Incendiarios De Idolos

  • 0 0 0
  • Like this paper and download? You can publish your own PDF file online for free in a few minutes! Sign Up
File loading please wait...
Citation preview

Incendiarios de ídolos Un viaje por la revolución de Asturias

Incendiarios de ídolos Un viaje por la revolución de Asturias

Mathieu Corman

O

cam balach

m e m o ria

T ítu lo o rig ina l: B rú le u rs d ’id o le s. D e u x va g a b o n d s d a n s le s A s tu rie s en ré v o lte E d ito ria l Tribord, París, 1935

1a e dició n M a yo 2009 E d ita : cam balache C a lle M a rtín e z V ig il, 30, bajo. 3 3 0 1 0 O vie do . T fno : 9 8 5 20 22 92 e -m ail: ca m b a la che @ loca lcam b a lach e .o rg w w w .lo calca m b ala che .org Traducción: Carlos García Velasco Diseño y maquetación: Amelia Celaya Ilustraciones: Amelia Celaya Fotomecánica: Fotomecánica Principado Impresión: La Cooperativa

D epósito Legal: A S -21 3 6-2 0 09 ISBN: 978-8 4-61 3 -07 2 5-8 im preso en p a p e l recicla d o

Todos n ue stros libros e stá n e d ita d o s bajo licencia c o p y le ft; e s to sig n ific a que e s tá p e rm itid a su re pro d u cció n , m o difica ció n , co pia , d istrib u c ió n y e xhib ició n , sie m p re que se haga c ita n d o a la a u to ra o a u to r y sin ánim o de lucro. Frente a cánones e im pu e sto s cre em o s que el in te ré s de la pub licació n de libros es d ifu n d ir sus co n te n id o s, s e rv ir de h e rra m ie n ta s e d u ca tiva s y de d e b a te ; p o r eso to d o s los libros que pub licam o s se pueden d e sca rg a r g ra tu ita m e n te en w w w .lo c a lc a m b a la c h e .o rg .

índice

P resen tación

7

Prólogo D os trotam u nd os y un libro

9

I La aventura

19

II La Revolución

73

La p acificación

109

P ostfacio S o cialistas y com u nistas belgas an te el octu b re revolucionario de Asturias 1934 Biografía Un librero en la torm enta

149

Presentación

Con la mirada puesta en un futuro incierto, olvidada en los m árgenes del primer mundo, Asturies parece condenada a ser el sím bolo de las luchas perdidas. El presente es, de nuevo, oscuro; quizás por eso volvem os la mirada al pasad o en bu sca de las certidum bres que ahora nos faltan. Y la re­ volución d'ochobre, aquella que hubiera cam biado el curso de nuestra historia, es uno de eso s referentes que nos impulsan a gritar con ra­ bia al tiem po que nos paralizan la garganta. La fuerza de las m ujeres y hom bres que dieron un salto al vacío en aquellos días de octubre; que se enfrentaron a la muerte, la repre­ sión y la cárcel - d e la que saldrían para engrosar las filas de com b a­ tien tes de otra guerra perdida-, parece llegar h asta n oso tras a través del tiem po. Sin em bargo, no escu ch am os sino el e co de las voces, el sonido lejano de las can cion es; m ientras que el d eseo y las ansias de lucha que les em pujaron a arriesgarlo tod o se perdió entre las nie­ blas de la historia, tan cercana, tan lejana. Miles de páginas que analizan cada detalle, cada palabra recogi­ da, cada imagen fijada. Miles de páginas que explican el por qué, el cuándo y el c ó m o ... tanto se ha escrito sobre esta revolución que parece im posible poder aportar algo más. Incendiarios de ídolos tiene la mayor y más pequeña de las pretensiones a un tiem po: darnos la posibilidad de contem plar una parte de nues­ tra historia a través de la mirada de otro. Mathieu Corman se asom ­ bra, divierte o ironiza sobre lo que va encontrando a su paso; quiere ver con sus propios o jo s «com o se h a ce una revolución». Y lo con si­

gue, aunque no es la aventura feliz que esperaba sino un cam ino lle­ no de incertidum bres por una tierra en llamas. En este libro, m ás que en ninguno de los anteriores, hem os servido de puente para que otros pudieran contar; por eso querem os m os­ trar nuestro agradecim iento a las personas que lo hicieron posible. En primer lugar a Carlos García, que nos descubrió a los incendiarios. A su interés y apasionada perseverancia se debe esta edición. Y, por supuesto, al regalo de su traducción. A Geneviéve Michel, que consiguió que con tactáram os con los h e­ rederos del autor y que nos ofreció, junto con Carlos, el prólogo y el postfacio del libro. Y a Carmen García, que corrigió las im precisiones historiográficas c o ­ m etidas por Corman. C onocer nuestro pasado es im prescindible para poder cam biar nues­ tro presente. C onocer nuestras raíces es n ecesario para saber quie­ nes som os. Recordar que m uchas otras, antes que n osotras, han pi­ sado esta tierra abriendo sendas, dejando su rastro en el cam ino. R econocer en sus luchas el reflejo de las n u estras... Nuestra memoria obstinada no las olvidará nunca.

Eva Martínez, cambalache

Prólogo

D o s tro ta m u n d o s y un lib ro * Incendiarios de ídolos, com o la mayor parte de los libros de Mathieu Corman, es una obra atfpica. O scila entre el relato de viaje, la crónica periodística y, en m enor medida, el panfleto político y el testim onio com prom etido. Dedicado a Marcel Ronsom m e, un oficial de infante­ ría que Corman había con ocid o en Colonia en 1922, el libro cuenta el viaje improvisado del autor y de L u d en 1, su amigo periodista, que deciden recorrer en m oto las carreteras de una agitada España. La obra se divide en tres partes introducidas por citas extraídas de Le Cocu magnifique, de Fernand Crommelynck2, cuya elección más bien parece que responde al gusto de Corman por esa obra que a su re­ lación con el texto. Pues, en el curso del viaje, otra frase de Crom­ melynck, «de una adorable locura», le viene a la cabeza para expresar la em oción de una situación nocturna. De forma igualmente sorpren­ dente, la obra termina con una cita p oética tom ada de Francis James: «J'aime l'áne si d ou x...» («Amo el asno, tan so seg ad o ...»), a con ti­

1 Probablem ente Luden Van Vye (1911-1993), oficial de la marina en O stende, periodis­ ta y pintor ocasional, que m ás adelante acom pañará a Corman a los B alcanes. Esta in­ form ación y la mayor parte de la que se m enciona d espués ha sido sacada de la biogra­ fía de Mathieu Corman, publicada en flam enco por Roger Tavernier («Mathieu Corman: boekhandelaar, globetrotter, repórter», reed. en De Brakke Hond, n° 44, 1999, p. 48-76) y acom pañada de no tas bien docum entadas. 2 Fernand Crommelynck (1885-1970), dramaturgo belga nacido y m uerto en Francia. Creado en 1920 en París y publicado en 1931, Le Cocu magnifique se afirma co m o una de las obras teatrales m ás im portantes de entreguerras y es fuente de inspiración para nu­ m erosos escenógrafos, entre ellos Meyerhold. Influenciado por el expresionism o ale­ mán, Crommelynck utiliza un lenguaje nuevo, que pasa bruscam ente de la exageración al lirismo.

nuación de la cual Corman esta b lece el paralelism o entre el asno, humilde y fuerte, y el pobre, para ilustrar con ello su posición contra los explotadores en general y en la rebelión de Asturias en particular. Emprendida con la idea del periodista, la aventura está con tad a por el librero, curioso y gen ero so, enam orado de E spañ a y am an te de la literatura, lo que le imprime una m arca de eclecticism o . La obra fue publicada en 1935 en E d icion es Tribord, la editorial creada por M athieu Corman para publicar sus propias obras, pero tam bién re­ lato s de la guerra, novelas populares so viéticas y algunos clásico s del m arxism o leninism o. La dirección de O stend e en donde está dom iciliada (51, rué Buyl) es la de la librería Corman en esa ciu­ dad. En cu an to a la dirección parisina (1, rué Livingstone), cam bia a medida que va publicando; se trata quizá de una simple dirección para la recep ción de la corresp on d en cia. La edición original c o n tie ­ ne algunas erratas, faltas de ortografía, im precisiones tipográficas y errores de traducción que, lejos de resultar an tip áticos, le dan un p eq u eñ o toq u e artesanal cuand o se c o n o c e su historia. La obra fue im presa en la Im prenta C ooperativa O brera de La Louviére, señera ciudad m inera en Bélgica. La primera parte, «La Aventura», cuenta las etap as y las peripecias del viaje, la decisión de poner proa a la Asturias rebelde, el itinerario tom ando carreteras a m enudo difíciles que llevan al corazón de las zonas de enfrentam iento, así com o las tretas de los dos com pinches para superar los con troles militares. Corman construye su relato a pinceladas, ritmando el texto con subtítulos que lo dividen en pe­ queñas partes, que evitan las transiciones aburridas y lo vuelven lige­ ro y vivaz. Su escritura recurre con frecuencia a los diálogos, las ex­ clam aciones, la elipsis y la frase corta, aproxim ándose al relato oral, h asta el punto que se tiene realm ente la impresión de acom pañar a los dos amigos en su periplo. Sin em bargo, incluso cuando se cruzan con las fuerzas del orden, alcanzan la línea de fuego o penetran en la zona rebelde, el relato de Corman está más cerca de las peripecias

de b oy-scou ts que del reportaje periodístico, pues la relación entre los dos hom bres, sus brom as de colegiales y sus tem as de interés un p oco de cultura, m ucha ch an za-, resultan juveniles y superficia­ les. Al hilo de los días y de las páginas, sin em bargo, el lado brom ista y criticón de los dos com pañeros resulta ser tam bién una ventaja: les permite forzar los con troles militares y les conduce allá donde nin­ gún periodista extranjero pudo entrar. H abiendo salido para España al primer impulso, sin una idea preconcebida del lugar a donde iban a ir a parar, eligen Asturias cuando se enteran de que la provincia «se ha constituido com o E stad o com unista independiente». A medi­ da que se aproximan, se dirigen sistem áticam en te hacia los lugares que les han sido vetad os por los guardias civiles. Su in con scien cia es tam bién su fuerza y les ayuda a sortear los elem entos naturales (nie­ ve, frío, m ontaña); aliada a su fanfarronería natural y a su espíritu de aventura, les permite vencer la hostilidad de la gente. Es así com o el coronel Solchaga, en Infiesto, acabará por firmar el salvoconducto que les franquea el a c c e so a Gijón e incluso a Oviedo. Su «m otosaurio», un híbrido entre la m oto y el dinosaurio, les lleva a todas partes por tod as las carreteras. El pintor L abisse3, amigo de Corman, dibu­ jará el itinerario que siguieron a partir del relato y de las indicaciones de Corman. Reproducido en la página 145, ese m apa m uestra que después de Asturias, pasaron por Valladolid, Madrid y Toledo antes de seguir la co sta catalana (en la página 167 se puede ver una foto de Corman delante de su tienda de cam paña en una playa de Tarra­ gona) y volver a Francia por el puerto de Perthus. El m apa de Labisse, divertido con sus p equ eñ os dibujos ilustrativos, no es sin em bargo muy preciso en lo que se refiere a Asturias. En la segunda parte, «La Revolución», cam bia el ton o y se interrumpe el relato. No solam ente dejan de intervenir los dos com pañeros de

3 Félix Labisse (1905-1982), pintor co n residencia habitual en O stende, mantuvo co n ta c­ to co n los surrealistas. Realizó un fresco com pu esto de treinta y seis retratos de artistas o escritores para decorar las paredes de la librería Corman en Ostende.

viaje, sino que los acon tecim ientos son relatados más bien desde el punto de vista de los rebeldes. El diario de viaje se transform a en re­ portaje periodístico sobre el d esencad enam iento de la insurrección, su extensión en Asturias, la tom a de Oviedo y el fracaso de Gijón; da una pincelada de la organización revolucionaria an tes de desarrollar un alegato para desm entir las atrocidades que la prensa católica y progubernam ental imputa a los obreros en rebelión. A continuación narra el avance de las tropas gubernam entales, la lle­ gada de las fuerzas coloniales y la recuperación de Oviedo. Corman llega probablem ente a Oviedo el 10 u 11 de octubre, ju sto después de la tom a de la ciudad; los cadáveres todavía no habían sido retira­ dos y las ruinas aun hum eaban. Corman redacta su relato p o co des­ pués de su regreso a Bélgica - la obra sale impresa el 15 de abril de 1 9 3 5 - a partir de lo que había visto y oído, y de los docu m entos re­ cogidos in situ (bando del Com ité Revolucionario, panfletos y perió­ dicos); no hay alusión alguna a la represión policial que siguió a la militar. El mayor interés de esta obra es el testim onio en caliente (por lo que com porta algunas im precisiones) de un testigo ocular, proba­ blem ente el único observador extranjero que penetró en la zona re­ belde durante los acontecim ientos. La tercera parte se titula «La Pacificación», lo que sorprende después del relato periodístico que privilegiaba el punto de vista de los rebel­ des. En efecto , si el final de los co m b ates conduce a una cierta paci­ ficación, no puede ser la de los insurrectos, golpeados por el fraca­ so de su com una y por la represión policial. De h ech o, se trata más bien del apaciguam iento de los dos com pañeros cuando acaban por dejar Asturias: habiendo llegado a Castilla, con statan aliviados que su viaje «por fin, se ha convertido en un viaje de placer». El relato de viaje los encuentra en donde los había dejado la primera parte: en la co sta y, más con cretam en te, en Gijón, ocupado por las tropas guber­ nam entales. Gracias al salvoconducto, los dos aventureros son au­ torizados a tom ar la carretera hacia Oviedo. Seguirán las huellas de

la reconquista y de la represión, primero exultantes por su co n tacto con la Historia («¿No nos h em os convertido en au tén ticos 'co rres­ ponsales de guerra', cuyas aventuras n os gustaba leer en nuestros libros juveniles?»), pero muy pronto abatidos por tanta ruina, muerte y miseria. D espués de h aberse h ech o pasar por turistas o por redac­ tores de guías turísticas, en ese m om ento reivindican la condición de periodistas y aprovechan para tom ar num erosas fo to s (que des­ graciadam ente no h em os podido encontrar). O btienen la autoriza­ ción para ir a Madrid, pasando por el puerto de Pajares y León, atra­ vesando de e se m odo la zona de los últim os com b ates. Un oficial les dice que son los primeros en pasar por allí. Ante esto, Mathieu y Lucien se las arreglan para pasar una n och e junto a los insurrectos, y no en cualquier sitio: en Mieres, uno de los cen tros de la insurrec­ ción, y ju sto la n och e que preced e al arm isticio. A través del relato del encuentro con las gen tes del lugar, aquí com o en la primera par­ te, Corman nos ofrece detalles sobre la organización revolucionaria, a diferencia de la mayor parte de los periódicos de la época, que ha­ blan fundam entalm ente de la represión. Asimismo, es de esta m ane­ ra com o supera la an écd ota y los recuerdos de viaje para dejarnos un testim onio de primera m ano y de primera hora. No ob stan te, ca b e señalar que la actitud pretendidam ente neutral adoptada por Corman resulta vaga y ambigua, aferrándose a la ilu­ soria necesidad de objetividad periodística. Enseguida se entiende que esta actitud está ante tod o determ inada por la naturaleza del propio viaje y por la necesidad de tratar con los cerberos guberna­ m entales con el fin de ir a la zona insurrecta. Todavía se ponen más a prueba los límites de la neutralidad de Corman si se la com pa­ ra con la imparcialidad que adopta Franz Borkenau, en Spanisfi CockpitA que -a u n situándose claram ente en el cam po republicano en

4 El reñidero español: la guerra civil española vista por un testigo europeo. Franz Borkenau. (2001) Ediciones Península.

1936 y rechazando cualquier pretensión de objetiv id ad - da lugar a una obra de lo más seria y docum entada; se niega a favorecer a una de las tend encias, y bu sca incluso com pletar sus observaciones m e­ diante una estan cia en las líneas franquistas (que no le fue c o n c e ­ dida). La diferencia está en las intenciones - e l relato de un viaje un p oco movido para Corman; un estudio sociológico e histórico so ­ bre un período del que Borkenau ha cap tad o toda su im p o rta n cia -y por consiguiente, se m arca tam bién en el m étodo: en cu esta crítica y en profundidad para Borkenau; im presionism o y superficialidad para Corman. Sin duda, las sim patías de Corman van hacia los insurrec­ tos, lo dice desde el principio, pero no acaba de tom arlos en serio y no es sino retrospectivam ente cuando evalúa la im portancia de esa rebelión: «Ahora recon o cem os -e s c r ib e cuando deambula por Ovie­ do en ru in as- que la revolución española, contrariam ente a lo que habíam os creído en un principio, ha sido un acon tecim iento de gran envergadura. Sin ninguna duda es el movimiento obrero más impor­ tan te que se haya registrado en el mundo desde la Revolución Rusa». Lo que no es decir poco, sobre tod o en b o ca de un futuro com unis­ ta ... (Corman se afilia al Partido Com unista en 1935). A fin de cuen­ tas, sus co n ta c to s con las tropas gubernam entales son con diferen­ cia m ucho más frecu entes que sus relaciones con los insurrectos, y la propaganda dirigida a desacreditar la insurrección tam bién produ­ ce sus efecto s sobre él. Por lo dem ás, Corman tiene la honestidad de confesarlo al final de su diatriba condenando los relatos falsificados de las atrocidades: ¡si se sien te tan afectad o por las m entiras de la prensa, es porque tam bién él las había creído! A pesar de ese vaivén, a v eces un p oco exasperante, entre una tom a real de con cien cia acerca de la im portancia de los acon tecim ientos a los que asiste, y una actitud jo co sa y p oco con secu en te, el relato de Corman constituye un testim onio original, vivaz y sorprendente, que ha perm anecido h asta ahora inédito y casi com pletam ente d esco ­ nocido en España. Y nos ofrece tam bién la oportunidad de analizar las relaciones entre esa s dos regiones mineras que son Asturias y la

Bélgica francófona: ¿no aporta (página 68) Corman el testim onio de un h abitan te de Colunga que le com unica la fama de buena organi­ zación y eficacia de los sindicatos obreros belgas y de la fuerza de su partido político, en ese caso, el Partido Obrero Belga (POB)?

G eneviéve M ichel C arlos G arcía

•N uestro a g ra d ecim ien to a Milou Rikir, re s p o n sa b le del C arcob (archivo del Partido C om u nista en B ruselas), p o r su s su g eren cias en la b ú sq u ed a de d o cu m en ta ció n , así c o m o a R o b erto Rineri por su co la b o ra c ió n en la se le c c ió n d e la d o cu m en ta ció n , a D enis G a sser p o r su ap o yo lo g ístico y por h a b e rn o s d escu b ie rto el libro d e Cor­ m an y a Harald Piotrow ski por su ayuda c o n la lengu a alem an a. G racias tam b ién a A ng eles M uñoz G rande, q u e n o s p u so en c o n ta c to co n lo s h e red ero s d e M athieu Corm an, D ieter Reinhardt Corm an y Alfred M oor, y a é s t o s por la fo to utilizada en e s ta ed ició n.

Al señor Marcel Rossomme con toda mi gratitud

LA AVENTURA

Brillante, se ha quedado sola. H a dormido, y sus sueños son todo olvido. F. C rom m elynck

Confesión Am o a E sp añ a. Tuve el flech azo cu an d o la vi p or prim era vez. D esd e e n to n c e s, la vuelvo a ver tan a m en ud o c o m o m e se a p o sib le. M e gu sta en co n tra rm e en tre su s p a isa jes áridos, co n sus c o n tra s ­ te s de luz y so m b ra; por lo qu e tien en de d orad o y m ontaraz. Me gustan sus h a b ita n te s. Su s c a m p e sin o s de alm a c a b a lle re sca , un p o c o salvajes, p ero m u ch o m ás civilizados qu e n o so tro s. M e gu s­ tan su s cie lo s sin n u b es; su clim a tan p ro n to suave co m o duro. Me gusta por su fuerza. Pero m e gusta, so b reto d o , por su debilidad. El país d on d e el su eñ o s e con fu n d e co n la realidad.

Improvisación Viajando co n un am igo, ev o ca lo s a c o n te c im ie n to s de E sp añ a: — Ahí hay para h a c e r un b u en rep o rta je -d ic e . — ¿Q u ieres venir con m ig o ? ¡Nos iríam os m añ ana por la m añana! Al día siguiente rod am os por la carretera del Sur, h acia el sol.

Intermedio Sain t V in cen t du Jard. Una c a b a ñ a a orillas del A tlán tico. C habola de planta b a ja , c a sa de p escad or. El an tro del Tigre que s e ha h e ­ ch o viejo. ¡Los su e ñ o s m aterializad os de quien c o n su propia fuer­ za m oral ha a b a tid o im perios!

El co m ed o r e s la co c in a . El dorm itorio le sirve tam bién de b ib lio te ­ ca. D os p eq u eñ a s celd a s so n las h a b ita c io n e s de los am igos. Duerm e v estid o . N unca a b a n d o n a lo s g u an tes, ni siquiera para comer gam bas. Su le ch o n o tien e som ier. Un e s tre ch o c o lch ó n so b re unas tab las. Para ah orrarse el e s p e c tá c u lo de una hum anidad im bécil y ram pante (¿no lo soy yo tam bién ?), e sco g ió la su erte de D iógen es. ¡Él, qu e ha dirigido a m illones de h om b res! ¡Él, sin el cual el m undo quizás tendría otra cara! G eorg es C lem en ceau .

Frontera — No m erece la pen a qu e o s d em o s el p a se de salida -d ic e n los ad u an eros f r a n c e s e s ,- ¡no se p u ed e en trar en Españ a! Sin em bargo, p a sa m o s el p eq u eñ o p u en te qu e sep ara lo s d o s paí­ s e s y rogam o s h um ild em en te que hagan una ex cep ció n co n d os v iajero s a lo s qu e las circu n sta n cia s obligan a ir a África sin d em o ­ ra. D os v iajero s q u e han d ad o créd ito a las afirm acion es de lo s p e ­ riód icos, que d icen q u e se ha resta b le cid o la calm a en E sp añ a. C o n feren cias te le fó n ic a s co n la d irección de la Seguridad G eneral en Madrid. E sp era de d os h oras. Por fin, la b u en a n o ticia: p o d em o s p asar co n c a rá c te r ex cep cio n a l, p ero d e b e re m o s p re sen ta rn o s en la Seguridad G eneral d urante n u estro p a so por M adrid. Salir del país tam bién e s difícil. E s n ecesa ria una au torización esp ecia l que n o s darán allí si h em o s sid o pru d en tes a lo largo de n u estro viaje.

R oncesvalles Rolando llama desde lo alto de su feudo. Oím os su cuerno. Lo vem os debatirse en m edio de los sarracenos y de sus aliados, los v ascos.

Pero, ¿dónde está el valiente Carlom agno? La retaguardia de lo s e jé rc ito s im periales e s tá sep u ltad a b a jo las ro c a s qu e lo s v a sc o s h a ce n d esce n d e r de la m o n tañ a. N adie e sca p a rá . N inguno de lo s v ein te mil franceis. N inguno de lo s d o c e v alientes, francos de Francia, su tierra. Ni siquiera el paladín. A ltos so n lo s m o n te s y te n e b r o s o s lo s valles, las ro ca s am arillen­ tas, sin iestro s lo s d esfilad eros. Será la venganza de los v a sc o s. H abían llam ado al G rande, p ero el salvad or s e h abía tran sform ad o en en em igo. Vengan a sus m uer­ to s d estru yen d o la retaguardia de un e jé rcito en retirada. Iba ñ eta , sep u lcro del paladín y de su s d o c e p ares. Un a rco de gra­ n ito rosa en lo alto del pu erto. Una gran cam p an a su spend id a e n ­ cim a de la lo sa m ortuoria. El so n id o de la ca m p a n a d e sp ie rta e c o s le ja n o s . ¿G u iará q u i­ z á s a algún p ereg rin o p erd id o en la m o n ta ñ a d o n d e a h o ra c a e la n o c h e ? M iram os lo qu e qu ed a de la capilla de C arlom agno, ded icad a a Roland o y a sus v alien tes. De las ruinas, a ca b a n de exh um arse los e s q u e le to s de d o s gigantes. ¿R olan d o y O liv ier...?

¡Rolando, tu so m b ra m erod ea por la m on taña! ¡N os vienen g an as de gritar tu n om b re a p len o pulm ón en la n o ­ ch e oscu ra!

Tempestad P lan tam o s la tiend a en lo alto del p u erto. La tem p esta d se d e se n ­ cad en a y la n o c h e e s oscu ra. ¿T en em o s m iedo? Q u iz á s... A n u estro alrededor, el ruido en so rd e c e d o r de una b atalla. ¿So n h o m b res? ¿Quizá so n sim p lem en te lo s e le m e n to s d e se n c a d e n a ­ d os? No le jo s de n o so tro s, y a cen los p o s te s de telég rafos a b a tid o s por el h a ch a . Prim eros testig o s de la nueva b atalla de los h om b res. Prim eras víctim as de una revolución. N os h em o s olvidado de cerrar la tien d a to ta lm e n te . M ientras dor­ m im os, ráfagas de agua han em p ap ad o n u e stro s en se re s. H ace m u ch o frío. «¡Adiós, Rolando, d e sc a n sa en paz!» «No sab íam os, al subir ayer h acia ti, que no te gustan los curiosos».

Poemas en la montaña Las g ran d es p la ca s e sm a lta d a s a lo largo del cam in o n o tien en in­ d ica cio n es de carreteras.

Tienen e stro fa s - e n v a sc o y en e s p a ñ o l- que un p o e ta ha d ed ica­ do a e s ta s m o n ta ñ a s y a sus b o sq u e s. ¡La m anera c o m o lo s e sp a ñ o le s inm ortalizan a su s glorias n a cio ­ n a les e s tan in telig en te co m o g en ero sa ! Im ágen es de la «Virgen de la M ontaña», tallad as en granito rosa, tien en las h uellas de d isp aros re cien te s. ¿D ianas para e je rc ic io s de tiro rev olu cion arios?

Pamplona El zig-zagueo de la carretera e s c o n sta n te . E sta vez en d e sc e n s o . El n om b re de la ciudad n o s p reo cu p a. ¿E s un n om b re fe o o b ello ? Pero la ciudad e s h erm o sa . ¿E s el e fe c to de un nuevo c o n ta c to co n la vida esp a ñ o la ? N os cruzan largas m iradas. Los o jo s o cu ltan una gran inquietud. U n os tem en al fascism o , o tro s al com u n ism o. Todos sufren esta lucha in testin a. ¿E s todavía ella? ¡Se m an ifiesta tan diferen te, tan dura para sí m ism a, tan d eso lad a! ¿Hay q u e co m p a d ece rla o am arla m ás? La c o n o c im o s alegre, feliz, d esp reo cu p a d a. La en co n tra m o s p re­ ocu p ad a, dolida y p ro fu n d am en te a fe cta d a . Su dolor n o s h a c e dañ o. ¿Las ca u sa s? El en tu siasm o , los su eñ o s, el amor, la gen erosid ad . ¿Q uizás tam bién el orgullo?

S e rep resen ta a sí m ism a una feroz com ed ia. Espíritus m ezq u in os darán o tra s razon es, p ero n o so tro s la c o n o ­ ce m o s b ien . ¡L eem o s en ella co m o en un libro ab ierto! ¡F recu en tem en te, s e c o n o c e b ien lo qu e se am a profun dam en te! ¡N os gustaría ta n to q u e fuera feliz! ¿Por q u é? ¿Por q u é tem em o s que n un ca lo será ? E sa cu e stió n podría se rn o s indiferente. ¡Pero no! El servicio de orden e s tá garantizad o por la Guardia de A salto, una super-policía co n porras y m etralletas. D eam bulan por las ca lles en grupo. D isp u esto s a resp on d er a cualquier p ro v o cació n . Un esp a ñ o l n o s da un b u en c o n s e jo : «si lo s guardias de a sa lto p a­ san al a ta q u e, corred ta n to c o m o puedan v u estras piernas. Por m uch o q u e digáis que so is ex tra n jero s, o s arrearán p orrazos h a s­ ta que caigáis a tierra si n o o s p o n éis fuera de su a lca n ce . Es su m éto d o para d esp eja r la vía pública». ¡Buen d ep o rte en p ersp ectiv a para n o so tro s!

En busca de la insurrección Todo está tranquilo en España, dicen los periódicos gubernam enta­ les. Los otros periódicos no dicen nada. Han dejado de publicarse. Sin em bargo, la guerra civil se in ten sifica. Pero, ¿d ó n d e? R eco p ila­ m os in form ación . ¿La región m inera de A sturias? ¿O viedo?

En un p u eb lo d on d e n o s h e m o s d eten id o para com prar provisio­ n es, n o s en tera m o s de la se n sa cio n a l n o ticia: la provincia de A s­ turias s e ha co n stitu id o c o m o e s ta d o com u n ista in d ep en d ien te, d esp u és de h a b e r m a sa cra d o o en c a rc e la d o a to d a s las fuerzas de q u e disponía el g o b iern o de Lerroux. N uestra ele c c ió n e s tá clara. ¡Irem os a Asturias! N os h a c e m o s e stra teg a s. Las ca rretera s de la c o s ta ca n tá b rica e s ­ tán sem b ra d a s de p u eb lo s y villas. H abría que fran qu ear d em a­ siad as b arreras. H arem os un ro d eo por Vitoria, Burgos y Palencia. In ten ta rem o s p asar por la elevada m e se ta árida qu e sep ara las m o n ta ñ a s de A sturias de la cap ital. Allá no d e b e de h ab er m ás o b stá c u lo s que los de la natu raleza. Inclu so lo s p u eb lo s so n e s ­ c a s o s . S e p asará m ás fácilm en te qu e por los c e n tro s industriales del N orte, sin duda fu ertem en te vigilados. Una cated ral m agnífica: Burgos. El Cid, o tro paladín. ¡Cid C am peador!

H acia Asturias Segu im os una e stre ch a carretera rural, a lo largo de u nos d o s­ c ie n to s kilóm etros. No atraviesa sino algunos p u eb lo s p o c o h a b i­ ta d o s. En el p u n to de partida su altura e s de 9 3 0 m etro s. Subirá h a sta la n ie v e ... Si e s p o sib le todavía entrar en A sturias, só lo p u ed e ser por esa carretera.

El frío, q u e s e vuelve p en etra n te, obliga a p ro teg ern o s la cara. S ó lo q ued an al d escu b ierto los o jo s. ¡P arecem os co n sp ira d o res de o p ereta ! La m o n o to n ía del p a isa je y el frío fav orecen la en so ñ a ció n . N os olvidam os to ta lm e n te de la revolución esp a ñ o la y p en sa m o s en c o s a s q u e n o s so n a g ra d a b le s .. .y q u e n o tien en ninguna relación co n el p re sen te.

Primeras mentiras — ¡Alto! A nte n o so tro s surgen lo s c a ñ o n e s n egros de d os fusiles. Los fre­ n o s gim en d o lo ro sa m e n te. O b e d e c e m o s in m ed iatam en te. ¡N os han c o g id o ...! N os co n d u ce n h a cia una e s tre ch a celd a, b lan q u ead a co n cal. Diez guardias civiles entran al m ism o tiem p o q u e n o so tro s. Tod os e s ­ tán arm ad os h a sta lo s d ien tes. E stán co n v en cid o s de q u e han h e ­ ch o una b u en a p r e s a ... Todos preguntan a la vez. ¿C óm o exp licam os n u estra p re sen cia en e sa carretera perdida que lleva a A sturias? «¡No en te n d e m o s esp a ñ o l!.. Pero si n o s escrib e n las preguntas, quizás c o m p re n d a m o s ...» (Eso n o s daría tiem p o para p en sar en la resp u esta). ¿Si llevam os arm as?

— ¡Non intiende! (sic) Q ue e s tá prohibid o circular en la provincia, salvo au torización e s ­ p ecial del G obiern o Militar. (Está claro, m ás vale que no e n te n d a ­ m os). — Q u erem os ir a las cu ev as p reh istó ricas de Altam ira. ¡Cuevas p reh istó ricas Altam ira! ¡Buaah!.. El te n ie n te qu e m anda en el p u esto d ecid e p re sen ta rn o s las p re­ g u ntas por escrito : — ¿C óm o e s que e stá n u ste d e s en e s ta carretera? — N os h e m o s eq u iv ocad o de cam in o. — ¿Por q u é se dirigen h acia una región en plena revolución? — Los p erió d ico s d icen q u e to d o e s tá en calm a en E sp añ a. — ¿ S a b e n u sted es que corren peligro de m uerte en la carretera por d on d e van? — ¡No! ¡No e s p osib le! T en em o s ta n to m ie d o ... — ¿E s que n o so n u ste d e s p eriod istas? — ¿N o so tro s p e r io d is ta s ...? ¡H orror!.. Nosotros escribimos guías de viaje para turistas. Es por e s o qu e n o n o s m o lesta seguir cam in o s aún p o c o co n o c id o s. A p oy án d o n o s en e s ta s p alabras, m o stra m o s una guía de viaje en la q u e d ecim o s que h e m o s co la b o ra d o , a sí co m o un d o cu m en ­ to co n v isad o s alem an es, italian os, m arroqu íes, p ortu gu eses, sui­ zos, etc. — No tendrían la in ten ció n de ir a P otes. — ¿P o te s? ¿Q u é e s e s o ? N unca h a b ía m o s oíd o e sa palabra. — E s el n om b re de un lugar que u ste d e s d eb en evitar si no q u ie­ ren morir.

A co n tin u a ció n , una larga esp era d urante la cual se exam inan cui­ d a d o sa m e n te to d o s n u estro s p a p eles. Salen u nos guardias para registrar n u estro eq u ip aje, q u e q u ed ó en la m o to . Finalm ente, el te n ie n te se cu b re las esp a ld a s h a cien d o tele fo n ea r a n o -s a b e m os-q u ién para sa b e r lo qu e co n v ien e h a c e r co n n o so tro s. E se n o -sa b e m o s-q u ie n estim a qu e no hay m otivo para reten er inútilm ente a g en te q u e e s crib e guías de viaje y qu e p a re ce igno­ rar to d o de la revolución. El te n ie n te d ice q u e d eb ería enviarnos a Palencia, p ero q u e no quiere p o n er tra b a s a n u estro d e se o de visitar las fa m o sa s cu ev as de Altam ira, co n la co n d ició n de que sig am os la carretera que n o s indica so b re el m apa. A dem ás, d e­ b e re m o s p re sen ta rn o s en el G o b iern o Militar Provincial en el m o ­ m en to de n u estra llegada a San tan d er. Allá s e n o s indicará la ruta a seguir para volver a Francia. El d e se n la c e e s tan in esp erad o q u e no te n e m o s ningún in co n v e­ n ien te en h a c e r p ro m esa s co n to ta l sinceridad.

D onde cambiamos de ruta B u enos polis, les ped im os perdón ¡Si supieran que, ap en as fuera de su vista, b u sca m o s febrilm ente en los m apas e s e fam o so P otes que n os ha sido exp resam en te prohibido! ¿Por qué razón querían im pe­ dirnos p asar por e s e sitio? N os co n v en cem o s de qu e ellos tam bién habían pronunciado el nom bre de P otes con cierto pavor. P o tes e s tá señ a la d o so b re n u estro s m ap as co m o una gran villa en el ce n tro de las m o n ta ñ a s llam adas P ico s de Europa, en la fro n te­ ra co n A sturias, a c ie n to v ein te kilóm etros de Carrión de los C on ­ d es, d on d e n o s e n co n tra m o s. En seguida llegam os a un cru ce. Hay que tom ar una d ecisión .

¿P o te s o n o? ¿M iedo o no? ¿H em os venid o a E sp añ a a vivir una aventura? D ecid im os que sí. M ientras m ed itam os la d ecisión , resolv em os tam bién q u e no te ­ n em o s m iedo. La a v en tu ra n o s a tra p a ya y e x p e rim e n ta m o s la n e c e s id a d de a p o y a r to d a s n u e s tra s d e c is io n e s c o n un e n é rg ic o e in o fe n s i­ v o «¡m u erta la v a c c a !» (sic). No e s q u e n o tu v ié ra m o s un n u ­ trid o r e p e rto rio d e lo s ju r a m e n to s m á s e le m e n ta le s en e s p a ­ ñ ol (¿n o e s tu v o u n o d e n o s o tr o s en A m érica del Su r?), p ero el m o m e n to e s d e m a sia d o grave p ara u tilizarlo s. ¡Podría tra e r m ala su e rte ! La cin ta de la carretera se d esen rolla a co n tin u ació n a n te n o s o ­ tro s so b re se te n ta kilóm etros sin qu e haya nada q u e n o s llam e la a te n c ió n . A nte to d o , tem em o s e n co n tra rn o s co n guardias civiles. ¿C óm o exp licarles q u e n o s h e m o s eq u iv ocad o de carretera, cu an ­ do e s ta ruta n o s ha sid o ex p re sa m en te prohibida? Luego ap arece el terrero negro de una mina de carbón. La p rim era... La m ina e s tá d esierta y las p o c a s c a s a s q u e la rod ean ta m p o co dan m uestra alguna de vida. B u sca m o s co n la m irada c a ñ o n e s de fusiles por to d a s p artes d o n ­ de podrían o cu lta rse h o m b res. Q uisiéram os p od er h a c e r se ñ a le s a n te s de que abrieran fu e g o ...

¿Dónde están, pues, vuestros guardias civiles? Es a sí c o m o llegam os a una gran villa llam ada Cervera de Pisuerga (o Cervera del Río), últim o p u eb lo a n te s de P otes, del qu e n o s sep ara un m uro de m o n ta ñ a s co n las lad eras nev ad as. Los p ico s que so b resa len en línea de c re sta e stá n au reo lad o s de gru esas n u b es o scu ra s. A n tes de con tin u ar la ruta qu isiéram os inform arnos so b re la re­ volución. Transidos de frío, nos h acem os servir bebid as muy calientes en un café oscuro, una esp ecie de tugurio para conspiradores meridionales. La actitu d d esco n fiad a, ca si hostil, de to d o s lo s c lien te s se n ta d o s a las m esa s n o s c h o c a y e n triste c e . ¡E stá tan en co n trad icció n co n to d o a lo que e s ta m o s a co stu m b ra d o s en E spañ a! S ó lo el cam arero e s am ab le y n o s señ a la a alguien q u e en tien d e fran cés. Le rog am o s que se sien te a n u estra m esa co n la esp eran za de p re­ guntarle. N os d am os cu en ta en seguida de que so m o s m ás bien n o so tro s lo s in terrogad os. ¿Q u é h a cen u ste d e s aquí?, e tc ., e tc . N os av en tu ram os a h a c e r la pregunta qu e n o s qu em a los lab io s: — ¿Hay guardias civiles por aquí? — ¡No! Sin em bargo, n o s p a re ce que si hay un p u eb lo en el qu e un g o ­ b iern o previsor d eb iera e s ta b le c e r una b u en a d o ta ció n de guardia civil, sería el p u eb lo en el que n o s e n co n tra m o s.

— ¿N o ha h abid o n un ca Guardia Civil en Cervera? — Sí, p ero ya no -r e s p o n d ió b ru sca m e n te. E stá claro qu e n o s tom an por otra c o s a qu e por tu ristas in o fen ­ sivos. ¿Quizá por esp ía s en v iad os por las au to rid ad es fieles al g o ­ b iern o de Lerroux? La actitu d d esco n fia d a de la g en te qu e n o s rod ea se vuelve in so ­ p o rta b le. R eco rd am o s qu e los guardias civiles de Carrión querían im ped irnos seguir e s ta ruta y llegam os a la co n clu sió n de que los h a b ita n te s de Cervera d eb en de h a b e r exp u lsado o m asacrad o a lo s guardias civiles, h e c h o s qu e se prod ujeron en ta n to s o tro s lu­ gares de la región m inera. El mal hum or p u ed e exp licarse p orqu e sa b e n próxim o el m o m en to de la rep resión , al no h a b e r dado el resu ltad o qu e prom etía el m ovim iento revolucionario. Lástim a, n o s en tera rem o s en P otes, h acia d on d e n o s dirigimos sin pérdida de tiem po, de la h istoria de lo s re c ie n te s a c o n te c im ie n to s de Cervera de P isu erga1.

En la borrasca y en la nieve A la salida del pu eblo, un p o s te anuncia la có n ica m e n te : «Potes 51 km». La señ al e s tá orien tad a h a cia una m ala carretera en zig-zag q u e s e pierde en tre las ro ca s. N uestra m o to cicle ta , c o n su p esa d a carga (tienda de cam p añ a, s a c o s de dormir, c o lc h o n e ta s h in ch a b les, etc.) s e p a re ce b a s ta n ­

1 D urante la R evolución se convirtió en un o d e lo s p rin cip ales fo c o s d e co n flicto de la m o n ta ñ a p alen tin a. De h e c h o , co n la d ecla ra ció n del e s ta d o d e guerra, Cervera d e jó d e p e rte n e ce r d u ran te alg u n os m e s e s a P alen cia para p asar a d ep en d er del g o ­ biern o d e O viedo. El co n flicto a c a b ó co n la en trad a de lo s m ilitares y la huida a lo s m o n te s d e lo s revo lu cion arios, qu e a ca b a ro n e n treg á n d o se.

te a un anim al p reh istórico , por e s o la b au tizam o s co m o «m otosaurio». Es una m áquina p o te n te , para la q u e la alta m o n tañ a n o tien e s e ­ c re to s. La m ayor p arte de las ca rretera s de lo s Alpes, lo s Pirineos, el M acizo C entral, las sierras e sp a ñ o la s y las principales del m e­ dio y alto A tlas, a sí co m o algunas de las m o n ta ñ a s de la cad en a del Rif, le so n fam iliares. N uestra carretera actual discurre en m ed io de ro ca s, se eleva rápi­ d am en te, y rozam o s ya la nieve que cu b re las laderas de la m o n ­ tañ a. El tiem p o s e ha vuelto d esag rad able. G ru esas n u b es negras planean b a ja s, o scu recien d o el cielo . Llovizna y el frío h a c e daño. Enseguida las ruedas de la m o to en tran en c o n ta c to co n la n ie­ ve, cuyo e s p e s o r au m en ta a m edida q u e su bim os. La lluvia se ha tran sform ad o en una nieve húm ed a qu e el v iento, im placable, p ro yecta co n tra n u e stro s ro stro s co n violen cia. La ca p a d e nieve q u e cu b re el su e lo s e co n v ie rte en un serio o b s tá c u lo y n o s obliga a m a rch a s c o rta s . La m áq u ina resb a la a m en u d o . No m a n tie n e la esta b ilid a d m ás q u e co n la ayuda de n u e stra s p iern as, q u e s e hun d en en la nieve a v e c e s h a s ta las rodillas. Es una locura querer p asar e s ta m o n tañ a co n un tiem p o se m e ­ jan te, carg ad o s c o m o e sta m o s. ¡P elearse co n n u estro gran «m otosau rio» en una nieve qu e alcan za h a sta s e s e n ta c e n tím e tro s de esp esor, en una carretera co n una fu erte p en d ien te, b o rd ead a de e s p a n to s o s p recip icios, m ientras la nieve s e arrem olina b o rra sc o ­ sa, n o tien e nada qu e ver co n el placer, ni siquiera co n el d ep orte!

No sin h ip o cresía, m ald ecim os a los polis de Carrión. ¡Si n o n o s hubieran prohibid o ex p re sa m en te ir a P o tes, n un ca s e n o s h u b ie­ ra ocurrido m etern o s por ca rretera s parecid as! C on tin u am os avanzand o co n la esp eran za, tan a m enudo defrau­ dada, de q u e la próxim a curva d e se m b o ca rá en el final del pu erto y n o s d ejará ver el d e sc e n s o . A n te ta n ta adversidad, n o dud am os en e ch a r m an o de n u estro am plio v ocabu lario de ju ram en to s esp a ñ o le s, e sco g ie n d o lo s m ás so n o ro s. Ju ram entos q u e harían e n ro je c e r al m ás cín ico de los co rsa rio s de la é p o c a d orada. Lo que, por lo d em ás, en nada m ejora n u estra situ ación . P ero to d o tie n e un fin al. B ien q u e m al, p e ro c o m p le ta m e n te e x te n u a d o s , lle g a m o s a lo a lto d el p u e rto . A e s a altitu d d o ­ m in a m o s la s n u b e s . E s tá m á s c la ro . N os c o n c e d e m o s un lar­ g o d e s c a n s o y h a c e m o s a lg u n a s fo to g ra fía s, a p e s a r del m al tie m p o .

Un lobo El d e sc e n s o , sin ser tan agotador, s e p re sen ta aún m ás peligro­ so qu e la su bid a. Un p atin azo in op ortu n o so b re e s ta carretera de fu erte p en d ien te n o s enviaría a los a b ism o s ab ierto s, cuyos b o r­ d es rozam os, y a la eternid ad . D e rep en te, a u n o s cin cu e n ta m etro s de n o so tro s, un en orm e lo b o a p a re ce de form a in esp erad a; e c h a un v istazo e sp a n ta d o h a cia n o so tro s y d e sa p a re c e in m ed iatam en te en la esp esu ra que b o rd ea el b a rra n co de d on d e h abía salido, n o d ejan d o en la nieve m ás q u e la huella de sus p a ta s.

La aparición del lo b o en e s ta región, una de las m ás d esiertas e in cle m en tes de Europa, n o tien e nada de extraordinario. Por lo d em ás, n o so tro s n o e s ta m o s muy im p resio n ad o s. El esfu erzo que te n e m o s qu e h a c e r para m a n ten er el co n tro l de n u estra m áquina n o s tien e d em asiad o a b so rto s. El e s p e s o r de la nieve dism inuye a m edida q u e d esce n d e m o s. P ron to ya no form a sino una delgada ca p a . El tiem p o tam bién m ejora y a c ele ra m o s c o n sid era b lem en te la velocidad. A cabam o s d e fran q u ear lo q u e d en o m in a m o s «n u estro Rubicón ». Ya n o e s c u e stió n de h a c e r en se n tid o in v erso el cam in o q u e a c a b a m o s d e recorrer. M ás b ien co rre r to d o s lo s riesg o s qu e se q u iera ... ¿A nte n o so tro s? ¡P otes! A stu ria s... La R ev o lu ció n ... A ca b a m o s de recorrer c ie n to v ein te kilóm etros, sin h a b e r visto rastro de uniform e. ¿ E sta rem o s ya en el fa m o so E stad o co m u n is­ ta d on d e to d a s las fuerzas g u b ern am en tales han sid o b ien m asa­ crad as, b ien en cerra d a s? En c u a lq u ie r c a s o , n o d e ja m o s d e c o n s t a t a r lo d e lic a d o de n u e stra s itu a c ió n y - u n p o c o f o r m a lm e n t e - d e c r e ta m o s c o n so le m n id a d «qu e s e h a a c a b a d o la b ro m a » . E s un rito alg o e n ­ g a ñ o s o , cu y o rid ícu lo tie n e e f e c t o s b e n e f ic io s o s s o b r e n u e s ­ tra m o ral. O tra m ina m ás ab a n d o n a d a por lo s o b r e r o s ... M ás ad ela n te, lo s m uros de una c a sa recién in cen d iad a. El fuego aún e s tá la te n te y una ligera hum areda se d esp ren d e de las ruinas h acia el cielo.

Un pequeño bandido de gran camino La tard e d e scien d e su av em en te so b re las ro cas. A n u estra izquierda, un grupo de ed ificios cuelga de las laderas b ru m o sa s de la m on tañ a. ¿P o tes? F ran q u eam o s un p u en te so b re el cual gesticu lan p a isa n o s arm a­ d os. Q u erem os pararn os un p o c o m ás lejo s, en el c e n tro del p u e­ blo, p ero la g en te corre h acia n o so tro s d esd e to d o s lad os. Algo n o s em pu ja a con tin u ar n u estro cam in o. E ste p u eb lo sin ilum ina­ ción y tan lúgubre n o n o s d ice nada b u en o . La m áquina p etard ea a través de las ca lles e s tre c h a s y to rtu o sa s q u e só lo n u estro faro alum bra. El ruido qu e h a c e m o s n o s da un p o c o de seguridad, p ero e s ta m o s invadidos p or una e s p e c ie de m alestar. ¿S e rá el m iedo? N os se n tim o s c o m o si el m isterio de P o tes n o s hubiera d ejad o de in te re s a r... Una vez d eja d a s atrás las c a sa s, el e s ta d o en fan gad o del cam in o n o d eja de intrigarnos. D e b em o s de h a b e rn o s eq u iv o cad o de c a ­ rretera, p u es u n o s kilóm etros m ás allá s e trasform a en una serie de zig-zags qu e rem on tan h acia la m o n tañ a. ¡Esa m o n tañ a a la q u e te n e m o s un b en d ito h orror d esd e qu e sa b e m o s que sus c a ­ m in os e stá n b a jo la nieve! N os d e te n e m o s para deliberar. La co n clu sió n de q u e de ninguna m anera q u isiéram os volver a atrav esar P o tes s e im p on e co n fuer­

za. C on su ltam o s n u estro s m ap as de ca rreteras. A co n tin u ació n em itim os algu n os so n o ro s ju ra m e n to s ... E sta m o s en un cam in o sin salida qu e lleva a lo m ás alto de lo s Pi­ c o s de Europa. La n ecesid a d de volver a P o tes s e p re sen ta co m o inevitable. M ientras h a b la m o s a la luz de n u estro faro, so m o s in terp elad os por un individuo de pinta patibularia, salid o de no sa b e m o s d ó n ­ de. No en te n d e m o s b ien lo q u e quiere, p u es su lengu aje es p o c o claro, p ero cre e m o s que quiere qu e le sig am os a la m o n tañ a. C uando d esp u és de largas d iscu sio n es q u erem o s volver en la di­ recció n de P otes, se ap od era del m anillar de n u estra m áquina, profiriendo a m en azas b ien claras. Ya basta. Las adversidades afrontadas en el curso de esa jornada nos han vuelto agresivos, quizá m ás de lo razonable. Nuestro lenguaje se vuelve se co y, vigilándole de cerca no fuera el caso que hiciera el inten­ to de sacar un arma de su bolsillo, sacam os de los nuestros un gran puñal de resorte -u n arma que sab em os que está estrictam ente pro­ hibida en E sp a ñ a - y com enzam os negligentem ente a limpiarnos las uñas. La vista de la larga cuchilla, b ien afilada, p a re ce h a ce r su p eq u eñ o e fe c to . ¿Ha com p ren d id o que, llegado el c a so , pod ríam os ser m ás p eligro sos qu e él? C om o quiera qu e se a , cam bia co m p leta m e n te de tá c tic a . ¡Volviéndose im plorante, n o s pide una p e s e ta por la in­ form ación q u e d ice h a b e rn o s dado! N o so tro s le resp o n d em o s co n algunas ex p re sio n e s esp a ñ o la s que n o p o d e m o s reproducir, p ero que tien en la d o b le v en taja de resum ir n u estras im p resio n es de la jorn ad a y de d ejar en las nu­ b e s a e s ta e s p e c ie de b an d id o de piel de c o n e jo .

Por lo d em ás, n o so tro s n o s h a b ía m o s fam iliarizado co n la idea de te n e r qu e enviarlo al fon d o del b a rra n co qu e e s ta b a a n u estro s pies. E sa idea s e h abía tran sform ad o p o c o a p o c o en una peligro­ sa te n ta c ió n ... N os h a b ía m o s creíd o terribles av en tu reros. Q ue alguien tuviera la te n ta c ió n de venir a b u sca rn o s las co sq u illas n o s ha disgustado p rofu n d am en te.

D onde damos miedo y tenemos miedo V olvem os a P o tes. Allá n o s en c o n tra m o s de nuevo co n ca m p esi­ n o s arm ad os. Para evitar q u e n o s tom en por g en te sin la c o n c ie n ­ cia co m p le ta m e n te tranquila, n o s d e te n e m o s c e rca de ellos y les p regu n tam os in g en u am en te el cam in o para el próxim o pu eblo. Luego, a tra v esa m o s ráp id am en te el pu eblo, p ero el p u en te por el q u e h e m o s en trad o e s tá cerrad o por p a isa n o s qu e apu ntan sus fusiles co n tra n o so tro s, gritando la orden de parar. V em os en seg uida qu e les h e m o s im p resion ado m uch o. E fectiv a­ m en te, tien en la n ecesid a d de apoyar el cañ ó n de su s fusiles c o n ­ tra n u estras co stilla s, lo s d ed o s so b re lo s gatillos, m ientras cam i­ n a m o s d elan te de ellos al p u esto de m ando. A sí e s c o lta d o s h a cia el p u eb lo que h e m o s atrav esad o d o s v e ce s h a cien d o un ruido infernal (¡p ro b a b lem en te para d em ostrar que n o ten ía m o s m iedo!), n o s a b a n d o n a m o s a n u estras reflexion es. P en sa m o s en lo qu e pasaría si u no de n o so tro s o de n u estro s guardianes, cuy os d ed o s p erm an ecen o b stin a d a m e n te ap o y ad o s co n tra lo s gatillos, resb a la se. O si uno de n o so tro s h icie se un g e s ­ to qu e resultara s o s p e c h o s o a e s ta g en te d em asiad o nerviosa. ¡O bviam ente, la aventura p resen ta d a b a jo e s ta form a n o n o s in­ teresa !

¿En m an o s de quién e s ta m o s ? ¿C óm o y qu é h abrá que resp on d er durante el inevitable in terro g ato rio? In tercam b iam o s rápidam en­ te algunos c o n s e jo s para el c a s o de q u e se n o s interrogue por s e ­ parado. N aturalm ente, h a rem o s c o m o q u e n o e n te n d e m o s nada de esp a ñ o l. E so n o s hará ganar tiem p o para ver de d ón d e viene el v iento. N uestros guardias, cu y os fusiles no quieren de ninguna m anera se p a ra rse de n u estras esp ald as, n o s llevan h acia una tien d a de c o m e s tib le s cuyo m o strad or presid e un h om b re p eq u eñ o y del­ gado, secu n d a d o por una b u en a m adre de familia, alta y gorda. Vem os en seg uida q u e n o te n e m o s qu e en fren tarn o s co n mala gen te, au nqu e ello s m ism os e sté n im p resio n ad o s de v ern os e s ­ co lta d o s de form a tan peligrosa. La tienda, la acera e incluso la calle están tap ad as por una multitud de cu riosos atraíd os por el a co n tecim ien to . A m u ch os de ellos, por lo dem ás, les intrigaron las m aniobras ruidosas y con trad ictorias de nuestra m áquina a través de e s te pu eblo sum ido en la oscuridad. D elan te del alcald e, y a n te su s preguntas, a d o p ta m o s el aire m ás estú p id o del m undo (los am igos n o s dijeron luego que d eb ería h a ­ b e rn o s sid o fácil). El alcald e d ecid e m andar a b u sca r a alguien que en tien d a fran cés. El in térp rete, una e s p e c ie de caricatu ra de John Gilbert, llega c o ­ rriendo y todavía ja d e a n te n o s lanza bru talm en te: — ¿B u eno, qu é quieren? La resp u e sta le llega en el m ism o to n o : — ¿ N o s o tr o s ...? ¡Nada!

— ¿Por q u é e stá n aquí? — ¡Ya lo ve! ¡Sin duda p orqu e n o s han d eten id o! — ¿ S o n u ste d e s ru sos? — ¡Vaya, va u sted deprisa! — ¡Su d o cu m en ta ció n ! — ¡No ten em o s! — ¿C óm o, n o tien en d o cu m en ta ció n ? — N o ,... p orqu e ya se la h e m o s d ad o al alcald e. C om prend e q u e le to m a m o s el p elo y cam bia de to n o . S e vuelve m ás ed u ca d o y ah ora s e limita a traducir las p regun tas qu e h a c e el alcald e: — ¿D e d ón d e vien en ? — De Burgos. — ¿A d ón d e quieren ir? — A Altam ira. — ¿Cuál e s el o b je to de su v iaje? — No te n e m o s un o b jetiv o , sin o escribir un libro para lo s turistas. — ¡Han e sco g id o b a s ta n te mal el m o m en to y el itinerario para h a ­ ce r un viaje para d o cu m en ta rse en E sp añ a! — ¿N o d icen lo s p erió d ico s que to d o e s tá en calm a? — ¡Sí, lo s p erió d ico s del gobierno, qu e tien en su s razo n es para d ecir se m e ja n te s estu p id e ce s! P ron to se co n v en ce n de q u e tien en a n te ellos a u n o s in o fen si­ v os, au nqu e un p o c o ingenu os, tu ristas y el alcald e n o s dice, en el to n o m ás am able, q u e e s ta m o s libres. T en em o s la im presión de q u e s e esp era que, a cam b io de ta n ta am abilidad, h ag am o s una im p o rtan te com p ra de provisiones para el cam in o. En e fe c to , du­ ran te el in terrogatorio, n o d eja m o s de mirar to d a s las b u e n a s c o ­ sa s de co m er que e s ta b a n e x p u esta s a n te n o so tro s, pu es la hora de n u estra c e n a h acía tiem p o q u e h ab ía p a sa d o y ten íam o s m u­ ch a h am bre.

E sta n o c h e e s ta m o s re n c o ro so s y la h em o s to m ad o co n e s te al­ cald e ten d ero , cuy os h o m b res n o s h abían d eten id o co n tan p o ­ c o s m iram ientos. Salim o s de su tien d a para ir a h a c e r im p re sio n a n te s co m p ra s a su c o m p e te n c ia , in sta la d a e n fre n te . E s un p o c o m ezq u in o. Pero te n e m o s sed d e v en gan za. L os e s p a ñ o le s , g u b e rn a m e n ta le s o no, n o s han h e c h o p a sa r ya p or d em a sia d a s im p resio n es. ¡El m ied o es la m adre de la m aldad!

Velada en Potes José, el in térp rete, c o n te n to de h a b e r e n co n tra d o co n quien h a ­ blar fran cés, n o s arrastra h acia una ta b ern a ilum inada co n velas, don d e h a c e q u e n o s sirvan un vino tin to q u e sería e x c e le n te si no tuviera el gu sto alq u itran ad o c a ra c te rístic o de los vinos co n serv a ­ d os en o d res de piel de cab ra. La ta b e r n a e s u n o d e e s o s tu g u rio s d e lo s m u c h o s q u e h ay en la s z o n a s ru ra les e s p a ñ o la s . C on su s g ra n d e s b a r r ic a s a lin e a ­ d a s a lo larg o d e la s p a r e d e s y su t e c h o b a jo , del q u e c u e lg a n o d r e s lle n o s d e v in o , p a r e c e u na d e s p e n s a d e p ro v is io n e s . A s p e c to q u e le da un a ire lú g u b re, d e d e g o lla d e ro , aire refo r­ z a d o p o r u na s e m io sc u rid a d q u e im p o te n te s v e la s c o m b a te n d é b ilm e n te . No te n e m o s ninguna prisa por d ejar P otes, ah ora qu e h em o s c o ­ n o cid o a su s h a b ita n te s, m ás te m e ro s o s qu e m alvados (a p ro­ p ó sito , ¿n o d e b e de ser e s ta tam bién la opinión qu e tendrán de n o so tro s?). E sta m o s so b re to d o c o n te n to s co n la p ersp ectiv a de p od er en tera rn o s de d etalles im p o rtan tes so b re lo s a c o n te c i­ m ien to s de A sturias.

Les h a c e m o s pregun tas a c e rc a de lo q u e ha ocurrido en Cervera. Pero Cervera e s tá a m ás de cin cu e n ta kilóm etros de P o tes y no m a n tien e rela cio n es, por p o c a s que sean , co n el p u eb lo don d e e s ta m o s . A d em ás de la d istan cia, la muralla form ada por la alta m o n tañ a im pide cualquier relación en un país en el qu e lo s v iajes s e h a ce n a lo m o s de a sn o y m ás raram en te en c o c h e hipom óvil2.

Buscad la mujer N uestro am igo Jo sé e s tá p reo cu p ad o . N os co n fiesa por qué. E stá en a m o ra d o -d e m a sia d o , p ie n s a - de una joven m u ch ach a del p u eb lo. S a b e que ella le quiere, p ero n o cre e que pueda ca sa rs e n u n ca co n ella. E sta e s su h istoria: Expu lsad o de Francia por h a b e r vivido y trab ajad o allí sin perm i­ so , José, qu e e n to n c e s ten ía v ein tid ós añ o s, se en am o ró de una joven de P otes. José e s un p o c o p o eta y profesa op in ion es avanzadas, incluso anar­ quistas. No se en cu entra en olor de santidad en su pueblo. El cura ha creído que era su d eb er decir a la joven que su alm a se perdería para siem pre si n o renunciaba a frecu entar a e s e mal m uch ach o. La joven p ro m ete n o volver a ver a Jo sé. Pero le am a d em asiad o. Pasan q u in ce días, d esp u és ella lo vuelve a ver c o m o a n te s. El cura llam a a la m adre y la co n v e n ce de n o d ejar en trar en ca sa a quien ya h abía adm itido c o m o futuro yerno. Los jó v en es s e ven a esco n d id a s. E so n o se le e s ca p a al cura. D e­ nuncia a la joven y a su familia d urante un serm ón en la iglesia.

2 Carro o carru aje tirado po r ca b a llo s.

A nte el escá n d a lo , la familia se ve obligada a en clau strar a la jo ­ ven en c a sa . Jo sé no s e quiere con form ar y exige q u e se le perm i­ ta volverla a ver. A trapada en tre la opinión pública y el novio, la familia n o ve otra salida qu e alejar a la m u ch ach a. La llevan a Santander, d on d e se la con fían a una p arien te. E sta historia n o s explica la gran influencia de lo s curas en lo s pu e­ b lo s esp a ñ o le s. ¿Pero n o explica tam bién el odio qu e algunos e s ­ p añ o les p a re ce n sen tir h a cia el clero? Los c lien te s de e s ta ta b ern a n o s ob serv an co n curiosidad. En un rincón, un cieg o rasguea una guitarra. Su m úsica n o s es d esc o n o c id a . E s in fin itam en te triste. E s el co razó n de un d esd i­ ch a d o el qu e h abla. Jo sé tam bién tien e el co razó n afligido.

¿Y la «revolución»? Q u erem os h ablar de la revolución. Jo sé s e vuelve re tice n te . N os tem e un p o c o ¡N unca s e sa b e ! ¡La historia qu e h em o s co n ta d o al alcald e e s p ro b a b lem en te verosím il, p ero podría se r inventada! Cuando le p resio n a m o s para que h able, resp o n d e q u e hay que ser pru d en tes; ah ora m ás qu e nunca. De lo qu e b u en a m en te n o s quiere decir, en te n d e m o s que P o tes se ha su blevad o co n el an u n cio de la huelga general la tarde del cin ­ co de o ctu b re. El cu artel de la Guardia Civil fue to m ad o al asalto ; fueron d eten id o s guardias civiles y se co n stitu y ó un co m ité revo­ lucionario.

A hora la localid ad vive a la esp era de la vuelta de las fuerzas gu­ b ern a m en ta les q u e ocu p an ya La Herm ida, un p u eb lo a q u in ce kilóm etros de P otes, situ ad o en el d esfilad ero que el río Deva ha cav ad o en la m on tañ a. D esd e h a c e algunos días, lo s av ion es sobrevu elan lo s p u eb lo s de la región y arrojan b o m b a s y octavillas. Jo sé n o s a c o n s e ja e n ca recid a m e n te qu e no p a se m o s la n o c h e en P o tes o en su s a lred ed ores. C ree q u e la rep resión será desp iad ad a y qu e correríam os riesgo de ser d eten id o s, en ta n to extran jeros, en el cu rso de las o p e ra c io n e s m ilitares. Las gargan tas de La H erm ida com ien zan a m en o s de cin c o kiló­ m etro s de P o tes. D eb erem o s, pu es, acam p ar a n te s de entrar en el ro c o s o desfilad ero, d on d e sería im p osib le plantar la tienda. N os p la n tea m o s por un m o m en to la posibilidad de q u ed arn o s co n lo s revolucion arios. Pero ya sa b e m o s qu e s e replegarán hacia lo alto de la m o n tañ a a n te las tro p as. Para seguirlos ten d ríam os q u e trep ar por se n d ero s de m uías q u e p asan por las cim as de los P ico s de Europa, lo q u e sería im p osible para n u estro vehículo, au n q u e n o hubiera nieve en la m o n tañ a. Tam bién ab an d o n am os, por tem eraria, la solución de irnos esta m ism a n o ch e h a sta el pu eblo ocu p ad o por las tropas. Para n u es­ tro am igo José no c a b e ninguna duda que las trop as o patrullas dis­ pararán con tra n o so tro s si avanzam os h acia ellas en la oscuridad.

Diversión Lucien, mi co m p a ñ ero , e s de e s o s p o e ta s q u e creen en lo s c a b e ­ llos largos. Los lleva, pues, largos, muy largos, d em asiad o largos, su m a m en te largos.

Lucien ya ha v iajad o m u ch o. De M anchuria, ha traído un gorro tár­ taro, forrad o co n piel de liebre, de a s p e c to subversivo. Del gorro se d esb o rd an h a cia la nuca, co n una ab u n d an cia d e sco n ce rta n te , los c a b e llo s d em asiad o largos del p o e ta . Lucien e s un h om b re de ord en. Sin em bargo, n un ca un an arq u is­ ta c o n s c ie n te tuvo un a s p e c to tan terrorífico co m o mi co m p añ ero de viaje. No lleva cuch illo en tre lo s d ien tes, p ero da la im presión de q u e e s por olvido. T engo la c o n v ic c ió n d e q u e e s a c a u s a del in q u ie ta n te a s p e c ­ to d e L ucien q u e g u b e rn a m e n ta le s y re v o lu c io n a rio s, in clu so lo s g en d a rm e s fr a n c e s e s , n o s h an m a re a d o ta n to . Q u isiera q u e c a m b ia s e . Para a b o rd a r m a ñ a n a a las fu erzas g u b e rn a m e n ta le s c o n p o s ib ilid a d e s d e salir a iro s o s , e s n e c e s a r io q u e L u cien s a ­ crifiq u e su s c a b e llo s y q u e m e ta su g o rro en el fo n d o d e n u e s ­ tro s b o ls o s . S é que e s su sce p tib le y a b o rd o la cu e stió n co n pru dencia. Pero el to n o de n u estro diálogo en seg uida se alza y n u estras frases se vuelven a stu ta s: — ¿E s q u e una cab ellera indecente vale la vida de dos hombres? — ¡Esa e s una pregunta estú pid a! — ¡Todas n u estras co n tra ried a d es provienen de qu e tú p a re ce s un huido de un asilo de alien ad os! — ¡Y n o soy yo el m ás «alienado» de los dos! M e arriesgo a una insin uación pérfida: — ¡Para h a b e r perdido h a sta e s e p u n to el se n tid o del ridículo, tie ­ ne q u e se r p orqu e e s tá s en am orad o! Disparo la flecha a una herida; Lucien m e colm a de virulentas injurias.

Pero su resisten cia ha sid o so ca v a d a . Muy d ó cilm en te s e d eja lle­ var h acia la esqu ilad ora del ú nico b a rb ero de P o tes. La o ím o s co r­ tar sus c a b e llo s, él co n la m uerte en el alm a, yo co n una m alicio­ sa alegría. A n tes in clu so de h a b erm e p erca ta d o de su nuevo a sp e c to , h e perfilado la frase que d e b e co n v en ce r a Lucien de qu e «está m u­ ch o m ejor que antes». Lo s a b e y d etien e la retahila de mis p alabras lan zan do la c ó n ica ­ m en te: — ¡Im bécil!

En busca de dónde acampar H acia m ed ia n o ch e n o s d esp ed im o s de Jo sé y de P o tes. Los h o m ­ b res arm ad os q u e m on tan guardia en el p u en te n o s ven partir h a ­ cia d on d e se en cu en tran las trop as. No q u erem o s avanzar d em asiad o en la n o c h e para evitar e n c o n ­ trarn os co n patrullas y por el tem o r a en co n tra r tam bién tro p as q u e hubieran avanzad o ap ro v ech an d o la n o ch e . Pero ninguno de lo s lugares q u e in sp e ccio n a m o s reú ne las c o n d icio n e s qu e c o n s i­ d eram o s in d isp en sa b les para aseg u rarn os una n o c h e m ás o m e­ n o s tranquila. Es m ás qu e p ro b a b le q u e la trop a in ten te a p o d erarse de P o tes al am an ecer. Una elem en tal p recau ció n exige, pues, q u e la tienda se p lan te en un sitio qu e n o se a visible d esd e la carretera. No e s sino a la en trad a m ism a de las g argan tas del río Deva d o n ­ de en c o n tra m o s un cam in o de herradura que lleva a una p eq u eñ a p lataform a invisible d esd e la carretera. El sen d ero e s tan em p i­

n ad o qu e te n e m o s q u e d escarg ar n u e stro s e n se re s de la m o to ­ c icleta y a carrearlo s en la esp ald a. Tam bién te n e m o s gran d es di­ ficu ltad es para llevar el vehículo h a sta arriba, por lo peligroso de la cu e sta .

Nocturno La p lataform a e s un p eq u eñ o prado cerrad o por una esp esu ra im­ p en etra b le. H in ch am os ráp id am en te las c o lc h o n e ta s y n o s e c h a m o s en cim a, sin levantar la tien d a. E ncim a de n o so tro s e s tá la cúpula negra y tranquila de un cielo sin estrellas. Las n u b es c o m p a c ta s q u e pla­ n ean b a ja s vuelven la n o c h e o p a c a . C o lc h o n e ta s y cu erp o s entran en c o n ta c to in m ed iato co n ella. Un nuevo y muy particular en ca n ta m ien to se apodera de n o so tro s. Je boire la fraiche avec de lents chalumeaux, par l’infini, et dire merci autant que d ’herbes3. E sta frase de Crom m elynck, de una locura ad orable, n o s vien e a la m em oria. La rep etim o s a u to m á tica m e n te porqu e trad u ce muy b ien la sutil em o ció n q u e n o s em barga. E fectiv am en ­ te, te n e m o s la se n sa ció n de so rb er la n o ch e ; de ab so rb erla por to d o s lo s p o ro s. A lo lejo s, en las lad eras de los P ico s de Europa, se d esp laza len ­ ta m e n te una p eq u eñ a luz q u e n u estro s o jo s siguen co n irritación. N uestro e s ta d o de ánim o e s co n fu so . Q uisiéram os sa b e r de qué e s tá h e c h o el m añ ana. Pero, ¿e x iste «m añana»? E s un día que e s tá por hacer, ¿n o e s así? Pues «m añana» n o n o s im porta. R azon am os

3 Sorbo lenta e infinitamente el fresco con pajitas, y doy tantas gracias como hierbas hay.

a sí p orqu e te n e m o s m iedo de to d o lo qu e - l o sa b e m o s b ie n - no d ejará de prod ucirse «m añana». ¿Viviremos quizá «m añana» por la tard e? ¿El m ed io de evitar p en sa m ien to s id iotas cu an d o u no e s tá ten d i­ do, a m ed ia n o ch e, en m ed io de un m on te, co n lo s o jo s llen os de una tin ta negra, en la qu e s e d esp laza -d e m a sia d o le n ta m e n te una p eq u eñ a luz? L ev an tam o s la tien d a. Los m atorrales qu e n o s rod ean em iten ruidos ap ag ad o s. ¡A m e­ nudo cre e m o s oír p a so s h u m an os! Es el ruido lo qu e n o s da m ás m iedo. N os lleva a ev o ca r ex p lica cio n es siem p re d esag rad ab les de dar, in clu so a g en te qu e n o tuviera h acia n o so tro s sin o b u en as in ten cio n es. Los nervios e stá n so m e tid o s a una ten sió n extraor­ dinaria, to d o lo d esag rad able p osib le, d esd e el m o m en to en que u no e s in terp elad o h a sta el m o m en to en q u e se da cu e n ta de las in te n c io n e s de lo s in terp elad ores. ¡E sta vez so n n u estro s te m e ro s o s am igos, lo s c o n e jo s , lo s que so n la ca u sa de n u e stro s e s p a n to s! F ilo so fam o s: e s su turno de dar m iedo a la m ás v iciosa y sanguinaria de las b e stia s: ¡el h o m ­ bre! E ste profundo p en sa m ien to p o n e fin a las fan tasías a las qu e n o s en treg a m o s co n co m p la cen cia . B eb em o s los últim os y su stan cioso s tragos del d en so vino de Potes. ¡Su av em en te, n o s invade la im presión de q u e m ás b ien serían la n o c h e y sus ruidos e x tra ñ o s los qu e d eberían exp erim en tar m iedo a n te una vecin d ad tan aterrad ora c o m o la nuestra!

Tam bién su av em en te au m en ta en n o so tro s el se n tim ien to de que realm en te so m o s c a p a c e s de plantar cara a to d a s las fuerzas m a­ léficas del m undo ju n tas. ¡N uestro valor alcan za su cu m b re en el m o m en to en qu e c o n sta ta m o s, en voz alta, qu e no ten d ríam os m iedo ni siquiera si n o s v iésem o s ob lig ad os a b atirn o s co n tra in­ dividuos tan terribles c o m o n o so tro s m ism os! N os a d o rm ece m o s sin dificultad, p ero n o sin h a b e r p ro ced id o a un previo in tercam b io a p a sio n a d o de e p íte to s in ju riosos en rela­ ción co n la em briaguez. Ya qu e los v o c a b lo s in esp erad o s h a cen m uch o e fe c to so b re lo s c e re b ro s fatigad os, e ch a m o s m an o so b re to d o de n eo lo g ism o s.

Ilusión y realidad Vam os a su lado. C o n te n to s de sa b e r que e s tá tan ce rca . De re­ p en te, s e vuelve h a cia u no de n o so tro s y lo b e sa . El g e sto era in esp erad o . El su eñ o m e a b a n d o n a. M e p a re ce h a ­ b er oíd o un ruido. M e d esp ierto co m p le ta m e n te y e s cu c h o en la n o c h e . En la m o n tañ a resu en an , rep etid o s al infinito, los e c o s de un tiro teo . P ronto, el ruido de una cam p an a to c a d a a to d o vuelo s e añ ad e al a lb o ro to de los fusiles. ¿Tocan a re b a to ? ¿P o tes? El ruido regular de una am etrallad ora escu p ien d o ráfagas interm i­ te n te m e n te s e p ercib e tam bién claram en te. A mi lado, Lucien ro n ca c o m o un h errero. Si n o lo d esp ierto, no m e creerá.

Lo llam o. S e in corp ora en su s a c o de dorm ir y e scu ch a con m igo el in q u ieta n te alb o ro to . P o co d esp u és, lo s d isp aros se vuelven m ás ralos. P ron to ya n o o í­ m o s m ás qu e v agos rum ores, im p o sib les de definir. Fuera todavía e s de n o ch e. Lucien m e d ice: "¡Ya v erem o s m añ an a!", se envuelve en su s a c o y vuelve a su s interrum pidos ronquid os. No puedo dorm irm e sin reprocharle que ronque sin ningún pudor. M e recom iend a se ca m e n te que lo d eje en paz, añadiend o que d e­ bería ser el último en reprocharle qu e ronque, dado que yo ten go el m ism o d efecto . S é que no e s cierto pero, ¿có m o co n v en cer a un com p añ ero de tienda qu e dice que uno ron ca sin darse cu en ta?

Todavía los guardias civiles Al d esp erta rn o s, todavía en pijam a, v am os a un sitio del sen d ero d esd e d on d e p o d e m o s ver la carretera. E stá d esierta. P reten d ien ­ do im presionar a la trop a co n un atu en d o y un a s p e c to im p eca­ b les, p ro ce d e m o s a un a s e o m in u cioso b a jo una ca sc a d a de agua. Luego, pro segu im os n u estra ruta en tre a lto s aca n tila d o s de gra­ n ito que e n c a jo n a n al río Deva, ob serv a n d o d eten id am en te las ro c a s q u e podrían ocu ltar h o m b res em p lazad os para una e m b o s ­ cad a. Con una m ezcla de se n tim ien to s n o s a c e rc a m o s al p u eb lo de La Herm ida, d on d e los guardias civiles acu d en de to d o s lados, con la carab in a en la m ano, para h a c e rse cargo de u n o s e x trañ o s v a­ g ab u n d o s que vienen d ire cta m en te de d on d e lo s revolucionarios.

— ¡Alto! Los guardias civiles p a re ce n n erv iosos y su s ro stro s tien en una ex­ presión dura. N os ob serv an sin afabilidad m ientras c o lo c a m o s el vehículo co m o n o s d icen . T en em o s la im presión de qu e dispara­ rían co n tra n o so tro s g u sto sa m en te, al m en or g e s to so s p e c h o s o . Las p regun tas - h e c h a s b r u s c a m e n te - vienen de to d o s lad os. A d op tam os un aire d esp reo cu p a d o y de n o en ten d er nada. N ues­ tra actitu d in d olen te, ev id en tem en te, lo s d esco n cie rta ; n o s llevan h acia un h o tel d on d e s e e s ta b le c e el sigu ien te diálogo: — ¿D e d ón d e vien en ? — ¡Tenta de cam p an a!, -Q u e ría m o s d ecir co n ello qu e v en íam os de acam par. — ¿? —

i!

— ¿A d ón d e quieren ir? — A Altam ira. — ¿?

— ¡Cuevas p reh istó rico s! (sic) — ¿?

— ¡Turistas! — ¿ . . .su d o cu m en ta ció n ? — Aquí e stá n n u estro s p a sa p o rtes. — ¿Tienen arm as? — ¿?

Los guardias civiles em piezan a c a c h e a rn o s. T en em o s qu e d ese m ­ b alar n u estro eq u ip aje. Todo e s in sp e ccio n a d o m in u cio sam en te. De m is b olsillos, un guardia civil sa c a la navaja de reso rte ex cla­ m ando: — ¡E sta e s un arm a prohibida!

Pongo una so n risa e s c é p tic a e in ten to explicar que e s a navaja la n e c e sita m o s para co rta r pan. El registro co n tin ú a. Toda nuestra d o cu m en ta ció n se exam ina d eten id a m en te. A co n tin u a ció n , recom ien za el interrogatorio, m ás in ten so : — ¿D ón d e han p a sa d o la n o c h e ? S e ñ a la m o s la tien d a d esem b alad a, todavía húm eda del rocío m a­ tinal: — A u n o s kilóm etros de aquí, en la m on tañ a. — ¿Q u é h a cen u ste d e s en la región? — ¡Nada! S ó lo la atrav esam o s. — ¿D e d ón d e vien en ? — De Palencia, por el p u erto de Piedras L u en g as-, y para desviar la a te n ció n exp licam os qu e hay m ucha nieve en el puerto. — ¿H an e n co n tra d o rev olu cion arios o tro p as? — G uardias civiles, en un p u eb lo a cin cu e n ta kilóm etros de aquí. — ¿Y n o o b rero s arm ad os? — H em os v isto p a isa n o s arm ad os en el p u en te q u e da a c c e s o al últim o p u eb lo - e v ita m o s pronu nciar el n om b re de P otes. — ¿C uándo? — Ayer por la tarde. — ¿N o han e n co n tra d o o tro s revolucion arios a lo largo de la c a ­ rretera? — No, p ero no p re sta m o s a te n c ió n ... — ¿? — ¿?

— ¿Por q u é les han d eja d o pasar? — ¿P or q u é te n ía n q u e h a b e rlo im p ed id o ? ¿E s q u e n o h a te r­ m in a d o la re v o lu ció n ? L os p e r ió d ic o s d icen q u e to d o e s tá en ca lm a .

— La rev o lu ció n n o h a term in a d o y u s te d e s tie n e n su e rte de e s ta r vivos, d e s p u é s d e h a b e r a tra v e sa d o la región de d o n d e v ien en . ¿N o tie n e n p erm iso para circu la r e x p e d id o p or la a u to ­ ridad m ilitar? L lam am os la a te n ció n de lo s guardias civiles so b re el visado p u es­ to en n u e stro s p a sa p o rte s por un fun cion ario de la Seguridad G e­ neral cu an d o en tra m o s en E sp añ a. E n señ a m o s tam bién lo s visa­ d os de n u e stro s v iajes p re ce d e n te s, d icien d o q u e h a c e m o s un viaje a E sp añ a cad a año. N uestro ca n d o r d esarm a a lo s guardias: — Les dejarem os continuar hacia Santander, donde tendrán un permi­ so para volver a Francia, pero serán detenidos y registrados en todos los pueblos de la ruta. ¡Digan que ya les h em os cach ead o nosotros! C om o no tien en pinta de devolver la navaja, p ed im os lo m ás in o­ c e n te m e n te p o sib le «si n o n o s darían un recib o atestig u an d o que n o s la habían co n fiscad o ». — ¿Un recib o ? ¿Por qu é? — Para que la navaja se devuelva por vía diplomática, -t e n e m o s di­ ficu ltad es para m a n te n e rn o s serios. — ¡Por vía d ip lom ática! — ¡Sí, e s un recu erd o de familia! Los guardias civiles tien en pinta de n o en tender. El qu e tien e la navaja en la m an o n o s la da. E m balan d o ap resu rad am en te n u e stro s en se re s, rep artid os por to d a s p artes, d eja m o s a lo s guardias civiles, a q u ien es la p eq u eñ a com ed ia de la navaja ev id en tem en te n o les ha gu stad o.

Que pase lo que sea D e lo que, retó rica m en te, llam am os «nuestro in tercam b io de pun­ to s de vista co n las autoridades», h em o s reten id o so b re to d o que co rre m o s el riesgo de ser d eten id o s y registrad os en to d o s los p u eb lo s h a sta Santand er. D ecim os qu e e s o ya lo veremos. Un sitio retirado del cam in o y b ien resguardado n o s incita a parar­ n o s para com er. Los d os n o s im aginam os qu e co n stitu im o s una a sa m b lea y d ecid im os d eliberar c o m o " c o n s e jo de guerra", m ien ­ tras dura la com id a. E sto n o s perm ite tra tarn o s m u tu am en te con m u ch o s m iram ien tos, con firién d o n o s títu los h o n o rífico s, v an o s y ridículos. El « co n sejo de guerra» tom a n o ta de qu e lo s guardias civiles q u e ­ rrían qu e fu é sem o s a Santand er, p ero co n sid era qu e n o hay por q u é co m p la cer a lo s guardias civiles. R eco rd an d o q u e h e m o s h e ­ ch o to d o e s te cam in o para llegar a O viedo, e s ta b le c e : Prim ero. Irem os a O viedo. Seg u n d o. No irem os a Santand er. Tam bién e s ta b le c e un plan en c a s o de q u e ten g am o s q u e dar n u e­ vas ex p lica cio n es: d irem os qu e v en im os de visitar las cu ev as de Altam ira y q u e n o s dirigim os h acia Portugal, como el año pasado (los an terio res v isad o s de n u e stro s p a sa p o rte s harán verosím il esta exp licación). Lucien reflexiona so b re n u estras re c ie n te s ex p erien cias. D esp u és de un largo silen cio , llega a la co n clu sió n de qu e «no e s una ver­ dadera revolución». Falta arrojo y lustre. C on fiesa qu e su im agina­ ción h abía discurrido en el «rom anticism o». La realidad le p a re ce plana, apagad a y d esag rad able.

R ep resen ta m o s a sí para n o so tro s m ism os p eq u eñ as co m ed ias q ue n o s p ro p orcio n an largas h o ra s de b u en humor.

H a cia la ciu dad p roh ibid a P o co a n te s del p u eb lo siguiente, P anes, un p eq u eñ o p u en te so b re el río n o s perm ite tom ar una carretera de m o n tañ a q u e se m ete por la garganta del río C ares. A hora avanzam os d ire ctam en te h a ­ cia O viedo. Por un lado, b o rd ea m o s las lad eras de los P ico s de Europa, q u e el p eq u eñ o río limita por el n o rte. Por la otra orilla, sus aguas b a ñ a n la v ertien te sur de la cordillera del Cuera. El valle e s to rtu o so , co n m alo s y en fa n g a d o s cam in o s. La carre­ tera n o d eja de elev arse y n o s te m e m o s qu e su ba h a sta la nieve. Los h a b ita n te s de algunos p u eb lo s de m o n tañ a por lo s q u e p a­ sa m o s ráp id am en te exp erim en tan el m ás vivo aso m b ro al v ern os. P ro b a b lem en te n o s tom an por revolucionarios, p u es m u ch o s n os h a cen el signo unificad o del «frente com ún», alzand o el puño. A m enudo, lo h a ce n riendo. N os p aram os en u no de e s o s p u eb lo s para avituallarnos y ten er n o ticia s. Los h a b ita n te s q u e acu d en se m uestran sim p ático s, s o ­ b re to d o d esp u és de d ecirles que so m o s periodistas extran jero s, v en id os para dar cu e n ta de lo q u e su c e d e en E sp añ a. A hora qu e el m o to r de n u estra m áquina s e ha parado, p o d em o s oír so rd a s d e to n a c io n e s. — So n los a co ra z a d o s de G ijón que b o m b ard ean lo s p u eb lo s al­ red ed or de O viedo, explican lo s lugareños. — ¿Pero d ón d e com ien za el «frente»? — En Infiesto, a u n o s cin cu en ta kilóm etros de aquí. — ¿Y u sted es n o h a cen la revolución?

— Los qu e tien en g an as de co m b a tir han salido para O viedo. ¡O jalá n o ten g an que lam entarlo! Las c o s a s van mal para lo s revo­ lu cion arios. Ayer las tro p a s tom aron Infiesto. — ¿Aquí no ha p a sa d o nad a? — No, el g ob iern o tuvo la b u en a idea de retirar a lo s guardias civi­ les de lo s p u eb los, digam os q u e p orqu e ten ía n ecesid ad de ellos en o tra s p artes. Pero sab ía b ien que aq u í no d esap ro v ech aríam o s e s ta o c a sió n de aju star las c u e n ta s qu e tam bién n o so tro s te n e ­ m o s que a ju star c o n los guardias civiles. — Siem p re h em o s n o ta d o , d urante n u e stro s an terio res v iajes a E sp añ a, qu e n o les gu sta la Guardia Civil. — No, n o n o s gu sta - d ic e n rie n d o -. Fueron n u e stro s en em ig os en tiem p o s del rey y con tin ú an sién d o lo ahora, qu e e s ta m o s en la República. — ¿Hay guardias civiles o tro p a s por aquí? — No lo s en co n tra rá n a n te s de Infiesto. ¡E so e s lo qu e se d ice una b u en a noticia!

En la zona de guerra En seguida en tra m o s en la zon a de lo s prim eros c o m b a te s. Los árb o le s q u e h abían sido d erribad os y a trav esad o s en la carretera por los revolucion arios, fueron a rrojad os a las c u n eta s. Los p u en ­ te s d estru id os por lo s exp losivo s fueron re sta b le cid o s co n m e­ dios im provisados. De vez en cu an d o, la carretera e s tá cortad a por una e s p e c ie de trinchera, rellenada p rovisionalm en te. N os p aram os para com er. Quién sa b e , quizás n o s e n ca rcele n en Infiesto, e n to n c e s m ás vale h a b e r com id o . A u to b u ses llen os de guardias civiles n o s ad elan tan cam in o de Infiesto. ¿E s só lo una im presión? Los guardias civiles n o s p a recen to d o s muy pálidos. S e revuelven so b re su s a sie n to s cu an d o n o s ad elan tan y n o s mi­

ran co n irritada curiosidad. ¿N os creen , p ro b ab lem en te, revolu­ cio n a rio s en fuga? ¡Mal p resagio de acogid a para Infiesto! P o co a n te s de la villa la carretera e s tá cerrad a por un d e s ta c a ­ m en to de guardias civiles. Exam en de to d a n u estra d o cu m en ta ­ ción, c a c h e o m in u cioso e interrogatorio: — ¿A qué han venid o aquí? — Q u erem os ir a O viedo. — ¡H om bre!..., ¡quieren ir a O viedo! ¿L es p u ed o preguntar có m o p reten d en ir a O viedo? N os d am o s cu e n ta en seg uida que los guardias civiles n o s tom an el pelo, p ero so m o s tan in g e n u o s ... — Si e s p osib le, en m o to c ic le ta -re s p o n d e m o s . — ¿Q u é quieren h a c e r en O viedo? — Oh, nada. S ó lo q u erem o s p asar por allá para ir a Portugal, co m o el a ñ o p a sa d o - y e n se ñ a m o s n u e stro s v isad os, qu e d em u estran q ue h em o s h e c h o ya el m ism o v ia je . — ¿U sted es no sa b en , pues, que esta región está a sangre y fuego? — ¡No! ¿C óm o íb a m o s a sa b erlo ? ¡Los p erió d ico s no h ablan de eso! — ¡Claro! Los p e r ió d ic o s ... De h e c h o , ¿n o serán u ste d e s p eriod is­ ta s? - y exam inan de nuevo n u e stro s p a sa p o rtes. P or e s e la d o , e s ta m o s b ie n tr a n q u ilo s . L o s p a s a p o r te s p o n e n n u e s tr a s p r o fe s io n e s r e s p e c tiv a s en len g u a fla m e n c a . E x p li­ c a m o s a lo s g u a rd ia s c iv ile s q u e v ia ja m o s p ara p a s a r el tie m ­ p o y p ara e s c r ib ir g u ías d e v ia je , e in te n ta m o s h a c e r c o m ­ p re n d e r q u e el té rm in o «d aag blad sch rijv er», q u e figura en u no de n u e s tr o s p a s a p o r te s , e s un títu lo h o n o r ífic o del q u e e s t a ­ m o s m uy o rg u llo so s.

Sin em bargo, co m o con tin ú an reg istrán d on os, in ten ta m o s h a cer­ les ver q u e pierden el tiem p o, p u e sto qu e ya h e m o s sido c a c h e a ­ d o s a m enud o. Una c o sa les intriga m ucho: — ¿C óm o e s qu e les d ejaron p asar por to d a s p artes sin te n e r nin­ guna au torización para circular? No p o d e m o s d ecir q u e v en im os de la m o n tañ a y d am os una res­ p u esta evasiva: — En to d a s p a rtes se cre e qu e la revolución ha a ca b a d o . Es por e s o q u e n o s d ejaro n pasar. Los guardias civiles sacu d en la c a b e z a . N uestro c a s o les p a re ce extraord inario. Sin em bargo, ello s tien en co n sig n as p recisas: ¡n a­ die pu ed e entrar en Infiesto! — ¡Q uerem os ver al co m a n d a n te militar! T en em o s algo qu e c o ­ m u n ica rle... — ¡En e s e c a s o e s d istinto! Q ue u no de u sted es vaya h a sta aquel ed ificio, e s la prisión; allí e s tá el c o m a n d a n te militar. ¡El o tro q u e ­ dará aq u í co n la m o to cicleta !

Infiesto El edificio h acia el qu e m e dirijo tien e una gran p an carta b lan ca so b re la q u e e s tá e scrito «Prisión preventiva de Infiesto». Es una antigua escu ela tran sform ad a en prisión por lo s su blev ad os. La p an carta la h icieron ellos. M e dirijo a uno de lo s guardias civiles q u e h a cen guardia en el um bral. M e lleva a través de largos p asi­ llos h a sta el d e sp a c h o de un oficial qu e h abla fran cés, el cual m e recib e am a b lem en te:

— ¿Q u é p u ed o h a c e r por u sted , señ o r? — Mi co m p a ñ ero y yo e s ta m o s de cam in o h acia Portugal para d o ­ cu m en ta rn o s co n el fin de h a c e r una guía de viaje. Los guardias n o quieren d eja rn o s p asar y qu isiéram os pedirle una au torización q ue n o s perm ita ir a O viedo. — Pero, señor, e s to ta lm e n te im p osib le ir a O viedo p or el m o m en ­ to. La línea de fuego e s tá a d o s k ilóm etros y m edio de aquí; quien quisiera p asar moriría co n la m ism a seguridad que si s e hubiera arrojad o en el Vesuvio. ¿N o s e da cu e n ta de lo qu e e s tá p asan d o ahora en E sp añ a? — ¡No, no sa b ía m o s q u e fuera tan serio! ¿P odríam os o b te n e r un p erm iso para ir h a sta la línea de fuego? — Señor, ¡eso ni pen sarlo! — ¿P od rem os, al m en o s, visitar In fiesto? — Si u ste d e s quieren, au n q u e n o p u ed o c o n ce d e rle s un perm iso e scrito . Al salir del edificio, p re sto a ten ció n para oír el ruido del tiro te o en la línea de fuego. No oigo nada anorm al. ¿Q uizás el «frente» e s tá m o m en tá n ea m en te en calm a? D elan te de la prisión, los guardias registran a algunos civiles que tien en los b ra z o s en alto. P ro b a b lem en te rev olu cion arios que s e ­ rán en ca rce la d o s Al volver co n Lucien y lo s guardias, les digo qu e el co m a n d a n te de la plaza n o s ha au torizad o a visitar el pu eblo. S a c a m o s una m áquina fotog ráfica de n u e stro s b o ls o s y, d ejan d o la m o to b a jo la cu sto d ia de lo s guardias, co m en z a m o s un p a se o a través de las ca lles de Infiesto, ayer todavía en m an o s de lo s su ­ b lev ad os. La villa ha sufrido p o c o . A lgunos crista les fueron su sti­ tuid os por ta b la s. Todas las c a s a s e stá n o cu p ad as por so ld ad os.

Es la hora de com er. C om o n o so tro s, e s o s h o m b res se nutren ex ­ clu siv am en te de pan y vino. Una idea n o s o b se s io n a : ¡ir h a sta la línea de fuego, a p esar de la prohibición ! L en ta m en te n o s dirigim os h acia la salida del p u eb lo q u e lleva a la carretera de O viedo. Aquí, los b a lc o n e s de las c a s a s e stá n d efen d id o s por so ld a d o s arm ad os co n am etrallad oras que apu n tan h acia la carretera y la m o n tañ a. Un p eq u eñ o p u en te está cu sto d ia d o por un fu erte c o n tin g en te de guardias civiles. H a ce­ m o s algunas fotografías, co n el fin de dar a en ten d er q u e so m o s g en te inofensiva. L os guardias n o s d ejan hacer.

Buscamos la dín ea de fuego » Para n u estro aso m b ro , lo s guardias civiles n o n o s interrogan cu a n d o cru zam os el p u en te para dirigirnos h acia la línea de fu e­ go. Enseguida e s ta m o s so lo s en la carretera y cam in am o s en di­ recció n a O viedo. D eja m o s a trás un p a so a nivel q u e tien e ind icios de re cie n te s y v io len to s c o m b a te s. Las b arreras e stá n ro ta s y lo s p o s te s tien en h uellas fre sca s de b a la s. M e acu erd o de e s e p a so a nivel. El añ o an terior n o s h a b ía m o s eq u iv o cad o de cam in o. H abíam os c o n ti­ n uad o d irecta m en te, cu an d o h ab ríam os ten id o qu e tom ar a n u e s­ tra izquierda la carretera qu e n o s llevaba a O viedo. N os hizo im ­ p resión en co n tra r e s e p a so a nivel d estruido. No o ím o s ningún ruido anorm al. Según lo s m o jo n e s de la ca rre­ tera, ya h a b ía m o s h e c h o tres kilóm etros. Nada indica la línea de fuego. No e s ta m o s a c o stu m b ra d o s a cam inar. Las p e sa d a s b o ta s q u e llevam os n o s c a n sa n m u ch o. Al avanzar, p en sa m o s que d e b e ­ rem os volver a h a cer a pie to d o el cam in o recorrido. No hay a b ­ so lu ta m en te nada q u e indique qu e n o s en co n tra m o s en una zona de c o m b a te s. La vista de un joven m u ch a ch o que lleva pan, y c a ­

mina d ela n te de n o so tro s co n aire d esp reo cu p ad o , a c a b a de d e s­ an im arn os. N unca cam p o alguno tuvo un a s p e c to m ás ap acib le que é s te , d on d e se su p o n e qu e e s el lugar del m undo d on d e m ás se m ata actu a lm en te. Lucien tien e nuevos argu m en tos en ap oy o de su te sis de q u e cu al­ quier revolución esp a ñ o la e s una b rom a. Sin em bargo, h e m o s vis­ to una gran can tid ad de c a s a s in cen d iad as, de p u en te s d estru id os y de á rb o le s a b a tid o s.

Regreso a Infiesto Nuestra d ecep ció n n os ha p u esto de buen humor. Intercam biam os brom as fáciles, m ientras volvem os so b re n u estros p a so s a Infiesto. A la entrada del pueblo, unas jóv en es n o s h acen se ñ a s alegres d esd e lo alto de una ventana. N os reím os a m andíbula b atien te. Los guardias civiles n o s observan con aten ción m ientras n os acer­ cam o s a ellos. No puedo evitar la im presión de qu e nuestra alegría d eb e resultar in d ecen te a los o jo s de los guardias, que pueden te ­ ner razon es para con sid erar los a co n tecim ie n to s en plan trágico. C uando q u erem o s volver a p asar el p u en te por el que h ab íam o s salido, un su bo ficial s e dirige h acia n o so tro s, d icién d o n o s que no p o d e m o s en trar en el p u eb lo. No n o s e sp e rá b a m o s e s to y n o s q u ed am o s e s tu p e fa c to s, au nqu e co m p re n d e m o s p e rfe cta m en te que só lo quieren q u itarn o s las g an as de reír. — Pero - d e c i m o s - si a c a b a m o s de salir de Infiesto n o h a c e una hora. D eben de h a b e rn o s v isto pasar. — ¡E so n o s da igual, u ste d e s e stá n aq u í en territorio reb eld e y tendrán q u e a te n e rse a las c o n se c u e n c ia s! Lucien n o p a re ce en a b so lu to im p resion ad o por lo que el guardia a c a b a de decir. C ontinúa so n rien d o a las jó v en es a so m a d a s a la

v en tan a. Tengo que advertirle de q u e s e h aga cargo de la seriedad de n u estra situ ació n . Con la esp eran za de h acerm e en ten d er por lo s guardias, y de halagarlos, añ ad o qu e las jó v en es les sonríen a lo s guardias y n o a él. Luego reto m o el diálogo: — No vale la pen a b ro m ea r co n n o so tro s. H em os v isto al c o m a n ­ d a n te de p u esto a n te s de salir de Infiesto. Él n o s autorizó a ir h a s ­ ta el p a so a nivel. — ¿D ón d e e s tá esa au to rizació n ? — El c o m a n d a n te n o s la ha d ad o de palabra; y estará c o n te n to de sa b e r q u e u sted es d ejan ir a lo s p a isa n o s h acia la línea de fu e­ go y que n o lo s tien en en cu e n ta m ás que cu an d o vuelven. ¡Si u s­ te d e s no quieren d eja rn o s pasar, d eb en d e ten ern o s y llevarnos a prisión, lo q u e n o les a c o n se ja m o s si quieren esta r a b u e n a s con su s su periores! P ro b a b lem en te n o s e e sp era b a n qu e fu éram os tan agresivos. S e ­ ca m e n te n o s d ejan pasar. V olvem os a atrav esar las ca lles de In fiesto reflexion an d o so b re lo q u e su ced ería a lo s e sp a ñ o le s que, en period o revolucionario, se en treg a sen a b ro m a s c o m o en las qu e incurrim os n o so tro s. R eco n o cem o s que h em os actu ad o atolond radam ente y que n os te ­ n em os bien m erecida la lección que n os acaban de dar los guardias. Pues, en lo que llam am os «no m an’s land», Lucien ha h e c h o a los su blev ad os y a lo s regulares u nas ch a n z a s qu e han sido la cau sa de n u estra alegría, p ero cuya naturaleza exq u isitam en te delicada im pide q u e se a aq u í relatad a. En las calles, y so b re to d o en la plaza d elante de la prisión, ahora está n form adas las tropas. C om pañías de legionarios extranjeros, so ld ad os de infantería y guardias civiles form an para el recu en to.

Un d esta ca m en to de paisan os, arm ad os con fusiles de guerra y lle­ vando b razaletes con los co lo res de la república esp añ o la -r o jo , amarillo y v io le ta - n o s intriga m ucho. Son - l o h em o s sab id o a c o n ­ tin u a c ió n - guardias de a sa lto vestid o s de paisano, que tienen por misión a cerca rse a los revolucionarios h a cién d o se pasar por par­ tisan os. Esa tropa debía disipar - y lo co n sig u ió - la d esconfianza en tre los revolucionarios. Según las con fid en cias que n o s hicieron é s to s últim os en la con tin u ación de nuestro viaje, e s o s militares disfrazados contribuyeron m ucho a desm oralizar a los rebeldes. C uando p a sa m o s d ela n te de las trop as, m an ifiestan cie rto ner­ v iosism o. Tod os los o jo s e stá n fijos en n o so tro s; se n tim o s clara­ m en te qu e n o s tom an por av en tu rero s cuya co n cie n c ia n o e s tá en a b so lu to tranquila. Las figuras e stá n pálidas y p reo cu p a d a s. Los h o m b res reunidos aquí p a recen ten er la co n v icció n de participar en una o p eració n san grien ta. Al ver que querem os h acer fotografías, un oficial n os h a ce un signo de que está prohibido. Viene luego hacia n oso tro s y nos pide la docu­ m entación. Una vez vista, nos dice que le sigam os. Cuando entram os de nuevo en la prisión, por un m om ento ten em os la impresión de que n os van a encerrar. Por una puerta entreabierta vem os a paisanos -¿re b e ld e s, p ro b a b lem en te?- am on ton ad os en una gran sala com o sardinas en lata. Nos cruzam os con el oficial de la Guardia Civil con el que m e había entrevistado anteriorm ente. Le interpelo, pero pare­ ce no reconocerm e. Sin em bargo, nos sigue hasta el d esp ach o de un oficial ya entrado en años, que los otros llaman «señor coronel»4, exa­ mina nuestros pasap ortes y nos interroga con benevolencia:

4 El co ro n el So lch a g a.

— ¿Q u é d iab los han venid o a h a c e r aquí? — Estam os de camino hacia Portugal; sólo queríamos atravesar Infiesto. — ¿Pero n o se dan cu e n ta de q u e e s im p o sib le? ¿Por q u é n o se han inform ad o a n te s de em prend er e s ta ruta? — En to d a s p artes s e n o s ha d ich o q u e en A sturias to d o e s tá en calm a. — ¡Es increíble! — N os fastidiaría ten er q u e dar m edia vuelta, ¿n o podría d arn os au torización para p asar por G ijón? — Es una solución. Les voy a dar un d ocu m en to para Gijón, donde la revuelta ha sido reprimida, pero eso les supondrá tam bién un rodeo. — ¿Le p o d e m o s preguntar cuál e s la situ ación militar en O viedo? — Las tro p a s de la b a s e de G ijón han co n seg u id o en trar en la ciudad. P ro b a b lem en te lo s su blev ad os van a rep legarse h acia la m o n ta ñ a . El fren te revolucionario, d ela n te de n o so tro s, se verá co n ello c o n sid era b lem en te reforzad o. En lo que n o s co n ciern e, e sp era m o s una a cció n d ese sp era d a por p arte de los su blev ad os, q u e p ro b a b lem en te in ten tarán forzar n u estras líneas, aq u í en Infiesto , para escap ar. M ientras el co ro n e l e scrib e la au torización que le h em o s pedido, s e m e ocu rre una idea: — Ya que p a sa rem o s n o muy le jo s de la ciudad, q u isiéram os visi­ tar O viedo. La v isitam o s el últim o a ñ o y te n e m o s curiosidad por ver los ca m b io s q u e la revolución ha traído. ¿Podría u sted añadir O viedo, a co n tin u a ció n de G ijón? — ¡No les d ejarán pasar! ¡Pero ya que s e em peñan ! N os p a re ce q u e en a d ela n te e s tá ganad a la partida y qu e llegare­ m o s efectiv a m en te a O viedo, o b jetiv o de n u estro viaje. C uando reto m a m o s n u estro vehículo, los guardias preguntan a d on d e q u erem o s ir ahora.

— A O viedo. A lo s guardias civiles e sp a ñ o le s n o les gu sta que se burlen de ellos. R esp on d en muy fríam ente a n u estra d esp ed id a.

Y la g a lera b o g a ... D ebem os rodar prim ero en la dirección o p u esta a Oviedo duran­ te u nos cuaren ta kilóm etros, h asta Ribadesella, donde llegam os al mar. Cada cin co kilóm etros, p u esto s de la Guardia Civil y de los guardias de a sa lto n os cierran el p a so y exam inan d eten id am en te el d ocu m en to qu e n o s autoriza a ir a Gijón. A m enudo, e s o s p u esto s están cam uflados y los guardias salen de im proviso. S e trata siem ­ pre de o b e d e ce r en el a cto , pu es los fusiles saldrían rápidam ente. N os d am o s cu en ta de q u e n un ca h u b iéram os llegado a Infiesto de n o h a b e r to m a d o las ca rretera s de alta m on tañ a. S o m o s tan p arecid o s a lo s revolucion arios q u e los h a b ita n te s de los p u eb lo s qu e a tra v esa m o s n o dudan en salu d arn os alzando el puño. N o so tro s q u erem o s ser p ru d en tes y resp o n d em o s co n s o n ­ risas. Toda la región e stá , de corazó n , co n los su blev ad os, salta a la vista. D espu és de Ribadesella, rod am os a través de b o sq u e s de a b e to s siguiendo la orilla del mar C antábrico. M u chos ch alets lu josos indi­ can qu e esta c o sta e s muy frecu en tad a en verano. A m enudo llue­ ve, y la carretera, no asfaltada, ha sido erosionad a por el agua, que ha cavad o profundos surcos, próxim os u nos a otros, so b re los que la m o to cicleta da tales sa lto s que ten em o s que reducir con sid era­ b lem en te la velocidad si no q u erem os a ca b ar d estrozados. Un m ojó n kilom étrico d ice: «Gijón a 6 0 km». B ajo e sa inscripción oficial, una m an o b rom ista pu so: «M oscú a un paso».

Detenidos una vez más La n o c h e em pieza a ca e r cu an d o en tra m o s en una p eq u eñ a villa llam ada Colunga. Con el fin de d e sc a n sa r un p o co , en tram o s en una gran ta b ern a oscu ra d on d e so m o s lo s ú n ico s c lien te s. H em os llam ado la a te n ció n de lo s h a b ita n te s; un grupo se aglom era d e ­ lan te de la c a sa y alred ed or de n u estro vehículo. M ientras b e b e m o s n u estros «cafés», un ruido s o sp e c h o so atrae nuestra mirada hacia la puerta de entrada. Primero vem os d os c a ­ ñ o n es de fusil, luego m anos, a con tin u ación ap arecen su cesiva­ m en te culatas, b razos y los cu erp os de dos guardias civiles que se deslizan pru d en tem en te en la taberna. C om o e sta m o s se n ta d o s cerca de la puerta de entrada, uno de cuyos b a tie n te s ab ierto n os ocu lta, los guardias no n o s ven inm ed iatam ente. H acen un movi­ m iento nervioso cuan d o por fin n os perciben co lo ca d o s a sus e s ­ paldas. N os apuntan con sus arm as y n o s piden la d ocu m en tación . No sin algo de orgullo, m o stra m o s la au torización qu e n o s dieron en Infiesto, crey en d o p o n er a sí un rápido final a una e s c e n a que q u isiéram os que fuera co rta. Sin em bargo, lo s guardias miran el papel co n d esco n fian za, sa cu ­ diend o la c a b e z a . G e n te s tan raras qu e vienen d ire ctam en te de In fiesto. ¿Y si fueran revolucion arios en fuga que s e hubieran h e ­ ch o - p o c o im porta có m o - co n el papel q u e les h e m o s en treg a ­ d o? N os dan a en ten d er q u e quieren registrarnos. — ¡Pero si ya n o s han registrad o v ein te v eces! No tie n e n en c u e n ta lo q u e d e c im o s. ¿ T e n e m o s q u e d e s e m ­ b a la r n u e stro m a teria l d e ca m p in g y v a cia r n u e stra s b o ls a s ? T od o el p u e b lo p a r e c e a tra íd o p o r el e s p e c tá c u lo . Una m an o d e guardia civil ex p lo ra m is b o ls illo s y s a c a la n av aja d e re s o r­ te . U na voz d e guardia d ic e p a la b ra s d e sa g ra d a b le s r e s p e c to a

ind ivid uos q u e v iajan c o n arm as p ro h ib id a s en é p o c a d e g ran ­ d e s d istu rb io s. E sta m o s de muy mal hum or y p e n sa m o s una can tid ad de injurias co n tra los guardias. Pero, p or e x c e s o de prudencia, las p en sa m o s en fr a n c é s ... H abien d o exam in ad o to d o c o n cuidado, lo s polis n o a ca b a n de e sta r tran qu ilos; n o s co n d u ce n -y e n d o n o so tro s d elan te y ellos, co n sus ca ra b in a s y casi la totalid ad de la p o b lació n , d e tr á s - h a s­ ta la c a sa cuartel, d on d e te n e m o s qu e esp erar a un in térp rete que han ido a buscar. Al llegar, é s te n o s h a c e u nas p regun tas en to n o arrogante, n o s o ­ tros h a c e m o s o íd o s so rd o s. — ¿Por qué n o resp o n d en ? — ¡Tenem os ed u ca ció n ! ¡Y n o d am os la in form ación que se n os pide sino e s co n co rtesía ! Cam bia de to n o , p ero n o s d am os cu e n ta qu e no s e limita a tradu­ cir las p regun tas qu e h a cen lo s guardias. E sto n o s p o n e im p acien tes. — Diga p u es - p r e g u n ta m o s -¿ h a c e u sted e s te in terrogatorio por cu en ta de los guardias o por su propia cu e n ta ? A unque el fra n cés del in térp rete se a casi p erfe cto , sim ulam os no com p ren d erlo sin o co n dificultad. N aturalm ente, lo s guardias se dan cu e n ta y renuncian a utilizarlo c o m o interm ediario. Entre ta n to , d o s in sp e c to re s de la Seguridad G eneral que h abían ido a buscar, llegan al cuartel. N os p resen tan los guardias, cuya

su ficien cia exp resa cla ra m en te qu e esp eran ser felicitad o s p or h a ­ b er d eten id o a d o s individuos tan d u d o sos. L os in s p e c to r e s h a b la n fra n c é s . E xam in an rá p id a m e n te n u e s ­ tra d o c u m e n ta c ió n y n o s d icen q u e e s ta m o s lib res, p id ien d o e x c u s a s p o r las m o le s tia s q u e lo s gu ard ias civ iles n o s h a b ía n causad o. E sto s últim os e stá n un p o c o p a sm a d o s. Llam an la a te n ció n de los in sp e c to re s so b re la navaja q u e n o s han en co n tra d o . Un in sp e c ­ to r n o s la devuelve e n c o g ié n d o se de h o m b ro s. El in térp rete n o s sigue a la calle y n o s explica qu e h ab íam o s sido d en u n cia d o s por u n o s p a isa n o s c o m o p eligro sos agitad ores ex ­ tran jero s. E s por e s o por lo q u e n o s h abían tratad o co n un p o c o de bru squ ed ad . E ste h o m b re n o s resulta d esag rad able. P arece q u e quiere q u ed arse en n u estra com p añ ía, p ero cu an d o n o s p re­ gunta si pu ed e h a c e r algo por n o so tro s, le resp o n d em o s: — ¡Sí, d eja rn o s so lo s!

¿Agitadores o no? C uando llegam os a n u estro vehículo, o b je to de la curiosidad de to d o s lo s m irones de la localidad, alguien n o s explica q u e lo s p e ­ rió d icos hablan m ucho, en e s te m o m en to , de ag itad ores revolu­ cio n a rio s ex tra n jero s que, d esp u és de h a b e r fo m en tad o la revolu­ ción en A sturias, s e habrían d ad o a la fuga. E so s agitad ores serían so b re to d o ru sos, a lem a n es y b elg as. — ¿Por q u é b elg as? — Porque lo s sin d ica to s o b rero s b elg as so n co n o c id o s aquí por ser muy a ctiv o s y b ien organ izad os. En Bélgica, lo s o b rero s están , inclu so, agru pad os en un p o d e ro so partido p olítico.

Al ver nuestra tienda, n os pregunta dónde pen sam o s pasar la n och e. — En la m o n tañ a -d e c im o s . — Sería peligroso. La otra v ertien te de la m o n tañ a e s tá en m an os de lo s su blev ad os y e sa g en te anda m u ch o por la n o c h e . Por o tro lado, lo s guardias civiles y lo s av ion es dispararían co n tra vuestra tiend a si la vieran por la m añ ana. Dada la situ ación , o s tom arían por rev olu cion arios y no dejarían p asar una b u en a o ca sió n de m a­ tar a algunos. S a b e n , los guardias civiles so n muy m alos en e s to s m o m en to s, lo s reb eld e s han m a ta d o a m u ch o s de ellos. No se to ­ m arían siquiera la m o lestia de preguntar a n te s de disparar. — Ah, ¿lo s av ion es salen p ro n to p or la m añ ana? — Los av ion es tien en la co stu m b re de venir a b o m b ard ear los p u eb lo s reb eld es por la m añ ana muy p ro n to. Tam bién disparan co n am etrallad oras co n tra to d o lo qu e resulta s o s p e c h o s o en la m on tañ a. Salim os de Colunga por la n o ch e, a la luz del faro. Llueve ligera­ m en te y la carretera e s m ala. E sta m o s deprim idos. Los in d icad o­ res de la carretera so n difíciles de d escifrar y, a m enudo, to m am o s una d irección a b a s e de intuición, por no decir al azar. A trav esam os un p u erto de m ar sum ergido en la oscu ridad: Villavicio sa . La luz del faro co rre so b re las c a sa s, cuyas fach ad as llevan in scrip cio n es revolucionarias p in tad as co n co lo r rojo. C om o la carretera su b e por la m on tañ a, b u sca m o s un em p laza­ m ien to para levantar la tien d a. Por lo d em ás, ya n o sa b e m o s si es ta m o s en la carretera co rre cta . E sco g im o s al azar, en un lugar don d e la carretera s e dividía en tres, la que n o s p arecía la b u en a. Muy b ien podría ser que la q u e segu im os n o s lleve a la v ertien te revolucionaria.

D esd e Colunga, no h e m o s vuelto a ver guardias civiles. Nadie se in teresa por n o so tro s y una b u en a m ujer n o s da ráp id am en te con la puerta en las n a rices cu an d o, al parar d elan te de su ca sa , p re­ gu n tam os por el cam in o para G ijón. Para q u e no s e vea la tien d a d esd e la carretera, la in stalam o s en un p eq u eñ o prado al qu e a c c e d e m o s d esp u és de h a b e r forzado d o s s e to s . Al no p od er llevar la m o to c ic le ta h a sta allá, n o s v em os ob lig ad os a ocu ltarla en la esp esu ra, d on d e será invisible duran­ te la n o ch e. E sta m o s muy fatig ad os y te n e m o s la m oral b a ja . Ni siquiera el vino llega a e n to n a rn o s e s ta n o c h e . No tem em o s nada, au nqu e re c o n o z ca m o s qu e n o s arriesgam os m u ch o a correr aventu ras a lo largo de la n o ch e. N os d orm im os sin dificultad. D urante la n o ch e n o s d esp ertam o s por lo s ladridos fu riosos de varios perros, a lo s q u e resp o n d en los aullidos del perro de una p eq u eñ a granja del valle. Por la m añ ana, co n la prim era luz del nuevo día, n o s lev an tam os y re co g e m o s en seg uida la tien d a. Todavía llovizna. P ro b ab lem en ­ te los av ion es n o se m olestarán en salir a n te s de q u e la visibilidad haya m ejorad o. E sta m o s ro d ead o s de co lin a s muy p o b la d as de á rb o le s d on d e e s fácil o cu lta rse. El p a isa je recu erd a a la m o n tañ a co rsa . ¿S o la m e n ­ te a ca u sa del mal tiem p o ? E ste sitio n o n o s inspira ninguna sim ­ patía, al co n trario de n u estro ca m p a m en to anterior, que d ejam o s co n pesar. Todavía e s tem p ran o cu an d o n o s a c e rc a m o s a las prim eras c a s a s de G ijón.

i Cuando el malvado vuelva, el corazón de la apesadum brada se habrá ido! F. C rom m elynck

Revueltas en España Situad a en un m arco p o é tic o - e n el ce n tro de una serie de altas c o ­ linas qu e a sien ta n su s lad eras h e rb o sa s y su s a lto s b o s q u e s en las aguas tu rb u len tas del río N a ló n - Sam a de Langreo e s una p eq u eñ a ciudad, la m ayor p arte de cu yos h a b ita n te s trab ajan en las m inas de ca rb ó n y de cin ab rio de lo s alred ed ores. Situad a en la en cru cijad a de una región que a m en ud o ha sido e s ­ cen a rio de revueltas san grien tas, g racias a su p o sició n estratég ica, alberga im p o rtan tes c o n tin g e n te s de la Guardia de A salto, la Guar­ dia Civil y a g en tes de la Seguridad G eneral. En las últim as h oras de la n o c h e del cu a tro al cin co de o ctu b re de 1934, llega la n o ticia a Sam a de q u e lo s sin d ica to s e sp a ñ o le s a ca b a n de d ecreta r la huelga general. El g ab in ete gu bernam en tal recién form ad o por el antiguo an arq u ista Lerroux1 integra a tres m in istros de la m inoría reaccio n aria, cu y os m a n ejo s h abían p ro­ v o ca d o la caíd a del m inistro Sam per. El nuevo g ab in ete, tal co m o e s tá co n stitu id o , e s co n sid era d o por lo s tra b a ja d o res c o m o un d e­ safío lanzad o al p roletariad o esp a ñ o l.

1 El au to r se co n fu n d e: Lerroux co m e n z ó su m ilitan cia en p artid o s rep u b lican o s. Fue dipu tad o po r la Unión R epublican a, por el Partido R ep u b lican o Radical y por la C on­ ju n ción R e p u b lica n o -S o cialista; para term inar derivando h a c ia p o stu ra s de d e re ch a s qu e le a ce rca ro n a la o p o sició n , p a sa n d o en 1 9 3 3 -3 6 a form ar p arte d e la m ayoría co n serv a d o ra q u e a cce d ió al poder.

La huelga general ad quiere a co n tin u a ció n un c a rá c te r in su rreccio ­ nal en tod a E sp a ñ a 2. En Sam a de Langreo, a n te s del am anecer, lo s h u elgu istas se plan­ tan d elan te de lo s cu a rteles qu e albergan las tro p as gu b ern am en ­ tales. E stán p ertre ch a d o s de b o m b a s, c a rtu ch o s de dinam ita y ar­ m as de fuego, qu e siem p re tien en en reserva para n o se r co g id o s de im proviso cu an d o s e p re sen ten o c a s io n e s co m o é sta .

Las fuerzas presentes Los guardias de a sa lto form an una e s p e c ie de policía de élite, de gran movilidad, qu e utiliza p re fe ren te m en te largas porras de c a u ­ ch o para d esp eja r la vía pública, ca y en d o por so rp resa en el lugar y en el m o m en to m en o s p en sa d o s. So n tip o s fu ertes, to ta lm e n te v estid o s de azul oscu ro , cuya talla a m en udo n o e s inferior al m e­ tro o c h e n ta . Bien en tren a d o s, co n je fe s muy disciplinados, su in­ terv en ción e s ex trem a d a m en te rápida y c o n tu n d en te. C uando no b a sta co n la porra, recurren sin la m en or v acilación a la utilización de gran ad as de m an o, al m o sq u etó n y a la m etralleta. Tam bién e s ­ tán p ro fu sam en te d o ta d o s de p isto la s am etrallad oras del m od elo «gángster». Los guardias civiles so n h o m b res aguerridos, y h a cen el servicio de la policía ordinaria. S e les re c o n o c e p or su uniform e gris-verde, s o ­ b re el q u e atraviesan c o rre a je s de co lo r am arillo claro. Portan un tricornio negro, de cu ero barnizad o, cuya form a recu erda lo s t o c a ­ d os de los to rero s en las plazas de to ro s, form a qu e c h o c a al turis­ ta extran jero, p ero que p ro b a b lem en te inspira re s p e to a lo s e s p a ­ ñ o les. Los guardias civiles tam bién e stá n agru pados en cu arteles,

2 La hu elga n o llega a e x te n d e rse a to d o el E sta d o ; será en Madrid, Euskal Herría, León y A sturias d on d e esta llen las lu ch as arm ad as. En o tro s lugares, y d eb id o al c a n sa n c io q u e h a b ía su p u e sto la hu elga ca m p esin a d e junio, n o llegó a p rodu cirse.

d on d e a m en ud o viven ro d ea d o s de su s fam ilias. Tienen fam a de ser lo s m ás fieles d e fen so res de algu nos de los regím en es q u e se han su ced id o en E sp añ a. Los a g e n te s de la Seguridad G eneral realizan el papel de inform a­ d ores. S e m an tien en en c o n ta c to co n la p o b lació n y tien en que b u sca r las in form acion es que perm itan prevenir y co n tro lar los a c o n te c im ie n to s. Los m in eros frecu en te m en te han sido hum illados por aq u ello s a lo s q u e con sid eran «los p erros guardianes de la burguesía, m eti­ d o s en tre ellos para sojuzgarlos m ejor». En las an terio res revuel­ ta s fueron m altratad os. A lgunos de lo s su yos fueron en ca rce la d o s y o tro s m u ertos. El tan esp era d o m o m en to de un a ju ste de c u e n ­ ta s co n los guardias civiles y lo s guardias de a sa lto p arecía que por fin h abía llegado. El esp a ñ o l -a u n q u e se a de la m ás hum ilde c o n d ic ió n - e s muy se n sib le al tra to y nada pu ed e exasp erarlo m ás q u e ten er que so p o rta r una hum illación. Por una y otra p arte la p ersp ectiv a de un c o m b a te san g rien to se p re sen ta co n calm a. Cada cual ten d rá o c a sió n de experim en tar las fu ertes e m o c io n e s que p ro p orcio n an a lo s to rero s lo s ju egos en la arena de la plaza. Arriesgar la vida por un ideal - l a libertad para lo s revolucion arios; el orden para lo s g u b e rn a m e n ta le s- e s algo qu e tien ta al tem p era m en to g e n e ro so de los esp a ñ o le s. El ju ego de la vida y la m uerte e je rc e en ellos m ucha a tra cció n . Pue­ de, inclu so, qu e resp on d a a una se c r e ta n ecesid a d de su alma, g o lo sa de e m o c io n e s a b so lu ta s. Es la p sicolo g ía c a ra cterística -p ro b a b le m e n te d ebid a a la sangre ára b e qu e co rre por las v en as e s p a ñ o la s - qu e a n ta ñ o dio cu en ta de los e jé rc ito s q u e el prim ero de lo s N a p o le o n es lam en tó h ab er enviado a morir m ás allá de los Pirineos.

El asalto a los cuarteles de Sam a de L angreo A las a d v erten cias de lo s o b rero s su blev ad os de Sam a de Langreo, los guardias de a sa lto y lo s guardias civiles resp on d en abrien d o un fuego cerrad o de m o sq u e to n e s y am etrallad oras, qu e obliga a lo s o b rero s a retirarse a lo s ed ificios q u e rod ean lo s acu a rtela ­ m ien to s. Los su blev ad os con fían su s arm as de fuego a lo s m e jo ­ res tirad ores. La e s c a s a d istan cia qu e sep ara a lo s c o n te n d ie n te s perm ite la utilización de b o m b a s y ca rtu c h o s de dinam ita q u e los su blev ad os p o se e n en una can tid ad ca si ilimitada. La a cció n e s ex trem a d a m en te violen ta. De un lado y otro se co m ­ b a te co n rabia. Si b ien lo s m in eros so n a rrojad os y muy num ero­ so s, los guardias de a sa lto y lo s guardias civiles so n b u e n o s tira­ d ores. L os m u erto s ca en , n u m ero so s, en lo s d os cam p o s. Muy co m b a tiv o s por naturaleza y av ezad os a c o m b a te s de e s te tipo, lo s guardias resisten ta n to m ejo r cu a n to qu e cu en tan co n la p ronta llegada de refuerzos. Los cartu ch o s de dinam ita lanzados con profusión al interior de los acu artelam ien tos han provocad o incen d ios. El núm ero de d efen ­ so res a p to s disminuye a cad a hora. S e dan cu en ta de que no están en co n d icio n es de resistir un nuevo asalto . Pero co n o c e n suficien­ tem en te el ca rá cter de sus ag resores co m o para creer que no se les perdonará la vida. Venden, pues, su vida lo m ás cara p osible. El c a ­ pitán que m anda a los guardias civiles, aún indem ne, se lanza fuera del cuartel y se ab re p a so a través de los su blevados arrojando las granadas de m ano con que se había p ertrech ad o. Perseguido y al­ can zad o d os kilóm etros d esp ués, llega a atrincherarse en el patio de una c a sa dond e las b alas de los m ineros le alcanzan de m uerte. Según lo s p eriód ico s, el núm ero de a g e n te s gu b ern am en tales m u erto s en Sam a en el cu rso de e sa n o c h e se eleva a cie n to diez

(o ch en ta y sie te según las e s ta d ístic a s g u bern am en tales): una cin ­ cu e n te n a de guardias de a sa lto , cu aren ta guardias civiles y una vein ten a de a g en tes de la Seguridad G eneral.

Emboscada A n tes de sucum bir, lo s guardias civiles de Sam a lanzaron una lla­ m ada de so co rro q u e se recib ió en O viedo, cap ital de la provincia, d ista n te v ein tid ós kilóm etros. Los reb eld es lo sa b e n . S e les advir­ tió de que un fuerte c o n tin g en te de guardias de a sa lto sería envia­ do a Sam a para re sta b le ce r el orden. T re scien to s su blev ad os, arm ad os co n e s c o p e ta s y ca rtu c h o s de dinam ita, van en c a m io n e s a O lloniego, el prim er p u eb lo d esp u és de O viedo por el qu e p asarán lo s guardias de asalto . Organizan una e m b o sc a d a a trin ch erá n d o se d etrás de lo s s e to s y las rocas, a sí co m o en las c u n e ta s qu e b o rd ean la carretera. C uando lo s a u to b u se s q u e tran sp ortan a los guardias de asa lto s e a cerca n , a su s o c u p a n te s les intriga la extrañ a actitud de cin co o b rero s atra v esa d o s en la carretera, que llevan una e s c o p e ta en b an d o lera. D etien en lo s a u to b u ses, p ero en seguida s e ab re so b re ello s un fuego co n una violen cia inaudita. De lo s se te n ta y cu atro guardias qu e tra n sp o rta b a n lo s d os a u to b u ses, só lo d os c o n s i­ guen refugiarse en la m o n tañ a c e rca n a . U no de ellos e s alcan zad o p o c o d esp u és y m uerto, m ientras q u e el o tro co n sig u e o cu ltarse. Por su n aturaleza, A sturias co n stitu y e un red u cto d efen sivo casi inexpu gnable. Para llegar allá, e s n e ce sa rio m eterse ya se a por profund as gargan tas, a m en ud o d om inad as por m urallas de m ás de d o s mil m etro s qu e lo s ríos han excav ad o en la m o n tañ a, ya se a por la c o sta , p a sa n d o por las m o n ta ñ as m ás p eq u eñ as, pero muy b o s c o s a s , qu e van a b a ñ a rse al mar. P o co s territorios en el

m undo s e p restan tan fácilm en te a la guerra de guerrillas, tan ap reciad a por el tem p era m en to ib érico. El c a rá c te r del terren o e s tá en arm onía co n la natu raleza de sus h a b ita n te s. D e raza ce lta casi pura, lo s h a b ita n te s de A sturias se vanaglorian de h a b e r sido, de to d o s lo s p u eb lo s esp a ñ o le s, el úni­ c o en resistir v icto rio sa m en te a las in v asion es ára b es y n orm an ­ das; de h a b e r sid o el qu e hizo m ás difícil la victoria a ro m an o s y visigodos. Son los asturianos quienes vencieron a los árab es en la fam osa b a ­ talla de Covadonga, batalla que fue el punto de partida de la ex­ pulsión de los árab es de España. No hay nada de extraño que, mil d o scien to s añ os después, el proletariado asturiano se plantee seria­ m en te liberar a España de la que llama la «dom inación capitalista».

Revolución de altos vuelos En las jo rn ad as de lo s días cin co y se is de o ctu b re s e prod ucen escaram u zas en casi to d o s lo s grand es c e n tro s u rb an o s de E sp a ­ ña. En A sturias, los su blev ad os ased ian lo s cu a rteles de la Guar­ dia Civil y se h a cen lo s d u eños, p o c o a p o co , de to d a s las lo c a ­ lidades d on d e dom ina la co n d ició n ob rera. D esp u és de Sam a de Langreo, M ieres, Pola de Lena, Trubia, Lugones, Pola de Laviana, Ujo, Vega del Rey, La Felguera, Carbayín, Pola de Siero, Nava e Infie sto ca en en m a n o s de lo s su blev ad os. Casi por to d a s p artes, las fuerzas g u b ern am en tales op u sieron una resisten cia en carn iza­ da, p ero tuvieron q u e ce d e r a n te la fogosid ad y el núm ero de los a sa lta n te s. El sie te de o ctu b re, ca si to d a la provincia de A sturias o b e d e c e a los nuevos a m os. S ó lo G ijón y O viedo, la cap ital, todavía resis­ ten . Los su blev ad os s e organizan siste m á tic a m e n te y p ro ced en

a una e s p e c ie de m ovilización y de co n c e n tra ció n de sus fuerzas co n v istas a p asar al a ta q u e de la cap ital de A sturias. En Trubia se ap od eran de la fábrica de c a ñ o n e s y de m aterial de artillería. En La M anjoya y en La Felguera, ech a n m an o de lo s sto c k s de exp lo si­ vos de las fáb ricas de dinam ita. Las am etrallad oras to m ad as a las fuerzas g u b ern am en tales d erro tad as se en tregan a h o m b res que sa b e n c ó m o m an ejarlas; lo s fusiles s e distribuyen en tre lo s m e jo ­ res tirad ores. Los d em ás c o m b a tie n te s rev olu cion arios e stá n p ro­ v isto s de b o m b a s y de c a rtu ch o s de dinam ita. En la m añana del o c h o de o ctu b re, una colum na de su blevad os, en to rn o a u nos se is mil h o m b res, p en etra en el interior de O vie­ do siguiendo las ca lles principales. La resisten cia e s tá organiza­ da por algunos e le m e n to s del te rce r regim iento de infantería, con guarnición en la ciudad, por guardias de a sa lto y guardias civiles. Los a sa lta n te s avanzan sistem á tica m en te , siguiendo un plan fija­ do de a n te m a n o por el C om ité R evolucionario en carg ad o de diri­ gir las o p e ra cio n e s. Las fuerzas regulares so n rech azad as y s e re­ pliegan h acia p u n to s e s tra té g ic o s de la ciudad. La infantería y una p arte de lo s guardias de a sa lto se co n ce n tra n en to rn o a la fábrica de arm as, cuyos a lm a cen es guardan o n c e mil fusiles y un gran nú­ m ero de am etrallad oras ligeras y p esa d a s. Las tro p a s , al d a rse c u e n ta d e q u e, c u e s te lo q u e c u e s te , e s n e ­ c e s a r io im p ed ir q u e e s e m a teria l ca ig a en m a n o s d e lo s re v o ­ lu c io n a rio s, d e fie n d e n la p o s ic ió n c o n la m ayor en erg ía . Por el c o n tra rio , lo s su b le v a d o s s a b e n q u e a h í e n c o n tra rá n las arm as d e la s q u e quizá d e p e n d a el é x ito d e la rev o lu ció n , p ero lo s e n é r g ic o s a s a lto s q u e lan zan c o n tra lo s e d ificio s so n re c h a z a ­ d o s c o n c u a n tio s a s p érd id a s. L os d e fe n s o r e s d isp o n e n d e un c o n s id e ra b le n ú m ero d e a m e tra lla d o ra s y e s tá n b ie n p ro te g i­ d o s p o r u na só lid a c o n s tr u c c ió n . Sin artillería, e s ta p o s ic ió n e s in ex p u g n a b le.

En el cam p o revolucionario alguien tien e una idea. Inm ediata­ m en te se p o n e en p rá ctica . S e carga un cam ión de dinam ita y se lleva h a sta la calle q u e d e scien d e cu e sta a b a jo h a sta la fábrica. Un ch ó fer p o n e el vehículo en m arch a d esp u és de h a b e r b lo q u e a ­ do la d irección . El cam ión va a estrella rse co n tra la fach ad a de la fábrica, p ro v o can d o una terrible exp losión qu e derrum ba lo s mu­ ros. Una nueva o lead a ofen siva pu ed e p en etrar en el interior de la fábrica, gracias al d e sc o n c ie rto crea d o por e sa en o rm e d efla­ gración . Pero m u ch o s d efe n so re s con sigu en rep legarse h acia los cu a rteles y lo s o tro s p u n to s de resisten cia . En la ciudad s e ex tien d e el rum or de qu e los rev olu cion arios se han a p o d era d o de trein ta y c in c o mil fusiles y cu a tro cie n ta s a m e­ tralladoras. La E sta ció n del N orte tam bién se ha organizado co m o una fuer­ te p o sició n d efend id a co n rabia por las fuerzas allí atrin ch erad as. D esp u és de h a b e r sido rech a z a d o s varias v e ce s, lo s su blev ad os se p lan tean h a c e r un tren co n el m aterial de reserva del d ep ó si­ to ferroviario de Vallobín. El con voy se p ro teg e co n s a c o s terre­ ros y se lanza al interior de la e sta c ió n . Los reb eld es no dudan en e c h a rse b o c a a b a jo so b re la lo co m o to ra y el ténder, co n los cu erp o s al d escu b ierto . M an tien en un fuego tan rápido c o m o les es p o sib le c o n los d efen so res, q u e d eb en h a ce r frente, al m is­ m o tiem po, a un nuevo a sa lto p ro ce d e n te de las ca lles v ecin as. Esa tá c tic a , n o prevista por lo s sitiad os, v en ce su resisten cia y les obliga a rendirse. Un d e sta c a m e n to de la Guardia Civil s e ha atrin ch erad o en el h o ­ tel «Covadonga», d on d e tam bién resid e el có n su l de B élg ica3 en S a n ta n d er y su mujer, a q u ien es los a c o n te c im ie n to s han so rp ren ­

3 Jules Stalars, có n su l ho n o rario , murió el nu eve d e o ctu b re.

dido y reten id o en O viedo. Al qu erer en tera rse de lo que pasa, el có n su l su b e a la galería del h o tel. S e p o n e d etrás de la cortin a, crey en d o q u e s e o cu lta de lo s a sa lta n te s. Pero un revolucionario a p o sta d o al a c e c h o en una c a sa v ecin a dispara co n tra él y lo m ata de un b a la z o en la frente. P u esto que lo s rev olu cion arios am en azan co n lanzar un cam ión cargad o de dinam ita co n tra el edificio, lo s guardias civiles a c e p ­ tan rendirse co n la p ro m esa de qu e se resp etarán su s vidas. C uatro gu ard ias civiles y un grupo d e o c h o so ld a d o s, en tre ello s un sa rg e n to y un c a b o , d efien d en la su cu rsal del B a n c o d e E sp a ­ ña. L os re b e ld e s ap lican su sim ple tá c tic a h ab itu al. L os m e jo re s tira d o res s e a trin ch era n en lo s ed ificio s v e c in o s y co n d e sca r­ g as cerra d a s y p re cisa s im piden q u e lo s d e fe n so re s s e in stalen en las v e n ta n a s, h a c ie n d o im p o sib le la e fica cia d e su s d isp a ­ ro s. H om b res p ro v isto s de c a rtu c h o s d e dinam ita llegan d e la n te del ed ificio para lanzar su s ex p lo siv o s; e s ta a c c ió n e s particu lar­ m e n te d esm o ralizad o ra. Los d in am iteros exh iben cierta c o q u ete ría al m ostrar un d esp re­ cio so b e ra n o h a cia el peligro. Llevan lo s cin tu ro n es y lo s b olsillos atib o rra d o s de exp losivo s p elig ro sos; g en eralm en te en cien d en las m e ch a s de los ca rtu c h o s co n lo s cigarros qu e fum an. A quí se trata de h a c e r saltar las p e sa d a s p u ertas de hierro que cierran la en trad a del b a n c o . E ste o b jetiv o se alcan za acum u lan ­ do en su b a s e cierta can tid ad de dinam ita a la qu e se da fuego. P en etran d o a co n tin u a ció n en el b a n c o , cuyos o cu p a n te s se rin­ den, se ap od eran de una sum a de q u in ce m illones de p e s e ta s en m etálico , incluidas se isc ie n ta s mil p e s e ta s en m o n ed as de plata. Al no d isp on er de las llaves, s e ven ob lig ad os a abrir la ca ja fuer­ te co n so p le te s.

Los so ld a d o s del regim iento co n guarnición en O viedo n o m o s­ traron m u ch o en tu sia sm o en participar en la d efen sa. En su m a­ yor p arte reclu ta d o s en A sturias e h ijo s de o b rero s y de m o d e sto s cam p esin o s, m u ch os de ello s s e «desm ovilizaron», cu an d o n o o p ­ taron por cam biar su uniform e por la cam isa y el b razalete ro jo s de lo s «guardias rojos». Sin em bargo, un intrépido te n ie n te s e atrin ch eró co n una trein ­ ten a de so ld a d o s y algunos guardias de a sa lto particu larm en te aguerridos en las d ep e n d e n cia s del cuartel de infantería. Todos aq u ello s h o m b res ya h abían p articip ad o en la d efen sa de la fábri­ ca de arm as. R esistieron d urante nueve largos días, h a sta la llegada de los le­ gion arios del general O ch o a . C uando el agua, lo s víveres y las mu­ n icio n e s co m en z a b a n a faltar, pu sieron sá b a n a s b la n ca s en el p a­ tio, co n el fin de señ alar su s n e c e sid a d e s a lo s aviadores m ilitares que so b rev o la b a n la ciudad b o m b a rd eá n d o la. El avituallam iento e s ta b a asegu rad o por los av ion es de L lanes q u e arrojaban p aq u e­ te s co n lo q u e les h abían pedido. D urante los c o m b a te s ca llejero s, lo s revolucion arios a v e c e s son h o stig a d o s por d isp aros de civiles q u e tom an partido por las tro ­ p as regulares. La cim a d el m o n te N a ra n c o , m uy p ró x im o , d o m in a O v ied o d e s d e mil m e tr o s 4. L o s s u b le v a d o s in s ta la ro n allí la s p ie z a s d e artillería to m a d a s en la fá b ric a d e c a ñ o n e s d e T ru bia. C o m ­ b a te n - b a s t a n t e to r p e m e n te , p u e s c a r e c e n d e e x p e rie n c ia en el m a n e jo d e e s t e arm a c ie n t íf i c a - la s ú ltim a s p o s ic io n e s de r e s is te n c ia .

4 El N aranco tien e, en realidad, una altura m áxim a d e 6 3 4 m e tr o s ...

P ron to la ciudad e s tá en su poder, co n la ex cep ció n del «cuartel», el cuartel de in fan tería5.

En Gijón G ijón e s el gran p u erto por el que los astu rian os envían su s mi­ n erales h a cia las fáb ricas esp a ñ o la s y eu ro p e as. La guarnición de la ciudad e s tá co m p u esta p or un b a ta lló n de Ingenieros, un fuer­ te d e sta c a m e n to de guardias de a sa lto y un p eq u eñ o co n tin g en te de guardias civiles. En p aralelo a la a cció n q u e s e d esarrolla alred ed or de O viedo, se prod ucen en la ciudad algunas graves escaram u zas en tre lo s h u el­ gu istas y las tro p a s. Al d arse cu e n ta de qu e la co m u n icació n en tre las d iferen tes agru p acion es de su blev ad os se realiza por m edio de e s ta fe ta s ciclista s, los guardias p ro ced en al req u isam ien to de t o ­ das las rued as d elan teras de b icicle ta que pu eden. Los regulares c o m b a te n en la calle y e stá n ex p u e sto s a lo s d isp a­ ros q u e se h a cen co n tra ello s d esd e las c a s a s . El tiro teo n o c e sa , p ero la a cció n e s aún d isp ersa. A prend iendo de las c o s to s a s ex ­ p erien cias adquiridas en o tra s p artes, las tro p as n o se d ejan ro ­ d ear en su s a cu a rtela m ien to s. Al h a c e rse la presión cad a vez m ás fuerte, sin em bargo, tien en q u e ab a n d o n ar algu nos cu arteles. En un m o m en to , la situ ación e s tá a p u n to de volverse crítica. Pero en la rada e s tá a n cla d o el cru cero «Libertad». D esp u és de h a cer so n a r su s siren as c o m o señ al de ad verten cia, ab re fuego co n sus gran d es piezas de artillería co n tra la ciudad. A punta a las c a s a s o b rera s del barrio de Cimadevilla, que vuelan en a ñ ico s. Un o b ú s

5 El cu artel al qu e Corm an h a c e referen cia e s el cu artel Pelayo o del M ilán. En reali­ dad la ciud ad n o e s to m ad a p o r c o m p le to ; q u ed aron p e q u e ñ o s fo c o s en m a n o s del e jé rc ito gu b ern am en tal.

im p acta y derriba la cúpula de la iglesia parroquial de San Pedro. El b o m b a rd e o siem bra el p á n ico en lo s barrios o b rero s. Por to d a s p artes a p a recen sá b a n a s b la n c a s en las c a s a s co m o señ al de n eu ­ tralidad. M u jeres y n iñ os a tem o rizad o s recorren las ca lles y exhor­ tan a los c o m b a tie n te s para qu e c e s e el fuego. Al m ism o tiem p o con tin ú a, b a jo la p ro tecció n de los guardias y so ld a d o s a trin ch erad o s en la linde del pu erto, el d ese m b a rc o de fusileros m arinos y de m aterial de guerra q u e el «Jaime I» ha traí­ do de refuerzo. Las salvas de la artillería p esad a de m arina y la d ese sp era ció n de las m u jeres y lo s n iñ os han d esm oralizad o a los su blev ad os. S e repliegan h acia su s c a s a s in clu so a n te s de que las nuevas trop as hayan term in ad o sus p rep arativ os para la ofensiva. Las tro p a s se ap od eran fácilm en te de lo s barrios ev acu ad o s, d o n ­ de só lo algunos individuos aislad o s aún p ien san en resistir. Pro­ ced en a registros y d etien en a q u ien es so n s o s p e c h o s o s de h ab er p articip ad o en el levan tam ien to. Jjos so ld a d o s de Ingenieros y lo s eq u ip o s de volu n tarios retiran de los e s co m b ro s n u m ero so s m u erto s y herid os, víctim as del b o m ­ b ard eo .

«A ti te respetam os, pues eres de los nuestros» En Avilés, o tro p u erto industrial, los su blev ad os hunden el vapor «Agadir» en el can al qu e da a c c e s o al pu erto. De e s te m od o las naves de guerra no pued en, c o m o en G ijón, venir a b o m b ard ear la ciudad. En B em b ib re, los su blev ad os, d esp u és de e n ca rcela r a lo s guar­ dias civiles de la localidad, rocían co n g asolin a el edificio de la

iglesia y le dan fuego. Las im ág enes y las e s ta tu a s, qu e habían sid o retiradas previam ente, fueron a m o n to n a d a s en la plaza e in­ cen d iad as. Sin em bargo, se hizo una ex cep ció n co n una gran re­ p ro d u cción de un Sag rad o C orazón de Jesú s so b re el que los re­ b e ld e s p o n en e s ta in scrip ción: «A ti te resp e ta m o s por ser de los n u e s tr o s ...» 6. En e s ta región tam bién se h abla m u ch o del «Cristo Rojo» d e s c e n ­ dido del cielo para co m b a tir al fren te de lo s reb eld es.

Administración revolucionaria Una vez a seg u rad os lo s prim eros é x ito s im p o rtan tes, el C om ité R evolucionario, c o m p u e sto por cu a tro so cia lista s, d o s co m u n is­ ta s y d os an a rco sin d ica lista s, im prim e y h a c e pegar un cartel con la siguiente p roclam a: H acem os saber:

Q u e el C om ité R evolucionario, com o intérprete de la volu n tad p op u lar y v elando p or los intereses de la Revolución, se dispon e a tom ar con la ener­ gía n ecesaria todas las m edidas con du cen tes a en cau zar el curso d el m o­ vim iento. A tal efecto dispon em os:

1. Eí cese radical de toda clase de pillaje, previniendo qu e todo individuo q u e sea cogido en un acto de esta n atu raleza será p a sa d o p or las arm as.

2. Todo individuo qu e posea a rm a s en su p o d er d ebe presen tarse in m ed ia­ tam en te an te el C o m ité a iden tificar su p erson alid ad . A qu ien se coja con a m a s en su dom icilio o en la calle, sin la correspon dien te declaración , será ju zgado severísim am ente.

6 En e sp a ñ o l en el original.

3. Todo el que tenga en su domicilio artículos producto del pillaje o cantidades de los mismos que sean producto de ocultaciones, se les conmina a hacer entrega de los mismos inmediatamente. El que así no lo haga se atendrá a las consecuencias naturales como enemigo de la Revolución. 4. Todos los víveres existentes, así como artículos de vestir, quedan confiscados. 5. Se ruega la presentación inmediata ante este Comité de todos los Co­ mités directivos de las organizaciones odreras de la localidad, para ñormalizar la distribución y consumo de víveres y artículos de vestir. 6. Los miembros de los Partidos y juventudes obreras de la localidad de­ ben presentarse inmediatamente con su correspondiente carnet para cons­ tituir la Guardia Roja que ha de velar por el orden y la buena marcha de la Revolución. Oviedo, 9 de octubre de 1934 El Comité Revolucionario7

El cuartel general de las fuerzas revolucion arias s e e s ta b le c e en M ieres, un ce n tro o b rero de u nas 4 0 .5 0 0 alm as. E sta ciudad, si­ tuada a só lo 16 kilóm etros de O viedo, ha sido la prim era en unirse sin reserv as al m ovim iento in su rreccion al. A d em ás tien e la v e n ta ­ ja de e s ta r situada en el c e n tro de una serie de m o n tañ as altas, en un valle a n ch o y profundo, cuy os a c c e s o s so n fáciles de d efen d er en c a s o n ecesa rio . Su s n u m e ro sa s fá b ric a s m eta lú rg ic a s so n a p ro v e c h a d a s p o r lo s rev o lu c io n a rio s p ara la fa b ric a c ió n d e m a terial d e guerra y m u­

7 UHR La Revolució Proletaria d'Asturias, N arciso M olins y F ábrega (1935), A ten a (Bar­ celon a) (tradu cción y reed ición c a ste lla n a c o n un p rólog o d e W ilebaldo S o la n o , Ed. Júcar, Madrid, 1977).

n ic io n e s . E s a s í c o m o s e fa b rica n las b o m b a s q u e lo s re b e ld e s u tilizan a b u n d a n te m e n te . C o m o m ed id a d e segu rid ad , e s o s ar­ te f a c to s so n c a rg a d o s y a c a b a d o s en la galería d e u na m ina, d o n d e s e a cu m u lan las re se rv a s d e d in am ita. La ca n tid a d de b o m b a s en v ia d a s a lo s d is tin to s «fren tes» rev o lu c io n a rio s a l­ c a n z a b a , a lg u n o s d ías, h a s ta d iez c a rg a m e n to s d e c a m io n e s in d u stria les. Una de las prim eras p re o cu p a cio n e s del C om ité ha sid o la de a s e ­ gurar las fáb ricas y las m inas co n tra ev en tu ales a te n ta d o s anar­ q u ista s8, co n el fin de co n serv ar para la colectivid ad un patrim onio de p ro d u cción in ta cto . Una tarea c o n c re ta q u e e s ta b a con fiad a a lo s o b rero s qu e no ten ían q u e participar en las o p e ra cio n e s. Las fáb rica s co n tin u a b a n , en la m edida de lo p osib le, trab ajan d o , fa­ b rican d o m aterial de guerra y eq u ip am ien to, p ero so b re to d o m u­ n icio n es. La m ov ilizació n d e la «Guardia R oja» tuvo el m ayor é x ito , s o b re to d o , e n tre la ju v en tu d o b re ra . L os a lis ta m ie n to s en la s o fic i­ n a s d e re c lu ta m ie n to d e M ieres s e c ifra b a n de tre s mil a c u a ­ tro mil p o r d ía. L os re c lu ta s eran p e r tre c h a d o s , en la m ed id a d e lo p o s ib le , c o n una c a m isa y un b r a z a le te ro jo s , a d e m á s de p o la in a s. D e sp u é s d e un a c e le ra d o e n tre n a m ie n to , b a jo la vi­ g ila n cia d e a n tig u o s s u b o fic ia le s del e jé r c ito , eran e n v ia d o s a la lín ea de fu eg o .

8 So rp ren d e e s ta a p re ciació n d e C orm an, ya q u e lo s an a rco sin d ica lista s (CNT) form a­ b a n p arte de la A lianza O brera y, co m o él m ism o r e c o n o c e u n as lín eas a n te s , tam ­ bién del C om ité R evolucionario. Por o tra p arte, lo s a n a rq u ista s (FAI), au n qu e m o s­ traron sus d iferen cias re s p e c to a la CNT, p articip aro n p len a m en te en el m ovim ien to in su rreccion al.

L a intervención g u b ern a m en ta l D e sd e el m o m e n to en q u e el g o b ie r n o L erro u x tu v o c o n o c i­ m ie n to d e la g ra v ed a d d e lo s a c o n t e c im ie n t o s q u e s e d e s a ­ rro lla b a n en A stu ria s, d e c id ió recu rrir a fu e r te s m e d id a s. Al n o fia rs e d e la s tr o p a s d el e jé r c it o regular, h iz o v en ir del M a­ rru e c o s e s p a ñ o l a lo s re g im ie n to s d e la le g ió n e x tra n je ra (el T ercio) y a d ife r e n te s u n id a d e s c o m p u e s ta s d e á r a b e s . E s a s tro p a s , un ta n to e s p e c ia le s , fu e ro n d e s e m b a r c a d a s en la rad a d e G ijó n y s e p u sie ro n a d is p o s ic ió n d el g e n e ra l O c h o a , q u e ya h a b ía reu n id o a to d a s la s tr o p a s d e la s q u e G a licia p o d ía p re scin d ir. L as tr o p a s a fr ic a n a s s e e m p la z a ro n al fre n te d e la co lu m n a q u e d e b ía a p o d e r a r s e d e O v ied o , p r o c e d e n te s de G ijó n y A vilés. En S a n ta n d er se form ó otra colum n a y se pu so b a jo las órd en es del co ro n e l S o lch a g a . Tenía qu e in ten tar llegar a O viedo siguiendo el valle del río Sella (Infiesto). Una tercera colum na, form ada en L eón b a jo las ó rd en es de los g en erales B alm es y B o sch , ten ía la m isión de a ta ca r a los revolu­ cio n a rio s por el flan co sur, p a sa n d o el p u erto de P ajares. Las escu ad rillas de las b a s e s a é re a s de Galicia, Logroño, León y Madrid, así co m o lo s au to g iros de La Cierva, fueron en v iad os a Llanes, d on d e se h abían p reparad o ap resu rad am en te p istas de aterrizaje. N aves de guerra y de tra n sp o rte llevaron can tid ad de m aterial para el b o m b a rd e o y m u n icion es a G ijón y Llanes.

Los in evitables relatos de atrocidades ¿Es que el gobierno de Lerroux ha querido dar por ad elantad o una resp u esta a q u ien es le rep roch aban h ab er recurrido a la legión ex­ tranjera y a las trop as indígenas de M arruecos? ¿H abrá querido ju s­ tificar los cru eles m ed ios represivos (bom bard eos a ére o s co n los

inventos de d estru cción m ás m odernos, etc.) que esta b a d ispuesto a utilizar? M ientras continúan los preparativos de la represión, se extiend en p rofusam en te relato s tan vagos co m o ten d en cio so s res­ p e c to a las atrocid ad es co m etid as por los su blevados en Asturias. No c a b e duda q u e e s o s re la to s n o tien en m ás valor q u e lo s que s e p o n en en circu la ció n ca d a vez q u e se trata d e o p o n e r c o m o en em ig o s a u n o s h o m b re s co n tra o tro s ; cad a vez q u e se q u iere in cu lca r el od io - y p or ta n to , la c o m b a tiv id a d - a m ilitares que, d e o tro m od o, quizá se h u b ieran m o stra d o in d ife ren te s; cad a vez q u e hay un in te ré s en p re se n ta r c o m o m o n stru o s a h o m b re s cu y o s m óv iles pod rían p a re ce r d e sin te re sa d o s e in clu so m over a la sim p atía. N os a co rd a m o s de h a b e r leído en a g o sto de 1914, en lo s p erió ­ d ico s alem an es, artícu los de insp iración oficial qu e an u n ciab an la llegada a la e s ta c ió n de Aquisgrán de un tren h o sp ital lleno de so ld a d o s alem an es, a los que las m u jeres de Lieja habrían s a c a ­ do lo s o jo s co n cu ch illo s ¡m ientras se en c o n tra b a n h erid o s en el ca m p o de b atalla! ¿H abrá que record ar tam bién que n un ca fue revelada la identidad de lo s n iñ os a lo s qu e lo s so ld a d o s a lem a n es h abrían co rta d o con h a c h a s siste m á tic a m e n te las m an o s? D urante la su blev ación esp a rta q u ista en el Ruhr, en 1920, los p e ­ rió d icos a lem an es se ñ a la b a n co n co m p la cen cia q u e las m ujeres de lo s m ineros d egollaban vivos a lo s h o m b res y oficiales de la Reichsw ehr qu e h abían h e c h o p risioneros. En lo s g o b ie rn o s re sp o n sa b le s n o p a re ce qu e haya h o m b res de co razó n su ficie n tem en te in telig en tes para com p ren d er que so n p re cisa m en te lo s rela to s de a tro cid a d es lo s que, extraviando las m en tes, p rovocan los a c to s de crueldad. El h om b re e s inhum ano,

no cu an d o ob ra por sen tim ien to , sino cu an d o b a sa su a cció n s o ­ b re un principio. C uando - p o r d escu id o o por au m entar la v ero sim ilitu d - se da un n om b re (ca so del R. R Don Jo sé Villanueva) y resulta q u e la víctim a -su p u e s ta m e n te qu em ad a v iv a - co n tin ú a san a y salva, n o se pu­ b lica ninguna rectificació n , e x c e p to por p arte de raros inform an­ te s p articu lares qu e han recog id o la inform ación so b re el terren o. Un artícu lo pu blicad o por el Times9 de Londres, co n fech a veintiu­ no de o ctu b re, resum e de form a m od erad a lo s d iferen tes relato s de las a tro cid a d es im pu tad as a lo s rev olu cion arios de A sturias: «Viajeros procedentes de Asturias han relatado que durante los seis días revo­ lucionarios de Oviedo, se cometieron por los rebeldes atrocidades incalificables, sobre todo en la persona de los curas, de los religiosos y las religiosas. El padre ]osé Villanueva, director del seminario católico, fue quemado vivo, después de que le hubieran prendido fuego a su ropa empapada de petróleo. Otro cura fue colgado por el cuello de un gancho en un escaparate de una carnicería con un cartel a los pies con la inscripción «se vende carne de cerdo» . Otro fue cortado en trozos y expuesto igualmente como carne de carnicería. Los rebeldes volaron con dinamita dos conventos con sus ocu­ pantes, jóvenes religiosas que habían sido previamente violadas. El cura de Locada (¡a pesar de nuestras indagaciones, no en co n ­ tram os rastro de ninguna aldea o ciudad de España que lleve ese n o m b re...!) salvó la vida, pero fue encarcelado después de haber sido obligado a quemar todas las imágenes religiosas de su iglesia.

9 A lgunos d e lo s a rtícu lo s d e p ren sa q u e a p a re cen en el libro so n tra d u ccio n es al c a ste lla n o d e lo s te x to s en fran cés (tradu cid os a su vez p o r Corm an), a n te la dificul­ tad para en co n tra r lo s originales.

En otro pueblo minero, los revolucionarios obligaron al párroco a decir una misa de réquiem al borde de una fosa en la que habían arrojado los cadáveres aún calientes de varios guardias muertos; en el momento en que el cura terminaba sus plegarias, fue abatido de dos balazos en la espal­ da y fue a aumentar el número de muertos de la fosa, que entonces fue cubierta de tierra. Todos los soldados, guardias civiles, guardias de asalto caídos en manos de los rebeldes, sufrieron el trato más bárbaro; fueron acuchillados, deca­ pitados, y sus cabezas arrojadas como un juguete al populacho mientras los troncos mutilados se exponían en las plazas públicas. Otro método de los rebeldes consistía en hacer saltar con dinamita, mien­ tras pasaban, los autobuses que transportaban a los guardias civiles; otros guardias fueron atados a los árboles y luego se hacía explotar a sus pies un cartucho de dinamita. Testigos del trato infligido a sus camaradas, los soldados de las fuerzas gubernamentales aplicaron la ley del talión y se mostraron implacables en la represión. De una y otra parte, no hubo conmiseración y se esti­ ma que el número de muertos, solamente en Oviedo, debe elevarse a cer­ ca de dos mil. Por otra parte, ha sido confirmado que cien rebeldes fueron enterrados vi­ vos en una mina donde se habían refugiado, por la explosión de un obús que hundió su refugio”. En e s te largo relato, plagad o por lo d em ás de d etalles horribles, n o ha h ab id o lugar para h a c e r d o s p re cisio n e s: ¡el n om b re de al­ gún cura y el de alguna localidad! En lo qu e s e refiere al cura, un gran p eriód ico c a tó lic o de Madrid, El Debate, n o s o fre ce la verdad en la plum a de un co rre sp o n sa l e n ­

viado a O viedo d esp u és de qu e la ciudad haya sido reto m ad a por las tro p a s regulares: «Las informaciones publicadas sobre la muerte de don ]osé Villanueva afortunadamente no son exactas. Aunque los rebeldes entraron en su casa después de haber derribado la puerta a hachazos, milagrosamente, no causaron ningún daño al cura. Con rostro sereno, don ]osé, recibió efectivamente a los intrusos sosteniendo con una mano a su madre me­ dio desvanecida, y mostrando con la otra a su padre, humilde obrero de la fábrica de Trubia, aterrado por la idea de la suerte que iba a sufrir su hijo. Ante ese cuadro familiar, el jefe del grupo de los rebeldes se apiadó y ordenó a sus hombres que se retirasen-». En cuanto al nom bre de la localidad, agradeceríam os a quien nos de­ m ostrase que hay en España un lugar que tenga el nom bre de Locada. Los p erió d ico s q u e se m uestran tan p reo cu p ad o s por publicar n o ticia s se n sa cio n a lista s - p o r vagas qu e se a n y, por ello, s o s p e ­ c h o s a s - se p reocu p an muy p o c o de pu blicar re ctifica cio n e s que d ebería exigir el m ero se n tim ien to de solidaridad hum ana, cu an ­ do la verdad, por fin co n o cid a , h a c e ju sticia a los relato s difundi­ d os co n el ú nico fin de sem b rar el od io en tre lo s h o m b res. Rendim os h o m en a je a La, el sem anario fran cés que reveló en su núm ero del 16 de noviem bre de 1934 los raros c a s o s en los que las p recisio n es habían dado m ás verosimilitud a los h e ch o s qu e se ech an en cara a los su blevad os astu rianos. Es nuestro d eb er re­ producir a con tin u ación algunas de las flagrantes co n trad iccio n es e n tresa ca d a s por Lu de la propia prensa gu bernam ental esp año la. Del p eriód ico m adrileño ABC, fech a d o el 23 de o ctu b re de 1934: «Relatar los detalles del feroz salvajismo del que han dado muestra las hordas revolucionarias de Asturias, particularmente respecto a los guar­

dias civiles, sería una tarea que no acabaría nunca. Como testimonio particularmente característico de esa barbarie, nos limitaremos en esta ocasión a informar de las inhumanas torturas y la terrible muerte a las que fue sometido, en Sama de Langreo, el capitán Alonso Nart, que man­ daba la compañía de guardias civiles de esa localidad. Después de haber sido atado por los rebeldes, ese oficial fue echado en la carretera. Un grupo de esas bestias sin alma subió en un camión pesado e hizo pasar el enorme vehículo sobre el cuerpo del desgraciado capitán con lentitud calculada, con el fin de que la tortura fuera mayor, y que el aplastamiento de la víctima fuera total». Pero el m ism o periód ico, un p o c o m ás ad elan te, da otra versión: «En lo que se refiere a la muerte del capitán Alonso Nart, jefe de la guar­ dia civil de Sama de Langreo, se informa que, al verse asediado por las fuerzas revolucionarias, cogió varias granadas que lanzó contra el enemi­ go para abrirse paso pero que, perseguido hasta La Felguera, se refugió en un patio donde las balas le alcanzaron mortalmente. Aunque ya estaba muerto, los sublevados le asestaron numerosas cu­ chilladas y le cogieron todo lo que llevaba de algún valor: medallas, es­ capularios y joyas. El capitán era, efectivamente, un ferviente católico». Tam bién e s cierto qu e el propio h erm an o del cap itán Nart - t a m ­ b ién oficial en la guardia c iv il-a co n tin u a ció n , por venganza, s a c ó a vein titrés rev olu cion arios d eten id o s en lo s c a la b o z o s de Sam a de Langreo y de La O scura, para m atarlos a sa b la z o s y cu ch illa­ das, y fue quien p u so en circu lación la prim era versión. Puede alard ear de h a b e r h e c h o una b u en a tarea. La siguiente inform ación fue publicad a por lo s p erió d ico s El D eba­ te e Informaciones, de Madrid:

«Hoy llegarán a la capital un numeroso grupo de huérfanos de los guar­ dias civiles muertos en el curso de los disturbios revolucionarios. Los niños se encuentran en un estado lamentadle. Muchos de ellos están horrible­ mente mutilados, al haber cometido los sublevados contra esas víctimas inofensivas actos de una bestialidad inaudita. Como muestra nuestro grabado, reproducción de un croquis realizado sobre el terreno; a muchos de esos niños les han sacado los ojos. Esos pequeños quedarán ciegos para siempre, y serán testimonio toda su vida del grado de crueldad que pueden alcanzar los hombres privados de la más elemental humanidad». Sin em bargo, una com isión sanitaria, dirigida por el d o c to r Espi­ n o sa, del In stitu to de Puericultura de O viedo, qu e recorrió A stu ­ rias en b u sca de e s o s d esg ra cia d o s n iños, a c a b a de h a ce r públi­ co , por b o c a de su p resid en te, el resu ltad o de su e n cu e sta . E sta es, según la publica el p eriód ico El Liberal, de Madrid: «Hasta hoy, declara el Dr. Espinosa, en una nota escrita, La Comisión de Investigación de la que he tenido el honor de ser nombrado presidente, no ha encontrado, ni recibido, ni visto, ningún niño que presente lesiones de ningún tipo. Todas las pesquisas y todos los informes recibidos confirman en todos sus puntos el resultado de nuestra propia encuesta en la provin­ cia de Asturias, y particularmente en los centros de la cuenca minera». E sto es, para concluir, lo q u e publica el Heraldo de Madrid; lo que p o n e fin a la leyenda de las v io la cio n es q u e lo s revolucion arios habrían co m etid o co n tra las «jóvenes» religiosas: En el hospital provincial de Oviedo, cuyas salas están abarrotadas de he­ ridos, aún no ha podido entrar ningún representante de la prensa madri­ leña. Con ese fin se dieron órdenes estrictas a la superiora del centro. No obstante, el enviado especial de la Agencia Internacional News Service consiguió que las monjas que prestaban servicio en el hospital lo recibie­ ran. Recorrió varias salas, acompañado por un capitán de la guardia civil e hizo a nuestro enviado las siguientes declaraciones:

"Después de innumerables gestiones, y gracias a mi condición de perio­ dista extranjero, pude obtener el permiso de visitar el hospital provincial. Desde que entré en el patio, en compañía del oficial que había sido dele­ gado para que me acompañara, varias religiosas, al percibir mi presen­ cia, y al saber quien era, me pidieron que desmintiera categóricamente, en honor a la verdad, todo lo que se había publicado en los periódicos ma­ drileños sobre su suerte. A continuación fui recibido por la superiora que dirige el personal del cen­ tro. Me dijo textualmente esto: 'Desde los primeros días de la insurrec­ ción, los jefes de los rebeldes se presentaron en el hospital y me pidieron que atendiera a sus camaradas heridos’. Uno de los jefes me dijo: 'Déje­ nos entrar, no se les hará ningún daño’. Por supuesto, cuidamos de los heridos, y ninguna de las veinticinco religiosas que están aquí bajo mis órdenes fue molestada. Incluso los enfermos que ya estaban siendo aten­ didos por nosotras quedaron en su sitio, a pesar de la escasez de camas”. Pero h e aq u í una prueba m ás de q u e to d a s las atro cid a d es im pu­ ta d a s a lo s rev olu cion arios so n in v en cio n es m en tirosas: ENTRE EL GRAN NUMERO DE P R O C E SO S IN STRUIDOS PO R UNA ESTRICTA R E­ PRESIÓ N Y RELATIVOS A H EC H O S D E LO S QU E S E ACUSA A LO S SUBLEVADOS, NINGUNO, Q U E SEPA M O S, INFORMA DE ATROCIDADES.

V istos lo s p ro ced im ien to s g en era lm en te utilizados, s e tien e el d e ­ rech o de dudar de la exactitu d de lo s relato s de a tro cid ad es que tuvieron por esce n a rio region es tan leja n a s co m o M éxico, Rusia, e tc .; rela to s co n lo s q u e la «buena prensa» o b seq u ia a su s le c to ­ res p eriód icam en te, tan p re ciso s en cu a n to a los h e c h o s y tan v a­ g o s en cu a n to a to d o lo q u e p erm itiese verificar su exactitu d . Si e s inhum ano c o m e te r atro cid a d es, n o e s m en o s cruel p ro p a­ lar, c o m p la cien tem en te , n a rra cio n es de las m ism as cu a n to m en o s s o s p e c h o s a s . ¿C uánd o s e in teresará, pues, la so cied ad , por los

m óviles qu e inducen a actu a r a los p ro p ag an d istas del odio m ás im p lacable? Si h em o s in sistid o un p o c o en ex p o n er lo p re ce d en te , e s porqu e n o so tro s m ism os dim os créd ito , p rim eram ente, a rela to s cuyo c a ­ rácter falsario n o se n o s hizo ev id en te sino en la co n tin u ació n de n u estro viaje a través de E sp añ a.

Los com bates en torno a O viedo Los revolucionarios, ad vertid os de la form ación y del av an ce de las d iferen tes colu m n as, e s ta b le c e n p o sic io n e s d efen sivas en lo alto de lo s p u ertos que dan a c c e s o a la región astu riana. La tá c ­ tica del C om ité R evolucionario e s en prim er lugar resistir. Pasará al a ta q u e cu an d o la form ación del e jé rc ito p roletario haya avan­ zad o su ficie n tem en te c o m o para ser utilizado co m o un elem en to ofen sivo. El prim er en cu e n tro en tre lo s rev olu cion arios y las tro p as de re­ fuerzos traíd as de G alicia tuvo lugar en G rado. Los co n scrip to s del e jé rc ito regular m uestran p o c o ardor en co m b atir a lo s reb el­ d es y e s to s rech azan fácilm en te la colum n a q u e a co n tin u ació n se co n c e n tra en to rn o a Avilés, a la esp era de la llegada de las tro ­ p as african as, c o n la ayuda de las cu a les em prenderá su irresisti­ b le av an ce so b re Oviedo. La colum na q u e su b e de León envía, a su vez, h acia el p u erto de Pajares un au to b ú s carg ad o co n veintinueve guardias de asalto , a co m p a ñ a d o s de un cap itán de la Guardia Civil, c o m o patrulla de reco n o cim ien to . Para alcan zar el puerto, los guardias p on en su am etrallad ora en b a tería pero, al c o n sta ta r qu e el p a so e s tá libre, d ecid en con tin u ar su cam in o, d esp u és de h a b e r d e sta c a d o cin co h o m b res en la retaguardia. U n os kilóm etros m ás ad elan te, al pie de la prim era ram pa, el au to b ú s e s d eten id o por un grupo de re­

v olu cion arios cuyo jefe grita a lo s guardias de a sa lto qu e vuelvan a d on d e e s ta b a n . L os guardias resp o n d en disparando y m atan al jefe. D e sg raciad am en te para ellos, la am etralladora s e en casq u illa cu a n d o quieren utilizarla y lo s guardias q u e n o m ueren en el b re ­ ve c o m b a te qu e sigue, s e rinden a lo s su blev ad os. Sin em bargo, el cap itán de la Guardia Civil co n sig u e o cu ltarse en la m o n tañ a. S e h a c e co n ro p as de p a isa n o en una granja y llega de e s e m odo, a pie, al p u n to de d on d e h abía salid o la exp ed ición , d on d e da cu e n ­ ta de lo que ha p asad o . La larga d istan cia q u e sep ara el p u erto de Pajares de lo s grandes c e n tro s o b rero s au m en ta las dificultad es qu e exp erim en tan los su blev ad os para d efen d er efica z m en te e s ta región d esierta y sa l­ v aje. A sim ism o, tien en que recular cu an d o la colum na sur, c o m a n ­ dada por el general B alm es y b ien d otad a de artillería, s e p resen ta a n te ellos. No o b sta n te , el «frente» se estab iliza en los alred ed o ­ res de C am p om an es y de Vega del Rey, d on d e c in co mil su blev a­ d o s a trin ch era d o s en las alturas im piden fácilm en te la en trad a en lo s d esfilad eros. Los rev olu cion arios refuerzan su s p o sic io n e s por m edio de n idos de am etrallad oras y c o lo c a n d o en b atería d o s p iezas de artillería to m a d a s de la fábrica de Trubia, cuyo disparo, sin em bargo, e s in­ útil p orqu e lo s o b u s e s que utilizan lo s su blev ad os e stá n d esp ro ­ v isto s de esp o le ta . Las reserv as de m u n icion es y de dinam ita de los reb eld es e stá n acum u lad as a la en trad a de la galería de una m ina so b re la que la artillería regular c o n c e n tra su fuego h a sta q u e salta el alm acén . La exp losión sep u ltó c ie rto núm ero de h o m b res qu e utilizaban la g a­ lería co m o refugio. C uando la colum na B alm es co n sig u e p o n er los p ies en Vega del Rey, lo s su blev ad os in ten tan d esp eja r el terren o m o n tan d o un tren

cuya lo co m o to ra y varios v ag o n es fueron b lin d ad os co n p lan ch as de a cero . El tren e s aco g id o por un fuego tan v iolen to que d eb e retroceder. Los regulares que co m b aten d elante de Vega del Rey informan que los sublevados p arecen estar b a jo el m ando de un hom bre de uni­ form e gris, que se h a ce llamar Com isario del Pueblo, que lleva varias p istolas au tom áticas a la cintura y una gran estrella roja en el p ech o. Para forzar cierta s p o sic io n e s re siste n te s, el c o m a n d a n te de las tro p a s regulares recurre a una estra ta g em a de guerra utilizando guardias de a sa lto v estid o s de civil. H a cién d o se p asar por p artisa­ n o s en tre los su blev ad os, ab o rd á n d o les co n el puño levan tad o y gritando co m o ello s «Alto», lo s guardias pu ed en en trar en el in te­ rior de las líneas revolucionarias. A cto seguido abren , a b o ca ja rro , un fuego rápido co n tra lo s su blev ad os q u e les obliga a ab an d o n ar sus p o sic io n e s d efen sivas. Con el fin de evitar que se repitan b ro m a s co m o e s ta , lo s revolu­ cio n a rio s ad op tan una nueva co n tra se ñ a . El nuevo grito e s «PHU» y lo s a u té n tic o s rev olu cion arios e stá n preven id os para q u e res­ pon d an «UHP» (iniciales de Unión H isp ano P roletaria)10. Por lo dem ás, cuando las tropas gubernam entales lanzan el grito «Viva España», los revolucionarios responden irónicam ente «Viva Rusia».

10 P a rece q u e n o e s tá claro el significado original d e e s a s siglas (Octubre de 1 934: la revolución en la República española. David Ruiz (2008). S ín tesis, p. 3 8 2 ). A d em ás de la m e n cio n a d a versión d e Corm an, ex isten o tra s co m o por ejem p lo : U nios H erm a­ n o s P roletarios (¡¡Asturias!! (Relato vivido de la insurrección de Octubre). A lejan dro Valdés (1 9 3 5 ). E d icio n es Verdad (Valencia), p. 9 4 ; U nión, H erm an os P roletarios (Octubre rojo en Asturias. Jo sé Canel (193 5).Madrid, p. 59) e in clu so UHP-Unión-Fuerza (La revolución fue así. Octubre rojo y negro. M anuel D. B en avid es (1935), p. 3 60).

Los bom b ard eos aéreos S o b re to d o e s la a cció n de la aviación gu bernam en tal, co n tra la q u e eran im p o te n tes, la qu e desm oralizó a los revolucion arios. Si, al com ien zo , las b o m b a s ca u sa b a n p o c o d añ o p orqu e eran de un m od elo antiguo, los a rte fa c to s p e rfe c cio n a d o s y m o d ern o s que utilizaron los aviad ores a co n tin u a ció n d em ostraron una eficacia d e sc o n c e r ta n te . A unque sab ían qu e lo s p u eb lo s m in eros h abían sido a b a n d o n a ­ d o s por lo s h o m b res, qu e h abían salid o a co m b atir en el fren­ te, lo s aviad ores de lo s b o m b a rd e ro s lo s tom aron e s p ecia lm e n te co m o o b je tiv o s y arrojaron exp losivo s en gran can tid ad . El cu lto a la fam ilia e s tá muy d esa rro lla d o en E sp añ a, d o n d e lo s h o m b re s se m u estran p ro fu n d a m en te ligad os a su s p ad res, a su s m u jeres y a su s h ijo s. Tam bién la m oral d e lo s c o m b a tie n te s rev o lu cio n a rio s s e vio p ro fu n d a m en te a fe c ta d a cu a n d o s e d ie­ ron c u e n ta d e q u e la vida d e lo s su y os e s ta b a tan cru elm en te ex p u e sta , y el C o m ité R ev olu cion ario tuvo q u e a c o n s e ja r a las m u jeres y a lo s n iñ o s p ro te g e rse , d u ran te el día, en las galerías d e las m inas. El C om ité R evolucionario creyó tam bién que era útil ex ten d er el rum or de qu e los aviad ores de la b a s e de Sevilla se h abían unido a la revolución y q u e iban a venir en ayuda de los su blev ad os para co m b a tir a lo s av ion es g u b ern am en tales. El rumor corría co n tal in sisten cia que lo s h a b ita n te s de O viedo ya n o sab ían , durante cierto tiem po, si lo s av ion es qu e so b rev o lab an la ciudad esta b a n a favor o en co n tra de lo s revolucion arios. C uando la co m a n d a n cia militar co n sid eró que la m oral de lo s su ­ b lev a d o s ya e s ta b a su ficie n tem en te to ca d a , hizo qu e lo s aviad o­ res lanzaran la siguiente proclam a:

REBELDES DE ASTURIAS ¡RENDÍOS!

Es la única manera de salvar vuestras vidas, la rendición sin condiciones y la entrega de las a m a s antes de veinticuatro horas. España entera, con todas sus fuerzas, va contra vosotros, dispuesta a aplastaros sin piedad, como justo castigo a vuestra criminal locura. La Generalidad de Cataluña se rindió a las tropas españolas en la ma­ drugada del domingo. Companys y sus cómplices esperan en la cárcel el fallo de la justicia. No queda una huelga en toda España. Estáis solos y vais a ser las vícti­ mas de la revolución vencida y fracasada. Todo el daño que os han hecho los bombardeos del aire y las a m a s de las tropas, son nada más que un simple aviso del que recibiréis implaca­ blemente, si antes de ponerse el sol no habéis depuesto la rebeldía y en­ tregado las armas. Después, iremos contra vosotros hasta destruiros, sin tregua ni perdón. ¡RENDÍOS AL GOBIERNO DE ESPAÑA! ¡VIVA LA REPÚBLICA!11

D urante lo s c o m b a te s alred ed or de Llano, lo s revolucion arios con siguieron derribar un avión p ilotad o por un cap itán q u e in ten ­ ta b a co m p ro b a r si una colum n a qu e iba h acia el valle o cu p ad o por las tro p a s era revolucionaria o g u bernam en tal. La visibilidad era d eficien te, el avión tuvo qu e a c e rc a rse a tierra y el tiro cerra ­ do de los su blev ad os qu e lo recib ió p erforó su s d e p ó sito s h a sta el p u n to de q u e la pérdida de co m b u stib le le obligó a aterrizar.

11Asturias 1 9 3 4 , Tom o I (1984). P aco Ignacio Taibo II. E d icio n es Júcar (M adrid-Gijón).

En Pola de Laviana, los revolucionarios habían preparado un tren blin­ dado con la esperanza de que sirviera para sus operaciones en el va­ lle ocupado por la línea de ferrocarril Pola-Ablaña12. Cuando el trabajo de blindaje estuvo casi acabado, los aviadores procuraron lanzar sus b om bas sobre los raíles para bloquear el tren y hacerlo inservible. Al enterarse, por otra parte, de que la iglesia de Pola guardaba un alma­ cén de municiones, entre ellas on ce barriles de dinamita, los pilotos de los bom barderos se fijaron particularmente en ella, aunque los suble­ vados pudieron poner a su pueblo a salvo de una espantosa explosión al transportar tod os los m ateriales explosivos a la galena de una mina. La aviación tam bién p articip ó en lo s a ta q u e s por tierra. S o b re v o ­ land o las p o sic io n e s revolucion arias a p o ca altura, las so m e tió al fuego de su s am etrallad oras y b o m b a s, facilitand o co n ello la la­ b o r de los a sa lta n te s. Oviedo tuvo qu e sufrir m ucho por los a ta q u es aéreo s. Su s grandes edificios, al servir de acu artelam ien to a los sublevados, no fueron en a b so lu to resp eta d o s por los aviadores. Una sola b o m b a arroja­ da so b re el ayuntam iento m ató a m ás de veinte guardias rojos.

Oviedo bajo al tempestad La vida q u e lo s h a b ita n te s de O viedo tuvieron q u e h a cer duran­ te las jo rn ad as revolucion arias so m e tió su m oral a una dura prue­ b a . A lo s c o m b a te s c a llejero s del prim er día h abían su ced id o los b o m b a rd e o s in ten siv os de la aviación gu bernam en tal, regando de p ro y ectiles to d o s lo s p u n to s e s tra té g ic o s de la ciudad y ap u n tan ­ do esp e c ia lm e n te a lo s ed ificios p ú b licos que alb ergab an a los guardias ro jo s y lo s servicios ad m inistrativos de lo s su blev ad os.

12 El a u to r se eq u iv oca, ya q u e la lín ea ferroviaria d e Pola d e Laviana n o p a sa por A blañ a. Quizá se co n fu n d a co n la línea d e L eón-P ola d e L ena-O viedo, d o n d e sí hay u na e sta c ió n en la localid ad d e e s e n o m bre.

Privados de agua, gas y electricid ad c o m o c o n se c u e n c ia de la d e s­ tru cción de las tu berías, sin n o ticia s del exterior, am en azad o s por el h am bre o n o pudiendo con seg u ir víveres m ás qu e exp o n ien d o su vida en las calles, m u ch os h a b ita n te s vivían refugiados en los só ta n o s , co n to ta l d e se sp era ció n . Los in cen d io s p ro v o ca d o s por los c a rtu ch o s de dinam ita lan zad os d urante los c o m b a te s c a llejero s h abían d ad o p a so a lo s in cen d io s alim en tad o s por la exp losión de las b o m b a s g u b ern am en tales. A ello s e añadía la febril actividad qu e lo s revolucion arios d esp leg a­ ban en las ca lles: tra n sp o rtes de to d o tipo, d esp lazam ien to s de trop as, registros dom iciliarios, d e te n cio n e s, e tc. M u ch o s a lm a ce n e s h abían sid o sa q u e a d o s por el p op u lach o, gra­ cias al d eso rd en rein an te en la ciudad d urante los prim eros co m ­ b a te s. Al h a b e r sid o teó ric a m e n te ab olid o el valor del dinero por un d e c re to del C om ité Revolucionario, to d o s lo s p ag o s ten ían que h a c e rse por m edio de b o n o s esp e c ia lm e n te em itid os por el p ro­ pio C om ité. Los víveres y las p rend as de vestir e s ta b a n co n fis c a ­ d os y ra cio n a d o s. S e ad o p taro n e s tric ta s m edidas para p ro teg er los a lm a ce n e s de víveres co n tra lo s lad ro n es y lo s in cen d io s. Los rev olu cion arios h abían c o n fisca d o la m ayor p arte de a p arato s de radio. A d eterm in ad as h oras del día, realizaban em isio n es. Así pudieron co n v e n ce r a m ucha g en te de qu e la revolución se h abía generalizad o en E sp añ a y que só lo resistían todavía Madrid, León y C órd oba.

Los á r a b e s y los leg ion arios retom an O viedo Pero de G ijón y Avilés ah ora su b en las d o s colu m n as del general O ch o a, cuyas vanguardias e stá n form ad as por tro p as ven idas de África c o m o refuerzo, a co stu m b ra d a s al c o m b a te y q u e operan siem pre co n un a b so lu to d esp recio por la m uerte.

D esd e la en trad a en línea de c o m b a te de los á ra b e s del Rif y los legion arios ex tra n jero s (Tercio), el c a rá c te r de lo s c o m b a te s ca m ­ b ió to ta lm en te. Q ue el g ob iern o h u b iese recurrido a e s o s m ercen ario s sin patria ni opinión h abía e x a sp era d o p ro fu n d am en te a lo s su blev ad os y fue la ca u sa de la rudeza de lo s c o m b a te s que seguirían. A unque las tro p a s african as, ap o y ad as por una sólida artillería y se cu n d a ­ das por las am etrallad oras y las b o m b a s de la aviación, a ta c a b a n co n una rabia y ardor extraord inarios, lo s revolucionarios, adver­ tid o s por las d ecla ra cio n es de qu e la rep resión qu e seguiría sería d esp iad ad a, m ostraro n una o b stin a ció n en la resisten cia que d e s­ c o n c e r tó a la co m a n d a n cia militar. Sin em bargo, la tropa, q u e d isponía de un arm am en to m ás p e rfe c ­ cio n a d o , o p e ra b a co n un m éto d o y una disciplina qu e dio cu en ta de to d a la resisten cia y sacrificio s q u e lo s su blev ad os, d e se sp e ra ­ dos, se im pusieron. Las d o s colu m n as del general O ch o a, su bien d o cad a una por un valle d istin to h a cia O viedo, pudieron realizar la o p eració n de unión en Lugones, a n te el m o n te N aranco, la prim era de las fuer­ te s p o sic io n e s de los revolucion arios, q u e tam bién fue tom ad a al a sa lto , ob lig and o a lo s su blev ad os a retirarse h acia O viedo. La com a n d a n cia m ilitar se cuidó de p ro teg er las laderas y la cu m ­ b re de la Sierra del N aranco co n una a b u n d an te artillería a n te s de p asar al a ta q u e de la ciudad, a ta q u e cu y os d etalles habían sido m in u cio sa m en te p rep arad os. D esd e lo s a c c e s o s de la ciudad lo s c o m b a te s tuvieron un cariz d ese sp era d o . Cada barrio, ca d a b lo q u e de c a sa s, cad a calle y ca d a ca sa , se a ta c a b a y d efen d ía co n d eterm in ación igualm ente feroz. A unque en a m b o s ca m p o s s e c o m b a tía co n igual valentía,

la m ejor organización, la té c n ic a y m aterial p e rfe ccio n a d o s de las tro p a s regulares, fu ertem en te ap oy ad as, por o tro lado, por una a b u n d an te aviación, qu e am etrallaba y b o m b a rd e a b a , acabarían por im p o n erse. Las principales p o sic io n e s de la resisten cia interior de la ciudad todavía eran la e sta c ió n del N orte, la cated ral y la fábrica de ar­ m as. D urante su d efen sa de la esta c ió n , lo s su blev ad os s e vieron ayudados por los tren es que h abían blindado, p ero de lo s que acab arían por dar cu en ta , sin em bargo, las b o m b a s de la avia­ ció n . P arece q u e d o s m ujeres, que o p era b an una am etralladora, participaron en la d efen sa de la e sta c ió n y con tin u aro n disparan­ do m ientras los legion arios ya s e en co n tra b a n d en tro de la p o si­ ció n . H abrían sid o atra v esa d a s por las b a y o n e ta s de una so ld a­ d esca exasp erad a. La fábrica de arm as fue o b jeto , durante tod a una hora, de un inten­ so b om bard eo de tod a la artillería gubernam ental, que co n cen trab a el fuego de sus piezas so b re e s e punto. Durante el asalto, los avio­ n es abrieron p aso a los legionarios a golpe de b o m b as y m etralletas. Al sen tir que su ca u sa e s ta b a perdida, y n o d isp on ien d o de cu a ­ dros, ni de arm am en to a la altura del de lo s a sa lta n te s, la m a­ yor p arte de lo s rev olu cion arios resistieron co n una extraordinaria energía, prefiriendo morir en el m ism o sitio a n te s q u e huir. Serían n e c e sa ria s tres largas jo rn ad as de en carn izad o s c o m b a te s para retom ar la ciudad y rech azar a los su bu rb ios del sur y del e s te a lo s su blev ad os qu e n o h abían caíd o en la lu ch a 13.

13 El au to r se refiere a lo s co n tra a ta q u e s q u e obligarán a lo s m ilitares a rep leg arse al ce n tro de la ciud ad, a b a n d o n a n d o lo s barrios del Sur, p o r lo s q u e saldrían lo s revo­ lu cion arios en d irecció n a las c u e n c a s m in eras. Historia G eneral de Asturias, to m o VIII (1 9 7 8 ). P aco Ignacio Taibo II. Silverio C añada ed . (Gijón).

En el m o m en to en que lo s últim os rev olu cion arios se d isponían a evacuarla, la ciudad fue sacu d id a por una e s p a n to s a d eto n a ció n . El In stitu to de O viedo, antiguo Sem in ario de lo s Jesu ítas, don d e lo s revolucion arios h abían in stalad o su Cuartel G eneral y un alm a­ cén de dinam ita, a c a b a b a de saltar, p ro y ectan d o c a s c o te s h asta una d istan cia de c in c o kilóm etros.

Y yo, ¿me he perdido en un bosque salvaje, he naufragado a l menos, he envejecido bastante, desde la tarde de ayer, di, vieja nodriza? F. C rom m elynck

Nuestras experien cias p erson ales con tin ú an Gijón, en donde entram os después de haber en señ ad o nuestra docu ­ m entación a un d estacam en to de fusileros de marina que estab an de servicio a la entrada de la ciudad, ofrece el a sp e cto de un cam po mi­ litar. Su playa sirve de cam po de aviación. Un gran hangar de chapa pintada en el ton o gris-azul de las naves de guerra ancladas en la rada, con tien e las reservas del material de bom bardeo. Las am etralladoras, preparadas para disparar, están instaladas en las cuatro esquinas del edificio. U nos centinelas m ontan guardia en el dique e impiden que los curiosos se acerquen dem asiado a la peligrosa playa. Un grupo de aviad ores co n v ersa an im ad am en te, fum ando, an te u no de lo s a p a ra to s que p ro n to irá a em p rend er su vuelo h acia la m on tañ a, cargad o de b o m b a s. La ciudad e s tá muy anim ada; un d e sta c a m e n to de legionarios vuel­ ve de la m o n tañ a. Los so ld ad o s, cu b ie rto s de b arro y co n b arb a de varios días, so n a cla m a d o s por una p arte de la p o b lació n . Pero mu­ ch a g en te tien e un aire p reo cu p a d o . G ijón e s a n te to d o una ciudad ob rera y el fra ca so qu e lo s revolucion arios a c a b a n de sufrir se lee en m u ch as ca ra s. Por un lado y o tro s e tra b aja para reparar lo que d estruyeron lo s b o m b a rd e o s y lo s c o m b a te s. Tranvías y algunos au tom óviles carg ad os de so ld ad o s circulan por las ca lles. M u ch o s c o c h e s q u e llevan la in scrip ción «m édico»,

tran sp ortan a lo s m éd ico s a to d a s p a rtes d on d e hay h erid o s que curar. Tod os lo s v eh ícu los particu lares en arb olan b an d e ro las b lan ­ c a s en señ al de neutralidad. ¿H em os v isto b ien ? C reim os ver un c o ­ c h e que, ad em á s de su b an d ero la b la n ca , llevaba un banderín m ás p eq u eñ o ¡rojo! P ro b ab lem en te, ¡alguien q u e a p u esta por lo s d o s co lo res! En las ca lles el servicio de ord en lo aseguran guardias de a sa lto y patrullas de fusileros de m arina que recorren la ciudad en to d o s los se n tid o s. Por una y otra p arte, en las c a lle s m e n o s im p o rta n te s y s o b re to d o en las c a lle ju e la s d e lo s b a rrio s o b re ro s, m o n to n e s d e p ie ­ d ras a testig u a n tod av ía el em p la z a m ien to d e una b arricad a a n te ­ rior. Las p a re d e s de las c a s a s tien en h u ellas de p ro y ectiles, m u­ c h a s v e n ta n a s e s tá n a g u jerea d a s p or las b a la s, p ero m u ch as m ás e s tá n to ta lm e n te ro ta s. Sin em b arg o , en c o n ju n to , la ciudad no ha sufrido d e m a sia d o , si se e x c e p tú a el b arrio de Cim adevilla, d o n d e algu n as c a s a s fueron co n v ertid a s en ruinas p or lo s o b u s e s del «Libertad». Han sido d eten id o s un gran núm ero de o b rero s por h a b e r p artici­ pad o en la revuelta; o tro s huyeron h a cia la m o n tañ a y h acia O vie­ do. Llegam os a cru zarnos c o n guardias de a sa lto en m edio de los cu a les va un tipo s o s p e c h o s o de h a b e r c o m b a tid o al lad o de los su blev ad os. N os p re sen ta m o s, por si a c a so , a n te el d e sta c a m e n to de fusile­ ros de m arina qu e vigila la salida de la ciudad h acia O viedo. Con la trop a n o d ud am os en h a c e rn o s p asar por p eriod istas, p u es h em o s n o ta d o que lo s so ld a d o s tien en un cierto re s p e to por lo s «perio­ distas» llegad os del extran jero co n el fin de dar n o ticia de lo qu e ocu rre en E sp añ a.

El d o cu m en to qu e n o s dieron en Infiesto h a c e m aravillas y los m arinos n o s d ese a n b u en a su erte fra n q u eán d o n o s el p a so hacia la carretera de O viedo. Una carretera qu e e s tá h a sta tal p u n to ati­ borrad a de tro p a s q u e lo s v eh ícu los, al n o p od er avanzar, e stá n alin ea d o s en lo s b o rd e s del cam in o. H a cem o s lo qu e p o d e m o s para abrirnos p a so a través de las fi­ las de h o m b res, a co m p a ñ a d o s de una m ultitud de ca b a llo s y de m uías a lo s qu e el ruido de n u estro m o to r h a c e a m en udo c o c e a r p eligro sam en te. C uando alguien n o s pregunta, a d o p ta m o s un aire de su ficien cia y gritam os «periodistas», lo que, v istas las circu n stan cias, n o s vale un p eq u eñ o éxito de estim a del que ín tim am en te n o s reím os. Sin em bargo, el ap a ra to b é lico en m ed io del cual n o s m ovem os, n o s exalta. ¿No n os h em o s convertid o en a u tén tico s «corresp on sales de gue­ rra», cuyas aventuras g u stábam os leer en n uestros libros juveniles? N uestro av an ce, a m enudo, se d etien e d urante largo rato, al ser to ta l el em b o tella m ien to de la carretera. E n to n ce s ch arlam o s con algún m ulero o co n un su bo ficial. En general, e s o s h o m b res n o s preguntan m ás q u e resp o n d en a n u estras p regun tas. Tienen cu ­ riosidad por sa b e r lo q u e p a sa en las o tra s p a rtes de E sp añ a que a c a b a m o s de recorrer. Los co m u n ica d o s g u b ern am en tales les p a ­ recen s o s p e c h o s o s . Por lo d em ás, la trop a p a re ce esta r can sad a por las largas m arch as q u e ha h e c h o . S o b re to d o las m uías e stá n en un e s ta d o lam en tab le. Segu im os d urante largo tiem p o a un au to qu e tran sp o rta oficiales su p eriores y que no avanza sino muy le n ta m en te en m edio de los h o m b res y las b e s tia s que s e apartan co n dificultad a su p a so . Es

a sí c o m o v em o s las c o c e s de una v aliente muía, que tom a parti­ do por la revolución p lan tan d o su s herraduras tra sera s en la relu­ c ie n te carrocería del v ehículo. No e s tá m u ch o m ás calm ad a cu an ­ do llegam os a su altura; te n e m o s la d esag rad able im presión de que e s a muía no r e c o n o c e n u estra co n d ició n de «neutrales» y que n u estro s cu erp o s corren el m ism o riesgo q u e la carrocería. Entre lo s anim ales de albarda, m u ch os tran sp ortan piezas de ar­ tillería de m on tañ a. A ca b a m o s por ad elan tar al autom óvil y al con v oy q u e se extien d e a lo largo de varios kilóm etros. V iajam os co n un h erm o so sol y, c o m o e s ta m o s a b a ja altitud, h a ce calor. El verdor qu e s e ex tien d e en las lad eras de las alegres c o ­ linas d esp ren d e una im presión de prim avera. A lo lejo s, s e oyen so rd as d e to n a c io n e s . A v e c e s, un avión p a sa p or en cim a de n u es­ tras ca b e z a s.

Los primeros cadáveres N os han h a b la d o m uch o del la m en ta b le e s ta d o en el qu e e n c o n ­ traríam os Oviedo, cu y os su bu rb ios sur y e s te aún e stá n en m an os de lo s su blev ad os. V isitam os la ciudad un añ o a n te s y n o s p re­ gu n tam os q u é ca m b io s h abrán o c a sio n a d o lo s re cie n te s a c o n te ­ cim ien to s. De rep en te, n u estra s reflexion es se interrum pen por un e s p e c tá c u lo in esp erad o . D elan te de n o so tro s, en la ca rre te ­ ra, y acen todavía san g ran d o lo s cad á v eres de varios ca b a llo s que los so ld a d o s s e em p eñ an en sa ca r h acia las orillas de la carretera, para abrir p aso . Los so ld a d o s n o s d icen có m o , a p en a s una hora a n te s, un d e sta ­ ca m e n to de caballería h abía ca íd o en e s e m ism o sitio en una em ­ b o sc a d a qu e ten d ieron los su blev ad os qu e b ajaro n de la m o n ta ­

ña. Los a sa lta n te s s e h abían o cu lta d o d etrás de los s e to s y habían a b ierto fuego ca si a b o c a ja rro so b re la sorprendida caballería. Los ca rtu c h o s de dinam ita y la so rp resa h abían d e sb o c a d o las m o n ­ turas. Los h o m b res m uertos, en tre ellos un oficial, a c a b a n de ser p u e sto s en lo s ca m io n es q u e e stá n a lin ead o s c erca de una ca sa , cu y os h a b ita n te s fueron te stig o s a terrad o s de lo ocurrido. Los so ld a d o s en ca rg a d o s del tra n sp o rte fú n eb re n o p arecen nada im ­ p re sio n a d o s y con tin ú an b ro m ea n d o en tre ellos co m o si se tra­ tara de un ju ego. D icen h a b e r v isto c a s o s p eo res e s to s últim os q u in ce días. Una vez d ad o el golpe, lo s su blev ad os se retiraron rápid am en te h a cia la m on tañ a, p ersegu id os por lo s guardias de a salto , trasla­ d ad o s en lo s a u to b u se s q u e a co n tin u a ció n llevaron lo s herid os a O viedo. E scu ch a m o s, p ero n o o ím o s sin o el ruido de las d e to ­ n a c io n e s p ro ce d e n te s de la b atalla alred ed or de O viedo. Aquí, la m o n tañ a próxim a ¡p arece tan calm a! En Lugones a lca n z a m o s otra colu m n a de tro p as q u e d e se m b o ­ can de la carretera de Avilés y q u e con vergen h acia O viedo. Una vez m ás, aq u í n o s las v em os y d e se a m o s para abrirnos p a so . In­ te n ta m o s sa c a r fotografías m ientras avanzam os en m edio de los h o m b res, las m uías y los c a b a llo s. Las b e s tia s e stá n n erv iosas y, a m enud o, n o s arriesgam os a ser a lca n z a d o s p or lo s c a s c o s de las q u e c o c e a n al a c e rc a rs e n u estra ruidosa m áquina. La carretera d esp u és de Lugones e s muy m ala. Ha sido o b je to de b o m b a rd e o s y o b jetiv o de lo s d isp aros de la artillería cu an d o s e r­ vía d e vía d e c o m u n ic a c ió n a lo s s u b le v a d o s . L as tr in c h e r a s y a g u je r o s d e o b ú s fu e ro n r e lle n a d o s d e fo rm a im p e r fe c ta . Una vía d e tra n v ía , c u y o s ra íle s fu e ro n to r c id o s p o r la a c c ió n d e lo s e x p lo s iv o s , va p a ra le la a la c a r r e te r a . D e lo s p o s te s q u e n o fu e ro n e c h a d o s a b a jo cu e lg a n la rg o s tr o z o s d e c a b le c u ­ b ie r t o s d e c a rd e n illo .

En la s p rim era s c a s a s d e O vied o m o n ta guardia un p iq u e te de le g io n a rio s e x tra n je ro s . R o d ea n una a m e tra lla d o ra d e la n te de la cu al e s tá s e n ta d o un le g io n a rio . S o n lo s m ism o s tip o s q u e ya v im o s en el Rif. A quí su a tu e n d o e s m e n o s cu id ad o y su cara tie n e una e x p re sió n m á s dura. En Á frica d e s c a n s a b a n . A quí h a ­ c e n la gu erra. Para m ayor aso m b ro , nad ie n o s pide nada cu an d o en tram o s en la ciudad. P ro b a b lem en te, ¡porqu e n o hay guardias civiles!

Oviedo en ruinas «¡U n h u racán in fern al h a p a sa d o p or O v ied o! E scribim os estas lín eas b ajo la im presión de la an g u stia qu e nos produce un a ag lom eración en ruinas. ¡Fue O v ied o! N a d a es m ás cierto. No es la revolución la qu e h a p a sa d o p or Oviedo, sin o un h u racán in fern al qu e lo h a dev astad o todo y no nos ha d ejad o sin o m oton es de ru in as h u m ean tes».

«Lo qu e ha p asad o, lo describirem os cu an d o p od am os. D igam os, sin em ­ bargo, qu e las n acion es eu ropeas, d u ran te los cuatro a ñ o s de la g ran gu e­ rra, no hicieron sufrir a n in gu n a ciu dad m ás de lo qu e en el periodo de ocho d ías sus salvajes a sa lta n tes hicieron s o p o r ta r a n u estra cap ita l».

Es a sí co m o se exp resa el prim er núm ero del p eriód ico La Voz de Asturias im preso d esp u és de la revolución y - a l h a b e r sido destru i­ das las p ren sas h a b itu a le s - tirado so b re p ren sas m an u ales de las que se h abían servido lo s revolucionarios. C onviene, p ro b a b lem en te, dar p arte de la ex altació n de un p erio­ dista que, según p arece, h abía sid o c o n d en a d o por el tribunal re­ volu cion ario. Sin em bargo, tam bién n o so tro s te n e m o s la im pre­ sión de que d urante la Gran Guerra ninguna ciudad sufrió h a sta e s e p u n to en el p eriod o de o c h o días. Lo q u e se ha podido c o m ­

probar, p rá ctica m en te por prim era vez en Europa d esd e la Gran Guerra, e s la efica cia de las b o m b a s de aviación ultram odernas. Q ue se im puten ahora to d o s lo s d estro z o s al vandalism o de los v en cid o s es, en sum a, b a s ta n te com p ren sib le. ¡Es la regla del juego! A unque e s exag erad o d ecir qu e la ciudad n o e s m ás que un m o n ­ tó n de ruinas h u m ea n tes, sin em bargo, se en cu en tra en un e s ta d o b a s ta n te la m en ta b le. Al e s ta r ro ta s las tu b erías del agua, las rui­ n as con tin ú an co n su m ién d o se le n ta m en te sin qu e nadie se p re­ o cu p e de apagar el fuego. S o ld a d o s y o b rero s trab ajan en d e sp e ­ jar las ca lles de to d o lo qu e im pide la circu lació n . O tro s h o m b res tran sp o rtan a lo s h erid o s h acia las am bu lan cias m ilitares. O tros m ás tra b a ja n en las ruinas para re sc a ta r lo s cad áv eres. Las a cera s, llen as de e s co m b ro s de to d o tipo, e stá n im p ractica­ b les. En las ca lles ya d esp eja d a s, lo s b a rren d ero s juntan en un m o n tó n lo s d e s e c h o s de m en or tam añ o , form ad os en su m ayor p arte por lo s ca sq u illo s de lo s ca rtu ch o s. Todas las fa ch a d a s de las c a s a s e stá n acribilladas de p e q u e ñ o s ag u jeros que las b a la s han im preso so b re la argam asa, to d a s las v en ta n a s de lo s in m u ebles q u e no han sido d estru id os e stá n ro ­ tas, ya se a por los p ro yectiles, ya se a por la deflagración de las b o m b a s. L os a lm a ce n e s qu e no fueron in cen d iad o s e stá n v acío s de m erca n cía s. A parte de pan, vino, ta b a c o y gasolina, llevados en grand es ca n tid a d es por lo s v eh ícu los de avituallam iento del e jé rcito , en e s te m o m en to , n o s e p u ed e com prar nada en O viedo. M ilitares por to d a s partes: legionarios extranjeros, fusileros árabes, guardias de a salto o so ld ad os com u n es. En los pu n tos estratég ico s de la ciudad, las am etralladoras m uestran sus c a ñ o n es en los hue-

e o s de las v en tan as sin cristales. C am iones cargad os de legiona­ rios, con su s fusiles en la m ano, recorren las calles tan rápido co m o lo perm iten los esco m b ro s. De vez en cuan d o un vehículo blinda­ do, inm enso ratón gris, dem asiad o silen cio so para su volum en, se desliza so b re el asfalto. Es co m o si se quisiera im presionar a los h a­ b ita n tes por m edio de un despliegue de fuerzas, que b u sca tranqui­ lizar a u nos e intimidar a otros. Reina gran an im ación en las ca lles. Los h a b ita n te s circulan para co m p ro b a r los d estro z o s y h a c e r co m en ta rio s. La g en te se e n ­ cu entra, se abraza, in tercam b ian recu erd os. Hay quien llora. El e s p e c tá c u lo n o e s divertido. N o so tro s e s ta m o s muy a fe c ta d o s por lo qu e v em os, por tod a la d eso la ció n y m iseria q u e se ex tien d e a n te n u e stro s o jo s. N os p a re ce oír d isp aros en la d irección del barrio de S an ta S u sa ­ na, d on d e se en cu en tra el In stitu to de lo s Jesu ítas, destru id o por la dinam ita. A trav esam os un gran parq u e en d on d e u n o s guardias de a sa lto reco g en y exam inan, d ela n te de n o so tro s, una e s c o p e ­ ta de caza que a c a b a de arrojar un h om b re so b re el qu e h abían disparad o sin alcan zarle. Al fusil e s tá p eg ad o un p eq u eñ o rollo de papel que lo s guardias d esp liegan c o n p recau ció n . C on tien e una m inúscula pieza de m etal, p ro b a b lem en te una pieza de recam b io para el arm a. Las c a s a s q u e b o rd ean el parqu e tien en las h uellas de los d isp a­ ros de la artillería revolucionaria. O b u ses sin e sp o le ta a trav esa­ ron lo s m uros sin explotar, d eja n d o ag u jeros q u e p arecen o jo s de buey de b a rc o . M u ch o s ed ificios e stá n a d orn ad os co n ram os de palm as y sá b a n a s b la n ca s, p ro b a b lem en te co m o signo de n eu tra­ lidad. La cre sta de una de las palm eras del parque, atrav esad a en la tray ectoria de un ob ú s, y a ce al lad o del tro n co .

Los tra n seú n tes aq u í so n e s c a s o s : lo s so ld ad o s co n que n o s cru ­ zam os, qu e van h acia lo que fue el Instituto, so n legion arios y so l­ d ad o s á ra b e s de servicio. Los a lred ed o res e stá n d e sp e ja d o s, pero la zon a e s peligrosa a ca u sa de lo s o b u se s, b o m b a s, gran adas de m an o y c a rtu ch o s de dinam ita sin exp lotar qu e los p ies pueden pisar en cualquier m o m en to . Ningún servicio de orden m an tien e a le ja d o s a los cu rio so s. El lugar que o cu p a b a n lo s ed ificios del antiguo In stitu to e s tá o c u ­ p ad o por un crá ter de varios m etro s de profundidad. S o ld ad o s circulan en tre lo s c a s c o te s acu m u lad os alrededor. Reparan en n o ­ so tro s y exp licam os qu e so m o s «periodistas». Un se ñ o r de p a isa ­ no, qu e cre e m o s que es un a g en te de la Seguridad G eneral, n o s co n d u ce a través de las ruinas, narrando en inglés lo q u e ha o c u ­ rrido aquí: «Cuando lo s reb eld es s e h icieron lo s d u eñ o s de O viedo - n o s d ic e - esta b le c ie ro n su Cuartel G eneral en el In stitu to. Para p on er­ lo a resguard o de lo s a ta q u e s a é re o s, en cerraro n allá a d o s cie n to s prisio n eros e sco g id o s en tre los n o ta b le s de la villa, de lo s que s e ­ te n ta eran e c le siá s tic o s. C reyendo q u e a sí el ed ificio e s ta b a p ro­ tegid o co n tra las b o m b a s, acum ularon su s reservas de dinam ita en el só ta n o . C uando s e dieron cu e n ta de q u e era im p osible d efen d er la ciu­ dad, lo s rev olu cion arios d ecid ieron v en g arse de lo s b o m b a rd e o s a é re o s infligidos a lo s p u eb lo s m ineros, m atan d o a lo s p risio n e­ ros reu nid os en el In stitu to. H icieron evacu ar las c a s a s de la c a ­ lle S a n ta Su san a, advirtiendo a su s o c u p a n te s q u e el In stitu to iba a saltar por los aires en u n o s v ein te m inu tos, y dieron fuego a la dinam ita. S e prod ujo una prim era exp losión , m atan d o a una c u a ­ ren ten a de prisio n eros p ero ab rien d o una b re ch a en lo s m uros por la que lo s d em ás, in d em n es, pudieron escap ar. Los revolu­ cio n a rio s que se qu ed aron al a c e c h o en lo s alred ed ores, se d ie­

ron cu en ta de la huida. A cudieron en seg uida para forzar a una trein ten a de prisio n eros a volver a la prisión dond e, cu atro su b le­ v ad os, p articu larm en te fa n á tico s, los siguieron para ab atirlo s a tiros. Pero en e s e m o m en to se prod ujo la gran exp losión , sep u l­ tan d o to d o lo q u e h abía en el edificio, incluidos prisio n eros y su ­ b lev ad os. L os e s co m b ro s qu e tien en d elan te co n tie n e n al m en o s se te n ta cad áveres». E fectiv am en te, en tre las pied ras se distinguen tro zo s de ropa y m aterias qu e podrían se r re s to s de ca rn e h u m a n a ... Para ser o b jetiv o s, te n e m o s q u e d ecir que los p erió d ico s dan g e­ n eralm en te o tra s v ersio n es de la exp losión del In stitu to. El fue­ go habría esta lla d o en el ed ificio a co n tin u ació n de la exp losión de una b o m b a a érea, qu e abrió la b rech a por d on d e lo s p risio n e­ ros pudieron huir. Ningún p eriód ico rep rod u ce el ep iso d io de los prisio n eros ob lig ad os a volver al ed ificio d esp u és de la prim era exp losión . He aquí, por ejem p lo, c ó m o el p eriód ico El Carbayón, cu en ta e s te a c o n te c im ie n to : «A mediodía los rebeldes, que habían situado uno de los centros de con­ centración de prisioneros en la antigua residencia de los jesuítas, en la calle de Santa Susana hicieron estallar el polvorín allí existente. Antes los revoltosos habían huido hacia San Lázaro, poniéndose en salvo de los efectos de la explosión. En la primera explosión quedó destruida parte del edificio y merced a su poca potencia, pudieron ponerse en salvo las numerosas personalidades que habían sido concentradas allí por los revoltosos con ánimo de conde­ narlos a muerte. Próximamente a las dos de la tarde, hizo explosión el segundo depósito de dinamita que existía en la residencia de los jesuítas. Esta vez los efectos

de la explosión fueron verdaderamente terribles, pues además de quedar totalmente destruido todo el edificio, también se derrumbaron todas las casas de la calle de Santa Susana, que previamente habían sido evacua­ das por los vecinos.» Al explorar lo s ed ificios v ecin o s, cuy os te c h o s s e han hundido b a jo la ond a expansiva pro vo cad a por una deflagración e s p a n to ­ sa, en c o n tra m o s un revólver cuyo cargad or aún co n ten ía lo s c a squillos de las b a la s d isparad as. Sería peligroso e s ta r aquí co n un arm a en la m an o. Lo arrojam o s, pues, p ero un m u ch ach o q u e m e­ ro d ea b a por allí n o s h abía v isto. Vino en seguida a rom perlo gol­ p ea n d o co n to d a s su fuerzas co n tra una piedra. M ás a d e la n te , d e trá s d e un m uro m ed io d estru id o y a c e un c a ­ d á v e r ... E s el d e un guardia d e a s a lto , un tip o ro b u s to cu y o c rá n e o fue fra ctu ra d o p o r un p ro y e c til. El c u e rp o h a b ía e s ta d o e x p u e s to a la lluvia y la rop a s e e n c o g e a lre d e d o r d e su s m iem ­ b r o s h in c h a d o s. Al lad o del c a d á v er s e e n c u e n tra la gorra, ag u ­ je re a d a p o r el p ro y ectil, q u e tie n e ad h erid a sa n g re y m ateria c e re b ra l. E sa gorra ya n o lleva la in sign ia d e lo s g u ard ias de a s a lto , lo q u e h a c e d ecir a lo s s o ld a d o s q u e d e b e d e se r un guardia d e a s a lto q u e c o m b a tió en el b a n d o rev o lu cio n a rio . Seg ú n e llo s, el ca d á v e r aún n o s e h a b ía le v a n ta d o p o rq u e n o s e le h a b ía p o d id o id en tificar. Un p o c o m ás lejo s, en el lím ite de la ciudad, un grupo de legio­ narios q u e lleva una am etrallad ora co rre h acia una c a sa . U nos in sta n te s d esp u és, el ca ñ ó n del arm a a p a re ce en una de las v en ­ ta n a s su p eriores del inm u eble. Los so ld a d o s creen qu e los revo­ lu cion arios s e reagrupan d elan te de la ciudad co n el fin de a ta ca r de nuevo. Al ver qu e co n tin u a m en te h a c e m o s fo to s, un oficial de la legión n o s interpela:

— ¿Q u é d e se a u sted ? — Nada, señor. P eriod istas. — ¡Peligroso aquí! ¡A léjense! L en ta m en te v olvem os h acia el c e n tro de la ciudad d on d e lo s le­ gion arios p a sea n por grupos, m ientras q u e los árab es, tip o s altos, b arbu d os, co n a s p e c to realm en te muy salvaje, cam inan g en eral­ m en te por p arejas, orgu llosam en te en fu n d ad os en largas ch ilab as co lo r de tierra rifeña. L os o ficiales e sp a ñ o le s de las tro p as árab es llevan tam bién esa extrañ a cap a, en la cual e stá n b o rd ad o s te x to s ára b es en sed a verde. E sta v estim en ta a n acró n ica c o n tra sta cla ­ ram en te co n su gran gorra plana, to ta lm e n te roja. U nos legion arios e stá n se n ta d o s a la m esa en un gran ca fé sin v en ta n a s qu e d esp a ch a vino b la n c o . El cam arero q u e n o s sirve lleva la c a b e z a vend ad a. R ecibió un b alazo d etrás de la o reja iz­ quierda. Le p ro v o ca m o s riendo: — ¿Guardia rojo ? — No - d i c e - la bala m e alcan zó cu a n d o m iraba por la v en tan a d esd e mi ca sa . E so es lo que n os asom bra: el b o n a ch ó n no tien e la cara de quien p erm an ece neutral a n te a co n tecim ie n to s parecid os. M ientras char­ lam os, se prod uce una fuerte d eto n ació n en los alrededores. El c a ­ m arero n os d ice qu e p ro b ab lem en te sea una de las b o m b a s de avión qu e no explotaron y que ha sido alcanzada por el fuego que está la ten te en tre las ruinas. E fectivam ente, p arece que la ciudad está sem brad a de b o m b a s y o b u ses sin explotar, h asta el punto de que e s peligroso p erm an ecer cerca de las ruinas que se con su m en en el fuego. La exp losión n o s incita a con tin u ar n u estro v agabu n d eo a través del c e n tro de la ciudad. D elan te del h o sp ital m u jeres llorosas im­

ploran a un c a b o q u e les explica, co n gran g esticu lació n , q u e no p u ed e d e ja rla s pasar. E sa e n tra d a al h o sp ita l e s tá c u s to d ia d a p o r to d o un d e s ta c a m e n to d e so ld a d o s . U no d e lo s c e n tin e la s e s un á ra b e c o n una ca ra p a rtic u la rm e n te c a r a c te r ís tic a . Q u e­ re m o s fo to g ra fia rlo , p ero el c a b o s e da c u e n ta y v ien e h a cia n o s o tr o s g rita n d o q u e e s tá ¡p ro h ib id o ! E sp e ra m o s a q u e v u el­ va la e s p a ld a ... En la su cursal del B a n co de E sp añ a aún se en cu en tran las b o m ­ b o n a s de gas y los so p le te s q u e d eb iero n de utilizar lo s rev olu cio­ narios para abrir la ca ja fuerte. A hora re c o n o c e m o s qu e la revolución esp añ o la, co n trariam en te a lo que h a b ía m o s creíd o en un principio, ha sid o un a co n te cim ie n ­ to de gran envergadura. Sin ninguna duda e s el m ovim iento o b re ­ ro m ás im p o rtan te q u e se haya registrad o en el m undo d esd e la Revolución Rusa. E sta m o s muy a b a tid o s por la m iseria y las gran d es d esg racias de q u e h e m o s sid o testig o s. N os atrapa de rep en te un d e se o de vol­ ver a ver lugares a p a cib les, sin od io, sin m iseria, co n m u ch o sol, so n risa s y felicidad. ¿Por qu é hay q u e ser testig o de la guerra ex ­ p erim en tan d o tan in ten sa m en te q u e la paz es el m ayor don del q u e pu ed an gozar lo s h o m b r e s ...? P en sa m o s en las reg ion es de E sp añ a qu e no han sido a fe cta d a s por la guerra civil y d on d e d e b e de h a c e r m u ch o calor. Pero para ir allá, ¿n o n o s será n e c e sa rio todavía p asar por la c o s ta lluviosa del m ar C a n tá b rico e in clu so por la G alicia te n e b ro sa ? Todas las ca rretera s d irecta s h a cia el sur atraviesan la región m inera qu e t o ­ davía e s tá en p od er de los su blev ad os. D ecid im os inform arnos en el G o b iern o Militar que cen traliza toda la inform ación y d e te n ta to d o s los p o d eres en la zon a de op era-

d o n e s . En una larga hilera de g en te, vigilada por guardias de a sa l­ to, e sp ero el turno para en trar a las oficin as d on d e lo s oficiales dan a m a b lem en te la inform ación q u e pu ed en aportar. Entram os en nuestro tumo, en una amplia habitación donde indivi­ duos de paisano, funcionarios de la Seguridad General, nos interrogan: — ¿C óm o e s qu e han venid o a O viedo? — E sta m o s de cam in o h acia M arru ecos y h e m o s querido seguir el m ism o itinerario del a ñ o anterior, p ero co m o llueve m uch o en la c o s ta N orte, q u eríam os reco rta r n u estra ruta p asan d o por M a­ drid, en lugar de p asar por Portugal. — ¿Por qu é quieren ir a M arru ecos? — N os d o cu m en ta m o s para h a c e r guías de viaje. La idea de que pu d iéram os contribuir al d esarrollo del turism o no d eja n u n ca de producir su s e fe c to s so b re n u estro s in terlo cu to res esp a ñ o le s. D esd e el m o m en to en qu e pro n u n ciam os las p alabras «guía de viaje» la atm ó sfera p a re ce q u e se vuelve m ás relajada; tam bién cre e m o s q u e p o d e m o s atrev ern os a p lan tear una p re­ gunta re s p e c to a la situ ación de O viedo: — ¿C óm o e s tá la situ ación militar en lo s a lred ed ores? ¿C ree u sted que h abrá qu e esp erar todavía m uch o a n te s de q u e la carretera a León caiga en p od er de las tro p as? — S e pu ed e d ecir qu e lo s su blev ad os e stá n muy d esm oralizad os d esd e la tom a de O viedo. En e s te m ism o m o m en to se han em ­ prendido co n v e rsa c io n e s d irecta s co n el C om ité R evolucionario para discutir las c o n d icio n e s de la cap itu lació n . E sta inform ación n o s anim a: — ¿ E n to n c e s quizá pueda d arn os la au torización para co g er esa ruta? No la seguirem os, d esd e luego, salvo si qued a libre.

Un fun cion ario e scrib e d e b a jo de la au torización que en tregaron en In fiesto: «Los p o rta d o res tien en perm iso para con tin u ar su via­ je p a sa n d o por León». U n os m o m en to s d esp u és su bim os en la m o to . N uestra d ep resión ha d ad o p a so a un en tu sia sm o ren ov ad o. N os gu sta la p e rsp e cti­ va de retom ar n u estra vida aventurera. Con el papel que te n e m o s in ten ta rem o s aproxim arnos lo m áxim o p o sib le a la línea de fu e­ go. En cu a n to el p a so q u ed e libre, to m a rem o s la ruta h acia el Sur. El viaje a través de la región m inera, en la qu e e sp era m o s poder en trar al m ism o tiem p o qu e la trop a, será p ro b a b lem en te de los m ás in teresa n tes. En la ciudad, nadie p a re ce c o n o c e r todavía la n o ticia q u e n o s a c a ­ b an de com unicar. Les p regu n tam os a los legion arios que c u s to ­ dian la salida y qu e n o s re c o n o ce n . S o n los h o m b res qu e habían su bid o la am etrallad ora al ed ificio dond e, por lo dem ás, todavía s e en cu en tra instalada, m ientras q u e la trop a ha avanzad o hacia O lloniego. El oficial de lo s legionarios, q u e exam ina n u e stro s p ap eles, se qu ed a aso m b ra d o de ver en n u estro p od er una au torización para ir a L eón ; y n o d eja de se ñ a la rn o s q u e en ella n o se indica q u e p o ­ d am o s p asar por la carretera qu e q u erem o s tom ar. — Las co n v ersacio n es para la capitulación están muy avanzadas y pueden esperar, en cualquier m om en to, ¡el anuncio del arm isticio! -d e c im o s -. Es por e s o que no se n os ha p u esto ninguna dificultad en el G obiern o Militar. S o m o s rep orteros y no quisiéram os perder la o ca sió n de d ocu m en tar una circu n stancia tan excepcion al. A n te n o so tro s, la carretera qu ed a libre. Ya so n las últim as h oras de la tard e y el sol de o c tu b re e s tá b a jo . N os lan zam os a to d a v e­

lo cid ad para trep a r p or las em p in a d a s c u e s ta s ad o q u in a d a s q u e se su c e d e n . En un m o m e n to d ad o, n o s a tra e la a te n c ió n una s e ­ rie de c a s a s en llam as q u e b o rd ea n la c a rretera , lo q u e h a c e qu e c h o q u e m o s c o n una gran piedra q u e d esg arra n u e stro n eu m áti­ c o tra sero . N unca h a b ía m o s ten id o un p e rca n c e así. Volvem os so b re n u es­ tros p a so s para exam inar la piedra q u e p a re ce h a b e r sid o e s p e ­ cialm en te tallada y c o lo c a d a so b re la carretera para dañar los n eu m á tico s de lo s v eh ícu los m ilitares qu e la to ca ra n . A hora n o s aco rd a m o s de h a b e r visto so b re el tra y ecto ya recorrido o tra s p ie­ dras de e s e tipo. La rep aración , difícil, lleva una hora larga. M ientras m anipulam os, con v oy s de au to m ó viles de to d a s c la s e s n o s so b re p a sa n y n o s cruzan. En un cierto m o m en to , c o n sta ta m o s co n gran so rp resa que una larga retahila de ca m io n es, qu e tran sp ortan so la m en te legionarios y ára b es, vuelve h a cia O viedo. ¿E s quizás un indicio de que el arm isticio o la cap itu lació n han sid o a ce p ta d o s ? P regu ntam os a un p aisan o qu e p a sa c e rc a de n o so tro s: — ¿Ha a c a b a d o la revolución? — ¡Que va! Es so la m e n te un e n tre a c to . ¡Revivirá! La cara del h om b re tien e una exp resió n ap asio n ad a. C uando m a­ n ifesta m o s n u estra co n d ició n de ex tra n jero s y p eriod istas, no ocu lta su s verd ad ero s sen tim ien to s. No n o s lo dice, p ero e s evi­ d en te qu e te n e m o s a n te n o so tro s a alguien qu e ha jugado un p a­ pel en e s te gran dram a. N os d eja d iciend o: — ¡Podéis d ecir que sin la legión y lo s ára b es, la revolución habría sido ca u sa ganada!

P en sa m o s en la n o c h e qu e se n o s p re sen ta por d elan te. ¿D ón d e pasarla y en qu é co n d ic io n e s? No p o d e m o s p en sar en plantar la tien d a aquí, sería una in sen sa tez . N os p a re ce in te re sa n te p asar la n o c h e en m ed io de las trop as, en la línea de fuego, y con tin u ar avanzand o. E sta n o c h e te n e m o s m ala su erte: h em o s so m e tid o al m o to r a una dura pru eba h a cién d o le girar a fon d o para subir las c u e sta s, cuya fu erte p en d ien te exige la utilización de las m arch as co rta s. S e c a ­ lie n ta .. . No lo te n e m o s en cu en ta , p reo cu p ad o s de llegar a algún sitio a n te s de q u e o scu rez ca . En una nueva cu e sta el m o to r se para: b lo q u e a d o ... Para n o perder m u ch o tiem po, em p u jam os la m áquina h a sta lo alto de un p eq u eñ o p u erto d elan te de n o so tro s. El m o to r se e n ­ friará d urante el largo d e s c e n s o que co m en z a m o s. A n te n o so tro s s e en cu en tra un a n ch o valle o cu p a d o por una ciudad im portante, cuyas n u m ero sas lu ces su b en h a cia n o so tro s a la m ism a v elo ci­ dad co n q u e d e sc e n d e m o s la cu e sta . D esd e que ha oscu recid o , n o h e m o s v isto m ilitares, y n o s p reg u n tam os si la trop a no h abrá sid o retirada de la región. No, p u es en las prim eras c a s a s de M ieres, en un cru ce al pie de una ram pa, la carretera e s tá cerrad a por so ld ad o s a p o sta d o s en grupos c o m p a c to s. Pero, a n te s de h a b e r llegado a ellos, so m o s in terp elad o s por un oficial en orm e, con stru id o co m o un H ércu­ les, q u e e s cap itán de la Guardia Civil p or lo q u e v em os a c o n ti­ nu ación . E se oficial exam ina n u e stro s p a p e les a la luz del faro y n o s dice ca teg ó rica m e n te, en fran cés: — ¡No se p u ed e pasar!

Q uisiéram os qu e n o s diera m ás ex p lica cio n es, p ero se dirige a grand es z a n ca d a s h acia un grupo de cu a tro guardias civiles que a ca b a de ver. La extrañ a actitu d de e s o s guardias, c o lo c a d o s b a jo la luz de lo s faros de un autom óvil, n o s llama la a ten ció n . E n to n ce s, a sistim o s a una e s c e n a im prevista. Al principio, el ca p i­ tán h abla a lo s guardias de form a persuasiva, p ero é s to s , en lugar de escu c h a r a su superior, d iscu ten en tre sí. E stán en un e sta d o lam en tab le. Su uniform e e s tá d esgarrad o, a uno le falta el gorro de cu ero curtido y a o tro s las p olain as. Su actitu d d en o ta que a ca b a n de exp erim en tar el te r r o r ... A hora el cap itán les grita una ord en; lo s guardias civiles le miran sin m overse, p ero d ejan de hablar. E n to n c e s el cap itán sa c a una en o rm e browning de su cartu ch era para en ca ñ o n a r al grupo de guardias. A co n tin u ació n rep ite su or­ den chilland o. E stá claro que disparará si no e s o b ed ecid o . Los guardias civiles e sb o z a n un g e s to resign ad o y su b en al c o c h e , co n d u cid o por un ch ó fer civil, q u e se aleja por la carretera de la iz­ quierda del cru ce. El cap itán d e sa p a re c e en una de las c a s a s o c u ­ pad as por las tro p as. E stam o s rod ead o s por un grupo de civiles que n o s confirm an, a petición nuestra, que las trop as aún no han entrado en M ieres. La idea de pasar la n o ch e con los revolucionarios n o s o b sesio n a e im aginam os la m anera de entrar en la ciudad sin llamar la aten ción de los sold ad os, cuan d o uno de ellos, habland o francés, n o s dice que puede procurarnos una h abitación en la que p od em os p asar la n o ch e y que está d ispuesto a llevarnos allá. A ñade que las tropas no entrarán h asta el día siguiente en M ieres, que se ha alcanzado un arm isticio y que p ro b ab lem en te p od rem os continuar, e s e m is­ m o día, n u estro viaje h acia León.

Para no llam ar la a ten ció n de las trop as, segu im os a n u estro h o m ­ b re len ta m en te, em p u jan d o la m áquina co n la m an o. El guía n o s co n d u ce a través de calles tortu o sas, d ébilm ente ilu­ m inadas por la electricidad, h a sta la c a sa de un p o sad ero que no quiere d ejarn os entrar cuan d o oye que so m o s extran jeros. El guía, qu e e s am igo suyo, intenta inútilm ente explicarle que puede dar­ n o s una cam a sin ningún temor, que no so m o s agitadores revolu­ cionarios fugados sino p eriod istas. No hay nada qu e hacer, el h o s­ p ed ero no quiere co m p lica cio n es y n o s a c o n se ja que b u sq u em os en otra parte. U n os tra n seú n tes, testig o s de n u estra con traried ad , n o s indican o tro albergue, tam bién del tip o «degolladero»; una gruesa m atro ­ na c o n sie n te en d arn os una h a b ita ció n a co n d ició n de que le p a ­ g u em os por ad elan tad o .

Conversaciones revolucionarias El rum or de la p resen cia de p erio d istas ex tran jero s n o d eja de atraer la a ten ció n de la g en te en esa ta b ern a d on d e fuim os o b je ­ to de to d a s las a te n c io n e s . Los h o m b res a lo s que p regu n tam os n o tien en ninguna dificultad en re c o n o c e r q u e form aron p arte del e jé rc ito revolucionario y, cu a n d o p reg u n tam os a u no de ello s cual fue su papel, resp o n d e tex tu alm en te: — So y m inero; en la m ina tra b a jo co n dinam ita. He h e c h o lo m is­ m o en O viedo. Es un tip o fornido, serio y de a s p e c to c o rre cto . E s u no de e s o s h o m b res qu e lo s p erió d ico s califican de «brutos salv ajes sin alma». C on tin u am os preguntand o: — ¿Pero por q u é han h e c h o e s ta revolución?

— Era una oportunid ad para dar cu e n ta de un régim en o d io so que, oprim iend o a E sp añ a para m ayor b e n e ficio de u nos privile­ giados, im pide a lo s tra b a ja d o res organizar el nuevo régim en s o ­ cial q u e perm ita a to d o s vivir d ign am en te. ¡Esa oportunidad no p od íam os dejarla pasar! — ¿U sted es quieren, pu es, aplicar en E sp añ a lo s principios so v ié­ tico s? — N o so tro s n o q u erem o s seguir sien d o las víctim as de un régi­ m en ca p italista absurdo, cuya p ro lon g ació n n o p u ed e ser sino n efa sta para to d o s, in clu so para lo s que quieren m an ten erlo. Los h o m b res so n solid arios u n o s co n o tro s; los privilegiados d eb en d arse cu en ta de q u e su s privilegios, q u e s e eje rce n en d etrim en ­ to de la colectivid ad , n o s e pu ed en m antener. Si n o quieren c o m ­ prenderlo - y n un ca querrán com p ren d erlo pues, para ellos, el se n tim ien to de la solidaridad hum ana se para a la puerta de la caja fu e r te - ta n to peor. Harán lo que quieran, p ero n o im pedirán que lo s tra b a ja d o res realicen -p a r a el b ien de to d o s lo s h o m b res de b u en a v o lu n ta d - el nuevo régim en que suprimirá las m iserias y las en o rm es in ju sticias. La rea cció n aún e s fuerte, lo a c a b a m o s de com probar, p ero lleva en sí m ism a su propia m uerte, co m o to d o lo que ha so b re p a sa d o su tiem po. — ¿A qué llam a «un h o m b re de b u en a voluntad»? — A un h o m b re que e s tá d isp u esto a sacrificar su in terés p erson al por el in terés general. El p u eb lo ad m ite fácilm en te e s te principio, y n o duda en ex p o n er la vida de sus h ijo s cu an d o, en tiem p o de guerra, el in terés de la n ación p a re ce exigirlo. Q ue en con trap ar­ tida lo s p o d e ro so s renu ncien a su s privilegios, p u es se e je rcen no só lo en d etrim en to de la e co n o m ía de to d a la n ación , sino inclu­ so en d etrim en to de la propia ex isten cia de q u ien es con stitu yen la m asa del pu eblo. — ¡Su nuevo régim en n o podrán instaurarlo sin a fe cta r a los prin­ cip ios de libertad a lo s qu e to d a s las d em o cra cia s s e atien en ! — ¿L ibertad ? ¿D em o cracia? Libertad para los a m o s de la opinión para en v en en ar las c o n c ie n c ia s, g racias a lo cual las d em o cracias

so n de su d ev oció n . E s un p o c o c o m o la h istoria de lo s p a s to ­ res q u e gritan a sus o v ejas: «Que vien e el lobo», ¡m ientras q u e los p a sto re s so n b a s ta n te m ás p eligro sos para las o v eja s qu e lo s lo ­ b o s! ¡U sted es sa b e n de so b ra q u e lo s p u eb lo s n o p ien san por sí m ism os, y q u e n o escu ch a n sino a q u ien es tien en lo s m ed io s de h a c e rse oír, a lo s q u e tien en los m ed io s de h a ce r p asar por v alo­ res verd ad eros, las v erd ad es de p acotilla de lo s ch arlatan es que co n tro la n la opinión g racias a su dinero! Y qu ien es dirigen las c o n ­ cie n c ia s de tal form a q u e su s ca m p a ñ a s n o sirven so la m e n te al au m en to de su p od er m oral, sino tam bién al au m en to de su p o ­ der m aterial. — Pero u sted h abla c o m o el propio Cristo. — ¡Yo h a b lo según mi c o n cien cia ! Para las n e c e sid a d e s de su s o s ­ cu ras ca u sa s, los q u e tien en el p od er n o s p resen tan co m o b e stia s inhum anas. El p u eb lo en cierra una g en erosid ad , una b ien q u e ren ­ cia y una fuerza de am or qu e el burgués com ú n n o so sp e c h a y que el «burgués superior» tem e. S e ha d ich o de n o so tro s qu e h em o s m a sa cra d o a los h ijo s de lo s guardias civiles, m ientras q u e algu­ n o s de n o so tro s han arriesgad o la vida para ir a b u sca rles le ch e a lo s p u eb lo s de lo s a lred ed o res de O viedo. N uestra revolución ha sid o llevada co n un extrem o cuid ad o de actu ar h u m an am en te y esa e s quizás una de las c a u sa s de su fra caso . Por mi parte, co n sid ero qu e si h u b ié se m o s aten d id o m en o s a n u e stro s sen tim ien to s, h ab ríam o s pod id o vencer. Pero, qu é q u ie­ ren, ¡es tan difícil co m p o rta rse co n dureza co n g e n te s qu e o b e ­ d ecen - d e b u en a f e - a una id eología o p u esta a la de uno! S e n o s im putan lo s crím en es m ás h orribles. ¿Por qu é p re o cu p arse? S e trata de d esa cred ita rn o s, lo qu e es muy fácil p orqu e n o te n e m o s ningún m ed io de dar a c o n o c e r la verdad. — Los p eriód ico s les rep roch an h a b e r a ctu a d o co m o v erd ad eros salvajes. — ¡Los p eriód ico s! Los p erió d ico s tien en por m isión escribir las c o s a s in te re sa n te s qu e a los h o m b res les gu sta leer. No se p u e­ de pedir a los p eriód ico s, q u e so n la m ejor muralla de un régim en

m oribundo, q u e sea n v era ces. Si la verdad co rriese por la prensa, e s te régim en estaría ya b a jo tierra. L os v erd ad eros salv ajes eran los h ijo s de lo s b u rg u eses q u e lanzaban las b o m b a s d esd e los aviones, tam bién lo s h o m b res del Tercio q u e han h e c h o venir de África, tam bién lo eran un p o c o lo s á ra b es. Hoy h e m o s n eg o ciad o la cap itu lació n co n el general O ch o a, que ha com p ren d id o muy b ien que no s e podía d ejar que las tro p a s c o lo n ia le s en trasen en la región m inera y e s por e so , por lo que ha a c e p ta d o retirarlas. Las tro p a s q u e entrarán m añ ana en M ieres so n c o n sc rip to s del ejé rc ito m etro p o litan o . — ¿E s por e s o que n o s h e m o s cruzado ta n to s tra n sp o rtes de tro ­ pas volviendo h a cia O viedo? — ¡P rob ablem en te! — ¿N o tem en q u e se produzcan in cid e n tes m añ ana, cu an d o la trop a llegue a M ieres? — ¡No, n o p asará nada, pu es se resp etarán las cláu su las de las co n d icio n e s de cap itu lació n a co rd a d a s hoy! — Y u sted , ¿n o tem e ser d eten id o ? — ¡El general O ch o a se ha co m p ro m etid o form alm ente a n o h a ­ ce r ninguna d eten ció n de la g en te qu e haya co m b a tid o por la re­ volución! La co n v ersa ció n se d esarrolla en fran cés, lengua q u e n u estro in­ terlo cu to r h ab la fácilm en te por h a b e r tra b a ja d o d urante m uch o tiem p o en las m inas del n o rte de Francia. Un o b rero ya m ayor se m uestra p ro fu n d am en te en fad ad o p orqu e h ab lam o s en una len ­ gua q u e no en tien d e. Con am plios g e sto s, d ice a lo s d em ás qu e le p a re ce m o s s o s p e c h o s o s y q u e h a b la m o s fran cés p orqu e so m o s g en te m ala. E s te p e n o s o in term ed io p ara n o s o tr o s s e sigu e d e g ra n d es ri­ sa s . El v ie jo h a c e a d em á n d e irse y p ara pagar, s a c a d e su b o l­ sillo un fa jo d e b ille te s d e b a n c o , lo q u e h a c e d e cir a u n o de lo s o b r e r o s :

— E s a ca u sa de im b éciles c o m o tú qu e p a sa m o s por lad ro nes. Tu dinero p ro ce d e p ro b a b lem en te de un b a n c o que h a s d esvalijado m ientras n o so tro s n o s b a tía m o s por la p arte de G rado. Pero el v iejo sa b e resp on d er: — No e s el m o m en to de d ejar los ah o rro s en ca sa , cu an d o ta n to granuja c o m o tú todavía anda en libertad . ¡E sp erem o s qu e te e n ­ ch iron en m añana, será un alivio para los o b rero s h on rad os! El o tro le lanza una in terje cció n qu e podría traducirse por: «Vete a to m a r... c a p ita lista ...» , p ero que, ap arte el térm ino cap italista, reto m a d o de la versión esp a ñ o la , e s b a s ta n te m ás fuerte. Los rev olu cion arios confirm an que la pérdida de O viedo había desm oralizad o p ro fu n d am en te a lo s qu e llevaban la d irección del m ovim iento, h a sta el p u n to de q u e h abía sido n e c e sa rio reem p la­ zar los d o s prim eros C om ités R evolucionarios y d ejar la nueva di­ recció n a lo s co m u n ista s. La in su rrección se h abía m an ten id o con la esp eran za de ver q u e E sp añ a en tera s e uniría a un m ovim iento q u e h ab ía co m en z a d o b a jo tan b u e n o s augurios en A sturias. Pero el acu erd o y la unidad de a cció n h abían fracasad o . Al d arse cu e n ­ ta de q u e una revolución de e s te tip o só lo podía b en eficiar a los co m u n istas, lo s sin d ica to s a n arq u istas s e h abían m o strad o en g e­ neral co n tra rio s a la a cció n d irecta. Sin em bargo, lo s an arq u istas de la región asturiana, se h abían v isto a rrastrad o s p or el e n tu sia s­ m o de los prim eros éxitos. — ¿M e harían el h o n o r de p asar la velada co n mi fam ilia? - n o s p ro p o n e un m inero que, tam bién él, h abla fran cés. A n o so tro s n o s gustaría m uch o c o n o c e r las c o n d icio n e s m ateria­ les y m orales de ex isten cia de lo s o b rero s e sp a ñ o le s y a c e p ta m o s la p ro p o sició n ag rad ecid os.

Al salir, uno de lo s h o m b res in siste en pagar n u estras co n su m icio ­ n es. E m o cio n a d o por e sa gentileza le ofrezco , co m o recu erdo, ¡la navaja de Lucien! Al atrav esar la ciudad, ah ora sum ergida en la oscuridad, so m o s in­ terp ela d o s por h o m b res arm ad os de e s c o p e ta s q u e garantizan el servicio de ord en. Las ex p lica cio n es qu e dan lo s que n o s a c o m ­ pañan so n su ficien tes para sa tisfa ce r su curiosidad. Al cam inar, n o s en tera m o s de la h istoria de lo s a c o n te c im ie n to s que a c a b a n de d esarrollarse en M ieres. M u ch o s ed ificios están d añ ad o s por las b o m b a s. Los rev olu cion arios n o s h a cen visitar una c a sa d elan te de la qu e ha caíd o una b o m b a la víspera. El lugar de la a cera d on d e im p a ctó el proyectil a p en a s e s tá m arcad o por una am plia m an ch a de pólvora negra. El a rte fa cto ha d eb id o ex­ plotar a n te s de qu e su p e so pudiera agu jerear la tierra, enviando finos tro z o s de a c e ro en to d a s las d ire ccio n es. Cayó ju sto d elan te de una puerta, d etrás de la cual m u jeres y n iñ os e s ta b a n se n ta d o s a la m esa para la com id a. H ubo sie te h erid o s y nueve m u e r to s ... Atraída por el rum or de n u estra co n v ersa ció n , salió una m ujer al um bral. Al e n tera rse qu e h a b ía m o s venid o para inform arnos s o ­ b re lo s a c o n te c im ie n to s, n o s invita a qu e lo v eam o s n o so tro s m is m o s... Las esqu irlas atrav esaron lo s m uros de e s tu c o qu e sep aran las distin tas h a b ita c io n e s. Un te c h o tien e una m an ch a grasien ta, li­ g eram en te co lo rea d a de rojo : m ateria c e r e b ra l... Los nueve m u erto s todavía e stá n en la c a sa ; los p arien tes velan. El e s p e c tá c u lo e s in fin itam en te triste. El d olor de lo s p ad res es dem asiad o grande para q u e p ien sen en a cu sar a nadie. Tienen la actitud de aq u ello s a lo s qu e una en o rm e d esg racia ha privado de cualquier reflejo de co n cie n cia .

Velada «en fam ilia » El h o m b re 1 se ha em p eñ a d o en llam ar a varios de su s cam arad as y llen am os fácilm en te el «salón» de e s ta vivienda de o b rero a la q u e n o s han llevado. E s una h a b ita ció n e s p a c io sa , am ueblad a al estilo burgués: piano, guitarra, im ág en es -d e l tip o lucha en tre c a ­ zad or furtivo y g u a rd a - e tc .; hay tam bién un gran cru cifijo y el re­ tra to de una re lig io sa ... Sin ningún em p a ch o n o s explica qu e su h erm an a e s tá ord enad a. Para e s ta g en te, n o hay ninguna co n tra d icció n en tre ser c a tó lic o s ferv ientes y resu elto s revolucion arios. ¡Al con trario! ¿N o fue Cris­ to un gran revolucionario, y no fue co n d en a d o por ello? Alguien se sien ta al piano e inicia un p a so d o b le to rero . Sin em b ar­ go, la co n v ersa ció n co n tin ú a. Uno de lo s o b rero s ha ab an d o n ad o Francia, d on d e tra b a ja b a , d eja n d o a m ujer e h ijo s, para venir en ayuda de la in su rrección . Tuvo q u e h a c e r a pie la m ayor p arte de la d istan cia, cam in an d o día y n o ch e, d á n d o se co n la ca b e z a c o n ­ tra los á rb o le s del cam in o cu a n d o no h abía o tro m ed io de resis­ tir a la n ecesid a d de dormir. Dijo q u e ten ía la idea fija de n o llegar d em asiad o tard e. C uando llegó a M ieres, se decidía la su erte de la revolución, p ero no en el se n tid o que h abía esp erad o . E v o ca m o s las a tro cid a d es. En M ieres n o se m ató a ningún civil, lo s c o n v e n to s y las religiosas fueron resp eta d o s. Las religiosas in­ clu so circularon p or la ciudad para llevar alim en to s a lo s p reso s, m ilitares y civiles, a lo s cu a les asegu rab an el avituallam iento, a p etició n del C om ité R evolucionario local.

1 S e trata d e Aurelio Su árez, el m in ero m ieren se al q u e volvería a en co n tra r en el frente v a sc o e n 1 937, según relata el p rop io M. Corm an en «S alud Camarada»! Cinq mois sur les fronts d'Espagne (p. 3 25).

U no de ellos c o n o c ía a un h o m b re qu e h ab ía p a se a d o la ca b e z a de un cap itán de la Guardia Civil en la punta de la b a y o n eta de su fusil. Según él, aquel cap itán s e h abía p eg ad o un tiro en la c a b e ­ za para n o c a e r vivo en m a n o s de lo s revolucion arios. In siste para decir que, co n tra ria m en te a lo q u e se h abía d ich o en lo s periódi­ c o s de Madrid, aquel cap itán no h abía sid o m uerto por los revo­ lu cionarios. Una de las m u jeres p re se n te s n o s p a sa una octavilla que lo s avio­ n es h abían arrojad o por la m añ ana. O

brero s

Dominada la rebelión en Oviedo y concentrados fuertes contingentes con todos los medios modernos de combate, ya no podéis esperar en el campo rebelde, sino la desesperación y la ruina. Encerrados en sus casas, algunos de los que os lanzaron cobardemente a esta aventura os abandonan ahora a una represión que será tanto más dura cuanto más tiempo esperéis a deponer las a m a s. Alejaos de vuestros dirigentes. Evitad que al huir se aprovechen de los fondos que os han arrebatado, dejándoos sumidos en un río de odio, san­ gre y lágrimas. D e sd e h a c e u n o s m o m e n to s, una e s p e c ie d e m a le sta r p a re c e p la n e a r s o b r e lo s q u e p a rticip a n en la reu n ión fam iliar. Por a l­ gu n o s g e s to s , c r e e m o s e n te n d e r q u e a h o ra s e tie n e n d u d as en c u a n to a lo s m o tiv o s r e a le s d e n u e stra p re s e n c ia en M ieres. P ro b a b le m e n te h e m o s h e c h o p re g u n ta s d e m a sia d o in d is c re ­ ta s . Sin em b a rg o , al m o stra rle s la d o c u m e n ta c ió n q u e t e n e ­ m o s, lleg a m o s a d isip ar to d a s las d u d as. N u estro an fitrió n d ice a lo s o tro s : — ¡Ya veis que ten ía razón!

N os dicen que la región era fácil de d efend er y que habrían podido prolongar la lucha durante algún tiem po. Por lo dem ás, el acuerdo alcan zad o hoy m ism o con el general O ch oa no valía para la m o n ta­ ña, dond e se han refugiado los irreductibles y los jefes revoluciona­ rios m ás com p rom etid os. Ellos no están en ab so lu to a fecta d o s por el fracaso qu e aca b a n de sufrir. Dicen que lo conseguirán en otra o ca sió n ; qu e no tienen nada qu e rep rocharse, al h ab er h e ch o tod o lo p osible para vencer; que, por lo dem ás, era im posible v en cer sin el apoy o de los o tro s o b rero s de E spaña, dad os los p o te n te s m e­ dios de co m b a te de que disponía el gobierno. P ro b a b lem en te, d e se a n d o tranquilizarnos, n o s aseguran q u e en M ieres n o p asará a b so lu ta m e n te nada esa n o ch e, y q u e la p o ­ b la ció n de A sturias e s rad icalm en te h o n e sta . E sas p alabras n o s recu erd an el tugurio que eleg im os por dom icilio por e s ta n o ch e. C uando n o s vam os, los h o m b res exp resan su d e se o de a co m p a ­ ñ arn os. Al p asar d elan te del ayu ntam iento, u no de ellos cu en ta la h istoria de un guardia de a sa lto q u e s e h abía e sco n d id o en el t e ­ ja d o del inm ueble d urante tres días. El h am b re lo em p u jó a llamar la a te n ció n de lo s guardias ro jo s que m o n tab an guardia a n te el ed ificio. C uando fue d eten id o, en treg ó una m etralleta qu e había co n serv a d o co n él. Los h o m b res n o s co n d u ce n a la en trad a de la galería de una mina, d on d e lo s rev olu cion arios c o n fe c c io n a b a n su s b o m b a s. Aún c o n ­ serva grand es ca n tid a d es de dinam ita. Los o b rero s dicen que, ahora, sería inútil b u sca r tu b o s en M ieres; to d o s se utilizaron para la fab ricación de b o m b a s. N os d ejan, a c o n se já n d o n o s qu e n o c o n tin u e m o s n u estro cam in o h a cia L eón a n te s de la llegada de las trop as, que n o av an cem o s sin o co n la au torización de é s ta s , p u es la región a n te n o so tro s no

e s tá ni m u ch o m en o s en calm a; qu e la colum n a llegada de León aún n o h abía pod id o p asar m ás allá de Pola de Lena, e tc.

Noche en Mieres Una e s p e c ie de S a n c h o Panza, m arido o am igo de n u estra rolliza anfitriona, n o s lleva a un red u cto sin v en tan a co n d os ca m a s cu ­ yas sá b a n a s, para n u estra m ayor so rp resa, p arecen lim pias. — E sta e s su h a b ita ció n , se ñ o re s. B u en as n o c h e s. Para evitar el co n ta cto , n os m etem os en nuestros sa co s de dormir dentro de las cam as. Pero apen as acostad o, Lucien se levanta re­ funfuñando, hincha uno de nuestras co lch o n etas y se acu esta en el suelo. Lo h a ce sin ten er en cuenta ciertas observaciones resp ecto al efecto desm oralizador que produce su impúdica m anera de rascarse. E so le vale que le diga que e s co m p letam en te inútil luchar, en el si­ tio que esta m o s, con tra cierto tipo de b ich o s; qu e e s lo m ism o que intentar h a cer que d esb ord e el mar al sum ergirse dentro; que no ha habid o jam ás h om bre alguno qu e haya sido devorado vivo por pul­ gas; que m ás valía dejarlas alim entarse a gusto, pues disputarles un recu rso nutritivo las obligaba a b u scar otro; que había q uedado d e­ m ostrad o, por lo dem ás, que el h om b re n o experim en taba el dolor sino en el m om en to en que la pulga perforaba la piel y que había pulgas qu e perforaban pieles h um anas por sim ple diversión, con el fin de exasp erar a su anfitrión; que él, en to n ces, podía contrariar­ las h acien d o co m o que no e sta b a m o lesto en ab solu to, etc., etc. E ste la b o rio so razon am ien to fue interrum pido p or una en érgica exclam ación de Lucien, seguida de la c o n sta ta c ió n de q u e el d e s­ tino no pod ía traerle ninguna d esg racia sin qu e s e d e se n c a d e n a s e un a b u n d a n te p arlo teo , m ás c a la m ito so q u e la calam idad.

Creyó in g en ioso añadir que si fu ese una pulga, tam bién evitaría a ta c a r cierta s p ieles g ru esas y p ro b a b lem en te su cias.

La gran huida Las ca lles de la ciudad todavía e stá n d esierta s cu an d o n o s d isp o ­ n em o s a partir. Sin em bargo, u no de n u e stro s am igos de la v ísp e­ ra ha venid o para asistir a n u estra salida. E sta m o s d ecid id os a no esp era r la llegada de lo s so ld a d o s y q u erem o s atrav esar el valle m inero d urante las prim eras h o ra s de la m añ ana. N uestro am igo n o tien e o tra s in form acion es q u e las q u e ten íam o s ayer, p ero cree q u e la n o c h e transcurrió en calm a en to d a la región. Segu im os una carretera qu e co rre paralela a la línea ferroviaria O vied o-L eón . L os p u eb lo s q u e a tra v esa m o s e stá n muy an im ad os; ¿p ro b a b lem en te se esp era a las tro p a s? Las calles a m en ud o e s ­ tán literalm en te ob stru id as por una m ultitud de g en te d e so cu p a ­ da q u e p a re ce esp erar la co n tin u a ció n de lo s a c o n te cim ie n to s. N uestro p a so ca u sa aso m b ro , p ero nad ie se atreve a interpelar­ n o s. O b se sio n a d o s por la n ecesid a d de salir de e s ta región de mi­ seria y d esg racia, no n o s d e te n e m o s en ningún sitio. A trav esam os a to d a v elocid ad los c e n tro s m ás im p o rtan tes que so n San tu llan o y Ujo. Ninguno de lo s h o m b res a p o s ta d o s por t o ­ das p artes, cu rio sean d o , lleva arm as. La en trad a de Pola de Lena e s tá cerrad a por las tro p as de la c o ­ lum na llegada de L eón : a c a b a m o s de fran qu ear sin dificultades la zon a todavía n o ocu p ad a. Aquí tam bién , los q u e form an la ca b e z a de la colum na so n todavía á ra b e s y legion arios extran jero s, arm a­ d o s de am etrallad oras y de fusiles am etrallad ores. N uestra llega­ da ca u sa se n sa ció n , p ero la palabra «periodistas» allana to d a s las dificultad es. N u estro s p a p e les so n exam in ad os por un oficial que m uestra m u ch o in terés por ten er n o ticia s de O viedo:

— ¿C uándo han d eja d o O viedo? -p reg u n ta . — Ayer por la tarde. — ¿D ón d e han p a sa d o la n o c h e ? — En M ieres. — ¿H an v isto civiles arm ad os? — No, p ero h e m o s a trav esad o la c u e n ca m inera muy rápidam en­ te, sin in ten ta r en tera rn o s de lo q u e p a sa b a . ¿C uándo avanzarán u sted es? — E sp era m o s órd en es. Sin d ecirlo, p en sa m o s q u e ello s esp erarán aún d urante m uch o tiem p o la orden de avanzar, d ad o el acu erd o qu e e s ta b le c e que las tro p a s c o lo n ia le s n o entrarán en la zon a m inera. Tom am os una fotografía del d e sta c a m e n to q u e cu sto d ia la en tra­ da de la ciudad. M u ch o s á ra b e s rech azan d ejarse fotografiar y se alejan . E s una pen a, p u es en tre ellos hay e sp e cím e n e s extraord i­ narios. Pola de Lena e s tá llena de tro p a s y de m ed io s de tran sp o rte de to d o tipo. Pero la colum n a e s b a s ta n te m en o s im p o rtan te q u e la que ha salid o de G ijón y Avilés. Ya n o avanzam os sin o muy le n ta m en te p u es lo s cen tin elas, a p o s ­ ta d o s por to d a s p artes, n o s piden lo s p a p e les a cad a m om en to, sin em bargo, la palabra «periodistas» tien e un e fe c to m ágico. Un oficial n o s d ice q u e n o so tro s so m o s lo s prim eros en p a s a r ... En Vega del Rey, una caravana de au to m o vilistas llegad os de León y de Madrid, co n la in ten ció n de ir a O viedo en cu a n to se a p o si­ ble, ap ro v ech a una de las p arad as a las qu e n o s obliga el exam en de n u estra d o cu m en ta ció n para p ed irn os inform ación a ce rca de la ciudad. A lgunos de e s o s au tom ovilistas h abían huido de O vie­

do d urante lo s prim eros d istu rbios y e s ta b a n a n sio so s por volver. E stán b lo q u e a d o s aquí, la autoridad m ilitar les im pide ir m ás a d e ­ lan te por el m om en to. Al rem on tar el valle, llegam os a una ald ea en d on d e las tro p as t o ­ davía e stá n atrin ch erad as en las c a sa s. La v ertien te de la m on tañ a ha q u ed ad o en m an o s de lo s rev olu cion arios. Las c a s a s de la al­ d ea e stá n e s ca lo n a d a s só lo a un lado de la carretera, la cual, por lo d em ás, e s tá llena de ca m io n es qu e los d isp aros de lo s su blev a­ d o s han inm ovilizado allí m ism o.

Incendiarios de cadáveres El s e c to r e s tá b a jo la vigilancia de los guardias de asalto , cuyas am etrallad oras s e disim ulan d etrás de las piedras q u e tap an los h u e c o s de las v en ta n a s, d isp u e sto s a disparar so b re to d o lo que s e m ueva en los m atorrales de la ladera de la m on tañ a. E sta m o s en L inares2, ju nto co n C am p om an es y Vega del Rey, uno de lo s lugares d on d e la b atalla fue m ás dura. H asta aq u í só lo el p a so de la carretera e s tá en m a n o s de las tro p as. Toda la m o n ta ­ ña que la rod ea, muy fácil de defender, ha q u ed ad o en p od er de lo s su blev ad os. E n tab lam o s con v ersació n con los guardias de a salto que han ex a­ m inado nuestra d ocu m en tación . Cuando n o s dicen que la vertiente de la m on taña está sem brad a de cad áveres, m an ifestam os n uestro d e se o de ir a h a cer fo to s. E sto n os vale la siguiente reflexión: — ¡Si van a la m on tañ a, d isp ararem os co n tra u sted es!

2 En Linares lo s revo lu cion arios asa lta n un tren carg ad o d e víveres, q u e p o sterio r­ m e n te so n rep artid os por lo s p u e b lo s d e la zon a.

— ¿? Brrr. — Si se o b stin a n en lo s cad áv eres, en co n trarán uno b u e n o en un cam in o profundo, a cien m etro s de aquí. Es el cad áv er de un jefe de los su blev ad os que lo s rev olu cion arios han q u em ad o co n el fin de lograr qu e n o pueda ser id entificad o. Un guardia de a sa lto n o s aco m p a ñ a para que, dice, su s cam ara­ das n o ten gan la te n ta c ió n de disparar co n tra n o so tro s. Al h a c e r el cam in o, p a sa m o s al lado del cad áv er de una v aca con un vientre tan h in ch ad o qu e tem em o s qu e vaya a reventar. M ás ad elan te, a n te n u e stro s o jo s a p a re ce algo horrible; nuestra prim era im presión e s qu e se trata del cad áv er de una cab ra pero, exam in án d olo m ás de cerca , v em os q u e es el de un h o m b re. Todo form a un am asijo de h u e so s a lo s q u e todavía se adhieren tro zo s de ca rn e calcin ad a. En la pelvis hay una m asa de m ateria negra que bulle de g u sa n o s. La c a b e z a ha sido fracturada co n algún in s­ trum ento. La visión e s horrible y to d o d esp ren d e un olor in so p o rtab le. — ¡M ás ad elan te, so b re su cam in o - d ic e el g u ard ia- todavía v e­ rán o tros! — ¿E stá u sted seguro de que se trata del cad áv er de u no de los je fe s rev olu cion arios? -p re g u n ta m o s. — Es lo qu e n o s han d ich o. Lo h abrán qu em ad o para h a c e r la b ú sq u ed a de lo s je fe s huid os m ás difícil, una vez qu e la revolución haya sido d om inada. Tanto h e m o s oíd o h ablar de cu ras q u em ad o s qu e cre e m o s que se trata del cura del pu eblo, m uerto por lo s h a b ita n te s y q u em a­ do a n te s de su huida a la m o n tañ a. L os p risio n eros q u e tem en re­ p resalias h abrán exten d id o la versión del jefe revolucionario. Sin

em bargo, d e b e m o s reiterar q u e n un ca s e n o s ha cita d o un so lo n om b re q u e a p o y a se las h istorias rela cio n ad as co n el a se sin a to de m iem bros del clero y q u e p a re ce q u e no fue m u erto ningún cu ra3 en el cu rso de la revolución, e x c e p to lo s que fueron a lca n ­ za d o s por la exp losión del In stitu to o que cayeron en el cu rso de lo s c o m b a te s. A juzgar p or las h u e lla s d e las b a la s en las fa c h a d a s d e la s c a ­ s a s , la b a ta lla en to rn o a L in ares d e b ió d e se r terrib le . C a d á v e­ re s de a n im a le s d e to d o tip o to d a v ía y a ce n p o r to d a s p a rte s . C u an d o p re g u n ta m o s p o r q u é n o lo s h an e n te rra d o , lo s guar­ d ias re s p o n d e n : — No p o d e m o s e n tre te n e rn o s por aquí, p u es gracias a lo s m a to ­ rrales, lo s su blev ad os se a ce rc a n fácilm en te a lo s sitio s d on d e se tra b a ja y abren fuego. C uando co n tin u a m o s el cam in o, el olor n o s advierte de la p re­ se n cia de cad á v eres en lo s m atorrales. Sin em bargo, no te n e m o s ningunas g an as de ir a verlo y o b e d e c e m o s a un in stin to que n o s em pu ja irresistib lem en te h acia region es m ás h osp italarias. N ues­ tra m oral ha sufrido m u ch o co n el e s p e c tá c u lo casi ininterrum pi­ do de m uerte y m iseria, el e s p e c tá c u lo de la guerra civil en lo que p u ed e ten er de m ás horrible. L legam os a la zon a de los prim eros c o m b a te s d on d e los m ilitares reparan las ca rretera s y rep on en lo s p u en tes.

3 «No h u bo cu ra s d e scu artizad o s, ni c o lg a d o s en g a n ch o s d e carn icerías, ni m o n jas violad as, ni c o n v e n to s sa q u e a d o s, ni cu ras q u em a d o s vivos, c o m o d ijeron en los ú ltim os d ías d e o c tu b re diarios c e d is ta s , carlista s o m o n árq u ico s. H ubo cu ras fusi­ la d o s ...» Historia G eneral de Asturias, to m o VIII (1978). P aco Ignacio Taibo II. Silverio C añ ada ed. (Gijón), pp. 2 8 -3 2 .

N os e n tera m o s en Madrid, d esp u és, q u e en la n o ch e del día de n u estro p aso , un grupo de su blev ad os h abía a ta ca d o Linares de nuevo y exp u lsad o a los guardias de a sa lto . Luego in ten taron p o ­ ner en m archa un tren co n el qu e esp era b a n p od er huir. Al n o c o n ­ seguirlo, lo s su blev ad os h abían in cen d iad o el tren tirando cartu ­ c h o s de dinam ita b a jo lo s v ag o n es. Luego s e replegaron de nuevo h acia la m o n tañ a. Al subir h acia el p u erto de Pajares, verdadera b arricad a de la re­ gión asturiana, n o s cru zam os co n algu nos au to m ó viles b lin d ad os en viad os d esd e Madrid c o m o refuerzo. H ace un tiem p o esp lén d id o cu a n d o lleg am o s a lo a lto del puer­ to . A hora te n e m o s re a lm e n te la im p resión d e e s ta r fuera de la m iseria, lo q u e n o s d ecid e a to m a rn o s un largo d e s c a n s o . N u estras m irad as p lan ean so b r e las cu m b res n ev ad as q u e n o s ro d ea n . A v e c e s, se h u n d en en lo s trá g ico s valles q u e e s tá n a n u e stro s p ies. En un b a rra n co un ta n q u e m an io b ra alred ed o r de un cam ió n m ilitar q u e se h a d e sp e ñ a d o p orq u e, en un b ru sco d e s c e n s o , el c o n d u c to r n o h a b ía p od id o fren ar el v eh ícu lo car­ g ad o de h o m b r e s ... T enem o s d elan te de n o so tro s la h erm o sa carretera qu e atraviesa la alta m e se ta de Castilla. La en trad a de cad a p u eb lo im p o rtan te e s tá cu sto d iad a por d e s­ ta c a m e n to s de guardias civiles. A cad a parada im pu esta s e rep ite la m ism a com ed ia: — ¡A lto!... ¿D e d ón d e vien en ? — De A sturias. — ¿? — ¡Periodistas!

Los guardias civiles respiran. A prim era vista, podrían h a b e r creí­ do que éra m o s lo s fa m o so s rev olu cion arios en fuga, de lo s que ta n to h ablan lo s p erió d ico s actu a lm en te. Casi to d o s lo s guardias civiles exp erim en tan la n ecesid a d de d e ­ cirn os q u e su cu erp o ha perdido a m ucha g en te en la revolución. N o so tro s les resp o n d em o s g en eralm en te: «¡Lo sa b e m o s muy bien!», lo que n o d eja de im presion arlos. D e vez en cu an d o, te n e m o s qu e ir a pedir un nuevo perm iso para con tin u ar n u estro cam in o al G o b iern o Militar de las ciu d ad es por las que p a sa m o s. N uestro viaje se ha convertido, por fin, en un viaje de placer. Atra­ vesam os la sierra de Guadarrama; visitam os El Escorial, que no respond e a nuestras expectativas; volvem os a ver Madrid, donde p asam o s una jornada in te re sa n te ... d esp u és de h aber sido minu­ cio sa m en te registrados en los d esp a ch o s de la Seguridad G e n e ra l... Luego Toledo, la hoz del Tajo, el p u en te de San M artín y las c a ­ d en a s de lo s e scla v o s co lg a d o s en el exterior de las c a ted ra les y to d o , to d o ... Segu im os co n curiosidad la e s te la de verdor lujuriante q u e el cur­ so del Tajo ha trazad o en un ca m p o d esn u d o. El río n o s lleva a A ranjuez, a p u en te s de cu e n to de h a d as y a jar­ d in es m iríficos. D esp u és de Aranjuez, d eja m o s el Tajo para subir la m o n tañ a hacia C u en ca y su s im p resio n an tes c a ñ o n e s. Luego Valencia y su s n aran jales.

Tarragona y su s viñedos, ... ¡y sus b a ñ o s de m ar a m ed ian o ch e! B a r c e lo n a ... Los P ririn e o s... El M acizo cen tral, la nieve, la n ie b la ... Los g e n d a rm e s...

D ibujo d e Félix L abisse.

D ime, pues. Amo al asm tan sosegado... Sí, a m o al a s n o ta n s o s e g a d o . E s el ú n ico v e rd a d era m en te s o s e g a d o . T ien e h e rm o s o s o jo s in te lig e n te s. T ien e la in te lig en cia de los q u e s a b e n q u e la a g ita ció n n o p erm ite la reflexión. P u es él siem p re p ien sa . ¡C o m o lo s p o e ta s ! L os p o e ta s , ta m b ié n e llo s tie n e n un aire e stú p id o . ¿L o s o n ? ¡N o ta n to ! ¿D e q u e le serviría al a s n o d a rse im p o rta n cia ? Para h a c e r s e e x p lo ta r aún m ás por la avaricia d e los h o m b re s. ¡El a s n o n o tie n e la su ficien c ia del c a b a llo , ni e s p re te n c io s o c o m o el leó n , ni feroz c o m o el tigre, ni ridículo c o m o el m o n o , ni e stú p id o c o m o el co rd e ro , ni c o b a rd e c o m o el p erro q u e lam e la m a n o q u e lo g o lp ea! ¡El a s n o n o tie n e la su ficie n c ia del h o m b re , ni e s p re te n c io s o c o m o el h o m b re , ni feroz c o m o el h o m b re , ni ridículo c o m o el h o m b re , ni e stú ­ p id o c o m o el h o m b re , ni c o b a rd e c o m o el h o m b re q u e lam e la m a n o q u e lo g o lp ea! El a s n o e s hum ilde y f u e r te ...c o m o el p o b re . C o m o el p o b r e ... c a m in a rá en la so m b ra re v e n ta d o p o r el s o sie g o , s o b re un c a m in o de flo res.

Postfado

Socialistas y comunistas belgas ante el octubre revolucionario de Asturias 1934 El fracaso de la huelga general insurreccional de octubre de 1934 en España tuvo como consecuencia inmediata una am plia represión que se cebó sobre el movimiento obrero y que supuso, además de muertes y torturas, miles de encar­ celamientos y una oleada de exiliados que algunas fuentes evalúan en torno a 5 0 0 personas (de 2 0 0 a 300 asturianos y el resto vascos, catalanes y ma­ drileños). De hecho, la rebelión de Asturias, que es donde la huelga general se mantiene durante un p a r de semanas y donde intenta la reorganización de la vida social sobre bases colectivistas hasta su derrota por las tropas del ejérci­ to español, se convierte en un hito de la historia revolucionaria del movimiento obrero internacional. Manifestaciones de so lidaridad, fundamentalmente cen­ tradas en la denuncia de la represión contra los tra b a ja d o re s derrotados, se llevan a cabo desde las principales organizaciones obreras en Europa. Sin em­ bargo, una de las primeras cosas que llama la atención al considerar el impac­ to en Bélgica de la revolución asturiana y, concretamente, su recepción entre las corrientes políticas mayoritarias de la izquierda (socialistas y comunistas), es su lim itado alcance en cuanto a la articulación de un movimiento de so lidari­ da d activa durante los acontecimientos y, posteriormente, con los exiliados, en comparación con lo que sucedería dos años después, con la acogida de niños procedentes de la España republicana, por ejemplo. Desde luego, el octubre asturiano y el proceso desencadenado por la sublevación m ilitar del 18 de julio no guardan la misma proporción, como también es distinto el contexto interna­ cional en que se lleva a cabo el exilio masivo español de 1939.

A pesar d e todo, cab e suponer que el movimiento obrero b e lga no era a lg o desconocido p a ra los tra b a jad o re s asturianos, como refleja el propio Mathieu Corm an en un p a sa je de su libro. Tampoco Bélgica era aje n a a la historia d e los revolucionarios españoles; así, por ejem plo, se hizo patente en el movimiento d e so lid arid ad contra la condena a muerte de Francesc

Ferrer ¡ G u a rd ia , después d e la Sem ana T rág ica de Barcelona de 19 0 9 , y que llevó, en 1 9 1 1 , a la construcción de un monumento a l insigne p e d ag o g o en la aven id a Franklin Roosevelt, delante del rectorado de la Universidad Libre de Bruselas. Asimismo, se registra la presencia en Bélgica de a lg u ­ nos anarquistas, entre ellos, Buenaventura Durruti, durante los años veinte. De todos modos, aunque la emigración española en Bélgica era escasa en esos años1, sí cab e llam ar la atención sobre la presencia de un núcleo de militantes revolucionarios españoles en Bélgica a finales de los años vein­ te. El principal anim ador de ese grupo en tierras belgas fue un pintor de la construcción vasco, Francisco G a rc ía Lavid, integrante de prim era hora del Partido Comunista de España en V iz c a y a , que a finales de la d é c a d a de los años veinte se encuentra ex iliad o en Bélgica y Luxemburgo, donde uti­ liza el a lia s de Henri Lacroix. Sus discrepancias con la línea oficial del PCE lo lleva a evolucionar hacia posiciones trotskystas y a o rg an izar el 2 8 de febrero de 1 9 3 0 la Ia Conferencia N acional d e la Oposición Comunista en Lieja, a l tiempo que d a origen a la publicación «Contra la Corriente», que refleja las opiniones políticas de los oposicionistas exiliados, entre ellos el núcleo establecido en Bélgica. Por lo dem ás, la sublevación de los tra b a jad o re s asturianos en octubre de 1 9 3 4 tuvo en la prensa be lg a una cobertura informativa que incorporaba tanto noticias de ag encia como análisis y comentarios que reflejan, d epen­ diendo d e la id eo lo gía que re sp ald a c a d a periódico, las sim patías o anti­ patías hacia la causa revolucionaria. Nuestra pretensión en las p ág inas que siguen no pasa de tra za r una breve aproxim ación2 a l eco que tuvo en la

1Las cifras oficiales h a b lan d e 1.21 8 españoles instalados en Bélgica antes d e 1 9 2 5 , y sólo 7 9 3 entre 1 9 3 5 y 1 9 3 9 (M olina M á rm o l, M a ite , C a ra a España. L’ im m ig ra fio n e s p a g n o ie en re g ió n lié g e o ise : h isfo ire ef m é m oire des clubs Federico G a rc ía Lorca, Liége, Instituí d ’histoire ou vriére e t sociale, 2 0 0 7 , p. 2 5 ). 2 La recepción d e la revolución d e octubre d e 1 9 3 4 en Asturias p o r p a rte d e la prensa b e l­ g a ha sido a b o r d a d a en el exhaustivo tr a b a jo d e Luis A ngel B ernardo y G a rc ía , Les o pin ion s d é m o cra fiq u e s b elg e s fa ce a /’ insu rre cfio n o u v rié re d 'o c fo b re 1 9 3 4 dans les A sfuries. Les visions « m yfh ico -sym b o liq u e s» e f « lo g ic o -p o lifiq u e s » d 'u n e ré v o lu fio n e s p a g n oie . M e m o ria d e licencia­ tura en Historia. Director: José G otovitch. Université lib re d e Bruxelles, 1 9 9 1 .

prensa be lg a la huelga insurreccional de los mineros de Asturias y, particu­ larmente, las vicisitudes de la so lid arid ad plasm adas en la prensa obrera. La insurrección, en la m edida que tiene lugar en un contexto ascendente del fascismo en Europa y después de la derrota del movimiento obrero en Aus­ tria (19 3 4 ), se presenta p a ra la izq uierda como un intento ejem plar de ha­ cer frente a la e sca la d a del fascismo en España. Por otra parte, relanza y actualiza, con la urgencia y aprem io de la coyuntura, el d ebate en el seno del movimiento obrero internacional a propósito de la escisión entre la socialdem ocracia y los partidos comunistas. En cierto modo, la forma como es a b o rd a d a en la prensa belga de izq uierda la rebelión asturiana pone en evidencia la profunda escisión y las irreconciliables posiciones políticas en­ tre am bas corrientes del movimiento obrero en toda Europa. El fascismo en el continente europeo ap a re c e como la respuesta política del cap ital en una fase histórica m arcad a por la agitación obrera (Revo­ lución Rusa, República de los Consejos en A lem ania, rebelión obrera del Ruhr, huelgas y movimientos revolucionarios en Italia, España, etc. durante los años veinte); agitación revolucionaria que, sin em bargo, conllevaría una ruptura del propio movimiento obrero de matriz m arxista, dominante en Eu­ ropa, en torno a las dos corrientes aglutinadas en la IIa y IIIa Internacional. La necesidad de restañar esa escisión ante la e sca la d a del fascismo está en la base d e las propuestas em anad as desde las filas socialistas y comu­ nistas en el sentido de propiciar una intervención unificada que pusiera fre­ no a l ascenso fascista. Es así como en los años treinta se lanzan desde la iz­ q uierda consignas de alia n za s obreras, frentes unificados, etc., que derivan finalmente en la formación de los frentes populares. En el caso concreto de España, el acceso d e la d erecha (Partido Radical y CEDA) a l gobierno en las elecciones de noviembre de 1 9 3 3 acentúa las contradicciones sociales de la República, con una política claram ente antio­ brera (suspensión d e la Ley de Reforma A g ra ria , entre otras), que precipita la extensión y consolidación de la A lian za O b re ra , cuyo origen se remon­ ta a marzo de 1 9 3 3 en C atalu ñ a, a u sp iciad a por el Bloc O b re r i C a m p e -

rol y que contaba, en un primer momento, con los sindicatos de oposición de la CN T («treintistas») y la Unió Socialista de Catalunya que, más tarde, con el triunfo electoral de la derecha en noviembre de 1 9 3 3 , se am p liaría a otros grupos. En Asturias, en los primeros meses de 1 9 3 4 se llevan a cabo iniciativas p ara constituir la A lian za O b re ra Revolucionaria, que se m aterializan en marzo, con la participación de la UGT, la Federación Socialista Asturiana (PSOE) y la sección asturiana de la C N T (y las reticencias de la FAI, que no se in­ tegra en la A lia n z a , aunque secunda el movimiento insurreccional). Por su parte, el Partido Comunista rechaza la A lian za O b re ra , aferrándose a su propuesta de frente único, y lleva a cabo una cam paña de oposición públi­ ca y beligerante contra la A lian za hasta que, d esbo rdado por la re a lid a d , se incorpora a última hora a l movimiento insurreccional. De hecho, la pugna entre socialistas y comunistas por la hegemonía del movimiento obrero a escala internacional se reproduciría en el seno de la A lian za O b re ra asturiana y, particularmente, durante los acontecimientos de octubre, y tendría una de sus manifestaciones más p a lp a b le s en el sec­ tarismo y oportunismo exhibido por los comunistas estalinistas que, a l ser una fuerza muy minoritaria en España - y en A stu ria s- corría el riesgo de q u e d a r fuera de juego en el proceso revolucionario emergente. Así, de la acusación de traición y d e considerar a la A lian za «el nervio vivo d e la contrarrevolución», una vez d esencadenada la huelga insurreccional, el PCE pide su ingreso en la misma y p asa a convertirse «en su más ardiente y en­ tusiasta p a rtid ario ». Esta actitud, por lo dem ás, no es privativa del Partido Comunista español, sino una manifestación más de los tumbos que el movimiento comunista in­ ternacional ib a dando, d e acuerdo con los dictados de Moscú, en su afán por d esbancar a la socialdem ocracia de una escena política ra d ic a liz a d a , mientras los socialistas a d o p ta b a n posiciones c a d a vez más reformistas, lo que la hizo acre ed ora de las peores acusaciones por parte de los comu­ nistas estalinistas. Con ese trasfondo se llega a Octubre d e 1 9 3 4 y será,

precisamente, la desconfianza y el resentimiento acum ulado por los socia­ listas en general, y por los socialdem ócratas belgas en particular, hacia el Partido Comunista lo que, como veremos más adelante, im pedirá incluso la acción unitaria en el plano de la so lid arid ad con los revolucionarios astu­ rianos. El octubre asturiano en la prensa obrera belga En líneas generales, p a ra la prensa derechista b e lg a , donde destaca el d iario católico La Libre Belgique, la revolución asturiana de 1 9 3 4 merece el mismo tratamiento que en la prensa de derecha española de la época, con un énfasis especial en la demonización d e la república y de los tra b a ­ jadores y referencias a la conjura masónica a liñ a d a con nuevos elementos soviéticos. Conjuga los artículos de opinión con la información b a sa d a en noticias y comunicados de prensa del gobierno español y de diario s afines (El Debate).

Por su parte, Le Soir, d iario burgués independiente, publica abundante in­ formación sobre los acontecimientos, aunque lo más significativo son los a r­ tículos de Roland de M arés, donde afirm a que los extremistas intentan ins­ taurar en España una dictadura proletaria, a l tiempo que señala que la República no ha sido vista más que como una e ta p a hacia la revolución so­ cial. El autor afina su análisis en un sentido premonitorio a l reconocer que la ap arición del general Franco con am plios poderes es como p a ra sem brar la inquietud a l otro lado de los Pirineos, pues se ve en ello la orientación hacia una dictadura militar. En la prensa socialista, Le Peuple, órgano del Parti O uvrier Belge (parti­ do socialista), entre el 6 de octubre y el 5 de noviembre reproduce abun­ dantes notas sobre los acontecimientos en España, aunque a partir de no­ viem bre decrece la cobertura informativa. El 1 2 de octubre a p a re c e en las pág inas del d iario socialista una declaración (Salut aux camarades espagnols) en la que el Comité Internacional de los Mineros se so lid ariza con

sus cam arad as. Posteriormente, ap arecen unas Réflexions sur les événements d'Espagne, firm adas por Jexas, donde se constata la división de opiniones

en el G ob iern o sobre las represalias, ¡unto con los rumores de que la si­ tuación desem boque en una dictadura militar. El autor estuvo unos d ías an ­ tes de la revolución en España y se entrevistó con dirigentes socialistas y de otros partidos. Relata asimismo una entrevista con Largo C a b a lle ro y otra con Besteiro, que estaba retirado en su finca Los Molinos de la sierra de G u a d a rra m a . C a b e añad ir, por nuestra parte, que es comprensible el retiro de Besteiro, pues como representante de la derecha del PSO E, era opuesto a cualquier tentativa insurreccional. La edición de 2 7 de octubre de Le Peuple recoge la crónica de la confe­ rencia de Emile Vandervelde, entonces presidente del Parti O uvrier Belge (POB), en la C a s a del Pueblo de Bruselas, o rg an izad a por la Federación Bruselense del POB y la Federación de Sindicatos de Bruselas, donde d e ­ nuncia las noticias de las atrocidades y manifiesta una so lid a rid a d g enéri­ ca con los tra b a jad o re s, a l tiempo que reconoce no contar con los detalles exactos de lo que p asa en España. Al final del mitin se lee un comunicado de so lid a rid a d que se vota por los dos mil asistentes. El 2 7 de octubre se reproducen dos recortes de prensa, procedentes de los diario s de d e re ­ cha españoles El Debate y Ahora, en el que «los clericales españoles rinden homenaje a la disciplina de los sublevados», ¡unto con la reproducción del telegram a enviado por la Federación Internacional de Sindicatos a A lca lá Zam ora como protesta contra la represión. El d iario socialista continúa en sus ediciones posteriores con noticias que dan cuenta de la represión, d e ­ tenciones y condenas a muerte. El 4 de noviembre a p a re c e «L’Horoscope de la révolution esp ag nole», artículo firm ado por É. Vandervelde, en el que rememora un v iaje de 1 9 3 1 a M a d rid , cuando la declaración de la Repú­ b lica, y sale a l paso de los agoreros que p re sa g ia b a n que aquello a c a ­ b a ría en una dictadura clerical-m ilitar. Según él, la d iferencia respecto al siglo XIX (hace referencia a carlistas y cristinos) y a la Ia República «es que ahora hay un proletariado en el sentido moderno d e la p a la b ra que acom ­ p aña a l desarrollo del capitalism o en Extrem adura, Asturias, Cataluña y País Vasco que representa, como en Rusia, la van g u ard ia que se a p o y a en una enorme masa de tra b a jad o re s de la tierra miserablemente tratados y explotados».

E l i O de diciem bre, Le Peuple se hace eco de la parte final del informe pre­ sentado por Vincent Auriol a l Comité Ejecutivo de la Internacional (socialis­ ta) después de su viaje a España en los d ías inmediatamente posteriores a la revolución. En este texto se sale a l paso de los rumores sobre una even­ tual escisión en las filas socialistas, ya que la rebelión obrera ha acentuado las divisiones internas, aunque Auriol ve reforzado el partido. Por su parte L'Action socialiste3, medio d e expresión de la izq uierda socia­ lista, d e la cual forma parte tam bién la corriente de oposición comunista (trotskysta), en su edición del 6 d e octubre, en un artículo escrito antes del estallido de la rebelión o b rera, se pregunta «O ü va l’Espagne?» y a ñ a ­ de un significativo subtítulo: «Derniers ¡ours de la république esp agnoie». El texto que sigue reconoce que « la situación del pro letariado español es realmente trá g ic a » , ya que la República no ha sabid o d a r una v e rd ad e ra solución a los principales problem as sociales, especialm ente, el de la dis­ tribución de la tierra y el de la reform a a g ra ria , y augura en poco tiempo un enfrentamiento entre las fuerzas proletarias y la vieja reacción clerical. A segura, sin em bargo, que los socialistas españoles no han sido cautivados por las ilusiones dem ocráticas de la República y no rechazan la id e a de la guerra civil, a d iferencia de lo ocurrido con sus homólogos en A lem ania, pues bajo el impulso de Largo C a b a lle ro han renunciado a la conquista del poder por la vía parlam entaria. La edición del 1 3 d e octubre vuelve a a b o rd a r las cuestiones relacionadas con España en un artículo firm ado por Léo Moulin en el que constata las po­ cas posibilid ad es de a lc a n za r la victoria por parte del proletariado, aun­ que tam bién afirm a que la República está muerta y que no hay lugar en Es­ paña p a ra una república pequeño-burguesa, ya sea m oderada o rad ical, sino que la disyuntiva se presenta entre una república socialista o una dic­ tadura clerical. Finalmente, el d ía 2 0 de octubre, L'Action socialiste señala

3 Según nos ha hecho s ab e r Emile Rikir, archivero del C arcob, d u rante los años treinta hubo tres periódicos más con esta misma denom inación, A c fio n socia liste , uno en Lessines y dos en E tterbeek, los tres en la ó rb ita d e l POB.

entre las razones de la derrota d e la revolución asturiana el individualismo anarcosindicalista, la torpeza de los comunistas y, por encima de todo, la división en el seno del movimiento obrero. En la prensa sindical socialista, la distancia con los sublevados es aún más notable. El mensual Le Mouvem ent syndical belge, órgano d e la Comisión Sindical, una de las partes constituyentes del POB, no hace la menor alusión a l levantamiento de 1 9 3 4 . Longville publica, en el número del 2 0 de oc­ tubre de 1 9 3 4 , un largo artículo de fondo sobre España titulado «La crise esp ag nole», donde a n a liz a la situación y las fuerzas presentes sin ningu­ na referencia a la sublevación por mucho que com pare el gobierno exis­ tente hasta septiem bre de 1 9 3 3 con el de Kerensky antes d e la revolución de Octubre. Ese artículo probablem ente h ab ía sido redactado antes de los acontecimientos, pero el número de noviembre, lejos de re p a ra r ese «o lvi­ d o », no dice una p a la b ra sobre España, y está totalmente d ed ica d o a la guerra que se anuncia y que hay que evitar a toda costa. Por otro lado, la Central Sindical N acional de los T rab ajad o re s de las M i­ nas Belgas en su reunión del Comité N acional del 2 6 de febrero de 1 9 3 5 d e clara : «El Comité N acional ap ru e b a el telegram a d irig id o a España re­ clam ando g ra c ia p a ra el C a m a ra d a Secretario de los Mineros condenado a muerte» [Ramón G o n zá le z Peña]. Adem ás, en la citad a reunión se acuer­ d a que el paquete de ropa que está en la O ficina será enviado a Mester (representante de la región d e Borinage). Por lo dem ás, no hay ninguna otra alusión ni en la reunión del 3 1 de octubre, ni en la del 1 5 de noviembre de 1 9 3 4 . Por su parte, en L'O uvrier mineur, órgano mensual de la Central N acional de los Mineros Belgas, no a p a re c e ninguna mención de so lid ari­ d a d con sus homólogos asturianos durante 1 9 3 4 y 1 9 3 5 . Los sindicatos socialistas de la región minera e industrial de Charlero i p a ­ rece que se sienten más concernidos, pero sin ap en as mojarse. V a le la pena citar el artículo «O n se bat en Espagne» que L'Action syndicale -ó rg a n o de la Federación de Sindicatos de Charleroi afiliad o s a la Comisión S in d ic a ld e d ica a los acontecimientos de octubre de 1 9 3 4 por los estereotipos que

transporta. Com ienza, de hecho, con estas p a la b ra s: «Todo español es un revolucionario a l ciento por ciento. Es un extremista d e derecha o de iz­ q u ierd a». El tono ya se d a desde las prim eras líneas: caricaturesco y casi d e chanza, no sin reconocer un poco más ad elante que « la p a rtid a em­ prendida por nuestros cam a ra d as rodeados de republicanos de izq uierda es la más seria que se haya registrado. [...] Es la b a ta lla social en toda su dimensión»; y el autor se pregunta. «¿Vencerán nuestros c a m a ra d a s?» Des­ pués de haber constatado que «han sido derrotados en Barcelona», con­ cluye con algunos deseos que no comprometen a nad a: «N o prejuzguemos. Por el momento, limitémonos a los deseos. Ardientes, absolutos. Q ue nues­ tros hermanos españoles triunfen, que venzan y sometan a l fascismo». El número del 2 0 de octubre se hace eco de la posición socialista respec­ to a la propuesta de «frente único a u d a z e hipócritamente reclam ado por los comunistas». La propuesta lleg a dem asiado tarde, pues «no es cuando la lucha ha comenzado a cientos de kilómetros de distancia cuando se han d e contemplar los medios de a yu d a mutua y de ap o yo ». Es cierto que la b a ta lla electoral en Bélgica se intensifica y monopoliza las energías: socia­ listas y comunistas mantienen posiciones opuestas respecto a l plan De Man y se encuentran en listas rivales. De todos modos, en España, precisa el p e­ riódico sin hacer alusión a Asturias, los cam a ra d as han sido derrotados, los dirigentes socialistas están a la som bra, las casas del pueblo cerrad as y la pena de muerte restablecida. «Nos es imposible -co ncluye el a rtíc u lo pensar en los cam a ra d as de más a llá de los Pirineos sin que se nos encoja fuertemente el corazón». El número del 2 7 de octubre d a cuenta de la represión en Asturias y del p ap e l que juegan las tropas coloniales, antes de celeb rar de nuevo el Plan [De Man]. Un mes más tarde, el 2 2 de diciem bre, un artículo a n a liza «les conséquences d ’une d é fa ite », y d a cuenta de la vuelta a l tra b a jo en las mi­ nas asturianas y de la p é rd id a de las conquistas sociales duramente a d q u i­ ridas con anterioridad. Cita un comunicado extraído d e la prensa española donde se plantea la cuestión de incautar los bienes de los partidos socia­ lista y comunista y de los sindicatos, p a ra re p a ra r los daños causados por

los revolucionarios. En este periódico sindical no figura ningún llamamiento de so lid a rid a d , lo que resulta tanto más asombroso cuanto que los autores del último artículo parecen haberse reunido varia s veces con sus « c a m a ra ­ d as [asturianos] de la Federación M etalúrg ica» y, particularmente, la últi­ ma vez, cuando se encontraban «en plena acción». Esta pequeña muestra de lo publicado en los medios socialistas belgas pue­ de d a r una id ea de la relativa fria ld a d con que el POB acogió los acon­ tecimientos de octubre de 1 9 3 4 , lo cual no es del todo extraño, y a que la iniciativa ale n tad a por el PSO E desde la A lian za O b re ra so b re p asa b a en la práctica y en los objetivos el reformismo g rad ualista que profesab a el socialismo belga. Desencuentro entre socialistas y comunistas La prensa del Partido Comunista Belga, a través de su órgano de expresión oficial, el sem anario Le Drapeau rouge, se ocupa am pliam ente de la huel­ g a general en España y de la rebelión de los mineros asturianos. Así, en su edición d el 1 3 de octubre ab re con el llamamiento que hace la Internacio­ nal Comunista a l establecimiento de la unidad d e acción con los socialis­ tas, lo que lleva a l editorialista a sub rayar el «fe liz resultado de la unidad de acción re a liz a d a por los socialistas, los comunistas y otros grupos en la A lian za O b re ra » . La prim era p ág in a de la edición del d ía 2 0 d e octubre está en ca b e zad a por un nuevo llamamiento a la unidad de acción y a la a yu d a hacia «los heroicos antifascistas españoles». Asimismo, se d a cuenta en prim era p á g i­ na de la reunión mantenida el 1 5 de octubre entre los representantes de la Internacional Comunista, Cachin y Thorez, y Van d erve ld e y Adler, pre­ sidente y secretario, respectivamente, de la Internacional Socialista, con la intención d e a lc a n za r la unidad de acción con el fin de evitar el envío de arm as a l gobierno de Lerroux, protestar contra las b á rb a ra s ejecuciones que sufre el pueblo español y o rg an izar conjuntamente la a y u d a m aterial inm ediata a favor d e los proletarios en lucha y de las víctimas de la repre­ sión. Sin em bargo, esta iniciativa de o rg an izar una cam paña común de so­

lid a rid a d práctica chocará contra la división del movimiento obrero de la época y, más concretamente, con las reticencias de los socialistas, tal como ap arecen exp resad as en el documento que Van d erve ld e y A d le r entrega­ ron a Cachin y Thorez. En dicho texto, aquéllos eluden pronunciarse y ex ­ presan su desconfianza hacia la iniciativa comunista aduciendo, entre otras razones, fo rm alidades burocráticas y la necesidad de consultar a c a d a una d e las secciones nacionales a filia d a s, ya que la predisposición de las b a ­ ses socialistas a una eventual unidad de acción con los comunistas en c ad a país difiere hasta el punto de que en Inglaterra, en los Países Bajos y en los países escandinavos « la desconfianza y las objeciones aumentaron en los últimos tiempos». A continuación, los representantes socialistas reprochan a los comunistas que estas negociaciones no se hubiesen celeb rad o cuando la Internacional Socialista les h ab ía hecho proposiciones similares, inm ediata­ mente después del advenimiento del fascismo. Por último, el citado docu­ mento remite la cuestión a la reunión del comité ejecutivo de la Internacio­ nal Socialista que se celeb rará en París a m ediados d e noviembre, en cuyo orden del d ía esa cuestión ya consta «d esd e hace tiem po». El 2 7 de octubre, en Le Drapeau rouge, a propósito d e la insurrección de A s­ turias se afirm a, no sin cierto triunfalismo, que «los mineros, los metalúrgicos, los campesinos d e Asturias, bajo el impulso del Partido Comunista, han he­ cho d a r a la Revolución un paso enorme». De hecho, el PCE h ab ía entrado a form ar parte del segundo Comité Revolucionario en Asturias e intentaba d a rle un giro favo rab le a sus intereses particulares organizando un ejército rojo, en sustitución de las milicias obreras; diluyendo el carácter obrero de la A lian za (al introducir la variante de a lia n z a de obreros y campesinos); sustituyendo la fórmula unitaria UHP por otras consignas (Poder Proleta­ rio, Trab aja d o re s Rojos, Salud) e invocando la dictadura del proletariado. Ese mismo d ía , Le Drapeau rouge añ a d e un comentario de Bela Kun, miem­ bro del comité ejecutivo de la Internacional Comunista, en el que a n a liz a la respuesta de Vand erve ld e y A d le r y trae a colación unas p a la b ra s del re­ presentante de la socialdem ocracia, Léon Blum, en el sentido de reconocer los errores del p asado, cuando se plan teab a la unidad de acción mientras

desde la so cialdem ocrada se preconizaba la unidad org ánica, lo que im­ p e d ía o d em oraba la realización de cualquier esfuerzo unitario p arcial o coyunturaI hasta que se consiguiera la unidad orgánica. Una nota d a cuen­ ta, asimismo, d e la colecta del Socorro Rojo Internacional en a y u d a de los revolucionarios españoles, que tendrá continuidad en números posteriores. La revolución de octubre d e 1 9 3 4 en España mantiene su presencia en las p ág inas de Le Drapeau rouge a través de las informaciones acerca de la represión, las acciones de so lid a rid a d , y los artículos de fondo a lo largo de meses posteriores; así, en noviembre, entre otras informaciones y a rtí­ culos referidos a Asturias, a p a re c e la noticia del primer mitin celebrado por la Federación de Bruselas del Partido Comunista en el que, adem ás de constatar las trab as puestas por la policía y el a lc a ld e p a ra encontrar una sa la , se acordaron entre los doscientos asistentes tres resoluciones: enviar una salutación a los tra b a jad o re s españoles, una protesta a la em b a ja d a de España contra los bom bardeos de ciudades y pueblos, y enviar una d e ­ legación a entrevistarse con V andervelde. Las diferencias entre el Partido Socialista y el Partido Comunista belgas, sin d u d a, limitaron el alcance de la so lid a rid a d con los revolucionarios e sp a ­ ñoles, como volvió a ponerse de manifiesto en el mitin de febrero de 1 9 3 5 , que reunió a más de quinientas personas y donde Relecom, secretario del Socorro Rojo Internacional, lamentó que Vand erve ld e hubiera rehusado to­ m ar parte en el mismo. En este mitin estaba previsto que p a rticip a ra la d i­ putada socialista por Asturias M a rg arita Nelken, pero el gobierno Theunis le impidió la entrada a l país, según la crónica d e Le Drapeau rouge del d ía 1 6 de febrero; en su lugar toma la p a la b ra un combatiente español, que sub raya en su intervención el carácter unitario del ejército rojo, «un ejército antifascista» form ado por comunistas, socialistas y anarquistas; y termina llam ando a la acción p a ra sa lva r a los miles de combatientes que son tor­ turados en prisión. Durante el mitin se elig e una delegación p a ra que vaya a la C a sa del Pueblo, donde esa misma tard e se ce le b rab a otro mitin, pero p a ra entonces, el mitin socialista ya h ab ía terminado. No obstante las reti­ cencias existentes entre los socialistas belgas hacia la acción unitaria pro­

puesta por los comunistas, Le Drapeau rouge publica en portad a el 2 de marzo de 1 9 3 5 un llamamiento del presidente de la federación socialista d e Asturias, G . Antouna (sic) [G racian o Antuña, ex iliad o entonces en Mos­ cú], donde hace hincapié en la necesidad de sa lva r la vid a d e G o n zá le z Peña, condenado a muerte, y convoca a luchar por la liberación de todos los presos, por la victoria de la revolución mundial y d a un viva a la unidad d e la clase obrera. El número de noviembre de 1 9 3 4 de Au secours -ó rg a n o mensual d e la sección b e lga del Socorro Rojo Internacional (SR I)- a b re su p o rtad a con un artículo sobre las enseñanzas de España, en el que lamenta la falta de un partido comunista c a p a z de d irig ir el movimiento ya que, desde la po­ sición política d efe n d id a por el periódico, es una de las condiciones nece­ sarias p a ra la victoria; a saber, «un estado mayor, un partido bolchevique suficientemente d esarro llad o ». Reprocha a los dirigentes socialdem ócratas haber lanzad o las consignas de luchar contra el gobierno Lerroux en vez d e propiciar la realización d e soviets. Entre las tareas prioritarias destaca la d e arran ca r d e las manos de los verdugos a los condenados a muerte y llam a a re a liz a r mítines y colectas por todas partes. También a p a re c e en la prim era p ág in a el llamamiento de la sección española del SRI, solicitan­ do a y u d a moral y m aterial p a ra las víctimas de la represión. El número de enero-febrero de 1 9 3 5 publica en portad a una carta del Socorro Rojo de España donde se reseña, entre otras cosas, la extensión del terror. En la e d i­ ción de mayo a p a re ce en p o rtad a un artículo de M a rg arita Nelken, d ip u­ ta d a socialista en las Cortes, en el que narra sus impresiones de la Confe­ rencia Europea de A yud a a las Víctim as del Terror Español, ce le b rad a los d ías 1 4 y 1 5 de ab ril en París. M ás tarde, en noviembre, a p a re c e el relato d e una periodista francesa, Simone Tery, donde d a cuenta d e su detención durante tres d ías y su expulsión de España, a donde h ab ía ido poco des­ pués del estallido d e la rebelión obrera. Por lo dem ás, la sección be lg a del SRI, en la preparación de su plan de tra ­ bajo correspondiente a l periodo com prendido entre el 1 de noviembre de 1 9 3 4 y e l 1 d e mayo de 1 9 3 5 , e la b o ra un documento (Répression feroce en

Espagne) de denuncia de la brutal represión burguesa como consecuencia

de la reciente rebelión de las masas tra b a ja d o ra s españolas. Da cuenta, asimismo, de los casi tres mil tra b a jad o re s asesinados (citando fuentes del G ob ierno), y de decenas de miles encarcelados y de los bom bardeos de pueblos y ciudades de Asturias. En la parte final subraya el d eb er de acu­ d ir en a y u d a de las numerosas víctimas de «una de las más atroces repre­ siones conocidas» e invoca el ap oyo a «los presos políticos, a las fam ilias de las víctimas d e la represión y a los refugiados políticos que participaron en esa gloriosa e p o p e ya ». Posteriormente, en el acta de la sesión del Comité Ejecutivo del SRI del 8 de octubre de 1 9 3 5 , se menciona una comunicación en la que se procede a la lectura de una carta e n viad a desde París (del Comité de A yuda a las Víctim as de España) en la que se propone una película sobre España y se recomienda a las federaciones que organicen mítines y proyecciones. Más adelante, en la misma sesión, a l a b o rd a r la aplicación de las decisiones del Comité Central, una de las intervenciones (Lejour) expone que «en la a g i­ tación, debem os crea r y d esarro llar urgentemente los comités Thaelm an y popular, así como la lucha por el derecho de asilo. C a m p a ñ a internacional por España (ab and o nad a), simplemente artículo en la prensa». En cuanto a los intelectuales y artistas ligados a l Partido, que crearon la Asociación Revolucionaria Cultural (ARC), hay que esp erar hasta el número 6 de su revista Documents 3 5 (noviem bre-diciem bre 1 9 3 5) p a ra que a p a ­ rezca España, pero no se trata sino del anuncio de una conferencia sobre « la situación revolucionaria en España» de «ca m a ra d a s particularmente cualificados». Actitudes libertarias Para completar este pequeño panoram a de la prensa obrera belga, habría que a n a liza r la prensa anarquista, que es prácticamente confidencial, excep­ to en el caso de Le Rouge et le N o ir. Este semanario, d irigido por Pierre Fontaine, es una tribuna pluralista e independiente, sin una línea política precisa, pero que juega un papel importante en la vida intelectual belga de los años

19 3 0 . A pesar de los colores que le dan nombre, no se trata en absoluto de un periódico anarquista, aunque los anarquistas se expresen con regularidad en sus columnas hasta 1 9 3 5 . Los tres artículos que están dedicados a la re­ volución de octubre de 1 9 3 4 se deben precisamente a plumas anarquistas o afines. No se encuentra en ellos ningún llamamiento en solid arid ad con los mi­ neros asturianos y muy poco sobre Asturias; se trata más bien de artículos de fondo que analizan la insurrección de octubre de 1 9 3 4 , sus causas y su con­ texto. Mil Zankin (pseudónimo de G a b rie l Fijéis, anarquista de entonces) fir­ ma, el 1 7 de octubre, un exaltado artículo donde retoma los estereotipos de violencia y extremismo endosados a la imagen de España desde los aconte­ cimientos de la Semana Trágica. No hace ninguna alusión a Asturias; prefie­ re insistir en la crueldad de la represión en general y desarrollar la tesis se­ gún la cual la república española ha cavado su propia tumba, p a ra concluir en estos términos: «La revolución dom eñada hoy no es sino el preludio de la gran revolución que se p repara y cuya marcha im placable nada detendrá. [...] esta revolución será la de los obreros y los campesinos decididos a con­ quistar las fábricas y la tierra, su trabajo y su pan». Después de un silencio de quince d ías a p a re c e un segundo y extenso artícu­ lo, bajo el título «O ü va l’Espagne?». Se d ivid e en tres partes - «La République esp ag no le», «Vers l’insurrection» et «L’lnsurrection»- que ap arecen entre el 7 y el 1 2 de noviembre. Se deben a la pluma de W a r Van O verstraeten, un interesante personaje de la vid a política b e lga de entreguerras. Anarquista en su juventud, miembro d e la Joven G u a rd ia socialista después de la guerra, fundador del primer partido comunista belga - d e tenden­ cia consejista y a n tip a rla m e n ta ria - alin e ad o con la oposición trotskysta en 1 9 2 8 ante los excesos estalinistas, rompe con los partidos y se convierte en comunista libertario en los años 1 9 3 0 . A partir de sus propias o b serva­ ciones, recogidas de un v iaje que hizo a España en 1 9 3 3 , a n a liz a minucio­ samente las d e b ilid ad e s de la república -m ostrando, como Zankin, como se mina ella m ism a- y describe un panoram a de las distintas org anizacio ­ nes y alia n za s obreras, no sin d a r muestras de la profunda aversión de los obreros españoles hacia los partidos políticos, p a ra ex p lica r la insurrección. Co nsagra una columna a l «suplicio d e Asturias», insistiendo sobre el hecho

de que «los mineros asturianos han querido la revolución so cial» y que la «lúcida voluntad de d arlo todo por ese sa g rad o objetivo les ha llevado a una lucha extraordinaria de la que no podían, ab and o nad o s a su suerte, resultar vencedores». Sub raya la importancia d e la legión extranjera en la represión orquestada por Lerroux y denuncia los métodos de pro p agan d a utilizados por el gobierno, que intenta disim ular las atrocidades que come­ te atribuyéndolas a los sublevados. En Bruleurs d ’ idoles, Corm an tam bién se a p lic a , pero con m ayor extensión y precisión, en desmontar las calumnias gubernam entales sobre los sublevados. El último artículo d ed ica d o a España, el 2 8 de noviembre, es el d e un pros­ crito francés que entró en el país sin pasaporte y que enseguida fue encar­ celad o en la prisión M odelo de Barcelona. No h ab la de octubre de 1 9 3 4 , se contenta con describir la v id a del microcosmos en el que se encuentra en­ cerrado. Pone d e relieve la d iferencia entre las g a le ría s de los correcciona­ les y las de los sociales, anarquistas en su m ayoría. Entre los primeros reina

la ley de la jungla, mientras que la organización de los segundos, su so lid a ­ rid ad y la lucha que han llevado en el interior d e la prisión les han perm i­ tido obtener condiciones de detención mucho más favorables. ¿Exilio clandestino en Bélgica? La represión d e sa ta d a después de la derrota o brera de octubre de 1 9 3 4 llevó a p a sa r por la cárcel entre 15 .0 0 0 y 18 .0 0 0 tra b a jad o res, d e los que en enero de 1 9 3 6 q u ed ab an , a l menos, 2 .5 8 7 . Adem ás, otro número que oscila entre 2 0 0 y 3 0 0 exiliad os asturianos fueron a p a ra r a Francia (París, Dieppe, O rléans, Rennes...) y a Bruselas; algunos después de p a ­ sa r un tiempo en Moscú, como fue el caso del dirigente socialista G racian o Antuña. Am aro del Rosal refiere que Belarmino Tomás estuvo ex iliad o en Bélgica y otras fuentes hablan de que también estuvieron en ese país sus hijos Urcesino y A gripino, así como Herminio A lva re z Iglesias y algunos d iri­ gentes comunistas, anarquistas y socialistas, p a ra regresar después a París y algunos d e ellos ir a Bruselas. Sin em bargo, en los archivos de la policía e n ca rg a d a del control de los extranjeros de la cap ital b e lg a , no ap are ce ningún dossier que corresponda a los refugiados políticos asturianos. Tam­

poco las vag as referencias a l exilio posterior a octubre de 1 9 3 4 nos per­ miten hacer una evaluación del número, aunque sea aproxim ado, de e x ilia ­ dos asturianos en Bélgica. De hecho, la m ayor parte d e los dossieres se refieren a refugiados huidos d e la A lem ania nazi y de la Italia fascista, así como a judíos d e diferentes países del este europeo. La explicación a ese vacío de información sobre los exiliados asturianos muy probablem ente tenga que ver con una especial prevención hacia ellos por parte d e las autoridades belgas, en el sentido d e que la concesión del estatuto de refugiado político (cuestión muy d e b a ­ tida en la época) se reservase exclusivamente p a ra los exiliad o s proceden­ tes de los países fascistas, lo que hace pensar que los mineros asturianos que fueron a p a ra r a Bélgica quizá lo hubieran hecho de forma clandes­ tina. Al menos, eso se puede pensar a la luz de lo expuesto en una carta, fechad a el 1 0 de noviembre de 1 9 3 4 , en la que el Adm inistrador de la S eg urid ad Pública comunica a l general que d irig e la policía que, de acuer­ do con la decisión d el G ob iern o de no aco g er a los refugiados españoles, especialm ente los que Francia tiene intención d e expulsar, disponga las bri­ g a d a s del control fronterizo p a ra que rechacen a cualquier refugiad o es­ pañol que intente entrar en Bélgica. Desde luego, esta actitud intransigente del gobierno be lg a hacia los refugiados políticos asturianos contrasta con el trato dispensado dos años antes a ¡esuitas y religiosos españoles a la hora de otorgarles abundantes permisos de residencia. Geneviéve Michel C arlos G arcía Bruselas, 4 de marzo de 2 0 0 9

Un librero en la tormenta

“ ...T a rra g o n a y sus viñedos, ...¡ y sus baños d e m ar a m e dia n och e !”

Mathieu Corm an nació el 1 5 de febrero de 1 9 0 1 en Lontzen, cerca de Eupen1, en una pequeña g ra n ja de pastizal ex p ro p ia d a en vista a la am ­ pliación de la estación de Herbesthal. Su p ad re, muerto cuando el pequeño Mathieu tenía tres años, era valón y su m adre venía de Eupen, aunque de origen flamenco. La fam ilia, bilingüe, era muy católica. Mathieu, que ingresó en el internado de los franciscanos de Vólkerich, cerca de Gemmenich, hasta la e d a d de d ie z años, hizo los cursos de enseñanza m edia en el instituto Saint-Joseph en Dolhain. Con la declaración de g uerra, a l residir en territorio alem án, Corm an d ebe interrumpir sus estudios. T ra­ b a ja en la g ran ja materna a la vez que ap rend e idiomas. Enrolado como

1 La p a rte este d e B élgica, a lr e d e d o r d e Eupen, perten eció a A lem ania hasta después d e la Prim era G u e rra M u n d ia l. El T ra ta d o d e Versailles (1 9 1 9 ) la a trib u y ó a Bélgica como compensación, p e ro cuando las tro p a s a le m a n a s invadieron B élgica en m ayo d e 1 9 4 0 , esa zona volvió a p e rte n e c e r a A lem ania hasta el final d e la Segunda G u e rra M u n d ia l. (N dT)

voluntario en un cuerpo de artille ría del ejército b e lga a la lle g a d a de las fuerzas a lia d a s, Corm an es destinado a l Cuerpo d e Intérpretes militares y luego a la misión b e lga en el cuartel general británico en Colonia. En 1 9 2 1 es transferido a la oficina de información política del ejército b e lga de ocupación; más tarde ejerce diversas funciones adm inistrativas en Bélgica y en A lem ania. Ya entonces d a muestras de su curiosidad. Sigue la huelga de los tra b a jad o re s alem anes y de los obreros del Ruhr contra la tentativa de golpe de estado de W o lfg an g K ap p entre el 1 3 y el 1 7 de m arzo de 1 9 2 0 contra la república de W eim ar; su primer reportaje a p a re c e en La N ation belge en 1 9 2 0 .

En 1 9 2 5 , a fin de establecerse como librero en la costa, se convierte en se­ cretario de la sociedad de G ran d es Hoteles del litoral. En marzo de 19 2 6 , se casa con una de sus veinticinco primas y ab re su primera librería en la aveni­ d a Buyl de Ostende, La Librairie du Carillón. Llegará a tener tres, en Osten­ de, Bruselas y Le Zoute. La librería estaba decorad a con un gran fresco mural con los retratos de 5 2 escritores, realizados por el pintor Labisse, gran am igo de Mathieu Corman. También Labisse es el autor del dibujo reproducido en la famosa sobrecubierta que aún envuelve c ad a libro vendido en Corman. En la posguerra, y hasta los años setenta, poseía uno de los principales fondos de libros de todos los géneros en Bélgica; enarbolaba orgullosamente el em ble­ ma publicitario: « la mayor librería de Europa». Actualmente solo subsisten, bajo una forma más comercial, las Librerías Corman del litoral. Después de una estancia en M arruecos en la que asiste a las últimas o p e ­ raciones d e «p acifica ció n » francesa ( Vers le so/e// m arocain, 1 9 3 3 ) , en 1 9 3 4 , por sim patía con el movimiento insurreccional que estalla en Astu­ rias, Corm an va a España (en moto) con un am igo. Vo lverá con un notable repo rtaje. En 1 9 3 5 se a filia a l Partido Comunista B elga. V ia ja por Europa Central y los Balcanes. Publica Ierres de trouble. En 1 9 3 6 , Corm an vuelve a España p a ra p a rtic ip a r en la lucha re publicana. Durante los primeros meses, com bate a l lad o de los anarq uistas de la Colum na Durruti, y vuel­ ve a Bélgica en d iciem bre p a ra re d a cta r «S alud cam arada!» C inq mois sur les fronts d ’Espagne.

Regresa unas semanas más tarde como enviado especial del d iario Ce So/r y de la A gencia España, probablemente a mediados de mayo. Su combate por la república española no se interrumpe en ese momento y a que, desde que se instala en Ostende, se ocupa de un hogar p ara niños españoles en co­ laboración con el Socorro Rojo Internacional. Como anécdota vale la pena decir que trajo de G uernica dos bombas incendiarias que no habían explota­ do. Las transportó en moto de Irún a Ostende. Acabaron por ser arro jad as en el mar después de los primeros bom bardeos de Ostende en mayo de 19 4 0 . Partisano arm ad o desde 1 9 4 1 , perseguido por los alem anes, Corm an, de acuerdo con el Partido Comunista, se va a Inglaterra el 2 0 d e octubre de 1 9 4 1 p a ra seguir cursos de sabotaje. Sin em bargo, se q ueda b lo q uea­ do en el sur de Francia hasta finales d e marzo d e 1 9 4 2 , y pasa a Espa­ ña en ab ril. Detenido en Barcelona, perm anece encarcelado durante seis meses en la prisión celular de Figueres, y después otros tres meses y me­ dio más en el campo d e concentración de M iranda [de Ebro]. El cónsul de Bélgica, Jottard, consigue sacarlo de a llá , y así Corm an llega a Inglaterra en com pañía del Dr. M arteaux, a finales d e enero de 1 9 4 3 . Con el nom­ bre de Robert Craven re a liza el adiestram iento como p a ra ca id ista. Pero la seguridad militar b e lga se opone a su intervención como p a ra ca id ista, y se limita a p a rticip a r en la actividad del Frente de la Independencia en Londres. Vuelve a Bélgica el 7 d e noviembre de 19 4 4 , y renueva su a f ilia ­ ción a l PCB un mes después. En los años cincuenta, la venta de las obras de Kravtchenko y de V irg il Gheorghiu por la Librería Corm an es considerada por el PCB incom patible con su afiliación a l partido. Sin em bargo, Corm an perm anecerá fiel a sus convicciones comunistas hasta el final. Empleó como libreros a varia s personalidades políticamente comprometidas, como a l an ­ tiguo surrealista del Hainaut André Lorent o a l escritor Charles-Louis Paron. Este último tam bién tra b a jó en la Librairie du Monde Entier, e sp e cia liza d a en la importación de libros soviéticos, que Corm an h ab ía a y u d a d o a poner en pie con X av ie r Relecom2.

2 Q u e fue secretario g e n e ra l del Partido Comunista Belga (N dT).

A b ierta de nuevo poco después d e la liberación, la librería de Ostende fue visitada regularmente por representantes de la fiscalía de Brujas que, por denuncias d e un colega, iban en busca de libros «pornográficos» y de obras im portadas ilegalm ente d e Francia (y, por lo tanto, sin p a g a r a ra n ­ celes). Corm an fue encausado varia s veces e incluso fue condenado por d i­ fundir obras contrarias a las buenas costumbres (como una o bra ilustrada sobre el pintor Delvaux). Corm an es autor de una única novela nutrida de sus recuerdos de g uerra, p u blicad a primero bajo el pseudónimo de Nicolás Cravenne (Am i entendstu?, 1 9 6 3 , re e d ita d a en 19 7 0 ) y una obra que describe sus altercados

con la fiscalía de Brujas (O utrage aux moeurs, 1 9 7 1 ) . Pero probablem en­ te su obra más interesante está constituida por los reportajes que realizó en España (Brüleurs d ’ idoles. Deux vagabonds dans les Asfuries en révolte, 1 9 3 5 y ((Salud cam arada!» Cinq mois sur les fronts d ’Espagne, 1 9 3 7 ), en los Balcanes (Ierres de trouble, aventures de deux fíáneurs dans les Balkans d'au jourd'h ui, 1 9 3 5 y D rougar, 1 956) y en Rusia (Le rendez-vous de Koursk: mes contacts direcfs avec les Soviétiques chez eux, 1 9 74).

Viajero preocupado por su independencia, Corman conoció a personalidades, pero también y sobre todo a gente del pueblo a la que su equipamiento (una moto o una de las primeras autocaravanas) no de deja de intrigar. Los d iálo­ gos están llenos de naturalidad y las observaciones a menudo son oportunas. La muerte de Corm an es un poco misteriosa. Se suicidó en 1 9 7 5 , el d ía de su cumpleaños, en el bosque de su infancia, a l otro lado de la frontera. Paul Aron, Director de investigación del FNRS-ULB.