre deben celebrarse letanías por todas las provincias de nuestro reino con el mayor celo y devoción, tal y como han acordado sus santas personas. Por lo tanto, apoyando con nuestra autoridad real una resolución tan santa y digna de ser acogida con el mayor entusiasmo y confir‐ mando todo lo que se ha aprobado en ese mismo sínodo, (p. 232) de‐ cretamos que, en el triduo citado665 y en los términos que recoge el decreto de los reverendísimos varones, todas las almas cristianas ex‐ píen sus faltas ante el Señor de los cielos con obras de humildad y que, en compensación por las maldades y vilezas a las que nos vemos empujados a diario por instigación del diablo, demos una digna satisfacción con lágrimas y ayunos. Y con objeto de que la re‐ solución de los citados padres llegue con mayor seguridad a vuestro conocimiento, hemos ordenado que se añada al final de aquélla esta resolución nuestra: «Así pues, sancionamos con nuestras palabras que aquellos cuyo celo se mantiene vigilante en defensa de nuestra patria en todos los asuntos, esto es, tanto los nobles, los condes y los jueces666 como los restantes estamentos, muestren la mayor solicitud por que durante esos días las personas de toda condición, edad y 664
Edición: J. VIVES, Concilios, pp. 231‐232 (con traducción de Gonzalo Martínez
Díez). 665 Se cita en el canon 1 del V Concilio de Toledo, al final de cuyas actas se transmite este decreto. 666 Se lee aquí la forma «iudicium», que debe interpretarse, sin duda, como un genitivo plural de «iudex, ‐dicis» por la forma esperable «iudicum».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 650
650
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
sexo se vean completamente liberadas de toda inquietud y de cual‐ quier obligación a fin de que, entregadas a un ocio santo y más ca‐ paces, por lo tanto, de consagrarse a Dios, puedan alcanzar con sus súplicas la misericordia celestial». En consecuencia, confiamos al cui‐ dado de los obispos que todas las gentes sean advertidas de este de‐ creto nuestro. Dado la víspera de las calendas de julio en Toledo en el primer año de nuestro feliz reinado.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 651
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
651
TAJÓN DE ZARAGOZA667 EPISTVLA AD EVGENIVM II TOLETANVM EP. (CPL 1267) EPISTVLA PRAEFATORIA AD QVIRICVM BARCINONENSEM EP. DE LAS SENTEN‐ TIAE (CPL 1268) FRAGMENTVM EPISTVLAE AD BRAVLIONEM CAESARAVGVSTANVM EP. (CPL 1230: FRAGM.) BRAULIO DE ZARAGOZA EPISTVLAE II AD TAIONEM PRESBITERVM (CPL 1230: EPIST. 11, 42) QUÍRICO DE BARCELONA EPISTVLA AD TAIONEM CAESARAVGVSTANVM EP. (CPL 1271) Tajón es un destacado personaje de la Iglesia y de la cultura his‐ pana en la segunda mitad del siglo VII. Sucesor de Braulio en la sede de Zaragoza en el 651, habría permanecido en el cargo hasta el 680 o quizás algo después. Cuando llega al episcopado habría cumplido ya los 50 años y contaba con una larga experiencia como presbítero y abad de un monasterio que tradicionalmente se ha identificado con el de santa Engracia, aunque la certidumbre no es absoluta, ni tampoco la de su ubicación, donde probablemente había adquirido la cultura que luego plasmará en sus Sententiae compiladas en cinco libros. Era el mismo monasterio que había frecuentado Frunimiano (casi con seguridad el hermano de Braulio al que éste había dedicado su relato de la vida de san Emiliano) y el que luego sería obispo de Toledo Eugenio (II). La correspondencia asociada con Tajón la com‐ ponen seis epístolas, de ellas solamente tres son suyas, pero el reflejo 667
Bibliografía: Jorge M. AYALA, «Escritores eclesiásticos del siglo VII: Braulio y Tajón de Zaragoza», Revista Española de Filosofía Medieval, 3 (1996), pp. 23‐34; José Carlos MARTÍN‐IGLESIAS, «Tajón de Zaragoza», en C. Codoñer (coord.), La Hispania visigótica, pp. 196‐202; Ruth MIGUEL FRANCO, «Ecos del Epistolarium de Braulio de Zaragoza en la carta prefacio de Tajón de Zaragoza a Eugenio de Toledo (CPL 1267) en los Moralia in Job», Lemir, 14 (2010), pp. 289‐300, e ID., «El orden del Epistolarium de Braulio de Zaragoza», en Francisco Bautista Pérez, Jimena Gamba Corradine (eds.), Estudios sobre la Edad Media, el Renacimiento y la Temprana Modernidad, San Millán de la Cogolla, 2010, pp. 289‐299 (Instituto Biblioteca Hispánica. Serie mayor, 5); Eleonora DELL’ELLICINE, «Ecclesia y modelos de autoridad. Una reflexión a partir de las Sententiae de Isidoro de Sevilla y Tajón de Zaragoza (633‐683)», Bulletin du Centre d’études médiévales d’Auxerre, Hors série 7 (2013), publicación electrónica, URL: [DOI: 10.4000/cem.12826] (04/05/2020); Joel VARELA RODRÍGUEZ, «¿Una edición “tajoniana”? Edición y estudio de un corpus preliminar a los Moralia in Iob», Sacris Erudiri, 57 (2018), pp. 323‐365.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 652
652
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
de sus textos en aquellas que recibe, especialmente en las escritas por Braulio, evidencia sus ideas y sobre todo su personalidad. La primera carta de Braulio (Epist. 11), escrita probablemente a co‐ mienzos de la década de 630, presupone, cuanto menos, otras dos, una de Braulio en la cual habría presentado algunos argumentos —apa‐ rentemente con antecedentes en alguna carta o conversación anterior de Tajón— y la respuesta de éste. De hecho, el texto intenta atajar lo que parecen haber sido un cúmulo de malentendidos sobre el alcance de los argumentos de Braulio pero, sobre todo, en cuanto a la inten‐ cionalidad de su carta. La carta es toda ella una excusa, aunque no exenta de firmeza, en la que pretende aplacar la irritación de Tajón. Braulio le advierte de entrada que en su carta trataba de bromear, no de ofender, ni siquiera cuando había hecho una parodia sobre un asno en el que lo invitaba a montarse. Tajón le ha contestado «lleno de so‐ berbia», en su caso invitándolo a montarse sobre un camello y a cuidar de no tropezarse con la puerta de la Iglesia. El alcance simbólico o pa‐ ródico sólo se entrevé, pero Braulio considera que en su respuesta Tajón ha sido poco prudente y poco educado, considerando que su discurso no fue tan ofensivo como el sentido que aquél le da. Le ruega paciencia y humildad y, para dar ejemplo, renuncia a rebatir sus ar‐ gumentos, aunque advierte que podría destrozarlos y le recuerda que ha usado impropiamente alguna cita de Gregorio Magno. Se despide tendiéndole la mano, renunciando a todo rencor e insistiendo en que sus palabras nunca fueron escritas en el sentido que han sido enten‐ didas, incluso ha puesto por testigo a un individuo de nombre León con quien habría comentado el alcance de sus argumentos. Se ofrece a ir a verlo en persona, convencido de que obtendría su perdón y de nuevo insiste en que cambie el furor por moderación. El texto está construido buscando un punto de encuentro, parece claro que el tono de Braulio ha zaherido el orgullo de Tajón, quizás porque ponía en entredicho su preparación; el tono no es el de un maestro y un alumno, parece más bien una relación de competencia. Es posible que Tajón no fuese mucho más joven que Braulio, diez años como máximo, y aunque en el encabezamiento de la carta sólo le da el tratamiento de presbítero, en la siguiente ya es mencionado como abad y sin duda pudo sentir que su prestigio en el monasterio podía resentirse. Esa ri‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 653
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
653
validad intelectual puede verse en el esfuerzo de Braulio por mostrar su erudición escrituraria y patrística, pero también de los autores clá‐ sicos, cuando una carta de mera excusa y reconciliación no lo exigía. En cualquier caso la carta debe haber conseguido su objetivo. No sólo porque sabemos que Tajón sería promovido a la sede episcopal y contó con los parabienes del clero local, sino porque su intercambio epistolar se reanudó en un tono muy distinto del hasta ahora ano‐ tado y Tajón parece buscar ahora el amparo de la cultura teológica de Braulio; sin olvidar que, avanzado el tiempo, Tajón parece haber conocido la correspondencia de Braulio, o algunas de sus cartas, cuanto menos la Epist. 21 al papa Honorio, y haber tomado de ellas ocasionales referencias. Un fragmento de una carta de Tajón recoge una duda que éste plantea a Braulio sobre si la sangre derramada por Cristo permane‐ ció tras su resurrección en poder de algunos, suponemos de sus dis‐ cípulos. Por la respuesta detallada de Braulio (Epist. 42) sabemos que el motivo de su consulta era mucho más amplio. Braulio se confiesa ocupado, pero, sobre todo, cansado, enfermo de los ojos y debilitado por dolencias varias. Es posible que sea un texto escrito poco antes de su muerte, lo que vendría confirmado por su ubicación casi al final del epistolario. Tajón es recordado como abad. Su tono nada tiene que ver con el de la anterior. Parte de la modestia y elogia la sabiduría de Tajón, a quien coloca ya en una edad madura y en una inteligencia que no considera inferior a la suya, incluso elogia sus santos ocios, probablemente en referencia a su vida monástica, en contraste con su enfrentamiento constante con los problemas del mundo. Contraste entre las exigencias de la vida mundanal del obispo con la del monje, o del abad, cuyos otia sancta recoge igual‐ mente en su carta a Fructuoso de Braga (Epist. 44) comentada en este mismo volumen. Se muestra incluso solidario con Tajón, que se ha‐ bría lamentado en su texto perdido de las envidias y desprecios de que es objeto en su entorno. Ignoramos cuáles puedan ser las causas de esas ofensas, es poco probable que tuviesen lugar dentro del mo‐ nasterio, por lo que cabe que Tajón haya alcanzado un lugar promi‐ nente entre el clero local, incluso que estuviese buscando su promoción episcopal, en un momento en el que Braulio evidencia
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 654
654
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
ya su enfermedad. A la que hace alusiones en algunas otras de sus epístolas (cfr. Epist. 38, a Recesvinto). Aquí recupera un argumento ya esgrimido en su primera carta conservada: huir de la soberbia y mirar a los demás con humildad, sin considerarlos despreciables o inferiores. De nuevo parece trascender el carácter orgulloso y la arro‐ gancia intelectual de Tajón. Braulio se siente obligado, para prevenir probablemente una reacción airada, a aclarar el motivo y el alcance de su consejo: «he dicho todo esto por amor hacia ti». El objeto de la consulta, que Braulio se apresura inmediatamente a responder, son una serie de dudas de carácter escatológico sobre la re‐ surrección de los muertos, sobre el destino reservado a toda la sangre perdida por los hombres a lo largo de su vida, a las uñas cortadas o los cabellos y los humores sobrantes, el flujo menstrual, los abortos incluso. Parece preocupar a Tajón cuál será la apariencia de los resucitados, a qué momento de su edad se corresponderá, y el debate deriva hacia la sangre misma de Cristo, la inquietud recogida en el fragmento preser‐ vado de Tajón y que forma parte de un conjunto de preocupaciones muy extendidas a las que, más adelante, intentará dar respuesta Julián de Toledo en su Prognosticon futuri saeculi. La respuesta de Braulio es que en el momento de la resurrección será restaurado lo que atañe a la propia naturaleza del hombre, con la apariencia de su cuerpo perfecta‐ mente formado, que se correspondería con el de la edad en que Cristo sufrió la pasión, pero será despreciado lo que esta naturaleza desecha como sobrante. En cuanto a la hipotética preservación de la sangre de‐ rramada por Cristo, sea la que se depositó en la columna en que fue azotado, cuando fue alanceado en la cruz, en los lienzos y el sudario en que su cuerpo fue envuelto, y que por tanto no habría vuelto a su cuerpo en la resurrección, Braulio duda de su existencia, aunque puede aceptar que una parte fuese recogida por los discípulos, o raspada por algunos fieles piadosos —aunque nadie, anota, guardó ese recuerdo—, y circu‐ lar por el orbe «gozando del honor propio de las reliquias». En cualquier caso, preocupa a Braulio, sobre todo, remarcar el papel salvífico de esa sangre, no como reliquia, sino en la transformación del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo a través de la Eucaristía, a la que da un sentido místico. Con todo, el comentario sobre las reliquias de Cristo no debe verse como algo accidental en el texto, Braulio no quiere ir con‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 655
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
655
tra la autoridad de quienes testimonian que reliquias de esta proceden‐ cia se guardan en las iglesias catedralicias, que sabemos constituían una fuente esencial en el mantenimiento de su prestigio y autoridad. La carta está construida a partir de una cuidada selección exegé‐ tica y atendiendo esencialmente a los escritos de Jerónimo, Agustín y Gregorio Magno. En la despedida Braulio no se resiste, como en la correspondencia con Isidoro, a aprovechar cualquier ocasión para incrementar su biblioteca. Ha sabido que Tajón ha conseguido ha‐ cerse en Roma con algunos textos de Gregorio Magno que no se en‐ contraban en Hispania, le ruega encarecidamente que le haga llegar una copia que compartirá con su hermano (en este caso parece claro el sentido de parentesco, se trataría del mencionado Frunimiano). Promete devolver los códices en el plazo que Tajón indique. Cuando Tajón escribe a Eugenio II de Toledo, ambos son ya obis‐ pos. La carta se fecharía por tanto entre el 651 y el 657 y se incorpora como prefacio a la reelaboración, hoy perdida, que Tajón hizo de los Moralia in Iob de Gregorio Magno que había encontrado en su viaje a Roma y que había copiado con su propia mano; probablemente junto a otras obras del propio Gregorio. El viaje, recordado posteriormente por la Crónica mozárabe del 754 y luego difundido en términos hagio‐ gráficos por un relato independiente conocido como Visio Taionis, pro‐ bablemente habría tenido lugar en el 649‐650 y los códices copiados serían los mismos que Braulio le pedía en la carta comentada ante‐ riormente. No sabemos si el motivo del viaje fue exclusivamente la búsqueda de códices para enriquecer su biblioteca y su formación o si, además, conllevó alguna misión diplomática o eclesiástica. Como Tajón anota en la epístola, su objetivo al reelaborar los textos de Gre‐ gorio era pedagógico. Había quedado atrapado por la profundidad del texto de los Moralia, también por las Homilías sobre Ezequiel, donde creyó encontrar desvelados los secretos del Antiguo y del Nuevo Tes‐ tamento, y había creído necesario redactar una versión más asequible, más fácil de consultar. El texto de la carta, tras una edulcorada intro‐ ducción llena de imágenes coloristas, que el autor considera de estilo «cuidado, pero con palabras sencillas», exalta la figura de Gregorio, sus cualidades morales, humanas e intelectuales; al tiempo que hace un encendido elogio de su obra. También relata el proceso seguido
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 656
656
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
en la reelaboración de los Moralia. En realidad, aunque no lo anota, parece seguir el modelo de Paterio, que había sido secretario personal de Gregorio, en la elaboración de su Liber testimoniorum Veteris Testa‐ menti, obra que probablemente consultó en Roma. Esencialmente se trataba de reordenar las citas y los comentarios bíblicos en el orden de los libros de referencia, eliminando las repeticiones y agrupándo‐ los de manera que se facilitase su consulta, cuatro libros dedicados al Antiguo Testamento y dos al Nuevo. A los que había añadido pre‐ facios a partir de textos del propio Gregorio y esta carta explicativa y dedicatoria, donde la solicitud de consejo parece claramente tópica, y que probablemente constituya la parte más original del conjunto. El último texto de Tajón es otra carta prefacio, en este caso de las Sentencias, dirigida a Quírico de Barcelona, quien habría ocupado esa sede episcopal desde algún momento de la década del 640 hasta apro‐ ximadamente el 666. De la redacción de la epístola se deduce que es‐ taba trabajando en la obra en el verano del 653, pero no cuándo la culmina. El texto le habría sido solicitado por el propio Quírico y Tajón alude a la modestia de su obra, «organizada en títulos ordena‐ dos en sentencias», a la vez que describe los pormenores de su ges‐ tación y ejecución. La obra, anota, está organizada en cinco libros agrupados en un solo códice, y constituye un compendio de doctrina cristiana iniciada con la creación del mundo y abarcando hasta el final de los tiempos, destinado a quienes aburre leer mucho y a quienes, amando la lectura, no dispongan de tiempo. El contenido, exento de originalidad en cuanto tal, lo entresaca de Gregorio Magno, auxilián‐ dose con los libros de Agustín donde la información de aquél no al‐ canzaba. No alude a la obra equivalente de Isidoro, aunque parece razonable que ésta le haya servido de inspiración. De nuevo en esta obra, como en la reelaboración perdida de los Moralia, resulta evi‐ dente el afán pedagógico de Tajón, su deseo de hacer comprensibles los misterios de la fe a los creyentes comunes; su afán divulgativo produciendo un texto cuyo tamaño mismo facilite su manejo: el vo‐ lumen —anota a Quírico— puede sujetarse con una sola mano. Con todo, el mayor interés de la epístola estriba probablemente en la descripción de las circunstancias en las que la obra ha sido redactada. Dice Tajón que su trabajo se desarrolló en medio de unos días amargos
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 657
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
657
y llenos de intranquilidad en los que sólo por la noche podía dedicarse al trabajo intelectual. Y su relato es probablemente el más detallado de la revuelta de Froya, probablemente un exiliado a causa de la política represiva de Chindasvinto —aunque algunos han considerado que pu‐ diese ser dux de la Tarraconense—, quien a la muerte de aquél, y antes de la proclamación de Recesvinto el 30 de septiembre del 653, se habría proclamado rey con el apoyo de una serie de cómplices —quizás otros exiliados— y el recurso a los vascones, quienes, saliendo de los Piri‐ neos, habrían atacado la «tierra patria de Iberia». Para Tajón, la alianza del pestífero y depravado Froya con los vascones habría provocado la muerte de cristianos inocentes, incluyendo numerosos sacerdotes, el apresamiento de multitud de cautivos y el robo de gran cantidad de riquezas, mientras la destrucción afectó incluso a templos cristianos y a sus altares. Es posible que la actividad de los rebeldes afectase sobre todo al valle del Ebro y la epístola se detiene especialmente en el asedio al que fue sometida Zaragoza, cuyos habitantes, replegados dentro de sus muros, resistieron hasta que llegó Recesvinto («nuestro piadosí‐ simo príncipe») y levantó el asedio acabando con la vida del usurpador. Tajón hace un encendido elogio de la figura de Recesvinto, es induda‐ ble que asume un claro compromiso «legitimista», y sostiene que ha actuado como un enviado de Dios. Aunque la figura de Froya fue rá‐ pidamente incluida en la categoría de los tiranos y Tajón vierte sobre él toda una serie de adjetivos descalificativos, su intento de usurpación respondía al descontento del amplio sector aristocrático agraviado por Chindasvinto, en cuyo favor intervendría Fructuoso poco después. En cualquier caso, su asociación con los vascones, dando por supuesto que no fuese una coincidencia, ni una acusación propagandista por parte de Tajón y de los seguidores de Recesvinto, habría sido un factor en su contra, especialmente en el valle del Ebro que sufría periódicamente sus incursiones, lo que, como anota en el texto, limitaba los desplaza‐ mientos e impedía el cultivo de los campos. Es indudable que Tajón ha asumido el papel que en la ciudad le corresponde como pastor de la comunidad, pero ha tomado claramente partido por la facción de Re‐ cesvinto, lo que lo ha mantenido muy ocupado. Es probable que esa fidelidad al futuro rey redundase en su beneficio. Sabemos que Reces‐ vinto adoptó, en todo caso, una actitud conciliadora y que la ejecución de Froya no fue seguida de un proceso de represión generalizada. Aun‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 658
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
658
que el regreso de todos los exiliados y la reparación de todas las afren‐ tas de su padre tardaría décadas en completarse. La respuesta de Quírico dista mucho en cuanto a interés. Elogia el trabajo recibido, alaba su utilidad, su carácter edificante, que sirve a todo tipo de lector, y espera que sea recompensado por ello. La ul‐ terior disculpa de Quírico por haberse demorado en la devolución del códice que se apresura a enviar mostraría que, más allá del ca‐ rácter introductorio de la epístola de Tajón, probablemente le había enviado una primera versión, o quizás una petición de valoración. Pero son meras hipótesis. [PCD] [104] Braulio de Zaragoza, Epistolario, Carta nº 11: Carta al presbítero Tajón668 (p. 82)
A mi señor, el presbítero Tajón, Braulio.
En el mar de tu espíritu hasta tal punto te ves agitado y zarandeado por las rigurosas tempestades de la impaciencia que es justo decir: «Hombre de poca paciencia, ¿por qué te alteras?».669 ¡Ojalá te sintieses conmocionado hasta el punto de refugiarte en la humildad y no recu‐ rrir a la invectiva y a la ofensa! En efecto, ten por cierto, y te lo digo poniendo a Dios por testigo, que trataba de bromear, no de zaherirte, lo que incluso puede verse fácilmente en la propia chanza, cuando en mi carta me referí a ese asno sobre el que te exhorté a montarte. Pero tú, como el grajo de Esopo,670 lleno de soberbia, me invitaste a montar sobre un camello y a tener cuidado de mi cabeza, no fuese a ser que me la golpease contra las puertas de la iglesia. Ciertamente, proferiste esas palabras no sólo de forma poco prudente, sino, además, poco 668 Edición: L. RIESCO TERRERO, Epistolario, pp. 82‐84 (con traducción en las pági‐ nas impares). Se cita por las páginas de esta edición. Hay otra edición de Ruth Miguel Franco en R. MIGUEL FRANCO, J. C. MARTÍN‐IGLESIAS, Braulionis Caesaraugustani, pp. 40‐ 42 (epist. 4 de esta edición). Hay traducción española de R. MIGUEL FRANCO, Braulio, pp. 101‐103; e inglesa de C. W. BARLOW, Iberian Fathers, vol. 2, pp. 30‐33. 669 Cfr. Matth 14,31. Cfr. asimismo Agustín de Hipona, Sermo 163B, § 5 (p. 217,18‐19). 670 Cfr. Fedro, Fabulae, 1,3,3‐4.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 659
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
659
educada, con menos acierto, sin duda, que todo lo que habías dicho precedentemente, ignorando que nuestra cabeza, que es Cristo,671 no se golpea contra las puertas de la iglesia, sino acaso contra la sinagoga de Satanás.672 Y, por esa razón, nos parece que resultó ofensivo no tu discurso, sino su sentido, y no culpamos de ello a tu ignorancia, sino que deseamos que muestres un espíritu más humilde, pues la pacien‐ cia ante la injusticia muestra a un hombre humilde. Cuán grande es la paciencia que hay en ti lo he aprendido en esta circunstancia. ¿Qué puedo decir, en efecto, de las otras cosas que escribiste, cuando, mientras tratas de justificar tus acusaciones, no dejas de agravar lo que intentas justificar? Si yo quisiese replicar, en la me‐ dida en que son dignas de censura, no encontraría dificultad alguna, ni tendría que hacer grandes esfuerzos, pues refutar unas acusacio‐ nes no es más que lanzar a la inversa esas mismas acusaciones con un sentido contrario. Pero, con objeto de que mi relato no se alargue en exceso,673 tengo por testigo a nuestro buen señor León de la in‐ tención con la que te escribí, pero también a ti mismo, aunque actúas como si estuvieses enojado y contrariado, pues dices que te has sen‐ tido herido por nuestras palabras y, no obstante, confiesas que esas mismas palabras te han resultado de provecho. Pero, para no enojar a un amigo a fuerza de palabrería, te diré con brevedad que tengas presente que podría morder, a mi vez,674 si qui‐ siese, que, herido como estoy, podría clavarte mis dientes, pues tam‐ bién yo, como dice Horacio, he aprendido a escribir y a menudo he retirado mi mano de debajo de la palmeta,675 y, así, puede decirse de mí aquello de:676 «¡Tiene heno en el cuerno, huye lejos!»,677 o, más bien, aquella expresión de Virgilio:678 «También nosotros, padre, dar‐ dos y una jabalina no carente de vigor con nuestra mano / lanzamos y de las heridas que provocamos nace la sangre». 671 672 673 674 675 676 677 678
Cfr. I Cor 11,3. Cfr. Apoc 2,9; ibid. 3,9. Cfr. Ovidio, Fasti, 2,248. Jerónimo, Epistulae, 50,5,2 + 50,5,5. Cfr. Juvenal, Saturae, 1,15. Horacio, Sermones, 1,4,34. Se sujetaba un puñado de heno de los cuernos de los bueyes peligrosos. Virgilio, Aeneis, 12,50‐51.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 660
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
660
Ciertamente, ¡qué sencillo me resultaría también destrozar de una patada, como dicen, esa comparación dispuesta como un arma con‐ tra mí, a excepción de esa parte que, con perdón de Gregorio, he visto que ha sido robada, es más, que ha sido manipulada!679 Pero, como deseamos servir al amor (p. 84) y no perder tu amistad, nos ol‐ vidamos de todo esto y no añadimos nada que provoque una carca‐ jada con objeto de que mi relato no incluya burlas ingratas, como dice Ovidio,680 o que parezca, como dice Apio,681 que me sirvo de una elocuencia de afilados dientes. Por el contrario, dejando a un lado todo esto, como he dicho, cumpliendo con el deber propio de nuestro ministerio y mostrando la humildad propia de nuestro señor y maestro Cristo, preferimos, más bien, seguir los pasos de éste, que dijo:682 Ofrecí mi espalda a los latigazos y mis mejillas a las bofetadas. Éste, cuando era insultado, no insultaba, a su vez; cuando sufría, no amena‐ zaba.683 ¡Y por ello, queridísimo, dejemos de lado también nosotros todo lo ocurrido y sigamos estos ejemplos tan dulces! ¡Renunciemos a esos rencores que son fruto de sospechas erróneas! En efecto, bien sabe el Señor que yo ni albergaba ninguna de las sospechas sobre las que tú me escribiste en tu carta, ni dicté ninguna de esas palabras en el sentido en que advierto que tú las has entendido. Y veo, por el contrario, con perdón, que no has entendido adecuadamente algu‐ nos otros pasajes, puesto que me respondes a otras cosas, pero no a ésas. Pero, puesto que las malas interpretaciones y las sospechas son introducidas en nosotros por el enemigo, rechazando a éste de común acuerdo y haciendo valer en nosotros la concordia que nace del amor, ¡sigamos unidos en Cristo! Esto es lo que más y más deseo.
679
Braulio parece referirse al hecho de que, en su invectiva, Tajón aducía un pasaje de Gregorio Magno manipulándolo de algún modo, ya fuese porque lo citaba de forma incorrecta, ya fuese porque le atribuía un sentido que no tenía en el original. 680 Ovidio, Fasti, 3,738. 681 La expresión fue recogida por Quintiliano en la Institutio oratoria, 12,9,9, y el editor atribuye el fragmento a Apio Claudio el Ciego. Por el contrario, para Patrick MC‐ GUSHIN, Sallust, The Histories. Translated with Introduction and Commentary, vol. 2, Oxford, Clarendon Press, 1994, p. 225 (nº 27), este Apio sería Apio Claudio Pulcher, cónsul en el año 143 a. C., censor en el a. 136 a. C., y abuelo del Clodio enemigo de Cicerón. En cualquier caso, la fuente más probable es Jerónimo de Estridón, Epistulae, 134,1,1. 682 Is 50,6. 683 I Petr 2,23.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 661
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
661
En fin, si Dios lo tiene a bien, iré hasta ahí y creo que obtendré de ti con rapidez el perdón por todo aquello que no he sabido decir tal y como habría querido hacerlo. Entre tanto, tú has despreciado hasta tal punto el amor que, dejándote arrastrar por la indignación, has conse‐ guido que se cumpla tu súplica.684 Por mi parte, yo no sólo no me dejo afectar por tus injurias, sino que, además, acepto mansamente lo que has escrito y, si en algo te he ofendido, te pido disculpas y deseo que me ames más y más, recordando que somos cristianos y que debemos temer la perdición de nuestras almas, no buscarla. En consecuencia, si hasta ahora te has dejado llevar por el furor, a partir de ahora mues‐ tra moderación: aquel a quien el vino agrada más que las palabras debe tener cuidado del vino a fin de que las palabras no lo ofendan. He aquí que, cuando yo trataba de hacer un cántaro, mi mano ha hecho un ánfora.685 En efecto, me había propuesto escribir un pe‐ queño billete, pero me ha salido una carta casi prolija, aunque tú, más que una carta, me has enviado un testamento, el cual, no obs‐ tante, no ha de tener validez hasta después de tu muerte, pues ahora no ha sido abierto de forma legítima. Adiós, queridísimo y digno de todo punto de ser amado por mí con afecto, y disculpa que, mientras me muestro orgulloso de tu amor, te escribo también en demasía. [105] Tajón, Fragmento de una carta a Braulio de Zaragoza686 687 Semejante creencia es, sin duda, piadosa, pero a mí me re‐ sulta dudosa, te lo confieso, y,688 por esa razón, llevo hasta tus oídos, 684
Frase difícil de entender. ¿Quiere decir Braulio que, con sus excesos, Tajón ha conseguido que Braulio se disculpe? 685 Jerónimo de Estridón, Epistulae, 107,3,1. 686 Edición: L. RIESCO TERRERO, Epistolario, p. 154 (con traducción en la p. 155). Hay otra edición de Ruth Miguel Franco en R. MIGUEL FRANCO, J. C. MARTÍN‐ IGLESIAS, Braulionis Caesaraugustani, p. 106 (epist. 34 de esta edición). Hay traducción española de R. MIGUEL FRANCO, Braulio, p. 157; e inglesa de C. W. BARLOW, Iberian Fathers, vol. 2, p. 88. 687 Falta el comienzo de la carta. 688 Los editor puntúa mal el texto e introduce un punto y aparte tras la forma «dubia» («dudosa»), pero la primera línea de la carta no puede separarse de lo que sigue, introducido por «ideoque» («y por esa razón...»).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 662
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
662
oh el más venerable de los hombres, una pregunta como ésta y deseo que me aclares con testimonios totalmente indiscutibles y documen‐ tos completamente fidedignos si debe creerse con absoluta certeza, tal y como he señalado, que la sangre del Señor tras su resurrección permaneció en poder de algunos. ¡Ojalá recibiese de tu generosa per‐ sona un pequeño libro sobre esta materia! Nuestro Señor Jesucristo me mostrará una gran obra suya, sin la menor duda, si mi súplica es capaz de lograrlo.689 Por lo demás, con toda la humildad de que soy capaz me atrevo a enviaros mis saludos, mi venerable señor, suplicándoos que merezca ser encomendado a Dios en vuestras oraciones y ser reconfortado lo antes posible por una carta vuestra sobre el tema que os he propuesto. [106] Braulio de Zaragoza, Epistolario, Carta nº 42: Carta al presbítero Tajón690 (p. 154)
Al venerable presbítero y abad Tajón, reverendísimo entre los miembros de Cristo y mi hermano en Cristo, Braulio, siervo in‐ útil691 de los siervos de Dios.692 Te confieso que la razón de que no haya podido responder de in‐ mediato a tu carta es que me he visto agobiado por diversas ocupa‐ ciones urgentes, pero, en especial, por una enfermedad de los ojos y por la debilidad provocada por varias dolencias. Pero ahora, como he podido respirar un poco, por así decirlo, en medio de mis preo‐ cupaciones, me he puesto a releer tu carta y he descubierto en ella que tu benevolencia espera de mí muchas cosas que no me siento en modo alguno capaz de realizar. 689
Es decir, que Braulio le envíe un escrito sobre el tema. Edición: L. RIESCO TERRERO, Epistolario, pp. 154‐162 (con traducción en las páginas impares). Se cita por las páginas de esta edición. Hay otra edición de Ruth Miguel Franco en R. MIGUEL FRANCO, J. C. MARTÍN‐IGLESIAS, Braulionis Caesaraugustani, pp. 107‐123 (epist. 35 de esta edición). Hay traducción de R. MIGUEL FRANCO, Braulio, pp. 158‐162; e inglesa de C. W. BARLOW, Iberian Fathers, vol. 2, pp. 88‐95. 691 Cfr. Luc 17,10. 692 En latín únicamente «seruorum inutilis seruus», pero se diría que falta el genitivo esperable en la expresión «seruorum Dei», que siempre se lee en los otros usos atestiguados de esta construcción. 690
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 663
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
663
¿Qué hay en mí, en efecto, por poco que sea,693 para que tú espe‐ res encontrar en mí un reflejo de tantos y tan grandes hombres del pasado, cuando sus obras te son bien conocidas en razón de tu edad, cuando éstas son examinadas a menudo por tu inteligencia y cuando sus palabras, por así decirlo, han anidado en tu pecho? Ciertamente, tus ocios son santos, mientras que los míos sufren los embates del oleaje de la vida en este mundo, como el que, por no estar acostum‐ brado, sufre tendido en la sentina de un barco o yace mareado en una barcaza en medio del mar. No obstante, aunque merced a la pe‐ netración de mi inteligencia me hubiese sido concedido hacer lo que me pides, en modo alguno me atrevería a intentarlo. Sabes, en efecto, que nuestra religión enarbola el estandarte de la humildad694 y que prefiere descansar en terreno llano y seguro antes que subir a lo alto de grandes elevaciones a costa de peligros y esfuerzos. Por ello, te ruego, queridísimo hermano, que no te quejes de la indiferencia o de la codicia de los que te rodean, pues (p. 156) debes soportarlo todo con paciencia. En efecto, ¿en qué perjudica a los probos la condes‐ cendencia ajena?695 En efecto, no merece los mayores elogios ser un hombre bueno en compañía de otros hombres buenos, sino ser un hombre bueno en compañía de malvados.696 De ahí que se escriba a propósito de la Iglesia:697 Como un lirio entre espinas, así es mi amiga entre las doncellas. Ciertamente, a aquellos que consideramos unas personas tales como las señaladas698 quizás les basta con conocer a Cristo, tal y como dice el apóstol, y saber que fue crucificado,699 pues él mismo así nos los enseñó, diciendo:700 Sin mostrar una actitud soberbia, sino comportándoos con humildad, y:701 No os tengáis por hombres sabios en vuestro interior, pues la ciencia hincha, 693
Jerónimo de Estridón, Epistulae, 58,1,1. Ibid., 47,1,1. 695 Se refiere en este pasaje Braulio a la queja de Tajón contra la indiferencia de algunos de los que viven con él, que aquí se aclara: muestran una excesiva condescendencia hacia los vicios de los demás. 696 Gregorio Magno, Moralia in Iob, 1,1,1, lín. 7‐8. 697 Cant 2,2. 698 Es decir, indiferentes y codiciosos. 699 Cfr. I Cor 2,2. 700 Rom 12,16. 701 Rom 12,16. 694
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 664
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
664
mientras que el amor robustece,702, y otras muchas cosas que no pueden ocultársete. La humildad católica se rige, en efecto, por este senti‐ miento y en ello se cumple, sin duda, aquello de que:703 Y que cada uno actúe según su propia conciencia. De ahí que este mismo apóstol prescribiese que no miremos por nuestra propia comodidad, sino por la del prójimo.704 Y escribe a los filipenses que con humildad consideremos a los demás superiores a nosotros y que cada uno de nosotros busquemos no nuestro propio interés, sino el de los demás.705 Es, ciertamente, una virtud propia de los humildes no va‐ nagloriarse de su sabiduría,706 pues ésta es común a todos los hom‐ bres. En efecto, a la hora de moderar la arrogancia de nuestro espíritu tiene una gran importancia que no consideremos desprecia‐ bles a los demás, ni nos atribuyamos una sabiduría o una santidad especial con objeto de que no tengamos que oír al oráculo divino de‐ cirnos:707 Me he reservado siete mil varones etc. Que tu caridad piense, te lo ruego, que yo he dicho todo esto por amor hacia ti. Por lo demás, en cuanto a la pregunta que has tenido a bien plantearme, has de saber que, en relación con la resurrección de los muertos, yo no creo ni aguardo otra cosa que lo que con un espíritu prudente y un discurso elegante ha sido expuesto por el bienaventurado Agustín en diversas obras suyas que han llegado hasta mis manos, todo lo cual no reproduciré aquí para evitarme fa‐ tigas, pues he deducido por tu carta que tú también posees, sin la menor duda, esas obras. Así pues, no tengo ninguna duda de que en el momento de la re‐ surrección también nos será devuelta nuestra sangre. Pero tengo mis dudas sobre si aquella sangre que perdemos a lo largo de toda nues‐ tra vida nos ha de ser devuelva toda ella en su integridad, pues, de acuerdo con los médicos, esa sangre superabundante no es nuestra, sino que es perjudicial para nosotros. En efecto, en caso de que esto 702 703 704 705 706 707
I Cor 8,1. Rom 14,5. Cfr. Rom 15,1‐2. Cfr. Phil 2,3‐4. Cfr. Ier 9,23. Rom 11,4.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 665
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
665
lo permita la belleza que poseerán los santos, creo que ocurrirá así, pero, en caso de que esa belleza no lo permita, ha de creerse a ese respecto lo que tú mismo, siguiendo las enseñanzas del bienaventu‐ rado Agustín, has señalado a propósito de las partes de las uñas y los cabellos que van sobrando, las cuales, mezcladas en la naturaleza, van siendo devueltas a otras partes de los miembros del cuerpo. Ciertamente, a la sabiduría de la omnipotencia de nuestro Creador corresponde modificar lo grande y acrecentar lo pequeño, según sus deseos, sin embargo, no ha de creerse que en el momento de la re‐ surrección se ha de devolver a los miembros de los santos nada que resulte inapropiado. Por lo tanto, creo que, cuando habló de los cabellos,708 el Señor quiso aludir y referirse a todos esos miembros nuestros especialmente peque‐ ños y situados en los extremos709 (y si los cabellos no perecen, cuánto menos desaparecerán los miembros más grandes), (p. 158) pero que no quiso que sus palabras se interpretasen referidas asimismo a esos hu‐ mores superfluos de los que nacen las corrupciones y surgen los vicios, los cuales, sin duda, no formarán parte del cuerpo restaurado. Creo, en definitiva, que todo lo que atañe a nuestra propia natu‐ raleza será restaurado en el momento de la resurrección, pero que será suprimido todo aquello que creció en nuestra naturaleza de un modo superfluo, que resultó perjudicial para nuestra naturaleza o que logró alterar su disposición original. Me refiero, por supuesto, a esa naturaleza según la cual se determina que el cuerpo de un hom‐ bre está completo y sano. Y, en consecuencia, dado que no podemos estar privados de sangre, pues en ésta reside, según afirman las Sa‐ gradas Escrituras, la virtud del alma en el cuerpo,710 se nos devolverá la sangre que no es superflua, sino natural, esto es, no la que nos re‐ sulta extraña, sino la que es nuestra. ¿Qué necesidad hay de muchas más palabras? Esto es lo que creo, esto es también lo que no me resulta difícil afirmar. Pero es bien sa‐ 708
Cfr. Luc 21,18. Es decir, en los extremos del cuerpo, como ocurre precisamente con las uñas y los cabellos. 710 Cfr. Leu 17,14. 709
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 666
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
666
bido que no debe dudarse que en el momento de la resurrección, con excepción de las corrupciones y los vicios, como he señalado más arriba, cada uno de nosotros recibirá de un modo apropiado todo aquello que su cuerpo perfectamente formado según el criterio de la razón tenía a la edad en la que el Señor sufrió la pasión, tal y como dice el apóstol:711 Sentid en vuestro interior aquello que también sintió Jesucristo, y en otro pasaje:712 Hasta que todos alcancemos el estado del hombre perfecto en la misma medida en que Cristo lo fue a la edad de su plenitud. No obstante, en esta disquisición debemos mostrarnos prudentes, pues el vaso de la elección713 prescribió no saber más de lo que conviene saber, sino saber en una justa medida,714 no sea que lleguemos a un punto tal que seamos considerados excesivamente meticulosos715 a semejanza de aquellos que se preguntan a propósito de los fetos abortivos, que, ciertamente, están formados por un cuerpo que toma parte de uno y otro sexo, qué debe pensarse a propósito de la mens‐ truación materna y del impuro humor masculino, que también se expulsa de manera natural a lo largo de casi toda la vida.716 A ese respecto se mostrarán absurdamente meticulosos. ¿Y por qué no ha de creerse que también perece la sangre humana derramada, cuando tampoco el humor ni la sangre con capacidad de engendrar, al igual que un aborto, se devuelven en el momento de la resurrección a ninguno de los progenitores, si es que puede ser calificado de progenitor aquel del que sale un líquido repulsivo o un feto inanimado? Pero no son éstos los que nos aseguran que es ver‐ dadera la sangre del Señor que es guardada por algunos a modo de reliquia, como tú mismo dices, y que, en consecuencia, esa sangre no fue recibida de nuevo por el cuerpo del Señor en el momento de la resurrección, como, en efecto, no lo fue. De ahí que el insigne y 711
Phil 2,5. Eph 4,13. 713 Act 9,15. 714 Rom 12,3. 715 Cfr. Act 17,22. 716 Braulio se refiere a que esos pensadores excesivamente meticulosos discuten en qué medida un feto abortivo está compuesto de sangre menstrual y de semen masculino. 712
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 667
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
667
bienaventurado presbítero Jerónimo y otros autores nos hayan trans‐ mitido que hubo quienes vieron en Jerusalén la famosa columna im‐ pregnada717 y escribieron sobre ella. Debemos considerar esta noticia como una prueba de la pasión del Señor y no desconfiar de este tes‐ timonio piadoso, pues así lo encontramos expuesto por la pluma de nuestros mayores. Además, en aquel tiempo pudieron ocurrir muchas otras cosas que no están recogidas por escrito. Por ejemplo, a propósito de los lienzos y el sudario con los que se envolvió el cuerpo del Señor,718 se lee que fueron hallados, pero no se lee que se hayan conservado, (p. 160) y, ciertamente, no creo que los apóstoles no hubiesen conser‐ vado por negligencia algunas reliquias de ese período para los tiem‐ pos futuros. Y podrían añadirse otros ejemplos semejantes. No obstante, no debemos permitir a los enemigos de la Iglesia ca‐ tólica que, aprovechando esta circunstancia, traten de atacar al casto y virginal hombre que fue Cristo con el veneno de sus falsedades o con sus injurias. Quizás la santísima sangre, tras ser raspada de la citada columna por los fieles, se dispersó por todo el orbe gozando del honor propio de las reliquias, lo que, por mi parte, creería fácil‐ mente, de modo que se haya conservado en poder de los príncipes de las Iglesias transmitida de una generación a otra. Ciertamente, no veo cómo puede resultar dudosa a los cristianos la noticia de un hecho tan grande. Y por añadir aún algunos comentarios, se cree que quizás el sudor del Señor que el relato evangélico cuenta que goteó como sangre719 fue recogido por los discípulos con el mayor cuidado o, ciertamente, cuando el cuerpo del Señor fue atravesado por la lanza y manó san‐ gre mezclada con agua,720 que se ha conservado con el honor propio de las reliquias gracias a la solicitud de alguien. Pero me extraña que 717 Esta columna en la que se habría atado a Jesús en el momento en que se lo golpeó con las varas no se cita en el Nuevo Testamento. La noticia se lee en Jerónimo de Estridón, Epistulae, 108,9,4. 718 Cfr. Ioh 20,7. Contra lo que podría parecer, Juan es el único que menciona el sudario. En los otros Evangelios se citan simplemente los lienzos. 719 Cfr. Luc 22,44. 720 Cfr. Ioh 19,34.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 668
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
668
esto pueda ser aceptado por alguien, pues ha podido comprobarse después la incertidumbre que experimentaron los discípulos incluso durante la pasión y que sólo Juan estuvo presente junto a la cruz del Señor acompañando a las mujeres.721 Éste, no obstante, cuando es‐ cribió su Evangelio, no relató que ni él ni ningún otro hiciese nada semejante. Dejó testimonio de lo ocurrido722 y ofreció el testimonio fidedigno de que el cuerpo de Cristo fue atravesado por una lanza y que manó de él sangre mezclada con agua, pero no conservó el re‐ cuerdo de que esa sangre fue recogida por alguien. Ciertamente, si alguien defiende que en ese pasaje donde Juan dice:723 Y muchos otros prodigios llevó a cabo Jesús que no han sido reco‐ gidos por escrito en este libro, éste se refirió también a esa sangre, debe convencernos, si es capaz de ello, de que ese suceso fue también un prodigio, lo que me parece sumamente difícil que pueda hacer, pues, en caso de que no sostenga esta afirmación con la autoridad de las Escrituras, resultará dudosa y será tenida por una creencia piadosa, como tú mismo dices,724 pero incierta, siendo así que la esposa de la Verdad725 no sólo admite en su verdad lo que es piadoso, sino que también admite en su piedad lo que es verdadero, y siendo así que lo que es piadoso sólo es firme cuando no resulta dudoso al ser con‐ frontado con la verdad. Que afirme algo así quien pueda hacerlo, por mi parte, confieso que yo ignoro en qué medida es verdadero. Así pues, si nos olvidamos de todo esto y lo dejamos a juicio del lector, puesto que en cualquier caso no afecta a la fe en la resurrec‐ ción, mi opinión es que no debemos rechazar una interpretación fruto de una investigación más adecuada ni ir en contra de la auto‐ ridad de la multitud de testimonios que afirman que en las iglesias catedrales se guardan reliquias de ese tipo (lo que, no obstante, no está atestiguado que haya ocurrido en mi iglesia en tiempos de nin‐ 721
Cfr. Ioh 19,25‐26. Cfr. Ioh 21,24. 723 Ioh 20,30. 724 Es una referencia, probablemente, a la expresión «pia... religio» con la que comienza el fragmento conservado de la carta de Tajón a Braulio. 725 Es decir, la Iglesia. Braulio quiere decir que la Iglesia no admite como una verdad absoluta cualquier creencia piadosa, pues su piedad busca al mismo tiempo la verdad. La Verdad, naturalmente, es Jesucristo, cfr. Ioh 14,6. 722
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 669
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
669
gún obispo), y que es mejor dudar de lo que está oculto que discutir acerca de lo que resulta incierto.726 Pero volvamos a lo que es verda‐ dero y seguro, a lo que no puede ser motivo de duda o de discusión para ningún cristiano que sea auténticamente católico, esto es, que, por medio de la eucaristía, el pan y el vino ofrecidos a Dios son para nosotros el cuerpo verdadero y la sangre verdadera de Cristo según las propias palabras del Señor y las Sagradas Escrituras inspiradas por el Espíritu Santo,727 ofrenda que es realizada a diario en el altar del Señor en nombre de la Iglesia católica por el verdadero pontífice según el orden de Melquisedec,728 pontífice que es Cristo Jesús, (p. 162) y que se hace en un sentido místico729 y con una indescriptible par‐ quedad de palabras, pues la gracia superabundante sobrepasa todas las cosas. Espero, queridísimo hermano, que te resulte suficiente que te haya escrito esto en unas pocas palabras según se me ha ido ocu‐ rriendo y en el escaso tiempo de que he dispuesto. Si bien no he po‐ dido responder a tu gran interés como habría sido digno que lo hiciese, en cualquier caso, me he sometido a tus deseos con tanta aplicación como mis ocupaciones me han permitido.730 Por lo demás, te suplico con toda mi alma que las oraciones de tu beatitud me en‐ comienden a Dios. Y una sola cosa más te pido, que necesito prácticamente por de‐ lante de todo lo demás y que había pasado por alto en esta carta (y que, así, Cristo haga prosperar la marcha de todos tus proyectos): que me envíes con rapidez para hacer una copia los desconocidos731 726 Agustín de Hipona, De Genesi ad litteram, 8,5 (p. 237,16‐17). Fuente no señalada hasta la fecha. 727 Cfr. I Cor 11,27. 728 Cfr. Hebr 6,20. 729 Se adopta aquí la traducción de Riesco Terrero, que es inmejorable. 730 Seguimos la lectura de Miguel Franco «ut occupatio siuit», frente al texto de Riesco Terrero «ut occupatio non siuit» (lín. 145). 731 Seguimos la lectura «inexpositos» de la edición de esta carta de José MADOZ, Epistolario de S. Braulio de Zaragoza. Edición crítica según el códice 22 del Archivo Capitular de León, con una introducción histórica y comentario, Madrid, CSIC, 1941, p. 184, lín. 158 (Biblioteca de Antiguos Escritores Cristianos Españoles, 1), aceptada por Miguel Franco (p. 123, lín. 156‐157), contra la variante «in expositos» de Riesco Terrero (lín. 150).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 670
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
670
códices del santo papa Gregorio que hasta ahora no se encontraban en Hispania y que han sido traídos desde Roma merced a tu aplica‐ ción y a tus esfuerzos. Ciertamente, no soy el único en hacerte una petición semejante, también te la hace mi señor y hermano, que tanto te ama.732 Y, por ello, nos darás satisfacción a los dos con que prestes esos códices a uno solo de nosotros, y nos desairarás a ambos con que desdeñes también a uno solo. Que tu caridad me crea con toda confianza: te devolveré los códices en el plazo que fijes. Pretendía que me saliese una carta de pequeña extensión, pero, mientras me dejaba llevar por las inquietudes que por aquí y por allá me susurraban al oído, ni he podido mantener la brevedad que de‐ seaba, ni tampoco dictar todo aquello que aún me perturba. Sigue disfrutando de salud en el Señor, queridísimo hermano, tú que entre los miembros de Cristo eres alguien digno de ser abrazado con deferencia. [107] Tajón de Zaragoza, Carta a Eugenio II de Toledo733 (p. 355)
A mi reverendísimo y venerable señor Eugenio, obispo de la ciudad de Toledo, Tajón, obispo de Cesaraugusta, el último siervo de los siervos de Dios. Con una disposición muy adecuada y de todo punto necesaria, aquel que carece de los recursos de su propia fuerza solicita la asis‐ tencia de otro más firme y dirige de buen grado los pasos de su cuerpo hasta donde es empujado por la diestra de quien es más robusto a fin de poder alcanzar, al menos, la meta deseada con el auxilio de quien es más vigoroso, antes que detenerse extenuado 732
Sin duda, Frunimiano. Edición: J. VARELA RODRÍGUEZ, «¿Una edición “tajoniana”?», pp. 355‐360, que presenta un detallado aparato crítico, un minucioso estudio de las fuentes, y pe‐ queños cambios con respecto a la edición de Díaz y Díaz, en general, poco signifi‐ cativos, pero que nos han llevado finalmente a decidirnos por ella. Deben mencionarse, además, la edición de Friedrich VOLLMER, Fl. Merobaudis reliquiae, Blos‐ sii Aemilii Drancontii Carmina, Eugenii Toletani episcopi Carmina et Epistulae cum ap‐ pendicula Carminum spuriorum, Berlin, Apud Weidmannos, 1905, pp. 287‐290 (Monumenta Germaniae Historica. Auctores Antiquissimi, 14); y, sobre todo, la de Manuel Cecilio DÍAZ Y DÍAZ, Libros y librerías en la Rioja altomedieval, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 19912, pp. 342‐346 (Biblioteca de Temas Riojanos). 733
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 671
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
671
en mitad de su camino. Así también yo, mi venerable señor, aun‐ que débil en mi espíritu, sostenido, sin embargo, por tus oraciones, me he atrevido a emprender una ardua empresa, como si iniciase la ascensión de una montaña elevadísima que muestra en toda su extensión, como si se tratase de un gran paraíso, terrenos cubiertos de altos bosques, relucientes de flores, verdeantes de hojas, ador‐ nados de frutos, resplandecientes también por la hermosura de sus lirios, rojeantes por el rubor de sus rosas, rutilantes por las flo‐ res de sus purpúreas violetas y, la mayor parte de ellos, refulgentes por las tonalidades del azafrán,734 unos terrenos que nunca se verán marchitos, sino que se mantendrán verdes con una perpetua lozanía, dispuestos de acuerdo con un arte maravilloso y ajustados a los trazos rectos de las líneas que los delimitan, y que propor‐ cionan735 un placer tan grande a los que aman unas tierras como ésas736 que no sólo llenan de dulzura los sentidos externos de sus cuerpos, sino que también reconfortan los repliegues ocultos de sus corazones. Al contemplar yo un espectáculo semejante con gran atención y ver que muchos se saciaban de los diversos ban‐ quetes que allí se ofrecían, movido por un deseo irrefrenable, como un niño salido de un grupo de muchachos famélicos y lle‐ vado por el impulso de su hambre, acercándome lentamente hasta la puerta de ese paraíso (p. 356) y entrando en él como un explorador temerario, mientras dejaba vagar mi mirada por esos terrenos her‐ mosísimos y variados y me sentía embargado por una extraordi‐ naria admiración, jugando como acostumbran a hacerlo los niños pequeños, he reunido algunas flores entre las ramas y, apoderán‐ dome de ellas con mano ávida, las he cortado. Al incluir rápidamente este relato inicial elaborado con ciertas imágenes y en un estilo algo cuidado, pero con palabras sencillas,
734 Aquí, por semejanza con las construcciones precedentes de este mismo pa‐ saje, se esperaría el genitivo «crocei» (Díaz y Díaz) más que el adjetivo «croceis» (Varela Rodríguez). 735 Cambia aquí Tajón el género de los participios concertados, pasando del neutro que exige el sustantivo «spatia» (lín. 10) a la forma «subministrantes». 736 La expresión latina «tantam subministrantes amantibus gratiam» (lín. 16) no está exenta de dificultad y de hecho Vollmer corrigió en su edición «amantibus» en «examinantibus» («a los que los contemplan»).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 672
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
672
abro la puerta, por así decirlo, de mi cerrada boca con el único pro‐ pósito de presentar por medio de ciertas comparaciones al comienzo mismo de mi escrito la gran excelencia de un varón incomparable, esto es, el bienaventurado papa Gregorio, y dar a conocer de algún modo, no a los instruidos, sino a los ignorantes, la magnitud de la sabiduría con la que ilustró a la santa Iglesia con una luz radiante. Habría deseado, ciertamente, estar ahora a tu lado a fin de que, tal y como está escrito:737 Pregunta a tu padre y te informará, a tus mayores, y te explicarán, yo tomase de tu prudente boca una expresión apropiada que pudiese poner al inicio de esta obra, como si fuese una tela ela‐ borada, por así decirlo, con un tejido de palabras, o, ciertamente, a fin de que yo cogiese de la diestra mano de tu corazón, como si se tratase de la construcción de un gran edificio, unas piedras lisas y cuadradas que cargase sobre mis propios hombros, pues el hermano que ayuda a su hermano será tan celebrado como una ciudad fortificada.738 Sin duda, la lógica de la razón requiere que lo que sigue quede unido a lo precedente por una cadena de una gran solidez, mientras el espíritu equitativo expone todo ello haciendo uso en uno y otro caso739 de la exactitud que le es propia740 y, siguiendo el camino de la verdad, alcanza felizmente el fin propuesto. Y, por esta razón, lo que hemos referido un poco antes mediante comparaciones, lo ex‐ presaremos ahora con palabras más claras. En efecto, el justísimo discurso que sigue se ocupa brevemente de las obras del santísimo varón ya citado y he creído que sería adecuado ofrecer, en primer lugar, alguna información sobre su santa vida. Vimos, sí, vimos en Roma a nuestro admirado Gregorio, pero no con los ojos del cuerpo, sino con la mirada (p. 357) del espíritu. Lo vimos no sólo en sus secre‐ 737
Deut 32,7. Prou 18,19. 739 Es decir, tanto en el caso de lo que va exponiendo, como en el caso de lo que expondrá más adelante. 740 Sin duda, la expresión «rectitudinem sui prolata» es una construcción absoluta, mezcla de acusativo y ablativo absoluto. Del participio «prolata» parece depender la construcción preposicional «in utrumque», mientras que el verbo principal «pandat» se usa de un modo absoluto. Llama la atención asimismo el uso del pronombre posesivo «sui» en género masculino referido a la «aequitas», pero podría explicarse quizás porque Tajón tiene en la cabeza que «aequitas» es sinónimo en su frase de «uir aequus». 738
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 673
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
673
tarios, sino también en los allegados que con el servicio de sus cuer‐ pos le habían prestado deferente y fielmente su asistencia. Tras co‐ nocer gracias al relato de éstos muchas de las virtudes de aquel varón, voy a exponer741 rápidamente algunas de ellas. Fue, en fin, por la gracia de Cristo, de una total probidad de costumbres, sereno de espíritu y de rostro, bondadoso de corazón, puro de conciencia,742 moderado en sus costumbres, refulgente en su castidad,743 lleno de caridad, distinguido por su compasión, insigne por su paciencia, in‐ comparable por su modestia, de una singular abstinencia, amante de la hospitalidad, acogedor de peregrinos, generoso en sus limos‐ nas, un extraordinario dispensador de las riquezas eclesiásticas, ape‐ gado a la amistad, liberador de oprimidos, consolador de atribulados, de agudo ingenio, juicioso en su consejo, brillante en su forma de expresarse, diserto por su elocuencia, distinguido por su prudencia, rico en sabiduría, abundante en doctrina, un admirable comentarista de las Sagradas Escrituras, un agudísimo escrutador de los misterios ocultos, un magnífico defensor de la fe católica, un firme campeón frente a los herejes, alguien que se erigía con toda su autoridad frente a los soberbios y se ponía con total devoción al ser‐ vicio de los humildes. En efecto, estuvo tan adornado de las cuatro virtudes del alma, esto es, prudencia, templanza, fortaleza y justicia, que era considerado no un hombre, sino un ángel en medio de los hombres. ¿Qué persona, en fin, de nuestro tiempo diserta por su elo‐ cuencia,744 distinguida por su prudencia y repleta de sabiduría po‐ dría exaltar al bienaventurado Gregorio con los apropiados elogios? A mi entender, ni siquiera los más eminentes entre los filósofos que dio la elocuencia de Grecia y Roma, esto es, Sócrates y Platón, Cice‐ rón y Varrón, si hubiesen vivido en nuestros tiempos, habrían po‐ dido expresarse en unos términos dignos de los méritos de aquél. Pero, para que no se juzgue que me sirvo de unos elogios propios de un panegírico, tras exponer muchas de aquellas virtudes suyas 741 La forma «retexeam» debe interpretarse, sin duda, como un futuro imperfecto de indicativo por la forma esperable «retexam». 742 Cfr. I Tim 3,9; II Tim 1,3. 743 Expresión tomada probablemente de un poema de Eugenio II de Toledo, Carmina, 21,6. 744 Se repite aquí (lín. 63‐64) la misma expresión empleada unas líneas más arriba (lín. 57).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 674
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
674
de las que he oído hablar, dedico ahora los recursos de mi lengua a sus obras escritas, que son unos discursos llenos de hermosura.745 Así pues, cuando durante mi estancia en Roma buscaba cual mi‐ nucioso investigador los volúmenes de aquél que faltaban en las His‐ panias, copiaba con mi propia mano los que iba encontrando (p. 358) y la dulzura tan grande de sus palabras confortaba mi espíritu con un indescriptible deleite, encontré746 entre esas obras, las más importan‐ tes de todas y sin comparación con las de cualquier otro, un tratado de especial relevancia.747 En efecto, cuando se aplicó a exponer en un comentario la historia del bienaventurado Job bajo una triple pers‐ pectiva, esto es, histórica, mística y moral, a recorrer mediante una exposición semejante la primera y la última parte del libro del profeta Ezequiel y a mostrar con una explicación serena las profundidades de tan grandes misterios, alejando, así, la nube de la ignorancia, des‐ veló prácticamente los secretos de todo el Nuevo y el Antiguo Testa‐ mento. Y748 ocurrió que por este motivo el pan que descendió del cielo749 se sació de los dulces y utilísimos frutos de ese fidelísimo varón. Pero, como debido a la prolijidad de esos volúmenes, cuando se busca el comentario de un pasaje cualquiera, es necesaria una búsqueda no pequeña y llena de incertidumbre por casi toda la obra de aquél y a menudo el interés de un espíritu ardiente se enfría, he querido llevar a cabo un grandísimo trabajo y superar la dificultad que siempre uno sospechaba que iba a encontrarse. Y, en consecuencia, he recorrido todos los volúmenes que comprenden esos libros y, con la ayuda de Cristo Jesús, que hizo salir la alabanza de la boca de los niños y los lactantes750 y liberó las lenguas de los mudos de las ataduras del si‐ lencio,751 haciendo uso de la pluma, he agrupado organizados en orden los pasajes tomados, prácticamente, de todas las Sagradas Es‐ 745
Gen 49,21. Paterio, Liber testimoniorum ueteris Testamenti, prol. lín. 5‐12 (= col. 683A). 747 Seguimos en este pasaje la edición de Díaz y Díaz (lín. 73‐74) frente al texto propuesto por Varela Rodríguez, lín. 74‐75, de acuerdo con el cual debe entenderse: «encontré en esos mismos manuscritos un tratado de especial relevancia e impor‐ tantísimo, sin comparación con el de ningún otro». 748 Paterio, Liber testimoniorum ueteris Testamenti, prol. 25‐28 (= col. 684A). 749 Ioh 6,59. 750 Cfr. Ps 8,3. 751 Sin duda, es un eco de Marc 7,35. 746
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 675
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
675
crituras que se recogen por escrito en esas obras, aducidos a fin de probar o explicar cada una de las materias tratadas,752 y ello con ob‐ jeto de que, siempre que un estudioso busque en los citados volúme‐ nes el comentario de un pasaje bíblico cualquiera, acudiendo a los resúmenes que he elaborado, con una consulta de sencilla solución encuentre rápidamente lo que desea y evitar así que, fatigado por una prolija lectura, no encuentre con facilidad lo que busca. Ciertamente, creo que el lector de esta obra debe ser advertido de ello a fin de que tenga presente con vigilante atención que la mayor parte de los capítulos de los pasajes bíblicos situados en diversos lu‐ gares en los citados volúmenes, según hemos señalado más arriba, presentados tal y como fueron encontrados, han sido dispuestos por mí en orden. Así pues, los capítulos que aquél tuvo a bien estudiar en partes anteriores y posteriores de su obra y comentó una y otra vez en diversos lugares con distintas palabras, pero con un mismo sentido, recapitulando su exposición inicial, algunos de ellos yo los he unido cuidadosamente a los pasajes precedentes según requería el orden de los temas tratados, (p. 359) pero los restantes los he elimi‐ nado a fin de que los comentarios que siguen se asienten bien sobre los precedentes y que estos comentarios que siguen estén adecuada‐ mente enlazados con los precedentes. En efecto, si todos ellos, una vez organizados en orden, se incluyesen a lo largo de la exposición de esta obra, sin duda, la magnitud de los volúmenes resultantes ex‐ cedería la medida de la brevedad753 y las repeticiones provocarían el hastío en el ánimo del lector, que se disgustaría por las recapitulacio‐ nes.754 Con gran esfuerzo he reunido755 los contenidos de estos ma‐ teriales en seis libros, esto es, cuatro dedicados al Antiguo Testamento 752 Se entiende este pasaje con la puntuación: «continebantur conscripta,» (lín. 88 Varela Rodríguez y Díaz y Díaz), en la idea de que el participio «conscripta» es un predicativo del sujeto de la oración subordinada de relativo organizada en torno al verbo «continebantur». 753 Pasaje inspirado probablemente por Jerónimo de Estridón, Commentarii in Isaiam, 10,35,3/10, lín. 25‐27. 754 En la traducción se transforma la construcción original latina, en la que Tajón hace uso de un nominativo absoluto (lín. 106): «sui recapitulatione lectoris animus offendens». 755 Tajón se sirve en varias ocasiones de una perífrasis formada por el verbo «curo, ‐are» y un infinitivo, aquí «explere curaui» (lín. 110).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 676
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
676
y otros dos al Nuevo Testamento, todos ellos dispuestos en orden, al tiempo que han sido dejados de lado aquellos libros bíblicos a los que este mismo autor, el más santísimo de los hombres, dedicó un co‐ mentario ordenado. He reunido, además, los prefacios de este mismo autor que se ajustan a estos volúmenes y los he incluido al comienzo de los libros a fin de que él mismo, que por la generosa gracia de Cristo puso a nuestra disposición frutos abundantes con sus múlti‐ ples servicios, se preceda a sí mismo con sus propias palabras. He querido, además, enviar a vuestra prudencia estos códices que con tan laboriosa aplicación he reunido y ello con el deseo de someterlos a vuestra consideración. En caso de que vuestra inteligentísima con‐ sulta descubra en ellos algunos pasajes dispuestos de forma confusa, que no lo atribuya a una negligencia, sino que lo entienda como algo inevitable, pues, al lanzarme a navegar, por así decirlo, por este in‐ menso mar como un navegante solitario sobre una pequeña barca, he atravesado el espacio de esta extensísima llanura marítima enfren‐ tándome a grandes dificultades y finalmente he podido alcanzar el ansiado reposo de la costa gracias a que Cristo ha sido mi timonel. He aquí, oh el más prudentísimo de los varones, que, llevado por el afán de exponer con detalle todas mis intenciones, he sobrepasado la medida de la brevedad y, como dice un doctísimo varón, cuando trataba de hacer un cántaro girando la rueda del alfarero, mi mano ha hecho un ánfora.756 Y, así, hete aquí que, cuando me había pro‐ puesto escribir una breve página, mi indocta mano ha compuesto un pequeño libro. En consecuencia, tanto a ti, el más venerable de todos los hombres, como a todos aquellos a los que no disguste la lectura de esta obra, os ruego (p. 360) que os dignéis colocar estos hu‐ mildes libros en el gazofilacio del templo del Señor a semejanza de dos pequeñas monedas757 y que no desdeñéis suplicar a su miseri‐ cordia con persistente aplicación en favor del perdón de mis faltas a fin de que, liberado de los fuegos eternos, merezca disfrutar758 de los goces sempiternos. Adiós, mi reverendo y venerabilísimo señor.
756 757 758
Jerónimo de Estridón, Epistulae, 107,3,1. Cfr. Luc 21,1‐2. En latín Tajón se sirve de un verbo deponente con sentido pasivo (lín. 129).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 677
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
677
[108] Tajón de Zaragoza, Carta‐prefacio de las Sentencias dirigida a Quírico de Barcelona759 (1) Al venerable señor y varón reverendísimo, el obispo Quírico, Tajón, indigno obispo de la ciudad de Cesaraugusta, de segundo nombre Samuel. Teniendo presente vuestra afectuosísima petición y nuestra de‐ votísima promesa, he querido enviar a vuestra santidad el texto de esta modesta obra organizada en títulos ordenados de sentencias con objeto de que, así como estamos unidos por el vínculo de un mismo y santo amor, así también compartamos merecidamente el fruto de este trabajo y su lectura. Ciertamente, la lógica de la razón requiere que, en primer lugar y con cuanta brevedad pueda, exponga ante vuestros oídos los pormenores de sus orígenes o, más bien, de las calamidades de sus orígenes, esto es, en qué circunstancias fue rea‐ lizada y en medio de qué crítica situación fue iniciada y escrita, y así, finalmente, el discurso de mi relato pueda ocuparse de otras cuestiones. (2) Recuerda perfectamente vuestra beatitud aquella época en la que la sinuosa serpiente con su boca pestífera había esparcido en los espíritus de algunas personas la perniciosa zizaña de sus semillas y con un engaño falaz había hecho que los pasos de unos espíritus de‐ pravados se apartasen del sendero del camino recto. En ese mo‐ mento, Froya, un hombre pestífero y de depravada mente, tras declararse rey y lograr el apoyo de unos perversos cómplices de su crimen, urdió una malvada maquinación contra el ortodoxo príncipe 759 Edición: Julia AGUILAR MIQUEL, «Epistula ad Quiricum Barcinonensem antistitem y Epigramma operis subsequentis de Tajón de Zaragoza. Estudio, edición crítica y traducción», Euphrosyne, n. s. 46 (2018), pp. 181‐204, en las pp. 197‐200. Se mantiene la distribución en parágrafos de la edición de Manuel RISCO, España Sa‐ grada, vol. 31, Madrid, Imprenta de D. Antonio de Sancha, 1776, pp. 171‐174 (= PL 80,727‐730), que toma el texto de Jean MABILLON, Veterum Analectorum Tomus II, Luteciae Parisiorum, Apud Ludovicum Billaine, 1676, pp. 68‐74, sin apenas modi‐ ficaciones. Hay una traducción de J. AGUILAR MIQUEL, «Epistula ad Quiricum Barcinonensem», pp. 201‐203; y dos traducciones parciales, obra de L. A. GARCÍA MORENO, «La época visigoda», pp. 185‐186; y Miguel Ángel Rodríguez Horrilo en Gabriel SOPEÑA GENZOR (ed.), Aragón antiguo: fuentes para su estudio, Zaragoza, Universidad de Zaragoza, 2013, pp. 828‐829 (Ciencias sociales, 93).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 678
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
678
y gran servidor de Dios Recesvinto y con arrogante empeño se puso en marcha para luchar contra una patria cristiana. Y así, por causa de este crimen el salvaje pueblo760 de los vascones, saliendo de los montes Pirineos, atacó761 la tierra patria de Iberia, asolándola con todo tipo de devastaciones. ¡Ay, qué dolor! La magnitud de la cala‐ midad suprime el deseo de hablar de ella. Pero, en fin, debemos em‐ prender aquello que teme nuestro discurso. Ciertamente, se derramó la sangre inocente762 de muchos cristianos. Unos fueron abatidos me‐ diante degollamientos, algunos otros con lanzas y la mayor parte con diversos tipos de armas arrojadizas. Una innumerable multitud de cautivos fue apresada, inmensas riquezas fueron sustraídas. La funesta guerra afectó a los templos de Dios: los santos altares fueron destruidos, un gran número de miembros del ministerio sacerdotal fueron víctimas de las espadas y los cadáveres insepultos de muchos de los muertos quedaron a merced de los perros y las aves, hasta el punto de que no sin razón puede considerarse apropiado aplicar a esa calamidad los términos del salmo septuagésimo octavo.763 (3) Nosotros, mientras a causa de estas circunstancias nos prote‐ gía el cerco de los muros levantados en derredor de la ciudad de Ce‐ saraugusta y aguardábamos la llegada del citado príncipe, implorando vivamente la misericordia del Señor todopoderoso, su‐ plicábamos a Éste que no permitiese en modo alguno que fuese co‐ locado sobre nuestros cuellos el yugo de un poder tiránico y que pusiese cuanto antes a disposición de nuestro piadosísimo príncipe el auxilio de su diestra frente a tan impiísimo enemigo de la patria. Y el Señor escuchó rápidamente las oraciones de los pobres y la ple‐ garia de nuestro misericordiosísimo príncipe. Y así, tras enviar desde el cielo a un firmísimo defensor, socorre a éste con el auxilio de su omnipotencia y condena, por el contrario, al caudillo de esa tiránica sedición con una ruina repentina, concediendo al primero la palma de una gran victoria y llevando sobre el segundo la ignominia de una muerte atrocísima. Dios lo destruyó con su diestra, lo expulsó 760 761 762 763
Cfr. Juvenco, Euangeliorum libri IV, 3,365. Uso de «crassatur» por «grassatur». Cfr. Deut 19,10; Prou 6,17. Cfr. Ps 78,1‐3.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 679
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
679
de su tabernáculo y arrancó su raíz de la tierra de los vivos,764 de modo que podemos cantar con propiedad en honor del Señor:765 Tu diestra, Señor, ha golpeado al enemigo y con la magnitud de tu poder has contenido a nuestros adversarios. (4) Así pues, en medio del torbellino de la citada tempestad, aun‐ que era imposible entregarse a cualquier tarea durante varios días seguidos debido a los peligros que nos amenazaban por todas partes y no existía tampoco la posibilidad ni la libertad de desplazarse a ningún sitio o de cultivar campo alguno, pese a todo, dedicamos al desarrollo de trabajos espirituales la tranquilidad de las noches y, reuniendo unos capítulos escogidos de sentencias de los santos vo‐ lúmenes del bienaventurado papa romano Gregorio, con la ayuda del Señor los distribuimos en cinco libros, incluidos en el contenido de un solo códice, y en medio de aquellos amargos días reunimos entre lágrimas unos platos llenos de dulces alimentos, recordando el testimonio del salmista que dice:766 Quienes siembran llorando, co‐ secharán alegres. Avanzaban caminando y lloraban mientras esparcían sus semillas, y, al regresar, regresarán colmados de gozo cargando con sus ga‐ villas. Y así, tomando como inicio la trinidad de la esencia inmutable del Señor todopoderoso, el origen del mundo y la creación del hom‐ bre, a fuerza de entrelazar, por así decirlo, con esmero los hilos de una larguísima cuerda, pero distinguiendo la sucesión de estos hilos mediante la inclusión por escrito de los títulos de las sentencias, como hemos dicho, con el auxilio de la gracia de Cristo, con el talento que pudimos y la brevedad de que fuimos capaces, abarcamos hasta el fin de los tiempos. Pero, como en las obras de ese mismo bien‐ aventurado papa no pudimos encontrar los contenidos correspon‐ dientes a algunos títulos, a fin de completar nuestro trabajo, decidimos tomar unos pocos materiales de los libros del bienaven‐ turado obispo Agustín y, así, esparcimos sobre unos manjares de dulcísimo sabor unas bellísimas y aromáticas flores de fragantes per‐ fumes para que el espíritu del lector aplicado, mientras se alimenta de la mezcla de estas dos enseñanzas, se convierta en un gran cono‐ 764 765 766
Cfr. Ps 51,7. Ex 15,5‐6. Ps 125,6.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 680
680
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
cedor de ambas. En consecuencia, este libro que comienza con la cre‐ ación misma del primer hombre y se presenta organizado de acuerdo con un orden racional es de utilidad a los ciudadanos de Je‐ rusalén y de Babilonia, esto es, a los elegidos y a los réprobos, a los entregados tanto a las virtudes como a los vicios. En efecto, Jerusalén significa «visión de la paz» y Babilonia «confusión».767 Ciertamente, quiénes se dirigen por los caminos de este mundo hacia la visión de la paz y quiénes hacia la ignominia de la confusión, el lector juicioso podrá advertirlo con una sencillísima reflexión. En efecto, nadie entre los cristianos prudentes duda que el terrible Juez celeste, cuando venga, dirá a los santos:768 Venid, benditos de mi Padre, contem‐ plad el reino que ha sido dispuesto para vosotros desde el origen del mundo, y dirá, por el contrario, a los réprobos:769 Apartaos de mí, malditos, y dirigíos al fuego eterno que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles. Y éstos avanzarán camino del suplicio eterno y los justos, camino de la vida eterna. He aquí a qué confines llegan al final de sus días las gentes de estas dos ciudades, de modo que los unos disfrutan de los goces de las recompensas eternas en compañía de los ángeles bienaventu‐ rados, mientras que los otros son consumidos por las llamas de los suplicios eternos en compañía del diablo y los ángeles de éste. (5) Así pues, que ni el lector delicado, que se aburre de leer mucho, ni tampoco, ciertamente, el lector aplicado que quizás ama leer, pero no puede tener un gran número de volúmenes, desdeñen el esfuerzo de nuestro trabajo, ni se demoren en recorrer con su lec‐ tura el texto de esta modesta obra que puede sujetarse con una sola mano. Ciertamente, en ella encontrarán en qué han de perseverar con tenacidad y de qué han de esforzarse por apartarse cuanto antes a fin de alcanzar a reunirse con la asamblea de los ciudadanos celes‐ tiales y disfrutar de las recompensas de los bienes eternos merced a la generosidad de Cristo, nuestro Señor. Asimismo, tanto a ti, mi ve‐ nerable señor, como a todos aquellos ungidos con el agua del santí‐ simo bautismo a los que agrade la lectura de esta obra, por la unidad 767 Las posibles fuentes son Agustín de Hipona, Enarrationes in Psalmos, 64,2, lín. 2‐3; ibid., 136,1, lín. 10‐12; y Cesáreo de Arlés, Sermones, 186,2. 768 Matth 25,34. 769 Matth 25,41 + 25,46.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 681
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
681
de la santa Iglesia católica que se une con su esposo Cristo, nuestro Señor, en la santidad de la fe,770 os suplico que no rehuséis suplicar a la piedad divina en favor del perdón de la muchedumbre de mis faltas a fin de que me vea libre de los suplicios de los fuegos de los infiernos y merezca gozar en las mansiones celestiales de los bienes eternos, aunque sea en una modesta medida.771 [109] Quírico de Barcelona, Carta al obispo Tajón en respuesta a la precedente772 Respuesta del obispo Quírico al obispo Tajón. (1) Al reverendísimo señor obispo Tajón, a quien nos une un mismo sentimiento y un especial afecto, vuestro humilde siervo Quí‐ rico. He aquí, oh el más bienaventurado de los hombres, que merced a la inspiración del Espíritu Santo, con la que con un talento fruc‐ tuoso te has aplicado a trabajar en esta obra, el fruto que me habéis enviado de vuestro trabajo muestra a todos los que se examinen a sí mismos de forma patente y manifiesta de qué modo pueden evitarse las tentaciones de todos los vicios a fin de no caer en ellos o también cómo, después de haber caído, uno puede sobreponerse a ellos773 y de qué modo se puede aspirar a los dones de las virtudes, sin que, no obstante, uno se ensoberbezca por ellos. En efecto, por medio de vos la gracia del Espíritu Santo ha apartado a muchos de la lujuria, a muchos los ha alejado de la ira, a otros también los ha liberado de la altivez de la soberbia, en algunos ha suprimido el vicio de la gula, a otros, ciertamente, los ha liberado de la concupiscencia de la codi‐ cia y, para resumir, en todos ha inculcado de forma espontánea la 770
Posible recuerdo de Orígenes, Commentarium in Canticum canticorum, prol.
2,46. 771 El final de esta misiva es muy parecido al de la carta de Tajón a Eugenio II de Toledo (pp. 359‐360 Varela Rodríguez). 772 Edición: J. MABILLON, Veterum, pp. 76‐78. Otra edición de M. RISCO, España Sagrada, vol. 31, pp. 174‐175 (= PL 80,729‐730), que toma el texto de Mabillon. Hay una traducción al catalán en A. PLADEVALL, J. FÀBREGAS, J. AMENGUAL, Escrits de bisbes catalans, pp. 251‐252. 773 Cfr. Gregorio Magno, Homiliae in Euangelia, 2,33,8, lín. 258.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 682
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
682
idea de que debe despreciarse todo lo mudable y pasajero e ir en pos de lo que es firme y eterno,774 haciendo uso de toda la capacidad de nuestra agudeza. Por el fruto de esta obra te da, en primer lugar, inmensas gracias la Iglesia católica, nuestra madre común, y después de ella tanto yo mismo como aquellos que son semejantes a mí y han estado dur‐ miendo en medio de la oscuridad de la noche sometidos a los estí‐ mulos que incitan a los vicios, pues finalmente, dejando atrás las tinieblas, hemos alcanzado a ver la luz,775 damos muchas e infinitas gracias al Señor, en primer lugar, por cuya inspiración llevasteis esta obra a efecto, y después os damos gracias a vos. ¡Oh verdadera sal de la tierra776 por la que son condimentadas nuestras entrañas para que no se dejen atraer por los engaños de este mundo!777 ¡Oh luz puesta sobre el candelero de la Iglesia,778 que, resplandeciendo con la llama de la verdad, merced a tu refulgente discurso iluminas a muchos, disipando la oscura nube del pecado! Ciertamente, se os pueden aplicar aquellas palabras que dijo cierto hombre sabio:779 He aquí que has instruido a muchos y tus manos han sostenido a los titubean‐ tes. Así pues, que el Señor como premio por vuestra aplicación en esta obra otorgue a vuestra santa alma el perdón de todos los peca‐ dos y, tras el transcurso de la vida presente, le conceda disfrutar de la compañía de todos los santos. En fin, yo me he mostrado poco diligente a la hora de enviaros este mismo códice vuestro, pues deseaba entregároslo en persona, al tiempo que manifestaros con mis palabras y mis lágrimas todo el agradecimiento de que fuese capaz. Por ello, dado que me he mos‐ trado poco servicial para con vos, os suplico que os dignéis disculpar piadosamente mi falta, que reconozco de buen grado. Ciertamente, también había pensado en enviaros este mismo códice por medio de mi servidor, pero como, invocando el nombre de Dios, me habéis 774 775 776 777 778 779
Agustín de Hipona, Soliloquia, 1,1,5 (p. 10,3‐4). Cfr. Gregorio Magno, Homiliae in Ezechielem prophetam, 2,8,22, lín. 606. Cfr. Matth 5,13. Paulino de Nola, Epistulae, 4,1. Cfr. Eccli 26,22; Matth 5,15; Marc 4,21; Luc 11,33. Iob 4,3‐4.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 683
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
683
instado a que os lo haga llegar sin demora alguna, os lo he enviado por medio del presente portador. Por lo demás, envío a mi señor unos saludos tan humildes como sinceros y llenos asimismo de amor en abundancia, y os ruego que con piadosa solicitud os dignéis su‐ plicar al Señor por vuestro siervo, lo que redundará en beneficio de vuestra Iglesia. Y espero que, asistido por vuestras oraciones, mos‐ traré en mí lo que Dios tenga a bien proveer. Fin.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 684
684
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
EUGENIO II DE TOLEDO780 EPISTVLA AD BRAVLIONEM CAESARAVGVSTANVM EP. (CPL 1230º: EPIST. 35) EPISTVLA PRAEFATORIA AD CHINDASVINTHVM REGEM DE LA RECENSIO EVGENII CARMINVM DRACONTII (CPL 1510º) EPISTVLA AD PROTASIVM TARRACONENSEM EP. (CPL 1237) BRAULIO DE ZARAGOZA EPISTVLA AD EVGENIVM II TOLETANVM EP. (CPL 1230: EPIST. 36) En contraste con el interés y valor de su producción poética, la breve producción epistolar de Eugenio (II) de Toledo tiene un interés limitado que sirve, en el mejor de los casos, para aproximarnos a su propia personalidad o a su capacidad literaria en un género distinto, donde es indudable que evidencia un manejo retórico eficaz. Sólo tres cartas nos permiten explotar esas cualidades y en ellas no en‐ contramos grandes respuestas a problemas históricos o teológicos de interés. La primera de las cartas está dirigida a Braulio de Zaragoza y evi‐ dencia, esencialmente, el respeto discipular que hacia el obispo cae‐ saraugustano siente quien en esos momentos está ocupando la primera cátedra del reino, como hace notar Braulio al inicio de su respuesta. Eugenio había convivido con Braulio durante más de dos décadas, parece probable que, de hecho, su marcha desde Toledo, a cuya iglesia pertenecía, hasta Zaragoza, quizás ya antes del 620, hu‐ biese estado motivada por la voluntad, propia o de su obispo, de for‐ marse en el entorno de la escuela monástica de santa Engracia, primero, y junto al propio Braulio, una vez que éste accedió al epis‐ copado. Algunas referencias, como la aludida al comentar la carta‐ prólogo a la vida de san Emiliano, evidencian que Eugenio no fue 780 Bibliografía: Justo FERNÁNDEZ ALONSO, La cura pastoral en la España romanovisigoda, Roma, Iglesia Nacional Española, 1955, pp. 111‐114 (Publicaciones del Instituto Español de Estudios Eclesiásticos. Sección: Monografías, 2); Juan Francisco RIVERA RECIO, «Los arzobispos de Toledo en el siglo VII», Anales Toledanos, 3 (1971), pp. 181‐217; Carmen CODOÑER, «The Poetry of Eugenius of Toledo», en Francis Cairns (ed.), Papers of the Liverpool Latin Seminar, vol. 3, Liverpool, F. Cairns, 1981, pp. 323‐342 (ARCA: Classical and medieval texts, papers, and monographs, 7); V. VALCÁRCEL, «¿Encargó Braulio»; Ruth MIGUEL FRANCO, «Braulio de Zaragoza, el rey Chindasvinto y Eugenio de Toledo: imagen y opinión en el Epistolarium de Braulio de Zaragoza», Emerita, 79 (2011), pp. 155‐176.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 685
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
685
sólo un estudiante junto al obispo, sino un estrecho colaborador. De hecho, cuando en el año 646 el rey reclamó a Eugenio II para que su‐ cediese a su homónimo predecesor en Toledo, Braulio hizo todo lo posible para evitarlo, suplicando incluso al rey aludiendo a su propia vejez, su utilidad, diciéndole que le arranca parte de su vida y ale‐ gando, en última instancia que de qué sirve arreglar una iglesia si deja otra en el abandono (Braulio, Epist. 31; ver también Epist. 33). Todo hace suponer que Braulio había pensado en Eugenio como su sucesor en la sede caesaraugustana. Dado el tono de esta primera epístola a Braulio, es probable que fuese escrita muy poco después de ocupar la sede toledana. Sus dudas parecen, desde la perspectiva de la legislación eclesiástica vi‐ gente, poco complicadas, pero es probable que se encontrase en un entorno hasta cierto punto hostil y que se sintiese inseguro. Parece que al llegar a la sede ha sido informado de que un presbítero de la iglesia toledana está ejerciendo las tareas de su grado, pero que en el momento de la ordenación, que habría sido impuesta por el rey, Eugenio I habría fingido que lo ordenaba cuando en realidad lo mal‐ decía. En el momento de su muerto se lo habría confesado a algunos de sus colaboradores. No sabe qué hacer, no sabe si los sacramentos impartidos por esa persona son válidos y si él tiene alguna culpa. De paso le plantea qué hacer cuando un diácono unge con el crisma o cuando un presbítero bautiza con un crisma que ha elaborado él mismo. La respuesta de Braulio es otro ejercicio retórico. Una muestra de humildad, una excusa por su ancianidad y un recuerdo a la especial relación que los une. Pero antes ha reconocido la primacía de Toledo y luego elogia las cualidades de Eugenio, así que, advierte, le mani‐ fiesta sus reflexiones, pero no le asegura que sean adecuadas. Es in‐ dudable que los diáconos transgresores deben ser castigados y que no es verdadero crisma el que no ha sido preparado por el obispo, está claro que ése es un problema menor y que en el mejor de los casos evidencia o bien ignorancia por parte del clero, un problema generalizado de todas las iglesias peninsulares, o un problema serio de indisciplina que su predecesor no habría atajado. El verdadero problema, el de la ordenación fraudulenta, lo resuelve con un ejer‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 686
686
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
cicio de diplomacia: el presbítero nunca ha sabido que su ordenación no fuese correcta; actuó en conciencia y ungió con el crisma entre‐ gado por el obispo. Su comportamiento y sus actos no son reprocha‐ bles. Como sería realmente complejo establecer la veracidad de la ordenación fraudulenta, le recomienda que sea discreto en cuanto a la difusión de la noticia, aunque deja en sus manos la decisión. De‐ trás del texto, parecen traslucirse algunos problemas de Eugenio cuando ha llegado a Toledo. Braulio lo excusa por haber dejado las cosas como las encontró y la duda de que pueda verificarse la acu‐ sación y que alguien, quizás un grupo de presbíteros, haya sido re‐ ceptor del secreto del obispo fallecido, parece reflejar (la retórica de Braulio apunta en este sentido) una indudable pugna de facciones en la iglesia toledana que justificaría la intervención directa del rey y la elección de un candidato alejado de Toledo desde hace casi treinta años. Es posible que este presbítero ordenado fraudulenta‐ mente sea el diácono Lucidio, que según Ildefonso de Toledo (De uiris illustribus, Praef. lín. 49‐52), habría arrancado a Eugenio I por medios violentos su nombramiento como presbítero y, apoyándose en sus amistades seculares, habría usurpado ciertos predios de la iglesia toledana. De ser así, resulta claro que la versión que ha lle‐ gado a Ildefonso difiere en cuanto al desarrollo de los acontecimien‐ tos y ha dejado fuera la injerencia del rey, así como la buena voluntad del presbítero. El valor documental de la epístola a Chindasvinto, enviada como prefacio de la recensión de los poemas de Draconcio, además de evi‐ denciar el interés que el autor africano del siglo V despertaba en el momento, estriba en ser un precioso testimonio de una práctica que no siempre puede ser constatada: la confesión por parte de Eugenio de su intervención en la obra misma. Anota cómo ha suprimido lo superfluo, ha corregido lo dañado, variado aquello que estaba repe‐ tido en exceso y completado lo fragmentario; de hecho al final del libro primero del De laudibus Dei ha añadido un poema de propia creación (35 versos), pues, al elogiar la creación del mundo, el poeta africano habría ignorado el séptimo día. Además, después de la carta introductoria, incorporó otros 25 versos como prefacio métrico. La carta podría ponerse en relación con la Epist. 38 del propio Braulio,
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 687
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
687
quien, al enviar al rey Recesvinto una carta excusando la tardanza en enviarle la copia de una obra no especificada, le da cuenta de que la misma está llena de añadidos, eliminaciones y correcciones. Por último, el texto dirigido a Protasio de Tarragona, más allá de la demostración de su capacidad para el elogio retórico, es la con‐ testación a una petición de éste a la que responde que escribirá una misa y unos sermones en honor de san Hipólito. Aunque rechaza es‐ cribir una misa votiva, porque cree que otros más capacitados han escrito algunas composiciones excelentes. El texto parece evidenciar que Eugenio era demandado para este tipo de composiciones, que algunos creen que ya habría producido en su larga estancia en Za‐ ragoza. [PCD] [110] Eugenio II de Toledo, Carta a Braulio de Zaragoza781 (p. 140)
Súplica: A mi señor y en verdad señor mío, el obispo Brau‐ lio, Eugenio, vuestro humilde siervo. Dos sucesos se han producido en tu iglesia por los que mi alma se ha entristecido profundamente y mi inteligencia no sabe en modo alguno qué medidas debería tomar, a menos que vuestro consejo me las ofrezca. Tenemos noticia de cierto hermano que, sin haber recibido el grado del presbiterado, desempeña el ministerio de presbítero. Y a fin de que conozcáis todo el asunto con exactitud, os doy cuenta de todos los hechos en detalle. Ese mismo hermano fue causa de graví‐ simos problemas para mi señor Eugenio. Éste, al rogarle el rey que ordenase a aquél como presbítero, como no pudo oponerse a la orden del príncipe, decidió recurrir a este subterfugio: condujo a 781 Edición: L. RIESCO TERRERO, Epistolario, epist. 35, p. 140 (con traducción en las páginas impares). Otras ediciones de Paulo F. ALBERTO, Eugenii Toletani opera omnia, Turnhout, Brepols, 2005, pp. 399‐400 (CC SL, 114); y Ruth Miguel Franco en R. MIGUEL FRANCO, J. C. MARTÍN‐IGLESIAS, Braulionis Caesaraugustani, pp. 85‐86 (epist. 23 de esta edición). Hay traducción española de R. MIGUEL FRANCO, Braulio, pp. 138‐ 139; e inglesa de C. W. BARLOW, Iberian Fathers, vol. 2, pp. 77‐78.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 688
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
688
aquél ante el altar, pero no impuso su mano sobre él, sino que, mien‐ tras los clérigos cantaban «En un elevado trono», en lugar de darle su bendición, echó sobre él una maldición,782 como el propio Euge‐ nio confesó a continuación a unas personas honorables y que le eran muy queridas, haciéndoles prometer que, mientras él viviese, guar‐ darían esto en secreto. Qué medidas prescribe vuestra prudencia que se tomen en este asunto, házmelo saber enviándome tus instruccio‐ nes con prontitud. En efecto, ignoro si esta persona puede ser consi‐ derada un verdadero presbítero o si aquellos que han sido bautizados por él y ungidos con el crisma pueden recibir en justicia el nombre de cristianos. Resuélveme esta consulta sobre la que tengo tantas dudas y que, así, también Cristo suelte las ataduras de vues‐ tras culpas, si es que alguna tenéis. Asimismo, hemos sabido que en algunos lugares los diáconos ungen con el crisma e ignoro qué debemos hacer en relación con aquellos que han sido ungidos por ellos. ¿Debe ser repetida la unción con el santo crisma o no debe ser repetida?, y ¿debe considerarse como una verdadera unción lo que quizás empujó a cometer la te‐ meridad o perpetró la ignorancia? Qué conducta conviene que yo siga en este asunto ruego a vuestra piedad que me lo dé a conocer. Una vez expuestas estas dos consultas, se me presenta, además, una tercera. Algunos presbíteros, contra lo establecido por los cáno‐ nes y la prohibición expresa de éstos, se atreven a signar a los bau‐ tizados con un crisma que ellos mismos preparan para su propio uso, si es que ese preparado puede recibir el nombre de crisma. Con‐ fieso que ignoro qué remedio puede aplicarse a los que han sido un‐ gidos de ese modo y qué medidas deben adoptarse respecto a los citados presbíteros para que se enmienden. Te suplico que me ilustres sobre estos asuntos, pues tú, que res‐ plandeces con una luz especialmente brillante de sabiduría divina y te entregas a diario al estudio de la ley sagrada,783 persigues con ahínco las secretas intrigas de los corazones ennegrecidos, las des‐ cubres con sagacidad y les pones fin con agudeza. Por el contrario, 782 783
Cfr. Gen 27,12. Sin duda, la Biblia.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 689
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
689
aunque en mi persona corrió un pequeño hilo de sabiduría, debido a las desdichas y a las numerosas tempestades de inquietudes que se han abatido sobre mí, se ha secado hasta tal punto que ni siquiera deja escapar ya una diminuta gota. En consecuencia, en nombre de Aquel por cuyos dones eres un hombre feliz y por cuyas enseñanzas eres un hombre instruido y docto, te imploro que rápidamente me des a conocer los santos preceptos de tu boca en relación con estos asuntos. [111] Braulio de Zaragoza, Epistolario, Carta nº 36: Carta a Eugenio II de Toledo784 (p. 142)
A mi señor Eugenio, primado de los obispos y unido a mí por un vínculo singular, Braulio, siervo inútil785 de los santos de Dios. Aun cuando no me rodeasen todo tipo de inquietudes de inmensa gravedad, aun cuando no me envolviese la maldad del mundo con sus tempestades, en fin, aun cuando se acallase el estrépito de aque‐ llos especialmente envidiosos que ladran contra mí y no me aterrase la soledad en medio de la cual me encuentro merecidamente aban‐ donado, ni siquiera así me resultaría sencillo responder, como me ruegas, a vuestras preguntas, que me resultan desconocidas y nove‐ dosas, pues lo excepcional perturba el espíritu786 y ni siquiera lo que ha sido previsto con antelación y meditado durante largo tiempo tiene una respuesta sencilla. Entiendo, no obstante, que la prudencia de tu inteligencia quiere probar en mi persona que787 nada de ello me supone un obstáculo y quiere mostrar en mi persona la pericia que a otros falta. Me doy cuenta de que tu intención es buena, mas no desconozco mis limitaciones. En efecto, ¿qué hay en mí, por poco 784 Edición: L. RIESCO TERRERO, Epistolario, pp. 142‐146 (con traducción en las páginas impares). Hay otra edición de Ruth Miguel Franco en R. MIGUEL FRANCO, J. C. MARTÍN‐IGLESIAS, Braulionis Caesaraugustani, pp. 87‐92 (epist. 24 de esta edición). Hay traducción española en R. MIGUEL FRANCO, Braulio, pp. 140‐143; e inglesa de C. W. BARLOW, Iberian Fathers, vol. 2, pp. 78‐83. 785 Cfr. Luc 17,10. 786 Virgilio, Aeneis, 1,515. 787 Entendemos este «quod» (lín. 10) como una partícula explicativa de «illut» (lín. 9), no como un pronombre relativo, que es la interpretación habitual.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 690
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
690
que sea, que tanto me exaltas con los elogios de tu docta voz788 que fuerzas a una persona lenta y casi ya anciana a que, olvidándose de su propia situación, trate de alcanzar una alta cima y que empujas a una persona ya de edad avanzada, si bien ojalá que no de otra época, a ocuparse de unas cuestiones en las que la ignorancia es perniciosa y la sabiduría temeraria? Sin embargo, puesto que el único maestro y el doctor celestial, el que instruye al hombre con verdadera ciencia, dice:789 Sin mí nada podéis, pero conmigo todo lo podréis, y puesto que el profeta dice también:790 El Señor pondrá las palabras en su boca, y también:791 Abre tu boca y yo la llenaré, en atención a tu ruego, a mi deber de obediencia, a la esperanza de la promesa divina, a que, en fin, nada es imposible para quien tiene fe,792 trataré de explicarme en la medida en que pueda y tenga a bien asistirme Aquel que rige su Iglesia, si es que soy capaz de encontrar algo que decir, y te ex‐ pondré, señor mío, una serie de consideraciones acordes con la razón. Con ese discernimiento en el que abundas, con esa agudeza que te caracteriza, con esa formación por la que tanto te distingues a ti corresponderá, entre aquellas reflexiones que voy a ofrecerte, aprobar las rectas y corregir las erradas, olvidar las inapropiadas y aplicar las apropiadas. Así pues, pasemos ya a ocuparnos de los asuntos en cuestión. Dices en tu carta que en tu iglesia han acontecido dos sucesos por los que estás lleno de tristeza en tu alma y que tu inteligencia no sabe en modo alguno qué medidas deberías tomar. En efecto, uno de ellos tiene que ver con cierto hermano a propósito del cual escribes que ejerce el ministerio del presbiterado sin haber alcanzado el grado de presbítero. Y con objeto de exponer el asunto desde el principio cuentas que fue causa de gravísimos problemas para vuestro prede‐ cesor, quien, al rogarle el rey que ordenase a aquél como presbítero, como no pudo oponerse a la orden del príncipe, para servirme de vuestras propias palabras, decidió recurrir a este subterfugio: con‐ 788 789
Jerónimo de Estridón, Epistulae, 58,1,1. Parece una mezcla de dos pasajes distintos de las Escrituras: Ioh 15,5 y Phil
4,13. 790 791 792
Ps 67,12. Ps 80,11. Cfr. Marc 9,22.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 691
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
691
dujo a aquél ante el altar, pero no impuso su mano sobre él, sino que, mientras los clérigos cantaban «En un elevado trono», en lugar de darle su bendición, echó sobre él una maldición,793 como vuestro propio predecesor confesó a continuación a unas personas (p. 144) ho‐ norables y que le eran muy queridas, haciéndoles prometer que, mientras él viviese, guardarían esto en secreto. Tienes a bien consultarme sobre las medidas que deben tomarse en este asunto, pues decís que ignoráis si el aludido puede ser con‐ siderado un verdadero presbítero o si aquellos que han sido ungidos por él con el crisma pueden recibir en justicia el nombre de cristia‐ nos. A continuación, ruegas a mi ignorante persona que te resuelva esta consulta. Ésta es tu primera pregunta. Si bien una multitud de causas me impiden darle una respuesta satisfactoria, como te he señalado, todas ellas pueden reducirse a una sola: que el que se encuentra ro‐ deado de tinieblas no puede mostrar el camino al que ve. Pero, cier‐ tamente, puesto que me ruegas que te diga lo que opino al respecto, debe tenerse presente si la persona que se dice que fue objeto de una maldición desempeñó el ministerio de presbítero en los tiempos de aquel que lo maldijo, mientras éste aún vivía, y no recibió ninguna orden en contra de ello por parte de ése mismo, si bautizó, si ungió con el crisma, si celebró la eucaristía y si aquel que era consciente de haberlo maldecido permitió que éste hiciese todo eso. No me parece a mí que éste sea culpable en modo alguno, sino, más bien, aquel que, recurriendo a un engaño censurable, hizo una cosa y simuló otra. Y por este motivo, en mi opinión, aquel cuya actuación dio ori‐ gen a tan gran abominación deberá responder por su falta.794 Por el contrario, vuestra santidad se verá libre de esta culpa, pues habéis permitido que todos y cada uno permanezcan en aquella situación en la que los habéis encontrado.795 Y no veo ninguna razón por la que el aludido no deba ser considerado un verdadero presbítero, si aquel que no quiso que éste fuese presbítero lo proclamó presbítero,
793 794 795
Cfr. Gen 27,12. Cfr. Gal 6,5. Cfr. I Cor 7,20.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 692
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
692
ni tampoco veo ninguna razón por la que no deban recibir el nombre de cristianos los ungidos por ese bálsamo sagrado, pues, aunque aquél es una persona indigna, sin embargo, éstos han sido ungidos con el verdadero crisma. Conoce perfectamente tu prudencia que fue establecido en los cánones antiguos que un presbítero no debe atreverse a ungir con el crisma, prescripción que sabemos que hasta ahora han observado tanto Oriente como toda Italia. Pero después se decidió que los presbíteros podían ungir con el crisma, mas con un crisma bendecido por los obispos con objeto de que, cuando sig‐ nan al pueblo de Dios con la santa unción, no parezca que esto es privilegio de los presbíteros, sino de los obispos, por cuya bendición y permiso llevan aquéllos a cabo las labores de este tipo, como si éstas se hiciesen directamente por la mano del obispo. Y si esto es así, ¿por qué razón no han de ser considerados católicos también aquellos a los que éste, como si fuese la mano del obispo, aunque una mano insana, ungió con el crisma, puesto que, como he dicho, fueron ungidos con el sagrado y verdadero crisma, bendecido por el obispo, y con permiso de éste? Es manifiesto que el bautismo ad‐ ministrado en nombre de la Trinidad no debe iterarse, pero no se nos prohíbe ungir con el crisma a los herejes que encontramos pri‐ vados del verdadero crisma. Por lo demás, como ya he dicho, aquél ha ungido con el verdadero crisma y no me parece que lo que ha hecho sea inválido. Se añade a estas razones que aquel que le concedió permiso para todo ello nunca se opuso ni dudó en entregarle el crisma que él mismo había bendecido. Y, por este motivo, él obró lo que aquél llevó a cabo. En efecto, ¿qué diferencia hay en que esto se haya rea‐ lizado con hipocresía o con sinceridad?796 Puesto que se ha llevado a cabo en el seno de la Iglesia católica, no es necesario que se repita. Y, ciertamente, aquellos que tras la muerte de vuestro predecesor cuentan que éste les reveló lo indicado, mejor harán en guardarse este relato para la otra vida. (p. 146) En efecto, ahora que aquél ha fa‐ llecido, ¿quién podrá contradecirlos o echar por tierra sus acusacio‐ nes? En cualquier caso, no es oportuno que vos divulguéis lo que 796
Cfr. Phil 1,18.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 693
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
693
vuestro predecesor no quiso divulgar, acordándoos de esta senten‐ cia:797 No queráis juzgar nada antes de tiempo, y también:798 Lo que es manifiesto, a nosotros corresponde; lo oculto, a Dios. He aquí la opinión de mi ignorante persona. De acuerdo con las limitaciones de mi capacidad, te he expuesto todo esto sin afirmarlo ni rechazarlo de un modo tajante. Pasemos a las siguientes preguntas, si el planteamiento anterior no te disgusta. Me escribís asimismo también esto otro: que habéis descubierto que en algunos lugares los diáconos ungen con el crisma. No encuentro en esta cuestión nada que decir más allá de lo expuesto en la primera, excepto que la unción con el sagrado crisma debe mantenerse bajo tu autoridad y la bondad de los obispos y que aquellos que las realizaron, ya sea por ignorancia o por temeridad, deben sufrir en sus carnes un adecuado y riguroso castigo en forma de una pena concreta y de una penitencia pública de acuerdo con las normas de la ley eclesiástica y ser sancionados de este modo con objeto de que, después de servir de ejemplo a los demás, no se atre‐ van en modo alguno en lo sucesivo a llevar a cabo actos semejantes. Una vez expuestas con brevedad estas dos cuestiones, vuestra prudencia presenta un tercer asunto ante mi ignorante persona, es‐ cribiéndome a propósito de que algunos presbíteros se atreven a ungir a los bautizados con un crisma que ellos mismos preparan para su propio uso, si es que ese preparado puede recibir el nombre de crisma. Afirmo con rotundidad, tal y como tú sospechas adecua‐ damente, que no es un verdadero crisma aquel que no sólo parece que no ha sido consagrado por un obispo, sino que parece consa‐ grado por unos presbíteros temerarios contra lo establecido por los cánones y la prohibición expresa de éstos. En efecto, si nuestro Señor, el maestro celestial, nombró a los obispos sus representantes, lo que es establecido por ellos es establecido por el Espíritu Santo, de acuerdo con las palabras del apóstol,799 y si alguien desprecia sus preceptos, desprecia los preceptos de Cristo. En consecuencia, me 797 798 799
I Cor 4,5. Cfr. Deut 29,29. Cfr. Act 20,28.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 694
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
694
parece que deben ser signados de nuevo con el santo y verdadero crisma aquellos que han sido ungidos de forma irregular por los ci‐ tados presbíteros. Por lo demás, las medidas disciplinarias que deben aplicarse a esos temerarios quedan a vuestro arbitrio con tal de que, por un lado, la falta cometida sea corregida y, por otro, cada uno de esos temerarios sea reprendido. Corresponde ahora a vuestra sabiduría actuar con bondad frente a los ignorantes y castigar con severidad a los temerarios. Debido a la impericia de mi indocta lengua quise que el recorrido de mi carta fuese breve, pero, como dice el dicho que bien conoces, cuando yo trataba de hacer un cántaro, mi mano ha hecho un án‐ fora.800 Ahora ya te envío mis saludos y te suplico que en tus oraciones tengas presentes mis diarias dificultades y mis continuas tribulacio‐ nes. Te ruego asimismo en el nombre de Cristo que todos los argu‐ mentos que encuentres que en esta misiva han sido expuestos de un modo inapropiado o contra el criterio de la razón una carta tuya me los dé a conocer antes de que lleguen a manos de otros. En efecto, no he tenido mucho tiempo para pensar en ello ni suficiente tran‐ quilidad para dictarlo, y lo que he expuesto con mi lengua lo he es‐ crito por medio de la mano de otro y no se me ha presentado la oportunidad de revisarlo. [112] Eugenio II de Toledo, Carta‐prefacio de la recensión eugeniana de los poemas de Draconcio dirigida a Chindasvinto801 (p. 325) Al ínclito y glorioso señor del mundo Chindasvinto, excelso
príncipe y el más grande de los reyes, Eugenio, el humilde siervo de vuestros súbditos. Siguiendo las órdenes de vuestra clemencia, serenísimo príncipe, con mejor intención que capacidad, en la medida de la fragilidad de mi pobre inteligencia y con el vigor que Cristo, nuestro Señor, me 800 801
Jerónimo de Estridón, Epistulae, 107,3,1. Edición: P. F. ALBERTO, Eugenii Toletani opera, pp. 325‐326.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 695
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
695
ha concedido, he revisado los libros de cierto Draconcio que hasta este momento se encontraban llenos de numerosos errores, y lo he hecho guiándome por el principio de suprimir lo superfluo,802 com‐ pletar lo fragmentario, corregir lo dañado y variar lo repetido en ex‐ ceso. Ciertamente, es manifiesto que aquellos versos que he considerado que deben suprimirse de esta obra son confusos en su sentido e inelegantes en su expresión y su presencia en ella carece de toda razón. Además, no se encuentra en ellos nada que propor‐ cione deleite al espíritu del lector, si éste es docto, o contribuya a su instrucción, si es indocto. Y puesto que el citado autor pasó comple‐ tamente en silencio todo lo referente al séptimo día de la creación, me parecía que esta modesta obra quedaría imperfecta, si en este có‐ dice no se incluyese algo sobre este punto. Por ello, al final de este libro he reproducido un resumen de los primeros seis días en otros tantos versos que publiqué en el pasado, aunque elaborados en un estilo prosaico. A continuación, he añadido lo que me ha parecido que debía decirse a propósito del séptimo día y he puesto fin así a vuestra real encomienda, si no como yo hubiese querido, al menos como he podido hacerlo, implorando a la generosísima piedad de vuestra majestad que vuestra gloria se digne aceptar el modesto pre‐ sente de su fiel y humilde siervo y (p. 326) en la esperanza de que la retribución de mi labor me proporcione, pobre de mí, una gran dicha y de que se añada a ella la serena gracia de vuestro reconocimiento y vuestro favor. [113] Eugenio II de Toledo, Carta a Protasio, obispo de Tarragona803 (p. 406)
A mi señor el obispo Protasio, Eugenio.
Confieso haber leído con una enorme alegría la misiva de vuestra piedad, más dulce que el dulzor de una torta de miel, tras lo cual he elevado los votos de mis súplicas a nuestro Señor y Creador en favor del acrecentamiento de vuestra prosperidad. En efecto, ¿qué alma, 802 803
Remite el editor a Servio, Vita Vergilii, p. 153, lín. 4‐6. Edición: P. F. ALBERTO, Eugenii Toletani opera, pp. 406‐407.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 696
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
696
aunque carezca de sabiduría,804 no ha de amar el gran celo del amor que hay en ti, señor mío, cuando desde las alturas de tu elevada po‐ sición, desde las que te distingues y sobresales por encima de todos los demás, desciendes bondadosamente por propia iniciativa a llevar tu amor sobre los enfermos y los necesitados? Que el artífice de la paz sincera, el amante lleno de un puro afecto, Dios, el Hijo de Dios, Jesucristo, acreciente en vos las virtudes que os ha proporcionado y las conserve sin tacha a perpetuidad. En efecto, las palabras de vues‐ tra dignidad hasta tal punto nos incitan a amaros día tras día que, como tú mismo has dicho, no puede expresarse con palabras ni es‐ cribirse con negra tinta en qué gran medida la voz de un narrador devuelve incluso el ánimo.805 Me pregunto, ciertamente, y pienso a menudo en ello en mi interior, qué podría ofrecer en reciprocidad a vuestro honor por vuestra gran bondad, y como no alcanzo a encon‐ trar nada digno ni equivalente, me entrego a mí mismo y me consi‐ dero un presente de todo punto agradable, pues tengo la certeza de que soy extraordinariamente amado por vos. Creo, en efecto, que no ha de desagradar a vuestro espíritu, pues os entrego un presente que amáis. Ciertamente, en lo que se refiere a la exhortación que nos hacéis de que los recursos de nuestro pobre discurso se pongan al servicio de vuestros ruegos, os confieso con toda sinceridad que mi intención es poner a vuestro servicio no sólo mis palabras, sino también mi es‐ píritu, si es que por la gracia de vuestras oraciones mi vida merece el favor divino806 y mi lengua alcanza la elocuencia necesaria. En efecto, si bien existe en mí, como tú indicas, señor mío, un pequeño hilo de fuerza expresiva, un día tras otro desaparece y se seca, en unas ocasiones debido a la esterilidad de mis costumbres y en otras debido a los terraplenes de mis continuas dolencias. Si tengo salud merced a vuestras oraciones, de acuerdo con vuestro ruego y en la medida en que sea capaz, escribiré una misa y unos sermones en 804
La probable fuente es Agustín de Hipona, De ciuitate Dei, 11,10, lín. 66‐67. Se diría que Eugenio de Toledo, afectado por alguna enfermedad, ha recibido una carta consolatoria de Protasio. 806 Se refiere Eugenio a que escribirá lo que Protasio le solicita, siempre que merezca vivir más años, pues, debido a su enfermedad, en esos momentos se siente próximo a la muerte. 805
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 697
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
697
honor de san Hipólito. No he escrito una misa votiva debido a que en esta (p. 407) patria nuestra existen unas composiciones de un estilo tan sublime que yo no podría redactar nada semejante y considero absurdo, en consecuencia, escribir algo a propósito de una materia sobre la que recuerdo que otros mejores que yo ya han escrito. He aquí, piadosísimo señor, que la dulzura de vuestra gracia me ha vuelto verboso y atrevido, pero te ruego que perdones mi osadía, que no ha provocado la soberbia, sino que es fruto del amor. En efecto, si tuvieses a bien ponderar esto en el fiel de una balanza pre‐ cisa con una pesa de un contrapeso equivalente, verías, señor, que se inclinan hacia tu lado las faltas que encuentres que ha cometido tu humilde siervo, pues nunca me habría yo mostrado tan temerario a la hora de hablar contigo, si no te hubieses mostrado tú tan entre‐ gado a la hora de amarme. Así pues, cualquier culpa en la que yo haya podido incurrir o en la que de hecho he incurrido debéis im‐ putarla a vos mismo, pues tanto amas y tanto eres amado que haces desaparecer el lastre de la timidez y el temor.807 En efecto, está es‐ crito:808 No hay temor en el amor, antes bien, el amor perfecto expulsa lejos el temor. Por lo demás, te suplico especialmente que me asistas con el au‐ xilio de tus oraciones, mientras, pobre de mí, me veo zarandeado de un lado a otro entre los oleajes de las tentaciones. Que por ello me‐ rezcas disfrutar de la compañía de los bienaventurados.
807
Expresión probablemente inspirada por Agustín de Hipona, Sermo 1, lín. 9‐ 10 (fuente no señalada hasta ahora). Al mismo tiempo, todo el párrafo recuerda estrechamente un pasaje de una de las cartas de Braulio de Zaragoza a Isidoro de Sevilla, en concreto, la Epistula n.º 5, p. 72, lín. 103‐113. 808 I Ioh 4,18.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 698
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
698
FRUCTUOSO DE BRAGA809 EPISTVLA FRVCTVOSI AD BRAVLIONEM CAESARAVGVSTANVM EP. (CPL 1230º: EPIST. 43) EPISTOLA DOMNI FRVCTVOSI AD DOMNO RECESVINDO REGE (CPL 1274) BRAULIO DE ZARAGOZA EPISTVLA AD FRVCTVOSVM PRESBYTERVM (CPL 1230: EPIST. 44) Fructuoso de Braga fue monje, fundador de monasterios y luego obispo, entre 655 y 666 aproximadamente, de Dumio, primero, y de Dumio‐Braga, después. Su prestigio procede de esa tarea fundadora, que acompañó con la redacción de una regla de gran rigor, de la pro‐ yección alcanzada por sus fundaciones y de su papel como obispo y probable promotor de una sistematización de fundaciones de enorme originalidad que se asocian con otros textos monásticos, la Regula communis y el Pactum anexo, que sin ser obra de su mano sí parecen inspiradas por su influencia. Sin embargo, fuera de estas ini‐ ciativas reglares el alcance de su obra literaria es muy limitado y, en la mayoría de los casos, sometida a serias dudas de autoría. Las dos cartas que aquí se recogen son por lo tanto dos documentos excep‐ cionales. En la primera de ellas, dirigida a Braulio de Zaragoza, Fruc‐ tuoso se muestra humilde e inseguro en sus conocimientos escriturarios y profundo admirador de la obra de Braulio que era bastante mayor que él (Braulio le dice que podría ser su hijo por edad) y a cuya autoridad se somete. El texto tiene un interés limi‐ tado. Fructuoso, tras un largo preámbulo de elogios y adulación que Braulio se apresura a rechazar, pasa a exponer una serie de dudas que le han surgido tras leer a Jerónimo; no se trata de grandes pro‐ blemas exegéticos, apenas curiosidades o dudas de historia bíblica. 809
Bibliografía: Ángel Custodio VEGA, «Una carta auténtica de san Fructuoso», La Ciudad de Dios, 153 (1941), pp. 335‐344; Domingo M. GOMES DOS SANTOS, «Problemas e hipóteses na vida de S. Frutuoso», Bracara Augusta, 22 (1968), pp. 163‐ 192; Manuel Cecilio DÍAZ Y DÍAZ, «Fructuosiana», en Louis Holtz, Jean‐Claude Fredouille (eds.), De Tertullien aux Mozarabes. Mélanges offerts à Jacques Fontaine, vol. 2, Paris, Institut d’Études Augustiniennes, 1992, pp. 31‐40 (Études Augustiniennes. Série Moyen‐Âge et Temps Modernes, 26); Pablo C. DÍAZ MARTÍNEZ, «Confiscations in the Visigothic Reign of Toledo: A Political Instrument», en Pierfrancesco Porena, Yann Rivière (eds.), Expropiations et confiscations dans les royaumes barbares. Une ap‐ proche régionale, Rome, École Française de Rome, 2012, pp. 93‐112 (Collection de l’École Française de Rome, 470).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 699
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
699
Y aprovecha para solicitarle las Conlationes de Casiano, o al menos aquellas que no tiene, pues alguien le ha regalado siete de ellas, un par de relatos hagiográficos galos y la vida de san Emiliano escrita por el propio Braulio. En realidad, el mayor interés se encuentra en la respuesta de Braulio. No sólo porque, una vez más, Braulio evidencia su induda‐ ble erudición bíblica, su igualmente loable preparación lingüística y su conocimiento de la obra de Jerónimo y Agustín, sino porque es el único documento contemporáneo y no hagiográfico que nos apro‐ xima a la figura de Fructuoso en su etapa anterior al episcopado. En este sentido, resulta importante intentar precisar la cronología de los textos. Aunque se ha ubicado el intercambio de cartas a comienzos de la década del 650, cuando Fructuoso ya ha llevado a cabo la ma‐ yoría de sus fundaciones fuera de la región berciana, cuando ya ha regresado de su viaje hasta el extremo meridional de Hispania y se encontraría en el entorno bracarense, el tono de su carta y algunos detalles de la respuesta de Braulio invitarían a colocar ambos textos una década antes. Por una parte, la asimetría del tono de las cartas, la simplicidad misma de las preguntas de Fructuoso, el hecho de que se presente como un aprendiz en materia teológica no debe ser visto como una mera sumisión retórica. Da la sensación de que Fructuoso es realmente un neófito en temas religiosos, por más que fuese ya un presbítero, y el tratamiento pedagógico, el aliento para que per‐ severe en el estudio de las Escrituras, el augurio de grandes éxitos por sus esfuerzos, que el obispo de Zaragoza da en su respuesta, abundarían en esa misma dirección. Por otro lado, Fructuoso, apa‐ rentemente, ha aludido a la Vita sancti Aemiliani como un texto re‐ ciente y Braulio elogia la tarea fundadora de su interlocutor, «que ha poblado con monjes lo que era una vasta soledad», y su desprecio por el mundo que lo ha llevado a una vida de retiro, que desea que no abandone ni por vanagloria ni por el fervor popular, y que no se sienta despreciado por vivir en las tenebrosas tierras de Occidente —es la misma expresión utilizada por Fructuoso en su texto para re‐ ferirse a su lugar de habitación—. Cuando Fructuoso viaja hacia la Bética parece contar ya con una biblioteca numerosa, mientras que ahora le pide unos textos básicos para la instrucción de sus monas‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 700
700
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
terios. Probablemente, si esa experiencia extra‐berciana ya se hubiese producido, el texto de Braulio no la habría ignorado, especialmente porque ha hecho un compendio de elogios pormenorizado. Todo ello invita a pensar que el intercambio epistolar se habría producido tras las primeras fundaciones de Fructuoso que habrían supuesto la colonización monástica de los valles de El Bierzo. En el mismo sentido abundaría la advertencia que Braulio anota en su carta sobre los peligros del priscilianismo, que en su momento habría emponzoñado a figuras notables, donde incluye la noticia de que Orosio mismo habría caído en algún momento en el error, que no habría advertido hasta que fue corregido por Agustín; al tiempo que hace notar que aún circulan en la Gallaecia ejemplares de las Es‐ crituras corrompidos por el gran tergiversador Prisciliano. El con‐ trapunto pedagógico es hacer un elogio de los grandes hombres de Iglesia que ha engendrado la región. El contraste del tono empleado es evidente en la carta escrita por Fructuoso al rey Recesvinto. Redactada poco después de que éste sucediese como rey único a su padre en el 653, presenta un tono respetuoso pero firme, hasta el punto de ser consciente de que su in‐ sistencia pueda molestar al rey; una insistencia acorde con quien ha adquirido una gran seguridad en sí mismo, consciente de su cre‐ ciente prestigio, y ejerce una autoridad que, probablemente, es in‐ dependientemente de su posición jerárquica en el seno de la Iglesia visigoda, pues hasta dos años después no sería elegido obispo de Dumio. En esta carta, Fructuoso pedía al rey perdón para aquellos que estaban condenados desde la época de su padre, en realidad, parece que muchos arrastraban castigos, sea por infidelidades o con‐ juras, unas reales, otras quizás no tanto, desde el reinado de Chintila; unos estarían exiliados y otros presos. Alguna vez se ha planteado que Fructuoso podía estar mediando por algún conjurado de su en‐ torno, él mismo parece emparentado con la aristocracia goda, pero, aun sin descartar esa posibilidad, los intereses de Fructuoso parecen haberse tornado ya muy amplios para estas fechas y es posible que su objetivo fuera claramente político, producto de su preocupación por la deriva violenta que las pugnas en el entorno de la monarquía estaban alcanzando. La carta parece que se dirige simultáneamente
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 701
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
701
a los obispos reunidos en el VIII Concilio de Toledo en diciembre de ese mismo año, probablemente buscando una postura colectiva de los prelados en el sentido de apelar a la misericordia y la compasión del rey. Se trataba sin duda de una carta atrevida, pues Recesvinto fue poco receptivo a las intromisiones en su gobierno, especialmente por parte de la Iglesia, con la cual estuvo enfrentado durante la mayor parte de su reinado. [PCD] [114] Fructuoso de Braga, Carta a Braulio de Zaragoza810 (p. 162)
A mi señor,811 el obispo Braulio, el insignificante y siempre tuyo Fructuoso. Por las historias que narra el texto de las Sagradas Escrituras hemos aprendido qué grata resulta al hombre una buena noticia procedente de tierras lejanas.812 Y puesto que no hay una noticia mejor que deba‐ mos esperar que el amor a Cristo, que una profesión de fe sin tacha por parte de la Iglesia católica, así como el crecimiento de ésta, que la práctica de una vida sincera, una actuación fecunda y una enseñanza fiel por parte de los devotos de Dios y los sacerdotes de Cristo, nosotros confesamos, veneradísimo padre, que esto es lo que vehementemente deseamos y lo que ansiosamente anhelamos conocer.813 En medio del estridente oleaje de estas aguas espumeantes, de las corrientes del Océano y de la inquieta superficie marina, alimenta por sí sola las entrañas a menudo resecas de nuestro espíritu y, merced a
810 Edición: L. RIESCO TERRERO, Epistolario, epist. 43, pp. 162‐166 (con traducción en las páginas impares). Otra edición de R. Miguel Franco en R. MIGUEL FRANCO, J. C. MARTÍN‐IGLESIAS, Braulionis Caesaraugustani, pp. 114‐116 (epist. 36 de esta edición). Hay traducción española de R. MIGUEL FRANCO, Braulio, pp. 163‐165; e inglesa de C. W. BARLOW, Iberian Fathers, vol. 2, pp. 210‐212. 811 La expresión «meo proprio» (lín. 1) en latín no es más que un pleonasmo. 812 Cfr. Prou 25,25. 813 Riesco Terrero mantiene con acierto, la partícula «quia» que se lee en este pasaje en el único manuscrito de importancia del Epistolario de Braulio de Zaragoza (lín. 2: «et quia qualisue alius melior nuntius...»), pero es incomprensible a menos que se entienda que introduce una proposición subordinada causal que depende de la principal que comienza a partir de «hec nos desiderare ueementer...» (lín. 8‐9).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 702
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
702
la fecundidad de vuestros actos, deleita los oídos de nuestra humilde persona la noticia de que vuestra venerable enseñanza ennoblece sin cesar a vuestra querida Cesaraugusta y (p. 164) de que la vida de vuestra distinguida persona, que florece más cada día, se entrega al estudio de la ley divina con tanto empeño como constante y sincera es la re‐ putación de buenas obras que la rodea. Y, así, elevamos sin descanso nuestras alabanzas al Señor, nuestro rey y creador, por el hecho de que, cuando ya se aproxima el fin del mundo, te muestres como un obispo tan grande y excelso, tú que, lleno de méritos en tu vida y pro‐ visto del beneficio de la enseñanza, en todos los sentidos sigues los pasos de los apóstoles a fin de disfrutar de la inefable gloria de la pa‐ tria celestial en compañía de aquellos cuya vida intachable imitas en medio de la tempestad de este mundo. Tomando quizás una iniciativa temeraria, me permito saludar a vuestra piadosísima eminencia y os ruego que me reconfortéis con buenas noticias sobre vuestra salud, tal y como deseamos, y con una exposición de vuestras santas pala‐ bras. Acudiendo en persona ante vos como un mendigo, os suplico los pequeños restos de las sobras de las comidas de vuestra mesa814 y solicito al Padre espiritual, que posee abundantes tesoros llenos de riquezas celestiales, la dádiva, por así decirlo, de un insignificante ta‐ lento.815 Con objeto de conseguir esto, semejante a un importuno pe‐ digüeño, paso despierto toda la noche y, aunque de un modo inadecuado, pero insistente, confiado en la asistencia de los santos de Dios, por cuyo consuelo somos confortados, solicito tu asistencia, llamo a tu puerta816 y te ruego que instruyas a tu indigno y vilísimo siervo en aquello que ignoro, que me concedas lo que no tengo. Así pues, en primer lugar, te suplico, mi señor, que, puesto que estás repleto de las lecturas de los antiguos padres y de las enseñan‐ zas del Espíritu Santo, por medio de una carta breve y sencilla te dig‐ nes explicarme a mí, que soy tu leproso, tu nuevo Lázaro lleno de llagas,817 ciertas cosas que Jerónimo, el más santo y docto varón, el padre de la santidad y una persona de un renombre como el tuyo, 814 815 816 817
Cfr. Luc 16,20‐21. Cfr. Matth 25,15. Cfr. Luc 11, 5‐10. Cfr. Luc 16,20.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 703
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
703
se abstuvo de dilucidar. Que por ello el Señor te abra la entrada al reino celestial. ¿Cómo es que el citado varón atestigua que Matusalén vivió aún catorce años tras el diluvio? Si todo ser vivo que no entró en el arca murió con ocasión del cataclismo, ¿dónde estuvo para escapar de él este sobre el que te pregunto, pues no leemos que entrase en el arca con los demás?818 Y también deseo conocer de qué modo se explica aquello que aña‐ dió sobre Agar, diciendo que ésta, al huir de su señora, llevó sobre sus hombros al joven Ismael, que era ya grande.819 También provocó una duda820 semejante a propósito de Salomón en un pasaje sobre éste, pues, si se hace el cálculo del tiempo trans‐ currido y se tiene en consideración el número de los años pasados, se llega a la conclusión de que, según el texto de las Escrituras, aquél engendró a su hijo Roboam a la edad de once años, lo que, sin duda, es difícilmente posible que ocurriese.821 No con la falaz bonhomía que acostumbran a fingir algunos, sino con un puro y sincero amor hacia vuestra caridad y movido por el afán de conocer la verdad, os suplico que nos expliquéis todo esto a mí y a todos los que compar‐ ten mi cautiverio. No obstante, mi señor, os ruego especial y encarecidamente que, lle‐ vado por vuestra misericordia, (p. 166) iluminéis estos monasterios con las Colaciones822 de Casiano, pues no se pueden encontrar en esta re‐ gión en la que vivimos, que con vuestra habitual generosidad dispon‐ gáis que se hagan llegar a nuestra pobre persona las Vidas de los santos varones Honorato823 y Germán,824 así como vuestra novedosa Vida del 818 Los años de vida de Matusalén en Gen 5,25‐27. La fuente de estos pasajes es Jerónimo de Estridón, Epistulae, 36,10,3‐4. 819 El pasaje bíblico en Gen 21,1‐14. 820 Reproduce aquí Fructuoso el mismo término de Jerónimo de Estridón, Epistulae, 36,10,2. 821 El primer pasaje de la Biblia en que se cita a Roboam es para decir que sucedió a su padre Salomón en el trono de Israel, vid. III Reg 11,43. 822 Son las Conlationes (CPL 512) de Casiano. 823 Vita s. Honorati Arelatensis episcopi (CPL 501) de Hilario de Arlés. 824 Vita s. Germani Autissiodorensis episcopi (CPL 2105) de Constancio de Lyon.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 704
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
704
santísimo Emiliano,825 y que vos, que saciáis a otros asiduamente con la miel de vuestras palabras, no nos despreciéis a nosotros que nos ha‐ llamos lejos y oprimidos en estas tenebrosas tierras de Occidente. Obra de tal modo, piadosísimo padre, que, en justa correspondencia por esto, tu misericordia resplandezca a los ojos de Dios. Las siete Co‐ laciones que el recordado Casiano escribió para Joviniano, Minervio, Leoncio y Teodoro ya las tenemos aquí gracias a unos cristianos que nos las han regalado.826 Pero las diez restantes que aquél afirma haber redactado para los obispos Eladio y Leoncio,827 así como las otras siete destinadas a san Honorato y san Euquerio,828 no las tenemos.829 Te ro‐ gamos que, merced a tu generosidad, merezcamos disponer de éstas. Seguid disfrutando de salud en el Señor y acordaos de nosotros, venerable padre. Vuestros humildes siervos, nuestros compañeros de pobreza, al tiempo que os envían sus mejores saludos, solicitan a vuestra santa eminencia que no rechacéis la súplica de vuestro ín‐ fimo servidor, sino que, por el contrario, atendáis los ruegos que éste os hace implorante. Que los santos de Dios tengan siempre presente a vuestra excelencia. [115] Braulio de Zaragoza, Epistolario, Carta nº 44: Carta al presbítero Fructuoso830 (p. 166)
A mi señor e hijo, el presbítero Fructuoso, merecidamente eximio y el más bondadoso de los miembros de Cristo 831, Braulio, siervo inútil 832 de los siervos de Dios. 825
Vita s. Aemiliani (CPL 1231) de Braulio de Zaragoza. Son las Conlationes XVIII‐XXIV, dedicadas a cuatro abades de las Islas Hyères. 827 Leoncio de Fréjus y Eladio de Tarso. 828 Se trata de Honorato de Arlés y Euquerio de Lyon. 829 Las diez primeras son las Conlationes I‐X, las siete restantes son las Conlationes XI‐XVII. 830 Edición: L. RIESCO TERRERO, Epistolario, pp. 166‐182 (con traducción en las páginas impares). Se cita por las páginas de esta edición. Otra edición de Ruth Miguel Franco en R. MIGUEL FRANCO, J. C. MARTÍN‐IGLESIAS, Braulionis Caesaraugustani, pp. 117‐130 (epist. 37 de esta edición). Hay traducción española de R. MIGUEL FRANCO, Braulio, pp. 166‐174; e inglesa de C. W. BARLOW, Iberian Fathers, vol. 2, pp. 99‐112. 831 Cfr. I Cor 6,15; ibid. 12,27. 832 Cfr. Luc 17,10. 826
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 705
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
705
Ciertamente, debo presidir la causa que enfrenta a los elogios de tus alabanzas hacia mí con los merecimientos de mis propios actos como un juez justo, guiado por el dictamen de la razón, y, en lo que hace a la verdad,833 considerarme con rigor tal y como yo me siento por dentro y no tal y como desde fuera oigo que soy a aquellos otros que piensan de un modo diferente. En efecto, en general, únicamente por bondad sucede que un hombre de bien reparte entre los demás las bondades que toma del buen tesoro de su corazón834 y, sin duda, un dulce manantial no podrá dejar salir aguas amargas.835 Pero tam‐ bién sucede a menudo que la apreciación humana se equivoca y el malvado es considerado un hombre bueno y el bueno, un malvado. En este sentido, no debe temerse esa sentencia que dice:836 ¡Ay de aquellos que afirman que lo bueno es malo y que lo malo es bueno!, si uno se engaña por amor o, ciertamente, si en razón de su propia bondad uno considera bueno a un hombre malvado; antes bien, debe ser te‐ mida por aquellos a los que agraden más los vicios que las virtudes o, ciertamente, (p. 168) a los que desagraden más las virtudes que los vicios y, midiendo por la regla de esta perversidad, consideren mal‐ vado a un hombre bueno o bueno a uno malvado. Pero aquel que califica de bueno a un hombre a quien considera justo y del que ig‐ nora que es injusto no se equivoca en la doctrina de las cosas buenas y malas, sino en los secretos de las vidas humanas. En cualquier caso, yo sé, por mi parte, y debes saber que lo con‐ fieso con sinceridad, que no soy tal y como tú afirmas. Ciertamente, con toda lealtad te digo esto a ti, a quien entre los miembros de Cristo y por la gracia de Cristo abrazo en Cristo. Por el contrario, nuestra forma de vida no debe en modo alguno ser conocida por aquellos de quienes se dice:837 El aceite del pecador no ha de ungir mi 833
Lo entendemos como un acusativo de relación. El pasaje plantea problemas textuales y, a excepción de Riesco Terrero, todos los editores han propuesto diversas correcciones. Pero en puridad el texto latino, aunque difícil, se entiende de acuerdo con la interpretación propuesta, y no de acuerdo con la que se lee en Riesco Terrero (p. 167): «y juzgar críticamente la verdad tal como la siento interiormente y no como la oigo por fuera, juzgando cada cual a su modo». 834 Cfr. Matth 12, 35; Luc 6, 45. 835 Cfr. Iac 3, 11. 836 Is 5,20. 837 Ps 140,5.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 706
706
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
cabeza, a los que la propia adulación por medio del aceite no les ser‐ virá finalmente de nada838 y se encontrarán en medio de las vírgenes necias e imprudentes. ¿Qué utilidad tiene, en efecto, revelar nuestra conciencia a aquel de quien no podrá obtenerse un remedio para nuestras culpas? En consecuencia, debemos confesar nuestros peca‐ dos a aquellos en cuyas oraciones encontramos una ayuda o a aque‐ llos a quienes damos un ejemplo de conducta. Me censurará y corregirá, dicen las Escrituras,839 el justo con misericordia. También se dice a propósito de éstos:840 Confesaos el uno al otro vuestros pecados y orad unos por otros. Pero, como sería enojoso y tedioso darte a conocer mis infames costumbres y referírtelas en orden una por una, me con‐ tentaré con confesar a tu santísima alma que no soy tal y como tú me consideras, mas te suplico que reces para que Dios me convierta en esa persona por la que tú me tienes. Ciertamente, acaso dirás que, al alabarte, yo hago precisamente aquello que te prohíbo: «¿Por qué tú, que me prohíbes esto, lo haces, por tu parte?». Pero necesariamente actúo en favor de mi propio in‐ terés, cuando te devuelvo lo que te debo, pues el apóstol nos enseña que hemos de dar a todos lo que se les debe y no deber nada a nadie.841 En efecto, quizás no me engaño en lo que respecta a lo poco que hay en mí, pero me contengo a la hora de decir qué gran hombre me pareces y lo hago atendiendo a tu propia modestia. ¡Ojalá hicie‐ ses uso de ella y no dijeses nada en alabanza mía! He de alabar, sin duda, tu alma, pero en el Señor, en el que debe‐ mos alabar a los hombres rectos. De ahí que también dijese el sal‐ mista:842 En el caso de los hombres rectos es justa la alabanza, y:843 Mi alma se regocijará en el Señor. A Él pertenece todo lo bueno y de Él 838 Es un pasaje de difícil comprensión y que aquí se desarrolla un poco para que el lector lo entienda mejor. Braulio habla de los aduladores y se sirve de recuerdos bíblicos: los aduladores halagan ungiendo al adulado con aceite, pero no podrán engañar a Dios en el Juicio final y se encontrarán, por ello, entre las vírgenes necias que consumieron el aceite de sus lámparas antes de la llegada del esposo, según la parábola narrada en el Evangelio de Mateo, que es la fuente bíblica de trasfondo (Math. 25,1‐13). 839 Ps 140,5. 840 Iac 5,16. 841 Cfr. Rom 13,7‐8. 842 Ps 32,1. El sentido del pasaje en Braulio es diferente al del texto bíblico. 843 Ps 33,3.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 707
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
707
procede,844 y a Él damos las gracias asimismo por vuestro esfuerzo en pos del progreso espiritual. Y, por esa razón, cuanto más cons‐ ciente soy de que te refieres a mí con un espíritu sincero, tanto más me parece que siento sobre mí el peso de una deuda contraída con‐ tigo, de modo que escucha lo que ardo en decirte. ¡Dichoso tú, que, despreciando los asuntos de este mundo, has elegido los ocios santos! Comprendo tu ardor, tu espíritu, tu vigor y el brillo de tu luz, que refulge merced al Espíritu Santo, me regocijo de ello, lo amo y lo abrazo, y, víctima de una aridez espiritual nece‐ sitada de agua, deseo con todas mis fuerzas que influya ante Dios en favor de mis infamias y mis crímenes. ¡Dichoso aquel desierto y aquella vasta soledad que en otro tiempo tuvieron por compañeros a un gran número de bestias salvajes y están ahora repletos de habi‐ táculos de monjes reunidos por ti y que cantan alabanzas a Dios, todos ellos extranjeros al mundo y ciudadanos de Dios, cautivos en Babilonia y predestinados a Jerusalén! Ciertamente, os ensalzo en Cristo con mi alabanza a ti y a los tuyos, (p. 170) cuyo afán embellece el desierto, y no ese desierto precisamente que Jerónimo y Euquerio, los más doctos y eminentes entre los hombres, ya adornaron en el pasado con las maravillosas flores de sus palabras y pensamientos. Pero, a fin de resumir con brevedad un gran número de ideas, como si quisiese pintar el mundo entero en una pequeña tablilla, puesto que no dispongo de mucho tiempo, ni son grandes las cualidades de mi talento ni mi lengua es muy elocuente, te aplicaré el comienzo de un elogio escrito por un poeta pagano y sólo diré esto: ¡Oh vene‐ rable gloria de Hispania!.845 No pienses, te lo suplico, que caigo en el vicio de los halagadores o que desempeño el papel propio de un adulador, pero alguien como yo, cuyo deber es predicar la verdad, no debe callar la opinión que tiene de vos. Basta con que vuestra constancia persevere hasta el fin por medio de la paciencia. Por medio de ella se nos ordena que gobernemos nuestras almas,846 pues aquel que persevere hasta el fin se salvará.847 En efecto, el fin de la ley es 844 845 846 847
Cfr. Iac 1,17. Virgilio, Aeneis, 11,508. Cfr. Luc 21, 19. Matth 10, 22; ibid. 24,13.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 708
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
708
la caridad,848 la caridad, ciertamente, de acuerdo con Juan,849 es Dios, y Dios es Cristo, por el que todo debe hacerse,850 así como nada ha de hacerse por ningún otro motivo, y en el que el salmista851 vio el fin de todo lo perfecto, debido a lo cual también en algunos de los títu‐ los de los salmos se escribe Para el fin.852 Una vez que lleguemos junto a Él, no habrá nada más allá hacia lo que deba dirigirse la ca‐ rrera de los fieles, pues Él mismo dijo:853 Acudid a mi lado todos los que sufrís fatigas y andáis cargados, y yo haré que descanséis. Que vues‐ tro afán siga ardiendo tal y como ha hecho hasta ahora y que arroje mayores llamas en el Señor, pues, a menos que crezca, menguará, y, del mismo modo que una barca situada en medio del curso rapi‐ dísimo de un río, si no consigue avanzar río arriba, será arrastrado río abajo. Cuidaos, por lo demás, de la ponzoñosa doctrina de Prisciliano, que en otro tiempo vivió en esa región, una doctrina de la que sabe‐ mos que se infectaron Dictino854 y muchos otros, incluso el propio y bienaventurado Orosio, aunque después fue corregido por el bien‐ aventurado Agustín. En efecto, hasta tal punto corrompió incluso las Sagradas Escrituras llevado por el celo de su perversidad que to‐ davía en nuestros días encontramos muchas copias corrompidas por el error de ese mismo tergiversador. Y que ni la vanidad de la vanagloria ni el favor popular os desvíen de vuestro camino, pues este riesgo se presenta a los atletas de Dios al final de su combate. En él reside también la última prueba. Pero, con objeto de no prolongar este discurso epistolar más allá de lo debido, pasaré a ocuparme de las preguntas que me has plan‐ teado y, de acuerdo con las sentencias de nuestros mayores, te ex‐ pondré, según vaya acudiendo a mi espíritu, aquello que he leído 848
I Tim 1,5. I Ioh 4,8. 850 Hebr 2,10. 851 Cfr. Ps 118,96. 852 Por ejemplo, Ps 4,1; 5,1; 6,1; 8,1; etc. 853 Matth 11,28. 854 Aquí se utiliza la forma Dictino, a diferencia de la carta del papa León Magno a Toribio, en la que se encuentra el nombre de Dictinio. 849
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 709
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
709
al respecto, tal y como tú esperabas que hiciese. No obstante, resu‐ miré algunos puntos con mis propias palabras en aras de la breve‐ dad. Pues bien, con este preámbulo comienzas tu petición: «En primer lugar, dices, te suplico que por medio de una carta breve y sencilla te dignes explicarme de acuerdo con las lecturas de los padres de la Antigüedad ciertas cosas que Jerónimo, el más santo y docto de los hombres, el padre de la santidad y alguien de un renombre como el tuyo, se abstuvo de dilucidar».855 (p. 172) Ignoro por qué dices esto, pues ese santísimo varón expuso todo eso de forma manifiesta, a mi juicio, y ofreció una explicación de todo punto adecuada. En efecto, en el libro de las Controversias judías propuso la siguiente solución al respecto:856 «Es una controversia muy conocida y objeto de discusión por parte de todas las iglesias la noticia de que, de acuerdo con un cál‐ culo minucioso, Matusalén vivió aún catorce años después del di‐ luvio. En efecto, Matusalén engendró a Lamec cuando tenía 167 años857 y Lamec, a su vez, engendró a Noé cuando tenía 188 años858 y, así, en su conjunto los años de la vida de Matusalén suman 355 hasta el día del nacimiento de Noé. Por otro lado, el di‐ luvio ocurrió en el año sexcentésimo de la vida de Noé859 y, por esta razón, si se hace la suma entre una y otra cifra, se concluye que el diluvio ocurrió en el año noningentésimo quincuagésimo quinto de Matusalén. Y por otro lado, puesto que se dice que éste llegó a cumplir novecientos sesenta y nueve años, a nadie puede caber duda de que vivió aún catorce años tras el diluvio. ¿Y, en‐ tonces, cómo puede ser verdad que en el arca sólo se salvaron ocho almas?».860
855 Braulio resume, de hecho, el contenido de la carta de Fructuoso y, al hacerlo, cambia parcialmente el sentido del texto de su corresponsal. 856 Jerónimo de Estridón, Liber quaestionum Hebraicarum in Genesim, 5,25‐27. 857 Cfr. Gen 5,25. 858 Cfr. Gen 5,28‐29. 859 Cfr. Gen 7,6. 860 Cfr. I Petr 3,20.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 710
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
710
Hasta aquí el planteamiento, a partir de aquí la solución:861 «Pues bien, ocurre que, así como en muchos otros pasajes, tam‐ bién en éste existe un error en alguna cifra. En efecto, he visto que en los libros hebreos y en los de los samaritanos se escribe:862 Y vivió Matusalén ciento ochenta y siete años y engendró a Lamec. Y después de haber engendrado a Lamec, vivió Matusalén 782 años y engendró otros hijos e hijas. Y todos los días de Matusalén fueron un total de novecientos sesenta y nueve años y murió. Y vivió Lamec 182 años y engendró a Noé. Así pues, desde el día del nacimiento de Matusalén hasta el día del nacimiento de Noé transcurrieron 369 años. A éstos añade seiscientos años de Noé, pues en el sexcentésimo año de la vida de éste ocurrió el dilu‐ vio,863 y de ello se deduce que Matusalén murió a la edad de nove‐ cientos sesenta y nueve años el mismo año en que comenzó el diluvio». Y para que creas con mayor firmeza en la verdad de esta explica‐ ción, acude a la traducción del más santo de los varones864 y no ten‐ drás ninguna duda. Ciertamente, también san Agustín en el libro decimoquinto de La ciudad de Dios, cuando se ocupa de la discre‐ pancia de años que existe entre los códices hebreos y la traducción del hebreo de los Setenta, al final de su exposición sobre este mismo problema afirma entre otras cosas lo siguiente:865 «Todos los años de la vida de Matusalén suman novecientos se‐ senta y nueve». Y un poco más adelante:866 «Si se restan los nove‐ cientos cincuenta y cinco años transcurridos desde el nacimiento de Matusalén hasta el diluvio, quedan catorce años que se cree que éste vivió aún tras el diluvio. Debido a ello, algunos creen que durante cierto tiempo vivió no en la tierra, en la que se sabe que todos los seres a los que su naturaleza no permitía vivir en el agua fueron ani‐ quilados, sino junto a su padre, que había sido trasladado,867 y que 861 862 863 864 865 866 867
Jerónimo de Estridón, Liber quaestionum Hebraicarum in Genesim, 5,25‐27. Gen 5,25‐28. Cfr. Gen 7,6. Se entiende: a la traducción de la Biblia de san Jerónimo. Agustín de Hipona, De ciuitate Dei, 15,11, lín. 13‐15. Ibid., 15,11, lín. 18‐30. El contexto bíblico en Gen 5,21‐24.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 711
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
711
allí permaneció hasta que el diluvio hubo pasado, pues no quieren reducir el crédito de los códices —esto es, los de la traducción de los Setenta— que la Iglesia ha considerado que poseen una autoridad especialmente importante y piensan (p. 174) que los códices de los ju‐ díos no transmiten la verdad por delante de esos otros. En efecto, no admiten que haya podido producirse en ese punto un error de los intérpretes, sino que, más bien, creen que existe una falsedad en esa lengua desde la que las Escrituras fueron traducidas a la nuestra a través del griego». Y unas líneas después:868 «Que cada uno acoja esta opinión o sospecha como le parezca. En cualquier caso, lo cierto es que Matusalén no vivió tras el diluvio, sino que murió ese mismo año». A continuación, tras citar los comentarios de algunos autores ade‐ cuadamente seleccionados, añade:869 «Cualquiera diría que resulta más verosímil que, cuando se ordenó copiar estas obras de la biblio‐ teca de Ptolomeo, se produjo una confusión de este tipo en un có‐ dice,870 pero precisamente en el primero que se copió de esa biblioteca, a partir del cual esta confusión se extendió más amplia‐ mente, y que en todo ello pudo intervenir también, sin duda, el error de un copista. Sea como fuere, no es absurdo sospechar algo seme‐ jante en esa controversia en torno a la vida de Matusalén». Seguida‐ mente, no mucho después, comienza diciendo:871 «Así pues, la diversidad de las cifras que aparecen escritas de un modo en los có‐ dices griegos y latinos y de otro en los hebreos...», y concluye: «...ha de atribuirse al error del copista que recibió en primer lugar un có‐ dice de la biblioteca del citado rey para copiarlo». Y después de algunas líneas continúa:872 «Pero sea cual sea la ma‐ nera en que esto se acoja, ya sea que se crea que así ocurrió o que no se crea, ya sea que se haya producido así o que no, no he de dudar en modo alguno que, cuando en dos códices se encuentra una dife‐ 868
Agustín de Hipona, De ciuitate Dei, 15,11, lín. 35‐38. Ibid., 15,13, lín. 17‐22. 870 Se refiere, en primer lugar, a un error en la traducción, y más adelante señala que también es posible que, más que un error de traducción, fuese un error de copia. 871 Agustín de Hipona, De ciuitate Dei, 15,13, lín. 31‐37. 872 Ibid., 15,13, lín. 87‐96. 869
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 712
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
712
rencia, puesto que uno y otro texto no pueden ser ciertos en lo que hace a la veracidad de los hechos sucedidos, lo mejor es conceder un mayor crédito a la lengua desde la que se ha hecho la traducción a otra por medio de intérpretes. En efecto, incluso en algunos códices coincidentes entre sí (en tres griegos, en uno latino e incluso en uno sirio), se lee que Matusalén murió seis años antes del diluvio». Así dicen tanto san Agustín en diversos pasajes, tal y como los hemos reproducido, como el bienaventurado Jerónimo. Y, ciertamente, nosotros no estamos legitimados para tener una opinión diferente de la que tuvieron aquéllos, los más doctos entre los hombres. Es más, Euquerio, un varón de una extraordinaria sa‐ biduría y una eminente inteligencia, muy rico en palabras y pensa‐ mientos y de una gran elocuencia, entre otras preguntas que se plantea escribe la siguiente en estos términos:873 «¿Qué significa que en el total de los años de Matusalén a partir de un cálculo minucioso resulten catorce años de vida después del diluvio, siendo así que se nos cuenta que sólo hubo ocho almas en el arca?». Y ésta es su res‐ puesta:874 «Hay un error en las cifras, pues en los libros de los he‐ breos se lee que esta cifra de catorce años se cumplió antes de la época del diluvio». Estos tres nos han parecido suficientes a la hora de confirmar la solución señalada, pues está escrito 875: Por el testimonio de dos o tres testigos se resolverán todas las cosas. En efecto, muchos escribieron mu‐ chas explicaciones al respecto. Precisamente, en nuestro tiempo Isi‐ doro, obispo de Híspalis, un varón de una incomparable sabiduría, cuando trata de explicar el origen del nombre de Matusalén, escribe lo siguiente en el libro de las Etimologías:876 «Matusalén significa “está muerto”. La etimología del nombre es manifiesta. (p. 176) En efecto, hubo quienes creyeron que éste fue trasladado junto a su padre y sobrevivió al diluvio. Y, por esa razón, se traduce de un modo significativo “está muerto” a fin de que resulte evidente que 873 874 875 876
Euquerio de Lyon, Instructiones ad Salonium, lib. 1, lín. 158‐160. Ibid., lib. 1, lín. 161‐163. II Cor 13,1. Isidoro de Sevilla, Etymologiae, 7,6,13.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 713
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
713
no vivió tras el diluvio, sino que falleció durante ese mismo cata‐ clismo, pues sólo ocho personas se salvaron del diluvio en el arca». En cuanto a aquello que quieres saber a propósito de Ismael en relación con la afirmación de que, cuando ya era un hombre joven, su madre lo llevó sobre sus hombros, san Jerónimo en el citado libro de las Controversias escribe lo siguiente:877 «Y vio Sara que el hijo de Agar, la egipcia, al que ésta engendró para Abraham, estaba jugando.878 Lo que sigue: con su hijo Isaac, no lo tiene el texto en hebreo. Pues bien, este pasaje es interpretado de dos for‐ mas diferentes por los hebreos: o bien que había construido unos ídolos con barro de acuerdo con aquello que se escribe en otro lugar:879 Se sentó el pueblo a comer y a beber y después todos se levantaron a divertirse, o bien que, jugando en broma, había reclamado para sí la primogenitura frente a Isaac, como si él fuese de una edad mayor. Y, ciertamente, Sara, al oírlo, no quiso tolerarlo. Y esto es confirmado por las palabras de la propia Sara, cuando dice:880 Expulsa a esta es‐ clava junto con su hijo, pues el hijo de una esclava no será heredero junto con mi hijo Isaac. Y cogió Abraham unos panes y un odre de agua y los entregó a Agar, poniendo asimismo a su pequeño hijo sobre sus hombros, y la echó de allí.881 Cuando Isaac nació, Ismael tenía trece años y, después de que aquél fuese destetado, fue expulsado de esa casa junto con su madre y se marchó. Por lo demás, entre los hebreos las opiniones están divididas, pues unos aseguran que el tiempo fi‐ jado para el destete es el quinto año, mientras que otros defienden que es el duodécimo año. Pues bien, nosotros, a pesar de elegir la edad más temprana, hemos calculado que Ismael fue expulsado junto con su madre, cuando tenía dieciocho años cumplidos y pen‐ samos que no convenía ya que un hombre joven se sentase sobre los hombros de su madre. En consecuencia, es cierta esta peculiaridad de la lengua de los hebreos: que todos los niños por comparación con sus padres son designados mediante los términos de “mucha‐ 877 878 879 880 881
Jerónimo de Estridón, Liber quaestionum Hebraicarum in Genesim, 21,9‐21,18. Gen 21,9. Ex 32,6. Gen 21,10. Cfr. Gen 21,14.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 714
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
714
cho” y “pequeño”. Y no debemos admirarnos de que una lengua ex‐ tranjera tenga sus particularidades, pues en nuestros días en Roma todos los niños reciben el nombre de muchachos. Así pues, puso Abraham unos panes y un odre sobre el hombro de Agar y, hecho esto, entregó el niño a su madre, esto es, lo puso en sus manos, se lo confió. Y, de este modo, la expulsó de su casa. «En cuanto a lo que sigue:882 Y puso al niño bajo un abeto y, retirán‐ dose, se sentó frente a él a lo lejos, como a una distancia equivalente al lan‐ zamiento de una flecha, pues decía: “No veré la muerte de mi pequeño”, y se sentó frente a él, y lo que se añade inmediatamente después: Y el niño comenzó a gritar y a llorar, y Dios escuchó la voz del niño desde el lugar en el que se encontraba. Y dijo un ángel de Dios a Agar desde el cielo etc., que a nadie extrañe. En efecto, en hebreo, después de esto que se escribe de que:883 No veré la muerte de mi hijo, se lee que Agar se sentó frente al niño y elevó su voz y lloró, y Dios escuchó la voz del pequeño. En efecto, mientras la madre lloraba y aguardaba con tris‐ teza la muerte de su hijo, Dios escuchó al niño, sobre el que había hecho una promesa a Abraham, diciendo a éste:884 Y también pondré al hijo de tu esclava al frente de un gran pueblo. Por otro lado, la madre no lamentaba su propia muerte, sino la de su hijo. Así pues, Dios se compadeció de aquel por el que aquélla había derramado tantas lá‐ grimas. Finalmente, en las líneas siguientes se dice:885 Levántate, coge al niño y sujétalo de la mano. Por estas palabras (p. 178) resulta evidente que aquel que fue sujetado de la mano no fue una carga para su madre, sino un compañero de viaje. Por lo demás, a quien un pro‐ genitor sujeta de la mano, le demuestra un amor solícito». Reconozco haber leído asimismo a otros comentaristas ortodoxos que se ocuparon de esa controversia, pero, como tengo una memoria que olvida con facilidad, no me viene a la mente en qué obra se ocupó de este problema cada uno de ellos, a excepción de aquellos que, siguiendo los pasos del apóstol, quisieron tratarlo de forma ale‐
882 883 884 885
Gen 21,15‐17. Gen 21,16. Gen 21,13. Gen 21,18.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 715
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
715
górica.886 Sin duda, para decirlo con brevedad, aunque la opinión de los hebreos fija el destete, bien en cinco años, según unos autores, bien en doce, según otros,887 nosotros hemos encontrado escrito sim‐ plemente en los libros de los Macabeos dos años cumplidos888 en rela‐ ción con el destete. Así, una macabea, al exhortar a su hijo, le dice esto entre otras cosas:889 Hijo, apiádate de mí, que te llevé durante nueve meses en mi vientre, te amamanté hasta que tuviste dos años cumplidos y te he criado hasta que has alcanzado tu edad actual. En consecuencia, si se da crédito a este pasaje, una vez descontados dos años, quedan dieciséis. Pero, cuando se acude al relato de las Sagradas Escrituras, no se encuentra en el texto original hebreo que Ismael fuese transportado en los hombros de su madre. Por lo tanto, ¿por qué tomarnos tantas fatigas a propósito de algo en lo que no encontramos ninguna difi‐ cultad? Queda aún por exponeros, también a propósito de Salomón, lo que hemos comprendido en vuestro escrito que vos sabéis ya, pues, por lo que hemos podido entender al leer vuestra carta, no ignoráis qué cosas dice a propósito de los reyes Salomón y Acaz la misiva del bien‐
886
Probable referencia a Gal 4,21‐31. Este pasaje parece tener un problema de transmisión o haber sido muy mal escrito por Braulio. Es evidente que «Ebreorum autumatio » (lín. 222) es el sujeto de «conputet» (lín. 222‐223), pero, al mismo tiempo, tenemos otros dos nominativos en plural en «alii... alii», referidos a otros autores cristianos que recogen de forma diferente el juicio de los hebreos a propósito del destete. 888 Aquí existe un problema en el texto latino, que dice (lín. 223‐227): «nos in Maccabeorum libris pro ablactatione tantundem t r i e n n i u m repperimus scribtum... Fili, inquid, miserere mei, que... t r i e n n i o lactabi... Igitur, ...demtis d u o b u s annis sidecim relincuntur». Es decir, Braulio se sirve por dos veces de la forma «triennium», pero luego se refiere a «duobus annis», teniendo presente que Jerónimo ha fijado la edad de Ismael en dieciocho años en el momento en que es expulsado de la casa de Abraham junto con Agar. Todas estas cifras tienen que referirse, sin embargo, al mismo período de tiempo y sólo cabe imaginar que Braulio, al hablar de un «triennium» se sirve del cómputo inclusivo propio de los antiguos: el primer año es el que va del nacimiento al cumplimiento del primer año, el segundo el que va desde entonces hasta el cumplimiento del segundo, y el tercero el que comienza en ese momento, que es cuando se produce el destete, pero sólo han pasado, de hecho, dos años desde el nacimiento, que es la cifra que se tiene en cuenta al final del pasaje. 889 II Mach 7,27. 887
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 716
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
716
aventurado varón Jerónimo, ya tantas veces citado, dirigida al presbí‐ tero Vidal890 y qué cosas también él mismo escribe bajo juramento haber oído en su tiempo.891 Asimismo, éste al final de su misiva defi‐ nió la omnipotencia de Dios como una sabiduría firme y segura.892 Yo no puedo tener una opinión diferente ni contraria a la autori‐ dad de tan gran varón, por el contrario, sólo puedo seguir sus pasos y, con la humildad propia de un cristiano, tratar de no desviarme de los senderos de nuestros mayores, tal y como dice David:893 No he aspirado a cosas grandes ni extraordinarias, situadas por encima de mis po‐ sibilidades. En efecto, se eleva en pos de cosas extraordinarias y por encima de sus posibilidades aquel que, sobrepasando los límites fi‐ jados por los mayores, trata de ver algo en medio de aquello que en‐ cuentra situado más allá de sus fuerzas. De ahí que siga diciendo David:894 Si no he mostrado un sentimiento humilde y, por el contrario, mi alma se ha ensoberbecido, a semejanza de un niño destetado junto a su madre, así has de retribuir a mi alma. Y, por lo tanto, conviene que ac‐ tuemos con humildad, siguiendo las enseñanzas del apóstol, que dice:895 Sin mostrar una actitud soberbia, sino comportándoos con humil‐ dad, y que recibamos el destete en compañía de Isaac con objeto de poder disfrutar de un alimento más nutritivo y no tener que llevar un odre con agua en lugar de vino junto con Ismael, el hijo de una esclava, ni vernos así privados de la herencia eterna. En fin, una vez tratadas estas controversias conforme a vuestros deseos, por lo que se refiere a los códices que me habéis solicitado que os envíe, no los he encontrado copiados por duplicado. De al‐ gunos ni siquiera he encontrado una sola copia, pues he descubierto que han sido retirados de nuestro armario y mis ocupaciones me han impedido buscarlos, pero, si Dios así lo quiere y la salud me acom‐ paña, tengo la esperanza de encontrarlos y de enviároslos.
890
Se refiere el autor a la Epistula 72 de Jerónimo de Estridón. Jerónimo de Estridón, Epistulae, 72,2,3‐4. 892 Nada parecido a esto se encuentra, sin embargo, en la Epistula 72 de Jerónimo tal y como ha llegado hasta nuestros días. 893 Ps 130,1. 894 Ps 130,2. 895 Rom 12,16. 891
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 717
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
717
He aquí mi respuesta, escrita en el estilo llano que me es propio, pues no debemos preocuparnos tanto por las palabras (p. 180) que usa‐ mos como poner atención a las opiniones que emitimos a fin de que nuestro discurso se ajuste a la sencillez evangélica y rehúya la hin‐ chazón propia de las obras paganas. Ya la excesiva extensión de mi carta me fuerza a callar, pero la añoranza que de ti siento me empuja a continuar hablando.896 En efecto, extendiendo mis manos hacia ti, me gustaría recibir tu abrazo para que, conversando el uno con el otro, pudiésemos aprender algo e instruirnos mutuamente. Si bien esto no es imposible para el Señor todopoderoso, para el que nin‐ guna acción es difícil,897 no obstante, aguardo a diario el fin de los padecimientos de mi pobre condición de hombre mortal. Preferiría, en cualquier caso, que, si Dios me concediese lo que he expuesto, nuestras reflexiones versasen sobre aquellos pasajes del Antiguo Tes‐ tamento que deben ser interpretados de forma alegórica y entendi‐ dos en sentido místico como confirmación del Nuevo, antes que nuestro análisis se centrase en la mera superficie de la historia, con objeto, así, de que un abismo llame a otro abismo con el sonido de sus cascadas,898 pues el Antiguo Testamento es de una mayor anti‐ güedad, pero el Nuevo posee una mayor autoridad. Éste es, ciertamente, el alimento del alma cristiana, pues el alma se nutre de aquello con lo que se deleita. Y, en efecto, considero tus cualidades extraordinarias y contemplo con la mayor admiración la infinita riqueza de tu discurso.899 ¡Persevera en tu virtud, pues, qué abundantes serán los frutos de Fructuoso, cuando éste muestra unos brotes tales! Pero, cuando a esta bondad tan grande se suma el estudio de las Sagradas Escri‐ turas,900 sobre todo a través del intercambio de ideas con un inter‐ locutor, en breve producirá sarmientos y dará los racimos más dulces a fin de ofrecer sustento a su propia naturaleza y propor‐ cionar a los demás un gozo lleno de alegría. No me resigno a que 896 897 898 899 900
Jerónimo de Estridón, Epistulae, 7,6,3. Cfr. Luc 1,37. Cfr. Ps 41,8. Jerónimo de Estridón, Epistulae, 58,11,1. Ibid., 58,11,2.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 718
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
718
en ti se manifieste alguna mediocridad,901 ¡confía en quien te ama y te dice la verdad!902 En caso de que sea posible, deseo que todo aquello que a los demás se ha concedido en parte y en parte les ha sido revelado por medio del conocimiento, en ti se dé por entero y en el más alto grado,903 pues el fin de los tiempos necesita que los vasos elegidos de Cristo904 estén preparados para el combate contra el anticristo. No penséis, os lo ruego, que sois objeto de desprecio por el hecho de hallaros oprimido en las tenebrosas tierras de Occidente, pues sois tanto más preclaro cuanto que veis que os encontráis rodeado de oscuridad, tal y como dice el Señor a los fariseos:905 Si estuvieseis ciegos, estaríais libres de pecado. Todos sabemos asimismo, sin duda, que vemos con más claridad las manchas de nuestro cuerpo, cuando nos acercamos a una luz. Y la luz que ilumina a todos los hombres que vienen a este mundo906 alumbró el mundo tras su muerte y no inme‐ diatamente después de nacer. De ahí que diga también el profeta:907 El pueblo que se encontraba en medio de las tinieblas vio una gran luz y una luz brilló para aquellos que habitaban en la región de la sombra de la muerte. Ciertamente, la región en la que habitáis sostiene que su origen se remonta a Grecia,908 que es la maestra de las bellas letras y del ta‐ lento. Y recordad que en esa región surgieron varones muy distin‐ guidos y doctos como, por nombrar a algunos, el presbítero Orosio, el obispo Toribio, Hidacio y el pontífice Carterio, de ilustre (p. 182) vejez y gran erudición bíblica. Y, por todo ello, debemos alabar la gracia sobreabundante de Cristo909 antes que culpar a esa región de desidia.
901 902 903 904 905 906 907 908 909
Jerónimo de Estridón, Epistulae, 58,11,3. Ibid., 7,2,1. Ibid., 58,11,3. Cfr. Act 9,15. Ioh 9,41. Ioh 1,9. Is 9,2. Isidoro de Sevilla, Etymologiae, 9,2,110. Cfr. Rom 5,20; I Tim 1,14.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 719
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
719
He aquí que, como el amor no sabe de medidas, he cargado mi carta más con palabras que con pensamientos útiles. En efecto, como dice cierto autor, cuando yo trataba de hacer un cántaro, mi mano ha hecho un ánfora.910 En fin, sólo me resta rogarte que en compañía de tus compañeros, esos hombres de espíritu humilde que se han re‐ tirado contigo lejos del mundo, te dignes orar por mí, un pecador mayor que cualquier otro hombre, por ver si, por un casual, la pie‐ dad infinita del Redentor del ser humano limpia los hedores y la fosa de mis infamias y mis crímenes. Sigue disfrutando de salud en el Señor, mi hermano en el amor, mi señor por merecimientos, mi hijo por edad, mi igual en dignidad y mi pariente por la sangre. Orad por mí tú y los tuyos y cuida de enviarme unas palabras, cuantas veces se te presente la ocasión. [116] Fructuoso de Braga, Carta al rey Recesvinto911 Carta del señor Fructuoso dirigida al señor y rey Recesvinto en favor de los condenados a los que se retenía desde la época del señor Chindasvinto.912 (p. 530)
Temo que con mis continuas súplicas a vuestra gloria os cause alguna molestia, pero siento un mayor temor ante el hecho de que, si yo callo, ocasione un perjuicio a los intereses de vuestra cle‐ mencia, lo que Dios no permita. Ciertamente, cuando recuerdo esa sentencia apostólica que dice:913 ¿Me he convertido en un enemigo por deciros la verdad?, no me atemorizan las invectivas ni el odio de vues‐ tra impiedad, en especial, porque sé que el espíritu lleno de miseri‐ cordia de vuestra serenidad no es altivo ni soberbio, sino que está lleno de clemencia y absolutamente repleto de entrañas misericor‐ diosas de acuerdo con la práctica de la compasión cristiana y las en‐
910
Jerónimo de Estridón, Epistulae, 107,3,1. Edición: S. IRANZO ABELLÁN, Estudios, pp. 530‐532 (incluye traducción). Otra edición de Á. C. VEGA, «Una carta auténtica», pp. 337‐339 (= PLS 4, 2092‐2093). 912 Traducimos el título conservado en los manuscritos, que se lee en el aparato crítico de la edición de Iranzo Abellán. Hay traducción al inglés de C. W. BARLOW, Iberian Fathers, vol. 2, pp. 210‐212. 913 Gal 4,16. 911
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 720
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
720
señanzas del Señor914 y que desea a toda costa llevar a cabo aquello que puede beneficiar de forma general a todos los desdichados. A ti, a quien siempre he considerado mi señor y que eres el más piadoso de los hombres, yo, el más desdichado entre todos y un hombre humilde, me atrevo a suplicarte que no permitas que se quiebre por esta causa915 tu justa bondad. Los méritos de tu caridad y tu misericordia ya son sólidos y firmes a los ojos del Señor. Lleva la conveniente benevolencia de tu piedad sobre los desdichados, que ésta916 no excluya a nadie de tu clemencia, aunque917 sea culpable, antes bien, (p. 531) que vuestra bondad esté por encima de las malda‐ des de los hombres y se compadezca de quienes están al borde de la muerte, ella que918 ha acostumbrado a compadecerse de sus adver‐ sarios919 con la ayuda de Cristo, nuestro Señor, y a perdonarles sus faltas920 para que también a ella le sean perdonadas.921 Que ningún consejo impío cierre vuestro corazón a la compasión. En efecto, con ello habéis de limpiar los dolores causados por vuestro padre y las manchas de vuestros propios pecados, en caso de que, con la ayuda de Cristo, nuestro Señor, pongáis fin a las penalidades de los desdi‐ chados y retiréis las cadenas de los presos. En vano se aduce como motivo de una impiedad un juramento que es considerado con certeza contrario a las enseñanzas de Cristo. 914
Cfr. Col 3,12. Interpretamos como un genitivo de causa (de género neutro) el difícil genitivo «eius» (lín. 10) de la expresión «miserrimus et ignobilis eius», si bien tendemos a ver junto con los antiguos editores del texto y Vega un error de transmisión por «miserrimus et i g n o b i l i s s i m u s » . 916 Es forzoso entender que el sujeto de esta nueva frase es el sustantivo «boniuolentia» (lín. 12) de la línea precedente, en realidad, un acusativo, pues ha de entenderse: «congruam... boniuolentia(m)». 917 Seguimos con Vega la variante «quamlibet noxium» (lín. 13) de parte de los manuscritos, porque la lectura «quelibet», aceptada por Iranzo Abellán, es difícil de entender. 918 El pronombre relativo masculino «qui» (lín. 14) tiene como antecedente el sustantivo femenino «benignitas» de esa misma línea. 919 Uso extraño de «aduersis» (lín. 15) por «aduersariis» (corrección de Vega). 920 La expresión bíblica de trasfondo (Luc 6,37) lleva a aceptar «dimittere» como la lectura más probable. Puede aducirse una expresión semejante en Agustín de Hipona, De spiritu et littera, 36,65: «omnique homini sit necessarium dare ut detur illi, dimittere ut dimittatur illi». 921 Cfr. Luc 6,37. 915
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 721
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
721
Es inútil la fe que carece de buenas obras y de misericordia.922 A menos que disculpéis a vuestros hermanos de corazón, dice el Señor,923 vuestro Padre celestial no os perdonará vuestros pecados. Es necesario que perdone al prójimo aquel que desee purificarse de un delito propio. Y puesto que no hay nadie que pueda gloriarse de tener un corazón casto ni tampoco está libre de pecado la conciencia de ningún hom‐ bre justo sobre la tierra,924 ¿por qué uno ha de esforzarse por sumar la crueldad a la perfidia? Y puesto que se nos ha dado el precepto925 de perdonar a los enemigos, me causa asombro por qué926 se somete 922
Cfr. Iac 2,17; ibid. 2,20; ibid. 2,26. Se diría que la cita es mezcla de dos pasajes neotestamentarios: Matth 6,15 y Matth 18,35. Puede compararse también la cita con Marc 11,26. 924 Cfr. Eccle 7,21. 925 Vega tiene razón al pensar que la lectura «iubentur» (lín. 27) de los manuscritos (adoptada por Iranzo Abellán) es extraña y que es preferible «iubetur». 926 A patir de este punto el texto es de difícil interpretación y ha sido objeto de numerosas correcciones. Por nuestra parte, creemos con Vega que existe una doble construcción con participios de perfecto en «in afflictis et... domatis» (lín. 28‐29), contra la interpretación de Iranzo Abellán de que «domatis» es la 2.ª p. del plural del presente de indicativo de «domo, ‐are», que depende de la partícula «ut» (lín. 27) y tiene por sujeto a Recesvinto (aunque encuentra apoyo en el «abluatis» de la lín. 17). Advertimos, por otro lado, que el sujeto de «domatis» en esta interpretación no sería quizás sólo el rey, sino también los obispos del concilio, al igual que ocurre más adelante en «ipsi uidebitis» (lín. 34). El principal problema es la expresión «qui de tantis» (lín. 27). La forma «tantis» podría ser un adjetivo concertado con «afflictis», donde «tantis» expresaría la cantidad (tan gran número), no la magnitud (tan grandes), según una confusión corriente en latín medieval. Pero la propuesta de Vega «miror ut quid tantis per seuitiam ingeruntur» no tiene tampoco demasiado sentido, pues falta el sujeto del verbo «ingeruntur», que él soluciona con una traducción completamente libre: «mucho me admiro que se insista con tanta sevicia». La mejor corrección que hemos encontrado es: «ut qui de tantis per seuitiam ingeruntur in afflictis», pues «ut quid» es frecuente en latín con sentido interrogativo equivalente a «quid» (la construcción «miror quid» está bien atestiguada en latín, aquí, simplemente, se construye con indicativo frente al esperable subjuntivo), mientras que «de tantis» sería una expresión partitiva que funcionaría como sujeto del verbo «ingeruntur» con el mismo sentido que el esperable sujeto en neutro plural «tanta»: «ut quid tanta... ingeruntur». Literalmente sería algo así como: «me asombro de por qué se llevan cruelmente unas (penalidades) tan grandes sobre unas personas abatidas y postradas por la dureza de una relegación y una opresión duraderas» (reelaborada un poco en la traducción propuesta del pasaje). Por otro lado, la expresión «et ipsam... inpressione» (lín. 28) podría entenderse simplemente como resultado de una confusión del autor, que habría escrito por error «ipsam» por «ipsa» con valor de mero artículo determinado, aunque la corrección «et i[ps]am» de Vega da un sentido perfecto al texto. Otra corrección sencilla es «ipsa[m]», pero puede mantenerse sin problema el texto de los manuscritos. Si se acepta el texto de la edición de Iranzo Abellán, el sentido sería: 923
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 722
722
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
cruelmente a unas penalidades tan grandes (p. 532) a unas personas abatidas y postradas por la dureza de una relegación y una opresión duraderas. Si el impío crimen de un juramento927 priva a éstos del bien de la misericordia, es de todo punto cruel que el favor de la in‐ dulgencia sea excluido incluso928 de la clemencia real y episcopal.929 Qué930 sentencia de Dios obtendréis con motivo de una deci‐ sión931 de este tipo, tanto tú, mi señor, aquel a quien amo, después de Dios, de un modo más sincero y especial, como vosotros, venera‐ bilísimos y santísimos padres y pontífices de este vuestro servidor, vosotros mismos lo veréis, cuando el Juez del mundo venga a juzgar el siglo por el fuego. Que Él en su piedad os conceda actuar con esa acostumbrada serenidad vuestra en estas causas con objeto de que con motivo de ellas no merezcáis una sentencia condenatoria, sino que alcancéis la gloria eterna.
«me causa asombro que a quienes desde tan grandes posiciones han caído cruelmente en desgracia, además, los golpeéis con la dureza de una relegación y una opresión duraderas», donde la construcción «de tantis» podría oponerse a «in afflictis»: desde tan grandes posiciones han sido sometidos a penalidades. El pasaje está probablemente corrupto al comienzo en la expresión «qui de tantis», donde «de» podría explicarse a partir de «quid» por un falso corte. Esto podría haber arrastrado además la corrección de un nominativo plural neutro «tanta» en «tantis», al ser reinterpretado como el régimen de la preposición, es decir, partiendo de un hipótetico «ut quid tanta» se habría pasado primero a «ut qui de tanta» y posteriormente a «ut qui de tantis». El problema en todas estas interpretaciones es decidir qué sujeto tiene el verbo «ingeruntur». La interpretación de Iranzo Abellán tiene el mérito de solucionar este problema de un modo muy elegante. 927 Vemos aquí un error de transmisión por «impii iuramenti facinus» (lín. 29). 928 Entendemos así «saltim» (lín. 30), que es de difícil interpretación. 929 La expresión «regali saltim et sacerdotali clementia» (lín. 29‐30) es un ablativo de separación regido por «abdicetur» en un fuerte hipérbaton. 930 La sintaxis es totalmente clara: «quam... Dei sententiam tuleritis..., ipsi uidebitis» (lín. 31‐34), donde «uidebitis» introduce una proposición interrogativa indirecta construida en fuerte hipérbaton, mientras que la construcción «de eius huiuscemodi suggessionem» explica el motivo de la que pena que sufrirán el rey y los obispos, si persisten en su actitud. 931 Entiéndase aquí «suggessionem» (lín. 31) por «suggestionem». En latín cristiano se refiere a la decisión o declaración de un sínodo, que parece convenir bien a este contexto.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 723
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
723
QUÍRICO DE BARCELONA932 EPISTVLAE II AD ILDEFONSVM TOLETANVM EP. (CPL 1272) ILDEFONSO DE TOLEDO EPISTVLAE II AD QVIRICVM BARCINONENSEM EP. (CPL 1250) La correspondencia entre Quírico de Barcelona e Ildefonso tiene un interés limitado a la constatación de su mutuo conocimiento y de la admiración que Quírico sentía por el toledano. De hecho, la primera de las cartas se limita a agradecer el regalo de un ejemplar de su obra De uirginitate sanctae Mariae contra tres infideles que Ilde‐ fonso le habría entregado con motivo de un encuentro, que se ha asociado con la celebración del X Concilio de Toledo a finales del año 656, momento en el cual Ildefonso no es aún obispo de la sede toledana. Se trata del texto más conocido de Ildefonso, una mezcla de reflexiones teológicas y apologéticas que Quírico elogia haciendo notar que lo han confortado cuando al regreso del viaje se encon‐ traba postrado por el cansancio y la fatiga. El canon primero del X Concilio de Toledo ha fijado una fecha unificada en todas las igle‐ sias hispanas para la celebración de la fiesta de la Madre del Señor, que será a partir de ese momento el 18 de diciembre y que incluirá en todas partes el mismo honor y las mismas solemnidades. El canon tiene un largo argumento justificativo y es probable que la obra de Ildefonso, en esas fechas abad del monasterio de Agali, hu‐ biese sido utilizada para su elaboración. La respuesta de Ildefonso es poco más que un acuse de recibo en el que se manifiesta halagado por sus elogios, aunque atribuyendo a Dios el mérito de su obra, y le pide que rece por él. La segunda carta de Quírico es un texto de cortesía, quizás con un fondo de preocupación debida aparentemente al hecho de que Ildefonso llevaría un tiempo sin dar a conocer un trabajo de tipo 932
Bibliografía: Louis BROU, «Les plus anciennes prières liturgiques adressées à la Vierge en Occident», Hispania Sacra, 3 (1950), pp. 371‐381; Salvador IRANZO ABELLÁN, «La transmisión manuscrita de las cartas de Quírico de Barcelona e Ildefonso de Toledo (CPL 1272 y 1250)», en Aires A. Nascimento, Paulo F. Alberto (eds.), IV Congresso Internacional de Latim Medieval Hispânico (Lisboa, 12‐15 de Outubro de 2005). Actas, Lisboa, Universidade de Lisboa – Centro de Estudos Clássicos, 2006, pp. 617‐626.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 724
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
724
teológico. Lo anima con el argumento de que, si Dios lo ha dotado de unas cualidades excepcionales para entender las Sagradas Es‐ crituras, debe iluminar con su trabajo a los ignorantes. Descono‐ cemos la distancia que separa esta misiva de la anterior, pero resulta claro que el interés despertado por la obra leída, por la que se menciona en la carta anterior y quizás por alguna otra poste‐ rior, lo impulsa a demandar más. En su respuesta, Ildefonso le agradece sus elogios y parece disculparse anotando que las obli‐ gaciones de los asuntos del siglo han quebrantado sus fuerzas; probablemente en alusión a las exigencias demandadas por su condición de obispo de Toledo en esos momentos. Ildefonso parece llegar al episcopado en el 657 y Quírico muere en torno al 666. [PCD] [117‐120] Quírico de Barcelona e Ildefonso de Toledo, Cartas intercambiadas [117] Quírico de Barcelona, Carta I a Ildefonso de Toledo933 (p. 482)
Escrito de agradecimiento de Quírico de Barcino a Ilde‐ fonso, obispo de la sede toledana, por la obra sobre la virginidad de la bienaventurada María. Cuando, tras partir de vuestro lado, regresé al redil que se me ha confiado, yacía en mi celda tan exhausto por una extraordinaria fatiga y consumido por un intenso cansancio que no me quedaban fuerzas ni siquiera para acudir a los oficios divinos. Y así, cuando, meditando en mi interior, buscaba algo que pudiese aliviar mi fa‐ tiga, recordé de improviso vuestro presente. Cuando934 comencé a leerlo con una gran aplicación y a tratar de disfrutar con mi es‐ píritu totalmente puesto en él de todos los contenidos que, como 933
Edición: S. IRANZO ABELLÁN, Estudios, pp. 482‐484 (incluye traducción). Hay una traducción al catalán en A. PLADEVALL, J. FÀBREGAS, J. AMENGUAL, Escrits de bisbes catalans, pp. 245‐247. 934 Seguimos aquí la puntuación del pasaje propuesta por C. CODOÑER, «La lengua», p. 55.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 725
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
725
si fuesen perfumes, exhalaba aromáticamente, hasta tal punto me vi libre de toda mi languidez, de toda mi debilidad y de todas las inquietudes provocadas por mi mala salud que, levantándome con el vigor propio de una completa lozanía, corrí ya restablecido hasta el seno de la piadosa y santa madre Iglesia y di gracias a Je‐ sucristo, el Hijo de Dios, nuestro Señor unigénito y nuestro Re‐ dentor, porque hasta tal punto insufló dentro de vuestro pecho el soplo vivificante de su inspiración y os instruyó para expresar todo lo que debía decirse sobre él, ungiéndoos con el Espíritu Santo, que, en la misma medida en que la sucesión del Antiguo y del Nuevo Testamento contenía convenientemente los misterios de la encarnación y el nacimiento del Señor, en esa misma medida ha hecho que vos expliquéis con claridad los ropajes de las Sagra‐ das Escrituras y, por así decirlo, todo aquello que parecía oscuro debido a la magnitud de su misterio, lo ha mostrado de una forma más clara que la luz del día y lo ha dado a conocer tanto a los hu‐ mildes como a los principales, hasta tal punto es así que, como consecuencia de ello, Joviniano se siente aturdido, Helvidio se da a la fuga y, al mismo tiempo, sucumbe el judío incrédulo y de mente pérfida. (p. 483)
Siento una gran alegría por este don que la gracia del Señor os ha concedido, pues Aquel que en la plenitud de los tiempos envió ante la Virgen María a Gabriel935 a anunciarle que el Espíritu Santo iba a descender sobre ella y la virtud del Altísimo iba a cubrirla con su sombra,936 tocando la entrada de vuestra boca y fortificando la naturaleza de vuestro corazón, ha hecho que vos os expreséis en todo momento sobre un misterio tan grande tan claramente como verdaderamente Él lo llevó a cabo. Por este motivo, bendecimos al Señor, pues, acordándose de sus promesas, se digna estar a nuestro lado en este último tiempo del mundo y en todo aquello que la de‐ bilidad de nuestras mentes y la torpeza de nuestras almas no era capaz de comprender en las páginas de las Sagradas Escrituras por encontrarnos tan oprimidos por las preocupaciones del siglo, por concesión de la generosidad de su gracia, hemos sido completa‐ 935 936
Cfr. Luc 1,26‐27. Cfr. Luc 1,35.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 726
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
726
mente instruidos por vos en relación con el misterio de la encarna‐ ción y el nacimiento de Cristo. Damos gracias a la santa Trinidad, que es Dios, por haber formado en el vientre de la Virgen al hombre que por nuestra redención asumió, no obstante, únicamente la per‐ sona del Hijo. Damos gracias, asimismo, a vuestra santidad por el hecho de que el Hijo único de Dios, que se encarnó en el vientre de la Vir‐ gen, acudiendo junto a vos y estableciendo su morada en vuestro interior,937 por medio de vos sació con los frutos de su palabra la inedia provocada por nuestra hambre, nos confortó con la pureza de su gracia y nos enriqueció con el don de su verdad. ¡Ojalá ob‐ tengas el galardón de una recompensa, señor mío, junto a Cristo, nuestro Señor, y sus ángeles! ¡Que seas feliz por los frutos de tu buena obra en medio de los gozos duraderos de la eterna felicidad, pues nos has hecho felices, haciéndonos partícipes del mensaje ce‐ lestial. (p. 484)
Si bien no como habría querido, pero, al menos, como he podido, he aquí que he procurado escribir esta carta a vuestra san‐ tidad no con el atrevimiento propio de la osadía, sino con el afecto propio de la humildad. Y si bien mi rústica inteligencia no ha sido capaz de elaborar una pieza tan clara y deleitosa como la vuestra, sin embargo, que el amor que me ha impulsado a escribiros haga que os dignéis acoger con amabilidad lo que os he escrito. Que la gracia divina te conserve con salud, señor nuestro. Amén. [118] Ildefonso de Toledo, Carta I a Quírico de Barcelona938 (p. 485)
Al venerabilísimo y honorable señor obispo Quírico, Ilde‐ fonso, vuestro siervo. Glorifiqué a Dios, mi Salvador, cuando recibí la carta de vuestra beatitud, confeccionada con una urdimbre de agradecimientos. En efecto, en la medida en que podía hacerlo la devoción de un mero mortal, también tú mismo en medio de tus bondades, mostrando 937 938
Cfr. Ioh 14,23. Edición: S. IRANZO ABELLÁN, Estudios, p. 485 (incluye traducción).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 727
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
727
un juicio ecuánime, habías concedido los honores debidos a quien es bienaventurado e inmortal a fin de dedicar tus alabanzas tan sólo a Aquel cuya intervención has reconocido. Así pues, dado que la gracia de Dios te ha enviado un presente por el que yo he me‐ recido palabras elogiosas, bendigamos juntos y a un tiempo a Aquel que a través de mí desarrolló la materia de su piadosa ex‐ posición y que recibió de ti la gloria de la alabanza que sólo a Él es debida. Por lo demás, me siento en mi interior consciente de mis cul‐ pas, angustiado por el temor, lleno de confusión ante el Juez y agobiado por el miedo ante la llegada del Juez, pero, por otro lado, estoy confiado por efecto de la redención, lleno de fe939 en la acción de la redención y esperanzado en la salvación merced a la piedad del Redentor. Si buscas el resultado de los actos de esta persona, éste es el pecado; si buscas preguntarme por ellos, mi respuesta es la confesión de mis pecados; si buscas el juicio que merecen,940 éste es la pena debida al pecado. Por todo ello, tanto por mis pecados como por los merecimientos a los que me he hecho acreedor a causa de mis pecados, te ruego por Aquel por cuyo juicio deseo ser absuelto de mis culpas que tiendas tus manos en oración en mi favor ante su rostro piadoso a fin de conseguir que, no aprisionado por tus palabras, sino auxiliado por ellas, yo sea absuelto y liberado de mis faltas, concediéndome, así, o acrecentando en mí la posibilidad de expresar de forma verda‐ dera todo lo que de Él diga y de amarlo piadosamente, así como de que Él sea glorificado con mis alabanzas tanto en los tiempos presentes como en los siglos perdurables por la eternidad. Querría decir aún más, si la opresión de mis miserias me lo permitiese, pero que vuestro amor considere que le ha sido satisfecho todo lo que no me han permitido añadir siquiera mínimamente mis exte‐ nuantes obligaciones.
939 Prefiere Iranzo Abellán la forma «prorsus» en este pasaje (lín. 11) frente a la variante «possessus», que tiene el mismo peso estemático y por la que optamos en la traducción. 940 Cfr. Is 1,17.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 728
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
728
[119] Carta II de Quírico de Barcelona a Ildefonso de Toledo941 (p. 486)
A mi venerabilísimo señor, digno de ser verdaderamente retenido en mi corazón de una forma especial, el arzobispo Ilde‐ fonso, Quírico, vuestro humilde siervo. Puesto que, como bien sabes, ante toda circunstancia novedosa Dios todopoderoso no se sirve de nuevas decisiones, sino de su eterna prudencia,942 al concederos cierta suma de talentos943 frente a la penuria de nuestra época, cuidó de sustentarnos con el ali‐ mento de vuestra boca a fin de que no desfalleciésemos por com‐ pleto a causa de la inedia. Y, en consecuencia, dado que procuráis devolver esta suma a tan excelso padre de familia duplicando el total de los talentos recibidos, os suplico que, si en vuestra atenta lectura encontráis, o bien os aplicáis en encontrar, algunos pasajes que en medio de la oscuridad de las Sagradas Escrituras sean de utilidad para nuestra queridísima madre, que ahora gime en la tierra junto con nosotros y por la que suspiramos en el cielo, no dejéis de explicarlos convenientemente con las palabras de vuestra pluma en beneficio de esta misma santa madre. Ciertamente, se da la circunstancia de que tú, mi señor, que has sido introducido en los aposentos del Rey eterno,944 abres los ropajes de las Sagradas Escrituras y te aplicas con tu acostumbrado esfuerzo en sacar a la luz todo aquello que permanecía oculto a nuestros mayores por estar cubierto por los tejidos de esas vestimentas. En efecto, tal y como tenemos la certeza, merced a los dones de la gracia celestial está abierta ante vos la puerta de la predicación a fin de anunciar su misterio.945 Ciertamente, vuestra obra será tenida en cuenta y me‐ recerá la retribución del galardón eterno, cuando Cristo por medio de vos haya conducido a los espíritus de los débiles hasta la salud
941
Edición: S. IRANZO ABELLÁN, Estudios, pp. 486‐487 (incluye traducción). Hay una traducción al catalán en A. PLADEVALL, J. FÀBREGAS, J. AMENGUAL, Escrits de bisbes catalans, pp. 248‐250. 942 La posible fuente de inspiración es Agustín de Hipona, De ciuitate Dei, 12,18, lín. 56‐57. 943 El contexto bíblico en Matth 25,14‐30. 944 Cfr. Cant 1,3. 945 Col 4,3.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 729
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
729
del hombre interior,946 de manera que allí947 las almas que habían comenzado a recuperar la salud se restablezcan llenas de vigor y tú, gracias a la siembra de estas semillas espirituales, por medio de las enseñanzas de la santa predicación, después de haber ale‐ jado a muchos del error y evitado que otros yerren, tras recoger las gavillas de tu santo trabajo, al final de una larga vida te pre‐ sentes ante la mirada del Juez eterno para disfrutar de los gozos sempiternos. (p. 487)
En consecuencia, en lo que a mí respecta, que, como tú bien sabes, mi venerabilísimo señor, soy alguien obtuso debido a la tos‐ quedad de mi inteligencia y un ignorante del discurso apropiado para la predicación, te suplico que no desdeñes gratificarme con los dones de todo aquello que con la ayuda de la gracia del Espíritu Santo digas piadosamente, declares santamente y manifiestes recta‐ mente, pues el Espíritu Santo lo aprueba y todos los que están llenos de él lo desean. Y que, de ese modo, Cristo, tal y como solicitáis, sea glorificado con vuestras alabanzas así en los tiempos presentes como en los siglos perdurables por la eternidad.948 Por lo demás, una vez expuesto todo esto, te ruego que me sos‐ tengas, pobre de mí, con la mano de tu santa oración y que con la asiduidad de tus oraciones obtengas de nuestro común Señor que, hasta que me reconforte finalmente con la curación de su piedad, no deje de aplicar sus remedios sobre mis males. Que la gracia de Cristo te conserve con salud, señor mío, durante toda la duración de la vida eterna. Amén. [120] Ildefonso de Toledo, Carta II a Quírico de Barcelona949 (p. 488)
946
A mi señor el obispo Quírico, vuestro siervo Ildefonso.
Cfr. Rom 7,22; Eph 3,16. Iranzo Abellán edita «ut tibi quae animae...» (lín. 17), de difícil comprensión. En su aparato crítico, no obstante, se recoge la variante «ut ibi quae animae», con un peso estemático parecido y mucho más comprensible. Por nuestra parte, seguimos esta segunda lectura de los manuscritos. 948 Cita de una expresión de la primera carta de Ildefonso de Toledo, Epistula I ad Quiricum Barcinonensem ep., lín. 18‐19. 949 Edición: S. IRANZO ABELLÁN, Estudios, pp. 488‐489 (incluye traducción). 947
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 730
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
730
Me exhortas, queridísimo señor, a que hable, si guardo silencio, a que, poniéndome a hablar, no guarde nunca más silencio, y a que, desvelando con la ayuda de la única luz verdadera los misterios y secretos de los ropajes de Cristo, que no tienen mancha ni arruga al‐ guna,950 ilumine los deseos de los fieles y ponga fin a la ignorancia de los incrédulos. Yo no puedo hacerlo, yo no puedo hacerlo, sino que ha de llevar a cabo a través de mí este motivo de gloria para sí mismo Aquel que endereza a los lisiados, libera a los retenidos por atadu‐ ras y concede la vista a los ciegos.951 Que Él me enderece, levantándome hasta Él con las manos de la piadosa cruz, pues es manifiesto que yo he caído desde las manos de su divinidad, que Él me libere de las ataduras del crimen con una orden de su piedad, que Él me ilumine haciendo uso de su misericordia, pues la culpa de mis males me ha cegado. Y ojalá que entonces sea tocado952 por Jesús y le oiga decir:953 «Estás sanado de tu enfermedad» y que, enderezándome al punto, lo glorifique.954 Que entonces también me permita irme liberado de mis ataduras955 y que yo corra tras Él en pos de la fragancia de su per‐ fume956 y aspire del aire de sus palabras todo lo que pueda absorber del soplo de su virtud. Y que, igualmente, ilumine mi ceguera y así, una vez que haya conocido la luz de su misericordia, tanto yo mismo como todo el pueblo glorifiquemos a Dios.957 (p. 489) Ahora, ciertamente, puesto que no me buscas a mí, sino que
buscas en mí la gloria de Cristo, tampoco yo me recomiendo a mí mismo en todo lo que trato de decir, sino a mi querido Cristo. Ante quienes miran, muestro con gran pasión al que es digno de ser amado a fin de hablar lleno de amor por mi amado, de anunciarlo mientras hablo, de darlo a conocer mientras lo anuncio, de exaltarlo una vez conocido y de glorificarlo a la conclusión de mi vida mortal con los himnos de los ángeles por los siglos sempiternos. Así pues, 950 951 952 953 954 955 956 957
Cfr. Eph 5,27. Ps 145,7‐8. Cfr. Luc 14,4. Cfr. Luc 13,12. Cfr. Luc 13,13. Cfr. Ioh 11,44. Cant 1,3. Cfr. Luc 18,43.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 731
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
731
tal y como me exhortas a hacer, me gustaría hablar con frecuencia y esto es lo que me propongo con piadosa devoción: que en la medi‐ tación de la ley de Dios, ni mi lengua ni mi vida guarden silencio, pero las obligaciones de los asuntos del siglo quebrantan hasta tal punto las fuerzas del espíritu que ni la vida a causa de los males que amenazan .958
958 El final de la carta está mutilado. Iranzo Abellán defiende la bondad del texto que puede reconstruirse a partir de la tradición manuscrita (lín. 21), pero en su interpretación se ve obligado a sobrentender al final del texto la misma expresión «uires atterit animorum» que se lee en la oración principal que introduce la consecutiva con «ut» (...ut nec uita propter inminentia mala»). Sin duda, la frase seguía con el verbo en subjuntivo de la proposición introducida por «ut» (como mínimo) y una segunda oración consecutiva introducida por un nuevo «nec», cuyo sujeto sería quizás la «lingua» citada en la lín. 21 de esta misma carta, si se entiende que en estas oraciones consecutivas se recogen en quiasmo los dos sujetos de la oración precedente «lingua simul et uita silentium non haberet». Se echan en falta además las fórmulas habituales de despedida del género epistolar, aunque en la Carta I de Ildefonso a Quírico estas fórmulas no aparecen y la carta concluye de improviso con la misma referencia a la «necessitas» que rige la vida de Ildefonso (Epistula I ad Quiricum, lín. 21 «tediosa necessitas»).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 732
732
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
JULIÁN DE TOLEDO959 EPISTVLA PRAEFATORIA AD ERVIGIVM REGEM DEL DE COMPROBATIONE SEXTAE AETATIS (CPL 1260) EPISTVLA AD MODOENVM (CPL 1262A) (DE ATRIBUCIÓN DUDOSA) Julián de Toledo es probablemente la personalidad teológica más destacada del periodo visigodo y, sin menospreciar los méritos de Isidoro de Sevilla, el intelectual mejor preparado del siglo VII his‐ pano. Sus áreas de interés abarcaron a la teología, siendo el Prognos‐ ticon futuri saeculi su obra más difundida, de hecho el tratado escatológico más influyente en la Europa medieval, y su Apologeti‐ cum una pieza, suma de piezas, excepcional que pone en evidencia la superioridad de su percepción teológica frente a los contendientes romanos con los que polemizaba. Su obra histórica, una vida del rey Wamba, esencialmente la narración de la campaña de éste contra los rebeldes de la Narbonense y la Tarraconense liderados por el duque Paulo, constituye una aportación historiográfica excepcional, tanto en cuanto al pulso narrativo como en la herencia clásica acumulada; por supuesto por su enorme valor informativo. A esas facetas se ha de sumar su valía como erudito, tanto en su conocimiento de la tra‐ dición clásica como de las Sagradas Escrituras, y sus cualidades como polemista, evidentes tanto en el Apologeticum, donde lo que se dilucida es una polémica intra‐cristiana, como en el De comprobatione 959 Bibliografía: Roger COLLINS, «Julian of Toledo and the Education of Kings in Late Seventh‐Century Spain», Law, Culture and Regionalism in Early Medieval Spain, Aldershot, Routledge, 1992, n.º III (Variorum Collected Studies Series, CS356) (versión revisada de «Julian of Toledo and the Royal Succession in Late Seventh Century Spain», en Peter H. Sawyer, Ian N. Wodd [eds.], Early Medieval Kingship, Leeds, University of Leeds, 1977, pp. 1‐22); Jacques FONTAINE, «Un chaînon visigotique dans la tradition des Carmina Triumphalia? La lettre à Modoenus de Julien de Tolède», Spa‐ nia. Estudis d’Antiguitat Tardana oferts en homenatge al professor Pere de Palol i Salellas, Barcelona, Abadia de Montserrat, 1996, pp. 89‐93 (Biblioteca Abat Oliba, Sèrie Il·lus‐ trada, 12); Biagio SAITTA, «Il corpus antigiudaico di Ervigio (LV, XII, 3, 1‐28) e il ruolo del vescovo Giuliano di Toledo», en Errico Cuozzo (ed.), Studi in onore di Salvatore Tramontana, Avellino, Elio Sellino Editore, 2003, pp. 375‐386 (Medievalia/Centro Europeo di Studi Normanni, 5); Carlos del VALLE RODRÍGUEZ, «Sobre las lenguas de los judíos en la España visigoda y Al‐Andalus», Sefarad, 63 (2003), pp. 183‐193; Andrés BARCALA MUÑOZ, Matilde CONDE SALAZAR, M.ª Dolores LARA NAVA, Biblioteca antijudaica de los escritores eclesiásticos hispanos, vol. 2: Siglos VI‐VII. El reino visigodo de Toledo. Parte segunda: Autores y textos, Madrid, Aben Ezra, 2005, pp. 595‐629 (España judía. Serie Polémica judeo‐cristiana); R. GONZÁLEZ SALINERO, «The Legal Eradication».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 733
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
733
sextae aetatis, donde pone todo su conocimiento al servicio de la lucha que la Iglesia visigoda mantiene durante todo el siglo VII frente a los judíos hispanos. La primera de las cartas que aquí se comentan, un prefacio en forma de epístola de ese tratado dirigido al rey visigodo Ervigio, es, además, una muestra de sus cualidades pedagógicas. Consciente, probablemente, de que el rey no va a leer el texto com‐ pleto, hace un esfuerzo por resumir de manera clara los contenidos y la intencionalidad del tratado, y lo hace con una enorme eficacia. Este resumen parece ser el objetivo del texto, en él aclara que su in‐ tención es resolver la confusión que algunos eruditos hebreos han pro‐ vocado entre la comunidad de los creyentes, al tergiversar la interpretación sobre las seis edades que Agustín había enunciado. Según ésta, la historia de los hombres se dividiría en seis edades, en correspondencia con los seis días de la creación, en la sexta, la del mundo presente en la percepción de Agustín y de Julián, se habría pro‐ ducido la venida de Cristo, el Mesías redentor de la tradición vetero‐ testamentaria. Algunos textos judíos, por desgracia no disponemos de sus argumentos, habrían hecho un cálculo de los años desde la crea‐ ción del mundo y habrían llegado a la conclusión de que la humanidad vivía aún en la quinta edad, por lo que Cristo no podría ser el Mesías anunciado. Parece que estos textos y la difusión de sus contenidos es‐ taba produciendo tribulación entre los creyentes, probablemente de manera más directa entre aquellos que procedían del propio judaísmo, los conversos —parece que el propio Julián descendía de una familia conversa—, lo que sin duda suponía un problema en el afán visigodo por erradicar el judaísmo en sus territorios. Amparándose en la lectura de Agustín, pero también de Isidoro y de Cipriano de Cartago, Julián habría argumentado contra una cronología construida sobre años y no sobre generaciones, que sería lo correcto, a la vez que considera que los libros hebreos contienen errores que habrían sido corregidos por los setenta intérpretes (la Biblia de los Setenta o Septuaginta); según él, el único texto del Antiguo Testamento digno de consideración. Sin olvidar que los Evangelios son los textos probatorios de que los anun‐ cios mesiánicos de la ley y los profetas se han cumplido. El texto está construido con una gran fuerza narrativa al usar como introducción un símil médico relativo a la conveniencia de amputar
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 734
734
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
los miembros gangrenados del cuerpo para evitar el contagio a los sanos. Lo que ahora se debe extirpar es la lengua de los judíos que afirman que Cristo aún no ha nacido. La redacción del tratado refu‐ tatorio le ha sido encargada por el propio rey. Sabemos que Ervigio dictó leyes severas que supusieron un recrudecimiento de la política, de por sí intolerante, que la legislación visigoda, sea eclesiástica o regia, aplicaba desde comienzos de siglo, donde la conversión forzosa se había convertido en norma y la represión sobre los que apostataban muy dura. De hecho, esa política culminaría tras la muerte de Julián, cuando en el 694, en tiempos del rey Égica, en el XVII Concilio de To‐ ledo (canon 8), se establezca la esclavización de los judíos, que serán dispersados por todas las provincias del reino, la disgregación de sus familias y la confiscación de sus bienes; medida de la que quedaban excluidos los judíos de la Narbonense atendiendo a la situación crítica que vivía la provincia. En cualquier caso, parece indudable que Julián participaba del mismo celo persecutorio y la razón la expresa clara‐ mente: «rehusar consolidar la fe es lo mismo que negarla»; y no duda en elogiar al rey por su celo en la defensa de la religión, que le será premiado en el Juicio Final. El gran elogio de Ervigio debe valorarse también en relación a las propias condiciones en que éste había lle‐ gado al trono, propiciado o, al menos, facilitado por Julián, que se había apresurado a tonsurar a su predecesor, Wamba, cuando éste es‐ taba enfermo, impidiendo así que pudiese regresar al trono. Sobre el segundo de los textos de este apartado, la carta a Modo‐ eno, hay muchas dudas de autoría. El receptor de la carta es un obispo, desconocido en las fuentes visigodas, de hecho se lo ha puesto ocasionalmente en relación con un obispo de Autun del mismo nombre del siglo IX, al cual el autor del texto anima a escribir y enviarle sus escritos sin que su ancianidad sea una excusa. Caso de ser obra de Julián, sería el único ejemplo conservado de su pro‐ ducción poética (el poema está precedido de una breve introducción en prosa), mencionada por su biógrafo Félix de Toledo, y confirmaría la alta erudición, pagana y cristiana, donde se incluirían la patrística griega y romana, del obispo toledano [PCD]
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 735
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
735
[121] Julián de Toledo, Carta‐prefacio del tratado De la demostra‐ ción de la sexta edad dirigido al rey Ervigio de Toledo960 (p. 145)
Al ínclito, glorioso y venerado señor y rey Ervigio, Julián, vuestro humilde siervo. Ésta es la práctica habitual de los médicos expertos:961 donde‐ quiera que una herida se extiende por el cuerpo, hacer frente allí con el cuchillo a lo que sirve de alimento a la herida y seccionar de raíz los miembros gangrenados y purulentos antes de que esa nociva in‐ fección afecte a las partes sanas. En consecuencia, con objeto de que la zona de la herida no entre en contacto con los miembros sanos, siempre se recurre de antemano a la amputación. En efecto, el con‐ tacto de la herida no puede ser nunca motivo de salud, pues, adon‐ dequiera que llega, entrega ese lugar a la herida. Y si esta parte no es seccionada con antelación por la mano del que practica esa arte,962 una vez infectados todos los miembros, causa la muerte. Creo, ve‐ nerabilísimo príncipe, que vuestra clemencia ha querido imitar el método de este admirable remedio.963 Dado que temes que las gen‐ tes que Dios te ha confiado sean alcanzadas por un mal mortífero, piensas en un método apropiado para practicar una amputación por medio de la cual y gracias a un celo saludable aquellos que deben ser salvados puedan escapar a la funesta pus de los miembros noci‐ vos y a la piel ya incurable a causa de las secreciones purulentas. Y por este motivo me encomendáis asumir el cuidado de los miembros aún sanos a fin de evitar que en algún momento puedan padecer una desdichada enfermedad y de que el error sea seccionado antes de que exista peligro de muerte. Así, mientras se mira con prudencia por la salud, se pone remedio de manera adecuada al padecimiento de una enfermedad que debe ser evitada.
960 Edición: Jocelyn N. Hillgarth en Jocelyn N. HILLGARTH, Bernhard BISCHOFF, Bruno KRUSCH, Sancti Iuliani Toletanae sedis episcopi Opera. Pars I, Turnhout, Brepols, 1976, pp. 145‐148 (CC SL, 115). 961 La posible fuente de inspiración es Ennodio, Epistulae, lib. 1,12,4. 962 Es decir, el arte de la medicina. 963 La misma expresión se lee en el canon 1 del XVI Concilio de Toledo (a. 693) escrito contra los judíos, vid. Concilium XVI Toletanum, can. 1 p. 497.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 736
736
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Yo diría, en consecuencia, que esa podredumbre de los miembros que debe evitarse son las lenguas de los judíos, que entienden que Cristo, el Hijo de Dios prometido por la ley, aún no ha nacido y aguardan a otro que ha de nacer, recurriendo a unos hediondos ra‐ zonamientos, pues, estableciendo el cálculo de los años desde el co‐ mienzo del universo según los códices de los hebreos, aseguran que ésta es aún la quinta edad del mundo y que Cristo todavía no ha ve‐ nido, pues creen que vendrá en la sexta edad del mundo. Es un grave mal y un crimen insoportable y horrendo el hecho de que en este error se estudia el tiempo de los años del mundo para conocer el mo‐ mento del nacimiento de Cristo, como si en algún pasaje en las Sa‐ gradas Escrituras hubiesen leído que se aprueba que, mediante el cálculo de los años pasados desde el comienzo del universo, pueda determinarse el momento del santo nacimiento de aquél. La augusta cabeza y la serena mente de tu excelencia me encomiendan respon‐ der a este error detestable y lleno de impiedad y a esta manifestísima ceguera mediante una breve (p. 146) exposición en forma de un pe‐ queño tratado. Yo, por mi parte, que no desconozco mis propias li‐ mitaciones, declinaría llevar sobre mí la pesada carga que me habéis impuesto, si no desease evitar que a causa de mi silencio se perdie‐ sen muchas almas, sobre todo, cuando rehusar consolidar la fe es lo mismo que negarla.964 En efecto, cuando se hace algo que afecta a Dios o que se dirige contra Dios, es peligroso para el pastor guardar silencio, infame huir y mortal dejarse vencer. A esto se refiere el Señor de un modo terrible, cuando censura la cobarde indolencia de sus pastores, diciendo:965 No ascendisteis desde vuestro campo ni levan‐ tasteis un muro en defensa de la casa de Israel para participar en el combate en el día del Señor. Por esta razón, el Señor afirma igualmente por medio de ese mismo profeta que pedirá cuentas al centinela por la sangre de las almas que hayan perecido.966 Así pues, sometiéndome a las piadosas órdenes de vuestra gloria y a las responsabilidades propias de mi estamento por temor a una 964 Expresión tomada de Fulgencio de Ruspe, Ad Trasamundum libri III, 1,2, lín. 22‐23. Fuente desconocida hasta ahora. 965 Ez 13,5. 966 Cfr. Ez 33,6.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 737
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
737
sentencia de una severidad semejante y mostrando la obediencia que merece vuestra excelencia y la servidumbre que se debe a Dios, he realizado la tarea que se me ha impuesto, sin duda, menos docta‐ mente de lo que habría debido, pero, en cualquier caso, obediente‐ mente y en la medida en que he podido, aplicándome en concluir este sencillo tratado que es nuestra respuesta en forma de tres libros, siguiendo en ellos este orden racional, a saber: en el primer libro de esta obra se prueba el error de aquéllos por medio de una serie de manifiestas y evidentes señales del Antiguo Testamento en las que se muestra con claridad y sin ningún tipo de cálculo de años que Cristo, el Hijo de Dios, no va a nacer, sino que ya ha nacido hace tiempo; a continuación, a lo largo de la exposición del segundo libro, por medio de las enseñanzas mostradas de los apóstoles se ha pro‐ curado que se deduzca que la revelada plenitud de los tiempos en la que Cristo se dio a conocer nacido en la carne no resultó manifiesta a los discípulos del Señor y a los demás creyentes en razón de los años transcurridos desde el principio del universo, sino que les fue desvelada por los testimonios de la ley y los profetas, sobre todo, cuando incluso los propios judíos, que en aquel tiempo no creían que aquél fuese Cristo y discutían con Cristo sobre si él era Cristo, nunca lanzaron contra nuestro Cristo esa objeción que ahora plantea la insolente, estúpida y enorme necedad de éstos; además, en el ter‐ cer libro se prueba que los tiempos de la sexta edad ya han llegado, y allí se demuestra, asimismo, que las cinco edades pasadas del mundo no deben distinguirse en virtud de los años transcurridos, sino de la sucesión de las generaciones, y al mismo tiempo también se hace ver en ese mismo libro de un modo conveniente que, en razón de la diversidad que existe entre los años que se encuentran en los códices de los hebreos y en los nuestros, no deben seguirse los libros de la traducción hebrea, sino los códices de los setenta in‐ térpretes, (p. 147) a los que la autoridad de muchos atrajo a la verda‐ dera fe. Ciertamente, este tercer libro no sólo expone con gran claridad las diferencias existentes entre las seis edades, sino que muestra, asimismo, que Cristo nació en esta sexta edad y da a cono‐ cer con toda claridad por qué razón quiso nacer en la sexta edad y suprime cualquier duda del tipo que sea en torno al cálculo de los años.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 738
738
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Como he señalado, estos tres libros elaborados en torno a esta cuestión de que consta la presente obra los hemos dividido según el criterio expuesto, porque nos pareció que era mucho mejor no dis‐ cutir con tales personas sobre la cuestión de los años antes de que quedase al descubierto su equivocación por medio de una serie de verdaderas señales divinas y de los testimonios de los profetas, su‐ madas a todo ello, además, las enseñanzas del Nuevo Testamento, y pasar así, a continuación, a tratar con entera libertad de la demos‐ tración de la sexta edad. En efecto, se da respuesta a la cuestión de los años en el tercer libro de esta obra a fin de que los espíritus re‐ calcitrantes se vean quebrantados con anterioridad en los dos libros precedentes. En efecto, es conveniente que los rostros de tales per‐ sonas, llenos de suciedad debido a la vejez de su carne, sean marca‐ dos primero con la espada del Antiguo Testamento y, a continuación, tras ser golpeados con el puño firme y nuevo del evangelio, se aden‐ tren en el libro de la tercera controversia, gracias al cual conozcan la sexta edad del mundo y comprendan que Cristo ha nacido en ella. En consecuencia, no es de ninguna utilidad leer uno de estos libros y dejar a un lado otro de ellos, pues no ha de extraer en su totalidad sus enseñanzas aquel al que disguste la lectura de tres libros. En con‐ secuencia, dado que la hostil maldad de los judíos lanza sus objecio‐ nes basándose en la diversidad de los años, que se presenta de un modo diverso en nuestros códices y en los suyos, nosotros, por el contrario, planteamos nuestra argumentación basándonos en la su‐ cesión de las generaciones, que es la misma en nuestros códices y en los de ellos, a fin de que, cuando ellos hagan referencia a la brevedad de los años a la hora de distinguir las edades, nosotros, mostrando la plenitud de las generaciones, desdeñemos ese planteamiento ri‐ dículo a propósito de los años. En efecto, ¿qué relevancia tienen los años, si ceden ante las generaciones? Así pues, en las generaciones de las edades debe buscarse la verdad del nacimiento de Cristo, que es revelado por la ley y conocido por el evangelio. Así pues, serenísimo príncipe, por todas estas cosas que he ex‐ puesto con poca arte (y quizás también, afectado por el vicio de la verbosidad, me he extendido un poco más de lo conveniente en la exposición de estas materias), ruego a vuestra piedad que tenga a
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 739
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
739
bien perdonarme, pues vuestra gloria me ha impuesto esta misma necesidad de responder. Sin duda, vuestra excelencia, que se ha mos‐ trado defensora de la causa de Cristo, puede estar completamente confiada (p. 148) en que habrá de salvarse, cuando aquél venga a cele‐ brar el Juicio final. En efecto, se tendrá entonces en cuenta vuestra actuación,967 cuando de un modo manifiesto resplandezca el día del Juicio, si ahora, oh piadosísimo príncipe, sujetas con valor los cuellos de los enemigos de Cristo al yugo de la servidumbre del Señor y haces ondear con firmeza los estandartes de la fe cristiana. [122] Carta a Modoeno, atribuida a Julián de Toledo968 A mi venerabilísimo señor Modoeno, Julián, siervo de los siervos del Señor. (1) Que tu edad ya avanzada y firme en su madura ancianidad, en la medida en que sabemos que los truenos de la elocuencia per‐ sisten en los ancianos,969 redacte en prosa sentencias vigorosas o deje salir en derecho su inspiración en composiciones métricas, pero re‐ húya por completo servirse del ritmo, según es costumbre entre las gentes del pueblo.970 (2,1) En efecto, ni los patriarcas, ni los nobles profetas, ni el bienaventurado Moisés ni el excelso David, 3ni Job, ni Jeremías ni los miembros de la asamblea de los santos padres en sus santas páginas 5se sirvieron de las sentencias rítmicas,
967 Expresión quizás inspirada por Quírico de Barcelona, Epistula II ad Ildefonsum Toletanum ep., lín. 15‐16. 968 Edición: Bernhard Bischoff en J. N. HILLGARTH, B. BISCHOFF, B. KRUSCH, Sancti Iuliani, pp. 259‐260. Es un escrito de autoría incierta. Estudios fundamentales de J. FONTAINE, «Un chaînon», e ID., «Les trois voies des formes poétiques au VIIe siècle latin», en Jacques Fontaine, Jocelyn N. Hillgarth (eds.), Le septième siècle changements et continuités. Actes du Colloque bilatéral franco‐britannique tenu au Warburg Institute les 8‐9 juillet 1988 — The Seventh Century Change and Continuity. Proceedings of a joint French and British Colloquium held at the Warburg Institute 8‐9 July 1988, London, The Warburg Institute, 1992, pp. 1‐18 (Studies of the Warburg Institute, 42), concretamente pp. 8‐9. En ellos se traduce asimismo gran parte de la carta. 969 La fuente indudable es Jerónimo de Estridón, Epistulae, 52,3,8. 970 La forma «plebegis» conservada en los manuscritos es evidentemente una grafía hipercorrecta por «plebeiis».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 740
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
740
(2,2) por el contrario, todos expresaron bien en verso, bien en prosa lo que ahora se conserva para la salvación de las gentes. 8De
ahí también que la numerosa multitud de los más doctos, como Sócrates,971 Hecateo,972 Ferécides, Ennio,973 10Focas,974 Homero, Varrón, César, Símmaco (2,3) y la turbamulta de los demás escritores paganos, ya sean sofistas o poetas, no expresen 13según las reglas de los poemas rítmicos sus sentimientos, de difícil comprensión para la formación literaria de los simples mortales, 15pero siempre al alcance de la comprensión del vigor de los fuertes. (3,1) Por ello, obispo, te ruego en versos trocaicos que tu boca no se cierre para nosotros ni en tus oraciones, ni en tus cartas. 18¡Y, así, reconfórtanos con las enseñanzas de tu sabiduría! (3,2) Enviando sinceros poemas acordes con tu discreción y con tus sentimientos,975 20no ocultes a tus amigos la amistad que les profesas a fin de que, mientras dure nuestra vida, mientras nos sea lícito mar‐ char por este camino, (3,3) nos comuniquemos por carta llevados por el impulso de la amis‐ tad. 23Que
nuestras oraciones y nuestros votos sean los mismos con objeto de que seamos llevados juntos a la patria que es digna de ser disfrutada y compartamos en ella la felicidad.
971
Nombre deformado en el texto latino. Ya Bernhard BISCHOFF, «Ein Brief Julians von Toledo über Rhythmen, metrische Dichtung und Prosa», Mittelalterliche Studien. Ausgewählte Aufsätze zur Schriftkunde und Literaturgeschichte, vol. 1, Stuttgart, Hiersemann ,1966, pp. 288‐298 (= Hermes, 87 [1959], pp. 247‐256), concretamente p. 297, señala que se trata, sin duda, de Sócrates. 972 Sin duda, Hecateo de Mileto (cfr. B. BISCHOFF, «Ein Brief», p. 297), pues esta lista se asemeja a una serie de nombres de poetas griegos recogidos por Isidoro de Sevilla, Etymologiae, 1,39,12, donde se cita a Hecateo, Ferécides de Siro y Homero. Fuente ya señalada por B. BISCHOFF, «Ein Brief», p. 297. 973 Citado en Isidoro, Etymologiae, 1,39,6. 974 Un gramático latino. 975 Recuerda el comienzo de este verso otro de Marcial, Epigrammata, 8,27,2, imitado por Isidoro de Sevilla, Versus in bibliotheca, carm. 27,4. La fuente de inspiración podría ser Isidoro.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 741
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
741
(3,4) 25Ya me despido, bondadoso hermano.976 Te deseo que goces de salud por la eternidad. Te tiene bien presente la Virgen María, la madre de Dios, a cuyo noble y elevado servicio yo me entrego 977. (3,5) 28Esperemos que ella sea, tanto en tu caso como en el mío, la pa‐ trona de nuestra gloria a fin de que por su mediación merezcamos la recompensa celestial en las alturas bienaventuradas, 30ella que engendró en su carne bienaventurada al Verbo de Dios.
976
Hay aquí una errata en el texto latino de Bischoff: «benige» por «benigne». Este verso de gran dificultad es explicado por J. FONTAINE, «Un chaînon», p. 92 n. 21, pero su interpretación resulta poco verosímil. El empleo de «arx, arcis» en un uso figurado con un genitivo explicativo para referirse a un mérito o dignidad elevada es común en latín medieval en construcciones del tipo «arcem imperii», «sublimem regni... arcem», «arcem sanctitatis» o «arcem episcopatus». 977
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 742
742
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
JULIÁN DE TOLEDO978 EPISTVLA PRAEFATORIA AD IDALIVM BARCINONENSEM TICVM FVTVRI SAECVLI (CPL 1258) IDALIO DE BARCELONA EPISTVLAE II (CPL 1258º)
EP. DEL
PROGNOS‐
Las cartas escritas por Julián de Toledo, Idalio de Barcelona y Sunt‐ fredo de Narbona giran en torno a la composición por parte del pri‐ mero de la obra titulada Previsión de la vida futura (Prognosticum futuri saeculi). Como se puede leer en las cartas de Julián de Toledo y de Idalio, esta obra tenía por objeto, ante el temor de la llegada del «fin de los tiempos», examinar cuál sería el estado del alma de los difuntos en el momento de la Resurrección; a tal fin, ese obispo de Toledo es‐ cribió, en un volumen con tres libros, sobre el origen de la muerte hu‐ mana, la situación del alma de los difuntos y la Resurrección futura, respectivamente. La de Julián de Toledo es la epístola introductoria a la citada obra, que hace llegar a Idalio de Barcelona, puesto que el motivo de composición de la misma fue, precisamente, las reflexiones de ambos acerca del tema cuando se encontraban en Toledo. Gracias a esta epístola de Julián de Toledo, que fue obispo entre el año 680 y el 690, sabemos que esa reflexión y la decisión de escribir ampliamente sobre el tema tuvo lugar en Toledo en el año 688. Julián de Toledo indica que ambos habían coincidido en aquella ciudad, hecho que no pudo suceder más que cuando asistieron al XV Con‐ cilio de Toledo, convocado por el rey Égica y celebrado en mayo de 978 Bibliografía: Gregorio GARCÍA HERRERO, «Julián de Toledo y la realeza visigoda», en Antonino González Blanco, Francisco J. Fernández Nieto, José Remesal Rodríguez (eds.), Arte, sociedad, economía y religión durante el Bajo Imperio y la Antigüedad Tardía. Homenaje al profesor Dr. D. José M.ª Blázquez Martínez, Murcia, Universidad de Murcia, 1991, pp. 201‐255 (Antigüedad y Cristianismo. Monografías históricas sobre la Antigüedad Tardía, 8); L. A. GARCÍA MORENO, Los judíos, pp. 125‐ 128; Abdón MORENO GARCÍA, Raúl POZAS GARZA, «Una controversia judeo‐cristiana del s. VII: Julián de Toledo», Helmantica, 53 (2002), pp. 249‐269; Raúl GONZÁLEZ SA‐ LINERO, «Un antecedente: la persecución contra los judíos en el Reino Visigodo», en Gonzalo Álvarez Chillida, Ricardo Izquierdo Benito (coords.), El antisemitismo en España, Cuenca, Universidad de Castilla‐La Mancha, 2007, pp. 58‐88 (Humanidades, 90); Salvador IRANZO ABELLÁN, «Idalio de Barcelona», en C. Codoñer (coord.), La Hispania visigótica, pp. 128‐129; José Carlos MARTÍN‐IGLESIAS, «Julián de Toledo», en C. Codoñer (coord.), La Hispania visigótica, pp. 155‐172.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 743
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
743
aquel año. Además, la redacción de la obra Previsión de la vida futura hubo de realizarse y concluirse en ese mismo año, pues al enviar la obra a Idalio y al hablar de la composición de la misma, Julián utiliza la expresión «el presente año». Son numerosos los temas de análisis que sugieren o permiten las cartas de Julián e Idalio. Por ejemplo, la amistad entre ambos, espe‐ cialmente teniendo en cuenta la elevada posición de Julián en el con‐ junto del episcopado hispano, pues no olvidemos que era titular de la sede primada de Hispania, frente a la más modesta Idalio, quien fue obispo de Barcelona, sede no metropolitana, entre el año 683 y, al menos, el año 688. Es interesante cómo Julián recuerda a Idalio el modo en el que ambos procedieron a la reflexión: en lechos separa‐ dos, ciertamente una matización necesaria si recordamos las adver‐ tencias que encontramos en las reglas monásticas hispanas sobre cómo debían descansar los monjes. Del mismo modo lo es la men‐ ción a lo que era una enfermedad recurrente entre las altas capas de la sociedad visigoda, esto es, la podagra, pues Idalio sufría por ella, o los usos, que ya hemos visto en otros comentarios, sobre el modo de escribir de estos autores, en este caso, la existencia de secretarios episcopales encargados de tomar notas dictadas por los obispos, que posteriormente eran utilizadas para el fin que se requiriera. La epístola de Julián de Toledo a Idalio es de gran importancia para la historia política del reinado del visigodo Égica. Según la Cró‐ nica Rotense, una crónica del siglo IX, Égica, que fue rey entre el año 687 y 702 —los últimos años conjuntamente con su hijo Witiza—, re‐ alizó tres expediciones contra los francos, sin conseguir, sin embargo, ningún éxito (Crónica de Alfonso III, 4). La referencia en la citada epís‐ tola a la tranquilidad que reinaba en Toledo después de que el rey abandonara esa ciudad con su ejército, hecho que, en función de la data de la epístola, tuvo que suceder en el año 688, lleva a considerar firmemente la posibilidad de que Julián de Toledo estuviera alu‐ diendo al inicio de una de las tres expediciones mencionadas por aquella crónica. Por otra parte, esta referencia nos sitúa ante un rey visigodo comandando el ejército directamente y nos confirma algo bien sabido: el ambiente conflictivo y turbulento que acompañaba a cualquier contingente militar.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 744
744
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
La epístola escrita por Idalio a Julián de Toledo confirma la recep‐ ción de la obra, así como su acuerdo con lo escrito en ella. Esto úl‐ timo se debía a una petición expresa del de Toledo, pues en su epístola solicitaba a Idalio que le diera su opinión sobre el contenido de la obra y que, si estaba de acuerdo con el mismo, le diera difusión. Esto último es lo que, precisamente, hizo Idalio, pues en primer lugar la dio a conocer a los miembros de su iglesia y, además, fue él quien ordenó hacer copias para ser enviadas a otras iglesias. El envío de una copia de la obra Previsión de la vida futura a Suntfredo es el motivo de la carta que Idalio de Barcelona escribió a éste, que ocupó la sede de Narbona entre el año 666 y, al menos, hasta el año 688; sabe‐ mos que en el año 693 ya había fallecido, pues al concilio toledano cele‐ brado aquel año asistió otro obispo narbonense. Gracias a esta epístola sabemos que fue Suntfredo quien solicitó una copia de la obra de Julián de Toledo. Este procedimiento es interesante, en tanto que el metropo‐ litano de la Narbonense también coincidió con ese obispo de Barcelona y con Julián de Toledo en el XV Concilio de Toledo, momento en que, como hemos visto, se originó la composición de aquella obra. Es evi‐ dente, por lo tanto, que a pesar de ser Suntfredo metropolitano, no tenía tanta afinidad con Julián como Idalio. Por otro lado, tal petición de Sunt‐ fredo nos indica la rapidez con la que se transmitían las noticias en el reino visigodo y, especialmente, en los territorios que se poseían a ambos lados de los Pirineos. Un asunto interesante que sugiere la epístola de Idalio a Suntfredo es la existencia de un scriptorium en la diócesis de Bar‐ celona, responsable de realizar la copia de la obra julianea que llegó a Narbona. Asimismo, esta copia y el envío en sí de la misma a aquella ciudad de la Septimania evidencia el compromiso de Idalio con lo que le había solicitado Julián de Toledo: que diera difusión a esa obra. Éste, como es sabido, era el modo en que en aquel período se lograba que un tratado fuera conocido más allá de los círculos cercanos a su autor. La epístola de Idalio aporta un dato que, incuestionablemente, está relacionado con la historia política y social del reino visigodo en aquel período. Nos referimos a la legislación antijudía que emitieron los reyes Ervigio y Égica en las últimas décadas del siglo VII. En su carta, Idalio muestra su sorpresa por el hecho de que Julián de Toledo hu‐ biera encargado a un judío, de nombre Restituto, el transporte hasta
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 745
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
745
Barcelona de la obra Previsión de la vida futura; según leemos en la misma, Idalio la recibió directamente de las manos de ese judío. Dada la importante legislación visigoda sobre los judíos, no sorprende la reacción del obispo de Barcelona, que, sin embargo, encuentra un motivo teológico para explicar la decisión de Julián de Toledo. Ahora bien, posiblemente ésta deba relacionarse, como se ha hecho, con el origen judío de este obispo, circunstancia de la que habla la Crónica mozárabe del 754 y que se ha considerado cierta por la inmensa mayo‐ ría de la crítica. Así, tras la elección de Julián se ha querido ver el man‐ tenimiento de la importante posición que su familia tendría entre la comunidad judía de Toledo; de hecho, se ha considerado que Resti‐ tuto sería esclavo de su familia. No obstante, del texto de Idalio no puede deducirse esto último. Del mismo modo, la presentación que hace este obispo de Barcelona de Restituto como «cierto judío», «ajeno al culto de la verdadera fe» y que había transportado la obra «como un animal privado de razón» nos hacen considerar que no se trataría de un judío converso. En todo caso, la utilización de un judío como emisario no ha hecho dudar de la convicción cristiana de Julián de Toledo; lo evidencia su obra De comprobatione sextae aetatis. [MVG] [123] Julián de Toledo, Carta‐prefacio de las Previsiones sobre la vida futura dirigida a Idalio de Barcelona979 (p. 11) A mi
santísimo señor Idalio, obispo de la sede barcinonense, con quien me une un vínculo de amistad más firme que con cual‐ quier otro, Julián, indigno obispo de la cátedra toledana.
979
Edición: Jocelyn N. Hillgarth en J. N. HILLGARTH, B. BISCHOFF, B. KRUSCH, Sancti Iuliani, pp. 11‐14. Hay traducción inglesa e italiana de los Prognostica de Julián de Toledo de Tommaso STANCATI, Julian of Toledo: Prognosticum futuri saeculi. Fore‐ knowledge of the World to come, New York – Mahwah (New Jersey), The Newman Press, 2010 (Ancient Christian Writers, 63) (= Id., Giuliano di Toledo, Prognosticum fu‐ turi saeculi / Il preannuncio del mondo che verrà. Introduzione, Traduzione dal Latino, Commento Teologico, Napoli, Editrice Domenicana Italiana, 2012); una traducción italiana de Orazio Francesco PIAZZA, Giuliano di Toledo, Conoscere le ultime realtà. Introduzione e traduzione, Palermo, L’Epos, 2005; y una traducción española de José E. OYARZÚN, Julián de Toledo, Pronóstico del mundo futuro. Introducción, traducción y notas, Madrid, Ciudad Nueva, 2013 (Biblioteca de Patrística, 94).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 746
746
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
¿Ese admirable día en que, al coincidir ambos en la ciudad regia el presente año, celebramos juntos la festividad de la pasión del Señor con un alegre ardor en nuestros corazones, quién, con la ilus‐ tre excepción del Redentor de todos nosotros, podría describirlo en unos términos apropiados que nos permitiesen recordarlo?980 Ese día se dio la circunstancia de que, apartándonos de los demás en busca de un silencio digno de tan gran festividad, nos retiramos a un lugar especialmente recogido. Allí, a fin de ser rociados por las gotas de la lluvia de la pasión del Señor, nos acomodamos los dos bajo los cobertores de unos lechos separados, donde, mientras éramos tocados a un tiempo por el reflejo de la luz eterna,981 cogi‐ mos en nuestras manos las Sagradas Escrituras. Leímos en silencio durante largo rato. Reflexionábamos entonces sobre los misterios de la pasión del Señor, comparando los pasajes paralelos de los Evangelios.982 Pero, cuando llegamos en nuestra lectura a cierto pasaje conmovedor que ahora no puedo recordar, nos sentimos turbados, gemimos, suspiramos. Un inmenso júbilo nace en nues‐ tros corazones y, de improviso, nos sentimos elevados a las alturas de la contemplación. Las lágrimas derramadas nos impiden conti‐ nuar la lectura, una misma tristeza nos lleva a dejar el libro a un lado y aguarda ser reconfortada con el consuelo de nuestra con‐ versación a solas. ¿Qué divino perfume se extendió allí sobre nues‐ tros espíritus, qué dulzura del amor celestial penetró y se difundió en nuestros corazones mortales, quién podría o alcanzaría a des‐ cribirlo en sus escritos o en un relato de viva voz digno de todo ello? Ciertamente, tú padecías entonces los sufrimientos caracte‐ rísticos del dolor provocado por la podagra (así lo recuerdo, mi señor y veneradísimo hermano), pero sentías en tu interior con
980 Es un uso de gerundio con valor final por «ad recolendum», traducido de un modo un poco libre para que la expresión fluya mejor en español, aunque no cabe descartar que se trate de un uso del adjetivo en «‐ndus» en hipérbaton concertado con el sustantivo «diem» inicial de la frase. En ese caso la traducción sería: «¿Ese admirable día y digno de recuerdo en que...». 981 Probable recuerdo de Sap 7,26. 982 En esta expresión hay una errata en la edición de Hillgarth, en la que se lee «congesti‐» (sic) (lín. 16) por «congestis», lectura confirmada por el códice Sankt Gallen, Stiftsbibliothek, 264, p. 4 (uno de los únicos cuatro manuscritos que transmiten esta obra).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 747
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
747
mucha más intensidad la esperanza de la contemplación divina. Creo que (p. 12) entonces, cuando comenzamos a discutir sobre esas materias divinas, desapareció en ti todo ese dolor que atormentaba tu cuerpo. Allí sentí entonces en toda su fuerza qué bueno y gozoso es que los hermanos vivan en mutua comunión,983 cuando el perfume del Espíritu Santo que se había derramado desde nuestra cabeza hasta la orla de sus ropajes984 (orla que quizás entonces éramos nosotros), nos puri‐ ficaba con la emoción de una disquisición tan grande y necesaria. Así pues, invitados a regalarnos con los manjares de estos platos, comenzamos a discutir entre nosotros en qué situación se encontra‐ ban las almas de los difuntos antes de la resurrección final de los cuerpos, pues así conoceríamos, mediante ese recíproco intercambio de ideas, qué será de nosotros después de esta vida a fin de que, re‐ flexionando sobre esta materia con intensidad y guiados por la ver‐ dad, pudiésemos despreciar con tanta más firmeza los tiempos presentes cuanto mejor conociésemos los futuros, luego de haber meditado sobre ellos. Y, así, surgieron ciertas preguntas derivadas de esta materia que por su dificultad conmovieron profundamente a nuestros espíritus. Pero, al no poder encontrar con brevedad nues‐ tros entendimientos una óptima solución y una explicación de ellas, decidimos de común acuerdo que todas las ideas que nos viniesen al espíritu en torno a esta cuestión debían ser recogidas por escrito con una pluma, pues, de ese modo, el recuerdo de nuestra sagrada lectura nos mostraría qué respuestas exigía la razón sobre esta ma‐ teria y qué enseñanzas nos transmitía el saber de los doctores cató‐ licos, y esto no se haría mediante la consulta continua de libros, sino recurriendo a nuestra memoria y de viva voz. Entonces yo, si no me engaño, ante vuestra insistencia, tras hacer venir rápidamente a un escribano, con la mayor brevedad que pude, le dicté ese mismo día en vuestra presencia una serie de ideas relacionadas con las pre‐ 983
Ps 132,1. Ps 132,2. La expresión de Julián «in ora uestimenti eius» reproduce literalmente la frase bíblica, donde «eius» se refiere a Aarón, mientras que en el autor visigodo carece de buen sentido, pues el relativo que sigue es de género femenino y concierta necesariamente con «ora», no con «uestimenti eius», contra lo que dejan entender otras traducciones para solucionar la dificultad de la expresión. 984
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 748
748
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
guntas que se nos habían planteado. Pero tu santidad, llena de im‐ paciencia en tu espíritu, como siempre acostumbra, en relación con los asuntos divinos, con la dulcísima autoridad de su amor instó a mi pobre persona, de fuerzas tan limitadas, la empujó, en efecto, con el poder que le da nuestra particular amistad, a que esas ideas que habían surgido a lo largo de la discusión y que os complacían ya mientras elaborábamos una lista con sus títulos, tan pronto como yo advirtiese que disponía del ocio necesario por la voluntad de Dios, las reuniese y recogiese en su totalidad en un único y breve volumen y (p. 13) expusiese cuál era la opinión autorizada de nues‐ tros mayores al respecto, aduciendo citas de éstos, con objeto de que en el estudio de unas cuestiones semejantes el gran número de los libros existentes no obligase a un gran esfuerzo al alma que se inte‐ resase por investigarlas y que, por el contrario, un breve resumen como ése calmase la enorme sed del lector. Asimismo, convinimos en medio de todo tipo de muestras de amor recíproco que yo me aplicaría en recoger por escrito985 en un estilo semejante al de los tí‐ tulos todos aquellos puntos y problemas relacionados con la resu‐ rrección última de los cuerpos que pudiesen venirnos a la cabeza y fuesen dignos de ser tratados.986 Además de estos dos libros, deci‐ dimos igualmente de común acuerdo en nuestro afligido corazón que a los dos libros citados se añadiría un primer libro sobre la muerte de este cuerpo que, elaborado con una distribución de títu‐ los semejante, precediese a aquéllos y reconfortase con la esperanza de los goces celestiales el espíritu del lector aterrorizado por un miedo desmedido a la muerte, y que, de ese modo, se expusiese en el relato de los siguientes libros cuáles son las delicias de la dicha eterna que aguardan a las almas santas tras la deposición y recupe‐
985 El verbo «curarem» tiene por complemento una construcción de Acusativo con Infinitivo cuyo núcleo es «renotanda (esse)», en el que se recoge en género neutro plural el sujeto lógico «quantae... causae uel quaestiunculae...», sobrentendiéndose: «haec renotanda esse curarem» (literalmente: «que yo procuraría que todo eso fuese recogido por escrito»). 986 La sintaxis latina de esta frase subordinada es la siguiente: el sujeto es «quantae causae uel quaestiunculae», el verbo «possent... se... ingerere», este último infinitivo lleva como complemento en dativo «memoriae nostrae», mientras que «recolendae» es un predicativo del sujeto. En esta carta de sintaxis tan compleja resulta imposible ser del todo fiel a la expresión latina.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 749
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
749
ración de este cuerpo.987 En fin, tú conoces en primera persona que todo esto se fijó y resolvió entonces de común acuerdo conmigo en ese día entrañable. Y, recientemente, cuando la expedición militar del glorioso prín‐ cipe se llevó consigo lejos de la ciudad regia las turbulentas masas de las gentes que partían con él, creo que esto se produjo para que el mar de nuestro corazón comenzase a serenarse tras las tempesta‐ des, recorrido por los apacibles soplos de las brisas. Y, así, se dio la circunstancia de que yo recordé tu encomienda y mi promesa. En consecuencia, llevé a cabo lo que prometí, y si bien no tal y como ha‐ bría debido hacerlo, al menos lo hice tal y como pude, redactando un primer libro sobre el origen de la muerte humana, un segundo sobre la situación en la que se encuentran las almas de los difuntos antes de la resurrección de los cuerpos y un tercero sobre la resu‐ rrección futura. Tras distribuir toda esta materia en tres libros reu‐ nidos en un solo volumen, dimos a esta obra un título general, decidiendo que, por su parte mejor y más importante, se denomi‐ nase «Previsión de la vida futura». En ella no encontrarás, sin em‐ bargo, un desarrollo personal de estas materias, sino las lecciones y enseñanzas de nuestros mayores, y si en algún pasaje mi voz se ha dejado oír un poco, me he limitado a escribir con mi propio estilo lo que recuerdo haber leído en los libros de aquéllos. Y si en esta obra he dicho algo de un modo diferente a como habría debido decirse (p. 14) o he tratado de manera temeraria alguna materia de un modo diferente a como habría debido hacerse, que tu caridad, que todo lo soporta y tolera,988 me perdone, pues confieso mi error.989 Ojalá obtenga asi‐ mismo del espíritu de tu santidad que todo aquello que el entendi‐ miento de nuestra pobre persona ha expresado de un modo poco docto, la revisión de tu prudencia lo corrija, lo resuelva y lo embe‐ llezca, y que por medio de sus súplicas obtenga del Señor por 987 Julián se refiere a que, en el momento de la resurrección, todas las almas resucitarán en el cuerpo en el que vivieron, tal y como expone Braulio de Zaragoza en su carta de respuesta a Tajón. De ahí que las almas, antes de resucitar, abandonen primero el cuerpo y luego lo recuperen. 988 Paráfrasis de I Cor 13,7‐8. 989 Expresión inspirada quizás en Agustín de Hipona, Enarrationes in Psalmos, 26,2,20, lín. 17‐18.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 750
750
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
delante de todo lo demás que cualquier culpa que yo haya podido contraer en la redacción de esta obra por falta de prudencia, tenga a bien borrarla la participación en la piadosa sangre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.990 En fin, que esta obra se redactase no me complacía tanto por el hecho de que yo fuese a instruir a los lectores sobre unas materias poco conocidas, por así decirlo, pues no dudo que son muchos los que991 han aprendido los fundamentos de estas cuestiones en los volúmenes de múltiples libros, sino, más bien, por‐ que la exposición de las cosas futuras aquí recogida en un solo vo‐ lumen conmovería con mayor fuerza los corazones de los mortales,992 pues podrían leer sin esfuerzo las materias aquí reuni‐ das y, así, el corazón se mostraría compungido a tiempo, dado que el alimento que aquí se ofrece se presenta ante él de forma sencillí‐ sima. Así pues, espero que los materiales dispuestos en estos libros gracias a las enseñanzas reunidas en ellos resulten suficientes para que nuestro espíritu se reconozca en este espejo. En efecto, en caso de que meditemos con diligente reflexión sobre lo que seremos, creo que apenas pecaremos o incluso nunca. Ciertamente, así está es‐ crito:993 Hijo, en todos tus actos ten presentes tus postrimerías y no pecarás jamás. Y así, una vez hechas estas aclaraciones, que he situado al co‐ mienzo para explicar esta obra y recordar su origen, os ruego, os su‐ plico que estos libros que aquí os ofrezco, ya sea que os agraden o que os desagraden, obtengan un manto mejor gracias a la crítica de vuestra pluma o merezcan ser publicados con la aprobación de vues‐ tro juicio.
990 Expresión difícil de entender y que se repite en la Oratio que sigue a la carta (lín. 32‐34): «te obsecro, te peto, per gloriosum illud sacri sanguinis tui commercium et crucis tuae inuictum et uenerabile signum, quia...». Sin duda, Oyarzún tiene razón y Julián se refiere a la eucaristía, que es una de la acepciones especiales de la forma «commercium» con un genitivo que haga referencia a ese sacramento. 991 Esta expresión está mal construida en latín, pues el primer infinitivo «esse» (lín. 106) está de más, aunque es igualmente posible que Julián haya cometido un error de sintaxis en la continuación, escribiendo, también en infinitivo, «didicisse» (lín. 107) por una esperable oración de relativo. Así, lo que se traduce es: «cum multos esse non dubitem ( e o s ) q u i harum rerum scientiam multiplicium librorum uoluminibus d i d i c e r u n t » . 992 Posible eco de Virgilio, Aeneis, 1,462. 993 Eccli 7,40.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 751
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
751
[124] Idalio de Barcelona, Carta a Julián de Toledo en respuesta a la precedente994 (p. 3)
A mi venerabilísimo señor, especial para mí por delante de todos los demás, Julián, obispo de la sede primada de Toledo, Idalio, obispo de la sede de Barcino. Hasta ahora, angustiado por el recuerdo de mis pecados y ate‐ morizado por la conciencia de mis enormes culpas, pensaba que los oídos divinos permanecían cerrados por completo a mis clamores, pues no había recibido la obra que correspondía a vuestra promesa. Y aunque por este motivo, turbado por diversas preocupaciones, pri‐ vado asimismo del resultado del feliz logro que tanto deseaba o, como suele ocurrir, víctima del olvido y lleno de dudas a propósito de los ruegos que podía dirigiros después de nuestra despedida, no había enviado súplica alguna a vuestra santidad, confiaba, no obs‐ tante, en esas palabras con las que nuestro Salvador y Redentor re‐ confortó a sus discípulos, diciendo:995 Si dos de vosotros se pusiesen de acuerdo en la tierra, todo lo que pidiesen en relación con cualquier cosa que fuese les será concedido por mi Padre, que está en los cielos. Además, to‐ talmente confiado en la firmeza de vuestra promesa, tenía bien pre‐ sente en mi corazón que ni la Verdad996 puede mentir jamás, ni el seguidor y discípulo de la Verdad está al servicio de las mentiras.997 Aguardaba la promesa de vuestra santidad teniendo depositada una gran esperanza en nuestro Señor Jesucristo y, no obstante, rezaba, si bien no a diario, ciertamente, a menudo, por que Aquel que está pre‐ sente en todas partes llevase su inspiración sobre vuestro corazón y diese por fin cumplimiento a nuestros votos. Y así, ahora que el Señor se ha acordado de mí y me ha concedido mis votos, ha llenado mi boca de alegría y mi lengua de gozo,998 pues
994 Edición: Jocelyn N. Hillgarth en J. N. HILLGARTH, B. BISCHOFF, B. KRUSCH, Sancti Iuliani, pp. 3‐6. Hay traducción inglesa e italiana de T. STANCATI, Julian, 363‐ 366; e italiana de O. F. PIAZZA, Giuliano, pp. 67‐72. 995 Matth 18,19. 996 Cfr. Ioh 14,6. 997 El mismo pensamiento se lee en Jerónimo de Estridón, Epistulae, 112,18,1. 998 Cfr. Ps 125,2.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 752
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
752
a vos os ha engrandecido con la realización de esta santa obra (p. 4) y a mí me ha enriquecido con el resultado de vuestra labor. Y, así, puedo decirle lleno de gozo en mi interior con las palabras de su profeta:999 Bendito sea el Señor, bendito sea el Señor día tras día. En efecto, presen‐ tándose ante nosotros cierto judío de nombre Restituto, cargando como un animal privado de razón, por así decirlo, con esta obra tan conforme a la luz, nos entregó, sujetándolo con sus dos manos, el libro que la prudencia de vuestra santidad, gracias a su trabajo y a su apli‐ cación, había elaborado con diligente brevedad no sólo a partir de las sentencias de los antiguos y santos padres, sino también merced a la inspiración y a las enseñanzas de Cristo, y había tenido a bien enviar a nuestra ignorante persona. Arrebatándoselo, más bien, de las manos que cogiéndolo de ellas, llevado por un ansia de conocimiento, lo abrí rápidamente y, al contemplar su título, confieso que me sentí sorpren‐ dido por el hecho de que vuestra santidad hubiese confiado la res‐ ponsabilidad de una mercancía tan importante y tan preclara a un servidor tan incrédulo y ajeno al culto de la verdadera fe. Pero, al re‐ cordar de pronto la razón por la que un tesoro se confía a unas vasijas de barro,1000 antes de dároslas a vos, di las gracias al citado judío por haber transportado sin daño alguno aquello que había recibido, en‐ tendiendo que quizás actuabais por impulso de la diestra del Altí‐ simo1001 con objeto de que aquel que había acostumbrado a llevar mercancías caducas fuese preparado para los misterios divinos y eter‐ nos. Comprendí asimismo en esa decisión la humildad de vuestro santo y docto corazón, la cual, al atribuir con grandes muestras de gratitud a Dios, por cuya gracia lo obtuvisteis, todo lo que en vuestras palabras hay de hermoso, espléndido y puro, convierte esto mismo en algo magnífico y óptimo y, por otro lado, al rechazar la vanagloria, se esfuerza por mostrar ante los ojos de quienes la contemplan que ha despreciado ese sentimiento, lo que consigue haciendo que se vea que ha confiado eso mismo a un mensajero especialmente indigno. Pues bien, tras observar el estilo en el que estaba escrito el códice y reflexionar sobre su título, no pude encontrar otro nombre más 999
Ps 67,20. Cfr. II Cor 4,7. 1001 Cfr. Ps 76,11. 1000
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 753
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
753
apropiado para esa obra que aquel que el propio códice presentaba al comienzo del volumen. (p. 5) En efecto, es denominado «Previsión de la vida futura», que en latín puede decirse por igual de un modo no inapropiado «Presciencia de la vida futura». Ciertamente, si bien en esta obra el libro primero parece amenazar hasta cierto punto a los pecadores con la severidad del castigo y provocar su miedo, sin embargo, los dos libros siguientes, llenando los corazones de los cristianos de una grandísima confianza, los reconfortan con la es‐ peranza de la resurrección futura y del reino que Cristo prometió que daría a los fieles.1002 Y al recorrer en mi lectura el resto del có‐ dice hasta su conclusión, comprendí lo que dice nuestro Señor Je‐ sucristo en los Evangelios:1003 Todo escriba instruido en lo que atañe al reino de los cielos es semejante a un hombre que es padre de familia y saca de su repuesto cosas nuevas y viejas. En efecto, todo lo incierto es re‐ suelto de una forma manifiesta y todo lo oscuro es mostrado a plena luz del día, cuando, gracias al fructífero esfuerzo de vuestra arte, se presentan a la vista de todos los preceptos de los antiguos padres y las revelaciones de vuestra novedosa síntesis. Y, así, de las senten‐ cias de aquéllos mana la verdad y de vuestro esfuerzo una síntesis novedosa y veracísima. Así pues, cuanto aquéllos percibieron de un modo veraz, escru‐ puloso y sensato en todo lo relacionado con Dios, tú lo compartes con ellos, pues las enseñanzas del Señor han llevado esto mismo hasta tu conocimiento. Asimismo redunda en alabanza de tu celo el hecho de que éste, llevado por un afán de conocimiento, tras reunir en un solo volumen las sentencias de aquéllos, las ha mostrado con claridad y con un discurso al alcance de los perezosos e indolentes. Por esta razón, si bien aquéllos pusieron a vuestra disposición estos materiales por la gracia de Cristo, sin embargo, se atribuirá a vuestro esfuerzo el resultado final de este trabajo. En efecto, aunque también el oro posee un brillo intrínseco a su origen y naturaleza, cuando es transformado con pericia en diversas formas y en una gran variedad de figuras y es pulido de manera adecuada, no sin razón se elogia el talento del artesano. Movido por el ejemplo de este hecho, yo me 1002 1003
Cfr. Tit 1,2. Matth 13,52.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 754
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
754
aplicaría a ensalzar con mis alabanzas el eficaz talento que ha con‐ cedido a vuestro corazón la gracia divina y la insigne aplicación con la que sé que os habéis esforzado en favor de la causa de Cristo, o bien, puesto que yo mismo no poseo la habilidad necesaria para ha‐ cerlo, rogaría a otros que os elogiasen, si no fuese porque (p. 6) me consta que esto os desagrada. En consecuencia, sólo me resta hacer lo que desea el alma de vuestra santidad. Y así, mi insignificante persona, o, más bien, el conjunto de la Igle‐ sia conmigo, a quien mi humilde persona ha dado a conocer la ex‐ celencia de vuestro trabajo, da las gracias a la inmensa e inefable Trinidad, ciertamente, no cuantas debería, pero, al menos, cuantas está en su mano, pues, en medio del fin de los tiempos o, por expre‐ sarme con más propiedad, casi en medio de la consumación del mundo, ha derramado sobre el corazón de vuestra beatitud el don de su gracia, así como el celo de llevar a cabo una santa obra y ha proporcionado a vuestra boca un discurso franco y de hermoso so‐ nido1004 con el que corregir mediante el temor los corazones de los pecadores y reconfortar abundantemente con la esperanza del reino celestial a quienes se entregan a buenas obras y son dignos de ser confirmados en sus santos actos. Suplicamos, en fin, a la generosísima piedad de la majestad ce‐ lestial que, prolongando los años de vuestra vida, os conserve al frente de su Iglesia para iluminación de los fieles, que tenga a bien multiplicar los dones de sus gracias que ha derramado sobre vuestro corazón hasta el punto de que, merced a las diligentes obras y ense‐ ñanzas de vuestra santidad, haga al pueblo católico digno de todo tipo de bienes y que, así, en pago por la santa aplicación de vuestro esfuerzo, después de una extensión larguísima de vuestra vida, tras perdonar vuestras iniquidades y borrar vuestras culpas,1005 os con‐ ceda disfrutar del reino celestial en compañía de sus santos y sus elegidos.
1004
Expresión inspirada claramente en Fulgencio de Ruspe, Ad Trasamundum libri III, 3,1,2, lín. 15‐16. Fuente no señalada hasta ahora. 1005 Cfr. Ps 31,1; Rom 4,7.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 755
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
755
[125] Idalio de Barcelona, Carta a Suntfredo de Narbona1006 (p. 7)
A mi venerabilísimo señor Suntfredo, obispo de la sede pri‐ mada de Narbona, especial para mí por delante de todos los demás, Idalio, obispo de la sede de Barcino. La excelsa obra que no sólo a costa de un ingente esfuerzo, sino también merced a una inmensa aplicación, a partir de los libros de los antiguos y católicos padres y con una admirable y nueva breve‐ dad, vuestro reverendísimo colega y mi señor Julián, obispo de la sede primada de Toledo, tuvo a bien elaborar en un solo volumen, titular «Previsión de la vida futura» y enviar a nuestra humilde per‐ sona, y que vuestra beatitud nos ha solicitado vivamente y con una insistencia digna de elogio, puesto que en esta pequeña ciudad en la que ejerzo de forma tan indigna el obispado soy un devoto servi‐ dor de vuestra santidad, he dispuesto lo necesario para ofrecérosla, sujetándola con mis dos manos, por medio del presente siervo mío que va a presentarse allí en la sede de vuestra santa excelencia,1007 y ello a fin de que, gracias al conocimiento de esta obra, los obispos de toda vuestra provincia, una vez que hayan participado de vuestro gozo, puedan ver hasta qué punto Dios altísimo ha enriquecido con la luz de un extraordinario presente a vuestro colega, citado más arriba, para iluminación de la Iglesia, bendigan de común acuerdo a Dios, nuestro Señor, que está en el cielo, por cuya largueza ese mismo colega vuestro mereció obtener este don y después ofrezcan a la divina Trinidad las ofrendas correspondientes a sus súplicas para que la gracia de la divinidad proteja al autor de esta obra en pago por un esfuerzo tan grande y la indulgencia divina borre las culpas de mi inicua persona, pues, aunque ignorante, me he cuidado de transmitirles unas enseñanzas por las que su corazón ha de abun‐ dar en frutos espirituales. Asimismo, a ti, mi señor conterráneo, te suplico que tengas a bien elevar asiduas preces al poder divino por el perdón de mis crímenes, 1006 Edición: Jocelyn N. Hillgarth en J. N. HILLGARTH, B. BISCHOFF, B. KRUSCH, Sancti Iuliani, p. 7. Hay traducción inglesa e italiana de T. STANCATI, Julian, 366‐367; e italiana de O. F. PIAZZA, Giuliano, pp. 73‐74. 1007 En este pasaje la puntuación del editor es errónea.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 756
756
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
de manera que una persona como yo, que se inclina bajo la carga de diversas miserias, pueda verse aliviada por la asistencia de vuestra oración. ¡Ojalá que, merced a ello, tengáis la dicha de disfrutar sin fin de la gracia de nuestro Señor Jesucristo!
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 757
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
757
PAULO, DUQUE DE LA GALIA NARBONENSE1008 EPISTVLA AD WAMBANEM PRINCIPEM (CPL 1262º) La breve epístola que, hipotéticamente, Paulo, un dux del entorno real, dirige al rey Wamba comunicándole que se ha proclamado rey de las provincias nor‐orientales del reino, es un documento anómalo en el contexto de la epistolografía visigoda. Sin dudar de su auten‐ ticidad, el hecho de que se haya transmitido dentro de los escritos que Julián de Toledo redactó para dar cuenta de la campaña que Wamba llevó a cabo para reprimir la revuelta que, originada en la Narbonense, se extendió por la Tarraconense pocos meses después de su elección como rey, puede hacer pensar que es una construcción ad hoc para argumentar de manera inequívoca el carácter de Paulo como rebelde y usurpador. Justificando de esta manera la represión que posteriormente Wamba llevó a cabo contra los territorios que habían apoyado la sedición. Es importante anotar que Paulo no ha sido el instigador original de la revuelta, que se había gestado en el descontento de una parte de la nobleza goda de la Narbonense, pro‐ bablemente por considerarse marginada en el proceso de la desig‐ nación de Wamba para ocupar el trono de Toledo. Wamba había sido elegido rey ya anciano, aparentemente contra su voluntad, en un contexto en el cual sus colegas nobles parecen haber optado por una opción transitoria. Sin embargo, una vez de‐ signado, Wamba consideró que su elección debía ser legitimada por la unción episcopal y por su juramento de fidelidad al pueblo godo, que fueron llevados a cabo en Toledo con el beneplácito del entorno de la corte y del obispo metropolitano. Inmediatamente promovió 1008 Bibliografía: Isabel VELÁZQUEZ SORIANO, «Wamba y Paulo: Dos personali‐ dades enfrentadas y una rebelión», Espacio, Tiempo y Forma. Serie II. Hª Antigua, 2 (1989), pp. 213‐222; Pablo C. DÍAZ MARTÍNEZ, «Rey y poder en la Monarquía visi‐ goda», Iberia, 1 (1998), pp. 175‐195; M.ª R. VALVERDE CASTRO, Ideología, simbolismo, pp. 181‐195; José A. CASTILLO LOZANO, «La figura del tyrannus, del rebelde, en la tra‐ dición visigoda a través de las obras de Julián de Toledo», Herakleion, 7 (2014), pp. 85‐101; Thomas DESWARTE, «Une satire politique: la lettre de Paul à Wamba», en Thomas Deswarte, Klaus Herbers, Hélène Sirantoine (eds.), Epistola 1: Écriture et genre épistolaires: IVe‐ XIe siècles, Madrid, Casa de Velázquez, 2018, pp. 129‐136 (Collection de la Casa de Velázquez, 165); Ángela PARRA ROMO, «El ejército visigodo en campaña, Wamba y la secesión de la Narbonense», Studia Historica. Historia Antigua, 36 (2018), pp. 221‐251.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 758
758
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
una campaña contra los vascones, que tenía, al margen de las per‐ manentes correrías de estas poblaciones que se consideraba obligado reprimir, un significado claramente inaugural. En el mismo sentido que había presidido la asunción de la púrpura por parte de los em‐ peradores romanos, respondía al triple objetivo de obtener prestigio, entablar lazos de camaradería con los cuadros militares y propor‐ cionar botín a los soldados. Apenas iniciada la marcha hacia el norte del reino tuvo noticia del mencionado levantamiento de la Narbo‐ nense instigado por el comes de Nimes, Ilderico, al que habrían se‐ cundado algunos miembros de la jerarquía eclesiástica. Enseguida, con el apoyo de los francos, estos rebeldes se hicieron fuertes en una parte de la provincia gala. Es ahora cuando Paulo entra en acción. Hasta donde sabemos Paulo es un uir illustris del entorno de la corte, un miembro del Officium Palatinum y, si es el personaje del mismo nombre que asiste a los concilios de Toledo del 653 y 655, un comes notariorum. Proba‐ blemente no tiene un mando militar sobre una zona precisa, sino que ejerce como dux en tanto que acompaña al rey hacia el área vas‐ cona. Wamba le encarga en ese momento dirigirse con una parte del ejército a contener la revuelta. Durante su marcha, según testi‐ monia Julián en la Historia Wambae, se habría visto tentado por la ambición del poder y habría embarcado en sus planes al dux de la Tarraconense, Ranosindo, y a un gardingo de nombre Hildegiso. Lo que hasta ese momento había sido un levantamiento localizado, cuyo objetivo último no es explicado por las fuentes, pasa a con‐ vertirse en un declarado proyecto por hacerse con el trono de To‐ ledo, en lo que es probablemente la revuelta mejor organizada contra un monarca reinante en todo el siglo VII, con seguridad la mejor conocida. La carta que Paulo envía a Wamba es el primer paso en esa de‐ claración de intenciones. De hecho lo que hace es proclamarse rey de Oriente, considerando a Wamba rey de los territorios occidentales del reino, y lo reta a que se dirija a los pasos pirenaicos (las Clausuras del texto) para enfrentarse a un verdadero enemigo y no a los habi‐ tantes de las montañas que retóricamente desprecia, asociándolos con las fieras que las habitan. En esta proclamación como rey, el en‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 759
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
759
cabezamiento de la carta en la que es presentado como dux de la Nar‐ bonense parece un añadido, sea de Julián, sea de algún copista pos‐ terior que ha supuesto que éste era el cargo de Paulo. Con todo, las intenciones de Paulo son claras por cuanto, por un lado, se adjudica el título de Flavio, que tomado de la nomenclatura imperial los reyes de Toledo han adoptado como propio; por otra parte, se proclama ungido, ceremonial de sacralización que los reyes visigodos han aso‐ ciado a su legitimidad en un intento de sacralizar y proteger su fi‐ gura. En este aspecto, la formulación de Paulo es otro elemento de provocación, por cuanto la unción sólo era legítima si se aplicaba en la sede regia toledana. La reacción de Wamba fue inminente. Una vez resuelto el pro‐ blema vascón, organizó la campaña contra el sedicioso. La descrip‐ ción de Julián es, en este sentido, extraordinaria. Lo es tanto en el relato de las arengas de Wamba y de las decisiones tomadas en pleno desarrollo de la campaña en marcha, como en la descripción de las escaramuzas, enfrentamientos directos y asaltos a las ciudades que culminarían con la derrota de Paulo, su humillación y la celebración del triunfo en Toledo. Acontecimientos que ya no afectan al comen‐ tario de este breve texto. [PCD] [126] Paulo, duque de la Galia Narbonense1009 Carta del pérfido Paulo, que deslealmente encabezó una revuelta en las Galias, dirigida al gran príncipe Wamba.1010
1009
Edición de Wilhelm LEVISON en Bruno KRUSCH, Wilhelm LEVISON, Passiones vitaeque sanctorum aevi Merovingici, Hannoverae – Lipsiae, Impensis Bibliopolii Hah‐ niani, 1910 (Monumenta Germaniae Historica, Scriptores rerum Merovingicarum, 5), p. 500 (reimpr. en J. N. HILLGARTH, B. BISCHOFF, B. KRUSCH, Sancti Iuliani, p. 217). Hay traducción al español de Pedro Rafael DÍAZ Y DÍAZ, «Julián de Toledo: Historia del Rey Wamba (Traducción y Notas)», Florentia Iliberritana, 1 (1990), pp. 89‐114, en la p. 89 (poco fiel); y al inglés de Joaquín MARTÍNEZ PIZARRO, The Story of Wamba: Julian of Toledo’s Historia Wambae regis. Translated with an Introduction and Notes, Washington D. C., The Catholic University of America Press, 2005, pp. 175‐176. 1010 Puntuamos el encabezado de la frase como encontramos más apropiado, contra la puntuación que se lee en Levison.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 760
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
760
En el nombre del Señor, Flavio Paulo, ungido rey del Oriente, saluda a Wamba, rey del Austro. Si ya has recorrido las escabrosas e inhóspitas peñas de los montes, si, como el poderosísimo león,1011 ya has quebrado a tu paso la densa vegetación de los bosques, si ya has superado por completo a las cabras en la carrera, a los ciervos en el salto y a los jabalíes y los osos en voracidad, si ya has arrojado los venenos propios de las serpientes y las víboras, házmelo saber, valeroso guerrero, házmelo saber, señor de los bosques y amigo de las peñas.1012 En efecto, si todo esto ha sucumbido ante ti y tú te apresuras a acudir junto a mí con el propósito de cantar largamente para mí con la voz del ruiseñor, y, por ello, tu corazón, insigne varón, se eleva, henchido de confianza, desciende hasta las Clau‐ suras, pues allí encontrarás un firme campeón con el que podrás batirte en justa lid.
1011
Cfr. Prou 30,30. En esta última expresión puntuamos de nuevo y traducimos conforme nos parece que exige el sentido del texto latino, contra la puntuación de Levison. 1012
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 761
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
761
LEÓN II (PAPA, 682‐683) EPISTVLAE IV‐VII (CPL 1738)1013 BENEDICTO II (PAPA, 684‐685) EPISTVLA AD PETRVM NOTARIVM (CPL 1739) JULIÁN DE TOLEDO APOLOGETICVM DE TRIBVS CAPITVLIS (CPL 1259) Entre noviembre del año 680 y septiembre del 681 se celebró en Constantinopla el VI Concilio Ecuménico, convocado por el empe‐ rador bizantino Constantino IV con objeto de condenar las doctrinas de la monoenergía y del monotelismo que desde los años treinta del siglo VII habían separado, una vez más, a la iglesia oriental y occi‐ dental. También tenía por objeto derogar el edicto conocido como Typos, promulgado en 648 por el emperador Constante II, su padre, y cuya razón era prohibir cualquier discusión sobre la validez de las citadas doctrinas (Nicéforo, Breuiarium, 37; Teófanes Confesor, Chro‐ nographia, a. m. 6171). El emperador Constantino IV buscaba la unión entre todas las iglesias mediterráneas, pero, especialmente, entre la oriental y la romana, la cual dependía políticamente de Constanti‐ nopla. El papa Agatón fue convocado a este concilio; la intención era que acudieran representantes romanos y de todas las iglesias que dependían de la sede romana, esto es, todas las occidentales. Final‐ mente, por cuestiones de tiempo y de logística, únicamente acudie‐ ron representantes de la Iglesia romano‐itálica, que actuaron, además, como representantes de todas las comunidades occidenta‐ les. Sin embargo, para dar validez a lo acordado en el concilio, esto es, la condena de la monoenergía y el monotelismo y de los defen‐ sores de las mismas —estuvieran con vida o hubieran ya fallecido— así como la citada derogación del Typos, era preciso que todas las
1013
Bibliografía: Pietro CONTE, Chiesa e primato nelle lettere dei papi del secolo VII. Con appendice critica, Milano, Vita e Pensiero, 1971; Historia de la antigua literatura latina hispano‐cristiana, vol. 4, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1998, pp. 389‐ 453 (Corpus Patristicum Hispanum, 5); Luis A. GARCÍA MORENO, «El África bizantina y España (siglos VI y VII): intercambios políticos y culturales», Quaderni Catanesi di Studi Antichi e Medievali, n. s. 1 (2002), pp. 123‐192; Manlio SIMONETTI, «Monoenergismo, monotelismo», en A. Di Berardino (dir.), Nuovo dizionario patristico, vol. 2, cols. 339‐341; J. C. MARTÍN‐IGLESIAS, «Julián»; M. VALLEJO GIRVÉS, Hispania, 420‐427.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 762
762
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
iglesias occidentales conocieran el contenido de todos los documen‐ tos surgidos del mismo —las actas, la definición de fe del concilio, la aclamación del mismo al emperador y el decreto de éste por el que aprobaba todo lo allí acordado— y que enviaran su acuerdo, su firma, a Roma. Ésta es la razón por la cual el papa León II, sucesor de Agatón, envió varias cartas a Hispania, concretamente al conjunto de su episcopado, al obispo de Toledo, al rey Ervigio y a un conde llamado Simplicio. La aprobación hispana provocó un grave des‐ acuerdo con Roma debido a un escrito que el obispo Julián de Toledo envió junto con la firma de los documentos citados. Todo este pro‐ ceso, que se documenta en las cartas que vamos a comentar, se pro‐ longa por espacio de unos seis años debido, fundamentalmente, a problemas de vacancia en la sede romana, circunstancia que cono‐ cemos bien gracias al Liber Pontificalis (81‐86). Los amplios periodos en los que la sede romana estuvo oficial‐ mente vacante explican que las cartas a los hispanos fueran firmadas por León II, pero que quien realmente se encargara de dar la orden de remitirlas a Hispania fuera su sucesor, Benedicto II. León II fue pontífice entre el 17 de agosto del 682 y el 3 de julio del 683; sin em‐ bargo, debido a que la autorización imperial para la entronización de Benedicto II, que entonces aún era preceptiva, tardó mucho tiempo en llegar a Roma, éste no fue proclamado hasta el 26 de junio del 684. Por lo tanto, la iniciativa de comunicar con los hispanos fue de León II; su concepción doctrinal y pontifical es la que está pre‐ sente en las cartas al rey Ervigio y a los demás hispanos. Benedicto II fue, sin embargo, quien materializó la orden de León II y quien, como veremos, se irritó con la respuesta de Julián de Toledo y de los hispanos al considerar que el texto en el que explicaban los errores de las doctrinas condenadas en el concilio no se ajustaba a lo apro‐ bado y abría nuevamente un peligroso debate teológico. Aunque las cartas de León II apenas proporcionan información sobre la Iglesia hispana, sí aportan elementos que deben ser tenidos en cuenta. Así, lo escasamente actualizada que estaba en Roma la nómina episcopal de la primera diócesis hispana, pues León II envió una carta al obispo Quírico de Toledo, quien, sin embargo, había fallecido en enero del año 680, es decir, incluso antes del inicio del
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 763
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
763
VI Concilio de Constantinopla. Desde ese año, la sede toledana es‐ taba ocupada por el obispo Julián. Este error contrasta con el cono‐ cimiento que tenía de quién ocupaba el trono visigodo, pues efectivamente era Ervigio, a quien León II envió otra carta. Es, ade‐ más, interesante que otro destinatario hispano de las cartas de este pontífice fuera un conde llamado Simplicio, puesto que ésta es la única noticia que tenemos de él. Dado que no hay alusión alguna a él en la documentación visigoda, se ha pensado que se trataría del gobernador bizantino de Ceuta. Sin embargo, que en la carta de León II a Quírico de Toledo y en la de Benedicto II al notario regionario Pedro, el legado romano que tenía la misión de llevar los documen‐ tos a Hispania, informara de que se habían enviado epístolas con el mismo fin al rey y al «glorioso conde» abunda en la posibilidad de que Simplicio fuera un hispanovisigodo; que ésta sea la única noticia que tenemos de su existencia no debe llevar, necesariamente, a negar su vinculación con la Hispania visigoda. Las cartas de León II son documentos de gran importancia para la historia de la Iglesia romana e imperial en su conjunto. En nuestra opinión, deben leerse conjuntamente con las actas del VI Concilio de Constantinopla y con todos los documentos emanados de aquél, puesto que una lectura de todos ellos evidencia que León II optó no sólo por informar a los hispanos de todo el proceso conciliar —desde la convocatoria de Constantino IV y la decisión de su pre‐ decesor, el papa Agatón, de participar en el mismo—, sino de seguir prácticamente al pie de la letra aquellos documentos; es cierto, ade‐ más, que León II explicaba a los hispanos qué había sucedido y qué y a quiénes se había condenado. En este sentido, las cartas a los obis‐ pos hispanos y a Ervigio son de gran interés ya que mencionan ex‐ presamente la condena conciliar contra el papa Honorio, fallecido en torno al año 638; éste había sido acusado de una excesiva cerca‐ nía a Sergio de Constantinopla, el patriarca responsable de la for‐ mulación de la monoenergía, y de no haber sabido cumplir con su misión apostólica de acabar con lo que, según lo acordado en el con‐ cilio, era una herejía. A propósito de la opinión que a León II mere‐ cieron las actitudes de algunos de sus predecesores ante la monoenergía y el monotelismo, es interesante detenerse en la alu‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 764
764
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
sión que hace en la carta a los obispos de Hispania a que la sede apostólica se había sacrificado hasta el suplicio. Ésta es una clara alusión al martirio al que fue sometido el papa Martín I por el em‐ perador Constante II por haber condenado el Typos en el Concilio de Letrán del año 649. Martín I fue llevado a Constantinopla, de‐ puesto, juzgado y desterrado a Crimea. Estas epístolas de León II a Hispania son también fundamentales para comprender cómo este pontífice formuló la razón de la prima‐ cía de la Iglesia romana basándose en la autoridad apostólica y, es‐ pecialmente, en la figura del apóstol Pedro. En ellas está claramente presente la idea de que el papa es el vicario del vicario de Cristo, esto es, del apóstol Pedro. El envío a Hispania de algunas reliquias de éste —dos cruces con llave elaboradas a partir de sus cadenas— es un argumento utilizado para confirmar que León II tenía la inten‐ ción de difundir el culto al apóstol Pedro en las iglesias occidentales. Del mismo modo, en ellas queda de manifiesto la clara asunción papal de la autoridad terrenal del emperador y su preocupación por la correcta fe —hecho en el que incide en la carta a Ervigio, posible‐ mente como modo de mover al rey visigodo a mantener una actitud similar—, pero también la primacía de la sede petrina en toda la Cristiandad. León II decidió enviar a Hispania la definición del concilio, la aclamación al emperador y el edicto de éste, documentos que cono‐ cemos bien, pues han llegado por diversos cauces. Todo ello lo hizo traducir del griego al latín, lengua en la que envió los documentos a Hispania. No pudo hacerlo con las actas del mismo puesto que aún se encontraban en proceso de traducción. De ello se concluye que León II asumía un escaso conocimiento del griego no sólo por parte de la Iglesia hispana, sino de toda la Iglesia occidental; era necesaria la traducción al latín de todos los documentos para que ésta pudiera conocer adecuadamente lo que allí se había acordado. Dado el tiempo que tardó en partir el notario regionario Pedro hacia Hispa‐ nia, seguramente un año, es posible pensar que las actas ya hubieran sido traducidas al latín; sin embargo, en la carta con instrucciones de Benedicto II a ese notario se vuelve a hablar únicamente de los mismos documentos y no de las actas, lo que hace pensar que el
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 765
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
765
nuevo pontífice se limitó a dar cauce a los documentos de la canci‐ llería romana que, por el fallecimiento de León II, no habían sido de‐ bidamente tramitados. Abunda en ello que no se corrigiera el nombre de Quírico de Toledo por el de su sucesor, Julián. Gracias a la documentación conciliar hispana —fundamental‐ mente las actas del XIV Concilio y del XV Concilio de Toledo— y a la llamada Apología en defensa de los tres capítulos de Julián de Toledo, sabemos que el notario regionario Pedro llegó efectivamente a His‐ pania con la documentación mencionada. La necesidad de que toda ella contara con la firma de los obispos hispanos y la dilación que ya había sufrido todo el proceso, hizo que no se optara por la celebra‐ ción de un concilio general hispano, sino por uno en el que estuvie‐ ran presentes representantes de todas las metropolitanías de las iglesias hispanas. Se trata del XIV Concilio de Toledo, celebrado en noviembre del año 684, en el que la Iglesia hispana aprobó los do‐ cumentos presentados y los remitió a Roma por medio del mismo Pedro, al que acompañaron legados hispanos (XIV Concilio de To‐ ledo, cánones 2‐4 y 7). Como hemos dicho, se añadió un documento, elaborado por Julián de Toledo, conocido como “Primer Apologeti‐ cum”, que no conservamos. Éste fue el que debió irritar al pontífice por las causas que hemos mencionado más arriba, hecho, este úl‐ timo, que conocemos gracias a la Crónica mozárabe del 754 y a la citada Apología en defensa de los tres capítulos. La Apología, que es el documento que corresponde comentar en último lugar, explica y ratifica todo lo afirmado por Julián de Toledo y el episcopado hispano respecto a la «voluntad en Cristo» y las «tres sustancias en Cristo», que era precisamente lo que había causado la irritación de Benedicto II. Además del contenido teológico, que de‐ muestra la profunda formación doctrinal y patrística de su autor, el documento nos sitúa ante un episcopado irritado tanto por el modo en que aquel pontífice había comunicado su malestar, pues lo hizo de viva voz a los que habían viajado portando los documentos con las firmas de los obispos hispanos, como por la escasa atención que aquél había prestado al contenido del documento que se le había en‐ tregado junto con las firmas. Según la Apología y la Crónica mozárabe del 754, Benedicto II había hecho una lectura tan apresurada del texto
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 766
766
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
que lo había interpretado erróneamente. Su interpretación puso a la Iglesia hispana en una difícil situación. Sin embargo, conocida la re‐ acción del pontífice, Julián de Toledo elaboró otro documento, que no tenemos, pero del que habla en la Apología; no contento con lo dicho en aquél, elaboró, pasados algunos años, esta última. En ella manifestaba su extrañeza por la actitud papal y ratificaba, con más explicaciones, todo lo que había afirmado en el primer documento. La Apología en defensa de los tres capítulos fue enviada a Roma por medio de tres legados hispanos, posiblemente en el año 688, si ha‐ cemos caso a que este documento o uno similar se incluyó en las actas del XV Concilio de Toledo, celebrado ese año. Por aquel enton‐ ces, la sede apostólica era gobernada por Sergio I. Gracias a la Crónica mozárabe del 754 sabemos que éste acogió favorablemente el docu‐ mento, que venía acompañado con unos versos panegíricos al em‐ perador. Aquel pontífice, siempre según esa Crónica, envió un rescripto a Julián de Toledo reconociendo la exactitud de lo que éste había afirmado. También envió a Constantinopla el documento his‐ pano (Crónica Mozárabe del 754, 41); sin embargo, no llegó a manos del emperador Constantino IV, pues había fallecido en el año 685, sino de su hijo, Justiniano II. [MVG] [127‐130] León II (papa, 682‐683), Cartas enviadas a Hispania1014 [127] León II, Carta a los obispos de Hispania (p. 190) A todos los queridísimos hermanos elegidos como prelados
de las iglesias de Cristo en Hispania, León. Aunque son diversos los afanes de los hombres entre los que es sabido que se reparte la vida humana, con todo, uno solo es el deber
1014 Edición: Gonzalo MARTÍNEZ DÍEZ, Félix RODRÍGUEZ, La Colección canónica Hispana, III. Concilios griegos y africanos, Madrid, CSIC, 1982, pp. 190‐199 y 200‐204 (Monumenta Hispaniae Sacra. Serie Canónica, 3). Hay traducción de J. TEJADA Y RAMIRO, Colección de cánones de la Iglesia española, vol. 1, pp. 133‐138 y 139‐141, reproducida en ID., Colección de cánones de la Iglesia de España, vol. 1, pp. 133‐138 y 139‐142.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 767
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
767
piadoso que puede conducir al beneficio y al merecimiento de la vida eterna, al que es justo que se aplique todo el que comparte la fe cristiana, todo aquel a quien, ciertamente, el favor del Espíritu Santo inspira el sentimiento de su gracia y muestra el esclarecido efecto de las buenas obras, pues el Espíritu, tal y como enseña el Señor,1015 sopla allí donde quiere y oyes su voz, y como su gracia es incomprensible, te rodea e instruye y no sabes de dónde viene o dónde va. Pues bien, sabemos con gran satisfacción que también en vosotros arde el celo de la religión cristiana, que estrecháis entre vuestros bra‐ zos espirituales los principios de la doctrina celestial y que fructifica en vosotros el fervor y la pureza de la tradición evangélica y apostó‐ lica, en cuya defensa esta santa madre de todas las iglesias, la sede apostólica, se ha sacrificado siempre y se sigue sacrificando hasta el suplicio, y prefiere, si así lo dispone la majestad divina, que el alma sea separada temporalmente del cuerpo antes que (p. 191) apartarse de la confesión de la fe verdadera con una sacrílega traición, atendiendo a un placer o una aflicción temporales, pues, del mismo modo que fuera de esta confesión no puede alcanzarse el premio de la dicha eterna que el Señor ha dispuesto para sus santos, así también, y es digno de ser lamentado con gran tristeza, fuera de ella todo aquel que por causa del error de una falsa creencia es expulsado de su presencia por el Dios vivo y verdadero1016 es entregado a los tormentos eternos. Y como ahora por la gracia de Dios, durante el reinado del cris‐ tianísimo y piadosísimo emperador Constantino, nuestro hijo, a quien la clemencia divina ha elegido y escogido para este piadoso deber, el fulgor de la recta fe y de la tradición apostólica, una vez di‐ sipada la niebla de la depravación herética, ha iluminado todo el orbe de las tierras como una luz resplandeciente y la paz y la con‐ cordia de la verdad reinan entre todos los prelados de las iglesias de Cristo como consecuencia de una pacífica confesión de fe en Cristo, que es la paz verdadera y saludable por la que nos reconciliamos con Dios,1017 debe conocer vuestra sencillez las grandes obras de
1015 1016 1017
Ioh 3,8. Cfr. I Thess 1,9. Cfr. Rom 5,10; ibid. 5,11.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 768
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
768
Dios todopoderoso y hacer partícipes de ellas a todos los cristianos, pues en la ciudad de Constantinopla el clementísimo emperador, nuestro hijo, o, más bien, hijo del bienaventurado apóstol Pedro, lleno del celo de Dios y consumido por un deseo piadoso, una vez reunidos los obispos de todas las regiones del mundo y cuando así lo ha considerado oportuno la majestad divina, ha llevado a cabo en el noveno año de la indicción, concluido recientemente,1018 lo que desde mucho tiempo atrás deseaba realizar. Así pues, se ha celebrado el santo Sexto Concilio Ecuménico, a cuya celebración fueron enviados presbíteros y diáconos en repre‐ sentación de nuestro señor y predecesor el papa Agatón, de apostó‐ lico recuerdo. Desde los diversos concilios subordinados a esta santa sede a cuyo servicio estamos fueron despachados por nosotros ar‐ zobispos (p. 192) que, sentándose y reuniéndose con el piadoso prín‐ cipe y todos los prelados de las iglesias que acudieron por mandato de aquél, releyeron y revisaron en primer lugar, ciertamente, los cinco santos concilios ecuménicos precedentes y los textos de los ve‐ nerables padres de la Iglesia, cuyos libros y testimonios habían sido despachados desde aquí junto con el tomo dogmático de nuestro predecesor y señor el papa y pontífice Agatón, de apostólico re‐ cuerdo, así como junto con las respuestas de todo nuestro sínodo en confirmación de las dos naturalezas y las dos voluntades naturales y operaciones reunidas a un tiempo en nuestro Señor Jesucristo y en condena de aquellos que enseñaron y opinaron de otro modo. Y como examinaron con temor de Dios y amor por Él lo que a Él atañe, demostraron y confirmaron por voluntad de Él la pureza de la verdadera fe. Y en este sentido se redactó una definición conciliar concorde con las palabras de los varones apostólicos, con las que, según confiamos, vuestra caridad se mostrará de acuerdo. Además, todos los que, extraviándose, se habían mostrado des‐ leales hacia la pureza de la tradición apostólica, fueron condenados, ciertamente, con una pena eterna, esto es: Teodoro de Farán, Ciro de Alejandría, Sergio, Pirro, Paulo y Pedro de Constantinopla junto con
1018
Es el año 681.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 769
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
769
Honorio, que no extinguió en su comienzo la llama de esa herética creencia, como convenía a su autoridad apostólica,1019 sino que la fo‐ mentó con su negligencia. Por su parte, quienes entre los vivos no quisieron adherirse a la confesión de la verdad regresando a ella me‐ diante el remedio de la penitencia, fueron expulsados de sus digni‐ dades de prelados y sacerdotes, esto es: Macario de su dignidad de prelado de Antioquía, así como Esteban de su dignidad de presbítero y abad, quien era discípulo de aquél o, más bien, el instigador de su herético error, (p. 193) y cierto anciano llamado Policronio, un nuevo Simón, de su dignidad de presbítero y abad. Éstos, tras ser expulsa‐ dos merecidamente como desleales mercenarios fuera de las iglesias de Cristo, con respecto a las cuales se habían mostrado como unos malvados seductores y pervertidores, han sido enviados exiliados aquí para que reconozcan sus culpas y sus ofensas a Dios por sus blasfemias, expuestos al desprecio y a la censura de todos los fieles. Y como todas las decisiones que se tomaron durante el desarrollo del concilio ecuménico celebrado en la ciudad de Constantinopla, debido a la diferente lengua allí hablada, se redactaron, como es na‐ tural, en griego y aún no han sido debidamente traducidas a nuestro idioma, enviamos de momento a vuestra caridad por medio del por‐ tador de la presente, el notario regionario de nuestra santa Iglesia Pedro, en traducción del griego al latín la definición de ese mismo santo Sexto Concilio, la aclamación de todo el concilio al piadosísimo príncipe, denominada asimismo «prosfonético»,1020 y el edicto del clementísimo emperador destinado a todo el orbe para conocimiento de todos. Y vamos a enviaros igualmente las actas de todo el vene‐ rable concilio, una vez que hayan sido adecuadamente traducidas, si esto agrada también a vuestra caridad, que se complace con fervor en los buenos estudios. En consecuencia, exhortamos a vuestra caridad, que está entre‐ gada al servicio de Dios con la verdad de la fe, a que en defensa del amor y del respeto a Dios, de la prosperidad de la religión cristiana 1019 Entendemos en esta expresión «decuit» por «debuit», conforme a la corrección propuesta por los editores en el aparato crítico de la edición que seguimos (lín. 279). 1020 Adaptación latina del término griego «προσφωνητικόν».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 770
770
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
y de la pureza de la predicación apostólica os esforcéis con la mayor solicitud y diligencia y miréis con un celo semejante al nuestro por que nuestro religiosísimo1021 empeño alcance una amplia difusión y sea saludablemente divulgado entre todos los prelados, sacerdotes y gentes de vuestra provincia, (p. 194) así como por que en esa misma definición del venerable concilio se añadan las firmas de todos los reverendos obispos junto con las vuestras. Y si cualquier sacerdote de las iglesias de Cristo desea inscribir1022 su nombre con rapidez en el libro de la vida,1023 que en consonancia con la única fe evangélica y apostólica manifieste su acuerdo con nosotros y con el santo sínodo ecuménico mediante la confesión de su firma, como si hubiese es‐ tado presente en él en espíritu, con objeto de que, cuando acuda ante el glorioso y terrible Soberano para ser juzgado, presentándose ante nuestro Señor Jesucristo con la fórmula de su ortodoxa confesión, demuestre por medio de la firma de su mano que se mostró de acuerdo con la tradición apostólica y goce así de la bienaventurada compañía de los apóstoles de Cristo, cuya fe1024 abrazó con el celo de la verdadera piedad, teniendo siempre presente en los pliegues de su corazón esa sentencia del Señor que dice:1025 A aquel que me haya confesado ante los hombres, yo lo confesaré a él ante mi Padre, que está en los cielos, pues también nos, que, aunque indignos, ejercemos, con todo, la función de príncipe de los apóstoles, cuando con la ayuda de Dios hayamos recibido por medio del portador de la pre‐ sente vuestras firmas1026 en esas páginas, pondremos esta confesión junto al sepulcro del bienaventurado Pedro,1027 el príncipe de los
1021 Traducimos de acuerdo con la variante propuesta por los editores en el aparato crítico de la edición que seguimos (lín. 307). 1022 Traducimos de acuerdo con la variante propuesta por los editores en el aparato crítico de la edición que seguimos (lín. 311). 1023 Cfr. Phil 4,3; Apoc 21,27. 1024 De nuevo, traducimos de acuerdo con la variante propuesta por los editores en el aparato crítico de la edición que seguimos (lín. 318). 1025 Matth 10,32. 1026 Entendemos aquí «subscriptiones» frente a la lectura de los editores y a su propuesta de corrección en el aparato crítico de la edición que seguimos (lín. 323). 1027 Entendemos aquí «hanc... confesionem», si bien también podría entenderse «has... confessiones», y que la construcción preposicional es «apud beati Petri apostolorum principis» con el acusativo sobrentendido «apud... sepulchrum» (lín. 324‐325).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 771
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
771
apóstoles, a fin de que, gracias a la mediación e intercesión de aquel de quien procede la verdadera tradición de la fe cristiana, esta con‐ fesión sea ofrecida a modo de testimonio y alabanza (p. 195) de aque‐ llos que confiesan y reconocen con fe su misterio a nuestro Señor Jesucristo, que con su inspiración ha concedido que la proclamación de la verdadera confesión de su fe, que debido a los errores de tantos años era víctima de las insidias de los herejes, resplandezca lumino‐ samente por todo el orbe con los rayos de la verdad gracias al dili‐ gente celo del piadoso príncipe. Así pues, puesto que se os ofrece la oportunidad de la salvación, os exhortamos, ciertamente, a que hagáis fructificar con eficaz dili‐ gencia este presente divino, por así decirlo, con objeto de que vuestra gloria se acreciente a los ojos de Dios por la pureza de vuestra con‐ ciencia. ¡Que Dios os guarde sanos y salvos, queridísimos hermanos! [128] León II, Carta al obispo Quírico de Toledo (p. 195)
Al queridísimo hermano Quírico, León.
Ponemos en conocimiento de vuestra caridad que nos hemos apresurado a enviar hasta ahí al portador de la presente, el notario regionario de nuestra santa iglesia Pedro, con una circular dirigida a todos los sacerdotes de las iglesias de Cristo al mismo tiempo que a vos, así como al excelentísimo y cristianísimo rey, nuestro hijo, y al glorioso conde, haciendo, además, que sea entregada a este mismo representante nuestro1028 la definición del venerable sínodo que con la ayuda de Dios y por la estabilidad de la ortodoxia de nuestra fe se ha celebrado en la ciudad de Constantinopla en el noveno año de la indicción, concluido recientemente, así como la aclamación de los reverendísimos obispos allí reunidos y el edicto de nuestro piadosí‐ simo hijo y clementísimo emperador. Que en favor del ministerio de Dios que hemos recibido y de la rectitud de la fe apostólica, (p. 196) 1028
Este pasaje está corrupto en los manuscritos. Traducimos de acuerdo con la variante propuesta por los editores en el aparato crítico de la edición que seguimos (lín. 342).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 772
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
772
por la que esperamos salvarnos tanto a nosotros mismos como a las almas que nos han sido confiadas, vuestra caridad en Cristo preste a aquél todo su apoyo y su colaboración a fin de que merezcáis par‐ ticipar de la dicha eterna en compañía de los bienaventurados prín‐ cipes que son los apóstoles de Cristo por vuestro fervoroso celo en defensa de la fe evangélica y apostólica. ¡Que Dios te guarde sano y salvo, queridísimo hermano! En fin, hemos enviado a tu caridad a modo de presente una cruz que incluye una llave elaborada a partir de las santas cadenas de nuestro predecesor, el bienaventurado apóstol Pedro, con objeto de que el amor por Dios y por el prójimo se sume a vuestros méritos como prelado y, por efecto de este símbolo de la salutífera cruz, la llave de los preceptos divinos mantenga todos los miembros de vuestro cuerpo bien sujetos a Cristo, que fue colgado en ella, de ma‐ nera que el príncipe de los apóstoles, abriendo las puertas del reino de los cielos, os acoja provisto de este emblema a fin de que gocéis de la dicha eterna a su lado. [129] León II, Carta al conde Simplicio (p. 196)
A mi señor y glorioso hijo, el conde Simplicio, el obispo León, el siervo de los siervos de Dios. Puesto que el único remedio para nuestra salvación es la verda‐ dera confesión de Dios que procede de la tradición apostólica, por la que los bienaventurados mártires merecieron los premios de la vida eterna después de sus combates temporales y por la que los pa‐ dres y doctores de la santa Iglesia, sometidos a las más duras prue‐ bas, prefirieron entregar su alma, soportando todo tipo de certámenes e inmensas penalidades, antes que (p. 197) traicionar la ver‐ dadera fe, merced a cuyas ortodoxas enseñanzas, que es sabido que todavía en nuestros días predica esta santa Iglesia de Cristo cons‐ truida y erigida por el príncipe de los apóstoles, esta saludable doc‐ trina ha llegado hasta nuestros días a través de los sucesores de los apóstoles por la gracia de Dios, aunque también el celo de nuestros antecesores miró por su estabilidad con todo su empeño, finalmente,
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 773
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
773
después de tantos certámenes e innumerables sufrimientos suscita‐ dos por los enemigos de la verdadera fe en diversas épocas, la cle‐ mencia divina, colmando el corazón del emperador de la gracia celestial e incitándolo con el fervor de su gracia a revisar la pureza de la verdadera piedad, dispuso que fuese convocado recientemente un concilio ecuménico de todas las diversas regiones del mundo, en el que también unos delegados de esta santa Iglesia apostólica cuya dirección hemos recibido por la gracia de Dios y unos representantes de los concilios subordinados a ella, reuniéndose en ese mismo santo concilio con nuestro hijo, el serenísimo emperador, adornado éste con las insignias y distintivos de la piedad, a partir de los escritos pontificios apoyados por los testimonios de los santos padres apro‐ baron de todo punto que esta santa Iglesia, sustentada por la ayuda de Dios, predicase y conservase en su toda su pureza las enseñanzas de la tradición apostólica. En efecto, el tomo que nuestro señor Agatón, de apostólico re‐ cuerdo, magnífico pontífice y predecesor nuestro, envió al serení‐ simo emperador hasta tal punto había sido redactado conforme a las definiciones de los santos concilios, a los testimonios de los bien‐ aventurados padres y a afirmaciones llenas de verdad que mostraba con una gran claridad la pureza de la fe apostólica e iluminaba las oscuridades de las creencias heréticas. Y, así, merced a las inatacables palabras de éste, por la gracia (p. 198) de Dios, tras disiparse de los co‐ razones de los hombres la niebla de los dogmas heréticos, resplan‐ deció la luz de la verdadera fe. En todo ello el celo del serenísimo príncipe, digno de ser alabado a lo largo de todos los siglos, brilló de tal modo en defensa de la or‐ todoxia de la verdadera fe que, gracias a su empeño y a la ayuda de Dios, la verdad de la fe apostólica obtuvo el trofeo de la victoria y engalanó con las insignias de la piedad el poder imperial concedido a aquél por la voluntad divina. Y, por lo tanto, también vosotros, gloriosísimos hijos de la Iglesia de Cristo, que os distinguís por vuestro deseo de ortodoxia, exten‐ ded vuestra mano en ayuda de la predicación evangélica y apostó‐ lica para que también el fulgor de la fe pura, que tanto amáis,
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 774
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
774
ilumine vuestras cristianísimas regiones de modo que, favoreciendo la predicación apostólica y colaborando en ella, os hagáis acreedores de la compañía de los fieles junto a Dios, en cuya gloria redunda la pureza de la confesión de la verdadera fe en Él. Ciertamente, puesto que era nuestro deber, ya que se nos ha con‐ fiado el cuidado de las almas, dar a conocer también a vuestras pro‐ vincias la definición del santo Sexto Concilio celebrado en la ciudad de Constantinopla en el noveno año de esta indicción, así como la aclamación de todos los reverendísimos obispos, denominada asi‐ mismo «prosfonético», y el edicto de fe enviado hasta aquí por nues‐ tro serenísimo hijo, el piadosísimo emperador, nos hemos apresurado a enviar ahí todo esto por medio del portador de la pre‐ sente, el notario regionario de nuestra santa iglesia Pedro, para que os alegréis unánimemente junto con nosotros por la prosperidad de la predicación evangélica y apostólica como copartícipes del éxito de la verdadera fe. Por lo demás, hemos exhortado a los reverendos prelados de todas las iglesias a que añadan sus firmas en esa misma definición apostó‐ lica del concilio e inscriban, así, sus nombres en ese libro de la vida1029 como padres en favor de sus hijos y junto con sus hijos para alabanza de quienes viven con fe (p. 199) y quienes colaboran en el evangelio de Cristo, así como para recomendación de éstos ante Dios, pues enton‐ ces merecemos que Éste se muestre propicio a nosotros, cuando con‐ servamos inmaculada la verdad de su fe hasta el fin. ¡Que la gracia celestial guarde sana y salva a vuestra gloria! En fin, para la perpetua protección de vuestra gloriosa y cristiana persona os hemos enviado por medio del presente emisario una ve‐ nerable cruz que incluye una llave elaborada a partir de las santas cadenas de nuestro predecesor Pedro, el príncipe de los apóstoles de Cristo, con objeto de que seáis guardado en todo momento por la protección apostólica de aquel por quien sentís un sincero afecto, cuyos cirios mantenéis encendidos con gran fe y cuya recta tradición abrazáis cordialmente. 1029
Cfr. Phil 4,3; Apoc 21,27.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 775
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
775
[130] León II, Carta al rey Ervigio (p. 200)
A mi señor y excelentísimo hijo, el rey Ervigio, León.
Aunque el único rey de todas las cosas es Dios, que todo lo creó de la nada1030 y rige y contiene en Él lo que creó,1031 y que es, cierta‐ mente, el Rey de reyes y el Señor de señores,1032 éste mismo dispone de acuerdo con la justicia de su incomprensible providencia que reinen en la tierra diversos monarcas tanto temporal como localmente. Y si bien los reinos de éstos están divididos, con todo, Él pide por igual a cada uno de ellos cuentas de su gobierno y aguarda de ellos úni‐ camente la ofrenda de la alabanza1033 consistente en la verdadera confesión de su fe.1034 Sólo con este presente se aplaca la inmensidad de su majestad en lo que respecta al género humano: cuando todos profesan la verdadera confesión de su fe, de modo que, aunque (p. 201) se observa que existe una gran diversidad de disposiciones tempo‐ rales, se mantenga una concorde unidad en lo que respecta a la rec‐ titud de la fe. También decidió que esto fuese así en el caso de sus santos discí‐ pulos el Salvador del mundo, el Hijo de Dios, que escogió a Pedro en representación suya como príncipe de sus discípulos, gracias a cuya saludable predicación y tradición todas las regiones que go‐ bierna vuestra eminencia han sido conducidas al conocimiento de la verdad y al sendero de la vida1035 por esta santa y apostólica Igle‐ sia de Cristo, al extenderse, por así decirlo, desde el manantial de la predicación, y resplandece vuestro eminente reinado, pues mientras reináis con piedad por la gracia de Dios, merced a vuestro reinado temporal os hacéis acreedor al reino de la dicha eterna. Por nuestra 1030
Cfr. II Mach 7,28. Agustín de Hipona, De Genesi ad litteram (CPL 266), 2,6 (p. 41,6‐7). 1032 I Tim 6,15; Apoc 19,16. 1033 Cfr. Ps 115,17; Hebr 13,15. 1034 Traducimos aquí: «unamque de eis uerae de se confessionis hostiam laudis exspectat», que tomamos de la edición de esta misma carta en PL 96,418‐420, con la sola modificación de «uere» en «uerae», apuntada, por lo demás, en la citada edición y que se corresponde con otra expresión de la carta de León II a los obispos de Hispania que traducimos en este mismo volumen: «uerae de se confessionis praeconium» (lín. 328‐329). 1035 Cfr. Prou 6,23; Ier 21,8. 1031
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 776
776
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
parte, del mismo modo que rezamos con insistencia para que lo ob‐ tengáis con mayor seguridad, mientras por la gracia de Dios forma‐ mos parte del número de los padres y, a pesar de ser indignos de ello, de acuerdo con el deber que nos ha sido encomendado por el poder de Dios, ocupamos el lugar del bienaventurado Pedro, el prín‐ cipe de los apóstoles, así también nos esforzamos por conduciros hasta la recompensa de la vida eterna mediante la predicación y la exhortación. Ciertamente, el primer paso para alcanzar la dicha eterna es seguir la regla de la recta predicación apostólica. Y si bien en el pasado algunos se esforzaron por destruirla, intentando intro‐ ducir doctrinas heréticas en la Iglesia de Cristo, sin embargo, la ver‐ dad evangélica se ha impuesto. Para conservar intacta su estabilidad esta apostólica Iglesia de Cristo ha tenido que enfrentarse siempre a diversas y penosas insidias y todavía hoy lo sigue haciendo, pero se mantiene indemne merced al auxilio de la gracia celestial. Y ahora, lo que proclamamos exultantes, dando gracias a Dios por ello, en el noveno año de la indicción, concluido recientemente, nues‐ tro piadosísimo y cristianísimo hijo o, más bien, el hijo de la Iglesia de Dios, el emperador, dirigiendo un rescripto imperial a nuestro pre‐ decesor, el papa y pontífice Agatón, de apostólico recuerdo, exhortó vivamente a éste a que, desde esta santa iglesia de la sede apostólica y desde todos (p. 201) los reverendos concilios subordinados a ella, en‐ viase a la ciudad regia de Constantinopla unos delegados escogidos tanto entre los prelados de las iglesias como entre los restantes órde‐ nes eclesiásticos, provistos de una carta dogmática, así como de libros y testimonios de los venerables padres, lo que se efectuó y llevó a cabo con la ayuda de Dios. Mientras éstos se dirigían hacia allí por este motivo, su piedad convocó un concilio de las diversas regiones del mundo y, así, dejando momentáneamente a un lado las preocu‐ paciones del gobierno que se le había confiado y participando él mismo en el venerable concilio de nuestros hermanos los obispos, hizo que la verdad de la tradición apostólica y la rectitud de la fe fue‐ sen examinadas minuciosa y detenidamente a partir de los santos sí‐ nodos, de los testimonios de los venerables padres y de las resoluciones de nuestros predecesores, los apóstoles y pontífices, y que la pureza de la verdadera fe fuese mostrada a todos ellos por los
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 777
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
777
delegados de esta santa sede apostólica, tarea que se emprendió y se llevó a efecto merced a la gracia de Dios y a la asistencia del poder imperial. Y la verdad de nuestra verdadera fe resplandeció con toda intensidad de acuerdo con los venerables concilios y las doctrinas de los distinguidos padres, a saber, que, así como confesamos que en nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, él mismo Dios verdadero y perfecto y él mismo hombre verdadero y perfecto, coexisten de ma‐ nera inseparable y sin confusión dos naturalezas, esto es, una divina y una humana, así también afirmamos que reúne en él todo esto: dos voluntades naturales y dos operaciones naturales de acuerdo con las cualidades y propiedades de las naturalezas que concurren en él, pues de tal modo creemos que él es un solo Cristo y una sola persona de la santa Trinidad que afirmamos que reúne en él una naturaleza divina y otra humana, así como las propiedades de estas naturalezas sin confusión ni división entre ellas y en toda plenitud.(p. 203) Pero, además, el piadosísimo emperador, animado por la gracia del Espíritu Santo y asumiendo por su propia iniciativa la defensa de la pureza de la fe cristiana, ha emprendido con todas sus fuerzas la tarea de purificar la Iglesia católica de Dios de la mancha del error herético y ha hecho que fuese suprimido de la Iglesia de Dios todo aquello que pudiese ser motivo de ofensa para las gentes cristianas, y, así, todos los defensores de una opinión herética, tras ser conde‐ nados por decisión del venerable concilio, han sido apartados del mensaje evangélico de la Iglesia católica, esto es: el obispo Teodoro de Farán, Ciro de Alejandría, Sergio, Paulo, Pirro y Pedro, en otro tiempo prelados de Constantinopla, y junto con ellos Honorio de Roma, que consintió en que se mancillase la inmaculada regla de la tradición apostólica que había recibido inmaculada de sus predece‐ sores, y asimismo condenó con una pena eterna a Macario de Antio‐ quía junto con Esteban, su discípulo, o, más bien, el instructor de su depravación herética, así como a cierto Policronio, un delirante an‐ ciano y un nuevo Simón, que por su fe en la predicación herética prometía estar dispuesto a hacer cualquier cosa que fuese y que no regresaría al sendero de la verdadera confesión ni aunque se viese cubierto de confusión. Todos éstos, predicando junto con Arrio, Apo‐ linar, Nestorio, Eutiques, Severo, Teodosio y Temistio que en la dei‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 778
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
778
dad y humanidad de nuestro Señor Jesucristo existen una sola vo‐ luntad y una sola operación, ponían todo su empeño en defender sin ningún pudor esta herética doctrina, pero no demostraban esta tesis con los testimonios de las Sagradas Escrituras y de los padres, como habría convenido a unos sacerdotes de Dios, sino que trama‐ ban pervertir astutamente el evangelio de Cristo con mundanos so‐ fismas. A todos éstos el juicio de Dios los ha expulsado de su santa Iglesia junto con sus herejías y ahora, merced al favor divino, todos los prelados de la Iglesia de Dios están de acuerdo en todo el orbe a la hora de compartir la única y verdadera fe y de ahí ha surgido una sola boca, una sola lengua,1036 un solo rebaño y un solo pastor,1037 Cristo, el Hijo de Dios, que (p. 204) de manera unánime y sincera es predicado por todos sus sacerdotes. Por esta razón, también vuestro ilustre y cristiano reinado debe asumir diligentemente este piadoso empeño, de modo que todo esto sea comunicado a todas las iglesias de Dios, a todos los prelados, sa‐ cerdotes, clérigos y gentes para alabanza de Dios y en favor, asi‐ mismo, de la estabilidad de vuestro reino y de la salud de todos a fin de que Dios todopoderoso sea glorificado y alabado con unani‐ midad por todos los pueblos. En consecuencia, por medio del portador de la presente, el notario regionario de nuestra santa iglesia Pedro, os hemos enviado la defi‐ nición del santo concilio, la aclamación de los reverendísimos obis‐ pos al piadosísimo emperador, denominada «prosfonético», y el edicto del clementísimo emperador redactado en defensa de la con‐ fesión de la verdadera fe y destinado a todo el orbe con objeto de que todos y cada uno de los prelados de las iglesias de vuestro reino, como padres que miran por sus hijos espirituales, por así decirlo, añadan sus firmas junto a esa misma definición del santo sínodo y de acuerdo con los términos que os hemos enviado, como si me‐ diante esa firma que es testimonio de su fe fuesen a ser inscritos en el libro de la vida,1038 a fin de que la paz y la concordia se extiendan
1036 1037 1038
Cfr. Gen 11,6. Cfr. Ioh 10,16. Cfr. Phil 4,3; Apoc 21,27.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 779
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
779
y perduren en las iglesias de Dios en la época de vuestro sublime reinado por la gracia de Dios y la prudencia de vuestra cristiana per‐ sona, de modo que quien dispuso que vuestra eminencia reinase os conceda cuidar durante muchos años próspera y felizmente del pue‐ blo que os ha sido confiado, apoyándoos en la estabilidad de la fe. ¡Que la gracia divina guarde sana y salva a vuestra excelencia! [131] Benedicto II (papa, 684‐685), Carta al notario Pedro1039 Benedicto, presbítero y elegido en el nombre de Dios al frente de la santa sede apostólica, al notario regionario Pedro. De acuerdo con lo que nuestro señor, el papa León, de apostólico recuerdo, dispuso, en el sentido de que tu diligente persona viajase hasta Hispania a presentarse ante el excelentísimo y cristianísimo rey, los santísimos arzobispos, los prelados de todas las iglesias reu‐ nidos allí mismo a un tiempo y el glorioso conde1040 con objeto de darles a conocer la definición del venerable Sexto Concilio, la acla‐ mación al clementísimo príncipe, denominada asimismo «prosfoné‐ tico», por parte de los reverendísimos padres que se reunieron en ese mismo concilio convocado por Dios y, en fin, el edicto de este mismo piadosísimo príncipe destinado con carácter general a todo el orbe, con el distinguido celo propio de tu piedad cumple en favor de la estabilidad de nuestra fe apostólica la misión que te ha sido en‐ comendada. Con la mayor aplicación y solicitud procura, asimismo, que al final de la citada definición conciliar se añadan las firmas de los re‐ verendísimos obispos con objeto de que quede demostrado que tanto esos mismos reverendísimos obispos como toda esa religiosa provincia a través de ellos comparten junto con nosotros la tradición y la fe católicas y apostólicas y que este reconocimiento y esta acep‐
1039
Edición: G. MARTÍNEZ DÍEZ, F. RODRÍGUEZ, La Colección canónica Hispana, III, pp. 199‐200. Hay traducción de J. TEJADA Y RAMIRO, Colección de cánones de la Iglesia española, vol. 1, pp. 138‐139, reproducida en ID., Colección de cánones de la Iglesia de España, vol. 1, con la misma paginación. 1040 El conde Simplicio.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 780
780
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
tación redunden en beneficio de la salvación de sus almas ante Dios, a cuya gloria contribuyen el prestigio y la estabilidad de la fe cris‐ tiana. En consecuencia, apresúrate a cumplir este deber piadoso que has asumido, adornándolo de solicitud y esmero, pues atesoras en tu propio interés el fruto de una buena obra al tiempo que miras por que aquellos que se benefician de ella obtengan la dicha del reino celestial gracias a la confesión de la recta fe apostólica. Yo, Benedicto, presbítero y elegido al frente de la santa sede apos‐ tólica por la gracia de Dios, he puesto aquí mi firma. [132] Julián de Toledo, Apología en defensa de los tres capítulos1041 (1) Pues bien, luego de haber pronunciado con voz devota el credo de esta piadosa confesión de fe, pasamos de inmediato a ocu‐ parnos de esos capítulos cuya justificación nos solicitó hace dos años por medio de una carta el papa romano Benedicto, de santo re‐ cuerdo. No obstante, no se preocupó de anotar sus objeciones por escrito, sino que las transmitió de viva voz a un hombre nuestro para que éste nos las comunicase. A todo ello ya se dio una respuesta su‐ ficiente y adecuada ese mismo año, sin embargo, al releer nosotros ahora con algo más de atención ese mismo informe de nuestro hom‐ bre, hemos advertido que, en aquel libro en el que dimos respuesta de nuestra fe y enviamos a la Iglesia de Roma por medio del regio‐ nario Pedro, pareció al citado papa que habíamos planteado de un modo imprudente el primer capítulo, en el que decíamos a propósito de la esencia divina: «La voluntad engendró a la voluntad del mismo modo que la sabiduría engendró a la sabiduría». Aquel varón, pa‐ 1041 Edición: Jocelyn N. Hillgarth en J. N. HILLGARTH, B. BISCHOFF, B. KRUSCH, Sancti Iuliani, pp. 129‐139. Otra edición de Gonzalo MARTÍNEZ DÍEZ, Félix RODRÍGUEZ, La Colección canónica Hispana, VI. Concilios hispánicos: tercera parte, Madrid, CSIC, 2002, pp. 298‐320, lín. 123‐485 (Monumenta Hispaniae Sacra. Serie Canónica, 6). Hay traducción española de Gonzalo Martínez Díez en J. VIVES, Concilios, pp. 453‐ 464. El título consagrado por la tradición es poco afortunado, pues, en realidad, Ju‐ lián defiende, sobre todo, dos de los cuatro capítulos que fueron criticados desde Roma. El título debería ser: «Apología en defensa de los cuatro capítulos». Al primer capítulo criticado se dedican los §§ 1‐3, al segundo, los §§ 4‐17, y a los dos últimos capítulos, el § 18.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 781
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
781
sando por esta afirmación en el transcurso de una lectura poco cui‐ dadosa, entendió que nosotros nos habíamos servido de esas expre‐ siones, esto es, voluntad y sabiduría, no en lo que respecta a la esencia, sino en lo que respecta a lo relativo o por comparación con la mente humana, y, por eso, en ese informe suyo pareció amones‐ tarnos de tal modo, diciendo: «De acuerdo con el orden natural sa‐ bemos que la palabra encuentra su origen en la mente, así como la razón y la voluntad, y esta relación no puede invertirse de tal modo que se diga que así como la palabra y la voluntad proceden de la mente, así también la mente procede de la palabra o de la voluntad». Y, en virtud de esta comparación, pareció al romano pontífice que no puede decirse que la voluntad procede de la voluntad, pero nosotros no dijimos: «La voluntad procede de la voluntad del mismo modo que la sabiduría procede de la sabiduría», de acuerdo con esa comparación con la mente humana o en lo que respecta a lo relativo, sino en lo que respecta a la esencia. En efecto, para Dios ser es lo mismo que querer y querer es lo mismo que ser, lo que, sin embargo, no puede decirse del hombre. Ciertamente, para el hombre una cosa es el hecho de ser sin querer y otra, el querer incluso sin saber. Pero en Dios no es así, pues en Él existe una naturaleza simple y, por ello, para Él ser es lo mismo que querer y que saber. Por lo tanto, quien pueda entender que nosotros dijimos que la voluntad procede de la voluntad en lo que respecta a la esencia, no discutirá sobre la cues‐ tión señalada, planteada en esos términos. A todos aquellos que lean con atención y entiendan las cosas, también esto les resulta mani‐ fiesto en ese citado opúsculo en el que dimos respuesta sobre nuestra fe, donde una sentencia del bienaventurado Atanasio allí incluida afirma que nosotros debemos sentir esto mismo, diciendo:1042 «Esta opinión de sentido piadoso tenemos a propósito de Dios: que no creemos que su voluntad sea una cosa y su naturaleza otra distinta». En consecuencia, si, de acuerdo con lo que dice este doctor, debemos entender esto, a saber, que no creemos que la voluntad de Dios sea una cosa y su naturaleza otra distinta, por lo tanto, su voluntad es 1042 Vigilio de Tapso, Dialogus contra Arrianos, Sabellianos et Photinianos, 3,4, lín. 22‐23 (p. 360). Cita señalada ya por Juan Antonio CABRERA MONTERO, «La cita atanasiana del Apologeticum de tribus capitulis de Julián de Toledo», Augustinianum, 54 (2014), p. 217‐236, y por el editor de Vigilio de Tapso.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 782
782
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
lo mismo que su naturaleza y su naturaleza lo mismo que su sustan‐ cia y su esencia. (2) Así pues, el Hijo de Dios, nacido de la esencia del Padre, es esencia de su esencia, del mismo modo que es naturaleza de su na‐ turaleza y sustancia de su sustancia, y, sin embargo, no puede de‐ cirse que ambos sean dos esencias, ni dos naturalezas ni dos sustancias, sino una sola esencia, naturaleza y sustancia. Del mismo modo que la luz procedente de la luz no son dos luces, sino una sola luz, del mismo modo que también la esencia procedente de la esen‐ cia no son dos esencias, sino una sola esencia, del mismo modo que la naturaleza procedente de la naturaleza no son dos naturalezas, sino una sola naturaleza, así también la voluntad procedente de la voluntad no son dos voluntades, sino una sola voluntad, pues no es una cosa la voluntad de Dios y otra distinta su naturaleza, tal y como ya ha sido afirmado más arriba por el doctor Atanasio. Y, por lo tanto, todo lo que se dice de Dios en lo que respecta a la esencia pa‐ rece convenir en general a cada una de las personas, como la sabi‐ duría, la fortaleza y todo lo demás, pues el Padre puede ser denominado sabiduría y también el Hijo puede ser denominado sa‐ biduría, y, asimismo, tanto el Padre como el Hijo pueden ser llama‐ dos fortaleza, lo que no puede decirse en modo alguno por comparación con la mente humana, pues, por ejemplo, si se pone una mente en la persona del Padre, se entiende ya que el Hijo es la palabra, por así decirlo, que sale de la mente y se entiende que el Es‐ píritu Santo es la voluntad que procede de la mente y de la palabra y, sin embargo, no ocurre a la inversa que pueda decirse que la mente que se pone en la significación del Padre conviene al Hijo y al Espí‐ ritu Santo, o que la palabra que se entiende únicamente como el Hijo es compartida por el Padre y el Espíritu Santo, o que la voluntad que se atribuye a la persona del Espíritu Santo se diga que conviene a las personas del Padre y del Hijo, sino que cada una de estas cosas conviene a cada uno de ellos por comparación con la mente humana, de tal modo que cada una de las cosas que se dice que es uno de ellos no se dice en modo alguno que es también otro de ellos, así como mediante denominaciones relativas el que es designado como Padre no es el mismo que el Hijo, y, cuando se habla del Hijo, no es el
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 783
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
783
mismo que el Espíritu Santo, ni el Espíritu Santo es el mismo que el Padre o el Hijo. Y el propósito por el que se utilizan por comparación con la mente humana estos nombres que se toman del hombre por analogía es éste, a saber, que, por cualquier medio que sea, la debi‐ lidad humana se sienta empujada a escrutar el misterio inefable de la divina Trinidad. (3) En consecuencia, se pensó que habíamos dicho «la voluntad procede de la voluntad» de acuerdo con esta comparación, lo que, sin duda, es completamente absurdo que se diga o se crea. Y, por lo tanto, uno es el punto de vista en virtud del cual se dice algo de Dios en lo que respecta a la esencia y otro muy distinto aquel en virtud del cual se afirma algo de Él por comparación con la mente humana. Por lo tanto, siguiendo y aceptando una sentencia del egregio doctor Agustín, nosotros dijimos en lo que respecta a la esencia de la divina Trinidad aquello de que «la voluntad procede de la voluntad», tal y como afirma también el propio Agustín en el decimoquinto libro de la Trinidad de Dios, diciendo así:1043 «En mi opinión, es preferible decir consejo del consejo y voluntad de la voluntad, así como sus‐ tancia de la sustancia y sabiduría de la sabiduría». En este punto cualquier persona que sea inteligente comprende con claridad que nosotros no nos equivocamos en esa afirmación, sino que se equivo‐ caron aquellos otros como resultado quizás de una lectura poco atenta, pues lo que nosotros dijimos en lo que respecta a la esencia, ellos entendieron que había sido expresado por comparación con la mente humana. (4) Da inicio el manifiesto del venerable señor Julián sobre las tres sustancias que existen en Cristo. Pasando ahora a ocuparnos, igualmente, de ese segundo capítulo en el que ese mismo papa consideró que nos expresamos de un modo imprudente al afirmar que existen tres sustancias en Cristo, el Hijo de Dios, así como nosotros no nos avergonzaremos de defen‐ der lo que es verdad, a partir de ahora quizás algunos se avergon‐ zarán de ignorar lo que es verdad. En efecto, ¿quién desconoce que
1043
Agustín de Hipona, De trinitate, 15,20,38 (p. 515,19‐22).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 784
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
784
todo hombre consta de dos sustancias, a saber: el alma y el cuerpo? A ellas se refiere en concreto el apóstol, cuando dice:1044 Y si bien nuestro hombre exterior se corrompe, sin embargo, el interior se renueva de día en día. De un modo semejante, también aquel que estaba sediento de Dios clamaba en un salmo:1045 ¡Sedienta está de ti, dice, mi alma, y en qué gran medida también lo está mi carne! Y existen, igualmente, otros muchos pasajes que afirman que el hombre consta de dos sus‐ tancias. (5) Al margen de este principio, encontramos también en las Es‐ crituras que, mediante la sola mención de la carne, a menudo puede entenderse la totalidad del hombre, o bien que, mediante la sola mención en ocasiones del alma, ha de entenderse la perfección del hombre. Por lo tanto, la asociación de la naturaleza divina a la natu‐ raleza humana puede definirse en propiedad como tres sustan‐ cias1046 y como dos en sentido figurado. Pero una cosa es cuando se designa la totalidad del hombre en propiedad y otra, cuando se en‐ tiende la totalidad a partir de la mención de una sola parte. En efecto, existe un tipo de expresión que se encuentra utilizado con frecuencia en las Sagradas Escrituras por medio del cual se expresa el todo me‐ diante la mención de una parte. Esta figura es denominada sinécdo‐ que por los gramáticos. En efecto, de acuerdo con este tipo de expresión figurada que designa el todo mediante la mención de una parte, se escribe en el libro del Génesis:1047 Y el hombre se convirtió en un alma con vida, a pesar de que el hombre no sólo consta de alma, sino también de carne. Asimismo, se hace referencia de un modo se‐ mejante al todo mediante la mención de una parte allí donde, omi‐ tiéndose toda referencia a la sustancia del alma, se nombra únicamente la sustancia de la carne, como se escribe en un salmo:1048 A ti acudirá toda carne. Si bien el hombre en su conjunto no sólo consta de carne, sino también de alma, sin embargo, con la sola mención de la carne se entiende la totalidad del hombre, como también con 1044
II Cor 4,16. Ps 62,2. 1046 La naturaleza divina, que es simple, es una de ellas, mientras que las otras dos serían el alma y el cuerpo. 1047 Gen 2,7. 1048 Ps 64,3. 1045
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 785
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
785
la sola mención del alma se designa la totalidad del hombre. En efecto, también en el Éxodo, las Escrituras, queriendo que se en‐ tienda que se habla de los hombres en su totalidad mediante la men‐ ción de una parte, dicen así:1049 Setenta almas entraron junto con Jacob en Egipto, a pesar de que esas setenta almas no entraron allí sin sus cuerpos. Asimismo, haciendo uso de la palabra carne, quiso que se entendiese la totalidad del hombre aquel que dijo:1050 Y con mi carne veré a Dios, a pesar de que los cuerpos no resucitarán sin sus almas. (6) He aquí que, de acuerdo con la práctica que siguen las Sagra‐ das Escrituras, hemos probado que el hombre es designado en pro‐ piedad con las sustancias de las que consta y, en sentido figurado, con la sola mención de una parte puede entenderse la totalidad del hombre. Si se indaga quién tiene la culpa de ello, no puede decirse que erró aquel que designó la totalidad del hombre mediante la mención de una parte, ni debe culparse tampoco a aquel que se re‐ firió a la totalidad del hombre nombrando tanto a la carne como al alma, pues las Sagradas Escrituras ponen de manifiesto que uno y otro están libres de culpa. Y, no obstante, si bien hemos probado ya que ni aquella parte ni ésta deben ser culpadas, hemos de determinar qué parte puede entenderse más fácilmente y cuál de ellas es tam‐ bién más clara, alejada toda oscuridad, a la hora de comprender que se habla de la totalidad del hombre: si aquella que, con la sola men‐ ción de la carne, quiere que se entienda que se habla allí también tá‐ citamente del alma o aquella que se refiere a la totalidad del hombre nombrando tanto al alma como a la carne. (7) Con objeto de que esto quede totalmente claro, hemos de poner algunos ejemplos. He aquí que, de acuerdo con el modo de expresión figurada citado más arriba y denominado sinécdoque, en virtud del cual se comprende la parte por el todo o el todo por la parte, encon‐ tramos escrito en los salmos a propósito de las plagas de Egipto:1051 Arrojó sobre ellos una mosca mordedora, y también esto otro:1052 Habló y llegaron la langosta y el saltamontes, queriendo las Escrituras que me‐ 1049 1050 1051 1052
Ex 1,5. Iob 19,26. Ps 77,45. Ps 104,34.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 786
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
786
diante este tipo de expresión se entendiese no una única mosca y lan‐ gosta, sino una pluralidad de moscas y langostas, pues no fue una sola mosca o una langosta, sino una multitud de moscas y langostas las que llenaron Egipto. Y si alguno de nosotros dice ahora simplemente: «Envió Dios sobre Egipto moscas, langostas y saltamontes», sirvién‐ dose del número plural, lo que, ciertamente, también es verdad, ¿acaso puede recaer sobre esta parte que expresa la pluralidad la in‐ justa acusación de que se diga que no es verdad lo que, ciertamente, es verdad a propósito de la multitud de langostas que llenaron Egipto? Es un uso semejante, sin duda, aquel otro donde el pueblo clamó a Moisés, diciendo:1053 Ruega al Señor que aleje de nosotros a la serpiente, a pesar de que aquel pueblo sufría los ataques no de una sola serpiente, sino de muchas serpientes. También el apóstol se expresa de un modo semejante en ese lugar en el que dice:1054 Pues por las obras de la ley no se justificará toda carne, como si dijese «todo hombre», queriendo que se entendiese la totalidad del hombre con la sola mención de la parte de la carne. En consecuencia, así también a propósito de nuestro Señor Jesucristo, cuando se escribe sobre él en el Evangelio:1055 El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, se nombra únicamente la carne con el deseo de que se entienda allí tácitamente también el alma, según el modo de expresión citado en virtud del cual se expresa la totalidad del hombre con la sola mención de una parte. Este recurso expresivo es seguido, en general, también por los padres. (8) En efecto, de acuerdo con esto el bienaventurado Cirilo dice así en el libro que lleva por título Comentarios:1056 «Así pues, es necesario ver de qué modo el Verbo se hizo carne. Ciertamente, en general, las Sagradas Escrituras se sirven de la palabra carne y quieren poner de manifiesto la totalidad del animal por medio de esa parte, por así de‐ cirlo, y también en alguna ocasión se refieren a esta totalidad simple‐ mente con la sola mención del alma. En efecto, está escrito que:1057 Toda carne verá al salvador de Dios, y el propio y divino Pablo dice:1058 1053 1054 1055 1056 1057 1058
Num 21,7. Rom 3,20. Ioh 1,14. Cirilo de Alejandría, Scholia de incarnatione Vnigeniti, 25 p. 202,14‐23. Luc 3,6. Gal 1,16.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 787
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
787
No me sometí ni a la carne ni a la sangre. Por su parte, el pontífice Moi‐ sés habló así a los que procedían de Israel:1059 Con setenta y cinco almas descendieron tus padres a Egipto, pero no por ello dirías que des‐ cendieron a Egipto unas almas desnudas y sin cuerpo, ni tampoco que Dios concedió su salvador a cuerpos vacíos y únicamente a la carne. En consecuencia, siempre que oigamos que el Verbo se hizo carne, hemos de entender que se hizo hombre dotado de alma y de cuerpo» etc. (9) También san Agustín en el libro de las Cuestiones contra los apolinaristas dice así:1060 «Dondequiera que se haga mención sólo de la carne y no se hable del alma, hay que entender esto de tal modo que no se crea que allí no hay alma o que no tenían alma aquellos de quienes se dice:1061 Y verá toda carne al salvador de Dios. Y así hay que entender esta expresión del salmo:1062 Escucha mis súplicas. A ti acudirá toda carne, y también esta otra del Evangelio:1063 Del mismo modo que le has dado poder sobre toda carne a fin de que todo lo que le en‐ tregaste no perezca, sino que alcance la vida eterna. De ello se deduce que se acostumbraba a designar a los hombres con la sola mención de la carne con objeto de que, de acuerdo con este tipo de expresión, se pueda comprender también que, cuando se dice:1064 El Verbo se hizo carne, no se dice otra cosa sino que el Verbo se hizo hombre. En efecto, del mismo modo que, en general, con la sola mención del alma se entiende el hombre en su totalidad a partir de esa parte, como en este pasaje:1065 Tantas almas descendieron a Egipto, así tam‐ bién, a su vez, con la sola mención de la carne se entiende el hombre en su totalidad a partir de esa parte». (10) Igualmente, éste mismo dice en el libro Enquiridión:1066 «El Verbo se hizo carne mediante la asunción de la carne por parte de la divinidad, no mediante la transformación de la divinidad en carne. 1059 1060 1061 1062 1063 1064 1065 1066
Deut 10,22. Agustín de Hipona, De diuersis quaestionibus LXXXIII, 80,2, lín. 47‐60. Luc 3,6. Ps 64,3. Ioh 17,2. Ioh 1,14. Deut 10,22. Agustín de Hipona, Enchiridion, 10,34, lín. 31‐35.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 788
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
788
Ciertamente, debemos entender aquí carne por hombre, pues la ex‐ presión se refiere al todo con la simple mención de una parte, del mismo modo que se dice:1067 Pues por las obras de la ley no se justificará toda carne, esto es, todo hombre». Por esa razón, el parecer unánime de los padres, derivado de la costumbre de las Escrituras, es que, cuando una cualquiera de las sustancias del hombre asumido en Cristo se menciona, citando el todo por la parte, allí también ha de entenderse de inmediato la otra. En efecto, aunque una no se men‐ ciona, de acuerdo con esta figura, y la otra se cita, sin embargo, no se entiende en menor medida que se habla de ambas. Así pues, que nadie diga ya, cuando oye que puede designarse al hombre en su to‐ talidad mediante la mención de una sola de sus partes, que no debe aceptar la existencia de tres sustancias en Cristo, puesto que, en razón de ese tipo de expresiones, es forzoso que lo uno se entienda a partir de lo otro. En consecuencia, no supone ninguna diferencia hacer mención de un modo figurado de una sola sustancia o hacer mención con propiedad de la doble sustancia del hombre, puesto que una y otra expresión permiten comprender y confesar que el hombre fue asumido por Dios en sus dos sustancias, y, por lo tanto, no dudará en reconocer que existen tres sustancias en Cristo aquel que haya comprendido este razonamiento en su totalidad. Por lo demás, cuando estos padres afirman no de un modo figurado, sino con propiedad, que todo el hombre fue asumido por Cristo, así lo dejaron escrito en sus tratados. (11) En efecto, el bienaventurado Cirilo, en el libro anteriormente citado que tiene por título Comentarios, dice así en el pasaje en que demuestra claramente la verdad de las tres sustancias de Cristo me‐ diante el simbolismo del Antiguo Testamento, así se expresa, en efecto:1068 «Al unirse el Verbo Dios a la verdadera humanidad, las sustancias, sin embargo, permanecieron separadas. De acuerdo con la voluntad de Dios se erigió el santo tabernáculo en el desierto y en él se simbolizaba a Emmanuel de muchas formas. Y así, dice Dios to‐ dopoderoso al divino Moisés:1069 Y harás un arca de la alianza con leños 1067 1068 1069
Rom 3,20. Cirilo de Alejandría, Scholia de incarnatione Vnigeniti, 11 p. 190,15‐30. Ex 25,10‐11.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 789
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
789
imputribles, de una longitud de dos codos y medio y de una altura de un codo y medio. Y la cubrirás de oro puro, por fuera y por dentro la cubrirás de oro. Ciertamente, el leño imputrible ha de entenderse como un sím‐ bolo del cuerpo incorrupto, pues el cedro no se pudre; y el oro, en la medida en que es un material más valioso que los demás, representa ante nosotros la majestad de la sustancia divina. Así pues, has de en‐ tender que, cuando toda el arca fue cubierta de oro puro por fuera y por dentro, ciertamente, el Verbo Dios se había unido a la santa carne, y esto es lo que significa, en mi opinión, que el arca había sido cu‐ bierta de oro por fuera. Y el hecho de que había convertido en algo propio el alma racional que estaba dentro del cuerpo se pone de ma‐ nifiesto en esto, en que ordenó que el arca fuese cubierta de oro tam‐ bién por dentro. Pero que las naturalezas o sustancias permanecieron separadas lo sabemos por esto, porque el oro, una vez añadido sobre los leños, siguió siendo lo que era y, ciertamente, los leños fueron adornados con un revestimiento de oro, pero no dejaron de ser leños». San Agustín en el libro sobre la Trinidad de Dios, expresando esto mismo, dice:1070 «La naturaleza humana pudo unirse a Dios de tal modo que de las dos sustancias surgió una sola persona y, por ello, ésta se encuentra ya formada por tres sustancias: Dios, alma y carne». (12) Por lo tanto, puesto que los santos padres nos transmiten esta enseñanza y nos dan a conocer estas dos formas de expresión, que vean ya finalmente y decidan aquellos que juzgan sin inclinarse en favor de ningún partido qué partido puede ser el más prudente (aunque no puede recaer ninguna culpa sobre ninguno de los dos partidos): aquel que afirma que en Cristo, el Hijo de Dios, hay una sustancia del Verbo y otra sustancia del hombre, designando el todo por la parte, o este que afirma, designando el todo con propiedad, que el hombre se unió al Verbo de Dios con dos sustancias. Cierta‐ mente, en aquel partido que, mediante la mención de una parte, quiere que se entienda la totalidad del hombre puede subyacer ese dolo propio de los herejes que consiste en suprimir una de las sus‐ tancias al nombrar únicamente la otra y que, así, lo que no es expre‐ sado por la boca no sea confesado tampoco por el corazón, como
1070
Agustín de Hipona, De trinitate, 13,17,22 (p. 412,4‐7).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 790
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
790
Apolinar, que niega que Jesús nuestro Señor tuviese un alma hu‐ mana, o Manes, que niega en Cristo la verdad del cuerpo asumido. Por el contrario, en nuestra profesión de fe, en la que, una vez admi‐ tida la sustancia del Verbo, confesamos concretamente que en la sola persona de Cristo existen, además, dos sustancias de hombre, no cabe ni puede sospecharse ningún dolo lleno de falacia, pues se afirma de un modo manifiesto que la totalidad del hombre fue asu‐ mida en Dios. Así pues, es más prudente el partido que habla de la totalidad que aquel otro que suprime una parte y resulta más claro lo que se dice con propiedad que lo que se formula de un modo fi‐ gurado con una expresión condensada. Pero quizás sólo nosotros decimos aquello que no hemos probado por medio de una sentencia de nuestros mayores. (13) En consecuencia, llamemos ya como juez a Agustín, si parece oportuno, y oigamos qué partido afirma éste que se encuentra más protegido frente a los herejes. Así dice, en efecto, en el tratado del Símbolo:1071 «Los herejes se oponen con todo tipo de argumentos a la encarnación temporal del Señor, pero todo aquel que conserve la fe católica de modo que crea que el hombre fue asumido en su tota‐ lidad por el Verbo de Dios, esto es, en cuerpo, en alma y en espíritu, está suficientemente protegido frente a aquéllos». He aquí que este varón espiritual, valorando espiritualmente una y otra forma de ex‐ presión, emitió su juicio y manifestó su opinión, afirmando que se encontraba más protegido y seguro aquel partido que defendía frente a los herejes que la totalidad del hombre en sus dos sustancias de carne y alma fue asumida por el Verbo de Dios. (14) Pero quizás alguien diga de inmediato que aquí se citan tres partes del hombre, esto es, el cuerpo, el alma y el espíritu. Cierta‐ mente, se citan tres, pero son dos, tal y como es demostrado por ese mismo doctor en el citado tratado del Símbolo:1072 «Tres son, dice, las partes de las que consta un hombre: espíritu, alma y cuerpo, que, sin embargo, se citan como dos, pues, en general, el alma se nombra junto con el espíritu. En efecto, la parte racional del hombre, de la 1071 1072
Agustín de Hipona, De fide et symbolo, 4,8 (pp. 11,23‐12,3). Ibid., 8,23 (p. 28,9‐12).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 791
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
791
que carecen las bestias, es denominada espíritu». También expone con una clara demostración en la carta dirigida a Pedro que el espí‐ ritu y el alma son una misma cosa y se entiende que constituyen una sola sustancia. Dice, en efecto, que el alma y el espíritu son dos cosas distintas según lo que está escrito:1073 Liberaste a mi alma de mi espíritu, y que una y otra forman parte de la naturaleza del hombre de modo que el hombre en su totalidad consta de espíritu, alma y cuerpo.1074 Pero añade que en ocasiones estas dos partes son designadas de forma conjunta con el nombre del alma, como en este pasaje:1075 Y el hombre se convirtió en un alma con vida, pues aquí también se entiende que se habla del espíritu; y que, asimismo, en ocasiones una y otra parte son citadas con el nombre del espíritu, como sucede aquí:1076 E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu, donde también es necesario entender que se habla del alma y que uno y otra son una misma cosa y constituyen una sola sustancia. Y, por esta razón, las dos sustancias propias del hombre no son el alma y el espíritu, sino el alma y el cuerpo, que se consideran también diferentes. (15) Por lo tanto, nosotros en el ya citado opúsculo en defensa de nuestra fe, al responder a la herejía de los apolinaristas, dijimos que existían en Cristo tres sustancias y ahora mostramos que esto nos lo han transmitido también nuestros mayores y con ello, ciertamente, honramos y seguimos la doctrina del egregio doctor y obispo de la sede hispalense que éste expuso en sus libros al tratar de la diferen‐ cia entre la naturaleza de Cristo y la nuestra, allí donde dice:1077 «Nosotros estamos formados por dos sustancias, a saber: el cuerpo y el alma, y Él, de tres: Verbo, cuerpo y alma. De ahí viene que sea llamado hombre perfecto y Dios perfecto». Y, así, hemos aducido estos pocos testimonios de los padres con objeto de mostrar con bre‐ vedad lo que atañe a esta cuestión. Por lo demás, quien desee inda‐ gar en mayor medida sobre ello leyendo, podrá reunir un gran número de testimonios.
1073 1074 1075 1076 1077
Iob 7,15 (según el texto de los Setenta). Agustín de Hipona, De natura et origine animae, 2,2,2 (p. 336‐28‐p. 337,9). Gen 2,7. Ioh 19,30. Isidoro de Sevilla, De differentiis liber II, 8,24, lín. 10‐12.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 792
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
792
(16) Y si alguien con impúdica desvergüenza no acepta la opinión de estos padres y, como un insolente indagador, reclama saber de dónde han tomado ellos esta doctrina, que crea, al menos, las pala‐ bras de los Evangelios, donde el propio Jesús afirma que existen en él tres sustancias. En efecto, al preguntarle los judíos:1078 ¿Quién eres tú?, respondió: Yo que también os hablo a vosotros soy el principio. Aquí tienes una sustancia de divinidad y restan dos sustancias de hombre. En efecto, a fin de demostrar que Él había asumido la verdadera carne del hombre, se apareció a sus discípulos para que lo palpasen, diciendo:1079 Palpad y ved, pues el espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo sí tengo. Aquí queda expresada la sustancia de la carne humana. Además, con objeto de demostrar que había asumido la sustancia del alma humana, dijo:1080 Tengo el poder de entregar mi alma y el poder también de recuperarla. (17) He aquí que, tal y como hemos probado con las palabras de los Evangelios, todos nosotros confesamos con una sola voz que en la sola persona de Cristo se reunieron sin confundirse, pero de forma inseparable, tres sustancias, y así lo afirmamos con la exposición an‐ tepuesta, creyendo con fe firme, ciertamente, de acuerdo con el Con‐ cilio de Calcedonia, que nuestro Señor Jesucristo es perfecto en su divinidad, perfecto en su humanidad, que es el Dios verdadero y el hombre verdadero, que está formado por un alma racional y un cuerpo, que, de acuerdo con su naturaleza divina, es de la misma naturaleza que el Padre y, de acuerdo con su naturaleza humana, es de la misma naturaleza que nosotros, que es semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado, que, de acuerdo con su naturaleza divina, nació, ciertamente, del Padre antes de los siglos y que en los últimos días por nosotros y por nuestra salvación nació1081 de la Vir‐ gen María, la madre de Dios, de acuerdo con su naturaleza humana, y que este mismo y único Cristo debe ser reconocido como el Hijo unigénito de Dios formado por dos naturalezas que subsisten sin confundirse, sin cambios, sin poder distinguirse ni separarse, y que 1078 1079 1080 1081
Ioh 8,25. Luc 24,39. Ioh 10,18. Hay que sobrentender la repetición del participio «natum».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 793
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
793
en modo alguno las diferencias entre estas naturalezas pueden desaparecer por causa de la unidad y que, más bien, puesto que las propiedades de una y otra naturaleza permanecen inmutables, se reúnen en una sola persona y se juntan en un mismo estado, nuestro Señor Jesucristo no puede partirse ni dividirse en dos personas, sino que este mismo y único Jesucristo es el Hijo unigénito, Dios y Verbo. Y en caso de que de aquí en adelante alguien, actuando en contra de esta doctrina, no desee ser instruido en este sentido y se muestre contrario a este razonamiento que hemos expuesto, se enfrentará a la pena fijada por el citado concilio. (18) En fin, si examinamos ahora el tercer y el cuarto capítulos, ya hemos mostrado que no sólo tomamos su contenido, sino in‐ cluso sus propias palabras de aquellos libros de los bienaventura‐ dos Ambrosio y Fulgencio en los que sabemos que los citados varones transmitieron esas enseñanzas. Y, dado que las festivida‐ des que las iglesias de Dios les han dedicado los celebran como dis‐ tinguidos doctores por todo el orbe, no debemos oponernos a ellos, antes bien, debemos someternos a su autoridad, pues se entiende que toda opinión emitida contra ellos se aparta de los principios de la recta fe. Ciertamente, en relación con esas cuatro particulari‐ dades de los capítulos que nos exhortaron a demostrar claramente, tras reunir las enseñanzas de los padres católicos en un solo libro que contenía nuestra respuesta, notificamos hace ya dos años qué doctor había expuesto cada una de esas doctrinas para que aquel partido lo conociese. Y si después de ello todavía disienten en algún punto de las enseñanzas de los padres en las que todo esto fue expuesto, no debemos enfrentarnos más a ellos, por el contra‐ rio, puesto que hemos seguido en línea recta las huellas de nuestros mayores, nuestra respuesta resultará sublime a los amantes de la verdad por la gracia del juicio divino, incluso si es considerada im‐ pertinente por unos rivales ignorantes.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 794
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
794
VALERIO DEL BIERZO1082 EPISTVLA BEATISSIME EGERIE LAVDE CONSCRIPTA (CPL 1276) DICTA AD BEATVM DONADEVM (CPL 1277) DE BONELLO MONACO (CPL 1278) DE CELESTE REVELATIONE (CPL 1279) EPITAMERON PROPRIE NECESSITVDINIS (CPL 1281A) ORDO QVERIMONIE PREFATI DISCRIMINIS (CPL 1282) REPLICATIO SERMONVM A PRIMA CONVERSIONE (CPL 1283) EPITAMERON PROPRIVM PREFATI DISCRIMINIS (CPL 1285) QVOD DE SVPERIORIBVS QVERIMONIIS RESIDVVM SEQVITVR (CPL 1284) Valerio del Bierzo es, en términos cronológicos, el último escritor visigodo. Habría nacido en torno al año 630, en la demarcación de As‐ torga, y desarrolló toda su vida en los límites geográficos de El Bierzo donde su vida terminaría en torno al año 700. No fue un gran funda‐ dor monástico, no desempeñó un cargo civil o religioso desde el cual ejercer alguna influencia pública y su calidad literaria no ha sido es‐ pecialmente resaltada, aunque sus escritos autobiográficos poseen, en realidad, un gran vuelo literario y es, probablemente, el autor visigó‐
1082
Bibliografía: Roger COLLINS, «The “autobiographical” Works of Valerius of Bierzo: Their structure and purpose», Los Visigodos. Historia y Civilización, pp. 425‐ 442; Kunio KITAMURA, «Cosmas Indicopleustes et la figure de la terre», en Alain Desreumaux, Francis Schmidt (eds.), Moïse géographe. Recherches sur les représentations juives et chrétiennes de l’espace, Paris, Librairie philosophique J. Vrin, 1988, pp. 79‐98 (Études de psychologie et de philosophie, 24); Adalbert de VOGÜÉ, «Martyrium in occulto. Le martyre du temps de paix chez Grégoire le Grand, Isidore de Seville et Valerius du Bierzo», en Antonius A. R. Bastiaensen, A. Hilhorst, C. H. Kneepkens (eds.), Fructus centesimus. Mélanges offerts à Gerard J. M. Bartelink à l’occasion de son soixante‐cinquième anniversaire, Steenbrugis, Kluwer Academic, 1989 (Instrumenta Patristica et Mediaevalia, 19), pp. 125‐140 (reimpr. in ID., Regards sur le monachisme des premiers siècles. Recueil d’articles, Roma, Pontificio Ateneo S. Anselmo, 2000, pp. 785‐802 [Studia Anselmiana, 130]); Peter BROWN, «Arbiters of the Holy. The Christian Holy Man in Late Antiquity», en Id., Authority and the Sacred. Aspects of the Christianisation of the Roman World, Cambridge, Cambridge University Press, 1995 (reimpr. 1996), pp. 55‐78; Renan FRIGHETTO, «O modelo de vir sanctus segundo o pensamento de Valério do Bierzo», Helmantica, 48 (1997), pp. 59‐79; Simone BREGNI, «Paradisus locus amoenus: Immagini del paradiso nei primi secoli dell’era cristiana», Rivista di Storia e Letteratura Religiosa, 41 (2005), pp. 297‐327; José Carlos MARTÍN‐ IGLESIAS, «La biografía dentro de la autobiografía: el caso de Valerio del Bierzo (siglo VII)», en Vitalino Valcárcel Martínez (ed.), Las biografías griega y latina como género literario. De la Antigüedad al Renacimiento. Algunas calas, Vitoria‐Gasteiz, Universidad del País Vasco, 2009, pp. 319‐342 (Anejos de Veleia. Series minor, 26); Claudia RAPP,
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 795
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
795
tico más original. Tampoco elaboró una obra teológica influyente, no escribió ninguna recopilación sistemática de tipo alguno, ni dejó tes‐ timonio detallado de su época y no contó con ningún discípulo capaz de transmitir sus enseñanzas, más allá de algunos pupilos a los cuales tutelaba ocasionalmente. A pesar de todo ello, el legado literario de Valerio ha proporcionado el testimonio más vivaz de la sociedad his‐ pana en los años inmediatamente anteriores a la invasión musulmana. A partir de sus textos nos podemos aproximar a la sociedad campe‐ sina —su vida se desarrolla en un entorno esencialmente rural y apa‐ rentemente marginal—, a las relaciones económicas en que se desenvuelve, a sus estructuras relacionales, a la religiosidad popular tanto como a la distante jerarquía episcopal, al carácter mundano del clero y a las miserias de la vida monástica. Es, además, un buen espejo de las ideas teológicas de su entorno, de la cultura patrística, esencial‐ mente epitomizada, de las tradiciones ascéticas —que lee de manera parcial en función de sus intereses y del patrón de conducta que ha marcado para su vida—, pero también de las degradadas ideas cien‐ tíficas que perduran de la tradición clásica. Todo ello transmitido por un hombre que, teóricamente, ha vivido la mayor parte de su existen‐ cia como un solitario, un asceta recluido en cuevas o en modestas construcciones que apenas lo preservan de los rigores climatológicos, «Safe‐Conducts to Heaven: Holy Men, Mediation and the Role of Writing», en Philip Rousseau, Manolis Papoutsakis (eds.), Transformations of Late Antiquity. Essays for Peter Brown, Farnham ‐ Burlington, Ashgate, 2009, pp. 187‐203; M.ª Rosario VALVERDE CASTRO, «La monarquía visigoda en Valerio del Bierzo», Edad Media. Revista de Historia, 12 (2011), pp. 281‐300; Pablo C. DÍAZ MARTÍNEZ, «Percepción del espacio y la naturaleza en Valerio del Bierzo», en Juan Manuel Abascal et al. (eds.), Estudios de Historia Antigua en Homenaje al Prof. Manuel Abilio Rabanal, Sevilla, Universidad de Sevilla – Universidad de León, 2012, pp. 371‐386, ID., «Valerio del Bierzo: la equívoca marginalidad de un asceta tardoantiguo», en Raúl González Salinero (ed.), Marginados sociales y religiosos en la Hispania tardoantigua y visigoda, Madrid – Salamanca, Signifer Libros, 2013, pp. 293‐315 (Thema mundi, 5), e ID., «Sociability and Sense of Belonging: Community Interaction in the Work of Valerius of Bierzo», Visigothic Symposium, 3 (2018‐2019), pp. 118‐135.; Patrick HENRIET, «Les démons de Valère du Bierzo (VIIe siècle)», en Dominique Barthélemy, Rolf Grosse (eds.), Moines et démons: Autobiographie et individualité au Moyen Âge (VIIe‐XIIIe siècle), Genève, Librairie Droz, 2014, pp. 13‐25 (Hautes études médiévales et modernes, 106); Céline MARTIN, «Valérius et l’Ennemi. Grands propriétaires, clercs, cénobites et ermites face au contrôle du sacré dans le Bierzo du VIIe siècle», en Philippe Depreux, François Bougard, Régine Le Jan (eds.), Compétition et sacré au haut Moyen Âge: entre médiation et exclusion (IVe‐XIe siècle). Colloque de Limoges (2‐4 juillet 2012), Turnhout, Brepols, 2015, pp. 67‐84 (Haut Moyen Âge, 21).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 796
796
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
a ratos protegido por alguna familia poderosa pero, en general, lu‐ chando contra la incomprensión de las autoridades religiosas y el re‐ celo de los monjes del entorno; aunque acabe sus días reconciliado con ellos y protegido por los muros del monasterio de Rufiana. Todo ello plasmado en una obra literaria que gira esencialmente en torno a sí mismo, como resulta evidente en los textos que se recogen en este volumen, cuya inclusión se justifica por el carácter epistolar del género que los sustenta. Giran en torno a él mismo porque una parte de ellos son esencialmente autobiográficos y, cuando no lo son, parecen em‐ peñados en justificar su propia biografía, su modo de vida, su elección ascética de una vida solitaria al margen de toda disciplina regular. El comentario detallado de la obra de Valerio, sea simplemente de la porción que se recoge aquí, exigiría mucho más que el espacio destinado a una explicación comprensiva. Si nos detenemos en los textos autobiográficos, más allá de la justificación de sus propios actos, su discernimiento está supeditado al hecho de que Valerio en‐ tiende la vida ascética esencialmente como ejemplo. Valerio quiere ser grato a Dios, es indudable, quiere alcanzar la salvación por medio de su virtud y sus sacrificios, pero cree que éstos ayudan a redimir al género humano. De alguna manera, él se siente un hombre santo y construye su autobiografía como una hagiografía, es un ser que‐ rido por Dios. Pero para que ese papel mediador sea eficaz debe ser conocido, difundido. Su vida sería una más en la cadena de relatos sobre hombres virtuosos, esencialmente ascetas, que ha leído y co‐ piado; los materiales que trasmite podrían ser la base para la cons‐ trucción de una Vita Valerii. Aunque algunos autores han vertido dudas sobre esa intencionalidad y creen que su objetivo era servir para la instrucción monástica, incluso que le habrían sido encarga‐ dos para tal fin por el abad de Rufiana. Aún más, el carácter jurídico de algunos de los términos que utiliza parece apuntar a las alegacio‐ nes justificativas de una defensa. Sabemos que la legislación conciliar ha condenado las formas ascéticas individuales, colocando a los so‐ litarios en la misma categoría de los monjes errabundos, auténticos proscritos a los que se intenta someter a la disciplina, sea de un mo‐ nasterio o de la autoridad diocesana, a toda costa. Aunque en otros casos parece que esa justificación va dirigida directamente a Dios.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 797
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
797
Desde el poema introductorio dedicado a Donadeo, Valerio de‐ clara que su vida ha estado marcada por la renuncia, y comunica que va a dar cuenta de las penalidades sufridas desde que abandonó el siglo hasta el puerto de tranquilidad —suponemos que se trata del monasterio de Rufiana, en el cual Donadeo probablemente es abad— al que ha llegado en su ancianidad. Renuncia especialmente valiosa por cuanto sus orígenes acomodados, aparentemente habría recibido una educación destinada a llevar una vida dedicada a la ad‐ ministración pública, lo orientaban hacia el ambiente social de la aristocracia provincial, incluso en el entorno cortesano. En algún pa‐ saje da a entender que es un propietario acomodado y que cuenta incluso con un administrador que gestiona sus bienes, a los que pa‐ rece renunciar definitivamente, temeroso de ser castigado por su va‐ nidad. En un momento dado, quizás cuando contaba algo más de 20 años, había sentido el deseo de abrazar la vida monástica, de esos primeros pasos por el monasterio dan cuenta también algunos de los relatos visionarios que aquí se recogen, claramente el episodio descrito por el monje copista Máximo, con alguna duda en el caso de Bonelo, que parece un recluso más que un monje. Sin embargo, probablemente por su incapacidad de adaptarse a la disciplina del monasterio, o quizás a las duras exigencias de ingreso del monaste‐ rio fructuosiano al que se dirige como primera vocación, abandona este empeño en beneficio de una vida de solitario. Sobre este aspecto tampoco debemos descartar que se trate de una opción intelectual sobrevenida tras las lecturas de las vidas de los grandes eremitas, especialmente de la Vita Antonii, sin olvidar el ejemplo más próximo de Fructuoso de Braga, cuya anónima Vita Fructuosi se le atribuyó durante mucho tiempo. Da la sensación de que el pensamiento y la obra de Valerio han estado supeditados a su propia experiencia vital. Sobre este particu‐ lar se debe anotar que la mayoría de los estudiosos que se han ocu‐ pado de la obra valeriana creen que la redacción de sus textos se habría producido en los últimos años de su vida, lo que justificaría algunas confusiones que parecen proceder de la superposición de recuerdos y de las situaciones cambiantes de su fortuna. Experiencia vital que él acomoda a sus lecturas. Su obra autobiográfica, pero esto
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 798
798
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
es igualmente evidente en su epístola sobre la peregrina Egeria, in‐ cluye una gradación de la virtud inherente a las distintas formas de renuncia al mundo, donde el solitario errabundo, sin casa ni fuente segura de sustento, encarnaría el ideal del “martirio en oculto” en‐ salzado por la Vita Antonii, pero también por los Diálogos de Gregorio Magno, y recogido por la literatura hispana del siglo VI. Ahora bien, Valerio no construye en sus textos una sociedad imaginaria, ni un desierto estereotipado, su inhóspito destino es la cima de un monte pedregoso y árido, desprovisto de vegetación y azotado por el viento. Hay que decir que Valerio proporciona un testimonio incom‐ parable del medio en el que vive; es cierto que no se recrea en la des‐ cripción del paisaje, pero éste es parte integrante de su narración, es un protagonista más, como lo son las inclemencias del tiempo, y es además un factor a través del cual transmite sus estados de ánimo que muchas veces se reflejan en metáforas asociadas a esos factores de disfavor o de placer que la naturaleza, desencadenada o amable, le permite plasmar. Es cierto que en numerosas ocasiones esa natu‐ raleza parece distorsionada por su percepción misma del bien y del mal, por su convencimiento de que el maligno actúa a través de la naturaleza y que habita en lugares lóbregos y hostiles para la vida de los humanos, pero, tras esa deformación, a veces producto de una personalidad con episodios “cuasi delirantes”, se percibe una geo‐ grafía medida y muchas veces reconocible. Curiosamente, para un hombre cuyo ideal parece haber sido ais‐ larse en los lugares más inaccesibles de las montañas bercianas, su vida es un constante trasiego de lugares y de personas, da la sensa‐ ción de que Valerio necesita de la admiración ajena, o del reconoci‐ miento cuanto menos de su actividad. Por su propio testimonio descubrimos que en la alta montaña en la que se refugia tras el fra‐ caso de su primera vocación monástica existe un oratorio (baselicula) dedicado a san Félix, un lugar frecuentemente visitado y que cuenta con un presbítero de nombre Flaino al que Valerio acaba enfrentán‐ dose violentamente y al que acusa de haberle robado sus escritos. En él personifica la imagen de un clero rural absolutamente mun‐ dano y lo asocia con un cúmulo de comportamientos festivos o po‐ pulares de los que apenas conocemos nada fuera de esta descripción.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 799
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
799
Valerio se ha instalado en el recinto mismo de la iglesia y cuenta con un joven clérigo que lo auxilia en sus trabajos manuales y en la bús‐ queda y preparación de su sustento. Éste será el primero de una serie de pupilos del entorno que, cuando el tiempo lo permitía, se acerca‐ ban a su retiro buscando instrucción. Otro indicio de que la montaña no podía estar en un lugar excesivamente apartado. Para alguno de estos discípulos prepara incluso un libro, probablemente un enqui‐ ridión de doctrina básica construido con pasajes de las Escrituras para su lectura y memorización. En otro momento elogia a otro de sus alumnos al que ensenaba a leer y que en seis meses de estudio a su lado ya había memorizado «todo el salterio junto con la música». Parece claro que en esta fase de su vida Valerio se siente un peda‐ gogo y se emplea a la tarea con gran dedicación. Aunque él quiere mostrar que se trata de una ocupación altruista, su trabajo es recom‐ pensado y reconocido. Bien es cierto que su discurso, construido en varios niveles, en varios fragmentos y redacciones que es necesario superponer y encajar, hace ver que las recompensas y la solicitud de los fieles se debe a su papel de mediador divino Valerio parece necesitar ese reconocimiento, aunque alternado con etapas de profunda misantropía en las que ante la presencia de la gente se siente horrorizado y atenazado por el miedo. Unos años después, su deambular lo ha llevado a la finca de Ebronanto, donde parece protegido por un personaje de nombre Ricimiro, probable‐ mente el dueño que le ha dado cobijo en alguna dependencia (ergas‐ tulo y tugurium usa alternativamente para definirlo) que parece situarse anexa a un oratorio. Parece que este personaje decide trans‐ formar este oratorio o capilla en una iglesia de mayores dimensiones, una iglesia privada acorde con los usos de las grandes propiedades, más adelante la definirá como «opulentísima casa», para la que pre‐ tende proponer como presbítero a Valerio, posibilidad contemplada en la legislación canónica visigoda. Valerio protesta en algún mo‐ mento porque piensa que ésta es una tentación del maligno para cau‐ sar su perdición inducido por la perspectiva de una vida opulenta, aunque luego, al frustrarse este nombramiento por la muerte de Ri‐ cimiro, se lamenta de su mala suerte. Sus herederos cambian de idea y nombran como presbítero a un tal Justo; Valerio sigue en la pro‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 800
800
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
piedad pero en una situación de inferioridad, en unas condiciones que acrecentarán en él un fuerte sentimiento de acoso que parece de‐ rivar en una auténtica “manía persecutoria”. La descripción del acoso de Justo, que él atribuye tanto a las añagazas del diablo como a la envidia del personaje y su baja condición moral, está envuelta de uno de los episodios más densos en cuanto a riqueza descriptiva y el enfrentamiento culmina con la agresión física por parte de Justo, que Valerio interpreta como un intento de asesinato. A la postre Va‐ lerio se sentirá compensado, no sólo por el cruel destino que la pro‐ videncia ha reservado para su enemigo, algo que se repetirá en otros episodios de su vida, sino porque los cristianos del entorno acaban reconociendo su superioridad y empiezan a llevarle obsequios, a mostrarle su apoyo, donde él ve recompensados sus esfuerzos. El relato de los lazos que lo van uniendo a esos cristianos que vuelven su mirada hacia él están marcados por una terminología de interde‐ pendencia donde su papel de mediador con la divinidad, de hombre santo, cada vez parece más fortalecida. Las familias influyentes del entorno colocan a sus hijos bajo su tutela, pero en algún momento Valerio quiere hacer ver que Dios ha concedido a su mediación un valor taumatúrgico. La curación de una rica dama, madre de un an‐ tiguo pupilo suyo, que ha sido corneada por un toro, es un episodio magnífico donde se entremezclan elementos maravillosos asociados a la aparición celestial, con un componente moral sobre el cumpli‐ miento debido de las promesas, y que culmina con la exaltación del propio Valerio al lugar central del relato prodigioso. Este cúmulo de vicisitudes han puesto a Valerio en relación con todo tipo de personas que va retratando y que proporcionan un cua‐ dro social, pero igualmente dan cuenta de la complejidad de depen‐ dencias e interrelaciones que tejen el sustento de las relaciones políticas y religiosas. Lejos de una presencia idealizada, algunos ca‐ pítulos ubican históricamente los procesos. La vida de Valerio que, tras el episodio del odiado Justo, parece haberse estabilizado en el predio de Ebronanto bajo la protección de esa familia aristocrática, se viene súbitamente abajo cuando ésta fue objeto de la cólera del rey, la propiedad fue destruida y sus dueños detenidos y condena‐ dos al exilio o a la cárcel. A pesar de las dificultades para establecer
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 801
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
801
una diacronía mínimamente precisa entre las vicisitudes de la vida de Valerio y los acontecimientos del reino de Toledo, los sucesos pa‐ recen ponerse en relación con algún episodio de infidelitas de esta fa‐ milia hacia el rey Wamba. Es indudable que Valerio había tejido con ellos un fuerte vínculo, en el cual, además de un componente emo‐ cional, podría valorarse un componente político. A estas alturas Va‐ lerio parece contar con el apoyo de numerosos seguidores y puede desempeñar un papel equilibrador en el contexto de las relaciones de la aristocracia bergidense con otros sectores sociales de su en‐ torno. En este contexto podría entenderse el empeño del obispo de Astorga de llevar a Valerio a Toledo, probablemente como parte de una exigencia de la corte, y con seguridad su inmediata reclusión en Rufiana, donde se ejecutaría la legislación que obligaba a los obispos a perseguir a los solitarios y monjes errabundos. Rufiana era la cárcel a la que fue destinado Valerio. Lo que no impide que, pasado el tiempo, Valerio elogie la bondad real, probablemente ya en tiempos del conciliador Ervigio, y sus últimos años en el monasterio no sean los de un prisionero, sino los de un miembro de la comunidad. El paso de su marcha de Ebronanto hasta su estabilidad en Ru‐ fiana está rodeado de una gran oscuridad en el relato. Parece que Valerio ha ocultado conscientemente muchos pasos del proceso y se mueve entre considerarlo un traslado forzoso o presentarlo como un designio de la Providencia. Como hemos anotado, al margen de la posibilidad de que pudiese afectarlo la persecución que sacudió a su familia protectora, lo más probable es que, tras su marcha de Ebronanto, Valerio volviese a la vida de itinerancia y, antes o des‐ pués, se le aplicasen las disposiciones del VII Concilio de Toledo del año 646 (canon 5) que había previsto la reclusión de los ermitaños errabundos en un monasterio al cuidado del superior del mismo. Es indudable que su indisciplina es un mal ejemplo y esto es evidente en la discordia que parece desatarse en el monasterio de Rufiana con su vagar e, incluso, tras su reclusión dentro de sus límites, que, en última instancia, podría haber provocado una escisión en la comu‐ nidad. Probablemente sean los propios monjes quienes han recu‐ rrido al obispo para que solucione de una vez por todas el conflicto abierto con su presencia. Acontecimientos que en la perspectiva de
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 802
802
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Valerio se transforman en agresiones de las que, en última instancia, culpa siempre al demonio. La impiedad y la envidia de los monjes, incluso del prepósito del monasterio, parecen siempre movidas por el maligno, la solución última en beneficio de Valerio es el resultado de la intervención divina en su favor. De nuevo esa imagen auto‐ complaciente de ser un hombre querido por Dios. La polémica con los monjes de Rufiana, con sus superiores, la pugna por ver recono‐ cido dentro del monasterio un estatus especial, reservado a monjes de gran virtud y observancia, que al final alcanza, presenta un enorme interés. Más allá de nuestro conocimiento de las reglas del entorno fructuosiano, el día a día de las comunidades monásticas del entorno galaico es muy mal conocido; el testimonio de Valerio nos muestra esa parte de convivencia cotidiana y de anécdotas par‐ ticulares que los textos regulares apenas dejan entrever, a la vez que testimonian cuán complejas eran esas realidades cotidianas. En todo caso, el trasfondo último de esa presentación la resume al final de sus opúsculos autobiográficos: en el juicio final el Señor no atenderá a la forma en que uno ha vivido su ascesis, si encerrado en un mo‐ nasterio o viviendo fuera de él, sino recompensando sus propias obras. Valerio no muestra únicamente que había un lugar para las pro‐ fesiones eremíticas, sino que las reivindica a través de su texto, aun‐ que deja abierto que no son las únicas queridas por Dios. De hecho, el texto dedicado a elogiar a la peregrina Egeria parece buscar un mismo objetivo. Valerio cree que Egeria procede del entorno geográ‐ fico en el que él mismo vive, del finis terrae hispano. De hecho para definir su patria dice que nació «en el extremo del occidental mar Océano», definición similar a la utilizada por él mismo, pero antes, por ejemplo, por Hidacio, para definir el entorno galaico. De una re‐ gión, afirma, que, pese a haber sido cristianizada tardíamente, mues‐ tra así los logros que la sagrada religión podía alcanzar. La carta está dirigida, a modo de ejemplo exhortatorio, a los hermanos monjes de Bergidum, muy probablemente a los monjes de Rufiana en su pe‐ riodo final de convivencia. El contenido es un resumen escueto del viaje de la peregrina que Valerio aprovecha para exaltar las tradicio‐ nes anacoréticas de la Tebaida. Pero lo más interesante en relación a
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 803
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
803
nuestro argumento es que, para Valerio, Egeria es un ejemplo admi‐ rable de cómo seguir a Dios, y culmina con un argumento idéntico al de sus textos autobiográficos: «son muchos los caminos de los mé‐ ritos que conducen a la única patria del reino de los cielos». Con esta frase y el ejemplo de Egeria se está justificando a sí mismo, aunque añade que no se trata de seguir provocando discordia y que para los monjes el camino son los deberes impuestos por la regla. Valerio se mueve en un mundo donde lo sobrenatural interactúa permanentemente con los hombres. En sus textos autobiográficos se manifiestan evidencias del favor divino, apariciones angélicas in‐ cluidas, pero sobre todo intervenciones varias del maligno. El demo‐ nio acosa permanentemente a Valerio por medio de múltiples criaturas y agentes, con ruidos y voces que amenazan volverlo loco, hasta el punto que su presencia forma una parte esencial de su dis‐ curso antropológico. De hecho la ausencia o la presencia del demo‐ nio transforma incluso el color de su relato y la placidez o agresividad del paisaje. Su constante lucha con el maligno es parte de su preparación ascética, como lo es la lucha contra las pasiones, que en el fondo son dos partes de un mismo argumento. Pero lo so‐ brenatural no sólo son presencias y agresiones interpuestas, Valerio, como sus contemporáneos, traduce el mundo sobrenatural en deta‐ lladas descripciones, plasmación de un imaginario popular que se alimenta probablemente de textos bíblicos y de imágenes plásticas, a la vez que puede inspirarlas. Las tres visiones del más allá que se recogen en el volumen son, en este sentido, tres relatos magníficos y llenos de implicaciones. La visión del cielo que, teóricamente, le ha sido descrita por el monje copista Máximo, es una descripción del jardín, o huerto, del Edén relatado en el Génesis: un lugar de enorme belleza y luminosidad, repleto de maravillosas plantas, envuelto en aromas de ambrosía, incienso y néctar, atravesado por un río de aguas transparentes. Má‐ ximo habría sufrido un estado comatoso o cataléptico y su alma llega a ese lugar, donde es recibida por un ángel que tras enseñarle ese paraje prodigioso lo lleva al extremo del mundo. Al borde de un abismo en cuyo fondo se encuentra el infierno. A continuación lo envía de vuelta a la tierra; si se porta bien, ya sabe cuál es su recom‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 804
804
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
pensa. Bonelo es un antiguo recluso que visita a Valerio en su primer encierro, no sabemos si en el primer monasterio, o en su retiro en lo alto de la montaña. Le narra una experiencia propia. Dos episodios de éxtasis en los que sucesivamente ha visitado el cielo y el infierno. La descripción del cielo es equívoca, como lo sería la descripción de un sueño, al fin y al cabo la idea es que los mortales no son capaces de entender ni explicar la complejidad de la morada celestial, pero un ángel lo habría llevado a una celda, circular y abovedada, cons‐ truida de oro purísimo y piedras preciosas. No está claro si junto a ese edifico hay otros o son anexos de uno solo, pero en cualquier caso parece una clara evocación de la descripción que el Apocalipsis (21) hace de la Jerusalén celeste, o de las muchas moradas celestiales del evangelio de Juan (14). Ésa es la promesa que recibe del ángel caso de perseverar. Sin embargo, Bonelo, «presa del abominable es‐ píritu del tedio que insta a viajar», abandona su reclusión y, abatido, cae en un nuevo episodio extático. Ahora se precipita por un abismo cortado a pico en cuyo fondo está el infierno —una ubicación idén‐ tica a la de la visión de Máximo—. El infierno es oscuridad, fuego y pez hirviente, distintos niveles con una gradación de horrores, el de‐ monio como un ser horroroso en cuya cabeza se posa un ave de hie‐ rro, ángeles malvados que portan a la hoguera almas de pecadores. Una visión que parece asumir los tres componentes del evangelio de Mateo (25, 41): el fuego eterno, el diablo y sus ángeles, a los que se añaden componentes descriptivos de origen vario. El horno de fuego está igualmente en Mateo (13) y en los Salmos, la idea de un lago de fuego y azufre en el Apocalipsis; más incierta es la procedencia de la imagen de niveles distintos con una gradación de crueldades, aun‐ que la afirmación de que se trata de un lugar de tormento se encuen‐ tra en Lucas y, de nuevo, en el Apocalipsis. Bonelo hace la señal de la cruz y vuelve a la luz; ha visionado los castigos que recibirá por abandonar su reclusión. Es muy probable que fuesen las mismas es‐ cenas de castigo que Valerio asume para sí caso de no perseverar en su estado. Una ulterior visión, la de Baldario, otro monje, que de joven había estado al servicio del propio Fructuoso, nos ofrece una tercera visión del cielo. Si en la primera nos encontrábamos en el jar‐ dín del Edén y en la segunda en la Jerusalén Celeste, ahora el alma del visionario es transportada al trono de Dios, situado en lo alto de
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 805
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
805
una montaña, hacia Oriente, como señala el libro del Génesis, y ro‐ deado por una multitud de ancianos vestidos de blanco, una proba‐ ble alusión a los 24 ancianos del Apocalipsis, y una muchedumbre incontable. Las visiones presentan un panorama precioso de las geografías celestes e infernales que pueblan el universo creencial y escatológico en el que se mueve Valerio, producto de sus lecturas, pero probable‐ mente aceptables para la mayor parte de los creyentes que lo rodean. Ahora bien, esas geografías del cielo y del inframundo deben ubi‐ carse en relación al mundo físico. El cielo, en el sentido del lugar ha‐ bitado por Dios y los ángeles, de su trono, está en lo alto, por encima del espacio en que se originan los elementos atmosféricos y más allá de los astros del cielo que parecen colgados y estáticos en el relato valeriano. Sería el tercer cielo del relato deuteronómico y es un lugar lleno de luz. En contraposición, el infierno es oscuridad, a la vez que putridez, y se encuentra en las profundidades abismales. Aquí Va‐ lerio presenta un elemento de enorme interés. Frente a las lecturas ptolemaicas de un tierra redonda y un universo de esferas concén‐ tricas donde la exterior se encuentra en constante movimiento, él prefiera la descripción de una tierra plana en cuyo extremo se ubica el abismo. El infierno no está ya en el interior de la esfera, un lugar al que se llegaría a través de un pozo, de los volcanes en la mayoría de las descripciones contemporáneas, sino por debajo de la tierra. Esta innovación parece proceder de la Topografía cristiana de Cosmas Indicopleustes, un autor alejandrino que en el siglo VI había inten‐ tado conciliar la ciencia griega y la topografía cristiana; en su per‐ cepción había concebido la tierra como un espacio rectangular en cuyo centro estaba la tierra rodeada por todas partes por un mar in‐ franqueable, todo ello colgado sobre la nada. La descripción de Va‐ lerio sobre la ubicación del infierno se correspondería con la imprecisa alusión de Cosmas a las tinieblas exteriores, fuera de los espacios creados por Dios que serían exclusivamente el cielo y la tie‐ rra. Es cierto que Cosmas no ubica el infierno, los demonios expul‐ sados del cielo se habrían precipitado sobre la tierra, pero Valerio aprovecha la descripción del alejandrino para trasladar el infierno a las tinieblas inferiores.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 806
806
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Cuando el alma de Baldario llega al cielo, a donde ha sido trans‐ portada por tres palomas blancas, Dios le dice que aún no es su hora, que debe regresar a la Tierra. Pero, debe esperar porque es la hora en la que el astro sol recorre el cielo y pudiera ser abrasado por él. Valerio ensaya una explicación para el movimiento del sol: éste sería arrastrado por el firmamento por un ave que con el movimiento de las alas enfría el aire impidiendo que lo abrase todo; en la descrip‐ ción no está claro si lo arrastra o sólo lo precede, pero es indudable‐ mente una alusión al ave Fénix que la mitografía cristiana consiguió incorporar del acervo pagano a sus propias visiones estelares y a sus bestiarios. En su regreso desde el cielo a la tierra, Baldario hace una descripción de lo que ve, en ella resulta evidente que Valerio está fa‐ miliarizado con las descripciones topográficas, incluso con las repre‐ sentaciones cartográficas. Idea que es confirmada por la breve descripción del viaje de Egeria a Tierra Santa, donde al igual que en la vista desde lo alto que hace Baldario, se detallan los principales accidentes geográficos y representaciones iconográficas y descripti‐ vas habituales en los mapas de la época. La compleja personalidad de Valerio está reflejada a cada paso en los textos que aquí se han recogido. En una lectura apresurada es fácil emitir un juicio sobre su excentricidad, juicio que fácilmente se de‐ canta por pensar que Valerio tenía una personalidad alterada que jus‐ tificaría sus comportamientos muchas veces impulsivos o radicales. Sin embargo, una lectura pausada muestra en su obra un relato pre‐ ciso y pormenorizado de su entorno, un personaje leído, conocedor de la Escritura y de una buena selección de literatura patrística, no hay que descartar que antes de su decisión de retirarse a un monaste‐ rio hubiese asistido a alguna escuela episcopal. En este sentido, la pro‐ puesta de elegirlo presbítero para la iglesia de Ebronanto y el hecho de que se viese frustrado quizás deba relacionarse con el hecho de que no completase esos estudios. Pero tiene igualmente conocimientos que, salvando las distancias, llamaríamos científicos. La posibilidad de que hubiese conocido de primera mano la obra de Cosmas Indico‐ pleustes es escasa, no consta que circulase ninguna versión latina de esta obra, pero debemos aceptar que al menos le han llegado sus plan‐ teamientos a través de algún resumen incorporado en alguna obra in‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 807
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
807
termedia. Si este conocimiento fue producto de su autodidactismo, es indudable que reflexionó sobre ello hasta el punto de construir una percepción global del cosmos —combinación del mundo físico y del mundo celestial— realmente original. Gracias a Valerio nuestra per‐ cepción de las realidades sociales, religiosas, culturales, incluso cien‐ tíficas, de finales del siglo VII se ve profundamente enriquecida; como hemos dicho, no a través de una magna obra enciclopédica o de pro‐ fundos tratados dogmáticos, simplemente a través de la crónica apa‐ sionada de las circunstancias de su propia peripecia vital. [PCD] [133‐141] Valerio del Bierzo [133] Epístola escrita en loor de la muy bienaventurada Egeria y redactada por Valerio para los hermanos monjes de Bergidum1083 (1) Os ruego que penséis con todo vuestro corazón puesto en ello, hermanos venerables y agradables a Dios, cuán grande ha de ser el ejercicio de todo tipo de obras a la hora de conseguir el premio del reino de los cielos. (2) Puesto que admiramos los hechos que resultan de las virtudes de los santos varones absolutamente firmes en su fe, es mucho más digna de admiración la constantísima eficacia de la virtud de la fra‐ gilidad de una mujer, tal y como narra la eximia historia de la bien‐ aventurada Egeria, más firme que todos los varones de este mundo.
1083
Edición: Manuel Cecilio DÍAZ Y DÍAZ, Valerio del Bierzo. Su persona. Su obra, León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 2006, pp. 228‐240 (incluye traducción) (Fuentes y estudios de historia leonesa, 111). Otra edición de este mismo estudioso en Manuel Cecilio DÍAZ Y DÍAZ, «Lettre de Valérius du Bierzo sur la bien‐ heureuse Égérie: Introduction, texte et traduction», en Pierre Maraval, Égérie, Journal de voyage (Itinéraire), Paris, 1982, pp. 321‐349 (Sources chrétiennes, 296), concreta‐ mente pp. 336‐348 (incluye traducción francesa). Hay, además, otra traducción es‐ pañola de las Visiones del más allá en Manuel Cecilio DÍAZ Y DÍAZ, Visiones del Más Allá en Galicia durante la Alta Edad Media, Santiago de Compostela, Bibliófilos Gallegos, 1985, pp. 44‐60 (Bibliófilos Gallegos. Biblioteca de Galicia, 24); y una tra‐ ducción francesa de la visión De Bonello monaco y de los Dicta ad beatum Donadeum en Alexandre MICHA, Voyages dans l’au‐delà d’après des textes médiévaux: IVe‐XIIIe siècles, Paris, Klincksieck, 1992, pp. 45‐46 y 48‐50, respectivamente.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 808
808
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
(3) Así pues, cuando en otro tiempo los santos inicios de la fe católica y la luminosa e inmensa claridad de la sagrada religión, aunque llega‐ dos hasta allí tardíamente, brillaron por fin en la extremidad de esta re‐ gión de Occidente, la citada bienaventurada y piadosísima Egeria,1084 ardiendo por la llama del deseo de la gracia divina y asistida por el poder de la majestad del Señor, con el mayor entusiasmo y con un in‐ trépido corazón emprendió el inmenso viaje de recorrer todo el orbe. Y, así, avanzando poco a poco con el Señor como guía, llegó a los san‐ tísimos y atrayentes lugares del nacimiento, pasión y resurrección del Señor y, atravesando por diversas provincias y ciudades, acudió junto a los cuerpos de innumerables santos mártires con el deseo de orar ante ellos y recibir edificación como resultado de esta experiencia. (4) Cuanto más instruida estaba en la santa doctrina, tanto más inextinguible ardía en su corazón la llama de este santo deseo. Así pues, recorriendo con la mayor atención todos los volúmenes del Antiguo y del Nuevo Testamento y acudiendo en peregrinación con solícita perseverancia a todos los lugares de los milagros relatados en los santos libros que encontró que habían sido narrados como su‐ cedidos en las distintas partes del mundo, provincias, ciudades, montañas y otros parajes desiertos, a pesar de emplear en ello mu‐ chos años, pero contando en sus viajes, no obstante, con la ayuda de Dios, llegó finalmente a las regiones de Oriente, visitando con el mayor interés los gloriosísimos cenobios de las comunidades de los santos monjes de la Tebaida, así como también las santas celdas de los anacoretas. A continuación, completamente fortificada por las bendiciones de estos santos varones y reanimada por el dulce ali‐ mento de la caridad, se dirigió a todas las provincias de Egipto, re‐ corriendo con la mayor devoción todos los lugares de la antigua peregrinación del pueblo israelita, las grandezas de cada una de las provincias, sus fertilísimos campos, las principales construcciones de las ciudades y los diversos encantos de éstas, escribiendo punto por punto una hermosísima alabanza de todo ello.
1084 La expresión parece inspirada en la Passio s. Eulaliae Emeritensis (BHL 2700), cap. 3, tal y como ha señalado Francisco Javier TOVAR PAZ, «Valerio del Bierzo sobre la Peregrinatio Egeriae: deíxis del género literario y sentido de la epístola», Límite: Revista de Estudios Portugueses y de la Lusofonía, 11/2 (2017), pp. 35‐55, en la p. 47.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 809
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
809
(5) A continuación, consumida finalmente por el ardiente deseo de visitar el santísimo monte del Señor para rezar en él, siguiendo las huellas de la partida de los hijos de Israel de Egipto, se adentró por las vastas soledades y los diversos y deshabitados parajes del desierto que con pormenor describe la historia del libro del Éxodo. Donde el pueblo de Israel durante tres días pasó sed1085 y marchó sin agua y donde de una durísima piedra el Señor por medio de Moi‐ sés hizo salir un agua valiosísima,1086 cuando aquéllos ya murmu‐ raban,1087 y la fe de éstos se mostró, sin embargo, ingrata, allí en el corazón de esa mujer que estaba sedienta de Dios fluyó un manantial de agua viva y que ha de manar hasta la vida eterna.1088 Y donde aquella multitud hambrienta1089 merced a la generosidad divina recibió el santo maná que cayó del cielo,1090 pero, despreciándolo, añoró los abominables alimentos de Egipto,1091 allí esa mujer, confortada con el sustento de la palabra de Dios y dando sin cesar gracias a Dios, arrostraba intrépida las dificultades del camino. Asimismo, aquéllos oían a menudo la voz del Señor y observaban cómo su gracia los pre‐ cedía día y noche en forma de una columna de nube y de fuego,1092 pero desconfiaban y pensaban en regresar, esa mujer, en cambio, pese a haber llegado hasta ella sólo en una ocasión la voz del evan‐ gelio,1093 se apresuraba de todo punto alegre en dirección al monte del Señor y sin verse detenida por vacilación alguna. Aquéllos, sin poder aguardar por espacio de cuarenta días el regreso de Moisés con la ley del Señor,1094 construyeron un ídolo esculpido para vene‐ rarlo como a un dios,1095 esa mujer, por el contrario, que esperaba la venida del Señor tras el fin del mundo, como si lo aguardase de in‐ 1085
Cfr. Ex 15,22. Cfr. Ex 17,5‐6. 1087 Valerio mezcla probablemente dos episodios bíblicos diferentes. Ex 15,24 + ibid. 17,3. 1088 Ioh 4,10‐11 + 4,14. 1089 Cfr. Ex 16,3. 1090 El episodio en Ex 16,4‐36. 1091 Cfr. Ex 16,3. 1092 Cfr. Ex 13,21. 1093 No es necesariamente una referencia a los Evangelios, sino quizás, simplemente, al mensaje evangélico, de ahí la traducción. 1094 Cfr. Ex 24,18. 1095 El episodio en Ex 32,1‐6. 1086
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 810
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
810
mediato junto al monte Sinaí, desde donde esperamos que Él vendrá en su momento entre las nubes del cielo, olvidándose de la fragilidad propia de la condición femenina, ayudada por la diestra divina, se apresuró con paso infatigable por la escarpada ladera de ese monte, cuya cumbre se eleva hasta la altura contigua a las nubes. (6) Así, merced al sostén de la fuerza de la piedad divina, al‐ canzó la elevada cima de ese monte rocoso, donde la propia ma‐ jestad divina, Dios todopoderoso, se dignó habitar, cuando entregó la ley al bienaventurado Moisés.1096 Allí con una completa alegría llena de exultación entre repetidas oraciones en voz alta ofreció a Dios ofrendas saludables1097 y, después de dar infinitas gracias a la gloriosa majestad de Éste, marchó a visitar otros lugares. En fin, además de recorrer los confines de casi todo el orbe de las tierras, se preocupó también de ascender igualmente a las cumbres de otros elevadísimos montes, por ejemplo, el altísimo monte Nabau,1098 semejante al citado Sinaí, desde la cúspide de cuya cum‐ bre el bienaventurado Moisés contempló la tierra prometida1099 y donde se dice que éste, después de morir en ese mismo lugar, fue enterrado por los ángeles.1100 (7) Y ascendió también a otro monte muy elevado que se yergue sobre Farán, en cuya cumbre Moisés, mientras su pueblo luchaba, oró con sus brazos levantados hasta conseguir la victoria;1101 y a la cumbre del gigantesco monte Tabor, donde el Señor en compañía de Moisés y Elías se apareció a sus discípulos en toda su gloria;1102 y a otro monte enorme, semejante al precedente, que tiene por nombre Hermón, en el que el Señor acostumbró a retirarse con sus discípu‐ los; y a otro supereminente que recibe el nombre de Éremo, en el que el Señor transmitió a sus discípulos las bienaventuranzas;1103 y a otro muy alto igualmente, que se llama el monte de Elías, en el que habitó 1096 1097 1098 1099 1100 1101 1102 1103
Cfr. Ex 24,16. Cfr. II Mach 3,32. El nombre bíblico es Nebo. Cfr. Deut 34,1. Cfr. Deut 34,4‐5. El episodio en Ex 17,10‐11. El episodio en Matth 17,1‐8; Marc 9,1‐7; Luc 9,28‐36. El episodio en Matth 5,1‐12.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 811
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
811
el profeta Elías y se escondieron cien profetas;1104 y también a otro semejante a éstos que se eleva sobre Jericó, consagrado de un modo semejante por el Señor. (8) Ascendiendo a todos estos montes guiada por un mismo im‐ pulso de la providencia divina, como en cada uno de esos lugares se habían construido otros tantos altares de santas iglesias, en todos ellos ofreció sus votos a Dios todopoderoso con un alborozo lleno de alegría y dándole gracias. En consecuencia, puede comprenderse fácilmente que, como deseaba alcanzar con un espíritu ardiente, con todas sus fuerzas y con el más absoluto empeño de su deseo las al‐ turas del reino de los cielos, la compañía de las santas vírgenes en el paraíso de las delicias y las recompensas de la gracia divina, al menos al enfrentarse de manera infatigable a las inaccesibles cum‐ bres de tantos montes, gracias a la ayuda del Señor soportó sin es‐ fuerzo en su fervoroso espíritu las dificultades de unas ascensiones tan arduas. (9) ¿Quién podrá imaginar cuánto temor al Juicio futuro inquie‐ taba su corazón, cuánto amor de una bondad llena de excelsa cari‐ dad fluyó en ella y qué gran llama absolutamente abrasadora de esperanza divina y de fe ardió en ella, a la que no fatigó el recorrido del mundo entero, ni derrotaron los mares procelosos ni los ríos des‐ mesurados, ni desalentaron la altura ni las terribles pendientes de los montes, ni atemorizó la inhumana crueldad de los pueblos im‐ píos hasta que con la ayuda de Dios realizó por completo con una audacia inquebrantable todos los planes que se había propuesto? (10) Por lo tanto, queridísimos hermanos, ¿cómo es que nosotros, que gozamos de todas las fuerzas de nuestros cuerpos y de una salud completa, no nos avergonzamos de que haya seguido el santo ejemplo del patriarca Abraham1105 una mujer que, en razón de la re‐ compensa sempiterna de la vida eterna, mostró llena de fortaleza su frágil sexo femenino como si fuese hierro, pues, mientras recorría 1104
Cfr. III Reg 18,4. Díaz pone en relación este pasaje con Gen 12,4. Si esto es así, habría que entender que, cuando Egeria salió a visitar las tierras de Oriente, era de edad avanzada. 1105
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 812
812
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
este mundo en medio de las penas de la contrición,1106 alcanzó el pa‐ raíso junto con el reposo y la gloria de la exultación?1107 Ésta nació en el extremo de la costa del occidental mar Océano y se dio a cono‐ cer en Oriente. Mientras buscaba un remedio para su alma,1108 mos‐ tró a muchas almas un ejemplo admirable de cómo seguir a Dios. No quiso tener aquí reposo para alcanzar llena de fe la gloria sem‐ piterna con la palma de la victoria. Aquí mortificó su cuerpo terrenal con una carga terrenal para ofrecer un alma inocente y celestial al Señor celestial. Aquí se mostró como una extranjera de forma libre y voluntaria para heredar el reino de los cielos en medio del coro de las santas vírgenes en compañía de la gloriosa reina del cielo, María, la madre del Señor. (11) Entre tanto, queridísimos, nosotros que por voluntad propia hemos hecho votos de servir fielmente al Señor con el hábito de la religión, aunque no consigamos merecer la gracia del Señor igua‐ lando los méritos de este ejemplo indescriptible de tan gran mujer, sin embargo, puesto que son muchos los caminos de los méritos que conducen a la única patria del reino de los cielos, en la medida en que con la ayuda del Señor persista en nosotros la virtud en nuestros trabajos, en nuestras vigilias, en nuestros ayunos,1109 en nuestras frecuen‐ tes oraciones y en el cumplimiento de los diversos deberes impuestos por la regla, en esa misma medida debemos prepararnos infatiga‐ blemente día y noche y abstenernos de todos los placeres ilícitos, de las seducciones de este mundo y de las diversas infamias, no sea que, por un casual, mientras pasamos este reducido espacio de tiempo de forma negligente, entonces, cuando ella llena de alegría y en com‐ pañía de las santas vírgenes, en el momento en que se produzca la venida del Señor allí donde ella peregrinó a pie en esta vida, se pre‐ sente ante Él con su lámpara ardiendo con el aceite de una luminosa santidad en compañía de los restantes santos en medio del aire,1110 1106 Parece sugerir Valerio que el viaje fue una especie de penitencia llevada a cabo por una mujer de edad provecta para asegurarse la vida eterna ante una muerte que veía cercana. 1107 Podría indicar esta expresión que Egeria murió durante el viaje. 1108 Vuelve a insistirse en la idea del viaje como penitencia. 1109 II Cor 6,5. 1110 Cfr. I Thess 4,17.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 813
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
813
nosotros, ciertamente, lo que ojalá no ocurra, permanezcamos tras las puertas cerradas1111 con nuestras lámparas apagadas,1112 exclui‐ dos fuera de allí y rechazados por ser indignos, y entonces suplique‐ mos en vano que se nos conceda la entrada en la vida, pues aguardamos con indolencia y en medio de un perezoso letargo la ve‐ nida del Señor. (12) Recordemos las palabras de nuestro Señor, que dijo:1113 Ca‐ minad mientras tengáis luz a fin de que las tinieblas no os rodeen, y:1114 Quien persevere hasta el final, éste se salvará, pues tal y como uno sale de esta vida, así se presenta en el Juicio con objeto de que cada uno reciba lo que corresponda a sus propias obras.1115 [134‐136] Tres visiones del más allá1116 [134] Visión Iª: Testimonios del bienaventurado Valerio escritos para el bienaventurado Donadeo1117 (1) Y para que en relación con estas dos retribuciones a menudo citadas todo quede más claro, lo que recientemente en nuestros días he conocido por el favor divino, me propongo ahora comunicarlo a tu santidad. (2) Cuando en otro tiempo, siendo yo aún muy joven, encendido por la llama del deseo de la santa religión, había partido apresura‐ 1111
Cfr. Matth 25,10. Recuerdo de la parábola de las vírgenes que aguardan al esposo, unas con sus lámparas encendidas y otras con ellas apagadas, en Matth 25,1‐13. 1113 Ioh 12,35. 1114 Matth 10,22. 1115 Cfr. Rom 2,5‐6; Apoc 2,23. 1116 Edición: M. C. DÍAZ Y DÍAZ, Valerio, pp. 200‐222 (incluye traducción). Las traducciones de las visiones y de los escritos autobiográficos que siguen se han be‐ neficiado de las discusiones mantenidas en el seno del Grupo de Investigación sobre la figura y obra de Valerio del Bierzo dirigido por Patrick Henriet y conformado, en lo esencial de su existencia, por Jacques Elfassi, Florian Gallon, Céline Martin y José Carlos Martín‐Iglesias. 1117 Sin duda, éste era el título común de las tres narraciones que siguen. El segundo y el tercer relato debieron de carecer de título propio en un primer momento. Es conocido que en la escuela antigua los ejemplos aportados para ilustrar cualquier asunto se presentaban en grupos de tres. 1112
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 814
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
814
damente de la tierra en que nací en busca de estos lugares de quie‐ tud, ocurrió que durante algún tiempo permanecí en una iglesia de amplios recursos en la que había una comunidad formada por nu‐ merosos hermanos. Entre ellos había un hermano de nombre Má‐ ximo, copista de libros y estudioso de los salmos, un hombre muy prudente y moderado en todos sus actos. En el afecto de su amor yo era el primero por delante de los demás. Sucedió que en cierto mo‐ mento, al agravarse la penosa enfermedad que padecía, murió que‐ brantado por el mal que se abatía sobre su cuerpo y, sin embargo, después de un largo espacio de tiempo que duró varias horas, volvió de nuevo a su cuerpo. Y una vez que recuperó finalmente su antigua salud, así me daba cuenta de todo en el orden en que ocurrió. (3) «Tan pronto, me dijo, como salí del cuerpo, fui recibido por un ángel de luz cuya hermosura no soy capaz de describirte y con‐ ducido seguidamente a un lugar agradabilísimo con cuyo encanto de arrebatadora belleza ningún lugar de este mundo, ni siquiera du‐ rante la primavera, puede tener semejanza alguna. Y tampoco la in‐ teligencia humana puede proporcionar una descripción exacta de él, pues una luz refulgente resplandecía allí con la indescriptible clari‐ dad de una blancura esplendorosa. (4) Iba él por delante y yo lo seguía a través de las delicias de ese paraíso. Toda aquella agradabilísima campiña de diferentes plantas estaba engalanada con el variado ornato de flores que nunca se mar‐ chitaban: con el encendido rubor de las rosas, con la refulgente blan‐ cura de los lirios o bien con un color purpúreo o de azafrán, todo con tonalidades diversas y entremezcladas resplandecía con una radiante belleza. Atónito, distinguía a un lado y a otro una admirable abun‐ dancia de matorrales y numerosas extensiones de bosques repartidas por todas partes, unos terrenos fértiles y de un verdor que provocaba una gozosísima admiración. La belleza indescriptible de todas las plantas brillaba llena de vigor y refulgía con extraordinarios y bri‐ llantísimos ligustros, además, acariciaba un maravilloso aroma de in‐ cienso suavemente perfumado y una esencia de ambrosía se dejaba sentir en toda su fragancia con una brisa dulce como el néctar.1118 1118
Cfr. Vitas ss. Patrum Emeretensium, 1, lín. 31‐34.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 815
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
815
(5) «Mientras con enorme asombro admiraba yo todo esto y otras delicias indescriptibles que ni mi boca es capaz de expresar, ni mi corazón puede comprender en su entendimiento, llegamos al centro de ese celestial paraíso, donde corría un bendito río de extraordina‐ ria belleza en el que un agua de una maravillosa transparencia relu‐ cía sobre un argénteo lecho de arena. Y el ángel me dice así: “Bebe de esta agua”. Era, ciertamente, de un sabor delicadísimo e indes‐ criptible y olía como el bálsamo. De nuevo dijo: “¿Tiene tu tierra un agua semejante?”. Y yo le respondí: “Aquella tierra no tiene en ella nada bueno”. Y tras llevarme por aquellos deliciosísimos lugares, llegamos al extremo de éstos. Y así me dijo: “¿Te gusta este lugar?, ¿o tiene acaso tu tierra encantos semejantes? ¿Quieres vivir aquí?” Yo, por mi parte, besando sus pies, le dije, respondiéndole: “Quiero, mi señor, permanecer aquí contigo por siempre, pues mi tierra es execrable y abominable y no tiene en ella nada bueno, antes bien, únicamente ruina y perdición”. (6) «A continuación, me llevó hasta el extremo de esos parajes, donde la tierra concluía, y me mostró un horrible y terrorífico abismo: la tierra se detenía abruptamente, cortada a pico de arriba a abajo hasta las profundidades del infierno. Y me dijo: “Inclina un poco tu oreja dentro del precipicio”. E inclinándome hacia las ho‐ rrendísimas profundidades del infierno, nada alcanzaba a ver, pues una niebla tenebrosa ascendía desde allí hacia lo alto de manera que parecía como un muro que delimitaba ese paraíso. Asomándome, así pues, hacia abajo, intentaba escuchar, y no oí otra cosa que alari‐ dos, gemidos, lamentos, quejidos y rechinar de dientes.1119 Y el olor que ascendía era insoportable y horrendo. Entonces, aterrorizado por un tremendo pavor, le grité, diciéndole: “¡Mi señor, sujétame, no sea que me caiga!”. Y él dijo: “No temas, pues de momento no vas a caer. Levántate ahora”. (7) «Y cuando me hube puesto en pie todo tembloroso y me hube acercado a él lleno de miedo, me dijo: “¿Cuál de estos dos lugares te gusta más: esa tierra deliciosa que has visto antes o este infierno que 1119 Cfr. Matth 8,12. Una expresión muy parecida se encuentra en la Nuperrima editio de uana seculi sapientia, cap. 6, del propio Valerio del Bierzo.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 816
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
816
has contemplado ahora mismo?”. Y yo le respondí: “Esto es lo que deseo: permanecer contigo en esa tierra deliciosa, porque, en cuanto a ese nefando infierno, ni siquiera me atrevo a mirar hacia él”. Y en‐ tonces él me dijo: “Bien. Ve ahora y regresa a tu casa, y si obras bien y te arrepientes adecuadamente de tus pecados, con el tiempo regre‐ sarás de nuevo aquí, y yo te acogeré en este lugar de delicias y per‐ manecerás conmigo por siempre. Pero, si obras malvadamente y no corriges tu vida mediante el arrepentimiento, cuando regreses aquí de nuevo, al punto te precipitarás en la perpetua aniquilación de este nefando infierno”. (8) «Entonces, yo, al oír esto, me postré a sus pies, suplicándole y diciéndole: “Mi señor, apiádate de mí y no me envíes de regreso a esa tierra abominable, pues deseo permanecer aquí contigo y no puedo ni sé por dónde he de irme de aquí”. Y él me dijo: “Si no sabes por dónde regresar, yo te lo mostraré. ¿Ves un camino en aquella montaña? Ve por él y, cuando hayas atravesado la montaña, encon‐ trarás a tres varones: a uno escribiendo, a otro dictando y a un ter‐ cero sujetando un báculo. Cuando llegues junto a ellos, saluda a aquel que sujeta el báculo y él te mostrará por dónde has de conti‐ nuar”. (9) «Tras oír esto, como ya no me atrevía a contradecirlo, em‐ prendí la marcha por aquel camino con ritmo alegre. Y llegando junto a aquellos tres varones de los que había oído hablar, saludé a aquel a quien el ángel me había ordenado. Y mostrándome éste un camino, me dijo: “Ve por este camino”. Y cuando emprendí veloz‐ mente la marcha, de repente abrí los ojos y he aquí que mis próximos estaban reunidos para presentarme sus respetos, mientras mi pobre cuerpo se encontraba en medio de todos ellos, y cumplían, según la costumbre, con las honras fúnebres».1120 (10) Éste se recuperó de inmediato de su enfermedad y continuó viviendo en esta vida durante algún tiempo. Finalmente, tras some‐ terse a la penitencia, dejó su cuerpo por segunda vez.
1120
sis, 7,2.
La posible fuente de inspiración es Sulpicio Severo, Vita s. Martini Turonen‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 817
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
817
[135] Visión IIª: Acerca del monje Bonelo (1) Pues bien, al narrar este suceso a tu beatitud, he recordado otro semejante de ese mismo tipo. Cierto religioso de nombre Bo‐ nelo, viniendo a verme llevado por la tristeza de una profunda an‐ gustia, ante la ventana de mi primer reclusorio me relató punto por punto todo lo que ahora voy a contarte. Así me dijo, en efecto. (2) «Cuando en otro tiempo vivía yo retirado en el encierro de una estrechísima reclusión y, temeroso del juicio del Señor, me mor‐ tificaba con el mayor celo, sometiéndome a una durísima abstinen‐ cia, y cumplía todas las exigencias de mi devoción en medio de la mayor penuria, cierto día, entrando en éxtasis, fui conducido por un ángel a un lugar absolutamente delicioso y lleno de encanto, y allí me llevó al interior de una celda construida con oro purísimo, pie‐ dras preciosas refulgentes y todo tipo de gemas y perlas brillan‐ tes.1121 Y eran de una belleza admirable tanto su apariencia exterior como, a sus costados, de uno y otro lado, sus estancias y habitaciones construidas en forma redonda.1122 Y todos los ornamentos de estos realces, que poseían el resplandeciente fulgor del oro y variados co‐ lores como consecuencia de las refulgentes piedras preciosas y per‐ las, irradiaban un resplandor de una inmensa luminosidad.1123 ¿A qué añadir más cosas o recurrir a otras imágenes? En efecto, la be‐ lleza de esa morada y de aquel lugar era indescriptible e incompa‐ rable y ni las palabras del hombre ni su imaginación pueden hacerle justicia con sus alabanzas. Entonces, finalmente, me dice el ángel: “Si perseveras hasta el fin, te acogeré en esta morada”.
1121
Pasionario hispánico, Passio s. Sebastiani, 14; y Passio s. Iohannis, 17. La expresión latina, «in uoluminibus», es difícil de interpretar. Es interesante la propuesta de Neil ALLIES, The Monastic Rules of Visigothic Iberia: A Study of their Text and Language, Thesis submitted to The University of Birmingham for the degree of Doctor of Philosophy, 2009 (University of Birmingham Research Archive: e‐theses repository), p. 82, que llevaría a entender el texto como sigue: «Y eran de una belleza admirable tanto su apariencia exterior como, a sus costados, de uno y otro lado, sus estancias y habitaciones, repletas de libros». Toda esta descripción presenta, por lo demás, estrechas semejanzas con la de la Jerusalén celeste que el propio Valerio introduce en la Nuperrima editio de uana seculi sapientia, cap. 16. 1123 Passio ss. Iuliani atque Basilissae et comitum, 56. 1122
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 818
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
818
(3) «Pues bien, a continuación, después de que hubo pasado algún tiempo, apoderándose de mí con toda su fuerza el abominable espíritu del tedio que insta a viajar, llevado por una perniciosa lige‐ reza, salí de allí y abandoné la que hasta ese momento había sido mi morada. A continuación, terminé por sufrir un completo abatimiento de mi espíritu1124 y de nuevo caí en éxtasis, llevado por un espíritu maligno, y fui arrojado a un abismo en el que no había una entrada que diese a un pozo, sino que era como una cima o una tierra que se detuviese abruptamente, cortada a pico de arriba a abajo. Y cuando por la fuerza del primer empujón había descendido a lo largo de un inmenso espacio, como una piedra arrojada a un hoyo profundo, al engancharse mi pie en el borde de un pequeño saliente,1125 me de‐ tuve en un lateral de esa altísima pared. Y después de que hubiese recuperado un poco las fuerzas en ese mismo lugar, se oyó la voz de alguien que decía: “¡Que continúe!”, y, siendo arrojado de nuevo hacia abajo, descendí a lo largo de un espacio más extenso. Me de‐ tuve entonces brevemente en un segundo saliente un poco más am‐ plio. Allí me encontré con un pobre y al punto supe que aquél había acudido algún tiempo atrás a mi citada reclusión, débil y mendi‐ gando, y yo lo había retenido a mi lado durante muchos días y, po‐ niendo a su disposición a través de mis asistentes los humildes alimentos que la piedad del Señor nos proporcionaba por medio de las gentes de bien, di nuevas fuerzas a su alma, abatida por el ham‐ bre, hasta que recuperó su antigua salud. Éste rogó en mi favor a aquellos inicuos y crueles ejecutores de mi castigo que me llevaban por esos lugares, suplicándoles que me concediesen generosamente, al menos, un pequeño reposo allí mismo. Y cuando me estaba recu‐ perando poco a poco, de nuevo se oyó la voz de alguien que gritaba: “¡Que continúe, que continúe!”, y, siendo arrojado por tercera vez hacia abajo, descendí a lo largo de una altura doblemente profunda hasta llegar a lo más hondo del infierno. Y, así, me condujeron ante la presencia del impiísimo diablo. Era, ciertamente, terrible y horro‐ roso, estaba encadenado a unas pesadísimas cadenas y en su cabeza 1124
Cfr. Ps 30,23. Esta expresión está corrupta en los manuscritos conservados. La reconstrucción propuesta por los editores, que aquí traducimos, es totalmente incierta. 1125
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 819
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
819
se hallaba posada un ave de hierro semejante a un cuervo y en esta ave estaba fijado el extremo de aquellas cadenas». (4) Todo lo que pueda recordar de la enormidad de las penas voy a contarlo ahora, tal y como él lo describía. «Ardía un fuego inmenso e indescriptible, como una tea ardiente bien llena de grasa, y sobre el fuego, próxima a él y no demasiado elevada, había una cubierta que asemejaba al bronce, contra la que chocaba la exuberante llama. Y, ciertamente, de ese fuego salía un mar de pez que ocupaba un inmenso terreno, amenazaba desbor‐ darse y se agitaba hirviendo con una cruel y terrorífica ebullición. Y cuando estaba en presencia de ese atrocísimo juez, de repente vinie‐ ron tres malvadísimos ángeles: uno de ellos era un gigante altísimo, el segundo, un poco más pequeño, llegaba hasta los hombros del primero y el tercero era el más pequeño y llegaba hasta la cintura de aquél. Los dos primeros presentaron sendas almas de pecadores, mientras que el más bajo nada presentó, por lo que el diablo lo cen‐ suró con la mayor violencia y ordenó a aquellos que habían traído esas almas que las arrojasen en aquel horrendísimo fuego. Y así lo hicieron. (5) «A continuación, me llevaron más abajo junto a aquel mar de fuego y me mostraron la parte más honda del abismo, que es más grave y cruel que todas las otras penas. Como, aterrorizado por el miedo, no me atrevía a mirar dentro, se levantaron numerosos ar‐ queros y comenzaron a lanzarme flechas. Sus flechas yo las sentía como gotas de agua fría. Y cuando me enfrenté a ellos haciendo en derredor el signo de la cruz, vino alguien que me liberó del malvado poder de aquéllos y me llevó de regreso a esta luz de aquí arriba».1126 (6) Después de haberme relatado todo esto, continuaba: «Quiero construirme una celda de reclusión tan pequeña que sólo tenga el ta‐ maño de mi cuerpo a uno y otro lado, pues temo muchísimo que pueda caer de nuevo en tan pésima ruina». Y yo le dije: «Adopta desde el principio un tipo de vida que, libre de trabas, puedas llevar a su perfección hasta el final sin caer en el pecado de la desesperación, 1126
Cfr. Passio ss. Iuliani atque Basilissae et comitum, 42.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 820
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
820
pues escrito está: “Más vale no dar inicio a un buen propósito que llevarlo a un final detestable”».1127 Y, así, éste se dirigió a la ciudad de León, donde se recluyó, por segunda vez en su vida, junto a los cuerpos de los Santos Mártires. Y allí persevera hasta el día de hoy. [136] Visión IIIª: Acerca de una revelación celestial (1) Cuando en otro tiempo el bienaventurado Fructuoso, de santa memoria, al comienzo de su bendita vida religiosa llevaba una vida eremítica en los lugares retirados y en las vastas soledades de este desierto en el que nosotros vivimos, moviéndose por las diversas rocas, cuevas y valles entre montañas que aquí hay, entregándose a imitación de los monjes orientales a una completa abstinencia y a santas prácticas y alcanzando la perfección por los gloriosos prodi‐ gios de sus virtudes, brilló de tal modo que fácilmente se igualaba con los antiguos padres de la Tebaida.1128 En aquellos tiempos tuvo consigo a un muchacho de nombre Baldario, experto en trabajar las rocas, que abría para él un camino entre las rocas a lo largo de una serie de grutas que estaban situadas en lugares inaccesibles. Todo esto lo he sabido porque él mismo me lo ha contado punto por punto, pues todavía vive hoy día, aunque es ya de edad avanzada, como tú mismo sabes mejor que yo. (2) Este milagro que ahora me propongo contarte él mismo me lo relató hace unos pocos días tembloroso y con el mayor asombro, víc‐ tima, además, de un fuerte hipo que lo agitaba, un milagro que por medio de él y para nuestra edificación Dios todopoderoso quiso re‐ alizar recientemente, pues ocurrió este último año. (3) «En una ocasión, me decía, en que yacía sin fuerzas, aquejado por una grave dolencia, cuando ya había pasado la noche y asoma‐ ban los primeros rayos de luz, mi alma salió del cuerpo y fue sus‐ tentada por tres palomas resplandecientes, una de las cuales llevaba sobre su cabeza el signo de la cruz de Cristo. Una vez que me hubie‐
1127
El pensamiento es cercano al de un pasaje de la Epistula ad Ianuarium de Baquiario, cap. 10 (col. 1047A). 1128 Vita s. Fructuosi, 1.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 821
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
821
ron sujetado, penetramos a gran velocidad en las alturas del aire, poniendo dirección a Oriente. Cuando comenzaba a amanecer, as‐ cendimos por encima de los astros del cielo. Allí me llevaron hasta una elevada montaña de admirable belleza que estaba llena de una muchedumbre de innumerables ancianos vestidos de blanco. Lle‐ vándome entre ellos, me condujeron a la presencia de la majestad del Señor. (4) «Y mientras atónito y asombrado lo veía presidir en el trono de su gloria y rodeado de una innumerable multitud, pregunté: “¿Quién es ese tan poderoso que es el único que está sentado en medio de tantos ejércitos de potestades?”. Y me dijeron: “Él es nues‐ tro Señor Jesucristo”. Y mientras con un extraordinario asombro yo admiraba tan gran gloria de belleza indescriptible e inmensa, en com‐ paración con la cual nada puedo imaginar y que no soy capaz de des‐ cribir, pues está más allá de toda comprensión, a continuación dijo el Señor a las palomas que me habían presentado ante él: “Llevadlo de regreso a su cuerpo, pues su tiempo aún no se ha cumplido”. Y cuando se disponían a llevarme de regreso, les dijo el Señor: “Dado que el sol está ascendiendo, aguardad un poco hasta que haya pasado por completo, no sea que los rayos del sol lo abrasen”. (5) «Y mientras aguardábamos, he aquí que el sol ascendía desde el Oriente bajo nosotros, recorriendo el espacio a la mayor velocidad. Reluciendo con ignífero fulgor y brillando con un inmenso resplan‐ dor, lo inundaba todo con sus rayos y la compacta redondez de su inmenso disco era incomparable. Yendo por delante de él, un ave de un enorme tamaño, roja y en su parte posterior, de arriba a abajo, oscurecida por un color oscuro, echaba aire mediante el batir fre‐ cuente y repetido de sus alas, que sonaban con un ruido seco, y sua‐ vizaba el abrasante ardor del sol, que, apresurándose con rápida velocidad, nos dejó atrás. (6) «Una vez que esta terrible visión se hubo alejado, comenzamos a regresar hacia abajo y a contemplar, con toda la percepción de que es capaz la mente, el mundo entero, rico en mares y en ríos, ador‐ nado con el mayor esplendor con murallas e iglesias de las ciudades, grutas y otras construcciones diversas de los montes, y poblado por
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 822
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
822
seres humanos y pueblos diversos. Después de observar todo esto durante largo tiempo, descendiendo de repente y regresando a mi cuerpo, abrí los ojos y, tras liberar de su pesar a los presentes, éstos obtuvieron el gozo del consuelo». [137‐141] Opúsculos autobiográficos1129 [137] Poema sobre mi miseria1130 Las diversas penalidades debidas a mi cruel pobreza vas a exponer, poema desdichado y luctuoso, las amarguras de los tiempos pasados de mi vida, para que ante todos se muestren en toda su evidencia mis frecuentes aflicciones. 3En
el inmundo río de la vida pasajera del siglo me ahogaba antaño, arrastrado por su terrible corriente, y en medio de todo ello ansiaba alcanzar la costa perfecta del reposo y la tranquilidad.
Entonces, la piedad divina, advirtiendo que mi miserable persona se veía expuesta de manera reiterada a un combate que adoptaba muchas formas, 6ordenó conducirme, libre del peligro, hasta el puerto del reposo de esta bendita morada. Lleno de gozo en mi alma por haber merecido por fin vivir en este lugar de adecuado encanto, alegre doy gracias día y noche, con inmutable asiduidad, a Dios to‐ dopoderoso. 9A
partir del canon de los numerosos volúmenes que nos ha sumi‐ nistrado la egregia doctrina de los padres deseando iluminar la culpable y tenebrosa ceguera de mi ignorante corazón,
1129 Edición inédita de J. C. Martín‐Iglesias (que sigue la distribución tradicional en capítulos y parágrafos, y no la nueva propuesta por M. C. Díaz y Díaz, citada a continuación), elaborada en el marco del antiguo Proyecto “Valère du Bierzo. Édi‐ tion, traduction et commentaire des œuvres autobiographiques”, dirigido por Pa‐ trick Henriet. Otra edición y traducción de M. C. DÍAZ Y DÍAZ, Valerio, pp. 242‐323. 1130 Es el Epitameron proprie necessitudinis (CPL 1281a). Las primeras y últimas letras de cada uno de los versos del poema forman la siguiente frase: «Relatos del pobre Valerio dirigidos a nuestro querido padre, anteriormente citado, Donadeo».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 823
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
823
< . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . >. 12Al contemplar la santa vestidura 1131
y la religiosa vida de tu excelsa beatitud, he decidido contarte las frecuentes desdichas del naufragio de mi vida. En los opúsculos que comienzan a continuación encontrarás con bre‐ vedad unas pocas vicisitudes de entre las muchas que podría re‐ ferir.
15El envidioso Enemigo, mostrándose repetidamente contrario y hos‐
til hacia mí, mientras intentaba malignamente hacerme regresar a mi vida ante‐ rior, me opuso sin cesar innumerables y crudelísimos obstáculos, 18sin embargo, el poder del Altísimo destruyó su red y deshizo sus lazos, y, así, pese a todos mis pecados, me condujo finalmente hasta este puerto de tranquilidad. Suplico a la piedad del Señor y a su nombre glorioso a mi pobre nave alejada del terrible naufragio del mundo la mantenga un reposo duradero, apacible y sin fin, y que con el remo de la fe y de la santidad la deposite en el reino de los cielos, 24y, así, de forma presurosa ésta huya velozmente del mar de la vida de aquí abajo a fin de que merezca incluso después de la muerte vivir sin fin al ser‐ vicio de Dios. 21que
Cuando hayas leído esto, te suplico que, elevando tu rostro hacia todopoderoso, intercedas por mí, culpable como soy, y le ruegues que disculpe mis pecados, que limpie mis manchas y salve mi alma. 27Dios
30Que
también a ti Dios te salve así de la vida del siglo, que te haga subir al cielo, ciña tu cabeza con la corona de la victoria 33y te llene de su Santo Espíritu.
1131
Cfr. Ex 28,2.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 824
824
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
[138] Relación de mis lamentos por mis citadas penalidades1132 (1, § 1) Cuando yo, el más indigno de los pecadores, natural de la diócesis de Astorga, cautivado durante los años de mi juventud por las seducciones mundanas,1133 deseando también vivamente las ri‐ quezas terrenales,1134 entregado a los vanos saberes, debido a este tipo de preocupaciones llevaba en medio de las tinieblas de este mundo de aquí abajo una vida disipada, sintiendo de repente un im‐ pulso irresistible de iniciarme en la sagrada religión por el anhelo de obtener la gracia divina, adentrándome con todas mis fuerzas en el mar de una vida errante, viajando como en una nave, me apresuré a atravesarlo en dirección a la costa del cenobio de Compludo, ani‐ mado por el ardor de un inmenso deseo y aterrorizado, al mismo tiempo, por el temor del Juicio futuro, pero confiando en alcanzar finalmente, por medio de la conversión, la luz de la verdad. (§ 2) Sin embargo, zarandeado por las olas del mar que es este mundo y ale‐ jado de mi objetivo por las inclemencias de una terrible tempestad provocada por el soplo del diablo, que con frecuencia me fue hostil, no pude alcanzar el puerto deseado. Refugiándome, forzado por la necesidad, en las soledades de un paraje desierto dentro de los lími‐ tes de Castro Petrense, en el territorio de la ciudad de Astorga, en‐ contré allí una peña,1135 lugar consagrado a Dios, de una altura enorme, pues estaba situada en la cima de un monte, y desprovista de habitación humana, un paraje desértico debido al rigor de una inmensa esterilidad, libre de la abundancia de todo tipo de maleza, sin el verdor de la frescura de bosque alguno ni el adorno de una multitud de flores, en fin, un paraje azotado por terribles y amena‐ zantes tempestades provocadas por todo tipo de vientos que sopla‐ ban desde todas partes, con frecuencia castigado por tormentosas lluvias y cubierto por una inmensa capa de nieve, y expuesto, al mismo tiempo, a todos los rigores de un frío intolerable. (§ 3) Pero, si bien veía a menudo que la desdicha que era mi miserable persona 1132 Es el Ordo querimonie prefati discriminis (CPL 1282). Título inspirado probablemente por Eugenio II de Toledo, Carmina, 13 tit. 1133 Vita s. Fructuosi, 8. 1134 Gregorio Magno, Dialogi, 4,27,3. 1135 Jerónimo de Estridón, Vita s. Pauli Thebaei, 5,1.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 825
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
825
era oprimida por tan numerosas desgracias y observaba, al mismo tiempo, que, desventurado de mí, era afligido por todo tipo de pe‐ nurias y apremiado por indescriptibles necesidades, soportaba todos esos males, tolerándolos con serenidad, por temor, naturalmente, a que, si abandonaba el camino que había emprendido, volviese a mi vida anterior. En efecto, escrito está:1136 «Pues nadie que vuelva su vista atrás, luego de haber rehuido los terribles peligros de la vida despreciable en este mundo, se ha de salvar, ni debe el arador que lleva a cabo un trabajo digno volver su rostro para mirar a su es‐ palda». (§ 4) Con frecuencia el astuto Enemigo, con objeto de enga‐ ñarnos, hace que nuestro estúpido pecho se agite con diversos pensamientos. Pero debemos resistir con firmeza frente a ellos y re‐ chazarlos con valor a fin de que a nadie lo engañe la sombra de una decisión justa, pero falsa, en realidad, ni una caprichosa volubilidad lo empuje con perniciosa ligereza a abandonar el camino empren‐ dido.1137 Ciertamente, supone el mayor de los esfuerzos ascender hasta las alturas más elevadas y no se puede alcanzar el punto cul‐ minante de una cima, a menos que uno se entregue por completo a la tarea, luchando duramente, pues un espíritu débil es incapaz de lograr algo semejante. En efecto, la primera palma de la victoria es vencerse uno mismo, sometiéndose a sí mismo. Aquel a quien el calor de la fe y el inquebrantable valor de la esperanza futura han dado tanto vigor que desprecia la muerte, de lo que yo podría hablar con conocimiento de causa, ése es justamente quien ha luchado con más fuerza y ha vencido. (2, § 1) Cuando sufría todos estos pesares desde hacía ya largo tiempo con la asistencia del Señor, después de unos cuantos años, sintiéndose por fin la misericordia cristiana conmovida por la pie‐ dad, un gran número de gentes de todo tipo de ambos sexos co‐ menzó a reunirse allí mismo en masa, a ofrecer su ayuda a mi miserable persona, a atenderme con solicitud y a procurarme los re‐ cursos de mi subsistencia. (§ 2) Pero, cuando gracias a la piedad del Señor la situación de extrema necesidad que había padecido comen‐ zaba a tornarse en bienestar, entonces, de repente, se levantó contra 1136 1137
Sedulio, Paschale carmen, 1,123‐126. Sulpicio Severo, Dialogi, 1,22,5.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 826
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
826
mí cierto varón impío, entregado por completo a la lujuria y a todo tipo de placeres,1138 de nombre Flaino, presbítero de la iglesia que allí había, azuzado por la aguijada de nuestro antiguo Enemigo y más y más consumido por el fuego de la envidia,1139 tal y como es costumbre entre los malvados envidiar a los demás aquello que ellos, por su parte, no desean tener. Cegado por las tinieblas de esta envi‐ dia,1140 con una crueldad demente comenzó a dirigir su odio1141 con‐ tra mi pobre persona, a ponerme continuos obstáculos y a perjudicarme sin cesar. (§ 3) Cuantas veces acudía a ese lugar con su negrísima piel —así está escrito:1142 «Una faz oscura como la pez se cubre con un velo más negro aún»—, amenazante, haciendo rechinar sus dientes como una crudelísima bestia, venía a ese lugar antes por la vileza de buscar mi ruina que para unirse a mí mediante la paz de la caridad o la misericordia de la piedad. (§ 4) Así, después de que esta situación se hubiese prolongado durante largo tiempo, mi corazón comenzó a verse agitado por la tristeza y la angustia, pen‐ sando de qué modo podría yo escapar a la animosidad de ese rival, rehuir la vana agitación de los hombres y atravesar con una conducta sin tacha por todas las seducciones de este mundo. (3, § 1) Así pues, seguidamente, confiado en la virtud de la piedad del Señor, me retiré a unos parajes apartadísimos, de una soledad comparable a la de los antiguos, que era la que yo buscaba. Y cuando ya llevaba allí viviendo en solitario algún tiempo, ni siquiera así dejó de perseguirme ese mismo pseudosacerdote ya repetidas veces ci‐ tado. (§ 2) En efecto, primero, cometiendo una gran infamia, me arre‐ bató unos libros que sobre la ley del Señor y los triunfos de los santos yo mismo había escrito para consuelo de mi propio peregrinar por este mundo, pero también como corrección de las costumbres y por afán de proporcionar sabiduría. (§ 3) Y a continuación, ya fuese por la astutísima crueldad de su propia maldad, ya fuese por los in‐ trigantes ardides de su favorecedor, el diablo (sólo lo sabe Aquel a 1138
Gregorio Magno, Dialogi, 4,55,2. Ibid., 2,8,2. Una expresión muy parecida se lee también en Valerio del Bierzo, Nuperrima editio de uana seculi sapientia, 2. 1140 Gregorio Magno, Dialogi, 2,8,2. 1141 Ibid., 2,3,3. 1142 Eugenio II de Toledo, Carmina, 81,1. 1139
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 827
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
827
quien nada permanece oculto), ciertamente, fui repetidas veces asal‐ tado de forma brutal por ladrones y ultrajado hasta la muerte por todo tipo de injustos sufrimientos. (4, § 1) Y cuando ya casi entregaba mi último aliento, al conocer todo esto unos fidelísimos cristianos, acudiendo con rapidez en mi ayuda y arrastrándome a mi pesar (pues en ese momento deseaba el descanso de la muerte) lejos del peligro de esta desgracia y del ya ci‐ tado Castro Petrense, me condujeron a una finca que recibe el nombre de Ebronanto, dándome allí refugio en la iglesia de los Santos. (§ 2) Así pues, seguidamente, mi alma, que deseaba el acostumbrado re‐ poso de mi antigua soledad, comenzó de nuevo a verse inquietada por penosas angustias, pues me atemorizaba y causaba horror el hecho de vivir rodeado de gente. Opté, entonces, tal y como era mi mayor anhelo, por confinarme en una celda junto al sagrado altar1143 a fin de no carecer más de la soledad del reposo, de que mis pies evi‐ tasen el peligro de caída,1144 dejándolo más allá de la puerta, y de que durante mi paso por la prisión de este mundo la diestra divina me li‐ brase de la eterna cárcel del abismo infernal. (§ 3) Cuando por fin, tras las terribles penalidades de mis sufrimientos ya repetidamente citadas, oprimido por la angustia, había encontrado el descanso en este cuarto en un rincón de esa iglesia, como si, bajo la protección del casco de una nave que se agitase en alta mar, me encontrase ence‐ rrado en la profunda oscuridad de la sentina, golpeado por los em‐ bates de las tormentas debidas a los vientos hostiles de la tempestad que es la vida en este mundo, y cuando, volviendo mi vista atrás, me felicitaba por haberme recuperado un poco, ciertamente, no del todo, pero, al menos, en parte, del oleaje de mi vida precedente, entonces el maligno adversario, el antiquísimo Enemigo que había sido inci‐ tado por la serpiente del odio de su maldad contra mis piadosas obras, intenta privarme del reposo recientemente alcanzado mediante una lucha sin cuartel, haciendo uso de las mismas innúmeras artima‐ ñas de antaño. (§ 4) Así pues, en el primer combate de nuestra lucha comenzó en la oscuridad de la noche a producir de manera incesante con el sonido de su voz terrible un estrepitoso estruendo dirigido 1143 1144
Vita s. Fructuosi, 6. Cfr. Ps 93,18.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 828
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
828
contra mí con el impío propósito de asustarme, si me dejaba atemo‐ rizar por el miedo. A continuación, como veía que no podía derro‐ tarme sirviéndose de su terror, puesto que yo confiaba en el poder del Señor,1145 levantándose de nuevo contra mí con toda la conocida crueldad de su cólera y con la ayuda de sus satélites, comenzó a ata‐ carme abiertamente con mayor dureza y con una persistencia infati‐ gable durante casi un año o algo más. Luchando con todas sus fuerzas, no cejó de buscar mi ruina, hasta que por fin se retiró, puesto en fuga no tanto por mi capacidad para tolerar el sufrimiento, como por la temible amenaza del poder de Dios todopoderoso. (5, § 1) Entonces, al ver el crudelísimo adversario que los diversos intentos de su perfidia, malgastados en vano, nada habían conse‐ guido, por medio del imperceptible engaño de su aviesa astucia se atrajo al ilustre varón, de nombre Ricimiro, a quien supo que perte‐ necía esa finca. Así, una vez que hubo anunciado a éste que su inmi‐ nente muerte se aproximaba, lo instigó a destruir mi pequeño habitáculo, lo que aquél hizo de inmediato. En efecto, al punto hizo derruir ese cuarto y, al mismo tiempo, a mí me arrojó de nuevo al te‐ atro de la vida en este mundo, por lo que rodé, por así decirlo, cuesta abajo, cayendo desde el cielo hasta el infierno. (§ 2) Y mientras en ese mismo lugar que había conocido mi expulsión se aplicaba en hacer construir el sagrado altar de una iglesia, a instigación, claro está, del Enemigo, que no cejaba de perseguirme, decidió con astucia consagrarme como presbítero de la citada iglesia para causarme la perdición de una mayor ruina, si yo, por así decirlo, me dejaba cau‐ tivar por las seducciones de este mundo y me enriquecía con los nu‐ merosos recursos de una vida opulenta. (§ 3) En efecto, escrito está:1146 «Así, ciertamente, el servidor del Señor todopoderoso temió perder la seguridad de su pobreza, tal y como los ricos avaros acostum‐ bran a guardar sus efímeras riquezas». Y también:1147 «Invocaré a la tribulación y a la miseria. Así como un espíritu elevado invoca al Señor, así el varón santo y luchador invicto desea hacer frente a la tribulación y a la miseria para ejercitarse y probarse a sí mismo». 1145 1146 1147
Casiodoro, Expositio Psalmorum, 124, lín. 16‐17. Gregorio Magno, Dialogi, 3,14,5. Jerónimo de Estridón, Commentarii in Abacuc, 1,1,2/3, lín. 51‐54.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 829
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
829
(§ 4) E igualmente: «Insignificante es la pompa de este mundo y pe‐ queños el descanso y los goces que proporciona, que no pueden compararse con la contemplación del castigo futuro. No queráis, en‐ tregándoos a las malas prácticas y a los breves placeres de la vida presente, enfrentaros a la pena que os espera en el Juicio futuro, pues la vida presente es vanidad, caducos los honores que en ella se con‐ siguen y breve el recuerdo que de nosotros guarda este mundo, cuyas riquezas se disuelven como la tela de una araña». (§ 5) Dichoso aquel a quien Dios concedió que conservase sin culpa su alma para Dios, el creador de todas las cosas, y que así pudiese presentarse ante su poderío con sinceridad e inocencia y mostrarle su alma tan inma‐ culada como la recibió de Él, cuando le fue entregada. Y pobre de aquella persona vana y vacía que desea disfrutar ahora en esta vida y a continuación regocijarse con Cristo en la futura. (§ 6) Cierta‐ mente, mejor es vivir libre que buscar la libertad tras estar encade‐ nado.1148 Así también es preferible llevar una vida llena de fatigas que pasarla en medio de una indolencia censurable y, siempre, más deseable abandonar esta vida como peregrinos que de todo carecen antes que caer en los lazos del pecado por las riquezas de este mundo. (§ 7) Por todas partes se extiende la desmesurada e insacia‐ ble voracidad de la codicia de la vida en este mundo, pero es grande y digna de alabanza la misericordia de la piedad del Señor, que, a los que esperan en Él, los protege con el celo infatigable de su custo‐ dia, salva a sus queridos pobres de las crudelísimas penalidades de la miseria y arroja la cruel violencia de los poderosos de la fortaleza de su soberbia. (§ 8) Pero, para seguir por orden con el relato em‐ prendido, cuando el mencionado Ricimiro intentaba acabar de edi‐ ficar la citada iglesia, mientras se encontraba aún sin terminar el edificio de la proyectada construcción, la muerte cayó de repente sobre él. Así, él se vio privado de manera cruel de esta vida presente y a mí, desdichado, me dejó en medio de un naufragio más de los que a menudo yo había tenido que afrontar ya en el pasado. (6, § 1) Así pues, mientras atravesando el oleaje provocado por las tormentas de esta vida que nos obliga a errar por el mar del siglo
1148
Gregorio Magno, Dialogi, 4,60,1.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 830
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
830
y consumido sin cesar por los tormentos de la angustia, intentaba yo alcanzar por fin el puerto salvador en la costa, entonces mi anti‐ quísimo rival lanza de nuevo contra mí el odio de su acostumbrada maldad y dispone los habituales obstáculos destinados a provocar una vez más mi ruina. (§ 2) Eligió para ello a un malvadísimo varón llamado Justo, nombre que éste no merecía en absoluto, pequeño y con una apariencia de extrema debilidad, de piel negrísima, además, semejante por su tono al del bárbaro pueblo de los etíopes. Cierta‐ mente, su aspecto exterior era sucio, oscuro como la pez y de mirada sombría, pero en las profundidades de su corazón era mucho más negro que un cuervo. Y si era pobre de cuerpo, era, no obstante, rico en actos censurables. A éste contra mi voluntad, pues me opuse a ello con tenacidad, lo consagraron como presbítero de esa iglesia.1149 (§ 3) Éste no alcanzó un honor semejante por ningún otro mérito, salvo porque, debido a la insensatez de su multiforme locura, por la simple gracia de la broma se entregaba a todo tipo de bufonadas de una desmesurada impudicia y se dejaba arrastrar por el dulce arte de los acordes armoniosos de la lira. Recorriendo con ella voraz‐ mente las fiestas de muchas casas, con la licenciosa alegría de su mú‐ sica y la cadencia de su canto se ganó una gran celebridad en todas partes por sus melodías. (§ 4) Después de haber obtenido de forma inmerecida el honor tan grande de ese nombramiento por su deli‐ rante insensatez, se atrevió incluso a profanar la sagrada religión con una hipócrita simulación. En efecto, en público, ante los ojos de los hombres, da muestras de santidad mediante un comportamiento si‐ mulado, pero en secreto actúa con una diabólica iniquidad. (§ 5) Así pues, tras este último naufragio que causó mi ruina y desgracia, fui abandonado por todos, quedándome solo1150 y sin contar con el apoyo del consuelo de nadie. Sólo encontré a un diácono del Señor, un cristiano fidelísimo, cuyos méritos estaban en consonancia con su nombre, pues se llamaba Simplicio, que con el amor de la más su‐ blime caridad me acogió humildemente en su casa. (§ 6) Y cuando éste con la mayor entrega me dedicaba todas las atenciones propias de la amistad y sólo nosotros dos cumplíamos con los oficios coti‐
1149 1150
Vita s. Fructuosi, 18. Cfr. III Reg 19,10; ibid. 19,14.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 831
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
831
dianos de la iglesia, finalmente, el envidioso diablo incitó a ese opro‐ bio del sacerdocio ya a menudo citado a que también él dirigiese du‐ rante largo tiempo contra nosotros su odio, fruto de la terrible peste de su envidiosa maldad, y se esforzase por perjudicarnos con los múltiples engaños de su perversa insania. (§ 7) Pero como, merced a la ayuda del Señor, no encontró la manera de ocasionarnos daño, consumido por la llama de la crueldad que le inspiraba el diablo, se lanzó a ultrajarme en público y, así, con frecuencia en presencia de muchos testigos me hacía padecer el abominable oprobio de sopor‐ tar sus insultos. (§ 8) Embrutecido por la locura de su delirante fre‐ nesí y dominado por el desorden de su persistente embriaguez, llegó a tales extremos de violencia que ni siquiera por la noche me permi‐ tía descansar. En efecto, cuando yo confiaba en que, al menos en medio del silencio de la noche, me vería libre de su persecución, irrumpía en él a menudo con arrogancia y de un modo de todo punto intempestivo y entraba con insolencia en el refugio de mi po‐ breza a la hora del reposo. En lugar de ofrecerme el consuelo de la caridad, transportado por la furia, me ofendía con su crueldad y, mientras nosotros comíamos en paz y amor, él, poseído por la so‐ berbia de su demencia y por la embriaguez, arrojándose sobre mí como un perro rabioso1151 con todo tipo de abominables insultos, ha‐ ciendo rechinar sus dientes con el roce de los unos contra los otros y echando espuma por su boca hidrófoba, en pleno delirio intentaba despedazarme con sus propias manos. (§ 9) Enajenado por la ce‐ guera del odio y consumido por la llama de la envidiosa maldad, llegó a tales extremos de violencia que ni siquiera se apiadaba de mí ante el altar sacrosanto e incluso allí, en un estado de iracunda exal‐ tación, intentaba a la vista de muchos acabar conmigo con la espada, mientras me avergonzaba cubriéndome impíamente de las injurias más graves. Y lo habría conseguido, si yo no hubiese sido salvado por la intercesión de los hermanos. (§ 10) Después de haberse cal‐ mado, por fin, el furor de tan terrible frenesí, se dejó llevar, entonces, por una enajenación tal que, olvidándose del cargo que tan injusta‐ mente había asumido, danzaba como hace la gente del pueblo,
1151
3,6,18.
Rufino de Aquilea, Versio latina ‘Historiae ecclesiasticae’ Eusebii Caesariensis,
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 832
832
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
dando vueltas y vueltas sobre sí mismo con los obscenos movimien‐ tos característicos del desenfreno del teatro, mientras se entregaba a la peste de una diabólica impudicia, haciendo girar aquí y allá sus brazos al tiempo que movía sus lascivos pies en sentido contrario, yendo de un lado a otro con andares festivos y que se ajustaban a una alegre cadencia, saltando con pequeños brincos y cantando, en fin, nefandas canciones de acuerdo con las abominables melodías de las fiestas que condenan a la muerte eterna.1152 (§ 11) Ciertamente, vivía en un estado de tal perturbación, ahogado por el vino y sepul‐ tado por la embriaguez, que, estando ebrio, padecía sed y, vomi‐ tando, sufría hambre.1153 Entregado al sueño y dominado por una desidiosa indolencia, no se encontraba entre los que pasaban con fre‐ cuencia sus noches cantando los himnos de Dios.1154 Nunca Cristo se dignó tener a tales pestes como siervos.1155 (7, § 1) Entonces, para acrecentar de forma funesta y cruel la tris‐ teza de mi corazón, cuando, por fin, después de haber tenido que soportar la violencia de la persecución en esa opulentísima casa que he mencionado, yo comenzaba a recibir a menudo allí mismo la acos‐ tumbrada limosna de la confortación y el consuelo de la caridad, de repente, cayendo sobre ella el terrible castigo de la cólera del rey, la citada casa es entregada de arriba a abajo a una despiadada devas‐ tación y ruina y sus dueños, detenidos, son condenados al atrocísimo exilio de una prolongadísima prisión. (§ 2) Por mi parte, desdichado de mí, no sólo me quedé menesteroso por la miseria de mi pobreza, sino que también me vi despojado del sostén del consuelo, llevando una vida ingrata de una extremada penuria. Y después de haber pa‐ decido grandes dificultades de manera ininterrumpida por espacio de veinte años, durante los que con frecuencia terribles peligros ha‐ bían amenazado mi vida, y de encontrarme privado del vigor de mis fuerzas, con mi cuerpo consumido por la ruina de todos sus miem‐ bros, y oprimido por la necesidad, por fin, la piedad divina, que
1152 Parece tener aquí en mente Valerio una de las prohibiciones del III Concilio de Toledo (a. 589): canon 23, lín. 927‐932 y 992‐993. 1153 Passio s. Sebastiani, 95. 1154 Ibid., 92. 1155 Ibid., 94.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 833
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
833
nunca olvida compadecerse de los esperan en ella,1156 volviendo su vista sobre la debilidad de mi desdichada persona y advirtiendo que la insignificancia de mi pequeñez se ahogaba en el cenagoso pantano del siglo, dispuso para mí la más conveniente de las escapatorias. (§ 3) El piadoso pastor que por sus ovejas entregó su vida1157 no des‐ deñó salvar a una oveja perdida, por así decirlo, de un naufragio en lo más profundo del mar y conducirla al puerto en la costa tantas veces deseado. En efecto, dentro de los límites de la región de Ber‐ gidum, entre otros monasterios, junto a un castillo al que su antiguo fundador dio el nombre de Rufiana, en medio de valles rodeados de altísimas cimas,1158 se encuentra allí un monasterio erigido en otro tiempo por el muy bienaventurado Fructuoso, de santa memoria,1159 al que me confió la piedad divina a fin de que permaneciese allí para siempre. (§ 4) Pero, cuando había encontrado un nuevo refugio, esta vez en la celda que el ya citado Fructuoso había preparado para sí mismo, el envidioso Enemigo no dejó de obstaculizar el propósito objeto de mis deseos.1160 En efecto, penetrando en mi celda acompa‐ ñado del terrible estrépito de su furor, no cejó de emplear contra mí de forma incesante las numerosas y funestas artimañas de sus ten‐ taciones, e incluso, cuando me ponía a orar o me acostaba, se sentaba junto a mi cabeza y desde las profundidades de sus entrañas despe‐ día sin cesar sobre mi nariz un pútrido y caliente hedor, intolerable y horrendo. (§ 5) Y cuando ya soportaba yo todo esto, así como las insidias de otras diversas tentaciones, durante largo tiempo, trans‐ portado aquél por la cólera del frenesí de su demencia, provocó tan‐ tos truenos y un estrépito tan grande acompañado de terror y de miedo que incluso hizo añicos las rocas, como si fuesen granos de sal, y las arrojó a lo lejos. Y, así, al ver yo que mi cuarto era sacudido desde sus cimientos y que se derrumbaba sobre mí en mitad de la noche,1161 teniendo tan sólo a Dios por testigo, aterrorizado por un 1156
Cfr. Eccli 2,9. Cfr. Ioh 10,11. 1158 Cfr. Isidoro de Sevilla, Etymologiae, 14,8,18. 1159 Cfr. Vita s. Fructuosi, 6. 1160 Casiodoro, Historia ecclesiastica tripartita, 4,26,3. 1161 El episodio podría inspirarse en una traducción latina de la Vita s. Antonii de Atanasio de Alejandría (CPG 2101), véase, por ejemplo, la traducción de Evagrio de Antioquía, 39, lín. 579‐582. 1157
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 834
834
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
gran pavor, pero lleno de confianza en el Señor, grité diciendo: «¡Alé‐ jate de mí, malvado! ¿Por qué destruyes mi pequeña habitación?». Ante estas palabras, aquél huyó de inmediato. (§ 6) Y como por medio de estos ataques y de otras frecuentes, innumerables e indes‐ criptibles tentaciones semejantes a las ya mencionadas, no pudo do‐ blegarme gracias a la ayuda del Señor, finalmente, se atrajo mediante engaños a un malvadísimo varón, Isidoro, obispo de Astorga, con el propósito de que éste, con la excusa de un engañoso honor, me con‐ dujese con él para tomar parte en los asuntos públicos de la ciudad de Toledo. Pero, cuando, a instigación del Enemigo, acudía a en‐ viarme a la ruina de la destrucción y provocar un gravísimo enfren‐ tamiento con los restantes hermanos, de repente, por obra, sin duda, del recto juicio del Señor todopoderoso, aquél cayó en el foso que él mismo había abierto contra nosotros. Y, así, a nosotros no nos al‐ canzó la desdicha y permanecimos sanos y salvos, mientras que a él lo tragó el eterno infierno. (8, § 1) A continuación, introduciéndose el Enemigo dentro de unos depravados pseudomonjes, hasta tal punto excitó los corazones de éstos con la animosidad de la crudelísima envidia del odio que me expulsaron de la voluntaria prisión en la que vivía retirado, pri‐ vándome del sostén de cualquier tipo de recursos. Y cuando el ad‐ versario de las buenas obras, persiguiéndome con crueldad, destechando mi cuarto ya citado, lo dañó gravemente, el corazón de aquéllos se vio hasta tal punto endurecido y excitado por los celos de la envidia por obra de ese mismo Enemigo que, por espacio de tres años completos, no me proporcionaron la protección de ninguna techumbre para remediar la situación. Además, el Enemigo, trans‐ portado por la furia, llenó la celda con una insufrible y tan terrible como atrozmente voraz plaga de pulgas, que, bebiéndose mi sangre, dejaron mi cuerpo casi exangüe por completo. (§ 2) Cuando, debido a éstas y otras desgracias semejantes, mi desdichada alma había lle‐ gado al ocaso de su fin, entonces, tal y como pone de manifiesto la conclusión de este opúsculo, la piedad divina posó su mirada sobre la aflicción tan grande de mi miseria. Y cuando de manera miseri‐ cordiosa la generosidad del rey y la asistencia de algunos buenos cristianos pusieron a disposición de mi desdichada persona el auxi‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 835
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
835
lio de su amparo y de todo aquello que podía proporcionar protec‐ ción a mi pobreza, en ese momento, con objeto de remediar las fati‐ gosas exigencias de esos parajes desiertos, el ilustrísimo varón Basiliano entregó dos animales de tiro a mi asistente. (§ 3) Y para que se advierta con claridad la aviesa impiedad de los habitantes de ese monasterio, así como el poder de la justicia del Señor a la hora de castigar o mostrar compasión en defensa de sus pobres, contaré brevemente algunas de las malvadísimas obras que la diabólica en‐ vidia de aquéllos perpetró a continuación. (9, § 1) Cuando mi asistente, el diácono Juan, ya citado, recibió el primer caballo de los animales de tiro a los que me he referido, uno de los monjes de más edad, que era el prepósito de ese monasterio, consumido por el fuego de la codicia y la envidia, ordenó venir de la casa en la que había nacido a unos que robasen el caballo y le die‐ sen muerte. Pero después de que éstos se lo hubieron llevado bien lejos asustándolo por delante de ellos, como, luego de haberse es‐ forzado largo rato en vano, no pudieron apoderarse de él, por obra del justo juicio del Señor el caballo regresó libre a nuestro lado. (§ 2) Aquellos malhechores, por su parte, además de regresar con las manos vacías, encontraron sus tierras devastadas por una terrible tormenta de granizo. Y cuando se pusieron a trabajar para obtener de nuevo los recursos necesarios para vivir, se llegaron hasta allí nu‐ merosos ladrones que les robaron todos los bueyes y vacas que te‐ nían. Y no pudieron ya encontrarlos. Y, así, a aquellos amos y a sus siervos no les quedó más que el hambre y la miseria. (§ 3) A conti‐ nuación, cuando el antedicho varón nos entregó por compasión otro caballo y otro de los monjes de más edad había sido nombrado pre‐ pósito del monasterio como sucesor del anterior, como, al llegar la época de ese mismo año en que se hacía la cosecha, dado que no ha‐ bían podido continuar con las violencias contra ellos por medio de nuevos ataques, los caballos, trabados, pacían tranquilamente y dán‐ dose la circunstancia de que bajo el monasterio se abre la hondísima profundidad de un enorme abismo, hasta el punto de que causa pavor a cualquiera mirar dentro de ella desde arriba, ese monje de más edad que ya hemos mencionado, atrozmente consumido por los celos de una envidia diabólica, ordenó en secreto arrojar los caballos
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 836
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
836
así trabados dentro de la peligrosa sima a la que me he referido. (§ 4) ¿Quién podría creer que incluso sus huesos llegaron hasta el valle en perfecto estado? Sin embargo, por obra de la piadosa misericordia del Señor, hasta tal punto fueron encontrados sanos y salvos que no se apreciaba en ellos ningún rasguño ni signo de debilidad. Debemos considerar en este momento de qué modo la justicia divina arrojará esas perversísimas almas dentro de la ruina perpetua del infierno, ella que, después de una caída tan tremenda en un precipicio seme‐ jante, bondadosamente conservó libres de todo daño las almas pri‐ vadas de razón de unos simples animales.1162 (§ 5) A continuación, hasta tal punto se encendió por instigación del diablo la envidiosa maldad de aquéllos que uno de esa facción, al que se confió la tarea, degolló al citado diácono Juan y éste murió. (10, § 1) Todas éstas fueron las penalidades que hubo de soportar mi terrible miseria, al margen de las que he recordado más arriba que padecí a lo largo de veinte años. Y, así, han pasado ya otros vein‐ tidós años desde que mi desdichada alma aguarda1163 aquí al Señor. (§ 2) A exponer, dándolos a conocer, algunos de los innumerables combates de mis sufrimientos, brevemente resumidos, no me ha em‐ pujado la arrogancia de la vanagloria, sino el afán de que todos aque‐ llos que desean volverse hacia el Señor, iniciándose en la sagrada religión, vean con claridad cuántos son los malvados obstáculos que pone el envidioso Enemigo, que no cesa de perseguirnos, qué envi‐ diosa, cruel y multiforme es la perversidad de los hombres depra‐ vados y cómo ha de emprender un combate sin fin quien desee obtener la palma de la victoria, de modo que la amplitud de esa lucha agotadora no cause la fatídica duda que conduce a la deses‐ peración, sino que el temor del Señor, el Juicio de Éste y la esperanza de la vida eterna les den vigor y fortaleza hasta el final. (11, § 1) Por ello, mi desdichada persona no deja de suplicar a nuestro piadoso Señor que hasta el último instante de la vida pre‐ sente me otorgue de continuo el triunfo de la victoria sobre el cru‐
1162
Todo el episodio de los caballos se inspira en Gregorio Magno, Dialogi,
3,16,6. 1163
Cfr. Ps 32,20.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 837
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
837
delísimo adversario, que acabe con las maldades de todos los críme‐ nes y que no permita que yo abandone hasta mi muerte el lugar al que su piedad me ha confiado por fin. (§ 2) En efecto, a semejanza del paraíso, es un lugar muy apropiado para entregarse al más con‐ veniente de los reposos, tanto que, aunque, como he dicho con ante‐ rioridad, se encuentra rodeado por una muralla de altísimos montes, sin embargo, no se ve oscurecido por la lobreguez de las negras som‐ bras de ninguno de ellos, por el contrario, se distingue por el agra‐ dable encanto de una clara luminosidad y es sumamente fértil gracias a la extraordinaria exuberancia de su verdísima vegetación. Está, además, alejado del mundo y no se ve mancillado por las in‐ quietudes de las cosas del siglo ni por la presencia de las mujeres, hasta tal punto que a todos se hace claramente evidente que ha sido dispuesto tal y como es por el Señor para que los fieles, alejándose de las seducciones y preocupaciones mundanas, alcancen la cima de la perfecta santidad. (§ 3) Pero el Enemigo ve todo esto y, sirviéndose de sus lacayos, intenta expulsar de allí por medio del engaño a los fieles de Dios. [139] Nuevo recuerdo de los sucesos ocurridos desde el comienzo de mi conversión1164 (1, § 1) Retomando el relato de mi conversión desde el comienzo de ésta, recordaré de nuevo en su debido orden la desolación de mi citada aflicción como resultado de la errante vida que padecí por la persecución del Enemigo, así como el clementísimo consuelo que re‐ cibí de la asistencia del Señor. (§ 2) Cuando, en la alta cima del monte en el que me había refugiado, la ignorante y sacrílega demencia de la ceguera de las gentes de manera impía y estúpida honraba con ritos propios de los paganos unos altares profanos consagrados a los demonios, finalmente esa vergonzosa obscenidad es derruida por obra de unos fieles cristianos1165 y por obra de nuestro Señor todo‐ poderoso se construye allí mismo una iglesia en honor del santo mártir Félix. (§ 3) Por lo demás, si bien este lugar, como se ha seña‐
1164 1165
Es la Replicatio sermonum a prima conuersione (CPL 1283). Gregorio Magno, Dialogi, 2,8,10‐11.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 838
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
838
lado más arriba,1166 se ve afectado por la miseria de la más extrema necesidad, no obstante, los que rezan en él con una fe inquebrantable consiguen con sus oraciones hacerse oír de Dios con rapidez. Pues bien, para volver a mi persistente deseo de llevar una vida religiosa, contaré brevemente dos episodios de revelaciones celestiales de co‐ rrección y de misericordia. (2, § 1) Cuando en otro tiempo, privado de la asistencia de todo humano consuelo, llevaba yo una vida de estrecheces en el ya citado monte de extrema penuria, sin contar con la ayuda ni el sostén de nadie y en la más absoluta necesidad de alguien que me asistiese, acudió junto a mí un clérigo lleno de confianza en la fortaleza de su juventud y, suplicante, me rogó con insistencia que le permitiese so‐ meterse a mis enseñanzas. Al ver que tenía tan buena predisposición y que sabía desenvolverse bien en los asuntos del siglo, decidí que fuese el proveedor de los materiales que necesitaba para las obras que elaboraba con mis propias manos y el asistente en los gastos de nuestra pobreza en alimentos. (§ 2) Se daba la circunstancia de que éste había acumulado en su habitación en la finca en que vivía una cantidad más que suficiente de grano y otros alimentos necesarios, y, así, cierto día, al pedir a un joven hermano que fuese a verlo, se me olvidó, en un primer momento, encargarle una cosa, pero acor‐ dándome de ello un poco después, le grité desde la cima del monte, cuando ya aquél descendía por la pendiente de la ladera, diciéndole: «¡Di a mi asistente que dé un modio de provisiones al vecino ciego y medio modio a algún otro pobre!». (§ 3) A continuación, al caer la noche, cuando me había retirado a descansar a mi cuarto y el sueño se había apoderado de los miembros de mi cuerpo, de repente me vi extendido y firmemente sujeto para ser golpeado.1167 A uno y otro lado de mis costados, dos hombres de pie herían cruelmente mi cuerpo con espadas y quemaban mis costados. Y aunque me desper‐ taba con frecuencia, sufriendo un terrible dolor, al dormirme de nuevo vencido por el sueño, me encontraba en medio de los mismos tormentos. Cuando por fin hube despertado del todo, dije suplicante: «Señor, por la misericordia de tu piedad, revélame la razón por la 1166 1167
Se refiere el autor al relato precedente. Passio ss. Iuliani atque Basilissae et comitum, 25.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 839
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
839
que sufro todo esto, pues desconozco por qué falta he incurrido en estos momentos en la cólera de tu ira». (§ 4) Entonces oí una voz que me decía: «¿No has oído el Evangelio, que advierte que tu limosna permanezca en secreto?1168 Sin embargo, tú gritas a voces tus limos‐ nas desde un monte». Liberado de inmediato de mis cadenas, di gra‐ cias al Señor porque se había dignado corregir mi necedad buscando mi enmienda. Y unos pocos días después, las citadas ganancias pro‐ pias de la vida en el siglo por las que se había encendido esta ira tan terrible del Señor se quemaron en un fuego. Finalmente, lleno de temor como consecuencia de ello, no sólo renuncié a los caducos bienes de este mundo, sino que también alejé de mi lado al citado asistente. (3, § 1) Y para que se vea el celo con el que la misericordia del Señor cuidó de mí a partir de entonces, contaré brevemente una re‐ clamación que hizo en mi favor. Se daba la circunstancia de que en ese mismo lugar de mi miseria educaba yo al hijo de unas gentes de bien y había escrito para su instrucción un librito excelente, y, así, al insistir sus padres en darme dinero, dije a la madre del pequeño que, simplemente, se limitase a hacer para mí una capa de piel de cabra. Y cuando habían pasado uno o dos años, o incluso más tiempo, y ella había olvidado cumplir su promesa, al acercarse el tiempo de la ven‐ dimia y disponerse esa misma mujer a acudir a celebrar la fiesta de la vendimia,1169 ésta, que se llamaba Teodora, cayó enferma. (§ 2) En‐ tonces, una noche en que dormía postrada por su afección, tuvo un sueño en el que acudía junto con su esposo, sus hijos e hijas1170 a la ya citada iglesia de San Félix a suplicar la asistencia divina para el restablecimiento de su salud. Y como, a los pies del monte en que vi‐ vían, discurría un camino público, a él se dirigieron, encontrándose al llegar una gran multitud de gentes que conducían muchos yugos de bueyes. Cuando se unieron a ellos, un buey de un solo cuerno gol‐ peó embravecido con éste a la citada mujer por debajo de la espalda y, al agitar amenazante su cabeza hacia arriba, partió el cuerno de raíz y lo dejó clavado en las entrañas de aquélla. (§ 3) Cuando su es‐ 1168 1169 1170
Cfr. Matth 6,4. O quizás simplemente: «a acudir a llevar a cabo la vendimia». O quizás: «sus sirvientes y sus sirvientas».
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 840
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
840
poso junto con todos los suyos y los demás viajeros intentaban extraer el cuerno del cuerpo de aquélla sin conseguirlo y la sostenían en sus brazos ya medio muerta, apareció ante ellos un varón que resplan‐ decía de un modo extraordinario y se acercaba desde el lado opuesto al de la iglesia de San Félix, atravesando los parajes desiertos de esa región. Su rostro refulgía como el sol1171 y su vestimenta era más blanca que la nieve.1172 Al llegar junto a ellos, como si ignorase lo su‐ cedido, preguntó, diciendo: «¿Qué os ocurre, buenas gentes? ¿Cuál es la causa de vuestro duelo y vuestra aflicción?». (§ 4) Entonces le mostraron la cruel herida, diciéndole: «Mira, señor, qué triste suceso ha ocurrido. Esta mujer ha sido herida de muerte y no podemos ayu‐ darla de ningún modo». Y él respondió: «¿Sois tantos y no podéis ayudarla? ¿Qué me daréis, si yo la ayudo haciendo uso simplemente de una mano?». Y todos dijeron: «Si deseas llevar a cabo esta buena acción, puedes hacerlo, pues hay en ti un brillo tan glorioso de santi‐ dad que nada ha de resultarte imposible de conseguir». (§ 5) Entonces él se acercó junto a ella y le dijo: «Lo que es yo, no te ayudaré en modo alguno a menos que previamente me hayas jurado que, antes de ir a Bergidum, vas a hacer el manto que prometiste al venerable Valerio». Y ella, preguntándole, le dijo: «¿Señor, quién eres?». Y él respondió: «Soy un servidor de tu señor Félix». Entonces ella, dominada por un gran temor y sintiendo un vivo dolor, elevando sus manos hacia la iglesia de San Félix, dijo: «Por mi señor Félix en persona juro que, si ordenas que yo sane ahora mismo, comienzo de inmediato a hacer el manto». (§ 6) Seguidamente, aquél con dos dedos extrajo del cuerpo de la mujer el cuerno del buey que ésta tenía clavado y lo arrojó lejos de allí. A continuación, poniendo su mano sobre la herida, dijo: «Ya estás curada y, si haces lo que has prometido, con salud irás a Bergi‐ dum y con salud volverás de allí. Pero, si no te preocupas por cumplir tu promesa, tú misma te perjudicarás». Tras oír estas palabras sanó, viéndose libre de todo dolor. (§ 7) Despertándose en ese momento, comenzó a sentirse intranquila, víctima de una enorme inquietud, pues tardaba en amanecer. Y, en efecto, tan pronto como sonó el canto del primer gallo, de inmediato, levantándose con rapidez de la cama,
1171 1172
Cfr. IV Esdr 7,97. Passio s. Christofori et comitum, 23.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 841
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
841
llamó a sus hijas y sirvientas y con tal diligencia se aplicó que, una vez terminada y cosida la prenda al cabo de tres días, acudió a ense‐ ñármela ella misma, dando muestras de una gran deferencia al en‐ tregármela. Y entonces me contó todo esto tal y como lo había sufrido. (4, § 1) Así pues, mientras yo permanecía en el citado monte opri‐ mido por la inmensa miseria de la necesidad, cuando el tiempo era apacible, acudían junto a mí, ciertamente, muchos jóvenes con el deseo de entregarse también a mis enseñanzas. Pero, cuando se acercaba la tormentosa estación invernal, rápidamente todos se iban y yo perma‐ necía allí encerrado y abatido por una miseria que me conducía a la muerte. (§ 2) Hasta tal punto esto era así que, cuando en una ocasión un hombre de una gran devoción que vivía en la pobreza, deseando consolarme, hizo voto de quedarse conmigo y la cruel nieve y la terri‐ ble tempestad de los elementos se abatieron sobre nosotros dos, allí encerrados, el desdichado murió víctima de la más absoluta miseria. Y yo permanecí varios días junto a su cadáver sin vida, afligido por el destino inevitable de una muerte próxima. (5, § 1) Después de que yo hubiese padecido con frecuencia en ese mismo lugar numerosos e insoportables ataques de nuestro an‐ tiguo Enemigo, éste se propuso turbarme mostrándose abiertamente para causarme con ello el miedo de un mayor terror. En efecto, cierto día, una vez concluidas las oraciones del oficio de la mañana antes del amanecer, cuando, debido a una imperativa necesidad, yendo desde el lado opuesto de la basílica, quise salir por la puerta del otro lado buscando un lugar desierto, me encontré en el umbral mismo de ésta al diablo allí plantado, semejante a un enorme y negrísimo gigante que, dotado de una extraordinaria estatura, se elevaba hasta las nubes.1173 (§ 2) Y cuando, aterrorizado por un inmenso pavor, me quedé aturdido e inmóvil dentro de la iglesia, mientras él por fuera me obstruía la salida, comencé a decirme a mí mismo, reflexionando: «En caso de que me retire, volviendo hacia atrás, el Enemigo se en‐ valentonará lleno de confianza por el hecho de que, por temor a él, yo huya». Entonces, llenándome de valor con la ayuda de Dios, le 1173 Otra anécdota inspirada quizás por la Vita s. Antonii de Atanasio de Alejandría, 41, lín. 599‐612.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 842
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
842
dije: «Sé que eres Satanás». Y haciendo el signo de la cruz sobre mi frente, le digo: «He aquí la cruz de mi Señor Jesucristo, que es mi valor y mi victoria. Ahora se verá si soy yo quien huyo o eres tú». Y así, avanzando hacia él, grité: «¡En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo!». Y cuando llegué al lugar en el que él se encon‐ traba, éste, yéndose primero hacia atrás y desfalleciendo, y postrán‐ dose luego en tierra y disolviéndose, terminó por desaparecer. Y como gracias a la asistencia del Señor no pudo vencerme de este modo, cambió de táctica con objeto de intentar engañarme por medio de otra falaz visión. (6, § 1) Cuando en otra ocasión enseñaba yo a leer a un pequeño pupilo que tenía, la gracia divina concedió a éste tan gran memoria que al cabo de medio año se sabía ya de memoria todo el salterio junto con la música.1174 Entonces, cierto día en que estaba yo entre‐ gado a mi trabajo a la sexta hora del día, mientras aquél leía frente a mí, comenzó a gritar, diciendo: «¿Qué es lo que veo?» Y yo le dije: «¿Qué ves?». «He aquí, me cuenta, que veo al ángel del Señor. Su rostro refulge como el sol y su vestimenta es más blanca que la nieve. Y el ángel me dice: “He venido hasta aquí por ti, enviado por el Señor para conducirte hasta el tribunal de su majestad a fin de que Él pueda recompensar tus buenas obras”». (§ 2) Pero yo le dije: «No te fíes de él, pues no es el ángel del Señor, sino un demonio del dia‐ blo».1175 Y, así, le grité que se acercase junto a mí y le pregunté si aún lo veía. Y él me respondió: «Está ahí, delante de nosotros». Entonces le pedí que recitase unos salmos escogidos para la ocasión, dicién‐ dole: «Si es un ángel del Señor, permanecerá donde está. Pero, si es un demonio, huirá». Y cuando recitamos los salmos durante un rato, él en voz alta y yo para conmigo mismo, dijo: «He aquí que, alargán‐ dose y disolviéndose, ha terminado por desaparecer». (7, § 1) Viendo entonces Dios todopoderoso que mi pobre alma se consumía1176 por las penalidades tan grandes de mi desdicha y la mi‐ seria de tan gran desolación, despertó la vocación religiosa en un
1174 1175 1176
Passio s. Eugeniae et comitum, 13. Cfr. II Cor 11,14. Cfr. Thren 3,20.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 843
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
843
joven lleno de vigor y en la flor de la juventud, llamado Juan. Aunque sus padres buscaban para él una esposa, él, sin embargo, inflamado por la llama del Espíritu Santo1177 y llevado por el deseo de consa‐ grarse a la santa religión, prefirió unirse a Dios en una boda espiritual (a la que uno se entrega al comienzo con tristeza, pero merced a la cual acaba alcanzando la felicidad eterna), antes que someterse a las exigencias de una boda carnal, que comienza siempre en la alegría y conduce al final a la tristeza.1178 (§ 2) Rápidamente, renunció a todos los seductores encantos del siglo y con la mayor urgencia se apresuró a venir a consolar a mi insignificante persona. Y con tanta firmeza se había propuesto como norma de conducta vivir en el temor de Dios que yo, además de saberme correspondido por un amor recíproco y desinteresado, contaba también con su apoyo en todas las tribulacio‐ nes de mi miseria y en cualquier otro aspecto de mi vida. (§ 3) En con‐ secuencia, viendo de todo punto con malos ojos el crudelísimo Enemigo nuestro mutuo amor y consuelo, se aplicó con todas las artes de su acostumbrada maldad a poner fin a nuestra unión por medio de alguna falaz artimaña. Así, cuando aquél se unió a mí como único compañero en medio de la vasta soledad de aquellos profundos pa‐ rajes desiertos, el Enemigo se atrajo como servidores de su crueldad a unos ferocísimos ladrones para que éstos devastasen con la mayor impiedad aquel lugar y conseguir de ese modo separarnos, alejándo‐ nos cada uno por nuestro lado. En efecto, aquél, por su parte, cruel‐ mente herido y gravemente debilitado, fue llevado de regreso a casa de su familia,1179 mientras que yo, por la mía, después de haber su‐ frido una nueva catástrofe, fui conducido a otro lugar por unas gentes cristianas, tal y como lo refiere la historia precedente. (§ 4) Y cuando, a continuación, aquél recuperó la salud perdida y quiso, como antes, apresurarse a acudir a ponerse a mi servicio, los corazones de aquellas depravadas personas se vieron hasta tal punto endurecidos por la ins‐ tigación del diablo que no le permitieron de ninguna manera reunirse de nuevo conmigo. De igual modo, cuando yo, de acuerdo con el orden de los hechos narrados más arriba, fui conducido por voluntad
1177 1178 1179
Vita s. Fructuosi, 1. Gregorio Magno, Dialogi, 4,14,1. Vita s. Fructuosi, 6.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 844
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
844
del Señor al lugar ya citado, en el que ocupé la celda del santísimo Fructuoso, tampoco a él le fue permitido reunirse allí conmigo. (§ 5) Y dado que yo partí del citado monte, también dejó de frecuentarlo la gran masa de gente que con regularidad acudía hasta él. Y como, debido a los excrementos de los animales de las personas que allí se reunían tiempo atrás, habían crecido en ese mismo lugar unos pastos excelentes, un fuego que llegó atravesando aquellos parajes desiertos, extendiéndose por esos mismos pastos, quemó todas las casas de los alrededores junto con la iglesia. (§ 6) Seguidamente, el citado Juan construyó con la ayuda del Señor a los pies de ese mismo monte una nueva celda para sí mismo, en la que el obispo lo consagró presbítero aun en contra de su voluntad. Así, cuando él vivía allí retirado, echán‐ dome en falta, y yo pasaba los días afligido por la tristeza como con‐ secuencia de verme privado de él, para calmar el dolor de su corazón el Señor hizo acudir a su lado desde tierras lejanas a un niño llamado Saturnino que sabía desenvolverse bien en los asuntos de la vida del siglo, estaba favorablemente dispuesto al servicio de los demás y era asimismo moderado en todos sus actos.1180 Y como, tras acoger a éste a su lado como discípulo, se pasaba los días y las noches en medio de la mayor abstinencia, entregado sin descanso a la vigilia, al ayuno, a la oración, al canto de los salmos, así como a todo tipo de trabajos ma‐ nuales y demás ocupaciones fijadas por la regla, los cristianos piado‐ sos, que, al partir yo de allí, habían dejado de frecuentar el lugar, comenzaron a acudir de nuevo junto a ellos y a proporcionarles los recursos necesarios para vivir. (8, § 1) Y después de haber permanecido ambos entregados a las citadas ocupaciones fijadas por la regla durante unos cuantos años, se presentó repetidamente al hermano Saturnino una revelación que lo instaba a que, saliendo de allí de inmediato, se apresurase a venir a compartir mi desdicha. Éste obedeció al punto el mandato divino y yo, acogiéndolo con una gran alegría, bendije a Dios, creador de todas las cosas, por haberse dignado al término de mi vida, por así decirlo, a darme un báculo para mi vejez y el auxilio necesario y tan ansiosamente buscado para mi salvación.
1180
Gregorio Magno, Dialogi, 4,40,10.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 845
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
845
(9, § 1) Así, en una elevación rocosa cercana a este monasterio, dado que el santísimo Fructuoso tomó por costumbre orar allí y siempre en el mismo rincón, estaba clavada en el lugar en señal de recuerdo una cruz de madera. Pues bien, este hermano Saturnino comenzó a desear vivamente que se construyese allí mismo un pe‐ queño oratorio de un tamaño acorde con las fuerzas de nuestras dos insignificantes personas. Pero, cuando me hubo contado esta idea suya, me opuse a sus deseos, pues el lugar era de difícil acceso y nuestro vigor no era tan grande como para llevar adelante la em‐ presa. (§ 2) A continuación, ese mismo día, cuando me venció el sueño, la piedad divina ordenó revelarme abiertamente que su vo‐ luntad era que eso se hiciese y que su poder llevaría de inmediato la obra a su conclusión. Al punto, al conocer la voluntad del Señor, merced, en parte, a los esfuerzos que yo mismo llevé a cabo y, en parte, a lo que la providencia divina dictaminó concederme por medio de la generosidad del favor de algunos buenos cristianos, fue‐ ron contratados, además, muchos obreros que nos ayudasen, gracias a los cuales y merced al auxilio y al poder del Señor la obra se llevó a cabo. En efecto, cuando en ese lugar, en el que no existía llanura alguna y sobre el que se elevaba la amenaza de la abrupta cima de una enorme peña,1181 emprendieron el trabajo, cortaron la roca con facilidad. (§ 3) Y en ese lugar, en el nombre de la santa Cruz, de san Pantaleón y de los restantes santos mártires, aunque pequeño por lo reducido del edificio, pero grande por la magnitud de su poder, se construyó un sagrado templo en honor del Señor que con la mayor diligencia fue consagrado al Señor por el venerabilísimo varón de Dios Aurelio, nuestro obispo. Éste, además, consagró como presbí‐ tero de esa capilla a Saturnino, su artífice con la asistencia del Señor. Como éste celebraba allí a diario una misa en honor del Señor, se le manifestaron varias señales de que Dios lo escuchaba favorable‐ mente. Exponiéndolas con brevedad, contaré algunas de ellas, que me vienen a la memoria. (10, § 1) Cierto día en que aquél extraía unas piedras de la ame‐ nazante peña situada más arriba, de repente, una enorme y puntia‐
1181
Gregorio Magno, Dialogi, 1,7,2.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 846
846
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
guda piedra que se desprendió desde lo alto, precipitándose hacia abajo, lo golpeó en un pie y, penetrando hasta el hueso, le cortó los nervios y las venas. Y aunque tenía miedo de que, si se debilitaba, pudiese llegar a perder el uso del pie o incluso a morir, una vez que, tras acostarse, se le secó la sangre de la herida, no pudo permanecer en el lecho, sino que, aunque débil, a costa de un tremendo esfuerzo, tal y como le exigía su desgracia, se arrastró con su única pierna sana a oficiar, como acostumbraba, una misa en honor del Señor. Pero, tan pronto como celebró la misa ante el Señor, recuperó de tal modo la salud que parecía que ni siquiera se le había clavado la punta de una espina, aunque fuese levemente. (11, § 1) A continuación, al acudir de mañana a celebrar el oficio y estar el cerrojo de la entrada tan duro que no podía hacerlo correr, lleno de turbación, se acercó hasta la ventana que daba al altar y gritó, diciendo: «¡Bien está, santos señores, que venga a vuestro ofi‐ cio y no me permitáis entrar!». Y cuando, tras decir esto, regresó junto a la puerta, al punto se oyó cómo corría el pestillo que mante‐ nía fijo el cerrojo por dentro y permitía, de ese modo, la entrada. Cuando tanto él como los que lo acompañaban vieron esto, llenos de asombro y admiración, bendijeron al Señor. (§ 2) Cuando en otra ocasión sembró algunas legumbres en esos mismos parajes desiertos y éstas, por regalo del Señor, que con extraordinaria riqueza las fe‐ cundó, crecieron con gran abundancia, al ver que maduraban, te‐ miendo que fuesen robadas por unos u otros, bendijo sobre el altar un pequeño paño que puso clavado de un palo en esas tierras a modo de señal. Y aunque todos temían tocar cualquier cosa de allí, cierto necio que con gran desvergüenza y atrevimiento se introdujo en ellas y comenzó a saciar la voracidad de su gula, al punto fue mor‐ dido por una serpiente. Entonces, desplomándose, permaneció allí caído sin fuerzas ni sentido hasta que lo encontraron arrojando por la boca y por detrás vómitos y excrementos en un número mucho mayor que las legumbres que había hurtado, aunque por la gracia de Dios no se había sabido nunca de nadie que hubiese sido atacado en esos montes por una serpiente. (12, § 1) Otro día en que un seglar llamado Basilio acudió ante él débil y llevado por una terrible desgracia, pues su mano y su brazo
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 847
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
847
derechos, por una contracción de los nervios, secos e hinchados, se habían quedado rígidos, al punto, impulsado por una piadosa com‐ pasión, bendijo el óleo y, orando, lo esparció sobre los miembros en‐ fermos de aquél. De inmediato, por obra del Señor los miembros de aquél recobraron su antigua salud. Y así, bendiciendo al Señor, re‐ gresó sanado a su casa en medio de grandes muestras de alegría. (13, § 1) Así pues, luego de haberse entregado con el mayor celo al servicio de este santo altar y ayudado de forma regular a mi mi‐ serable persona en la clausura de la celda situada más arriba, a con‐ tinuación se ensoberbeció por un afán de vanagloria en la esperanza de que, alejándose de mi lado, su nombre obtendría de las gentes del siglo unas alabanzas más honrosas que las que yo merecía y de que alcanzaría entre ellas una mayor veneración, una vez que me hubiese abandonado. En consecuencia, retirándose junto al santo altar de su construcción, se recluyó en una reducidísima y estrecha celda, de la que sólo salía para celebrar los oficios diurno y nocturno y decir con frecuencia una misa en honor del Señor.1182 (14, § 1) Pero, después de que aquél hubiese descansado allí por un breve tiempo, el rapacísimo, voraz e insaciable lobo, perseguidor de nuestra alma, se apresuró a alejarlo de la amorosa concordia que nos unía para hacer de él una presa fácil, como si de una oveja per‐ dida se tratase. Y, así, se introdujo con tanta violencia en las profun‐ didades de su corazón que con su acostumbrada crueldad lo hacía agitarse en medio de tan terribles angustias que ni de día ni de noche le permitía disfrutar ni siquiera de un pequeño momento de tran‐ quilidad y reposo, haciéndole dar vueltas de aquí para allá y de allá para aquí dentro de su retiro. (§ 2) Así, astutamente vencido y fácil‐ mente superado, saliendo por la noche, cogió el asno que teníamos como bestia de carga debido a la carencia de recursos de esos parajes desiertos y lo cargó con los volúmenes de los libros que yo mismo había compilado para el servicio del santo altar y todos aquellos otros objetos que yo había reunido allí por don de Dios, y, persua‐ dido malvadamente, fue conducido cautivo lejos de allí por el Ene‐ migo. (§ 3) A continuación, para acrecentar mi dolor y mi 1182
Vita s. Fructuosi, 6.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 848
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
848
acostumbrada tribulación, Juan, al que me he referido más arriba, mi querido discípulo y, además, el primer maestro de aquél, atacado por un malvadísimo campesino, que había sido empujado viva‐ mente a ello por el diablo, nuestro envidioso perseguidor, fue impía y cruelmente decapitado en su celda, ya citada, cuando se hallaba de rodillas ante el santo altar entregado a la oración. (15, § 1) No obstante, también por aquel entonces la divina provi‐ dencia, que siempre se preocupa con solícito cuidado por las penali‐ dades de sus pobres, con objeto de que mi desdichadísima persona no se viese privada por completo de la confortación del consuelo, desde la tierra de mi nacimiento llamó a vivir en su temor a un pa‐ riente mío, el hijo de mi hermano Montano, llamado Juan, que, acu‐ diendo a mi lado lleno de arrepentimiento en su corazón, abandonó el servicio del rey, a su mujer e hijos, y todo lo que tenía1183 y, convir‐ tiéndose junto con su sirviente Evagrio, se entregó de todo corazón al servicio del Señor. (§ 2) Éste se ocupa aún hoy en día con fiel afán de todo lo que es necesario a nuestras dos celdas. En efecto, asistido por el Señor, que ordenó que fuese él precisamente el ministro del sagrado altar, ha plantado en estos desiertos parajes viñas,1184 un huerto de verduras y numerosos árboles frutales de distintas clases, y ha construido él mismo los habitáculos en los que vivimos.1185 En fin, con la ayuda del Señor, se esfuerza a diario por llevar a cabo todo lo que se necesita hacer aquí y allí y desea permanecer ocupado en ello hasta el final de su vida. (§ 3) Así, tras las numerosas aflicciones de mis penalidades, causadas naturalmente por la oposición del Ene‐ migo, y la amarguísima y triste desolación de una vida errante, la piedad eterna, que no desea la perdición1186 de sus criaturas,1187 des‐ pués de una continua aflicción durante cuarenta y dos años, concedió por fin a mi desdichada persona un poco de reposo, así como el con‐ suelo y el auxilio deseados. Y, además, inspiró en los corazones de sus fieles la piedad de la misericordia, tanto en el glorioso príncipe
1183 1184 1185 1186 1187
Cfr. Luc 18,29. Cfr. Am 9,14. Cfr. Soph 1,13. Cfr. Ez 33,11. Cfr. Eph 2,10.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 849
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
849
como en los obispos y en todos los demás cristianos, que hicieron gala de una generosa liberalidad en favor de mi pobreza, generosidad que les deseo que reciban centuplicada por parte del Señor en las re‐ compensas celestes.1188 (§ 4) En efecto, así está escrito al respecto:1189 «La divina y eterna piedad tras la horrenda tempestad proporciona la calma y tras las lágrimas y los gemidos infunde alegría». Y tam‐ bién:1190 «El gozo sucede a la tristeza y la tristeza, al gozo. La risa sigue al llanto y el llanto, a las canciones». Y la propia Verdad1191 dice:1192 Quien persevere hasta el fin, éste se salvará. (16, § 1) Entonces, cuando finalmente yo, si bien indigno, ejercía asimismo de forma permanente la dirección espiritual del altar de los Santos Apóstoles, como en la extensa ladera del monte no había ningún repliegue que pudiese considerarse una llanura, con una pe‐ queña ayuda de la mano de Dios en favor de nuestra fragilidad, un terreno pequeño, pero apropiado para un modesto atrio, fue alla‐ nado allí gracias al trabajo de unos cuantos obreros. (§ 2) Mira ahora cómo crecen entre las vallas del cercado olivos, tejos, laureles, pinos, cipreses y rosados tamariscos, siempre verdes y con hojas vivas todo el año, por lo que debido a todo ello con razón es llamado «el per‐ petuo jardín de Dafne». Y al haber repartido por todo el terreno es‐ quejes de retoños de diversos arbustos, una vez que han crecido por aquí y por allá, se han entrelazado a los sarmientos de las viñas, pro‐ porcionando de ese modo una deliciosa sombra protectora de verde follaje. Y, así, esta agradable y fértil umbría refresca con la frondosi‐ dad de su maleza los miembros que arden por efecto de los rayos del sol, tal y como las cavernas abrigan y protege una sombra ro‐ cosa.1193 (§ 3) Y mientras acaricia nuestro espíritu con su suave so‐ nido el rumor de un pequeño arroyo que corre en las proximidades, lo embriaga un olor aromático y dulce como el néctar procedente de
1188
Cfr. Matth 19,29. Puede compararse el pasaje con Tob 3,22, pero no es seguro que se trate de una cita bíblica. 1190 De nuevo una cita de origen incierto, puede compararse con Iac 4,9; Ioh 16,20; Am 8,10. 1191 Cfr. Ioh 14,6. 1192 Matth 24,13. 1193 Virgilio, Georgica, 3,145. 1189
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 850
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
850
las flores de las rosas, lirios y demás plantas del lugar y lo sosiega la belleza del hermosísimo jardín, se llena de un amor sereno y sincero, sin fingimiento alguno. (§ 4) Junto a este lugar plantamos con la ayuda del Señor un pequeño huerto, al que la barrera natural que forma la plantación de los árboles ha acabado por cercar y proteger por completo, de manera que, cuanto más tiempo transcurra des‐ pués de mi muerte, con tanta más fortaleza protegerá el huerto la barrera de árboles que vaya naciendo. (17, § 1) Igual que una pequeña nave, después de haber sido za‐ randeada por olas tormentosas, penetra por fin en el deseado puerto, así también yo, como si hubiese sido llamado desde el monumento sepulcral1194 o liberado de la tenebrosa prisión del infierno, aunque indigno, disfruto de la clara luz tras abandonar las tinieblas y no dejo de dar inmensas gracias al Señor todopoderoso1195 por haber mere‐ cido por fin alcanzar el lugar apacible tan a menudo ansiado y con frecuencia anhelado, cuando mi cuerpo se encontraba ya consumido. (§ 2) Y, así, confío en Él y espero que, del mismo modo que ha orde‐ nado que yo escape del torbellino del siglo, así también me haga ob‐ tener el triunfo de la palma de la victoria sobre nuestro encarnizado y pésimo Enemigo, y que, una vez que me haya purificado de la su‐ ciedad de todos mis pecados mediante el lamento de la penitencia, me conceda, junto con todos aquellos que ha ordenado enviar a mi lado para mi consuelo, la santa recompensa del perdón y participar de la vida eterna, Él que, por medio de la victoria en la cruz, se im‐ puso sobre el imperio destinado a perecer.1196 [140] Poema sobre mis penalidades citadas más arriba 1197 Al emprender en otro tiempo el camino de la verdad por el sendero de la salvación que conduce al cielo y apresurarme, lleno de alegre emoción, a alcanzar con la ayuda de Dios el reino de los cielos,
1194
Cfr. Ioh 12,7. Vita s. Fructuosi, 15. 1196 Cfr. Hebr 2,14. 1197 Es el Epitameron proprium prefati discriminis (CPL 1285). Las primeras letras de cada uno de los versos del poema forman la expresión: «Edición de Valerio». 1195
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 851
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
851
3viendo trabados mis pies por el lazo del cruel Enemigo, con frecuen‐
cia me hundí en el abismo. Dios excelso y omnipotente, extiende, misericorde, tu diestra hacia el que tropieza, levanta al culpable que ha caído, limpia las infamias de sus pecados, 6que el repetido lamento del pecador encuentre acogida ante Ti.1198 De los atrocísimos fuegos de las llamas del infierno salva, clemente, mi alma,1199 y los recibos de las seducciones del diablo escritos contra mí destrú‐ yelos con benevolencia.1200 9Juez justísimo, que juzgas la tierra y eres dueño del reino de los cielos,
cuando, acudiendo en toda tu majestad, tu glorioso tribunal se mues‐ tre en el Juicio final, dejando a un lado la ira de tu cólera, concédeme, indulgente, la re‐ misión de mis pecados 12y, borrando todas mis iniquidades, permíteme, piadoso, reunirme con tus elegidos.
[141] Prosigue lo que queda por contar a propósito de mis lamentos expuestos más arriba1201 (1, § 1) Después de que en el pasado, forzado por la necesidad, tal y como cuenta brevemente la relación de mis lamentos expuestos más arriba, en medio, por así decirlo, de las gentes del siglo, me re‐ cluí en una humilde y estrecha celda,1202 en la que, solo y en medio de tristes tinieblas, me sentía oprimido por la miseria y sometido a todo tipo de angustias, como si me encontrase ya en el sepulcro, y después de que, por la antedicha sucesión de circunstancias, fui lle‐ vado lejos de allí, vi que aquí este lugar en que se emplaza el mo‐ nasterio de Rufiana está alejado de la vida del siglo y se halla rodeado de tal modo por unos montes de una extraordinaria altura, semejantes a los Alpes galos,1203 que no necesita unas paredes como 1198 1199 1200 1201 1202 1203
Cfr. Ps 87,3. Cfr. Ps 6,5; ibid. 63,2. Cfr. Col 2,14. Es el relato Quod de superioribus querimoniis residuum sequitur (CPL 1284). Vita s. Fructuosi, 6. Cfr. Isidoro de Sevilla, Etymologiae, 14,8,18.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 852
852
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
medio de reclusión. (§ 2) A la hora de llegar hasta él, los que vienen desde el lado opuesto, desde la zona habitada de los campos vecinos, sólo tienen a su disposición un sendero abierto mucho tiempo atrás por la mano del hombre, que entre las rocas cortadas a uno y otro lado1204 ofrece un recorrido laberíntico de una anchura tan reducida y pequeña que los caminantes no pueden avanzar por él sino uno detrás de otro ante el temor del peligro que corren. En él se mostraba a la vista desde allí en un claro cercano al monasterio, en medio de una roca de una extraordinaria altura, el oratorio del santísimo Fruc‐ tuoso. (§ 3) Cortando la roca, se construyó allí, con la ayuda del Señor, un santo templo en su honor que está situado como si fuese la última parte del edificio principal del monasterio y su término. Sobre su construcción y los trabajos que se llevaron a cabo aquí junto al altar de los Santos Apóstoles hay un breve resumen en el relato precedente. (2, § 1) Por otro lado, con la asistencia del Señor, elaboré para los santos altares unos volúmenes de libros que contienen todo lo rela‐ cionado tanto con el oficio de común como con el oficio de las festi‐ vidades de los santos, de acuerdo con el orden en el que éstas se celebran a lo largo del año, así como también un compendio com‐ pleto de varios santos escritos que es de utilidad para la edificación de las almas y sirve como testimonio de una santa actividad. (§ 2) Debido a estas obras, a la llegada allí de buenas gentes y al amor de la más sublime caridad en el que vivíamos, los restantes integrantes del monasterio desarrollaron contra nosotros la más atroz animosi‐ dad de celos y envidia y, en consecuencia, nos hicieron objeto de odiosas persecuciones abiertas y secretas y dieron muestras abomi‐ nables de un arte diabólico debido al cual los citados ,1205 mien‐ tras que los restantes religiosos que quedaban, alterados en su espíritu, se dispersaron con gran turbación por diversos lugares. E incluso los animales que yo había reunido por don de Dios para el servicio del santo altar fueron todos exterminados hasta el último y,
1204 La descripción de este camino entre las rocas es semejante a la que se hace al comienzo del tercer relato de las Visiones del más allá, como si este camino fuese el mismo que se cita allí, construido por Baldario. 1205 El texto está dañado en este punto en los manuscritos conservados.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 853
TERCERA PARTE: EL REINO VISIGODO CATÓLICO
853
en consecuencia, pude decir como el profeta Elías:1206 Me he quedado solo y buscan mi vida, para arrebatármela. (§ 3) Un necio miembro de la impiísima milicia de la secreta maledicencia de aquellos a los que me he referido, un bruto de una abyecta estupidez llamado Firmino, que era el prepósito de ese rebaño moralmente enfermo a la hora de con‐ ducirlo a la perdición de la ruina, pues bien, éste, enajenado final‐ mente por la locura de su frenesí, como no pudo encontrar motivo alguno para acusar de nada a mi desdichada persona, debido a que sólo acogía junto a mí a buenos cristianos y a la caridad y amor en que vivíamos, intentó ultrajarme insultándome en público, diciendo que, con anterioridad a mí, hubo dos presbíteros en esta clausura que recibían a los vecinos del lugar, a sus conocidos y amigos en el ves‐ tíbulo de sus celdas, mientras que, a los que venían de lejos, los aten‐ dían a través de la rejilla. (§ 4) Y, así, tras haberme afrentado con sus insultos, me miraba con malos ojos, como si yo disfrutase de una vida mejor que la de aquellos dos presbíteros. Pero el primero de aquellos monjes, vencido, ciertamente, por la persuasión del diablo y los se‐ ductores placeres, y entregado a los bajos instintos, yéndose del mo‐ nasterio, regresó a la vanidad del siglo; y en cuanto al otro, permaneció tan ocioso toda su vida que, tras su muerte, no dejó a los que le sobrevivieron ninguna obra digna de imitación. A ello se re‐ fiere el apóstol Santiago en su predicación, cuando dice que la fe sin las obras está muerta.1207 Yo, por mi parte, que en todo momento he observado el doble sentido de la caridad, tanto interior como exterior, al que se refiere el santo apóstol Pablo, recordaré sus palabras, cuando dice:1208 Me hice todo para todos, para ganarme a todos. (§ 5) En fin, a todo esto añadiré brevemente unas pocas cosas más tomadas de las enseñanzas de los padres. (3, § 1) El bienaventurado Arsenio, cuando, como noble que era por su clarísimo linaje y como persona de elevada posición por las riquezas de su familia, llevaba una vida de gran magnificencia, de improviso, dominado por el temor del Señor, lo abandonó todo. Pobre y semidesnudo se retiró a las regiones desiertas de la soledad 1206 1207 1208
III Reg 19,10; ibid. 19,14. Iac 2,26. I Cor 9,22.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 854
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
854
escetea y allí se recluyó en una pequeña y estrecha celda.1209 Cuando llevaba largo tiempo viviendo en ella, el varón de Dios Teófilo, ar‐ zobispo de Alejandría, deseando visitarlo, se lo hizo saber, dicién‐ dole: «¿Si acudo a visitarte, me abrirás para que pueda verte?». Mas aquél se negó, diciendo: «Si vienes, tendré que abrirte y, si te abro a ti, tendré que abrir también a todos los demás».1210 (§ 2) Y después de que se produjese su conversión, desde el comienzo de ésta, dis‐ puso su vida en lo sucesivo de un modo tal que, con ocasión de la solemnidad habitual, acudía a la iglesia en compañía de la multitud de los restantes padres y acogía con amor a muchos que acudían junto a él.1211 Hasta tal punto esto fue así que, cuando una mujer su‐ mamente devota, miembro de la nobleza, que había navegado desde Roma llevada por el deseo de conocerlo, le suplicó por intermedio de varios mensajeros que le permitiese verlo y él no accedió, ella, pese a todo, dijo con confianza: «Confío en el Señor, segura de que lo veré». Y así, acudiendo constantemente al monasterio, un día por deseo del Señor acabó por encontrar a aquél fuera de la celda. En‐ tonces, humillándose, se postró a sus pies y permaneció arrodillada hasta que él la levantó. Y de ese modo ocurrió que el que antes había rehusado recibir a un obispo, luego, a pesar de que no quería, por voluntad del Señor recibió con amor a una mujer llena de fe.1212 (§ 3) En efecto, en el Juicio final no se interesará el Señor por el lugar en el que hemos vivido, si en la clausura o en el siglo, si en un mo‐ nasterio, una villa o una aldea, ni preguntará por nuestro aspecto ni por nuestro sexo, sino que a cada uno retribuirá según sus propias obras.1213
1209 1210 1211 1212 1213
Cfr. Pascasio de Dumio, Apophthegmata Patrum, 93,3. Cfr. ibid., 93,8‐9. Cfr. ibid., 38,1. Cfr. ibid., 12,1. Cfr. Rom 2,5‐6.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 855
FUENTES E ÍNDICES
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 856
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 857
I. FUENTES 1. ABREVIATURAS DE LOS AUTORES Y OBRAS DE LAS TRADUCCIONES Anon. = Anónimo (epist. ad Agap. [= Epístola visigótica n.º 16]) Ascan. = Ascanio de Tarragona y los obispos de la provincia Tarraconense (epist. 13‐14) Auras. = Aurasio de Toledo (ad Frog.) Avit. = Avito de Braga (epist., reuel.) Baquiar. = Baquiario (fid., laps.) Baquiar. (?) = Baquiario (?) (epist. 1‐2) Braul. = Braulio de Zaragoza (epist. 3 ad Isid., 5 ad Isid., 11 ad Taio., 21 ad Honor., 22 ad Eutr., 36 ad Eugen., 42 ad Taio., 44 ad Fruct.; epist. ad Frunim.) Braul. = Braulio de Zaragoza (conf.) Bulgar. = Bulgarano (epist. visig. 10‐15) Capreol. = Capreolo de Cartago (ad Vital.) Cesár. = Cesáreo (patricio bizantino) (epist. visig. 2, 4, 6) Child. = Childeberto II (epist. 28) Consen. = Consencio (epist. 119, 11*‐12*) Eugen. = Eugenio II de Toledo (ad Braul., ad Chind., ad Prot.) Eutrop. = Eutropio de Valencia (distr., oct. uit.) Fruct. = Fructuoso de Braga (ad Braul., ad Reces.) Greg. M. = Gregorio Magno (epist. 9,228‐230) Hilar. = Hilario (epist. 15‐17) Hormis. = Hormisdas (epist. 25‐26, 143 [ed. Thiel]; epist. 38 [ed. Malaspina]) Idal. = Idalio de Barcelona (epist. 1 ad Iulian., epist. 2 ad Suntf.) Ildef. = Ildefonso de Toledo (epist. 1‐2) Inoc. = Inocencio I (ad uniu. episc.) Isid. = Isidoro de Sevilla (ad Braul. epist. 1‐2, 6; ad Hel.) Isid. (?) = Isidoro de Sevilla (?) (ad Claud., ad Eugen., ad Mason.) Ps.‐ Isid. = Ps. Isidoro de Sevilla (ad Leud., ad Redem.) Juli. = Julián de Toledo (ad Eruig., ad Idal., apol.) Juli. (?) = Julián de Toledo (?) (ad Modoen.) Just. = Justo de Urgel (ad Iust.) León I = León I (León Magno) (epist. 15) León II = León II (ad uniu. praesul., ad Simpl., ad Eruig.)
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 858
858
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
León = monje León (epist. comput.) Mart. = Martín de Braga (ad Bonif.) Maur. = Mauricio (epist. visig. 17) Montan. = Montano de Toledo (epist. 1‐2) Paul. = Paulo, duque de la Galia Narbonense (ad Wamb.) Quír. = Quírico de Barcelona (ad Ildef. 1‐2, ad Taio.) Redem. = Redempto de Sevilla (obit.) Sever. = Severo de Menorca (de conuers.) Siseb. = Sisebuto de Toledo (epist. visig. 1, 3, 6‐8) Taj. = Tajón de Zaragoza (ad Eugen., ad Quir.) Tarra = Tarra, Carta a Recaredo I (ad Recar. [= Epístola visigótica n.º 9]) Torib. = Toribio de Astorga (ad Idac.) Valer. = Valerio del Bierzo (ad Don., de Bonel., celest. reu., epist. Eger., epit. discr., epit. nec., ord. quer., replic., sup. quer.) Vidal = Vidal y Tonancio (ad Capreol.) Vigil. = Vigilio papa (ad Profut.)
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 859
FUENTES
859
2. FUENTES BÍBLICAS Genesis (Gen) 1,14‐18 1,26‐27 1,27 1,28 1,31 2,7 2,9 2,15 2,17 2,24 3,1 3,1‐13 3,1‐24 3,13 3,15 3,23 3,24 4,4‐5 4,15 5,21‐24 5,25 5,25‐27 5,25‐28 5,28‐29 6,2‐4 6,16 7,1‐8,22 7,6 7,7 7,8 7,14‐15 7,21‐22 8,5 8,8‐9 8,11 11,6 11,27‐28 12,1 12,4 14,12‐16 15,6 17,2 18, 10 18, 14
cfr. Licin. ad Greg. 6 Licin. ad Epiph. 12 cfr. León I epist. 15, praef. 6 cfr. Inoc. ad uniu. episc. 6,10 Baquiar. fid. 5, cfr. Eutrop. distr. p. 21 Juli. apol. 5, 14; Licin. ad Epiph. 6 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 53 cfr. Baquiar. laps. 18 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 53 Bulgar. epist. visig. 15 p. 42 cfr. Baquiar. laps. 20 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 59 cfr. Baquiar. laps. 3 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 59 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 57 cfr. Baquiar. laps. 3 cfr. Baquiar. laps. 3 Greg. M. epist. 9,229 p. 806 cfr. Baquiar. laps. 3 cfr. Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 172 cfr. Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 172 cfr. Fruct. ad Braul. p. 164 cfr. Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 172 cfr. Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 172 cfr. Baquiar. laps. 21 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 60 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 60 cfr. Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 172 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 61 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 61 cfr. Licin. ad Epiph. 1, 9 Licin. ad Epiph. 9 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 60 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 61 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 61 cfr. León II ad Eruig. p. 203 cfr. Baquiar. fid. 1 cfr. Baquiar. fid. 1 cfr. Valer. epist. Eger. 10 cfr. Baquiar. laps. 3 Baquiar. laps. 3 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 62 Isid. ad Braul. (epist. 1) p. 62 Isid. ad Braul. (epist. 1) p. 62
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 860
860
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
18,16‐29 22,15‐17 24,46 24,61‐65 17,12 21,9 21,10 21,13 21,14 21,15‐17 21,16 21,18 28,10‐15 30,9‐12 30,23‐24 31,48 33,19 34,1‐14 34,1‐31 34,25 35,23 37,2‐36 41,37‐46 49,3 49,3‐4 49,21
cfr. Baquiar. laps. 3 cfr. Baquiar. laps. 7 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 50 cfr. Baquiar. laps. 20 cfr. Braul. 36 (ad Eugen.) p. 142 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 176 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 176 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 176 cfr. Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 176 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 176 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 176 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 176 cfr. Baquiar. laps. 16 cfr. Baquiar. laps. 15 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 63 Baquiar. laps. 1 cfr. Baquiar. laps. 15 cfr. Baquiar. laps. 18 cfr. Baquiar. laps. 4 cfr. Baquiar. laps. 4 cfr. Sever. de conuers. 15,1 cfr. Maur. epist. visig. 17 p. 47 cfr. Maur. epist. visig. 17 p. 47 cfr. Sever. de conuers. 15,1 cfr. Baquiar. laps. 15 cfr. Baquiar. laps. 15, cfr. Taj. ad Eugen. p. 357
Exodus (Ex) 1,5 12,1‐28 12,8 12,5 12,11 12,14‐15 12,19 13,13 13,21 15,5‐6 15,22 15,23‐25 15,24 16,3 16,4‐36 16,31 16,31‐35 17,3 17,4
Juli. apol. 5 cfr. Baquiar. laps. 4 cfr. Ps. Isid. ad Redem. 4 cfr. Ps. Isid. ad Redem. 4 cfr. Baquiar. laps. 17 León epist. comput. 2 cfr. Ps. Isid. ad Redem. 4 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 55 cfr. Sever. de conuers. 20,16, cfr. Valer. epist. Eger. 5 Taj. ad Quir. 3 cfr. Valer. epist. Eger. 5 cfr. Sever. de conuers. 24,11 cfr. Valer. epist. Eger. 5 cfr. Valer. epist. Eger. 5 cfr. Valer. epist. Eger. 5 cfr. Sever. de conuers. 20,17 cfr. Sever. de conuers. 20,15 cfr. Valer. epist. Eger. 5 cfr. Eutrop. distr. p. 20
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 861
FUENTES
861
17,5‐6 17,8‐13 17,10‐11 20,26 22,4 22,9 23,5 23,15 23,19 23,20 24,16 24,18 25,10‐11 25,11 27,12 28,2 29,12 30,26 31,18 32,1‐6 32,1‐29 32,1‐35 32,6 32,19 32,20 32,30‐32 34,23 34,25 35,5‐6 36,26‐28
cfr. Valer. epist. Eger. 5 cfr. Sever. de conuers. 27,5 cfr. Valer. epist. Eger. 7 Baquiar. fid. 3 cfr. Baquiar. laps. 23 cfr. Baquiar. laps. 23 cfr. Baquiar. laps. 9 León epist. comput. 2 cfr. Ps. Isid. ad Redem. 5 cfr. Maur. epist. visig. 17 p. 47 cfr. Valer. epist. Eger. 6 cfr. Valer. epist. Eger. 5 Juli. apol. 11 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 50 cfr. Eugen. ad Braul. p. 140 cfr. Valer. epit. nec. 12 cfr. Baquiar. fid. 4 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 50 cfr. Licin. ad Vinc. 3 cfr. Valer. epist. Eger. 5 cfr. Baquiar. laps. 4 cfr. Baquiar. laps. 4 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 176, Eutrop. oct. uit. p. 29 cfr. Eutrop. distr. p. 20 cfr. Baquiar. laps. 16 cfr. Eutrop. distr. p. 20 cfr. Baquiar. fid. 7 Ps. Isid. ad Redem. 5 cfr. Baquiar. laps. 23 cfr. Eutrop. distr. p. 20
Leuiticus (Leu) 4,7 4,18 8,9 10,1‐2 14,33‐57 17,12 17,14 19,16 20,10 21,13‐14 23,5‐6 27,8
cfr. Baquiar. fid. 4 cfr. Baquiar. fid. 4 cfr. Baquiar. laps. 18 Baquiar. fid. 1, cfr. Montan. epist. 1 p. 358 cfr. Baquiar. fid. 2 cfr. Baquiar. fid. 4 Baquiar. fid. 4, cfr. Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 158 cfr. Redem. obit. 4 cfr. Baquiar. laps. 18 Hilar. epist. 16,5 León epist. comput. 2 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 56
Numeri (Num) 11,16‐17 12,1
cfr. Montan. epist. 1 p. 358 cfr. Baquiar. laps. 5
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 862
862
12,1‐15 12,10 16,1‐33 16,1‐35 16,3 16,37‐39 21,7 21,13 22,5‐24,25 22,17 22,21‐35 22,24‐25 36,6
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares cfr. Isid. (?) ad Mason. 10 cfr. Baquiar. laps. 5 cfr. Baquiar. laps. 12 cfr. Baquiar. fid. 1, cfr. Montan. epist. 1 p. 359 Montan. epist. 1 p. 359 cfr. Baquiar. laps. 12 Juli. apol. 7 Inoc. ad uniu. episc. 6,10 cfr. Baquiar. fid. 1 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 57 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 56 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 57 cfr. Baquiar. fid. 6
Deuteronomium (Deut) 4,20 cfr. Sever. de conuers. 20,16 6,1 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 57 6,4 Isid. (?) ad Claud. 7 6,7 Hormis. epist. 25,6 6,8 Baquiar. (?) epist. 2 p. 57 7,1 Eutrop. oct. uit. p. 33 7,1‐2 Eutrop. oct. uit. p. 33 7,21‐23 Eutrop. oct. uit. pp. 31‐32 8,12‐15 Eutrop. oct. uit. p. 32 9,4‐5 Eutrop. oct. uit. p. 32 9,10 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 50 10,22 Juli. apol. 8, 9 13,10 cfr. Braul. conf. 14 19,10 cfr. Taj. ad Quir. 2 19,15 cfr. Baquiar. fid. 7, cfr. Braul. conf. 8 19,19 cfr. Baquiar. fid. 7 25,5 cfr. Baquiar. laps. 17 25,7‐9 cfr. Baquiar. laps. 17 29,29 cfr. Braul. 36 (ad Eugen.) p. 146 32,7 Baquiar. fid. 7, Taj. ad Eugen. p. 356 32,35 Capreol. ad Vital. 11 34,1 cfr. Valer. epist. Eger. 6 34,4‐5 cfr. Valer. epist. Eger. 6 Iosue (Ios) 7,1 7,13 20,1‐9 20,7 20,8 23,3 24,32
cfr. Sever. de conuers. 13,8 cfr. Baquiar. laps. 13 cfr. Baquiar. laps. 15 cfr. Baquiar. laps. 15 cfr. Baquiar. laps. 15 cfr. Bulgar. epist. visig. 10 p. 30 cfr. Baquiar. laps. 15
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 863
FUENTES
863
Iudicum liber (Iud) 7,5‐6 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 64 7,7‐23 cfr. Sever. de conuers. 15,6 11,29‐40 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 52 11,37 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 52 13,1‐24 cfr. Baquiar. laps. 6 16,4‐30 cfr. Baquiar. laps. 6 16,24‐30 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 65 Ruth (Ruth) 1,4 1,20 4,5‐6 4,9‐13
cfr. Baquiar. fid. 1 Greg. M. epist. 9,228 p. 803 cfr. Baquiar. laps. 17 cfr. Baquiar. laps. 17
Regum libri IV (I‐IV Reg) I Reg 2,12‐17 cfr. Eutrop. oct. uit. p. 29 I Reg 2,18 cfr. Ps. Isid. ad Redem. 8 I Reg 2,26 Eutrop. distr. p. 24 I Reg 3,2‐3 Isid. (?) ad Mason. 8 I Reg 3,13‐14 cfr. Baquiar. laps. 6 I Reg 5,1‐4 cfr. Baquiar. fid. 2 I Reg 14,24‐28 cfr. Eutrop. oct. uit. p. 29 I Reg 17,4‐51 cfr. Baquiar. laps. 8 I Reg 17,7 cfr. Baquiar. laps. 16 I Reg 22,16‐19 cfr. Baquiar. laps. 6 I Reg 22,18 cfr. Ps. Isid. ad Redem. 8 I Reg 24,15 cfr. Consen. epist. 11*,7,3 II Reg 1,4 cfr. Eutrop. oct. uit. p. 29 II Reg 1,11 cfr. Baquiar. laps. 10 II Reg 1,11‐15 cfr. Baquiar. laps. 10 II Reg 1,20 Baquiar. laps. 10 II Reg 1,19‐20 Baquiar. laps. 10 II Reg 2,1‐10 cfr. Baquiar. laps. 10 II Reg 2,18 Baquiar. laps. 8 II Reg 2,23 cfr. Baquiar. laps. 8 II Reg 3,13‐16 cfr. Baquiar. laps. 19 II Reg 3,16 cfr. Baquiar. laps. 19 II Reg 3,27 cfr. Baquiar. laps. 8 II Reg 6,3‐7 cfr. Montan. epist. 1 p. 359 II Reg 6,15 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 50 II Reg 10,4 cfr. Baquiar. laps. 13 II Reg 10,5 cfr. Baquiar. laps. 13 II Reg 11,1‐27 cfr. Baquiar. laps. 21 II Reg 11,2‐4 cfr. Baquiar. laps. 8 II Reg 11,13 cfr. Baquiar. laps. 21 II Reg 12,1‐25 cfr. Baquiar. laps. 8 II Reg 12,24 cfr. Baquiar. laps. 21
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 864
864
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
II Reg 12,25 II Reg 13,1‐29 II Reg 13,15 II Reg 14,1‐22 II Reg 14,30 II Reg 16,21‐22 II Reg 20,3 II Reg 21,8‐10 II Reg 21,11 II Reg 21,16‐17 II Reg 22,6 II Reg 23,11 II Reg 23,18 II Reg 24,1 II Reg 24,10 III Reg 1,1‐4 III Reg 1,19 III Reg 2,17‐25 III Reg 5,15 III Reg 6,7 III Reg 6,38 III Reg 11,1 III Reg 11,7 III Reg 11,15 III Reg 11,21 III Reg 11,29‐39 III Reg 11,43 III Reg 13,1 III Reg 13,8‐9 III Reg 13,11‐22 III Reg 13,23‐24 III Reg 13,24 III Reg 13,25‐30 III Reg 14,25 III Reg 14,26‐28 III Reg 14,28 III Reg 17,9 III Reg 18,3 III Reg 18,4 III Reg 18,30‐33 III Reg 18,40 III Reg 19,10 III Reg 19,14 III Reg 19,18 III Reg 22,22
cfr. Baquiar. laps. 21 cfr. Baquiar. laps. 13 cfr. Baquiar. laps. 13 cfr. Baquiar. laps. 14 cfr. Baquiar. laps. 14 cfr. Baquiar. laps. 19 cfr. Baquiar. laps. 19 cfr. Baquiar. laps. 2 cfr. Baquiar. laps. 2 cfr. Baquiar. laps. 8 cfr. Bulgar. epist. visig. 14 p. 40 cfr. Baquiar. laps. 13 cfr. Baquiar. laps. 8 cfr. Baquiar. laps. 8 cfr. Baquiar. laps. 8 cfr. Baquiar. laps. 21, cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 54 cfr. Baquiar. laps. 8 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 54 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 61 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 62 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 61 cfr. Baquiar. laps. 12 cfr. Baquiar. laps. 12 cfr. Baquiar. laps. 8 cfr. Baquiar. laps. 8 cfr. Baquiar. laps. 12 cfr. Baquiar. laps. 12, cfr. Fruct. ad Braul. p. 164 cfr. Baquiar. laps. 11 cfr. Baquiar. laps. 11 cfr. Baquiar. laps. 11 cfr. Baquiar. laps. 11 cfr. Baquiar. laps. 11 cfr. Baquiar. laps. 11 cfr. Baquiar. fid. 8 cfr. Baquiar. fid. 8 (en nota) cfr. Baquiar. fid. 8 (en nota) cfr. Baquiar. fid. 1 cfr. Baquiar. fid. 1 cfr. Valer. epist. Eger. 7 cfr. Baquiar. laps. 21 cfr. Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 112 cfr. Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 112, cfr. Valer. ord. quer. 6,5, cfr. id. sup. quer. 2,2 cfr. Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 112, cfr. Valer. ord. quer. 6,5, cfr. id. sup. quer. 2,2 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 64 Licin. ad Epiph. 4
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 865
FUENTES IV Reg 3,19 IV Reg 3,25 IV Reg 4,8‐20 IV Reg 4,16‐17 IV Reg 4,18‐19 IV Reg 4,22‐25 IV Reg 4,32‐35 IV Reg 4,34 IV Reg 5,20‐27 IV Reg 5,27 IV Reg 6,24‐7,11 IV Reg 13,20‐21 IV Reg 25,14
865
cfr. Consen. epist. 12*,9,2 cfr. Consen. epist. 12*,9,2 cfr. Baquiar. laps. 7 cfr. Baquiar. laps. 7 cfr. Baquiar. laps. 7 cfr. Baquiar. laps. 7 cfr. Baquiar. laps. 7 cfr. Baquiar. laps. 7 cfr. Eutrop. oct. uit. p. 30 cfr. Baquiar. laps. 5 cfr. Sever. de conuers. 15,6 cfr. Baquiar. laps. 9 cfr. Baquiar. laps. 18
Paralipomenon libri II (I‐II Par) I Par 11,17‐18 cfr. Greg. M. epist. 9,229 p. 807 I Par 11,18 Greg. M. epist. 9,229 p. 807 I Par 11,19 Greg. M. epist. 9,229 p. 807 I Par 24,6 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 55 I Par 24,31 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 55 II Par 9,16 cfr. Baquiar. fid. 8 I Par 29,25 cfr. Bulgar. epist. visig. 15 p. 43 II Par 26,16‐21 cfr. Montan. epist. 1 p. 359 Esdrae libri IV (I‐IV Esdr) I Esdr 1,7‐11 cfr. Baquiar. laps. 18 I Esdr 10,1‐44 cfr. Baquiar. laps. 5 I Esdr 10,2‐4 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 64 I Esdr 10,16‐17 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 64 I Esdr 10,18 cfr. Baquiar. laps. 5 II Esdr 3,1 cfr. Baquiar. laps. 18 II Esdr 3,3 cfr. Baquiar. laps. 18 II Esdr 3,6 cfr. Baquiar. laps. 18 II Esdr 3,8 cfr. Baquiar. laps. 18 II Esdr 3,13 cfr. Baquiar. laps. 18 II Esdr 3,14 cfr. Baquiar. laps. 18 II Esdr 3,15 cfr. Baquiar. laps. 18 II Esdr 4,17 cfr. Baquiar. laps. 18 II Esdr 13 cfr. Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 108 IV Esdr 7,97 cfr. Valer. replic. 3,3 IV Esdr 14,40 cfr. Baquiar. laps. 18, Baquiar. (?) epist. 2 p. 64 Tobias (Tob) 1,20 2,9 3,7‐8,10 3,22 12,7
cfr. Baquiar. laps. 11 cfr. Baquiar. laps. 11 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 51 cfr. Valer. replic. 15,4 Sever. de conuers. 1,1
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 866
866
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Iudith (Iudith) 7,5‐6 16,17 Iob (Iob) 2,13 4,3‐4 7,15 15,15‐16 19,26 31,12 33,4 38,1 38,15‐18 39,34‐35 42,5 42,6
cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 64 Siseb. epist. visig. 8 p. 27 cfr. Baquiar. laps. 1 Quír. ad Taio. 1 Juli. apol. 14 Redem. obit. 3 Juli. apol. 5 Baquiar. laps. 19 Siseb. epist. visig. 8 p. 27 cfr. Capreol. ad Vital. 4 Capreol. ad Vital. 4 Baquiar. (?) epist. 1 p. 52 cfr. Baquiar. fid. 1 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 52
Psalmorum liber (Ps) 1,1‐2 Hormis. epist. 25,6 4,1 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 170 4,5 Baquiar. laps. 16 5,1 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 170 6,1 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 170 6,5 cfr. Valer. epit. discr. 7 6,7 cfr. Baquiar. laps. 23 8,1 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 170 8,3 Taj. ad Eugen. p. 358 9,7‐8 Sever. de conuers. 13,2 15,9 Braul. epist. ad Frunim. 1 15,9‐10 León I epist. 15,17,3 17,6 cfr. Bulgar. epist. visig. 14 p. 40 17,21 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 70 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 70 17,25 18,5 Vidal ad Capreol. 1, cfr. Vigil. ad Profut. praef. 19,9 Bulgar. epist. visig. 14 p. 41 21,2 Capreol. ad Vital. 6 22,4 Baquiar. laps. 5, Bulgar. epist. visig. 13 p. 39 23,7 Capreol. ad Vital. 5 23,8 Capreol. ad Vital. 5, 10 24,7 Redem. obit. 3 25,2 cfr. Baquiar. laps. 16 26,5 Tarra ad Recar. p. 28 26,6 Bulgar. epist. visig. 13 p. 39 26,7 Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 70 30,23 cfr. Valer. de Bonel. 3 31,1 cfr. Idal. epist. 1 (ad Iulian.) p. 6 31,9 cfr. Consen. epist. 12*,8,1
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 867
FUENTES 32,1 32,6 32,10 32,15 32,20 33,3 36,35‐36 38,13 39,11 41,8 43,23 44,3 44,14‐15 49,16 49,18 50,1‐21 50,11 50,16 50,19 51,7 57,5‐6 57,8 61,11 62,2 62,12 63,2 64,3 67,10 67,12 67,18 67,20 67,22 67,29 68,2 68,5 68,34 72,2 72,18 73,19 76,10 76,11 77,25 77,45 78,1‐3 80,11 83,6‐7
867
Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 168 Siseb. epist. visig. 8 p. 27 cfr. Bulgar. epist. visig. 14 p. 41 Baquiar. fid. 4 cfr. Valer. ord. quer. 10,1 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 168 Bulgar. epist. visig. 14 p. 41 Baquiar. fid. 2 cfr. Tarra ad Recar. p. 28 cfr. Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 180 cfr. Braul. epist. 3 (ad Isid.) p. 64 Siseb. epist. visig. 8 p. 26 Baquiar. (?) epist. 1 p. 53 Torib. ad Idac. 3 Torib. ad Idac. 3 cfr. Inoc. ad uniu. episc. 1,3 cfr. Redem. obit. 3 Greg. M. epist. 9,228 p. 804 cfr. Consen. epist. 11*,12,5, id. epist. 11*,22,2 cfr. Taj. ad Quir. 3 cfr. Baquiar. laps. 23 Baquiar. (?) epist. 2 p. 60 Eutrop. distr. p. 23 Juli. apol. 4 cfr. Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 110 Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 70, cfr. Valer. epit. discr. 7 Juli. apol. 5, 9 Sever. de conuers. 25,3 Braul. 36 (ad Eugen.) p. 142 cfr. Consen. epist. 12*,7,4 Idal. epist. 1 (ad Iulian.) p. 4 cfr. Bulgar. epist. visig. 14 p. 41 cfr. Hormis. epist. 143,1 Baquiar. (?) epist. 2 p. 60 cfr. Capreol. ad Vital. 5 cfr. Braul. epist. 3 (ad Isid.) p. 64 Baquiar. laps. 8 Greg. M. epist. 9,228 p. 803 Baquiar. laps. 12 cfr. Braul. epist. 3 (ad Isid.) p. 64 Greg. M. epist. 9,229 p. 806, cfr. Idal. epist. 1 (ad Iulian.) p. 4 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 68 Juli. apol. 7 cfr. Taj. ad Quir. 2 Braul. 36 (ad Eugen.) p. 142 Greg. M. epist. 9,228 p. 803
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 868
868
87,3 88,31‐34 88,49 93,18 94,8 95,2 99,3 102,13 103,4 103,30 104,34 113,1 115,17 118,2 118,73 118,96 120,4 123,7‐8 125,2 125,6 128,1 130,1 130,2 132,1 132,2 135,4 136,9 138,7‐8 140,5 144,11 145,7‐8 146,3 147,17 148,9
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares cfr. Valer. epit. discr. 6 Baquiar. laps. 22 cfr. Bulgar. epist. visig. 15 p. 43 cfr. Valer. ord. quer. 4,2 cfr. Sever. de conuers. 27,1 Consen. epist. 119,3 Baquiar. fid. 4 cfr. Bulgar. epist. visig. 13 p. 39 cfr. Licin. ad Epiph. 3 Siseb. epist. visig. 8 p. 27 Juli. apol. 7 Baquiar. laps. 14 cfr. León II ad Eruig. p. 200 Vigil. ad Profut. praef. León I epist. 15,9,3 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 170 cfr. Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 110 Bulgar. epist. visig. 14 p. 41 cfr. Idal. epist. 1 (ad Iulian.) p. 3 Taj. ad Quir. 4 Baquiar. laps. 8 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 178 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 178 Juli. ad Idal. p. 12 Juli. ad Idal. p. 12 León I epist. 15,5,5 cfr. Baquiar. laps. 21 Capreol. ad Vital. 4 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 168 cfr. Bulgar. epist. visig. 15 p. 43 Ildef. epist. 2 p. 488 cfr. Baquiar. laps. 17 Baquiar. (?) epist. 2 p. 64 cfr. Consen. epist. 12*,9,2
Prouerbia Salomonis (Prou) 4,18 Greg. M. epist. 9,230 p. 812 6,17 cfr. Taj. ad Quir. 2 13,21 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 70 15,8 Greg. M. epist. 9,229 p. 806 18,3 cfr. Vidal ad Capreol. 2 18,19 Sever. de conuers. 7,3, Taj. ad Eugen. p. 356 19,5 cfr. Baquiar. fid. 7 19,9 cfr. Baquiar. fid. 7 19,14 Bulgar. epist. visig. 15 p. 42, Inoc. ad uniu. episc. 6,10 20,13 Eutrop. oct. uit. p. 34 22,28 Eutrop. distr. p. 25
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 869
FUENTES 24,17‐18 25,25 26,25 26,27 28,1 28,13 30,30 31,27
869
Eutrop. oct. uit. p. 32 cfr. Fruct. ad Braul. p. 162 Eutrop. oct. uit. p. 34 cfr. Bulgar. epist. visig. 14 p. 41 Sever. de conuers. 16,11 Isid. (?) ad Mason. 9 Paul. ad Wamb. cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 53
Ecclesiastes (Eccle) 1,9 Siseb. epist. visig. 8 p. 27 1,9‐10 Baquiar. fid. 1 2,14 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 52 3,13 Braul. epist. 22 (ad Eutr.) p. 116 3,21 Licin. ad Epiph. 6 5,4 Anon. epist. ad Agap. p. 44 5,18 Braul. epist. 22 (ad Eutr.) p. 116 7,17 Baquiar. laps. 9 7,21 cfr. Fruct. ad Reces. p. 530 9,8 Ps. Isid. ad Redem. 8 10,8 cfr. Consen. epist. 12*,10,2, id. epist. 12*,11,3 Canticum Canticorum (Cant) 1,3 Ildef. epist. 2 p. 488, cfr. Quír. ad Ildef. 2 p. 486, cfr. Sever. de conuers. 26,1 2,2 Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 156 3,6 Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 112 6,8 Sever. de conuers. 11,8 Sapientiae liber (Sap) 1,6 Baquiar. laps. 18, cfr. Siseb. epist. visig. 3 p. 8 1,7 Baquiar. (?) epist. 2 p. 58 2,24 Siseb. epist. visig. 7 p. 17 7,7 Baquiar. laps. 18 7,26 Consen. epist. 119,3, Juli. ad Idal. p. 11 8,9 Baquiar. (?) epist. 2 p. 61 9,4 cfr. Baquiar. laps. 12 9,15 Baquiar. laps. 8 12,13 Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 108 18,14 Baquiar. (?) epist. 2 p. 58 18,14 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 62 18,15‐16 Baquiar. (?) epist. 2 p. 58 Ecclesiasticus (Eccli) 1,14 cfr. Licin. ad Greg. 3 2,6 cfr. Braul. epist. 3 (ad Isid.) p. 64 2,9 cfr. Braul. epist. 3 (ad Isid.) p. 64, 2,9, cfr. Valer. ord. quer. 7,2 5,14 cfr. Baquiar. laps. 1, Baquiar. (?) epist. 1 p. 50
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 870
870
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
7,36 7,40 9,5 10,9 10,15 13,1 18,1 19,1 24,21 26,22 34,1 37,23 51,20
Baquiar. laps. 9 cfr. Juli. ad Idal. p. 14 Baquiar. fid. 6 Baquiar. fid. 5 Baquiar. fid. 5 Isid. (?) ad Claud. 11 Baquiar. laps. 20 Eutrop. distr. p. 25 cfr. Braul. conf. 4 cfr. Quír. ad Taio. 1 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 59 Siseb. epist. visig. 8 p. 23 Braul. epist. ad Frunim. 1
Isaias (Is) 1,17 5,20 6,1 7,14 8,14 8,15 9,2 10,15 11,2 14,12 14,13 22,22 26,18 28,28 30,15 31,9 33,6 39,39 43,10 45,3 47,8 50,1 50,6 52,7 55,1 56,10 57,16 58,1 65,2 66,2
Ildef. epist. 1 p. 485 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 166 cfr. Tarra ad Recar. p. 29 Baquiar. (?) epist. 1 p. 51, Vidal ad Capreol. 2 Sever. de conuers. 13,10 cfr. Eutrop. distr. p. 26 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 180 Isid. (?) ad Eugen. 1 Baquiar. laps. 18, cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 61 Baquiar. fid. 5 cfr. Cesár. epist. visig. 2 p. 7 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 54 Baquiar. (?) epist. 1 p. 51, cfr. Baquiar. laps. 17 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 62 Tarra ad Recar. p. 28 Siseb. epist. visig. 7 p. 16 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 68 cfr. Braul. epist. ad Frunim. 1 cfr. Baquiar. fid. 3 Child. epist. 28,2 Baquiar. fid. 5 Baquiar. laps. 21 cfr. Braul. epist. 11 (ad Taio.) p. 84 cfr. Baquiar. fid. 8 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 70 Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 110 Isid. (?) ad Claud. 9 Eutrop. distr. p. 21 cfr. Baquiar. fid. 7 Baquiar. (?) epist. 2 p. 62
Ieremias (Ier) 1,5
León I epist. 15,9,3
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 871
FUENTES 3,1 3,16 8,4‐5 8,22 9,1 9,5 9,23 10,2 13,4 13,7 15,17 18,3‐4 21,8 27,16 28,3 31,16 38,7‐13 38,11 38,16
871
Baquiar. laps. 18 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 50 Baquiar. laps. 21 Baquiar. laps. 1 cfr. Siseb. epist. visig. 1 p. 4, Sever. de conuers. 16,20 cfr. Redem. obit. 3 cfr. Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 156 cfr. Eutrop. distr. p. 23 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 54 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 54 Eutrop. distr. p. 22 cfr. Baquiar. laps. 6 cfr. León II ad Eruig. p. 200 cfr. Baquiar. laps. 18 cfr. Baquiar. laps. 18 cfr. Baquiar. laps. 14 cfr. Baquiar. laps. 6 cfr. Baquiar. laps. 6 Baquiar. fid. 4
Threni siue lamentationes Ieremiae (Thren) 3,20 cfr. Valer. replic. 7,1 3,26 Bulgar. epist. visig. 13 p. 39 Ezechiel (Ez) 3,17‐18 3,18 13,5 16,15 16,52 16,55 18,20 18,21‐22 18,23 28,12 30,21 31,15 32,19 33,6 33,11 33,20 44,10 44,23‐24
Montan. epist. 1 p. 357 Eutrop. distr. p. 21, cfr. Eutrop. distr. p. 22 Juli. ad Eruig. p. 146 Greg. M. epist. 9,229 p. 808 Isid. (?) ad Mason. 5 Isid. (?) ad Mason. 5 Sever. de conuers. 18,15 cfr. Redem. obit. 3 cfr. Bulgar. epist. visig. 13 p. 39 Baquiar. fid. 5 Baquiar. laps. 11 cfr. Braul. conf. 8 Greg. M. epist. 9,229 p. 809 cfr. Juli. ad Eruig. p. 146 cfr. Baquiar. laps. 3, cfr. Bulgar. epist. visig. 13 p. 39, cfr. Valer. replic. 15,3 Baquiar. laps. 5 Baquiar. laps. 4 Isid. ad Hel. 1
Daniel (Dan) 5,1‐4 9,23
cfr. Baquiar. laps. 19 Baquiar. (?) epist. 2 p. 62
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 872
872
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
10,3 10,11 10,16 10,19
cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 63 Baquiar. (?) epist. 2 p. 62 Tarra ad Recar. p. 29 Baquiar. (?) epist. 2 p. 62
Oseas (Os) 1,2‐3 4,2 4,12
cfr. Baquiar. laps. 21 Greg. M. epist. 9,228 p. 804 Licin. ad Epiph. 4
Amos (Am) 3,12 8,10 9,14
cfr. Baquiar. laps. 17 cfr. Valer. replic. 15,4 cfr. Valer. replic. 15,2
Sophonias (Soph) 1,13 cfr. Valer. replic. 15,2 Zacharias (Zach) 1,7 3,3 9,17
cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 63, p. 65 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 63 Baquiar. laps. 19, Baquiar. (?) epist. 1 p. 54
Malachias (Malach) 1,11 cfr. Braul. conf. 5 2,7 Isid. (?) ad Mason. 7 Machabeorum libri II (I‐II Mach) I Mach 16,14 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 66 I Mach 16,14‐16 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 65 I Mach 16,16 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 66 II Mach 1,24 cfr. Braul. conf. 4, cfr. Capreol. ad Vital. 1 II Mach 3,32 cfr. Valer. epist. Eger. 6 II Mach 7,27 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 178 II Mach 7,28 cfr. León II ad Eruig. p. 200 cfr. Baquiar. laps. 2 II Mach 12,40 II Mach 12,43‐46 cfr. Baquiar. laps. 2 Euangelium sec. Matthaeum (Matth) 1,23 Vidal ad Capreol. 2 2,1‐11 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 63 2,1‐12 cfr. Baquiar. fid. 1 3,1 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 59 3,7 Sever. de conuers. 3,7 5,8 Consen. epist. 119,5 5,9 cfr. Cesár. epist. visig. 2 p. 7 5,11‐12 Eutrop. distr. p. 26 5,12 cfr. Valer. epist. Eger. 7 5,13 cfr. Quír. ad Taio. 1
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 873
FUENTES 5,15 5,16 5,17 5,22 5,28 5,36 6,4 6,14 6,15 7,2 7,3 7,3‐5 7,7 7,7‐8 7,13‐14 7,17 8,12 9,6 9,13 9,17 9,23‐25 10,5 10,19‐20 10,20 10,22 10,28 10,32 10,32‐33 11,13 11,28 12,17 12,31 12,34 12,35 12,43 12,45 13,30 13,38 13,52 13,55 14,19‐20 15,11 15,14 16,6 16,11 16,18 16,18‐19
873
cfr. Quír. ad Taio. 1 Eutrop. distr. p. 24 cfr. Braul. epist. 22 (ad Eutr.) p. 116 Baquiar. fid. 2, Eutrop. distr. p. 20 Eutrop. oct. uit. p. 30 cfr. Baquiar. laps. 17 cfr. Valer. replic. 2,4 cfr. Redem. obit. 5 Fruct. ad Reces. p. 530 cfr. Baquiar. fid. 2 Torib. ad Idac. 3 cfr. Auras. ad Frog. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 68 cfr. Sever. de conuers. 25,2 cfr. Eutrop. distr. p. 25 cfr. Consen. epist. 12*,9,2 cfr. Valer. ad Don. 6 Capreol. ad Vital. 9 cfr. Baquiar. laps. 2 cfr. Sever. de conuers. 24,4 cfr. Baquiar. laps. 7 Eutrop. distr. p. 23 Capreol. ad Vital. 7 cfr. Tarra ad Recar. p. 29 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 170, Valer. epist. Eger. 12 cfr. Licin. ad Epiph. 12 León II ad uniu. praesul. p. 194 Siseb. epist. visig. 8 p. 23 Licin. ad Vinc. 4 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 170 Eutrop. distr. p. 24 Baquiar. laps. 22 Sever. de conuers. 3,7 cfr. Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 166 Licin. ad Epiph. 4 Licin. ad Epiph. 4 cfr. Capreol. ad Vital. 1 Baquiar. laps. 14 Idal. epist. 1 (ad Iulian.) p. 5 Baquiar. (?) epist. 1 p. 53 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 68 Vigil. ad Profut. 1 cfr. Consen. epist. 12*,10,2 cfr. Consen. epist. 12*,10,2 cfr. Consen. epist. 12*,10,2 cfr. Auras. ad Frog.; Isid. (?) ad Eugen. 2 Siseb. epist. visig. 8 p. 24
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 874
874
16,13 16,16 16,17 16,18 16,19 16,27 17,1‐8 17,2 17,19 18,10 18,12 18,13 18,15‐16 18,17 18,19 18,28 18,35 19,6 19,8 19,29 20,16 20,23 21,2‐7 22,14 22,21 23,3 23,4 23,7 23,9 23,23 24,13 24,20 25,1‐13 25,9 25,10 25,14‐30 25,15 25,21 25,23 25,34 25,35‐36 25,40 25,41 25,46
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares Capreol. ad Vital. 11 Capreol. ad Vital. 11 cfr. Capreol. ad Vital. 11 cfr. Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 110, Hormis. epist. 26,4 cfr. Ascan. epist. 13,1 cfr. Braul. conf. 9 cfr. Valer. epist. Eger. 7 cfr. Ps. Isid. ad Redem. 8 Siseb. epist. visig. 8 p. 24 Licin. ad Epiph. 21 cfr. Baquiar. laps. 17, cfr. Siseb. epist. visig. 1 p. 4, cfr. Sever. de conuers. 28,9 Maur. epist. visig. 17 p. 46 Baquiar. laps. 10 Eutrop. distr. p. 21 Idal. epist. 1 (ad Iulian.) p. 3 Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 70 Fruct. ad Reces. p. 530 Inoc. ad uniu. episc. 6,10 cfr. Braul. conf. 6 cfr. Valer. replic. 15,3 Eutrop. distr. p. 24 Siseb. epist. visig. 8 p. 25 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 66 Eutrop. distr. p. 24 cfr. Montan. epist. 2 p. 363 Isid. (?) ad Claud. 3 cfr. Baquiar. laps. 17 Consen. epist. 12*,10,2 cfr. Baquiar. fid. 2 Sever. de conuers. 3,7 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 170, Valer. replic. 15,4 Baquiar. (?) epist. 2 p. 65 cfr. Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 168, cfr. Braul. epist. ad Frunim. 1, cfr. Valer. epist. Eger. 11 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 52 cfr. Valer. epist. Eger. 11 cfr. Quír. ad Ildef. 2 p. 486 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 68, cfr. Fruct. ad Braul. p. 164 Ps. Isid. ad Leud. 17 Ps. Isid. ad Leud. 17 cfr. Taj. ad Quir. 4 Bulgar. epist. visig. 13 p. 38 Bulgar. epist. visig. 13 p. 38 cfr. Taj. ad Quir. 4 cfr. Braul. conf. 9, cfr. Taj. ad Quir. 4
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 875
FUENTES 26,14‐15 26,26 26,29 26,38 26,39 26,42 26,53 26,75 27,46 27,51 27,52 28,19 35,41
875
cfr. Eutrop. oct. uit. p. 30 Ps. Isid. ad Redem. 2 Braul. epist. 22 (ad Eutr.) p. 116 Capreol. ad Vital. 6 Capreol. ad Vital. 6, Siseb. epist. visig. 8 p. 25 Siseb. epist. visig. 8 p. 25 Siseb. epist. visig. 8 p. 25 cfr. Inoc. ad uniu. episc. 1,3 Vidal ad Capreol. 2 cfr. Capreol. ad Vital. 5 cfr. Capreol. ad Vital. 5 Siseb. epist. visig. 8 p. 24, Vigil. ad Profut. 2 cfr. Siseb. epist. visig. 7 p. 18
Euangelium sec. Marcum (Marc) 1,24 cfr. Baquiar. laps. 15 2,7 Capreol. ad Vital. 9 2,21 cfr. Baquiar. laps. 22 2,22 cfr. Sever. de conuers. 24,4 4,21 cfr. Quír. ad Taio. 1 7,35 cfr. Taj. ad Eugen. p. 358 8,15 cfr. Consen. epist. 12*,10,2 9,1‐2 cfr. Ps. Isid. ad Redem. 8 9,1‐7 cfr. Valer. epist. Eger. 7 9,22 Baquiar. (?) epist. 1 p. 51, cfr. Braul. 36 (ad Eugen.) p. 142 10,5 cfr. Braul. conf. 6 10,9 Inoc. ad uniu. episc. 6,10 11,26 cfr. Fruct. ad Reces. p. 530 12,17 cfr. Montan. epist. 2 p. 363 14,10‐11 cfr. Eutrop. oct. uit. p. 30 14,14 cfr. Braul. epist. 22 (ad Eutr.) p. 116 14,22 Ps. Isid. ad Redem. 2 14,72 cfr. Inoc. ad uniu. episc. 1,3 16,14 cfr. Braul. conf. 6 16,16 cfr. Isid. (?) ad Eugen. 3 Euangelium sec. Lucam (Luc) 1,26‐27 cfr. Quír. ad Ildef. 1 p. 483 1,35 cfr. Capreol. ad Vital. 2, cfr. ibid. 3, cfr. Quír. ad Ildef. 1 p. 483, Vidal ad Capreol. 1 1,37 cfr. Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 180 1,42 cfr. Baquiar. (?), epist. 1 p. 53 1,52 Bulgar. epist. visig. 13 p. 40 1,70 cfr. Consen. epist. 11*,25,2 2,7 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 63, cfr. ibid. p. 65 2,14 Greg. M. epist. 9,229 p. 806 2,30 Bulgar. epist. visig. 13 p. 39 3,6 Juli. apol. 8, 9
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 876
876
3,7 4,34 5,37 6,37 6,41‐42 6,45 8,21 8,24 9,28‐36 10,6 10,30‐35 11,5‐10 11,9 11,9‐10 11,24 11,26 11,28 11,33 12,1 12,20 12,32 12,35 12,49 13,8 13,12 13,13 14,4 14,11 14,12‐14 15,4 15,4‐5 15,4‐7 15,8‐9 15,31 16,20 16,20‐21 16,22 16,22‐23 16,23 17,10
18,10‐13 18,14 18,19 18,29
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares Sever. de conuers. 3,7 cfr. Baquiar. laps. 15 cfr. Sever. de conuers. 24,4 cfr. Fruct. ad Reces. p. 530 cfr. Auras. ad Frog. cfr. Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 166; Vidal ad Capreol. 1 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 52 cfr. Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 114 cfr. Valer. epist. Eger. 7 cfr. Cesár. epist. visig. 2 p. 7 cfr. Baquiar. laps. 9 cfr. Fruct. ad Braul. p. 164 Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 68 cfr. Sever. de conuers. 25,2 Licin. ad Epiph. 4 Licin. ad Epiph. 4 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 52 cfr. Quír. ad Taio. 1 cfr. Consen. epist. 12*,10,2 Baquiar. laps. 20 Eutrop. distr. p. 24 cfr. Hormis. epist. 25,5 cfr. Baquiar. laps. 16, cfr. Sever. de conuers. 4,3, cfr. ibid. 31,4 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 55 cfr. Ildef. epist. 2 p. 488 cfr. Ildef. epist. 2 p. 488 cfr. Ildef. epist. 2 p. 488 Greg. M. epist. 9,229 p. 808 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 70 cfr. Baquiar. laps. 17, cfr. Siseb. epist. visig. 1 p. 4 cfr. Redem. obit. 4 cfr. Baquiar. laps. 15 cfr. Braul. epist. ad Frunim. 1 Siseb. epist. visig. 8 p. 26 cfr. Fruct. ad Braul. p. 164 cfr. Fruct. ad Braul. p. 164 cfr. Bulgar. epist. visig. 15 p. 43 cfr. Redem. obit. 3 cfr. Bulgar. epist. visig. 15 p. 43 cfr. Braul. 36 (ad Eugen.) p. 142, cfr. id. epist. 42 (ad Taio.) p. 154, cfr. id. epist. 44 (ad Fruct.) p. 166, cfr. id. epist. 3 (ad Isid.) p. 64, cfr. id. epist. 5 (ad Isid.) p. 66, cfr. León praef. cfr. Redem. obit. 3 Greg. M. epist. 9,229 p. 808 Baquiar. laps. 22 cfr. Valer. replic. 15,1
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 877
FUENTES 18,43 19,30‐35 19,34 20,25 21,1‐2 21,18 21,19 21,34 22,3‐5 22,11 22,15 22,19 22,20 22,44 22,62 23,34 23,41 23,45 24,12 24,32 24,39
877
cfr. Ildef. epist. 2 p. 488 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 66 cfr. Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 160 cfr. Montan. epist. 2 p. 363 cfr. Taj. ad Eugen. p. 360 cfr. Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 156 cfr. Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 170 Eutrop. distr. p. 23 cfr. Eutrop. oct. uit. p. 30 cfr. Braul. epist. 22 (ad Eutr.) p. 116 cfr. Isid. ad Braul. (epist. 6) p. 74 Braul. epist. 22 (ad Eutr.) p. 116, Ps. Isid. ad Redem. 2, 4 Braul. epist. 22 (ad Eutr.) p. 116 cfr. Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 160, cfr. Greg. M. epist. 9,228 p. 804 cfr. Inoc. ad uniu. episc. 1,3 cfr. Baquiar. laps. 14 cfr. Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 112 cfr. Capreol. ad Vital. 5 cfr. Ps. Isid. ad Redem. 5 Sever. de conuers. 4,4 Juli. apol. 16
Euangelium sec. Iohannem (Ioh) 1,1 Capreol. ad Vital. 2, Siseb. epist. visig. 8 p. 27 1,3 Capreol. ad Vital. 4, cfr. Sever. de conuers. 28,5 1,9 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 180 1,14 Baquiar. (?) epist. 1 p. 52, Baquiar. (?) epist. 2 p. 58; Ca‐ preol. ad Vital. 2, cfr. Capreol. ad Vital. 3, ibid. 4; Juli. apol. 7, 9; León I epist. 15,4,1 1,42 Isid. (?) ad Eugen. 2 1,46 Baquiar. fid. 1 2,19 León I epist. 15,17,2 2,21 León I epist. 15,17,2 3,1 cfr. Avit. reuel. 2 3,4 cfr. Avit. reuel. 2 3,5 Avit. reuel. 12, cfr. Baquiar. laps. 22 3,8 León II ad uniu. praesul. p. 190 3,9 cfr. Avit. reuel. 2 3,13 Capreol. ad Vital. 3 4,6‐42 cfr. Baquiar. fid. 2 4,7 cfr. Baquiar. fid. 1 4,10‐11 Valer. epist. Eger. 5 4,14 Valer. epist. Eger. 5 4,24 Baquiar. laps. 22, Licin. ad Epiph. 5 5,14 cfr. Baquiar. laps. 16 5,17 Siseb. epist. visig. 8 p. 27
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 878
878
5,18 5,21 5,35 6,38 6,39 6,51 6,59 6,61 6,62‐63 7,1 7,30 7,50 7,51 8,12 8,17 8,25 8,29 8,32 8,34 8,42 8,44 8,48 9,6 9,39 9,41 10,7 10,9 10,11 10,14 10,16 10,18 10,30 11,1‐45 11,44 12,7 12,35 12,49 12,50 13,2 14,6
14,9
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares Siseb. epist. visig. 8 p. 26 Siseb. epist. visig. 8 p. 27 cfr. Braul. epist. 3 (ad Isid.) p. 66 Siseb. epist. visig. 8 p. 25 cfr. Siseb. epist. visig. 8 p. 25 Ps. Isid. ad Redem. 2 Taj. ad Eugen. p. 358 Capreol. ad Vital. 3 Capreol. ad Vital. 3 Tarra ad Recar. p. 28 Tarra ad Recar. p. 28 cfr. Avit. reuel. 2 Baquiar. fid. 2 cfr. Siseb. epist. visig. 7 p. 19 cfr. Licin. ad Epiph. 22 cfr. Capreol. ad Vital. 5, Juli. apol. 16 Siseb. epist. visig. 8 p. 25 cfr. León epist. comput. 5 Baquiar. laps. 15, cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 50 Siseb. epist. visig. 8 p. 25 León I epist. 15,6,2 cfr. Baquiar. fid. 1 cfr. Baquiar. laps. 17 cfr. Bulgar. epist. visig. 13 p. 38 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 180 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 64 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 64 cfr. Baquiar. laps. 17, cfr. Sever. de conuers. 13,6, cfr. Valer. ord. quer. 7,3 cfr. Baquiar. laps. 17, cfr. Sever. de conuers. 13,6 cfr. cfr. León II ad Eruig. p. 203, cfr. Sever. de conuers. 13,6 Capreol. ad Vital. 6, Juli. apol. 16 Siseb. epist. visig. 8 p. 26 cfr. Redem. obit. 3 cfr. Ildef. epist. 2 p. 488 cfr. Valer. replic. 17,1 Valer. epist. Eger. 12 Siseb. epist. visig. 8 p. 25 Siseb. epist. visig. 8 p. 25 cfr. Eutrop. oct. uit. p. 30 cfr. Baquiar. laps. 18, cfr. Braul. epist. 22 (ad Eutr.) p. 116, cfr. Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 160, cfr. Braul. conf. 5, cfr. Hormis. epist. 25,1, cfr. Idal. epist. 1 (ad Iulian.) p. 3, cfr. Isid. (?) ad Claud. 8, cfr. Ps. Isid. ad Redem. 7, cfr. León I epist. 15,5,5, cfr. Valer. ord. quer. 15,4 Siseb. epist. visig. 8 p. 27
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 879
FUENTES 14,10 14,16 14,23 14,26 14,27 14,28 15,1 15,5 15,15 15,23 15,26 16,6 16,10 16,14‐15 16,20 17,1 17,2 17,4 17,6 17,26 19,25‐26 19,30 19,34 19,39 20,5‐7 20,7 20,11‐17 20,17 20,22 20,24‐29 20,30 21,15‐17 21,24
879
Siseb. epist. visig. 8 p. 27 Siseb. epist. visig. 8 p. 25 Hormis. epist. 25,1, cfr. Quír. ad Ildef. 1 p. 483 Baquiar. fid. 3, Isid. (?) ad Claud. 8 cfr. Cesár. epist. visig. 2 p. 7, cfr. Bulgar. epist. visig. 11 p. 31 Capreol. ad Vital. 6, Siseb. epist. visig. 8 p. 25 Baquiar. (?) epist. 1 p. 54 Braul. 36 (ad Eugen.) p. 142 Baquiar. laps. 22 Siseb. epist. visig. 8 p. 27 Baquiar. fid. 3, Isid. (?) ad Claud. 8 Capreol. ad Vital. 6 Capreol. ad Vital. 6 cfr. Baquiar. fid. 3 cfr. Valer. replic. 15,4 Siseb. epist. visig. 8 p. 27 Siseb. epist. visig. 8 pp. 26‐27, Juli. apol. 9 Siseb. epist. visig. 8 p. 27 Siseb. epist. visig. 8 p. 27, Isid. (?) ad Claud. 9 Isid. (?) ad Claud. 9 cfr. Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 160 Juli. apol. 14 Ps. Isid. ad Redem. 2 cfr. Avit. reuel. 2 cfr. Ps. Isid. ad Redem. 5 cfr. Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 158 cfr. Capreol. ad Vital. 12 Capreol. ad Vital. 12, Consen. epist. 119,3 Isid. (?) ad Claud. 8 cfr. Inoc. ad uniu. episc. 1,3 Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 160 Isid. (?) ad Eugen. 2 cfr. Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 160
Acta Apostolorum (Act) 1,9 cfr. Braul. conf. 8 1,9‐10 cfr. Cesár. epist. visig. 2 p. 7 1,9‐12 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 61 2,2‐4 cfr. Licin. ad Vinc. 3 2,3 cfr. León epist. comput. 1 2,24 cfr. Capreol. ad Vital. 4 2,27 Capreol. ad Vital. 5 3,21 cfr. Consen. epist. 11*,25,2 5,1‐5 cfr. Eutrop. oct. uit. p. 30 5,34 cfr. Avit. reuel. 2 6,3‐6 cfr. Baquiar. laps. 14
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 880
880
6,5 7,22 8,52 7,57‐58 7,59 8,18 8,26‐27 8,29 9,1 9,36‐41 10,42 13,22 15,24 16,9‐10 16,17 17,22 18,9 20,9‐12 20,28 21,9 22,3 27,41
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares cfr. Baquiar. fid. 1 cfr. Baquiar. fid. 1 cfr. Braul. conf. 5 cfr. Baquiar. laps. 14 cfr. Avit. epist. 6, cfr. Baquiar. laps. 14 cfr. Hormis. epist. 25,4 cfr. Licin. ad Epiph. 3 Licin. ad Epiph. 3 Baquiar. fid. 2, Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 158, cfr. Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 180 cfr. Baquiar. laps. 7 cfr. Baquiar. fid. 3 Maur. epist. visig. 17 p. 47 Mart. ad Bonif. 4 cfr. Sever. de conuers. 9,3 cfr. Braul. conf. 3 cfr. Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 158 Hormis. epist. 25,1 cfr. Baquiar. fid. 2 cfr. Braul. 36 (ad Eugen.) p. 146 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 53 cfr. Avit. reuel. 2 cfr. Greg. M. epist. 9,229 p. 807
Pauli epistola ad Romanos (Rom) 1,1 Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 70 1,2‐4 Vidal ad Capreol. 2 1,3 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 66 1,9 Licin. ad Epiph. 7 1,25 cfr. Auras. ad Frog. 2,5‐6 cfr. Valer. epist. Eger. 12, cfr. id. sup. quer. 3,3 2,6 cfr. Bulgar. epist. visig. 14 p. 41 2,23 cfr. Consen. epist. 12*,13,7 3,20 Juli. apol. 7, 10 4,5 Braul. conf. 8 4,7 cfr. Idal. epist. 1 (ad Iulian.) p. 6 5,5 cfr. Isid. ad Braul. (epist. 6) p. 74 5,10 cfr. León II ad uniu. praesul. p. 191 5,11 cfr. León II ad uniu. praesul. p. 191 5,12 cfr. Braul. conf. 5 5,14 cfr. León I epist. 15,10,3 5,20 cfr. Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 182 6,6 cfr. León I epist. 15,10,3 7,8 Baquiar. fid. 5 7,13 Baquiar. fid. 5 7,14 cfr. Baquiar. fid. 5 7,18 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 51
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 881
FUENTES 7,22 7,25 8,6 8,9 8,11 8,29 8,35‐37 9,5 9,8 9,32 10,2 10,4 10,8 10,10 10,17 10,20 11,4 11,25‐26 12,3 12,5 12,16 12,17 13,1 13,7‐8 13,14 14,5 14,21 15,1‐2
881
cfr. cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 61, Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 66, cfr. Capreol. ad Vital. 9, cfr. León I epist. 15,13,1, cfr. Quír. ad Ildef. 2 p. 486 Licin. ad Epiph. 7 cfr. Hormis. epist. 38,8 Licin. ad Epiph. 5 Isid. (?) ad Claud. 7 Capreol. ad Vital. 2, Licin. ad Epiph. 15 León I epist. 15,10,5 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 66 León I epist. 15,9,1 Sever. de conuers. 13,10 cfr. Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 108 Baquiar. (?) epist. 2 p. 63, Braul. epist. 22 (ad Eutr.) p. 116 cfr. Consen. epist. 12*,11,2 cfr. Baquiar. fid. 3 Baquiar. laps. 18, cfr. Licin. ad Greg. 5 Braul. epist. ad Frunim. 1 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 64, cfr. Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 112, id. epist. 42 (ad Taio.) p. 156 cfr. Sever. de conuers. 31,3 Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 70 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 68 Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 156, id. epist. 44 (ad Fruct.) p. 178 Baquiar. laps. 14 cfr. Avit. epist. 6 cfr. Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 168 Eutrop. distr. p. 23 Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 156 Baquiar. fid. 5 cfr. Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 156
Pauli epistolae II ad Corinthios (I‐II Cor) I Cor 1,20 Siseb. epist. visig. 8 p. 23 I Cor 1,21 Consen. epist. 119,1 I Cor 1,23‐24 Capreol. ad Vital. 7 I Cor 1,27 Baquiar. (?) epist. 2 p. 66, Consen. epist. 119,1 I Cor 1,28 Sever. de conuers. 2,4 I Cor 1,30 cfr. León I epist. 15,5,5 I Cor 1,30‐31 Capreol. ad Vital. 8 I Cor 2,2 cfr. Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 156, Capreol. ad Vital. 8, cfr. Licin. ad Greg. 5 I Cor 2,7‐8 cfr. Capreol. ad Vital. 8 I Cor 2,8 Braul. conf. 6, cfr. Capreol. ad Vital. 4, ibid. 8 I Cor 2,12 cfr. Baquiar. (?) epist. 21, p. 51, Baquiar. (?) epist. 2 p. 56, p. 57
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 882
882
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
I Cor 2,14 I Cor 3,8 I Cor 3,12 I Cor 3,17 I Cor 3,21 I Cor 4,5 I Cor 4,20 I Cor 4,21 I Cor 5,1 I Cor 5,3 I Cor 5,5 I Cor 5,11 I Cor 6,8‐9 I Cor 6,9‐10 I Cor 6,15 I Cor 6,17‐17 I Cor 6,18 I Cor 7,9 I Cor 7,20 I Cor 7,22 I Cor 7,29 I Cor 8,1 I Cor 9,22 I Cor 9,24 I Cor 9,27 I Cor 10,6 I Cor 10,9 I Cor 10,10 I Cor 10,11 I Cor 10,18 I Cor 11,3 I Cor 11,24 I Cor 11,27 I Cor 12,11 I Cor 12,21‐23 I Cor 12,26 I Cor 12,27 I Cor 13,1 I Cor 13,2‐3 I Cor 13,5 I Cor 13,7‐8 I Cor 14,15 I Cor 14,28 I Cor 15,4 I Cor 15,5‐6
Isid. (?) ad Claud. 9 cfr. Braul. epist. ad Frunim. 3 cfr. Baquiar. laps. 16 Greg. M. epist. 9,229 p. 809 cfr. Capreol. ad Vital. 8 Braul. 36 (ad Eugen.) p. 146; León epist. comput. 1 cfr. Just. ad Iust. p. 8, Sever. de conuers. 8,3 Montan. epist. 1 p. 357 Baquiar. laps. 20 Licin. ad Epiph. 12 Baquiar. laps. 12, 20 Eutrop. distr. p. 21 Ps. Isid. ad Leud. 18 Baquiar. laps. 5 cfr. Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 166 Licin. ad Epiph. 15 Licin. ad Epiph. 12 Baquiar. laps. 20 cfr. Braul. 36 (ad Eugen.) p. 144 Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 70 Baquiar. laps. 20 Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 156 Valer. sup. quer. 2,4 Consen. epist. 119,6, cfr. Sever. de conuers. 19,7 cfr. Baquiar. laps. 23, Eutrop. distr. p. 23 Baquiar. fid. 1, 6 Eutrop. oct. uit. p. 34 Eutrop. oct. uit. p. 34 cfr. Eutrop. oct. uit. p. 32 cfr. Braul. conf. 6 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 68, cfr. id. epist. 11 (ad Taio.) p. 82, cfr. Sever. de conuers. 13,10 Ps. Isid. ad Redem. 2 cfr. Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 160 Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 70 Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 70 Baquiar. laps. 1, cfr. Bulgar. epist. visig. 15 pp. 42‐43 cfr. Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 166, cfr. León I epist. 15,10,6 Baquiar. fid. 2 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 72 cfr. Baquiar. laps. 17 cfr. Juli. ad Idal. p. 14 Licin. ad Epiph. 8 Isid. (?) ad Claud. 9 Braul. conf. 8 cfr. Braul. conf. 8
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 883
FUENTES I Cor 15,32 I Cor 15,47 I Cor 15,47‐49 II Cor 1,3 II Cor 1,12 II Cor 1,15 II Cor 1,23 II Cor 2,15 II Cor 3,17 II Cor 3,18 II Cor 4,7 II Cor 4,16 II Cor 5,13‐14 II Cor 5,18‐19 II Cor 5,19 II Cor 6,4 II Cor 6,5 II Cor 6,8 II Cor 6,15 II Cor 11,2‐3 II Cor 11,6 II Cor 11,14 II Cor 11,19 II Cor 11,27 II Cor 11,28 II Cor 12,7 II Cor 12,11 II Cor 12,21 II Cor 13,1 II Cor 13,5
883
Eutrop. distr. p. 26 Capreol. ad Vital. 3 Capreol. ad Vital. 3 Sever. de conuers. 16,20 Baquiar. (?) epist. 2 p. 55 Baquiar. fid. 5 Baquiar. laps. 1 cfr. Maur. epist. visig. 17 p. 45 Licin. ad Epiph. 5 Consen. epist. 119,2 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 50, cfr. Idal. epist. 1 (ad Iulian.) p. 4 Juli. apol. 4 Capreol. ad Vital. 8 Capreol. ad Vital. 8 Capreol. ad Vital. 9 cfr. Baquiar. laps. 16 Valer. epist. Eger. 11 Eutrop. distr. p. 25 cfr. Ps. Isid. ad Redem. 8, cfr. Hormis. epist. 38,16 cfr. Hormis. epist. 38,9 cfr. Just. ad Iust. p. 8 cfr. Valer. replic. 6,2 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 68 Eutrop. distr. p. 23 cfr. Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 108 Baquiar. fid. 5 Eutrop. distr. p. 21 Baquiar. laps. 7 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 174 Baquiar. laps. 18
Pauli epistola ad Galatas (Gal) 1,5 cfr. Baquiar. fid. 8 1,9 Isid. (?) ad Claud. 5, Licin. ad Vinc. 4 1,10 Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 70; cfr. Siseb. epist. visig. 6 p. 15, Eutrop. distr. p. 24 1,16 Juli. apol. 8 2,6 Baquiar. laps. 5 3,19 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 56 3,27‐28 León I epist. 15,10,3 4,4 Baquiar. (?) epist. 2 p. 63, Siseb. epist. visig. 8 p. 26 4,4‐5 Vidal ad Capreol. 2 4,6 Isid. (?) ad Claud. 7 4,16 Eutrop. distr. p. 21, Fruct. ad Reces. p. 530 4,19 Baquiar. (?) epist. 2 p. 59 4,21‐31 cfr. Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 178
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 884
884
4,28 5,12 5,13 5,19 6,1 6,5 6,14
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares León I epist. 15,9,1 Eutrop. distr. p. 21 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 70 Eutrop. oct. uit. p. 30 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 66 cfr. Braul. 36 (ad Eugen.) p. 144 Maur. epist. visig. 17 p. 47
Pauli epistola ad Ephesios (Eph) 1,7 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 70 1,20 Siseb. epist. visig. 8 p. 26 1,22 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 68 2,2 cfr. León I epist. 15,10,1 2,10 Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 110, cfr. Valer. replic. 15,3 3,4 Baquiar. (?) epist. 1 p. 50 3,8 cfr. Avit. reuel. 1, cfr. Sever. de conuers. encabez., cfr. ibid. 2,6, cfr. ibid. 10,3 3,14 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 57 3,16 cfr. cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 61, Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 66, cfr. Capreol. ad Vital. 9, cfr. León I epist. 15,13,1, cfr. Quír. ad Ildef. 2 p. 486 4,2 cfr. Braul. conf. 5 4,5 Siseb. epist. visig. 8 p. 25, Mart. ad Bonif. 3 4,10 Capreol. ad Vital. 3 4,13 Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 158 4,15 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 68 4,22 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 54, cfr. Capreol. ad Vital. 3, cfr. León I epist. 15,10,3 4,24 cfr. Capreol. ad Vital. 3 5,3 Eutrop. oct. uit. p. 30 5,3‐4 cfr. Eutrop. oct. uit. p. 33 5,5 Baquiar. laps. 19 5,22 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 62 5,23 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 68, cfr. Hormis. epist. 25,2, cfr. Sever. de conuers. 13,10 5,27 cfr. Ildef. epist. 2 p. 488 5,31 Bulgar. epist. visig. 15 p. 42 6,11‐12 cfr. Cesár. epist. visig. 4 p. 12 6,12 Licin. ad Epiph. 4 6,14 cfr. Baquiar. laps. 8 6,16 Baquiar. fid. 8 6,17 cfr. Baquiar. laps. 8, cfr. Capreol. ad Vital. 12, cfr. Torib. ad Idac. 7 Pauli epistola ad Philippenses (Phil) 1,8 cfr. Isid. (?) ad Claud. 12 1,18 cfr. Braul. 36 (ad Eugen.) p. 144 2,3‐4 cfr. Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 156
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 885
FUENTES 2,5 2,5‐8 2,7 2,8 2,9 3,3 3,8 3,13 3,18 4,3 4,13
885
Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 158 Vidal ad Capreol. 2 Baquiar. laps. 15 cfr. Baquiar. laps. 15 Siseb. epist. visig. 8 pp. 25‐26 Licin. ad Epiph. 7 cfr. Baquiar. laps. 18 cfr. Baquiar. laps. 15 cfr. Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 112 cfr. León II ad Eruig. p. 204, cfr. id. ad Simpl. p. 198, cfr. id. ad uniu. praesul. p. 194 Braul. 36 (ad Eugen.) p. 142
Pauli epistola ad Colossenses (Col) 1,18 cfr. Hormis. epist. 25,2, cfr. Sever. de conuers. 13,10 1,26 Capreol. ad Vital. 2, cfr. ibid. 6 1,28 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 68, cfr. Eutrop. distr. p. 24 y p. 26, cfr. Hormis. epist. 38,4, cfr. Torib. ad Idac. 4 2,3 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 68 2,8‐10 León I epist. 15,12,2 2,9 Braul. conf. 9 2,10 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 70 2,14 Capreol. ad Vital. 10, cfr. Valer. epit. discr. 8 2,15 Capreol. ad Vital. 10 2,18‐19 León I epist. 15,12,3 2,19 cfr. Montan. epist. 2 p. 365 3,5 Eutrop. oct. uit. p. 30 3,9 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 54, cfr. León I epist. 15,10,3 3,12 cfr. Fruct. ad Reces. p. 530 3,18 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 62 4,3 Quír. ad Ildef. 2 p. 486 Pauli epistolae II ad Thessalonicenses (I‐II Thess) I Thess 1,9 cfr. León II ad uniu. praesul. p. 191 I Thess 2,4 cfr. Siseb. epist. visig. 6 p. 15 I Thess 4,3 Greg. M. epist. 9,229 p. 809 I Thess 4,4‐5 Greg. M. epist. 9,229 p. 809 I Thess 4,17 cfr. Valer. epist. Eger. 11 I Thess 5,8 cfr. Baquiar. laps. 8, cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 59 I Thess 5,14 Baquiar. laps. 17 II Thess 2,3 Baquiar. fid. 5 Pauli epistolae II ad Timotheum (I‐II Tim) I Tim 1,5 cfr. Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 110, id. epist. 44 (ad Fruct.) p. 170 I Tim 1,7 cfr. Consen. epist. 12*,2,3; Mart. ad Bonif. 4 I Tim 1,14 cfr. Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 182 I Tim 1,15 cfr. Siseb. epist. visig. 7 p. 18
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 886
886
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
I Tim 2,5 I Tim 2,7 I Tim 3,1 I Tim 3,2 I Tim 3,6 I Tim 3,9 I Tim 3,12 I Tim 4,1‐4 I Tim 4,4 I Tim 4,15 I Tim 4,16 I Tim 6,7 I Tim 6,8 I Tim 6,10 I Tim 6,15 II Tim 1,3 II Tim 1,11 II Tim 2,3 II Tim 2,26 II Tim 4,2 II Tim 4,3‐4 II Tim 1,11 II Tim 2,19 II Tim 2,21 II Tim 2,25 II Tim 2,25‐26 II Tim 2,26 II Tim 3,5 II Tim 3,17 II Tim 4,2 II Tim 4,7
Vidal ad Capreol. 2 Baquiar. fid. 2, Siseb. epist. visig. 8 p. 25, ibid. p. 26; Licin. ad Greg. 2; Vigil. ad Profut. 1 Licin. ad Greg. 3 Hilar. epist. 16,5, cfr. Hormis. epist. 25,2, Inoc. ad uniu. episc. 6,10, cfr. Licin. ad Greg. 5 cfr. Baquiar. fid. 5 cfr. Taj. ad Eugen. p. 357 cfr. Licin. ad Greg. 5 Vigil. ad Profut. 1 Braul. conf. 11 Hormis. epist. 25,6 Hormis. epist. 25,6 Maur. epist. visig. 17 p. 47 cfr. Maur. epist. visig. 17 p. 46 cfr. Siseb. epist. visig. 7 p. 16 León II ad Eruig. p. 200 cfr. Taj. ad Eugen. p. 357 Hormis. epist. 25,6 cfr. Baquiar. laps. 8 cfr. Braul. conf. 7 cfr. Capreol. ad Vital. 13 León I epist. 15,12,5 Hilar. epist. 16,5 Eutrop. distr. p. 26 cfr. Maur. epist. visig. 17 p. 45 cfr. León epist. comput. 5 Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 110 cfr. Sever. de conuers. 27,7 Baquiar. fid. 8 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 68, Eutrop. distr. p. 24 y p. 26, cfr. Hormis. epist. 38,4, cfr. Torib. ad Idac. 4 Eutrop. distr. p. 21 Baquiar. fid. 8
Pauli epistola ad Titum (Tit) 1,2 cfr. Idal. epist. 1 (ad Iulian.) p. 5 1,6 cfr. Licin. ad Greg. 5 1,13 Eutrop. distr. p. 21 1,15‐16 Vigil. ad Profut. 1 3,5 Braul. conf. 5, cfr. Baquiar. fid. 2, cfr. Auras. ad Frog. Pauli epistola ad Hebraeos (Hebr) 1,1‐2 cfr. Capreol. ad Vital. 10 1,2‐3 Capreol. ad Vital. 10 1,7 Licin. ad Epiph. 1, 5 1,14 Licin. ad Epiph. 3 2,10 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 170
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 887
FUENTES 2,14 3,15 4,7 4,13 4,15 6,19 6,20 7,9‐10 9,4 9,14 10,1 10,10 10,28‐30 11,1‐40 11,18 12,22 13,21
887
cfr. Braul. conf. 8, cfr. Valer. replic. 17,2. cfr. Sever. de conuers. 27,1 cfr. Sever. de conuers. 27,1 cfr. Capreol. ad Vital. 5 Capreol. ad Vital. 6 cfr. León epist. comput. 5 cfr. Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 160 cfr. Baquiar. laps. 4 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 50 cfr. Braul. conf. 5 cfr. Braul. conf. 5 cfr. Braul. conf. 5 Capreol. ad Vital. 11 cfr. Ascan. epist. 13,1 cfr. Baquiar. laps. 7 cfr. Braul. conf. 16 cfr. Baquiar. fid. 8
Iacobi epistola (Iac) 1,5 cfr. Tarra ad Recar. p. 29 1,17 Braul. epist. 22 (ad Eutr.) p. 116, cfr. Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 168 1,18 Baquiar. laps. 20 1,19 Greg. M. epist. 9,229 p. 809 1,20 Greg. M. epist. 9,229 p. 809 2,17 cfr. Fruct. ad Reces. p. 530 2,17‐18 cfr. Siseb. epist. visig. 7 p. 16 cfr. Fruct. ad Reces. p. 530 2,20 2,22 cfr. Avit. reuel. 2 2,26 cfr. Fruct. ad Reces. p. 530, cfr. Valer. sup. quer. 2,4 3,6 Baquiar. laps. 14 3,11 cfr. Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 166 4,9 cfr. Valer. replic. 15,4 4,11 Maur. epist. visig. 17 p. 46 5,13 Baquiar. (?) epist. 2 p. 57 5,16 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 168 5,20 Baquiar. laps. 17 Petri epistolae I‐II (I‐II Petr) I Petr 1,8 cfr. Hormis. epist. 26,2 I Petr 2,8 Sever. de conuers. 13,10 I Petr 2,12 Eutrop. distr. p. 24 I Petr 2,23 cfr. Braul. epist. 11 (ad Taio.) p. 84 I Petr 2,25 cfr. Baquiar. laps. 17 I Petr 3,19 Redem. obit. 4 I Petr 3,15 cfr. Baquiar. fid. 2 I Petr 3,16 Eutrop. distr. p. 24 I Petr 3,20 cfr. Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 172
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 888
888
I Petr 4,8 I Petr 4,10 I Petr 5,8 I Petr 5,8‐9 II Petr 1,19 II Petr 1,20
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares Siseb. epist. visig. 7 p. 17 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 70 Baquiar. laps. 11 Hormis. epist. 38,10 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 64 Baquiar. fid. 6
Iohannis epistolae III (I‐III Ioh) I Ioh 2,15 Maur. epist. visig. 17 p. 46 I Ioh 4,8 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 72, id. epist. 44 (ad Fruct.) p. 170 I Ioh 4,16 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 72 I Ioh 4,18 Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 72, Eugen. ad Prot. p. 407 I Ioh 5,6 cfr. Braul. conf. 5, cfr. Eutrop. distr. p. 26 I Ioh 5,16 cfr. Baquiar. laps. 5 II Ioh 10 Isid. (?) ad Claud. 5 Iudae epistola (Iudas) 23 cfr. Baquiar. laps. 17 Apocalypsis (Apoc) 1,17‐18 Capreol. ad Vital. 5 1,20 Baquiar. laps. 22 2,5 Baquiar. laps. 22, Isid. (?) ad Mason. 6, id. ad Mason. 9 2,6 cfr. Baquiar. fid. 1 2,9 cfr. Braul. epist. 11 (ad Taio.) p. 82 2,15 cfr. Baquiar. fid. 1 2,23 cfr. Valer. epist. Eger. 12 3,5 cfr. Baquiar. laps. 8 3,7 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 54, Consen. epist. 119,2 3,9 cfr. Braul. epist. 11 (ad Taio.) p. 82 3,11 cfr. Baquiar. laps. 18 3,12 cfr. Tarra ad Recar. p. 29 4,6 cfr. Baquiar. laps. 9 5,5 cfr. Siseb. epist. visig. 7 p. 19, Sever. de conuers. 11,8 5,9 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 70 5,11 Licin. ad Epiph. 21 7,9 cfr. Baquiar. laps. 22, cfr. Ps. Isid. ad Redem. 8 7,14 cfr. Baquiar. laps. 22 7,17 cfr. Baquiar. laps. 22 11,9 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 50 12,9 cfr. Baquiar. laps. 20 14,4 cfr. Ps. Isid. ad Redem. 8 19,7 cfr. Tarra ad Recar. p. 29 19,10 cfr. Baquiar. fid. 1 19,16 León II ad Eruig. p. 200 20,2 cfr. Baquiar. laps. 20 21,2 Tarra ad Recar. p. 29
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 889
FUENTES 21,27 22,19
889
4,3 cfr. León II ad Eruig. p. 204, cfr. id. ad Simpl. p. 198, cfr. id. ad uniu. praesul. p. 194 cfr. Baquiar. fid. 7
Oratio Manassae (Or Man) 8 Redem. obit. 3 9 Redem. obit. 3
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 890
890
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares 3. AUTORES ANTIGUOS
Agustín de Hipona Confessiones tit.
Consen. epist. 12*,1,1, ibid. 12*,1,3
Contra epistulam fundamenti Manichaeorum 16 (p. 213,28‐p. 214,10) Licin. ad Epiph. 13 De ciuitate Dei 9,5, lín. 5‐11 11,10, lín. 66‐67 11,16, lín. 1‐19 12,18, lín. 56‐57 14,6, lín. 20‐21 15,11, lín. 13‐15 15,11, lín. 18‐30 15,11, lín. 35‐38 15,13, lín. 17‐22 15,13, lín. 31‐37 15,13, lín. 87‐96 15,23, lín. 4‐8 19,19, lín. 17‐40
Eutrop. distr. p. 22 Eugen. ad Prot. p. 406 Licin. ad Epiph. 16‐17 cfr. Quír. ad Ildef. 2 p. 486 cfr. Baquiar. fid. 2 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 172 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) pp. 172‐174 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 174 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 174 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 174 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 174 Licin. ad Epiph. 3 Licin. ad Greg. 3
De diuersis quaestionibus LXXXIII 80,2, lín. 47‐60 Juli. apol. 9 De doctrina christiana 2,8,13, lín. 43‐46 4,4,6, lín. 2‐3
cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 63 cfr. Siseb. epist. visig. 8 p. 25
De fide et symbolo 4,8 (pp. 11,23‐12,3) 8,23 (p. 28,9‐12)
Juli. apol. 13 Juli. apol. 14
De Genesi ad litteram 2,6 (p. 41,6‐7) 8,5 (p. 237,16‐17) 12,7 (p. 389,12‐15) 12,7 (p. 389,15‐16) 12,7 (p. 389,22‐23) 12,7 (p. 389,27‐28) 12,9 (p. 391,9‐11) 12,9 (p. 392,1‐5)
León II ad Eruig. p. 200 Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 160 Licin. ad Epiph. 6 Licin. ad Epiph. 7 Licin. ad Epiph. 7 Licin. ad Epiph. 5 Licin. ad Epiph. 8 Licin. ad Epiph. 8
De Genesi contra Manichaeos 2,22,34 cfr. Capreol. ad Vital. 1 De natura boni 1 (p. 855,21‐24)
Licin. ad Epiph. 18
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 891
FUENTES
891
De natura et origine animae 2,2,2 (p. 336‐28‐p. 337,9)
Juli. apol. 14
De quantitate animae 3,4 (p. 135,5‐13) 5,9 (p. 141,21‐27)
Licin. ad Epiph. 19 Licin. ad Epiph. 14
De spiritu et littera 36,65
cfr. Fruct. ad Reces. p. 530
De trinitate 2,7,13 (p. 98,26‐31) 3,7,13 (p. 141,62‐64) 3,9,21 (p. 150,105‐108) 8,2,3 (p. 271,22‐27) 13,17,22 (p. 412,4‐7) 15,20,38 (p. 515,19‐22)
Licin. ad Epiph. 21 Licin. ad Epiph. 21 Licin. ad Epiph. 21 Licin. ad Epiph. 21 Juli. apol. 11 Juli. apol. 3
De utilitate ieiunii 3,3, lín. 72
cfr. Baquiar. laps. 16
Enarrationes in Psalmos tit. 26,2,20, lín. 17‐18 29,2,22, lín. 6‐7 64,2, lín. 2‐3 103,1,15 lín. 9‐11 136,1, lín. 10‐12
Isid. ad Braul. (epist. 1) p. 62 cfr. Juli. ad Idal. p. 14 Isid. ad Hel. 1 cfr. Taj. ad Quir. 4 Licin. ad Epiph. 3 cfr. Taj. ad Quir. 4
Enchiridion 10,34, lín. 31‐35
Juli. apol. 10
Epistula 137 11, lín. 206‐212 11, lín. 212‐213 11, lín. 221‐230
Licin. ad Epiph. 18 Licin. ad Epiph. 18 Licin. ad Epiph. 18
Epistula 166 2,4 (p. 550,10‐11)
Licin. ad Epiph. 19
Epistula 169 4,13 (p. 621,16‐20)
cfr. Baquiar. fid. 3
In Iohannis euangelium tractatus 2,13, lín. 9‐10 cfr. Braul. conf. 5 8,7, lín. 21‐22 cfr. Isid. (?) ad Claud. 12 78,3, lín. 8‐18 Braul. conf. 8 Sermones 1, lín. 9‐10 14D, 3, lín. 63 116,3 130,2 150,6
Eugen. ad Prot. p. 407 Braul. epist. 22 (ad Eutr.) p. 116 cfr. Baquiar. fid. 2 cfr. Ps. Isid. ad Redem. 3 Eutrop. distr. p. 26
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 892
892
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
179,5 245,5 265F,2
Ps. Isid. ad Redem. 3 cfr. Capreol. ad Vital. 12 cfr. Capreol. ad Vital. 12
Soliloquia 1,1,5 (p. 10,3‐4)
Quír. ad Taio. 1
Ambrosio de Milán De Iacob et uita beata 2,5,24
cfr. Baquiar. laps. 16
De officiis tit.
cfr. Licin. ad Greg. 3
Expositio in psalmum 118 litt. 18,37,1 (p. 417,9)
cfr. León epist. comput. 2
Ambrosio de Milán (?) Symbolum Quicumque 1‐2 (p. 407) 28 (p. 408) 42 (p. 411)
Isid. (?) ad Claud. 4 Isid. (?) ad Claud. 4 Isid. (?) ad Eugen. 3
Atanasio de Alejandría Vita s. Antonii (interprete Euagrio) 39, lín. 579‐582 cfr. Valer. ord. quer. 7,5 41, lín. 599‐612 cfr. Valer. replic. 5,1 Baquiario Epistula ad Ianuarium 10 (col. 1047A)
cfr. Valer. de Bonel. 6
Braulio de Zaragoza Epistula nº 5 ad Isidorum Hispalensem ep. p. 72,103‐113 Eugen. ad Prot. p. 406 Vita s. Aemiliani tit.
Fruct. ad Braul. p. 166
Casiano Conlationes tit. 5,2 5,3 5,10 5,11 5,12
Fruct. ad Braul. p. 166 Eutrop. oct. uit. p. 27 Eutrop. oct. uit. p. 27 Eutrop. oct. uit. pp. 28‐29 Eutrop. oct. uit. pp. 29‐31 Eutrop. oct. uit. p. 31
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 893
FUENTES
893
5,13 5,14 5,15 5,16 5,24 5,25
Eutrop. oct. uit. p. 31 Eutrop. oct. uit. pp. 31‐32 Eutrop. oct. uit. p. 32 Eutrop. oct. uit. pp. 32‐34 Eutrop. oct. uit. p. 34 Eutrop. oct. uit. pp. 34‐35
De institutis coenobiorum 7,14
Eutrop. oct. uit. pp. 29‐31
Casiodoro Expositio Psalmorum 42,4, lín. 99 124, lín. 16‐17
cfr. Baquiar. fid. 3 (posteridad literaria) Valer. ord. quer. 4,4
Historia ecclesiastica tripartita 4,26,3 Valer. ord. quer. 7,4 Cesáreo de Arlés Expositio in Apocalypsim pars 2, p. 215,11‐14
Isid. (?) ad Mason. 7
Sermones 186,2
cfr. Taj. ad Quir. 4
Cicerón Pro A. Cluentio 72
cfr. Consen. epist. 12*,8,2
Pro Gn. Plancio oratio 89
cfr. Consen. epist. 12*,1,2
Cirilo de Alejandría Scholia de incarnatione Vnigeniti 11 p. 190,15‐30 Juli. apol. 11 25 p. 202,14‐23 Juli. apol. 8 Ps.‐ Cirilo de Alejandría Prologus de ratione paschae 1 (pp. 337‐338) 2 (pp. 338‐339) 2 (p. 339) 3 (p. 339)
cfr. León epist. comput. 2 León epist. comput. 1 León epist. comput. 3 León epist. comput. 2
Claudiano Carmina minora: Appendix 5,41‐48
Anon. epist. ad Agap. p. 44
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 894
894
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Claudiano Mamerto De statu animae 1,5 (p. 40,14‐p. 41,3) 1,18 (p. 64,14‐p. 65,6) 1,18 (p. 67,23‐p. 68,5) 1,21 (p. 72,12‐p. 73,12) 1,25 (p. 88,5‐16) 2,3 (p. 107,6‐12) 2,3 (p. 107,8‐12) 2,11 (p. 142,6‐p. 143,10) 2,13 (p. 152,22‐p. 153,18) 3,3 (p. 157,11‐p. 159,8) 3,14 (p. 182,23‐183,5) 3,16,2‐5 (p. 185,16‐p. 186,15) 3,16,7 (p. 186,22‐25) 3,16,8 (p. 186,27‐28) 3,16,9 (p. 187,2‐4) epil. (p. 192,23‐p. 193,7)
Licin. ad Epiph. 12 Licin. ad Epiph. 14 Licin. ad Epiph. 13 Licin. ad Epiph. 11 Licin. ad Epiph. 15 Licin. ad Epiph. 14 Licin. ad Epiph. 14 Licin. ad Epiph. 12 Licin. ad Epiph. 12 Licin. ad Epiph. 13 Licin. ad Epiph. 14 Licin. ad Epiph. 20 Licin. ad Epiph. 20 Licin. ad Epiph. 13 Licin. ad Epiph. 10 Licin. ad Epiph. 10
Concilio de Ancira (a. 314) tit.
Isid. (?) ad Mason. 12
Concilio de Calcedonia (a. 451) tit. Juli. apol. 4, 17 Concilio de Constantinopla (a. 381) (Symbolum fidei Constantinopolitanum) lín. 13‐14 (pp. 249‐251) Isid. (?) ad Claud. 4 Concilio de Éfeso (a. 431) tit.
Juli. apol. 4
Concilio de Laodicea (finales del s. IV) 7 (p. 159,116‐124) cfr. León epist. comput. 6 Concilio de Nicea (a. 325) (Symbolum fidei Nicaenum) tit. Juli. apol. 4 lín. 14 (p. 237) Isid. (?) ad Claud. 4 lín. 15‐20 (p. 237) Isid. (?) ad Claud. 4 Concilio I de Toledo (a. 400) lín. 58‐59 Inoc. ad uniu. episc. 6,9 Concilio I de Toledo (a. 400): Regulae fidei catholicae contra omnes haereses et quam maxime contra Priscillianos recensión breve símb. 6 (p. 31) cfr. Baquiar. fid. 3 símb. 21 (p. 34) cfr. Baquiar. fid. 4 anat. 11 (p. 36) cfr. Baquiar. fid. 4
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 895
FUENTES recensión larga lín. 211
895
cfr. Baquiar. fid. 3
Concilio III de Sevilla (ca. 624) (?) tit. Braul. epist. 3 (ad Isid.) p. 64 Concilio III de Toledo (a. 589) can. 23, lín. 927‐932, 992‐993 Valer. ord. quer. 6,10 Concilio IV de Toledo (a. 633) can. 74, lín. 77‐79 Ps. Isid. ad Leud. 17 Concilio XVI de Toledo (a. 693) can. 1, p. 497 Juli. ad Eruig. p. 145 (posteridad literaria) Constancio de Lyon Vita s. Germani Autissiodorensis ep. tit. Fruct. ad Braul. p. 166 Dídimo de Alejandría Liber de spiritu sancto 142
Isid. (?) ad Claud. 9
Dionisio el Exiguo Epistola ad Bonifatium primicerium et Bonum secundicerium de ratione paschae p. 82,7‐9 cfr. León epist. comput. 5 Epistola ad Petronium episcopum (Libellus de cyclo magno paschae) p. 63,4‐12 León epist. comput. 5 p. 64,29 León epist. comput. 2 p. 65,3‐8 León epist. comput. 2 p. 65,23‐25 León epist. comput. 6 p. 66,8‐10 León epist. comput. 4 Draconcio De laudibus Dei 1,130 1,500
Siseb. epist. visig. 7 p. 19 cfr. Siseb. epist. visig. 1 p. 5
Ennodio Epistulae 1,12,4
cfr. Juli. ad Eruig. p. 145
Eugenio II de Toledo Carmina 13 tit.
Valer. ord. quer. tit.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 896
896
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
21,6 81,1
Taj. ad Eugen. p. 357 Valer. ord. quer. 2,3
Hexaemeron 1,13
cfr. Siseb. epist. visig. 7 p. 19
Euquerio de Lyon Instructiones ad Salonium 1, lín. 158‐160 1, lín. 161‐163 1, lín. 1257‐1259
Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 174 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 174 cfr. Siseb. epist. visig. 7 p. 18
Ps.‐ Eusebio de Vercelli De trinitate 3,25, lín. 210‐212 3,26, lín. 214‐218 3,27, lín. 226‐228 3,29, lín. 234‐239
Vidal ad Capreol. 2 Vidal ad Capreol. 2 Vidal ad Capreol. 2 Vidal ad Capreol. 2
Fedro Fabulae 1,3,3‐4
cfr. Braul. epist. 11 (ad Taio.) p. 82
Fulgencio de Ruspe Ad Trasamundum libri III 1,2, lín. 22‐23 3,1,2, lín. 15‐16
Juli. ad Eruig. p. 146 Idal. epist. 1 (ad Iulian.) p. 6
Epistula XVII 19, lín. 557‐558 33, lín. 905
cfr. Braul. conf. 8 cfr. Braul. conf. 6
Gesta s. Siluestri I papae (BHL 7725‐7732, CPL 2235), v. Hechos de san Silvestre Gregorio Magno Dialogi 1,7,2 2,3,3 2,8,2 2,8,10‐11 3,14,5 3,16,6 4,14,1 4,27,3 4,40,10 4,55,2 4,60,1
Valer. replic. 9,2 Valer. ord. quer. 2,2 Valer. ord. quer. 2,2 Valer. replic. 1,2 Valer. ord. quer. 5,3 Valer. ord. quer. 9,4 Valer. replic. 7,1 Valer. ord. quer. 1,1 Valer. replic. 7,6 Valer. ord. quer. 2,2 Valer. ord. quer. 5,6
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 897
FUENTES Homiliae in Euangelia 2,33,8, lín. 258
897
cfr. Quír. ad Taio. 1
Homiliae in Ezechielem prophetam tit. cfr. Taj. ad Eugen. p. 358 2,8,22, lín. 606 cfr. Quír. ad Taio. 1 Moralia in Iob tit. epist. praef. lín. 220‐222 1,1,1, lín. 7‐8 18,44,71, lín. 4 18,44,71, lín. 19
cfr. Licin. ad Greg. 6, cfr. Taj. ad Eugen. p. 358 Ps. Isid. ad Redem. 9 Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 156 Isid. (?) ad Mason. 8 Isid. (?) ad Mason. 8
Registrum epistularum 1,41, lín. 35‐49 1,41, lín. 51‐54 1,41, lín. 5‐6 4,31, lín. 5 9,230, lín. 12
cfr. Licin. ad Greg. 6 cfr. Licin. ad Greg. 6 cfr. Siseb. epist. visig. 1 p. 4 cfr. Braul. conf. 2 Siseb. epist. visig. 7 p. 16
Regula pastoralis pars 1,1, lín. 1 pars 2,6, lín. 9‐12 pars 4, lín. 88
Licin. ad Greg. 5 Licin. ad Greg. 6 Licin. ad Greg. 4
Gregorio Nacianceno Orationes 1,47,2 (p. 38,18‐19)
Licin. ad Greg. 6
Hechos de san Silvestre (Gesta s. Siluestri papae [BHL 7725‐7732, CPL 2235]) lib. 1, p. 511,28‐36 Mart. ad Bonif. 3 Hilario de Arlés Vita s. Honorati Arelatensis ep. tit. Fruct. ad Braul. p. 166 Hilario de Poitiers De trinitate 1,7, lín. 21‐22 8,1, lín. 7‐14 8,1, lín. 19‐20
cfr. Baquiar. (?) epist. 1 (p. 54) Licin. ad Greg. 2 Licin. ad Greg. 2
Tractatus in Iob tit.
cfr. Licin. ad Greg. 6
Horacio Carmina 1,8,9‐10
cfr. Consen. epist. 12*,1,3
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 898
898
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Sermones 1,4,34 1,5,7‐8
Braul. epist. 11 (ad Taio.) p. 82 cfr. Consen. epist. 12*,14,2
Inocencio I Epistulae 2,13,15 6,7,13, lín. 34‐38
cfr. Baquiar. laps. 21 cfr. Baquiar. fid. 6
Ireneo de Lyon Aduersus haereses 1,18,2‐3
cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 62
Isidoro de Sevilla De differentiis liber II 8,24, lín. 10‐12 14,43, lín. 19
Juli. apol. 15 cfr. Siseb. epist. visig. 8 p. 20
De ecclesiasticis officiis 2,5,15, lín. 147 2,10,2, lín. 16‐19 2,17,7, lín. 64 2,24,1, lín. 8‐10
cfr. Redem. obit. 3 Ps. Isid. ad Leud. 7 cfr. Redem. obit. 3 cfr. Braul. conf.
De fide catholica contra Iudaeos 1,4,11 cfr. Isid. (?) ad Claud. 7 De natura rerum praef. 2 (p. 167)
cfr. Siseb. epist. visig. 8 p. 23
De ortu et obitu Patrum 34,2
cfr. Isid. ad Hel. 1
Etymologiae tit. 1,39,6 1,39,12 6,16,1‐10 6,17,1‐32 7,6,13 7,12,32‐33 9,2,110 14,8,18
Braul. epist. 3 (ad Isid.) p. 64, id. epist. 5 (ad Isid.) p. 68, ibid. p. 72; Isid. ad Braul (epist. 6) p. 74 Juli. (?) ad Modoen. 2,2 Juli. (?) ad Modoen. 2,2 cfr. Isid. (?) ad Mason. 12 Braul. epist. 22 (ad Eutr.) p. 114 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 174 cfr. Ps. Isid. ad Leud. 2 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 180 cfr. Valer. ord. quer. 7,3, cfr. id. sup. quer. 1,1
Quaestiones in Vetus Testamentum In Leuit. 16,4 Isid. ad Hel. 2 Regula monachorum tit.
Isid. ad Braul. (epist. 2) p. 62
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 899
FUENTES Synonyma tit. Versus in bibliotheca 27,4
899
Isid. ad Braul. (epist. 1) p. 62 cfr. Juli. (?) ad Modoen. 3,2
Isidoro de Sevilla (?) Epistula ad Claudium ducem 2 cfr. Isid. (?) ad Mason. 10 4 cfr. Ps. Isid. ad Redem. 3 11 cfr. Isid. (?) ad Mason. 12 Jerónimo de Estridón Ad Ephesios 2,4 (col. 496B) Mart. ad Bonif. 3 Aduersus Heluidium de Mariae uirginitate perpetua 19 cfr. Baquiar. fid. 4 Aduersus Iouinianum 2,21 cfr. Siseb. epist. visig. 8 p. 25 2,37 Eutrop. distr. p. 22 Commentarii in Abacuc 1,1,2/3, lín. 51‐54 Valer. ord. quer. 5,3 Commentarii in euangelium Matthaei 1,5,22, lín. 537‐8 cfr. Baquiar. fid. 2 1,10,6, lín. 1539‐42 Eutrop. distr. p. 23 Commentarii in Isaiam 2,3,18, lín. 9‐12 cfr. Baquiar. laps. 17 9,30,1/5, lín. 59‐60 Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 108 10,35,3/10, lín. 25‐27 cfr. Taj. ad Eugen. p. 359 16,57,16, lín. 11‐15 Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 108 Epistulae 7,2,1 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 180 7,2,2 Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 108 7,6,3 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 180 14,2,1 cfr. Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 68 26,5 Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 72 36,10,2 Fruct. ad Braul. p. 164 47,1,1 Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 154 50,5,2 Braul. epist. 11 (ad Taio.) p. 82 50,5,5 Braul. epist. 5 (ad Isid.) p. 70, id. epist. 11 (ad Taio.) p. 82, id. epist. 21 (ad Honor.) p. 108 52,3,8 Juli. (?) ad Modoen. 1 52,5 cfr. Capreol. ad Vital. 8, cfr. Maur. epist. visig. 17 p. 47 58,1,1 Braul. 36 (ad Eugen.) p. 142, id. epist. 42 (ad Taio.) p. 154
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 900
900
58,2 58,11,1 58,11,2 58,11,3 65,15,3 72,2,3‐4 73,10,1 103,2 107,3,1 108,9,4 112,18,1 115 134,1,1 134,2,2 148,14,2
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares cfr. Capreol. ad Vital. 8, cfr. Maur. epist. visig. 17 p. 46 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 180 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 180 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 180 Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 110 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 178 cfr. Braul. epist. ad Frunim. 2 cfr. Bulgar. epist. visig. 14 p. 41 cfr. Braul. epist. 11 (ad Taio.) p. 84, id. epist. 36 (ad Eugen.) p. 146, id. epist. 44 (ad Fruct.) p. 182, Taj. ad Eugen. p. 359 Braul. epist. 42 (ad Taio.) p. 158 cfr. Idal. epist. 1 (ad Iulian.) p. 3 cfr. Bulgar. epist. visig. 14 p. 41 cfr. Braul. epist. 11 (ad Taio.) p. 84 Braul. epist. ad Frunim. 3 cfr. Siseb. epist. visig. 8 p. 25
Liber interpretationis Hebraicorum nominum p. 4,4 Lag. Baquiar. laps. 15 p. 4,11 Lag. cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 64 p. 4,23 Lag. Baquiar. laps. 15 p. 5,2‐3 Lag. Baquiar. laps. 15 p. 10,22‐23 Lag. Baquiar. laps. 15 p. 10,30 Lag. Baquiar. laps. 4 p. 12,18 Lag. Baquiar. laps. 15 p. 12,20‐21 Lag. cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 64 p. 13,17 Lag. Baquiar. laps. 1 p. 19,6 Lag. Baquiar. laps. 15 p. 20,22 Lag. Baquiar. laps. 15 p. 21,27 Lag. Baquiar. laps. 15 p. 22,22 Lag. Baquiar. laps. 15 p. 23,7‐8 Lag. Baquiar. laps. 15 p. 24,28 Lag. Baquiar. laps. 18 p. 29,27‐28 Baquiar. laps. 15 p. 35,7 Lag. Baquiar. laps. 3 p. 43,7 Lag. Baquiar. laps. 15 p. 48,12 Lag. Baquiar. laps. 15 p. 53,7 Lag. Baquiar. laps. 18 Baquiar. laps. 15 p. 58,19 Lag. p. 62,15 Lag. Baquiar. laps. 15 p. 63,5 Lag. Baquiar. laps. 21 p. 63,16 Lag. cfr. Baquiar. (?) epist. 2 p. 64 p. 71,5 Lag. Baquiar. laps. 21 p. 75,4‐5 Lag. Baquiar. laps. 20
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 901
FUENTES
901
Liber quaestionum Hebraicarum in Genesim 5,25‐27 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 172 21,9‐21,18 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 176 Vita s. Pauli Thebaei 5,1
Valer. ord. quer. 1,2
Ps.‐ Jerónimo de Estridón Indiculus de haeresibus 38
Baquiar. fid. 4
Julián Pomerio De uita contemplatiua 1,20,2
Eutrop. distr. p. 21
Julián de Toledo Prognosticum futuri saeculi tit.
Idal. epist. 1 (ad Iulian.) p. 5, id. epist. 2 (ad Suntf.) p. 7
Juvenal Saturae 1,15 7,111 8,269‐271
cfr. Braul. epist. 11 (ad Taio.) p. 82 cfr. Consen. epist. 11*,19,2 cfr. Consen. epist. 12*,16,4
Juvenco Euangeliorum libri IV 3,365 4,349
Taj. ad Quir. 2 cfr. Braul. conf. 6
Lactancio Institutiones diuinae 7,3,6
cfr. Consen. epist. 12*,7,4
León Magno Tractatus septem et nonaginta 83, lín. 57‐60 cfr. Isid. (?) ad Eugen. 2 83, lín. 57‐58 cfr. Ascan. epist. 13,1 Marcial Epigrammata 8,27,2
cfr. Juli. (?) ad Modoen. 3,2
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 902
902
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Orígenes Commentarii in Epistulam Pauli ad Romanos 10,2,2 cfr. Baquiar. fid. 2 Commentarium in Canticum canticorum prol. 2,46 cfr. Taj. ad Quir. 5 De principiis 1,8,4
cfr. Baquiar. laps. 8
Homiliae XIV in Ieremiam 9 cols. 652C‐653A 11 col. 673A‐B 11 col. 673B 11 col. 673C
Eutrop. distr. p. 22 Eutrop. distr. p. 26 Eutrop. distr. p. 26 Eutrop. distr. p. 26
Orosio Commonitorium 2,1
cfr. León I epist. 15,10,1
Ovidio Ex Ponto 3,9,7‐10
cfr. Consen. epist. 12*,16,4
Fasti 2,248 3,738
cfr. Braul. epist. 11 (ad Taio.) p. 82 Braul. epist. 11 (ad Taio.) p. 84
Heroides 4,45‐46
cfr. Consen. epist. 12*,7,4
Pascasino de Lilibea Epistola ad Leonem papam 3 (p. 250) 4 (p. 250)
Braul. epist. 22 (ad Eutr.) p. 116 Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 112
Pascasio de Dumio Apophthegmata Patrum 12,1 38,1 93,3 93,8‐9
Valer. sup. quer. 3,2 Valer. sup. quer. 3,2 Valer. sup. quer. 3,1 Valer. sup. quer. 3,1
Pasionario hispánico Passio s. Christofori et comitum 23 Valer. replic. 3,3 Passio s. Eugeniae et comitum 13 Valer. replic. 6,1
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 903
FUENTES
903
Passio s. Eulaliae Emeritensis 3 Valer. epist. Eger. 3 Passio s. Iohannis 17
Valer. de Bonel. 2
Passio ss. Iuliani atque Basilissae et comitum 25 Valer. replic. 2,3 42 Valer. de Bonel. 5 56 Valer. de Bonel. 2 Passio s. Sebastiani 14 92 94 95
Valer. de Bonel. 2 Valer. ord. quer. 6,11 Valer. ord. quer. 6,11 Valer. ord. quer. 6,11
Paterio Liber testimoniorum ueteris Testamenti prol. lín. 5‐12 (= col. 683A) Taj. ad Eugen. p. 358 prol. lín. 25‐28 (= col. 684A) Taj. ad Eugen. p. 358 Paulino de Nola Epistulae 4,1
Quír. ad Taio. 1
Ps.‐ Paulino de Nola Carmen 32 v. 181
Bulgar. epist. visig. 11 p. 31
Plauto Persa 729
cfr. Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 112, cfr. Isid. (?) ad Eugen. 3
Prisciliano Canones in Pauli apostoli epistulas a Peregrino episcopo emendati 3 (p. 168) cfr. Baquiar. (?) epist. 1 (p. 51), epist. 2 (p. 56) 31 (p. 180) cfr. Baquiar. (?) epist. 1 (p. 50) 68 (p. 196) cfr. Baquiar. fid. 6 Tractatus XI tract. 1, lín. 8‐10 tract. 1, lín. 12 tract. 1, lín. 14‐15 tract. 1, lín. 40 tract. 1, lín. 48 tract. 1, lín. 118‐119
cfr. Baquiar. fid. 2 cfr. Baquiar. fid. 2 cfr. Baquiar. fid. 3 cfr. Baquiar. fid. 3 cfr. Baquiar. fid. 3 cfr. Baquiar. fid. 6
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 904
904
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
tract. 1, lín. 194‐209 tract. 1, lín. 239‐240 tract. 1, lín. 250‐252 tract. 1, lín. 259‐261 tract. 1, lín. 436‐438 tract. 1, lín. 502‐509 tract. 2, lín. 47 tract. 3, lín. 101‐102 tract. 5, lín. 88 tract. 6, lín. 13
cfr. Baquiar. laps. 19 cfr. Baquiar. laps. 19 cfr. Baquiar. laps. 19 cfr. Baquiar. laps. 19 cfr. Baquiar. fid. 1 cfr. Baquiar. fid. 6 cfr. Baquiar. fid. 3 cfr. Baquiar. fid. 3 cfr. Baquiar. (?) epist. 2 (p. 64) cfr. Baquiar. (?) epist. 1 (p. 54)
Proterio de Alejandría Epistola ad Leonem papam 1 (p. 270)
Braul. epist. 22 (ad Eutr.) p. 114
Quintiliano Institutio oratoria 12,9,9
cfr. Braul. epist. 11 (ad Taio.) p. 84
Quírico de Barcelona Epistula II ad Ildefonsum Toletanum ep. lín. 15‐16 Juli. ad Eruig. p. 148 Rufino de Aquilea Apologia ad Anastasium 1 2 3 4 6
Baquiar. fid. 3 Baquiar. fid. 3 Baquiar. fid. 3 Baquiar. fid. 3 cfr. Baquiar. fid. 4
Versio latina ‘Historiae ecclesiasticae’ Eusebii Caesariensis tit. Braul. epist. 22 (ad Eutr.) p. 116 1,7,11 cfr. Baquiar. (?) epist. 1 p. 50 3,6,18 Valer. ord. quer. 6,8 3,37,1 cfr. Baquiar. fid. 2 Sedulio Paschale carmen 1,123‐126
Valer. ord. quer. 1,3
Servio Vita Vergilii p. 153, lín. 4‐6
Eugen. ad Chind. p. 325
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 905
FUENTES
905
Sulpicio Severo Dialogi 1,18,1 1,22,5
Isid. (?) ad Claud. 9 Valer. ord. quer. 1,4
Epistula III 6 16 18
cfr. Redem. obit. 2 cfr. Baquiar. laps. 16, Redem. obit. 3, 4 cfr. Redem. obit. 2
Vita s. Martini Turonensis 7,2
cfr. Valer. ad Don. 9
Teófilo de Alejandría Canon paschalis 3 (p. 224) 4 (p. 225)
cfr. León epist. comput. 6 cfr. León epist. comput. 6
Terencio Andria 68
Eutrop. distr. p. 21
Eunuchus 47‐49 223 629‐641 1027 1028
cfr. Consen. epist. 12*,7,3 cfr. Consen. epist. 12*,7,3 cfr. Consen. epist. 12*,13,1 cfr. Consen. epist. 12*,14,2 cfr. Consen. epist. 12*,14,3
Hecyra 17
cfr. Consen. epist. 12*,4,3
Phormio 541
cfr. Braul. epist. 21 (ad Honor.) p. 112, cfr. Isid. (?) ad Eugen. 3
Valerio del Bierzo Nuperrima editio de uana seculi sapientia 2 Valer. ord. quer. 2,2 13 ad Don. 6 16 Valer. de Bonel. 2 Victorio de Aquitania Cursus paschalis 3 (p. 18,17‐19) 11 (p. 26,6‐13)
León epist. comput. 4 León epist. comput. 2
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 906
906
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Vigilio papa Epistula ad Profuturum Bracarensem ep. 2 (p. 155) Mart. ad Bonif. 2 Vigilio de Tapso Dialogus contra Arrianos, Sabellianos et Photinianos 2,20, lín. 6‐17 (pp. 337‐338) Siseb. epist. visig. 8 pp. 25‐26 2,21, lín. 14‐18 (p. 339) Siseb. epist. visig. 8 p. 26 2,22, lín. 9‐48 (pp. 341‐344) Siseb. epist. visig. 8 pp. 26‐27 2,25, lín. 3‐9 (pp. 347‐348) Siseb. epist. visig. 8 p. 27 3,4, lín. 22‐23 (p. 360) Juli. apol. 1 3,19, lín. 12 (p. 382) cfr. Siseb. epist. visig. 8 p. 25 Virgilio Aeneis 1,462 1,515 2,723‐724 6,309‐310 11,508 12,50‐51
cfr. Juli. ad Idal. p. 14 Braul. 36 (ad Eugen.) p. 142 cfr. Consen. epist. 12*,15,2 Licin. ad Epiph. 11 Braul. epist. 44 (ad Fruct.) p. 170 Braul. epist. 11 (ad Taio.) p. 82
Georgica 1,294 3,145
cfr. Anon. epist. ad Agap. p. 44 Valer. replic. 16,2
Vita s. Fructuosi 1 6 8 15 18
Valer. celest. reuel. 1, id. replic. 7,1 Valer. ord. quer. 4,2, ibid. 7,3, id. replic. 7,3, ibid. 13,1, id. sup. quer. 1,1 Valer. ord. quer. 1,1 Valer. replic. 17,1 Valer. ord. quer. 6,2
Vitas ss. Patrum Emeretensium 1, lín. 31‐34 cfr. Valer. ad Don. 4
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 907
II. ÍNDICES 1. ÍNDICE DE LOS NOMBRES DE PERSONA * Aarón (hermano de Moisés): 54 (n. 50), 76, 100 (n. 390), 578, 747 (n. 985) Abdías (profeta): 55 Abel (hijo de Adán): 441 Abibas (hijo de Gamaliel): 44‐45 Abihú (hijo de Aarón): 54 (n. 50), 343 Abirón (personaje bíblico): 343 Abisay (hermano de Joab): 81 (n. 242) Abner (capitán de Saúl): 82 Absalón (hijo de David): 90‐92 Abraham (patriarca bíblico): 54, 55, 68, 75 (n. 191), 76, 79, 110‐111, 123, 515, 607, 638, 713‐714, 715 (n. 889), 811 Acacio de Constantinopla: 279, 322, 323 Acán, v. Achar Acaz (rey de Judá): 715 Achar (personaje bíblico): 184 Adaloaldo (rey lombardo): 525‐527, 544‐545, 547 (n. 285, 287) Adán: 64, 74 (n. 182), 100, 212, 383, 638 Adeodato de Cumas: 265 Adeodato de Velletri: 265 Agapio (obispo hispano de sede desconocida): 142, 146‐147, 155 Agapio (obispo hispano, quizás Agapio II de Córdoba): 417, 478‐483, 484 (n. 92), 489‐492, 507, 561 Agapito (cónsul): 301, 311, 315, 317, 321 Agar (madre de Ismael): 703, 713‐714, 715 (n. 889) Agatón (papa): 761‐763, 768, 773, 776 Ageo (profeta): 123 Ágila (rey visigodo): 384 Agilulfo (rey lombardo): 525 Agustín de Hipona: 20, 59 (n. 85), 110 (n. 460), 123 (n. 569), 124 (n. 574), 128‐ 130, 132‐135, 140‐141, 157‐158, 164, 173, 202‐206, 370, 385‐387, 391‐392, 401‐402, 404, 406‐407, 567, 595, 655‐656, 664‐665, 679, 699‐700, 708, 710, 712, 733, 783, 787, 789‐790 Ajab (rey de Israel): 55 Ajaz, v. Acaz Alanos: 38 Alarico II (rey visigodo): 278, 287, 329‐330, 335 Alecio (presbítero galo): 310‐311 Alipio (obispo de Tagaste): 130, 136 Amalarico (rey visigodo): 292, 336 Amalec (padre de los amalecitas): 199 *
No se recogen las referencias a Jesucristo, a Dios y al Espíritu Santo.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 908
908
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Ambrosio de Milán: 24, 173, 406‐407, 480, 574 (n. 374), 612, 793 Amelio (presbítero): 521, 538‐539 Amnón (hijo de David): 90 Ampelio (varón ilustre): 329, 331‐332 Ananías (miembro de la primera comunidad cristiana de Jerusalén): 378 Anastasia (esposa del emperador Tiberio II): 468‐469, 473 Andrés (apóstol): 228, 235 Ansemundo (legado visigodo): 519, 521, 532, 534‐535 Antedio (presbítero franco): 560‐561, 563 Apio (autor romano): 660 Apio Claudio el Ciego: 660 (n. 682) Apio Claudio Pulcher: 660 (n. 682) Apolinar de Laodicea: 777, 790 Apuleyo de Tarquinia: 265 Aquiles (héroe griego): 167 Ardabur (cónsul): 251 Arigio de Lyon, v. Aridio Arioaldo (rey lombardo): 526 Arrio (hereje): 777 Arsenio (santo): 853 Artemisia (esposa de Melecio): 170, 197 Asael (hermano de Joab): 82 Ascanio de Tarragona: 252‐261, 263, 267‐268, 270‐273, 274 (n. 897) Asterio (conde): 35, 131‐132, 144‐145, 148 (n. 627) Asterio de Forum Clodii: 265 Asterio de Gabii: 265 Atanagildo (hijo de Hermenegildo): 466‐470, 472‐473 Atanagildo (rey visigodo): 384‐385, 431 Atanasio de Alejandría: 206, 574, 580, 781‐782 Ataúlfo (rey visigodo): 39 Aurasio de Toledo: 556‐558 Aurelio de Astorga: 845 Ausencio (presbítero): 358, 360 Avito de Braga: 19, 38‐40, 42, 47 (n. 39) Avito de Vienne: 300, 305, 307‐309, 311 Aviulfo (obispo franco de sede desconocida): 560, 562 Baal (divinidad de Asia Menor): 124, 634‐635 Babón (legado franco): 469, 474 Bagaudas: 253, 257, 259 Balaam (adivino): 55, 116‐117 Balac (rey moabita): 116 Balconio de Braga: 38, 40 Baldario (eremita): 804, 806, 820, 852 (n. 1205) Baquiario: 20, 49‐52, 53 (n. 42), 54 (n. 51), 55 (n. 53), 56 (n. 64), 57 (n. 78), 58 (n. 79‐80, 85), 59 (n. 85), 60 (n. 91), 61 (n. 95, 102), 62 (n. 102), 64 (n. 117), 67 (n. 137, 143), 68 (n. 144), 69 (n. 151‐152), 70 (n. 156), 71 (n. 165), 72, 74
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 909
ÍNDICES
909
(n. 179), 77 (n. 210‐211), 79 (n. 222), 80 (n. 228), 81 (n. 242), 82 (n. 251, 253), 87 (n. 277, 281), 89 (n. 289), 90 (n. 297, 299), 91 (n. 305), 92 (n. 309), 94 (n. 328), 97 (n. 358‐359), 99 (n. 371), 102 (n. 403), 103 (n. 410), 105 (n. 426), 106 (n. 437), 109, 112 (n. 477), 116 (n. 513), 124 (n. 573, 575), 127 (n. 603) Basiliano (cristiano del Bierzo): 835 Basilio (cristiano del Bierzo): 846 Basilisco, v. Flavio Basilisco Belial: 315, 588 Benedicto II (papa): 415, 761‐765, 779‐780 Betsabé (esposa de Urías): 105‐106, 114 Bizantinos: 14, 289, 415‐416, 426, 430‐432, 451, 453‐456, 458‐459, 491, 495, 517‐523, 525‐526, 539 (n. 253), 556 Bonelo (monje): 797, 804, 817 Bonifacio (notario): 323 Bonifacio (obispo de sede desconocida): 357‐359 Bonifacio (papa): 132, 615 Booz (esposo de Ruth): 97 Braulio de Zaragoza: 12, 52, 415, 417, 524, 564, 567‐569, 594‐596, 598, 599 (n. 475‐476), 600 (n. 480), 601 (n. 490), 603 (n. 507), 604‐605, 611, 614‐615, 620, 621 (n. 565), 624‐627, 629‐630, 631 (n. 590), 636, 643‐644, 651‐655, 658, 660 (n. 680), 661‐662, 663 (n. 696), 666 (n. 717), 668 (n. 725‐726), 684‐ 687, 689, 697 (n. 808), 698‐701, 704, 706 (n. 839, 843), 709 (n. 856), 715 (n. 888‐889), 749 (n. 988) Británicos (cuerpo del ejército romano): 36 Brunequilda (abuela de Teodorico II): 466‐468, 470‐473, 475, 492, 494‐498, 502, 504, 506, 526 Bulgarano (conde): 16, 416, 478‐479, 488‐499, 500 (n. 126), 503, 504 (n. 146), 507, 508 (n. 161‐163), 509 (n. 170), 510 (n. 174), 512 (n. 183), 513, 514 (n. 198), 515 (n. 206, 208), 527 Caín (hijo de Adán): 441 Calepio (cónsul): 251 Cam (hijo de Noé): 382 Camós (divinidad moabita): 87 Cándido de Tíbur: 265 Caprario (diácono): 133, 161 Caprario de Casino: 265 Capreolo de Cartago: 202‐207, 210, 213 (n. 767) Caribdis (monstruo mitológico): 636 Carterio (obispo de la Gallaecia): 718 Casiano (autor literario): 366, 375 (n. 144‐145), 376 (n. 149), 380 (n. 166), 480, 699, 703‐704 Casiano (diácono hispano): 300, 305, 316 Catelo (funcionario al servicio de Teodorico el Amalo): 331 Ceciliano (judío de Magona): 170, 175, 192‐193 Cecilio de Mentesa: 519, 522‐523, 528, 531 Cefas (sobrenombre de san Pedro): 573
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 910
910
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Celedonio (mártir): 255 Celestino (hereje): 129, 167 Celestino I (papa): 323 Celihel: 47 Ceponio (obispo de sede desconocida): 226, 230, 232, 251 Cerdón (hereje): 240 César, v. Julio César Cesáreo de Arlés: 304 Cesáreo (patricio bizantino): 16, 517‐522, 530, 531 (n. 229), 532, 534 (n. 238), 535, 536 (n. 245), 537 (n. 246, 248), 538 Childeberto II: 466‐477, 494 Chindasvinto (rey visigodo): 419, 657, 686, 694, 719 Chintila (rey visigodo): 625‐628, 630‐631, 636, 641‐642, 644, 648‐649, 700 Ciriaco (abad): 429, 432, 447 Cirilo de Alejandría: 173, 323, 612‐613, 615‐616, 618‐621, 786, 788 Ciro de Alejandría: 768, 777 Ciro de Fasis, v. Ciro de Alejandría Citonato (abad): 644‐646 Claudiano (poeta), v. Claudio Claudiano Claudiano Mamerto: 386‐387, 403 Claudio (duque hispano): 420, 432, 446, 565‐567, 570, 579, 584 (n. 419) Claudio Claudiano (poeta): 483 (n. 83) Claudio de Pausulae: 265 Clodio (tribuno de la plebe hostil a Cicerón): 660 (n. 682) Clotario II (rey de Neustria): 494, 497 Comenciolo, v. Comiciolo Comiciolo: 451, 454‐459, 461, 463‐464, 518 Conancio (monje), v. Tonancio (monje) Concordio de Bari: 265 Consencio: 20, 128‐135, 136 (n. 609), 138 (n. 617), 140 (n. 621), 141, 147, 158, 160 (n. 642‐643), 162 (n. 653), 168, 171‐173, 175, 205, 391 Constancio (patricio romano): 39, 201 Constante II: 761, 764 Constantina (esposa del emperador Mauricio): 468‐469, 469, 473, 475 Constantino I: 360 Constantino III: 34‐35 Constantino IV: 761, 763, 766‐767 Constantino de Aquino: 265 Cosmas Indicopleustes: 805‐806 Coré (personaje bíblico): 54, 88, 343 Crispiano de Subaugusta: 265 Cuartodecimanos (herejes): 620 Cucufate (mártir): 479 Dafne (personaje mitológico): 849 Dagoberto I (rey franco): 560‐561 Dagón (divinidad filistea): 57
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 911
ÍNDICES
911
Daniel (profeta): 122 Datán (personaje bíblico): 343 David (rey de Israel): 28, 64, 73, 79, 81‐82, 84, 88‐91, 98, 102‐103, 105‐106, 114, 136, 182, 209, 243, 249, 442, 486, 716, 739 Desiderio de Auxerre: 495 Desiderio de Cahors: 560‐563 Desiderio de Vienne: 526 Dictinio (obispo de Astorga): 24, 28, 30, 247, 708 Dictino, v. Dictinio Diocleciano (emperador): 479 Dionisio el Exiguo: 612‐615, 621 Dióscoro de Alejandría: 323 Dirigia (sobrenombre de Salomón): 106 Donadeo (abad): 797, 813, 822 (n. 1131) Donato (abad): 363‐366, 387 Donato (gramático): 588 Dorcas (viuda resucitada por san Pedro): 80 Draconcio (poeta africano): 686, 694‐695 Dructulfo (clérigo franco): 562‐563 Egeria: 798, 802‐803, 806‐808, 811 (n. 1106), 812 (n. 1108) Égica (rey visigodo): 734, 742‐744 Eladio de Tarso: 704 Eladio de Toledo, v. Heladio de Toledo Elergio (posible obispo de Egara): 491, 509 Eleuterio de Jericó: 47 Elí (personaje bíblico): 79, 378, 577 Elías (profeta): 104, 634, 810‐811, 853 Eliseo (profeta): 77, 79‐80, 83 Elpidio de Huesca: 293 Elpidio (presbítero): 23‐25, 27 Elvidio, v. Helvidio (hereje) Emeterio (mártir): 255 Emila (obispo de Barcelona): 524 Emiliano (santo): 338, 643‐645, 651, 684, 699, 704 Emmanuel: 209, 788 Ennio (poeta romano): 740 Ennodio de Pavía: 310, 312 Eparcio de Itálica: 607 Epicuro: 374 Epifanio (diácono): 385‐387, 391 Ergano (juez): 340, 348 Ervigio (rey visigodo): 733‐735, 744, 762‐764, 775, 801 Esaú (hijo de Isaac y Rebeca): 55 Escila (monstruo mitológico): 636 Esdras (personaje bíblico): 77‐78, 99, 124, 631 (n. 590) Esopo: 658
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 912
912
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Esteban (hereje): 769, 777 Esteban (obispo de sede desconocida, quizás Medina Asidonia): 451, 453‐ 459, 461‐462 Esteban (protomártir): 39‐45, 47‐48, 169, 172‐173, 176, 178‐179, 194‐195 Etna (esposa de Gamaliel): 44 Eubodio de Tifernum: 265 Eugenio I de Toledo: 565, 573, 685‐688 Eugenio II de Toledo: 417, 544 (n. 276), 644, 647, 651, 655, 670, 681 (n. 772), 684‐687, 689, 694‐695, 696 (n. 806‐807) Eulalia de Mérida (mártir): 351, 479, 584 (n. 419) Euquerio de Lyon: 704, 707, 712 Eurico (rey visigodo): 255, 278, 330, 335 Eusebio de Cesarea: 59 (n. 85), 110 (n. 460), 113 (n. 486), 615, 622 (n. 576) Eusebio de Siena: 265 Eusebio de Sutri: 265 Eusebio de Tarragona: 522‐525, 539, 540 (n. 258), 569, 604 Eusebio de Vercelli: 206, Ps.‐ Eusebio de Vercelli: 208 (n. 734) Eutiques (hereje): 310‐311, 315, 323, 777 Eutiquio (joven resucitado por san Pablo): 56, 57 (n. 70) Eutonio de Sebaste: 47 Eutropio (obispo, quizás, de Tarazona): 614, 620 Eutropio (presbítero y escritor, activo quizás en la Aquitania): 109 (n. 459) Eutropio de Valencia: 289, 363‐367, 370 (n. 114), 374 (n. 140), 375, 376 (n. 149), 377 (n. 150), 380 (n. 166), 385, 387 Eva (mujer de Adán): 74 (n. 182), 313 Evagrio (sirviente de Juan, el sobrino de Valerio del Bierzo): 848 Ezequiel (profeta): 76, 190, 341, 368, 576, 633, 655, 674 Facundo de Herminone: 113 (n. 486) Fausto de Riez: 386 Felipe (apóstol): 393 Felipe de Numana: 265 Félix III (II) (papa): 276, 278‐284 Félix de Gerona (mártir): 479, 798, 837, 839‐840 Félix de Luna: 265 Félix de Siponto: 265 Félix de Toledo: 734 Ferécides de Siro: 740 Firmino (prepósito de Rufiana): 853 Flaino (presbítero de Castro Petrense): 798, 826 Flavio Basilisco (cónsul): 264, 273, 277 Flavio Paulo, v. Paulo, duque de la Galia Narbonense Florencio de Telesia: 265 Floriano (hermano de Ceciliano): 193 Focas (emperador): 455, 459, 469, 517 Focas (gramático): 740
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 913
ÍNDICES
913
Fortunato, v. Venancio Fortunato Fotino de Sirmio: 240 Francos: 15, 329, 466‐468, 470, 501, 568, 743, 758 Fredegunda (reina de Neustria): 492 Froga (noble toledano): 556‐558 Froja, v. Froya Frontón (fundador de un monasterio en Tarraco): 131‐133, 141‐142, 145 (n. 624), 148, 156, 157 (n. 636) Froya (usurpador visigodo): 657, 677 Fructuoso de Braga: 12, 417, 653, 657, 698‐701, 704, 709 (n. 856), 717, 719, 797, 804, 820, 833, 844‐845, 852 Frunimiano, (presbítero, hermano de Braulio de Zaragoza): 643‐644, 651, 655, 670 (n. 733) Fulgencio de Ruspe: 793 Gabriel (arcángel): 208, 725 Gad (hijo de Jacob): 93 Galileo (judío de Magona): 170, 175, 192‐193 Gamaliel (fariseo doctor de la ley): 42‐47 Gaudencio de Anzio: 265 Gaudencio de Aveia: 265 Gaudencio de Scolacium: 265 Gaudencio de Vettona: 265 Gedeón (juez de Israel): 124, 186 Gelasio (papa): 279 Genserico (rey vándalo): 279 Germán de Auxerre: 703 Geroncio (general rebelde): 35 Geroncio (presbítero): 644‐646 Geroncio de Camerino: 265 Gervasio (mártir): 480 Giezi (siervo de Eliseo): 77 Godos: 19, 35, 131, 253, 303‐304, 335, 338, 440‐441, 447, 500‐501, 505‐506, 526, 544, 546 Gosvinta (reina visigoda): 430, 468, 492 Gregorio de Mérida: 25, 30‐31 Gregorio Magno: 387‐388, 405, 406, 408, 409 (n. 275), 410 (n. 276, 280), 415‐ 416, 426‐434, 437, 440, 445 (n. 58), 446, 448, 451‐460, 463‐464, 518, 527, 558, 652, 655‐656, 660, 670, 672‐673, 679, 798 Gregorio Nacianceno: 406 (n. 260), 410 Griegos: 244, 305, 312, 391, 469, 496, 548, 580, 711‐712, 740 (n. 973) Gripón (legado franco): 469, 474 Guezají (personaje bíblico): 378 Guldrimiro (legado visigodo): 497, 505 Gundemaro (rey visigodo): 416, 479, 489, 492‐496, 499, 501‐502, 504‐505, 513, 515 (n. 213), 524, 556, 569
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 914
914
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Hebreos: 76, 171, 174, 221, 393, 557‐558, 617, 619‐620, 626‐627, 629‐630, 636‐ 637, 640, 710‐713, 715, 733, 736‐737 Hecateo de Mileto: 740 Heladio de Toledo: 565, 569, 571 Helvidio (hereje): 62, 725 Heraclio I (emperador): 517‐518, 520‐521, 626 Hércules (héroe mitológico): 166 Hermenegildo (hijo de Leovigildo y pretendiente visigodo): 385‐386, 388, 427, 467‐470 Herminerico (cónsul): 264, 273 Hidacio de Chaves: 23, 38‐39, 226, 228, 230, 232, 251, 349‐350, 718, 802 Hilario (obispo hispano): 23‐25, 27, 29 Hilario (papa): 252‐261, 263‐270, 273, 274 (n. 896), 612 Hilario de Amelia: 265 Hilario de Poitiers: 389, 406, 410 Hildegiso (gardingo): 758 Hildoara (esposa de Gundemaro): 492, 514 Himerio de Tarragona: 50 Hipólito (santo): 687, 697 Hispanobizantinos: 459 Homero: 740 Honorato de Arlés: 703‐704 Honorio (emperador, 393‐423): 19, 34‐36, 43, 201 Honorio I (papa): 12, 415, 624‐627, 630, 643‐644, 653, 763, 769, 777 Hormisdas (papa): 282, 287‐288, 300‐307, 309, 311, 315, 317, 321, 324‐326 Hunerico (rey vándalo): 279, 390 Idalio de Barcelona: 742‐745, 751, 755 Ildefonso de Toledo: 336, 340, 363‐365, 417, 556, 686, 723‐724, 726, 728‐729, 731 (n. 959) Ilderico (comes de Nîmes): 758 Ingenuo de Embrun: 265, 269 Ingunda (princesa de Austrasia, esposa de Hermenegildo): 467‐468 Innumerables de Zaragoza (mártires): 479 Inocencio (judío): 171, 175, 189‐190, 199‐200 Inocencio I (papa): 19‐20, 23‐26, 52, 67 (n. 143) Ireneo (obispo, quizás de Egara, luego de Barcelona): 254‐255, 258‐260, 263‐ 264, 271‐275 Ireneo de Lyon: 113 (n. 486) Isaac (hijo de Abraham): 79, 104, 713, 716 Isaías (profeta): 209, 368, 371, 582, 633 Isidoro de Astorga: 834 Isidoro de Sevilla: 12, 293, 358, 363, 384‐387, 417, 491, 519, 564‐571, 573‐574, 577 (n. 387), 578 (n. 390‐391), 579, 584, 585 (n. 425), 588‐589, 594‐596, 598, 599 (n. 475), 603 (n. 507), 604‐606, 610 (n. 537‐538), 621, 626, 655‐656, 697 (n. 808), 712, 732‐733 Ismael (hijo de Abraham): 703, 713, 715‐716 Iuniores, v. Juniores
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 915
ÍNDICES
915
Jacob (patriarca bíblico): 93 (n. 320), 96, 185, 486 (n. 111), 785 Januario (monje y diácono): 50, 72, 77 (n. 211), 80 (n. 228), 102 (n. 403) Januario de Málaga: 430, 451, 453‐462, 464‐465 Januario de Preneste: 265 Jenaro, v. Januario Jeremías (profeta): 63, 78, 100 (n. 387), 243, 369, 371 (n. 116), 739 Jerónimo de Estridón: 58 (n. 80), 59 (n. 85), 71 (n. 165), 97 (n. 358),115 (n. 506), 293, 358, 360, 402, 480, 513 (n. 196), 655, 667, 698‐699, 702, 707, 709, 710 (n. 865), 712‐713, 715 (n. 889), 716 Jesé (padre de David): 486 Joab (general de David): 81‐82, 92 Job (patriarca bíblico): 55, 72, 113, 214, 388‐389, 409‐410, 427‐428, 436‐437, 555, 674, 739 Jonatán (hijo de Saúl): 377 Jonás (profeta): 200 José (esposo de la Virgen María): 119, 126 José (hijo de Jacob): 123, 486 (n. 111), 487 (n. 113) Josué (patriarca bíblico): 78, 95, 184 Joviniano (abad de las Islas Hyères): 704 Joviniano (hereje): 725 Juan (defensor enviado a Hispania): 451‐453, 455, 458, 460, 463‐464 Juan (diácono, asistente de Valerio del Bierzo): 835‐836 Juan (discípulo de Valerio del Bierzo, luego presbítero): 843‐844, 848 Juan (evangelista): 61, 77, 83, 215, 228, 235, 394, 422, 554, 576‐577, 580, 667 (n. 719), 668, 708, 804 Juan (obispo hispano): 24‐25, 29 Juan (sobrino y asistente de Valerio del Bierzo): 848 Juan el Ayunador, v. Juan IV Neustetes Juan el Bautista: 412, 445 Juan de Biclaro: 363, 566 Juan de Elepla: 607 Juan de Illice: 300‐302, 304‐307, 315, 318, 321, 324 Juan de Jerusalén: 39, 40 (n. 26), 43, 45‐47 Juan II (patriarca de Constantinopla): 300 Juan IV Neustetes (patriarca de Constantinopla): 468, 470, 476 Juan II de Zaragoza: 643, 645 Judá (hijo de Jacob): 182, 544 Judas Iscariote: 378 Judas Macabeo: 74 Judith (personaje bíblico): 555 Judíos: 14, 43‐44, 54, 129, 134, 166‐182, 185‐186, 188‐189, 192‐194, 196‐199, 201, 218‐220, 244, 249, 377 (n. 151), 422, 429, 433, 442, 528, 556‐557, 615, 620, 622, 625‐628, 630, 634, 636, 711, 733‐734, 735 (n. 964), 736‐738, 745, 792 Julián de Toledo: 415, 417, 654, 732‐735, 739, 742‐745, 747 (n. 985), 749 (n. 988), 750 (n. 991‐992), 751, 755, 757‐759, 762‐763, 765‐766, 780, 783
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 916
916
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Julio (cristiano de Magona): 194 Julio César: 740 Juniores (cuerpo del ejército romano): 36 Justiniano de Valencia: 293 Justiniano I (emperador): 384, 431‐432, 446, 459 Justiniano II (emperador): 766 Justino I (emperador): 300, 306, 324 Justino II (emperador): 385 Justo (diácono): 291, 293‐294, 298 Justo (mártir de Compludo): 479 Justo (presbítero enemigo de Valerio del Bierzo): 799‐800, 830 Justo de Falerii: 265 Justo de Urgel: 287‐288, 291‐296 Lactancio (escritor cristiano): 129, 159 Lamec (hijo de Matusalén y padre de Noé): 709‐710 Lázaro (el hermano de Marta resucitado por el Señor): 607 Lázaro (un mendigo citado en los Evangelios): 702 Leandro de Sevilla: 363, 385, 388‐389, 409, 426‐430, 433‐434, 437, 445, 450, 470, 528 (n. 217), 567, 583 León (hispano, desconocido por lo demás): 652, 659 León de Tarazona: 253 León I, v. León Magno León II (papa): 415, 761‐766, 771‐772, 775, 779 León Magno (papa): 226‐227, 229‐231, 236, 324, 345, 621, 708 (n. 855) León I (emperador): 277 León (monje hispano): 611‐613, 616 Leonas (mensajero): 142 Leoncio (abad de las Islas Hyères): 704 Leoncio (presbítero): 159 Leoncio de Fréjus: 704 Leovigildo (rey visigodo): 350, 363, 385‐386, 467‐468 Leporio: 207 Leto (administrador ostrogodo en Hispania): 330, 334 Leucio (hereje): 228, 235 Leudefredo de Córdoba: 570, 588‐589 Leví (hijo de Jacob): 54, 75‐76, 319 Liberio (papa): 279 Liciniano de Cartagena: 289, 363‐364, 384‐391, 401 (n. 242), 405, 410, 427‐ 428, 452 Litorio (padre de Artemisia): 170, 197 Liuva II (rey visigodo): 416, 479, 489, 492, 556 Liuvirit (conde): 329, 331‐332 Lombardos (v. también Longobardos): 466‐467, 470‐471, 491, 525‐527 Longobardos: 416, 544‐545 Lucas (evangelista): 180, 393, 804 Luciano (presbítero de Cafargamala): 40 (n. 26), 42‐44, 46‐47
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 917
ÍNDICES
917
Lucidio (diácono): 686 Lucifer (el ángel caído): 65 Lucifer de Cagliari: 27 Lucifer de Tifernum Metaurum: 265 Lucrecio de Braga: 231 Macario I de Antioquía: 769, 777 Malaquías (profeta): 576 Manasés (hijo de José y nieto de Jacob): 94 Manes (maniqueo persa del s. III): 56, 228, 231, 235, 249, 790 Maniqueos: 56, 228, 230‐231, 234‐235, 240‐242, 248, 349, 353 Mara: 438 Marciano (varón honorable): 331 Marción (hereje): 240 María (hermana de Moisés): 76‐77, 577‐578 María (Virgen), v. Virgen María María Magdalena: 223 Marracinus (obispo de sede desconocida): 339 Marte (divinidad pagana): 102 Martín I (papa): 764 Martín de Braga: 289, 350, 357‐359, 427, 614 Martín de Tours, v. Iglesia de San Martín y San Vicente Masona de Mérida: 351, 565, 571, 574, 575 (n. 377), 584 (n. 419) Matusalén (patriarca bíblico): 703, 709‐712 Maurención (primicerio): 596 Mauricio (emperador): 384‐385, 390, 426, 430‐431, 451, 453, 455, 458‐459, 466, 468‐469, 471, 474, 477 Mauricio (monje): 417, 479‐481, 483, 486 (n. 107) Maximiano (diácono): 133, 161 Maximiano (emperador): 479 Máximo (monje): 797, 803‐804, 814 Máximo (usurpador): 35 Máximo de Turín: 265, 269 Mayoriano de Asti: 265 Melecio (judío de Magona): 170, 175, 188‐190, 194, 197‐198 Melquisedec (sumo sacerdote y profeta): 76, 669 Mercurio (divinidad pagana): 102 Merovingios: 416, 488, 492‐496, 525 Migetio (monje): 46‐47 Millán (santo), v. Emiliano Minervio (abad de las Islas Hyères): 704 Minicio (obispo de la Tarraconense): 25, 29 Modoeno (obispo de difícil identificación): 734, 739 Moisés (patriarca bíblico): 54 (n. 49), 55, 70, 76, 83, 95, 100 (n. 390), 117, 222, 235, 343, 367, 380, 486, 577, 581, 586, 617, 739, 786‐788, 809‐810 Montano (hermano de Valerio del Bierzo): 848 Montano de Toledo: 288, 336‐341, 345
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 918
918
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Naamán (personaje bíblico): 99 Nadab (hijo de Aarón): 54 (n. 50), 343 Nasoam: 47 Nebridio de Egara: 293 Neftalí (hijo de Jacob): 94 Nehemías (personaje bíblico): 99 (n. 380), 631 Nestorio de Constantinopla (hereje): 204‐205, 310‐311, 315, 323, 777 Nicetio (mensajero): 574 Nicodemo (judío notable mencionado en el Evangelio de san Juan): 42, 44‐ 45, 47 Nicolás de Antioquía (hereje): 54 Noé (patriarca bíblico): 121 (n. 549), 395, 709‐710 Noemí (suegra de Ruth): 438 Numiniano (monje): 203‐204, 207, 210 Nun (padre de Josué): 184 Nundinario de Barcelona: 254‐255, 258‐259, 263, 268 Observadores (cuerpo del ejército romano): 36 Octavio (obispo africano): 265 Odoacro (rey de Italia): 278‐279 Ónfale (personaje mitológico): 166 Orígenes (exegeta cristiano): 82 (n. 253), 129, 134, 164, 389, 410 Orosio (presbítero y autor literario): 38‐39, 41, 129, 134, 169, 172, 175, 228, 243 (n. 862), 700, 708, 718 Oselo (legado bizantino): 521, 535 Ovidio (poeta romano): 660 Ozías (rey de Judá): 343 Pablo (apóstol): 32, 43, 140, 176, 180, 206, 212, 219‐220, 261 (n. 879), 272, 353, 360, 368, 371, 393‐394, 442, 486, 514, 527, 786, 853 Paladio de Salapia: 265, 270 Pantaleón (santo), v. Iglesia de la Santa Cruz, de San Pantaleón y de los San‐ tos Mártires Pascasino de Lilibea: 615, 621 Pastor (obispo antipriscilianista de la Gallaecia): 60 (n. 92) Pastor (mártir de Compludo): 479 Paterio de Brescia (secretario de Gregorio Magno): 656 Paterno de Braga: 38 Patroclo (obispo de Arlés): 129, 131‐134, 141, 142 (n. 622), 156‐157, 167 Patruino de Mérida: 24‐25, 31 Paulino (notario que debe identificarse con el notario Paulo citado más abajo): 267 Paulino (diácono): 151 Paulo (duque): 732, 757‐760 Paulo (notario que debe identificarse con el notario Paulino citado más arriba): 267 (n. 886), 268 Paulo de Acquaviva: 265, 269
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 919
ÍNDICES
919
Paulo II de Constantinopla: 768, 777 Paulo de Forum Novum: 265 Paulo de Samosata: 239 Pedro (apóstol): 28, 56, 67, 80, 215, 222‐223, 261‐262, 266, 268, 305, 323, 360, 371, 389, 411‐412, 440‐442, 445‐446, 449, 542, 550, 559, 573, 634, 764, 768, 770, 772, 774‐776 Pedro (presbítero hispano destinatario de una obra de Agustín de Hipona): 791 Pedro (regionario): 763‐765, 769, 771, 774, 778‐780 Pedro de Alejandría, v. Pedro Mongo Pedro de Antioquía: 324 Pedro de Arcávica: 364, 366‐367, 375 Pedro de Constantinopla: 768, 777 Pedro de Porto: 265 Pedro de Rávena: 308 Pedro Mongo (Pedro de Alejandría): 279, 323 Pelagio (hereje): 129, 167 Pervinco (diácono): 229 Pirro I de Constantinopla: 768, 777 Platón: 673 Policronio (hereje): 769, 777 Potamia (mujer religiosa): 645 Pretextato de Interamna: 265 Primo de Atella: 265, 270 Prisciano (gramático): 588 Priscilianistas: 14, 24, 38, 51, 129, 132‐133, 141‐142, 156‐158, 173, 226, 228‐ 232, 235‐236, 242 (n. 858), 248, 338, 344, 346, 352 Prisciliano (hereje): 28, 51‐52, 59 (n. 88), 112 (n. 477), 116 (n. 513), 124 (n. 576), 132, 227‐231, 237‐238, 247, 249, 337, 351, 700, 708 Probino (presbítero): 388, 428‐429, 437, 442 Probo de Canusia: 265, 268 Procopio de Cesarea: 430 Profuturo de Braga: 288, 349‐351, 358 Protasio (mártir): 480 Protasio de Tarragona: 687, 695, 696 (n. 806‐807) Proterio de Alejandría: 615, 621 Proyecticio de Nepi: 265 Prudencio (poeta cristiano): 255 Ptolomeo I (rey de Egipto): 711 Putifar: 486 (n. 111) Quintiliano (escritor romano): 113 (n. 486), 660 (n. 682) Quírico de Barcelona: 417, 656, 658, 677, 681, 723‐724, 726, 728‐729, 731 (n. 959) Quírico de Toledo: 762‐763, 765, 771 Rafael (arcángel): 177 Ranosindo (dux de la Tarraconense): 758 Rebeca (esposa de Isaac): 104
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 920
920
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Recaredo I (rey visigodo): 385, 388‐389, 415‐417, 419‐421, 426‐433, 435, 440, 448, 449 (n. 64), 454, 458, 489, 496, 506, 526‐527, 558 Recesvinto (rey visigodo): 654, 657, 678, 687, 700‐701, 719, 721 (n. 927) Redempto (arcediano emeritense): 570, 584 Redempto (clérigo hispalense): 570, 606 Restituto (judío al servicio de Julián de Toledo): 744‐745, 752 Restituto (obispo africano): 265 Ricimero (general romano de origen bárbaro): 278 Ricimiro (noble visigodo): 799, 828‐829 Rispá (concubina de Saúl): 73, 74 (n. 179) Roboam (hijo de Salomón): 703 Romano de Albano: 265 Romanos: 14, 35, 209, 280‐281, 415, 540 (n. 256), 586, 732, 758, 761 Rómulo Augústulo (emperador): 21 Rubén (hijo de Jacob): 93 Rubén (judío de Magona): 182, 185, 187‐188 Rufino (obispo hispano): 25, 29‐30 Rufino de Aquilea: 51, 59 (n. 85), 61 (n. 102), 62 (n. 102), 110 (n. 460), 113 (n. 486), 615, 622 (n. 576) Ruth (personaje bíblico): 55, 97 Sabelio (hereje): 239 Sabiniano (patricio): 34, 36 Safira (esposa de Ananías): 378 Sagicio (obispo de Ilerda): 143‐145, 150‐154 Salla (noble visigodo): 278 Salomón (rey de Israel): 70, 71 (n. 169), 87, 106, 114 (n. 500), 120‐121, 137, 179, 380, 383, 395, 447, 514, 549, 587, 703, 715 Salustio de Sevilla: 282, 300, 303‐304, 307, 325, 327 Samaritanos: 53‐54, 58, 710 Samuel (profeta): 371, 577 Samuel (segundo nombre de Tajón): 677 Sandrimer (abad): 544 Santiago (autor de la Epístola de Santiago del Nuevo Testamento): 853 Sara (madre de Isaac): 713 Sara (esposa de Tobías): 111 Sasánidas: 517‐519, 557 Satanás: 65, 73, 88, 104, 659, 842 Saturnino (monje de Rufiana, luego presbítero): 844‐845 Saturnino de Aviñón: 265 Saúl (rey de Israel): 73, 74 (n. 179), 79, 84, 102, 377 Scaptimundo (noble franco): 469, 477 Sedecías (rey de Judá): 63 Selemías (primogénito de Gamaliel): 44 Sem (hijo de Noé): 382 Senario (varón ilustre): 307 Seniores (cuerpo del ejército romano): 36
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 921
ÍNDICES
921
Sergio I de Constantinopla: 763, 766, 768, 777 Sergio de Narbona: 489‐490, 508 Sergio de Tarragona: 291‐296 Servando (funcionario al servicio de Teodorico el Amalo): 331 Servodeo de Nomentum: 265 Sesac (rey de Egipto): 71 (n. 169) Sesuldo (arcediano hispano): 611‐612, 614, 616 Severa (hereje): 142‐144, 152 Severo de Antioquía: 777 Severo de Málaga: 289, 384‐387, 391, 401 (n. 242) Severo de Menorca: 12, 20, 134, 165, 168‐176, 181 (n. 688), 195 (n. 708), 201 (n. 728) Severo (presbítero): 142‐146, 148‐154 Siagrio (obispo de Osca): 143, 145, 150‐151, 153‐154 Sigiberto (rey de Austrasia): 468 Silvano de Calahorra (Calagurris): 253‐261, 264, 270‐271 Silvestre I (papa): 360 Simeón (hijo de Jacob): 75 Símmaco (papa): 304 Símmaco (escritor): 740 Simón (hermano de Judas Macabeo): 126 Simón Mago: 319, 769, 777 Simplicio (conde visigodo): 762‐763, 772, 729 (n. 1041) Simplicio (diácono de Ebronanto): 830 Simplicio (papa): 276‐279, 281‐283 Simposio de Astorga, v. Sinfosio de Astorga Sinfosio de Astorga: 24, 28, 30 Sintario (obispo herético): 569, 597 Siricio (papa): 50 Sisebuto I (rey visigodo): 16, 416, 453, 479, 484 (n. 92), 497, 519, 517‐528, 530, 532, 534 (n. 238), 535, 536 (n. 245), 537 (n. 246, 248), 538‐540, 542 (n. 267), 544‐545, 546 (n. 282), 554 (n. 340), 555 (n. 341), 556‐557, 569, 594 (n. 458), 605 (n. 513), 626‐627 Sisenando (rey visigodo): 561, 568‐569, 626, 643 Sisuldo, v. Sesuldo Sócrates: 673, 740 Sofronio (presbítero): 645 Soter de Nápoles: 265 Speculatores, v. Exploradores Suevos: 14, 38, 230, 257, 259, 278, 287, 349, 357, 440 Suintila (rey visigodo): 561, 568, 626, 643 Suntfredo de Narbona: 742, 744, 755 Susacim (rey de Egipto): 71 Tajón de Zaragoza: 12, 417, 651‐658, 660 (n. 680), 661‐662, 663 (n. 696), 668 (n. 725), 670, 671 (n. 736), 672 (n. 741), 675 (n. 755‐756), 676 (n. 759), 677, 681, 749 (n. 988)
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 922
922
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Tarra (monje): 417, 419‐421, 422 (n. 11), 423 (n. 11) Tatilán (legado visigodo): 497, 505, 527 Temistio (diácono y hereje): 777 Teodeberto II (rey de Austrasia): 494, 497‐502 Teoderico II, v. Teodorico II Teodolinda (madre de Adaloaldo): 525‐526, 544‐545, 547 (n. 285), 548 Teodora (cristiana de Magona): 181 Teodora (cristiana del Bierzo): 839 Teodorico (legado bizantino): 521,536, 538‐539 Teodorico II (rey de Borgoña): 491, 494‐498, 502, 504, 526 Teodorico el Amalo: 278, 292, 301, 303, 329, 331‐332 Teodoro (abad de las Islas Hyères): 704 Teodoro (judío de Magona): 169‐171, 175, 179, 181, 185‐193, 196 Teodoro de Farán: 768, 777 Teodosio (hijo del emperador Mauricio): 469, 474‐475 Teodosio I: 621 Teodosio II: 43, 172, 202 Teodosio de Alejandría: 777 Teófilo de Alejandría: 612‐613, 615‐616, 618‐621, 854 Terenciano: 276, 278‐284 Terencio (comediógrafo romano): 161, 365 Tersites (personaje mitológico): 167 Teudila (hijo de Sisebuto): 416, 519, 527‐528, 540, 544 Teudis (rey visigodo): 292 Teudisclo (rey visigodo): 292 Tiberio II (emperador): 385, 469 Tiberio de Cures Sabinorum: 265, 270 Tiburcio de Capua: 265 Ticiano (obispo de Tarragona): 143, 145‐146, 150‐151, 154 Timoteo (corresponsal de san Pablo): 71 (n. 168), 353, 368 Timoteo Eluro: 323 Timoteo II de Alejandría, v. Timoteo Eluro Tito (corresponsal de san Pablo): 353 Tobías (patriarca bíblico): 86 Tomás (apóstol): 28, 228‐229, 234‐235 Tonancio (monje): 20, 202‐207, 208 (n. 734), 210, 213 (n. 767) Toribio (corresponsal de Montano de Toledo): 336, 338‐341, 345, 348 (n. 59) Toribio de Astorga: 226‐232, 236, 337, 345, 351, 708 (n. 855), 718 Totilán (legado visigodo): 527, 544 Trajano (subdiácono): 258, 273‐274 Turnino (diácono): 624, 631 Urano (obispo de sede desconocida): 265 Urías (soldado hitita de David): 105 Ursición (monje): 150‐154 Uzá (personaje bíblico): 343
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 923
ÍNDICES
923
Valeriano (obispo): 256 Valerio del Bierzo: 12, 15, 19, 417, 794‐807, 809 (n. 1088), 812 (n. 1107), 813, 815 (n. 1120), 817 (n. 1123), 822 (n. 1131), 832 (n. 1153), 840, 850 (n. 1198) Valia (rey visigodo): 39, 131 Vándalos: 35, 204, 279 Vándalos asdingos: 38 Vándalos silingos: 38 Varrón (autor romano): 673, 740 Vascones: 657, 678, 758 Venancio Fortunato: 469‐470, 474 Venus (divinidad pagana): 102 Vero (obispo franco) v. Vero de Rodez Vero de Rodez: 494, 501 Verecundo (mensajero): 573 Vicente (diácono de Cesaraugusta y mártir): 293, 481, 487 Vicente (duque de la Tarraconense): 255, 263 Vicente de Ibiza: 389‐390, 410, 452 Vicente de Zaragoza: 386 Victorio de Aquitania: 612‐613, 617 Vidal (monje): 20, 202‐207, 208 (n. 734), 210, 213 (n. 767) Vidal (presbítero, corresponsal de Jerónimo de Estridón): 716 Vigilio (papa): 288‐289, 349‐351, 352 (n. 65), 356 (n. 74), 358 Virgen María: 62, 113, 118‐119, 204, 208, 212‐213, 239‐240, 250, 401, 553, 574, 637, 724‐726, 741, 792, 812 Virgilio (poeta romano): 659 Visigodos: 14, 278, 287‐289, 292, 339‐340, 358, 387, 389, 416, 426, 430‐433, 440, 453, 467‐468, 470, 489, 492‐493, 496‐497, 517‐522, 525, 539 (n. 253), 545, 546 (n. 282), 561, 614, 624, 626, 759 Vivencio (diácono galo): 310‐311 Volusiano (corresponsal de Agustín de Hipona): 401 Wamba (rey visigodo): 732, 734, 757‐760, 801 Witerico (rey visigodo): 416, 479, 489‐493, 525, 556, 578 Witiza (rey visigodo): 743 Zacarías (profeta): 123‐125 Zenón (emperador): 277, 279 Zenón (obispo): 21, 276‐284 Zenón de Mérida, v. Zenón (obispo) Zenón de Sevilla, v. Zenón (obispo) Zoilo (mártir): 479, 484 (n. 92) Zorobabel: 99 Zósimo (papa): 129, 132, 134, 167
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 924
924
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares 2. ÍNDICE DE LOS TOPÓNIMOS, RÍOS Y LAGOS *
Acquaviva, v. Paulo de Acquaviva Aelia: 43 África: 20, 39, 130, 133, 157, 178, 203, 290, 330‐331, 363, 387 Agali, v. Monasterio de Agali Agde: 366 Albano, v. Romano de Albano Alejandría: 173, 206, 279, 310, 323, 612‐613, 616, 621 (n. 565, 567), 768, 777, 854 Alpes: 851 Amaya: 338 Amelia, v. Hilario de Amelia Anatot, v. Puerta en Anatot Ancira: 565, 578 Andragathon: 46 Antioquía: 54 (n. 51), 310, 324, 769, 777 Anzio, v. Gaudencio de Anzio Aquilea, v. Rufino de Aquilea Aquino, v. Constantino de Aquino Aquitania: 39, 52, 109 (n. 459), 612, 617 (n. 545) Arcávica: 364 Arlés: 35, 129, 131‐132, 156, 304, 309, 703 (n. 824), 704 (n. 829) Ascalón: 85 Assido: 453 Asti, v. Mayoriano de Asti Astorga: 24, 226, 228‐229, 232, 236, 337‐338, 340, 794, 801, 824, 834 Atella, v. Primo de Atella Austrasia: 466‐470, 491, 493‐497, 525, 527 Austro: 760 Autun: 734 Aveia, v. Gaudencio de Aveia Aviñón, v. Saturnino de Aviñón Babilonia: 78, 99, 102, 104, 680, 707 Baleares, v. Islas Baleares Barcelona (v. también Barcino): 39, 254, 258‐259, 293, 417, 479, 524‐525, 656, 677, 681, 723‐724, 726, 728‐729, 742‐745, 751, 755 Barcino (v. también Barcelona): 254, 263, 268, 270, 272, 274, 540, 724, 751, 755 Bari, v. Concordio de Bari Basílica de Santa María (Roma): 264 Belén: 442 Bergidum (región) (v. también El Bierzo): 802, 807, 833 Bergidum Flavium (ciudad): 840 Beser: 93 * Se omite de este índice el término « Hispania(s) », dado que todo el volumen está consagrado a la península ibérica.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 925
ÍNDICES
925
Betel: 86 Bética, v. Provincia Bética Béziers: 156 Bierzo, El (v. también Bergidum [región], y Valerio del Bierzo): 700, 794 Braga: 12, 19, 38‐40, 231, 288‐289, 340, 349‐351, 357‐359, 417, 421, 427, 478, 614, 653, 698, 701, 719, 797 Britablo: 339, 348 Briviesca (Burgos): 256, 259, 271 Buitrago, v. Britablo Burgundia: 305, 491, 493‐497 Cabrera (isla de): 451‐452, 463 Cadés: 94 Cafargamala: 42, 44 Cafarselemia: 44 Cahors: 560‐563 Calagurris (v. también Calahorra): 261, 270‐271 Calahorra (v. también Calagurris): 253‐259, 338 Calcedonia: 323, 792 Camerino, v. Geroncio de Camerino Canusia, v. Probo de Canusia Casino, v. Caprario de Casino Capria: 452 Capua, v. Tiburcio de Capua Carpetania: 347 Cartagena: 289, 304, 363, 384‐385, 388‐391, 401 (n. 242), 405, 410, 427‐428, 453‐455 Cartaginense, v. Provincia Cartaginense Cartago: 20‐21, 202‐207, 210, 390, 518, 733 Cascante (Navarra): 256, 259, 271 Castro Petrense: 824, 827 Cauliana, v. Monasterio de Cauliana Cedar: 43 Celtiberia: 347 Cesaraugusta (v. también Zaragoza): 262, 670, 677‐678, 702 Chaves: 226 Clausuras: 758, 760 Clunia: 338 Coca: 339, 348 Cogolla, La, v. Monasterio de la Cogolla Compludo, v. Monasterio de Compludo Complutum: 459 Constantinopla: 204‐205, 279, 300, 305‐306, 309‐310, 323‐324, 358, 360, 385, 388, 427‐428, 431‐432, 459, 466‐470, 476, 495, 520‐523, 527, 580, 761, 763‐ 764, 766, 768‐769, 771, 774, 776‐777 Córdoba: 478‐481, 484 (n. 92), 490, 561, 565, 570, 572 Cornelianum (Corneilhan): 496, 506
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 926
926
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Corneilhan, v. Cornelianum Crimea: 764 Cumas, v. Adeodato de Cumas Cures Sabinorum, v. Tiberio de Cures Sabinorum Dabatalia: 46 Dalmacia: 279 Dardania: 305, 310, 314‐315 Delagabro: 45 Diocesis Hispaniarum: 203 Dióspolis: 47 Dumio: 698, 700 Ebro: 34, 253, 256, 657 Ebronanto: 799‐801, 806, 827 Éfeso: 202‐203, 206, 323, 576 Egara (v. también Tarrasa): 293, 340, 491 Egipto: 71, 76, 87, 91, 113, 119, 191, 195, 380‐381, 485, 486 (n. 111), 517, 785‐ 787, 808‐809 Elche (v. también Illice): 300, 304, 306 Embrun, v. Ingenuo de Embrun Emerita Augusta: 277 Epiro: 314 Epiro Antiguo: 305, 323 Éremo, v. Monte Éremo Escitia: 310, 323, 613 Éufrates: 115 Falerii, v. Justo de Falerii Farán (v. también Teodoro de Farán): 810 Forum Clodii, v. Asterio de Forum Clodii Forum Novum, v. Paulo de Forum Novum Francia: 498‐499 Gabii, v. Asterio de Gabii Galaad: 72 Galia, v. Galias Galia Cisalpina: 265 (n. 884) Galia merovingia: 493, 497 Galia Narbonense: 631, 759 Galias: 34, 131, 141, 207, 265, 287, 304, 308‐309, 311, 313, 494‐495, 501, 511, 560‐562, 628, 759 Galilea: 94 Gallaecia: 20, 24, 27, 38, 52, 228, 230‐231, 250‐251, 278, 287‐288, 338, 349‐350, 357‐358, 700 Germania: 470, 476 Gerona: 25, 29, 258, 292, 479 Geth: 85
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 927
ÍNDICES
927
Golán: 94 Grecia: 310, 673, 718 Hebrón: 94 Hermón, v. Monte Hermón Herramélluri, v. Libia Hipona, v. Agustín de Hipona Híspalis (v. también Sevilla): 277, 409, 712 Huesca (v. también Osca): 132, 293 Iamona: 170, 173‐174, 177‐178, 182, 196, 200‐201 Iberia: 657, 678 Ibiza: 389‐391, 410, 452 Iglesia de San Félix (Castro Petrense): 798, 837, 839‐840 Iglesia de San Martín y San Vicente: 481, 487 Iglesia de San Vicente Mártir (Sevilla): 570, 607 Iglesia de la Santa Cruz, de San Pantaleón y de los Santos Mártires (El Bierzo): 845 Iglesia de la Santa Mártir Leocadia (Toledo): 628, 636‐637, 642 Iglesia de los Santos (Ebronanto): 827 Iglesia de los Santos Apóstoles (Rufiana): 849, 852 Iglesia de los Santos Mártires (León): 820 Ilerda (v. también Lérida): 143, 145, 150, 152 (n. 631) Iliria (v. también Ilírico): 58 (n. 80), 305 Ilírico (v. también Iliria): 310, 314, 323 Illice (v. también Elche): 315 Interamna, v. Pretextato de Interamna Irupinas: 505 Islas Baleares: 20, 160, 171, 175, 177, 384, 390‐391, 451 Israel: 76, 84, 87, 89, 91, 97, 123‐124, 176, 195, 198, 201, 341, 368, 377, 381‐ 382, 486, 581, 629, 633, 638, 703 (n. 822), 736, 787, 809 Italia: 19, 39, 276, 280, 283‐284, 301, 305, 316, 330, 432, 442, 449, 527, 692 Iubiniacum (Juvignac): 496, 506 Jericó: 47, 89, 811 Jerusalén: 39, 40 (n. 26), 42‐44, 48, 86, 100 (n. 387), 178, 425 (n. 25), 518‐519, 541, 576, 628, 641, 667, 680, 707, 804, 817 (n. 1123) Jordán: 93 Judá (reino): 576 Juvignac, v. Iubiniacum León (ciudad): 820 Lérida (v. también Ilerda): 132, 291‐292, 366 Letrán: 764 Libia (= Herramélluri [La Rioja]): 256, 259, 271 Lidda: 47 Lilibea, v. Pascasino de Lilibea Loja: 481
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 928
928
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Luna, v. Félix de Luna Lusitania: 38, 250, 278, 282, 301, 303‐304, 326, 420, 424, 580 (n. 396), 584 (n. 419) Macedonia: 180 Magona: 170‐171, 173‐174, 177‐178, 182 Málaga: 289, 384, 386, 391, 401 (n. 242), 428‐430, 449, 451, 453‐456, 458‐459, 461, 464 Mallorca: 170, 179, 196, 452, 463 Mará (lago): 198 Marsella, v. Genadio de Marsella Massilia (Marsella): 449 Mauritania Cesariense: 177 Medión: 265 Mediterráneo: 20, 204, 288, 358, 430 Menorca (v. también Severo de Menorca): 39, 129, 168, 170‐172, 175‐177 Mentesa, v. Cecilio de Mentesa Mérida (v. también Emerita Augusta): 21, 24‐25, 31, 228, 277‐278, 282, 287, 303, 351, 420, 424, 479, 570, 574, 580 (n. 396), 584 (n. 419) Mesopotamia: 104 Milán, v. Ambrosio de Milán Moab: 97 Monasterio de Agali: 723 Monasterio de Cauliana: 419‐420, 423 Monasterio de la Cogolla: 643 Monasterio de Compludo: 824 Monasterio de Rufiana: 796‐797, 801‐802, 833, 851 Monasterio Servitano: 363‐364, 385, 387 Monte de Elías: 810 Monte Éremo: 810 Monte Hermón: 810 Monte Nabau: 810 Monte Nebo, v. Monte Nabau Monte de los Olivos: 121 Monte Sinaí: 810 Monte Tabor: 810 Murallas Natatorias: 101 Nabau, v. Monte Nabau Nebo, v. Monte Nabau Nápoles, v. Soter de Nápoles Narbona: 39, 489‐490, 508, 742, 744, 755 Narbonense, v. Provincia Narbonense Nazaret: 54 Nepi, v. Proyecticio de Nepi Neustria: 491, 494, 497, 525 Nicea: 302, 323, 580, 612, 615, 619, 622 Nicópolis: 314‐315
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 929
ÍNDICES
929
Nomentum, v. Servodeo de Nomentum Numana, v. Felipe de Numana Occidente: 14, 56 (n. 65), 57, 58 (n. 79), 177, 231, 253, 277‐278, 293, 305‐306, 389, 417, 455, 634, 699, 704, 718, 808 Océano: 701, 802, 812 Oriente: 56‐57, 58 (n. 79), 123, 129, 165, 177, 204, 210, 277, 279, 281, 306‐307, 324, 357, 365, 634, 692, 758, 760, 805, 808, 811 (n. 1106), 812, 821 Orleans: 366, 613 Osca (v. también Huesca): 143, 145, 150‐151 Palacio real de Toledo: 628, 636, 642 Palencia: 337‐338, 340‐341 Palestina: 517 Pampilona (v. también Pamplona): 36 Pamplona (v. también Pampilona): 19, 34‐35 Panonia: 314 Pausulae, v. Claudio de Pausulae Pirineos: 34, 562, 657, 678, 744 Porto, v. Pedro de Porto Provincia Bética: 24, 27, 38, 278, 282, 288, 301, 303‐304, 306, 326, 699 Provincia Cartaginense: 24, 27, 250, 287, 301, 339, 389 Provincia Narbonense (v. también Galia Narbonense): 129, 628, 732, 734, 744, 757‐759 Provincia Tarraconense: 20‐21, 29, 38, 128‐129, 131‐132, 173, 250, 252‐257, 259‐261, 263, 267‐268, 270, 274 (n. 897), 278, 287‐288, 291‐293, 295, 301, 304, 338‐339, 421, 524, 657, 732, 757‐758 Provincia Tinginata: v. Tinginata Preneste, v. Januario de Preneste Puerta del Estercolero: 101 Puerta del Ganado: 100 Puerta del Pescado: 100 Puerta de la Cosecha: 101 Puerta en Anatot: 100 Puerta Fuerte: 101 Ramot: 93 Rávena: 35, 288, 301, 308, 329 Recópolis: 363 Reino Burgundio: v. Burgundia Rin: 38 Roma: 20‐21, 23, 26, 34, 36, 39, 52, 56, 58 (n. 79), 59 (n. 85), 130, 132, 167, 228‐ 231, 252, 255, 257, 259, 265, 270, 276, 279‐281, 288‐289, 302, 305‐310, 323‐ 324, 329, 331, 345, 350, 358, 385, 411, 416‐417, 428, 430, 433, 451, 454‐455, 457, 566, 585‐586, 588, 612‐613, 621 (n. 566), 626, 655‐656, 670, 672‐674, 714, 762, 765‐766, 777, 780, 854 Rufiana, v. Monasterio de Rufiana
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 930
930
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Salapia, v. Paladio de Salapia Samaría: 186 Samosata, v. Paulo de Samosata Santa María, v. Basílica de Santa María Santa María de Cubillana: 420 Santos Lugares: 40 Sarepta de Sidonia: 55 Scolacium, v. Gaudencio de Scolacium Sebaste, v. Eutonio de Sebaste Segovia: 339‐340, 348 Segunda Siria: 305, 323 Seo de Urgel: 291, 293, 295‐296, 340 Septimania: 304, 489‐490, 492‐496, 561‐562, 744 Servitano, v. Monasterio Servitano Sevilla (v. también Híspalis, Isidoro de Sevilla, Leandro de Sevilla): 277‐278, 282, 300, 303‐304, 307, 325, 455, 479, 482, 490, 569, 571 Siena, v. Eusebio de Siena Sinaí, v. Monte Sinaí Sion: 541 Siponto, v. Félix de Siponto Siquén: 94‐95 Siria (v. también Segunda Siria): 186, 517 Sodoma: 75 Subaugusta, v. Crispiano de Subaugusta Sutri, v. Eusebio de Sutri Tabernáculo del Encuentro: 587 Tabor, v. Monte Tabor Tagaste: 130 Tarazona: 253, 256‐257, 259‐260, 271, 614 Tarquinia, v. Apuleyo de Tarquinia Tarraco (v. también Tarragona): 142‐143, 145‐146, 150‐152, 157 (n. 636), 605 Tarraconense, v. Provincia Tarraconense Tarragona (v. también Tarraco): 35, 50, 132, 255, 258, 260, 273, 292, 294‐296, 300, 303‐304, 490, 524‐525, 539, 604 (n. 509), 687, 695 Tarrasa (v. también Egara): 293 Tebaida: 802, 808, 820 Telesia, v. Florencio de Telesia Templo de Salomón: 587 Tíbur, v. Cándido de Tíbur Tierra Santa: 557, 806 Tifernum, v. Eubodio de Tifernum Tifernum Metaurum, v. Lucifer de Tifernum Metaurum Tingitana (Mauritania Tingitana): 203 Toledo (v. también Aurasio de Toledo, Eugenio I y II de Toledo, Félix de To‐ ledo, Julián de Toledo, Ildefonso de Toledo, Montano de Toledo, Quírico de Toledo, Recaredo de Toledo, Sisebuto de Toledo): 15, 23‐26, 29‐30, 52,
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 931
ÍNDICES
931
60 (n. 92), 64 (n. 117), 229, 258, 288, 292‐293, 337, 339‐340, 342, 347 (n. 56), 357, 363, 388, 415, 421, 426‐427, 479, 481, 488, 490‐493, 523, 528, 556‐557, 565, 568‐571, 604, 614, 624‐628, 636‐637, 643‐644, 648‐650, 684‐686, 701, 723‐724, 734, 742‐745, 751, 755, 757‐759, 762, 765‐766, 801, 834 Tolosa (reino visigodo de): 253, 278, 287 Tracia: 305, 314, 323 Tricio (La Rioja): 256, 259, 271 Turín, v. Máximo de Turín Urgel, v. Seo de Urgel Valencia: 293, 363, 367, 375 Valle del Ebro: 34, 657 Varea (La Rioja): 256, 259, 271 Velletri, v. Adeodato de Velletri Vettona, v. Gaudencio de Vettona Vienne: 300, 305, 307‐311, 526 Vouillé: 287, 329 Yamnia: 74 Zaragoza (v. también Cesaraugusta): 12, 24, 52, 253, 256‐257, 260, 386, 417, 479, 524, 567, 594‐596, 598, 604‐605, 620, 624, 630, 636, 643‐644, 651, 657‐658, 661‐662, 670, 677, 684, 687, 689, 697 (n. 808), 698‐699, 701, 704, 749 (n. 988)
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 932
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 933
BIBLIOGRAFÍA
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 934
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 935
1. SIGLAS BHL = Bibliotheca Hagiographica Latina Antiquae et Mediae Aetatis, 2 vols., Bruxelles, Socii Bollandiani, 1898‐1899 (Subsidia Hagiographica, 6) (reimpr. en 1 vol., 1992) + Henricus Fros (ed.), Bibliotheca Hagiographica Latina Antiquae et Mediae Aetatis. Novum Supplementum, Bruxelles, Société des Bollandistes, 1986 (Subsidia Hagiographica, 70). CIL II = Corpus Inscriptionum Latinarum, vol. 2: Inscriptiones Hispaniae Latinae, Emil Hübner (ed.), Berlin, Apud Georgium Reimerum, 1869 (reimpr. 1957, 1975). CLEHisp = Concepción Fernández Martínez, Joan Gómez Pallarès, Javier del Hoyo (eds.), Carmina Latina Epigraphica Hispaniae. Portal de poesía epi‐ gráfica latina: búsquedas icónicas y textuales, URL: (17/10/2018). CPG = Maurice GEERARD, François GLORIE, Jacques NORET, Clauis Patrum Graecorum, 5 vols. (vol. 4, 20182) + Supplementum + vol. IIIA, Turnhout, Brepols, 1974‐2018 (Corpus Christianorum, Series Graeca). CPL = Eligius Dekkers, Aemilius Gaar, Clauis Patrum Latinorum, Steenbrugis, Brepols, 19953 (Corpus Christianorum, Series Latina). CPPM = John Machielsen, Clauis Patristica Pseudepigraphorum Medii Aeui, 5 vols., Turnhout, Brepols, 1990‐2003 (Corpus Christianorum, Series Latina). CSEL = Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum. ICERV = José Vives, Inscripciones cristianas de la España romana y visigoda, Barcelona, CSIC, 19692 (19421) (Monumenta Hispaniae Sacra, Serie Pa‐ trística, 2; Biblioteca Histórica de la Biblioteca Balmes. Serie II, 18). LV = Lex Visigothorum (CPL 1802), ed. Karl Zeumer, Leges Visigothorum, Hannover‐Leipzig, Impensis Bibliopolii Hahniani, 1902 (Monumenta Germaniae Historica. Legum Sectio I: Leges nationum Germanicarum, 1) (reimpr. München, 1973). PL = Jacques‐Paul Migne (ed.), Patrologiae Latinae cursus completus, 221 vols., Parisiis, Apud Editorem, 1844‐1864. PLRE III = John Robert Martindale, The Prosopography of the Later Roman Empire III (A. D. 527‐641), vols. A‐B, Cambridge, Cambridge University Press, 1992. PLS = Adalbert Hamman, Marie‐Louise Guillaumin (eds.), Patrologiae Latinae cursus completus a J.‐P. Migne editus et Parisiis, anno Domini 1844, excusus. Series Latina: Supplementum, 5 vols., Paris, Garnier, 1958‐1974 (reimpr. 1990).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 936
936
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares 2. FUENTES ANTIGUAS
AGUSTÍN DE HIPONA, Contra epistulam fundamenti Manichaeorum (CPL 320), ed. Josephus Zycha, Sancti Aureli Augustini De utilitate credendi, De dua‐ bus animabus contra Fortunatum, Contra Adimantum, Contra epistulam fun‐ damenti, Contra Faustum, Pragae – Vindobonae – Lipsiae, F. Tempsky – G. Freytag, 1891, pp. 193‐248 (CSEL, 25,1). —, De ciuitate Dei (CPL 313), eds. Bernard Dombart, Alphonse Kalb, Sancti Aurelii Augustini De ciuitate Dei, 2 vols. Turnhout, Brepols, 1955 (CC SL, 47‐48). —, De diuersis quaestionibus LXXXIII (CPL 289), ed. Almut Mutzenbecher, Sancti Aurelii Augustini De diuersis quaestionibus octoginta tribus, De octo Dulcitii quaestionibus, Turnhout, Brepols, 1975, pp. 3‐249 (CC SL, 44A). —, De doctrina christiana (CPL 263), ed. Joseph Martin en Sancti Aurelii Au‐ gustini De doctrina christiana, De uera religione, Turnhout, Brepols, 1962, pp. 1‐167 (CC SL, 32). —, De fide et symbolo (CPL 293), ed. Josephus Zycha, Sancti Aureli Augustini De fide et symbolo, De fide et operibus, De agone christiano, De continentia, De bono coniugali, De sancta uirginitate, De bono uiduitatis, De adulterinis coniugiis lib. II, De mendacio, Contra mendacium, De opere monachorum, De diuinatione daemonum, De cura pro mortuis gerenda, De patientia, Pragae – Vindobonae – Lipsiae, F. Tempsky – G. Freytag, 1900, pp. 3‐32 (CSEL, 41). —, De Genesi ad litteram (CPL 266), ed. Josephus Zycha, Sancti Aureli Augustini De Genesi ad litteram libri duodecim, eiusdem libri capitula, De Genesi ad litte‐ ram inperfectus liber, Locutionum in Heptateuchum libri septem, Pragae – Vin‐ dobonae – Lipsiae, F. Tempsky – G. Freytag, 1894, pp. 1‐435 (CSEL, 28,1). —, De Genesi contra Manichaeos (CPL 265), ed. Dorothea Weber, Sancti Au‐ gustini opera: De Genesi contra Manichaeos, Wien, Österreichischen Aka‐ demie der Wissenschaften, 1998 (CSEL, 91). —, De musica (CPL 258), ed. PL 22, cols. 1081‐1194. —, De natura boni (CPL 323), ed. Josephus Zycha, Sancti Aureli Augustini Contra Felicem de natura boni, Epistula Secundini contra Secundinum. Acce‐ dunt Euodii de fide contra Manichaeos et Commonitorum Augustini quod fer‐ tur, praefatione utriusque partis praemissa, Pragae – Vindobonae – Lipsiae, F. Tempsky – G. Freytag, 1892, pp. 855‐889 (CSEL, 25,2). —, De natura et origine animae (CPL 345), eds. Carolus F. Urba, Josephus Zycha, Sancti Aureli Augustini De peccatorum meritis et remissione et de bap‐ tismo paruulorum ad Marcellinum libri tres, de Spiritu et littera liber unus, De natura et gratia liber unus, De natura et origine animae libri quattuor, Con‐ tra duas epistulas Pelagianorum libri quattuor, Vindobonae – Lipsiae, F. Tempsky – G. Freytag, 1913, pp. 301‐419 (CSEL, 60). —, De quantitate animae (CPL 257), ed. Wolfgangus Hörmann, Sancti Aureli Augustini Opera. Sect. I, Pars IV. Soliloquiorum libri duo, De inmortalitate animae, De quantitate animae, Vindobonae, Hoelder – Pichler – Tempsky, 1986, pp. 131‐231 (CSEL, 89). —, De spiritu et littera (CPL 343), eds. Carolus F. Urba, Josephus Zycha, Sancti Aureli Augustini De peccatorum meritis et remissione et de baptismo
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 937
BIBLIOGRAFÍA
937
paruulorum ad Marcellinum libri tres, de Spiritu et littera liber unus, De na‐ tura et gratia liber unus, De natura et origine animae libri quattuor, Contra duas epistulas Pelagianorum libri quattuor, Vindobonae – Lipsiae, F. Tempsky – G. Freytag, 1913, pp. 153‐229 (CSEL, 60). —, De trinitate (CPL 329), eds. William J. Mountain, François Glorie, Sancti Aurelii Augustini De trinitate libri XV, 2 vols., Turnhout, Brepols, 1968 (CC SL, 50‐50A). —, De utilitate ieiunii (CPL 311), ed. Gert Partoens, «An anti‐Donatist sermon on fasting: Augustine’s De utilitate ieiunii. A new critical edition with phi‐ lological introduction», Sacris Erudiri, 51 (2012), pp. 151‐194: pp. 181‐194. —, Enarrationes in Psalmos (CPL 283), eds. Emil Dekkers, Johannes Fraipont, Sancti Aurelii Augustini Enarrationes in Psalmos, 3 vols., Turnhout, Bre‐ pols, 1956 (CC SL, 38‐40). —, Enchiridion (CPL 295), ed. Ernest Evans en Sancti Aurelii Augustini De fide rerum inuisibilium, Enchiridion ad Laurentium de fide et spe et caritate, De catechizandis rudibus, Sermo ad cathecumenos de symbolo, Sermo de dis‐ ciplina christiana, Sermo de utilitate ieiunii, Sermo de excidio urbis Romae, De haeresibus, Turnhout, Brepols, 1969, pp. 33‐114 (CC SL, 46). —, Epistula 137 (CPL 262), ed. Klaus D. Daur, Aurelii Augustini opera. Pars III,3: Sancti Aurelii Augustini Epistulae CI‐CXXXIX, Turnhout, Brepols, 2009, p. 256‐274 (CC SL, 31B). —, Epistulae 166, 169 (CPL 262), ed. Aloisius Goldbacher, S. Aureli Augustini Hipponensis episcopi Epistulae. Pars III: Ep. CXXIV‐CLXXXIVA, Vindobonae – Lipsiae, F. Tempsky – G. Freytag, 1904, pp. 545‐585 y 611‐622 (CSEL, 44). —, In Iohannis euangelium tractatus (CPL 278), ed. Radbodus Willems, Sancti Aurelii Augustini In Iohannis euangelium tractatus CCXIV, Turnhout, Bre‐ pols, 1954 (CC SL, 36). —, Sermo 1 (CPL 284), ed. Cyrille Lambot, Sancti Aurelii Augustini Sermones de uetere Testamento, id est Sermones I‐L secundum ordinem uulgatum insertis etiam nouem sermonibus post Maurinos repertis, Turnhout, Brepols, 1961, pp. 3‐6 (CC SL, 41). —, Sermo 14D (CPL 288), ed. François Dolbeau, Augustin d’Hippone: Vingt‐ six sermons au peuple d’Afrique, Paris, Institut d’Études Augustiniennes, 20092 (19961), pp. 107‐114 (Collection des Études Augustiniennes. Série Antiquité, 147). —, Sermo 116 (CPL 284), ed. PL 38, cols. 657‐661. —, Sermo 130 (CPL 284), ed. PL 38, cols. 726‐727. —, Sermo 150 (CPL 284), ed. PL 38, cols. 808‐814. —, Sermo 163B (CPL 284), ed. Germain Morin, Miscellanea Agostiniana: Testi e studi pubblicati a cura dell’Ordine Eremitano di S. Agostino nel XV Cente‐ nario dalla morte del Santo Dottore, vol. 1: Sancti Augustini Sermones post Maurinos reperti, Roma, Tipografia Poliglotta Vaticana, 1930, pp. 212‐219. —, Sermo 179 (CPL 284), ed. PL 38, cols. 966‐972. —, Sermo 213 (CPL 284), ed. Germain Morin, Miscellanea Agostiniana: Testi e studi pubblicati a cura dell’Ordine Eremitano di S. Agostino nel XV Centenario dalla morte del Santo Dottore, vol. 1: Sancti Augustini Sermones post Mauri‐ nos reperti, Roma, Tipografia Poliglotta Vaticana, 1930, pp. 441‐450.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 938
938
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
—, Sermo 246 (CPL 284), ed. Suzanne Poque, Augustin d’Hippone, Sermons pour la Pâque. Introduction, texte critique, traduction et notes, Paris, Cerf, 1966, pp. 294‐306 (Sources chrétiennes, 116). —, Sermo 265F (CPL 284), ed. PLS 2, cols. 828‐829. —, Soliloquia (CPL 252), ed. Wolfgangus Hörmann, Sancti Aureli Augustini opera. Sect. I Pars IV. Soliloquiorum libri duo, De inmortalitate animae, De quantitate animae, Vindobonae, Hoelder – Pichler – Tempsky, 1986, pp. 3‐98 (CSEL, 89). AMBROSIO DE MILÁN, De Iacob et uita beata (CPL 130), ed. Carolus Schenkl, Sancti Ambrosii Opera. Pars altera qua continentur libri De Iacob, De Ioseph, De patriarchis, De fuga saeculi, De interpellatione Iob et David, De Apologia Dauid, Apologia Dauid altera, De Helia et ieiunio, De Nabuthae, De Tobia, Pragae – Vindobonae – Lipsiae, F. Tempsky – G. Freytag, 1897, pp. 3‐70 (CSEL, 32,2). —, Expositio in psalmum 118 (CPL 141), eds. Michael Petschening, Michaela Zelzer, Sancti Ambrosii opera. Pars quinta: Expositio psalmi CXVIII, Wien, Verlag der Österreichischen Akademie der Wissenschaften, 19992 (19131) (CSEL, 62). AMBROSIO DE MILÁN (?), Symbolum Quicumque, v. SÍMBOLO DE SAN ATANASIO ATANASIO DE ALEJANDRÍA, Vita s. Antonii (interprete Euagrio) (CPG 2101), ed. Pascal Bertrand, Die Evagriusübersetzung der Vita Antonii. Rezeption ‐ Überlieferung ‐ Edition. Unter besonderer Berücksichtigung der Vitas Patrum‐ Tradition, Utrecht, Universiteit Utrecht, 2005. BAQUIARIO, De fide (CPL 568), ed. José Carlos Martín‐Iglesias in José Carlos Martín‐Iglesias, Roger Collins, Bachiarii Opera: De fide necnon Epistula ad Ianuarium, quibus accedunt Epistulae II quae eidem adtributae sunt. Praefa‐ tionem historicam adiecit Roger Collins, Turnhout, Brepols, 2019 (CC SL, 69C), pp. 5‐24. —, Epistula ad Ianuarium seu De lapso (CPL 569), ed. José Carlos Martín‐Igle‐ sias in José Carlos Martín‐Iglesias, Roger Collins, Bachiarii Opera: De fide necnon Epistula ad Ianuarium, quibus accedunt Epistulae II quae eidem adtri‐ butae sunt. Praefationem historicam adiecit Roger Collins, Turnhout, Brepols, 2019 (CC SL, 69C), pp. 29‐102. BAQUIARIO (?), Epistulae II (CPL 570), ed. José Carlos Martín‐Iglesias in José Carlos Martín‐Iglesias, Roger Collins, Bachiarii Opera: De fide necnon Epis‐ tula ad Ianuarium, quibus accedunt Epistulae II quae eidem adtributae sunt. Praefationem historicam adiecit Roger Collins, Turnhout, Brepols, 2019 (CC SL, 69C), pp. 105‐116. BIBLIA, eds. Robert Weber, Bonifatius Fischer, Johannes Gribomont, Hedley F. D. Sparks, Warlter Thiele, Herman J. Frede, Roger Gryson, Biblia sacra iuxta uulagatam uersionem, Stuttgart, Deutsche Bibelgesellschaft, 19944. CAPREOLO DE CARTAGO, Epistula ad Ephesinam synodum (CPL 397), ed. Edward Schwartz, Acta Conciliorum Oecumenicorum, vol. I, 2: Concilium Vniuersale Ephesenum: Collectio Veronensis Berlin – Leipzig, De Gruyter, 1935‐1936, pp. 64‐65. CASIANO, Conlationes (CPL 512), ed. Eugène Pichery, Jean Cassien, Conférences, 3 vols., Paris, Cerf, 1955‐1959 (Sources chrétiennes, 42, 54, 64).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 939
BIBLIOGRAFÍA
939
—, De institutis coenobiorum (CPL 513), ed. Jean‐Claude Guy, Jean Cassien, Institutions cénobitiques, Paris, Cerf, 1965 (Sources chrétiennes, 109). CASIODORO, Expositio Psalmorum (CPL 900), ed. Marcus Adriaen, Magni Au‐ relii Cassiodori Expositio Psalmorum, 2 vols., Turnhout, Brepols, 1958 (CC SL, 97‐98). —, Historia ecclesiastica tripartita (CPL 899º), eds. Waltarius Jacob, Rudolphus Hanslik, Cassiodori‐Epiphanii Historia ecclesiastica tripartita. Historiae ec‐ clesiasticae ex Socrate, Sozomeno et Theodorito in unum collectae et nuper de Graeco in Latinum translatae libri numero duodecim, Vindobonae, Hoelder – Pichler – Tempsky, 1952 (CSEL, 71). CESÁREO DE ARLÉS, Expositio in Apocalypsim (CPL 1016), ed. Germain Morin, Sancti Caesarii episcopi Arelatensis opera omnia nunc in primum collecta, vol. 2, Maredsous, 1942, pp. 210‐277. —, Sermones (CPL 1008), ed. Germain Morin, Sancti Caesarii Arelatensis Ser‐ mones, Turnhout, Brepols, 1953 (CC SL, 103‐104). CIRILO DE ALEJANDRÍA, Scholia de incarnatione Vnigeniti (CPG 5225), ed. Edward Schwartz, Acta Conciliorum Oecumenicorum, vol. I, 5, 1‐2: Concilium Vniuersale Ephesenum. Pars prior: Collectio Palatina siue qui fertur Marius Mercator. Pars altera: Cyrilli epistula synodica translata a Dionysio Exiguo, Collectio Sichardiana ex collectione Quesneliana, Collectio Winteriana, Indices, Berolini – Lipsiae, De Gruyter, 1924‐1926, pp. 184‐215. CICERÓN, Pro A. Cluentio, ed. A. C. Clark, M. Tulli Ciceronis Orationes I: Pro Sex. Roscio, De imperio Cn. Pompei, Pro Cluentio, In Catilinam, Pro Murena, Pro Caeilio, Oxford, Clarendon Press, 1905, pp. 93‐183 (Scriptorum Clas‐ sicorum Bibliotheca Oxoniensis). —, Pro Gn. Plancio oratio, ed. Albert C. Clark, M. Tulli Ciceronis Orationes VI: Pro Tullo, Pro Fonteio, Pro Sulla, Pro Archia, Pro Plancio, Pro Scauro, Oxford, Clarendon Press, 1911 (Scriptorum Classicorum Bibliotheca Oxonien‐ sis), volumen sin paginación. PS.‐ CIRILO DE ALEJANDRÍA, Prologus de ratione paschae (CPL 2291; CPG 5242), ed. Bruno Krusch, Studien zur christlich‐mittelalterlichen Chronologie. Der 84jährige Ostercyclus und seine Quellen, Leipzig, Von Veit & Comp., 1880, pp. 337‐343. CLAUDIANO, Carmina, ed. John B. Hall, Claudii Claudiani Carmina, Leipzig, Teubner, 1985 (Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Teub‐ neriana). CLAUDIANO MAMERTO, De statu animae (CPL 983), ed. Augustus Engelbrecht, Claudiani Mamerti opera, Vindobonae, F. Tempsky ‐ G. Freytag, 1885, pp. 18‐197 (CSEL, 11). CONCILIO DE LAODICEA, Synodus Laodicena (CPG 8607), eds. Gonzalo Martí‐ nez Díez, Félix Rodríguez, La Colección Canónica Hispana, III: Concilio grie‐ gos y africanos, Madrid, CSIC, 1982, pp. 153‐172 (Monumenta Hispaniae Sacra. Serie Canónica, 3). CONCILIO I DE TOLEDO, Concilium I Toletanum (CPL 1790), eds. Gonzalo Mar‐ tínez Díez, Félix Rodríguez, La Colección canónica Hispana, IV: Concilios Galos. Concilios Hispanos: Primera parte, Madrid, CSIC, 1984, pp. 323‐344 (Monumenta Hispaniae Sacra. Serie Canónica, 4).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 940
940
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
CONCILIO III DE TOLEDO, Concilium III Toletanum (CPL 1790), ), eds. Gonzalo Martínez Díez, Félix Rodríguez, La Colección Canónica Hispana. V: Conci‐ lios Hispanos: Segunda parte, Madrid, CSIC, 1992, pp. 49‐159 (Monumenta Hispaniae Sacra. Serie Canónica, 5). CONCILIO IV DE TOLEDO, Concilium IV Toletanum (CPL 1790), eds. Gonzalo Martínez Díez, Félix Rodríguez, La Colección Canónica Hispana. V: Conci‐ lios Hispanos: Segunda parte, Madrid, CSIC, 1992, pp. 161‐274 (Monu‐ menta Hispaniae Sacra. Serie Canónica, 5). CONCILIO XVI DE TOLEDO, Concilium XVI Toletanum (CPL 1786a), ed. José Vives, Concilios visigóticos e hispano‐romanos, Barcelona ‐ Madrid, CSIC, 1963, pp. 482‐521 (España Cristiana. Textos, 1). CRÓNICA DE ALFONSO III, ed. Juan Gil, Chronica Hispana saeculi VIII et IX, Turnhout, Brepols, 2018, pp. 386‐433 (CC CM, 65). CRÓNICA GALA DEL 511 (CPL 2259), ed. Richard Burgess, «The Gallic Chro‐ nicle of 511: A New Critical Edition with a Brief Introduction», en Ralph W. Mathisen, Danuta Shanzer (eds.), Society and Culture in Late Antique Gaul. Revisting the Sources, Aldershot, Ashgate, 2001, pp. 85‐100. CRÓNICA MOZÁRABE DEL 754, ed. José E. López Pereira, Continuatio Isidoriana Hispana. Crónica Mozárabe del 754, León, Centro de Estudios e Investiga‐ ción ‘San Isidoro’, 2009 (Fuentes y estudios de historia leonesa, 127). DESIDERIO DE CAHORS, Epistulae (CPL 1303), ed. Dag Norberg, Epistulae S. Desiderii Cadurcensis, Stockholm, Almqvist & Wiksell, 1961. DÍDIMO DE ALEJANDRÍA, Liber de spiritu sancto (interprete Hieronymo) (CPG 2544), ed. Louis Doutreleau, Didyme l’Aveugle: Traité du Saint‐Esprit. In‐ troduction, texte critique, traduction, notes et index, Paris, Cerf, 1992 (Sour‐ ces chrétiennes, 386). DIONISIO EL EXIGUO, Epistola ad Bonifatium primicerium et Bonum secundicerium de ratione paschae (CPL 2286), ed. Bruno Krusch, Studien zur christlich‐mit‐ telalterlichen Chronologie. Die Entstehung unserer heutigen Zeitrechnung, Berlin, Akademie der Wissenschaften, 1938, pp. 82‐86. —, Epistola ad Petronium episcopum (Libellus de cyclo magno paschae) (CPL 2284), ed. Bruno Krusch, Studien zur christlich‐mittelalterlichen Chronolo‐ gie. Die Entstehung unserer heutigen Zeitrechnung, Berlin, Akademie der Wissenschaften, 1938, pp. 63‐68. DRACONCIO, De laudibus Dei: Liber I (CPL 1509), ed. Colette Camus en Claude Moussy, Colette Camus, Dracontius: Œuvres. Tome I: Louanges de Dieu, Li‐ vres I et II, Paris, Les Belles Lettres, 1985, pp. 150‐192 (Collection des uni‐ versités de France). ENNODIO, Epistulae (CPL 1487): libro I, ed. Stéphane Gioanni, Ennode de Pavie, Lettres. Tome I: Livres I et II, Paris, Les Belles Lettres, 2006 (Collec‐ tion des universités de France); libro VII, ed. Guilelmus Hartel, Magni Felicis Ennodii opera omnia, Vindobonae, Apud C. Geroldi filium biblio‐ polam Academiae, 1882, pp. 172‐198 (CSEL, 6). EUGENIO II DE TOLEDO, Carmina, ed. Paulo F. Alberto, Eugenii Toletani Opera omnia, Turnhout, Brepols, 2005, pp. 203‐278 (CC SL, 114). —, Hexaemeron (CPL 1510), ed. Paulo F. Alberto, Eugenii Toletani Opera omnia, Turnhout, Brepols, 2005, pp. 331‐374 (CC SL, 114).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 941
BIBLIOGRAFÍA
941
EUQUERIO DE LYON, Instructiones ad Salonium (CPL 489), ed. Carmela Man‐ dolfo, Eucherii Lugdunensis Formulae spiritalis intellegentiae, Instructionum libri duo, Turnhout, Brepols, 2004 (CC SL, 66). EUSEBIO DE CESAREA, Historia ecclesiastica (CPG 3495), v. RUFINO DE AQUILEA PS.‐ EUSEBIO DE VERCELLI, De trinitate (CPL 105), ed. Vincenz Bulhart, Eusebii Vercellensis episcopi quae supersunt, Turnhout, Brepols, 1957, pp. 3‐99 (CC SL, 9). FEDRO, Fabulae, ed. Antonio Guaglianone, Phaedri Augusti liberti Liber fabu‐ larum, Torino, Paravia, 1969 (Corpus Scriptorum Latinorum Paravia‐ num). PS.‐ FREDEGARIO, Chronica (CPL 1314): libros I‐III, ed. Bruno Krusch, Fredegarii et aliorum Chronica. Vitae Sanctorum, Hannover, Societas Aperiendis Fon‐ tibus Rerum Germanicarum Medii Aevi, 1888 (Monumenta Germaniae Historica. Scriptores rerum Merovingicarum, 2); libro IV, ed. John M. Wa‐ llace‐Hadrill, The Fourth Book of the Chronicle of Fredegar with its continua‐ tions, Westport (Connecticut), 1981 (Medieval Classics) (= London, 1960). FULGENCIO DE RUSPE, Ad Trasamundum libri III (CPL 816), ed. J. Fraipont, Sancti Fulgentii episcopi Ruspensis opera, Turnhout, Brepols, 1968, pp. 95‐ 185 (CC SL, 91). —, Epistula XVII (CPL 817), ed. Johannes Fraipont, Sancti Fulgentii episcopi Ruspensis Opera, Turnhout, Brepols, 1968, pp. 563‐615 (CC SL, 91A). GENADIO DE MARSELLA, De uiris inlustribus (CPL 957), ed. Ernest C. Richard‐ son en E. C. Richardson, Oscar von Gebhardt, Hieronymus: Liber de viris inlustribus. Gennadius: Liber de viris inlustribus. Der sogennante Sophronius, Leipzig, J. C. Hinrich’sche Buchhandlung, 1896, pp. 57‐97 (Texte und Untersuchungen zur Geschichte der altchristlichen Literatur, 14,1). GESTA S. SILVESTRI I PAPAE (BHL 7725‐7732, CPL 2235), ed. Boninus Mombri‐ tius, Sanctuarium seu Vitae sanctorum, 2 vols., Paris, Apud Albertum Fon‐ temoing, 19102 (Milano, ca. 14801) (reimpr. Hildesheim – New York, Georg Olms, 1978), pp. 508‐531. GREGORIO MAGNO, Homiliae in Euangelia (CPL 1711), ed. Raymond Étaix, Gregorius Magnus, Homiliae in Euangelia, Turnhout, Brepols, 1999 (CC SL, 141). —, Homiliae in Ezechielem prophetam (CPL 1710), ed. Marcus Adriaen, Sancti Gregorii Magni Homiliae in Hiezechihelem prophetam, Turnhout, Brepols, 1971 (CC SL, 142). —, Moralia in Iob (CPL 1708), ed. Marcus Adriaen, S. Gregorii Magni Moralia in Iob, Turnhout, Brepols, 1979‐1985 (CC SL, 143‐143B). —, Regula pastoralis (CPL 1712), ed. Floribert Rommel en Bruno Judic, Flo‐ ribert Rommel, Charles Morel, Grégoire le Grand, Règle pastorale, 2 vols., Paris, Cerf, 1992 (Sources chrétiennes, 381‐382). —, Registrum epistularum (CPL 1714), ed. Dag Norberg, S. Gregorii Magni Re‐ gistrum epistularum, 2 vols., Turnhout, Brepols, 1972 (CC SL, 140‐140A). GREGORIO NACIANCENO, Orationes (interprete Rufino Aquileiensi) (CPG 3010), ed. Augustus Engelbrecht, Tyrannii Rufini Orationum Gregorii Nazianzeni nouem interpretatio, Vindobonae – Lipsiae, F. Tempsky – G. Freytag, 1910 (CSEL, 46).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 942
942
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
GREGORIO DE TOURS, Historiae (CPL 1023), ed. Bruno Krusch, Wilhelm Levi‐ son, Gregorii Episcopi Turonensis Libri Historiarum X, Hannover, Societas Aperiendis Fontibus Rerum Germanicarum Medii Aevi, 1951 (Monu‐ menta Germaniae Historica. Scriptores rerum Merovingicarum, 1/1). HIDACIO DE CHAVES, Chronica (CPL 2263), ed. Richard W. Burgess, The Chro‐ nicle of Hydatius and the Consularia Constantinopolitana: Two Contemporary Accounts of the Final Years of the Roman Empire, Oxford, 1993 (Oxford Classical Monographs). HILARIO DE POITIERS, De trinitate (CPL 433), ed. Pieter Smulders, Sancti Hilarii Pictauiensis episcopi De trinitate, 2 vols., Turnhout, Brepols, 1979‐1980 (CC SL, 62‐62A). HORACIO, Opera, eds. Edward C. Wickham, Heathcote W. Garrod, Q. Horatii Flacci Opera, Oxford, Clarendon Press, 1989 (Scriptorum Classicorum Bibliotheca Oxoniensis). ILDEFONSO DE TOLEDO, De uiris illustribus (CPL 1252), ed. Carmen Codoñer en Valeriano Yarza Urquiola, Carmen Codoñer, Ildefonsi Toletani episcopi De uirginitate sanctae Mariae, De cognitione baptismi — De itinere deserti, De uiris illustribus, Turnhout, 2007, pp. 597‐616 (CC SL, 114A). —, Epistulae II ad Quiricum Barcinonensem ep. (CPL 1250), ed. Salvador Iranzo Abellán, Estudios sobre la epistolografía visigótica, Tesis doctoral, Univer‐ sidad de Barcelona, P. J. Quetglas Nicolau (dir.), 2011, pp. 485 y 488‐489. INOCENCIO I, Epistula 2 (CPL 1641), ed. PL 20, cols. 469‐481. —, Epistula 6 (CPL 1641), ed. Hubertus Wurm, «Decretales selectae ex anti‐ quissimis Romanorum Pontificum epistulis decretalibus, praemisa in‐ troductione et disquisitione critice editae», Apollinaris, 12 (1939), pp. 40‐93: pp. 57‐78. IRENEO DE LYON, Aduersus haereses (CPL 1154f), eds. Adelin Rousseau, Louis Doutreleau, Irénée de Lyon, Contre les hérésies. Livre I. Edition critique. Tome II: Texte et traduction, Paris, Cerf, 1979 (Sources chrétiennes, 264). ISIDORO DE SEVILLA, De differentiis liber II (CPL 1202), ed. M.ª Adelaida Andrés Sanz, Isidori Hispalensis episcopi Liber Differentiarum [II], Turnhout, Bre‐ pols, 2006 (CC SL, 11A). —, De ecclesiasticis officiis (CPL 1207), ed. Charles M. Lawson, Sancti Isidori episcopi Hispalensis De ecclesiasticis officiis, Turnhout, Brepols, 1989 (CC SL, 113). —, De fide catholica contra Iudaeos (CPL 1198), ed. PL 83, cols. 449‐538. —, De natura rerum (CPL 1188), ed. Jacques Fontaine, Isidore de Séville. Traité de la nature, suivi de L’épître en vers du roi Sisebut à Isidore, Bordeaux, Féret et fils, 1960 (reimpr. Paris, Institut d’Études Augustiniennes, 2002 [Collection des Études Augustiniennes, Série Moyen‐Âge et Temps Modernes, 39]). —, De ortu et obitu Patrum (CPL 1191), ed. César Chaparro Gómez, Isidoro de Sevilla, De ortu et obitu patrum. Vida y muerte de los santos. Introducción, edición crítica y traducción, Paris, Les Belles Lettres, 1985 (Auteurs latins du Moyen Âge). —, De uiris illustribus (CPL 1206), ed. Carmen Codoñer, El De uiris illustribus de Isidoro de Sevilla. Estudio y edición crítica, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1964 (Theses et Studia Philologica Salmanticensia, 12).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 943
BIBLIOGRAFÍA
943
—, Etymologiae (CPL 1186), ed. Wallace M. Lindsay, Isidori Hispalensis episcopi Etymologiarum siue Originum libri XX, 2 vols., Oxford, Clarendon Press, 1911 (Scriptorum Classicorum Bibliotheca Oxoniensis). —, Historiae Gothorum, Vandalorum et Sueuorum (CPL 1204), ed. Claudio Ro‐ dríguez Alonso, Las Historias de los Godos, Vándalos y Suevos de Isidoro de Sevilla. Estudio, edición crítica y traducción, León, Centro de Estudios e In‐ vestigación San Isidoro, 1975 (Fuentes y estudios de historia leonesa, 13). —, Quaestiones in Vetus Testamentum (CPL 1195), ed. PL 83, cols. 207‐424. —, Versus in bibliotheca (CPL 1212), ed. José M.ª Sánchez Martín, Isidori His‐ palensis Versus, Turnhout, Brepols, 2000 (CC SL, 113A). ISIDORO DE SEVILLA (?), Epistula ad Claudium ducem (CPL 1224), ed. Salvador Iranzo Abellán, Estudios sobre la epistolografía visigótica, Tesis doctoral, Uni‐ versidad de Barcelona, P. J. Quetglas Nicolau (dir.), 2011, pp. 436‐440. JERÓNIMO DE ESTRIDÓN, Commentarii in Epistolam ad Ephesios (CPL 591), ed. PL 26, cols. 439‐554. —, Aduersus Heluidium de Mariae uirginitate perpetua (CPL 609), ed. PL 23, cols. 183‐206. —, Aduersus Iouinianum (CPL 610), ed. PL 23, cols. 211‐338. —, Commentarii in Abacuc (CPL 589), ed. Marcus Adriaen, S. Hieronymi pres‐ byteri Opera. Pars I. Opera exegetica 6. Commentarii in Prophetas minores, Turnhout, Brepols, 1970, pp. 579‐654 (CC SL, 76A). —, Commentarii in euangelium Matthaei (CPL 590), eds. David Hurst, Marcus Adriaen, S. Hieronymi presbyteri opera. Pars I: Opera exegetica 7. Commen‐ tariorum in Matheum libri IV, Turnhout, Brepols, 1969 (CC SL, 77). —, Commentarii in Isaiam (CPL 584), ed. Marcus Adriaen en S. Hieronymi presbyteri opera. Pars I, Opera exegetica 2. Commentariorum in Esaiam libri. In Esaiam Paruula adbreuiatio, 2 vols., Turnhout, Brepols, 1963 (CC SL, 73‐73A). —, Epistulae (CPL 620), ed. Isidorus Hilberg, Sancti Eusebii Hieronymi Epis‐ tulae, 3 vols., Vindobonae – Lipsiae, F. Tempsky – G. Freytag, 1910‐1918 (CSEL, 54‐56). —, Liber interpretationis Hebraicorum nominum (CPL 581), ed. P. de Lagarde en S. Hieronymi presbyteri Opera. Pars I, Opera exegetica 1. Hebraicae quaes‐ tiones in libro Geneseos, Liber interpretationis Hebraicorum nominum, Com‐ mentarioli in Psalmos, Commentarius in Ecclesiasten, Turnhout, Brepols, 1959, pp. 59‐161 (CC SL, 72). —, Liber quaestionum Hebraicarum in Genesim (CPL 580), ed. Paul de Lagarde en S. Hieronymi presbyteri opera. Pars I, Opera exegetica 1. Hebraicae quaes‐ tiones in libro Geneseos, Liber interpretationis Hebraicorum nominum, Com‐ mentarioli in Psalmos, Commentarius in Ecclesiasten, Turnhout, Brepols, 1959, pp. 1‐56 (CC SL, 72). —, Vita s. Pauli Thebaei (CPL 617), ed. Edgardo M. Morales en Pierre Leclerc, Edgardo M. Morales, Adalbert de Vogüé, Jérôme. Trois vies de moines (Paul, Malchus, Hilarion), Paris, Cerf, 2007, pp. 144‐182 (Sources chrétien‐ nes, 508).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 944
944
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
PS.‐ JERÓNIMO DE ESTRIDÓN, Indiculus de haeresibus (CPL 636), ed. PL 81, cols. 636‐644. JUAN DE BICLARO, Chronica (CPL 1866), ed. Carmen Cardelle de Hartmann, Victoris Tunnunensis Chronicon cum reliquiis ex Consularibus Caesaraugus‐ tanis et Iohannis Biclarensis Chronicon, Turnhout, Brepols, 2001, pp. 59‐83 (CC SL, 173A). JULIÁN POMERIO, De uita contemplatiua (CPL 998), ed. PL 59, cols. 415A‐520B. JUVENAL, Saturae, ed. Jacobus Willis, D. Iunii Iuuenalis Saturae sedecim, Stutt‐ gart ‐ Leipzig, Teubner, 1997 (Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Ro‐ manorum Teubneriana). JUVENCO, Euangeliorum libri IV (CPL 1385), ed. Johannes Huemer, Gai Vetti Aquilini Iuuenci Euangeliorum libri quattuor, Pragae – Vindobonae – Lipsiae, F. Tempsky – G. Freytag, 1891 (CSEL, 24). LACTANCIO, Institutiones diuinae (CPL 85), ed. Eberhard Heck, Antonie Wlo‐ sok, L. Caelius Firmianus Lactantius, Diuinarum Institutionum libri septem, 4 vols., München‐Leipzig, 2003‐2011 (Bibliotheca Scriptorum Graeco‐ rum et Romanorum Teubneriana). LEÓN MAGNO, Tractatus septem et nonaginta (CPL 1657), ed. Antoine Cha‐ vasse, Sancti Leonis Magni Romani pontificis Tractatus septem et nonaginta, 2 vols., Turnhout, Brepols, 1973 (CC SL, 138‐138A). LIBER PONTIFICALIS (CPL 1568), ed. Louis Duchesne (rev. Cyrille Vogel), Le Liber Pontificalis. Texte. Introduction et Commentaire, vol. 1, Paris, de Boc‐ card, 19552 (reimpr. 1985) (Bibliothèque des Écoles françaises d’Athènes et de Rome, Série II, 3). LIBERATO DE CARTAGO, Breuiarium causae Nestorianorum et Eutychianorum (CPL 865), ed. Edward Schwartz, Acta Conciliorum Oecumenicorum, vol. II, 5: Concilium Vniuersale Chalcedonense: Collectio Sangermanensis, Berlin – Leipzig, De Gruyter, 1936, pp. 98‐141. MARCIAL, Epigrammata, ed. David R. Shackleton Bailey, M. Valerius Martialis Epigrammata, Stuttgart, Teubner, 1990 (Bibliotheca Scriptorum Graeco‐ rum et Romanorum Teubneriana). NICÉFORO, Breuiarium, ed. Cyril Mango, Nikephoros. Patriarch of Constantino‐ ple. Short History, Washington, Dumbarton Oaks, 1990 (Corpus Fontium Historiae Byzantinae, 13). ORÍGENES, Commentarii in Epistulam Pauli ad Romanos (interprete Rufino Aqui‐ leiensi) (CPG 1457), ed. Caroline P. Hammond Bammel en Caroline P. Hammond Bammel, Luc Bresard, Michel Fédou, Origène, Commentaire sur lʹÉpître aux Romains, 4 vols., Paris, Cerf, 2009‐2012 (Sources chrétien‐ nes, 532, 539, 543, 555). —, Commentarium in Canticum canticorum (interprete Rufino Aquileiensi) (CPG 1433), eds. Luc Bresard, Henri Crouzel (con la colaboración de Marcel Borret), Origène, Commentaire sur le Cantique des cantiques, 2 vols., Paris, Cerf, 1991‐1992 (Sources chrétiennes, 375‐376). —, De principiis (interprete Rufino Aquileiensi) (CPG 1482,2), eds. Henri Crou‐ zel, Manlio Simonetti, Origène, Traité des principes, 2 vols., Paris, Cerf, 1978 (Sources chrétiennes, 252‐253).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 945
BIBLIOGRAFÍA
945
—, Homiliae XIV in Ieremiam (interprete Hieronymo) (CPG 1438), ed. PL 25, cols. 585‐692. OROSIO, Commonitorium, eds. Pedro Martínez Cavero, Domingo Beltrán Cor‐ balán, Rafael González Fernández, «El Commonitorium de Orosio. Tra‐ ducción y comentario», Faventia, 21/1 (1999), pp. 65‐83. OVIDIO, Ex Ponto, ed. John A. Richmond, P. Ovidii Nasonis ex Ponto libri quat‐ tuor, Leipzig, Teubner, 1990 (Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Ro‐ manorum Teubneriana). —, Fasti, ed. Giovanni P. Pighi, P. Ovidii Nasonis Fastorum libri, Torino, Pa‐ ravia, 1973 (Corpus Scriptorum Latinorum Paravianum). —, Heroides, ed. Henri Bornecque, en Henri Bornecque, Marcel Prévost, Ovide, Heroïdes, Paris, Les Belles Lettres, 19612 (19282) (Collection des universités de France). PASCASINO DE LILIBEA, Epistola ad Leonem papam (CPL 1656, nº 3), ed. Bruno Krusch, Studien zur christlich‐mittelalterlichen Chronologie. Der 84jährige Os‐ tercyclus und seine Quellen, Leipzig, Von Veit & Comp., 1880, pp. 247‐250. PASCASIO DE DUMIO, Apophthegmata Patrum (CPG 5571), ed. José G. Freire, A versão latina por Pascásio de Dume dos Apophthegmata Patrum, vol. 1, Coim‐ bra, Centro de Estudos Clássicos e Humanísticos, 1971 (reimpr. 2011) (= Humanitas [Coimbra], 21‐22, [1969‐1970], pp. 1‐351), pp. 157‐333. PASIONARIO HISPÁNICO: Passio s. Christofori et comitum (BHL 1764), ed. Ángel Fábrega Grau, Pasionario Hispánico (siglos VII‐XI), vol. 2, Madrid – Barce‐ lona, CSIC, 1955, pp. 299‐309 (Monumenta Hispaniae Sacra. Serie Litúr‐ gica, 6). —: Passio s. Eugeniae et comitum (BHL 2666m), ed. Ángel Fábrega Grau, Pa‐ sionario Hispánico (siglos VII‐XI), vol. 2, Madrid – Barcelona, CSIC, 1955, pp. 83‐98 (Monumenta Hispaniae Sacra. Serie Litúrgica, 6). —: Passio s. Eulaliae Emeritensis (BHL 2700), ed. Ángel Fábrega Grau, Pasio‐ nario Hispánico (siglos VII‐XI), vol. 2, Madrid – Barcelona, CSIC, 1955, pp. 68‐78 (Monumenta Hispaniae Sacra. Serie Litúrgica, 6). —: Passio s. Iohannis (BHL 4320), ed. Ángel Fábrega Grau, Pasionario Hispá‐ nico (siglos VII‐XI), vol. 2, Madrid – Barcelona, CSIC, 1955, pp. 101‐110 (Monumenta Hispaniae Sacra. Serie Litúrgica, 6). —: Passio ss. Iuliani atque Basilissae et comitum (BHL 4529), ed. Ángel Fábrega Grau, Pasionario Hispánico (siglos VII‐XI), vol. 2, Madrid – Barcelona, CSIC, 1955, pp. 118‐144 (Monumenta Hispaniae Sacra. Serie Litúrgica, 6). —: Passio s. Sebastiani (CPL 2229), ed. Ángel Fábrega Grau, Pasionario His‐ pánico (siglos VII‐XI), vol. 2, Madrid – Barcelona, CSIC, 1955, pp. 148‐176 (Monumenta Hispaniae Sacra. Serie Litúrgica, 6). PATERIO, Liber testimoniorum ueteris Testamenti (CPL 1718), Prologus, ed. Fa‐ brizio Martello, All’ombra di Gregorio Magno: il notaio Paterio e il Liber tes‐ timoniorum, Roma, Città Nuova, 2012, pp. 192‐198 (Fundamentis novis. Studi di letteratura cristiana antica, mediolatina e bizantina, 1) (ed. del texto completo en PL 79, cols. 683‐916). PAULINO DE NOLA, Epistulae (CPL 202), ed. Guilelmus Hartel, Sancti Pontii Meropii Paulini Nolani Epistulae, Pragae – Vindobonae – Lipsiae, F. Tempsky – G. Freytag, 1894 (CSEL, 29).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 946
946
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
PS.‐ PAULINO DE NOLA, Carmen 32 (CPL 206), ed. Guilelmus Hartel, Sancti Pontii Meropii Paulini Nolani Carmina, Pragae – Vindobonae – Lipsiae, F. Tempsky – G. Freytag, 1894, pp. 329‐338 (CSEL, 30). PAULO DIÁCONO, Historia Langobardorum (CPL 1179), ed. Ludwig Bethmann, Georg Waitz, Monumenta Germaniae Historica. Scriptores rerum Langobar‐ dicarum et Italicarum. Saec. IX‐IX, Hannover, Societas Aperientibus Fonti‐ bus Rerum Germanicarum Medii Aevi, 1878, pp. 12‐187. PLAUTO, Persa, ed. Alfred Ernout, Plaute, Comédies. Tome V: Mostellaria – Persa – Poenulus, Paris, Les Belles Lettres, 1938 (reimpr. 2003), pp. 98‐160 (Collection des universités de France). PRISCILIANO, Canones in Pauli apostoli epistulas a Peregrino episcopo emendati (CPL 786), ed. Marco Conti, Priscillian of Avila: The Complete Works. Edited and Translated, Oxford, Oxford University Press, 2010, pp. 165‐208 (Ox‐ ford Early Christian Texts). —, Tractatus XI, ed. Marco Conti, Priscillian of Avila: The Complete Works. Edi‐ ted and Translated, Oxford, Oxford University Press, 2010, pp. 33‐162 (Ox‐ ford Early Christian Texts). PROCOPIO DE CESAREA, Bella, ed. Gerhard Wirth, Procopii Caesarensis. Opera Omnia. Vol. II. De Bellis Libri V‐VIII, Leipzig, Teubner, 1958 (Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Teubneriana). PROTERIO DE ALEJANDRÍA, Epistola ad Leonem papam (CPL 1656, nº 133), ed. Bruno Krusch, Studien zur christlich‐mittelalterlichen Chronologie. Der 84jährige Ostercyclus und seine Quellen, Leipzig, Von Veit & Comp., 1880, pp. 269‐278. QUINTILIANO, Institutio oratoria, ed. Jean Cousin, Quintilien, Institution ora‐ toire. Tome VII. Livre XII, Paris, Les Belles Lettres, 1980 (Collection des universités de France). QUÍRICO DE BARCELONA, Epistulae II ad Ildefonsum Toletanum ep. (CPL 1272), ed. Salvador Iranzo Abellán, Estudios sobre la epistolografía visigótica, Tesis doctoral, Universidad de Barcelona, Pere J. Quetglas Nicolau (dir.), 2011, pp. 482‐484 y 486‐487. REDEMPTO DE SEVILLA, Obitus beatissimi Isidori Hispalensis ep. (CPL 1213), ed. José Carlos Martín‐Iglesias, Scripta de uita Isidori Hispalensis episcopi: Braulionis Caesaraugustani episcopi Renotatio librorum domini Isidori; Re‐ dempti clerici Hispalensis Obitus beatissimi Isidori Hispalensis episcopi; Vita sancti Isidori ab auctore anonymo saeculis XI‐XII exarata, Turnhout, Brepols, 2006, pp. 379‐388 (CC SL, 113B). REGVLA MAGISTRI (CPL 1858), ed. Adalbert de Vogüe, La Règle du Maître, 2 vols. Paris, Cerf, 1964 (Sources chrétiennes, 105‐106). RUFINO DE AQUILEA, Apologia ad Anastasium (CPL 198), ed. Manlio Simonetti, Tyrannii Rufini Opera, Turnhout, Brepols, 1961, pp. 25‐28 (CC SL, 20). —, Versio latina ‘Historiae ecclesiasticae’ Eusebii Caesariensis (CPG 3495) cum additamentis, ed. Theodor Mommsen, en Edward Schwartz, Theodor Mommsen, Eusebius Werke, vol. 2,1‐2: Die Kirchengeschichte, Leipzig, J. C. Hinrich’sche Buchhandlung, 1903‐1908 (reimpr. Berlin, Akademie Ver‐ lag, 1999, Friedhelm Winkelmann [ed.]) (Die griechischen christlichen Schriftsteller der ersten Jahrhunderte, n. F. 6,1‐2).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 947
BIBLIOGRAFÍA
947
SEDULIO, Paschale carmen (CPL 1447), eds. Johannes Huemer, Victoria Panagl, Sedulii Opera omnia, una cum excerptis ex Remigii Expositione in Sedulii Pas‐ chale carmen, Wien, Österreichischen Akademie der Wissenschaften, 20072 (18851), pp. 1‐154 (CSEL, 10). SERVIO, Vita Vergilii, eds. Giorgio Brugnoli, Fabio Stok, Vitae Vergilianae anti‐ quae, Romae, Istituto Poligrafico e Zecca dello Stato, 1997, pp. 149‐157 (Scriptores Graeci et Latini consilio Academiae Lynceorum editi). SÍMMACO, Epistula 16 (= Collectio Arelatensis [CPL 1625], 28) (CPL 1678), ed. Wilhelm Gundlach en Wilhelm Arndt, Ernst Dümmler, Wilhelm Gun‐ dlach, Epistolae Merowingici et Karolini Aevi I, Berlin, Apud Weidmannos, 1892 (Monumenta Germaniae Historica. Epistolae, 3), pp. 41‐42. SÍMBOLO DE CONSTANTINOPLA (A. 381): Symbolum fidei Constantinopolitanum (uersio latina) (CPG 8599), ed. Giuseppe L. Dossetti, Il simbolo di Nicea e di Costantinopoli. Edizione critica, Roma, Herder, 1967, pp. 245‐251 (Testi e Ricerche di Scienze Religiose, 2). SÍMBOLO DE SAN ATANASIO (AMBROSIO DE MILÁN [?]): Symbolum Quicumque (Symbolum Athanasianum) (CPL 167), ed. Cuthbert H. Turner, «A Critical Text of the Quicumque uult», The Journal of Theological Studies, 11 (1910), pp. 401‐411: pp. 407‐411. SÍMBOLO NICENO (A. 325): Symbolum fidei Nicaenum (uersio latina) (CPG 8512), ed. Giuseppe L. Dossetti, Il simbolo di Nicea e di Costantinopoli. Edizione critica, Roma, Herder, 1967, pp. 227‐241 (Testi e Ricerche di Scienze Re‐ ligiose, 2). SULPICIO SEVERO, Dialogi (CPL 477), ed. Jacques Fontaine (con la colaboración de Nicole Dupré), Sulpice Sévère: Gallus. Dialogues sur les vertus de saint Martin. Introduction, texte critique, traduction et notes, Paris, Cerf, 2006 (Sources chrétiennes, 510). —, Epistula III (CPL 476), ed. Jacques Fontaine, Sulpice Sévère, Vie de saint Martin, vol. 1, Paris, Cerf, 1967, pp. 334‐344 (Sources chrétiennes, 133). —, Vita s. Martini Turonensis (CPL 475), ed. Jacques Fontaine, Sulpice Sévère. Vie de saint Martin, vol. 1, Paris, Cerf, 1967, pp. 248‐316 (Sources chré‐ tiennes, 133). TEÓFANES CONFESOR, Chronographia, ed. Carl De Boor, Theophanis Chronogra‐ phia, 2 vols., Leipzig, Teubner, 1883‐1885. TEÓFILO DE ALEJANDRÍA, Canon paschalis (CPG 2675 [= CPG 2593]), ed. Bruno Krusch, Studien zur christlich‐mittelalterlichen Chronologie. Der 84jährige Os‐ tercyclus und seine Quellen, Leipzig, Von Veit & Comp., 1880, pp. 220‐226. TERENCIO, Comoediae, eds. Robert Kauer, Wallace M. Lindsay, P. Terenti Afri Comoediae, Oxford, Clarendon Press, 1992 (Scriptorum Classicorum Bi‐ bliotheca Oxoniensis). VALERIO DEL BIERZO, Nuperrima editio de uana seculi sapientia (CPL 1281), ed. Manuel Cecilio Díaz y Díaz, Valerio del Bierzo. Su persona. Su obra, León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 2006, pp. 172‐192 (Fuen‐ tes y estudios de historia leonesa, 111). VENANCIO FORTUNATO, Carmina (CPL 1033), ed. Marc Redeyllet, Venance For‐ tunat, Poèmes, 3 vols., Paris, Les Belles Lettres, 1994‐2004 (Collection des universités de France).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 948
948
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
VICTORIO DE AQUITANIA, Cursus paschalis (CPL 282), ed. Bruno Krusch, Stu‐ dien zur christlich‐mittelalterlichen Chronologie. Die Entstehung unserer heu‐ tigen Zeitrechnung, Berlin, Akademie der Wissenschaften, 1938, pp. 17‐52. VIGILIO PAPA, Epistula ad Profuturum Bracarensem ep. (CPL 1694), ed. Francisco A. González, Epistolae decretales ac rescripta Romanorum pontificum, Ma‐ drid, Ex typographia haeredum D. Joachimi de Ibarra, 1821, pp. 154‐ 156. VIGILIO DE TAPSO, Dialogus contra Arrianos, Sabellianos et Photinianos (CPL 807), ed. Pierre‐Marie Hombert, Vigilii Thapsensis Contra Arrianos, Sabe‐ llianos, Fotinianos dialogus, Turnhout, Brepols, 2017, pp. 241‐414 (CC SL, 90B). VIRGILIO, Carmina, ed. Roger A. B. Mynors, P. Vergili Maronis Opera, Oxford, Clarendon Press, 1969 (Scriptorum Classicorum Bibliotheca Oxonien‐ sis). VITA S. DESIDERII CADVRCENSIS EP. (CPL 1304), ed. Bruno Krusch en Henri Ro‐ chais, Wilhelm Arndt, Bruno Krusch et al., Defensoris Liber scintillarum; Desiderii episcopi Cadurcensis Epistulae; Vita sancti Desiderii episcopi Cadur‐ censis; Epistulae Austrasicae; Appendices, Turnhout, Brepols, 1957, pp. 345‐ 401 (CC SL, 117.1). VITA S. FRVCTVOSI (CPL 1293), ed. Manuel Cecilio Díaz y Díaz, La Vida de San Fructuoso de Braga. Estudio y edición crítica, Braga, 1974, pp. 75‐117. VITAS SS. PATRVM EMERETENSIVM (CPL 2069), ed. Antonio Maya Sánchez, Vitas sanctorum Patrum Emeretensium, Turnhout, Brepols, 1992 (CC SL, 116).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 949
BIBLIOGRAFÍA
949
3. BIBLIOGRAFÍA GENERAL Ramón d’ABADAL, Del reino de Tolosa al reino de Toledo, Madrid, Real Academia de la Historia, 1960. Julia AGUILAR MIQUEL, «Epistula ad Quiricum Barcinonensem antistitem y Epi‐ gramma operis subsequentis de Tajón de Zaragoza. Estudio, edición crítica y traducción», Euphrosyne, n. s. 46 (2018), pp. 181‐204. Bat‐Sheva ALBERT, «Les communautés juives vues à travers la législation royale et ecclésiastique visigothique et franque», en John Tolan, Nicholas de Lange, Laurence Foschia, Capucine Nemo‐Pekelman (eds.), Jews in Early Christian Law. Byzantium and the Latin West, 6th‐11th Centuries, Turn‐ hout, Brepols, 2014, pp. 179‐193 (Religion and Law in Medieval Chris‐ tian and Muslim Societies, 2). Paulo F. ALBERTO, Eugenii Toletani opera omnia, Turnhout, Brepols, 2005 (CC SL, 114). José ALBERTO CÁNOVAS, «Liciniano y su época», Scripta Fulgentina, 18 (2008), pp. 35‐72. José A. de ALDAMA, «Baquiario y Rufino», Gregorianum, 15 (1934), pp. 589‐598. —, El símbolo Toledano I. Su texto, su origen, su posición en la historia de los sím‐ bolos, Romae, Universitas Gregoriana, 1934 (Analecta Gregoriana, 7). Adhémar d’ALÈS, «Priscillien», Recherches de Science Religieuse, 23 (1933), pp. 5‐44 y 129‐175. —, Priscillien et l’Espagne chrétienne à la fin du IVe siècle, Paris, Beauchesne, 1936. Neil ALLIES, The Monastic Rules of Visigothic Iberia: A Study of their Text and Language, Thesis submitted to The University of Birmingham for the de‐ gree of Doctor of Philosophy, 2009 (University of Birmingham Research Archive: e‐theses repository). Fortunato de ALMEIDA, História da Igreja em Portugal, Damiao Peres (ed.), vol. 4, Porto – Lisboa, Portucalense Editora, 19719. Berhold ALTANER, «Avitus of Braga: some clarifications», Classical Folia, 22 (1968), pp. 105‐120. Josep AMENGUAL I BATLE, Consenci: Correspondència amb Sant Agustí, 2 vols., Barcelona, Fundació Bernat Metge, 1987 (Col·lecció Bernat Metge, 244). —, Els orígens del Cristianisme a les Balears i el seu desenvolupament fins a l’època musulmana, vol. 2, Mallorca, Moll, 1992 (Els treballs i els dies, 37). —, «Vestigios helenizantes en la Circular de Severo de Menorca y traducción castellana de esta Circular», Homenaje a Juan Nadal (Asociación Hispano‐ helénica. Anuario de 1989), Atenas, Asociación Hispano‐Helénica, 1992, pp. 233‐275. —, «Teòlegs i bisbes de la Hispània dels inicis del segle V i sant Agustí. El context priscil·lianista de la controvèrsia sobre l’origen de l’ànima», Re‐ vista Catalana de Teologia, 24 (1999), pp. 73‐107. —, Judíos, católicos y herejes: el microcosmos balear y tarraconense de Seuerus de Menorca, Consentius y Orosius (413‐421), Granada, Universidad de Gra‐ nada, 2008 (Monográfica. Biblioteca de Humanidades. Chronica Nova de Estudios Históricos, 112).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 950
950
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
—, La Circular del bisbe Sever de Menorca sobre la conversió dels jueus (418‐ 2018). Una crònica mediterrània abans de l’ocupació dels vàndals. Edició tri‐ lingüe del text, Palma de Mallorca, Institut d’Estudis Baleàrics, 2018 (Cova de Pala, 34). Josep AMENGUAL I BATLE, Margarita ORFILA, «Paganos, judíos y cristianos en las Baleares: documentos arqueológicos y literarios», ‘Ilu. Revista de Ciencias de las Religiones, 18 (2007), pp. 197‐246. M.ª Adelaida ANDRÉS SANZ, «Martín de Braga», en Carmen Codoñer (coord.), La Hispania visigótica y mozárabe. Dos épocas en su literatura, Sa‐ lamanca, Universidad de Salamanca – Universidad de Extremadura, 2010, pp. 71‐81 (Obras de referencia, 28). Javier ARCE, Bárbaros y romanos en Hispania, Madrid, Marcial Pons, 20072 (20051) (Marcial Pons Historia). Francisco ARÉVALO, S. Isidori Hispalensis episcopi Hispaniarum doctoris opera omnia, vol. 6, Romae, Apud Antonium Fulgonium, 1802. Wilhelm ARNDT, Ernst DÜMMLER, Wilhelm GUNDLACH, Epistolae Merowingici et Karolini Aevi I, Berlin, Apud Weidmannos, 1892 (Monumenta Germa‐ niae Historica. Epistolae, 3). Jorge M. AYALA, «Escritores eclesiásticos del siglo VII: Braulio y Tajón de Za‐ ragoza», Revista Española de Filosofía Medieval, 3 (1996), pp. 23‐34. Mateo AYMERICH, Nomina, et acta episcoporum Barcinonensium, binis libris com‐ prehensa, atque ad historiae, et chronologiae rationem revocata, Barcinone, Apud Joannem Nadal, 1760. Teófilo AYUSO MARAZUELA, «Un apócrifo español del siglo sexto de probable origen judeo‐cristiano», Sefarad, 4 (1944), pp. 3‐29. Abilio BARBERO DE AGUILERA, «Las divisiones eclesiásticas y las relaciones entre la Iglesia y el Estado en la España de los siglos VI y VII», en M.ª José Hidalgo de la Vega (ed.), La Historia en el contexto de las ciencias humanas y sociales. Homenaje a Marcelo Vigil Pascual, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1989, pp. 169‐189 (Acta Salmanticensia. Estudios históricos y geográficos, 61). Andrés BARCALA MUÑOZ, Matilde CONDE SALAZAR, M.ª Dolores LARA NAVA, Biblioteca antijudaica de los escritores eclesiásticos hispanos, vol. 2: Siglos VI‐ VII. El reino visigodo de Toledo. Parte segunda: Autores y textos, Madrid, Aben Ezra, 2005 (España judía. Serie Polémica judeo‐cristiana). Claude W. BARLOW, Martini episcopi Bracarensis opera omnia, New Haven, Yale University Press, 1950 (Papers and Monographs of the American Academy in Rome, 12). —, «Prosopography of Martin of Braga», Folia, 6 (1952), pp. 5‐15. —, Iberian Fathers, vol. 1: Martin of Braga, Paschasius of Dumium, Leander of Seville, Washington, D. C., The Catholic University of America Press, 1969 (The Fathers of the Church. A New Translation, 62). —, Iberian Fathers, vol. 2: Braulio of Saragossa, Fructuosus of Braga, Washing‐ ton D. C., The Catholic University of America Press, 1969 (The Fathers of the Church. A New Translation, 63). Stephen A. BARNEY, et al., The Etymologies of Isidore of Seville, Cambridge, Cambridge University Press, 2006.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 951
BIBLIOGRAFÍA
951
Rafael BARROSO CABRERA, Jorge MORÍN DE PABLOS, «El Monasterio Servi‐ tano. Auge y caída de un cenobio visigodo», Codex Aquilarensis, 19 (2003), pp. 9‐25. Rafael BARROSO CABRERA et al., Toledo. La construcción de una ciuitas regia. Espejo de las arquitecturas provinciales, Madrid, Audema, 2016 (Idanha‐a‐ velha. Serie histórica, 2). Edme‐Louis BILLARDON‐SAUVIGNY, Lettres des rois, reines, grands, etc. Première race... Pour servir de suite aux Essais historiques sur les mœurs des Français, vol. 2, Paris, 1792. Bernhard BISCHOFF, «Ein Brief Julians von Toledo über Rhythmen, metrische Dichtung und Prosa», Mittelalterliche Studien. Ausgewählte Aufsätze zur Schriftkunde und Literaturgeschichte, vol. 1, Stuttgart, Hiersemann ,1966, pp. 288‐298 (= Hermes, 87 [1959], pp. 247‐256). Jean‐Paul BOUHOT, «La tradition manuscrite du De fide de Bachiarius», Revue des Études Augustiniennes, 25 (1979), p. 73‐84. François BOVON, Bertrand BOUVIER, «La translation des reliques de saint Étienne le premier martyr», Analecta Bollandiana, 131 (2013), pp. 5‐50. Scott BRADBURY, Severus of Minorca, Letter on the Conversion of the Jews, Oxford, Clarendon Press, 1996 (Oxford Early Christian Texts) (reimpr. 2004). Joaquim de O. BRAGANÇA, «A Carta do Papa Vigílio ao Arcebispo Profuturo de Braga», Bracara Augusta, 21 (1967), pp. 65‐91. Simone BREGNI, «Paradisus locus amoenus: Immagini del paradiso nei primi secoli dell’era cristiana», Rivista di Storia e Letteratura Religiosa, 41 (2005), pp. 297‐327. Louis BROU, «Les plus anciennes prières liturgiques adressées à la Vierge en Occident», Hispania Sacra, 3 (1950), pp. 371‐381. Peter BROWN, «Arbiters of the Holy. The Christian Holy Man in Late Anti‐ quity», en id., Authority and the Sacred. Aspects of the Christianisation of the Roman World, Cambridge, Cambridge University Press, 1995 (reimpr. 1996), pp. 55‐78. Virginia BURRUS, Tracy KEEFER, «Anonymous Spanish Correspondence; or the Letter of the ‘She‐ass’», en Richard Valantasis (ed.), Religions of Late Antiquity in Practice, Princeton – Oxford, Princeton University Press, 2004, pp. 330‐339 (Princeton Readings in Religions). Caroline W. BYNUM, The Resurrection of the Body in Western Christianity, 200— 1336, New York, Columbia University Press, 1995 (Lectures on the His‐ tory of Religions Sponsored by the American Council of Learned Societies, New Series, 15). Juan Antonio CABRERA MONTERO, «La cita atanasiana del Apologeticum de tri‐ bus capitulis de Julián de Toledo», Augustinianum, 54 (2014), pp. 217‐236. Aquilino CAMACHO MACÍAS, Liber Vitas sanctorum Patrum Emeretensium (El libro de las vidas de los santos Padres de Mérida). Opúsculo anónimo del siglo VII, Mérida, 1988. Julio CAMPOS, «La epístola antipriscilianista de S. León Magno», Helmantica, 13 (1962), n.º 41‐42, pp. 269‐308. José CARBAJAL SOBRAL, Los concilios de Braga en los siglos VI y VII, reflejo de la vida en la Gallaecia de la época, Vigo, Imprenta Paz, 1999.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 952
952
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Carmen CARDELLE DE HARTMANN, «El supuesto concilio de Toledo del año 447», Euphrosyne, 22 (1994), pp. 207‐214. Carl P. CASPARI, Briefe, Abhandlungen und Predigten aus den zwei letzten Jahr‐ hunderten des kirchlichen Alterthums und dem Anfang des Mittelalters, Chris‐ tiania, Mallingsche Buchdruckerei, 1890 (reimpr. Bruxelles, Culture et Civilisation, 1964). Santiago CASTELLANOS, Poder social, aristocracias y hombre santo en la Hispania Visigoda: La Vita Aemiliani de Braulio de Zaragoza, Logroño, Universidad de La Rioja, 1998 (Biblioteca de Investigación, 20) (edición digital de 2011). —, Calagurris Tardoantigua. Poder e ideología en las ciudades hispanovisigodas, Calahorra, Ayuntamiento de Calahorra, 1999. José A. CASTILLO LOZANO, «La figura del tyrannus, del rebelde, en la tradi‐ ción visigoda a través de las obras de Julián de Toledo», Herakleion, 7 (2014), pp. 85‐101. Pedro CASTILLO MALDONADO, «La muerte de Isidoro de Sevilla: apuntes de crítica histórico‐hagiográfica», Habis, 32 (2001), pp. 577‐596. Lucio CASULA, Leone Magno: Il conflitto tra ortodossia ed eresia nel quinto secolo, Roma, Tiellemedia, 2002. Pierre CAZIER, «De la coercition à la persuasion. L’attitude d’Isidore de Sé‐ ville face à la politique anti‐juive des souverains visigothiques», en Va‐ lentin Nikiprowetzky (ed.), De l’antijudaïsme antique a l’antisémitisme contemporain, Lille, Presses Universitaires de Lille, 1979, pp. 125‐146. Ignazio CAZZANIGA, «La vita di S. Emiliano scritta da Braulione vescovo di Saragozza: edizione critica», Bollettino del Comitato per la preparazione della Edizione Nazionale dei Classici Greci e Latini, n. s. 3 (1954), pp. 7‐44. Henry CHADWICK, Prisciliano de Ávila. Ocultismo y poderes carismáticos en la Iglesia primitiva, trad. esp. de José Luis López Muñoz, Madrid, Espasa Calpe, 1978 (Colección Boreal) (= Priscillian of Avila: The Occult and the Charismatic in the Early Church, Oxford, Clarendon Press, 1976). Lope CILLERUELO, Obras completas de San Agustín. VIII. Cartas (1º) 1‐123, Ma‐ drid, BAC, 19863 (Biblioteca de Autores Cristianos, 69). Lope CILLERUELO, Pío de LUIS, Obras completas de San Agustín. XIb. Cartas (3º) 188‐270; 1*‐29*, Madrid, BAC, 19913 (Biblioteca de Autores Cristianos, 99b). Guido CLEMENTE, «La Notitia Dignitatum: l’imaggine e la realtà dell’Impero tra IV e V secolo», en Giorgio Bonamente, Rita Lizzi Testa (eds.), Istitu‐ zioni, carismi ed esercizio del potere (IV‐VI secolo d. C.), Bari, Edipuglia, 2010, pp. 117‐132. Carmen CODOÑER, «The Poetry of Eugenius of Toledo», en Francis Cairns (ed.), Papers of the Liverpool Latin Seminar, vol. 3, Liverpool, F. Cairns, 1981, pp. 323‐342 (ARCA: Classical and medieval texts, papers, and mo‐ nographs, 7). —, «La lengua de Isidoro», Antiquité Tardive, 23 (2015), pp. 47‐57. Carmen CODOÑER, José Carlos MARTÍN‐IGLESIAS, M.ª Adelaida ANDRÉS SANZ, «Isidorus Hispalensis ep.», en Paolo Chiesa, Lucia Castaldi (eds.), La trasmissione dei testi latini del Medioevo. Mediaeval Latin Texts and their Transmission. Te.Tra. 2, Firenze, Sismel, 2005, pp. 274‐417 (Millennio me‐ dievale, 57; Strumenti e Studi, n. s. 10).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 953
BIBLIOGRAFÍA
953
Miquel COLL I ALENTORN, «Una intromissió del poder temporal en la desig‐ nació d’un bisbe a Barcelona», II Congrés litúrgic de Montserrat. III, Secció d’història, Montserrat, Monestir, 1967, pp. 193‐196 (reimpr. en id., Histò‐ ria, vol. 2, Barcelona, Curial, 1992, pp. 9‐12 [Textos i estudis de cultura catalana, 25; Obres de Miquel Coll i Alentorn, 3]). Roger COLLINS, «The “autobiographical” Works of Valerius of Bierzo: Their structure and purpose», Los Visigodos. Historia y Civilización. Actas de la Semana Internacional de Estudios Visigóticos (Madrid‐Toledo‐Alcalá de He‐ nares, 21‐25 octubre de 1985), Murcia, Universidad de Murcia, 1986, pp. 425‐442 (Antigüedad y Cristianismo. Monografías históricas sobre la Antigüedad Tardía, 3). —, The Arab Conquest of Spain, 710‐797, Oxford, Blackwell, 1989 (A History of Spain). —, La conquista árabe, 710‐797, trad. esp. de Néstor Mínguez, Barcelona, Edi‐ torial Crítica, 1991 (Serie mayor. Historia de España, 3). —, «Julian of Toledo and the Education of Kings in Late Seventh‐Century Spain», Law, Culture and Regionalism in Early Medieval Spain, Aldershot, Routledge, 1992 (Variorum Collected Studies Series, CS356), n.º III (ver‐ sión revisada de «Julian of Toledo and the Royal Succession in Late Se‐ venth Century Spain», en Peter H. Sawyer, Ian N. Wodd [eds.], Early Medieval Kingship, Leeds, University of Leeds, 1977, pp. 1‐22). Jeronymo CONTADOR DE ARGOTE, Memorias para a historia ecclesiastica do ar‐ cebispado de Braga, primaz deas Hespanhas, dedicadas a el Rey. Título II: Dos arcebispos que ocuparaõ a cadeira Primaz de Braga, e Concilios que celebraraõ, vol. 1, Lisboa, Academia Real, 1747. Pietro CONTE, Chiesa e primato nelle lettere dei papi del secolo VII. Con appendice critica, Milano, Vita e Pensiero, 1971. Estelle CRONNIER, Les inventions de reliques dans l’Empire romain d’Orient (IVe‐ VIe s.), Turnhout, Brepols, 2015 (Hagiologia, 11). Rodrigo da CUNHA, História eclesiástica dos arcebispos de Braga, e dos santos e varões ilustres que floresceram neste arcebispado, José Marques (ed.), vol. 1, Braga, 1989 (ed. facsímil del original: Braga, Manoel Carzozo, 1634). Leonard A. CURCHIN, «Senators or Curials? Some debatable nobiles in Late Antique Hispania», Hispania Antiqua, 37‐38 (2013‐2014), pp. 129‐135. Lorenzo DATTRINO, Il De Trinitate pseudoatanasiano, Roma, Institutum patris‐ ticum Augustinianum, 1976 (Studia Ephemeridis Augustinianum, 12). —, Pseudo‐Atanasio. La Trinità, Roma, Città Nuova, 1980 (19942) (Collana di testi patristici, 23). Klaus D. DAUR, Aurelii Augustini opera. Pars III,3: Sancti Aurelii Augustini epistulae CI‐CXXXIX, Turnhout, Brepols, 2009 (CC SL, 31B). François DECRET, «Du bon usage du mensonge et du parjure: Manichéens et Priscillianistes face à la persécution dans l’empire chrétien (IVe‐Ve siè‐ cles)», en Marie‐Madeleine Mactoux, Evelyne Geny (eds.), Mélanges Pie‐ rre Lévêque, vol. 4, Besançon, Université de Franche‐Comté, 1990, pp. 141‐149 (Annales littéraires de l’Université de Besançon, 413). Eleonora DELL’ELLICINE, «Ecclesia y modelos de autoridad. Una reflexión a par‐ tir de las Sententiae de Isidoro de Sevilla y Tajón de Zaragoza (633‐683)»,
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 954
954
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Bulletin du Centre d’études médiévales d’Auxerre, Hors série 7 (2013), publica‐ ción electrónica, URL: [DOI: 10.4000/cem.12826] (04/05/2020). Émilienne DEMOUGEOT, «Une lettre de l’empereur Honorius sur l’hospitium des soldats», Revue historique du droit français et étranger, 33 (1956), pp. 25‐49. Thomas DESWARTE, «Une satire politique: la lettre de Paul à Wamba», en Thomas Deswarte, Klaus Herbers, Hélène Sirantoine (eds.), Epistola 1: Écriture et genre épistolaires: IVe‐ XIe siècles, Madrid, Casa de Velázquez, 2018, pp. 129‐136 (Collection de la Casa de Velázquez, 165). Manuel Cecilio DÍAZ Y DÍAZ, «La producción literaria de Eutropio de Va‐ lencia», en id., Anecdota Wisigothica I. Estudios y ediciones de textos literarios menores de época visigoda, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1958, pp. 9‐35 (Acta Salmanticensia. Filosofía y Letras, 12,2). —, «Lettre de Valérius du Bierzo sur la bienheureuse Égérie: Introduction, texte et traduction», en Pierre Maraval, Égérie, Journal de voyage (Itiné‐ raire), Paris, 1982 (reimpr. 2002), pp. 321‐349 (Sources Chrétiennes, 296). —, Visiones del Más Allá en Galicia durante la Alta Edad Media, Santiago de Compostela, Bibliófilos Gallegos, 1985 (Bibliófilos Gallegos. Biblioteca de Galicia, 24). —, Libros y librerías en la Rioja altomedieval, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 19912 (Biblioteca de Temas Riojanos). —, «Fructuosiana», en Louis Holtz, Jean‐Claude Fredouille (eds.), De Ter‐ tullien aux Mozarabes. Mélanges offerts à Jacques Fontaine, vol. 2, Paris, Ins‐ titut d’Études Augustiniennes, 1992, pp. 31‐40 (Études Augustiniennes. Série Moyen‐Âge et Temps Modernes, 26). —, «Escritores de la Península Ibérica», en Angelo Di Berardino (dir.), Pa‐ trología IV. Del Concilio de Calcedonia (451) a Beda. Los Padres Latinos, trad. esp. de Juan José Ayan, Madrid, BAC, 2000, pp. 71‐145. —, Valerio del Bierzo. Su persona. Su obra, León, Centro de Estudios e Inves‐ tigación San Isidoro, 2006 (Fuentes y estudios de historia leonesa, 111). —, «Monjes y libros en la Alta Edad Media hispana», en J. López Quiroga, A. M. Martínez Tejera, J. Morín de Pablos (eds.), Monasteria et Territoria. Elites, edilicia y territorio en el Mediterráneo Medieval (siglos V‐XI), Oxford, British Arqueological Reports, 2007, pp. 11‐17 (Archaeological Studies on Late Antiquity and Early Medieval Europe [400‐1000 A.D.]: Confe‐ rence Proceedings II; BAR International Series, S1720). Pedro Rafael DÍAZ Y DÍAZ, «Julián de Toledo: Historia del Rey Wamba (Tra‐ ducción y Notas)», Florentia Iliberritana, 1 (1990), pp. 89‐114. Pablo C. DÍAZ MARTÍNEZ, Formas económicas y sociales en el monacato visigodo, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1987 (Acta Salmanticensia. Es‐ tudios históricos y geográficos, 53). —, «Rey y poder en la Monarquía visigoda», Iberia, 1 (1998), pp. 175‐195. —, «La cárcel en la Hispania visigoda», en Sofía Torallas Tovar, Inmaculada Pérez Martín (eds.), Castigo y reclusión en el mundo antiguo, Madrid, CSIC, 2003, pp. 193‐207 (Manuales y Anejos de Emerita, 45).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 955
BIBLIOGRAFÍA
955
—, «Gregorio Magno y el Reino Visigodo. Un conflicto de poderes», en Claudio Azzara (ed.), Gregorio Magno, l’Impero e i Regna, Firenze, Vita e Pensiero, 2008, pp. 59‐80 (Archivum Gregorianum, 14). —, «Sedes episcopales y organización administrativa en la cuenca del Duero: siglos IV‐VII», en Santiago Castellanos, Iñaki Martín Viso (eds.), De Roma a los bárbaros. Poder central y horizontes locales en la cuenca del Duero, León, Universidad de León, 2008, pp. 123‐143. —, «Confiscations in the Visigothic Reign of Toledo: A Political Instrument», en Pierfrancesco Porena, Yann Rivière (eds.), Expropiations et confiscations dans les royaumes barbares. Une approche régionale, Rome, École Française de Rome, 2012, pp. 93‐112 (Collection de l’École Française de Rome, 470). —, «Percepción del espacio y la naturaleza en Valerio del Bierzo», en Juan Manuel Abascal et al. (eds.), Estudios de Historia Antigua en Homenaje al Prof. Manuel Abilio Rabanal, Sevilla, Universidad de Sevilla – Universidad de León, 2012, pp. 371‐386. —, «Valerio del Bierzo: la equívoca marginalidad de un asceta tardoanti‐ guo», en Raúl González Salinero (ed.), Marginados sociales y religiosos en la Hispania tardoantigua y visigoda, Madrid – Salamanca, Signifer Libros, 2013, pp. 293‐315 (Thema mundi, 5). —, «Concilios y obispos en la península Ibérica (siglos VI‐VIII)», Chiese locali e chiese regionali nell’Alto Medioevo, Spoleto, CISAM, 2014, pp. 1095‐1154 (Settimane di Studio della Fondazione Centro Italiano di Studi sull’Alto Medioevo, 61). —, «Sociability and Sense of Belonging: Community Interaction in the Work of Valerius of Bierzo», Visigothic Symposium, 3 (2018‐2019), pp. 118‐135. Pablo C. DÍAZ MARTÍNEZ, M.ª Rosario VALVERDE CASTRO, «Goths Confronting Goths: Ostroghotic Political Relations in Hispania», en Samuel J. Bar‐ nish, Federico Marazzi (eds.), The Ostrogoths from the Migration Period to the Sixth Century: An Ethnographic Perspective, Woodbridge, The Boydell Press, 2007, pp. 353‐386 (Studies in Historical Archaeoethnology). Maribel DIETZ, Wandering Monks, Virgins and Pilgrims. Ascetic Travel in the Mediterranean World, A. D. 300‐800, University Park, Penn State Univer‐ sity Press, 2005. Johannes DIVJAK, S. Aureli Augustini Hipponiensis episcopi epistulae ex duobus codicibus nuper in lucem prolatae, Vindobonae, Hoelder – Pichler – Tempsky, 1981 (CSEL, 88). —, Œuvres de saint Augustin, 46B. Lettres 1*‐29*. Nouvelle édition du texte cri‐ tique et introduction par Johannes Divjak. Traduction et commentaire par di‐ vers auteurs, Paris, Études Augustiniennes, 1987 (Bibliothèque Augustinienne, 46B). Manuela DOMÍNGUEZ GARCÍA, «Pervivencia de Baquiario (IV‐V)», en Manuela Domínguez García et al. (eds.), Sub luce florentis calami. Homenaje a Ma‐ nuel C. Díaz y Díaz, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, 2002, pp. 319‐334. Ursicino DOMÍNGUEZ DEL VAL, «Eutropio de Valencia y sus fuentes de infor‐ mación», Revista Española de Teología 14 (1954), pp. 369‐392.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 956
956
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
—, «Tarra», en Quintín Aldea Vaquero, Tomás Marín Martínez, José Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. 4, Madrid, CSIC, 1975, p. 2527. —, Leandro de Sevilla y la lucha contra el arrianismo, Madrid, Editora Nacional, 1981 (Biblioteca de visionarios, heterodoxos y marginados. Segunda serie, 12). —, «En torno al monje Baquiario. Iglesia y pastoral», Homenaje a Pedro Sáinz Rodríguez, vol. 4: Estudios teológicos, filosóficos y socioeconómicos, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1986, pp. 19‐34 (Publicaciones de la Fundación Universitaria Española. Monografías, 44). —, Martín de Braga. Obras completas, Madrid, Fundación Universitaria Es‐ pañola, 1990 (Corpus Patristicum Hispanum, 4). —, Historia de la antigua literatura latina hispano‐cristiana, 6 vols., Madrid, Fundación Universitaria Española, 1997‐2008 (Corpus Patristicum His‐ panum, 5). Wolfram DREWS, The Unknown Neighbour. The Jew in the Thought of Isidore of Seville, Leiden ‐ New York, Brill, 2006 (The Medieval Mediterranean Pe‐ oples, Economies and Cultures, 400‐1500, 59). —, «Diaspora Jewish Communities in Early Medieval Europe: Structural Conditions for Survival and Expansion», en Walter Pohl, Clemens Gant‐ ner, Richard Payne (eds.), Visions of Community in the Post‐Roman World: The West, Byzantium and the Islamic World, 300‐1100, Burlington, Ashgate, 2012, pp. 391‐401. Joseph DUHR, «Le De fide de Bachiarius», Revue d’Histoire Ecclésiastique, 24 (1928), pp. 5‐40 y 301‐331. —, Aperçus sur l’Espagne chrétienne du IVème siècle: Le De lapso de Bachiarius, Louvain, Bureaux de la Revue, 1934 (Bibliothèque de la Revue d’histoire ecclésiastique, 15). Bruno DUMÉZIL, Brunehaut, Paris, Fayard, 2008. —, «Les vrais‐faux messages diplomatiques mérovingiens», en Bruno Du‐ mézil, Laurent Vissière (eds.), Epistolaire politique II. Authentiques et au‐ tographes, Paris, PUPS, 2016, pp. 19‐34 (Cultures et civilisations médiévales, 66). Bruno DUMÉZIL, Thomas LIENHARD, «Les Lettres austrasiennes: dire, cacher, transmettre les informations diplomatiques au haut Moyen Âge», Les relations diplomatiques au Moyen Âge. Formes et enjeux, Paris, PUPS, 2011, pp. 69‐80 (Histoire ancienne et médiévale, 108). Geoffrey D. DUNN, «Innocent I on Heretics and Schismatics as shaping Christian Identity», en Geoffrey D. Dunn, Wendy Mayer (eds.), Chris‐ tians Shaping Identity from the Roman Empire to Byzantium (Studies inspired by Pauline Allen), Leiden ‐ Boston, Brill, 2015, pp. 273‐284 (Supplements to Vigiliae Christianae, 132). Jacques DURLIAT, «Les attributions civiles des évêques mérovingiens: l’e‐ xemple de Didier, évêque de Cahors (630‐655)», Annales du Midi, 91 (1979), pp. 237‐254. Bart D. EHRMAN, Andrew S. JACOBS, Christianity in Late Antiquity ‐ 300‐450 C.E.: A Reader, New York ‐ Oxford, Oxford University Press, 2004.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 957
BIBLIOGRAFÍA
957
Jacques ELFASSI, «Connaître la bibliothèque pour connaître les sources: Isi‐ dore de Séville», Antiquité Tardive, 23 (2015), pp. 59‐66. M.ª Victoria ESCRIBANO PAÑO, «La iglesia calagurritana entre ca. 457 y 465. El caso del obispo Silvano», Calahorra. Bimilenario de su fundación. Actas del I Symposium de Historia de Calahorra, Madrid, Asociación de Amigos de Calahorra, 1984, pp. 265‐272. —, «The Social Exclusion of Heretics in Codex Theodosianus XVI», en Jean‐ Jacques Aubert, Philippe Blanchard (eds.), Droit, religion et société dans le Code Théodosien, Neuchâtel (Genève), Université de Neuchâtel, 2009, pp. 39‐66. José Urbano ESPINOSA RUIZ, Calagurris Iulia, Logroño, Colegio Oficial de Apa‐ rejadores y A. T. de La Rioja y Excmo. Ayuntamiento de Calahorra, 1984. Andrew T. FEAR, Lives of the Visigothic Fathers, Liverpool, Liverpool Univer‐ sity Press, 1997 (Translated Texts for Historians, 26) (reimpr. 2011). Justo FERNÁNDEZ ALONSO, La cura pastoral en la España romanovisigoda, Roma, Iglesia Nacional Española, 1955 (Publicaciones del Instituto Español de Estudios Eclesiásticos. Sección: Monografías, 2). Francisco M.ª FERNÁNDEZ JIMÉNEZ, «Los grados clericales en la liturgia visi‐ goda según el testimonio de san Isidoro de Sevilla», Toletana, 31 (2014), pp. 9‐29. Alberto FERREIRO, «Martin of Braga, De trina mersione and the see of Rome», Augustinianum, 47 (2007), pp. 193‐207. —, «St. Braulio of Zaragoza’s Letter 21 to pope Honorius I regarding lapsed baptized Jews», Sacris Erudiri, 48 (2009), pp. 75‐95. —, «The Bishops of Hispania and Pope Innocent I (401‐417)», Visigothic Symposium, 3 (2018‐2019), pp. 19‐35. Fidel FITA, Suplementos al Concilio Nacional Toledano VI, Madrid, Imprenta de D. Antonio Pérez Dubrull, 1881. Enrique FLÓREZ, España Sagrada, vol. 5, Madrid, Antonio Marín, 1750. —, España Sagrada, vol. 15, Madrid, Antonio Marín, 1759. Francesco FLORIO, Bachiarii monachi opuscula de fide et de reparatione lapsi, Romae, Typis Antonii de Rubeis, 1748. Jacques FONTAINE, «Les trois voies des formes poétiques au VIIe siècle latin», en Jacques Fontaine, Jocelyn N. Hillgarth (eds.), Le septième siècle chan‐ gements et continuités. Actes du Colloque bilatéral franco‐britannique tenu au Warburg Institute les 8‐9 juillet 1988 — The Seventh Century Change and Continuity. Proceedings of a joint French and British Colloquium held at the Warburg Institute 8‐9 July 1988, London, The Warburg Institute, 1992, pp. 1‐18 (Studies of the Warburg Institute, 42). —, «Un chaînon visigotique dans la tradition des Carmina Triumphalia? La lettre à Modoenus de Julien de Tolède», Spania. Estudis d’Antiguitat Tar‐ dana oferts en homenatge al professor Pere de Palol i Salellas, Barcelona, Aba‐ dia de Montserrat, 1996, pp. 89‐93 (Biblioteca Abat Oliba, Sèrie Il·lustrada, 12). —, «Observations sur le “latin dicté” dans les billets d’Isidore de Séville à Braulion de Saragosse», en Bernard Colombat, Paul Mattei (eds.), Cu‐ riosité historique et intérêts philologiques. Hommage à Serge Lancel, Grenoble,
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 958
958
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Université Stendhal‐Grenoble 3, 1998, pp. 167‐180 (Recherches et Tra‐ vaux, 54). —, «La péninsule ibérique de la tutelle ostrogothique aux pré‐renaissances regionales», en Jean‐Marie Mayeur et al. (dirs.), Histoire du Christianisme des origines à nos jours, vol. 3, Paris, Desclée – Fayard, 1998, pp. 374‐386. —, Isidore de Séville. Genèse et originalité de la culture hispanique au temps des Wisigoths, Turnhout, 2000 (Témoins de notre histoire). —, Isidoro de Sevilla: Génesis y originalidad de la cultura hispánica en tiempos de los visigodos, trad. esp. de Miguel Montes, Madrid, Ediciones Encuentro, 2002 (Ensayos, 197). Gordon B. FORD, The Letters of St. Isidore of Seville, Amsterdam, Adolf M. Hakkert, 19702. José M.ª de FRANCISCO OLMOS, Manual de cronología. La datación documental histórica en España, Madrid, Ediciones Hidalguía, 2009. William H. C. FREND, «A New Eyewitness of the Barbarian Impacto in Spain, 409‐419», en Antonino González Blanco, José M.ª Blázquez Mar‐ tínez (eds.), Cristianismo y aculturación en tiempos del Imperio Romano, Murcia, Universidad de Murcia, 1990, pp. 333‐341 (Antigüedad y Cris‐ tianismo. Monografías históricas sobre la Antigüedad Tardía, 7). Ake J. FRIDH, James W. HALPORN, Magni Aurelii Cassiodori Variarum libri XII, De anima, Turnhout, Brepols, 1973 (CC SL, 96). Renan FRIGHETTO, «O modelo de vir sanctus segundo o pensamento de Va‐ lério do Bierzo», Helmantica, 48 (1997), pp. 59‐79. Chantal GABRIELLI, «La sovranità del diritto e il caso di Priscilliano (Leo. Ep. 15)», en M.ª Victoria Escribano Paño, Rita Lizzi Testa (eds.), Política, re‐ ligión y legislación en el Imperio romano (ss. IV y V d.C.), Bari, Edipuglia, 2014, pp. 105‐115 (Munera, 37). Andreas GALLAND, Bibliotheca Veterum Patrum antiquorumque scriptorum ec‐ clesiasticorum, vol. 9, Venetiis, Ex typographia Joannis Baptistae Albritii Hieron. fil., 1773. Gregorio GARCÍA HERRERO, «Julián de Toledo y la realeza visigoda», en An‐ tonino González Blanco, Francisco J. Fernández Nieto, José Remesal Ro‐ dríguez (eds.), Arte, sociedad, economía y religión durante el Bajo Imperio y la Antigüedad Tardía. Homenaje al profesor Dr. D. José M.ª Blázquez Martínez, Murcia, Universidad de Murcia, 1991, pp. 201‐255 (Antigüedad y Cris‐ tianismo. Monografías históricas sobre la Antigüedad Tardía, 8). Luis GARCÍA IGLESIAS, «El intermedio ostrogodo en Hispania (507‐549 d. C.)», Hispania Antiqua, 5 (1975), pp. 89‐120. —, Los judíos en la España Antigua, Madrid, Ediciones Cristiandad, 1978. —, «Textos sobre la política antijudía en el reino visigodo», El Olivo, 2 (1978), nº 5‐6, pp. 85‐96. Luis A. GARCÍA MORENO, Prosopografía del reino visigodo de Toledo, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1974 (Acta Salmanticensia. Filosofía y Le‐ tras, 77). —, «Vincentius dux provinciae Tarraconensis. Algunos problemas de la organi‐ zación militar del Bajo Imperio en Hispania», Historia Antiqua, 7 (1977), pp. 79‐89.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 959
BIBLIOGRAFÍA
959
—, «La época visigoda. Reinos y condados cristianos (siglos VIII‐X)», en Ma‐ nuel Tuñón de Lara (dir.), Historia de España, vol. 11: Textos y documentos de historia antigua, media y moderna hasta el siglo XVII, Barcelona, Labor, 1984, pp. 165‐252. —, «Nueva luz sobre la España de las invasiones de principios del siglo V. La Epístola XI de Consencio a S. Agustín», en Marcelo Merino Rodrí‐ guez (dir.), Verbo de Dios y palabras divinas. En el XVI centenario de la con‐ versión cristiana de San Agustín, Pamplona, Eunsa, 1988, pp. 153‐174 (Colección Teológica, 57). —, Historia de España Visigoda, Madrid, Cátedra, 1989 (Historia mayor). —, «Élites e Iglesia hispanas en la transición del Imperio Romano al Reino Visigodo», en José M.ª Candau Morón, Fernando Gascó, Antonio Ramí‐ rez de Verger (eds.), La conversión de Roma: cristianismo y paganismo, Madrid, Ediciones Clásicas, 1990, pp. 223‐258. —, Los judíos de la España antigua: Del primer encuentro al primer repudio, Madrid, Rialp, 1993. —, «Las Españas entre Roma y Constantinopla en los siglos V y VI. El Im‐ perio y la Iglesia», en Elia Febronia (ed.), Politica, retorica e simbolismo del primato: Roma e Costantinopoli. IV‐VII secc. D. C., Catania, CULC, 2002, pp. 197‐238. —, «El África bizantina y España (siglos VI y VII): intercambios políticos y culturales», Quaderni Catanesi di Studi Antichi e Medievali, n. s. 1 (2002), pp. 123‐192. —, «Etnia goda e Iglesia hispana», Hispania Sacra, 54 (2002), pp. 415‐442. —, Leovigildo. Unidad y diversidad de un reinado, Madrid, Real Academia de la Historia, 2008. Antonio GARZYA, «L’epistolografia letteraria tardoantica», Il mandarino e il quotidiano. Saggi sulla letteratura tardoantica e bizantina, Napoli, Bibliopolis, 1983, pp. 113‐148 (Saggi Bibliopolis, 14). Andrea GIARDINA (dir.), Flavio Magno Aurelio Cassiodoro Senatore, Varie, vol. 2: Libri III‐V, Roma, L’Erma di Bretschneider, 2014. Lisania GIORDANO, «Gregorio Magno e il diritto d’asilo: il Codex Iustiniani nel Registrum Epistolarum», Vetera Christianorum, 37 (2000), pp. 391‐406. Juan GIL, Miscellanea Wisigothica, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1972 (reimpr. 1991) (Anales de la Universidad Hispalense. Serie Filosofía y Letras, 15). —, «Notas de lectura», Cuadernos de Filología Clásica, 8 (1975), pp. 131‐155. —, «Interpretaciones latinas», Habis, 15 (1984), pp. 185‐197. —, «Introducción», en Juan Gil, José Luis Moralejo, Juan Ignacio Ruiz de la Peña, Crónicas Asturianas, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1985, pp. 43‐ 105 (Publicaciones del Departamento de Historia Medieval de la Uni‐ versidad de Oviedo, 11). Thomas F. GLICK, «Recepción y transmisión de la cultura a través de los scriptoria monásticos», en Margarida Sala, Marina Miquel (coords.), Tiempo de monasterios. Los monasterios de Cataluña en torno al año 1000, Bar‐ celona, Generalitat de Catalunya, 2000, pp. 198‐205. Aloisius GOLDBACHER, S. Aureli Augustini Hipponiensis episcopi epistulae, Pra‐ gae – Vindobonae – Lipsiae, F. Tempsky – G. Freytag, 1898 (CSEL, 34,2).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 960
960
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Domingo M. GOMES DOS SANTOS, «Problemas e hipóteses na vida de S. Fru‐ tuoso», Bracara Augusta, 22 (1968), pp. 163‐192. Francisco A. GONZÁLEZ, Epistolae decretales ac rescripta Romanorum pontificum, Madrid, Ex typographia haeredum D. Joachimi de Ibarra, 1821. Raúl GONZÁLEZ SALINERO, Las conversiones forzosas de los judíos en el reino vi‐ sigodo, Madrid ‐ Roma, CSIC ‐ Escuela española de Historia y Arqueo‐ logía en Roma, 2000 (Serie Histórica, 2). —, «Relaciones sociales y dependencia religiosa en la comunidad judía de Mahón (Menorca) a principios del siglo V d. C.», Arys, 3 (2000), pp. 267‐ 277. —, «Ut nos iudaizare compellat. La responsabilidad episcopal de Liciniano de Cartagena ante las influencias judaizantes», V Reunió d’Arqueologia Cris‐ tiana Hispànica, Barcelona, Institut d’Estudis Catalans, 2000, pp. 605‐608. —, «Un antecedente: la persecución contra los judíos en el Reino Visigodo», en Gonzalo Álvarez Chillida, Ricardo Izquierdo Benito (coords.), El an‐ tisemitismo en España, Cuenca, Universidad de Castilla‐La Mancha, 2007, pp. 58‐88 (Humanidades, 90). —, «Judíos sin sinagoga en la Hispania tardorromana y visigoda», en Raúl González Salinero (ed.), Marginados sociales y religiosos en la Hispania tar‐ doantigua y visigoda, Madrid ‐ Salamanca, Signifer Libros, 2013, pp. 193‐ 219 (Thema mundi, 5). —, «The Legal Eradication of the Jewish Literary Legacy in Visigothic Spain», en John Tolan, Nicholas de Lange, Laurence Foschia, Capucine Nemo‐Pekelman (eds.), Jews in Early Christian Law. Byzantium and the Latin West, 6th‐11th Centuries, Turnhout, Brepols, 2014, pp. 195‐209 (Reli‐ gion and Law in Medieval Christian and Muslim Societies, 2)». —, «Preaching and Jews in Late Antique and Visigothic Iberia», en Jonathan Adams, Jussi Hanska (eds.), Jewish‐Christian Encounter in Medieval Prea‐ ching, New York ‐ Abingdon, Routledge, 2015, pp. 23‐58 (Routledge Re‐ search in Medieval Studies, 6). Carl GREITH, Geschichte der altirischen Kirche und ihrer Verbindung mit Rom, Gallien und Alemannien (von 430 ‐ 630) als Einleitung in die Geschichte des Stiftes St. Gallen, Freiburg im Breisgau, Herder, 1867. Vittorino GROSSI, «Anima umana», en Angelo Di Berardino (dir.), Nuovo di‐ zionario patristico e di antichità cristiane, vol. 1, Genova ‐ Milano, Marietti 1820, 2006, cols. 307‐309. Rossana E. GUGLIELMETTI, Luigi G. G. RICCI, Giusto d’Urgell, Explanatio in Cantica Canticorum. Un vescovo esegeta nel regno visigoto, Firenze, Sismel, 2011 (Per verba. Testi mediolatini con traduzione, 27). Ariel GUIANCE, «Dormivit beatus Isidorus: variaciones hagiográficas en torno a la muerte de Isidoro de Sevilla», Edad Media, 6 (2003‐2004), pp. 33‐59. Ludwig M. HARTMANN, Gregorii I papae Registrum epistolarum, vol. 2, Berlin, Apud Weidmannos, 1899 (Monumenta Germaniae Historica. Epistolae, II). Patrick HENRIET, «Les démons de Valère du Bierzo (VIIe siècle)», en Domini‐ que Barthélemy, Rolf Grosse (eds.), Moines et démons: Autobiographie et individualité au Moyen Âge (VIIe‐XIIIe siècle), Genève, Librairie Droz, 2014, pp. 13‐25 (Hautes études médiévales et modernes, 106).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 961
BIBLIOGRAFÍA
961
Jocelyn N. HILLGARTH, Bernhard BISCHOFF, Bruno KRUSCH, Sancti Iuliani To‐ letanae sedis episcopi Opera. Pars I, Turnhout, Brepols, 1976 (CC SL, 115). Jean HUBERT, «La arquitectura y la decoración», en Jean Hubert, Jean Por‐ cher, Wolfgang F. Volgach, La Europa de las Invasiones, trad. esp. de Luis Hernández Alfonso, Madrid, Aguilar, 1968, pp. 1‐102. Eleazar D. HUNT, «St. Stephen in Minorca. An Episode in Jewish‐Christian Relations in the Early 5th Century AD», Journal of Theological Studies, n. s. 33 (1982), pp. 106‐123. Salvador IRANZO ABELLÁN, «Las cartas de Justo de Urgel», en Begoña Uso‐ biaga, Pere J. Quetglas (eds.), Ciència, didàctica i funció social dels estudis clàssics. Actes del XIV Simposi de la Secció Catalana de la S.E.E.C., Barcelona, Secció Catalana de la SEEC, 2004, pp. 251‐259. —, «La transmisión manuscrita de las cartas de Quírico de Barcelona e Il‐ defonso de Toledo (CPL 1272 y 1250)», en Aires A. Nascimento, Paulo F. Alberto (eds.), IV Congresso Internacional de Latim Medieval Hispânico (Lis‐ boa, 12‐15 de Outubro de 2005). Actas, Lisboa, Universidade de Lisboa – Centro de Estudos Clássicos, 2006, pp. 617‐626. —, «Aurasio», en Carmen Codoñer (coord.), La Hispania visigótica y mozá‐ rabe. Dos épocas en su literatura, Salamanca, Universidad de Salamanca ‐ Universidad de Extremadura, 2010, pp. 93‐95 (Obras de referencia, 28). —, «Bulgarano», en Carmen Codoñer (coord.), La Hispania visigótica y mo‐ zárabe. Dos épocas en su literatura, Salamanca, Universidad de Sala‐ manca ‐ Universidad de Extremadura, 2010, pp. 100‐102 (Obras de referencia, 28). —, «Epistula ad Agapium episcopum», en Carmen Codoñer (coord.), La His‐ pania visigótica y mozárabe. Dos épocas en su literatura, Salamanca, Univer‐ sidad de Salamanca ‐ Universidad de Extremadura, 2010, p. 109 (Obras de referencia, 28). —, «Idalio de Barcelona», en Carmen Codoñer (coord.), La Hispania visigó‐ tica y mozárabe. Dos épocas en su literatura, Salamanca, Universidad de Sa‐ lamanca ‐ Universidad de Extremadura, 2010, pp. 128‐129 (Obras de referencia, 28). —, «León», en Carmen Codoñer (coord.), La Hispania visigótica y mozárabe. Dos épocas en su literatura, Salamanca, Universidad de Salamanca ‐ Uni‐ versidad de Extremadura, 2010, pp. 175‐176 (Obras de referencia, 28). —, «Mauricio», en Carmen Codoñer (coord.), La Hispania visigótica y mo‐ zárabe. Dos épocas en su literatura, Salamanca, Universidad de Sala‐ manca ‐ Universidad de Extremadura, 2010, pp. 176‐177 (Obras de referencia, 28). —, «Tarra», en Carmen Codoñer (coord.), La Hispania visigótica y mozárabe. Dos épocas en su literatura, Salamanca, Universidad de Salamanca ‐ Uni‐ versidad de Extremadura, 2010, pp. 88‐89 (Obras de referencia, 28). —, Estudios sobre la epistolografía visigótica, Tesis doctoral, Universidad de Barcelona, Pere J. Quetglas Nicolau (dir.), 2011. Salvador IRANZO ABELLÁN, José Carlos MARTÍN‐IGLESIAS, «Toribio de As‐ torga, Epistula ad Idatium et Ceponium (CPL 564): Edición crítica», Sacris Erudiri, 54 (2015), pp. 129‐149.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 962
962
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
—, «Un nuevo manuscrito de la Epistula ad Eugenium episcopum (CPL 1210) atribuida a Isidoro de Sevilla», Revue d’Histoire des Textes, n. s. 11 (2016), pp. 301‐318. Amancio ISLA FREZ, «Desde el reino visigodo y la ortodoxia toledana: la co‐ rrespondencia de Montano», Studia Historica. Historia Medieval, 18‐19 (2000‐2001), pp. 41‐52. Juan Antonio JIMÉNEZ SÁNCHEZ, «Un testimonio tardío de ludi theatrales en Hispania», Gerión, 21 (2003), pp. 371‐377. —, «La decretal del papa Honorio I a los obispos hispanos (638): una hipó‐ tesis sobre su origen», Veleia, 35 (2018), pp. 261‐274. Gerd KAMPERS, Personengeschichtliche Studien zum Westgotenreich in Spanien, Münster Westfalen, Aschendorff, 1979 (Spanische Forschungen der Görresgesellschaft, Zweite Reihe, 17). —, «Exemplarisches Sterben. Der Obitus beatissimi Hispalensis Isidori episcopi des Klerikers Redemptus», en Uwe Ludwig, Thomas Schilp (eds.), Nomen et Fraternitas. Festchrift für Dieter Geuenich zum 65. Geburtstag, Ber‐ lin – New York, De Gruyter, 2008, pp. 235‐248 (Ergänzungsbände zum Reallexikon der Germanischen Altertumskunde, 62). —, «Theudila. Königssohn, Usurpator und Mönch», Millennium, 12 (2015), pp. 179‐202. Kunio KITAMURA, «Cosmas Indicopleustes et la figure de la terre», en Alain Desreumaux, Francis Schmidt (eds.), Moïse géographe. Recherches sur les representations juives et chrétiennes de l’espace, Paris, Librairie philosophi‐ que J. Vrin, 1988, pp. 79‐98 (Études de psychologie et de philosophie, 24). Bruno KRUSCH, Studien zur christlich‐mittelalterlichen Chronologie. Der 84jäh‐ rige Ostercyclus und seine Quellen, Leipzig, Von Veit & Comp., 1880. Bruno KRUSCH, Wilhelm LEVISON, Passiones vitaeque sanctorum aevi Merovin‐ gici, Hannover – Leipzig, Impensis Bibliopolii Hahniani, 1910 (Monu‐ menta Germaniae Historica, Scriptores rerum Merovingicarum, 5). Michael KULIKOWSKI, «The Epistula Honorii, Again», Zeitschrift für Papypro‐ logie und Epigraphik, 122 (1998), pp. 247‐252 —, «Fronto, the bishops, and the crowd: Episcopal justice and comunal vio‐ lence in fifth‐century Tarraconensis», Early Medieval Europe, 2 (2002), pp. 295‐320. —, «The Identity of Bachiarius», Medieval Prosopography, 24 (2003), pp. 3‐14. Junghoo KWON, «Pre‐Nestorianism in Spain: The Letter of Vitalis and Cons‐ tantius and Pseudo‐Athanasian De Trinitate», Scrinium. Journal of Patro‐ logy, Critical Hagiography and Ecclesiastical History, 9 (2013), pp. 150‐164. Koldo LARRAÑAGA ELORZA, «En torno al caso del obispo Silvano de Calagu‐ rris: consideraciones sobre el estado de la Iglesia del Alto y Medio Ebro a fines del Imperio», Veleia, 6 (1989), pp. 171‐191. Antonio LINAGE CONDE, «Eutropio de Valencia y el monacato», Salmanti‐ censis, 19 (1972), pp. 635‐646. Amnon LINDER, The Jews in the Legal Sources of the Early Middle Ages: Edited with Introductions, Translations and Annotations, Detroit – Jerusalem, Wayne State University Press, 1997.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 963
BIBLIOGRAFÍA
963
Harold V. LIVERMORE, «Honorio y la restauración de las Hispanias», Boletín de la Real Academia de la Historia, 193 (1996), pp. 443‐501 (reimpr. en id., Essays on Iberian History and Literarure, from the Roman Empire to the Re‐ naissance, Aldershot, Ashgate, 2000, n.º II [Variorum Collected Studies Series, 677]). Jean MABILLON, Veterum Analectorum Tomus II, Luteciae Parisiorum, Apud Ludovicum Billaine, 1676. José MADOZ, Epistolario de S. Braulio de Zaragoza. Edición crítica según el códice 22 del Archivo Capitular de León, con una introducción histórica y comentario, Madrid, CSIC, 1941 (Biblioteca de Antiguos Escritores Cristianos Espa‐ ñoles, 1). —, «Una nueva redacción del Libellus de fide de Baquiario», Revista Española de Teología, 1 (1941), pp. 457‐488. —, Liciniano de Cartagena y sus cartas. Edición crítica y estudio histórico, Ma‐ drid, Facultad de Teología y de Filosofía del Colegio Máximo de Oña, 1948 (Estudios Onienses. Serie I, 4). Elena MALASPINA, Il Liber epistolarum della cancelleria austrasica (sec. V‐VI), Roma, Herder, 2001 (Biblioteca di Cultura Romanobarbarica, 4). Elena MALASPINA, Marc REYDELLET, Avit de Vienne, Lettres, Paris, Les Belles Lettres, 2016 (Collection des universités de France). André MANDOUZE, Prosopographie chrétienne du Bas‐Empire. 1: Prosopographie de l’Afrique chrétienne (303‐503), Paris, CNRS, 1982. Julio MANGAS, M.ª del Mar MYRO (eds.), Medio físico y recursos naturales de la Península Ibérica en la Antigüedad, Madrid, Fundación El Monte, 2003 (Testimonia Hispaniae Antiqua, 3). Andrés MANRIQUE CAMPILLO, «La Regla de S. Agustín en España durante los primeros siglos de su existencia», La Ciudad de Dios, 182 (1969), pp. 485‐513. Demetrio MANSILLA REOYO, «Organización eclesiástica visigoda. La provin‐ cia Cartaginense», Concilio III de Toledo. XIV Centenario. 589‐1989, Toledo, Arzobispado de Toledo, 1991, pp. 523‐541. Mar MARCOS, «Monjes ociosos, vagabundos y violentos», en Ramón Teja (ed.), Cristianismo marginado: Rebeldes, excluidos, perseguidos. I, De los orí‐ genes al año 1000, Aguilar de Campoo ‐ Madrid, Fundación Santa María La Real, 1998, pp. 55‐75. José M. MARTÍ BONET, Roma y las iglesias particulares en la concesión del Palio a los obispos y arzobispos de Occidente: año 513‐1143, Madrid, CSIC, 1976. Céline MARTIN, «Las cartas de Montano y la autonomía episcopal de la His‐ pania septentrional en el siglo VI», Hispania Antiqua, 22 (1998), pp. 403‐ 426. —, «Montanus et les schismatiques: la reprise en main d’une périphérie his‐ panique au début du VIe siècle», Médiévales, 51 (2006), pp. 9‐20. —, «“Suggérer” au roi visigothique: entre supplique et jeu d’influence», en Martine Charageat, Corinne Leveleux‐Teixeira (eds.), Consulter, délibérer, décider: donner son avis au Moyen Âge (France‐Espagne, VIIe‐XVIe siècles), Tou‐ louse, Université de Toulouse II‐Le Mirail, 2010, pp. 77‐94 (Méridiennes. Études Ibériques).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 964
964
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
—, «Valérius et l’Ennemi. Grands propriétaires, clercs, cénobites et ermites face au contrôle du sacré dans le Bierzo du VIIe siècle», en Philippe De‐ preux, François Bougard, Régine Le Jan (eds.), Compétition et sacré au haut Moyen Âge: entre médiation et exclusion (IVe‐XIe siècle). Colloque de Limoges (2‐ 4 juillet 2012), Turnhout, Brepols, 2015, pp. 67‐84 (Haut Moyen Âge, 21). José Carlos MARTÍN‐IGLESIAS, La Renotatio librorum domini Isidori de Braulio de Zaragoza († 651). Introducción, edición crítica y traducción, Logroño, Ed. Fundación San Millán de la Cogolla, 2002 (Scriptorium). —, Scripta de uita Isidori Hispalensis episcopi: Braulionis Caesaraugustani epis‐ copi Renotatio librorum domini Isidori; Redempti clerici Hispalensis Obitus beatissimi Isidori Hispalensis episcopi; Vita sancti Isidori ab auctore anonymo saeculis XI‐XII exarata, Turnhout, Brepols, 2006 (CC SL, 113B). —, «La biografía dentro de la autobiografía: el caso de Valerio del Bierzo (siglo VII)», en Vitalino Valcárcel Martínez (ed.), Las biografías griega y la‐ tina como género literario. De la Antigüedad al Renacimiento. Algunas calas, Vitoria‐Gasteiz, Universidad del País Vasco, 2009, pp. 319‐342 (Anejos de Veleia. Series minor, 26). —, «Julián de Toledo», en Carmen Codoñer (coord.), La Hispania visigótica y mozárabe. Dos épocas en su literatura, Salamanca, Universidad de Sala‐ manca ‐ Universidad de Extremadura, 2010, pp. 155‐172 (Obras de refe‐ rencia, 28). —, «Tajón de Zaragoza», en Carmen Codoñer (coord.), La Hispania visigótica y mozárabe. Dos épocas en su literatura, Salamanca, Universidad de Sala‐ manca ‐ Universidad de Extremadura, 2010, pp. 196‐202 (Obras de refe‐ rencia, 28). —, «Dos versiones inéditas de la Passio s. Zoili (BHL 9022) y la Inuentio s. Zoili (BHL 9024d) en manuscritos de origen leonés», Habis, 44 (2013), pp. 305‐322. —, «El latín de las Epistulae Wisigothicae», Cuadernos de Filología Clásica. Es‐ tudios Latinos, 34 (2014), pp. 37‐60. —, Escritos medievales en honor del obispo Isidoro de Sevilla: Introducción, tra‐ ducción, índices y notas, Turnhout, Brepols, 2017 (Corpus Christianorum in Translation, 29). —, «La Epistola de computo paschali (CPL 2300) del monje León: nueva edi‐ ción y estudio de una obra probablemente hispano‐visigoda», Rivista di Cultura Classica e Medioevale, 61 (2019), pp. 205‐239. José Carlos MARTÍN‐IGLESIAS, Roger COLLINS, Bachiarii Opera: De fide necnon Epistula ad Ianuarium, quibus accedunt Epistulae II quae eidem adtributae sunt. Praefationem historicam adiecit Roger Collins, Turnhout, Brepols, 2019 (CC SL, 69C). John R. MARTINDALE, The Prosopography of the Later Roman Empire II (A. D. 395‐ 527), Cambridge, Cambridge University Press, 1980. —, The Prosopography of the Later Roman Empire III (A. D. 527‐641), vols. A‐B, Cambridge, Cambridge University Press, 1992. Gonzalo MARTÍNEZ DÍEZ, Félix RODRÍGUEZ, La Colección canónica Hispana, III. Concilios griegos y africanos, Madrid, CSIC, 1982 (Monumenta Hispaniae Sacra. Serie Canónica, 3).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 965
BIBLIOGRAFÍA
965
—, La Colección canónica Hispana, IV. Concilios Galos, Concilios Hispanos: Pri‐ mera parte, Madrid, CSIC, 1984 (Monumenta Hispaniae Sacra. Serie Ca‐ nónica, 4). —, La Colección canónica Hispana, VI. Concilios hispánicos: tercera parte, Ma‐ drid, CSIC, 2002 (Monumenta Hispaniae Sacra. Serie Canónica, 6). Joaquín MARTÍNEZ PIZARRO, The Story of Wamba: Julian of Toledo’s Historia Wambae regis. Translated with an Introduction and Notes, Washington D. C., The Catholic University of America Press, 2005. John R. C. MARTYN, King Sisebut and the Culture of Visigothic Spain, with Trans‐ lations of the Lives of Saint Desiderius of Vienne and Saint Masona of Mérida. Vita uel Passio Sancti Desiderii a Sisebuto Rege composita and Vita Sancti Ma‐ sonae Emeretensis, Lewiston ‐ Queenston ‐ Lampeter, The Edwin Mellen Press, 2008. —, Gregory and Leander: An Analysis of the Special Friendship between Pope Gre‐ gory the Great and Leander, Archbishop of Seville, Newcastle upon Tyne, Cambrige Scholars Publishing, 2013. Juan Carlos MATEOS GONZÁLEZ, León Magno, Cartas cristológicas. Introducción, traducción y notas, Madrid, Ciudad Nueva, 1999 (Biblioteca de Patrística, 46). Ralph W. MATHISEN, People, Personal Expression, and Social Relations in Late Antiquity: With Translated Texts from Gaul and Western Europe, 2 vols., Ann Arbor, University of Michigan Press, 2003. Patrick MCGUSHIN, Sallust, The Histories. Translated with Introduction and Commentary, vol. 2, Oxford, Clarendon Press, 1994. Alexandre MICHA, Voyages dans l’au‐delà d’après des textes médiévaux: IVe‐XIIIe siècles, Paris, Klincksieck, 1992. Ruth MIGUEL FRANCO, «Ecos del Epistolarium de Braulio de Zaragoza en la carta prefacio de Tajón de Zaragoza a Eugenio de Toledo (CPL 1267) en los Moralia in Job», Lemir, 14 (2010), pp. 289‐300. —, «El orden del Epistolarium de Braulio de Zaragoza», en Francisco Bau‐ tista Pérez, Jimena Gamba Corradine (eds.), Estudios sobre la Edad Media, el Renacimiento y la Temprana Modernidad, San Millán de la Cogolla, 2010, pp. 289‐299 (Instituto Biblioteca Hispánica. Serie mayor, 5). —, «Braulio de Zaragoza, el rey Chindasvinto y Eugenio de Toledo: imagen y opinión en el Epistolarium de Braulio de Zaragoza», Emerita, 79 (2011), pp. 155‐176. —, Braulio de Zaragoza, Epístolas, Madrid, Akal, 2015 (Akal/Clásicos Latinos Medievales y Renacentistas, 30). Ruth MIGUEL FRANCO, José Carlos MARTÍN‐IGLESIAS, Braulionis Caesaraugus‐ tani Epistulae et Isidori Hispalensis Epistulae ad Braulionem. Braulionis Cae‐ saraugustani Confessio uel professio Iudaeorum ciuitatis Toletanae, Turnhout, Brepols, 2018 (CC SL, 114B). Pierre MINARD, Grégoire le Grand, Registre des Lettres. Tome I (Livres I et II). Introduction, texte, traduction, notes et appendices, Paris, Cerf, 1991 (Sources chrétiennes, 370). Abdón MORENO GARCÍA, Raúl POZAS GARZA, «Una controversia judeo‐cris‐ tiana del s. VII: Julián de Toledo», Helmantica, 53 (2002), pp. 249‐269.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 966
966
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Esteban MORENO RESANO, «Cultura jurídica e instituciones cívicas entre la Antigüedad Tardía y la Alta Edad Media. Observaciones a propósito de De laude Pampilone epistola», Príncipe de Viana, 253 (2011), pp. 193‐205. Germain MORIN, «Pages inédites de deux Pseudo‐Jérômes des environs de l’an 400», Revue Bénédictine, 40 (1928), pp. 289‐318. Alden A. MOSSHAMMER, The Easter Computus and the Origins of the Christian Era, Oxford, Oxford University Press, 2008 (Oxford Early Christian Stu‐ dies). Anscari M. MUNDÓ, «Estudis sobre el De fide de Baquiari», Studia Monastica, 7 (1965), pp. 247‐303. —, «El bisbat d’Ègara de l’època tardo‐romana a la carolíngia», Simposi in‐ ternacional sobre les esglésies de Sant Pere de Terrassa, Terrassa, Centre d’Es‐ tudis Històrics de Terrassa, 1992, pp. 41‐49. Janet L. NELSON, «À propos des femmes royales dans les rapports entre le monde wisigothique et le monde franc à l’époque de Reccared», Concilio III de Toledo. XIV Centenario: 589‐1989, Toledo, Arzobispado de Toledo, 1991, pp. 465‐476. Valerio NERI, I marginali nell’Occidente tardoantico. Poveri, ‘infames’ e criminali nella nascente società cristiana, Bari, Edipuglia, 1998 (Studi storici sulla Tarda Antichità, 12). Jesús NIÑO SÁNCHEZ‐GUISANDE, «Una familia episcopal en la España del siglo VI», Compostellanum, 44 (1999), pp. 55‐66. Thomas F. X. NOBLE, «Theoderic and the Papacy», Teoderico il Grande e i Goti d’Italia, vol. 1, Spoleto, CISAM, 1992, pp. 395‐423 (Atti dei Congressi, 13). Dag NORBERG, Epistulae S. Desiderii Cadurcensis, Stockholm, Almqvist & Wiksell, 1961 (Acta Vniuersitatis Stockholmiensis. Studia Latina Stoc‐ kholmiensia, 6). —, S. Gregorii Magni Registrum epistularum, 2 vols., Turnhout, Brepols, 1972 (CC SL, 140‐140A). Óscar NÚÑEZ GARCÍA, «Un ejemplo de individualización en el proceso cris‐ tianizador galaico: las aportaciones de Toribio de Astorga», Hispania An‐ tiqua, 26 (2002), pp. 253‐268. Serafín OLCOZ YANGUAS, Manuel M.ª MEDRANO MARQUÉS, «El cisma del obispo calagurritano Silvano», Kalakorikos, 15 (2010), pp. 291‐311. José ORLANDIS, Historia de España. Época visigoda (409‐711), Madrid, Gredos, 1987. —, «El Conde Búlgar o la azarosa vida de un gobernador provincial», en id., Semblanzas visigodas, Madrid, Rialp, 1992, pp. 91‐104 (Libros de his‐ toria Rialp, 39). —, «Una familia episcopal en la Hispania del siglo VI», en id., Estudios de historia eclesiástica visigoda, Pamplona, EUNSA, 1998, pp. 141‐150 (His‐ toria de la Iglesia, 28). José OROZ RETA, «Sancti Braulionis Caesaraugustani episcopi Vita Sancti Aemiliani», Perficit, 9 (1978), n.º 119‐120, pp. 165‐227. Paloma ORTIZ GARCÍA, «San Braulio, la Vida de San Millán y la Hispania vi‐ sigoda del siglo VII», Hispania Sacra, 45 (1993), pp. 459‐486.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 967
BIBLIOGRAFÍA
967
José E. OYARZÚN, Julián de Toledo, Pronóstico del mundo futuro. Introducción, tra‐ ducción y notas, Madrid, Ciudad Nueva, 2013 (Biblioteca de Patrística, 94). Sabine PANZRAM, «Proclamo quod ego synagogam incenderim... Ambrosio de Milán, Severo de Menorca y el incendio de las sinagogas de Calínico (388) y Magona (418)», en Francisco Marco Simón, Francisco Pina Polo, José Re‐ mesal Rodríguez (eds.), Vae victis! Perdedores en el mundo antiguo, Barcelona, Universidad de Barcelona, 2012, pp. 245‐260 (Col·lecció Instrumenta, 40). Ángela PARRA ROMO, «El ejército visigodo en campaña, Wamba y la secesión de la Narbonense», Studia Historica. Historia Antigua, 36 (2018), pp. 221‐251. Rudolf PEIPER, Alcimi Ecdicii Aviti Viennensis episcopi opera quae supersunt, Berlin, Apud Weimannos, 1883 (Monumenta Germaniae Historica. Auc‐ tores Antiquissimi, 6,2). Maria Cristina PENNACCHIO, «Ilaro, santo», en Girolamo Arnaldi et al. (dirs.), Enciclopedia dei Papi, vol. 1, Roma, Trecanni, 2000, pp. 442‐447. Francesco Saverio PERICOLI RIDOLFINI, «Le relazioni di Ormisda con l’epis‐ copato dell’Occidente», en Celestino Noce (ed.), Atti del convegno su Papa Ormisda (514‐523). Magisterio, cura pastorale ed impegno ecumenico, Frosi‐ none, Comune di Frosinone, 1993, pp. 75‐84. Justo PÉREZ DE URBEL, Los monjes españoles en la Edad Media, vol. 1, Madrid, Ancla, 19452. Carlos PETIT, «Rex iudex. El momento judicial del rey de Toledo», en Ema‐ nuele Conte, Marta Madero (eds.), Procesos, inquisiciones, pruebas. Home‐ naje a Mario Sbriccoli, Buenos Aires, Manantial, 2009, pp. 39‐76. Charles PIETRI, Roma christiana. Recherches sur l’Église de Rome, son organisa‐ tion, sa politique, son idéologie de Miltiade à Sixte III (311‐440), 2 vols., Roma, École française de Rome, 1976 (Bibliothèque des écoles françaises d’Athènes et de Rome, 224). —, «Aristocratie et société cléricale dans l’Italie chrétienne au temps d’Odoacre et de Théoderic», Mélanges de l’École Française de Rome, Anti‐ quité, 93 (1981), pp. 417‐467. Charles PIETRI, Luce PIETRI (dirs.), Prosopographie chrétienne du Bas‐Empire, 2. Prosopographie de l’Italie chrétienne (313‐604), 2 vols., Roma, École Fran‐ çaise de Rome, 2000. Luce PIETRI, Marc HEIJMANS (dirs.), Prosopographie chrétienne du Bas‐Empire. 4: Prosopographie de la Gaule chrétienne (314‐614), 2 vols., Paris, Association des amis du Centre d’histoire et civilisation de Byzance, 2013. Orazio Francesco PIAZZA, Giuliano di Toledo, Conoscere le ultime realtà. Intro‐ duzione e traduzione, Palermo, L’Epos, 2005. Antoni PLADEVALL, Jaume FÀBREGAS, Josep AMENGUAL, Escrits de bisbes catalans del primer mil·leni, Barcelona, Proa, 1992 (Clàssics del Cristianisme, 27). Juan Antonio PLATERO RAMOS, Liciniano de Cartagena y su doctrina espiritua‐ lista, Oña, Facultades de Teología y Filosofía del Colegio Máximo S. J. de Oña, 1946. Walter POHL, «Deliberate Ambiguity: the Lombards and Christianity», en Guyda Armstrong, Ian N. Wood (eds.), Christianizing Peoples and Con‐ verting Individuals, Tunhout, Brepols, 2000, pp. 47‐59 (International Me‐ dieval Research 7).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 968
968
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
—, «A Non‐Roman Empire in Central Europe: The Avars», en Hans‐Werner Goetz, Jörg Jarnut, Walter Pohl (eds.), Regna and Gentes. The Relationship between Late Antique and Early Medieval Peoples and Kingdoms in the Trans‐ formation of the Roman World, Leiden ‐ Boston, Brill, 2003 pp. 463‐470 (The Transformation of the Roman World, 13). Manuel PRIETO VILAS, Los obispos hispanos a fines del Imperio Romano (ss. IV‐VII): El nacimiento de una élite social, Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, José Urbano Espinosa Ruiz (dir.), 1994 (= Madrid, 2002 [Tesis doctorales UCM. Humanidades]). Sara RANALLI, «L’epistolario di papa Ormisda, nel quadro della letteratura latina cristiana del VI secolo», Studi e Materiali di Storia delle Religioni, 61 (1995), pp. 19‐54. Claudia RAPP, «Safe‐Conducts to Heaven: Holy Men, Mediation and the Role of Writing», en Philip Rousseau, Manolis Papoutsakis (eds.), Trans‐ formations of Late Antiquity. Essays for Peter Brown, Farnham ‐ Burlington, Ashgate, 2009, pp. 187‐203. Vincenzo RECCHIA, Opere di Gregorio Magno. V/1: Lettere (I‐III), Roma, Città Nuova, 1996 (Bibliotheca Gregorii Magni). —, Opere di Gregorio Magno. V/2: Lettere (IV‐VII), Roma, Città Nuova, 1996 (Bibliotheca Gregorii Magni). —, Opere di Gregorio Magno. V/3: Lettere (VIII‐X), Roma, Città Nuova, 1998 (Bibliotheca Gregorii Magni). —, Opere di Gregorio Magno. V/4: Lettere (XI‐XIV, Appendici). Indici, Roma, Città Nuova, 1999 (Bibliotheca Gregorii Magni). Roger E. REYNOLDS, «The “Isidorian” Epistula ad Leudefredum: An Early Me‐ dieval Epitome of the Clerical Duties», Mediaeval Studies, 41 (1979), pp. 252‐330 (reimpr. en id., Clerical Orders in the Early Middle Ages. Duties and Ordination, Aldershot, Variorum, 1999, n.º III, con un suplemento de Ad‐ denda et corrigenda, p. 1 [Variorum Collected Studies Series, CS670]). —, «The “Isidorian” Epistula ad Leudefredum: Its Origins, Early Manuscript Tradition, and Editions», en Edward James (ed.), Visigothic Spain: New Approaches, Oxford, Clarendon Press, 1980, pp. 251‐272. Mateu RIERA RULLAN, El monacat insular de la Mediterrània occidental. El mo‐ nestir de Cabrera (Balears. Segles V‐VIII), Barcelona, Ateneu Universitari Sant Pacià, 2017 (Studia archaeologiae christianae, 1). Luigi G. G.RICCI, «Appendice. La lingua e lo stile», en Rossana E. Gugliel‐ metti, Luigi G. G. Ricci, Giusto d’Urgell, Explanatio in Cantica Canticorum. Un vescovo esegeta nel regno visigoto, Firenze, Sismel, 2011, pp. CLXXXI‐ CCXII (Per verba. Testi mediolatini con traduzione, 27). Ángel RIESCO TERRERO, «El problema judío en tres importantes personajes del siglo VII: un papa, un obispo y un rey visigodo», Espacio, Tiempo y Forma. Serie II, Historia Antigua, 6 (1993), pp. 585‐604. Luis RIESCO TERRERO, Epistolario de San Braulio. Introducción, edición crítica y traducción, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1975 (Anales de la Universi‐ dad Hispalense. Serie Filosofía y Letras, 31). Frank RIESS, Narbonne and its Territory in Late Antiquity: From the Visigoths to the Arabs, Farnham ‐ Burlington, Asghate, 2013.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 969
BIBLIOGRAFÍA
969
Manuel RISCO, España Sagrada, vol. 31, Madrid, Imprenta de D. Antonio de Sancha, 1776. Juan Francisco RIVERA RECIO, «Los arzobispos de Toledo en el siglo VII», Anales Toledanos, 3 (1971), pp. 181‐217. Adolfo ROBLES SIERRA, «Eutropio de Valencia: su figura y su doctrina», Te‐ ología Espiritual, 21 (1977), pp. 301‐322. Fernando RODAMILANS RAMOS, «El Primado romano en la Península Ibérica hasta el siglo X: Un análisis historiográfico», Espacio, Tiempo y Forma. Serie III, Historia Medieval, 27 (2014), pp. 419‐460. Michel ROUCHE, L’Aquitaine des Wisigoths aux Arabes, 418‐751. Naissance d’une région, Paris, École des Hautes Études en Sciences Sociales, 1979. —, «Brunehaut, romaine ou wisigothe?», Los Visigodos. Historia y Civiliza‐ ción. Actas de la Semana Internacional de Estudios Visigóticos (Madrid‐To‐ ledo‐Alcalá de Henares, 21‐25 octubre de 1985), Murcia, Universidad de Murcia, 1986, pp. 103‐115 (Antigüedad y Cristianismo. Monografías his‐ tóricas sobre la Antigüedad Tardía, 3). Saturnino RUIZ DE LOIZAGA, Pablo DÍAZ BODEGAS, Eliseo SÁINZ RIPA, Docu‐ mentación Vaticana sobre la diócesis de Calahorra y La Calzada‐Logroño (463‐ 1342), Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 1995 (Biblioteca de Temas Riojanos, 98). Guy SABBAH, Jean‐François BERTHET, Laurent ANGLIVIEL DE LA BEAUMELLE, Martin de Braga: Œuvres morales et pastorales, Paris, Cerf, 2018 (Sources chrétiennes, 594). Pedro SÁINZ RODRÍGUEZ, Antología de la literatura espiritual española, vol. 1: Edad Media, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1980 (Espiritua‐ les españoles. Serie A. Textos, 28). Biagio SAITTA, «Il corpus antigiudaico di Ervigio (LV, XII, 3, 1‐28) e il ruolo del vescovo Giuliano di Toledo», en Errico Cuozzo (ed.), Studi in onore di Salvatore Tramontana, Avellino, Elio Sellino Editore, 2003, pp. 375‐386 (Medievalia/Centro Europeo di Studi Normanni, 5). Jordina SALES CARBONELL, «Monjes y monasterios en la Cataluña premedie‐ val», en Margarida Sala, Marina Miquel (coords.), Tiempo de monasterios. Los monasterios de Cataluña en torno al año 1000, Barcelona, Generalitat de Catalunya, 2000, pp. 37‐40. —, «Fabricando pergamino durante la Antigüedad Tardía. Unas notas ar‐ queológicas para los monasterios de Hispania», Augustinianum, 53 (2013), pp. 469‐499. Francisco SALVADOR VENTURA, Prosopografía de Hispania meridional. III — An‐ tigüedad Tardía (300‐711), Granada, Universidad de Granada, 1998 (Bi‐ blioteca de Estudios Clásicos, Universidad de Granada, 9). Eustaquio SÁNCHEZ SALOR, Jerarquías eclesiásticas y monacales en época visigó‐ tica, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1976 (Acta Salmanticensia. Filosofía y Letras, 96). Aurelio de SANTOS OTERO, «La carta del domingo», en id., Los Evangelios Apó‐ crifos. Edición crítica y bilingüe, Madrid, BAC, 1979, pp. 669‐682. Ramón SARGATAL, «La enseñanza en la escuela monástica de la Alta Edad Media», en Margarida Sala, Marina Miquel (coords.), Tiempo de monas‐
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 970
970
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
terios. Los monasterios de Cataluña en torno al año 1000, Barcelona, Gene‐ ralitat de Catalunya, 2000, pp. 206‐217. Victor SAXER, «Capreolo», en Angelo Di Berardino (dir.), Nuovo dizionario patristico e di antichità cristiane, vol. 1, Genova – Milano, Marietti 1820, 2006, col. 863. Juan José SAYAS ABENGOCHEA, Historia antigua de la Península Ibérica, Madrid, UNED, 2014. Hendrick Gerhard SCHIPPER, Johannes VAN OORT, St. Leon the Great. Sermons and Letters against the Manichaeans: Selected Fragments. Introduction, Texts & Translations, Excursus, Appendices, and Indices, Turnhout, Brepols, 2000 (Corpus Fontium Manichaeorum, Series Latina, 1). Edward SCHWARTZ, Acta Conciliorum Oecumenicorum, vol. II, 3, 3: Concilium Vniuersale Chalcedonense; Actiones VII‐XVI. Concilii allocutio ad Marcianum, Berlin – Leipzig, De Gruyter, 1937. Santiago SEGURA MUNGUÍA, Mil años de historia vasca a través de la literatura greco‐latina (De Aníbal a Cartago), Bilbao, Universidad de Deusto, 20012 (19971) (Euskal Herria, 15; Fontes Vasconiae, 1). Paul SÉJOURNÉ, Le dernier père de l’Église: Saint Isidore de Séville. Son rôle dans l’histoire du droit canonique, Paris, Beauchesne, 1929 (Études de Théologie historique). Danuta SHANZER, Ian WOOD, Avitus of Vienne. Letters and Selected Prose, Li‐ verpool, Liverpool University Press, 2002 (Translated Texts for Histo‐ rians, 38). André SIMÕES, Santo Estêvão, Lisboa, Traduvárius, 2015 (Santos e Milagres na Idade Média em Portugal). Manlio SIMONETTI, «Monoenergismo, monotelismo», en Angelo Di Berar‐ dino (dir.), Nuovo dizionario patristico e di antichità cristiane, vol. 2, Ge‐ nova – Milano, Marietti 1820, 2007, cols. 339‐341. Vito A. SIRAGO, «Gli Ostrogoti in Gallia secondo le Variae di Cassiodoro», Revue des Études Anciennes, 89 (1987), pp. 63‐77. Hagith S. SIVAN, «An Unedited Letter of the Emperor Honorius to the Spanish Soldiers», Zeitschrift für Papyprologie und Epigraphik, 61 (1985), pp. 273‐287. Gabriel SOPEÑA GENZOR (ed.), Aragón antiguo: fuentes para su estudio, Zara‐ goza, Universidad de Zaragoza, 2013 (Ciencias sociales, 93). Mario SPINELLI, «Felice III (II) papa», en Angelo Di Berardino (dir.), Nuovo dizionario patristico e di antichità cristiane, vol. 2, Genova ‐ Milano, Marietti 1820, 2007, col. 1927. Tommaso STANCATI, Julian of Toledo: Prognosticum futuri saeculi. Foreknowledge of the World to come, New York ‐ Mahwah (New Jersey), The Newman Press, 2010 (Ancient Christian Writers, 63) (= id., Giuliano di Toledo, Prog‐ nosticum futuri saeculi / Il preannuncio del mondo che verrà. Introduzione, Traduzione dal Latino, Commento Teologico, Napoli, Editrice Domenicana Italiana, 2012). Tabula Imperii Romani (TR). Hoja K/J‐31: Pyrénees Orientales‐Baleares, Madrid, CSIC, 1998. Ramón TEJA CASUSO, «Las dinastías episcopales en la Hispania tardorro‐ mana», Cassiodorus, 1 (1995), pp. 29‐39.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 971
BIBLIOGRAFÍA
971
Juan TEJADA Y RAMIRO, Colección de cánones de la Iglesia española, publicada en latín a expensas de nuestros reyes por el señor Don Francisco Antonio Gonzá‐ lez, Bibliotecario mayor de la Nacional de esta Corte. Traducida al castellano con notas e ilustraciones, vols. 1‐2, Madrid, Imprenta de don José María Alonso, 1849‐1850. —, Colección de cánones y de todos los concilios de la Iglesia de España y de Amé‐ rica (en latín y castellano), con notas e ilustraciones, vols. 1‐2, Madrid, Im‐ prenta de D. Pedro Montero, 1859. José Pío TEJERA Y R. DE MONCADA, Biblioteca del Murciano o Ensayo de un Dic‐ cionario biográfico y bibliográfico de la literatura en Murcia, vol. 2, Madrid, García Enciso, 1941. Thesaurus linguae Latinae, vols. 3‐4, Leipzig, Teubner, 1906‐1912. Marcelle THIÉBAUX, The Writings of Medieval Women: An Anthology, New York – London, Garland Publishing, 19942. Andreas THIEL, Epistolae Romanorum pontificum genuinae et quae ad eos scriptae sunt a S. Hilaro usque ad Pelagium II, vol. 1: A S. Hilaro usque ad S. Hormis‐ dam ann. 461‐523, Brunsbergae, In aedibus Eduardi Peter, 1868 (reimpr. Hildesheim – New York, Georg Olms, 1974). Edward A. THOMPSON, «The End of Roman Spain. Part III», Nottingham Me‐ diaeval Studies, 22 (1978), pp. 3‐22. Francisco Javier TOVAR PAZ, «Valerio del Bierzo sobre la Peregrinatio Egeriae: deíxis del género literario y sentido de la epístola», Límite: Revista de Es‐ tudios Portugueses y de la Lusofonía, 11/2 (2017), pp. 35‐55. Purificación UBRIC RABANEDA, La Iglesia en la Hispania del siglo V, Granada, Universidad de Granada, 2004 (Monográfica. Biblioteca de Humanida‐ des. Chronica Nova de Estudios Históricos, 86). —, «Bishops, Heresy and Power: Conflict and Compromise in Epistula 11* of Consentius to Augustine», en Andrew Fear, José Fernández Ubiña, Mar Marcos (eds.), The Role of the Bishop in Late Antiquity. Conflict and Compromise, London – New York, Bloomsbury, 2013, pp. 127‐144. —, «Forjando una alianza para la dominación: obispos y bárbaros en el Oc‐ cidente tardoantiguo», en José Fernández Ubiña, Alberto J. Quiroga Puertas, Purificación Ubric Rabaneda (eds.), La Iglesia como sistema de do‐ minación en la Antigüedad Tardía, Granada, Universidad de Granada, 2015, pp. 151‐168 (Historia). Vitalino VALCÁRCEL, «¿Encargó Braulio de Zaragoza a Eugenio de Toledo que compusiera una misa de San Millán? Para una interpretación de Vita Emiliani, 3, 5‐10», Fortunatae, 9 (1997), pp. 253‐259. —, «La Vita Emiliani de Braulio de Zaragoza: El autor, la cronología y los motivos para su redacción», Helmantica, 48 (1997), pp. 376‐407. Carlos del VALLE RODRÍGUEZ, «Sobre las lenguas de los judíos en la España visigoda y Al‐Andalus», Sefarad, 63 (2003), pp. 183‐193. —, «Los primeros contactos de la Iglesia con el Talmud: El significado de la deuterosis», en Mauro Perani (ed.), The Words of a Wise Man’s Mouth are Gracious (Qoh 10, 12): Festschrift for Günter Stemberger on the Occasion of his 65th Birthday, Berlin – New York, De Gruyter, 2005, pp. 299‐308 (Studia Judaica, 32).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 972
972
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Margarita VALLEJO GIRVÉS, «Influjo oriental en la Hispania del siglo V. A pro‐ pósito de la consulta de Vital y Constancio a Capreolo de Cartago», Es‐ pacio, Tiempo y Forma. Serie II, Historia Antigua, 4 (1991), pp. 351‐358. —, «La embajada sueva en Constantinopla a la búsqueda de un aliado con‐ tra la amenaza visigoda (s. VI)», Estudios Humanísticos. Geografía, Historia. Arte, 16 (1994), pp. 61‐69. —, «“Un asunto de chantaje”. La familia de Atanagildo entre Metz, Toledo y Constantinopla», Polis, 11 (1999), pp. 261‐279. —, «El exilio bizantino: Hispania y el Mediterráneo occidental (siglos V‐ VII)», en Inmaculada Pérez Martín, Pedro Bádenas de la Peña (eds.), Bi‐ zancio y la Península Ibérica. De la Antigüedad Tardía a la Edad Moderna, Madrid, CSIC, 2004, pp. 117‐154. —, Hispania y Bizancio: Una relación desconocida, Madrid, Akal, 2012 (Akal Universitaria. Reinos y dominios en la historia de España, 338). M.ª Rosario VALVERDE CASTRO, Ideología, simbolismo y ejercicio del poder real en la monarquía visigoda: un proceso de cambio, Salamanca, Universidad de Sala‐ manca, 2000 (Acta Salmanticensia. Estudios históricos y geográficos, 110). —, «La monarquía visigoda en Valerio del Bierzo», Edad Media. Revista de Historia, 12 (2011), pp. 281‐300. Raymond VAN DAM, Leadership and Community in Late Antique Gaul, Berke‐ ley ‐ Los Angeles, University of California Press, 1985 (The Transforma‐ tion of the Classical Heritage, 8). —, «“Sheep in Wolves Clothing”: the Letters of Consentius to Augustine», Journal of Ecclesiastical History, 37 (1986), pp. 515‐535. Émile VANDERLINDEN, «Revelatio sancti Stephani (BHL 7850‐6)», Revue des Étu‐ des Byzantines, 4 (1946), pp. 178‐217. Joel VARELA RODRÍGUEZ, «¿Una edición “tajoniana”? Edición y estudio de un corpus preliminar a los Moralia in Iob», Sacris Erudiri, 57 (2018), pp. 323‐365. Ángel Custodio VEGA, «Vidal y Tonancio, o un caso de nestorianismo en España», La Ciudad de Dios, 152 (1936), pp. 412‐420. —, «Una carta auténtica de san Fructuoso», La Ciudad de Dios, 153 (1941), pp. 335‐344. —, «El primado romano en la Iglesia española desde sus orígenes hasta el siglo VII», Revista Española de Teología, 2 (1942), pp. 63‐99. —, S. Leandri Hispalensis De institutione uirginum et contemptu mundi. Noua recensio cum decem capitulis ineditis, El Escorial, Typis Augustinianis Mo‐ nasterii Escurialensis, 1948 (Scriptores Ecclesiastici Hispano‐latini Vete‐ ris et Medii Aevi, 16‐17). Isabel VELÁZQUEZ SORIANO, «Wamba y Paulo: Dos personalidades enfren‐ tadas y una rebelión», Espacio, Tiempo y Forma. Serie II, Historia Antigua, 2 (1989), pp. 213‐222 —, «El Suggerendum de Tarra a Recaredo», Antiquité Tardive, 4 (1996), pp. 291‐298. —, «En torno a la carta de Tarra a Recaredo», en Ana M.ª Aldama (ed.), De Roma al siglo XX, vol. 1, Madrid, Sociedad de Estudios Latinos – UNED – Universidad de Extremadura, 1996, pp. 585‐591.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 973
BIBLIOGRAFÍA
973
—, «El libro, las escrituras y sus soportes en la Hispania del 700», en Luis A. García Moreno, Alfonso Vigil‐Escalera (coords.), 711: Arqueología e historia entre dos mundos, vol. 1, Alcalá de Henares, Museo Arqueológico Regional, 2011, pp. 95‐114 (Zona Arqueológica, 15). Josep VILELLA, «Gregorio Magno e Hispania», Gregorio Magno e il suo tempo. XIX Incontro di studiosi dell’antichità cristiana in collaborazione con l’École Française de Rome. Roma, 9‐12 maggio 1990, vol. 1, Roma, Institutum Pa‐ tristicum Augustinianum, 1991, pp. 167‐186 (Studia Ephemeridis Au‐ gustinianum, 33). —, «La correspondencia entre los obispos hispanos y el papado durante el siglo V», Cristianesimo e specificità regionali nel Mediterraneo latino (sec. IV‐ VI). XXII Incontro di studiosi dell’antichità cristiana. Roma, 6‐8 maggio 1993, Roma, 1994, pp. 457‐481 (Studia Ephemeridis Augustinianum, 46). —, «Els concilis eclesiàstics de la Tarraconensis durant el segle V», Annals de l’Institut d’Estudis Gironins, 37 (1997), pp. 1041‐1057. —, «Las relaciones eclesiásticas de Hispania con África en época vándala (a. 429‐533)», Augustinianum, 42 (2002), pp. 445‐468. —, «Los obispos toledanos anteriores al reino visigodo‐católico», en Luis A. García Moreno, M.ª Elvira Gil Egea, Sebastián Rascón Márquez, Mar‐ garita Vallejo Girvés (eds.), Santos, obispos y reliquias. Actas del III Encuen‐ tro Internacional «Hispania en la Antigüedad Tardía», Alcalá de Henares, 13 a 16 de octubre de 1998, Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá, 2003, pp. 101‐119 (Acta Antiqua Complutensia, 3). —, «Los concilios eclesiásticos hispanos del período visigodo‐arriano: análisis histórico‐prosopográfico», Medieval Prosopography, 25 (2004), pp. 1‐47. —, «Mala temporis nostri: la actuación de León Magno y Toribio de Astorga en contra del maniqueísmo‐priscilianismo hispano», Helmantica, 58 (2007), n.º 175, pp. 7‐65. Raúl VILLEGAS MARÍN, «Unanimitatem diligite: la persecución del mani‐ queísmo durante el pontificado de León I (440‐461)», Polis, 16 (2004), pp. 213‐244. José VIVES, Concilios visigóticos e hispano‐romanos, Barcelona ‐ Madrid, CSIC, 1963 (España Cristiana. Textos, 1). Adalbert de VOGÜÉ, «Martyrium in occulto. Le martyre du temps de paix chez Grégoire le Grand, Isidore de Seville et Valerius du Bierzo», en An‐ tonius A. R. Bastiaensen, A. Hilhorst, C. H. Kneepkens (eds.), Fructus centesimus. Mélanges offerts à Gerard J. M. Bartelink à l’occasion de son soi‐ xante‐cinquième anniversaire, Steenbrugis, Kluwer Academic, 1989 (Ins‐ trumenta Patristica et Mediaevalia, 19), pp. 125‐140 (reimpr. in id., Regards sur le monachisme des premiers siècles. Recueil d’articles, Roma, Pon‐ tificio Ateneo S. Anselmo, 2000, pp. 785‐802 [Studia Anselmiana, 130]). —, Histoire littéraire du mouvement monastique dans l’Antiquité, vol. 1: Première partie: Le monachisme latin. De la mort d’Antoine à la fin du séjour de Jérôme à Rome (356‐385), Paris, Cerf, 2004 (Patrimoines. Christianisme). —, Histoire littéraire du mouvement monastique dans l’Antiquité, vol. 11: La Gaule franque et l’Espagne wisigothique (VIe‐VIIe siècle), Paris, Cerf, 2007 (Pa‐ trimoines. Christianisme).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 974
974
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Benedikt VOLLMANN, Studien zum Priszillianismus. Die Forschung, die Quellen, der fünfzehnte Brief Papst Leos des Grossen, St. Ottilien, Eos Verlag der Er‐ zabtei St. Ottilien, 1965. Friedrich VOLLMER, Fl. Merobaudis reliquiae, Blossii Aemilii Drancontii Car‐ mina, Eugenii Toletani episcopi Carmina et Epistulae cum appendicula Carminum spuriorum, Berlin, Apud Weidmannos, 1905 (Monumenta Ger‐ maniae Historica. Auctores Antiquissimi, 14). Faith WALLIS, «Introduction», en id., Bede: The Reckoning of Time. Translated, with introduction, notes and commentary, Liverpool, Liverpool University Press, 1999, pp. XV‐CI (Translated Texts for Historians, 29). Immo WARNTJES, «The continuation of the Alexandrian Easter table in se‐ venth‐century Iberian and its transmission to ninth‐century France», Revue d’Historie des Textes, n. s. 13 (2018), pp. 185‐194. Andreas WECKWERTH, «Aufbau und Struktur der Constitutio des ersten Kon‐ zils von Toledo (400)», I Concili della Cristianità occidentale: secoli III‐V. XXII Incontro di studiosi dell’antichità cristiana. Roma, 3‐5 maggio 2001, Roma, Institutum Patristicum Augustinianum, 2001, pp. 619‐630 (Studia Ephe‐ meridis Augustinianum, 78). Ian WOOD, The Merovingian Kingdoms: 450‐751, London, Longman, 1994.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 975
MAPAS *
*
Los mapas adjuntos han sido elaborados por Pablo Poveda Arias, Investigador postdoctoral de la Universidad de Hamburgo (Historisches Seminar – Arbeitsbe‐ reich Alte Geschichte).
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 976
976
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Mapa n.º 1: El contexto imperial: Hispania a finales del Imperio romano
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 977
MAPAS
977
Mapa n.º 2: El contexto imperial: escritos recibidos y enviados
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 978
978
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Mapa n.º 3: El período arriano: Hispania en el s. VI
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 979
MAPAS
979
Mapa n.º 4: El período arriano: escritos recibidos y enviados
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 980
980
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Mapa n.º 5: El reino visigodo católico: Hispania durante el reino católico de Toledo (ca. 670)
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 981
MAPAS
981
Mapa n.º 6: El reino visigodo católico: escritos recibidos y enviados
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 982
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 983
Colección NUEVA ROMA (Títulos publicados)
1. Inmaculada PÉREZ MARTÍN, El patriarca Gregorio de Chipre (ca. 1240‐1290) y la transmisión de los textos clásicos en Bizancio. Madrid, 1996, pp. XX+429+32 láms. ISBN: 84‐00‐07588‐9 2. José M.ª EGEA, La Crónica de Morea. Estudio preliminar, texto y tra‐ ducción. Madrid, 1996, pp. LXXVIII+545. ISBN: 84‐00‐07615‐X 3. Pedro BÁDENAS, Antonio BRAVO, Inmaculada PÉREZ MARTÍN (eds.), El cielo en la tierra. Estudios sobre el monasterio bizantino. Madrid, 1997, pp. XII+356+34 láms. ISBN: 84‐00‐07650‐8 4. Francisco Javier JUEZ GÁLVEZ, Blasii Kleiner Archivium Tripartitum Inclytae Provinciae Bulgariae. Madrid, 1997, pp. VII+438+7 láms. ISBN: 84‐00‐07690‐7 5. José MARTÍNEZ GÁZQUEZ, Historia Barlae et Iosaphat (Bibl. Nacional de Nápoles VIII.B.10). Madrid, 1997, pp. XXXIX+208+12 láms. ISBN: 84‐00‐07708‐3 6. Francisco Javier ORTOLÁ, Florio y Platzia Flora: una novela bizantina de época paleóloga. Madrid, 1998, pp. XIV+404+4 láms. ISBN: 84‐ 00‐07781‐4 7. Teresa MARTÍNEZ MANZANO. Constantino Láscaris, semblanza de un humanista bizantino. Madrid, 1998, pp. XII+246+13 láms. ISBN: 84‐ 00‐07761‐X 8. Francisco María FERNÁNDEZ JIMÉNEZ, El humanismo bizantino en San Simeón el Nuevo Teólogo. La renovación de la mística bizantina. Madrid, 2000, pp. XVI+303. ISBN: 84‐00‐07859‐4
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 984
9. Jorge AMERUZES DE TREBISONDA, El diálogo de la fe con el sultán de los turcos. Edición de Óscar de la Cruz. Madrid, 2000, pp. 234+7 láms. ISBN: 84‐00‐07970‐1 10. Eusebi AYENSA PRAT, Baladas Griegas. Estudio formal, temático y com‐ parativo. Madrid, 2000, pp. XX+424+6 láms. ISBN: 84‐00‐07861‐6 11. Nicanor GÓMEZ VILLEGAS, Gregorio de Nacianzo en Constantinopla. Ortodoxia, heterodoxia y régimen Teodosiano en una capital cristiana. Madrid, 2000, pp. 234+2 mapas. ISBN: 84‐00‐07987‐6 12. Óscar de la CRUZ PALMA, Barlaam et Iosaphat. Version vulgata latina. Madrid, 2001, pp. 578+8 láms. ISBN: 84‐00‐07925‐6 13. Vicente FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, La ciudad de las ideas. La traducción y recepción españolas de la poesía de Constantino Cavafis. Madrid, 2001, pp. XXVI+462. ISBN: 84‐00‐0603‐4 14. Juan SIGNES CODOÑER, Carmen CODOÑER MERINO, Arantxa DO‐ MINGO MALVADI, Biblioteca y epistolario de Hernán Núñez de Guzmán (El pinciano). Una aproximación al humanismo español del siglo XVI. Madrid, 2001, pp. XX+534‐+24 láms. ISBN: 84‐00‐07921‐3 15. Inmaculada PÉREZ MARTÍN, Miguel Atiliates, Historia. Madrid, 2002, pp. LXXI+229+386+4 láms.+4 mapas. ISBN: 84‐00‐08014‐9 16. Miguel CORTÉS ARRESE, El descubrimiento del arte bizantino en Es‐ paña. Madrid, 2002, pp. XV+211+21 láms. ISBN: 84‐00‐08040‐8 17. Rubén FLORIO, Waltharius: Edición revisada, introducción, comentario y traducción castellana. Madrid y Bellaterra, 2002, pp. 196. ISBN: 84‐00‐08063‐7 18. María LÓPEZ VILLALBA, Traducir la revolución. La nueva constitución política de Rigas de Velestino. Madrid, 2003, pp. 224. ISBN: 84‐00‐ 08174‐9 19. Pedro BÁDENAS DE LA PEÑA, Inmaculada PÉREZ MARTÍN (eds.), Constantinopla 1453. Mitos y Realidades. Madrid, 2003, pp. 592. ISBN: 84‐00‐08207‐9 20. Eneas SILVIO PICCOLOMINI, Epístola a Mehmet II. Introducción, edi‐ ción y traducción de Domingo F. Sanz. Madrid, 2004, pp. 204. ISBN: 84‐00‐08213‐3
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 985
21. Enrique MONTERO CARRELLE, Alberto ALONSO GUARDO, Los «Libros de Suertes» medievales: Las Sortes Sanctorum y los Prenostica Socratis Basilei. Estudio, traducción y edición crítica. Madrid, 2004, pp. 304. ISBN: 84‐00‐08216‐8 22. Juana TORRES PRIETO, Raúl Glaber. Historias del primer milenio. Madrid, 2004, pp. 304. ISBN: 84‐00‐08233‐8 23. Eusebi AYENSA PRAT, Cancionero griego de frontera. Madrid, 2004, pp. 320. ISBN 84‐00‐08249‐4 24. Inmaculada PÉREZ MARTÍN, Pedro BÁDENAS DE LA PEÑA (eds.), Bizancio y la Península Ibérica. De la Antigüedad Tardía a la Edad Moderna. Madrid, 2004, pp. 568. ISBN: 84‐00‐08283‐4 25. Concepción NEIRA FALEIRO, La ‘Notitia Dignitatum’. Nueva edición crítica y comentario histórico. Madrid, 2005, pp. 697. ISBN: 84‐00‐ 08415‐2 26. Óscar DE LA CRUZ PALMA, La traducción latina del Corán atribuida al patriarca de Constantinopla Cirilo Lúcaris (1572‐1638). Madrid, 2006, pp. 352. ISBN: 84‐00‐08468‐3 27. Pablo A. CAVALLERO, La antapódosis o retribución de Liutprando de Cremona. Madrid, 2007, pp. LXXII+368. ISBN: 978‐84‐00‐08524‐7 28. Juan SIGNES CODOÑER, Francisco Javier ANDRÉS SANTOS, La Introducción al derecho (Eisagoge) del patriarca Focio. Madrid, 2007, pp. 571. ISBN: 978‐84‐00‐08560‐5 29. Enrique SANTOS MARINAS, La cultura material de los primitivos eslavos. Un estudio sobre el léxico de los evangelios. Madrid, 2008, pp. 426. ISBN: 978‐84‐00‐08649‐7 30. David HERNÁNDEZ DE LA FUENTE, «Bakkhos Anax». Un estudio sobre Nono de Panópolis. Madrid, 2008, pp. 288. ISBN: 978‐84‐00‐08693‐0 31. Alberto CONEJERO LÓPEZ, Carmina Urbana Orientalium Graecorum. Poéticas de la identidad en la canción urbana greco‐ oriental. Madrid, 2008, pp. 544. ISBN: 978‐84‐00‐08696‐1 32. Antonio GARCÍA MASEGOSA, Interpretatio Alcorani litteralis. Parte I: La traducción latina; introducción y edición crítica. Madrid, 2009, pp. 544. ISBN: 978‐84‐00‐08876‐7
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 986
33. Patricia VARONA CODESO, Miguel III (842‐867). Construcción histórica y literaria de un reinado. Madrid, 2009, pp. 396. ISBN: 978‐ 84‐00‐08964‐1 34. Eneas SILVIO PICCOLOMINI (PAPA PÍO II), Descripción de Asia, ed. de Domingo F. Sanz. Madrid, 2010, pp. 548. ISBN: 978‐84‐00‐09243‐6 35. Loukia STEPHOU, Die neugrieschische Metaphrase von Stephanites und Ichnelates. Madrid, 2011, pp. 334. ISBN: 978‐84‐00‐09402‐7 36. Alberto del CAMPO ECHEVARRÍA, La teoría platónica de las Ideas en Bizancio (siglos IX‐XI). Madrid, 2012, pp. 422. ISBN: 978‐84‐00‐ 09509‐3 37. Antoni BIOSCA I BAS, Historia de José y Asenet. Madrid, 2012, pp. 184. ISBN: 978‐84‐00‐09511‐6 38. Isaac NEWTON, Historia Ecclesiastica (De origine schismatico Ecclesiae papisticae bicornis), ed. de Pablo Toribio Pérez. Madrid, 2013, pp. 632. ISBN: 978‐84‐00‐09736‐3 39. Isaac NEWTON, Science, Philology and Theology in Isaac Newton’s Temple of Solomon, ed. de Ciriaca Morano Rodríguez. Madrid, 2013, pp. 384. ISBN: 978‐84‐00‐09769‐1 40. Eustaquio SÁNCHEZ SALOR (ed.), Vida de los Padres del Jura, edición crítica y traducción. Madrid, 2014, pp. 174. ISBN: 978‐84‐00‐09861‐2 41. Cándida FERRERO HERNÁNDEZ y Óscar DE LA CRUZ PALMA (eds.), Vitae Mahometi. Reescritura e invención en la literatura cristiana de controversia. Madrid, 2014, pp. 402. ISBN: 978‐84‐00‐09900‐8 42. Fernando GONZÁLEZ MUÑOZ (ed.), Mahometrica. Ficciones poéticas latinas del siglo XII sobre Mahoma. Madrid, 2015, pp. 294. ISBN: 978‐84‐00‐09981‐7 43. Pedro BÁDENAS DE LA PEÑA y Ángel Luis ENCINAS MORAL (eds.), El Viaje allende los tres mares de Afanasi Nikitin. Edición, traducción y estudio. Madrid, 2016, pp. 216. ISBN: 978‐84‐00‐10069‐8 44. Nàdia PETRUS PONS, Alchoranus Latinus quem transtulit Marcus ca‐ nonicus Toletanus. Estudio y edición crítica. Madrid, 2016, pp. 640. ISBN: 978‐84‐00‐10160‐2
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 987
45. Álvaro GARCÍA MARÍN, Historias del Vampiro griego. Madrid, 2017, pp. 758. ISBN: 978‐84‐00‐10191‐6 46. Francisco SOCAS y Pablo TORIBIO (eds.), Martin Seidel. Origo et fun‐ damenta religionis christianae. Un tratado clandestino del siglo XVII. Madrid, 2017, pp. 538. ISBN: 978‐84‐00‐10239‐5 47. Florencia CUADRA GARCÍA, La ortografía latina en la Baja Edad Media: estudio y edición crítica, Madrid, 2018, pp. 398. ISBN: 978‐84‐00‐ 10365‐1. 48. Paula CABALLERO SÁNCHEZ, El Comentario de Juan Pediásimo a los «Cuerpos Celestes» de Cleomedes. Madrid, 2019, pp. 356. ISBN: 978‐ 84‐00‐10436‐8. 49. José María SOTO RÁBANOS, Liber de concordantia legis Dei, de Juan de Valladolid. Madrid, 2019, pp. 620. ISBN: 978‐84‐00‐10502‐0. 50. Benito RIAL COSTAS, Aldo Manuzio en la España del Renacimiento. Madrid, 2019, pp. 412. ISBN: 978‐84‐00‐10578‐5. 51. Raúl SERRANO MADROÑAL, Los circunceliones: fanatismo religioso y descontento social en el África tardorromana, pp. 272. ISBN: 978‐84‐ 10642‐3.
LIBRO_HISPANIA_TARDOANTIGUA_CSIC_N52.qxp_LIBRO_HISPANIA 15/9/20 18:55 Página 988
CUB_HISPANIA_N52_CSIC_(01Cruz)_59mmLOMO.qxp_Maquetación 1 24/8/20 10:58 Página 1
NUEVA RO MA
NUEVA RO MA
NUEVA RO MA
PABLO C. DÍAZ es catedrático de Historia Antigua en la Universidad de Salamanca y ha centrado sus investigaciones en los procesos de transformación de la Antigüedad tardía occidental (siglos IV-VII). Sus trabajos más recientes versan sobre el impacto que la instalación de suevos y visigodos tuvo sobre las estructuras hispanorromanas precedentes, atendiendo tanto a los aspectos socioeconómicos, como a factores políticos, jurídicoinstitucionales y religiosos. JOSÉ CARLOS MARTÍN IGLESIAS es profesor titular de Filología Latina en la Universidad de Salamanca, acreditado para catedrático, y dúplice doctor en Filología Latina (Universidad de Salamanca y École Pratique des Hautes Études). Ganador en dos ocasiones del Premio Nacional de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, ha publicado un gran número de estudios y ediciones de textos latinos de la Hispania tardoantigua y medieval. Traductor tanto de autores clásicos como medievales, es responsable, además, de la revisión científica de las traducciones en español de la colección Corpus Christianorum in Translation. MARGARITA VALLEJO GIRVÉS es catedrática de Historia Antigua en la Universidad de Alcalá. Se interesa especialmente, dentro del ámbito de la Antigüedad tardía, por las relaciones entre el Imperio romano de Oriente con la Hispania visigoda, así como por la evolución del exilio como pena pública legal y por la historia del siglo V en el ámbito mediterráneo oriental. Es autora o editora de varias monografías españolas y extranjeras dedicadas a esos asuntos, así como de numerosos artículos y capítulos de libro. Ha sido investigadora principal de tres proyectos de investigación con financiación pública nacional. ISBN 978-84-00-10667-6
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares
Los siglos V-VII en la historia de la península ibérica constituyen un período esencial en su devenir histórico, pues comienzan con la desintegración paulatina del Imperio romano y la entrada de los bárbaros en Hispania y concluyen con los últimos años del reino visigodo. A fin de ofrecer una visión general de los principales problemas de ese período histórico, este volumen reúne una amplia antología de los textos epistolares conservados, contextualizados históricamente. La elección del género epistolar responde al hecho de que se ha conservado un gran número de cartas de esos siglos y los temas tratados en ellas son tan diversos que ofrecen una imagen muy completa de los problemas a los que se enfrentó esa sociedad y permiten estudiar con detalle no solo los asuntos debatidos en el interior de la propia Hispania, sino también las relaciones entre sus habitantes y otros poderes extranjeros, incluido el papado. Por esa razón, junto con las cartas escritas en la península ibérica, se han recogido muchas otras compuestas en diversas regiones de Occidente y Oriente que versan sobre temas hispánicos o están dirigidas a personajes de Hispania. La organización de estos materiales es tanto cronológica (en tres bloques: Hispania y el contexto imperial, el período arriano y el reino visigodo católico), como temática (por afinidad de los temas tratados en las fuentes estudiadas). Esto proporciona una mayor cohesión a los distintos apartados de cada una de las secciones y facilita una presentación unitaria en su contexto histórico.
José Carlos Martín-Iglesias Pablo C. Díaz Margarita Vallejo Girvés
52
CSIC
La Hispania tardoantigua y visigoda en las fuentes epistolares Antología y comentario
José Carlos Martín-Iglesias, Pablo C. Díaz y Margarita Vallejo Girvés CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS