Artífices idóneos : artesanos, talleres y manufacturas en Hispania: Artesanos, talleres y manufacturas en Hispania [1 ed.] 8400098439, 9788400098438

El estudio del artesano, las artesanías y su problemática laboral y social en la Antigüedad es un tema conocido y bien s

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Spanish Pages 488 [490] Year 2014

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Artífices idóneos: artesanos, talleres y manufacturas en Hispania
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PresentAcIÓn
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Artífices idóneos : artesanos, talleres y manufacturas en Hispania: Artesanos, talleres y manufacturas en Hispania [1 ed.]
 8400098439, 9788400098438

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AneJos De ArcHIVo esPAÑol De ArQueoloGÍA lXXI

ARTIFICES IDONEOS

ArtesAnos, tAlleres y mAnufActurAs en HISpANIA

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AneJos De AesPA

Director: francisco Pina Polo, universidad de Zaragoza, españa.

Secretario: carlos Jesús morán sánchez, Instituto de Arqueología, csIc-Gobierno de extremadura, mérida, españa.

Comité Editorial: José Beltrán fortes, universidad de sevilla, españa; manuel Bendala, universidad Autónoma de madrid, españa; rui manuel sobral centeno, universidade do Porto, Portugal; Adolfo J. Domínguez monedero, universidad Autónoma, madrid, españa; sonia Gutiérrez lloret, universidad de Alicante, españa; Pedro mateos, Instituto de Arqueología, csIc-Gobierno de extremadura, mérida, españa; manuel molinos, universidad de Jaén, españa; Ángel morillo, universidad complutense, madrid, españa; ricardo olmos romera, Instituto de Historia, csIc, madrid, españa; Almudena orejas, Instituto de Historia, csIc, madrid, españa; Isabel rodà de llanza, universidad Autónoma de Barcelona, españa; Inés sastre Prats, Instituto de Historia, csIc, madrid, españa; Ángel Ventura Villanueva, universidad de córdoba, españa.

Consejo Asesor: luis caballero Zoreda, Instituto de Historia, csIc, madrid, españa; maría Paz García-Bellido, Instituto de Historia, csIc, españa; Juan manuel Abascal, universidad de Alicante, españa; filippo coarelli, universitá degli studi di Perugia, Italia; Pierre Gros, université Aix-marseille, francia; simon Keay, university of southampton, reino unido; Pilar león, universidad de sevilla, españa; Giuliano Volpe, universitá degli studi di foggia, Italia; carmen García merino, universidad de Valladolid, españa; Javier Arce, université lille, francia; michel Amandry, Bibliothèque nationale de france, París, francia; Xavier Aquilué, museu d'Arqueologia de catalunya, empúries, españa; Pietro Brogiolo, università di Padova, Italia; francisco Burillo, universidad de Zaragoza, españa; monique clavel-lévêque, université franche-comté, Besançon, francia; teresa chapa, universidad complutense de madrid, españa; carlos fabião, universidade de lisboa, Portugal; carmen fernández ochoa, universidad Autónoma de madrid, españa; Pierre moret, universidad de toulouse, francia; sebastián ramallo, universidad de murcia, españa; Domingo Plácido, universidad complutense de madrid, españa; thomas schattner, Instituto Arqueológico Alemán, madrid, españa; Armin stylow, münchen universität, Alemania.

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mAcArenA BustAmAnte ÁlVAreZ DArÍo BernAl cAsAsolA (eds.)

ARTIFICES IDONEOS

ArtesAnos, tAlleres y mAnufActurAs en HISpANIA

reunión científica, mérida (Badajoz, españa), 25-26 de octubre, 2012

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS INSTITUTO DE ARQUEOLOGÍA MÉRIDA, 2014

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reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por ningún medio ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial.

las noticias, los asertos y las opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores. la editorial, por su parte, solo se hace responsable del interés científico de sus publicaciones. este volumen es el resultado de la reunión científica Artifices Idoneos: artesanos, talleres y manufacturas en Hispania, celebrada en mérida (Badajoz, españa) durante los días 25 y 26 de octubre de 2012, insertada en el marco de desarrollo de los proyectos HAr2010-15733 y HAr2013-43599 del Plan nacional de I+D+i/feDer del Gobierno de españa.

Imagen de cubierta, de izquierda a derecha: detalle del mosaico pesquero de tema nilótico de el Alia (museo de el Bardo, túnez); material óseo en proceso de elaboración procedente de un taller emeritense (mnAr, mérida); horno de pan de la casa de los Pájaros de Italica (foto: sebastián Vargas); villa dels munts, antecámara (2.5). trazos preparatorios realizados con cuerda empapada en ocre (foto: mnAt, r. cornadó); acrótera en forma de máscara trágica de Emporiae (mAc); instrumental minero de riotinto, picos-martillos (museo minero de riotinto). Imagen de contracubierta: Lex Metallis Vipascensis (museo del Instituto Geologico y mineiro de Portugal, lisboa). Catálogo general de publicaciones oficiales: http://publicacionesoficiales.boe.es/

eDItorIAl csIc: http://editorial.csic.es (correo: [email protected])

© csIc © macarena Bustamante Álvarez y Dario Bernal casasola (eds.), y de cada texto, su autor. nIPo: 723-14-104-9 e-nIPo: 723-14-105-4 IsBn: 978-84-00-09843-8 e-IsBn: 978-84-00-09844-5 Depósito legal: m-21608-2014 maquetación: trébede ediciones, s.l. Impreso en españa. printed in Spain

en esta edición se ha utilizado papel ecológico sometido a un proceso de blanqueado tcf, cuya fibra procede de bosques gestionados de forma sostenible. Imprenta: Artes Gráficas rejas, mérida

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sumArIo Presentación: el largo camino entre las producciones y el artesanado hispanorromano ................................ Darío Bernal Casasola y Macarena Bustamante Álvarez

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trabajo, identidad social y estatus jurídico de los artesanos en el ámbito urbano de Hispania ..................... Juan Francisco Rodríguez Neila

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las caleras: una actividad olvidada en el artesanado hispanorromano ........................................................... Luis Carlos Juan Tovar

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manufacturas militares romanas en Hispania. nuevas evidencias arqueológicas .......................................... Ángel Morillo Cerdán

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talleres escultóricos ........................................................................................................................................ Trinidad Nogales Basarrate e Isabel Rodà de Llanza

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la decoración pintada en la Hispania romana: artesanos y talleres ............................................................... 105 Carmen Guiral pelegrín talleres musivos hispanorromanos. formas de producción y áreas de dispersión ......................................... 127 Sebastián Vargas Vázquez y Guadalupe López Monteagudo

oficinas y estilos en el hábito epigráfico de la Hispania romana ................................................................... 143 Juan Manuel Abascal palazón Instrumentos de escritura en Hispania ............................................................................................................ 169 Javier Alonso, José Manuel Jerez Linde y Rafael Sabio González

Artesanos y talleres monetales en la Hispania romana .................................................................................. 191 Alicia Arévalo González

Bodegas y almazaras en Hispania: estructuras y ámbitos de producción ...................................................... 211 Yolanda peña Cervantes

la apicultura en la Hispania romana: producción, consumo y circulación .................................................... 269 Jorge Morín de pablos y Rui Roberto de Almeida

talleres haliéuticos en la Hispania romana .................................................................................................... 295 Darío Bernal Casasola y Enrique García Vargas la panificación en la Hispania romana .......................................................................................................... 319 Macarena Bustamante Álvarez, Javier Salido Domínguez y Eulalia Gijón Gabriel

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Artesanos y talleres del hueso en la Hispania romana ................................................................................... 355 F. Germán Rodríguez Martín Artífices e industrias auxiliares en las minas hispanas ................................................................................... 389 Aquilino Delgado Domínguez y Juan Aurelio pérez Macías

Algo más que hornos y cerámicas. la manufactura alfarera en la antigüedad altoimperial hispanorromana: entre el artesanado y la producción en masa ................................................................................................... 421 José Juan Díaz Rodríguez

la arqueología del artesanado en el mediterráneo occidental: datos, lagunas y perspectivas ....................... 465 Jean-pierre Brun Glosario ........................................................................................................................................................... 477

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Artifices Idoneos: artesanos, talleres y manufacturas en Hispania. reunión científica, mérida (Badajoz, españa), 25-26 de octubre, 2012.

PresentAcIÓn el lArGo cAmIno entre lAs ProDuccIones y el ArtesAnADo HIsPAnorromAno

Amplia, longeva y múltiple en matices es la trayectoria mediterránea de los estudios sobre el instrumentum domesticum y la llamada Arqueología de la Producción desde el conocido libro del querido y llorado profesor t. mannoni. y, como en otras tantas parcelas del saber de las ciencias de la Antigüedad, cada país ribereño del Mare Nostrum ha seguido un decurso diferencial en la tradición y orientación de sus estudios. el exceso ―más que abundancia― de literatura publicada, la multiplicación de las intervenciones arqueológicas, la atomización de los trabajos y la recurrente híper-especialización, cada vez más acusada, han ido en detrimento del conocimiento, transversal e integral, de las temáticas objeto de atención. Por poner un ejemplo muy querido para los redactores de estas páginas, el estudio de las figlinae se ha convertido en un auténtico palimpsesto, para cuyo análisis es necesario un ceramólogo para la determinación del objeto de manufactura (que si es múltiple ―como el habitual binomio ánforas y cerámicas comunes de mesa― requerirá el concurso de dos investigadores), un especialista en las estructuras de producción (hornos y demás partes del taller), un arqueómetra para el análisis de las pastas y de aspectos tecnológicos de la cocción y, si es fecunda en sellos, un epigrafista para su conveniente hermenéutica. Algo a lo que estamos más que acostumbrados pero que denota la deriva preciosista de nuestros estudios y el cada vez más complejo entendimiento entre arqueólogos, historiadores e interesados en la Antigüedad desde sus respectivas parcelas. el estudio del artesano, las artesanías y su problemática laboral y social en la Antigüedad es un tema conocido y bien sistematizado en algunos ámbitos del Imperio. ejemplo de ello son las investigaciones que se vienen desarrollando en los últimos años en Italia ―especialmente en el ámbito vesubiano― o en las antiguas Galliae, impulsadas especialmente por el Centre Jean Berard de nápoles. Así como las recientes reflexiones y debates teóricos sobre el trabajo y todos los aspectos relacionados con los procesos productivos, que encuentran en el Oxford Roman Economy project inglés

un buen estandarte. Por el contrario, otros espacios geográficos no gozan de esta privilegiada situación, bien por las deficientes condiciones de conservación de las evidencias materiales, que no permiten grandes reflexiones, o bien porque las investigaciones se han centrado en otros aspectos. el artesanado hispanorromano podemos decir que ha sido uno de los aspectos menos estudiados de manera monográfica desde una perspectiva global e integradora, siendo por ello un campo abierto, en constante roturación y potencialmente muy fructífero para la investigación de los próximos años. Ante esta situación, la reunión científica Artifices Idoneos: artesanos, talleres y manufacturas en Hispania, auspiciada por el Instituto de Arqueología de mérida del csIc y por la universidad de cádiz y celebrada en mérida los días 25 y 26 de octubre de 2012, aspiraba a reunir a diversos investigadores para propiciar un foro de debate sobre el artesanado en nuestras tierras hispanas, desde una óptica interdisciplinar y transversal. como iniciativas precedentes conviene destacar, precisamente en Emerita Augusta, la monografía titulada Artistas y artesanos en la Antigüedad Clásica, que vio la luz en 1994 (Cuadernos Emeritenses, n.º 8), y que reunía junto a un estado de la cuestión sobre el artesanado en Grecia y roma, en clave deductiva (de lo general a lo particular, en palabras de J.m. Álvarez), cinco visiones sobre la arquitectura, la escultura, la musivaria, la pintura y la alfarería, con una vocación pan-mediterránea y no exclusivamente hispana. Algunos años antes, se editó una monografía por parte de H. Gimeno, que aunque centrada en la epigrafía sí planteaba un interés manifiesto por la problemática artesanal (1988, Artesanos y técnicos en la epigrafía romana de Hispania, Barcelona). Dichos referentes no constituyen los únicos, pues hay muchas otras iniciativas en diversos lugares de la geografía peninsular (como la reunión del Vitoria del año 2000 con el título II coloquio Internacional sobre la romanización de euskal Herria: el artesanado en la Antigüedad). lo que sí parecen reflejar todos estos importantes antecedentes es que en españa aún no se ha producido la me-

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DArÍo BernAl cAsAsolA y mAcArenA BustAmAnte ÁlVAreZ

tamorfosis del necesario y complejo estudio de las manufacturas al interés socio-económico por el artesanado, al menos para el mundo Antiguo, pues esta es una de las líneas prioritarias de la investigación en época medieval y moderna (basta revisar las Bases de Datos Bibliográficas o Dialnet para percatarse de la cantidad de literatura especializada al respecto para dichos momentos históricos). la séptima rúbrica de la primera tabla de la Lex Metallis Vipascensis, alusiva a la maestría de los barberos o tonstrini, ilustra magistralmente la destreza de los artesanos y su repercusión en los menesteres fabriles: conductor unum pluresve artifices idoneos in portionem recipito (el arrendatario tendrá que contratar uno o más artesanos competentes, proporcionalmente al trabajo que tenga que desarrollar). De ahí que hayamos utilizado dicho doble epíteto, artifices idoneos, como eje central de nuestro encuentro, intentando con ello dar protagonismo a los artesanos y no exclusivamente a los productos resultado de su trabajo. esta aportación debe entenderse ―o al menos así la concebimos nosotros ab initio― como el inicio de un camino que se antoja largo y complejo, y que deberá ser completado en el futuro con otras aportaciones que complementen el contenido de estas páginas. tratar de realizar una síntesis del artesanado hispanorromano era algo impensable y harto complicado, teniendo en cuenta la amplitud geográfica de las provincias hispanas, la dilatada cronología (prácticamente mil años desde los escipiones a las primeras presencias islámicas) y la diversidad de artesanías resultado de la fecundidad de la tierra y el mar de Hispania, como evocan continuamente estrabón, Plinio y otros tantos escritores antiguos. De ahí que el diseño de las jornadas partiese de una premisa temática: seleccionar, en función del tiempo disponible, prácticamente una veintena de artesanías que sirviesen para generar un primer estado de la cuestión del tema, con los caminos por recorrer, las deficiencias advertidas y las futuras líneas de investigación. todo ello precedido de un estado de la cuestión sobre el estatus jurídico de los artesanos en las ciudades romanas, de la magistral pluma de f.J. rodríguez neila, en desarrollo de su conocido trabajo publicado en la monografía sobre El trabajo en la Hispania romana (ed. sílex, 1999); junto a una conferencia de clausura impartida por el profesor J.P. Brun del Collège de France, sobre la situación del conocimiento del artesanado urbano en francia y en Italia, como elementos contextualizadores de la situación hispanorromana. Ambas disertaciones, que encontrará el lector en estas páginas, sirven de excelente marco de referencia, legal y geográfico respectivamente, para la comprensión de las artesanías hispanorromanas.

Anejos de AEspA lXXI

no era fácil la decisión temática, conscientes, entre otros aspectos, de la tradicional división entre artesanías del trabajo y aquellas vinculadas a los aspectos alimentarios, los cuales suelen ser tratados de manera autónoma. tampoco contábamos con especialistas para todas las parcelas deseadas y deseables por el auditorio, lo cual volvía aún más compleja la elección de las temáticas a abordar. Al final optamos por diecisiete temas, todos los cuales fueron satisfactoriamente impartidos por los diversos especialistas. Que abarcaban desde las manufacturas militares en Hispania (A. morillo), pasando por la tradicional trilogía representada por la arquitectura (los temas de cantería, a cargo de A. Pizzo), la escultura (planteada por las doctoras I. rodà y t. nogales) y la pintura (c. Guiral), completada por la rica y «parlante» musivaria (G. lópez y s. Vargas). los talleres epigráficos fueron analizados con maestría por J.m. Abascal, combinados con la exhaustiva visión de los talleres monetales ofrecida por A. Arévalo. la producción alimenticia se inició con una excelente síntesis sobre la vinificación y la manufactura olearia en Hispania (y. Peña), seguida de un análisis de los talleres haliéuticos (D. Bernal y e. García Vargas) y por la novedosa información disponible sobre las panaderías y pastelerías hispanorromanas (m. Bustamante, J. salido y m.e. Gijón). el último apartado lo completaron sectores artesanales de gran importancia en la Antigüedad como los textiles, tintes y la cestería (c. Alfaro), la producción de vidrio (A. fuentes), la industria del hueso y la eboraria (G. rodríguez martín), la orfebrería (A. Perea), la alfarería (J.J. Díaz rodríguez), la desconocida producción de cal (l.c. Juan tovar) y las industrias auxiliares en las minas hispanorromanas (J.A. Pérez macías y A. Delgado Domínguez). un conjunto de veinticinco investigadores, buena parte de ellos los mejores conocedores en españa de las temáticas analizadas. y una representación institucional amplia, con profesionales procedentes de diez universidades (universidad Autónoma de madrid, complutense, de Alicante, de cádiz, de córdoba, de Huelva, de Valencia, de sevilla, Pablo de olavide y uned-madrid), además de siete instituciones de investigación (centro de ciencias Humanas y socialescsIc-madrid, collège de france, consejería de educación y cultura del Gobierno de extremadura, Institut català d’Arqueologia clàssica-tarragona, Instituto de Arqueología de mérida-csIc, museo minero de riotinto y secAH ―sociedad de estudios de la cerámica Antigua en Hispania―) y varios profesionales liberales. Destacar, además, el carácter interdisciplinar de la aproximación, pues se dieron cita en la sede del coloquio (Sala Caja Badajoz) arqueólogos, arqueómetras, epigra-

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el lArGo cAmIno entre lAs ProDuccIones y el ArtesAnADo…

fistas, historiadores de la Antigüedad, historiadores del Arte y numísmatas, junto a asistentes que informaron a un auditorio nutrido, variado y transversal. Para facilitar la ordenación de la información y la presentación de los datos, a cada investigador se le propuso un esquema para la estructura del trabajo (1. estado de la investigación; 2. síntesis sobre los ámbitos de producción en Hispania; 3. Datos sobre los artesanos: trabajadores y útiles; 4. Dispersión productos o área de influencia de cada officina en Hispania), además de proponer la conveniencia de realizar una plasmación cartográfica de las evidencias físicas de los talleres (5. mapa de distribución de talleres) y de generar una lista colectiva de neónimos para aclarar en cada parcela los términos a utilizar, con la precisa definición de cada uno de ellos (6. Propuesta de glosario latino de cada uno de los temas tratados, con definición castellana). con estos mimbres de partida los resultados presentados por los diversos conferenciantes incidieron, desde diversas perspectivas y orientaciones, en la complejidad de las temáticas, ya que cada artesanía planteaba una situación diferencial. Ingentes evidencias arqueológicas en algunos casos, difíciles de sintetizar (alfarería), frente a otros estratégicos menesteres caracterizados por su fugacidad o por el carácter perecedero de las evidencias (officinae militares, arquitectura, escultura, pintura, musivaria, talleres epigráficos, orfebrería, minería…). otra paradoja puesta sobre la mesa fue la extrema ordenación de algunas evidencias, como sucede con las cecas (versus la escasez de restos arqueológicos de talleres monetales) o con el ingente caudal informativo para algunas temáticas, objeto de reciente análisis y sistematización (como el vino, el aceite y los perfumes; las panaderías y pastelerías; o el vidrio y el hueso). en otras ocasiones se trataba de la primera vez que se realizaba un intento de síntesis de la documentación a nivel hispanorromano (caleras), mientras que en otras la inexistencia de corpora impedía la presentación de un panorama general (de pondera o fusayolas en el caso de los textiles). la monografía que el lector tiene ante sus manos constituye la síntesis de lo planificado por los editores inicialmente, con algunos matices. Algunas de las intervenciones presentadas y defendidas en mérida no han podido ser editadas, por expreso deseo de sus autores (arquitectura y vidrio) o por la complejidad de realizar una síntesis en el estado actual de la investigación (textiles y tintes, y orfebrería), tratándose de líneas de trabajo a desarrollar en el futuro. Para compensar dichas ausencias, se ha invitado a participar en el libro a dos grupos de investigadores que presentan, respectivamente, la problemática de los instrumentos de escritura en Hispania (J. Alonso, J.m. Jerez y r. sabio, del museo nacional de

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Arte romano de mérida) y la apicultura hispanorromana (a cargo de J. morín del departamento de Arqueología, Paleontología y recursos culturales de AuDemA y de r.r. De Almeida, de la fundaçao para a ciencia e tecnología, Portugal/unIArQ, universidade de lisboa). no nos corresponde a nosotros sino al lector evaluar el interés del contenido científico de las diversas aportaciones presentadas. ya adelantamos que a pesar de nuestra insistencia no ha sido posible en todas las ocasiones que el hilo conductor haya sido mantenido por todos los investigadores, por motivos diversos y, en ocasiones, fácilmente comprensibles para el avezado lector. el glosario sí ha sido suministrado por los diversos ponentes, y en él la autoría de cada término corresponde al responsable del correspondiente apartado temático. Por último, indicar que la disparidad de la información obtenida, la complejidad de criterios para aunar toda la información y la carencia de soporte gráfico para algunas de las temáticas no han permitido, como era nuestro objetivo inicial, realizar un primer mapa de distribución de las artesanías hispanorromanas. una labor pendiente, pues, para el futuro, que ya cuenta en los diversos mapas parciales presentados por algunos investigadores en las páginas de Artifices Idoneos con una interesante semilla. Para el futuro quedan también muchos otros temas que por cuestiones de espacio, tiempo y de complejidad estructural no han podido ser abordados, ni en la fase de seminario ni en la publicación que aquí nos congrega (carpinteros, zapateros, peluqueros…). Asimismo, para los próximos años tendremos que valorar el artesanado hispanorromano en clave topográfica y urbanística, y su papel en el interior de las ciudades en relación a la arquitectura pública y privada. todo ello deberá ser diseccionado pormenorizadamente, por parte de quien proceda y donde sea pertinente. Por último, terminar con los agradecimientos a aquellas instituciones que han permitido que esta reunión científica se desarrollase en su fase presencial y en la correspondiente publicación. Al Instituto de Arqueología de mérida del csIc, por su colaboración logística y financiera en la preparación del evento, que se ha beneficiado de las ayudas a Grupos de Investigación de la consejería de empleo, empresa e Innovación del Gobierno de extremadura. y a la editorial csIc por acceder a la publicación de las actas del encuentro en la prestigiosa colección Anejos de Archivo español de Arqueología, en especial a carlos morán por todo su esfuerzo y apoyo. Así como a mérida, consorcio de la ciudad monumental y a la asociación de artesanos de mérida y comarca Artemeco por su colaboración en diversos aspectos organizativos. y al museo nacional de Arte romano por facilitar la visita a sus instalaciones tras el evento. A la uni-

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DArÍo BernAl cAsAsolA y mAcArenA BustAmAnte ÁlVAreZ

Anejos de AEspA lXXI

versidad de cádiz por su participación a través del proyecto HAr 2010-15733 y HAr 2013-43599 del Plan nacional I+D+i del ministerio de ciencia e Innovación/feDer del Gobierno de españa, y del Grupo de Investigación Hum440. y a todos los participantes y asistentes por haber rememorado aquellos artifices idoneos que poblaron las tie-

rras hispanorromanas, y cuyo frágil legado material encontramos en nuestros yacimientos y disfrutamos en nuestros museos. A ellos habrá que dedicarles aún muchísima atención histórico-arqueológica en los próximos años.

Darío Bernal casasola Profesor titular de Arqueología universidad de cádiz

macarena Bustamante Álvarez Investigadora contratada Instituto de Arqueología de mérida-csIc

en mérida y cádiz a 1 de abril de 2014

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Artifices Idoneos: artesanos, talleres y manufacturas en Hispania. reunión científica, mérida (Badajoz, españa), 25-26 de octubre, 2012.

trABAJo, IDentIDAD socIAl y estAtus JurÍDIco De los ArtesAnos en el ÁmBIto urBAno De HISpANIA Juan francisco roDrÍGueZ neIlA, universidad de córdoba

resumen: este trabajo analiza la situación social y jurídica de los artesanos romanos desde varias perspectivas. Primero se revisan los términos latinos que hacen referencia a la figura del trabajador, así como la consideración que tenía en el mundo romano. luego se estudia el proceso de aprendizaje profesional, los diversos tipos de relaciones laborales y los factores que dinamizaban el mercado de trabajo. se consideran también dos cuestiones importantes, en qué condiciones ejercían sus oficios los artesanos y qué nivel de autoestima tenían con relación a sus ocupaciones. el estudio se complementa con algunas reflexiones sobre el papel de las mujeres trabajadoras y la importancia de los collegia profesionales.

summary: this work analyses the social and juridical situation of the roman craftsmen from several perspectives. first, it approaches the latin terms which refer to the figure of the worker, as well as how craftsmen were considered in the roman world. In this sense, it also studies the process of professional learning, the several types of labor relations and the dynamics of the job market. the article goes on considering other relevant questions such as the conditions in which the craftsmen did their jobs and the level of self-esteem they had in regard to their occupations. finally, the paper reflects on the role of female workers and the importance of the professional collegia. Palabras clave: ciudad romana, sociedad, economía, derecho, oficios. Key words: roman town, society, economy, law, jobs.

lA DocumentAcIÓn

los testimonios sobre el mundo laboral en la Hispania romana, se trate de profesiones liberales o de actividades artesanales y mercantiles, se localizan esencialmente en las ciudades y sus suburbios. los centros urbanos ofrecían más facilidades y oportunidades de trabajo que el entorno rural: clientela regular y de alto nivel adquisitivo, por ser lugar de residencia de las oligarquías municipales, de gustos más refinados y exigentes, manteniendo un regular nivel de demanda; ser sede del gobierno local, quien podía efectuar encargos edilicios que dinamizaran el mercado de empleo; ser también el ámbito habitual de las iniciativas evergéticas, que igualmente daban trabajo; y estar integrados en la red de comunicaciones terrestres, fluviales o marítimas, es decir

en los circuitos de distribución de materias primas y rutas del comercio itinerante. más concretamente los oficios artesanales están mejor ilustrados epigráficamente en la Bética, provincia que alcanzó mayor prosperidad económica y expansión urbana. y se observa una sugerente acumulación en la capital provincial, Corduba, aunque otras ciudades importantes están representadas, como Gades, Hispalis o Italica. Por lo que respecta a las provincias Lusitania y tarraconense, tal como cabía esperar, la mayor concentración de información corresponde a las dos capitales, Emerita y Tarraco. esas desarrolladas urbes debieron actuar como polos de atracción laboral, tanto sobre la población de su entorno regional, como sobre personas procedentes de otras circunscripciones hispanas o incluso de fuera de la Península Ibérica.

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JuAn frAncIsco roDrÍGueZ neIlA

en general, y si exceptuamos las fuentes jurídicas, así el Digesto, no son muy abundantes los textos de los autores clásicos centrados en el mundo del trabajo, y concretamente en el sector social de los operarios urbanos. la mayoría de las veces los identificamos a través de la epigrafía funeraria, principalmente del período alto-imperial, que nos proporciona los nombres y oficios de algunos artesanos, unos de nacimiento libre, otros libertos, más raramente esclavos.1 A su vez la epigrafía votiva es muy parca en referencias a tales individuos. Dado su bajo estatus económico debían encargar menos inscripciones de tal clase que otros sectores sociales. otros tipos de testimonios epigráficos aportan diversa información sobre el mundo laboral. las marcas de artesanos sobre objetos cerámicos, ladrillos y conducciones de plomo son documentos interesantes, aunque solo ilustran una gama restringida de actividades industriales. también contamos con algunas inscripciones en mosaicos, que aportan nombres de trabajadores del sector musivario y referencias a sus talleres. ciertos documentos ilustran indirectamente la existencia de un oficio, así los sellos de oculista o las inscripciones con representaciones de actividades o útiles laborales. es de notar la multiplicidad de oficios epigráficamente documentados en el Imperio romano. ello sin duda indica una profunda división de las tareas, un notable nivel de organización y especialización del trabajo, especialmente en sectores relacionados con la transformación de materias primas (frézouls 1991: 58). esa apreciable diversificación de los oficios es otra característica que destaca en los ámbitos profesionales de Hispania, especialmente en la Bética. tal hecho está en sintonía con lo que observamos no solo en el caso paradigmático de la Urbs e Italia, donde la documentación es muy abundante y variada, sino en otras provincias occidentales. treggiari, por ejemplo, ha recopilado hasta doscientas veinticinco ocupaciones laborales urbanas en el oeste del Imperio,2 aunque en Hispania no está atestiguada tanta diversidad como en las comunidades italianas o galas. si bien muchos objetos pudieron ser obtenidos a través de una producción doméstica de carácter autárquico, en especial en las áreas rurales y concretamente en las villae, el amplio número y variedad de artesanos sugiere una preferencia, al menos en los núcleos urbanos, por los artículos hechos por encargo en pequeños talleVide al respecto Joshel 1992: esp. 16-24, quien en su denso análisis de las inscripciones de roma que mencionan oficios, señala que son un porcentaje bajo en el conjunto del volumen epigráfico. y no se trata de un grupo humano homogéneo, sino de personas de muy diversa condición social y económica. 2 treggiari 1980: 61 ss. Vide al respecto Petrikovits 1981. 1

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res. otro dato apunta en el mismo sentido, la abundancia y variedad de los collegia artesanales. y no debemos conocerlos todos, ya que tales asociaciones solo son mencionadas ocasionalmente en la documentación epigráfica, y las fuentes literarias no les dedican mucha atención. lA termInoloGÍA lABorAl

Dentro de las ciudades los artesanos solían ser habitualmente una minoría de la población (morel 1991: 274). Dos términos genéricos para referirse a ellos fueron opifex y artifex, que en la práctica a menudo se confundían. Opifex se aplica a los trabajadores empleados en un opus en general.3 A su vez artifex concierne a una amplia gama de personas que laboraban en diversas ramas artesanales. Hace referencia al operario manual cualificado, el que acreditaba un ars, es decir el dominio de un saber especializado, fruto de unos conocimientos técnicos y de una reconocida habilidad manual, demostrados en el sabio manejo de las herramientas propias de su oficio,4 e imprescindibles para ejercer correctamente determinada profesión.5 A su vez la voz artifex puede llevar un determinativo para indicar una especialidad concreta, como es el caso de aquel Valerius Fortunatus de Corduba, que en su epígrafe funerario es calificado como homo bon[us] et artifex mar[mo]rarius.6 otro vocablo genérico para designar a los artesanos es faber, para referirse sobre todo a quienes laboraban con materiales duros (piedra, metal, madera). no suele usarse para individualizar a los trabajadores,7 aunque sí se emplea también excepcionalmente tenemos constatado ope(rarius), seguido de un nombre propio, en un grafito sobre lucerna (HEp., 9-2003, 406a). 4 De hecho en algunos relieves funerarios de artesanos se representan los útiles del trabajo, los instrumenta con los que el artifex despliega su destreza. Cfr. sen., Ep., 121, 5. 5 Así tenemos los artifices Calubrigenses et Abianicenses de una inscripción galaica (HEp., 10-2004, 717a). Aunque la noción de ars englobaba actividades de muy diversa índole, no siempre se trataba de oficios manuales. en Tarraco encontramos, por ejemplo, al liberto Ti. Claudius Apollinarius calificado como artis medicin(ae) doctiss(imus) (CIL, II, 4313= rIt, 442). 6 CIL, II2/7, 348. en un mosaico de Segobriga el nombre propio Belcile[sus] es seguido del calificativo artifex, aunque el uso de ese término global esconde su exacta especialidad laboral (Gómez Pallarés 1991: 63). A su vez en el reglamento del distrito minero lusitano de Vipasca (I, 5) se aplica a los barberos la expresión artifices idoneos para indicar su cualificación laboral. 7 un liberto faber lapidarius está documentado en Carthagonova (ramallo y Arana 1987: 146 ss.). Quizás se quisiera destacar así su condición de fabricante de objetos pétreos y no de simple cantero (Gimeno 1988: 23 ss.). 3

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de forma colectiva, seguido de un determinativo, para indicar la especialidad de un colegio, como por ejemplo los fabri tignuarii (carpinteros).8 no obstante el vocabulario laboral latino suscita a veces problemas, por ejemplo a la hora de diferenciar productores y distribuidores. los apelativos relativos a artesanos no siempre permiten distinguir si se trata de un fabricante o un comerciante, salvo ciertos términos específicos, tales como negotiator, mercator, diffussor o institor, que se refieren estrictamente a distribuidores. muchos trabajadores fabricaban y ofrecían sus propios productos en pequeños locales (tabernae), que servían al mismo tiempo como taller y tienda, por lo que con frecuencia la función de productor y vendedor irían unidas en la misma persona. Por ello, ante ciertas referencias epigráficas a oficios, a veces es difícil distinguir si estamos ante un simple fabricante, un comerciante de productos de elaboración ajena, o alguien que simultaneó ambas ocupaciones en un mismo local. el régimen de pequeñas officinae y tabernae, a menudo de estricto carácter familiar, debió ser lo más frecuente en las ciudades provinciales, entre otras razones porque el transporte era caro y muchos productos se abarataban solo elaborándolos para una clientela inmediata y fiel. Dentro del entorno urbano los artesanos buscaban los espacios más frecuentados por sus potenciales compradores, sobre todo las calles y pórticos ubicados en torno al foro. Pero la ciudad no solo albergaba sus talleres, siendo también sede del mercado permanente (macellum), que acogía principalmente a los intramurani (De ruyt 1983). Igualmente recibía a los habitantes del campo desplazados hasta ella, cuando se celebraban cada ocho o nueve días los mercados periódicos (nundinae) a que hace referencia el estatuto de la colonia Genetiva Iulia Urso,9 con la intención tanto de abastecerse como de vender los productos de sus haciendas. Por ello los artesanos instalados en el oppidum central podían incrementar su actividad para responder con sus «stocks» a la demanda de las áreas rurales, a la que se daría periódicamente respuesta en las citadas nundinae, o bien acercando los productos a dicha clientela mediante buhoneros itinerantes (circitores). en el caso de aquellos productos no fabricados «in situ», sino llegados mediante el comercio exterior, muchas tiendas serían estrictamente puntos de venta, no talleres. 8 o también para indicar alguna característica singular del oficio o del lugar donde lo ejercían, como el collegium corporis fabrorum subedianorum Cordubensium patriciensium de la capital de la Bética (CIL, II2/7, 18 y 332). 9 LCGI, 81.

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en su famoso «Discurso fúnebre» pronunciado en el 431 a.c., donde expuso los fundamentos del espíritu democrático del nuevo estado, el líder ateniense Pericles afirmó que en su patria no era motivo de vergüenza ser pobre, sino no hacer nada por evitarlo.10 ello implicaba una opinión positiva hacia el trabajo. Pero la ideología romana sobre esta cuestión fue muy diferente. en general los intelectuales de la Antigüedad mostraron un apreciable desinterés, cuando no abierto menosprecio, hacia el mundo laboral y los estratos sociales inferiores, lo mismo libres que serviles. reflejaban así la escala de valores imperante entre los sectores aristocráticos,11 cuyo ideal de vida podría ser definido por el ciceroniano otium cum dignitate.12 ese desdén hacia la población laboral, que en el caso de roma persistió hasta época tardía, como se desprende de la diferencia socio-jurídica entre humiliores y honestiores, arrancaba de la baja consideración hacia el trabajo en sí, tanto de carácter manual como intelectual o artístico, y más particularmente hacia el que se ofrecía a cambio de un salario. Para séneca las tareas de un artesano eran vulgares, nulla decoris, nulla honesti simulatio podía reconocerse en las artes quae manu constant.13 es significativo que el tratadista Vitruvio, muy interesado por los temas de urbanismo, disciplina que comprometía a muchos sectores laborales, apenas aporte referencias a oficios relacionados con un entorno profesional tan importante como la construcción. Aunque sí alude con frecuencia a sus actividades y a los materiales con los que se trabajaba. Pero no apreciamos una estricta preocupación por el trasfondo sociológico de dicho entorno social. y es que vivir dependiendo de un pago ajeno (merces), alquilarse a sí mismo, vender el tiempo y el trabajo personales (operae), quedar aunque solo fuera temporalmente a expensas y bajo las órdenes de un empleador, incluso estar expuesto a recibir consignas de sus esclavos, fueron situaciones despectivamente consideradas desde los altos estamentos. Desde su perspectiva tales opciones limitaban la libertad en detrimento de la dignidad personal, y asimilaban al individuo al estatus servil. Incluso algunos oficios estuvieron marcados sotuc., HGP, II, 40, 1. esa dicotomía entre la negativa visión que los altos estamentos mostraban hacia el trabajo «vulgar», y la consideración más positiva que hacia sus ocupaciones manifestaban los humiliores, fue ya puesta de relieve por De robertis 1963: 21-97. Vide también Joshel 1992: 63-69. 12 cic., pro Sext., 98. 13 sen., Epist., 88, 20. 10 11

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todo maestro en un oficio debía ocuparse de transmitir sus conocimientos, pues entre otras cosas ello favorecía la renovación de la mano de obra y la perpetuación de los saberes artesanales. era una dimensión

fundamental de su trabajo. el aprendizaje junto a un magister en su taller fue el modelo formativo predominante en el mundo romano, dentro de un sistema social caracterizado por su falta de movilidad, donde hijos y esclavos seguían frecuentemente la misma dedicación laboral de sus padres y domini. y tanto dicha instrucción, como los locales de trabajo y los instrumentos propios de un determinado oficio, se consideraban una valiosa herencia.18 Dicha formación tenía como objetivo perfeccionar conocimientos y adquirir nuevas técnicas, lo cual facilitaba alcanzar una más alta cualificación profesional. Aunque no todos los aprendices acababan situándose por igual en el oficio, ni cobrando el mismo salario. los discípulos podían ser de la misma familia del maestro o admitidos de fuera, enviados por sus progenitores o sus domini artesanos para que se perfeccionasen a más alto nivel o en otra especialidad.19 la documentación papirológica de egipto aporta numerosa y variada información sobre los oficios, así como ejemplos de contratos de trabajo. un capítulo singular lo constituyen los contratos de formación (didaskalikai), relativos a jóvenes que acudían a un artesano reconocido para aprender junto a él su oficio. nos ilustran sobre períodos de enseñanza y retribuciones percibidas por impartirla.20 entre los aprendices egipcios había hijos de artesanos y no artesanos, así como esclavos. Vivían en casa del maestro, y el tiempo de aprendizaje duraba entre seis meses y cinco años. A menudo los contratos se limitan a indicar que el maestro debía enseñar al discípulo todo lo que sabía. llegar a la consideración social de magister era un objetivo solo al alcance de pocos, y dependía mucho del reconocimiento de dicha categoría otorgado por los colegas del oficio.21 la mayoría se quedaba en el grado de adiutor. Algunas de las circunstancias indicadas se perciben, por ejemplo, en un epitafio versificado de Tarraco,22 que alude a un orífice (aurifex), Iulius Statutus, reconocido como magister que ejercía un artificium summum, y a su aprendiz Secundinius Felicissimus, que fue quien dedicó el monumento. la expresión utilizada (scripsi haec unus ego ex

14 Por ejemplo artistas de teatro, gladiadores o sepultureros. Vide Dig., 3, 2, 1, Iul.; Tab. Her., 94; cic., Ad Fam., VI, 18, 1. 15 en roma la mayoría de los artifices y opifices parecen haber tenido origen alógeno, particularmente oriental (De robertis 1963: 76). 16 Gayo, Inst., I, 9. 17 Lex Met. Vip., I, 7. libres y esclavos formaban parte de las familiae publicae que ejecutaban servicios arrendados a los publicani (Dig., 39, 4, 1, 5, ulp.). también unos y otros podían ocupar los puestos auxiliares (apparitores) de la administración municipal (rodríguez neila 1997).

18 Algunas inscripciones recuerdan padres, hijos y hermanos eiusdem artis. Vide al respecto frasca 1994: 83-89; tran 2011: 128-130. 19 Cfr. Plin., NH, 35, 123. 20 los aprendices aparecen muy protegidos por las instancias oficiales, ya que constituían el futuro de los oficios, necesarios para el bienestar y progreso social. sobre ello freu 2011. 21 una inscripción funeraria de Arlés (CIL, XII, 722), relativa a un faber tignuarius, expresa dicha verificación en estos elogiosos términos: […] ars cui summa fuit fabricae, studium, doctrin(a), pudorque quem magni artifices semper dixsere magistrum […]. 22 Ae, 2000, 802 = rIt, 447.

cialmente como infamantes.14 De tan bajo aprecio no se libraron ni siquiera médicos, arquitectos o enseñantes. Aunque recibían una mejor consideración, porque sus ocupaciones requerían inteligencia y beneficiaban en conjunto a la población, su respetabilidad era limitada. esa baja estima seguramente tuvo mucho que ver con la ínfima consideración social que merecían buena parte de los trabajadores de roma, que eran esclavos, libertos y extranjeros.15 Pero en el ámbito laboral hubo muchos ciudadanos libres de iure, aunque casi igualados jurídica y moralmente de facto a los servi, dada su condición de operarios retribuidos (De robertis 1963: 13). sin embargo la división entre esclavos y libres, que el jurisconsulto romano Gayo consideraba la principal frontera social,16 no parece haber sido tajante en el entorno laboral de entonces. en aquellos sectores donde convivían trabajadores libres y esclavos ninguna preeminencia se daba a los primeros, incluso a veces eran preferidos los servi en actividades de dirección y supervisión, por estar mejor controlados y por su mayor fidelidad, dada su esperanza en la manumisión como premio (De robertis 1963: 108 ss.). en las leyes del distrito minero de Vipasca los servi son mencionados junto a los mercennarii libres en las ocupaciones laborales reglamentadas.17 fue en cierto modo esa equiparación real, así como su vecindad física e incluso colaboración directa en las tareas profesionales, lo que acercó a unos y otros en una sintonía de sentimientos que generó lazos de solidaridad. Así ocurrió por ejemplo con los collegia funerarios, religiosos y profesionales, que ambos sectores compartieron. Aunque no es fácil apreciar cómo influían las diferencias estatutarias en el trato diario o en su continua vinculación laboral. el APrenDIZAJe De los ofIcIos

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discipulis prior omnibus illis) refleja la gradación entre el maestro y los colaboradores que le rodeaban. Dentro del taller imperaba el respeto a la jerarquía generacional, uno de los fundamentos del sistema educativo romano. los magistri ejercían su autoridad sobre los discipuli, lo mismo que el patrono quedaba en situación similar al pater familias, con autoridad para castigar y premiar a sus dependientes (frasca 1994: 92-94). Pero la convivencia y mutuas relaciones, que trascendían más allá del estricto ámbito del taller, solían desarrollar vínculos de afecto y respeto entre maestro y discípulo. Así el citado magister Iulius Statutus es alabado por su discipulus Secundinius Felicissimus, uno de los ministri que, de similar edad y artificium, habían trabajado en su taller y habían heredado el negocio. todo ello constituía sin duda un sistema muy estable de reproducción profesional e ideológica para aquellos alumnos que, tras terminar su período de formación, optaban por permanecer en el taller del maestro. Pero igualmente para aquellos otros que, a menudo gracias a la mediación del magister, preferían insertarse por su cuenta en el entorno de su especialidad, y adquirir por tal vía identidad social y laboral propias. el aprendizaje se hacía con gran lentitud, según una estricta secuencia de avance por niveles (frasca 1994: 92 ss.). la edad y la habilidad no promocionaban automáticamente a tareas de mayor responsabilidad. Pero el gran ascendiente del maestro artesano en el contexto de la taberna u officina era una realidad compatible, no obstante, con cierto nivel de organización y reparto de las tareas. en el sistema de trabajo en equipo el magister proyectaba la labor a realizar, y distribuía entre oficiales y aprendices las diversas fases de ejecución, controlando las operaciones y dando el toque final a la obra, proceso ciertamente incompatible con cualquier forma de iniciativa individualista.23 en el taller el magister imponía sus gustos, sin preocuparse por la creatividad o inventiva del alumno, al menos a nivel pedagógico. formar un artesano competente bajo su tutela costaba tiempo y dinero, y allí donde actuaban varios operarios esa relación de magisterio se diluía. Pero sin duda aquellos ayudantes y aprendices al servicio de un artifex experto y socialmente cotizado, estaban orgullosos de pertenecer a su taller o escuela ya que ello, por las garantías y prestigio que proporcionaba, sin duda constituía una valiosa acreditación con vistas a cualquier aventura profesional independiente (frasca 1994: 111 ss.). muchos artesanos debieron ser libertos que habían aprendido su oficio y adquirido una cualificación laboral trabajando para sus patronos, tanto antes como después de su manumisión. esa cooperación les habría permitido 23

Cfr. por ejemplo Plin., NH, 36, 37.

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acumular recursos económicos, para poder independizarse en un momento determinado, adquiriendo herramientas y montando su propio negocio. Pero incluso a veces ese patrimonio material pudieron recibirlo directamente de sus patronos. Pudo ser el caso, por ejemplo, de aquel C. Valerius Anemption, inmigrante en Corduba y artesano con cierto nivel material, que pudo disponer de algunos ayudantes.24 le dedicó un epígrafe un tal C. Valerius Zephyrus, que se autocalifica como su liberto y alumnus (quizás aprendiz en el oficio), así como su sucesor (successor suus). Quizás fue un antiguo esclavo suyo, que habría aprendido a su lado un oficio tan especializado como el de caelator anaglyptarius, trabajando durante cierto tiempo en el taller de su dueño. luego habría sido manumitido, y al morir su patrono sin sucesores debió heredar su officina.25 relaciones formativas de tal clase debieron ser fundamentales para conservar y transmitir los saberes del oficio en las diversas especialidades artesanales. cuAlIfIcAcIÓn ProfesIonAl

el artesano podía ser de condición libre, bien patrono empleador o asalariado trabajando a cambio de una merces, liberto o esclavo. todas estas situaciones sociojurídicas podían convivir dentro de un mismo taller, aunque la mayoría fueron modestas empresas con pocos obreros (morel 1991: 276). sin embargo existían desigualdades profesionales apreciables entre los trabajadores. el jurista ulpiano, en época severiana, escribía al respecto: «Grande es la diferencia de los operarios [artifices], por su ingenio [ingenium], sus habilidades [natura], sus conocimientos [doctrina] y su aprendizaje [institutio]».26 los artesanos romanos se presentan a menudo como quienes poseen un conocimiento específico (doctrina) y acreditan en su oficio una experiencia (peritia).27 el saber artesanal suele asociarse a ambos factores que, si se ponen de relieve, distinguen al individuo por encima de quienes comparten su misma ocupación, proporcionándole asimismo éxito social (tran 2011: 121-124). De hecho el dominio de una disciplina, que confirmaba la disposición de un talento especial, esCIL, II2/7, 347. Gimeno 1988: 15. Cfr. D’ors 1953: 405 ss. 26 Dig., 46, 3, 31: inter artifices longa differentia est et ingenii, et naturae, et doctrinae, et institutionis. 27 Por ejemplo cuando Plinio el Joven, gobernando Bitinia, solicitó a trajano el envío de arquitectos competentes, el emperador le respondió que profesionales de tal clase debidamente acreditados (periti et ingeniosi) podían encontrarse en cualquier provincia (Ep., X, 39-40). 24 25

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tuvo en la base del orgullo profesional de muchos artifices romanos. no obstante buena parte de los artesanos fueron simples obreros sin cualificación, que laboraban de forma anónima, reiterativa y en condiciones de vida poco adecuadas, en talleres (officinae) donde se fabricaban productos en serie destinados a la venta al por mayor. Así ocurría en sectores como la metalurgia, la cerámica o los textiles. tales individuos no aportaban ninguna iniciativa propia, producían según las reglas impuestas por la clientela o por sus patronos. Veamos, por ejemplo, el caso de la industria cerámica. los ceramistas estaban muy organizados para sacar el máximo rendimiento a instalaciones y mano de obra, programando su trabajo por turnos. la unidad de explotación (figlina) era administrada por el jefe de taller (officinator). estudiando la variedad denominada terra sigillata vemos cómo diversas personas participaban en el proceso de fabricación. según la documentación de los sellos intervenían fabricantes y decoradores de los moldes, que solían dejar sus nombres grabados; el propietario del taller que hacía público el suyo en una estampilla; y los obreros que ponían labios y pies. y además estaba la mano de obra que actuaba en diversas operaciones complementarias: calentar los hornos, extraer y depurar la arcilla, almacenar los productos, aportar combustible, llevar la contabilidad de las piezas y transportarlas a los mercados (Beltrán 1994: 164). Algunas de esas labores eran simples y repetitivas y no requerían habilidades específicas, pudiendo ser realizadas por personal servil o libre contratado temporalmente. otros artesanos gozaban de más libertad creativa en sectores como la escultura, la joyería o la arquitectura. Pero no por ello superaban el anonimato y la falta de consideración social que rodeaban a la mayoría de los trabajadores. Al menos en sus manifestaciones más significativas el artesanado romano estaba vinculado a un tipo de producción de carácter oficial, resultado de encargos públicos o privados. tal situación iba unida al prejuicio de que, cualquiera fuese su nivel técnico, el artesano estaba al servicio de quien le pagaba y podía por ello exigirle. Por lo que respecta a la cualificación profesional, en el mundo romano la consecución de niveles de calidad en el trabajo artesanal dependía mucho de la labor supervisora del magister, pero muy especialmente de la habilidad manual de cada operario, no tanto de los avances técnicos ni de la mejora instrumental. también debemos suponer que el perfeccionamiento de las obras manufacturadas obedecería al alto nivel de subdivisión del trabajo que sugieren las fuentes, o al sistema de trabajo «en cadena». la transmisión de las técnicas en un entorno familiar era otra forma de hacer frente con más garantías a la competencia (cracco 1980: 55 ss.).

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en general la mano de obra cualificada era rara y, por tanto, cara. Para las tareas que exigían aptitudes y conocimientos singulares se aconsejaba contratar a especialistas cuyo concurso no se necesitaba habitualmente.28 De ahí el recurso a los equipos itinerantes de trabajadores, o el negocio de algunos esclavistas que instruían a algunos servi como artesanos, para revenderlos luego a buen precio o alquilar su trabajo a terceros, como fue el caso del millonario romano craso.29 también la demanda de operarios expertos podía ser atendida por la importación de esclavos desde otros lugares, o el aprendizaje de vernae (Garnsey 1980: 44). conviene recordar que el mundo romano no emitía certificaciones que acreditaran la formación de los artesanos, siendo muy habitual el intrusismo. Basta recordar las quejas de Vitruvio con relación a los arquitectos irresponsables, recordando una ley de Éfeso que les obligaba a responder con sus bienes si el coste final de la obra superaba el presupuesto previsto. si algo similar hubiera existido en roma, dice, «no se forrarían impunemente los ignorantes intrusos, y únicamente ejercerían la arquitectura con toda garantía las personas competentes en la extraordinaria precisión de la ciencia arquitectónica».30 estas palabras no aportan una imagen muy optimista sobre la cualificación de muchos arquitectos romanos, que se lucraban con altos honorarios sin estar capacitados para ello.31 Pero este panorama debió ser habitual en otros ámbitos profesionales, al no existir procedimientos oficiales que garantizaran la preparación y experiencia de los profesionales, aquella summa doctrinarum de que habla Vitruvio. en realidad los arquitectos, aunque en casos puntuales podían alcanzar cierta notoriedad social, en la práctica eran considerados como simples artesanos ejecutores, artifices, no siendo normal que sus nombres figuraran en la epigrafía edilicia. conviene recordar también que la administración central o los gobiernos municipales, cuando encargaban trabajos públicos, los sometían a una inspección o «control de calidad» final (probatio), a fin de constatar que todo se hubiera realizado según las condiciones acordadas. ello suponía un «test» sobre la calidad del trabajo efectuado y, por tanto, sobre la competencia de los diferentes especialistas implicados Cfr. Varrón, r.r., 1, 16, 4. Plut., Crass., 2, 7. 30 Vitr., De Arch., 10. 31 cicerón (De Off., 1, 151) consideraba a la arquitectura una ocupación honorable que exigía altos conocimientos. Por su parte marcial (Epigr., 5, 56, 8-11) aconsejaba dedicarse a oficios rentables que no exigieran mucho ingenio, como praeco (pregonero) o architectus. 28 29

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en el proceso, pues las autoridades tomaban precauciones ante la deficiente realización de una obra, exigiendo garantías de su correcta ejecución.32 tratándose de un arbitrium que implicaba un examen de carácter técnico, y no siendo en principio los dirigentes locales expertos en el asunto de la construcción, podía recurrirse al peritaje de expertos. De hecho, la legislación romana imperial estableció una actio in factum de forma conjunta contra los arquitectos y contratistas (redemptores) negligentes.33 un factor importante a tener en cuenta fue la influencia en Hispania de artesanos itálicos inmigrantes que trajeron las corrientes renovadoras del arte helenístico tardío y transmitieron magistralmente sus ideas y habilidades a aquellos trabajadores nativos receptivos a sus influencias (león 1990). no sabemos que hubiera limitaciones a la instalación de profesionales foráneos en las ciudades, con la intención de favorecer la oferta laboral local librándola de una competencia ajena, que previsiblemente podía ofrecer más altura profesional.34 esto es patente a partir de las etapas de césar y Augusto, cuando empezaron a desarrollarse los programas monumentales de algunas ciudades y se extendió el uso del mármol, con lo cual mejoró el nivel artístico y se fomentó la variedad iconográfica. observamos que los programas urbanísticos desplegados en muchas ciudades de Hispania, bien sufragados por las administraciones municipales o por el evergetismo imperial o privado,35 se inspiraron en los modelos arquitectónicos y escultóricos promocionados oficialmente en roma. y su proyección a los ámbitos provinciales refleja la presencia en los mismos de artesanos cualificados formados en Italia, que se trasladaban temporalmente allí donde sus servicios eran demandados. tales expertos trabajaron principalmente para una clientela de alto nivel económico y refinados gustos culturales, las oligarquías locales, cuyo afán de lujo y deseo de ostentación a través de encargos particulares o actos de mecenazgo, además de los proyectos oficiales, permitieron mantener en muchos lugares talleres y oficios de acreditada calidad. tales artesanos cualificados podían desplazarse personalmente trayendo consigo sus grupos de trabajadores, o bien enviaban a discípulos competentes y fieles a Vide sobre estas cuestiones rodríguez neila 2009: 195-220. Dig., 11, 6, 7, 3, ulp. 34 Vide al respecto Lex Met. Vip., I, 4, sobre el arrendamiento del negocio de sutrinum en dicho distrito minero. 35 Vide Jouffroy 1977 y 1986, y melchor 1992-1993 y 1994, sobre la financiación con fondos públicos o privados de los proyectos edilicios. 32

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los modelos de sus officinae. Podemos distinguir incluso diversos niveles en los equipos artesanales que intervinieron en esos programas edilicios de gran envergadura (Pensabene 1994: 298 ss.). A ellos se sumarían otros de carácter autóctono, con un radio de acción provincial o interprovincial, ilustrados en los modelos artísticos más avanzados, y que operaban con materiales importados o nativos, completándose el cuadro laboral con aquellos artesanos del lugar que se mantendrían más estrictamente dentro de las tradiciones decorativas hispanas. en esa población artesanal local debió repercutir profundamente la presencia de operarios foráneos, factor que les permitió acceder al conocimiento de nuevas técnicas e ideas, poniéndose al día en modas, temas y diseños. consiguiendo, en suma, una formación que les daba mayor competitividad y reconocimiento en los mercados, frente a otros talleres menos innovadores y más reiterativos en la confección de sus productos. trABAJADores AsAlArIADos

en el mundo romano podían darse diversos tipos de relaciones laborales. Por ejemplo había artesanos instalados por cuenta propia, unas veces actuando solos, otras empleando en sus talleres a miembros de sus familias o a trabajadores contratados, y por supuesto a esclavos.36 Algunas de tales empresas familiares son reveladas epigráficamente por la aparición de la misma onomástica dentro de un entorno laboral concreto, como lo vemos en los dos purpurarii citados en una inscripción cordobesa.37 tampoco es fácil distinguir en las fuentes al jefe del subordinado, aunque es factible que quienes mencionan oficios en las inscripciones llegaran a alcanzar cierto reconocimiento profesional dentro de su especialidad (treggiari 1980: 52). Por ejemplo un tendero o un artesano asumía diversas situaciones, difíciles de identificar, dado el general laconismo de las fuentes epigráficas relativas al mundo laboral. Podía ser su propio jefe si trabajaba por cuenta propia en su tienda o taller; tratarse de su adiutor, bien de condición servil o más raramente un libre contratado a cambio de un sueldo (mercennarius); o ser un libre, esclavo o liberto actuando como agente (institor) de alguien que sí estaba en el curchin 1986: 177 ss., da importancia en el mundo romano al empleo familiar, pues la familia a menudo funcionó como una unidad de producción en las sociedades preindustriales, aunque tenemos poca documentación al respecto. 37 CIL, II2/7, 335, libertos enriquecidos quizás de origen griego, que posiblemente compartieron el mismo negocio familiar (Gimeno 1988: 42 s.). 36

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negocio, o que no actuaba directamente en el mismo,38 por ejemplo miembros de las oligarquías municipales con intereses económicos en dicho ámbito profesional por ser propietarios de talleres. muchos trabajadores eran libres asalariados que actuaban bajo contrato.39 Aunque es difícil evaluar cuantitativamente la incidencia del trabajo servil o contratado en el mundo romano, podemos pensar que la mano de obra libre debió ser parte destacable de la oferta laboral, estando presente en todos los sectores importantes (Garnsey 1980: 41 ss.). un caso excepcionalmente documentado es la regulación jurídica del trabajo de los apparitores o subalternos al servicio de los magistrados municipales. el reglamento de la colonia Genetiva Iulia nos permite conocer las distintas ocupaciones que desempeñaban, el carácter anual de sus contratos y la escala de los sueldos que cobraban.40 sin embargo, no siempre los trabajadores asalariados tuvieron contratos y salarios permanentes. Aquellos libres que no habían aprendido un oficio, y generalmente vivían en precaria situación económica, tenían pocas oportunidades de poder competir con libres o esclavos bien formados. muchos tendrían que emplearse en labores estacionales o por tiempo limitado, ofreciéndose como jornaleros, esperando en el foro o en el mercado a que alguien les diera ocupación tras consensuar un salario y previo acuerdo verbal.41 cualquier terrateniente podía optar por una u otra opción (trabajo libre o servil) o hacerlas compatibles, aunque no resulta fácil evaluar los costes comparativos de ambas. en el sector agrícola no había salarios fijos, y en épocas de malas cosechas esos jornaleros pueden haber ofrecido sus servicios por una miseria, incluso haber sido pagados en especie (curchin 1986: 179). ese fluctuante peonaje, expuesto a una el jurista ulpiano (Dig., 14, 3, 3), en época severiana, define así esta figura jurídica: Institor appellatus est ex eo, quod negotio gerendo instet: nec multum facit, tabernae sit praepositus an cuilibet alii negotiationi. también en Dig., 14, 3, 5, ulp.: Cuicumque igitur negotio praepositus sit, institor appellabitur. 39 fue habitual que las prestaciones laborales se acordaran mediante un simple contrato verbal (stipulatio). 40 LCGI, 62-63. Aunque menos detalladamente, el estatuto de Irni también aporta información sobre tales apparitores, que cobraban sus sueldos con cargo a la pecunia communis (Lex Irn., 73, 79). 41 es factible que el cálculo del trabajo de cualquier empleado libre se basara en la jornada de día o de noche (treggiari 1980: 51). también las operae debidas por los libertos a sus patronos representaban cada una un día de trabajo: operae sunt diurnum officium (Dig., 38, 1, 1, Paul.; cfr. 38, 1, 3, 1, Pomp.). la imagen de unos jornaleros contratados temporalmente para las faenas agrícolas nos la ofrece el Evangelio de San Mateo (20, 1-16), en la parábola de los trabajadores en la viña. 38

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situación de empleo intermitente, podía encontrar otra salida en las obras públicas. Aunque, eso sí, sufriendo la frecuente competencia laboral de esclavos, condenados a trabajos forzados, el ejército o las mismas prestaciones colectivas (munitiones) que las ciudades podían exigir a la población para ahorrar gastos al tesoro municipal.42 también podía existir un peonaje itinerante en temporada de cosechas, como conocemos en Numidia y el área de cartago (Garnsey 1980: 42). en el caso de Hispania este fenómeno debió darse por ejemplo en torno a la zona del estrecho de Gibraltar con los trabajadores que frecuentaban estacionalmente las factorías de salazones. también algunos campesinos domiciliados en el oppidum podían estar disponibles en períodos sin actividad rural para empleos a tiempo limitado en las industrias locales, o para dedicarse a tareas artesanales (Garnsey 1980: 38). en ciudades portuarias como Hispalis, Gades o Malaca podían ser contratados para las actividades pesqueras, como cargadores o descargadores de barcos, o para transportar mercancías a almacenes y tiendas. todas estas actividades económicas están bien documentadas en Hispania.43 como vimos no el trabajo en sí, sino más bien ofrecerlo como «alquiler de servicios», cuyo rasgo distintivo era recibir a cambio un pago o salario (merces o salarium), fue lo que suscitó el menosprecio social hacia el ámbito laboral (De robertis 1987: 330). la retribución era el signo de la subordinación e inferioridad social de quien la percibía. el término mercennarius, que tenía connotaciones peyorativas, se aplicaba a esa clase de trabajadores libres que percibían una remuneración por sus servicios, pero que quedaban temporalmente en dependencia de quienes les pagaban.44 cicerón, para quien la merces era en sí misma el «precio de su servidumbre» (auctoramentum servitutis), definía dicha situación laboral como subicere se imperio atque potestati alterius.45 esa situación de sometimiento, de menoscabo de su dignidad, equiparaba eventualmente al humilde trabajador libre con el esclavo.46 en la práctica estaba sujeto y debía actuar como si sufriera la misma condición servil. Cfr. LCGI, 98; Lex Irn., 83. sobre la agricultura: sáez 1987. la industria del garum, importante en zonas costeras, y que dependía de capturas estacionales (cfr. estrab., 3, 2, 7), pudo dar empleo a temporeros. Vide al respecto edmonson 1987, Ponsich 1988, curtis 1991, y recientemente García Vargas y Bernal 2009. 44 sobre la figura jurídica del mercennarius Alemán, castán 1997, y especialmente martini 1958. 45 cic., De Off., 1, 42, 150; 2, 6, 22. 46 Cfr. sen., De Benef., 3, 22, 1 y 6, 6; De Off., 1, 42; Dig., 43, 24, 5, 11, ulp. 42 43

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en esa perspectiva quedaron englobados despectivamente en la categoría de mercennarii no solo los trabajadores manuales, sino también quienes ejercían actividades de carácter artístico y el denominado «trabajo intelectual». no solo se consideraba como merces la retribución de los operarios manuales, así los artesanos, sino igualmente la de los enseñantes (praeceptores studiorum liberalium, grammatici, etc.), así como el pago del médico, del abogado y del agrimensor.47 terentio incluía ya a los escribas, poetas y artistas de teatro entre los mercennarii.48 tampoco se cualificó de forma diferente al artista y al artesano, al no distinguirse la actividad creadora de una obra de arte del mero ejercicio manual de un oficio. es significativo, por ejemplo, que en los proyectos edilicios el honor de la publicidad epigráfica correspondiera a los promotores de las obras, y no a los arquitectos que las diseñaban, considerados simples artifices. A su vez las inscripciones que reflejan trabajos escultóricos, de las que Hispania proporciona numerosos ejemplos (melchor 1993: 403 ss.), especifican quién sufraga el encargo, y a menudo indican de quién es la estatua (divinidad, emperador, magistrado, particular), pero nunca se alude a quien la hace. Por añadidura, cuando las obras se han conservado, raramente llevan la firma de sus autores, evidente muestra del escaso reconocimiento social que les rodeaba.49 no obstante, dentro de ciertos sectores laborales, las diferencias salariales sugieren distintos niveles de estima profesional y aprecio social. tal es el caso, por ejemplo, de los scribae que servían a los magistrados municipales. el estatuto de la colonia Genetiva Iulia los sitúa a la cabeza en la escala de sueldos anuales percibidos por los apparitores. Pero es que disfrutaban de un reconocimiento singular en un mundo donde el trabajo manual y asalariado estaba mal conceptuado (Purcell 1983: 127). conviene tener en cuenta que ejercer tal profesión presuponía no solo ciertas capacidades (leer, escribir, conocer las reglas aritméticas), sino además su acreditación pública. eran lo que hoy llamaríamos «profesionales cualificados» en capítulos importantes de la administración local, como contabilidad, redacción de documentos u organización de archivos, acumulando una experiencia muy valorada (rodríguez neila 1997). en el mundo romano, y concretamente en el caso de los trabajadores manuales, las relaciones contractuales funcionaban normalmente por el sistema de locatio-conDig., 10, 1, 4, 1; 27, 2, 3, 2; 36, 2, 12; 50, 13, 1, 13; sen., De Benef., 6, 15. 48 Eunuch., prol. 20. 49 Algunas esculturas togadas de mérida tienen firmas. según cisneros 1988: 53, podrían corresponder a jefes de oficinas más que a escultores, uno de los cuales parece ser un griego. 47

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ductio operarum o prestación de servicios (una o más operae de determinada clase) a cambio de un sueldo que pagaba el patrono como conductor, recibía el obrero como locator y solía saldarse en dinero.50 cada opera era una prestación de servicios diaria.51 cien o mil operae eran cien o mil días de trabajo, y el operarius era esencialmente un «jornalero», aunque fuera contratado por un largo período e incluso indefinidamente.52 la prestación de las operae debía hacerse personalmente, cesando la obligación con la muerte del locator. el fallecimiento del conductor no implicaba el fin de la relación, pues el compromiso se transmitía a sus herederos. el contrato podía ser verbal (stipulatio), con las formalidades al uso. un contrato válido de locatio-conductio operarum requería que las partes estuvieran de acuerdo en las mutuas obligaciones. no había necesidad jurídica de que los términos del acuerdo constaran por escrito.53 Pero a menudo eran recogidos en un documento (lex), haciéndose constar datos como la fecha, nombres de las partes, duración de la prestación e importe de la remuneración. Así lo vemos en unos contratos mineros de Alburnus Maior (Dacia).54 A menudo las partes contratantes podían añadir cláusulas particulares y condiciones sobre la forma de retribución. libres y libertos, a cambio de sus servicios, percibían una merces, término que en época imperial fue sustituido frecuentemente por el de salarium y, en el caso de las operae liberales, por el de honorarium.55 Quizás había anticipos sobre el montante total de la paga convenida, pero normalmente esa retribución era dada a plazos fijos y vencidos. la locatio-conductio creaba una relación basada en la confianza en el cumplimiento de las prestaciones estipuladas por ambas partes, lo que se hacía constar (bolas fuentes se refieren frecuentemente a esta figura jurídica. Vide por ejemplo Dig., 19, 2, 13, 3, ulp.; 19, 2, 19, 9, ulp.; 19, 2, 30, 3, Alf., sobre fabri que prestaban su trabajo sobre la base de contratos de locatio-conductio operarum; 19, 2, 38 pr., Paul.; 47, 2, 90, Paul., etc. no tenían la consideración de locatores quienes ejercían profesiones liberales, los studia liberalia, que se regían por otro sistema (Dig., 50, 13, 1, ulp.). sobre la locatio-conductio en general: De robertis 1946: 153-177. sobre la locatio-conductio operarum: martini 1958: 246 ss. 51 la expresión locare operas la encontramos, por ejemplo, en Dig., 3, 1, 1, 6, ulp.; 33, 2, 2, Pap. 52 Dig., 38, 1, 1, Paul.; 38, 1, 3, Pomp.; 40, 7, 20, 5, Paul. Cfr. De robertis 1946: 24; treggiari 1980: 51 ss. 53 De existir tal documento solo tenía valor como evidencia (Dig., 45, 1; Gayo, Inst., III, 92-93). 54 se trata de una serie de tablillas (CIL, III, 924-929) datadas en la segunda mitad del siglo II d.c., correspondientes a unas explotaciones auríferas. 55 Cfr. Dig., 19, 2, 2 pr., Gai.; 19, 2, 38, Paul. 50

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na fides).56 Pero el contrato quedaba sometido respectivamente a la actio locati en favor de quien arrendaba el trabajo (locator), y a la actio conducti en favor del conductor a quien se prestaban las operae.57 Ambas actiones, cuyo objetivo era exigir el cumplimiento de las respectivas obligaciones, eran instruidas por el iudex, quien debía decidir si la parte demandada había cumplido sus compromisos no solo según los términos del contrato, sino sobre la base de la bona fides. normalmente la duración de los contratos solía ser de un año, que era por ejemplo el módulo corriente de alquiler de los servicios de un esclavo.58 Pero los contratos de Alburnus Maior también confirman que el acuerdo podía hacerse por un período de varios meses, aunque se fijara un jornal diario. como vimos el sistema de locatio-conductio de servicios y las correspondientes retribuciones están bien documentados en las leyes municipales de la Bética en el caso de los apparitores o auxiliares contratados por las ciudades para ayudar a los magistrados,59 siguiéndose un procedimiento similar al que funcionaba desde tiempos republicanos para los subalternos del estado romano.60 en la colonia Genetiva Iulia eran contratados por un año.61 Pero seguramente aquellos apparitores eficientes y deseosos de mantenerse en el puesto verían renovados sus contratos periódicamente. también las comunidades podían contratar temporalmente los servicios de profesores y médicos públicos, como los que conocemos en Tritium y en Corduba,62 quienes recibirían una merces fija anual al estilo de la percibida por los mencionados apparitores.63 Dig., 17, 2, 38, Paul. Dig., 19, 2, 19, 8, ulp. 58 Dig., 33, 7, 19, 1, ulp. 59 LCGI, 62-63; Lex Irn., 73. 60 este personal auxiliar, de condición libre o bien libertos, era contratado y pagado regularmente por los magistrados por el procedimiento de locatio operarum, figurando los interesados en una lista depositada en el tesoro, que les abonaba una merces (De robertis 1946: 138; corbier 1980: 66). en época imperial frontino (De Aquaed., 100) confirma que los sueldos de los apparitores adscritos al curator aquarum de roma estaban previstos en el presupuesto del aerarium. 61 Así se desprende de la referencia en el estatuto colonial a que los apparitores estaban exentos del servicio militar (vacatio militiae) y dispensados de juramento militar durante su año en activo (LCGI, 62). 62 CIL, II, 2892; CIL, II2/7, 789. 63 también una ciudad, si debía emprender un proceso o defenderse en una causa, podía recurrir a un mandatario (actor aut cognitor) designado por el ordo decurionum, como vemos en Irni (Lex Irn., 70), siendo remunerados sus servicios con un praemium o una merces. 56 57

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la suma total del sueldo anual de cada apparitor no se pagaría al final de ese período, sino probablemente por días, semanas o meses, según los usos vigentes en cada comunidad. Pero como vemos en el estatuto de la colonia Genetiva Iulia, su montante anual podía ser fijado públicamente para señalar cuál era la duración de los contratos. el importe global de la merces percibida por los apparitores, que se pagaba en sestercios, constituía un capítulo fijo del presupuesto comunal. otra referencia al cobro de un sueldo anual, en este caso usándose el término salarium, la tenemos en un epígrafe de Hispalis, que alude a la erección de una estatua de bronce con su pedestal en honor del genium Baetis, por valor de sesenta y dos denarios (equivalente a doscientos cuarenta y ocho sestercios), de salario suo annuo.64 Quizás esa excepcional referencia tratara de destacar el esfuerzo material que, para un asalariado de recursos limitados, suponía asumir un gasto de tal clase. otra cuestión a tener en cuenta es la «escala salarial» que funcionaba en determinados ámbitos laborales, según la importancia y frecuencia de los servicios prestados. De nuevo el mejor ejemplo lo ofrecen las leyes locales de Hispania con relación a los apparitores, existiendo varias categorías y correlativamente una escala de sueldos. en ella, como indicamos, destacaba el nivel muy superior de la merces percibida por los scribae al servicios de duunviros y ediles, que sin duda eran quienes gozaban de mayor consideración entre los subalternos municipales. Pero, incluso estando en la cima de la escala salarial de su sector, ¿qué nivel tenían realmente las remuneraciones percibidas por los apparitores de la colonia Genetiva Iulia? obviamente el nivel económico de tales sueldos sería inferior al de roma, donde la vida era más cara.65 el escalafón salarial abarcaba desde los cien sestercios anuales del haruspex que servía a los ediles, hasta los mil doscientos del scriba a las órdenes de los duunviros, que era quien figuraba en lo más alto. Pero algunas de esas cantidades son realmente pequeñas. trescientos y cien sestercios, que son la merces más baja cobrada por algunos de tales apparitores, venían a ser en realidad menos de un sestercio al día, algo sorprendente cuando oficios que en ciertos casos requerían menos capacidad triplicaban o cuadruplicaban dicha suma (rodríguez neila 1997: 216-221). un simple trabajador urbano podía ganar en roma tres sestercios al día, es decir unos mil noventa y cinco sestercios anuales, quedando también por debajo del CIL, II, 1163 = ILS, 3905. Purcell 1983: 138. también para corbier 1980: 66, esa tabla de sueldos muestra una situación menos favorable en provincias que en la Urbs. 64 65

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scriba de la colonia Genetiva Iulia (Duncan-Jones 1982: 54). Por su parte un simple jornalero rural, cuyo sueldo no superaría la mitad del anterior, recibiendo unos quinientos cuarenta y ocho sestercios anuales, quedaba por debajo de la merces percibida por varios tipos de apparitores que servían a los duunviros, pero también superaba a los subalternos peor remunerados en dicha ciudad. Por lo que respecta al trabajo en las minas de Dacia, reflejado en los citados contratos de Alburnus Maior, uno de ellos indica una remuneración de 1,5 sestercios al día por ciento setenta y ocho jornadas laborales, proporción que supone quinientos cuarenta y ocho sestercios anuales, como el jornalero rural. Del contrato de otra tablilla se desprende un salario del minero de 2,3 sestercios diarios, es decir ochocientos cuarenta sestercios anuales (mrozek 1975: 70 ss.). según mrozek (1975: 75) el salario de un trabajador manual en las provincias occidentales del Imperio no debía sobrepasar los cuatro sestercios diarios, o sea mil cuatrocientos sesenta anuales, un poco superior al del scriba duunviral de la colonia Genetiva Iulia, quien debería haberse distinguido del mero operario por la naturaleza más «intelectual» de sus funciones. Pero es que, por ejemplo, en época flavia el sueldo del ya mencionado grammaticus contratado por la ciudad de Tritium se cifraba en mil cien sestercios anuales, cien menos que el scriba ursonense. y eso que quizás fue incentivado para trasladarse a ejercer a una localidad secundaria de la provincia tarraconense.66 A tenor de lo expuesto la conclusión parece evidente con respecto a los sueldos de los apparitores de la colonia Genetiva Iulia. no eran muy altos, y difícilmente podrían vivir sus perceptores exclusivamente de ellos, sobre todo los peor pagados. Por tanto podemos suponer que dichos subalternos simultanearían tales ocupaciones con otras.67 Para quienes, por ejemplo, actuaban ocasionalmente como praecones o viatores, su salario no sería más que un complemento económico para mejorar las ganancias que debían obtener desempeñando habitualmente otras ocupaciones laborales. e incluso podían

66 es probable que este grammaticus de Clunia se trasladara a Tritium atraído por una oferta del gobierno local. según ulpiano (Dig., 50, 9, 4, 2) los ordines decurionum podían aprobar salarios para pagar a médicos y enseñantes. Beneficios de otro tipo, así ciertas inmunidades, fueron también ofrecidos a profesores y médicos (stanley 1991: 307). Pero el sueldo abonado por Tritium no era, desde luego, nada especial, ni valoraba dicha ocupación intelectual por encima de otros trabajos físicos (szilágyi 1963: 329, 353). 67 Cfr. mrozek 1975: 76; corbier 1980: 62, 66; curchin 1986: 185; fear 1989: 69. ello sería más comprensible entre los apparitores que cobraban los sueldos más modestos. Por ello es probable que no hubiera mucha competencia para tales cargos.

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ofrecer esos mismos servicios a particulares que los requirieran, aumentando así sus ganancias.68 la entidad de las retribuciones que podían percibir los trabajadores romanos no acaba aquí. otro tipo de pagos eran los commoda y annua, entregas en especie y en numerario de carácter voluntario, con las que dueños y patronos podían recompensar la labor de sus esclavos y libertos, quienes no podían legalmente tener ninguna vinculación contractual con ellos (corbier 1980: 67). Annua era un término más impreciso usado con relación a esclavos y libertos de servicios públicos.69 A su vez los commoda podían ser dispensados a libertos, como vemos en el reglamento del distrito minero de Vipasca.70 Pero quizás algunas administraciones municipales pudieron retribuir así a aquellos servi y libertos públicos a su servicio como un estímulo, ya que unos y otros podían ejercer tareas de cierta responsabilidad.71 una pregunta surge ahora inevitablemente, ¿había entonces conflictividad laboral? las responsabilidades contractuales estaban reguladas jurídicamente, existiendo penas para el empleador que no abonaba al trabajador lo estipulado, como vemos en los documentos de Alburnus Maior, o si el prestador de las operae rescindía unilateralmente sus servicios.72 la legislación romana reconocía a la parte contratante poderes para mandar y ser obedecida por la persona contratada en todo lo relacionado con el trabajo a realizar, incluyendo igualmente medidas disciplinarias y sanciones, con el fin de asegurar la estricta ejecución de las órdenes impartidas.73 el conductor tenía derecho a mandar y ser obedecido en el marco de las funciones que debía asumir el trabajador libre que, mercede conductus, hubiera puesto temporalmente las operae propias al servicio de otros.74 Pensemos, por ejemplo, en el praeco, que podía ser contratado eventualmente por algún comerciante itinerante para pregonar sus mercancías por la ciudad, o por quien deseara sacar bienes a subasta. Cfr. García morcillo 2005: 80-88, 137-156. los scribae podían copiar documentos por encargo de particulares analfabetos. 69 Plinio el Joven (Ep., X, 31), a propósito de los esclavos públicos, señala: ut publici servi, annua accipiunt. 70 Lex Met.Vip., I, 23-24. 71 Cfr. Lex Irn., 78, sobre adscripción de los servi communes a negotia específicos. 72 De robertis 1963: 187. sin embargo, no parece probable que empleadores y operarios llegaran a litigar frecuentemente por cuestiones laborales (Brunt 1980: 90 ss.). 73 Cfr. Dig., 9, 2, 37 pr., Iav.; 19, 2, 13, 4, ulp. 74 De robertis 1946: 130; 1963: 143 ss., 173; 1987: 308, 328 ss. cicerón (De Off., 1, 42, 150) consideraba como auctoramentum servitutis ese estado de sujeción que, al menos temporalmente, asimilaba al trabajador mercede conductus a la condición servil. 68

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Por ejemplo el propietario de un taller artesano tenía poderes sobre sus operarios dependientes, fuesen libres o esclavos, en su calidad de conductor operarum o de dominus respectivamente.75 la amplitud de los poderes reconocidos a la parte contratante se refleja en la utilización de los términos imperium (ius imperandi) y potestas en las fuentes jurídicas, para especificar la capacidad coercitiva que un conductor privado podía tener incluso sobre hombres libres, y la definición como auctoramentum del estado de subordinación en que quedaban tales trabajadores, ya que ponían a entera disposición de quien les contrataba su propia persona y toda su capacidad laboral.76 en general las obligaciones mutuas quedaban determinadas según el criterio general de la bona fides, acordándose la correspondiente merces que el conductor tenía la obligación de pagar como contraprestación por los servicios realizados.77 Pero también el conductor podía incumplir sus obligaciones, por ejemplo a la hora de abonar los sueldos en las cantidades acordadas y en el momento debido. Pero aunque dichas actitudes estaban penadas, los operarii raras veces aparecen en las fuentes romanas litigando contra sus empleadores ante los tribunales. no es probable que sus demandas tuvieran muchas posibilidades de éxito, dependiendo la solución a sus quejas de la buena fe del patrono, o de la necesidad que tenía de contar con sus servicios (Brunt 1980: 90 ss.). en los casos de controversia el contrato estaba sujeto a la actio locati o conducti, según el caso, y correspondía al juez determinar si la parte objeto de acusación había cumplido sus obligaciones. A tal efecto cabe recordar que, según establece el estatuto del municipio flavio de Irni,78 en la Bética, allí funcionaba un sistema de decurias de iudices, que debían ser designados por los duunviros entre los miembros del ordo decurionum y otros ciudadanos libres no decuriones que reunieran ciertas condiciones. los nombres de tales iudices, que debían actuar en cuestiones relativas a res privatae, debían estar públicamente expuestos para general conocimiento. no cabe descartar tampoco que, en situaciones conflictivas, algunos trabajadores pudieran apelar como clientes al papel Cfr. De robertis 1946: 130; 1963: 143 ss. Cfr. De robertis 1987: 308, obra donde se examinan todas las fuentes romanas sobre esta cuestión. 77 Cfr. Dig., 19, 2, 38 pr., Paul.; 19, 2, 19, 9 y 10, ulp. sobre esta cuestión martin 1989: 28-41. 78 A nivel municipal la ley de Irni observa el nombramiento de iudices por parte de los duunviros, que debían cumplir determinadas condiciones, así como un sistema de recusaciones de los mismos. el album con sus nombres debía estar públicamente expuesto (Lex Irn., 86-89). 75 76

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protector de sus patronos, que serían especialmente accesibles en el ámbito municipal (saller 1994: 119-139), o que recurrieran a su collegium si tenían problemas. Hay que tener en cuenta que tales asociaciones, para defender mejor sus derechos y afianzar su proyección social, solían elegir y honrar como patronos a personas socialmente influyentes.79 tampoco era corriente que los operarios fueran denunciados por la parte patronal, pues difícilmente los conductores operarum podían obtener de sus subordinados compensación por daños y perjuicios si rompían el contrato. Pero podían protegerse apelando a los términos del acuerdo suscrito. si alguien alquilaba sus servicios y recibía diariamente un jornal por ello, quizás podía ser despedido sin cobrar, si su labor era insatisfactoria. De hecho los contratos de Alburnus Maior no están todos redactados en las mismas condiciones, los trabajadores podían ser contratados en diferentes situaciones y por distintos períodos. y se les deducía parte del sueldo y cibaria en caso de enfermedad o ausencia, situaciones que no implicaban reconocimiento de derechos laborales, o si rompían unilateralmente el contrato sin el consentimiento del empleador. sí tenemos algunas noticias dispersas, sobre todo en importantes ciudades de la parte oriental del Imperio, referentes a colegios profesionales que se declararon en huelga defendiendo sus intereses o derechos. la actitud de las autoridades romanas ante tales situaciones fue diversa, desde perdonar a los revoltosos, pero deduciendo de su paga las jornadas en que no habían trabajado, hasta disolver la asociación (Diosono 2007: 42). en ciertos casos los collegia fueron defendidos en sus reclamaciones por intelectuales de la talla de libanio o Dión crisóstomo. otrAs relAcIones lABorAles

situación especial por su ambigüedad fue la de los libertos. tenían la posibilidad de independizarse totalmente de su antiguo dominus, ahora patronus,80 incluso desplazándose a otro lugar y labrándose allí un nuevo futuro laboral. Dicha opción podía permitir a quienes conseguían éxito profesional, que se fueran difuminando sus antecedentes serviles y, por tanto, los aspectos de su pasado que más deseaban olvidar y ocultar. Pero también muchos libertos prefirieron seguir trabajando para su patrono como Así se constata en el caso de algunos collegia hispanos (santero 1978: 128 ss.) 80 A esta condición podrían acceder más fácilmente los esclavos beneficiados con la manumisión testamentaria, lo que sería frecuente (Garnsey 1980: 45). 79

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lo habían hecho hasta entonces, y gozando a menudo de amplio margen de iniciativa. libertos de familias de las oligarquías municipales podían, por ejemplo, ser puestos por sus superiores al frente de sus negocios con más o menos independencia. y en ciertos casos, si su patrono era un artesano, podían heredar el negocio en el caso de que no tuviera hijos (treggiari 1980: 54). legalmente los libertos eran libres, pero tras la manumisión mantenían ciertas ataduras jurídicas con sus patronos, aunque su situación personal cambiara y se instalaran por cuenta propia. tenían obligación de prestarles officia, en general bajo la forma de jornadas de trabajo (operae) sin remuneración.81 Incluso los servi communes de una ciudad, si eran manumitidos, mantenían con la comunidad el compromiso de dispensarle algunas operae.82 la obligación de prestar las operae se contraía por medio de una stipulatio o de un juramento tras la manumisión, lo que generaba una obligación civil, cuyo cumplimiento podía ser exigido a través de una actio operarum (Alemán y castán 1997: 30 y n. 79). Asimismo era condición ineludible que el liberto ofreciera sus operae en el lugar donde residía su patrono, y cuando lo exigiera según sus necesidades, no todas de una sola vez;83 y por días enteros, no por horas, pues operae sunt diurnum officium.84 esto tenía que suponer un duro gravamen para muchos libertos, que debían interrumpir sus tareas habituales para saldar tales compromisos. Probablemente esa fue una de las razones por las que, aquellos que gozaban de cierto nivel económico, solían compensar con dinero a sus patronos por las operae no prestadas (Pescani 1967: 96 ss.). la rentabilidad laboral de las operae libertorum es una cuestión que apenas se trasluce en la documentación disponible. Pero el tema recibe un tratamiento amplio en las fuentes jurídicas romanas, en el contexto de las responsabilidades del liberto hacia su patrono. tales operae sin duda podían resultar interesantes para sus beneficiarios, pues no estaban obligados a ninguna contraprestación, ahorraban así gastos al no tener que contratar a alguien para realizar dicho trabajo, y se aprovechaban del notable nivel de experiencia laboral e incluso reconocimiento social que muchos libertos ya habían conseguido. también los patronos, si no tenían interés en beneficiarse directamente de las operae artesanales debidas por sus libertos, podían explotarlas asignándolas o alquilándolas

Dig., 38, 1, 9, 1, ulp. Vide Brunt 1980: 89, sobre las condiciones de estas prestaciones, limitadas legalmente ante los previsibles abusos de los patronos. 82 Así lo indica el reglamento del municipio de Irni (Lex Irn., 72). 83 Dig., 38, 1, 21, Iav., y 22, Gai. 84 Dig., 38, 1, 1, Paul. 81

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a terceros (locatio operarum liberti) y percibiendo por ello una merces. como los libertos normalmente seguían ejerciendo tras la manumisión actividades laborales similares a las precedentes, buena parte de sus operae podían ser prestadas como fabriles en el tipo de trabajo que acostumbraban hacer hasta entonces, aunque no era estrictamente necesario.85 Parece evidente que en este tipo de relaciones se darían situaciones abusivas.86 con respecto a los esclavos, también su trabajo podía ser alquilado por el dominus a terceros a cambio de una renta anual.87 Por ejemplo a quien no tuviera dinero para adquirir un servus experto en un oficio, o que no lo encontrara en el mercado. Incluso un esclavo podía trabajar por cuenta propia, pagando a su dueño una suma fija o una proporción de sus ganancias (Brunt 1980: 89). otra dimensión del mundo laboral que debemos valorar ahora es la que significaban los institores.88 fue frecuente que individuos con recursos y capacidad de iniciativa desplegaran una gran actividad económica, y lo hicieran poniendo al frente de sus negocios artesanales o mercantiles, o de una parte de los mismos, a libres, esclavos o libertos de especial confianza actuando como sus agentes con mayor o menor nivel de independencia.89 Dichos institores también podían ser communes en el caso de empresas colectivas con varios promotores.90 esa clase de vinculación revistió diversas formulaciones jurídicas según la posición asumida por el institor.91 y suponía una alta responsabilidad para el individuo al que se encomendaba tal función, ya que incluso podía efectuar operaciones de carácter jurídico con clientes, proveedores o contratistas.92 lo cual no fue obstáculo para que en ocasiones se dejara tan comprometida tarea en manos de jóvenes de ambos sexos.93 Dig. 38, 1, 16 pr., Paul. Cfr. Dig., 38, 1, 2, ulp. la lex Aelia Sentia del 4 d.c. trató de corregir algunos excesos. 87 Dig., 33, 7, 19, 1, Paul. 88 sobre el tema fundamentalmente Aubert 1994: esp. 40 ss. 89 Dig., 14, 3, 18, Paul.: «institor» est, qui tabernae locove ad emendum vendendumve praeponitur quisque sine loco ad eundem actum praeponitur. 90 Dig., 14, 3, 13, 2, ulp. 91 sobre el tema Di Porto 1984, analizándose la documentación jurídica, de la que se desprende el gran alcance de este sistema en el marco de las operaciones empresariales. 92 la naturaleza y alcance de las funciones ejercidas por el institor podían reflejarse en un documento escrito (lex praepositionis), al que podían recurrir las partes suscriptoras del acuerdo. Así lo indica ulpiano: Igitur praepositio certam legem dat contrahentibus (Dig., 14, 1, 1, 12). Vide al respecto Aubert 1993: 172. 93 Así lo señala el jurista Gayo: Nam et plerique pueros puellasque tabernis praeponunt (Dig., 14, 3, 8). 85 86

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los esclavos fueron utilizados como institores o praepositi en relaciones de emptio-venditio, o sea como intermediarios en el comercio,94 o en operaciones relacionadas con la circulación del dinero y el crédito, en los servicios,95 en la especulación inmobiliaria,96 y en el sector de la producción. Aunque, cuando se dan tales situaciones, la referencia a su actividad económica como agentes de otro no suele indicarse con el genérico término institor, sino aludiendo a su específica actividad. Incluso podía darse el caso de que un servus, en calidad de agente, trabajara coordinando diversos negotia, cada uno de ellos con un servus vicarius al frente.97 si los libertos actuaban como institores de sus patronos, podían hacerlo prestándoles tales servicios en concepto de operae, o bien se les pagaba un salario o un porcentaje de los beneficios (treggiari 1980: 53). en la Italia de fines de época republicana, junto a los pequeños talleres familiares coexistieron grandes empresas de fabricantes, que diversificaron su producción en múltiples y medianas officinae, gestionadas a través de gente de confianza y con pocos trabajadores a sus órdenes. entre otras razones para repartir riesgos y obstaculizar el control oficial, más fácil sobre instalaciones de grandes dimensiones.98 también en Hispania algunas familias de las oligarquías municipales pudieron dirigir negocios locales o de alcance regional (construcción, fabricación de materiales cerámicos, talleres metalúrgicos, etc.) a través de institores, a fin de dedicarse con más libertad a las actividades políticas de su comunidad. Veamos un ejemplo concreto, relativo a la fabricación y comercio de lámparas, que nos ilustra sobre algunos aspectos de la organización laboral del sector. en amplias zonas del mediterráneo, y entre los siglos I-III d.c., se constata la difusión de lucernas procedentes de algunos importantes talleres italianos o norteafricanos, así los singularizados por las marcas Fortis, Strobilus o C. Oppi Cfr. por ejemplo Dig., 14, 3, 5, y especialmente 14, 3, 5, 15, ulp., sobre el praepositus ad oleum vendendum. 95 Cfr. Dig., 14, 3, 5, 6, ulp., sobre fullones y sarcinatores; Dig., 33, 7, 13, 1, Paul., sobre la negotiatio balnearia; Dig., 14, 3, 5, 8, ulp., sobre los libitinarii. 96 Dig., 14, 3, 5, 1, ulp., sobre el insularis o aedificio praepositus. Vide Aubert 1993: 173. 97 Vide Aubert 1993: 174 ss., a propósito de los vilici y subvilici en la organización del trabajo de una villa. 98 morel 1983: 35. las administraciones municipales cobraban tasas por los negocios de acuerdo con el tamaño de las instalaciones. uno de los criterios para cuantificar el impuesto pudo ser el número de tejas del edificio, el mismo que servía en la colonia Genetiva Iulia para establecer a partir de qué límite las alfarerías debían emplazarse extra oppidum (LCGI, 76). Vide corbier 1989, sobre la fiscalidad municipal. 94

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Res. el carácter «standard» de la producción refleja, no obstante, un tipo de organización centralizada. tal hecho se ha explicado por la existencia de talleres filiales en estratégicas áreas regionales de mercado, donde se enviarían operarios adiestrados que podían llevar consigo los moldes o trabajar con nuevas ideas.99 Officinae de ese tipo se han identificado en ciudades importantes y prósperas como Emerita y Gades. esta forma de proceder, que por lo pronto abarataba los enormes costes de transporte, especialmente el terrestre, parece responder a una figura regulada jurídicamente, la actio institoria. el agente o institor podía ser un esclavo o liberto a quien el empresario dotaba económicamente, poniéndolo como «manager» o agente al frente de un negocio del cual era propietario. el fabricante debía tener gran confianza en la habilidad e integridad de sus dependientes, que a veces eran enviados muy lejos de su sede principal. Aunque la extensa regulación de la actio institoria en el Digesto sugiere que debía tratarse de una opción muy extendida,100 lo cierto es que estamos ante una figura que resulta difícil de identificar sobre el terreno únicamente con la documentación literaria o epigráfica, donde los trabajadores no suelen ser mencionados en su condición de institores.101 Pero la existencia de individuos actuando como tales agentes quizás puede rastrearse indirectamente. según Haley (1986: 402 ss.) la presencia de alieni en diversas localidades de Hispania quizás deba relacionarse con el asentamiento de diferentes negotia. cuestión importante es saber si aquellos libertos dedicados a un oficio lo hacían como representantes de alguien o como empresarios independientes, categoría esta última que pudo estar muy extendida (Garnsey 1980: 45). en la epigrafía hispana, sobre todo en la Bética, tenemos varios casos de libertos cuya voluntaria emigración y estatus independiente son sugeridos por la explícita calificación de los mismos como incolae o cives adlecti, aunque no ofrecen ningún dato explícito sobre los hipotéticos motivos económicos de su traslado. Pudo tratarse de comerciantes, artesanos o bien institores (Haley 1986: 407 ss.). estos últimos, pese al control patronal, podían gozar en última instancia de gran capacidad de acción. también la presencia de institores puede percibirse a través de la información arqueológica. Di Porto (1984: Harris 1980. Haley 1986: 441 ss., considera tal hipótesis muy plausible. 100 Vide Dig., 14, 3. 101 Cfr. Aubert 1993: 172 ss. , que recoge solo cinco referencias epigráficas a institores para todo el Imperio. un liberto es mencionado como institor arm[orum?] en una inscripción de Corduba (CIL, II2/7, 337). 99

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67 ss.) señala concretamente el caso ya mencionado de la producción cerámica, actividad artesanal que pudo estar basada en la praepositio de varios institores en diversas officinae, especialmente si la producción estaba destinada a la venta. Así lo vemos en ciertos talleres cerámicos hispanos, cuyas manufacturas alcanzaron una gran difusión a través de canales de distribución controlados por agentes ubicados por los fabricantes en diversas sedes. otro dato arqueológico puede sugerir el funcionamiento de negocios a base de institores, la existencia de locales que pueden identificarse como tabernae. este término se aplicaba principalmente a espacios dedicados al comercio de diversos productos, mientras que la voz officina aludía a aquellos talleres artesanales donde, además de vender al público, se realizaban actividades productivas, aunque no es fácil la diferenciación arqueológica de ambos tipos de lugares.102 cuando esos espacios aparecen conectados con una domus, es factible que el propietario de la casa los gestionara directamente o mediante institores. como vemos en Pompeya, miembros de las oligarquías locales propietarios de viviendas tipo domus podían mantener en ellas negocios de panadería o batanerías, obteniendo sustanciosos dividendos (Wallace-Hadrill 1994: 118-142). en aquellos casos en que las tabernae están solamente conectadas a la calle, podemos pensar que originalmente fueron diseñadas para ser vendidas con independencia de la domus, o bien que fueron alquiladas por los propietarios de dichas mansiones a modestos artesanos o comerciantes, que muy frecuentemente hacían de ellas no solo su taller o tienda, sino también su humilde y apretada morada.103 los emPleADores

los trabajadores de las comunidades romanas, tanto por cuenta propia (artesanos, comerciantes), como quienes percibían un salario regular, o quienes ofrecían su fuerza laboral por un jornal, dependían estrechamente de una demanda de servicios que, a su vez, guardaba directa relación con los recursos e inversiones que pudieran hacer tanto las administraciones municipales como los sectores sociales más acomodados, e incluso el estado. el nivel económico de las ciudades y de sus oligarla distinción taberna-officina se refleja en Dig., 5, 1, 19, 2, ulp., donde se mencionan diversos tipos de locales que podían servir para actividades mercantiles o como almacenes: […] sed tabernam, pergulam, horreum, armarium, officinam conduxit. 103 esos contratos podían ser por cinco años, como hizo una tal Iulia Felix arrendando un balneum, tabernae y otros habitáculos (CIL, IV, 1136). 102

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quías dirigentes y, por tanto, la frecuencia y calidad de sus inversiones, podían fluctuar mucho de un lugar a otro. en virtud de ello el número y variedad de los oficios existentes debían cambiar de forma apreciable de una localidad a otra según su importancia. un factor que podía dinamizar temporalmente la actividad laboral eran los encargos promovidos por el gobierno imperial o el ordo decurionum. en el caso de Hispania la financiación imperial de proyectos edilicios parece haber sido menos importante que en Italia, salvo en el desarrollo urbanístico de algunas ciudades privilegiadas, como Italica, Corduba, Tarraco o Emerita (Jouffroy 1977: 336 ss.). Importantes obras públicas pudieron haber sido financiadas con fondos estatales, o mediante un acuerdo entre las administraciones central y local, generando expectativas de empleo temporal en determinadas zonas. Al margen de la excepcional financiación imperial, las ciudades más prósperas podían costear con su pecunia publica la construcción o reparación de edificios, obras de ingeniería y monumentos. un pequeño municipio como Irni tenía previsto en su presupuesto partidas de dinero para invertir en tales conceptos, lo mismo se tratara de acometer (facere) obras nuevas, como del mantenimiento (reficere) de las existentes, lo que podía seguir proporcionando trabajo aunque en menor escala.104 Aunque las comunidades podían ahorrarse una parte de los gastos utilizando las prestaciones personales forzosas de su población (munitiones), sistema previsto en los estatutos locales béticos.105 no sabemos si todos los individuos teóricamente obligados a la munitio eran movilizados. es probable que en la práctica tal deber recayera sobre todo en la gente humilde (Brunt 1980: 82), y que los ciudadanos más pudientes o los ausentes lograran eludirlo, saldar con dinero su aportación personal o pagar a alguien para que prestara el trabajo en su lugar.106 lógicamente no recaería la misma carga laboral entre todas las edades, y quizás se procuraría aprovechar también la experiencia Lex Irn., 79: opera eiu[s] municipi facienda reficienda. LCGI, 98; Lex Irn., 83. Por lo que tenía de coercitivo y a menudo molesto para los intereses personales, se requería una aprobación oficial por parte del ordo decurionum y una organización del trabajo bajo la supervisión de los magistrados locales. Aunque los reglamentos locales observaban indemnizaciones para quienes resultaran perjudicados (Lex Irn., 83). 106 Así parece deducirse de Lex Irn., 83, que habla de dare, facere y praestare tales jornadas laborales (operae). no todas estas acciones implican asumir directa y físicamente tales obligaciones. los notables municipales podían cumplir con tal compromiso ofreciendo el trabajo de sus esclavos y clientes (lamberti 1993: 95 ss.). 104 105

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y conocimientos técnicos de aquellos vecinos movilizados que acreditaran alguna especialidad artesanal oportuna para el tipo de tarea a ejecutar. Incluso cuando las obras públicas eran realizadas a través de contratistas particulares (redemptores), las haciendas municipales más débiles podían suprimir gastos recurriendo a las munitiones para el derribo de construcciones inservibles, nivelación de terrenos o acarreo de materiales.107 la ejecución de proyectos edilicios ponía a los gobiernos municipales, y especialmente a los magistrados, en habitual y directo contacto con el ámbito laboral local y regional. los duunviros tenían importantes competencias en las obras públicas, como acreditan los reglamentos de la Bética,108 fijando sus condiciones de ejecución, sacándolas a subasta, cerrando con los empresarios (conductores o redemptores) los contratos de arrendamiento de servicios (locatio operum) y controlando su ejecución.109 esas tareas también podían ser asumidas por curatores especiales nombrados por el ordo decurionum.110 unos y otros estarían, por tanto, muy en directa relación con los profesionales del sector y determinados collegia profesionales. la construcción requería artesanos especialistas al servicio de los contratistas. si no tenían personal servil suficiente a sus órdenes, podían emplear por cierto tiempo a operarios que normalmente laboraban en su taller por cuenta propia y para su clientela habitual. Pero gran parte del trabajo (así el acarreo de materiales, o el previo allanamiento de solares) podía ser realizado por simples peones libres, quizás obreros ocasionalmente desocupados de otros sectores, así la agricultura, que tenían una 107 también en roma, donde ambos sistemas coexistieron a menudo ya desde tiempos republicanos, debió darse en ocasiones un régimen mixto de munera gratuitos y pago por parte del estado de ciertos trabajos especializados (milazzo 1993: 28). 108 LCGI, 77, 99 (vide también 69); Lex Irn., 79. 109 Vide sobre el tema rodríguez neila 2009: 186-212. Incluso los materiales de construcción podían ser conseguidos en condiciones ventajosas si, por ejemplo, la ciudad era propietaria de canteras de materiales o de instalaciones cuya explotación arrendaba a empresarios privados, que por ejemplo podían suministrar ladrillos o tejas a un precio favorable, o aportarlos como parte del canon debido por tales conductores a la ciudad. tal fórmula es sugerida por casos como el de uno de los talleres cerámicos que funcionaron en Bracara Augusta, la officina de Lucretius, que fabricó lucernas con siglas impresas alusivas al citado municipium. la ciudad pudo ser propietaria de dicha figlina con todas sus instalaciones, pero la habría arrendado al citado officinator mediante un contrato de locatio-conductio, que le otorgaba la explotación de dicho negocio con su propio personal. Vide al respecto morais 2012: 372 ss. 110 sobre tales curatores Palma 1980: 85 ss. y 98 ss., y Jaschke 2006.

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temporada laboral definida, siendo contratados para puntuales tareas edilicias.111 Junto a la iniciativa oficial, el otro factor que activaba regularmente el panorama laboral de una ciudad o región era la demanda privada de servicios, en especial las obras públicas promovidas por generosos mecenas, que daban trabajo y ganancias a libres y libertos artesanos cualificados, comerciantes y transportistas (por ejemplo de materiales de construcción), o bien a la población libre desocupada de jornaleros.112 Aunque el mecenazgo cívico, factor intermitente como sugiere la evidencia epigráfica, debía fluctuar sensiblemente de unas comunidades a otras según la riqueza de sus grupos aristocráticos. Por lo que respecta a Hispania, la actividad evergética parece haber sido mayor en áreas económicamente prósperas como la Bética y ciertas zonas de la tarraconense. y en cuanto al alcance de las inversiones, sus notables municipales parecen haber estado a un nivel comparable al de otras provincias del Imperio (curchin 1983: 227 ss.). las liberalidades de carácter edilicio debían ser especialmente valoradas por aquellos sectores laborales, desde los artesanos especialistas a los simples peones, cuya habitual cartera de servicios podía verse notablemente incrementada por tales encargos extraordinarios. conviene tener en cuenta que las obras públicas sufragadas con fondos municipales eran aprobadas por los ordines decurionum, de los que formaban parte las familias más prestigiosas y adineradas de la población local. y que también buena parte de los trabajos financiados por el mecenazgo procedía de sus miembros. es factible, por tanto, que gran parte de los encargos recayeran sobre libres y libertos artesanos bien conectados con la aristocracia local, bien por sus lazos clientelares o por trabajar habitualmente para atender sus demandas privadas. en el caso de libertos instalados como empresarios independientes, la ayuda de sus patronos podía ser también muy importante para acceder a las contratas municipales (martin 1989: 62 ss.). lAs conDIcIones De trABAJo

la indefinición respecto a lo que el patrono podía exigir a sus dependientes facilitaría obviamente los abusos, por ejemplo respecto a la edad de trabajar. la actividad la-

Aunque durante el verano las labores de cosecha y vendimia podían restar mano de obra al sector de la construcción si era alquilada por los terratenientes: Cfr. frontin., De Aquaed., 123. 112 Además algunos miembros de las aristocracias decurionales podían estar interesados como potenciales contratistas en ese negocio de la construcción. Vide al respecto Garnsey 1976; martin 1989: 43-62. 111

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boral de jóvenes y viejos parece ser que no era objeto de convenciones especiales o limitaciones jurídicas (De robertis 1963: 222), salvo en el caso de las ya citadas prestaciones de carácter público (munitiones), que durante ciertos días al año debían asumir gratuitamente los habitantes de colonias y municipios. el estatuto de la colonia Genetiva Iulia limitaba la munitio a las personas comprendidas entre catorce y sesenta años, mientras que en el municipio de Irni la obligación existía entre los quince y los sesenta años.113 la edad límite de sesenta años es indicada en la ley de Irni como causa de exención del obligatorio munus legationis, que para ciertos decuriones implicaba esfuerzos físicos si debían viajar formando parte de embajadas municipales (legationes).114 sin embargo se podía ser iudex hasta los sesenta y cinco años.115 según el jurista calístrato los romanos veneraron siempre la ancianidad, y ello se reconocía con relación a los munera municipalia.116 Aunque ese límite de sesenta años no debió ser general, pues en época severiana el jurista ulpiano señala que solo estaban eximidos de las cargas municipales quienes tenían setenta años cumplidos.117 la otra causa de exención que observa el reglamento de Irni era sufrir alguna dolencia (morbus) que impidiera realizar la legatio.118 tal circunstancia también incapacitaba en Irni para ser nombrado iudex.119 ciertos pasajes del Digesto aluden igualmente a dispensas de ciertos munera por invalidez, incapacidad corporal o enfermedad.120 la debilitas corporis solo liberaba de las cargas que exigían un esfuerzo corporal para cumplirse, pero no de las que podían llevarse a efecto «con la inteligencia de un hombre prudente».121 Pero no estamos bien informados sobre la aplicación de tales exenciones en el mundo de los oficios. otra cuestión interesante es el horario laboral. en principio no había ninguna limitación, aunque el ámbito urbaLCGI, 98; Lex Irn., 83. Lex Irn., 44-45. Vide rodríguez neila 2010b: 240-242. 115 Cfr. LCGI, 98; Lex Irn., 45, 83, 86. 116 Dig., 50, 6, 6 pr. 117 Dig., 50, 4, 3, 6 y 12; 50, 5, 2, 1; 50, 6, 4 (3). con sesenta y cinco años y tres hijos vivos no se quedaba liberado (Dig., 50, 5, 1, 3). Aunque la correcta aplicación de esta normativa dependería del conocimiento que los decuriones pudieran tener sobre sus propias edades. Vide sobre ello Duncan-Jones 1977. 118 también en el senado de roma era habitual que los senadores alegaran excusas, entre ellas la enfermedad, para rehuir sus responsabilidades. Aunque estar ausente de la capital en misión oficial (rei publicae causa) dispensaba de ciertas obligaciones. la legatio libera era una dispensa oficial para que un senador pudiera atender asuntos privados, lo que daba lugar a abusos. Vide al respecto Bonnefond-coudry 1989: 371 ss. 119 Lex Irn., 86. 120 Dig., 50, 4, 18, 11; 50, 5, 2, 6, ulp. 121 Dig., 50, 5, 2, 7 y 7a, ulp. 113 114

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no ofrecería más variedad de situaciones, tanto en el número de horas de trabajo como en el tiempo diurno o nocturno del mismo (De robertis 1963: 189). Probablemente con la meridiatio (reposo del mediodía) terminaría la actividad de los trabajadores independientes, que se prolongaba unas siete u ocho horas, mientras que jornaleros y esclavos podían ser obligados a trajinar de ocho a doce horas diarias. De hecho la situación real pudo cambiar mucho de unas zonas a otras, como lo apunta el que los contratos de locatio que nos han llegado no indiquen nada sobre número de horas laborales al día (De robertis 1963: 194 ss.). Dentro de ese espacio horario el trabajo a efectuar en los talleres por los diversos operarios podía organizarse para obtener el máximo rendimiento, estableciéndose procedimientos de control. frontino, refiriéndose al numeroso y variado equipo de trabajadores que tuvo a sus órdenes en el servicio de aguas de roma, señala que debió someterlos a la disciplina laboral, porque habían descuidado sus deberes dedicándose a efectuar encargos privados bien por su ambición o por el descuido de sus capataces.122 Para asegurarse de que cumplirían estrictamente sus obligaciones oficiales, llevaba registros (acta) de lo que hacían cotidianamente, y señalaba cada día las tareas que había que efectuar al siguiente. cabe recordar al respecto los signos pintados en rojo en una galería de las termas de trajano en roma, con fechas según el calendario romano que registraban jornadas laborales. De tal forma los capataces debían controlar el ritmo del trabajo y los plazos de ejecución de la obra, lo que refleja una minuciosa organización de las tareas, a cargo de dos equipos de obreros (Volpe 2008). Pero de tal información no se puede deducir que los operarios tuvieran periódicamente días de reposo, quizás descansaran rotativamente por turnos para no tener que interrumpir sus tareas. también condicionaban la vida del trabajador los días festivos. el calendario romano estaba lleno de celebraciones oficiales, así las feriae publicae por eventos excepcionales (victorias, aniversarios de la familia imperial, acceso al trono, etc.), a las que había que añadir las feriae privatae y las fiestas asociativas reservadas a los miembros de los colegios. trabajar en tales jornadas suponía sacrilegio y estaba penado. Aproximadamente un tercio del año estaba consagrado a días festivos de reposo laboral, aunque solo una parte eran fiestas obligatorias (imperativae), otras eran facultativas (De robertis 1963: 201 y 204 s.). los estatutos municipales béticos se hacen eco de la celebración de estas fiestas a nivel local.123 en tales jornadas había numerosos espectáculos gratuitos, así como actividades comerciales (mercatus) con mayor o menor irra122 123

frontin., De Aquaed., 117, 4. LCGI, 64,70,71; Lex Irn., 90, 92.

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diación regional, todo lo cual beneficiaba particularmente a la población laboral residente en los núcleos urbanos. Pero tales festividades no solo eran guardadas por los libres, también podían beneficiarse de ellas los esclavos, aunque fuera parcialmente. en el caso de los sacra publica, es decir las ceremonias religiosas de carácter oficial, la asistencia popular podía favorecerse por ciertas vías (rodríguez neila 2010a: esp. 161-170). Por ejemplo si no se hacían incompatibles con las obligaciones profesionales.124 en el este del Imperio tenemos alguna información sobre dispensas del trabajo para facilitar dicha presencia.125 nada similar conocemos para las provincias occidentales. en la documentación hallada en las citadas termas de roma el veintiuno de abril, fiesta de la fundación de la Urbs (las Palilias), es señalada como de carácter laboral (Volpe 2008: 459, n. 20). Pero sabemos que la colonia de Pisa decretó el carácter luctuoso de las jornadas dedicadas anualmente a honrar con sacrificios la memoria de Gayo y lucio césares, así como el cierre de templos, termas públicas y tabernae, y la prohibición de celebrar otros actos públicos en tales días.126 De forma similar el reglamento de Irni señala la suspensión de actividades oficiales en las fiestas del culto imperial.127 tales disposiciones podían favorecer una masiva asistencia a los sacra publica, quizás muchos no desearían hacerse notar por quedar al margen de liturgias colectivas que tenían un fuerte contenido político. Además esa participación de los humildes, cuya presencia era pasiva en ritos como los sacrificios, podía hacerse más visible en otros espacios comunitarios integrados en las festividades, así los atractivos espectáculos (ludi), o los epula que seguían a los sacrificios de hostiae, en los que se repartía la carne de las víctimas.128 Vide fishwick 1991: 528 ss.; champeaux 2003: 170 ss. Incluso los esclavos estaban jurídicamente autorizados para participar en ciertas fiestas religiosas, pese a ser un grupo social al margen del cuerpo cívico, quedando temporalmente liberados de obligaciones laborales. Cfr. cic., Leg., II, 12. sobre el tema Garay 1996: esp. 489 ss. 125 en Messene un magistrado romano eximió del trabajo para facilitar la asistencia a los sacrificios (SEG, XXIII, 206, 14-15). en las Caesarea de Quíos podían participar los esclavos domésticos dispensados de su trabajo (IGR, IV, 947-948). 126 CIL, XI, 1421, 23-24. 127 Cfr. Lex Irn., 31, 90, 92. 128 Cfr. champeaux 2003: 185 ss.; scheid 2005: 279, que señala la relación evidente entre banquete público y sacrificio de hostiae, a propósito de sHA, Aur., 12, 2. tales celebraciones fueron favorecidas por el régimen imperial, aunque en ocasiones sería preciso inmolar varios animales (fishwick 1991: 585). con el sacrificio de un buey, o incluso de una oveja, se podían conseguir muchas raciones de carne para atender numerosos comensales, también se podían añadir aportaciones extras de alimentos (scheid 2005: 283 ss.). 124

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A escala municipal también podemos suponer que actividades políticas importantes, como la convocatoria de contiones o la celebración de comitia,129 así como los repartos de sportulae a la población realizados por munificentes ciudadanos, los homenajes públicos promovidos por el populus, el funus publicum de algún personaje importante, etc.,130 si acaecían en pleno horario de trabajo podían suponer una paralización temporal o absoluta de la jornada laboral, aunque no sabemos cómo se regulaba en la práctica dicha cuestión. y siempre cabía la posibilidad de que, bien en tales ocasiones, o por tener que atender otros asuntos, el jefe diera ocasionalmente el día libre a sus subordinados.131 lo que sí afectaba cotidianamente a la vida de muchos operarios eran las a menudo deficientes condiciones de higiene y seguridad de los espacios físicos donde desarrollaban sus actividades. muchos artesanos se afanaban en officinae y tabernae que no ofrecían buenas condiciones para su salud. Aunque a veces las tabernae podían tener una prolongación en entresuelos (pergulae) usados como vivienda y almacén, habitualmente esos locales eran de reducidas dimensiones, mal aireados y no muy aseados.132 De ahí la tendencia de artesanos y comerciantes a invadir las áreas públicas como desahogo, ante el insuficiente espacio de sus locales, afeando las zonas más monumentales. no obstante para quienes trabajaban en el sector alimentario, la construcción de macella en muchas ciudades, instalaciones que facilitaban ventilación y limpieza, mejoraría sus condiciones higiénicas.133 Además determinados oficios se hacían notar en el entorno urbano por dedicarse a actividades que provocaban molestias al vecindario, pero que sobre todo afectaban directamente a su propia salud. Aunque para la Antigüedad conviene hablar más que de industria, en el sentido actual del término, de modestas actividades artesanales, no por ello los talleres dejaban de provocar entonces negativas secuelas para la salud humana y medioambiental (polvo, humos, ruidos, peligro de incendio).134 Aunque, en comparación con las modernas fáContiones: LCGI, 81, Lex Mal., 59, Lex Salp., 26. Comitia: LCGI, 67-68, 101, 105, 132; Lex Mal.-Irn., 51-60. 130 Vide al respecto melchor 1994: 115-129, y 2006; melchor y Pérez Zurita 2003. 131 como vemos en Apul., Met., 9, 6: Nam licet forensi negotio officinator noster attentus ferias nobis fecerit […]. 132 en los poetas satíricos encontramos frecuentes referencias, por ejemplo marcial (Epigr., 3, 30, 3; 8, 14, 5-6) o Juvenal (Sat., 7, 28). 133 Vide sobre el tema De ruyt 1983, y rodríguez neila 1999: 81-84. 134 recordemos, por ejemplo, el caso de un taller de quesos cuyos humos molestaban a los locales vecinos. lo recoge el jurista ulpiano (Dig., 8, 5, 8, 5). 129

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bricas, su impacto ecológico no alcanzó entonces los tintes alarmantes de hoy. en roma, donde estos factores negativos se multiplicaban por su alta concentración demográfica, los humos procedentes de panaderías, hornos de termas, talleres de fundición y fábricas de productos cerámicos y de vidrio, así como los frecuentes incendios, generaban a menudo una atmósfera irrespirable, a la que se sumaban las emanaciones formándose una neblina familiar a su población.135 Por ello las industrias molestas fueron gradualmente desplazadas a la periferia (morel 1991: 282), y algo similar debió ocurrir en muchas ciudades de provincias, como sugieren las disposiciones del estatuto de la colonia Genetiva Iulia,136 según las cuales las alfarerías (figlinae teglariae, tegularium), donde frecuentemente funcionaban varios hornos, debían emplazarse fuera de las murallas para evitar molestias. Por ello muchas de esas industrias contaminantes quedaron ubicadas en el cinturón suburbial de las ciudades, a cuyo entorno ambiental afectaban al provocar humo, polvo y olores que ensuciaban el aire, y hacían la vida insalubre e incómoda en ciudades y campos. otra industria urbana causante de polución fueron las batanerías (fullonicae). conocemos algunas en Pompeya y ostia. A tenor de los grandes depósitos que presentan, debían consumir considerables cantidades de agua, evacuadas como residuales, que arrastrarían diversas sustancias contaminantes usadas en los procesos de teñido. estrabón se refiere a los numerosos establecimientos de tal tipo que existían en tiro (fenicia), «de los que la ciudad, a la vez que se convertía en un lugar muy desagradable para vivir, se hacía rica».137 también las tareas mineras generaron negativos efectos medioambientales, descritos por Plinio,138 y aumentaban la polución del aire y del agua por las emanaciones venenosas fruto de las actividades extractivas, pero también de los procesos industriales, que a menudo se realizaban en pequeños talleres artesanales ubicados en el entorno urbano. los operarios de minas y talleres sufrían sus perjudiciales efectos.139 tras la extracción los minerales eran procesados para obtener los metales útiles. muchas técnicas metalúrgicas exigían hornos con altas temperaturas y grandes suministros de combustible vegetal, que también necesitaban luego las herrerías y Vide al respecto rodríguez neila 2011: esp. 28-32. LCGI, 76. 137 estrab., 16, 2, 23 (757). 138 Plin., NH, 33, 68-78. 139 tenemos documentado un médico que quizás atendía a los miembros de una societas de trabajadores del bronce (aerarii) de Corduba (CIL, II²/7, 334). 135 136

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talleres de forja donde se manufacturaban objetos de metal. los humos tóxicos de esas industrias incrementaban la polución del aire. es estrabón de nuevo quien señala que en Hispania se construyeron chimeneas altas para alejar los densos y nocivos vapores de los hornos de mercurio.140 Poco sabemos de los accidentes laborales, que podían darse con relativa frecuencia en trabajos de cierto riesgo, como podía ser la construcción o la minería. tampoco sabemos mucho sobre las que hoy denominamos «enfermedades profesionales». el análisis de restos óseos humanos procedentes de Pompeya y Herculano muestra en muchos casos huellas de lesiones producidas por utensilios de diverso tipo, así como patologías degenerativas (osteofitosis, osteoartritis). mayoritariamente los traumas óseos corresponden a hombres adultos, a menudo son fracturas que pudieron ser curadas. no es fácil saber si el padecimiento de tales patologías óseas pudo guardar relación con la dureza de los oficios que los afectados debieron ejercer. también se documentan frecuentes intervenciones quirúrgicas para reparar fracturas, identificándose instrumentos médicos específicos para tratar tales problemas. Pero no es posible determinar si los trabajadores recibían cuidados médicos, o solo tal atención estaba al alcance de los más pudientes.141 lA sItuAcIÓn socIAl De los ArtesAnos

Desde una perspectiva social y económica es indudable que la población laboral romana no se caracterizó por su homogeneidad. en ella se dieron notables diferencias en cuanto a estatus material y reconocimiento social (morel 1991: 276). en la escala más baja estaba un fluctuante peonaje sin oficio ni beneficio, dependiente de ofertas intermitentes, e incluso estacionales, de trabajo, con muy baja remuneración, y sobre el que sabemos poco. Por encima se situaría el sector de tenderos, comerciantes y artesanos libres, entre quienes a su vez habría apreciables diferencias de riqueza y consideración social.142 estarían los más humildes, cuya actividad profesional exigía poca inversión material y no muy amplios conocimientos, y que podían apañarse con un pequeño espacio en aceras o pórticos. y los habría más acomodados, que podían mantener con cierto desahogo sus officinae y tabernae, con la colaboración de su familia, unos pocos esclavos, e incluso estrab., 3, 2, 8. Para estas cuestiones remito al reciente trabajo de lazer 2011: esp. 186-203. 142 Dig., 46, 3, 31, ulp.: inter artifices longa differentia est ingenii et naturae et doctrinae et institutionis. 140

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dando ocupación a otros libres contratados. sin duda los mejor conocidos por las fuentes serían aquellos que lograron salir del anonimato, tanto por su excepcional cualificación profesional, como por haber hecho fortuna por encima de lo normal, a menudo beneficiándose como redemptores de las contratas públicas o de los encargos de los evergetas (morel 1991: 267). Pero fueron, ciertamente, una minoría. son muchos los libres que nos aportan referencias epigráficas a sus profesiones. Pero más relevante si cabe es que una parte importante de esa información proceda de la población servil. unos y otros han podido tener sus propias razones para mencionar públicamente unos oficios, cuyo ejercicio quizás les proporcionó cierta estima social y medios económicos, especialmente los libertos independientes. esto parece sobre todo significativo en la Bética, y algunas evidencias, como el caso del sagarius cordobés que fue magister larum Augustorum, o la calidad de las inscripciones funerarias de algunos de aquellos artesanos (Gimeno 1988: 75), evidente signo de prosperidad material, son testimonios elocuentes en tal sentido. Pero también muchos libertos cuya ocupación no conocemos, debieron ser prósperos artesanos o comerciantes, que contaron con patronos influyentes que les respaldaron, favoreciendo así un ascenso social, que queda patente en hechos de los que sí dejaron fehaciente constatación epigráfica: ser reconocidos con honores públicos, como el ejercicio de la Augustalidad o los ornamenta decurionales, distinciones que debían ser otorgadas por el senado municipal; o bien acometer actos evergéticos que, al mismo tiempo que demostraban su alto estatus económico, les servían para obtener reconocimiento social.143 esa promoción de los libertos, constatada con asiduidad en la Bética, debió tener su origen en un interesante fenómeno que fue muy frecuente, la asociación «empresarial» entre patrono y liberto.144 en efecto, muchos esclavos debieron ser utilizados por sus dueños y patronos en talleres y negocios particulares a título de institores. como indicamos fue también frecuente que los libertos siguieran trabajando para sus patronos de forma continua tras la manumisión, o prestándoles operae. tal situación, evidentemente, podía propiciar sólidos lazos afectivos entre unos y otros. y cuando se trataba de patronos poderosos a nivel local, tales vínculos podían significar un apoyo valioso para la promoción social de sus dependientes, y también para su proyección laboral, tanto si cooperaban en negocios Cfr. serrano 1988: 97 ss., 205 ss.; melchor 1994: 198 ss. 144 Cfr. Dig., 38, 1, 36; 38, 2, 1, 2; 44, 5, 1, 7, ulp. 143

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comunes, como si los libertos actuaban como institores de sus patronos en otros lugares, o simplemente acababan estableciéndose por su cuenta. suele señalarse que los libertos, cuya presencia en el mundo laboral romano fue muy importante, se sintieron más sentimentalmente unidos a sus patronos que los esclavos con sus dueños, por el hecho de deberles la manumisión. Pero también entre el servus que asumía funciones de «manager» y su dominus solía afianzarse una relación de mutuo interés en el ámbito de los negocios (Di Porto 1984: 387 ss.). Por un lado el dominus, con el ascendiente derivado de su posición jurídica, y del hecho de ser propietario de todo el capital dedicado a la empresa. Por otro lado el servus, que asumía una responsabilidad que presuponía ciertas capacidades, y la confianza de su señor en que obtuviera la máxima rentabilidad a sus inversiones. Aunque es un tema en el que hay mucho todavía por investigar, lo cierto es que la base económica de muchos aristócratas municipales no radicó exclusivamente en la propiedad de la tierra y las ganancias que proporcionaba. Algunos estuvieron interesados en el sector de la construcción, otros fueron dueños de talleres artesanales, controlando más o menos veladamente diversos tipos de producciones localizadas en los centros urbanos donde residían.145 Aunque quisieran ocuparse personalmente de sus negotia, no debemos olvidar que muchos serían decuriones, que debían dedicar parte de su tiempo a las tareas del gobierno municipal, o al ejercicio de magistraturas o funciones religiosas. Pero podían gestionar sus negocios no directamente, sino a través de sus esclavos o libertos actuando como agentes suyos (institores). ¿y la mujer en el mundo de los oficios? A partir de la información disponible el ámbito laboral en Hispania parece haber tenido un predominio masculino casi absoluto. ello concuerda con la situación constatada en la parte occidental del Imperio, donde el número y variedad de los oficios desempeñados por féminas quedan muy por debajo con relación a las profesiones ejercidas por los hombres.146 Generalmente la información que tenemos sobre trabajadoras las presenta no tanto como productoras o comerciantes, sino en conexión con sectores laborales muy concretos, así ocupaciones relacionadas con la alimentación, manufactura, salud y servicio personal (frasca 1994: 89-91). tal fue el caso de ornatrices y nutrices quienes, al tener así estrecha relación con las funciones y roles domésticos femeninos consaCfr. rodríguez neila 2009: 195-201; y para Italia cébeillacGervasoni 1998: 163-169. 146 Cfr. treggiari 1976 y 1979: 73 ss. 145

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grados por la tradición romana, consiguieron por tal vía cierta aceptación social. en cuanto a las medicae, su campo profesional, que se tiende a limitar a la obstetricia, ginecología o pediatría, fue más amplio, con diversos niveles de cualificación (Buonopane 2003). Por el contrario la producción de objetos de madera, metal, cuero y cerámica estuvo reservada tradicionalmente a hombres, y pudo haber reticencia a admitir mujeres en estos oficios. sin embargo algunas aparecen relacionadas con ocupaciones que en principio parecerían típicamente masculinas, como los brattiarii o los gemmarii, aunque no en Hispania. Pero en el trabajo de delicadas láminas de oro, perlas o decoración de camafeos, las mujeres podían tener habilidades especiales, por ejemplo en el diseño y dibujo, o en la venta de tales productos. De modo similar la elaboración y venta de perfumes, incienso o colorantes especiales como la púrpura, pudieron ser ocupaciones desempeñadas en muchos casos por mujeres (treggiari 1979: 67, 70). en Gades tenemos documentada una purpuraria, quien pudo ser también vendedora de dicho producto.147 Incluso en ámbitos de predominio masculino, como la fabricación de cerámica, a las mujeres se les ha podido encomendar sobre todo la venta. Así lo recuerda a fines del siglo III la historia de las cristianas Justa y rufina, que vendían cerámica en Hispalis (cumont 1927). otro sector reservado ampliamente al elemento femenino fue el textil (rodríguez neila 1999: 84-89). Por añadidura hay que recordar que, según la legislación romana, no había impedimento para que responsabilidades especiales en el ámbito de la organización laboral, así la actio institoria, recayeran sobre las mujeres.148 y de hecho la documentación confirma cómo llegaron a asumir la praepositio de algunos negocios (Aubert 1993: 179 ss.). la estratificación social dentro del universo laboral romano parece depender del éxito en el trabajo, de hacer cierta fortuna ejerciendo una profesión, o de establecer lazos afectivos con los superiores. muy pocas inscripciones recuerdan mujeres desempeñando oficios, la mayoría parecen ser esclavas manumitidas, más raramente libres, y mencionan su ocupación cuando se trata de una labor respetable. Pero a menudo las féminas parecen haberla ocultado, o simplemente la sugieren, cuando aparecen mencionadas en las inscripciones, o bien representadas en los monumentos junto a familiares masculinos cuyas profesiones, que pudieron compartir con ellos, sí CIL, II, 1743. treggiari 1979: 83, 27 y curchin 1982: 39, prefieren reconstruir el oficio como [pi]peraria en vez de [pur]peraria, considerándola una vendedora de pimienta importada, como otras especias, desde oriente. 148 Así lo señala ulpiano (Dig., 14, 3, 7, 1). 147

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se indican de modo explícito (Pupillo 2003). Posiblemente aquellas mujeres cuyo oficio les proporcionó cierto nivel de prosperidad e independencia, o una estrecha relación con su propietario o empleador, fueron conmemoradas más a menudo que otras en las inscripciones.149 Pero también muchas debieron integrarse anónimamente en la cadena productiva como apoyo o en sustitución de la mano de obra masculina, ayudando a patronos o parientes, sin lograr la independencia, habilidad profesional o realce social que pudieran haber merecido una referencia epigráfica (Kampen 1981: 125-129). cuando en las fuentes aparecen mujeres relacionadas con sectores laborales típicamente masculinos, podemos suponer que en muchos casos laboraban con sus esposos en negocios familiares, apareciendo asociadas a ellos, bien porque adoptaran dicho trabajo tras su matrimonio, o porque muchos hombres buscaran casarse con féminas pertenecientes a familias relacionadas con tales oficios, con la esperanza de que heredaran el patrimonio de sus padres artesanos, teniendo así opción a incrementar sus negocios. es probable también que a menudo la esposa se especializara en la venta, siendo el marido quien producía los bienes en la trastienda. también las mujeres que epigráficamente son mencionadas solas ejerciendo un oficio, pueden haber tenido su propio negocio o haber continuado con el de su marido fallecido (treggiari 1979: 72, 76). en cuanto a la posible participación de las mujeres en los collegia profesionales, es una cuestión no aclarada totalmente, aunque algunas sí fueron patronae de los mismos.150 los COLLEGIA ProfesIonAles

De hecho uno de los aspectos más interesantes del mundo laboral romano fueron las asociaciones profesionales, el Digesto les dedica una amplia sección.151 con su reivindicación de una solidaridad profesional y una dignidad de los oficios contrapesaban los prejuicios ya señalados hacia el trabajo de los humiliores. sin duda fueron un fenómeno de gran interés sociológico, de ubicación fundamentalmente urbana, pues en las ciudades solían concentrarse las tareas artesanales y comerciales. Cfr. Kampen 1981: 129. especial reconocimiento parecen haber tenido las mujeres medicae, muchas de ellas esclavas y libertas. Posiblemente aprendieron la profesión junto a médicos (padres, maridos o patronos), y gracias a ello pudieron mejorar su situación personal (Buonopane 2003). 150 Vide al respecto Gardner 1986: 239; cenerini 2009: 142 y 146, 165-183; Boscolo 2005; Kolb, campedelli 2005. 151 Dig., 47, 22. 149

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los collegia que conocemos puede que fueran los más importantes a nivel local por factores que se nos ocultan (Brunt 1980: 91). Proliferaron especialmente en las provincias más romanizadas del mundo romano. en Hispania fue en la Bética y parte oriental de la tarraconense donde más abundaron (santero 1978), incluso estatutos como el de Irni, en época flavia, hacen referencia al tema, ya que las autoridades municipales tenían cierta responsabilidad al respecto.152 Aunque no queda clara siempre la estricta entidad de muchos oficios en el contexto donde existieron, pues algunos colegios importantes están escasamente representados en muchos sitios. los términos usados para hacer referencia a tales agrupaciones fueron collegium y corpus, seguidos de un determinativo en genitivo indicativo del oficio, y a menudo del lugar donde se ejercía la actividad. en el siglo I d.c. se empleó epigráficamente con más frecuencia la voz collegium, desde el siglo II se simultaneó con la palabra corpus, siendo ambas de hecho intercambiables e indicativas de asociaciones caracterizadas por su entidad numérica y la conciencia de una solidaridad e intereses comunes (Pavis d’escurac 1990: 111). también la denominación del colegio se realza ocasionalmente con epítetos laudatorios.153 los collegia integraban a quienes desempeñaban una misma profesión, o tenían especialidades laborales afines.154 cada una de las ocupaciones profesionales, y hubo muchas, estaba organizada de forma autónoma en cada ciudad. este es otro rasgo esencial de los collegia, su carácter estrictamente municipal, aunque desde Augusto necesitaran autorización imperial para crearse (lex Iulia de collegiis), exigiéndose que no tuvieran fines ilícitos y fuesen de utilidad pública. Pero la proliferación de collegia, documentados sobre todo por las fuentes epigráficas, indica que no debía ser difícil obtener tal permiso, y de hecho bajo Antoninos y severos se liberalizaron las condiciones. Así lo vemos en el caso de los centonarii de Hispalis, quienes agradecen a Antonino Pío su indulgentia al permitirles formalizarse como corpus.155 cada collegium es152 Lex Irn., 74. se trataba de controlar que no tuvieran fines políticos y pusieran en peligro el orden público y la seguridad del estado. no se mencionan explícitamente los collegia profesionales. Pero su multiplicación por todas las provincias, sobre todo en la centuria siguiente, indica que contaron con el favor imperial. 153 Así el corpus oleariorum de Hispalis es calificado de splendidissimus (HEp., 10-2004, 576). 154 como el posible collegium que habría integrado a los fabri argentarii y a los fabri conflatores, citado en un epígrafe de Ilici de compleja restitución (HEp., 7-2001, 6). 155 CIL, II, 1167.

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taba organizado a imitación de las instituciones estatales y municipales,156 con su reglamento o lex, su album o lista de miembros, su sede (schola), sus magistrados, su caja o arca, etc. también podía elegir a sus patronos entre personajes influyentes, entregándoles una tessera patronatus con el nombramiento, como hicieron los fabri subaediani de Corduba en el 348 d.c.157 los intereses colegiales sin duda no eran ajenos a la propia dinámica política local, a ello quizás apunte la participación de ciertos colectivos profesionales en las campañas electorales de Pompeya.158 los trabajadores romanos, pues, desarrollaron sus señas de identidad sobre la base de una solidaridad de grupo, cuyo elemento conductor no era tanto su estricta condición de tales, sino más específicamente la ocupación ejercida, la cual daba nombre al collegium. formando parte de tales asociaciones adquirían la consideración social de que carecían como individuos aislados, incluso si ejercían oficios desprestigiados socialmente (tran 2006: 89-102). Por ello un factor básico era consolidar las relaciones entre sus miembros. A tales vínculos de compañerismo se les aplicaba un término de la vida castrense, contubernalis (camarada).159 también la relación entre los componentes de un mismo colegio se señalaba con el término collega, que los igualaba a todos por encima de las diferencias de origen y condición libre o servil, pues tales entidades acogían también a libertos e incluso esclavos. Así una inscripción de Iliturgi menciona a los collegas suc[c]edentes deincepsq[ue] successores, a quienes incumbía la obligación de asegurar la continuidad del culto funerario debido a los miembros difuntos del collegium.160 tal era una de las actividades comunes que contribuían a consolidar el espíritu corporativo, a las cuales se sumaban las ceremonias religiosas, así como los convivia que reunían periódicamente a los collegiati, momentos culminantes de la vida asociativa que sin duda contribuían a fomentar entre ellos actitudes de asistencia mutua. cuestión importante es si todas las personas que ejercían oficios en una comunidad estaban agrupadas en el correspondiente collegium, si era obligatorio formar 156 Dig., 3, 4, 1, 1: ad exemplum reipublicae. De hecho la expresión res publica forma parte a veces de la terminología colegial. Cfr. CIL, VI, 9254, 9626; CIL, XIV, 2299. 157 la expresión offerimus tibi cuncti indica que la cooptatio patroni fue decidida en asamblea plenaria del colegio, haciendo el ofrecimiento los tres rectores de la corporación (santero 1978: 129). 158 Cfr. castren 1975: 114-116. en sentido contrario mouritsen 1988: 65-67. 159 como vemos en un epígrafe de palma (CIL, II, 3675). 160 CIL, II2/7, 34.

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parte de ellos. cuando en una localidad está documentado, por ejemplo, el colegio de los fabri, o el de los centonarii, ¿podemos pensar que englobaba la totalidad de quienes ejercían allí tales ocupaciones? no parece que hubiera obligación de afiliarse, al menos durante el Alto Imperio, no hay ninguna disposición imperial al respecto (Pavis d’escurac 1990: 117). Pero sin duda pertenecer a un collegium daba ciertas ventajas y favorecía no solo la integración social, sino el espíritu corporativo. y ello constituía sin duda un valor apreciable en aquella sociedad llena de profundos desequilibrios y prejuicios ante las actividades manuales. Probablemente la mayoría de los artesanos desearían inscribirse en ellos. Aunque a veces un collegium no podría acoger a todos los que deseaban ingresar, al tener plazas limitadas. Por ejemplo cuando Antonino Pío permitió la creación del mencionado corpus centonariorum de Hispalis le impuso una limitación de cien miembros ya que el estado, por razones de seguridad, no quería que fuesen muy grandes (santero 1978: 119). ello pudo obligar en ciertos casos a establecer criterios de selección, admitiéndose en el collegium solo a quienes habían alcanzado mayor éxito en su profesión, destacando sobre el resto de los colegas de especialidad. formar parte, por tanto, de un collegium reflejaba la elevación social de algunos artesanos y comerciantes (tran 2006: 102-110). y tal consideración dentro de su entorno laboral no solo sirvió a algunos collegiati para adquirir rango dentro del colegio, aspirando a los puestos rectores, sino también para orientar sus ansias de promoción incluso hasta las propias filas de la oligarquía decurional, como vemos por ejemplo en ostia, consiguiendo así mayor prestigio (tran 2006: 31-81). en el mismo sentido la pertenencia a un colegio podía suponer, en el caso de los esclavos y libertos, un medio para ganar respetabilidad y posicionarse así un poco más alto dentro de la jerarquía social (tran 2006: 110-112). Incluso algunos documentos de egipto indican que la pericia de un artesano, su competencia en un determinado ars, debía ser testificado por individuos destacados en su oficio, sin duda pertenecientes a los colegios profesionales (freu 2011: 34 ss.). Para cualquier artesano, frecuentar el collegium, contactar con sus miembros más veteranos y reconocidos significaba estar al día sobre la situación política y económica de su ciudad, discutir cuestiones profesionales, conocer posibilidades de trabajo, recibir encargos, que llegaban de los poderes públicos, de los potenciales clientes particulares, o de ricos y generosos evergetas. las actividades colegiales afianzaban la personalidad colectiva de los trabajadores en el contexto de la sociedad local, y esa mentalidad corporativa se transmitía a sus hijos, destinados frecuentemente a heredar sus ocu-

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paciones y negocios. Asimismo las asociaciones profesionales tenían una importante proyección en la vida municipal, y encuadrándose en ellas una parte de la población humilde tenía oportunidad de hacerse presente en las manifestaciones cívicas, lo que dignificaba su categoría como grupo social. oportunidades para ello brindaban tanto los banquetes comunales sufragados por el evergetismo privado, a los que eran invitados los collegiati en su condición de tales, como las ceremonias religiosas, así las procesiones durante las jornadas festivas, en las que los collegia desfilaban junto a otros grupos sociales portando sus imágenes e insignias (Van nijf 1997: esp. 149-206). entre los corpora municipales figuraban los denominados tria collegia principalia, que solían actuar en las ciudades más importantes: el de los fabri, documentado en Corduba, Barcino y Tarraco; el de los centonarii conocido en Hispalis y Tarraco; y el de los dendrophori (santero 1978: 113-120). concretamente los colegios de fabri, en sus diferentes especialidades, podían beneficiarse de privilegiadas relaciones con las administraciones municipales, ya que a través de ellos los profesionales podían recibir encargos para realizar obras públicas.161 en este sentido la influencia y ayuda de los patronos de los collegia, pertenecientes a los ordines aristocráticos y a menudo homenajeados por sus miembros, sería un factor a tener en cuenta. Pero esa integración de los collegiati en la vida cívica, y esa proximidad de tales organizaciones a quienes regían la política local (tran 2006: 326-334), los ordines decurionum, alcanzaban mayor proyección cuando las ciudades favorecían su existencia por considerarlos de utilidad general. Así lo indica calístrato con referencia concretamente a los fabri y centonarii, quienes obtuvieron algunos privilegios por la asistencia comunitaria que prestaban.162 tradicionalmente se ha considerado que tales collegia se encargaban de la extinción de incendios, labor benefactora que les proporcionaba reconocimiento social. no hay fuentes que lo aseguren taxativamente, al menos antes del siglo IV d.c. y tampoco está documentada siempre una estrecha relación entre las corporaciones de fabri y centonarii, por haber colaborado en la ejecución de tales servicios, que sin embargo pudieron asumir incidentalmente en algunas localidades. no Aunque también muchas ciudades podían contar para ello con sus propios recursos humanos. Por ejemplo sus servi publici empleados en tareas artesanales, e incluso en talleres de titularidad municipal cuyas manufacturas no eran comercializadas, sino destinadas a los proyectos edilicios. sobre ello cébeillac-Gervasoni 2009. 162 Dig., 50, 6, 6, 12. 161

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obstante las conexiones entre ambos collegia son muy variables según las ciudades.163 Aunque la positiva opinión pública hacia tales asociaciones pudo guardar relación con el interés general e importancia económica de sus respectivos oficios.164 otra posibilidad es que, además del munus que asumían, la prevención y extinción de incendios, hubieran desempeñado igualmente funciones de policía municipal o similares, al estilo de los cuerpos de vigiles o unidades de pretorianos que existían en algunas urbes importantes para garantizar el orden y la paz común (mennella-Apicella 2000: 22-24). AutoestImA Del trABAJADor

no fue el trabajo en sí, sino más bien ofrecerlo como «alquiler de servicios», cuyo rasgo distintivo era recibir a cambio un pago o salario, signo de dependencia, lo que suscitó en roma el menosprecio social hacia el ámbito laboral. el mercennarius era un trabajador libre, pero cicerón asimilaba su situación a la baja condición servil, al menos temporalmente, al quedar bajo el imperium y potestas de otro. y esa misma opinión la seguimos encontrando en el jurisconsulto Paulo mucho tiempo después.165 como vimos tampoco se cualificó de forma diferente al artista y al artesano, al no distinguirse la actividad creadora de una obra de arte del mero ejercicio manual de un oficio. es significativo, por ejemplo, que en los proyectos edilicios el honor de la publicidad epigráfica correspondiera a los promotores de las obras, y no a los arquitectos que las diseñaban, considerados simples artifices. Ante tales evidencias debemos reflexionar brevemente sobre la conciencia de su valía personal que pudieron albergar los humildes artesanos romanos. en roma sorprende encontrar en un lugar emblemático como la «Porta maggiore», y junto al Aqua Claudia, el llamativo mausoleo tardo-republicano de alguien que no perteneció a los altos ordines, pero consiguió reconocimiento y fortuna con el ejercicio de una profesión, a la que alude explícitamente la forma y decoración de dicha tumba. nos referimos al panadero eurysaces. en un mundo que menospreciaba el trabajo como forma de dependencia socioeconómica, sin duda quiso dejar un elocuente y bien visible testimonio de cómo, desempeñan-

sobre esta cuestión liv 2009: esp. 129-160. Vide Diosono 2007: 56-67, sobre la identidad de las especialidades laborales ejercidas por los miembros de tales collegia. 165 considera una mutatio in peius el estatus personal del trabajador mercennarius (Sent., 2, 18, 1). 163 164

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do su oficio, había alcanzado cierta notabilidad y prosperidad material. en suma que sentía en su fuero interno eso que denominamos autoestima. es difícil apreciar hasta qué punto tal sentimiento estuvo arraigado entre los humiliores que ejercieron multitud de variopintos oficios, cuando las fuentes literarias, que podían habernos proyectado su propia voz, a menudo los observan despreciativamente. Pero podemos evaluar algunos indicios del orgullo profesional que muchos artesanos debieron sentir, valorando aquellas ocupaciones laborales que les habían granjeado consideración social y seguridad económica. y esa percepción no siempre tuvo que ser algo individual, sino incluso un sentimiento corporativo. Por ejemplo en aquellas ciudades que se hicieron famosas por la alta calidad de ciertos productos elaborados en ellas, lo que implicaba una alta consideración hacia el trabajo realizado por los artesanos que los manufacturaban. Para el caso de Hispania pensemos, por ejemplo, en algunas dispersas referencias literarias a la fama de que gozaba Bilbilis por la calidad de sus espadas, Salacia por el buen acabado de sus tejidos de lana, o Saetabis por los de lino.166 Pero cabe preguntarse también si aquellos tituli picti que acreditaron en los mercados del Imperio romano la calidad de las conservas de pescado, con expresiones publicitarias como garum Hispanum o muria Hispana, adjetivos como optimum, primum, excellens, o la expresión garum sociorum que distinguía al elaborado en las factorías de Carthagonova, no solo estaban propagando la calidad del producto en sí, sino también la imagen profesional de los artesanos que lo fabricaban, siendo todo ello apreciado por la potencial clientela (curtis 1991: 160). no deja de ser significativo que algunos artesanos consideraran oportuno, para realzar su identidad personal, hacer referencia a su ocupación laboral de forma verbal o incluso gráfica. ¿Por qué lo hicieron? Para frézouls (1991: 36) es factible que en algunos casos buscaran singularizarse respecto a personas homónimas. según Garnsey (1980: 44), para quien esa documentación epigráfica es selectiva, muchas de las inscripciones de artesanos, dado su coste al tratarse de un trabajo manual especializado, corresponderían habitualmente a individuos que alcanzaron cierta solidez económica y reconocimiento social gracias al ejercicio del oficio que mencionan, pasando por alto el menosprecio general hacia su condición. Por su parte treggiari (1980: 55) los considera individuos que no solo disfrutaban de cierto mart., Ep., 1, 49, 3; 4, 55, 11; estrab., 3, 2, 6; Plin., NH, 8, 191; 19, 9.

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nivel material en el entorno en que se movían, sino que estaban orgullosas de su trabajo y veían algún tipo de ventajas en ponerlo de manifiesto.167 es posible, como advierte Brunt (1980: 91), que aquellos artesanos que recordaron su ocupación fueran a menudo más patronos empleadores que oficiales dependientes. en este cupo selectivo la proporción de libertos suele superar la de ingenuos y esclavos, quizás por su mayor conciencia estatutaria, y porque fueron más proclives a dejar memoria epigráfica del oficio, gracias al cual habían adquirido estabilidad económica y respetabilidad social. esa publicidad epigráfica de los libertos más acomodados, que habrían tenido más razones que otros para ocultar su estatus servil, se constata igualmente en aquellas inscripciones donde dejaron constancia de toda una serie de logros sociales que ya señalamos (acceso al honorable sevirato augustal, recepción de los ornamenta decurionales). también el testimonio de la autoestima profesional de algunos artesanos nos ha llegado en forma de relieves decorados con escenas relativas a los oficios o sus herramientas. suelen ser memoriales funerarios o bien estaban instalados en sus lugares de trabajo, correspondiendo fundamentalmente a los entornos urbanos, que era donde los oficios se concentraban. en ciertos casos pueden tener un contenido meramente simbólico, pero en otros el significado de tales instrumentos es real. no obstante esta clase de relieves es escasa en Hispania, a diferencia por ejemplo de las ciudades de Italia. señala George (2006) que en los testimonios más antiguos los libertos suelen ocultar las referencias gráficas a los oficios desempeñados. más bien prefieren ser representados como grupo familiar, asumiendo así valores muy romanos, e incluso los hombres visten orgullosamente la toga para proyectar la imagen de respetabilidad de los ingenuos. Pero desde el siglo I d.c. su mentalidad empieza a cambiar. en un mundo en el que las actividades laborales ejercidas a cierto nivel proporcionaban respetabilidad y, sobre todo, grandes ganancias económicas a algunos artesanos y comerciantes, las referencias visuales se orientan ahora al trabajo, a sus actividades y a las correspondientes herramientas, que se exhiben con orgullo. efectivamente, en época imperial algunos artesanos libres o libertos, que gracias a sus oficios consiguieron prosperidad y reconocimiento para sus familias, conmemoraron visualmente las ocupaciones que les habían aupado socialmente, permitiéndoles sintonizar con los ideales de riqueza y lujo de los estamentos aristocráticos. no obstante, en el conjunto del mundo artesanal, quienes 167

en el mismo sentido Joshel 1992: 17.

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así lo hicieron debieron ser una minoría, constituida por aquellos profesionales que, esforzándose duramente, pero consiguiendo renombre y bienestar material, habían llegado a configurar una auténtica élite dentro de su ámbito laboral. eran quienes disponían de más recursos económicos para dejar testimonios de su éxito personal, frente a una aplastante mayoría de trabajadores que no recurrieron a tales formas de auto-representación, quizás por ocultar la vergüenza de su condición, por su escasa cultura o por su bajo poder adquisitivo. en el mismo sentido, y respondiendo a una comprensible aspiración a obtener cierta notoriedad social, además de un notable nivel económico, debemos observar a aquellos artesanos libres o esclavos especialmente cualificados, que conseguían tener su propio taller o escuela y dejaban su «firma» en los sellos que personalizaban sus productos. Así lo hicieron ocasionalmente en las obras escultóricas o musivarias, en los objetos de vidrio, pero más habitualmente en los cerámicos (lámparas, ladrillos, tejas), o en los recipientes de terra sigillata, denominación que hace referencia precisamente al sigillum con el nombre abreviado del fabricante u operario. la producción cerámica a escala industrial, con importantes talleres que tenían sucursales en lugares a veces muy alejados, explica la reproducción en las piezas de la «marca de fábrica». una costumbre destinada en cierto modo a servir de «razón social» ante la clientela y otros competidores en el mercado, pero que refleja igualmente el orgullo del oficio ejercido, y el natural deseo humano de huir del anonimato, apoyándose en la profesión para dejar de ser un individuo perdido entre la multitud. también en aquella sociedad preocupaba hasta cierto punto certificar la «imagen profesional» que el artesano pudiera proyectar hacia su habitual o previsible clientela. una clientela capaz de reconocer sin duda sus iniciales onomásticas cuando aparecían en sellos que acreditaban productos de calidad, como vemos por ejemplo en el caso particular de los talleres cerámicos.168 ese sentido del «marketing», como hoy lo llamamos, podemos descubrirlo en otros indicios. recordemos, por ejemplo, aquellos scriptores de carteles de propaganda electoral en Pompeya quienes, como Aemilius Celer, orgullosos de su cualificación como tales, no dudaban en pregonar sus servicios indicando la autoría de los mismos y el lugar donde podían ser localizados.169 otras veces la «razón social» se proyecta de forma gráfica en insignias de negocios y talleres, que servían para identificar visualmente 168 169

Cfr. Plin., NH, 33, 139. Cfr. CIL, IV, 3775, 3820, 3884, 3994.

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en el ámbito urbano los locales donde se desarrollaban actividades artesanales y comerciales, utilizando elementos alusivos al oficio ejercido, con el objetivo de atraer así más fácilmente a los compradores.170 en similar perspectiva podemos considerar el recurso a «slogans» publicitarios para atraer la atención de los consumidores hacia un producto. Por ejemplo dos talleres de lucernas de Tipasa, que en los siglos IV-V d.c. grabaron sobre las piezas que fabricaban frases breves e impactantes referentes a la calidad de sus lámparas, a su precio bastante asequible y a su venta directa sin intermediarios: ¡compren lucernas de depurada arcilla de la officina de Assen! (o de Donatus, que sería la competencia), ¡compren lucernas de arcilla depurada, modelos únicos!, o sea productos originales, podríamos decir que con «denominación de origen» garantizada, no tratándose de imitaciones.171 en definitiva, la oferta de un artifex orgulloso de su trabajo y que acreditaba cierto espíritu de innovación en su oficio, que le permitía ofrecer algo que se salía de los patrones habituales. Pero esta clase de artesanos, conscientes de su valía, deseosos de testimoniar su autoestima, quizás fueran más la excepción que la regla, frente a la mayoría de quienes no estimaron imprescindible dejar ninguna referencia a su ocupación laboral (morel 1991: 278). seguramente consideraron que tal clase de información apenas tenía interés en el contexto de su comunidad, salvo en el caso de las referencias de tipo corporativo, los collegia profesionales, donde la masa de muchos trabajadores anónimos debió adquirir conciencia de su personalidad colectiva. y, desde luego, es más difícil esperar referencias a sus ocupaciones entre aquellos peones sin cualificación laboral que proliferaron en las ciudades romanas, quienes debieron afanarse en ocupaciones diversas por un jornal. Debió ser el caso de muchos libres cuyos epitafios mencionan simplemente sus nombres, sin alusión a oficio alguno. conclusIones

la impresión general es que el artesanado se potenció sobre todo en las áreas de mayor desarrollo urbano y prosperidad económica. Allí los oficios resolvían netales emblemas, situados en la fachada del taller o tienda, se realizaban en diversos materiales o iban pintados, incluso excepcionalmente los textos eran bilingües (latín y griego). Vide sobre el tema Di stefano 1992 y 2010: 1519-1523; Baratta 2009. 171 A tales «recursos» publicitarios pudo sumarse la abreviatura del nombre de Assen, con el fin de identificarlo con el irrisorio coste, real o figurado, de un as. Vide Di stefano 2010. 170

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cesidades o servicios básicos: alimentación, vestido, artículos de uso cotidiano. resultaban, pues, imprescindibles para el conjunto de la sociedad, aunque solo una parte de quienes ejercieron tales ocupaciones considerara que ello les dignificaba de alguna forma y debía ser proyectado públicamente. Pero un porcentaje significativo del artesanado atendía también la demanda de artículos de lujo y servicios domésticos exigidos por la noble condición y tren de vida de aquellos mismos sectores aristocráticos, que en tal mal concepto tenían al trabajo manual de los humildes, pero que les necesitaban para testimoniar visiblemente su splendor social.172 en un mundo que siempre mostró hostilidad a la condición y a los más elementales derechos del humilde operario, la indicación pública del oficio sugiere que algunas personas tenían conciencia de lo que el trabajo había significado en sus vidas. A muchos les había proporcionado el diario, aunque a menudo precario, sustento. Pero tratándose de esclavos y libertos sus ocupaciones laborales tenían un significado muy especial. el trabajo les había brindado posibilidades de integración en aquel mundo donde sufrían menosprecio social, y donde sus opciones de progreso se resentían de pesadas e injustas incapacidades jurídicas. Pero no solo eso. Incluso para aquel sector más selecto de artesanos libres y libertos sus actividades profesionales, a veces compatibles con otras opciones de enriquecimiento (por ejemplo asumiendo como redemptores interesantes contratas), les habían permitido una elevación social y unos recursos económicos, cuyo disfrute acreditaron a través de memoriales epigráficos y representaciones en relieves de las ocupaciones que habían desempeñado y de sus instrumentos más significativos (morel 1985). es más, en época imperial, cuando hacerse rico fue un valor en alza, el trabajo y sus ganancias abrieron nuevas perspectivas de promoción a ciertos libres y libertos, estableciendo categorías de excelencia en el ámbito de los oficios, realzando en suma su superioridad respecto a otros colegas de profesión. es cierto que no todas las artes eran iguales en prestigio y dignidad. Pero aquellos artifices que ejercían cualquiera de ellas a un alto nivel tenían oportunidad de distinguirse dentro de su entorno social más inmediato, en el que la mayor o menor peritia iba señalando distintos niveles de competencia y reconocimiento. Incluso podían conseguir que sus obras fuesen apreciadas, como algunas fuentes literarias indican, por quienes pertenecían a los estamentos aristocráticos y les tenían en tan baja consideración social (tran 2011: Cfr. Joshel 1992: 69-76, con relación a la documentación epigráfica de roma.

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124-128). en ello radicaba el orgullo que muchos sentían por haber destacado en su profesión. Pero no se limitaron a tal actitud, sino que proyectaron de forma visible su autocomplacencia en el éxito social y económico, casi diríamos que adoptando una actitud contestataria hacia los prejuicios aristocráticos. esa satisfacción profesional quedó expresada asimismo a través de inscripciones e imágenes, esculpidas o pintadas, de su quehacer laboral, que constituían sin duda una exaltación de sus actividades laborales, frente a los prejuicios sociales de los grupos privilegiados que no tenían

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Artifices Idoneos: artesanos, talleres y manufacturas en Hispania. reunión científica, mérida (Badajoz, españa), 25-26 de octubre, 2012.

mAnufActurAs mIlItAres romAnAs en HISpANIA. nueVAs eVIDencIAs ArQueolÓGIcAs1 Ángel morIllo cerDÁn, universidad complutense de madrid

resumen: el aprovisionamiento del ejército, tanto si se encontraba en campaña como establecido en acantonamientos permanentes, constituía un problema táctico de primer orden para la administración militar romana. el ejército organiza una amplia red de suministros básicos con destino a las diferentes unidades militares, que abarca tanto artículos de primera necesidad como productos manufacturados. las investigaciones más recientes han permitido conocer un volumen creciente de producciones militares. la inmensa mayoría de las producciones militares documentadas hasta el momento tiene como objetivo la elaboración de objetos cerámicos (terra sigillata, lucernas, material latericio) en campamentos altoimperiales. Presentamos aquí las principales novedades arqueológicas de estos últimos años, como son las producciones de terra sigillata local de tradición itálica y las de material latericio de león. Avanzamos asimismo los resultados de un análisis arqueométrico realizado sobre estas últimas.

summary: one of the most important problems of the roman administration was the supply to the military troops. the roman army organized in spain a wide net of supplies for the troops ranged from articles of first necessity to manufactured products. the current investigations are allowing us to know a growing quantity of local military productions. most of the military productions documented until the present are connected with the fabrication of ceramic (bricks and tiles, terra sigillata, lamps…). We present in this contribution the main archaeological news about this topic: the productions of local terra sigillata that imitates italic and the bricks with stamps of the legio VII gemina, both found in the camp of león. We present too an advance of an archaeometric analysis about the stamped bricks and tiles from león. Palabras clave: Hispania, ejército romano, producciones, campamentos, cerámica, terra sigillata local, material latericio con marca, arqueometría. Key words: Hispania, roman Army, productions, camps, ceramic, local terra sigillata, stamped bricks and tiles, archaeometry.

el abastecimiento de las tropas, tanto si se encontraban en campaña como asentadas en campamentos permanentes, constituía un problema de primer orden para la administración militar romana. el ejército organiza una amplia red de suministros básicos con destino a las diferentes unidades militares, que abarca tanto artículos de primera necesidad como productos manufacturados. Durante el periodo republicano, el sistema de fabricae militaris no estaba desarrollado y no parece que hasta las últimas décadas del siglo II a.c. el estado romano proporcionara armas y vestimenta a las tropas, lo que

provocaría una necesidad de abastecerse sobre el terreno a través de la requisa o la fabricación por parte de artesanos locales (Quesada 2006). será a partir del reinado de Augusto cuando el establecimiento de varias unidades legionarias en el reborde meridional de la cordillera cantábrica y los elevados costes de transporte hacia el

el presente trabajo se ha elaborado en el marco del Proyecto de I+D HAr2011-24095: «campamentos y territorios militares en Hispania (PrAtA)» dirigido por A. morillo, concedido por el ministerio de ciencia e Innovación el 1 de enero de 2012.

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interior de la meseta impulsaron el desarrollo de manufacturas militares de distinto tipo (cerámicas, metalúrgicas, óseas, etc.). A partir del periodo flavio solo se mantienen aquellas producciones específicas que por uno u otro motivo no pueden ser solventadas a través del comercio civil, como armamento e impedimenta metálica militar y material latericio. uno de los campos de la arqueología militar romana que se ha revelado más fructífero durante los últimos veinte años ha sido precisamente el de las manufacturas realizadas por y para unidades del ejército romano asentadas en Hispania. las novedades en este campo se han dado a conocer a través de los congresos de arqueología militar (morillo coord. 2002; morillo ed. 2006), especialmente en este último, dedicado específicamente al problema de la producción y el abastecimiento en ámbito militar. la inmensa mayoría de las producciones militares documentadas hasta el momento tiene como objetivo la elaboración de objetos cerámicos. De antiguo son conocidas las producciones de material latericio firmado por diferentes cuerpos militares, entre los que destaca la legio VII gemina, asentada en león (García y Bellido 1970), pero también la legio X gemina, en rosinos de Vidriales (martín Valls et alii 2002) y la cohors I Celtiberorum, en A cidadela (caamaño 1989). menos habituales fueron las officinae militares que fabricaron vajilla de mesa, entre las que destacan las producciones de terra sigillata local de tradición itálica fabricadas por L. Terentius en el campamento de la legio IIII Macedonica en Herrera de Pisuerga (García y Bellido 1960; 1956/61; Pérez González 1989: 199-240; morillo y García marcos 2001: 151), asociadas dentro del mismo taller a lucernas (morillo 1992: 167-168; morillo 1999: passim), cerámicas común y de paredes finas (reinoso 2002). en los niveles augusteo-tiberianos correspondientes al campamento de la legio VI victrix en león se ha detectado una nueva producción de terra sigillata local de tradición itálica firmada por varios alfareros (morillo y García marcos 2001: 151-154; García marcos 2005: 98-105), manufactura vinculada, también en este caso, a lucernas (morillo 1999: 296-297, n.º 40, figura 170) y paredes finas (martín Hernández 2008). Puntualmente, se han dado a conocer otras producciones militares, como útiles e instrumentos de metal o hueso. en este aspecto destaca el campamento de Herrera, donde se ha logrado aislar un taller legionario de objetos de hueso, si bien del mismo se conocen casi exclusivamente producciones destinadas al ámbito doméstico y no al castrense (Pérez González e Illarregui 1994; matías 1999). en este mismo campamento se ha detectado la fabricación de útiles metálicos (fernández Ibáñez 2002 y 2007). la constatación de varios talleres le-

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gionarios en león dedicados a la fabricación de enseres metálicos durante el periodo comprendido entre mediados del siglo I y finales del siglo III, entre cuyas manufacturas destacan armaduras, ha venido a ampliar notablemente nuestro conocimiento sobre esta cuestión (Aurrecoechea y muñoz 2001/2002; Aurrecoechea 2006; Aurrecoechea et alii 2008). recientemente hemos abordado el estado de la cuestión sobre las producciones militares, tanto desde el punto de vista general (morillo 2006b; 2006c), como desde la óptica de las manufacturas cerámicas (morillo 2008). A fin de no volver sobre aspectos ya tratados, en el presente trabajo vamos a limitarnos a presentar las principales novedades arqueológicas de estos últimos años, algunas de ellas inéditas hasta la fecha, y que se centran en el ámbito de los talleres cerámicos de cerámica de mesa y de material latericio. ProDuccIones De TERRA SIGILLATA locAl De trADIcIÓn ItÁlIcA en leÓn

la llegada de tsI en grandes cantidades a la Península Ibérica, procedente tanto de Arretium como de otros talleres como Pisa o puteoli, tuvo como consecuencia la familiarización gradual de la población hispanorromana con esta vajilla y una necesidad de abastecimiento que no podía ser solventada solo mediante la importación. esta demanda creciente de los nuevos productos itálicos impulsó el surgimiento de producciones locales de tsI. Poco a poco vamos conociendo las características de dichas manufacturas en regiones como la costa catalana (lópez Vilar et alii 2007) o el valle del ebro (Beltrán lloris et alii 1998; cantos 2000: 227-228; mínguez y sáenz Preciado 2007; vide etiam Principal 2008). Pero son, sin duda, las producciones militares de la submeseta norte, surgidas en acantonamientos instalados en regiones alejadas de las principales vías de comunicación marítimo-fluviales, las mejor conocidas y tipificadas en este momento. Durante estos últimos años no se ha realizado ninguna nueva aportación relativa a las manufacturas elaboradas por L. Terentius para la legio IIII Macedonica en su campamento de Herrera de Pisuerga (Palencia). un caso bien distinto es león. ya hace algunos años se dio a conocer otro ambiente productivo asociado a los niveles estratigráficos correspondientes a los dos campamentos superpuestos de la legio VI victrix (morillo y García marcos 2001: 151-152; García marcos 2005; morillo 2008: 171). las manufacturas más características eran los recipientes de terra sigillata local de tradición itálica. las pastas son de cocción deficiente, quebradizas en muchas ocasiones.

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los barnices son, casi siempre, de baja calidad, con una amplia gama cromática que va desde el color tierra siena tostada hasta negros intensos, estando ausentes por ahora los tonos rojos vivos, todo ello consecuencia de una cocción técnicamente incorrecta. Al igual que Herrera, aquí también se conocen los nombres de algunos figlinarii, gracias a la existencia de marcas en formas mayoritariamente lisas. el mejor documentado es C. Licinius Maximus, cuyas estampillas presentan una gran variedad de fórmulas epigráficas utilizadas, con al menos seis variantes (morillo y García marcos 2001: 151-152; García marcos 2005): Maxim (nexo ma), Maximi; CLicin / Mxim (n retro), C.Licin / Maximi (n retro y nexo en mA) y C.Licini / Maxim (n retro). Hasta la fecha se han documentado más de veinte ejemplares de c. Licinius Maximus en león, completándose el conjunto con una marca hallada en Astorga, aunque en este caso se dispone sobre el fondo de lo que parece ser una copa decorada. otro de dichos alfareros es L. M. Gen ( ), algo peor representado que el anterior. la forma de la cartela empleada es similar en todos los casos, rectangular de extremos rectos, mientras que el nombre del alfarero aparece siempre en dos registros separados por una línea horizontal. su desarrollo muestra dos variantes, LM / Gen y L.M / Gen (García marcos 2005: 103). el tercer alfarero documentado sería el denominado «Alfarero de la Caliga», llamado así por sus marcas anepígrafas con una cartela en forma de suela de caliga, enmarcada siempre por grandes círculos concéntricos. Desafortunadamente, al contrario que L. Terentius, estos alfareros no acompañan nunca sus marcas con el nombre del cuerpo militar aquí establecido, por lo que más que figlinarii militares podemos pensar en alfareros civiles que abastecerían con sus productos tanto a las tropas como a la población asentada en el vicus militar anejo (morillo 2008: 171). un ejemplo semejante se conoce con el caso de Saturninus, que trabajó en el campamento de Haltern (Von schnurbein 1977: 42, lámina 6). las características morfológicas y productivas han permitido identificar como parte de esta producción de imitación de tsI un buen número de fragmentos más que, aún carentes de sello, presentan unas características tecnológicas y morfológicas semejantes. las formas documentadas hasta el momento son casi en su totalidad lisas. como resultado de las investigaciones actualmente en curso, abordadas por A. morillo y r. morais (2014, e.p.), se ha establecido un repertorio formal sorprendentemente amplio. entre las copas se constatan formas inspiradas en la consp. 22, 33, 31, 36 y 38 (sin asas), siendo las dos primeras las más abundantes. Por lo que se refiere a los platos, la forma híbrida consp. 6/12 y la consp. 18 son las

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mejor constatadas, aunque se detectan también recipientes afines a la consp. 19, 20, 1, 2 y 6. una de las novedades más llamativas es la existencia de ejemplares decorados de producción local, entre los que destacan más de una decena inspirados en la forma consp. r.2.1. otras variantes minoritarias son la consp. r.7.1. y consp. 47 (figura 1). las formas de los recipientes (ettlinger et alii 1990), así como su posición dentro de las estratigrafías apuntan hacia un inicio de su fabricación coincidente con la cronología tardoaugustea del primer campamento de la legio VI victrix en león, perdurando en niveles del campamento posterior hasta un momento indeterminado del reinado de tiberio (morillo y García marcos 2006; morillo 2012: 225-232). no obstante, en ningún momento se introducen variaciones en el repertorio formal utilizado, que perdura en el taller leonés a pesar de haber pasado de moda en los principales centros productores extrapeninsulares (morillo y García marcos 2001: 154). las producciones de león se enmarcan dentro del repertorio formal de las primeras series locales fabricadas en la Galia inspiradas en la tsI, que se verifican en talleres con larga trayectoria como la muette de lyon (Desbat et alii 1996) y la Graufesenque (Genin et alii 2002) en cronologías tardoaugusteas-tiberianas. la identificación de las producciones militares de ts local de tradición gálica en los contextos más antiguos de león y su correcta cuantificación ha permitido avanzar notablemente en la cuestión del porcentaje que representa dicha manufactura dentro de los registros coetáneos, lo que nos permite comenzar a calibrar el fenómeno de imitación en este caso en sus justas coordenadas. Aunque el porcentaje dentro de cada uno de los contextos en que estas producciones están presentes está aún pendiente, una visión preliminar permite avanzar que las producciones de ts de imitación local alcanzan entre un 25 y un 30% respecto al total de vajilla de mesa documentada, siento el porcentaje restante cubierto mediante importaciones de Arezzo, Pisa y otros centros como Puteoli, el valle del Po y lyon (morillo y García marcos 2003: 296, tablas 1-3). ProDuccIones lAterIcIAs mIlItAres: nueVAs eVIDencIAs

Dentro de los estudios arqueológicos vinculados a la producción y aprovisionamiento del ejército romano, las estampillas militares han sido una de las cuestiones que mayor atención ha recibido por parte de la investigación. las marcas sobre tejas para techumbres (tegulae e imbrices) y ladrillos (lateres) de diverso tamaño y forma destinados a las estructuras de muros, revestimientos de ca-

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figura 1. Terra sigillata local de tradición itálica aparecida en león y relacionada con los campamentos de la legio VI victrix. 1: Plato de forma consp. 20.4 (Botines 2001/2/1/129/170). 2: copa de forma consp. 22 (Botines 2001/2/1/237/2/75) (fotografías: A. morillo).

nales y cámaras de calor (bipedales, bessales, pedales…), se han empleado para intentar localizar talleres, áreas productivas y posibles circuitos de comercialización, además de constatar la presencia y los movimientos de tropa, así como el territorio bajo jurisdicción de las diferentes unidades. las recientes monografías de Brandl (1999) y, especialmente, de Kurzmann (2006), que constituye un buen estado de la cuestión, reflejan a la perfección el estado de la investigación en este campo. Por lo que se refiere a la Península Ibérica, las producciones latericias de carácter militar son mucho menos numerosas que en las provincias septentrionales del Imperio, debido principalmente a la reducida presencia del

ejército romano a partir del periodo flavio, momento que coincide con el establecimiento de la legio VII gemina en león, y la creación de una red de fuertes auxiliares en el noroeste peninsular. A partir del reinado de Vespasiano la marca militar se regulariza y se extiende el hábito epigráfico en todo el Imperio (le roux 1999: 111). la información disponible procede de una reducida nómina de campamentos, entre los que destacan león (García y Bellido 1970; liz Guiral y Amaré 1993), cidadela (caamaño 1989), rosinos de Vidriales (Wahl 1984; martín Valls et alii 2002) y Herrera de Pisuerga (Pérez González 1996). en 1999 le roux publicó un breve análisis de conjunto sobre Hispania, donde da a conocer los mate-

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figura 2. Distribución de las marcas militares sobre material latericio en Hispania (morillo, salido 2012b: e.p.).

riales disponibles, centrándose en algunas cuestiones productivas, así como en los problemas que plantea la difusión del material militar (le roux 1999). en su reciente monografía, Kurzmann dedica un capítulo a las producciones militares hispanas, aunque su bibliografía presenta ciertas lagunas y confusiones, lo que relativiza su aportación (2006: 99-108). Algunas reflexiones generales sobre la cuestión se han publicado en análisis generales sobre la producción y el abastecimiento militar en la Península Ibérica (morillo 2006; 2008). las novedades que se han dado a conocer durante los últimos años nos permiten avanzar en el conocimiento de la producción de material latericio militar en las provincias hispanas. tres han sido los asentamientos que han proporcionado nuevas evidencias en estos últimos años: el fuerte de cidadela, la ciudad romana de Clunia y el campamento legionario de león (morillo y salido 2012b: e.p.) (figura 2). el material latericio exhumando en el fuerte de la cohors I Celtiberorum en A cidadela (A coruña), conocido ya desde hace varias décadas gracias a los trabajos de caamaño (1989), que permitieron incluso identificar la unidad ocupante del recinto, ha sido objeto de un análisis integral en una reciente publicación (carlsson-Brandt 2011). la base documental asciende a casi quinientas tégulas selladas, junto a las que se han recuperado tres ladrillos en los que figuraban marcas legionarias. las modalidades de estos sellos y sus grafías varían, aunque predominan los sellos rectangulares en relieve con las esquinas redondeadas que presentan cuatro variantes: C(ohors) p(rima) C(eltiberorum), Coh(ors) I C(eltiberorum), C(ohors) I C(eltiberorum) y C(o)ho(rs) I C(eltiberorum) (caamaño 1989). se han constatado 18 punzones diferentes (carlssonBrandt 2011: 169-170). entre los materiales recuperados

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en el fuerte se constata incluso una marca Ex of L(…) sobre una tégula, que no podemos vincular con la oficina militar (carlsson-Brandt 2011: 170). recientemente se han dado a conocer varias marcas sobre tégulas procedentes de la ciudad romana de Clunia. solo una de las estampillas está completa, mientras las otras dos han llegado parcialmente, habiéndose perdido precisamente la parte correspondiente a la unidad militar. son sellos de forma semicircular con las letras en relieve, en las que se ha leído L(egio) IIII Ma(cedonica) Ra[…], con nexos entre «m» y «A» y entre «r» y «A» (Irujo 2008). el último grupo de letras, «rA» se asocia tal vez con trabajadores relacionados con el proceso productivo, pero se apuntan otras posibilidades, como el propio nombre del legado, tal y conocemos en otros lugares. Irujo interpreta estos sellos como una argumento sobre la presencia de una vexillatio de la legio IIII Macedonica en Clunia, posiblemente encargada de la construcción de infraestructuras y edificios en la capital del conuentus al que estaba adscrita la unidad militar, asentada en el campamento de Herrera de Pisuerga entre el 19 a.c. y el 39 d.c. (morillo et alii 2006: 315319). Aunque no parece haber duda sobre la lectura de las marcas, siguen planteándose muchas cuestiones relativas a la presencia de este sello y su cronología (morillo y salido 2012b: e.p.). las producciones latericias selladas por la legión VII Gémina son las más abundantes en el conjunto de Hispania. la instalación de dicha unidad en león, acantonamiento previo de la VI Victrix, debió de producirse a finales del año 74 d.c., aunque no va a ser hasta el 79 cuando aparezcan las primeras referencias a su estancia en sendas inscripciones de chaves y cornoces (orense) (CIL II 2477 y IRG IV 92, respectivamente).

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García y Bellido (1970) aborda la publicación y análisis de las marcas de la legio VII gemina, proponiendo una datación a partir de la titulatura de dicha unidad reflejada en tejas y ladrillos, datación que sigue siendo empleada hoy en día. elabora un catálogo de trece variantes de sellos legionarios empleados por la unidad militar, si bien una (legio VII gemina pia felix Severiana Alexandrina) no se constata sobre material latericio. el problema que presenta este trabajo es que los materiales carecen en su mayoría de contexto arqueológico. Proceden de colecciones antiguas del museo de león, movimientos de tierras sin control alguno, antiguas obras de restauración en la catedral, etc. Él mismo recupera piezas en las intervenciones que dirige en 1961 y 1967 en la ciudad de león, pero no llega a establecer dataciones estratigráficas para las mismas. Publicaciones posteriores sobre hallazgos leoneses han ampliado el catálogo de piezas. se han dado a conocer los materiales del campus de Vegazana (liz y Amaré 1993), el monasterio de san claudio (González fernández 1994), el vertedero de maestro copín c/v san salvador del nido (fernández freile 2003), el acueducto (campomanes 2006), el polígono de la Palomera (Amaré y Álvarez Vega 2006) y el sector de Puerta obispo (morillo y salido 2012: e.p.). la información arqueológica que proporcionan dichos restos es muy desigual en virtud de su procedencia. tanto en el campus de Vegazana como en el monasterio de san claudio nos encontramos con materiales claramente reutilizados en necrópolis tardorromanas, fuera de su posición original; maestro copín y la Palomera son escombreras de época romana, lo que proporciona una cronología de amortización; en Puerta obispo los materiales se recuperaron en paquetes estratigráficos bajoimperiales, muy posteriores a su momento de uso originario como material constructivo. esto explica que, en definitiva, todo el material sellado que conocemos ha aparecido en posición secundaria dentro de las estratigrafías. la única excepción es el material procedente del acueducto que conducía el agua a la ciudad desde la zona septentrional, que desgraciadamente no tenía asociados materiales cerámicos y numismáticos que permitieran establecer una datación ajustada. el problema que seguimos encontrándonos es que mientras no podamos obtener datos cronoestratigráficos fiables para el material latericio en contextos constructivos altoimperiales indiscutibles, tendremos que seguir remitiéndonos a las dataciones propuestas por A. García y Bellido a partir de los epítetos militares presentes en los sellos. A través de ellos, constatamos la presencia de marcas desde el gobierno de Vespasiano hasta el año 251 d.c. recientemente hemos abordado el estado de la investigación sobre las producciones latericias de la legio VII gemina, cuyos principales resultados avanzamos a

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continuación (morillo y salido 2012 y 2012b: e.p.). las marcas de la legión VII, muy abundantes, se documentan sobre material constructivo latericio de todo tipo: tegulae, imbrices, bipedales, pedales, bessales. una simple aproximación permite identificar once variantes confirmadas de marcas, correspondientes a casi un centenar de punzones: legio VII, legio VII gemina, legio VII felix, legio VII gemina felix, legio VII gemina pia, legio VII gemina pia felix, legio VII gemina Antoniniana pia felix, legio VII gemina Maximiniana pia felix, legio VII gemina Gordiana pia felix, legio VII gemina philippiana pia felix y legio VII gemina Deciana Traiana. Predominan los sellos en relieve, aunque aparecen también algunos incusos. las marcas son generalmente rectangulares, si bien se constatan también los lados menores redondeados, las tabulae ansatae y la orla en espiga. se han documentado marcas retrógradas y estampillas que combinan una parte en sentido dextrorsum y la otra retrógrada. Algunas tejas y ladrillos presentan varias marcas realizadas con el mismo punzón. A veces aparecen sellos múltiples sobre las mismas piezas, en especial tégulas. las estampillas más abundantes son tanto la legio VII gemina, como la legio VII gemina felix que, sin duda, deben corresponder al periodo comprendido entre la llegada de la unidad a león hasta el ascenso al trono de septimio severo. sin embargo, resulta muy llamativa la abundancia de sellos de algunos emperadores del siglo III d.c. el caso más significativo es el de las estampillas de Gordiano III (238 y 244 d.c.) y de filipo I y II (244-249 d.c.). teniendo en cuenta que se encuentran sobre material latericio constructivo, tal vez la abundancia de estas marcas nos informan sobre reformas considerables en algunos edificios del campamento en este periodo. A partir de los datos estratigráficos, ya hemos constatado importantes transformaciones en las termas legionarias en contextos temporales coincidentes (morillo y salido 2012: e.p.). una de las cuestiones más problemáticas es el momento final del sellado en el campamento de león. según García y Bellido, se documenta una posible estampilla de claudio II Gótico (269-270 d.c.), que se formula Le(gio) VII Cl(audiana), y dos de Quintilo (270 d.c.), con la abreviatura Leg(io) VII Ge(mina) Qui(ntilliana) (García y Bellido 1970: 597). sorprende, por una parte, la parquedad del registro de ambos emperadores; por otra, el hecho de que las últimas producciones latericias en cantidad considerable finalicen hacia el 250 d.c., existiendo un lapso temporal considerable, de casi 20 años, hasta el 269 d.c., momento de asunción del poder por parte de claudio II. Parece más lógico pensar que García y Bellido interpretó como marcas de claudio II y Quintilo lo que en realidad corresponde a nombres de

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figura 3. Dispersión de las marcas de la legio VII gemina en el entorno de león. la imagen aérea ha sido obtenida de Google earth: 1. campamento romano de la legio VII Gemina (león); 2. Villa romana de navatejera; 3. rabanal de fenar; 4. candanedo de fenar; 5. Villa romana de marialba; 6. Valdesogo de Arriba; 7. Valdesogo de Abajo; 8. ciudad romana de Lancia (Villasabariego); 9. san miguel de la escalada; 10. Villa romana de Quintana del marco; 11. campamento romano de rosinos de Vidriales (morillo y salido 2012b: e.p.).

trabajadores de las oficinae latericias militares, de los que ya conocemos varios (cfr. morillo y salido 2012b: e.p.). si aceptamos esta hipótesis como la más verosímil, deberíamos descartar las dos últimas variantes señaladas por García y Bellido. la última fase de las tegularias de la legión VII terminaría en los años centrales del siglo III d.c., momento en que la profunda crisis económica, política y militar tuvo que provocar importantes repercusiones en el campamento de león (morillo y salido 2012b: e.p.). Junto a los sellos militares propiamente dichos, han llegado hasta nosotros varias marcas de producción realizadas con los dedos, seguramente practicadas por diferentes operarios para contabilizar las piezas elaboradas por cada uno (Brodribb 1987: 99-105). en león se constata la presencia de círculos (n.º 42 y 60), aspas (n.º 3), ondulaciones (n.º 35) y líneas rectas (n.º 55 y 79), sobre tejas y ladrillos (morillo y salido 2012: e.p.). uno de los problemas fundamentales en cualquier estudio de material latericio es que en pocas ocasiones se da

a conocer el análisis de conjunto de piezas selladas y sin marca. la atención obviamente se centra en las primeras. esta tendencia impide conocer una cuestión productiva de tanta importancia como el porcentaje del material estampillado en relación con el total y su aplicación diferenciada sobre tejas y ladrillos. en el caso de león dichos porcentajes solo se han dado a conocer en el reciente análisis que hemos publicado sobre Puerta obispo (morillo y salido 2012: e.p.). la totalidad de las ímbrices se encuentran selladas, así como un elevado porcentaje de las tégulas (un 80%). respecto a los ladrillos, más de la mitad (un 60%) presenta estampilla. en el fuerte de cidadela el porcentaje se reduce al 58,6% (carlsson-Brandt 2011: 170). A pesar de tratarse de producciones destinadas a la construcción y el mantenimiento de las infraestructuras del campamento (termas, alcantarillado, suministro de agua, etc.), su ámbito de dispersión se extiende al hinterland inmediato. en el caso de león, se detecta en villas como navatejera o marialba (Gómez-moreno 1925: 65 y 67), además de yacimientos de carácter in-

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determinado como san miguel de la escalada (Gómezmoreno 1925: 55), Valdesogo de Arriba y Valdesogo de Abajo (loewinsohn 1991: 196-197). las producciones de la legio VII gemina alcanzan asimismo otras zonas con fuerte presencia de dicha unidad, como el fuerte del ala II Flavia en rosinos de Vidriales (martín Valls et alii 2002: 150-152), que puede haber sido ocupado temporalmente por una guarnición de la unidad legionaria. llegan también a asentamientos civiles como Asturica (liz y Amaré 1993: 46) y la cercana villa de Quintana del marco (Gómez-moreno 1925: 67). en estos casos es difícil pronunciarse sobre si llegan en manos de la propia unidad o como material constructivo trasportado en momentos posteriores (figura 3). Puntualmente alcanzan otras provincias como Germania o África Proconsular por razones diversas y a veces difíciles de clarificar (morillo y salido 2012b: e.p.). el hallazgo de una concentración excepcional de material latericio sellado, así como los restos de dos hornos en el valle de fenar, a una treintena de kilómetros al norte de la actual ciudad de león (Gutiérrez 1985: 126-127 y 155-160), han permitido situar en esta zona uno de los talleres que abastecían al campamento de la VII Gémina, aunque sin duda existieron talleres mucho más próximos al recinto militar (morillo 2008: 179). esta era la única officina conocida hasta el momento. AnÁlIsIs ArQueomÉtrIco De mAterIAl lAterIcIo ProceDente De leÓn

con la finalidad de establecer posibles patrones de identificación de arcillas y centros productores se seleccionó material latericio procedente de diferentes intervenciones arqueológicas de la ciudad (Puerta obispo, santa marina, Dámaso merino n.º 6 y Plaza del Vizconde n.º 3), así como de su entorno (Acueducto), además de la officina identificada en robledo de fenar. el material se obtuvo teniendo también en cuenta el tipo de soporte (teja plana, teja curva, ladrillos de diferentes tipos), así como la tipología de sello de cada ejemplar, asociándolo a su posición estratigráfica, a fin de tratar de asignar centros productores a determinados momentos cronológicos. Asimismo, se incluyeron dentro del análisis varias muestras de diferentes filones arcillosos del barrero de solana de fenar, situado a escasa distancia de la ciudad de león y empleado históricamente para la elaboración de cerámica. Para ello se ha realizado un estudio mineralógico de las muestras y su posterior análisis mediante el método de análisis multivariante, acometido por rosario García Giménez, catedrática del Departamento de Geología y

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Geoquímica de la universidad Autónoma de madrid2. Algunos resultados parciales del mencionado análisis ya se dieron a conocer (morillo et alii 2011). metoDoloGÍA

se han estudiado 53 muestras de material latericio procedentes de varias intervenciones arqueológicas, a las que se suman 5 más de diferentes filones de arcilla recogidas en un barrero de las cercanías de león. la caracterización mineralógica de las muestras se llevó a cabo mediante Difracción de rayos X. Previo a la cuantificación minerológica de las muestras por DrX, una pequeña fracción de la muestra fue molida manualmente en un mortero de ágata. luego, esta muestra se analizó con el método de polvo (schultz 1964) usando un difractómetro sIemens D-5000 con analizador de grafito y radiación Ka de cu. las condiciones de barrido han sido las siguientes: 20mA y 40KV. el tratamiento estadístico de los resultados se ha realizado con la ayuda del programa Grinkgo versión 1.14 (De cáceres 2003). lIstADo De muestrAs

1. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/1101/25. ladrillo de tipo indeterminado. sello en cartela rectangular: l(egio) VII G(emina); en otra cartela rectangular [legio VII Gemina] P(ia) f(elix). 2. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/1082/29. Tegula. sello: [legio] VII G(emina) G(ordiana) […] en cartela rectangular. 3. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/1071/37. Imbrex. sello: l(egio) VII […]. 4. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/1515/13. Tegula. sello: [legio VII Gemina Go]r(diana) P(ia) f(elix) en cartela rectangular. 5. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/01. Tegula. sello: l(egio) VII G(emina) […] en cartela rectangular. 6. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/1020/06. Tegula. sello: [legio VII] G(emina) P(ia) f(elix) en cartela rectangular. 7. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/1014/37. Tegula. sello: l(egio) VII [Gemina ….] en cartela rectangular.

2 Agradecemos a rosario García Giménez la realización de dicho análisis arqueomético y los resultados que aquí presentamos.

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8. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/1071/33B. Imbrex. sello: l(egio) VII G(emina) P(ia) f(elix) A(ntoniniana) en cartela rectangular. 9. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/1506/12. Tegula. sello: [legio VII G(emina)] Gor(diana) […] en cartela rectangular. 10. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/4014/13. ladrillo de tipo indeterminado. sello: [legio VII Gemina] max(iminiana) P(ia) [felix] en cartela rectangular. 11. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/4004/01. ladrillo de tipo indeterminado. sello: [legio V]II G(emina) Gor(diana) P(ia) f(elix) en cartela rectangular. 12. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/1071/37. Imbrex. sello: l(egio) VII […]. 13. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/04. Imbrex. sello: l(e)g(io) V[II ---] en cartela rectangular. 14. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/1020/05. Tegula. sello: l(egio) VII Ge(mina) en cartela rectangular. Presenta un relieve muy bajo. 15. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/5009/19. ladrillo de tipo indeterminado. sello: [legio VII] G(emina) Phil(ippiana) P(ia) f(elix) en cartela rectangular. Hay un nexo l e I. 16. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/1021/19. Tegula. sello: l(egio) VI[I …]. 17. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/03. Tegula. l(egio) VII G(emina) f(elix) en cartela rectangular. nexo en el numeral. 18. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/1071/34 Tegula. l(egio) VII G(emina) en cartela rectangular. 19. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/1032/14. Tegula. [legio VII Gemina] Phil(ippiana) [Pia felix] en cartela rectangular. 20. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/05. Tegula. sin sello. 21. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/1020/07. Tegula. sello: l(egio) VII […]. 22. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/1147/18. Tegula. sello: [legio V]II G(emina) A(ntoniniana) P(ia) f(elix). 23. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/1021/20. Tegula. sello: [legio VII Gemina] Gor(diana) P(ia) [felix] en cartela rectangular. 24. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/1071/33G. Tegula. sello: l(egio) VII G(emina) max(iminiana) [p(ia) f(elix)] en cartela rectangular. 25. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/1071/35. Tegula. sello: [legio VII] Gor(diana) P(ia) f(elix) en cartela rectangular. 26. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/1515/12. Imbrex. sello: l(egio) VII G(emina) P(ia) f(elix) en cartela rectangular.

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27. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/5014/13. Tegula. sello inciso: leg(io) VII G(emina) […] en cartela rectangular. 28. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/1032/13. Tegula. sello: [legio VII Gemina G]or(diana) P(ia) f(elix) en cartela rectangular. 29. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/5/cn/09. ladrillo de tipo bessal. sello: leg(io) VII Ge(mina), dispuesta en una cartela en forma de tabula ansata. 30. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/1021/18. Tegula. sello: l(egio) VII […] 31. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/1021/21. Tegula. sello: [legio V]II G(emina) Phil(ippiana) P(ia) f(elix) en cartela rectangular. 32. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/1021/17. Tegula. sello: [legio VII Gemina] Gor(diana) P(ia) f(elix) en cartela rectangular. 33. Puerta obispo. n.º inv. 2004/20/4014/15. ladrillo semicircular. sin sello. 34. rabanal de fenar. sin n.º inv. Tegula. sin sello. 35. rabanal de fenar. sin n.º inv. Tegula. sello: l(egio) VII […] 36. Acueducto. ronda norte. sin n.º inv. ladrillo bipedalis. sello: leg(io) VII G(emina) en cartela rectangular. 37. Acueducto. ronda norte. sin n.º inv. ladrillo bipedalis. leg(io) VII G(emina) en cartela rectangular. 38. santa marina. n.º inv. 2007/7/4055/28. Tegula. sello: [l]eG(io) VII G(emina) P(ia) f(elix) retrógrada en cartela rectangular. 39. santa marina. n.º inv. 2007/7/4055/29. Tegula. [legio VII Gemina] G(emina) f(elix) 40. santa marina. n.º inv. 2007/7/limp./12. 41. santa marina. n.º inv. 2007/7/4096/16. Imbrex. sello: [le] G(io) VII […] retrógrada en cartela rectangular. 42. santa marina. n.º inv. 2007/7/4094/17.Tegula. leg(io) VII G(emina) in tabula ansata. 43. santa marina. n.º inv. 2007/7/4094/18. Tegula. sello: [legio VII] G(emina) f(elix) retrógrada. 44. santa marina. n.º inv. 2007/7/4004/4. Tegula. sello: leg(io) VII G(emina). 45. santa marina. n.º inv. 2007/7/4004/2. Tegula. [legio] VII G(emina) P(ia) f(elix) retrógrada en cartela rectangular. 46. santa marina. n.º inv. 2007/7/4004/3. Tegula. l(egio) VII G(emina) P(ia) f(elix) en cartela rectangular. 47. santa marina. n.º inv. 2007/7/4004/15. Tegula. l(egio) VII G(emina) P(ia)[…] en cartela rectangular.

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fenar (león), que fabricó material latericio para la legio VII gemina. las 5 últimas son muestras de arcilla procedentes de un barrero contemporáneo (n.º 54-58). colorimétricamente las de Puerta del obispo son variadas en la gama de los rojos/castaños. suelen tener colores rojos que se desvían hacia los tonos naranjas, rosas en un extremo y granate en otro, todas de color uniforme excepto la 14 que manifiesta una cocción irregular oxidante/reductora alternada. las muestras de santa marina y de otros sectores arqueológicos minoritarios son de colores más homogéneos, casi todas naranjas aunque con abundantes puntos negros, más o menos redondeados. Desde un punto de vista mineralógico las muestras son muy homogéneas, con abundantes minerales silicatados, sobre todo cuarzo, filosilicatos de tipo ilita. la variabilidad de la concentración en filosilicatos se establece desde 12 hasta casi el 50%, incluso superando este valor. en algunos ejemplares aparece feldespato potásico con total ausencia del calcosódico. se rastrean también feldespato cálcico y calcita en concentraciones variables. se observan contenidos bajos de feldespato potásico, feldespato cálcico y calcita, contenidos medios de filosilicatos y altas concentraciones de cuarzo, por lo que se puede afirmar que son muestras bastante homogéneas. los análisis jerárquicos son muy útiles para resumir las relaciones existentes entre un amplio número de variables con la ayuda de los dendrogramas. A pesar de la homogeneidad de las muestras arqueológicas, el análisis jerárquico ha permitido dividir a las mismas en dos grupos en función de su mineralogía (figura 4).

48. santa marina. n.º inv. 2007/7/4004/14. Tegula. l(egio) V(II) […] en cartela rectangular. 49. santa marina. n.º inv. 2007/7/4004/17. Tegula. sello leg(io) V[II Gemina…] en cartela rectangular. 50. santa marina. n.º inv. 2007/7/limp.13. Tegula. sin sello. 51. Plaza del Vizconde n.º 3. n.º inv. 2007/9/127/4. Imbrex. sello: l(egio) VII G(emina) P(ia) f(elix) en cartela rectangular. 52. Plaza del Vizconde n.º 3. n.º inv. 2007/9/127/5. Tegula. leg(io) [VII…] en cartela con ángulos redondeados. 53. calle Dámaso merino n.º 6. n.º inv. 2007/29/2. Tegula. sello: [legio VII Gemina] P(ia) f(elix). 54. solana de ferral. muestra de Barrero. 55. solana de ferral. muestra de Barrero. 56. solana de ferral. muestra de Barrero. 57. solana de ferral. muestra de Barrero. 58. solana de ferral. muestra de Barrero.

resultADos

De las muestras estudiadas 33 corresponden a la intervención arqueológica en Puerta del obispo (n.º 1-33), 2 a la ronda norte, donde se localizó el acueducto (n.º 36 y 37), 13 a santa marina (n.º 38 a 49), 2 a Plaza del Vizconde n.º 3 (n.º 50 y 51) y una a calle Dámaso marino n.º 6 (n.º 53). Dos muestras más (n.º 34 y 35) proceden de las escombreras del horno de rabanal de Número 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15

Color

rojo rojo rojo naranja rojo granate rojo rosa naranja rojo granate rosa granate granate/negro naranja

Ilita (%) Cuarzo (%) trazas

trazas trazas

0 0 40 0 0 0 0 0 0 0 0 0

68 100 100 60 100 100 100 43 42 100 100 66 100 100 90

Feldespato Feldespato Calcita Filosilicatos potásico calcosódico secundaria (%) (%) (%) (%) 0 0 26 trazas 0 0 0 0 0 0 0 0 trazas 0 40 trazas 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 trazas 0 57 0 0 0 58 trazas 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 34 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 10 0

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Número 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 51 52 53 54 55 56 57 58

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Color

rojo rojo naranja granate naranja rojo naranja rojo granate naranja rojo rosa naranja rosa rojo rojo granate naranja naranja naranja naranja puntos negros naranja puntos negros naranja puntos negros naranja puntos negros naranja naranja puntos blancos castaño naranja naranja naranja puntos negros granate puntos blancos naranja puntos negros naranja puntos negros naranja naranja puntos negros naranja naranja naranja ocre clara amarilla naranja ocre

Ilita (%) Cuarzo (%)

Feldespato Feldespato Filosilicatos potásico calcosódico (%) (%) (%)

trazas

trazas

trazas trazas trazas trazas

trazas trazas trazas trazas trazas trazas trazas trazas trazas trazas trazas trazas trazas

0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0

0 0 0 0 0 18 14 0

100 93 42 100 90 100 90 46 100 45 100 79 54 42 59 100 100 95 100 85 100 93 100 46 40 47 31 25 93 100 100 64 70 62 94 100 90 55 60 61 73 44 23

trazas trazas trazas trazas

trazas trazas trazas

0 7

trazas

0 0 0 0 0 trazas 0 0 0 15 0 trazas 0 41 0 0 0 0 0 0 7 0 0

5 0 trazas trazas 0 0 0 0 0 0 0

0 19 11

trazas trazas

0 0 0 0 0 0 0 0 0 6 0 0 0 0 0 0 3 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0

0 0 53 0 10 0 10 54 0 55 0 0 46 58 0 0 0 0 0 12 0 0 0 54 40 48 58 68 0 0 0 36 0 38 0 0 5 45 40 0 0 56 51

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Calcita secundaria (%)

trazas trazas trazas trazas trazas

trazas

trazas

figura 4. cuadro donde se reflejan los resultados de la analítica en lo referente a color y composición mineralógica de las diferentes muestras de material latericio de león con marca legionaria.

0 0 5 0 0 0 0 0 0 0 0 0 5 0 0 0 0 0

5 6 7 7 0 0 0 30 0 6 0 5 0 0 0 0 0

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figura 5. representación gráfica en diagrama triangular de los resultados de la composición mineralógica de las muestras de material latericio de león, enfrentando filosilicatos, carbonatos y cuarzo. los círculos indican agrupaciones de muestras.

el análisis factorial identifica variables que explican la configuración de las correlaciones dentro de un conjunto de variables observadas. este estudio ha permitido obtener 5 factores que representan el 100% de la varianza total. la representación del primer factor en función del segundo factor (factores que representan el 65% de la varianza) corrobora la existencia de dos grupos relacionados con la mineralogía de las muestras. las variables que influyen en estos dos grupos son el contenido de cuarzo, filosilicatos y calcita para el primer grupo y cuarzo y feldespato cálcico en el segundo grupo (figura 5). comenzando por este segundo grupo, la presencia de cuarzo y feldespato cálcico o feldespato en general quiere decir que el horno no ha alcanzado la temperatura de 1100/1200°c, a la que se destruye el feldespato (1, 4, 8, 9, 12, 15, 22, 25, 27, 29, 35, 39, 40, 41, 42, 43, 44, 47, 49, 52, 58) (figura 6). Pero sin duda el grupo más significativo es el primer grupo de muestras (n.º 2, 3, 5, 6, 7, 10, 11, 13, 14, 16, 17, 19, 21, 24, 26, 31, 32, 34, 36, 38, 45, 46, 48, 50 y 51), caracterizado por la presencia casi única de cuarzo, habiendo desaparecido por completo el resto de los minerales (figura 5 y figura 7). este hecho indica que se ha superado el umbral de los 1100/1200°c durante la cocción, ya que ha desaparecido el feldespato. en algu-

nas de las muestras de este grupo aparece calcita, pero no se trata de mineral de primera generación, que desaparece a unos 900°c, sino calcita de recristalización, formada a partir de la cocción a alta temperatura. Por lo tanto, no ha sido posible establecer agrupaciones de muestras a partir de los minerales presentes, debido a la desaparición de casi todos ellos a excepción del cuarzo y el feldespato. no parece existir una relación entre las muestras de material latericio recogidas en diversas intervenciones y las composiciones mineralógicas de las muestras tomadas de los filones de arcilla seleccionados en el barrero actual de solana de ferral (león), que presentan un elevado contenido en silicatos. sin embargo, este dato tampoco es concluyente, ya que los silicatos desaparecen a cocciones superiores a los 1100/1200°c, temperatura a la que se ha efectuado la cocción del material latericio romano (figura 8). en conclusión, el análisis arqueométrico realizado sobre materiales latericios procedentes de león, destinado a intentar distinguir talleres vinculados a la legio VII gemina a partir de las agrupaciones de muestras, no ha permitido avanzar en este campo. los resultados obtenidos ilustran claramente las limitaciones de este tipo de estudios, ya que las elevadas temperaturas a las

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figura 6. resultado de la analítica de la muestra n.º 9 (2004/20/1506/12), con trazas de cuarzo y carbonato, ejemplo de muestras pertenecientes al segundo grupo (temperatura del horno por debajo de 1100-1200°c).

figura 7. resultado de la analítica de la muestra n.º 2 (2004/20/1082/29), en la que se aprecia únicamente cuarzo, ejemplo de muestras pertenecientes al primer grupo (temperatura del horno por encima de 1100-1200°c).

que han sido cocidos tejas y ladrillos han eliminado por completo cualquier resto de elementos-traza que permitiera establecer diferencias geográficas y/o temporales entre officinae. sin embargo, permiten un avance en el conocimiento sobre aspectos técnicos relativos al funcionamiento

de los hornos y el proceso productivo en su conjunto de los talleres latericios militares de león. la desaparición de la mayor parte de los minerales, en especial del feldespato, nos confirma que la temperatura de cocción en el interior del horno superó en todos los casos los 1100/1200°c, mucho más elevada de lo que se suponía

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figura 8. resultado de la analítica de la muestra n.º 58, procedente de filones de arcilla actuales de solana de ferral, con elevado contenido de silicatos.

para este tipo de material y para instalaciones alfareras en Hispania. el análisis arqueométrico practicado sobre lucernas del taller militar augusteo de Herrera de Pisuerga (Palencia) publicado hace algunos años reveló que la temperatura de cocción de dichos materiales se encontraba en torno a los 900°c (García Giménez et alii 2006: 1243). tenemos que tener en cuenta que, en el caso del material latericio, el tamaño y grosor de las piezas obliga a mantener una temperatura constante en el interior de la cámara de cocción del horno durante varios días para evitar la rotura del material causada por una contracción rápida. no cabe duda que se emplea una tecnología muy desarrollada, conseguida seguramente tanto en la propia construcción del horno como con el combustible empleado. si bien la tipología de los hornos destinados a la elaboración de material latericio ha sido objeto de diversos análisis (entre otros vide cuomo di caprio 1971-72; le ny 1988; Pérez González 1989: 241-260; Juan tovar 1990; Juan tovar y Pérez González 1987; roldán Gómez 2008), el asunto del combustible empleado en los hornos romanos apenas ha recibido atención. una de las soluciones que permitirían elevar la temperatura de la cámara de cocción y mantenerla en el tiempo es el empleo de carbón vegetal, de muy alto rendimiento energético. las evidencias arqueológicas sobre la utili-

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zación de este combustible se remonta a las últimas fases de la Prehistoria y la Protohistoria en el norte y noroeste peninsulares, momento en que está perfectamente documentado en relación con la metalurgia (Piqué 1999; torres martínez 2009; martín seijo et alii 2012). Asimismo se constata en estas mismas regiones a partir de la época medieval (martín seijo et alii 2010). Haya, brezo, roble y encina, además de pino en zonas menos húmedas, parecen ser las especies más buscadas para elaborar carbón, debido a su gran poder calorífico y a su combustión prolongada. sin embargo, el empleo de carbón vegetal apenas se ha apuntado en relación con el mundo romano (storrie 1894; euba y Palet 2010),3 momento en el que sus propiedades caloríficas debieron convertir su obtención en una actividad importante y desarrollada en relación con industrias como la metalúrgica y cerámica, que requieren grandes cantidades de combustible para alcanzar elevadas temperaturas. sin embargo, se ha focalizado su empleo en la metalurgia, mientras su empleo en hornos cerámicos de cocción ha quedado en segundo plano. la tala de especies arbóreas adecuadas en zonas boscosas, la quema en grandes pilas, el traslado del combustible ya listo hasta las zonas de consumo son labores que implican una explotación sistemática de las masas forestales e implican una actividad económica hasta ahora desdeñada por la investigación moderna dentro de la compleja estructura del artesanado romano, que es preciso tener en consideración. los bosques húmedos de la cordillera cantábrica debieron constituir un espacio privilegiado para la obtención de este combustible, posiblemente empleado en las manufacturas de material latericio militar destinado a la legio VII gemina asentada en león. solo el hallazgo y la excavación de talleres destinados a este fin podrán proporcionar las evidencias arqueológicas que confirmen esta hipótesis. recientemente se daban a conocer restos de carbón vegetal asociados a un horno probablemente doméstico de la ciudad de Lancia (león), aparecido en verano de 2012,4 hallazgo que demuestra las posibilidades que reviste esta línea de trabajo.

recientemente se ha constatado un horno de extracción de resina del siglo IV d.c. en un valle pirenaico, evidencia de que el aprovechamiento de los recursos del bosque en época romana era mucho más intenso de lo que se pensaba (Allué et alii 2013: 41-44). 4 Véase: http://www.lacronicadeleon.es/2012/10/09/vivir/hallan-grandes-bloques-intactos-de-un-edificio-excepcional-delsiglo-i-en-lancia-162859.htm. 3

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BIBlIoGrAfÍA

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lAs cAlerAs: unA ActIVIDAD olVIDADA en el ArtesAnADo HIsPAnorromAno luis carlos JuAn toVAr, secAH

resumen: la presencia de las industrias caleras en la Hispania romana ha pasado desapercibida dentro del estudio de las diversas actividades implicadas en la construcción romana. su total ausencia en las fuentes históricas hispanas, obliga a rastrear su existencia en el ámbito de la arqueología. en este trabajo abordamos una primera introducción a su estudio en la Península Ibérica. summary: the presence of lime industries in the Roman Hispania has gone unnoticed in the study of the roman construction. the complete absence of historical hispanic sources, forces us to trace their existence in the field of archeology. In this paper we present a first study in the Iberian Peninsula.

Palabras clave: cal, hornos, fornax calcaria, calcis coctores, industrias caleras, Hispania romana. Key words: lime, kilns, fornax calcaria, calcis coctores, limestone industries, roman Hispania.

estADo De lA InVestIGAcIÓn De lAs InDustrIAs cAlerAs en lA HISpANIA romAnA

la cal aérea y la hidráulica, la cal viva, los revocos, estucos y el mortero de cal, la argamasa y el opus caementicium, o el afamado pulvis puteolanis, una mezcla compuesta de cal y cenizas volcánicas, capaz de fraguar incluso bajo el agua del mar en las condiciones más adversas, son todos ellos elementos directos o derivados de la cal sin los cuales la arquitectura y la ingeniería romanas como hoy las conocemos, no existirían. ni las nuestras. A ellas hay que añadir que como soporte de estucados y pinturas murales o de mosaicos ocupaba también un lugar fundamental en la ornamentación de todos los edificios publicos y privados, o en la construcción de muchas de las calzadas que surcaron el Imperio, e incluso en la agricultura como fertilizante o en otros usos como los curtidos o la alimentación, siendo un poderoso desinfectante de profusa utilización a lo largo de la historia.

Pero, aparte de su empleo en los edificios que excavamos ¿qué sabemos de ella? o mejor dicho, ¿qué sabemos de los que la elaboraron, de dónde y cómo la fabricaron en la Hispania romana? Intentar responder en este momento a todas las preguntas que se han planteado en esta reunión para las diversas artesanías estudiadas y sus artífices ―¿qué sabemos?, ¿qué trazas dejaron?, ¿cómo vivieron?, ¿cómo fueron los talleres?― no deja de ser una ilusión, en algunos de estos y otros aspectos, para el caso de las industrias caleras hispanorromanas, una actividad nunca estudiada, fuera de algunas referencias generales (Alarçao 1978 y 2004: 16-17; González tascón 2002). Por ello, aun siguiendo ese esquema de interrogantes, apenas podremos acercarnos muy someramente a algunos de ellos. Puede decirse que este trabajo es un primer estado de la cuestión sobre el tema de la artesanía de la cal en época romana en Hispania, puesto que no existe un estado general anterior; existen, eso sí, acercamientos parciales en función de algunos de los hallazgos de caleras realizados, como es el caso de los llevados a cabo con motivo

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luIs cArlos JuAn toVAr

del estudio de los hornos de el salero por Porrúa (2006), del horno de Priego por carmona y luna (2007), y más recientemente la breve reseña de Alba para el territorium emeritense (2011) o la sucinta recopilación realizada para el Ager Tarraconensis por Prevosti (2011). Debemos empezar, por tanto, señalando que la elaboración de la cal es, sin duda, una artesanía difícil de calibrar, de evaluar y aun menos de personalizar. Puesto que, salvo que las fuentes escritas nos leguen el nombre de alguno de los personajes que intervenían en su comercialización o en su elaboración, estos últimos carecían, a diferencia de otros artesanos como alfareros, vidrieros, metalúrgicos o canteros, de un soporte consistente sobre el que dejar su impronta, por lo que dependemos de lo que la epigrafía funeraria o religiosa, principalmente, o el azar, puedan trasmitirnos. en consecuencia, se trata de una de las artesanías más anónimas e invisibles, a pesar de lo sustancial de su aportación al desarrollo de la civilización romana. los artesanos caleros y lo que produjeron, fueron el engrudo, la cola del Imperio, el pegamento que permitió unir las pequeñas partes que conformaron las grandes obras arquitectónicas y de ingeniería, los que dieron sustento a las manifestaciones pictóricas murales que tanta información nos aportan en lugares privilegiados como Pompeya, o soporte de los mosaicos en tantos ámbitos del orbe romano. Pero no nos confundamos, aunque sea una artesanía sin nombres, sin duda los tuvo, e incluso reconocidos artesanos y maestros, porque eso y no otra cosa es la artesanía, un grado de destreza superior. esta tarea estaba de este modo encomendada a los calcis coctores, artesanos especializados en su elaboración. Pero la falta de testimonios escritos no impide que podamos recopilar vestigios de su actividad que sirvan de extremo del ovillo que nos permitan ir desmadejando su conocimiento. y el testimonio que mejor ha llegado hasta nosotros son los hornos de calcinación, hasta el punto de que a algunos de ellos no costaría mucho volver a ponerlos en funcionamiento. Del resto de estructuras que pudieran formar parte de un taller calero apenas tenemos indicios en Hispania o son difíciles de deslindar de los de otras actividades con las que frecuentemente convivía, en particular con los talleres alfareros, con los que, según parece, llegó a compartir incluso su herramienta fundamental: la fornax calcaria. ÁmBItos De ProDuccIÓn en HISpANIA

siendo nuestra única intención abordar un primer acercamiento a esta actividad, la recopilación de centros realizada, aunque abarca toda la época romana, no es exhaus-

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tiva y comprende, desde algunos indicios de época tardorrepublicana o de comienzos del Alto Imperio, hasta algún ejemplo ya de época bajoimperial e incluso tardoantigua. con todo, el número de caleras reseñadas es de más de una treintena y los ejemplos de fornax calcaria descubiertos más de cuarenta, si bien con un desigual conocimiento y repartición geográfica de unas y otros (figura 10). los primeros indicios conocidos de esta actividad en Hispania se datan entre finales del siglo I a.c. y comienzos del I d.c. en las instalaciones de los talleres alfareros y metalurgicos de la canaleta en Vila-seca i salou (tarragona), donde se recoge la noticia de la existencia de un posible horno calero de tipo circular sin más especificaciones (Prevosti 2011: 440), o en el también tarraconense taller de el Vinyet donde se documenta otro horno circular (Prevosti 2011: 440, figura 70). el censo de instalaciones a lo largo del Alto Imperio se multiplica y diversifica sus características, encontrándolas repartidas por buena parte de la Península. Así, vemos casos como el del taller alfarero de la Venta del carmen en los Barrios (cádiz), en el que parece reaprovecharse un horno cerámico como calera, uno de los primeros testimonios que tenemos de esta duplicidad de uso (Bernal y lorenzo 1998: 59 ss.), circunstancia que también se atribuye, en la misma época, al horno hallado en el taller de la rambla (córdoba), con una estructura circular reutilizada (García Benavente 2009). Además de estos casos de uso mixto contamos, entre otros ejemplos, con los dos hornos circulares de la villa de el salero en san Pedro del Pinatar (murcia) (Porrúa 2006) o los hornos, también circulares, de la sort (rotova, Valencia) (moscardó 2008), y el localizado en el polígono industrial de esta misma localidad valenciana ―de la existencia de este horno solo hemos encontrado una referencia en la web tarraconensis.com (http://www.tarraconensis.com/rotova/rotova.html), por lo que no tenemos seguridad de que no se trate del mismo publicado en moscardó 2008)―. los hallazgos atribuibles al Bajo Imperio son, no obstante, más numerosos y la entidad de algunos de los talleres conocidos considerablemente mayor. es el caso de las caleras de loranca (fuenlabrada, madrid) con cinco hornos (Juan tovar et alii 2013: 422-427), la mayor instalación calera documentada hasta la fecha en la Península, las de torre de la sal en ribera de cabanes (castellón) (flors 2009: 190-191) o can fonollet en rubí (Barcelona) (sánchez y Vila 1990) con dos hornos recuperados en cada una, o las de la villae de la Burguera en salou (tarragona) (Bosch et alii 2009: 162) ya datadas entre los siglos V y VI d.c. con cuatro hornos y, como el resto de las instalaciones tardoantiguas, vinculadas en buena medida al expolio de los mármoles de las grandes residencias señoriales bajoimperiales, caso tam-

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bién de las caleras de la villa romana de els Antigons (reus, tarragona) (Prevosti 2011: 440), o de la citada villa de la Burguera, o incluso de edificios públicos, como la encontrada en el teatro romano de córdoba (Ventura et alii 2002: 158-159). sin embargo, si añadimos las instalaciones caleras sin datación precisa su número abarca todavía a buena parte de los casos recogidos. los FORNAX CALCARIA

en esta primera recopilación de fornax calcaria u hornos caleros, sobresale con especial relieve el conjunto de cinco estructuras de época tardía aparecidas en el yacimiento de loranca (fuenlabrada, madrid), excavadas en 2006. sobre este conjunto de hornos hemos publicado recientemente un primer estudio al que remitimos para los aspectos generales (Juan tovar et alii 2013: 422-427) y dado el excelente estado de conservación de algunos de ellos, nos pueden servir de guía para abordar una primera diferenciación tipológica de los fornax calcaria en la Península Ibérica y primer avance sobre su ubicación, materiales constructivos y características estructurales. uBIcAcIÓn, toPoGrAfÍA y mAterIAles constructIVos

la ubicación de los hornos caleros y de sus talleres suele estar asociada, fundamentalmente, a la presencia en el entorno de canteras de piedra caliza, según nos traslada la etnografía (Adam 2002: 75) por lo que, si bien en ocasiones estos aparecen en las proximidades de las villae o poblaciones a cuya construcción se dedicaba su producto, ello no debe implicar una excesiva lejanía de los recursos pétreos, dada la gran dificultad que podría comportar el traslado de grandes cantidades de roca para su calcinación. Así parecen indicarlo las canteras existentes en el cerro carija situado a 4 kilómetros de mérida o los afloramientos de Abadías, también cercanos a esta urbe, ambos asociados a las obras de construcción de la ciudad (Alba 2011: 353). en época tardía este hecho se manifiesta claramente en la presencia de hornos en los alrededores, o sobre las mismas construcciones de las antaño residencias señoriales, que expolian el mármol y la sillería de las villas para abastecerse, cuando no obteniendo estos materiales de los mismos edificios públicos, como veremos más adelante. Por otra parte, su frecuente asociación con talleres cerámicos y, como veremos seguidamente, la reutilización de hornos cerámicos como caleras o el empleo simultaneo de estas para la cocción de cal y ladrillos, tiene

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mucho que ver con el uso de ambos materiales en la edificación, de manera que las tareas de obtención de la cal podían estar asociadas a las de producción de materiales cerámicos de construcción de manera complementaria, con un sentido integral de la producción de materiales constructivos. sin olvidar que, en el caso de la cal hidráulica, el empleo de materias comunes ―la arcilla que en esta se emplea― crea necesidades comunes⁠. como suele ser habitual en los hornos cerámicos, los hornos caleros excavan su cámara de calcinación en el substrato rocoso, normalmente aprovechando una suave ladera en cuya pendiente se horada el praefurnium y la zona de trabajo que se acondicionará delante de él. la cámara de calcinación donde de alojaba la piedra caliza suele encontrarse recubierta internamente de un forro de adobes, por lo que su técnica constructiva sigue recordando netamente a la de los hornos cerámicos, sin embargo no es el único material empleado en las construcción de estos; en los hornos de loranca es frecuente el empleo de granito en la construcción del praefurnium, e incluso su uso como posible elemento de sustentación de la bóveda de caldeo (Juan tovar et alii 2013: 426). cArActerÍstIcAs estructurAles

la única información detallada que las fuentes históricas nos aporta sobre las características estructurales de los hornos de cal antiguos, nos viene facilitada por marco Porcio catón el Viejo (234-149 a.c.) politico, escritor y militar romano, quien en su obra De Re Rusticae, describe un tipo de horno propio de ese periodo (figura 1), diferente a algunos de los que hoy conocemos de época romana, datados en siglos posteriores y generalmente más sofisticados, aunque es probable que en su época ya existieran varios modelos y catón solo reprodujera el tipo más común, como el propio texto da a entender: Fornacem calcariam pedes latam X facito, altam pedes XX, usque ad pedes tres summam latam redigito. Si uno praefurnio coques, lacunam intus magnam facito, uti satis siet ubi cinerem concipiat, ne foras sit educendus. Fornacemque bene struito; facito fortax totam fornacem infimam conplectatur. 2 Si duobus praefurniis coques, lacuna nihil opus erit.

Haz un horno para la cal de 10 pies de ancho [2,96 m] y 20 de alto [5,92 m], reduciendo a tres pies [88,8 cm] el ancho de los lados. si haces la fundición en una sola boca de horno, construye un gran depósito dentro, de manera que albergue la ceniza para que no haya que sacarla fuera; y construye bien el horno, encárgate de que la hilada de piedra cubra bien toda la parte inferior. si fundes en un horno con dos bocas, no es necesario el depósito (De Re Rusticae, XlIV, 38) reconstruido por Adam (2002: 74 figura 155).

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luIs cArlos JuAn toVAr

Petrella (2008: 31 ss.) describe varios tipos básicos de hornos (figura 2) que expresan la evolución de las estructuras de calcinación desde los llamados hornos de pila simple y los hornos de fosa (tipos A y B), semejantes a las horneras de cocción de cerámica, hasta los hornos de fosa ventilados (tipo c), una evolución de estos últimos, y los hornos de pila (tipo D) los más frecuentes o conocidos, durante toda la época romana. sin embargo esta configuración básica presenta variaciones importantes en este último tipo de hornos, que amplían la tipología de estas estructuras y nos permiten acercarnos a un conocimiento más preciso de las mismas, para intentar comprender mejor los procesos técnicos que intervinieron en su evolución. ya los hornos de fosa ventilados disponen de una cámara de calcinación formada por el apilado de los bloques de piedra caliza, dispuestos para su transformación en forma de falsa cúpula, dando lugar a lo que se conoce como bóveda de caldeo; sin embargo el acceso del combustible a la misma se hacía por la parte superior, por el tiro o chimenea practicado en su centro, dando lugar a un control más deficiente de la alimentación y combustión y a un peor aprovechamiento del espacio.

Anejos de AEspA lXXI

figura 1. Fornax calcaria de catón (según Adam 2002).

los hornos de tipo D conocidos en época romana en Hispania, presentan una característica diferencial respecto a los tipos anteriores, ya que disponen de un praefurnium que permite introducir el combustible que alimentará la cocción de la cal, por la parte inferior del horno. esta innovación, que ya está presente en el horno descrito

figura 2. tipos de hornos de cal (según Petrella 2008).

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Anejos de AEspA LXXI

LAS CALERAS: UNA ACTIVIDAD OLVIDADA EN EL ARTESANADO…

Figura 3. Horno de Priego de Córdoba (Córdoba) (según Carmona y Luna 2007), siglo I d.C.

por Catón, permite no solo un mejor control de la combustión ―y por tanto de la calcinación―, sino que incrementa la capacidad de carga de los hornos de manera apreciable, al suprimir la chimenea central. En los hornos hispanos advertimos una serie de diferencias estructurales que quizá podrían permitir en un futuro fijar cronotipologías. Estas características afectan fundamentalmente a la forma en que se concibe la cámara de calcinación. El más sencillo de este tipo de hornos con praefurnium, que denominamos D1, muestra una cámara de calcinación de planta circular, excepcionalmente ovalada, por lo general de sección cilíndrica o troncocónica invertida en su parte inferior, diáfana, donde la piedra caliza se apila directamente sobre el suelo, formando esa falsa cúpula llamada bóveda de caldeo, en la que se deja tan solo un espacio libre ante la entrada del praefurnium que llega hasta el centro de la cámara, para permitir la introducción del combustible que alimentará la calcinación y que actuará

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como cenicero, modernamente también denominado caldera o fogón (Lijó y Monge 2000: 155). De este tipo de estructuras recogemos varios ejemplos en Hispania, presentes ya desde época republicana en la calera del Camí del Pla en Sant Julia de Ramis (Girona) (Tremoleda 2000: 47-48) y en época altoimperial, en el Collet de Sant Antoni de Calonge (Tremoleda 2006), en la villa de La Sort en Rotova (Valencia) (Moscardó 2008), en la finca de Las Rozas en Mérida (Nodar y Olmedo 2004), adaptando el horno cerámico reutilizado de Los Barrios (Bernal y Lorenzo 1998), en la villa de El Salero en San Pedro del Pinatar (Murcia) (Porrúa 2006) y quizá en la calera de Priego de Córdoba (Carmona y Luna 2007), aunque el horno aquí descubierto podría disponer de una bancada perimetral hoy colmatada (Figura 3), todos ellos hornos circulares. En época bajoimperial los testimonios sobre este tipo de disposición se reduce, contando solo con los casos de los hornos C-85000 y C-82200 de Loranca, este último singularmente de plan-

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luIs cArlos JuAn toVAr

figura 4. calera romana del tossal de les Basses (Alicante), Alto Imperio (según rosser 2007).

figura 5. Horno de cal de les Begudes (sant Joan Despí, Barcelona), siglos II-III d.c. (según Gutiérrez 2002).

ta ovalada (Juan tovar et alii 2013: 424-425) y el horno 1032 de torre la sal en la ribera de cabanes (castellón) (flors 2009: 190-191). un segundo tipo de hornos (D2) viene definido por la construcción de una bancada perimetral sobre el suelo de la cámara de calcinación, que actúa como soporte de la piedra a calcinar, dejando un espacio libre central orientado al praefurnium, con la misión de operar como receptáculo del combustible y cenicero, el ya citado fogón o caldera, al tiempo que de canal de ventilación. los ejemplos de este tipo de hornos en época altoimperial ―⁠no conocemos ningún caso republicano―, son menores, contando con los casos del tossal de les Basses (Alicante), con planta en forma de omega (rosser 2007: 69) (figura 4), el circular de les Begudes en sant Joan Despí (Barcelona) datado entre los siglos II y III d.c. (Gutiérrez 2002) (figura 5), y el también circular de Abadías (mérida) (méndez 2002). existe un tercer grupo de hornos (D3) en los que, a diferencia de los anteriores, el canal de ventilación aparece excavado directamente en el suelo de la cámara de

Anejos de AEspA lXXI

calcinación, cuyos mejores ejemplos los encontramos en los hornos de loranca c-85200, en forma de omega, y c-59200 y c-59700 ambos circulares, todos ellos bajoimperiales (Juan tovar et alii 2013: 424-426). este también es el caso de uno de los hornos del collet de sant Antoni (calonge, Girona) (tremoleda 2006) y, al parecer, el de un horno inédito excavado recientemente en seseña (toledo), cuyo conocimiento debemos a Jorge morín de Pablos. en todos ellos el canal de ventilación practicado presenta características similares aunque no idénticas, por ejemplo los hornos c-59700 y c-85200 de loranca muestran un canal rectangular largo y estrecho que nace en el praefurnium y termina más allá del centro de la cámara (Juan tovar et alii 2013: 425-426) características que parecen repetirse en el horno de seseña; sin embargo, en la calera c-59200 de loranca este canal adopta la forma de una cruz latina, quizá con el objeto de mejorar la distribución del combustible, característica que también encontramos en uno de los hornos del collet de sant Antoni de calonge (tremoleda 2006). en el interior de dos de los hornos de loranca se han conservado restos de unas columnas cilíndricas de granito cuya función real ignoramos, y para las que hemos propuesto el cometido de servir de mejora del soporte a la falsa bóveda que se forma al apilar la caliza, a modo de tholos, como se ejemplifica en el trabajo de Petrella (Juan tovar et alii 2013: 426; Petrella 2008: 30 figura 3) (figuras 6 y 7). Por último, la posibilidad de que algunos hornos caleros pudieran utilizarse para la cocción de materiales cerámicos de construcción queda de manifiesto en los hornos de loranca, tal y como ya vimos al apreciarse que algunos hornos cerámicos pudieron reutilizarse como caleras, según apuntan los indicios ya mencionados de los hornos de la Venta del carmen en los Barrios (cádiz) y la rambla (córdoba). esta doble utilización, sin embargo, presenta matices diferenciales ya que mientras en el caso de los hornos cerámicos, estos se reutilizan como caleras en una fase posterior de uso, los fornax calcaria parecen emplearse, al menos en el caso de loranca, en cocciones simultáneas de caliza y materiales cerámicos de construcción. este hecho viene constatado por la etnografía en talleres tunecinos modernos de Kairouan y nabeul (Adam 2002: 71) y en Italia con testimonios de época medieval y posterior (lozej et alii 2009: 9). otrAs InstAlAcIones cAlerAs

muy escasas son las instalaciones publicadas que, aparte de los hornos, podemos poner en relación con la producción de cal. Quizá las que en mayor medida po-

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Anejos de AEspA lXXI

lAs cAlerAs: unA ActIVIDAD olVIDADA en el ArtesAnADo…

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figura 6. Horno 59200 de loranca (fuenlabrada, madrid) (según Juan tovar et alii 2013).

figura 7. Horno 59700 de loranca (fuenlabrada, madrid) (según Juan tovar et alii 2013).

drían relacionarse con esta producción son las canteras de piedra caliza que supuestamente surtirían los hornos de calcinación, pero es difícil, sin precisos estudios arqueométricos, poder vincular ambas instalaciones, más allá de las que puedan encontrarse a pie de cantera. solo conocemos algún caso en que se apunta esta relación y

no queda claro si esta tiene lugar en época romana o corresponde a un momento posterior, ya que se carece de estudios que lo avalen. nos referimos a la cita aportada sobre las canteras en el cerro carija de mérida, a las que se asocian unos hornos cuya cronología de actividad no se conoce (Alba 2011: 353) o los citados en las canteras

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LUIS CARLOS JUAN TOVAR

Anejos de AEspA LXXI

Figura 8. Taller de Las Rozas (Mérida, Badajoz), finales del siglo IV, inicios del siglo V d.C. (según Nodar y Olmedo 2004).

de Lácara (Badajoz) (Durán et alii 2005-2006: 13, no ta 14). Más clara es, sin duda, la relación existente entre los terrenos calizos de Loranca y su conjunto de hornos y en particular la del horno C-85000 de este yacimiento (Juan Tovar et alii 2013: 425), reutilizado como cantera, aunque el material de ella extraído, por más evidente que nos pueda parecer, no podamos vincularlo definitivamente con la calcinación. En algunos casos ya sabemos que el expolio en época tardía de los mármoles provenientes de monumentos en las ciudades, y también de los que decoraban profusamente las grandes villas suntuarias, convertía estos lugares en improvisadas canteras. Como ejemplo de calera urbana en la Península, tenemos la asociada al teatro romano de Corduba empleada en el reciclaje de las gradas de este edificio, curiosamente dotada para este menester de un horno de planta cuadrangular, único conocido hasta la fecha de estas características (Ventura et alii 2002: 158-159), aunque su cronología parece remontarse ya a un momento muy tardío de finales del siglo V o inicios del VI d.C. En otros casos, la simple presencia de hornos caleros tardíos en el entorno de antiguas villas residenciales indica el uso de estas como una abundante fuente de material de calcinación. Así se de-

tecta por ejemplo en las villas romanas de La Burguera (Salou, Tarragona) y Torre la Sal (Ribera de Cabanes, Castellón) e incluso este podría ser también el caso de alguno de los hornos de Loranca, por más que estos se encuentren sobre terrenos calizos. En otros casos, a falta de instalaciones, se presupone la existencia de caleras cercanas por la presencia de acumulaciones de mármoles destinados a la calcinación como se puede constatar, por ejemplo, en el castro de Las Merchanas (Salamanca) (Maluquer 1968: 108-110). De esta actividad expoliadora quedan abundantes testimonios por todo el Imperio, con casos tan llamativos como los del teatro de Pythion o el horno de la cavea del teatro de Aptera, ambos en Creta (Lambrugo 2011). En cuanto a instalaciones de talleres propiamente dichas, quizá las más interesantes sean las emeritenses del taller de Las Rozas (Figura 8), fechado a finales del siglo IV o inicios del V (Nodar y Olmedo 2004: 215-216), donde la presencia de una amplia nave y otras estancias, así como unas cubetas asociadas al horno de cal allí encontrado, arrojan indicios acerca de las características de un taller calero. No de manera tan evidente también tenemos constancia del uso, al menos compartido, de instalaciones con presencia de hornos caleros en El Collet de Sant An-

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LAS CALERAS: UNA ACTIVIDAD OLVIDADA EN EL ARTESANADO…

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Figura 9. Ara dedicada a Minerva por Titus Aurelius Exoratus, magister calcariorum de la XX Legio Ulpiae Victricis, y maqueta de las instalaciones de esta legión en Iversheim, Bad Münstereifel (Germania).

toni (Calonge, Girona) junto a unos importantes talleres alfareros, aunque no quedan claros los espacios usados por unos y por otros (Tremoleda 2006). ESTRUCTURAS HUMANAS DE PRODUCCIÓN. DATOS DE LOS TRABAJADORES Y UTILLAJE

A los calcis coctores o artesanos caleros dedica un capítulo completo el Codex Theodosianus (14.6.0. De calcis coctoribus urbis Romae et Constantinopolitanae), promulgado por Teodosio II en el año 438 d.C., donde se exponen un conjunto de normas destinadas a regular la actividad de estos trabajadores, incluido su cometido como encaladores de los edificios públicos. Sin embargo, fuera de este marco legislativo las referencias a su quehacer son muy escasas en las fuentes, y apenas existen referencias dispersas en la Historia Natural de Gayo Plinio Cecilio Segundo, conocido como Plinio el Viejo (23-79 d.C.) (Plin. H.N. XVII.6) y en Vitruv. VII.3, por lo que queda muy limitada la posibilidad de contrastar los textos con lo que la arqueología puede aportar. De lo que pudieran decir esas mismas fuentes acerca de los calcis coctores hispanos o de su actividad nada se ha conservado, como tampoco a nivel onomástico o prosopográfico. El único testimonio escrito conocido, al parecer, en todo el Imperio, se encuentra en un ara dedicada a Minerva por Titus Aurelius Exoratus, magister calcariorum de la XX Legio Ulpiae Victricis (Clauss 1976: 15-16) acantonada en Iversheim, Bad Münstereifel (Germania), de cuyas instalaciones se conservan en buen estado una batería de seis hornos de más de tres metros de diámetro cada uno y otras dependencias (Figura 9) (se puede acceder a más información sobre estos talleres en: http://www.woen ge.de/woeng/artikel/krk/soelter-kalkofen/kalkofen.html).

Del utillaje empleado por estos artesanos no conocemos restos en Hispania, seguramente por lo somero del mismo, si bien se conocen algunos ejemplos en Pompeya, y a través de la etnografía (Adam 2002: 72, 78-79 y figura 162). DISPERSIÓN DE PRODUCTOS O ÁREAS DE INFLUENCIA DE LOS TALLERES CALEROS EN HISPANIA

Sabemos por la etnología que las caleras suelen ser talleres que se instalan a pie de obra (Adam 2002: 75), pero este es un aspecto que, al menos para las industrias hispanorromanas, aún está por estudiar, ya que en algunos casos esta circunstancia adquiere tintes diferentes. Hablar, por lo tanto, de áreas de dispersión de los productos de estos talleres o de sus áreas de influencia, vuelve a chocar con las características del soporte que estos artesanos producen y conllevaría, de ser viable, la elaboración de una metodología analítica y de recogida de muestras, al menos, en los yacimientos en torno a las diferentes caleras, hoy por hoy inexistente. Sin embargo, existen indicios consistentes de que la cal, una vez apagada, podía envasarse y transportarse. Así parecen testimoniarlo, por ejemplo, las ánforas llenas de cal aparecidas en la denominada Tienda del garum (I, 12, 8) de Pompeya (Bernal et alii 2012: 189190) posiblemente asociadas, según sus descubridores, a la industria alimentaria, supuestamente con el fin de ser empleada para rebajar la acidez de las salsas de pescado (Hevia 2010: 30), y otros testimonios aparecidos en esta misma ciudad (Adam 2002: figura 160). En este mismo sentido, se puede leer la representación de un mosaico conservado en el Museo del Bardo de Túnez,

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luIs cArlos JuAn toVAr

Anejos de AEspA lXXI

figura 10. caleras en la Hispania romana.

en el que se ve representados a dos albañiles preparando mortero, uno de los cuales transporta sobre sus hombros un ánfora con cal que vierte sobre la arena (Adam 2002: 79, figura 164). no obstante estos testimonios, con ser relevantes, no pueden ser concluyentes, ya que estos recipientes podrían estar siendo empleados ad hoc para facilitar la manipulación de la cal en las tiendas y obras. sea como sea, la exportación de determinados tipos de cal como el pulvis puteolanis o las empleadas en la alimentación, no puede descartarse, ya que podría llegar a entrañar un comercio a media o larga distancia que debería ser objeto de atención en futuras investigaciones. sin ánimo de ser exhaustivos, recogemos un primer inventario de yacimientos en los que ha detectado la presencia de actividad calera, por lo general asociada a talleres u hornos de cal (figuras 10 y 11).

conclusIones

esta breve aproximación a un fenómeno de la envergadura del que hemos examinado en estas lineas, únicamente intenta sacar a la luz una de las labores menos conocidas de la actividad constructora de la Antigüedad en Hispania. los miles de instalaciones que a lo largo de los siglos debieron funcionar en la Península, su naturaleza y evolución, el tipo de comercio en que estuvieron implicadas, los modos de producción y los artesanos que trabajaron en ellas y el impacto que debieron tener en la economía de cada época, son solo algunas de las diversas facetas que la investigación deberá abordar en los próximos años. sí queremos rescatarla, definitivamente, de un injusto olvido, de una invisibilidad, provocada por una parcelación de la investigación de la arquitectura e ingeniería antiguas, cuyas causas son, en ocasiones, acientíficas.

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N.º Provincia

lAs cAlerAs: unA ActIVIDAD olVIDADA en el ArtesAnADo…

Municipio

Yacimiento

Hornos

1

Alicante

Denia

raval del fortí

1

2

Alicante

Alicante/Alacant

tossal de les Basses

1

montijo

lácara

3

4

5 6 7

8

Badajoz

Badajoz

Badajoz Badajoz Badajoz

Barcelona

Garrovilla, la

las rozas cerro carija Abadías

mérida mérida mérida

rubí

can fonollet

?

?

1 ? 1

2

Cronología

http://www.lasprovincias.es republica-Alto /prensa/20061006/marina/d Imperio-siglo VI? escubren-denia-hornousaron_20061006.html Altoimperial

?

?

fines IV-inicios V ? ?

Bajo Imperial

1

siglos II-III d.c.

11 castellón cabanes la ribera, torre la sal 2 12 ciudad real Granátula de calatrava oreto y Zuqueca 1

Bajo Imperial ? finales siglo Vinicios VI Alto Imperial Alto Imperial ¿? ?????? Indeterminada Bajo Imperial

9

Barcelona

10 cádiz

13 córdoba

14 15 16 17 18 19

córdoba córdoba Girona Girona lleida madrid

20 madrid 21 murcia

sant Joan Despí

les Begudes

Barrios, los

Venta del carmen

córdoba

rambla, la Priego sant Julià de ramis calonge Isona i conca Della fuenlabrada madrid

teatro romano

ermita del calvario c/ ramón y cajal, 39 camí del Pla, medinyà el collet de sant Antoni camino viejo de Isona loranca Villaverde Bajo

1

1

1 1 3 2 1 5 1

Alto Imperial

?

san Pedro del Pinatar el salero 2 Alto Imperial Bardenas reales de 22 navarra tudela 1 navarra, tres mugas II calera Bajo Imperial 23 salamanca lumbrales las merchanas 24 tarragona

Pobla de mafumet, la

?

25 tarragona 26 tarragona

reus salou

els Antigons 1 Villa de la Burguera 4 Pont del Diable

1

tardoantiguo siglos V-VI d.c.

28 tarragona

tarragona

el Vinyet

1

tardorrepublicana

27 tarragona

29 tarragona 30 toledo

31 Valencia

32 Valencia

tarragona

Vila-seca i salou seseña

rotova

rotova

la canaleta

el Jardín

Polígono Industrial la sort

1

1

1

1

Bibliografía

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?

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Prevosti 2011: 440 y 443 (fotos)

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figura 11. Inventario de caleras hispanorromanas.

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luIs cArlos JuAn toVAr

BIBlIoGrAfÍA

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trinidad noGAles BAsArrAte, consejería de educación y cultura. Gobierno de extremadura Isabel roDà De llAnZA, universitat Autònoma de Barcelona, Institut català d’Arqueologia clàssica resumen: Visión evolutiva de la escultura romana en la Península Ibérica: desde la llegada de los modelos itálicos republicanos, su fusión con los patrones locales y su adaptación en los territorios carentes de una tradición plástica, pasando por el esplendor escultórico de los siglos altoimperiales, hasta iniciarse en los siglos III y IV d.c. un lento proceso de transformación en la plástica romana. la conquista e implantación del nuevo lenguaje escultórico, los siglos III-I a.c., determinado por los materiales locales y el dominio de los usos itálicos, con poca presencia de mármoles, trajo la creación de talleres locales bajo la férula de los talleres foráneos. el proceso urbanizador domina la acción de roma. A partir de la época julio-claudia se impone de manera masiva el mármol como soporte oficial de las imágenes, esenciales en el fenómeno oficial del culto imperial; tras la urbanización se van monumentalizando los grandes centros urbanos. son los momentos de gran efervescencia de los talleres escultóricos en todo el Imperio, consecuencia de la auténtica koiné mediterránea. la Península Ibérica mantiene los patrones acuñados en roma, pero también avanza en los tipos propios, adaptando de manera singular los modelos de la capital como es perceptible en los programas escultóricos oficiales de foros y teatros. tras la eclosión escultórica de los dos primeros siglos del Imperio, toda vez que la escultura tanto pública como privada era un fenómeno muy consolidado, comienzan las transformaciones del Bajo Imperio hacia un nuevo lenguaje iconográfico. la desmembración político-administrativa del Imperio supuso la ruptura de muchos circuitos comerciales, el abandono de canteras, la lenta evolución de las ciudades y sus espacios públicos, y el subsecuente cambio en la escultura.

summary: evolutionary vision of roman sculpture in the Iberian Peninsula: from the arrival of republican italic models, its merger with local employers and their adaptation in the territories lacking a tradition of plastic, through the sculptural splendor of the altoimperials centuries, to start a slow process of transformation in the roman plastic in the 3rd and 4th AD. the conquest and establishment of the new sculptural language, the centuries III-I Bc, determined by local materials and the dominance of italic applications, with little presence of marble, brought the creation of local workshops under the splint from the foreign workshops. the urbanisation process dominates the action of rome. the julio-claudian imposes massively marble as official support of images, essential in the official imperial cult phenomenon; after urbanization, cities became monumental. they are moments of great effervescence of the sculptural workshops throughout the empire, consequence of the authentic mediterranean koiné. the Iberian Peninsula maintains patterns coined in rome, but also advances in own types, uniquely adapting models of the capital as it is detectable in official sculptural programs of forums and theaters. After hatching sculpture of the first two centuries of the empire, all time that both private and public sculpture was a very consolidated phenomenon, they begin the transformation of the late Antiquity into a new iconographic language. the political-administrative break-up of the empire was the breakdown of many commercial circuits, abandoned quarries, the slow evolution of cities and their public spaces, and the subsequent change in sculpture.

Palabras clave: romanización, escultura hispano-romana, materiales y talleres escultóricos, evolución cronológica de los programas. Key words: romanization, hispano-roman sculpture, materials and sculptural workshops, chronological evolution of programs.

1 estudio integrado en el Proyecto regional PrI09A140 «Arte romano en extremadura I: creación de modelos en el occidente Peninsular», y en los Proyectos I+D nacionales HAr2009-08727 y HAr2011-25011.

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A partir de las obras pioneras de A. García y Bellido (1949) y de A. Balil (1977-1988) que ya en 1960 abordó la problemática de la plástica provincial hispana, el estudio de la escultura romana ha experimentado en los últimos años un notable incremento cualitativo y cuantitativo. se ha producido una adecuación a las tendencias de un análisis en profundidad que abarca todos y cada uno de sus aspectos dentro de un amplio abanico en el que caben planteamientos tanto arqueológicos como artísticos; de este modo se ha llegado a una interpretación más acertada no solo de la pieza en sí, sino de los diversos condicionantes y del contexto histórico en que surgió (Jiménez y rodà e.p.). esta línea ha cristalizado en numerosos trabajos recientes y en la celebración periódica de reuniones monográficas dedicadas a «la escultura romana en Hispania» la primera de las cuales se celebró en mérida en 1991, la segunda en tarragona en 1995 y la última, la séptima, celebrada en santiago de compostela-lugo en 2011 cuyas Actas se han publicado en 2013 (las respectivas ediciones corrieron a cargo de: nogales 1993; massó y sada 1996; león y nogales 2000; nogales y Gonçalves 2002; noguera y conde 2008; Abascal y cebrián 2010; Acuña, casal y González soutelo 2013). la serie española del CSIR ha puesto al día el vacío existente en la bibliografía peninsular, habida cuenta de que la parte portuguesa estaba editada (souza 1990); hoy la serie hispana cuenta ya con un elenco notable de ejemplares que van avanzando monográficamente en el análisis de la escultura peninsular (claveria 2001; Garriguet 2001; Baena y Beltrán 2002; Vidal 2005; Beltrán, García y rodríguez oliva 2006; noguera 2012). también cabe mencionar los nuevos enfoques que se han venido dando sobre la manera de afrontar el llamado «arte provincial», lejos ya de las concepciones peyorativas que han quedado denostadas para valorar, por un lado, la fuerza de los sustratos en las diferentes zonas y, por otro, el alto nivel de calidad al que llegaron muchos de los artesanos que trabajaron en las tres provincias hispánicas (león 1993; Vaquerizo y murillo 2006). en 2009 se celebró en mérida el XI Coloquio Internacional de Arte Romano provincial, centrado precisamente en «roma y las provincias: modelo y difusión» (nogales y rodà eds. 2011). Hasta no hace demasiados años, la escultura pasaba de una fase ibérica tardía a una fase romana altoimperial, con un enorme vacío dentro de la fase republicana a partir del 218 a.c. Hoy en día esta laguna va colmatándose progresivamente con una escultura que puede denominarse ibero-romana o romano-republicana de Hispania (Balil 1989; león 1981; Beltrán 2009; noguera y rodríguez oliva 2008) en la que no solo hallamos la fuerte impronta de roma sino también la infiltración de los elementos de raíz indígena, recreados no obstante en tiem-

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pos de la presencia romana en nuestra Península (olmos 1992; Aranegui et alii 1998; Almagro-Gorbea y moneo 2000; moneo 2003; Abad 2003; Jiménez y rodà e.p.). De esta manera, una notable serie de esculturas béticas se han reubicado en época republicana, con un intercambio bidireccional de influencias (Beltrán 2009; noguera y rodríguez oliva 2008; Jiménez 2011). cabe reconocer la primacía cronológica del relieve de minerva en la torre homónima de la primera muralla de Tarraco contemporánea de la primerísima implantación romana ―figura 1― (Grünhagen 1976-1977; Blech 1980). la escultura, ligada a las elites urbanas, reflejará las nuevas formas dentro de contextos que son una continuidad de los ibéricos (Abad 2003); basta observar las estatuas más recientes de el tolmo de minateda (Abad, Gutiérrez y sanz 1998), del santuario del cerro de los santos (noguera 1994) o bien los productos que, bajo una forma totalmente romana, encierran sendas inscripciones en lengua ibérica, como los célebres mosaicos de Andelos y caminreal (rodà 2013), o bien la estela descubierta en Iesso (Guissona) de aspecto y formulario romanos pero con escritura ibérica (Guitart et alii 1996; Pera 2003). esta auténtica koiné cultural se produjo con rapidez en el sur y el levante de la Península Ibérica, con una progresión más lenta pero constante hacia la meseta y el norte. en estas últimas zonas hay que advertir de un error frecuente que se continúa dando en nuestros estudios: la excesiva frecuencia con que se relacionan aspecto tosco y carácter indígena, distinción en la que se ha incidido en trabajos como los de f. marco (1978 y 1990) y J.A. Abásolo (1974, 1993 y 2005) para el mundo sobre todo de las estelas, en las que afloran trazas célticas, comunes por otra parte en otras muchas regiones del Imperio romano, como cisalpina o la Panonia en cuyas estelas, por ejemplo, es muy frecuente la alusión al banquete alrededor de una mensa tripes, como hallamos también en la iconografía de lara de los Infantes ―⁠Burgos― (cancela 1977). el conjunto de estelas de esta última localidad es muy significativo a este respecto, ya que largo tiempo fueron tenidas como exponente de la transparencia de los elementos indígenas y que hoy se interpretan como obras salidas de los talleres de Nova Augusta (Abásolo 2005 y 2008) ―⁠figura 2―⁠. tipologías similares de estelas funerarias, elaboradas en materiales locales como el granito, se expandieron por el occidente peninsular, reproduciendo fórmulas genuinamente romanizadas, como son los tipos emeritenses (edmondson, nogales y trillmich 2001; edmondson 1993), que hemos de imaginar generalmente estucadas para comprender su fisonomía final (nogales 2009a). en lo referente al cuadrante noroeste peninsular, se ha venido demostrando la continuidad de formas de trasfondo indígena dentro del ambiente de los castros (Acu-

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figura 1. torre y relieve de minerva, tarragona.

ña 1992 y 1993; Acuña y casal 2011; Acuña y rodríguez 2000), como mostrarían las estatuas llamadas de guerreros galaico-portugueses que presentan a veces inscripciones latinas (schattner 2003a; calo lourigo 2003; Alarcão 2003). también podríamos recordar como salidos de ambientes galaicos, integrados después en el mundo romano, los relieves conocidos como «pedras formosas» y el santuario rupestre de Bracara Augusta (Braga) que demuestra la monumentalización de un lugar de culto en el siglo I d.c. (Garrido, mar y martins 2008; rodríguez colmenero 2012b). en los ambientes urbanos y en las villas, la escultura reviste una apariencia mucho más romano-provincial, bien sea en su vertiente culta o plebeya. con ello se nos evidencia la adecuación de una plástica a dos grandes niveles, uno para una clientela romana o totalmente romanizada, y otro acorde con el mundo que supone la continuidad del sustrato indígena, pero en el que se filtra también la cultura romana. Para la escultura galaica hemos de tener en cuenta además que trabaja el duro material local, el omnipresente granito ―figura 3― (rodríguez colmenero 2012a), y que el mármol de Incio se emplea fundamentalmente en las producciones de lugo (Lucus Augusti), la capital del convento jurídico, aunque el estudio en curso de las canteras en Galicia, a cargo de A. Gutiérrez, s. González soutelo y H. royo, aportará sin duda interesantes nove-

figura 2. estela de lara de los Infantes (Abásolo 1974: 189). museo Arqueológico de Burgos.

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figura 3. estela de Adai. museo de lugo.

dades. cabe destacar también la abundancia en el noroeste, especialmente en el Conventus Bracarensis de estatuaria de bronce de pequeño formato (Acuña 1992, 1993 y 2004; Acuña y rodríguez 2000). en Lusitania, la región occidental más periférica que no se romanizará plenamente hasta bien entrado el reinado de Augusto, la penetración de la escultura supuso un proceso muy innovador, habida cuenta de que, a diferencia de otras regiones meridionales y orientales con mayor contacto con las tradiciones mediterráneas clásicas, no existía este sustrato precedente en el terreno de la expresión plástica (cerrillo y cruz 1993; nogales y Gonçalves 2004). Por ello, las grandes producciones escultóricas serán un fenómeno netamente urbano, y entre los grandes centros urbanos se producirán conexiones de talleres y modelos en los programas públicos. la capital provincial, Augusta Emerita, importará los modelos y servirá de receptor y difusor en el territorio provincial (nogales y Gonçalves 2004, 2008). Del mismo modo, los materiales empleados en este proceso de aculturación, con nuevos lenguajes plásticos, supondrán un cambio esencial para comprender talleres y circuitos de

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difusión de los mismos (nogales, Gonçalves y lapuente 2008; nogales 2011). Para entrar en estas difíciles cuestiones es conveniente prestar atención a la difusión de modelos, talleres, materiales y técnicas de trabajo, aspectos que constituyen el núcleo central de estas páginas. también es muy importante rastrear cuándo existe evidencia arqueológica de desechos de taller, como por ejemplo se ha constatado para el llamado foro provincial de Tarraco donde los restos de lascas de mármol lunense son una prueba contundente de la talla in situ (Aquilué 1993; Gutiérrez y rodà 2012). es lógico que las tres capitales provinciales, Augusta Emerita, Tarraco y Corduba, contaran con sus propios talleres (rodà 2009; león ed. 2009; nogales 2009b y 2011). en la rica Bética son, además, seguros los de Asido, Carmo e Italica (león 2009: 228-232). resulta fácil detectar talleres cuando se identifican materiales locales, pero la cuestión se hace más espinosa cuando los materiales son foráneos y no es válida la ecuación buena calidad, pieza importada y peor calidad, obra local. cabe siempre además plantearse la presencia de «maestranze» y la existencia de talleres itinerantes, un auténtico mercado común entre la capital roma y sus provincias (nogales y rodà 2011). Por otra parte, la epigrafía también nos aporta valiosas, aunque escasas, informaciones (cebrián 2000: 19-26). tenemos la firma de G. Aulus (figura 9) sobre los togados del programa estatuario del foro emeritense (trillmich 2006: 240-242; nogales 2009b: 472-473 y 2011: 665), la firma de Baliaricus en una escultura de osuna (Beltrán 2009b) y la referencia a p. publicius Fortunatus, de origen romano y liberto público de la Bética, que en una inscripción de córdoba de mediados del siglo II d.c. se menciona como marmorarius signuarius (Gimeno 1988: 26-27; CIL II, 2/7 301). con el fin de facilitar nuestra exposición, proponemos una división en seis grandes bloques cronológicos. el primero comprendería desde el año 218 a.c. hasta la época tardo-republicana; el segundo, la época augustea y julio-claudia; el tercero, la época flavia; el cuarto, la época antonina; el quinto, el siglo III; el sexto, los siglos IV y V, dentro de una visión evolutiva de las provincias hispanas (Andreu, cabrero y rodà eds. 2009). sIGlos II-I A.c.

Paralelamente a la expansión del dominio de roma y a la filtración de la cultura helenística, tiene lugar la consolidación de ciertos núcleos urbanos preexistentes cuyas elites locales se convierten en activos agentes de romanización. Pensemos también que en múltiples puntos

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de la costa mediterránea, las factorías fenicias y las colonias griegas habían abierto las puertas de los productos orientales y clásicos al mundo ibérico, y que en el sur peninsular la amalgama cultural previa a la romanización, y bajo el dominio púnico, era de una riqueza extraordinaria; podríamos aducir los casos, geográficamente extremos, de Carmo en sevilla y de Emporiae en Gerona. los materiales usados en esta época para la escultura son de extracción local, básicamente areniscas y lumaquelas, de calidad blanda y mediocre en muchos casos, que un estucado final polícromo debía disimular. Para la escultura romana no está documentado en esta época el uso escultórico del mármol. Piezas marmóreas realmente pioneras las constituyen los dos sarcófagos antropomorfos del museo de cádiz, pero se trata de piezas púnicas labradas en mármol, quizás de Paros, que próximamente nos proponemos someter a análisis. Por otra parte, piezas helenísticas del siglo II a.c. en mármol del Pentélico y de Paros son, por una parte el «Asclepio» de la ciudad griega de Emporion y el altar de mas castellar (Pontós), en su territorio (VV.AA. 1998 y 2007), relativamente escaso también en la propia roma, y menos aún podemos hablar del inicio de la explotación de canteras marmóreas peninsulares; hemos de pensar que en estos años, roma se está haciendo roma a la vez en la Península Ibérica y en la península itálica. la escultura de estos siglos corresponde más bien a contextos funerarios, pero se percibe en el siglo I a.c. un ansia de monumentalización; recordemos, por ejemplo, que Plinio nos dice que los trofeos de Pompeyo del año 71 a.c. (castellví, nolla y rodà dirs. 2008) estaban coronados por una imago suya y que en la fase republicana de diversas ciudades hallamos numerosas terracotas arquitectónicas con representación figurada que constituyen en muchos casos materiales de importación, como por ejemplo en Emporiae y Tarraco (ramos 1996: 209-215); en esta última ciudad, una antefija decorada con una cabeza radiada de Helios lleva la indicación mHlos, seguramente una marca de procedencia (ramos 1996: 211). los primeros materiales importados para la decoración escultórica parecen tener, pues, como soporte la terracota. Para el resto de las esculturas en piedra, hemos de hablar de obras hechas en la misma Península con materiales locales y no tenemos documentada con seguridad ninguna pieza de importación para esta época; lo que sí pueden ser foráneos son los modelos aunque los artesanos puedan ser incluso indígenas. el monumento funerario de malla (figura 4) o la minerva de tarragona (figura 1) son ejemplos preclaros de trasposición de una iconografía clásica de raigambre itálica, ejecutada quizás por manos originarias de la zona (rodà 1993 y 1998b; Grünhagen 1976-1977; Blech 1980).

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figura 4. monumento funerario de malla con la representación de Hércules, nesos y Deyanira. museo de malla.

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cabe mencionar el fuerte peso de los modelos itálicos que se prolongará en épocas sucesivas, hecho poco sorprendente si tenemos en cuenta la presencia de contingentes itálicos en la Península Ibérica. De todas maneras, no solo hemos de valorar este hecho, sino también la capacidad evolutiva y de adaptación del propio sustrato indígena: la romanización no solo la generan los propios itálicos sino que encuentra un aliado muy favorable dentro de la misma sociedad indígena. la acción de Julio césar en Hispania marcará los años finales de este primer período que hemos definido. muchas ciudades adquieren su estatuto en estos años que tienden el puente hacia el Principado; la época triunviral constituye el pasillo definitivo hacia el último cuarto del siglo I a.c. en el que Augusto y sus reformas, con el brazo ejecutor de su yerno Agripa, marcan profundamente la evolución de las tres Hispaniae. Dentro de este período final de las formas republicanas e inicio de las protoaugusteas se sitúan un buen número de piezas en piedras locales, normalmente correspondientes a monumentos funerarios, que representan a los difuntos togati o palliati y también a figuras femeninas vestidas (Baena 2009; claveria 2009). se ubican por lo general en la segunda mitad del siglo I a.c., pero continúa siendo motivo de polémica si corresponden en realidad todavía a la época republicana o ya a la pro-

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toimperial; en estos casos, más que una férrea adicción a la tipología, puede ser útil contemplar las diversas piezas en cada uno de los contextos en concreto, que pueden arrojar una nueva luz respecto a su cronología. Además de las series bien conocidas en diversas ciudades peninsulares, quisiéramos también traer a colación la estatua femenina tipo pudicitia hallada en el foro de pollentia (mallorca) que parece corresponder, por lo tanto, a un homenaje público dentro de una cronología relativamente alta ―⁠35-20 a.c.― (moreno y orfila 2012; moreno 2013). cabe distinguir, por otra parte, entre la creación iconográfica de un cierto tipo y su uso y difusión, que puede adentrarse en dataciones más recientes (claveria 2009; Koppel 2009). otra cuestión espinosa para estos mismos años (segunda mitad del siglo I a.c.) la constituyen los retratos que empiezan a hacerse frecuentes a partir de este momento. Pensamos que no cabe duda de la gestación de los tipos en época tardorepublicana (león 1980; rodà 1988; trillmich 1988; nogales 1997), pero hemos de ser muy prudentes sobre todo en el caso de los retratos elaborados en mármol, puesto que no podemos estar seguros de su aplicación escultórica en la Península en un momento anterior al tercer o cuarto decenio antes del cambio de era: el uso y generalización del mármol parecen relacionarse con la gran reestructuración emprendida por Augusto antes y después de la segunda fase de las guerras cántabras (nogales y Beltrán 2008; Álvarez et alii 2009). ÉPocA AuGusteA y JulIo-clAuDIA

Acabamos de mencionar las dificultades que supone para la escultura la atribución de determinadas piezas a la fase anterior o a la augustea, y que por el momento es mejor dejar en ocasiones un «final abierto», si es que los contextos arqueológicos no vienen en nuestra ayuda. Augusto es el gran artífice del nuevo lenguaje plástico que va a imponer a su época y a la de sus inmediatos sucesores, los Julio-claudios; un lenguaje plástico al servicio de la potenciación del nuevo sistema que afectará radicalmente tanto a los ámbitos públicos como a los privados (Garriguet 2001; schröder 2008). Impresionante nos resulta la organización de un aparato propagandístico de tal magnitud y eficacia al servicio del poder reinante (Zanker 1992). se buscan, y se encuentran, para atender a tal fin nuevas formas y, para dar vida a estos intereses, nuevos materiales que sean a su vez símbolo de la época que nace. Augusto lleva a cabo una auténtica «marmorización» de las ciudades del Imperio, según se vanagloria-

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ba él mismo para la ciudad de roma, que reconocía haber heredado de barro y dejaba revestida de mármol (Pensabene 1998). la Península no se sustrae a esta paulatina marmorización desde las fases iniciales a base de materiales locales (nogales 2003; rodà 2005; Gutiérrez 2009; Álvarez et alii 2009) el mármol, y sobre todo determinados tipos de mármol, serán el vehículo idóneo para transmitir la idea del poder imperial (Pensabene 2002). los augusteia o recintos de exaltación de la familia del emperador se forrarán con placas de marmor Numidicum (de chemtou, en túnez) y de marmor phrygium (de Afyon, turquía) cuyas tonalidades amarillentas y blanco-violáceas introducirán nuevos coloridos en la transmisión del mensaje ideológico (De nuccio, Pensabene y ungaro 2002). Para los retratos de Augusto se elegirán con cuidado los mejores mármoles blancos de Paros o bien de carrara, cuyas canteras entrarán en su fase de explotación y comercialización intensiva; en época republicana este preciado mármol itálico había tenido solo una aplicación limitada a un escaso radio de acción (Pensabene 2002). Así como la imagen del emperador se hace omnipresente en las ciudades del Imperio, bien sea a través de la escultura (niemeyer 1982; Garriguet 2001; Boschung 2002; schröder 2008), bien sea a través de las monedas con unos tipos iconográficos perfectamente definidos, los privados se sienten a su vez arrastrados por esta corriente de proliferación de imágenes y de esta manera se concentrará precisamente en esta época un alto porcentaje de las piezas conocidas dentro de la retratística (nogales 1997). en las zonas más romanizadas, o en aquellas en las que se quieren instalar nuevas ciudades, se llevan a cabo intensas prospecciones para dar con nuevas canteras de buenos materiales lapídeos (rodà 1994; nogales 2002; nogales y Beltrán 2008; Álvarez et alii 2009; Gutiérrez, lapuente y rodà 2012). Para Hispania podríamos destacar el caso de las canteras de estremoz en Portugal (fusco y mañas 2006; lamberto y caetano 2008) cuyo mármol resulta imprescindible para la monumentalización de Augusta Emerita (nogales, Gonçalves y lapuente 2008) y el caso de las canteras de Almadén de la Plata en sevilla (nogales y Beltrán eds. 2008) cuyo mármol blanco se usa para los edificios públicos de las ciudades del valle del Guadalquivir, con un radio de difusión que cada vez se nos muestra más amplio (Álvarez, cebrián y rodà 2008; Beltrán 2012). en otras zonas, que no poseen afloraciones de mármol, entran en funcionamiento canteras de otros materiales (a veces también marmora en el concepto romano); así, por ejemplo, tenemos el testimonio más antiguo por el momento de la explotación de la llamada «losa de ta-

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figura 5. Gupo estatuario de la basílica de Segobriga. museo de cuenca.

rifa» en el ara con relieves de trigueros, Huelva, hoy en el museo de sevilla (Beltrán 1986 y 1988; Gamer 1989: 234); Barcino (Barcelona) cuenta con una buena arenisca para la construcción y monumentalización de la ciudad augustea (Álvarez, mayer y rodà 1993; Blasco et alii 1993), y Dertosa (tortosa), Saetabis (Játiva) y Tarraco (tarragona) tienen documentada la explotación de sus respectivas calizas cretácicas a partir de la época augustea según los datos arqueológicos y epigráficos (Álvarez et alii 2009; rodà 2005). en la época augustea y julio-claudia se lleva a cabo la realización de ambiciosos programas iconográficos en el marco de los espacios públicos; los foros, las basílicas y los teatros serán el escenario idóneo para disponer auténticas galerías de efigies del emperador y su familia (Kiss 1975; Garriguet 2001; Boschung 2002). teatros y foros, como los de tarragona, Itálica e incluso ciudades de interior, como los casos excepcionales de Segobriga, Bilbilis y torreparedones (noguera 2012; cancela y martín-Bueno 2008; martín-Bueno, sáenz y Godoy 2013; márquez, morena y Ventura 2013), se poblarán de estatuas que constituirán un camino seguro para afirmar el poder establecido ―⁠figura 5― (fuchs 1987; trillmich 1982; ramallo 1999). Basílicas, como la de tarragona, han proporcionado también una buena muestra de un programa escultórico global de la familia julio-claudia, presidido incluso en este caso por la divinidad tutelar y ancestral, Venus, en la forma que Praxíteles creara para el santuario de cnidos (Koppel 1985a y b: 41-43; eadem 2000b). Ante este proceso de monumentalización de las ciudades, los personajes influyentes dentro de las elites se lanzan a su vez a patrocinar actos de evergetismo (melchor

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Gil 1994; Andreu 2004), en una línea iniciada ya a mediados del siglo I a.c. como observamos reiteradamente en Emporiae, por ejemplo (IRC III, 35 a 39; rodà 1996), y que tendrá su continuidad a lo largo del siglo II d.c. Por otra parte, como hemos indicado más arriba, los privados multiplican sus imágenes tanto en los espacios públicos como privados (nogales 1997 y 2001), siguiendo tan fielmente las directrices y modas emanadas del centro del poder que proliferan por doquier «livias», «octavias», «Agripinas» (trillmich 1982) que corresponden en realidad a retratos de personajes desconocidos, ansiosos de emular a los miembros de la familia imperial (Balty 1986 y 2006). Paradigma de este hecho pueden ser, por ejemplo la «octavia» o «livia» de una casa de Emporiae (Koppel 2012 y 2013: 151-153) y la llamada «livia» del museo de córdoba que, al ser tallada en una caliza blanda, se quiso relacionar en su día incluso con el arte ibérico de época tardía: en realidad se trata de una producción local dentro de las tendencias escultóricas protoimperiales (león 2001: 326-327) ―⁠figura 6―. como contrapartida, en época julio-claudia se producen retratos con originales peinados que denotan el arraigo a las modas locales; buen paradigma lo constituye la famosa «gitana» emeritense (trillmich 1988; nogales 1997: 62-64) y otros retratos béticos (león 1993) ―figura 7―⁠. un ejemplo de las oscilaciones que pueden darse cuando se intenta fechar los elementos escultóricos, puede constituirlo un monumento sobradamente conocido: el arco de Berà, en el ager de Tarraco. la inscripción que contiene, con la mención de lucio licinio sura, se había considerado hasta hace pocos años como prueba irrefutable de su pertenencia a la época del emperador trajano; la sagacidad y estudio en profundidad

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figura 6. retrato femenino. museo de córdoba.

figura 7. retrato conocido como «la Gitana». mnAr.

a partir de la tipología y rasgos estilísticos de los capiteles corintios que rematan las pilastras y también de la paleografía de la inscripción, llevó a X. Dupré (1994) a demostrar, pensamos que de manera rotunda, que todo

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el monumento fue construido en época augustea por parte de un licinio sura, antepasado directo y homónimo de quien sería el colaborador más directo del emperador trajano (figura 8). Para esta época hemos de mencionar el pleno funcionamiento de talleres escultóricos romanos en Hispania, bien sea de officinae de altísimo nivel como la de mérida (nogales 2009b y 2011) ―figura 9―, bien sea de officinae en las que se transparentan manos hispanas que siguen el dictado de las formas itálicas, tanto en materiales de extracción local como importados, también en la escultura arquitectónica (Domingo, Garrido y mar 2011). naturalmente, podemos hablar de talleres cuando poseemos series de esculturas y no piezas aisladas; un caso sintomático es el de Barcino, ciudad en la que, desde su misma fundación hacia el año 15 a.c., se empiezan a producir obras escultóricas labradas en la piedra arenisca de montjuïc y revestidas de estuco destinadas a los monumentos funerarios sobre las que se dispondrían en ocasiones retratos (figura 10) labrados en mármol de luni-carrara, importado en bruto para ser elaborado en un taller local, según parecen demostrar las numerosas cabezas de personajes desconocidos reutilizados en el opus caementicium de la muralla bajoimperial y que provendrían de las necrópolis urbanas (Balil 1964a y b; rodà 1980 y 1992; Gutiérrez y rodà 2012). Queda, por otra parte, siempre abierta la difícil cuestión de los talleres itinerantes o el radio de difusión de los productos de un taller o talleres en concreto (Koppel 2009; rodà 2009; nogales 2009b y 2011). uno de estos talleres es el localizado en la producción del forum emeritense con una serie de togados con la firma de Caius Aulus a los que hemos hecho referencia más arriba. Para Barcino, hemos podido rastrear un cierto radio de difusión hacia núcleos de la costa como Baetulo (Badalona) e Iluro (mataró) y también hacia el interior en Egara (terrassa) y siguiendo la vía romana del río congost que comunicaba Barcino y Auso (Vic) ―rodà 2009―⁠. ejemplo de la problemática de los talleres lo podrían constituir los de Tarraco, activos a partir más o menos del último tercio del siglo I a.c. Destacaron por su pronto uso del mármol, como demuestra el retrato de un desconocido en el museu nacional Arqueològic de tarragona (núm. inv. 467), fechado por e.m. Koppel en la segunda mitad del siglo I a.c. y muy próximo a los modelos republicanos (Koppel 1985b: 90-91; eadem 2009). Tarraco mantuvo en época romana unos intensos intercambios con Caesar Augusta (Zaragoza) y dichos intercambios encuentran también su reflejo en la escultura de la ciudad, desgraciadamente escasa. las mejores piezas de este momento las constituyen sin duda la estatua varonil hallada en la cloaca máxima, un togado acéfalo,

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figura 8. capiteles e inscripción del arco de Berà.

procedentes ambas seguramente de una ubicación originaria en el foro; más antigua, y también relacionable con el espacio forense, es la cabeza de Drusus minor para la que se ha propuesto una manufactura en un taller tarraconense (Koppel y rodà 2007: 113-115) ―figura 11―. una línea de investigación en la que debe profundizarse, especialmente para las etapas iniciales, es la que permite la determinación de los sustratos y el cruce de influencias diversas que se dan en cada tesela del mosaico de culturas que es la Península Ibérica en la Antigüedad a pesar del factor de uniformización que tiende a imponer la romanización, según ya hemos apuntado en las páginas introductorias. Así, por ejemplo, la influencia itálica, que se observa claramente en la fachada levantina con una difusión de tipos tan característicos como los altares decorados con cabezas de medusa (claveria 2008) o los monumentos funerarios decorados con friso dórico (Gutiérrez Behemerid 1990; Baena y Beltrán 2002: 109; clavería 2011; Garrido y rodà 2013), se diluye en otras zonas en las que surgen otras tendencias de signo diferente; hay que matizar incluso cuando se trata de influencias directas o bien pasadas por un tamiz intermedio, como puede ser el caso de la zona comprendida entre Barcino y Narbo Martius (rodà 2000), en sentido norte-sur, pero sin dejar de lado tampoco la posible circulación sur-norte.

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Para cerrar el comentario del período augusteo y julio-claudio, podríamos referirnos por último a la escultura destinada a la ornamentación doméstica, bien atestiguada en sus tipos pompeyanos (Dwyer 1982; neudecker 1988; Gazda 1991). Hemos visto cómo los privados multiplican su presencia en efigie en los paisajes urbanos; menos dispendiosos parecen mostrarse en cambio cuando se trata de invertir en la decoración de sus propias casas. es cierto que a partir de esta época empezaremos a tener piezas refinadas y de prestigio; el caso de las casas de Emporiae es especialmente relevante, ya que su mejor

figura 9. firma de G. Aulus. mnAr.

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figura 10. togado de piedra arenisca de montjuïc de Barcino. muHBA.

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momento decorativo, tanto pictórico como musivario y escultórico, parece concentrarse en la época del emperador Augusto (Koppel 2012 y 2013). De todas maneras, el derroche en el lujo de los ambientes cotidianos comenzará a estar a la orden del día y se intensificará a gran escala doblada la mitad del siglo I y a partir de la época flavia. la escultura decorativa protoimperial consistirá básicamente en piezas importadas, trabajadas por regla general en marmora (Peña 2009: 357-359), siendo especialmente abundantes los soportes de mesa que en algunos casos proceden de talleres de producción a gran escala, como las pequeñas hermas con cabezas dionisíacas en el preciado «giallo antico» o marmor Numidicum de chemtou, posiblemente elaboradas en roma, o incluso cabe plantearse su elaboración en talleres locales porque, de momento, no hay evidencia arqueológica de su talla en la antigua Simithu (Peña 2009). Procederían de talleres itálicos algunas piezas en las que tenemos probablemente marcas de ensamblaje o de posición, como el pie de mesa, de mármol pentélico, de la villa de can modolell, en el ager de Iluro ―mataró― (IRC I, núm. 92; Koppel y rodà 1996; rodà 1997b: 68). resulta muy difícil determinar para la escultura de ambientes domésticos su producción o no en talleres locales; la certeza completa la tenemos cuando se emplean materiales de la zona, como el ejemplo afortunado

figura 11. retrato de Drusus minor de Caesar Augusta. museo de Zaragoza.

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figura 12. Decoración arquitectónica del recinto de culto en el foro de Tarraco.

de los dos soportes de una misma mesa con motivos vegetales y cabezas de medusa procedentes de Barcino y labradas en piedra arenisca de montjuïc (Balil 1964: 150-151 y 1983: núm. 107); pero este caso es la excepción y no la regla, puesto que normalmente la escultura decorativa usa de materiales preciados de importación (Koppel 1993; rodríguez oliva 1993; Álvarez y nogales 1992-1993; nogales y creus 1999; noguera 2012). ÉPocA flAVIA

los tres decenios finales del siglo I d.c. están marcados por los miembros de una dinastía que, partiendo de la continuidad del Imperio, quiere romper con el ingrato recuerdo de los últimos tiempos de los Julio-claudios (Wegner 1966; rosso 2007; coarelli 2009; Zanker 2009). la escultura se convertirá, de nuevo, en vehículo para comunicar al pueblo romano la ideología propugnada. el escenario es el mismo: la ciudad romana, pero

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hay un notable cambio de decorado, tanto en lo que a remodelación de estructuras urbanas concierne, como a los elementos más concretos y puntuales. De este modo, surge una nueva Munigua (mulva) escenográfica y también una nueva Tarraco, por ejemplo; esta última se dota de los nuevos espacios públicos en la ciudad alta, dispuestos en terrazas (macias et alii 2007; mar et alii 2012), la superior de las cuales albergó el templo julio-claudio dedicado a Augusto. Para el programa escultórico, se vuelve a tomar como modelo el foro de Augusto en roma (ungaro 2011; la rocca 2011) ―figura 12―, como había sucedido años antes en mérida (trillmich 2007); los magníficos clípeos tarraconenses con cabeza de Júpiter-Amón, de cronología discutida, revelan manos distintas en su labra ejecutada en la propia ciudad según apuntan los deshechos de taller (Aquilué 1993; Pensabene 1993: núms. 85-93; idem 2005; Koppel 1990 y 2004; Gutiérrez y rodà 2012; mar et alii 2012: 352-359) y atestiguan la vigencia del modelo de gobierno instaurado por Augusto a pesar del desprestigio de algunos de sus sucesores, como calígula y nerón en especial.

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figura 13. Acrótera en forma de máscara trágica de Emporiae. mAc.

como había ocurrido ya en época augustea, los materiales lapídeos se convierten no solo en la materia prima sino en el emblema de una nueva etapa; por ello, junto a la continuidad de los mármoles imperiales explotados con anterioridad, se potencia la explotación a

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gran escala de marmora hispanos. Por ejemplo en este momento se experimenta el auge de las calizas cretácicas, como la de santa tecla en tarragona (Álvarez et alii 2009) y, sobre todo, el barroco «broccatello» o «jaspi de cinta» de tortosa (Dertosa), de intensas tonalidades rojizas y amarillas. constituye este «broccatello» un material preciado de amplia exportación ya que lo tenemos por el momento presente en la narbonense, roma y el norte de àfrica (mayer y rodà 1999; Álvarez et alii 2009; VV.AA. 2009). Pero estas calizas cretácicas son muy duras y poco aptas para la escultura, como se evidencia claramente en la acrótera en forma de máscara perteneciente a un monumento funerario de Emporiae esculpida en la caliza local, cuyas aristas traslucen las dificultades con las que topaba el artesano en estas ocasiones (Balil 1983: núm. 121) ―figura 13―. también la placa de «broccatello» de las letrinas de la villa de els munts en Altafulla con la silueta de un delfín evidencia el difícil trabajo del cincel sobre su superficie (rodà 1997b: 31; Álvarez et alii 2009: 79; VV.AA. 2009: 91) ―figura 14―. en cambio, estas diversas calizas locales resultan perfectas para la talla de bloques y pedestales que se convierten a partir de la época flavia en las basas más frecuentes de las estatuas de los foros de las ciudades (Alföldy 1979); hemos perdido la inmensa mayoría de estas estatuas, que hemos de suponer de bronce, pero sus basas nos han conservado el nombre de sus titulares, al tiempo que nos permiten tener una cierta idea de su

figura 14. silueta de un delfín en una placa de las letrinas de la villa de els munts. mnAt.

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abundancia y también del cambio decorativo en los foros que se poblarían en los años que median a partir del reinado de los flavios hasta el final de la época de los Antoninos de monumentos de este tipo, que suponen una novedad respecto a la ornamentación escultórica de la época julio-claudia. Por otra parte, y como era de esperar, continúa la omnipresencia de la imagen del emperador en los paisajes urbanos, pero con un sentido diverso ya que se trunca la idea de unos vínculos familiares con ascendencia divina, aunque continúa la calificación de divi para los emperadores que fueron merecedores de este reconocimiento. los teatros siguen siendo un escenario ideal para la representación del emperador, que aparece muchas veces con indumentaria militar en imponentes estatuas acorazadas. es cierto, aunque quizá se ha exagerado en este aspecto, que hay un retorno a formas de representación realista ostensibles en los retratos de los propios emperadores. Podríamos recordar como retrato hispano el de Domiciano de Mulva, labrado en mármol de Almadén de la Plata y obra, por lo tanto, local (Grünhagen 1986; león 2001: 294-297; león 2009: 221) ―figura 15―⁠. en un material mucho mas exótico y caro se había esculpido un pequeño retrato, muy probablemente también de Domiciano, procedente de Turiaso (tarazona) y conservado hoy en el museo de Bellas Artes zaragozano; esta pequeña cabeza se labró en el preciadísimo sardónice y, según la atractiva hipótesis de m. Beltrán (1984), habría representado la imagen de Domiciano y, después de su muerte y correspondiente damnatio memoriae, se habría retallado como una efigie del emperador Augusto. esta pieza nos introduce en una temática interesante y actual: la reelaboración de los retratos oficiales (león 1993). los privados continúan con su deseo de hacerse eco fiel de las modas del momento, aunque se constata un cierto descenso en la producción retratística. Auténtico furor hizo en su momento el peinado lucido por Julia, hija de tito, con su pantalla de caracolillos sobre la frente a modo de nido de abeja; un buen reflejo lo constituye sin duda el magnífico retrato de una dama desconocida de Emporiae que es uno de los mejores retratos privados en bronce entre los conocidos hasta ahora, conservando incluso la incrustación de los ojos (García y Bellido 1949: núm. 58; carreras coord. 2012: 108-109, núm. 112; Koppel 2012, 2013). como hemos dicho en el apartado anterior, el lujo en las casas de los privados se generaliza a partir de estos años; el punto de inflexión parece ser el inicio de la segunda mitad del siglo I, en los años finales de los Julio-claudios. el caso de las ciudades de Italia, sepultadas

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figura 15. retrato del emperador Domiciano de Mulva. museo Arqueológico de sevilla.

en el 79 d.c. por la erupción del Vesubio, parece ser muy significativo, puesto que la escultura decorativa se hallaba en su punto álgido en la fase final de Pompeya y Herculano (Dwyer 1982); los oscilla o relieves colgantes decorados por sus dos caras, generalmente con motivos dionisíacos, podrían ilustrar esta tendencia (Koppel 1986-1989), al tiempo que continuó la importación de pequeñas hermas en marmor de chemtou que ya hemos mencionado para la época anterior. el sIGlo II

el llamado siglo de los Antoninos, que durante mucho tiempo se consideró la época de oro del Imperio romano, se contempla más bien hoy como a cresta de la ola o el principio del fin, especialmente palpable a partir de los años del reinado de Adriano. De modo generalizado, podemos decir que en Hispania no repercutió demasiado el hecho de llegar al trono imperial personajes nacidos en la Península, pero localmente una ciudad se vio favorecida por un engrandecimiento inusitado que, si bien fue efímero, infirió de manera más que notable en su urbanismo y en su esplendor escultórico; nos referimos, naturalmente, a Itálica (león 1995; caballos 2010). el grandioso programa urbanístico que Adriano hizo llevar a cabo en Itálica se vio acompañado por una magnífica decoración escultórica que respondía a los modelos oficiales imperantes y a la iconografía ideal

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figura 16. mercurio de Itálica. museo Arqueológico de sevilla.

dentro de la más nítida tradición clásica (león 1995). Impresionante debía ser el coloso de trajano, posiblemente un acrolito, que presidía el edificio publicado como Traianeum; de él se ha conservado solo la uña y la falange de un dedo marmóreo y solo esta pequeña parte mide 30 centímetros (león 1988). Para ornamentar los nuevos espacios públicos, tanto de la «Nova Urbs» como los que se adecuaron en la «Vetus Urbs», se importaron esculturas espléndidas, hechas en muchos casos en mármol pario y próximas a los modelos originales griegos (león 1995). De esta manera podemos contemplar en las salas del museo de sevilla obras tan extraordinarias como las acéfalas de mercurio (figura 16) y de Venus, o las Dianas, réplicas exactas de un mismo modelo que P. león ha rastreado con sagacidad; realmente el conjunto escultórico de Itálica es excepcional dentro de la Península Ibérica por su calidad, número y concentración en un mismo momento cronológico (niemeyer 1982; león 1995, 2001 y 2009). la mayoría de estas esculturas serían importaciones de talleres de altísima calidad, como también lo serían algunas de las mejores copias de esculturas griegas del siglo V a.c., como la Amazona de Astigi (Écija) en mármol pentélico y réplica de la Amazona sciarra en una

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cronología adrianea (león 2008; rodríguez oliva 2009: 60-62, slavazzi 2011: 564). Junto a estas piezas tan magníficas, tenemos otras para las que se continúan usando los buenos mármoles de estremoz y de Almadén de la Plata o, incluso, para capiteles y elementos arquitectónicos con decoración esculpida (márquez 1993). m. cisneros (1988) identificó abundantes piezas béticas de mármol almeriense de macael, pero es este un aspecto que requiere mayor profundización y calma. cabe destacar para el siglo II el testimonio de algunos programas iconográficos muy completos que permiten dar una idea global de la decoración y no solo de sus retazos a partir de piezas aisladas. espléndidos son los de la schola del collegium fabrum de Tarraco (Koppel 1985 y 1988) que parece se completó dentro de la primera mitad del siglo II, y el programa de las termas de la suntuosa villa dels munts en Altafulla (Koppel 2000a; Koppel y rodà 2008). tanto en un caso como en otro es patente la fuerza de las tendencias de la época de Adriano, como puede verse en la minerva con casco de la schola o en la imagen de Antinoo dels munts. cabe también mencionar que los retratos tarraconenses de trajano, Adriano, marco Aurelio y lucio Vero parecen haber salido de talleres locales, trabajando mármoles blancos importados (Koppel 1985b: núms. 46-46, 124, 126; eadem 2002: 53; Gutiérrez y rodà 2012) ―figura 17―. en la Bética son muchas las villas con rica decoración escultórica, pero quizás sobresale entre ellas la de el ruedo (Almedinilla, córdoba) que entre finales del siglo I d.c. y el II se dotó de una importante serie escultórica hallada entre los niveles de escombro de los siglos IV-V d.c. que refleja una cuidada selección de componente dionisíaco en relación con la naturaleza (Vaquerizo y noguera 1997). Algunas de las esculturas están hechas en mármol de mijas (Beltrán y loza 2003) y saldrían por lo tanto de talleres locales, aunque se ha planteado también la posible elaboración en un taller cordubense para otras piezas marmóreas, como la cabeza femenina en relieve perteneciente a un sarcófago, hoy en el museo Arqueológico nacional (núm. inv. 2771). Abundantes en el siglo II d.c. fueron también los elementos decorativos de fuentes, tanto en lo referente a espacios públicos como privados (loza 1992 y 1993; Golda 1997). De la época adrianea parece datar una preciosa fuente de costoso «rosso antico», pieza de un taller foráneo con la representación de la loba y los gemelos (león 1995: 55-56). muy habituales para esta finalidad resultan las ninfas y los personajes del séquito de Baco, en especial los silenos y los sátiros, como el que procede de la misma Zaragoza y que dataría de época antonina avanzada (Koppel y rodà 2007: 120).

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figura 17. retratos de marco Aurelio y lucio Vero. mnAt.

el siglo II supone en Hispania todavía una continuidad y vigencia del retrato tanto público como privado, aunque empecemos a detectar ciertas corrientes de cambio a partir sobre todo de la época de Adriano. en primer lugar el incremento del ritual funerario de la inhumación ocasiona que en escultura triunfe un tipo de monumento funerario de lujo: el sarcófago que en su variante esculpida ofrece un buen soporte para el repertorio relivario que experimentará un proceso ascendente a lo largo de los siglos II y III, irrumpiendo con fuerza en los IV y V (claveria 2001; Vidal 2005; Beltrán, García y rodríguez oliva 2006). Para el siglo II se trata, por lo general, de sarcófagos importados de talleres romanos, pero hemos de constatar, sin embargo, que uno de los sarcófagos tarraconenses más antiguos es un producto salido de un taller local, puesto que la piedra lo es, con un sencillo esquema de guirnalda sostenida por dos putti que parece responder a los modelos de mediados del siglo II (claveria 2001: núm. 47) ―figura 18―, cronología próxima a la de otro sarcófago, en este caso infantil y de mármol, decorado también con guirnaldas de Granada (Beltrán 1999: 187-197; Beltrán, García y rodríguez oliva 2006: 181-183, Beltrán 2007: 233). Dentro del siglo II se incrementaría también en Tarraco la producción de cajas de sarcófagos decorados sencillamente con acanaladuras y campos de estrigilos que

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continuarán en épocas sucesivas (claveria 1996). también a este mismo momento corresponde el inicio de la talla de sarcófagos lisos en la Bética labrados en piedras locales e incluso en mármol de estremoz o de Almadén (Beltrán, García y rodríguez oliva 2006: 50). es curioso hacer resaltar la pronta difusión del uso del sarcófago en la sociedad de la costa de Hispania Citerior (claveria 2004) puesto que, además del ejemplo que acabamos de mencionar, un sarcófago con decoración de estrígiles, empotrado actualmente en el campanario de la catedral de san lorenzo de Génova, menciona en la cartela la dedicatoria a Gayo trócina onésimo por parte de su amigo lucio Pedanio urso, dos barcinonenses contemporáneos de lucio licinio segundo y que vivieron por lo tanto dentro de la primera mitad del siglo II (mayer y rodà 1983). es difícil saber si el sarcófago es de una necrópolis de Génova o fue transportado desde nuestras costas, y resulta prácticamente imposible proceder a un análisis de la piedra, ya que se encuentra a una altura considerable. sin embargo, hemos de constatar el interés del monumento en lo referente a la introducción y uso de este tipo de monumento funerario entre los habitantes del área comprendida entre Barcino y Tarraco. también detectamos otros cambios en la escultura funeraria, proliferando los bustos hasta la altura del diafragma, algunos de excelente factura, como las parejas

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figura 18. sarcófago decorado con guirnaldas de Tarraco. museu Diocesà de tarragona.

de desconocidos de Palencia (figura 19) o de Barcelona ―figura 20― (Amo 1996; Amo y Pérez 2006; rodà 1992), muy fieles a los modelos de Faustina minor y de los últimos Antoninos. Así como en el siglo I d.c. hicieron furor las modas adoptadas por las dos Agripinas, para el siglo II serán Faustina maior y Faustina minor, madre e hija también, quienes dictarán la imagen que seguirán con fidelidad miles de mujeres en toda la geografía del Imperio romano e Hispania, naturalmente, no será ninguna excepción. en Augusta Emerita constatamos un hecho significativo: la generalización de las estelas con el retrato en relieve de los difuntos, en detrimento de la escultura exenta que se dio con generosidad en el período augusteo dentro de la serie que t. nogales ha bautizado como «primera generación» de habitantes emeritenses (nogales 1997; edmondson, nogales y trillmich 2001). el sIGlo III

los cambios que observamos a lo largo del siglo II están en la base de la explicación del estado de cosas con que nos encontramos en Hispania a partir del reina-

do de los severos, la última dinastía que gobernó en la roma altoimperial. un hecho claro es que a partir de los últimos años del siglo II y comienzos del III parece esfumarse en la Península Ibérica la gran escultura exenta; no es que desaparezca en su totalidad pero sí es cierto que decrece de modo espectacular. ¿es correcto hablar de crisis?; creemos que es más acertado hablar de cambios que tienen sus raíces en la profunda transformación social. Hubo de haber un giro notable en los gustos, y también es lógico suponer un cierto cansancio ante tanta acumulación de estatuas en los espacios públicos, en las casas, en las necrópolis; las imágenes habían quedado vacías de contenido y de mensaje, anacrónicas y, en muchos casos también, su aspecto debía ser decrépito. la drástica disminución en la escultura hispánica de bulto redondo tiene que relacionarse también con la que se produce en el número de las inscripciones puesto que se rarifican a partir del mismo momento los pedestales que servían de soporte a las estatuas en los foros de las diversas ciudades, sobre todo los pedestales de magistrados o de personajes privados. es cierto que, si hacemos el cómputo de los pedestales posteriores al año 200, ello nos dará una idea de las esculturas que se han perdido,

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figura 19. Pareja de retratos de Palencia. museo de Palencia.

figura 20. Pareja de dos personajes desconocidos de Barcino. muHBA.

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figura 21. ninfa del teatro de Itálica. museo Arqueológico de sevilla.

pero con todo la suma total es de una aplastante inferioridad respecto a lo que conocemos para los siglos I y II. otra cuestión importante es el papel de las villae hispanas de los siglos III y IV como centros receptores de una producción escultórica asociada a estas élites bajoimperiales de las provincias (Álvarez y nogales 1993; nogales y creus 1999). con todo, no deja de haber piezas notables tanto en bronce como en mármol; buenos ejemplos los constituyen el retrato de Periate, instalado sobre un cuerpo togado de mediados del siglo I d.c. (VV.AA. 1990: 186, núm. 43; claveria y Koppel 2007: 256-257, Baena 2009: 249-250) y el busto masculino procedente de la villa romana de la majona, en el museo de Badajoz (nogales y creus 1999: 511-516; nogales 2006: 426, fig. 7a), obra de elevado nivel de calidad que siempre hemos asociado a un taller de la capital provincial, buen conocedor de los modelos de la Urbs. Debemos reseñar también los ejemplos de las villas romanas de Quinta das longas (nogales, carvalho y Almeida 2002) y els munts (Koppel 2000a) como dos notables centros que, entre los siglos II y IV nos presentan un claro panorama al respecto de la «descentralización» de los talleres desde las urbes a la periferia rural en la que se insertan estas villae. Por otra parte, va en aumento el número de sarcófagos y se diversifican las zonas de importación ya que, además de las piezas importadas de los talleres de la ciudad de roma, tenemos para la primera parte del siglo III algunas piezas áticas, entre las que destaca con luz propia el famoso sarcófago de Hipólito de tarragona (claveria 2001: núm. 22). el taller local de Tarraco sigue con la producción de sarcófagos acanalados que ya habíamos comentado en el apartado anterior, y otros talleres hispánicos continúan también con la elaboración de materiales decorativos,

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como el de Colonia patricia del que parece haber salido, por ejemplo, la divinidad fluvial de córdoba (Peña 2009: 358). con todo, el caso más sintomático lo tenemos en Itálica, donde una inscripción de época severa nos informa de la actividad de una statio serrariorum Augustorum, es decir un taller imperial de serradores de mármoles que se ubicaría extramuros antes de llegar al monasterio de san Isidro (González 1991: 390; rodà 1997a). en la «Nova Urbs», en una de las tabernae de la cañada Honda, se halló el taller de un modesto artesano que usaba como materia prima para sus producciones de revestimiento arquitectónico los mármoles que habían decorado en su día el trajaneo y que, a principios del siglo III, se hallaba ya en estado de abandono (rodà 1997a). también en Itálica, pero en la «Vetus Urbs», sabemos de una redecoración escultórica del teatro en tiempos de los severos; la preciosa ara hexagonal de Cocceius (museo Arqueológico de sevilla) en mármol con decoración figurada lo atestigua (Gamer 1989: se 38; González 1991: 392; rodà 1997a) y seguramente en este mismo momento, o en unos años inmediatos, se situaron en el teatro las estatuas de dos ninfas, reelaboradas sobre la imagen de dos togados que se amortizaron a tal fin (león 1995: 56-58; fernández 2004: 266-267) (figura 21). Aunque no sea en modo alguno exclusivo de este período, sí es cierto que observamos a partir del siglo III otro hecho evidente: el progresivo incremento de la reutilización de materiales lapídeos. Hemos de tener en cuenta por una parte el valor intrínseco de dichos materiales y la disminución progresiva del ritmo de explotación de las canteras que llevaría en años venideros al cierre de muchas de ellas, pero también no hemos de menospreciar el valor ideológico que podía tener en muchos casos una reutilización al integrar en nuevos monumentos obras de prestigio indudable y de acreditada solera.

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sIGlos IV-V

Quinta das longas, junto a Valdetorres de Jarama (caballero 1985; castellano 2004: 271-273) concentra numerosos materiales importados de los talleres del círculo de Afrodisias en pleno siglo IV (nogales 2009b y 2011), talleres que debían capitalizar en esta centuria buena parte de la demanda de esta exigente clientela peninsular (figura 22). es un importante dato al respecto de talleres, circuitos y modelos de producción escultórica en los confines del Imperio, cuando la producción marmórea empieza a toparse con dificultades para el abastecimiento aunque cabe destacar que, precisamente para Afrodisias, se han localizado unas nuevas canteras hasta hace poco desconocidas (Bruno et alii 2012); serán estos talleres foráneos los que marcarán una transición a la tardoantigüedad (nogales 2013). los últimos decenios del siglo III, la época tetrárquica y el inicio del siglo IV suponen para la escultura en Hispania el decidido triunfo de los sarcófagos como monumento funerario de lujo y costoso precio, con una progresiva introducción de los temas derivados de la iconografía cristiana. será aplastante la mayoría de las importaciones de talleres romanos que emplean en numerosas ocasiones mármol de Proconeso ―mármara, turquía― (mostalac 1994; sotomayor 1973 y 1975; rodà 2001 y 2002; claveria 2001; Beltrán, García y rodríguez oliva 2006). Junto a ello, la cuestión de los talleres locales que también ha tratado de identificar s. Vidal (2005) y que se va precisando gracias al aumento de las analíticas a las que se someten las piezas. De esta manera, recientemente se ha

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podido identificar el mármol de un fragmento de sarcófago de la villa de carranque (toledo) como procedente de las canteras de estremoz, que ha permitido introducir el tema de un taller de alta calidad en funcionamiento en las últimas décadas del siglo IV d.c. (fernández ochoa et alii 2011). ciertas piezas, en cambio, concentran más dudas, como las suscitadas por el sarcófago de susana en la iglesia de san félix de Gerona que para nosotros es decididamente una manufactura de un taller urbano (Amich 2000: 52-56; rodà 2007). Queda fuera de toda duda el taller local de la Bureba (Burgos), al que dedicara sendos trabajos H. schlunk (1965) y se están sometiendo a revisión piezas del noroeste hispánico, en especial el famoso sarcófago de Ithacius de la catedral de oviedo (Vidal 2007). una investigación llevada a cabo hace unos años permitió desmontar la idea de que en tarragona estuviera en funcionamiento en esta época, y en especial hacia el 400 d.c., un taller que producía sarcófagos en la piedra caliza local que parecían reflejar una gran influencia africana. el análisis mediante microscopio petrográfico y lámina delgada permitió comprobar, con toda seguridad, que los sarcófagos de la necrópolis tarraconense eran en realidad importaciones directas de cartago (figura 23) y que la piedra utilizada no era caliza de tarragona sino el «kadel», una biosparita explotada en Hammam lif, en las proximidades de la antigua capital púnica (rodà 1990a, 1990b, 1998b y 2012; claveria, moro y rodà 2008; claveria y rodà 2013). la técnica en este caso ha venido en ayuda de la correcta interpretación de la procedencia de estas producciones de sarcófagos que resulta muy lógica si tenemos en cuenta, por otro lado, el «aspecto africano» de mu-

figura 22. en los extremos, esculturas en mármol blanco de Quinta das longas (museo nacional de Arqueología, lisboa) y en el centro, gigante de Valdetorres de Jarama (mAn).

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figura 23. sarcófago de los Apóstoles de Tarraco. museu i necròpolis Paleocristians de tarragona.

chos mosaicos contemporáneos y, sobre todo, que a las costas tarraconenses llegaron hasta el siglo VII d.c. ingentes cantidades de cerámicas de mesa conocidas como africanas D; en este contexto cultural, la importación de sarcófagos totalmente elaborados en talleres cartagineses es un dato más para reforzar la relevancia de la comercialización y expansión de los productos del norte de África; en muchos casos compartirían una carga mixta en los barcos que zarpaban del puerto de cartago. es evidente que estos siglos finales del Imperio suponen la auténtica transformación de los conceptos iconográficos altoimperiales. las producciones de este momento en mutación son un reflejo de la sociedad de un tiempo de cambio (nogales 2013). como nos hemos propuesto detener nuestro discurso en los albores del siglo V d.c., creemos que ha llegado el momento de cerrar estas páginas que han preten-

dido mostrar a vista de pájaro un panorama global sobre las producciones escultóricas manufacturadas por los artesanos en talleres locales o foráneos, aspectos que se trataron bajo un prisma pionero en un ya lejano congreso del año 1983 celebrado en rennes (Barral 1987) y a los que también, en la propia mérida, se ha venido prestando una reiterada atención (VV.AA. 1994; nogales ed. 2002). Del interés suscitado a nivel internacional es una buena prueba el hecho de que en el año 2007 el congreso bienal sobre Arte Provincial romano reflexionara en torno a esta problemática (Gaggadis-robin et alii eds. 2009); también lo es que uno de los últimos suplementos del Journal of Roman Archaeology se haya centrado en esta temática (Kristensen y Poulsen eds. 2012). Por ello, hemos de celebrar la organización de la reunión que nos ocupa que, con criterios del siglo XXI, entra de manera amplia en el mundo de los artesanos en sus múltiples facetas.

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Artifices Idoneos: artesanos, talleres y manufacturas en Hispania. reunión científica, mérida (Badajoz, españa), 25-26 de octubre, 2012.

lA DecorAcIÓn PIntADA en lA HISpANIA romAnA: ArtesAnos y tAlleres carmen GuIrAl PeleGrÍn, universidad nacional de educación a Distancia (uneD)

resumen: Planteamos el estado actual sobre los estudios de los artesanos dedicados a la decoración parietal, los talleres y los cuadernos de modelos. el estudio de la pintura de la Hispania romana ha permitido la identificación de una firma de pintor y dos inscripciones nos informan sobre la actividad anónima de estos artesanos. también se han podido reconocer talleres en un mismo edificio, en un centro urbano y en una región, estableciendo la posibilidad de su origen itálico o su formación autóctona.

summary: We consider the current condition on the studies of the craftsmen dedicated to the parietal decoration, the workshops and the pattern books. the study of the roman spain painting has allowed the identification of a painter’s signature and two inscriptions, of anonymous form, related to the activity of these craftsmen. Also workshops in the same building have been identified, in an urban center and in a region, providing the possibility of their italic origin or autochthonous formation.

Palabras clave: pintura, estuco, cuadernos de modelos, comitentes, talleres. Bilbilis, Carthago Nova, Emerita Augusta, Glanum, Sisapo, villa dels munts. Key words: painting, stucco, pattern books, patrons, decorators’teams. Bilbilis, Carthago Nova, Emerita Augusta, Glanum, Sisapo, villa dels munts.

la aparición de una pintura romana en una excavación arqueológica o su contemplación in situ provoca siempre una cierta admiración, tanto por los elementos decorativos como por la técnica, que ha permitido la conservación de un material frágil y deleznable. esta admiración inicial está acompañada por una serie de preguntas: la técnica, que incluye las formas de realización del trabajo y los materiales utilizados,1 los talleres, la consideramos que los contenidos de esta contribución no deben incidir en la técnica de la pintura romana, que ha sido objeto de numerosos estudios desde el descubrimiento de las pinturas de roma y la campania. en relación al tema, seleccionamos algunos estudios de referencia: Abad casal 1982a; Augusti 1957; Barbet y Allag 1972; Bearat, fuchs, maggetti y Paumier (eds.) 1997; frizot 1975 y 1977; Barbet (avec la collaboration de c. Allag) 1997: 11-64; meyer-Graft 1993 y croisille 2005: 284-292. 1

condición social y el salario de los artesanos y la consideración de los pintores ¿artistas o artesanos? las fuentes escritas y arqueológicas deberían dar respuesta a esta batería de preguntas y aunque nos aportan una copiosa información, esta es mucho menor de lo que desearíamos los estudiosos de la pintura romana. retomamos las palabras escritas por el profesor A. Balil en relación al musivarius: «creemos que existe en cuanto conocemos su producción no en cuanto le conocemos a él» (Balil 1986: 144). A pesar de la escasez de información, los decoradores parietales debieron constituir un grupo muy numeroso que trabajaba en equipo ya que la pintura mural, en el mundo romano, no es una muestra de suntuosidad y ostentación, sino el enlucido final de la arquitectura, sin que esta afirmación niegue, en absoluto, el valor de las decoraciones como lenguaje transmisor de la cultura, ideología y formas de vida del pro-

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pietario, ni tampoco como elemento identificador del uso funcional de los espacios. los restos conservados no deben entenderse como obras de arte, por lo que sus creadores tampoco son artistas, sino artesanos que, salvo escasísimas excepciones, realizaban su trabajo sin necesidad de estampar su firma. la pintura, al igual que el resto de las manifestaciones arquitectónico-decorativas, era una actividad anónima y poco apreciada, generalmente en manos de las gentes de los estratos inferiores de la sociedad. DecorADores, tAlleres y cuADernos De moDelos: ImPrecIsIones, contrADIccIones y DIscusIÓn

la imprecisión y, en algunas ocasiones, la confusión que se desprende de los términos utilizados por las fuentes antiguas y la bibliografía reciente,2 nos conduce a realizar una breve exposición sobre los términos con los que los escritores clásicos designaban a los decoradores. A los artesanos de la pintura se les conoce bajo el término general de pictores y así aparecen en las fuentes escritas y en los restos epigráficos, pero dependiendo de su especialización reciben uno u otro apelativo. conocemos al pictor scaenarius que se identifica como el artesano dedicado a las decoraciones teatrales; el quadrigularius, encargado de policromar los carros; el pictor coronarius debía dedicarse a pintar las cornisas y el colorator podría ser el artesano dedicado a aplicar los colores de fondo. Junto a los pintores hallamos a los dealbatores que, según Vitrubio (VII, 4, 3), eran aquellos que blanqueaban las paredes con una capa de cal líquida.3 es en el edicto de Diocleciano donde se expone una cierta especialización entre estos artesanos; se citan a los pictores imaginarii y a los parietarii que debían tener distintas atribuciones ya que reciben salarios notablemente diferentes. mientras los primeros perciben 150 denarios por día, los emolumentos de los segundos se reducen a 75. tradicionalmente se ha atomizado su trabajo, considerando que el pictor parietarius era el pintor decorador, es decir aquel que ejecutaba la ornamentación general de la pared (fondos, motivos, figuras de segundo orden); mientras que el imaginarius se dedicaba a las decoraciones figuradas ya fueran en forma de cuadros o de escenas aisladas; sin embargo consideramos 2 sobre la terminología véase calabi limentani 1965; Blanc 1983; eristov 1987: 116-117 y Allag 2010: 210-211. 3 un resumen sobre pintores y estucadores, sus técnicas de trabajo y su condición social en Guiral Pelegrín y mostalac carrillo 1994.

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más probable, tal y como afirman otros autores, que su actividad se centre en los retratos pintados sobre tela, madera, mármol o marfil (Gorm Andersen 1985: 113; Allag 2010: 211). Además de los mencionados, existen otros nombres de artesanos relacionados con la decoración parietal cuyas atribuciones son, sin embargo, más confusas.4 el tector en Vitrubio (VII, 3, 10) aparece como el técnico que aplica el opus tectorium (enlucido), sin embargo, el mismo autor lo cita en otras ocasiones como aquel que utiliza ciertos colores (VII, 10, 12); por lo tanto el tector, de acuerdo al texto vitrubiano, podría asumir las funciones de pintor y enlucidor en sus actividades más simples y menos especializadas. sin embargo ya en el siglo II, el término se asocia al de pictor en la famosa inscripción de tarragona (CIL II, 4085),5 de lo que se desprende que realizaban trabajos diferentes, por lo que el tector puede asimilarse a un estucador ya que parece extraño que el dedicante cite a los simples enlucidores y se estima más bien que el trabajo de ambos esté considerado en el mismo plano. es probable que este artesano acumule distintas funciones básicas en el revestimiento de las paredes: aplicar el enlucido, los colores de fondo y moldear las cornisas (Blanc 1983: 864). el revestimiento pintado estaba siempre acompañado de decoraciones en relieve realizadas en estuco, por lo que también existieron artesanos especialistas en esta actividad que, como acabamos de exponer, también podían realizar los tectores en sus manifestaciones más simples. Bajo el nombre de albarium se conoce el enlucido trabajado en relieve, por lo que el albarius sería el encargado de realizarlo. Para n. Blanc (1983: 866-870) el término se generaliza cuando el estuco deja de ser un complemento de la pintura para convertirse en una decoración aislada, lo que sucede en época augustea. en los documentos tardíos la especialización es cada vez mayor. en el edicto de Diocleciano se citan los plastes imaginarius, seguidos de los reliqui plastae gypsarii, que tenían un salario menor y que debían realizar cornisas y casetones, mientras que los plastes imaginarii modelaban personajes y escenas figuradas sobre techos y paredes. el edicto de Diocleciano es el único texto en el que se especifica una diferenciación entre los pintores o estucadores de las decoraciones figuradas del resto, por lo que puede pensarse que el apelativo es una creación burocrática con el único fin de diferenciar los salarios que 4 Para las acepciones referentes a los estucadores que a continuación se describen, seguimos el estudio de Blanc 1983. 5 Para un análisis detallado, véase la obra de Gimeno 1988: 33-34.

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Anejos de AEspA lXXI lA DecorAcIÓn PIntADA en lA HISpANIA romAnA: ArtesAnos y tAlleres

figura 1. estela de sens (foto Barbet) y dibujo de la estela (Adam 1989: fig. 522).

seguramente percibirían unos y otros, ya que en la epigrafía solo se constata la profesión de tector, albarius, gypsarius y pictor sin ningún otro apelativo. Aunque las fuentes escritas nos ofrecen una gran pluralidad de términos, sus funciones no están claramente definidas; en opinión de c. Allag (2010: 211) es muy difícil considerar que los roles en la ejecución de la decoración de una pared sean tan estrictos, y podemos pensar que un solo artesano podía pintar y realizar las cornisas, tal y como se deduce de las muchas paredes donde pintura y estuco aparecen unidos. tradicionalmente admitido, el término taller de pintores ha sido objeto de una amplia polémica, tras la discrepancia de P. Allison (1995) en relación al uso del vocablo para definir a los grupos de decoradores trabajando en una obra concreta. Aunque no hay fuentes escritas que nos informen sobre la existencia de officinae pictores, parece evidente que existía una praxis que debía desarrollarse para obtener un buen resultado y que se basaba en criterios de eficiencia y funcionalidad: tectores y pictores debían trabajar «codo a codo» para ejecutar una pintura al fresco ya que así lo obliga la técnica. en una decoración parietal trabajaban dos sectores artesanales distintos: los que enlucían la pared y la preparaban para recibir la decoración y los pictores que la llevaban a cabo (lepore 1991-93: 162). Del funcionamiento de estos equipos apenas conocemos nada, únicamente la estela de sens6 nos ofrece las características de uno de estos grupos (figura 1); así observamos que existe un artesano que prepara el morla estela de sens ha sido objeto de distintas interpretaciones: uffler 1971; Blanc 1983: 896-897; lepore 1991-1993: 161-163; Barbet (coll. Allag) 1997: 16; Bragantini 2004: 131; Allag 2010: 214-215.

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tero y sobre el andamio, otro que lo aplica, ―si bien también se interpreta como un estucador, a tenor de las incisiones que parecen marcar el lugar de la cornisa (Blanc 1983: 987)―, un pintor en plena tarea y un cuarto personaje que, sentado, parece consultar un volumen y podría interpretarse como el patrón de la empresa, representado en su función más noble, la de creador de la decoración y coordinador de su ejecución. todo ello nos conduce a pensar en grupos de artesanos con distinto grado de especialización y que, debido a las peculiares características de la pintura al fresco, debían trabajar en perfecta sintonía. las tareas están además jerarquizadas por la vestimenta: los artesanos que trabajan el mortero se cubren con una corta túnica, mientras que un manto cubre al pintor y al hipotético redemptor, si bien no parece indicar una diferencia social, sino más bien producto de las necesidades físicas que implican los distintos trabajos (Blanc 1983: 987; Allag 2010: 215). Para definir a estos grupos se ha aceptado de forma tradicional el uso de la palabra taller, workshop, atelier o bottega, pero en los últimos años ha surgido un debate tanto relacionado con el uso del término como con la composición de estas organizaciones artesanales. Por un lado, la perspectiva tradicional aboga por la continuidad del uso de la palabra taller. el diccionario de la rAe define la palabra taller, como «el lugar en que se trabaja una obra de manos o el conjunto de colaboradores de un maestro». Hasta el momento no se ha documentado arqueológicamente este tipo de lugares, ya que los artesanos dedicados a la pintura mural no necesitaban un espacio concreto para la ejecución de sus obras, que se realizaban in situ; por lo tanto, la palabra se aplica de forma errónea, al menos en castellano y en inglés, puesto que el italiano y el francés recogen la acepción de grupos de personas que ejecutan una acti-

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vidad manual común. si admitimos el uso, comúnmente establecido del término taller, debemos tener en cuenta que se emplea para definir un grupo de personas que trabajan en una prestación de obra, por lo tanto no hay implicaciones semánticas y tampoco artísticas, derivadas de la concepción de los talleres medievales y renacentistas que gravitan en torno a un artista principal, mientras que en la pintura romana el trabajo del pictor es la intervención final (scagliarini corlàita 1995: 175). Por otro lado, está la perspectiva liderada por P. Allison (1995) que cuenta, realmente, con escasa repercusión y no pocas críticas,7 y que denomina a estos grupos de artesanos encargados de la ejecución de las pinturas Decorators’ Teams, hipotetizando con la movilidad de los artesanos que se unían para la decoración de una casa concreta, pero entre los que no existían otro tipo de vínculos. eran por lo tanto, estructuras móviles, en las que se agregaban cada cierto tiempo especialistas de distinta competencia y de diverso nivel, dependiendo de las exigencias del trabajo que se iba a realizar. la compleja labor que requiere la decoración pictórica hace que la mayor parte de los estudiosos consideremos, cuanto menos, muy complicada la admisión de esta posibilidad. Pintar una casa requería una organización estable, compleja y se debían afrontar los siguientes problemas:

- el enlucido, que se seca rápidamente en la pared, impone a los artesanos que no actúen de forma aislada, sino con un esquema organizado en el que la decoración estuviese prevista en el momento de comenzar el trabajo. - la adquisición de colores, su preparación, la posesión de instrumentos y utensilios, algunos de ellos costosos, requerían una continuidad del trabajo. - las variaciones de temas ya sean figurativos o simplemente decorativos llevaba consigo la adquisición de modelos, cartones, esquemas compositivos, que debían ciertamente circular, pero en ambientes especializados (Varone 1995: 174). Aunque este tema es también objeto de debate que abordaremos, aunque brevemente, a continuación.

todos estos aspectos se relacionan claramente con una estructura organizativa compleja, aunque tampoco debe descartarse que, en momentos determinados, se contratasen a ciertos artesanos para trabajos concretos, pero esto no excluye la existencia de talleres como estructuras esenciales. 7 Véase la discusión que sigue a las intervenciones de Allison (1995: 109) y de Peters y moormann (1995: 174-175).

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Aunque la existencia de las officinae pictores parece evidente, no se conocen testimonios escritos sobre ellas, por lo que cualquier exposición sobre el tema sigue basándose en meras intuiciones derivadas del análisis de los restos pictóricos, ya que no se han localizado en Pompeya ninguno de los locales utilizados como sede de estos posibles talleres, quizás porque su instrumentum es muy escaso y se trabajaba en casa del cliente.8 Además en los programas electorales de la citada ciudad tampoco se ha encontrado ninguna alusión a posibles corporaciones (la rocca y De Vos 1976: 63). Al profundizar en el estudio de la pintura romana, lo primero que llama la atención es la inexistencia de dos paredes iguales; existen algunos motivos ornamentales y figuras aisladas que se repiten e incluso la temática de algunas representaciones figuradas, sin embargo, jamás son idénticas ni presentan la misma composición.9 esta repetición de motivos ha llevado a pensar en la existencia de «cuadernos de modelos» que pudieran contener, al menos, los prototipos de las figuras, que el pintor combinaría según su propio gusto o el del cliente, y un completo repertorio de esquemas iconográficos (ling 1991: 217-219). la observación de las pinturas conservadas permite concluir que las proporciones, el tamaño y los colores no son nunca constantes en un arquetipo, por lo tanto lo que parece copiarse es el esquema, de forma que los libros no contendrían escenas, sino figuras aisladas que el pintor combinaría atendiendo a la opinión de su cliente (Gorm Andersen 1985: 118). Parece evidente que era el comitente quien determinaba la decoración y los materiales que se iban a utilizar y ello se hacía mediante un contrato, locatio operis faciundi, que une al dominus con el redemptor, director y responsable de los trabajos, y que además es quien debe aportar útiles y materiales, con la excepción de algunos colores que, por su alto precio, debía suministrar el propio comitente (croisille 2005: 294). Algunos autores (ling 1991: 219) consideran que la transmisión de estos modelos pudo realizarse también a través de los textos con ilustraciones, como son los dramas o las comedias; sin embargo no hay que olvidar, como justamente advierte A. Balil (1986: 148), la escasez de circulación de los textos figurados en la Antigüedad, que no eran ediciones de uso común. tampoco se debe sobrevalorar la existencia de estos libros de mode-

los locales hallados en Pompeya, en vía stabiana, se interpretan como talleres para la fabricación y venta de pigmentos, más que como sede de un taller de pintores (castiglione morelli y Vitale 1989: 205-208). 9 sobre la trasmisión iconográfica en la Antigüedad, véase el excelente estudio de f. Guedini (1997). 8

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figura 2. techo de la tumba de Postumio (carmona) (Bonsor 1931: lám. lXVII) y titulus pictus (García y Bellido 1995: fig. d).

los ya que, en ausencia de un copyright, las imitaciones pudieron ser muy abundantes y los pintores pudieron copiarse unos a otros, si bien no debió ser una práctica muy generalizada ya que solo serviría para las pinturas de edificios públicos o cuando se redecoraba una casa, momento en el que los pintores tendrían oportunidad de copiar las anteriores (Gorm Andersen 1985: 119). Admitiendo las hipótesis enunciadas podemos afirmar que en la pintura romana no existe la creación, pero tampoco es una labor de copista y lo que se realiza es una recreación personal de los prototipos existentes, ya sea en libros de modelos o en las pinturas ya ejecutadas. el concepto de pintor, autorizado a dar una transcripción personal del cuadro, revela una concepción diferente a la nuestra que no concibe otra alternativa que la creación o la copia exacta (Allag 1984: 86). los pintores no se sentían artistas y su función no era crear una obra, sino reproducir modelos y adaptarlos a las exigencias específicas, a la moda del tiempo, a los gustos del dueño, a la función y a la arquitectura de las estancias. en relación a los cuadernos de modelos, algunas voces disidentes provienen del estudio del mosaico, negando tajantemente su utilización. la cuestión es saber cómo conocían la temática desarrollada; es posible que fuese el producto de descripciones leídas en textos escritos, pero también los pintores podían conocer los temas más corrientes de la mitología de la misma forma que en la actualidad un cristiano conoce las imágenes de

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su religión; tampoco hay que olvidar que para los temas más banales de carácter profano pudo ponerse en práctica la observación directa, ya que hay que suponer que los pintores conocían su oficio, es decir, sabían pintar y además habían adquirido en un taller los esquemas en boga en su época, el estilo (Bruneau 1984: 267-269). también A. Balil (1986: 149) defiende la capacidad del artesano cuando afirma que existe algo tan elemental como la memoria visual, la memorización de imágenes; si a este potencial de la mente, que no somos capaces de cuantificar, se le suma una cierta habilidad para traducir gráficamente las imágenes, resulta secundario hablar de cuadernos de modelos. en cualquier caso, ya sean producto de una copia de los cuadernos de modelos o de la propia capacidad del pintor, producto él mismo de una época determinada, no hay que olvidar que en la pintura romana existen temas figurados que se repiten constantemente, aunque con variantes, esquemas compositivos muy similares y un variado repertorio ornamental que cuestiona nuestro concepto contemporáneo de «creatividad». pICTORES y TECTORES en HISpANIA

el número de firmas de pintores constatadas hasta el momento es realmente escaso y esta carencia parece indicar, como ya hemos comentado al inicio, que su tarea no era autónoma e individual y, por lo tanto, merecedora de ser firmada (Bragantini 2004: nota 15). tradicionalmente se ha considerado la existencia de dos firmas de pintores en las pinturas hispanas, procedentes de la tumba de Postumio en la necrópolis de carmona y de la casa del Anfiteatro de mérida (Abad casal 1977: 29 y 1982b: 417). el titulus pictus de la tumba de Postumio estaba escrito junto a la banda que delimita la bóveda, sobre la puerta de entrada a la cámara sepulcral10 (figura 2). la primera noticia aparece en el año 1887, en la que se afirma textualmente: «[…] en la tumba de Postumio, sobre el dintel interior de la entrada a la cámara sepulcral se ve trazado con delgado pincel y en el mismo color anaranjado el nombre del artista» (Gómez et alii 1887: 393) que los autores transcriben como: c . sIlVAnV . f c(ornelius) siluanu(s) f(ecit) traducción: C(ornelio) Silvano lo hizo

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un análisis completo en Guiral Pelegrín 2002: 89-90.

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Al transcribir la f como f(ecit) pensamos que se trataría, por tanto, de la firma del pintor de la sepultura. esta es, de hecho, la interpretación de la mayoría de los autores que nos han precedido en el estudio de la inscripción. el último de ellos fue G. Alföldy (2001: 393), en su análisis de la sociedad de Carmo, quien no duda en reconocer a Siluanus como pintor, siendo esta la única profesión plebeya constatada en el municipio, si bien duda sobre si es originario de Carmo o si llegó de fuera. Aunque la mayor parte de los autores que han tratado el tema de las firmas en la pintura (croisille 2005: 293; Allag 2010: 211) no cuestionan la interpretación, otros (eristov 1987: 113) consideran que esta inscripción, junto a la que trataremos a continuación, no son firmas sino simples grafitos ya que carecen del verbo pinxit o fecit; la posibilidad de que sea un simple grafito queda invalidada por dos hechos, en primer lugar porque está escrito con el mismo color con el que se han pintado las bandas del techo y también por el lugar en el que se halla, difícilmente accesible. es posible, por tanto, afirmar que el titulus pictus era la firma del autor de la pintura. el siguiente paso es comprender la nomenclatura del artesano. si su cognomen es sin duda Siluanus, resta el problema de la interpretación de la c abreviada. Dos son las hipótesis posibles. la primera, que ha sido admitida tradicionalmente, considera que la c era la abreviatura del nomen del pintor Siluanus. todo parte de la publicación del CIL II (5416), donde se recoge la lectura, sin transcripción. Algunos años más tarde, en 1931, J. Bonsor publica por vez primera el dibujo de la bóveda con el titulus pictus en el que podemos leer C. Siluani, aunque las dos últimas letras se ven incompletas en el dibujo, si bien las transcribe como C. Siluanu(s), lectura que recogieron tanto A. García y Bellido (1955: 10), como m. Bendala (1976: 96) y l. Abad casal (1982b: 417) quien señala la extrañeza de que Siluanus aparezca como nomen, ya que es cognomen, además sobradamente conocido en la Bética. sin embargo, este hecho ya había sido puesto en evidencia por los primeros estudiosos, ya que desarrollan la c. como Cornelius que es, evidentemente un nomen, por lo que Siluanus pasaría a ser el cognomen. J. Gónzalez (1996: 221-22) realiza una nueva lectura e interpretación afirmando que es extraña la abreviación del nomen y es muy arriesgado el desarrollo de la abreviatura c. como C(ornelius) ya que existe un gran número de nomina que comienzan por esta consonante y finalmente considera muy hipotética la aparición del verbo fecit que no existe en la realidad. su lectura es c. sIlVAnI, considerando la c. como la abreviatura del nomen y Siluani como el cognomen en genitivo. consecuentemente, la traducción sería «de c. silvano», es decir las

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pinturas son de c. silvano. continua su análisis afirmando que la falta de praenomen y la abreviatura del nomen son característicos de finales del siglo II o siglo III. sin embargo, las pinturas sobre las que se pinta el titulus no pueden datarse en esa época ya que el estudio arqueológico de la tumba nos ofrece una cronología de mediados del siglo I. el titulus está pintado en un lugar poco accesible y utilizando el mismo color de las bandas de la bóveda, por lo tanto creemos, sin lugar a dudas, que es contemporáneo a la decoración de la tumba. sea como fuere, si se considera que c era el inicio de un nomen de Siluanus, dicha abreviatura no puede ser desarrollada, ante la lista importante de gentilicios que comienzan por dicha letra. Ante la imposibilidad de datar las pinturas a finales del siglo II o III, surge la segunda hipótesis: en la primera mitad del siglo I d.c. no era extraña la ausencia del nomen y la presencia abreviada del praenomen seguida del cognomen. siguiendo esta interpretación, nuestro pintor de carmona podría haber firmado su obra como C(aius) Siluanus,11 ahorrando la expresión de su gentilicio. Al margen de las diferentes interpretaciones del nombre del pintor que trabajó en carmona, lo importante es incidir en la certidumbre de que se trata de la firma de uno de los artesanos que trabajó en la tumba de Postumio. mucha menos fortuna tenemos con el segundo nombre sobre pintura considerado tradicionalmente como la firma del pintor Quintosus y hallado en el ángulo suroeste del triclinium de la casa del Anfiteatro de mérida. el texto ha desaparecido y la descripción del primer editor es dudosa. se trata de una publicación de García sandoval, quien dice: «[…] en la habitación del mosaico de otoño sobre fondo amarillento y retículas de color vinoso hay una decoración de grandes basas. en el ángulo suroeste una pequeña inscripción dividida en dos partes QVIn/tosVs» (García sandoval 1966: 40). evidentemente la cita es muy escueta y no se acompaña con la publicación del calco o la fotografía, por lo que ignoramos si se trataba de un titulus pictus o de un grafito, ni tampoco si faltan letras y pudiera tratarse de dos palabras escritas en dos líneas diferentes o simplemente separadas por un uacat. lo más probable es que el texto de mérida hiciera referencia al nombre Quintosus, ya que se conocen siete paralelos en África (ninguno en la Península Ibérica).12 Agradecemos a la doctora milagros navarro la ayuda en la interpretación del titulus pictus. 12 Miliana, mauritania caesariensis (AE, 1984, 947); Gemellae, Africa Proconsular (CIL, VIII, 165); Castellum Arsacalitanum, numidia (CIL, VIII, 6110, 6174 y ILAlg, II/3, 9344); Saddar, numidia (CIL, VIII, 6111); Bou touil, numidia (CIL, VIII, 8287); Castellum phuensium, numidia (ILAlg, II/3, 9469). Datos extraídos de la base DBCE. 11

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esta es la interpretación de Abad casal, quien considera además que se trataba de un pintor, tal vez un esclavo (Abad casal 1982b: 417). sin embargo, es necesario reflexionar sobre la descripción de García sandoval, cuando afirma que la inscripción está dividida en dos partes, tal vez dos líneas y proponer una segunda hipótesis interpretativa. en la primera de ellas pudiera hallarse el principio del praenomen Quin(tus) (caso rarísimo) o del nomen Quinctius. en la segunda pudiera restar el final de un cognomen terminado en el diminutivo -osus. en resumen, puesto que el texto ha desaparecido, escondiéndonos así su naturaleza, y puesto que no presentaba un verbo, es imposible afirmar que nos hallemos ante una nueva firma de pintor. resta interpretar el epígrafe: a pesar de su presentación en dos partes, con las consecuencias onomásticas propuestas en líneas anteriores, los paralelos permiten afirmar que, muy probablemente se trataba de un nombre, Quintosus, perteneciente a una persona llegada de África, inscrito en dos líneas diversas. este origen es interesante ya que la casa en la que apareció el texto presentaba pavimentos de influjo africano. la cuestión, imposible de resolver, es saber cuál era la función de dicho nombre, un cognomen, como en todos los ejemplos africanos conocidos, lo que convertiría a su portador en un ciudadano romano, lo más posible, o el nombre único de un esclavo, como sugiere Abad casal. toda afirmación al respecto debe permanecer por el momento en el terreno de las hipótesis. Así como no dudamos en considerar a Siluanus como el pintor del techo de la tumba de Postumio, la identificación de Quint/osus nos plantea más problemas, ya que no existen indicios para considerarlo una firma y creemos que debe sumarse a la lista de grafitos en los que el autor escribe su propio nombre. la inscripción se sitúa a menos de 45 cm del suelo ya que esta es la altura de las pinturas conservadas, por lo tanto muy baja en relación al lugar donde, generalmente, se sitúan los grafitos,13 aunque el uso de la estancia como triclinio podría hacernos concluir la posibilidad de que la persona que trazó el grafito yaciera sobre el lecho.14 Para concluir con el asunto de las firmas de pintores, consideramos que es posible sumar el nombre de Siluanus a la lista, realmente poco numerosa, de pintores de época romana tanto por la ubicación, como por estar escrita con pintura del mismo color que las bandas de la bóveda. Hasta el momento solamente se conocen tres firmas de pintores, Aléxandros, cuyo nombre aparece sobre un estudio de arqueología experimental llevado a cabo por A. Barbet, sobre 198 grafitos, únicamente 5 se sitúan por debajo del 1 m de altura y, en ningún caso, por debajo de los 85 cm (Barbet 2012: 251-259). 14 De esta forma se explica el grafito situado a 83 cm del suelo en una domus de fréjus (Barbet et alii 2000: 18). 13

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los mármoles de Herculano, Séleukos, pintor que decora el cubículo 11 de la villa de la farnesina de roma y Lucius que pinta una parte del biclinium de la casa de Octauius Quartio (II, 2, 2) de Pompeya y que se identifica, no tanto con un pintor profesional, sino como un diletante. A estos se añaden, teniendo en cuenta el carácter lúdico de las imágenes, los grafitos hallados en el pedagogium de roma, firmados por Fortunatus Ager y Zocco. en todos ellos el nombre se encuentra acompañado del verbo, ya sea del griego epoiei de la villa de la farnesina, pinxit en Pompeya y pingit en el pedagogium de roma (scagliarini 2001: 324-325; eristov 1987: 112-114). Dos inscripciones hispanas dejan constancia de la labor de pictores y tectores, aunque no aportan los nombres de los artífices. la procedente de Tarraco, inscrita sobre un ara, nos informa sobre el trabajo de estos artesanos en la restauración del templo de minerva: Q(inctus) Attius messor, exedra(m) (cum) fronte templi mineruae Aug(ustae), uetustae corrupto (sic), per tector(es) et pictor(es) de suo ref(ecit) et c(oloniae?) d(edit). (CIL II 4085)= Ils 5405=rIt 39)

tal y como se ha expuesto en líneas anteriores, los tectores, en este caso, deben hacer referencia a los estucadores ya que sería muy extraño que se cite el simple trabajo de los enlucidores de la pared. la segunda inscripción procede de un edificio de la cabañeta (el Burgo de ebro, Zaragoza) (ferreruela et alii 2003; Beltrán lloris 2011: 144). en ella los responsables (magistri) de una corporación no oficial, cuya sede es el edificio en el que se halló el pavimento con la inscripción, conmemoran una reforma en la que se erige un sacellum, dotado de pavimento, se enlucen las paredes y se dispone un ara. Aunque no se cita textualmente la profesión (tector), sí se supone su presencia en el lugar para llevar a cabo las tareas de enlucir la cella. [l(ucius)? sca?]ndilius l(uci) l(ibertus) licinus, P(ublius) manilius c(ai) l(ibertus) [---] [---]ir[.]us, magistreis aram, pauimen[t]u(m) c(ell?)a, [o]pere tectorio faciendu(m) cura[u]euac re? traducción: Los «maestres» [Lucio? Esca?]ndilio Licino, liberto de Lucio y publio Manilio [---]r[.]o liberto de Cayo se encargaron de que fueran erigidos el ara, el pavimento en la cella?, junto con el enlucido.

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que, en muchos casos son realmente relevantes (Barbet 1995), los sistemas compositivos, y el repertorio ornamental, cuyas variaciones nos permiten conocer la capacidad de un taller para adaptar sus esquemas a los usos de las estancias e incluso para valorar la capacidad económica del propietario y su posición social en el seno de una ciudad, ya que el comitente podría decidir la decoración de su casa, en función de la representatividad de los espacios. los tAlleres PIctÓrIcos De lA VILLA Dels munts

figura 3. Villa dels munts (Altafulla, tarragona), antecámara (2.5). trazos preparatorios realizados con cuerda empapada en ocre (foto mnAt, r. cornadó).

Volvemos de nuevo, en este caso, a reflexionar sobre el opus tectorium y las atribuciones artesanales del tector. nos parece realmente extraño que junto al ara y al pavimento se cite un simple enlucido, ya que en el mundo romano el revestimiento era imprescindible; atendiendo a la cronología del edificio, que se destruye en la década de los años 70 a.c. con las Guerras sertorianas, podemos conjeturar la posibilidad de que las paredes estuviesen decoradas con los esquemas del I estilo, con su característico relieve y carentes de decoración figurada, lo que lleva a considerarlas un simple enlucido (opus tectorium) y no una pared pintada. OFFICINAE pICTORES en HISpANIA

Diversos autores han planteado el problema de la individualización de talleres. Así, P. Allison (1995: 103-105) considera que es fácil identificar los talleres en la decoración de una misma residencia, pero es difícil encontrar sus trazas en distintas casas, teniendo en cuenta que en Pompeya, un lugar donde el tamaño de muestreo es adecuado, la identificación de un taller de pintores más allá de una casa ha resultado infructuosa; sin embargo, aboga por dilatar la investigación a los centros urbanos. A pesar de estas incertidumbres, el estudio de las pinturas hispanas nos ha permitido realizar una aproximación al tema, comprobando la posibilidad de llevar a cabo el estudio en tres contextos distintos: en una misma estructura doméstica, en distintos edificios de un mismo centro urbano, en regiones y en lugares alejados. Para ello hemos tenido en cuenta distintos factores, las características técnicas

en relación a la individualización de talleres en un mismo hábitat, en Hispania contamos con un ejemplo reciente, la villa dels munts en la que detectamos la presencia de tres talleres trabajando de forma diacrónica, en distintas estancias de la villa.15 el primero de ellos llega con ocasión de su reconstrucción a inicios del siglo II d.c. y de su actividad quedan únicamente restos en el criptopórtico y en la antecámara de uno de los cubículos abiertos al mismo. los sistemas compositivos y el repertorio ornamental son ciertamente parcos y la identificación se ha podido llevar a cabo por la existencia de un tallo vegetal idéntico en los interpaneles de ambas estancias. A lo largo de la segunda mitad del siglo II, pero antes de la llegada de C. Valerius Avitus a la villa en época de Antonio Pío, se realiza una reforma aquitectónica que conlleva un nuevo ciclo pictórico.16 se rehace la parte inferior del muro meridional del criptopórtico y se pintan los cubículos que se abren a este espacio, articulados en antecámara y alcoba. están realizados por un taller que podemos identificar por particulares técnicas y por las similitudes en la decoración. en relación a la técnica, constatamos en todas las estancias, la utilización de trazos preparatorios realizados con una cuerda empapada en ocre, que se sujeta mediante clavos en las esquinas de la estancia y, tensándola, queda impresa en la superficie del enlucido, organizando de esta forma las líneas maestras del esquema (separación de zócalo y zona media y de paneles anchos e interpaneles) (figura 3). el esquema compositivo es el mismo en todas las estancias, zócalo con imitaciones de crustae marmóreas y 15 Agradecemos al museo nacional de Arqueología de tarragona, y especialmente a su director, f. tarrats y a los conservadores, P. sada y J.A. remolà, la ayuda prestada para el estudio de estas pinturas; algunas de las conclusiones que presentamos son fruto de reflexiones conjuntas. los estudios sobre la villa son los de tarrats 2003; tarrats y remolà 2007; tarrats et alii 1998, 2000 y 2007; remolà 2009. 16 sobre los ciclos pictóricos de la villa: Guiral Pelegrín 2010a y 2010b.

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articulación de la parte media de la pared en paneles anchos e interpaneles decorados con motivos vegetales superpuestos, con variaciones en cada una de las estancias. este taller posee una buena parte del repertorio característico de la producción pictórica del siglo II d.c. y además aplica una clara jerarquía en la decoración de las estancias; las antecámaras, espacios de paso muestran esquemas compositivos muy simples y son las alcobas, como estancia principal del cubículo, las que reciben la ornamentación más compleja e innovadora; así en la alcoba (2.4) los paneles anchos están decorados con la piel extendida de un felino, elemento decorativo ciertamente peculiar y poco conocido en las pinturas de la época, solamente la villa suiza de yvanond y Komaron (Hungría) nos ofrecen elementos similares. estas innovaciones también se plasman en la zona media de la alcoba (2.6), decorada con imitaciones de crustae marmóreas que reconocemos como las más antiguas del siglo II, al menos en Hispania (figura 4.3). las pinturas de los cubículos descritos nos ofrecen un auténtico catálogo de los esquemas de la pintura del siglo II y, aunque con ciertas innovaciones, el repertorio es banal y carece de elementos figurados. Aunque no existen elementos que nos permitan hipotetizar sobre los orígenes de este taller, no podemos olvidar que sus decoraciones no se conocen en la producción pictórica hispana de la primera mitad del siglo II d.c. cuando el duumvir de tarraco, C. Valerius Avitus se convierte en propietario de la villa, se llevan a cabo algunas reformas arquitectónicas en esta parte del hábitat y también en las termas inferiores. una estancia, situada tras los cubículos, se transforma en cisterna y se tapia, lógicamente, la puerta de comunicación, en la que se inserta el frontal pintado de una fuente decorada con la cabeza de océano rodeada de distintas especies piscícolas (figura 5). sobre la testa del dios se pinta una tabula ansata con inscripción, que nos informa claramente de los personajes que han ordenado construir la cisterna, además de la capacidad de la misma:17 ex praecepto / Aviti et f[au]stinae · n · n (=nostrorum) / ciste[r]na · f[a]cta lata · p(edes) / XIII lon[ga] p(edes) XV]II alta · p(edes) · X · / c[a]pti m(oduli?) ∞∞∞ (=duo milia) cXXV

17 la publicación más reciente de esta inscripción es la presentada por D. Gorostidi (2010: 87). las lecturas realizadas sobre este titulus pictus difieren únicamente en la última línea que alude a la capacidad de la cisterna. ex praecepto / Aviti et [fau]stinae nn(ostrorum) / cisterna [fa]cta lata p(edes) / XII[I lo]n[ga p(edes) XV]I[I] alta p(edes) X c[a]pti m(odii) (…) (HEp 7, 1997: 952).

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Durante la construcción de la cisterna, los techos de las estancias afectadas por la reforma debieron destruirse, decorándose de nuevo.18 el techo, plano, está bordeado por una banda perimetral y compartimentado de forma longitudinal en dos partes por una banda de las mismas características, decorada con un roleo de hojas de acanto. cada una de las zonas está dividida en tres casetones cuadrangulares, en los que se insertan otros de forma octogonal en los extremos y de forma romboidal en la parte central, decorados los primeros con la representación de las cuatro estaciones y los segundos con ménades (figura 4.6). el techo está articulado en tres niveles diferentes: el primero formado por el friso perimetral y central, el segundo nivel por las bandas que bordean los casetones y el tercero corresponde al fondo de los mismos y de los espacios triangulares resultantes de la inserción de los octógonos y rombos en los casetones cuadrangulares.19 consideramos que todas estas pinturas están realizadas por el mismo taller que llega a la villa con ocasión de las reformas encargadas por Avitus. De su actividad son testimonio los techos descritos y el frontal de la fuente. sobre su origen alóctono no existen dudas ya que no existen conjuntos similares en el contexto hispano y tampoco provincial. lo relacionamos con la biografía del nuevo propietario que llega a Tarraco por orden del emperador, para convertirse en duunvir de Tarraco. sus relaciones con las altas esferas del Imperio no pueden cuestionarse y por ello no debe extrañar que pudiese contratar a un taller de procedencia itálica, capaz de pintar antiguos esquemas que vuelven a ponerse de moda durante la época de Adriano y sus sucesores. entre mediados del siglo II y del siglo III se constatan otras reformas arquitectónicas, como el cierre de la ambulatio oriental, que se decora con pinturas, de mala calidad, realizadas por un taller de categoría inferior y, finalmente se constatan algunas reformas posteriores que intentan imitar las citadas pinturas, para cuya realización no es necesaria la formación artesanal que ca-

en el estado actual del estudio, únicamente se ha analizado el techo correspondiente a la estancia 2.8, pero conocemos la existencia de otro similar en la estancia contigua. el techo ha sido objeto de un estudio monográfico, por lo que no incidiremos en exceso en su descripción: Guiral Pelegrín 2010a y 2010b. 19 existe, además otro conjunto pictórico con representación de arquitecturas que se relaciona con decoraciones arcaizantes, características de época antonino-severa, pero es imprescindible subrayar que está muy próximo a los ejemplos campanos del II estilo y que las similitudes con los ciclos pictóricos de las villas campanas son realmente sorprendentes. este conjunto pictórico está en proceso de estudio y publicación por quien suscribe este artículo y por el profesor f. Beltrán lloris. 18

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figura 4. Villa dels munts (Altafulla, tarragona), cubículos. 1 y 2. Alcoba (2.4) y antecámara (2.5). 3 y 4. Alcoba (2.6) y antecámara (2.7). 5 y 6. Pared y techo del cubículo (2.8) (fotos mnAt, r. cornadó).

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Bilbilis es, quizás, el ejemplo paradigmático de la individualización de distintos talleres en un mismo centro urbano. un taller de la segunda mitad del siglo I d.c. con decoraciones realizadas bajo los esquemas estilísticos del IV estilo, ya fue identificado hace algunos años (Guiral Pelegrín y martín-Bueno 1996: 473-474), pero las excavaciones llevadas a cabo en las últimas décadas han permitido comprobar que la llegada de talleres es continua, desde el último cuarto del siglo I a.c. su trabajo se ha podido identificar en los edificios públicos y en las estancias privadas.20

el primer taller pictórico, de clara procedencia alóctona, que llega a Bilbilis, pinta bajo los cánones de la fase final del II estilo y su trabajo se constata en los tablinos y cubículos de la casa del ninfeo (sáenz Preciado et alii 2005a: 380-381; 2005b: 22-26) y de las domus 1 y 2 de la Insula de las termas (martín Bueno y sáenz Preciado 2001-2002: 138; uribe 2004: 206). consideramos que su llegada al municipio puede relacionarse con la inmigración de itálicos, en un momento posterior a la Guerra civil. en su repertorio se combinan las decoraciones en boga, como la imitación de sillares ornados con motivos vegetales muy estilizados, con otros mucho más conservadores, tales como la decoración con imitaciones marmóreas que cubre la totalidad de la pared. con la construcción de los grandes edificios públicos, complejo forense y teatro, a inicios del siglo I a.c., llegan al municipio otros talleres de pintores, que trabajan ya bajo los cánones del III estilo en su fase inicial. De su trabajo nos quedan restos de dos esquemas compositivos: en el templo y la crypta del teatro utilizan esquemas arquitectónicos de los que son testimonio los fragmentos con columnas que debían sustentar un entablamento que, posiblemente, corresponda a un edículo central (Guiral Pelegrín y martín-Bueno 1996: 44-46 y 67-69); idéntico esquema se repite en una estancia del piso superior de la casa del ninfeo (Guiral Pelegrín y martín-Bueno 1996: 356-361). el mismo taller pinta composiciones mucho más simples, entre los que destaca la representación de candelabros metálicos que constatamos en un conjunto hallado en las termas (Guiral Pelegrín y martín-Bueno 1996: 134-138) y en la estancia (32) de la domus 4 de la Insula de las termas (martín Bueno et alii 2007: 251) (figura 6). ya en los años 35-45 d.c. llega al municipium un nuevo grupo de pintores que, siguiendo los cánones de la fase tardía del III estilo, pintan distintas estancias de la Insula I, de la casa del ninfeo21 y del edificio cIV (Iñiguez Berrozpe et alii 2011). su trabajo se constata también en el teatro (Guiral Pelegrín y martín-Bueno 1996: 69-73). existe una clara diferencia entre las decoraciones de las estancias privadas, en las que se introducen estructuras arquitectónicas en forma de edículos centrales, motivos figurados y un repertorio ornamental muy elaborado (figura 7), y las que decoraban el teatro, mucho más simples, ya que los mármoles eran el revestimiento esencial del edificio, reservando la pintura para las zonas secundarias.

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figura 5. Villa dels munts (Altafulla, tarragona). frontal de fuente (foto mnAt, r. cornadó).

racteriza el trabajo de los talleres pictóricos. es posible, incluso, pensar que las pinturas de la última fase fuesen realizadas por operarios carentes de los conocimientos que requiere la labor pictórica. tAlleres en centros urBAnos

Agradecemos a los directores de la excavación, los profesores martín-Bueno y sáenz Preciado la consulta de informes y fotografías que nos ha permitido aquilatar nuestras conclusiones, que ya han sido parcialmente expuestas en Guiral Pelegrín e Iñíguez Berrozpe (e.p.).

el estudio de estas pinturas se encuentra en curso de realización, sobre las características de su hallazgo, véase: Insula I: martín-Bueno y sáenz Preciado 2003; martín Bueno et alii 2004: 475-476 y 2005: 344-345; sáenz et alii 2006b: 413; casa del ninfeo: sáenz Preciado et alii 2008: 37 y 2009: 49-51.

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figura 6. candelabros metálicos de Bilbilis. 1. termas. 2. Domus 4 (Insula I).

figura 7. restitución de la pared pintada de la Domus 2 (Insula I) de Bilbilis (l. Iñiguez).

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con posterioridad, en los primeros años de la segunda mitad del siglo I d. c., un nuevo taller de pintores, conocedores de las modas del IV estilo, decora distintas paredes halladas en las termas, una estancia de la casa del ninfeo y el sacrarium ubicado en el atrio, la casa de las escaleras, la casa de la cisterna y la domus 3 de la Insula I.22 los esquemas compositivos son ciertamente banales, alternancia de paneles anchos e interpaneles, pero un rico repertorio ornamental decora ambos espacios, entre ellos un variado muestrario de cenefas caladas que son las que nos permiten datar la actividad del taller (figura 8). su trabajo se ha podido detectar en yacimientos vecinos como Arcobriga y tiermes, situados en la zona del Jalón y paso hacia la meseta, perfectamente comunicados mediante una efectiva red viaria (Guiral Pelegrín y martín Bueno 1996: 347). la última intervención de los pintores en Bilbilis, corresponde a finales del siglo I o siglo II, con una defectuosa técnica y repertorio realmente pobre (Guiral Pelegrín y martín Bueno 1996: 287-313). en ningún caso relacionamos estas deficiencias con la posibilidad de que se trate de un taller autóctono, sino con el declive de la ciudad, cuyos habitantes, desde mediados del siglo II, comenzarán a abandonarla. Sisapo (la Bienvenida, ciudad real) nos ofrece el trabajo de un taller del siglo II, con esquemas compositivos muy básicos que responden a modelos autóctonos. la casa de las columnas rojas, construida en la primera mitad del siglo I, se reforma en el siglo II y es en este momento cuando se pavimentan algunas estancias con mosaicos policromos de esquemas complejos y profusa decoración.23 esta riqueza ornamental no queda reflejada en las pinturas parietales que se ejecutan con los más simples de los sistemas compositivos de las pinturas del siglo II d.c. únicamente las pinturas que ornan la estancia 4 (figura 9.1) presentan algunos motivos or-

22 Para el estudio de las pinturas de las termas, casa de las escaleras, de la cisterna y del ninfeo, véase: Guiral Pelegrín y martín Bueno 1996: 93-233, 247-284, 315-346 y 347-356, respectivamente. el sacrarium ha sido presentado en diversos foros, y su publicación definitiva está en curso de realización: sáenz Preciado et alii 2005a: 386-388; 2005b: 29; 2006b: 414417 y 2006a: 26-30; sáenz Preciado y martín-Bueno 2010: 823-826; sáenz Preciado et alii 2010: 446-448. 23 sobre las pinturas y pavimentos de esta domus, véase: Guiral Pelegrín y Zarzalejos Prieto 2006 y 2007; Hevia et alii 2007; Zarzalejos et alii 2007; Zarzalejos et alii 2011. el trabajo sobre las pinturas se ha realizado mediante los proyectos «el paisaje antiguo en la vertiente norte de sierra morena (provincia de ciudad real)» (HAr2008-04817/HIst) y «territorio, jerarquías y estructuras socio-económicas en la vertiente norte de sierra morena» (HAr2012-34422).

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figura 8. cenefas caladas. a. Arcobriga. b-h. Bilbilis (dibujo c. Guiral).

namentales, como los filetes triples con ángulos rellenos de color, hecho que podría llevarnos a concluir la posibilidad de que fuese una estancia de importancia en el conjunto de la domus; sin embargo, la carencia de mosaico que caracteriza al resto de las estancias de primer orden, nos conduce a deducir que la decoración parietal está paliando la pobreza del pavimento, consistente en un simple mortero de cal. los cubículos 9 y 10 no tienen pavimentos teselados y el revestimiento parietal es

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figura 9. Sisapo (la Bienvenida, ciudad real). Domus de las columnas rojas, estancias 4 y 9 (equipo arqueológico de Sisapo).

el más simple de los esquemas decorativos, característico de las estancias secundarias: la zona media consiste en una sucesión de paneles, blancos en la estancia 9 (figura 9.2) y amarillos en la 10, separados por bandas rojas. la estancia 11, pavimentada con el mosaico más sencillo de la domus, presenta las paredes recubiertas con pinturas rojas, muy similares a las de la estancia 4, pero carentes de los elementos ornamentales que destacaban en ella. consideramos que el taller que trabajó en el municipium es un taller autóctono de segundo orden, que integra en su repertorio alguno de los elementos que caracterizan las pinturas hispanas del siglo II, como es el retorno de los filetes triples, particulares de las decoraciones del III estilo y que se convierten en un elemento clave para la datación de las pinturas del siglo II en la Península (mostalac carrillo 1992: 19). EMERITA AUGUSTA y CARTHAGO NOVA: ¿lA ProDuccIÓn De un tAller HIsPAno?

en ambas ciudades se constata la producción de un taller, cuyas características técnicas y decorativas son realmente particulares, hasta el punto de que, por el momento, no se constatan en ningún otro lugar (Barrientos Vera y Guiral Pelegrín 2007; fernández Díaz 2007). la decoración está realizada en relieve, mediante un molde cilíndrico con los motivos tallados en negativo que se deslizaba por la pared desde arriba hacia abajo, con lo que se ganaba en rapidez y se evitaban las antiestéticas rebabas que producía la aplicación repetitiva del tradicional molde cuadrangular, con el que se crean los frisos decorativos de las cornisas. el esquema compositivo es siempre el mismo: bandas verticales decoradas con una serie repetida de ele-

mentos geométricos, vegetales y animales (figura 10). no existe ningún friso idéntico, sino una serie de elementos similares que se combinan de distintas formas para crear una gran variedad decorativa. esta apreciación permite concluir que los artesanos, partiendo de un repertorio establecido, realizaban creaciones novedosas en cada una de las domus que decoraron, pero que en ningún caso reutilizaron los moldes. la confección de moldes cilíndricos para cada uno de los espacios decorados nos permite hipotetizar sobre la posibilidad de que estos fuesen de madera o terracota, materiales de talla más fácil que la piedra, cuya dificultad de trabajo encarecería el producto obligando, quizás, a la reutilización. el estudio de los estucos emeritenses permite extender las conclusiones de n. Blanc al mundo provincial: la inexistencia de motivos estucados idénticos, pero sí la posibilidad de constatar una serie de reglas comunes en la organización de la decoración que se pueden atribuir a un mismo autor. la inutilización de los moldes tras su uso es un tema ampliamente constatado y la citada autora considera que se desechaban debido a su deterioro (Blanc 1995: 86 y 96). en este sentido no debemos olvidar la obligación que tenían los artesanos, posiblemente ante la demanda de los comitentes, de realizar creaciones distintas para cada una de las paredes decoradas y, por lo tanto, debían combinar los diversos motivos, quizás debido a un repertorio limitado. considerando que es un taller hispano, el problema se plantea a la hora de buscar el origen de estas decoraciones, ciertos autores sugieren la procedencia oriental tanto en relación a los motivos, como en la técnica, que recuerda claramente los cilindros-sellos; si a ello unimos la influencia oriental que se manifiesta en la cultura material emeritense de la segunda mitad del siglo I d.c., la posibilidad adquiere visos de certeza. en cualquier caso, debemos incidir en el hecho de que la originalidad de

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figura 10. revestimientos en relieve. 1. Domus bajo el museo de Arte romano de mérida (De la Barrera 1995: fig. 4). 2. casa de la Alcazaba de mérida. 3. Domus de la calle Beatas de cartagena (fernández Díaz 2007: fig. 8). 4. Domus de la calle Parejos de mérida.

estas decoraciones nos induce a pensar en la existencia de un taller hispano, cuya actividad, por el momento, solo está constatada en mérida y cartagena (Barrientos Vera y Guiral Pelegrín 2007: 171).24 CARTHAGO NOVA y su entorno

las conclusiones del estudio realizado por A. fernández Díaz (2008 y 2011) sobre las pinturas de Carthago Nova, ofrecen interesantes datos sobre la identi-

24 la existencia de pequeños fragmentos, con restos de decoración de losanges en relieve, en la zona del rhin en época más tardía (finales del siglo II a inicios del siglo III d.c.) podría explicarse por un movimiento de talleres junto a los efectivos militares de las legiones: Barrientos Vera y Guiral Pelegrín 2007: 170, nota 6.

ficación de talleres en la ciudad y en el territorio circundante. tras una llegada de pintores itálicos desde el siglo II a.c. a la ciudad, se reconocen, a partir de finales del siglo I d.c., talleres provinciales en cuyo repertorio se constatan reelaboraciones de ornamentos decorativos propios de épocas anteriores y que expanden su actividad por el territorio tanto costero (Ilici y Lucentum), como interior (lorca y Archena), aprovechando la vía Augusta como eje de unión entre algunas ciudades (fernández Díaz 2007: 466-469 y 2011: 163). De forma paralela a estos talleres itálicos, se reconoce un taller, cuya decoración, nada convencional, es identificada por A. fernández en la ciudad de Carthago Nova, en Águilas y en la villa de Portmán, todos ellos fechados en la primera mitad del siglo I. la decoración se realiza mediante incisiones sobre la superficie enlucida del muro y debe clasificarse como un tipo decora-

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figura 11. Pinturas del «taller de las máscaras». 1. Domus del cerro del molinete. 2. edificio del Atrio (noguera, fernández y madrid 2011: fig. 197).

tivo propio de la zona, ya que no se ha constatado en ningún otro lugar, por lo que en este caso debemos hablar de un taller provincial, ajeno a las modas que provenían de la metrópoli (fernández Díaz 2007: 173-178). ya a mediados del siglo II, se identifica la actividad de un nuevo taller con características propias, definido como el «taller de las máscaras», por el uso de estos elementos decorativos; de su actividad son muestra, el edificio del Atrio y una domus ubicada en el cerro del molinete (fernández Díaz 2011: 204). su trabajo se extiende a la villa de los torrejones de yecla, por lo que es posible que los talleres de la ciudad costera se desplazan al interior y decoran las villae con los mismos cartones (fernández Díaz 2010: 64) (figura 11). Ante estos datos, podemos afirmar que Carthago Nova nos ofrece una dinámica realmente interesante: temprana llegada de talleres itálicos que conviven, durante la primera mitad del siglo I d.c., con talleres autóctonos de características particulares y que no se repiten en otros lugares de Hispania; aparición de talleres regionales a finales del siglo I e inicios del II d.c. con repertorios heredados de épocas anteriores y finalmente un regreso de, al menos, un taller itálico con objeto de pintar la porticus postscaenam del teatro (fernández Díaz 2011: 162-163).

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GLANUM y BILBILIS: ¿el trABAJo De un tAller ItInerAnte?

en la domus 2 de la Insula de las termas de Bilbilis, se halló un interesante conjunto pictórico formando parte del relleno de una estancia amortizada. la decoración corresponde a un cubiculum, en el que los espacios (antecámara y alcoba) quedan separados por pilastras adosadas de estuco. la decoración se articula en un zócalo, dividido en compartimentos que imitan lastras marmóreas y la zona media se resuelve mediante una sucesión de paneles monocromos ―verde, rojo o amarillo-ocre― y otros de imitación alabastrina. la zona superior presenta la imitación de pequeños sillares dispuestos a «soga» ―emulando distintos tipos de mármol― y a «tizón» ―violetas o amarillos―; por último, una banda cuya decoración copia un listón de madera, da paso al epistilo enmarcado por molduras a modo de pequeñas ménsulas (lope martínez 2007: 185-192; martín-Bueno et alii, 2007: 235-272; sáenz Preciado et alii 2010: 441-452). Atendiendo a las similitudes entre las pinturas bilbilitanas y las procedentes de la casa XVIII y el pórtico dórico XXXII de Glanum (figura 12), A. Barbet ha planteado la posibilidad de que fuesen realizadas por el mis-

figura 12. 1. fragmentos pictóricos de Glanum (Barbet 2007: fig. 4a). 2. Pinturas de Bilbilis.

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mo taller itinerante; efectivamente las semejanzas son muchas, pero la misma autora expone que existen diferencias en la realización de los motivos debidas, quizás, a que fueron realizados por distintos pictores (Barbet 2007). la idea nos parece ciertamente tentadora, si bien no debemos olvidar la posibilidad de la existencia de cuadernos de modelos que pudieron circular entre los distintos talleres de pintores, aunque su utilización haya sido enérgicamente cuestionada, tal y como hemos expuesto en el primer epígrafe de este párrafo. conclusIones

como resumen del trabajo podemos afirmar que, a pesar de las reticencias expuestas en relación a la identificación de talleres, existen indicios en las pinturas hispanas que permiten su individualización en el seno de una misma estructura doméstica, en un centro urbano, en una misma región y también en lugares separados por una cierta distancia, como es el caso de mérida y cartagena. Para su reconocimiento nos hemos basado en los sistemas compositivos, el repertorio ornamental y, en muchas ocasiones, las características técnicas, pero en ningún caso hemos intentando el reconocimiento de una mano concreta, siguiendo criterios artísticos, como la forma o la pincelada, puesto que reconocemos como

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evidente la intervención de distintos artesanos en un mismo taller. los primeros talleres llegan con el inicio de la romanización, posteriormente la eclosión urbana de la primera mitad del siglo I supone un nuevo impulso para la venida de talleres itálicos que, en algunas zonas, se constatan también durante la segunda mitad del siglo I d.c.; a finales de la centuria parece que se comienzan a observar ciertas peculiaridades que hacen pensar en la posibilidad de un origen autóctono; si bien no podemos olvidar que llegan nuevos talleres de la mano de personajes de alto nivel social, como se ha constatado en la villa dels munts o con ocasión de la renovación de construcciones particulares, como el teatro de cartagena. A las escasas firmas de pintores existentes en la pintura romana, se suma la de Silvanus que, en la primera mitad del siglo I d.c., decoró la tumba de Postumio de la necrópolis de carmona. Además de los restos arqueológicos, la epigrafía hispana contribuye a constatar la labor de estos artesanos en el templo de minerva de tarragona y en el edificio de la cabañeta del Burgo de ebro (Zaragoza). el hallazgo y estudio de nuevos conjuntos pictóricos completará y matizará estas primeras conclusiones; sin embargo podemos afirmar que la pintura de Hispania comienza, poco a poco, a convertirse en un referente del trabajo de los artesanos en el mundo provincial.

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Anejos de AEspA lXXI lA DecorAcIÓn PIntADA en lA HISpANIA romAnA: ArtesAnos y tAlleres

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Artifices Idoneos: artesanos, talleres y manufacturas en Hispania. reunión científica, mérida (Badajoz, españa), 25-26 de octubre, 2012.

tAlleres musIVos HIsPAnorromAnos. formAs De ProDuccIÓn y ÁreAs De DIsPersIÓn1 sebastián VArGAs VÁZQueZ, universidad Pablo de olavide, sevilla Guadalupe lÓPeZ monteAGuDo, consejo superior de Investigaciones científicas

resumen: el objetivo de este trabajo persigue la realización de una puesta al día de todo lo relacionado con los talleres musivos y muy especialmente con su funcionamiento, formas y modos de trabajo. Para ello se procede a la realización de un breve recorrido por el estado de la cuestión, recurriendo a la bibliografía que de una u otra manera ha tratado el tema, tanto a nivel nacional como internacional. A la hora de definir vínculos y diferencias entre los diferentes mosaicos con el objeto de definir o delimitar tendencias y talleres, la amplitud del propio territorio hispano hace que nos hayamos centrado, por el momento, en un área concreta como la Bética, lugar al que venimos dedicando nuestros estudios en los últimos años.

summary: the aim of this work pursues to achieve an update of everything related to the mosaic workshops, especially with its operation, forms and ways of working. We aim to present a brief tour of the state of affairs, drawing on the literature in one way or another having dealt both nationally and internationally. By defining links and differences between the different mosaics in order to define or delimit trends and workshops, the amplitude of the Hispanic territory itself makes us focus, for the moment, around a particular area such as Baetica, a place on that we have been focusing our studies in recent years. Palabras clave: mosaico, teselas, officina, sinopia. Key words: mosaic, teselae, officina, sinopia.

si hay una asignatura pendiente en la investigación de los mosaicos hispano-romanos es precisamente la del estudio e identificación de talleres, en parte debido a que no se han hecho, salvo excepciones muy contadas, análisis de las piedras y de las pastas cerámicas que permitan deducir las canteras y los lugares de procedencia de los materiales utilizados en la elaboración de los mosaicos,

1 este trabajo se ha hecho en el marco del Proyecto I + D: «Producción y comercio de los mosaicos romanos de la Bética (HAr2010-18594)», dirigido por G. lópez monteagudo. Gran parte de su contenido está recogido en la tesis doctoral de s. Vargas Vázquez: Diseños geométricos en los mosaicos del Conventus Astigitanus, universidad Pablo de olavide de sevilla 2013, y en lópez monteagudo y neira Jiménez 2010.

lo que permitiría conocer con argumentos objetivos rutas y mercados de abastecimiento, así como el carácter local o foráneo de talleres y musivarios. en ello no se diferencia españa del resto de los países que integran la Asociation International pour l’Étude de la mosaïque Antique (en adelante AIemA) si bien, en lo que atañe al oficio del musivario y a las formas de trabajar en los talleres, así como a la catalogación y análisis de los diseños geométricos, es a nivel internacional donde se encuentran los trabajos más numerosos. recordemos, entre otros, los trabajos de lo Bianco 1941; toynbee 1951; Becatti 1961; levi 1963: 209-240; lavagne 1977-1978: 431444; idem 1979: 39-40; Dunbabin 1979: 265-277; Wilson 1981: 173-77; Baldasarre 1984: 65-76; lancha 1984: 45-61; idem 1994: 119-136; Balmelle y Darmon

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seBAstIÁn VArGAs VÁZQueZ y GuADAluPe lÓPeZ monteAGuDo

1986: 235-253; Donderer 1989; idem 2008; ovadiah 2004; idem 2011: 65-72; neal y cosh 2005: 739-749. entre el elenco de investigadores españoles dedicados a estas cuestiones hemos de destacar el tratamiento del tema por el profesor García y Bellido en su obra dedicada al arte romano, realizando un recorrido muy general sobre la historia y evolución del mosaico, sin dejar atrás algunos asuntos relacionados con la fabricación del mismo, ofreciendo algunas ideas hoy asentadas y muy recurridas como son la itinerancia o movilidad de los talleres o la elaboración de emblemata de manera separada al resto del mosaico. Ideas que si bien pueden ser ciertas en algunos casos, deben ser abordadas desde un punto de vista mucho más amplio para tratar el tema en toda su extensión. y también el trabajo sobre el oficio del musivario realizado por el profesor Balil (1986: 143-161), centrado en ideas tan interesantes como la movilidad de los talleres, el precio de los mosaicos, la relación entre el cliente y el «maestro» ―temas algunos de ellos que han sido abordados recientemente por Aarón reyes (2009) en sus trabajos sobre el mercado de las obras de arte en la Bética― y muy especialmente en un tema muy controvertido, como es el cuestionamiento del profesor Balil de la existencia de lo que él denomina «cuadernos de modelos», aduciendo a que buena parte de los esquemas son simples y sencillos y que en consecuencia pueden ser memorizados sin necesidad de hacer uso de muestrario alguno. en ello coincide con Bruneau, para quien los vehículos de transmisión de los modelos podían haber sido las ediciones ilustradas de los textos, las gemas e incluso los mismos emblemata que se desplazaban ya elaborados, sin olvidar la movilidad de los artesanos. sobre estos puntos volveremos más adelante. Interesante trabajo de recopilación es el realizado por m. moreno (1995: 113-143), donde hace un importante recorrido por las aportaciones establecidas en la investigación internacional en torno a cuestiones tan importantes como la condición social y económica de los artesanos musivos, el trabajo en equipo dentro de los talleres y la especialización dentro de los mismos, la movilidad o radio de acción de estos, el grado de participación de los artesanos y de los demandantes en la obra, el precio de los mosaicos, etc. centrados mucho más en las técnicas constructivas, aunque haciendo igualmente un recorrido histórico sobre el tema, se encuentran los trabajos realizados por José Vicente luna llopis (1989: 113-118; 1994: 6-13; 1996), quien a modo de manual ofrece una visión de aspectos relacionados especialmente con las técnicas de elaboración de mosaicos, los materiales, las herramientas, etc. A este respecto, hemos de destacar el papel relevante que últimamente están cobrando las cuestiones relativas a la forma de hacer los pavimentos, que ayudan a com-

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prender mejor la forma de trabajo de los musivarios, un tema que cada vez más se va abriendo paso en la investigación y ocupando un lugar de primer orden. Aspecto de gran interés por los datos que, a nivel general, aporta acerca de la organización del trabajo y de los modos de actuar en la fabricación del mosaico, la distribución o modulación de las superficies y los instrumentos utilizados, y que ha sido estudiado a partir de diferentes hallazgos arqueológicos por especialistas como Procacci (1996) y robotti (1973: 42-44; 1983; 1984: 156-164). Del mismo modo, el tema ha sido tratado por K.m.D. Dunbabin, quien dedica parte de su obra Mosaics of the Greek and Roman World a este asunto (Dunbabin 1999: 281 ss.). Para el tema que nos ocupa son de especial relevancia la catalogación de los diseños geométricos y la organización compositiva de superficies y, por supuesto, las orlas y los motivos decorativos. Hoy contamos con los magníficos trabajos generales de r. Proudhomme, c. Balmelle et alii, Hellenkemper-salies, catarina Viegas et alii, susan tebby, Bernard Parzysz, Jean lassus, A. Bar-shay, entre otros, algunos de gran interés porque abordan el tema del desarrollo de los diseños y de las posibles formas de construcción de los diferentes modelos presentes en la musivaria romana (Prudhomme 1975: 339-347; Balmelle et alii 1985; idem 2002; salies 1974: 1-178; salies 1994: 423-430; Viegas, Abraços y macedo 1993; tebby 2003; Parzysz 2009: 273-288 y 522-533; lassus 1975: 327337; Bar-shay 1995: 113-124; 2005: 833-846), y los específicos de zonas concretas (ovadiah 1980; ovadiah 2004; ovadiah 2011: 65-72; tebby 1994: 273-294; lancha 1977; Ben Abed-Ben Khader et alii 2001; Germain 1973: 259-274; Balmelle 2011: 499-51) realizados por Asher ovadiah (Israel), s. tebby (Gran Bretaña), lancha (Vienne), o los llevados a cabo sobre las tramas vegetalizadas del norte de Africa por Ben Abed-Ben Khader et alii y por Germain (timgad), así como las últimas aportaciones de c. Balmelle sobre las decoraciones en teselado y sectilia de Jebel oust. Por lo que respecta a españa, justo es recordar los trabajos de Dimas fernández Galiano (1980, 1984 y 1987) sobre las composiciones de esquema a compás, los de francisco mingarro et alii (1986: 163-190, véase también el Apéndice escrito por mingarro y lópez de Azcona, en Blázquez martínez et alii 1985), r. mondelo (tesis doctoral),2 J.m. luzón (1988), de sebastián ra-

mondelo Pardo (1983). este escueto trabajo constituye un extracto de la tesis, del mismo título, de dicha autora, que no hemos podido consultar y que consideramos debe ser mucho más extensa y precisa, en el que no aparece imagen alguna, ni se mencionan los lugares en los que se localizan los diferentes modelos, con objeto de poder contrastar la información. 2

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tAlleres musIVos HIsPAnorromAnos. formAs De ProDuccIÓn…

mallo (1990: 135-180) sobre los talleres y escuelas musivas en Hispania, el reciente estudio de m. torres sobre las corrientes artísticas y los talleres tardíos en Hispania (torres carro 2011: 41-50) o también el estudio del acanto en las orlas por parte de tomás mañanes (1999: 557-243), completado en lo que se refiere a Portugal por licinia correia sobre motivos vegetalizados (correia 2005), y del opus sectile por ester Pérez olmedo (1996), etc. trabajos de gran interés porque han supuesto una aportación, un grano de arena en esa gran laguna que constituye el tema de los talleres, de los artesanos o del estudio del mosaico geométrico en la musivaria de la Península Ibérica. no hay que olvidar al mismo tiempo la importancia que para todo ello tiene el estudio de los mosaicos de zonas y yacimientos concretos, independientemente de tratarse de mosaicos figurados y/o geométricos, recordemos los trabajos de fernando Acuña para el noroeste peninsular, los varios de A. Balil, los de m. torres acerca de la meseta norte (torres carro 1990: 223-243), de s. ramallo acerca de los mosaicos de murcia y cartagena (ramallo 1990: 135-180; 1984 y 1985), los de J.m. Álvarez martínez y J. lancha sobre los mosaicos emeritenses (lancha 1984: 4561; 1994; 2010: 401-420), los llevados a cabo por Dimas fernández-Galiano sobre los mosaicos romanos del convento cesaraugustano (fernández-Galiano 1984), el de Irene mañas para el caso de Itálica (mañas 2010; 2011a), los de rita mondelo sobre los pavimentos de las villas romanas de marbella y Algoros en elche (mondelo Pardo 19821983: 173-190; 1984-1985: 121-130; 1985: 107-142), el de I. mañas y s. Vargas dedicado a los mosaicos de las villas de la estación, en Antequera, y de la torre de Benagalbón, en el rincón de la Victoria (mañas y Vargas 2007: 315-338), el de J. Bretones y s. Vargas centrado en los pavimentos de la villa el Arca en castro del río (Bretones y Vargas 2008: 207-248), etc. el tema ha sido abordado en estos últimos años por I. mañas, tomando como base la producción italicense en la que ha individualizado tres talleres. el más reciente, actualmente en prensa en la colección de los BAr, se debe a sebastián Vargas acerca de los mosaicos de la Colonia Augusta Firma Astigi, trabajo ampliado a todo el Conventus Astigitanus en su tesis doctoral:3 Diseños geométricos en los mosaicos del Conventus Astigitanus. en este último hay que destacar dos logros: el haber sabido definir formas geométricas básicas en el desarrollo de los diseños geométricos, a veces distorsionadas por 3 De este estudio han surgido, aparte de la mencionada monografía de los BAr, algunos artículos centrados en el estudio de las composiciones geométricas, vid. Vargas 2009: 199-225; 2010: 1069-1081.

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el empleo del color y la decoración añadida, lo que le ha permitido individualizar grupos o familias, y el haber sabido captar la forma de trabajar de los artesanos del mosaico, sus conocimientos de la geometría y el uso de plantillas y de estructuras o matrices básicas para la elaboración de diferentes diseños. esto era impensable hace unos años. salvo los intentos parciales citados, muy loables, hasta el momento no se ha acometido nunca, a nivel general, el estudio concreto de los diseños geométricos y de las composiciones, los modos de ejecución o elaboración, el grado de conocimiento de los elementos fundamentales, sus relaciones, variaciones, etc. y sobre todo los ámbitos de producción, las áreas de influencia de cada oficina/taller en Hispania y, por supuesto, el mapa de distribución de talleres en Hispania. como dijimos al principio, es una asignatura pendiente que ha de realizarse en las distintas áreas geográficas de la Península Ibérica, ya que así lo requiere el amplísimo territorio hispano-portugués.4 A través de los documentos literarios, entre los que destaca el edictum de pretiis, y epigráficos se viene defendiendo la existencia en los talleres de varios niveles de artífices: el pictor imaginarius, responsable del diseño (carranque, Ulisippara, st. romain, timgad, y lambesis); el tessellarius, encargado de la colocación de las teselas (seriana); y el musivarius, que realizaba mosaicos parietales y de bóvedas (carranque, Ulisippara). Pero hay muchos detalles que se nos escapan. seguramente en los talleres más pequeños las labores del pictor eran llevadas a cabo por el artesano más hábil, sobre todo en la realización de las composiciones geométricas, y que los «pintores», que podían ser locales o extranjeros, eran requeridos para realizar las escenas figurativas, inspirándose en las pinturas y en otros soportes, en especial los sarcófagos como defiende K.m.D. Dunbabin y hemos comprobado en la Bética, así como en los cartones de modelos, los paradeigmata, que podían ser papiros o códices o libros ilustrados de las comedias y tragedias, pero también con una cierta libertad creativa que les permitía improvisar y adaptar las figuras no solo al espacio disponible, sino también a sus gustos, combinando motivos de distintas procedencias o creando nuevas composiciones, y sobre todo a los del comitente De especial interés en este sentido es la ya mencionada tesis doctoral de sebastián Vargas sobre los diseños geométricos compositivos de los mosaicos del Conventus Astigitanus, trabajo completamente novedoso en el caso de Hispania que puede suponer un importante punto de partida a la hora de ampliar el estudio a la totalidad de la Bética y por extensión al resto de la Península.

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que encargaba la obra, ya que el mosaico, como bien señala Aarón reyes, no solamente es una obra objetiva destinada a «otros» con fines crematísticos, sino que también es una creación subjetiva emocional, a la que el artifex no puede sustraerse. si bien, es el comitente y no el artesano el responsable, en última instancia, del mensaje que quiere transmitir y del prestigio que desea poner de manifiesto a través de la elección de los temas. los mismos mosaicos revelan la existencia de diferentes manos, maestros y aprendices, perfectamente perceptibles a través de la habilidad técnica y de la calidad artística de la obra. ello se pone claramente de manifiesto en la ejecución de algunas orlas, reservadas por lo general a artesanos de menor cualificación, aunque el resto del pavimento no está exento, en ocasiones, de indicios que revelan la participación de diferentes agentes. como revela el importantísimo descubrimiento realizado por sebastián Vargas, durante la elaboración de su tesis doctoral, en dos mosaicos de la villa romana de fuente Álamo, en los que se repite diseño compositivo de figuras lobuladas y en los que se pueden distinguir, a partir de las diferencias técnicas y el acabado final de las figuras y elementos decorativos, la parte realizada por el maestro o persona más instruida del taller de aquella desarrollada por otros operarios menos instruidos a tenor de sus resultados. en el caso del maestro, los mosaicos de fuente Álamo evidencian claramente que este realizó el arranque de la composición en ambos ejemplares para que sirviera de ejemplo y guía a los operarios encargados de completarlos, aquellos que, sin embargo, no fueron capaces de resolverlos con la misma pericia. la estratificación social de niveles de trabajo documentada conlleva un proceso técnico y artístico del que va a depender el prestigio del taller y la fama de ciertos artifices y, en última instancia, el que los propietarios o los comitentes, dependiendo de su capacidad económica y de sus preferencias artísticas, encarguen la pavimentación de su casa, o en todo caso algunos de los pavimentos de los espacios de representación, a un taller o a un artista de prestigio. De la existencia de grandes maestros o artistas de prestigio dan fe los mosaicos que aparecen «firmados», como Zósimos, cuyo nombre figura en dos mosaicos romanos de Zeugma (turquía), fechados a mediados del siglo III d.c., en los que se especifica en griego que «Zósimos lo hizo» e incluso su lugar de origen, samosata: «Zosimos Samosatei epoiei». en Hispania contamos con varias inscripciones en las que se menciona ex officina, esto es el nombre del taller, en mosaicos de mérida (Annius Boni) Panes Perdidos, Badajoz (Dexter), tossa del mar (felix) y carranque, con la particularidad de que en carranque se

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mencionan dos talleres, el de Iulius prudentis y el de Masuriani (¿), al que pertenece Hirinius, el pictor imaginarius, como especifica la inscripción, lo que prueba la existencia de dos talleres distintos trabajando en el mismo complejo arquitectónico. Por otra parte, los nombres que figuran en algunos mosaicos parecen hacer alusión a la autoría del pavimento, aunque hay opiniones muy contradictorias al respecto (Donderer, lancha y Gómez Pallarès): Seleucus y Anthus, Barito y partenos en mérida, Thalassius en córdoba; Valerius en cabra; Valerianus en navalmoral de la mata; Seleucus en mazarrón; Sabinianus en Ulisippara; Cecilianus en el mosaico del circo de Bell-lloc (Gerona); Mascel y Marcianus en el mosaico perdido del circo de Itálica, aunque J. lancha cree que son los nombres de los aurigas. y otros de los que solo se conservan unas letras en Andelos, sta. Vitoria do Ameixial. en la Galia el mosaico de lillebone, firmado por T. Sennius Felix, alude a la ayuda que le ha prestado uno de sus discípulos, de nombre Amor. en algunas lápidas funerarias de mármol figura, junto al nombre del difunto, su oficio como tessellarius o musivarius, nombres que de momento no se han documentado en los mosaicos. De época romana tenemos afortunadamente documentos no solo literarios, sino también artísticos acerca del trabajo de los artesanos y maestros del mosaico. un relieve romano procedente de ostia, de comienzos del siglo IV, nos ilustra del trabajo de los musivarios: dos obreros sentados tallan las teselas, mientras que detrás de ellos el patrono indica a dos porteadores de sacos el lugar en el que deben depositar los materiales. un paralelo se halla en un mosaico conservado en copenhage, que ha sido objeto recientemente de estudio por m. l. neira Jiménez (2012:103-114). también en una lastra de la segunda mitad del siglo IV d.c., conservada en el museo nacional de las termas en roma, se ha representado a un marmorarius haciendo un opus sectile, o tal vez se trata del pictor imaginarius realizando un diseño geométrico para un mosaico o un opus sectile (Vargas Vázquez 2010: 1075, fig. 6). en cualquier caso, a través de ellos es posible apreciar el uso del yunque, los escoplos, el martillo, el compás, pero también los mismos mosaicos llevan las trazas de los clavos y de las cuerdas utilizadas para marcar la sinopia y/o las marcas o guías básicas, como puede apreciarse con toda claridad en las sinopias de privernum. y ya en el aspecto práctico, el descubrimiento de la sinopia en varios pavimentos de todo el mundo romano (Pompeya, Stabiae, privernum, faro, Clunia, rudston, Utica, etc.) ha sido de gran ayuda a la hora de determinar la forma de trabajo, esto es, cómo se planifica la decoración del pavimento, sobre todo de las composicio-

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nes geométricas. en el caso del mosaico del tablinum de privernum el empleo de gradación de colores sobre las trazas impresas e incisas, supone un gran avance en el conocimiento de la geometría y de la metrología, porque revela con absoluta precisión el grado de preparación previa sobre la que actúa el teselario, el cual solo tiene que seguir, como si se tratara de un puzzle, las pautas marcadas por el pictor, y sirve además para delimitar los niveles de trabajo. no obstante, este mismo procedimiento se ha detectado en el mosaico geométrico del siglo IV de cirencester (neal 1981: 62, n.º 26), con unos resultados fallidos, lo que demuestra que el artesano ―⁠en este caso más bien aprendiz inexperto― no ha sido capaz de seguir con la colocación de las teselas el dibujo establecido, el diseño-guía trazado en líneas de color rojo, provocando innumerables deformaciones. ya s. Vargas se plantea en su tesis doctoral sobre Diseños geométricos en los mosaicos del Conventus Astigitanus, en relación al funcionamiento de los talleres y de la comprensión de los procesos constructivos de los mosaicos, y a pesar de las evidencias bien elocuentes en algunos pavimentos, si se hizo uso de la sinopia en todos los casos, y si se marcó siempre con tanta precisión como lo hicieron en los casos de privernum y Stabiae, o si, por el contrario, se marcaron, en algunos casos, solo ciertas líneas básicas (cancellieri 2010: 63-141; robotti 1973: 42-44). Por su parte, la colega portuguesa m. teresa caetano propone que la sinopia se habría restringido a los emblemata, pseudo-emblemas, medallones, pavimentos figurativos y diseños minuciosos, mientras que los artesanos habrían utilizado moldes de madera prefabricados para componer, si no todo, sí gran parte del teselado, aumentando de esta forma el nivel de productividad y reduciendo al mismo tiempo el coste total de la obra. supone esta autora que, a través de la simple observación empírica de los mosaicos, se puede deducir que las teselas se colocaban contorneando el eventual molde, esto es, se definían primero los contornos y solo después se rellenaban los espacios vacíos. un hallazgo importante, publicado recientemente, es el del mosaico del busto de Baco procedente de Puerto real, en el que en el momento de realizar la extracción del emblema central se descubrió la huella dejada por la punta del compás ―de 8 mm de diámetro―, utilizado para trazar la circunferencia (millán salgado y Gómez Bueno 2012: 115-136). en esta misma línea de estudio centrada en el análisis de elementos concretos que ayudan a vislumbrar los modos y las formas de trabajar de los artesanos, se une el trabajo realizado por m. Isabel Gutiérrez Deza sobre el hallazgo de una montea localizada en una de las baldosas rescatadas en la villa de santa rosa en córdo-

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ba, la cual representa uno de los esquemas documentados en el opus sectile del triclinium de dicha villa, cuyo diseño se aproxima bastante al figurado en el relieve del museo de las termas de roma. elemento este de la montea de especial interés, por cuanto deja claro cómo el modelo representado sirve de guía a los propios artesanos a la hora de cortar las piezas y de configurar el propio pavimento.5 Pero aún más interés presenta el mosaico del Juicio de Paris descubierto recientemente en cástulo, en cuya orla se intuye el empleo de plantillas o módulos.6 el pavimento, que cubre una gran estancia, está enmarcado por una banda b/n de aves y plantas acuáticas. las aves se muestran en movimiento, unas picoteando, otras levantando una de las patas y solo dos de ellas vuelven la cabeza hacia atrás rompiendo el ritmo cadencial. Pero lo más curioso es que en los lados mayores los dos primeros tipos aparecen como imágenes especulares, de forma que han variado su posición respecto a la planta que flanquean y, si en uno de los lados la pata que levantan es la derecha, en el otro es la izquierda. la misma particularidad se observa en los lados menores, lo que produce que el ave que vuelve la cabeza hacia su derecha, en el lado opuesto lo haga hacia su izquierda. tanto las aves como las plantas acuáticas recuerdan muy de cerca a las representadas en las lunetas del mosaico b/n de esquema a compás de la medusa de marbella,7 en el que se han figurado cuatro cráteras de las que salen roleos vegetales, en los cuartos de círculo de las esquinas, patos sobre ramas, en el interior de círculos, en los espacios cuadrangulares que se generan en torno al emblema central, presidido por el gorgoneion, y parejas de aves afrontadas a una planta acuática en los cuatro semicírculos laterales. estas últimas y los mismos tallos a los que se encuentran afrontadas, se hallan muy próximas iconográficamente a las de cástulo, pero en marbella no se produce exactamente esa inversión que caracteriza a la orla de cástulo, si bien hay una predisposición a hacerlo. la fecha del mosaico, en el siglo I-II, viene dada por el ánfora de garum tipo Dressel 6 o 9 representada en el pavimento b/n de xenia del corredor porticado del peristilo,8 coincidiendo con la del paviGutiérrez Deza 2010: 2091-2098. De esta misma autora son destacables otros trabajos, ya expuestos, que giran en torno al pavimento de sectile, por ofrecer información relativa a los diferentes diseños presentes en los ejemplares estudiados y por las interesantes propuestas de restitución y las reproducciones gráficas que ofrece en los mismos. 6 lópez monteagudo e.p. 7 cmre III 1981: n.º 57, lám. 67. 8 cmre III 1981: n.º 81-82, figs. 22-23, láms. 62-66. 5

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mento del cástulo y con la de los pájaros de Itálica, comentado a continuación, por lo que podría hablarse de un taller o de unos «cartones» propios de esta zona sur de Hispania. el mosaico de cástulo ofrece otros datos técnicos de gran interés, como es la utilización del color para marcar los distintos planos en las lunetas o medias circunferencias de los lados mayores, que se han decorado con cuatro erotes vistos de tres cuartos, dos de frente y dos de espaldas, con la cabeza de perfil y el cabello en tonos castaños, ofreciendo racimos de uvas, aquellos a perdices y estos a faisanes. las aves ofrecen la particularidad de tener una pata de color naranja y la otra marrón oscuro, como queriendo mostrar la luz en la parte más próxima al espectador, y la sombra al fondo, recurso utilizado en las aves figuradas en los paneles del mosaico de los pájaros de Alejandría (Guimier-sorbets 2011: 90-95). en el mosaico de los pájaros de Itálica algunas de las aves ofrecen estas mismas características, si bien la inversión de los colores en algunas de ellas lleva a pensar que el artesano copia de memoria los modelos, sin tener en cuenta la finalidad lumínica de las distintas tonalidades.9 no se le ha pasado tampoco por alto al artista de cástulo la luz y el color de la piel de las distintas estaciones del año, siendo luminosa y clara en la Primavera, más intensa y oscura en el Verano, para aflojar en el otoño y hacerse opaca en el Invierno.10 sin embargo en todo este conjunto armónico y de una belleza singular, llama la atención la forma en la que se han realizado las cabezas de los erotes, insertas de manera tosca en los cuerpos, sin apreciación del cuello y de una fealdad extrema. seguramente son obra de un aprendiz, pues no de otra forma puede explicarse esa diferencia de calidad entre estas cabezas y, por ejemplo, los bustos de las estaciones, por no hablar ya de las escenas mitológicas de los dos «oculi». fuera de Hispania, un hallazgo realmente excepcional ha sido el realizado sobre la forma de trabajar por secciones en los mosaicos paleocristianos de la iglesia triconca del Martyrion de Akryni, zona occidental de macedonia (Assimakopoulou-Atzaka 2010: 203-230), espacios delimitados mediante la inclusión de dos líneas verticales de teselas sobre el fondo neutro, o sobre las marcas realizadas al final de la jornada por el artesano, patente en Piazza Armerina, como ya demostró hace años Xavier Barral. Al parecer, al final de la jornada el artesano colocaba sobre el mortero delgadas tiras de mecmre XIII 2011: núm. 24, láms. VIII-XI. sobre estos juegos de luces y colores, vid. Kramer 2011a: 193-205 y 155-157; 2011b: 547-554. 9

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tal o de madera para mantener la humedad durante la noche, de forma que al día siguiente, cuando levantaba el soporte, quedaba la impronta del mismo en forma de línea continua. últimamente se está prestando especial atención a la existencia de talleres a través de los restos de acumulación de teselas, hecho que había pasado prácticamente inadvertido. el descubrimiento de los núcleos y distintos materiales para la extracción de teselas, producido en dos lugares de la Bética, que indican la existencia de talleres que trabajan los materiales dentro y fuera del propio espacio a pavimentar, reutilizando o generando los materiales para la extracción de las teselas (romero Pérez y Vargas Vázquez 2011: 823-828), abre una vía de investigación de excepcional interés por cuanto revela un dato que hasta ahora era desconocido. A este respecto destaca el hallazgo, producido durante las excavaciones del teatro romano de córdoba, de un interesante vertido de restos, teselas y fragmentos de diversa índole, procedentes de un taller dedicado al corte de los materiales para la fabricación de teselas (tal y como aparece en el relieve de ostia) y otras piezas de decoración arquitectónica de pequeño formato, cuya principal materia prima procede de la reutilización de material de acarreo (sánchez Velasco 2000: 289-306; Ventura et alli ―⁠eds.― 2002: 275-278). A ello se le suma otro importante descubrimiento producido en la villa de la estación de Antequera, presentado por s. Vargas y m. romero en el XI congreso de la AIemA celebrado en turquía en el año 2009, y publicado en las actas de dicho congreso en 2011 (romero Pérez y Vargas Vázquez 2011: 823-828). De nuevo se trata de una significativa acumulación de teselas de diferentes tipos, colores y tamaños, que en este caso definía el lugar exacto, dentro de la villa, donde el artesano fabricaba las teselas. A estos hallazgos se le suma el acontecido en la villa romana de la olmeda, en la que se documentan varios depósitos de teselas, algunas de ellas defectuosas y otras incluso separadas en función del color; lascas y restos de piedras y pasta vítrea, bloques de piedra y placas de vidrios utilizadas para la fabricación de las teselas (cortes Álvarez de miranda 2008: 24-25). en Portugal se conocen algunos lugares con acumulación de teselas y de materiales para realizarlas (caetano 2007: 53-84), como los pequeños bloques calcáreos para ser convertidos en teselas en las proximidades de la villa de rabaçal, y la provisión de teselas con película dorada en milreu. es el caso también de la villa de rio maior (Algarve) donde se descubrieron vestigios del taller de los mosaistas junto a la casa, pudiéndose afirmar que las piedras procedían de lugares situados a 2 o 3 kilómetros. un singular hallazgo de varios miles de teselas de color blanco con las aristas

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muy vivas, esto es, sin desbastar aún, se produjo en la pars rustica de la villa Granja dos serrôes (sintra). excavaciones posteriores descubrieron también bloques calcáreos por cortar y un escoplo, prueba de la existencia de un taller de cantero dedicado a la fabricación de teselas que funcionó entre los siglos III y IV. fuera de Hispania, en la Nympharum domus de nabeul se descubrieron restos de mármoles a la entrada de la casa, utilizados en el mosaico del peristilo, y bajo este tiras de mármol policromas, preparadas para ser cortadas en teselas y que luego no se utilizaron. en la casa del triunfo de neptuno en Acholla (túnez) se detectaron restos sobrantes de la fabricación del mosaico, a juzgar por la presencia de placas de piedra de varios colores (Gozlan 1992: 267). en la villa romana de combette (morat, suiza), se documentó una importante acumulación de restos de un taller vinculado a la producción de teselas para los mosaicos de la propia villa, en la que destacan piezas en proceso de fabricación donde se aprecian, en algunos casos, las huellas de las herramientas utilizadas (rebetez 1997: 80). es una pena que no se haya prestado más atención a este tipo de hallazgos, que revelan la existencia de talleres in situ, y que únicamente se hayan recogido las teselas amontonadas en un lugar, descontextualizándolas y sin prestar atención a su importante significado. Que las teselas y los materiales para fabricarlas también viajaban lo demuestra el hallazgo junto a las islas Berlengas de teselas y placas de piedra para cortarlas ―conservadas en el museo del mar de cascais― en el contexto del naufragio de un navío romano. lo que prueba la existencia de un comercio de teselas a gran escala, aun cuando el origen de las mismas no se ha podido determinar. Pero también debían viajar los emblemata, los pequeños cuadros de circa medio metro de lado o de diámetro, montados sobre superficies de piedra o de barro, realizados con teselas diminutas (0,2-0,5 cm) ―Guimier sorbets 2000: 281-289―. la arqueología confirma este transporte, como los restos de emblemas conservados en el museo de ostia, a los que algunos investigadores como Giovanni calza (calza 1940: 177, figs. 88-91), suponen un origen alejandrino a juzgar por sus características técnicas y estilísticas, suposición que confirma una inscripción hallada en el heroon de Apateira (Éfeso) en la que se dice que Alejandría se había hecho famosa en la Antigüedad por la manufactura y exportación de estos emblemas (Daszewski 1985: 15-16). seguramente también importados son los emblemata de Ampurias. el transporte de mosaicos está asimismo documentado en las fuentes literarias, en concreto en suetonio (Vit. Caes. Divus Iulius 46) quien refiere que césar transportaba en sus expediciones militares mosaicos y pavimentos de opus sectile (mañas 2011b: 456).

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como en el actual estado de conocimientos no es posible hacer una panorámica general, una síntesis de los ámbitos de producción en Hispania, nos vamos a concentrar en la Bética porque es aquí donde venimos trabajando hace años (lópez monteagudo y neira Jiménez 2010), y concretamente en el Conventus Astigitanus, donde sebastián Vargas ha volcado toda su investigación de manera exhaustiva. en contraposición a los conocidos y meritorios trabajos de catalogación de G. salies: Untersuchungen zu den geometrischen Gliederungsschemata römischer Mosaiken y c. Balmelle et alii: Le Décor géométrique de la mosaïque romaine, vols., I y II, sobre los esquemas compositivos, que se han convertido en documentos de obligada consulta para el estudio del mosaico geométrico, el trabajo planteado por s. Vargas da un paso más, al intentar sobre todo profundizar en el desarrollo y los posibles modos y procedimientos de ejecución de los diseños estudiados. en este sentido, no se trata únicamente de una recopilación y análisis de modelos sino que además persigue desentrañar los mecanismos que se siguieron a la hora de su diseño y elaboración, ampliando al mismo tiempo y gracias a la información que un trabajo de estas características aporta, el conocimiento sobre el modo de actuar de los talleres musivos. Porque si importantes son las escenas figurativas y sus paralelos que, evidentemente marcan un camino por donde transitan los modelos y sus posteriores readaptaciones provinciales, para poder establecer unos talleres, unos focos productivos, un radio de acción y unas vías de influencias, creemos que además son fundamentales las composiciones, la compartimentación de las superficies y los motivos decorativos y, por supuesto, también las orlas. es decir, lo que en un pavimento puede resultar secundario o menos atractivo cobra una importancia esencial a la hora de establecer centros de producción y maneras de trabajar. un emblema figurativo, que por lo general sigue el modelo de un cartón, que puede llegar ya hecho, en el caso de emblemata de pequeño tamaño o cuyo autor, el artista, se desplaza por los distintos lugares, es menos relevante para el tema que nos ocupa que los pequeños artesanos que trabajan en el taller en partes menos importantes del pavimento, como pueden ser los motivos de relleno y algunas orlas. Por supuesto que también siguen modelos de distintos soportes, pero estos diseños se prestan menos a novedades, a manipulaciones personales, forman parte del repertorio del taller, de sus preferencias, y por eso nos sorprende que ciertos motivos se encuentren exactos en la Bética y en otras zonas de la Península Ibérica, de forma especial en Lusitania. no en vano la Bética contó con vías que permitían la co-

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hesión de todos sus territorios, uniendo entre sí los núcleos poblacionales y estos con los principales centros productivos, al tiempo que permitían la conexión del territorio bético con el exterior. en este sentido, destacan las vías que enlazaban las principales ciudades de la Bética y las capitales de los conventos jurídicos con mérida: Corduba-Emerita, Astigi-Emerita, Italica-Emerita. en varias ocasiones (lópez monteagudo 2006b: 715-736) hemos puesto de manifiesto que el arte musivo de Hispania, lejos de comportarse como un fenómeno de mímesis y de arte provincial de menor calidad imaginativa y artística, se erige como una creación destacable por su originalidad y al mismo tiempo como una pieza de la oikoumene artística romana. los diseños geométricos y los temas decorativos y figurativos son los mismos que los del resto del Imperio y muchos de ellos denotan la influencia itálica, africana y del oriente, como resultado seguramente de las relaciones comerciales, no solo de productos agrícolas, en especial el aceite, sino también de obras de arte, como los sarcófagos, como defiende K. Dunbabin y hemos comprobado en la Bética, así como de la circulación de modelos, los paradeigmata, que podían ser papiros o códices o libros ilustrados de las comedias y tragedias. los repertorios musivos comunes a todas las áreas del Imperio, la repetición de modelos en distintas épocas y lugares alejados entre sí, tanto en temas figurativos como en diseños compositivos y motivos decorativos, suponen la hipotética existencia de «cuadernos de modelos» viajeros, paradeigmata, gráficos o descriptivos, así como de artistas y talleres itinerantes que iban incorporando temas a través de sus desplazamientos y transmitiéndolos por distintas zonas, todo lo cual revela un activo comercio de prototipos y de diseños y unos procesos de creación y transformación de los mismos, a la par que unas preferencias artísticas e ideológicas por unos temas figurativos determinados, a las que seguramente no eran ajenas las modas imperantes en el momento (Darmon 2011: 25-34; mañas 2011b: 455-464). Pero al mismo tiempo, la provincia hispana impone sus características propias, dando prioridad a unos diseños compositivos y a unos temas figurativos, y sobre todo impregnando a estos últimos de un modus operandi, es decir, de un tratamiento específico que la distingue del resto de las zonas, y que, a partir de un fondo común que es la herencia de roma, de un mismo vocabulario decorativo manifiesto de un extremo a otro del Imperio, desarrolla sus propias peculiaridades, su propia originalidad desde fechas tempranas. seguramente la característica más reseñable de la musivaria de la Península Ibérica es su carácter «abreviado» o sintético, siguiendo el modelo de la musivaria

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griega, en la que a través de unos cuantos indicadores se cuenta la esencia y toda la secuencia narrativa del mito. la llamada «manera abreviada» deriva de una práctica atribuida a pintores griegos, en la que Apeles consiguió singular maestría y por la que se hizo célebre ya en su tiempo (nieto Alcaide 2003: 72 ss.). Hace ya unos años que venimos llamando la atención sobre la predilección en la Bética de algunos esquemas compositivos tales como el llamado esquema a compás o la composición radial de rectángulos o cuadrados a partir de un octógono central (lópez monteagudo 2006a: 85-91; lópez monteagudo y neira Jiménez 2010: 39-49, 56-58). ya el profesor Antonio García y Bellido se percató de que la composición de esquema a compás gozaba de gran predilección en la musivaria hispano-romana, sin distinción de zonas geográficas ni de escalas cronológicas (García y Bellido 1965:183-196), y posteriormente Dimas fernández Galiano dedicó una monografía a este diseño compositivo (fernández-Galiano 1980), que consiste en insertar en un cuadrado una circunferencia central flanqueada por cuatro semicircunferencias tangentes a la misma y cuatro cuartos de circunferencia ubicados en los ángulos del campo. Diseño geométrico que tiene su origen en la decoración arquitectónica de las bóvedas, cuya estructura compartimentada en estuco y pintura pasa a la superficie plana del pavimento. se documenta desde fecha temprana en la península itálica en diseños b/n de Pompeya, ostia y lucera (Blake 1930: lám. 22.4; Blake 1936: lám. 33.1; Becatti 1961: lám. ccXXIV), desde donde irradia profusamente a la parte occidental del Imperio, documentándose con una amplia cronología en Gran Bretaña en mosaicos de fishbourne, de la segunda mitad del siglo II, Hinton st. mary y rudston, mediados/finales siglo IV (Dunbabin 1999: 88-100, figs. 90, 94 y 99), siendo un esquema muy conocido también en la musivaria de Grecia, baste recordar los ejemplos de cos, Koroni, esparta, olimpia y Knossos (De matteis 1999: 62, nota 21, lám. IX, 1). en Hispania este esquema tiene una extensa cronología que va desde el siglo II al IV d.c., sin distinción de áreas geográficas, tanto en diseños puramente geométricos o florales, como figurativos, utilizándose a partir de los inicios del siglo II en ejemplos de gusto italianizante, que incluyen elementos geométricos, vegetales y de veneras ―Clunia― y también escenas figurativas, al principio en composiciones en blanco y negro que paulatinamente van introduciendo el uso del color ―mosaicos de seleuco y Anthus de mérida, de la crátera de córdoba, la medusa de marbella, rapto de Ganimedes de Itálica, eros y Psiche de Itálica, rapto de europa de Écija, erotes de Aurgi, la loba y los Gemelos de Alcolea de córdoba y Villacarrillo, oceanos de ca-

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sariche, mosaico de aves de Pissôes, pavimento geométrico de milreu― hasta llegar a su plena utilización en ejemplares más tardíos, como en el mosaico de la metamorfosis de ovidio procedente de carranque (toledo) ―cfr. Blázquez 1981: núms. 23, 39, 52, 56; Blázquez et alii 1993: 221-296, figs. 27, 40; lópez monteagudo y san nicolás Pedraz 1995: 383-438―. el predominio de este diseño compositivo en mosaicos tempranos de la Bética ―la composición, en opinión de s. Vargas, evoluciona a veces bajo un aspecto más complicado, es el caso del mosaico de la Alegoría de Écija (Vargas Vázquez 2010: 1073, figs. 1-3)― y zonas próximas, casi siempre dentro de un contexto dionisiaco o marino, induce a pensar en la procedencia del modelo a partir de un taller situado en la Bética a donde llegaría a través de las relaciones con Grecia, sin descartar el influjo itálico en esta y en otras zonas de la Península (lópez monteagudo 2006a: 85-91). Aunque el modelo de «esquema a compás» se encuentra extendido por todo el mundo romano, de forma especial en la parte occidental del Imperio, su raíz hay que buscarla en Italia, en donde se documenta, como ya hemos apuntado, en la casa del Poeta trágico de Pompeya, en la Insula delle Pareti Gialle de ostia y en lucera. el modelo itálico, junto a sus motivos decorativos más usuales, es adoptado por los talleres provinciales desde el siglo II d.c., si bien en la Bética el esquema original itálico sufre un enriquecimiento a partir de los inicios del siglo II con la introducción del empleo del color, de forma tímida al principio hasta alcanzar las composiciones enteramente policromas del siglo II y de épocas posteriores. una variante del llamado «esquema a compás» o «a oculi», presenta el mosaico del Juicio de Paris descubierto recientemente en cástulo, constituyendo una particularidad notable ya que presenta una composición de «esquema a compás» provisto de dos «oculi» decorados con dos escenas mitológicas: el juicio de Paris y el descubrimiento de endimión por selene. la existencia de dos círculos centrales, y no uno como es habitual, conlleva que el resto del espacio del mosaico se encuentre dividido en seis lunetas, dos en cada uno de los lados largos, manteniéndose una medio-circunferencia en los cortos y aumentando en seis los espacios cuadrangulares, respecto a los cuatro originales, mientras que permanecen intactos los cuatro cuartos de círculo de los ángulos (lópez monteagudo e.p.). De ello se deduce además que, como señala s. Vargas en su trabajo, el diseño no es más que un extracto de la composición de circunferencias tangentes. otra excepcionalidad dentro de los «esquemas a compás» la constituye el pavimento itálico de lucera (Blake 1936: 122-124, 141, lám. 33.1; Pietropaolo 2005:

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49-60, fig. 5). De grandes dimensiones también, pertenece seguramente a un complejo termal del siglo II, próximo al área forense y en la actualidad se conserva en el museo cívico de lucera. está compuesto por dos paneles en t, en los que se asocia el blanco y negro y la policromía, característica de las producciones musivas del siglo II y los comienzos del III. el tramo horizontal presenta decoración geométrica en policromía, mientras que el vertical, en blanco y negro, ostenta una composición de «pseudo esquema a compás», formada por semicírculos laterales, decorados con escenas de thiasos marino, que encuadran tres círculos centrales con decoración geométrica. entre los temas figurativos destacan animales fantásticos marinos, tritones, parejas de delfines asociados a anclas y timones y, lo que es más interesante, cuatro erotes navegando de pie sobre ánforas vinarias en un mar indicado por motivos de peine. los erotes muestran una actitud extremadamente dinámica, ya que algunos levantan una de las piernas, mientras sujetan con ambas manos los extremos de la vela que aparece inflada por el viento y anudada por el otro extremo a las asas del ánfora.11 Aparte de los elementos comunes, lo primero que salta a la vista en la Bética son las diferencias entre los mosaicos de los distintos lugares y sus particularidades locales, a todas luces evidentes, no pudiéndose hablar, como apunta Irene mañas, de una escuela del Guadalquivir, sino más bien de talleres como focos de irradiación de sus modelos (composiciones simples de redes de hexágonos se encuentran prácticamente idénticas en Itálica y carmona, las ya citadas de esquemas a compás, de estrellas de 8 rombos en Itálica, carmona, córdoba y otros lugares, de octógonos con rectángulos o cuadrados acantonados, diseños de roseta de triángulos curvilíneos y ya en el aspecto figurativo las coincidencias entre las nereidas figuradas en los mosaicos de Écija y de casariche) y de artesanos que a veces trabajan en varios lugares, como dejan traslucir los mosaicos. Itálica, Écija, córdoba, no tienen nada que ver entre ellas en cuanto a cuestiones iconográficas y modos de compartimentar la superficie musiva. tienen estilos y modos de hacer distintos, si bien participan de ciertas similitudes en los diseños de superficies y de las orlas, entre las que destacan las de ojivas y las de peltas, motivos, por otra parte que ya se encuentran en las épocas más tempranas de la musivaria de la península itálica (villa Adriana y ostia) y de la Galia y que tuvieron una larga perduración, por lo que tampoco sirven de marcadores cronológicos ni territoriales, si bien es verdad que llama la atención la similitud, como hemos apuntado, de motivos decorativos entre los mosaicos de la Bética y de la Lusitania. 11

sobre este particular, cfr. lópez monteagudo 2011: 453-469.

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el cosmopolitismo de la colonia italicense la hace permeable a varias influencias venidas de fuera, una de ellas directamente de la península itálica, pues no hay que olvidar que desde comienzos del siglo I a.c. en Hispalis se asentaron ciudadanos italo-romanos, élites de negotiatores dedicadas al comercio, que, en la época de la fundación de la colonia, acapararon el poder. y esta presencia italo-romana debió repercutir en los gustos artísticos y en la llegada de artesanos o, al menos, de modelos itálicos, tal y como reflejan los pavimentos en blanco y negro del siglo II d.c. procedentes de Itálica ―mosaico de Poseidón/neptuno, sobre todo, y de los pigmeos― y de la misma Hispalis ―mosaicos de peces del edificio termal de la cuesta del rosario y del Hospitium de los peces de la encarnación― a través del emporion de Hispalis, comparable al puerto comercial de ostia. en el volumen III del libro Arte romano de la Bética, dirigido por la profesora Pilar león-castro, ya destacábamos que los mosaicos mitológicos de Itálica presentan una particularidad, y es la compartimentación de la superficie en pequeños cuadros o casetones ocupados por las distintas figuras del mito, lo que produce la fragmentación o descomposición del relato mítico.12 estas historias «fragmentadas» constituyen una interesante característica de algunos mosaicos italicenses, ya que se hallan presentes en el llamado mosaico Ibarra, en el báquico de la casa de neptuno y también en el de orfeo de la casa de los Pájaros, ambos in situ, aunque este fenómeno artístico también se documenta en el mosaico malagueño de los trabajos de Hércules procedente de cártama. estos casetones, concebidos más a la manera de las xenia, unas veces constituyen fragmentos de un «todo» disgregado y, en otras ocasiones, son elementos aislados, distintos, que se agrupan para conformar un relato mitológico. y es que, frente a esta disgregación de las escenas, frente a ese rompimiento del mito, existe en Itálica el fenómeno artístico contrario, que consiste en agrupar episodios míticos distintos, plasmados de manera visual en los distintos compartimentos de la superficie musiva, en torno a un eje común que, en el caso del mosaico de los Amores de Itálica, es Júpiter y sus conquistas amorosas, y en el de la casa del Planetario son Baco y Ariadna, si bien la superficie musiva sigue dividida en compartimentos. son ejemplos tempranos de escenas compartimentadas o disgregadas, pero sin embargo no son mitos «rotos», sino que los episodios representados están relacio-

12 Particularidad esta que como bien ha sabido ver s. Vargas contrasta con la mayor predilección, en el caso de algunos pavimentos astigitanos, por narrar o representar las escenas a campo abierto, es decir, ocupando todo el espacio sin compartimentación geométrica establecida.

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nados unos con otros, están articulados en un conjunto armónico siguiendo el principio de diarthrosis, o sea la articulación de las partes, plasmado por Policleto en su famoso Canon. es decir, siguen la tónica del arte griego en el que, a decir de A. Blanco:

[…] en el particular mundo de los griegos, resultaba preceptivo que cualquier objeto estético […] tuviera bien delimitadas todas sus partes integrantes, que estas estuvieran relacionadas unas con otras mediante una lógica articulación y que, finalmente, se encontrasen integradas en un conjunto armónico. es esta, en definitiva, la línea que se advierte en el arte griego desde sus orígenes y en todas sus distintas fases de evolución (Blanco freijeiro 1990: 4).

estos mosaicos, junto a otros de córdoba, son ejemplos contrarios del «estilo continuo» patente en el mosaico de Dionisos niño de Écija, de la misma fecha, y del ya tardío báquico de fuente Álamo, estilo más propio de los mosaicos del norte de África. y sin embargo, esta compartimentación no resta dinamismo a los episodios representados, todo lo contrario, los cuadros tienen por separado vida propia, pero al mismo tiempo, participan del todo, no como escenas estáticas, sino dotadas de un dinamismo que va articulando los distintos episodios como partes de un conjunto mitológico armónico. en conclusión, los mosaicos de Itálica son el resultado de unos talleres con cartones muy elaborados, en los que predomina ya el uso del color desde época temprana, aunque a veces sea en tonalidades reducidas, diluyéndose el influjo itálico en un amplio fondo artístico en el que confluyen y se reelaboran con personalidad propia distintas tradiciones, haciendo de Itálica desde mediados del siglo II d.c. y a comienzos del III un gran centro de musivarios y de talleres ―al menos tres identificados por I. mañas― que irradian a otros lugares como carmona, aunque también esta ciudad muestra ciertas diferencias con la musivaria italicense, y con temáticas y composiciones afines, pero también con diferencias respecto a Corduba y Astigi que los individualizan, imprimiéndoles un sello personal. la capitalidad de Corduba, como centro administrativo de la provincia Bética, se acusa en el gran número de sus pavimentos musivos y en la peculiaridad y variedad de sus composiciones y escenas figurativas, entre las que hay que resaltar no solo los temas mitológicos, sino sobre todo aquellos inspirados en la vida diaria ―el teatro, la caza, la producción agrícola―, que hacen de ella uno de los centros del Guadalquivir o, al menos, sede de importantes talleres de producción de mosaicos, notables por la gran calidad artística a lo largo de los siglos de su producción musiva.

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las producciones musivas de Colonia patricia Corduba se caracterizan por el pathos y la dermis táctil de sus figuras, conseguida mediante el empleo de una abundante policromía que acentúa los volúmenes, así como por la recurrencia de elementos decorativos que se repiten en mosaicos tanto de la capital como de las zonas próximas. esa irradiación del taller focal de Corduba se hace evidente en la plasticidad y carnosidad que tienen, entre otros, el busto de Baco en el mosaico cordobés de la colección cruz conde, el oceanos del Alcázar de los reyes cristianos o los bustos de las estaciones del mosaico de las estaciones de córdoba y del rapto de europa de fernán núñez. también parece ser una creación cordobesa, dentro de la propia Bética, o al menos uno de los diseños compositivos predominantes de los talleres de Colonia patricia, la composición radial de rectángulos tangentes a los lados de un octógono central, diseño que determinan otros tantos espacios triangulares, acabando los ángulos en círculos y con medios círculos en el centro de los lados («oktogonsystem VI, Zentralkomposition» de salies), si bien hay que aclarar que este diseño geométrico no es exclusivo de Hispania, puesto que se documenta en otros lugares del Imperio y de forma especial en Grecia, mosaicos cretenses de cnosos y Kastelli Kisamou y en otro de olimpia, de los siglos II-III d.c. esta composición, que supone la desmembración de la escena o del relato en varios compartimentos, se repite en varios pavimentos cordobeses del siglo II d.c. procedentes del solar de la antigua Colonia patricia, como el mosaico báquico de la colección cruz conde, el fragmentario de las estaciones y el mosaico del thiasos báquico de Alcolea, ambos en el museo Arqueológico de córdoba. la misma composición, con la variante del cambio de los rectángulos por cuadrados, se documenta en el mosaico del nacimiento de Venus de cártama (málaga) que se data ya a fines del siglo II d.c. o a comienzos del siguiente, y en uno de los mosaicos del villa romana de el ruedo (Almedinilla, córdoba), de finales del siglo III-principios del IV d.c. la representación de la pradera florida que sirve de suelo al Pegaso de Corduba y que se vuelve a encontrar en el grupo de eros y Psyche del Banco de españa y, ya fuera de la capital, en el citado rapto de europa de fernán núñez y más lejos en el rapto de europa de mérida, nos ha llevado a identificar un taller o un maestro al que le hemos dado el nombre de «maestro de la pradera florida». otro taller o maestro habría realizado los mosaicos del Auriga y de la cruz de scuta, procedentes de distintos lugares de la capital cordobesa, cuyo esquema compositivo y decoración son tan similares, que parecen salidos del mismo taller. Asimismo, se constata cómo las numerosas composiciones de thiasos y fauna mari-

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na, realizadas en blanco y negro y en color, irradian desde la capital a otras zonas del conventus Cordubensis y de la Bética. el estudio técnico y artístico de los pavimentos cordobeses permite identificar no solo la existencia de talleres y la utilización de los mismos cartones, sino también el establecimiento de relaciones entre mosaicos del área urbana de Corduba y otros procedentes del conventus o de diversas ciudades de la Bética, de forma que podría hablarse de unos talleres asentados en la capital de la Bética, cuya influencia o radio de acción se extendía a zonas próximas e incluso a la Lusitania. en el caso de Corduba, hay que prestar una atención especial a los esclavos y libertos griegos, cuya presencia está documentada en la onomástica y a quienes seguramente hay que imputar la influencia que se detecta en los mosaicos de Polifemo y Galatea y del actor trágico con máscara y cayado, obras seguramente de artistas griegos llegados a la capital de la Bética. otro centro, en el que la influencia griega también se hace patente, se encuentra en Écija (Colonia Augusta Firma Astigi) ―lópez monteagudo 2001: 130-146― capital del Conventus Astigitanus, cuyo esplendor, como en el caso de Italica y Corduba, se manifiesta en el gran número de mosaicos que ha proporcionado, la mayor parte con una cronología en torno a los siglos II y III d.c., que destacan por el dominio de la técnica en los ejemplares más tempranos (siglo II), por la originalidad de sus diseños compositivos y por el tratamiento iconográfico de los temas figurados inspirados en la mitología, con predominio del carácter báquico en casi todos ellos, si bien las divinidades acuáticas y los peces también están bien representados. la musivaria de Écija se diferencia de la del resto de la Bética sobre todo por la creatividad de las imágenes, que hacen de sus pavimentos figurativos un unicum dentro del conjunto musivo de la Bética. recordemos el mosaico del rapto conjunto de europa y Ganimedes, de Baco niño, de Baco en carro tirado por centauros, de la doble cabeza báquica, de las nereidas, de la Alegoría, del circo, etc. Pero también en el plano compositivo destacan algunas de sus composiciones, como la que muestra el mosaico de la Alegoría, la del mosaico de oceanos de la plaza de españa, pero también otras como las de líneas concéntricas de triángulos, cubos, etc. las diferencias cualitativas de los mosaicos astigitanos y las características iconográficas y técnicas tan determinadas que en ellos se aprecian llevan a pensar en la existencia de dos tendencias creativas de distinta calidad artística, pertenecientes a las dos etapas constatadas en la colonia. las excavaciones llevadas a cabo en distintas ocasiones en Écija han puesto de manifiesto una superposición de pavi-

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mentos y muros que revelan la existencia de un profundo cambio a fines del siglo II d.c. y comienzos del III respecto a la etapa anterior que puede fecharse del siglo I d.c. a la segunda mitad del II. Al siglo II, época de mayor auge en la economía oleícola de la colonia, según se deduce de los hallazgos epigráficos y arqueológicos ―ánforas olearias, restos arquitectónicos y escultóricos del foro―, se pueden adscribir algunos de los mosaicos astigitanos de mejor calidad técnica y artística, con utilización de teselas de pequeño tamaño en las figuras y un rico y variado empleo del color con teselas de pasta vítrea. en la segunda fase se produce una reordenación programada del espacio con derrumbamiento y aniquilación de las estructuras anteriores y una diferencia cualitativa en las técnicas constructivas, que supone un cambio tajante con lo anterior. los mosaicos de Écija parece que pertenecen a dos etapas o a dos tendencias artísticas distintas. en la primera, de mejor calidad técnica y artística, pueden encuadrarse los mosaicos descubiertos en la casa romana de la calle Barrera de oñate: escena báquica presidida por la figura de Baco niño sobre pantera; mosaico de esquema a compás con la representación del rapto de europa en el círculo central; mosaico de triunfo de Baco tirado por centauros, mosaico de la Alegoría y de las nereidas. A la otra corriente, caracterizada por el mayor tamaño de las teselas y sobre todo por unas particularidades estilísticas muy determinadas, pertenecerían los mosaicos ya conocidos de antiguo, como son el triunfo báquico del museo Arqueológico de sevilla, el castigo de Dirce y los pavimentos de la casa romana descubierta en la calle san Juan Bosco: triunfo báquico y rapto de europa y Ganymedes. todos estos mosaicos muestran unas características iconográficas y técnicas tan determinadas que hacen pensar en la existencia de un taller en la misma colonia astigitana. Quizás lo más destacable sea la forma de representar la boca, con el empleo de una línea recta de color oscuro para marcar el labio superior, particularidad que se documenta igualmente en el mosaico del rapto de europa de cos, contemporáneo a los pavimentos astigitanos. otros detalles iconográficos, como la forma de dibujar los cabellos, los ojos, las cejas y la nariz del oceanos de la plaza de españa, son idénticos a los de dos cabezas de medusa figuradas en los mosaicos griegos procedentes de la casa de Dionysus en Dion, que se datan entre fines del siglo II d.c. y comienzos del III. Asimismo, los paralelos para ciertas composiciones y figuras apuntan directamente a Grecia. no es sin embargo, el único influjo que se detecta en la musivaria astigitana, sino que también son evidentes las influencias de la península itálica en el mosaico de la doble cabeza, y del norte de África, por ejemplo en el mosaico de las nereidas, cuyos más inmediatos paralelos se encuentran en el

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mosaico del thiasos de neptuno de sousse (el Bardo) o en el del circo. un dato realmente sorprendente en la musivaria astigitana, frente a las producciones de Corduba y de Italica, es la inclusión de distintos episodios mitológicos o de diversas fases de un mismo mito en una superficie continua, sin compartimentar, particularidad de la que son buenos ejemplos, frente a la «fragmentación» propia de los otros dos centros, el mosaico de Baco niño y el de los raptos de europa y de Ganimedes. y que hacen de estos mosaicos ejemplos de ese estilo «abreviado» propio de la musivaria hispana en general. lo más importante de los mosaicos astigitanos es su conexión no solamente con el arte de la península itálica, Galia y el norte de África, sino con algunos mosaicos de Grecia, lo que evidencia unos contactos artísticos en esos siglos entre dos regiones alejadas del mediterráneo, en función seguramente del comercio del aceite, como revelan los nombres griegos que aparecen en los tituli picti de las ánforas olearias procedentes de Écija, descubiertas estos años por José maría Blázquez y José remesal en el monte testaccio y que hacen alusión a los traficantes del aceite hispano. De hecho, el 50% de los esclavos de Astigi tiene un origen griego y, si se tiene en cuenta que muchos libertos fueron evergetas, es lógico que la influencia griega en las obras de arte se hiciera patente. la influencia griega en la Bética se detecta, pues, no solo en esos trazos iconográficos de Écija, sino también en ciertos diseños compositivos de córdoba y de Écija, lo que confirmaría la presencia de artistas griegos que inmigraron a ciudades importantes, como Corduba o Astigi, de cuyos nombres no ha quedado constancia, pero que han dejado su impronta en las obras salidas probablemente de sus manos. la epigrafía anforaria de la Bética atestigua nombres griegos, gentes relacionadas con la producción del aceite y su exportación a las distintas áreas del Imperio romano, sin olvidar la de otros grupos de procedencia itálica, gálica, norteafricana y oriental. tal y como ha señalado Patrizio Pensabene, hay que poner en relación a los comitentes identificados en los tituli picti de las ánforas olearias procedentes de la Bética con los ricos posessores que financiarían los grandes proyectos arquitectónicos de la capital provincial y a los que no serían ajenos los pavimentos de las domus. en definitiva, la musivaria hispano-romana acusa la influencia itálica, norteafricana y oriental, sin que podamos de momento afirmar con rotundidad cómo llegan estos influjos, si vinieron artesanos o modelos, o si fue producto de las modas imperantes en cada momento. Pero lo que sí es cierto, es que queda mucho por hacer y que nos seguimos moviendo, aunque evidentemente cada vez en menor grado, en el campo de las conjeturas.

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ofIcInAs y estIlos en el HÁBIto ePIGrÁfIco De lA HISpANIA romAnA1 Juan manuel ABAscAl PAlAZÓn, universidad de Alicante

resumen: casi toda la producción epigráfica romana se realizaba en officinae, la mayor parte de las cuales están en las ciudades y solo algunas en las zonas rurales. todas las ciudades tuvieron sus propias officinae y el grueso de la producción epigráfica fue posterior al gobierno de Augusto, con el que se produjo el incremento real del hábito epigráfico en el Imperio romano. es muy difícil identificar las officinae y los oficios individuales relacionados con las inscripciones, pues seguramente muchos talleres y artesanos no solo producían monumentos epigráficos sino materiales en piedra para la construcción. la identificación de los talleres se puede hacer a partir de criterios estéticos y del análisis de su clientela, pero también hay que tener en cuenta las modas que se extendieron por todo el Imperio y que afectan a la forma de los monumentos y a los formularios. summary: roman epigraphic production was carried out in officinae, most of which were located at towns and only a few in rural areas. All roman towns had their own officinae and most of the epigraphic production can be dated after the Government of Augustus. the real increase in the epigraphic habit occurred in the roman empire in this period. It is very difficult to identify the officinae and individual jobs, as surely many workshops and craftsmen not only produced epigraphic monuments but building materials. the identification of the workshops can be based on aesthetic criteria and analysis of its clientele, but must also be taken into account the fashions that spread throughout the roman empire and which affect the shape of monuments and the texts. Palabras clave: epigrafía romana, officinae romanas, monumentos funerarios, manufacturas. Key words: roman epigraphy, roman officinae, funerary monuments, manufactures.

IntroDuccIÓn

una estimación reciente de Géza Alföldy cifraba en algo más de 400 000 el número de inscripciones latinas conocidas en el Imperio romano, de las que unas 25 000 corresponden a la Península Ibérica (Alföldy 2011: 188). si tenemos en cuenta la proporción de inscripciones recuperadas en los diferentes centros urbanos ―pongamos por caso Tarraco o Augusta Emerita a modo de ejemeste trabajo se ha escrito en el marco del proyecto HAr201232881: «manuscritos epigráficos españoles de los ss. XVI-XIX: entre la historiografía y la epigrafía científica». 1

plo― esa cantidad debe representar solo un pequeño porcentaje, quizá no más del 3 o 4%, del número total de inscripciones que hubo originalmente. eso significa que repartidas por todo el Imperio romano, pero también por Hispania, debió haber cientos de officinae2 epigráficas destinadas a satisfacer la demanda de este tipo de productos y a nutrir con sus pedestales y estelas los foros y las necrópolis del tejido urbano del Imperio (figura 1). sobre el uso del término officina desde la Antigüedad vide H. leclerq, Dictionnaire d’Archéologie chrétienne et de Liturgie, 1925, s. v. «lapicides», col. 1331-1332; susini 1973: 19-20 con resumen de la cuestión. 2

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JuAn mAnuel ABAscAl PAlAZÓn

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figura 1. mapa de distribución de los talleres epigráficos citados en el texto. los círculos numerados identifican las officinae y estilos tratados de manera individualizada: 1. Vigo; 2. Área de Picote (miranda do Douro, Bragança) y zona española de rabanales, rábano de Aliste y Villalcampo (Zamora); 3. estilos de centro y sur de Portugal (Idanha-a-Velha, área de torres novas/lisboa y Beja); 4. círculo salmantino occidental (Hinojosa de Duero, moral de sayago, etc.); 5. lara de los Infantes (Burgos); 6. monte cildá (olleros de Pisuerga, Palencia); 7. Área de Poza de la sal; 8. Clunia, Hontoria de la cantera y Vivar del cid; 9. camero nuevo (la rioja); 10. el «grupo Pelendón» (la rioja y soria); 11. el «grupo del ebro» y la officina del Vareia; 12. Gastiáin; 13. tarragona; 14. Segobriga; 15. Dianium (Denia, Alicante). los cuadros identifican otros centros citados en el centro pero no tratados de forma específica: 16. Augusta Emerita; 17. Alto Palancia y zona de Saguntum; 18. Carthago Nova; 19. Hispalis; 20. Corduba; 21. Barcino; 22. Baena (córdoba); 23. monterrubio de la serena (Badajoz); 24. Donón (cangas de morrazo, Pontevedra); 25. santuario de terena (Alandroal, Évora); 26. Alcuéscar (cáceres).

las simples similitudes estéticas han dado pie en ocasiones a suponer la existencia de officinae epigráficas en diferentes enclaves o ámbitos regionales del Imperio romano y de la propia Hispania: recuérdese el caso de la officina alavesa identificada hace ya unas décadas (elorza 1969: 53-74), el consenso sobre la presencia en Augusta Emerita de talleres especializados en las llamadas estelas con retratos (edmondson, nogales y trillmich 2001) o la denominación coloquial de «estelas de tipo Picote» para una serie de monumentos con una decoración característica que se difunden a ambos lados de la frontera hispano-portuguesa en el ámbito de Bragança (navarro 1998: 175-206). esas identificaciones estéticas, efectivamente, definen la presencia de oficinas. Pero re-

cuérdese también que en algunos casos lo que estamos detectando son modas, pautas de composición que se popularizaron incluso por diferentes regiones y provincias del Imperio romano y que alcanzaron todos los rincones con mucha fuerza. Pensemos, por ejemplo, en el tipo de estela de la edícula con nicho, habitual en monumentos funerarios de Italia septentrional en la primera época imperial (mansuelli 1967; Pflug 1989; tocchetti Pollini 1990; mercanto y Paci 1998), un modelo inspirado en las capillas o naiskoi funerarios de época helenística que en la roma de finales del siglo I d.c. dio lugar al tipo de altar funerario caracterizado por la presencia del retrato del difunto y la correspondiente inscripción; es cierto que se trata de un tipo de producto bien identificable pero di-

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ofIcInAs y estIlos en el HÁBIto ePIGrÁfIco De lA HISpANIA romAnA

fícilmente podríamos aislar las oficinas en que se produce más allá de las particularidades que presenta en cada ciudad. la razón es bien sencilla: se trata de un tipo de monumento que se puso de moda por todo el Imperio y que se extendió con fuerza en polos bien conocidos como los de Bordeaux o Augusta Emerita; en este caso, habría que hablar de officinae locales pero considerando que lo que tenemos delante es el eco de una moda general. la cuestión es fácil de entender si nos fijamos en los formularios epigráficos, que se difunden también por todos los rincones en momentos casi contemporáneos porque pertenecen al tejido cultural. Durante varios siglos, canteros y quadratarios de todos los territorios de dominio romano sirvieron a su clientela productos con rasgos comunes y formas homogéneas de piedad funeraria. expresiones de dolor, elogios fúnebres previamente formulados e invocaciones uniformes a los dioses son idénticas en puntos separados por miles de kilómetros y con tradiciones culturales distintas. Hasta las abreviaturas, esa particular costumbre para reducir el texto y abaratar el producto, se extendieron por dominios geográficos tan heterogéneos que muchas veces plantean serias dudas sobre la capacidad de los lectores para comprenderlas (susini 1982: 90-92 y 153).3 traté de todas estas cuestiones in extenso en un largo trabajo dedicado a los impulsos de la moda epigráfica que se publicó en 2003 (Abascal 2003: 241-286), por lo que omito repetir aquí lo que allí se puede leer. Para el tema que nos ocupa es especialmente importante recordar lo que sabemos sobre la propia denominación de los monumentos en época romana y sobre el uso de palabras como titulus, inscriptio, cippus, stela, etc. (idem: 266-268). muchas de las preguntas que nos formulamos a la vista de las inscripciones no son resultado de silencios conscientes del artesano o de la intención de omitir datos, sino consecuencia directa de las modas y, en último término, de la imposición formal de las officinae epigráficas, que tendieron siempre a generar productos uniformes y a omitir lo particular, que podría modificar una paginación o precisar un soporte mayor. Varios siglos antes de que con la extensión del cristianismo se uniformara la tipología funeraria y la composición de los epí3 un caso llamativo es el de un texto funerario de são João Baptista en moura (Beja, Ae 1989, 370), en el que se emplearon solo cuarenta letras (D m s AsIn PrIscIllA PAc c r An XXXI H s e A H V P P c s t t l) para decir lo siguiente: D(is) M(anibus) s(acrum) Asin(ia) priscilla pac(ensis) c(oniux) r(arissima) ann(orum) XXXI h(ic) s(ita) e(st); A(sinius) H(—–) u(xori) p(iissimae) p(onendum) c(uravit) s(it) t(ibi) t(erra) l(evis); es decir, 40 letras para un texto de 127, algo menos de la tercera parte.

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grafes, los talleres lapidarios de todo el Imperio habían impuesto una serie de cánones estéticos de tácito respeto en cualquier región. Por eso, ya escribí hace unos años que las encuestas universales sobre tipología de los monumentos, usos literarios y estructura de los textos dicen poco más de lo que ya sabemos antes de realizarlas (Abascal 2003: 266). Pese a esa prevención, y a la dificultad que surge a veces para distinguir officinae y modas, en diversas ocasiones se ha intentado aislar talleres y caracterizarlos formalmente. Desde hace varias décadas conocemos de la existencia de la officina epigráfica alavesa (elorza 1969: 53-74) y en años posteriores se fueron identificando las de la sierra de cameros (espinosa 1989: 403-415), Segobriga (Abascal 1992: 309-343), el Alto Palancia en la provincia de castellón (Arasa 1992: 567-581), Augusta Emerita (edmondson, nogales y trillmich 2001) o Tarraco (Alföldy 2012: 429-471) por citar solo algunas. A ello hay que unir los numerosos estudios regionales sobre la estética y la estructura epigráfica (por ejemplo, encarnação 1984: 825-826; Abascal 1998: 129-137; Gimeno 2008: 261-338) que han hecho de esta rama de la epigrafía un ámbito suficientemente tratado y que ha proporcionado muy buenos resultados. tras la muerte de Augusto el año 14 d.c., el impulso dado a los cambios jurídicos en las ciudades por la obra cesariana y augustea primero, y más tarde por la política flavia y la progresiva institucionalización del culto imperial, condujo a una multiplicación de los testimonios epigráficos en honor de los diferentes soberanos y de sus familias y, por extensión, a la aparición de los programas epigráficos forenses a mayor gloria de las élites locales urbanas, como demuestran sobre todo las ricas series de pedestales de la costa mediterránea de Hispania que en su día estudió Géza Alföldy (1979: 177-275). Antes de época flavia, algunas zonas peninsulares, básicamente la Bética y la costa de la tarraconense, pero también determinadas áreas interiores y el extremo galaico, habían visto erigirse ya programas epigráficos oficiales destinados a homenajear al soberano y a su familia, que en el Imperio aumentarían de forma exponencial a partir del año 23 a.c. (Alföldy 1991: 306 y 311), en lo que se puede considerar el precedente inmediato de la consolidación del culto imperial a partir del año 15 d.c. y de la petición de formal de Tarraco para erigir el templo en honor del Divus Augustus (tác., Ann 1, 78, 1). Junto a estos programas oficiales, en lugares como Tarraco (Alföldy 2012: 429-471), Carthago Nova (Abascal y ramallo 1997: 35) o Corduba venían funcionando desde la tardía república officinae epigráficas destinadas a satisfacer las necesidades de los particulares y a extender al mundo funerario el hábito epigráfico. la conjunción de los impulsos oficiales y de las iniciativas

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epigráficas particulares, las necesidades derivadas de los cambios urbanísticos, la proliferación de monumentos vinculados a los ejes viarios, así como la progresiva publicación de documentación administrativa que pronto cubriría las fachadas de algunas áreas forenses, harían de los decenios augusteos una época de extraordinaria importancia para el despertar epigráfico de Hispania (Beltrán lloris ed., 1995) ―figura 1―. ese despertar epigráfico se habría de materializar en la proliferación de talleres y en la extensión de los estilos ―y del propio hábito epigráfico― por todos los rincones de la geografía peninsular. Pese a ello, si el siglo I de nuestra era tuvo una importante actividad epigráfica, el período comprendido entre los flavios y el final de los Antoninos conoció el floruit numérico de la producción, y representa la etapa de mayor actividad epigráfica en todos los rincones de la geografía de Hispania. Ante el reducido número de textos con dataciones consulares, nuestro criterio para establecer esas cuantificaciones solo puede derivar de la datación de los monumentos que se desprende de sus rangos internos y de los usos formularios. eso significa que, aunque en el caso de los monumentos funerarios podemos recurrir con frecuencia a las propias fórmulas, en el caso de los textos votivos hay que deducir la cronología del lugar de la hallazgo, de la forma del soporte y de los detalles paleográficos. todo eso significa que nuestras posibilidades de establecer cronologías absolutas son mínimas y que las franjas de datación son, en ocasiones, excesivamente dilatadas. Pese a las dificultades que esto plantea, esa mayor actividad epigráfica desde finales del siglo I y a lo largo del II es más que evidente. la más temprana actividad epigráfica en Hispania, como en otras zonas del Imperio romano, tuvo carácter urbano y estuvo claramente vinculada íntimamente al proceso de extensión de la cultura romana por el territorio. eso significa que ―sin perjuicio de la existencia de algunos documentos aislados de época anterior―cuando hablamos de «ritmos y estilos de la producción epigráfica» estamos definiendo la generalización de una práctica de escritura que comienza a finales de la república en las ciudades y se extiende luego a los campos, siempre al socaire de las tradiciones formularias y formales que abrazan a todas las provincias del Imperio romano; es decir, de una actividad que se observa bien en las etapas tempranas de núcleos que tuvieron un protagonismo político precoz, como Carthago Nova, Tarraco, Corduba o Augusta Emerita ―aunque no de forma contemporánea en todos ellos― y que alcanzará en unos decenios al resto del territorio. y por lo mismo, aunque la mayor parte de la producción debió estar centralizada en officinae, es evidente que una parte de los monumentos que

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han llegado a nosotros salió de manos inexpertas en áreas rurales, en donde las modas tipológicas y formularias se adaptaron de manera menos escrupulosa. De esto puede deducirse que un elenco de las officinae y estilos epigráficos de Hispania difícilmente podrá ser completo, pues necesariamente habrá que prescindir de esos productos de elaboración «personal». Por ello, los testimonios formales y laborales presentados en las páginas que siguen constituyen una muestra muy somera de la diversidad del trabajo epigráfico en unas regiones y otras a lo largo del Principado, una sucinta selección de grupos estilísticos que han sido bien identificados en la bibliografía hasta la fecha, unas veces en officinae, otras veces en círculos regionales, y que pueden dar una idea aproximada de la diversidad de la práctica epigráfica hispana. ni que decir tiene que esta relación ni es ni pretende ser exhaustiva, pues la actividad epigráfica en cientos de officinae urbanas en Tarraco, Corduba, Hispalis, Carthago Nova, Barcino, Augusta Emerita,4 etc., se nos escapa completamente debido a la producción de monumentos estandarizados de acuerdo con las modas de su tiempo. en el ámbito bético habría que individualizar también las officinae dedicadas a la producción de urnas funerarias en piedra dotadas de la correspondiente inscripción, que conocemos en muchos lugares y se hicieron populares, sobre todo, tras el descubrimiento del mausoleo de los Pompeyos de Baena, de donde proceden 12 ejemplares (stylow CIL II²/5, 409-420). estas urnas o cajas funerarias ―no siempre con inscripción― se encuentran en lugares como Villardompardo, Arjona, carmona, Corduba, Acinipo, etc. y dan idea de la extensión que alcanzó esta forma de enterramiento (stylow 1995; 2002: 353-368; rodríguez oliva 2010: 141-170) que debemos relacionar no con una sino con un buen número de officinae. Además de la muestra de talleres y estilos que hemos diferenciado para poner de manifiesto el fenómeno del trabajo epigráfico, otros cientos de officinae lapidarias se reparten por toda la geografía 4 ya se ha recordado antes el caso de las estelas emeritenses con hornacina y retrato de difunto (edmondson, nogales y trillmich 2001), que debieron producirse en más de una officina de la colonia, pues los monumentos no son contemporáneos. otro tanto ocurre en Carthago Nova (Abascal y ramallo 1997), donde a finales de la república y comienzos del Principado se fabricó un tipo de placas funerarias muy sencillas, con marco y campo rebajado o lisas, que anuncian la generalización de los columbarios en las necrópolis de la ciudad; el análisis de los soportes y de los detalles paleográficos permite establecer la presencia de diversas officinae pero estamos muy lejos de poder sistematizar esos datos. la misma situación se repite en Corduba, Hispalis, Barcino, etc.

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antigua de la Península Ibérica y son fácilmente reconocibles en la homogeneidad de sus producciones.5 Hay que suponer que cualquier centro habitado de mediana envergadura, cuyo contingente demográfico tuviera la entidad suficiente como para consolidar una demanda regular, debía contar con un taller especializado en la preparación de monumentos epigráficos, fundamentalmente funerarios. Por añadidura, los grandes pedestales forenses, las placas conmemorativas de edificios públicos o las simples placas de columbarios son similares en unas ciudades y otras y no permiten establecer diferencias. Incluso una práctica tan extendida como la de las litterae aureae para edificios públicos, presenta una serie de pautas comunes, aunque sabemos que en cada ciudad se ejecutaban de manera diferente. sirva esto para justificar la necesaria selección que a continuación hacemos de algunos repertorios formales netamente diferenciables ―y diferenciados ya en la bibliografía precedente― y que pueden ilustrar la riqueza estética de esta actividad artesanal. fuera de la muestra que se presenta, entre otros grupos, han de quedar necesariamente aquellas officinae que servían a los diferentes santuarios y centros de culto en los ámbitos rurales, en donde las piezas se fabricaban prácticamente in situ para una clientela que solo buscaba un exvoto pétreo con el que cumplir su ofrenda a una divinidad. ejemplos de esas prácticas vinculadas a santuarios son los numerosos monumentos del facho Donón, en Pontevedra (Baños 1994: 27-99; rodríguez colmenero 2000: 849-863; schattner, suárez otero y Koch 2004: 23-71; eadem 2005: 135-183), los dedicados a Endovellicus en terena (Alandroal, Évora) o los altares del santuario de Ataecina en las proximidades de Alcuéscar (Abascal 1995: 31-105). en todos ellos se reconocen rasgos propios y tendencias de estilo muy uniformes que denuncian la presencia de uno o varios artesanos al servicio de la piedad de sus convecinos. un hecho que hay que considerar a este propósito es la segura existencia en las áreas rurales de canteros que simultaneaban el trabajo de la piedra para diferentes usos, y que del mismo modo tallaban sillares que soportes epigráficos. es cierto que a esa práctica responde el concepto de lapidarius y que esta circunstancia podía darse también en los medios urbanos; sin embargo, el trabajo en las

5 es el caso de la officina que parece tuvo como centro la localidad navarra de Aguilar de codés (espinosa 1995: 136 y fig. 25), de donde proceden piezas con representaciones antropomorfas que recuerdan a las del taller de camero nuevo (vide infra), o el del taller que fabricó algunas estelas de monterrubio de la serena (Badajoz) publicadas por stylow (CIL II²/7, 950, 954 y 955 por ejemplo).

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áreas rurales debía incluir también el grabado del texto y, en ocasiones, de la decoración. eso explicaría la impericia que se observa detrás de determinados elementos de la iconografía de algunos monumentos, pese a que la construcción latina puede parecer correcta e incluso la tradición formular respetuosa con las modas de su tiempo. un buen ejemplo de esto podría ser la conocida estela de Paderne (melgaço, distrito Viana do castelo) ―figura 2― que publicó leite de Vasconcelos (1907: 275-281). Incluso cuando no presentan iconografía, algunos de estos monumentos evidencian un trabajo poco especializado que se manifiesta en la presencia ostentosa de las líneas de pautado para el texto, en la inclinación de los renglones o en la incorrecta elección del tipo de piedra más adecuado para el soporte (figura 3). en muchos de estos casos hay que suponer la intervención de familiares, amigos o artesanos no especializados en el trabajo de la piedra, que improvisaban el tallado del soporte con mucha voluntad y más falta de experiencia. Pese a lo dicho, no siempre hay que asociar taller epigráfico rural con producto de mala calidad. sí se puede hablar de tradiciones estéticas diferentes en ámbitos urbanos y rurales durante un mismo período, de manera que los productos de unos y otros centros habitualmente son fáciles de distinguir. tampoco se pueden establecer comparaciones fuera del mismo ámbito regional porque las variaciones en esos casos muchas veces están justificadas únicamente por la tradición de cada comarca: la placa funeraria de letondo, en Buenafuente (Guadalajara, CIL II 5790) nada tiene que ver con la de C. pompeius priscus en Augusta Emerita (AE 1967, 187) pese a que probablemente son de un mismo momento. es cierto que se trata de un ejemplo extremo pero sirve para ilustrar lo que estamos diciendo. estas consideraciones valen tanto para el ámbito de la epigrafía privada como para el de la pública. Buena prueba de ello son los cientos de miliarios que han llegado hasta nosotros. Algunos de ellos, salidos de talleres urbanos muy especializados, se convirtieron en monumentos singulares en los trazados viarios próximos a las zonas urbanas ―como ocurre con algunos ejemplares béticos― que nada tienen que ver con los miliarios de extrema tosquedad que los correspondientes talleres locales fueron grabando en áreas rurales alejadas de centros urbanos. A esta última categoría corresponde el miliario burgalés de santecilla, conocido como «miliario del Berrón», que se conserva en el museo de Bilbao (CIL II 4886). las diferencias de calidad entre unos epígrafes y otros, así como el empleo de materiales de mayor o menor prestancia en los diferentes talleres, sin duda guardan alguna relación con la capacidad adquisitiva de la clien-

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figura 2. estela funeraria de Paderne (melgaço), según leite de Vasconcelos (1907: 277).

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tela a la que servía cada una de estas officinae, una capacidad que igual se encontraba en una lujosa villa rústica que en una capital provincial. sin embargo, no debe olvidarse que la identidad de los miles de individuos sepultados junto a estelas por toda la geografía hispana demuestra que incluso este tipo de monumentos de mayor porte era con frecuencia asequible para gentes poco acomodadas, por lo que no siempre es posible establecer esa vinculación entre el aspecto del monumento y el nivel económico del cliente. Por ello, el conocimiento de las officinae que trabajaron en cada ciudad o en cada comarca precisa del análisis conjunto de los dos criterios referidos, el que tiene que ver con el perfil económico y social de la clientela y el que depende básicamente de la forma, decoración y paleografía de los monumentos, al que hemos prestado más atención en las páginas que siguen. una encuesta completa sobre esa actividad en Hispania está todavía pendiente de hacer.

figura 3. estela funeraria de p. Iulius G. f. Gal. Tanginus en corval (reguengos de monsaraz, distrito Évora). museu de Évora. foto J.m. Abascal.

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OFICINAS Y ESTILOS EN EL HÁBITO EPIGRÁFICO DE LA HISPANIA ROMANA

ALGUNOS ESTILOS, TALLERES Y OFFICINAE EPIGRÁFICAS EN HISPANIA

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VIGO

Un hallazgo fortuito en 1953 puso al descubierto en el barrio del Arenal, en Vigo (Pontevedra) un conjunto de 26 estelas de granito (Julia 1971: 6-18), la mayor parte con una altura superior a los 2 metros, que constituyen la mejor evidencia del hábito epigráfico en este antiguo puerto romano. Aunque editadas previamente, sería la monografía publicada por D. Julia en 1971 la que diera popularidad a este conjunto que la citada autora consideró «une série homogène, semble-t-il, et exécutée dans un même atelier», es decir, evidencia de la existencia en este lugar de una officina epigráfica. El minucioso análisis estilístico e iconográfico de Julia nos exime de volver aquí con ese tema. Baste recordar la presencia en las estelas de frecuentes representaciones antropomorfas (Figura 4) elaboradas con una técnica muy simple de relieve plano y un deplorable estilo. Por el contrario, la parte geométrica de los monumentos es de una calidad inmejorable, si tenemos en cuenta las dificultades de la talla en este material. La conjunción de símbolos astrales en la cabecera ―lunas y discos solares― es otra coincidencia que se observa en un gran número de ejemplares. No hay duda que este conjunto denuncia la presencia de la officina propuesta por D. Julia y, al mismo tiempo, la paleografía y los formularios parecen apoyar su idea de que este taller trabajó sobre todo en la primera mitad del siglo III. LAS «ESTELAS DE PICOTE» (BRAGANÇA)

Con la expresión «estelas de tipo Picote» se conoce un conjunto de monumentos recuperados alrededor de la parroquia portuguesa de ese nombre (concelho de Miranda do Douro, distrito de Bragança) y de algunas comarcas fronterizas españolas de la provincia de Zamora, que entraron como conjunto en la bibliografía a partir de unas breves notas publicadas por Albino Pereira Lopo hace más de un siglo (Pereira Lopo 1899-1900: 143-145) y del catálogo de la epigrafía bragançana de F.M. Alves (Alves 1933). Sería A. Tranoy (1981: 349-359) quien popularizara la denominación de «estilo Picote» que se ha consolidado en la bibliografía (Le Roux y Tranoy 1984: 37-39; Navarro 1998: 177; Encarnação 1993: 242-243). Las estelas de este grupo se caracterizan por la presencia de una rueda solar dextrógira o levógira en la parte superior, bajo la que se encuentra una cartela rectangular que alberga el texto (Figura 5). Con

Figura 4. Estelas funerarias de Vigo, según Julia 1971.

bastante frecuencia, bajo la cartela aparecen dos o más rectángulos en relieve, rematados en cabecera semicircular y situados en posición vertical, que en ocasiones adoptan aspecto antropomorfo, e incluso otros motivos decorativos que ocasionalmente son de tipo zoomorfo. La presencia de este tercer elemento no es determinante para caracterizar el estilo de estos monumentos. El detallado estudio de este tipo de estelas llevado a cabo por M. Navarro (1998: 175-206) puso de manifiesto el empleo alternativo en la región de la brecha y el granito, dos piedras diferentes que servirían para labrar los diferentes soportes epigráficos. El primero de ellos, la brecha, caracterizaría las estelas conocidas como «estelas de tipo Picote», que Navarro Caballero prefiere definir como «estelas de la rueda sobre peana en brecha de Santo Adrião» (Navarro 1998: 179). Las piezas fabricadas con este material parecen gravitar en torno a las localidades portuguesas de Picote y Duas Igrejas, en el concelho de Miranda do Douro (Navarro 1998: 180), donde se concentra la mayor parte de los hallazgos, con una prolongación hacia los enclaves zamoranos de Rabanales (Sevillano 1978: 236-237; Gómez Moreno 1917: 12; Martín Valls y Delibes de Castro 1981: 176-177; Abásolo y García Rozas 1989: 546), Rábano de Aliste (Esparza y Martín Valls 1997: 253-277) y Villalcampo (Lión 1989: 563-568; Abásolo y García Ro-

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figura 5. estelas encontradas en Picote, según Pereira lopo 1899-1900, 144 (las 4 primeras de izquierda a derecha) y estela de Silvia Anulla procedente de Picote, según Alves 1933: 70, n.º 36.

zas 1989: 550), de donde proceden algunas estelas de este mismo tipo. Dentro del grupo se distinguen varias series que parecen consecutivas en el tiempo y seguramente más de un taller, pues en las producciones se pueden distinguir elementos diferenciadores entre unos grupos y otros. las piezas más antiguas, las que definen el estilo, parecen proceder de la localidad de Picote, en donde habría que situar al menos una officina epigráfica en el siglo I de la era. y no hay que olvidar que, en el ámbito de estas estelas zamoranas tan similares unas a otras, los trabajos de Abásolo y García rozas han permitido identificar al menos seis grupos o series tipológicas diferentes (Abásolo y García rozas 1989: 548-550 y 555 con fig. 1), detrás de las cuales podría haber un buen número de talleres. otrAs moDAs y estIlos en el centro PortuGAl

y sur De

Al sur del distrito de Bragança y del bien definido estilo de Picote, la presencia de monumentos salidos de una misma officina es fácil de observar no solo en la semejanza formal de los modelos que se popularizan sino en la aparición en algunos epígrafes de elementos decorativos que denuncian la presencia de un taller. es el caso de las conocidas estelas de cárquere (concelho resende, distrito Viseu) que presentan en el lateral «une espèce de feuille stylisée terminée en trident» (encarnação 1993: 245-246, fig. 4, a propósito de la inscripción Iler 6201) que denuncian su origen en una misma officina.

otro tanto se puede decir de lo que conocemos en el ámbito de la Beira Baixa, donde los monumentos epigráficos para más de un difunto con forma de bloque de granito (encarnação 1993: 238) permiten hablar cómodamente de «inscripciones funerarias colectivas» (González-conde 1995-1997: 113-118); la riqueza epigráfica del área de Idanha-a-nova y la frecuencia de este tipo de monumentos indica claramente la presencia de una o varias officinae dedicadas a su producción.6 en el ámbito de torres Vedras, en el distrito de lisboa, V. Gil mantas observó hace unos años que la mayor parte del material epigráfico estaba tallado en un tipo de piedra calcárea muy abundante en las canteras de los alrededores y que respondía, en consecuencia, a la presencia de talleres locales de los que habían salido productos de desigual factura y diversidad tipológica, pero que probaban la presencia de una serie de officinae al servicio «de uma clientela importante e potencialmente interesada nos seus trabalhos» (mantas 1982: 84; 1985: 146). como argumento adicional, mantas presentó justificadamente las semejanzas entre una placa procedente de la Quinta do Juncal (mantas 1982: n.º 8) y la procedente de la iglesia de matacães (CIL II 278). en la misma zona de torres Vedras se encontrarían también piezas salidas de algunas de las muchas officinae epigráen las inscripciones de este tipo que estudió la autora, 31 correspondían a enterramientos de dos personas, 13 a los de tres difuntos, tres a los de cuatro difuntos y uno a un enterramiento de cinco (Almeida 1956: 215 n.º 116 = HAE 1157). Vide Gonzálezconde 1995-1997: 114. 6

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ficas que conocemos en el área de lisboa (mantas 1982: 84-85). más al sur irá ganando un protagonismo progresivo la cupa (figura 6) en sus diversas variantes formales (encarnação 1993: 250-251). este modelo se extiende por el distrito de Beja hasta convertirse en el monumento de referencia en el área de pax Iulia (encarnação 1984: 825-826; 1993: 250). en esta ciudad hubo sin duda officinae epigráficas dedicadas a la producción de este tipo de monumentos (lopes 1986: 211) y los testimonios más meridionales alcanzan incluso hasta Ossonoba (encarnação 1993: 238, mapa). el cÍrculo sAlmAntIno occIDentAl

Hace ya medio siglo que Joaquín maría de navascués definió la parte occidental de la provincia de salamanca como un área epigráfica propia (navascués 1963: 159-223), en donde predominaban las estelas funerarias de cabecera semicircular con decoraciones radiales dextrógiras o levógiras acompañadas de cartelas rebajadas para el texto y de elementos accidentales como escuadras, rectángulos excavados o elementos rectangulares inferiores similares a los de las estelas de Picote. la identificación de officinae en este territorio no deja de ser conjetural, pues tengo la impresión de que cada uno de los grandes conjuntos que conocemos procede de una officina u officinae propias y que todas estas comarcas mantienen unas pautas de uniformidad que tienen más que ver con la moda regional que con el trabajo individualizado de un taller. fijémonos, por ejemplo, en el caso de Hinojosa de Duero, de donde proceden hasta la fecha unas 180 inscripciones o fragmentos de ellas.7 si comparamos entre sí los monumentos procedentes de esta localidad observaremos que hay serias divergencias en la decoración de las cabeceras, lo que no excluiría a prio-

las inscripciones de Hinojosa del Duero se han ido publicado desde comienzos del siglo XX hasta la actualidad. las primeras aparecieron ya en los trabajos de c. morán (1920: 400-409; 1922: 1-14; 1937: 142-149; 1944: 240-251) y en la carta arqueológica salmantina preparada por maluquer (1956: 273-308, HAE 1264-1302). en los años 90 del siglo XX el gran conjunto de piezas de esta localidad conservadas en medina del campo (Valladolid) y los sucesivos descubrimientos (Jiménez de furundarena, Hernández Guerra y mañanes 1993: 133-160; Hernández Guerra, mañanes y leite 1994: 317-379; Hernández Guerra y mañanes 1996: 83-89; mañanes, Hernández Guerra y leite 1997: 155-183; Hernández Guerra y Jiménez de furundarena 2004) han hecho de Hinojosa del Duero uno de los grandes centros epigráficos de la Hispania romana. 7

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figura 6. Cupa de Cocceia Clarilla en pax Iulia (EE 8, 6a), según leite de Vasconcelos (1895b: 265).

ri que todas hubieran estado fabricadas en una officina. Pero si eso es así, de esa misma officina deberían haber salido otras estelas muy similares que aparecen a veces en puntos muy distantes, y la simple economía de medios en época romana y en estas regiones desaconseja considerar esa posibilidad. comparemos, por ejemplo, dos cabeceras del conjunto publicado en 19948 con otra procedente de salamanca que editó mangas (1971: 131132 n.º 4 y fig. 8) veinte años antes. Algunas de las inscripciones de la figura 7 podrían proceder de un mismo taller porque presentan una decoración superior muy semejante, las consabidas escuadras debajo de ella e incluso en una de Hinojosa, en la de salamanca y en una de moral de sayago coincide la presencia del texto en una cartela rebajada. si analizamos el pormenor de estos trabajos y nos olvidamos del repertorio iconográfico o la estructura general, veremos que no están talladas en el mismo material y que la ejecución de decoración y texto presenta diferencias importantes. esas diferencias obedecen a la procedencia de diferentes talleres. A la misma conclusión llegaríamos si comparásemos esas estelas con las de saldeana (salamanca, vide Abascal 2000: 259-268) o incluso con otras de la citada localidad zamorana de moral de sayago (Abascal 2008: 113-129). es por eso que en estas ocasiones conviene más referirse a un «círculo» en el que se desarrollan técnicas epigráficas muy semejantes9 que a talleres u officinae, pues aunque podemos percibir un repertorio gráfico similar, da la impresión de que estamos ante talleres diferentes que trabajan para clientelas cuya base social o capacidad adquisitiva no es homogénea. Hernández Guerra, mañanes y leite 1994: 329 n.º 11 y lám. V n.º 11; 346-347 n.º 26 y lám. XIII n.º 26. 9 toda la discusión teórica sobre talleres, oficinas, círculos, etc., ha sido desarrollada en multitud de obras, especialmente a partir de los modelos italianos. no repetiré aquí todas esas cuestiones, que están muy bien tratadas en un trabajo clásico de José Antonio Abásolo (1994: 187-209). remito a ese lugar para el concepto de «círculo» (Abásolo 1994: 191). 8

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figura 7. estelas salmantinas y zamoranas con decoración geométrica: de izquierda a derecha, la primera procede de Hinojosa del Duero (según Hernández Guerra, mañanes y leite 1994: lám. V n.º 11); la segunda de la ciudad de salamanca o sus alrededores (según mangas 1971: fig. 8); la tercera de Hinojosa (según Hernández Guerra, mañanes y leite 1994: lám. XIII n.º 26); los tres dibujos son obra de tomás maría Garnacho (1859) de otras tantas inscripciones de moral de sayago (Zamora, apud Abascal 2008: 113-129).

muchas de estas estelas pueden fecharse a finales del siglo I en razón de su formulario, y hay que recordar que algunas de ellas, con la invocación completa a los Dii Manes, debieron alcanzar las postrimerías del siglo II o los albores del III. lArA De los InfAntes (BurGos)

Desde la edición de todo el conjunto epigráfico de lara de los Infantes y sus alrededores llevada a cabo por Abásolo, esta localidad burgalesa se ha ganado por derecho propio un hueco en la historia de la epigrafía española (Abásolo 1974). sus estelas, que con frecuencia responden a los modelos de talla geométrica que sirvieron a García y Bellido para aislar algunos talleres en el centro de esa provincia, ostentan en muchos casos las cabeceras decoradas con rosetas esquemáticas ceñidas con motivos en punta de diamante que asociamos habitualmente a los trabajos en madera (figura 8). en lara se reconoce lo que Abásolo identifica como un «círculo» epigráfico (Abásolo 1994: 191) pero dentro de ese conjunto de iconografía similar que responde a un mismo sustrato social en la tradición y a una clientela bastante homogénea, se pueden identificar también algunas officinae, de la que la más evidente es la que representa en las estelas las conocidas escenas de banquete funerario (figura 8). el motivo del banquete funerario de lara de los Infantes, tan popular en el arte próximo-oriental anterior al siglo IV a.c. (Dentzer 1982) es casi un hapax en la epigrafía hispánica (fernández fuster 1954: 245-259), pues solo se repite en algunos ejemplares sorianos (ortego 1960: 80-82) y en uno albacentense (Albacete,

Abascal 1990: 28 fig. 3 y 132, lám. II). fuera de Hispania es un motivo corriente en las series militares del limes germano10 y se encuentran ejemplos ocasionales en algunos enclaves de la Galia (vide por ejemplo CIL XIII 11057 de Perigueux) y norte de África principalmente. una variante de este modelo del banquete son las representaciones de mesas con los objetos necesarios para el ritual funerario que aparecen bajo los retratos del difunto o los difuntos en las inscripciones panonias.11 en las estelas con banquete de lara de los Infantes se repite casi sin excepción la presencia de la mesa trípode con patas acodadas ante la que se sienta el difunto o la difunta, que normalmente sostiene un espejo en la mano mientras que sobre la mesa se encuentran los vasos necesarios para el ritual funerario. sin ningún lugar a dudas, estos monumentos debieron salir de una misma officina que, a tenor de la paleografía y el formulario, debió trabajar al menos en el siglo II. OFFICINAE De monte cIlDÁ

Al menos entre los siglos I y III la zona norte de la provincia de Palencia presenció el nacimiento y desaVide por ejemplo las estelas de C. Iulius Baccus (Köln, CIL XIII 8318), Iulius Ingenius (mainz, CIL XIII 7024), T. Iulius Tuttius (Köln, CIL XIII 8289), C. Iulius Maternus (Köln, CIL XIII 8267a), T Flavius Celsus (Wiesbaden), M. Valerius Celerinus (Köln), etc. estos y otros ejemplos se encuentran recogidos en Walser 1988. 11 existen numerosos testimonios de esta práctica. Cfr. CIL III 10340, 10349, 15154 (Aquincum), CIL III 10376 (százhalombatta-matrica, Hungría), etc. 10

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figura 8. estelas funerarias con escena de banquete de la officina de lara de los Infantes (Burgos). museo de Burgos. A la izquierda: copia de CIL II 5798 realizada para la exposición Internacional de Barcelona de 1929-1930 (foto anónima); en el centro, CIL II 5780 (foto anónima de 1881); a la derecha, CIL II 5799 (foto anónima de 1881). fotos de J.m. Abascal tomadas de los originales conservados en la sección de cartografía de la real Academia de la Historia. las imágenes del centro y de la derecha fueron reproducidas en Abascal y Gimeno 2000: 88-89, n.º 72-73.

rrollo de varios estilos epigráficos de ámbito marcadamente regional que permiten hablar sin paliativos de un «círculo» palentino. De esos talleres salieron fundamentalmente estelas con cabecera semicircular, de uno o más cuerpos en anchura ―las llamadas estelas bísomas― cuya característica principal es la saturación decorativa tanto con motivos geométricos como con elementos zoomorfos y antropomorfos. Algunas de estas piezas presentan en la parte inferior una serie de arcos sobre columnas, que se diferencian de otras decoraciones parecidas por la presencia aquí de las impostas sobre las que apoyan los arcos, algo específico de este grupo palentino. otros elementos peculiares son la escasa altura de las columnas frente a la que alcanzan en la serie salmantina (vide supra), la sencillez de las ruedas superiores, la presencia de figuras humanas con los brazos en cruz en las representaciones antropomorfas o la presencia de jinetes a caballo en las zoomorfas. todas estas manifestaciones, visibles sobre todo en los conjuntos de ruesga, monte cildá y de la propia comarca de Palencia, definen un estilo regional que se debió materializar en un buen número de talleres que no

siempre se pueden individualizar o que están aún representados por un reducido número de piezas. entre esas officinae es visible una de las que trabajó en monte cildá, que produjo estelas de gran porte, muy estilizadas, saturadas con decoración geométrica y con dobles cartelas para otros tantos difuntos o difuntas (García y Bellido 1962a: 221-223; Abásolo 1990: 200-201). Por el interés que tiene desde el punto de vista de la estructura del texto en relación con el monumento, vale la pena fijarse en CIL II 6298 (figura 9, izquierda). Ambas cartelas rebajadas, que contienen los epitafios de dos hermanas, comienzan con la invocación a los Dioses manes y la indicación de los datos biológicos individuales; a media altura el texto deja de leerse de forma separada y una redacción común cruza de la cartela izquierda a la derecha ignorando la separación central entre cartelas; ese texto común relata cómo Origena, la madre, monimentu(m) faciendu(m) curavit pientissimis filiabus. respecto a la datación, el uso de Dis Manibus combinado con el superlativo pertenece a contextos de la primera mitad del siglo III d.c. en la Bética y en el levante; en zonas interiores de Hispania suponemos que

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figura 9. estelas funerarias de monte cildá (olleros de Pisuerga, Palencia) de la colección comillas: CIL II 6298 (izquierda) y II 6299 (derecha). según García y Bellido 1962a.

debe ser ligeramente posterior, aunque aún dentro de la centuria, y la inscripción presenta la decoración geométrica de imitación de madera que supuso García y Bellido para el grupo burgalés (vide infra); no es tan corriente en la región el empleo del término monumentum que aparece en la inscripción, aquí en la forma monimentu(m), cuya posición casi al final del texto puede ponerse en relación con las vacilaciones gráficas de las inscripciones de este mismo enclave (monte cildá) hasta finales del siglo III d.c., según sabemos por los testimonios con datación absoluta.12 estelAs De cAsA De PoZA De lA sAl

Al norte de la provincia de Burgos, en la comarca de la Bureba, comenzaron a descubrirse a finales del siglo XIX

EE 8, 163 del año 200 d.c. y CIL II 6297 del 238 d.c. Vide también García Guinea et alii 1973: 56-57, n.º 11; Iglesias 1976: 236, n.º 65; marcos simón 1978: 101, n.º 32; sagredo y crespo 1978, n.º 47; Knapp 1986: 138, n.º 11a; Hernández Guerra 1994: 73-74, n.º 53, de los años 314 o 352 (cfr. Abascal 2000-2001: 270). 12

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y comienzos del XX una serie de monumentos funerarios en forma de casa que se han vinculado en la bibliografía a la localidad de Poza de la sal (martínez santa-olalla 1922; 1931-1932; Abásolo, Albertos y elorza 1975). es cierto que de aquí procede un gran número de ejemplares pero los hallazgos se extienden a las vecinas localidades de oña, Quintanaélez, salas de Bureba y soto de Bureba (Abásolo, Albertos y elorza 1975: 14 y fig. 1). los monumentos funerarios de esta zona de la Bureba fueron definidos en diversas ocasiones, y con razón, como estelas en forma de casa, pues están construidas con un bloque bastante regular que por su parte superior se remata con un tejado a doble vertiente (figura 10). la cara anterior suele estar ocupada por una decoración de desigual factura en unos ejemplares y otros, y en todas aparecen al pie las conocidas oquedades que han dado lugar a todo tipo de consideraciones simbólicas. la presencia de la cubierta, el frontón y las oquedades inferiores no dejan lugar a dudas sobre la intención de representar espacios domésticos, aunque sean divergentes los puntos de vista a la hora de interpretar esos elementos. un buen resumen de la cuestión se encuentra en el mencionado trabajo de Abásolo, Albertos y elorza (1975: 511). una circunstancia llamativa es que solo algunos de estos monumentos presentan texto en su cara anterior. A las dudas suscitadas por los elementos decorativos (Abásolo, Albertos y elorza 1975: 71 y fig. 4) hay que unir las que plantea la propia identidad de los monumentos, de pequeño tamaño y en tal número que santa-olalla llegó a conocer la destrucción de una necrópolis de Poza de la sal donde estos monumentos se encontraban alineados en el suelo formando calles (martínez santa-olalla 1931-1932: 146-153 y 157-159). los escasos testimonios que presentan inscripción contienen con frecuencia una invocación simple a los Dioses manes, es decir, formada únicamente por dos elementos, lo que podría indicar en esta zona una cronología de la primera mitad o mediados del siglo II. sin embargo, los repetidos estudios de martínez santa-olalla y las precisas observaciones de J.A. Abásolo, m.l. Albertos y J.c. elorza hace varias décadas coincidieron en la idea de que tales monumentos debían haberse fabricado en un intervalo muy amplio de tiempo que estos últimos autores definen genéricamente como «prácticamente todo el período romano». no me atrevería a ser tan tajante con los datos que hoy tenemos sobre el hábito epigráfico en las diferentes zonas de Hispania. no obstante, hay que recordar que muchos de estos monumentos no presentan texto y que la repetición formal del modelo con elementos iconográficos muy similares convierte esta cuestión en un asunto resbaladizo. en todo caso, no se puede hablar de una officina, pues algu-

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figura 10. estelas en forma de casa de soto de Bureba (izquierda) y Poza de la sal (derecha), según Abásolo, Albertos y elorza 1975.

nos de estos ejemplares son claramente de períodos muy distintos, y habría que pensar en una práctica regional que se extiende en el tiempo, lo que daría pie a la existencia de multitud de officinae. eso explicaría las importantes diferencias de calidad entre unas piezas y otras. lAs OFFICINAE BurGAlesAs De estelAs DIscoIDeAs

en 1962 Antonio García y Bellido llamó la atención sobre un grupo de estelas burgalesas procedentes de la ciudad de Clunia y sus alrededores, que se caracterizaban por la presencia de un gran disco superior con una compleja decoración geométrica y por la presencia en el fuste de un abigarrado conjunto de aspas y retículas que transparentaba un auténtico horror vacui de sus grabadores (García y Bellido 1962a y 1962b). no se le escapó a García y Bellido que la talla en bisel de estas piezas guardaba una relación directa con la talla en madera por lo que:

[…] antes, y durante el tiempo en que estas estelas pétreas gozaron del favor de los pueblos del n. de castilla la Vieja y cantabria, hubo de existir también la costumbre de los hitos funerarios tallados en tabla al modo de los que conocemos en piedra. estos, en definitiva, no serían sino su petrificación. estelas lígneas existieron siempre y aún hoy son frecuentes en todos los cementerios de cualquier nación por civilizada que esté. es un mero problema económico y por ello acaso en la Antigüedad fueron más frecuentes que hoy día (García y Bellido 1962a: 231).

la tesis de García y Bellido no ha vuelto a ser retomada en la bibliografía, pese a la contundencia de sus ejem-

plos. sin embargo, es muy probable que hubiera en el mundo romano epígrafes en madera, quizá no tan complejos en su decoración como los modelos en piedra que nos han llegado. De haber existido, estas estelas en madera habrían desaparecido por tratarse de materiales orgánicos, máxime si estuvieron expuestos a la intemperie, por lo que nunca tendremos evidencias ciertas de ello. si existieron inscripciones pintadas en piedra, más fácil es que las hubiera también en madera (Abascal 2000-2001: 287). estas inscripciones burgalesas fueron talladas en la llamada «piedra blanca» de las canteras de Hontoria y cubillo del campo, y conservan todavía señales y marcas situadas por los canteros para apoyar el compás y geometrizar la decoración. es una piedra muy fácil de trabajar y cuyo color claro facilitó la obtención de los efectos de luz que la talla con biseles buscaba. es difícil saber si todas estas piezas salieron de una o más officinae. no hay motivos para pensar que estemos ante el trabajo de un solo taller, pues las piedras presentan numerosas diferencias internas que aconsejan pensar en un estilo regional o comarcal. no hay que olvidar que de monte cildá procede algún fragmento de estela que recuerda a estos ejemplares y que no pudo fabricarse en la misma officina.13 respecto a la cronología, García y Bellido afirmó que eran «del siglo II en adelante y que han de llegar a tiempos visigodos» (García y Bellido 1962a: 231). sin 13 es el caso de la parte central de un monumento en el que aún subsisten la parte inferior del disco principal y dos rosetas inferiores situadas sobre el campo epigráfico. Vide García Guinea et alii 1973: 57-58, n.º 12 y lám. XXXV; Hernández Guerra 1994: 162, n.º 134 y 276 n.º 134.

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figura 11. estelas funerarias con decoración geométrica de la zona burgalesa. De izquierda a derecha: Clunia, Hontoria de la cantera, Vivar del cid y estela de procedencia desconocida de la colección comillas (dibujo y esquema de composición). todas según García y Bellido 1962a.

embargo, ni el formulario ni la paleografía sugieren dilatar la datación a fechas tan tardías: entre los ejemplos de la figura 11 las hay del siglo I (segunda por la derecha) y del siglo II (primera por la izquierda). es muy probable que la técnica se mantuviera mientras existieran prácticas similares en madera, quizá incluso hasta el siglo IV como propuse hace una década (Abascal 2000-2001: 287). cAmero nueVo (lA rIoJA)

una de las officinae epigráficas de Hispania mejor diferenciada y estudiada es la situada en la comarca de camero nuevo, al sur de la rioja, en la cuenca alta del río Iregua, y antiguamente en el extremo noroccidental del conventus Caesaraugustanus. la identificación del taller fue obra de urbano espinosa, que tanto en su catálogo de epigrafía riojana como en un estudio más específico (espinosa 1986: 142-145; 1989: 403-415; 1995: 134-136 y figura 24; vide elorza 1975: 44-69; Abásolo 1994: 192) puso nombre e identidad a este conjunto tan unitario, en el que llaman la atención las esquemáticas representaciones de los difuntos, que a veces son poco más que una simplificación, con los brazos ocasionalmente en cruz como ocurre en algunas de las estelas de monte cildá. las piezas del taller de cameros presentan cabeceras triangulares que se decoran con una roseta muy sencilla y están organizadas en registros rebajados, de los

que el inferior está dedicado al texto (figura 12). A las semejanzas formales hay que unir una extraordinaria homogeneidad paleográfica. Aunque en ocasiones se ha especulado con una cronología excesivamente antigua, los formularios llevaron a espinosa a proponer una datación amplia, a lo largo del siglo II, que podría alcanzar hasta fechas postseverianas a inicios del siglo III (espinosa 1989: 409).

figura 12. estelas funerarias del taller de cameros. según espinosa 1989.

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el «GruPo PelenDÓn»

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A caballo entre las tierras de la rioja y las estribaciones septentrionales de la provincia de soria se encuentra un área geográfica que por el norte parece vinculada al territorium de Calagurris (conventus Caesaraugustanus) y que por el sur parece vinculada al ámbito geográfico de los Pelendones (conventus Cluniensis). De esta zona, en las dos vertientes de la sierra y con muchos ejemplos al sur del Puerto de Piqueras, procede un conjunto epigráfico de extraordinaria originalidad en el que urbano espinosa identificó un grupo epigráfico que, si no salido de una misma officina, sí parece responder a unas pautas homogéneas y merece ser considerado como un estilo propio de las gentes de estas comarcas (espinosa 1986: 145-146, fig. 8; espinosa y usero 1988: 477-504; espinosa 1995: 132-134 y fig. 23). las estelas, de extraordinaria tosquedad, están grabadas casi siempre en lajas de pizarra local con un simple puntero y sin paginación previa (espinosa 1986: 145) lo que explica su irregularidad. en la parte superior ostentan la silueta del busto del difunto, que se duplica cuando son dos los personajes enterrados junto al monumento (figura 13). en la parte inferior es corriente la presencia de siluetas de équidos y bóvidos, que deben identificarse como símbolos de la actividad ganadera que sostenía la subsistencia de estas gentes. muchos años después de que u. espinosa y l. usero asignaran a estos ejemplares un perfil étnico bien definido, un trabajo de J. Gorrochategui analizaba en detalle los nombres personales atestiguados en algunas de estas estelas, y su autor proponía considerarlos como el «reflejo onomástico de una población de origen vasco-aquitano, cuya presencia en la región se debe a alguna razón histórica», quizá «resto o bolsa de población anterior a la celtización progresiva del alto y medio valle del ebro en su margen meridional» (Gorrochategui 2007: 633-634). Dado que ni el aspecto formal de los monumentos ni la paleografía responden a modelos canónicos, la datación de estas piezas solo puede derivar de los formularios sepulcrales empleados, lo que llevó a espinosa y a usero a proponer para estas estelas una cronología entre la segunda mitad del siglo I y los primeros decenios del siglo II (espinosa y usero 1988: 488). el «GruPo Del eBro» y lA OFFICINA Del VAREIA

con el nombre de «grupo del ebro» identificó u. espinosa (1986: 138 y 140, fig. 4; 1995: 248) un tipo de estelas de cabecera semicircular, formadas siempre por registros rebajados superpuestos de los que el central

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figura 13. estelas funerarias del «grupo Pelendón». según espinosa 1986.

corresponde al texto, cuyas cabeceras presentan decoraciones muy bien ejecutadas y de corte clásico. los hallazgos sitúan todos estos monumentos en la parte riojana media del curso del ebro y varios de los ejemplares podrían haber salido incluso de una misma officina. una de las características más llamativas de este grupo consiste en que algunas estelas están formadas por varias piezas que se superponían para formar el monumento que señalizaba el enterramiento. tal es el caso de la pieza central de la figura 14 y de una cabecera de Vareia (espinosa 1995: 248, fig. 91). el trabajo de esta officina debe situarse en el siglo I d.c. las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo a finales del siglo pasado en el enclave de Vareia, en las afueras de logroño, permitieron descubrir las evidencias de una officina lapidaria que había trabajado en aquel enclave en algún momento entre el siglo II y comienzos del III. los trabajos de campo proporcionaron fragmentos de estelas de cabecera triangular y de cabecera semicircular en piedra arenisca local, preparadas para grabar el texto y con sus elementos principales ya tallados (espinosa 1995: 217-221). el conocimiento de

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figura 14. estelas funerarias del «grupo del ebro». según espinosa 1986, fig. 4.

este taller ha permitido establecer aquí el posible origen de algunos epígrafes conocidos de antemano en la comarca (espinosa 1995: 220). Vinculada a esta officina debería estar una regla de 63 cm de longitud y 12 marcas (Galve, sebastián 1983: 114; Bronces romanos 1990: 340 n.º 339; espinosa 1995: 220) que fue recuperada en las excavaciones de Vareia (Varea, logroño), que podría formar parte de los utensilios de trabajo del taller epigráfico. sAn seBAstIÁn De GAstIÁIn

y lA OFFICINA nAVArro-AlAVesA

en los estudios epigráficos el nombre de nicasio landa Álvarez de carballo va asociado a un magnífico dibujo de la fachada de la ermita de san sebastián de Gastiáin que lleva fecha de 5 de noviembre de 186814 (figura 15). el dibujo contiene las inscripciones CIL II 2970 y 5827, del interior del templo, y un alzado de la fachada con los dibujos de CIL II 2971 (= 5832), 5828, 5829, 5830 y 5831. merece destacarse el rigor en la colocación de las piezas en su punto exacto dentro de la fachada y la meticulosidad en el diseño de las decoraciones. Aunque tenemos noticias suficientes para saber que estas piezas se encontraban empotradas en el edificio, es este el único documento que indica su ubicación exacta y que permite confirmar las lecturas transmitidas por Hübner y el resto de los editores. 14 se conserva en la real Academia de la Historia, cAnavarra-9-7964-10; 26 × 38 cm. Ha sido editado en Abascal y Gimeno 2000: n.º 364.

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Desde que landa realizara este dibujo, las inscripciones de Gastiáin y de las localidades vecinas (contrasta, Ilárduya, ocáriz, luzcando, etc.) empezaron a conocerse progresivamente hasta que elorza dio carta de naturaleza a este conjunto con un trabajo que se convirtió en una referencia para la identificación de talleres lapidarios (elorza 1969: 53-74).15 elorza ya distinguió en este grupo tres categorías formales en razón de sus elementos decorativos (elorza 1969: 57). A ello hay que añadir ese patrón de «horror vacui» que denuncian todas las estelas, con una saturación de imágenes que se amontonan hasta la saciedad y con esas cintas de decoración vegetal de tallos con pámpanos y racimos que cubren los laterales y que definen verdaderamente la estética de esta officina. la más popular de estas estelas y la que puede servir como prototipo formal es la de Antonia Buturra de Gastiáin (CIL II 2970) que incluye no solo la imagen de un animal caminando hacia la derecha sino una figura humana en un nicho superior (figura 15 abajo a la izquierda). la paleografía y el formulario empleado en estas piezas sugiere situar la actividad de esta officina entre mediados del siglo I y comienzos del siglo II. tArrAGonA

un trabajo póstumo de Géza Alföldy, consecuencia directa de la preparación de los tres fascículos dedicados a Tarraco en la editio altera de CIL II, se ocupó con detenimiento de las officinae epigráficas de Tarraco. el estudio, muy rico en matices y al que remitimos (Alföldy 2012: 429-471), puso de manifiesto la existencia de un reducido número de talleres lapidarios a finales de la república y comienzos de Principado, cuyo número aumentaría exponencialmente a partir de época flavia, coincidiendo con la enorme difusión que alcanzarían los pedestales en los hábitos epigráficos del occidente romano. la principal característica introducida por las officinae tarraconenses dedicadas a la producción de pedestales desde época flavia fue la frecuente ―aunque no exclusiva― construcción de los monumentos con tres piezas separadas y superpuestas, es decir, el coro-

las inscripciones de esta officina han ido apareciendo en sucesivas publicaciones desde el siglo XIX por lo que la bibliografía es muy amplia. Vide fita 1913: 556-566; taracena y Vázquez de Parga 1946: 413-469; elorza 1969: 53-74; García retes, sáenz de Buruaga y san Vicente 1985: 285-342; Juan Domínguez, loizaga y relloso 1988: 253-267; loizaga y relloso 2001: 143-155, con la bibliografía anterior. una gran parte de ellas están publicadas en el catálogo epigráfico del museo de navarra (castillo, Gómez-Pantoja y mauleón 1981). 15

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figura 15. fachada de la ermita de san sebastián de Gastiáin según nicasio landa Álvarez de carballo (rAH-cAnavarra-9-7964-10).

namiento, la parte media y el zócalo (Alföldy 2012: 429-438; 1979: 177-275), que al ser retiradas de su emplazamiento o reutilizadas en épocas posteriores correrían distinta suerte, de manera que el elemento epigráfico que hoy conocemos es solo la parte central. todos estos pedestales iban asociados a esculturas16 pero es imposible asociar a sus correspondientes pedestales las estatuas que se han encontrado (Alföldy 2012: 440). A partir de época flavia también se hicieron habituales en Tarraco las placas funerarias y, desde finales del siglo I, se tallaron también estelas de cabecera semicircular, cuya paleografía y decoración permiten documentar ese numeroso grupo de talleres que propuso Alföldy. toda esta actividad no hubiera sido posible sin la popularización de los diversos tipos de piedra que proporcioVide CIL II 1191: L. Aelius Quir. Aelianus IIvir m(unicipum) m(unicipii) F(lavi) Naevensis cum Egnatia M. f. Lupercilla uxore adiectis specularibus et velis epulo municipib(us) et incolis utriusque sexus dato ob dedicationem omnium statuarum quae in his porticis ab iis datae et sub inscriptione eorum positae sunt d(onum) d(ederunt). 16

naron las canteras locales (Alföldy 2012: 456), todos adecuados para el trabajo epigráfico, y que permiten relacionar la actividad de las officinae con el empleo de determinados tipos de piedra. SEGOBRIGA

el generoso conjunto epigráfico de Segobriga, con más de 700 monumentos documentados hasta la fecha, ha permitido identificar una evolución ordenada de la práctica epigráfica desde sus inicios en época temprano-augustea hasta el Bajo Imperio. con frecuencia es posible detectar rasgos propios de un taller en determinados productos, pero es difícil identificar toda esa serie de officinae por ser escaso el número de piezas que conservamos de cada una de ellas. la excepción a ese comentario es el llamado «taller de las series de arcos» (Abascal 1992: 309-343), una officina que trabajó entre la segunda mitad del siglo I y finales del siglo II y de la que salieron multitud de ejemplares que han llegado hasta nosotros en un número que

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su necrópolis septentrional (Abascal, Alföldy y cebrián 2011: 188-192), todos del siglo I d.c. y que guardan una extraordinaria similitud en el tipo de piedra, paleografía, detalles de acabado, etc. lo mismo podría decirse de la serie de pedestales dedicados a los patronos senatoriales de la ciudad en la primera mitad del siglo I d.c. (Abascal, Alföldy y cebrián 2011: 34-35 y 297), todos salidos con seguridad de una misma officina. DIANIUM

figura 16. estela segobrigense del «taller de las series de arcos». foto J. m. Abascal.

supera ya la treintena.17 las estelas de esta officina presentan siempre una decoración de dos o tres series de arcos tangentes entre la cabecera y la cartela rebajada que alberga el texto (figura 16). esas series de arcos no siempre tienen la misma calidad técnica, lo que debe justificarse por la dilatada actividad temporal de la officina, ni son exactamente idénticos en su ejecución. Pudo haber incluso más de una officina desarrollando el mismo estilo en un determinado momento, aunque estas consideraciones no pasan del ámbito de la especulación. Además de la uniformidad tipológica que denuncia este característico tipo de estelas, uno o varios talleres fabricaron también los cipos terminales documentados en

A los ejemplares reunidos en 1992 al identificar el taller (Abascal 1992: 309-343), hay que unir ahora la amplia serie publicada en Abascal, Alföldy y cebrián 2011 como consecuencia de las excavaciones de los años 2006-2008 en la gran necrópolis septentrional. se conservan algunos ejemplares inéditos en museos de la periferia segobrigense. 17

entre los muchos talleres que trabajaron en la costa mediterránea del conventus Carthaginiensis es fácil reconocer uno dedicado a la talla de pedestales en el territorium de Dianium (Denia, Alicante), del que salieron algunos ejemplares que se conservan hoy en los museos de la zona. esos pedestales fueron formados con tres elementos exentos que el espectador veía superpuestos, es decir, con zócalo, parte media y coronamiento, de los que lo corriente es conservar solo el elemento central. De este tipo de monumentos en la costa mediterránea peninsular se ocupó in extenso Géza Alföldy en un conocido trabajo (Alföldy 1979: 177-275). la principal característica de esa serie dianense es la presencia en ambos costados de la parte media de un rombo que cubre todo el espacio y que constituye el elemento central de una cartela ligeramente rebajada y limitada por molduras. la presencia de ese elemento debe explicarse por el hecho de que se trate de pedestales preparados para ser adosados a una pared y, por lo tanto, con tres caras visibles, de las que una la ocupa el texto y las otras dos los rombos laterales. A esa officina hay que adscribir al menos un pedestal de Dianium (CIL II 3590, figura 17, arriba) y otro descubierto en la cercana localidad de ondara (CIL II 3597, figura 17, abajo). no pertenecen a miembros de la misma familia pero en ambos casos se trata de gentes vinculadas a la élite local de Dianium a la que servía esta officina. la datación de la actividad debe extrapolarse de lo que sabemos sobre este tipo de monumentos en el ámbito regional y de la paleografía, por lo que una cronología entre finales del siglo I y mediados del II podría convenir al período de actividad de esta officina. los trABAJADores De lAs OFFICINAE ePIGrÁfIcAs. testImonIos

los oficios relacionados con el trabajo de la piedra en época romana se generalizaron tanto en los talleres epigráficos como en aquellos centros destinados a la extracción

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figura 17. Arriba: Pedestal en honor de Calpunia Marcella (CIL II 3590) en Denia (Alicante). Abajo: Pedestal para Sex. Terentius Lemnaeus (CIL II 3597) descubierto en ondara (Alicante) a pocos kilómetros de Denia. fotos J.m. Abascal.

y terminado de los bloques para la construcción, en los que se ocupaban de producir los principales elementos decorativos de los edificios o en los que elaboraban los programas iconográficos que decoraban áreas públicas y privadas. términos como quadratarius o lapidarius con mucha frecuencia designaban a quien se ocupa de los trabajos en piedra en general (lapis, -is), siendo con frecuencia el primero quien fabricaba los bloques asociados a los paramentos que en arquitectura se conocen como opus quadratum u opus vitatum, formados por bloques regulares, pero también quien intervenía directamente en la elaboración de inscripciones (vide infra). Junto a cuadratarios y lapidarios, los textos antiguos hablan en ocasiones de marmorarios (marmorarii), es decir, quienes trabajaban el mármol para cualquiera de sus usos, por lo que en esta categoría también se escondían en ocasiones quienes preparaban los soportes epigráficos. es muy dificil, más allá de una simple intuición, diferenciar la actividad de un lapidario o cuadratario orientada al trabajo de la piedra en general de quien se ocupaba de los monumentos epigráficos. expresiones como ara operis quadratari (CIL VIII 20743) o tribunal operae quadratario (CIL VIII 9026), un

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elemento epigráfico y un elemento arquitectónico, son buena prueba de ello. en líneas generales, quadratarius, opus quadratarius, etc. son definiciones generalmente asociadas a la construcción18 que, ocasionalmente, entran en el ámbito epigráfico. Por ello, los únicos términos que permiten probar la presencia de talleres epigráficos son officina, una palabra empleada muy pocas veces, y las diferentes formas de facere que acompañan en ocasiones al texto de los monumentos pero no con los familiares o amigos como sujeto sino precedidas del nombre del artesano, como luego veremos. la cuestión no está ni mucho menos cerrada como veremos a continuación. Hace medio siglo, Giancarlo susini ya indagó con detalle tanto en la terminología de la producción de inscripciones como en la denominación de los operarios que participaban en ella (susini 1973: 9-20). Gracias a su estudio y a los trabajos previos de emil Hübner (1885), Jean mallon (1952) y de Arthur y Joyce Gordon (1957 y 1958-1965) entre otros, el proceso de la producción epigráfica es hoy conocido con algo más de detalle. sabemos que la elaboración de un epígrafe pasaba por tres fases consecutivas consistentes en la redacción del texto que se quería grabar y preparación de la que se conoce habitualmente como «minuta» (mallon 1957: 177; susini 1973: 9), en el traslado de ese texto al soporte epigráfico para facilitar el trabajo del grabador (ordinatio; vide Hübner 1885: XXV-XXIX) y en la labor de talla propiamente dicha con la que culminaba el proceso (Hübner 1885: XXIX-XXXIV; susini 1973, 2). los dos últimos pasos están claramente ilustrados por una inscripción bilingüe de Palermo en la que la elaboración de un epígrafe se describe por la ejecución sucesiva de ordinare y sculpere.19 Antes del segundo paso, el soporte debía CIL VIII 9026: Virtuti deae Sanctae Aug(ustae) p. Caelius Victor sacerdos cum Aurelia Germanilla coniuge tribunal operae quadratario in suo sol(verunt) fecerunt et d(e)d(icaverunt) prov(inciae) CCII; CIL XIII 5703: Opus quadratarium Augurius Catullinus ursar(ius) d(e) s(ua) p(ecunia) d(edit); CIL VIII 20743: … C. Iulius Libosus cum Ulpia Dativa uxore ac liberis suis hanc aram operis quadratari donavit…; CIL VIII 20145: Herculi Aug(usto) sacrum C. Iulius Saturninus sacerdos Liberi patris aram opere quadratario a fundamentis sua pecunia ex HS (mille) nummis fecit dedicavitq(ue) …, etc. Vide la interpretación que de estos términos recogidos en inscripciones africanas hace Hübner 1885: XXVI. 19 CIL X 7296 [Ils 7680] = IG XIV 297. Dibujo del texto y comentario en Hübner 1885: XXX. el texto latino dice: Tituli heix ordinantur et sculpuntur aidibus sacreis cum operum publicorum (!). sobre esta inscripción hay muy importantes observaciones en la bibliografía moderna; vide Bivona 1971: 86-87 n.º 74; susini 1973: 10-11; Di stefano manzella 1987: 53, 126; manacorda 2000: 283-284; ricci y nonnis 2007: 49, 51 fig. 12 con foto y 56 n.º 21b con el texto. 18

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ser preparado y alisado convenientemente para recibir el texto; esa labor, que derivaba en superficies alisadas (levigatae) o pulidas (expolitae), está descrita también en las inscripciones antiguas (susini 1973: 12, a partir de los ejemplos de dos inscripciones de Philippi ―CIL III 633, I y II―). como ya recalcó susini, la principal dificultad del estudio de este proceso de producción epigráfica no estriba en establecer su propio ritmo sino en la denominación de los trabajadores que intervenían en él. A partir de lo que dice un texto de Varrón (L. Lat. 8, 62: Qui lapides caedunt, lapicidas), y de las palabras de sidonio Appollinar20 al artesano que elabora inscripciones se le suele denominar lapicida ―un término que ha encontrado acomodo en la terminología moderna de las diferentes lenguas y que se ha extendido entre los estudiosos, incluyendo al propio susini, que lo empleó para el título de la edición italiana de uno de sus principales trabajos (susini 1973)― y ocasionalmente se habla de cuadratarios (quadratarii). Por la propia etimología de las palabras, el lapicida o el lapidarius que se encuentra citado en muchas inscripciones, debería ser quien trabaja en origen con el soporte pétreo y quien lo prepara para el trabajo epigráfico mientras el quadratarius debería ser quien se ocupa de la traslación de la minuta (ordinatio) y del grabado. en el breve análisis terminológico llevado a cabo por Hübner en sus Exempla scripturae epigraphicae latinae pareció inclinarse por el término quadratarius para definir al artesano que elabora inscripciones, aunque recordando que tanto lapidarius, quadratarius o marmorarius son términos que usan para esta labor las fuentes literarias antiguas y las propias inscripciones (Hübner 1885: XXVI-XXVII; vide ricci y nonnis 2007: 49), una observación que presidiría un siglo más tarde las indagaciones de susini (1973: 15-18). Junto a los expertos en el manejo de las herramientas para el trabajo de la piedra, en las officinae epigráficas debió haber también trabajadores especializados en el trabajo con metales, pues muchas inscripciones se remataban con apliques metálicos ―unas veces en el coronamiento, otras solo con adornos en el fastigio de los altares― y tipos epigráficos específicos como las inscripciones con litterae aureae precisaban una mano habilidosa para recortar las letras, soldar los pernos traseros de anclaje, pulir la superficie frontal para garantizar el brillo de las letras y, en circunstancias especiales, aplicar realmente una lámina de pan de oro. otras inscripciones ep. 3, 12, 5: …sed vide ut vitium non faciat in marmore lapicida (!); quod factum sive ab industria seu per incuriam mihi magis quam quadratario lividus lector adscribet.

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incluían letras pintadas y no excavadas y no hay que olvidar que en muchos casos sobre las letras se aplicaba la rubricatura, es decir, el repaso de las letras con pintura negra o roja para favorecer su lectura en ambientes de luz escasa o de inadecuada orientación solar (susini 1982: 37). esta práctica se hizo especialmente corriente en la epigrafía monumental, pero también en epígrafes menores sobre materiales graníticos y calizos de difícil talla, de modo que permitiera la lectura pese a la impericia del cuadratario; este segundo uso es visible aún en muchas inscripciones y no parece un fenómeno restringido a las zonas más romanizadas del Imperio. en la Historia Natural de Plinio se alude a este uso de la pintura en las inscripciones, indicando el naturalista que era corriente para esta rubricatura el empleo del cinabrio, es decir, del minio obtenido como producto residual en la depuración del mercurio; Plinio justifica este empleo para hacer «más claras las letras de inscripciones», es decir, más legibles, indicando que era corriente no solo en las inscripciones monumentales de edificios sino sobre todo tipo de mármoles e incluso en inscripciones funerarias (Plin., N.H. 33, 40, 123). ocasionalmente la pintura se podía utilizar también para corregir defectos de grabado, para mejorar la calidad de un texto o para añadir datos que había olvidado el taller; el color debió tener un empleo frecuente en el reaprovechamiento de inscripciones en desuso y para la corrección de distancias viarias en los miliarios (susini 1982: 37). Junto al uso en la rubricatura, el color se empleó en el mundo romano para generar inscripciones pintadas sin relieve, siguiendo así una costumbre ya conocida en el mundo griego clásico y helenístico.21 Aunque las mejores y más abundantes evidencias proceden del mundo de los tituli picti anfóricos, conocemos también buenos ejemplos en estucos domésticos, en sarcófagos, en textos rupestres y hasta en edificios; baste recordar el calendario existente bajo santa maría la mayor en roma (magi y castrén 1972), el conjunto de la cueva negra de fortuna (González Blanco, mayer y stylow 1987, con actualizaciones posteriores), la inscripción que compagina grabado y pintura en Segobriga (Abascal, Alföldy y cebrián 2011: 95-97 n.º 81), etc. (vide mayer 1995: 79-92). De lo dicho puede desprenderse que solo podemos inquirir sobre las profesiones más corrientes en los talleres epigráficos, pues hubo otras muchas ocupaciones secundarias que, o bien realizaban los propios operarios que se ocupaban de la talla, o bien se encargaron a otros especialistas. Cfr. por ejemplo lang 1976; oikonomides 1988: 39-53 o Wagner 1996: 97-114. Para la Península Ibérica en época helenística, vide Balil 1962: 117-123; nieto Prieto 1971-1972: 385-390.

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en su encuesta sobre la mano de obra citadas en epígrafes hispánicos, H. Gimeno ya recogió diez testimonios de trabajadores empleados en el trabajo de la piedra (Gimeno 1988: 22-28). el número de ellos no se ha incrementado pero a esa relación cabe añadir los empleos del término officina y del verbo facere que enriquecen el registro. los datos específicos de Hispania sobre oficios ligados a la piedra y al mármol, que en varios casos aluden claramente al ámbito epigráfico, son los siguientes:22

MARMORARIUS

el oficio está documentado en más de 50 epígrafes de todo el Imperio romano27 y existe como nombre personal, según prueba un epígrafe de Beja (encarnação 1984: 340-341, n.º 269). los testimonios de Hispania son:

- Hermes Aureliae Vibiae Sab[i]nae ser(vus) marmorarius en terena (Alandroal, evora).28 mayer piensa que pueda tratarse de un esclavo marmorarius de Aurelia Vibia Sabina, la hija del emperador marco Aurelio, cuya presencia en esa zona habría que explicar por la posible propiedad pública de las canteras de mármol de Vila Viçosa (mayer 2008: 407-414), algo que parece probable. - p. Rutilius Syntrophus marmorarius en Gades.29 su actividad parece ligada al uso del mármol en la construcción. - Val(erius) Fortunatu[s], artifex mar[mo]rarius en Corduba (stylow CIL II²/7, 348; Gimeno 1988: 24-25, n.º 26 = HEp 2, 1990, 316). - publicius provinc(iae) Baetic(ae) lib. Fortunatus, marmorarius signuarius verna urbicus en Corduba (stylow CIL II²/7, 301; cfr. Gimeno 1988: 26-27, n.º 29). - Compagani marmorarienses en Almadén de la Plata (sevilla).30 el epígrafe alude claramente a los trabajadores empleados en las canteras de mármol, entre los que pudo haber especialistas en la extracción y corte de soportes epigráficos. - Statio serrariorum Augustorum en Italica, que parece referirse a un conjunto de canteros civiles o militares. Vide CIL II 1131 y II 1132. resumen de los puntos de vista de otros autores en cisneros 1988: 48 y González 1991: 61-62.

LApIDARIUS

se trata de un oficio documentado en más de 30 epígrafes en el Imperio romano23 que alude directamente al trabajo de la piedra (lapis) en todas sus facetas. Algunos de los testimonios, entre ellos los hispanos, parecen aludir directamente al trabajo epigráfico, aunque no hay seguridad de ello:

- L. Aemilius Quartio, lapidariu[s] en Clunia, que dedicó un altar a una divinidad aparentemente denominada Aiioragatus.24 - Reburrinus, lapidarius en santa eulalia de Barrosas (concelho lousada, Porto), que dedicó un altar probablemente a unas Nymphae Castaecae (CIL II 2404 ―Vives Iler 780―; Gimeno 1988: 23, n.º 23). encarnação y cunha leal (1996: 177) piensan que es el artesano del santuario de estas ninfas. - pelcius, [l]apidarius en Afife (Viana do castelo), que effecit (sic) el monumento a que se refiere.25 - M. Messius M. l. Samalo, faber lapidarius en Carthago Nova.26 la denominación faber lapidarius es conocida también en inscripciones de Bolonia (CIL XI 6838 ―Dessau Ils 7676―; vide AE 1896, 114) y de narbona (espérandieu 1929: n.º 580).

simplificamos al máximo las referencias bibliográficas para no recargar el aparato crítico. no obstante, con las proporcionadas es posible acceder al resto. 23 según la base de datos de m. clauss. la relación fue consultada el 15 de febrero de 2013. Cfr. cisneros 1988: 51. 24 CIL II 2772 (Vives Iler 713); Palol y Vilella 1987: 161-162, n.º 209 con la bibliografía anterior; Gimeno 1988: 23, n.º 22. 25 lectura de Gimeno 1988: 23, n.º 21. el texto publicado originalmente por Abel Viana (1953: 525-528 = HAE 1520) contemplaba la posibilidad de leer al final [—-]retae f(ilius) fecit, algo menos probable pese a la escasa frecuencia de effecit frente a fecit. sobre la inscripción, vide también Peixoto 1993: n.º 8. 26 Koch 1978: 256 ss., n.º 3, taf. 55 b y 56 a (= AE 1977, 458); Abascal y ramallo 1997: 369-371, n.º 153, lám. 137; Gimeno 1988: 24, n.º 24. 22

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FECIT / FECERUNT

en este caso estamos ante empleos del verbo directamente relacionados con la práctica epigráfica, documentada en Hispania por los siguientes testimonios:

según la base de datos de m. clauss. la relación fue consultada el 15 de febrero de 2013. Cfr. cisneros 1988: 46-47. 28 CIL II 133 (Ils 4513b; Vives Iler 826); encarnação 1984: n.º 497, con la bibliografía anterior; Gimeno 1988: 25, n.º 27; cisneros 1988: 47-48; mayer 2008: 407-414 (AE 2009, 499). 29 CIL II 1724 (ILS 5442; Vives Iler 2076 y 6444); González 1982: 78 ss., n.º 120, con la bibliografía anterior; Gimeno 1988: 24, n.º 25; cisneros 1988: 47-48. 30 CIL II 1043 (Vives Iler 5364); Gimeno 1988: 25-26, n.º 28; cisneros 1988: 48-49; González 1996: 34-35, n.º 1041. 27

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- pelcius effecit en Afife (Viana do castelo). Vide pelcius en la serie de lapidarii. - Ardunnus Comini f(ilius), fe(cit) el epígrafe dedicado por [T]oncius en fundão (idem, distrito de castelo Branco), según consta en los renglones 8 y 9 de este texto dado a conocer por leite de Vasconcelos en 1895 (EE 8 14, a partir de leite de Vasconcelos 1895a: 226-228). - pentamus Cilureicu Arcius fecit un epígrafe en santo tomé de Vade (Ponte da Barca, distrito Viana do castelo) (encarnação 1993: 255-256 [= HEp 5 1995: 1055]). - Cumelius Corobulti f(ilius) Cularni fecit de Balatucelo nat(ione) en santo estevão (sabugal, distrito Guarda). Vide f. Patricio curado FE 7 1984: 13-16, n.º 29 (= AE 1984, 483). - Quintio fecit el interesante pedestal de forúa (Vizcaya) (fita 1906: 421-424), aunque Gómez-moreno (1951: 209-210) prefería leer como Quno el nombre del artesano.

BIBlIoGrAfÍA

ABAscAl, J.m. 1990: Inscripciones romanas de la provincia de Albacete, Albacete. ABAscAl, J.m. 1992: «una officina lapidaria en Segobriga. el taller de las series de arcos», HAnt 16, 309-343. ABAscAl, J.m. 1995: «las inscripciones latinas de santa lucía del trampal (Alcuéscar, cáceres) y el culto de Ataecina en Hispania», Archivo Español de Arqueología 68, 31-105. ABAscAl, J.m. 1998: «Aproximación formal a la epigrafía romana de la meseta meridional», s. rascón (ed.), Complutum. Roma en el interior de la península Ibérica. Catálogo de la Exposición Alcalá de Henares, 18 de mayo a 26 de julio de 1998, Alcalá de Henares, 129-137. ABAscAl, J.m. 2000: «Inscripciones romanas de saldeana», Archivo Español de Arqueología 73, 259-268. ABAscAl, J.m. 2000-2001: «la era consular hispana y el final de la práctica epigráfica pagana», Lvcentvm 19-20, 269-292. ABAscAl, J.m. 2002: «Fasti consulares, fasti locales y horologia en la epigrafía de Hispania», Archivo Español de Arqueología 75, 269-286. ABAscAl, J.m. 2003: «la recepción de la cultura epigráfica romana en Hispania», l. Abad (ed.), De Iberia in Hispaniam. La adaptación de las sociedades ibéricas a los modelos romanos, Alicante, 241-286.

OFFICINA

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siendo solo ocasional el empleo de este término, no faltan los testimonios de la presencia en Hispania de officinae epigráficas. los tres testimonios conocidos proceden de la parte occidental de la Península Ibérica pero deben considerarse de forma conjunta con los usos de facere que ya hemos visto.

- Ex officina Flavi Tuci f(ilii) en Conimbriga. Étienne, fabre y lêvêque 1976: 43-44, n.º 21 (= AE 1975, 481); cisneros 1988: 45. - [E]x of(ficina) Elp[idi ?] en santa cruz de lima (Ponte de lima, distrito Viana do castelo). Dos santos, tranoy y le roux 1983: 185-186, n.º 3 (= AE 1983, 551); tranoy 1985: 270. - Of(ficina) Locusis, testimoniada en un altar dedicado a Júpiter por Coloticen(us) en sabrosa (idem, distrito Vila real).31

ABAscAl, J.m. 2008: «las inscripciones romanas de moral de sayago (Zamora, Hispania citerior) y su descubrimiento en 1859», Lancia 7, 113-129. ABAscAl, J.m., AlfölDy, G. y ceBrIÁn, r. 2011: Segobriga V. Inscripciones romanas (1986-2010), madrid. ABAscAl, J.m. y GImeno, H. 2000: Epigrafía hispánica. Real Academia de la Historia. Gabinete de Antigüedades, madrid. ABAscAl, J.m. y rAmAllo, s.f. 1997: La ciudad de Carthago Nova: la documentación epigráfica, murcia. ABÁsolo, J.A. 1974: Epigrafía romana de la región de Lara de los Infantes, Burgos. ABÁsolo, J.A. 1990: «las estelas decoradas de época romana en territorio palentino», Actas del II Congreso de Historia de palencia, 27, 28 y 29 de abril de 1989, vol. 1, Palencia, 183-220. ABÁsolo, J.A. 1994: «sobre algunas escuelas hispanorromanas», BSEAA 60, 187-209. ABÁsolo, J.A., AlBertos, m.l. y elorZA, J.c. 1975: Los monumentos funerarios de época romana, en forma de casa, de la región de poza de la Sal (Bureba, Burgos), Burgos. c. ervedosa, Trabalhos de Antropología e Etnología [Porto] 25.1, 1985: 167 (= AE 1985: 574, a quien seguimos); Alves Dias, m.m. 1988: 423-424, n.º 29.

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Artifices Idoneos: artesanos, talleres y manufacturas en Hispania. reunión científica, mérida (Badajoz, españa), 25-26 de octubre, 2012.

Instrumentos De escrIturA en HISpANIA Javier Alonso, José manuel JereZ lInDe y rafael sABIo GonZÁleZ museo nacional de Arte romano, mérida

resumen: trabajo de síntesis que reúne todos los tipos de instrumentos de escritura de época romana hallados en Hispania publicados hasta la fecha. tras una breve recopilación bibliográfica especializada sobre los instrumentos de escritura, se describen cada uno de los mismos y sus diferentes tipologías. Partimos de la diferencia tradicional entre instrumentos para escribir sobre cera e instrumentos usados con tinta para ordenar la relación de piezas. se hace una breve valoración de la metodología de trabajo empleada por los artesanos en los talleres y modos de venta y circulación. continúa una enumeración de cada uno de los instrumentos de escritura aparecidos en Hispania, su localización geográfica en un mapa y su valoración según su procedencia y circunstancias de hallazgo, funerario, vertedero, etc. finalmente se intenta realizar una posible localización de talleres.

summary: this paper is a compilation of the data published about the writing instruments used in roman Hispania. After a bibliographic review about roman writing instruments, these instruments are in-depth described so as their typological classification. the instruments are classified in wax and ink writing instruments. A short view of production and circulation based on archaeological reports is explained. After that, geographical and cronological data are given in advance. finally, we try to locate workshops in the different Iberian cities.

Palabras clave: instrumentos de escritura, estiletes, espátulas de cera, cápsulas de sellos, cálamos, tinteros. Key words: writing instruments, roman pen, wax spatula, seal box, reed, ink-pots.

estADo De lA InVestIGAcIÓn

nunca antes había suscitado tanto interés el estudio de la alfabetización en el Imperio romano. la influencia de la visión decimonónica según la cual solo las elites sociales podían acceder y disfrutar de la educación y la cultura, fue ampliamente aceptada por el mundo académico. un punto y a parte lo constituyó la obra de Harris Ancient Literacy, en la cual se analizaba desde diferentes facetas el nivel de alfabetización alcanzado en el Imperio romano. tras el «shock» producido por su lectura, distintas universidades y centros de investigación comenzaron a replantearse cual era el estado real de esta cuestión por la cual se había pasado de largo durante tanto tiempo, dando lugar a abundante literatura sobre el tema y sus consiguientes congresos.

Ante la ausencia de investigaciones sobre al alfabetización en Hispania nos propusimos su estudio a través del análisis de los distintos instrumentos de escritura como elemento que indicaría su uso por una población alfabetizada. De esta manera nos alejábamos de los densos y excelentes trabajos sobre inscripciones de tipo epigráfico que existen, ya que en nuestra opinión el empleo de inscripciones de mármol o granito en contexto funerario no aportaban nada nuevo sobre la sociedad romana según la premisa que, las élites sociales son también las élites culturales. el objetivo de nuestro estudio era conocer el nivel cultural de la sociedad romana en Hispania a través de los restos arqueológicos hallados en la extremadura romana, eso sí, eliminando los extremos superiores, las elites, e inferiores, que no deberían aportar restos materiales y además consideramos analfabeta:

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JAVIer Alonso, JosÉ mAnuel JereZ lInDe y rAfAel sABIo GonZÁleZ

nuestro deseo era antes bien conocer la alfabetización de la «clase media». los materiales que conforman nuestro estudio comprenden las tabullae ceratae, las cápsulas de sellos, los estiletes, los cálamos y los tinteros. todos los ejemplares procedentes de extremadura los hemos trabajado directamente, pues proceden o del museo nacional de Arte romano o del consorcio de la ciudad monumental de mérida. el material de otras provincias procede de referencias de artículos o monografías la mayoría de los cuales hemos podido estudiar en la biblioteca del museo a través de fotografías y dibujos. en este último caso solo se han añadido los ejemplares de los cuales no teníamos ninguna duda. los trabajos sobre instrumentos de escritura romanos se han sucedido desde finales del siglo XX, suscitando el interés de los profesionales de la arqueología como demuestran las publicaciones tanto de tipo generalista (Bozic y feugère 2004: 21-41), como las dedicadas a materiales de provincias enteras como Panonia (Bilkei 1980), o de enclaves concretos como magdalensberg (öllerer 1998) u ostia (Drescher 1988). otro tipo de estudios se tomaban como punto de partida la iconografía (merten 1982). si hay un centro de investigación que ha definido unas líneas de actuación claras, este ha sido Augusta Raurica, que en los últimos años ha visto cómo salían a la luz trabajos importantes de carácter monográfico sobre graffiti en instrumenta domestica (féret y sylvestre 2008) o paredes (en preparación), sobre los instrumentos de escritura, dedicando de esta manera sendas monografías a las cápsulas de sellos (furger, Wartmann y riha 2009) y a los estiletes (schaltenbrand-obrecht 2012), a la par que se elabora actualmente un trabajo sobre la lectura y escritura en Augusta Raurica (fünfschilling 2012: 163). las tabulae ceratae han sido ampliamente estudiadas desde finales del siglo XIX, cuando se publicaron las de Pompeya y Herculano (CIL IV, suppl. 1). otro yacimiento que ha proporcionado numerosos ejemplares ha sido Vindolanda (Bowman y thomas 1974) completado con otros estudios posteriores (Bowman y thomas 1994; 2003). Del yacimiento de Vindonissa provienen más de 600 tablillas (fellmann 2009: 115). A estos trabajos hay que añadir los ejemplares hallados ocasionalmente en diversas excavaciones. en españa solo se ha publicado una tabulla cerata la cual proviene de la provincia de sevilla (fernández 1994-1995), aunque se tiene constancia de otra encontrada en la provincia de toledo. respecto a las cápsulas de sellos, estas han recibido multitud de acepciones a lo largo de los años, la mayoría equivocadas, hasta que emil ritterling (1904: 413) reconoció por primera vez estos objetos como tales. exis-

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ten, sin embargo, menciones anteriores en la cuales ya se identificaba la función de dichos objetos (mertensschaafhausen 1850: 139). Dichas formas se identificaban como amuletos, broches, bullae, cajas, cajitas para perfumes, fíbulas, objetos enigmáticos, objetos no identificados, ornamentos, receptáculos en forma de cuchara, etc. recopilaciones de cápsulas de sellos se han llevado a cabo por michel feugère y Pierre Abautzin, en este caso con decoración zoomorfa (feugère y Abautzin 1995). estudios sobre materiales provenientes de marcos geográficos concretos son los realizados por ton Derks y nico roymans procedentes del norte de Galia y de la Civitas Batavorum (Derks y roymans 2002), el estudio de los materiales de Siscia (Koscevic 1991) o los de porolissum, rumanía (Bajusz 1995). Además de las cápsulas de sellos publicadas con cierta frecuencia en distintas revistas como Instrumentum, la obra culmen hasta la fecha es la editada en Kaiser Augst (furger, Wartmann y riha 2009). en españa hasta la fecha apenas hay un artículo que englobe piezas procedentes de un ámbito geográfico concreto, en este caso, quince ejemplares procedentes de Andalucía (lópez de la orden 1993). otro artículo que se publicará en próximas fechas reúne cincuenta y cinco ejemplares (Alonso e.p.) los estiletes se han sucedido en su publicación por trabajos como los de hierro del British museum (manning 1985), o los ejemplares de hueso de magdalensberg (Gostencnik 2005), materiales sobre los cuales no hay todavía una opinión unánime, pues mientras la escuela francesa los identifica como husos (Béal 1983), la alemana los interpreta como estiletes (Deschler-erb 1998). Pero sin duda la publicación más exhaustiva es la de schaltenbrand-obrecht, quien analiza cronológica y tipológicamente más de 3000 ejemplares de diversas procedencias (schaltenbrand obrecht 2012). sorprendentemente en Italia existen pocos ejemplares ya que se han catalogado tradicionalmente como instrumentos médicos. los estiletes han pasado casi desapercibidos para la literatura científica hispano-lusa, existiendo hasta el 2012 un único apartado en las monografías sobre las excavaciones de Conimbriga. es a partir de este año que aparece una monografía sobre objetos de hierro del museo nacional de Arte romano que hace referencia a estiletes y cálamos (sabio 2012) el cual, junto a una serie de publicaciones (Alonso y sabio 2012; 2013) hace hincapié en la riqueza del yacimiento emeritense, llegando a contabilizar la mayor concentración hasta la fecha de estiletes en la antigua Hispania. A la espera queda que aparezca la primera de las publicaciones (sabio y Alonso e.p.) así como una futura monografía. A diferencia de los estiletes, los cálamos no han recibido la atención necesaria para desarrollar monografías o artículos monográficos, aunque no se olvidan en

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los artículos de carácter general (funfschilling 2012). en el territorio que conformaba Hispania solo encontramos los ejemplares del museo nacional de Arte romano (sabio 2012). otro de los importantes apartados que se engloba en el conjunto del instrumental escritutario son los tinteros (atramentaria). la elaboración de estos singulares objetos de escritorio pasa por modelos sofisticados de bronce con aplicaciones de plata hasta aquellos otros mucho más simples en cerámica y que enumeramos brevemente: cerámica campaniense, terra sigillata itálica, terra sigillata sudgálica, terra sigillata hispánica, terra sigillata africana, paredes finas emeritenses, cerámica vidriada, cerámica común, vidrio y bronce. Pese a ser una forma conocida e incorporada en muchas de las monografías dedicadas a las variedades cerámicas son escasas, sin embargo, las referencias sobre la misma. los llamados «encrier» de cerámica campana, que fueron hallados en el foro y Palatino romanos (morel 1965: 223, 241-243, 286, 289-291), nos muestran ya una diversidad tipológica ciertamente llamativa. la producción de terra sigillata itálica tampoco ofrece una homogeneidad de formas, contrastando la disparidad de modelos como el hallado en magdalensberg (consp. 51.1.1) o el de Pompeya (consp. 51.1.4). los ink-pots salidos de las fábricas galorromanas ―con su característico perfil barriloide― evidencian una clara estandarización. en cuanto a su clasificación, han sido varios los autores que incorporan esta forma en su corpus (Hermet 18 o ritterling 13 entre otros). no se ha constatado hasta el momento ni un solo ejemplar de marmorata, circunstancia lógica si consideramos lo experimental de este subgrupo. los tinteros elaborados en Hispania, con claras influencias itálicas, pasarán por ser otro de los recipientes menos conocidos en el repertorio de la tsH (mezquíriz 1964: 26), ocupando finalmente el número 51 de la nomenclatura (mezquíriz 1986). Durante algún tiempo se quiso atribuir esta misma funcionalidad a otra extraña forma de la producción tardía (tsHt) (mezquíriz 1986: 63) identificada recientemente como una lucerna (Quevedo sánchez 2012) ―figura 1―. De esta somera relación bibliográfica se desprende un desinterés casi total por el tema tanto en españa como en Portugal. los artículos que se han producido han sido el resultado personal de investigadores cuyos trabajos no se han visto continuados. no hay una universidad o centro de investigación en la Península Ibérica que tenga programado un estudio de este tipo de materiales. la única motivación para llevar a cabo este proyecto han sido los ánimos y apoyo prestados consecutivamente por martín Almagro y sylvia fünschilling, a quienes dedicamos este artículo.

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figura 1. modelo de tintero biansado ―conspectus 51.1.4― procedente de Pompeya.

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Debido a la escasa bibliografía sobre el tema en españa y Portugal, creemos necesario realizar una breve descripción de los distintos instrumentos de escritura que se pueden encontrar en las excavaciones, tanto las de campo como las llevadas a cabo en almacenes. Así mismo describiremos las diferentes tipologías según la literatura internacional de mayor reconocimiento, con la esperanza que sirva de modelo a la hora de futuras publicaciones en vistas de alcanzar la mayor homogeneidad posible. Para poder reconocer los instrumentos de escritura empleados durante el Imperio romano tenemos distintas fuentes, como los textos de diversos autores que tratan este tema en concreto, Plinio,1 Julio Pollux,2 marcial, o bien otros autores que los mencionan escuetamente en sus obras, como Apuleyo.3 ciertas inscripciones tratan sobre los instrumentos, sus artesanos, las personas que las usaban, etc. Algunos papiros también nos aportan alguna información, pero sobre todo, son los mismos instrumentos de escritura la fuente a la que hay que acudir para poder estudiarlos. también nos resultan útiles las representaciones iconográficas en pinturas o esculturas (Birt 1906) que muestran tanto a dioses o musas como a ciudadanos libres o esclavos, hombres o mujeres, portando o usando útiles de escritura o los soportes en los que se empleaban, rollos o papiros. Por norma general, los instrumentos de escritura se han dividido atendiendo al uso de la cera o de la tinta por Plin., Nat. Hist., 16, 157 y siguientes. Pollux, Onomast, 10, 57-60. 3 Apul., Met., 6, 25,1. 1 2

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las implicaciones que estos soportes conllevaban. la cera fundida y usada sobre tablillas de madera, se rayaba con un estilete para formar letras, y se rellenaba cada cierto tiempo previa eliminación de la capa anterior con una espátula de cera. la tinta se usaba primordialmente sobre papiro, también sobre tablillas de madera y más tarde sobre pergamino. se borraba con una esponja, se alisaba el papiro con piedra pómez, se dibujaba la caja de escritura y las líneas con regla y compás. Además, auxiliarmente conllevaba el empleo de tinteros. Desde la Antigüedad, debido a que el uso de los distintos soportes requería de una organización y racionalización del trabajo, se distinguió entre scribae ceratii y scribae librarii,4 como indican las inscripciones de ostia, los primeros escribirían sobre tablillas de cera con estiletes y los segundos sobre papiro y tinta. De la escritura sobre cera, debemos indicar de partida que su principal soporte eran las tabulae ceratae, unas tablillas de madera con un desbaste en cada una de sus caras (aunque a veces solo en una de ellas) que, cubiertas de una fina capa de cera de abeja, permitían que se escribiera en ellas5 gracias a los stili o estiletes, rayándose la cera para conseguir formar letras. este tipo de material, fácil de elaborar y barato, se usaría para escribir documentos comunes, como correspondencia o notas en aquellas partes del Imperio alejadas de las zonas de producción y comercio del papiro. según su tamaño y su calidad se podían clasificar en distintos formatos. De hecho, en un papiro hallado en Kellis, egipto, se ordena a Theognotus que envíe a su «hermano Ision una tablilla de diez hojas bien proporcionada de calidad para la ciudad» (Whitehorne 1996: 277-283), lo cual puede dar una idea de los diferentes tipos de tablillas que se podían elaborar en los talleres. sobre la tipología de las tablillas de cera localizadas en el centro de europa existe la facilitada con la descripción del material de Vindonissa (fellmann 2009). la cera que se usó parece que fue consistente, pues como nos indica Diógenes laercio,6 se escribía sobre ella con dificultad, lo cual, explicaría el uso de estiletes de metal, más duraderos. esta se componía de cera de abeja, carbón, brea, cal, arcilla, almagre para el tono rojizo, así como otros compuestos orgánicos, grasa o aceite de linaza (merten 1985: 27). Junto a las tablillas se usaban los stili o estiletes. A diferencia de las escasas tabulae ceratae que se han podido encontrar gracias a las excavaciones arqueológicas, 4 CIL XIV: 353; CIL XIV: 409; CIL XIV: 346; CIL XIV: 347; CIL XIV: 374. 5 CIL VI: 9841. Inscripción funeraria de un fabricante de tablillas. 6 Diog. laerc., 7, 37.

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el número de estiletes que se recuperan es muy alto (schaltenbrand-obrecht 2012: 17). el estilete se define básicamente por contar con tres partes diferenciadas (sabio y Alonso, e.p.): la punta con la cual se podía escribir sobre cera, el mango/vástago que a veces presentaba un espesamiento más o menos pronunciado para facilitar su aprehensión; y la cabeza, que suele terminar en una espátula de diversas formas (trapezoidal, rectangular, triangular, cóncava o cuadrada) y con la que se podían realizar pequeñas correcciones, como borrar letras o palabras en la cera sobre la cual se escribía. De hecho, la expresión stilum vertere7 o «volver el estilete» equivalía a corregir la escritura. fueron confeccionados en diversos materiales (bronce, hierro, hueso,8 madera,9 etc.) siendo los de hierro los más abundantes y mejor estudiados. Parece ser que la punta se desgastaba con cierta facilidad, para lo cual, algunos ejemplares se componían de dos partes separadas, una integrada por el mango y la cabeza y otra, extraíble, por la punta. Aunque los estiletes tendían a utilizarse en asociación con las tabulae ceratae10 y podrían usarse como medio para conocer la romanización o latinización de una población, el uso como instrumento de escritura no es el único que se les dio: han aparecido igualmente relacionados con el trabajo del hierro, la cerámica, el cuero…, e incluso puntualmente se le dio uso como arma.11 Desde el plano formal, destaca en los estiletes la presencia de ciertos ejemplares con decoración, pudiendo esta afectar, bien a la forma misma del objeto, bien a su superficie. en relación a esto último, algunos ejemplares muestran ranuras y acanaladuras efectuadas a lima y buril, que embellecen la forma del vástago. Además de una función decorativa, servían para asir mejor el instrumento y, de un modo ocasional pero más en relación con su vertiente ornamental, eran susceptibles de rellenarse con metales que contrastarían cromáticamente (schaltenbrand-obrecht 1998: 201-205) ―figura 2―. Gracias a los últimos estudios se ha podido determinar que a partir de época flavia los estiletes empiezan a presentar motivos decorativos a lo largo del vástago. Paralelamente, mientras que los ejemplares del Alto Imperio tienden a ser largos, en el Bajo Imperio su longitud se reduce ligeramente. Además, durante el siglo I el vástago presenta un engrosamiento situado a un tercio de Horac., Sat., 1, 10, 72. Plin., Nat. Hist., 34, 139, 14. 9 Österreichische Nationalbibliothek, papyrussammlung, p. Vindob. Schreibgerät 6. 10 Plauto, Bac, 715: «stilum ceram et tabellas lignum». 11 Plut., Moralia, 968 e.; suet., Caes., 82; Gal., an.affect 4,6f; suet., Dom., 3. 7 8

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figura 2. morfología general y detalles de los estiletes de metal (schaltenbrand-obrecht 1998).

la cabeza, mientras que posteriormente este engrosamiento se traslada a un tercio de la punta, cambiando el centro de gravedad. Algunos ejemplares eran portadores de inscripciones que podían proceder del mismo taller en el momento de su elaboración o se las podía aplicar posteriormente, a instancias del usuario, como se puede ver en los estiletes de hueso que muestran los nombres de sus dueños en genitivo. entre las inscripciones del primer tipo encontramos algunas de tipo jocoso como hego scribo sinem manum (feugère 2000: 227-229), o de tipo erótico, como, amica dulces lasciva Venus. en cuanto a los estiletes de hueso participan de los mismos problemas de identificación que los ejemplares de metal, habiéndose identificado en múltiples ocasiones como agujas, objetos de tocador u otro tipo de objetos. se diferencian de los fabricados en metal en que suelen ser más gruesos (Gostencnik 2005: 46) y en terminar en una cabeza globular, ovalada o en forma de aceituna, lo cual es motivo de discusión pues no se puede asegurar la función como instrumento de escritura al no disponer de espátula (schenk 2008: 56). tal disensión podría solventarse pensando en el uso polivalente de ciertas piezas, quizás no concebidas como estiletes, pero sí usadas como tales, siquiera sea de un modo eventual. A la hora de clasificar tipológicamente los estiletes hemos empleado la clasificación publicada recientemente (schaltenbrand-obrecht 2012: 112-191). Desgraciadamente es demasiado extensa para poder reproducirla aquí.

tanto la escritura como las correcciones ocasionaban una pérdida de cera, por lo que era necesario verter nuevas capas de cera hervida en las tabulae y esparcirlas por la superficie uniformemente. Para ello se precisaba de un instrumento complementario del estilete y que reproducía de manera específica y a mayor escala uno de sus extremos: se trata de la conocida como «espátula de cera». Dichas espátulas estaban, por lo tanto, específicamente destinadas a extraer la cera sobrante y tras el vertido de una capa nueva, proceder a alisarla de una manera uniforme.12 suelen adoptar forma triangular y lisa, hallándose por lo general elaboradas de hierro. el mango puede presentar diversa anchura, a veces estar separados de la espátula, encontrándose algunos casos en los que está decorado; otros ejemplares presentan un mango en bronce decorado a base de facetas o con decoración figurada (feugère 1995). suelen terminar en una cabeza cuadrada llamada «pomo». se podría pensar a primera vista que se trata de escoplos de albañilería, pero, debido a su pequeño tamaño, a su finísimo filo y a que no presentan marcas de haber sido golpeadas, se debe descartar esta posibilidad. existe una variante al tipo triangular que consiste en espátulas dobles contrapuestas, mucho más estrechas, cuyo asa, situado en el centro de la pieza, a veces presenta decoración a base de líneas. 12

ovid., Ars Amatoria, 1, 435; Aul. Gel., Noc. Att., 17, 9, 17.

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el «pomo» (merten 1985: 30) serviría para rellenar las esquinas de las tabulae, esparcir uniformemente la cera, así como para borrar parte del texto escrito. el empleo de tales piezas como material de escritura está atestiguado por su presencia en contextos funerarios junto a otros instrumentos de escritura, así como por su representación en diversas pinturas, mosaicos y estelas funerarias junto a otros instrumenta scriptoria. en cuanto a la tipología de las espátulas de cera, usamos la de m. feugère que distingue tres tipos principales y sus variantes (figura 3A y B). Asociado así, aunque no exclusivamente, al uso de las tabulae ceratae se encuentran las cápsulas para sellos, receptáculos que podían adoptar diversas formas, redondeadas, en forma de hoja, cuadradas, rectangulaTipo A1 A2 A3 A4 A5 B1 B2 c

Descripción Botón cuadrado, transcurre sin solución de continuidad desde el mango hasta el filo. Botón cuadrado, transcurre sin solución de continuidad desde el mango hasta el filo. transición entre el asa y la hoja decorada. Botón hexagonal u octogonal compacto, puede presentar decoración en su cabeza a modo de círculos concéntricos; de hoja estrecha. transición entre el asa y la hoja decorada. Botón cuadrado, hoja estrecha. transición entre el asa y la hoja decorada. el mango está decorado con un busto de minerva. Hoja estrecha. espátula doble contrapuesta con engrosamiento rectangular en el asa. espátula doble contrapuesta con asa engrosada en forma circular o rectangular decorada por líneas o perlas. una parte termina en forma de espátula y la otra en forma de vástago. Presenta engrosamiento rectangular/cilíndrico en el asa.

figura 3A. tipología de espátulas de cera (feugère 1995).

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res, romboides y ovaladas, formadas por dos partes, la tapa y la caja, unidas por una bisagra, a veces doble, y un cierre en su extremo. estos receptáculos contenían cera que solía servir como soporte para recibir la impregnación de sellos (Derks 2011: 725), y guardar la privacidad de diversos objetos, sobre todo soportes documentales (Bunsche-fox 1916: 27-29), aunque también monederos o sacos (Gilles 1994: 19, figs. 4, 8, 9, 10). otra función de la cera era la de unirse consistentemente a las cuerdas y, por medio de la que se derramaba por los agujeros, adherirse a la tabula. Podían variar en sus motivos ornamentales, geométricos, zoomorfos y figurados, así como en el número de perforaciones que aparecieran en su base. Además de los tipos metálicos, en algunas ocasiones se elaboraron en madera o hueso. originalmente identificaron objetos como cajitas de perfume (Bünschen), bullae, amuletos o colgantes, motivo por el cual resulta difícil su estudio. se usaron desde el siglo II a.c. hasta finales del III d.c. la aparición en contextos urbanos se circunscribe a espacios domésticos, por lo que no se puede afirmar que su uso fuera oficial, como se ha sostenido tradicionalmente; por otra parte, se han hallado ejemplares asociados a campamentos militares y lugares de culto, mientras que en villae se han encontrado excepcionalmente. Debido a su originalidad y a los estudios sobre la cultura escrita en el Imperio romano, las cajas de sellos han sido objeto en los últimos años de una serie de publicaciones que han vista la luz con la publicación de artículos así como de una monografía editada en Augusta Raurica (furger, Wartmann y riha 2009). Dada la profundidad del estudio se ha definido una tipología bastante clara y delimitada que es la que nosotros vamos a tomar (figura 4A y B). como ya se ha mencionado, para el transporte de los estiletes (y de los cálamos) se empleaban estuches, las theca calamaria o theca graphiaria según contuvieran cálamos o estiletes. no hay una forma estándar para estos objetos, además de que el material en el cual po-

figura 3B. tipología de espátulas de cera (feugère 1995).

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1

Grupo

2

1a 1b 2a 2b 2c 2d

3

3a 3b

4 5

5a 5b 5c 5d 5e 5f 5g 5h

6 7

7a 7b 7c 7d 7e 7f 7g 7h 7i

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Tipo

Descripción Forma de lengua De hueso De bronce Forma de hoja relieve fálico y esmaltado esmaltado Decorado con puntos fragmento, decoración irreconocible Forma romboide y esmaltado Decorado con esmalte fragmento, decoración irreconocible Triangulares y poligonales redondeada relieve de animal relieve figurado Decoración de rosetón Decoración nielada o esmaltada círculos concéntricos esmaltados Acanaladuras concéntricas y agujero en la tapa fragmento, decoración irreconocible De hueso Ovalada Cuadrada capa fina de metal, trabajado a mano capa fina de metal, fundido con base maciza Decoración en alto-relieve Decoración en bajo-relieve lámina de metal sobresale de la base con bisagra simple método de fabricación y decoración desconocidos De hueso

Cronología

figura 4A. tipología de cajas de sellos según su forma y decoración (furger, Wartmann y riha 2009: abb. 23).

dían elaborarse variaba, apareciendo ejemplares en madera, cuero, metales, etc. como se puede observar en distintas representaciones, se trata de un estuche con apertura vertical que se llevaba colgado del hombro a la altura del pecho izquierdo, aunque también se podía colgar de una cadena o por un asa. estos estuches contenían varios cálamos o estiletes (Jilek 2000: nota 12), y si era necesario, también una espátula de cera y un tintero. otro tipo eran unos tubos metálicos de unos 13 cm de largo y 1,5 de diámetro para guardar estiletes (Bilkei 1980: 79, taf. 2, kat. n.º 72). Autores clásicos como marcial13 y suetonio14 ya describieron estos objetos. Debido 13 14

marc., 14.21. suet., Claud. 35.

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a que los librarii en la Antigüedad escribían con varios colores, estos «estuches» solían contener varios cálamos impregnados con la tinta que previamente se había usado. llevar varios cálamos permitía ahorrar tiempo, en vez de tener que lavar los cálamos cada vez que se debía escribir con un color distinto. el soporte principal de la escritura con tinta era el papiro, material elaborado a partir de la planta del mismo nombre y que adoptaba la forma de rollo. otro tipo de soporte lo constituyeron las albae, tablillas de madera recubiertas de un barniz blanco; también se usaron unas tablillas de madera lisas compuestas por hojas de madera muy finas15 (tilia), sobre las que se escribía 15

Plin., Nat. Hist., 13.30.

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figura 4B. tipología de cajas de sellos según su forma y decoración (furger, Wartmann y riha 2009: abb. 23).

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igualmente con tinta; las más conocidas son las de Vindolanda (Bowman y thomas 2003) y carlisle (tomlin 1998: 31-84), halladas cerca del muro de Adriano. finalmente, a finales del siglo I d.c. se populariza el pergamino (membrana) como soporte, elaborado con pieles de animales (oveja, cabra o ternera) sin restos de pelaje, bañados en cal, estirados, dejados secar y posteriormente alisados.. Aunque su difusión es tardía, se fecha su desarrollo en el siglo II a.c. en la ciudad de Pérgamo. otro tipo de soporte sobre el cual se escribió con tinta fueron las ostraca, trozos de cerámica quebrados usados para escribir textos cortos, como cuentas, cartas, facturas, etc. la tinta se producía de diferentes maneras, siendo los componentes principales carbón vegetal y goma arábiga. estos ingredientes generaban tinta de color negro. Pero para escribir textos de especial importancia se empleaba tinta de color rojo (legras 2002: 72), cuyo color se adquiría por medio del cinabrio (Blanck 1992: 67). Plinio describe distintos tipos de tinta para escribir las cuales se elaboraban con carbón vegetal.16 sin embargo, la idea que se tenía sobre los componentes de la tinta, según la cual se realizaban basándose en los materiales antes indicados hasta el siglo IV d.c. se ha visto modificada en virtud de los últimos análisis realizados, pues se ha podido detectar la presencia de hierro ya en tinta de época helenística, la cual se creía era una invención del Bajo Imperio (Delange 1990: 213-217).17 en la aplicación de la tinta se utilizaron tres tipos de objetos: las plumas, los pinceles y los cálamos. sobre el uso de las plumas como materia escritoria, si bien su uso pudo haber comenzado en el siglo IV (Blanck 1992: 66), la primera referencia aparece en el siglo VI en el Anonimus Valesianus 14.79. el cálamo18 se componía de una caña hueca tallada en su punta que se usaba para escribir con tinta sobre papiro, pergamino o sobre tablillas de madera.19 A diferencia de los estiletes se componía de dos partes, vástago y punta. la punta se tallaba con un cortaplumas o scalprum librarium.20 según su uso, para escribir anotaciones rápidas la punta sería fina y si se usaba para escribir con letra más cuidada, la punta sería más ancha (marichal 1956: 24, nota 2), esto es, cada tipo de letra (mayúscula, uncial, cursiva, etc.) precisaba de un tipo de cálamo distinto. cuando se desgastaban se afilaban con piedra pómez.21 Plin., Nat. Hist., 35, 41-43; también Vitrubio, De Architectura 7, 10, 1-4. 17 otro ejemplo temprano de tinta férrica se encuentra quizás en P.oxy. 44, 3197, fechado hacia el 111 d.c. 18 Anth. Pal. 9.162. 19 marc., 14,3. 20 suet., Vitell., 2. 21 Anth. Pal., 6, 63. 16

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Además de elaborarse con los tallos de diferentes tipos de plantas a partir del siglo I d.c. se elaboraron cálamos en distintos metales, a modo de tubos en metales como hierro o bronce, que suelen alcanzar los 10-17 cm de longitud y diámetro variable, conformados por un vástago y una punta afilada en forma oblicua. Algunos ejemplares disponen de una pequeña cucharilla en su extremo opuesto quizá para remover la tinta. A pesar de ser elementos metálicos, se suelen encontrar en mal estado y son difíciles de reconocer. otro tipo de cálamos en metal han sido hallados en mérida,22 los cuales difieren de los modelos anteriores en que solo presentan la punta hueca, debiendo introducirse en un mango de otro material, en teoría de materia orgánica, pues parece que las tumbas en las que se hallaron no presentaban restos que pudieran asociarse a estas piezas. tales ejemplares, de los que contamos por el momento un total de dos, se encuentran realizados en plata e hierro. Atendiendo a los cálamos no metálicos, debemos referir la existencia de ejemplares en hueso, alargados y con la cabeza tallada.23 los tinteros eran recipientes que contenían la tinta con la cual se escribía sobre distintos soportes, sobre todo papiros, tabullae albae y tablillas de madera. Presentaban un recipiente normalmente cilíndrico de paredes verticales, cubiertas por una boca invasada con una abertura en su centro para tomar la tinta, así como gracias a su corto diámetro permitía que la tinta no se secara prematuramente. los ejemplares en estos materiales pueden presentar en su boca uno o varios orificios de menor tamaño para apoyar el cálamo y permitir que la tinta se deslice al interior del recipiente. el hallazgo más numeroso se ha hallado en una tienda de Vienne de época claudia, contabilizándose 91 bordes (Godard 1992: pl. II, n. 26). también se elaboraron atramentaria de metal (cobre o bronce). A estos tinteros se los dotó durante el Alto Imperio de tapaderas sujetas con un cierre que permitía una mejor conservación de la tinta impidiendo su secado. Podían ser de cuerpo simple o doble unidos por una placa metálica con módulos independientes para usar con tintas de distinto color, roja y negra. Durante el siglo I y el siglo II d.c. se les suele añadir un anillo a la placa metálica o al cuerpo del depósito. existen diferentes variantes a la hora de clasificar los tinteros, aunque solo uno recibe una denominación concreta, el tipo Biebrich, fabricado durante la primera mitad del siglo I d.c. que consta de un cuerpo semicircular macizo fundido, decorado con líneas que se usaba sobre todo para elaborar tinteros dobles (lindenschmidt 1911: núm. inv. ce 10.122 y ce 10.123. Aunque sabemos por confirmación de los arqueólogos del consorcio que existen ejemplares en Augusta Emerita, no se han podido localizar.

22 23

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taf. 53.996). la parte superior del depósito remataba en un anillo/disco perfilado que se introducía progresivamente, terminando en una abertura que se cerraba con una tapadera con cierre manipulado por un pomo. otros tinteros constan del cuerpo cilíndrico elaborado en una lámina de bronce, presentando el disco una depresión central que termina en la boca de alimentación. otros ejemplares presentan una depresión progresiva en el disco hasta la boca de alimentación y constaban de una tapa. un tipo singular lo conforman los tinteros de pared o fondo doble en los cuales un cilindro se introduce en otro algo mayor dejando una cámara hueca entre los dos fondos. en las provincias orientales durante el Bajo Imperio aparecen tinteros con una cadena adosada a la tapa (Bozic y feugère 2004: 35). estos y otros tipos de tinteros se desarrollaron en diferentes aleaciones de metales, pero habría que mencionar los tinteros con depósitos y tapas decorados por diferentes técnicas como el vidrio millefiori o por la técnica del nielado. De época augustea se han encontrado tinteros metálicos de forma aislada en los campamentos de Dangstetten (fingerling 1998: n. 936/1) así como en Haltern (müller 1997: 25, fig. 18, n.º 68-69). entre los de cuerpo doble destacan uno hallado en cnossos (Depeyrot et alii 1986: 113-163) y otro procedente de magdalensberg, sobre el que aparece la inscripción pur(puram) cav(e) mal(am) (öllerer 1998: 121-155). Además de este elemento diferenciador, podían presentar las tapaderas decoración nielada en oro o plata24 desarrollando como motivos decorativos líneas, guirnaldas u olas del mar. el cuerpo podía estar decorado a buril con motivos geométricos, reticulados o figurados (noll 1937; 1988). otra variante de tintero metálico se desarrolla en forma de crátera, como el que se halló en renania fechado en la segunda mitad del siglo II (Päffgen 1986: 176, 35, figs. 9 y 10). uno de los problemas de la identificación de los tinteros se plantea cuando estos se han encontrado en yacimientos sin la correspondiente tapadera, por lo que se han identificado o confundido como pyxides (Bozic y feugére 2004: 35). Parece ser que los tinteros como tipo diferenciado prácticamente desaparece a mediados del siglo II d.c. DAtos soBre los ArtesAnos: trABAJADores y útIles

Gracias al trabajo de Harald von Petrikovits sobre la especialización de los talleres romanos podemos hacernos una idea sobre cómo estaba organizada la pro24 estos ejemplares son muy raros, pues aparecen en tumbas muy ricas, por lo que no son muy abundantes.

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ducción de estiletes metálicos (Von Petrikovits 1981: 72). en primer lugar el autor distingue para la fabricación de productos especializados entre una producción de objetos acabados y otra de productos a medio acabar. en el segundo grupo incluye distintas artesanías del metal así como de la construcción. Por ejemplo, en el caso de los joyeros distingue a la hora de elaborar los productos entre el interrasor, que se dedicaba a tallar y el impaestator, que realizaba tanto los grabados en el metal como el nielado o damasquinado. es más, sostiene que estos artesanos se corresponden con dos actividades distintas que se podían subcontratar. según el autor, la necesidad de abaratar los precios promovió el desarrollo de sistemas de trabajo en cadena. según schaltenbrand obrecht, la producción de estiletes no se llevó a cabo en pequeños talleres locales sino en talleres especializados que producían grandes cantidades. esto se aprecia sobre todo en los estiletes más profusamente decorados, pues denotan un trabajo realizado por especialistas que produjeron una gran cantidad de estiletes de distintos tipos. el proceso comenzaría forjando en un primer momento los estiletes en bruto, un proceso nada fácil, aunque algunos se pudieron fundir a la cera. este producto a medio terminar pasaría posteriormente a recibir un trato más delicado, en el cual se incluyen la elaboración en cada pieza de los distintos motivos decorativos, o en el caso del fundido, eliminación de imperfecciones con lima y cincel. sobre el modo de organización del taller no tenemos información. Desconocemos si trabajaban esclavos o libertos, si las dos fases se realizaban en el mismo taller o en talleres distintos, si eran grandes talleres o si empleaban a unos pocos trabajadores (schaltenbrand-obrecht 2012: 192-193) ―figura 5―. existen otros indicios que nos hacen pensar en una posible producción en talleres a partir de los cuales se comercializarían. uno de ellos es el hallazgo de centenares de estiletes de bronce y otras aleaciones hallados en las arenas del antiguo puerto de ostia y que desaparecieron en los mercados de antigüedades (Drescher 1988: 285). estos estaban atados por hilos metálicos en grupos de 100 hasta 120 unidades. este autor no da información sobre si los estiletes en cada manojo eran del mismo tipo o tipos variados. A parte de estos grandes conjuntos, las fuentes del siglo I d.c. nos indican el modo en el que se compraban y regalaban estos productos, en grupos de veinte unidades,25 cantidad que parece se mantuvo con los siglos.26 una última mención se debe hacer al artesanado de los instrumentos de escritura, pues debido a la especia25 26

marc.14.38. Edict. Diocl. 18.13.

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figura 5. estela funeraria de Aquileia. una herrería y sus instrumentos (schaltenbrand-obrecht 2012: abb. 247).

lización que requerían llegaron a diferenciarse socialmente, como lo demuestra la inscripción funeraria de un fabricante de tablillas (CIL VI, 9841), o que se escribiera una obra tomando como tema central la mencionada profesión, El fabricante de tablillas de cera, escrita por Apolodoro de caristo. una referencia tardía a un fabricante de estiletes la encontramos en una comprobante de pago de impuestos del siglo VII, en la que Anastasios aparece como fabricante de estiletes.27 los instrumentos de madera y hueso se tallaron y pulieron con cuchillo, o bien, la forma de uso se realizaba con hacha, sierra y rallador, y posteriormente se perfilaba en el torno (schaltenbrand-obrecht 2012: 239). respecto a los útiles para elaborar los estiletes de metal, eran los usuales en un taller. una relación de estos instrumentos aparece en la obra de Duchauchelle (2005). sÍntesIs De lA DIsPersIÓn De los ProDuctos o ÁreAs De InfluencIA De cADA ofIcInA en HISpANIA

las tabulae ceratae son extremadamente difíciles de encontrar. en españa conocemos solo dos casos, uno es un pugillar procedente de Alcalá de Guadaira, sevilla (fernández 1994-95: 159-167) que se encuentra en el museo Arqueológico de sevilla (figura 6). el otro ejemplar procede de la Guardia, toledo, y conserva restos de texto escritos por al menos dos personas. no conocemos ejemplares en Lusitania. los estiletes publicados por la bibliografía española aparecen normalmente incluidos en relaciones de objetos procedentes de excavaciones concretas y normalmente como ejemplares únicos (figura 7). encontramos los siguientes en metal: en Pla de Palol, Gerona (nolla i Bu27

Spp, 8, 704.

frau 1984: 125-127, lám. XXXIX) en bronce, oliete, santomé, Vigo (rodríguez González 2000: 75) en bronce, sagunto (nuez 2011: 168, 200.71) en bronce, numancia (luik 2002: 225, 343) de bronce, espejo, Álava (filloy nieva y Gil Zubillaga 2000: 258) en hierro, Conimbriga (Alarçao 1979: pl. XlIX). tres ejemplares se encuentran en el museo Arqueológico Provincial de sevilla identificados correctamente, y uno en el museo de Burgos identificado como instrumental de tocador. los estiletes de hueso hallados en Hispania proceden de Calagurris/calahorra (García cabañas 1991: 133), Valencia (lópez García 1994: 268), teruel (ezquerra lebrón y Herce san miguel 2007: 321), cartagena (noguera celdrán 2011: 314), Celsa, Zaragoza (Beltrán lloris 1998: 67), Carteia (Presedo Velo 1982: 66, fig. 5.1), pollentia (Arribas 1978: 179, fig. 81.e.10). A esta serie podemos añadir un extenso y variado corpus identificado por nosotros en extremadura, siendo el solar emeritense, lugar donde reposaba la antigua capital de la Lusitania, aquel en el que se ha detectado un mayor número de piezas. Ante la difícil identificación del material en hueso anteriormente referida, nos hemos

figura 6. Codex pugillar hallado en la provincia de sevilla (fernández 1994-1995: lám. 38.2).

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figura 7. estiletes hallados en Hispania. Dibujos rafael sabio y Javier Alonso.

centrado en los ejemplares metálicos. en la antigua Augusta Emerita hemos localizado 28 estiletes de bronce y 34 de hierro. De cáparra proceden ocho ejemplares del vertedero de una vivienda, ejemplares de bronce y hierro, de distintas tipologías y grados de conservación, que pueden fecharse por la presencia de monedas de claudio el Gótico a finales del siglo III. Contributa Iulia nos ha regalado tres ejemplares de bronce que hemos podido estudiar, aunque sabemos que hay más. Proceden de ambiente doméstico, de un vertedero y una vía. están fechados entre el siglo IV y el VI. en Regina se hallaron dos ejemplares de hierro sin contextualizar. De lobón proceden dos hallazgos ocasionales sin contexto. en la villa de la cocosa pudimos identificar un ejemplar de bronce (núm. inv. 14 080). y de la villa de torre Águila procede un ejemplar de bronce (núm. inv. 2306). esta lista se verá incrementada los próximos años gracias a las excavaciones que se realizan en extremadura. Del estudio de los estiletes de Augusta Emerita se puede llegar a las siguientes conclusiones. los ejemplares decorados realizados en bronce (Alonso y sabio 2013: 50-53), consisten en piezas únicas que siguen las pautas de los estiletes provenientes de Italia, por lo que los consideramos importaciones, de igual manera que los ejemplares del museo Arqueológico de sevilla. en este caso, del estilete clasificado como V91 de la tipología elaborada en Augusta Raurica (schaltenbrandobrecht 2012) encontramos un paralelo en el museo Arqueológico Provincial de Burgos, con el mismo tipo de

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decoración en espiral a lo largo del vástago. esto nos induce a pensar en una importación de algún centro foráneo más que en una copia realizada en un taller local. sin embargo, la presencia de distintas variedades de estiletes del tipo W95 en diversas excavaciones de Lusitania nos obliga a plantearnos junto a posibles importaciones la elaboración de estos instrumentos por diversos talleres locales. Además es interesante que estos tipos fechados en el Bajo Imperio encuentran en Lusitania individuos fechados en el mismo marco cronológico. Para concluir, debido al número relativamente alto de ejemplares del tipo c24 aparecidos en Augusta Emerita se podría suponer la presencia de un taller en la capital de la Lusitania. la mencionada autora, al analizar los estiletes por procedencia advierte que ejemplares similares se aprecian tanto en Italia como en Britannia, seguramente por el tránsito de población y tropas en dirección al limes. Igualmente menciona que mismos tipos de estiletes se encuentran tanto en la actual turquía como en Hispania. respecto a Hispania, ya desde el Alto Imperio se asientan comunidades denominadas «sirias», esto es, de Asia menor, resultado de un tránsito de población que se mantiene incluso en la tardo-antigüedad, como se puede comprobar por el número de inscripciones donde se documentan gentes de esta procedencia, sobre todo Tarraco, donde se constatan más que en ninguna ciudad de europa occidental, pero también mérida, mértola y cádiz. Así mismo se constata en Hispania una gran con-

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figura 8. cápsulas de sellos halladas en Hispania.

centración de terra tigillata focense en la misma época, lo que sugiere cierto tipo de conexión entre ambas orillas (Handley 2011: 111). las espátulas de cera constituyen en la arqueología hispana la mayor de las incógnitas, pues a pesar del esfuerzo realizado, apenas hemos podido hallar un único ejemplar seguro procedente del yacimiento emeritense, el cual pertenece al tipo A1 (sabio y Alonso, e.p.). las cápsulas de sellos, a pesar de ser bastante desconocidas, se han venido publicando en los últimos años, si bien no siempre identificadas correctamente (figura 8). entre ellas las encontramos en santomé, Vigo (rodríguez González 2000: 76), numancia (luik 2002: 198, 343, c.260), carranque (fernández Galiano 2001: 155), Carteia (Presedo Velo 1982: 75: fig.10.10), Iluro (cela 2003: 36) siete ejemplares de bronce, Pozo de la Peña, chinchilla, Albacete (Abascal Palazón y sanz Gamo 1993: 24, n. 12, 171, n. 380), término de tiriez, lezuza, Albacete (Abascal Palazón y sanz Gamo 1993: 24, n. 11), Complutum (rascón marqués 1998: 252, n. 186), las ermitas, espejo, Álava (filloy nieva y Gil Zubillaga 2000: 259, n. 320), Iruña/Veleia (filloy nieva y Gil Zubillaga 2000:

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259, n. 321), Conimbriga (Alarçao 1979: 180, pl. XlIX 203-205), fosos de Bayona, cuenca (museo Arqueológico nacional, núm. inv. 37.883), Baelo Claudia (caballero Zoreda 1990: 272, n. 205), Provincia de sevilla (fernández Gómez 2008: 32-56) tres ejemplares, Celsa, Zaragoza (Beltrán lloris 1998: 67-68) dos ejemplares, Herrera de Pisuerga, Palencia (martínez santa-olalla 1933: 41-42, lám. 45), mataró (Balil 1981: 227-229), tarragona (serra Vilaró, 1930: 18-19, lám. VII), sagunto (nuez 2011: 169-170, 199) dos ejemplares. en el trabajo de lópez de la orden sobre cápsulas de sellos de Andalucía provienen siete de la provincia de sevilla, dos de una colección de sanlúcar de Barrameda, cádiz, cuatro de Itálica, uno de cádiz y uno de la colección lara (lópez de la orden 1993: 269-281). Además de estos ejemplares conocemos tres ejemplares procedentes de Vila moura, Portugal, un ejemplar en friela, Portugal, uno de camp de les lloses, Gerona, uno del museo de calatayud (núm. inv. 00091). en total unos 56 ejemplares descritos. las cápsulas de sellos recuperadas en extremadura proceden de mérida y de cáparra (Alonso, Bejarano y Gijón, e.p.). este material hasta ahora inédito, tiene di-

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figura 9. cápsulas de sellos halladas en Hispania por tipología.

versas procedencias. el ejemplar de cáparra fue el primero en identificarse como tal. se halló junto a una vía cerca del tetrapylon. Por desgracia no se puede fechar. los ejemplares de mérida conservan únicamente la tapa, que nos sirve para identificar estas piezas. una procede de una donación particular de una vecina de la localidad (núm. inv. ce 36131) mientras que la última pieza procede de un depósito funerario de la zona denominada «el silo» fechado entre claudio y trajano (núm. inv. ce 5779) ―figura 9―. esta lista de ejemplares se ha realizado de la forma más exhaustiva posible. respecto al uso de las cápsulas de sello en roma, cronológicamente se dividen en dos tipos: los ejemplares de hueso usados desde época republicana cuyo uso desaparece con el cambio de era, y los ejemplares en metal fechados a lo largo del Alto Imperio. Geográficamente también se aprecia un uso de los ejemplares en hueso en el área mediterránea. una teoría planteada desde suiza (Augst) sostiene que la ausencia de cápsulas de sellos en Africa y Asia tiene que ver con el clima. Así, en la mitad septentrional del Imperio romano primordiaba el uso de la cera frente al de la tinta en la meridional, alegando que el excesivo calor de estas últimas regiones impediría que fuera factible su uso durante los meses de estío. este trabajo pretende desmentir

esta teoría al presentar esta primera relación de cápsulas de sellos en Hispania entre las cuales algunas contienen todavía cera.28 no se ha podido todavía localizar talleres de fabricación salvo uno posible en siscia, Hungría, donde se encontraron dos ejemplares en plomo que posiblemente sirvieran para producir un negativo sobre arcilla y así fundir de manera rápida y fácil ejemplares en bronce (furger, Wartmann y riha 2009: 101). otros posibles ejemplares proceden de lyon. una dificultad añadida para localizar los talleres es la misma razón de ser de estos objetos, usados para salvaguardar información que a veces se transmitía por correo, lo cual puede alejar un objeto de su taller de elaboración. respecto a los ejemplares hispanos, parece haber una predilección hacia los tipos 1B y 2B los cuales están decorados con motivos distintos, por lo que no podemos hablar de productos de un taller concreto. los ejemplares que más frecuentemente constatamos en un área geográfica determinada son los 5f, que aparecen tanto en Conimbriga, como cáparra y Augusta Emerita, tres ciudades de la Lusitania, pero tampoco podemos soste28

como el ejemplar de Zaragoza nIG. 86.1.

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figura 11. Prototipo de la forma Hispánica 51.

figura 10. cálamos de plata, hierro y bronce hallados en mérida. Dibujo rafael sabio.

ner que procedan de los mismos talleres debido a desconocemos su cronología. los tipos 2A abundan en la provincia de sevilla, tres ejemplares, mientras que un cuarto se encuentra en Herrera de Pisuerga. con todo esto, aunque parece que algunas formas se distribuyen por ciertas áreas concretas, debido al escaso número todavía de cajas de sellos no podemos hablar todavía de la existencia de talleres hispanos. los cálamos son un material del cual no hemos podido dar cuenta en la bibliografía. De hecho, los únicos ejemplares corresponden a los depositados en el museo nacional de Arte romano (figura 10).

un ejemplar interesante identificado como posible instrumental médico pero que casi con total seguridad se trata de un pincel o porta-pincel de bronce hallado en tiermes, soria (caballero Zoreda 1990: 339, n. 337). Paralelos a esta pieza encontramos en Augusta Raurica (fünfschilling 2012: 212, taf. 2.63-65). en este caso, al no existir diferencias respecto a los ejemplares hallados en suiza podríamos suponer también una centralización de la producción en un taller del norte de la península itálica. en relación a los ámbitos de producción en Hispania poco podemos aportar en el caso de la forma 51 (tsH) ―figura 11―. en primer lugar nos encontramos ante un producto carente de marca alguna por lo que cualquier asociación con una determinada oficina resulta poco menos que imposible. su producción parece vivir un auge importante en la dinastía flavia, coincidiendo con la expansión de las remesas de tss y decayendo muy posiblemente a partir del reinado de trajano. Indicábamos con anterioridad que son elementos auxiliares, cuya producción no representaría en ningún caso, el volumen que alcanzan otras formas mucho más estandarizadas. se trata por tanto de una mercancía de segundo orden dentro de las partidas o remesas de las tradicionales vajillas de mesa. una valoración de los tinteros ―grosso modo― nos llevaría a la conclusión que nos encontramos ante un envase presente en muchas de las intervenciones del solar (méndez 2006), que se suman a los hallados en el llamado «solar de Blanes»29 (Bustamante 2011). esta presencia es extensible además al ámbito rural donde contamos igualmente con varios de estos instrumentos 29 materiales que forman parte de la tesis doctoral: Terra Sigillata Hispánica en Augusta Emerita (Mérida, Badajoz). Valoración tipocronológica a partir de los vertederos del Suburbio Norte (2013).

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figura 12. tintero elaborado en terra sigillata sudgálica procedente de mérida.

figura 13. reconstrucción de un tintero de paredes finas emeritenses, a partir de uno de los fragmentos hallados en el puticuli del cuartel de Artillería Hernán cortés (mérida), según dibujo de J. manuel Jerez linde.

para la escritura (styli y tinteros), y que constituye un interesante dato sobre la alfabetización de la época. Por lo que respecta al contexto funerario, destacamos el ejemplar de bronce hallado en una sepultura30 (Ayerbe 1998: 88) y también un segundo tintero de cerámica (tsH)31 (nodar 2002: 130) asociado a otros objetos de escribanía.32 en esta breve valoración, queremos significar que los tipos identificados hasta la fecha

formaba parte de un ajuar en una de las sepulturas excavadas en el estadio de fútbol (mérida). 31 el hallazgo tuvo lugar en la avenida reina sofía de mérida. 32 Queremos agradecer a r. nodar Becerra las facilidades que nos han permitido documentar estos materiales. 30

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se corresponden mayoritariamente con los de origen galorromano (tss) ―figura 12―, hispánico (tsH), paredes finas de mérida (Pf), cerámica común engobada33 (cc) (Bustamante y Bello 2004: fig. 9-5)34 y de manera más excepcional los broncíneos. Hay en cambio otro conjunto de materiales de elaboración local que nos resulta verdaderamente llamativo. se trata de la producción de las llamadas «paredes finas emeritenses» (Bustamante y Bello 2004) ―figura 13― de la que conocemos ya algunas reproducciones de las vajillas de terra sigillata (rodríguez martín 1996). este repertorio de formas autóctonas de imitación se ve continuamente incrementado ante el hallazgo de nuevos materiales, haciendo necesaria una futura revisión-ampliación de los tipos ya publicados. no deja de sorprendernos la elaboración de estos ink-pots locales, cuyas características morfológicas son variables,35 aunque con rasgos muy similares a sus homólogos los de procedencia gálica e hispánica. es muy probable que uno de los focos de producción de estos recipientes se localice precisamente en la zona de la calle constantino. y lo planteamos precisamente basándonos en ese marco tipo-cronológico que se desprende de las manufacturas de este alfar, y los propios tinteros. cuando tratamos de estudiar el vertedero de uno de estos alfares, nos encontramos con material de desecho, que lógicamente no entró en los circuitos comerciales. Podemos llegar a conocer parte de esa producción a partir de los fragmentos de piezas defectuosas pero, sin embargo, ignoramos aquellas otras manufacturas que sí llegaron a ser comercializadas y de las que no ha quedado constancia. Hay otro dato igualmente relevante como es la presencia de varios fragmentos de tinteros, de paredes finas, procedentes de la llamada casa del mitreo. y aunque no estamos en disposición de dar a conocer la repercusión de esta forma más allá de mérida, sobran razones para hablar de una producción en serie. esta actividad alfarera vuelve a plantearnos además una cuestión que aún escapa a nuestro conocimiento: ¿qué circunstancias impulsaron a estos talleres locales a fabricar muchos de el contorno exterior del envase presenta restos de una capa de engobe rojo que seguramente fue aplicado para impermeabilizarlo e impedir las manchas de tinta. 34 en la clasificación de materiales procedentes del puticulum del cuartel Hernán cortés (mérida) se incluyen dos fragmentos de tinteros en el apartado de cerámica común (figura 9, n.º 5-6). el fragmento n.º 6 se corresponde con la producción de paredes finas emeritenses. 35 Hemos observado que en algunos casos el depósito posee menor diámetro y también en los perfiles las paredes son por lo general más rectas. 33

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figura 14. tintero de bronce hallado en mérida. según dibujo de J. manuel Jerez linde.

estos prototipos de cerámica sigillata?; ¿acaso la distribución-recepción de las partidas del valle del ebro no fueron suficientes para satisfacer la demanda de esta ciudad y su territorio? otros ejemplares conocidos en españa se encuentran en Baelo Claudia (Bourgeois y mayet 1991: pl. XIV.1), Lancia (museo Arqueológico de león), Conimbriga (Bairrao-Alarçao 1969: tav. I.9), río tinto (museo Provincial de Huelva), Arcobriga (Juan tovar 1992: 46: fig. 1.3.9., n.º 10), Bilbilis (sáenz Preciado 1993: 261-262, lám. 48, n.º 344-350), torre llauder, mataró (ribas Beltrán 1972: fig. 35, n.º 6), Ampurias, león (fernández freile 2003: 67-68), Complutum (rascón marqués 1998: 263, n.º 223) y Hoyazo, Irún (urteaga 2003: 11), Itálica (mezquíriz de catalán 1961: lám. 26), espejo, Álava (loza 1983: 257). Durante el transcurso de nuestra investigación por medio de fuentes indirectas supimos de la existencia de tinteros en Portugal y en diversas excavaciones realizadas en la provincia de málaga en los años ochenta del pasado siglo. solo hemos podido localizar tinteros de bronce en dos ciudades, Augusta Emerita, con al menos tres ejemplares36 cuyas paredes desarrollan distintos motivos decorativos en las paredes, y en Tolegassos, donde hemos identificado la tapa de un tintero de bronce (casas i Genover y soler fusté 2003: fig. 122.15 y 129.21) a la vista de los resultados solo podemos sostener que se trate de importaciones de los talleres itálicos (figura 14).

36

Dos de ellos inéditos.

mAPA De DIstrIBucIÓn De tAlleres

Debido al estado de las investigaciones sobre los instrumentos de escritura en Hispania que imposibilitan situar talleres en localizaciones concretas, exceptuando un taller de cerámica en Augusta Emerita, nos hemos limitado a situar sobre un mapa los distintos tipos de instrumentales conocidos hasta la fecha (figura 15). este mapa queda lejos de estar completo, pues deberían haber instrumentos de escritura en cada uno de los lugares donde hubo asentamientos estables. llama poderosamente la atención un vacío en el centro de la Península ibérica, pero esto lo achacamos al azar. la mayor concentración de instrumentos de escritura tanto por tipología como por cantidad corresponde a Augusta Emerita, lo cual basa su explicación en ser el lugar donde los autores llevan a cabo sus investigaciones. Grande ha sido nuestra sorpresa al visitar córdoba, antigua capital de la Baetica, una de las ricas provincias del Imperio romano. A pesar del interés puesto por el museo Arqueológico Provincial y las facilidades dadas, no encontramos un solo ejemplar. estamos convencidos que futuros trabajos aportarán más luz sobre las producciones de estos instrumentos así como sobre el nivel de alfabetización que alcanzaron los habitantes de Hispania antes de que las parcas cortaran los hilos.

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figura 15. Instrumentos de escritura hallados en Hispania.

BIBlIoGrAfÍA

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ArtesAnos y tAlleres monetAles en lA HISpANIA romAnA Alicia ArÉVAlo GonZÁleZ, universidad de cádiz

resumen: en este estudio se presenta un estado de los conocimientos en torno a la ubicación de los talleres monetarios hispanos y de los artesanos que trabajaron en ellos, tanto de época republicana como imperial. cuestiones que son abordadas, principalmente, a partir de los aspectos deducibles de las propias monedas y de las evidencias materiales que nos han llegado del proceso técnico de fabricación de moneda en Hispania. Dada la escasa información con la que se cuenta, que en ocasiones dificulta el conocimiento del desarrollo de estas actividades, también remitimos a la que nos llega de la ceca de roma y de su personal, algo mejor conocida, pues, salvando las distancias que marcan la tradición y experiencia de aquellos, en lo básico no diferirían demasiado.

summary: this study presents the state of knowledge about the location of the Hispanics monetary workshops and artisans who worked on them, both in republican and imperial times. Issues that are addressed mainly from deductible aspects of own currencies and material evidence that we have reached the technical process of making coins in Hispania. Given the limited information with which account, which sometimes hinders the knowledge of the development of these activities, we also refer to the information that comes from the mint of rome and its personnel, better known. thus bridging the gap that mark the tradition and experience of those in the basics would not differ too to the ones in Hispania. Palabras clave: numismática, fábrica de moneda, organización y producción monetaria. Key words: numismatics, mints, organization and monetary production.

IntroDuccIÓn

una de las características más destacadas de la amonedación hispana lo constituye el elevado número de talleres que, ya de manera más o menos constante o con carácter puntual, produjeron moneda durante la época romana. con anterioridad solo unas pocas ciudades, primero griegas ―Emporion y Rhode―, luego fenicio-púnicas ―Gadir y Ebusus― y alguna ibérica ―Arse― habían iniciado la fabricación y uso de la moneda. fueron, por tanto, los romanos los que impulsaron y favorecieron la apertura de los talleres monetales a partir de finales del siglo III a.c., pero será durante los siglos II y I a.c. cuando comiencen de forma progresiva, y en momentos en muchos casos imprecisos, a entrar en funcionamiento la mayoría de ellos.

Así, en la provincia Ulterior se conocen unos 70 talleres que amonedan en algún momento durante la república (figura 1), número rebasado aún por la Citerior, con casi un centenar (figura 2), y a los que hay que añadir los de aquellas colonias y municipios que emiten solo en época de Augusto a calígula. De hecho, entre la muerte de césar y el reinado de claudio, en Hispania estuvieron en funcionamiento 35 talleres provinciales (figura 3), un número muy significativo, si tenemos en cuenta que fueron 400 ciudades del Imperio las que emitieron moneda en las provincias romanas hasta la dinastía julio-claudia. Por otra parte, conviene destacar que dentro de la Península existe una amplia zona geográfica que prácticamente no acuñó moneda en toda la Antigüedad: se trata del cuadrante noroeste, donde tan solo se conoce las denominadas emisiones de la caetra

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figura 1. mapa con la localización de los talleres monetarios de la Provincia Ulterior.

o del noroeste, por no constar nombre de ciudad, y gran parte de la Lusitania. Después del cierre de los talleres occidentales en época de calígula, no habrá ya acuñaciones cívicas o ciudadanas, aunque tanto Galba como Vespasiano y Vitelio emitieron moneda en la Península, pero fueron emisiones de roma en Hispania en las que los municipios no debieron participar, no constando por ello el topónimo. un fenómeno que ya se había dado con anterioridad en la Península, incluso en época republicana (Arévalo y campo 1998: 318-334), y que no analizaremos ahora por tratarse igualmente de moneda de roma. A pesar de este significativo número de talleres, los testimonios materiales que nos han llegado de ellos son casi exclusivamente las propias monedas. Ante la carencia, hasta hoy, de documentación arqueológica que nos ilustre acerca de la ubicación precisa de estos talleres o de cómo eran sus instalaciones, tenemos que limitarnos a plantear cuestiones deducidas fundamentalmente del

análisis detenido de las propias piezas. De hecho, es habitual en la moderna investigación numismática hispana atender, en general, los aspectos técnicos y organizativos de los talleres monetales con base en la información que proporciona la moneda, pues constituye un método esencial para conocer cuántas, cómo y en qué orden fueron acuñadas las de un taller determinado. es el análisis detenido de las piezas el que permite obtener la secuencia que los cuños de anverso y reverso, al no romperse a la vez, van proporcionando; con ello se consigue una ordenación de las mismas, dando a esas emisiones una cronología relativa. se trata del método conocido como caracteroscopia o estudio de cuños, que al mismo tiempo permite obtener una valiosa información sobre las huellas, errores y defectos de fabricación. sus respectivas explicaciones nos van desvelando los métodos utilizados, que son casi los únicos datos que tenemos en realidad para conocer el proceso de la fabricación de moneda en Hispania. Ayuda suplementaria han sido los

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ArtesAnos y tAlleres monetAles en lA HISpANIA romAnA

figura 2. mapa con la localización de los talleres monetarios de la Provincia Citerior.

hallazgos de cuños antiguos, de moldes de fundición, de flanes sin acuñar, etc., a los que también haremos referencia en este estudio. no es por lo tanto extraño, en nuestra investigación numismática actual, encontrar un apartado específico para este campo en los estudios monográficos de las diversas acuñaciones hispanas, al cubrir la totalidad de las facetas de producción de un determinado taller, incluyendo la identificación de los cuños utilizados en sus emisiones y el análisis de su fabricación. Por suerte, a lo largo del siglo XX han sido objeto de atención las amonedaciones hispánicas más abundantes y significativas, tanto de las emisiones de época republicana como imperial, por lo que son muchos los aspectos técnicos que de su fabricación hoy conocemos, aunque obviamente quedan todavía muchos interrogantes, como tendremos ocasión de ver a lo largo de este trabajo. Además, es una línea de investigación que tiene todavía un gran recorrido, ya que existen muchos talleres que no han sido estudiados de forma monográfica.

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Al mismo tiempo, en los recientes estudios de síntesis o en los corpora de moneda hispánica se suele abordar esta temática, como se comprueba en los distintos apartados dedicados en la Historia monetaria de Hispania antigua (Alfaro et alii 1998: 53-58, 158-165, 216-221, 292-302, 362-374), en el Diccionario de cecas y pueblos hispánicos (García-Bellido y Blázquez 2001: 101-116) o en el volumen I del Roman provincial Coinage (Burnett, Amandry y ripollès 1992: 1-57, 63-66), donde se dedican unas páginas a estas cuestiones de la moneda cívica hispana. Por otra parte, en los últimos años se han celebrado congresos, seminarios o cursos en los que se ha abordado esta temática. Así en 1999 se desarrollaron en milán unas jornadas científicas que bajo el título I luoghi della moneta. Le sedi delle zecche dall’antichità all’età moderna, donde la doctora chaves (2001: 199-217) presentó el trabajo titulado «el lugar de las cecas en la Hispania romana», tratando la problemática de las diferentes cla-

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figura 3. mapa con la localización de los talleres que emiten moneda cívica en Hispania.

ses o categorías de talleres que debieron funcionar en Hispania, y a lo que nos referiremos al abordar el tema de la ubicación de los talleres. en este mismo encuentro Burnett (2001: 41-48) realizó una interesante valoración al plantear el gran problema de la invisibilidad de los talleres monetarios. en el 2002 se dedicó el XI Congreso Nacional de Numismática a la fabricación de la moneda, donde Gozalbes y ripollès (2003: 11-34) dedicaron su ponencia a la Antigüedad y, aunque no se centraron específicamente en el caso hispano, recogen en cada uno de los apartados tratados lo que se conoce para nuestra amonedación. Además, en las distintas comunicaciones se presentaron algunas cuestiones vinculadas a este proceso técnico, tales como estudios de cuños, análisis de metales y aleaciones o estudios metrológicos de determinadas emisiones hispánicas. Igualmente el XII Curs d’història monetària d’Hispània, organizado por el Gabinete numismático de cataluña, estuvo centrado en esta temática, y bajo el lema Els tallers monetaris: organiza-

ción i producción (campo 2008), distintos investigadores abordaron tanto el estudio de los textos que hacen referencia a la cecas griegas (campo 2008: 9-28) y romanas (torres 2008: 89-104), como a la información proporcionada por determinadas emisiones hispánicas (Arévalo 2008: 43-58; Hurtado 2008: 71-88). Por último, contamos con publicaciones específicas sobre estas cuestiones, tales como la que llevó a cabo García-Bellido (1982b: 9-50), con una puesta al día de los conocimientos sobre este asunto para época antigua, con una recopilación de la bibliografía básica; mientras que ripollès (1994-95: 199-215) lo ha abordado de manera específica para la moneda ibérica, y torres (2003: 131-152) para las cecas de roma. en resumen, la numismática hispana no ha descuidado este tema, siendo una de las ramificaciones de la actual investigación; de ahí que, lo que a continuación presentamos, sea deudor de todas estas aportaciones, pues pocas novedades se pueden aportar a las cuestiones

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ArtesAnos y tAlleres monetAles en lA HISpANIA romAnA

del artesano y de los talleres monetarios en la Hispania romana a la espera de que nuevos hallazgos, sobre todo de tipo arqueológico, enriquezcan lo que fundamentalmente de la propia moneda se puede extraer en lo referido a los problemas técnicos de su fabricación. el ProBlemA De lA uBIcAcIÓn fÍsIcA De los tAlleres

Después de destacar el elevado número de talleres monetarios que se conocen en Hispania, puede parecer contradictorio decir, a continuación, que desconocemos su ubicación, como efectivamente así es en lo referido al espacio físico que ocuparon. sin embargo, esta escasa visibilidad de los lugares donde se fabricaba la moneda no es un hecho exclusivo de Hispania, pues es común a las distintas cecas que a lo largo de la Antigüedad acuñaron. en efecto, para la rica y variada amonedación de las distintas ciudades griegas es muy poco lo que sabemos sobre sus concretas ubicaciones. Incluso para la prestigiosa Atenas, cuyo taller para época clásica no ha sido convenientemente aclarado (camp y Kroll 2011; caccamo 2011: 20). en cambio, se conocen en el Ágora dos edificios que han sido relacionados con la acuñación de moneda en época helenística y romana por la presencia de materiales relacionados con este proceso técnico, fundamentalmente cospeles, uno en uso desde el siglo IV hasta el cambio de era y el otro del siglo III d.c. conviene destacar que en el primero de ellos, situado en el ángulo sudoriental del Ágora y caracterizado por ser un edificio con muros sólidos, patio y habitaciones y de unos 29 × 27 metros (camp y Kroll 2011: 127-162), se encontraron cospeles de bronce, metal que Atenas no utilizará hasta finales de la segunda mitad del siglo III a.c. Por lo que teniendo en cuenta que fue construido a finales del siglo V a.c., parece que en un principio tuvo una función distinta, para posteriormente ser utilizado como taller monetal. Incluso camp (1986) ha propuesto que se podría tratar de un edificio oficial destinado tanto a la fabricación de moneda de bronce como de otros objetos de utilidad para el estado ateniense. sin duda es un claro ejemplo de cómo los talleres monetarios no tenían por que ser edificios construidos para tal fin. en este mismo sentido, es ilustrativa la localización en Massalia de una instalación metalúrgica, parte de la cual se ha interpretado como taller monetario por la presencia de numerosos flanes de bronce, además de recuperarse otras piezas relacionadas con el trabajo del metal. la instalación se encuentra en la zona del puerto militar de época helenística y presenta un simple suelo de tierra batida (Hermary, Hesnard y treziny 1999: 130-132). en

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este espacio se fabricaron los flanes de bronce que sirvieron para obtener las moneda de este metal acuñadas por Massalia a partir de finales del siglo III a.c. únicamente se tiene constancia de un edificio construido con este fin para la ceca imperial de roma, situado en la Regio Tertia, bajo la actual iglesia de san clemente y cerca del coliseo, y cuyo traslado desde el capitolio no debió ser anterior a época flavia. no vamos a detenernos en todo lo que se ha investigado y tratado sobre los edificios de la ceca de roma, desde su origen en época republicana, pues no es el objetivo de este trabajo, por lo que remitimos al lector a algunas de las publicaciones fundamentales (coarelli 1994: 23-66; serafin 2001: 29-40; torres 2003: 131-152; 2008: 89-104). tan solo diremos que el edificio excavado es de planta rectangular y de unos 65 × 30 metros, del que resultarían unos 638 metros cuadrados sin el patio, tiene unas veinte tabernae, y quizás una segunda planta con talleres para aprendizaje de oficios y archivo (figura 4). su planta coincide con la de un fragmento perdido de la planta de mármol severiana, donde se lee mon dentro de un edificio rectangular con patio y tabernae. lamentablemente, como venimos diciendo, en la Península Ibérica no conocemos, por el momento, ningún lugar donde se llevará a cabo este trabajo, a pesar de que, como veremos más adelante, contamos con algunas evidencias materiales relacionadas con este proceso técnico, pero por desgracia no son fruto de hallazgos arqueológicos, lo que impide cualquier posible indagación para el conocimiento de los lugares de procedencia. A pesar de esta ausencia de testimonios parece existir unanimidad entre los investigadores en la idea de que no debió ser necesario un edificio únicamente dedicado a esta función, pues lo que caracteriza las distintas amonedaciones hispanas es que, en líneas generales, se emitieron de forma intermitente, incluso un buen número de ciudades solo lo hizo en tres o cuatro ocasiones. Además, el escaso volumen de metal que normalmente se acuñó en cada una de ellas, en ningún momento debió favorecer la existencia de cecas permanentes, lo que probablemente determinaría que se ocupasen provisionalmente instalaciones ya existentes para desarrollar el trabajo. Además, como han señalado Gozalbes y ripollès (2003: 18), al cesar las acuñaciones es posible que los edificios que habían ocupado se reutilizaran con otros fines o reanudaran las actividades previas a la fabricación de moneda. se debe tener en cuenta que para esta actividad no se necesitaba de una estructura compleja y específica, ya que las coladas podían prepararse en cualquier fundición, y en cuanto al proceso propiamente de acuñación, este es mucho menos complicado y de sobra conocido. consiste

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figura 4. Planta de la ceca imperial de roma identificada bajo la actual iglesia de san clemente (tomado de coarelli 1994: fig. 9).

en colocar un disco de metal sobre un cuño inferior fijo, mantener un cuño móvil por encima y golpearlo con un martillo, con tal presión que se impriman en el disco de metal los diseños y las letras grabadas en los cuños. operaciones que podían llevarse a cabo en cualquier instalación que tuviera la mínima infraestructura necesaria para este tipo de trabajo ―yunque, tenazas, martillos, fuentes de calor, balanza, necesaria para los preceptivos controles metrológicos, entre otros― y por cualquier operario familiarizado con el trabajo del metal. únicamente para la elaboración de los cuños se requerirían verdaderos artesanos especializados y unas herramientas específicas, tales como rueda de grabador, taladros de arco, buriles, punzones, compases, etc. la evidencia monetal hispana parece dejar claro que estos lugares estaban vinculados a la ciudad (chaves 2001: 199-204), la cual hacía gala del propio topónimo en sus monedas, al tiempo que a través de esta leyenda expresaban el acto soberano de la acuñación, que emanaba de las autoridades gobernantes en la urbe. Aunque en el caso de algunas emisiones de la provincia Citerior, marcadas con el nombre de una etnia ―tales como las acuñaciones de Ausesken, Laiesken, Ikalesken, entre otras―, teóricamente el taller que emitiese para ellos no tenía porqué vincularse a un establecimiento concreto, como ha expuesto chaves (2001: 201-202). se trata de un tema complejo que ha sido también tratado por Domínguez (1998: 124), quién opina que no estuvieron localizados en un lugar fijo. cuando con Augusto se estableció el Imperio, no cabe la menor duda de que la autoridad que decidió las emisiones cívicas fue, en última instancia, el emperador. la necesidad o no de una autorización imperial para que

las ciudades pudieran emitir moneda es una cuestión que todavía no ha sido resuelta satisfactoriamente. en el caso de Hispania fue, en la práctica totalidad de los casos, el senado quien asumió la decisión de acuñar una emisión, y ello se hace patente a través de la mención del nombre de la ciudad, que constituye una referencia expresa a la autoridad que puso en circulación las monedas, o bien mediante la indicación de que la emisión ha sido aprobada por un decreto de los decuriones del senado local (figura 5), como en ocasiones consta en algunas leyendas monetales (ripollès 1998: 335-396), un ejemplo lo encontramos en las monedas de Carteia con leyenda eX D.D (RpC 113), o a través de la expresión EX S(enatus) C(onsulto) F(aciendum) C(uravit) escrita en algunos semises de este mismo taller (rPc 112). Puesto que es la autoridad emisora la que decide cómo, qué y cuándo amonedar, es importante insistir en que la actividad real y la fabricación de moneda se realizarían en un lugar de la propia ciudad. Además, como ha señalado chaves (2001: 203), a las autoridades loca-

figura 5. Anverso y reverso de un semis de Carteia con leyenda D.D. (mAn).

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les les resultaría más fácil proveerse de un determinado suministro de metal para manejarlo en la ciudad que adquirirlo y enviarlo a un taller situado en otro lugar. Por otra parte, como ha defendido torres (2003: 134) «la preparación de los cospeles es precisamente el trabajo que da sentido a una casa de moneda antigua, medieval y moderna», por lo que no podemos pensar en la fabricación de los cospeles en locales diferentes a los de la acuñación. otra cuestión es que, dado que la mayoría de las ciudades de Hispania no van contar con emisiones abundantes y continuas, parece probable que no tuvieran la necesidad de habilitar o construir una instalación permanente en un edificio concreto, dedicado y reservado solo a la fabricación de moneda, como ocurrió en roma. también es cierto que un número significativo de ciudades que emitieron moneda fueron enclaves pequeños y en ocasiones con solo una acuñación puntual, por lo que las preguntas que surgen son: ¿tuvieron posibilidad de acometer el trabajo ellas mismas?, ¿les compensaba para una única emisión adecuar un local para ello? según Gozalbes y ripollès (2003: 18), «la asociación ceca-leyenda-ciudad resulta demasiado simple y ciertamente no puede probarse que fuese el procedimiento ordinario para la obtención de moneda en pequeñas ciudades». como desconocemos prácticamente todo sobre las infraestructuras de estas pequeñas ciudades, difícilmente podemos contestar a estas preguntas. se debe tener en cuenta que el gran problema que encontramos para el estudio de las ciudades, fundamentalmente de época republicana, es la escasez de datos y la dispersión y poca expresividad de los mismos, ya que las excavaciones realizadas en yacimientos arqueológicos con niveles de estos momentos claramente delimitados, son hoy bastante escasas y suelen ser cortes de reducidas dimensiones, que los hacen tan difícil como, en ocasiones, peligrosamente interpretables. Podemos presuponer que este tipo de pequeñas ciudades no tenían por qué contar con este tipo de personal dedicado a trabajar en la fabricación de moneda, máxime un artesano especializado en la fabricación de cuños, operación que, como hemos comentado, requería una mano de obra especializada, por lo que podrían requerir puntualmente sus servicios. se trataría de artesanos itinerantes que explicaría, como más tarde expondremos, la gran semejanza observable entre algunas de las monedas emitidas en distintas ciudades de Hispania. un planteamiento que parece aceptar la mayoría de los investigadores, pero que no resuelve satisfactoriamente la pregunta del lugar donde estos artesanos trabajaban. Por último, indicar que se ha planteado que en Hispania pudieron existir talleres itinerantes para la emisión de moneda para el ejército. es un tema que ha sido ob-

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jeto de atención en numerosas ocasiones y por diferentes investigadores, pero que no vamos tratar aquí por varias razones: en primer lugar, por no ser moneda hispánica y, en segundo lugar, porque el planteamiento de si se acuñaron o no en nuestro suelo determinadas emisiones romanas no parte de la localización física de esos talleres, que es el objeto de interés de estas páginas, sino fundamentalmente del estudio detenido de las propias monedas, de los hallazgos monetales en campamentos y del análisis de las fuentes escritas, por lo que su tratamiento requeriría analizar cuestiones que no entran en la temática de este encuentro, por lo que remitimos a la reciente síntesis que ha realizado chaves (2001: 204-210). tan solo haremos alusión a un aspecto que la misma autora resalta y que nos parece de interés sobre el posible funcionamiento de estos talleres itinerantes, concretamente chaves plantea que: «los artesanos acompañaban al ejército necesitado ―si es que no formaban parte de él― y el taller se podía instalar en cualquiera de los puntos en que las tropas se detuvieran e hiciese falta suministro de numerario. el metal se traería entonces del punto más cercano o de donde fuese más fácil conseguirlo, variando por tanto el suministro si el ejército ―y por lo tanto el taller temporal― cambiaba de ubicación». con ello se vuelve a poner de manifiesto que para la fabricación de moneda, la infraestructura y el espacio necesario serían mínimos, y que no era imprescindible un edificio destinado específicamente a este uso. ¿QuÉ sABemos Del PersonAl De los tAlleres monetArIos HIsPAnos?

como en cierta forma acabamos de adelantar en el párrafo anterior, es muy poco lo que se sabe de la organización interna de los talleres y del personal que trabajaba en ellos, por la ya citada ausencia de testimonios arqueológicos; además, no contamos con menciones específicas en la documentación escrita y epigráfica de los nombres que recibieron los oficios relacionados con la fabricación de la moneda en Hispania. en esencia, y por lo que se puede deducir de la información que nos ha llegado de los griegos y romanos, bajo la supervisión de un funcionario o magistrado, un número suficiente de operarios se preocupaba por atender cada una de las fases del proceso: la preparación de los cospeles, el control de su peso, el calentamiento previo a la impresión de los flanes y el propio momento de imprimir los tipos con los respectivos cuños. este personal no tendría que ser especializado, ya que las labores son similares a otras tareas relacionadas con el trabajo de los metales. A esta nómina debemos añadir los grabadores

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de los cuños de anversos y reversos, que sí que requerían unos conocimientos técnicos especializados, por lo que pueden ser considerados como auténticos orfebres. es por lo tanto importante diferenciar entre los responsables de la emisión, que habitualmente denominamos como magistrados monetarios, los que elaboraban los cuños, que creemos que son los que verdaderamente podemos considerar como artesanos, y el resto de los operarios que ejecutaban las otras labores necesarias para convertir un disco de metal en moneda; si bien a ellos debemos añadir los encargados de fabricar los cospeles, pues requiere un conocimiento de la actividad metalúrgica, donde es básica la fundición del metal y el consiguiente preparado de la aleación para la obtención de los cospeles. no podemos olvidar que, como ha señalado torres (2003: 143), «mientras la moneda se fabricó en metales con un valor intrínseco, lo más importante de su fabricación era conseguir su ley o contenido fino, y luego reducir cada pieza a su peso justo». sobre los que habitualmente denominamos magistrados, conviene resaltar que todavía quedan muchos interrogantes sobre el funcionamiento de las magistraturas que aparecen consignadas en las monedas, así como sobre las personas que las detentaron, pues aunque los estudios monográficos sobre las diferentes amonedaciones hispanas incluyen un apartado específico dedicado a ellos, sería necesario acometer una investigación dirigida exclusivamente a tratar este tema, al ser de sumo interés no solo por lo que puede aportar a los asuntos monetarios, sino también por ser clave para el estudio de las élites locales y de la génesis de expansión de la municipalización en Hispania, como ha puesto de manifiesto rodríguez neila (1995: 261-274; 2000: 147-182). no podemos abordar en estas páginas esta cuestión con toda la profundidad que merece, pues excede a los objetivos y extensión de las mismas, tan solo plantearemos las cuestiones básicas que permitan conocer las diferentes situaciones documentadas en la amonedación hispana. Así, la primera cuestión que se plantea es por qué en unas monedas aparecen nombres de personas y en otras no. Además, en numerosas ocasiones aparecen sin designación alguna del cargo y escritos en los distintos caracteres paleohispánicos ―una relación de los distintos nombres de personas documentados en las monedas hispánicas puede consultarse en curchin 1990; faria 1994: 33-60; 1996: 147, 187; García-Bellido y Blázquez 1995: 413-422―; mientras que en las emisiones provinciales hispanas, cuando figuran, se encuentran en escritura latina y en muchos casos acompañados del cargo, consignado este siempre con la nomenclatura latina. Para el primer caso, nombres indígenas de personas sin cargo, se tienden a considerar como los nombres de

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los encargados de la acuñación, es decir, desempeñarían el mismo papel que los magistrados monetales de las emisiones latinas. en apoyo de esta teoría se ha sugerido que en ocasiones los nombres de las personas son mencionadas en parejas, al igual que cuando figuran los nombres con cargos. no obstante, es más frecuente que se mencionen solos o incluso con algún tipo de fórmula que parece determinar su responsabilidad con respecto a la emisión. es el caso singular, y de interpretación discutida, de la leyenda arsbikisteekiar en los anversos de hemidracmas arsetanas, datadas en la primera mitad del siglo III a.c. (ripollès y llorens 2002: 277), y por lo tanto, de un momento cronológicamente anterior al tratado en este trabajo, pero que resulta de gran interés. en esta leyenda se han identificado tres elementos: un nombre personal arsbikis, un sufijo -te y la palabra ekiar. esta fórmula (nombre personal-te-ekiar) es recurrente en la epigrafía ibérica en distintos tipos de soportes (cerámica, mosaicos, falcata) y se ha interpretado como «hecho por nombre de persona, que en el caso de la moneda sería un tal Arsbikis» (Velaza 2002: 135-136). ello ha conducido a atribuirle la autoría efectiva de los cuños, por lo que sería un artesano; aunque otros investigadores opinan que fue el responsable de la emisión monetal. en los casos en que se precisa el cargo, como en Obulco, donde figura el nombre de dos personas con el cargo de edil en una ciudad peregrina, son muchos los interrogantes que se plantean, porque hay que empezar reconociendo que ignoramos mucho de cómo fue la organización interna de las diferentes ciudades peninsulares, y posiblemente no todas tenían el mismo sistema gubernativo; por eso se ha sugerido que estemos ante la traducción al latín de formas y títulos administrativos de otros sistemas de gobierno existentes en la Península, y que en gran parte desconocemos (rodríguez neila 1995: 261-274; García-Bellido y Blázquez 1995: 381-408). en lo que se refiere a las emisiones hispano-provinciales, la mención de los magistrados en las leyendas no fue un hecho generalizado, ya que existieron algunas que nunca lo hicieron y otras que no lo hicieron siempre. merece la pena destacar el hecho de que las acuñaciones de todas las ciudades de la Bética y de la Lusitania, a excepción de unas escasas emisiones de Carteia, nunca mencionaron algún tipo de magistratura ni a personas susceptibles de ser identificados como magistrados, siendo esta ausencia una de las características que las diferenciaron de la tarraconense (Beltrán 1978: 169211; ripollès 1998: 362-365). A pesar de ello, habitualmente se considera que el control de la fabricación de la moneda fue una tarea que se encomendaría a uno de los magistrados de la ciudad, se indique o no en la leyenda; aunque no siempre ha de tener necesariamente un sen-

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tido de control, ya que su mención también pudo deberse al deseo de sancionar la legalidad de su acuñación, reforzando su aceptación. el carácter esporádico de las emisiones cívicas y el reducido volumen de riqueza que pusieron en circulación, es posible que hiciera innecesaria la existencia de magistraturas dedicadas exclusivamente a estos asuntos. en síntesis, la magistratura que aparece con más frecuencia en las acuñaciones son los II viros, aunque en Carteia y Clunia figuran en lugar de ellos los IIII viros. un menor número de veces lo hacen los ediles que, como hemos comentado, ya estaban presentes en algunas amonedaciones de época republicana. un tercer tipo de magistratura la encontramos en las monedas de Emporiae, los cuestores, si es correcto el desarrollo en este sentido de la abreviatura Q, que invariablemente acompaña, al final, los nombres de las personas que se mencionan en el anverso. Incluso en distintas emisiones de una misma ceca podemos encontrar mencionados diferentes magistraturas, como sucede en Carteia que presenta un panorama desconcertante y anárquico de cargos ―cuestores, ediles, censores, IIII viros―. Por último, encontramos la prefectura en emisiones de Carthago Nova y Caesaraugusta (una relación de las distintas magistraturas constatadas en las cecas hispanas pueden consultarse en García-Bellido y Blázquez 1995: 388-425). sin duda un rico y variado elenco de magistraturas cuyo estudio va más allá de lo relacionado con la fabricación de moneda, pues se trata de una información histórica de primera categoría para detectar las diferentes formas de gobierno en los diferentes pueblos de Hispania. en cuanto a las personas más directamente vinculadas con el proceso técnico de la fabricación de moneda, es importante diferenciar entre los que son artesanos del resto de las personas que de una manera u otra están implicadas en dicho proceso técnico, pero que no tienen por qué ser artesanos, sino que bastaría con simples operarios fabriles o empleados. en este sentido, pensamos que artesanos solo pueden ser considerados los que elaboraban los cospeles y los que grababan los cuños. sobre los términos utilizados para denominarlos, habitualmente se utilizan los constatados para la ceca de roma y que han sido objeto de distintos estudios con base en la documentación epigráfica existente (tabla 1); básicamente, las tres peanas de estatuas con inscripciones relativas a la fabricación de moneda (CIL, VI, 42, 43 y 44), datadas en el año 115 d.c., que fueron encontradas durante las excavaciones de la iglesia romana de san clemente, el lugar en el que, como hemos comentado, se supone que estuvo la ceca imperial de roma. Además de otras dos inscripciones encontradas en el mismo entorno y de la misma fecha (CIL, VI, 239 y 791), a los que de-

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bemos añadir un epígrafe cronológicamente posterior (CIL VI, 8464), fechado en época de Adriano o Antonino Pío, y otros ya de los siglos III y IV d.c. (CIL, VI, 1145, 8454 y 8455; CIL, XIV 3642); amén de uno de época de tiberio encontrado en lyon (CIL, XIII, 1820) pero que solo hace referencia al aequator monetae. recientemente torres (2003: 131-152; 2008: 89-104) ha acometido una revisión de los nombres de las personas relacionadas con la fabricación de moneda en las cecas de roma, y ha analizado las diversas interpretaciones dadas por los investigadores, para llegar a la conclusión de que, debido a los escasos restos de léxico documentados, es muy difícil una reconstrucción de la nomenclatura fabril, tanto en lo referido al personal como a las operaciones que realizaban. en la tabla 1 hemos recogido, a partir de los trabajos de torres (2003: 148; 2008: 100, cuadro 1), los distintos nombres de los empleados constatados fundamentalmente en las fuentes epigráficas y las diferentes interpretaciones de sus contenidos.1 conviene resaltar que se trata de una documentación con una datación no coincidente con la fabricación de moneda en Hispania, y aunque podemos presuponer que no tendría por qué ser muy distinta a la empleada en épocas anteriores, y por lo tanto aceptarla para las emisiones hispanas provinciales; puede resultar más arriesgado utilizarla para las amonedaciones preimperiales, donde creemos que se debe valorar su marcada personalidad, en la que elementos tales como la iconografía, la epigrafía o la metrología han llevado al reconocimiento y valoración del variado sustrato cultural de los diferentes pueblos hispanos. en este sentido, no parece muy oportuno emplear una nomenclatura latina cuando la propia moneda nos está diciendo que no son adscribibles a esta cultura, aunque fueran emitidas durante la presencia romana en la Península. De la misma forma que hoy en día al referirnos a las denominaciones emitidas hablamos de unidades, mitades, tercios en lugar de ases, semis, etc., para hablar de valores acuñados bajo sistemas monetarios que no son el romano, y en la línea de reclamar un mayor peso para los sistemas metrológicos indígenas de época preimperial, aunque la influencia del sistema monetario romano en la Península Ibérica no hará sino ir en aumento hasta culminar con la definitiva adaptación de los sistemas de pesos locales en el imperial romano (mora 2006: 23-86). Por otra parte, ha sido habitual recurrir a algunas representaciones de objetos y escenas para intentar cono-

1 De todo ello hemos tratado con J. torres durante la redacción de estas páginas, a quién agradecemos sus sugerencias e indicaciones.

CIL VI, 44

CIL VI, 43 y 1145

cortadorajustador

CIL XIII, 1820

CIL VI, 239 y CIL VI, 3455

Flaturarius

Acuñador

Director adjunto (aes)

capataz de officina/ empleado en general

fundidor

Acuñador Acuñador

sujeta coloca el los cuños cospel

Ajustador Ajustador

contable

cambista

Grabador Grabador

capataz de officina

escultor/ Grabador grabador

Director técnico

Grabador

Director técnico

Acuñador

Inserta el cospel

cortador/ ajustador

fundidor/ afinador

Grabador

Acuñador

coloca el cospel

Inspector de ceca

capataz de obrero officina

Grabador

Director adjunto

Director técnico

Burnett 1987

fundidor

Acuñador

sujeta el cospel

Ajustador

contratista de la fundición

Grabador

empleado en general

Grabador

Coarelli 1994

fundidor

Acuñador

coloca el cospel

Ajustador

contable

Grabador

Aplanador de cospel

encargado de pesar las monedas

contable/ reparte el trabajo

Acuñador

capataz de obrero officina

Grabador

Gozalbes y Torres 2003 y Ripollès 2008 2003

tabla 1. nombres de empleados de la ceca de roma y diferentes interpretaciones de sus cometidos (reelaborado a partir de torres 2008: cuadro 1).

CIL VI, 44

sujeta el cuño y el cospel

contable

cambista

coloca su marca en la moneda

empleado en general

Grabador

Director adjunto

Director técnico

Mattingly Carson 1956 RIC VII Zehnacker RIC I 1984 1928 1966 1973

AlIcIA ArÉVAlo GonZÁleZ

Malleator

CIL VI, 44

de CIL VI, 791 capataz obreros

contratista

reparte el trabajo

CIL VI, 8455 y CIL XIV, 3642

Suppostor

Aequator

Conductor flaturae

Manceps

Dispensator CIL VI, 8454

Grabador/ empleado en general cajero y cambista

capataz de officina

Grabador

CIL VI, 8464

Nummularius Digesto

Signator

Officinator

Scalptor

CIL VI, 43

funcionario que supervisa

Babelon 1901

CIL VI, 42, 43 y 44

Fuentes

200

Optio

Optio & exactor

Léxico

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cer el número de operarios necesarios en el proceso de acuñación, y denominar a cada uno de ellos con la nomenclatura que nos ha llegado y a la que antes hemos aludido. sin embargo, no todos los investigadores están de acuerdo en que ciertos documentos iconográficos tengan relación con la fabricación de moneda, como sucede con el conocido friso pictórico de la casa de los Vettii, en Pompeya, que ha sido también interpretado por algunos autores como el trabajo de orfebres (ambas consideraciones han sido analizadas por Bernareggi 1974: 177-191). en líneas generales crawford (1974: 576-577) manifiesta su escepticismo sobre la interpretación monetaria de buena parte de los ejemplos habitualmente utilizados, al considerar la dificultad de diferenciar los objetos y escenas de acuñación de los usados en otros trabajos del metal, tales como la herrería o la orfebrería. en otras ocasiones se ha utilizado la iconografía de algunas monedas, donde no siempre figura el mismo número de personas. Así, en una moneda de paestum del 89 a.c. (BMC Italy, 86, n.º 2), se representan a través de dos personas la actividad de un taller para conmemorar el hecho de que mantuvieron el derecho de acuñar moneda. en cambio en una tessera de bronce de época imperial (coarelli 1994: 64), tres personajes intervienen en la acuñación, y han sido interpretados como el que martillea, el que sostiene el cuño superior, y el tercero que sujeta el cospel sobre el cuño inferior. sin embargo, torres (2003: 147) considera que si esto fuera cierto, los tres trabajadores, más que ayudarse se estorbarían, y su productividad dejaría mucho que desear; y apunta que: «se debe tener presente que siempre que tratemos de imaginar a un acuñador antiguo debemos de pensar que la operación tenía que ser rápida, cercana a una pieza por segundo o más». Añade que cualquier operación que la hiciera más lenta tendería a ser mejorada, por la propia racionalización del trabajo. lo que le lleva a afirmar que si la acuñación a martillo se podía realizar perfectamente por una persona, tan solo aceptaría que tuviera un ayudante. también ha tratado esta cuestión ripollès (1994-95: 211), quién considera que el número de personas que intervendrían en el proceso de acuñación de las emisiones hispánicas oscilaría entre las tres y cinco personas, teniendo en cuenta que es una operación poco complicada. Por ello propone que los talleres de tamaño medio o grande, podrían contar con unas cuatro personas; según el citado autor: «la primera colocaba con las tenazas el flan sobre el cuño fijo; la segunda mantenía el cuño de reverso; la tercera manejaba el martillo, golpeando sobre el cuño móvil; y la cuarta retiraba la moneda ya acuñada». creemos que resulta muy difícil con los datos con los que contamos dar un número preciso de las personas que realizarían la propia acuñación. en cambio, sí existe una-

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nimidad en que este personal no tendría que ser especializado, ya que la labor es similar a otras tareas relacionadas con el trabajo de los metales. Por el contrario, la elaboración de los cuños sí que requería una mayor habilidad y unos conocimientos técnicos especializados, que solo estuvieron al alcance de unas pocas personas. Por desgracia, no es muy corriente encontrar en las series monetales de la Antigüedad, las firmas de los artistas que grababan los cuños. los más conocidos son los abridores de cuños sicilianos y los de la magna Grecia (carradice y Price 1988: 61), cuyas firmas suelen estar situadas en lugares poco visibles, no llamando nunca la atención, normalmente con la inicial del nombre y, cuando este aparece completo, evitando la confusión con otros como el de la ceca o el de los magistrados responsables de la emisión. menos corriente aún es encontrar una firma en las acuñaciones romanas. crawford (1974: 579, nota 4 y 585-587) indica que es posible que las marcas de las dos primeras emisiones de denarios a nombre de Silanus (RRC 337/1-2) sean firmas de artistas, aunque también podría tratarse de una marca de control, y tan solo considera como segura la letra P que aparece en los denarios acuñados por marco Aurelio en el 33 a.c. (RRC 542/1-2). sin embargo, el hecho de que sea solo una inicial permite identificar al artista pero no proporcionarle una identidad. la polémica sobre su número ―bien un artista principal que proporcionaba un modelo sobre el que otros de menor valía realizaban los distintos cuños, bien un grupo de grabadores trabajando simultáneamente, o bien un número reducido― aún se mantiene. Así, para la época republicana crawford (1974: 578-579) propone un pequeño número de artistas que trabajaban para los tres metales y que, según la presión y rapidez del trabajo, producían cuños de mejor o peor calidad. en la amonedación hispana tenemos un único ejemplo, similar al denario romano con la firma P, en unos denarios de Sekobirikez, datados a principios del siglo I a.c. (CNH 292, n.º 9), procedentes del tesoro de Palenzuela (Palencia) y que han sido estudiados por otero (1995: 347-350). se trata de un grabador que firma con el signo ibérico m que figura entre las dos filas de rizos de la parte superior de la cabeza masculina del anverso (figura 6). según otero, parece poco probable que una ciudad como Sekobirikez, así como muchos talleres hispanos, que carecían de acuñaciones continuadas al modo de roma, mantuviese un grabador o un grupo de grabadores al servicio exclusivo de la ceca, por lo que opina que sería más práctico que fuesen contratados según las necesidades de la producción, y que no trabajasen en exclusiva para el taller monetario, sino que fuesen grabadores de gemas u orfebres (conviene recordar la tradición y la excelencia de la orfebrería celtibérica), y que fuesen requeridos según las necesidades del momento para elaborar cuños.

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figura 6. Denario de Sekobirikez con la firma del grabador en el anverso (fotografía cortesía de P. otero).

Pero lo habitual es que los grabadores no firmen en los cuños, lo que dificulta su conocimiento, por lo que solo el análisis detenido de las propias monedas permite constatarlos a través de su forma de trabajar, aunque no podamos proporcionarles una identidad. en la Península Ibérica se ha documentado que los cuños de diferentes cecas presentan una similitud de estilo muy significativa, por lo que se ha pensado que su producción habría sido realizada por artesanos itinerantes. Así, se ha considerado que un grabador, denominado sigma (ripollès 1988: 59-61; llorens y ripollès 1998: 115; ripollès 2002: 284; ripollès 2007: 102-104), va a trabajar para los talleres de Valentia (emisión 1, CNH, 317, 1 y 2), Arse (Período II, grupo IV, CNH, 308, 29-20), Saitabi (Grupo II.1, CNH, 316, 12) y Lauro (emisión X, CNH, 196, 14). en la celtiberia se han detectado algunas similitudes formales entre determinadas emisiones de distintos talleres que apuntan en este mismo sentido. es el caso estudiado por Gozalbes (2011: 151-153, figs. 106 y 107) de ciertos denarios de Turiazu (CNH, 264, n.º 12) y de Arsaos (CNH, 254) con reversos que parecen copiados, o incluso realizados por un mismo grabador. Al igual que sucede con otros denarios de este mismo taller (CNH, 263, n.º 11) y con determinados denarios de Bolskan (CNH, 211, n.º 2), entre los que se observa una gran similitud en todos los detalles del grabado (figura 7). en otros casos se ha propuesto la existencia de grupos o escuelas de grabadores trabajando para diferentes talleres y que siguen unas determinadas normas estéticas que permite identificarlos, como pone de manifiesto chaves (1998: 293-294) al hablar de la «escuela Obulco», cuya característica cabeza femenina presenta un peculiar trazado de ojo, nariz, boca y barbilla; así como un característico peinado, en el que el pelo aparece recogido en un moño bajo (CNH, 347, n.º 38). un estilo y detalles del grabado del que participan los talleres cercanos como en algunas de las emisiones de Ulia (CNH, 366, n.º 3). las mismas concomitancias se observan en-

tre determinadas unidades de Castulo (CNH, 332, n.º 9) y Urso (CNH, 367, n.º 1), cuyos cuños podrían haber sido realizados por el mismo grabador. en época imperial durante el reinado de Augusto, algunos cuños de ases de Traducta (RpC I, 108) y ases de patricia (RpC I, 129) parecen que fueron elaborados por el mismo artesano, como ha defendido chaves (1979: 59). Así mismo, según propone llorens (1994: 63-64 y 81; 1987: 109), la ceca de Celsa (RpC I, 273-275) va a compartir un grabador con las cecas del área mediterránea de Carthago Nova (RpC I, 167-168) y de Ilici (RpC I, 192-193). lo mismo sucede para las emisiones tiberianas de la ceca de Ercavica (RpC I, 462-463) y Bilbilis (RpC I, 398-399), como ha demostrado Gomis (1997). y también parece que compartieron, en esa misma época, un mismo grabador (llorens 1987: 155) las cecas de Carthago Nova (RpC I, 179-181) e Ilici (RpC I, 194-197). en el valle del ebro, Hurtado (2008: 74-75) ha identificado el mismo grabador para ciertos cuños de ases de Graccuris (RpC I, 429) y de Cascantum (RpC I, 427). mientras que otro artesano elaboraría ciertos cuños de Clunia (RpC I, 452) y de Turiaso (RpC I, 413). tras todos estos testimonios parece que en Hispania fue habitual la existencia de grabadores itinerantes que eran requeridos por distintas ciudades, probablemente por su pericia, pero a pesar de ello no podían firmar sus obras al trabajar en un contexto claramente anónimo. Por otra parte, como han puesto de manifiesto Gozalbes y ripollès (2003: 16), la similitud entre los retratos romanos imperiales de diferentes cecas, muy semejantes a pesar de la distancia que las separaba, podría ser el mejor argumento para defender que utilizaron un modelo común. un hecho defendido por otros investigadores para las emisiones imperiales; así en Lugdunum se detecta que los grabadores recibieron un nuevo retrato en el 11 a.c., al igual que sucede en otras cecas en momentos del reinado de tiberio, claudio y nerón (RIC I, 12).

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figura 7. Denarios de Turiazu y Bolskan entre los que se observan grandes semejanzas en los detalles del grabado (tomado de Gozalbes 2011: fig. 106).

eVIDencIAs mAterIAles relAcIonADAs con el Proceso tÉcnIco De fABrIcAcIÓn De lA moneDA HIsPÁnIcA

como hemos puesto de manifiesto en el apartado dedicado a analizar la problemática de la localización de los espacios físicos donde se llevaron a cabo las labores relacionadas con la fabricación de la moneda en Hispania, es clave, para poder avanzar en esta cuestión, llevar a cabo una correcta identificación de las posibles evidencias materiales relacionadas con este proceso técnico. De ahí que nos haya parecido oportuno recopilar en

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este trabajo las que hoy conocemos, aunque por desgracia, en muchos casos, no sepamos su procedencia exacta, por no haber sido fruto de excavaciones arqueológicas, sino de hallazgos casuales sin contexto preciso, con el fin de que sea de utilidad para los trabajos arqueológicos, ya que en numerosas ocasiones, al no contar con especialistas en numismática, no se está familiarizado con estos objetos y no se saben caracterizar determinados elementos vinculados con este proceso técnico, lo que puede impedir la identificación de los lugares vinculados con la fabricación de moneda; pues, como hemos comentado, no tiene por que tratarse de un edificio

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construido para tal fin, pudiendo utilizarse una simple instalación metalúrgica, en la que además de monedas se elaboraran otros objetos metálicos. no nos referiremos a aquellas herramientas que, aunque utilizadas en la acuñación, no son exclusivas de este proceso técnico, al ser un instrumental de usos múltiples como martillos, yunques y tenazas, o vinculados con grabadores de gemas o monedas, como rueda de grabador, taladros de arco, buriles, punzones, cinceles, compases, etc., aunque conviene recordar que representaciones de estas herramientas directamente vinculadas con la fabricación de moneda romana las encontramos en los reversos de los conocidos denarios de Titus Carisius (RRC 464). también una estela, conservada en el British museum y procedente de una villa de frascati (Italia), muestra a dos libertos, p. Licinius philonicus y p. Licinius Demetrius junto con las herramientas de acuñación y las de un grabador de cuños. Así en el frontón del relieve aparece un martillo, cuños encajados en un yunque, y tenazas, que deben hacer referencia a la ocupación del patrono p. Licinius. con el liberto p. Licinius Demetrius deben ponerse en relación, probablemente, las herramientas representadas que parecen pertenecer a un grabador de cuños (Vermeulen 1954: 101, n.º 3). en cuanto a las piezas que sirvieron únicamente para la fabricación de moneda, concretamente los cospeles y los cuños, hasta el momento los hallazgos no son muy numerosos, probablemente debido a que eran perecederos como los moldes para obtener los cospeles, o se convertían en monedas, como sucedía con los cospeles, o por que se destruían después de usados, al menos teóricamente, como los cuños. Veamos a continuación los que nos han llegado vinculables con las distintas amonedaciones hispánicas del período que aquí se analiza. el cospel es el disco metálico de peso y ley determinada que una vez acuñado se convierte en moneda. se obtiene a partir de diversos procedimientos y aunque en Hispania no se conocen evidencias de ningún molde, parece que los que se usaron de forma más frecuente son los moldes cerrados, formados por dos valvas, o abiertos con varios alvéolos interconectados mediante pequeños canales, que a menudo no solían cortarse correctamente, por lo que en los bordes de algunas monedas se perciben restos del canal que los unía, en forma de lengüeta. Además de la huella observable en las propias monedas, que permite en numerosas ocasiones distinguir entre los talleres en los que los cospeles se fundieron mediante moldes univalvos, abiertos o cerrados, y los que emplearon moldes con varios alvéolos interconectados entre sí, se han encontrado algunos cospeles de bronce y una ristra de monedas, a los que luego nos referiremos, y que evidencian las formas más habituales

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en Hispania de obtener flanes. Aunque en alguna ocasión también debieron ser recortados a partir de láminas, según el hallazgo de Valdeherrera (calatayud, Zaragoza) que también comentaremos. otra forma de obtener cospeles de forma rápida es mediante la utilización de monedas ya acuñadas por otras cecas, las denominadas reacuñaciones. este tipo de piezas solo es posible detectarlas cuando tanto el borrado previo de los tipos y leyendas de la acuñación previa no es correcto, como cuando la nueva acuñación no consigue borrar totalmente el diseño anterior. Aunque el número de monedas hispánicas reacuñadas no es muy abundante, parece que fue más habitual este sistema en época republicana que en la imperial; además, son más numerosas las reacuñaciones de las emisiones de la Ulterior que de la Citerior. Así se conocen, entre otras, monedas de Obulco reacuñadas por Castulo, Acinipo y Carisa; de Castulo, por Carisa, de Corduba por Carisa, de Carteia por Acinipo; de Traducta por patricia (ripollès 1995: 289-296; Arévalo 2011: 31-48). según chaves (2001: 203), estas reacuñaciones parecen indicar que las autoridades locales se habían ocupado de recoger moneda que circulaba por sus ciudades, y que procedía de otras cecas, para aliviar con ello el proceso de fabricación de su propia moneda al servirles como cospeles, quizás en un momento de necesidad. en la Península Ibérica se conocen algunos cospeles de bronce procedentes de distintas localidades y para diferentes acuñaciones. Así, en Ampurias se documentaron, en excavaciones arqueológicas anteriores a 1936, seis cospeles de bronce, cuyo peso y módulo parecen indicar que corresponden, según campo (2008: 12-13), a la última emisión de Untikesken o a la primera de Emporiae, sin que se haya publicado más información. De un lugar indeterminado de la Baja Andalucía proceden al menos tres restos de cospeles que fueron dados a conocer por chaves (2001: 211-212, figs. 1 y 2) y que podrían haber sido utilizados por los talleres de Orippo, Oset o Searo; dos de ellos son cospeles mal cortados de unos 26 milímetros, con restos de la lengüeta fruto del canalillo de comunicación, mientras que un tercero muestra tres copeles unidos en ristra de módulo ligeramente inferior a los anteriores (figura 8). esta misma autora publica un interesante fragmento de placa de bronce encontrada en la torre del Bollo (montellano, sevilla), en la que se distinguen dos hileras de cospeles, de dos y tres respectivamente, con módulos entre los 17-18 milímetros, y unidos entre sí por un corto canal. la pieza es fruto de la solidificación del bronce vertido en el molde al producirse la rotura de una de las valvas. también han sido publicadas tres tiras de cinco, tres y dos cospeles globulares y bastante regulares (figura 9),

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figura 8. ristra de cospeles procedentes de un lugar indeterminado de la Baja Andalucía (tomado de chaves 2001: fig. 2).

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ta, en paradero actual desconocido, y que Alfaro (1999: 187) reseña brevemente como de formas irregulares, sin unos claros canales de separación, por lo que no se puede asegurar con certeza el número de cospeles que lo formaban; lo que sí parece estar claro es que se obtuvieron mediante moldes con alvéolos univalvos, a modo de ristras en rosario. Por último, de Xilxes (castellón) procede una pieza formada por dos cospeles ibéricos unidos entre sí por la lengüeta, sin que contemos con más información (Gozalbes 2011: 46). Por otra parte, se han encontrado en el yacimiento de Valdeherrera (calatayud, Zaragoza) dos rodajas de bronce sin acuñar, una separada y otra a medio recortar, que evidencia que en alguna ocasión se utilizaba el sistema de recortar láminas para obtener cospeles (Domínguez Arranz 1998: 162). un ejemplar singular es la ristra de tres monedas de Italica acuñadas durante la época de tiberio (RpC 65; cores, Gozalbes y ripollès 2010: 359-366), procedente de la provincia de sevilla y hoy en la colección de G. cores (figura 10). en origen, la ristra de cospeles fue

figura 9. tiras de cospeles, procedentes de sa coma (san lorenzo de cardessar, mallorca), usados probablemente para acuñar moneda de Ebusus (tomado de Planas Palau y martín mañanes 1989: lám. II).

encontradas de sa coma (san lorenzo de cardessar, mallorca), que servirían para emisiones ebusitanas del grupo XI de campo (Planas Palau y martín mañanes 1989: lám. II). cospeles semejantes se conservan en el museo de Ibiza, sin que contemos con más información; además de otras tres tiras de flanes que salieron a subas-

figura 10. ristra de tres monedas de Italica acuñadas durante la época de tiberio (tomado de cores, Gozalbes y ripollès: 2010, fig. 1).

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más larga, ya que en la moneda del extremo inferior se conserva el canal de interconexión de los alvéolos que la habrían unido al siguiente cospel. el interés de esta pieza está en que muestra que, en este caso, los cospeles, preparados en un molde de alvéolos intercomunicados, se acuñaban antes de ser recortados. un proceder que debió de ser más habitual que el de recortar los cospeles de las ristras previamente a ser acuñados, pues resulta más cómodo y rápido acuñar una ristra de cospeles que piezas sueltas, especialmente si se trabaja en caliente. seguramente, la separación se hiciera inmediatamente después de haber sido acuñada la tira, cuando todavía se encontraba caliente, lo que facilitaría la separación. el análisis de este ejemplar ha llevado a sus investigadores a defender que, para este tipo de acuñación, eran necesarios al menos dos operarios. una persona mantendría la tira con unas tenazas e iría centrando sobre el cuño que reposa en el yunque cada uno de los sucesivos cospeles, a continuación se realizaría la acuñación mediante el golpe de martillo por una segunda persona y posteriormente, sin dejar enfriar la ristra, se separaría cada una de las monedas, operación que podría dar lugar a la intervención de un tercer operario. esta propuesta de tres personas encajaría con la escena de acuñación representada en la tessera de bronce imperial que hemos comentado en el apartado anterior. Pero en nuestra opinión, el tercer operario no sería imprescindible, ya que el corte lo podría acometer la misma persona que daba el golpe de martillo, pues pensamos que resulta más cómodo y rápido, especialmente si, como hemos comentado, se trabaja en caliente. Pero sin duda fueron los cuños la herramienta más importante para la fabricación de moneda; veamos qué evidencias nos han llegado. lo normal era que fuesen macizos, de una sola pieza, aunque su forma y tamaño podía variar; para la Antigüedad se conocen cónicos, troncocónicos, troncopiramidales, piriformes, barriliformes. se labraban de forma individual y en ellos tanto las letras de las leyendas como los tipos se grababan de forma incusa para que en las monedas que se fabricaban con ellos aparecieran en relieve. Parece admitido que, al menos en algunas cecas béticas, se utilizaron plantillas para el trazado de las leyendas, aunque no nos ha llegado ninguna de ellas. estas plantillas serían unas plaquitas de metal con unas ranuras que formaban las leyendas y a través de las cuales se introducía un fino buril que las marcaba en hueco y en el lugar oportuno (García-Bellido 1982b: 34-35; Arévalo 1999: 33-34; 2004: 59-68; chaves 2001: 345-352). se ha planteado que, además del grabado individual de cada cuño, en algunas cecas se pudo haber utilizado un punzón-patriz; este llevaba en relieve la imagen deseada a través de la cual se obtenían varios cuños iguales, a los

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que se les podían añadir símbolos o leyendas distintas. este sistema explicaría la semejanza entre sí de tantas monedas que, sin embargo, presentan mínimas diferencias, como la presencia de un determinado símbolo, y que no se explicarían de haber sido confeccionados individualmente. este punzón-patriz se grabaría en relieve y en positivo, pero solo con lo más esencial del tipo monetal, para a continuación proceder a marcar varios cuños, a los que de forma individual y a posteriori se le añadirían ciertos detalles, tales como la gráfila o la leyenda o un determinado símbolo. sin embargo, algunos investigadores piensan que estos patrices podrían estar relacionados con el trabajo de falsificadores (stannard 1988: 141-143). Por ello, otros autores consideran que una práctica más sencilla era servirse de las propias monedas o de la impronta del cuño sobre cualquier metal para posteriormente prefigurar los volúmenes principales de los futuros cuños. Por desgracia, son escasos los cuños que han llegado hasta nosotros. se debe tener en cuenta que estas piezas se rompían a medida que avanzaba la acuñación y, los que pudiesen haber sobrevivido al trabajo, probablemente eran eliminados al término de su utilización, dada su condición de ser el elemento más valioso, junto con los cospeles, de los que intervienen en la producción monetal. Además, parece lógico considerar que serían objeto de un estricto control y que se fabricarían de manera progresiva según fuese avanzando la acuñación de las distintas emisiones. Por lo tanto, la escasez de evidencias hispanas no nos debe extrañar, pues en la misma roma no se ha recuperado ninguno. sin embargo, la mayor parte de los que nos han llegado son de época romana, entre los que se conocen varios hallazgos procedentes de la Península Ibérica, aunque en la mayoría está el dilema de averiguar si son oficiales u obras de falsarios. no entraremos a detallar las características de los cuños de moneda romana encontrados en nuestro suelo, no solo porque su autenticidad es cuestionada, sino sobre todo por no pertenecer a emisiones hispánicas; además, sus hallazgos son casuales y en muchos casos de localización imprecisa, por lo que no arrojan luz sobre los lugares donde pudieron haber sido utilizados. tan solo diremos que se tratan de un cuño de reverso de l. casio longino del 78 a.c. (RRC 386/1), encontrado en la provincia Zaragoza (Alfaro 1999: 158); un cuño de anverso de la emisión de áureos del pretor Aulus Hirtius del 46 a.c. (RRC 466), hallado en la provincia de cáceres y hoy conservado en el museo Arqueológico nacional (Alfaro y otero 2000: 455-459); por último, cuatro cuños de denarios augústeos de la serie de Gaio y lucio (RIC I, 207), procedentes de calahorra (la rioja) y que fueron adquiridos por el Instituto de Valencia de Don Juan (Durán 1952: 111-112).

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correspondientes a emisiones hispánicas se conocen cuatro cuños de anversos, todos ellos bastante desgastados, que evidencia que han sido objeto de un uso intensivo, tres sirvieron para acuñar moneda de Ebusus y el último para moneda de Turiazu, según se deduce de los tipos que figuran en ellos, pues ninguno procede de intervenciones arqueológicas por lo que, al igual que los cuños romanos, desconocemos el contexto que podría arrojar alguna información sobre dónde fueron usados. el primero fue adquirido en una subasta por el museo Arqueológico nacional (Alfaro 1999: 185-191); se trata de un cuño cilíndrico de 11 milímetros de longitud, 10 milímetros de diámetro y 7,40 gramos de peso, realizado a base de una aleación de cobre, con un 79,55%, plomo, con un 13,89%, y estaño, con un 6,12%. se caracteriza por presentar un resalte a modo de doble bisel alrededor de su extremo superior, que serviría de tope a una contera para enmangarlo, que sería la que recibiría el golpe de martillo en el proceso de acuñación. la cara inferior presenta, muy desgastada debido al uso, la figura de Bes grabada en negativo correspondiente a octavos de calco anepígrafos de la segunda mitad del III a.c. (campo 1976: grupo XI). los otros dos cuños ebusitanos fueron publicados por Planas y martín (1989: lám. II), y lo único que comentan los citados autores es que, debido al desgaste, no se percibe la imagen del tipo; en la ilustración aportada se observa que presentan también una serie de resaltes para la posible fijación de una contera (figura 11). en cuanto al cuño de Turiazu (Gozalbes 2011: 115-117, fig. 86a), aunque hallado en loures-Barousse (Hautes-Pyrénées, francia) y hoy en una colección particular (figura 12), es de bronce y forma troncopiramidal, mide 26 milímetros de largo y 21 milímetros de ancho, siendo su peso de 51,10 gramos, y sirvió para acuñar anversos de denarios de la serie kastu de este taller celtibérico, fechados entre finales del siglo II a.c. y el año 72 a.c. Hemos comentado al comienzo de este apartado que, entre las técnicas para conseguir más cuños con menos trabajo, estaba la utilización de patrones de plomo. De ellos nos ha llegado uno procedente de Vielletolouse (francia) con la impronta en negativo del anverso y reverso de una moneda de Sekaisa (fouet y sàves 1968: 215-223), y otros dos perteneciente a denarios de Bolskan (medrano y moya 1988: 23-28; Domínguez 1998: 162), uno hallado en Valderrehera (calatayud, Zaragoza) y otro en lanaja (Huesca). todos ellos se han relacionado con un proceso similar, se comenzaría con el grabado en negativo en una lámina de plomo, más maleable que el bronce; con ello se obtendrían improntas de arcilla en positivo. con este molde, previamente cocido, se confeccionaba un nuevo negativo en bronce que era el empleado para preparar el punzón en

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figura 11. Dos cuños ebusitanos (tomado de Planas Palau y martín mañanes 1989: lám. II).

figura 12. cuño de anverso para fabricar denarios de Turiazu (tomado de Gozalbes 2011: fig. 86a).

positivo y, a partir de él, obtener un número amplio de matrices destinadas a la fabricación de cuños. otra de las técnicas para la elaboración de cuños, al parecer cuando se necesitaba moneda en gran cantidad, se constata a través del punzón de bronce, de forma cónica, procedente, de nuevo, del yacimiento de Valdeherrera. la imagen troquelada en relieve en uno de sus extremos era la que se trasladaba a los cuños de reverso de Bolskan, quedando la figura en hueco, y probablemente las leyendas se aplicaban directamente en estos, dada la dificultad de trabajar estas en relieve en los propios punzones (Domínguez 1998: 162).

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la evidencia monetal también ha sugerido el uso de punzones en cecas como Castulo, Obulco y Carmo (García-Bellido 1982a: 71-87, 213-220; Arévalo 1999: 32-33; chaves 2001: 345-352). ello explicaría la semejanza entre sí de tantas monedas en estos talleres, pero que sin embargo presentan mínimas diferencias, como puede ser la presencia de un determinado símbolo, que no parece poder explicarse si hubieran sido confeccionados individualmente los cuños, aunque Gozalbes y ripollès (2003: 16) consideran que podrían deberse exclusivamente a los hábitos de los artesanos. A pesar de las variadas evidencias materiales que nos han llegado, la limitada información con la que se

BIBlIoGrAfÍA

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cuenta, a falta de un contexto arqueológico que la enriquezca, poco más se puede conjeturar sobre su fabricación, uso y amortización, cuestiones que quedan abiertas a la espera de nuevos hallazgos. Por otro lado, sus procedencias tampoco contribuyen a aclarar la cuestión de la supervivencia de estos elementos vinculados con el proceso técnico de fabricación de moneda, ni a localizar los espacios físicos donde se ubicaron los numerosos talleres monetarios hispánicos. Habrá que esperar a que el futuro nos aporte algún dato nuevo que arroje luz sobre la tarea artesanal más trascendente que asumieron las ciudades de Hispania.

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Artifices Idoneos: artesanos, talleres y manufacturas en Hispania. reunión científica, mérida (Badajoz, españa), 25-26 de octubre, 2012.

BoDeGAs y AlmAZArAs en HISpANIA: estructurAs y ÁmBItos De ProDuccIÓn yolanda PeÑA cerVAntes, arqueóloga

resumen: en las páginas siguientes intentaremos un acercamiento a las industrias de elaboración del vino y el aceite en Hispania. siguiendo las líneas directrices que marcan este volumen, tras el análisis del estado de la investigación, tanto fuera como dentro de nuestras fronteras, abordaremos las estructuras humanas y técnicas de producción. reconstruiremos para ello la tecnología y los procesos de elaboración desarrollados en las almazaras y bodegas antiguas, teniendo especialmente en cuenta las especificidades hispanas. Por último, analizaremos los ámbitos de producción y la dispersión de estas mercancías, tanto de las grandes manufacturas especulativas, como el vino tarraconense y el aceite bético, como del resto de producciones destinadas al abastecimiento regional. en la obtención de conclusiones sobre este último punto debemos tener en cuenta que una gran parte de la producción vinícola y oleícola pasa desapercibida en el registro arqueológico debido al uso de materiales perecederos en su desarrollo.

summary: In the following pages we will approach to the wine and oil production industries in Hispania. After analyzing the status of the research, both inside and outside our country, and following the directions of this volume, we will focus on human structures and production techniques. for that purpose, we will reconstruct the technology and production procedures developed in ancient wine and oil presses, considering the roman Hispania characteristics. finally, we will analyze the range of production and spreading of these goods, not only the big speculative manufactures but also the wine from Tarraconensis, the oil from Baetica and the rest of productions intended for regional supplies. When concluding this last part of the study, we should take into account that a big portion of the wine and oil production is unnoticed for the archaeological register, due to the use of perishable materials. Palabras clave: tecnología agraria romana, vino, aceite, vinificación, bodegas y almazaras. Key words: roman agricultural technology, wine, oil, wine fermentation, cellars and oil mills.

estADo De lA InVestIGAcIÓn

la consideración del vino y el aceite hispanos como productos clave de la economía antigua peninsular no se ha traducido hasta épocas relativamente recientes en estudios sistemáticos sobre sus procesos de elaboración, rastreables esencialmente a través de los restos arqueológicos. el estudio de estas producciones se ha realizado tradicionalmente apoyándose, por una parte, en las escasas menciones de los autores antiguos a la riqueza vitivinícola y oleícola de la Península Ibérica y, por otra

parte, a través de los estudios anfóricos, principalmente a partir de la década de los 70. el estudio de los restos arqueológicos estructurales de las bodegas y almazaras romanas comienza a ser apreciable de forma muy tímida en la historiografía peninsular en la década de los 80, no logrando, sin embargo, su eclosión y equiparación con el resto de países europeos hasta la primera década avanzada del presente siglo. Hasta este momento no encontramos reflejo en la bibliografía española y portuguesa del intenso debate internacional que, esencialmente en la década de los ochenta y noventa del siglo

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figura 1. tipología de las prensas de viga, desarrollada por J.P. Brun en 1986 (Brun 1986: fig. 28).

pasado, se desarrolla fuera de nuestras fronteras y que atañe a la problemática arqueológica del estudio de la tecnología y procesos de elaboración del vino y el aceite en la Antigüedad. uno de los grandes hitos de la investigación sobre las técnicas de producción de vino y aceite es la publicación en 1986 de una sistematización y seriación tipológica realizada sobre los torcularia de las villas de la

región de Var, en Provenza, extrapolable a la práctica totalidad de los torcularia del Imperio (Brun 1986). en este visionario trabajo, J.P. Brun sienta las bases sobre la tecnología oleícola y su reflejo arqueológico. las tipologías presentadas por primera vez en este volumen, sobre las prensas de viga, prensas de tornillo directo y contrapesos presentan aún en la actualidad una absoluta vigencia (figuras 1, 2 y 3).

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BoDeGAs y AlmAZArAs en HISpANIA: estructurAs y ÁmBItos…

el cenit de este movimiento científico llega con la realización en 1993 en Atenas de un congreso Internacional bajo el nombre «la production du vin et de l’huile en mediterranée». en esta reunión científica se sientan las bases metodológicas del estudio de estas artesanías alimentarias en la Antigüedad. el gran volumen de información existente, ya en este momento, sobre las instalaciones de producción en otras provincias del Imperio había permitido contemplar la problemática arqueológica específica de los torcularia y de su interpretación. en este congreso se plantea por primera vez la dificultad de determinar el producto elaborado en una determinada instalación a partir exclusivamente de los datos arqueológicos, se desarrollan importantes conceptos sobre la tecnología de elaboración antigua, se plantea una terminología común y se exponen los últimos trabajos realizados en cada una de las regiones mediterráneas (Amouretti y Brun 1993). como vemos en la publicación de estas actas, el volumen de datos disponibles para otras zonas del Imperio es abrumador si lo comparamos con el caso de la Península Ibérica.1 en dicho congreso se plantea también, por primera vez, un elemento clave en la posibilidad de reconstrucción de los procesos económicos a partir de las evidencias arqueológicas de elaboración, como es la dificultad de discriminar las instalaciones de producción vinícolas 1 en Italia, los estudios sobre las villas vesubianas habían permitido reconstruir, gracias a su perfecta conservación, las distintas fases de la producción de vino (Étienne 1982; rossiter 1978 y 1981; De caro 1994; maiuri 1931). Así mismo contamos con interesantes trabajos sobre la producción de aceite de la costa africana. el trabajo de l. Anselmino (Anselmino et alii 1989) sobre la factoría de nador permite reconstruir el sistema productivo oleícola desarrollado en esta zona a partir del análisis de sus estructuras. Interesantes desde el punto de vista que nos ocupa en este volumen son los trabajos de D.J. mattingly especialmente centrados en los principios que rigen la evolución tecnológica en la Antigüedad que dependen directamente del artesanado (mattingly 1985; 1988a; 1988b; 1988c; 1988d; 1990b; mattingly y Hitchner 1993). Por su parte, en la zona oriental del Imperio destacan ya en estas fechas los trabajos de Ph. Bruneau sobre Grecia (Bruneau y fraisse 1981 y 1984) y de o. callot destinados a analizar los torcularia de la costa siria (callot 1984). Por su parte en el valle del mosela, K.J. Gilles había puesto de manifiesto la existencia de una importante producción vinícola, a partir de un intenso estudio de sus centros de producción (Gilles 1990 y 1992). en el mediodía francés los estudios de m.c. Amouretti sobre las técnicas de cultivo de la vid y el olivo, así como de los procesos de elaboración de vino y aceite (Amouretti 1986; 1990; 1993; Amouretti y comet 1992) se unen a los intensos estudios arqueológicos realizados por J.P. Brun (1989).

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y oleícolas a partir de su impronta arqueológica. es J.P. Brun el encargado de plantear por primera vez de forma monográfica este problema, que venía detectándose en el estudio de los enclaves de producción de vino y aceite, en un artículo que se ha convertido en una herramienta básica en los estudios de tecnología antigua (Brun 1993). Para la elaboración del vino y del aceite, en época romana, se utilizan los mismos mecanismos de extracción, lo que impide identificar una y otra producción a partir exclusivamente de las evidencias de prensado. las mismas prensas se utilizan para ambos productos, lo que genera una importante indefinición arqueológica, ya que en muchos casos no documentamos elementos supletorios, relacionados con dispositivos de extracción distintivos de estos productos, que permitan concretar la naturaleza del producto elaborado en un determinado enclave de producción. De hecho, las palabras latinas torcularium, torcular o torcus, se traducen literalmente como prensa y genéricamente como bodegas o almazaras, marcando el elemento nuclear de estas instalaciones, que es similar tanto en la elaboración de vino como en la de aceite.2 con posterioridad a la realización de este congreso el volumen de datos disponible para las distintas regiones del Imperio ha continuado incrementándose,3 al

2 como elementos de identificación estructurales contamos en el caso del aceite con las evidencias de las fases de molienda y decantación, ajenas a la elaboración del vino. en el caso del vino, el hallazgo de elementos específicos de su proceso de elaboración como el pisado y la fermentación, pueden ser utilizados como elementos diferenciadores. en otro sentido, la existencia de elementos de comercialización, con una tipología clara, asociados a las zonas de elaboración actúan como un elemento relativamente seguro para la identificación del producto elaborado. Pero, sobre todo, en este contexto de consonancia estructural entre los sistemas de prensado de aceite y de vino, cobra una importancia trascendental la realización de análisis químicos sobre las superficies de trabajo y, también, los estudios carpológicos y palinológicos de los sedimentos asociados a estas estructuras. 3 recientemente los datos disponibles para la península italiana han sido sistematizados por G. Baratta (2005). en el caso vesubiano destacan los trabajos colectivos recogidos en VV.AA. 2000a, y la reinterpretación como perfumerías de las prensas urbanas de Pompeya y Herculano (Brun 2003b; Brun y monteix 2009).con posterioridad a la realización del congreso de Atenas se produce la publicación del ambicioso trabajo de r. frankel (1999) sobre la producción de vino y aceite en Israel, que recopila además una gran cantidad de datos sobre instalaciones vitivinícolas y oleícolas de todo el Imperio, aunque especialmente de la mitad oriental. y continúan los trabajos de J.P. Brun y m.c. Amouretti para la Galia (Brun y congés 1994; Brun y oberti 1993; Amouretti y comet 1995 y 2002; Brun y laubenheimer 2001) y de K.J. Gilles para renania (Gilles 1995 y 1999).

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figura 2. tipología de los contrapesos destinados al accionamiento de prensas de torno (Brun 1986: fig. 59).

mismo tiempo que se ha mantenido activo el debate sobre los sistemas de elaboración del vino y el aceite en la Antigüedad, contando en este momento con un importantísimo corpus de información recientemente sistematizado por el propio J.P. Brun (Brun 2003a; 2004a; 2004b; 2005).

en el caso de la Península Ibérica, como señalábamos antes, el ritmo de la investigación difiere del expuesto para otras zonas del Imperio, presentándose con un tempo más lento, aunque en estos momentos hayamos conseguido equiparar, e incluso superar, los datos disponibles a los del conjunto del Imperio.

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BoDeGAs y AlmAZArAs en HISpANIA: estructurAs y ÁmBItos…

figura 3. tipología de los contrapesos destinados al accionamiento de prensas de tornillo (Brun 1986: fig. 60a y 60b).

como hitos en la investigación hispana cabe destacar la publicación de los estudios de J.G. Gorges y de m.c. fernández castro sobre las villas peninsulares (Gorges 1979; fernández castro 1982). estos trabajos permitieron mostrar la gran cantidad de datos diseminados, concernientes a los lugares de elaboración del vino y el aceite, existen-

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tes ya en la bibliografía del momento. fruto directo de estos estudios es el artículo firmado por esta autora sobre las «fábricas de aceite en el campo hispano-romano» que constituye el primer intento de realizar una catalogación y estudio de conjunto de las prensas halladas en Hispania (fernández castro 1983). en este artículo se recogen diez

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instalaciones de elaboración, que se vinculan directamente a la extracción de aceite, como venía sucediendo en la historiografía anterior, y por primera vez, se analizan los tipos de prensa utilizados en época romana. con posterioridad, A. Aguilar amplia ligeramente esta relación de yacimientos con su trabajo sobre las «Dependencias con funcionalidad agrícola en las villae romanas de la Península Ibérica», todavía lejos de los principios metodológicos específicos para el estudio de este tipo de enclaves (Aguilar 1991). si analizamos el fenómeno desde un punto de vista regional, de forma genérica encontramos distintos ritmos en la investigación del fenómeno de las instalaciones de producción de vino/aceite en Hispania.4 en el caso bético, en la década de los setenta y ochenta del siglo pasado, asistimos a la creación de un modelo teórico sobre la producción oleícola de esta región asentada en los trabajos de prospección sobre el Bajo Guadalquivir de m. Ponsich y sobre los intensos estudios anfóricos realizados por J. remesal combinados con los estudios textuales de G. chic y P. sáez (vid. Ponsich 1974; 1979; 1987; 1991; remesal 1977-1978; 1983; 1986; chic 1978; 1981a; 1981b; 1990; sáez 1987). sin embargo, los núcleos de producción de vino y aceite béticos son apenas conocidos, sin que pueda determinarse ni la tecnología ni el modelo económico desplegado en estos enclaves «artesanales». la información directa de estas instalaciones productivas ha ido incrementándose, como es lógico, con el paso del tiempo, destacando los trabajos de J.r. carrillo para la subbética cordobesa y de m. romero para la llanura antequerana (carrillo 1995; romero 1997-1998). sin embargo, como veremos, la falta de excavaciones sistemáticas y de proyectos de investigación destinados al estudio de los núcleos de elaboración en esta región continúa siendo hoy un serio problema que lastra la investigación sobre sus importantes producciones vinícolas y oleícolas. en el caso de Lusitania la ausencia de recipientes anfóricos determina que el conocimiento de las actividades vitivinícolas y oleícolas esté supeditado, en este caso, exclusivamente a las instalaciones de prensado y almacenaje. los trabajos de catalogación publicados en la década de los ochenta por J. Alarcão, marcan un punto de inflexión en la arqueología portuguesa. también, en esta década se inician las excavaciones de alguno de los torcularia de las grandes villae lusitanas como são cucufate, torre Águila o los términos entre otras. en la década de los noventa se realizan dos sistematizaciones de los datos existentes: una por J.P. Brun, esencialmente un estudio tecnológico, y otra por c. fabião analizando en Para un estudio más detallado sobre la historiografía peninsular remitimos a Peña 2010: 23-26. 4

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clave productiva los datos recogidos por J. Alarcão (Alarcão 1983 y1988; Brun 1997; fabião 1998). en la tarraconense, el incremento de datos que caracteriza a la década de los ochenta es especialmente significativo en la región catalana, especialmente en su zona costera. A partir de esta década se multiplican los hallazgos de evidencias de producción y los estudios anfóricos. en este sentido es relevante la realización de un primer encuentro internacional en Badalona centrado en la producción vitivinícola de esta región, ya en el año 1985. en esta reunión científica se evalúa esencialmente el fenómeno exportador del vino laietano pero, frente a lo que había sucedido en el caso de los congresos andaluces sobre el aceite bético, el estudio no se limita a envases anfóricos sino que incluye aspectos productivos y de elaboración. este mismo esquema, se repite, ampliado, también en el II coloquio realizado en 1998.5 en la década de los ochenta contamos, para las comarcas catalanas, con un gran número de trabajos que refieren hallazgos de torcularia o de cellae vinariae, o de elementos vinculables a estos, tanto de carácter monográfico como de conjunto. Junto a la publicación de estas evidencias productivas, nos encontramos con otros estudios que abordan directamente la problemática de la producción del llamado vino laietano, una producción excedentaria y comercial que se desarrolla desde época tardorrepublicana hasta finales del siglo I d.c. en este caso, las producciones anfóricas volverán a desempeñar un importante papel en la caracterización de esta producción, aunque, frente a lo que sucedía en el caso bético, el alto número de torcularia conocidos permitía contemplar de una forma más profunda el esquema de producción y sus implicaciones socioeconómicas.6 en la década de los noventa, junto con un constante aumento de los datos relativos a instalaciones productivas, se incrementan los estudios referidos a la organización del territorio rural y a la implantación y desarrollo de la producción vitivinícola excedentaria. Debemos destacar los trabajos de J. casas centrados en la provincia de Gerona, especialmente la obra publicada conjuntamente con otros autores en 1995, en la que realiza un exhaustivo análisis de las actividades económicas desarrolladas en las villas, entre las que se encuentran inevitablemente la producción de vino y aceite. V. revilla por su parte, propone un novedoso planteamiento de estudio, vinculado a las corrientes europeas actuales, que reivindica el conocimiento de los alfares como núcleos productivos y la necesidad de integrar su análisis en el estudio global de las actividades del VV.AA. 1998 y 1985. Guitart 1987; Keay 1987; Pallarés et alii 1987; Pascual 1987; lópez mullor et alii 1987, entre otros. 5 6

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fundus. también en este momento se publican los trabajos de o. olesti en los que se destaca el papel del mundo indígena en el desarrollo de la viticultura de esta región.7 Para la fachada levantina, en la que también se recoge una producción excedentaria de vino al menos para los siglos I a.c.-I d.c., el volumen de información sobre las instalaciones de producción disminuye, centrándose mayoritariamente la investigación en sus envases de comercialización. en el valle del ebro, la investigación de m.A. mezquíriz permite contar con un alto un alto volumen de datos, especialmente para la villa de las musas pero también para el resto del territorio.8 el número de hallazgos se incrementa notablemente a lo largo de la década de los noventa del siglo pasado y de la primera decena del siglo actual al calor de las excavaciones preventivas provocadas por el hoy extinto boom inmobiliario. en muchas de estas memorias de excavación comienza a aparecer utilizada la bibliografía internacional de referencia, incrementando la capacidad de análisis de las estructuras productivas documentadas.9 en 2010 se publica un trabajo de síntesis, bajo el nombre de «Torcularia. la producción de vino y aceite en Hispania» que aglutina y analiza las evidencias productivas de vino/aceite localizadas hasta el momento en la Península Ibérica, creando un catálogo de 551 yacimientos que son analizados tanto desde el punto de vista de la tecnología agraria antigua como desde el análisis de las implicaciones históricas de la producción (Peña 2010). ese mismo año, se realiza en murcia el coloquio Internacional «De vino et oleo hispaniae. Áreas de producción y procesos tecnológicos del vino y el aceite en la Hispania romana», bajo la dirección científica de J.m. noguera y J.A. Antolinos (noguera y Antolinos 2013). en este encuentro, publicado en 2013, se actualizan los datos recogidos en el trabajo anterior, mostrando el dinamismo que los estudios sobre los ámbitos productivos oleícolas y vinícolas hispanorromanos presentan en la actualidad, equiparándolos con los de las zonas más dinámicas del Imperio. estructurAs HumAnAs y tÉcnIcAs De ProDuccIÓn

A la hora de abordar el artesanado y las técnicas de producción desplegadas en la elaboración del vino y el

casas et alii 1995; revilla 1993; 1995 y 1999; olesti 1995 y 1998. 8 Aranegui 1992; Gisbert 1998; mezquíriz 1995-1996 y 1999. 9 entre otros vid. serrano Peña 2004; Picado 2004; mezquíriz 2003; Beltrán de Heredia 2001; castanyer y tremoleda 1999; lopes 2003… 7

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aceite en época romana, debemos empezar intentando precisar la naturaleza de los operarios encargados de desarrollar estos procesos tecnológicos. en principio, a pesar de emplear el trabajo de sus manos, generar una plusvalía a través de la producción de objetos manufacturados y aplicar conocimientos técnicos en este proceso, elementos que definen con claridad al artesanado antiguo,10 los trabajadores de las almazaras y bodegas no serían considerados como «artesanos» en la mentalidad romana. en primer lugar, porque la mayor parte de estas industrias se vinculan a un ámbito doméstico de producción, pero aún en el caso de desplegar su trabajo en enclaves productivos especializados, no vinculados a ámbitos domésticos, su carácter agrario y su vinculación directa con la explotación de la tierra anulan la posibilidad, en la mentalidad antigua, de conectar estos trabajos con la imagen colectiva del artesanado. en cuanto a la elección de las instalaciones seleccionadas para la redacción de este trabajo, tenemos necesariamente que acotar la relación de yacimientos consignada en la tabla relativa a las almazaras y bodegas hispanas. el alto volumen de datos disponibles en estos momentos para la Península Ibérica, contamos con más de 700 yacimientos en los que se evidencia la producción de vino y/o aceite, nos obligan a filtrar los ejemplos seleccionados para su análisis en un trabajo de síntesis como este. la mayor parte de estas evidencias han sido localizadas en superficie, en trabajos de prospección o como hallazgos puntuales, lo que limita nuestra capacidad de análisis en la que, como veremos, el contexto arqueológico no es solo esencial para determinar la cronología de estos elementos pétreos, sino también para definir su funcionalidad y la caracterización general de la producción. De esta forma, en la tabla anexa recogemos tan solo las instalaciones de prensado que han sido objeto de excavación arqueológica y en las que, además, podemos caracterizar mínimamente los procesos tecnológicos desarrollados.11 en total hemos consignado 187

sobre el interesantísimo y actual debate sobre la naturaleza del artesanado antiguo remitimos a morel 1992 y 2011; santoro 2004; monteix 2011 y a las reflexiones de J.P. Brun en este mismo volumen. 11 Para el análisis y catalogación de los elementos pétreos localizados fuera de contexto remitimos a nuestro trabajo del 2010 (Peña 2010) en el que se recogen más de 400 yacimientos en los que se detecta la presencia de elementos de prensado, molienda, decantación o fermentación en superficie. Quedan fuera también del presente trabajo los llamados «lagares rupestres» con una cronología dudosa y carentes de contexto arqueológico en la casi totalidad de los numerosísimos ejemplos constatados para la Península Ibérica. Para el estudio de estas estructuras excavadas en la roca, con la bibliografía de referencia, remitimos a Peña 2010: 90-92. 10

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yacimientos en los que localizan con certeza almazaras y/o bodegas en un periodo comprendido entre el siglo II a.c. y el siglo V d.c. tecnoloGÍA Del PrensADo

Al margen de la consideración jurídico-social que otorguemos a los trabajadores de las almazaras y bodegas antiguas, debemos ser conscientes de que nuestra capacidad para rastrear estas industrias alimentarias, desde el punto de vista arqueológico, viene determinada por el tipo de tecnología aplicada y que esta depende del modelo económico en el que se inserta la producción. el abanico tecnológico disponible en época romana para la elaboración del vino y el aceite es considerablemente amplio, con variantes regionales, pero sobre todo con una clara adecuación al volumen de producción al que se encuentra vinculado. como veíamos en la introducción, el momento central de los procesos de elaboración del vino y aceite es la extracción del líquido contenido en la uva o la aceituna. Para este estrujado del fruto contamos con un amplio repertorio de posibilidades tecnológicas que se aplican indistintamente en la elaboración de vino y aceite. A pesar de la distinta composición de la uva y la aceituna, en la Antigüedad, se utilizan los mismos sistemas de extracción para ambos frutos; la elección de uno u otro sistema depende exclusivamente de las características y el volumen de la producción. esto plantea, como hemos visto, un primer problema de identificación arqueológica, ya que en muchos casos no contamos con restos materiales que nos permitan interpretar con seguridad la naturaleza vinícola u oleícola de estas instalaciones de prensado. el segundo gran problema arqueológico se deriva de esta «elección» de tecnología, y supone la existencia de instalaciones claramente constatables en el registro material frente a unidades de producción ilocalizables o difícilmente documentables, dependiendo de la tecnología utilizada. Debemos ser conscientes de este sesgo en la investigación para no provocar una interpretación errónea de los datos disponibles. en el caso de la Península Ibérica si contemplamos el mapa de distribución de almazaras/bodegas encontramos lagunas geográficas que responden a modelos productivos diferentes y no necesariamente a una ausencia de producción vinícola/oleícola en estas regiones. como vemos, la elección de una tecnología más o menos compleja determina nuestra capacidad de análisis arqueológico y esta elección se vincula con la necesidad de incrementar el rendimiento de la producción in-

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virtiendo en maquinaria y tecnología de extracción. en este sentido, debemos tener en cuenta los conceptos de «rentabilidad absoluta» y «rentabilidad relativa» en relación a la fuerza de presión. el concepto de rentabilidad absoluta de la presión, hace referencia al volumen total de líquido que se obtiene del prensado, sin tener en cuenta el volumen total de líquido disponible en el fruto. mientras, la rentabilidad relativa de presión relaciona ambos volúmenes, generando un coeficiente de productividad. el incremento de este coeficiente se logra intensificando la fuerza de prensado, lo que exige el uso de instrumentos complejos que requieren de una importante inversión. Dependiendo de la naturaleza de la explotación se contemplará una u otra rentabilidad, que incidirá en la elección de un sistema concreto de prensado. Así, en pequeñas explotaciones, con un policultivo autárquico, en el que la producción de vino o aceite constituye una estrategia económica más, destinada al autoconsumo, no se buscará la rentabilidad relativa de prensado, debido a que el bajo volumen de producción no justifica la inversión en mecanismos más complejos. es decir, no es rentable en términos de producción realizar la inversión necesaria para incrementar la productividad. el incremento de la rentabilidad relativa de prensado tiene siempre unos costes, que solo se justifican a partir de un volumen determinado de producción, teniendo en cuenta también el beneficio comercial, que depende del volumen de plusvalía que genera el tipo de mercado en el que se integra. en época romana coexisten, como veremos, tanto sistemas de extracción simples, con un bajísimo coste de producción, como sistemas de extracción complejos, que requieren de un costoso utillaje, de mano de obra especializada y de espacios con características constructivas específicas. estos últimos son los espacios que podemos identificar arqueológicamente y que caracterizan, como vemos, exclusivamente un modelo concreto de producción. Desde el punto de vista de la complejidad tecnológica en las labores de estrujado encontramos de forma genérica tres gradaciones, que tienen su correlato también en su visibilidad/invisibilidad en el registro arqueológico. como hemos visto, a mayor complejidad mayor grado de evidencia arqueológica. en el mundo romano constatamos la presencia de sistemas simples de prensado, que utilizan herramientas y estructuras realizadas en materiales perecederos, pequeñas prensas montadas sobre un bastidor de madera, imposibles de rastrear si no poseen elementos estructurales asociados, y prensas de viga, que requieren para su funcionamiento de un espacio específico dotado de elementos constructivos que las hacen fácilmente localizables en el registro arqueológico (figura 4).

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figura 4. estructuras mecánicas de prensado utilizadas en época romana indistintamente para la extracción de mosto y aceite (Peña 2010: 51-52).

Sistemas simples de prensado

Dentro de los sistemas de extracción más sencillos se encuentran el pisado, la «prensa de torsión» y la tudicula citada por columela. el primero de ellos constituye la forma más simple de extracción, aunque muchas veces se excluye, erróneamente, de la categoría de sistema de prensado, al no requerir de una maquinaria específica para su ejecución y por ser utilizado, en el caso del vino, como paso previo para el uso de sistemas complejos de prensado. este sistema de extracción aparece referido, aplicado a la extracción del aceite, por columela (De R.R., XII, 52, 6-7) con el nombre de canalis et solea, y encuentra su correlato etnográfico en Andalucía como puso de manifiesto P. sáez (1983). el pisado de la aceituna, como sistema de extracción del aceite, responde a pequeñas producciones de subsistencia y no determina la construcción de estructuras de pisa específicas. en el caso de la pisa de uva, este sistema de extracción puede utilizarse como única tecnología de estrujado o constituir el paso previo, como luego veremos, en el uso de sistemas con mayor capacidad de prensado. en el primer caso, las evidencias arqueológicas son prácticamente inexistentes ya que se utilizan, tal y como nos indica la etnografía e iconografía antigua, mayoritariamente elementos realizados en materiales perecederos.

la prensa de torsión, se caracteriza por su sencillez, fácil manejo y correcta rentabilidad relativa. su principio de funcionamiento es muy simple, introduciéndose el fruto a prensar en un saco tupido, que era girado en direcciones contrapuestas desde sus dos extremos, en los que se insertaban unas varas de madera que ayudaban a incrementar la fuerza. este sistema de extracción, íntegramente realizado en materiales perecederos, está bien constatado iconográficamente desde épocas muy antiguas y su pervivencia a lo largo del tiempo, confirmada por la etnografía.12 como en caso de los bancos de pisa no dejan ningún tipo de evidencia arqueológica ni requieren de un espacio específico de elaboración. la tudicula, por su parte, aparece mencionada en las fuentes antiguas tan solo por columela (De R.R., XII, 52, 7), que la define como un trillo vertical, que por percusión provocaría la salida del aceite. como sucede siempre con la designación antigua de elementos tecno-

etnográficamente está constatado su uso de forma habitual en españa hasta finales del siglo XIX, retomándose esta práctica durante los tiempos de carestía tras la Guerra civil (González Blanco 1993: 410). este sistema de presión aparece abundantemente representado en las tumbas egipcias desde el Imperio Antiguo (vid. lestrup 1992; Brun 2004a: 62-64). 12

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lógicos, no existe certeza en torno a qué herramienta o maquinaria concreta está haciendo referencia el agrónomo gaditano, ya que no contamos con una descripción detallada de la misma. en 1977 J.P. laporte identificó unos objetos de bronce, con terminaciones cónicas en sus dos caras, localizados en las factorías oleícolas del norte de África, como parte de la tudicula (laporte 1977). esta interpretación se mantiene todavía vigente en la investigación actual. sin embargo, nos gustaría señalar que la ausencia de este tipo de elementos en el registro hispano supone, desde nuestro punto de vista, un duro hándicap para el mantenimiento de esta hipótesis, ya que como sabemos las descripciones y prescripciones agrarias de columela presentan un cariz marcadamente regional. tanto el uso de prensas de torsión como el uso del pisado como elemento exclusivo de estrujado constituyen elementos de extracción de mosto y aceite que debieron utilizarse profusamente en la Antigüedad, debido a su bajo coste y eficiencia relativa aceptable, pero que sin embargo carecen de reflejo en el registro arqueológico, ocultado un parte esencial de la elaboración de estos productos en el mundo antiguo. prensas montadas sobre un bastidor de madera

Junto a estos sistemas primarios de extracción, conviven en época romana instrumentos específicos de prensado, fundamentados en mecanismos destinados a incrementar la fuerza ejercida por los operarios. en un estadio intermedio de complejidad tecnológica y coste de tecnología se encuentran los sistemas de prensado montados en un bastidor de madera. estas prensas presentan dos variantes, de un lado las llamadas «prensas de cuña» y de otro las designadas como «prensas de tornillo directo» o «prensas de tornillo central». las prensas de cuña, bien estudiadas por D.J. mattingly se conocen tan solo gracias a representaciones iconográficas, localizadas en cuatro pinturas de Pompeya y Herculano, en las que aparecen asociadas sistemáticamente a la elaboración de perfumes (mattingly 1990a). también a la preparación de perfumes las destina Herón (Mechanika, II, 43, 4), en el único texto antiguo en el que se menciona este sistema de prensado por cuñas. A partir de las representaciones iconográficas, A.G. Drachmann reconstruye el modelo ideal de este mecanismo de prensado, formado por un bastidor de madera con una serie de listones horizontales en los que, gracias a un mazo, se van insertando cuñas de madera que desplazan hacia abajo los listones transversales que terminan presionando sobre el cargo (Drachmann 1963:

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55). la entera composición lígnea de estas prensas impide su documentación arqueológica. este tipo de prensas, vinculadas estrictamente en el mundo romano a la elaboración de perfumes, habían entrado ya en desuso en el 79 d.c., habiendo sido sustituidas en las perfumerías por las prensas de tornillo directo, por lo que debemos imaginar un uso marginal en época antigua (Brun y monteix 2009: 130-131). el mismo problema de conservación nos encontramos en el caso de las prensas de tornillo directo, o prensas de tornillo central, también realizadas íntegramente en madera. Al igual que las anteriores, estas prensas están formadas por un bastidor lígneo en el que se insertan uno o dos tornillos verticales, que en su rotación mueven una plancha que presiona directamente sobre la masa a prensar. nuestro conocimiento directo sobre este tipo de prensas en la Antigüedad es muy limitado, debido a la falta de conservación de sus componentes. este tipo de prensas aparecen citadas tan solo por Herón (Mechanika, III, 2, 13-21), que las vincula a la elaboración de aceite, y por Plinio (N.H., XVIII, 317), en este caso exclusivamente señalando su origen griego y su difusión en Italia a partir del cambio de era. Iconográficamente las representaciones de este tipo de prensa son muy escasas y las evidencias arqueológicas puntuales, debido a la escasa huella que dejan estas prensas en el registro material, aunque aparecen extendidas a lo largo de todo el mediterráneo. Arqueológicamente estas prensas se documentan con dificultad, y solo son identificables con claridad en los casos en los que los montantes de madera están anclados al suelo asociado a una base de prensado realizada en piedra o de obra.13 A pesar de que las representaciones iconográficas son muy limitadas, contamos, sin embargo, con el inusual hallazgo de una prensa de tornillo directo carbonizada en la tienda III, 10 de Herculano (figura 5). esta prensa fue vinculada inicialmente al planchado de paños, siguiendo el modelo detectado en la pintura localizada en la fullonica de L. Veranius Hypsaeus de Pompeya, aunque en los últimos años ha sido vinculada a la elaboración de perfumes por n. monteix y J.P. Brun. se 13 la posibilidad de localizar arqueológicamente estas prensas está en relación a su tipología específica, ya que hay ejemplares íntegramente realizados en madera, absolutamente «silenciosos», y otros que utilizan soleras de piedra u obra, y que por tanto van anclados al pavimento de la sala donde se ubican. las distintas tipologías de las prensas de tornillo directo han sido estudiadas por J.P. Brun, a partir de datos arqueológicos y etnográficos. este autor plantea, así, una tabla hipológica con ocho variantes dependiendo del material de los componentes y del número de tornillos (vid. Brun 1986: fig. 61).

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han localizado también talleres de perfumes en tiendas VII, 4, 24-25 y VII, 5 localizadas en la Via degli Augustali de Pompeya y en foro de paestum.14 contamos, también, con evidencias indirectas de la importancia de este sistema de prensado en época romana. Por un lado se encuentran el alto número de representaciones y de referencias textuales de las prensas de tornillo directo en época altomedieval, y, por el otro, las evidencias etnográficas. este sistema de prensado es el más empleado en el mediterráneo dentro de la agricultura tradicional, debido a su bajo coste, pequeño tamaño y a su buena rentabilidad relativa. Además, estas prensas no requieren de estancias específicas de prensado, ya que son fácilmente transportables y almacenables. A pesar de la falta de evidencias arqueológicas, estas prensas debieron tener una gran difusión en época romana, ya que se adaptan a la perfección a las necesidades productivas de las explotaciones vinícolas u oleícolas de tamaño medio. Además no requieren de grandes espacios para su funcionamiento, lo que las hacen habituales en contextos urbanos. en Hispania hemos documentado hasta el momento, con certeza, tres prensas de tornillo directo en el foro de Valencia,15 en la bodega tardorromana de Barcino y en la villa de la cocosa, aunque no podemos descartar que alguno de los pies de prensa localizados en posición secundaria hubiera podido vincularse con este tipo de elemento de extracción. prensas de viga

el siguiente tipo de prensas, las prensas de viga, son las más eficientes, consiguiendo una altísima rentabilidad de prensado. Al mismo tiempo, sin embargo, requieren de una importante inversión de recursos, ya que

14 sobre las perfumerías vesubianas remitimos a Brun y monteix 2009. no conocemos en el caso hispano instalaciones de perfumes, verdaderas artesanías en este caso, que debieron estar siempre presentes y en alto número en las ciudades romanas. la única evidencia disponible de este tipo de industria podría localizarse en la llamada casa de les teùles en Ilici, en donde se ha encontrado una base de prensa realizada en mármol, un material habitual, dada su baja porosidad, en los talleres de perfumistas. 15 en el caso de las instalaciones de elaboración recogidas en la tabla de yacimientos anexa a este trabajo remitimos a la bibliografía señalada en la misma para ampliar la información sobre estos enclaves, evitando su reiteración con notas a pie de página. sí que señalaremos la bibliografía específica para los ejemplos que, al tratarse de evidencias de superficie, no aparecen recogidos en la misma.

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figura 5. Prensa de tornillo directo carbonizada localizada en el interior de la tienda III, 10 de Herculano y vinculada a la elaboración de perfumes (foto: y. Peña cervantes).

precisan de espacios de gran tamaño, destinados exclusivamente al prensado y dotados de unas características constructivas específicas. estas prensas se caracterizan por sus grandes dimensiones y por ser capaces de desarrollar un gran volumen de fuerza vertical, que requiere de elementos estructurales capaces de contrarrestar esta fuerza ascendente. se ubican, pues, en amplios espacios específicamente construidos para albergarlas, o sometidos a importantes remodelaciones, en el caso de las reutilizaciones funcionales. el hecho de necesitar de elementos estructurales para su funcionamiento, nos permite localizar las improntas de estas prensas sin grandes dificultades en el registro arqueológico y nos ha llevado, muchas veces, al error de considerarlas como las únicas instalaciones de prensado de vino y aceite existentes en el mundo romano (figura 6). las prensas de viga reciben su nombre de su elemento más característico, una larga viga de madera, llamada praelum, que será la encargada de transmitir e incrementar, gracias a la ley de la palanca, la fuerza que se ejerce sobre uno de sus extremos sobre el cargo o masa a prensar. en el extremo anterior de la viga se sitúa el dispositivo que ejerce la fuerza que la hace descender.

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figura 6. elementos de la prensa de viga en sus variantes de torno y tornillo (Peña 2010: 53).

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el sistema empleado para ejercer esta fuerza varía, dando lugar, así, a distintas variantes de este modelo de prensa, dependiendo del mecanismo utilizado para desplazar la viga. la viga debe ser sólidamente fijada en su extremo opuesto para contrarrestar la fuerza ejercida desde la zona de accionamiento, que se transmite de esta forma a la zona de prensado, situada en un punto intermedio. estamos por tanto ante una aplicación práctica de la «palanca de segundo género» en la que la resistencia, es decir la masa a prensar, se sitúa en un punto intermedio entre la potencia, ejercida desde la zona de accionamiento, y el punto de apoyo. De la interrelación de estos tres elementos de las prensas de viga depende la fuerza desarrollada por estos sistemas de prensado. el sistema de accionamiento de estas prensas determina en gran parte la capacidad de prensado de las mismas. en las prensas más sencillas, las «prensas de viga manuales», se utiliza directamente la acción humana ayudada de pesas de piedra, para incrementar la fuerza. este mecanismo se perfecciona introduciendo elementos mecánicos, que incrementan notablemente la fuerza de prensado desarrollada por el praelum. existen dos variantes de accionamiento mecánico, el realizado con ayuda de un torno o cabrestante y el que se apoya en la rotación de un tornillo sin fin. estos dos sistemas de accionamiento dan lugar a dos variantes distintas de prensas de viga, que son definidas terminológicamente, como «prensas de torno» y «prensas de tornillo», respectivamente, a partir del mecanismo utilizado para ejercer la presión. en la prensa de torno o cabestrante, este mecanismo es el encargado de conseguir la bajada del praelum con ayuda de una cuerda. el torno se ancla a un contrapeso, que puede ser directamente el suelo de la sala de prensado o un elemento pétreo dotado de entalles o una caja de madera enterrada rellena con piedras.16 en el caso de la prensa de tornillo, la subida y bajada de la viga se realiza gracias a un eje atornillado que la atraviesa y que en este caso aparece necesariamente fijado a un contrapeso. la prensa de tornillo presenta, a su vez, dos variedades dependiendo de la función que el contrapeso adel uso del propio pavimento como elemento de anclaje está bien constado en las villas campanas y es descrito por catón (De Agr., XVIII). en este caso, dos montantes de madera se fijan con ayuda de elementos pétreos al suelo y sobre ellos se dispone el torno. el uso de un contenedor de madera relleno con piedra aparece designado por Plinio como arca lapidum (N.H., XVIII, 317). este sistema, similar al etnográfico «sistema de taissons», ha sido recientemente identificado en la villa de Vallmora y en otros yacimientos del entorno del Barcelona por A. martín y f. Bayés (martín i oliveras y Bayés 2009). 16

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quiera en el funcionamiento de la prensa. Así esta pieza puede permanecer fija, prensa de tornillo fijo, constituyendo simplemente un elemento de anclaje de la prensa o elevarse junto al praelum, prensa de tornillo móvil, para incrementar el peso y, por tanto, la fuerza de prensado de la viga. el tipo de accionamiento de la prensa solo puede definirse arqueológicamente a partir de la localización del contrapeso, ya que el resto de elementos, específicamente su impronta que es la que se localiza arqueológicamente, permanecen invariables en los dos tipos de prensas. ya en 1986 J.P. Brun realiza una pormenorizada tabla tipológica, que en la actualidad continua en líneas generales vigente (figuras 2 y 3), que recoge las distintas variantes de contrapesos documentados en el mundo antiguo, incluyendo también la restitución de los elementos de madera y metálicos que propiciarían el anclaje del mecanismo de accionamiento (Brun 1986: fig. 28). De esta forma, aunque existe una clara tendencia al uso de piezas paralelepípedas en las prensas de torno y cilíndricas en las de tornillo, esta discriminación formal no permite, en principio, determinar con certeza el mecanismo de accionamiento. en última instancia, el mecanismo de prensado viene determinado por los encajes documentados en la parte superior de la pieza, que son los que aseguran la fijación del sistema de accionamiento del praelum. De forma general, los contrapesos dotados de una perforación circular o cuadrangular en su parte superior están destinados a alojar, parcial o totalmente, el usillo que caracteriza a las prensas de tornillo. mientras los contrapesos destinados a accionar prensas de torno, carecen de esta cavidad, y presentan encajes laterales y generalmente una hendidura transversal para afianzar el cabestrante.17 Desde un punto de vista de eficiencia de prensado, las prensas de tornillo son más competentes que las de torno, sobre todo en los casos en los que el contrapeso acompaña en su desplazamiento vertical a la viga. sin embargo, esta mayor eficiencia no implica la implantalos recientes hallazgos de la Bética, que analizaremos más adelante, nos han llevado a incluir un nuevo tipo tecnológico en la seriación de J.P. Brun, el que hemos llamado «contrapeso 10 cilíndrico». se trata de un contrapeso de forma cilíndrica dotado de dos encajes de cola de milano en su lateral y carente de entalles en la parte superior de la pieza. este tipo tiene, hasta donde conocemos, una difusión localizada exclusivamente en el ámbito hispano, especialmente en el sur peninsular, y lo hemos vinculado, como hipótesis de interpretación, al accionamiento de prensas embrionarias de tornillo a pesar de la ausencia de perforación central. sobre este particular tecnológico remitimos a Peña 2013a: 42-47.

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ción generalizada de las prensas de tornillo en época romana. De hecho, contemplamos la coexistencia de ambos sistemas de prensado, mostrando una distribución claramente regional de ambas técnicas dentro de los límites del Imperio.18 respecto a la cronología y origen de las prensas de tornillo, según recientes datos arqueológicos, este sistema de prensado se documenta por primera vez en el sur peninsular al menos a partir de época flavia, modificando, de esta forma, las teorías clásicas que situaban su difusión en la Península Ibérica a partir del siglo III d.c. esta temprana implantación en el occidente del Imperio plantea, en principio, una contradicción con los textos clásicos que refieren su uso y expansión, especialmente con el testimonio de Plinio el Viejo (N.H., XVIII, 317),19 y obliga a una relectura de los mismos.20 en el caso de Hispania, hemos recogido en la catalogación realizada con objeto de nuestra tesis doctoral, un total de 251 contrapesos adscribibles a época romana, localizados en 188 yacimientos distintos. la mayor parte de las piezas han sido recogidas en superficie, por lo que desconocemos el contexto arqueológico en el que se integran y por lo que no han sido recogidas en la relación de yacimientos presentada en este trabajo.21 en el caso de los contrapesos localizados en contextos estratigráficos, los vinculados a prensas de torno ofrecen todos ellos una cronología tardorrepublicana o altoimperial. la única excepción la evidenciaría un contrapeso localizado en posición secundaria en el yacimiento de la fontjoana (Vinebre, tarragona) en estratos fechados con posterioridad al siglo IV d.c., aunque no podemos descartar que esta pieza estuviera en funcio18 el número de variables presentes en el cambio tecnológico en las sociedades tradicionales es tremendamente numeroso y complejo. el incremento de la eficiencia a partir de la «innovación tecnológica» es matizado, e incluso desmontado, por la maximización de la rentabilidad lograda por la estrategia específica de adaptación de una determinada región a un determinado modelo productivo. esto explicaría, como bien ha señalado D.J. mattingly, la no adopción de la prensa de tornillo en el norte de África (mattingly 1996) y la tardía introducción de este sistema de accionamiento en la mitad oriental del Imperio en la que no se generaliza hasta época bizantina. 19 «Antiqui funibus vittisque loreis ea detrahebant et vectibus. Intra C annos inventa Graecanica, mali rugis per cocleas ambulantibus […]» (Plinio, N.H., XVIII, 317). 20 sobre el debate del origen y expansión de las prensas de tornillo y su difusión en el Imperio romano remitimos a Peña 2010: 43-46 y Peña 2013a: 42-43 donde se desarrolla ampliamente este tema. 21 Para una relación y estudio monográfico sobre los contrapesos hispanorromanos remitimos a Peña 2010: 70-74 y 96-100.

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namiento en una fase anterior y apareciera en este contexto tardío desprovista de su funcionalidad original.22 con los datos disponibles, en este momento, podemos afirmar que las prensas de torno se utilizarían tanto en la elaboración de vino como de aceite en época tardorrepublicana y altoimperial en el conjunto de Hispania coexistiendo, en algunas regiones, como veremos ahora, con las prensas de tornillo. Por su parte, los contrapesos destinados al accionamiento de prensas de tornillo aparecen ya en funcionamiento en contextos arqueológicos cerrados datables en época flavia en la zona meridional hispana. Así en el yacimiento de el Gallumbar (Antequera, málaga), en las almazaras de los robles y cuétara en Jaén, en cerro martos (Herrera, sevilla) y en la casa 2 de Munigua (Villanueva del río y minas, sevilla). con posterioridad a esta cronología pero, en cualquier caso, anteriores al siglo III d.c., fecha tradicional de la implantación de prensas de tornillo en Hispania, se datan las instalaciones de são cucufate y torre Águila, en la zona meridional de la Lusitania, y así como la de rosa fina (chiva, Valencia), en los tres casos dotadas de prensas de viga y tornillo. De esta forma, el mecanismo de tornillo aparece aplicado por primera vez en la producción excedentaria de aceite bético, donde es profusamente utilizado, aún en convivencia con el mecanismo tradicional de torno. A partir de aquí, comenzará su difusión y adaptación a nuevas realidades económicas y culturales, con un uso paulatino fuera de su área de concepción, que lo convertirá en el sistema de accionamiento utilizado por las prensas de viga en el resto del occidente mediterráneo a partir del siglo III d.c. Volviendo a la problemática arqueológica de la detección y lectura tecnológica de las prensas de viga, el levantamiento de esta maquinaria se encuentra realizado íntegramente en madera, con ayuda puntual de elementos metálicos, por lo que para localizar estas prensas, y proceder a su estudio, contamos tan solo con la impronta que los elementos de sustentación y accionamiento de excepciones a esta tendencia tecnológica, que localiza no más allá de época altoimperial el uso de las prensas de torno, lo constituirían los ejemplos de la Quinta y milreu. en ambos yacimientos se constata la utilización desde época flavia hasta época tardorromana de un contrapeso del tipo 10 cilíndrico. como hemos visto en la nota 17, una variante no recogida en la tipología de J.P. Brun y que por ausencia de perforación central en su parte superior deberíamos interpretar como destinado a alojar una prensa de torno. sin embargo, en trabajos anteriores hemos propuesto la posibilidad de que estos contrapesos fijaran un mecanismo de tornillo (Peña 2013a: 42-47). 22

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figura 7. Vista de la sala de prensado, articulada en dos alturas y que reserva un espacio para la molienda, de la casa 2 de Munigua (Villanueva del río y minas, sevilla) (foto: Instituto Arqueológico Alemán de madrid).

la viga, dejan en el pavimento de la sala de prensado.23 la infraestructura de la prensa se divide en tres componentes esenciales: la zona de accionamiento, localizada en la parte anterior de la viga, el sistema de sujeción de la cabeza del praelum, situado en el extremo opuesto y una zona específica de prensado, situada entre ambos puntos (figura 7). en el extremo anterior de la viga se sitúa el mecanismo de accionamiento que permite la subida y bajada del praelum. en el caso de las prensas de torno, este elemento, llamado sucula en latín, puede aparecer anclado, tanto ayudándose de un contrapeso de piedra, como directamente en el pavimento de la sala de prensado, o usando una caja de madera enterrada con piedra. Para las prensas de tornillo, sin embargo, su mecanismo, formado por un usillo de madera que atraviesa la viga y queda fijado a ella gracias a una tuerca, necesita de un contrapeso, también llamado quintal, peso o pesillo en castellano. Gracias a estos mecanismos se consigue la subida y bajada de la viga, que es anclada en su parte posterior para contrarrestar esta fuerza (figuras 8 y 9). este anclaje de la cabeza (lingua) del praelum es un elemento clave en el funcionamiento de las prensas de viga, ya que debe contrarrestar de forma eficiente la la construcción y el mantenimiento de estas instalaciones requiere del concurso de un buen número de artesanos, carpinteros, herreros, cesteros, canteros, etc., lo que conecta directamente rendimiento agrícola con desarrollo artesanal, como ha puesto de manifiesto J.P. Brun en este mismo volumen.

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figura 8. restitución de la prensa de torno de la almazara de la Quinta (Antequera, málaga) en el museo ojiblanca del Aceite en Antequera, realizada por m. romero (foto: y. Peña cervantes).

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figura 9. restitución de la prensa de tornillo realizada en la bodega de Brauneberg en el valle del mosela (Alemania), realizada por K-J Gilles (foto: y. Peña cervantes).

fuerza ejercida desde la zona de accionamiento. el anclaje de la parte posterior de la viga se realiza bien de forma fija, encajando directamente esta pieza en uno de los muros de la sala de prensado,24 o bien de forma móvil. en este caso, se permite también el movimiento vertical de la viga en su parte trasera, lo que aumenta la efectividad de prensado. esto se realiza con ayuda de unos elementos verticales realizados, generalmente, en madera, que reciben el nombre latino de arbores. este elemento de sustentación trasero puede estar formado por una única viga vertical, por una pareja de vigas o por dobles parejas de vigas. en el primer caso la cabeza del praelum se inserta directamente en una zona recortada en el montante de madera. en los dos siguientes, los arbores actúan como guía y el praelum se sustenta gracias el uso de fibulae, trabones o labijas, también realizados en madera, que se insertan transversalmente en los arbores. en los tres casos, el uso de estas cuñas permite la subida y bajada de la viga para favorecer el proceso de carga e incrementar la fuerza de prensado. en la prensa de viga descrita por Herón de Alejandría (Mechanica, III, 2, 13-21) el anclaje posterior del prelum se realiza en un muro de carga, lo que ha llevado a reconocer este tipo de prensa con el nombre de «prensa heroniana». 24

los arbores, llamados en español «vírgenes», no se conservan, como es lógico, en el registro arqueológico, pero sí lo hacen los orificios en los que se encajan para quedar fijados al suelo. estos orificios pueden aparecer en el propio pavimento o realizados sobre bloques de piedra que luego quedan encastrados en la solera de la sala de prensado (lapis pedicinorum) y son un elemento claro para identificar la presencia de una prensa de viga.25 estos elementos de sustentación poseen también un desarrollo en la parte superior, en la que aparecen encajados en el techo de la sala de prensado, para ayudarse a contrarrestar la fuerza vertical generada por este tipo de prensas. Aunque arqueológicamente no disponemos de esta información, debemos tener en cuenta la necesidad de una estructura constructiva con la suficiente solidez, para contrarrestar el juego de fuerzas generado por las prensas de viga. entre la zona de accionamiento y la zona de anclaje posterior, se encuentra la zona de prensado o pie de prensa. en esta zona se sitúan la masa a prensar, o cargo, utiPara un estudio monográfico de los lapis pedicinorum localizados en la Península Ibérica y sus características vid. Peña 2010: 74-76 y 101-102.

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lizando para ello unos elementos circulares de esparto, llamados fiscinae, que se intercalan con el vinaceum o la sampsa, o una estructura cuadrangular de madera, que recibe el nombre de cofre o regula. el pie de prensa o regaifa, designado con el nombre latino de area, puede aparecer marcado en el suelo de la sala de prensado, creando un canal circular que ayude a derivar el líquido obtenido por presión, o realizado en una pieza de piedra encastrada en el pavimento. morfológicamente estas piezas pueden ser circulares o cuadrangulares-rectangulares y aparecen talladas en piedra o construidas con la misma técnica constructiva que el pavimento de la sala de prensado. la mayor parte de las areae realizadas en piedra localizadas en la Península Ibérica aparecen reutilizadas y fuera de su contexto arqueológico primario, lo que dificulta su análisis tecnológico e histórico. estas piezas han sido mayoritariamente localizadas en labores de prospección o se deben a hallazgos descontextualizados, por lo que, en su mayor parte, no aparecen recogidas en la tabla de yacimientos presentada en este trabajo. Aparentemente, estas piezas de piedra se situaban sobre los pavimentos de las salas de prensado, como un refuerzo, en la zona en la que se ejercía la fuerza de prensa, como se constata en el yacimiento del cortijo de Valdecañas (luque, córdoba). Aunque contamos también con un ejemplo en el que este elemento pétreo se encastraba directamente en el suelo, como sucede en la casa de l’Heura en Baetulo (Badalona, Barcelona).26 en el caso de pies de prensas construidos de obra, por lo general estos aparecen realizados con la misma técnica constructiva que el resto de la zona de prensado, delimitados a través de un resalte o un canal para conducir el líquido prensado. en muchos casos las areae aparecen conectadas directamente con los lacus a través de canalillos practicados en el pavimento; en otros casos, el trasiego del líquido se realiza favorecido por la propia inclinación del pavimento o por el uso de guiaderas móviles. encontramos así areae realizadas en opus spicatum, esencialmente en la zona meridional hispana, areae resaltadas en pavimentos de opus signinum, las más numerosas, e incluso un ejemplo de regaifas talladas en losas de piedra con que se pavimenta la zona de prensado en el yacimiento portugués de milreu (estoi, faro). sin embargo, no es necesario dotar al lugar donde se realiza el cargo de una individualización constructiva. muchas veces los cofines o los cofres se sitúan directaPara el yacimiento del cortijo de Valdecañas remitimos a carrillo 2013: 355. Para un estudio en profundidad sobre los pies de prensa hispanos, con relación de piezas localizas, remitimos a un trabajo anterior Peña 2010: 68-70 y 93-95. 26

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mente en el suelo de la zona de prensado, conduciendo el líquido prensado con elementos de madera e, incluso, con inclinación del propio pavimento hasta las cubetas de recepción. entre el pie de prensa y la zona de accionamiento puede aparecer, generalmente en el caso de las prensas de tornillo, un par de vigas horizontales de madera que actúan como guiaderas de la viga para evitar su oscilación horizontal. estos elementos, llamados stipites, presentan una morfología similar a los arbores, con un sistema similar de fijación al piso, y aparecen dotados también de labijas para acomodar la subida y bajada del praelum. Arqueológicamente, las prensas de viga se detectan, con bastante claridad, gracias a sus elementos de infraestructura. es decir, a las improntas que dejan en el pavimento sus elementos de sustentación y accionamiento y a la existencia de pies de prensa resaltados en el pavimento o realizados en piedra. las prensas de viga requieren, además, como venimos señalando a lo largo de este apartado, de espacios específicos para su localización, con unas características constructivas propias. Junto a su solidez constructiva, el trasiego de líquidos recomienda la impermeabilización del pavimento de la sala de prensado, que aparece dotada además de distintos elementos de recepción y decantación, generalmente realizados en obra. otra de las características de estas instalaciones es la ubicación de estas prensas en espacios con dos cotas distintas de circulación, con lo que se asegura un incremento en la capacidad de prensado, gracias a la disminución del recorrido vertical que debe realizar la viga para entrar en contacto con el cargo. en la parte sobreelevada se sitúa la zona de prensado, mientras en la inferior se localiza el mecanismo de accionamiento. también es habitual, para incrementar la fuerza de la prensa, el situar los contrapesos en el interior de una fosa.27 la pavimentación de la sala de prensado es clave para asegurar el correcto funcionamiento del proceso de trasiego de líquidos. en Hispania conviven dos tradiciones esenciales para asegurar la impermeabilización de las solerías de las salas de extracción. Por un lado, el uso de opus signinum u hormigón hidráulico, la técnica constructiva típica en época romana para asegurar la estanqueidad de las superficies, y por el otro, el uso de opus spicatum, construido a partir de la disposición de ladrillos, en plano o de cuña, con forma de espiga. esta sobre la configuración general de las salas de prensado remitimos a Peña 2010: 76-81 y 102-104; Peña 2013a: 47-50. Vid. figura 7 con imagen de la casa 2 de Munigua en la que aparecen todos los elementos estructurales necesarios para el anclaje y funcionamiento de una prensa de viga.

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última técnica constructiva se documenta de forma masiva en el sur peninsular, aunque también encontramos ejemplos, casi siempre asociados a la elaboración de aceite, en la zona litoral mediterránea hispana. el gran tamaño de las prensas de viga condiciona el tamaño de las salas de prensado, que, por lo general, presentan grandes dimensiones. la dimensión del praelum determina la longitud de la sala, que debe dejar espacio también para la ubicación, en su interior, de las estructuras de recepción. Hasta seis o siete metros, el praelum puede estar formado por una única viga de madera; a partir de estas dimensiones es necesario el ensamblaje de dos vigas, lo que se consigue por medio de abrazaderas de hierro y cuerdas, hecho confirmado por los datos etnográficos. en Hispania apreciamos una tendencia a simplificar la construcción de las prensas de viga optando, en la mayor parte de los casos, por praeli conformados por una única viga de madera. no podemos, sin embargo, conectar el tamaño de la prensa con una elaboración diferencial de vino o aceite, ni con criterios cronológicos, tipológicos o regionales. la mayor parte de las salas de prensado documentadas en Hispania presentan una única prensa de viga. contamos también con algunos ejemplos que alojan dos ingenios de prensado en una misma estancia, vinculados a la producción de vino laietano, como son los ejemplos de ca l’espluga (Pallejà, Barcelona), Vallmora (teià, Barcelona) y Viladés (rajadell, Barcelona) y can feu (sant Quirze del Vallès, Barcelona); tres prensas encontramos en los enclaves industriales de el moré (san Pol de mar, Barcelona) y l’Hort del Pelat (ruidoms, tarragona); cuatro en els Ametllers (tossa de mar, Gerona) y can Pedrerol (catellbisbal, Barcelona) y hasta cinco prensas en la Burguera (salou, tarragona). Dos prensas se localizan en el torcularium vinícola de são cucufate (Vila de frades, Beja), en la doble sala de torre Águila (Barbaño, Badajoz) y en el asentamiento rural de Val de la Viña (Alovera, Guadalajara). en la región navarra se aprecian grandes instalaciones de prensado destinadas a una producción vitivinícola y oleícola de corte excedentario. Así, en las musas (Arellano, navarra) actuaban conjuntamente dos prensas, seis en el complejo de funes (navarra), tres en los Villares de falces (navarra) y cinco en la almazara de la loma de el regadío (urrea de Gaén, teruel). en el caso de las instalaciones oleícolas béticas, todavía escasamente conocidas, se documentan dos ejemplos de factorías industriales, con seis prensas situadas en batería en una misma sala, en los yacimientos de marroquíes Bajos (Jaén) y cerro lucerico (fuente tójar, córdoba), mientras en la almazara de los robles (Jaén) son seis también las prensas constatadas. en milreu (es-

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toi, faro) se aprecia una edificación de carácter «industrial», con cinco prensas destinadas a la extracción de aceite, en este caso integrada en el seno de una villa. lA tecnoloGÍA Del VIno en el munDo HIsPAnorromAno

el vino surge de la fermentación que se produce, de forma natural, por la oxidación del azúcar contenido en la uva. el proceso de elaboración del vino es, en principio, sencillo. tras la recolección de la uva se procede a su estrujado, utilizando medios manuales o combinando medios manuales y mecánicos, para obtener el zumo de la uva o mosto, que reaccionará al contacto con el oxígeno transformado los azúcares en alcohol y generando una bebida de naturaleza alcohólica. sin embargo, esta sencillez es solo aparente, pues el proceso de vinificación es complejo y depende de una gran multiplicidad de variables. en el mundo romano la viticultura aparece ya plenamente desarrollada, alcanzando unos conocimientos que prácticamente no se modifican hasta finales del siglo XIX. tras la vendimia, con su marcado carácter festivo, se procede al estrujado de la uva para conseguir la salida del mosto. este primer prensado se realiza siempre a partir del pisado de la uva, pudiéndose incrementar la fuerza de presión usando con posterioridad medios mecánicos de extracción, como hemos visto. sin embargo, no todas las producciones vitivinícolas justifican en su volumen de producción la construcción de prensas, por lo que en muchos casos la obtención del mosto se reduce exclusivamente al pisado. el elemento específico destinado a la pisa recibe el nombre de calcatorium y como vemos, a través de la iconografía y corroboran los datos etnográficos y arqueológicos, se trata de una cuba realizada en madera u obra, con un orificio de salida por el que mosto, tras el pisado, se precipita al exterior, siendo recogido en un recipiente de cerámica, de madera o en un depósito de obra. contamos con muy pocos ejemplos de estructuras específicas de pisa construidas de obra tanto en Hispania como en el resto de regiones mediterráneas. el pisado se realiza normalmente utilizando las superficies de prensado de las prensas de viga, lo que justifica su escasa presencia, como entidad constructiva independiente, en las salas de elaboración. Por su parte, los calcatoria utilizados en producciones autárquicas, carentes de espacios específicos de elaboración, debieron estar realizados en madera, como se extrae de la información etnográfica e iconográfica, por lo que no han quedado evidencias de su uso en el registro arqueológico.

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en la Península Ibérica el número de calcatoria documentados por la arqueología es, como en el resto del mediterráneo, bastante reducido, aunque su presencia es clave como elemento diferenciador de una instalación vinícola. se trata de estructuras técnicamente homogéneas, caracterizadas por el uso de opus signinum y elementos hidráulicos, como cuartos de bocel o pocillos de limpieza. en muchas ocasiones es difícil su identificación debido a que, ante su deficiente estado de conservación, pueden ser interpretadas erróneamente como simples depósitos de recepción. la simplicidad de su funcionamiento se plasma en la sencillez de su esquema constructivo. se configuran como superficies acotadas, de altura y extensión variable, con un orificio de salida para el mosto que las conecta generalmente con un lacus de obra, aunque también contamos con elementos de recepción en cerámica, que aparecen a una cota inferior.28 en el caso hispano, la mayoría de los ejemplos documentados aparecen asociados a bodegas de gran capacidad y justifican su presencia como un elemento dinamizador del proceso de prensado. tras la pisa, la masa de uva resultante ―vinaceum― era trasladada a la prensa de viga aneja para intensificar su estrujado. A este esquema responden los calcatoria hallados en los yacimientos vinculados a la producción de vino tarraconense de el morer (san Pol de mar, Barcelona), font del Vilar (Avinyonet de Puigventós, Gerona), Vallmora (teià, Barcelona) y can sent-romà (tiana, Barcelona), los documentados en las villae lusitanas de milreu (estoi, faro), torre Aguila (Barbaño, Badajoz), são cucufate (Vila de frades, Beja) y carrión (mérida, Badajoz) y los detectados en asentamientos de los Villares de falces y funes en navarra. Junto con estos calcatoria, apreciamos también en la Península Ibérica algunos ejemplos en los que estas estructuras aparecen como única evidencia estructural de la extracción del mosto. estamos hablando de la instalación urbana de la Insula du Vase phallique en Conimbriga y de las instalaciones documentadas en las villae de la sevillana (esparragosa de lares, Badajoz), carranque (toledo), la fuente del Pinar (yecla, murcia) y casa rodas (Aranjuez, madrid). estas estructuras pueden vincularse exclusivamente al pisado, pero creemos que no podemos descartar el uso de prensas de tornillo directo ubicadas sobre las superficies de extracción (figura 10). este tipo de prensas, como hemos visto, no requieren de elementos estructurales detectables en el registro arqueológico para su funcionamiento. Para un estudio pormenorizado de las características generales de los calcatoria y su relación en Hispania remitimos a Peña 2010: 31-33, 67-68 y 107.

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figura 10. Calcatorium y lacus de recepción de la instalación vinícola de la villa de carranque (toledo) (foto: equipo de investigación de carranque).

tras la extracción del mosto, ya sea únicamente a través del pisado o ya sea utilizando también prensados mecánicos como los señalados en el apartado anterior, se inicia el complejo proceso de fermentación que completará la elaboración del vino. este proceso implica una transformación química esencial, por la que los azúcares contenidos en la uva se transforman en alcohol. las encargadas de realizar esta transformación son unas levaduras, llamadas Saccharomyces cerevisiae, que se localizan en la superficie de los racimos y que son aportadas de forma natural por los insectos. estas levaduras, al entrar en contacto con el mosto, inician el degradado del azúcar, transformándolo en alcohol etílico, anhídrido carbónico, calor y diversos tipos de ácido, entre los que se encuentran el ácido acético y el ácido láctico. estas levaduras permanecen activas de forma natural, siempre y cuando se asegure una temperatura comprendida entre 14 y 25-30 grados, hasta completar la degradación de todo el azúcar presente en el mosto. el vino resultante de esta fermentación continúa siendo un producto químicamente inestable, sometido a nuevas transformaciones, que plantea serios problemas de conservación. la más peligrosa de ellas es la desarrollada por las bacterias acéticas que llevan a cabo el degradado del alcohol y su conversión en vinagre. Para intentar prolongar la vida de los caldos se utilizan distintos aditamentos que generan una gran diversidad de tipos de vino, con sabores y características específicas. De esta forma, el proceso de vinificación en época romana presenta diferencias sustanciales con el que se lleva a cabo en la actualidad, generando unos vinos con-

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siderablemente diferentes a los actuales. Además de los peculiares sabores, derivados de los aditamentos señalados, el vino romano se somete mayoritariamente a una vinificación en blanco, para evitar el incremento de bacterias acéticas que produce el contacto con el hollejo, necesario para crear vinos tintos.29 la primera fase de la fermentación recibe el nombre de «fermentación tumultuosa», debido al burbujeo y ebullición que se produce en el mosto por efecto de la intensa degradación de azúcar que llevan a cabo las levaduras en estos momentos iniciales de la vinificación. este proceso se desarrolla, generalmente, en los recipientes o depósitos asociados a las estructuras de pisa o prensado. en el caso de volúmenes grandes y medios de producción, estos depósitos se encuentran construidos de obra y reciben en las fuentes latinas el nombre de lacus. estas tinas o cubetas aparecen sistemáticamente realizadas en hormigón hidráulico, con las características típicas de los contenedores de líquido. se suelen construir, además, semienterradas para reforzar su solidez, carecen de orificio de salida, y no presentan elementos diferenciadores respecto de los depósitos simples vinculados a la elaboración de aceite. formalmente son idénticas a cualquier otro depósito destinado a contener líquidos en época romana, lo que hace imposible su diferenciación física respecto de aljibes, cubetas de salazón o de tinctoriae-fullonicae, balsas de decantación de arcillas, piscinas, etc. tan solo su vinculación con elementos de prensado nos permite determinar su funcionalidad como depósitos vinculados a la extracción de líquidos. Del análisis realizado por nosotros con anterioridad sobre estos elementos productivos en la Península Ibérica30 podemos concluir que estas cubetas no aportan datos sobre la orientación vitivinícola u oleícola de la prensa o sobre las características productivas de la instalación. la capacidad de estas cubetas no es indicativa del volumen de producción de la prensa, ya que pueden ser llenadas y vaciadas un número indeterminado de veces dentro de una misma campaña de prensado. Además, en pocas ocasiones contamos con la capacidad total de estos depósitos, ya que rara vez conservan su altura completa. la fermentación tumultuosa se da por completada en el momento en el que deja de bullir el mosto, siete u ocho días más tarde de su prensado. en este momento

remitimos a Peña 2010: 32-33 para ampliar información sobre los procesos de vinificación en el mundo antiguo y sobre los tipos vino resultantes, con bibliografía específica sobre el particular. 30 Vid. Peña 2010: 81-85 para el análisis detallado de los depósitos vinícolas y oleícolas hispanos.

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se han degradado más del 90% de los azúcares y el vino está listo para ser trasvasado, en una operación denominada «trasiego», a nuevos contenedores donde continúa su envejecimiento, con el añadido de los oportunos aditamentos en cada caso. la siguiente fase del proceso de fermentación se desarrolla en una sala anexa al espacio de prensado-pisado, integrada dentro de las dependencias del torcularium. esta sala recibe el nombre de cella vinaria y en ella se disponen los contenedores en los que el vino reposa un mínimo de seis meses, en el caso del vino nuevo, y de forma indefinida en el caso de los vinos con vocación de viejos. estos espacios poseen una función evidente de almacenaje, previa a la posible comercialización del producto, pero también una funcionalidad específica en el desarrollo de la elaboración del vino, ya que en ellos se completa el proceso de vinificación. en esta fase de la fermentación se usan toneles de madera (cupae) o recipientes cerámicos exentos (dolia), o parcial o completamente enterrados (dolia defossa) (figuras 11 y 12). la elección de uno u otro contenedor depende de las tradiciones locales y estas, entre otros factores, de la climatología específica de cada región, ya que es necesario mantener el vino entre 14 y 30 grados centígrados para conseguir su correcta vinificación.

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figura 11. Cella vinaria de la bodega de la villa de las musas (Arellano, navarra) con uso de contenedores de vinificación tipo dolia exentos (foto: y. Peña cervantes).

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en las regiones mediterráneas se opta, generalmente, por recipientes de cerámica de tamaño variable. estos contenedores son habitualmente enterrados (dolia defossa), para evitar las oscilaciones térmicas, rebajando la temperatura de fermentación. en la campania y sur italiano las altas temperaturas llevan a enterrar los dolia prácticamente por completo, con un módulo de capacidad medio de 11 hectólitros; mientras que, en las grandes instalaciones vinícolas de la Narbonnense, el tamaño de estos contenedores aumenta hasta los 18 hectólitros de media y generalmente son solo parcialmente enterrados, debido a la menor necesidad de refrigeración, en esta región de clima más frío. en el mediterráneo oriental y el norte de África, debido a las altas temperaturas y posiblemente también a una tradición agrícola distinta, la vinificación se realiza directamente en ánforas, que debido a su menor capacidad ayudan a refrigerar mejor el vino. las zonas más frías del Imperio, con climas continentales o atlánticos, permiten el uso de contenedores de madera para completar la vinificación tras la fermentación tumultuosa. este tipo de contenedores presenta un evidente problema de documentación en las instalaciones de prensado, ya que apenas deja huella en el registro arqueológico.31 en cuanto a la morfología de las cellae vinariae, esta depende necesariamente del volumen de producción,

31 Así sucede con todas las villae excavadas de la zona vesubiana con instalaciones vinícolas (Villa de la Pisanella, Villa regina, Villa dei misteri) e incluso en el torcularium urbano de la Insula 5, Regio II de Pompeya, y, entre otras, en las villae meridionales de Agnulli, Pannàconi, canneto y settefinestre. Para más información sobre las instalaciones de vinícolas italianas consultar los trabajos generales, sobre este particular, de G. Baratta (2005) y J.P. Brun (2004b: 7-61), y los trabajos específicos sobre villae italianas referidos en la bibliografía general. en la Narbonnense contamos entre muchas otras, con las grandes instalaciones vinícolas de Grand loou, cavaliere, taradeau, Donzère, y toulons. todas ellas ampliamente estudias por J.P. Brun a lo largo de toda su trayectoria científica (Brun 1989; 1998; 2001 y 2005; Brun et alii 1993; Brun y laubenheimer 2001; Poux et alii 2011). Para los procesos de vinificación del mediterráneo oriental y el norte de África, remitimos también al trabajo de síntesis realizado por J.P. Brun (2004b: 73-252) y a los trabajos parciales de lequèment 1980 y rebuffat 1990 para el norte de África y Brunet 1993; matijasic 1993; frankel 1999 y marangou 1993, para la zona oriental y Grecia. en las villae de lestagnac, Allas-les-mines, Haute-sarrazine, Pointe des minines, sainte-colombe (Balmelle et alii 2001) en Aquitania; Piesport-Im Briesch, Braunemberg y erden-Im Dellert ouest, entre otras, en el valle del mosela (Brun y Gilles 2001), la ausencia de dolia en estas grandes instalaciones vinícolas debe ser interpretada como evidencia del uso del tonel como elemento de fermentación.

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como veremos más adelante. en el caso de grandes producciones excedentarias constituyen grandes espacios de almacenamiento, en algunos casos incluso a cielo abierto, como en la campania y cataluña. en la mayoría de los casos, sin embargo, los dolia o toneles se disponen en grandes hangares, divididos en naves longitudinales que permiten asegurar la cubierta y posiblemente dotar al espacio de un segundo piso que puede ser destinado al almacenamiento de otros rendimientos agrícolas. en el caso de las producciones menores, la vinificación puede llevarse a cabo en estancias polifuncionales, sin elementos de identificación arqueológicos precisos, por lo que pasan desapercibidas en la documentación de campo. en las bodegas hispanorromanas se detecta el uso mayoritario de recipientes cerámicos como contenedores de vinificación. sin embargo, constatamos al menos dos variantes regionales que responden a tradiciones agrarias distintas.32 Por un lado, atestiguamos el uso de grandes dolia enterrados o semienterrados a la manera itálica (dolia defossa) en la zona catalana, el levante peninsular y puntualmente el sur de la Lusitania, mientras en el resto del territorio hispano, a excepción de la Bética, se usarían para este fin unos contenedores cerámicos de menor tamaño que aparecen exentos y que pueden identificarse con las orcas señaladas por Varrón, distintas según este autor de los dolia itálicos: «[…] orcas in Hispania fervore mustia ruptae neque non dolea in Italia» (D.D., I, XIII). coincidiendo con la zona de producción del vino excedentario tarraconense, que analizaremos más adelante, se utiliza un sistema de vinificación homogéneo basado en el uso de grandes dolia defossa dispuestos en naves a cielo abierto, siguiendo el esquema documentado en las instalaciones vinícolas campanas. la construcción de estos espacios se documenta desde el siglo II a.c. y hasta el siglo II d.c., con un momento de mayor ritmo constructivo en el siglo I d.c., coincidiendo con el momento de expansión comercial de este producto. cuando se han conseguido documentar estos espacios por completo sus límites superan siempre los 200 metros cuadrados, con una media de contenedores por encima del medio centenar. Destacan las grandes zonas de almacenamiento de el morè (sant Pol de mar, Barcelona) con más de 400 metros cuadrados a cielo abierto y capacidad para más de 100 dolia; y la de tolegassos (Viladamat, Gerona) con 80 contenedores cerámicos en un espacio que supera los 600 metros cuadrados. un análisis más detallado de los contenedores y espacios de vinificación del vino hispano se encuentra en Peña 2010: 85-89, tabla 12, fig. 36-37; vid. también Peña 2013a: 51-53.

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figura 12. Cella vinaria de la instalación vinícola de la Villa regina en Boscoreale (nápoles) con contenedores cerámicos enterrados (dolia defossa) (foto: y. Peña cervantes).

los dolia defossa asociados a la producción de vino tarraconense presentan la mayor parte de su superficie exenta, tienen forma ovoide, con boca cerrada, y unas medidas en torno a 1 metro de diámetro por 1 metro de altura, con una capacidad media de unos 800 litros por recipiente. en época bajoimperial se mantiene en la zona catalana y el levante peninsular el uso de dolia defossa, aunque se produce una considerable reducción del tamaño de las cellae, lo que permite la cubierta de estos espacios. en el siglo IV d.c. se construye, entre otros ejemplos, la famosa bodega urbana de Barcino, con once contenedores cerámicos con una capacidad total de 8000 litros, y la segunda bodega del asentamiento rural de Pla de Palol (fenals, Gerona) con ocho dolia defossa. la vinificación en dolia defossa se documenta también de forma puntual en la Lusitania, conviviendo regionalmente con los contenedores cerámicos exentos tipo orcas. se han localizado salas con dolia defossa en los niveles del siglo I d.c. de milreu (estoi, faro) y são cucufate (Vila de frades, Beja), y en las bodegas tardorromanas de monte da salsa (Brinches, Beja) y en la villa de moura (Beja) sede de la antigua Arucci. también se han localizado improntas de dolia defossa, con una cronología todavía indeterminada, en el torcularium de Alto da fonte do milho (canelas do Douro, Vila real) en la región del Duero.33 Agradecemos a Javier larrazábal la información proporcionada sobre la reciente intervención arqueológica realizada en la instalación de prensado de Alto do fonte de milho, aún en proceso de estudio. 33

en las instalaciones vitivinícolas navarras y meseteñas, y en la mayor parte de las instalaciones lusitanas, se aprecia el uso de contenedores cerámicos de menor tamaño, que aparecen exentos, dispuestos en bodegas cubiertas. Posiblemente estaríamos ante los contenedores que Varrón designa como orcas. este tipo de bodega es especialmente conocido gracias a la excavación de la cella vinaria de las musas (Arellano, navarra) ―figura 11―. Dolia de características similares, con pequeñas variantes tipológicas, han sido localizados en todas las instalaciones vinícolas conocidas del valle medio del ebro, así en la villa de liédena (foz del lumbier, navarra), en los Villares de falces (navarra), en la ermita de san Pedro en Villafranca (navarra) y, recientemente, en el yacimiento de camponuevo I en cascante (navarra). este mismo modelo parece reproducirse mayoritariamente en las bodegas lusitanas, donde aparecen grandes espacios cubiertos, destinados al almacenamiento de vino, con evidencias del uso de contenedores cerámicos exentos, similares a los descritos con anterioridad, para completar la vinificación. este tipo de contenedores se localizan en las instalaciones vinícolas de carrión (mérida, Badajoz), fase 2 de são cucufate (Vila de frades, Beja), rumansil I (murça do Douro, Guarda), Quintas das longas (elvas), Aldea do Grilo (serpa, Alentejo), Vale do mouro (coriscada, Guarda) e Ishuínha 2 (Pedrógão, Beja). en el caso de la Bética, carecemos por completo de evidencias de espacios o recipientes de almacenamiento-vinificación. Hasta el momento, no se han documentado en esta región indicios del uso de dolia de-

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fossa en el proceso de fermentación, a pesar del alto grado de conservación de sus improntas y su fácil identificación arqueológica. tampoco se detectan naves de almacenaje típicas que pudieran justificar un uso de dolia exentos, como ocurre en navarra o Portugal. A pesar de que el bajo número de instalaciones excavadas nos obliga a ser cautos, podemos proponer a modo de hipótesis un sistema de vinificación distinto al documentado en otros ámbitos geográficos peninsulares. Descartado, en principio, el tonel, debido a las altas temperaturas de la Bética, cabe sugerir la fermentación del vino directamente en los envases anfóricos de comercialización, al igual que sucede en la costa sirio-palestina y manteniendo, de esta forma, la tradición ibérica. tras esta última fermentación controlada en las bodegas, el vino en sus distintas variedades completa su proceso de elaboración y está listo para su consumo o comercialización, aproximadamente a finales de abril coincidiendo con la festividad de la vinalia priora que se celebra el 23 de abril. lA tecnoloGÍA Del AceIte en el munDo

HIsPAnorromAno

el aceite de oliva se obtiene del prensado de la aceituna, tras la decantación del agua contenida en este fruto, sin que en este caso se produzca una reacción química que modifique su naturaleza inicial. el aceite de oliva es realmente zumo de aceituna, extraído a través de diversos medios mecánicos. Para entender el proceso de elaboración del aceite debemos tener en cuenta dos características esenciales de la aceituna. Por un lado, su dureza, que dificulta su estrujado y provoca, entre otras cosas, la necesidad de una molienda previa, para rentabilizar el volumen de producto obtenido. Por el otro, su composición, que incluye junto al aceite, en un volumen medio de un 20%, un residuo sólido, llamado orujo, formado por la piel y el hueso que suponen el 30% del fruto, y un residuo acuoso, que incluye el agua de vegetación y diversos materiales orgánicos solubles en agua. este último compuesto líquido, que recibe el nombre de alpechín, amurca en época romana, ocupa en torno a la mitad del volumen de la aceituna y es liberado junto al aceite en el proceso de prensado. esta doble composición líquida de la aceituna obliga a separar ambos compuestos tras la extracción mecánica, en un proceso de decantación que se ve favorecido por la distinta densidad de ambas sustancias. encontramos, de esta forma, dos elementos distintivos de las almazaras, como son la presencia de estructuras destinadas a la molienda y de elementos de decantación, que no se encuentran presentes en el caso de torcularia vinícolas.

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De esta forma, la dureza de la aceituna y la existencia de hueso en su interior crean la necesidad de una molienda previa para formar una masa homogénea, designada con el nombre de sampsa en latín, que facilite su prensado. el molido se convierte en una parte esencial del proceso de elaboración de aceite. sin embargo, este aspecto de la elaboración es uno de los más debatidos por la investigación, debido a la falta de unificación de los criterios señalados por los agrónomos y al relativamente escaso número de piezas de molienda recuperadas por la arqueología, debido a la constante reutilización que sufren estos elementos tecnológicos. esto ha provocado un intenso debate sobre la terminología antigua aplicada a los mecanismos de molienda, que continúa activo en la actualidad. las fuentes latinas señalan la existencia de dos molinos diferenciados destinados a la elaboración del aceite, designados como trapetum y mola. estos sistemas de molido de la aceituna aparecen mencionados en tres breves textos de catón, Varrón y columela. en los tres casos no se produce una descripción de los mismos, sino simplemente una enumeración de los tipos usados, con sus virtudes y carencias, lo que ha impedido una vinculación clara con los artefactos arqueológicos hallados en las excavaciones. catón (De Agr., 20-22) y Varrón (De R.R. I, 55, 2-7) definen como trapetum al molino utilizado en la molienda de la aceituna, señalando además catón la forma semicircular del mortero y los orbes. en otro texto, catón (De Agr. X, 4) recoge otra variedad de molino utilizado en la extracción de aceite que designa como mola hispaniense, sin aportar ninguna descripción del mismo. columela (De R.R., XII, 51, 2 y XII, 52, 6-7), por su parte, junto al trapetum, recomienda una variante del mismo que designa con el nombre genérico de mola, más eficiente debido a que permite regular la intensidad del molido. esta mola, que recibe como vemos el nombre genérico para molino en latín, aparece adjetivada en algunos casos por columela como suspendida (suspensa) lo que implica una disposición horizontal de los elementos de fricción.34 De esta forma, los agrónomos latinos señalan la existencia de dos tipos distintos de molinos vinculados a la elaboración del aceite: por un lado el trapetum, un sistema de molturación específico para la aceituna que incluso da nombre a la sala de molienda, y por otro la llamada mola, es decir un molino de funcionalidad diversa que puede aplicarse también, junto a otros usos,35 a la molienda de la aceituna convirtiéndose por tanto en una mola olearia. Para un análisis exhaustivo de la mola suspensa y de los textos que las acogen y su descripción ver el trabajo de saéz 2013. 35 la mola no se usa solo en la transformación del cereal, sino como el propio columela nos indica en la trituración de la sal para la realización de salazones (R.R., 55, 2, 4). 34

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la falta de descripción de estos sistemas derivará en un problema terminológico, en el momento en que se intenten aplicar estas designaciones a los tipos arqueológicos conocidos. esto sucederá en las primeras décadas del siglo XX, momento en el que la intensificación de las excavaciones en el ámbito vesubiano había sacado a la luz dos tipos distintos de molinos en el interior de las almazaras. De esta forma, el trapetum y la mola olearia fueron asimilados por primera vez a piezas concretas por J. Brøndsted en 1928 (Brøndsted 1928: 111-112), siguiendo las descripciones del Diccionario de Daremberg y Saglio (Daremberg y saglio 1877: voz oleum-olea). Así, el trapetum quedaba definido como un molino formado por dos muelas semicilíndricas que giran, por rotación y por traslación, dentro de un mortarium de piedra que se adapta a su forma, siguiendo la descripción parcial de catón. mientras, la mola olearia se definió utilizando los mismos principios mecánicos que el trapetum, pero sustituyendo los orbes semicilíndricos por piedras de sección circular dispuestas verticalmente ahora sobre una solera plana de piedra. estas designaciones quedarán definitivamente fijadas a estos tipos, gracias a las reconstrucciones realizadas por G. Drachmann a partir de los ejemplos documentados en las villae vesubianas (Drachmann 1932). esta ha sido la descripción y la imagen que durante muchos años se ha impuesto en la investigación sobre tecnología olearia antigua y que se ha utilizado de forma incuestionable hasta la década de los noventa, permaneciendo todavía vigente en muchos trabajos de referencia.36 en la década de los noventa del siglo XX, r. frankel vuelve abrir el debate sobre la terminología antigua de los molinos oleícolas (frankel 1999). este autor defiende que el término de mola olearia hace referencia, en realidad, a los molinos rotatorios cilíndricos, que en este momento, debido a los hallazgos de Volubilis y las prospecciones de m. Ponsich en el valle del Guadalquivir, comienzan a demostrar su vinculación en el proceso de molienda de la aceituna. el término «trapetum», definiría, así, de forma genérica, a los molinos utilizados exclusivamente en la molienda de la aceituna, caracterizados por el uso de piedras molederas verticales que actúan sobre la solera en un movimiento de rotación y traslación, similar a la de los etnográficos «molinos de sangre», sean estas de la forma que sean y utilicen la solera que utilicen (figura 13). los molinos rotatorios cilíndricos (llamados en francés de «galerie-gouttiere»), vinculados tradicional36 De hecho, en un trabajo anterior (Peña 2010: 36-38) nosotros optamos por mantener la designación tradicional de los molinos olearios debido a la dificultad metodológica que generaba un cambio terminológico tan arraigado en la investigación.

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mente a la molienda de grano, aparecen asociados por primera vez a la elaboración de aceite en las almazaras urbanas de Volubilis (Akerraz y lenoir 1981-1982: 71-72), aunque ya con anterioridad m. Ponsich había detectado su presencia en las almazaras béticas. estos molinos están formados por una parte fija (meta), de sección troncocónica y base cilíndrica, a la que se fija, gracias a un bastidor de madera, una parte móvil (catilus), con forma de corona y sección triangular (figura 14). estas piezas se disponen sobre una superficie circular de obra o piedra con un canal exterior en el que va depositándose la sampsa. frente a los molinos harineros, las piezas destinadas a la molienda de la aceituna presentan, generalmente, estrías en las zonas de fricción y son de mayor tamaño. De esta forma, la presencia de estos molinos rotatorios asociados a actividades oleícolas se localiza en el sur peninsular y en el círculo del estrecho, coincidiendo con la región de nacimiento de columela. este autor refiere el uso de la mola asociada a la molienda de la aceituna, lo que constituye un argumento a favor de la identificación de estos molinos con la designación antigua. Por otra parte, el origen hispano del molino rotatorio cilíndrico está en la actualidad suficientemente demostrado,37 lo que podría explicar la designación como mola hispaniensis usada por catón (De Agr., X, 4). también refuerza esta teoría la propia naturaleza del molino de muelas horizontales que permite la posibilidad de regular en altura el espesor del molido, tal y como indicaba columela que podía realizarse gracias a la mola. todos estos argumentos parecen indicar que en época romana se utilizaba la designación de trapetum para los molinos específicamente oleícolas, esto es, los dotados de muelas verticales, mientras el término mola se usaba para designar el modelo de molino genérico, esto es, el que usa dos elementos pétreos dispuestos de forma horizontal insertados en un armazón de madera. el elemento móvil de este tipo de molino (catilus) se adapta, por tanto, a la descripción como mola suspensa dada por columela. en Hispania se aprecia la coexistencia de molinos rotatorios (molae oleariae) y molinos de muelas verticales (trapeta) en el proceso de elaboración del aceite. los primeros se documentan sobre todo en la provincia Bética, aunque se localizan también ejemplos en el resto del territorio hispano. Por otra parte, a pesar de las escasas cronologías disponibles, se fechan a lo largo de todo el Imperio, desde el siglo I d.c. hasta época tardoantigua. 37

Vid. Py 1992: 195-196 y Alonso 1999.

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figura 13. molinos de muelas verticales, designados en las fuentes con el nombre de trapetum, con sus dos variantes: trapetum de orbes semilicíndricos y trapetum de muelas de sección circular. 1. Trapetum de Boscoreale (nápoles) (foto: y. Peña cervantes); 2. Trapetum de la ciudad de Volubilis (marruecos) (foto: y. Peña cervantes).

Destaca el hallazgo de estas piezas en las almazaras del Guadalquivir prospectadas por m. Ponsich38 y los ejemplares en posición primaria de Aratispi (cauche el Viejo, málaga), las musas (Arellano, navarra), milreu (estoi, faro) y la rectoría (Pachs, Barcelona), así como los ejemplares de la casa 2 de Munigua (Villanueva del 38 Vid. Peña 2010: tabla 14 y tabla 20 a partir de Ponsich 1974; 1979; 1987 y 1991.

río y minas, sevilla), el Pósito (Antequera, málaga), molins nous (riudoms, tarragona) y cerro martos (Herrera, sevilla), estos dos últimos localizados en un contexto arqueológico cerrado, pero ligeramente desplazados de su ubicación original. De igual modo, cabe mencionar las estructuras de sustentación de el Gallumbar, Arroyo del Gallo y el Batán Alto (Antequera, málaga), la loma del regadío (urrea de Gaén, teruel) y Alcázar de san Juan (ciudad real), y las grandes metae estriadas documentadas fuera de contexto en las alma-

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figura 14. molinos rotatorios cilíndricos utilizados en la molienda de la aceituna (mola olearia o suspensa). 1. reconstrucción del basamento de uno de estos molinos en Volubilis (marruecos); 2. molino aceitero de Munigua; 3. muela del museo de Priego (córdoba) con restitución del bastidor de madera que permite el engranaje de la pieza activa (catilus) y pasiva (meta) de estos molinos (fotos: y. Peña cervantes).

zaras de Doña Ana II (Dos Hermanas, sevilla), del castillo de lorca (lorca, murcia) y cortijo del canal (Albolote, Granada).39 los ejemplos de molinos de muelas verticales son porcentualmente mucho menos numerosos, localizándose de forma mayoritaria en la zona levantina y en las inmediaciones de Antequera. Así, se documentan ejemplares con muelas semicilíndricas en los yacimientos de la Alberca de román (Jumilla, murcia), en el teatro de

39 Para la información sobre el castillo de lorca remitimos a Antolinos y noguera 2013: 183-184, mientras para la descripción del hallazgo de el Pósito en Antequera a romero 2013: 389.

cartagena (murcia), en el yacimiento de casa de los cobos de san román (Jumilla, murcia), en la intervención de la calle san Antonio el Pobre (cartagena, murcia), en el cerro de las cabezas (fuente tójar, córdoba) y en can sorà (sant Josep de sa talaia, Ibiza). mientras, en el cortijo Batancillo (Antequera, málaga), en el Pósito de Antequera (málaga), en el cortijo de la lapa (Antequera, málaga), en Vadolosyesos (Antequera, málaga), en la Vicaría (fuente de Piedra, málaga), en las lomas (medellín, Badajoz), en el llano de sahúes (Abanilla, murcia), en los roses (cartagena, murcia) y en el cerro del molinete (cartagena, murcia), los molinos atestiguados presentan muelas verticales de sección circular. Por su parte, en la senda de Granada (murcia) se ha docu-

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mentado un posible mortarium y en el cortijo de la reina en córdoba un orbe de sección indefinida.40 Destacan, sin embargo, los hallazgos de la calle Piscinas en Antequera y los de molins nou (ruidoms, tarragona) por cuanto evidencian la coexistencia de distintos tipos de molinos en una misma instalación (Prevosti 2013: 101-102). en el caso del yacimiento antequerano se documenta un único mortarium junto a dos orbes, uno de sección semicilíndrica y otro de sección hemiesférica. m. romero ha interpretado ambos elementos móviles como pertenecientes a un mismo molino, una posibilidad hasta donde sabemos no contemplada con anterioridad en la investigación, y que debe ser analiza desde el punto de vista de la eficiencia técnica (romero 2013: 389). en el caso de molins nou, la coexistencia se produce entre un molino vertical y un molino rotatorio cilíndrico, en principio ambos asociados a la molienda de la aceituna en una misma almazara. sin descartar esta posibilidad, que implicaría la elección de uno y otro molino dependiendo de las necesidades específicas del proceso de elaboración y maximizando las posibilidades técnicas, carecemos de información estratigráfica sobre estas piezas, por lo que no podemos afirmar con certeza que ambas se utilizaran de forma coetánea. en cualquier caso, la presencia de molinos verticales y horizontales en una misma región en un mismo horizonte cronológico, como ponen de manifiesto especialmente los hallazgos de Antequera, indican la coexistencia de ambas tecnologías, sin que con la información disponible en este momento podamos determinar qué hechos justifican esta dualidad. Desconocemos si la elección de uno u otro sistema responde a necesidades técnicas derivadas del tipo o volumen de producción, o incluso podría vincularse con la naturaleza jurídica de la explotación, o con el mantenimiento de tradiciones vinculadas con el origen del artesanado. Volviendo al proceso de elaboración del aceite, a la espera del molido, la aceituna era acumulada en la almazara en unas estructuras específicas designadas como taPara la Alberca de román y el teatro de cartagena vid. Antolinos y soler 2000: 542-543 y Peña 2010: 677 y 682; para casa de los cobos remitimos a Antolinos y noguera 2013: 183-184; para la excavación de la calle de san Antonio el Pobre vid. Antolinos y noguera 2013: 201-202; para el cerro de las cabezas vid. carrillo 2013: 365. Para el cortijo Batancillo y Vadolosyesos vid. Peña 2010: 635 y 647; para el Pósito de Antequera y cortijo de la lapa vid. romero 2013: 389 y Peña 2010: 629 y 645; para llano de sahués remitimos a Antolinos y noguera 2013: 176; para los roses Antolinos y noguera 2013: 178 y, por último, para el cortijo de la reina, carrillo 2013: 367. 40

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bulatum por Varrón (De R.R., I, 55, 5) y columela (De R.R., XII, 52, 4-5). estos elementos de almacenamiento previo deben favorecer la salida del alpechín, reduciendo en la medida de lo posible su presencia en la aceituna. se recomienda que este espacio, que coincide con las etnográficas trojes, esté pavimentado de piedra o teja en desnivel para permitir la salida del alpechín, y que disponga de varios compartimentos para no mezclar cosechas de varios días. Arqueológicamente este puesto de almacenamiento es muy difícil de detectar, ya que no presenta elementos distintivos claros. Además, el almacenamiento previo de la aceituna se podría realizar en otros puntos de la almazara no dotados obligatoriamente de una zona acotada estructuralmente. evidencia de esta dificultad de localización arqueológica es el bajo número de tabulati oleícolas localizados en Hispania. Documentamos estas estructuras en las almazaras de el Gallumbar (Antequera, málaga), cuesta del espino (córdoba), Baños de la malahá (Granada), los cipreses (Jumilla, murcia), carranque (toledo), fuente de la teja (caravaca de la cruz, murcia), fuente de la Pulguinas (cieza, murcia) y posiblemente en la instalación oleícola de Arrollo del Gallo (Antequera, málaga). la molienda, por su parte, puede realizarse en una sala específica, designada genéricamente con el nombre de trapetum, o compartir el espacio destinado a la prensa. tras el molido, la pasta resultante (sampsa) es prensada, gracias a los medios mecánicos descritos con anterioridad, tantas veces como sea necesario, hasta agotar por completo el contenido oleico de la aceituna. lo habitual es efectuar tres prensados, en los que la calidad del aceite irá disminuyendo, por lo que es importante no mezclar el aceite de los distintos prensados. los obtenidos en las dos primeras presiones están destinados al consumo alimentario, mientras que el tercero, en que se añade gran cantidad de agua hirviendo, está destinado exclusivamente a la iluminación, debido a la presencia de sustancias tóxicas en su composición.41 tras el prensado, y con la mayor celeridad posible para evitar la oxidación del producto, se inicia la fase de decantación, destinada a separar el aceite del agua presente de forma natural en la aceituna, el alpechín, y del agua añadida en el proceso de prensado. la menor densidad del aceite propicia que, tras un periodo en reposo, esta sustancia suba a la superficie, dejando en el fondo Así, la presencia de benzopireno, que se produce como residuo de la combustión incompleta de los materiales orgánicos presentes en la aceituna, hace inviable el consumo alimentario de estos aceites. en la Antigüedad no se procede al refinado, ni físico ni mecánico, del aceite, por lo que solo puede destinarse a alimentación el aceite obtenido del prensado en frío.

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el desecho del prensado. la separación de ambas sustancias puede realizarse simplemente de forma manual, retirando con un cazo el aceite de la superficie o utilizar sistemas mecánicos más complejos. en el primer caso, el aceite, y el agua derivan directamente a una cubeta de recepción similar a las usadas como receptáculo del mosto. en el segundo, a varias cubetas o receptáculos conectados (structile gemella) que adquieren, como veremos, diversas formas y mecanismos para propiciar la decantación. la aparición de estas estructuras de decantación indica la orientación oleícola de la prensa a la que están asociadas. los depósitos simples vinculados a la decantación del aceite, lacus, presentan las mismas características que los descritos para el caso del vino. se trata de depósitos que presentan las características generales de los contendores realizados en obra destinados a la contención de líquidos. los tamaños de estas cubetas son variables y, a pesar de que tradicionalmente se ha contemplado una vinculación entre el tamaño de estos depósitos y el tipo de producto elaborado, vinculando los laci de menor tamaño con la elaboración de aceite, con los datos disponibles para Hispania no podemos corroborar esta afirmación. contamos con cubetas de gran capacidad, la de mayor tamaño localizada en el ruedo (Almedinilla, córdoba) con una capacidad de 18 000 litros, destinadas a albergar aceite, mientras aparecen lacus de escasa capacidad asociados a una producción vitivinícola. en cuanto a las estructuras de decantación que implican la existencia de distintos receptáculos adosados, interconectados o no, dependiendo de si la decantación se realiza de forma manual o mecánica, son relativamente abundantes en las almazaras hispanas.42 las estructuras de decantación documentadas en la Península aparecen conformadas exclusivamente por cubetas, solo por contenedores cerámicos tipo dolia o mezclas de ambos elementos. en el caso de la decantación manual, no existe conexión entre los depósitos, y el aceite se trasvasa de uno a otro con la ayuda de un cazo. estructuras de decantación manual conformadas exclusivamente por cubetas se documentan en la almazara de la fase II de torre Águila (Barbaño, Badajoz), en cortijo del canal (Albolote, Granada), en milreu (estoi, milreu), en freiria (lisboa), en Villaricos (mula, murcia) y en Aratispi (Antequera, málaga); mientras que el uso de recipientes cerámicos alineados para ir trasvasando el aceite hasta completar su decantación aparecen atestiguados en los yacimientos de la cuesta del espino (Posadas, 42 Para un análisis en profundidad sobre los mecanismos de decantación documentados en Hispania vid. Peña 2010: 82-85.

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córdoba) y, posiblemente, en la rectoría (Pacs del Penedès, Barcelona). se trata de grandes recipientes de boca abierta que aparecen encastrados y sobreelevados en poyetes de obra. este sistema aparece vigente en un buen número de almazaras preindustriales del sur peninsular. en els munts (Altafulla, tarragona) se documenta un sistema similar, aunque en este caso, los pozuelos aparecen realizados en opus signinum, pero con idéntica forma y tamaño que los recipientes cerámicos usados generalmente en este sistema. en caso de la decantación mecánica, que implica una conexión física de los depósitos de decantación, encontramos dos variantes. en la primera de ellas, las cubetas o dolia aparecen conectadas en su parte alta, lo que provoca, tras el reposo, el paso del aceite al siguiente contenedor, donde continuaba el proceso de separación del alpechín. en la segunda, hasta donde sabemos, una variante típicamente hispanorromana, las cubetas y los dolia aparecen también conectadas pero esta vez en su parte baja, por lo que el líquido trasvasado es el que contiene mayoritariamente alpechín, quedando el aceite en el receptáculo de partida. en el caso de las estructuras de decantación conectadas para el trasvase mecánico del aceite, en muchos casos, no se ha conservado la parte superior de las cubetas lo que hace difícil detectar este sistema. este tipo aparece documentado en el yacimiento de el Gallumbar (Antequera, málaga), donde se mezclan dolia y depósitos de obra, en Vegas de elvira IV (Jerez de la frontera, cádiz), en los cipreses (Jumilla, murcia), en torredelcampo (Jaén), en casa ferrer I (Alicante), en molins nou (ruidoms, tarragona), Piecordero (cascante, navarra) y en can sorà (sant Josep de sa talaia, Ibiza). en la Domus 1 de Munigua (Villanueva del río y minas, sevilla) se ha excavado una estructura de decantación englobada dentro de esta variante tecnológica, aunque conformada por dos dolia encastrados en el pavimento y conectados en su parte superior. Junto con estas cubetas de decantación clásicas destinadas al trasvase manual o a la decantación mecánica por trasvase del aceite, en Hispania se usan también unos mecanismos de decantación interconectados en su parte inferior y que interpretamos como destinados al decante del alpechín. el sistema más simple incluye la construcción de cubetas en batería conectadas en su parte baja, como sucede en las moriscas (Dos Hermanas, sevilla) y canyada Joana (crevillente, Alicante), en donde son dos los depósitos conectados, y en Benifaraig (Alberic, Valencia) con la unión sucesiva de tres receptáculos. existen, sin embargo, estructuras de decantación más complejas como las halladas en la fase II de la villa romana de torre Águila (Barbaño, Badajoz) y en

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el asentamiento agropecuario de fuente de la teja (caravaca de la cruz, murcia). en ambos casos se trata de construcciones de gran tamaño, compartimentadas internamente en cubetas distribuidas e interconectadas para desarrollar un complejo sistema de decantación. no apreciamos una localización geográfica o cronológica específica en el uso de uno u otro sistema de decantación. los distintos modelos tecnológicos expuestos aparecen representados en todas las provincias hispanas a lo largo de todo el periodo imperial, de lo que cabe deducir que la elección de un sistema de decantación frente a otro depende de los gustos específicos del oleicultor, sin que en este caso pueda detectarse la influencia de una tradición regional específica. tampoco hemos conseguido interconectar la elección de un sistema de decantación con el volumen productivo del asentamiento. las complejas y amplias estructuras de decantación de fuente de la teja y de la fase II de torre Palma implican una producción de aceite considerable, pero desconocemos cómo funcionaban las grandes almazaras béticas. Después de la separación del alpechín, el aceite ha completado su proceso de elaboración y está listo para ser consumido o distribuido a los mercados. Aunque a veces detectamos la presencia de cellae oleariae, anexas a las zonas de prensado, estos espacios de almacenamiento no poseen una funcionalidad específica en el proceso de elaboración de este producto, sino que están relacionados exclusivamente con las estrategias económicas y comerciales del enclave productivo. ÁmBItos De ProDuccIÓn y DIsPersIÓn De lAs mAnufActurAs

las evidencias de producción que hemos recogido en este trabajo, se circunscriben a unas regiones concretas de Hispania, coincidiendo con instalaciones destinadas a una producción excedentaria, que superan las previsiones del policultivo autárquico. como hemos analizado ya, los torcularia documentados no ilustran la producción de vino y aceite desarrollada en la Península, sino tan solo la elaboración de estos productos con vocación especulativa, ya sean destinados a los circuitos comerciales imperiales o a los mercados regionales. De esta forma, el mapa de dispersión de estos hallazgos se localiza esencialmente en el caso de la Bética, en el valle del Guadalquivir, en zonas costeras y del interior de la actuales provincias de Granada y málaga y en regiones del interior, como la subbética cordobesa y la sierra de Jaén; en el caso de la Tarraconensis, los vestigios de producción se sitúan esencialmente en la costa levanti-

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na, las comarcas catalanas y el valle del ebro, aunque en los últimos años comienza a incrementarse las evidencias de producción en la meseta sur; mientras, en Lusitania, vemos concentrada la producción excedentaria, esencialmente, en sus regiones centro-meridionales. frente a esto no encontramos elementos de prensado ni en el noroeste peninsular, ni en la meseta norte, lo que no implica, en ningún caso, la ausencia de producción, al menos vitivinícola, en estas regiones. en la Península Ibérica constatamos la existencia de tres producciones de carácter comercial, fechadas esencialmente, aunque con perduraciones, en época altoimperial y cuyos mercados son fácilmente rastreables, ya que utilizan para su comercialización envases anfóricos. estamos hablando de la producción de vino tarraconense y las producciones béticas de vino y aceite. Junto a estas tres producciones mercantiles, impulsadas desde roma especialmente a partir del reinado de Augusto, Hispania acoge un gran número de bodegas y almazaras, localizadas mayoritariamente en ámbitos rurales, aunque también con presencia en contextos urbanos, con una producción destinada al autoabastecimiento y al aprovisionamiento de los mercados regionales y de proximidad. lA ProDuccIÓn De VIno tArrAconense

la producción excedentaria de vino tarraconense, localizada geográficamente en las comarcas litorales catalanas y del levante español, hasta el cabo de la nao, ha sido bien estudiada debido al alto grado de conocimiento de sus envases de comercialización, pero también de los talleres alfareros encargados de su fabricación y de las propias factorías vitivinícolas.43 esta producción arranca con la llegada de roma, en la segunda mitad del siglo II a.c., localizándose en asentamientos indígenas, aunque con presencia de elementos tecnológicos romanos, como es el caso del uso de contenedores cerámicos de vinificación semienterrados, si-

Para un estudio en profundidad sobre la producción vinícola y sus envases y rutas de comercialización remitimos a la síntesis con bibliografía actualizada publicada en Peña 2010: 158168. especialmente interesantes desde el punto de vista del artesanado y la organización artesanal son los trabajos de V. revilla (1995; 1999, 2004 y 2013). sobre las formas de gestión y el estatuto de la mano de obra encargada de realizar los envases anfóricos en los que se comercializaba el vino tarraconense vid. rodà y martín 2005. Para una actualización de los talleres de ánforas localizados en el litoral tarraconense vid. tremoleda 2007. estudios recientes sobre esta producción vinícola y sus envases de comercialización en carreras 2009; Járrega 2009; Berni 2010.

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milares a los dolia defossa utilizados en la península itálica; aunque las primeras evidencias detectadas de esta producción comercial serán las ánforas. A partir del segundo cuarto del siglo I a.c. se manifiesta la fabricación de envases anfóricos, con técnicas netamente ibéricas, que imitan las formas itálicas Dressel 1. un poco más tarde, ya a mediados de esta centuria, se constata la elaboración de un envase propio, la laietana 1, derivado del anterior. estas formas presentan una difusión limitada, relacionada con el abastecimiento regional, especialmente de los núcleos urbanos. será a partir de Augusto cuando se produzca una verdadera producción comercial destinada al abastecimiento de la Galia y de la propia roma. en torno al año 40 a.c. se produce la aparición de un nuevo envase, el tipo Pascual 1, y se detecta un incremento de la producción con una clara intervención de elementos romano-itálicos. el cambio de era contempla la expansión definitiva de la producción de vino laietano y tarraconense con la aparición de la Dressel 2-4, que conseguirá un mayor volumen de dispersión en los mercados imperiales. estos envases anfóricos se detectan esencialmente en roma y la Galia. la zona catalana, de esta forma, aprovisiona de vino al mercado galo a través de dos rutas comerciales que abastecen la narbonense occidental y la Aquitania. la primera a través del valle del ródano llegando a lyon y a las fronteras septentrionales del Imperio. la segunda utiliza los ejes fluviales Aude-Garona hasta Burdeos, desde donde el producto se redistribuye hacia Bretaña y Britannia (Pujol 1997: 52-53). en la primera mitad del siglo I d.c., el predominio de las Dr. 2-4 frente a las Pascual 1, indica también una modificación de los mercados. Así, empieza a reducirse paulatinamente el comercio con la Galia, que comienza a producir vino en cantidad suficiente para conseguir su autoabastecimiento, y se incrementa la llegada de los caldos tarraconenses a roma, que se convierte en su principal cliente. es en este momento cuando el vino laietano consigue su mayor volumen de producción, con la adopción de un modelo de fabricación anfórica a gran escala. la Pascual 1 y la Dressel 2-4 conviven hasta mediados del siglo I d.c., momento en el que el último envase monopoliza el comercio de vino. A finales del siglo I d.c. desaparecen de forma drástica estas ánforas, lo que se ha interpretado, en los últimos años, no como un cese abrupto de la producción, sino como un cambio en los modelos de comercialización, provocado por la entrada en el mercado del vino gálico. Junto a estos envases, a partir de Augusto se detectan también ánforas vinícolas de fondo plano (oberaden 74 y Gauloise 4) con una difusión y producción mucho más limitada, que se interpretan como destinadas a contener caldos de mayor calidad.

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las primeras instalaciones vinícolas de corte excedentario, destinadas a la elaboración de vino tarraconense, se fechan a partir de mediados del siglo II a.c. y se caracterizan por una clara presencia de elementos indígenas, entre los que se mezclan elementos tecnológicos, relacionados con el proceso de elaboración de vino, directamente importados de Italia. se documenta, ahora, por primera vez en Hispania el uso de grandes contenedores cerámicos ovoides, semienterrados, para la fermentación del mosto (dolia defossa). Debemos recordar la escasa presencia, al menos aparente, de prácticas vitivinícolas en el extremo noreste peninsular en época ibérica, en el que la producción de vino se concentra en la zona levantina.44 la construcción de enclaves de producción y el desarrollo de la viticultura en esta zona aparece directamente auspiciada por la llegada de roma, lo que explicaría la entrada de elementos tecnológicos itálicos. en la segunda mitad del siglo II a.c. se fechan las salas de almacenamiento en dolia defossa de Burriac (cabrera de mar, Barcelona), can Pons (Arbúcies, Gerona) y olivet d’en Pujol (Viladamat, Gerona) y los depósitos de la clota (creixell, tarragona), camp del Bosquet (camallera, Gerona), serra de Daró (Gerona), y sant miquel de Vinebre (Vinebre, tarragona).45 A mediados del siglo I a.c. la producción de vino de las comarcas catalanas experimenta un notable incremento debido a la apertura de la comercialización al exterior. este incremento productivo se materializa en la aparición de un nuevo envase anfórico, como hemos visto, la forma Pascual 1, que se difunde en todo el territorio galo marcando las rutas comerciales del vino tarraconense. el número de centros de producción tuvo que aumentar considerablemente para abastecer la nueva demanda externa. evidencias de este incremento de la producción es la construcción de los núcleos de producción vitivinícola de mas castellar (Barcelona), ses Alzines (tossa de mar, Gerona), el Vilarenc (calafell, tarragona), Viladecans, can llapart (Bellcaire d’empordà, Gerona), la canaleta (Vila-seca, tarragona) y Peirota (cabrera de mar, Barcelona), fechados todos en la primera mitad o a mediados del siglo I a.c.46 estos Para una síntesis con bibliografía actualizada de las evidencias de elaboración de vino y aceite en la Península Ibérica en época prerromana remitimos a Peña 2010: 152-158. 45 Para el yacimiento de la clota y su bibliografía de referencia remitimos a Peña 2010: 848; para el camp del Bosquet a Peña 2010: 536; para la serra de Daró a Peña 2010: 552 y, por último, para sant miquel de Vinebre a Peña 2010: 864. 46 Para el yacimiento de mas castellar con bibliografía de referencia remitimos a Peña 2010: 373. Por su parte, para Peirota (cabrera de mar, Barcelona) vid. revilla y Zamora 2006: 53; martín i oliveras 2004. Para el análisis de las estructuras de la canaleta vid. Prevosti 2013: 102. 44

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asentamientos rurales presentan pequeñas dimensiones y se mantienen activos hasta finales del siglo I d.c., cuando se aprecia el final del modelo económico que provoca su construcción. Por primera vez en este momento se detecta en el noreste la aparición de espacios específicos de prensado y evidencias del uso de prensas de torno, destinadas a maximizar el rendimiento de la uva. constituyen, en realidad, un precedente de la expansión vitivinícola que se detecta en época de Augusto, tanto por la tipología de las estructuras, de origen claramente itálico, como por su organización interna. en época de Augusto se produce una importante reestructuración de la producción con un evidente incremento del volumen comercial del vino tarraconense, que se manifiesta a través de la aparición de un nuevo tipo anfórico, la Dr. 2-4, y con la construcción de un gran número de instalaciones vitivinícolas tanto en el territorio costero catalán, como posiblemente en el resto del litoral levantino. Junto a la reorganización de las estructuras socioeconómicas y jurídicas provinciales emprendida por Augusto, podemos atisbar también la voluntad imperial de potenciar directamente esta producción excedentaria para asegurar el abastecimiento de la ciudad de roma, como sucede en el caso del aceite bético. se trata, en general, de complejos productivos creados ex novo, con una distribución racional de las estructuras de producción que se asienta ya en un modelo de ocupación del territorio rural netamente romano, asentado en el concepto de villa. se documentan, también, sin embargo, enclaves exclusivamente productivos sin función residencial, concebidos como centros rurales agropecuarios destinados a una producción «industrial» de vino.47 la mayoría aúnan producción y envasado, con alfares propios destinados a la elaboración de ánforas, esencialmente Dr. 2-4. la implantación de este nuevo esquema económico se manifiesta en la construcción, entre otras, de las bodegas de can Valls (caldes de montbui, Barcelona), mas manolo (caldes de montbui, Barcelona), el roser (calella, Barcelona), cal ros de les cabres (el masnou, Barcelona), torrent forcat (mataró, Barcelona), la salut (sabadell, Barcelona), el Bosquet (sant Pere de ribes, Barcelona), el morer (san Pol de mar, Barcelona), can feu (sant Quirze del Vallès, Barcelona), Veral de Vallmora (teià, Barcelona), els Ametllers (tossa de mar, Gerona), mas carbotí (tossa de mar, Gerona), 47 A propósito de la organización del territorio rural que se aprecia en cataluña a lo largo del siglo I d.c. y sobre la designación de los distintos tipos de asentamientos y su naturaleza vid. revilla 2004: 197.

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llafranc (Palafrugell, Gerona), la Burguera (salou, tarragona) y Parc central de mataró (Barcelona),48 que se integran dentro del esquema económico excedentario vinícola que se manifiesta en el noreste de la tarraconense a partir del reinado de Augusto. la drástica reducción de la fabricación de ánforas Dr. 2-4, a finales del siglo I d.c., evidencia un cambio en el modelo comercial vigente desde mediados del siglo I a.c. Aunque esto no lleva aparejado, evidentemente, el final de viticultura en la zona, sí que constatamos un evidente cambio en el esquema de producción, provocado por reordenación de los flujos comerciales, que son orientados ahora, esencialmente, al abastecimiento regional, utilizando para su transporte, mayoritariamente, odres o toneles. Así, en el siglo II d.c., se detectan yacimientos en los que el abandono de la fabricación de envases anfóricos coincide con la clausura de las estructuras de producción, junto con la continuidad de alguno de los centros productores de la etapa anterior y la construcción de nuevas estructuras de elaboración, ya plenamente insertadas en un modelo de explotación agraria tipo villa. A partir de este momento, la producción de vino se concentra en el ámbito de las villae, posiblemente como una estrategia económica más dentro de las posibilidades de explotación del fundus, tanto en cataluña como en el levante. las instalaciones de producción documentadas activas en los siglos II y III d.c., presentan, un evidente carácter excedentario, que sobrepasa las necesidades de abastecimiento de la propia villa e implica la comercialización de su excedente, posiblemente en su entorno geográfico directo. lA ProDuccIÓn De VIno/AceIte en lA BÉtIcA

la elaboración de aceite y vino destinado a la exportación en la provincia Baetica es bien conocida a través de las fuentes escritas y esencialmente gracias a los estudios anfóricos, sin embargo son muy escasos los datos referidos estrictamente a los centros de producción. en el caso de la elaboración del vino bético, la absoluta falta de evidencias arqueológicas sobre los enclaves de producción choca con una relativamente abundante información textual sobre el vino elaborado en la Bética. las abundantes menciones, realizadas por columela a los campos de viñas ceretanos, localizados en la comarca de Jerez, y su formación agrícola en esta región, de la mano de su tío marco columela, actúan como evidencias indiPara la bodega de Parc central de mataró vid. revilla y Zamora 2006: 54-56; para el roser remitimos a Peña 2010: 369 y para la Burguera a Prevosti 2013: 102-103.

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rectas de una importante tradición vitivinícola en la zona. también estrabón y marcial,49 confirman la calidad e importancia del vino producido en la región jerezana. Pero, sin lugar a dudas, son los alfares y la distribución de las ánforas vinarias béticas las que muestran con más claridad el volumen de producción de este artículo en la provincia meridional hispana. las primeras ánforas vinarias fabricadas en territorio bético son imitaciones de las ánforas itálicas Dressel 1 y Dressel 2-4, que se localizan habitualmente en establecimientos agrícolas de tradición indígena desde la conquista romana. A partir del reinado de Augusto se detectan, gracias a los estudios realizados en el pecio de Port-Vendres II, las ánforas Haltern 70, el primer envase específico para el vino bético, el mejor conocido y el que alcanza mayor difusión. estas ánforas se mantendrán en uso a lo largo de todo el siglo I d.c., aunque sufrirán una reducción paulatina a partir de mediados de esta centuria. Aunque aparecen de forma esporádica en el eje rodano-rin, en Britannia y en puntos del mediterráneo central, su difusión esencial se produce en la Lusitania y en el noroeste peninsular. las figlinae destinadas a la elaboración de estos envases vinarios se localizan esencialmente en la bahía de cádiz y en el territorio de Jerez, pero aparecen también en Huelva, en las marismas y en puntos del valle medio y alto del Guadalquivir.50 con posterioridad, estas ánforas serán sustituidas por imitaciones de las ánforas Gauloise 4 y Dressel 30 (Beltrán lloris 1977: 248). Por último, en época bajoimperial se ha documentado en los últimos años una producción específica, denominada con el nombre de Beltrán 68, que atestigua la continuidad en la producción excedentaria de vino en la Bética hasta finales del siglo IV d.c., aunque se detecta una reducción considerable de las zonas de producción y distribución (Bernal 1999a: 260). todavía es pronto, debido a la novedad en su identificación, para definir con seguridad la región de fabricación y las rutas comerciales en las que se integra este ánfora, si bien su núcleo de fabricación parece circunscribirse a las provincias de cádiz y málaga y su distribución, de pequeña intensidad, se localiza, tan solo, en la costa levantina e itálica.51 estrabón (Geog., III, 2, 6) señala la exportación del vino turdetano, mientras marcial (Epigr., XIII, 118) alaba la calidad de los vinos de la Bética. 50 Para el estudio de las ánforas vinarias béticas altoimperiales remitimos a Jiménez y García 2006; remesal y carreras 2003; carreras 2003; VV.AA. 2003; García Vargas 2004; fabião 1998; Van der Werff 2002, entre otros. 51 sobre el análisis y novedades tipológicas de las ánforas tardorromanas remitimos al reciente trabajo de síntesis de D. Bernal (2008), donde se recoge la problemática específica de estas producciones y la bibliografía precedente. 49

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figura 15. estructura de pisa y prensado, por acción de una prensa de tornillo directo, íntegramente realizada en materiales perecederos perteneciente a una bodega tradicional de Jerez de la frontera (cádiz) (foto: y. Peña cervantes).

frente a estos testimonios de elaboración de vino y subproductos derivados en el suroeste de la Bética, nos encontramos con una ausencia absoluta de evidencias de producción. este pertinaz silencio de la arqueología respecto de los núcleos y técnicas empleadas en la elaboración de vino bético, tiene que encontrar su respuesta, necesariamente, en el uso de elementos tecnológicos realizados mayoritariamente en materiales perecederos, que no pueden ser registrados en nuestros inventarios sobre cultura material.52 en el caso del aceite, tradicionalmente se había planteado su producción casi exclusivamente en el Bajo Guadalquivir, debido a la temprana implantación en esta zona de los estudios anfóricos. en la actualidad, el aumento de las excavaciones permite localizar otras importantes zonas de producción en málaga, la subbética cordobesa y los entornos de Jaén, demostrando que el cultivo del olivo en la Bética se fundamenta en una explotación extensiva, que ocupa la práctica totalidad de esta provincia.

52 en un trabajo anterior ya señalamos el peso de la tradición vinícola antigua, púnica y romana, en la elaboración de los actuales vinos de la Denominación de origen de Jerez (Peña 2010: 172). estos vinos son producto de una vinificación que se apoya en los mismos principios de la vinicultura romana, creando unos caldos únicos en el mundo con unas características generales similares al vino antiguo. en la elaboración etnográfica de estos caldos constatamos el uso de grandes estructuras de pisa realizadas íntegramente en madera, con una prensa de tornillo directo integrada en su parte central. todo el proceso de extracción se realizaba, pues, utilizando materiales perecederos y sin necesidad de recurrir a elementos de obra, a pesar del alto volumen de producción que registran las antiguas bodegas de Jerez (figura 15).

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la zona nuclear de fabricación de las Dr. 20 se ha localizado, como decimos, en el valle del Bajo Guadalquivir gracias a los datos epigráficos anfóricos, los textos legales y administrativos romanos y la prospección intensiva realizada por m. Ponsich (1974; 1979; 1987; 1991). con estos datos se ha trazado un modelo teórico sobre la articulación de la producción, envasado y comercialización del aceite bético, planteado en primer lugar por el propio m. Ponsich y desarrollado esencialmente por G. chic y J. remesal.53 los materiales en superficie confirman la presencia de un gran número de alfares en los cursos fluviales del Genil y Guadalquivir, en los que se trasvasa el aceite, transportado desde los centros de producción en odres por vía terrestre, a las ánforas que luego serían distribuidas por vía fluvial-marítima al resto del Imperio.54 la falta de datos concretos sobre los enclaves productivos, tanto de los centros de fabricación de ánforas como de los centros de producción de aceite, impide desarrollar con certeza la articulación entre producción, envasado y comercialización.55 en el caso de la Bética, J. remesal (2000: 282-283) ha defendido, a partir de los datos de prospección y siguiendo la argumentación iniciada por m Ponsich, una desconexión entre la fabricación del aceite y su envasado. los alfares aparecen siVid. chic 1978; 1984 y 1990; remesal 2000. los trabajos sobre la dispersión de las Dressel 20 en el mediterráneo son muy numerosos, acorde con la importancia para la economía romana del producto que transportaban. no puede ser nuestro objetivo aquí analizar los volúmenes y las rutas comerciales del aceite bético. Para la presencia de ánforas Dr. 20 en el resto de la Península vid. los trabajos de G. chic (1981a), c. fabião (1993-1994) y P. Berni (1998). Para el abastecimiento de roma vid. Blázquez y remesal 1999; 2001; 2003 y 2007; y para el abastecimiento del limes germano la monografía de J. remesal sobre la annona militaris (remesal 1986) y su actualización (remesal 1995). el trabajo de carreras y funari 1998, aborda la presencia de aceite bético en Britannia y el de e. lyding (1983) la existencia de un comercio oleícola también con las provincias orientales. el aceite bético se detecta por tanto en todos los territorios del Imperio, incluso llega a la Tingitana (Ponsich 1995) una provincia tradicionalmente productora de aceite, lo que da una idea de la importancia de este producto en la economía de época imperial (remesal 1995). Importantes y amplias actualizaciones de los estudios anfóricos suponen los congresos internacionales Ex Baetica Amphorae realizado en sevilla en 1998 (VV.AA. 2000b) y Figlinae Baeticae: talleres alfareros y producciones cerámicas en la Bética romana (ss. II a.C.-VII d.C.) que tuvo lugar en cádiz en el año 2003 (Bernal y lagóstena 2004). 55 Para un estudio sobre las propuestas destinadas a interpretar la industria oleícola bética y los datos disponibles para realizar este análisis remitimos a la síntesis publicada en Peña 2010: 173-180. 53 54

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tuados en las orillas de los ríos, sin conexión con los fundi en los que se elabora el aceite. esto puede tener una función de control fiscal, como se aprecia a través de los tituli picti, que obligaría a trasvasar el aceite en puntos de embarque prefijados o responder, simplemente, a las dificultades de transporte de las ánforas por vía terrestre. sin embargo, documentamos la existencia de un buen número de yacimientos que aúnan la elaboración del aceite con la fabricación de sus envases de comercialización, como, en principio, se desprende de su registro material superficial. la validación del esquema teórico de elaboración del aceite bético en el Bajo y medio Guadalquivir necesita de excavaciones que permitan conocer tanto el patrón de ocupación del territorio como la naturaleza de los centros de producción. en los últimos años se ha producido la excavación de los torcularia oleícolas de cercadilla y de la calle caño Quebrado, ambos en córdoba, el último de ellos con evidencias del envasado directo en ánforas. también en la provincia de córdoba, en el yacimiento rural de cuesta del espino (Posadas, córdoba) se detectan elementos de producción junto a un alfar destinado a elaborar Dr. 20. ya en la provincia de sevilla, en la década de los noventa del pasado siglo, se han excavado parcialmente dos instalaciones de producción de aceite. en Azanaque (lora del río, sevilla) el hallazgo de un contrapeso cilíndrico en una zona caracterizada por la presencia de abundantes alfares de Dr. 20, vuelve a plantear la unión de la zona de producción con la de envasado. mientras, en Dos Hermanas, el yacimiento de Doña Ana II puede ser interpretado como una «factoría» destinada a la elaboración de aceite, en uso desde época flavia hasta mediados del siglo III d.c. en la cuenca del río Genil, conectado así de forma directa con el valle del Guadalquivir, se ha excavado, prácticamente en extensión, un interesante enclave productivo oleícola en cerro martos (Herrera, sevilla). el reciente descubrimiento en la zona arqueológica de marroquíes Bajos, localizada a las afueras de la actual ciudad de Jaén, de hasta ocho almazaras en funcionamiento ya en el siglo I d.c., certifica la existencia de un importante núcleo de producción oleícola en un territorio que tradicionalmente había quedado al margen de la zona de elaboración del aceite bético. Al menos una de estas almazaras, la llamada Almazara norte o Almazara cuétara, se configura como un gran complejo industrial en el que llegarían a actuar de forma simultánea seis prensas de viga al igual que, aparentemente, sucede en el yacimiento cordobés de cerro lucerico, que veremos a continuación. A las afueras de la antigua Aurgi se han excavado y recientemente publicado también las almazaras de los robles y de el corte Inglés, en este caso dotadas de seis y una prensa de viga respectiva-

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mente. Desde este enclave del interior, el aceite sería transportado en odres hasta puertos menores del Guadalquivir, donde sería trasvasado a las ánforas en las que se procedería a su comercialización en roma, en el Limes Germano o en Britannia. otro importante núcleo de producción oleícola se detecta en la zona de la subbética cordobesa, en este caso a partir de datos de superficie, catalogados y estudiados por J.r. carrillo e I. muñiz.56 Destaca, como hemos mencionado, el yacimiento de cerro lucerico (fuente tójar, córdoba), muy parcialmente excavado, en el que se aprecia el funcionamiento conjunto de seis prensas de viga de tipología indefinida en una gran sala pavimentada con opus spicatum. Junto a este yacimiento, en este territorio del interior de Andalucía, se aprecia una intensa actividad de prensado, como demuestra el alto número de yacimientos en los que se han recuperado en superficie evidencias pétreas de molienda y prensado (carrillo 1995 y 2013). Al igual que en el caso de Aurgi, no se evidencian en esta región restos de ánforas, por lo que el envasado final del producto debía realizarse fuera de este territorio, en el cauce del Genil o del propio Guadalquivir al que el aceite llegaría en odres por vía terrestre. un esquema comercial similar parece haberse desarrollado también en el interior de la actual provincia de málaga, en el territorio de las ciudades romanas de Antikaria y Singilia Barba, aunque la organización de la producción difiere de la especificada con anterioridad. Aquí se constatan pequeñas instalaciones de prensado, con una única prensa de viga y reducido tamaño, insertas en explotaciones agropecuarias tipo villa, dotadas de zona residencial. en el ager de estas dos ciudades se han documentado, hasta el momento, un total de 27 almazaras, que mayoritariamente fabricarían a lo largo de los siglos I y II d.c. aceite destinado a los mercados imperiales (romero 2013). Al igual que en el caso de Jaén, el aceite sería transportado en pellejos hasta los puertos de embarque, en este caso directamente en la costa malagueña, en la que en los últimos años se han documen56 en este caso, al igual que sucede en la región antequerana, como luego veremos con m. romero, o en el caso de las almazaras de Aurgi con J.l. serrano Peña, o de J.A. Antolinos y J.m. noguera en la región de murcia, el interés particular de un investigador hace que el número de hallazgos relativos al prensado de vino/aceite en un determinado territorio se incremente de forma espectacular. estas regiones «privilegiadas» desde el punto de vista de la investigación que nos ocupa nos deben servir como indicadores de la intensa presencia de las industrias vinarias y aceiteras en la mayor parte del territorio peninsular.

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tado un buen número de alfares destinados a la elaboración de Dressel 20.57 la sustitución de las ánforas Dr. 20 por las Dr. 23 en el comercio de aceite, es reflejo de una profunda transformación de las rutas comerciales y de la importancia estratégica de este producto en el abastecimiento del Imperio. la reducción del volumen comercial del aceite bético debió provocar necesariamente cambios en el sistema de producción, que se reflejan en el abandono mayoritario de los centros de elaboración con anterioridad a finales del siglo III d.c. (Peña 2010: 188-191). la mayor parte de las almazaras vinculadas a la producción de aceite excedentario bético abandonan su producción a finales del siglo II o a lo largo del siglo IV d.c. tan solo detectamos el mantenimiento de la producción en las almazaras de cortijo del canal (Albolote, Granada), Azanaque (lora del río, sevilla) y la Quinta (Antequera, málaga) sin que podamos determinar ni su volumen de producción ni el mercado en el que se integra su excedente. tampoco disponemos de datos que permitan conectar las instalaciones de prensado oleícolas construidas a partir del siglo IV d.c. en la Bética, con una producción especulativa que pudiera relacionarse con los envases anfóricos Dr. 23, aunque debemos tener en cuenta que la mayor parte de los enclaves han sido muy parcialmente excavados, en intervenciones puntuales de carácter preventivo. en cualquier caso, frente a lo que sucedía en la etapa anterior, los torcularia bajoimperiales se integran de forma general en asentamientos tipo villa, formando parte de la zona rústica de estos asentamientos, lo que debe interpretarse necesariamente como un cambio evidente en el esquema de producción. Así sucede en Vegas de elvira (Jerez de la frontera, cádiz), la lámpara (montilla, córdoba), el ruedo (Almedinilla, córdoba), Armilla (Granada), cártama (málaga), Arroyo simones (Antequera, málaga), los ogíjares (ogíjares, Granada), Gabia (las Gabias, Granada) y, posiblemente también, en el yacimiento de la calle olid en Jaén. en los últimos años se ha puesto de relieve la importancia comercial de la ciudad de Malaka en la Antigüedad, como demuestra la realización en 1998 del II congreso de Historia Antigua de málaga dedicado monográficamente al Comercio y comerciantes en la historia antigua de Málaga (s. VIII a.C.-711 d.C.) (Wulff et alii 2001). también se ha incrementado notablemente el conocimiento de sus alfares gracias a las excavaciones preventivas desarrolladas en la ciudad y sus entornos; para la fabricación de ánforas en málaga vid. el trabajo conjunto Figlinae Malacitanae, la producción de cerámica romana en los territorios malacitanos (VV.AA. 1997). en relación a la comercialización de aceite bético desde este enclave, se ha localizado recientemente en nombre de Malaca como control fiscal en tituli picti del testaccio (chic 1998: 29). 57

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ProDuccIones comercIAlIZADAs en CUpAE o CULLEI

más allá de estas producciones excedentarias, destinadas al suministro de otras provincias y cuyas rutas comerciales pueden ser perfectamente detectadas, debido a su comercialización en ánforas, en Hispania se desarrolla también una intensa producción oleícola y vinícola destinada a su propio abastecimiento interno. Detectamos la presencia de bodegas y almazaras en todo el territorio hispano a excepción de la fachada cantábrica y la meseta norte, y a lo largo de todo el periodo de ocupación romano. las características tecnológicas de estas instalaciones de elaboración indican, con su mera posibilidad de documentación arqueológica como hemos visto, un volumen de producción que genera necesariamente un excedente comercial que sería comercializado en envases realizados en materiales perecederos como los cullei y las cupae.58 en Lusitania, por ejemplo, no contamos con la elaboración de un gran volumen de ánforas destinadas al envasado de vino o aceite, ni con referencias clásicas que señalen estos productos entre las estrategias productivas de la región y, además, el número de instalaciones de prensado excavadas es muy bajo. sin embargo, la actividad vitivinícola y oleícola de esta región, sobre todo en su mitad meridional y a partir del siglo I d.c. debió ser bastante intensa, a la luz de la abundancia de elementos de prensado, esencialmente contrapesos, documentados en superficie y vinculados a asentamientos rurales tipo villae.59 en este sentido, destaca especialmente la región de Beja, en la que son habituales los yacimientos en los que se constata la existencia de varias prensas directamente a partir de los datos de superficie. Así se detecta el hallazgo de dos contrapesos en los yacimientos de monte do Arco (nossa senhora das neves, Beja), monte das cortes el uso de toneles como sistema de transporte de vino está bien documentado, no solamente en la zona septentrional del Imperio, sino en toda la cuenca mediterránea a partir del reinado de los Antoninos (tchernia 1986). estos contenedores, bien adaptados al transporte terrestre de mercancías, llegan a sustituir incluso a las ánforas en el transporte marítimo, con la creación de buques-cisterna. en los últimos años se ha incidido mucho en el estudio de los recipientes de transporte de vinoaceite realizados en materiales perecederos, tanto en madera (cupae) como en piel (cullei), incidiendo en las posibilidades de análisis de las imágenes antiguas (Julia 1965; molin 1990; leguilloux 2004; marlière 2001 y 2002; tchernia 1997; marlière y torres 2005) y en el hallazgo de piezas de madera en los grandes ríos de la europa continental (Baratta 2001; Desbats 1991 y 1997). 59 Para la producción de vino y aceite lusitano remitimos a la síntesis publicada por nosotros en 2010 (Peña 2010: 180-184, 191-192, 202-204). 58

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de cima (Pedrógão, Beja), monte do Poço seco (selmes, Beja), Vale de Éguas (serpa, Beja), n.s. da tourega (evora) y Herdade do correio-mor (Portalegre). también encontramos instalaciones de mayor tamaño, como la de Pisões (Beja) con tres contrapesos cilíndricos, la de Horta do cano (Pedrógão, Beja) con seis contrapesos cilíndricos y dos paralelepípedos, monte da fareleira (Pedrógão, Beja con 20 contrapesos paralelepípedos y Alpendres dos lagares (Pias, Beja) con cinco contrapesos cilíndricos en superficie y una sala de prensado con dos prensas de torno.60 esta alta concentración de contrapesos por yacimiento indica la presencia de instalaciones de prensado de carácter «industrial», claramente destinadas a la comercialización del vino o aceite elaborado. como venimos señalando, en el caso de la provincia lusitana, las instalaciones de prensado se integran dentro del modelo de explotación agraria de las villas, posiblemente en el seno de una estrategia económica diversificada destinada al autoabastecimiento interno y a la venta de excedentes en los mercados próximos. este esquema productivo se mantiene también en época tardorromana, sin aparentes modificaciones, debido a la temprana implantación del latifundio en estos territorios y a la falta de una agricultura especulativa previa. las villae acogen una producción de vino y aceite destinada a cubrir sus necesidades internas y a abastecer los mercados regionales, sin que se produzca una ruptura en este esquema económico en el tránsito al Bajo Imperio, como evidencia el mantenimiento de las estructuras de producción de são cucufate (Vila de frades, Beja) y la continuidad en la producción de torre Águila (Barbaño, Badajoz) y milreu (estoi, faro). la comercialización del vino y el aceite producido en estas villae se realizaría en los siglos IV y V d.c., al igual que en la época precedente, a través de odres o toneles,61 bien adaptados para el transporte terrestre al que estarían destinados. Para monte do Arco vid. Peña 2010: 899; para monte das cortes de cima vid. Peña 2010: 903; para monte do Poço seco vid. Peña 2010: 907; para Vale de Éguas vid. Peña 2010: 914; para n.s. da tourega vid. Peña 2010: 943; para Herdade do correio-mor vid. Peña 2010: 997; para Pisões vid. Peña 2010: 896; para Horta do cano vid. Peña 2010: 900; para monte da fareleira vid. Peña 2010: 902 y para Alpendres dos lagares vid. Peña 2010: 904. 61 el uso de toneles, como forma de transporte del vino en la Lusitania se vería reflejado en la aparición, a partir de finales del siglo I d.c., de estelas funerarias con estas formas vinculadas al culto funerario dionisiaco (Brun 2004b: 286). Hasta el momento se conocen 77 cuppae, localizadas sobre todo en el Baixo Alentejo y el Algarve. estas piezas aparecen catalogadas y monográficamente estudiadas en el trabajo de Étienne y mayet 2000: 21-55. también se reconoce el uso del tonel como sistema de comercialización vinícola en el famoso relieve funerario de Sentia Amarantis, depositado en el museo nacional de Arte romano de mérida. 60

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también un marcado carácter comercial, no vinculado a un recipiente cerámico de comercialización específico, presenta la producción de vino y aceite en el curso medio del ebro en los siglos I al III d.c. todas las villae excavadas en esta región presentan importantes estructuras de elaboración esencialmente vinícolas, pero también oleícolas. señalaremos la bodega de las musas (Arellano, navarra), excepcionalmente bien conservada, y asociada a dos prensas de viga; los grandes complejos de prensado de funes (navarra) y falces (navarra), con seis y tres prensas respectivamente, destinadas a la extracción del mosto y la instalación vinícola de la villa de liédena (navarra). este volumen de producción denota la existencia de una viticultura comercial, y posiblemente también de una importante producción de aceite, que excede las necesidades de aprovisionamiento de la ribera del ebro y que pudo estar destinada al abastecimiento de las ciudades del noroeste peninsular y del interior meseteño por vía terrestre.62 el abandono de estas grandes instalaciones en el siglo III d.c. y la aparición de torcularia de menores dimensiones orientados al abastecimiento de los mercados locales, como ilustra la pequeña bodega de san estaban de falces (navarra), marcarían el final de la viticultura comercial del valle del ebro. A partir de este momento la atomización de los mercados, típica de época tardorromana, modifica las rutas comerciales, incidiendo en la importancia de los mercados locales y de proximidad. en la provincia Tarraconensis, junto con las producciones del ebro y la ya analizada producción vinícola especulativa destinada al abastecimiento de Gallia y roma, se desarrollan un buen número de industrias vinícolas y oleícolas destinadas al autoabastecimiento interno. en el caso de la producción de aceite, los testimonios son muy reducidos para época altoimperial si exceptuamos el territorio de las actuales provincias de Alicante y murcia. en la región murciana se han excavado tres grandes almazaras, localizadas en las villae de fuente de la teja (caravaca de la cruz, murcia), los cipreses (Jumilla, murcia) y los Villaricos (mula, murcia) todas construidas en el siglo I d.c. y relacionadas, junto con otros enclaves productivos conocidos a partir de materiales de superficie, con el abastecimiento de Carthago Nova (Antolinos y soler 2000; Antolinos y noguera 2013). también al abastecimiento urbano, en este caso de Lucentum, pueden vincularse las instalaciones oleícolas periurbanas del Parque de las naciones y 62 sobre las instalaciones de producción del valle del ebro y la posibles rutas comerciales de los productos elaborados en ellas vid. Peña 2013b.

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la de la calle olimpo, estas con cronologías tardorrepublicanas, y casa ferrer I. en el resto de la fachada levantina, incluyendo la región catalana, los testimonios de elaboración de aceite en época altoimperial son tremendamente escasos. la ausencia de instalaciones oleícolas puede explicarse a partir de una producción autárquica de aceite que, no deja huellas materiales. Posiblemente este tipo de producción no aseguraría el abastecimiento de la población urbana, que debió de ser cubierto gracias a la llegada de aceite bético.63 en este sentido, hasta época tardorromana no se generaliza una explotación olivarera de relevancia en las comarcas catalanas y valencianas, con la aparición de espacios específicos de elaboración de aceite en el seno de las villae. una tendencia similar se documenta, hasta donde sabemos, en la meseta sur. A lo largo de los siglos IV y V d.c. se detecta en Hispania la aparición de un buen número de instalaciones de prensado, que evidencian el mantenimiento de las tradiciones vitivinícolas y oleícolas vistas para los siglos anteriores. en época tardorromana se mantienen algunas de las características productivas y comerciales desarrolladas ya a partir del siglo II d.c. y se introducen nuevas variables derivadas de las transformaciones socioeconómicas y políticas acontecidas en este periodo histórico. la tradición agraria previa, y las evidencias de instalaciones de prensado tardorromanas, indican una importante producción de vino-aceite en Hispania durante este periodo. sin embargo, esta producción, salvo puntualmente el aceite bético, no aparece destinada a la comercialización exterior, lo que la hace carecer de una articulación productiva orgánica, por lo que los fenómenos de elaboración responden a las necesidades específicas de los centros de producción y su entorno. esto se traduce en la falta de líneas directrices generales para tipificar el esquema de producción de vino y aceite hispano a lo largo de los siglos IV y V d.c. los fenómenos productivos responden a las peculiaridades históricas y productivas de 63 Durante mucho tiempo, a partir de los trabajos de m. Beltrán, se ha defendido un autoaprovisionamiento de aceite en la región catalana desde época augustea, apoyado en la aparente ausencia de contendores oleícolas foráneos (Beltrán 1970). en este sentido, las Dr. 20 documentadas en esta región, siempre en contextos litorales, se relacionarían con las necesidades náuticas de las embarcaciones béticas en su recorrido hacia narbona, puerto de entrada hacia el limes (nieto y nolla 1985). en los últimos años P. Berni ha planteado una nueva hipótesis, tras revisar los materiales anfóricos béticos presentes en cataluña, en la que defiende un consumo compensatorio del aceite bético en este territorio, por el que las carencias de la producción local eran resueltas gracias al comercio de importación (Berni 1998).

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las distintas regiones pero, esencialmente, al propio desarrollo de los asentamientos agropecuarios que las acogen. es decir, a la evolución interna de cada una de las villae, que actúan como unidades de producción.64 la evolución de la producción en cada yacimiento es independiente, hasta cierto punto, de un proceso general, dificultando la posibilidad de trazar un modelo explicativo común. este carácter dinámico de los asentamientos puede deberse, en parte, a un proceso de concentración de la propiedad. la creación de latifundios, que se define como uno de los procesos esenciales de época tardía, se aprecia con mayor claridad en la región catalana, caracterizada en épocas anteriores por una fragmentación de la propiedad. este proceso se desarrolla en cada una de las villas con una materialización y un ritmo propio, asistido también por otras variables difíciles de rastrear en el registro arqueológico, como serían la demanda de los mercados locales y la propia evolución socio-política del territorio. Parece claro, sin embargo, que la producción tardoantigua de vino en el litoral mediterráneo hispano es deudora directa del esquema de producción que, como veíamos, se instaura en esta región a lo largo del siglo II d.c., una vez que se desmantela la producción excedentaria que había caracterizado la época tardorrepublicana y los primeros compases del Imperio. A partir de este momento, la producción vinícola pierde su carácter especulativo, integrándose dentro de las producciones agrarias de las villae con un destino autárquico o de intercambio de proximidad. este diseño económico se mantiene a lo largo del Bajo Imperio, amoldándose al desarrollo de los asen-

64 Para una síntesis de los enclaves productivos tardorromanos remitimos a Peña 2010: 184-192; Peña 2008 y específicamente para las reutilizaciones industriales a Peña 2005-2006.

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tamientos rurales. Así, se documenta con seguridad la producción de vino a lo largo de los siglos IV y V d.c. en los yacimientos urbanos de la plaza del rey en Barcelona y del foro de Valentia, y en las villae de torre llauder (mataró, Barcelona), can ferrerons (Premià de mar, Barcelona), Viladés (rajadell, Barcelona), Poble sec (sant Quirze del Vallès, Barcelona), can Bosch (tarrasa, Barcelona), can sentromà (tiana, Barcelona), Pla de Palol (fenals, Gerona), Vinya d’en crispi (Guissona, lérida), san esteban (falces, navarra), Parc central (tarragona) y Hostal noú (Balaguer, lérida), entre otras. las evidencias de elaboración de aceite son mucho más reducidas, pero parecen demostrar la ampliación de la zona de producción oleícola altoimperial, situada en el levante, hasta la región catalana. se han excavado estructuras de producción oleícolas en canyada Joana (crevillente, Alicante), la rectoría (Pacs del Penedès, Barcelona), Vilauba (Pujarnol, Gerona), els munts (Altafulla, tarragona), loma del regadío (urrea de Gaén, teruel), l’Horta Bella (Bétera, Valencia), molins nou (ruidoms, tarragona), Pou de la sargueta (riba-roja del túria, Valencia), mas del catxorro (Benifallet, tarragona), fuente de las Pulguillas (cieza, murcia), senda de Granada (murcia) y los Villaricos (mula, murcia), todos ellos localizados en el seno de villae. fuera del área mediterránea destacan las instalaciones de producción recientemente documentadas en la zona central de Hispania. Así la instalación oleícola y vinícola de la villa de carranque (toledo) y la instalación de prensado de la villa de el saucedo (talavera de la reina, toledo), ambas activas en época tardorromana.

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254

yolAnDA PeÑA cerVAntes

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256 N.º

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1

Almazara

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Almazara

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Almazaras y bodegas hispanas. Relación de yacimientos

Descripción

Almazara Torcularium indeterminado Almazara Almazara Bodega Bodega Bodega y almazara

Torcularium indeterminado Bodega

Almazara Bodega Bodega Bodega

Torcularium indeterminado Almazara Almazara Bodega Bodega

Bodega Torcularium indeterminado Bodega Bodega Bodega Bodega Bodega Bodega Bodega Bodega Torcularium indeterminado Almazara Bodega

Torcularium indeterminado Bodega

Yacimiento

Termino municipal

Anejos de AEspA lXXI

Provincia

casa ferrer

Alicante

Alicante

canyada Joana

crevillent

Alicante

Parque de las naciones caprala casa de les teules el melic Puente II roc d’enclar torre Águila la cocosa

Alicante Petrel elche elda elda Andorra

Barbaño

Dehesa de la cocosa

la sevillana

esparragosa de lares

carrión casas de la reina can maiol

mérida regina felanitx, mallorca

Pozo de la cañada

can curt

can sòra

sanitja casa de l’Heura (Baetulo) casa dels Dofins

Barcino can cortada Burriac can Valls mas manolo can Pedrerol de Baix cal ros de les cabres can solà torre llauder torrent forcat sant Bartomeu la rectoría

camí de la serra de can Valls ca l’espluga can ferrerons

Guareña

san Josep de sa talaia, Ibiza san Josep de sa talaia, Ibiza sanitja, menorca Badalona Badalona

Barcelona Barcelona cabrera de mar caldes de motbui caldes de motbui castellbisbal el masnou matadepera mataró mataró navarcles

Pacs del penedès

Palau-solità i Plegamnas Pallejà Premià de mar

Alicante Alicante Alicante Alicante Alicante Andorra Badajoz Badajoz Badajoz Badajoz

Badajoz Badajoz Baleares Baleares Baleares

Baleares Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona

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Anejos de AEspA lXXI

BoDeGAs y AlmAZArAs en HISpANIA: estructurAs y ÁmBItos…

Almazaras y bodegas hispanas. Relación de yacimientos

Localización

Tipo de evidencia

Bibliografía

casa ferrer (Alicante, Alicante)

sala de prensado con cubetas de Peña cervantes 2010: 297-298 decantación y espacio de almacenamiento

canyada Joana (crevillent, Alicante)

sala de prensado con cubetas de Peña cervantes 2010: 303-306 decantación y espacio de almacenamiento

Parque de las naciones (Alicante)

caprala (el monastil, Alicante) casa de les teules (elche, Alicante) el melic (elda, Alicante) Puente II (elda, Alicante) roc d’enclar (Andorra, Andorra) torre Águila (Barbaño, Badajoz)

la cocosa (Dehesa de la cocosa, Badajoz)

sala de prensado con cubetas de Peña cervantes 2010: 300 decantación y espacio de almacenamiento sala de prensado sala de prensado y molienda sala de prensado sala de prensado y estructura de pisa sala de prensado

Poveda 2013: 289 Peña cervantes 2010: 309 Poveda 2013: 287-288 Poveda 2013: 288 Peña cervantes 2010: 1048

Dos salas de prensado con espacios de almacenamiento

Peña cervantes 2010: 314-318

Dos salas de prensado con espacios de almacenamiento

la sevillana (esparragosa de lares,Badajoz) estructuras de pisa Pozo de la cañada (Guareña, Badajoz)

sala de prensado y espacio de almacenamiento

Peña cervantes 2010: 319-328 Peña cervantes 2010: 332-333

rodríguez martín 2013: 459-460

carrión (mérida,Badajoz) casas de la reina (regina, Badajoz) can maiol (felanitx, mallorca, Baleares)

sala de prensado y espacio de fermentación Peña cervantes 2010: 336-338 lagar rupestre Peña cervantes 2010: 329-330 sala de prensado Peña cervantes 2010: 343

can sòra (san Josep de sa talaia, Ibiza, Baleares)

sala de prensado, molienda y almacenamiento

can curt (san Josep de sa talaia, Ibiza, Baleares)

sala de prensado

sanitja (sanitja, menorca, Baleares) sala de prensado casa de l’Heura (Baetulo) (Badalona, Barcelona) sala de prensado casa dels Dofins (Badalona, Barcelona)

sala de prensado y envasado en ánforas

Barcino (Barcelona, Barcelona) can cortada (Barcelona, Barcelona) Burriac (cabrera de mar, Barcelona) can Valls (cabrera de mar, Barcelona) mas manolo (caldes de motbui, Barcelona) can Pedrerol de Baix (castellbisbal, Barcelona) cal ros de les cabres (el masnou, Barcelona) can solà (matadepera, Barcelona) torre llauder (mataró, Barcelona) torrent forcat (mataró, Barcelona)

sala de prensado y espacio de fermentación sala de prensado sala de fermentación sala de fermentación sala de fermentación sala de prensado con 4 prensas sala de fermentación sala de prensado Diversos espacios de prensado y fermentación sala de prensado y espacio de fermentación

la rectoría (Pacs del penedès, Barcelona)

sala de prensado

sant Bartomeu (navarcles, Barcelona)

camí de la serra de can Valls (Palausolità i Plegamnas, Barcelona)

ca l’espluga (Pallejà, Barcelona) can ferrerons (Premià de mar, Barcelona)

257

Peña cervantes 2010: 345

Peña cervantes 2010: 346-347

Peña cervantes 2010: 344 Beltrán de Heredia y comas 2009

Peña cervantes 2010: 353-354; Beltrán de Heredia y comas 2009: 151-165 Peña cervantes 2010: 356-361 Peña cervantes 2010: 363 Peña cervantes 2010: 364-365 Peña cervantes 2010: 367 Peña cervantes 2010: 368 martín i oliveras y Bayés i colomer 2009: 230-233 Peña cervantes 2010: 374 martín i oliveras y Bayés i colomer 2009: 231-235 Peña cervantes 2010: 377-381 Peña cervantes 2010: 382

sala de prensado

Peña cervantes 2010: 383; martín i oliveras y Bayés i colomer 2009: 231-236

sala de fermentación

Peña cervantes 2010: 387

sala de prensado sala de prensado y espacio de fermentación

Peña cervantes 2010: 385-386 Peña cervantes 2010: 388 Peña cervantes 2010: 391-392

ARTIFICES_IDONEOS_CAMBIADO_14_AEA 28/07/14 09:51 Página 258

258

yolAnDA PeÑA cerVAntes

Almazaras y bodegas hispanas. Relación de yacimientos

Anejos de AEspA lXXI

N.º Descripción 36 Bodega 37 Bodega 38 Bodega

Yacimiento sant Amanç de Viladés la salut el Bosquet

Termino municipal rajadell sabadell san Pere de ribes

40

can sans

sant Andreu de llavaneres Barcelona

39

Bodega

41 42

Torcularium indeterminado Bodega

43 44 45 46 47 48 49 50 51 52 53 54 55 56 57 58 59 60 61 62 63 64 65 66 67 68

Torcularium indeterminado Bodega Bodega Bodega Bodega

Bodega y almazara Bodega

Torcularium indeterminado Bodega Torcularium indeterminado Almazara Bodega Bodega Bodega Bodega Bodega

Bodega Almazara

Torcularium indeterminado Torcularium indeterminado Bodega

Almazara Bodega

Almazara Almazara

Almazara Torcularium indeterminado

el morer

la feliua torreblanca can feu

Poble sec can Bosc

Veral de Vallmora can sent-romà

ermita de nostra senyora de sales Darró são João da Venda Pias monte do meio monte da salsa Ishuínha 2 Aldea do Grilo são cucufate moura

Quinta da ribeira Vegas de elvira IV

muntanyeta dels estanys la torrassa

l’Horta seca

Barrio de santa maría

Insula du Vase Phallique (Conimbriga)

Paço das escolas (Aeminium) el ruedo

calle caño Quebrado cercadilla

san Pol de mar

Provincia Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona

sant fruitós de Bages sant Just Desvern

Barcelona Barcelona

sant Quirze del Vallès tarrasa

Barcelona Barcelona

sant Quirze del Vallès teià

tiana

Viladecans

Vilanova i la Geltrú Almasil Alpendres dos lagares Beja Brinches

Pedrógão serpa Vila de frades Vila de moura

tralhariz Jerez de la frontera Almenara

Betxí-les Alqueries Vall de uxó

Alcazar de san Juan coimbra coimbra

Almedinilla córdoba córdoba

Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona Barcelona Beja Beja Beja Beja Beja Beja Beja Beja

Branganza cádiz

castellón de la Plana castellón de la Plana castellón de la Plana ciudad real coimbra coimbra córdoba córdoba córdoba

ARTIFICES_IDONEOS_CAMBIADO_14_AEA 28/07/14 09:51 Página 259

Anejos de AEspA lXXI

BoDeGAs y AlmAZArAs en HISpANIA: estructurAs y ÁmBItos…

Almazaras y bodegas hispanas. Relación de yacimientos

Localización Tipo de evidencia sant Amanç de Viladés (rajadell, Barcelona) Dos salas de prensado la salut (sabadell, Barcelona) sala de fermentación el Bosquet (san Pere de ribes, Barcelona) sala de prensado y espacio de fermentación el morer (san Pol de mar, Barcelona)

salas de prensado y espacios de fermentación

can sans (sant Andreu de llavaneres, Barcelona)

sala de prensado

can feu (sant Quirze del Vallès, Barcelona)

sala de prensado y espacio de fermentación

Veral de Vallmora (teià, Barcelona)

salas de prensado y espacios de fermentación

la feliua (sant fruitós de Bages, Barcelona) sala de prensado torreblanca (sant Just Desvern, Barcelona) sala de prensado con 6 prensas Poble sec (sant Quirze del Vallès, Barcelona) can Bosc (tarrasa, Barcelona) can sent-romà (tiana, Barcelona)

ermita de nostra senyora de sales (Viladecans, Barcelona)

Darró (Vilanova i la Geltrú, Barcelona) são João da Venda (Almasil, Beja) Pias (Alpendres dos lagares, Beja) monte do meio (Beja, Beja) monte da salsa (Brinches, Beja)

Ishuínha 2 (Pedrógão, Beja) Aldea do Grilo (serpa, Beja) são cucufate (Vila de frades, Beja) moura (Vila de moura, Beja)

sala de prensado y espacio de fermentación sala de prensado sala de prensado y espacio de fermentación

sala de prensado y espacio de fermentación

sala de prensado Posible sala de fermentación sala de prensado con dos prensas sala de prensado

Dolia con inscripciones cristianas

sala de fermentación sala de prensado y espacio de fermentación sala de prensado y dos espacios de fermentación Dolia con inscripciones cristianas

Quinta da ribeira (tralhariz, Branganza) sala de fermentación Vegas de elvira IV (Jerez de la frontera, cádiz) sala de prensado y molino muntanyeta dels estanys (Almenara, castellón de la Plana)

sala de prensado

l’Horta seca (Vall de uxó, castellón de la Plana)

Dos salas de prensado

la torrassa (Betxí-les Alqueries, castellón de la Plana)

Barrio de santa maría (Alcazar de san Juan, ciudad real)

Insula du Vase Phallique (Conimbriga) (coimbra, coimbra)

sala de prensado con dos prensas sala de prensado y molino

estructuras de pisa/prensado

Paço das escolas (Aeminium) (coimbra, coimbra) sala de prensado y molino el ruedo (Almedinilla, córdoba)

restos de la sala de prensado

calle caño Quebrado (córdoba, córdoba) sala de prensado cercadilla (córdoba, córdoba) sala de prensado

259

Bibliografía Peña cervantes 2010: 393-396 Peña cervantes 2010: 398-400 Peña cervantes 2010: 406-407

Peña cervantes 2010: 408-411; martín i oliveras y Bayés i colomer 2009: 230 Peña cervantes 2010: 401-404

Peña cervantes 2010: 405 martín i oliveras y Bayés i colomer 2009: 230-231 Peña cervantes, 2010,412-413; martín i oliveras y Bayés i colomer 2009: 231-234 Peña cervantes 2010: 414-415 Peña cervantes 2010: 419-420

Peña cervantes 2010: 417-418; martín i oliveras y Bayés i colomer 2009: 215-221 Peña cervantes 2010: 423-427 Peña cervantes 2010: 428-430 Peña cervantes 2010: 432-433 Peña cervantes 2010: 885 Peña cervantes 2010: 904 Peña cervantes 2010: 888-890

Peña cervantes 2008: 352-353; Peña cervantes 2010: 892-893

Peña cervantes 2013: 53; cosme (e.p.) Peña cervantes 2013: 52; ferreira y Dias: 2013 Peña cervantes 2010: 922-926 Peña cervantes 2010: 927; Peña cervantes 2008: 352-35

Peña cervantes 2010: 929 Peña cervantes 2010: 446-447 Arasa 2013: 258

Peña cervantes 2010: 448-449; Arasa 2013: 256-257 Peña cervantes 2010: 452-453; Arasa 2013: 257 ruiz sabina y ocaña: 2013

Peña cervantes 2010: 938-939 Peña cervantes 2010: 937

Peña cervantes 2010: 456-458; carrillo 2013: 365 Peña cervantes 2010: 465-466 Peña cervantes 2010: 467-468

ARTIFICES_IDONEOS_CAMBIADO_14_AEA 28/07/14 09:51 Página 260

260 N.º

yolAnDA PeÑA cerVAntes

69

Almazara

73

Almazara

70 71 72 74 75 76 77 78 79 80 81 82 83 84 85 86 87 88 89 90 91 92 93 94 95 96 97 98 99

Almazaras y bodegas hispanas. Relación de yacimientos

Descripción

Almazara Almazara Almazara

Yacimiento

fuente tójar

córdoba

encinarejo de los frailes de san Jerónimo

Villarubia

córdoba

cerro de la Almanzora la lámpara cuesta del espino la Peña II castelo da lousa

Bodega Bodega Bodega Torcularium indeterminado Bodega Bodega Almazara Torcularium indeterminado

can Pons font del Vilar can llapart Puig rodon Pla de Palol llafranc Vilauba Pla de l’Horta

Bodega Bodega Bodega Bodega Bodega

Almazara Almazara

Torcularium indeterminado Torcularium indeterminado Almazara Almazara Bodega Almazara Bodega Bodega

100 Bodega

101 Almazara 102 Almazara 103 Almazara

Provincia

cerro lucerico

Bodega Almazara

Bodega y almazara

Termino municipal

Anejos de AEspA lXXI

milreu

els Ametllers

mas carbotí ses Alzines els tolegassos olivet d’en Pujol

cortijo del canal Armilla

los lavaderos Gabia la Grande Hijar los Baños loma de ceres los ogíjares Val de la Viña

Vale do mouro rumansil I

fuente Álamo

cabeza Baja de encina Hermosa

Almazara norte de marroquíes Bajos

luque montilla Posadas saelices mourão estoi

Arbúcies Avinyonet de Puigventós Bellcaire d’empordà corçà fenals Palafrugell Pujarnol sarrià de ter tossa de mar tossa de mar tossa de mar Viladamat Viladamat Albolote Armilla

Dúrcal las Gabias Hijar la malahá molvízar ogíjares Alovera

coriscada

murça do Douro Alcalá la real

castillo locubín Jaén

córdoba córdoba córdoba cuenca Évora faro

Gerona Gerona Gerona Gerona Gerona Gerona Gerona Gerona Gerona Gerona Gerona Gerona Gerona

Granada Granada Granada Granada Granada Granada Granada Granada

Guadalajara Guarda Guarda Jaén Jaén Jaén

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Anejos de AEspA lXXI

BoDeGAs y AlmAZArAs en HISpANIA: estructurAs y ÁmBItos…

Almazaras y bodegas hispanas. Relación de yacimientos

Localización

Tipo de evidencia

261

Bibliografía

cerro lucerico (fuente tójar, córdoba)

sala de prensado con 6 prensas

Peña cervantes 2010: 475-476; carrillo 2013: 351, 353-355

encinarejo de los frailes de san Jerónimo (Villarubia, córdoba)

salas de prensado y molienda

Peña cervantes 2010: 526-527

cerro de la Almanzora (luque, córdoba) la lámpara (montilla, córdoba) cuesta del espino (Posadas, córdoba) la Peña II (saelices, cuenca) castelo da lousa (mourão, Évora) milreu (estoi, faro)

can Pons (Arbúcies, Gerona) font del Vilar (Avinyonet de Puigventós, Gerona) can llapart (Bellcaire d’empordà, Gerona) Puig rodon (corçà,Gerona) Pla de Palol (fenals, Gerona) llafranc (Palafrugell, Gerona) Vilauba (Pujarnol, Gerona) Pla de l’Horta (sarrià de ter, Gerona) els Ametllers (tossa de mar, Gerona)

mas carbotí (tossa de mar, Gerona) ses Alzines (tossa de mar, Gerona) els tolegassos (Viladamat, Gerona) olivet d’en Pujol (Viladamat, Gerona) cortijo del canal (Albolote, Granada) Armilla (Armilla, Granada)

los lavaderos (Dúrcal, Granada) Gabia la Grande (Gabias,Granada) Hijar (Hijar, Granada) los Baños (la malahá, Granada) loma de ceres (molvízar, Granada) los ogíjares (ogíjares, Granada)

Val de la Viña (Alovera, Guadalajara) Vale do mouro (coriscada, Guarda)

rumansil I (murça do Douro, Guarda) fuente Álamo (Alcalá la real, Jaén)

cabeza Baja de encina Hermosa (castillo locubín, Jaén) Almazara norte o cuétara (Jaén, Jaén)

sala de prensado cubetas decantación sala de prensado

sala de prensado sala de prensado y molienda

carrillo 2013: 351 Peña cervantes 2010: 491-492 Peña cervantes 2010: 513-514 Almeida et alii 2013a Peña cervantes 2010: 941-942

sala de prensado con 5 prensas con zona de Peña cervantes 2010: 950-954; almacenamiento y molienda y sala de teichner 2013 pisado/prensado sala de fermentación sala de fermentación sala de prensado sala de prensado y espacio de almacenamiento salas de fermentación salas de prensado y espacio de fermentación salas de prensado sala de prensado

Peña cervantes 2010: 531-532 Peña cervantes 2010: 533-535 Peña cervantes 2010: 569-570 Peña cervantes 2010: 537 Peña cervantes 2010: 538-541 Peña cervantes 2010: 571-572 Peña cervantes 2010: 542-549 Peña cervantes 2010: 550-551

sala de prensado y espacio de almacenamiento sala de prensado sala de fermentación sala de fermentación

Peña cervantes 2010: 557-559 Peña cervantes 2010: 560-562 Peña cervantes 2010: 565-567 Peña cervantes 2010: 563-564

salas de prensado

sala de prensado y molienda y espacio de almacenamiento sala de prensado

sala de prensado sala de prensado y espacio de almacenamiento sala de prensado y espacio de almacenamiento sala de prensado sala de prensado sala de prensado con estructura de decantación sala de prensado con dos prensas sala de fermentación

sala de prensado y espacio de fermentación sala de prensado y molienda sala de prensado y molienda

sala de prensado con 6 prensas

Peña cervantes 2010: 554-556; Palahí, 2006

Peña cervantes 2010: 573-575; orfila et alii 2013: 423-424 Peña cervantes 2010: 576; orfila et alii 2013: 424-425

orfila et alii 2013: 427 orfila et alii 2013: 427-428 orfila et alii 2013: 425 Peña cervantes 2010: 578 Peña cervantes 2010: 579-580 orfila et alii 2013: 425-426

Peña cervantes 2010: 581-582; Almeida et alii 2013b Peña cervantes 2013: 52-53

Peña cervantes 2010: 980-981; Peña cervantes 2013a: 42; Peña cervantes 2010: 587 Peña cervantes 2010: 589

Peña cervantes 2010: 590-593; serrano Peña 2013

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262

yolAnDA PeÑA cerVAntes

Almazaras y bodegas hispanas. Relación de yacimientos

N.º 104 105 106 107 108 109 110 111 112

Almazara Almazara Almazara Almazara Bodega Torcularium indeterminado Torcularium indeterminado Almazara Bodega

Yacimiento corte Inglés los robles el espino Graccuris Hostal nou cantaperdius la sèca del colo freiria casa de rodas

Termino municipal Jaén Jaén torredelcampo Alfaro Balaguer Bellvís corbins são Domingos de rana Aranjuez

Provincia Jaén Jaén Jaén la rioja lérida lérida lérida lisboa madrid

114

Bodega

tesoro de la Herradura

fuente el saz del Jarama

madrid

113 115 116

117 118 119 120

Descripción

Anejos de AEspA lXXI

Bodega Bodega

Almazara

Almazara Almazara Almazara Torcularium indeterminado

121 Almazara 122 Almazara 123 Almazara

124 Almazara 125 Torcularium indeterminado 126 Almazara

Zarzalejos

calle cuesta de la Virgen Aratispi

Arroyo del Gallo Arroyo simones Batán Alto cortijo chinchilla el Gallumbar

foro de Singilia Barba la Quinta

Valsequillo Villa del cortijo robledo los molinillos

127 Torcularium indeterminado 128 Almazara

Villa de manguarra y san José las Viñas

130 Torcularium indeterminado 131 Almazara

cerrillo sánchez el tesorillo

129 Torcularium indeterminado 132 Almazara

133 Torcularium indeterminado 134 Almazara 135 Almazara

136 Torcularium indeterminado 137 Bodega y almazara

138 Torcularium indeterminado

Prado Verdún

fuente de la teja

Betania fuente de las Pulguinas los cipreses

la Alberca VI los Villaricos

senda de Granada

Arroyomolinos móstoles

Antequera Antequera Antequera Antequera Antequera Antequera Antequera Antequera Antequera Antequera

Benalmádena

cártama cuevas del Becerro mollina

sierra de yeguas teba

caravaca de la cruz cehegín cieza Jumilla lorca mula

murcia

madrid madrid

málaga málaga málaga málaga málaga málaga málaga málaga málaga málaga málaga málaga málaga málaga málaga málaga murcia murcia murcia murcia murcia murcia murcia

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Anejos de AEspA lXXI

BoDeGAs y AlmAZArAs en HISpANIA: estructurAs y ÁmBItos…

Almazaras y bodegas hispanas. Relación de yacimientos

Localización corte Inglés (Jaén, Jaén) los robles (Jaén, Jaén) el espino (torredelcampo, Jaén) Graccuris (Alfaro, la rioja) Hostal nou (Balaguer, lérida) cantaperdius (Bellvís, lérida) la sèca del colo (corbins, lérida) freiria (são Domingos de rana,lisboa) casa de rodas (Aranjuez, madrid)

Tipo de evidencia sala de prensado y espacio de molienda sala de prensado con 6 prensas cubetas decantación sala de prensado sala de fermentación sala de prensado sala de prensado sala de prensado y espacio de molienda estructuras de pisado/prensado

Bibliografía serrano Peña et alii 2011 Peña cervantes 2010: 594 Peña cervantes 2010: 603-604 Peña cervantes 2010: 608 Peña cervantes 2010: 614-615 Peña cervantes 2010: 616 Peña cervantes 2010: 617-618 Peña cervantes 2010: 988-990 oñate y Penedo 2012

tesoro de la Herradura (fuente el saz del Jarama, madrid)

sala de prensado y espacio de almacenamiento

García-entero et alii 2013: 158

Zarzalejos (Arroyomolinos, madrid) calle cuesta de la Virgen (móstoles, madrid) Aratispi (Antequera, málaga)

Arroyo del Gallo (Antequera, málaga) Arroyo simones (Antequera, málaga) Batán Alto (Antequera, málaga) cortijo chinchilla (Antequera, málaga) el Gallumbar (Antequera, málaga)

sala de prensado

evidencias de prensado y sala de fermentación

sala de prensado y espacio de molienda

sala de prensado, molienda y almacenamiento sala de prensado y espacio de almacenamiento estructura de molienda y estancia de almacenamiento sala de prensado sala de prensado, molienda y almacenamiento

foro de Singilia Barba (Antequera,málaga) sala de prensado la Quinta (Antequera, málaga)

sala de prensado

los molinillos (Benalmádena, málaga)

sala de prensado

Valsequillo (Antequera, málaga) sala de prensado Villa del cortijo robledo (Antequera, málaga) sala de prensado y dolia defossa Villa de manguarra (cártama, málaga) las Viñas (cuevas del Becerro, málaga)

263

oñate y Penedo, 2012: 60; García-entero et alii 2013: 158 rodríguez morales 2012. 117, 120; García-entero et alii 2013: 158 Peña cervantes 2010: 630-633; romero 2013: 392 romero 2013: 387-388 romero 2013: 390 romero 2013: 389-390 romero 2013: 391

Peña cervantes 2010: 638-641; romero 2013: 384 romero 2013: 391

Peña cervantes 2010: 643; romero 2013: 384-387 romero 2013: 390 romero 2013: 392

Peña cervantes 2010: 646; corrales 2013: 435

sala de prensado y espacio de almacenamiento Peña cervantes 2010: 649-651 sala de prensado y espacio de almacenamiento Peña cervantes 2010: 653-654 sala de prensado

Peña cervantes 2010: 660-661; romero 2013: 388

fuente de la teja (caravaca de la cruz, murcia)

sala de prensado y espacio de almacenamiento

Peña cervantes 2010: 670-673; Antolinos y noguera 2013: 176-177

los cipreses (Jumilla,murcia)

sala de prensado

Prado Verdún (mollina, málaga)

cerrillo sánchez (sierra de yeguas, málaga) sala de prensado el tesorillo (teba, málaga) sala de prensado Betania (cehegín, murcia) fuente de las Pulguinas (cieza, murcia) la Alberca VI (lorca, murcia) los Villaricos (mula, murcia)

senda de Granada (murcia, murcia)

sala de prensado Tabulatum sala de prensado

salas de prensado

Peña cervantes 2010: 662-663 Peña cervantes 2010: 664-665

Antolinos y noguera 2013: 181-182 Antolinos y noguera 2013: 182-183

Peña cervantes 2010: 696-698; Antolinos y noguera 2013: 184-185, 193 Antolinos y noguera 2013: 194 Peña cervantes 2010: 690-692; González y fernández 2013

2 salas de prensado y un espacio de almacenamiento Antolinos y noguera 2013: 198-199

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264

yolAnDA PeÑA cerVAntes

Almazaras y bodegas hispanas. Relación de yacimientos

N.º Descripción 139 Bodega

el salero

141 Bodega y almazara

las musas

140 Bodega 142 Bodega

143 Almazara 144 Bodega

145 Bodega y almazara 146 Bodega

147 Almazara 148 Bodega 149 Bodega 150 Bodega

151 Bodega 152 Almazara 153 Almazara 154 Almazara 155 Almazara 156 Almazara 157 Almazara 158 159 160 161 162 163 164 165 166 167 168 169 170 171 172 173

Almazara Torcularium indeterminado Bodega Bodega Bodega Bodega Bodega Almazara Bodega Torcularium indeterminado Bodega Bodega Almazara Bodega Bodega Almazara

Yacimiento

fuente del Pinar camponuevo I Piecordero I

ermita de san esteban los Villares de falces funes

el cerrao

foz del lumbier

castro de medeiros Quinta das longas torre Palma Doña Ana II las moriscas cerro martos Azanaque

casa 1 de Munigua casa 2 de Munigua

els munts mas del catxorro el Vilarenc centcelles mas d’en Bosch Villa de mas sardà l’Hort del Pelat molins nous la Burguera Vil·la del Parc central Villa ceratonia l’Aumedina el moro la canaleta la Pineda fontjoana

Anejos de AEspA lXXI

Termino municipal san Pedro del Pinatar

Provincia murcia

Arellano

navarra

yecla

cascante cascante falces falces funes sada

liédena

medeiros elvas

monforte Dos Hermanas Dos Hermanas Herrera

lora del río

murcia

navarra navarra navarra navarra navarra navarra navarra orense

Portalegre Portalegre sevilla sevilla sevilla sevilla

Villanueva del río y minas sevilla Villanueva del río y minas sevilla Altafulla Benifallet calafell constantí constantí la Pobla de mafumet riudoms riudoms salou tarragona tarragona tivissa torredembarra Vila-seca Vila-seca Vinebre

tarragona tarragona tarragona tarragona tarragona tarragona tarragona tarragona tarragona tarragona tarragona tarragona tarragona tarragona tarragona tarragona

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Anejos de AEspA lXXI

BoDeGAs y AlmAZArAs en HISpANIA: estructurAs y ÁmBItos…

Almazaras y bodegas hispanas. Relación de yacimientos

265

Localización Tipo de evidencia Bibliografía el salero (san Pedro del Pinatar, murcia) sala de prensado y espacio de almacenamiento Antolinos y noguera 2013: 199-200 fuente del Pinar (yecla, murcia)

sala de prensado y espacio de fermentación

ruiz molina 2008: 413-429; Antolinos y noguera 2013: 200-201

camponuevo I (cascante, navarra)

cubetas decantación

Peña cervantes 2010: 713; Peña cervantes 2013b: 147

las musas (Arellano, navarra)

Piecordero I (cascante, navarra)

ermita de san esteban (falces, navarra) los Villares de falces (falces, navarra) funes (funes, navarra)

el cerrao (sada, navarra)

foz del lumbier (liédena, navarra)

castro de medeiros (medeiros, orense) Quinta das longas (elvas, Portalegre)

torre Palma (monforte, Portalegre) Doña Ana II (Dos Hermanas, sevilla) las moriscas (Dos Hermanas, sevilla) cerro martos (Herrera, sevilla)

Azanaque (lora del río, sevilla)

casa 1 de Munigua (Villanueva del río y minas, sevilla) casa 2 de Munigua (Villanueva del río y minas, sevilla)

els munts (Altafulla, tarragona) mas del catxorro (Benifallet, tarragona) el Vilarenc (calafell, tarragona) centcelles (constantí, tarragona) mas d’en Bosch (constantí,tarragona) Villa de mas sardà (la Pobla de mafumet, tarragona) l’Hort del Pelat (riudoms, tarragona) molins nous (riudoms, tarragona) la Burguera (salou, tarragona) Vil·la del Parc central (tarragona, tarragona) Villa ceratonia (tarragona, tarragona) l’Aumedina (tivissa, tarragona) el moro (torredembarra, tarragona) la canaleta (Vila-seca, tarragona) la Pineda (Vila-seca, tarragona) fontjoana (Vinebre, tarragona)

sala de prensado y espacio de fermentación estructura de decantación

sala de prensado y espacio de fermentación sala de prensado

sala de prensado con 4 prensas cubeta decantación

sala de prensado y espacio de fermentación sala de prensado

evidencias de prensado y sala de fermentación

sala de prensado y espacio de fermentación sala de prensado y molino sala de prensado sala de prensado

elementos de prensado y molienda sala de prensado

Peña cervantes 2010: 697-701; Peña cervantes 2013b: 142-144 Peña cervantes 2013b: 147

Peña cervantes 2010: 702-703; Peña cervantes 2013b: 147-148 Peña cervantes 2010: 704-705; Peña cervantes 2013b: 144-145 Peña cervantes 2010: 706-707; Peña cervantes 2013b: 145 Peña cervantes 2010: 711

Peña cervantes 2010: 708-709; Peña cervantes 2013b: 145-146 Peña cervantes 2010: 714-715 Peña cervantes 2010: 1010; Peña cervantes 2013a: 52

Peña cervantes 2010: 1000-1006 Peña cervantes 2010: 748-751 Peña cervantes 2010: 755-756 Peña cervantes 2010: 794-795; morín et alii 2013 Peña cervantes 2010: 809

Peña cervantes 2010: 828-834

sala de prensado y espacio de molienda Peña cervantes 2010: 828-834

cubetas de decantación y elementos de prensado sala de prensado salas de prensado sala de fermentación sala de fermentación sala de fermentación y depósitos sala de prensado con 3 prensas y espacio de fermentación sala de prensado y molino sala de prensado con 5 prensas y zona de fermentación sala de prensado sala de prensado y espacio de fermentación sala de prensado cubetas de decantación sala de prensado y espacio de fermentación sala de fermentación sala de prensado y molino

Peña cervantes 2010: 838-839 Peña cervantes 2010: 840-841 Peña cervantes 2010: 843-845 Prevosti 2013: 104 Prevosti 2013: 103 Prevosti 2013: 103 Prevosti 2013: 103 Prevosti 2013: 101-102 Prevosti 2013: 102-103 Peña cervantes 2010: 855-856 Prevosti 2013: 103-104 Peña cervantes 2010: 857-859 Peña cervantes 2010: 865 Prevosti 2013: 102 Peña cervantes 2010: 861 Peña cervantes 2010: 862-863

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266

yolAnDA PeÑA cerVAntes

N.º

174 Almazara

Almazaras y bodegas hispanas. Relación de yacimientos

Descripción

175 Bodega y almazara

176 Torcularium indeterminado 177 Torcularium indeterminado 178 Almazara 179 Almazara 180 Bodega

181 Almazara 182 Bodega

183 Torcularium indeterminado 184 Bodega 185 Bodega 186 Bodega

187 Torcularium indeterminado 188 Bodega

Yacimiento

Termino municipal

Anejos de AEspA lXXI

Provincia

loma del regadío

urre de Gaén

teruel

saucedo

talavera de la reina

toledo

carranque

la canaleta Benifaraig

l’Horta Vella

Hort de Pepica

Partida de rosa fina Puig de la cebolla

Pou de la sargueta foro de Valentia

Alto da fonte do milho Ponte da Igreja moledo

el cabezuelo

* todos los datos han sido compilados por yolanda Peña cervantes

carranque Agullent Alberic Bétera

catarroja chiva Puzol

riba-roja del turia Valencia

canelas do Douro nelas nelas

Gallur

toledo Valencia Valencia Valencia Valencia Valencia Valencia Valencia Valencia

Vila real Viseu Viseu

Zaragoza

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Anejos de AEspA lXXI

BoDeGAs y AlmAZArAs en HISpANIA: estructurAs y ÁmBItos…

Almazaras y bodegas hispanas. Relación de yacimientos

Localización

Tipo de evidencia

Bibliografía

loma del regadío (urre de Gaén, teruel)

sala de prensado con cinco prensas y molinos

Peña cervantes 2010: 866; Azuara et alii 2013

saucedo (talavera de la reina, toledo)

sala de prensado

Peña cervantes 2010: 870; García-entero et alii 2013: 149

carranque (carranque, toledo)

la canaleta (Agullent, Valencia)

sala de prensado y zona de pisa/prensado

Benifaraig (Alberic, Valencia)

sala de prensado

Partida de rosa fina (chiva, Valencia)

sala de prensado con dos prensas

l’Horta Vella (Bétera, Valencia)

Hort de Pepica (catarroja, Valencia) Puig de la cebolla (Puzol, Valencia)

sala de prensado

sala de fermentación sala de fermentación

Pou de la sargueta (riba-roja del turia, Valencia) salas de prensado

foro de Valentia (Valencia, Valencia)

sala de prensado

Ponte da Igreja (nelas, Viseu)

estructura de pisa/prensado

Alto da fonte do milho (canelas do Douro, sala de prensado y espacio de Vila real) almacenamiento moledo (nellas, Viseu)

el cabezuelo (Gallur, navarra)

sala de prensado

sala de prensado y espacio de fermentación

* todos los datos han sido compilados por yolanda Peña cervantes

267

Peña cervantes 2010: 867-868; García-entero et alii 2013 ribera et alii 2013: 265-267 Peña cervantes 2010: 871

Peña cervantes 2010: 873-874 Peña cervantes 2010: 875 Hortelano 2013: 278-280

Peña cervantes 2010: 878 Hortelano 2013: 274-278

Peña cervantes 2010: 880-881; Peña cervantes 2008: 346-347

Peña cervantes 2010: 1025-1026; información oral J. larrázabal Peña cervantes 2010: 1042 Peña cervantes 2010: 1041 Peña cervantes 2013b: 147

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Artifices Idoneos: artesanos, talleres y manufacturas en Hispania. reunión científica, mérida (Badajoz, españa), 25-26 de octubre, 2012.

lA APIculturA en lA HISpANIA romAnA: ProDuccIÓn, consumo y cIrculAcIÓn

Jorge morÍn De PABlos, Departamento de Arqueología, Paleontología y recursos culturales de AuDemA rui roberto De AlmeIDA, fundaçao para a ciencia e tecnología, Portugal / unIArQ, universidade de lisboa

resumen: el presente estudio aborda la producción, el consumo y la circulación de la miel en la Hispania romana. en cierta medida, se puede decir, de una forma genérica, que la actividad apícola, es decir, la que se entiende y se refiere no tanto a la recolección, sino a la producción controlada y orientada a la extracción de la miel como una actividad más del calendario agrícola, se viene interpretando en la actualidad como una actividad complementaria, con cuyo desarrollo se consiguen rentabilizar mayoritariamente las zonas de escasa productividad agrícola. sin embargo, el reciente descubrimiento de numerosos ejemplares de colmenas cerámicas en el reborde oriental meseteño, concretamente en el entorno rural de la antigua ciudad de Segobriga, en la provincia de cuenca, complementado con otros hallazgos en el ager de la ciudad, así como en el entorno de la ciudad de Braga en Portugal, permite aportar nuevos datos al conocimiento de la producción de miel y una nueva dimensión a la actividad apícola, particularmente en lo que se refiere al periodo romano. en este sentido, no se puede asegurar que se trate de una actividad propia de zonas de Hispania poco productivas desde el punto de vista agropecuario, sino que hay que ver la producción apícola como una actividad más, que se concibe con criterios intensivos en la época y el territorio que nos ocupa.

summary: the present study approaches the honey production, consumption and traffic in roman Hispania. In this case, the apiculture isn’t understood like a recollection activity but as the controlled production of honey like a normal activity in the agricultural calendar. At this moment, this activity is interpreted like a complementary activity in the zones with low agricultural production. However, a recent discovery of hives with the flange typical of the west plateau (in the rural land of Segobriga, cuenca), another discoveries in the ager or Segobriga and in the land of Braga (Portugal), have given new references to understand the honey production. We have a new dimension of the honey production in the roman empire. In this sense, we can’t confirm that is an activity of spain zones with low agricultural production. We think that this activity is one of the normal productions, understood like an intensive production in this period. Palabras clave: apicultura, colmenas, Segobriga, Hispania. Key words: apiculture, hive, Segobriga, Hispania.

metoDoloGÍA

es bien conocida y globalmente aceptada, la importancia de la actividad colmenera a lo largo de toda la Antigüedad preclásica y clásica, así como durante el período medieval, siendo la miel el principal producto que se obtenía de dicha actividad, uno de los artículos de la

alimentación más importante y prestigiado y el único edulcorante conocido hasta finales del siglo XV, fecha en que empezó a introducirse la caña de azúcar en europa (carmona 1999: 131). Aunque fuera ya conocida en épocas antiguas, la miel era un bien relativamente escaso y poco frecuente, apenas asequible para unos pocos.

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JorGe morÍn De PABlos y ruI roBerto De AlmeIDA

Pese al valor económico de esta actividad, reconocido por los estudiosos del mundo clásico, son pocos los trabajos que se han detenido en analizar la miel, la apicultura o los elementos propios de su actividad en épocas antiguas para el área peninsular (martín tordesillas 1968; fernández uriel 1990; Vázquez Hoys 1991) y fuera de la misma (Bortolin 2008). la propia naturaleza «poco visible» de la actividad apícola, con tendencia a desarrollarse en zonas serranas o marginales, presumiblemente de menor potencial agrícola y difícilmente utilizables para la realización de otras actividades, conlleva a que se entienda como una actividad secundaria. Por otra parte, la escasa representatividad arqueológica de sus productos y útiles, quizás haya contribuido igualmente de forma indirecta a su desvalorización, colocándola en un segundo plano, en detrimento de otras actividades productivas/transformadoras, como la agrícola, la olivícola, la vitivinícola o la salazonera, de cuyas instalaciones productivas/de procesado, de los productos manufacturados envasados y respectivos contenedores, así como de sus ejes de distribución y circuitos de comercialización existen abundantes testimonios y evidencias directas. en cierta medida, se puede decir, de una forma genérica, que la actividad apícola, es decir, la que se entiende y se refiere no tanto a la recolección, sino a la producción controlada y orientada a la extracción de la miel como una actividad más del calendario agrícola (Bonet y mata 1995: 277), se viene interpretando en la actualidad como una actividad complementaria, con cuyo desarrollo se consiguen rentabilizar mayoritariamente las zonas de escasa productividad agrícola. sin embargo, el reciente descubrimiento de numerosos ejemplares de colmenas cerámicas en el reborde oriental meseteño, concretamente en el entorno rural de la antigua ciudad de Segobriga, en la provincia de cuenca, permite aportar nuevos datos al conocimiento de la producción de miel y una nueva dimensión a la actividad apícola, particularmente en lo que se refiere al periodo romano. en este sentido, no se puede asegurar que se trate de una actividad propia de zonas de Hispania poco productivas desde el punto de vista agropecuario, sino que hay que ver la producción apícola como una actividad más, que se concibe con criterios intensivos en la época y el territorio que nos ocupa (Almeida y morín 2012: 63-81). en el presente trabajo se dejarán sin tratar muchos de los aspectos relacionados con la importancia de la miel en la Antigüedad u otros relacionados con la apicultura y la historia de la misma, no solo porque en los últimos años varios autores se han ocupado de forma objetiva y detallada, sino también porque excede en gran medida el objeto de estudio, la producción, el con-

Anejos de AEspA lXXI

sumo y la distribución de la miel en Hispania. sin embargo, para el correcto entendimiento de la apicultura en época romana en Hispania se hace necesario abordar, aunque de forma preliminar, aspectos de esa temática, así como incluir de manera sintética y retrospectiva algunas de las líneas de investigación y principales resultados alcanzados en las dos últimas décadas en este campo del mundo productivo rural. lA mIel y lA APIculturA en el meDIterrÁneo AntIGuo

es bien sabido que la miel se trataba de un producto bastante apreciado en la Antigüedad por sus innumerables cualidades y atributos. Prueba de esto es el acervo de que se dispone actualmente de representaciones, iconografía, siendo numeroso el conjunto de referencias por parte de los autores clásicos que resaltan y halagan esta sustancia natural, destacando sus excelsas y beneficiosas propiedades. Plinio, por ejemplo, se refiere a la miel como «un jugo dulcísimo, ligerísimo y salubérrimo […]» (Plin., N.H., XI, 1, 5), «[…] que aporta el gran placer de su naturaleza celestial […]» (Plin., N.H., XI, 1, 12). esas y otras características confirieron a la miel un status particular y motivaron su utilización de forma recurrente en la cocina, al constituir el alimento edulcorante y energético por excelencia, y debido a que sus propiedades antisépticas la hacían de igual modo idónea para utilizarla en la conservación de frutos, y en el mundo de la medicina (fernández uriel 1990: 136; Vázquez Hoys 1991: 67). en el Medicamina de ovidio, por ejemplo, se menciona el uso de la miel y la cera para fines médicos y cosméticos. Por otra parte, tampoco debe desestimarse el uso de la cera para alumbrado de calidad, para encerar maderas o papiros, y menos aún como soporte de escritura, siendo la materia prima indispensable para las tablillas de escritura. tal como sucede hoy en día, se conocían distintos tipos y calidades de miel, según la flora de cada región y según la temporada en la cual se cosechaba. Del Ática procedía la miel más apreciada de la Antigüedad, seguida de la de creta, rodas, chipre, África, córcega, Italia y españa (Daremberg y saglio 1900: 1704). en lo que se refiere al proceso de extracción/cosecha de la miel, se sabe, a través de los relatos que han recopilado y que nos legaron estos mismos autores, que se realizaba en distintas etapas, y que de cada una de esas fases resultaban calidades distintas: en la primera se obtenía la miel denominada mel optimum, simplemente dejándose escurrir los panales; en la segunda se prensaban los panales para extraer la miel que restase en su interior,

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Anejos de AEspA lXXI

lA APIculturA en lA HISpANIA romAnA: ProDuccIÓn, consumo…

que se designaba mel secundum, y que era considerada de segunda calidad (Dosi y schnell 1992: 19; Blanc y nercessian 1994: 29). Pero la extracción de productos melíferos o de derivados de la miel no se agotaba con ese proceso. una vez prensados los panales se podía aún realizar un lavado de los mismos con agua templada, del cual resultaba un líquido dulce que se utilizaba posteriormente en la preparación del hidromiel (que se consumía ampliamente), de vinos melados o de refrescos avinagrados (vid. cruz 1997; apud morais 2006). De ese modo, la miel era también considerablemente utilizada en el vasto mundo de los productos y subproductos vitivinícolas, haciéndose indispensable como complemento en la elaboración de vinos dulces (extremamente apreciados en momentos altoimperiales, particularmente en época de Augusto) o de otras bebidas como el mulsum1 y el mosto (morais 2006: 149-150). entre los autores latinos clásicos que más versaron sobre la miel y sus usos destacan Plinio, Varrón o columela. Plinio dedicó muchas páginas de su Historia Natural a la miel y a la apicultura, coincidiendo con Aristóteles en cuales eran las mejores mieles de la época. Varrón y columela procedieron a la observación directa para elaborar sus teorías que, aún en la actualidad, son una fuente útil de información. es sobre todo este último, quien, en el noveno de sus Doce Libros de Agricultura, trata de forma detallada y minuciosa todos los aspectos entonces valorados acerca de la cría de abejas y de la miel, de su correcta producción y recolección, calendario de cosechas, cuidados a las abejas, así como acerca de los principios, técnicas y útiles a utilizar en su práctica. la evidencia iconográfica de mayor antigüedad que ilustra objetivamente la actividad apícola se remonta al antiguo egipto, con distintos dibujos representativos de las abejas en las diferentes dinastías, así como numerosas escenas de trabajo apícola, recolección de miel o contabilización de las cosechas (crane 1983: 35-39).

se trata del vino mezclado con miel, que fue acompañamiento obligado de la gustatio, promulsis, y al que aludió celso. su forma de preparación fue variada y se escogían los más valiosos vinos y la miel de mejor calidad. el mejor mulsum vetus se hacía con vinos añejos, en los que se mezclaba una parte de miel por dos de vino ―según Dioscórides y macrobio―. otras recetas de mulsum mencionan 10 libras de miel por 13 litros de vino, o una de miel por cuatro de mosto fermentado. Apicius usó el mulsum en determinadas salsas, empleándose en dicho sentido para hacerlas más dulces o espesarlas. el mulsum se usó en múltiples recetas y combinados ―ensalada de malvas cocida en salsa al vino dulce, salsas diluidas con mulsum y aceite, patinae bañadas con mulsum, etc.― (Beltrán lloris 2002: 199-200). 1

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A pesar de estas y de otras innumerables referencias, son raros los hallazgos arqueológicos conocidos en el área mediterránea donde se documente de forma inequívoca la actividad apícola, es decir colmenares o colmenas, puesto que, tal como bien señalaron Bonet y mata (1995: 279): «la colmena es precisamente la pieza que permite distinguir la apicultura de la simple recolección de la miel […]». Así mismo, la propia naturaleza de las colmenas se convierte en un factor importante y en un enorme condicionante a la hora de estudiar los recipientes de la producción melífera. conviene recordar que, tal como señala columela, las colmenas podían estar realizadas en distintos materiales (Agr., IX, VI, 76):

[…] de corcho, porque no estarían muy frías en el invierno ni muy calientes en el verano […], si no hubiere […] se harán con mimbres entretejidos; y si estas no se encuentran se fabrican con troncos de árboles excavados […]. las peores de todas son las de barro cocido, ya que se encienden con los calores del estío y se hielan con los fríos del invierno. las demás especies que hay de colmenas son dos, unas que hacen con boñiga y otras se construyen con ladrillos […].

De ese modo, es comprensible y justificable la escasez e «invisibilidad» de dichos vestigios, y tal hecho se debe mayoritariamente al tipo de materiales que se pueden encontrar en el registro arqueológico. consecuentemente, la arqueología solo ha podido constatar, hasta la fecha, aquellas piezas elaboradas con material no perecedero, es decir, las colmenas cerámicas. en ese sentido, son excepcionales los hallazgos del apiario de tal rehov (Israel). en este colmenar, hasta la fecha el más antiguo conocido (figura 1), se practicaba ya de forma aparentemente industrial, una apicultura intensiva en el siglo IX a.c.2 (mazar y Panitz-cohen 2007: 202-203). otros hallazgos de colmenares y colmenas conocidos son los procedentes de yacimientos que se han convertido en una referencia obligatoria, como la villa griega de cave of Pan ―Vari― (Jones et alii 1973), del Ágora de Atenas, Marathon, corinto (crane 1983), así como las islas de chíos o creta (Bortolin 2008: 73-78; apud morais 2008: 81). 2 las colmenas cerámicas eran de forma cilíndrica, con 80 centímetros de longitud por 40 centímetros de anchura, y se encontraban superpuestas en varias hiladas sobre un muro de base hecho con adobes, en tres calles paralelas. en las colmenas mejor preservadas se identificó, por un lado, el cierre de arcilla con el agujero utilizado para el paso de las abejas, y por otro la tapadera cerámica, que permitía la apertura y extracción de los panales. los análisis realizados sobre las colmenas comprobaron su uso y revelaron la presencia de moléculas de cera en su interior (mazar y Panitz-cohen 2007: 205).

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Anejos de AEspA lXXI

figura 1. colmenar de tal rehov (Israel), siglo IX a.c. 1. Hilera oriental; 2. Vista isométrica; 3. reconstrucción, según mazar y Panitz-cohen 2007.

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lA APIculturA en lA HISpANIA romAnA: ProDuccIÓn, consumo…

no obstante, a pesar de las reservas y desventajas que apuntaban los tratadistas latinos a las colmenas hechas con cerámica, al considerar que eran las menos recomendables,3 su uso es un hecho incuestionable desde la Antigüedad, tal como quedó reflejado, hasta momentos bien cercanos en el tiempo, según se puede observar por paralelos conocidos desde el oriente lejano (nahaf, Galilea) (mazar y Panitz-cohen 2007: 214-215), Jordania, egipto, chipre, Grecia (Jones et alii 1973; crane 1983), mallorca (rosselló 1966: 34 y 74), o en Andalucía, ya en territorio peninsular (martín morales 1981). es bastante probable que el inconveniente térmico se pudiera solventar con una protección adecuada (Bonet y mata 1995: 280), como ramas, broza, o arcilla, materiales fáciles de trabajar y transportables (Bartolin 2008: 66-69; apud morais 2008: 81), o inclusive que se viera compensado por el aislamiento proporcionado por la arcilla/adobe utilizado en el emparedamiento de las colmenas en el colmenar. según r. Bartolin, la gran ventaja de las colmenas cerámicas residía en su carácter móvil, que evitaba tener que recorrer vastas áreas en busca de fuentes directas para captar/recolectar la miel, a la vez que permitía colocarlas en locales estratégicos inmediatos para la producción según cada momento (Bortolin 2008; apud morais 2008: 82). en lo que se refiere a la ubicación de los colmenares, parece ser que el lugar idóneo debía ser cercano a las zonas de vivienda, resguardado del frío y del calor, debiendo existir agua en las zonas más cercanas, así como plantas aromáticas y árboles frutales (Bonet y mata 1995: 280). Virgilio refleja en sus Geórgicas la importancia de una localización adecuada: «[…] lo primero es buscar un lugar acomodado para las abejas, en que ni penetren los vientos, ni vayan las ovejas y los cabritillos a pisotear las flores […]». resulta interesante verificar que en los pocos casos conocidos de colmenas in situ, estas se localizaban en zonas internas de los poblados, como por ejemplo en sitios tan lejanos y cronológicamente distintos como son tal rehov ―Israel―4 (mazar y Panitz-cohen 2007: 214-215) o Puntal dels llops (Bonet y mata 2002). De una forma general, la iconografía antigua, los relatos de los autores latinos, los vestigios arqueológicos Varrón (R.R., III, 16,16-17) y columela (R.R., IX, 6, 1-4) aluden a la calidad inferior de la miel que se producía en estos recipientes, alegando que se debía al hecho de que no mantenían una temperatura constante. 4 el colmenar se ubicaba en el espacio interior no amurallado del poblado, en el centro de un área abierta rodeada por una gran densidad de construcciones, tanto de carácter doméstico como público (mazar y Panitz-cohen 2007: 209-210). 3

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y los mismos paralelos etnográficos muestran que existen notables similitudes entre los recipientes y las posibles prácticas apícolas entre ámbitos geográficos tan lejanos, como son el extremo oriente y el extremo occidente mediterráneo, o cronologías tan distintas, como la I edad del Hierro y la Época moderna. Así mismo, parece hoy evidente que se trata de una tradición con varios milenios de existencia que se puede haber desarrollado desde oriente a occidente y que todavía continúa con la práctica tradicional de estas explotaciones (figura 2). no solo en el ámbito mediterráneo, como parecía deducirse de los ejemplares conservados en la cultura ibérica, sino también en el interior peninsular, gracias al hallazgo de las colmenas cerámicas en el territorio de la ciudad de Segobriga. en este sentido, la supervivencia de la práctica tradicional de la apicultura en regiones del interior es un argumento a favor de lo que hasta ahora hemos expuesto. también en la apicultura tradicional del interior vamos a encontrarnos colmenares horizontales, que parecen propios de tradiciones mediterráneas intensivas, junto a colmenares verticales, más propios de una práctica trashumante individual (figura 3). los esPAcIos De ProDuccIÓn: colmenAs y colmenAres en lA PenÍnsulA IBÉrIcA. De lA ÉPocA IBÉrIcA A lA romAnA

las referencias literarias clásicas certifican no solo la existencia de miel producida en Hispania, sino que esta era además exportada y gozaba de gran prestigio. De este hecho dan testimonio varias citas de Plinio (XXI, 74) o estrabón, particularmente de los productos béticos. es sobre todo el segundo autor quien proporciona la lista más completa de productos que Hispania, y, más concretamente, turdetania, exportaba a roma: «[…] De turdetania se exporta trigo, mucho vino y aceite; este, además, no solo en cantidad, sino de calidad insuperable. expórtase también cera, miel […]» (est. III, 2, 6). A pesar de estas referencias, no se sabe exactamente cual era el papel real de la miel en el escenario de las exportaciones hispanas hacia las demás provincias del Imperio, ni tampoco cuales eran los contenedores adoptados para su transporte (morais 2006: 149). no obstante, el primer aspecto que resulta complejo a la hora de referirnos a los envases romanos destinados a la práctica apícola en la Península Ibérica, es el evidente desconocimiento que tenemos de los mismos. el rastreo de muchos de los conjuntos arqueológicos de referencia y la realización de un inventario de esos recipientes refleja un total vacío en la mayor parte de las distintas provincias hispanas.

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Anejos de AEspA lXXI

figura 2. ejemplos de colmenares tradicionales modernos y contemporáneos. 1. colmenar familiar en nahaf (Israel), según mazar y Panitz-cohen 2007: 214; 2. colmenas tradicionales del museum of settlement de Kibbutz yifat (Israel), según mazar y Panitz-cohen 2007: 215; 3. colmenar del egipto medio, según mazar y Panitz-cohen 2007: 216; 4. chipre, colmenas horizontales, según Jones et alii 1973; 5. colmenares de caeres de sa Porrasa, son ferrer, mallorca, según PGou de mallorca, n.º 346.

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figura 3. ejemplos de colmenares tradicionales en la provincia de soria. 1. colmenas horizontales, Arnedillo; 2. colmenas verticales, santa cruz de yanguas; 3. colmena tradicional, Diustes; 4. Detalle de colmenas, santa cruz de yanguas, fotografías r. Barroso cabrera.

Paradójicamente, el panorama de la apicultura, de las colmenas en cerámica, y en buena parte las bases para una mejor comprensión de los mismos en época romana, proviene de la investigación desarrollada en los últimos años para los momentos anteriores a la presencia romana en la Península, para el mundo ibérico. De ese modo, aunque exceda en parte el ámbito cronológico de este estudio, entendemos que se hace obligatoria una lectura diacrónica y la síntesis de sus principales líneas de conocimiento y aportaciones. en este sentido, tenemos que señalar que es muy probable que la utilización de reci-

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pientes cerámicos en los colmenares desde época ibérica nos está probando la existencia de una apicultura intensiva con la utilización de muros colmeneros, que difiere enormemente de la práctica tradicional trashumante que utiliza colmenas realizadas con materiales perecederos ―corcho, mimbre, madera, etc.―. en la práctica trashumante las colmenas se trasportan a hombros de los apicultores o en caballerías ―burros y mulas― y su objetivo era garantizar y ampliar la producción de miel. esta trashumancia comenzaba en el mes de mayo y finalizaba con la llegada de las primeras lluvias y fríos. las

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colmenas de disponían de manera vertical y se protegían de los vientos con las construcción de muretes, que todavía hoy en día se pueden ver en algunas regiones de Portugal (Henriques et alii 1999-2000: 329-363). era habitual que un miembro de la comunidad viviera junto a las colmenas para protegerlas de posibles hurtos. las colmenas se «castraban» una vez al año, aunque en los años de bonanza climática se podían castrar hasta dos y tres veces. A pesar de las alusiones puntuales a la apicultura en época ibérica (Blázquez 1968), la identificación de la misma arqueológicamente acontece en fechas recientes, cuando la investigación arqueológica aliada a la comparación etnográfica logró identificar los recipientes que se destinaban a albergar en su interior los respectivos panales de miel, las colmenas cerámicas. estas fueron debidamente caracterizadas y posteriormente reconocidas con particular profusión a partir de mediados de la década de los noventa, destacándose los trabajos de mata y Bonet (1992); Bonet y mata (1995; 1997 y 2002); fuentes, Hurtado y moreno (2004), con especial incidencia en el levante peninsular, en el área edetana. se dieron a conocer varios ejemplares completos de colmenas, provenientes de las excavaciones del fortín edetano de Puntal dels llops, monravana y del tossal de sant miquel (Bonet y mata 1995; 1997 y 2002), y un conjunto muy numeroso de fragmentos con orígenes y procedencias diversas (cerca de 80 yacimientos referenciados, conocidos por excavaciones, prospecciones o recogidas superficiales), en los cuales se apreciaba una considerable variedad de morfologías de bordes (Bonet y mata 1995: 278-279). las colmenas cerámicas ibéricas consisten en unos recipientes cilíndricos abiertos en ambas extremidades, con diámetros comprendidos entre los 24 y 29 centímetros, una altura entre 53 y 58 centímetros, y una capacidad de cerca de 48 litros (Bonet y mata 1995: 280), medidas y capacidades coincidentes con las que tradicionalmente se suelen estimar para las romanas y tradicionales (crane 1983: table 2, 17). respecto a las diferentes morfologías de los bordes, establecen que los moldurados y los salientes pertenecen al Ibérico Pleno, mientras que en la época iberorromana se asiste a su mayor variedad (Bonet y mata 1995: 280-281). Presentan como principal elemento diagnosticable unas típicas estrías incisas y paralelas realizadas en fresco anteriormente a la cocción, o surcos/acanaladuras igualmente paralelos y profundos, en la práctica totalidad de su superficie interior, destinadas a una mejor adhesión de los panales. según los paralelos arqueológicos y etnográficos conocidos, se trata de un tipo de colmenas fijas que se disponen en una hilera aislada o apiladas

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sobre el suelo o sobre un murete construido al efecto. con base en la evidencia de los departamentos del Puntal dels llops, y, una vez más, también por comparación con los modelos etnográficos de la Kabilia argelina, las Baleares y la villa griega de cave of Pan, Bonet plantea la hipótesis de que las colmenas podrían guardarse en el interior de los espacios domésticos mientras no estuvieran en funcionamiento, o bien estar funcionales en las terrazas de las casas (Bonet 1995: 415). la gran densidad de colmenas del área edetana, y su ausencia o presencia puntual en otras zonas, ha llevado a proponerlas como un tipo propio de dicha área (Bonet y mata 1995: 282-283). A la par, se consideró que el conjunto de datos documentado permitía considerar que el uso de la miel y la práctica de la apicultura estarían ampliamente difundidos en época ibérica. esa imagen de una actividad apícola circunscrita en el espacio se vio redefinida con el descubrimiento de cerámicas análogas en el área albacetense (soria combadiera 2000), en la cuenca del Júcar. Dichos descubrimientos ampliaron el contexto geográfico de la difusión y uso de dichos recipientes a los territorios interiores, aportaron nuevos datos para el conocimiento de la cultura apícola, al tiempo que permitieron intuir una actividad más generalizada y con mayor potencia e importancia económica que la que entonces se suponía para época ibérica. cronológicamente no se pueden adscribir los distintos tipos de bordes5 a las diferentes fases dentro de la etapa ibérica o del período romano, puesto que dichos materiales proceden de prospecciones en superficie. Así mismo, la comparación de estos materiales con los conocidos para el área edetana permitió concluir que la mayoría de los tipos de bordes identificados eran coincidentes, sobre todo de los que se podían atribuir al horizonte Ibérico Pleno, los de bordes triangulares y algunos de los engrosados, y que era a partir del horizonte Ibérico tardío cuando se registra una mayor diversidad formal. Por otra parte, según la misma autora, la existencia de colmenas en esa región se debería bien a contactos mantenidos con el territorio de Edeta, o bien se vinculaban a la existencia de una tradición local (soria combadiera 2000: 176). los ejemplares del área albacetense ―casilla del mixto, los charcos, las Hoyas, cabezo de los silos y la cueva― presentan diámetros de boca que oscilan entre los 26 y 30 centímetros, con bordes diferenciados y paredes rectas. la morfología de los bordes es sobre todo engrosada, aunque también están presentes los bordes triangulares, salientes y redondeados. sus superficies de cocción oxidante no presentan ningún tipo de tratamiento (soria combadiera 2000: 175). 5

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los últimos hallazgos, publicados por fuentes, Hurtado y moreno (2004), del territorio de Keilin, procedentes de prospecciones que han documentado una evolución del patrón de asentamiento que, a grandes rasgos, sigue una tendencia similar a Edeta, permitieron añadir más puntos al mapa de distribución, particularmente de los que tenían colmenas en el período altoimperial (fuentes, Hurtado y moreno 2004: 183). los autores recopilaron todos los fragmentos de colmenas cerámicas documentados en el área edetana y albaceteña y realizaron un análisis morfológico y estadístico que reveló aspectos bastante interesantes, que de algún modo permiten arrojar alguna luz al entendimiento de la pervivencia/continuidad de estos tipos cerámicos entre la edad del Hierro y el período romano (fuentes, Hurtado y moreno 2004: 188-194). con dicho análisis se pretendió determinar si las diferentes variantes de borde tenían algún significado cronológico, regional o de taller y, por consiguiente, conocer el momento en el que se inicia la fabricación de ciertas formas, su perduración y declive, intentando establecer así qué borde era propio de cada período y área. Así mismo, se definieron cuatro grandes grupos según sus atributos formales: el de los bordes engrosados, externa o internamente; el de los bordes de tipo moldurado; el de los bordes pendientes; y por último, el de los bordes salientes simples, un tipo de borde que apenas sobresale, excediendo el diámetro máximo de la pieza (fuentes, Hurtado, y moreno 2004: 191-192). se concluyó que la producción de las colmenas de tipo «borde engrosado» se inicia en el Ibérico Pleno, incrementándose a lo largo del Ibérico final, hasta que en época imperial se observa su retroceso (fuentes, Hurtado y moreno 2004: 190). en lo relativo a las colmenas con el borde «moldurado», se trata de una forma con altos índices de producción, tanto en el Ibérico Pleno como en el final, aumentando en este último tanto los yacimientos como el número de fragmentos hallados, y persistiendo en época imperial, aunque en menor número. en cuanto a las colmenas con el «borde pendiente», son escasas en los yacimientos del área edetana, y nulas en la provincia de Albacete, siendo por lo tanto una forma típica del Ibérico final. Por último, que las de «borde saliente simples» aunque podrían tener un origen en el Ibérico Pleno, se deberían adscribir al Ibérico final, principalmente debido a su mayor presencia en esta fase en cuanto a número de yacimientos y ejemplares (fuentes, Hurtado y moreno 2004: 190-194) ―figura 4―. en lo que concierne a la época romana, la evidencia conocida es más parca. son relativamente pocos los fragmentos claramente atribuibles a colmenas, motivo por lo cual es obligatorio recurrir a los escasos casos conocidos.

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están documentados fragmentos de colmenas y de extensiones de colmenas por ejemplo en sphakia (creta) o en Gortyna, donde están presentes en cantidad tanto en momentos tardo-helenísticos, como romanos (francis 2000), en creta (Hayes 1983: 132, n.º 177), o aún en Knossos, también de época romana (forster 2009: 146). este panorama es aún más reducido si nos circunscribimos al ámbito geográfico que nos ocupa en el presente trabajo, Hispania. De hecho, fue precisamente la ausencia generalizada de este tipo de recipientes cerámicos en los inventarios peninsulares lo que motivó r. morais a realizar la reciente y aún hoy actualizada síntesis sobre la problemática de la miel y de las cerámicas relacionadas con su producción/almacenamiento en territorio peninsular (morais 2006). en ese trabajo, una referencia obligada para el tema que ahora nos ocupa, se presenta un ejemplar completo procedente de un estrato de amortización/destrucción de la insula de las carvalheiras en Bracara Augusta (Braga). se trata de una pieza cilíndrica, con un diámetro máximo de 17,4 centímetros y mínimo de 13 centímetros, y una altura de 42 centímetros, de menores dimensiones que las ibéricas y que las romanas del área de Segobriga (morais 2006: 157) ―figura 5―. el mismo autor menciona que ese ejemplar que se encontraba depositado en el museo local fue inicial y erróneamente clasificado como un elemento de tubería. Paralelamente, destaca que se diferencia bastante de estos, no solo por su forma, sino por las estrías presentes en su superficie y por su manufactura particular con arcillas distintas a las de las canalizaciones y de los demás materiales latericios, y afirma, que con gran probabilidad, muchas colmenas de esta ciudad y de otras ciudades hispánicas se encontrarán «camufladas» en el registro cerámico bajo la designación de tuberías (morais 2006: 157). Asimismo, a raíz de ese descubrimiento en el noroeste de la Hispania Tarraconensis, r. morais advierte el desconocimiento existente sobre este tipo de cerámicas en época romana. Alude a la necesidad de ver muchos de los fragmentos tradicionalmente clasificados como canalizaciones cerámicas, e incita a su identificación y recopilación en las demás regiones y provincias hispánicas, de tal modo que se pueda cuantificar y valorar debidamente, con base en los vestigios arqueológicos, el papel que la producción y comercialización de la miel desempeñaron en las provincias occidentales (morais 2006: 157-158). recientemente, hemos podido identificar la producción y uso de colmenas cerámicas en el terriorio de la ciudad de Segobriga ―saelices, cuenca―, lo que nos permite trazar un panorama más preciso sobre la práctica de la apicultura en la Hispania romana. en este sentido, la producción y el uso de colmenas ce-

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figura 4. colmenas cerámicas ibéricas. 1. ejemplares completos procedentes del Puntal del llops, según Bonet y mata 2002; 2. fotografía de colmenas ibéricas del área edetana (museo de Prehistoria de Valencia); 3. Principales tipos de bordes de colmenas ibéricas del área edetana, según Bonet y mata 1995, recopiladas por fuentes, Hurtado y moreno 2004: 190; 4. tipos de bordes de colmenas del territorio de Keilin, según fuentes, Hurtado y moreno 2004: 190; 5. tipos de bordes de colmenas de la comarca del Júcar (Albacete), según soria 2000: 176.

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figura 5. comparativa de los modelos ibéricos y romanos en la Península Ibérica. 1. ejemplares completos procedentes del Puntal del llops, según Bonet y mata 2002; 2. colmena cerámica de la insula de las carvalheiras (Bracara Augusta), según morais 2006: 157; 3. colmena de «tipo tubular» procedente de la laguna (Segobriga, cuenca); 4: colmena de «tipo troncocónico» procedente de los Vallejos (Segobriga, cuenca).

rámicas solo se pudieron atestiguar en el ager segobricense para la época altoimperial. la práctica totalidad de los enclaves excavados no sobrepasan cronológicamente el siglo III d.c. constituye una excepción el vicus de las madrigueras, en la vega del Valdejudíos, a medio camino entre Segobriga y Opta. este espacio cuenta con una fase tardoantigua, de los siglos III y IV d.c., pero no se han atestiguado colmenas cerámicas para este período. esta ausencia en este caso parece real, no nos encontramos con una incapacidad para reconocer el recipiente productor, como parece ser una tónica en el panorama hispano. la ausencia nos está indicando su sustitución por recipientes fabricados en materiales perecederos y, seguramente, el abandono de la práctica intensiva y el paso de nuevo a una apicultura de grupos familiares especializados con una práctica trashumante. el cuadro de la producción se ha visto recientemente ampliado al sector suroccidental de la Península, concretamente al extremo sudoeste de la Lusitania, con la identificación de colmenas en la alfarería del martinhal (Portugal). este hallazgo se revela particularmente importante no solo por tratarse del primer testimonio en dicha provincia, sino también porque se han podido realizar varios análisis que permitieron confirmar la presencia de residuos de cera y miel en su interior (oliveira et alii e.p.). Para finalizar, no queremos dejar de abordar la problemática de las colmenas cerámicas de cronología andalusí. en este período nos volvemos a encontrar con la

fabricación de colmenas cerámicas, seguramente por los talleres locales que son muy activos en la elaboración de todo tipo de recipientes. creemos que el problema para este período no es la «invisibilidad» del tipo cerámico, sino su confusión con otro tipo bastante habitual en los yacimientos de la época. nos referimos a los recipientes destinados a funciones culinarias, como son los hornos o tannur destinados a la elaboración del pan. se trata de un horno portátil destinado a la cocción de pan, aunque también puede servir para la cocción de otros alimentos panificables, como los dulces. normalmente el tannur cuenta con una apertura superior para la evacuación de humos y otra inferior ―boca―, que sirve para cargar el horno. este tipo de forma puede ser confundida con colmenas cerámicas verticales. el aspecto técnico que marca la diferencias entre una y otra serie es la presencia de las estrías interiores, que solo aparecen en las colmenas cerámicas y no tienen ninguna función en los tannur. estas estrías se realizan con el objetivo de ayudar a que «amarren» los paneles, también se colocan en el interior de los mismos «cruces» o «viros» realizados con madera locales flexibles en un número de cinco a seis. en las colmenas andalusíes la tapa o «témpano» se realizaría en un material perecedero, mientras que la puerta de entrada de las abejas ―«piquera» o «biquera»―, se realizaría por unos pequeños orificios que se han interpretado erróneamente como pequeños tiros de los hornos cerámicos (figura 6).

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interrogantes. sin embargo, creemos que los datos obtenidos en el estudio del territorio que hemos realizado en estos últimos años es extrapolable al de otras ciudades hispanas. lA ProDuccIÓn

figura 6. colmenas andalusíes. 1. colmena procedente de la rábita de Guardamar del segura (Alicante); 2. colmena de sompo (concentaina, Alicante), según Gutiérrez lloret 1996: 164.

esta posibilidad fue recogida por Gutiérrez lloret a través de una sugerencia que le realizó personalmente el profesor Paul Arthur, quien le planteó la posibilidad de que algunos de estos hornos portátiles fueran colmenas debido al parecido con las colmenas áticas. la autora no desechó totalmente esta posibilidad y las relaciona con el hallazgo de numerosos fragmentos de tananir de la forma m9.1 en la llometa del sifó ―elche, Alicante―, recogidos por por P. Ibarra en 1926 y más recientemente por el Grupo Ilicitano de estudios Arqueológicos (Gutiérrez lloret 1996: 145). lA APIculturA en el terrItorIo seGoBrIcense: ProDuccIÓn, consumo y cIrculAcIÓn. unA AProXImAcIÓn A su PrÁctIcA en HISpANIA

los trabajos arqueológicos realizados en diferentes yacimientos en el territorio de Segobriga entre los años 2009 al 2011, así como otras intervenciones en el hinterland de la ciudad nos permiten trazar un panorama relativamente preciso de la práctica de la apicultura en época romana, aunque tengamos sobre todo datos de la producción de miel, mientras que el consumo y la circulación de la misma cuentan con un mayor número de

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en las líneas precedentes ya hemos abordado la producción de la miel en el mundo antiguo mediterráneo y los antecedentes de la edad del Hierro en el territorio peninsular, en especial en el área levantina. Parece claro que nos encontramos ante una producción intensiva que no tiene relación con la práctica tradicional trashumante, aunque no cabe duda que esta sería coetánea con la que a continuación vamos a detallar. la localización de colmenas cerámicas sería una prueba de esta práctica intensiva estabilizada en el terreno, ya que el peso de las colmenas imposibilitaría su itinerancia fuera de los espacios de fácil accesibilidad con carruajes o caballerías. Por otro lado, no cabe duda que la ubicación de los colmenares en las zonas de producción agrícola estaba buscando optimizar el rendimiento de las producciones agrícolas de la ciudad ―cereales, vid y olivo―. las piezas segobricenses proceden de varios yacimientos excavados en el ámbito de la reciente intervención preventiva de la «conducción Principal del Abastecimiento de Agua Potable a la llanura manchega» (figura 7), y localizados en el ager de la ciudad de Segobriga. en dichos yacimientos (la Peña II, llanos de Pinilla, los Vallejos, la laguna, casas de luján II y rasero de luján) se pudo recuperar no solo una gran cantidad de fragmentos de bordes, cuerpos y fondos, que testimonian el uso de las colmenas cerámicas en los yacimientos rurales del entorno de la ciudad, sino también la posible producción en al menos uno de ellos, rasero de luján. todos los yacimientos intervenidos se inscriben en los típicos yacimientos rurales hispanorromanos de tipo agrícola/transformador, con una pars rustica y fructuaria, algunos con posible pars urbana, lo que permite sin mayores problemas clasificarlos como de tipo villae. se ubican bien en las proximidades de un tramo de acueducto recientemente identificado, que abastece la ciudad desde los manantiales localizados al norte, concretamente desde unos 10 kilómetros hacia el norte, o bien a lo largo de las orillas del cigüela, que discurre hacia el sur, en un radio de hasta por lo menos 4 kilómetros en torno a la ciudad. las colmenas son uno de los elementos constantes en los repertorios cerámicos de los yacimientos segobricenses, constituyendo cerca del 10% de los grandes recipientes. relativo a sus atributos morfológicos, la tota-

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figura 7. localización de Segobriga en la Península Ibérica y ubicación de los yacimientos excavados sobre modelo digital del terreno.

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figura 8. colmenas cerámicas del entorno de Segobriga. 1. colmena de «tipo tubular», la laguna; 2. colmena de «tipo trococónico», los Vallejos.

lidad de fragmentos de bordes y cuerpos permite caracterizarlas como piezas de tendencia cilíndrica, entre 28 y 32 centímetros de diámetro máximo en el cuerpo/boca. De entre las piezas recuperadas no se ha verificado la existencia de ningún ejemplar completo, pero, sin embargo, un ejemplar proveniente de la laguna y otro de los Vallejos permiten una reconstrucción de la forma que, según creemos, puede ser bastante verosímil. Por lo tanto, se estima una altura próxima a los 70 centímetros. De este modo, calculando estas dimensiones medias estimadas, estas colmenas tendrían una capacidad aproximada entre 56 y 41 litros respectivamente, la segunda con una capacidad cercana a las capacidades típicas, y la primera con algo más de capacidad que las

conocidas para el mundo ibérico, para algunas romanas e, inclusive, otras de carácter tradicional (Bonet y mata 1995: 280; crane 1983: 17, tabla 2). las dos colmenas de mayores dimensiones, recuperadas en la laguna y en los Vallejos, permiten también verificar que existen dos morfologías distintas a nivel del cuerpo. Así mismo, existe un tipo que denominamos «tipo tubular», que presenta un cuerpo cilíndrico y abierto en ambas extremidades, semejante a los tubuli y otro tipo que designamos «tipo troncocónico», apenas abierto en uno de sus lados, siendo el otro lado directamente cerrado en el proceso de moldeado del recipiente, como si de un fondo se tratara, presentando dos perforaciones (figura 8).

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común a estas piezas es la presencia obligatoria del estriado interior, realizado con la cerámica en fresco ante cocturam. ese detalle técnico, que permite diferenciar este tipo de objetos de otros como los soportes o las tuberías, con los cuales son frecuentemente confundidos (Bonet y mata 1995: 280-281; morais 2006), sirve, tal como ya hemos indicado, para la correcta y fácil adhesión de los panales a las paredes de las colmenas. el estriado de las piezas segobricenses presenta diferentes técnicas de manufactura y diferentes acabados finales, llegando algunas veces a conjugar distintas técnicas en su realización. el más frecuente es un estriado fino de líneas perfectamente paralelas, que se consigue a través de la aplicación de un objeto rígido probablemente hecho de madera o de metal, que entendemos ser semejante a un peine, dejando de esa forma la superficie interior con un aspecto «peinado». esas bandas incisas «peinadas» se alternan con áreas reservadas lisas. este tipo de estriado también se conjuga con otro de idénticas características, de mayor o menor dimensión, según los ejemplos, pero realizado en sentido vertical o en diagonal, cortando el primero. como regla general, el «peinado» vertical se realiza siempre en un segundo momento. ocasionalmente, en algunos ejemplares con los dos tipos, se documentó que las distintas bandas de «peinado» con dirección cambiante se encontraban separadas por un surco ancho y profundo, que marcaba claramente dichos cambios de dirección de las estrías. otro tipo de estriado, menos frecuente, es el que se obtiene de la aplicación en la superficie interior de un elemento puntiagudo o con una extremidad plana bien definida, probablemente un punzón o una espátula fina, que genera unas incisiones profundas y marcadas con aristas muy pronunciadas que llegan a ser cortantes. estos estriados lo que buscaban era facilitar el agarre de los panales al recipiente cerámico (figura 9). Además, hay que señalar que en el interior de las colmenas se disponían las «cruces» o «viros» realizadas con varas de maderas flexibles. estas «cruces» se colocaban en un número máximo de cinco en el interior de la colmena. en algunos ejemplares, independientemente de la morfología del borde, se identificaron perforaciones con sección circular y entre 2 a 4 milímetros de diámetro, que interpretamos como orificios para pasantes de sujeción/cierre de las tapaderas (de madera, cerámica o corcho), que serían móviles y que permitirían acceder al interior de la colmena y proceder a la extracción de los panales. en este sentido, hay que señalar las diferencias existentes entre la tapa o «témpano» y la puerta de entrada de las abejas, conocida como «piquera» o «biquera». Por último, señalar que en las colmenas griegas

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la «biquera» estaba realizada en material cerámico (Jones et alii, 1973) ―figura 10―. común a todas las colmenas es la existencia de unos bordes bien diferenciados de las paredes. no obstante, su morfología está lejos de estar estandarizada. es evidente que existen y que coexisten distintos tipos de borde, pero que, a pesar de todo, mantienen un rasgo recurrente, que consiste en una línea de ruptura de la boca de la colmena con relación a la pared, y que se manifiesta como una marcada inflexión interior en la transición hacia el cuerpo, presentando un perfil algo sinuoso y con tendencia cóncava, que puede ser más o menos marcado, en función de la propia forma del borde. el análisis de las distintas morfologías de bordes permite constatar una gran variabilidad, que a nuestro entender es apenas aparente, porque se compone de pequeños matices formales, pudiendo minimizarse estadísticamente y agruparse en cuatro grandes tipos. el primero de los cuatro tipos se caracteriza por bordes exvertidos, engrosados y acentuadamente cóncavos en su interior; el segundo, por bordes apenas engrosados al exterior, con perfiles de sección subtriangular, redondeada o algo engrosados internamente, pero que se diferencian menos de la pared, con la parte interna menos cóncava; el tercer grupo presenta bordes que son bastante engrosados al exterior y casi pendientes, con la parte interna prácticamente recta, pero bastante inclinados hacia el exterior, haciendo un ángulo cercano a los 45° respecto al cuerpo; el cuarto, y último grupo, se caracteriza por bordes con sección de tendencia rectangular, con un ligero espesamiento en su parte terminal que confiere a la boca un perfil subtriangular, y con un grosor aproximado al de las paredes, pero destacándose de estas por una apertura al exterior y por una marcada inflexión interna en la parte final de la pared interior. en el caso de las colmenas de tipo tubular, el borde de la mitad inferior no se presenta exactamente igual. según hemos podido observar, principalmente a partir de la colmena reconstituida de la laguna, el borde inferior es ligeramente más exvasado, más corto y más cóncavo. A estas características se suma la presencia de «peines» incisos en la vertical hasta la base, algo que no sucede nunca en las mitades superiores, pues cuando están presentes, se inician siempre después de algunas bandas incisas horizontales. Independientemente de la morfología de las colmenas, en los dos tipos apenas se procedería a abrir uno de los laterales para la extracción de los panales en época de cosecha y para la limpieza de su interior. las bocas de las colmenas de tipo tubular se cerrarían en ambos lados con tapones de corcho, madera, arcilla, o tapaderas cerámicas, a la semejanza de las colmenas ibéricas y de otros para-

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figura 9. colmenas cerámicas del entorno de Segobriga. fragmentos de borde y detalle de los distintos estriados en el interior.

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lelos conocidos, en los cuales se abriría un orificio que permitiese la circulación de las abejas ―«piquera» o «biquera»―, mientras que en las colmenas de «tipo troncocónico» únicamente se cerraría uno de ellos con la «piquera», puesto que el fondo es ya cerrado y perforado. en el interior de la colmena habitan tres clases de individuos: la reina o maestra (única hembra fecunda), las abejas u obreras, con cometidos especializados y los machos o zánganos quienes, además de fecundar a la reina, tienen la misión de dar calor a la colmena y a las crías. estos son aniquilados en su mayoría, cuando se acaba la flor, por las propias abejas. el origen de la colmena lo establece el enjambre o parte del «ganado» que abandona la colmena madre, conducido por la reina vieja, en los meses de marzo o abril, cuando se encuentra más poblada y hay abundante flor en los campos. A veces salen hasta dos y tres enjambres, más pequeños que el principal de cabeza, que se conocen como «jabardos» o «jabardillos». en lo que concierne a su cronología, la totalidad de morfologías identificadas en los ejemplares del entorno de Segobriga está en uso desde momentos iniciales del siglo I d.c. hasta finales del siglo II/inicios del III d.c., por lo que no es posible afirmar que alguna de las variantes de borde sea exclusiva o más típica de determinado momento. lo mismo no parece adecuarse a la morfología de los cuerpos de las colmenas. la colmena de «tipo troncocónico» identificada en los Vallejos procede de un estrato de amortización provisionalmente fechado en torno a finales del siglo II/inicios del III d.c. Así mismo, en función de la aparente ausencia de ejemplares de este tipo en contextos más antiguos, puede que este tipo concreto de colmena esté apenas presente en momentos más avanzados. con respecto al área de ubicación de las colmenas y de las probables zonas de trabajo/explotación, la información que pueda ser extraída de los yacimientos rurales de Segobriga es bastante limitada. en primer lugar, la naturaleza de sus procedencias estratigráficas. Prácticamente todos los fragmentos fueron recuperados en contextos de amortización, bien en espacios intramuros, bien en espacios exteriores, mayoritariamente en ambientes de circulación o en formaciones con origen detrítico. A favor de eso habla el generalizado estado de fragmentación de los ejemplares recuperados. Apenas en los Vallejos y la Peña II este panorama es algo diferente, aunque esté lejos de ser concluyente. Así, el ejemplar completo de «tipo troncocónico» recuperado en los Vallejos en el interior de una habitación de la parte urbana de la villa, al lado de un ánfora vinaria del tipo Dr. 2-4, ambos bajo el derrumbe de la techumbre de dicha habitación. Parece tratarse de una zona inapropia-

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figura 10. colmenas griegas, según Jones et alii 1973.

da para su uso, por lo que entendemos que debería encontrarse almacenada o guardada para limpieza. Por otra parte, en el yacimiento de la Peña II, del cual se excavó únicamente su parte rustica/fructuaria, gran parte de los fragmentos recuperados preceden de los Ámbitos 4, 5 y 13, los dos primeros pequeños espacios abiertos tipo patio, anexos al lagar y a los almacenes del mismo, y el tercero una gran habitación abierta, probablemente destinada a labores agrícolas y ganaderas. Así mismo, a pesar de que estos sean quizás los lugares más apropiados para la colocación de colmenas y para el desarrollo de la actividad apícola, tal como en los referidos paralelos conocidos, el hecho de que no se haya recuperado algún ejemplar entero nos lleva a tener algunas dudas y reservas. finalmente, tenemos que señalar que en el yacimiento de la laguna solo se pudo excavar una parte mínima de la explotación. un espacio que se disponía de forma aterrazada, muy habitual en las construcciones rurales de la ciudad, como en casas de luján, donde los diferentes espacios productivos estaba ubicados en diferentes niveles, como el alfar y la almazara. Así parece que sucede en el enclave de la laguna, en ese espacio de tránsito es probable que se pudiera emplazar el colmenar. sin embargo, en la práctica tradicional de la apicultura la ubicación de los colmenares se realiza en los campos, y aunque los cerámicos no tuvieran una trashu-

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figura 11. colmenas cerámicas del entorno de Segobriga. fragmentos de los distintos tipos de borde.

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figura 12. localización de las colmenas cerámicas en los yacimientos del territorio segobricense. 1. los Vallejos; 2. la Peña II; 3. la laguna; 4. casas de luján.

mancia anual, no cabe duda que sufrirían traslados cada cierto período de tiempo. De este modo, su masiva presencia en los establecimientos agrarios habría que relacionarlos con labores de limpieza/reparación y acondicionamiento antes del traslado (figura 12). Por otro lado, en las cercanías del territorio de Segobriga hemos podido identificar producciones segobricenses de colmenas. nos referimos a los yacimientos de fuente de la calzada (santa cruz de la Zarza, toledo) y san Blas (las Pedroñeras, cuenca).

en el primero de los enclaves citados, el de fuente de la calzada, las colmenas cerámicas proceden de una prospección.6 se trata de diferentes bordes con perforaciones que parecen corresponderse al tipo de colmena de cuerpo «troncocónico», como los localizados en los Queremos agradecer a D. urbina y c. urquijo la información que nos han facilitado procedente de la elaboración de la carta Arqueológica de santa cruz de la Zarza.

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Vallejos y casas de luján, aunque ya hemos señalado que estos no se encuentran estandarizados, pero sí mantienen unos rasgos recurrentes. Asimismo, se localizan perforaciones con sección circular, que hemos interpretado como orificios para pasantes de sujeción/cierre de las tapaderas. Además de la localización de estos ejemplares, distantes más de 25 kilómetros en línea recta de

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la ciudad de Segobriga, resulta especialmente interesante el lugar del hallazgo, ya que las colmenas no se han localizado en un yacimiento, sino en los campos cercanos al enclave romano. tendríamos así el primer testimonio de colmenas situadas en los campos, como suele ser habitual en la práctica de la apicultura tradicional (figura 13).

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figura 13. colmenas de fuente de la calzada (santa cruz de la Zarza, toledo). 1. Plano de localización de las colmenas en relación con el yacimiento romano; 2. colmenas cerámicas de tipo «troncocónico».

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figura 14. colmenas de san Blas (las Pedroñeras, cuenca). 1. Planta de la excavación con la localización de la fosa de extracción u.e. 100; 2. fotografía aérea de la zona excavada; 3. colmenas cerámicas de tipo «tubular».

el otro asentamiento en el que se han localizado colmenas cerámicas procedentes de las alfarerías segobricenses es el de san Blas (las Pedroñeras, cuenca), distante a más de 45 kilómetros de la ciudad. el yacimiento es un enclave dedicado a la extracción y el procesado de la arcilla, aprovechando las vetas existentes en la llanura de inundación del arroyo del cerrojo de san Blas, aunque posteriormente se desarrolla un vicus con cronología altoimperial.7 los fragmentos de colmenas se localizaron como relleno de un «barrero» o fosa de extracción de arcilla que se encontraba colmatada como basula intervención se desarrolló en los meses de junio a agosto de 2012 y se encuentra inédita. los trabajos fueron dirigidos por J. morín de Pablos. 7

rero. no ha sido el único material cerámico procedente de las alfarerías de la ciudad que se ha localizado, ya que se encuentran fragmentos de dolia, que hemos definido localmente como subtipo cAt 2. los fragmentos de colmena localizados pertenecen a las colmenas de morfología «tubular», como las localizadas en el enclave de la laguna. el hallazgo de estas piezas como material amortizado no aporta datos sobre su emplazamiento en la zona, aunque parece claro que era una costumbre llevar las colmenas a los espacios de habitación, seguramente para ser preparadas antes de ser reparadas de nuevo (figura 14). De las colmenas los romanos obtenían, como sucede en la actualidad en la apicultura tradicional, tres productos: miel virgen, miel y cera. todo comenzaba con la «castración» de las colmenas. esta se realizaba una

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vez al año, aunque en época de bonanza se podían «castrar» las colmenas hasta dos y tres veces hasta la «cruz» del medio, que estaba dispuesta a la mitad de la colmena. los colmeneros cubrirían sus cuerpos y como herramientas utilizarían el «afumador» o «ahumador», que producía humo con el que se controlaba a las abejas. este podía ser de metal, pero también se conocen recipientes cerámicos con esta función (Bortolin 2008), aunque no se conocen en Hispania. los panales se extraían con las manos y con la ayuda de cuchillos y una rasqueta metálica, que ayudaba al apicultor a extraer los panales. Desde el punto de vista material de todo este proceso solo dejan huella en el registro arqueológico el afumador, los cuchillos y la rasqueta. el primero es fácilmente identificable, pero no se han localizado en Hispania, mientras que los otros dos son objetos comunes que tienen diferentes usos, no son herramientas especializadas. en cuanto al procesado de la miel, este es relativamente sencillo. la miel virgen se extrae con el simple prensado de los panales con las manos, que se vierte en un embudo que precipita la miel a un recipiente. la miel y la cera se obtienen mediante el prensado y la utilización del calor. este proceso tampoco deja huellas claras en el registro arqueológico, ya que la utilización de embudos cerámicos o metálicos es habitual en el trasiego de cualquier tipo de líquido y frecuente en el registro arqueológico hispano. en cuanto al recipiente utilizado para recoger la miel, no es específico, y en la apicultura tradicional se utilizan recipientes cerámicos abiertos y cerrados. el consumo y lA cIrculAcIÓn

Para el adecuado entendimiento de la producción colmenera y de la actividad apícola en época romana en Hispania, y en particular en el área del territorio de Segobriga y en la zona sur oriental de la Hispania Tarraconensis, es forzoso e inevitable, una vez más, remontarnos a la época ibérica. en función de lo que se ha mencionado con anterioridad, la lectura transversal de la evidencia arqueológica actualmente disponible para el territorio que discurre desde el área edetana a la actual región albacetense nos habla en favor de una actividad apícola, que estaría ya ampliamente difundida entre los siglos III y I a.c., como actividad complementaria a una economía agropecuaria y del uso de la miel en la alimentación y como bien de comercialización/exportación. Dicha actividad productiva está bien patente en la gran cantidad de yacimientos que presentan este tipo de material, y su potencial excedente se materializa en la esfera de la comercialización extra regional en la exportación los kalathoi, típicos recipientes a los que actualmente

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varios autores atribuyen, entre otras, una función de contenedores de miel (Bencinvenga 1985; Bonet y mata 1995: 384; conde 1996; fernández mateu 2000: 91; fuentes et alii 2004: 196; Guerin 2003: 313; muscolino 2006), situación ya avanzada con anterioridad por emeterio cuadrado (1968: 128). lo que parece igualmente claro es la existencia de dos etapas en la producción apícola ibérica: una inicial, en el Ibérico Pleno, con un sistema de producción doméstico y unas relaciones comerciales en el ámbito local o regional; y otra, en el Ibérico final, donde el incremento de colmenas sugiere que parte de los productos pudieron ser comercializados a larga distancia (Bonet y mata 1997: 45; Bonet y mata 2002: 186). Así pues, parece ser el Ibérico Pleno la fase inicial de fabricación de colmenas cerámicas, mientras que el Ibérico final y la época imperial serían fases de consolidación y perduración, respectivamente. Por tanto, la materialización de un comercio exterior únicamente se produciría en la segunda fase (Ibérico final) cuando la producción ya se ha estandarizado, y cuando la llegada y conquista romana pudo condicionar e incrementar los contactos comerciales hacia el exterior (mata, moreno y Quixal 2008: 42). Dicha posibilidad comercial y la estrecha relación entre colmenas cerámicas/producción apícola y kalathoi, se ve corroborada por la presencia conjunta de colmenas y kalathoi en contextos portuarios, como es el caso del puerto de Arse-Sagvntvm8 (Aranegui 2004b: 80), bien como por los análisis de contenido de estas vasijas, que revelaron la existencia de frutos carnosos, como los higos, con miel (Juan-tresserras 2000: 103-104). Ambos aspectos son determinantes en la confirmación de su funcionalidad, permitiendo valorar la exportación de los productos protagonistas de ese comercio, la miel ―el contenido― y de otros productos derivados de la práctica apícola, más que de la colmena en sí misma ―el contenedor― (fuentes, Hurtado y moreno 2004: 196), más allá del ámbito ibérico y explicar el hallazgo de kalathoi en pecios en la costa valenciana (fernández Izquierdo 1995) y fuera de la Península Ibérica, con especial concentración en el mediterráneo occidental (conde 1996; cuadrado 1968: 129). ya se ha mencionado que en las primeras investigaciones sobre apicultura ibérica, las colmenas cerámicas eran entendidas como territorialmente circunscritas, y a raíz de los trabajos de soria (2000), se amplió la extensión y la utilización de estas a otros territorios. las morfologías de las colmenas permiten observar que dos de 8 en las últimas campañas de excavación se documentó la existencia de colmenas cerámicas ibéricas en niveles republicanos (Aranegui 2004b: 80).

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las variantes presentan una tipología claramente de influencia edetana, mientras que las restantes formas se alejan sustancialmente de estas. esta tipología diferenciada parecía corroborar para las segundas una de las hipótesis planteadas por soria combadiera (2000: 177), la de una posible producción local. no obstante, si es cierto que los bordes de los tipos n.º 4 y 6 de la región de Albacete (soria combadiera 2000: 176) representan una morfología claramente novedosa, y que no se ve representada en ninguno de los estudios dedicados al área edetana, a nuestro entender más bien presentan evidentes similitudes con los fragmentos recuperados en el área segobricense, por lo que, a nuestro juicio, se deberán atribuir a producciones ya de ámbito romano. la observación comparada de las colmenas de época ibérica tardía del área edetana, y de las de época ibérica tardía/romanas de Albacete con las de época romana de Segobriga revela claras afinidades morfológicas y técnicas entre ellas, no solo a nivel de los bordes, sino también al nivel de los cuerpos y acabados de los mismos. Así mismo, las colmenas identificadas en los yacimientos rurales del entorno de la ciudad de Segobriga, particularmente las de «tipo tubular», parecen plasmar una continuidad de las técnicas y modelos alfareros de las cercanas regiones ibéricas, a falta de datos para el mismo período en la región segobricense. Pero hay que considerar también la posibilidad de su producción local en época prerromana. Para las colmenas de «tipo troncocónico» es indudable su carácter innovador, pero tampoco aquí creemos que se deba valorizar excesivamente un modelo autóctono. De hecho, son ya conocidos ejemplos de colmenas cerámicas en Ática, del siglo IV a.c., con una de las extremidades cerradas (Jones et alii 1973: fig. 79d-80a). Así mismo, cabría la posibilidad de un desarrollo local, posiblemente en un momento posterior, ya atribuible a un pleno siglo II d.c., de un modelo que podríamos designar como mediterráneo. A tenor de los datos anteriores, y de los que ahora se dieron a conocer, la producción colmenera y apícola en época romana en la región inferior de la meseta, concretamente en Albacete y ahora en el área de Segobriga, no parece responder a nuevas prácticas, sino más bien a la aplicación de nuevos estímulos y si acaso nuevos parámetros, así como a la intensificación y a la ampliación de la extensión territorial de una tradición alfarera y de un know-how de explotación de recursos del medio ya existentes en época precedente. Parece ser incuestionable en el área segobricense el fuerte incremento que sufre la actividad apícola y su materialización en todos los yacimientos rurales iden-

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tificados, en mayor o menor escala, desde el momento de su instalación generalizada en el ager inmediato a la ciudad, desde la primera mitad del siglo I d.c. los yacimientos aquí referidos, por su ubicación cercana a la ciudad y en zonas con evidentes recursos naturales de calidad, son asentamientos rurales dedicados a actividades relativas a la explotación agrícola y ganadera, pero en los cuales las condiciones naturales (flora, recursos hídricos, climatología, etc.) deberían ser las apropiadas para la actividad apícola. su generalizada práctica en los yacimientos segobricenses parece indicar que la explotación/producción de la miel se encontraba vinculada al dominio privado, bajo la responsabilidad de colmeneros o mellarii que podrían ser en este caso igualmente los propietarios de cada una de las instalaciones rurales, pudiendo tener también directamente a su cargo la cosecha y procesado/tratamiento de la miel,9 o bien tener a su servicio de manera estacional y itinerante apiarii especializados en dichas actividades, en el caso de que lo justificara el volumen de la producción. es sabido que la apicultura constituía un papel importante en la economía agrícola romana. Varrón por ejemplo, indica, de una forma quizás algo exagerada, que en su época existían apicultores capaces de producir 5000 libras de miel por año (morais 2006; apud. manacorda 1999: 97). A su vez, Virgilio en sus Geórgicas, indica también que un colmenar puede llegar a aportar tanto como un viñedo. lo que en cierta medida nos indican indirectamente estos autores, es que el potencial de la explotación y de producción de la miel en esos lugares conlleva que no se descarte y que podría aportar beneficios económicos considerables. Así, la producción de miel en el entorno segobricense sería una actividad más, probablemente destinada al autoconsumo, complementaria de las principales actividades agrícolas y de otras transformadoras, como la vitivinícola, o industriales, como la alfarera, ambas igualmente bien representadas en al área en estudio. no obstante, en función de la aparente densidad de hallazgos de colmenas, el volumen de producción podría, de alguna forma, haber superado el del autoconsumo local, y haberse convertido en una plusvalía económica, y pudiendo su producción excedentaria haber sido comercializada a nivel regional o supra-regional. 9 la producción apícola requeriría un trabajo consciente, continuado y una organización previa, pero no siendo necesario ningún tipo de alta especialización ni técnica ni instrumental (mata y Bonet 1995), tal y como constatan los paralelos etnográficos y las fuentes clásicas (col., IX, 5 y 15).

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figura 15. mapa con la localización de las colmenas cerámicas en la Península Ibérica: Bracara Augusta, Segobriga, santa cruz de la Zarza, las Pedroñeras y martinhal.

Además de la repercusión local y de las implicaciones económicas que pueda tener la actividad colmenera en Segobriga en época romana, los ejemplares de colmenas cerámicas ahora identificados abren a la vez nuevos límites espaciales, posibilidades interpretativas y vías de trabajo en relación a esta particular actividad económica en el interior peninsular, y en la propia provincia. estando ya significativamente documentada en el sureste peninsular para los momentos prerromanos la producción de envases cerámicos destinados a la producción de la miel, y caracterizada en líneas generales la actividad apícola, se impone ahora rastrear para la época romana en

las demás áreas peninsulares e identificar esos mismos objetos, que perduraron en territorio peninsular hasta tiempos bien recientes, llegando la miel y la cera a convertirse en época moderna en el segundo producto de exportación castellana, haciendo que los espacios utilizados para la apicultura se preservaran y que surgieran normativas que procuraban su correcto desarrollo (carmona 1999: 132). Apenas de ese modo se podrá valorar debidamente la importancia de una actividad que se hizo tan afamada en época romana, con la miel como sustancia ex libris y de la cual la hispana dio pruebas de calidad y cantidad (figura 15).

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Artifices Idoneos: artesanos, talleres y manufacturas en Hispania. reunión científica, mérida (Badajoz, españa), 25-26 de octubre, 2012.

tAlleres HAlIÉutIcos en lA HISpANIA romAnA1 Darío BernAl cAsAsolA, universidad de cádiz enrique GArcÍA VArGAs, universidad de sevilla

resumen: el presente trabajo trata de ser un ensayo de síntesis de los conocimientos actuales acerca de las artesanías haliéuticas en la Península Ibérica para época romana. se parte de una puesta al día de la documentación arqueológica acerca de los establecimientos pesquero-conserveros hispanos, su definición material, su estructura funcional y su organización interna, poniendo de relieve los avances de la investigación pasada y las carencias y perspectivas de trabajo de la presente. finalmente, se contextualiza histórica y socialmente el sector artesanal haliéutico-conservero a partir de la documentación escrita (literaria, jurídica, epigráfica…), poniendo de relieve las dificultades derivadas de la necesaria confrontación entre las categorías económicas antiguas y modernas.

summary: the present work aims at synthesizing what we know about fish-related manufactures in the Iberian Peninsula in the roman period. the paper begins by making an up-to-date review of the archaeological evidence on fishing-processing facilities, including their physical characterisation and their functional structure and internal organisation. special attention is focused on recent developments, gaps in our knowledge and future perspectives. finally, the sector of fish preserves is historically and socially contextualized, on the basis of the written sources (literary, legal epigraphy…), with attention to the difficulties involved in comparing modern and ancient economic categories.

Palabras clave: pesca, salazones, talleres haliéuticos, artesanado pesquero, Hispania romana. Key words: fishing, salted fish preserves, halieutic workshops, halieutic artisans, roman spain.

PescA e InDustrIA conserVerA HIsPAnorromAnA: HAcIA el ArtesAnADo

mucho se ha escrito desde el conocido trabajo de m. Ponsich y m. tarradell (1965), sobre la pesca, el salado de las capturas, los centros de procesado piscícola y las llamadas por entonces industrias anexas (sal, producción de ánforas, púrpura…). el lector tiene ante sí una panoplia literaria amplia en su temática, diversificada cronológicamente y en numerosos idiomas, que permite adentrarse en buena parte de los vericuetos de los procesos fabriles que tanta fama dieron a las costas este trabajo es resultado del proyecto de investigación HAr2010/15733 y del proyecto HAr2013/43599 del Plan nacional I+D+i/feder del ministerio de economía y competitividad del Gobierno de españa.

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de Hispania en la Antigüedad (de curtis, 1991 a Étienne y mayet 2002, por citar las síntesis internacionales más conocidas). en estos y otros numerosísimos estudios que no es posible sintetizar en un trabajo como este, es posible advertir la variedad de fuentes disponibles, que oscilan desde las literarias, epigráficas o monetales a las iconográficas, arqueozoológicas o arqueológicas en sentido amplio, cuya amplitud es tal que ni siquiera para el «hiper-especialista» es posible un aggiornamento impecable, dada la amplitud del Imperio romano y por ello la lejanía y multiplicidad de los contextos de hallazgo. si a este masivo e in crescendo corpus le sumamos el concurso de disciplinas de difícil somatización para el historiador ―y viceversa― como la arqueoictiología para la determinación de los taxones o la palinología para la caracterización de las prácticas estacionales, el resultado no es otro que una lenta pero progresiva atomi-

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zación de los estudios. Desde las acotadas «parcelas» cronológicas, que dificultan la ósmosis entre protohistoriadores e historiadores del mundo Antiguo a la disparidad de foros de discusión ―como los coloquios del IcAZ para los biólogos, las páginas del ZpE para los epigrafistas o las de los rcrf, la sfecAG o la secAH para los ceramólogos―, el resultado es nefasto para la investigación: la dificultad de interrelacionar la información disponible y la complejidad de la necesaria interdisciplinariedad propia de estas temáticas de Arqueología de la Producción. A pesar de la amplitud y variedad de la información disponible y publicada sobre el ciclo de la industria pesquero-conservera queda mucho camino por recorrer en el futuro, sobre todo si atendemos a la escasa atención prestada hasta fechas recientes a los biofactos o a los estudios detallados de las chancas romanas en el mediterráneo. Prácticamente en ningún lugar del mundo Antiguo tenemos ejemplos actuales de estudios integrales de yacimientos pesquero-conserveros en los cuales se hayan implementado técnicas paleoambientales modernas. De ahí que diversos aspectos se encuentren aún en estado totalmente embrionario, a lo cual se están dedicando esfuerzos en los últimos años a nivel mediterráneo, como sucede con la caracterización de los productos fabricados en las cetariae (contribuciones diversas en Pesavento y carre eds. 2009, o recientemente costa y fernández eds. 2012), con interesantes «sorpresas», como la abundancia de cetáceos en las instalaciones pesqueras prerromanas y romanas, el abundante empleo de la malacofauna en las conservas ultramarinas o la piscicultura, que no se limita al conocido pudiente sector social de la Italia tirrénica tardorrepublicana sino que parece estar presente de manera generalizada en las plantas haliéuticas costeras de Hispania (recientemente Bernal ed. 2011), entre otros muchos aspectos. en este trabajo analizaremos la problemática de las evidencias de los actores del ciclo pesquero-conservero, entendiendo que la fabricación de conservas piscícolas remite a procesos artesanales tradicionales, y que por tanto los mismos pueden ser considerados verdaderos artifices. De ellos, abordaremos de manera sintética en las páginas que siguen sobre todo dos aspectos: ¿dónde trabajan?, para lo cual se analizarán las fábricas de salazón o cetariae, intentando aproximarnos a su problemática en Hispania y a la interpretación de los diversos ambientes que las conforman, incidiendo asimismo sobre su situación en ámbito urbano, periurbano y rural. y ¿quiénes son y cómo operan? como se verá en los siguientes apartados, se trata de una compleja problemática, ya que en la cadena productiva participan diversos colectivos profesionales, tanto los pescadores y recolec-

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tores de moluscos (piscatores, murileguli, conchylioleguli), los cultivadores de sal (salinatores), los responsables del procesado de los recursos marinos (salsamentarii) o los alfareros fabricantes de los envases para la comercialización del pescado salado (figuli). Al menos los piscatores y los salinatores se encuentran a menudo asociados en corporaciones (societates, koinoniai: pario, IRG = IGsK 25.6), en las que pueden actuar no solo como productores, sino también como recaudadores de derechos públicos (telonarii) y como vendedores al por menor (propolae: CIL XIV, 409; CIL II, 5929). lo que los unifica a todos en un mismo «circuito económico» es la intermediación comercial de mercatores y negotiantes, y la capitalización de los diversos negocios proporcionada por argentarii y coactores. la reflexión sobre los negocios conserveros como una faceta artesanal es una perspectiva novedosa de bastante interés que podrá ser desarrollada en el futuro, intentando integrar los diferentes aspectos sobre este colectivo social tan poco visibles en el registro arqueológico y mejor representado por las fuentes epigráficas, como a continuación veremos. refleXIonAnDo soBre lAs CETARIAE y lAs OFFICINAE SALSAMENTARIAE en HISpANIA: unA AsIGnAturA PenDIente

Desde que se identificaron los saladeros de las chancas romanas como el indicador arqueológico más evidente para poder plantear la existencia de una industria conservera en dicha localización, las evidencias de las antiguas pesquerías en nuestros yacimientos se han multiplicado exponencialmente. Basta comparar las referencias a menos de una decena de factorías de salazón en los años cuarenta ―mezclando las menciones literarias con las escasas evidencias materiales― (como en García y Bellido 1942) a su multiplicación por diez prácticamente en la era «post-ponsichniana». un escrutinio detallado de los inventarios de saladeros hispanorromanos realizados en los últimos veinticinco años pone sobre la mesa una realidad de cierta complejidad: los números no cuadran. la propuesta con más solera, que es la del pionero y reiteradamente citado m. Ponsich (1988), permitió situar sobre el mapa 89 localizaciones (figura 1 A), que años después r. curtis redujo a 39 (figura 1 B). esta última cifra mantenida a inicios del siglo XXI en los resultados de una tesis doctoral que compiló información relativa a 42 establecimientos productivos (lagóstena 2001). Pocos años después, y en la etapa de madurez del conocimiento de la economía hispanorromana, f. mayet y r. Étienne fijaron la nómina en

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figura 1. mapa de dispersión de fábricas de salazón hispanorromanas A. según Ponsich (1988: 170); B. según curtis (1991: 110).

61 fábricas salazoneras (figura 2), que otros autores en fechas algo más recientes han vuelto a elevar a 78 yacimientos haliéuticos ―88 exactamente, si se incluyen las costas tingitanas― (trakadas 2005: 76-78). estas diferencias se agravan más aún entre sí si tonamos en consideración los criterios geográficos utilizados por cada autor, que no han sido siempre los mismos. en los primeros trabajos se incluían habitualmente

las costas marroquíes de la Mauretania Tingitana, tendencia considerada teniendo en cuenta que muchos de estos enclaves se mantuvieron activos hasta época tardorromana, momentos en los cuales ―a partir de Diocleciano― los mismos formaban parte de la Diocesis Hispaniarum. Al tiempo que, en lo que respecta a la Península Ibérica, solamente se tenía en cuenta en ellos los hallazgos de la mitad meridional pues el conocimiento

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figura 2. Cetariae según Étienne y mayet 2002: 61.

de las pesquerías de Gallaecia y el cantábrico ha sido desvelado en las últimas décadas, y no ha pasado a la literatura científica hasta mediados de los años noventa (esclarecedor al efecto es el trabajo de fernández ochoa y martínez maganto 1994). Pero además del factor geográfico, inciden otros parámetros, como es el criterio utilizado en cada trabajo para considerar cada uno de los puntos de los mapas como conserveros. tradicionalmente se ha considerado que cualquier hallazgo de pileta angular revestida de opus signinum en ámbito litoral era la conditio sine qua non y el argumento clave para la detección de este tipo de yacimientos conserveros. Hoy en día sabemos que muchas piletas con hormigón hidráulico no se relacionan con los menesteres haliéuticos, siendo utilizadas en múltiples actividades que requieren el contacto con el agua, desde las fabriles (fullonicae, officinae infectoriae, cisternas…) a otros muchos usos como los funerarios ―lustrationes litúrgicas―. esta problemática sobre la tipología de las piletas ha sido abordada recientemente para la ciudad de Gades (expósito 2007: 166-174), sien-

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do extensible a la totalidad de yacimientos costeros de ámbito atlántico-mediterráneo. Dicho tratamiento ha provocado una «inflación» en aquellos yacimientos conocidos de antiguo o por prospecciones superficiales, en los cuales los hallazgos parciales de elementos de signinum se traducían en una automática identificación de los mismos como plantas pesquero-conserveras. otros factores distorsionadores han sido, por ejemplo, el criterio empleado por algunos investigadores de agrupar las cetariae por civitates o aglomeraciones secundarias, citando en sus respectivos territorios diversos enclaves que no aparecen catalogados de manera detallada, lo que dificulta notablemente su adscripción. A veces, los investigadores realizan síntesis bibliográficas sin un conocimiento real del terreno y de los yacimientos citados, lo que provoca confusiones, duplicaciones (mismo yacimiento con denominaciones diversas) y erratas, que la historiografía se ha encargado de ir asentando en la literatura especializada. Por último, es evidente que en los repertorios citados no se han incluido las novedades de la última década, que son muchas y de gran entidad, co-

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mo sucede, por citar únicamente algunos ejemplos paradigmáticos, con las cetariae de Hispalis (Amores et alii 2007) o Barcino (Beltrán 2007), y en la costa tingitana los de Septem Fratres y más recientemente metrouna y marsa (Bernal ed. 2009). Por todo lo comentado, actualmente no resulta posible determinar con claridad el mapa de talleres haliéuticos de la Hispania romana, para lo cual es necesario un proyecto de investigación que permita revisar todas estas evidencias, cribando la literatura publicada y añadiendo las cetariae inéditas resultado de la fecunda arqueología preventiva en españa desde los años ochenta del siglo pasado. en cualquier caso, es probable que la cifra actual ronde el centenar de cetariae, lo que a efectos macroeconómicos no hace sino acrecentar la pauta ya detectada hace más de medio siglo: que las provincias occidentales, con su epicentro en el Fretum Gaditanum, constituyen el lugar de mayor importancia pesquera de la Antigüedad, con una concentración conservera que como poco quintuplica a la de otros entornos como es el caso del sur de Italia y sicilia (recientemente Botte 2009). un segundo elemento a tener en cuenta es el de la tipología y desglose anatómico de los saladeros hispanorromanos, que constituye asimismo una línea de investigación a desarrollar en el futuro, pues hasta la fecha no ha sido realizado un catálogo detallado y pormenorizado de la arquitectura de las cetariae hispanorromanas. comenzando por su nomenclatura, el término cetaria (de cetus = pez de gran tamaño) es el que habitualmente se utiliza para definir genéricamente a este tipo de establecimiento pesquero-conservero, que en castellano son denominados factorías de salazones, o chancas, vocablo este último extrapolado de época bajomedieval y moderna. sabemos de la existencia de otras denominaciones como garismatia, como menciona cassiodoro en referencia a los centros del litoral de la Italia adriática (Buonopane 2009: 31-32), pero su escaso empleo en la Antigüedad ha provocado que prácticamente no sea utilizado actualmente. contamos con otra denominación que sabemos era la más frecuente en época romana, que consiste en la fórmula Ex officina junto al nombre en genitivo del dueño/productor, como encontramos, por ejemplo, en los conocidos mosaicos de la casa pompeyana de Aulus Umbricius Scaurus (figura 3 A) y en las inscripciones de los centenares de jarras en cerámica de estas características aparecidas en Pompeya (figura 3 B) ―sobre lo cual volveremos más adelante―. en otros ambientes haliéuticos, como ilustran por ejemplo las conocidas etiquetas de plomo del pecio argelino de Annaba, diversas menciones (De oficina L Ivli Romani, Ex officina/Minvci Cremialis, De officina Ivliorvm y Ex officina Libertorum) asociadas a ánforas africanas de

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época medio imperial (lequement 1975), verifican que el contenido de los envases ―salsero/salazonero― procedía de los talleres haliéuticos cuya onomástica se desglosa. es cierto que en Hispania desconocemos ejemplos directos de la mención officina asociada a factorías pesqueras, si bien el empleo de este término con mucha frecuencia en el caso de los talleres de terra sigillata hispánica ―de facto es una de las características del sellado de las producciones de vajilla fina clásica hispanorromana― y las citadas constataciones en ámbito pesquero en otros lugares del mediterráneo permite plantear con mucha probabilidad que dicho término también fuese aplicado en las chancas litorales hispanas. en el caso de los yacimientos haliéuticos de grandes dimensiones, especialmente en ámbito urbano, se detecta con claridad la existencia de diversos talleres, coincidentes cada uno de ellos con edificios autónomos, como sucede, por ejemplo, en las fábricas del barrio meridional de Baelo Claudia, con al menos cinco officinae aisladas unas de otras y con fachada hacia la calle (figura 4). Aunque la tendencia es a pensar que su gestión se llevaba a cabo a través de productores independientes, es posible que los mismos, o una corporación o societas, mantuviese al unísono la conductio de varios de ellos. en otras ocasiones, como en la lusitana troia, los edificios conserveros están intercomunicados entre sí a través de una puerta, que ha sido además habilitada ex profeso, restando espacio ―y productividad― a un lugar en el cual previamente se situaban saladeros (figura 5; problemática de la evolución de estos espacios ampliamente detallada en Étienne y mayet 2002: 75-84). De lo que desprende una más que probable gestión común de ambos (¿ampliación del negocio y reforma de los inmuebles?). Desgraciadamente, desconocemos los nombres de los talleres por falta de evidencias en las propias chancas, si bien podríamos utilizar el denominado registro δ de los tituli picti de las ánforas salazoneras béticas, que se interpreta habitualmente como relacionable con la onomástica de los productores/conserveros, para intentar reconstruir las denominaciones originales de algunas de estas cetarias gaditanas y malagueñas, que son de las que más evidencias epigráficas se conservan. nombres como Caecili, Calpurnii, Lucani, Asinini, Romani, Domestici y otros más (lagóstena 2002-2003) posiblemente sean las denominaciones finales de algunas de estas officinae salsamentariae. respecto al tamaño de las fábricas conserveras no existen que conozcamos unas reglas precisas, ya que contamos con cetariae de dimensiones muy reducidas, menores de 50 metros cuadrados y con escasos saladeros (seis u ocho), frente a las grandes plantas conserveras urbanas con más de 1000 metros cuadrados y cerca

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figura 3. Urceus en un mosaico de la casa de Aulus Umbricius Scaurus en Pompeya (A), y ejemplar en cerámica con titulus pictus en atramentum (B).

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figura 4. Officinae (edificios en tono más claro) del barrio meridional de Baelo Claudia (Bernal et alii 2007: 188, fig. 138).

figura 5. fábricas conserveras I y II de troia, interconectadas entre sí (Étienne y mayet 2002: 76, fig. 14).

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de treinta piletas, como sucede en la ya citada troia. Por el contrario, las partes y aditamentos necesarios en estos centros de procesado piscícola sí están bien sistematizados, y siguen encontrando en la tingitana cotta el mejor ejemplo para su definición (figura 6). Destaca, desde el punto de vista funcional-pesquero en esta instalación, la estructura considerada cimentación del avistadero de túnidos o thynnoskopeion a la entrada de la fábrica, torre desde la cual se preparaba el armado de las redes y se divisaba la llegada de los cardúmenes, la cual no siempre estaba vinculada directamente a la arquitectura de los edificios, ni tampoco tenía por qué ser de obra, recurriéndose con mucha frecuencia a las estructuras ligneas. era clave la zona de desangrado, eviscerado, limpieza y despiece, que en cotta está ejemplificada por una gran sala longitudinal con dos grandes muros paralelos que servirían de asiento a tableros para facilitar el «ronqueo» de los atunes y otros recursos marinos. cerca de ella, y en la habitación central, un pozo y una gran cisterna nutrían de agua a esta importante labor fabril. no obstante, en la mayor parte de las factorías, esta actividad normalmente se efectúa directamente en las salas pavimentadas con opus signinum en la parte anterior de los establecimientos salsarios o en su patio central. A continuación, los ya comentados saladeros o piletas, que suelen ser de planta cuadrada o rectangular ―excepcionalmente circular como en Baelo y en algún establecimiento siciliano―, de capacidad muy variada que oscila de 1 metro cúbico a los más de 15, parámetro que suele ser utilizado como un buen indicador para plantear la productividad de las chancas. las dependencias destinadas al almacenaje eran otro de los aditamentos necesarios en estos establecimientos, que en el ejemplo mauritano que hemos traído a colación se materializan en amplias y diáfanas salas únicamente recorridas por una hilera central de pilares, y que debían ser utilizadas para albergar a buen recaudo la trilogía de elementos consustanciales de las pesquerías: el instrumental pesquero ―especialmente las redes, por su gran tamaño y otros aparejos como palangres―; la sal, el preciado conservante cuyo empleo en estos establecimientos era ingente, apilándose por toneladas; y los envases destinados a la comercialización de los salsamenta, del garum y de salsas derivadas, mayoritariamente ánforas, aunque también recipientes cerámicos de menores dimensiones y también de vidrio y materia perecedera. en cotta se han documentado algunas estancias calefactadas con hipocaustos, cuya interpretación no es unívoca y concluyente, ya que pudieron haber sido utilizadas tanto para acelerar la maceración de las salsas por calentamiento, como para producir sal por ignición, o incluso para servir de pequeño balneum para las tareas

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de higiene, tan necesarias en unas pestilentes instalaciones en continuo contacto con el pescado. en ocasiones ―como pasa en cotta, pero en otra de las fases constructivas no ilustradas― se instalan molinos, que también pudieron utilizarse para la elaboración de harinas y aceites de pescado, como se ha demostrado en el caso de Iulia Traducta (Domínguez Bella y Bernal 2011). respecto a la tipología de las cetariae se ha realizado algún intento reciente de sistematización (Arévalo y Bernal 1999; teichner 2007), aunque queda aún mucho camino por recorrer. como se advierte en la figura 7, la morfología y dimensiones de las fábricas son muy variadas, pudiendo clasificarse por la forma y relación entre los saladeros y el pasillo de signinum, destacando las que presentan cubetas en tres de sus lados (forma de u), aquellas en las cuales los saladeros se disponen a ambos lados de un gran pasillo longitudinal, y las de planta dúplice, con habitaciones junto al umbral y las piletas en la parte trasera del inmueble. otro factor que influye notablemente en la tipología de las fábricas salazoneras urbanas es la necesidad de su adaptación a los condicionantes topográficos de las insulae en las cuales se insertan, lo que quizás explique en buena parte estas divergencias urbanísticas. A pesar de esta aparente disparidad formal, sí existen modelos muy bien definidos arquitectónicamente que debieron ser utilizados por los architecti para erigir estos edificios. como ejemplo de esta tendencia, traemos a colación el tipo de chanca rectangular, con pasillo central y piletas perimetrales en u, cuyo modelo encontramos distribuido por toda la geografía peninsular y con un paralelismo manifiesto, con ejemplos desde Almería a la bahía de Algeciras ―Villa Victoria/Carteia―, hasta desembocar en la Ilha de Pessegueiro en el Portugal atlántico (figura 8). Junto a estos ejemplos rurales también tenemos otros similares en ámbito urbano o periurbano, como ilustran las fábricas de planta centralizada y grandes dimensiones en Olisipo (casa del Gobernador), en troia (usine I) o en el castillo de manilva. la única diferencia entre ellos es el número de saladeros, que en algunos casos deriva de remodelaciones internas (reformas con tabiques, compartimentaciones, cambio de usos de los espacios…) durante la dilatada vida de estas fábricas, que en ocasiones permanecen en activo durante más de medio milenio. sí existieron, por tanto, en ámbito haliéutico, como en tantos otros ambientes arquitectónicos del mundo romano, estereotipos que se exportaron de unos lugares a otros, del mediterráneo al Atlántico y viceversa. también es importante tener presente que algunas de estas chancas pudieron desarrollar al mismo tiempo una función comercial, de venta al por menor, especial-

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figura 6. fisonomía de un taller haliéutico: A. el ejemplo de cotta, con la planimetría (Ponsich 1988: 153, fig. 82). B. su recreación tridimensional (reddé y Golvin 2008: 93).

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figura 7. tipología de algunos saladeros del mediterráneo occidental (teichner 2007: 122, fig. 9): 1. Praia da luz; 2. troia; 3. Ilha de Pessegueiro; 4. Baelo Claudia; 5. fuengirola; 6. lagos; 7. cotta; 8. Quinta do marin; 9. Almería; 10. Ilha de Pessegueiro; 11. finca del secretario.

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figura 8. saladeros con similares dimensiones y planta procedentes de: A. Almería (suárez 1987: 28, fig. 2); B. Villa Victoria-Carteia (Bernal et alii 2009: 460, lám 2); c. Ilha de Pessegueiro (tavares y soares 1993: 139, fig. 67).

mente en el ámbito urbano. en Hispania conocemos algunos ejemplos muy significativos de talleres/tiendas, como sucede con la de Barcino. los dos ejemplos ilustrados en la figura 9 son los de Baelo Claudia y Emporiae, y frente a las grandes fábricas conserveras, disponen de diversas cubetas de capacidad bastante reducida o muy pocas de tamaño estándar, caracterizándose adicionalmente por presentar fachada hacia las calles de la ciudad (al decumanus maximus en Bolonia y hacia las tres calles que rodean a la Insula c = sector 11 en Am-

purias). Desgraciadamente no conocemos en estos establecimientos las placas indicativas del tipo de negocio («insegne-botteghe») que sí son muy frecuentes en la Italia vesubiana. y es que si no fuese por la presencia de saladeros, la identificación funcional de estos espacios sería muy compleja. si nos preguntamos dónde vivían estos artesanos de los negocios haliéuticos, la respuesta es poliédrica. es evidente que la baja extracción social de muchos de ellos, especialmente de los pescadores y operarios no

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figura 9. Pequeñas cetariae urbanas con tabernae para el despacho al por menor: A. Baelo Claudia (Bernal et alii 2007: 183, fig. 131); B. Ampurias (Aquiluè 2006: 27).

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tAlleres HAlIÉutIcos en lA HISpANIA romAnA

figura 10. Detalle del conocido mosaico pesquero de tema nilótico de el Alia, en el cual se advierte una cabaña a pie de playa (martin y fradier 1976: 74).

cualificados, posiblemente conllevaba su pernoctación en ambientes semi-permanentes o de escasa entidad, caso de las cabañas o viviendas costeras en materia perecedera, algunas de las cuales encontramos ilustradas en la musivaria tunecina (figura 10). en otras ocasiones, es muy probable que habitasen en la planta superior de las propias plantas conserveras, ya que el aprovechamiento del piso inferior era monopolizado por las tareas industriales. y, evidentemente, en el caso de los dueños de los negocios conserveros, no faltaban las grandes residencias, como en Baelo Claudia ilustran la casa del cuadrante y la del oeste, integradas en el barrio pesqueroconservero y en primera línea de playa; o en Pompeya la mansión de Aulus Umbricius Scaurus en la Insula Occidentalis, aterrazada, de grandes dimensiones y junto a Porta marina. conteXto socIAl De lA PescA y Del ArtesAnADo HAlIÉutIco DIfIcultADes De un estuDIo

el mundo social del artesanado haliéutico constituye una realidad compleja y tremendamente escurridiza.

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compleja, en cuanto podemos interrogarnos por aspectos de la misma muy diversos y en muchos sentidos complementarios: la capacitación técnica y el grado de especialización de los artesanos, la clase de relaciones socio-laborales y corporativas que los articulaban, el carácter y la intensidad de las conexiones económicas entre del mundo artesanal haliéutico y el de las finanzas, y entre ambos y la esfera comercial…; escurridiza, porque las fuentes a nuestra disposición (arqueológicas, literarias, jurídicas, epigráficas) solo permiten trazar contornos difusos de una realidad que se nos escapa en su mayor parte y que constituye, a la postre, uno de los ámbitos artesanales más desconocidos de cuantos constituyen el gran artesanado romano: aquel dedicado a la elaboración de productos de enorme demanda y amplia difusión comercial, del cual nos interesa especialmente aquí el hispano, aunque, por lo exiguo del dossier documental existente, trataremos sobre todo de situaciones extra-peninsulares que consideramos extrapolables al mundo artesanal de las Hispaniae. A todas estas limitaciones hay que sumar el grado de incertidumbre que introduce el hecho de que las actividades artesanales haliéuticas no estaban encerradas en sí mismas, sino que se insertaban en un ciclo económico más amplio que incluye, al menos, tres ámbitos o sectores que, en el lenguaje actual, llamaríamos extractivo

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(pesca, sal), artesanal (elaboración de conservas marinas, elaboración de envases para su exportación) y comercial (distribución del producto). no es difícil encontrar en la documentación sobre la pesca en la Antigüedad ejemplos de individuos o grupos involucrados al mismo tiempo en el ejercicio de actividades propias de al menos dos de estos ámbitos: pescadores y vendedores (piscatores et propolae), pescadores y saladores (piscatores et salsamentarii) o saladores y vendedores (salsamentarii et propolae), lo que complica bastante la definición, en términos modernos, de los artesanos del ámbito conservero. en verdad, solo los trabajadores que salaban el pescado en las cetariae o chancas (salsamentarii) caerían plenamente dentro de la consideración actual del artesanado haliéutico, y lo serían exclusivamente en cuanto cumplieran esta función y no otra anterior, simultánea o consecutiva a ella (como la pesca o la comercialización del producto marino). sin embargo, nuestras categorías económicas actuales no coinciden casi nunca con las antiguas y, en el medio productivo romano, cuestiones tales como la clase de dependencia del trabajador con respecto a su patrono (esclavitud, manumisión, alquiler, representación) o el tipo de vínculo asociativo que relacionaba a patronos y trabajadores o a los trabajadores entre sí (societas, colonato, collegium) adquirieron una relevancia sin parangón en nuestro ordenamiento jurídico. A la postre, fueron estas cuestiones, y no las divisiones sectoriales, las que acabaron determinando el papel socioeconómico de un determinado trabajador en un determinado momento, mucho más que su simple adscripción contractual a una actividad laboral más o menos especializada. Por otra parte, quienes desde nuestro punto de vista serían artesanos (denominación que denota para nosotros un cierto grado de libertad «creativa» y de voluntad propia en el trabajo sobre la materia) podían ser considerados en la Antigüedad (y muy a menudo lo eran) simples instrumenta, categoría en la cual entraban los esclavos necesarios para el funcionamiento del dominio agrícola o pesquero, a quienes, sin ningún tipo de disimulo ni malestar aparente, se consideraba incluidos dentro de la categoría un poco sui generis del instrumentum vocale (Varr. R.R. 1.1) o instrumentos con capacidad de hablar. tampoco resultaba fácil determinar sin ambigüedades qué esclavos del dominio formaban parte del instrumento (y por lo mismo debían ser vendidos o legados junto al fundo cuyo funcionamiento económico garantizaban) y cuáles eran siervos personales del propietario, no estando supeditados a la propiedad en la que trabajaban y en la que eventualmente habían nacido (cfr. con carácter general para el instrumentum fundi: ligios 1996).

los PescADores romAnos,

entre el cAmPo y lA cIuDAD

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este problema de la pertenencia o no del esclavo al fundo, es decir, el de su carácter de instrumentum, aparece conscientemente formulado en el caso de los esclavos alfareros, a los que la jurisprudencia republicana y temprano-imperial no considera parte del instrumentum (según Dig. 33.7.25.1). la razón no radica tanto en el hecho de que la dedicación alfarera de estos esclavos se hiciera «a tiempo parcial» como en que, estando adscritos a una figlina u officina cerámica, no constituían verdaderamente parte del equipamiento agrícola imprescindible para el funcionamiento del dominio, sino que pertenecían a un «anexo» comercial del mismo (sáez fernández 2001: 1177). De hecho, los vasos se pueden vender a terceros (Dig. 8.3.5.1; ulp. 17) o ser usados para comerciar la cosecha, por lo que su fabricación constituye una actividad claramente diferenciada de la agrícola (teóricamente autárquica). De la misma manera, se consideraban ajenos al núcleo del dominio las eventuales tabernas o albergues ubicados en él así como sus respectivos esclavos, pues estas instalaciones eran, como el alfar, negocios lucrativos desvinculados de la actividad principal (sáez fernández 2001: 1178); y funcionaban relativamente al margen del fundo agrícola, lo que las hacía enajenables por sí mismas, si esa era la voluntad del propietario. exactamente el mismo problema debió plantearse con respecto a los esclavos de una cetaria o factoría de salazón rural, si bien en ningún lugar está formulada explícitamente la cuestión. entendida como una actividad aneja (y ajena) al fundo, los «artesanos» de la misma no serían parte del instrumentum, como sabemos que tampoco lo eran los esclavos pescadores si la actividad principal del fundo en que servían no era la pesca, sino, por ejemplo, la ganadería o la agricultura (Paulo, Sententiae, 3.6.41). en tal caso, la pesca sería igualmente un negocio anexo, a igual título que la oficina salsaria, la alfarería o el albergue. Por el contrario, la jurisprudencia es taxativa (Dig. 33.7.17.1) al respecto de que las barcas, los aperos de pesca y también los esclavos pescadores que los sirven en los fundos marítimos dedicados exclusiva o especialmente a la pesca pertenecen al instrumentum, excepto en el caso de que estos últimos hubiesen sido separados de la actividad pesquera expresamente por el dominus para dedicarlos a otra función, como sucede concretamente en Dig. 37.7.27 pr. scaev. 6. De la importancia de que un fundo pesquero se encontrase bien instructus, bien dotado del adecuado instrumento piscatorio, incluidos los esclavos pescadores, habla bien a las claras la anécdota moralizante que re-

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coge cicerón en De off. 3.58-590 y según la cual el banquero siracusano pithius habría vendido a un tal Canius una finca y un predio litorales muy por encima de su valor real, valiéndose de una treta concebida con ayuda de unos pescadores libres que se prestaron al juego, debido seguramente a la influencia económica que el banquero ejercía sobre ellos (García Vargas 2006). los pescadores habían convenido simular estar faenando para phytius en su fundo el día en que recibiera la visita del incauto comprador y acercarse entonces a agasajar a su supuesto dueño con las capturas del día. Gratamente sorprendido, Canius compró la finca que, según expresa literalmente cicerón, creyó bien instructa, solo para descubrir al día siguiente de la compra, extrañado por la ausencia de los pescadores, que esta no era debida a ninguna festividad ni a nada similar, sino al simple hecho de que nadie pescaba nunca en las aguas de aquel predio que carecía en verdad de instrumentum piscatorium. si el estatus jurídico de los pescadores dependientes se derivaba menos de su dedicación exclusiva a la pesca que del papel y la escala de la misma en relación al dominio, hemos de suponer que en el caso de los predios marítimos que vivían de las capturas marinas, los papeles desempeñados por los siervos como pescadores, saladores o comerciantes podían ser relativamente intercambiables, pues la especialización técnica de un siervo nunca constituyó un obstáculo real para que desempeñara funciones diferentes a las que le eran más familiares (cfr. Dig. 37.7.27 pr. scaev. 6, en el que dos esclavos pescadores fueron traspasados por el dominus a su servicio doméstico; y Dig. 33.7.25.1., según el cual «uno que tenía en su fundo una alfarería se servía la mayor parte del año de los esclavos de esa alfarería para trabajos del campo…»). una de las actividades secundarias típicas de los pescadores, por constituir la continuación lógica de su trabajo, fue la comercialización de las capturas. es admisible que los esclavos pescadores tuviesen cierta libertad para dirigirse a la ciudad más cercana a vender su pescado en el mercado, pues muchos negocios del dominus estaban «confiados» a representantes suyos, libres o esclavos que, bajo la figura jurídica denominada institio o representación (Aubert 1994), actuaban en su nombre. De hecho, el legislador se sintió en la necesidad de ordenar (Dig. 50.11.2) que tanto los campesinos como los pescadores enviados por sus dueños a llevar sus productos a la ciudad para venderlos los entregasen a comerciantes, porque la ausencia prolongada de los trabajadores de sus lugares habituales de desempeño ponía en peligro el suministro alimentario (corcoran 1963: 99). tampoco faltan ejemplos de pescadores-saladores, como la corporación profesional de Oxyrhynchus, en

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egipto, que según la contabilidad de ingresos y gastos recogida en el papiro p. Oxy. 3495 (siglo II d.c.), procesaba a menudo una de sus capturas del día en pilas de salazón, mientras que el resto las vendía en fresco. en este caso, eran los propios pescadores los que controlaban todos los estadios de la producción: desde la pesca a la venta, pasando por la salazón de algunos lotes y el pago de las tasas correspondientes a una autoridad indeterminada para nosotros (Bekker-nielsen 2010: 195). en el caso de corporaciones como la de Oxyrhynchus, dedicada en este caso a la pesca fluvial, es más que evidente que estamos ante pescadores independientes, corporaciones o koinoniai, formadas por libres y dependientes que se repartían de forma estrictamente jerárquica las tareas haliéuticas, fiscales y comerciales. es el mismo caso conocido para la inscripción de los pescadores de la «almadraba» de Pario, (actual Kemer, turquía) en la costa del mar de mármara (IGR I, 87), que se data en los años finales del siglo I a.c. (robert 1950: 81-87). corresponde a una corporación de pescadores establecida en un lugar del territorio de la colonia denominado Neilaios. entre los componentes de esta última sociedad, dirigida por un arrendatario principal (arkhones), se mencionan cinco jefes de red (diktiarkhai), dos de los cuales ejercen a la vez de avistadores, y cinco patrones de botes (lembarkai). esto indica que la pesquería empleaba al menos cinco embarcaciones para las operaciones de pesca. la inscripción presenta el cuadro laboral básico característico de las almadrabas de vista y tiro andaluzas de época moderna (García Vargas y florido del corral 2010: 213), incluyendo, por ejemplo, un encargado de los flotadores de corcho de las redes (phelokallaston). Desde época helenística, los almadraberos de la Propóntide se organizaban en corporaciones que arrendaban no los derechos de pesca, sino las atalayas públicas, y tal vez también el resto de instalaciones y el instrumental pesquero a cambio de una renta o telos seguramente quinquenal (García Vargas y florido del corral 2010, con bibliografía anterior). en el caso del epígrafe IGR I, 87 se muestra además la organización interna de una de estas corporaciones, en la que el criterio básico de pertenencia es el familiar, pues en la koinonía se agrupan libres emparentados a veces entre sí y dependientes (hijos, libertos y siervos) de alguno de los miembros de la corporación, aunque no en todos los casos. el arkhones o «presidente» (manceps) de la asociación profesional comparte las labores de gobierno de las redes con su hijo p. Avius ponticus y otros tres dictiarcas, entre los que se cuenta un hermano de lisímaco (p. Avius Bithus, ambos libertos de un p. Avius desconocido por otros medios), un libre (M. Apicius Quadratus) y el esclavo (Epagathos) de un tal Artemidoro, que no pare-

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ce pertenecer a la asociación. uno de los cinco patrones de barca (lembarkai) es esclavo del manceps o arkhones; otro lo es de Bithus; un tercero es hijo de un Lucius y los dos restantes de un tal Asklepios, sin cargo en la sociedad. los timoneles (¿de las embarcaciones mayores?) son un libre (Tubellius ¿L?aetus) y un esclavo de lisímaco, mientras que tanto el pandero o encargado de los corchos de las redes (Tomgillius Cosmus) como el secretario y contable de la asociación (Cassius Damassipus), son libres pertenecientes a familias diferentes de la del manceps (lytle 2006). ninguno de los miembros de la corporación pesquera de Pario parece haber tenido entre sus funciones vender el pescado en el mercado urbano. De hecho, sabemos que existían intermediarios dedicados a esta clase de negocios cuando el volumen de ventas superaba el que los pescadores podían negociar por sí mismos. los comerciantes o mercatores acudían a los lugares de pesca para adquirir a los pescadores los lances completos de red (iacta reti) incluso antes de que la pesca fuera hecha efectiva. esto suponía desde luego un riesgo económico para el comprador, y a menudo originaba desacuerdos entre este último y los pescadores (Dig. 19.11.1.18; 19.1.12). otras veces, pescadores y vendedores parecen haberse asociado para compartir los riesgos del negocio. es el caso de los epígrafes procedentes respectivamente de ostia (CIL, XIV, 409) y cartagena (CIL, II, 5929) que muestran a piscatores et propolae relacionados y dedicando las inscripciones a sendos duumviri, magistrados municipales encargados, entre otras cosas, de velar por la justicia de los arrendamientos públicos (locaciones) y del resto de las adjudicaciones realizadas en subasta pública (rodríguez neila 1994: 441). la situación de los miembros del colegio de pescadores de cartagena pudo ser muy similar a la que conocemos para Éfeso, donde una inscripción (Wankel 1979: n.º 20) fechada entre 54 y 59 d.c. recoge los aportes de los pescadores y vendedores del pescado (halieis kaì ópsariôpolai) de la ciudad para la construcción de un telonio o puesto aduanero del pescado, seguramente semejante al que regentaba el publicano mateo a quien los evangelios (luc. 5.27-29; mat. 9.9-10; marc. 2.13-15) retratan sentado frente a su telonio cuando recibe la llamada de Jesús (Hanson 1997), lo que indica, tal vez, que las corporaciones podían pujar por sí mismas en las subastas en que se concedían los monopolios sobre las tasas e impuestos públicos que gravaban la pesca o más bien la venta del pescado. la inscripción de Éfeso muestra una corporación urbana de pescadores y revendedores de pescado cuya capacidad económica no debió ser importante. esto es lo que se deduce de la cuantía de las sumas o del costo de los elementos constructivos do-

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nados por los oikioinonôi o conlegae de Éfeso, por lo que no puede descartarse la pervivencia en época romana de la organización financiera (Hanson 1997) de época helenística, en función de la que los pescadores recibían capitalización para pujar en las subastas de manos de prestamistas locales. estos últimos podían también actuar en calidad de arrendatarios principales que accedían directamente al monopolio de determinados contratos públicos y procedían luego a subarrendarlos a corporaciones o particulares menos acaudalados. Del mAr A lAs PIlAs: ArtesAnADo sAlsArIo HISpANIA y el meDIterrÁneo occIDentAl

y neGocIos urBAnos en

este último parece ser el caso del argentarius pompeyano llamado Caecilius Iucundus, en cuyo archivo, recuperado de entre las cenizas del Vesubio (Andreau 1974), figuran algunos negocios de arrendamientos de inmuebles pertenecientes a la ciudad cuya explotación debió a su vez ser subarrendada a terceros. otros libres enriquecidos de Pompeya como Aulus Umbricius Scaurus, sin duda el productor de garum y otras salsas de pescado más importante de la ciudad en la época que transcurre entre el terremoto de 62 d.c. y la destrucción de la misma por la erupción del Vesubio en 79 d.c. (curtis 1979), parecen haber tenido acceso a las locaciones o subastas de la colonia. Aunque su dedicación preferente a los negocios le habría privado del acceso al decurionato y de los honores asociados a las magistraturas ciudadanas (Andreau 1974: 39 ss.), esta situación no parece haber afectado a su hijo del mismo nombre, cuya tumba en la necrópolis de la puerta de Herculano (CIL X, 1024) presenta aún hoy la inscripción que informa de que fue duumvir iure dicundo; de manera que es posible que en su ejercicio de esta responsabilidad pública beneficiase de algún modo los intereses de su padre en el mundo de los negocios, pues, como ya se ha señalado (supra) una de las funciones de los duumviri era precisamente la gestión económica de los diversos ingresos de la ciudad, entre los que se encontraban los procedentes de las tierras e inmuebles públicos dados en arriendo, cuyo alquiler renovaban cada cinco años los mismos magistrados, denominados para la ocasión quinquennales. Por desgracia, no conocemos las instalaciones salsarias que Scaurus padre gestionó en Pompeya, pero de las inscripciones conservadas en los urcei u orzas comerciales en las que se vendían al por menor las salsas de pescado saladas producidas en la ciudad por este se deduce que gozaba de un monopolio casi indisputado en Pompeya (figura 3 B). Aunque no todas las jarras lle-

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vaban escrito el nombre de Scaurus, la inmensa mayoría presentan inscripciones que lo mencionan expresamente o que hacen mención a personas cuyo nombre permite suponer con bastante verosimilitud que se trataba de dependientes directos de Aulus Umbricius Scaurus senior. las inscripciones conservadas sobre las orzas pompeyanas de salsas de pescado son rótulos pintados en rojo o negro (tituli picti, pitaccia) que constituyen indicaciones comerciales como el tipo de producto envasado, la calidad del mismo y el nombre del comerciante y del productor de la salsa. la «inscripción tipo» en la que aparecen todos los elementos señalados, puede ser la siguiente (CIL IV, 2574b): A B c

D

G(ari) F(los) SC[O]MBR(i) SCAVRI A VMBRICI SCAVR(i) EX OFFICINA SC[AV]R(i)

Donde A es el tipo de salsa (incluyendo ingredientes y calidad), B un calificativo adicional para el tipo de salsa, c el comerciante del producto contenido en el urceus y D el productor. De manera que la traducción del rótulo (cuyo esquema es el habitual en las inscripciones pompeyanas, aunque no siempre están presentes los cuatro registros) sería la siguiente: la flor del garum de caballas hecho a la manera de Scaurus. De (= comerciado por) Aulus Umbricius Scaurus, procedente del taller de Scaurus. en este caso concreto, Aulus Umbricius Scaurus se encuentra involucrado en todas las fases de confección del producto: como propietario o gestor de la unidad de producción (officina) que elaboró el garum de caballas y como comerciante de su propio producto, amén de «inventor» de una variedad especial de garum scombri denominada por ello garum Scauri (B), que es la interpretación, con bastantes visos de verosimilitud, de r. Étienne y f. mayet (1991). no todas las jarras de salsas pompeyanas en los momentos previos a la erupción fatal mencionan a Scaurus de forma tan repetida, pero en un porcentaje altísimo lo hacen, bien al mismo Aulus Umbricius Scaurus, bien a una persona que tuvo con él algún lazo de dependencia, de lo cual pueden inferirse muchos datos relativos a las relaciones profesionales entre ellos (figura 11). esto es especialmente frecuente en el elemento D que identifica a los gestores de la producción en la chanca o factoría de salazón mediante las indicaciones Ex oficina + genitivo (del taller de…) o Ab + ablativo [procedente (del taller) de…], lo que parece confirmado por la presen-

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cia en algún urceus de la indicación D Ab Vmbricio Scauro como sinónimo de Ex officina Scauri. otras personas aparecen señaladas con las dos fórmulas en urcei distintos: Ab Eutthyche Scauri (CIL IV, 02576), Ex officina Eyttiche (CIL IV, 02579); Ab Vmbricio Abascanto (CIL IV, 05671; CIL IV, 05676), Ex officina A. Vmbrici Abascanti (CIL IV, 05689); Ab Vmbricio Agathopode (CIL IV, 09418). A veces solo Ab Agathopode: (CIL IV, 05712), Ex officina Agathopodi (CIL IV 02580 = 05691). Al respecto, la lección es clara: tanto Abascantus como como Agathopos eran libertos de A. Vmbricius Scaurus, mientras que Eytthiche fue su esclava. es decir, que estamos ante la gestión de talleres o secciones de taller (officinae) por parte de dependientes de Scaurus padre, de quien sabemos que también gestionaba otros talleres personalmente (Ex officina Scauri). la existencia de las inscripciones Ex officina Scauri ab Martiale Aug l. (CIL IV, 09406) y Ex officina Scauri ab Clodi Minaci (Giordano, casale 1990: 225) indican, no obstante, que el producto procede de un taller de Scaurus, pero se relaciona también de algún modo con personas (libres o libertas) ajenas a la familia del propietario, hasta el punto de que una de ellas, Martialis, fue un liberto imperial. en este caso, tal vez podamos pensar en subarriendos (locationes-conductiones), mientras que cuando estamos ante talleres sobre los que se indican que son de un liberto o esclavo de Scaurus, estos deben haber sido cedidos para la explotación mediante una figura jurídica diferente: la institio. Aulus Umbricius Scaurus debió haber arrendado a la colonia una buena parte de los saladeros públicos, lo mismo que sabemos hizo Iucundus con respecto a las fullonicae o «lavanderías» de la ciudad (Andreau 1974: 55). De hecho, libertos de Umbricius Scaurus aparecen vinculados a negocios de Iucundus como testigos de ventas, aunque nada hace pensar en una vinculación directa de los mismos con los negocios derivados de la industria del pescado salado. una parte de los inmuebles arrendados por Scaurus pasarían a ser explotados personalmente por él, mientras que pondría al frente de otros a libertos o esclavos peculiati, es decir, con peculio o asignación económica personal, en calidad de institores, gestores que desarrollarían su tarea en representación del dominus. finalmente, un cierto número de unidades de producción fueron confiadas por Scaurus a terceros mediante el procedimiento habitual de la locatioconductio rei, lo que representaría un verdadero subarriendo (con Scaurus como conductor general de cara a la ciudad), o de la locatio-conductio operis, en cuyo caso estaríamos ante un contrato de trabajo a desarrollar en el inmueble del locatario y con los materiales y medios proporcionados por este.

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figura 11. cuadro de síntesis de las relaciones sociales entre Scaurus y sus dependientes según la información proporcionada por los urcei de Pompeya.

las inscripciones en posición D que indican Ab M. Arruntio Anterote (CIL IV, 09389), Ab M. Fabi(o) Verna (AE 1995, 103, n.º 302e) y Ab T[inn]io Restituto (CIL IV 10271), sin mención de Aulus Vumbricius Scaurus, pueden proporcionar los nombres de individuos (M Arruntius Anteros, M. Fabius Verna, y Tinnius Restitutus) que produjeron al margen de este último y que, por lo tanto, habrían obtenido la gestión de sus saladeros de manera independiente, si bien el primero de ellos produjo una salsa al estilo de la comercializada por Scaurus (GF Scombri Scauri). el modelo pompeyano ofrece, pues, un conjunto relativamente complejo de relaciones de producción que incluyen la presencia de un conductor principal que parece haber tomado en arriendo la mayoría de las instalaciones salsarias de la colonia y haberlas puesto, al menos parcialmente, bajo control de dependientes o de terceros ligados a él por contrato de trabajo o arriendo. si los pocos productores que no estuvieron en apariencia ligados a Scaurus poseyeron saladeros privados u obtuvieron la gestión de los mismos por parte de privados, Scaurus sería no el conductor principal de los inmuebles públicos, sino el único o general, toda vez que consideramos menos probable que poseyera las instalaciones como particular, dada la posición de su hijo en el organigrama de las magistraturas pompeyanas, y dada también la extensión de sus negocios y el cuasi monopolio ejercido sobre la actividad en la ciudad inmediatamente antes de 79 d.c.

la disposición de las instalaciones salsarias en muchas ciudades béticas hace pensar, por la continuidad estructural de las mismas a lo largo del tiempo sin apenas modificaciones de sus líneas generales y, sobre todo, por el hecho de que casi nunca los saladeros superan los límites de la parcela en que se hayan incluidos, que se trató (como proponemos para las officinae pompeyanas, que solo conocemos por las inscripciones pintadas de los urcei) de inmuebles no de titularidad privada, sino pública, lo que, como se ha visto, no significa que estas ciudades ejercieran directamente el negocio de la salazón, sino que seguramente confiaban la gestión de sus inmuebles a arrendatarios de mayor o menor capacidad económica. Así, en Baelo, las reformas relativamente importantes experimentadas en los conjuntos Industriales I y IV no afectan a la disposición urbana de las manzanas en que se ubican (Arévalo y Bernal 1999: 117, 121-122). tan solo la construcción ex novo sobre otras estructuras anteriores del complejo VI parece amortizar el tramo final de un cardo, usurpando espacio público, pero esto es más bien una excepción verificada en época tardía (Arévalo y Bernal 1999: 104). en Traducta (Bernal et alii 2003), funcionan desde el principio las dos unidades de producción excavadas en la calle san nicolás 3-5, que presentan remodelaciones y amortización de piletas, incluso en una extensión importante, a lo largo del tiempo. las remodelaciones no desdibujan la estructura general del establecimiento que funciona hasta inicios del siglo VI d.c. lo mismo sucede en la factoría del teatro

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Andalucía de cádiz, que se desarrolla a lo largo de los siglos que van desde los decenios finales del siglo I a.c. hasta el V d.c., al menos sin desbordar los límites de los muros perimetrales construidos en el siglo I a. c. (cobos, muñoz y Perdigones 1995-1996). el carácter urbano y portuario de las instalaciones mencionadas, que se repite en la mayoría de los casos de officinae salsarias de Hispania, ofrece una nueva clave al respecto de la propiedad y gestión de los saladeros, pues los puertos son suelo público y la utilización de las instalaciones portuarias (embarcaderos, horrea, officinae diversas) estaba sujeta a arriendo mediante subasta pública o, si eran de titularidad privada, al pago de un vectigal o tasa que reconocía la propiedad eminente del estado sobre el suelo en que se levantaban (ørsted 1998: 19). una vez adquiridos los derechos de gestión temporal de los inmuebles públicos (normalmente por un plazo de cinco años con posibilidad de renovación), el arrendatario podía subarrendarlos a terceros, gestionarlos personalmente o poner al frente de los mismos a personas dependientes en calidad de arrendatarios o de representantes jurídicos (institores). la frecuencia con que se da este último caso en las artesanías que tienen que ver con la explotación del mar (pero no solo en ellas), se deduce de la existencia de estrechos lazos de dependencia y de parentesco en las corporaciones dedicadas a la explotación económica de los productos marinos: pescadores como los de Pario u officinatores salsarii como los de Pompeya y también tal vez los de Sexi (Almuñécar), donde una inscripción hallada en las inmediaciones de la factoría de salazones de el majuelo y dedicada a C. Aemilius Niger «eximia pro liberalitate», conservaba también el nombre de los dedicantes, tres amici de la misma gens que Niger y que llevaban los cognomina: Ligurius, Italicus y Delius, lo que parece revelar su condición de antiguos esclavos de una familia que r. Étiénne y f. mayet (2001: 98) han puesto en relación directa con la producción y/o el comercio de salsas y salazones de pescado. se trata de un nuevo ejemplo de la peculiaridad a efectos productivos de las áreas portuarias, donde comerciantes y productores de salazón encontrarían, además, el lugar prioritario para la realización de unos tratos para los que la presencia de tesoreros, prestamistas y cambistas (argentarii, coactores…) era imprescindible. sobre las ánforas salsarias en las que los mercatores y los negotiatores escribían con rótulos pintados similares a los descritos para los urcei pompeyanos de distribución al por menor, se encuentran a veces los nombres de los productores de las conservas envasadas en el ánfora (figura 12). el esquema de los tituli picti salsarios es en todo similar a los de los urcei pompeyanos y se resume en el siguiente ejemplo paradigmático correspondiente a un ánfora gaditana Beltrán IIA de época

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figura 12. Prototipo ideal de titulus de ánfora salsaria bética del tipo Beltrán IIA (según s. martin-Kilcher).

flavia (martin-Kilcher 2002) procedente del depósito del Hofengarten de maguncia (Alemania): A B1 B2 B3 B4 c D e

CORD ARG VET pENUARIA EXCELLENS SVMMARVM AAAA (annorum quattuor) LXX L. VRITTI VER(ecundi) DECIMI

Donde A y B designan el producto y su calidad (¿cordyla? picante y envejecimiento de uso doméstico, muy buena calidad y cuatro años de envejecimiento), c es un numeral que puede referirse al peso en libras del producto o del ánfora más el producto (en este caso 70 libras romanas), D el nombre del comerciante al que pertenece el ánfora (Lucius Vrittius Verecundus) y e el del productor del contenido (un tal Decimus). el ánfora tiene un último rótulo añadido con posterioridad a este formulario (f) que identifica al primer adquiriente del ánfora, esto es, al comerciante que compró en origen y que vendió a Verecundus (en este caso, identificado por sus iniciales: M. L. V.) y contiene una cifra (VI), tal vez un número de orden del ánfora dentro de su partida. los nombres contenidos en e se relacionan, por tanto, con los productores que, de acuerdo a lo visto hasta aquí, deben ser jefes de sección o gestores de officinae. si ello es así, las inscripciones sobre las ánforas de salazones suritálicas conocidas en Pompeya y en otras lo-

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calidades de Italia, y las sudgálicas con mercado preferentemente en el limes renano que presentan esquemas compositivos similares, revelarían igualmente en el elemento e el nombre de los productores en origen (a menudo solo un cognomen, lo que no indica necesariamente condición servil, si bien se puede suponer a menudo un origen libertino dada la frecuencia de los cognomina de origen griego) cuya nómina aumenta por momentos y espera un estudio prosopográfico. la naturaleza de la evidencia disponible sobre urcei y ánforas de diversa procedencia geográfica, aun siendo reveladora e interesante, nos oculta los nombres y el papel de los artesanos situados en posición subalterna en los procesos de confección de las salazones. los que conocemos para Italia, para Galia o para Hispania son los de propietarios, arrendatarios o conductores, es decir, de gestores de unidades de producción en las que, a su vez, trabajarían, en tareas subalternas, otros muchos personajes, dependientes o no, cuyos nombres y funciones (si exceptuamos algunas tareas haliéuticas recogidas en la inscripción de Pario citada supra) no se han conservado. Paradójicamente, los artifices idoneos de las salazones y salsas hispanas son los protagonistas de los procesos de trabajo menos accesibles en el estado actual de la documentación. Del mAr A lA mesA: los NEGOTIANTES SALSARII

mucha más visibilidad tienen para nosotros los comerciantes e intermediarios de salsas y salazones de pescado, cuyos tria nomina aparecen desarrollados en posición D en las ánforas y c en los urcei pompeyanos. en la ciudad antigua, serían también los elementos más visibles de todo el entramado comercial y productivo de las salazones. se los encontraba en todos los lugares implicados en el circuito económico de las conservas marinas: los hemos visto en las playas, esperando los lances de red para comprar las bolichadas; se les podía hallar también en los alfares, comprando los envases cuya relativa estandarización se debió seguramente a sus exigencias morfológicas y volumétricas; estaban en el foro, colocando o adquiriendo los lotes de pescado fresco o en salazón y demandando u ofreciendo financiación para un negocio comercial a la vista (circumforanei), y también en los puertos intermedios de ruptura de carga, controlando la reventa o reexpidiendo mercancías enviadas por un socio comercial… su papel fue tan importante en el abastecimiento de las ciudades (no solo en salazones) que acabaron desempeñando un rol importante (a la escala del brillo social de cada uno) en la sociedad local. la mayoría de los mercatores salsarii eran libertos que, en no pocas ocasiones, alcanzaban el sevi-

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rato, un sacerdocio reservado a antiguos siervos que constituía un auténtico segundo orden en lo referido a los honores y la popularidad social, y era accesible a quienes no podían pretender las magistraturas urbanas ni los sacerdocios mayores debido a su pasado servil. los libres tenían, teóricamente, aún más oportunidades, pero la dedicación a los negocios era otro estigma que se pagaba igualmente con la prohibición casi absoluta de ejercer magistraturas y sacerdocios urbanos. Por esta razón, Umbricius Scaurus solo pudo ver reconocidos sus «méritos» de rico prohombre pompeyano en la persona de su hijo homónimo (supra), si bien este, que alcanzó la magistratura suprema de la ciudad, murió desgraciadamente antes que él. no faltan ejemplos de comerciantes libertos que rompieron incluso los rígidos moldes aristocráticos de la jerarquía social romana, como Iunius Nothus de Singilia Barba (cerro del castillón, málaga). se trata de un liberto enriquecido que, gracias a su relación matrimonial, con Lollia Marciana enlazó con una familia de la aristocracia local de Singilia. De él sabemos (CIL II, 2023) que el ordo de la ciudad le otorgó una estatua y los máximos honores que podía alcanzar un liberto en un municipio romano, y que los cives et incolae (CIL II, 2022) realizaron una colecta para dedicarle una imagen tras haberlo promocionado al cargo de sevir perpetuus. con posterioridad a estos honores, una excepcional adlectio inter cives permitiría a Nothus casarse con la ingenua Marciana, en cuya inscripción aparece ya denominado como L. Iunius Nothus Corn(elius?) [Q?]uietinus, ya que pues debió alcanzar la ciudadanía local gracias al patronazgo de un miembro de la gens Cornelia (ordóñez Agulla 1987-88: 339), familia atestiguada epigráficamente en la ciudad. menos fulgurante, pero también extraordinaria, fue la carrera de Iunius puteolanus (CIL II, 1944), probablemente un comerciante itálico de salazones de pescado afincado en Hispania (Haley 1990) y establecido en Suel (fuengirola, málaga). la inscripción de Suel que lo menciona está dedicada, como conviene a alguien relacionado con los negocios marinos, a neptuno Augusto, y en ella se indica que tanto la estatua como la comida pública (epulo) ofrecida fueron pagados por puteolanus, quien había detentado la dignidad de sevir augustalis in municipio Suelitano primus et perpetuus, y, con ello, alcanzaba los máximos honores a que un liberto podía aspirar en un municipio (omnes honores quos libertini gerere potuerunt). extracción social más ilustre tuvo el ya citado C. Aemilius Niger de Sexi (Almuñécar, Granada), cuya función como productor de salazones o como comerciante (o ambas cosas) no es clara, pero cuya inscripción

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hallada en el entorno de la factoría de salazones de «el majuelo», en Almuñécar, parece relacionarlo (supra) de algún modo con la industria salsaria (cfr. IlPG 8; Étienne y mayet 2001: 98). la filiación completa de Niger era C. Aemilius Niger Annius, Seneca filius, Arvacus, un poliónimo que parece evidenciar la condición ecuestre de su poseedor. la dedicatoria en que aparece su nombre (ILpG 8) señala que era o había sido flamen divorum Augustorum provinciae Baeticae, un puesto que debía ejercerse en la capital provincial y que es la única dignidad que recoge la dedicatoria. no son más que algunos ejemplos de la movilidad social de los comerciantes de salazón (cfr. al respecto García Vargas y martínez maganto 2009) que parecen haber aventajado en mucho a los simples productores, con excepciones notables como la de Scaurus quien, por lo demás, parece haber desempeñado ambos papeles en la ciudad de Pompeya, dando ejemplo, una vez más, de las dificultades de un estudio centrado en solo un grupo de todos los que se relacionaban (a veces con roles, como se ha visto, múltiples) con el ciclo económico de las salazones y las salsas de pescado.2 es por esta razón que hemos preferido realizar un recorrido por todos los momentos del mismo, aunque a veces nos hayamos salido de los estrictos límites de lo que hoy podríamos denominar artesanado haliéutico. no está de más recordar, sin embargo, como decíamos al principio, que las categorías económicas actuales difícilmente concuerdan con las antiguas.

2 Del que conscientemente excluimos a los productores de sal por las peculiaridades de esta compleja actividad (pero vide García Vargas y martínez maganto 2006).

De los mercADos locAles, reGIonAles e InternAcIonAles De lA sAlAZÓn HIsPAnorromAnA

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es este un aspecto, frente a otras artesanías, muy bien conocido para la industria pesquero-conservera hispanorromana gracias a las ánforas. el rastreo de estos envases permite identificar tanto los porcentajes de frecuencia de las salazones béticas y lusitanas en los mercados como su fluctuación en clave temporal. Desde los pecios, con su importante potencial indicativo de los volúmenes de carga y las rutas ―basta consultar los 88 naufragios con ánforas béticas sistematizados por liou (2001) o los 73 por mayet (Étienne y mayet 2002: 207)― a los centros de consumo, la visibilidad arqueólogica de esta línea de investigación es muy alta. Junto al vino itálico y al aceite del valle del Guadalquivir, las salazones del sur de Hispania inundaron los mercados atlánticos y mediterráneos entre el siglo I a.c. y el V d.c. Desde los campamentos de Britannia a Arikamedu en la bahía de Bengala, y del sahel tunecino al limes renano-danubiano, las Dressel 7-11, las Beltrán II a y sus derivadas posteriores se localizan a centenares. los volúmenes de comercialización sitúan a las salazones hispánicas como las más importantes de todo el Imperio entre época de Augusto e inicios de época severiana, siendo a partir de dicho momento reemplazadas, progresivamente, por las manufacturas de los saladeros lusitanos (Étienne y mayet 2002: 181-210). Para el futuro resta la actualización de todos estos datos comerciales, pues en los últimos veinte años se han publicado muchos contextos cerámicos que podrán arrojar luz al respecto cuando se traten de manera integrada y sistémica.

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Artifices Idoneos: artesanos, talleres y manufacturas en Hispania. reunión científica, mérida (Badajoz, españa), 25-26 de octubre, 2012.

lA PAnIfIcAcIÓn en lA HISpANIA romAnA

macarena BustAmAnte ÁlVAreZ, Instituto de Arqueología de mérida, csIc; Javier sAlIDo DomÍnGueZ, escuela española de Historia y Arqueología en roma, csIc y eulalia GIJÓn GABrIel, arqueóloga

resumen: en el presente trabajo presentamos una valoración genérica del proceso de panificación, desde la recogida del cereal hasta la venta del producto una vez cocinado. Para ello hemos agrupado todas las evidencias que se han localizado sobre esta manufactura en Hispania. molinerías, panaderías, aperos o testimonios epigráficos serán los elementos usados para presentar un estudio hasta el momento no realizado en suelo hispano.

summary: In this work we present a generic assessment of the baking process, from the collection of cereal to the selling of the product once cooked. so we’ve collected all the evidence that has been located on this manufacturing in Hispania. flour mills, bakeries, tools or epigraphic evidence items will be used for a study so far not conducted till now in Hispania.

Palabras clave: molinería, cereal, panadería, pastelería, moldes, sellos. Key words: milling, cereal, bakery, pastry, moulds, stamps.

IntroDuccIÓn

en este trabajo presentamos una sucinta valoración del proceso de panificación en Hispania, una producción artesanal de notable importancia en la vida económica romana. Aunque el pan y otros productos panificados (pasteles, postres, dulces, etc.) constituyeron la base de la alimentación romana, los estudios centrados en esta temática en el ámbito hispano son muy escasos, aportando datos esporádicos y focalizados en algún punto del proceso de la panificación. esta situación dista mucho de otras partes del Imperio, como en Italia, donde los estudios realizados compendian de manera completa el modo productivo (mayeske 1972; Bakker 1999; monteix 2010). Ante este vacío historiográfico «hispano», pretendemos, por primera vez para el espacio geográfico que nos ocupa, presentar un análisis completo de este proceso, tomando como hilo conductor las fases por las que este alimento pasa de ser materia prima hasta cristalizarse en una masa cocida y presta a ser consumida. Por tanto, analizaremos de manera específica la producción, al-

macenaje y molturación del grano, como fase previa del procesado, transformación y fabricación de los productos panificados, que analizaremos desde un punto de vista tecnológico, a partir de las estructuras y aperos aparecidos en contexto peninsular, así como humano, tomando como base las evidencias epigráficas que sobre la categoría profesional de los pistores conocemos. el PAn en ÉPocA romAnA

el alto valor nutritivo y energético del grano hizo de este un producto indispensable en la alimentación diaria del romano, puesto que aportaba más del 70-75% de las calorías en la dieta clásica (foxhall y forbes 1982: 74). el consumo de grano se generalizó antes de la propia panificación. las fuentes clásicas nos informan de su preparación en forma de galletas (buccellata),1 fórPlin. Nat. 18, 107-108; Amm. 17.8, 2; Hist. Aug. Avid. Cass. 5, 3; Pesc. Nig. 10, 4.

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mAcArenA BustAmAnte, JAVIer sAlIDo y eulAlIA GIJÓn

mula muy difundida durante las campañas militares, momento en que resulta más difícil de panificar el grano por motivos técnicos (salido 2011a: 22). también se consumía como sopas o hervidos, aunque el modo más común debió ser en forma de gachas (puls), cocidas en agua y sal, a veces acompañadas de alubias (puls fabata), lentejas, cebolla, repollo u otras verduras (macr. 7.15; ov. Met. v. 450-454). Además podían prepararse a base de cebada (cat. Agr. 156, 5), variedad que constituyó uno de los principales granos que servían de base de la alimentación (Plin. Nat. 18, 62).2 cuando se prepara con mijo, la puls presenta un color más blanco (Plin. Nat. 18, 100; 18, 54). Por su parte, catón nos trasmite también una receta distinta que denomina puls punica realizada con alica o álaga (cato. Agr. 85).3 la panificación fue un proceso que se fue generalizando paulatinamente desde el siglo III a.c., pero no fue hasta la centuria siguiente cuando se potenció la industria panadera a nivel técnico.4 en fechas anteriores no se tiene constancia de una actividad comercial vinculada a este producto. De hecho, el propio Plinio algunas líneas más adelante habla del autoconsumo de este producto, asociando estas labores directamente al trabajo femenino. también catón, en su lucha por mantener las tradiciones, nos informa sobre recetas para la fabricación de productos panificables sin levadura, mostrando su personal animadversión a la fabricación de pan (cato. Agr. 74). el consumo de grano, sin ser panificado, es 2 la abundante presencia de este cereal en las muestras recogidas en los graneros militares (salido 2011) es particularmente llamativa si tenemos en cuenta que tradicionalmente se ha considerado un cereal poco apropiado para la alimentación humana; más bien se suponía su uso como forraje de los animales o como una forma de condena a los soldados. esta idea deriva de la información transmitida por Polibio quien considera la cebada como ración de castigo para las tropas (Plb. 6, 38, 6) o como forraje de los animales (Plin. Nat. 18, 72-74). no debemos olvidar que, aunque no se suele emplear para la preparación de pan, la cebada puede ser consumida de diversas formas, bien como sopas o como hervidos y se emplea para la fabricación de la cerveza. la extensión del cultivo de la cebada se debe posiblemente a sus innegables propiedades frente a otros cereales, pues se caracteriza por la velocidad de su crecimiento y rendimiento (col. 2, 9, 14-15). 3 pultem punicam sic coquito. Libram alicae in aquam indito, facito uti bene madeat. Id infundito in alveum purum, eo casei recentis p. III, mellis p. S, ovum unum, omnia una permisceto bene. Ita insipito in aulam novam. 4 Plinio nos informa sobre la construcción de las primeras instalaciones panaderas entre los años 171 y 168 a.c.: pistores Romae non fuere ad persicum usque bellum annis ab urbe condita super DLXXX (Nat. 18, 107-108).

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lo que le llevó a Plauto a denominar a los romanos como pultiphagonides, es decir, comedores de puls (Mos. 828; poen. 54). los primeros tipos de grano empleados para su transformación en pan fueron el Triticum dicoccum o farro, que los latinos denominaban far, ador o adoreum (Ver. fl. 18, 62) (André 1985), así como la espelta, que es un trigo de espiga aplanada, cuyas semillas están adheridas a la cascarilla y tienen un color tostado claro. Para evitar su deterioro, en algunos casos se procedía a su torrefacción, especialmente cuando se preparaban con fines rituales. se ofrecían en las festividades sagradas (Plin. Nat. 18, 7-8; ov. Fast. 2 vv. 519-520), e incluso en las ceremonias religiosas de matrimonio, de donde procede el término farreatio o confarreatio (Plin. Nat. 18, 10; Gaius Inst. 1, 112). se trituraban ―palabra de donde deriva triticum― en un mortero para una producción a pequeña escala. los encargados de la molturación del grano fueron denominados pistores, posteriormente aplicado no solo a molineros, sino también a los panaderos y/o pasteleros. A partir de las fuentes clásicas conocemos la existencia de numerosos tipos de pan. respecto al fabricado en la antigua Hispania, Plinio nos señala la producción de un producto más ligero realizado a base de la levadura obtenida a partir de la elaboración de cerveza.5 otro tipo de pan sencillo y seguramente de los primeros que se elaboraron es el conocido como panis depisticius que, según la receta de catón, consiste en verter la harina, añadir un poco de agua y mezclar bien para después cocerlo sobre un ladrillo (Agr. 74). conocemos también la existencia de una variedad de panes cocidos en hornos (panis furnaceus), o en hornillos portátiles en ámbito doméstico (panis artopticus) (Plin. Nat. 18, 88; 18, 104). se podía también realizar una torta tostada sobre la pared exterior de una vasija de barro o metal caliente (panis clibanicus) (fest. 126. 11) o cocido directamente sobre las cenizas (panis subcinericus o focacius). Desde el siglo II a.c. la variedad de panes se amplía y se diferencia según calidades de harinas y formas de elaboración. la mejor clase es el denominado pan blanco producido con harina de similiginarius, es decir, de trigo blanca (Nat. 18, 86), que contrasta con la calidad del pan secundarius o sequens, consumido por la población de clase social baja o esclavos (panis cibarius, plebeius). la alta calidad del pan fabricado en el horno del Galliae et Hispaniae frumento in potum resoluto quibus diximus generibus spuma ita concreta pro fermento utuntur, qua de causa levior illis quam ceteris panis est. Est differentia et calami, crassior quippe melioris est generis (Nat. 18, 68).

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figura 1. Pan carbonizado localizado en Pompeya (n.º inv. 18088/B, Antiquarium de Boscoreale).

panadero enterrado cerca de la tumba de eurysaces de roma es lo que debió animarle a especializarse y denominarse como pistor similiginarius (CIL I2, 1207).6 Algunas variedades de pan son más duras como el panis picentinus o del picenum, que generalmente era consumido con aceite o con salsas (Plin. Nat. 18, 106), que se diferencia del panis parthicus en que este es más esponjoso debido a su elaboración con mayor cantidad de agua, de ahí que se denominase también panis aquaticus. también era común la cocción de pan con especias, leche, huevos, miel, aceite de oliva, queso7 o como el panis artolaganus que debió constituir un producto de lujo, elaborado con miel, vino, leche, aceite, fruta confitada y pimiento (cic. Fam. 9, 20, 2; Plin. Nat. 18, 105). Para quitar el sabor amargo del pan, a menudo se añadía a la corteza del pan yema de huevo, semillas de la inscripción, conservada actualmente en el museo de las termas de Diocleciano, debió formar parte de su tumba y posiblemente fue dedicada por su amigo eurysaces, el famoso panadero enterrado en la tumba de Porta maggiore de roma (Giovagnoli 2012: 236). 7 Galeno nos informa de la fabricación de un pan para los atletas que no contaba con levadura y era amasado y mezclado con queso (De Facult. Aliment. 4, 6). 6

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amapola y otras especias. un pan, muy posiblemente consumido como postre, denominado libum, fue elaborado por los pistores libarii con dos kilos de queso, harina, un huevo cocido lentamente bajo una teja y hojas de laurel (Hor. Ep. 1, 10, 10). la calidad de estos panes sin duda fue mayor que la del destinado al ejército (panis militaris) (Junkelmann 1997; salido 2011) o que la de las galletas denominadas autopyra que servían para alimentar a los perros y los esclavos (cels. 2, 18; Galen. De Facult. Aliment. 1). respecto a la forma, conocemos bien los panes pompeyanos que se han conservado, generalmente de forma redondeada, con la corteza marcada con cuatro líneas u ocho porciones. Aunque las representaciones iconográficas y las fuentes literarias clásicas nos informan sobre la existencia de muchas formas y variedades de pan, realmente todos los descubiertos en Pompeya y Herculano presentan la misma forma y solo se diferencian por su tamaño, que varía entre 14 y 18 centímetros (figura 1). su superficie aparece generalmente marcada por tres o cuatro incisiones realizadas antes de su fermentación. se denominaron panis quadratus y se han llegado a recuperar hasta 18 panes carbonizados en la Regio VII, insula 36-37 de Pompeya (fiorelli 1875: 171). los pistores además podían establecer contratos con las autoridades

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romanas para aprovisionar de pan de escasa calidad (panis gradilis) a los ciudadanos que figuraban en la lista de beneficiaros de tal prerrogativa, es decir, la plebe frumentaria o preparar el panis fiscalis por decisión estatal, vendido a un precio fijo (Vera 2002; Virlouvet 2009). lA ProDuccIÓn y AlmAcenAJe Del GrAno en HISpANIA

Durante el proceso de ordenación del territorio iniciado con la fundación de las primeras colonias en el periodo republicano, se fueron construyendo las primeras villae8 que fueron concebidas desde su origen como centros de producción agrícola,9 de modo que la construcción de un granero rebosante de cereal llegó a representar en el ámbito rural la posesión de la abundancia, la prosperidad y el bienestar económico (Purcell 1995: 169-170). la importancia de esta vocación rústica y del espacio de almacenaje de los productos agrícolas se ve reflejada en la división teórica tripartita de la villa romana planteada por columela en época altoimperial (pars urbana, rustica y fructuaria). A pesar de que los horrea son el principal testimonio arqueológico que nos informa sobre la capacidad de almacenaje y producción de dichos centros rurales, la historiografía más reciente apenas ha centrado su interés en el estudio de estas estructuras de carácter productivo. la necesidad de analizar estas estructuras para comprender el carácter productivo de las villae nos ha llevado en los últimos años a poner en valor estos restos arquitectónicos que han sido en cierto modo marginados por la historiografía, al resultar menos atractivos desde el punto de vista artístico que los materiales aparecidos en la pars urbana (salido 2003-2004; 2008; 2011b y 2013). estos establecimientos rurales contaban con áreas reservadas al almacenaje de grano en el interior de silos y en horrea dotados de pavimentos sobreelevados, que permitían mantener el grano en condiciones ideales de temperatura y humedad a largo plazo. la conservación del cereal permitía el autoabastecimiento de la unidad familiar, la reserva para la cosecha del siguiente año, así como la venta del excedente de cereal en las ciudades y, por supuesto, la fiscalidad en especie, de modo que gran parte de la producción de estos establecimientos rurales 8 sobre la cuestión del origen de las villae y el debate historiográfico originado en torno a la explotación del territorio en época republicana, véanse los recientes estudios publicados en VV.AA. 2010a; nolla, Palahí y Vivo 2010. 9 el propio Varrón afirma que el término villa procede de la palabra vehere, es decir, el lugar donde la cosecha era transportada y almacenada (Varro. Rust. 1, 2, 14).

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era desviada al caput civitatis donde era consumida. en este sentido, aunque la construcción de graneros sobreelevados no supuso una gran revolución en cuanto a la técnica constructiva, pues era un tipo bien conocido ya en el siglo V a.c. (Gracia 2009), se convirtió en el sistema de almacenaje más eficaz, pues entre otras muchas ventajas, permite abrir y cerrar el granero tantas veces como se quiera, de modo que se podía hacer entrega del cereal en el momento convenido, sin echar a perder el resto del producto almacenado (salido 2013). las propias características de los graneros sobreelevados, el hecho de que los establecimientos rurales a priori no contaran con más de un horreum en sus fundi, la mayor facilidad para su identificación desde el punto de vista arqueológico y la posibilidad de determinar su capacidad máxima o al menos obtener conclusiones sobre la comparación del tamaño de los edificios, hacen de estas las estructuras de almacenaje más susceptibles de ser estudiadas para determinar la potencialidad agrícola de los fundi. en el territorio económico de las primeras ciudades se ha documentado un gran número de estructuras que indican claramente la existencia de una producción y aprovisionamiento de cereal a las ciudades donde la mayor parte era consumido (salido 2013) (figura 2). según leveau (1983-1984: 920-942), las villae se distribuyeron concéntricamente en relación con el caput civitatis, con una mayor densidad de centros de explotación rural en sus proximidades. la cercanía a las mismas explica que los horrea de algunos establecimientos rurales cuenten con una escasa capacidad de almacenaje. este es el caso de la villa de la Burguera, perteneciente al ager Tarraconensis (macías 2011: 188-189), donde se puso al descubierto el primer horreum sobreelevado rural de piedra descubierto en Hispania (salido 2011b: 133), fechado en la segunda mitad del siglo I a.c. la construcción de un pavimento de madera o tabulatum apoyado sobre cinco muros paralelos es propio de otros horrea de época republicana (salido 2009; 2011a: 133-142). un horreum, con pavimento sobreelevado, apoyado en este caso sobre pegollos, fue localizado en el territorio de la antigua ciudad de Gijón, concretamente en la villa romana de Veranes.10 el estudio arqueo-arquitectónico de este horreum situado en la zona occidental del área de servicios, próximo al área de cocina, nos ha permitido fecharlo en época altoimperial con varias reformas de uso hasta el periodo bajoimperial (fernández ochoa et alii 2012) (figura 3). 10 la bibliografía sobre la villa romana de Veranes es amplia, pero podemos destacar: fernández ochoa 2000: 164-171; fernández ochoa et alii 2004; fernández ochoa y Gil sendino 2008.

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figura 2. mapa de distribución de los horrea rurales de Hispania.

la provincia de Lusitania es la que más graneros con pavimentos sobreelevados ha deparado hasta el momento. Además del horreum localizado en el establecimiento rural de monroy/los términos (cerrillo 2006), que contaba con dos entradas que comunican con dos ámbitos diferenciados: una antesala y una cámara de almacenamiento apoyada sobre ocho muros (salido 2011b: 135); se han localizado también en el yacimiento de freiria, perteneciente al ager de Olissipo (cardoso y encarnação 1992-1993); en la finca de «royanejos», situado a unos 6 kilómetros al norte de Augusta Emerita, con cámara de almacenaje sustentada sobre seis muretes paralelos (olmedo y Vargas 2003: 37, figs. 23 y 27); en cañaveral (cáceres) con una antesala amplia al norte y una cámara de almacenaje de grano apoyada sobre varios muros (Vargas y matesanz 2006: 121-122, figs. 1 y 2) y en carrascalejo (cáceres) que formaría parte de la pars rustica de una villa romana fechada a principios del siglo I d.c. (Drake 2006: 225, fig. 1). más testimonios de horrea rurales se han documentado en territorio lusitano, como en la villa de Doña ma-

ría (Badajoz), a aproximadamente 400 metros al norte de la pars urbana (Aguilar y Guichard 1993: 110-111, fig. 34), torre de Palma (Portalegre, Portugal) donde, a mediados del siglo II d.c., se edificó una construcción rústica que tuvo un espacio utilizado como granero (maloney y Hale 1996: 282, fig. 4) y são cucufate (Beja, Portugal) en la que cinco muros paralelos servían de base de un tabulatum sobre el que se almacenaba a granel el cereal (Étienne 1990: lámina l, n.º 22). en la segunda mitad de este mismo siglo, se construyó en la zona rústica de la villa romana de la sevillana en esparragosa de lares (Badajoz) un granero (Aguilar y Guichard 1993: 123, fig. 43). también recientemente se ha dado a conocer un nuevo horreum apoyado sobre muros paralelos en la villa romana del Vale do mouro (coriscada, mêda, Portugal),11 del que apenas tenemos información. los primeros resultados se han presentado parcialmente en el congreso de la secAH celebrado en Braga (abril, 2013).

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figura 3. Planta del horreum de la villa romana de Veranes y vista general del edificio después de su restauración. fuente: fernández ochoa et alii 2012: figs. 58 y 59.

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la identificación de estos almacenes no permite, por el momento, determinar un cálculo teórico de la capacidad de producción de estas villae en las que fueron construidos. el primer problema para su identificación se halla en el contenido, pues sabemos que en los horrea se conservaba además de cereal, otros productos alimentarios perecederos que se guardaban separadamente. tampoco nos es conocido el modo en que se almacena el cereal (en sacos, a granel, en arcones de madera…), lo que nos impide determinar con exactitud su volumen y, evidentemente, hay que tener en cuenta los espacios usados como paso del personal encargado de estos almacenes. Además hay que considerar que esos graneros construidos con unas dimensiones determinadas no tuvieron por qué estar repletos, sino que debieron ser continuamente llenados y vaciados según la estación del año o los intereses del dominus. Por todo ello, y a la espera de poder contar con más información, resulta difícil determinar la capacidad de producción de las villae y, sobre todo, establecer un volumen de almacenaje máximo de los horrea hispanorromanos. no obstante, la simple comparación de las dimensiones de los horrea rurales hispanorromanos con las de los graneros descubiertos en otras provincias septentrionales del Imperio (salido 2011a: 259, nota 216),12 nos permiten presuponer que en los establecimientos rurales hispanos no se acumulaba todo el cereal producido en los fundi de las villae. la razón se halla en el beneficio que quería obtener de sus propiedades el dominus, más interesado en vender los excedentes agrícolas13 que en acumular una producción que podía perderse por factores muy diversos (hume12 en el limes renano-danubiano, en el último cuarto del siglo II d.c. el grano necesario para aprovisionar a las tropas procedía esencialmente del sur, porque las provincias septentrionales donde estaba asentado el ejército no fueron lo suficientemente fértiles para alimentar a los soldados, de modo que fue necesario importarlo de regiones meridionales. en este contexto, debemos poner en relación los grandes horrea de las villae, situados en la zona inmediatamente al sur del limes, con el envío de grano a las tropas asentadas en la zona fronteriza (salido 2011a). la capacidad de almacenaje de estos graneros supera notablemente el volumen de cereal que eran capaz de conservar los graneros rurales hispanorromanos. 13 catón recomienda al agricultor orientar su producción al mercado para obtener así una mayor rentabilidad económica de su trabajo (Agr. 2, 7, 4). nos informa también que el cultivo de cereal dejó de ser rentable para los propietarios que preferían cultivar viñedos y sobre todo olivares. De hecho, la contabilidad de las fincas registraba solamente las entradas y la forma de utilización de los cereales; en cambio, cuando se trata del vino y del aceite se anotan las ventas, el cobro del precio de la venta, los créditos incumplidos y las provisiones disponibles para su comercialización.

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dad, temperatura, insectos, roedores, etc.). en su ánimo primaba el envío de la mayor parte de la cosecha hacia las ciudades y los mercados rurales (Gabba 1988: 152), bien para su posterior venta y/o almacenaje en otros horrea urbanos o para ser transformado en los pistrina (molinerías y panaderías/pastelerías). la diferencia del tamaño de los horrea dependería, por tanto, no solo del volumen de cereal que sería posible obtener del territorio económico de la villa, sino también de los intereses personales del dominus. en definitiva, la mayor parte del cereal y de los demás productos agrícolas obtenidos en los territorios económicos de las ciudades debieron ser comercializados en los mercados rurales, a veces incluso promovidos en las propiedades de los grandes terratenientes para dar salida a su producción ahorrando costes de transporte (Gabba 1988: 152-153; chaouali 2005), así como en los macella (De ruyt 1983; torrecilla 2007) y en otros espacios comerciales distribuidos por la ciudad14 y mediante intermediarios en las nundinae o ferias semanales. Por tanto, la comercialización de los productos agrícolas, sujeta a gravámenes fiscales, supuso un continuo aprovisionamiento de alimentos a la población, de ahí que incluso los macella sean denominados como «mercado de provisiones» en referencia a que los plebeyos obtienen de allí sus suministros (Plin. Nat. 19, 52). este continuo mercadeo evitó, sobre todo durante el periodo republicano, almacenar en grandes horrea urbanos las ingentes provisiones que requería la población y, por tanto, debemos concebir estos edificios no como almacenes de los suministros consumidos diariamente, sino como lugares de almacenaje temporal y de redistribución con fines variados (salido 2013). los almacenes, bien de titularidad pública o privada, estaban por tanto destinados a la redistribución de productos temporales que requerían ser comercializados a corto plazo para evitar su fermentación o putrefacción. Determinados horrea debieron servir como almacenes de los productos que serían posteriormente comercializados por los mercatores, quienes previamente habían alquilado a sus propietarios los espacios de almacenaje privados de la ciudad y en otras ocasiones se dedicarían a la venta directa de productos para los comerciantes interesados en revenderlos posteriormente (salido 2013). en el caso hispano la epigrafía no hace mención a la existencia de áreas de actividad económica como en la propia roma o en el norte de África, denominadas como area radicaria o area frumentaria (Papi y martorella 2007: 182-183); pero muy posiblemente debieron reservarse espacios dentro de la ciudad para las actividades diarias relacionadas con el cereal.

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el AProVIsIonAmIento De GrAno A lAs cIuDADes HIsPAnorromAnAs

la necesidad del continuo aprovisionamiento de grano a la población incentivó la producción, almacenaje y comercialización de un gran volumen de cereal, al tiempo que se fue generando una compleja burocracia encargada de redistribuir y repartir los productos alimenticios (annona), que llegó a ser una cuestión de primer orden dentro del funcionamiento de la ciudad (Plut. cuest. 41). Aunque a nivel general desconocemos el procedimiento de la recaudación y administración de los impuestos en las comunidades romanas, en el caso de Hispania se ha podido testimoniar epigráficamente la obligatoriedad de la prestación de jornadas de trabajo para la comunidad en ciudades. es el caso de la Lex coloniae Genetivae procedente de la antigua Urso, actual osuna (sevilla), que estipula los plazos laborales que generaban un volumen enorme de excedentes agrícolas. también sabemos de la asistencia a los pobres de las ciudades por parte de los grandes terratenientes, beneficientia que consistía en el ofrecimiento de cereales a bajo precio (melchor 1993: 95-104) y eventualmente también mediante contribuciones en especie (cic. Ver. 3, 2). esta necesaria acumulación de excedentes obligó a la construcción de numerosos horrea que desgraciadamente apenas se han podido reconocer en el registro arqueológico. otro factor que hay que tener en cuenta es que, aunque algunos almacenes fueron de titularidad pública, la gestión quedaría en manos de comerciantes y rentistas privados, tal y como nos informa la documentación epigráfica (Dubouloz 2008: 277-294). en el caso concreto de Hispania, las redes de abastecimiento y redistribución del cereal se pueden reconocer a partir de los testimonios arqueológicos correspondientes a los graneros y almacenes (horrea) de las ciudades (salido 2013). Desde las primeras fases de expansión y consolidación del poder de roma en la Península Ibérica, se levantaron grandes almacenes que constituyeron desde su fundación los edificios imprescindibles para cubrir las necesidades comerciales y, por supuesto, como medio para garantizar el aprovisionamiento alimentario a la población. su cronología parece remontarse a época republicana como queda reflejado en los almacenes de Contrebia Belaisca (Beltrán y Beltrán 1989: 356) y de Valentia (ribera 2011). se trata de grandes almacenes divididos en varias cellae que permitían guardar temporalmente el cereal en sacos. en época altoimperial, se construyen grandes horrea organizados en torno a un patio central, tipo bien documentado en época romana, como el almacén de Bracara Augusta (Braga, Portugal) ―salido y morais 2013―, dedicados

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a conservar a corto plazo el cereal que era puesto a la venta poco después de ser recibido en la ciudad, de modo que no precisaba la construcción de suelos sobreelevados (salido 2013). Además de estos, se han puesto al descubierto graneros dotados de tabulata o sobrados, como los documentados en Carmo (román 2001) ―figura 4― o Tarraco (Adserias et alii 2000: 146), que debieron emplearse muy posiblemente para contener el cereal y los otros productos alimenticios que serían repartidos y/o comercializados asiduamente, pero también ―y esto es lo importante― acumulados a medio y largo plazo (salido 2013). Así pues, la función de estos horrea fue la de servir como reservas estratégicas destinadas a contener productos perecederos. estos se venderían a bajo coste en periodos de carestía para reducir el precio de los productos de primera necesidad, entre los que destaca el grano. Para ello, se requeriría la construcción de pavimentos sobreelevados y/o la continua remoción y limpieza del cereal y demás productos efímeros almacenados en su interior (salido 2013). en el estudio del almacenaje de grano en ámbito urbano, también hay que tener en cuenta que las unidades domésticas contaban con sus propias reservas y almacenes sobreelevados, que permitían conservar el cereal necesario para el sustento alimenticio familiar, un aspecto mejor conocido en las ciudades vesubianas.15 De este modo, las ciudades se fueron dotando paulatinamente de mecanismos administrativos capaces de suministrar el cereal necesario para la población y obtener fondos para mantenerlo a un precio asequible por la plebe, incluso organizando legaciones encargadas de aprovisionar a la ciudad en momento de dificultades de abastecimiento.16 son continuas las referencias a las épocas de escasez de grano y otros alimentos en las fuentes clásicas, pero llaman la atención los resultados negativos que podían causar medidas políticas como el abaratamiento de los cereales que supusieron en más de una ocasión el aumento de la escasez de grano.17 la respuesta a este fenómeno debemos buscarlo en la contracción de la economía derivada de la respuesta de los colos estudios realizados en Pompeya y Herculano nos informan sobre la presencia de reservas temporales de alimentos perecederos como el grano en el interior de las casas, aunque el volumen de las vituallas es indicativo de su consumo continuado y de carácter doméstico (monteix 2008). 16 en tarragona se puso al descubierto entre 1927 y 1929 la inscripción RIT 364 que homenajea a un miembro del ordo que dirigió una legación encargada de proveer de grano a la ciudad (melchor 1992: 204). 17 Así sucedió, por ejemplo, en época del emperador cómodo (Hist. Aug. 7, 14, 2). 15

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figura 4. Imagen y reconstrucción del horreum de la ciudad romana de Carmo (carmona, sevilla). fuente: román 2001: fig. 8.

merciantes privados que, buscando un mayor interés en la venta del cereal, deciden esperar el momento para vender su stock cuando de nuevo el grano alcanza un precio elevado a medida que aumenta su necesidad (salido 2013). la connivencia de los ediles, encargados de la cura annonae en la fase altoimperial,18 con los panaderos y mercaderes agravaría aún más esta situación de penuria entre la plebe.19 Para evitar el fraude, la Lex Irnitana señala explícitamente que los ediles tienen derecho y potestad de ocuparse del abastecimiento de trigo (annona) y de controlar los pesos y medidas (pondera mensurasue), recono18 Babled 1892; Lex Irnitana, cap. XIX; Dig. 16, 2, 17; Pérez 2011: 230-234. 19 textos que hacen referencia a momentos distendidos, como el Satiricón de Petronio, reflejan los males que tenía que padecer la población, como la queja de Ganímedes durante el banquete celebrado en la casa de trimalción que se lamenta en los siguientes términos: «¡malditos sean los ediles que están compinchados con los panaderos!» (Satyr., XlIV). otras referencias sobre la mala praxis de los ediles es mencionada en cic. Sest. 95, 114 y 118; lucil, 48; suet. Iul. 9; suet. Dom. 8; Val. max. 6, 6, 5.

ciéndoles la facultad de imponer multas y sanciones a los municipes o incolae para evitar el alza de precios. la reciente aparición de un epígrafe en el término municipal de utrera (sevilla), fechado entre el siglo II o comienzos del III d.c., confirma también la aplicación de multas por parte de los duouiri,20 posiblemente porque la pena impuesta superaba la cantidad aplicada por los ediles (ordóñez y saquete 2009: 204). el control de la producción puede constatarse desde el punto de vista material a partir del descubrimiento de los modii, instrumentos que servían para medir áridos como el grano. Bien conocidos en ámbitos comerciales como ostia,21 sabemos de su uso en el interior de las panaderías a partir de la iconografía conservada en el relieve del sarcófago de p. Nonius Zethus aparecida en dicha ciudad, donde se representan dos modii que servirían para calcular el grano transportado a la instalación inel epígrafe dice explícitamente: Q(uintus) L(---) Optat/us et Q(uintus) C(---) Op/tatus IIuir[i]/ ex multis/ pistorum/posuerunt. 21 numerosas representaciones se pueden encontrar en el denominado foro de las corporaciones, también en la statio mensorum, en el mosaico de la casa dei misuratori del grano, así como en el sarcófago de p. Nonius Zethus. 20

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dustrial (monteix 2010: 136). en el caso de Hispania, el único ejemplar localizado en Ponte Puñide (la coruña), corresponde a un cilindro de bronce que se ha podido fechar entre los años 367-375 d.c. (Gil miquel 1932; Balil 1985). la inscripción realizada en el borde superior de la pieza nos informa del control de los pesos y medidas por parte de los curatores para evitar fraudes.22 Aunque los restos arqueológicos revelan la construcción de enormes graneros construidos para acoger el producto de la annona, es cierto que resulta difícil diferenciar los graneros pertenecientes a la comunidad de los construidos por agentes privados. el envío de frumentum mancipalis, es decir, el impuesto en especie recaudado, controlado y dirigido por la administración imperial,23 está perfectamente constatado a través de la epigrafía. una dedicación aparecida en la antigua Hispalis (sevilla) indica la presencia de un liberto imperial que cumplía la función de dispensator del grano estatal (CIL II, 1197) que muy posiblemente se almacenaría en los graneros de esta ciudad, hasta el momento no localizados, ya que los únicos restos materiales documentados no parecen corresponder a grandes horrea civiles. tan solo un edificio localizado en la calle francos podría contener grano, aunque recientes investigaciones concluyen que se trata de un espacio de almacenaje de aceite bético destinado para su exportación a roma (ordóñez y González 2011: 173). la participación del estado no fue exclusiva en el sistema de la annona destinada a las ciudades, de modo que tanto la producción, transporte y la redistribución del grano precisó de la actuación de agentes comerciales privados. Durante el gobierno de marco Aurelio y lucio Vero, entre los años 161 y 169 d.c., los scapharii o barqueros fluviales de Hispalis mandan colocar una dedicación al procurador Augg. ad ripam Baetis y delegado local del praefectus annonae (adiutor), también atestiguado en mactar (CIL VIII, 11796), cuyas funciones son controlar la annona de aceite hispano y africano y dirigir el transporte de otros productos anonarios (sola22 Modii L(ex) Iuxta sacram iussi [on] em dominorum nostrorum Valentiniani Valentes et Gratiani invictissimorum principum iubente Mario Artemio v(iro) c(larissimo) ag(ente) vic(ariam) p(raefecturam) cu(antibus) potamio et Quentanio principalibus. 23 cicerón (Dom. 10, 25) expresa su malestar a quien le ha confiado a la función de aprovisionar a la ciudad de roma (omne frumentum privatum et publicum), la recaudación y compra del trigo (provincias frumentarias), su transporte (mancipes) y el almacenaje del grano en los horrea, de modo que muy posiblemente los mancipes se encargarían de su transporte a la ciudad de roma (Alzon 1964: 34).

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mina transferenda) ―CIL II, 1180―. en esta última, no se menciona explícitamente el grano como producto de la annona, aunque algunos autores consideran que, bajo la expresión solamina transferenda, se encuentra el envío de cereal (le roux 1988: 265).24 también en ese aprovisionamiento de grano a la población participaron los miembros de las familias más acomodadas. Buscaban ganarse el favor de sus conciudadanos y obtener contrapartidas de tipo económico o político, aunque evidentemente su propio rango conllevaba estos compromisos para con la ciudadanía. estos nobles romanos contribuyeron notablemente en el aprovisionamiento de alimentos en época de necesidad (annona cara o gravissima annona).25 en una de estas iniciativas, tres collegia rinden homenaje a un duovir que puso fin a la escasez puntual de grano mediante la colocación de una inscripción en la antigua Aeso (Isona, lérida) ―CIL II, 4468―. la actuación de estas asociaciones profesionales para el aprovisionamiento de la annona están perfectamente constatadas, con una importante jerarquización (encabezados por magistri, magistri quinquenales y curatores), pero apenas existen noticias sobre los collegia dedicados al préstamo, por eso es tan excepcional este epígrafe de Aeso. sin embargo, la acción de estos benefactores o evergetas que van a dedicar parte de su fortuna a la edificación o reconstrucción de determinados edificios municipales de carácter económico, se va conociendo en territorio hispano gracias a hallazgos epigráficos muy significativos. tal es el caso de M. Sempronius Hymnus que, a finales del siglo II d.c., decide restaurar el macellum de Villajoyosa, como indica la inscripción que mandó realizar en una de las mensae lapidae colocadas en el mercado (CIL II, 3570), o la interesantísima inscripción localizada en Porcuna (Jaén) ―CIL II, 2129― que informa de la construcción hacia el siglo II d.c. de un horreum y tabernae por parte del curator Baetis sobre el suelo comprado a la ciudad (solo empto ab re publica).26 Igualmente por la epigrafía hispana conocemos la construcción de varios horrea en Caesaraugusta (Zaragoza), ciudad portuaria de gran importancia económica, Para esta cuestión, véase también remesal 1986: 101-102. se conservan varias inscripciones en Hispania que informan sobre el evergetismo annonario, véase rodríguez neila 1975 y 1989; Dardaine y Pavis D’escurac 1986; melchor 1992: 203 y ss.; idem 1993; navarro 1997. 26 existe un debate historiográfico sobre el significado de la expresión solo empto. tradicionalmente se ha considerado que el suelo fue comprado por la ciudad, pero Goffaux (2003) planteó una interpretación diferente que supone la construcción de los edificios en terrenos comprados por el evergeta a la ciudad. 24 25

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dada la navegabilidad del río ebro en época romana.27 uno de ellos se refiere a la lápida funeraria de Hyacintus,28 horrearius de sura.29 Aunque la figura del horreario ha sido objeto de discusión en la historiografía más moderna30 y aún se desconoce con precisión la responsabilidad y las funciones del mismo, la importancia de esta pieza reside en el hecho de señalar la existencia de horrea privados en esta ciudad o, al menos, de trabajadores de origen servil al cargo de algunas cellae arrendadas de un horreum. otro hallazgo epigráfico, también de Caesaragusta, incidirá sobre esta misma cuestión. en este caso se trata de la dedicación de un liberto a un genio tutelar31 de los horrea (CIL II, 2991).32 este último epígrafe nos informa sobre el miedo latente entre la población ante la posible pérdida de la cosecha, lo que requirió la veneración de ciertas divinidades protectoras de los almacenes (rickman 1971: 312-315; Bakker 1999; Van Haeperen 2010; salido 2012). esta religiosidad estaba muy presente también en los pistrina, como en el caso de Pompeya (Van Andringa 2009: 296-303), aunque por el momento no se han hallado evidencias en el ámbito hispanorromano. lA PAnIfIcAcIÓn: trAnsformAcIÓn y consumo Del cereAl el Proceso De lA PAnIfIcAcIÓn

el proceso de panificación en época romana es fácilmente rastreable gracias a las representaciones ico-

27 las últimas investigaciones realizadas en Zaragoza han puesto al descubierto las estructuras del puerto fluvial de la antigua Caesaraugusta (véase erice 2011). 28 se han atestiguado dos inscripciones en Hispania con la mención Hyacinthus en sagunto (EE IX 379; CIL II2/14, 540; HEp 12, 2002, 506) y en mérida (ramírez sádaba 2003: 364-365, n.º 17; AE 2003, 877; HEp 13, 2003-2004). el origen griego del difunto nos informa sobre el carácter servil del trabajador que carece de los tria nomina de los hombres libres, condición jurídica muy común entre los horrearii (Dubouloz 2008: 282, nota 25). 29 el epígrafe apareció en la calle Dr. Galve en el barrio de miralbueno que dice textualmente: Hyacintvs/Svrae/horrearivs [h(ic) s(itvs) e(st)] (HEp 25008; Beltrán 1982: 56). 30 sobre el debate historiográfico de las funciones del horrearius, véase Alzon 1964; Dubouloz 2008 y 2011; serrano-Vicente 2006. 31 las dedicaciones a los genii horreorum por parte de libertos y trabajadores de origen servil son frecuentes en la epigrafía (rickman 1971: 312-315; Van Haaperen 2010; salido 2012) y aparecen referidos tanto a horrea privados como públicos. 32 se trata de bloque o base de estatua moldurada que está rota por el ángulo superior derecho: Genio Tutelae/Horreorum/A(uius) Annius/Eucharistus/Ex Voto.

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nográficas procedentes de ciudades italianas, como los relieves del mausoleo de M. Virgilius Eurysaces o el de Annius Octavius Valerianus en roma, así como los de Nonius Zethus y Ti. Claudius Euthychus en ostia. A partir de la información que nos aportan, junto con los datos que nos ofrecen las fuentes clásicas, sobre todo, la obra de Plinio el Viejo (Nat. 18), podemos diferenciar y analizar desde el punto de vista arqueológico las siguientes fases de procesado y transformación del grano en productos panificados:

- Preparación del grano antes de su molturación: descascarillado, trillado, lavado, etc. - molienda. la harina se obtenía gracias a un proceso de molturación realizado bien en zonas especializadas para este trabajo ―los grandes molinos― o bien en pequeños molinos rotatorios localizados en el mismo obrador o en espacios contiguos. Igualmente para esta tarea fue frecuente el uso de las norias, pero de todo ello se tratará con más detenimiento en el apartado dedicado a los molinos o molae incluido dentro de este mismo estudio. - tamizado. Durante el proceso de molienda las impurezas en los elementos molidos serían continuas, de ahí que fuera necesario su tamizado. los tamices utilizados fueron los de morfología circular y rejilla fina. su fisonomía es fácilmente reconocible en relieves como el de p. Nonius Zethus. sobre esta misma cuestión, Plinio aporta datos muy interesantes sobre la morfología regional en relación a estos elementos, afirmando que en Hispania lino excussoria et pollinaria (Nat. 18, 108), es decir, el lino sería el material favorito para estos instrumentos. el tamizado era realizado por un individuo que, sosteniendo el cedazo sobre una mesa de madera, dejaría después el producto en bandejas, de modo que este sería controlado por otra persona. Dicho procedimiento es el mismo que aparece reflejado en la representación del mausoleo de M. Vergilius Eurysaces. las fuentes clásicas nos indican también el uso del cribrum farinarium (cato. Agr. 76, 3), así como del cribrum pollinarium que permite obtener harina más fina (Pl. poen. 513). - Amasado. el objetivo principal de este proceso es homogeneizar la mezcla de ingredientes para otorgar a la masa una consistencia uniforme, aireándola y haciéndola más flexible. esta consistencia se consigue por la saturación del almidón de la harina y por las proteínas que, a partir de la absorción de agua, formarán el gluten. el almidón permite repartir la humedad homogéneamente durante el amasado y proporcionar una estructura semisólida a la masa. esta precisaría

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el uso abundante de agua, que constituye un componente esencial en la panificación al servir de catalizador y permitir que se produzcan cambios en los otros ingredientes. Además, gracias al agua, las proteínas de la harina se activan y la masa adquiere esa textura blanda y moldeable, siendo igualmente necesaria para el desarrollo de las levaduras que han de llevar a cabo la fermentación del pan. el amasado se llevaría a cabo, en primer lugar, en unas grandes artesas pétreas, accionadas probablemente por animales, bajo la constante atención de un técnico que ayudaba a favorecer la mezcla. tras ello la pasta pasaría directamente a unas mesas de trabajo donde se procedería al amasado manual (cato. Agr. 74). en este momento se procedería al modelado de las formas y su sellado, que reconocemos arqueológicamente a partir del hallazgo de los moldes y sellos de panadero que analizaremos detenidamente. Durante este proceso, se emplearían también grandes platos broncíneos, muy idóneos para el despegue de la pasta, que por el momento no se han documentado en territorio hispano (tassinari 1993: 83-84; monteix 2010: 151, fig. 71). - cocción. una vez amasado y moldeado el producto, se procedía a su cocción. los hornos representados suelen ser de pequeñas dimensiones, cerrados por una cúpula y con una abertura lateral por la que se introducirían los productos por medio de palas de maderas de amplio formato.33 De igual modo se tiene constancia, para momentos posteriores, del uso de pequeños hornos portátiles, que quizás también fueran utilizados para el procesado de estos alimentos en ambientes domésticos.

Aunque los restos materiales y estructurales asociados al proceso de la panificación son muy escasos en el ámbito hispanorromano, son lo suficientemente representativos y esclarecedores para analizar este trabajo artesanal en las diferentes fases de su elaboración. los centros De ProDuccIÓn

la producción de pan y otros productos panificados se ha podido constatar en diferentes ámbitos para el caso de Hispania, concretamente en las villae, en ambientes periurbanos, municipia y en el seno de los espacios domésticos. se han podido recuperar ejemplares de este tipo en perfectas condiciones de conservación en el campamento militar de Zugmantel (taunus, Alemania) ―Junkelmann 1997: fig. 14, 4― y en saalburg (Jacobi 1930: 17, lámina I). 33

La panificación en villae

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la transformación del grano en un producto manufacturado, ya sea en forma de pan o de otro tipo (pasteles, sopas o hervidos), debió producirse tanto para autoconsumo como a gran escala. los restos de hornos de pan aparecidos en la pars fructuaria de algunas villae hispanorromanas revelan un consumo familiar y también industrial en los establecimientos rurales. en los fundi se producía directamente el cereal y era transformado y consumido de forma más o menos inmediata, de modo que una gran parte estaba destinada a su comercialización a nivel local (Apul. Met. 7, 15, 3-5). es el caso del horno encontrado en el área de servicios de la villa romana de Veranes, junto a la culina (fernández ochoa et alii 2013). la particularidad de este hallazgo es que se encuentra muy próximo al horreum de la villa de donde se extraería el grano que debía ser previamente preparado para su transformación en harina y posterior horneado (fernández ochoa et alii 2012). Por el momento, en Hispania no se han documentado los clibani, hornos más simples formados por pequeños recipientes de barro o metal en cuyo interior se produce la termoalteración, así como la cocción de la masa en la parte externa del mismo. ejemplares de este tipo se han localizado en el languedoc (Barberan et alii 2006). en otros casos, se han testimoniado áreas de molienda del grano en estrecha relación con la posterior panificación, bien documentada por la presencia de dos grandes hornos circulares de 1,5 metros de diámetro, en la primera fase del establecimiento rural de Veral de Vallmora, situada a unos 10 kilómetros de Iluro y de Baetulo y a unos 20 de Barcino (martín i oliveras 2009: 200, fig. 5). Igualmente la aparición de grandes fragmentos de molinos nos informa de la presencia de áreas de molienda próximas a las zonas residenciales de las villae. el propio Vitruvio indica que los horrea, los heniles, los almacenes de harina y los molinos (pistrina) han de construirse fuera de la villa para protegerlos del fuego (Vit. Arch. 6, 6, 5). restos de molinos de tracción animal se han documentado en el cortijo del Donadío (Baena, córdoba), en la margen izquierda del río Guadajoz, junto con numerosas herramientas agrícolas de época romana (lacort navarro 1988: 52) y también en un contexto bajoimperial en Puente Grande (cádiz) ―Bernal y lorenzo 2002: 114-115; fig. 63―, entre otros yacimientos. el estudio reciente de Prevosti (2011: 421-428) sobre las villae del ager tarraconensis revela el hallazgo de numerosos restos de molinos de mano y de tracción animal dedicados a la preparación del cereal en el ámbito nororiental de la Península Ibérica. De entre estos, interesa destacar los molinos de tipo pompeyano, puesto

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que pueden ser indicativos de un uso industrial, a diferencia de los manuales que nos informan de una producción de menor escala. en la villa romana de els Antigons (reus), se han documentado diversos fragmentos de molinos giratorios de tova volcánica entre los que sobresalen los restos de un catillus, además de tres fragmentos de un mismo catillus asinarius de forma circular con inscripción (IRAT 55) ―Prevosti 2011: fig. 38―. en el establecimiento rural de mas dels frares (constantí), se documentaron varios fragmentos de molino (Buffat 2008; Gimeno-torrente et alii 2009), uno de los cuales estaba realizado en piedra de basalto. en mas de Alemany (constantí), también se identificó un catillus de una mola asinaria en el que se pueden observar hasta los encajes del eje que permitía hacer girar el mecanismo (Papiol 1973-1974). la aparición de tales molinos revela la preparación del cereal en el ámbito rural para la fabricación de harina y su posterior transformación en pan y otros productos panificados. Posiblemente el destino de estas mercancías fuese su venta en los mercados rurales, negocio que debió contribuir notablemente a engrosar la riqueza del dominus, propietario de la hacienda (salido 2013). respecto a molinos accionados por la fuerza del agua, son aún muy escasos los restos conservados en las villae hispanorromanas. los vestigios asociados a los molinos hidráulicos de la villa romana de carranque (toledo), de cronología muy dudosa (Hugony y castiglioni 2001: 43-52), están pendientes de un estudio pormenorizado. Las molinerías periurbanas

la necesidad de aprovisionamiento continuo e ingente de cereal para su transformación en harina y pan a las ciudades hispanorromanas debió ir forjando una red industrial a gran escala que comportó la construcción de molinerías, panaderías y hornos en la tupida trama urbana, incluyendo los suburbia. la excepcionalidad de Hispania es que en esta región se han documentado molinerías situadas en ámbito periurbano, una información que solamente conocíamos a partir de los relatos de Apuleyo (Met. 7, 15, 3-5 y 9, 10, 5-9). A escasa distancia del caput civitatis, debieron construirse grandes molinerías donde se transformaba el grano en harina, para posteriormente ser distribuida casi de manera inmediata a los centros de cocción. es importante señalar que bajo el término pistrina, se entiende el lugar de procesado del grano que comprende desde las estructuras destinadas en exclusiva a la molienda hasta las complejas panaderías con espacio de molturación, coc-

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ción y venta del pan.34 una de estas industrias dedicadas a la preparación del cereal se ha localizado en las cercanías de la ciudad de Astorga (león) en proceso de estudio en estos momentos por Ángel morillo, Javier salido y rui morais. este edificio, de carácter marcadamente artesanal, contaba con varias estancias dedicadas a la trituración del grano, como indica la aparición de varios molinos de mano y una mola accionada por tracción animal, bien asnos o caballos, de ahí la denominación dada a estos molinos de mola asinaria (cato. Agr. 10, 4; 11, 4) o iumentaria (Dig. XXXIII, 7, 26). el pistrinum o molinería de Astorga cuenta además con un canal que abastecía de agua a la factoría para la necesaria inmersión y humedecimiento del grano antes de su molturación (Ammann 1925: 116-117), una práctica que permitía según Plinio dar mayor cantidad de harina, e incluso, sumergida en agua con sal, obtener una más blanca (Plin. Nat, 18, 87). en este caso, no se han encontrado los recipientes para su inmersión, muy posiblemente porque fueron realizados en madera y no han dejado rastro alguno de su existencia, aunque indudablemente existieron y tuvieron su espacio dentro de la molinería. las causas que explican la ubicación de estos pistrina dedicados en exclusividad a la molienda de grano son meramente prácticas, como fue la búsqueda de fuentes naturales de agua, necesaria para las operaciones de molturación de la harina, lo cual obligaría a instalar los pistrina fuera de los núcleos urbanos, así como el abaratamiento del suelo en los terrenos rústicos, importante factor a tener en cuenta dada la necesidad de disponer de grandes superficies para la instalación de estos centros. Por otro lado, la harina recién molida no es la más adecuada para panificar, de ahí que tampoco fuese necesario albergar en un mismo espacio el ámbito de molienda, amasado y cocción. Por ello se deduce que la producción harinera debió almacenarse en estas instalaciones durante un tiempo, momento en que se van a producir los cambios necesarios relacionados con la oxidación, tan beneficiosos para la panificación. Dicho período depende de la aireación y de la temperatura ambiental, siendo el envejecimiento más lento durante los meses de invierno. no obstante, la distancia entre las molinerías y el núcleo urbano tampoco debía ser excesivamente grande para evitar los problemas de deterioro de la harina que, en condiciones de mayor humedad, es más rápido, de ahí 34 Algunas alusiones al respecto cato. Agr. 136; lucil. 312; Var. R. 1, 69; Vitr. 6, 6, 5; col. 1, 6, 21; Petr. 73, 2; Plin. Nat. 19, Agr. 136; lucil. 312; Var. R. 1, 69, 1; Vitr. 6, 6, 5; col. 1, 6, 21; Petr. 73, 2; Plin. Nat. 19, 167; suet. Aug. 4, 2; Dig. 33, 7, 15; Apul. Met. 9, 10.

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que generalmente se transportase el grano en forma de espiga o espiguilla (salido 2012: 253). Aparte de este pistrinum, Asturica Augusta debió de contar con más instalaciones industriales de este tipo, como nos informan los molinos conservados en el museo de los caminos de Astorga, de los que uno responde al tipo pompeyano. Asimismo en la ciudad de Augusta Emerita, diferentes hallazgos relacionados con estructuras hidráulicas para la molienda del grano han sido localizados en zonas próximas a las presas de abastecimiento de la ciudad (Arenilla 2002) y en el entorno de Pancaliente, a orillas del Guadiana (estévez 2001; Alba 2012: 356). panaderías y molinerías en vici y ciudades

Desde las molinerías más próximas y las situadas en el entramado urbano se enviaban grandes cantidades de harina para ser transformadas en pan en los pistrina situados en las ciudades, así como en núcleos de menor entidad como los vici. también se conocen instalaciones dotadas de horno y molino, posiblemente para la inmediata comercialización de los productos recién panificados. en el caso de Hispania, se conocen pocos ejemplos de panaderías con estructuras destinadas a la molturación, horneado y posterior comercialización. recientemente se ha excavado en Augusta Emerita un pistrinum de planta cuadrangular de 15 × 17 metros, al que se accede por un vano de 1,50 metros desde el cardo que entra en la ciudad por la zona norte.35 esta panadería contó con una antesala, de planta rectangular, que albergó un banco circular de trabajo construido con ripios y ladrillos regulares, posiblemente el basamento donde se situaron los molinos. Desde esta antesala se accedía directamente a otros dos ámbitos: una estancia al norte y una segunda sala, más al sur, donde se localizó un horno de pan de planta circular, encastrado en una estructura cuadrangular. el horno, realizado en adobe, está revestido en la zona del laboratorio con testae de unos 40 × 25 centímetros que también recubren la parrilla. la cámara de combustión, a diferencia de los hornos cerámicos, fue maciza, quedando el hogar en sí sobre la parrilla donde se colocarían los productos para ser horneados. Para el acceso al horno se dispuso una pequeña entrada, a modo de praefurnium, pero transitable hasta la misma boca para acceder a las llamas continuamente. en una estancia anexa, pero sin entrada directa desde el horno, se localizaron Agradecemos los datos inéditos aportados por la arqueóloga doña carmen Pérez maestro (permiso de uso n.º 34/2012 del consorcio de mérida).

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hasta diez dolia que se pueden poner en relación con el almacenaje de productos, quizás grano, o para conservar el agua necesaria para su molturación, transformación y posterior amasado. Próximo a las termas de la ciudad romana de Aquae Flaviae, actual chaves, se halló una meta de una mola asinaria que pudo también formar parte de un centro de producción industrial de pan, aunque por el momento no tenemos más evidencia que el molino de grano aparecido (rodríguez colmenero 1997: 64, fig. 55). también en la ciudad de Italica (santiponce, sevilla) se han testimoniado pistrina. en la esquina meridional de la denominada casa del Planetario, se localizó un pistrinum que cuenta con acceso directo desde el exterior (luzón 1979: 62) ―figura 5―. su ingreso, abierto a la calle y la localización de dos hornos de planta circular en su interior, nos indica un uso artesanal y especializado. en la fachada principal de la denominada casa de los Pájaros de Italica, se descubrió el horno de otra posible panadería, cuya instalación no tiene acceso directo de la casa, lo que nos advierte sobre su vocación artesanal y de venta directa hacia la calle (figura 6). en cuanto a la posible identificación de las pastelerías, resulta difícil diferenciarlas de los hornos de pan, porque estructuralmente apenas presentan rasgos materiales diferenciales. Para su localización es esencial disponer de unos materiales específicos que puedan vincularse hacia esa producción tan concreta. el porcentaje de gluten de la masa define a veces los tipos de harina y los productos que se podían realizar a partir de esta materia. las harinas fuertes, con un contenido en gluten superior al 11%, absorben mucha agua y dan masas consistentes y plásticas y panes de buen volumen, aspecto y textura. Por el contrario, las harinas débiles son poco aptas para la elaboración de pan, pero sí para la manufactura de galletas y pastas alimenticias. los dulces o pasteles eran conocidos como panificia, término que refleja perfectamente el origen de este tipo de productos derivados de la masa originaria para la fabricación del pan. Así es mencionado en diversos textos relativos a medicina (Cels. 2, 18, 2 y 10) y en relación a celebraciones y gestos de hospitalidad (suet. Ves. 7. 1; CIL VIII, 4585). también conocemos la existencia de la categoría de pistor dulciarius (mart. 14, 222; Apul. Met. 10, 13, 3) que, obviamente, debía poseer más conocimientos que el simple panadero dedicado a la producción masiva de pan. Para la molturación del grano durante la fabricación de pan en ámbito urbano se usaron molinos de tipo pompeyano, algunos de ellos de procedencia mediterránea o norteafricana. un ejemplo de ello es el catillus localizado en la zona sudoccidental de la ciudad romana de pollentia procedente de mulargia (cerdeña) y el

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figura 5. pistrinum con dos hornos de cocción de pan situado en la casa del Planetario de Italica (santiponce, sevilla). Imagen: sebastián Vargas.

ejemplar custodiado en el museo Arqueológico de Barcelona, probablemente fabricado en la zona del rif (Williams-thorpe 1988: 297-298). también se ha testimoniado el uso de mecanismos hidráulicos para la molienda del cereal, como en la ciudad romana de Conimbriga (coimbra, Portugal) ―Brun 1997: 30-31― y en asentamientos de menor entidad, como en el vicus de Baños de la reina (Alicante) donde fue descubierta una estructura hidráulica que debió servir de dispositivo mecánico para la molturación del grano. se trata de una noria del siglo III d.c. que cuenta con un espacio de 8,66 × 0,7 metros con un ensanche en la parte central que sirve para albergar las oquedades laterales para el eje (Abascal et alii 2007: 69-78). Aunque no podamos descartar el uso exclusivo de dicha estructura para abastecer de agua al asentamiento, es posible que en este caso pudiera funcionar como un sistema de molienda mecánico, la función principal que le otorga Vitrubio a este tipo de estructuras (Arch. 10, 5, 2). en este mismo vicus, se identificó un posible horno, junto con una culina en una de las estancias de finales del siglo II d.c., que se mantienen en uso hasta comienzos del V d.c. la cocina, que también cuenta con un hogar de forma circular (1,70 metros de diámetro), dispone de un horno que presenta forma elíptica con un pavimento de la-

drillos rectangulares, alrededor de los cuales se alza un zócalo de argamasa con mampuesto, que señala el arranque de la bóveda. este horno, quizás destinado a la cocción de pan, mide 1,62 metros de norte a sur y 1,12 metros de este a oeste, con una embocadura de 0,50 metros de anchura (Abascal et alii 2007: 84, fig. 86). Hasta el momento, sin embargo, no se han puesto al descubierto en Hispania grandes centros de producción de pan o pistrina como el documentado en el entorno de Porta maggiore en roma, donde se localizaron durante las excavaciones de los años 1838-1839 los restos de un pistrinum, así como diferentes molae accionadas por el uso del agua traída por el acueducto del siglo I a.c. (coates-stephen 2004: 29-30; 2005-2006). La panificación en ámbito doméstico urbano

una vez molido el cereal, parte de la harina se transportaba a las viviendas donde posiblemente se amasaba, cocía y transformaba en pan, pasteles u otro tipo de productos alimentarios (sen. Ep. 90. 23). respecto a las fases de preparación del producto, solamente se ha podido constatar el proceso de horneado. en algunas domus de ciudades hispanorromanas se han

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figura 6. Horno de pan de la casa de los Pájaros de Italica (santiponce, sevilla). Imagen: sebastián Vargas.

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registrado los típicos furni de planta circular que indican claramente una producción de pan para el consumo familiar. el proceso de preparación previo de todos estos hornos consistía en un precalentamiento del mismo con la puerta cerrada para evitar la salida del calor. tras ello se amontonaban a un lado las ascuas, manteniendo un poco de llama encima para dorar el pan y conseguir la corteza o crusta superior. la introducción de hogazas del pan se realizaba con una pala de madera de gran longitud y el tiempo estipulado para su cocción fue de 30-45 minutos a una temperatura de entre 200 y 250° (Ammann 1925: 454, 462). Durante ese tiempo la boca del horno se cerraba con una plancha metálica, cierres de los que no se han hallado restos en el registro arqueológico. Hasta el momento los hornos de pan localizados pertenecen a grandes domus poseedoras de varias estancias de servicio. en algunos casos, las construcciones de cocinas y hornos estuvieron próximos y, en otros, es posible que el horno de la culina sirviese tanto para la cocción y transformación del pan como para la preparación de otro tipo de alimentos. Hornos circulares han aparecido en ciudades de cierta relevancia, como Augusta Emerita, donde algunas de sus domus extramuros contaron con espacios reservados a la culina. el caso más significativo es la casa del Anfiteatro, una suntuosa residencia con espacios de servicio y zonas nobles organizadas en torno a un patio central. Junto a la entrada principal de la vivienda, García sandoval (1966: 25) puso al descubierto una culina de grandes dimensiones (5,9 × 4,9 metros), que dispuso de diversos espacios destinados al procesado del grano en harina y su posterior transformación en pan. en esta dependencia, se reservó un ámbito dedicado a la molturación de los cereales, como indican los restos de un molino de mano ―mide 0,43 metros de diámetro― aparecido en su interior (García sandoval 1966: 41). su tipología no implicaría el empleo de fuerza animal ni tampoco la necesidad de un espacio de grandes dimensiones para su uso. el cribado, tan importante como la molturación, también tuvo su sitio dentro esta culina, concretamente en su ángulo suroeste, donde posiblemente se amasó el pan; aunque lo más destacado de esta casa es que en su interior se localizó una máquina de uso específico para la panificación, una artesa o amasadora, que facilitaba notablemente el trabajo y el modelado de las masas. este ejemplar aparecido en la casa del Anfiteatro de mérida es el único testimoniado hasta el momento en la Península Ibérica. se trata de un cilindro externo que ha pasado desapercibido como un simple molino, de hecho, en la actualidad se ubica sobre una mola. las evidencias de hornos de pan asociados a hogares con función de cocinas son por el momento muy escasas. un ejemplar se ha localizado en la domus de Sal-

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vius, de época altoimperial, en cartagena. las excavaciones realizadas en su interior permitieron poner al descubierto un espacio de servicio (habitación 2, 6 y 7) muy próximas a las salas más nobles de la casa, y pese a no estar interpretados como la culina y sus áreas anexas, lo cierto es que los propios restos permiten identificar estas salas como pertenecientes a una unidad destinada a la preparación y cocción de alimentos.36 en la Tarraconense se han descubierto igualmente hornos de pan de planta circular situados en el interior de estancias domésticas, como el aparecido en la ciudad romana de Ampurias (ripoll 1976: 71). el tipo de horno de planta circular no siempre fue una construcción común a todas las casas romanas, pues la presencia de pistrina con venta directa los hicieron prescindibles en muchos casos, siendo lo habitual otro tipo de hornos más comunes y sencillos en los que se preparaba un pan cocido bajo las brasas del hogar (salza 1978-1980: 280, fig. 36). en otras ocasiones, los propietarios de las tabernae, cauponae y pistrina tenían acceso directo a los hornos de sus negocios, de modo que era innecesario construir una culina en el interior de la casa, tal y como sucede en la domus I del siglo I d.c. de Bilbilis (calatayud, Zaragoza), asociada en este sentido a la popina aparecida en la misma calle (uribe 2004: 208). APeros relAcIonADos con lA PAnIfIcAcIÓn

el instrumental asociado a las labores de panificación debió ser más variado de lo que el registro arqueológico nos muestra. A partir de los testimonios que conocemos, solamente podemos diferenciar cuatro tipos básicos: los molinos (molae), las artesas o amasadoras, los sellos de panaderos y los moldes pasteleros. Los molinos

los cereales, principalmente trigo y cebada, requieren de un proceso de trabajo previo a su consumo (limpieza, tamizado, a veces incluso la torrefacción, y finalmente la molienda). Para el triturado del grano el mortero se convertirá en uno de los utensilios más empleados en la Antigüedad.37

la localización de un horno de planta circular y sección globular construido con una estructura de adobes es bastante significativo al respecto, aparte de otros elementos propios de estos ámbitos. 37 Plinio (Nat. 18, 97) se refiere a un mortero accionado por la fuerza del agua, ingenio que ha sido cuestionado (lewis 1997: 101-105; curtis 2001: 280). 36

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Además de los molinos usados ya desde épocas muy anteriores, en época romana se tiene conocimiento de ingenios mucho más avanzados que permitían obtener un gran volumen de harina para su uso incluso a nivel industrial. uno de los avances en el proceso de evolución de los molinos harineros llegó con la aplicación del movimiento rotativo en el procesamiento y transformación de alimentos. Aunque su lugar de origen permanece incierto,38 es cierto que muy pronto se difundió por el mediterráneo por las ventajas que ofrecía para la molturación del grano. este tipo de molino de mano va a contar con una piedra inferior (meta) de forma ligeramente convexa que se adapta en forma a la piedra superior o catillus, cuya parte inferior era ligeramente cóncava. el movimiento rotatorio de ambas piedras se realizará con ayuda de un astil de madera o hierro. el molino de mano giratorio ofrece notables ventajas en cuanto a su portabilidad, aparte de reducir el esfuerzo físico al disminuir la presión de los brazos y permitir una posición erguida y no de rodillas durante la molienda. también hay que tener en cuenta que este tipo permitía al molinero ajustar la distancia entre la meta y el catillus, de modo que le ofrecía la posibilidad de producir harina de mayor o menor volumen. su evolución comportó la elaboración de los molinos rotativos bicónicos que presentan dos variantes: el tipo morgantina, fechado en el siglo III a.c. (White 1963: 205) y otro más evolucionado, que es el tipo Pompeyano. Posiblemente la mayor eficacia en el uso de otras fuerzas, ya sea la animal como la natural, es la que explica el paso del molino de mano simple giratorio a uno de mayor tamaño y eficacia y la mayor generalización del molino pompeyano.39 De origen posiblemente púnico, este comenzó a difundirse en torno al siglo III a.c., quizás debido al aumento de la actividad de las panaderías y la incipiente construcción de pistrina (moritz 1958: 74-96; curtis 2001: 341-48). el molino pompeyano, impulsado por un animal, disponía de la ya mencionada meta y el catillus o pieza donde se fijaban un mecanismo de ma38 se desconoce el lugar originario de este tipo de molino. se ha planteado su inicio en las comunidades del noreste de la Península Ibérica del siglo V a.c. (Alonso 1997), aunque también se ha propuesto un origen cartaginés a partir de un fragmento de molino de mano giratorio datado en el siglo VI a.c. (morel 2001). De época clásica se conoce el primer molino rotatorio en Grecia datado a partir del siglo III a.c. (Brunet 1997; curtis 2001: 288-89). 39 Algunos autores han sugerido una relación entre el inicio de los grandes molinos giratorios harineros, accionados por animales y su uso para la extracción minera del plomo y la plata (Domergue et alii 1997).

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dera a los que era uncido el animal mediante una collera llamado molile (cato. Agr. 11, 4), que permitía hacer el girar el molino. la principal ventaja que ofrece este tipo de molino es el uso de la fuerza animal, de modo que el molinero solamente se encargaba de aprovisionar de grano el molino y de recoger, a continuación, la harina producida. el uso de acémilas, con una resistencia física mayor, podría accionar el molino durante períodos de tiempo más prolongados, aumentándose así la producción de harina. Desgraciadamente las evidencias arqueológicas en Hispania en relación a ambos elementos son aún escasas. A modo de ejemplos más significativos hay que mencionar las metae de 23 centímetros localizadas en Augusta Emerita y las piezas de dimensiones algo mayores, 30 centímetros, de la villa romana del cogoll (Villalonga del camp) en el ager tarraconensis (Prevosti 2011: 426, fig. 50). también se han localizado una meta de una mola asinaria en Aquae Flaviae (chaves, Portugal) y dos ejemplares correspondientes a molinos de tipo pompeyano en la ciudad romana de Asturica Augusta (Astorga): una meta en el interior de la molinería periurbana de la ciudad y un catillus, descontextualizado, que se conserva actualmente en el museo de los caminos de Astorga, ya mencionado por su procedencia remota como el de Ampurias, ambos procedentes del centro productor de mulargia (cerdeña). el avance más espectacular de la molienda viene con la aplicación de la energía hidráulica para la molturación de cereal, mediante el uso de las norias en época romana. Vitrubio nos ofrece una buena descripción del accionamiento de este tipo de molinos (Vit. Arch. 10, 5, 2). su sistema es simple, puesto que la fuerza de la corriente del agua acciona directamente una rueda hidráulica vertical de paletas, que a través de un sistema de engranajes (catalina y linterna) y de embragues, transmiten el movimiento de giro del eje horizontal de la rueda al eje vertical de una piedra de moler. Aunque su origen es aún incierto, parece que el molino de agua fue inventado a mediados del siglo III a.c., tal y como nos informa filón de Bizancio (lewis 1997),40 y ya en el siglo I d.c. se había difundido su uso a las distintas regiones del Imperio romano, con varios tipos según el uso de ruedas verticales y horizontales. Desde hace algunas décadas, se vienen estudiando este tipo de estructuras que han sido localizadas en diversas regiones del Imperio, datados desde el siglo I d.c.41 la evilos más antiguos se han documentado en chemtou y se han podido fechar entre los siglos IV y III a.c. (röder y röder 1993). 41 la bibliografía es abundante, pero podemos destacar las obras de Wikander 2000; castella et alii 1994; Baatz 1995; Wilson 1995 y 2001; Volpert et alii 1997; Brun y Borreani 1998; Blair 2004; Bedello y fogagnolo 2005. 40

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figura 7. Planta y sección de una artesa romana de Pompeya. fuente: mau 1900: fig. 224.

dencia más antigua se ha localizado en la ciudad romana de Aventicum (Avenches) ―castella et alii 1994; lewis 1997: 58-61; Wikander 2000―, aunque los mejor conservados fueron construidos en el siglo II d.c., en el complejo harinero de Barbegal (leveau 2007) y los de la colina del Janículo (moritz 1958: 122-39; Wilson 1995; Wikander 2000: 373-78). su evidencia arqueológica es, por lo general, muy parca y se reduce a la presencia de un canal que desvía el agua a un pequeño compartimento, generalmente realizado directamente en la roca natural, donde se instala la noria o rueda hidráulica vertical y una pequeña cámara en la que se insertaba el mecanismo de rotación horizontal que servía para la molturación del cereal. estos escasos vestigios son los que han permitido localizar con seguridad al menos dos molinos hidráulicos en Hispania. uno en la antigua ciudad de Conimbriga (Brun 1997: 30-31) y el otro en el vicus romano de Baños de la reina (Abascal et alii 2007: 69-78). en ambos casos es muy probable que fueran utilizados como ingenios para la molienda del cereal a partir del accionamiento de una muela horizontal unido a un molino harinero. restos materiales de una posible noria se han registrado también en Augusta Emerita, donde hay evidencias de estructuras hidráulicas junto al río Guadiana y cerca de la villa de carranque próximas

al río Guadarrama; aunque en estos casos, su origen romano es cuestionable o difícil de aseverar. Las artesas

las amasadoras o artesas son artefactos que tenían un uso específico en los momentos previos a la cocción, facilitando el trabajo y el modelado de las masas (curtis 2001: 363-365). estos útiles estaban compuestos por varias piezas. la parte inferior disponía de un cilindro pétreo de origen volcánico que llegaba a medir hasta 2 metros de diámetro, con un hueco en la parte central para colocar una viga de madera. este eje central contaba con dos o tres brazos de madera colocados en posición horizontal y de largas dimensiones que llegaban hasta las paredes del recipiente de madera. Dicho eje se hacía girar por la fuerza animal o humana. en las paredes interiores del recipiente había dos o tres orificios donde se insertaban otros travesaños de madera que empujan la masa en una dirección, mientras que los otros fijos al eje central la movían en sentido contrario. este recipiente quedaría precintado por unos topes superiores lígneos que evitarían que la pasta se vertiera (mau 1886: 45-48; curtis 2001: 363-365) (figura 7). en Pompeya se han loca-

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figura 8. sello de panadero documentado en la necrópolis de la Albufereta, Alicante (imagen mArQ).

lizado algunos ejemplos en espacios claramente vinculados con la panificación, como el hallado en la casa dei casti Amanti (IX, 12, 6). en Hispania por el momento solamente se ha localizado uno de estos ejemplares en la denominada casa del Anfiteatro de Augusta Emerita. Los sellos de panaderos

el pan era procesado en los pistrina o bien amasados en las casas y llevado para su cocción a estas instalaciones. Para el segundo caso, la individualización de los productos se realizaba por medio del sellado de los alimentos previamente a su cocción. los más conocidos son los sigilla de Pompeya, donde se indicaba el nombre del propietario de la manufactura. Pero no todos los sellos constatados hasta ese momento tuvieron esa vinculación directamente con su propietario, porque en otras ocasiones su funcionalidad resultaba ser otra totalmente diferente. en esta tesitura, el inicio de las excavaciones en ostia y los hallazgos realizados en los pistrina allí establecidos, dieron inicio a una nueva línea de investigación centrada en el estudio de unos restos allí aparecidos. el centro de atención de estos trabajos eran unas piezas realizadas en terracota y que, asociadas a estas estructuras, hablaban de unas impresiones con alto carácter votivo. las piezas que se valorarán en este apartado son unos sellos circulares, de unos 10-15 centímetros de diámetro, realizados en barro con, al menos, uno de los laterales decorados positiva o negativamente en fresco. su grosor varía entre los 3-5 centímetros. la zona que aparece exenta de decoración suele presentar un acabado espatulado muy descuidado y, en escasas ocasiones,

pueden poseer un pequeño apéndice o mamelón que facilitaría su desmolde (figura 8). los primeros estudios relacionados con este tema se iniciaron a comienzos del siglo XX. en ese momento Pasqui (1906) halló multitud de matrices en ostia, tanto de bulto redondo como de formas planas en dolia encastrados y relacionados con la producción panadera. esta obra fue el punto de inicio para otros estudios que comenzaron a conjeturar sobre su funcionalidad. Años más tarde, müller (1909) centró sus investigaciones en el posible uso votivo de estos sellos, apostando incluso por un hipotético consumo de estos panecillos en festividades concretas del calendario romano. esta innovadora teoría se consolidó gracias al estudio de Drexel (1916: 17-22) al ahondar sobre esta misma idea. estas suposiciones fueron después confirmándose gracias a los hallazgos de unas piezas en la zona renana danubiana. unos materiales que presentaban esquemas compositivos altamente votivos y muy vinculados con el culto imperial como ocurre con los famosos medallones del ródano de la vajilla fina (Desbat 2006). Igualmente y en otros puntos de la geografía mediterránea estas primeras suposiciones irán ratificándose. Así Deonna (1919) incidirá de nuevo sobre esta función votiva para algunos ejemplares localizados en suiza y, en general, para toda el área del limes septentrional. Precisamente estas zonas, a posteriori, se han perfilado como las más prolíferas para estos estudios (VV.AA. 2010b). las primeras décadas del siglo XX fueron cruciales para determinar la funcionalidad de estas piezas. Alföldi (1938) estudiando los ejemplares de la zona renano-danubiana dio un paso más en relación a esa intencionalidad votiva de los sellos, al relacionar su sellado con el dies natalis del emperador reinante en ese momento o con días relacionados directamente con su figura.

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Para los estudios hispanos el punto de inflexión se produjo en 1920 con la aparición en córdoba de un conjunto de dieciocho piezas con un repertorio iconográfico muy variado (De la torre 1921), piezas que posteriormente fueron objeto de nuevos análisis e investigaciones (De los santos 1949). su hallazgo se produjo en un entorno claramente productivo, con dolia asociados, moldes de otra índole e incluso piezas sin cocer que se relacionaron directamente con la panificación. A mitad de siglo, el panorama sobre la funcionalidad de estas piezas estaba bastante consensuado, aunándose en su pragmatismo votivo. curiosamente esos años resultaron los más prolíferos en cuanto a hallazgos y publicaciones: los cuatro discos con decoración fitomórfica y antropomórfica procedentes de Tamuda ―tetuán, marruecos― (Quintero 1942; tarradell 1950),42 junto con el sello de igual procedencia pero ya romano (fumadó 2006);43 la pieza con representación de un león hallado en la Alcudia (ramos folqués 1955a y b) y el ejemplar del museo de Badajoz con alegorías directas a las estaciones del año (García y Bellido 1957). Hasta 1981 no se gestará una investigación de corte geográfico con motivo de la publicación de cinco nuevos ejemplares procedentes de murcia y su entorno (lillo 1981). A este trabajo se irán sumando otros más, tanto enfocados a informar puntualmente sobre el hallazgo de alguna nueva pieza, caso del sello con representación de cérvido procedente del cerro de los santos (serrano 1987); o de manera más genérica (Gijón y Bustamante 2010). Genéricamente estos ejemplares pueden ahondar sus raíces en época republicana (lillo 1981: 193), aunque tampoco se ha descartado su posible relación con las terracotas «placas» (Grupo IX, tipo II) de época feno-púnicas. Al respecto presentan parecidos bastantes cercanos con los ejemplares romanos (Almagro 1980: lám. lXXVI, n.º 168, 170 y 171 y lám. lXXIV, n.º 163 y 165). en cuanto a la función de estos sellos, ya se ha comentado su alto grado de asociación al mundo de la panificación. esta vinculación se ha podido rastrear gracias a las siguientes variables: su aparición en pistrina y contextos rurales44 (lillo 1981: 193); ausencia de representaciones similares en piezas en positivo, lo que resegún tarradell, estas piezas se podrían encuadrar en época púnica, no solo por su contexto de aparición sino por su similitud a otras piezas aparecidas en otras zonas de ocupación púnica caso de Ibiza. 43 en este caso el tema representado era un individuo cabalgando sobre una figura mitológica marina. 44 única excepción en piezas contextualizadas es el sello hallado en Tamuda (Bernal 2009). 42

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vela su plasmación en piezas perecederas; su propia morfología circular y carente de mamelones, lo cual las convierten en piezas muy aptas para usarse sobre masas poco plásticas y de fácil desmolde; y finalmente sus reiteradas representaciones iconográficas muy relacionadas con la fecundidad y los ciclos agrícolas. el análisis conjunto de estas piezas ha llevado a suponer una doble significación para esos productos sobre los que fueron usados y objetos últimos del sellado: gremial y ritual; no obstante y dado que rara vez presentan inscripciones preparadas para ser impresas y vistas por quienes fuesen a tomar el producto resultante45 y, ante las evidencias cada vez mayores y más claras en el conjunto de las piezas analizadas, no cabe la menor duda de su alto significado votivo. esta afirmación cobra peso tras valorar el exiguo número de ejemplares registrados, una escasez que solo puede explicarse al considerar estos productos como piezas excepcionales para usar en contadas ocasiones (festividades y conmemoraciones) y analizar su iconografía. en base a esto último se han podido distinguir hasta cinco tipos de esquemas como sus principales motivos decorativos: 1. Imágenes genéricas de divinidades, sobre todo, relacionadas con los ciclos agrícolas. 2. representaciones asociadas al mundo militar, principalmente con la conmemoración de victorias bélicas. en relación a estos episodios, también son comunes los discursos asociados al culto imperial. 3. escenas teatrales con alto significado votivo. 4. escenas de aventuras mitológicas, asociadas a los ciclos agrícolas o bien a personajes del mundo político. 5. manifestaciones de consumaciones matrimoniales.

Desde el punto de vista tipológico, todas las piezas repiten un mismo esquema físico común, lo cual corrobora una producción muy homogénea. son realizadas en cerámica con decoración en negativo a partir de una matriz previa que no se ha localizado en ninguno de los casos,46 presentan un acabado exterior muy descuidado, morfología circular con medidas estandarizadas (10-15 centímetros), muy aptas para crustulae tipificadas y posiblemente comunales47 y una composición en la que salvo los ejemplares de Benalmádena y elche. la única excepción es la matriz localizada en oliva (Valencia) con la decoración en relieve y que quizás sea un punzón madre de sellos de panaderos. 47 una estandarización parece diluirse con el tiempo, sobre todo su tamaño se va reduciendo en momentos tardíos, posiblemente para ajustar la producción al individualismo propugnado por el cristianismo. 45 46

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figura 9. mapa de distribución de los sellos de panaderos atestiguados en la Península Ibérica.

prima una orla lineal continua que facilitaría el contenido de la masa y mejoraría su estampillado.48 en la actualidad estamos trabajando sobre 72 sellos de panaderos, que evidentemente obviamos describir aquí dadas las características de este estudio; sin embargo queremos presentar algunas de nuestras aportaciones al respecto, como el mapa de distribución de los sellos localizados en Hispania (figura 9). respecto a la cronología de la mayor parte de las piezas catalogadas en nuestro estudio, debemos decir que la mayor parte de los sellos carecen de contextos y proceden de excavaciones y/o donaciones muy antiguas. únicamente sus características decorativas, pastas u acabados han permitido encuadrarlas dentro de momentos posteriores a época trajanea. la determinación última y esencial para llegar a dicha fecha ha llegado al 48 en ocasiones también suele aparecer en uno de los extremos de la pieza una rama fitomórfica. Posiblemente en clara alusión a ceres como divinidad protectora del campo y sus frutos, sobre todo el trigo, con el que se fabricarían estos panecillos.

contrastar su ausencia en yacimientos tan esclarecedores como Pompeya. este interesante dato parece indicar que el momento de la proliferación de los sellos, al menos con significación religioso/votiva, se produjo en las postrimerías del reinado de Vespasiano. la única pieza exhumada siguiendo criterios estratigráficos modernos se localizó en el año 2001 en Lucentum y se fechó en la primera mitad del siglo II d.c., a tenor de los materiales que aparecieron en su mismo contexto. entre ellos las formas Hisp. 29, 30, 35/36 o 37, junto con africanas de cocinas del tipo ostia III, 332 y III, 267 y algunos fragmentos de ArsW-A.49 Para épocas posteriores su uso está menos extendido. De hecho, únicamente se ha localizado un ejemplar procedente de los fondos del mnAr (Gijón y Bustamante 2010: 19). se trata de una pieza pequeña y fragmentada 49 Agradecemos los datos aportados por su excavador, A. Gilabert. este agradecimiento lo hacemos extensible al museo de Alicante, en especial a manuel olcina y Ana García por la paciencia en las peticiones hechas.

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en la que únicamente se aprecian como elementos decorativos unas espigas en uno de sus laterales. este ejemplar se caracteriza por presentar pastas que han sido calificadas como «tardías», al tener desgrasantes gruesos y poco amasados; un acabado muy alejado de la finura y el carácter depurado de las pastas anteriores. Además su propio tamaño se acercaría más a lo que Deonna (1919: 86-87) determinó como eulogiae, es decir, panecillos individualizados y bendecidos, muy adaptados a comportamientos tardíos y ya vinculados con la religión cristiana. De igual modo, en niveles tardorromanos se han documentado las denominadas bandejas de pan, a modo de cazuelas, de entre 30-40 centímetros de diámetro y 6-7 centímetros de altura que permiten poder obrar con la masa directamente (laiz y ruiz 1988). Los moldes pasteleros

Bajo esta definición se han agrupado una serie de moldes realizados en barro cocido a partir de pellas «pastosas» y muy depuradas que, más allá de una función vinculada a la producción alfarera, han sido asociados a actividades culinarias, pese a compartir una apariencia muy similar a los moldes usados para la realización de figuritas de terracota. sin embargo, sus matrices presentan unas particularidades muy específicas que los diferencian claramente, aunque inicialmente no se reparase en ello y existiese una cierta confusión respecto a su interpretación por parte de algunos estudiosos que los catalogarán desde diversas perspectivas: moldes alfareros (charles-Picard 1947: 99-100), moldes para realizar antefijas (Goury 2004: 7), matrices para vidrios (sennequier et alii 1998: 170) o ex votos de cera (floriani squarciapino 1954: 83-99). no obstante, particularidades específicas y muy reseñables en el conjunto de estas piezas, tales como la no aparición en positivo, el buen acabado de sus dos valvas (tanto en su parte externa como interna), la posesión de mamelones y, sobre todo, sus hallazgos en contextos vinculados a labores de panificación como demuestran los estudios realizados en ostia por Pasqui (1906), floriani squarciapino (1954), Pavolini (1986) y Descoeudres (2001) fueron determinantes para su inclusión dentro del universo culinario, e incluso para demostrar su uso en el proceso de elaboración de dulces destinados a ser repartidos en comidas de carácter público. en este sentido, las excavaciones en ostia realizadas a inicios del siglo pasado fueron esenciales para todo ello. en ese contexto italiano los hallazgos aparecieron vinculados a 35 dolia defossa con clara conexión con la producción de crustulum et mulsum (Pasqui 1906: 371-373;

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Petriaggi 1987: 161-162, ficha 68; 1992). Aun así y pese a aparecer en dichos lugares, su aceptación como elementos vinculados a la industria panadera fue inicialmente muy discutida e incluso negada, como ya hemos indicado anteriormente. De igual modo ejemplares análogos fueron rastreados por floriani squarciapino (1954) en roma, paestum, cividale, estrasburgo, sabratha o Leptis Magna, teniendo todos ellos como puntos comunes la morfología de la valva, así como la temática vinculada a escenas zoomórficas, teatrales o de venationes (floriani squarciapino 1954). también aparecen en suasa (Italia) en contextos del siglo III d.c. (mazzeo 2003: 130-131, figs. 6 y 7), donde el felino va a ser el motivo elegido para su representación y en otros puntos geográficos como en francia (Benoit 1964; Deneauve 1986; Bonifay 2001; excoffon y lemoine 2008) y en el entorno del lago carinthie en Austria (salomonson 1972: 99). los moldes identificados como pasteleros son matrices realizadas en terracota que genéricamente presentan una tendencia ovoide y generalmente son bivalvos.50 su aspecto ha llevado a algunos autores a asimilarlos a elementos malacológicos, tomando como metáfora «conchyliologique» (Janon 1978; excoffon y lemoine 2008). morfológicamente poseen dos acabados, uno en su parte externa y otro en su zona interna. la zona considerada interna presenta en negativo el motivo que se quiere plasmar y comúnmente dicha escena aparece delimitada por una orla lisa de aproximadamente 1 centímetro de espesor que, en su parte inferior, se suele retranquear, creando una gruesa peana. con respecto a las zonas exteriores su acabado es exquisito, alisado y muy cuidado, tratamiento que en nada se asemeja a los moldes destinados a la producción cerámica, además de aportar un mamelón en la parte exterior de cada una de las valvas y unas pequeñas muescas a bisel. Ambos elementos, totalmente exclusivos de estas piezas, tuvieron la misión de sostener y aguantar la cuerda que uniría las dos valvas y de este modo permitir introducir la pasta por la parte inferior (figura 10). Iconográficamente los moldes presentan esquemas y temas muy repetidos: representaciones lúdicas y animales. en lo que se refiere al primero, el discurso más frecuente es el de los actos teatrales, siguiéndoles las escenas gladiatorias entre hombres y bestias. en el segundo grupo prima la variedad en la fauna, tanto con componente de ferocidad (felinos), como más dóciles (bo50 Presentan unas medidas más o menos estándares, con una longitud de 20-25 centímetros, una anchura de 9-12 centímetros y un grosor de la pared entre 2-3 centímetros.

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figura 10. Posible reconstrucción del uso de los moldes. reconstrucción hecha a partir de las hipótesis de excoffon y lemoine 2008.

vinos y ovinos). en ningún momento aparece representada una divinidad ni elementos alegóricos que permitan asociarlos a rituales concretos. Dentro de las actividades panificadoras, estas piezas acabaron vinculándose a masas pasteleras más que a panes propiamente dichos, dado que la composición del pan, una vez cocido, no permitiría apreciar los detalles minuciosos que aparecen en la mayor parte de estos moldes; de ahí el asociar su uso a otro tipo de pastas que, una vez cocida o sin cocer,51 permitiese fijar todos los detalles del molde. un claro ejemplo sobre lo que venimos señalando puede apreciarse en el molde con representación de un león estudiado en mérida (Bustamante et alii 2011) donde toda su figura, incluso su melena, se ha detallado minuciosamente. en este sentido las fuentes clásicas se hacen eco de la amplia difusión que el consumo de masas dulces tuvo en roma. De hecho, dentro de la categoría profesional de pistores existían variantes asociadas directamente a la producción de aglutinados dulces diversos, los denominados pistores dulciarii (marcial 14, 222) o de manera más específica los crustulari (sen. Epist. 56, 2), placentarii (cato. Agr. 86) o libarii (cato. Agr. 85). Por ello es más que evidente que la relación entre el panadero y el pastelero tendría un hilo común que sobrepasaría su propia nomenclatura. en este sentido, la comA la hipótesis de que estos productos no sean cocidos hay que añadirles la ausencia de trazas de termoalteración en las piezas cerámicas ni la sobre cocción de las pastas de estas piezas. Probablemente haya que valorar una maceración distinta.

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partición no solo de espacios de trabajo, sino de igual modo de algunos aperos hizo que, en muchas ocasiones, pistores y dulciarii definiesen a los mismos profesionales. la escasa referencia a estos últimos en las fuentes textuales y epigráficas se explica por el uso y «abuso» de la miel, base fundamental de la repostería romana. A tal efecto jocosamente marcial (14, 222) hablaba del monopolio de las abejas para estos menesteres, ya que en época romana desconocían el uso de la azúcar y su consumo en caña entró tardíamente a roma desde egipto, de ahí que ese necesario punto dulce se obtuviese principalmente de la miel o de aditivos provenientes de algunas frutas (Dosi y schenel 1992: 19). siguiendo estas mismas fuentes, se puede percibir cómo el consumo de estos dulces, a diferencia de lo que ocurre en la actualidad, se alejó de los actos conviviales y de las comidas, para reservarse a momentos culminantes y muy relacionados a actos sociales (salza 1978-80: 116117). las referencias o alusiones directas hacia estas masas dulces son numerosas, y frecuentemente catón (Agr. 96) o Apicio (Libr. 7-8) se paran a valorar estos manjares y, como viene ocurriendo en otras partes de este trabajo, las mejores evidencias en relación a estos productos se localizan en Pompeya. Así, la única imagen localizada sobre este tipo de alimentos corresponde a lo que ha sido identificada como una tarta de morfología redonda y recubierta de pequeños frutos. Dicha representación se encuentra decorando una de las paredes de la villa de Popea en oplontis (salza 1978-80: 117). otra representación se encuentra dentro de los motivos representados en un mosaico de timgad en el que se perciben pequeños pasteles datados en los siglos III-IV d.c. (Blanc y nercessian 1992: 89).

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respecto a ese grupo de profesionales capaces de realizar alguno de estos dulces, las únicas evidencias epigráficas existentes proceden de Pompeya. una serie de grafitos localizados en las proximidades del templo de Apolo de la ciudad vesubiana hacen alusión a dos individuos pudens y Verecundus ―calificados como libarius― que, ambulantemente, vendían libum (seneca, Epist. 56, 2), un dulce sacro consumido por sus fieles (Avvisati 2007: 174-175). y es que se localizan más evidencias de ese consumo ambulante ―caso de los pasteleros antes referidos o bien por la pequeña figurilla de Príapo vendiendo estos productos― que en los propios ámbitos productivos. De igual modo, las únicas instalaciones que, como tales, pueden ser asociadas a la producción de estas masas son dos espacios localizados en Pompeya, más concretamente en la Reg. V, Ins. I, n. 15 y en la Reg. I, Ins. IV, n. 17. Al igual que ocurría anteriormente, la pastelería en sus inicios estuvo muy relacionada con el mundo votivo (Blanc y nercessian 1992: 82-83). Para Hispania, son muy pocas las evidencias que nos permiten hablar de establecimientos dedicados a la pastelería (panificia); no obstante esta carencia no es óbice para asegurar su actividad. Queda el testimonio de los moldes ya localizados y las constantes alusiones a la miel, un producto muy valorado y afamado desde época prerromana (estrabón 3, 2, 6; Plinio 21, 74). los vestigios arqueológicos asociados a esta producción y a esta cronología se han localizado muy ampliamente en todo el levante peninsular (mata y Bonet 1992; Bonet y mata 1995, entre otros). estos elementos vienen a ser tubuli de cerámica que permitían a las abejas impregnar sus paredes de este preciado producto. Por el contrario, las evidencias de época romana son más parcas y se focalizan al entorno de Bracara Augusta (morais 2006), así como Segobriga (De Almeida y morín 2012). Pese a la escasez de este tipo de piezas en Hispania ―solo se conocen nueve ejemplares―, las características intrínsecas de sus elementos han servido para determinar su función como molde para pan/dulces. en primer lugar, se desconocen las piezas en positivo que puedan estar generadas por estos moldes, lo cual induce inmediatamente a ponerlos en relación con una producción perecedera. en segundo lugar, hay que valorar su cuidadoso acabado, ya varias veces comentado, tanto en su zona exterior como interior. en tercer lugar, la constatación de asideras a modo de mamelones en sus dos valvas, ausentes en otros moldes cerámicos y que favorecerían el desmolde del producto generado, hecho al que también ayudarían las tres digitaciones o muescas habituales en el marco del molde. en cuarto lugar, la calidad de la pieza que, como ya se ha referido, indicaría su uso para acoger y modelar pastas muy blandas, pero jamás barro por muy depurado que estuviera.

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figura 11. molde con representación de felino localizado en mérida. Imagen: f.J. Heras.

De los nueve moldes hispanos, tres se han hallado en mérida (Bustamante et alii 2011) ―figura 11―, tres en elche (ramos 1953 y 1955), uno en córdoba (Ventura 2002), uno en Ampurias (Benoit 1964) y uno más en cádiz (figura 12). una curiosidad respecto al material usado para su fabricación fue constatar en los ejemplares emeritenses que sus pastas presentan coloración anaranjada-rojiza con el recubrimiento de una fina de capa engobada blanquecina que podrían indicar una posible procedencia africana, de talleres de el Jem, nabeul, cartago, útica, timgad o Volubilis, donde se ha constatado ampliamente su producción (salomonson 1972; Deneauve 1986; D’oriano 1989; Bonifay 2004).

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figura 12. mapa de distribución de moldes localizados en Hispania.

en referencia a su cronología, la historiografía tradicionalmente ha apuntado a la época del emperador septimio severo como la más propicia para estos repartos, coincidente con el momento de máximo apogeo de los actos evergéticos (salomonson 1972; Ventura 2002: 231). esta datación fue aportada por los trabajos en uzita, cartago (Deneauve 1986: 143), Atenas (Grandjouan 1961), ostia (floriani squarciapino 1954: 95), el Jem (Bonifay 2004: 437), fréjus (lemoine 2005-2006), nice-cimiez (excoffon y lemoine 2008), Autun (rebourg 1987), Ambrussum (Janon 1978) o toulon (Pasqualini 1987). recientemente se han documentado en mérida tres moldes contextualizados a mediados del siglo II d.c. (Bustamante et alii 2011), dado que en su registro aparecieron sigillatas hispánicas de clara cronología antonina (formas Hisp. 15-17 de pared exvasada y formas 37 con monotonía decorativa geométrica) y una cabeza de terracota de factura local del tipo II de Gijón que corrobora esa datación. Por el contrario, el ejemplar de Corduba se ha fechado en el siglo III d.c. (Ventura 2002). no obstante, a nivel general, resulta difícil datar

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las piezas, ya que la mayor parte de los ejemplares conocidos provienen de excavaciones antiguas y generalmente sin contexto. en cuanto a la finalidad de ese dulce realizado a partir de estos moldes, de nuevo hay que buscar la información en los autores clásicos, donde resulta habitual encontrar alusiones al consumo de pastelillos con variadas formas. en el caso de Petronio (Satyr. lX, 4-5) se habla incluso de formas mitológicas hechas en masas pasteleras, más concretamente de un Príapo que, aderezado con frutas, hacía las delicias de algunos comensales presentes en la cena de trimalción. también se ha comentado cómo marcial se hace eco de la fabricación de miles de figuritas por parte del pistor dulciarius (mart. Epigram. XIV, 222). De igual modo, estas mismas fuentes mencionan su asiduidad y multiplicidad de formas en las popinae de los teatros (mart. Epigram., 11, 31, 9-10 y 14, 223; suetonio, Domiciano, 8, 4, 6), en los banquetes refinados, en los círculos cortesanos (Hist. Aug. Heliogábalo, 27, 3), donde se menciona la profesionalidad de los maestros reposteros de su entorno cercano, capaces de

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imitar formas variopintas e incluso su presencia en las escuelas al servir de regalos o premios por parte de los profesores a sus alumnos más aventajados (Hor. Serm. 1, 1, 25-26). en este sentido, es muy esclarecedor el comentario de suetonio, donde se describe toda la parafernalia que estos repartos conllevaban, incluyendo rifas y repartos de este tipo (Guillén 1995: 414-415). estas alusiones ratifican el consumo de estas piezas en los ludi romani, e incluso su vinculación con esas rifas o refrigerios frecuentes durante estas celebraciones. es por ello que quizás de los nueve ejemplares localizados en Hispania, dos aparecieron en contextos muy cercanos físicamente a edificios de espectáculos, ya que tanto el ejemplar localizado en Gades como el de Corduba se hallaron próximos al teatro. los pISTORES en HISpANIA

la profesión de panadero o molinero (pistores) constituyó una de las categorías profesionales esenciales en la vida cotidiana (Alföldi 2003: 24-25) y las familias más importantes de roma tenían en propiedad a esclavos especialistas que consiguieron elevar el valor del pan a precios desorbitantes cuando sus habilidades como molineros, panaderos y pasteleros eran bien consideradas y reconocidas (Gel. NA. 15, 9). esta importancia social adquirida por los panaderos tiene un claro ejemplo en Pompeya, donde aparecen alusiones directas a campañas electorales de los pistores para alcanzar cargos políticos, como Cn. Helvius Sabinus (inscripción localizada en la Reg. I, VIII) o Iulium polybium (CIL IV, 875) entre otros. este reconocimiento también se cristalizó en el otorgamiento de ciertos privilegios al collegium de pistores (cracco 1971: 87, n. 4; sirks 1999: 103-109), así como un apoyo constate de los emperadores hacia todos ellos debido a la importancia de su trabajo (Hampson 1917: 43), a su relación con los repartos de alimento, por la puesta en venta de panes a un precio convenido con las autoridades romanas y por el abastecimiento de panes específicos a determinados individuos (Virlouvet 2009). esta última realidad está perfectamente reflejada en una representación que alude al reparto de pan como acto de munificencia en la casa VII, 3, 30 de Pompeya y donde se muestra a un hombre togado en el momento de dicha entrega a individuos de una clase social inferior (clarke 2003: 259261, lámina 23). Aunque en Hispania no se conocen referencias expresas a collegia de pistores sí existe una inscripción procedente de la antigua Vgia, actual utrera, donde los duoviri imponen una multa a los pistores (ex multis pistores [sic.]) (ordoñez y saquete 2009). el he-

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cho de que se impusiera una pena en conjunto y se aluda de manera genérica a los pistores ha permitido incluso suponer un posible asociacionismo de panaderos y, por consiguiente, hablaría de un posible collegium. con el paso del tiempo, el duro trabajo asociado a la molturación del cereal y la progresiva adquisición de dichas instalaciones por parte de simples liberti o ciudadanos de clase social baja, desacreditaron el trabajo y arte de los panaderos y molineros. esto comportó que la visión social generalizada y estereotipada hacia estos trabajadores y dueños de pistrina fuese realmente negativa.52 Algunos autores, como marcial, hablan de las malas costumbres de estos individuos, a quienes considera derrochadores y malos trabajadores (mart. 8, 16, 1; 11, 31, 8). esta mala concepción del pistor dentro de la sociedad se debe, posiblemente, a su función de mercaderes, grupo al que los ciudadanos señalan como los causantes del alza de precios, junto con los ediles (petr. 44) y también por su fama de torturadores y explotadores de sus sirvientes. este sentimiento es manifestado por Apuleyo en su obra Metamorfosis (9, 10), donde equipara el trabajo en un pistrinum con un castigo semejante al de los condenados llevados «a las galeras» (cic. De Orat. 1, 46 o ter. An. 199). Por otro lado, es necesario resaltar que todos los pistores, documentados en Hispania a partir de los documentos epigráficos, son libertos. Posiblemente fueron trabajadores de origen servil que, una vez manumitidos, experimentaron una promoción social y tuvieron la posibilidad de hacerse cargo del negocio empleando a otros libertos y libertas (CIL II 5975). Además de los tres conocidos procedentes de mataró (Barcelona), Almoines (Valencia) y cartagena (Gimeno 1988: 48-49), en los últimos años se ha dado a conocer una inscripción que confirma el origen servil de esta clase de trabajadores (HEp 5, 1995: 596; Abascal y ramallo 1997: n.º 134). el epígrafe menciona la presencia del liberto Marcus Aecilius Eros (CIL, II, 05975; corell 1999: n.º 213) en una inscripción funeraria localizada en Almoines (Valen-

Aunque no directamente referido a su condición de panadero, sino por su linaje de clase social baja, hay que recordar que suetonio no olvida destacar la ascendencia materna de Augusto como nieto de panadero en los siguientes términos: «sin embargo, Antonio, a quien ya hemos citado, hace también burla de la ascendencia materna de Augusto y le echa en cara que su abuelo era de linaje africano y que había explotado en Aricia una tienda de perfumes, y luego una tahona. la verdad es que también casio de Parma vilipendia en una carta a Augusto, no solo por ser nieto de un panadero, sino que también por serlo de un cambista de tres al cuarto, y le apostrofa con estas palabras: “la harina de tu madre procedente del más abyecto de los molinos de Aricia, la amasa un cambista de nerulo con las manos mugrientas por un inmundo lucro”» (suet. Aug. 4, 2). 52

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figura 13. A. Inscripción de Gandía. Imagen: corell 1999: n.º 213. B y D. Inscripciones con alusiones a pistores localizadas en murcia. Imagen: Abascal y ramallo 1997: n. 134 y 154. c. Inscripción localizada en mataró. Imagen: fabre et alii 1984: 106.

cia). este nombre presenta una clara raíz griega y un origen esclavo. en Carthago Nova, se menciona explícitamente el origen liberto de otro pistor (Abascal y ramallo 1997: n.º 134). la fractura de la inscripción impide valorarla en amplitud; no obstante, el cognomen (E)ros aparece de nuevo de manera explícita. también en Carthago Nova, se catalogó otra inscripción en la que se hace mención a Marcus Libertus Nicephor (Abascal y ramallo 1997: n. 154) y en mataró un curioso epígrafe hace alusión a una panadera femenina, Caeciliae, liberta de marco (fabre et alii 1984: 106) ―figura 13―. todas estas inscripciones presentan una serie de rasgos comunes. Aparecen en contextos funerarios, corresponden al grupo de los libertos y los individuos mencionados presentan una clara procedencia griega. De igual modo, cabe destacar que el material epigráfico no hace mención expresa a los pistrinarii, un término poco empleado que debió confundirse generalmente con el de pistor y que se refiere no tanto a los trabajadores de los molinos y panaderías o pastelerías, sino a sus propietarios. la presencia de estos pistrinarii está atestiguada por la mención de ulpiano (Dig. 16, 3, 1, 9) y por un epígrafe, de lectura dudosa, procedente de roma, donde se dice pristinar[iu]m (CIL VI, 33889). tampoco se conoce, por el momento, la existencia de molendinarii o encargados de los molinos hidráulicos (Wikander 1979: 23). refleXIÓn fInAl

en este trabajo hemos tratado de analizar los restos materiales relativos al proceso de panificación del ámbito hispanorromano, desde el mismo momento de la recolección del cereal hasta el envío de la masa trabajada al consumidor. en este sentido, además de las estructu-

ras que facilitaron la conservación, molturación o cocción, hemos analizado los aperos propios del trabajo realizado en los pistrina, que comprenden desde los molinos y artesas hasta los denominados sellos de panaderos y los moldes de pasteleros. las evidencias procedentes de la Península Ibérica, aunque escasas, nos permiten comprender aspectos menos conocidos en regiones donde estas estructuras y su cultura material se vienen estudiando desde hace bastantes años, como en las ciudades vesubianas o en ostia. los restos aparecidos en Hispania no solo confirman algunas teorías ya expuestas a partir del estudio de la cultura material descubierta en las urbes italianas, sino que también enriquecen de manera sorprendente nuestro conocimiento sobre el entramado, la gestión y fabricación del pan y sus derivados, productos básicos en la dieta romana. en este sentido, este trabajo nos informa de la presencia de molinerías periurbanas, además de centros de producción en municipia, villae y vici, o del significado de algunas piezas, como los moldes de pasteleros, que adquieren un mayor sentido si se ponen en relación con los edificios de espectáculo próximos a los hallazgos, lo que nos advierte sobre la necesidad de incidir en el estudio del contexto que nos permitirá determinar además con más precisión su datación, una cuestión aún no resuelta. en definitiva, los testimonios relativos a horrea y espacios de cocción, y sobre todo de los pistrina, concepto que engloba las molinerías, panaderías y pastelerías, nos han permitido valorar de manera lineal el proceso completo de manufactura artesanal para la fabricación de productos alimenticios, que tuvieron una importancia vital en la economía cotidiana y que, sin embargo, su estudio ha pasado casi desapercibido hasta el momento en el ámbito hispanorromano.

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Artifices Idoneos: artesanos, talleres y manufacturas en Hispania. reunión científica, mérida (Badajoz, españa), 25-26 de octubre, 2012.

ArtesAnos y tAlleres Del Hueso en lA HISpANIA romAnA f. Germán roDrÍGueZ mArtÍn, arqueólogo

resumen: uno de los primeros problemas que nos encontramos a la hora de abordar el tema es cómo denominar a los artesanos que trabajan la industria ósea. no conocemos el nombre con el que los romanos se referían a los operarios del hueso y del asta, posiblemente, como dice séneca, por tratarse de una actividad «servil y vulgar». el hecho de que esta actividad no sea uno de los temas más recurrentes en los autores clásicos, y que se aluda de forma tangencial a algunos de sus útiles, no implica que se trate de una labor poco desarrollada. la arqueología da muestras constantes, y relativamente abundantes, del amplio desarrollo que tuvo a lo largo del Imperio romano. Ahora bien, pese a ser un elemento que suele aparecer con asiduidad en la mayoría de los yacimientos, es a la vez uno de los artefactos menos estudiados y, por tanto, más desconocidos. Bajo estas premisas, al no contar con tanta información como en otras actividades artesanales, caso, por ejemplo, de la cerámica, los estudios están aún en las primeras fases, si bien en los últimos años se está avanzando gracias a los trabajos que se están llevando a cabo. Investigaciones que van completando las carencias de datos que hasta el momento tenemos.

summary: one of the first problems we encountered when addressing the issue is referred to the name of the artisans working bone industry. We do not know the name by which the romans referred to the craftsmen of bone and horn, possibly as seneca said because it is an activity “servile and vulgar”. the fact that this activity is not one of the most recurrent themes in the classics, and for references tangentially to some of his tools, does not imply that it is an underdeveloped work. Archaeology gives constant samples, and relatively abundant, the extensive development that took over the roman empire. now, despite being an element that usually appears regularly in most fields, is both one of the least studied artifacts and therefore more unknown. under these premises, not having as much information as in other craft activities, case, for example, ceramics, studies are still in the early stages, although in recent years it is moving forward thanks to the work being carried out. Investigations are completing the data gaps which we have so far. Palabras clave: eboraria, acus, acus crinalis, adorno personal, talleres, artesanos. Key words: eboraria, acus, acus crinalis, personal adornment, workshops, craftsmen.

IntroDuccIÓn

uno de los primeros problemas que nos encontramos a la hora de abordar el tema es cómo denominar a los artesanos que trabajan la industria ósea. no conocemos el nombre con el que los romanos se referían a los trabajadores del hueso y del asta, posiblemente, como dice séneca (Pérez 1995: 90) por tratarse de una actividad «servil y vul-

gar». recientemente, y de forma genérica, se ha querido denominar a esta actividad artesanal con el nombre de eboraria, si bien es un vocablo que hace referencia al artesano que trabaja el marfil. Pensamos que, al tratarse de una actividad que incluye los mismos procesos de ejecución (cortar, esbozar, pulir y tallar) podríamos adoptar dicho término, ante la carencia de un vocablo concreto, para también designar a los artífices que trabajan el hueso y el asta.

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cierto es que esta actividad artesanal apenas interesa a los autores clásicos,1 aunque sus piezas se encuentren de forma habitual en la vida cotidiana. las escasas referencias que nos han llegado se relacionan con el uso de objetos empleados esencialmente en el ámbito del denominado mundus mulieribus, más concretamente con el ornamentum: peinado y objetos que se emplean, acicalamiento, etc. en ese aspecto contamos con la descripción de Apuleyo (Met., II, 9 y VIII, 13), quien nos comenta la utilización de las acus crinalis en la sujeción del peinado, y de san Isidoro de sevilla (Etym, XIX, 31,8), que recoge el empleo de los discriminalis en el tocado: «Discriminalia capitis mulierum sunt bocata ex eo, quod caput auro discernat, nam discriminare dividere dicitur». en otros aspectos de la toilette femenina, Juvenal (Sat., II, 90-100), nos habla de la aplicación de tintes y cosméticos de la siguiente forma: «mediante una aguja pequeña se alargan las cejas con hollín humedecido y se las pinta alzando sus ojos parpadeantes». sin lugar a dudas Juvenal no se refiere a los acus crinalis sino a las pequeñas espátulas. Por su parte silo Itálico (XV, 16) alude a los diversos usos que se les puede dar a los alfileres, en unos casos para el peinado y en otros como arma de defensa. siguiendo esta línea, Dión casio, (XlVII, 8) cuenta que fulvia, mujer de marco Antonio, una vez asesinado cicerón, le clavó en la lengua un alfiler que llevaba en el cabello; y en otro pasaje más adelante hace referencia a que cleopatra, en otra de las versiones sobre su envenenamiento, nos comenta que lo llevó a cabo a través de un alfiler untado de veneno que llevaba en el pelo (D.c., lI, 14). ovidio (Ars Am., I, XIV, 15-17), apostilla un poco más sobre el uso de los alfileres, ya no solo como defensa, sino además para infringir castigos: «no los arrancó la aguja ni las púas del peine, la peinadora nunca tuvo que temer por su cuerpo. muchas veces la peinaban ante mis ojos y nunca, quitándose la aguja, pinchó con ella los brazos de quien la peinaba». en el apartado textil las referencias son muy escasas, sin embargo, disponemos del testimonio de cátulo (lXIV, 311-319) que hace una buena descripción de cómo la mujer manejaba el huso y la rueca en el hilado: «la mano izquierda sostenía la rueca revestida de lana blanda. la derecha, tirando ligeramente de los hilos, le daba forma con los dedos vueltos hacia arriba, o bien teniéndolos sobre el pulgar hacia abajo, hacía girar el huso, equilibrado por la redondeada tortera (fusayola)». como venimos exponiendo, son pocas las referencias a los útiles de hueso. sin embargo, en Plinio (N.H., ov, Ars Am., I, 150; I, 510; III, 240; ulpiano, Dig., XXXIV, 2, 25,10; Petronio, Sat., 21; mart, Epigrama. II, 66.

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XXXIV, 139) encontramos una alusión al empleo de los estilos de hueso en la escritura: «Et tum stilo osseo scribere institutum vetustissimi auctores prodiderum». Alusión importante, dado que se trata de un objeto difícil de clasificar que, como veremos, puede encontrarse en la bibliografía unas veces como pieza de escritorio (Gostencnik 2005: 41-70) y otras como huso (Béal 1983a: 151-162 y 1984: 41). el hecho de que esta actividad no sea uno de los temas más recurrentes en los autores clásicos, y que se aluda de forma tangencial a algunos de sus útiles, no implica que se trate de una labor poco desarrollada. la arqueología da muestras constantes, y relativamente abundantes, del amplio desarrollo que tuvo a lo largo del Imperio romano. Ahora bien, pese a ser un elemento que suele aparecer con frecuencia en la mayoría de los yacimientos, es a la vez uno de los artefactos menos estudiados y, por tanto, más desconocidos. en las memorias de las excavaciones se recogen con asiduidad, aunque se limitan únicamente a mencionar el número y las formas ―centrándose sobre todo en las acus y los acus crinalis― dado que se trata de objetos que aportan poca datación cronológica. este hándicap, por el momento, es precisamente uno de los inconvenientes a la hora de utilizarlo como fósil director. Además, a diferencia de las formas cerámicas de lujo, cambiantes según épocas, los modelos realizados en hueso, asta o marfil, como pueden ser las agujas, los alfileres, los husos, etc., persisten a lo largo de los siglos. De este modo encontramos representaciones donde están presentes los acus crinalis en series numismáticas de primera época, en relieves, o en pinturas, caso de los retratos del fayum (figura 1), de cronología más tardía. Bajo estas premisas, al no contar con tanta información como en otras actividades artesanales, caso, por ejemplo, de la ya mencionada cerámica, los estudios están aún en las primeras fases, si bien en los últimos años se está avanzando gracias a los trabajos que se están llevando a cabo, entre otros países, en francia y Alemania. Investigaciones que van completando las carencias de datos que hasta el momento tenemos. confiamos en que en los próximos años podamos brindar un panorama más completo de la industria ósea de época romana en la Península Ibérica.2 Actualmente, estamos inmersos en un estudio más profundo sobre la industria ósea en Hispania, que esperemos vea muy pronto la luz. confiamos que los resultados obtenidos brinden un panorama más esclarecedor de esta actividad artesanal y de sus productos, durante la época romana, en el marco peninsular.

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Anejos de AEspA LXXI

ESTADO DE LA INVESTIGACIÓN

ARTESANOS Y TALLERES DEL HUESO EN LA HISPANIA ROMANA

Debemos partir de la base que a este tipo de industria se le ha prestado poca atención por parte de los investigadores durante mucho tiempo, salvo a las piezas excepcionales. Pese a que nos encontramos ante uno de los elementos que con más frecuencia aparecen en las excavaciones. Eso sí, como venimos apuntando, se trata de piezas que no aportaban una cronología precisa, dado que su periodo de vigencia suele ocupar varios siglos sin apenas mostrar transformación. Los primeros trabajos donde empieza a recogerse este tipo de artesanía se remontan a 1888, año en el que Crochet analiza los objetos procedentes de las necrópolis de Trion y del castillo de Fourvière. Recoge en sus 71 páginas, entre los objetos de toilette, los útiles realizados en hueso. Años más tarde, localizamos a cargo de Vassy y Muller (1907) el primer trabajo dedicado íntegramente al estudio de un taller de bisagras de hueso, localizado en Sainte-Colombe-lès-Vienne (Francia). Unos años más tarde, los mismos autores prestan especial atención al material de este yacimiento, en el que aparecen no solo piezas de hueso completas sino también esbozadas. Los resultados obtenidos se presentan en el Congreso de Nîmes y se publican en la revista Rhodania (Vassy y Muller 1922: 1-14). Durante todo el siglo XX el estudio del material óseo se va a centrar básicamente en la identificación tipológica. Cary (1923) hace un trabajo sobre las tesserae gladiatoriae, recogiendo las realizadas en hueso. Davidson (1952), recopila los objetos menores procedentes de las excavaciones de Corinto, y presta atención también a las piezas de hueso trabajado. Paris (1949-50), unos años más tarde, investiga sobre los mangos de cuchillo de hueso y marfil encontrados en Vertillum. Dentro de ese panorama de estudios sobre piezas de hueso relevantes, Mélida (1933) y posteriormente Maluquer (1956) publican sendos artículos sobre los ídolos de la fecundidad hallados en Mérida (Figura 2). Son trabajos donde prima más la perspectiva ideológica y formal que la asimilación a una industria ósea y su relación con posibles oficinas, etc. Serra Rafols (1948: 145 ss.) acomete el estudio de las agujas de hueso con representaciones femeninas encontradas en Ampurias y Baetulo desde una perspectiva más arqueológica y artística, intentando asignar una cronología a dichas piezas. Siguiendo la misma línea Balil (1962: 70 ss.) publica un artículo sobre las muñecas articuladas realizadas en barro y en hueso encontradas en España. Por esas fechas, en las Memorias de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, Ramos Folqués (1963) publica el material procedente de La Alcudia depositado en el Museo de

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Figura 1. Pintura de El Fayún. Mujer con acus crinalis decorada, o tal vez discriminalis colocadas en la parte superior del moño.

Figura 2. Ídolos o figurillas femeninas relacionadas con algún culto. MNAR, Mérida.

Alicante por Belda (1946), entre el que destaca la abundancia de piezas óseas. Sin embargo, no se realiza un estudio de las mismas, sino que, siguiendo la tónica del momento, se limita únicamente a la mera descripción. Los primeros trabajos peninsulares cuyo punto de atención se centra en el artesanado en general hay que bus-

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carlos a finales de los años sesenta, y sobre todo a partir de los setenta en Portugal. son investigaciones más específicas que tratan de reunir y sistematizar los útiles procedentes de las excavaciones. elsa Avila franca, pionera en estas lides (1968: 67 ss.; 1969: 17 ss.; 1971: 5 ss.), aborda diversos trabajos sobre los objetos relacionados con el adorno femenino (alfileres, anillos, pendientes y objetos de toilette), tanto en hueso como en otros materiales, hallados en el transcurso de las excavaciones de la ciudad romana de Conimbriga. estudios que marcan, principalmente para el caso hispano, un antes y un después en el tratamiento de los enseres recogidos en las excavaciones. en dichos trabajos la autora presenta una «tipología» en la que agrupa los objetos no solo por su utilidad sino también por formas y material. Así, por ejemplo, aporta por primera vez la clasificación por tipos de los acus crinalis recogidos en Conimbriga. siguiendo las mismas directrices de investigación, m.ª salete da Ponte va a seguir publicando en años sucesivos (1978: 133 ss.; 1986: 131 ss.; 1993-1994: 313 ss.), los diversos objetos recogidos en el mismo yacimiento, no publicados por Avila franca, aportando como novedad la clasificación por modelos de las acus. Posteriormente, empleando idéntica metodología lo va aplicar en otros yacimientos lusos (Ponte 1987: 133). A continuación, en la magna obra dirigida por Alarcão, da Ponte, en el volumen VII dedicado a los materiales, recogerá y pondrá en relación dichos objetos con la estratigrafía que las excavaciones proporcionaron (Alarcão et alii 1979: 47-53, 80-84 y 126-150). la exposición celebrada en el museo de Dijón en 1978, bajo el título «le cycle de la matière: l’os», bajo los auspicios de m.-ch. frère-sautot, marca un punto de inflexión en la investigación sobre el hueso trabajado en época romana. Desde este momento los estudios dejan de centrarse únicamente en los objetos para pasar al análisis del material en que están realizados, talleres y técnicas de elaboración. A partir de estas fechas ven la luz en francia las obras de J.c. Béal y Hamm (1979) y los posteriores de J.c. Béal (1981; 1983; 1984…). en Inglaterra, unos años más tarde, se hacen las primeras síntesis locales por parte de crummy (1979) y Greep (1983). con la aparición de estos trabajos, como bien dice Isabelle Bertrand (2008: 4) «l’existence d’un artisanat à part entière, présent dans toutes les provinces romaines et producteur d’une grande variété d’objets et d’accessoires de la vie quotidienne: ameublement, parure, toilette, coiffure, jeu, écriture, filage […] est affirmée». será tras la publicación de las investigaciones de J.c. Béal cuando realmente se comience a prestar más atención a esta actividad artesanal, llamémosle, menor. en los primeros trabajos va a dar una visión global de las piezas de hueso depositadas en los museos de lyon

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(1983) y de nîmes (1984). clasificación que ha servido de modelo para los posteriores estudios que sobre estos objetos se han venido publicando en el resto de europa. A partir de aquí comenzará una amplia lista de trabajos sobre la industria del hueso. macgregor (1985) incide un poco más, preocupándose no solo de la pieza sino también del material sobre el que se trabaja, técnica empleada, animales, etc. en Italia, Guidoni (1983) acomete los primeros trabajos sobre la manufactura del hueso en ese país, y chiara Bianchi aborda el trabajo de los alfileres de hueso de lombardía (1995) y de la colección lagioia de milán (2001: 73-79), así como estudios sobre los lechos fúnebres (2006), tendiendo ya hacia una cierta especialización a la hora de tratar el tema del hueso. en Alemania, tras las tesis de riha (1986) sobre los instrumentos empleados en la toilette y en medicina, donde se recogen las piezas de hueso de los yacimientos de August y Kaesaraugst, Goste̮nčnik (2005) lleva a cabo un estudio en profundidad sobre los útiles óseos del yacimiento de magdalensberg, prestando especial atención a los stilii. en la década de los años 70 y 80 se editan en españa varias publicaciones en las que se va a tratar, entre otros aspectos, la temática de la industria ósea. en ellos se pone de manifiesto la existencia de talleres peninsulares. luzón, en las excavaciones llevadas a cabo en varios puntos de la ciudad de Italica (santiponce, sevilla) saca a la luz un taller de útiles óseos, al que califica de tienda-taller (luzón 1973; 1975 y 1999). rivas (1972), en torre llauder recoge material suficiente para afirmar que en dicha villa se fabricaban útiles de hueso, esencialmente acus, apuntándose los primeros síntomas de la existencia de oficinas ubicadas tanto en núcleos urbanos como en rurales. el primer estudio español centrado exclusivamente en instrumentos óseos lo llevaron a cabo tabar y unzu (1984: 187 ss.) sobre las piezas recogidas en las excavaciones de los yacimientos navarros. en este trabajo se presenta, además de la primera clasificación de los objetos realizados en hueso, la cronología de cada útil con base en la estratigrafía en que aparece. Dicha sistematización se basa, en el caso de las agujas, en el tipo de ojal y, en el de los alfileres, en el remate de la cabeza. Al encontrar huesos cortados y otros en proceso de elaboración plantean la existencia de talleres en algunos yacimientos, caso del de la ciudad romana de Andelo (Andión), o el de la villa de Arellano. un año más tarde franco Arias (1985: 517) da a conocer un nuevo taller de útiles óseos en osuna. en españa, la década de los años 90 y los primeros años del siglo XXI es, hasta el momento, la etapa donde más se ha publicado sobre este tema. no ocurre lo mis-

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ArtesAnos y tAlleres Del Hueso en lA HISpANIA romAnA

mo en la parte lusa, donde apenas encontramos trabajos específicos, limitándose los estudios a recoger el muestrario de las piezas procedentes de las excavaciones. en el ámbito catalán, siguiendo la dinámica iniciada por rivas (1972) y Prevosti (1981a y 1981b) entre otros, Pérez y tort (1990: 156-158), dedican un apartado, aunque sencillo, al estudio del hueso procedente del maresme. en 1992, en el área extremeña se publican varios trabajos en los que se analizan las piezas óseas procedentes de explotaciones rurales. Dentro de la monografía sobre la villa suburbana de el Pomar (Jerez de los caballeros, Badajoz), se dedica un capítulo al estudio de las piezas de hueso recogidas en el transcurso de las excavaciones (Álvarez sáez de Buruaga, Álvarez martínez y rodríguez martín 1992: 154-161). Años más tarde, siguiendo la misma línea de investigación que la iniciada por Béal en francia y tabar y unzu en españa, continuamos, primero con el instrumental óseo de época romana procedente de la villa de torre Águila (rodríguez martín 1991-1992: 216), y unos años más tarde con el material recogido en superficie procedente de las prospecciones llevadas a cabo durante una década en la cuenca media del Guadiana (rodríguez martín y Jerez linde 1994: 511 ss.). trabajos en los que se pretende clasificar los diversos objetos, apoyándose en los estudios que se están realizando en francia, y aportando la cronología ofrecida por la estratigrafía de las excavaciones de la villa de torre Águila (Barbaño, Badajoz). en 1994, Illarregui y Pérez (1994: 259 ss.), en las intervenciones que realizan en Herrera de Pisuerga, descubren el primer taller militar localizado en Hispania dedicado a la elaboración de objetos de huesos. se recogen más de 15 000 piezas que poco a poco irán dando a conocer en años sucesivos (Pérez 1995: 90-102; matía merino 1999: 53-64). Por las mismas fechas el grupo de investigadores que trabajan en la ciudad romana de Complutum (Alcalá de Henares) acomete el estudio de los acus crinalis (rascón et alii 1995: 295 ss.) y de las agujas de costura (Pedreira 1995-1996: 101-110). en ambos trabajos se hace un nuevo intento por sistematizar estos útiles, siguiendo en gran medida las directrices francesas y navarras. en dicho artículo se da a conocer la existencia de una factoría en la complutense casa de los estucos (rascón et alii 1995: 295 ss.) en la que se fabricarían acus, entre otras piezas. lópez ferrer presenta en el congreso nacional de Arqueología (1995: 411-415) un primer avance del estudio que estaba realizando sobre las agujas y los alfileres de época romana. en él hace una clasificación de las agujas de costura y los acus crinalis más significativos localizados en españa. Distingue 8 modelos de agujas según el ojal y 5 tipos de alfileres, con sus variantes (12 en total), según el remate superior.

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A mediados de los años noventa del siglo pasado lópez lópez et alii (1995: 113-130) y morena y lópez (1996: 225-245), registran en sendos artículos dos nuevos talleres de útiles óseos localizados en la antigua Corduba: el de la casa carbonell y el del solar de los leones, incrementando el número de talleres conocidos en españa. en 1996, el profesor martín Almagro-Gorbea (et alii 1996: 170-180), hace un estudio puntual, siguiendo la línea iniciada por Balil, sobre las muñecas articuladas de hueso procedentes de la ciudad romana de Segobriga (saelices, cuenca). siguiendo la dinámica que en estas fechas se viene desarrollando de dar a conocer los materiales recogidos en las excavaciones, tormo, en varios trabajos (1998-2000: 179-200; 2003: 67-75), analiza los útiles de hueso procedentes de la ciudad romana de Mentesa Oretana (Villanueva de la fuente, ciudad real). tirado, en sucesivos artículos, va a mostrar las piezas óseas aparecidas en los controles que se llevan a cabo en Calagurris (calahorra, Zaragoza), detectando abundante material en proceso de elaboración. se trataría de un taller dedicado, esencialmente, a la ejecución de acus y alfileres (tirado 1998: 197-206; 2005: 137-149). en el ámbito del País Vasco, filloy hace un análisis sobre los acus crinalis de hueso de cabeza trapezoidal recogidos en la provincia de Álava (filloy 1997: 625-30). carretero (1999: 57-71), a finales de los 90, hace un buen trabajo sobre la industria ósea en ámbito castrense, dando a conocer el segundo taller militar localizado en suelo hispano, el de petavonium (rosinos de Vidriales, Zamora), oficina que presenta un carácter distinto al de pisoraca. en este caso el volumen de objetos es menor y el variado repertorio está más en consonancia con el ámbito soldadesco. en el mismo año Amaré tafalla (1999: 610-611) hace un adelanto de la investigación que estaba haciendo sobre los útiles de Astorga. el trabajo semiconcluido nunca llegó a publicarse debido a su repentino fallecimiento. Gracias a su amabilidad, nos había entregado una copia para que incorporásemos los datos que necesitábamos para la investigación que en esos momentos estábamos comenzando. unos años más tarde, en 2004, junto con fernández fraile acometió el estudio de los instrumentos óseos de león (Amaré y fernández 2004-2005: 121-129). en la primera década del siglo XXI se sigue manteniendo la misma línea de trabajo, publicándose ya no solo los útiles de hueso exhumados en las excavaciones, sino que además se dan a conocer las colecciones de los museos. Bajo este prisma, concepción Papi (2000: 145168) aborda el estudio de los útiles óseos de la colección Ibarra depositados en el museo Arqueológico nacional. el grupo encabezado por Aguado (et alii 2000: 345360) publica los de la villa del saucedo (toledo); Aran-

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da (2003: 573-588) los del prolífico depósito emeritense de la calle Almendralejo, donde por cierto se documenta un nuevo taller; santa Pau y Pidal (2005: 325-338) los de la ciudad romana de Segobriga y martínez sánchez (2009-2010: 177-211) los del yacimiento del cerro del molinete (cartagena); llorens hace una aproximación al estudio del material óseo encontrado en sagunto, siguiendo las clasificaciones de rascón, rodríguez martín y Béal (llorens otero 2005: 183-207). en 2009 mezquíriz (161-198), en su ingente labor de dar a conocer los materiales navarros de época romana, pone al día los estudios de tabar y unzu de finales de los 80 del siglo pasado (1984: 187 ss.). en este nuevo trabajo hace una revisión de todo el material de hueso depositado en el museo de Pamplona y, además, añade los nuevos objetos encontrados hasta esta fecha, a los que le otorga la cronología que aporta la estratigrafía de cada yacimiento. en los últimos años, hay que resaltar la tesis doctoral presentada en la universidad de cádiz por Jiménez melero (2011), quien aborda el estudio del cabello femenino en su integridad. en el aspecto que nos concierne, dedica un amplio capítulo al estudio de los acus crinalis, discriminalis y piezas empleadas en la toilette, no limitándose únicamente al aspecto tipológico, que efectivamente va a tratar siguiendo las pautas marcadas por otros investigadores, sino que además los pone en relación con los diversos tipos de peinado, dándole un mayor sentido a este tipo de objetos. en los últimos años se ha incorporado en las líneas de investigación de los materiales de hueso elaborado la arqueozoología, la cual nos permite identificar los diferentes tipos de animales de los que los artesanos se nutrían para realizar sus trabajos. una de las técnicas más recientes en este aspecto es el análisis microscópico para contrastar las fases para aplicar un proceso de determinación biológica de los objetos acabados (Deschler-erb 1998). De este modo, ya no solo se analiza el/los objeto/s, sino que se pretende llevar a cabo un estudio global que recoja toda la información que nos brinde la pieza. ¿QuÉ sABemos De los ArtesAnos?

en realidad conocemos muy pocas cosas de estos artifices del hueso. Al tratarse de una actividad menor y desprestigiada, a tenor de las palabras de séneca, apenas ha llegado información escrita. tenemos constancia a través de las inscripciones de oficios que usaban piezas elaboradas en hueso, como la ornatrix, y las subornatrices, que ayudaban a las primeras en la toilette y arreglo del peinado femenino de las damas. es el caso de la lápida de roma (figura 3), o la de cherchell-caesare, Ar-

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figura 3. epígrafe de la ornatrix cyPArenI, conservada en los museos Vaticanos, en el que se representa en el lado izquierdo el peine y en el derecho una aguja que remata en espátula para mezclar cosméticos (tomada de c. Bianchi 1995: 19).

gelia (ladjimi-sebai 1985: 63), donde se representan los utensilios empleados por la ayudante de peluquera: el espejo y los acus crinalis. Alfileres que aparecen formando parte de los peinados de algunas damas de la élite romana, como los ya mencionados retratos del fayún (figura 1). sabemos el nombre de los vendedores o fabricantes de agujas, los acicularii, y por la inscripción funeraria encontrada en roma dedicada a Lucius Victorinus por su mujer (CIL II, ulpas II, 9927), donde se lee: artifex artis tessalarie lusoriae), el de los artesanos de objetos lúdicos de juego (mezquíriz 2009: 184) Dejando a un lado los escasos datos epigráficos, es la arqueología uno de los pocos medios que nos puede brindar la información necesaria para poder ir reconstruyendo una actividad que se viene desarrollando de forma periódica desde el Paleolítico (strahm 1979: 47 ss.). Por tanto, será a partir de los datos que nos ofrezcan los yacimientos, y más concretamente los talleres, desde donde podremos ir conociendo mejor la actividad que desarrollaron estos artesanos y que las fuentes han obviado. tenemos constancia de varios talleres de útiles óseos en la Península Ibérica y estamos convencidos que son una mínima muestra de los que existieron en Hispania. nos basamos en que es muy normal y frecuente en las excavaciones, el hallazgo de agujas y de alfileres, aparte de otras piezas de hueso de diversa factura, lo que nos lleva a plantear que en la mayoría de los núcleos urbanos debieron existir talleres dedicados a esta actividad. A los que tal vez habría que sumar, ante los resultados finales de algunas piezas, un artesanado que desarrollaba esta «actividad» de forma secundaria, es decir, simplemente como una ocupación doméstica (Jiménez 2011: 168). uno de los problemas que teníamos era precisar cuáles iban a ser los parámetros que debíamos barajar para considerar una acumulación de huesos como taller. Hasta la fecha siempre que se encontraban epífisis o diáfisis cortadas y alguna pieza inacabada se hablaba de taller. Hoy estamos

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figura 4. material en proceso de elaboración procedente de un taller emeritense. mnAr, mérida.

de acuerdo que únicamente con esos resultados no podemos afirmar que sea una fábrica. como dice Prévot (2008: 197), con el que estamos totalmente de acuerdo: «hay un taller allí donde se conservan elementos de hueso trabajado y restos de la cadena operaria». si no reúnen estas premisas, puede que estemos únicamente ante una actividad artesanal que utiliza objetos de hueso como parte del instrumental (tormo 1998-2000: 203-226). Por tanto, hay taller cuando encontramos conjuntamente: materia prima en bruto3 o en

cuando decimos materia prima, nos referimos fundamentalmente a las diáfisis, completas o en fase de elaboración, ya que las epífisis pudieron haberse desechado antes de llegar al taller, aunque lo lógico es, por lo que venimos observando, que también aparezcan. como veremos más adelante, es posible que algunos artesanos solo dispusiesen de las partes más duras del hueso.

3

proceso de elaboración, objetos en fase de fabricación (figura 4) y recortes de talla, piezas inconclusas y, por último, objetos terminados y listos para el uso. ¿DÓnDe se uBIcABAn los tAlleres en lAs cIuDADes?

según vemos en los establecimientos franceses recuperados y por los indicios que ofrece algún centro español, sabemos que se trata de un oficio que necesitaba poco espacio para su ejercicio, dado que tanto las piezas a tratar como las herramientas que emplean no son demasiado voluminosas. los talleres reconocidos hasta el momento en españa se localizan formando parte de la vivienda. se trata de habitaciones que dan directamente a la calle a modo de establecimiento, de ahí que poda-

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mos definirlos como taller-tienda, como vemos en la casa del mitreo en mérida, o el de cañada Honda en Italica (luzón 1975). en estos espacios se ejecutarían las piezas y también se venderían. Algunos autores han sugerido la posibilidad de que los talleres debían localizarse en las cercanías de mataderos y carnicerías. De este modo podían acopiarse con mayor facilidad de la materia prima. cuestión que para Hispania, por el momento, no podemos precisar, pues son pocos los talleres localizados in situ, dado que la mayoría del material relacionado con esta actividad procede de basureros. Vertidos que se sitúan tanto fuera como dentro de la ciudad (cerca del foro, teatro, calles, viviendas, etc.). creemos que para el acopio de material, no sería necesario encontrarse próximo a una carnicería, aunque facilitase la labor, ya que el transporte podía hacerse con suma facilidad. Descartamos la relación con los mataderos, en base a que el descarnado del despiece se desarrollaba en las carnicerías. sí nos parece más lógico que se colocasen próximos a otras actividades, como carpinteros-ebanistas, artesanos del metal, sin que ello implique necesariamente que este planteamiento esté obligatoriamente ligado a esta asociación. en Augusta Emerita, por ejemplo, el taller de huesos ubicado en la casa del mitreo, se haya en una zona donde están documentadas además oficinas de cerámica y de vidrio (lequément 1977: 145 ss.). situación parecida se da en Carthago Nova en el cerro de los molinetes (martínez sánchez 2009-2010: 180).tampoco debemos descartar que incluso dentro de los talleres de metal o de los carpinteros, algún operario se dedicase a la fabricación de las piezas que estos artesanos necesitaban, sobre todo aquellas que no requerían de una buena especialización, como pueden ser los mangos de las herramientas. tal vez, una cuestión que deba tenerse en cuenta a la hora de situar estas oficinas esté relacionada con la fase de acopio y limpieza de los huesos. se supone que durante esta etapa, al no haberse desprendido de las partes blandas, y tratarse de un material perecedero, debía no solo oler mal, sino atraer moscas (muscidae). Aunque el hedor no representase un verdadero problema para la ciudadanía romana, lo más lógico, sobre todo para las grandes «industrias», al igual que ocurre con otras actividades, es que se situasen en un barrio lejos del centro urbano, como apunta mezquíriz (2009: 194) para Pamplona. Hay que pensar que para llevar a cabo la limpieza debían disponer de un espacio un poco mayor que las dos habitaciones de la casa que conocemos para el caso hispano, pues requerían de una superficie amplia, posiblemente a cielo abierto, donde colocar una gran cubeta para introducir los huesos en cal viva, o, en el caso de cocción, disponer de varios fuegos donde instalar

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grandes recipientes para cocerlos. es lógico plantearse que esta fase se llevase a cabo en instalaciones ubicadas fuera de la ciudad, como ocurre con la alfarería o el vidrio. tras el descubrimiento del depósito del cuartel de artillería de mérida, situado en las afueras de la urbe, donde por el momento los únicos materiales encontrados se reducen a epífisis, con ausencia de diáfisis, nos lleva a plantear la hipótesis de que hubiese dos grupos entregados a esta actividad. en el primero los operarios se dedicaban únicamente a la limpieza, serrado de los huesos, y selección de las diáfisis, acción que se haría, como hemos apuntado, en el exterior de las urbes. una vez seleccionada y preparada la materia prima (diáfisis), se trasladaba al/los taller/es, donde el segundo grupo, los propiamente artesanos, desarrollaba realmente el trabajo, de ahí que apenas necesitasen espacio para realizar su labor.4 en resumen, la primera se haría extramuros, y la segunda se ejecutaría en el taller. Quedarían excluidos los pequeños artesanos, que todo el proceso lo podrían desarrollar en un pequeña oficina. en cuanto a las herramientas que los artesanos del hueso empleaban, hay que decir que debían ser muy similares, si no las mismas, que las usadas por los carpinteros en la ebanistería, es decir: sierra, cuchillo, torno, lima, gubia, taladro en arco, barrenilla,5 y piedra pómez. De todos ellos, la sierra y el cuchillo serían los útiles dedicados al corte; el torno en las labores de sujeción, rebaje, tallado, etc.; el taladro en arco, en varias funciones, entre ellas la de perforar, y el resto de las herramientas en acondicionar y rematar las piezas, como la piedra pómez en el acabado final. DesArrollo De lA ActIVIDAD ArtesAnAl

el primer paso en la industria del hueso es obtener la materia prima. es decir, el hueso, el asta y, en principio de forma testimonial, el marfil. Podemos afirmar que independientemente de las zonas donde nos encontremos,

4 no debemos descartar que la actividad completa se llevase a cabo en los barrios artesanos extramuros, podría ser el caso de mérida, de Pamplona o de cartagena. De ahí que aparezcan diáfisis, epífisis mezcladas con material de desecho. lo que sí habría que aclarar es a qué períodos corresponden, pues en la tardoantigüedad hay un verdadero cambio en la ocupación del suelo en las estructuras urbanas. tenemos el ejemplo del taller de Regina (casas de reina, Badajoz), de época tardía, ubicado en el interior de la urbs, donde se documenta toda la cadena productiva. Dicha oficina ocupaba parte de una calle y de viviendas antiguas abandonadas, con lo que la realidad urbanística de las etapas anteriores queda distorsionada. 5 la barrenilla contaba con una cuchilla curva que, accionada con el arco, se hacía girar para realizar las perforaciones.

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los principales lugares de aprovisionamiento serían: las carnicerías para el hueso, y el desmogue para el asta. Así, observamos como en celtiberia se empleaba con mucha frecuencia el asta, compaginándolo con el hueso. cornamenta que procedía más de la recogida durante el desmogue que de la caza, como vemos, por ejemplo, en san millán, Herrera de Pisuerga, Palencia (Pérez e Illarregui 1994: 72; matía 1999: 54). no hay que olvidar que en esas tierras existía una dilatada tradición indígena, como queda patente en Termancia (Argente et alii 1967 y 1990), soto de la medinilla ―Valladolid― (liesau 1988: 183-213), o en numancia (mélida y taracena 1921; 1923), con un extenso repertorio de mangos de herramientas de la edad del hierro y de la etapa romana. mientras que en Lusitania y Bética, salvo casos puntuales, se utilizaba básicamente el hueso de bóvidos y ovicápridos, siendo muy pocas las piezas hechas en asta. en el caso del marfil, está muy claro que la materia prima procedía del comercio exterior, incluso muchas de las piezas encontradas así lo manifiestan. De hecho, da la impresión, a tenor de los objetos encontrados donde se advierte una mano más especializada, que debía haber un fluido comercio con este tipo de piezas.6 Hasta el momento no se ha localizado ningún taller eborario de época romana en Hispania, pese a tener una fuerte tradición artesanal en la Península, como queda de manifiesto en el recientemente descubierto en Valencina de la concepción (sevilla), datado en el tercer mileno7 (nocete et alii 2013: 1579-1592); o en el taller argárico de fuente del Álamo ―cuevas de Almanzora, Almería― (liesau y schuhmacher 2012: 121 ss.), incluso, más próximo al periodo que nos ocupa, en el taller de tradición fenicia de Huelva (González canales et alii 2006: 105 ss.). 6 es el caso de los marfiles de la villa romana de carranque, toledo (Baquedano y caballero 2001: 141 ss.), o los de Valdetorres de Jarama (madrid), procedentes del egipto copto (carrasco y elvira 1994: 201-208), que formaron parte de un cofre o de un mueble, fechados entre finales del siglo IV o principios del V d.c. en este grupo, también se podrían englobar útiles hallados en la necrópolis de Palencia. Piezas que debieron formar parte de dos lechos fúnebres, fechados por taracena (1940-45: 103) en el siglo III d.c. en el mismo bloque podrían encontrarse los fragmentos decorados de un lecho conservado en el museo local de Jerez de la frontera, recogido en el solar de la antigua colonia de Hasta Regia. 7 taller que curiosamente se encuentra asociado a un barrio metalúrgico. «el estudio demuestra que el lugar ―ya a comienzos del tercer milenio a.c.― era escenario de una red de intercambio que se extendía hasta oriente Próximo. Valencina es el lugar de la Península Ibérica donde se ha encontrado la mayor cantidad de piezas prehistóricas elaboradas con marfil. Brazaletes, peines, cajas cilíndricas, mangos de cuchillos […]».

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Aparte de trabajar sobre estos soportes, en las zonas cercanas a la costa, abundantes en cetáceos, ―como puede ser la fachada atlántica o la zona del estrecho, por ejemplo―, los artesanos debieron aprovechar los huesos de estos grandes animales. Huesos que tienen la misma consistencia que el de los terrestres. Aunque en la Península hasta la fecha no se tienen pruebas, o no hemos sido capaces de detectar objetos realizados en este soporte, sí está constatado en escocia y las zonas próximas el uso de huesos de ballena en la elaboración de placas, peines, objetos de uso textil, etc., por lo menos desde la edad del Hierro hasta la edad media, (Bernal y monclova 2011: 111-113). Algo similar ocurre con las piezas hechas en madera. material perecedero, mucho más barato y que en buena lógica estaría reservado para las gentes más humildes. Dada la mala conservación que tiene este material, desconocemos que modelos de los representados en hueso pudieron fabricarse. Hasta el momento nos ha llegado, de forma excepcional, un brazalete procedente de sagunto (chiner 1991: 87), pero es seguro que también debieron realizarse alfileres para el pelo (Ávila franca 1968: 67), anillos, etc. obtenida la materia prima se procedía a la selección de los huesos que se iba a utilizar: metacarpos, fémures, etc., en función del/os objeto/s que iban a ejecutar. en el caso hispano el análisis faunístico y los distintos huesos sobre los que trabajaban los artesanos se ha desarrollado muy poco. tan solo en algunas publicaciones de las últimas décadas se ha recogido este tipo de información. no ocurre lo mismo en francia, donde se vienen incidiendo sobre estos aspectos desde hace años (Prévot 2008: 195 ss.). Atendiendo a los pocos datos que poseemos, los artesanos peninsulares trabajaban con los huesos de los animales más abundantes en la zona. Animales que formaban parte de la dieta alimenticia. De este modo, en la celtiberia, como hemos apuntado unas líneas más arriba, trabajaban sobre todo el asta de ciervo, que venía precedida de una larga tradición (liseau 1988: 183 ss. y 1998), mientras que en el resto del territorio se empleaban, con mayor o menor intensidad, dependiendo de la zonas, los ovicápridos, bóvidos y cérvidos (cervus elaphus), y en menor medida los équidos y los sus scrofa, bien doméstica o salvaje. en cuanto a las partes óseas, los huesos a los que más recurrían los artesanos hispanos, al igual que ocurría en el resto del Imperio, fueron los metatarsos, metacarpos, fémures, tibias, y en general huesos largos, debido a la dureza y consistencia. tras el acopio se iniciaba la labor de limpieza para despojar al hueso de las partes blandas. este proceso, como hemos comentado en un capítulo anterior, se llevaba a cabo sumergiéndolo en cal viva, o cociéndolo. una vez limpio, se procedía a seccionar el hueso, de-

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sechándose las epífisis y reservando las diáfisis. los cortes se hacían bien de forma longitudinal o transversal dependiendo que útil se proyectase realizar. el corte transversal, se hacía en general con la sierra, mientras que el longitudinal, según Béal, con martillo y cincel, o con una cuña metálica. también se usaba en este último la sierra, como hemos tenido la ocasión de documentar en el taller de Regina (rodríguez martín e.p.). esta, podía ser de hoja, de hilo (Béal 1983a: 23), y de doble hoja, empleándose esta última para cortes de pequeño grosor (macgregor 1985: 55 ss.). una vez troceado se seleccionaban las partes, y se procedía a realizar los primeros esbozos del que saldrían las piezas: placas, bisagras, agujas, etc. Durante este proceso, a veces era necesario ablandarlo para conseguir que fuese más maleable. lo conseguían de dos formas: o bien mediante inmersión en agua caliente (hervido), o bien en una disolución de vinagre, o, incluso, de leche agria (macgregor 1985: 63). Planteada la pieza se pasaba, tras diversas fases de ejecución, a la elaboración. Así, por ejemplo, en el caso de las acus, tras los primeros esbozos se procedía, en primer lugar, a practicar con el taladro las perforaciones del ojal.8 Proceso complicado que podía suponer, si se rompía, el desecho de la pieza, de ahí que se practicase previo a la elaboración. la labor concluía con el raspado y pulido. Acción que solía llevarse primero con el cuchillo y en último lugar con la piedra pómez, arena (macgregor 1985: 58), o como hemos podido comprobar en la ciudad romana de Regina (casas de reina, Badajoz), con una piedra de arenisca similar a las empleadas para afilar los cuchillos y hoces (rodríguez martín e.p). en ocasiones, como parece desprenderse de algunos útiles, se procedía a tintarlas mediante una sustancia de cobre.9 Poco sabemos del repertorio que tenía cada artesano ya que, como venimos apuntando, son pocos los talleres que conocemos. sin embargo, contamos con un amplio catálogo de objetos aparecidos en las excavaciones que con bastante probabilidad debieron ejecutarse en oficinas peninsulares. en base a los ejemplares conocidos vemos que en Hispania se elaboraron los mismos modelos que encontramos en el resto del Imperio. Ahora bien, pesamos que cada oficina produjo una serie de útiles cuyo mercado parece restringido, según vemos en el material que ofrecen los talleres conocidos, a una venta

según Béal (1983a: 27), había taladros de 2 o 3 puntas. macgregor (1985: 59) incluye también el de lengua y cuchara helicoidal. 9 según las últimas investigaciones que estamos llevando a cabo, hemos podido comprobar en un yacimiento que esta labor de tintado se hizo sumergiendo el hueso completo, antes de ser cortado, en sustancias de cobre. 8

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local y a su área de influencia, sin que con ello queramos limitar su ámbito comercial, que en algunos casos pudo ser mucho mayor. lo cierto es que hay oficinas que tenían un muestrario muy reducido y de fácil ejecución, caso de Regina, mientras que otras, como la de Herrera Pisuerga, el catálogo es mucho mayor, sin que estemos en condiciones de precisar en ninguno de los casos su área de distribución, que al parecer fue local. lo cierto es que hay piezas de una finalización excepcional frente a otras de factura más mediocre, lo que denota claramente la destreza de los artesanos. Ante esta situación se ha llegado a plantear que estas piezas excepcionales procedían de los mercados del exterior. y es cierto que hubo un trasiego de objetos de hueso y marfil por todo el ámbito estatal, pero también hay que plantearse que en nuestro territorio debieron existir artesanos tan cualificados o más que los de otras partes del Imperio, y sus productos debieron moverse también por los circuitos comerciales del momento. no debemos olvidar que en la Península existía una fuerte tradición de este tipo de artesanía desde tiempos ancestrales, como queda patente en los talleres de marfil de Valencina, fuente el Álamo, o Huelva. en el caso hispano encontramos a los artesanos del hueso repartidos entre los que vivían en las ciudades, los que residían en las haciendas rurales, y aquellos que estaban asociados al mundo militar. en la ciudad, los talleres debieron repartirse por diversas zonas dado que no necesitaban mucho espacio, ni se trataba de una industria que pudiese ocasionar peligro. es muy posible, por lo que hemos visto en algunas de las oficinas conocidas, que estos se encontraban en barrios artesanos, como puede ser el de la casa del mitreo de mérida. Vivienda suntuosa suburbana en cuyas inmediaciones se localizaban, como ya hemos apuntado, otras industrias. sin embargo hay ejemplos, caso del de Italica, donde la tienda taller está situada en el interior de la urbe, en la ciudad nueva. el principal problema que tenemos con las oficinas urbanas es que buena parte de ellas han sido atestiguadas por el hallazgo de los vertidos recogidos en basureros, lo que nos impide poder conocer su verdadera ubicación. ya hemos señalado que, en algunos casos, incluso los desechos de un mismo taller, pudieron haberse repartido por distintas partes de la ciudad. como ocurrió en Emerita, donde material cerámico de un mismo alfar, en el que también aparece hueso de desecho posiblemente de un taller cercano, se encuentra diseminado por varios puntos de la ciudad, ya que ha sido empleado con posterioridad para otros cometidos, como relleno, remodelaciones, etc. en los establecimientos rurales donde se ha detectado un taller, como puede ser en la villa de torre Águila ―Barbaño, Badajoz― (rodríguez martín 1992: 181

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sector donde, según su excavador, se localizan una serie de talleres legionarios («barrio artesano») dedicados entre otros oficios a la actividad cerámica (Pérez e Illarregui 1994: 259-272). las 15 000 piezas exhumadas aparecen en un vertedero mezclado con productos del alfar de L.Terentius (Pérez 1995: 95). este rico y variado repertorio estaba destinado a abastecer tanto al personal militar como al civil. mientras que el de rosinos de Vidriales (Zamora), más reducido tanto en producción como en el muestrario, estaba enfocado a proveer al personal militar del campamento, como lo ponen de manifiesto las piezas que fabricaba (carretero 1999: 52). los tAlleres en lA HISpANIA romAnA

figura 5. conjunto de acus procedentes de la villa romana de torre Águila (Barbaño, Badajoz).

ss.), en la de torre llauder ―tarragona― (Pérez y tort 1990: 156 ss.; ribas 1966: 36) o en la de can rafart (ribas 1952: 69), entre otras, debieron contar con artesanos que trabajaban el hueso. nos da la impresión que eran artífices más locales, menos expertos, que se encargaban, casi exclusivamente, de hacer útiles para el abastecimiento del fundus. las piezas más frecuentes son las agujas de costura ―acus― (figura 5), los alfileres ―acus crinalis― (figura 6), los punzones (subulae), elementos vinculados a la actividad textil y al adorno personal, así como piezas para enmangue de herramientas, útiles necesarios para la vida de la hacienda. ¿Quién suministraba el material óseo a las villas? es de suponer que procedía del consumo, de la caza o, en el caso del asta, del desmogue; de ahí que la producción sea menor. A esta actividad artesanal podía dedicarse, posiblemente, algún esclavo con ciertas aptitudes, aunque no debemos descartar la propuesta de artesanos itinerantes (morel 1991: 277) que se encargasen de realizar estos objetos. Dada la calidad de algunas piezas, los modelos ejecutados, etc., el resultado final dependía de la habilidad del operario del momento. lo que sí parece claro es que dicho material estaba reservado para la hacienda, y que la producción tampoco estaba vinculada a la red comercial, sino que formaba parte de la autarquía de la villa. en el caso de los talleres militares, contamos con dos centros: uno en pisoraca y el otro en petavonium. el primero, en Herrera de Pisuerga, Palencia, estaba situado, al parecer, en el exterior del campamento, en un

como hemos dicho en el apartado anterior, no siempre se puede hablar de talleres por el simple hecho de encontrar alguna pieza inacabada, o por hallar epífisis cortadas, es necesario contar con toda la cadena productiva. De hecho, en el centro peninsular, solar de la antigua celtiberia, encontramos piezas realizadas en asta de ciervo, unas terminadas y otras a medio terminar, que nos hablan de la presencia de operarios que únicamente transforman este tipo piezas. son «artesanos» que deben vincularse al oficio metalúrgico más que a la actividad de eboraria, dado que su repertorio se reduce únicamente a la realización de mangos. empuñaduras que se emplean en espadas, cuchillos, hoces y otras herramientas. sería el caso de los seis centros que hemos recogido que realizan estos trabajos: cuatro son urbanos (numancia, Termes, castrojeriz y Huete) y dos corresponden con núcleos rurales, el emplazado en la villa de la olmeda (Pedrosa de la Vega, Palencia) y el de la villa de el tejar (Quintanilla de la cueza, Palencia).

figura 6. Grupo de acus crinalis recogidas en la villa romana de torre Águila (Barbaño, Badajoz).

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figura 7. mapa de la Península Ibérica con la distribución de talleres y centros artesanales.

Hemos recogido como talleres, en este trabajo, todos aquellos lugares donde hay presencia de toda la cadena productiva, material óseo cortado, piezas sin concluir, esbozos, epífisis, etc., arrojando un resultado de 41 lugares que se puede relacionar con la industria ósea (figura 7). es una mínima muestra de esta actividad en Hispania, ya que estamos seguros que en cada población debían encontrarse, como ya hemos podido comprobar ―caso de Emerita o Calagurris entre otras―, con varias oficinas dedicadas a esta industria. lo mostrado, como vemos, deja grandes vacíos que esperamos que en el futuro puedan ir completándose y dar la verdadera dimensión de esta actividad en la Península. Debemos tener en cuenta, atendiendo a las premisas expuestas con anterioridad, que buena parte de ellos están faltos de cumplir estas bases. De este modo, podemos decir que en la Península Ibérica, en estos momentos, únicamente tenemos diecinueve sitios donde hay talleres. Dichas oficinas están presentes en 13 núcleos urbanos (Emerita, pax Iulia, Italica, Regina, Corduba, Urso, Sisapo, Calagurris, pompaelo, Andelo, Cara, Mentesa Oretana y Complutum), dos militares (pisoraca y pe-

tavonium) y cuatro rurales (Villa de torre Águila, Villa de las termas, Villa de torre llauder y Villa de Tolegasso). en el resto solamente se conservan algunos indicios de actividad artesanal, pero por el momento no reúnen los requisitos necesarios para poder confirmarlo. Hay casos en los que en el yacimiento únicamente aparece una o dos piezas inacabadas, restos de unas epífisis cortadas, junto con abundantes piezas completas repartidas por otras estancias. cuestión que lleva a algunos autores a plantear la posibilidad de la existencia de un taller en base al número de objetos óseos encontrados. cierto es que la abundancia de objetos de hueso trabajado en un yacimiento puede llevarnos a plantear la existencia de un taller, sin que se haya encontrado ningún rastro de la cadena de producción, ―si no en el lugar, sí en las inmediaciones― dado que no es precisamente un material que se exporte en grandes cantidades. es precisamente en este dato en el que se ha basado llecha (1986-89: 36) para plantear que en Ampurias pudiese haber una oficina. Ahora bien, debemos ser cautos en estos casos y prestar atención a la diversidad de los objetos encontrados, la zona, etc., puesto que la presencia de un volumen

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considerable de acus, husos o ruecas, por ejemplo, puede indicarnos únicamente una actividad textil en el yacimiento, como tal vez pudo ocurrir en la villa de els Antigons (Prevosti 2011: 449). futuras excavaciones irán sacando a la luz un mayor número de oficinas que completarán el mapa presentado Lusitania Conventus Emeritensis pacensis

Scallabitanus Baetica Conventus Cordubensis Astigitanus

Hispalensis Gaditanus

Tarraconensis Conventus Tarraconensis

y nos darán una verdadera dimensión de la industria ósea en Hispania. Al tratarse, como ya hemos apuntado de un material menor, es lógico plantear que en las ciudades se encontrasen artesanos que ejercían esta profesión, independientemente de la existencia de artesanos itinerantes. en las provincias hispanas se han localizado:

Urbanos

Augusta Emerita (mérida, Badajoz)

Militar

pax Iulia (Beja, Portugal)

Rurales/Villas

torre Águila (Barbaño, Badajoz) las termas (talavera la real (Badajoz) las Viñas (lobón, Badajoz)

Conimbriga (condeixa-a-Velha, coimbra, Portugal)

Corduba (córdoba)

Urbanos

Militar

Rurales/Villas

Militar

Rurales/Villas

Urso (osuna, sevilla)

Italica (3) (santiponce, sevilla) Regina (casas de reina, Badajoz) Urbanos

Tarraco (tarragona) Baetulo (Badalona, Barcelona) Iluro (mataró, Barcelona) Sagvntvm (Valencia) Caesaraugustanus Caesaraugusta (Zaragoza) Bilbilis (calatayud, Zaragoza) Calagurris (5) (calahorra, la rioja) Celsa (Velilla de ebro, Zaragoza) Turiaso (tarazona, Zaragoza) pompaelo (Pamplona) Andelos (Andión) Cara (santacara, navarra) Complutum (Alcalá de Henares, madrid) Carthaginensis Carthago Nova (cartagena, murcia)

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torre llauder (mataró, Barcelona) can rafart (mataró, Barcelona) Tolegasso (Viladamat, Gerona) Arellano (navarra)

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Tarraconensis Conventus Carthaginensis (cont.)

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Urbanos

Militar

Mentesa Oretana (Villanueva de la fuente, ciudad real)

Cluniensis

Sisapo (la Bienvenida, ciudad real) Huete (cuenca) Iruña (Álava)

numancia (Garay, soria)

Termes (montejo de tiermes, soria) Asturum Lucensis

Bracarensis

Rurales/Villas

castrojeriz (Valladolid)

Asturica Augusta (Astorga, león) Lucus Augusti (lugo)

pisoraca (Herrera de Pisuerga, Palencia)

la olmeda (Pedrosa de la Vega, Palencia)

tejada (Quintanilla de la cueza, Palencia)

petavonium (rosinos de Vidriales, Zamora)

ProDuccIÓn De los tAlleres HIsPAnos ProVIncIA LUSITANIA

Augusta Emerita (Mérida, Badajoz) - calle Almendralejo (Aranda 2003: 574 ss.). Basurero ubicado extramuros de la ciudad. se recoge material en las diversas fases de ejecución. entre el material recogido encontramos: acus, acus crinalis, husos, discriminalis, bisagras, oscultatorio, pulsera, paleta de tejedor, empuñaduras, placas de hueso, capitel en asta y 9 amuletos/figura femenina. el material empleado procede de ovicápridos, bóvidos, équidos y suidos. cronología: siglos III-VI d.c. - casa del mitreo10 (Extremadura restaurada 1999: 105). tienda-taller ubicado en una vivienda suburbana. extramuros. Aparecen abundantes epífisis y diáfisis, así como material en distintas fases de elaboración. en sus inmediaciones se localizó un taller de vidrio (lequement 1977: 145 ss.) y otro de lucernas (rodríguez mar10 Actualmente el material de esta excavación se encuentra en fase de estudio, por lo que agradecemos la amabilidad de su excavadora, doña eulalia Gijón Gabriel, por facilitarnos esta información.

tín 2002: 232). según Gijón Gabriel se recogieron abundantes acus y acus crinalis. cronología: siglos III-IV d.c. - Pan caliente. Asociado a un grupo de talleres de lucernas y de vidrio. se recogieron epífisis, diáfisis, y vástagos de acus en proceso de elaboración, así como material completo de acus, acus crinalis, punzones y paletillas, - Área de morería. Piezas de desbaste, de desecho, con improntas planas para la extracción de placas y agujas (Alba 1997: 408-413). - Ambulatorio seguridad social-Zona sur. ubicado fuera del recinto murado. se trata de material procedente de un vertedero. se recogieron epífisis y diáfisis, objetos en diversas fases de elaboración, agujas y acus crinalis (méndez Grande 2006: 373). cronología: mediados del siglo I d.c. - Antiguo cuartel de Artillería.11 ubicado al oeste, extramuros de la ciudad. se trata de una zona de necrópolis y de vertidos urbanos (basurero). en sus inmediaciones se encontró un puticuli (Pérez maestro 2007: 153-169). la zona está en proceso de excavación. el cuantioso material Actualmente el yacimiento se encuentra en fase de excavación, por parte de doña rocío Ayerbe Vélez, a quien agradecemos enormemente su amabilidad y generosidad al facilitarnos tan valioso testimonio. Información que supone una importante luz en el conocimiento de esta actividad artesanal en Augusta Emerita.

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que se aprecia en las primeras unidades corresponde con huesos serrados: epífisis y metáfisis, no hallándose ninguna diáfisis. Junto a este material también se aprecian cornamentas de bóvidos, alguna mandíbula, astrágalos y metacarpos y metatarsos de bóvidos. en esta primera unidad, se pone de manifiesto la ausencia de diáfisis, siendo testimoniales algunas esquirlas cortadas, lo que nos lleva a plantear la hipótesis de que tal vez nos encontremos con los residuos de acopio para los artesanos. se podría plantear, con estos mínimos datos, ―posteriormente la excavación podrá o no confirmarlo―, que en una primera fase los operarios se dedicaban, en un lugar distinto (posiblemente en la afueras de la ciudad), a la limpieza, preparación y selección del material, para posteriormente, una vez seleccionado llevarlo al taller, donde se procedía a la elaboración. cronología: siglo I-primera mitad del II d.c. - calle constantino. Aparecen restos epífisis cortados.

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Villa romana de Torre Águila (Barbaño, Badajoz) - en una zona de basurero, mezclado con otras piezas, se recogieron epífisis, diáfisis, y vástagos en distintas fases de elaboración. Asta de ciervo cortado y acus en proceso de elaboración. Junto a este material se exhumaron acus, acus crinalis lisas (figura 6) y decoradas (figura 8), discriminalis, bisagras, punzones, y mangos de herramientas (rodríguez martín 1992: 181 ss). cronología: siglos I-II d.c. Villa romana de las Termas (Talavera la Real, Badajoz) - material de superficie. Aparecen epífisis, diáfisis, vástagos y piezas en proceso de elaboración. Al tratarse de objetos recogidos sin estratigrafía resulta complicado asignarle una cronología precisa (rodríguez martín y Jerez 1994: 511 ss.).

Villa romana de las Viñas (Lobón, Badajoz) - Piezas recogidas en superficie: Huesos serrados sobre metacarpos y metatarsos: epífisis, diáfisis. también se han recuperado algunas acus y acus crinalis (rodríguez martín y Jerez 1994: 511 ss.).

Conimbriga (Condeixa-a-Velha, portugal) - Ponte plantea la posibilidad de que haya un taller en la ciudad debido a la abundancia de este material. sin embargo, no se ha encontrado ni material de desecho, ni en las distintas fases de elaboración (Beltrán 1998: 261).

pax Iulia (Beja, portugal) - santa maría. taller situado en el interior de la ciudad. se encuentra la oficina en una habitación con pavimento de opus signinum, cercano a una fundición de cobre.

figura 8. Acus crinalis decorado con busto masculino. Villa romana de torre Águila (Barbaño, Badajoz).

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Viana (1944: 394-401) afirma que se trataba de un obrador dedicado esencialmente a la elaboración de acus, acus crinalis. entre el material recuperado se encuentran epífisis, diáfisis y material en las distintas fases de preparación. ProVIncIA BÉtIcA

Italica (Santiponce, Sevilla) - cañada Honda. tienda-taller ubicada en el interior de la nueva urbs. se recogieron epífisis y diáfisis, así como piezas en distintas fases de elaboración. entre el material exhumado se localizan, acus, acus crinalis, bisagras, fichas de juego, mangos (luzón 1975: 10; 1999: 205; chaves 1982: 267-269). sin que ello quiera decir que en esta tienda-taller se elaborasen todas estas piezas. cronología: 2ª mitad del II-1ª mitad del siglo III d.c. - teatro. Basurero localizado en las inmediaciones del muro de cierre del pórtico del teatro, en una habitación de 4 metros cuadrados junto al parescaenio norte (rodríguez Gutiérrez 2004: 393-394). el material corresponde con los desechos de un taller. se han recogido objetos en proceso de elaboración, devastados, así como huesos sin manufacturar. emplean como materia prima tanto el hueso como el asta, esta última en menor proporción. entre las piezas recogidas destacan: mango de navaja decorado, apliques de patas de mueble decorados, abundantes placas de hueso labradas para marcos de muebles y otras en proceso de elaboración, un punzón y acus crinalis, son escasas las agujas de costura (corzo y toscano 2003: 155). Da la impresión que el taller está más especializado en las placas de hueso: apliques, mangos, etc. cronología: siglos III-IV d.c. Regina (Casas de Reina, Badajoz) - Decumanus maximus. taller ubicado en una de las calles de la ciudad. oficina en fase de excavación. se recoge abundantes epífisis y metáfisis, así como diáfisis y piezas en las distintas fases de elaboración (rodríguez martín e.p). el taller elabora fundamentalmente acus, acus crinalis, punzones y mangos. trabajan esencialmente sobre huesos de bóvidos y ovicápridos. cronología: siglo IV d.c.

Corduba (Córdoba) - casa carbonell. taller ubicado dentro de la ciudad. el utillaje aparece en un vertedero. se han recogido gran cantidad de fragmentos correspondientes a las distintas fases de fabricación, epífisis y diáfisis (lopéz et alii 1995: 113). trabajan principalmente sobre huesos de

Anejos de AEspA lXXI

cérvido. Aunque se han recogido acus crinalis, espátulas y husos, la actividad central es la elaboración de acus (lopéz et alii 1995: 127 ss.). cronología: siglos III-IV d.c. - solar antiguo de los leones. tienda-taller ubicada intramuros. se recoge material de desbaste, agujas de costura y acus crinalis. - museo. en la exposición permanente se muestran, sin especificar procedencia, epífisis y diáfisis, así como acus en proceso de elaboración.12

Urso (Osuna) - olivar del Vaquito. casa-taller localizada en las inmediaciones de la vetus urbs (Pachón 2011: 202). según franco Arias (1985: 518 ss.), se recogieron desbastes, piezas de desecho y otras en diversas fases de fabricación, así como acus, acus crinalis, aciaria y enmangues de cuchillo. Actúan principalmente sobre huesos de bóvidos y ovicápridos. cronología: siglos II-III d.c. ProVIncIA tArrAconense

Carthago Nova (Cartagena) - casa de la fortuna. se recogió abundante material óseo, unido al retirado en el solar de la calle Beatas (Quevedo 2009: 98 ss.) entre el que se encontraba un mango inacabado y dos placas de desecho para hacer fichas, ha hecho que se reafirme la idea, ya planteada por murcia (2005: 191), de la existencia de un taller en ese área. opinión a la que se une martínez sánchez (200910: 186-189), pese a no contar con constancia arqueológica, basándose en el hallazgo en otras viviendas de piezas inacabadas y en la abundancia de material óseo (más de 230 piezas): acus, acus crinalis, husos, o punzones. cronología: siglos II-III d.c.

Mentesa Oretana (Ciudad Real) - callejón del Aire. Vivienda urbana periférica, utilizada como basurero. tormo (1998-2000: 210) prefiere denominar «actividad artesanal» que utiliza objetos de hueso antes que taller, ya que no reúne los cinco hitos que propone para consideración de oficina. se ha localizado materia prima, un acus crinalis inconclusa en proceso de fabricación y herramientas de taller, así como un gran nú-

12 este material puede que corresponda con el localizado en la casa carbonell. Al no especificar procedencia cabe la posibilidad que se trate de otro taller, razón por la que lo hemos recogido hasta que se pueda aclarar.

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mero de acus, acus crinalis, punzones, adornos muebles, y una tessera lussoria (tormo 1998-2000: 209-210). cronología: siglos I-IV d.c.

Sisapo (La Bienvenida, Ciudad Real) - Domus de las columnas rojas. taller ubicado dentro de la ciudad.13 el utillaje aparece en una deposición en las proximidades de la casa. se ha recogido un volumen considerable de piezas correspondientes a las distintas fases de producción, así como epífisis y diáfisis. entre el material recogido destacan las acus crinalis, punzones y auriscalpium. cronología: siglos III-IV d.c.

Huete (Cuenca) - Durante las excavaciones realizadas en el yacimiento se ha retirado abundante asta cortada, que se empleaba para los mangos de las herramientas; algunas de ellas sin terminar (Aguado et alii 2007: 500-506). entre este material se encuentran algunas acus crinalis y acus. no hay elementos, por el momento, que testifiquen que hay un taller de huesos, únicamente una actividad artesanal. cronología: siglos I-V d.c.

Tarraco (Tarragona) - no contamos con datos que den testimonios del posible taller. lueza Pascual (1999: 24) y Beltrán (1999: 294), citan la presencia de un taller de hueso en esta ciudad, sin especificar su actividad.

Baetulo (Badalona) - cerca del foro. en la plaza font i cussó, casas y soler (2003: 59) y fernández y cavada (2005: 215 ss.) recogen la presencia de material inacabado.

Iluro (Mataró) - según Prat (1980: 304), en las excavaciones realizadas en la ciudad se han recogido vástagos en proceso de elaboración, así como más de cien agujas (acus), acus crinalis y punzones de hueso. considera que se trata de una industria local que seguía los modelos más usuales. cronología: siglos II-IV d.c. 13 este trabajo forma parte del proyecto dirigido por la doctora mar Zarzalejos, del que formamos parte como investigador, titulado «el paisaje antiguo en la vertiente norte de sierra morena (provincia de ciudad real)» (HAr2008-04817/HIst), y del proyecto «territorio, jerarquías y estructuras socio-económicas en la vertiente norte de sierra morena» (HAr201234422). el taller está en fase de estudio. Agradecemos la información facilitada por la doctora Zarzalejos, quien con su aportación nos ayuda a enriquecer este trabajo.

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Villa romana de Torre Llauder (Mataró) - ribas (1966: 36, 1972: 178-179) señala la presencia de un taller de hueso en la villa a tenor del material encontrado, en el que se reflejan las distintas fases de fabricación (Prevosti 1981b: 307-308). entre el material recuperado se localizan: espátulas, dados, alfileres (acus crinalis), cucharas (Pérez i tort 1990: 156), una placa de hueso para la obtención de fichas o botones y, sobre todo, destaca la abundancia de acus (Prevosti 1981b: 307 y 540).

Villa romana de Can Rafart (Mataró, Barcelona) - entre el material encontrado en la villa, ribas (1952: 69) señala la presencia de agujas y vástagos a medio trabajar. cuestión que le lleva a plantear la posibilidad de que en esta hacienda hubiese un taller que se dedicase a la fabricación de agujas para el cabello, coser y tejer. Aparte de estas piezas, se recogen piezas completas de acus y acus crinalis (Prevosti 1981a: 337, 354 y 357). cronología: siglo I d.c.

Villa romana de Tolegasso (Ampurias) - casas (1989: 161 ss.) destacan la presencia de un taller en la villa que fabricaría principalmente agujas, fichas de hueso y pequeños adornos. está presente toda la cadena de elaboración. el taller trabajaría tanto el asta de ciervo como el hueso. en un estrato de desescombro se recogieron agujas rotas y otras en la fase de talla, que sirve de base a casas y soler (2003: 262 ss.) para argumentar que es a partir del siglo II d.c. cuando este centro comienza a fabricar agujas. entre las piezas exhumadas en el yacimiento se encuentran: fichas de juego, acus, acus crinalis, adornos circulares, mangos de espejo tallados, mangos de herramientas, dados, bisagras, punzones, botón, cuchara de tocador (coclearia). cronología: siglo II d.c.-1ª mitad del III d.c. Sagvntvm (Valencia) - llorens otero (2005: 194 ss.), ante la abundancia de piezas en la unidad ue1056 (117), se plantea la posibilidad de que se trate de un taller o un lugar de acopio, al no constatarse toda la cadena de elaboración. entre el material recogido se han detectado desbastes de agujas, acus crinalis, fustes sin rematar, discriminalis no completos, bisagras ―algunas fragmentadas―, mangos, amuletos, láminas y desbastes de agujas en cierne, así como fragmentos informes.

Caesaraugusta (Zaragoza) - no contamos con datos que puedan avalar la existencia de este taller. lueza Pascual (1999: 24), lo recoge en el mapa de los talleres hispanos.

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Bilbilis (Calatayud) - como en el caso de Zaragoza, tampoco contamos con referencias del taller. Beltrán (1999: 294) hace referencia a la existencia de un taller de útiles óseos en Bilbilis.

Calagurris (Calahorra) - casa del oculista. taller ubicado dentro de la ciudad. se recogieron más de 100 fragmentos recuperados de epífisis, diáfisis, y piezas en distintas fases de elaboración, predominando los desbastes de acus, esbozos de agujas y de alfileres (tirado 2005: 136 ss.). trabajan sobre huesos de herbívoros. entre las piezas recuperadas se detectan, acus, espátulas, acus crinalis, punzón, bisagras, placas decoradas de mueble, placas de mangos y dados. cronología: siglo IV d.c. - fábrica torres. taller urbano; basurero. la oficina puede que se encuentre en algún solar de alrededor (tirado 1998: 200). se recogen más de 200 piezas, entre ellas epífisis, diáfisis, piezas de desecho y toda la cadena de elaboración. trabajan el asta de ciervo y huesos de équido (fémures, metacarpos y tibias). entre el utillaje exhumado se encuentran acus, acus crinalis, y punzones. cronología: siglos II-III d.c. - calle José m.ª Adán. en el casco antiguo de la ciudad. luezas Pascual (1999: 24-25) plantea la posibilidad de la existencia de un taller en las proximidades. se han encontrado desechos de producción y secciones transversales de diáfisis. cronología: época bajoimperial. - calle san Andrés, calle enramada, calle san Blas y calle sol. en estas calles se recogen huesos cortados, epífisis y diáfisis (cinca y García cabañas 1991: 146-147; luezas Pascual 1999: 24). Celsa (Velilla de Ebro) - como en el caso de Zaragoza, no contamos con información del taller. Beltrán (1999: 294; Beltrán et alii 1998: 261) y Amaré tafalla (e.p) citan en esta ciudad la existencia de un taller de útiles óseos.

Turiaso (Tarazona) - no contamos con referencias del taller. únicamente es recogido en la biliografía por Beltrán (1998: 261) y Amaré (e.p).

pompaelo (pamplona) - Área artesanal plaza del castillo. Basurero extramuros de la ciudad (unzu 2004: 158). Aparecen epífisis, diáfisis, y toda la cadena de elaboración: serrado, cortado, varillas o recortes ―a partir de los cuales se fabrican los útiles―, vaciado, etc. (mezquíriz 2009: 162). trabaja

Anejos de AEspA lXXI

sobre huesos de bóvido, cérvidos, équidos y asta de ciervo. entre las piezas exhumadas se encuentran: lanzaderas, agujas, punzones, espátulas, acus crinalis, estilos, bisagras, y útiles pendientes de clasificación. las piezas de este taller estaban destinadas al mercado local.

Andelo (Andión, Navarra) - se han recogido huesos en proceso de elaboración, cortados y preparados para realizar objetos. según mezquíriz (2009: 162, 194) para consumo local.

Cara (Santacara, Navarra) - Durante el proceso de excavación se han reunido más de 100 piezas huesos serrados y en diversas fases de fabricación. entre ellos, acus y punzones en proceso de elaboración (tabar y unzu 1984: 226). según mezquíriz (2009: 162 ss.) destinado al mercado local.

Villa romana de Arellano (Navarra) - Aparecen algunos huesos cortados. mezquíriz (2009: 162) plantea la posibilidad de que en la villa se encontrase un pequeño taller doméstico. cronología: siglos I-IV d.c.

Complutum (Alcalá de Henares) - casa de los estucos. taller-tienda dentro de la ciudad. se recoge abundante material en proceso de elaboración, así como acus (Pedreira et alii 1996: 101 ss.), acus crinalis (rascón et alii 1995: 295-340) y mangos de cuchillo. rascón (1998: 110) propone, además, que en este taller también pudieron elaborarse bisagras y peines. cronología: siglos II-IV d.c.

Iruña (Álava) - se ha encontrado una pieza en proceso de elaboración, que unido a la abundancia de material óseo exhumado, invita a Basas (2009: 143) a sugerir la presencia de un taller en esta ciudad.

Numancia (Garay, Soria) - en las excavaciones desarrolladas, a lo largo de los años, en la ciudad numantina, se ha puesto de manifiesto la presencia de mangos de herramientas en distintas fases de elaboración. en esta urbe, a tenor del material conocido hasta el momento,14 se trabaja únicamente el asta de ciervo. entre el material recogido en la ciudad se encuentran, mayoritariamente, aparte de los mangos, acus y acus crinalis. en este caso, al igual que en otros, trabajo que está en proceso de elaboración por parte de e. Baquedano y rodríguez martín.

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no podemos hablar de la existencia de un taller de útiles óseos, sino más bien de un/os artesano/s asociado/s a un taller metalúrgico que trabaja el asta como material para completar los mangos de las herramientas. cronología: al ser un yacimiento de amplia secuencia temporal, nos encontramos con material correspondiente a la etapa indígena, al periodo romano-republicano y, también, perteneciente a la fase altoimperial (mélida y taracena 1921 y 1923).

Termes (Montejo de Tiermes, Soria) - mangos de herramientas en proceso de elaboración realizadas en asta de ciervo. en hueso se han recogido acus y acus crinalis (Argente et alii 1995: 19-20). cronología: siglo IV d.c.

Castrojeriz (Burgos) - Vertedero de la colegiata. Aparece material de asta de ciervo en proceso de elaboración y candiles de ciervo cortados para enmangues (Abasolo et alii 1983: 292-293). cronología: etapa republicana, siglo II a.c.

pisoraca (Herrera de pisuerga, palencia) - san millán. Basurero. se localiza cerca del taller cerámico. se han exhumado más de 15 000 piezas óseas. entre los restos se encuentra toda la cadena productiva: desbastes, material inconcluso, desechado y objetos semiacabados (Pérez e Illarregui 1994: 259-267; Pérez 1995: 90-102; matía 1999: 53-63). las piezas obtenidas están relacionadas tanto con el mundo militar como con el mundo femenino: mangos de herramientas, tesserae lusoriae (acabadas e inacabadas), acus, acus crinalis, dados, pysides, fichas de juego, láminas, coclearia, llaves y objetos de difícil interpretación, que para matía (1999: 55) indican una tendencia a la autarquía. en este taller trabajan tanto el asta de ciervo (muy abundante, posiblemente procedente del desmogue) como el hueso de ovicápridos, équidos y bóvidos. cronología: siglo II d.c. Villa romana de La Olmeda (pedrosa de la Vega, palencia) - Aparece asta de ciervo en proceso de elaboración y terminado, para su empleo como mangos de herramientas (Palol y cortés 1974; Palol 1993: 63).

Villa romana de Tejada (Quintanilla de la Cueza, palencia) - Abundantes restos de asta de ciervo en proceso de fabricación. según matía (1999: 56) y martín Gutiérrez (2000), es lógico pensar que en la misma villa hubiese un taller de fabricación de útiles. la zona es muy abundante

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en cérvidos y cápridos. Aparecen mangos de herramientas, elaborados y en proceso de preparación (García Guinea 1990: 43), que siguen los modelos de las citanías indígenas de la edad del Hierro II, como castrojeriz, Burgos, etc. (Abasolo et alii 1983: 193 ss.).

Asturica Augusta (Astorga, León) - calle santa cruz. taller ubicado dentro del recinto urbano. se han hallado epífisis y, diáfisis de bóvidos. entre el material recuperado aparecen: acus, acus crinalis, separadores, espátulas, punzones, cucharas (García marcos et alii 1995: 275). cronología: siglos I-IV d.c. - calles calvo sotelo-santa cruz 22/24-manuel Gullón. taller ubicado dentro de la ciudad. se encuentra materia prima, recortes, y objetos en diversas fases de producción y de ejecución. Predominan los acus crinalis, acus, cucharilla y espátula (Amaré e.p). en la escombrera se recogen metopados de caballo preparados para fabricar bisagras. Amaré plantea que podría tratarse de un solo taller. cronología: siglo III-principios del IV d.c.

petavonium (Rosinos de Vidriales, Zamora) - Dentro del recinto castrense. Para carretero (1999: 53-68) este taller estaría regido por personal militar. realizan acus, botones, colgantes, fichas de juego, bisagras, píxide, mangos (carretero 1999: 53-68), y lo que este autor interpreta como elemento singular, una percha. también aparecen tali o tabas, elementos del juego en el tiempo libre de los soldados (carretero 1998: 138). trabajan sobre asta de ciervo (mayoritariamente) y hueso (ciervo, jabalí, équido, bóvido, suidos y ovicápridos). cronología: siglos I-III d.c. Lucus Augusti (Lugo) - no contamos con datos de este posible taller. Amaré (e.p.) lo recoge atendiendo a la información facilitada por carlos fernández. oBJetos De Hueso en lA HISpANIA romAnA

el muestrario de objetos de hueso trabajado de época romana que aparece en Hispania es rico y muy variado, acorde a lo que podemos ver en el resto de las provincias del Imperio. según los datos que barajamos en estos momentos, en los talleres conocidos se elaboraron fundamentalmente agujas, punzones, mangos de herramientas, y, en menor medida, objetos relacionados con el juego: fichas, peones, etc. no queremos decir con ello que estas piezas sean las únicas que se producen, sino que son elementos básicos que todo taller suele realizar. De hecho,

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figura 9. Acus crinalis con remate esférico. Villa romana de torre Águila (Barbaño, Badajoz).

es muy raro el yacimiento arqueológico de época romana que no cuente entre sus útiles con alguna aguja (figura 5) o un acus crinalis (figura 6). sin embargo, en el caso hispano, el repertorio que presentan las distintas oficinas es muy desigual. Hay talleres que cuentan con una amplia colección, y otros donde se reducen a la fabricación de dos o tres modelos. A la hora de valorar esta disparidad, debemos tener en cuenta el hecho de que la mayoría del material sobre el que realizamos el estudio procede de basureros, sin que podamos valorar convenientemente si ese vertido corresponde a toda la obra del taller, o solo a una parte. De todos modos, es lógico pensar en la especialidad que el artesano tenía a la hora de realizar unas piezas concretas. lo cierto es que contamos con establecimientos con un amplio muestrario como los militares de Herrera de Pisuerga (pisoraca) y rosinos de Vidriales (petavonium), los urbanos de Itálica, Emerita, Calagurris o pompaelo, o los rurales de las villas de torre Águila, Tolegasso o torre llauder, donde se elaboraron mangos, fichas, dados, tesserae lusoriae, bisagras, píxides, botones, colgantes, placas, etc. en otros, por el contrario, el repertorio se limita prácticamente al trabajo de acus y acus crinalis, caso del de pax Iulia, Regina, Sisapo, Corduba o Asturica, si bien los cuatro últimos también trabajan alguna otra pieza del repertorio, como pueden ser bisagras, punzones. sin que el muestrario ascienda a dos o tres modelos más. Dentro de la sintonía que se observa en la producción hispana hay particularidades que denotan, además del verdadero artista, el acoplo a los gustos de la zona, como puede ser el caso de las 9 figurillas femeninas (figura 2), para algunos amuletos de la fecundidad, que según Heras, Bustamante y Aranda (2012: 177 ss.) debieron producirse

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en el taller de la calle Almendralejo de mérida, aunque, como bien puntualiza, no han aparecido piezas en proceso de elaboración, lo cual, a nuestro entender, dificulta la adscripción a esta oficina, pese a ser el lugar donde se ha producido el mayor volumen. Ídolos que se reparten, casi en exclusividad, por la provincia lusitana. en el aspecto formal, en general, la mayoría de los talleres siguen los mismos patrones, acomodándose a los gustos populares. en el caso de las agujas de coser (acus) no se observa variante alguna respecto al muestrario general, adaptándose, eso sí, los modelos a las necesidades, de ahí que en los yacimientos no encontremos la serie completa. cuestión diferente ocurre con los alfileres (acus crinalis), donde se pone de manifiesto tanto la pericia del artesano como el gusto de las personas y del área de comercialización. ello no quita que una serie de modelos sean pseudo-comunes a la mayoría del territorio, caso de los alfileres de cabeza esférica (figura 9), que dependiendo del taller, el remate puede ser más o menos preciso. esto nos lleva a plantear que los artesanos se especializaban en función del mayor o menor arraigo que el producto tenía entre la población del territorio. entre los objetos de hueso más comunes empleados en la costura, que se recogen en la Península Ibérica, dejando a un lado las agujas, nos encontramos con los punzones, tal vez una de las piezas más características que se venía empleando desde tiempo ancestrales (rodanés 1987: 68 ss.) y los husos. las piezas de adorno personal suelen ser bastante variadas acorde tanto al gusto y creencia personal como a la moda imperante. son las piezas empleadas en la toilette, esencialmente femenina (mundus mulieribus), caso de los discriminalis, las espátulas o la gama de cucharillas, las que más se adapten a la tipología general empleada en el resto del Imperio, acomodándose en muchos casos no solo a la forma más generalizada, sino a la pericia del artesano. no ocurre lo mismo con los objetos relacionados con la vestimenta, cuya presencia es relativamente escasa, si bien los conservados siguen los modelos que observamos en los circuitos comerciales. lo mismo ocurre con las piezas empleadas en la escritura, los stili y las pugilares. en el caso de los primeros, las propias piezas plantean entre los especialistas bastantes problemas a la hora de su adscripción como estilos o como husos (Béal 1983: 151-162; 1984: 41; Gostencnik 2005: 41-70) De ahí que en algunas publicaciones se recojan como husos y en otras como estilos, presentando idénticas características. el material relacionado con el juego y divertimento es muy frecuente en la Península Ibérica. la afición por el juego y el azar en las gentes romanas (ojeda Garrido et alii 2011) es patente tanto en las ciudades romanas,

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ArtesAnos y tAlleres Del Hueso en lA HISpANIA romAnA

figura 10. Dados y cubilete. mnAr, mérida.

donde se han conservado grabadas en el suelo de las calles tableros de juego, como en los textos de los autores clásicos, o en las representaciones de mosaicos y pinturas. Prueba de esa devoción, es el hallazgo en buena parte de los yacimientos hispanos, de fichas de juego, peones, tali, dados, y en menor medida cubiletes (figura 10) y tesserae lusoriae (ramos folqués 1977: 768). los elementos contenedores, cajas de diversos modelos, son objetos poco frecuentes en la Península y en el resto del Imperio. no obstante se cuenta con un buen repertorio de píxides lisos y decorados que nos hablan de la pericia de los artesanos hispanos, caso del procedente de Herrera de Pisuerga (Pérez 1995: 100). entre los elementos muebles, escasos en nuestra colección, son relevantes precisamente por su escasez las cerraduras de cofres, como la conservada en el mnAr de mérida. todo lo contrario ocurre con los diversos tipos de bisagras para muebles, usuales en gran parte de los establecimientos peninsulares. mención especial merecen las piezas excepcionales procedentes de mercados externos, como pueden ser, entre otras, las placas de marfil de las villas de carranque (Baquedano y caballero 2001: 141 ss.), de Valdetorres del Jarama (carrasco y elvira 1994: 201-208), o la conservada en el museo de Jerez de la frontera, que formaba parte del recubrimiento de un lecho. otro de los capítulos más numerosos se lo llevan los mangos empleados en distintas herramientas, desde espadas, pasando por útiles de labranza, cuchillos, etc., hasta más sofisticados como los usados en las dagas, navajas (figura 11), escalpelos, espejos, etc. empuñaduras que dependiendo de la zona pueden estar realizadas en hueso, caso del sur peninsular, o en asta, como ocurre en los yacimientos de tradición celtibérica del norte hispa-

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figura 11. mango de navaja decorado. mnAr, mérida.

no, caso de numancia, Termes, o Quintanilla de la cueza (Palencia). como hemos visto, aparte de las piezas recogidas en los talleres, las excavaciones nos brindan la mayor parte del abanico que compone el repertorio de material óseo trabajado en Hispania. Basándonos en la rica variedad de objetos que encontramos en el solar ibérico, los hemos ordenado, para su mejor comprensión, según su funcionalidad15 en: - material de costura - adorno personal-toilette - vestimenta - escritura - juego y divertimento - cajas y elementos muebles - herramientas y elementos varios

los modelos que encontramos en Hispania son:

oBJetos relAcIonADos con lA costurA I Agujas (Acus) 1 ojal circular 1 remate recto 2 remate cónico 3 remate apuntado 4 remate en espátula

15 este trabajo forma parte del libro que con el mismo título estamos realizando y que esperamos pronto vea la luz. en dicha obra se analiza pormenorizadamente cada objeto, características, talleres, comercio, etc., así como su impronta en el panorama hispano.

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2 Dos ojales circulares 1 remate cónico 2 remate redondeado 3 ojal en 8 1 remate recto o en semi-casquete 2 remate cónico 3 remate cónico apuntado 4 remate apuntado 5 remate espátula 6 remate redondeado 7 remate triangular 8 remate triangular apuntado 9 ojal en 8 y una perforación circular 1 remate cónico 2 remate apuntado 3 remate en espátula 4 remate triangular 10 ojal en 8 y dos perforaciones circulares 1 remate apuntado 2 remate en espátula 3 remate redondeado o en semi-casquete 4 remate triangular 4 ojal rectangular 1 remate recto 2 remate cónico 3 remate cortado aplanado 4 remate espátula 5 remate circular redondeado 6 remate triangular aplanado ojal muy grande 7 ojal rectangular y una perforación circular 1 remate recto 2 remate cónico 3 remate triangular 8 ojal rectangular dos perforaciones circulares 1 remate apuntado 2 remate espátula 3 remate redondeado 4 remate triangular aplanado ojal muy grande 5 remate cabeza de pez II púas 1 lisas 1 remate triangular 2 remate redondeado 3 remate circular

III Subulae (punzones) 1 remate cónico 2 remate redondeado 3 tibia afilada remate irregular (cala de jamones) 4 remate plano

5 cabeza engrosada 6 Decorado

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IV Cepillo cardador

V Husos (Fusi) 1 Huso con escotadura 2 remate simple apuntado 3 Husillo tipo bolillos 4 remate elaborado 5 remate rebajado VI Fusayolas (Verticilli) VII Ruecas (Coli) 1 remate bulbo 2 Abalaustrada 3 estriada 4 oscultatorio

VIII Bobinas para hilo A lisas B Decoradas 1 Abalustradas 2 estriadas

IX Telarcillo 1 De dos orificios 1 rectangulares 2 cuadrangulares B Decorados 2 tres orificios 1 triangular 2 rectangular 3 cuatro orificios 1 rectangulares B Decorados 4 cinco orificios 1 rectangular

X Lanzadera de telar (Radius)

XI Espátula de tejedor o separadores (spatha) 1 trapezoidal 2 Alargadas B Decoradas

XII peine de tejedor

oBJetos relAcIonADos con el ADorno PersonAl-TOILETTE XIII Alfileres (Acus crinalis) 1 simples 1 Afacetada

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ArtesAnos y tAlleres Del Hueso en lA HISpANIA romAnA

2 Apuntada 3 Barriloide 4 Bicónica 5 cáliz de Amapola 6 cebolla 7 cilíndrica 8 cónica 9 Dardo o punta de lanza 10 Discoide 11 esférica 12 oval 13 Parabólica 14 Piramidal 15 Punta de oliva 16 rueca 17 Poligonal o cabeza de diamante 18 triangular 19 triángulos contrapuestos 20 remate plano 2 elaboradas 1 Abalaustrada 2 Abalaustrada con remate en granada 3 Anillos superpuestos 4 estriada 5 estriada abalaustrada 6 fusiforme 7 ovoide con acanaladuras 8 oscultatorio 9 Dado 10 en forma de lúnula 11 Animales mamíferos 12 Aves 13 Bustos 1 masculinos 2 femeninos 14 elementos arquitectónicos 15 Deidades 16 Ídolos 17 manos 18 Piña

XIV Discriminalis 1 remate Abalustrado 2 remate cebolla XV peines (pectenes) 1 De una fila A lisos B Decorados 2 Doble o peineta A lisos B decorados

XVI prendedores-Coleteros

XVII Espátulas de toilette 1 Paleta pequeña plana 2 Paleta pequeña tipo auriscalpium 3 Paleta ancha 4 Paleta gruesa redondeada 5 paleta circular plana XVIII Recipientes de toilette 1 Hemisférico con tapadera 2 frasco/Aribalos XIX píxide (pyxis) A lisos B Decorados XX Tapaderas A lisas B Decoradas

XXI Cajas/contenedores (Capsa) 1 rectangular 1 Pequeñas con saliente redondeado 2 Pequeña tapa deslizante 3 Grandes A lisas B Decoradas

XXII Strigilis 1 curvado en «s» 2 Pala larga 3 Paleta ancha

XXIII Cucharas 1 Coclearia 1 cerrada 2 orificio central 3 redondeada irregular 2 De perfume 1 Pala larga con escotadura marcada, sección «V» 2 redondeada, sección «V» 3 tipo cucharilla 3 Ligulae 1 Pala ovalada 2 Pala almendrada 4 rectangulares. tipo paleta

XXIV pulseras y brazaletes (Armillae) 1 Pulseras de marfil A lisas B Decoradas

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XXV Anillos (annuli) A lisos XXVI Uña postiza

XXVII Colgantes 1 Ídolos 1 Ídolos antropomorfos, emeritenses, tipo muñeca 2 Ídolos de la fecundidad 2 Amuletos 1 fálico 2 Doble: puño y fálico 3 Dientes 4 colmillo de jabalí 5 candil de ciervo 6 cuentas de collar 7 Indeterminado oBJetos relAcIonADos con VestImentA XXVIII Botones

XXIX Broches (fibulae)

XXX Hebilla de cinturón (Balteus) 1 con protuberancias internas. 2 con forma de «D» XXXI Agrafes

XXXII pasador cinturón para colgar espada oBJetos relAcIonADos con lA escrIturA

XXXIII Estilos (Stili) 1 Punta larga 1 Vástago corto 1 remate en punta de oliva 2 Vástago largo 1 remate espátula 2 Punta corta 1 Vástago corto 1 remate esférico 2 Vástago largo 1 remate en punta de oliva 2 sin remate

XXXIV Tablas de escritura (pugilares)

XXXV Regla para tablillas (Regula)

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oBJetos relAcIonADos con JueGo y DIVertImento XXXVI Fichas de Juego (Calculi) 1 Planas 1 con inscripciones grafitadas 2 circulares hundidas 2 figurada 3 círculos concéntricos al mismo nivel 4 tipo roleo 5 numerales 1 con relieve central 2 figuradas

XXXVII peones de juego (pedites, Latrunculus) 1 Hemiesférico A liso B Decorado 1 Geométrica 2 tipo pilón

XXXVIII Tesserae lusoriae 1 rectangulares con remate circular 1 sin inscripción 2 con inscripción A lisa B Decorada XXXIX Dados (tesserae) 1 Huecos 2 macizos 1 cuadrados 2 Poligonales

XL Cubiletes (Fritilli) 1 tipo vaso A lisos B Decorados 2 figurado XLI Tabas (Tali)

XLII Cubiletes (Fritilli) A lisos B Decorados

XLIII Muñecas articuladas (pupae) 1 natural 2 semiesquemática

XLIV Elementos musicales de viento 1 flauta (Fistula) 1 Dos orificios 2 Varios orificios 2 silbato

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XLV Crótalos (Castañuelas)

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oBJetos relAcIonADos con cAJAs y elementos mueBles

XLVI Remates tapaderas

XLVII Bisagras (Cardines) 1 Pequeñas 2 Grandes

XLVIII Sellos (pessulus) 1 tipo relicario (bulae) 2 rectangulares. Precintos XLIX Llaves (Clavis)

L Elementos del mobiliario 1 molduras 1 rectangulares 2 cilíndricas 2 Placas A lisas B Decoradas 1 con representaciones 2 con elementos figurados 3 tiras rectangulares 4 Indeterminadas 3 elementos de un lecho (normal-funebre) 4 escultura 5 Arquitectura 6 remates mueble 1 simples 2 elaborados 3 escultura

LI Montantes de cajas LII Tapadera de caja

oBJetos relAcIonADos con HerrAmIentAs y elementos VArIos

LIII Mangos (Manubria) 1 mangos macizos 1 Grandes 2 Pequeños 2 mangos huecos 1 Grandes 2 Pequeños

3 navajas (cachas) A lisas B Decoradas 4 láminas para empuñadura 1 cuchillos pequeños 2 espadas/cuchillos grandes

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LIV piezas de ensamblaje de mango LV Cepillo de carpintero (Runcina)

LVI Objetos relacionados con medidas y pesos LVII Remates de arco

LVIII Remates de ballesta

LIX Decoración cerámica oBJetos InDetermInADos

LX Aros/elementos anulares

LXI Elementos circulares / Medallones asta de ciervo LXII Tubos 1 Pequeños / cortos 2 Grandes / largos

LXIII Elementos cilíndricos macizos no identificados LXIV Esbozos 1 Primera fase de elaboración 2 labor intermedia o segunda fase de elaboración 3 tercera fase de elaboración o con forma semidefinida LXV Desbastes

LXVI Elementos no identificados conclusIones

- los objetos de hueso encontrados en Hispania siguen los modelos elaborados en el resto del Imperio romano.

- el material que se utiliza en la elaboración de las piezas se adapta a los recursos que cada territorio ofrece. Así, en la zona central de la Península (celtiberia), donde había una gran riqueza de cérvidos, los artesanos van

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a trabajar fundamentalmente el asta procedente del desmogue y de la actividad cinegética (cuentan con una gran tradición artesanal) y también el hueso. en las provincias de Lusitania y de la Baetica, por el contario, será el hueso el principal elemento utilizado, elaborando ocasionalmente en asta de ciervo. en las zonas costeras, se repite el mismo esquema, con la particularidad que también podrían emplear huesos de cetáceos.

- no queda claro donde se sitúan los talleres en las ciudades, dado que la mayor parte del material que se recuperó de las 19 oficinas constatadas (figura 7) procede de vertederos. con estos datos, podemos decir que hubo centros artesanos ubicados tanto en el interior como en el exterior de los núcleos urbanos, en el ámbito militar y en algunas villae rurales. - el repertorio, que se va a mantener a lo largo de todo el Imperio, es muy concreto y se mueve en función de unos parámetros cotidianos:

- la actividad textil: agujas, punzones, telarcillos. - útiles de herramientas: mangos de cuchillo, hoz, espada. - Adorno personal: alfileres para el pelo, coleteros, discriminalis, paletas y cucharas de toilette. - Juego: dados, fichas, peones, etc. - Pocos restos de placas relacionados con el embellecimiento de muebles, lechos, etc.

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- Habría que considerar dónde encajar aquellos «artesanos» que se dedican a la elaboración únicamente de mangos de asta. Hasta la fecha no contamos con ningún dato del desarrollo de su actividad, ni siquiera si son operarios que se dedican exclusivamente a este menester. Dada la variedad y tosquedad de las empuñaduras conservadas, creemos que más bien se trata de algunos operarios con ciertas habilidades vinculados a talleres metalúrgicos.

- la cronología de la mayoría de los talleres localizados en Hispania sitúa su producción entre los siglos III y IV d.c., siendo una minoría los del Alto Imperio.

- la importación de objetos de hueso trabajado de este periodo parece escasa, aunque debemos ser cautos. resulta muy difícil diferenciar cuáles son las piezas importadas de las realizadas en los talleres hispanos, y más teniendo en cuenta que desconocemos su repertorio, técnicas y peculiaridades que con toda seguridad tenían. no olvidemos que estamos en los primeros estadios para poder conocer las características de los objetos realizados por cada taller. Independientemente de las importaciones o no, parece claro que los artesanos peninsulares abastecieron los mercados locales y su área de influencia comercial. sí se importan piezas elaboradas en marfil, como las placas de carranque (Baquedano y caballero 2001: 141-150) o las de Valdetorres del Jarama (carrasco y elvira 1994: 201-208).

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BIBlIoGrAfÍA

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ArtÍfIces e InDustrIAs AuXIlIAres en lAs mInAs HIsPAnAs Aquilino DelGADo DomÍnGueZ, museo minero de riotinto Juan Aurelio PÉreZ mAcÍAs, universidad de Huelva

resumen: el desarrollo de la minería necesita de toda una serie de industrias auxiliares, pues las labores exigían el concurso de artesanos que aseguraran la fortaleza de las zonas de extracción, y que fabricaran las distintas herramientas que facilitaban la eliminación de las aguas que se acumulaban en las proximidades del nivel freático, el transporte del mineral al exterior, etc. Además, con el éxito de las explotaciones en las grandes minas, se fueron formando con el paso de los años extensos campamentos mineros que albergaron a una ingente mano de obra y funcionarios imperiales, una población que atrajo también a artesanos que encontraban en estos asentamientos un buen mercado para sus producciones. las minas se convirtieron, a partir de época romana, en focos económicos donde recalaron muchos artesanos que se ocuparon de satisfacer esas necesidades. en este trabajo vamos a presentar una lista de estos artesanos a partir de los hallazgos realizados en las minas hispanas, entre los que destacaremos a los herreros, los carpinteros, los esparteros, los sogueros, los alfareros, los canteros y los albañiles, que en las minas de propiedad imperial debían someterse a contratos de arrendamientos tal como nos detallan los bronces de Aljustrel.

summary: the mining development needs of a range of auxiliary industries, as the work required the assistance of craftsmen to ensure the strength of the mining areas, and they manufactured the various tools to facilitate the removal of water that accumulated in the vicinity of the water table, or transport abroad, etc. And with the success of strip mining in large mines were formed over the years large mining camps that housed a massive labor and imperial officials, a population that also attracted artisans in these settlements were a good market for their productions. the mines were converted from roman times in economic center of attention where they arrived many artisans who catered to meet those needs. In this paper we present a list of these artisans from the findings in Hispanic mines, among which we highlight the blacksmiths, carpenters, craftsmen who worked esparto grass, the ropers, potters, masons and bricklayers, who in imperial property mines should be subject to leases as the Aljustrel bronzes detail. Palabras clave: artesano, minero, hispano, romano. Key words: artisan, mining, hispanic, roman.

IntroDuccIÓn

las riquezas metálicas de la Península Ibérica fueron una de las razones que impulsaron la conquista y explotación de las tierras hispanas después de finalizado el enfrentamiento romano-cartaginés en la batalla de Ilipa. no se ha concedido demasiada importancia a la minería en la fundación de Italica, pero la elección de ese

lugar para el establecimiento del lazareto de las tropas itálicas no fue sin duda casual. el sitio estaba ya ocupado, y era el acceso más cercano a la importante cuenca minera de riotinto desde el valle del Guadalquivir. roma tuvo oportunidad de comprender en esta fase de la guerra con cartago que uno de los principales recursos que había sostenido la maquinaria bélica de la familia de los Barca habían sido las minas hispanas, como nos

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AQuIlIno DelGADo DomÍnGueZ y JuAn AurelIo PÉreZ mAcÍAs

manifiesta el trazado de la marcha de las tropas romanas en la toma de Carthago Nova, en el distrito argentífero murciano, y de Castulo (Baecula), en las minas de plata y cobre de linares-la carolina. no deja de ser chocante, por tanto, que la fundación de Italica se encontrara cercana al tercer distrito argentífero en explotación ya desde época prerromana, el de riotinto (canto 2012). la avalancha de emigrantes itálicos que acudieron a las minas hispanas en época republicana es un buen indicio de la importancia económica que alcanzarían las minas en este momento, una primera fiebre de cobre y plata que desencadenó la exploración y explotación de un gran número de estructuras filonianas en las minas hispanas del sureste y sierra morena (Domergue 1990). A partir de Augusto llegó el turno a los distritos del suroeste, donde solo estaba en explotación riotinto, y en ellos se desarrolló un amplio programa de exploración minera que al cabo de unos años, a comienzos del siglo I d.c., había descubierto el resto de los yacimientos de la región, en la que más de cien minas habían comenzado la fase de explotación (Blanco y rothenberg 1980). tras las guerras cántabras se iniciaría igualmente la explotación de las minas de oro de los distritos mineros del noroeste (Domergue 1990). Desde este momento prácticamente no quedó masa o filón sin explotar en cada una de las zonas geológicas de la Península Ibérica. en la Península Ibérica encontró roma numerosos yacimientos metálicos repartidos por sus diferentes dominios geológicos, en especial en el macizo Ibérico y el Dominio Alpino. en el macizo Ibérico destacan la Zona centro Ibérica, la Zona ossa morena, y la Zona sud portuguesa (faja Pirítica ibérica). la minería romana se desarrolló en especial en cuatro grandes distritos: los del noroeste para extracción de oro; los de sierra morena, en la que se encuentra una gran variedad de yacimientos de cobre, plata y plomo en las zonas de ossa morena y centro Ibérica (sierra de córdoba, valle de los Pedroches, valle de la Alcudia, etc.); los del suroeste, con sus grandes depósitos de sulfuros polimetálicos (riotinto, tharsis, Aljustrel, etc.), explotados para cobre y plata; y los del sureste (cartagena-la unión, mazarrón, sierra de Gádor, etc.), ricos en minerales de plata y plomo (figura 1). mInerÍA y PoBlAmIento. los AsentAmIentos mIneros

la minería fue uno de los principales sectores económicos de Hispania, hasta tal punto que en ocasiones la necesidad de control en las minas complicaba el reparto de la administración del territorio entre el fiscus y el tesoro público (aerarium), como sucede en el caso de la

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Baetica, una provincia que en época imperial quedaba en manos de la administración del senado, pero en la que las minas estaban bajo la supervisión de funcionarios imperiales (procuratores), a los que también correspondía el mantenimiento y cuidado de otros sectores cruciales para la economía, como el Guadalquivir (CIL II, 1180), indispensable en el comercio del aceite bético para el abastecimiento de víveres (annona). el panorama de la minería romana en la Península ibérica es suficientemente conocido porque la investigación comprendió su importancia en el cuadro de las producciones hispanas (Domergue 1990). Desde ese marco general se ha ido profundizado en la investigación de los detalles de cada uno de los distritos mineros, del suroeste (Blanco y rothenberg 1980; Pérez macías 1998), de la sierra de córdoba (García romero 2002), del alto Guadalquivir (Arboledas martínez 2010; Gutiérrez soler 2010), del sureste (ramallo y Arana 1985; ramallo y Berrocal 1994; Berrocal 1999), y noroeste (sánchez-Palencia y orejas 1994). Poco a poco se van incorporando también estudios de otras comarcas mineras de menor relevancia, las minas de Irún (urteaga 1997), las de la sierra menera en teruel (fabre et alii 2012), las de Munigua (schattner, ovejero y Pérez 2012), las de Pino de oro (sánchez-Palencia et alii 2010), etc., de tal manera que incluso pueden esbozarse desarrollos cronológicos de las explotaciones, la riqueza y bondad de los minerales, las técnicas metalúrgicas, y otros aspectos del quehacer diario en las minas. sin embargo, en el caso de los hábitats mineros romanos no se han producido grandes avances, aunque se pueden comprender ya algunos aspectos de la urbanística de los asentamientos mineros. su desarrollo en cada uno de los distritos mineros es desigual, y estamos aún lejos de poder ofrecer una visión de cómo se plasmó sobre el territorio de las minas el poblamiento de las societates republicanas y los conductores imperiales, y en qué medida el tipo de hábitat está relacionado con los metales beneficiados, con la naturaleza de las mineralizaciones, y con las necesidades de una administración centralizada en zonas en las que existían diversos sectores de extracción. tan solo podemos suponer que esto habría obligado a establecer un sistema administrativo en el que se articularan a la vez unos ejes de comunicación rápidos y seguros y una explotación eficaz, que agilizaran y optimizaran la continuidad de los trabajos, que atrajeran las inversiones necesarias que permitieran un buen rendimiento de las concesiones, y aseguraran el abastecimiento. con el éxito de las explotaciones las minas se convertían así en un importante foco de atracción económica, que irradiaba no solo a las comarcas vecinas, que po-

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figura 1. Distritos mineros de Hispania.

dían ser favorecidas por la demanda de productos desde las minas, sino incluso a otras zonas hispanas, desde las que se produjo un flujo migratorio que ha dejado numerosas evidencias epigráficas (Blanco y luzón 1966). en suma, al calor de las explotaciones y de las fundiciones, la actividad minera era también un factor de romanización, de trasvases de poblaciones y de tecnología, y de desarrollo económico en regiones que, como ya comentaba estrabón a comienzos del siglo I d.c. (III, 2, 3), eran estériles para la agricultura y estaban muy despobladas. estas minas de oro, plata, cobre, y en menor medida las de hierro, jugaron un papel destacado en una economía monetaria como la que roma impulsó en la Península ibérica. los metales en su valor de moneda interesaron a roma porque mantenían la maquinaria de su expansionismo imperialista, dependiente del ejército y del pago de la soldada en metal (stipendium).

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Desde este punto de vista se entiende a la perfección el interés que roma otorgó a la explotación minera, y como, con el paso del tiempo, el régimen de explotación de las minas fue perfilándose, hasta terminar convertido en un régimen de concesiones imperiales a través de contratos de arrendamiento (locatio-conductio). sin pretenderlo, la explotación romana trajo a las zonas mineras una cultura que en sus aspectos fiscales y tecnológicos se mantuvo hasta la revolución Industrial de la era del Vapor, y un desarrollo económico, social y cultural de los distritos mineros que ha sido el argumento que en primera instancia más favoreció la vuelta a su explotación industrial, que se produce en la segunda mitad del siglo XIX a rueda de la industria química y eléctrica. este redescubrimiento de las minas para su explotación industrial se ha convertido también en una rémora para la investigación arqueológica. la introducción

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de la fuerza del vapor aumentó las posibilidades de incrementar el volumen de producción, y en la mecánica de los trabajos de minería los frentes de explotación ya no se dirigían exclusivamente a las masas o filones, sino a las rocas de caja, sin perder tiempo en una obsoleta minería selectiva que limitara la extracción de estériles. los primeros perjudicados con estos nuevos métodos de minería industrial fueron los hábitats, necrópolis y oficinas romanas, que se habían situado, sabiamente, en las rocas de caja para no entorpecer la explotación integral de los yacimientos mineros. esta ha sido una de las principales causas que han ocasionado que hoy día no podamos investigar los yacimientos mineros antiguos, y solo en algunos casos, en pequeñas minas filonianas sin largo periodo de explotación, puede emprenderse una investigación de la que estamos muy necesitados. cuando no fueron destruidos por la minería contemporánea otros poblados fueron objeto de pillaje por parte de los «sacageneros», que buscaban plomo para reciclarlo, como sucede en el caso del cerro del Plomo en la mina centenillo (Domergue 1971). Pero no todas las comarcas mineras han tenido una explotación contemporánea tan destructiva, y en algunas de ellas se conservan asentamientos susceptibles de investigación arqueológica. Así ha sucede en los poblados del distrito de las minas de oro del noroeste, en la zona de las médulas (león). en este distrito se han excavado los asentamientos de orellán, interpretado como un poblado de metalúrgicos, las Pedreiras, un asentamiento con una singular arquitectura de claras influencias itálicas (fernández-Posse, menéndez y sánchez-Palencia 2002), y las rubias, interpretado como un puesto militar (Dieulafait et alii 2011). en otra zona aurífera, la del Pino del oro (Zamora), los modelos arquitectónicos de el Picón coinciden con los que se manifiestan en los anteriores (sánchezPalencia et alii 2010). el estudio de este tipo de hábitats mineros puede depararnos grandes sorpresas, como ha quedado de manifiesto en el poblado de la loba (Blázquez, Domergue y silliéres 2002), cuyo urbanismo y arquitectura doméstica, de hondo sabor itálico, debe reproducir el tipo de asentamiento minero hispano de época republicana, una etapa en la que la minería de la plata y el cobre generó una masiva afluencia a las minas, tal como nos comentan las fuentes. otros poblados nos muestran también esa planificación de los asentamientos, como Valderrepisa en ciudad real (fernández y García 1993), con estructuras relacionadas con los procesos mineralúrgicos. son ejemplos de poblados en los que se alternarían los espacios domésticos con los industriales, con edificaciones alejadas de los modelos indígenas, un tipo de arquitectura que va a perdurar en época imperial.

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Desgraciadamente, más parcas son las noticias de los poblados del distrito del sureste, de la zona de mazarrón y cartagena-la unión, de los que apenas se tienen datos de lo que debieron ser importantes asentamientos desde época bárcida, salvo las noticias de la ocupación de las minas de mazarrón (ramallo y Arana 1985; Antolinos y Díaz 2012), y los de la sierra de cartagena, cabezo Agudo (fernández de Avilés 1942), cabezo de la Atalaya (Antolinos 2007), el Gorguel (Antolinos 2012), etc. estrabón (III, 2, 10) dejó escrito que en las minas de Carthago Nova trabajaban unos 40 000 obreros, una cifra que nos informa del auge demográfico en los poblados mineros de este distrito. Idéntico panorama se encuentra en aquellos distritos que mejor representan a la minería romana de época imperial, los de la faja Pirítica Ibérica. en estas minas las explotaciones contemporáneas a cielo abierto pusieron al descubierto en las secciones de los bancos de las «cortas» algunos de estos poblados mineros, como los de la corta de filón sur en tharsis o el de corta del lago en riotinto (Pérez et alii 2009). en otras minas de este sector fueron las construcciones de los edificios industriales las que descubrieron las estructuras romanas y algunas de ellas comenzaron a excavarse, como la denominada casa do Procurador de Aljustrel (Pérez et alii 2012). solo en uno de estos poblados, cortalago/llano de los tesoros en riotinto, se ha desarrollado una investigación arqueológica continuada (luzón y ruiz 1970; Jones 1980; Blanco y rothenberg 1980; Pérez macías 1998). nuestro conocimiento de este poblado y de cada uno de los sectores de extracción de la mina es suficiente, lo que unido a la documentación epigráfica y numismática permite trazar un esquema general sobre las zonas de vivienda, necrópolis y trabajo (Pérez y Delgado 2007). si los poblados de época republicana sorprendían por sus modelos arquitectónicos, en estos poblados romanos del suroeste sobresalen las dimensiones, que parecen estar parejas a la envergadura de las mineralizaciones, que albergaban miles de toneladas de minerales. son asentamientos de grandes proporciones, que a veces superan los 3 kilómetros de longitud, grandes aglomeraciones de trabajadores, técnicos, personal de administración e industrias auxiliares, focos de desarrollo económico que atrajeron a una ingente mano de obra para la minería y artesanos, para mantener el alto ritmo de producción minera y metalúrgica que indican los tonelajes de escorias (18000000) y para asegurar el abastecimiento que requería esta población. la imagen arqueológica de estos grandes poblados de época imperial se comprende perfectamente en las normas que regían la vida administrativa en los bronces de Aljustrel (Domergue 1983), que detalla incluso el pálpito de las subastas que se realizaban en la plaza pú-

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blica (foro). el régimen de arrendamiento al que debía someterse todo negocio o servicio que se emprendía en el territorio de las minas, afectaba tanto a las concesiones de explotación minera como a los artesanos que trabajaban por cuenta propia en las minas. entre estos artesanos se citan a los barberos, zapateros y bataneros, y entre los servicios a las termas. solo los maestros de escuela estaban exentos de pagar estos impuestos. Dado su estado de conservación y la escasa investigación, no resulta fácil acercarnos a la realidad de estos poblados mineros, entre los que pueden establecerse grandes diferencias según correspondan a una exploración o explotación de estructuras filonianas de corto cubicaje, o a las grandes masas polimetálicas con millones de toneladas de reservas, en los que la caja imperial fijó la sede administrativa de todas las minas de su comarca. en los pequeños poblados, como el de la mina de Vuelta falsa (Paymogo, Huelva), las viviendas de los mineros eran simples tuguria con cubierta de ramajes, mientras que en los grandes poblados la vida podía endulzarse con una visita a los baños (balineum) o las compras en los talleres (officinae) de los bataneros, zapateros, barberos, etc. no toda la población estaría ocupada pues directamente en la minería, aunque esta fuera la principal actividad. en las zonas mineras se constata incluso la presencia de médicos, como telémaco (CIL II2/7, 334), esclavo de una sociedad minera, que tras su manumisión seguiría prestando asistencia en córdoba (rodríguez neila 1999). el transcurso de la jornada en estos poblados estaría acompañada por los humos que desprendían las instalaciones de tostación, el ajetreo de los mineros que van o vuelven de las galerías, y el paso lento de las acémilas que transportaban el mineral, todo bajo la atenta inspección de los funcionarios imperiales y los soldados de la vexillatio destacada en las minas. si la mina en explotación tenía buena calidad y cantidad de minerales, las posibilidades de fortuna se incrementaban, y parte de las ganancias quedaban en el propio poblado minero, convertido en residencia estable de más de una generación familiar, donde se desarrollaba todo el calendario litúrgico característico de cualquier ciudad romana, las fiestas de los antepasados, cumplir con los preceptos del culto imperial, etc. solo los ludi quedaban fuera de estos asentamientos. todo en estas minas era perenne, incluso parte del poblado podía abandonarse para ceder terreno a las escombreras de escorias y edificarse a unos cientos de metros más allá. la arquitectura se permite ciertos lujos, como el empleo de ladrillos, tégulas, o ventanas de vidrio (regalado, Delgado y Pérez 2012), pero el aparejo de los muros era muy pobre, mampuestos de las rocas de la zona e incluso fragmentos de escorias con morteros de barro.

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la vida en estos poblados estaba sometida a la fiscalización de los funcionarios imperiales, una pieza fundamental sin cuyo concurso a veces se podía arruinar una mina por el escaso celo en el mantenimiento de las entibaciones y los desagües. no extraña así que los habitantes de Vipasca mostraran con un monumento su agradecimiento al procurador Beryllus (IRCp, 121), que había logrado la restitutio metallorum (encarnação 1984). Además de exigir por ley que se cuidaran las infraestructuras de la mina, bajo su gobierno se encontraban todos los aspectos que regulaban la dinámica de los trabajos, cómo debían desarrollarse los pregones de las subastas y cuánto cobraría el pregonero, las condiciones que debían cumplir quienes tomaran en arriendo los baños, y los impuestos que debían satisfacerse según los contratos de arrendamiento de los servicios (centesima). no extrañan estas disposiciones que enmarcan el bullicio en estos poblados, pues si atendemos a su extensión en algunos se pudieron alcanzar cifras de miles habitantes. en ellos se establecieron no solo los servicios que se precisaban en el coto minero, sino en otras minas más pequeñas de los alrededores, en las que se encontraban grupos más reducidos de mineros y técnicos. no conocemos los talleres de toda la pléyade de artesanos que encontraron en estos poblados mineros el mejor lugar de promoción, debido a que los restos de estos asentamientos han llegado a nosotros muy destruidos, y porque la investigación arqueológica ha ido siempre a remolque de la minería. la mejor forma para acercarnos a su trabajo y a sus producciones es la cultura material que se ha conservado de estas poblaciones y los hallazgos singulares que se han producido en los restos de labores romanas encontradas en las modernas operaciones de minería. ya que el fisco le garantizaba la salida directa de sus productos, los artesanos podían tener un amplio campo de trabajo en las minas, aunque estuvieran sujetos a las condiciones que imponía el contrato de arrendamiento. no hay constancia segura de que todos los artesanos que trabajaban en las minas imperiales tuvieran que someterse a este sistema de arrendamiento, pero por los ejemplos que nos detallan las tablas de bronce de Aljustrel, lo más probable es que así fuera. De esta forma, son los artesanos que recogen estos bronces los que nos ofrecen la pauta de su régimen de trabajo. Por otra parte, son en su mayor parte artesanos anónimos, como muchos de los que desempeñan su trabajo en las colonias y municipios para cubrir las necesidades de la población. no eran oficios de libre ejercicio, y si alguien vendía algunos de esos productos que estaban sujetos a concesiones, como multa debería entregarle el doble a quien hubiese ganado la concesión por arrendamiento. era una manera de compensar al artesano que tenía la concesión, penalizando a quien

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pudiera hacerle competencia. Del mismo modo, el concesionario estaba obligado a satisfacer las demandas, ya que si no era así los productos que fabricaba en su taller podían comprarse en otro taller. en el caso del zapatero solo él podía fabricar zapatos en la mina, pero estaba obligado a surtir de todo tipo de calzado a los habitantes del coto minero. cuando estas condiciones afectan a quien ha ganado la concesión de ejercer el oficio de barbero, al que la ejerciera ilegalmente se le requisaban todos los instrumentos del oficio y se entregaban al barbero que había conseguido la concesión. en el oficio de la batanadura, los artesanos recibían tres denarios en concepto de indemnización por quien hubiera abatanado vestidos sin autorización. naturalmente, los esclavos podían ejercer de zapateros y barberos de sus dueños sin incurrir en estas penalizaciones. los contratos de arrendamiento también favorecían a los artesanos, al permitir tomar una señal cuando se hicieran los encargos por parte de los clientes (pignoris capio). estos artesanos podían incorporar a sus talleres a otros artesanos, pues en el caso del taller del barbero se aclara que podían contar con barberos ambulantes que le auxiliaran en su trabajo. De esta forma hay que entender que tanto la zapatería como la barbería eran talleres en los trabajaban varios artesanos por cuenta de quien había conseguido la concesión. estos talleres debían contar por tanto con esclavos (servi), tal y como era corriente en el artesano del mundo romano. si están bastante claras las reglas que fijan la concesión de estos servicios en el territorio de las minas, no lo son tanto los impuestos que debían satisfacer al fisco cuando se obtenía el arrendamiento. en el caso del pregonero de las subastas, que también se conseguía mediante conductio, no se define cuándo debe pagar, sino lo que debe cobrar en concepto de honorarios por sus servicios, el uno o dos por ciento cuando consiga la venta de los artículos en la subasta. sabemos que pagarían unos impuestos, pues el maestro de escuela era el único que estaba exento de esas cargas. Debía existir un impuesto (vectigal) de arrendamiento, tal como los había por la concesión de los pozos mineros. Dentro de estos poblados y distritos mineros cabe hacer una distinción entre los artesanos que formaban parte del cuerpo de técnicos del procurador o de los concesionarios, casi todos ellos esclavos, y aquellos artesanos libres (ingenui) que vendían sus productos (mercenarii) en estos campamentos mineros. en este segundo caso se encontrarían el zapatero, el barbero y el batanero, cuya clientela debería ser mayoritariamente privada. sin embargo, aunque no se mencionen en los bronces de Aljustrel, dentro de la mina también eran sumamente importantes toda una serie de herramientas cuya fabri-

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cación y reparación requerían el concurso de artesanos, herreros, carpinteros, alfareros, etc. no pensamos que estos artesanos fueran miembros del aparato administrativo del funcionario imperial, es decir que estos trabajos fueran realizados, por ejemplo, por soldados especializados en la siderurgia o en la carpintería, oficiales bien representados en los destacamentos militares bajo el mando del magister fabrum. las disposiciones de los bronces de Aljustrel mencionan que las labores de minería eran realizadas por los arrendatarios, a los que se obligaba con una estricta normativa para trazar las labores de exploración y mantener en buen estado las entibaciones, y en ambas tareas necesitaban del concurso de artesanos. tanto el procurador como los concesionarios debían tener a su cargo este tipo de artesanos, pero es evidente que también debían existir profesionales libres, sometidos al régimen de monopolio como el zapatero o el barbero, que podían suplir las necesidades de quienes verdaderamente explotaban las minas, las societates, socii y conductores, e incluso distribuir parte de su producción fuera de las minas, como es el caso de alguno de los alfareros (figuli) que mencionaremos. ArtesAnos en lAs mInAs HIsPAnAs

en definitiva, además de esos artesanos que conocemos por los bronces de Aljustrel, cuyos productos no se han conservado, la cultura material de las minas romanas nos permite acercarnos a otros oficios que contribuían a la rentabilidad de las explotaciones y a hacer más placentera la vida en los poblados mineros. entre estos se encuentran en primer lugar los que estaban involucrados en las explotaciones mineras, como los herreros, los carpinteros, los esparteros y cordeleros, y los que tenían su mercado en el poblamiento que se encontraba en las minas o en territorios aledaños, como los alfareros, picapedreros, albañiles, escultores, etc. no son oficios específicos de las minas, algunos ya se encuentran en la lista de los nueve colegios de artesanos que instituyó el rey numa Pompilio (Collegia Artificium). Herreros

el instrumental empleado por el minero romano era fundamentalmente de hierro. se ha discutido mucho sobre la perduración del uso de herramientas prehistóricas de piedra en época romana, entre ellas el martillo de minero con surco central de enmangue, pero este útil no tiene capacidad para profundizar ni para trazar las labores básicas de la minería romana, el pozo y la galería. si en

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algunas escombreras romanas puede encontrarse este tipo de herramientas, es porque proceden de la limpieza y desatorado de labores anteriores. el herrero (ferrarius) era uno de los artesanos más necesarios en las minas, y sus herramientas servían tanto para la labra de pozos y galerías de exploración, como para arrancar el mineral en las cámaras de extracción y triturarlo. Debido a la dureza de los minerales, a la mayor resistencia de las herramientas de hierro y sus posibilidades de reparación, el utillaje usado en estas labores fue preferentemente de hierro. Por eso las forjas son instalaciones abundantes en los poblados mineros, como la loba (Blázquez, Domergue y silliéres 2002), y las escorias de hierro que abundan en las minas, como riotinto (Blanco y rothenberg 1980) y Valduerma (Domergue 1990: 407), se han de explicado por esta necesidad de abastecer de hierro a las minas. Aunque las minas tienen crestones de óxidos de hierro, no todos los minerales tenían buenas cualidades siderúrgicas, y el hierro podía exportarse de otras regiones. en riotinto se han recuperado lingotes de hierro de 4,5 kilos de peso y unas dimensiones de 22/5 × 5/5,5 centímetros, que deben corresponder a esa necesidad de abastecimiento de hierro de buena calidad, los obtenidos a partir de óxidos de hierro (magnetitas y oligistos) y no de sulfuros (pirita) o hidróxidos de hierro (gossan). esta producción de hierro de calidad contribuyó a que algunas ciudades béticas, como Munigua, se especializaran en la siderurgia (schattner, ovejero y Pérez 2012). en las herrerías de las minas se fabricarían todas las herramientas de hierro, pero otra tarea fundamental era la reparación después de un cierto período de uso, una operación que volvería a dar forma a las piezas, en especial a sus filos o zonas de ataque. sobre esta operación de vuelta de las herramientas al taller nos informa Plinio (N.H. 34, 144): «los forjadores en cuanto le es posible afilan de nuevo toda la que se quedó sin filo». Domergue documentó en mazarrón (murcia) tres picos en el mismo cabo, la forma en la que se disponen esta herramientas para llevarlas a la herrería para repararlas y afilarlas (Domergue 1990). no obstante, lo propios mineros debían afilar ligeramente sus herramientas casi a diario, para prolongar los filos útiles por más tiempo antes de llevarlos de vuelta a la herrería. este afilado se realizaría con piedras de arenisca, como las halladas en riotinto (luzón 1970), que se conservan en el museo Provincial de Huelva. según Plinio (N.H. XXXVI, 165) las mejores piedras de afilar eran las que procedían de Laminium, en el alto Guadiana. útiles de hierro se han registrado en muchas minas hispanas (Domergue 1990), Aljustrel (Portugal), Zamujal (Portugal), Belmonte (Portugal), estevão (Portugal), escadia Grande (Portugal), Jales (Portugal), outeiro de Baltar (orense), Buñola (mallorca), solana de los Ba-

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llesteros (ciudad real), santa Quiteria (toledo), el centenillo (Jaén), san Quintín (ciudad real), romana (ciudad real), el francés (córdoba), cerro del esparto (córdoba), la loba (córdoba), Arditurri (Guipúzcoa), sierra Almagrera (Almería), sierra de cartagena (murcia), cabezo rajado (murcia), mazarrón (murcia), Pedreras Viejas (murcia), la Gamonita (Badajoz), Plasenzuela (cáceres), miraflores (Badajoz), tharsis (Huelva), cueva de la mora (Huelva), y riotinto (Huelva). la mina en la que han aparecido en mayor número es riotinto. los electroimanes de las plantas de trituración han retenido gran cantidad de herramientas de hierro en la última época de laboreo de las monteras de gossan para la producción de oro y plata (río tinto minera s.A.), y de esta forma en el museo minero de riotinto se ha ido formando una colección de más de 500 herramientas romanas (maddin, Haupmann y Weisgerber 1996), cuyas huellas pueden diferenciarse en las labores romanas conservadas (Willies 1997). entre estas herramientas puede esbozarse una primera tipología preliminar que da idea de la variedad funcional a la que tuvieron que hacer frente los herreros de las minas para poder satisfacer las necesidades tipológicas, para elaborar formas específicas que la exploración, el arranque, y la trituración exigían. las formas más repetidas son las siguientes (figura 2): - útil ancoriforme. Presenta unas dimensiones constantes de 48 centímetros de largo, 9,8 centímetros de ancho y 5,4 centímetros de alto. contiene cierta cantidad de plomo para aumentar su peso, que ronda los 3,6 kilos. Desconocemos su uso, pero se pueden proponer las tareas de pico, para romper la roca o el mineral, y las de contrapeso, de ahí su forma de cepo, utilizado para izar los capazos del mineral con los tornos de madera y roldanas, lo que permitía aligerar el esfuerzo.

- Pico-cuña. su sección es cuadrangular, y sus dimensiones medias son de 20 centímetros de largo por 6 centímetros de ancho. su peso alcanza los 3,2 kilos. es una herramienta que se utilizaría en combinación con una maza, y la operación se realizaría por dos personas, una que sostendría el pico-cuña y otra que con una maza golpearía en la parte posterior del pico cuña para que la parte anterior penetrara en la roca o mineral para romperlo. estas características de uso convienen con minerales muy duros, seguramente las partes más silíceas de las mineralizaciones, que exigían el empleo de mucha más fuerza para romperlos.

- Pico simple. suelen ser de unas dimensiones parecidas al anterior, aunque de menor sección, 28 centímetros de largo, 4 centímetros de alto y 5,9 centímetros

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figura 2. Instrumental de hierro de riotinto: 1. selección de herramientas del museo minero de riotinto; 2. Picos-martillos; 3. maza y cuña; 4. Pieza enmangada del antiguo north lode museum (riotinto).

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de ancho. su peso se sitúa en torno a los 2,8 kilos. su parte delantera tiene un filo aguzado que se va ensanchando hacia el ojo del enmangue de la parte posterior, donde remata en mayor anchura para darle más robustez. como el resto de las herramientas que se usaban para penetrar lo más posible en los materiales, su sección transversal es cuadrangular y la longitudinal curvada.

en las labores romanas se conservan muchas marcas de este tipo de herramientas. una representación de la misma la encontramos en un plomo monetiforme del cerro del Plomo (el centenillo, Jaén) con la leyenda m. or.

- Pico doble. tiene unas dimensiones de 26 centímetros de largo, 6 centímetros de ancho y 7 centímetros de alto. su peso es de unos 1,6 kilos. su sección longitudinal es ligeramente curva, como todas las herramientas de arranque, y la transversal cuadrangular.

- Pico-martillo. es una de las herramientas más documentadas en las minas hispanas. su forma cumple una doble tarea, la de pico y tras el ojo de enmangue la de martillo. Puede presentar a su vez distintas variedades en relación con sus dimensiones y su peso. sus medidas oscilan entre los 16,7 y los 28 centímetros, y su peso entre los 608 gramos y 1,5 kilos. las diferencias en las dimensiones y en el peso se deben a los distintos trabajos que debían realizarse en la minería de interior, desde el trazado de pequeñas galerías de exploración (ternagi y cuniculi), en las que solo se pretendía alcanzar otra zona de buenas leyes en mineral, que suelen ser de dimensiones reducidas, hasta las galerías y cámaras de extracción, de dimensiones más regulares y de mayor amplitud, que permitían el uso de herramientas de mayores dimensiones.

- marra. las marras pueden ser de grandes dimensiones y alcanzar los 19,4 centímetros de largo, con una sección cuadrangular de 6 centímetros de lado. su promedio en peso se encuentra sobre los 3 kilos. es una herramienta que debido a su peso requería el empleo de las dos manos y se combinaba con cuñas para la extracción de las zonas más duras. el ojo de enmangue está descentrado con respecto a la longitud de la pieza, pero las huellas de uso indican que se utilizaban tanto por la parte anterior como por la posterior.

- maza. es también una herramienta para ser usada en combinación con las punterolas o los picos martillos. su sección es rectangular y su perfil longitudinal ligeramente curvo. el ojo de enmangue se encuentra en la parte posterior y está reforzado para absorber el impacto

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de los golpes. sus dimensiones medias son de 18 centímetros de largo y 3 centímetros de ancho, y su peso ronda los 740 gramos. Para su manipulación era fácil manejarla con una mano, mientras la otra sostenía la piqueta que recibía el impacto para labrar las galerías.

- cuñas. son de sección cuadrada tendente a rectangular, y presentan numerosas huellas de uso en la zona en la que se producía el impacto de las mazas. su sección longitudinal es triangular, con una parte posterior más ancha, donde se golpea, y una aguzada, que es la que penetra en la roca. sus dimensiones oscilan entre los 6 a 15 centímetros de longitud y los 6 a 8 centímetros de lado, y su peso de unos 620 gramos. se utilizaban para abrir la roca. Plinio nos describe que este tipo de cuñas de hierro servían para excavar las galerías para el procedimiento de la ruina montium en las minas del noroeste hispano (Domergue 1990), y G. Agricola (1556) nos describe varios tipos de cuñas que se empleaban aún en la minería del siglo XVI.

- Punterolas. son un tipo más pequeño de cuñas, más largas y por lo general de sección cuadrangular. sus dimensiones son de 25 centímetros de largo y 4,5 de ancho, y su peso puede alcanzar en ocasiones los 900 gramos.

- rodos. están formados por dos elementos, la pala de arrastre y un enmangue tubular, unidos mediante remaches. son instrumentos raros sobre los que a veces hemos tenido dudas de adscripción desde que J.m. luzón (1970) diera a conocer ejemplares descontextualizados de riotinto, pero su cronología romana está confirmada por los aparecidos en el poblado de la loba (Blázquez, Domergue y silliéres 2002).

- tenazas. las tenazas son menos numerosas, pero los ejemplares que conservamos están formados por dos piezas unidas por un remache central. su funcionalidad dentro de las minas pudiera haber sido la de coger las punterolas y las cuñas, evitando así que un error en el manejo de las mazas y las marras pudiera dañar a las manos del minero que la sostenía. una representación similar a este tipo de tenazas se puede apreciar en el relieve de Palazuelos (Jaén), en el que el último de los mineros de la cuadrilla que se representa porta al hombro una de estas tenazas, un argumento evidente de su uso en el interior de las galerías. las tenazas son también instrumentos imprescindibles en las herrerías, para el manejo en el yunque de las piezas después de sacarlas del carbón al rojo vivo. Así aparece en una estatuilla de bronce de un herrero hallada en sierra morena (Arboledas 2010).

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los herreros trabajarían también otros instrumentos no relacionados con el trabajo minero. entre los elementos romanos de la colección arqueológica de la compañía británica que operó en riotinto se encontraban algunas argollas (luzón 1970) y cadenas (Amador de los ríos 1999) que se clasificaron como grilletes para esclavos. su forma no coincide con los típicos cepos de esclavos utilizados en el mundo romano (thompson 1993), pero existen algunos paralelos en la Bética (rodríguez Gutiérrez 2012). en la mina de coto fortuna (mazarrón) también apareció una argolla de hierro en un fragmento de tibia, que se interpreta como los restos de un forzado o damnatus ad metalla (ramallo y Berrocal 1994). cArPInteros

el oficio de carpintero (tignarius), el artesano dedicado al trabajo de la madera, era uno de los más necesarios en las zonas mineras. su cometido en quehaceres relacionados con el trabajo en la mina se divide en tres apartados, la elaboración de herramientas, las obras de fortificación y la construcción de máquinas de desagüe (figura 3). las herramientas de madera se empleaban tanto para trabajar en contramina (arranque y zafreo del mineral) como en el exterior (estriado y selección del mineral). Aunque este tipo de herramientas de madera no son abundantes en los contextos arqueológicos de las minas romanas de Hispania, los ejemplos conservados, gracias a las buenas condiciones que ofrecía el ambiente sulfuroso de las mismas, nos muestran que eran útiles de uso corriente. entre estas herramientas de madera aparecidas en las minas hispanas se encuentran cuñas, palas y rodos de madera. el carpintero debía proveer asimismo de mangos de madera para las herramientas de hierro, picos, piquetas, mazas, y rodos. otros artefactos elaborados en madera eran los barcales, las bateas para el traslado del mineral seleccionado a los hornos. estaban fabricados en un único bloque de madera, y las recuperadas en riotinto tienen unas medidas de 34 centímetros de largo y 18 centímetros de ancho. su forma suele ser rectangular con los ángulos redondeados, con unos refuerzos en los lados cortos para poder cogerlos. Bateas similares a las de riotinto han aparecido en las minas de Aljustrel, malhada y escadia Grande. este tipo de utensilios han seguido utilizándose en las minas hasta época moderna, y una buena representación de las mismos los encontramos en la obra de G. Agricola (1556). Por sus dimensiones todas estas bateas coinciden con las pintadas en el retablo de la iglesia de santa Ana de Annberg-Buchholz (sajonia, Alemania), fechado en 1521, en el que mujeres

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las portan en la cabeza para llevar el mineral triturado, limpio y seleccionado a los hornos. un tipo parecido, pero de mayor tamaño, se usaba en la mina de riotinto en el siglo XVIII para sacar el mineral del interior, y en este trabajo se empleaban niños (elhuyar 1854). A comienzos del siglo XIX dejaron de utilizarse al ser sustituidos por carros de mano. los cotos mineros estaban bien abastecidos de cerámicas, pero no es extraño que estos carpinteros se dedicaran al torneado de vasijas de madera. un fragmento de una de ellas se encontraba entre los materiales del antiguo museo de la compañía minera de riotinto, hoy en el museo de Huelva. es un cuenco de borde reforzado con claros paralelos en la tipología vascular romana. Desconocemos su uso, pero lo más probable es que esté relacionada con el servicio de agua, que se transportaba al interior en ánforas amortizadas, como indica el ejemplar de la forma Dressel 7-11 recogida en una galería romana de corta Dehesa (Pérez et alii 1996). sin embargo, el objeto de madera más curioso encontrado en las minas es una pieza depositada en el museo Arqueológico nacional como originaria de riotinto. su forma es parecida a una lanzadera de telar, y ha sido interpretada como una trampa para animales por H. schubart (1962). Por sus paralelos en el norte de europa schubart la considera de la edad del Bronce, pero esa pieza ya fue dada a conocer en una foto publicada por r. Amador de los ríos dentro del conjunto de maderas romanas del museo de la compañía británica de riotinto (Amador de los ríos 1999). De ser cierta esta catalogación como trampa para animales, por el lugar de hallazgo habría que pensar en un cepo para roedores, unos animales que podían hacer mucho daño en los aparejos de elementos vegetales que se utilizaban en las minas (sogas, esportones, etc.). los carpinteros han sido unos operarios imprescindibles en las minas, hasta tal punto que entre los símbolos de las minas en muchas ocasiones se utiliza el hacha-pico como emblema, una herramienta que servía para cortar madera de las entibaciones y picar el mineral. su concurso era fundamental, pues tal como nos detallan los bronces de Aljustrel se exigía a los concesionarios el mantenimiento de las entibaciones de las minas, cuya ruina podía afectar no solo a los mineros que transitaban y trabajaban en las galerías, sino a todo el sistema de huecos de interior. Por lo que se conoce sobre la entibación en la legislación y literatura minera del siglo XIX, la madera habría que renovarla cada tres años, período al cabo del cual se sustituirían los ademes (ezquerra del Bayo 1839), y esto ofrece una idea de la importancia de la entibación en las minas. es probable que la legislación de las tablas de Vipasca pueda relacionar-

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figura 3. la madera en las minas hispanas: 1. Pozo entibado de riotinto (Archivo Histórico fundación río tinto); 2. Galería entibada de riotinto (foto J.A. Pérez macías); 3. entibación romana de riotinto (según J.m. luzón); 4. Pozo entibado y roldanas de Aljustrel (según Viana, freire de Andrade y da Veiga ferreira); 5. Polea romana de tharsis (foto A. Delgado Domínguez); 6. Polea romana de cartagena (foto J.A. Antolinos marín); 7. escalera romana de cartagena (foto J.A. Antolinos marín).

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se con esto, ya que se exigía a los concesionarios que «todos los pozos deben estar diligentemente apuntalados y con el maderamen bien firme. el colono de cada pozo está obligado a sustituir la madera partida por otra nueva y adecuada» (VIp II, 11). eran los propios arrendatarios los que debían hacerse cargo de la labor, y los funcionarios imperiales harían inspecciones periódicas para comprobar el buen estado de las entibaciones. en resumidas cuentas, puede plantearse que los carpinteros podían encontrar un amplio campo de trabajo en la minería, trabajando por cuenta propia los encargos de los concesionarios de los pozos, o como asalariados de los conductores o de la administración imperial. no puede descartarse incluso que entre el destacamento de soldados que se encontraban en algunas minas hubiese especialistas que realizaran trabajos de mantenimiento o apuntalamiento en las labores mineras sin concesionarios o en las infraestructuras de desagüe. las entibaciones eran más necesarias en las zonas profundas de las minas, ya que en las labores superficiales los minerales de la zona de oxidación eran generalmente más compactos y no requerían fortalecimientos. A medida que se profundiza hacia la zona de enriquecimiento secundario, la zona con más leyes de las mineralizaciones, el mineral era más terroso y además aumentaba la cantidad de agua por su cercanía al nivel freático. en esas situaciones era obligado la entibación parcial o total de las galerías o cámaras, y de ello nos han quedado ejemplos que han llegado hasta nuestros días. estas estructuras de entibado o contención se montaban mediante travesaños longitudinales y transversales ensamblados, y en algunas ocasiones acompañados con planchas de madera a matajunta. la madera preferida para este tipo de trabajos era la encina, de gran resistencia mecánica, pero también se realizaban en pino. ejemplos de este tipo de estructuras se han documentado en riotinto (luzón 1970; Palmer 1929) y otras minas del suroeste peninsular (Viana, freire y da Veiga 1954), pero el mejor conservado se encontró en la mina de Boinas (Belmonte, Asturias), actualmente en el museo Arqueológico de oviedo. las entibaciones también se han encontrado en los pozos de extracción, a los que se reforzaba la caña para evitar desprendimientos o para prevenirlos, limitando el roce directo de las espuertas mineras contra las paredes. los pozos pueden ser de sección circular o cuadrada, y los ejemplos de pozos entibados que han llegado hasta nosotros son todos cuadrados. solo excepcionalmente se registró un pozo hexagonal en mazarrón (Gosse 1942). la preferencia por los pozos circulares cuando la dureza de la roca lo permitía, se explica porque no era necesario fortificarlos. cuando el terreno era más blando y había problemas de

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desprendimientos se recurría al pozo cuadrado, que ofrecía más ventajas para fortificarlo con un forro de planchas de madera. sin embargo, los instrumentos de madera más espectaculares encontrados en las minas romanas son los ingenios de desagüe. la eliminación de las aguas que se iban acumulando en el interior de las galerías y de los anchurones era una labor primordial, pues sin una técnica de desagüe adecuada la minería romana nunca hubiera alcanzado las profundidades de explotación para poder llegar a las zonas más ricas de las mineralizaciones, la zona de cementación de los sulfuros secundarios, situados junto al nivel freático. el recurso más eficaz fue el de la galería inclinada, el «cuniculus qui aquam metallis subducet» de los bronces de Aljustrel (VIp II, 18), que permitía extraer el agua por su propio peso a una cota más baja en el exterior (luzón 1968). Pero cuando eso no era posible, el agua tenía que bombearse hasta una de las galerías de desagüe, y para eso los carpinteros tenían un cometido fundamental en la construcción y reparación de máquinas de desagüe, pues dos de ellas eran de madera, la noria (rota aquaria) y los tornillos de Arquímedes (coclea). los numerosos hallazgos de este tipo de instrumentos corroboran que mientras el mineral tuviera una ley rentable para la minería romana nunca fue un obstáculo la evacuación del agua ni la profundidad de los trabajos. estas máquinas se emplearon en el egipto ptolemaico, donde los sabios reunidos en torno al museo y a la Biblioteca aportaron multitud de soluciones técnicas y compilaron toda la física mecánica y neumática. la más conocida de las máquinas de desagüe romanas es la noria, toda ella construida en madera, incluso los cangilones, y sin clavos metálicos, sino pernos de madera que resistían mejor la acción corrosiva de las aguas ácidas de la mina. otros elementos de madera asociados a las norias son los soportes, que sostenían todo el mecanismo y los canalones en los que se recogía el agua. es un tipo de máquina descrita por Vitrubio (X, 9): «si debiere subir agua a mayor altura, se mudara la máquina de esta forma. Ajústese al eje de la rueda que llegue donde hubiere de llegar el agua, y a toda su circunferencia en el lado se adaptará una serie de cangilones cuadrados, que se embrearán con mezcla de pez y cera; así cuando los hombres giran la rueda, viniendo los cangilones llenos a lo alto y empezando a declinar, vierten por sí mismos en el artesón el agua que tomaron». este modelo difiere de las encontradas en las minas del suroeste, donde los hallazgos han sido más abundantes (riotinto, tharsis, lagunazo, são Domingos, y Aljustrel), pero el sistema de funcionamiento es el mismo. entre 1850 y 1860 se encontraron diez norias en são Do-

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mingos (Portugal), de las que actualmente se conserva un cuarto de rueda en el musée des metiers de París (Domergue, Binet y Bordes 1999). en 1895 se hallaron diez más en el filón norte de tharsis (Gonzalo y tarín 1888; Domergue y Bordes 2004). en riotinto hay constancia de la aparición de al menos una cincuentena de norias (Delgado y regalado 2010), de las que se conserva una completa procedente de la masa de Planes en el museo de Huelva (ojeda 2006), y un tercio de rueda en el museo Británico (Weisgerber 1979). en el filón sur de riotinto, el sistema compuesto por 14 parejas de norias halladas en 1910 y las ocho localizadas en 1919-1921 nos ha llevado a suponer que para alcanzar la galería de desagüe se bombeaba el agua a una altura de unos 81 metros. restos de norias destinadas al desagüe de las minas se han encontrado también en Britannia (Dolaucothi) y Dacia (rosia montana). estaban formadas de diversos elementos perfectamente numerados (radios, cangilones, etc.) sobre un eje de bronce, la única pieza metálica del mecanismo. la numeración de cada una de las piezas facilitaba el traslado de los distintos elementos por separado al interior de la mina y el montaje final en el lugar deseado. De igual modo, ante la rotura de algunos elementos podía fabricarse otro igual para poder reemplazarlo sin necesidad de sacar al exterior toda la pieza. los carpinteros de la mina debían tener una serie de modelos para que ante tales sucesos, que debían ser frecuentes, pudiera reponerse rápidamente la pieza y no interrumpir la cadena de desagüe, pues estas norias formaban series que iban subiendo el agua de nivel hasta la altura por la que discurría la galería de desagüe. el tamaño de las norias hispanas oscila entre los 4,60 y 3,60 metros de diámetro y tienen entre los 30 y 22 radios. en función de este tamaño se ha calculado que para su movimiento se necesitaría una fuerza de unos 0,07 caballos de vapor y se podrían desaguar unos 0,083 centímetros cúbicos, es decir unos 83,252 litros por minuto, según los cálculos realizados por Palmer (1929). las maderas utilizadas en la fabricación de los elementos de las norias son de varios tipos. en são Domingos la madera era de encina, mientras en la de riotinto que se conserva en el museo de Huelva se utilizaron tres tipos de madera, nogal para el cubo, pino para los cangilones, y abeto para los radios. otros restos de noria que se encuentran en el museo minero de riotinto son de alcornoque. los estudios dendrocronológicos de estas maderas sitúan su uso entre fines del siglo I d.c. y fines del siglo II d.c. otro de los ingenios de desagüe construido en madera era el tornillo de Arquímedes o cóclea. esta máquina consiste en un cilindró hueco por el que se mueve un tornillo sin fin. se construían enteramente en madera,

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aunque en algunos casos la hélice interna era metálica. se accionaban manualmente por un solo hombre y colocados inclinados en hilera iban descargando el agua de un depósito inferior a otro superior, y así sucesivamente. Diodoro sículo menciona que los mineros hispanos hacían uso de este sistema que había inventado Arquímedes en su viaje a egipto (V, 37). Vitrubio la describe de esta forma: «Hay también una especie de rosca que saca gran cantidad de agua, pero no la sube tanto como la rueda […] colócase esta cóclea entre los maderos de largo y dos travesaños a los cabo, en los que se harían los agujeros argollados de hierro por donde pasarán los ejes, sobre los cuales girará por los hombros. la elevación de la máquina será según la regla del triángulo rectángulo de Pitágoras» (X, XI, 26-25), «[…] es una máquina tan ingeniosamente construida que gracias a ella se podrían transportar enormes masas de agua y se sacaría fácilmente un río entero de las profundidades de la mina» (X, 37). Posidonios la llama tornillos egipcios, y nos dice que se empleaban en egipto en época faraónica, y estrabón (III, 2 y 9) cita su uso en las minas de la turdetania: «los turdetanos abren sinuosas y profundas galerías, reduciendo a menudo las corrientes que en ellas se encuentran por medio de tornillos egipcios». tornillos de Arquímedes se han encontrado en la mina de sotiel coronada (Huelva), en la que Gonzalo tarín (1888) presenta el dibujo del hallazgo de un sistema combinado de Polea de cangilones y tres espirales de Arquímedes en una cámara del Pozo de san Juan. uno de esos tornillos de Arquímedes se encuentra en el museo de liverpool (Bienkowski 1987). un sistema de tornillos más completo, formado por cuatro cócleas sucesivas, se documentó en la mina de santa Bárbara de Posadas (Gossé 1942). otros ejemplares se han encontrado en la mina de el centenillo (Jaén) y mina de Diógenes (ciudad real), lo que demuestra su uso generalizado en las minas hispanas (Gossé 1942). De la colección arqueológica de riotinto proceden dos interesantes trozos de madera en forma de pistón, un vástago cilíndrico que remata en un ensanche de mayor diámetro. no podemos asegurar su funcionalidad, pero recuerdan extraordinariamente al émbolo de las bombas de madera que siguieron en uso hasta la aparición de la bomba de vapor (laboulaye 1857: 127). eran bombas aspirantes o expelentes construidas enteramente de madera, con un cuerpo cilíndrico hueco en el que entra el pistón con guarnición de cuero, un tubo inferior de aspiración y un tubo superior expelente. en la unión del cuerpo de la bomba con el tubo de aspiración tiene una válvula de cuero que puede estar reforzada con una placa metálica para darle rigidez. cuando el pistón sube se produce debajo de él un vacío y cuando baja para expul-

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sar el agua por el tubo expelente, la válvula inferior se cierra por la presión del agua. su funcionamiento es idéntico a las Bombas de ctesibio, dobles y construidas en metal, una de las cuales apareció en la mina de sotiel coronada (luzón 1968). otras máquinas de madera que se utilizaban en las minas son los tornos y roldanas para subir el mineral desde la zona de extracción a la superficie. el ejemplo mejor conocido es el documentado en la mina de Algares de Aljustrel (Viana, freire y Da Veiga 1954). en él cuatro tornos en conjunción con cuatro roldanas estaban dispuestos sobre un pozo perfectamente entibado para izar las espuertas de mineral. el torno estaba formado por dos soportes, sobre los que se disponía el virador. Al virador estaba amarrada la soga que pasaba a continuación por una roldana, dispuesta también sobre dos soportes, y cuando la cuerda se adentraba en el pozo pasaba sobre un rodamiento de madera. fragmentos de un cabestrante parecido se encontró en la mina de Herdade de montinho (Portugal), y roldanas similares se recogieron en las minas de Pedreras Viejas (murcia) y tharsis (Huelva). la roldana de tharsis, actualmente en el museo minero de riotinto, está fabricada en dos partes con madera de encina unidas mediante tubillones de madera. Del interior de algunas minas proceden también escaleras de madera. están fabricadas en un solo tronco, de sección generalmente cuadrada, en el que se esculpían los peldaños. en un ejemplo de la mina de Algares en Aljustrel se entiende su funcionamiento (Viana, freire y da Veiga 1954), dos troncos así tallados se unían mediante travesaños horizontales formando la escala. Para salvar ligeras diferencias de cota podía utilizarse únicamente el tronco con escotaduras a modo de escalones. Del trabajo de los carpinteros, como entibadores o para reparar las máquinas de desagüe, dan fe algunas herramientas de hierro emparentadas con su trabajo, aparecidas en las labores romanas. la herramienta para el trabajo de los entibadores era el hacha, y una de ellas apareció en una de las galerías romanas de riotinto. tiene unas dimensiones de 20 centímetros de largo, 6 centímetros de alto y 5 centímetros de ancho. sobre el uso de las hachas en las labores de entibación nos comenta ezquerra del Bayo (1839: 112): «el hacha es la principal herramienta de un entibador. es increíble el partido que sacan de ellas los de Almadén. les sirve de hacha, de azuela, de sierra, de garlopa y de martillo. con solo esta herramienta, una cuerda y un canto para la plomada, son capaces de hacer cualquiera obra de entibación por delicada y difícil que sea». otra herramienta de los entibadores sería el hacha-pico, de parecidas características que la dolabra militar, que suele tener unas dimensiones de 28 centímetros de largo, 5 centímetros de an-

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cho y 7 centímetros de alto. en las minas también se han encontrado formones, como los de las minas de escandia Grande (Portugal) y la Gamonita (Badajoz). el compás y la plomada, como los que se han encontrado en riotinto, también eran herramientas de carpintero. AlfAreros

un hallazgo excepcional en riotinto nos demuestra que en las grandes minas del suroeste ibérico también se establecieron alfareros para satisfacer las necesidades de cerámicas comunes, entre ellas las lucernas que servían para iluminar los tajos de interior. el hallazgo se produjo en el sector de la necrópolis de la Dehesa próximo al poblado de llano de los tesoros/cortalago, donde las máquinas de la mina descubrieron una tumba de incineración, de la que se pudo recuperar un vaso de sigilata hispánica en forma de tintero y una lápida funeraria que se relacionó inmediatamente con el figulus de la marca l.I.r. que aparece en muchas lucernas mineras de riotinto: D.M.S./L. IVLIVS REB/VRRINVS. OLISp/AN XLI H.S.E.S.T.T.L./FORTVNATA CON/TVBERNALIS F.C. (luzón y ruiz 1970). esta pieza nos ofrece información de primera mano sobre este alfarero y su origo lusitana. sería uno más de los artesanos que buscaron con su establecimiento en la mina de riotinto un medio de promoción económica y social (campos, Pérez y Vidal 2004), aunque su producción, como veremos, no se comercializó exclusivamente a esta y otras minas de la región. la lucerna fue uno de los instrumenta de más uso en las minas (morillo y rodríguez 2008), la única forma de garantizar la iluminación en los trabajos de contramina (figura 4). los mineros tallaban en las paredes de las galerías unos huecos donde colocaban las lámparas (lucernarios), de tal manera que, al no tener que sostener la lucerna con una mano, tuvieran libres las dos manos. estos huecos se situaban a trechos regulares, de tres a cuatro metros de separación entre unos y otros, y se encuentran ennegrecidos por el humo que desprendían las lucernas. en ocasiones se disponen a pares, para iluminar mejor una zona. en las grandes cuevas de extracción no suelen aparecer este tipo de lucernarios, por lo que es posible que la iluminación se lograra por otros medios. Diodoro sículo (V, 11) nos comenta que en las minas hispanas los mineros solían alumbrar la zona de trabajo gracias a la luz de las lucernas que sostenían en la cabeza, y Plinio (N.H. XXXIII, 21, 5) señala incluso que la duración de los trabajos se estimaba en lo que duraba el aceite de estas lámparas. todos estos antecedentes han sido señalados por J.m. luzón (1967) en su estudio de las lucernas mineras de riotinto, donde se fue formando una gran colección

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figura 4. lucernas romanas encontradas en las galerías romanas de riotinto. Archivo Histórico fundación riotinto.

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con los hallazgos que se producían en las tumbas de la necrópolis de la Dehesa, expoliada sistemáticamente. nos apunta que las lucernas que se utilizaban en las minas eran de mayor capacidad que las domésticas, y ello se explicaría por la necesidad de aumentar la capacidad del disco para que el tiempo de reposición del aceite se prolongara, una circunstancia que no siempre se confirma con los hallazgos de lucernas en el interior de las galerías romanas, que han aportado también ejemplares de menor tamaño y de cuidada elaboración. sea como fuere, sí parece que la tosquedad y mayores dimensiones de estas lucernas mineras deben explicarse en el contexto de piezas que, más allá de su valor estético, respondían a una funcionalidad eminentemente práctica. entre el conjunto de 343 lucernas que se custodiaban en el antiguo museo de la compañía minera, muchas de ellas portan el sello l.I.r. que luzón y ruiz identificaron con Lvcivs Ivlivs Rebvrrinvs (figura 4). Dentro de estas lámparas mineras luzón realizó una primera clasificación en dos grupos: uno de ejecución cuidada, de pasta relativamente depurada, unas dimensiones de 11 centímetros, y sellos inscritos en un círculo; y las fabricadas con barros menos depurados y de ejecución más tosca, que alcanzan los 15 centímetros de longitud, y sellos inscritos en una elipse terminada en punta (luzón 1967). sobre las marcas opina que la inmensa mayoría corresponden a talleres locales, que en su mayor parte se fabrican en tipo tosco, entre los que estaría l.I.r. las lámparas de l.I.r. han aparecido en otras minas de córdoba (luzón 1967), en Aljustrel (Alarcão y Alarcão 1966), e incluso en ambientes no mineros de mérida (Bustamante y olmedo 2012) y tierra de Barros según noticias del márques de monsalud (1907). A partir de las diferencias morfológicas y decorativas, J.m. luzón propuso una línea evolutiva de las lucernas de l.I.r. este alfarero comenzaría fabricando lucernas de pasta depurada, utilizando una letra capital cuadrada para su sello. Después fabricaría lucernas más bastas, en principio con formas en las que la unión del rostro con el cuerpo se hace por medio de dos volutas. más tarde desapareciendo completamente las volutas, de las que quedan como recuerdo dos anillos simétricos a ambos lados de la unión, al tiempo que el sello empieza a ser más descuidado. no contamos con ninguna prueba arqueológica de esta evolución tipológica, que pudiera originarse también en el distinto uso de estas formas, las toscas para la mina y las cuidadas para el ambiente doméstico. Valgan pues estas diferencias para señalar al menos la diversificación de la producción, que debe ser reflejo de la gran actividad de su taller y de su perduración. las últimas excavaciones en cortalago, con una estratigrafía en la que se suceden cuatro niveles constructivos de época romana, desde el

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siglo I a. c. hasta mediados del siglo II d.c., permiten situar la producción de l.I.r. según los hallazgos de este sello en la transición y primeros decenios del siglo II d.c. (Pérez macías 1998; Bustamante 2011). la demanda de lucernas para la mina no quedaría satisfecha con la producción de l.I.r., ya que se conocen más sellos que nos indican que hubo otros alfareros trabajando en la región minera de la faja Pirítica Ibérica, aunque por ahora no pueden situarse sus talleres. entre estos el alfarero del sello t, menos numeroso que el anterior, y que luzón coloca entre los productores de lucernas mineras. De esta marca se conocen ejemplares procedentes de mértola (Portugal), donde se encuentra otra mina importante, la de são Domingos, y algunos ejemplares en el museo Arqueológico de sevilla, que luzón supone que proceden del distrito minero de riotinto. otro tipo de marca muy repetida es la de r.t.V.D. dentro de una hedera con la punta hacia abajo, que en algunos ejemplares tiene una decoración de espina de pescado alrededor del disco. más común es la G.t.G., que ha aparecido también en la mina de tharsis. De igual modo, del sello m.V.s. se conservan ejemplares en riotinto y tharsis. otros sellos que aparecen sobre lucernas de tipo minero son los de l.A.t, del que se conocen algunos ejemplares en Algarve, G.A.G., r.t. I. e I.A. todos estos alfareros emplean arcillas semejantes que inciden en la existencia de más de un taller en esta comarca. no es extraño que en el período de máxima actividad de estas minas, a lo largo del siglo I d.c. y primera mitad del siglo II d.c., se hubieran instalado figlinae en los principales cotos mineros de la región (riotinto, tharsis, são Domingos, Aljustrel, etc.). estos tipos de lucernas conviven con otras de procedencia foránea, entre las que se encuentran las típicas formas de volutas del siglo I d.c. con el disco decorado con diversos motivos, como Victoria sobre globo y corona en la mano derecha, que acaso proceden de talleres cercanos, como los estudiados en Augusta Emerita (rodríguez martín 1996), con la que mantendría una fluida comunicación como residencia del legado imperial, de donde llegarían también cerámicas de Paredes finas, bien representadas en los ajuares dela necrópolis de la Dehesa (mayet 1970). el consumo en estos centros mineros debía ser importante. A las minas llegaron productos de buena calidad, sigilatas itálicas, sudgálicas, hispánicas y africanas, ánforas de la bahía de cádiz, etc. Pero l.I.r y otros alfareros locales no especializaron su producción solo en las lucernas, estos talleres se encargarían además de abastecer de cerámicas comunes de mesa, comunes de cocina (figura 6) y vasos destinados a los ajuares funerarios (figura 5). Dentro de la magnífica colección arqueológica procedente de la ne-

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figura 5. cerámicas locales de riotinto (necrópolis de la Dehesa). museo minero de riotinto.

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figura 6. cerámicas locales de riotinto (necrópolis de la Dehesa). museo minero de riotinto.

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crópolis de la Dehesa conservada en el museo minero de riotinto, destaca un conjunto de unos 70 vasitos funerarios que pueden adjudicarse a estos alfareros (figura 5). el tipo de desgrasante incluye pequeños fragmentos de óxidos de hierro que certifican el empleo de arcillas y elementos no plásticos locales, y por otra parte su forma recuerda extraordinariamente a ciertas producciones lusitanas de vasos bicónicos, que parecen reemplazar a las cerámicas de Paredes finas. estos vasos abundan en las necrópolis de Alentejo y Algarve (martínez rodríguez 1989), y nos señalan no solo un buen nivel de relaciones entre las minas situadas a uno y otro lado del Guadiana, sino también la fuerza de la tradición alfarera lusitana, que parece responder a la llegada de alfareros de la Lusitania, tal como manifiesta el epígrafe funerario de Reburrinus, oriundo de lisboa. no podemos asegurar, no obstante, que este tipo de vasos se deban a la obra de l.I.r., ya que carecen de sellos. sin embargo, no son los únicos repertorios en los que se manifiesta esa influencia lusitana. entre ellos se encuentran también la serie de cerámicas grises con decoraciones bruñidas, muy comunes también en el área lusitana. se trata de jarritos de perfil piriforme, fondo plano indicado o de sección anular, cuerpo de mayor proyección en el tercio inferior, carena gallonada que lo separa del tercio superior, cuello estrangulado, y borde saliente (figura 5). tienen un asa de sección lenticular, geminada en algunos ejemplares, que se desarrolla desde el borde hasta la carena. suelen presentar medidas uniformes, entre los 10 y 11 centímetros de altura, 6 a 8 centímetros de diámetro y 3 a 4 centímetros de diámetro en la base. la cocción frecuentemente es reductora, de tonos grises uniformes, pero no faltan ejemplares con pastas rojizo-anaranjadas de cocción oxidante. la superficie exterior tiene un tratamiento muy característico, están finamente alisadas y se adorna con una decoración de líneas bruñidas verticales o ligeramente inclinadas en el cuello y en la parte superior del cuerpo por encima de la carena. estas jarras son muy comunes en la Lusitania, y sus paralelos más cercanos se encuentran en las cerámicas comunes de Conimbriga (Alarcão 1976). en relación con estos talleres alfareros hay que añadir que de algunas minas proceden tégulas con marcas ante cocturam (figura 7). en el museo de Huelva se encuentra un fragmento de tégula lucera con sello B procedente de riotinto, y en minas de cala se encontró otro fragmento de tégula con sello de la societas s Vo (Pérez y rivera 2004). las arcillas y los desgrasantes de estos materiales son locales, de coloraciones rojizas y abundantes desgrasantes minerales. no es extraño que algunas de estas alfarerías mineras destinaran parte de su producción a los materiales de construcción, tal como se constata en las al-

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farerías de la campiña próxima (Pérez macías 2008). Hay que advertir que en los bronces de Aljustrel se dedica un capítulo a las scripturae scauriarum et testariorum (VIp I, 7), que puede aludir a la producción de estos materiales constructivos (testa). la misma pasta de las tégulas se encuentra en los ladrillos semicirculares para columna o en los ladrillos con orejetas para termas encontrados en riotinto. es decir, estas oficinas satisfarían con esta producción de ladrillos y tejas las necesidades de la pobre arquitectura de estos poblados mineros, en la que el opus testaceum es una obra de lujo que se destina solo al alzado de columnas y a las pavimentaciones. esPArteros

el esparto, una importante materia prima en el mundo antiguo, ocupó un papel destacado en las minas hispanas, en las que la figura del spartarius debía ser un artesano corriente. las fuentes latinas refieren el valor del esparto en el suelo hispano. tito livio ofrece la noticia de que cuando se tomó Carthago Nova los cartagineses lo tenían almacenado para su flota (XXVI, 47,9). Plinio menciona el esparto como uno de los productos de los que Hispania tenía una alta producción (N.H. XXXVII, 203), y silio itálico y solino valoran la riqueza producida por el esparto. Aunque su principal zona de producción se situaba en las comarcas de cartagena, y de ahí el nombre de Carthago Spartaria, también se producía en otras zonas, ya que no era solo una materia prima esencial en la construcción naval y en las minas, sino en otras artesanías, como la fabricación de calzado y cuerdas. De los esparteros se conoce una mención epigráfica, la del espartero gaditano C. Adivius Spartarius (CIL II, 1774), una mención que no extraña en una ciudad en la que la industria de construcción naval estaría muy desarrollada. son los hallazgos en las minas, sistematizados por c. Alfaro Giner (1984), los que más han llamado la atención sobre el trabajo de estos humildes artesanos. en las minas el esparto se utilizó sobre todo como elemento para la fabricación de la indumentaria de protección personal y de las espuertas, esportones, y esportillas en los que se transportaba el mineral (figura 8). entre estos elementos del equipo de los mineros destacan las siguientes piezas: - Bonetes o cascos. estos gorros servirían para proteger la cabeza en las galerías bajas y sinuosas, en las que las protuberancias de las rocas y minerales podían producir heridas. De estos bonetes se han encontrado ejemplares de esparto trenzado, dos en cartagena y otro de Aljustrel.

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figura 7. la labor de los testarii: 1-2-3. tégula lucera y ladrillos de riotinto; 4. tégula lucera de Aljustrel; 5. tégula con inscripción de minas de cala.

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figura 8. utensilios mineros de esparto: 1. Bonete, museo municipal de cartagena (foto J.A. Antolinos marín); 2. esparteña, museo municipal de cartagena (foto J.A. Antolinos marín); 3. funda de cantimplora, museo municipal de cartagena (foto J.A. Antolinos marín); 4. esportilla, museo municipal de cartagena (foto J.A. Antolinos marín); 5. espuerta, museo municipal de cartagena (foto J.A. Antolinos marín); 6. espuerta, museo municipal de cartagena (foto c. Domergue); 7. soga romana, north lode museum (riotinto) 1904, Archivo Histórico minero fundación río tinto; 8. sogas romanas, museo de Bella Vista, años 60 del siglo XX, Archivo Histórico minero fundación río tinto.

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- cascos con espaldera. este tipo de vestimenta protegería del roce en los trecheos de mineral sobre la espalda y la cabeza. en el museo municipal de cartagena se conserva un gorro cónico de esparto que cubriría toda la cabeza y la espalda.

- rodilleras. De esparto trenzado y forma similar a las suelas de las sandalias, pero más fina y alargada. el uso de esta pieza protegería cuando se trabajaba de rodillas en las pequeñas galerías de exploración. la pieza se ataba a la rodilla de forma parecida a las grebas de los legionarios. se documentó en la mina de coto fortuna de mazarrón (murcia). tiene unas dimensiones de 28 centímetros de largo y 9 centímetros de ancho.

- sandalias. Parece que el calzado de los mineros romanos era la esparteña. tenían suela trenzada y plana que se gira sobre sí misma de forma apretada. De la suela se coserían trenzadas para conformar la talonera y el empeine. la unión con el pie se realizaría con cordones. se han recogido ejemplares en las minas de mazarrón, hoy en el museo municipal de cartagena, y en la mina Algares de Aljustrel.

las espuertas, esportillas y esportones se utilizaban para transportar el mineral, y la variedad depende de sus medidas. se han establecido tres medidas, los esportones, de unos 80 centímetros de alto y 67 de ancho, las espuertas, de unos 60 centímetros de alto y 40 centímetros de ancho, y las esportillas, de unos 34 centímetros de alto y 22 centímetros de ancho. Dentro de ellas también pueden establecerse diferencias en razón de que tengan o no refuerzos de madera.

- esportones. los mejor conservados son siete ejemplares procedentes de la zona de cartagena, que se encuentran en el museo municipal de cartagena. De esta zona también se conserva uno en el museo Arqueológico de Barcelona. De la mina triunfo de mazarrón se encuentra otro en el museo de murcia, que es de cestería cordada y tiene señales de costillas de madera. también existe otro esportón de procedencia desconocida en el museo Provincial de oviedo.

- espuertas. Dentro de las espuertas puede establecerse una primera división entre las que llevaban refuerzos de madera y las que solo estaban fabricadas de esparto. las espuertas con refuerzo de madera están fabricadas en esparto cordado que se ensambla a las costillas de madera. Algunas llevan también una madera horizontal en la embocadura para así facilitar su izado. De las espuertas sin costillas de madera se conocen ejemplares procedentes de las minas de coto fortuna,

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riotinto y Aljustrel. la de coto fortuna es una espuerta grande de cestería cordada, a la que hay que sumar dos fondos de ejemplares que se encuentran en el museo municipal de cartagena. la espuerta de Aljustrel es una espuerta cruzada en sarga. De espuertas con refuerzos de madera se conservan tres ejemplares. una procede de mazarrón y está depositada en el museo Histórico Don felipe de Borbón de la escuela superior de Ingenieros de minas de la universidad Politécnica de madrid. su labor es de cestería en espiral y conserva ocho costillas de madera, dos de mayores dimensiones para ensamblar el travesaño horizontal, que tiene un entrante tallado para fijar la cuerda. otros dos ejemplares se encuentran en el museo municipal de cartagena. - esportillas. son de menores dimensiones y proceden casi todas de la zona de cartagena. una de ellas, actualmente en el museo Arqueológico nacional, está fabricada con cestería en espiral posteriormente embreada. en este museo se conserva también otra esportilla realizada con la misma técnica de cestería y conserva todavía ocho costillas de madera, dos de ellas con una inserción para recibir el ensamble de un asa transversal. otra esportilla con costillas de madera, que se depositó en el museo de murcia, tiene elementos reparados de época romana, como se aprecia en el cosido con cuerda que se encuentra en el borde superior. Dos ejemplares del museo municipal de cartagena son de cestería en espiral embetunada. un último ejemplar de la zona de cartagena es el del museo Arqueológico de Barcelona. la pieza más singular en esparto localizada en las minas es la denominada cantimplora del museo municipal de cartagena. está formada por dos piezas circulares de 40 centímetros de diámetro en cestería cordada, embreada y unidas por una liza rectangular. se ha considerado una cantimplora por su forma, que recuerda este tipo de piezas en sigilata sudgálica. Al estar embreada el agua no sería salubre, y parece poco probable que sea una cantimplora para agua. Puede pensarse en su uso como contenedor para otros líquidos, como el aceite de las lucernas. soGueros

estos artesanos (funistores) serían los encargados de fabricar las cuerdas, sogas y maromas que se empleaban en los trabajos de minería. es posible que las sogas y cuerdas, en las que se usaban fibras de esparto, fueran labores de los esparteros, pero los hemos separado de ellos porque los sogueros siempre han formado talleres independientes.

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este tipo de cordaje debía utilizarse en todos los trabajos mineros como elemento de ensamblaje y para facilitar el izado. en las reconstrucciones que se han propuesto del esquema de funcionamiento de las norias de desagüe, se ha considerado que el sostén de las artesas de madera en las que se recogía el agua que subían las ruedas era con sogas. las cuerdas deberían emplearse en un sinfín de trabajos en la mina, pero sobre todo eran imprescindibles para subir con los tornos y roldanas las pesadas espuertas y esportones cargados con mineral. también los mineros debían servirse de ellas para subir por las galerías en rampa que comunicaban unos niveles con otros, como todavía se aprecia en algunas de las estampas de G. Agricola (1556). De estas sogas se han conservado algunos restos. en la mina de Algares en Aljustrel (Portugal) se halló una gruesa soga de esparto de nueve cabos de simple torsión en dos fragmentos. también en otras minas del suroeste han aparecido sogas, descritas por J.m. luzón (1970), y una de ellas, que se conserva en el museo Provincial de Huelva, está formada por nueve cabos que le confieren un grosor de unos 4 centímetros. y en las zonas mineras de mazarrón y cartagena se han documentado distintos trozos de soga fabricadas por torsión y trenzado. entre ellas destaca un tramo de soga del museo municipal de cartagena, anudada a una madera, que podría corresponder a un asa de una espuerta. en la mina de coto fortuna de mazarrón G. Gossé describe e ilustra tres ejemplares de cuerdas de torsión (Gossé 1942). cAnteros y ArtesAnos De lA PIeDrA

el abastecimiento de materiales de construcción en las zonas mineras se realizaba en los propios cotos mineros. los materiales más utilizados en los opera de los metalla hispanos son las rocas de caja de las mineralizaciones, pizarras, calizas, granitos, y rocas volcánicas ácidas y básicas, buenas para la mampostería con barro de las casas de los mineros. la cal y el mármol son dos recursos que se encuentran alejados de la albañilería de las casas y edificios industriales, se reservan para los espacios de prestigio relacionados con el culto dinástico o con la arquitectura funeraria, en los que se despliegan los mejores ejemplos arquitectónicos y decorativos. el oficio de cantero en las minas no ha sido valorado, entre otras cuestiones porque no dejaban de ser unos mineros más. Pero estas canteras no son metalla que producían grandes rendimientos como las de mármol, su papel se reduce al abastecimiento de materiales de construcción o decoración arquitectónica. no obstante, en las minas estos lapidarii tenían misiones más importantes, de ellos dependía el correcto funcionamiento de las áreas de tratamiento metalúrgico.

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el sílice representa un 25% aproximadamente de la composición de los residuos metalúrgicos (escorias), porque con su aporte intencionado en la fase de reducción, junto con el mineral y carbón vegetal, se conseguía que aquellos elementos no deseados de la ganga formaran una fase metalúrgica de silicato (ferrosilicato o fayalita, escoria), que se eliminaba sangrando el horno para permitir nuevas cargas (salkield 1970). Por ello deberían existir canteras donde extraer estas rocas silíceas necesarias para las fundiciones, y debían depender también del administrador imperial, como una concesión minera más para cubrir la demanda de los concesionarios que se dedicaban a la minería metálica. Además de las canteras dedicadas a la extracción de rocas para la arquitectura local o las que beneficiaban esas rocas silíceas con destino a las fundiciones, se constata en algunas minas del suroeste, como riotinto o sotiel coronada, que existió una cantería más especializada sobre rocas propias de la geología de algunos distritos mineros para la construcción de monumentos funerarios en opus quadratum, con mayor riqueza en su decoración arquitectónica. este tipo de roca en riotinto es el «gossan transportado» (bog iron ore), que proviene de la erosión y denudación de la montera ferruginosa (gossan) de las masas de sulfuros polimetálicos, cementada posteriormente en una paleoterraza aluvial. su uso en este tipo de arquitectura sustituye a otras rocas de uso frecuente fuera de las minas, como el granito o el mármol. en esta roca se tallan sillares, basas, fustes, capiteles para la erección de monumentos funerarios en forma de turres, aediculae, arae y cupae. ya hemos dado a conocer todas estas piezas, cuya abundancia refleja no solo la cantidad de población que tuvo acceso a la adquisición de este tipo de piezas para su sepultura, sino la proyección que alcanzaron los artesanos de este taller dentro del distrito minero de riotinto (Pérez macías 2009; Pérez y Delgado 2012). en general, los lapidarios eran de condición servil, como el liberto marco messio samalo, que trabajó como faber lapidarius en el distrito minero de Carthago Nova (Abascal y ramallo 1997). no se conservan huellas de la cantera de este taller, pero debería estar situado en la zona norte del Alto de la mesa, en el frente que miraba hacia el sector del filón sur. existen en riotinto dos zonas donde se presentan este tipo de rocas, el Alto de la mesa y marismilla, pero es en el Alto de la mesa donde tiene mayor potencia. todavía hoy día se aprecian tablas de gossan transportado arrumbadas en las laderas desde su posición original. este material sedimentario se depositó sobre las pizarras carboníferas, y se comporta geológicamente como una placa de superficie superior aplanada (mesa), lo que facilitaba extraordinariamente su extracción. A pesar de su

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dureza, podían extraerse bloques paralelepípedos de fácil manejo por el cantero. en la zona de marismilla, junto a la masa Planes, también se encuentran piezas de gossan a medio tallar, que pueden indicarnos una cierta actividad en ese afloramiento de gossan. no obstante, la mayor parte de las piezas elaboradas en gossan proceden de las necrópolis de la Dehesa y escuelas Profesionales de riotinto, más cercanas al Alto de la mesa. el volumen de producción de este taller sería alto, ya que además de las piezas expuestas en el museo minero de riotinto y las que adornan sus jardines, otras piezas se reparten por las calles y plazas de los pueblos de la comarca (minas de riotinto, el campillo, Zalamea la real, y la Dehesa), en los que se han empleado además en el alzado de los paramentos de algunos edificios religiosos (ermita de san Blas, ermita de santa marina, etc.). la cronología de este taller habría que situarla en la segunda mitad del siglo I d.c. y en la primera mitad del siglo II d.c. en los yacimientos de época julio-claudia (cerro del moro) y en los niveles de habitación de este mismo período en cortalago/llano de los tesoros, no se encuentran elementos arquitectónicos de gossan transportado, y en las necrópolis en las que se han documentado los ajuares funerarios remiten a una cronología que se extiende desde época flavia a la antonina. Pensamos que estas canteras serían también una concesión imperial sometida a la lex locationis, pero la producción iría dirigida a su consumo por los habitantes del coto minero. la escasez de materiales más nobles en la arquitectura funeraria no es solo un índice del bajo poder adquisitivo de la población minera para exportar otro tipo de materiales desde la Baja Andalucía o sierra morena, sino también de la capacidad adquisitiva de la numerosa población minera de riotinto, que, a pesar de su aislamiento, fue capaz de propiciar el nacimiento de industrias de este tipo. la dedicación del taller a la extracción y a la labra del gossan transportado para la talla de elementos portantes y de decoración en la arquitectura funeraria, nos evidencia que el artesano no sería un simple quadratarius para la confección de sillares. otros elementos siguen las corrientes estilísticas del momento, pero la pésima calidad de este material no permitía acabados de calidad. solo en una ocasión estos artesanos hicieron una incursión en el terreno de la escultura, en las dos cabezas de «dioses de cuernos» de cerro salomón, estudiadas en su día por A. Blanco freijeiro (1962), posiblemente el pedido de alguna asociación de trabajadores, que no pusieron reparo a la escasa pericia de estos artesanos, con pocas dotes para la escultura. estos y otros canteros y marmolistas serían también los artesanos que fabricaban los epígrafes funerarios en las rocas locales, entre las que hay predilección por la pizarra, por sus cualidades de extracción y talla.

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los restos arqueológicos sitúan en las minas a otros artesanos relacionados con el trabajo de las rocas, entre ellos los escultores (fictores), que trabajaban sobre rocas de menor valor que el mármol. en la comarca de riotinto existen pruebas de que los canteros explotaron otras rocas con destino a la ornamentación. entre estas rocas destaca el jaspe manganesífero. en la faja Pirítica Ibérica los yacimientos filonianos de manganeso son tan numerosos como los depósitos de sulfuros polimetálicos. el manganeso solo podía ser utilizado para obtener tintes negros o morados, como se ha comprobado en la decoración de las cerámicas medievales (verde y morado) o modernas (azul y morado). el manganeso de estos yacimientos puede presentarse como óxido (o peróxido) y como carbonato, muy útiles para las aleaciones con hierro, y de ahí el auge de su minería en el periodo de las dos guerras mundiales con destino a la industria armamentística. en algunos de estos yacimientos de manganeso se presentan también filones de silicatos (jaspes), conocidos popularmente como «piedra sanguina» por su llamativo color rojo. Por este color ha sido una roca con la que a veces se han elaborado elementos de decoración arquitectónica. en los alrededores de riotinto son varios los afloramientos de manganeso, pero en uno de ellos, el castillo de cogullos (campofrío), los jaspes tenían la suficiente potencia y limpieza para que fueran motivo de explotación. en época moderna se extrajeron partidas para la decoración de el escorial, para el Palacio real de madrid, y para la catedral de sevilla (falcón márquez 1988). Junto al yacimiento de manganeso se encuentran también algunas masas de sulfuros polimetálicos, como umbría de Palomino, el soldado, y san crispín (Pérez macías 1998). De la explotación romana de estos yacimientos metálicos se conserva una pequeña escombrera de escorias en el escorial (campofrío), y en este yacimiento metalúrgico se encuentran nódulos de jaspe junto a las lupias de escorias argentíferas, lo que confirma su explotación en época romana. en el museo minero de riotinto se depositó hace años un mango de una lezna en jaspe con la representación de una loba (figura 9). su ejecución es muy cuidada y, aunque sea una pieza de arte menor, el trabajo del tallista contrasta con las burdas esculturas de gossan transportado que hemos referido anteriormente. Parece claro que la explotación de estos jaspes de cogullos pudo alimentar el trabajo de un taller de tallistas en la mina de riotinto, pero a esto se suma la utilización de jaspe en algunos mosaicos aparecidos en la provincia de Huelva. en uno de ellos, procedente de niebla (Vidal, Gómez y campos 2007), se reproducen escenas de venatio con perros, y las teselas de jaspe sirvieron para marcar los collares de los canes. no puede determinarse a ciencia

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figura 9. las canteras de jaspe: 1-2. mango de lezna en jaspe con cabeza de loba; 3. nódulo de jaspe; 4. Zona de preparación de los nódulos de jaspe (el escorial, campofrío, Huelva).

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cierta de dónde proceden estos jaspes de las teselas de este mosaico, pues como hemos señalado se encuentran jaspes en toda la faja Pirítica Ibérica, pero la existencia de canteros dedicados a la extracción de jaspes creemos que está confirmada con estos datos. el mosaico de niebla nos informa además que estos talleres exportaron estas rocas hacia la zona de la campiña, donde no las había, para su utilización en el opus tesselatum. un análisis más atento en el futuro a este tipo de teselas rojas en los mosaicos de la región, ampliará un panorama que por ahora solo puede esbozarse con los ejemplos que acabamos de señalar. los dos mejores ejemplos de talleres de escultura en las minas hispanas son el relieve de Q. Artulus de Baños de la encina (Jaén) y el relieve de los mineros de Palazuelos (Jaén). P. rodríguez oliva (2001) considera que el relieve de Palazuelos responde al trabajo de un taller local de escultura que sigue gustos itálicos o bien a la presencia de artesanos de origen itálico en las minas del alto Guadalquivir. la estela de Q. Artulo está esculpida sobre arenisca y tiene unas dimensiones de 120 centímetros de altura, una anchura de 52 centímetros y un grosor de 22 centímetros, y se ha datado en el siglo I d.c. representa a un niño vestido con el sagum, portando en la mano derecha un pico de minero y en la izquierda una esportilla. el relieve de Palazuelos está realizado también en arenisca, y tiene unas dimensiones conservadas de 41centímetros de largo, 37 centímetros de ancho, y un grosor que oscila entre los 10 y 8,5 centímetros. es la imagen de un grupo de mineros que en fila de a dos se dirigen al trabajo. el que se encuentra al final de la fila es de tamaño mayor, y a partir de esta particularidad se ha considerado el capataz (decurio) de la cuadrilla de mineros; lleva unas tenazas al hombro y en la mano una campanilla o una bolsa con aceite para las lucernas (¿?). el minero que le antecede porta pico-martillo sobre el hombro y quien le precede parece llevar una lucerna. los mineros van vestidos con el sagum corto sobre el que se disponen unas launas (¿de cuero?) como protección. el relieve formaría parte de un monumento funerario mayor. Aunque por su programa iconográfico se haya relacionado con explotaciones agrícolas, a uno de estos talleres se debe también el grupo escultórico dedicado por el dispensator Albanus en mazarrón (noguera 1992; noguera y navarro 1995), una comarca con notables evidencias de minería romana. el uso de rocas locales, areniscas para las esculturas y cuarcita para sus peanas, asegura su factura en la zona (noguera 2002). está formado por tres esculturas, una dedicada a la Mater Terrae, representada como una divinidad sentada en su tro-

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no, vestida con chitón y manto, y con frutas y espigas en su regazo, y otras dos de Genios, de pie y drapeados con la toga, el Genio Loci Ficarensi y el Genio S. M. F., que a pesar de los problemas planteados en su transcripción pudiera relacionarse con la minería en su interpretación como Genio Societas Montis Ficarensis (noguera 2002). otros ArtesAnos

las disposiciones de los bronces de Aljustrel remiten a la existencia de otros artesanos en estos grandes poblados mineros que no se nombran directamente. las vías que comunicaban estos centros mineros con las tierras de la campiña, de las que llegaban los alimentos, y con los puertos, hacia los que se dirigía la producción metalúrgica con destino a roma, eran caminos tallados en las pizarras carboníferas en las que las llantas de hierro de los carros han dejado los característicos raíles. carecían de pavimentaciones y de otras obras de ingeniería mayor, como los puentes. el paso de los ríos se hacía por vados y pasadas, y a lo más en ocasiones nos encontramos con largas trincheras, a veces de más de 20 metros de longitud y 2 metros de altura, con las que se pretendían aligerar las pendientes en zonas escarpadas. Debido a las malas condiciones de estos caminos, casi todo el transporte se realizaba en recuas de animales, como ha sido corriente hasta la llegada del ferrocarril. la importancia de las caballerías en las minas (burros, mulos y caballos) es manifiesta en los bronces de Aljustrel (VIp I, 2: […] Qui mulos mulas asinos asinas caballos equas sub praeco neuenderit […]), en los que se regula su venta por los praecones mediante subasta. Habría artesanos que fabricarían los arreos, los protectores de las partes de estos animales que se resentían con la carga y los serones en los que se transportaban las mercancías. entre ellos el albardero (clitellarius), que sería otro de los artesanos sobre los que no nos ha quedado memoria arqueológica. las albardas (clitellae) están formadas por dos almohadillas que se adaptan a los dos lados del lomo del animal, dejando este en hueco para que la carga no dañara su columna vertebral. una inmensa mayoría de los oficios en estos poblados los desempeñaron pues artesanos anónimos, y no todos han dejado sus manifestaciones en el registro arqueológico. entre los que han dejado más recuerdo se encuentran los albañiles, aunque su estatuto es más difícil de fijar. los poblados mineros no siguen ese esquema ortogonal que se detecta en los asentamientos romanos de inspiración campamental, pero resulta incuestionable que los edificios mineros, sujetos a unos modelos edilicios que dependían de su funcionalidad, debieron ser

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proyectados y levantados con el concurso de albañiles especializados, que conocerían cada uno de los fundamentos técnicos de sus trazas. los arrendatarios y compañías mineras tenían que contar con técnicos (redemptores operis o structores) que conocieran estos pormenores. un buen ejemplo de esto puede intuirse en el edificio industrial para la calcinación del mineral excavado en la zona de Azinhal en Aljustrel, un edificio específico para la tostación del mineral al aire libre que sigue un modelo que perduró hasta época moderna (cauuet et alii 1999). Del mismo modo, las edificaciones de la arquitectura doméstica documentada en las minas, como las casas de peristilo o los sistemas de canalizaciones, sugieren que en estos cotos mineros este tipo de artesanos debían formar cuadrillas o collegia para trabajar en las obras públicas bajo la supervisión de la administración imperial o en la construcción de las infraestructuras y edificios industriales de los concesionarios. en algunas minas pudieron asentarse también grabadores de cuños de monedas. el flujo comercial y el volumen de intercambios en algunos distritos mineros, hizo necesaria la acuñación de moneda. Ha sido m.P. García-Bellido (1982) quien ha planteado la existencia de una moneda específicamente minera, como uno de los valores de Castulo, muy abundantes en la loba, Diógenes, Valderrepisa, y la Bienvenida. se trata de un semis de Castulo que en unas no tiene creciente en el toro y en otras se ha obviado la leyenda, y con diámetros y peso que están alejados de los patrones originales. son monedas muy desgastadas y denotan mucha circulación, algo frecuente en zonas montañosas y mal comunicadas, en las que se habrían facilitado la provisión monetaria con acuñaciones locales. la dispersión de este tipo de monedas se originaría por la migración de los mineros de unas cuencas mineras a otras. la elección del patrón de cástulo sería una garantía entre los mineros, ya que esta zona tenía tradición minera y confería a las monedas una buena aceptación.

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en este mismo sentido se ha interpretado un tesorillo de imitaciones de monedas de Castulo encontrado en el asentamiento de cerro del moro (riotinto), cuya variedad y peso no tienen ninguna relación con las originales (chaves 1986 y 1988). mientras las monedas de plata de este asentamiento y algunas de bronce, como la serie de la caetra, pueden estar relacionadas con el pago del estipendio al destacamento de soldados de la mina, estas imitaciones de cástulo serían monedas de acuñación local para uso interno en el metallum, saldrían de las oficinas oficiales y volverían a los almacenes públicos, favoreciendo con ello un movimiento monetario relacionado con los trabajos de minería y la vida diaria en los distintos poblados del distrito. monedas locales de las zonas mineras se han documentado en otras zonas mineras, como Noricum. serían acuñaciones bajo la supervisión del procurator, que añadiría a sus funciones administrativas y técnicas las que desempeñaba en roma el procurator monetae a partir del principado de trajano. el taller estaría situado en la zona de la administración imperial, y los officinatores serían empleados públicos que harían las tareas de la larga lista de operaciones relacionadas con la acuñación, que incluían grabar las imágenes y las leyendas (scalptores y signatores), la contabilidad (dispensatores), y la supervisión del peso (aequadores). la epigrafía de las minas hispanas nos permite conocer que algunos de estos especialistas ya formaban parte de la maquinaria de gestión de las minas, como el reseñado dispensator de mazarrón (noguera y navarro 1995). finalmente, en las fodinae dedicadas a la producción de cobre es bastante probable que trabajaran también caldereros (aerarii), que eran tan necesarios como los plomeros (plumbarii). su trabajo era preciso para la fabricación de tuberías de plomo e instrumentos de desagüe (figura 10), como los grandes cangilones de bronce o la Bomba de ctesibio, de la que se conservan ejemplares de las minas del suroeste (luzón 1968) y de la zona de cartagena (Domergue 1990).

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figura 10. 1. cangilón de bronce, museo de Bella Vista, Archivo Histórico minero fundación río tinto; 2. Aros de bronce de un pozo romano de masa san Dionisio, museo de Bella Vista, Archivo Histórico minero fundación río tinto; 3. tubería de plomo y arranque de arqueta de plomo, museo minero de riotinto (foto A. Delgado Domínguez); 4. tubería de plomo Aljustrel (Portugal), museu de Aljustrel (foto A. Delgado Domínguez); 5. Precintos de plomo de sacos de mineral, cerro del moro (nerva) (foto. J.A. Pérez macías).

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Artifices Idoneos: artesanos, talleres y manufacturas en Hispania. reunión científica, mérida (Badajoz, españa), 25-26 de octubre, 2012.

AlGo mÁs Que Hornos y cerÁmIcAs. lA mAnufActurA AlfArerA en lA AntIGüeDAD AltoImPerIAl HIsPAnorromAnA: entre el ArtesAnADo y lA ProDuccIÓn en mAsA José Juan DÍAZ roDrÍGueZ, universidad de cádiz

resumen: en este trabajo se intenta llevar a cabo un análisis de la alfarería hispanorromana a partir del estudio de varios conceptos claves: la producción en masa con la existencia de una serie de focos de producción que se instalaron a lo largo y ancho de la geografía peninsular; la constatación de la configuración de varios modelos de complejos alfareros en relación a su organización arquitectónica; la condvctio de las distintas figlinae en relación al territorio en el que se integraron y, por último, el factor humano entendido como un somero resumen de algunos aspectos relacionados con el quehacer cotidiano de los alfareros en los centros de producción.

summary: In this paper we try to show how it was the hispanorroman pottery industry, studying some interesting cases. In that sense, in Iberian Peninsula existed some centres of production that reached a high level off potteries’ mass production. We’ve recongnised a lot of workshops in these sites. We’ve also noticed there are some types of pottery workshop if we study their spatial architecture. In the other hand, we try to explain some aspects about the roman’s condvctio in these centres. At last, we’ll speak about potters and archaeological notices about this job.

Palabras clave: alfarería, periodo hispanorromano, foco de producción, condvctio, organización arquitectónica. Key words: Pottery Workshops, hispanorroman period, condvctio, architectonical organization.

IntroDuccIÓn

la producción cerámica en todas sus vertientes fue una de las actividades económicas que tuvo un amplio desarrollo en la Península Ibérica en época romana. es cierto que su presencia ya había destacado en los distintos pueblos prerromanos que habitaron este territorio durante los siglos precedentes a la presencia romana en el solar hispánico, pero es en época altoimperial romana cuando el número de complejos alfareros aumenta exponencialmente, tal y como ha sido y sigue siendo constatado por los diferentes trabajos arqueológicos llevados a cabo. y es que la gran variabilidad y funcionalidad de los productos cerámicos elaborados durante la Antigüe-

dad clásica provocó que este producto, la cerámica, estuviera presente en la mayor parte, sino en todos, los ámbitos humanos. la vida diaria, con el empleo de la vajilla de cocina, de mesa y los productos cerámicos de mayor prestigio; la luminaria con las lucernas; elementos de tocador como los ungüentarios; la construcción con el empleo de los diferentes modelos de testae, tegvlae, ímbrices, tvbvli, clavijas o antefijas; el almacenamiento y comercialización de otros productos con el uso de ánforas y dolia; el mundo religioso con la elaboración de terracotas o productos votivos como los quemaperfumes o thymiateria; el mundo funerario con la elaboración de urnas cerámicas; o incluso el mundo de las letras con la fabricación de tablillas de barro o tinteros

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JosÉ JuAn DÍAZ roDrÍGueZ

son buena muestra de ello. esta versatilidad funcional que se presenta como característica indisoluble de la cerámica tuvo su fiel reflejo en la especialización de las áreas productivas que se fueron desarrollando en las distintas regiones peninsulares. en el presente artículo se pretende analizar el oficio de la alfarería en el mundo romano peninsular desde varias perspectivas. Por un lado, se rastrearán las evidencias alfareras conocidas en la Península Ibérica en época altoimperial romana. su elevado número hace inviable su compilación en un único artículo, de ahí que se haya optado por analizar dicha presencia a partir del concepto de foco de producción, entendido este como la aglomeración en un territorio determinado de un notable número de complejos alfareros que estuvieron en uso en un mismo momento y cuya producción principal estuvo dedicada a una determinada categoría vascular cerámica. esto provocó que en esos lugares se pasara del artesanado cerámico indispensable para el quehacer diario de los habitantes de la zona y cuyas evidencias arqueológicas se constatan por toda la geografía peninsular, a la producción en masa de un producto cerámico, ya fuera para su comercialización o para abastecer como producto subsidiario a otras actividades económicas; evidenciándose en este caso en determinadas áreas geográficas que son las que han sido objeto de atención. en segundo lugar, se intentarán caracterizar las instalaciones que cobijaron esta actividad económica a partir de su concepción arquitectónica espacial, pudiendo observarse varios modelos. los talleres alfareros también pueden ser analizados a partir de su relación con el medio que los rodea. en una tercera línea, se pondrá el acento en la relación de figlinae y officinae con respecto a los entes autónomos, privados o públicos con los que guardaron relación, pudiéndose de nuevo confeccionar un primer abanico con modelos organizativos. no hemos querido entrar a fondo en el análisis de la condvctio de estas instalaciones a partir de la epigrafía cerámica, puesto que este ha sido y es un tema con una amplia bibliografía que excedería sin duda los límites y aspiraciones de este trabajo. Pese a ello, no dejaremos sin al menos mencionar algunas de los modelos de gestión que se dieron en el territorio peninsular. Por último, como remate a este análisis, se atenderá la figura del artesano, intentando mostrar algunos aspectos del trabajo de esos alfareros a partir del registro iconográfico, del registro etnográfico y también del registro paleopatológico, cerrándose así el círculo entre territorio, infraestructura arquitectónica y componente humano, todos ellos necesarios para que el ciclo productivo de la cerámica pudiera verse completado.

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lA ProDuccIÓn en mAsA y los focos De ProDuccIÓn

el estudio de los centros de producción cerámica en la Península Ibérica ha sido un tema que ha despertado un notable interés en la comunidad científica, lo que ha generado una amplia bibliografía. Aunque hay trabajos anteriores sobre el hallazgo de alfares romanos, se puede consensuar que el primer estudio que compila una serie de yacimientos alfareros peninsulares lo llevó a cabo D. fletcher (1965) cuando procedió a la realización de un primer corpus tipológico de estructuras de combustión. Desde entonces, han sido innumerables las publicaciones que de una manera general o de forma particular han intentado con distinto enfoque y posterior resultado compilar no solo las áreas de producción/cocción sino cualquier evidencia material que pusiera de manifiesto la existencia de la actividad alfarera en un determinado lugar. solo citaremos aquí algunas de las iniciativas que con su buen hacer han favorecido la situación actual de la investigación. Justo es reconocer la labor en la década de los ochenta del programa Officina. este proyecto encabezado por l.c. Juan se concibió como un primer intento por sistematizar los distintos centros de producción de cerámica de la Hispania romana. como resultados, se llevaron a cabo distintas excavaciones arqueológicas en otros tantos alfares, compilándose asimismo en varios trabajos, entre otros muchos, los alfares hispanos que manufacturaron tsH (Juan 1984 y 1985; Juan y Bermúdez 1993) o los alfares de época tardorromana (Juan 1997). en la costa catalana, desde mediados de la década de los ochenta, han sido varios los autores que a partir del estudio de los contenedores anfóricos destinados al almacenamiento y distribución del vino se han acercado al rastreo de los yacimientos alfareros dedicados a su producción. entre todos ellos, destacan la publicación de J. miró (1988) acerca de la producción de ánforas romanas en cataluña durante los siglos I a.c. y I d.c.; el trabajo de V. revilla (1995), en la que se trata de forma minuciosa y metodológicamente correcta cuestiones acerca de la problemática de la producción vitivinícola y la inserción de esta en la economía rural en el nordeste de la tarraconense desde el siglo I a.c. hasta el siglo III d.c.; o la monografía de J. tremoleda (2000) sobre los alfares del nordeste catalán, en donde se analizaba el fenómeno de la industria y el artesanado cerámico romano de época augustea y altoimperial. los trabajos de J. Gisbert (1987; 1988; 1991; 1998 y 1999) en el entorno de Dianium o la recopilación de alfares de J. coll (2005) para toda el área valenciana son los ejemplos de publicaciones donde se recogen un buen número de talleres alfareros emplazados en esta zona levatina. en el sur, los alfares del valle del Guadalquivir dedicados monográficamente a la producción de

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figura 1. mapa de la Península Ibérica con la división en las tres provincias altoimperiales, así como la señalización de las capitales conventuales. se resaltan los principales focos de producción cerámica para época imperial en Hispania.

ánforas olearias han sido objeto de numerosos corpus o relaciones nominales. Desde los pioneros trabajos de Bonsor (1901) hasta el trabajo de P. Berni (2008) se han ido sucediendo las publicaciones que han ido rastreando y compilando las evidencias materiales de los numerosos centros alfareros que se dispusieron en ambos márgenes de los ríos Genil y Guadalquivir. m. Ponsich (1974; 1979 y 1991) o G. chic (1985 y 1988), entre otros, son investigadores que han ido completando la nómina de yacimientos en el principal foco productor alfarero peninsular. la bahía de cádiz también ha sido objeto de atención como demuestran los trabajos, entre otros, de l. lagóstena (1996) y e. García (1998). Por último, habría que mencionar las actas del congreso Figlinae Baeticae (Bernal y lagóstena eds. 2004), donde en un trabajo de compilación de numerosos investigadores se recogen en distintos corpus los alfares conocidos hasta esa fecha no solo en la Baetica, sino también en la Mauretania Tingitana o la Lusitania portuguesa. con

anterioridad o posterioridad a esas publicaciones, innumerables prospecciones superficiales, excavaciones arqueológicas o estudios de las producciones cerámicas han servido de acicate para el aumento exponencial del número de complejos alfareros, cuya simple mención excedería los objetivos y límites de este trabajo al casi alcanzar en estos momentos el millar de sitios arqueológicos documentados para época romana en todo el territorio hispano. Pese a ello, en la actualidad, y haciendo un recorrido por la geografía hispana podríamos definir una serie de focos de producción que aglutinaron en espacios geográficos concretos y en un periodo de funcionamiento específico un alto número de centros que se dedicaron a la actividad alfarera (figura 1). A lo largo de las siguientes páginas llevaremos a cabo un análisis macroscópico por las principales características de esos focos de producción, si bien hay que anotar preventivamente que en ocasiones el espacio geográfico que los aglutina difiere sustancial-

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mente en cuanto a sus dimensiones, pudiéndose observar micro focos o concentraciones en determinados puntos de esos focos o polos productivos. somos conscientes de que podríamos haber incluido aquí algunas aglomeraciones alfareras más, como las desembocaduras del sado o tajo, la costa del Algarve o los alfares documentados en el entorno de la ciudad de Avgvsta Emerita en la Lvsitania (figura 8), la bahía de Algeciras o el litoral bético mediterráneo en la Baetica (figura 4), el litoral murciano de notable relevancia para época tardorromana o algunas concentraciones de talleres alfareros en la meseta septentrional en época tardorromana, al socaire de la producción de vajilla de mesa o tsHt, etc., en la tarraconense, pero la limitación propia de un artículo de estas características motiva que solo se traten algunos de los principales focos de producción. sirvan entonces estas páginas como reflejo de lo que entendemos que fue una producción en masa en determinadas áreas geográficas. BAHÍA De cÁDIZ

este foco de producción comprende los complejos alfareros que se situaron en el entorno de la bahía de cádiz, correspondiendo tanto a los alfares emplazados en el ámbito insular (cádiz y san fernando) como en el litoral costero continental (rota, el Puerto de santa maría, Puerto real o chiclana de la frontera), ascendiendo a ochenta localizaciones (figura 2). sin embargo, no se ha creído oportuno incluir los alfares romanos situados en localidades relativamente cercanas a la bahía de cádiz como Jerez de la frontera o trebujena o algo más lejanas como chipiona, conil, Vejer o Barbate, lo cual hubiera favorecido alcanzar la centena de yacimientos. Habría que matizar que en los distintos trabajos realizados (lagóstena 1996; García 1998; lagóstena y Bernal 2004; Díaz 2011a) esta cifra se ha ido modificando no solo por la aparición de nuevos yacimientos a lo largo del tiempo sino también por el espacio geográfico analizado. Aunque es un número importante, el conocimiento de los mismos es desigual debido a que apenas un 40% del total son los que han sido objeto de algún tipo de excavación arqueológica, siendo en la mayor parte de los casos intervenciones parciales que han afectado a una parte del taller. en el resto de los casos, el conocimiento proviene de trabajos de prospección arqueológica superficial. Habría también que matizar que no todo el elenco de talleres ubicados en la bahía de cádiz estuvo activo en el mismo momento. el momento de máximo apogeo podemos situarlo en torno a las décadas centrales del siglo I d.c. cuando en torno a los sesenta alfares se encontraban en funcionamiento. Posteriormente, a partir del siglo II d.c., los complejos al-

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fareros fueron reduciéndose en número hasta que para época tardorromana apenas siguió en funcionamiento el alfar de Puente melchor en Puerto real. una de las causas de la existencia de este polo productivo debe buscarse en la importante tradición alfarera precedente. Así, para momentos púnicos se tienen atestiguados un buen número de yacimientos alfareros situados en el ámbito insular, tanto en la actual ciudad de san fernando como en la propia ciudad de cádiz, con una fuerte vinculación con la industria salazonera, a la que surtirían de envases (sáez 2010), pero también con producciones secundarias que ampliarían el registro productivo hacia otras parcelas como la coroplastia (Bernal et alii 2005) o la cerámica común de uso cotidiano (sáez 2006). en época republicana algunos de esos talleres se mantendrían en funcionamiento, si bien comenzarían a instalarse nuevas figlinae con un marcado carácter ya romano, ampliándose el terreno donde asentarse al territorio continental. la expansión hacia el territorium continental de Gades para su explotación como área alfarera fue uno de los principales cambios estructurales que, junto con la manufactura de nuevas morfologías en el repertorio cerámico, se visualizan en el análisis diacrónico de la alfarería en este polo productivo. fue en el entorno cercano del río Guadalete donde se asentaron los primeros talleres continentales como muestran los ejemplos de Jardín de cano (lópez rosendo 2008) o Javier de Burgos (García 1998) en las primeras décadas del siglo I a.c., si bien será en la segunda mitad de esa centuria y conforme nos acercamos al periodo augusteo cuando se asista a la verdadera eclosión de este foco de producción, debiendo estar relacionado este fenómeno con la creciente importancia que económica y políticamente alcanzó la ciudad de Gades en esos momentos. De esta manera, los nuevos talleres se extendieron por un amplio territorio desde las inmediaciones del río salado al norte ―como ejemplifica el alfar de el lince o casa del machaca en rota―, hasta el río Iro al sur ―entorno en el cual se emplazaron entre otros los alfares de el fontanar (Perdigones 1989) o cerro del castillo―. Dejaríamos en la zona central de este arco que conforma la plataforma continental de la bahía de cádiz, los alfares situados en el actual término municipal de Puerto real, los cuales se situaron la mayor parte de ellos muy cercanos entre sí y orbitando entorno a tres elementos muy a tener en cuenta como fueron la proyección por esa zona de la via Avgvsta; la cercanía a la marisma y costa y por último, la existencia de una importante cantera de arcilla conocida con el nombre de los Barreros. Podríamos estar ante un vicvs alfarero con centros productivos de mayor entidad como los de Puente melchor o Villanueva, intercalados con otros de

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tamaño ―y por ende producción cerámica― mucho menor como los de torrealta B, casines, cantera lavalle I y II, casa de la tinaja, el carpio chico, etc. en este mismo espacio también sobresale en una zona centralizada un área de hábitat ¿y quizás gestión? tal y como se desprende del hallazgo de la denominada como villa de Puerto real (lavado 2009) en las inmediaciones del alfar de Puente melchor. Además de esa «aglomeración secundaria alfarera», en el foco de producción gaditano convivieron diferentes patrones de asentamiento, que ejemplifican una buena muestra de los modelos que en otro apartado caracterizaremos. Alfares vinculados a villae se observan tanto en la retrotierra ―los tercios, casa de Vicuña o las manoteras, malas noches (lagóstena 1996) o santo Domingo (Jiménez 1971)―; como en el hinterland insular, donde los alfares emplazados en el actual término municipal de san fernando formaron parte de la pars fructuaria de las distintas villae instaladas en ese lugar. Por citar algunos, los casos de cerro de la Batería o Gallineras-cerro de los mártires pueden ser buena muestra de este modelo alfarero en la antigua Antipolis. en otros casos, las evidencias materiales acercan algunos complejos alfareros al modelo autónomo. como ejemplos de este tipo de alfares podríamos citar el de loma del Puerco (Benítez, mata y González 1995) en chiclana de la frontera o los de el Gallinero (García y sibón 1995; García 1998) y el olivar de los Valencianos (campano 1994) en Puerto real. un último modelo sería el que se documenta en el solar de las islas de cádiz. Junto con otro tipo de actividades productivas ―entre las que las haliéuticas sobresalen del resto― se instalaron una serie de alfares (solano, sagasta, Gregorio marañón y soledad) formando parte de un barrio industrial situado en las orillas del canal interno Bahía-caleta, cuya consideración urbana o periurbana (Bernal, Díaz y lavado 2010) se desconoce por el momento debido a que aún no se ha podido determinar el trazado de la muralla de la ciudad. la proliferación de estos complejos alfareros debe vincularse con la necesidad de envases anfóricos demandados en altas cantidades por la industria salazonera. y es que de todos los establecimientos alfareros documentados solo en cinco no se conoce la manufactura de ánforas. no hace falta incidir en que los modelos tipológicos se restringen a aquellos que se relacionan con el envasado de dichos productos haliéuticos en uso en cada momento histórico. los modelos de inspiración púnica (t-7.4.3.3) conviven en época tardorrepublicana con los modelos de inspiración itálica, ya sean imitaciones de ánforas Dr. 1A, B y c ―⁠conteniendo salazones―⁠, o envases de nueva creación como pueden ser las ovoides gaditanas, las Haltern 70 ―con su particular problemática en cuanto a contenido― o las

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figura 2. mapa de la bahía de cádiz con la señalización de los alfares documentados.

Dr. 7/11. esta última ánfora, que comienza a modelarse a finales del siglo I a.c., será el modelo salazonero por antonomasia no solo de este foco productivo sino de todo el círculo del estrecho. conforme avanzamos en el tiempo surgirán nuevos modelos (Dr. 12, Beltrán IIA, Beltrán IIB). Junto con ellos para época altoimperial solo tenemos la manufactura en índices muy bajos de ánforas Dr. 14 y Dr. 17, predominantes en otras áreas geográficas, en el alfar puertorrealeño de Puente melchor. será en este taller donde incluso también se asista a la manufactura de algunas unidades de ánforas olearias Dr. 20, cuya explicación por el momento es complicada, a no ser de que intentara satisfacer la demanda de alguna almazara de la zona aún no documentada o del valle del Guadalquivir en los momentos de máxima producción de esta región. Aunque en época medioimperial y tardorromana, el nivel de producción fue descendiendo, motivado por el cese de muchos de estos talleres y la concentración de la producción en unos pocos, en esos siglos observamos una multiplicación de modelos anfóricos con la irrupción de las Puerto real 1 y 2, Puerto real 3 (Bernal y García 2012), así como la manufactura de Keay XVI, Almagro 51c, así como de imitaciones de ánforas africanas Keay IV, V y VI y ánforas vinarias Beltrán 68 o de la familia G-4 (García y Bernal 2008).

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Ahora bien, no solo de ánforas vivió el tejido alfarero gaditano. en algo menos de una veintena de esos talleres, además de ánforas se fabricaron cerámicas comunes, y en una decena la producción cerámica se completó con la fabricación de diferentes tipos de materiales latericios, si bien en todos esos casos la tendencia es a considerar que el material latericio y las cerámicas comunes fueron producciones minoritarias con respecto al modelado de envases anfóricos. en otros talleres, algunas de las estructuras de combustión sirvieron para cocer otras cerámicas más «refinadas», como ejemplifican la fabricación de cerámicas tipo Peñaflor en el alfar de la calle sagasta en cádiz (Blanco y Alarcón 1996), lucernas en el taller de Gallineras-cerro de los mártires (corzo 1982; sáez y Díaz 2010) o de askoi en el alfar de la calle solano (Bernal, Díaz y lavado 2010). VAlle Del GuADAlQuIVIr

el río Guadalquivir ha funcionado siempre como un verdadero eje de vertebración de las sociedades humanas de su entorno en todos los periodos históricos, donde ha funcionado como distribuidor de los productos elaborados en los territorios adyacentes. cuando hablamos de este foco de producción nos referimos en concreto al valle medio del río desde Hispalis hasta Corduba, así como la extensión hacia el sur que protagoniza el curso bajo del río Genil hasta la ciudad de Astigi. es un terreno amplio en el que las alfarerías se localizan en el entorno inmediato de ambos ríos, en sus dos márgenes. se tienen atestiguados casi 150 alfares (figura 4), si bien la investigación adolece de excavaciones sistemáticas. el alto porcentaje de estos yacimientos se conocen por las intensas prospecciones arqueológicas superficiales que se han comentado en el apartado precedente, y son escasos los talleres excavados.1 Pese a ello, algunas características comunes sí se pueden observar. en cuanto al patrón de asentamiento habría que citar en primer lugar los talleres emplazados en ámbito sub-

en el transcurso de la redacción de este artículo se ha llevado una campaña de intervención arqueológica en el alfar astigitano de las Delicias dentro de un proyecto de investigación dirigido por los profesores s. mauné y e. García Vargas en el que participa la universidad de montpellier 3, la universidad de sevilla y el excelentísimo Ayuntamiento de Écija, y que ha deparado unos resultados excepcionales que aumentarán cualitativamente el conocimiento de los talleres alfareros asociados con este foco de producción. mostramos aquí nuestro agradecimiento a e. García Vargas por la posibilidad de conocer de primera mano los resultados de esta intervención. 1

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urbano de algunas ciudades como es el caso de Hispalis o Carmo (chic y García 2004). De igual forma, también se observan aglomeraciones rurales cercanas a ciudades como ejemplifica el alfar de Alcotrista (Ponsich 1991) o las Delicias (sáez et alii 2001) en el territorium de Astigi (Écija) o el de la catria dependiente quizás de la ciudad de ¿Oducia? enclavada en la mesa de lora ―lora del río― (remesal 1997). otros alfares coexistirían en un mismo complejo industrial junto con instalaciones productivas olearias, como ocurre en el caso de castillo de Azanaque (romo y Vargas 2001) donde anexo al alfar se documentó una almazara. como en el caso anterior, la actividad alfarera no es un fenómeno ex novo que aparece en este polo productivo con la llegada del mundo romano. en este sentido, hay que indicar cómo desde época protohistórica ya se fabricaban tanto ánforas, como cerámicas comunes o pintadas en diversos alfares turdetanos. Por citar algunos, mencionaremos los emplazados en el cerro macareno, santiponce o Carmo. en todos ellos se consignan algunas similitudes como es su relación directa con oppida inmediatos o la manufactura de tipologías turdetanas en aquellos centros alfareros que se mantuvieron activos una vez que el territorio ya era dominado por roma. estos son los alfares mejor conocidos de época tardorrepublicana donde los talleres «itálicos» brillan por su ausencia, si bien es cierto que en ámbito de consumo ya aparecen las primeras ánforas «romanas» con pastas del valle del Guadalquivir. en este sentido, el aumento cualitativo del conocimiento de las ovoides en este ámbito (Almeida 2008; García 2012) es una buena muestra de ello. Podríamos situar en torno a mediados del siglo I a.c. cuando en los alfares asociados con los asentamientos de Carmo, Ilipa e Italica se manufacturan ánforas genuinamente romanas, entre las cuales destacan las Haltern 70, lc 67 e imitaciones de Dr. 1B. Pero de nuevo será en época augustea cuando se observe la verdadera eclosión de este foco productor, dando comienzo al modelado y cocción de los envases olearios béticos por excelencia; las llamadas Dr. 20. estos envases pronto coparán el mercado productivo oleario, llegándose a estandarizarse su morfología, tal y como demuestra su manufactura idéntica en la gran mayoría de los talleres conocidos, los cuales se reconocen por los diferentes sellos que presentan. Aunque en unos niveles de producción muy minoritarios, en época altoimperial también se fabricaron ánforas Haltern 70 o Dr. 28, lo que presupone que además de para aceite en estos alfares se modelaron envases para contener vino en sus distintas variedades. conforme avanzamos en el tiempo, en el valle del Guadalquivir cesaron en su actividad un buen número de talleres durante época medioimperial (siglos II-III d.c.), concentrándose la producción en algunos. De igual forma, se aprecia cierta basculación de los volúmenes de producción hacia los talle-

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figura 3. mapa de la costa mediterránea andaluza, con la delimitación entre los Conventvs Gaditanvs y Astigitanvs y la ubicación de los alfares documentados en la costa bética mediterránea.

figura 4. mapa del valle del Guadalquivir en el que se señalizan las ciudades de Hispalis, Astigi y Cordvba así como la gran cantidad de alfares localizados en las orillas de los ríos Guadalquivir y Genil (a partir de Ponsich 1991).

res emplazados entre Carmo y Cordvba (García y Bernal 2008). las sucesoras de las Dr. 20, es decir, las Dr. 23 serían las que se fabricarían de forma casi exclusiva en los talleres que quedaron activos durante la tardoantigüedad. Junto a estas, se distinguen otros envases como puede ser el modelo tejarillo 3. Hemos entrelazado en este sucinto análisis el proceso histórico y la producción anfórica, al ser esta última la categoría vascular preeminente de este polo productivo. sin embargo, y como suele ocurrir en numerosas figlinae, junto a las ánforas también se manufacturaron otras categorías vasculares cerámicas. cerámicas comunes fueron modeladas en los alfares de Hospital de las

cinco llagas, montánchez, castillo de Azanaque, Alcolea, etc., pero sus porcentajes fueron minoritarios con respecto a las ánforas. caso excepcional sería el del alfar documentado en cortijo del río (marchena), donde se manufacturaron en exclusiva cerámicas comunes. otras categorías vasculares cerámicas fabricadas en el valle del Guadalquivir serían las denominadas t.s.H. tipo Peñaflor o sigillatas precoces que se elaboraron en los talleres emplazados en la ciudad de Celti. De igual forma, también se ha documentado la fabricación de lucernas en varias ciudades como Orippo, Italica (Bernal 1990-1991) o Hispalis, en donde el taller de la encarnación (oria 2009), ubicado intramoenia de la ciudad, fabricó durante

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el periodo julio-claudio final lucernas tipo Andújar, mineras, Dr. 9B, Dr. 11 y Dr. 12 (Vázquez 2012). Por último, fueron numerosas también las figlinae que se dedicaron, ya fuera como complemento o en exclusiva, a la manufactura de material latericio, pudiendo mencionar en este caso talleres como los de cruz Verde, Hacienda fuente la Higuera, soto del moro y un largo etcétera de alfares prospectados por G. Bonsor o m. Ponsich. costA leVAntInA

Dentro de este foco de producción aunamos los talleres documentados a lo largo del litoral levantino desde Alicante con el alfar de Benalúa hasta estivella (figura 5), donde se ha reconocido la presencia de un taller alfarero ―els Arcs― que se instalaría dentro del territorivm de Sagvntvm. son algo más de una treintena de talleres alfareros en un territorio amplio en el que se suceden importantes asentamientos como Lvcentvm, Dianivm, Valentia, Edeta o Sagvntvm. Por tanto, aunque la alfarería tuvo su reflejo en el tejido productivo de esta zona geográfica, no podemos compararlo a otros polos productivos de mayor densidad como los de bahía de cádiz, valle del Guadalquivir o costa catalana, por poner algunos ejemplos. Dentro de la treintena de talleres adscritos podemos incluir la mayor parte en dos subgrupos asociados por un lado a Dianivm, con once localizaciones (Punta de l’Arenal, Barranc de la rana, l’Alter de Perdigó, la teulera de Jesús Pobre, l’Almadrava, Partida Vinyals, oliva, Partida camí del Pla, Daimús, Partida catorcena, el rajolar) y por otro al triángulo formado por las ciudades de Valentia, Edeta o Sagvntvm con diecisiete yacimientos alfareros constatados (catarroja, la Almoina, Plaza de cisneros, la Vallesa, los Huertos, Paterna, la llovatera, rascanya, Xalet de Vives, lliria, cerro de las Viñas, el Picherí, la cargadora, Grau Vell, Almenara, els Arcs, Vall d’uixó). el resto (Benalúa, la regalicia, castelló de la ribera o castellet) se documentan en el entorno, pero la distancia con respecto a esos centros urbanos imposibilita su asociación con esos polos productivos dentro de este foco de producción. estos últimos ejemplos estarían asociados con villae, fenómeno que también es extensible a algunos de los yacimientos situados en el ager de las ciudades mencionadas, como por ejemplo ocurre con el caso del alfar de catarroja (García-Gelabert 2005; García-Gelabert y talavera 2009). entrando de lleno en el análisis de los talleres documentados en el entorno de Dianivm, hay que matizar el desigual grado de información disponible entre talleres intervenidos y bien analizados, como es el caso de l’Alma-

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drava (Gisbert 1999) u oliva (enguix y Aranegui 1977; Aranegui 1991), de los talleres que apenas han podido ser reconocidos por la existencia de una bolsada de materiales o algún que otro vertedero (Gisbert 1998 y 2003). Algunos de estos enclaves formaron parte de instalaciones pertenecientes a la pars frvctvaria de una villa, como la teulera de Jesús Pobre (Gisbert 1992) y l’Almadrava. la existencia de este tejido alfarero se debe al emplazamiento de la propia Dianivm, la cual se encuentra en una rada o puerto natural entre las faldas del macizo del montgó y una serie de colinas cercanas, en lo que sería el extremo sur del golfo de Valencia en las inmediaciones del cabo san Antonio, y por tanto tuvo que ser una de las escalas básicas dentro de la ruta marítima que iría desde la narbonense y el extremo nororiental peninsular hasta la costa meridional bética, bordeando todo el litoral levantino y murciano. Al formar parte de las líneas marítimas comerciales, los productos elaborados ―ya fuera vino o salazón de pescado― tendrían una fácil salida comercial al exterior, de ahí que se hiciera necesaria la existencia de un buen número de talleres alfareros que satisficieran esa demanda. en este sentido, de los que se conocen su producción, todos fabricaron ánforas, si bien en los casos donde se ha podido intervenir arqueológicamente y definir sistemáticamente su producción se ha comprobado que además de estos envases también se modelaron otras categorías vasculares cerámicas.2 en cuanto al periodo de funcionamiento de estas alfarerías, su arranque parece comenzar en la primera mitad del siglo I d.c., teniendo su mayor auge en esa centuria. Para el siglo II d.c., solo quedarían en funcionamiento l’Alter de Perdigó, Barranc de la rana y l’Almadrava, proyectándose los dos últimos en el siglo III d.c. el siguiente polo productivo dentro de este foco de producción sería el configurado por el triángulo conformado por los territoria de las ciudades de ValentiaSagvntvm-Edeta. como se ha comentado anteriormente en este caso se agrupan un total de diecisiete complejos alfareros que tendrían a Valentia como epicentro al sur, Edeta al interior y Sagvntvm al norte. se conoce incluso la referencia literaria explícita sobre la producción alfarera de este territorio tanto en marcial: «[…] copas adornadas por el torpe cincel del alfarero saguntino […]», en Epigram. IV, 46 como en Plinio el Viejo (NH este es el caso del alfar de l’Almadrava donde en sus distintas fases productivas se modelaron varios tipos de ánforas (Dr. 2-4, Haltern 70, oliva 3 ―Dr. 20 similis― y Almadrava IV ―Gauloise 4―), así como una variada gama de material latericio y cerámica común (Gisbert 1991 y 1999). Por su parte, en oliva se manufacturaron ánforas oliva 3 (Dr. 30 similis) y quizás Dr. 7-11 y Dr. 28, además de cerámicas comunes ―vasijas, ollas y morteros― (Aranegui 1991). 2

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XXXV, cap. 12). sin embargo, la realidad arqueológica muestra por el momento una débil presencia de alfares en el svbvrbivm inmediato de la ciudad saguntina, por lo que c. Aranegui (1990) concluye que cuando se menciona tanto al alfarero como al barro saguntino, esta referencia debe extenderse a toda el área productora del sur de la tarraconense, tal y como nosotros proponemos. es esta un área un tanto heterogénea, puesto que mezcla talleres destinados a la elaboración de ánforas relacionadas con el envasado del vino, con otros que tuvieron su razón de ser en las necesidades que una determinada ciudad fue generando. en este sentido, traemos a colación el alfar productor de cerámicas de paredes finas documentado en la Almoina (Valencia), documentado sobre los restos destruidos de las termas y tabernae de la Valentia republicana, en las inmediaciones del trazado de la via Heraklea (posterior via Avgvsta), que a su paso por la ciudad levantina tomaba esa función de cardo máximo. sin embargo, no podemos hablar exactamente de taller urbano debido a que este taller solo estuvo activo entre la destrucción pompeyana de la ciudad y la reconstrucción de esta en época augustea. el hallazgo de este taller activo en esos momentos cobra mayor importancia si cabe al situarse como uno de los pocos contextos de esa época en Valentia. Pero ¿por qué se instaló un taller de vasos de paredes finas en ese tramo abandonado de lo que fue el cardo máximo de la ciudad en unos momentos en los que la ciudad no se había reconstruido y por lo tanto no existía como tal? A. ribera y c. marín nos ofrecen una razón de peso que nos despeja todas estas dudas: a pesar de que la ciudad estaba abandonada, el paso de la via Heraklea por la ciudad debió mantenerse, por lo que serían muchas las personas que transitarían por allí. Asimismo, enfrente de las termas republicanas existía al otro lado del cardo máximo un edificio que se ha venido a relacionar con un santuario que veneraba a divinidades acuáticas, el cual fue respetado por Pompeyo cuando destruyó la ciudad. este edificio poseía un pozo monumental cuyas aguas, además de poseer entonces un carácter sagrado, serían de enorme agrado para los transeúntes que pasaran por allí durante su camino por la via Heraklea. entonces, la presencia en esa zona de un taller cerámico vendría motivada por la necesidad de abastecer de vasos para beber dicha agua (ribera y marín 2005). la Almoina se convierte en un ejemplo claro de cómo el emplazamiento de una officina cerámica respondió a multitud de variables potenciales. en otros casos, la necesidad de material de construcción o de vajilla de uso común fue lo que llevó a la erección de un alfar. muestra de ellos son los talleres localizados en Edeta como rascanya o Xalet de Vives. entre los talleres productores de ánforas podría-

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figura 5. mapa del levante peninsular en el que se resalta el relieve del actual País Valenciano y en el que además de citarse las ciudades de Dianivm, Valentia, Edeta y Sagvntvm se disponen los alfares romanos documentados en esta zona (a partir de coll 2005).

mos citar catarroja, Paterna, Grau Vell, els Arcs, Vall d’uixó y posiblemente rascanya. en todos ellos se manufacturaron Dr. 2-4, aunque en algunos no solo se fabricó ese modelo anfórico.3 Por último, en cuanto a la cronología, son los alfares valencianos (la Almoina y Plaza cisneros) los que comienzan antes su actividad, junto al de Xalet de Vives en Edeta en época tardorrepublicana. estos cesarán, pero otros puntos en época augustea tomaran el relevo alfarero (catarroja, Paterna, Gray Vell y els Arcs) a los que se le irán sumando el resto en la centuria siguiente. solo el de Grau Vell se mantendría activo en el siglo II d.c., al que le acompañaría el de rascanya que será el único exponente de la alfarería en esta zona geográfica durante el siglo III d.c. en la villa de catarroja el alfar asociado se especializó en la fabricación de ánforas Dr. 2-4, Gauloise 2, Dr. 20 y quizás Dr. 7-11, material latericio, dolia, tinajas, orzas y otras formas de cerámica común (García-Gelabert 2005). Por su parte, en Paterna ánforas Dr. 1A, Dr. 2-4 y Dr. 7-11, además de cerámicas comunes (mesquida y Villarroel 2003). Por último, en la Vall d’uixó se produjeron ánforas Dr. 2-4 y Dr. 7-11, material latericio, dolia y cerámicas comunes (Aranegui 1981). 3

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la costa catalana aunque extensa en kilómetros es uno de los paradigmas a la hora de poder definir el concepto de foco de producción pues, con sus diferencias y peculiaridades dentro de las distintas comarcas naturales, en conjunto los alfares allí documentados pueden caracterizarse por estar mayoritariamente en funcionamiento en época altoimperial y estar concebidos como entes productores de envases anfóricos que satisficieran la demanda de la actividad vitivinícola allí desarrollada. en este sentido, en el litoral nororiental muchos de los asentamientos villáticos van a disponer en su pars fructuaria de un área para la producción de vino, a la que se le va a añadir en otra zona un complejo alfarero, con lo cual el proceso de envasado del producto generado en sus instalaciones vitivinícolas quedaría emplazado en la misma villa. en otras ocasiones, existirán alfares que emplazados en un área cercana a varias villae surtirán de envases a estas. Dejando a un lado los alfares documentados en el interior de cataluña en comarcas como la de Pla de l’estany al norte con importantes yacimientos como el de ermedàs (tremoleda y castanyer 2013) o Vilauba (castanyer et alii 2005); o al oeste en comarcas como la de Pla d’Abella con los talleres de solsona y Abella (casas et alii 1989) entre otras, podríamos mencionar cómo los talleres que se engloban dentro de este foco de producción se instalaron en torno al territorivm de las ciudades que ejercieron la hegemonía en las comarcas litorales. esos centros urbanos debieron funcionar como centros de recepción/redistribución de los productos allí enviados. De esta manera se pueden apreciar concentraciones de talleres en áreas cercanas a Tarraco, Barcino-BaetvloIlvro, Egara-Aqva Calidae o Emporiae. De todos ellos destaca sobremanera el foco de Barcino-Baetvlo-Ilvro, con una treintena de centros alfareros. Pese a ello, debemos remarcar que este foco de producción lo configuran tres entes urbanos dentro de esa comarca del Barcelonés. en total podríamos hablar de aproximadamente una centena de yacimientos en el Conventvs Tarraconensis4 (figura 6), de los este análisis al igual que los realizados para los casos del litoral levantino o el del valle del najerrilla se han elaborado en relación al corpus elaborado por nosotros durante el desarrollo del trabajo de investigación correspondiente al doctorado realizado en la universidad de cádiz y que llevó por título el de Los alfares romanos de la Tarraconense. (ss. III a.C.-VII d.C.) Sistematización y análisis de la documentación arqueológica presentado en septiembre de 2007. la relación de dichos alfares se puede consultar en las tablas sinópticas publicadas en Díaz 2011b. un listado reciente de talleres alfareros de época romana en la costa catalana tarraconense se puede visualizar en tremoleda 2008: 116. 4

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cuales algo más de sesenta se situaron en los territoria mencionados. todos ellos se sitúan en la costa, a excepción del de Egara-Aqva Calidae, que si bien se emplaza en el interior del convento tarraconense, enlazaría con la costa a través de la red de vías terrestres existentes, como la que unía Aqva Calidae con Ilvro a través de la mansio Semproniana, o a través de la red hídrica como manifiesta el río Besòs, que desemboca en Baetvlo. Podríamos, entonces, pensar que este foco de producción que englobó los talleres ubicados en la actual comarca del Vallès occidental serviría de enlace con el situado en la costa, el de Barcino-Baetvlo-Ilvro, para, a partir de esos últimos centros, redistribuir los productos destinados al mercado suprarregional. si atendemos a la producción cerámica serían los contenedores la categoría vascular que coparía los porcentajes mayoritarios de producción. la perduración de la manufactura anfórica desde época tardorrepublicana hasta finales del siglo I d.c.-siglo II d.c. provocó la lógica evolución de los tipos anfóricos documentados. Así en los talleres de el Vilarenc, ca l’Arnau-can mateu, can Pau ferrer, can Portell y la salut se manufacturaron ánforas vinarias Dr. 1; otros contenedores de vino como la tarraconense 1 se modelaron preferentemente en el antiguo territorio de la layetania, con una cronología aproximada que abarca desde la segunda mitad del siglo I a.c. hasta época augustea. en el catálogo de alfares hemos contabilizado un total de diez talleres productores de este tipo de ánforas (el Vilarenc, cal ros de les cabres, ca l’Arnau-can mateu, can Pau ferrer, can Portell, les casetes, Horta nova, el roser, la salut, fenals y llafranc). un tercer modelo de ánforas vinarias son las Pascual 1; un ánfora que se extendió por buena parte del litoral de la actual cataluña, registrándose su manufactura en un total de 37 talleres desde el sur de tarragona hasta el Baix empordà (mas del catxorro, l’Aumedina, la canaleta, Darró, Vila Vella, can reverter, estadi de montjuïc, Avinguda francesc cambó, can tintorer, can Pedrerol, calle lladó, can Peixau, Alella-Autopista, cal ros de les cabres, riera de teià, club de tennis Barcelona, Veinat del sant crist, ca l’Arnau-can mateu, can Portell, torre llauder, can collet, el morel, el sot del camp, Horta nova, el roser, can Viader, can feu, camp d’en Ventura de l’oller, la salut, calle Balmes-espartero, mas manolo, sant miquel dels martres, can cabot, can Vendrell, fenals, mas carbotí, llafranc o ermedàs). si bien existen contextos tardorrepublicanos en los que ya aparece ese modelo anfórico, el cenit de su producción lo alcanzó en época augustea, llegando ya en menor proporción hasta los primeros momentos de época flavia. Pero si hay un ánfora por excelencia en este foco de producción esa es la Dr. 2-4, la cual aparece a partir de finales del si-

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figura 6. mapa de la costa catalana con la indicación de las principales ciudades hispanorromanas emplazadas en la zona Dertosa, Tarraco, Barcino, Baetvlo, Ilvro, Aqva Calidae, Gervnda y Emporiae, así como el aproximadamente centenar de yacimientos de carácter alfarero conocidos (a partir de tremoleda 2008).

glo I a.c. alcanzando su momento de máximo esplendor en el siglo I d.c. A partir de la segunda centuria prácticamente desaparecen, si bien existen algunos ejemplos que se han documentado en contextos de inicios del siglo III d.c. Además de manufacturarse en los talleres donde también se fabricó la Pascual 1, a excepción de algunos,5 las Dr. 2-4 se documentaron también en talleres como los de mas d’Aragó, timba del castellot, mas de coll, Planes del roquís, els Antigons, el Brugar, la Buada, el Burguet, la clota, tomoví, el Vilarenc, nostra senyora del Port, can carerac, can llavarons, Palamós, el Viaró o la Bomba. Aunque sus porcentajes no fueron elevados con respecto a los tipos anteriores, en esta costa catalana también se fabricaron envases de la familia de las Dr. 7/11 en cerca de una quincena de 5 como los de can reverter, calle lladó, can Peixau, AlellaAutopista, club de tennis Barcelona, Veinat del sant crist, ca l’Arnau-can mateu, Horta nova.

talleres (mas d’Aragó, mas del catxorro, la canaleta, mas del coll, Planes del roquís, els Antigons, la Buada, el Vilarenc, Darró, Vila Vella, fenals, can llavarons, llafranc o ermedàs), habiendo surgido el debate sobre el contenido de este modelo en esta área geográfica tradicionalmente asociado con el envasado de salazón de pescado. completarían el elenco anfórico otros modelos mucho menos representados tanto en el número de talleres que los modelaron como en los porcentajes de producción con respecto al resto de envases en los alfares que sí las fabricaron. nos estamos refiriendo a modelos vinarios como las oberaden 74-Dressel 28, que en los contextos alfareros se datan a partir de época augustea, fabricándose durante todo el siglo I d.c. en talleres como mas del catxorro, l’Aumedina, la canaleta, el Vilarenc, el sot del camp, llafranc o ermedàs; o las Gauloise 4 que se han documentado en los alfares de santa maría de las feixes, can llavarons, llafranc, Puig rodom con una cronología que abarca desde mediados del siglo I d.c. hasta el siglo III d.c.

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como en el resto de focos de producción a la fabricación de ánforas se le unieron en determinados talleres otras categorías vasculares cerámicas. en treintaiuno de los casos documentados se asiste a la manufactura de la trilogía cerámica por excelencia (ánforas, material latericio y cerámicas comunes); en siete casos junto con ánforas se modelaron únicamente algunas formas de comunes, mientras que en cinco casos junto a las ánforas se fabricó también material latericio constructivo. el elenco de materiales manufacturados en este foco de producción se completa con la fábrica de dolia en dieciséis alfares del catálogo,6 algo lógico si pensamos que en los lagares el vino se almacenaría en este tipo de contenedores. Pesas de telar (en l’Aumedina, mas del coll, el Vilarenc, can Peixau, el roser, can Viader, can feu, camp d’en Ventura de l’oller) antefijas (mas del coll y Planes del roquís), imitaciones de africanas de cocina (fenals, s’Agaró, llafranc o ermedàs) o incluso terra sigillata (con posibles evidencias en montroig, mas del coll, Planes del roquís, can Valls-can cabanyes, santa maría de las feixes, la salut, ermedàs u «Home Dret» can coromines) completarían este elenco productivo documentado en el foco de producción emplazado a lo largo de la costa catalana. VAlle Del nAJerIllA

entre los alfares dedicados a la fabricación de vajilla fina, principalmente tsH, debemos diferenciar entre los talleres que formaron parte del foco de producción de Tritivm Magallvm, y los que se implantaron en otras zonas de la Península Ibérica. en el primer caso, la principal vocación de esos talleres fue la distribución y exportación de sus piezas de tsH. en este sentido, en el entorno de Tritivm Magallvm se estableció un verdadero tejido alfarero centrado en la fabricación de terra sigillata (sáenz 2005). con facilidad para su distribución a través de rutas fluviales como el najerilla y posteriormente el ebro o vías terrestres, la vajilla fina producida en tricio llegó a todos los rincones de Hispania, alcanzando incluso muchas de las ciudades emplazadas en el norte de África. un dato que avala la existencia de un gran foco de producción en el valle del najerilla (figura 7) en torno a la ciudad de Tritivm Magallvm nos lo ofrece el hecho mas d’Aragó, l’Aumedina, el Vilar, la Buada, tomoví, el Vilarenc, nostra senyora del Port, can Peixau, torre llauder, el morel, el roser, can feu, camp d’en Ventura de l’oller, can llavarons y «Home Dret» can coromines. 6

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de que en esa zona geográfica se concentran casi la mitad de los yacimientos alfareros documentados para época imperial en los conventos caesaragustano y cluniense. en total estaríamos hablando de diecisiete talleres alfareros seguros (los Bañuelos, santa cruz, camprovín, Badarán, los morteros, manjarrés, fuentecillas, la Puebla, la cereceda, Prado Alto, rivas caídas, Garrero, los Pozos, la Alberguería, el Quemao, salceda, cerro de santa lucía), puesto que en esta relación no se incluyen otros yacimientos que se han puesto en relación con posibles alfares debido a la exclusiva documentación de moldes de tsH. en este sentido, la sola localización de un molde no debe ser suficiente para determinar la funcionalidad alfarera de un yacimiento, puesto que los moldes se desplazan, venden, etc. necesitaríamos más argumentos ―estructuras alfareras, escorias, material desechado, útiles de alfarero…― para afirmar la existencia de un alfar en lugares como sotés, fuenmayor, estollo, Hornos de moncalvillo, entrena, Bobadilla o el Villar de Arnedo, entre otros. si analizamos este foco de producción del valle del najerilla con los destinados a la industria vitivinícola del litoral mediterráneo, existe una mayor concentración de alfares que en algunas comarcas de dicha zona litoral. Así, el territorio donde estos centros de producción de vajilla fina se concentran es mucho menor, por ejemplo, que el ámbito geográfico que hemos asignado para el foco de producción de Valentia-Sagvntvm-Edeta, cuyo número de alfares alcanza la misma cifra que el de tricio. Deben existir diferentes causas para esta gran concentración en el valle del najerilla. entre estas deben considerarse por ejemplo, la elevada presencia de alfareros ubicados en ese lugar dedicados a la casi exclusiva manufactura de tsH con sus talleres propios. De igual forma, el amplio mapa de distribución que alcanzaron estos productos refleja un alto índice de producción. relacionada con esta intensa comercialización de esos productos, la fácil distribución de los mismos desde tricio hacia el resto de la Península, puesto que estos centros alfareros conectaban a través del ebro o a través de distintas vías terrestres con centros de redistribución establecidos que enviaron estas producciones a todos esos lugares. Por último, esta elevada concentración de alfares debe también ponerse en relación con la producción misma del taller. en los talleres de sigillata la pieza elaborada es el propio producto que se vende y exporta, mientras que en el caso de los alfares costeros dedicados principalmente a la manufactura de ánforas, estos contenedores sirven de envases para el producto que se comercializa y por tanto la industria alfarera es subsidiaria de otra. De esta forma, mientras que los talleres productores de ánforas dependieron de la situación económica

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figura 7. mapa de localización del foco de producción de Tritivm Magallvm en la Península Ibérica (A), en el valle del ebro (B) y en la cuenca del río najerilla (c), con la ubicación de los distintos talleres documentados en los términos de Baños del río tobia, camprovín, Bardarán, Bezares, manjarrés, Arenzana de Abajo, Arenzana de Arriba, tricio y nájera (a partir de sáenz 1998).

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figura 8. mapa de la Lusitania romana, con la señalización del territorio que comprendía cada conventvs ivridicvs, así como las principales ciudades de la región. se señalizan las diferentes localizaciones alfareras, ampliándose en la esquina inferior derecha de la figura el plano de la ciudad de Avgvsta Emerita con la distribución del tejido alfarero.

que arrastró las actividades vitivinícolas, olearias o pesqueras, en el caso de los alfares productores de tsH, estos dependieron de sí mismos. y como la comercialización de este tipo de vajilla fina fue importante sin grandes periodos de crisis, como el que sacude a la industria vitivinícola en la costa catalana o salazonera en la costa atlántica gaditana a principios del siglo II d.c., la producción de tsH. también fue significativa, necesitando de numerosos alfares que se dedicaran a la manufactura de estos envases. como ya se ha comentado, el alto nivel de producción que alcanzaron los diferentes talleres ubicados a la ciudad tritiense no fue dirigida hacia la pequeña ciudad, sino que estuvo dirigida a un mercado suprarregional. Por lo tanto, y a pesar de que ese foco de producción se ubicó en el territorium de la citada ciudad, esta no debió desempeñar función alguna en lo relativo a la organización y administración de las distintas officinae. Desgraciadamente, el conocimiento de los talleres es desigual, puesto que muchos de ellos se conocen por trabajos de prospección superficial. otros, en cambio, sí han sido excavados. Además, a falta de una monografía que englobe a todos estos yacimientos, las distintas publicaciones relacionadas con el foco de producción del valle del na-

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jerilla han prestado una mayor atención al material cerámico que a las propias estructuras de producción localizadas. muchos de estos complejos alfareros estuvieron organizados en calles y edificios, en los que trabajaron distintos alfareros en sus propias officinae. en la Alberguería (tricio) por ejemplo se han diferenciado hasta nueve talleres diferentes (Garabito y solovera 1991). en los morteros (Bezares) se han documentado varios hornos, vertederos, una pileta para decantar la arcilla y algunas dependencias donde se almacenó esta materia prima (mezquíriz 1982). Alguna información más poseemos de los yacimientos de la Puebla en Arenzana de Arriba y el Quemao en tricio (sáenz 2005; sáenz y sáenz 1999). en concreto, en la Puebla (solovera 1987; Garabito, solovera y Pradales 1985) se descubrió un complejo alfarero de aproximadamente unos 60 metros cuadrados dividido en tres talleres, relacionado con los alfareros ANNIVS, SEGIVS y SATVRNINVS. estos talleres compartían una misma orientación y disposición arquitectónica, conteniendo todos ellos diferentes áreas de trabajo relacionadas con el torneado y moldeado de las piezas, así como el secado y el almacenaje de las mismas. sin embargo, al parecer el área de producción era comunitaria. estaba formada por tres hornos, dos de planta rectangular y una elíptica, alrededor de los cuales se depositaron los consiguientes testares pertenecientes al área de vertido. si bien en cada uno de esos vertederos es mayoritaria la presencia de piezas firmadas por uno de esos alfareros, la presencia de producciones de estos alfareros y algunos más en dichos testares hace que se haya planteado la posibilidad de que el uso de esas áreas de producción y de vertidos no fuera unipersonal, sino que estuviera abierto a todos los alfareros que estuvieran trabajando en ese complejo alfarero. Por su parte, el complejo alfarero documentado en el Quemao responde a algunas de las características anteriores, si bien también presenta algunas particularidades. en este caso, se observa cómo el complejo alfarero se organizó en torno a una vía que se dirigía hacia la ciudad de Tritivm Magallvm, manteniendo tanto la vía como los distintos edificios del complejo la misma retícula urbana que la ciudad. Así algunos talleres se orientaron con una disposición nortesur, mientras que otros estaban orientados este-oeste. Además, existen algunas similitudes formales con otros alfares riojanos productores de vajilla fina como el anterior de la Puebla. en este sentido, en el complejo fabril se instaló por un lado el área de producción, mientras que algo alejado de este se dispusieron, en torno a la calle antes mencionada, los diferentes talleres. en esas edificaciones se emplazaron las restantes áreas de trabajo del taller. entre esas, en el Quemao destaca la existencia de un espacio porticado a las afueras del taller del alfarero

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LVCIVS SEMpRONIVS que, además de servir como entrada al recinto artesanal, se pudo utilizar como área de secado de las piezas. Por último, con respecto al área de producción en el Quemao se han distinguido dos espacios diferentes. uno contuvo dos hornos y fue utilizado en época altoimperial, mientras que en época tardía se construyó una nueva área de producción a unos 38 metros de distancia de la anterior, que contuvo tres estructuras fornáceas. con respecto a los tipos cerámicos, en tricio se fabricaron todas las formas cerámicas conocidas para la tsH. Al parecer la tsH es deudora de un influjo itálico pero sobre todo gálico. Así, el foco de producción de tricio absorbe a partir de época flavia las formas del taller sudgálico por excelencia ―la Graufesenque―. los comienzos parecen datarse en la primera mitad del siglo I d.c., predominando para esos momentos el estilo de imitación con guirnaldas, cruces de san Andrés, gallones, arquerías, etc., que recuerdan las formas de la Graufesenque. sin embargo, rápidamente la producción hispánica va a ir tomando fuerza, acaparando los mercados con nuevas decoraciones y formas cerámicas. De esta forma, a partir de época flavia y hasta mediados del siglo II d.c. se van a ir creando formas y decoraciones nuevas a partir de la tradición celtibérica, las paredes finas, cerámicas engobadas o las cerámicas comunes. Asimismo se multiplican los punzones con motivos decorativos metopados, desarrollándose varios estilos; el metopado así como el de frisos y el de círculos. las decoraciones van a separarse de la tradición gálica, apareciendo ahora rostros de la familia imperial, escenas circenses y de gladiadores, abstracciones personificadas… en cuanto a los tipos, parece que se van abandonando las formas decoradas 29 y 30, siendo ahora profusamente elaboradas las formas 37 a y b, así como la forma 40. Por otro lado, en esos momentos será cuando se inicia la producción de las formas Hisp. 1 y 20 (sáenz 1998). Asimismo, también va a quedar espacio para las sigillatas lisas sin decoración, con predominio absoluto de la copa 27 y el plato 15/17. otras piezas con un interesante nivel de producción serán las formas 35 y 36. Al parecer en la segunda mitad del siglo II d.c., la producción se estanca, se empobrece, disminuye su producción y también su radio de comercialización. Por todo ello es normal que muchos talleres se abandonen. en cuanto a la decoración, esta va a ser muy monótona, utilizándose casi en exclusividad los círculos, ya sean simples o concéntricos. en cuanto a las formas, el repertorio se reducirá de forma drástica, fabricándose como forma decorada la copa 37 y como piezas lisas las formas 8, 15/17 y 27. estas producciones serán las que continúen produciéndose hasta enlazar con la tsHt ya en el siglo IV d.c.

moDelos De orGAnIZAcIÓn esPAcIAl

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examinados a escala macroespacial las principales áreas productoras cerámicas peninsulares, pasamos a continuación al análisis de algunos complejos alfareros desde el punto de vista de la arquitectura espacial, intentando mostrar que un alfar no solo se compuso de estructuras de combustión y del producto cerámico elaborado, sino que es algo más. Así consta de distintas áreas de trabajo que ya fueron analizadas en otro de nuestros trabajos (Díaz 2008). en este sentido, para que el ciclo productivo de la cerámica se llevara a cabo con éxito desde la obtención de la materia prima hasta el almacenamiento a la espera de su comercialización de las piezas cerámicas allí elaboradas, se hacía necesario en una figlina contar con distintas áreas de trabajo.7 Por desgracia no contamos con una nómina amplia de alfares que hayan sido excavados en toda su extensión, por lo que el conocimiento de la mayoría de estos yacimientos es parcial, al haberse documentado únicamente algunas de esas áreas de trabajo pero no todas. Pese a ello, a lo largo de la geografía peninsular hay ciertas semejanzas entre distintos talleres que por suerte sí han podido ser convenientemente excavados en extensión. no pretendemos en estas páginas hacer una tipología exhaustiva sobre modelos espaciales de talleres, aunque sí presentaremos algunos ejemplos de cómo en ocasiones las distintas áreas de trabajo se dispusieron según un patrón arquitectónico, mientras que en otras ocasiones dichos espacios se construyeron sin ninguna ordenación aparente de forma diseminada. cuando hablamos de modelos organizados espacialmente nos referimos a todas aquellas instalaciones fabriles en las que las distintas zonas de trabajo que necesitaban de cierto tipo de arquitectura estaban agrupadas unas con otras, pudiéndose ordenar de distinta forma. en este sentido, debemos en cierta forma sacar de estos modelos las áreas de obtención de la materia prima, puesto que aunque los alfares tendieron a instalarse cerca de barreros o de afloramientos de arcillas, el resto de áreas no se organizaron atendiendo a esas canteras que quedaron en prácticamente todos los casos alejadas de la configuración espacial arquitectónica del resto de la figlina. otras el ciclo productivo de la cerámica es aquel proceso en el que se transforma la materia prima (arcillas y desgrasantes) en un producto elaborado (cerámica). Para ello se necesitan una serie de áreas de trabajo bien diferenciadas y que han sido denominadas como áreas de obtención de la materia prima, área de tratamiento de la arcilla, área de torneado, área de secado, área de producción/cocción, área de vertidos y área de almacenamiento (Díaz 2008). 7

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áreas de trabajo que quedarían fuera de esta organización espacial serían los testares. es lógico pensar que estos, en la mayoría de los casos, deberían situarse fuera del resto de áreas de trabajo con el fin de no perjudicar, al ser áreas cambiantes en su fisonomía y tamaño, al resto; o bien inmediatas a los hornos en terrenos baldíos.8 eJemPlos De AlfAres orGAnIZADos en torno A un PAtIo centrAl

uno de los ejemplos más característico de alfares concentrados es aquel en el que la mayor parte de las áreas de trabajo se dispusieron en torno a un patio central. Áreas de torneado (en el caso de que se hayan podido determinar), piletas y demás estructuras asociadas con el proceso de decantación de la arcilla, zonas de almacenaje o incluso las piroestructuras se van encajando en una planta arquitectónica cuadrangular o rectangular, caracterizada por edificios o construcciones ligadas en forma de naves, alrededor de un espacio abierto al aire libre normalmente exento de estructuras menores.9 los edificios construidos podrían situarse en tres de los cuatro lados ―forma de u― o en los cuatro lados. con paralelos fuera de la Península Ibérica, como ejemplifica la tradicional mención al complejo alfarero excavado en Pizzica ―metaponto― (carter 1979) ―figura 9a― este modelo está registrado, con pequeñas variantes, en diversas zonas geográficas distantes entre sí, como pueden demostrar los talleres de fenals (lloret de mar) y ermedàs (cornellà de terri) ―figura 9b, c y d― en el Conventvs Tarraconensis o el de la cizaña (torremolinos) en el Conventvs Gaditanvs por citar solo algunos ejemplos. el taller cerámico de fenals fue excavado en 1984 y según los investigadores que se han acercado a este yacimiento (Descamps y Buxó 1986; tremoleda 2000,

en otras ocasiones, también es común documentar testares colmatando estructuras alfareras de fases precedentes que habían quedado en desuso. un caso muy recurrente en este sentido, es el vertido en el interior de hornos abandonados, pues además de conseguir desprenderse del volumen de material cerámico inservible que generaba una cocción fallida, se conseguía cegar la oquedad en el terreno que constituía un horno con, por ejemplo, la parrilla caída. 9 la inexistencia de estructuras en esos patios no impide que en determinados momentos ese espacio al aire libre pudiera ser empleado para el secado de, por ejemplo, material latericio, o incluso como zona de almacenamiento de excedentes en momentos de gran demanda de productos cerámicos. lo que sí queda fuera de toda duda es su uso como espacio de comunicación y trasiego entre las diferentes áreas de trabajo. 8

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entre otros), debió formar parte de la zona productiva de una villa. esta se asentó en las inmediaciones de la línea de costa, muy cerca del arroyo de Passopera, sobre un terreno rico en arcillas y limos que favoreció, sin duda, la implantación del taller. este viene caracterizado por la construcción de un edificio de aproximadamente unos 2000 metros cuadrados, dispuesto con una orientación sureste-noroeste. Presenta un patio central, sobre el que se dispusieron una serie de naves, compartimentadas algunas de ellas en distintas estancias (figura 9c). Dicho patio central ocuparía una superficie aproximada de unos 600 metros cuadrados. Pudo tener un pórtico que presumiblemente se extendería alrededor del patio, creando un espacio techado entre las naves y la zona central de dicho patio. el acceso a este patio se realizaría por un pasillo que se abrió en la mitad suroccidental del edificio. el pórtico no era corrido en toda la extensión del mismo, puesto que junto al pasillo de entrada al sur como enfrentado a este en el lateral septentrional en dicho pórtico se cerraron dos estancias ―una en cada lado― de aproximadamente unos 15 metros cuadrados cada una. De la misma manera, en las inmediaciones de una de esas estancias, la situada en el ala noroccidental, se localizaron los restos muy arrasados de un horno de reducidas dimensiones y planta, posiblemente, circular. Junto a él se localizó un vertedero en un área de aproximadamente 10 metros cuadrados. en lo que respecta al espacio situado alrededor del patio, este también estaba compartimentado. se conoce la existencia de una gran nave, denominada como Ámbito II, que se extendería por buena parte del lado nororiental y del noroccidental.10 Quizá esta gran nave también continuase por el lado suroccidental, tal y como se ha expresado en la propuesta de estructuración del taller (Descamps y Buxó 1986; tremoleda 2000: fig. 51) ―figura 9d―. se desconoce si las naves no excavadas además de abrirse al patio también se abrirían al exterior. esta opción sí se ha podido constatar en la nave nororiental, donde se documentó un vano que conecta la nave con el exterior. esta nave se caracterizó, en otro orden de cosas, por la presencia en el centro de la sala de una hilada continua de basas cuadrangulares ―tanto de piedra como de tegulae unidas con argamasa―, que serviría como descanso de una serie de pilares ―posiblemente de madera― que sustentarían la techumbre a dos aguas. Por su parte, en las inmediaciones de la zona de acceso al patio pero en los laterales suroeste y noreste, en su parte más meridional, se 10 se tienen excavados 25 metros de longitud en el ala noreste y 23 metros en el ala noroeste, manteniendo constante una anchura ambas salas de unos 7 metros.

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figura 9. Alfares organizados en torno a un patio central. Alfar de Pizzica en metoponto (a); alfar de ermedàs (b); planta original de fenals (c); restitución hipotética del alfar de fenals (d) (a partir de carter 1979; tremoleda y castanyer 2013; Descamps y Buxó 1986; tremoleda 2000).

abrieron nuevas dependencias. la situada en el lateral nororiental del patio, Ámbito III, estaba separada del ala noreste del Ámbito II por un muro tabiquero. Al igual que este no poseía un vano para acceder desde el patio sino que se entraría a esta dependencia por la zona trasera. en-

frentado con esta estancia, en el lado suroeste del patio se diferenciaron dos nuevas estancias. el denominado como Ámbito V sí tenía entrada desde el patio y poseía unas dimensiones de 30 metros cuadrados. Por su parte, el denominado como Ámbito VI se situaría al sur de esta última

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dependencia, y también se accedería a través de la zona interna del edificio, si bien, en este caso, la entrada quedaría a la altura del pasillo de entrada al patio ubicado en las inmediaciones. Por último, e identificado como Ámbito IV, se individualizó un espacio externo situado al sur del pasillo de entrada a la zona central del edificio. en esta zona exterior se localizarían los restos de una posible balsa de decantación de arcillas, con una superficie horizontalizada con suelo de piedras y forma circular (con 3 metros de diámetro), así como los restos muy alterados de una estructura de combustión. el horno documentado en este Ámbito IV estaba muy arrasado. Para su construcción se debió realizar un rebaje en el terreno. era de planta cuadrada y alcanzó unas dimensiones de aproximadamente 16 metros cuadrados (4 metros de lado), extendiéndose en las inmediaciones del mismo una escombrera cerámica. en resumen, se asiste a una estructuración del espacio destinado a la producción de objetos cerámicos que tendría al patio central como zona de redistribución entre las distintas zonas de trabajo. una vez conseguida la arcilla, esta se iría acopiando hasta que se decantaba. este proceso se llevaría a cabo en el denominado como Ámbito IV, es decir; al exterior del edificio, donde se ha documentado una pileta de decantación. Para esta decantación se necesitaría agua en abundancia. en el yacimiento no se han encontrado pozos ni estructuras de canalización de aguas, si bien creemos que no debieron ser necesarias por estar emplazada la figlina en una de las dos vertientes del arroyo Passopera. Posteriormente, con la arcilla lista para modelar se pasaría a las salas de torneado. esas salas de torneado podrían identificarse con los espacios adosados al pórtico del patio, o las dependencias situadas al oeste del pasillo de entrada al mencionado patio. Proponemos como hipótesis estos espacios por ser áreas de reducidas dimensiones donde el artesano podría instalar tornos y demás herramientas aislándose en este proceso de creación del resto de actividades. conforme se fueran modelando las distintas piezas, estas pasarían al área de secado. Para que las cerámicas no sufriesen, este proceso debía ser gradual. no podía haber contrastes bruscos de temperatura; de ahí que existiera un espacio porticado alrededor del patio central. Así, las piezas recién modeladas se depositarían en ese espacio porticado en una primera fase de secado. Posteriormente, se terminarían de secar en el patio central, aunque si las condiciones de climatológicas eran extremas, se podrían usar las naves contiguas. A continuación, las piezas secas se almacenarían en las naves anteriormente mencionadas aguardando el momento idóneo para la cocción. una vez secas se esperaría a que hubiera suficientes piezas para llenar la cámara de coc-

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ción de uno de los hornos presentes y se comenzaría el proceso de cocción. en fenals se han documentado dos hornos para la fase en la que está construido el edificio. Paradójicamente uno de ellos está en el interior del patio. sin embargo, el otro estaba a las afueras del edificio, con el fin de evitar humaredas innecesarias para los alfareros que continuarían trabajando en el edificio. terminada la cocción las ánforas pasarían a almacenarse de nuevo en las grandes naves que se abrieron en las alas noreste y noroeste. Quizá la salida de estos envases cerámicos una vez finalizado su proceso de fabricación, se realizaría por la parte externa ―de ahí el vano documentado―, sin tener que atravesar el patio en donde estarían secándose y fabricándose otras piezas. Por último, en el caso de que las hornadas hubieran salido fallidas, por haber alcanzado un excesivo calentamiento, las piezas se desecharían en las inmediaciones de los hornos, tal y como demuestra la existencia de testares a escasos metros de las estructuras de combustión documentadas en este complejo alfarero. otro de los ejemplos que vamos a analizar de manera pormenorizada es el de la cizaña. es un yacimiento que se emplaza en el término municipal de torremolinos, en su extremo occidental, muy cerca de la costa ―actual playa de la cizaña― y de un arroyo en los terrenos que actualmente se conocen como finca la cizaña y finca el Pilar. el yacimiento se relaciona con una villa con alfar anexo, así como una fábrica de salazón. la intervención arqueológica que puso al descubierto el taller alfarero es relativamente reciente (soto, cumpián y sánchez 2003) y tuvo como resultado la constatación de un complejo alfarero de notables dimensiones y vida de producción, organizado en torno a un programa arquitectónico en el que se diferenciaron varias áreas de actividad. el alfar se conoce parcialmente. Pese a ello se documentaron un total de 50 unidades constructivas entre muros, pavimentos, hornos, pilares, columnas, etc. en la publicación en la que se ha dado a conocer este alfar (soto, cumpián y sánchez 2003) se lleva a cabo un análisis pormenorizado de todas esas estructuras individualizadas. sin embargo, en nuestro análisis se han utilizado esas descripciones para tratar de estudiar el complejo alfarero en su conjunto, intentando buscar áreas de trabajo y caracterizarlas arqueo-arquitectónicamente. Por último, habría que matizar que debido al largo lapso de tiempo en el que estuvo en funcionamiento ―cuatro centurias― es normal que el espacio no se hubiera mantenido tal y como se concibió en un primer momento. en este sentido, son evidentes algunas reformas edilicias que vienen a dificultar en cierta forma este análisis espacial.

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Aunque no se ha excavado en su totalidad, el complejo alfarero de la cizaña parece organizarse en torno a un espacio central posiblemente rectangular sobre el que se construyeron al menos tres naves laterales (figura 10a), si bien no se descarta que hubiera una cuarta en el lateral no excavado. ese espacio central de la cizaña, con algo más de 1000 metros cuadrados, lo hemos asociado con un posible patio central, que en el segundo momento de actividad del taller ya no sería diáfano. las tres naves conocidas (noroeste, suroeste y sureste) se organizaron en función a ese espacio central, tal y como se deduce de la localización de una serie de vanos que comunicarían ese posible patio con las naves. un ejemplo de ello se puede observar en la nave suroriental, en la que se han documentado diversos vanos que comunicarían un espacio con otro. Algunos de esos vanos aparecieron cegados durante la intervención pero dicho cegamiento ha de ponerse en relación con la modificación del uso y función del patio en la segunda fase. uno de los aspectos que diferencia a la cizaña con respecto a fenals es que aunque las tres naves formaron parte de un mismo complejo arquitectónico no todas ellas estuvieron intercomunicadas entre sí. Así, el contacto de la nave noroeste con la nave suroeste estaría cerrado por la disposición del muro de cerramiento trasero del cordón perimetral de la batería de hornos que, en este caso, se instalaron en el interior de la nave noroccidental. sin embargo, la naves suroeste y sureste sí estaban conectadas por una serie de vanos y de estancias más pequeñas que sirvieron de conexión entre ambas zonas. esta unión puede deberse a una posible funcionalidad similar de ambos espacios, totalmente distinta a la que tuvo la sala noroeste (área de producción/cocción). en cuanto a las dimensiones de las alas, la nave noroeste tendría una longitud de al menos 34 metros; el ala suroeste ―denominado por sus investigadores como Ámbito e― algo menos de 40 metros, compartimentada en varias estancias, de diferentes dimensiones; mientras que la sureste tendría unas dimensiones similares a la anterior. en cuanto a la funcionalidad de los distintos ámbitos, es clara la asociación con el área de producción/cocción de la parte meridional de la nave noroeste con la documentación de una pareja de hornos y un área de trabajo anexo (figura 10b). Al norte de esa área auxiliar se desconoce qué tipo de espacio funcional se habilitó, puesto que la excavación únicamente se pudo restringir a la verificación de la continuación de los muros perimetrales. la nave definida como Ámbito e posiblemente funcionó como almacén (soto, cumpián y sánchez 2003) ―figura 10c―. es cierto que durante la excavación de esa zona no se documentó ningún elemento material que evidenciara ese uso pero por analogías con estructuras similares podríamos dar validez a esa hipó-

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tesis. Así, en la esquina sur de la nave se documentaron dos pilares (uec 18A y 18B) que estaban colocados en la zona central de la nave a la misma distancia con respecto a los dos muros laterales. esos pilares, de los que deben existir varios más en el resto de la nave no excavada, completarían el sistema de sustentación de la techumbre de la nave que debió ser a dos aguas. naves rectangulares de dimensiones considerables y con techumbre a dos aguas sustentada por pilares centrales han sido también localizadas en otros complejos alfareros, como por ejemplo en el cercano de Huerta del rincón. en todos esos yacimientos, esas naves se han asociado con áreas de almacenaje, siendo esta una hipótesis fehaciente para el caso de la cizaña. Igual funcionalidad pudo tener la nave sureste, si bien en ese caso no se han podido documentar los pilares que sustentarían la posible techumbre a dos aguas, debido a que en esa zona no se pudieron realizar los trabajos arqueológicos pertinentes. Pese a ello en el sector 3 y adosados al cierre perimetral que daba al posible patio central se documentaron in situ una acumulación de tégulas apiladas en vertical (soto, cumpián y sánchez 2003: 797). este dato viene a darle mayor consistencia a la hipótesis de su relación funcional con un almacén. en lo que respecta a los Ámbitos H y J documentados en el ala suroccidental, los entendemos como espacios de deambulación; o al menos esa funcionalidad debe ser la que tuvo el Ámbito J. más compleja parece la funcionalidad del Ámbito H, puesto que durante su excavación se localizó «un considerable elenco cerámico conformado principalmente por recipientes anfóricos» (soto, cumpián y sánchez 2003: 800), lo que ha favorecido su posible filiación con un área de almacenaje. sin embargo, sus pequeñas dimensiones (12 metros cuadrados) en comparación con las otras dos naves nos inducen a pensar en otro tipo de estancia, sin que tengamos datos suficientes para ofrecer una funcionalidad fiable al respecto. Por otro lado, si algo tiene de novedoso esta figlina en cuanto al emplazamiento de áreas funcionales es la presencia de las estructuras de combustión dentro del complejo arquitectónico. lo normal es que estas estuvieran exentas en una zona cercana pero externa al edificio. como ya se ha mencionado, las piroestructuras se emplazaron en el extremo sur del ala noroccidental. Allí se localizó una pareja de hornos que tenían la misma orientación, con las bocas de los praefurnia abriéndose hacia el noreste. las dos piroestructuras estaban encastradas en el terreno geológico y además quedaron delimitadas por los muros maestros de la nave que también en este caso fueron utilizados como correa perimetral de sujeción de la batería de hornos. el área de producción del alfar se completó con la existencia de un área de ser-

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figura 10. Alfares organizados en torno a un patio central. Planimetría general del alfar de la cizaña con la reconstrucción hipotética que se ha elaborado (a), imagen aérea de la zona de producción/cocción en el interior de una de las naves (b); imagen general del área de almacenamiento del alfar (c).

vicio anexa a la batería fornácea. esta se configuró como una estancia de planta a priori rectangular, más ancha que larga, que conservaba aún los restos de suelen existir una serie de pilares que vendrían a facilitar la sustentación de la techumbre de esa área de servicio.11 en

entre los distintos ejemplos mencionamos ahora el caso del alfar tarraconense de Darró, también con dos hornos en batería (lópez y fierro 1990), o el lusitano de Abul (mayet y silva 2002).

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el caso que nos ocupa, se han localizado cuatro pilares; dos laterales adosados ―pilastras― cada uno de ellos a cada pared lateral, un tercero situado en la parte central del área de trabajo a la misma altura que los dos anteriores y el último situado en la parte posterior del área de servicio. Al parecer ese último pilar (uec 25) se documentó sobre un pavimento de tégulas datado en la segunda fase del taller, por lo que no existiría en un primer momento. Pensamos que la techumbre debió ser a un agua, partiendo desde el muro fachada de los hornos

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hasta alcanzar los pilares mencionados, estando quizás realizada con material deperible. siguiendo este planteamiento estaríamos ante un área de trabajo de planta rectangular con unas dimensiones de algo más de 44 metros cuadrados (4,05 × 10,9 metros). las restructuraciones de la fase posterior han impedido conocer potenciales estructuras internas existentes en esta área de trabajo anexa. eJemPlos De AlfAres concentrADos

en torno A un únIco eDIfIcIo

Dentro de los modelos concentrados están aquellos en los que la organización del complejo alfarero no se distribuyó en torno a un patio central, sino en una única área nuclear con diferentes estancias y espacios que se fueron disponiendo uno junto a otro. muestra de este modelo se observa en aquellos talleres emplazados en el interior de una ciudad, donde por el encorsetamiento de la urbe, la officina se instaló en una insula o en un inmueble de esta, lo que propició que todas las áreas funcionales del alfar se dispusieran emplazadas unas tras otras. Pero este modelo concentrado también se observa en figlinae fuera de los ámbitos urbanos. un ejemplo de ello lo observamos en el alfar de Puente melchor en la bahía de cádiz. en un reciente trabajo (Díaz 2013) hemos intentado ordenar toda la documentación publicada con respecto a las estructuras pertenecientes a este yacimiento de carácter alfarero. Para una mejor comprensión del mismo se optó por ofrecerle una nueva ordenación dividiendo los talleres existentes dentro del complejo alfarero (figura 11a). Pues bien, el que denominamos taller II muestra características arquitectónicas que reflejan este tipo de taller alfarero concentrado. como taller II hemos individualizado las estructuras documentadas en la intervención del año 1994. el taller se divide en dos zonas, una al noreste y otra al suroeste, si bien una de ellas solo funcionó como área de vertidos, quedando exenta del edificio que cobijó al resto de instalaciones. Ambas aparecieron delimitadas por sendos cierres perimetrales formados por material cerámico. Incluso observando la planimetría general se ve cómo existe cierta ortoganilidad y que los dos espacios están enfrentados dejando un espacio diáfano en medio (figura 11b), lo que ha favorecido la hipótesis de entender este espacio diáfano como una calle interna del complejo (Girón 2010: 321). la zona más septentrional fue usada únicamente como vertedero. se pudo excavar su esquina suroeste, la cual estaba delimitada, como hemos dicho, por sendos muros que formaban un vértice en ángulo recto. Del muro que se dirigía desde la esquina ha-

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cia el sureste se documentó un tramo cercano a los 20 metros mientras que el que se dirigía hacia el noreste se pudo localizar un tramo de unos 13 metros, abarcando por tanto la zona interna destinada a vertedero un tamaño mínimo de 234 metros cuadrados. el hecho de construir un muro de contención y delimitación bien puede entenderse si se explica que el testar alcanzó una potencia de más de 3 metros en algunos puntos debido al dilatado uso de los hornos anexos. m.l. lavado (2004: 475) nos da mayor información al respecto: «[…] las cuadriculas orientadas hacia el norte, presentaban una potencia estratigráfica considerable, algunas de ellas superaban los 3 m, en donde se documentaba desde la cima de la elevación hasta la finalización del yacimiento, siguiendo la inclinación natural del terreno, un potente vertedero muy comprimido […]». entre los diferentes estratos que configuraron este tell artificial se pudieron individualizar gran cantidad de niveles formados por desechos cerámicos ―mayoritariamente anfóricos―, otros formados por desechos de material constructivo latericio, otros niveles de cenizas y carbones, así como otros en los que únicamente se localizaron fragmentos de adobes termoalterados fruto del vertido de partes de estructuras fornáceas inservibles que se habrían desmembrado o reparado. A una veintena de metros del muro de cierre suroccidental del vertedero se localizó el resto de estructuras del taller en otro edificio. este segundo edificio (figura 11c) contenía en su interior los distintos ámbitos propios de un taller alfarero, incluida el área de cocción/producción. el cierre perimetral de este inmueble presentaba una anchura mayor en la zona de contacto con los hornos, quizás con el fin de servir de contención de dichas piroestructuras. Aunque no se pudo excavar en su totalidad, estaríamos ante un edificio de notables dimensiones con una superficie de aproximadamente 1350 metros cuadrados (42 metros de longitud máxima documentada sentido noroeste-sureste por 33 metros de longitud máxima documentada sentido noreste-suroeste). Gracias a su correcta excavación se pudieron individualizar varias áreas funcionales que no admiten lugar a dudas, a las que habría que sumarle algunas más cuyo conocimiento es más residual. en el ala occidental del edificio apenas se pudo intervenir a excepción del cierre perimetral. Pese a ello, da la sensación de ser un espacio diáfano sin muchos muros que lo compartimenten puesto que en las caras internas de las tres estructuras murarias que definen este ala (los dos cierre perimetrales y otro muro tabiquero que lo separa del resto del taller) no se documentaron tabicaciones internas a excepción de un par de muros. Por tanto, este ala occidental podría suponerse como una estancia de notables dimensiones que incluso reciente-

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figura 11. Alfares organizados en torno a un único edificio: vista aérea del complejo alfarero de Puente melchor con el emplazamiento de los distintos talleres (a); superposición de dos posibles vías de comunicación interna del taller en la planimetría original de la intervención (b); planta del taller II con la interpretación funcional de los distintos ámbitos (c) (a partir de Girón 2010 y lavado 2004).

mente se ha asociado funcionalmente con los almacenes del taller (Girón 2010). sin desestimar esa funcionalidad, un análisis a la planimetría publicada (lavado 2004: 477, fig. 5) nos ofrece un dato que quizás nos pueda ayudar a conocer exactamente para qué se utilizó este espacio. Así en la cuadrícula 18I con el numeral XII se localizó un «pavimento de ladrillos frescos con huellas de animales». este hallazgo se sitúa junto al muro tabiquero que separa el ala oeste del resto del taller pero al interior de la estancia del ala occidental. el hecho de que los ladrillos estuvieran sin cocer nos lleva a abrir la hipótesis de que pudiéramos estar ante el secadero de las piezas. esta hipótesis cobra más sentido cuando ampliamos la visión general del taller y observamos cómo el área de torneado se documentó justo en la estancia colindante situada hacia el sureste; y que en la zona de contacto entre este posible secadero y la zona de pro-

ducción/cocción (hornos) se abrió un umbral de unos 5 metros de anchura que posibilitaba la fácil deambulación y entonces transporte entre la zona de secado y los hornos donde se cocerían las piezas posteriormente. Por tanto, con toda la prudencia posible por no haberse intervenido en buena parte del ala occidental, creemos que sería factible asociar ese espacio con una estancia rectangular de notable envergadura (16,5 × 33 metros) que bien pudo servir como secadero. esto no invalida la posibilidad de que una parte del mismo fuera además empleado como área de almacenaje una vez cocidas las piezas, si bien en la exigua franja excavada entorno a la cara interna de los cierres perimetrales de la estancia no se han documentado piezas completas almacenadas una vez cocidas. otro elemento que ahonda en la viabilidad de esta hipótesis nos lo ofrece la documentación de un posible pilar rectangular dispuesto en el mismo sentido

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longitudinal de la estancia (noreste-suroeste) en el espacio central. la existencia de estancias de notables dimensiones de planta rectangular con pilares centrales que facilitaran una posible techumbre a dos aguas es un modelo recurrente en la alfarería romana como área de secado y/o almacenaje, tal y como hemos puesto de manifiesto en los análisis anteriores llevados a cabo sobre los complejos de la cizaña y de fenals. Hacia el sureste se extendería el resto del taller con cuatro espacios funcionales bien diferenciados. Junto al cierre perimetral noreste se situó la principal área de producción del taller con tres estructuras de combustión, dos de notables dimensiones excavadas (Hornos A y B) y una tercera de la que apenas se localizó su corredor de entrada (Horno c). todas ellas estaban enmarcadas por una estancia de aspecto angular construida con muros de ladrillos entremezclados con argamasa. los dos hornos de mayores dimensiones estaban colocados en batería. el conjunto se completó con un tercer horno que se situó entre las dos estructuras fornáceas y el vano de conexión con el ala occidental del edificio. Al sureste de este área de producción/cocción principal se localizó una serie de estructuras murarias que antecedían y otras que se superponían a un cuarto horno (Horno D), cuya morfología y dimensiones eran totalmente distintas a los Hornos A y B y que debe relacionarse con remodelaciones posteriores del espacio. Por su parte al suroeste del área de producción/cocción principal se erigieron una serie de estancias compartimentadas que se han puesto en relación con el área de tratamiento de la arcilla y el área de torneado. en conjunto, todas estas estancias citadas ahora podrían abarcar una superficie rectangular de unos 300 metros cuadrados, si bien los muros se extendían hacia el suroeste más allá de los límites de la excavación, por lo que no deben existir dudas de que el edificio debió contar con más espacios internos hacia ese punto cardinal. la estancia contigua a los hornos era de planta cuadrada con una superficie de 42,25 metros cuadrados y contenía en su parte central una gran pileta circular (lavado 2004: 476). en nuestra opinión esta pileta podría relacionarse con el proceso de depuración y amasado de la arcilla en su primer estadío, tras su traslado desde la cantera. la estancia presentó un vano en el muro noreste que abría hacia un espacio no explorado situado entre este conjunto y el del Horno D. De esa estancia se pasaría hacia una segunda que fue dividida en dos durante el periodo de uso del taller. tendría unas dimensiones algo más reducidas, unos 23 metros cuadrados, con varias piletas de diferente morfología. en la esquina norte se construyó una pileta circular que se ha interpretado como una cubeta para la decantación de arcilla; enfrentada a ella se localizó

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una pequeña pileta cuadrada que contenía semillas y restos de carbones. en el otro extremo de la estancia se situaron otras dos piletas enfrentadas, la septentrional que debe ponerse en relación posiblemente con una estructura de almacenamiento de agua y la meridional que contenía arcillas limpias (final del proceso de decantación), pero que fue amortizada por el muro que subdividió la estancia primigenia en dos. la estancia se vio completada con una serie de canalizaciones que sirvieron para trasladar el agua necesaria para todo el ciclo productivo de la cerámica. Por último, el muro tabiquero antes mencionado generó un espacio muy reducido en el que se había generado una oquedad en el terreno, lo cual favoreció la hipótesis de relacionarla con el área de torneado del taller (lavado 2004: 476). finalmente, para completar el análisis de este taller II debemos incidir en la idea de que las estructuras continuaban extendiéndose hacia el suroeste. De igual forma, y aunque no fue excavado en toda su integridad, entre estas áreas de tratamiento de arcillas y torneado, los dos hornos circulares y la estancia que enmarcaba el denominado por nosotros horno D (horno de producción mixta) se generó un espacio que aparentemente no estuvo compartimentado y que quizás debió funcionar como patio interno del edificio. eJemPlos De AlfAres orGAnIZADos en torno A un eJe lonGItuDInAl

Para terminar con el estudio de los modelos de alfares concentrados aglutinamos todos aquellos complejos alfareros que se organizaron a partir de un eje longitudinal, disponiéndose todas las áreas de trabajo asociadas con una misma orientación en diferentes espacios arquitectónicos. como ejemplo de este modelo podríamos citar las figlinae de Huerta del rincón (Baldomero et alii 1997) ―figura 12a―, Abul (mayet y silva 2002) o Planes del roquís (Vilaseca y Adiego 2002) entre otros muchos.

el alfar de Planes del roquís (reus), podría ser en su fase I es un buen ejemplo de modelo alfarero concentrado dispuesto sobre un eje longitudinal. las intervenciones arqueológicas desarrolladas en 1997 y 1998 han puesto de manifiesto la existencia de un taller cerámico en el que se han diferenciado diversas estancias relacionadas cada una de ellas con los distintos ámbitos que conlleva la producción alfarera. Además, la excavación de estas dependencias artesanales ha delatado la existencia de dos fases en la vida del taller (Vilaseca y Adiego 2002), perteneciendo a la denominada como fase I la

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figura 12. Alfares organizados en torno a un eje longitudinal: planta general de la fase I altoimperial del alfar de Huerta del rincón (a); planta general del centro de producción alfarera de Planes del roquís (b) (a partir de Baldomero et alii 1997 y Vilaseca y Adiego 2002).

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mayoría de las estructuras documentadas. estas se circunscriben a un edificio rectangular con un eje este-oeste que vertebra todos los ámbitos ―tanto los interiores como los exteriores― (figura 12b). en la zona central del complejo se ubicó el área de producción/cocción, atestiguada por la presencia de tres hornos, de los cuales solo se pudo excavar uno de forma completa.12 los tres estaban integrados dentro de una nave que delimitaba este ámbito productivo. se encontraban dispuestos en el extremo occidental de la misma, con una orientación este-oeste; y dejando un espacio común al este de estas estructuras de combustión. este espacio debe entenderse como el área de servicio de los hornos o dependencia anexa a los mismos, documentándose a una cota inferior con respecto al suelo de uso del resto de la figlina. Dicho rebaje debió afectar a toda la nave, pues los praefurnia y las cámaras de combustión de los hornos también se encontraban por debajo de ese nivel de uso. el taller alfarero se completó con toda una serie de estancias que se extendieron tanto al oeste como al este de esa área de producción/cocción. Al oeste de los hornos se ubicaron las dependencias relacionadas con el preparado de las arcillas, proceso de decantación de estas y área de secado de las piezas tras su torneado. en concreto, se trata de un espacio cuadrangular de dimensiones notables en los que en su extremo noreste se ubicó una gran base circular, así como un depósito, un dolium que se utilizó también como depósito y una canalización de agua. este conjunto de estructuras se ha asociado con el área reservada para el tratamiento de las arcillas previa a su decantación. Dicho proceso de decantación se llevaría a cabo en el extremo meridional de la estancia con la creación de cinco depósitos de planta rectangular e idénticas dimensiones, que se situaron pegadas al cierre perimetral sur de este espacio. en la mitad noroeste del mismo no se han localizado ningún tipo de estructuras, por lo que desconocemos la funcionalidad de ese ámbito.13 Por último, al sur de las balsas de decantación se abrió un espacio rectangular de 129 melos investigadores de este yacimiento admiten la posibilidad de que en este área de producción, además de los tres hornos localizados, existieran algunos más (Vilaseca, Adiego 2002). 13 Al no localizarse en esa zona ningún tipo de estructura inmueble, podemos plantear la hipótesis de que dentro de esta gran área destinada a los trabajos previos a la cocción, en este extremo noroeste se ubicara el área de torneado. sin embargo, el hecho de que no se haya localizado ningún torno de alfarero, hueco en el suelo para su inserción o utensilios propios de esta labor en ese lugar hace que esta solo sea una mera hipótesis de trabajo. 12

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tros cuadrados, enlosado con tegulae y con un desagüe en su zona central que se ha puesto en relación con el área de secado de las piezas torneadas previamente a su cocción (Vilaseca y Adiego 2002). Por contra, al este del área de producción, se localizaron dos edificios de planta rectangular en sentido sur-norte, que se han asociado con los espacios destinados al almacenaje de los objetos manufacturados una vez salidos de los hornos. estas dos estancias presentan similitudes formales, si bien también ostentan una serie de particularidades. en concreto, la estancia situada más cerca de los hornos tenía su mitad occidental compartimentada en cuatro espacios divididos entre sí por tres muros dispuestos de forma transversal al cierre perimetral oeste del que arrancaban. A su vez, se ha podido también determinar el sistema de cubrición de la estancia, al haberse localizado cuatro pilares en la zona central del edificio dispuesto longitudinalmente siguiendo la orientación de la nave. sin embargo, lo más espectacular de la excavación de este espacio fue la documentación de una serie de tegvlae colocadas in situ de forma vertical, que unido a la localización de un gran número de fragmentos anfóricos, dolia y material de construcción en los niveles de derrumbe del edificio han probado la funcionalidad como almacén de este espacio. esta misma funcionalidad pudo albergar el siguiente de forma contigua. se trata de otra nave de considerables dimensiones (144 metros cuadrados) que se ubicó en el extremo oriental del edificio y se caracterizó también por poseer una serie de pilares de sustentación de la techumbre en su zona central. Además, presentaba como particularidad el hecho de que se encontraba totalmente pavimentada y que poseía dos accesos ―uno en cada uno de los extremos sur y norte de la misma―. Por último, para terminar con el análisis de las estructuras relacionadas con el taller alfarero en su primera fase, debemos mencionar la localización del área de vertidos del alfar, la cual se emplazó al este del complejo alfarero, al exterior del último ámbito descrito. eJemPlos De AlfAres APArentemente DIsemInADos

en este apartado intentaremos demostrar cómo en ocasiones la organización arquitectónica del espacio de un taller alfarero no estaba preconcebida con un modelo organizativo a partir de un eje longitudinal, en torno a un patio central o concentrado en un único edificio. en otras ocasiones las distintas áreas funcionales se fueron construyendo sin aparente relación entre una y otras, dejando espacios baldíos entre medio. A pesar de esas carencias arquitectónicas, en estos complejos alfareros

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también se diferenciaron distintos espacios funcionales, lo único es que estos no estuvieron ligados entre sí disponiéndose entonces con una aparente anarquía.

como prototipo para explicar este modelo diseminado nos referiremos al alfar de Viña del Pañuelo localizado en Villamanta (madrid). objeto de una monografía específica sobre el propio yacimiento (Zarzalejos 2002), de esta figlina se conocen varias áreas de trabajo específicas que se localizaron en las distintas parcelas que fueron objeto de la intervención arqueológica, estando separadas unas de otras cierta distancia en ocasiones. Además muchas de ellas no presentaban una misma orientación que advirtiese cierta organización del complejo. la intervención arqueológica que dio lugar al conocimiento de este yacimiento se restringió a la denominada área B del área protegida y, en concreto, a seis de las distintas parcelas en las que estaba dividido el solar (P-1, P-2, P-8, P-9, P-10 y P-11) ―figura 13a―. en la parcela P-1, situada en el extremo norte del complejo alfarero, se localizó un sistema de decantación de arcillas formado por al menos dos piletas de las cuales apenas se conservaba parte de su sistema de cierre perimetral (figura 13b). otras piletas se individualizaron en las parcelas P-8 (figura 13f) y P-9, si bien ambas se han asociado funcionalmente a balsas de almacenamiento del agua necesaria para mezclar con la arcilla durante el proceso de modelado de las piezas (Zarzalejos 2002). en otro lugar algo más alejado, situado en la parcela P-10, se localizó de forma parcial una estructura de ímbrices que posee un suelo delimitado por un pequeño cierre perimetral compuesto también por fragmentos también de ímbrices (figura 13d), que debió estar relacionada con el acopio y almacenamiento en esta estructura de las arcillas una vez depuradas y preparadas para modelarse. Junto con estas estructuras propias del taller, se documentaron dos estructuras de combustión localizadas en las parcelas P-9 (figura 13e) y P-10 (figura 13c) en lo que debió ser el extremo meridional del complejo. todos estos vestigios demuestran que estaríamos ante un modelo de alfar diseminado en el terreno que se debió extender por cinco de las seis parcelas objeto de excavación, abarcando una superficie superior a los 3000 metros cuadrados, a los que habría que añadir los restos de estructuras que se extienden más allá de los límites del área excavada, así como la más que probable área destinada a enterramientos localizada en las cercanías de este yacimiento.14 Por su parte, tanto en la par-

14 m. Zarzalejos menciona la existencia de distintas tumbas a escasa distancia al norte del yacimiento al otro lado de la carretera Aldea del fresno-Villamanta que sirve de límite septentrional del yacimiento de Villamanta (Zarzalejos 2002), lo que podría relacionarse entonces con el área de necrópolis perteneciente a este taller.

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cela P-1 como en la parcela P-11 se localizaron varias escombreras que dejaban entrever una dispersión del área de vertidos del taller, en lugar de poseer una zona de vertedero bien delimitada físicamente. Asimismo, estas escombreras no deben entenderse como vertidos únicamente procedentes de las descargas defectuosas del alfar, sino que juntos con estas, se vertieron también otros desechos, entendiéndose entonces estas áreas como basureros en sentido amplio. Por último, no debemos olvidar todas las estructuras murarias que dispersas por el yacimiento se han ido documentado y que por su alto nivel de degradación no han podido relacionarse con otros ámbitos pertenecientes a un complejo alfarero. Pese a ello, sí podemos advertir que en el taller debieron existir áreas diferenciadas por estructuras murarias, sobre todo en la zona suroccidental del complejo tal y como demuestra la mayor profusión de estas en las parcelas P-10 y P-11. orGAnIZAcIÓn InternA, PAtrÓn De AsentAmIento y CONDVCTIO De lAs OFFICINAE

Hablar de propiedad, gestión o y organización interna de un taller alfarero se muestra complicado cuando las fuentes escritas son parcas o inexistentes. esta carencia de documentación ha sido salvada en algunas zonas por la documentación arqueológica disponible, en especial gracias al registro epigráfico. un ejemplo de ello puede ser la producción de vajilla fina en las officinae existentes en el entorno de Tritivm Magallvm en la rioja, o la intensa producción olearia del valle del Guadalquivir. en este último caso, en los envases manufacturados se han documentado una variada gama de indicaciones relativas a la producción artesanal, los propietarios, la organización administrativa, la comercialización o incluso la propia presión fiscal. el sellado de las ánforas ha provocado un intenso debate que ha generado una profusa bibliografía. P. Berni (2008: 23-38) ha sido uno de los últimos investigadores que se ha centrado en este tema de forma monográfica y elaboró un cuadro sinóptico en el que concentra todas las interpretaciones que los principales investigadores han aportado sobre a quiénes representan los sellos de las ánforas Dr. 20. las marcas epigráficas en la cultura material se convierten por tanto, en un vehículo interesante para poder esbozar un planteamiento general sobre las formas de organización, propiedad y gestión en el mundo alfarero. Pero ese estudio debe realizarse teniendo en cuenta la naturaleza de cada yacimiento. no podemos, por ejemplo, explicar del mismo modo un contexto de alfares productores de ánforas asociados a villae vitivinícolas

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figura 13. Alfares aparentemente diseminados: planta general del alfar de Viña del Pañuelo con la inclusión en la planimetría original de los resultados arqueológicos de las distintas parcelas (a), piletas de decantación (b), horno cerámico (c), balsa de almacenamiento de arcilla depurada (d), horno (e) y balsa de almacenamiento de agua (f) (a partir de Zarzalejos 2002).

dedicadas a la comercialización y exportación del vino que un taller vinculado a una ciudad enfocado a la producción de vajilla cotidiana. Por tanto, observamos cómo la diversidad y la heterogeneidad debieron ser dos características íntimamente relacionadas con esta cuestión de la propiedad del taller.

en esta línea y siendo conscientes de la importancia que tiene la epigrafía cerámica, hemos preferido acercarnos en este trabajo al análisis de las distintas formas de propiedad y gestión en relación a la vinculación que este posee con su entorno, pudiendo concluir que existen varios tipos de talleres cerámicos. Aunque esta propuesta no

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está cerrada y lógicamente puede verse ampliada en un futuro, analizaremos a continuación los modelos propuestos a partir de su relación o vinculación con ciudades, con asentamientos militares, como parte de la pars frvctvaria de una villa, como verdaderos conglomerados artesanales o incluso talleres aparentemente independientes. moDelo I o urBAno

un primer grupo serían los alfares urbanos que se sitúan en el perímetro interno de un asentamiento urbano, por lo que estos talleres se vinculan inexorablemente a esa ciudad. son talleres que deben su razón de ser a dicho asentamiento urbano, enfocando la producción a las necesidades materiales y gustos de esa población, aunque no por ello dejaron de exportar en algunos casos sus productos a otros asentamientos del entorno o áreas geográficas más lejanas. existen determinados ejemplos por toda la Península Ibérica en los que en los distintos asentamientos urbanos se incluyeron dentro de su artesanado diversos centros de producción cerámica. entre todos ellos se podrían citar los casos de los alfares documentados en ciudades tan dispares como Lvcvs Avgvsti, Carthago Nova, Gades, Baetvlo o Elo por poner solo algunos ejemplos. creemos en este punto que la cita en el capítulo 76 de la Lex Vrsonensis sobre la prohibición in oppido de la instalación de figlinas teglarias maiores y su posterior debate historiográfico (un estado de la cuestión en tsiolis 1997) ha provocado que el establecimiento de officinae cerámicas intra moenia en el interior de una ciudad romana se haya considerado como hechos aislados que romperían las normativas legales establecidas. sin embargo, si por un lado ponemos en cautela la generalización de un capítulo determinado de una lex municipalis de un asentamiento de la Baetica para el resto de los mvnicipia romanos y por otro apoyamos las tesis que consideran que dicha prohibición solo se referiría a las instalaciones alfareras productoras de material latericio (ya fuera el alfar en sí o incluso a las áreas de almacenaje de esas tegulae como sugiere mingazzini 1956), podríamos comenzar a entender que no sería nada extraña la instalación de espacios productivos destinados a la manufactura cerámica intramoenia. si para otras cuestiones tanto urbanísticas como arquitectónicas o de la vida diaria se recurre a la documentación arqueológica extraída de la ciudad de Pompeya, en nuestro caso de estudio también podríamos acudir como referencia a la ciudad vesubiana, en la cual fueron varios los complejos alfareros que se insertaron dentro de su trama urbana (cavassa 2009) ―figura 14a―. en el caso hispano, la producción cerámica en este tipo de alfares no se restringe a un único tipo de categoría vascular cerámica. Por continuar con los ejemplos ante-

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riormente citados, en los diferentes talleres documentados en el interior de Lvcvs Avgvsti se manufacturaron cerámicas comunes y material latericio (Alcorta 2001; Alcorta y Bartolomé 2012), mientras que en el alfar de PerI cA-4/Barrio universitario instalado en el sector oriental de la ciudad de Carthago Nova en una zona cercana a las murallas de la ciudad, pero dentro del recinto amurallado las estructuras de combustión se dedicaron a la cocción de terracotas del tipo anathema entre otras producciones (madrid 2004). en esta misma ciudad, en la actual calle caballero 13-17 se documentaron tres estructuras de combustión asociadas con una alfarería urbana, que quizás pudo estar enfocada a la producción de lucernas a torno, documentadas entre otros contextos, como objetos luminarios de uso votivo en las inmediaciones del Avgvstevm cartagenero (Quevedo 2012: 348). Por su parte, los hornos documentados en el monastil insertos dentro de la trama urbana del asentamiento de Elo se destinaron a la producción principalmente de lucernas pero también de ladrillos, cerámicas comunes o cerámicas de paredes finas (Poveda 2013: 466). Por último, además de talleres asociados a villae localizadas en su svbvrbivm como es el caso del yacimiento de can Peixau (Padrós 1998) o talleres independientes ubicados en ese mismo svbvrbivm como pone de manifiesto el complejo de Illa fradera (Padrós et alii 2013), también se construyeron talleres ubicados en el interior de la misma ciudad como ejemplifica el alfar de la calle lladó (Puerta y rodríguez 1987; revilla 1995). en este último yacimiento, más que de alfar se debería hablar de complejo industrial multifuncional, puesto que junto a las actividades alfareras en esta instalación también se destinó un espacio para la producción vitivinícola. su emplazamiento dentro de la ciudad de Baetvlo queda fuera de toda duda al abrirse uno de los cierres perimetrales del complejo hacia uno de los cardines de la ciudad. sin poder detenernos en el análisis pormenorizado de este complejo, solo mencionaremos que la producción cerámica de la calle lladó se destinó a la manufactura de ánforas Pascual 1. en cuanto a la organización de estos alfareros, la documentación de talleres en el interior de la ciudad de Lvcvs Avgvsti en un área concreta de la ciudad ha provocado que se haya presupuesto la existencia de alfareros de condición libre que quizá estarían agrupados en collegia. estos alfareros estarían contratados por los propietarios del taller. A esta conclusión ha llegado e. Alcorta (2001) al observar cómo en dos de los edificios alfareros exhumados en rúa Anxel fole 11 se diferencian dos ámbitos muy distintos; uno el taller y otro un espacio residencial que por la existencia de una piscina y un posible caldarivm debió pertenecer al propietario del complejo alfarero (figura 14b).

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figura 14. Alfares urbanos: planimetría general de Pompeya con la señalización de las diferentes officinae documentadas. A la derecha, planimetría general de la localizada en la via di nocera (a), planimetría general de la ciudad de Lvcvs Avgvsti con la señalización con círculos de los diferentes talleres alfareros intervenidos en la ciudad. A la derecha planimetría específica del alfar de calle Anxel fole 11 (b) (a partir de cavassa 2009, mccallum y Peña 2010; Alcorta y Bartolomé 2012 y Alcorta 2001).

moDelo II o suBurBAno

en este caso agrupamos todos aquellos talleres que estuvieron vinculados a una determinada ciudad pero que se construyeron fuera del recinto murado de la misma, en algunas de las vías de accesos a estas. la ubicación de los talleres alfareros en las vías de entrada a las ciudades es algo habitual a lo largo de la Historia. el ejemplo más conocido es el de los ergasteria localizados en Atenas (figura 15a), los cuales se instalaron en el dromos que se dirigía a la Academia, en el entorno de la vía que conectaba con el puerto del Pireo o a lo largo de la Vía sacra que se dirigía a eleusis. en este último

caso, la principal necrópolis ateniense, denominada Kerameikos por autores como Jenofonte (Hellenica II, 4.33) o tucídides (II, 34.5), toma su nombre en honor a Kéramos, héroe de los ceramistas, debido a que previamente a la instalación del área de necrópolis, la zona había sido empleada por los ceramistas atenienses (Jubier-Galinier, laurens y tsingarida 2004: 43). en Hispania, de nuevo nos encontramos con numerosos ejemplos de talleres suburbanos, sobre todo en las principales ciudades hispanorromanas. un ejemplo de ello puede ser el caso de Hispalis, donde se conocen algunos talleres como los de Hospital de las cinco llagas, calle san luis, avenida de roma y Diputación Provin-

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figura 15. Alfares suburbanos: mapa de localización de los principales vestigios arqueológicos asociados con actividades alfareras en el entorno de la ciudad de Atenas (a), mapa de la ciudad de Avgvsta Emerita con la señalización de los principales alfares conocidos (b) (a partir de Jubier-Galinier, laurens y tsingarida 2004; Bustamante 2011).

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cial en los cuales además de cerámicas comunes, material latericio y otros productos válidos para el quehacer diario de los habitantes de esa ciudad la producción cerámica también estuvo destinada a la fabricación de ánforas olearias tal y como se desprende del estudio material procedente del alfar de Hospital de las cinco llagas (García 2003a y 2003b). otro ejemplo lo escenifica la ciudad de Carmo, donde se conocen casi alrededor de una veintena de talleres en el actual término municipal de carmona, si bien habría que diferenciar los alfares ubicados en ámbito rural ―fuente de la Higuera, tostoneras, Alcaudete, mejía, santa Helena, Villar tesoro, tesoro norte, san miguel, cortijo Domínguez, Juan Barba, Adelfa, Guadajoz, santo Domingo este y Argamasilla I― (chic y García 2004), de los emplazados en el perímetro externo de la muralla ―calle montánchez n.º 4, calle Doctor fleming n.º 25, calle González Parejo n.º 10, Puerta de sevilla, calle Arellano n.º 2― (García y García 2012). salvo en la officina de la calle montánchez (rodríguez 2001) donde se fabricaron entre otros productos ánforas Haltern 70, en el resto de talleres suburbanos la producción estuvo eminentemente enfocada a la manufactura de material de construcción y cerámica común, estando en funcionamiento desde época augustea hasta quizás finales del siglo I d.c. este tejido alfarero emplazado al oeste de Carmo en la vía que conducía hacia Hispalis sucedió en el tiempo al que se había organizado en época turdetana y tardorrepublicana en la zona del Albollón (García y García 2012: 26). otro ejemplo que confirma la existencia de aglomeraciones alfareras en los svbvrbia de las ciudades nos lo ofrece Avgvsta Emerita, donde a las afueras de la misma se instalaron una serie de talleres de los que actualmente se conoce algo más de una quincena (figura 15b). un reciente estudio nos ofrece una visión integradora de todos esos casos, los cuales se instalaron en el área meridional de la ciudad y especialmente «[…] en la margen derecha del río Guadiana y por consiguiente muy cercanos a las zonas de la muralla […]» (Bustamante 2011: 23). el momento de explosión de este polo productivo se produjo e el siglo I d.c.,15 disminuyéndose el número de talleres que siguieron funcionando en la centuria siguiente (las rozas, avenida lusitania-calle Dámaso Alonso, y avenida lusitania a los que se uniría el de calle Augusto 44 que se encontraría fuera de este área alfarera). De ellos, solo un horno documentado en el alfar de las rozas estuvo en funcionamiento en el siglo III d.c. Aunque en los últimos tiempos se ha conocido la producción de ánforas 15 un cuadro resumen con las referencias principales a estas alfarerías se puede visualizar en Bustamante 2011: 24-25.

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en dos de estos talleres ―avenida lusitania (Alba y méndez 2005) y escuela de Hostelería (Bustamante y Heras 2013)―, en Avgvsta Emerita la producción alfarera estuvo dirigida hacia la manufactura de material de construcción, cerámicas comunes, paredes finas, así como lucernas y posiblemente vajilla fina del tipo sigillata. Pero también este fenómeno de alfares suburbanos se dio en otras ciudades de menor importancia. en algunos de estos casos, los talleres presentan una variedad productiva importante, como ejemplifica entre otros el alfar de la maja, inmediato a Calagvrris Ivlia. en este caso, además de material constructivo latericio, cerámicas comunes, cerámicas de paredes finas o vasos de tsH destacan diversas producciones que presentan decoraciones con leyendas epigráficas que parecen que se fabricaron para ocasiones concretas relacionadas con distintas festividades del calendario romano (González 2005). en este sentido, destacan los vasos con decoración relativa a carreras de circo, de juegos circenses, con signos del zodiaco, con representaciones teatrales eróticas, con el calendario agrícola anual, juegos de gladiadores, fiestas saturnales, con la figuración de ceres, vasos con ciervos, etc., que llevan unidos textos epigráficos incluidos y parece que se fabricaron para satisfacer la demanda de la ciudad calagurritana. en otros ejemplos se debieron especializar casi en exclusiva en el suministro de un tipo de producción cerámica concreta, como es posible que ocurriera en el alfar de rascanya (escrivá, martínez y Vidal 2001), donde la manufactura de envases anfóricos es casi anecdótica con respecto a la masiva producción de material latericio. este alfar debió abastecer a las distintas construcciones de la propia Edeta, destacando entre el material latericio manufacturado una serie de ladrillos rectangulares de considerables dimensiones que son similares a las utilizados por ejemplo en el sistema de cubierta del caldarivm de las llamadas Termas Menudas existentes en la misma ciudad edetana. la producción de vasos decorados con motivos de festividades locales de Calagvrris en el alfar de la maja o el uso en las termae edetanas de toda una variada tipología de lateres fabricados en el taller de rascanya son buenos ejemplos de cómo estos alfares estaban productivamente relacionadas con esas ciudades. Puesta de manifiesto la diversidad en la producción cerámica de estos talleres suburbanos, y quedando clara la vinculación productiva de los mismos con las ciudades donde se insertaron quedaría por dilucidar si también pudo existir una relación administrativa entre asentamiento urbano y complejo alfarero. Aunque no puede extrapolarse al resto de figlinae, en el alfar de la maja se ha querido ver una administración municipal del taller (González 2005). en cierta forma, el taller nació al am-

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paro de la construcción de la ciudad de Calagvrris Ivlia por las legiones durante el desarrollo de las guerras cántabras y posteriormente debió seguir vinculado a la misma. usó como fuente de aprovisionamiento del agua para las actividades alfareras el acueducto que atravesaba la propiedad alfarera para dirigirse a la ciudad y abastecerla. Asimismo la figlina se encargó de realizar una variada gama de vasos decorados en los que se representaban, entre otros, los diversos eventos lúdicos celebrados en la ciudad. Por todo ello, se ha pensado que la propiedad de la instalación alfarera fuera municipal, estando al frente del taller un maestro alfarero, del cual se conoce su nombre al sellar las piezas con su tria nomina (Gaivs Valerivs Verdvllvs). el hecho de que posea tria nomina lo convierte en un hombre libre, por lo que en el ejemplo del alfar de la maja se podría estar ante un posible arrendamiento de una propiedad municipal a un artesano autónomo que centró su producción en las necesidades cerámicas de la propia ciudad. moDelo III o mIlItAr

otros ejemplos de talleres son los que nacen y se vinculan a asentamientos militares. Junto con las legiones se trasladaban una serie de grupos profesionales entre los que se encontraban los artesanos alfareros. cuando un destacamento militar se asentaba comenzaba el trabajo de estos alfareros, que debían proveer de material latericio fundamentalmente para la construcción de esos campamentos. muchos de esos campamentos fueron los gérmenes de ciudades posteriores, manteniéndose esos alfares vinculados a dichos entes después urbanos. un ejemplo de este tipo de alfar es el ya mencionado de la maja. sin embargo, otros solo estuvieron activos durante el periodo en el que estuvo asentado el contingente militar. traemos a colación en este punto el taller Herrera de Pisuerga, cuya dependencia y vinculación con la Legio IIII Macedonica es evidente (morillo 1993). en este sentido, el taller, del cual se ha podido excavar un horno de planta rectangular así como una escombrera, estuvo activo durante un escaso lapso temporal, puesto que inició su actividad durante el reinado de Augusto y se abandonó en época de tiberio, momento coincidente con las actividades militares de la citada legión en esta zona. Por tanto, el alfar dependería en todo momento de los mandos militares de la legión, siendo presumiblemente personas de condición servil los alfareros que trabajarían en el taller. Además, su producción estaría enfocada a las necesidades del establecimiento militar; en concreto cerámicas de paredes finas y lucernas. De los citados vasos se tiene segura la producción de la forma

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mayet XXXIII (Pérez e Illarregui 1995), siendo problemática la atribución de la forma I variante de la mayet XXI (mínguez 2005). Por su parte, en cuanto a la manufactura de lucernas, el taller de Herrera de Pisuerga fabricó los tipos Dr. 4, loeschcke IA, III y posiblemente IB (morillo 1992 y 2006). moDelo IV o AsocIADo A VILLAE

uno de los ejemplos más importantes sería el de un alfar asociado a un asentamiento rural tipo villa. son innumerables los ejemplos peninsulares ya sea en el interior o en la costa, donde el fenómeno toma especial relevancia en el nordeste de la tarraconense, con la vinculación de los talleres a la producción vitivinícola. y es que en este modelo habría que diferenciar las villae que condicionaron un espacio alfarero cuya producción cerámica se dirigió hacia el autoconsumo o las villae que integraron la alfarería como una actividad productiva más dentro de la nómina de labores que se desarrollaron al amparo de una producción de mercancías que se iban a comercializar. en el primero de los casos, el del alfar destinado al autoconsumo, quizás el propietario rural se haría cargo de la propia gestión de la figlina, estando a su cargo como alfareros personas de condición servil. sin embargo, las posibilidades de organización y gestión se amplían conforme el volumen de estructuras y, por tanto de producción, se multiplican, lo que confiere una idea de producción alejada ya con el autoconsumo e identificada con el comercio y la maximización de los recursos. en este segundo caso, las relaciones y sistemas de gestión de los complejos alfareros se vuelven más complejas, diversificándose así las posibilidades de su condvctio. en este sentido, podríamos pensar en una primera posibilidad en la que el propietario rural integraría también el taller alfarero con el resto de actividades del fvndvs. en este caso, los domini de esos asentamientos rurales de mayores dimensiones no debieron ejercer un control directo sobre sus posesiones, sino que esas tareas debieron recaer sobre otras personas que, subordinadas al propietario, llevarían la condvctio de esa explotación agrícola. Quizás esos personajes, de probable condición servil, relacionados con este cargo pudieron ser los vilici que aparecen en los tratados de agricultura (revilla 1995: 105). sin embargo, la multiplicidad de actividades que conllevaría una explotación intensiva del fvndvs, con el subsiguiente aumento de personal trabajando de forma organizada, abre una segunda posibilidad en la que en otros muchos casos las distintas actividades complementarias a la explotación agropecuaria o pesquera se

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separarían. como hemos comentado, los dos fenómenos más intensos de relación villa-alfar se dieron en la costa mediterránea, si bien en la mayor parte del litoral del levante peninsular esos alfares estarían relacionados con la producción de ánforas para satisfacer la demanda de contenedores donde envasar el vino elaborado. Por su parte, los alfares asociados a villae emplazados en el litoral bético mediterráneo estuvieron dirigidos hacia la manufactura también de envases anfóricos pero en esta ocasión para contener los productos emanados de las cetariae anexas. en ambos casos, esos talleres pudieron tener una gestión, que no propiedad, distinta al propio proceso agrícola o pesquero. Aquí debemos traer a colación términos como el de negotiatio per servos o negotiatio per servos comvnes, que serían fórmulas de gestión en las que un propietario o varios propietarios de un fvndvs encargarían a un individuo, normalmente de condición servil o liberto a su cargo, la gestión de una actividad económica, como podía ser la alfarera, dentro de las propiedades del dominvs. Dependiendo de la forma en la que se estableciera el pacto, el dominvs podría controlar el nivel de producción del taller o el encargado de la officina podría producir excedentes que le generasen beneficios económicos. Para su explotación, el dominvs le ofrecería también al encargado de la officina los recursos naturales disponibles en el fvndvs ―arcilla, combustible, afloramientos de agua― que se ubicaría no necesariamente en las inmediaciones de la officina, proporcionándole además una plusvalía adicional por su uso y explotación. la epigrafía anfórica está demostrando este tipo de relaciones entre el dominvs y el encargado del taller. Aunque no suelen ser muy habituales, hay ciertos casos en los en el mismo sello en lugar de aparecer unos tria nomina ―que aluden a un ciudadano romano de condición libre― o un cognomen ―ya sea en nominativo seguido o no de la abreviatura F(ecit) o en genitivo y aludiendo al individuo servil―; se han documentado sellos en los que aparecen unos tria nomina seguidos de un cognomen. en esos casos, la interpretación que se le ha dado al sello es que este hace referencia al dominvs que tendría la propiedad del fvndvs donde se inserta el taller y al encargado de condición servil que explota la officina cerámica (revilla 1995). en otros casos, han aparecido sellos en los que han aparecido distintos cognomina, lo que ha llevado a los investigadores a pensar en la posibilidad de que a través de la fórmula de negotiatio per servos se escondiera una jerarquización dentro del propio taller entre personas de condición servil encargadas cada una de una faceta concreta dentro de la producción alfarera. Diferente sería la explicación para la aparición de dos tria nomina en el mismo sello, como ocurre en algunos casos en el valle del

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Guadalquivir, en los cuales se trataría de la representación de varios individuos libres pertenecientes a la misma o diferente familia que compartirían la propiedad del fvndvs y por ende del taller alfarero. otras fórmulas de propiedad y gestión de un taller alfarero pudieran ser fórmulas o contratos al amparo de la locatio-condvctio. son contratos de arrendamiento en los cuales un dominvs alcanza un acuerdo con un alfarero proporcionándole las materias primas, el uso del taller y un pago en moneda a cambio de una cantidad establecida de contenedores anfóricos para el envasado del producto a elaborar. el personal ahora no lo pondría el propietario, sino que el propio alfarero proporcionaba y tenía a su cargo todo el personal laboral de la figlina. como podemos observar, estos talleres están vinculados de forma tangencial a la producción de la villa, alcanzando un volumen determinado en relación al nivel de producción agrícola o pesquera. sin embargo, existirían en este tipo de fórmulas de arrendamiento de la officina alfarera, posibilidad para elaborar otra serie de productos cerámicos. como vemos en el análisis de la manufactura cerámica de muchos yacimientos alfareros vinculados con el fenómeno de las villae vitivinícolas o pesqueras, la producción alfarera no solo se restringió a la manufactura de envases anfóricos, sino que esta se complementó, siempre en volúmenes inferiores, con la producción de cerámicas comunes, material latericio, utensilios cerámicos para actividades agrícolas y/o artesanales ―pondera, fusayolas, dolia― e incluso en ocasiones imitaciones de vajilla fina ya sea en t.s.H. o de africanas de cocina. esta multiplicación de los productos demuestra un interés comercial por entrar en otros circuitos en los que al amparo de la comercialización del vino o de la salazón del pescado se podrían comerciar con otros enseres cerámicos. en ese intento por maximizar los recursos y posibilidades de la officina cerámica no debió estar ajeno el propietario, el cual también debió beneficiarse de esas plusvalías. otra posibilidad dentro de esta gama de formas de gestión y organización de un complejo artesanal sería la de arrendar esa figlina a varios artesanos. en este sentido, en el contrato de arrendamiento vendrían especificadas las zonas del complejo de uso comunitario, contemplándose también las áreas de trabajo individualizadas. Quizás las áreas de extracción de arcilla, la zona de aprovisionamiento de combustible y agua, las áreas de vertido y posiblemente las áreas de secado y almacenaje y porque no las áreas de producción con los hornos fueran de uso común, quedando entonces únicamente como de uso individualizado las estancias asociadas al área de trabajo de los alfareros ―tratamiento de la arcilla y torneado de las piezas―. otra posibilidad es que

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cada equipo tuviera dentro de ese complejo alfarero todas las áreas de trabajo propias de un taller y que solo fuesen comunales las áreas de obtención de los recursos naturales. Asimismo, la documentación en varios yacimientos de un único vertedero aislado de varias áreas de producción independientes pudiera demostrar quizás el uso comunal también de esa área de vertidos. la existencia dentro de un mismo centro de producción de distintos equipos de trabajo conllevaría la convivencia en el interior de esas instalaciones de diferentes formas de organización, niveles de producción, etc…

traordinario comportamiento comercial de esos productos de vajilla fina. Desconocemos si las figlinae fueron propiedad de esos mismos maestros alfareros ―entre los que existirían personas libres y gentes con condición servil tal y como se deduce de la existencia de tria nomina o cognomina en los sellos de las producciones―; o si, por el contrario, también existirían uno o varios propietarios que arrendarían esos complejos a los distintos alfareros.

moDelo V o VICUS AlfArero

Para finalizar, nos quedaría por citar un último grupo. son los alfares que, situados normalmente en áreas interiores, no se relacionan aparentemente con ningún tipo de asentamiento de mayor envergadura. serían figlinae independientes que se situarían en áreas de poblamiento rural disperso sobre los que enfocarían su producción. en estos casos, gana enteros la posibilidad de que tanto la propiedad como la gestión de este centro recayera en una misma persona, y por tanto el alfarero fuera también el propietario de la misma. esto no exime para que junto al mismo y bajo su responsabilidad, trabajaran otras personas ya fueran libres, o con más posibilidad con una relación de esclavitud o semiesclavitud con respecto al propietario de esas figlinae independientes.

la necesidad de una alta producción cerámica determinada por una alta demanda ya sea del producto cerámico elaborado o del producto envasado en un contenedor cerámico provocó que en determinados lugares y en un periodo cronológico concreto, las instalaciones alfareras se multiplicasen. este fenómeno es el que hemos identificado con el término de focos de producción que se ha analizado de forma pormenorizada en un apartado anterior. Pues bien, a la cercanía de esos alfares y a su similar producción se le une el hecho de que en ocasiones nos encontramos en el registro arqueológico marcas de alfareros que se repiten en unos y otros talleres. este hecho, localizado por ejemplo en la costa del nordeste peninsular, nos puede inducir a pensar en la posibilidad de que podrían haber existido ciertas agrupaciones de alfareros que se hubiesen encargado de la condvctio de los distintos talleres a pesar de que la propiedad de los mismos fuera diferente. con esto se intentaba coordinar esfuerzos y unificar criterios tanto funcionales como productivos, en zonas donde el volumen de producción fue tal que necesitó de un asociacionismo para enfrentarse a los problemas de gestión, producción y distribución que se generaron. este tipo de asociacionismo no debió repercutir en los beneficios de los propietarios-arrendatarios de las figlinae, que tendrían bien estipificadas la cuota de producción y por tanto los beneficios posteriores de cada uno. un asociacionismo de este tipo pudo llevarse a cabo en el foco de producción de Tritivm Magallvm. en este caso, se han documentado un elevado número de marcas de alfareros que se repiten en varios talleres. De igual forma, también se da el caso que dentro de un mismo complejo alfarero dedicado exclusivamente a la manufactura de tsH estuvieron trabajando diversos alfareros con sus respectivos talleres. sin embargo, desconocemos quién estaría a cargo de la propiedad de ese negocio que debió ofrecer pingües beneficios por el ex-

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el AlfArero en el tAller. AsPectos cuAntItAtIVos y cuAlItAtIVos

no quisiéramos dar por terminado este trabajo sin mencionar aunque sea de manera superficial algunos aspectos relativos al contingente humano que ejerció el trabajo cerámico. conocidos son los cerca de dos mil fragmentos de placas votivas documentadas en Penteskouphia (corinto) cercana a un posible santuario en honor a Poseidon. De estas, en torno a un centenar de ejemplares datados en la segunda mitad del siglo VI a.c., presentan una iconografía directamente relacionada con el proceso de producción cerámica. la representación de hornos durante la carga o el proceso de cocción de los productos (figura 16a y 16b), alfareros extrayendo la arcilla de las canteras (figura 16c), torneando las piezas cerámicas, o apilándose estas una vez cocidas son los temas representados (Hasaki 2002: 33). Gracias a estas placas o a representaciones pintadas en vasos cerámicos de figuras negras como el de una hidria atribuida al grupo de leagros (figura 16d), la copa de pequeños maestros de carlsruhe o el skypho del pintor Theseus de la colección robinson (figura 16e) podemos conocer

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figura 16. Placas de Penteskoufia n.º f-608, 801 y 871 representando el proceso de cocción (a y b), así como la extracción de la arcilla (c), desarrollo del dibujo que presenta la hidria atribuida al grupo de leagros (d) y la que ostenta el skypho del pintor Theseus de la colección robinson (e), detalle de la dovela de la boca de entrada de uno de los hornos de el Palomar en la que se aprecia el relieve de un falo (f), representación de la taberna vasaria (g), así como Vulcano e la ruota da vasaio (h) procedentes ambas de la ciudad de Pompeya, fotografía (i) y dibujo (j) de la representación de un alfarero durante el proceso de modelado documentado sobre un fragmento de ArsW (a partir de Hasaki 2002 y cuomo 2007).

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cómo se organizaba un taller ―ergasterion― en el mundo griego. en muchas de esas representaciones aparecen representados diferentes personajes cuya indumentaria o tratamiento facial difiere de unos a otros. ropajes, bastones o la existencia de barba con respecto a personajes imberbes ha favorecido la interpretación de la diferenciación de los verdaderos «maestros alfareros» con respecto a otros «aprendices» o personal subalterno que estarían desarrollando una labor determinada en la oficina cerámica. resulta esclarecedor el hecho de que en las representaciones del proceso de extracción de las arcillas en las placas de Penteskouphia las representaciones humanas no aparecen con ropajes ni tocados en la cabellera; algo que sí ocurre con determinados personajes que se ilustran en los procesos de cocción de la cerámica en las referidas placas o decoraciones pictóricas. entre todas ellas destaca la figura con ropajes y bastón que coordina al resto de figuras en la hidria del grupo de leagros. en esta última escena también se debe destacar la máscara de Dioniso que remata la boca de entrada al horno. esta ha sido interpretada por la necesidad de invocar a este dios como protector del proceso de la cocción con el fin de que esta no saliera nefasta (Jubier-Galinier, laurens y tsingarida 2004: 29). Algo parecido podría vislumbrarse detrás de la existencia de un falo en una de las dovelas del arco de entrada al praefvrnivm de uno de los hornos documentados en el alfar romano de el Palomar (sáez y Díaz e.p.) (figura 16f). y es que la cocción y consiguiente transformación de la arcilla en cerámica era un proceso «mágico» que necesitaba la ayuda divina o apotropaica para que el resultado de este proceso y, por ende, de numerosas jornadas de trabajo previo no fuesen inertes. otras representaciones de alfareros se han documentado ya para época romana en las paredes de Pompeya. Así en una estancia de la Regio II, Insula VI, 7 se localizó la denominada como «Vulcano e la ruota da vasaio» (figura 16h) a la que se le une la «taberna vasaria» procedente de la Regio I, Insula VIII (maiuri 1939) ―figura 16g―. Aunque la segunda de las pinturas también ha sido relacionada con festividades religiosas de los alfareros (Van Andringa 2009), en ambas se observa como existen una serie de personajes que están modelando diversas piezas cerámicas de pequeño tamaño en unos tornos. Además de los tornos y de la representación agachada o sobre un banco de los alfareros, también ha llamado la atención de los investigadores la representación de elementos longitudinales junto a la fosa de inserción de los tornos que han sido identificados con bastones (cuomo 2007: 185-188). la existencia de tornio a bastone debió ser de uso común en la alfarería romana pues también aparece representada en una cerámica ArsW documentada en túnez (figura 16i y 16j).

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en todas estas representaciones figuradas tanto griegas como romanas, la presencia masculina es mayoritaria. solo en el caso de la «Taberna vasaria» aparece un personaje femenino que sostiene varios vasos ya elaborados junto a un torno que está siendo usado por un alfarero. sin embargo, cuando nos acercamos a la etnografía observamos en numerosas comunidades que la alfarería es un trabajo en el que la mujer ha tenido tradicionalmente una fuerza notable. Quizás el estudio de huellas de uso en los escasos útiles de alfareros documentados, así como el estudio antropológico de las necrópolis asociadas con alfares puedan poner algo de luz en el futuro sobre el verdadero papel que jugó en la alfarería romana el género femenino. Para terminar solo queríamos dar algunas pinceladas sobre algunos procesos observados a partir de la experimentación etnoarqueológica. entre otras experiencias de este tipo, tuvimos la fortuna de presenciar el trabajo de maestros alfareros durante el seminario de experimentación Arqueológica desarrollado en seixal en febrero de 2010. Allí en una de las sesiones, uno de los alfareros comenzó a modelar las ánforas que se habían manufacturado en el alfar romano que se emplazó en el mismo lugar, reproduciendo fielmente los perfiles y dimensiones de dichos envases. Algunos datos que sí nos parecieron interesantes al respecto se relacionan con los útiles de alfareros empleados durante el proceso de torneado. cuando se realiza un rastreo sobre útiles de alfareros son habituales las menciones a punzones o sellos decorativos muy comunes sobre todo en los alfares de terra sigillata o de otras producciones que conllevan decoraciones estilísticas impresas. sin embargo, son escasos las referencias a los elementos que el alfarero emplearía para ir recortando las pellas o realizando la fisionomía de las piezas. Por poner un ejemplo, raspadores o impresores en el foco de producción de la bahía de cádiz solo atestiguamos en dos yacimientos; uno tardopúnico como es el de torre Alta y otro romano que es el de santo Domingo. lo mismo podríamos decir de los tornos de alfareros cuya documentación es muy escasa, si bien en recientes trabajos se ha dado un avance en el tema (Jiménez 2013). Pues bien, en el caso de seixal todos los elementos utilizados eran de material perecedero. fragmentos de cañizo, soportes de torno de madera, varas y piezas también de madera fueron empleadas durante este proceso de modelado. lo que quiere decir que todos esos elementos estaban realizados en material perecedero. Aunque no podemos solucionar este problema de documentación de este tipo de herramientas a partir de argumentos ex silentio, una hipótesis de trabajo podría ser el empleo también durante época romana de material deperible como materia prima para la elaboración de todas esas herramientas útiles para el al-

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farero. otros materiales podrían ser pequeñas pellas de barro o incluso fragmentos cerámicos muy rodados que podrían pasar inadvertidos en testares o en niveles de colmatación de las áreas de torneado. y decimos esto por la posible representación de estos colgados del cinto que ostenta en la cintura el alfarero de la pieza en sigillata clara documentada en túnez. Para concluir con este trabajo, entendemos que los estudios antropológicos y paleopatológicos en necrópolis vinculadas con alfares nos pueden ayudar en el futuro a buscar en los restos óseos lesiones producidas por el sobreesfuerzo y la sobreexposición del cuerpo a posturas nada ergonómicas propias de este tipo de trabajo. A estas conclusiones, por ejemplo, se ha llegado tras el análisis de los restos óseos documentados en la necrópolis del

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barrio industrial de Villa Victoria, en el ager de la ciudad de Carteia (Blánquez et alii 2008). el estudio paleopatológico llevado a cabo por I. Alemán y m. Botella de la universidad de Granada mostró como resultado la existencia de lesiones en la mayoría de los individuos de edad adulta, los cuales debieron «[…] haber estado sometidos a un importante estrés ocupacional. el acusado desarrollo muscular en todos los varones indicaría un trabajo duro, sobre todo con los brazos y el tronco […]» (Alemán y Botella: 2006, 30). Además en cuanto a las enfermedades documentadas en algunos individuos, se han reconocido enfermedades reumáticas y procesos de artrosis, así como relieves acusados de inserción muscular en hueso que evidenciaron ese trabajo físico continuado, así como facetas de acuclillamiento.16

Por ejemplo, en la tumba 4 en la que estaba enterrado un varón adulto el estudio de los huesos confirmó el padecimiento de artrosis leve en vértebras dorsales, hernia discal, facetas de acuclillamiento y relieves acusados de inserción muscular en hueso. estos dos últimos aspectos también fueron reconocidos en los enterramientos 11 y 12 pertenecientes a dos varones adultos. Además, el de la tumba 11 debió sufrir episodios de sobreesfuerzo en columna. Por su parte, el varón de edad senil que se enterró en la tumba 7 padeció artrosis severa en vértebras cervicales y lumbares, así como asimetría en la columna vertebral. Por último la anciana enterrada en la tumba 13 sufrió durante su vida artrosis leve en manos y artrosis severa en vértebras con aplastamiento en cuña de una lumbar, que conllevó rectificación de la columna vertebral. 16

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JosÉ JuAn DÍAZ roDrÍGueZ

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Artifices Idoneos: artesanos, talleres y manufacturas en Hispania. reunión científica, mérida (Badajoz, españa), 25-26 de octubre, 2012.

lA ArQueoloGÍA Del ArtesAnADo en el meDIterrÁneo occIDentAl: DAtos, lAGunAs y PersPectIVAs1 Jean-Pierre Brun, collège de france

resumen: en el este trabajo se presenta una panorámica general sobre nuestro conocimiento del artesanado urbano en época romana a partir esencialmente de la perspectiva arqueológica. este estudio se centra en el análisis de los datos disponibles para el mediterráneo occidental, haciendo especial hincapié en las ciudades de Pompeya y Herculano, que por su excepcional estado de conservación nos brindan un volumen de datos inestimable para la reconstrucción del paisaje artesanal y comercial de la ciudad en época antigua. Junto con esta síntesis del estado actual de la investigación, en las siguientes páginas se abordan también cuestiones de carácter general sobre la naturaleza del artesanado y una reflexión sobre las líneas de investigación que deben marcan la evolución de la «arqueología del artesanado» en los próximos años.

summary: In this paper we present an overview of our knowledge of the roman urban crafts through an archeological perspective. this study focuses on the analysis of the data available in the western mediterranean, with particular emphasis on the cities of pompeii and Herculanum, which by its exceptional condition they provide us a volume of invaluable data for the reconstruction of artisanal and commercial landscape ancient cities. With a state of the art of the research, in the following pages we will try to answer some general questions about the nature of the craft and we make a reflection about what would be the evolution of the “archeology of the craft” in the following years. Palabras clave: artesanado, economía romana, tintorerías, industria textil, metalurgia, salazones, perfumerías, curtidurías, alfares. Key words: craft, roman economy, dyeing, textile, metallurgy, salted fish factory, perfume, tanneries, kilns.

este trabajo pretende actuar como un estudio introductorio sobre el estado de la cuestión del artesanado en el mediterráneo occidental. en las siguientes líneas intentaremos definir el concepto de artesanado antiguo y caracterizar brevemente nuestro conocimiento de las distintas artesanías, incidiendo especialmente en nuestras lagunas de conocimiento derivadas de la parcialidad del registro arqueológico, que nos oculta una parte esen1

traducción del francés realizada por yolanda Peña cervantes.

cial de las actividades económicas de la Antigüedad. trazaremos para ello una rápida panorámica de las recientes investigaciones sobre el artesanado desarrolladas en Italia, francia y el norte de África. fijando, por último, lo que a nuestro parecer deben ser los ejes de la investigación para conseguir ampliar y superar las visiones tradicionales. Queremos comenzar diciendo algunas palabras sobre la definición de artesanado, para entender con claridad el objeto del que queremos tratar. en su ensayo sobre el artesanado romano, escrito en 1992, Jean Paul morel,

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JeAn-PIerre Brun

el mejor conocedor de esta cuestión en francia, no se arriesga a dar una definición precisa del artesanado antiguo, contentándose con abrir su discurso repitiendo el enfoque generalizado en los textos latinos (cicerón, séneca, etc.) sobre el desprecio que sentían las clases dominantes por los pequeños oficios del artesanado. sin embargo, él mismo ha vuelto a afrontar el problema en 2011 afirmando que «definir estrictamente el artesanado se ha convertido en un ejercicio sino imprescindible al menos obligado: un ejercicio muy difícil para la antigüedad y no solo para esta época […]. Diría que el artesano puede ser aquel, que fuera de los trabajos puramente agrícolas, hace cualquier cosa utilizando esencialmente sus manos, ya sea él solo, ya sea formando parte de un grupo reducido de operarios» (morel 1992 y 2011). frente a esta definición tan amplia, sara santoro (santoro 2004) ha querido restringir el artesanado a la producción de objetos manufacturados, excluyendo a los artesanos alimentarios, y Alain ferdière ha excluido también a los artesanos de la construcción (ferdière 2005: 7). ¿Pero, por qué el fabricante de cal y el carpintero serían artesanos y no el albañil que trabaja con estos materiales? Además, esta definición no puede cubrir el campo de actividades económicas que la Arqueología puede reconocer. Volviendo a la definición extensa, nicolas monteix ha propuesto recientemente que se trata de una «actividad fundamentada en la puesta en funcionamiento de un saber técnico, que necesita el empleo de herramientas (cognitivas o materiales) y que tiende a conseguir una plusvalía» (monteix 2001). Por mi parte, tiendo a considerar como actividad artesanal toda aquella que utiliza una tecnología y que se realiza en un contexto no doméstico, siendo pagada por un cliente o un patrón en moneda o en especie. se plantea, también, de entrada, la necesidad de distinguir lo artesano de lo industrial, o al menos de lo manufacturado. Debemos afirmar siguiendo a Jean-Paul morel, que ha escrito un gran artículo titulado «la manufacture, moyen d’enrichissement dans l’Italie romaine», que había fábricas en la Antigüedad (morel 1985). Había fábricas imperiales de armas y tejidos, y fábricas privadas, de tejas, ladrillos, envases cerámicos y productos alimentarios como las salazones de pescado. la curtiduría de la insula I, 5 de Pompeya era una instalación industrial y debía haber otras muchas. la dificultad para caracterizarlas es doble. Por una parte, nos faltan textos o inscripciones que permitan fijar cuales son los límites entre una y otra: el empleo de una abundante mano de obra, una especialización de tareas, un volumen de producción elevado… Por otra parte, la Arqueología se encuentra aún lejos de proporcionar una representación estadísticamente equilibrada, nos muestra un

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continuum de establecimientos pasando del taller a la instalación industrial y nosotros debemos, en la medida de lo posible, definir el límite entre el uno y la otra. si tomamos el caso de las fullonicae de Italia, muy bien estudiadas por miko flohr (flohr 2013), constatamos tres categorías. Aquellas pequeñas instalaciones dotadas con uno o dos recipientes o depósitos de pisado (saltus fullonicus en latín) y una pileta de aclarado; aquellas equipadas con entre 5 y 10 recipientes o depósitos de pisa y numerosos depósitos de aclarado, como la célebre fulónica de Stephanus en Pompeya, y las lavanderías industriales como las de ostia, florencia y sobre todo casal Bertone en roma, con 80 recipientes o depósitos de pisa. según este autor, las dos primeras categorías trabajaban principalmente para las clases acomodadas de las ciudades, manteniendo sus vestimentas y preparándolas para sus apariciones públicas, mientras las grandes fullonicae, situadas en puertos o en la periferia de las grandes ciudades, jugarían un papel en la cadena de producción textil confiriendo un preparado final a los tejidos antes de su venta. las dos primeras categorías son las que nosotros identificamos habitualmente situadas en el centro de las ciudades, cerca de la clientela. sin embargo, la tercera categoría, nunca mencionada en las fuentes escritas, es probablemente la más significativa desde el punto de vista de la vida económica. como vemos, la noción de producción artesanal es muy amplia tanto desde un punto de vista temático como desde el punto de vista socioeconómico. A nosotros, arqueólogos, nos toca enriquecer una documentación en la que hay que incidir en los datos disponibles destacando, al mismo tiempo, las lagunas existentes. el luGAr Del ArtesAnADo en lA VIDA econÓmIcA De lA AntIGüeDAD

si hay un crecimiento económico real entre el final de la república y el inicio del Imperio, y yo formo parte de aquellos que creen en esta idea, este crecimiento fue facultado por la combinación de múltiples factores, desde el crecimiento demográfico a una organización compleja de los transportes y las transacciones comerciales, pasando por el incremento de la producción agrícola y manufacturera. Ahora bien, los factores clave, el aumento de la producción agrícola y la organización en la distribución de los productos alimentarios, están totalmente condicionados por el desarrollo del artesanado. es la metalurgia del hierro la que mejora las prestaciones de los útiles agrícolas que permiten arar mejor, cavar los jardines, talar los árboles, etc. son los progresos en las curtidurías los que permiten disponer de pieles fuertes

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necesarias en los aperos, en los tiros, en los transportes. la multiplicación de alfares de ánforas proporciona los contenedores para conservar y comerciar con los productos agrícolas como el vino y el aceite. un ejemplo claro de la importancia del artesanado en la agricultura es ofrecido por catón en De Agricultura en el segundo cuarto del siglo II a.c. los útiles que recomienda para su almazara y su bodega incluyen una centena de productos artesanales, herramientas de hierro, molinos de roca volcánica, capachos de cestería, recipientes de cobre, contenedores de cerámica, en primer lugar los dolia esenciales en la vinificación… A lo largo de su obra, indica los lugares del lacio y la campania donde el agricultor avispado encontrará tal o cual herramienta, como por ejemplo en el epígrafe 135: «de Cales a Minturnes, layas, guadañas, picos, hachas, arreos, bocados, cadenas, todos producidos por herreros y talabarteros locales». como Jean-Paul morel ha subrayado en su artículo de 2009, «entre la agricultura y el artesanado», el agricultor depende mucho más del artesanado que al contrario. es el desarrollo de este último, la calidad de sus productos, la estandarización y disminución de los costes de producción inducidos por el incremento del número de artesanos, la disponibilidad de materias primas gracias a la organización del comercio y a la estandarización de los productos (el mismo tipo de molinos, el mismo tipo de herramientas, el mismo tipo de ánforas) lo que ha permitido un incremento en los rendimientos de la agricultura y esa es una de las condiciones indispensables para poner en funcionamiento una agricultura intensiva. esta agricultura especializada se manifiesta arqueológicamente a través de las villae y de su pars rustica con equipamientos tecnológicos como prensas y molinos. como vemos, la prosperidad de la agricultura está condicionada por la prosperidad del artesanado. Pierre ouzoulias y Paul Van ossel (ouzoulias y Van ossel 2009) han constatado que en las llanuras de la provincia de Bélgica, la puesta en valor agrícola va acompañada de una multiplicación de las herramientas de hierro constatable por el aumento de su número dentro de los hallazgos de las villae. De esta forma, en regiones como la costa de la tarraconense, el valle medio del ebro y el valle del Guadalquivir, caracterizadas por sus grandes producciones de vino y aceite, necesariamente contarían con un sector artesanal muy desarrollado. nos corresponde a los arqueólogos descubrir sus huellas. cierto que disponemos de los testimonios de un gran número de alfares de ánforas, pero no es más que la parte visible, habría también herrerías, curtidurías, talleres de broncistas, cesteros, etc. Aunque los artesanos no se limitan a cubrir las necesidades del sector agrícola, por importante que sea este papel, si no que actúan también de proveedores de los

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habitantes de las ciudades. esta parte es la mejor conocida, aunque siga siendo de manera parcial. Por ahora toda nuestra atención se ha centrado en las edificaciones y en la escultura en piedra, en la vajilla de cerámica, porque se conserva íntegramente, algo menos en el vidrio, porque se recicla en parte, y nada en los objetos realizados en madera y en los muebles, porque no se conservan, y muy raramente en los tejidos y en la ropa de casa, también con dificultades de preservación. Para la Historia Antigua y, desgraciadamente, para la Arqueología, son las fuentes disponibles las que orientan nuestra forma de escribir la historia y nuestra visión de la Antigüedad. en el coloquio de Aix-en-Provence titulado La ville au quotidien. Regards croisés sur l’habitat et l’artisinat, publicado en 2011, cinco comunicaciones trataban sobre talleres metalúrgicos, tres sobre alfares, cuatro abordaban producciones alimentarias (panaderías, almazaras…), uno la artesanía del hueso, otro la producción de cal. en el coloquio que origina estas actas, con un enfoque temático más equilibrado, he contado cinco comunicaciones sobre oficios de construcción, tres sobre producciones alimentarias, dos sobre metalurgia y uno solo sobre el textil. en los dos casos falta una parte esencial de la producción artesanal, aquella que utiliza instrumentos y materias primas deperibles: el cuero, el mimbre y, a excepción de la comunicación de carmen Alfaro, el textil. De esta forma, nada menos que los tejidos, los aperos, el transporte, entre otras artesanías, se escapan a nuestro conocimiento. trabajamos todos sobre los mismos temas porque son esos los que nos proporcionan las evidencias arqueológicas: nuestra percepción está falseada permanentemente. no tengo la pretensión de completar aquí nuestras enormes lagunas sino solamente atraer nuestra atención sobre ellas. cuando los arqueólogos estudian el artesanado, hay que entender que eligen las huellas que son capaces de interpretar. lA renoVAcIÓn De lA InVestIGAcIÓn

A pesar de la existencia de lagunas estructurales, asistimos a un interés renovado sobre las diversas formas de artesanado en la mitad occidental del mediterráneo. ItAlIA

los yacimientos para los que disponemos de una documentación más completa son ostia, Pompeya y Herculano, gracias a su excepcional estado de conservación. en estas dos últimas ciudades el centro Jean

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Bérard de nápoles ha desarrollado en estos diez últimos años un programa de investigación sobre el artesanado urbano. el objetivo era práctico: determinar qué restos subsistirían si, en lugar de conservar uno o dos metros de altura, el taller hubiera sido destruido a nivel del suelo. De una curtiduría solo subsistirían el fondo de las cubetas cilíndricas y los restos óseos, de una perfumería, una base de prensa vertical, de un taller de cesteros una cubeta alargada poco profunda, de una tintorería las bases de los hogares y las ánforas de alumbre de lipari. Hemos ido progresivamente adquiriendo estos criterios y hemos podido precisar e ilustrar los procesos tecnológicos utilizando análisis metalográficos, químicos, arqueozoológicos, etc. De esta forma, hemos podido también describir la evolución de la vida económica de Pompeya. siguiendo a A. maiuri, los historiadores habían mantenido a lo largo del tiempo que el desarrollo del artesanado visible el día de la erupción del 79 d.c. se había desarrollado en los años posteriores al terremoto de 62 o 63 d.c. esta situación habría sido provocada, o al menos favorecida, por los cambios en la propiedad que se tradujeron en la invasión de las viejas y nobles casas por una muchedumbre de artistas y comerciantes, la mayor parte de ellos esclavos libertos. la realidad es que la mayor parte de los comercios y talleres son, ciertamente, construidos o reformados tras el temblor de tierra, pero suponen una continuación de oficinas anteriores. la situación presenta diversas manifestaciones. Así talleres que han sobrevivido al temblor aunque con algunas reparaciones, otros que han sido totalmente transformados y talleres que han sido instalados en la fachada o incluso en el interior de residencias vendidas o alquiladas por sus antiguos propietarios. Detengámonos un poco en los detalles. nuestros trabajos nos han llevado a las artesanías fácilmente identificables, como la alfarería o la metalurgia y, también, a aquellos que emplean materiales perecederos. la metalurgia del hierro está ilustrada por el hallazgo de la forja de la Regio I, insula 6,1 que nos permite comprender mejor las fraguas, las cubetas de el remojo y el utillaje (Amarger y Brun 2008). la fontanería ha podido ser entendida mejor por el hallazgo de un taller en Herculano VI, 12, en donde se ha identificado una mesa de trabajo en piedra y las producciones realizadas gracias a los materiales de desechos documentados (monteix 2006 y 2011: 341-350). la artesanía de la alfarería ha sido objeto de hallazgos, tanto de talleres de cerámica común como de talleres destinados a elaborar vasos de paredes finas (cavassa 2009). Hay que subrayar que a pesar de la amplitud del espacio excavado y de la abundancia de la vajilla en vidrio, todavía no se ha detectado

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ningún taller de vidriero. De hecho, en el momento de la erupción, el vidrio era casi el único contenedor utilizado para los perfumes que eran elaborados en los numerosos comercios hallados en la Via degli Augustali en las campañas de 2002-2003, y más tarde en 2011-2012, en asociación con el Instituto Valenciano de conservación y restauración de Bienes culturales (Brun y monteix 2009). una intensa investigación nos ha acercado al sector textil, especialmente a las tintorerías situadas en múltiples lugares. Así en V 1, 4-5, VII 14, 4, VII 12, 23 y en I 8, 2 donde aparecen asociados un lavadero de paños y una tintorería. otro sector industrial, el de la curtiduría, ha sido abordado por la excavación total de la insula I, 5 que ha arrojado instalaciones de curtidores anteriores al temblor de tierra e, incluso, una verdadera instalación industrial equipada con 15 cubetas de curtir, digna de una curtiduría del siglo XVIII (leguilloux 2004a; Brun et alii 2010). el artesanado de la cestería, también, ha sido objeto de una investigación intensa asociada al hallazgo de un taller en I, 14, 2 donde las fibras vegetales aparecían carbonizadas (cullin-mingaud 2010). la construcción, por su parte, ha sido abordada gracias al estudio del trabajo de los pintores, con el hallazgo de un taller de pintura (I 9,9) que ha demostrado su funcionamiento con anterioridad al año 62 o 63 d.c., y por una investigación, todavía en curso, sobre los talleres de cantería de piedra y la prefabricación de elementos arquitectónicos como las columnillas utilizadas en las plantas superiores de las casas. Por último, nuestro equipo ha trabajado también sobre el artesanado alimentario con la gran investigación de nicolas monteix sobre los comercios de alimentos y los bares, abusivamente llamados termopolia, y más recientemente, con un proyecto de estudio sobre las panaderías de Pompeya y especialmente con el análisis de la más recientemente excavada de todas, la de la casa de los castos Amantes, con un estado de preservación excepcional. Pero no somos los únicos que hemos trabajado en estas cuestiones, rick Jones y Damian robinson (Jones y robison 2005) habían también descubierto con anterioridad cubetas de salazón en la Regio VI y recientemente Darío Bernal y su equipo han excavado un taller de fabricación de garum en la Regio I. mientras es relativamente fácil reconocer los talleres de alfareros, broncistas, herreros y fontaneros debido a los hornos y a los desechos que producen, la interpretación de la artesanía ligada a la producción del textil es más difícil de detectar. salvo excepciones, no se encuentran muchos telares de pesas y los telares horizontales no dejan huella, salvo un caso excepcional en Herculano (monteix 2011a: 205). mientras, la limpieza y tinte de

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los tejidos es más fácil de interpretar y pueden servir como modelo para otras instalaciones que presenten peor conservación. Así, calderas de tintoreros parecen haber sido recientemente localizadas en fréjus (Pasqualini et alii 2008) y en el poblado romano de Pignans (Var). en el caso de las curtidurías la presencia de cubetas cilíndricas y restos óseos asociados permiten caracterizar estas industrias e interpretar los restos de santa cecilia en roma y los recientemente hallados en el yacimiento de Jean fleuret en Burdeos como pertenecientes a una tenería.2 el taller de cestería de la Regio II da alguna pista, en forma de una larga cubeta poco profunda, aunque si las fibras vegetales no hubieran estado carbonizadas, nunca nos hubiéramos imaginado que un depósito colocado delante de un oecus estuviera destinado a reblandecer los juncos, y lo hubiéramos interpretado como un depósito de representación (cullin-mingaud 2010). Del estudio de estos enclaves productivos se desprende, como ha señalado n. monteix, que no se produce un agrupamiento urbano de las artesanías vinculadas a la distribución y producción de alimentos, industrias molineras, panaderías, productores y vendedores de salazones, y aquellas destinadas a fabricar herramientas se sitúan a lo largo de las grandes vías (Amarger y Brun 2007). Pero ciertos artesanos buscan estar agrupados: los cardadores de lana y los tintoreros al este del foro, los perfumistas a lo largo de la Via degli Augustali y los curtidores en la parte baja de la ciudad, cerca de la puerta de stabia que conduce al río sarno. Pero incluso en Pompeya, a pesar de lo mucho que conocemos de este asentamiento urbano, tenemos una visión parcial y falseada porque los accesos a la ciudad, si dejamos a un lado las necrópolis, son mal conocidos. tenemos la convicción de que la parte más importante del artesanado se localiza en los suburbios entorno a la ciudad y contamos con algunos indicios puntuales que reafirman esta idea. A principios del siglo XX fue excavado parcialmente un importante enclave artesanal al norte de la Puerta del Vesubio, en el fondo Barbatello donde salieron a la luz talleres de broncistas.3 en junio de 2011, la soprintendenza ha dirigido una excavación entre Pompeya y torre Annunziata, donde se ha localizado un gran horno para cocer tejas y ladrillos. en septiembre de 2012, l. cavassa ha continuado la búsqueda de los talleres localizados fuera de la ciudad en la necró-

A propósito de santa cecilia, ver Parmigiani y Pronti 2004, en la que se interpretan las cubetas como silos cuando creo que se trata de depósitos destinados al curtido de las pieles. la excavación de Jean fleuret, dirigida por christophe sireix, se encuentra todavía inédita. 3 Notizie degli Scavi 1897: 534; 1900: 501; 1901: 599; 1902: 399. 2

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polis de Porto ercolano, descubriendo un horno de cerámica que se puede vincular con la producción de vasos de paredes finas. Para el resto de Italia la documentación es todavía muy dispersa y difícil de sintetizar, exceptuamos el caso de roma donde el proyecto «Suburbium» ha estudiado recientemente los accesos a la ciudad. este proyecto ha puesto al día sobre todo las tumbas y las villae, excavadas en labores de salvamento y publicadas por m. de franceschini (De franceschini 2005), incluyendo solo a veces sus sectores productivos. sus resultados se recogen también en los trabajos del Suburbium II, donde se analizan las termas, los templos y las tiendas situadas a lo largo de la vía y los acueductos, sin plantearse la pregunta sobre la existencia de molinos hidráulicos.4 Desgraciadamente, las instalaciones de producción no son estudiadas correctamente y tan solo se encuentran menciones a talleres con funcionalidad indeterminada en la Via Appia, cerca de la travesía Quo vadis? (spera 2003: 292-293). mientras sabemos por otros ejemplos, Pompeya, Gallia y la propia roma en casal Bertone, que las instalaciones artesanales se encontraban mezcladas con las necrópolis fuera de las murallas. es simplemente imposible que en el suburbio de roma no se localicen instalaciones productivas. este vacío significa que, como en el caso de los molinos hidráulicos, los arqueólogos no hemos prestado suficiente atención a estos restos. ¿los artesanos de Pompeya producen únicamente para cubrir las necesidades de los habitantes de la ciudad y de los campos circundantes, o bien una parte de su producción era exportada a ciudades más grandes como roma? esta cuestión no es planteada para los artesanos de la construcción, albañiles, pintores, fontaneros, o de la industria alimentaria, panaderos, restauradores, incluso aunque un fabricante de garum como L. Umbricius Scaurus haya vendido una parte de su producción fuera de la ciudad. Pero ha sido fuertemente debatida para la artesanía del textil, ya que conocemos su rol como motor del desarrollo económico de la ciudades medievales y en la primera revolución Industrial de finales del siglo XVIII. ¿los numerosos lavaderos de lana, las tintorerías, los talleres de tejido y los batanes para el acabado numerosas villae han sido excavadas más o menos por completo; en algunos casos nos han aportado incluso el nombre del propietario como en el caso de la domus Galloniana en la vía tiburtina. sobre esta cuestión remitimos a De franceschini 2005. el sector productivo ha sido recientemente excavado en la villa de mazzalupo (marchi y catalli 2008). un solo artículo, el de G. olcese, aborda la cuestión de la producción cerámica, pero sin abordar la descripción de las instalaciones alfareras de la propia roma (olcese 2009). 4

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de las telas trabajan en parte para la exportación o responden solamente a la demanda local? ¿el gran número y la relativa concentración de estos talleres indican una producción que excede las necesidades internas y una venta al exterior, o bien la ausencia de un gran taller que unifique estas funciones es el signo de una producción de bajo nivel, fragmentada y de escaso volumen? Ambas tesis pueden sostenerse, pero hay que remarcar que las ciudades medievales, que mantenían una intensa actividad pañera, no poseían talleres más grandes o más concentrados y, sin sus archivos, no podríamos restituir, a partir exclusivamente de los restos arqueológicos, la naturaleza de su vida económica y su alto volumen de su producción. estas mismas cuestiones se pueden aplicar a la artesanía del cuero, fundamental no solo en la vestimenta, sino también en los aperos, en los transportes y en el armamento. las excavaciones del siglo XIX sacaron a la luz una sola curtiduría cuya actividad se revela insuficiente para cubrir las necesidades de la ciudad. las investigaciones en curso muestran que esta curtiduría sucede a dos establecimientos anteriores que formarían parte de un verdadero barrio artesanal. Inmediatamente al este de la curtiduría, una amplia zona de Pompeya no ha sido todavía excavada, por lo que podría ser que este barrio fuera más extenso de lo que conocemos. De hecho, es probable que otras instalaciones de curtidores existieran en la ribera del sarno ya que esta actividad requiere de mucha agua, sobre todo para la primera fase del tratamiento de las pieles que se denomina precisamente «travail de rivière» en francés. resumiendo, incluso ante la falta de archivos contables y aunque los restos de los que disponemos son insuficientes para responder con certidumbre a las preguntas sobre el lugar que ocupa la producción artesanal de Pompeya en la economía de Italia, los datos disponibles no excluyen, más bien al contrario, que estas producciones artesanales hayan contribuido, evidentemente en una medida menor que la viticultura o la cerealicultura, a asegurar la riqueza de la ciudad enterrada en el año 79 d.c. lA GAlIA

Para la Galia, la multiplicación de las excavaciones preventivas ha permitido constatar la existencia de abundante información que es imposible sintetizar sin un gran trabajo previo que tenga en cuenta también la documentación antigua publicada en la centena de volúmenes de la Carta Arqueológica de la Galia. yo he realizado algunos sondeos en la base de datos Archéozoom del Inrap para algunas ciudades.

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orleans, situada en la ribera del loira, presenta un caso interesante de identificación de talleres textiles escasamente localizados en otro lugar. un buen número de talleres de tejedores han sido detectados por la acumulación de pesos de telar en un contexto del siglo I d.c. (en las obras de la Porte saint-Jean n.º 18 y en las obras de la Porte madeleine n.º 20). en Besançon, los hallazgos del collège lumière, del Parking de la mairie y del lycée condé aportan un cuadro similar. la ciudad de la última etapa de la tène, en los siglos II y I a.c., está poblada de artesanos de la cerámica y la forja. esta actividad se mantiene hasta el reinado de tiberio en el que estas artesanías ceden el espacio a edificios públicos y a ricas residencias con mosaicos. solo en la isla de París vemos cómo se perpetúa la actividad artesanal pero, a partir del segundo cuarto del siglo I d.c., ya no se realiza de manera espontánea sino en el marco de edificios concebidos para albergar los comercios y los talleres. De esta forma apreciamos como los artesanos son expulsados del centro de la ciudad hacia la periferia, siendo agrupados en edificios adaptados, como hemos podido documentar en Pompeya (Porta ercolano) y Herculano (Insula Occidentalis). esta evolución hacia un artesanado mejor controlado y un urbanismo más organizado nos remite al discurso de Dión de Prusa en Bitinia. Dión, bajo trajano, decide construir un pórtico que obligue a desplazar las tumbas, los templos y los talleres consagrados a la metalurgia (Dión, Discursos XlVII, 16-18). en Besançon como en Prusa, se actuaba para embellecer la ciudad e imitar el modelo de roma, desplazando a los artesanos del centro hacia la periferia (Gros 1985; Béal 2002), construyendo en otra parte un pórtico con ergasteria (Dión, Discursos XlVI, 9). tours, capital de turones, presenta una zona industrial, localizada en las obras de la Galerie nationale, que se desarrolla en la segunda mitad del siglo I d.c. en una terraza del loira específicamente destinada a talleres de broncistas. en Autun, a las afueras de la ciudad, cerca de las murallas pero intramuros, en las obras de faubourg d’Arroux, se ha hallado un barrio de broncistas y alfareros como el famoso pistillus, fabricante de estatuillas de cerámica. el análisis químico de los sedimentos efectuado por nicolas Garnier ha puesto también en evidencia la estabulación de animales y la existencia de trabajos de carnicería. Al exterior de las murallas, en el liceo militar, se han localizado otros talleres metalúrgicos (chardron-Picault y Pernot 1999). en lyon, como en Pompeya, los artesanos se instalan en el exterior de la ciudad, en la necrópolis del muelle de Arloing (tranoy et alii 1995), en el barrio de la muette y en la llanura de Vaise. este alejamiento de los

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artesanos no es la regla en todos los casos, ya que solo se detecta en las ciudades importantes que en el Alto Imperio desarrollan un urbanismo suntuario en detrimento de las actividades económicas, siguiendo la imagen del modelo ideal de ciudad. Pero este no es el caso de los pueblos y las aglomeraciones secundarias donde la presencia de los artesanos le confieren su razón de ser, como por ejemplo en Alesia (mangin 1985). también, ciertas ciudades importantes parecen haber conservado en el centro de la ciudad un carácter artesanal marcado destinado al aprovisionamiento del campo circundante. es el caso de reims, donde hallazgos recientes han proporcionado una amplia variedad de artesanías. en el barrio de saint-remi, se han encontrado los hornos de ceramistas; la obra de la ZAc de Vieux Port ha permitido documentar talleres de ceramistas, tejedores y vidrieros así como un almacén para el cereal y, en el sector de la estación, la construcción de una carretera ha permitido documentar tres calles y un cruce que delimita ínsulas consagradas al uso doméstico y a la metalurgia del bronce y el hierro. Por su parte, las obras de la calle de Équerre han sacado a la luz dos vías que bordean ínsulas, en donde se han documentado dos hornos de cerámica datados en la primera parte del reinado de Augusto. ÁfrIcA

Para África, necesitamos una síntesis general sobre los hallazgos antiguos efectuados por los franceses. no obstante, touatia Amraoui ha efectuado una tesis sobre las instalaciones urbanas de Argelia de la que se deducen algunas conclusiones preliminares (Amraoui 2013). la primera, obvia, es que los excavadores del periodo colonial no prestaron atención a las instalaciones artesanales y, por tanto, nuestra documentación es muy incompleta, imprecisa en cuanto a las descripciones y errónea en cuanto a las identificaciones. la segunda, también negativa, es que prácticamente ninguna instalación está fechada por criterios estratigráficos. todo lo más podemos pensar que las instalaciones que han sido halladas son las últimas en funcionamiento y, por lo tanto, generalmente se localizaran entre los siglos IV y VI d.c. Por último, los antiguos excavadores se han centrado en el centro de las ciudades ricos en monumentos e inscripciones y no sabemos qué pasa en la periferia, allí donde las artesanías, especialmente las contaminantes, debían situarse. se trata de un cuadro poco favorable para nuestra problemática que no ha sido compensado por los hallazgos recientes. en efecto, tras la independencia de los países del magreb, por razones políticas y financieras evidentes, la actividad de la investigación arqueo-

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lógica ha disminuido mucho. Además se ha puesto el acento en periodos más recientes y las publicaciones son escasas o divulgadas en lengua árabe, lo que las hace mayoritariamente inaccesibles. el balance es bastante pobre. los hornos son en lo que los antiguos arqueólogos repararon primero, especialmente los hornos de cerámica abundantes en ciertas ciudades como tiddis cerca de constantine. A continuación se encuentran las cubetas. tanto los depósitos de instalaciones de salazón en las ciudades costeras de tipasa o cherchel, como las cubetas de fulónicas en muchas ciudades, con una importante concentración en timgad y tiddis. en el apartado de las artesanías alimentarias, están bien claras las panaderías localizadas en Volubilis, en Djemila y en Thibilis-Announa, y las almazaras presentes casi por todas partes, especialmente en Volubilis, en madaure, en mustis y en Thuburbo Maius. las características de la inserción de las almazaras en el tejido urbano, principalmente situadas en las residencias de notables muestran que en casi todos los casos estas almazaras no están dirigidas por artesanos sino que forman parte de las instalaciones agrícolas a donde los propietarios trasladan sus cosechas. cabe la posibilidad de que ciertas almazaras de madaura, gran centro de producción de aceite del este de Argelia, pudieran entrar en la categoría arriba definida como artesanado. sin embargo, echamos de menos desgraciadamente, la total ausencia de descripciones concernientes a tintorerías, textil, curtido, perfumes, etc. tras el inventario de touatia Amraoui el panorama se presenta más claro y es más evidente que para progresar en nuestro conocimiento del artesanado africano necesitamos de la información obtenida a partir de nuevas excavaciones programadas. los eJes De lA InVestIGAcIÓn

Al término de esta rápida panorámica, creemos conveniente fijar algunos ejes de la investigación que nos permitan trascender las visiones tradicionales. ¿Cómo podemos reconocer mejor las artesanías menos detectables y sin embargo esenciales?

Debemos prestar gran atención a los desechos y escorias, a menudo la clave para la interpretación de los restos más degradados. en cualquier caso, hay tener en cuenta que nos encontramos con distinto grado de preservación de los restos dependiendo del trabajo desarrollado:

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- las artesanías que dejan huellas evidentes y perennes: los alfares (fundamentalmente para el envasado de productos a comercializar), los vidrieros, los broncistas, los herreros, los panaderos, los fontaneros, los molineros de aceite y los bataneros. - las artesanías que dejan huellas evidentes pero raramente en las zonas urbanas: los canteros, los mineros, los metalúrgicos, esencialmente de hierro, los curtidores… - las artesanías que dejan huellas tangibles pero difíciles de interpretar, sobre todo las provenientes de las excavaciones antiguas, ya que sus restos son polisémicos: salazones (cubetas), perfumerías (cubetas), batanes (cubetas), tintorerías (hogares). - las artesanías que no dejan huellas, siendo sin embargo esenciales, como el textil que tras la aparición del telar de pedales no deja resto alguno, como los cesteros importantes en la fabricación de muebles, bandejas o cestas y como los carpinteros que pueden ser solamente entrevistos por los restos de las esquirlas de hueso que se desprenden de la fabricación de las bisagras, como ha demostrado n. monteix (monteix 2011b) a propósito de los restos de hueso encontrados en la casa I 10, 7.

conviene, por otra parte, buscar las instalaciones artesanales en las zonas alejadas del centro de la ciudad y mayoritariamente fuera de las murallas, ya que necesitan espacio y terrenos menos gravosos. Hemos visto antes como en las ciudades artesanales del interior de la Galia, los artesanos son progresivamente desplazados hacia la periferia, menos costosa, para dejar lugar a los monumentos y ricas residencias. Pero hay que buscar también en el campo, cerca de los yacimientos de materias primas o de las fuentes de energía, especialmente de la madera, cuya cercanía se busca para disminuir los costes de producción, sobre todo en el caso de las industrias extractivas y de transformación de materias primas. citar las concentraciones de alfares como la Graufesenque o Banassac, también lezoux, los talleres de Ardennes que suceden a los talleres de las ciudades de Arretium o Lugdunum, el caso de los grandes centros de hornos de reducción de hierro como los de martys en Aude, los de yonne, los de Indre, pero también las artesanías imprescindibles, no suficientemente estudiadas, como las carbonerías y las fábricas de pez.

¿Qué fuente de energía utilizaron?

sabemos que la madera fue la fuente de energía principal para calentar los hornos y las forjas, pero también se usó el carbón vegetal, indispensable en la infraestructura de los hornos para la reducción del hierro. Por esto

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tenemos que estudiar sistemáticamente la madera carbonizada encontrada en las excavaciones. Por ejemplo, los últimos estudios de V. matterne y s. coubray5 muestran que los hornos de las panaderías de Pompeya eran ampliamente aprovisionados con huesos y pulpa de aceituna. Debe suceder igual con los hornos de cerámica. otros artesanos utilizan la fuerza animal como las molinerías de Pompeya y los estudios arqueozoológicos pueden determinar la estatura y las enfermedades de las acémilas. Pero se constata también el uso de la energía del agua. De esta forma, la instalación industrial que hemos excavado en Saepinum emplea un molino accionado por agua para moler la corteza de roble con el objeto de producir tanino, usado en el curtido del cuero. ¿Cómo son recibidas las innovaciones?

los artesanos utilizan un fondo de técnicas ancestrales contrastadas donde la rutina es tranquilizadora que se transmite de padres a hijos. Pero, no obstante, acogen las innovaciones siempre que su coste no sea excesivo. Así, los perfumistas adoptaron de forma muy rápida las prensas de tornillo directo; el molino de agua se difundió asombrosamente rápido, probablemente a causa de los técnicos militares; los tintoreros utilizaron sistemáticamente alumbre para fijar los colores y los carros fueron sometidos a grandes mejoras. es cierto que la acción del ejército, los veteranos, los colonos y los comerciantes crea al final de la república y al inicio del Imperio un choque tecnológico en el que se difunden rápidamente las nuevas técnicas en regiones en las que eran desconocidas. Pero otras innovaciones no se implantan probablemente a causa de la escasa presencia de hierro que conducía a economizarlo, esto supuso un verdadero cuello de botella para la producción. ¿Cuáles fueron los motores del desarrollo del artesanado y las causas de su regresión?

la economía antigua está basada en la demanda y esta está estructuralmente conectada con el nivel de vida medio de la población. solo los ricos, los propietarios de tierras y los comerciantes, y una parte de la población urbana podía consumir regularmente la producción del artesanado y, de este modo, sostenerla. la demanda se comunicación presentada por n. n. monteix, V. matterne y s. coubray al congreso «fuel in the Ancient economy» organizado por la British school de roma el 8-9 marzo 2013.

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mantuvo muy baja por las rentas mínimas de la mayoría de la población, que invertía casi todos sus recursos su alimentación y podría comprar, como mucho, una vestimenta al año. una demografía en aumento era una condición necesaria pero no suficiente para el desarrollo del artesanado. fue necesario también una mejora de la situación media de los habitantes del Imperio visible entre el siglo II a.c. y el siglo III d.c., para que se desarrollaran y se especializaran las artesanías. los efectos de estas mejoras técnicas comienzan a difundirse en las clases medias de la sociedad. lo vemos a través de las vestimentas y el calzado, que constituyen los motores del desarrollo económico junto con la minería de lujo, en menor medida y destinada a las clases altas. estos circuitos de producción y comercialización son puestos en funcionamiento basados, a menudo, en relaciones de clientela, solidaridades étnicas o familiares.6 los ámbitos geográficos que son activos económicamente, a ambos lados del mediterráneo gracias a las redes marítimas, reciben materias primas y productos manufacturados pero también artesanos que portan nuevas técnicas, mientras que las regiones no conectadas con estos movimientos de comercio e innovación se mantienen autosuficientes, administradas por relaciones no comerciales, de dependencia o emulación, con la única penetración de la moneda necesaria para el pago del impuesto y de algunos productos de lujo destinados a los nobles locales. es necesario distinguir, pues, el tipo de artesanado en función de la región económica en la que se localizan. esta o aquella técnica se mantendrá ignorada en esta o aquella región porque no es necesaria

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sobre la organización del comercio ver tchernia 2010.

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para las necesidades locales. De esta forma la regresión del artesanado, paralela a la caída demográfica y de la civilización urbana, supone un retorno generalizado a esta economía de autosuficiencia que caracterizará posteriormente a la alta edad media. conclusIÓn

los cuatro aspectos que acabo de presentar deben estructurar los interrogantes que nos realizamos en nuestras excavaciones, especialmente en las intervenciones preventivas que por definición se realizan sobre todo tipo de vestigios. Pero no basta con excavar, hay que dar a conocer y exprimir los resultados. existen ya bases de datos que reúnen los hallazgos arqueológicos, por ejemplo para Italia y los Balcanes Fasti Online o para francia patriarche auspiciada por el ministerio de cultura, Archéologie de la France del cnrs y Archeozoom del Inrap. Pero sería necesaria una base de datos específica para la arqueología de las actividades económicas. la experiencia está en curso en el marco del Oxford Economy project, sin embargo sería necesaria una base de datos unificada a la que contribuyeran los distintos países mediterráneos según un procedimiento homogéneo que conferiría a los datos un único formato. De lo contario, no haremos ciencia, si no que nos contentaremos con acumular casos y formular impresiones generales sacadas de nuestros prejuicios de partida, generando teorías que nos hemos formado y que enseñamos tras la simple contemplación de los datos.

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JeAn-PIerre Brun

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Artifices Idoneos: artesanos, talleres y manufacturas en Hispania. reunión científica, mérida (Badajoz, españa), 25-26 de octubre, 2012.

GlosArIo1 Aciarium o Acicularium: alfiletero. objeto elaborado en hueso donde se guardaban las acus crinalis. Acicularius: artesano fabricante o vendedor de agujas. Ahumador: recipiente que permite echar humo para que las abejas se vuelvan menos agresivas y poder trabajar en la colmena con mayor comodidad. en época romana se conocen fabricados en barro, aunque también podrían estar realizados en metal. Albarius: artesano dedicado al trabajo de estuco en relieve. Amurca: alpechín. residuo líquido de la aceituna formado por agua de vegetación y diversos materiales orgánicos solubles en agua, entre los que se encuentran compuestos fenólicos que en su descomposición confieren al alpechín de su tradicional olor fétido. Annona: abastecimiento de grano, víveres, bastimentos y otras mercancías necesarias a los ciudadanos y el ejército romano. Apiario o colmenar: conjunto de colmenas. Pueden estar fabricadas con diferentes materiales ―barro, madera, corcho, etc.― y disponerse de manera horizontal o vertical. Apicultura sedentaria o intensiva: es aquella en la que la ubicación de la colmena no varía, precisando de un aporte de alimento artificial. este tipo de apicultura es probable que se practicase en algunos momentos concretos de la Hispania romana, en época altoimperial. Apicultura trashumante: consiste en la práctica apícola de ir cambiando la situación del apiario con el fin de obtener un máximo de producción. Apis mellifera L.: nombre científico de la abeja doméstica y que se encuentra en zonas tropicales de europa (zona mediterránea) y África, desde donde se extendió al resto del mundo (Asia y América). Ara sepulcralis: monumento epigráfico exento destinado a la señalización de un enterramiento que, con frecuencia, presenta un foculus superior en el que realizar la combustión de diferentes sustancias en los rituales funerarios. 1 las definiciones han sido elaboradas por los autores que han tratado cada una de las temáticas correspondientes en los diversos apartados de esta monografía.

Arbores: vírgenes en español. Viga vertical, pareja de vigas o dobles parejas de viga situadas en la parte posterior de la prensa de viga destinadas a sustentar de forma móvil, con ayuda de trabones, la cabeza del praelum. Área de almacenamiento: tras el proceso de enfriado de las piezas cerámicas y antes de su comercialización, estos productos fueron trasladados a determinados espacios para su correspondiente almacenamiento. en el registro arqueológico se suelen distinguir como naves rectangulares de notable tamaño con techos a dos aguas sustentados por los muros perimetrales y por una serie de pilares que se dispusieron de forma longitudinal por la zona central de dichas estancias. Área de extracción materia prima: se asocia con las canteras de arcilla, limos o gredas que son la materia prima con la que se fabrican las cerámicas. se extraen a cielo abierto a través de la apertura de un frente de cantera. Éstas suelen situarse fuera del taller, aunque inmediato a este. Área de preparación de arcilla: espacio destinado a la limpieza y purificación de la arcilla para su posterior modelado. en esta área se hace necesaria la existencia de piletas de decantación y cubetas de almacenamiento de agua. Área de producción/cocción: es el espacio en el que se produce la cocción de las piezas cerámicas en la que el barro se transforma en cerámica. suele constar de hornos y áreas de trabajo anexo donde se carga el combustible, se regula la temperatura de cocción con el fin de conseguir una cocción oxidante o reductora y desde donde se realiza la limpieza de la piroestructura tras el proceso de cocción referido. Área de secado: espacio destinado al secado de las piezas previo a la cocción de las mismas. este proceso dependiendo de la zona geográfica y su climatología puede disponerse al aire libre o en áreas semitechadas. Área de torneado: espacio en el que el artesano alfarero fabricó sus productos cerámicos. suelen ser de dimensiones reducidas, reconocidos arqueológicamente por la existencia de útiles de alfarero, moldes, punzones, restos del torno o la fosa negativo donde este último se insertó. el elemento principal es el torno o rota figularis que presenta diversas formas (con perno fijo, con perno rotatorio, a mano, a bastón o a pie). el más evoluciona-

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do es el de pie y suele estar constituido por una base circular de piedra o madera que se hace girar, un eje vertical que une y transmite el movimiento giratorio a un disco ―de madera, piedra o cerámica― que es donde se dispone la pella que se va modelando hasta darle la forma definitiva a la pieza cerámica. Área de vertidos (testares): cuando el proceso de cocción no llegaba a buen término, las piezas cerámicas se desechaban al no poderse comercializar. Para la gestión de estos residuos alfareros en los complejos alfareros se habilitaron una serie de espacios destinados al vertido de dichos materiales defectuosos, generando verdaderos tells en algunos alfares. Además de las piezas defectuosas en esos testares se vertieron ejemplares rotos durante su almacenamiento o traslado de un lugar a otro, las cenizas y demás sustancias tras la limpieza de los hornos, restos de hornos desmantelados, etc… Area: pie de prensa o regaifa. Zona en la que se sitúa la masa a prensar con la ayuda de cofres (regulae) o cofines de esparto (fiscinae). Generalmente esta zona en la que se realiza la presión presenta un canal en su contorno encargado de ayudar a conducir el mosto o el aceite a los depósitos de recepción. Argamasa: mortero hecho de cal, arena y agua que se emplea en las obras de albañilería (Diccionario de la Lengua Española. Real Academia de la Lengua ―DRAE―, vigésima segunda edición). Atramentaria: recipientes, normalmente de cerámica o metálicos, de forma cilíndrica con paredes verticales, cubiertos por una boca invasada con una abertura en su centro usados como contenedores de tinta. Atramentum: tinta. Bulla: colgante que los romanos ponían al cuello a sus hijos varones hasta la edad de 14 años como amuleto para proteger a su portador contra los malos espíritus. Podía contener, entre otras cosas, plantas o sustancias con propiedades apotropaicas. Cal: óxido de calcio. sustancia alcalina de color blanco o blanco grisáceo que, al contacto del agua, se hidrata o se apaga, con desprendimiento de calor, y, mezclada con arena, forma la argamasa o mortero (Diccionario de la Lengua Española. Real Academia de la Lengua ―DRAE―, vigésima segunda edición). Cal apagada: polvo blanco, compuesto principalmente por hidróxido de calcio, que se obtiene tratando la cal con agua (Diccionario de la Lengua Española. Real Academia de la Lengua ―DRAE―, vigésima segunda edición). Cal hidráulica: la que se produce de la calcinación de piedras calizas en cuya composición entra, además de la cal, alrededor del 20% de arcilla, y que, pulverizada y mezclada con agua, fragua como el cemento (Diccionario de la Lengua Española. Real Academia de la Lengua ―DRAE―, vigésima segunda edición).

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Cal viva: (ver cal). Calamus: caña hueca tallada en su punta que se usaba para escribir con tinta. también se elaboraron en diferentes metales. Calcatorium: estructura destinada a la pisa de la uva. Puede aparecer realizado en obra, a modo de un depósito hidráulico conectado con un lacus de recepción o estar realizado en madera, por lo que no quedarían evidencias de su uso en el registro arqueológico. Calera: cantera que da la piedra para hacer cal. Horno donde se calcina la piedra caliza (Diccionario de la Lengua Española. Real Academia de la Lengua ―DRAE―, vigésima segunda edición). Calero: hombre que saca la piedra y la calcina en la calera. Vendedor de cal (Diccionario de la Lengua Española. Real Academia de la Lengua ―DRAE―, vigésima segunda edición). Caliza: roca formada de carbonato de cal (Diccionario de la Lengua Española. Real Academia de la Lengua ―DRAE―, vigésima segunda edición). Cantera: sitio de donde se saca piedra, greda u otra sustancia análoga para obras varias (Diccionario de la Lengua Española. Real Academia de la Lengua ―DRAE―, vigésima segunda edición). Capilla: refuerzo situado en la parte superior de la sala de prensado, a modo de puntal, realizado a base de vigas de madera, destinado a incrementar la solidez de la zona en la que repercute la mayor parte de la fuerza ejercida por la prensa de viga. Cardine: bisagra. mecanismo de hueso compuesto por dos piezas unidas por un eje común, que se fijan en dos superficies separadas que permiten el giro de la puerta, tapa, etc. Castrar: quitar panales de miel a las colmenas. también se emplean otros términos como «brescar», «catar», «cortar», «desmelar», etc. en la apicultura tradicional se disponían las «cruces» en el interior y los panales, no más de cinco habitualmente, y se castraba la colmena una vez al año, aunque en los años de bonanza se podían llegar a castrar hasta tres veces. se castraba la colmena hasta la cruz de en medio. Catilus: parte móvil de los molinos rotatorios cilíndricos (mola olaria/mola suspensa cuando aparecen destinados a la molienda de la aceituna). Presentan forma de corona y sección triangular y se unen a la parte fija del molino (meta) gracias a un bastidor de madera que permite regular la intensidad de la molienda, provocando la subida y bajada de esta pieza. Cella vinaria: bodega. espacio destinado a la fermentación del vino. se utiliza también en las fuentes clásicas para definir a los almacenes de vino sin necesidad de que estén vinculados a áreas de elaboración.

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Cera: 1. substancia con la cual se rellenaban las tabulae ceratae y sobre la cual se escribía por medio del rayado. estaba compuesta por cera de abeja, carbón, brea, cal, arcilla, así como otros compuestos orgánicos, grasa o aceite de linaza. tomaba color negro o rojizo gracias al almagre. 2. sustancia de naturaleza grasa segregada por las abejas por medio de glándulas situadas en el abdomen. Posee una tonalidad amarillenta y un olor muy aromático. Cetaria: denominación genérica dada a las plantas pesquero-conserveras romanas. en ocasiones también se utiliza para definir cada una de las piletas de salazón. Colmena: soporte material donde viven las abejas, puede ser preparada por el hombre en diferentes materiales o puede ser un hueco natural. en época romana para la práctica intensiva se preparaban en recipientes cerámicos. Colonia: conjunto de todos los individuos que viven en un mismo lugar y están organizados para sobrevivir y defenderse de los ataques de otras especies. en el caso de las colonias de abejas contamos con tres tipos de individuos, como son la reina, las abejas y los zánganos. Colus: rueca. Vástago en el que se depositaba la lana previamente a ser enrollada en el huso. Cruces o viros: en el interior de las colmenas se colocan cruces de madera con el objetivo de ayudar a que «amarren» los paneles, están realizadas con madera locales flexibles en un número de cinco habitualmente. Digitale: dedal. Defensa o cubierta de los dedos. Eboraria: industria artesanal del trabajo del marfil. expresión que por extensión trasladamos a los artesanos que trabajan el hueso. Enfoscado: capa de mortero con que está guarnecido un muro (Diccionario de la Lengua Española. Real Academia de la Lengua ―DRAE―, vigésima segunda edición). Enjambre: conjunto de abejas que parte de una colonia y va a establecerse en otro lugar. Enlucido: capa de yeso, estuco u otra mezcla, que se da a las paredes de una casa con objeto de obtener una superficie tersa (Diccionario de la Lengua Española. Real Academia de la Lengua ―DRAE―, vigésima segunda edición). Estuco: 1. material compuesto por cal o yeso y trabajado en relieve. 2. pasta de cal apagada y mármol pulverizado, con que se da de llana a las alcobas y otras habitaciones, que se barnizan después con aguarrás y cera (Diccionario de la Lengua Española. Real Academia de la Lengua ―DRAE―, vigésima segunda edición). Fibulae: trabones o lavijas. cuñas realizadas en madera que se insertan transversalmente en los arbores o stipites permitiendo la subida y bajada de la viga, para favorecer el proceso de carga e incrementar la fuerza de prensado. Figlina: término latino que se identifica con el de un complejo alfarero que contiene todas las instalaciones necesarias para llevar a cabo el ciclo productivo de la cerámica.

GlosArIo

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Fiscinae: cofines. elementos circulares de esparto que se intercalan con el vinaceum o la sampsa para formar el cargo sobre el que se realizará la presión. Foco de producción: concentración de alfares en un área geográfica determinada en un periodo histórico concreto impulsado por la producción en masa de un determinado producto cerámico ya sea para su propia comercialización (caso por ejemplo de la tsH en el valle del najerilla) o como envase para el almacenamiento y comercialización de otro producto (caso por ejemplo del aceite en las ánforas manufacturadas en el valle del Guadalquivir o la salazón de pescado en ánforas producidas en la bahía de cádiz). Foculus o focus: oquedad situada en la parte superior de casi todos los altares exentos, sean votivos o funerarios, destinada a la combustión de diferentes sustancias durante los rituales. Fornax: horno cerámico. con una gran variedad morfológica en época romana suelen ser de tiro directo y bicamerales. suelen ser de planta circular o angular. consta de varias partes. como infraestructura del horno tendríamos el praefurnium, entendido como el corredor longitudinal de entrada a la cámara de fuego; la cámara de combustión entendida como la zona donde habitualmente se concentra el fuego del combustible. como superestructura tendríamos el laboratorium que es el espacio en el que se colocaron las piezas cerámicas para su cocción. su cierre perimetral pudo ser permanente o normalmente semipermanente construyéndose su parte superior en cada cocción conforme se iba disponiendo las cerámicos a cocer. entre la cámara de fuego o combustión y el laboratorium o cámara de cocción se dispuso la parrilla que era el suelo sobre el que se dispusieron los productos cerámicos. la parrilla debía tener una serie de perforaciones ―llamadas toberas― que favorecerían el paso del calor por tiro directo. Por último, la parrilla estaba sostenida por una serie de elementos de sustentación muy heterogéneos (arcos, muretes longitudinales, pilar central, barras planas longitudinales, etc.), lo que ha favorecido la multiplicación de tipos morfológicos. Fritillus: cubilete de hueso o de bronce con el que se jugaba a los dados. Frumentum: grano, semilla y fruto de las mieses, como el trigo, la cebada, etc. Fusus: huso. Vástagos alargados, con o sin decoración, en los cuales se iba depositando la lana en el proceso de hilado. Granarium: edificio o local donde se conserva y almacena el grano. Gypsarius: artesano dedicado al trabajo de estuco en relieve. Horno de cal o fornax calcaria: un horno de cal es una estructura que permite crear óxido de calcio mediante la

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calcinación de la piedra caliza. la reacción tiene lugar a 900°c (temperatura a la cual la presión parcial de co2 es de 1 atmósfera), pero generalmente se usa una temperatura de unos 1000°c (temperatura a la cual la presión parcial del co2 es de 3,8 atmósferas) para hacer que la reacción se produzca con mayor rapidez (Wikipedia). Horreum: edificio o local donde se depositan géneros de cualquier especie, generalmente mercancías. Jalea real: sustancia líquida de color blanco, elaborada por las abejas jóvenes de la colmena (consumidoras de polen) para la alimentación de las larvas jóvenes en sus primeras etapas y de la reina durante toda su vida. Lacus: cuba o balsa. Depósito de recepción conectado con la zona de extracción de vino o aceite. Generalmente aparece realizado en obra, en hormigón hidráulico, carece de desague y presenta las características típicas de los contenedores de líquido. Lapidarius: término derivado de lapis (piedra) que designa a todo aquel que se ocupa de su talla, incluidos en ocasiones quienes grababan las inscripciones. Lapis Pedicinorum: orificios realizados en el pavimento de la sala de prensado o en un bloque de piedra encajado en este, destinado a acoger las vigas de madera que sustentan la prensa (arbores y stipites). Lusoria tabula: tablero de juego. en las calles de algunas ciudades se encuentran grabados en el suelo esquemas de tableros. el juego era similar a nuestras tres en raya. Macellum: mercado, establecimiento o lugar destinado permanentemente, o en días señalados, para vender, comprar o cambiar bienes. Mampostería careada: se dice de las construcciones que utilizan aglomerados con mortero de cal. Manubrium: mango, empuñadura. Mármol: piedra caliza metamórfica, de textura compacta y cristalina, susceptible de buen pulimento y mezclada frecuentemente con sustancias que le dan colores diversos o figuran manchas o vetas (Diccionario de la Lengua Española. Real Academia de la Lengua ―DRAE―, vigésima segunda edición). Marmorarius: artesano que trabaja el mármol tanto en la cantera como en el taller; por extensión, quien elabora inscripciones en mármol. Meta: parte fija de los molinos rotatorios cilíndricos (mola olaria/mola suspensa cuando aparecen destinados a la molienda de la aceituna). Presentan sección troncocónica y base cilíndrica y aparecen estriadas cuando se vinculan a la elaboración de aceite. estas piezas se disponen sobre una superficie circular de obra o piedra con un canal exterior en el que va depositándose la sampsa. Miel: sustancia dulce natural producida por las abejas melíferas a partir del néctar de las flores o de secreciones de partes vivas de plantas.

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Mola: piedra de molino o máquina para moler, compuesta de una muela, una solera y los mecanismos necesarios para transmitir y regularizar el movimiento producido por una fuerza motriz, como el agua, el viento, el vapor u otro agente mecánico. Mola olearia o mola suspensa: término aplicado al molino rotatorio cilíndrico cuando es utilizado en la molienda de la aceituna. este molino está formado por una parte fija (meta), de sección troncocónica y base cilíndrica, a la que se fija, gracias a un bastidor de madera, una parte móvil (catilus) con forma de corona y sección triangular. estas piezas se disponen sobre una superficie circular de obra o piedra con un canal exterior en el que va depositándose la sampsa. frente a los molinos harineros, las piezas destinadas a la molienda de la aceituna presentan estrías en las zonas de fricción y, generalmente, mayor tamaño. Mortarium: mortero. Parte fija de los molinos de muelas verticales (trapetum). estructura realizada en piedra que se amolda a la forma de los orbis hemiesféricos. Mortero: conglomerado o masa constituida por arena, conglomerante y agua, que puede contener además algún aditivo (Diccionario de la Lengua Española. Real Academia de la Lengua ―DRAE―, vigésima segunda edición). Negotians salsarius: comerciante transmarino de salazones y salsas saladas de pescado. Negotians y mercator son términos genéricos para designar a los comerciantes exportadores; suelen concretarse con la indicación del lugar desde el que hacen su comercio o la mercancía de comercio preferente con la que trafican. el negotians se diferencia del mercator en su mayor capacidad económica y en el hecho de que normalmente ejerce otros negocios productivos o financieros además de la actividad estrictamente mercantil. Officina: 1. taller donde se realizaría el trabajo del artesanado. es un término latino genérico por lo que se podría usar para diversos oficios y no solo para hablar de la alfarería. suele ser empleado para designar aquellos alfares de pequeño tamaño o para hablar de los instalaciones alfareras que fueron empleadas por cada artesano alfarero en complejos alfareros donde trabajaron varios artesanos que compartirían algunas áreas de trabajo (como las áreas de preparación de la arcilla, áreas de producción/cocción, testares, etc.). 2. taller o centro artesanal en el que se graba el texto de las inscripciones y se tallan los elementos decorativos. 3. término utilizado en ámbito haliéutico para referirse a cada una de las « empresas » o talleres artesanales, o bien a unidades de producción diferenciadas dentro de cada factoría o cetaria. Vocablo muy utilizado asimismo en otros ámbitos productivos como el alfarero.

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Opus tectorium: enlucido. Orbis: 1. marrano. elemento de madera encargado de repercutir la fuerza del praelum sobre la pasta de aceitunas (sampsa) o sobre la uva ya pisada (vinaceum). 2. orbes. Parte móvil de los molinos de muelas verticales (trapetum). Presentan formas semicilíndricas o hemiesféricas, y actúan por rotación y traslación sobre una base de piedra o un mortarium. Ornatrix: peluquera dedicada al cuidado y peinado de las señoras. Panificium: productos horneados, como pasteles, bollos, pastas, etc.; también acción y efecto de hornear o enhornar dichos alimentos. Pecoreadoras: abejas obreras que recolectan néctar, polen, agua y propóleos en el exterior de la colmena. Penicillus: vástago largo y delgado acabado en uno de sus extremos en un manojo de pelos o cerdas. se usaba para escribir o dibujar con tinta. Pincel. Pessulus: cerradura que se emplea en las cajas y cofres. Pictor: pintor. Pintura: enlucido, formado por arena y cal, al que se pueden añadir otros componentes (polvo de mármol, cerámica triturada, paja, etc.) y pintado. Piquera: abertura de las colmenas por donde entran y salen las abejas. Piscator: genéricamente pescador, independientemente de si actúa en solitario o pesca en sociedad con otros y con independencia también del tipo de aparejo de pesca que use. suele usarse especialmente para pescador de peces, pues los pescadores de moluscos o conchas reciben nombres específicos (murileguli, conchylioleguli) que ponen de relieve el carácter de recolección de este tipo de actividad (lego = reunir, recoger). Pistor: molinero, panadero o profesional que tiene por oficio hacer o vender pan. Pistrinum: molinería, panadería; establecimiento o lugar donde se fabrica o vende el pan. Plastes imaginarius: término tardío (edicto de Diocleciano). Artesano encargado de modelar personajes y escenas figuradas en relieve sobre estuco. Polen: el polen está constituido por minúsculos granos que emiten las anteras de las flores, los cuales son recolectados y agrupados por las abejas. se denomina también «pan de abeja», debido a que, una vez fermentado, sirve de alimento a las abejas jóvenes de la colmena. Praelum: viga. elemento central de las prensas de viga. Viga de madera, o varias ensambladas con maromas, encargada de transmitir e incrementar, gracias a la ley de la palanca, la fuerza que se ejerce sobre uno de sus extremos sobre la masa a prensar. en el extremo anterior de la viga se sitúan el dispositivo que ejerce la fuerza que la hace descender. el sistema empleado para ejercer

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esta fuerza varía, dando lugar, así, a distintas variantes de este modelo de prensa, dependiendo del mecanismo utilizado para desplazar la viga. Así prensas de viga manual, prensas de torno y prensas de tornillo. Propola: revendedor o intermediario de una mercancía. Quien compra mercancías a los productores para venderlas a mayor precio a los consumidores o a otros vendedores. suelen comprar al mayor a los productores y revender al detalle. no obstante, el concepto de revendedor o intermediario prevalece sobre el volumen del negocio, por lo que también puede usarse este nombre para designar a los revendedores al por mayor (magnariae mercis propolae). reciben un calificativo en función del tipo de mercancía con que comercian: propola ovorum, propola volatilium, propola piscati, propola vestis. Propóleo: sustancia aromática que las abejas elaboran mediante la recolección de resinas (sustancias que forman parte del sistema inmunológico de las plantas) procedentes de distintas especies vegetales (pinos, jara, encinas, etc.) y la mezcla de estas con cera. Pugillar: códice de pequeño tamaño compuesto por la unión de varias tabullae ceratae. Pugillares: tablillas de escritura. Podían ser de metal o de madera. Algunas de ellas podían estar adornadas con placas de hueso. Pugillariarius: fabricante de tablas de escritura. Pyxis: botecitos para guardar productos cosméticos, cremas, etc. Quadratarius: artesano del trabajo en piedra, vinculado tanto a la preparación de bloques para la construcción y soportes epigráficos, como al grabado de las inscripciones en sí mismas. Radius: lanzadera. objetos, normalmente de hueso, aunque debieron existir también en madera, empleados en los telares en la fabricación de tejidos. Realera: celda especial que sirve de cuna a la abeja reina. Regula: regla para medir. Regulae: cofre. estructura cuadrangular de madera en la que se depositan el vinaceum o la sampsa para proceder a su prensado. Reliqui plastes gypsarii: término tardío (edicto de Diocleciano). Artesano encargado de realizar decoraciones simples sobre estuco. Rubricatura: repaso de las letras de una inscripción con pintura negra o roja para favorecer su lectura en ambientes de luz escasa o de inadecuada orientación solar. Runcina lignarii: cepillo de carpintero. Salsamentarius: productor o fabricante de salazones y salsas saladas de pescado. Puede aplicarse tanto a los operarios de la cetaria (factoría de salazones) como a los gestores de las unidades de producción (officinae) en

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que eventualmente se divida esta. no implica condición social determinada, pudiendo ejercer como salsamentarii tanto libres como libertos o siervos. Sampsa: pasta obtenida de la aceituna molida con añadido de agua. es la base sobre la que se realizara la extracción mecánica del aceite. Scalprum librarium: cuchillo de pequeño tamaño usado para afilar cálamos. Scribae ceratii: profesional que escribiría sobre tablillas de cera con estiletes. Scribae librarii: profesional que escribiría sobre papiro y tinta. Spatha: espátula de tejedor. Instrumento con que los tejedores aprietan los hilos en vez del peine. Stela: monumento epigráfico normalmente exento, cuya cabecera puede ser recta, triangular o semicircular con o sin acróteras superiores, cuya función es la señalización de un enterramiento. Stilum: estilo. Pieza que se empleaba para escribir en las tablillas de cera. se trata de un objeto fino y alargado terminado en un extremo en punta, y en el otro en paleta o pomo redondeado. se encuentran en distintos materiales como plata, bronce, hierro o hueso. Stipites: vírgenes en español. Par de vigas horizontales de madera que actúan como guiaderas de la viga, para evitar su oscilación horizontal, aparecen situadas en el espacio comprendido entre el contrapeso y el pie de prensa. su presencia es característica de las prensas de tornillo. Strigilis: instrumento que se usa en los baños para limpiar el cuerpo de la roña y el sudor. Structile gemella: cubetas de decantación. receptáculos dispuestos en batería destinados a propiciar la decantación del aceite del agua presente tras el prensado. Pueden estar realizados en obra, a modo de depósitos en opus signinum, o formados por contenedores cerámicos tipo dolia, o por una mezcla de ambos. estos receptáculos pueden estar o no conectados, dependiendo si la decantación se realiza de forma mecánica o manual. Stylus: instrumento de hueso o metal compuesto por un vástago acabado por un extremo en punta y por el otro provisto de una pequeña espátula para borrar. Subornatrix: ayudante de las peluqueras. Tabula cerata: tablilla de madera con un desbaste en su interior relleno de cera sobre la cual se escribía rayando su superficie. Tabulae albae: tablilla de madera cubierta de un barniz blanco sobre el cual se escribía con tinta. Talus: taba, hueso astrágalo de ciertos animales, como el buey, la oveja, etc., que se empleaban tanto en juego como en la adivinación. Tector: denominación compleja y con distintas acepciones. según Vitrubio pintor y estucador para trabajos

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simples y poco especializados; otros testimonios los definen como estucador. Témpano: tapa de las colmenas que se realiza en un material perecedero. Tessera nummularii: placa de hueso con números o nombres que se emplean en el juego. Tessera: dado. los había con varias puntuaciones, siendo los más usuales los de 6 caras, aunque existían incluso con 12 caras. se empleaban en la adivinación y el juego. Theca calamaria o theca graphiaria: estuches de diferentes materiales (cuero, metales) en los que se transportaban calamos o estiletes y a veces tinteros. Titulus pictus (rótulo pintado): nombre moderno, aunque expresado en latín, con el que se conocen en la literatura científica los rótulos pintados con tinta roja (rubrum) o negra (atramentum) que se escribían sobre las ánforas de transporte en el momento de su embarque en puerto. son anotaciones diversas, realizadas con arreglo a un formulario estandarizado, que indican el tipo y calidad del producto envasado, su solera, su peso total, los nombres de los comerciantes que las transportan, etc. son, por lo tanto, indicaciones que permitían a los comerciantes reconocer su carga en un flete realizado por varios mercatores y diferenciar los productos que transportan y su calidad sin necesidad de abrir el envase. Determinadas indicaciones corresponden a relaciones jurídicas y económicas entre privados (comerciante y productor, comerciante y destinatario) o entre privados y el estado (rótulos de contenido fiscal), y debieron ser resúmenes de registros más extensos realizados en otro soporte (tabla encerada). Torcularium: bodega o almazara. literalmente hace referencia a la prensa, aunque define en la época romana no solo la instalación de prensado sino al conjunto de estructuras directamente relacionadas con la manufactura de vino y aceite, como molinos y mecanismos de decantación, en el caso del aceite, y espacios de fermentación para el vino. Trapetum: molino oleícola. Hace referencia a los molinos de muelas verticales que actúan por rotación y traslación sobre una base de piedra o un mortarium. estas muelas (orbis) pueden presentar diversas formas. son similares a los molinos de sangre tradicionales aunque accionados exclusivamente por tracción humana. el termino trapetum es utilizado también para definir el espacio destinado en la almazara a la molienda de la aceituna. Verticillus: fusayola. elementos del telar. Vinaceum: hollejo de la uva todavía con pulpa resultante de la pisa de uva. es la masa que se deposita en la prensa para continuar con su estrujado mecánico.

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ArcHIVo esPAÑol De ArQueoloGÍA (AespA) normAs PArA lA PresentAcIÓn De mAnuscrItos

Normas de redacción

Dirección.— redacción de la revista: calle Albasanz 26-28, e-28037 madrid, teléfono: +34 91 6022300; fax: +34 913045710, correo electrónico: [email protected]

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Ejemplos de citas en la bibliografía final: monografías: Arce, J. 1982: El último siglo de la España romana, madrid.

Artículos en revistas: García y Bellido, A. 1976: “el ejército romano en Hispania”, Archivo Español de Arqueología 49, 59-101.

contribuciones a congresos y obras conjuntas: noguera celdrán, J. m.2000: “una aproximación a los programas decorativos de las villae béticas. el conjunto escultórico de el ruedo (Almedinilla, córdoba)”, P. león y t. nogales (coords.), Actas III Reunión sobre Escultura Romana en Hispania, madrid, 111-147.

trabajos dentro de una serie monográfica: Alföldy, G. 1973: Flamines provinciae Hispaniae Citerioris, Anejos Archivo español de Arqueología VI, madrid.

7. toda la documentación gráfica se considerará como Figura (ya sea fotografía, mapa, plano, tabla o cuadro), ordenándola correlativamente. se debe indicar en el texto el lugar ideal donde se desea que se incluya, con la referencia (fig. 1), y así sucesivamente. Asimismo debe incluirse un listado de figuras con los pies correspondientes a cada una al final del artículo. el formato de caja de la revista es de 15 × 21 cm; el de la columna, de 7,1 × 21 cm. la documentación gráfica debe ser de calidad, de modo que su reducción no impida identificar correctamente las leyendas o desdibuje los contornos de la figura. los dibujos no vendrán enmarcados para poder ganar espacio al ampliarlos. toda la documentación gráfica se publica en blanco y negro; sin embargo, si se enviara a color, puede salir así en la versión digital. los dibujos, planos y cualquier tipo de registro (como las monedas o recipientes cerámicos) irán acompañados de escala gráfica, y las fotografías potestativamente. todo ello debe de prepararse para su publicación ajustada a la caja y de modo que se reduzcan a una escala entera (1/2, 1/3… 1/2000, 1/20 000, etc.). en cualquier caso, se puede sugerir el tamaño de publicación de cada figura (a caja, a columna, a 10 cm de anchura, etc.). las figuras se deben enviar en soporte digital, preferentemente en fichero de imagen tIff o JPeG con al menos 300 DPI y con resolución para un tamaño de 16 × 10 cm. no se aceptan dibujos en formato DWG o similar y se debe procurar no enviarlos en cAD a no ser que presenten formatos adecuados para su publicación en imprenta.

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ANEJOS DE ARCHIVO ESPAÑOL DE ARQUEOLOGÍA (ÚLTIMOS TÍTULOS PUBLICADOS) ISSN 0561-3663 XLVII M.ª P. García-Bellido, A. Mostalac y A. Jiménez (eds.): Del imperivm de Pompeyo a la auctoritas de Augusto. Homenaje A Michael Grant. Instituto de Historia. Madrid, 2008. 318 págs. + figs. en texto. – ISBN: 978-84-00-08740-1. XLVIII Espacios, usos y formas de la epigrafía hispana en épocas antigua y tardoantigua. Homenaje al doctor Armin U. Stylow. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida, 2009. 408 págs. + figs. en texto. – ISBN: 978-84-00-08798-2. XLIX L. Arias Páramo: Geometría y proporción en la Arquitectura Prerrománica Asturiana. Instituto de Historia. Madrid, 2008. 400 págs. + 234 figs. + 57 fotos + 26 cuadros. – ISBN: 978-84-00-08728-9. L S. Camporeale, H. Dessales y A. Pizzo (eds.): Arqueología de la construcción I. Los procesos constructivos en el mundo romano: Italia y provincias occidentales. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida, 2008. 360 págs. + figs. en texto. – ISBN: 978-84-00-08789-0. LI L. Caballero, P. Mateos y M.ª Ángeles. Utrero (eds.): El siglo VII frente al siglo VII. Arquitectura. Instituto de Arqueología de Mérida - Instituto de Historia. Madrid, 2009. 348 págs. + figs. en texto. – ISBN: 978-84-00-08805-7. LII A. Gorgues: Économie et société dans le nord-est du domaine ibérique (III e – Ier s. av. J.-C.). Instituto de Historia. Madrid, 2010. 504 págs. + 143 figs. en texto. – ISBN: 978-84-00-08936-8. LIII R. Ayerbe, T. Barrientos y F. Palma (eds.): El foro de Avgvsta Emerita. Génesis y evolución de sus recintos monumentales VII. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida, 2009. 868 págs. + figs. en texto. – ISBN: 978-84-0008934-4. LIV L. Caballero: Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñon. Arqueología de la arquitectura. Instituto de Historia. Madrid, 2010. 232 págs. + figs. en el texto. – ISBN: 978-84-0009128-6. LV T. Tortosa, S. Celestino (eds.) y R. Cazorla (coord.): Debate en torno a la religiosidad protohistórica. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida, 2010. 309 págs. + figs. en texto. – ISBN: 978-84-00-09177-4. LVI A. Pizzo: Las técnicas constructivas de la arquitectura pública de Augusta Emerita. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida, 2010. 614 págs. + figs. en texto. – ISBN: 978-84-00-09181-1. LVII G. Camporeale, H. Dessales y A. Pizzo (eds): Arqueología de la construcción II. Los procesos constructivos en el mundo romano: Italia y provincias orientales. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida, 2010. 646 págs. + figs. en texto. – ISBN: 978-84-00-09279-5. LVIII M.P. García Bellido, L. Callegarin y A. Jiménez Díez (eds.): Barter, money and coinage in the Ancient Mediterranean (10th-1st centuries BC). Instituto de Historia. Madrid, 2011. 396 págs. + figs. en texto. – ISBN: 978-84-00-09326-6. LIX V. Mayoral y S. Celestino (eds.): Tecnología de información geográfica y análisis arqueológico del territorio. 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