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Spanish Pages [402] Year 2012
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THE LIBRARY OF THE UNIVERSITY OF
NORTH CAROLINA
ENDOWED BY THE AND PHILANTHROPIC
DIALECTIC
SOCIETIES
PQ7297 .G3 I
5
e>
-
UNIVERSITY OF N.C. AT CHAPEL HILL
00041418466
X
This book
5-
due at the WALTER R. DAVIS LIBRARY on stamped under "Date Due." If not on hold ¡t may be renewed by bringing it to the library is
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Rev. 1/84
RET.
DATE DUE
RET.
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2012 with funding from
University of North Carolina at Chapel
Hill
http://archive.org/details/impresionesyrecuOOgamb
I
FEDERICO GAMBOA C.
DB
r.A.
HKAL ACADEMIA ESPAÑOLA
Impresiones
y Recuerdos
j
En venta: en
JUAN PALUMBO RECONQUISTA 320
la librería
BUENOS AIRES
IMPRESIONES
Y
RECUERDOS
POR EL MISMO AUTOR
Del Natural
—
Esbozos contemporáneos
mala, 2 a edición, Apariencias 1
—
J
.
1
—
Guate-
889 Peuser, editor.
Buenos
892
EN PREPARACIÓN
1
volumen
1
volumen
Aires,
:
La Suprema Ley (Novela)
Imprenta
áe.
Pablo E. Coni
é hijos, Perú,
680
FEVEItlCO C.
GqAM...
pero
i
á qué
quedo abo-
—
Y RECUERDOS
Y
me
él
3
explicó la cosa sin grandes frases,
careciendo las ventajas para
— Todos
los profesores
el
I
en-
poseedor.
tenemos uno idéntico
agregó.
— Yo, la calle
—
señor,
le dije
14 y no creo justo
que viven
lo
to-
;
lo
puede
utili-
la insistencia lo
;
querían deslumhrar
consiguieron,
pero
el
extran-
admirado y agradecido, no aceptó. Devolví
el billete,
y
de orgullo,
do
De
agradezco.
extranjero y
jero,
en
el día.
Comprendí al
cerca,
Hay muchos
lo necesitan.
— No importa, guárdelo usted zar durante
muy
aceptar.
el
y que de veras
lejos
dos modos,
— vivo
las
muy satisfecho lo
narraba yo á
con mi pequeño rasgo los
compañeros, cuan-
campanillas nos llamaron de nuevo
precipitamos á
y nos
la clase.
íbamos á saber quién había sido más grande
:
Napoleón ó Washington. Hablaron primero pudieron, según su
en rápida revista
los napoleonistas y, allá leal
como
saber y entender, pasaron
los proezas grandiosas, invero-
símiles y homicidas del genio corso.
Hasta
feliz
estuvo uno de ellos
al
rada de Rusia
ánimos encontrábanse ya bien
;
los
mencionar
la patética reti-
dispuestos y se escucharon nutridos aplausos.
!
IMPRESIONES
32
Los partidarios de Washington vinieron después, y justo
consignar que
es
para
ellos
los
aplausos anduvieron más espontáneos, más cari-
A
ñosos.
cada instante interrumpían su discurso
para dejar paso á
maba
la
ruidosa
á sus compatriotas
mani-
patriótica
y
mismo Mr. Golday,
festación. El
sonreía
y
ani-
de algunos bancos
:
sa-
lían gritos entusiastas:
—
Viva Washington
¡
Unidos
!
Yo encontraba una gran
figura,
y
Vivan
¡
Estados
los
muy
aquello
natural,
festejaban
una figura universal que honracreador
ría á cualquier país, el ellos,
!
!
la patria al fin
y
al
De
tado que cada uno tiene.
de
la
cabo, es lo
suerte
patria de
más
levan-
que aplau-
día su patriotismo para demostrarles que yo tam-
bién tenía
el
mío, y
muy agrandado,
porque México, no estaba trario,
muy cerca,
Halagado
en
el
lejos
precisamente
de mí sino
fondo de mi alma
al
orador con su éxito, lanzóse
el
con-
!
á
la
improvisación; siguió mencionando á sus grandes
hombres, llegó hasta Grant, y de improviso, grito
—
¡
anónimo me heló
la
sangre
La guerra de México!
rra de México
Sin duda
el
¡
un
:
Que hable de
la
gue-
!
otro iba á darle gusto,
cuando yo
:
Y RECUERDOS
me
interpuse.
Me
levanté y
pedí
3 3
palabra
la
vi-
brante de emoción, en medio de americanos, decidido á impedirlo
;
muchas leguas de mi
á
patria
y á muchos años del 47.
Hubo un momento
de
alboroto
Mr. Golday
;
hízome seña de que me esperara y con voz reposada y solemne, dijo
— La guerra
:
de México nada tiene que ver con
Washington, de consiguiente está fuera grama.
Y
pondrían
del pro-
aún cuando no estuviera, ustedes ;
la
tenemos aquí un mexicano, seríamos
muchos en su
contra, es nuestro huésped y nues-
tro compañero...
Al terminar,
que
le salté al
el pelo,
tan conmovido
abracé,
cuello, le
habría besado; y mientras
le
como
él
yo, de
me
creo
acariciaba
pie
sobre
la
cátedra, erguido y anciano, los ochenta america-
nos prorrumpieron en nuevos aplausos, ojos humedecidos, y llenó la estancia
me
deroso que
hizo
un
con
los
grito po-
un bien inmenso, que me hizo
quererlos á todos, que
realizaba
una conquista
inesperada
—
¡
Viva México
hermana
!
!
!
!
j
Viva nuestra república
III
EN PRIMERAS LETRAS
TambiÉxV
corazón aprende á
el
cualquier chiquillo, y
como
leer,
mío no escapó á
el
la regla general.
Aún tras; si
no
lo tenía
muy
yo
inculto,
no conocía
las le-
pero deseaba ser sabio, leer de corrido, cual le
valiera
más conservarse de eterno igno-
rante.
A su
maestra de instrucción primaria,
la
conocí
en Nueva York, abordo del vapor " Newport".
Fuimos la
á despedir á
Habana, y
presentaron á
allí,
en
ella.
una señorita que la
Era
insurrección de Cuba,
cubierta hija de
un
—
me
caudillo de la
habanera de nacimiento y
celestialmente bella. Creo que no
guna galantería
partía para
del barco,
le
dirigí
nin-
cuando admiro ó cuando amo
3
IMPRESIONES
6
soy
mudo
vista
sin
la
;
—
mas, en cambio, no
la
miré mucho, muchísimo, sin saciarme y
segunda intención; encantado; creyendo que
una criatura
no podía ser
así
de nadie sino al
quitaba
le
la
novia ni
adoración de todo
la
la
separarnos en medio del muelle, lleno
dos mercaderes y de despedidas á di la
mano con
la
imagen de
la
parroquia de mi barrio...
Virgen á quien
la
Después, nada del encuentro tirlo
bien.
una
una
;
;
me quedó una
un deseo
;
calle
ó
á
la
me
casto
interna que
delicia
Cuando menos
su imagen
como
lo
Y
rui-
si
me
niño, á
ofrecí flores
en
dulce impresión
vago de repe-
y
me
pensaba,
á
mitad de una
visitaba de
muy
de
allá
de
viajeros, le
los
respetuosa timidez,
hubieran obligado á dársela,
esposa
mundo.
el
nuevo,
hacía
mucho
mitad de
la
conversación,
unos cuantos
minutos, como abordo del " Newport
"
y volvían
mis actos y mis pensamientos á seguir su camino.
Durante varios días no olvidé, la prosa
siempre
me he
la vi
nutrido á disgusto
vanecerme sus contornos, á ria; la
coloqué
más, y aunque no
diaria de la vida
al
—
con
la
la
que
— principió á des-
alejarla de
mi memo-
lado de los recuerdos sonrosados
y allí se acomodó, entre las horas puras de mi infancia
y
el
dejo
amante de
las
caricias de
mi madre.
Y RECUERDOS
Me sistí
aseguraron que
me
á creerlo:
era
3 7
me
re-
más grato llamarla mi
di-
se
llamaba Luisa y
cha.
Amigo yo de otra me la encontré
sión
familia cubana, en cierta oca-
de visita
en
de
casa
ésta,
acompañada de su madre y de su hermano. Ofreciéronme sita, la
la
casa de ellos y, mientras duró
un
contemplé sin cesar al través de
no me atrevía á mirarla frente á frente Procuré que mi hermana
la tratara,
Y
vi-
!
simpatiza-
hallarme
ron, y así multipliqué las ocasiones de
cerca de ella.
la
espejo:
por cierto que debía yo de hacer
un papel bien desairado, hablando apenas, encogido y tembloroso.
con dureza bertizo
lo era
muchacho debía yo con
á
mí mismo
ser
arrojado
de
las otras mujeres, las
la
que incendiaban mi pubertad con su mi-
rar canalla y
sus
inútil
me
;
A solas, me reñía
cortedad no conduce á ningún co-
la
siendo
;
¿acaso no calle, las
;
si ella
modales
provocativos
hablaba, su voz musical
naba á armonías sagradas
;
y
si
me
Todo
?
me
miraba,
so-
en-
tonces sentía yo fenómenos extraños, que en vez
de asustarme,
me
hacían pensar
ahora, á los tantos años, todavía
en cosas
me
parecen
que
muy
serias.
Ella,
mujer
al
fin,
se dio cuenta
exacta del
3
IMPRESIONES
8
efecto
que me producía, con
lo
que dicho queda
que procuró aumentármelo, volverme nó por maldad, sino por ley
fatal
el juicio
;
y
de su sexo, que
necesita para vivir, de la lisonja,
de
adoración
la
y de los sufrimientos del hombre.
Su madre no
preocupó mayormente deHdilio.
se
Sonreía con benevolencia de mi turbación y
de
mis congojas cuando me daban bromas con su hija,
atribuirles
sin
"niñerías
1 '
y aún
me
importancia, dijo
— No les haga usted caso
á estas
ríase con ellas y visítenos siempre i
Cómo
le
:
muchachas,
que quiera.
agradecí su invitación y con qué afán
comencé mis
mucha
creyéndolas
alguna vez
visitas
frecuencia
;
!
No eran muchas,
pero,
en cambio,
nó, ni con las
valori-
zaba en sus detalles más nimios, en sus minutos
más
inofensivos
lado de
ella,
la
;
soñaba yo mil cosas, veía
reír,
allí,
al
conversar, discurrir
por las habitaciones, lidiar con sus hermanos menores y,
muy
mí,
como suena, y luego
así,
de cuando
en cuando, mirarme á sonreirse cual
si
le
inspirara lástima mi religioso mutismo. General-
mente iba yo á la tarde,
visitarla dos veces por
semana, á
y para llegar más pronto, tomaba
rrocarril elevado, hasta la calle 42, y
que caminar á pie
seis ó siete
cuadras.
el fe-
aún tenía
Su
casa
Y RECUERDOS estaba en
la calle
45, entre
39
avenida 7 a y
la
la
era un tercer piso, en uno de esos inmensos ficios
8a
;
edi-
tan abundantes en las ciudades norteameri-
canas, que albergan diversas familias
menor promiscuidad,
note la
ni charla
sin
que se
ruido de voces,
ni
de vecinos. El ingreso, un largo corre-
dor alfombrado y con lámparas de gas pendientes del techo, tiene á les
ambos
que dan entrada á
limpias, de caracol
dores nikelados y
;
el
lados, puertas de crista-
las viviendas; las escaleras,
y en cada meseta, los llama-
nombre
del
Son
inquilino.
casas que convidan á instalarse en
ellas
adiví-
:
nanse una tranquilidad y una independencia absolutas, y hasta ese no sé
qué de templo protes-
tante en ejercicio que predomina en todo
excepción, al subir las escaleras,
piano,
orea
lo
de los
aquí impone y seduce. Allá por
países sajones,
un arpegio fugaz que
la frente ó se tiene
escucha un
se
acaricia el oído y
una sorpresa, una mujer
blanca, rubia, que nos acaricia la ropa con la suya
y nos orea
el espíritu
azules, expresivos,
con sus
ojos
;
unos ojos
que acaso no volveremos á en-
contrarnos nunca...
Ya en dre, los
la sala,
demás
me
recibía la familia toda
chicos. Sentábase ella á
á distancia, y cualquier cosa
le
;
la
ma-
mi lado ó
servía de pretexto
IMPRESIONES
40
para no hacerme caso,
mismo una
lo
nos que un periódico ilustrado, sos de la calle pillerías
de
la
que
;
ma-
labor de
mismo
los suce-
molduras del techo ó
las
las
gente menuda. Sufría yo horrible-
mente con su despego recta alusiva
lo
;
aventuraba alguna indi-
en cierta ocasión, y
el
me
pobre
lo
perdone, hasta me equiparé á Gustavo Adolfo Bec-
Excusado
quer.
mi entusiasmo por
sería decir
la
independencia de Cuba, mis deseos de que triun-
una causa que
fara tica,
entonces
me
si
sido simpá-
mandaba
necesaria. El padre de Luisa
aun
milia poquísimas cartas y cas, escritas
me ha
siempre
parecía adorable, caballeresca,
éstas
á
su
fa-
eran lacóni-
apresuradamente, traicionándose
el
cariño por los suyos y las esperanzas de triunfar
en su empresa. Llegaban
misivas plegadas
las
en mil dobleces, dentro del forro del saco de al-
gún insurrecto decidido tes contra
y como yo echaba
;
pes-
España, como en México se había refu-
giado tanto cubano, casa, entré á
como
yo
era
formar parte de
amigo de
los iniciados
y
la
me
enteraron de secretos, planes é ilusiones.
¡Qué hermoso resultaba base á los muchachos, se
gar sala
al
les
el
cuadro! Licenciá-
autorizaba á
parque vecino; cerrábanse
y,
las
agrupados todos, aparecía
ir
á ju-
puertas de el
la
papel que
Y RECUERDOS
mano
pasaba de
4
I
en mano, mientras un individuo
se llegaba al piano y para
evitar
que hasta
los
rumores fueran á hospedarse en oídos indiscretos y enemigos, tocaba una ó dos danzas habaneras, de esas que nos hacen estremecer porque á acarician tre
el
corazón y
sus notas
sufrir
una
eco de
el
la
vez
médula; que traen en-
la
tierra
que sólo sabe
porque sólo sabe amar; que respiran volup-
tuosidad, nostalgias y deseos... El pianista se po-
sesionaba y seguía tocando, pero
mente, cual
si
muy
blanda-
echara de menos las noches de su
patria, estrelladas y tibias, ó
como
si
su novia
le
dijera adiós desde las ventanas de su quinta.
Por- lo die.
común,
"Estoy bien
las epístolas 1
"cuídense mucho", eran nían concebidas; detalles, las
no satisfacían á na-
"continuamos
',
queríase
menudencias de
sin novedad'",
términos en que ve-
los
más. ansiábanse
los
la travesía clandesti-
na, los pormenores del arriesgado desembarque.
Sólo
la
esposa se conformaba, volvía á leer los
apiñados renglones, los desvanecía con su llanto y este llanto contrastaba amargamente
danza que moría en
Cuando no había hora
y, al
el
con
la
piano.
noticias,
marcharme,
mi
visita
la actitud
conmigo variaba á un punto que
duraba una
de Luisa para
casi
me
creía
yo
IMPRESIONES
42
correspondido. Teníamos una despedida afectuosa
de veras; oprimíanse nuestras manos algunos
gundos;
la
de
ella,
con coqueto abandono,
la
se-
mía,
con temblores de creyente. Después, llegábamos juntos hasta
el
recibidor,
me
abría ella
puerta y aún se colgaba por sobre
gritarme
el
misma
la
barandal para
:
— Hasta pronto {verdad? hasta
muy
pronto!...
Salía yo tropezando en los últimos peldaños,
desvanecido de esperanzas, ebrio de dicha. El eco
perfume de su mano acompañá-
de su voz y
el
banme en mi
regreso, que verificaba á pie, por las
más solitarias, para evitar que el contacto humano me los arrebatara en un instante.
calles
No sé
quién
se casaba;
do,
el
me
sentí
dijo
en cierta ocasión que Luisa
un dolor muy hondo, muy agu-
que ha de sentirse á
la
hora de
la
muerte,
y volé á su casa, sin fingimientos ni temores, suelto á conocer toda la verdad. lante de los
que
allí se
hallaban,
— ¿Es cierto, Luisa, que Prolongó
ella
Y
lo
sabía?
le
re-
ex abrupto, depregunté:
se casa usted?...
mi martirio;
gaba tampoco; ¿quién me
dónde
Y
lo
ni
afirmaba ni ne-
había dicho? ¿por
¿porqué quería saberlo?
mí que me parecía la cosa una monstruosidad, una de esas pesadillas que al despertarnos á
Y RECUERDOS
4
nos adoloran todavía, su interrogatorio
me
3
volvió
loco.
—
i
Pero
es posible, le
agregué, que adopte usted
resolución semejante?
Entonces mi dolor femenina y
me
los arabescos
— No
la hirió
en su sensibilidad
contestó con la mirada perdida en
de
la
alfombra,
cabeza inclinada:
la
he de casarme nunca: yo sólo sirvo para
un convento!
Mi pena
se
borró un punto;
la
amaba
que como un rayo, pasó por mi cerebro neta del claustro; percibí
ma
rumor de lágrimas, aro-
apagados y de
fúnebre de cirios
tanto,
la visión
flores
mar-
chitas, y maldije el convento.
El convento también quería disputármela.
Los calores neoyorkinos, que los del
allá se
van con
Senegal, nos obligaron á emigrar, á refu-
giarnos en algún punto balneario ó veraniego.
Elegimos Bath, en Long-Island, porque reunía
entrambas condiciones por
la
comunidad de idioma to
y,
muy
principalmente,
abundancia de hispano-americanos. es
La
un poderosísimo elemen-
de atracción; se busca uno por instinto; cree-
IMPRESIONES
44
mos encontrarnos con compatriotas, con amigos, y cuántos desengaños se cosechan!
Es
este
Bath un pueblecito como
casi todos los
de los Estados Unidos, es decir, una preciosidad.
Sus
calles enarenadas; defendidas las aceras
álamos corpulentos y rumorosos
;
por
bordadas por
casas de madera, construidas al capricho, que res-
piran comfort y alegría; sus puertas y ventanas,
medio asomándose por entre enredaderas, y en
adorno adecuado
el
las
trepadoras y las
jardincillo delantero, cual
al nido,
algún niño encantador
y rubio como un ángel bueno, que grita y corretea
como un ángel lo
Todas
las calles
siguen
mismo, con sombra amiga y agradables en-
cuentros nos, se
rebelde.
;
ayas que empujan cochecitos, campesi-
señoras con grandes sombreros de paja; así
llega al correo, establecido en algún
de comestibles
;
tanas puede verse deante,
el
como fatigado
mo, en donde
los
ferrocarril,
tico,
el
que arriba
del viaje, al paradero
lunes á
la
militar, helados y cerveza; y
distingüese
almacén
á la peluquería, desde cuyas venja-
mis-
noche, hay música
rumbo
á la plaza,
muelle del pueblo, un muelle rús-
inmóvil, de maderos toscos, que parece ha-
ber convencido de algo trascendental á las embarcaciones que lo rodean., las que aprueban y vuel-
Y RECUERDOS
ven á aprobar con
4
5
cabeceos, la misteriosa
sus
charla de las olas.
La
casa en que nosotros fuimos á vivir, no po-
día estar mejor
dando
al
un costado
situada. El frente y
campo; su parte posterior,
Unida á nosotros, vino
la
al
mar.
familia cubana por cu-
conducto había yo conocido á Luisa. Formá-
yo
banla tres personas; una señora mayor, de dos hermanos,
nal
Felicia
y
cuestión de años, no nos sacarían a
mi hermana y
sexo; dos, el
las
car-
mucha
ventaja
Nos instalamos según
á mí.
el
señoras en dos habitaciones y en otras
mi padre, Juan y
yo.
Por supuesto que en
comedor nos colocaron juntos, y
dimos
tía
Juan que, en
resistir
el
sólo así pu-
insostenible silencio que es de
buen tono guardar á
las
horas de comer en
los
comedores públicos de Norte-América. Pugna tanto
con mi temperamento costumbre
primer día en que pude, persona de una de
Acercábase
me vengué
las criadas
tal,
de
que
el
en
la
ella
que servían
la
mesa.
á cada huésped, desdeñosa y rígida,
y nos soplaba al oído la pregunta sacramental é invariable de después de la sopa:
— ¿Roast-beef or roast-lamb — A mí me servirá usted de los dos, ?
en voz
alta,
le
contesté
y jamás volvió á preguntarme nada.
IMPRESIONES
46
La primera mañana que pasé en
tuve
la casa,
una sorpresa que me dejó trastornado hasta que
me acostumbré á ella. A eso de las y me mecía en un sillón de mimbres, i
hundida en ruido
océano y
el
la
mientras
i
vista
la
memoria en Luisa,
sentí
de voces femeninas, de risas, de carreras
por las escaleras. Era un grupo de señoras que se dirigía al baño.
Pasaron á mi lado, bajaron á
la
playa y se hundieron en los cuartuchos de tablas
que
allí
niobra
;
había para desnudarse. cespita! á los
i
el
alarmó
la
aunque desde
esa especie nos desequilibra; y tio
Me
ma-
un espectáculo de
6 años
el si-
en que estaba podía yo observar á mis anchas delicioso
panorama,
fui á
colocarme á
la
playa
misma, en
el
lera por la
que todas tenían que pasar dos veces
último peldaño de
la
insegura esca-
forzosamente. Sí creí provocar iras, imprecaciones; quizá fico
me
desalojarían con
un discurso
filosó-
moral, pero ¡qué diantres! algo había yo de
arriesgar; hasta entonces las únicas mujeres vistas
por mí en
el
baño, estaban pintadas en periódicos
europeos. Aparecieron todas á la vez, envueltas en el traje
de carácter, y una á una llegó á
bía algunas feas pero ceras, sin
guna me
un
ámí
defecto, sin
se
la
arena; ha-
me antojaron hechi-
una imperfección. Nin-
riñó, al contrario, dos ó tres
me
dijeron:
Y RECUERDOS
47
— Good morntng. Cómo
¡
padecí durante
tomarse de
la
el
baño
Las veía nadar,
!
mano, gritar con
agua,
lo frío del
dejarse derribar por las olas fuertes y acariciar
por las débiles; hacer piruetas, verdaderas proezas.
Y
cuando
al fin
las
guiendo
contornos de
mente,
los
maba
ropas adheridas
le fui infiel
¡Lo que la
es la
chorreando agua,
salieron
empapadas,
á Luisa
novedad!
atención
el
la ¡
al
cuerpo y
muy
oh
infiel
el
que mi padre
decretara, con gran contentamiento de ni
mi hermana
ni Felicia
ellas,
el
formaran parte de
náyades. Cuestión de razas.
las
Para mí, tra la
lla-
hecho, ni bañarnos juntos
hombres y señoras; pero aplaudí que
!
mes ya no me
al
si-
forma, yo, mental-
el
momento más agradable de nues-
permanencia en
comida,
al
el
campo, era
pedes nos sentábamos en
mar, y en
ella
trada la noche.
me sumían
que seguía á
la
veranda que daba
-
al
nos quedábamos hasta bien en-
Sobre todo
las
noches de luna,
en dulcísimas cavilaciones.
base por grupos, á media voz; cirnos
el
obscurecer, cuando todos los hués
un mundo de
cosas,
el
allí,
Charlá-
mar venía
á de-
á nuestros pies;
á la izquierda y á regular distancia, se descubría
Coney-Island, iluminada con luz eléctrica, deseo-
IMPRESIONES
48
liando sus faros, los minaretes de sus regios hoteles, las
tálico
innumerables lucecitas de su muelle me-
y atrevido; y de tiempo en tiempo, como
chiquillo que dá á otro
nos enviaba en
el
trozo de
una golosina,
viento, fragmentos de la música
el
de sus conciertos, ecos de sus festivales nocturnos, que á poco se perdían quién sabe follaje
ó allá
de los árboles,
muy
si
entre
el
pues algo murmuraban,
lejos, lejísimos,
en
horizonte impe-
el
netrable y negro.
Otras noches, los
se
hacía tertulia en
sábados se bailaba hasta
que
el
dueño de
la casa,
un
las
1
2
el
salón, y
en punto, en
irlandés llamado Mr.
Lowry, entraba á interrumpirlo en debido acatamiento de
las prácticas nacionales
y protestantes.
Al mes y medio de esta vida, fué Luisa á pasar
una semana con
Felicia,
y á darme
á
mí
unos días llenos de luz y de dicha. Prescindí de lecturas,
de viajes á Nueva York, de escarceos
amorosos, de baños, de cuanto hay. Desde que bajaba de su cuarto hasta que regresaba á
él,
mi
sola ocupación estribaba en seguirla, en mirarla,
en
oírla.
Comprendo que
ella se fastidiara,
que
tuviera instantes de violencia ó frases de aburri-
miento que
me
destrozaban; no debe ser grato un
fantasma perpetuo; agradará uno
al principio,
Y RECUERDOS
nada más que
placer á mis
Mas
principio.
al
nombre conocía
á
49
la psicología,
impulsos.
Si
que
yo,
ni
de
procuraba com-
me man-
mi corazón
daba darle gusto, {porqué contrariarle? Ade-
más {cómo sospechar que podía cansarse de mí si
me
yo
sentía incapaz
de
cansarme
nunca de
ella?...
Gracias á un alemán, huésped
que
casa,
se
prendó de Luisa, conocí
unos celos tremendos por
los;
también de
la
los
ce-
lo juveniles,
que
me robaron el sueño, que no me dejaban que me ponían en ridículo y despertaron en
vivir, ella la
compasión hacia mí, sin que mi vanidad de masculino
rebelara. Lejos de esto; con tal de no
se
perderla de vista, toleraba yo la corte tenaz que le
hacía
el
alemán, sonreía cuando hubiera querido
quejarme y con impaciencia do que
ama
como mari-
visible,
y á quien crucifican los hábitos
danos, tragaba
yo
las
mun-
necedades del tudesco.
Una
noche, en que íbamos todos á tomar helados
á
estación,
la
la
casa
el
se
nos incorporó en
nuevo don Juan y
para ofrecerla
el
se
brazo. El dolor
perimenté debió asomárseme
el
jardín de
acercó á
Luisa
inmenso que ex-
al rostro,
darme una
expresión interesante, pues Luisa se arrepintió y
volviéndose á mí,
me
dijo
en alta voz: 4
5
IMPRESIONES
O
— No
Federico, nó,
pobre de usted; á usted
le
corresponde acompañarme...
Y yo, de
en lugar de decirle adiós, de separarme para siempre, de no mirarla más;
ella
acerqué,
me
le
w
sentí en
Pasó
el
mi brazo
dí
y, al
oprimir
el
me
le
suyo,
el cielo.
verano y nos volvimos á Nueva- York;
que á mí no
sa.
Disminuí
me
lo
pasaba era mi cariño por Lui-
las visitas,
me
las
echaba de
de indiferente, pero á solas, sin que
me
die, la obsesión
me
altivo,
viera na-
atenaceaba, principió á tron-
char mis mejores ilusiones, las que nos nacen de
muchachos y que una vez marchitas, no tornan Fué de balde que yo tuviera otra novia;
jamás.
apenas lé
con
si
entonces
ella,
á
medio olvidaba á Luisa. Ape-
un recurso que venía tentándome
de tiempo atrás y que quizá esperaba, para salir á
flote,
todos
cualquier pretexto.
los
sitios
Me
di á frecuentar
de diversión nocturna, acompa-
ñado de un español tuno y corrido que gratuita-
mente me
Todo el
inició
lo conocí,
Bukingham
en esos misterios. desde los Cremorn-Gardens hasta
Paletee;
el
Koster and Bial's y las
Y RECUERDOS casas de
la
Great Jones Street;
Metropolitan y
Burlaba
la
me
al
iba
5
I
L>3 conciertos del
decerveza del Bowery.
los salones
vigilancia de mi padre diciéndole que teatro, y en la esquina
me
reunía yo
con Gervasio, tomábamos un tranvía y llegábamos á nuestro negocio. recibió
¡Los golpes y roturas que
mi natural pudor de adolescente con
cuadros que
presenciaba, hambriento de amor,
con tendencias
pregnarme
los
del
muy
pronunciadas á codear é im-
"eterno femenino", explican en
gran parte mis dramas posteriores y mi escepticismo actual! Era yo tan joven, tenía mi rostro aspecto de pureza y de infancia, que en algunos
tal
sitios
da;
y
se resistían á
venderme
Gervasio discutía con
aumentaba
los
expendedor,
me
años, sacaba á relucir mi calidad
de extranjero, hasta que hombros, pues en tarle,
de entra-
el billete el
el
el
alzaba los
otro cedía,
fondo nada podía yo impor-
y nos hacía un guiño malicioso
al
guardar
su dinero.
Los salones llenos de
luz,
de ruido ensordece-
dor, de mujeres solas y acompañadas: la fera pesada,
á
más que
tibia,
licores, á transpiración
oliendo
humana:
la
yendo á raudales sobre aquel gentío, y
atmós-
á caricias,
música el
ca-
idioma
inglés agazapado hasta en los últimos rincones,
IMPRESIONES
^ 2
me
inspiraban un miedo gigante,
aquello ba,
me
me
haría
parecíame que
mucho daño, y no me equivoca-
adelantaron
el
peor de los daños:
el
des-
encanto prematuro.
Por nada soltaba yo á Gervasio, no habría podido dirigirme solo;
me
él se
burlaba de mis miedos,
llamaba "nene"' y de repente se
en pos de alguna rubia que
le
escurría
saludaba como á
Las concurrentes
viejo conocido.
me
me
hacían bue-
na cara, se disputaban mi vecindad,
gozaban
lo
que no es decible con mis rubores de inexperto y mis candideces de novicio; hasta que desaparecieron estos, hasta que mi temperamento de meri-
dional precoz y voluptuoso se dio á luz y reclamó
sus fueros. Perdí entonces mis
de ser para ellas
el
fruto
atractivos,
dejé
que no madura aún pero
que ya puede comerse, y yo, en cambio, mordí la
vida sin clasificar sus frutos, por
morder, que
es
el
placer de
Sólo de tiempo en tiempo,
el
los
el
placer
de
pocos años.
recuerdo de Luisa
venía á amargar mi iniciación; y Luisa que no me quería, que
nunca
ros amores, podía
se decidió á aceptar
más que
ganas de marcharme de
la fiesta;
allí
mis prime-
entrábanme
y pensar en
ella
en
un lugar puro, ignorado y solitario. Cuando mi padre descubrió en qué pasaba yo
:
Y RECUERDOS
mis noches, cortó enérgico
el
que no vivía en
él,
tierra extraña sino
con mi hermana y conmigo, palabras vanas
ni
pués de almorzar,
con un golpe
raíz,
que aunque á mí me dolió
y certero
mucho, á
mal de
5 3
Sin
dolió más.
le
un
avisos previos,
me comunicó
la
dia, des-
irrevocable
nueva
— Pasado
mañana
te
vuelves solo á México, en
el
" City of Alexandria
No
vas á vivir con ninguno de tus hermanos
de interno
A
al
lo
tienes tu
Baz
pasaje. ;
vas
!
repentino del derrumbamiento,
ni repuse nada.
ba y sabía que réplica.
Aquí
colegio del señor
pesar de
nada objeté
".
las
De antiguo
practica-
órdenes de mi padre no tenían
Y entre tristezas, recomendaciones y
arre-
glo de baúles, pasaron las horas que debían pre-
ceder á mi partida.
Sombrío fué
el
día del viaje
;
desde temprano,
algunas amistades fueron á despedirme otras á
consuelo y
me á de
me
sin
obligaba á cada instante á sentar-
su lado. También llegó Luisa, con un abrigo
pieles, casto y
toda,
al hotel,
acompañar á mi hermana, que lloraba
que
le
ricia ideal é
bienaventurado, que
daba con su
calor, algo
la
envolvía
como una ca-
inmensa.
A cierta hora,
mi padre no pudo dominar su ner-
IMPRESIONES
=54
viosidad, se levantó del asiento y en parlor,
me
un ángulo
del
dijo:
- Nó, no quiero despedidas, me voy á mi cuarto porque tengo algo que hacer, no subas á buscarme...
Tomó
entonces mi cabeza entre sus manos é im-
primió en
un beso apasionado,
ella
silencioso, y
me agregó
para disimular su emoción hondísima, desde voz
la
muy
puerta, sin mirarme,
— Sé bueno Yo quise
;
la
me manden quejas de tí. me ahogaba la pena, necesi-
que no
abreviar,
taba hallarme solo, desahogarme en sin
insegura
:
más
testigos
que
el
cielo
tante solemne del fuerzas pero lante de los
el
pensable que
le
dijera
antes
lo
alguna vez
y en
á Luisa de-
lo
que no me
que era indis-
:
de separarme devd.,
para siempre, necesito decirle que cho, que ha sido vd.
mi primera
el ins-
dónde saqué
le dije
que estaban presentes,
había atrevido á decirle jamás,
— Luisa,
allí
adiós, ignoro de
hecho fué que
camarote,
mar. Con un
el
y
supremo esfuerzo me arranqué de
el
la
quizá
quiero
ilusión,
lo
mumás
puro que he sentido hasta hoy...
Y
sin dejarla protestar ni oponerse,
agregué
:
— Mi confesión en nada puede ofenderla y vd.,
Y RECUERDOS
$ 5
compensación, puede hacerme un gran ob-
en
sequio.
— ¡Yo Cuál}... — Míreme vd. con cariño por i
!
vez; será su
Ella
gos
me
mirada
dio la
podíamos
mano, me aseguró que pero sus ojos,
ser,
me miraron como
Dos muelle
salí capitalista
ó tres personas-
el
:
sus ojos
me premiaron
con esa limosna
;
me acompañaron
hasta
el
qué me
dije-
es cierto,
pero
cuadro
del
ni
murmullo de sus voces,
no podía borrarse de mi espíritu hotel
!
viaje.
sólo ami-
de ventura.
no recuerdo quiénes eran
;
ron. Oía
oh
¡
yo Jbabía soñado,
en un minuto un año de pasión de amor yo
primera y última
compañera de mi
la
el
mi hermana y sus amigas agrupadas en
una ventana, diciéndome adiós hasta que doblé la
esquina, mientras mi padre, allá en
me
de su cuarto,
bendecía con
mendaba á Dios al último de sus que me sacara con bien de
el
la
soledad
corazón, enco-
hijos, pidiéndole
la travesía del
océano
Atlántico y de la del océano de la existencia..-.
De
tal suerte
hizo odioso
á la patria la
;
que
no
;
c
qué
mujer querida
Apoyado en
me
la
el
vapor, ya aparejado, se
satisfacía
me
que me devolviera
es la patria sin la familia
y sin
?
borda, miraba yo
la
gente que
5
IMPRESIONES
6
desde
el
muelle despedía á
besos al aire,
postrimeras,
los viajeros
;
muchos
muchas lágrimas, recomendaciones
muchos pañuelos blancos agitándose
con curvas de palomas...
Comenzamos
á andar,
comenzó todo á empe-
queñecerse, gentes, objetos, edificios
mi pena
te
De sa,
;
únicamen-
agrandaba.
entonces acá, ha ido mi corazón tan de pri-
que ahora
posee nó,
se
la
sí
puede decir que
mayor de
las
sabidurías
también ha aprendido á
:
un
sabio,
que
no sólo sabe
leer,
es
llorar...
IV
ME HACEN PERIODISTA
De
mala gana,
sin
paraba yo para
ningún
el
aliciente,
me
pre-
examen de 4 año de
de-
recho, al que había llegado gracias al deseo de
padre de verme con alguna carrera
;
calabros en las calificaciones anuales, no cía
mi
pero con des-
me
sedu-
calcularme de notario ó de abogado y de ahí mi
escaso
empeño en obtener
el título.
Y me prepara-
ba sin ningún aliciente, porque ya había yo que-
dado huérfano, ya no tenía á quien obedecer
ni á
quien dar gusto; podía seguir mis impulsos propios, tan malos y tan románticos como los de cualquier
muchacho de mi edad. La
escuela y
un humilde
empleo, se disputaban mi tiempo y destruían, cada
5
IMPRESIONES
b
manera, mis ideas acerca del
cual á su
Quedábanme
sus pobladores. tardes, clitas
mundo y
más de
las
que yo aprovechaba con lecturas heteró-
y solitarios paseos.
instintos literarios se
me
libres las
alegraban
el
pecho
Durante
asomaban ;
me veía
á
éstos, tímidos
mi
interior
y
yo periodista, no-
velista, autor dramático, historiador, poeta, sabio;
seguía con envidioso mirar á los literatos en ejercicio, al
á las reputaciones hechas, y
me llamaba yo
orden, traía á mi memoria los bancos helados
del colegio, los maltratados
cina y
el
escritorios de la ofi-
ensueño volaba, desaparecía ¿quién ha-
bía de publicar las lucubraciones
como
se
esconden
los actos
que escondía yo
reprobados
?
Había
ma-
dos novelas y un drama á medio concluir,
para un tomazo de versos, y una composi-
terial
ción,
poética también, publicada en
un periodi-
quillo de caricaturas. Claro que todo valía
poco, nada
si
se quiere,
mas
muy
siquiera simboliza-
ban loque me dura todavía, un entrañable amor á la literatura, sin el
y,
nombre y como cuando
En
duda porque
es
femenina desde
tal exigente, cruel, olvidadiza,
se entrega, apasionada y soberana.
este estado de
ánimo, Alfredo Volante, que
por entonces escribía de vez en cuando en El Diario del
Hogar y posteriormente
dirigió el efímero
Y RECUERDOS
59
Méximo-Crema, me trastornó un buen sus proposiciones
día con
:
— Quieres ganarte unos cuantos pesos?... — Eso no se pregunta cómo y dónde — Traduciendo del inglés para El Diario del i
?
i
Hogar, i
Yo
i
Te conviene
?
en un periódico
!
Con
tal
de formar parte
de una redacción constituida, no digo traducciones de
artículos serios,
avisos.
Y en
el
habría aceptado
traducir
el
acto nos dirigimos á la imprenta,
situada en la esquina del callejón de Betlemitas y
de
la calle
me
de San Andrés. Por
preparaba; no debía yo
el
camino, Alfredo
manifestar
mucho
entusiasmo ni mucho desprendimiento modestias ;
á
un
lado, él
me
consideraba competente para
la
materia, nada insuperable por cierto.
— Fija unas condiciones dignas y quizá después te
ofrezcan otra cosa.
Llegamos á la
la
redacción
ó
más bien
dicho,
á
administración, la redacción estaba en las pie-
zas interiores, de las que vi salir algunos cajistas
en mangas de camisa, sin sombrero, con unas ras impresas que parecían anhelantes por
chárseles de las manos,
según
lo
que
y las cabriolas que hacían.
— iY
el
editor? preguntó Alfredo.
ti-
mar-
se agitaban
ÓO
IMPRESIONES
— Anda
por
imprenta,
la
le
contestó alguien
sin levantar la cabeza de su labor.
La imprenta era la
;
se
me
hizo inmensa y en efecto lo
tres piezas y dos galerías, la de los cajistas
y
de las prensas. Ahí conocí á Filomeno Mata,
dueño
editor y
del diario
;
tenía
do para atrás y hablaba con es peculiar,
— Le me
á
uno de
esperaba
presentaron á
sombrero echa-
movilidad que
le
los regentes.
yo á vd. él
la
el
— exclamó
— dígale á
en cuanto
Morales que
le
dé
unos periódicos yankees, ya sabe cuáles son, y póngase á traducir en seguida una excursión al Polo Norte
:
urge
material para
el
misma
esta
noche.
Nada
le
repliqué ni
ví á la redacción,
recado y
me
le
hablé de condiciones
pregunté por Morales,
;
vol-
le di
el
señalaron una mesa desocupada. El
trabajo era miel sobre hojuelas, elemental
par de horas entregué
más material
del
;
en un
que
soli-
citaban.
Había en sofá y dos
la
redacción cuatro escritorios, un
sillones
formando estrado, un gran
estante con libros y folletos, y clavados en las paredes, todos los periódicos de la ciudad de
y uno que otro de alguno de los Estados portantes.
En
la pieza
México
más im-
anterior se hallaba
el
des-
RECUERDOS
Y
I
pacho del editor, donde también personas de suposición
;
y en
chivo,
húmedo, polvoriento,
lado,
de cosas inservibles
de versos jóvenes
se recibía á
las
la posterior, el
ar-
lleno de papel
de telarañas viejas y
;
de poemas condenados
;
emba-
al
ol-
vido y de olvidos que significan un poema. Fui, naturalmente, objeto de curiosidad al ins-
talarme
á trabajar
mucho de
con
el
afectuosa llaneza,
me
No me tome
administrador los recibos,
;
me abordó con
hizo los honores de
ofreció cigarrillos y
—
los redactores
gesto y en la pala-
Sólo Francisco R. Morales
bra.
me
saludáronme
;
protección en
me
la casa,
dio la mano.
mi papel de
vd. á lo serio en
soy administrador cuando
nada más.
Y
firmo
se retiró disertando so-
bre diversos temas, zumbón, epigramático, risue-
ño
como siempre
;
lo fué
durante su corta vida.
Por mi desgracia, pronto concluí
lomeno Mata y
entregarme
al
templó un momento y
—