Introduccion A La Obra De Melanie Klein

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Hannai Segal

INTRODUCCION A LA OBRA DE MELANTE KLEIN

PAIDOS Buenos Aires Barcelona México

Título original: Introduction to the Work o f Melante Klein W. Heinemann, Londres © by Hanna Segal, 1964 con los auspicios de Melanie Klein Trust Traducción de Hebe Friedenthal

150.195 SEG

Segal, Hanna Introducción a la obra de Melanie Klein.1-. ed. 16§. reim p.- Buenos Aires : Paidós, 2003. 128 p . ; 20x14 cm.- (Psicología profunda) Traducción de: Hebe Friedenthal ISBN 950-12-4024-X I. Título -1 . Psicología Profunda

1 - edición, 1965 1 6 - reimpresión , 20 03 Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los ti­ tulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la re­ producción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprograíía y el tratamiento informáti­ co, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

©

1965 de todas las ediciones en castellano Editorial Paidós SAICF Defensa 599, Buenos Aires e-mail: [email protected] Ediciones Paidós Ibérica SA Mariano Cubí, 92, Barcelona Editorial Paidós Mexicana SA Rubén Darío 118, México DF

Queda hecho el depósito que previene la Ley 11.723 Impreso en la Argentina. Printed in Argentina. Impreso en Gráfica MPS Santiago del Estero 338, Lanús, Buenos Aires, en febrero de 2003 Tirada: 1500 ejemplares ISBN 950-12-4024-X

INDICE Presentación de la versión castellana ................................................. Libros de Mclanic

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Agradecimientos Introducción I.

Fantasía

Klein

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II. La posición esquizo-paranoide III. Envidia

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IV. Psicopatología de la posición esquizo-paranoide ................ V. VI.

Pág. 9

La posición depresiva Defensas maníacas

VIL Reparación

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29 43 57 71 85 95

VIII. Los estadiostempranos del complejo de Edipo .......................

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Glosario

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PRESENTACION DE LA VERSION CASTELLANA La obra de Melanie Klein, una de las piedras fundamenta­ les en el edificio del conocimiento psicoanalítico, ha llegado a ser conocida por los lectores de habla castellana a través de la traducción de varios de sus libros. Sin embargo, la comple­ jidad y riqueza de los conceptos desarrollados por la teoría kleiniana resultaron sólo accesibles en forma completa a un número limitado de personas: aquellas que poseían una larga experiencia en el campo de la labor psicoanalítica. Estos conceptos son los que se refieren especialmente a los primeros estadios del desarrollo del yo, a la existencia de re­ laciones de objeto tempranas, a la influencia de la angustia a partir del nacimiento, a la postulación de dos etapas funda­ mentales (con sus posiciones esquizo-paranoide y depresiva) en la evolución mental y emocional del niño, a la aplicación consecuente de las teorías freudianas acerca de la fantasía in­ consciente y los instintos de vida y de muerte, a la aparición más precoz del superyó y del complejo de Edipo, a la impor­ tancia adquirida por la sublimación y la reparación, etcétera. Por tratarse de conceptos que se relacionan principalmente con las experiencias más tempranas de la vida del individuo, han despertado también dudas y controversias. Todo ello justifica ampliamente, a mi juicio, la publicación de este libro, que cumple con la finalidad de esclarecer el con­ tenido de las ideas kleinianas, permitiendo qué se las pueda apreciar en todo su valor. En la actualidad, en que el psico­ análisis ha traspasado las fronteras del consultorio psicoanalí­ tico, es indispensable que la teoría de Melanie Klein esté al alcance de los médicos, psiquiatras, psicólogos, sociólogos y estudiantes de diversas disciplinas. Este ha sido el espíritu con que su autora, Hanna Segal, ha escrito este libro, destacando que sus capítulos no pretenden

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sustituir, de ningún modo, la lectura de las obras de Melanie Klein, sino que sólo podrán ser aprovechados si se los considera como “ guía” para su lectura ulterior. En mi opinión^ este in­ tento se ha visto coronado por el mayor de los éxitos, ya que ha logrado exponer en forma sumamente clara y didáctica lo medular de los conceptos kleinianos, ilustrándolos con el aporte de valiosos ejemplos clínicos provenientes de su experiencia en análisis de niños y adultos. Hanna Segal, analista didáctica del Instituto Psico analítico de Londres y miembro titular de la Asociación Psico analítica Internacional, discípula y eficaz colaboradora de Melanie Klein, ha llegado a ocupar, a pesar de su juventud, uno de los puestos más destacados en la así llamada “ escuela kleiniana” de psico­ análisis. Sus numerosas contribuciones en artículos publicados, aportaciones a los Congresos Psicoanalíticos, clases y confe­ rencias han tenido siempre una excelente acogida por su ori­ ginalidad. Invitada especialmente por la Asociación Psicoanalítica Ar­ gentina, visitó Buenos Aires en dos oportunidades. Desarrolló cursos y seminarios sobre las teorías psicoanalíticas de Melanie Klein, dejando una impresión duradera por la capacidad y pro­ fundidad con que impartió sus conocimientos. Deseo destacar finalmente la meritoria labor cumplida por la Comisión de Publicaciones de la Asociación Psicoanalítica Argentina en la supervisión de la traducción del libro, especial­ mente en lo que a la terminología técnica se refiere. L e ó n G r in b e r g

LIBROS ÜE MELANIE KLEIN

Esta bibliografía incluye sólo los libros escritos por Melanie Klein, En el International Journal of Psycho-analysis, 1961, vol. XLIL págs. 7 y 8, se puede encontrar la lista completa de sus libros y artículos. 1932. The Psycho-analysis o f Children (Londres, Hogarth; New York, Grove Pres, 1960). Traducciones. Die Psychoanalyse des Rindes (Viena, Internat. Psychoánalytischer Verlag, 1932). El psicoanálisis de niños (Buenos Aires, Hormé, 1964). 2da. adición. La Psychanalyse des Enfants (París, Presses Univ. de France, 1959). 1948. Contributions to Psycho-analysis, 1921-1945 (Londres, Hogarth). Versión castellana: Contribuciones al psico­ análisis, Buenos Aires, Hormé, 1964. 1952. Developments in Psycho-analysis, Ed. J. Riviere (Lon­ dres, Hogarth) . Versión castellana: Desarrollos en Psi­ coanálisis, Buenos Aires, Hormé, 1962. 1955. New Directions in Psycho-analysis, con P. Heimann, R. Money-Kyrle y otros (Londres, Tavistock; New York, Basic Books). Versión castellana : Nuevas direcciones en psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 1965. 1957. Envy and Gratitude (Londres, Tavistock; New York, Basic Books). Versión castellana: Envidia y gratitud, Buenos Aires, Nova, 1960. 1960. Las emociones básicas del hombre (Buenos Aires, Asoc. Psicoanalítica Argentina, 1960). 1961. Narrative of a Child Analysis (Londres, Hogarth; New York, Basic Books). Versión castellana: Relatos del psi­ coanálisis de un niño, Buenos Aires, Paidós, 1961. 1963. Our Adult World, and Other Essays (Londres, Heinemann; New York, Basic Books).

AGRADECIMIENTOS Este libro es una expresión de mi deuda para con la di­ funta Melanie Klein. Agradezco a mis pacientes su cooperación con la labor analítica, y en particular a los que me permitieron utilizar su material como ilustración. Agradezco a varias generaciones de estudiantes del Instituto de Psicoanálisis de Londres el estímulo que me proporcionaron con sus preguntas, críticas y sugerencias. Agradezco también a la Sta. Betty Joseph y al Dr. Elliot Jaques sus valiosas sugerencias y sus críticas. También re­ cibí gran ayuda de la señora de Jean Mac Gibbon, quien cola­ boró en la revisión final del manuscrito y en la lectura de pruebas, y compiló el índice. Agradezco a mi esposo su ayuda y apoyo en todas las etapas de mi labor. H. S.

INTRO DUCCION

Este libro se basa en una serie de clases que dicté durante varios años en el Instituto de Psicoanálisis de Londres. Como muchas veces los estudiantes me pidieron copias de las notas que utilizaba para las clases, creí conveniente publicarlas en forma de libro. El propósito del curso era presentar las contribuciones de Melanie Klein a la teoría y práctica psicoanalíticas. Como estaba destinado a alumnos de tercer año del. seminario psicoanalítico, se suponía que conocían exhaustivamente a Freud. En ocho clases sólo es posible describir en forma bastante sim­ plificada y esquemática las contribuciones teóricas de la señora Klein, pero como las teorías psicoanalíticas provienen de la experienciá clínica y su objetivo es esclarecer material clínico, confío en que los ejemplos las mostrarán más acabadamente. Las clases son introductorias: no sustituyen, por supuesto, el estudio de la bibliografía correspondiente. Se las puede, sí, utilizar como guía de lecturas. En el texto no se incluyen re­ ferencias porque resultarían demasiado numerosas, pero se adjunta a cada capítulo una lista con la bibliografía perti­ nente *. Hice una excepción con el capítulo “ Psicopatología de la posición esquizo-paranoide” , porque en este caso la con­ tribución del Dr. W . Bion ocupa una posición única, y yo uti­ licé su propia terminología. El orden de los capítulos es el que finalmente adopté para las clases. En cierto modo, el desarrollo de la teoría psicoanalítica siguió un curso inverso al del desarrollo del individuo. El estudio de los adultos neuróticos llevó a Freud a descubri­ mientos relacionados primero con la niñez y luego con la in-i i Sólo se mencionarán artíoulos relacionados con la obra de Mela­ nie Klein, ya que los estudiantes utilizaron la bibliografía analítica clásica en los primeros años de su formación analítica.

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fancia; y cada descubrimiento sobre los estadios más tempranos del desarrollo fue enriqueciendo y esclareciendo el conocimien­ to de los posteriores. En forma similar Melanie Klein descu­ brió, al trabajar con niños, que tanto el complejo de Edipo como el superyó se manifiestan claramente mucho antes de lo que se suponía; al proseguir sus investigaciones llegó a las raíces tempranas del complejo de Edipo, luego a sus formula­ ciones sobre la posición depresiva, y por último, sobre la po­ sición esquizo-paranoide. Si se presentaran en orden cronoló­ gico las contribuciones de Melanie Klein, se vería mucho más claramente cómo se vincula su obra con la de Freud, y se podría seguir paso por paso el desarrollo de sus teorías. Decidí, sin embargo, adoptar otro enfoque, pues mi experiencia docente me enseñó la conveniencia de comenzar con lá temprana infan­ cia y tratar de describir el desarrollo psicológico del individuo tal como ahora lo vemos. La dificultad que plantea presentar el material en este orden es que debo comenzar con las fases del desarrollo en que los fenómenos psicológicos están más ale­ jados de nuestra experiencia adulta, son más difíciles de estu­ diar, y, por consiguiente, como era de esperar, más discutidos. No obstante me decidí por esta forma de encarar la presenta­ ción porque considero que ya hemos acumulado suficientes co­ nocimientos, y que nuestra teoría abarca ya tantos aspectos, que se justifica el intento de presentarla globalmente. Comp todos los capítulos, excepto el último, se dedican a describir los fenómenos de las posiciones esquizo-paranoide y depresiva, creo que será útil desde el comienzo tratar de dilu­ cidar el término “ posición” . En un sentido, la posición esquizoparanoide y la posición depresiva son fases del desarrollo. Podrían considerarse subdivisiones de la etapa oral, ocupando la primera los tres o cuatro primeros meses y siendo seguida por la última en la segunda mitad del primer año. La posición esquizo-paranoide se caracteriza por el hecho de que el bebe no reconoce “ personas” , sino que se relaciona con objetos par­ ciales, y por el predominio de la ansiedad parahoide y de pro­ cesos de escisión 2, El reconocimiento de la madre como objeto 2 Se ha traducido splitting por . escisión cuando el texto no indica en cuántas partes se ha dividido al objeto o al yo, y por disociación cuando indica claramente que se lo ha dividido en dos partes. Splitting proviene del verbo, to split, que significa hender, partir, separar, divi­ dir, desdoblar, descomponer, etc. [T.]

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total marca el comienzo de la posición depresiva, que se ca­ racteriza por la relación con objetos totales y por el predominio de integración, ambivalencia, y ansiedad depresiva y culpa* Pe­ ro Melanie Klein eligió el término “ posición” para destacar que el fenómeno que estaba describiendo no era simplemente una “ etapa” o “ fase” transitoria, como por ejemplo la etapa oral. “ Posición” implica una configuración específica de relaciones objétales, ansiedades y defensas, persistente a lo largo de la vida. La posición depresiva nunca llega a reemplazar por com­ pleto a la posició¿n esquizo-paranoide; la integración lograda nunca es total y las defensas contra el conflicto depresivo pro­ ducen regresión a fenómenos esquizo-paranoides, de modo que el individuo puede oscilar siempre entre ambas posiciones. Se puede encarar cualquier problema que aparezca en estudios posteriores, como, por ejemplo, el complejo de Edipo, con una pauta esquizo-paranoide o depresiva de relaciones, ansiedad y defensa, y pueden surgir defensas neuróticas en una persona­ lidad esquizo-paranoide o maníaco-depresiva. La forma de in­ tegración de las relaciones objétales durante la posición de­ presiva queda como base de la estructura de la personalidad. Lo que sucede en el desarrollo posterior es que las ansiedades depresivas se modifican y atemperan gradualmente. Ciertas ansiedades paranoides y depresivas siguen siempre activas en la personalidad, pero cuando el yo está suficiente­ mente integrado y durante la elaboración de la posición depre­ siva ha establecido una relación relativamente firme con la realidad, los mecanismos neuróticos van sustituyendo poco a poco a los psicóticos. De este modo, según Melanie Klein la neurosis infantil es una defensa contra ansiedades paranoides y depresivas subyacentes, y una forma de ligarlas y de elabo­ rarlas. A medida que continúan los procesos integradores ini­ ciados durante la posición depresiva, disminuye la ansiedad, y la reparación, la sublimación y la creatividad reemplazan en gran parte a los mecanismos de defensa tanto psicóticos como neuróticos.

Capítulo I FA N T A SIA

Tj* legí el tema de la fantasía para el primer capítulo de este libro porque creo que se pueden resolver muchos equívo­ cos aclarando este concepto y la forma en que se lo emplea en psicoanálisis, especialmente en la obra de Melanie Klein y sus colaboradores. Algunos psicólogos solían objetar la descripción freudiana de la mente calificándola de antropomórfica. Extraña objeción, al parecer, ya que el psicoanálisis se ocupa de describir al hom­ bre. Querían decir que cuando Freud formuló ciertos concep­ tos, como por ejemplo el de superyó, parecía considerar que la estructura mental contenía objetos antropomórficos, o de forma humana; si se comprende el concepto de fantasía incons­ ciente, esta objeción desaparecerá. Cuando describe el super­ yó, Freud no quiere decir que nuestro inconsciente contenga realmente un hombrecito, sino que ésta es una de nuestras fan­ tasías inconscientes sobre los contenidos de nuestro cuerpo y nuestra psique. Freud nunca se refiere específicamente al su­ peryó como a una fantasía; sin embargo, está claro que esta parte de la personalidad se debe a una introyección — en la fantasía— de una figura parental, una figura parental fanta­ seada, distorsionada por las proyecciones mismas del niño. Algunos psicoanalistas criticaron del mismo modo la des­ cripción kleiniana de los objetos internos. Pero aquí sucede lo mismo, estos objetos internos no son “ objetos” situados en el cuerpo o en la psique; como Freud, M elanie Klein está des­ cribiendo las fantasías inconscientes que la gente hace sobre lo que contiene. En su obra, M . Klein amplió mucho el con­ cepto freudiano de fantasía inconsciente y le dio mayor impor­

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tancia. Las fantasías inconscientes están siempre presentes y siempre activas en todo individuo Es decir que su presencia no es índice de enfermedad ni de falta de sentido de la realidad, así como no lo es la presencia del complejo de Edipo. Lo que determinará el estado psíquico del sujeto es la naturaleza de estas fantasías inconscientes y su relación con la realidad ex­ terna. Freüd no elabora sus concepciones sobre el origen de las fantasías inconscientes ni la fase del desarrollo en que apare­ cen por primera vez, y cuando describe fantasías inconscientes específicas, generalmente se refiere a las que surgen después del segundo o tercer año de vida. Según Melanie Klein, la fan­ tasía inconsciente es la expresión mental de los instintos y por consiguiente existe, como éstos, desde el comienzo de la vida. Por definición los instintos son buscadores-de-objetos. En el aparato mental se experiencia al instinto vinculado con la fantasía de un objeto adecuado a él. De este modo, para cada impulso instintivo hay una fantasía correspondiente. Al deseo de comer, le corresponde la fantasía de algo comestible que satisfaría ese deseo: el pecho. Lo que Freud describe como “ realización alucinatoria de deseos” se basa según Melanie Klein en que una fantasía inconsciente acompaña y expresa al impulso instintivo. Por ejemplo, el bebe somnoliento que mueve la boca con expresión placentera y hace ruidos de succión, o se chupa los dedos, fantasea que está realmente succionando o incorporando el pecho, y se duerme con la fantasía de tener el-pecho-queda-leche realmente dentro de sí. En forma similar, el bebe ham­ briento, furioso, que grita y patalea, fantasea que está realmente atacando al pecho, desgarrándolo y destruyéndolo, y experien­ cia sus propios gritos que lo desgarran y lastiman como el pecho desgarrado atacándolo en su propio interior. Por con­ siguiente, no siente solamente una necesidad; puede sentir tam­ bién que sus contracciones de hambre y sus propios gritos son un ataque persecutorio en su interior. Crear fantasías es una función del yo. La concepción de la fantasía como expresión mental de los instintos por mediación del yo supone mayor grado de organización yoica del que pos­ tula Freud. Supone que desde el nacimiento ei yo es capaz de establecer -—y de hecho los instintos y la ansiedad lo impulsan a establecer— relaciones objétales primitivas en la fantasía y

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en la realidad. Desde el momento del nacimiento el bebe se tiene que enfrentar con el impacto de la realidad, que comienza con la experiencia del nacimiento mismo y prosigue con innu­ merables experiencias de gratificación y frustración de sus de­ seos. Estas experiencias con la realidad influyen inmediata­ mente en la fantasía inconsciente, que a su vez influye en ellas. La fantasía no es tan sólo una fuga de la realidad; es una con­ comitante constante e inevitable de las experiencias reales, en constante interacción con ellas. Se puede ver un ejemplo de fantasías que influyen en la reacción ante la realidad en el caso del bebe irritado por el hambre que, en vez de aceptar el pecho, sé aparta de él y no quiere mamar. En este caso, el bebe puede haber hecho la fan­ tasía de que ha atacado y destruido el pecho, al que siente ahora malo y atacándolo a su vez. Por eso, en el momento de la mamada, cuando reaparece el pecho externo real ya no lo siente cómo un pecho bueno que lo alimenta, sino que sus fan­ tasías lo han distorsionado convirtiéndolo en un perseguidor terrorífico. Estas fantasías se pueden observar fácilmente en el juego de niños muy pequeños, así como en el juego y verbalizaciones de niños algo mayores. Pueden persistir en el in­ consciente de los niños e incluso de adultos, causando dificul­ tades en la alimentación. Algunos analistas creen que estas fantasías surgen después y se las proyecta retrospectivamente a la lactancia. Sin duda es ésta una hipótesis adicional innecesaria, ya que hay una congruencia notable entre lo que podemos observar en la con­ ducta de lactantes y fantasías que se expresan realmente cuando se alcanza el estadio del juego y del lenguaje, o material ana­ lítico del consultorio. En casos más complicados es posible ver cómo, aunque se pueda percibir y observar correctamente la realidad, la secuen­ cia causal que se atribuye a los acontecimientos está determi­ nada por fantasías inconscientes. El ejemplo típico es el del niño cuyos padres tienen realmente una mala relación y pelean. Según se trasluce a menudo en el análisis, el niño siente que esta mala relación es el resultado de sus propios deseos de que los padres se peleen, y cree que al atacarlos con su orina y heces ha embrollado y arruinado la relación entre ellos. Si bien la fantasía inconsciente influye y altera constante­ mente la percepción o la interpretación de la realidad, lo in­

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verso también es cierto: la realidad ejerce su impacto sobre la fantasía inconsciente. Se la experiencia e incorpora, y ejerce fuerte influencia sobre la fantasía inconsciente misma. Tome­ mos por ejemplo al bebe que empieza a sentir hambre y trata de sobreponerse mediante la alucinación omnipotente de poseer un pecho bueno que lo amamanta: la situación será radical­ mente distinta si se le da de mamar pronto que si se lo deja con hambre durante largo tiempo. En el primer caso el bebe sentirá que el pecho real que le ofrece la madre se funde con el pecho fantaseado por él, y su propia bondad y la del objeto bueno le parecerán firmes y duraderas, En el segundo caso se sentirá avasallado por el hambre y la ira, y en su fantasía se acrecentará la experiencia de un objeto malo y persecutorio, con el resultado de que su propia ira le parecerá más poderosa que su amor y el objeto malo más fuerte que él bueno. Este aspecto de la interrelación entre fantasía inconsciente y verdadera realidad externa debe tenerse muy en cuenta cuan­ do se quiere evaluar la importancia del ambiente sobre el desa­ rrollo del niño. El ambiente tiene, de hecho, importantísimos efectos sobre la infancia y la niñez, pero no es verdad que sin un ambiente malo no existirían ansiedades ni fantasías agre­ sivas o persecutorias^ La importancia del factor ambiental sólo se puede evaluar correctamente si se tiene en cuenta cómo Jo interpreta el bebe en función de sus propios instintos y fanta­ sías. Una mala experiencia real se hace mucho más importante cuando el bebe ha tenido intensas fantasías coléricas en las que atacaba el pecho, ya que dicha experiencia le confirma, no sólo su sensación de que el mundo exterior es malo, sino también su sensación de que él mismo es malo, y su creencia en la omnipotencia de sus fantasías malevolentes. Las expe­ riencias buenas, por otra parte, tienden a disminuir la ira, a modificar las experiencias persecutorias y a estimular el amor y la gratitud del bebe y su creencia en el objeto bueno. Hasta aquí hemos insistido en el papel de la fantasía como expresión mental de los instintos, en contraposición con la concepción que considera a la fantasía sólo como instru­ mento de defensa y medio de escapar de la realidad externa. Pero las funciones de la fantasía son múltiples y complicadas, y la fantasía tiene un aspecto defensivo que se debe tener en cuenta. Como el objetivo de la fantasía es satisfacer impulsos instintivos prescindiendo de la realidad externa, se puede con-

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siderar que la gratificación proveniente de la fantasía es una defensa contra la realidad externa de la privación. Es, sin embargo, más que eso: es también una defensa contra la reali­ dad interna. Cuando el sujeto hace una fantasía de realizaciónde-deseos. no está evitando solamente la frustración y el reco­ nocimiento de una realidad externa displacentera; también está (lo que es incluso más importante) defendiéndose contra la realidad de su propia hambre y de su propia ira, o sea, contra su réalidad interna. Además, algunas fantasías se pueden uti­ lizar como defensa contra otras fantasías. Un caso típico es el de las fantasías maníacas, cuya finalidad principal es impedir que aparezcan subyacentes fantasías depresivas. Una típica fan­ tasía maníaca es la de que el Y o 1 contiene un objeto ideal de­ vorado cuyo “ resplandor” 2 cae sobre el y o; ésta es una defensa contra la fantasía subyacente de contener un objeto irreparablemente destruido y vengativo cuya “ sombra” 3 cae sobre el yo. Al considerar la utilización de la fantasía inconsciente como defensa nos preguntamos cuál es exactamente su relación con los mecanismos de defensa. En pocas palabras, la distinción reside en la diferencia entre el proceso real y su representación men­ tal detallada, específica. Por ejemplo se puede decir que en un momento dado una persona usa como mecanismo de defensa los procesos de proyección e introyección. Pero la persona mis­ ma experienciará dichos procesos en función de fantasías, y en esas fantasías se expresa lo que ella siente que está incorpo­ rando dentro de sí o poniendo fuera de sí, la forma en que lo hace y los resultados que atribuye a estas acciones. A menudo los pacientes describen cómo sienten el proceso de represión, por ejemplo hablando de un dique dentro de ellos que podría estallar bajo la presión de algo similar a un torrente. Lo que un observador puede describir como mecanismo, la persona misma lo siente y describe como una fantasía detallada. El material siguiente presenta un ejemplo más complicado: Un paciente que había comenzado su análisis hacía poco tiempo 1 Se ha traducido self por Yo, reservando “ yo” para la designación de la instancia psíquica. Self (Yo) alude a todo lo que es asimilado a uno mismo, en referencia a la oposición Yo — no-yo [T.]. 2 Abraham: Breve estudio del desarrollo de la libido, 1917. 3 Freud: D uelo y melancolía, 1917.

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solía llegar tarde, faltaba a menudo y olvidaba gran parte de lo que se había analizado. Durante algunos días podíamos realizar una labor analítica bastante útil, pero luego reaparecería con escasos recuerdos conscientes de dicha labor y ningún efecto de ella en su personalidad, como si hubiera obliterado el proceso entero y sus resultados. Tanto para mí como para mi paciente era bastante claro (y hasta merecía ponerse rótulo al proce­ so) que en la situación analítica estaba utilizando como de­ fensa los mecanismos de escisión y negación. Un día llegó tarde, perdiendo exactamente la mitad de la sesión* Dijo que se había extraviado en Loudon Road, una calle cercana a mi casa, y allí había pasado la primera mitad de la sesión. Asoció Loudon Road con “ Las Brujas de Loudun” ; parecía haber escindido la sesión analítica de modo de poder preservar una buena rela­ ción conmigo durante la mitad de la sesión en tanto que la mala relación, escindida y apartada4 con una “ mala” bruja analista la había transportado fuera de mi, a Loudon Road. Po­ cos días después surgió una oportunidad de interpretarle su relación con el pecho, y en ese momento tuvo una fantasía muy vivida. Se vio de pronto tomando un cuchillo enorme, cortando mi pecho y arrojándolo a la calle. Tan vivida fue la fantasía que el paciente se angustió mucho. Se pudo comprender entonces que lo que se había hablado en términos de un proceso de esci­ sión y negación el paciente lo había sentido en realidad como una fantasía extraordinariamente vivida. Había sentido real­ mente el proceso de escisión como tomar un cuchillo y escindir —-cortar— uno de los pechos de su analista. Había sentido también que arrojaba ese pecho a la cálle y que a continuación ese pecho se convertía en la “ bruja” de Loudon Road. La nega­ ción de sentirse perseguido por su analista la vivió como cortar el vínculo entre los dos pechos, el bueno y el malo. Después de esta sesión, disminuyeron mucho la escisión y la negación y pudo asistir regularmente al análisis. Esta experiencia, como muchas otras, confirma el hecho de que generalmente es ineficaz interpretar mecanismos de defen­ sa hasta tanto aparezca la oportunidad de interpretarlos en fun■* Se ha traducido split off por la expresión “ escindida y apartada” , para designar el resultado de un proceso en el que después de una escisión se apartó o separó o aisló una de las partes escindidas (por ejem plo: mala relación escindida y apartada, envidia escindida y apartada, tercer área escindida y apartada). [T.].

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ción de lo que el paciente realmente siénte que le está haciendo con ellos al analista en la transferencia, a sus otros objetos o a partes de su yo, y hacerlos de este modo significativos para él. A veces en los sueños dé los pacientes podemos observar claramente ésta relación éntre fantasía inconsciente y mecanis­ mos de defensa. Veamos dos sueños relatados por una paciente durante la sesión anterior a mis vacaciones. En el primer sueño se hallaba en una habitación oscura donde se veían dos figu­ ras humanas paradas una cerca de la otra, además de otras personas más borrosas. Las dos figuras eran exactamente igua­ les, pero una de ellas parecía apagada y oscura, mientras la otra estaba iluminada. La paciente estaba segura de que ella era la única que podía ver a la figura iluminada — la que era invisible para las otras personas del sueño. Esta paciente utilizaba mucho los mecanismos de escisión, negación e idealización. Esa misma semana había tenido opor­ tunidad de verme en una habitación llena de gente, situación inusual para ella, y en relación con el sueño asoció que las dos figuras me representaban. Una era la persona a quien todos podían ver en la habitación llena de gente, pero la otra era “ su analista” , que le pertenecía sólo a ella. Sentía que no le impor­ taría que tomara vacaciones más de lo que le había importado o le había provocado celos el verme con otras personas, ya que tenía esta especial relación conmigo, que nadie compartía. En este primer sueño está claro que maneja sus celos, pro­ vocados tanto por haberme encontrado entre otras personas como por las vacaciones analíticas, mediante escisión e ideali­ zación; ella posee la analista iluminada, idealizada, que nadie le puede quitar. En el segundo sueño una niñita sentada en el suelo recor­ taba papel con unas tijeras. Se guardaba el pedazo cortado y el piso quedaba cubierto de papelitos descartados que otros ni­ ños recogían afanosamente. El segundo sueño es una versión más completa del primero; muestra cómo sentía realmente esta escisión é idealización. La escisión está representada por el acto de recortar. Ella es la niñita que ha cortado de su analista la figura recortada que, como la figura iluminada del primer sueño, representa la parte buena de la analista. Las personas que en el primer sueño sólo podían ver a la analista de figura oscura están representadas en el segundo por los niños que sólo tienen los papelitos descartados. La escisión del primer sueño

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la vive claramente en el segundo como ataque, como cortar realmente a la analista en una parte ideal y una parte sin valor; y lo que en el primer sueño está representado como idealiza­ ción lo vive en el segundo como robar y retener para sí los mejores pedazos recortados de su analista. El segundo sueño muestra claramente que esta paciente sentía los procesos de escisión e idealización como una actividad muy agresiva, voraz y culpable. Cuando consideramos la relación entre la fantasía y los mecanismos de introyección y proyección se aclara en cierta medida la compleja relación existente entre fantasía inconscien­ te, mecanismos y estructura mental. Freud describió al yo como un “ precipitado de catexias de objeto abandonadas” . Este precipitado está compuesto por objetos introyectados. El primero de dichos objetos descrito por Freud mismo es el superyó. El análisis de tempranas rela­ ciones objétales proyectivas e introyectivas ha revelado fan­ tasías de objetos introyectados en el yo desde la más temprana infancia, comenzando por la introyección de los pechos ideal y persecutorio. Primero se introyectan objetos parciales: el pecho y luego el pene. Después se introyectan objetos totales: la madre, el padre, la pareja parental. Cuanto más temprana es la introyección, más fantásticos son los objetos introyectados, y más distorsionados están por lo que se ha proyectado en ellos. A medida que prosigue el desarrollo y se acrecienta el sentido de realidad, los objetos internos se aproximan más a las per­ sonas reales del mundo exterior. El yo se identifica con algunos de estos objetos: identifica­ ción introyectiva. Estos objetos son asimilados por el yo y contribuyen a su desarrollo y características. Otros permane­ cen como objetos internos separados y el yo mantiene relación con ellos (el superyó es uno de estos objetos). También se sien­ te a los objetos internos en relación mutua; por ejemplo, se siente que los perseguidos internos atacan al objeto ideal tanto como al yo. De este modo se va construyendo un comple­ jo mundo interno. La estructura de la personalidad está deter­ minada en gran parte por las fantasías más permanentes del yo sobre sí mismo y los objetos que contiene. El hecho de que haya tan estrecha relación entre estruc­ tura y fantasía inconsciente es importantísimo: es esto lo que hace posible influir en la estructura del yo y del superyó me­

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diante el análisis. Pues justamente al analizar las relaciones del yo con los objetos, internos y externos, y al modificar las fantasías sobre estos objetos, es que podemos influir esencial­ mente sobre la estructura más permanente del yo. Como ejemplo final tomaremos un sueño de un paciente en su primera semana de análisis, que ilustra la relación entre fantasía inconsciente, realidad, mecanismos de defensa y estruc­ tura yoica. Se puede tener la seguridad de que este paciente nunca había leído literatura analítica ni había oído hablar de estos conceptos. Por supuesto, tampoco conocía el concep­ to de superyó. Se hace esta aclaración porque si no se po­ dría considerar este sueño con mucho escepticismo. El paciente, que era oficial naval, soñó con una pirámide. La base de la pirámide estaba constituida por multitud de rudos marineros, que sostenían sobre sus cabezas un libro de oro muy pesado. Encima del libro estaba parado un oficial naval del mismo ran­ go que el paciente, y sobre sus hombros un almirante. El almi­ rante, dijo el paciente, parecía ejercer a su modo tanta presión desde arriba, e infundir tanto temor, como la multitud de ma­ rineros que formaban la base de la pirámide y presionaban desde abajo. Después de contar este sueño, dijo “ Este soy yo, éste es mi mundo. El libro de oro representa la ‘Regla áurea*, el camino en el que trato de mantenerme. Estoy aplastado entre la presión de mis instintos y de lo que quiero hacer, y las pro­ hibiciones provenientes de mi conciencia moral” . Asociaciones posteriores le permitieron identificar al almirante con su padre. Pero este almirante, representante de su padre, era muy dis­ tinto del padre real que recordaba. El hecho de que el almi­ rante fuera tan fuerte y temible como los marineros, represen­ tantes de sus instintos, mostraba que la severidad del superyó se debía aquí a la proyección de sus propios instintos agresi­ vos en su padre. Podemos ver aquí la interrelación entre fan­ tasía y realidad externa, pues la proyección altera un aspecto de la realidad: la verdadera personalidad del padre. Su princi­ pal mecanismo de defensa, la represión, está representado en la fantasía por la presión combinada del almirante-superyó y del oficial naval-yo, que tratan de dominar a los instintos. La es­ tructura de su personalidad está también claramente represen­ tada por las tres capas: los instintos pujando hacia arriba, el superyó, presionando desde arriba, y su sensación de tener su yo apretujado y restringido entre los dos. También podemos

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ver claramente la actuación de la proyección y de la introyección: proyecta su agresión en el padre, y la introyección del padre forma su superyó. Todo esto — estructura y mecanismos mentales (proyección, introyección y represión)— lo presentó el paciente mismo en su sueño. Y cuando dijo “ Ese soy yo, éste es mi mundo” , puso en evidencia que estaba describiendo sus fantasías sobre sí mismo y su mundo interno.

BIBLIO GRAFIA

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Capítulo II L A POSICION ESQ U IZO -PARAN O ID E

OMO sugerí en el capítulo anterior, el concepto de fantasía ^ inconsciente tal como lo utiliza Melanie Klein implica mayor grado de organización yoica del que suponía Freud. La discu­ sión que sostienen los analistas sobre el estado del yo en los primeros meses de la infancia no se reduce a una cuestión de mutuos malentendidos o diferente utilización del lenguaje. Se trata de una verdadera divergencia, muy importante, sobre cómo son realmente las cosas. Por supuesto, las experiencias atribuidas al bebe dependerán del cuadro que se tenga de su yo en cada etapa. Para que una descripción de los procesos implicados tenga sentido, debe comenzar describiendo al yo. Según Melanie Klein, hay suficiente yo al nacer como para sentir ansiedad, utilizar mecanismos de defensa y establecer primitivas relaciones objétales en la fantasía y en la realidad. Esta concepción no difiere por completo de la de Freud. A l­ gunos conceptos de Freud implican, al parecer, la existencia de un yo temprano. Freud describe también un mecanismo de defensa temprano, la deflexión del instinto de muerte, que ocu­ rre al comienzo de la vida, y su concepto de realización-alucinatoria-de-deseos implica un yo capaz de establecer una rela­ ción objeta! en la fantasia. Suponer que desde el principio el yo es capaz de sentir an­ siedad, utilizar mecanismos de defensa y establecer relaciones objétales no significa que al nacer el yo se parezca mucho al de un bebe bien integrado de seis meses, no digamos al de un niño o de un adulto plenamente desarrollado. A l principio el yo está muy desorganizado, pero de acuerdo con la orientación general del crecimiento fisiológico y psicolóP

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gico tiene desde el comienzo la tendencia a integrarse. A veces, bajo el impacto del instinto de muerte y de una ansiedad into­ lerable, esta tendencia pierde toda efectividad y se produce una desintegración defensiva, de la que luego se dirá más. Por lo tanto, en las primeras etapas del desarrollo el yo es lábil, se ha­ lla en estado de constante fluencia, su grado de integración varía de día en día, y hasta de un momento a otro. El yo inmaduro del bebe está expuesto desde el nacimiento a la ansiedad provocada por la innata polaridad de los instin­ tos — el conflicto inmediato entre instinto de vida e instinto de muerte. Está también inmediatamente expuesto al impacto de la realidad externa, que le produce situaciones de ansiedad, por ejemplo el trauma del nacimiento, pero también le da vida, por ejemplo el calor, amor y alimento provenientes de la ma­ dre. Guando se ve enfrentado con la ansiedad que le produce el instinto de muerte, el yo lo deflexiona. Esta deflexión del instinto de muerte, descrita por Freud, consiste, según Melanie Klein, en parte en una proyección, en parte en la conversión del instinto de muerte en agresión. El yo se escinde y proyecta fuera su parte que contiene el instinto de muerte, poniéndola en el objeto externo original: el pecho. Es así como el pechó — al que se siente conteniendo gran parte del instinto de muerte— llega a experienciarse como malo y amenazador para el yo, dando origen a un sentimiento de persecución. De este modo, el miedo originál al instinto de muerte se transforma en miedo a un perseguidor. A menudo se siente que la intrusión del instinto de muerte en el pecho escin­ de a éste en muchos pedazos, de manera que el yo se encuentra ante multitud de perseguidores. Parte del instinto de muerte que queda en el yo se convierte en agresión y se dirige contra los perseguidores. A l mismo tiempo se establece una relación con el objeto ideal. Así como se proyecta fuera el instinto de muerte, para evitar la ansiedad que surge de contenerlo, así también se pro­ yecta la libido, a fin de crear un objeto que satisfaga el im­ pulso instintivo del yo a conservar la vida. Lo mismo que pasa con el instinto de muerte, pasa con la libido. El yo proyecta parte de ella fuera, y la restante la utiliza para establecer una relación libidinal con ese objeto ideal. De este modo, muy pronto el yo tiene relación con dos objetos: el objeto prima­ rio, el pecho, está en esta etapa disociado en dos partes, el

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pecho ideal y el persecutorio. La fantasía del objeto ideal se fusiona con experiencias gratificadoras de ser amado y ama­ mantado por la madre externa real, que a su vez confirman di­ cha fantasía. En forma similar la fantasía de persecución se fusiona con experiencias reales de privación y dolor, atribuidas por el bebe a los objetos persecutorios. Así, la gratificación, no sólo satisface la necesidad de bienestar, amor y nutrición; también se la necesita para mantener a raya la aterradora per­ secución. A su vez la privación se convierte no sólo en falta de gratificación, sino también en amenaza de ser aniquilado por los perseguidores. El objetivo del bebe es tratar de adquirir y guardar dentro de sí al objeto ideal, e identificarse con éste, que es para él quien le da vida y lo protege, y mantener fuera el objeto malo y las partes del Y o que contienen el instinto de muerte. La ansiedad predominante de la posición esquizoparanoide es que el objeto u objetos persecutorios se introdu­ cirán en el yo y avasallarán y aniquilarán tanto al objeto ideal como al Yo. Estas características de la ansiedad y de las rela­ ciones objétales experienciadas durante esta fase del desarrollo llevaron a Melanie Klein a denominarla posición esquizo-paranoide, ya que la ansiedad predominante es paranoide, y el es­ tado del yo y de sús objetos se caracteriza por la escisión, que es esquizoide. Contra la abrumadora ansiedad de ser aniquilado el yo de­ sarrolla una serie de mecanismos de defensa, siendo probable­ mente el primero el uso defensivo de la introyección y de la proyección. Hemos visto que, como expresión de los instintos y a la vez como recurso defensivo, el yo se esfuerza por introyectar lo bueno y proyectar lo malo. Pero no es ésta la única forma en que se utilizan la introyección y la proyección. Hay situaciones en que se proyecta lo bueno, para mantenerlo a salvó de lo que se siente como abrumadora maldad interna, y situaciones en que se introyectan los perseguidores e incluso se hace una identificación con ellos, en un intento de controlarlos. El rasgo constante es que en situaciones de ansiedad aumenta la disociación y se utilizan la proyección y la introyección para mantener a los objetos persecutorios tan alejados como sea posible de los objetos ideales, a la vez que se mantiene a ambos bajo control. La situación puede fluctuar rápidamente, y sen­ tirse a los perseguidores ora fuera, dando la sensación de una

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amenaza externa, ora dentro, produciendo temores de carácter hipocondríaco. La escisión se vincula con la creciente idealización del ob­ jeto ideal, cuyo propósito es mantenerlo bien alejado del obje­ to persecutorio y hacerlo invulnerable. Esta idealización extre­ ma se vincula también con la negación mágica omnipotente. Cuando la persecución es tan intensa que se hace insoporta­ ble, se la puede negar completamente. Esta negación mágica se basa en la fantasía de total aniquilación de los perseguido­ res. Otra forma de utilizar la negación omnipotente como de­ fensa contra la persecución excesiva es idealizar al objeto per­ seguidor mismo, y tratarlo como ideal. A veces el yo se identi­ fica con este objeto pseudo-ideal. Este tipo de idealización y negación omnipotente de la persecución se ve a menudo en el análisis de pacientes esqui­ zoides, que en su infancia fueron “ bebes perfectos” , que nunca protestaban ni lloraban, como si toda experiencia hubiera sido buena para ellos. En la vida adulta, estos mecanismos conducen a una falta de discriminación entre lo bueno y lo malo y a fijaciones en objetos malos que deben ser idealizados. De la proyección original del instinto de muerte surge otro mecanismo de defensa, extremadamente importante durante esta fase del desarrollo: la identificación proyectiva. En la identificación proyectiva se escinden y apartan partes del Y o y objetos internos y se los proyecta en el objeto externo, que queda entonces poseído y controlado por las partes proyec­ tadas, e identificado con ellas. La identificación proyectiva tiene múltiples propósitos: se la puede dirigir hacia el objeto ideal para evitar la separación, o hacia el objeto malo para obtener control de la fuente de peligro. Se pueden proyectar varias partes del Y o con diversos propósitos: se pueden proyectar partes malas del Y o tanto para librarse de ellas como para atacar y destruir al objeto; se pue­ den proyectar partes buenas para evitar la separación o para mantenerlas a salvo de la maldad interna, o para mejorar al objeto externo a través de una especie de primitiva reparación proyectiva. La identificación proyectiva comienza en cuanto se instala la posición esquizo-paranoide en relación con el pe­ cho, pero persiste y muy a menudo se intensifica cuando se percibe a la madre como objeto total y la identificación proyec­ tiva penetra en todo su cuerpo.

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Un ejemplo tomado del análisis de una niñita de cinco años ilustra ■algunos aspectos de la identificación próyéctiy a. Hacia el final de una sesión qué tuvo lugar pocas semanas antes de una larga interrupción, derramó goma de pegar sobré el piso del cuarto de juegos y sobre sus zapatos. En esa época el con­ tenido dé las sesiones giraba especialmente alrededor de los embarazos. Le interpreté que quería pegarse al suelo para no tener que irse al final de la sesión, que represéntába la inte­ rrupción del tratamiento. Confirmó vérbalmente esta interpre­ tación, y a continuación se puso a embadurnar con la goma, ensuciando más, y haciendo un verdadero “ revoltijo’ ’. Con gran satisfacción me. dijo: “ Pero también es un vómito, ahí encima de tu piso” . Le interpreté que no sólo quería pegarse al interior de la habitación, sino también al interior de mi cuerpo donde crecían nuevos bebes, y ensuciar y hacer un “ re­ voltijo” en mi interior con el vómito. Al día siguiente me trajo un gran geranio rojo. Y señalando el tallo y los numerosos brotes que lo rodeaban, me dijo: “ ¿Ves? Todos estos bebes salen del tallo; Este es un regalo para ti” . Le interpreté que ahora quería darme el pene y todos los bebitos que salen de él para compensar él “ revoltijo” que sentía que había hecho con mis bebes y él interior de mi cuerpo el día anterior. Más tarde, durante esa misma sesión, la pariente volvió a tomar la goma de pegar y dijo que iba a dibujar un animal en el piso, un foxg love*. Después vaciló, y dijo : “ No, el foxglove (dedalera) es una flor” . Lo que quería decir era fox (zorro). No sabía el nombre de la flor que me había regalado. “ Puede ser un foxglove, también” . Mientras pintaba el zorro en el piso, usando la goma de pegar como pintura, siguió hablando de zorros. “ Entran arrastrándose sin que nadie se dé cuenta. Tienen boca grande y dientes grandes y comen pollitos y huevos” . Y agregó, con gran satisfacción: “ Este era un zorro muy resbaladizo, porque nadie lo podía ver sobré el piso y la gente se resbalaba y se rompía las piernas” . De modo que la flor foxglove que me había ofrecido era una expresión dé su parte de “ zorra resbaladiza” . Era su parte “ zorra resbaladiza” , mala, dañina (identificada también con el pene de su padre) , lo que quería deslizar dentro de mí para que siguiera viviendo en mi interior y destruyera mis huevos y i La paciente confunde foxglove (dedalera) con fox (zorro). [T.]

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mis bebes. Al hacerlo conseguía librarse de una parte de sí misma que no le gustaba y de la que se sentía culpable, y al mismo tiempo, en su fantasía tomaba posesión del cuerpo de su madre-análista y destruía a los otros bebes, como había estado haciendo con su vómito en la sesión anterior. Como se había librado de su parte mala, podía sentirse buena, la nenita buena que ofrece una flor a su analista, cuando en reali­ dad la está dañando secretamente. El “ zorro resbaladizo” que nadie podía ver se convertía así en símbolo también de su hipocresía. A la sesión siguiente le asustaba entrar en la habitación; entró cautelosamente, examinó el piso y abrió de mala gana su cajón. En esa etapa de su análisis, ésta era una conducta desusada y recordaba un período anterior en que temía al león de juguete de su cajón. Para ella la fantasía implicada en la identificación proyectiva era algo muy real. Al día siguiente de pintar el zorro resbaladizo, el cuarto de juegos y el cajón — que representaba mi cuerpo—- se habían convertido en un lugar que contenía un animal peligroso. Cuando le interpreté esto, recordó que había tenido una pesadilla en la que aparecía un animal enorme. Su ansiedad disminuyó, y abrió su cajón de juguetes. Para ella, hasta este punto, yo contenía una parte peligrosa de ella misma, de la que ahora se sentía completamente diso­ ciada; sus asociaciones con el sueño mostraron también que muy poco después yo me había convertido por entero en el zorro peligroso mismo. Esto se vio más tarde en la misma sesión, cuando dijo que el animal peligroso de su sueño tenía “ anteojos, como tú, y la misma boca grandota” . En el ejemplo anterior, la identificación proyectiva se uti­ liza como defensa contra la separación inminente y como me­ dio de controlar al objeto y de atacar a rivales — los bebes de mi interior. La parte proyectada — el vómito y el zorro resba­ ladizo— es principalmente la parte mala, voraz y destructiva, estando también identificado el “ zorro resbaladizo” con el pene malo introyectado, lo que forma la base de una mala relación homosexual. Como resultado de esta proyección, la analista aparecía primero como conteniendo esta parte mala y siendo controlada por ella, pero gradualmente la paciente llegó a iden­ tificar por completo a la analista con dicha parte. Cuando los mecanismos de proyección, introyección, esci­

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sión, idealización, negación, e ideiitificación proyectiva e introyectiva no alcanzan a dominar la ansiedad y ésta invade al yo, puede surgir la desintegración del yo como medida defensiva. El yo se fragmenta y escinde en pedacitos para evitar la expe­ riencia de ansiedad. Este mecanismo, muy dañino para el yo, generalmente aparece combinado con la identificación proyec­ tiva: de inmediato se proyectan las partes fragmentadas del yo. Este tipo de identificación proyectiva es de carácter pato­ lógico cuando se la utiliza extensamente. Trataremos esto con más detalle en el próximo capítulo. El bebe utiliza diversos mecanismos de defensa para pro­ tegerse de sentir, al principio, el miedo a la muerte desde den* tro, y a los perseguidores externos e internos, una vez que ha deflexionado el instinto de muerte. Pero todos esos mecanismos originan a su vez ansiedades propias. Por ejemplo, la proyec­ ción hacia fuera de malos sentimientos y partes malas del Yo produce persecución externa. La reintroyección de persegui­ dores origina ansiedad hipocondríaca. La proyección hacia fuera de partes buenas produce la ansiedad de quedar vacío de bondad e invadido por perseguidores. La identificación pro­ yectiva origina diversas ansiedades. Las dos más importantes son las siguientes: el miedo de que el objeto atacado proyecte sobre uno en retaliación, y la ansiedad de tener partes de uno mismo aprisionadas y controladas por el objeto en el que se las ha proyectado. Esta última ansiedad es particularmente in­ tensa cuando se proyectaron partes buenas del Yo, lo que pro­ duce la sensación de haber sido robado de estas partes buenas y de ser controlado por otros objetos. La desintegración es el más desesperado de todos los inten­ tos del yo para protegerse de la ansiedad. A fin de no sufrirla el yo hace lo que puede por no existir, intento que origina una aguda ansiedad específica: la de hacerse pedazos y quedar pulverizado. El material siguiente, perteneciente a un paciente no-psicótico, muestra algunos de estos mecanismos esquizoides. El pa­ ciente, un abogado de mediana edad, comenzó una sesión co­ mentando que yo me había demorado unos minutos. Agregó que en las pocas oportunidades en que esto había sucedido an­ tes, él había advertido que yo me retrasaba o en la primera sesión de la mañana o en la sesión que seguía al almuerzo. Comentó que cuando yo me retrasaba, lo hacía porque proion-

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gaba inism om entos libresusurpando minutos de la sesión. El, en cambio, nunca hacía esperar a un cliente por alguna razón personal, pero sí por estar ocupado con otro cliente. En este contexto dejó entrever claramente que mi conducta en éste aspecta le parecía más recomendable que la suya. Co­ mentó cuán incapaz se sentía de enfrentar la agresión de sus clientes. Dijo también que por eso no podía terminar a tiempo las entrevistas. Ambos conocíamos muy bien tanto su incapa­ cidad para manejar sus asuntos como sus ofendidas protestas de inocencia: él nunca hacía nada por su propio bien — siempre algunos clientes interferían con otros. Poco después de estos comentarios dijo que había tenido un sueño relacionado con retrasarse. En el sueño aparecían “ fumadores” . (Hacía muy poco tiempo este paciente había atendido profesionalmente a delincuentes, y se había comportado en forma muy omnipo­ tente. Estos asuntos le proporcionaron bastante éxito y dinero, pero después le pareció que su éxito había sido ruin, y se sin­ tió culpable y avergonzado. Algunos de estos clientes delin­ cuentes fumaban mucho, y él ocasionalmente se refería a ellos como a los “ fumadores” .) En el sueño multitud de fumadores invadían su departa­ mento y el despacho contiguo. Fumaban y bebían por todas partes y desordenaban todo; querían que él los acompañara y se mostraban muy insistentes. De repente se daba cuenta de que en la sala de espera estaba el cliente citado para esa hora y advertía que no podría entrevistarlo a causa de los fumadores que habían invadido su departamento. Desesperado y enojado, los empujaba para que se fueran y así poder atender a su clien­ te. Agregó que ahora, al relatar el sueño, sentía que probable­ mente se las había arreglado para echar a los fumadores y creía que había conseguido ver a su cliente a tiempo. En algún momento del sueño entraba su esposa y le decía que ella había asistido a la sesión en su lugar, pues evidentemente él no podría enfrentarse con los fumadores y con el cliente que lo esperaba, y además llegar a tiempo a la sesión. Esto, en el sueño, lo deprimía mucho. Sus asociaciones con el sueño se refirieron principalmente a los “ fumadores” . Comentó en qué forma vo­ raz y descontrolada fumaban y bebían, qué desprolijos, sucios y desconsiderados eran, y cómo habían dejado su departa­ mento hecho un “ revoltijo” . Estaba seguro de que estos fuma­ dores representaban la parte de él que con su avidez de éxito,

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dinero y satisfacción fácil, convertía su vida y su análisis en un “ revoltijo” * Pero en sus asociaciones, por sinceras que fueran, se ad­ vertía uña omisión evidente: no se había referido ai hecho de que yo misma fumaba mucho, aunque esto había aparecido con frecuencia en su análisis, y en el pasado los “ fumadores” me habían representado a menudo cómo peligrosa mujer fálica. No consigno aquí los detalles del restó de la sesión porque el sueño en sí es muy claro y lo que nos interesa es su aspecto teórico 4a ilustración de ciertos mecanismos. Los fumadores representaban ante todo una parte de mí. En el sueño el objeto del paciente, yo como representante de la figura parental, es­ taba escindido. Por una parte, estaba la analista con quien que­ ría reunirse para tener su sesión; por otra parte, la multitud de fumadores que invadían su departamento y le impedían lle­ gar hasta ella. En la medida en que yo era un objeto bueno, estaba representada por una sola figura, la analista, y posible­ mente también por el cliente que lo esperaba en la sala y con quien sentía que podía entenderse. Pero mi parte mala no estaba representada por un solo fumador, sirio por una verda­ dera multitud de fumadores. O sea que percibía al objeto malo escindido en multitud de fragmentos persecutorios. La escisión entre mi aspecto bueno y el aspecto fumador se mantenía tan rígidamente que en sus propias asociaciones el paciente no vinculó á los fumadores conmigo. Esta escisión en el objeto se acompañaba de — y en realidad estaba producida por— una escisión en el yo. La parte buena estaba representada por el paciente que, en el sueño, quería concurrir a la sesión — y á la vez el paciente que, como buen abogado, quería entrevistar a su propio cliente a la hora conve­ nida. No podía tolerar su parte mala, su parte incontrolada* voraz, exigente, ambiciosa y embrolladora. La escindía en múl­ tiples pedazos y la proyectaba en mí, escindiéndome entonces también a mí en múltiples pedazos; y como no podía tolerar la persecución resultante y la pérdida de su analista buena, escindía y apartaba además mi parte mala fragmentada y la desplazaba a los “ fumadores” , preservándome entonces en parte como objeto bueno. Este material revela con bastante claridad por qué nunca podía manejar bien su actividad profesional y su relación con sus clientes. En realidad, los clientes no eran personas para él.

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Cada cliente representaba pedazos escindidos y apartados dé una figura parental mala, a quien yo representaba en lá trans­ ferencia. Esta figura contenía pedazos de él mismo escindidos y apartados y proyectados. En realidad no podía manejarse con sus clientes más de lo que había podido manejarse con estas partes malas de sí mismo. A la luz de este sueño se aclara también por qué le parecía mejor retrasarse* como yo, después de las horas libres, en vez de retrasarse, como él, cuando la culpa era de otro — aunque esto también implica una negación de mi real negligencia al re­ trasarme. Lo que trataba de expresar era que me sentía capaz de responsabilizarme por mi propia mala conducta sin proyec­ tarla. El sentía que yo podía expresar mi voracidad, mi des­ control o mi agresión, y podía también responsabilizarme total­ mente por ellos; él en cambio se sentía tan voraz, destructivo y embrollador que no podía responsabilizarse por el control de esta parte de sí y necesitaba proyectarla en otros, principal­ mente en sus clientes. Este sueño muestra una serie de mecanismos esquizoides: la escisión del objeto y del Y o en una parte buena y una parte mala; la idealización del objeto bueno y la escisión de la parte mala del Yo en pequeños fragmentos; la proyección de partes malas en el objeto con la sensación resultante de ser perseguido por multitud de objetos malos. El método de proyectar partes malas del Y o divididas en muchos fragmentos, típico de las defensas esquizoides, era característico de este paciente. Una vez soñó que se enfrentaba con muchos pequeños japone­ ses enemigos. Según mostraban sus asociaciones los japoneses representaban su orina y heces, en las que ponía partes recha­ zadas de sí mismo y luego proyectaba la orina y heces en sus objetos. En otra oportunidad escribió un artículo para un perió­ dico extranjero, y al pensar en él durante una sesión, le pareció que tendría muy mal efecto moral sobre los lectores. Se consoló pensando que como “ quedaba muy lejos” las consecuencias no le alcanzarían. En su sueño posterior, el artículo estaba repre­ sentado por “ un poquito de mierda en China” . Este paciente utilizaba mecanismos esquizoides principal­ mente como defensa contra ansiedades de la posición depre­ siva, en especial la culpa; pero la defensa en el sueño con los fumadores resultaba sólo parcialmente exitosa porque no había proyectado completamente los impulsos malos en los fuma­

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dores. Incluso en el sueño mismo, el paciente se sentía respon­ sable por los fumadores, culpable por su relación para con el cliente y para conmigo misma, y muy consciente del sentimiento de pérdida de su objeto bueno. Pero no sentía que la culpa del sueño estuviera directamente relacionada con su voracidad, ambición, etcétera. Se sentía culpable de debilidad; expresó esto al comienzo de la sesión, diciendo que siempre se demoraba por su debilidad en el trato con los clientes. Esta debilidad, que sentía consciente e intensa­ mente, se relacionaba con la proyección de su parte agresiva, que le hacía sentirse desamparado para enfrentar la persecu­ ción de sus pedazos proyectados, de los que no podía renegar. Al mismo tiempo, esta proyección de su parte agresiva le hacía sentirse débil y desvalido, porque le parecía que la proyección había vaciado a su yo, aunque fuera de partes que él conside­ raba malas. Al describir la posición esquizo-paranoide insistí en las ansiedades y defensas vinculadas con ella. Esto podría presentar un cuadro engañoso de los primeros meses del bebe. Es nece­ sario recordar que el bebe normal no pasa la mayor parte del tiempo en estado de ansiedad. Por el contrario, en circuns­ tancias favorables pasa la mayor parte del tiempo durmiendo, mamando, disfrutando de placeres reales o alucinados, y de este modo asimilando gradualmente su objeto ideal e integrando su yo. Pero todos los bebes tienen períodos de ansiedad, y las ansiedades y defensas que constituyen el núcleo de la posición esquizo-paranoide son parte normal del desarrollo humano. Ninguna experiencia del desarrollo humano se borra o des­ aparece jamás; debemos recordar que hasta en el individuo más normal ciertas situaciones removerán las ansiedades tempranas y pondrán en funcionamiento los tempranos mecanismos de defensa. Además, en una personalidad bien integrada, todas las etapas del desarrollo quedan incluidas, ninguna está escindida y apartada o rechazada; y ciertas conductas del yo en la posición esquizo-paranoide son realmente muy importantes para el desarrollo posterior, del que sientan las bases. Deben des­ empeñar un papel en la personalidad más madura e integrada. Una de las conductas de la posición esquizo-paranoide es la escisión. La escisión es lo que permite al yo emerger del caos y ordenar sus experiencias. Por excesivo y extremo que pueda ser al comienzo, este ordenamiento de la experiencia que

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acompaña al proceso de escindir al objeto en uno bueno y otro malo sirve, sin embargo, para ordenar el universo de las im­ presiones emocioiaales y sensoriales del niño y es una condi­ ción previa para la integración posterior. Es la base de lo que será después la capacidad de discriminar, cuyo origen es la temprana diferenciación entre lo bueno y lo malo. Hay otros aspectos de la escisión que persisten en la madurez y que tienen mucha importancia en ella. Por ejemplo, la capacidad para prestar atención, o para suspender la propia emoción con el propósito de formarse un juicio intelectual, no se alcanzaría sin la capacidad para hacer una escisión temporaria y rever­ sible. La escisión es también la base de lo que más tarde llegará a ser la represión. Si la eseisión temprana ha sido excesiva y rígida, la represión posterior probablemente será la excesiva rigidez neurótica. Cuando la escisión temprana ha sido menos severa, la represión lesionará menos al sujeto, y el inconsciente estará en mejor comunicación con la mente consciente. De este modo la escisión, siempre que no sea excesiva y no conduzca a la rigidez, es un mecanismo de defensa de gran im­ portancia, que no sólo sienta las bases de mecanismos poste­ riores y menos primitivos, como la represión, sino que sigue funcionando en forma atemperada a lo largo de toda la vida. Con la escisión se relacionan la ansiedad persecutoria y la idealización. Por supuesto que ambas distorsionan el juicio, cuando conservan su forma original en la vida adulta, pero al­ gunos elementos de ansiedad persecutoria e idealización están siempre presentes en las emociones de la vida adulta y desem­ peñan un papel en ellas. Es necesario cierto grado de ansiedad persecutoria para poder reconocer, evaluar y reaccionar ante circunstancias externas realmente peligrosas. La creencia en la bondad de los objetos y de uno mismo se basa en la idealiza­ ción, precursora de buenas relaciones objétales. La relación con un objeto bueno contiene generalmente cierto grado de ideali­ zación, y esta idealización persiste en muchas situaciones, como enamorarse, apreciar la belleza, formarse ideales sociales o po­ líticos -—emociones que, aunque no sean estrictamente raciona­ les, incrementan la riqueza y variedad de nuestras vidas. También la identificación proyectiva tiene sus aspectos va­ liosos. Ante todo, es la forma más temprana de empatia, y la capacidad para “ ponerse en el lugar del otro” se basa tanto

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en la identificación proyectiva com o introyeetiva. En la iden­ tificación proyectiva se basa también la primera clase dé for­ mación de símbolos. Al proyectar partes de sí en el objeto e identificar partes del objeto con pa ríes del Y ó, el yo forma sus primeros y más primitivos símbolos. Por consiguiente, no debemos considerar a los mecanismos de defensa de la posición esquizo-paranoide sólo como meca­ nismos de defensa que protegen al yo de ansiedades inmediatas y abrumadoras, sino también como etapas progresivas del desarrollo. Esto nos lleva a preguntarnos cómo sale el individuo nor­ mal de la posición esquizo-paranoide. Para que la posición esquizo-paranoide dé lugar, en forma gradual y relativamente no perturbada al siguiente paso del desarrollo, la posición de­ presiva, la condición previa necesaria es que las experiencias buenas predominen sobre las malas. A este predominio contri­ buyen tanto factores internos como externos. Cuando las experiencias buenas predominan sobre las ma­ las, el yo llega a creer que el objeto iderál prevalece sobre los objetos persecutorios, y que su propio instinto de vida predo­ mina sobre su propio instinto de muerte. Estas dos creencias, en la Rondad del objeto y en la bondad del Yo, van juntas, ya que el yo continuamente proyecta fuera sus propios instintos, distorsionando así los objetos, y también introyecta sus obje­ tos identificándose con ellos. El yo se identifica repetidamente con el objeto ideal, adquiriendo así mayor fuerza y mayor capacidad para enfrentarse con ansiedades sin recurrir a vio­ lentos mecanismos de defensa. Disminuye el miedo a los per­ seguidores y disminuye también la escisión entre objetos per­ secutorios e ideales. Se permite a ambos que se aproximen más y esto los prepara para la integración. Simultáneamente, a medida que el yo se siente más fuerte y con mayor afluencia (le la libido, va disminuyendo la escisión dentro del yo. Su rela­ ción con el objeto ideal es más estrecha, y le asusta menos su propia agresión y la ansiedad que ésta le provoca; sus partes buenas y malas pueden entrar en mayor contacto. A la vez que disminuye la escisión y el yo tolera más su propia agresión, disminuye la necesidad de proyectar y el yo puede tolerar cada vez mejor su propia agresión y sentirla como parte de sí, sin verse impulsado a proyectarla constantemente en sus obje­ tos. De esta manera, el yo se prepara para integrar sus objetos,

42 para integrarse él mismo y, por la disminución de los mecanis­ mos proyectivos. distingue cada vez mejor entre lo que es Yo y lo que es objeto. De este modo se prepara el terreno para la posición depresiva. Pero la situación es muy diferente cuan­ do las experiencias malas predominan sobre las buenas, situa­ ción que describiré al tratar la psicopatología de la posición esquizo-paranoide.

BIBLIOGRAFIA K l e i n : “ Notes on some Schizoid Mechanisms” , Developments in Psycho-analysts (Cap. 9), I. J. P., vol. 27. Hay versión castella­ na: Desarrollos en Psicoanálisis, Buenos Aires, Hormé, 1962. — “ On Identification” , New Directions in Psycho-analysis (Cap. 13). Hay versión castellana: Nuevas direcciones en psicoanálisis, Bue­ nos Aires, Paidós, 1965. — y otros: Our Adult W orld and Other Essays (Cap. 3). H a n n a S e g a l : “ Some Schizoid Mechanisms Underlying Phobia Formation” , 7. / . P., vol. 35 (1954). M

e l a n ie

C apítulo III ENVIDIA

^ O M O dije en el capítulo anterior, para que el bebe se desarrolle favorablemente durante la posición esquizo-paranoide es esencial que las experiencias buenas predominen sobre las malas. Qué experiencia llega a tener realmente el bebe depende tanto de factores externos como internos. La privación externa, física o mental, impide la gratificación; pero aunque el ambien­ te le proporcione experiencias aparentemente gratificadoras, los factores internos pueden alterarlas e incluso impedirlas. Melanie Klein considera a la envidia temprana como uno de dichos factores, que actúa desde el nacimiento y afecta funda­ mentalmente lás primeras experiencias del bebe. Desde luego, en la teoría y práctica psicoanalíticas se lia reconocido desde hace mucho tiempo que la envidia es una emoción muy impor­ tante. Freud en especial prestó mucha atención a la envidia del pene en la mujer. Pero la importancia de otros tipos de envidia — la envidia por la potencia entre los hombres, la envidia del hombre por las posesiones o posición de la mujer, la envidia de las mujeres entre sí— no se ha reconocido tan específica­ mente. En la literatura analítica y en la descripción de casos, la envidia desempeña un papel importante, pero con excepción del caso particular de la envidia del pene, hay una tendencia a confundir envidia con celos. Es interesante que en la litera­ tura analítica se encuentre la misma confusión que en la vida cotidiana, en que por lo común se llama celos a la envidia. Por otra parte es realmente muy raro que se describa a los celos como envidia; el lenguaje cotidiano — y esto también se refleja

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en el lenguaje analítico— parece evitar el concepto de envidia y tiende a reemplazarlo por el de celos* Melanie Klein, en Envidia y Gratitud, diferencia adecuada­ mente las emociones de envidia y celos. Considera que la envidia es la más temprana, y muestra que es una de las emo­ ciones más primitivas y fundamentales. Se debe diferenciar la envidia temprana de los celos y de la voracidad. Los celos se basan en el amor y su objetivo es poseer al objeto amado y excluir al rival. Corresponden a una relación triangular y por consiguiente a úna época de la vida en que se reconoce y diferencia claramente a los objetos. La envidia, en cambio, es una relación de dos partes en que el sujeto envi­ dia al objeto por alguna posesión o cualidad; no es necesario que ningún otro objeto viviente intervenga en ella. Los celos son necesariamente una relación de objeto total, mientras que la envidia se experiencia esencialmente en función de objetos parciales, aunque persista en relaciones de objeto total. El obj etivo de la voracidad es poseer todo lo bueno que pueda extraerse del objeto, sin considerar las consecuencias. Esto puede tener por consecuencia la destrucción del objeto, arruinándose lo que tenía de bueno, pero la destrucción es con­ tingente y no el fin que se buscaba. El fin es adquirir lo bueno a toda costa. En la envidia el objetivo es ser uno mismo tan bueno como el objeto, pero cuando esto se siente imposible, el objetivo se convierte en arruinar lo bueno que posee el objeto para suprimir la fuente de envidia. Es este aspecto dañino de la envidia lo que la hace tan destructiva para el desarrollo, pues convierte en mala a la fuente misma de todo lo bueno, de la que depende el bebe, y por ende impide la realización de buenas introyecciones. La envidia, aunque surge del amor y la admiración primitivos, tiene un componente libidinal menos intenso que la voracidad, y está impregnada de instinto de muerte. Como ataca a la fuente de vida, se la puede considerar la primera externalización directa del instinto de muerte. Surge envidia en cuanto el bebe reconoce en el pecho la fuente de vida y de experiencias buenas; la gratificación real que expe­ riencia con el pecho, reforzada por la poderosa idealización de la temprana infancia, le hace sentir que el pecho es la fuente de todo bienestar físico y mental, un reservorio inago­ table de alimento y calor, de amor, comprensión y sabiduría. La plácida y dichosa experiencia de satisfacción que este ma­

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ravilloso objeto puede proporcionar aumenta su amor a él y su deseo de poseerlo, preservarlo y protegerlo, pero la misma experiencia le provoca también el deseo de ser él mismo la fuente de semejante perfección ^experiencia dolorosos senti­ mientos de envidia que le provocan el deseo de arruinar las cualidades del obj eto que le produce sentimientos tan penosos. La envidia se puede fusionar con la voracidad, constitu­ yendo así otro determinante del deseo de agotar enteramente al objeto, no sólo ya para poseer todo lo bueno que éste tiene, sino también para vaciarlo intencionalmente, a fin de que no contenga nada envidiable. Es su mezcla con la envidia lo que suele hacer a la voracidad tan dañina y aparentemente tan in­ tratable en el análisis/ Pero la envidia no se detiene en agotar al objeto externo. El alimento mismo incorporado, en la me­ dida en que se lo percibe como habiendo formado parte del pecho, es en sí mismo objeto de ataques envidiosos, que se diri­ gen entonces también al objeto interno. La envidia actúa ade­ más utilizando la proyección, y con frecuencia es éste su meca­ nismo principal. Cuando el bebé se siente lleno de ansiedad y de maldad y siente que el pecho es la fuente de todo lo bueno, quiere por envidia estropear el pecho proyectándole partes ma­ las y dañinas de sí mismo; en su fantasía, lo ataca escupiéndo­ le, orinándole, defecándole, con flatos, y con la mirada pene­ trante, proyectiva (el “ mal de ojo” ) . A medida que prosigue el desarrollo continúan estos ataques, dirigidos ahora al cuerpo de la madre y a sus bebes, y a la relación entre los padres. En casos de desarrollo patológico del complej o de Edipo, la envi­ dia de la relación entre los padres desempeña un papel más importante que los verdaderos sentimientos de celos. Si la envidia temprana es muy intensa, interfiere con el funcionamiento normal de los mecanismos esquizoides. Como se ataca y arruina al objeto ideal, que es el que origina envidia, no se puede mantener el proceso de escisión en un objeto ideal y un objeto persecutorio, de fundamental importancia durante la posición esquizo-paranoide. Esto conduce a una confusión entre lo bueno y lo malo, que interfiere con la escisión. Como no se puede mantener la escisión y no se puede preservar un objeto ideal, quedan gravemente interferidas la introyección del objeto ideal y la identificación con él. Y con esto el des­ arrollo del yo debe sufrir necesariamente. Cuando la envidia es muy intensa, lleva a la desesperación. Como no se puede

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encontrar un objeto ideal, no hay ninguna esperanza de reci­ bir amor ni ayuda alguna. Los objetos destruidos son fuente de incesante persecución y posteriormente de culpa. Al mismo tiempo, la falta dé una buena introyección priva al yo de su capacidad de crecer y asimilar (la que disminuiría su sensa­ ción de que existe un abismo tremendo entre él y el ob jeto); surge así un círculo vicioso, en que la envidia impide una buena introyección y esto a su vez incrementa la envidia. Una poderosa envidia inconsciente yace a menudo en la raíz de reacciones terapéuticas negativas y tratamientos inter­ minables. Se puede observar esto en pacientes con una larga historia de tratamientos anteriores fracasados. Se vio clara­ mente en un paciente que llegó al análisis luego de muchos años de variados tratamientos psiquiátricos y psicoterapéuticos. Cada tratamiento le producía una mejoría, que se des­ barataba después de terminado. Cuando comenzó su análisis, pronto apareció como problema principal la intensidad de su reacción terapéutica negativa. Yo representaba principal­ mente un padre exitoso y potente, y por su intenso odio y rivalidad hacia esta figura de continuo atacaba y destruía in­ conscientemente al análisis, que representaba mi potencia como analista. A primera vista esto parecía una rivalidad edípica directa con el padre, pero faltaba un elemento importante para dicha situación edípica: intenso amor o atracción hacia las mujeres. Las mujeres sólo le resultaban deseables como pose­ siones del padre y parecían no tener valor por sí mismas. Si podía poseerlas, las arruinaba y destruía en su mente, en la misma forma en que trataba de arruinar y destruir otras po­ sesiones de su padre, como su pene o sus realizaciones. En dichas circunstancias no podía introyectar la potencia de su padre e identificarse con ella, y no podía introyectar, preser­ var o utilizar mis interpretaciones. En su primer año de análisis soñó que ponía eñ el baúl de su pequeño automóvil herramientas pertenecientes al mío (más grande que el suyo), pero cuando llegaba a destino y abría el baúl, las herramientas se habían hecho pedazos. Este sueño simbolizaba su tipo de homosexualidad; quería tomar el pene del padre en su ano y robarlo, pero de hacer esto sería tal su odio al pene, incluso ya introyectado. que lo haría pe­ dazos y no podría utilizarlo. En la misma forma hacía peda­ zos y desintegraba inmediatamente interpretaciones que había

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sentido completas y útiles, y así era especialmente después de buenas sesiones, que le habían procurado alivio, cuando solía sentirse confundido y perseguido, ya que las interpretaciones fragmentadas, distorsionadas, recordadas a medias, lo confun­ dían y atacaban internamente. Pronto aparecieron ataques en­ vidiosos contra la pareja parental — cualquier unión^entre dos personas, sea cual fuere su carácter y el sexo de la pareja, re­ presentaba para él el envidiado coito parental que había ata­ cado y destruido. Esto le provocó dificultades para mantener un vínculo significativo conmigo, o, internamente, cualquier vínculo entre pensamientos, ideas y sentimientos. Al avanzar su análisis apareció más en primer plano la transferencia ma­ terna, con desesperada envidia en relación con la figura materna, los genitales y el orgasmo femeninos, el embarazo y, en especial, los pechos. Uno de sus síntomas más antiguos era su incapacidad para comer en compañía, y particularmente, para comer comida pre­ parada por su esposa. Padecía con frecuencia ideas delirantes referidas a que su comida estaba contaminada y envenenada, o arruinada porque se la había dejado demasiado tiempo en el congelador. Si su esposa o la casera hablaban mientras él co­ mía, se sentía como si lo atacaran a mordiscos, y desarrollaba de inmediato un agudo dolor gástrico. En la transferencia siempre sentía que yo me ponía de parte de su esposa, que no reconocía la agresividad de ésta, y que al interpretarle repetía los ataques de ella. Pronto se puso en evidencia que envidiaba tanto a la mujer que le daba la comida, aunque ella lo estuviera gratificando, que atacaba de inmediato la comida con orina y heces, y de este modo la contaminaba instantáneamente. Estos ataques envidiosos a sus objetos buenos — padre, pa­ reja parental, madre que alimenta— interferían con todos sus procesos introyectivos. Como resultado, tenía dificultades para aprender, pensar, trabajar, y alimentarse. Sus dificultades in­ telectuales le resultaban particularmente dolorosas, ya que en armonía con su carácter envidioso, padecía una ambición des­ medida, insaciable. Todos estos problemas llegaron a un punto culminante cuan­ do, después de varios años de análisis y considerables progre­ sos. tuvo que presentar por primera vez a sus colegas algunos resultados de sus investigaciones en el laboratorio. En su fan­ tasía era un acontecimiento que conmovería al mundo. Espe-

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raba que sus investigaciones harían pedazos y llenarían de em vidia al jefe de su departamento, a quien admiraba y envidiaba enormemente. Al mismo tiempo le aterrorizaba la perspectiva de convertirse en objeto de ridículo y desprecio. A veces, en la transferencia, visualizaba el acontecimiento inminente como un gran éxito, destinado a mostrarme que él era mucho más creador que yo y a llenarme de envidia* otras veces iba a ser un completo desastre, que demostraría al mundo cuánto daño le había hecho yo y me desacreditaría para siempre. Al mismo tiempo se daba cuenta de que no podría ni completar su tra­ bajo ni presentarlo sin ayuda analítica y trataba de volverme a poner, como él decía, “ en mi pedestal” , e identificarse con­ migo. En esos momentos sentía que yo hacía el trabajo desde su interior. Pocas semanas antes del día en que tenía que presentar su trabajo, yo pude señalarle que parecía realmente incapaz de visualizar la reunión ó prever en forma realista qué recepción tendría su trabajo. Se dio cuenta entonces por qué no podía: sentía que de un modo u otro acabaría en locura. Sabía que para él no existía la perspectiva de un éxito moderado. Si su investigación resultaba exitosa — y una palabra de elogio de cualquiera le bastaba para sentir que era el trabajo más im­ portante que se hubiera hecho jamás sobre ese tema— temía que nada podría contener su sentimiento de superioridad, y enloquecería con delirios de grandeza. Por otra parte, si no tenía éxito — y, de nuevo, sabía que tomaría cualquier crítica como completo desastre— su depresión y persecución serían tales que acabaría suicidándose. Al día siguiente relató este sueño: Caminaba por Londres de la mano de un dinosaurio. Londres estaba vacía, no se veía un alma. El dinosaurio estaba hambriento y ávido y el pacien­ te lo alimentaba constantemente con trocitos que sacaba de su bolsillo, muy angustiado porque cuando se acabara la comida el dinosaurio se lo comería a él. Pensaba que quizá Londres estaba yacía porque el dinosaurio ya se había comido a todos los otros habitantes. Su primera asociación fue la siguiente: el dinosaurio debía representar su propia vanidad ilimitada. Vinculó el sueño con el final de la sesión anterior y pensó que representaba su dilema en relación con su trabajo. Debía ali­ mentar su vanidad o ésta lo mataría, pero si la alimentaba

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sólo conseguiría que creciera y sé volviera más peligrosa. Su vanidad era el anverso de su envidia, una expresión de ésta a la vez que una defensa contra ella. Había producido un vacío alrededor de él, ya que había devorado todos sus objetos, y era una amenaza constante para su propia vida. Asociaciones pos­ teriores relacionadas con el sueño mostraron claramente que al tratar de satisfacer su envidia sentía que lo torturaban la soledad, el remordimiento, la culpa y la persecución, y enton­ ces su envidia aumentaba porque se sentía infeliz. Si no la satisfacía, se llenaba de una envidia tan destructiva y devoradora que lo destruía y lo envenenaba a éL Como la intensa envidia al primer objeto origina tan agudo sufrimiento y tanta desesperanza, se movilizan contra ella po­ derosas defensas. Arruinar, que describí como uno de los pro­ pósitos de la envidia, es en parte una defensa contra ella, ya que un objeto arruinado no provoca envidia. Se puede trocar por desvalorización, para proteger al objeto, pues así sólo se disminuye su valor y no se lo arruina totalmente. Este arrui­ nar o desvalorizar se vincula habitualmente con la poderosa proyección de sentimientos envidiosos en el objeto. En contraste con la desvalorización y la proyección de la envidia, se puede recurrir a una rígida idealización, en un in­ tento de preservar algún objeto ideal. Pero esta idealización es muy precaria, ya que cuanto más ideal es el objeto, más intensa es la envidia. Todas estas defensas lesionan al yo. Las defensas mencionadas se veían claramente en el pacien­ te que acabo de describir. Por ejemplo, el análisis posterior del sueño del dinosaurio reveló que el dinosaurio también me re­ presentaba a mí, que a mi vez representaba al padre internali­ zado. Guando se sentía exitoso, le parecía que estaba llenando a sus objetos con su propia envidia monstruosa: Y así llegaba a sentir que su superyó lo envidiaba, arruinaba sus realizacio­ nes, atacaba sus trabajos y todo lo bueno que poseía. Al mismo tiempo trataba de protegerse, en esta situación desesperada, con ciertos intentos de escisión e idealización. En algún punto de su material aparecía siempre un objeto ideali­ zado qué él introyectaba y con el que se identificaba en parte. Este objeto variaba y se modificaba rápidamente. Pero la idea­ lización requería una condición esencial: el paciente debía sentir no sólo que el objeto ideal le pertenecía, sino que él mismo lo había creado. Básicamente, el único objeto ideal era

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un pecho interno del cual él se sentía creador. Esta fantasía era especialmente importante para comprender la excesiva du­ ración de todos sus tratamientos psiquiátricos. Necesitaba un objeto externo que lo mantuviera total e ininterrumpidamente satisfecho; en estas condiciones podía fantasear que él mismo era la fuente de comida, y negar o desdeñar completamente al objeto externo. Cualquier frustración le haría reconocer que la fuente de vida y alimento era el pecho de la madre y no él mismo, y esto lo llevaría inmediatamente a ataques devastado­ res. Por ejemplo, durante una sesión se demostró a sí mismo que yo me había deteriorado completamente (el deterioro de sus objetos era una fantasía muy repetida), ya no servía como ana­ lista y probablemente mi carrera estaba acabada. Y o estaba, según él, “ en la calle” . Ese mismo día encontró una referen­ cia a mi labor en una revista popular. Esto pareció perturbarlo, pero sólo por muy poco tiempo. Dos sesiones después alababa el análisis y mi trabajo como nunca lo había hecho antes. El mismo estaba sorprendido por este cambio y se preguntaba constantemente por qué me idealizaba tanto y por qué me había puesto en “ semejante pedestal” . Se vio entonces claramente que en su fantasía aprobaba el hecho de que se me hubiera men­ cionado en el artículo porque sentía que era él quien, al idea­ lizarme, lo había logrado; él me había puesto “ en este pedes­ tal” . Me permitía ser ideal porque me necesitaba como objeto ideal para contrarrestar su destructividad interna; pero sólo a condición de poder hundirme omnipotentemente “ en el arroyo” o elevarme “ sobre un pedestal” . En identificación con este ob­ jeto ideal creado por él mismo se sentía omnipotente y gran­ dioso. Su ánimo fluctuaba entre una profunda depresión, cuan­ do sentía que todo dentro de él había quedado destruido por sus ataques envidiosos, y sentimientos de elación y de grandeza. En este paciente tan perturbado podemos ver a la vez cómo las defensas contra la envidia contribuyen a producir el desarrollo psicopatológico, y cuán poco éxito tienen para im­ pedir la destructiva actuación de dicho sentimiento. Esto no sucede en el caso de personas menos enfermas. Las defensas contra la envidia pueden ser mucho más exitosas. Por ejemplo, desde la temprana infancia se pueden escindir y apartar senti­ mientos y fantasías envidiosas, y el yo puede ser lo bastante f fuerte como para impedir su re-emergencia. Por eso quisiera confrontar el material recién presentado

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con el de una paciente mucho menos perturbada, a fin de ilus­ trar la actuación de la envidia y las defensas contra ella en una personalidad más equilibrada. Esta paciente, una mujer de mediana edad, feliz en su ma­ trimonio, con una profesión que la absorbía y en la que tenía éxito, vino al análisis por una tendencia a la depresión y una inhibición en el trabajo. Trabajaba en un cargo universitario y aunque tenía éxito en su carrera le aparecían recurrentes bloqueos en relación con lo más creativo y gratificador que tenía su trabajo: la investigación. No presentaba ninguna de las manifestaciones evidentes de la envidia, no tenía inhibiciones para incorporar y aprender, y podía cooperar fructíferamente con sus colegas. En la trans­ ferencia no surgían expresiones manifiestas de reacción tera­ péutica negativa, y sus progresos en el análisis parecían uni­ formes y paulatinos. En su material no aparecía mucho la envidia a la madre; y aunque sentía una rivalidad muy intensa que la llevaba a marcadas reacciones de culpa, dicha rivalidad se vinculaba invariablemente con situaciones triangulares de celos y de intenso amor posesivo. Durante su análisis descu­ brimos cuán intensa había sido su rivalidad con su hermana menor, a la que había sentido preferida por los padres, y en especial por el padre. En su análisis revivió tanto sus celos y rivalidad con la hermana por el amor del padre como la culpa y depresión que la habían invadido cuando ella murió, antes de que la paciente cumpliera cuatro anos. La envidia del pene aparecía en primer plano en su análisis y se vinculaba con rivalidades triangulares; competía con su padre y con su hermano mayor por el amor de la madre. Otro factor que incrementaba su envidia del pene eran sus fuertes impulsos reparatorios relacionados con figuras femeninas re­ presentantes de su hermana, impulsos que conducían a una pauta homosexual latente. Lo que más le costaba aceptar en su análisis era la idea de que pudiera sentir rivalidad con su madre; aunque admiraba y deseaba al padre, habitualmente desplazaba la rivalidad con la madre a figuras fraternas fe­ meninas o masculinas. En la pauta homosexual, en cambio, reconocía más fácilmente la rivalidad con su padre y hermano por la madre. En la transferencia, la competencia por mí como figura materna ensombrecía completamente la rivalidad

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conmigo. Pero ocasionalmente podíamos elaborar algún ma­ terial edípico directo. Por aquel entonces posiblemente yo no reconocía hasta qué punto es importante la envidia escindida y apartada, pues si no me hubiera ocupado más de detectar sentimientos de envidia escindidos y apartados, al ver cuánta era la resistencia de la paciente a sentir transferencialmente la rivalidad, y al consi­ derar su marcada inhibición de la ambición. La paciente po­ día trabajar en su profesión gracias a su gran interés por el trabajo y al intenso sentido reparatorio que tenía para ella, pero en cuanto reconocía sus propias aspiraciones ambiciosas le aparecían inhibiciones en el trabajo. La envidia tardó mu­ cho en surgir en su análisis y apareció cuando la mayor parte de sus problemas parecían resueltos. La precedió una gran perturbación y la aparición de material cuasi-psicótico. En primer lugar reaparecieron inhibiciones en su labor creadora, que desde mucho tiempo atrás no la habían perturbado, acom­ pañadas por depresión y ansiedad. Después fueron surgiendo gradualmente ideas delirantes: sentía que sus colegas, en espe­ cial varones* actuaban contra ella, que su hermano había tra­ tado de conseguir una entrevista conmigo para obtener hora para sí a sus espaldas, que su esposo podría serle infiel, et­ cétera. Guando se le ocurrían estas ideas, sabía qué eran pu­ ras fantasías, pero le perturbaban su carácter delirante y la intensidad de sus sentimientos irracionales. Le aterrorizó ad­ vertir la fragilidad de la barrera existente entre la salud men­ tal y la locura. El contenido de sus ideas delirantes era bas­ tante evidente. Ella estaba preocupada por su rivalidad con los hombres, y temía una retaliación; también los reparaba en la fantasía, al dar a su esposo una pareja mejor y menos frus­ trante, y a su hermano la buena madre-analista. Las ideas delirantes fueron desapareciendo gradualmente, pero la pa­ ciente siguió inhibida en el trabajo y de ánimo inestable. Sen­ tía que no habíamos analizado por completo su “ chifladura” . Durante varios meses tuvo una verruga en la coronilla. Aunque aparentemente no le preocupaba, solía referirse a ella en el análisis. Cuando se sentía molesta por sus propias fantasías y sentimientos irracionales solía quejarse de tener “ verrugas en el cerebro” . A veces asociaba la verruga con criar un pene ubicado en su cabeza y que se manifestaba en su trabajo intelectual. Un día contó que había asistido a una

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fiesta con su esposo; allí les habían regalado globos que ellos llevaron a su casa para dárselos a sus hijos. Asoció esto con recuerdos infantiles: al levantarse por la mañana después de qué sus padres habían asistido a bailes de Carnaval, encontraba en su habitación globos, gorros y abanicos de papel. Recordaba esto como experiencias muy felices, asociadas con padres jóvenes y atractivos y su vida misteriosa y excitante. Sentía que los regalos que le traían eran un intento de compartir todo eso con ella. Algo parecía haberla perturbado durante la fiesta. Estaban con un grupo de amigos, entre ellos Joan, una mujer soltera. Joan no tenía pareja de baile y se había retirado poco antes de que la fiesta terminara. La paciente se sintió exageradamente afligida porque Joan no los había esperado para que la lleva­ ran en auto a su casa. Joan ya había aparecido algunas veces en su análisis; era una solterona de mediana edad con man­ chas de alopecia nerviosa en su cabeza. La paciente atribuía la alopecia de Jo^n al hecho de que había quedado huérfana siendo muy pequeña, Al día siguiente relató un sueño: Tenía una excrecencia en la cabeza; parecía una enfermedad de la piel, pero de as­ pecto muy repulsivo. Podía haber sido un tumor canceroso, aunque en el sueño no estaba alarmada, sino sólo en parte asqueada y en parte afligida. Notaba especialmente que esta excrecencia se hallaba junto a la verruga y esto parecía sor­ prenderla. En el sueño había pensado. “ ¡Y también la verruguita! ” , como si hubiera esperado que la excrecencia se des­ arrollara a partir de la verruga, o que la reemplazara, pero no tener ambas. Le mostraba esta excrecencia a su marido como si quisiera demostrarle algo. No estaba segura si esto signifi­ caba una confesión o un pedido para que la tranquilizara o ayudara. El sueño la dejó perpleja e intranquila. Asoció la horrible excrecencia de su cabeza con la alopecia de Joan. Dos veces cometió un lapsus y llamó “ Jean” a Joan. Era un lapsus que había cometido algunas veces antes, siendo Jean en cierto modo el reverso de Joan: una bonita joven que hacía poco había tenido un bebe. Vinculó la aparición de la excrecencia con diapositivas coloreadas que había visto sobre el cáncer de matriz y de pecho. Pero seguía sintiendo que representaba seguramente una enfermedad de la piel. La vinculó también

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con-algo padecido a un globo pinchádo desinflándose, pero desparto esta asociación. Las asociaciones no le parecieron muy significativas, pero la que se acompañaba de más afecto era la vinculada a Joan. Recordó cuánto había envidiado el hermoso cabello de su hermana, y ahora Joan le parecía su hermana qiie volvía privada de todo, sin su hermoso cabello, sin padres. Joan sin marido ni hijos representaba el hecho de que su hermana no había llegado a ser mujer, ya que había muerto en la infancia. La paciente sentía que la enfermedad de su cuero cabelludo en el sueño representaba una expiación. Pero aunque esta asociación le procuró cierto alivio y escla­ recimiento, parecía muy incompleta. De pronto, hacia el final de la sesión, se dio cuenta dé que la enfermedad de la piel representaba la tiña, y recordó que hacía unos días había oído un proverbio español que dice: “ Si la envidia fuera tiña, ¡cuántos tinosos habría!” . Y con esa asociación sintió enor­ me alivio y le pareció que todo se había aclarado. En la sesión siguiente advirtió cómo la envidia, semejante a una tiña o cáncer (la asociación descartada representaba los peligros que quería negar) era la verdadera “ verruga de su cerebro” , y cómo invadía todas sus relaciones y actividades. El pensamiento en el sueño “ ¡y también la verruguita!” re­ presentaba su súbito reconocimiento de que estaba envidiosa y quería todo para sí: el pecho, la matriz, los bebes, todas las realizaciones femeninas, y además el pene. Se dio cuenta ahora de que cuando sus padres asistían a fiestas, la consumía la envidia. Su relación con su hermanita era más compleja de lo que parecía. No sólo competía con ella por el amor de los padres; no sólo por celos, quería verla privada de todo, sino también porque necesitaba una hermanita privada de todo como vehículo para la proyección. Quería que fuera su hermanita, y no ella, quien sufriera la envidia afeadora y perjudicial. El primer objeto de su envidia era su madre, representada en sus asociaciones por JeaiV y eran sus globos — los pechos, la matriz— lo que ella incorporaba y arruinaba (el globo desinflado de sus asociaciones con el sueño). Joan, privada de todo, representaba a la vez a su madre y a su hermana, y su lapsus entre Jean y Joan indicaba que eran una misma persona. Su envidia del pene era secundaria con respecto a su envidia a la madre. Intervenían en ella en parte Ja envidia por desplazamiento del pecho y en parte la envidia

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directa del pene, pero no como atributo masculino, sino como otra posesión deseable más que pertenecía también a la madre. En las sesiones siguientes sintió que envidiaba a todos y a todo. Envidiaba a los hombres su pene y el amor de la mu­ jer; envidiaba a las mujeres sus nuevos bebes; a las madres de lactantes sus pechos; a las mujeres casadas sus maridos; pero también envidiaba a las solteras su tiempo, libre de pre­ ocupaciones familiares o económicas, y su éxito profesional a veces mayor. Lo que ella misma tenía, su matrimonio, hijos, capacidad y éxito profesional, se lo arruinaba la culpa. Todo lo sentía conectado con la actuación de su envidia. Se sentía culpable de voracidad, ya que realmente se las había ingeniado para obtener realizaciones tanto femeninas como masculinas. Pero el mayor sentimiento de culpa lo sintió al advertir que estaba utilizando inconscientemente sus riquezas para provocar envi­ dia, así como en el pasado había tratado de proyectar su envidia en su hermana. Su éxito debía ser moderado, porque se sentía demasiado culpable de tenerlo y demasiado asustada de su envidia pro­ yectada; en especial no podía permitirse ser creadora en su trabajo, pues esto representaba competencia con su madre por atributos creadores, femeninos, competencia en la que, de tener éxito, proyectaría en su madre una envidia abruma­ dora. La envidia era realmente “ la verruga de su cerebro” , que interfería con toda creatividad. La verruga misma se secó y cayó pocos días después del análisis del sueño. Al aparecer en primer plano por completo la envidia a mí, se pudo ver que los globos estropeados representaban también su análisis desinflado, en el que sólo podía permitirse y permitirme un éxito muy moderado, como forma de impedir que apareciera la envidia en cualquiera de las dos. En el material de esta paciente se puede ver cómo, cuando se escinde y aparta exitosamente la envidia, la personalidad se puede desarrollar relativamente bien, pero al precio de con­ siderable empobrecimiento., Además, la envidia escindida y apartada sigue siendo uña fuente constante de culpa incons­ ciente y una amenaza constante de irrupción de una parte psicótica. En un desarrollo más normal, la envidia se integra más. La gratificación que produce el pecho estimula admiración,

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amor y gratitud, a la vez qué envidia. Estos sentimientos en­ tran en conflicto en cuanto el yo comienza a integrarse y, si la envidia no es abrumadora, la gratitud supera y atempera la envidia. El pecho ideal, introyectado con amor, gratifica­ ción y gratitud, se hace parte del yo, y el yo mismo se llena más de bondad. De este modo, en un círculo positivo, a me­ dida que aumenta la gratificación, disminuye la envidia, la disminución de la envidia permite mayor gratificación, y esto a su vez estimula la disminución de la envidia. Pero siempre subsisten sentimientos de envidia en relación con el primer objeto, aunque debilitados. Algunos de estos sentimientos se desplazan del objeto primario al rival, fusionándose con los celos del rival. La envidia del pecho de la madre se desplaza al pene del padre, incrementando la rivalidad con el padre. Si el remanente de envidia hacia el objeto primario no es sentido ya como algo tan destructivo y devastador, puede lle­ gar a-estimular una competencia y rivalidad con él de carácter egosintónico y que no origina abrumadores sentimientos de culpa y persecución. En el desarrollo patológico, la excesiva envidia temprana afecta fundamentalmente el curso de la posición esquizo-paranoide y es un factor determinante de su psicopatología.

BIBLIOGRAFIA K l e i n : Envy and Gratitude. Hay versión castellana: Envidia y Gratitud, Buenos Aires, Nova, 1960. H e r b e r t R o s e n f e l d : “ Some Observations on the Psycho-pathology o f Hypochondriacal States” , /. J- P-, vol. 39 (1958). B e t t y J o s e p h : “ Some Characteristics o f the Psychopathic Personality” , / . / . F., vol. X L I (1960). M

eíí ANIe

Capítulo IV PSICOPATOLOGIA DE LA POSICION ESQUIZO-PARANOIDE

T V o es sorprendente que la psicopatología de la primera fase ■ ^ del desarrollo sea el problema más oscuro y difícil de la investigación psicoanalítica. Pues es la fase del desarrollo que más se aleja en el tiempo del momento en que vemos a nues­ tros pacientes, quienes seguramente ya han alterado, distor­ sionado y confundido sus primeras experiencias con las pos­ teriores*. Además, si observamos la conducta de los bebés, cuanto más pequeños son éstos más difícil nos resulta inter­ pretarla. Las dificultades que se encuentran para estudiar las primeras fases del desarrollo normal aumentan enorme­ mente ante fenómenos patológicos; cuanto más perturbado está el bebe, más se alejan sus experiencias de las que el observador adulto puede colegir por introspección. No obstante, el estudio de esta fase es de fundamental im­ portancia. Sabemos que en los primeros meses de la infancia yacen los puntos de fijación de la psicosis. Sabemos, además, que en la enfermedad psíquica se produce una regresión, no a una fase del desarrollo que fue en sí normal, sino a una fase en la que ya estaban presentes perturbaciones patológicas, que crearon bloqueos de desarrollo y constituyeron puntos de fijación. Por consiguiente, tenemos derecho a suponer (y nues­ tra experiencia clínica ha confirmado ampliamente esta suposi­ ción) que, en la medida en que el psicótico hace una regresión a los primeros meses de la infancia, regresa a una fase del desarrollo que ya entonces poseía rasgos patológicos. Gracias al estudio de las historias de pacientes esquizofrénicos y esqui­ zoides, y por la observación de bebes desde su nacimiento,

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estamos más capacitados para diagnosticar rasgos esquizoides en la temprana infancia y prever futuras dificultades. El psico­ análisis exhaustivo de pacientes esquizofrénicos de toda edad, incluyendo niños psicóticos, nos aclara la dinámica de las per­ turbaciones psicológicas de la temprana infancia. Como señalé en el capítulo anterior, en el desarrollo nor­ mal la posición esquizo-paranoide se caracteriza por la escisión entre los objetos buenos y malos y el yo que ama y que odia, escisión en que las experiencias buenas predominan sobre las malas. Esta es una condición necesaria para que en estadios posteriores del desarrollo se produzca la integración. He sub­ rayado también que en este estadio d bebe llega a organizar sus percepciones por medio de procesos proyectivos e introyectivos. Todos estos procesos se perturban cuando, por razones internas o externas y por lo general por una combinación de ambas, las experiencias malas predominan sobre las buenas. Sobrepasaría los alcances de este capítulo consignar los múl­ tiples cambios patológicos que pueden ocurrir en esta situa­ ción. Me limitaré a describir algunos fenómenos patológicos típicos. En condiciones desfavorables de la posición esquizo-pa­ ranoide, la identificación proyectiva se utiliza en forma dife­ rente que en el desarrollo normal. El Dr. W. R. Bion fue el primero en describir las características de la identificación proyectiva patológica. En el desarrollo normal, el bebe proyecta objetos internos y parte del Yo en el pecbo y en la madre. Estas partes pro­ yectadas casi no se alteran durante el proceso de proyec­ ción, y cuando tiene lugar la reintroyección subsiguiente pue­ den reintegrarse al yo. Además, estas partes proyectadas si­ guen ciertas líneas de demarcación psicológica y fisiológica. Por ejemplo, se puede proyectar lo “ malo” , o lo “ bueno” , o ciertos órganos de percepción como la vista o el oído, o los impulsos sexuales. El “ zorro resbaladizo” del material infantil presentado en el capítulo sobre la posición esquizo-paranoide es un ejemplo de semejante tipo de proyección. Pero cuando la ansiedad y los impulsos hostiles y envi­ diosos son muy intensos, la identificación proyectiva sucede de otro modo. La parte proyectada es hecha pedazos y des­ integrada en fragmentos diminutos, y son estos fragmentos

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diminutos los que se proyectan en el objeto, desintegrándolo a su vez en partes diminutas. El propósito de esta violenta iden­ tificación proyectiva es doblé. Como en el desarrollo patoló­ gico la realidad se experimenta primordialmente como perse­ cución, se odia violentamente toda experiencia de la realidad, externa o interna. La fragmentación del yo es un intento de desembarazarse dé toda percepción, y es ál aparato perceptual al que primordialmente se ataca, destruye y oblitera. Al mismo tiempo, se odia al objeto responsable de la percepción, y la proyección se propone destruir ese pedazo de la realidad — el objeto odiado— a la vez que librarse del aparato perceptual que ló percibió. Cuando la envidia es muy intensa, la per­ cepción de un objeto ideal es tan dolorosa como la experiencia de un objeto malo, ya que el objeto ideal provoca una envidia intolerable. Por esta razón, este tipo de identificación pro­ yectiva se puede dirigir tanto al objeto ideal como al per­ secutorio. Como consecuencia de este proceso de fragmentación no hay una “ limpia disociación” entré un objeto u objetos idea­ les y malos, sino que se percibe al objeto escindido en dimi­ nutos pedazos, conteniendo cada uno una parte diminuta v violentamente hostil del yo. Bien describió estos pedazos bajo la denominación de “ objetos extraños” . Este proceso desinte­ grador daña gravemente al yo mismo, y sus intentos de li­ brarse del dolor que le produce la percepción sólo consiguen incrementar las percepciones dblorosas, debidas ahora tanto al carácter persecutorio de los “ objetos extraños” como a la dolorosa mutilación del aparato perceptual. De este modo se establece un círculo vicioso, donde el dolor que produce la realidad conduce a una identificación proyectiva patológica, y ésta a su vez hace que la realidad se vuelva cada vez más persecutoria y dolorosa. El niño enfermo siente que la parte de la realidad afectada por el proceso está llena de “ objetos extraños” cargados de enorme hostilidad, que amenazan a un yo despojado y mutilado. Según mi experiencia, algunos pacientes tratan de salvar una parte escindida y apartada del objeto y lo que queda del yo intentando escindir y apartar y aislar estos “ objetos extra­ ños” en una especie de “ tercer área” . Por ejemplo un paciente esquizoide fronterizo me dijo: “ No puedo ponerme en contacto con Ud. Aquí está mi cabeza sobre la almohada y ahí está

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Ud. en su sillón. Pero entre la punta de mi cabeza y Ud. no hay más que un horrible ‘revoltijo sangriento’ ” . Prosiguiendé el análisis, comprendimos que este “ revoltijo sangriento” se asociaba con su experiencia de mamar de un pecho en el que se estaba formando un absceso. Sentía que el “ revoltijo” era como partículas chiquitas y mordidas del pecho, qué contenían su orina y héces y trocitos rotos de sus dientes. Podía preservar algo de su “ cabeza” , que representaba sü salud mental, y a una analista remota en el sillón, pero no había ninguna rela­ ción entre él y yo. La verdadera relación entre su boca y el pecho sucedía en la “ tercer área” , en el “ revoltijo” escindido y apartado tanto de la analista-madre como del paciente-bebe. En forma similar, una adolescente hebefrénica no me pres­ taba ninguna atención; lo único que parecía interesarle era el almohadón del diván. Según surgió en su análisis, el almo­ hadón representaba el pecho conteniendo su propia cabeza in­ fantil proyectada. Las interpretaciones sobre el almohadón como representante del pécho no significaban nada para ella, pero cuándo le interpreté que el almohadón representaba el pecho conteniendo la cabeza y qué estaba escindiendo y apar­ tando esta relación cabeza-pecho de la relación entré ella mis­ ma y su madre* se produjo un cambio muy marcado en la transferencia. La paciente empezó a reconocer mi presencia y vivenció una transferencia abiertamente hostil y persecutoria. En cuanto la transferencia se volvía demasiado intensa, escin­ día y apartaba otra vez la “ tercer área” y sólo prestaba aten­ ción al almohadón u ocasionalmente a otras partes del diván. El ataque a la realidad mediante la identificación proyectiva se conecta con otro proceso característico de la posición esquizo-paranoide, descrito también por Bion: los ataques al vínculo. El bebe ataca violentamente cualquier función u ór­ gano que percibe vinculando objetos. De esté modo destruye su propia boca y el pezón porque son un vínculo entre él mismo y el pecho. Como en el caso del paciente antes citado, en vez de un vínculo entre el paciente y la analista (el bebe y la ma­ dre) sus ataques producían un “ revoltijo sangriento” . En for­ ma similar, la adolescente hebefrénica tenía lo costumbre de arrancar hebras del almohadón y del diván, que luego rompía en trocitos. En momentos de insight reconocía que estaba tra­ tando de romper sus vínculos con el mundo exterior, “ sus ca­ denas” , como ella los llamaba. De este modo, se rompen y

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atacan vínculos entre el Yo y el objeto, interno y externo, o entre diversas partes del Y o, por ejemplo el vínculo entre las funciones de sentir y de pensar. Los vínculos entre los otros objetos se vuelven a su vez objeto de tremendos ataques envi­ diosos, pues el bebe se siente a sí mismo incapaz de vincular y envidia especialmente la capacidad de establecer vínculos de los demás. Por supuesto que cuanto más ataca los vínculos entre los objetos que internaliza, menos capaz se vuelve de establecer vínculos él mismo, y más envidioso. Estos vínculos percibidos entre los obj etos se sexualizan de inmediato, y muchos analistas que atienden esquizofrénicos están convencidos de que el bebe esquizoide tiene prematuras fantasías y experiencias genitales, prematura y violenta envidia sexual y celos. El complejo de Edipo permanece entonces en un nivel oral y se caracteriza no ppr los celos, sino por inten­ sa envidia de la relación entre los padres. El bebe esquizoide vive en un mundo muy distinto al del niño normal. Tiene su aparato perceptual dañado, se siente rodeado de objetos hostiles y desintegrados, sus vínculos con la realidad están cortados o son muy dolorosos, y su capacidad de establecer vínculos y de integrar se ha desbaratado. Para sobrevivir en semejantes condiciones, el bebe debe tratar de preservar de alguna manera una parte del yo capaz de alimen­ tarse, y de establecer un objeto lo bastante bueno como para que obtenga de él la alimentación y otros procesos introyectivos, como el aprendizaje. Se encuentra ante la tarea de es­ cindir y apartar y conservar un objeto ideal protegido dé los devastadores efectos de su identificación proyectiva. Quisiera presentar ahora un ejemplo de éste tipo de intento. El paciento que se quejaba del “ revoltijo” pasó por una fase de agudos sentimientos persecutorios relacionados con su esposa. En especial sospechaba que ella le estropeaba inten­ cionalmente la comida y una vez hasta llegó a pensar que le había puesto veneno. Sospechaba también que ella era peligro­ samente ambivalente e incluso cruel con su hijita. Con frecuen­ cia me acusaba de ponerme de parte de su esposa, y gradual­ mente sus sospechas fueron apareciendo más directamente en la transferencia. Al mismo tiempo se idealizaba a sí mismo, par­ ticularmente en su relación con su bebita y con su trabajo. Cuando habíamos elaborado parte de este material, y en espe­ cial cuando habíamos analizado en parte su auto-idealización

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y la proyección de partes malas de sí mismo, reconoció clara­ mente y con afecto sus propios ataques anteriores al análisis» que representaba a la vez el alimento materno y una creación de la madre: el bebe. A continuación de un insight particularmente intenso, llegó á la sesión con un estado de ánimo muy distinto. Su bebita había estado enferma la noche anterior y él la había oído llorar, pero no se había levantado. Comparó su conducta con la disposición inmediata de su esposa para atender a la niñita, su generoso amor y sus cuidados y la paciencia que tenía tanto con la beba como con él. Comentó también cuánta paciencia teñía yo para con sus diversas acusaciones y proyecciones. Pero agregó, con voz burlona: “ como cuando yo decía cosas malas de mi mujer, Ud. me interpretaba que eran partes malas de mí que yo ponía en ella, supongo que ahora, cuando digo cosas tan buenas de ella, y de Ud., me interpretará que son partes buenas de mí, que yo sólo veo en los demás” . Aunque su aso­ ciación era burlona, le interpreté que esto era realmente lo que él sentía. Le sugerí que necesitaba proyectar esas partes buenas porque, si las retenía dentro de sí, se expondría a conflictos y a obligaciones. Si retenía el amor a su bebita tendría que le­ vantarse por la noche para cuidarla. Si retenía su amor al análisis tendría que cuidarlo dentro de sí y protegerlo de sus propios impulsos malos. En cuanto tomó conciencia de su propia destructividad, tuvo que proyectar fuera su parte buena, para que su parte mala no la aplastara en un conflicto interno. De este modo nos erigió a su esposa y a mí, representantes de su madre, en objetos ideales que contenían todas sus partes buenas, dejándolo enteramente malo y despojado. Esta configurenion correspondía a muchas situaciones en que el paciente dejaba todo el trabajo por hacer a mi cargo, en la transferencia, o a su esposa, en su casa. Pero esta idealización era muy preca­ ria. Hacia la mitad de la sesión el paciente recordó, furioso, que había cedido a su esposa la mejor parte de sus bienes, y que la odiaba por esto. Se sentía robado y despojado. A conti­ nuación se quejó de que el análisis le robaba su autoestima y le hacía sentir que no valía nada. Su objeto ideal se convertía inmediatamente también en perseguidor. No podía tolerar los efectos de su propia idealización. Desde el momento en que cedió a su objeto ideal su “ mejor parte” , sintió que éste le

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había robado todo lo bueno de que disponía. Al mismo tiempo, aumentó enormemente su envidia, de modo que el objeto ideal volvía a ser blanco de ataques y de proyecciones hostiles. Presentaré otra ilustración de las complejas dificultades que implica mantener un objeto ideal cuando prevalecen pro­ cesos esquizo-paranoides patológicos. La paciente, una mujer de mediana edad, atravesaba una fase de aguda hipocondría con rasgos maníacos, paranoides y depresivos. Creía estar sufriendo de una infección microbiana generalizada a la que responsabilizaba de su inestabilidad anímica y de su agota­ miento general. Describía en forma muy vivida y fantástica cómo los gérmenes le atacaban el sistema nervioso central, per­ turbando su pensamiento y sus glándulas suprarrenales y ago­ tándola; cómo invadían sus órganos sensoriales, provocándole hiperagudeza visual y auditiva. No cabía duda de que sus per­ seguidores internos eran del tipo de los “ objetos extraños” . Estaban escindidos y apartados de personas con las que la paciente trataba de mantener una relación libre de persecución. Dividía a las personas de su relación en dos categorías. A las de la primera categoría ,las sentía dependientes de ella. Se sentía responsable y preocupada por ellas y culpable si las des­ cuidaba. Según ella, todas estaban al borde de un “ derrumbe nervioso” . Estas personas contenían su propio “ derrumbe ner­ vioso” proyectado. La segunda categoría incluía menos gen­ te ; idealizaba intensamente a su esposo y a uno o dos hom­ bres más, y dependía de ellos, aunque negaba enérgicamente esta dependencia. Pero no pudo mantener exitosamente esta disociación. De pronto empezó a sospechar de que uno tras otro de sus objetos ideales padecía un “ derrumbe nervioso” . La orina había desempeñado siempre un papel muy importante en su análisis. En este contexto, sentía que la orina provenía de una desintegración tan minuciosa de sus objetos internos y de partes de sí misma que los había convertido en algo informe; la sentía como un torrente de gérmenes que vertía en su objeto. Sentía y utilizaba su forma de hablar —-maníaca, verborrágica, exigente e invasora— como un torrente de orina mediante -4 cual podía proyectar su “ derrumbe nervioso” en su objeto. Durante un tiempo se resistió mucho a las interpretaciones transferenciales, hasta que un día dijo que había tenido un sueño. Giraba alrededor de una bacinilla que no se podía uti­ lizar porque estaba cubierta por una tela de algodón — si-

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tuaeión que, en el sueño, la Deíiaba de ira y desesperación. Su asociación con este sueño fue la siguiente; cuando la tarde anterior me habla llamado por teléfono para pedirme un cam­ b i ó l e hora pensó que yo había estado brusca y cortante du­ rante nuestra conversación telefónica. La labor realizada a continuación de este sueño esclareció su relación conmigo como objeto ideal. Su objeto ideal era en ese momento una bacinilla (un pecho en el que pudiera verter su orina, un objeto que pudiera contener su “ derrumbe ner­ vioso” sin derrumbarse a su vez). Si sus proyecciones no pare­ cían afectarme, sentía que yo bloqueaba su identificación proyectiva y que le era tan inservible como una bacinilla tapada; la dejaba estallar de gérmenes y orina. Pero si yo parecía de algún modo afectada por Sus proyecciones, por ejemplo si esta­ ba más pálida o tenía un ligero resfrío, la paciente sentía que todo “ el derrumbe” estaba proyectado en mí, lo que en princi­ pio me convertía en objeto de preocupación, pero enseguida yo me convertía en un perseguidor que vertía de vuelta en ella la desintegración y los gérmenes. En raras ocasiones, cuándo la paciente lograba insight del proceso entero, me podía sentir como el objeto ideal que satisfacía sus demandas incorporando su “ derrumbe nervioso” y tolerándolo sin derrumbarse real­ mente ni vengarse. Esta experiencia le procuraba un alivio temporario, pero incrementaba su envidia y sus frenéticos ata­ ques urinarios. Le resultaba tan intolerable reconocer su rela­ ción con su objeto ideal original^expresada en el sueño en que la bacinilla representaba a su analista (el pecho-bacinilla)— que necesitaba escindirla en tres tipos de relaciones que la preocupaban: sus gérmenes (mera persecución), sus objetos ideales, y sus objetos de preocupación (mezcla de depresión y persecución). Esta escisión de su objeto la defendía de reco­ nocer que eran sus propios ataques los que habían convertido a su objeto ideal en gérmenes-orina, y que por haber usado esa orina infectada para atacar al objeto externo se había produ­ cido el derrumbe de su objeto ideal. Para ilustrar mejor ciertos procesos patológicos transcri­ biré casi por completo la primera sesión de una adolescente esquizofrénica. En pro de la claridad dividiré la sesión en varias secuencias. La paciente era una muchacha de 16 años, y su esquizo­ frenia se había manifestado desde hacía mucho tiempo. Llegó

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a Londres procedente de un pueblito, X , poco después de que su padre se suicidara. No le habían dicho que había muerto por suicidio y se suponía que no lo sabía. Cuando la madre le comunicó las disposiciones para entrar en tratamiento, sólo hizo una pregunta: ¿Estaba casada la analista, y tenía hijos? P r i m e r a s e c u e n c ia : Entró, miró a su alrededor, se paseó casi Saltando por la habitación, y de inmediato empezó a ha­ blar. Dijo que venía a tratarse porque no se podía concentrar en el trabajo, pero no creía que fuera a hablar mucho, porque sabía que yo esperaba que hablara, y cuando la gente quería que hablara ella quería quedarse callada. Sólo quería hablar cuando creía que los demás querían que se callara. De cual­ quier modo, no tenía objeto hablar; la gente siempre hablaba de la salud, de casamientos y de tener hijos, y nada más que de eso. Ella no tenía ninguna de esas cosas, de modo que no tenía interés en esos temas. Luego volvió a mirar a su alrededor y murmuró: “ Y o sólo puedo hablar de enfermedad y eso hace que todos los que me rodean se enfermen” ; luego dijo en voz más alta: “ La gente habla mucho de enfermedades y eso no me hace bien, me enferma. De cualquier modo mi familia no hacía más que pelearse y hablar de enfermedades.” En la primera secuencia la paciente muestra un súbito cam­ bio de percepción. Al principio “ la gente siempre habla de la salud y de casamientos y de tener hijos” , y al final “ lo único que hacen es pelearse y hablar de enfermedades” . Tras este cambio de percepción hay un proceso dinámico. Ve en mí una persona sana, casada y con hijos, lo que repite su experiencia de sus padres como matrimonio. Al compararse conmigo — re­ presentante de sus padres— ella siente que no contiene más que enfermedad. Me envidia, como envidiaba a sus padres su sano estado matrimonial, y siente que hablando puede proyectarles la enfermedad (“ yo sólo hablo de enfermedad y eso enferma a todos” ), de modo que en el proceso de hablar hace que su familia se pelee y se enferme. Después ellos a su vez la invaden con la enfermedad. La envidia a sus padres y a la analista es inconsciente, y tiene sólo vaga conciencia de la naturaleza de sus ataques. Pero de lo que sí tiene conciencia es del peligro de hablar *. l Atendí a esta paciente antes de la publicación de Envidia y Gra­ titud, y es interesante notar cómo, en el análisis del psicótico, la envi­ dia inconsciente aparece de inmediato en primer plano.

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S e g u n d a s e c u e n c ia : Después de mi interpretación, en la que le señalé su ataque y su miedo a la retaliación, la paciente dijo que de cualquier modo no veía en la gente “ más que pro­ yecciones de personajes de libros” . Comentó cuánto le gustaba leer libros; los devoraba. Dijo que los personajes de los libros le parecían mucho más reales que cualquier otra persona, y sin embargo eran tan irreales. Los personajes de los libros po­ dían tener cualquier emoción, ella no tenía ninguna. Los per­ sonajes de los libros eran maravillosos porque podía hacer con ellos lo que quisiera. Ni siquiera le importaba lastimarlos, ya que ellos nunca cambiaban.

En la segunda secuencia la paciente muestra la disociación que existe en su mente. Siente que sus proyecciones enferman a las personas reales de su alrededor, quienes se convierten en perseguidores que a su vez proyectan en ella y la enferman. Por eso pone todo su amor en personajes de libros y éstos se convierten en sus objetos ideales. Cuando ha proyectado toda su enfermedad — maldad— en personas reales, y todo su amor y cualidades ideales en personajes de libros, ella misma se siente completamente vacía. No tiene emociones ni contenidos, sean buenos o malos. Para contrarrestar esto, necesita devorar libros en un intento de introducir dentro de sí estos objetos ideales y recuperar las partes proyectadas de sí misma que están ahora en ellos. En esta secuencia también se trasluce por qué convierte en objetos ideales a personajes de libros, en vez de personas reales. Los personajes de libros satisfacen más sus condiciones para que un objeto sea ideal. El objeto ideal no sólo tiene que ser perfecto e indestructible, sino también com­ pletamente complaciente. (“ Puedo hacer con ellos lo que yo quiera” .) T e r c e r a s e c u e n c ia : Formulé una interpretación corta, se­ ñalando la disociación y la idealización, y al hacerlo utilicé la frase siguiente: “ Y ahora tienes que tomar esos personajes de libros adentro de ti” . Al oír la palabra “ adentro” , la paciente mostró un súbito cambio de conducta. Reveló indudables signos de que sentía una violenta persecución interna. Se retorció las manos, se dobló en dos, gimió y musitó entre dientes, de modo que sólo alcancé a entender las palabras “ adentro” , “ dolores” , “ sensación en el cuerpo” , “ dolor en la uña” . Le interpreté su miedo de que las palabras se metieran dentro de ella, controlán­

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dola y haciéndole doler. Sin responderme, comenzó una nueva cadena de asociaciones. C u a r t a s e c u e n c ia : Empezó a hablar animadamente de su pasado: había estado pupila en una escuela desde los cuatro años y era maravilloso. “ No importaba lo que uno hacía y a quién se lo hacía” . Dijo entonces que ella y mamá dejaron a papá cuando ella tenía dos anos 2. Habían recogido a todas las personas enfermas del ferrocarril y del camino y habían sido evacuadas junto con esa gente. A los cuatro años decidió ingresar como pupila a una escuela y dejó a ambos padres. En respuesta a mi comentario sobre dejar atrás al padre, dijo: “ Oh, no importaba en lo más mínimo. Y o no distinguía a una persona de otra.” Comenzó entonces a mirar ansiosamen­ te a su alrededor. Le sugerí que ahora estaba buscando a su padre y que quizá lo extrañaba como lo había extrañado a los dos años. Se rió y dijo: “ ¿Extrañar a papá? ¿En Londres? ¡Eso no puede ser! ¡Aquí no! No se extraña a una persona en un lugar donde nunca estuvo. Si yo hubiera estado en X quizás habría sentido algo por él, pero no podría sentir nada por él en Londres, después que lo dejé en X .” Le interpreté que sentía que había dejado atrás una parte de ella misma y se había arrancado a sí misma de sus propios recuerdos, deján­ dolos en X. Entonces dijo en voz muy alta: “ Oh, sí. Pero las cosas la siguen a una, gusanos, lombrices, cosas de los sueños y esqueletos que saltan de los aparadores.” 3 En esta secuencia la paciente muestra una reintroyección de la enfermedad proyectada. El padre, a quien había dejado atrás, se escinde en su mente en miles de personas enfermas, a quienes siente que debe tomar primero dentro de sí y luego “ evacuar” . Muestra también algunos de sus mecanisinos de defensa contra la culpa y persecución producidas por la des­ trucción de su objeto (el padre). Por ejemplo, se escinde en el espacio y en el tiempo, dejando una parte de sí misma en todo lugar que abandona. Al padre, que murió en X, y a la parte de ella que lo introyectó, los arranca de sí misma, los deja en X, y por un momento los cree omnipotentemente ani2 En realidad» había sido evacuada junto con su madre a los dos años» y a los cuatro la habían dejado pupila en el colegio al que asis­ tía, al parecer por insistencia propia. 3 Esta referencia inconsciente al suicidio del padre es típica del pensamiento esquizofrénico.

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quitados. Pero de inmediato confiesa el fracaso de este meca­ nismo; siente que este objeto destruido, escindido en pedacitos, y la parte de sí misma que trató de dejar atrás, la siguen a todas partes en forma de gusanos, lombrices, etcétera. La parte siguiente de la sesión giraba alrededor de su rela­ ción con su hermana menor, y no la relataré aquí porque sigue una pauta muy similar a la de su relación con el padre. Hacia el final de la sesión describió claramente su mundo interno. Q u in t a s e c u e n c ia : “ Es como lo de] hombre de la Biblia. El vivía en un castillo maravilloso y allí coleccionaba toda clase de tesoros, pero el castillo estaba lleno de horribles criaturas y de bichos asquerosos, y él se tuvo que exiliar en un chalecito.” Cuando le interpreté que así se sentía ella y que era en su mundo interno donde estaba exiliada del castillo y debía vivir en un chalecito, dijo muy tristemente, y pareciendo sana por primera vez en la sesión, “ Sí, pero él no debía haberlo hecho, ante todo no así.” En esta última secuencia la paciente muestra muy clara­ mente cómo se siente en relación con su mundo interno. Se siente escindida; hay una parte de ella que está llena de ri­ quezas como el castillo; sus objetos ideales con sus cualidades maravillosas, y otra parte pobre y llena de bichos asquerosos. Siente que ha incorporado tas cosas buenas con voracidad y envidia, y que al hacerlo privó a la gente de toda bondad. Los demás se han vuelto vacíos y malos y se han convertido en bichos asquerosos que la persiguen. Se siente invadida por bi­ chos asquerosos (la enfermedad del comienzo de la sesión) y exiliada del castillo de sus sueños, y en su mundo interno tiene que vivir en una parte de sí misma escindida y apartada y des­ pojada — el chalecito— , desprovista de sentimientos, de sen­ saciones, y de cualquier experiencia que no sea la de pobreza y persecución.

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BIBLIOGRAFIA W.

"Language and the Schizophrenic” , New Directions in Psycho-analysis (Cap. 9). Hay versión castellana: Nuevas direcciones en psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 1965. — “ Differentiation o f the Psychotic from the Non-Psychotic Part of the Personality” , I. / . P., vol. 38 (1957). — “ Attacks on Linking” , L J. P„, vol. 40 (1959). H. R o s e n f í x d : ‘‘Notes on the Psycho-analysis o f the Super-ego Conflict o f an Acute Schizophrenic Patient” , 7. J. P ., vol. 33 (1952). New Directions in Psycho-analysis (Cap. 8). Hay versión caste­ llana: Nuevas direcciones en psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 1965. H a n n a S e g a l : “ Bepression in the Schizophrenic” , / „ / . P., vol. 37 (1956). B io n :

Capítulo V LA POSICION DEPRESIVA

A

describir la posición esquizo-paranoide, traté de mostrar cómo el manejo exitoso de las ansiedades de los primeros meses del desarrollo lleva al bebe a organizar gradualmente su universo. A medida que los procesos de escisión, proyección e introyección le ayudan a ordenar sus percepciones y emocio­ nes y a separar lo bueno de lo malo, el bebe se encuentra ante dos objetos: un objeto ideal y un objeto malo. Ama al objeto ideal, trata de adueñarse de él, de conservarlo y de identificar­ se con él. En el objeto malo ha proyectado sus impulsos agre­ sivos y lo siente como una amenaza para sí mismo y para su objeto ideal. L

Si el desarrollo se efectúa en condiciones favorables, el bebe siente cada vez más que su objeto ideal y sus propios im­ pulsos libidinales son más fuertes que el objeto malo y sus propios impulsos malos; se puede identificar cada vez más con su objeto ideal, y gracias a esta identificación y también al crecimiento y desarrollo fisiológico de su yo, siente que éste se va fortificando y capacitando para defenderse a sí mismo y al objeto ideal. Cuando el bebe siente que su yo es fuerte, y a la vez firme poseedor de un objeto ideal fuerte, sus propios im­ pulsos malos le asustan menos y se ve entonces menos impelido a proyectarlos afuera. Al disminuir la proyección de los impul­ sos malos disminuye también el poder atribuido al objeto malo, mientras que el yo se fortifica, pues la proyección lo empobrece menos. El bebe tolera mejor el instinto de muerte dentro de sí y decrecen sus temores paranoides; disminuyen la escisión y la proyección y gradualmente puede predominar el impulso a la integración del yo y del objeto.

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Desde el principio hay tanto una tendencia hacia la inte­ gración como hacia la escisión, y a lo largo del desarrollo, in­ cluso en los primeros meses, el bebe pasa por momentos de integración más o menos completa. Pero cuando los procesos integradores se hacen más estables y continuos surge una nueva fase de desarrollo: la posición depresiva. Melanie Klein definió la posición depresiva como la fase del desarrollo en que el bebe reconoce un objeto total y se rela­ ciona con dicho objeto. Este es un momento crucial del desa­ rrollo infantil, que el lego advierte claramente. Todos los que rodean al bebe perciben en él un cambio y lo consideran un progreso enorme — advierten y comentan que ahora el bebe reconoce a su madre. Como sabemos, enseguida comienza a reconocer también a otras personas de su ambiente, general­ mente primero al padre. Cuando el bebe reconoce a su madre, esto significa que ya la percibe como objeto total. Cuando deci­ mos que el bebe reconoce a la madre como objeto total, con­ trastamos esto tanto con relaciones de objeto parcial como con relaciones de objeto disociado; o sea que cada vez más el bebe se relaciona no sólo con el pecho, manos, rostro, ojos de la madre como objetos diferenciados, sino con la madre co­ mo persona total, que puede ser a veces buena y a veces mala, que puede estar presente o ausente, y a la que puede amar y odiar al mismo tiempo. Comienza a percatarse de que sus ex­ periencias buenas y malas no proceden de un pecho o madre buena y de un pecho o madre mala, sino de la misma madre, que es a la vez fuente de lo bueno y de lo malo. Este reconoci­ miento de la madre como persona total tiene muchas conse­ cuencias y abre un mundo de experiencias nuevas. Reconocer a la madre como persona total significa también reconocerla como individuo con una vida propia y con sus propias rela­ ciones con otras personas. El bebe descubre cuán desamparado está, cómo depende totalmente de ella, y cuántos celos le provo­ can los demás. Este cambio en la percepción del objeto se acompaña de un cambio fundamental en el yo, pues a medida que la madre se convierte en objeto total, el yo del bebe se convierte en un yo total, escindiéndose cada vez menos en sus componentes buenos y malos. La integración del yo y del objeto prosiguen simultáneamente. Al disminuir los procesos proyectivos e in­ tegrarse más el yo se distorsiona menos la percepción de los

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objetos, de modo que el objeto malo y el objeto ideal se aproxi­ man el uno al otro. Al mismo tiempo, la introyeceión de un objeto cada vez más total estimula la integración del yo. Estos cambios psicológicos estimulan la maduración fisiológica del yo, que a su vez los estimula a ellos; la maduración del sistema nervioso central permite la mejor organización de las percep­ ciones provenientes de diferentes áreas fisiológicas y el desa­ rrollo y organización de la memoria. Al percibir a la madre como objeto total, el bebe puede recordarla, o sea, recordar gratificaciones anteriores en momentos en que la madre parece frustrarlo, y anteriores experiencias de frustración mientras ella lo está gratificando. A medida que prosiguen estos procesos de integración, el bebe reconoce más y más claramente que es una misma persona— él mismo— quien ama y odia a una misma persona — su madre. Se enfrenta entonces con los conflictos, vinculados con su propia ambivalencia. Este cambio en el es­ tado de la integración yoica y objetal trae consigo un cambio en las ansiedades del bebe, que se centran ahora en otro punto. En la posición esquizo-paranoide, el motivo principal de la ansiedad es que el objeto u objetos malos lleguen a destruir al yo. En la posición depresiva, las ansiedades brotan de la ambivalencia, y el motivo principal de la ansiedad del bebe es que sus propios impulsos destructivos hayan destruido o lle­ guen a destruir al objeto amado de quien depende totalmente. En la posición depresiva se intensifican los procesos de introyección. Esto se debe en parte a la disminución de los me­ canismos proyectivos, y en parte a que el bebe descubre cuánto depende de su objeto, a quien ve ahora como persona indepen­ diente que puede alejarse de él. Esto aumenta su necesidad de poseer este objeto, de guardarlo dentro de sí, y si és posible, de protegerlo de su propia destructividad. La posición depresiva comienza en la fase oral del desarrollo, en que el amor y la necesidad provocan el deseo de devorar. La omnipotencia de los mecanismos de introyeceión oral hace surgir ansiedad ante la perspectiva de que los poderosos impulsos destructivos des­ truyan no sólo al objeto bueno externo, sino también al objeto bueno introyectado. Como este objeto interno bueno forma el núcleo del yo y del mundo interno del bebe, surge en el bebe la ansiedad de poder ser él mismo el autor de la completa des­ trucción de su mundo interno. El bebe bien integrado, que puede evocar y conservar su

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amor por el objeto bueno, incluso mientras lo odia, está expues­ to a nuevos sentimientos poco conocidos durante la posición esquizo-paranoide: el duelo y la nostalgia por el objeto bueno al que se siente perdido y destruido, y la culpa, una experien­ cia depresiva típica provocada por el sentimiento de que per­ dió a su objeto bueno por su propia destructividad. En la cús­ pide de la ambivalencia puede sobrevenirle la desesperación depresiva. El bebe recuerda que ha amado, y en realidad ama aún a su madre, pero siente que la ha devorado o destruido y ya no puede recurrir a ella en el mundo exterior. Además, la ha destruido también como objeto interno, al que siente ahora hecho pedazos. Para él su inundo interno, identificado con este objeto, también está hecho pedazos, y vivencia agu­ dos sentimientos de pérdida, culpa y nostalgia, sin esperanzas de recuperarlo. Además de sufrir por sí mismo sufre por su madre, pues la ama constantemente, y también porque conti­ nuamente está introyectándola e identificándose con ella. Sus padecimientos se acrecientan porque se siente perseguido. Esta persecución se debe en parte a que en la cúspide de los senti­ mientos depresivos reaparece cierta regresión, por lo cual nue­ vamente se proyectan los malos sentimientos y se los identifica con perseguidores internos, y en parte a que en cierta medida se vuelve a sentir como perseguidor al objeto bueno hecho pedazos que provoca tan intensos sentimientos de pérdida y culpa. He aquí un sueño típico, soñado por una paciente que se sentía amenazada de caer en desesperación depresiva. Esta pa­ ciente era una maníaco-depresiva, y en la época del sueño atravesaba un intervalo casi libre de depresión y de manía. El día anterior al sueño me había planteado que por dificul­ tades económicas quizá no pudiera proseguir su análisis, y me había preguntado si yo podría seguir atendiéndola aunque no pudiera pagarme mis honorarios por un tiempo. Como sus difi­ cultades externas parecían muy reales, le di a entender que yo no pensaba terminar allí su tratamiento. Al día siguiente, la paciente comenzó la sesión quejándose de que mi sala de espera era muy fría. Por primera vez había pensado también que parecía muy grisácea y lúgubre y deplo­ raba que le faltaran cortinas. Tras estas asociaciones contó un sueño. Dijo que el sueño era muy simple, sólo había en él un mar de témpanos de hielo. Los témpanos se aproximaban en

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oleadas interminables, de modo que no se podía ver el mar, el mar azul mismo, sino sólo esas enormes montañas blancas que se acercaban en grandes oleadas, una tras otra. En el sueño ella advertía claramente que esos témpanos de hielo eran muy pro­ fundos y que las montañas blancas y frías sobre la superficie del mar eran sólo un fragmento del gigantesco hielo bajo la superficie. Al despertar había pensado que temía caer pronto en las garras de la depresión. Agregó que este sueño mostraba más claramente que cualquier sueño anterior cómo sentía real­ mente su depresión — era como estar en las garras de esos tém­ panos, que la llenaban de tal modo que nada quedaba de su personalidad— ; ella misma se convertía en un témpano, sin