Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico V : homenaje al profesor Juan Gil [1 ed.] 8400099656, 9788400099657

Esta obra se enmarca dentro del “V Congreso internacional de humanismo y pervivencia del mundo clásico” (Alcañiz, octubr

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Spanish Pages 2500 [602] Year 2015

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¿Gonzalo García de Santa María, fuente de las biografías latina y castellana de Juan II de Aragón compuestas por Lucio Marineo S
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VOLUMEN IV: LITERATURA HUMANÍSTICA (III)Biografía e
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Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico V : homenaje al profesor Juan Gil [1 ed.]
 8400099656, 9788400099657

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HUMANISMO Y PERVIVENCIA DEL MUNDO CLÁSICO V HOMENAJE AL PROFESOR JUAN GIL

Todos los trabajos publicados en estos cinco volúmenes han sido cuidadosamente seleccionados, revisados y sancionados por el siguiente Comité Científico: Presidente: Dr. D. Luis Gil Fernández, Catedrático de Filología Griega de la Universidad Complutense. Miembros: Dr. D. José Javier Iso Echegoyen, Catedrático de Filología Latina de la Universidad de Zaragoza. Dr. D. José María Maestre Maestre, Catedrático de Filología Latina de la Universidad de Cádiz. Dr. D. Eustaquio Sánchez Salor, Catedrático de Filología Latina de la Universidad de Extremadura.

José M ª Maestre Maestre - Sandra I. Ramos Maldonado Manuel A. Díaz Gito - Mª Violeta Pérez Custodio Bartolomé Pozuelo Calero - Antonio Serrano Cueto (eds.)

HUMANISMO Y PERVIVENCIA DEL MUNDO CLÁSICO HOMENAJE AL PROFESOR JUAN GIL V.4

ALCAÑIZ - MADRID 2015

Humanismo y Pervivencia del Mundo Clásico V. Homenaje al profesor Juan Gil / José María Maestre Maestre, Sandra Inés Ramos Maldonado, Manuel Antonio Díaz Gito, María Violeta Pérez Custodio, Bartolomé Pozuelo Calero, Antonio Serrano Cueto, eds.- Alcañiz: Instituto de Estudios Humanísticos; Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas; Cádiz: Universidad, Editorial UCA; Cáceres: Universidad de Extremadura, Servicio de Publicaciones; León: Universidad, Servicio de Publicaciones; Zaragoza: Universidad, Servicio de Publicaciones; Teruel: Instituto de Estudios Turolenses, 2015. 5 vols.; 24 cms. ISBN Obra completa: 978-84-00-09965-7 eISBN Obra completa: 978-84-00-09968-8 1. Humanismo- Influencia Clásica- España. 2. Literatura Renacentista Española- Influencia Clásica. 3. Gil, Juan- Homenajes. I. Maestre Maestre, José María, ed. II. Ramos Maldonado, Sandra Inés, ed. III. Díaz Gito, Manuel Antonio, ed. IV. Pérez Custodio, María Violeta, ed. V. Pozuelo Calero, Bartolomé, ed. VI. Serrano Cueto, Antonio, ed. VII. Instituto de Estudios Humanísticos, ed. VIII. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, ed. IX. Universidad de Cádiz, Editorial UCA, ed. X. Universidad de Extremadura, Servicio de Publicaciones, ed. XI. Universidad de León, Servicio de Publicaciones, ed. XII. Universidad de Zaragoza, Servicio de Publicaciones, ed. XIII. Instituto de Estudios Turolenses, ed. XIV. Título. OTRAS ENTIDADES COEDITORAS Y PATROCINADORAS

La publicación de esta obra se ha llevado a cabo también gracias al Proyecto de Investigación de la DGICYT: FFI2012-31097. © INSTITUTO DE ESTUDIOS HUMANISTICOS y CSIC Coordinación editorial de la obra completa: Sandra I. Ramos Maldonado Portada y diseño: Olga Ramos Maldonado Ilustración de cubierta: Joaquín Escuder Viruete Coordinación editorial y premaquetación del Vol. IV: Bartolomé Pozuelo Calero Maquetación del Vol. IV: Olga Ramos Maldonado ISBN Obra completa: 978-84-00-09965-7 eISBN Obra completa: 978-84-00-09968-8 ISBN Vol. IV: 978-84-00-09990-9 eISBN Vol. IV: 978-84-00-09991-6 NIPO: 723-15-119-2 eNIPO: 723-15-120-5 D.L. Vol. IV: M-32119-2015 Imprime: Imprenta Kadmos (Salamanca)

VOL. IV LITERATURA HUMANÍSTICA (III)

BIOGRAFÍA E HISTORIOGRAFÍA

Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 1675-1767

¿Gonzalo García de Santa María, fuente de las biografías latina y castellana de Juan II de Aragón compuestas por Lucio Marineo Sículo? José María Maestre Maestre – Mercedes Torreblanca López Universidad de Cádiz

Resumen: El presente trabajo demuestra que la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón que se conserva en el ms. 1891 de la BNE, hasta ahora considerada una traducción en romance realizada entre 1515 y 1530 de la Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita de Gonzalo García de Santa María, es en realidad una obra compuesta en el siglo XV por Bernat Hug de Rocabertí. Así lo demuestra, entre otros numerosos datos, el hecho de que el contenido de dicho manuscrito no solo influye, como hasta ahora se ha venido afirmando, en las biografías latinas y castellanas de Juan II de Aragón compuestas por Lucio Marineo Sículo y publicadas en 1530, respectivamente, dentro del Opus de rebus Hispaniae memorabilibus y de la Obra... de las cosas memorables de España, sino también en las dos copias de la traducción al castellano de esa misma biografía latina realizada por Rodrigo Álvarez de Medellín, con la ayuda de Marineo, en Pasarón de la Vera entre 1510 y 1511, que se conservan, respectivamente, en la Iglesia de Santa María la Mayor de Alcañiz y en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia. Palabras clave: Historiografía latina y castellana. Biografía de Juan II de Aragón. Gonzalo García de Santa María. Lucio Marineo Sículo. Bernat Hug de Rocabertí. *

El presente trabajo se ha realizado en el seno del Proyecto de Investigación FFI201231097 de la DGICYT y del Proyecto de Excelencia de la Junta de Andalucía P09-HUM-4858. Dedicamos la investigación al Dr. don Juan Gil, philologorum princeps, en reconocimiento público de lo mucho que nos han ayudado sus sabios consejos tanto en este como en todos nuestros trabajos y en agradecimiento por haberlo tenido siempre a nuestro lado a lo largo de los años como maestro y amigo con la humildad y bondad que le caracteriza. Agradecemos, por otra parte, a los Drs. don Bartolomé Pozuelo Calero y doña Sandra Ramos Maldonado su atenta lectura de nuestro original y sus atinadas sugerencias. 1675

José María Maestre Maestre – Mercedes Torreblanca López

Abstract: This paper shows that the work Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón, found in the Spanish National Library, which has been hitherto considered a translation dating from between 1515 and 1530 of Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita by Gonzalo García de Santa María, is, in fact, an original work composed in the 15th century by Bernat Hug de Rocabertí. This can be demonstrated, amongst other things, by the fact that the content of the aforementioned manuscript not only influences the Latin and Castilian biographies of Juan II of Aragón written by Lucio Marineo Sículo and published in 1530 in Opus de rebus Hispaniae memorabilibus and Obra... de las cosas memorables de España respectively, as has been affirmed, but is also evident in the two copies of the Castilian translation of the same latin biography autored between 1510 and 1511 by Rodrigo Álvarez de Medellín, with the help of Marineo, in Pasarón de la Vera, which can be found in Santa María la Mayor church in Alcañiz and in the library of the Real Academia de la Historia. Keywords: Latin and Castilian Historiography. Biography of Juan II of Aragón. Gonzalo García de Santa María. Lucio Marineo Sículo. Bernat Hug de Rocabertí.

I. Introducción En una investigación anterior publicada en 2009 dentro de Humanismo y Pervivencia del Mundo Clásico. Homenaje al profesor Antonio Prieto1 los autores del presente trabajo dimos a conocer a la comunidad científica el descubrimiento realizado en la Iglesia de Santa María la Mayor de Alcañiz por Mercedes Torreblanca López de una copia manuscrita realizada por el padre escolapio Pío Cañizar de San Sebastián con la traducción al castellano de los Commentarii de vita et rebus a Ioanne, Aragoniae et Siciliae rege, gestis del humanista italiano afincado en España Lucio Marineo Sículo, que tiene el título de Corónica del sereníssimo rey don Juan de Aragón y de Sicilia. Señalamos allí que fue en torno a 1793 cuando el padre Cañizar de San Sebastián efectuó la copia en Zaragoza, y, lo que es mucho más importante, desvelamos el origen del manuscrito del que el escolapio sacó la copia: sin lugar a duda, el manuscrito dado a conocer fue copiado de otro de Tamarite de Litera que en 1788 era propiedad de José Lasierra y que en ese mismo 1 Cf. J. Mª Maestre Maestre–M. Torreblanca López, “Descubrimiento de un manuscrito en la Iglesia de Santa María la Mayor de Alcañiz con la traducción al castellano de 1511 de la biografía de Juan II de Aragón compuesta por Lucio Marineo Sículo”, en J. Mª Maestre Maestre–L. Charlo Brea–J. Pascual Barea (eds.), Humanismo y pervivencia del mundo clásico. Homenaje al profesor Antonio Prieto, Alcañiz–Madrid, Instituto de Estudios Humanísticos–Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2009, vol. IV.3, pp. 1177-1230.

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¿Gonzalo García de Santa María, fuente de las biografías latina y castellana de Juan II de Aragón...?

año vio el también padre escolapio J. Traggia en un viaje realizado a la citada población oscense. Al margen de dar a conocer la existencia de tan importante copia manuscrita, que por su localización en la Iglesia de Santa María la Mayor de Alcañiz llamamos A, identificar al autor de la misma y determinar el lugar y el tiempo en que fue sacada, que eran nuestros principales objetivos, establecimos entonces las siguientes cuatro conclusiones: Evidenciamos, en primer lugar, que la versión castellana descubierta resulta de capital importancia para aclarar la suerte que corrieron los Commentarii de vita et rebus a Ioanne, Aragoniae et Siciliae rege, gestis compuestos por Marineo entre 1500 y 1508 después de que el humanista italiano se los entregara a Fernando el Católico en febrero o marzo de 1509: recordemos, en efecto, que la copia manuscrita contiene la traducción que, por orden del monarca, realizó en Pasarón de la Vera, entre diciembre de 1510 y junio de 1511, Rodrigo Álvarez de Medellín en colaboración con el propio Marineo. Demostramos, en segundo lugar, que el manuscrito alcañizano no solo nos permite vislumbrar las diferencias de contenido del mencionado texto latino terminado en 1508, al día de hoy perdido, respecto al publicado en 1530 dentro de los libros XII al XVIII del Opus de rebus Hispaniae memorabilibus, sino, lo que es mucho más importante, nos permite apreciar –ahora de forma absolutamente segura– los cambios, tanto de contenido como de redacción, que sufrió la obra en castellano desde que se realizó la misma entre 1510 y 1511 hasta su publicación, también en 1530, dentro de los libros XII al XVIII de la Obra ... de las cosas memorables de España. Expusimos, en tercer lugar, que el cotejo del texto castellano de 1511 con el publicado en 1530 nos hace ver que, al margen de que Fernando el Católico tomara la decisión en 1511 de que no se publicaran los Commentarii de vita et rebus a Ioanne, Aragoniae et Siciliae rege, gestis para no remover un conflicto que nada favorecía sus propios intereses, máxime en los momentos previos a la anexión de Navarra,2 la razón última estribó en la falta de tacto político de Marineo arremetiendo muy duramente contra los catalanes a cuenta del conflicto desatado entre Juan II de Aragón y su hijo, el Príncipe de Viana. Hicimos constar, en cuarto y último lugar, que el cotejo de ambos textos saca a la luz múltiples cambios de redacción por razones estilísticas y otros de contenido debidos a cortesía social, cuyo hallazgo resulta también de gran interés para el estudio de la biografía de Juan II de Aragón compuesta por Marineo. 2

Sobre este episodio histórico, cf. M. A. Ladero Quesada, “La incorporación de Navarra a Castilla: Precedentes, circunstancias y esfectos”, y L. Suárez Fernández, “Fernando el Católico y Navarra”, en M. A. Ladero Quesada (coord.), La Edad Media hispánica: en torno a cuatro centenarios, Madrid, Real Academia de la Historia, 2012, pp. 91-118 y 119-133, respectivamente. 1677

José María Maestre Maestre – Mercedes Torreblanca López

Pero, como también señalamos al final de esa misma investigación y, más concretamente, dentro del apartado X, intitulado “Futuros trabajos derivados del descubrimiento del manuscrito”, era mucho lo que quedaba por hacer a la luz de tan apasionante descubrimiento, al margen obviamente de realizar la edición crítica de la mencionada versión castellana, que está llevando a cabo como tesis doctoral, bajo la dirección de los Drs. J. Mª Maestre Maestre y A. Serrano Cueto, Mercedes Torreblanca López en la Universidad de Cádiz dentro del programa de doctorado interuniversitario, con mención de calidad, “Raíces culturales de Europa: textos y lenguas”. Y, en efecto, como también apuntamos allí, dentro de esas investigaciones urgentes figuraban las dos siguientes ya realizadas. a) En primer lugar, resultaba del todo obligado intentar localizar el manuscrito original de la biografía castellana de Juan II de Aragón escrita por Marineo, que, como hemos dicho, en 1788 era propiedad de don José Lasierra, vecino de Tamarite de Litera, y del que hacia 1793 sacó el padre Pío Cañizar de San Sebastián3 la copia descubierta por Mercedes Torreblanca López en la Iglesia Santa María la Mayor de Alcañiz. El resultado de esta necesaria investigación, que damos a conocer ahora por primera vez, es el siguiente.4 Gracias al magnífico libro Nobiliario de La Litera. Las familias nobles de la Comarca de la Litera publicado por don Carlos E. de Corbera Tobeña,5 hemos averiguado, en primer lugar, que la información que nos dió el padre don Joaquín Traggia al final de su relación de la visita que hizo a Tamarite de Litera el 25 de octubre de 1788 en el sentido de que don Joseh Lasierra obtuvo el manuscrito por “la casa de Pasamonte incorporada en la suya que heredo los papeles de [don Joseph Martínez del] Villar”,6 se explica por el enlace de don Antonio Lasierra Aladín (1655-1710) con doña Clara de Viu y Pasamonte, natural de Tamarite de Litera, el 11 de noviembre de 1702.7 3

Cf. J. Mª Maestre Maestre–M. Torreblanca López, “Descubrimiento...”, p. 1213, nota 150. 4 Dejamos pública constancia de nuestro agradecimiento al Sr. don Carlos E. de Corbera Tobeña, autor del espléndido trabajo que citamos en la nota 5 y siguientes, así como también a los Srs. don Juan Rovira Marsal y don Valeriano C. Labara Ballestar por las múltiples informaciones que nos han dado sobre la familia Lasierra de Tamarite de Litera. 5 Cf. C. E. de Corbera Tobeña, Nobiliario de La Litera. Las familias nobles de la Comarca de La Litera, Zaragoza, Institución Fernando el Católico de la Excma. Diputación Provincial de Zaragoza–Centro de Estudios Literanos, 2015, p. 256, nº VII. 6 Cf. J. Mª Maestre Maestre, “Descubrimiento...”, p. 1212, texto al que se refieren las notas 143 y 144. 7 Cf. C. E. de Corbera Tobeña, Nobiliario..., p. 256, nº VII. 1678

¿Gonzalo García de Santa María, fuente de las biografías latina y castellana de Juan II de Aragón...?

De otra parte, hemos logrado saber que el nombre completo del propietario del manuscrito en el siglo XVIII es Francisco José Liborio Lasierra Falces. Este, nacido el 22 de julio de 1724 y bautizado en la entonces Colegiata de Santa María la Mayor de Tamarite de Litera, fue hijo de don Antonio Lasierra Cariello, natural de la citada población, y de doña María Francisca de Falces, de San Esteban de Litera; se casó con doña Joaquina Tallada Mola en Azanuy el 22 de marzo de 17678 y fue padre de don Melchor Lasierra Tallada, quien, nacido en Azanuy (Huesca) en 1770 y dedicado a la vida militar (fue subteniente de caballería y agregado al Estado Mayor de la plaza de Monzón), se desposó en 1800 con doña Justa Purroy y Turmo9 y fue padre de don Antonio Joaquín Benito Lasierra Purroy:10 nos encontramos así ante una familia de rancio abolengo, pues don Antonio Lasierra Cariello obtuvo sentencia confirmatoria de su Infazonía, ante la Real Audiencia de Aragón, el 28 de agosto de 1694 y en 1734 aparece empadronado en el Estado Noble en los Padrones Municipales de Tamarite de Litera.11 Descendiente de don Antonio Joaquín Benito Lasierra Purroy fue don Antonio Melchor Pedro Lasierra Moncasi (Tamarite de Litera, 1839–Salas Altas [Huesca], 1892), que llegó a ser Gobernador Civil de la provincia de Gerona y se casó con doña María Pilar Purroy y Virto de Vera en 1885,12 de cuyo matrimonio nacieron tres hijos: don Ángel Lasierra Purroy,13 don Antonio Lasierra Purroy14 y don Melchor Lasierra Purroy.15 De acuerdo con la ley aragonesa, el mayorazgo lo ostentó el primero de estos tres hermanos, don Ángél de la Lasierra Purroy, nacido en 1868, que se casó con doña María Carpi Ruata y tuvo tres hijos, don Antonio Lasierra Carpi, don Luis Pedro Lasierra Carpi y don Ángel Lasierra Carpi.16 Por necesidades económicas don Ángel Lasierra Purroy se vio obligado a vender en 1929 la finca familar “La Melusa” a la Confederación Hidrográfica del Ebro, operación esta en la que intervino su hermano don Antonio Lasierra Purroy, que desde 1917 a 1934 ocupó el cargo de director del Canal Imperial de Aragón. Es un hecho, sin embargo, que, pese a que sus hijos se habían marchado a Barcelona, don Ángel Lasierra Purroy no vendió la Casa Solar de 8

Cf. ibid., p. 262, nº X. Cf. ibid., p. 264, nº XI. 10 Cf. ibid., pp. 264-265, nº XII. 11 Cf. ibid., p. 260, nº IX. 12 Cf. ibid., pp. 265-268, nº XIII. 13 Cf. ibid., p. 268, nº XIV. 14 Cf. ibid., pp. 265-267, nº XIII.2. 15 Cf. ibid., p. 268, nº XIII.3. 16 Sobre los tres hijos de don Ángel Lasierra Purroy, cf. nota 27. 9

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José María Maestre Maestre – Mercedes Torreblanca López

la familia en Tamarite de Litera, que desapareció hace veinticinco años, pero que entonces estaba ubicada, dentro del Barrio de Albelda, en la calle Mayor, nº 28, por la entrada de la ciudad desde el sur17 y que en ella falleció el 9 de agosto de 1935.18 Llegada la Guerra Civil, la casa familiar de los Lasierra fue ocupada por el comité local de la CNT, lo que, habida cuenta de las continuas quemas de libros y documentos que comenzaron el 23 de julio de 1936 junto a la ex-colegial de Santa María la Mayor y que se extendieron a todas las bibliotecas de las casas adineradas de Tamarite de Litera, es harto probable que nuestro manuscrito tuviera un final tan terrible como el que acabamos de describir. Así nos lo hace pensar también nuestra toma de contacto con los descendientes actuales de don Antonio Lasierra Purroy19 y de don Melchor Lasierra Purroy.20 Este último, casado con doña Teresa Penén Bastaras, tuvo una hija, doña Ángeles Lasierra Penén que se desposó con don Arturo Guillén de Urzáiz Cortes y Cavero, de cuyo matrimonio nacieron doña Blanca Guillén Lasierra, marquesa de Irache, y sus hermanos don Miguel Guillén Lasierra y don Arturo Guillén Lasierra. Puestos en contacto con ellos, nos aconsejaron amablemente que hablásemos con un primo materno hermano suyo, el abogado don Antonio Lasierra García, hijo de don Carlos Lasierra Carpi21 y doña Ana María García Andrés y nieto de don Antonio Lasierra Purroy y de su esposa doña Carmen Carpi Ruata.22 Gracias a su generosidad supimos, entre otras muchas cosas, que al menos. una parte de la biblioteca familiar la conservaba su tío paterno el abogado don Juan Antonio Lasierra Carpi, quien, casado con doña Pilar Puig Gallifa († 1996), había fallecido sin descendencia a los ochenta ocho años en Zaragoza el 18 de enero de 2003,23 pero que él tenía acceso a la misma e intentaría buscar allí el manuscrito. 17 De la casa, derruida en el año 1990 y sobre cuyos cimientos se construyó un nuevo inmueble al año siguiente, puede verse una fotografía en C. E. de Corbera Tobeña, Nobiliario..., p. 258 (cf. et ibid., p. 255) y otras dos en C. Pérez Grúas, Tamarit retratat: Algayó y la Melusa. Sus gentes, sus calles (1870-1970), Tamarite de Llitera, Ayuntamiento de Tamarite de Litera, 2004, pp. 202 (parte derecha) y 286 (parte central al fondo). 18 Cf. nota 13. 19 Cf. nota 14. 20 Cf. nota 15. 21 Para una biografía del mismo, cf. C. E. de Corbera Tobeña, Nobiliario..., p. 266, nº XIII.2.5. 22 Aclaramos que Doña Carmen Carpi Ruata era hermana de doña María Carpi Ruata, esposa de don Antonio Lasierra Purroy. Nos encontramos, en definitiva, con dos hermanos que se casaron con dos hermanas. 23 Cf. C. E. de Corbera Tobeña, Nobiliario..., p. 266, nº XIII.2.4.

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¿Gonzalo García de Santa María, fuente de las biografías latina y castellana de Juan II de Aragón...?

Esta información nos llenó de alegría, pues nos hizo albergar la esperanza de que los libros de don José Lasierra Falces –y, entre ellos, el manuscrito con la traducción de la biografía de Juan II de Aragón escrita por Marineo– se hubieran librado del duro destino que, como hemos dicho, tuvo la Casa Solar de la familia Lasierra de Tamarite de Litera al instalarse en ella el comité local de la CNT, y que por fortuna hubieran ido a parar en Zaragoza a manos de una persona tan culta como don Antonio Lasierra Purroy, Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, quien, como hemos señalado, ocupó durante diecisiete año el cargo de director del Canal Imperial de Aragón24 y, a través de este, a su hijo don Juan Antonio Lasierra Carpi, abogado harto conocido en Zaragoza por haberse construido un órgano de 240 tubos en su casa y trayendo las piezas desde Alemania a través del oficial de este país encargado de afinar el órgano de la Basílica del Pilar.25 Pero, pese a tan halagüeñas perspectivas, llegado el momento de que don Antonio Lasierra García buscase el preciado manuscrito de Marineo en la biblioteca de su tío paterno don Juan Antonio Lasierra Carpi, la labor ha resultado, hoy por hoy, infructuosa26 y, aunque la investigación aún no está cerrada del todo, pues estamos intentando localizar a los descendientes de don Ángel Lasierra Purroy en Barcelona,27 sin embargo, todo nos hace pensar que el ejemplar que Marineo envió a Fernando el Católico con la traducción de la biografía latina de Juan II de Aragón realizada en Pasarón de la Vera entre 1510 y 1511 fue pasto de las llamas en aquella barbarie colectiva que vivió España entre 1936 y 1939. 24 Para la biografía del mismo, cf., de un lado, la voz “Lasierra Purroy, Antonio” en Gran Enciclopedia Aragonesa consultable en la página de Internet http://www.enciclopediaaragonesa.com/voz.asp?voz_id=7786 (último acceso: 10.9.2015), y, de otro, C. E. de Corbera Tobeña, Nobiliario..., pp. 265-266, nº XIII.2. 25 Cf. el artículo periodístico de M. García “El abogado que se construyó un órgano en casa” publicado el 18 de junio de 2009 en Tinta de hemeroteca del diario El Heraldo en la página electrónica de Internet blogs.heraldo.es/tinta/?p=524. 26 Expresamos nuestro público agradecimiento a don Antonio Lasierra García por su extraordinaria amabilidad y generosidad y damos las gracias igualmente a su madre doña Ana María García Andrés, quien con noventa y seis años de edad nos ha dado importantes datos sobre la familia Lasierra y ratificado que era en Barcelona donde debíamos dar los siguientes pasos de nuestra investigación. 27 Como ya dijimos, don Ángel Lasierra Purroy tuvo tres hijos: del mayor, don Ángel Lasierra Carpi, sabemos que nació en Tamarite de Litera en 1900 y que se casó con doña Montserrat Sans Roca, que falleció en 1980, sin descendencia (cf. C. E. de Corbera Tobeña, Nobiliario..., p. 270, nº IV); del segundo, don Luis Pedro García Carpi, nos consta que nació, también en Tamarite de Litera, el 13 de mayo de 1903, y que falleció en Hospitalet de Llobregat el 9 de enero de 1980 (cf. ibid., p. 268, nº XIV.2.2); y, por último, del tercero, don Ángel Lasierra Carpi, solo tenemos noticia de su existencia (cf, ibid., p. 268, nº XIV.2.3).

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José María Maestre Maestre – Mercedes Torreblanca López

b) En segundo lugar, era necesario identificar los Comentarios del ínclito rey don Joan de Aragón i Sicilia del ms. 9/484 de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia de Madrid [BRAH] a la luz del manuscrito alcañizano28 descubierto. Esta tarea, no menos urgente que la anterior, nos ha permitido concluir que dicho manuscrito, hasta ahora no estudiado, contiene una copia de la Corónica del sereníssimo rey don Juan de Aragón y de Sicilia que, aunque realizada en 1542 y carente del prólogo general por habérsele arracando al ejemplar, sin embargo, recoge un texto algo anterior al del ejemplar de la Iglesia de Santa María la Mayor de Alcañiz, que llamamos R por el nombre de la biblioteca donde está conservado: la importancia de este nuevo texto es obvia, pues su cotejo con A nos permite ver el proceso de limae labor del humanista italiano dentro de la traducción realizada entre 1510 y 1511 como paso previo del realizado posteriormente para la publicación de 1530.29 A dichas investigaciones cabe añadir la que pasamos a dar a conocer en este nuevo capítulo, que por su importancia también diseñamos ya en el mencionad o apartado de “Futuros trabajos derivados del descubrimiento del manuscrito” con el que, como hemos dicho, cerramos nuestra publicación de 2009.30 Nos referimos al análisis del impacto tanto del manuscrito descubierto en la Iglesia Santa María la Mayor de Alcañiz como, añadimos ahora, del de la BRAH en la tesis formulada por R. B. Tate sobre la posible influencia de la crónica sobre Juan II de Aragón compuesta por Gonzalo García de Santa María en la de Marineo.31

28

Anticipamos la existencia de esta copia en J. Mª Maestre Maestre–M. Torreblanca López, “Descubrimiento...”, p. 1179, nota 4. 29 Cf. J. Mª Maestre Maestre–M. Torreblanca López, “Identificación del ms. 9/484 de la Real Academia de la Historia de Madrid a la luz del manuscrito descubierto en la Iglesia de Santa María la Mayor de Alcañiz con la traducción al castellano de 1511 de la biografía en latín de Juan II de Aragón compuesta por Lucio Marineo Sículo”, Homenaje al profesor Francico Talavera Esteso, Málaga, en prensa. 30 Cf. J. Mª Maestre Maestre–M. Torreblanca López, “Descubrimiento...”, pp. 1128-1129. 31 Aclaramos que, como puede verse en J. Mª Maestre Maestre–M. Torreblanca López, “Descubrimiento...”, p. 1228, nota 203, los autores pensábamos dar a esta parte de la investigación el título de “Revisión de la hipótesis de R. B. Tate sobre el influjo de la biografía de Juan II de Aragón compuesta por Gonzálo García de Santa María en la de Lucio Marineo Sículo”, pero al final hemos optado por darle el que aparece ahora en el trabajo. 1682

¿Gonzalo García de Santa María, fuente de las biografías latina y castellana de Juan II de Aragón...?

II. La supuesta influencia de Gonzalo García de Santa María en la biografía latina de Juan II de Aragón compuesta por Lucio Marineo Sículo: estado actual sobre la cuestión Nuestro trabajo ha de principiar obligatoriamente por recordar dos hipótesis formuladas por nuestro añorado colega y amigo R. B. Tate, fallecido en 2011, en el magnífico libro sobre la historiografía peninsular del siglo XV que, reuniendo membra disiecta suyos anteriores, sacó a la luz en 1970.32

II.1. Hipótesis de R. B. Tate, dando por inexistente la traducción concluida en 1511 En el capítulo intitulado “Lucio Marineo Sículo y Gonzalo García de Santa María” Tate escribió lo siguiente en torno a los Commentarii de vita et rebus a Ioanne, Aragoniae et Siciliae rege, gestis y a la versión castellana de los mismos que entre 1510 y 1511 realizó Marineo en Pasarón de la Vera con la ayuda de Álvarez de Medellín:33 No es irrazonable suponer que, como De laudibus y De Genealogia Rerum Aragonum, que fueron incluidos también más tarde en De rebus, esta obra [biografía de Juan II de Aragón] haya sido originalmente compuesta para ser publicada separadamente, cosa que, inexplicablemente, nunca acaeció. Por ello, no podemos saber en qué medida cambió su redacción original entre 1508 y la primera edición de De rebus en 1530. Sabemos por Marineo que se hizo una traducción castellana (bajo las instrucciones de Fernando, hacia 1510) con ayuda de Rodrigo Álvarez de Medellín, secretario de Gómez de Toledo, Obispo de Plasencia. De esta traducción no ha sobrevivido más que la introducción, aunque haya sido equivocadamente atribuida a Gonzalo García de Santa María.

Acierta aquí el investigador inglés al suponer que Marineo, a quien Fernando el Católico encargó la biografía de Juan II en 1500, la terminó de escribir en noviembre de 150834 con la intención de publicarla inmediatamente.35 Sin embargo, nuestro estudioso no atinó a explicar por qué razón no llegó a publicarse esta obra en aquel entorno, poniendo así de manifiesto un primer problema que necesariamente había que investigar. 32

Cf. R. B. Tate, Ensayos sobre la historiografía peninsular del siglo XV, Madrid, Gredos, 1970. 33 Cf. R. B. Tate, Ensayos..., p. 251. 34 Sobre las fechas en las que Marineo comenzó y concluyó su biografía en latín de Juan II de Aragón, cf. J. Mª Maestre Maestre–M. Torreblanca López, “Descubrimiento...”, pp. 1180-1181. 35 Así nos lo hace ver una carta de Marineo a Juan Cabrero, mayordomo real (cf. J. Mª Maestre Maestre–M. Torreblanca López, “Descubrimiento...”, pp. 1182-1183). 1683

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De otra parte, Tate planteó un segundo problema al hacer la afirmación de que “no podemos saber en qué medida cambió su redacción original entre 1508 y la primera edición de De rebus en 1530”, afirmación esta que paradójicamente no le impide proponer, como veremos a continuación, una hipotética relación textual de la biografía latina de Marineo tanto con la escrita en latín por García de Santa María, como con la traducción al castellano de esta última obra.

II.2. Hipótesis de Tate sobre el supuesto influjo de García de Santa María en la biografía latina de Juan II de Aragón compuesta por Marineo Tate realizó un profundo estudio de la biografía latina y castellana de Juan II de Aragón publicadas por Marineo comparándola tanto con la Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita per Gundissalvum Garsiam de Sancta Maria iurisconsultum civem Caesaraugustanum edita (que en adelante citaremos también como G),36 es decir, con la biografía latina que por encargo de Fernando el Católico escribió entre 1501 y 151537 García de Santa María, como con la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón (que en delante citaremos también como GR),38 es decir, con la traducción al castellano de esta biografía latina que, gracias a una carta que remitió Fernando el Católico al jurisconsulto zaragozano desde Aranda del Duero el 2 de agosto de 1515,39 sabemos que el monarca le había encargado hacer y él había aceptado llevar a cabo: al igual que la latina,40 dicha versión se conserva manuscrita en la Biblioteca Nacional de España41 [BNE] y, al igual

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Tate llamó G al texto por haber sido escrito por “Gonzalo” García de Santa María (cf. R. B. Tate, Ensayos..., p. 255, nota 16). 37 Cf. el apartado V. 38 Como puede verse en la misma nota de Tate citada en nuestra anotación anterior, el investigador inglés llamó GR a la supuesta versión en romance de “Gonzalo” García de Santa María. 39 Cf. el texto al que se refiere la nota 79. 40 Cf. Ms. 9571 de la BNE, 79 folios sin numerar, es decir, 158 páginas. Para una descripción bibliográfica del mismo, cf. Inventario de manuscritos de la Biblioteca Nacional, Madrid, BNE, 2000, t. XIV (9501 a 10200), p. 67. 41 Cf. Ms. 1891 de la BNE, ff.1r-69v. Para una descripción bibliográfica del mismo y, sobre todo, para la lectura de las dos anotaciones del siglo XVII en el manuscrito sobre la pérdida de una hoja y media al comienzo y casi diez hojas al final, cf. el texto al que se refiere la nota 212. 1684

¿Gonzalo García de Santa María, fuente de las biografías latina y castellana de Juan II de Aragón...?

también que la escrita en la antigua lengua del Lacio,42 fue publicada en 1852 por A. Paz y Melia.43 En ese profundo estudio, tras mostrar una serie de pasajes claramente concomitantes, nuestro avezado investigador concluye que hay una obvia relación de contenido entre la biografía latina y castellana de Juan II publicada por Marineo en 1530 con la terminada de escribir en latín por García de Santa María en 1515 y, de forma mucho más clara, con la supuesta traducción al romance de la misma obra realizada por el jurisconsulto zaragozano. Y en ese contexto formula la siguiente hipótesis de dependencia intertextual, que apuntala con la opinión de Zurita:44 ¿Cómo se han de interpretar los hechos a la vista de esto? Se podría suponer que los dos biógrafos comenzaron en la misma fecha llegando de manera asombrosa a idénticos resultados, un caso que no encuentra el menor eco en la correspondencia que ha llegado hasta nosotros. O se podría sospechar que Gonzalo tomó prestado o copió de Marineo, lo que parece improbable, ya que difícilmente presentaría a la corte una redacción semejante unos seis años más tarde que Marineo. Hay la posibilidad de que Marineo elaborase una primera versión, los “comentarios o minutas” a que nos hemos referido anteriormente, que abandonó más tarde en favor de la versión romance más completa basada en el latín de Gonzalo. Ésta apareció sólo mucho después de la muerte de Fernando y Gonzalo. Zurita parece inclinarse ciertamente a la opinión de que fue Gonzalo quien suministró el original. En una réplica a Federico Font i Pastor, que le rogaba evitase las falsedades de la historia de Marineo (marzo, 1563), hace la siguiente observación: “Un gran letrado deste Reyno que pudo alcançar aquellos 42 Cf. A. Paz y Melia (ed.), Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita per Gundissalvum Garsiam de Sancta Maria iurisconsultum civem Caesaraugustanum edita (Biblioteca Nacional.-Dd.-184.), en Colección de documentos inéditos para la historia de España, Madrid, 1852, vol. 88, pp. 175-273. Debemos señalar que la edición no corrige obvios lapsus del original, como los que comentamos en las notas 62 y 84. 43 Cf. A. Paz y Melia (ed.), Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón, que compuso Gonzalo García de Santa María, jurisconsulto, ciudadano de Zaragoza (Biblioteca Nacional, G.157), en Colección de documentos inéditos..., pp. 275-350. Aclaramos que, dado que, como ya hemos dicho en la nota 42 (cf. et el texto al que se refiere la nota 212), el manuscrito ha perdido una hoja y media al comienzo y unas diez hojas al final, el editor decidió completar ambas lagunas haciendo una traducción de los correspondientes textos de la Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, uita, en los que imita el estilo latinizante de la versión: esos textos aparecen publicados al principio y al final de la edición, aunque afortunadamente el autor delimita y explica que no son originales (y que, por tanto, añadimos nosotros, carecen de la seguridad filológica necesaria). Finalmente, debemos señalar que la edición castellana de Paz y Melia no es rigurosa, como nos demuestra, por ejemplo, el lapsus que corregimos en la nota 219 o el uso de “ñ” en un buen número de palabras en contra de lo que pone el original. 44 Cf. R. B. Tate, Ensayos..., p. 261. El investigador remite en nota 26 a “Dormer, Progresos, pp. 582-8” para los datos bibliográficos de las cartas de Federico Font i Pastor y Zurita.

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tiempos, y se llamó Micer Gonçalo García de Santa María, escrivió en un volumen la misma historia con muy poca diligencia, a quien parece aver seguido Marineo Sículo, que lo escrivió de la manera que v. m. en su carta apunta”.

Como vemos, Tate, a partir de las palabras “comentarios o minutas que asy yo he texido quasy de un casero y común hilado” de la versión castellana de la Oratio de laudibus historiae,45 es decir, del discurso preparado por Marineo con motivo de la entrega a Fernando el Católico en 1509 de la biografía de Juan II de Aragón, formuló la hipótesis de que esta obra, terminada de escribir a finales de 1508 por Marineo y traducida después, con su ayuda, por Álvarez de Medellín, entre 1510 y 1511, eran solo unos simples “comentarios o minutas”, que reelaboró después para su publicación en 1530, tanto en latín dentro del Opus de rebus Hispaniae memorabilibus (en adelante, Op) como en castellano dentro de la Obra ... de las cosas memorables de España (en adelante, Ob), a la vista de la supuesta traducción al romance de la biografía del mismo monarca aragonés que habría realizado el jurisconsulto zaragozano.

III. Puntualizaciones previas a las dos hipótesis de Tate A lo expuesto por nuestro colega en el primero de los dos textos citados, en el sentido de que “no podemos saber en qué medida cambió su redacción original entre 1508 y la primera edición de De rebus en 1530” y que la traducción castellana concluida en 1511 “no ha sobrevivido más que la introducción”, debemos señalar que, si bien hoy por hoy no ha aparecido el texto latino de la biografía latina de Juan II de Aragón concluida por Marineo en 1508, sí conservamos por fortuna, como ya hemos señalado, dos copias manuscritas de la versión al castellano realizada entre 1510 y 1511, que arrojan datos preciosos sobre cuál era el contenido del texto latino escrito originariamente por Marineo:46 nos referimos, como es obvio, a A, la copia descubierta en la Iglesia de Santa María la Mayor de Alcañiz, y a R, la copia que, gracias a ella, hemos podido identificar como similar, pero con un texto anterior en el tiempo, en el ms. 9/484 de la BRAH. En definitiva, de la traducción que ordenó hacer Fernando el Católico al humanista italiano no se ha conservado sólo el texto de la “introducción”, como llama Tate a la Oratio de laudibus historiae convertida luego por Marineo en prólogo general de su biografía,47 45

Cf. nota 47. Sobre los cambios textuales entre la versión castellana concluida en 1511 y la publicada en 1530 remitimos al lector a la lectura de J. Mª Maestre Maestre–M. Torreblanca López, “Descubrimiento...”, pp. 1218-1228. 47 Tate llama así a la Oratio de laudibus historiae, puesta por Marineo como prólogo general de la biografía de Juan II de Aragón, que fue en un principio el discurso con el que el humanista italiano entregó en febrero o marzo de 1509 a Fernando el Católico la mencionada obra y le pidió que le asignara a él, frente a Nebrija, aunque no lo menciona 46

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sino toda la obra, lo que evidentemente nos permitirá verificar la validez de la hipótesis formulada en el segundo de los textos antes citados tanto sobre si la obra original eran unos simples “comentarios o minutas”, como sobre el supuesto influjo de la “versión romance más completa basada en el latín de Gonzalo” en la biografía latina y castellana de Juan II de Aragón publicadas por Marineo en 1530. Creemos necesario, en definitiva, advertir al lector que el descubrimiento del ejemplar de la Iglesia de Santa María la Mayor de Alcañiz –y la posterior idenficación del ms. 9/484 de la Biblioteca de la BRAH a la luz del manuscrito alcañizano– cambian radicalmente las posibilidades de investigación que tuvo Tate al formular sus hipótesis: pensemos, por ejemplo, respecto al primero de los dos textos suyos citados, que, como ya hemos recordado en nuestra introducción, gracias a la copia manuscrita conservada en Alcañiz solucionamos nosotros en el anterior trabajo el problema de por qué no se publicó la obra en el entorno de 1509 a 1511, haciendo ver que la negativa del rey a la publicación estribó no solo en su deseo de no remover un conflicto que nada favorecía sus propios intereses, máxime en los momentos previos a la anexión de Navarra,48 sino sobre todo en la falta de tacto político de Marineo al arremeter duramente contra los catalanes a cuenta del conflicto desatado entre Juan II de Aragón y su hijo, el Príncipe de Viana, en el contexto del problema catalán.49

explícitamente, el escribir su historia y la de la reina Isabel (cf. J. Mª Maestre Maestre, “La Diuinatio in scribenda historia de Nebrija”, Euphrosyne, 23 (1995), pp. 141-173). La oratio fue reutilizada muchos años después, en 1530, mutatis mutandis, como segundo prólogo de su Opus de rebus Hispaniae memorabilibus, como también sucede con la versión castellana de la misma, traducida como el resto de la biografía latina de Juan II de Aragón en Pasarón de la Vera entre 1510 y 1511, que hallamos al comienzo de A (cf. J. Mª Maestre Maestre–M. Torreblanca López, “Descubrimiento...”, pp. 1199-1202), El texto latino de dicha oratio fue publicado por Marineo, con otros opúsculos suyos en prosa y verso, en la citada edición de sus Epistolarum familiarium libri decem et septem aparecida en Valladolid en 1514. Sobre el error que cometió M. Serrano y Sanz en “[Discurso] En favor de las estorias por Gonzalo García de Santa María”, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 9 (1903), pp. 460-464, al atribuir a García de Santa María la copia del prólogo de la biografía de Juan II escrita por Marineo que se conserva en el ms. 19.364 de la BNE, entonces no identificado, debemos señalar que su localización exacta fue dada a conocer por P. M. Cátedra, “La literatura funcionarial en tiempos de los Reyes Católicos”, en A. Chas Aguión–C. Tato García (eds.) Siempre soy quien ser solía. Estudios de literatura española medieval en homenaje a Carmen Parrilla, A Coruña, Universidade da Coruña, 2009, p. 66. 48 Cf. nota 2. 49 Cf. J. Mª Maestre Maestre–M. Torreblanca López, “Descubrimiento...”, pp. 1224-1228. 1687

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IV. La traducción castellana de la biografía latina de Juan II de Aragón terminada por Marineo Sículo en 1511 como escollo insalvable para la hipótesis de Tate sobre la datación y autoría de la versión romance atribuida a García de Santa María Las hipótesis formuladas por Tate de que la biografía de Juan II compuesta en latín por Marineo entre 1500 y 1508 y entregada a Fernando el Cátólico en 1509 consistía en unos simples “comentarios o minutas” y de que la “versión romance más completa basada en el latín de Gonzalo” influyó en las biografías de Juan II de Aragón publicadas en 1530 por el humanista italiano tanto en latín como en castellano, saltan hechas pedazos a la luz tanto de A como de R.

IV.1. Error de Tate al suponer que la obra original eran unos simples “comentarios o minutas” Comencemos por recordar que en el prólogo general de la obra latina de 1509, es decir, en la Oratio de laudibus historiae, Marineo escribió:50 […] Tuum est itaque nunc, prudentissime rex, si tibi uidebitur, aliquem uirum ingenio magnum et orthodoxum quaerere qui et commentaria ista a me tenui fragilique filo contexta in meliorem figuram et ampliorem formam distendat […].

texto este que se corresponde con el siguiente de la traducción castellana de ese opúsculo editada en 1903 por Serrano y Sanz, aunque atribuyéndolo erróneamente, como bien hizo ver Tate y ya hemos recordado, a García de Santa María y no a Marineo:51 […] Asy que, en mano de Vuestra Alteza es agora, Rey sobre todos muy prudente, mandar procurar algun varon de claro yngenio y muy recto y leal, que alargue y estienda con mas alta y subida manera de dezir estos mis comentarios ó minutas, que asy yo he texido quasi de un casero y comun hilado. […]

Sacamos a relucir estos pasajes, pues, como ya dijimos, es a partir de ellos de donde Tate concluye que la biografía de Juan II de Aragón compuesta en latín entre 1500 y 1508 por Marineo era solo unos “comentarios, o minutas”.

50 Cf. Lucii Marinei Siculi Epistolarum familiarium libri decem et septem, Orationes quinque, De Parcis liber unus, Repetitio de uerbo fero et eius compositis liber unus, Carminum libri duo. Sunt praeterea in principio operis carmina quibus auctor iuxta crucem Christi cum Virgine Matre plorat et lamentat. Sunt et orationes duae breues ad Christum Saluatorem et ad Virginem Dei Genitricem una et angelica salutatio cum additionibus Siculi, Impressum Vallisoleti per Arnaldum Gulielmum Brocarium et exactissime castigatum anno Domini millesimo quingentesimo decimo quarto pridie Kalendas Martias, f. A IIIr. 51 Cf. M. Serrano y Sanz, “Discurso...”, p. 464.

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Sin embargo, el cotejo del contenido de A con el de la versión latina y castellana publicada en 1530 que realizamos en nuestro anterior trabajo nos permite concluir que, al margen de lo indicado respecto al prólogo general de la obra y al margen de que en el impreso se reduce el prefacio específico del libro I por contener una información publicada dentro de la historia de Fernando de Antequera, el contenido de la obra es básicamente el mismo, aunque con modificaciones en el orden de los capítulos del libro I y con cambios textuales de mayor o menor calado dependiendo de que obedecieran a razones de cortesía social o políticas o a razones estilísticas.52 Y lo mismo sucede con el cotejo de R con el de las versiones latina y castellana de 1530, excepción hecha, como ya se ha dicho, de que a aquella le falta el prólogo general de la obra por habérsele arrancado. En consecuencia, la petición de Marineo a Fernando el Católico de que buscara a alguien qui et commentaria ista a me tenui fragilique filo contexta in meliorem figuram et ampliorem formam distendat, es decir, “que alargue y estienda con mas alta y subida manera de dezir estos mis comentarios ó minutas, que asy yo he texido quasi de un casero y comun hilado”, no ha de tomarse literalmente, como ha hecho Tate, sino que ha de interpretarse dentro del contexto de la captatio beneuolentiae del autor o, lo que es lo mismo, debe verse como un mero y manido tópico de presentar la obra con humildad con independencia del volumen y valor real de la misma.53

IV.2. Pasajes existentes en la Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita, pero simplificados en la supuesta traducción de su biografía de 1515 e inexistentes en la biografía de Juan II de Aragón compuesta por Marineo Sículo (1511 y 1530): el discurso de Juan II antes de cruzar el Ebro en dirección a Amposta Pero, si importante es este argumento, mucho más es el que pasamos a esgrimir a continuación, para hacer ver que Marineo no pudo consultar la Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita compuesta por García de Santa María entre 1501 y 1515, puesto que la misma contiene pasajes simplificados en la supuesta versión en romance de dicho texto realizada en torno al último de los dos años citados, que no aparecen ni en la biografía del mismo monarca aragonés de Marineo traducida al castellano entre 1510 y 1511, ni en el texto latino y castellano de la misma obra publicado en 1530. 52

Cf. J. Mª Maestre Maestre–M. Torreblanca López, “Descubrimiento...”, pp. 1218-1220. Recuérdese que el empequeñecimiento del autor y la pretensión de brevedad son dos resortes del manido tópico de la “falsa modestia” encaminados a captar la benevolencia del lector (cf. J. Villalba Álvarez, Los proemios en la historiografía latina renacentista, Madrid, Ediciones Clásicas, 2009, pp. 89-90, 95-97 y 101-103). 53

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Veamos, en primer lugar, el siguiente texto de G, donde marcamos, destacándola en letra negrita, la parte que más nos interesa –como haremos en los demás textos–, el discurso de Juan II de Aragón arengando a sus tropas antes de cruzar el Ebro para la toma de Amposta:54 […] Rex autem Joannes non modo vincens, verum etiam victoria uti sciens, cum eum insequeretur, Villam rotundam obsidere constituit. Qua vi aggressa et debellata, monasterioque Sanctarum Crucum sponte dedito, agrum Terraconis quietum tranquillumque dimisit. Cumque omnia prospere succederent, iussit convocari milites suos, quibus congregatis, huiusmodi orationem habuisse dicitur: “Si nos christianos profitemur, ut debemus, amantissimi heroes, cui nisi inmortali Deo pro tantis victoriis gratias agere debemus? Cui, tantis defuncti periculis, nisi eterno Christo? Videturne vobis fortasse parum duorum tam potentissimorum Regum Galliae et Castellae manus evasisse, cum utriusque exercitus in faucibus regnorum nostrorum esset inclusus? Dei itaque benignitate ac virtute vestra ad finem quasi belli pervenisse videor. Oppida enim fere omnia huius provinciae aut vi capta aut recepta in deditionem presidiis tenentur vestris, quae partim seviendo, partim ignoscendo, iugo nostro subiecimus, idque tam parvis copiis, ut plane divino sint victoriae nostrae ascribendae numini, non nostris viribus. Dum igitur Deum habemus nobis propicium, hostibus autem adversantem, persequamur victoriam, festinemus quod reliquum est perficere. Sola Dertusa ex omnibus rebellibus populis restat quae hostibus iter tutum prestat non solum ad excursiones in regnum Valentiae, sed etiam Aragonum faciendas. Agite igitur, intercludamus iter ne Barchinona Dertusae et e contrario succurrere possit; obsideamus Ampostam quae in medio sita est, et hoc modo rebellibus populis frangentur vires.” Haec Regis verba cunctis eius ducibus adeo sederunt animo, ut protinus uno ore omnes clamare mature facto opus esse. Itaque spreto hyemis horrore, et caritate annonae et comeatuum minime deterriri, per aspera et prerupta montana Balagarii traiecerunt, exercitum, ad amnemque Hiberum pervenere, qui ibi vastae altitudinis erat; cumque ibi nullus pons esset, retesque magnae deessent quibus exercitus transvehi posset, occurrit e vestigio Regi in bellicis rebus ultra quam cuiquam credibile est exercitato unicum remedium, iussitque ut tam equi validissimi quam imbecilles muleque ac iumenta quibus impedimenta ac bellice machine baiulabantur, admotis dumtaxat labris pontonibus, ductisque per eos qui ibi erant flumen vadarent. Certo enim sciebat Rex, ut experientia doctus, quod cum quadrupedes habent mentum ac labra eo modo secura, nauigiisque etiam parvulis admota, possunt sine periculo altissimum quodque 54 Cf. A. Paz y Melia (ed.), Serenissimi..., pp. 246-247 (advertimos que, aunque en el ms. 9571 se usa la grafía “u” en lugar de la “v” en los casos de vocal semiconsonántica, hemos corregido paruis y paruulis en parvis y parvulis en consonancia con el uso gráfico del editor).

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tranare flumen. Transiere igitur hoc modo omnes incolumes, et protinus contra Ampostam castra metati sunt. [...]

y, tras compararlo con el de GR:55 [...] El Rey Don Pedro á Barcelona, los Prados rendidos, en sus espaldas el Rey, de Igualada la vía de Cijas, el campo sobre Villa Redona poner deliberó. Despues el dia siguiente de asalto la villa entrada, la fuerça y Sanctas Creus rendidos, el campo de Tarragona en paz e sosiego dexó. En pocos dias siguientes el Rey, convocados sus capitanes, demostró la ciudat de Tortosa, paso de los castellanos, en sus espaldas quedar, ser muy necesaria cosa á la obediencia suya venir. Ella á los valencianos guerreando, á los aragoneses restrynyendo, á los rebeles cathalanes confortando, en thesoros requisima, es al estado nuestro muy danyosa. Por tanto movido el su exército, poco temiendo el advenidero invierno, ni de la fambre cuydado, las ásperas montanyas de Balaguer pasó; difícil cosa á la gente darmas sin naves e puentes el rio Ebro pasar tentasen. El Rey primero dado de los suyos la esperiençia, como muchas vezes de la fortuna acostumbrado tenya, á nado los caballos, los rostros de aquellos por las riendas, en pequenyas barcas los sabios marineros servando, todo el exército en pocos dias transfirió: en el castillo de Amposta real asentó, antiquísima fuerça librada de la industria de los Templeros. [...]

señalemos que, al margen de las obvias diferencias de contenido y de redacción entre ambos textos, el cotejo nos permite ver que el discurso de la versión romance es apenas una sombra de la grandilocuencia del latino, sin que pasemos por alto que en este se habla de Tortosa y en aquel de Amposta. Y, observado esto, pasemos ahora a cotejar el referido texto latino de García de Santa María tanto con el de Op:56 [...] Rex acceptis in deditionem Pratensibus, dum Lusitanum persequitur ex itinere oppidum Redonam, quod distat a Tarracone passuum milia septemdecim, aggressus est. Biduoque oppugnatum simul cum arce, quae concussa tormentis casum minari coeperat, in deditionem accepit. Hac ita re gesta, omnes dioecesani Tarraconenses atque Bernardini religiosi, qui diuo Bernardo templum dicatum, quod Sanctas Cruces appellant, incolunt, ad regem pacem et veniam petentes undique nec sine muneribus conuenerunt. Quibus clementer acceptis et huius prouinciae populis in potestatem redactis, Rex Ferdinandum principem et Alphonsum Aragoneum aliosque Duces cum exercitu Dertosam versus praemittit. Quae civitas ripae amnis Iberi apposita Orientem uersus a Tarracone 55

Cf. A. Paz y Melia, Vida..., p. 328. Cf. L. Marinei Siculi, regii historiographi, Opus de rebus Hispaniae memorabilibus, Cum privilegio ad decennium [portada], Excussum Compluti apud Michaelem de Eguia mense Iulio an. MDXXX [colofón], lib. XVI, f. [LXXXVIIIV]. 56

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passuum milia quinquaginta, remota est. Hos cum regina reliquisque Ducibus atque magno equitum numero in fluminis ripa commorantes apud Ampostam die quarto consecutus est. [...]

como con el de Ob,57 en el que, además del uso de la letra negrita ya explicado, subrayamos, como también haremos en los demás textos castellanos de R y A del presente trabajo, todas aquellas palabras que difieran entre sí, de manera que el lector pueda comprobar por sí mismo nuestra referida afirmación de que, dentro del proceso de limae labor de Marineo, R es una versión más antigua que A, dado que este último texto es el que más se parece al publicado:58 […] De manera que el Rey rescebidos a los de Pratas a partido los quales se hallauan algo culpados/y siguiendo el rastro del Portugues/ de camino dio vn tiento a la villa de Redona: que esta de la ciudad de Tarragona por distancia de quatro leguas/ o algo mas. La qual combatida por espacio de dos dias juntamente con su fortaleza que de los tiros hazia ya sentimiento (amenazando ya con su cayda) se le dio luego a partido. Lo qual assi hecho/ y todos los de la comarca de Tarragona; y los Monjes del monesterio de Sant Bernaldo que se dize Sanctas cruces/ vinieron con presentes y seruicios a suplicar al Rey los perdonasse/ y quisiesse tener por suyos. Los quales rescebidos con clemencia y traydos a su seruicio/ el Rey embio adelante al principe don Hernando/ y a don Alonso de Aragon/ y con ellos otros capitanes con la gente hazia Tortosa/ que es vna ciudad junto con la ribera del rio Ebro/ hazia el Oriente apartada de Tarragona por espacio de treze leguas poco mas o menos. A los quales el Rey yendo con la Reyna y acompañado de otros Cavalleros y capitanes y gran numero de gente/ fue alcançar dende a quatro dias junto con Amposta do le estauan esperando en la ribera del rio. [...],

57

Cf. Obra compuesta por Lucio Marineo Sículo, Coronista de sus Majestades, de las cosas memorables de España [portada], En la noble villa de Alcalá de Henares, en casa de Miguel Eguía, a catorze días del mes de julio de mil y quinientos y treinta años [colofón], lib. XVI, cap. 3 (“Del combate y toma de Amposta”), ff. [CXXXIIIv]-CXXXIIIIr. 58 Debemos aclarar que A y Ob coinciden con mayor frecuencia que R y Ob en la elección de vocablos y en el orden de palabras, que es lo que realmente debemos tener en cuenta, dado que las grafías y la puntuación del texto nos pueden inducir a engaño: recordemos, en efecto, que, frente a R que tiene muchas grafías similares a Ob, pero carece de puntuación, como copia sacada en 1542 que respetaba más su orginal, A y Ob se parecen más en la puntuación, pero no en las grafías, pues A es es una copia realizada por el padre Pío Cañizar con los criterios filógicos del siglo XVIII respecto a un original falto de puntuación, con generalizada ausencia de mayúsculas en los nombres propios y repleto de palabras castellanas, como señaló el escolapio en la segunda de las dos notas aclaratorias que hallamos al final de la obra (cf. J. Mª Maestre Maestre–M. Torreblanca López, “Descubrimiento...”, p. 1214, donde debe corregirse la errata “deseo “ en “defecto”). 1692

¿Gonzalo García de Santa María, fuente de las biografías latina y castellana de Juan II de Aragón...?

con el de R:59 [...] por manera que el rey recibiendo a los de pratas a partido los quales se hallaban algo culpados: y siguiendo el rastro del portogués de camino dio vn tiento a la villa de redona que esta de la ciudad de tarragona por distancia de quatro leguas o algo mas la qual conbatida por espacio de dos dias juntamente con su fortaleza que de los tiros hacia ya sentimiento amenaçando con su cayda y luego se le dio luego a partido lo qual asi hecho todos los de la comarca de tarragona y los monges del monasterio de san bernardo que se dice sanctas cruceras venieron con presentes y seruicios a suplicar al rey los perdonase y quisiesse tener por suios los quales recebidos con clemencia y traydos a su sercicio el rei embio adelante el principe don hernando, y a don alonso daragon y con ellos a otros capitanes con la gente hazia tortosa que es ciudad junto con la ribera de ebro hazia el oriente apartada de tarragona por espacio de tres leguas poco mas o menos a los quales el rey yendo con la reyna y acompañado de otros caballeros y capitanes y gran numero de gente fue alcançar dende a quatro dias junto con anposta do le estaban esperando a la ribera del rio. [...]

y, por último, con el de A:60 [...] Por manera que el Rei recibiendo a los de Pratas a partido, los quales se hallaban algo culpados; y siguiendo el rastro del Portogués; de camino dio un tiento a la Villa de Redona, que esta de la Ciudad de Tarragona por distancia de quatro leguas, ó algo mas. La qual combatida por espacio de dos dias juntamente con su fortaleza, que de los tiros hacia ya sentimiento, amenazando con su caida; se le dio luego a partido. Lo qual assi hecho, todos los de la comarca de Tarragona, y los Monges del Monasterio de San Bernardo, que se dice Sanctas Cruces, vinieron con presentes, y servicios a suplicar al Rei los perdonase, y quisiesse tener por suios. Los quales recebidos con clemencia y traidos a su seruicio; el Rei embio adelante al Principe D.n Hernando, y a D.n Alonso de Aragon, y con ellos a otros Capitanes con la gente hazia Tortosa, que es Ciudad junto con la ribera del rio Ebro hazia el oriente, apartada de Tarragona, por espacio de trece leguas poco mas, o menos. A los quales el Rei yendo con la Reina, y acompañado de otros Cavalleros, y Capitanes, y gran numero de gente fue alcanzar dende a quatro dias junto con Amposta dó le estaban esperando a la ribera del rio. [...]

59

Cf. Comentarios del ínclito rey don Johan de Aragón i Sicilia, ms. 9/ 484 de la BRAH, lib. XII, ff. 105r-[105v]. 60 Cf. Corónica del sereníssimo rey don Juan de Aragón y de Sicilia..., ms. conservado en la Iglesia de Santa María la Mayor, lib. XII, p. 127. 1693

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La conclusiones que podemos extraer son obvias: a) En primer lugar, resulta patente que, al margen de variantes gráficas y añadidos mínimamente importantes, el pasaje ahora cotejado de la versión castellana de la biografía de Juan II de Aragón publicada por Marineo en 1530 resulta prácticamente similar al de las dos copias de la traducción realizada por Álvarez de Medellín, con ayuda del propio humanista italiano, entre 1510 y 1511. b) En segundo lugar, la anterior conclusión nos obliga a suponer que, en este mismo pasaje, el texto latino publicado en 1530 sería muy similar al terminado de escribir por Marineo a finales de 1508. c) En tercer y último lugar, habida cuenta de que ni en la versión latina de la biografía de Juan II de Aragón publicada por Marineo en 1530, ni en la publicada en castellano ese mismo año, ni en las dos copias de la traducción realizada entre 1510 y 1511, encontramos ni la más mínima sombra del discurso de Juan II de Aragón antes de la toma de Amposta, debemos concluir que Marineo no conoció el texto latino de la Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita de García de Santa María y que, si, como es un hecho irrefutable, según demostraremos a continuación, sí conocía, en cambio, la supuesta versión romance realizada por el jurisconsulto zaragozano hacia 1515, en tal caso, dada la poca relevancia que en ella se le da al mencionado discurso, optó por no recogerlo.

IV.3. Pasajes inexistentes en la Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita, pero existentes tanto en la supuesta traducción de su biografía de 1515 como en la biografía de Juan II de Lucio Marineo Sículo (1511 y 1530) Lo expuesto en el apartado anterior nos podría invitar a pensar que la biografía de Marineo no guarda relación alguna ni con el texto latino de García de Santa María ni con el supuestamente trasladado al romance a partir del mismo. Pero no nos engañemos y procedamos ahora a comprobar lo que sucede en estos otros pasajes.

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IV.3.1- Referencia a Gerona en el discurso a Juan II del Abad de Ager y contenido de esta plática Leamos ahora en G el discurso que el Abad de Ager pronunció ante Juan II haciendo ostentación de las fuerzas y del poderío de los catalanes:61 [...] quorum unus, abbas Aggerensis, qui nonnihil temeritatis habebat, publice apud Regem huiuscemodi orationem habuit: [...] Noli tuis solis62 viribus tantopere confidere ut nostras contemnas: divitias enim quibus maxime bella sustentari solent usque adeo nobis suppeditare certo scias ut eas profundere possimus in exstruendo mari et montibus coaequandis;63 nedum ut ad stipendia militibus atque exercitui diu persolvenda sufficiamus. Gloria navali cunctis nationibus antecellimus. Reges Galliae iam olim hostes habuimus quos non modo profligauimus, verum etiam, spoliis amissis, cum dedecore non parvo ad sua regna rediere, parumque abfuit quin ipsi perirent. Nulla unquam extera natio nobis bellum intulit quin victa discesserit. Apud cuncta maria, tam in Africa prouincia quam Europae maxima parte et orientali plaga formidamur atque iccirco Hispaniae Reges nobiscum federati sunt. [...]

Cotejemos ahora dicho texto con el correspondiente pasaje de GR:64 [...] Uno de ellos, Abad de Ajar, en público haber al Rey así fablado se dice: [...] Sin número las pecunias tenemos, con las quales se sostienen las guerras. Ya tuvimos reyes de Francia enemigos que allende Girona conquistaron, muertos o vencidos, sin gentes e Rey, á sus regnos pocos volvieron. Nunqua leyemos gentes extrañas, entre nosotros venidas, perdidas no fuesen. Por el temor nuestro las mares se rigen. Somos en las partes de Africa y Europa temidos; en lo más de Oriente redubdados, e así con nosotros todos los reyes d’Éspaña amistad observaron. [...]

y observemos que la oración de relativo “que allende Girona conquistaron, muertos o vencidos, sin gentes e Rey, á sus regnos pocos volvieron” no encuentra paralelo en la versión latina. Señalado esto, pasemos ahora a buscar el correspondiente pasaje en primer lugar en Op:65 61

Cf. A. Paz y Melia (ed.), Serenissimi..., pp. 183-185. Hemos corregido en solis el solius que ofrecen tanto el ms. 9571 como Paz y Melia en su edición, agradeciendo a la Dra. Ramos Maldonado su atinada llamada de atención al respecto. 63 Cf. Sall. Cat. 20,11. 64 Cf. A. Paz y Melia, Vida..., pp. 283-284. 65 Cf. L. Marinei Siculi, regii historiographi, Opus de rebus Hispaniae memorabilibus, 1530, lib. XIII, cap. 1, ff. [LXXIIIv]-LXXIIIIr. 62

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[...] Ex quibus quendam uirum abbatem Agerae hoc modo regem allocutum ferunt. [...] Duces nobis ac militiae praetor nostros auxiliare et stipendiarii non deerunt. Pecuniis enim, quas bellorum neruos appellant, caeterisque rebus ad bellum gerendum necessariis abundamus. Vires iam et animos nostros atque in re militari scientias cum alii multi, tum uero Gallorum principes populique, qui ferocissimi bellicosissimique semper fuere, sunt experti. Qui olim cum in Hispaniam duxissent exercitus, et Gerundam usque peruenissent, quae civitas prope centum et quinquaginta passuum milia a Galliae finibus distat, amisso rege cum exercitu, perpauci domum fugientes redierunt. Praeterea nullae gentes externae nec Hispanicae quidem nobis absque sua pernitie bellum intulere. Terra marique nostra plurimum ualet ac timetur auctoritas. Scimus nomen nostrum omnes formidare pyratas. Ob rerum gestarum memoriam multasque nostras et insignes uictorias Affricae quidem et Europae atque Asiae non paruo timori sumus. Hac etiam causa totius Hispaniae principes gratiam et amicitiam nostram appetunt, colunt et plurimi faciunt. [...]

en segundo lugar, en Ob:66 [...] De los quales uno que era Abad de Ager en la manera siguiente: dizen auer propuesto ante el Rey. [...] [...] A nosotros no pueden faltar allende de nuestros Capitanes/ y Caualleros/ otros muchos valedores y soldados/ para los quales tenemos lo que nos basta/ assi de rentas y dineros/ que son nerbios sobre que estriban las guerras/ como de las otras cosas necessarias para ello. De nuestras fuerças/ ardides/ y corajes animosos en las cosas de la guerra/ assi todas las gentes/ como los principes y pueblos de Francia (que siempre fueron temidos por muy fuertes y belicosos) lo tienen ya muchas vezes experimentado. Los quales como en algun tiempo viniesen con su muy auantajada hueste en España/ llegaron hasta Girona/ que es cibdad apartada de los terminos de Francia/ quasi por espacio de veynte leguas. Y perdido su Rey con gran numero de gente fueron muy pocos los que se saluaron huyendo. y demas desto ningunas gentes estrañas ni menos de otros reynos de España nos mouieron jamas guerra/ que no fuesse a su costa y a su muy gran daño y perdicion: valiendo mucho como vale y siendo siempre temido por la mar y por la tierra/ nuestro nombre y valerosa autoridad. Porque muy cierto sabemos que los cossarios y marcantes todos temen nuestro nombre/ y por la hazañosa memoria de los hechos de nuestras manos: y por nuestras muchas y muy famosas victorias a todas tres partes del mundo/ assi Asia Affrica/ y Europa/ no causamos poco temor. A cuia causa los principes y Reyes de toda España dessean nuestra gracia y amistad. Y auida la procuran conseruar y tener en grande estima. [...] 66 Cf. Obra compuesta por Lucio Marineo Sículo, Coronista de sus Majestades, de las cosas memorables de España, 1530, lib. XIII, caps. 14 (“De la yda del Rey y buelta para Lérida) y 15 (“De la habla que hizo el Abad de Ager/ al Rey don Juan”), ff. [CIXv]-CXr.

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en tercer lugar, en R:67 [...] de los quales vno que era abad de ager en la manera siguiente dizen haber propuesto ante el Rey: [...] […] a nosotros no pueden faltar allende nuestros capitanes, y caualleros otros muchos valedores e soldados para los quales tenemos lo que nos vasta assi de rentas como dineros, que son neruios que estriuan las guerras como de las otras cosas necesarias para ello de nuestras fuerças ardidas y corajes animosos en las cosas de la guerra assi otras muchas gentes como los principes y pueblos de francia que siempre fueron temidos por muy fieros y vellicosos los tienen ya muchas vezes experimentados los quales como en algun tiempo biniesen con su muy abantajada hueste en españa y llegasen hasta girona, que hes ciudad apartada de los terminos de francia casi por espacio de trenta leguas perdido su rey con gran numero de gente fueron muy pocos los que se saluaron huyendo y demas desto ningunas gentes estrañas ni menos de los otros reynos de españa nos mouieron jamas guerra que no fuese a su costa y a su muy gran daño y perdicion valiendo mucho como vale y siendo siempre temido por el mar y por la tierra nuestro nombre y valerosa autoridad porque cierto sabemos que los cosarios y marcantes todos temen nuestro nombre y por la hazañosa memoria de los hechos de nuestras manos y por nuestras muchas y muy famadas victorias a todas tres partes del mundo asia, africa y europa/ no causamos poco temor a cuia causa los principes y reyes de toda españa desean nuestra gracia y amistad y hauida la procuran conseruar y tienen grande estima. [...]

y, en cuarto y último lugar, en A:68 [...] De los quales uno, que era Abad de Ager, en la manera siguiente dicen aver propuesto ante el Rei: [...] [...] A nosotros no pueden faltar allende nuestros Capitanes, y Caualleros, otros muchos valedores, y soldados. Para los quales tenemos lo que nos basta assi de rentas, y dineros, que son nervios, sobre que estrivan las guerras, como de las otras cosas necesarias para ello. De nuestras fuerzas, ardides, y corages animosos en las cosas de la guerra, assi otras muchas gentes, como los Principes, y Pueblos de Francia, que siempre fueron temidos por muy fieros y belicosos, los tienen ya muchas veces experimentados. Los quales como algun tiempo viniesen con su mui avantajada hueste en España, y legasen fasta Girona, que es ciudad apartada de los terminos de Francia quasi por espacio de treinta leguas: perdido su Rei con gran numero de gente, fueron mui pocos los que se salvaron huiendo. Y demas desto ningunas gentes estrañas, ni menos de los otros Reinos de España nos movieron jamas guerra, 67

Cf. Comentarios del ínclito rey don Johan de Aragón i Sicilia, ms. 9/ 484 de la BRAH, lib. III, ff. 36r-37r. 68 Cf. Corónica del sereníssimo rey don Juan de Aragón y de Sicilia..., ms. conservado en la Iglesia de Santa María la Mayor, lib. III, pp. 51-52. 1697

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que no fuesse a su costa, y a su muy gran daño, y perdicion: valiendo mucho, como vale, y siendo siempre temido por el mar, y por la tierra nuestro nombre, y valerosa auctoridad. Porque mui cierto sabemos que los Cossarios, y Mercantes todos temen nuestro nombre: y por la hazañosa memoria de los hechos de nuestras manos, y por nuestras muchas, y muy famadas victorias, à toda tres partes del mundo Assia, Africa, y Europa no causamos poco temor. A cuia causa los Principes, y Reies de toda España desean nuestra gracia, y amistad; y avida la procuran conservar y tienen en grande estima. [...]

El cotejo nos hace ver que la información sobre el avance de los franceses hasta Gerona y su posterior retroceso que hallamos en la biografía en romance sacada supuestamente de la latina de García de Santa María, pero no en esta, aparece no solo en las versiones latina y castellana de la biografía de Marineo publicadas en 1530, sino también en R y A, la más antigua y la más reciente de las dos copias de la traducción de la misma obra realizada entre 1510 y 1511. Pero no es eso sólo lo que cabe concluir. El cotejo nos obliga, de un lado, a suponer que, en el pasaje que ahora estudiamos, el texto latino de la biografía de Juan II de Aragón terminada de escribir por Marineo a finales de 1508 sería muy similar al publicado en 1530, y, de otro, a afirmar que, lo que en el caso del texto latino es una hipótesis, en el caso de la traducción castellana es una realidad incontestable, pues la redacción de este pasaje resulta, como podemos apreciar, prácticamente idéntica. En consecuencia, el influjo de la supuesta versión en romance de la biografía latina de Juan II de Aragón realizada por García de Santa María hacia 1515 en el pasaje de Marineo no solo aparece en la versión de 1530, sino también en las dos copias de la versión preparada en 1510 y 1511, lo que a todas luces produce una distorsión cronológica que imposibilita la tesis hasta ahora sostenida.

IV.3.2. El príncipe Fernando se dirige al ejército antes de la batalla de Calaf Exactamente lo mismo ocurre en el discurso en el que el príncipe Fernando arenga a su ejército antes de la batalla de Calaf. Comencemos, en efecto, por leer el texto latino de G:69 [...] His autem peractis, cum eo die licet puer multos dignatione militiae decorasset, heroes omnes virosque primarios ad se accessit, quos gravioribus sententiis quam pro sua aetate hortatus est ut in hostes tanquam victoriam in dextris quisquam gestantes audacter irruerent, Aragonisque et divae Mariae numen invocarent. [...] 69

Cf. A. Paz y Melia (ed.), Serenissimi..., p. 239. 1698

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Pasemos ahora a cotejarlo con el pasaje correspondiente en GR:70 [...] Despues de muchos caballeros armados, el Príncipe los grandes e capitanes en su presencia venir fizo. A los cuales dixo las semejantes palabras: “Donde la sperencia e edat fallesce más propiamente recebir que dar doctrina ó consejo pertenesce. Y veis en qué partido la fortuna nos ha traido. La gente del mi padre que solian las batallas buscar, agora á ellas son ofrecidas. Por cierto mucho mejor es noblemente morir que refusar aquella. Si el órden emendar vos parece, prestamente se faga. Ca ya las orejas mias no pueden comportar las vanas e soberbias palabras que de los enemigos oyen. No es de poner temor alguno en el demasiado número, pues con menor poderío habeis en ellos dispargida sangre. Por propia virtut ninguna cosa se debe en ellos dudar, pues justicia ni razon los acompanya. Ellos de temeridat llenos, vanos e mudables, cruelles e tiranos, otro que la codicia de vuestros thesoros, de sus regnos afuera echado, la fé y antiga crianza el inmortal Rey Alfonso e la propia verdat es digno esfuerzo para defender la corona del padre mio. Yo veo las batallas del tirano tanto llegar, que los corazones de la nuestra gente no pueden las injurias sofrir. Cuanto más esto considerado, de lo que digo más cierto e contento soy. Yo vos ruego, amigos mios, á la última vergüenza fuyamos. La gloria de los pasados recebida á los advenideros limpia dexemos. Conviene, pues, con manos la victoria buscar, ca la muerte para los temerosos ordenada fué. Siguiendo el costumbre de los pasados Príncipes, encima deste caballo, por ser de todos visto, no refusaré seguir los mesmos peligros, ante en exemplo de vuestras vidas ofrezco la mia. Con todo, es á Dios devotamente de recorrer como á divina e suprema virtut en las batallas. E sea nuestro nombre e guia: ¡Aragon! ¡Sancta María!”

y concluyamos que el discurso del príncipe Fernando en el texto latino de García de Santa María es una mera sombra del que hallamos en su supuesta versión en lengua vulgar. Demostrado lo cual, leamos ahora, en primer lugar, el pasaje correspondiente de Op:71 [...] Hoc modo ordinibus instructis, aduocatos Duces et omnes equites his ue rbis alloquitur: “Omnes homines, quibus aetas et rerum experientia desunt, fortissimi uiri, non dare quidem, sed accipere doctrinam et consilium decet. Ego itaque qui sum et aetate puer, et in re militari tyrunculus, et minus expertus, uos omnes rogo obtestorque, ut si uobis ordines, quos in instruenda acie consideraui, minime forte probantur et aperte et statim mihi consilium uestrum et sententiam ostendatis totamque aciem et pugnandi rationem uobis mutare uestroque iudicio liberius instruere 70

Cf. A. Paz y Melia, Vida..., p. 321. Cf. L. Marinei Siculi, regii historiographi, Opus de rebus Hispaniae memorabilibus, 1530, lib. XV, cap. 1, ff. [LXXXVv]-LXXXVIr.. 71

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liceat. Volo enim si quid uestrae uirtuti et rebus inclyte gestis fortuna detraxerit, ut non me ducem, sed ipsam possitis accusare fortunam. Nam quo statu simus, quo in loco sita sit nostra salus, omnes quidem mecum intelligere potestis. Rex noster abest, cuius nomen et praesentia nos hodie plurimum iuuare posset. Caeterum uestra uirtus et rei militaris scientia, magnanimi proceres, me quidem patris aspectum desiderare non sinit. Mihi enim in huiusmodi fortunae conditione praelioque gerendo, quod aduersum tyrannum sceleratorum hostium ducem paramus, etsi patris absentia, si mea puerilis aetas, si denique rei militaris pugnaeque novitas, causae non parui timoris esse debeant, plus me tamen proceres spes uirtutis uestrae, plus animi fortitudo, plus aetas et rei militaris usus hortantur. Me namque fortiorem faciunt memoria uictoriarum uestrarum, famaque praeclara rerum, quas fortissime semper gessistis. Quae omnia mihi non solum timorem minuunt, uerum etiam de sceleratissimis hostibus quam certissimam uictoriam pollicentur. Quod si hostes hominum multitudine et exercitu numeroso plurimum posse uidentur, non tamen timori nobis esse debent. Non est enim fortium uirorum, si quando numero paucioribus contra plures pugnare contingat, de salute aut de uictoria desperare. Nam Alphonsum patruum saepius audiui narrare solitum, quod mihi quoque pater affirmauit, a uobis perpaucis propter uirtutem uestram magnumque usum rei militaris innumeras hostium copias fuisse superatas. Mementote igitur hodie, uiri fortes et amici mei, uestrae solitae uirtutis, ut honorem et gloriam, quam uincendo uobis comparastis et a maioribus uestris, qui fortissimi fuerunt, accepistis, posteris sine aliquo dedecore relinquatis. Ego autem meorum more maiorum et in laboribus et in periculis, a uobis nusquam abero. Sed iam more nostro, proceres, diuinum numen et auxilium conuocemus et in praelio semper in ore Aragoniae nomen et Dei sanctissimae genitricis habeamus”. [...]

Veamos ahora el texto pertinente de Ob, donde subrayamos las palabras con grafías distintas en los dos textos siguientes:72 […] Ordenadas su gente y esquadrones en esta manera: haze luego vna habla en la forma siguiente a todos los capitanes y Caualleros: “A todos los hombres que falta la edad y esperiencia de las cosas (varones de grande esfuerço) no les es cosa conuenible dar a otros consejo para lo que deuen hazer/ mas ante lo recibir de los que mejor lo saben. Por tanto siendo como yo soy de tan tierna edad y nueuamente venido al officio militar y exercicio de la guerra sin esperiencia alguna/ tengo muy gran razon de os rogar y encargar/ que si por caso no teneys por buena la orden y concierto que yo tengo acordado en lo que toca al as batallas: luego sin dilacion muy a la clara me 72 Cf. Obra compuesta por Lucio Marineo Sículo, Coronista de sus Majestades, de las cosas memorables de España, 1530, lib. XV, cap. 10 (“Dela habla que hizo el principe don Hernando a sus capitanes y Cavalleros”), ff. CXXIXr-[CXXIXv].

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digays vuestro acuerdo y parescer. Porque todo lo pongo en vuestras manos para que todos lo concerteys libremente segun vuestro juyzio y albedrio. Porque quiero que si en algo la fortuna fuere contraria a vuestro esfuerço y a las cosas que de vosotros se espera (lo que la infinita bondad de Dios no quiera) no os podays quexar de mi acusandome de no diestro capitan/ mas dela misma fortuna. Porque ya podeys todos considerar el estado en que estamos y en que dispusicion esta puesta nuestra honrra/ y nuestra vida. El Rey nuestro señor esta de nosotros ausente: cuyo nombre y presencia nos podria oy hazer muy grandes espaldas y fauor. Mas vuestro denuedo y grande ardid en las cosas dela guerra/ (muy animosos y leales Cavalleros) me hazen que no heche menos la presencia de mi padre. Porque la memoria de vuestros vencimientos y muy notable fama delas cosas que aveys hecho con mucho esfuerço y desemboltura en las armas/me dan a mi mayor aliento/ y quasi prometen por muy cierta la victoria. En caso que nuestros enemigos parezcan tener muchas fuerças por el gran numero y multitud de su exercito/ no por esso los deuemos mas temer. No me paresce a mi ser cosa de varones esforçados si alguna vez acontesce a los menos pelear con los que son mas/perder por esso esperança de su salud y de la victoria. Que ya me acuerdo aver oydo al Rey mi padre y señor: que contava el Rey don Alonso/ su hermano como siendo vosotros muy pocos y muy pequeño numero aviades muchas vezes rompido y desbaratado muy grandes huestes y exercitos de enemigos/ assi por vuestro mucho esfuerço/como por el gran vso y esperiencia de las armas. Pues acordaos el dia de oy varones de gran fortaleza/ compañeros y amigos mios/ de vuestro esfuerço acostumbrado porque podays dexar sin mengua y sin manzilla alguna a los que despues de vos vernan/ la honrra y la fama que heredastes de vuestros antepassados/ que de si dieron la cuenta que devian: y la que gastastyes por vuestra lança y amistad. Y sed muy ciertos que nunca os faltare en los trabajos y peligros/ como nunca mis anteccessores faltaron. Y por tanto encomendemonos a Dios como en todas las cosas tenemos apellido: y enla batalla a la gloriosa virgen nuestra señora y el nombre de Aragon”.

en segundo lugar, el texto de R:73 [...] ordenadas sus hazes y esquadras de gente en esta manera haze luego vna habla en la forma siguiente/ a todos los capitanes y caualleros: “a todos los hombres a quien falta la hedad y espiriencia de las cosas barones de grand esfuerço no les es cosa conbenible dar a otros consejo para lo que deben antes lo deben recebir de los que mejor lo saben por tanto siendo como yo soy de tan tierna hedad y nuebamente venido al oficio militar y exercicio de la guerra sin esperiencia alguna tengo mui gran raçon de os rogar y encargar que si por caso no teneys por buena la orden y concierto que io tengo acordado en lo 73

Cf. Comentarios del ínclito rey don Johan de Aragón i Sicilia, Ms. 9/ 484 de la BRAH, lib. X, ff. 92r-93r. 1701

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que toca a las batallas luego sin dilacion muy a la clara me digays vuestro acuerdo y parecer porque todo lo pongo en vuestras manos para que lo concerteys libremente segun vuesto juyzio y albedrio porque quiero que si en algo la fortuna fuere contraria a vuestro esfuerzo y a las cosas que de vosotros se esperan lo que la infinita bondad de dios no quiera no os podays quexar de mi acusandome de no diestro capitan mas della mesma. porque ia podeys todos considerar el estado en que estamos y en que dispusicion esta puesta nuestra honra y nuestra vida el rey nuestro señor está de nosotros absente cuio nombre y presencia nos podria hazer oy mui grandes espaldas y fabor mas vuestro denuedo y grand ardid en las cosas de la guerra mui animosos y leales cavalleros me hazen que no heche menos la prisencia de mi padre porque la memoria de vuestros vencimientos y mui notable fama de las cosas que abeys hecho con mucho esfuerzo y desenboltura en las armas me dan a mi mayor aliento y casi prometen por muy cierta la victoria en caso que nuestro enemigos parezcan tener muchas fuerças por el gran numero y multitud de su exercito no por esso los debemos mas temer porque no me parece a mi ser cosa de barones esforzados si alguna vez acontesce a los menos pelear con los que son mas perder el esperança de su salud o de la victoria que ya me acuerdo yo aber oido al rey mi padre y señor que contaba el rei don Alonso su hermano como siendo bosotros mui pocos y mui pequeño numero abiades muchas veces ronpido y desbaratado mui grandes huestes y exercitos de enemigos asi por vuestro mucho esfuerzo como por el gran uso y esperiencia de las armas pues acordaos el dia de oy barones de gran fortaleza compañeros y amigos mios de vuestro esfuerzo el que solia porque podais dejar sin mengua y sin mancilla alguna alos que despues de vos vernan la honra y la fama que heredastes de vuestros antepasados que de si dieron la cuenta que debian y la que ganastes por vuestra lanza de mi esta muy cierto que nunca os faltare en los trabajos y peligros, como nunca mis antecesores faltaron y por tanto encomendemonos a dios como en todas las cosas tenemos de costumbre y trayamos por apellido en la batalla a la gloriosa virgen nuestra señora y el nombre daragon”. [...]

y, en tercer y último lugar, el texto de A:74 [...] Ordenadas sus hazes, y esquadras de gente en esta manera, hace luego una habla en la forma siguiente a todos los Capitanes, y Cavalleros: “A todos los ombres a quien falta la edad, y experiencia de las cosas, Varones de grande esfuerzo, no les es cosa convenible dar a otros consejo para lo que deben hacer; antes lo deben recebir de los que mejor lo saben. Por tanto siendo, como yo soy de tan tierna edad, y nuevamente venido al Oficio militar, y exercicio de la guerra, sin esperiencia alguna; tengo mui gran razon de os rogar y encargar, que si por caso no teneis por buena la orden, y concierto, 74

Corónica del sereníssimo rey don Juan de Aragón y de Sicilia..., ms. conservado en la Iglesia de Santa María la Mayor, lib. X, pp. 114-115. 1702

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que io tengo acordado en lo que toca a las batallas; luego sin dilacion mui a la clara me digais vuestro acuerdo, y parecer: porque todo lo pongo en vuestras manos, para que lo concerteis libremente segun vuesto juicio, y alvidrio. Porque quiero, que si en algo la fortuna fuere contraria a vuestro esfuerzo, y a las cosas que de vosotros se esperan, lo que la infinita bondad de Dios no quiera; no os podais quexar de mi, acusandome de no diestro Capitan, mas della mesma. Porque ia podeis todos considerar el estado, en que estamos, y en que dispusicion esta puesta nuestra honra, y nuestra vida. El Rei nuestro Señor está de nosotros ausente; cuio nombre, y presencia nos podria oy hacer mui grandes espaldas, y favor: mas vuestro denuedo, y grande ardid en las cosas de la guerra, mui animosos, y leales Cavalleros, me hacen que no eche menos la presencia de mi Padre. Porque la memoria de vuestros vencimientos, y mui notable fama de las cosas, que haveis hecho con mucho esfuerzo y desenvoltura en las armas, me dan a mi maior aliento, y quasi prometen por mui cierta la victoria. En caso que nuestros enemigos parescan tener muchas fuerzas por el gran numero, y multitud de su exercito; no por esso los debemos mas temer. Porque no me parece a mi ser cosa de Varones esforzados, si alguna vez acontece a los menos pelear con los que son mas; perder el esperanza de su salud, ó de la victoria. Que ia me acuerdo yo aver oido al Rei mi Padre, y Señor, que contaba el Rei Dn. Alonso su hermano, como siendo vosotros mui pocos en mui pequeño numero aviedes muchas veces rompido, y desbaratado mui grandes huestes, y exercitos de enemigos, assi por vuestro mucho esfuerzo, como por el gran uso, y esperiencia de las armas. Pues acordaos el dia de oy, Varones de gran fortaleza, compañeros, y amigos mios, de vuestro esfuerzo el que solia, porque podais dejar sin mengua, y sin mancilla alguna a los que despues de vos vernan la honra, y la fama, que heredastes de vuestros Antepasados, que de si dieron la cuenta, que debian; y la que ganastes por vuestra lanza. De mi estad mui ciertos, que nunca os faltare en los trabajos, y peligros, como nunca mis antecesores faltaron. Y por tanto encomendemonos a Dios, como en todas las cosas tenemos de costumbre; y traiamos por apellido en la Batalla a la gloriosa Virgen nuestra Señora, y el nombre de Aragon”. [...]

Como resulta obvio, frente a la falta de correspondencia entre G y GR, podemos observar ahora la clara relación de GR no solo con Op y Ob, sino con los textos de R y A. Comparemos, por ejemplo, el párrafo inicial “Donde la sperencia e edat fallesce más propiamente recebir que dar doctrina ó consejo pertenesce” con Omnes homines, quibus aetas et rerum experientia desunt, fortissimi uiri, non dare quidem, sed accipere doctrinam et consilium decet, y percatémonos, además, de la similitud léxica entre “sperencia” y experientia, “edat” y aetas, “doctrina” y doctrina y “consejo” y consilium, que nos recuerda al conocido mecanismo de la imitatio de la prosa y de la poesía renacentista consistente en comenzar un 1703

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texto con las mismas palabras que el texto clásico imitado.75 O colacionemos, por otra parte, el párrafo final “Con todo, es á Dios devotamente de recorrer como á divina e suprema virtut en las batallas. E sea nuestro nombre e guia: ¡Aragon! ¡Sancta María!” con Sed iam more nostro, proceres, diuinum numen et auxilium conuocemus et in praelio semper in ore Aragoniae nomen et Dei sanctissimae genitricis habeamus. Tan estrecha similitud no se circunscribe solo al principio o al final de la arenga. Consideremos, en efecto, que en el texto latino también se saca a relucir a la Fortuna, se quita importancia al número de enemigos, o se menciona al rey Alfonso, hermano de Juan II de Aragón. Pero todas las similitudes que acabamos de exponer persisten también tanto en la versión castellana de 1530 como en las dos copias de la traducción realizada entre 1510 y 1511: es más, Marineo –con la misma intención antes señalada– trata de evidenciar también aquí la intertextualidad hasta el punto de que utiliza en sus versiones tres de las cuatro palabras antes comentadas: “edad”, “experiencia” y “consejo”. En conclusión, las traducciones de la biografía de Juan II escrita por Marineo que se conservan en R y A nos permiten suponer que el texto latino publicado por Marineo en 1530 debía ser muy parecido, en lo que a esta arenga respecta, al presentado por él en 1509 a Fernando el Católico. En todo caso, por salirnos del campo de las suposiciones, podemos asegurar que la versión castellana realizada por Marineo con la ayuda de Álvarez de Medellín entre 1510 y 1511 demuestra que, en lo que al discurso analizado toca, el humanista tenía como telón de fondo la supuesta versión en romance del texto latino de García de Santa María, con lo que tal afirmación implica sobre la imposibilidad de que la misma se hubiera realizado en 1515.

75 Cf. Recuérdese, por ejemplo, que, siguiendo un precepto marcado en su propio De uera et facili imitatione Ciceronis liber, Juan Lorenzo Palmireno abrió su Oratio post reditum con un Cogitanti mihi sacado de CIC. de orat. 1,1 (cf. J. Mª Maestre Maestre, El humanismo alcañizano en el siglo XVI. Textos y estudios de latín renacentista, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz–Instituto de Estudios Turolenses. Excma. Diputación Provincial de Teruel–Excmo. Ayuntamiento de Alcañiz, 1990, pp. 169, 172 y 200; y traigamos a la memoria que, en la imitatio de los carmina horacianos, los humanistas comenzaban sus poemas con la misma o mismas palabras que el vate venusino (cf. J. Mª Maestre Maestre, “La oda latina en el Renacimiento hispano”, en B. López Bueno (ed.), La Oda. II Encuentros internacionales sobre Poesía del Siglo de Oro (Sevilla-Córdoba, 16-21 de noviembre de 1992), Sevilla, Servicios de Publicaciones de las Universidades de Córdoba y Sevilla, p. 96).

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¿Gonzalo García de Santa María, fuente de las biografías latina y castellana de Juan II de Aragón...?

IV.3.3. La latinización de los nombres propios por parte de Marineo Sículo La mayor intertextualidad de la edición latina y castellana de la biografía de Juan II de Aragón de Marineo con la supuesta versión en romance de la obra latina de García de Santa María fue puesta de relieve por Tate a través de los seis nombres propios que recogemos nosotros en el siguiente cuadro:76 G

GR

Op

Ob

Podium

Puig

Peccium

Puy

Petrus Turruellus

Pere Torrella

Petrus Torrella

Pedro Torrellas

Villam Rotundam

Villa Redona

Oppidum Redonam

villa Redona

Bernardo Vascone

Bernat Gaston

Bernardus Gastonem

Bernarldo Gaston

Guerauus Cervillionus

Grau de Cervello

Graus Cerbellon

Grao Cerbellon

Johannem Embunium

Johan Denbun

Ioannem Dembum

Juan Dembo

A la luz de esos datos, Tate concluía con razón que hay una mayor similitud entre los nombres en latín y en castellano de Marineo con los de la supuesta versión en romance de García de Santa María que con la versión latina de este. Es más, la falta de correspondencia entre esta última y la latina del humanista italiano obliga a pensar que este la desconocía, pues, de lo contrario, hubiera sacado de la misma los pertinentes términos latinos, dada la gran dificultad, añadimos nosotros, que esto supuso en la historiografía latina del Renacimiento. Como decimos, el razonamiento de Tate es impecable hasta ahí. Pero yerra al afirmar que Marineo tuvo presente la supuesta versión en romance de García de Santa María al redactar el texto latino y castellano que sacó a la luz en 1530, pero no en el latino terminado en 1508 y traducido después entre 1510 y 1511. Así nos lo demuestra, en efecto, el siguiente cuadro donde recogemos las variantes corrrespondientes a las anteriores que hallamos en R y en A:

76

Cf. R. B. Tate, Ensayos..., p. 259, nota 23 (corregimos “Villa Redonda” de acuerdo con la lectura real de GR en “Villa Redona”) 1705

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R Pui Pedro Torrellas villa de Redona Bernardo Gaston Grao Cerbellon Juan Dembo

A Pui Pedro Torrellas villa de Redona Bernardo Gaston Grao Cervellon Juan Dembo

Comprobemos, en efecto, que, excepción hecha de la insignificante divergencia gráfica de Ob respecto a R y A (Puy / Pui) y de Ob y R respecto a A (Cerbellon / Cervellon), resulta evidente que son exactamente idénticos los referidos seis nombres propios castellanos de la versión castellana publicada en 1530 y la preparada entre 1510 y 1511. Y, si esos seis nombres propios son idénticos –lo que debemos precisar que no es sino un muestreo extensible a otros muchos de R, A y Ob–, las dos copias manuscritas de la traducción preparada por Álvarez de Medellín en Pasarón de la Vera, con la ayuda de Marineo, nos permiten sacar la siguiente conclusión respecto al hoy por hoy perdido texto latino que entregó el humanista italiano a Fernando el Católico en 1509: las similitudes entre numerosos nombres propios de R y A respecto a GR, obligan a pensar que Marineo tuvo presente la supuesta versión en romance de García de Santa María para escribir en latín entre 1500 y 1508 y traducir después al castellano entre 1510 y 1511 su biografía del mismo monarca aragonés. Es decir, afirmamos para el texto latino de 1508 exactamente la misma conclusión a la que había llegado Tate para el de 1530: que para la latinización de los nombres propios se había servido de GR y no de G.

V. La supuesta versión en romance de la Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita de García de Santa María realizada por este hacia 1515 Como vemos, la falta de correspondencia que observamos en los pasajes arriba citados entre el texto de G con GR y la presencia en R y A de datos de esta última nos obligan a desechar la hipótesis de que la supuesta versión en romance de García de Santa María sea una obra realizada hacia 1515, como hasta ahora se ha defendido, y obligan a pensar que ya existía cuando Marineo escribió su biografia de Juan II de Aragón entre 1500 y 1508. Llegado ha, pues, el momento de reflexionar más profundamente sobre esta cuestión y para ello debemos comenzar por recordar la hipótesis más probable formulada en su día por Tate respecto a la falta de correspondencia entre G y GR. 1706

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Pero, antes de presentar esa hipótesis, consideramos conveniente que, pese a las noticias que ya hemos dado anteriormente al respecto, nuestros lectores tengan un conocimiento seguro del ámbito cronológico que en su día presentó nuestro citado investigador para ambos textos. Recordemos, en primer lugar, que Tate demostró que fue en 1501 cuando Fernando el Católico había encargado al jurisconsulto zaragozano que escribiera en latín la historia de Juan II de Aragón, sacando a relucir la siguiente carta de aquel a su protonotario Felipe Clemente fechada en Granada a 16 de enero del citado año:77 Prothonotario: Vuestra carta recebimos e tenemosvos en servicio la diligencia e buena manera que tuvisteys en la publicación de los officios dessa ciudat que os scrivimos fiziessedes, de lo qual eramos bien cierto de vos quando os lo encomendamos. A lo que nos screvis sobre la coronica del Rey mi señor, que sancta gloria haya, nos paresce sera mejor se faga en latin, pues tanta abilidat tiene para ello mjcer Goncalo, que mas fácil será despues de tornarla en romance que de romance en latín e assi gelo screvimos. Darledes nuestra letra que sera con la presente y entrevernejs en todo de la manera que vos bien confiamos. Datis en la ciudad de Granada a XVI días del mes de enero en el anyo Mil quiniento e uno.

Tate evidenció, además, que García de Santa María terminó de escribir su obra hacia el mes de mayo de 1515 y que, una vez concluida, se la remitió a Fernando el Católico, partiendo de la siguiente misiva que este le dirigió a aquel desde Burgos el día 20 de ese mes:78 Amado nuestro. Recebimos vuestra carta y en ella la coronica del serenissimo rey don Juan nuestro padre de gloriosa memoria, la qual os tenemos en acepto servicio. Nos la mandaremos ver y de vuestro trabajo y buena voluntad tendremos la memoria que conviene. Datis en la ciudad de Burgos a 20 dias de mayo del ano 1515. Yo el rey.

Y, por último, nuestro investigador constató que el monarca aragonés pidió después a García de Santa María que tradujera su obra al castellano, solicitud esta que el jurisconsulto zaragozano tenía ya la intención de aceptar el 21 de julio de 1515, como comunicó al rey ese día en una carta a la que este contestó con la siguiente escrita desde Aranda del Duero el 2 de agosto:79

77

Citamos por R. B. Tate, Ensayos..., pp. 230-231. El original de la misiva se halla en la BRAH, Ms. A-11, f. 292r. 78 Reproducimos el texto a través de R. B. Tate, Ensayos..., p. 231. El investigador toma el texto de una copia de la carta que se encuentra en la BRAH, Ms. A-14, f. 218v. 79 Citamos por R. B. Tate, Ensayos..., p. 213. Nuestro estudioso edita el texto a través de la copia de la misiva que se conserva en la BRAH, Ms. A-14, f. 200r. 1707

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Al amado nuestro Micer Gonzalo Garcia de Santa Maria, doctor en derechos. Amado nuestro. Recibimos vuestra carta de 21 de julio, respuesta a la que nos hovimos escrito sobre la coronica que nos embiastes y vemos como por lo que supistes de nuestra voluntad que era verla traduzida en romance, os quereis disponer a ello y quereis saver de nos si seremos servido que lo hagais. Vos decimos que nos lo ternemos a mucho servicio por que veamos por obra el contentamiento que de credulidad tenemos por la relacion que dello nos ha seido feco. Data en la Villa de Aranda de Duero a 2 dias del mes de agosto de 1515 años. Yo el rey.

Resulta, pues, claro que, una vez terminada la Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita y una vez entregada esta a Fernando el Católico, García de Santa María recibió la misma orden que Marineo en 1509, es decir, que tradujera su biografía de Juan II de Aragón al castellano: observemos a este respecto que la frase de la segunda carta “Nos la mandaremos ver” nos evidencia no solo que el monarca quería estar también completamente seguro de lo que el jurisconsulto zaragozano había escrito en latín en una obra históricamente tan comprometida, sino que además documenta el proceso acostumbrado de someter las obras históricas a un informe previo antes de dar la venia a su publicación;80 es más, la frase de la tercera misiva, “vemos como por lo que supistes de nuestra voluntad que era verla traduzida en romance, os quereis disponer a ello y quereis saver de nos si seremos servido que lo hagais”, nos hace pensar que los funcionarios informantes habían contactado ya con el jurisconsulto zaragozano, pero que este quiso averiguar directamente si esa era o no la voluntad del rey.81 Todo apunta, en fin, a que, una vez entregado a Fernando el Católico el texto latino de su biografía de Juan II de Aragón, García de Santa María tuvo el mismo desencanto que Marineo con la suya: encontrarse con que la petición real de una traducción al castellano dilataba la añorada publicación 80 Para la hipótesis distinta a la nuestra (cf. et el texto al que se refiere la nota 105 y su contenido) que formuló M. Baron sobre la razón por la que Fernando el Católico ordenó a García de Santa María traducir al castellano la obra, cf. el texto al que se refiere la nota 99. 81 Ese desencanto es tanto más patente cuanto que García de Santa María debería haber visto con muy buenos ojos la información de que Fernando el Católico le mandaba hacer una traducción al castellano de su obra: queremos decir que no podemos pasar por alto lo que el historiador era partidario del aserto nebrisense “La lengua compañera del Imperio”, como nos recuerda el siguiente párrafo del prefacio a su traducción de la Vida de los Padres del Desierto: “E porque el real imperio que hoy tenemos es castellano y los muy excelentes rey e reyna nuestros senyores han escogido como asiento e silla de todos sus reinos el reino de Castilla, deliberé de poner la obra presente en lengua castellana, porque la fabla comúnmente, más que otras cosas, sigue al imperio” (cf. J. Pérez, Isabel y Fernando: Los Reyes Católicos, traducción de F. Santos Fontela, Madrid, Editorial Nerea, 2001, p. 239).

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de la obra, para descubrir, después de haberla hecho, que lo que realmente impedía que su trabajo saliese a la luz era su propio contenido.82 Hechas estas necesarias precisiones cronológicas, pasemos ahora a estudiar la conclusión a la que llegó Tate al preguntarse si García de Santa María fue o no el autor de la versión en romance de su Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita que, como hemos dicho, se conserva en la BNE. Para tal fin consideramos conveniente transcribir el siguiente párrafo que, aunque un poco largo, permitirá a nuestros lectores tener un conocimiento directo de la cuestión:83 La lengua del texto sugeriría que fue su autor un aragonés con conocimientos de catalán. El principio seguido para casos de diptongación es muy impreciso, y hay tendencias a convertir los pretéritos fuertes en débiles; pero el aspecto más curioso del texto es su estilo, que intenta reproducir no ya el vocabulario del original en forma de cultismos, sino también la sintaxis. Esto va contra el procedimiento normal de la traducción de la época, que al mismo tiempo que tolera los neologismos, no se preocupa de sobrecargar la estructura en romance. Se puede colegir algo del esfuerzo efectista en los dos extractos siguientes: “Planella autem Castri illius Prefectus, qui cum quinquaginta se maximo dedecore in arce Sancti Joannis incluserat, clementiam Regis lacrimis gemitu piisque vociferationibus implorabat, septus enim erat flaminis84 quibus undique arx illa, quamvis lapidea, conflagrabat. Tandem cum promitteret se operam daturum ut Dertusa in Regis ditionem veniret, Rex solita victus clementia (cuius animus ferre non potuit ut tot vivi circa fere inclusi comburerentur), non solum Duci verum etiam militibus illis quinquaginta pepercit...” (G, p. 252). “Planella, capitan, con cincuenta combatientes vergonçosamente en la torre de Sant Johan se recogiera: la clemencia del Rey invocando, piadosas palabras acerqua la misericordia decia, bien que aquexado del gran fuego, la torre aunque de piedra en toda parte ardia, Tortosa ofreciendo, de la vida perdonado. El Rey de la clemencia vencido, á todos perdonó” (GR, p. 333). Puede verse que el traductor ha comprimido más el sentido empleando construcciones participales aun cuando no se empleen en latín, sin ganar, en consecuencia, nada en claridad. En simples frases latinas crea complicaciones: “Regina pleraque loca et castella expugnavit. Cumque oppidum Gerunda commeatu careret, ei succursum est” (G. p. 256). “la Reina ganó Girona; de vituallas careciendo, socorriera” (GR, p. 335). 82

Cf. los textos a los que se refieren la notas 109 y 110, así como el texto final del apartado VI. 83 Cf. R. B. Tate, Ensayos..., pp. 255-258. 84 El Ms. 9571 ofrece también esta misma lectura, pero la misma ha de ser corregida, obviamente, en flammis. 1709

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Y donde el original habría consentido una traducción casi directa, como: “misit utrinque exercitus ut excursiones in agro Ilerdensi facerent, unde nonnullis Ilerdensis captis, aliis interemptis, optimis spoliis Regis milites rediere” (G, p. 204). se comprime en: “e de continente la gente d’armas por dos partes, Lérida corrida, algunos muertos e otros presos con gran cabalgada volvieron” (GR, página 295). Los ejemplos anteriores, tomados de una sección limitada del texto, muestran las principales características del estilo, que difícilmente puede llamarse elocuente y es algunas veces enteramente impreciso. En conjunto podría llamarse mejor no traducción directa, sino un epítome con algunas ligeras modificaciones en la forma y unas cuantas interpolaciones dispersas, estando esas mismas interpolaciones redactadas en el mismo estilo artificioso. Se conservan los discursos y las arengas, que forman una parte tan importante del original. Estan abreviados con pesadez y algunos han sido trasladados de la oratio obliqua a la oratio recta y viceversa. Por aquí y por allá hay glosas esparcidas que varían de frases aisladas, a menudo en forma de sententiae, a amplificaciones de ciertos temas, tales como el de la Fortuna. No hay indicio de que el traductor reconozca el eco de Salustio en la prosa; se revisan muchas de las observaciones clásicas bien conocidas, apareciendo en lugar de ellas un despliegue de ese saber común y mal digerido que es corriente en los compendios medievales. Por ejemplo, cuando Gonzalo dice que no pudo encontrar información sobre el pasado más remoto de Gerona, el traductor, omite la confesión y añade por su cuenta: “nin griegos ni godos por fuerza, por fambre si aquella tomaron, en ella César venido, los Cipiones avergonzados, e por ella Aníbal en voz de amigo passó” (GR. p. 291). Esto lleva a uno a dudar de la afirmación de Amador (repetida por Sánchez Alonso), que Gonzalo fue también el autor de la traducción. Amador argumenta probablemente con la carta de Fernando a su secretario en 1501. Gonzalo, además de poseer un estilo latino fluido, tenía opiniones sanas sobre la traducción al romance, que incluyó en e prólogo de su versión romance de la Postilla super epistolas et evangelia (Hurus, Zaragoza, hacia 1485), de Guillermo de París. En primer lugar, condenaba la traducción estrictamente literal, insistiendo, en segundo lugar, que la traducción debía de hacerse en términos contemporáneos. El presente texto no posee ninguna de las cualidades que él pide, teniendo un tipo de glosa que discurre en contra del estilo y del espíritu del original. En cuanto al autor, no se revela su identidad, aparte del hecho de que parece conocer la geografía y la topografía de la ciudad de Gerona. [...]

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Lo expuesto nos hace ver que Tate pone en duda la hipótesis de Amador de los Ríos85 y de Sánchez Alonso86 de que hubiera sido el propio García de Santa María el autor de la versión romance que estudiamos. El argumento central de nuestro investigador es que la versión no cumple con los preceptos teóricos sobre la traducción expuestos en portugués por el jurisconsulto zaragozano en el prólogo de su obra Postilla super epistolas et evangelia:87 [...] nom quis siguir o erro de muytos que pallaura por pallaura trelladam. Porque o trellador deue teer respeyto que sem mudar o siso donde tira em lingoagem que poôe soôe bem, e aos que o leem precure prazer; mas os que escreueron nam errarom em scripuendo segundo seu tempo: e porque as medidas, moedas, vistidos, arreos, e manjares, e cousas semeihantes eran de outra manera das que oje teemos em costume; porque da lingoa latyna o mais propio e çerto que nos fica he o que mudar nam se pode de latym em lingoagem [...] o que trellada segundo a terra e lingua donde mora o ha de poer em maneira que se entenda e so sentido pareça bem. […]

El argumento de Tate es impecable: la versión en romance se vertebra con una sintaxis latinizada, carece de elocuencia y, por abreviar, deja mucho que desear en la lengua de llegada con respecto a la de partida; es más, la falta de correspondencia entre ambas llega a tal extremo, que resulta aceptable el aserto de nuestro investigador de que, respecto al texto latino de García de Santa María, la versión romance es “un epítome con algunas ligeras modificaciones en la forma y unas cuantas interpolaciones dispersas”. Debe quedar claro que la validez de esa conclusión no se reduce a los ejemplos seleccionados por Tate. Así lo indican los textos cotejados por nosotros en los apartados anteriores. Y así nos lo demuestra, para que los lectores puedan comprobarlo directamente de nuevo, el siguiente pasaje del comienzo de la Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita:88 Profecto namque Rege Barchinona, ut Aragonensibus Fragae, Catalanis vero Ilerdae curias celebraret, cum Illerdam se Karolus contulisset, e uestigio Regi sermones quidam et judicia de Karolo magnam suspitionem pre se ferentia relata sunt, nonnullaque detecta concilia quae palam in Regis perniciem tendere videbantur. Rex autem odiorum praeteritorum machinationumque memor, sibi 85 Cf. J. Amador de los Ríos, Historia crítica de la literatura española, Madrid, Imprenta á cargo de Joaquín Muñoz, 1865, t. VI, p. 320, nota 2. 86 Cf. B. Sánchez Alonso, Historia de la historiografía española, Madrid, CSIC, 1947 (segunda edición revisada y añadida), p. 409. 87 Cf. G. García de Santamaría, Evangelios e epistolas, ed. I. Collijn y E. Staaff, “Skriffiter utgifna af K. Humanistica Vetenskaps”, vol 11, nº 3, Uppsala, 1908 (citado por R. B. Tate, Ensayos..., p. 257, nota 20). 88 Cf. A. Paz y Melia (ed.), Serenissimi..., p. 179 (advertimos que, de acuerdo con el original latino, hemos corregido la errata seccessisset en secessisset).

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persuadens novam reconciliationem nihil veritatis habituram, in profundiores cogitationes incidit, existimans, nisi astu provideret, de statu suo regio brevi actum fore. Quapropter statim, arbitris procul amotis, cum in regium cubiculum solus cum illo secessisset, sic locutum accepimus: [...]

y su correspondiente texto de la versión en romance:89 Partió el rey de Barcelona por Córtes generales; á los aragoneses en Fraga, otras en Lérida á los catalanes asignó; á los cuales, de su predestinado fin conducido, vino el Príncipe de Viana. Súbitamente palabras de grandes sospechas al Rey fueron dichas; juicios e crueles tractados descubiertos. El ánimo del cual, por las cosas pasadas, cayó en nuevos pensamientos. Era la triste hora llegada, los cielos dispuestos á toda desolación. El Rey con ánimo conturbado, solos en su palacio retraidos, dijo:

Como vemos, pese a que la sintaxis del texto vernáculo tiene un claro sabor a latín (nótese, por ejemplo, la colocación a final de frase de “asignó” y “dijo”), sin embargo, son enormes sus diferencias formales y de contenido respecto al latino: no se trata solo de que aquel no siga para nada la sintaxis de este (como es el caso de las simples oraciones yuxtapuestas que se convierten en un ablativo absoluto, una oración final y otra de cum histórico), sino que este simplifica la supuesta redacción original a la mínima expresión (cotéjese, por ejemplo, el texto Rex autem odiorum praeteritorum machinationumque memor, sibi persuadens novam reconciliationem nihil veritatis habituram, in profundiores cogitationes incidit, existimans, nisi astu provideret, de statu suo regio brevi actum fore con “El ánimo del cual, por las cosas pasadas, cayó en nuevos pensamientos”), y, para colmo, se intercala una frase (“Era la triste hora llegada, los cielos dispuestos a toda desolación”) cuya naturaleza meramente literaria hace dudar de que sea un añadido por el traductor por una necesidad explicable. Añádase a esto la relevancia de un argumento que Tate pone sobre la mesa y que nos permite apreciar en cierta manera la frase “Era la triste hora llegada, los cielos dispuestos a toda desolación”: nos referimos a su afirmación de que las interpolaciones están “redactadas en el mismo estilo artificioso” del resto de la versión. Pero esta incontestable realidad, que nuestros lectores pueden observar con mayor profundidad volviendo a cotejar el texto latino y vernáculo de la arenga del príncipe Fernando a su ejército antes de la batalla de Calaf,90 resultan sorprendentes o, por mejor decir, no se entienden, salvo que creamos que el autor de la versión vernácula quiso extender deliberadamente su estilo hiperlatinizado a todo el texto en romance, hubiera o no salido del mismo original escrito en la antigua lengua del Lacio. 89 90

Cf. A. Paz y Melia, Vida..., p. 281. Cf. el subapartado IV.3.2. 1712

¿Gonzalo García de Santa María, fuente de las biografías latina y castellana de Juan II de Aragón...?

En definitiva, Tate acertó al poner en duda que García de Santa María fuera el autor de la versión en romance conservada en la BNE, pero no supo o, por mejor decir, no pudo encaminar su investigación, al desconocer la existencia de los manuscritos R y A, hacia la verdadera solución del problema.91

VI. El impacto de la razonable duda de Tate: hipótesis de M. Baron Creada por Tate la razonable duda sobre el aserto de Amador y Sánchez Alonso de que García de Santa María había traducido la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón a partir de su Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita, los investigadores posteriores se han limitado a reproducirla, como es el caso de J. Martín Abad.92 Pero ha habido una investigadora, M. Baron, que, partiendo de lo apuntado por Tate y poniendo todas las piezas de ajedrez sobre el tablero, se ha atrevido a formular abiertamente una hipótesis que nuestro eximio investigador dejó implícita, pero no expuso claramente:93 Robert Brian Tate réunit encore plusieurs autres arguments stylistiques: complication de l’original latin, ordre des mots, abréviation des harangues, passage de l’oratio recta à l’oratio oblicua et vice et versa, gloses sous forme d’amplifications de certains thèmes, dissolution des références classiques. Sa démonstration me paraît assez convaincante pour ne pas attribuer la paternité de ce texte à Gonzalo, l’identité de l’auteur restant dès lors à définir, ainsi que la datation exacte de la traduction. Cherchant à résoudre ce dernier problème, Robert Brian Tate a analysé les rapports de ces deux versions, latine et castillane, de la vie de Jean II avec la biographie composée par Marineo Sículo. Il s’est appuyé sur des indices historiques et textuels. Chronologiquement, nous savons que Marineo termina une première version de sa chronique latine en 1508, que Gonzalo acheva la sienne en 1515 et que la version définitive du travail de Marineo fut publiée en 1530 dans le De rebus Hispaniae memorabilibus. Par ailleurs, Marineo aurait traduit en castillan sa première version latine autour de 1510, avec l’aide de Rodrigo Álvarez de Medellín, mais aucun témoignage de cette œuvre n’est a priori conservé. La traduction vernaculaire de la chronique de 91 El investigador supo, sin embargo, imaginar la solución, como ponemos de relieve en el apartado X al final de nuestras conclusiones. 92 Cf. J. Martín Abad, “Gonzalo García de Santa María: apuntes bio-bibliográficos”, en El enredijo de mil y un diablos (De manuscritos, incunables y raros, y de fondos y fantasmas bibliográficos), Madrid, Ollero y Ramos, 2007, pp. 46-47. 93 Cf. M. Baron, Étude et édition des “Regum Aragonum res geste” de Gonzalo García de Santa María (début du XVIe siècle). History, Thése en vue de l’obtention du Doctorat de l’Université Toulouse le Mirail–Cotutelle internationale avec l’Universidad de Zaragoza, 2012, vol. I, pp. 146-147 (citamos a través de la versión electrónica consultable en la página de Internet https:// tel.archives-ouvertes.fr/tel-00841537/document [último acceso, 10.9.2015]).

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Gonzalo García de Santa María n’est pas située dans cette chronologie. Quant aux indices textuels relevés par Robert Brian Tate, ils révèlent que les trois textes qui nous sont parvenus sont intimement liés, que l’œuvre de Marineo est la plus développée et la plus complète et qu’elle contient des similitudes bien plus profondes avec la version en langue vernaculaire de la biographie composée par Micer Gonzalo qu’avec sa version latine. À l’issue de son analyse, Robert Brian Tate, prudent, émet plusieurs hypothèses quant aux processus de transmission intervenus entre ces trois textes. Au vu des éléments réunis, je crois, pour ma part, que le scénario le plus probable est le suivant : entre 1515 et 1530 aurait été réalisée la version vernaculaire de la chronique du juriste aragonais, laquelle aurait servi de base à une remodélation de la chronique de 1508 de Marineo Sículo, en vue de son impression en 1530.

Como vemos, dado que Tate había puesto en duda que la versión en romance contenida en el ms. 1891 de la BNE fuera una traducción de la biografía latina de Juan II de Aragón realizada por García de Santa María a partir de la suya, conservada hoy en el ms. 9571 de la BNE, Baron da el paso de suponer explícitamente que la citada traducción hubo de ser compuesta entre 1515 y 1530. La investigadora completaba así un dato que Tate no dejaba claro: si Marineo había remodelado la biografía de Juan II de Aragón publicada tanto en latín como en castellano en 1530 a partir de unos supuestos “comentarios o minutas” que terminó en 1508 y vertió al castellano con la ayuda de Álvarez de Medellín entre 1510 y 1511, había que suponer que la versión en romance que tanto se parecía al texto latino de García de Santa María debería haber sido realizada por un autor distinto al mismo entre 1515, fecha en la que el jurisconsulto zaragozano terminó su obra, y 1530, fecha en la que Marineo publicaba su remozada biografía en la edición latina y castellana del Opus de rebus Hispaniae memorabilibus de 1530. Por otra parte, Baron, recogiendo una hipótesis ya trazada por Tate,94 aunque sin citarlo en este caso, justifica de manera mucho más explícita la razón por la que García de Santa María no publicó ni la versión latina de la biografía de Juan II ni la traducción de la misma que, como ya señalamos al hilo de la carta de Fernando el Católico de 2 de agosto de 1515,95 el monarca le mandó hacer poco antes:96 Ferdinand décédait six mois après avoir rédigé cette lettre.97 Sa mort explique peut-être que le manuscrit latin n’ait jamais été publié. Il n’est pas impossible 94 “En Aranda sufrió un ataque cardíaco del que nunca se recuperó en realidad: unos seis meses más tarde, en enero de 1516, murió. Esto puede explicar por qué no se adelantó el asunto”, escribió al respecto R. B. Tate, Ensayos..., p. 231. 95 Cf. el texto al que se refiere la nota 79. 96 Cf. M. Baron, Étude et édition..., p. 146, nota 474. 97 Se refiere a la carta del 2 de agosto de 1515 (cf. el texto al que se refiere la nota 79).

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¿Gonzalo García de Santa María, fuente de las biografías latina y castellana de Juan II de Aragón...?

qu’elle marquât aussi un coup d’arrêt au projet d’une traduction réalisée par Gonzalo lui-même.

Como acabamos de leer, la investigadora aduce que fue la muerte de Fernando el Católico, sucedida el 26 de enero de 1516, la que evitó la publicación de la obra latina y la que también pudo frenar el proyecto de traducción de la misma. Por último, tras dar cuenta del acierto de Tate al evidenciar el error que cometió en 1903 M. Serrano y Sanz atribuyendo a García de Santa María la traducción castellana de la Oratio de laudibus historiae conservada en un manuscrito de la BNE, cuando dicho discurso era de Marineo, que lo reutilizó después como segundo prólogo de la versión latina y castellana del Opus de rebus Hispaniae memorabilibus,98 concluye que las crónicas latinas y castellanas pertenecían a un programa histórico de propaganda y de dignificación de la monarquía diseñado tanto por Fernando el Católico como por las instituciones aragonesas de finales del siglo XV y principios del XVI:99 […] Ces exemples illustrent bien à quel point il est difficile de démêler les fils du tissu historiographique aragonais dans le complexe réseau d’originaux et de traductions qui circulent alors à Saragosse, à une époque où les écrits historiques semblent foisonner. L’activité de ces érudits, qui écrivent tous sur l’histoire de l’Aragon, est peut-être le fruit d’une émulation réciproque mais correspond plus probablement à un véritable programme historique de propagande et de dignification du royaume porté tantôt par le roi, tantôt par les institutions aragonaises à la fin du XVe siècle et au début du XVIe. L’abondance des textes est en tout cas saisissante.

Baron entraba así en un controvertido tema en el que J. Abad Martín, al hilo de lo que Tate había dicho al respecto100 y en relación a la Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita, escribe:101 La biografía latina de Juan II se inserta en el programa propagandístico alentado por los Reyes Católicos frente a los juicios poco favorables de algunos humanistas italianos respecto a nuestra cultura. He aquí la razón al uso del latín en esta biografía.

Pero no nos engañemos. Las hipótesis de Baron, aunque totalmente congruentes, en unos aspectos, y fieles, en otros, a las de Tate, resultan fallidas, como pasamos a demostrar a continuación haciendo ver que las cosas 98

Cf. J. Mª Maestre Maestre–M. Torreblanca López, “Descubrimiento...”, pp. 1199-1202, así como el apartado III del presente trabajo. 99 Cf. M. Baron, Étude et édition..., p. 148. 100 Cf. R. B. Tate, Ensayos..., pp. 27 y 193-194. 101 Cf. J. Martín Abad, “Gonzalo García...”, p. 48. 1715

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sucedieron, tanto filológica como históricamente, de manera muy distinta a lo hasta ahora planteado. a) En cuanto a su datación de la traducción en romance de la Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita no se comprende bien, en primer lugar, que un autor ajeno a García de Santa María hubiera hecho una versión llena de omisiones y de interpolaciones y con un estilo completamente distinto al de su original. En segundo lugar, no resulta fácil de aceptar que alguien tomara esa decisión, si tenemos en cuenta que el jurisconsulto zaragozano se había comprometido a hacer una traducción propia. Y, en tercer lugar, aun admitiendo la posible objeción de que ese desconocido traductor hubiera tomado esa decisión después de muerto García de Santa María en 1521,102 debemos reparar en que estamos ante una obra manuscrita y no impresa, con los problemas que esto conlleva: pensemos, por ejemplo, no tanto en la dificultad de localizar el manuscrito del jurisconsulto zaragozano –lo cual, dada la circulación de copias manuscritas en aquella época,103 supondría el menor de los problemas–, sino en la finalidad de hacer una traducción o, por mejor decir, un epítome de una obra que había quedado relegada al olvido. b) En cuanto a la posibilidad de que fuera la muerte de Fernando el Católico la causa de la interrupción de la edición de la biografía latina de Juan II de Aragón escrita por García de Santa María y de la traducción de la misma que el monarca le había encargado hacer a este, debemos señalar que, a nuestro juicio, el destino de ambas obras estaba tan condenado desde un principio como el de la biografía latina terminada por Marineo en 1508 y el de la versión que le pidió el rey que hiciera inmediatamente después de entregársela en 1509. Como nos pone de manifiesto la carta que Fernando el Católico remitió a García de Santa María desde Granada el 16 de enero 1501,104 el rey tenía claro desde un primer momento que la obra del jurisconsulto zaragozano habría de ponerse primero en latín y después en castellano: una lectura inocente de esa carta nos haría ver explícitamente que la orden de que primero escribiera en 102

García de Santa María murió en su casa de Zaragoza el 2 de julio de 1521 (cf. R. B. Tate, Ensayos..., p. 217, así como el texto al que se refiere nuestra nota 140 y su contenido). 103 Recordemos, por ejemplo, que era frecuente que, siguiendo el precepto de Horacio en ars 386-390, los autores enviaran copias a amigos cualificados para que leyeran las obras e hicieran las oportunas correcciones (cf. J. Mª Maestre Maestre, “Limae labor y creación literaria en latín durante el Renacimiento: las dos versiones del Carmen in natali serenissimi Philippi de Sobrarias”, en J. Mª Maestre Maestre–J. Pascual Barea (eds.), Humanismo y pervivencia del mundo clásico. Actas del I Simposio sobre humanismo y pervivencia del mundo clásico (Alcañiz, 8 al 11 de mayo), Cádiz, Instituto de Estudios Turolenses (CSIC)–Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 1993, vol. I, pp. 140-148). 104 Cf. el texto al que se refiere la nota 77. 1716

¿Gonzalo García de Santa María, fuente de las biografías latina y castellana de Juan II de Aragón...?

latín y depués en castellano obedeció a la mayor facilidad de traducir de la primera de estas dos lenguas a la segunda y no a la inversa, e implícitamente apoyaría ese proyecto de propaganda histórica en latín y castellano del que hablaba Baron. Podríamos pensar incluso que el monarca pedía una traducción vernácula por su desconocimiento de la vieja lengua de Roma.105 Pero la realidad es mucho más compleja. Aún admitiendo que el monarca quisiera que la crónica de su padre se realizara en latín como lengua culta de su época en Europa e incluso con la finalidad propagandística señalada específicamente para esta por Tate y Abad Martín, no se entiende que después no la haga publicar. Así sucedió con la biografía de Marineo y así sucedió con la de García de Santa María. Y, en ambos casos, el rey pidió inmediatamente una traducción al castellano. Así las cosas, pensamos que, al pedir Fernando el Católico a García de Santa María que vertiera al castellano la biografía de su padre, el monarca llevaba la misma intención que cuando le pidió eso mismo a Marineo:106 que esa obra o, por mejor decir, el conflicto bélico entre Juan II de Aragón y el príncipe de Viana, conflicto que nada favorecía sus propios intereses, no resultase, además, políticamente incorrecta a los ojos de los descendientes de la facción beamontesa de los navarros (máxime en un momento en el que acababa de anexionarse militarmente a Navarra)107 y, mucho más aún, a los de la nobleza y burguesía del principado catalán. Pero, según hemos podido comprobar,108 la realidad es que las obras de Marineo y García de Santa María se parecen como dos gotas agua en muchos aspectos y, entre ellos, en el de la parcialidad histórica a favor de Juan II de Aragón. Recordemos a tal efecto, por ejemplo, las siguientes palabras de Sánchez Alonso:109 […] Con el príncipe de Viana es más injusto, achacándole que “cum diutius regnandi cupiditatem ferre non posset, in patentes inimicitias cum patre 105

“Por otra parte, la educación juvenil de Fernando había estado muy abandonada: antes de la edad de diez años se le hizo ya ir á las guerras de Cataluña; los campamentos fueron sus escuelas”, leemos W. Precott, W. H. Prescott, Historia del reinado de los Reyes Católicos D. Fernando y D.a Isabel, escrita en inglés por Willian H. Prescott, traducida del original, por D. Pedro Sabau y Larroya, Madrid, Imprenta, Librería y Fundición de M. Rivadeneyra y Comp., 1845, t. II, p. 320. 106 Cf. J. Mª Maestre Maestre–M. Torreblanca López, “Descubrimiento...”, pp. 1224-1228. 107 Cf. nota 2. 108 Debemos tener claro que, pese a las diferencias textuales que hemos podido ver en los textos citados en el apartado IV.2 y en los subapartados IV.3.1 y IV.3.2, sin embargo, como bien señala R. B. Tate, Ensayos..., 252-253, su contenido es harto similar y tienen una estructura muy parecida. 109 Cf. B. Sánchez Alonso, Historia de la historiografía..., cit. en n. 85, pp. 408-409. 1717

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prorupi”, si bien traza un retrato bastante ventajoso, en que culpa de su conducta a las “versutias, calliditates ac dolos” de los catalanes. [...]

y estas otras publicadas después por Tate:110 Los catalanes no son solamente ladrones (latrones) y criminales (reos), sino también seguidores de dioses falsos (idolatres) y culpables de los crímenes más inicuos (parricides), “quos non ego [Juan] solum etiam Deus adversatus est” (p. 211).

A la luz de esta realidad, debemos concluir que Fernando el Católico no permitió que se publicara la biografía latina de Juan II de Aragón realizada por García de Santa María ni tampoco la versión castellana de la misma realizada por este, si es que llegó a hacerla y el monarca vivió para verla, porque la versión latina de esa biografía realizada por el jurisconsulto zaragozano tenía muchas similitudes en su contenido no solo con el de la versión latina y castellana de la biografía de Juan II de Aragón publicada por Marineo en 1530, como ya puso de relieve Tate, sino –y atención a lo que diremos ahora– con el de la traducción al castellano de esa misma obra que, con la ayuda de Álvarez de Medellín, había realizado en Pasarón de la Vera el humanista italiano entre 1510 y 1511 y, por ende, según cabe suponer a través de esta versión, al original latino terminado en 1508, hoy por hoy perdido. En definitiva, la salida a escena de R y A, dos copias de la traducción al castellano de la biografía de Juan II de Aragón realizada entre 1510 y 1511, da un giro copernicano a lo hasta ahora investigado y nos permite afirmar que entre la biografía traducida por Álvarez de Medellín con la ayuda de Marineo en esos años y la Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita terminada de escribir en latín por García de Santa María en 1515 y, mucho más aún, la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón, existe una relación textual bastante similar a la que hasta ahora se había postulado respecto al texto latino y castellano de la misma obra publicada por Marineo en 1530. Pero esa realidad nos obliga a preguntarnos cómo es eso posible, si esa supuesta versión en romance del texto de García de Santa María –que es la que realmente sirve de puente entre esas obras– fue realizada por él, según unos, o por un autor distinto al jurisconsulto zaragozano, según otros, a partir de la segunda mitad de 1515.

110 Cf. R. B. Tate, Ensayos..., p. 236. Debemos anotar que, si son latinos, como correponde, los términos parénteticos reos, idolatres y parricides deberían haberse escrito en nominativo plural como rei, idolatrae y parricidae.

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¿Gonzalo García de Santa María, fuente de las biografías latina y castellana de Juan II de Aragón...?

VII. Fuentes reconocidas por Marineo para la composición de su biografía de Juan II de Aragón La clave para solucionar tan apasionante problema nos la ofrece el propio Marineo al hablar sobre las fuentes historiográficas de su biografía de Juan II de Aragón y, más concretamente, sobre la guerra de este monarca contra los navarros y catalanes levantados en su contra. Recordemos, en primer lugar, el siguiente pasaje de la carta que el humanista italiano envió a Federico Manuel, vicario de Vizzini, desde Granada, el 26 de agosto de 1500:111 [...] Rex quoque mihi sui patris vitam et res gestas Latinis scribendas litteris demandavit ne excellentissimi principis memoria singularis et nomen ingens Hispano ac barbaro male celebrata sermone caderent in oblivionem. [...]

Como vemos, Marineo informa al destinatario de su misiva que Fernando el Católico le había pedido que escribiera en latín la vida y gestas de su padre, “para que no cayeran en el olvido la singular memoria de tan excelentísimo príncipe y su gran nombre malamente encomiados en lengua española y bárbara”. Así pues, el humanista italiano nos certifica que, antes de que a él se le hiciera el encargo de poner la historia de Juan II de Aragón en latín, existía un obra en lengua vulgar castellana (de ahí, en principio, el adjetivo de “bárbara”, aunque este también puede poner de relieve que la lengua utilizada era “incorrecta”).112 Resulta patente, además, que el pasaje nos induce a pensar que Marineo se dispuso a realizar su encargo a partir de ese texto castellano, por muy malo que este fuera no solo en términos literarios, como acredita el sintagma male celebrata, sino también lingüísticos, según igualmente sería posible inferir del sintagma Hispano ac barbaro ... sermone como crítica no ya a su redacción en una lengua vulgar, sino “a la naturaleza deformada de un castellano super-latinizado”.113 Ahora bien, si importante es esta carta del humanista italiano para nuestros fines, mucho más lo es este pasaje que no aparece ni en R ni en A,114 pero que, llegado el momento de publicar la biografía de Juan II de Aragón en 111 Citamos por T. Jiménez Calvente (ed.), Un siciliano en la España de los Reyes Católicos. Los “Epistolarum familiarium libri XVII” de Lucio Marineo Sículo, Alcalá de Henares, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alcalá de Henares, 2001, p. 487, epíst. IX,10,9. 112 Sobre el sentido de barbarus en el Renacimiento, cf. J. Mª Maestre Maestre, “Bárbaros contra humanistas”, Estudios de historia y arqueología medievales, 7-8 (1987-88), pp. 131-152. 113 Expresamos la posibilidad con las mismas palabras de Tate, que, como ya veremos (cf. el texto al que se refiere la nota 318) formuló esta hipótesis, aunque cometiendo el error de datar en 1530 el citado texto latino en lugar de en 1500, con el cambio de óptica que esto implica). 114 Tengamos presente que la aclaración de las fuentes utilizadas por parte de Marineo tenía pleno sentido en 1530, pero no en la redacción latina terminada en 1508 ni en su traducción castellana realizada entre 1510 y 1511, dado que, estando vivo entonces Fernando

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1530, introdujo Marineo en Op para dar cuenta de las dos fuentes en lengua vulgar que Fernando el Católico puso a su disposición para escribir en latín la guerra de los navarros y catalanes levantados en contra de su padre:115 [...] Ceterum de hoc bello quod ego iussu Ferdinandi regis scripturus sum, prius Hispano sermone scripserant equites duo, Gonsalus scilicet ab Avila cognominatus et Joannes Rochabertinus qui Castellanus Ampostae dicebatur, qui Regis castra sequebantur et omnibus praeliis caeterisque rebus interfuere, quorum scripta vulgaria quasi commentaria mihi tradi iussit Rex Ferdinandus, quae partim ad verbum, partim ad sensum Latinitate donabo. Huius uero belli praecipuam causam primumque motum alii aliter ortum fuisse referunt. Ego autem, quod caeteri senserint aliorum indicio relinquens tantorum malorum causam fuisse arbitror inconstantiam uarietatemque fortunae. Quae cum Barcinonae ciuibus et cunctis eius prouinciae populis maximos honores et opes amplissimas inuidisset, primum quosdam Nauarrae populos et deinde Barcinonae principatus fere omnes in suum armauit exitium filiumque contra patrem stimulavit. [...]

pasaje este que el humanista italiano vertió al castellano en Ob de la siguiente guisa:116 [...] Mas desta guerra que yo tengo de escreuir por mandado del Rey Catholico don Fernando/ auian scripto primero en lengua española dos caualleros que fueron Gonçalo de Auila/ y Juan Rocaberti que se dezia Castellan de Amposta. Los quales seguían el real de Rey don Juan/ y se hallaron presentes a todos los trances de aquella guerra y de las otras cosas que en ella passaron. Y las cosas que aquellos varones escriuieron en su lengua de romance me mando dar el Rey don Fernando porque yo las boluiesse en latin. Lo qual hize trasladando parte dello palabra por palabra y parte sentencia por sentencia. Mas la principal causa desta guerra y el primer mouimiento: vnos dizen auer sido de vna manera y otros de otra. Mas yo dexando a juicio de otros lo que los vnos y los otros dizen/ pienso la causa de tantos males auer seydo la inscotancia y variedad de la fortuna. La qual teniendo envidia a la ciudad de Barcelona y a todos los pueblos de su principado las honrras muy grandes/ y las riquezas muy puxantes que tenia: primeramente reboluio ciertos pueblos de Navarra / y despues armo para su perdicion a los de Barcelona con todo su principado. [...]

el Católico, que era quien le había facilitado las obras vernáculas, resultaba innecesario hacer años más tarde esa importante precisión. 115 Cf. L. Marinei Siculi, regii historiographi, Opus de rebus Hispaniae memorabilibus, 1530, lib. XIII, f. LXXIr. 116 Cf. Obra compuesta por Lucio Marineo Sículo, Coronista de sus Majestades, de las cosas memorables de España, 1530, lib. XIII, ff. CIIIIr-[CIIIIr] (numerados por error tipográfico XXXVr-[XXXVr]). 1720

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El humanista italiano explicita, de un lado, que la historia de la contienda navarro-catalana de Juan II de Aragón había sido escrita en lengua española por dos caballeros, Gonzalo de Ávila y Juan Rocabertí, que se decía castellán de Amposta, y, de otro, que Fernando el Católico le había dado sus correspondientes “escritos o, por así decirlo, comentarios en lengua vulgar” (scripta vulgaria quasi comentaria) para que él los vertiese en latín, lo que llevó a cabo “trasladando parte dello palabra por palabra y parte por sentencia”. Resulta obvio que Tate conocía todos estos textos. Pero en el momento de relacionarlos llegó a la siguiente conclusión:117 Ahora bien, en las páginas de su biografía Marineo nunca se refiere a una fuente contemporánea. Por el contrario consideraba su obra como algo único. De su carta, septiembre de 1500, podría colegirse que existía una biografía vernácula de escaso valor y esta posiblemente sea la obra que menciona más tarde en De Rebus como escrita por Gonzalo de Ávila y Juan de Rocaberti. “Ceterum de hoc bello [en este caso, la guerra entre las facciones beamontesa y agramontesa en Navarra] quod ego iussu Ferdinandi Regis scripturus sum, prius Hispano sermone scripserant equites duo; Gonsalus scilicet ab Avila cognominatus et Joannes Rochabertinus qui Castellanus Ampostae dicebatur, qui Regis [Juan II] castra sequebantur ... quorum scripta vulgaria quasi comentaria mihi tradi iussit Rex Ferdinandus, quae partim ad verbum, partim ad sensum Latinitate donabo” (ed. cit. p. 415). Si se trata de la misma obra, “hispano ac barbaro male celebrata sermone”, mencionada en su carta de 1500, entonces la composición de la biografía sería una tarea humanística corriente, la transformación de una obra vernácula en latín. Pero no hay una certeza absoluta acerca de esta identificación. En primer lugar, no puede seguirse la pista de los autores de estos supuestos commentaria. No existe información sobre un Gonzalo de Ávila, ni como seguidor de Juan II ni como historiador. El alcaide de Amposta que acompañaba al rey de Aragón durante la Guerra Civil no era Juan, sino Bernat Huc de Rocaberti.

Como vemos, nuestro avezado investigador tocó con su mano la solución, pero no alcanzó a abrazarla, pues cometió los cuatro siguientes errores: a) El primer yerro, de poca importancia, fue el suponer, sin tener en cuenta el plural del sintagma scripta vulgaria quasi comentaria y en contra de lo que era lo habitual en aquellos tiempos,118 que en el texto latino y castellano 117

Cf. R. B. Tate, Ensayos..., pp. 253-254 (señalamos que, de acuerdo con el original latino citado en nuestra nota 111, hemos corregido en celebrata la errata celebrato, que el investigador inglés también comete en p. 253, nota 13).

118 Recordemos que la doble autoría se da cuando un autor, por muerte del anterior, completaba la obra, como es el caso de la traducción de la obra Caidas de Principes que comenzó a traducir al castellano a partir de los De casibus illustrium virorum libri novem de

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finalmente publicado Marineo hablaba de una sola obra escrita conjuntamente por Gonzalo de Ávila y Juan Rocabertí. b) El segundo lapsus, también de poca monta, fue el pensar que la guerra de la que hablaba el humanista en ese momento era solo la de las facciones beamontesa y agramontesa en Navarra, cuando el título latino del primer capítulo del libro XIII de Op:119 De bello quod cum Carolo filio gessit et cum populis Barcinonae principatus.

y su correspondiente castellano en Ob:120 De la guerra que hizo con don Carlos su hijo/ y con los pueblos del principado de Cataluña.

dejan bien claro que la guerra afectaba no solo a tierras navarras, extremo que pone de relieve la mención de su hijo don Carlos, sino especialmente a las catalanas, lo que tiene una mayor importancia de lo que a simple vista cabe pensar: consideremos, en efecto, que Marineo colocó su aclaración no al principio de su biografía, sino en ese lugar, porque quería dejar claro que sus dos fuentes historiográficas escritas en lengua vulgar solo trataban de sus guerras en Navarra y Cataluña, cuya narración él anunciaba a partir de ese momento, aunque la realidad es que después abordará fundamentalmente la acontecida en tierras catalanas. c) El tercer error, ya más importante, es el no tener presente que Marineo era un autor en el que los lapsus con los nombres propios son harto habituales.121 Recuérdese, por ejemplo, que a un compatriota suyo tan afamado como Cristóbal Colón le cambió el nombre por el de Pedro Colón

Giovanni Boccaccio Pedro López de Ayala y, tras su muerte, completó después Alonso de Cartagena (cf. el texto al que se refiere las notas 312 y 313). 119 Cf. L. Marinei Siculi, regii historiographi, Opus de rebus Hispaniae memorabilibus, 1530, lib. XIII, cap. 1, f. [LXXv]. 120 Cf. Obra compuesta por Lucio Marineo Sículo, Coronista de sus Majestades, de las cosas memorables de España, 1530, lib. XIII, cap. 1, f. LXXVr. 121 Otro ejemplo –dentro ahora de la propia biografía de Juan II de Aragón– es la confusión del nombre de Bonifacio Ferrer, hermano de Vicente Ferrer y participante como el después santo valenciano en el Compromiso de Caspe: en el prefacio del lib. I de R y A lo llama Londoño, que latiniza como Ludouicus en el texto latino que sirvió de base para escribir el anterior, es decir, en el capítulo correspondiente sobre Fernando de Antequera que hallamos en el lib. XI de Op (tomado a su vez de los De primis Aragoniae regibus libri V), y lo trueca, finalmente, en Luis en en el pasaje correspondiente del lib. XI de Ob. 1722

¿Gonzalo García de Santa María, fuente de las biografías latina y castellana de Juan II de Aragón...?

tanto en el capítulo titulado “De aliis insulis ab hemisperio nostro remotis, quas Indicas appellant” de la biografía latina de los Reyes Católicos de Op:122 Subactis autem Canariis et ad cultum christianae religionis allectis, catholici principes ad alias multo maiores insulas et aurifodinas non magis auri causa, quod inde plurimum optimumque defertur, quam salutis animarum rationem habentes, Petrum Colonum cum triginta quinque nauibus quas carauellas appellant et hominum magno numero misere. Qui cum dies prope sexaginta nauigassent, ad terras tandem peruenerunt ab orbe nostro remotissimas, in quibus antipodas esse sub hemisphaerio nostro commorantes, omnes qui inde uenerunt, affirmant et regiones esse tantae magnitudinis, ut continentes terrae potius quam insulae uideantur. De quibus, quoniam multi multa scripserunt et alii Hispano sermone aliique Latino magnas confecerunt historias, me scribere necesse non est. Vnum tamen hoc loco, quod est maxime memorabile scituque dignissimum, non praeteribo silentio, cum praesertim fuerit ab aliis, ut arbitror, qui scripsere praetermissum. In una siquidem regione quae continentis esse dicitur, cuius erat episcopus Ioannes Quiuetus, ordinis Minorum, ab hominibus qui auri quaerendi gratia terras effodiebant, numisma repertum est nomine Caesaris Augusti et imagine signatum. Quod nactus Ioannes Ruffus, Archiepiscopus Cosentinus, quasi quid admirabile Romam misit ad summum Pontificem. Quae res nimirum nostri temporis nauigantibus, qui se prius quam alios illuc nauigasse iactabant, gloriam eripuit, quandoquidem numismatis huius argumento iam constat ad Indos olim peruenisse Romanos.

como en el titulado “De otras yslas apartadas del Hemisperio llamadas Indias” de la misma obra en castellano de Ob:123 Auiendo los Principes Catholicos sojuzgado a Canaria y auiendola puesto en el culto diuino/ embiaron a Pedro Colon con treynta y cinco naos (que dizen Carauelas) y con gran numero de gente a otras yslas mucho mayores que tienen minas de oro no tanto por causa del oro (lo qual en ellas se saca mucho y muy bueno) quanto por la saluación y remedio de las animas que en aquellas partes estauan. El qual como nauegasse quasi sesenta dias vinieron finalmente a tierras muy apartadas de la nuestra. En las quales todos los que de alli vienen affirman que ay Antipodas (los que por nosotros son dichas yndias) debaxo de nuestro Hemisperio/ y que hay regiones de tanta grandeza/ que mas parescen tierra firme/ que yslas y porque de estas yslas muchos an escripto muchas cosas, vnos en lengua Castellana/ otros en latina/ no hay necesidad que yo escriua. Empero vna cosa que no es digna de dexar por oluido dire/ de la qual (según 122

Cf. L. Marinei Siculi, regii historiographi, Opus de rebus Hispaniae memorabilibus, 1530, lib. XIX, cap. 16, f. [CVIv]. 123 Cf. Obra compuesta por Lucio Marineo Sículo, Coronista de sus Majestades, de las cosas memorables de España, 1530, lib. XIX, cap. 16, ff. [CLXv]-ClXIr. 1723

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pienso) otros que de estas regiones escriuieron no hacen mencion. Assi que es que en vna region/ que vulgarmente se llama tierra firme (de donde era Obispo Fray Juan de Queuedo de la orden de sant Francisco) fue hallada vna moneda con el nombre e ymagen de Cesaraugusto/ por los que andauan en las minas a sacar oro. La qual ouo don Juan Rufo Arçobispo de Consencia/ y como cosa marauillosa la embio a Roma al Summo Pontifice. La qual cosa a los que en nuestro tiempo se jactauan auer allado las yndias y ser los primeros que a ellas ouiessen nauegado quito la gloria y fama que auian alcançado. Por aquella moneda consta que los Romanos auian llegado grande tiempo auia a los yndios.

Como vemos, Marineo da cuenta del Descubrimiento de América, episodio que no podía faltar en su historia de Isabel y Fernando,124 pero, a renglón seguido, trata de restar méritos al descubridor sacando a relucir el hallazgo de una moneda romana de tiempos de Augusto que prueba que los antiguos romanos habían llegado al nuevo orbe varios cientos de años antes. Todo eso nos puede hacer pensar que Marineo y Colón no se llevaban bien. Pero, fuere como fuere, los textos revelan una falta de memoria del humanista italiano que no solo vemos en el cambio de nombre de Cristóbal Colón por el de Pedro Colón (yerro que, por cierto, comete también, tanto en latín como en castellano, en sendas notas marginales a los respectivos pasajes), sino que en lugar de las tres famosas naves (Santa María, La Niña y La Pinta) aparecen treinta y cinco, y se reducen los sesenta y nueve días de navegación a sesenta. Pero acabemos este quizá demasiado largo excursus y volvamos a nuestro problema, para hacer ver que, a la luz de estos lapsus y otros muchos similares que hallamos en la obra de Marineo,125 Tate tendría que haberse planteado la posibilidad de que él se estuviera refiriendo a Bernat Hug de Rocabertí, aun cuando le hubiera cambiado el nombre.

124 Llamó la atención sobre el pasaje L. Tesón Martín, “Noticias de ultramar en Lucio Marineo Sículo”, en J. F. González Castro–J. L. Vidal (eds.), Actas del X Congreso Español de Estudios Clásicos (21-25 de septiembre de 1999), Madrid, Ediciones Clásicas, 2001, t. III, pp. 425-426. 125 El lector no debe dejarse engañar, además, por la erudición de la que en muchas ocasiones hace gala Marineo citando múltiples nombres de ilustres personajes. No faltan ocasiones en que esa erudición es solo aparente y el autor está copiando textos de otros autores donde aparecen esos nombres: así sucede, por ejemplo, cuando, al hilo del relato de un almuerzo con Carlos V, traza a petición de este el panorama cultural europeo a los ojos de Erasmo, es decir, tomando del epistolario de este la relación de nombres con la que engalana su discurso (cf. J. Mª Maestre Maestre, “Humanismo y censura: en torno al Opus de rebus Hispaniae memorabilibus de Lucio Marineo Sículo”, en J. F. González Castro–J. L. Vidal (eds.), Actas del X Congres..., cit. en n. 122, pp. 237–239).

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d) El cuarto y último yerro, el más relevante y consecuencia del anterior, fue el de acabar desechando la posible identificación de la obra vulgar a la que Marineo aludía en su carta de 1500 con la obra para él compuesta conjuntamente por Gonzalo de Ávila y Juan Rocabertí, pero que, como decimos, se trata de dos obras, una de un Gonzalo de Ávila, del que Tate señala que no existe información “ni como seguidor de Juan II ni como historiador,126 y otra –la que afortunadamente más nos interesa– de un Juan Rocabertí que, como ya hemos dicho y ahora veremos mejor, todo apunta a que deba ser corregido en Bernat Hug127 de Rocabertí. Conviene aclarar aquí que, aunque modernamente se haya cometido el lapsus de traducir la oración de relativo qui Castellanus Ampostae dicebatur que hallamos en el texto latino publicado en 1530 calificando a “Johannes Rochabertinus” como “que en castellano se dice de Amposta”,128 la versión correcta es la que nos ofrece el propio Marineo en el texto en español editado en el citado año: “que se dezia Castellan de Amposta”. Hacemos esta aclaración porque el dato resulta fundamental para transformar con las debidas garantías en Bernat Hug de Rocabertí los erróneos Johannes Rocabertinus y Juan Rocaberti que hallamos, respectivamente, en el texto latino y castellano de la biografía de Juan II de Aragón publicado por Marineo dentro de su Opus de rebus Hispaniae memorabilibus en 1530. Y es más: esa corrección es la piedra angular no solo para poder identificar el manuscrito del que hablaba Marineo en 1500 con ese comentario sobre las guerras de Juan II de Aragón en Navarra y Cataluña escrito por Juan Rocabertí que saca a relucir el humanista italiano en 1530, sino, desvelémoslo ya, para hacer ver que ese manuscrito es realmente la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, es decir, la supuesta versión en romance que Amador de los Ríos y Sánchez Alonso pensaban que había 126

Cf. el texto de R. B. Tate al que se refiere la nota 117. Respecto a la tajante afirmación de Tate debemos señalar, no obstante, la necesidad de averiguar si es o no nuestro personaje Gonzalo Dávila (Ávila, 1420 a 1425–Córdoba, 1482), valiente guerrero que participó en varias contiendas de Enrique IV de Castilla, pero presente también como poeta en el Cancionero de Herberay des Essarts gestado en 1465 en la corte aragonesa o navarra y que aparece igualmente en el Cancionero General publicado en Valencia en 1511 con una poema satírico que se ha interpretado recientemente como una crítica de la intervención de Enrique IV en Navarra y Cataluña (cf. O. Perea Rodríguez, “Gonzalo Dávila y su sátira de la guerra de Navarra”, en Estudio bibliográfico de los poetas del cancionero General, Madrid, CSIC, 2007, pp. 155-166 y, en especial, pp. 161-162, trabajo este que nos ha facilitado amablemente la Dra. Ramos Maldonado, a quien una vez más damos las merecidas gracias). 127 Como podemos ver en el texto al que se refiere la nota 117, Tate utiliza el apellido Huc, pero nosotros preferimos el de Hug, que es el que encontramos en la obra citada en la nota 131. 128 Así lo hace en un despiste que para nada empaña su gran capacidad investigadora T. Jiménez Calvente, “Teoría historiográfica a comienzos del siglo XV”, en A. Alvar Ezquerra (ed.) Las imágenes históricas de Felipe II, Madrid, Centro de Estudios Cervantinos, 2000, p. 211. 1725

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realizado García de Santa María a partir de su Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita, pero que Tate vislumbró que no podía ser obra del jurisconsulto zaragozano,129 aunque admitió, como también después Baron,130 una relación de dependencia intertextual que realmente ocurrió al revés: queremos decir, en definitiva, que esa supuesta traducción en romance es realmente el original vernáculo que tradujó al latín García de Santa María, como, antes que él, había hecho también Marineo.

VIII. Identificación de la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón como obra de Bernat Hug de Rocabertí El diametral cambio de rumbo que introducimos en la investigación hasta ahora realizada sobre la supuesta versión en romance de la biografía latina de García de Santa María se basa en los argumentos que pasamos a exponer.

VIII.1. Bernat Hug de Rocabertí, castellán de Amposta, partidario de Juan II de Aragón, testigo ocular de su contiendas, conocedor del latín y poeta Un mero repaso a la biografía de Bernat Hug de Rocabertí nos hace ver que el personaje encaja como anillo al dedo en el Juan Rocabertí que Marineo declaraba que era el autor de una de las dos obras en vernáculo que Fernando el Católico le había dejado para escribir la biografía latina de su padre. Pasemos a comprobarlo. a) Recordemos que nuestro personaje, perteneciente a una familia de tanto abolengo131 que el propio Cervantes cita su apellido en El Quijote entre los más ilustres de España,132 se supone nacido en Maçanet de Cabrenys entre 1415 y 1420 y fallecido –aunque en este caso la datación es prácticamente segura– en Monzón en 1485:133 es seguro, por tanto, que la segunda parte de su vida transcurrió bajo el reinado de Juan II de Aragón y que murió seis años después que el monarca. En principio, por tanto, no hay ningún 129

Cf. el texto al que se refiere la nota 82. Cf. el texto al que se refiere la nota 93. 131 Cf. E. Bassegoda Pineda, Vida i obra de Fra Bernat Hug de Rocabertí, Tesis doctorat dirigida per doctor Jaume Torrá Torrent, Universitat de Girona, 2011, pp. 38-60, respectivamente (consultamos el trabajo por la versión electríonica concultable en la página de Internet http://www.tdx.cat/bitstream/handle/10803/77758/tebp.pdf?sequence=2 [último acceso: 10.9.2015]). 132 Cf. M. de Cervantes, Don Quiote de la Mancha, I, cap.13 (edic. de Obras completas de Cervantes, Madrid, Aguilar, 2003, p. 53). 133 Cf. E. Bassegoda Pineda, Vida i obra..., p, 61. 130

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problema cronológico para suponer que él fuera uno de esos dos autores contemporáneos que, según el propio Marineo, habían escrito en vernáculo sobre las guerras civiles de Navarra y de Cataluña. b) Pasemos ahora a recordar que, gracias, sobre todo, a su inclinación a favor de Juan II de Aragón, Hug de Rocabertí, se convirtió, pese a las grandes dificultades que acarreó su nombramiento, en castellán de Amposta en 1461134 y ocupó ese importante cargo, el más alto, no lo olvidemos, de la orden de San Juan de Jerusalén en Aragón, hasta 1485, año de su muerte, como bien recoge con gran acopio documental de la época la magnífica tesis doctoral de E. Bassegoda Pineda sobre este personaje y, más concretamente, en el apartado 4º (“L’ascens a castellà d’Amposta”) del capítulo V (“Comanador de Montsó”) y en el subapartado 8.3 (“Administració de la castellania”) del capítulo VI (“El anys de la Guerra”).135 c) Por otro lado, nuestra identificación cobra más fuerza si recordamos, además, que Hug de Rocabertí estuvo al lado de Juan II de Aragón durante la Guerra Civil, como bien nos demuestran los tres apartados que dedica a la cuestión Bassegoda Pineda en el citado capítulo V (“Comanador de Montsó”): 2.- L’ambaixada davant del princeps de Viana. 3.- La deteció al principe de Viana. 4.- L’ascens a castellà d’Amposta, y los ocho de los que consta su también ya citado capítulo VI (“El anys de la Guerra”):136 1.- Primeres accions: Rubinat. 2.- Comandant l’ala dreta a Calaf. 3.- Les campanyes de L’Empordà. 4.- La conquesta de les Terres de l’Ebre. 5.- Vilademat. 6.- El final de la Guerra Civil. 7.- Les guerres del Rosellò: ambaixador a França. 8.- Mort de Joan II. Esos diez capítulos, apoyados, insistimos, en documentos de la época, nos hacen ver que en 1461 el castellán de Amposta protegió la huida de Juan II de Lérida, rodeado como estaba por el ejército del Principado que quería 134 Recordemos que el cargo le hubiera correspondido a Pere Ramon Ça-Costa, que luchó, aunque en vano, por sus intereses (cf. ibid, pp. 106-109). 135 Cf. ibid., pp. 106-111 y 141-143. 136 Cf. ibid., pp. 112-145.

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liberar al Príncipe de Viana. Participó valerosamente en las batallas de Rubinat (1462), Calaf (1465) y Viladamat (1465), donde fue hecho prisionero al cubrir la retirada del monarca y del príncipe Fernando. Descolló después igualmente en la recuperación del Rosellón, que, dejado por Juan II a Luis XI de Francia por la ayuda económica y militar que le había prestado en la Guerra Civil, se levantó en armas contra el rey francés hasta que en 1475 fue de nuevo sometido por este. En esta última contienda Hug de Rocabertí fue enviado por Juan II a la corte francesa para solucionar el conflicto. d) Esa correlación cobra aún más fuerza si consideramos que la biografía de Juan II de Aragón escrita en romance que hasta ahora se pensaba que era una traducción de la biografía latina de García de Santa María se centra, como harán también tanto Marineo como el jurisconsulto zaragozano (y esto es harto elocuente para nuestra tesis), en la Guerra de Civil de Cataluña,137 es decir, en la parte de las contiendas del monarca aragonés en las que Hug de Rocabertí participó como fiel seguidor de dicho rey. e) La participación directa de Hug de Rocabertí da sentido a la frase “salvo en algunos sucesos de los que parece fue testigo ocular” de la siguiente apreciación, lamentablemente plagada de errores bibliográficos,138 que realizó V. Vives sobre las crónicas de Juan II de Aragón escritas por García de Santa María y Marineo:139 137

Este interesante punto, que cobra más sentido a la luz de lo que dijimos en el punto b del apartado VII, está siendo estudiado por M. Torreblanca López con la debida profundidad en su ya anunciada tesis doctoral y, más concretamente, dentro del estudio histórico de la obra. Adelantemos, no obstante, a modo de ejemplo, que GR despacha el nacimiento de Juan II, sus dos bodas, sus hijos, sus conflictos bélicos con Castilla y los problemas con el príncipe Carlos que dieron lugar a la Guerra de Navarra en solo tres hojas (cf. A. Paz y Melia, Vida..., pp. 277-279) y que esto justifica la importancia mucho menor que otorga a todos esos asuntos tanto Marineo (aunque, en su caso, en A se dedican, al menos, treinta y un folios –del 10 al 41, concretamente– de los ciento setenta y cuatro que dedica la obra a hablar de esos mismos temas), como García de Santa María, cuyo texto latino ocupa tres hojas (cf. A. Paz y Melia, Serenissimi..., pp. 177-179). 138 Observemos que nuestro –quede esto claro– excelente historiador piensa que la traducción publicada en CODOIN de la biografía latina de García de Santa María había sido realizada por A. Paz y Melia, cuando este solo puso de su minerva la parte del principio y el final que faltan en el ms. 1891 de la BNE, y la restante versión es la polémica Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón. Caigamos en la cuenta de que presenta al jurisconsulto zaragozano como “testigo ocular” de los hechos, lo que, siendo posible en términos cronológicos, no se corresponde con la realidad histórica. Y tengamos en cuenta, finalmente, que en 1530 no solo apareció en Alcalá de Henares la traducción del Opus de rebus Hispaniae memorabilibus, sino también esta misma obra latina. 139 Cf. V. Vives, Juan II de Aragón. Monarquía y revolución en la España del siglo XV, Barcelona, Editorial Teide, 1953, p. 396. 1728

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[…] Tampoco son más aprovechables las crónicas oficiales redactadas por GONZALO GARCIA DE SANTA MARIA, Johannis Secundi, Aragonum regis, vita (edición y traducción de A. PAZ Y MELIA en “Colección de Documentos Ineditos”, LXVIII, 175-273, 275-350), salvo en algunos sucesos de los que parece fué testigo ocular, y LUCIO MARINEO SICULO, De rebus Hispaniae memorabilibus, vertida al castellano en Alcalá de Henares, 1530. […]

Como hemos comentado en nota, Vives yerra al pensar que García de Santa María fue testigo ocular de los hechos, pues, aunque vivía en esa época (nació en Zaragoza el 31 de mayo de 1447),140 no participó por razones obvias de edad (aunque sí lo hiciera con similares años Fernando el Católico) ni en la Guerra Civil de Navarra (1450-1455) ni en la de Cataluña (1461-1472). Pero sí participó Hug de Rocabertí, fuente de Marineo y del jurisconsulto zaragozano, quienes a través de aquel, narran determinados sucesos con una información testimonial de primera mano. f ) Nuestra identificación se hace, además, mucho más segura aún si recordamos que, como era de esperar por los distintos cargos que ocupó hasta ser nombrado castellán de Amposta, nuestro personaje conocía la lengua latina: así nos lo hace ver la presencia de numerosos documentos redactados en dicha lengua y relacionados con él que hallamos entre los sesenta y dos que figuran en el apéndice documental de la obra de Bassegoda Pineda. La mayoría de esos documentos van dirigidos a él o tratan de asuntos de su incumbencia. Pero uno de ellos, redactado, como los demás, en latín medieval, es un documento en que es el propio castellán de Amposta el que se comprometía a pagar al Tesoro las deudas de la castellanía, que, en su opinión, eran fruto del desorden de la guerra.141 Como es lógico, este dato es condicio sine qua non para entender, dentro del obvio influjo de la literatura de su época, que después estudiaremos,142 que en la supuesta versión en romance de la biografía latina de García de Santa María hallemos ese uso de una prosa castellana con una sintaxis tan latinizada que, al hilo de la observación al respecto de Tate,143 hicimos ver nosotros más arriba. g) Y, por si estos datos no fueran ya harto elocuentes per se, sabemos, por último, que Hug de Rocabertí fue además escritor y, más en concreto, poeta en lengua catalana, como aborda igualmente con gran profundidad Bassegoda Pineda en su tesis doctoral, donde además estudia, edita y anota el poema Estampra y data el largo poema narrativo y alegórico Comedia de la Gloria 140

Cf. R. B. Tate, Ensayos..., p. 217 (Cf. et. nuestra nota 102). Cf. E. Bassegoda Pineda, Vida i obra..., cit. en n. 129, pp. 238-240, doc. nº 42. 142 Cf. los subapartados IX.2.1 y IX.2.2. 143 Cf. el texto al que se refiere la nota 83. 141

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d’amor.144 Este nuevo dato, importante también por sí mismo, lo es tanto más si tenemos presente que en la supuesta versión en romance de la biografía de Juan II de Aragón realizada por García de Santa María encontramos pasajes meramente literarios y poéticos que hasta ahora se consideraban como interpolaciones. Recordemos el caso ya comentado de la frase “Era la triste hora llegada, los cielos dispuestos a toda desolación”.145 Como decimos, esa interpolación no tiene correlato en el texto latino. Pero también encontramos otros pasajes en los que, pese a tener su correspondencia en latín, el texto en romance tiene un sorprendente elemento poético ausente del latino. Es el caso, por ejemplo, del siguiente pasaje sobre la Fortuna vertebrado sobre Sall. Cat. 8,1,1:146 Verum cum fortuna in omni re dominetur, eaque res cunctas ex libídine magis quam ex vero147 celebrare obscurareque soleat, tantae felicitati populorum tranquillitatique invidens, sevire cepit, mutataque facie, omnia sic resupinavit atque pervertit, ut bella preterita, posterioribus collata, parum a pace distare viderentur.

que en la supuesta versión en romance sacada del mismo hallamos de la siguiente manera:148 Pero la fortuna, que á sus varias e acostumbradas obras nunca perdona, en los humanos estados mudamiento buscando, invidiosa de tanta felicidad, en así grave dolor e tristeza su rueda volvió cual nunca debajo de la redondeza de Apolo fue visto.

Como vemos, el texto castellano es una mera sombra del latino tanto a nivel formal como de contenido, pero lo que más nos importa ahora es hacer notar el sorprendente correlato del texto latino sevire cepit, mutataque facie, omnia sic resupinavit atque pervertit, ut bella preterita, posterioribus collata, parum a pace distare viderentur por el vernáculo “su rueda volvió cual nunca debajo de la redondeza de Apolo fue visto”, que no solo no se parece en nada, sino que a toda luces es una frase más propia de un poeta que de un historiador.

144

Cf. E. Bassegoda Pineda, Vida i obra..., cit. en n. 129, pp. 157-172. Cf. el texto al que se refiere la nota 89. 146 Cf. A. Paz y Melia (ed.), Serenissimi..., p. 179. 147 Aclaramos que, de acuerdo con la lectura del ms. 9571 de la BNE y con lo que exige el texto imitado de Sall. Cat. 8,1,1, hemos corregido la errata vera en vero. 148 Cf. A. Paz y Melia, Vida..., p. 279. 145

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VIII.2. La frecuente aparición de los Rocabertí en la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón Nuestra identificación cobra mayores vuelos aún, cuando descubrimos que en la supuesta versión en romance de la biografía latina de Juan II de Aragón realizada por García de Santa María, compuesta de cuatro libros, que ocupan setenta y tres páginas en la edición de A. Paz y Melia,149 hallamos, ni más ni menos, que treinta y seis pasajes donde los Rocabertí salen a relucir. He aquí la oportuna relación: (1).- [...] Bernat Huc de Rocaberti, con gente de armas, asegurada la puerta de Preycadores [...]150 (2).- [...] Debajo los imperios del Conde de Modica e Vizconde de Rocaberti, los principales ejércitos del Principado á Lérida vinieron: tomaron por trato la villa de Fraga. [...]151 (3).- [...] Bernat Duch de Rocaberti dijo: [...]152 (4).- [...] Bernat Huch de Rocaberti la vía del monte con la guarda combatiesen. [...]153 (5).- [...] Bernat Huc de Rocaberti en la siniestra con la guarda. [...]154 (6).- [...] El estandarte de don Alonso de Aragon en el cerco puesto, por el sinistro lado Bernat Huch de Rocaberti con su gente arremetiendo, primero en los enemigos entrara [...]155 (7).- [...] El Vizconde de Rocaberti en el Coll de Pertús vencido, Figueras á la obediencia del Rey vino. [...]156 (8).- [...] Pere de Rocaberti, capitan, de gente e bastecimientos destituidos, á la fortuna todas las cosas dispuso. [...]157 (9).- [...] Pere de Rocaberti en su ajutorio por la secreta puerta del Monesterio de noche entrado, sobre el Conde y enemigos así fuertemente firió que, destrozado, el estandarte perdido, con trabajo la vida salvar pudo. Sobre el Conde y enemigos así fuertemente firió que, destrozado, el estandarte perdido, con trabajo la vida salvar pudo. Muchos presos e muertos, á la ciudat con vencimiento volvió; la cual de vituallas careciendo, Pere de Rocaberti al campo de Sarla ido, con gran 149

Cf. nota 44. Cf. A. Paz y Melia, Vida..., p. 285. 151 Cf. ibid., pp. 285-286. 152 Cf. ibid., p. 293. 153 Cf. ibid., p. 296. 154 Cf. ibid., p. 300. 155 Cf. ibid., p. 301. 156 Cf. ibid. 157 Cf. ibid., p. 305. 150

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cabalgada por el Congoste tornando, el baron de Cruyllas con mil combatientes á la puente e pasos lo atendia. [...]158 (10).- [...] Pere de Rocaberti por dos veces de la ciudat sallido, en los enemigos entrado vencedor, por las convenciones de Francia e Castilla el sitio levantaron. [...]159 (11).- [...] Pere de Rocaberti, capitan de Girona, la Selva corrió; [...]160 (12).- [...] Girona de vituallas e bastecimientos en trebajo puesta, el Rey en socorro de aquella Jofre de Rocaberti e Joancho de Gamboa con gente darmas enviara. [...]161 (13).- [...] Los caballeros de Girona salteados por Johan de Silva, Joffre de Rocaberti peleando murió. [...]162 (14).- [...] Don Alonso de Aragon, Conde de Pradas, Felipe de Castro, Bernat Huc de Rocaberti los socorrieron. [...]163 (15).- [...] Don Alfonso de Aragon con el Visorey de Sicilia, Bernat Huc de Rocaberti en sus espaldas, en los lugares de Juaneda, Artesa e Torregrosa alojados, correr la ciudat deliberaron. [...]164 (16).- [...] Don Alfonso de Aragon, el Visorey de Sicilia, Bernat Huc de Rocaberti con el Rey junctos, el primero dia de Mayo á Lérida poner el sitio deliberaron. [...]165 (17).- [...] El vizconde de Rocaberti con los rebelles pueblos del Ampurdan con diversos pertrechos e artillería á Yuayn de Castro en el castillo de Palao asetió, en uno con Doña Leonor, ermana suya, la cual sus tesoros en la soberana torre puestos, del fuego apareiados, aquellos ensemble con la vida perder disponia. De las tales nuevas Pere de Rocaberti, capitan de Girona, certificado, los odios entre ellos pasados como virtuoso olvidando, ayuntando los capitanes e caballeros, batallas e banderas tendidas, á los enemigos ya ora tarde se representó. El vizconde de Rocaberti más que turbado, la honra en olvido puesta, en los de caballo fuyó. Las gentes de pié de su capitan desamparadas, la vía de la montanya fuyeron. Pere de Rocaberti en ellos dentrado, muchos muertos, presos trezientos, feridos asaz. [...]166

158

Cf. ibid., p. 305. Cf. ibid., p. 307. 160 Cf. ibid., p. 312. 161 Cf. ibid. 162 Cf. ibid. 163 Cf. ibid., p. 313. 164 Cf. ibid., p. 314. 165 Cf. ibid., p. 315. 166 Cf. ibid., pp. 318-319. 159

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(18).- [...] Pedro de Deça la delantera, en espaldas suyas los borgonyones, Bertran e Johan Dalmendarez con los navarros e castellanos en la tercera batalla, despues el vizconde de Rocaberti con la gente darmas; [...]167 (19).- [...] El conde de Pradas en la delantera con otros grandes nobles e caballeros, Bernat Huc de Rocaberti en otra batalla para la derecha, Matheu de Moncada en la siniestra, el infante Don Enrique en guarda de todas. [...]168 (20).- [...] El Conde de Pradas, movida el avanguarda por el camino, como de las aguas empedido fuese, Bernat Huc de Rocaberti en la siniestra pasado, junto con el Conde, en los borgunyones entraron, y aquellos en breve tiempo todos derribados mataron. [...]169 (21).- [...] El Rey el socorro deliberado, Bernat Huc de Roquaberti por las ásperas montanyas e dudosos caminos á Gerona llegó; [...]170 (22).- [...] Bernat Huc de Rocaberti, licenciados algunos caballeros e laycos, las escaramuzas á la puerta del palenque trabaron. [...]171 (23).- [...] El su exército de quatro mil combatientes de caballo e de pié, Bernat Huc de Roquaberti á dos mil quinientos no llegaba. [...]172 (24).- [...] Bernat Huc de Rocaberti su exército encima de su palenque, el Rey Don Pedro de mayor consejo recordado, sallir no deliberó. Bernat Huc de Rocaberti todo el Ampurdan corrió; lugares quemados, solares desolados, menores las fuerzas de los enemigos fizo. [...]173 (25).- [...] Murió Marti Johan de Rocaberti, Calar, e otros tantos feridos e muertos, que pocos ó ningunos de los principales sanos quedaron. [...]174 (26).- [...] Transferido su exército sobre el castillo de Pubol, Bernat Huc de Rocaberti en el campo otra vez la batalla ofrecer deliberara. [...]175 (27).- [...] los portugueses e foxanes en la sierra de Rupia Bernat Huc de Rocaberti saltearon; los corredores vencidos, la fé de presioneros dando, de nuevo Bernat Huc de Rocaberti con pocos en ellos dentro pelando por espacio, los portugueses e foxanes á foyr comenzaron; [...]176

167

Cf. ibid., pp. 310-320. Cf. ibid., pp. 320-321. 169 Cf. ibid., p. 322. 170 Cf. ibid., p. 325. 171 Cf. ibid., p. 326. 172 Cf. ibid. 173 Cf. ibid.. 174 Cf. ibid. 175 Cf. ibid. 176 Cf. ibid., p. 327. 168

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(28).- [...] Por el contrario Pere de Rocaberti, capitan de Girona, con el artillería en el campo muchos castillos e villas ganó ensemble con Angeles, Xamar, Besalu de sus danyos e pérdidas reparos fizieron. [...]177 (29).- [...] Los pertrechos del combatir apercebidos, con deliberado consejo los trastes, el Rey asignó al Maestre de Montesa de la torre fasta el rio, á Bernat Huc de Rocaberti la puerta sobre el artellería, al Conde de Quirra con una maravillosa puente labrada que los fosados pasaba. [...]178 (30).- [...] Las voces el asalto denunciado, despues del artellería haber tirado, Bernat Huc de Rocaberti con su gente, las cavas pasadas, encima por fuerça subidos, el artellería de los contrarios ganó súbitamente. [...]179 (31).- [...] Pere de Rocaberti, de la ciudat capitan, con su gente e vituallas recogida, como á previsto guerrero en defension aquella puso. [...]180 (32).- [...] El Rey Don Johan, mandado al Conde de Pradas e á Bernat Huc de Rocaberti en socorro, pasados las montanyas de Bac con la gente darmas, los corredores enviados volvieron denunciando la ciudat ser rendida. [...]181 (33).- [...] á las espaldas venya Bernat Huc de Rocaberti con los jinetes en batalla. [...]182 (34).- [...] El Rey en Figueras, Bernat Huc de Rocaberti á Spolla de combate ganó. [...]183 (35).- [...] enviado el conde de Pradas e Bernat Huc de Rocaberti con gente de caballo e de pié á la villa de Perpinyan, lugar no hubo el concierto de los militares que á la obediencia del Rey con la villa venir deliberaban. [...]184 (36).- [...] El Rey, dexado en socorro dellos Pere de Rocaberti e Beltran Dalmendariz, á Figueras volvido, truxo á su obediencia todo el Vizcondado de Rocaberti. [...]185

Observemos, además, que en veintidós de esos treinta y seis pasajes (= 61,11 %) es el propio Bernat Hug de Rocabertí el que aparece. Es más, en el tercero de los pasajes, que hallamos al comienzo del libro II de la GR, donde Juan II consulta a su Consejo en Tamarit sobre diferir la entrada en Barcelona, como le aconsejaban los oficiales de Balaguer, es “Bernat Duch de Rocaberti” 177

Cf. ibid., p. 329. Cf. ibid., pp. 332-333. 179 Cf. ibid., p. 333. 180 Cf. ibid., p. 336 181 Cf. ibid., pp. 336-337. 182 Cf. ibid., p. 338. 183 Cf. ibid. 184 Cf. ibid., p. 339. 185 Cf. ibid. 178

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quien pronuncia un discurso animando al monarca a entrar en la ciudad que caló en el ánimo de los presentes y en la mente del monarca:186 […] El Rey, convocado el secreto Consejo de los grandes, brevemente deliberasen lo que facer convenia. En diversos pareceres el Consejo fue. Bernat Duch de Rocaberti dijo: “Si la señoría de los catalanes, Senyor, perder no deseas, este peligro con los otros que de pasar habemos no es grande, ante de más apercibidos spirmentar la tu fortuna debes. Ningunos fechos en las guerras facer sin peligro no se pueden. Entre las gentes habitan los dias de perder ó ganar los Estados. En las armas los yerros con la penitencia van juntamente. Yo digo, Señor, aunque a spirencia del vencer no fuese, la necesidad de la honra aquexar nos debia, e mayormente á ti que por natura e costumbre entre los otros Reyes eres de virtut ejemplo.” A todos los del Consejo la tal fabla, no sólo bien pareció, mas aún aquello que dentro del ánimo del Rey estaba haber dicho. [...]

De acuerdo con la hipótesis formulada por Tate y por Baron, ese pasaje, salido del siguiente de G:187 [...] Hoc ubi Rex accepit, convocato heroum secreto consilio, rogavit omnes quid agendum oporteret sententiam dicere. Cumque in diversas iretur sententias, Bernardus Ugo Rupebertinus, Castellanus Ampostae, vir prudens et strenuus, sic, ut accepimus, sermonem habuit: “Si ditionem huius provinciae, Serenissime princeps, amittere non vis, imminens periculum et futura quae te manent nequaquam gravia videri debent. Antequam hostes fortiores et cautiores fiant experiri fortunam belli mea sententia debes. Nihil enim in bello sine periculo fere tentari potest. Humanum quidem est et inter Reges assuetum sepissime regna amittere eaque amissa rursus recuperare. Nihil tibi accidit aut accidere potest quod retroactis priscisque temporibus sepe Regibus non acciderit. Multa Principes dubio marte incertaque victoria honore solo stimulati agrediuntur quod te precipue hortari incitareque debet, cum quod natura et moribus bellicosus es, tum quod nihil te in rebus gravioribus versatum atque assuetum deterrere solet.” Postquam Bernardus Ugo assedit, omnibus proceribus congregatis, non modo ea sententia recta visa, verum etiam quod in animo Rex habebat vaticinari visus est. [...]

es el que habría hecho que Marineo publicase en 1530 el siguiente texto latino de Op, que, como vemos tiene el mismo contenido que el de García de Santa María, pero una redacción completamente distinta:188 186

Cf. ibid., pp. 293-294. Cf. A. Paz y Melia (ed.), Serenissimi..., p. 202. 188 Cf. L. Marinei Siculi, regii historiographi, Opus de rebus Hispaniae memorabilibus, 1530, lib. XIV, ff. LXXVIIIr- LXXVIIIv. 187

1735

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Tum secreto consultis a rege ducibus et consiliariis quid facto opus esset et aliis alia sentientibus, Bernardus quidam cognomine Roccabertus, huiusmodi sententiam protulit: “In Gothalanos imperium si tibi retinere tuisque posteris conseruare uelis, inuictissime rex, hoc quod modo nobis fortuna periculum obiicit, si cum aliis infortuniis, quae pertulimus quaeque nobis subeunda supersunt compares, neque magnum quidem, neque graue nimis tibi uideri debet. Praesertim si hostes priusquam sibi socios alios asciscant et uires maiores colligant inuaserimus. Illis enim mora subsidii, nobis uero multum detrimenti afferet. Quam ob rem huius fortunae casus ego quam primum experiendos esse puto, tametsi fieri sine periculo non posse prospicio. Stultus est enim non solum imprudens quisquis cum hoste praelio contendit, si uelut exploratam sibi uictoriam pollicetur. Nam dum se fore uictorem falso putat et negligentius sibi consulit etiam ab hoste deceptus multo facilius opprimitur. Nos tamen non tam certa uictoriae spes, non hostibus cedere, quam honoris et dignitatis nostrae ratio monere ac uehementer hortari deberet et te ipsum praesertim, rex inuictissime, qui et munere naturae et ingenii praestantia reliquos omnes principes antecedis et cuius nomen fortitudinis et rerum gestarum fama mirabilis omnibus praedicatur in terris”. Huic consilio cunctis assentientibus, rex quoque multo libentius acquieuit. Idemque sensisse Roccabertum respondit, quod ipse secum facere decreuerat. [...]

y, por tanto, hubiera sido también, en último extremo, el telón de fondo de la siguiente traducción castellana de Ob, donde volvemos a subrayar aquellas palabras que conviene cotejar con las de los dos textos siguientes:189 Entonces demandando el Rey secretamente su parescer a sus capitanes/ y a los de su consejo de lo que hazer se deuiesse/ como vnos sintiessen vno y otros otro/ vno que se dezia Bernaldo de Rocaberti/ declaro su voto y parescer en esta manera. Si quiere vuestra magestad muy vitorioso Rey y Señor conservar y retener en si para los que despues de vos vinieren el mando y señorio sobre los Catalanes/ no deueis tener por grande ni por muy dificultoso este peligro y travajo/ que agora la fortuna nos offresce. Mayormente comparando a otros que ya muchas vezes hemos sufrido/ y a los que nos esperamos disponer. Especialmente asi acometemos a estos enemigos antes que junten consigo a otros de su mala y dañada yntencion con que cobren mayores fuerças. Porque de las dilaciones para ellos es gran remedio/ y a nosotros traen daño muy crescido. Y por tanto lo que deste negocio alcanço es/ que luego sin mas largas veamos lo que tenemos en la fortuna/ como quiera que bien veo que no se podra hazer lipiamente sin affrenta/ y sin peligro. Porque de muy poco juyzio es el hombre que entra en batalla o en qualquier trance de armas con su enemigo si del todo pensare que tiene la victoria ya en las manos pues podria por ventura acontescer 189

Cf. Obra compuesta por Lucio Marineo Sículo, Coronista de sus Majestades, de las cosas memorables de España, 1530, lib. XIII, 1530, lib. XIV, cap. 6, f. CXVIIv. 1736

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creyendo ser vencedor que afloxase en alguna cosa en el mejor tiempo de mirar por su persona/ y por ello rescibiesse algun engaño de su contrario para ser vencido mas prestamente. Pero digo que a nosotros no tanto deue combidar la cierta esperança del vencimiento para no dar a torcer el braço de nuestros enemigos/ quanto el respecto que deuemos tener a nuestras honrras / y a quien somos/ y sobre todo a vuestra magestad pues que en dones de naturaleza y grande excelencia: de nuestro ingenio e juyzio natural/ hazeys ventaja conoscida a quantos Reyes y principes nascieron. Cuyo esfuerço y cuya fama de las cosas hechas por vuestra Real persona se publican en toda parte por muy maravilloso. Como a este consejo y parescer todos diessen consentimiento/ el Rey assi mesmo con mucha mejor voluntad le confirmo/ diziendo que lo mesmo auia sentido Bernardo de Rocaberti que el tenia consigo ya de terminado. [...]

Pero la lectura del texto castellano de R, harto similar al anterior:190 […] Entonces demandando el rei secretamente su parescer a sus capitanes y a los de su consejo de lo que se deuia hazer como vnos sintiessen vno y otros otro, vno que se dezia bernardo rocaberti declaró su boto en esta manera. Si quiere vuestra magestad muy victorioso rei retener en si y conseruar para los que después de vos vinieren el mando y señorio sobre los cattelanes no deveis tener, por grande ny por muy difficultoso este peligro y trauajo que agora la fortuna nos ofresce maiormente comparado a otros que ya muchas vezes hemos sufrido y a los que nos esperamos disponer especialmente si acometemos a estos enemigos antes que junten consigo otros de su mala intincion con que cobren mayores fuerzas porque la dilacion es para ellos gran remedio y a nosotros trae daño muy crescido y por tanto lo que deste negocio alcanço es que luego veamos sin mas largas lo que tenemos en la fortuna como quiera que bien veo no se poder hacer limpiamente sin afrenta y peligro porque de mui poco juizio es el hombre que entra en batalla ó en qualquier trance de armas con su enemigo si del todo pensasse que tiene la vittoria en las manos pues podria acontecer, creiendo ser vencedor que afloxasse en alguna cosa al mejor tiempo de mirar por su persona, y por ello rescibiesse algun engaño de su contrario para ser vencido y destroçado mas prestamente pero digo que a nosotros no tanto deue combidar la cierta esperança del vencimiento, para no dar a torcer el braço a nuestos enemigos quanto el respetto que deuemos tener a nuestras honras y a quien somos y sobre todo a vuestra magestad, pues en dones de naturaleza y gran excelencia de vuestro juizio y ingenio natural hazeis ventaja conoscida a quantos reies y principes nascieron, cuio esfuerço y cuia fama de las cosas hechas por vuestra real persona se publican y apregonan en toda parte por mui maravillosas como a este consejo y parescer todos diessen consentimiento el rei con mejor voluntad se conformo con el diziendo que lo mismo hauia sentido Bernardo de rocaberti que el tenia consigo ya determinado. […] .190

Cf. Comentarios del ínclito rey don Johan de Aragón i Sicilia, Ms. 9/484 de la BRAH, lib. VI, ff. 57v-58r. 1737

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y del texto castellano de A, que, pese a las dudas que nos pueda suscitar el presente pasaje, suele ser, como ya dijimos más arriba, mucho más cercano al de 1530: 191 […] Entonces demandò el Rei secretamente su parecer a sus Capitanes, y a los de su Consejo de lo que hacer se deviesse: como unos sintiessen uno y otros otro, un Bernardo Rocaberti, que se decia, declaró su voto en esta manera “Si quiere vuestra Magestad, mui victorioso Rei, retener en si , y conservar para los que después de Vos vinieren el mando, y Señorio sobre los Catalanes, no deveis tener, por grande , ni por mui dificultoso este peligro, y trabajo, que agora la fortuna nos ofrece: maiormente comparado a otros, que ia muchas veces hemos sufrido, y a los que nos esperamos disponer: especialmente si acometemos a estos enemigos, antes que junten consigo a otros de su mala intencion, con que cobren maiores fuerzas. Porque la dilacion es para ellos gran remedio, y a nosotros trae daño mui crecido. Y por tanto lo que deste negocio alcanzo es, que luego sin mas largas veamos lo que tenemos en la fortuna: como quiera que bien veo no se poder hacer limpiamente sin afrenta, y sin peligro. Porque de mui poco juicio es el hombre que entra en batalla, o en qualquier tranze de armas con su enemigo; si del todo pensasse que tiene la victoria ya en las manos: pues podria acontecer, creiendo ser Vencedor, que afloxasse en alguna cosa al mejor tiempo de mirar por su Persona, y por ello recibiesse algun engaño de su contrario para ser vencido, y destrozado mas prestamente. Pero digo que a nosotros no tanto debe combidar la cierta esperanza del vencimiento, para no dar a torcer el brazo a nuestos enemigos, quanto el respecto, que debemos tener a nuestras honras, y a quien somos: y sobre todo a vuestra Magestad, pues que en dones de naturaleza, y grande excelencia de vuestro ingenio, y juicio natural haceis ventaja conocida a quantos Reies y Principes nacieron: cuio esfuerzo, y cuia fama de las cosas hechas por vuestra Real Persona se publica;y apregona en toda parte por mui maravillosas. Como a este consejo, y parecer todos diesen consentimiento; el Rei assí mesmo con mucho mejor voluntad se conformò con èl, diciendo que lo mismo avia sentido Bernardo de Rocaberti, que el tenia consigo ya determinado. […]

nos permiten apreciar, de un lado, que, dada la similitud formal y de contenido de este pasaje de R y A con el de la edición castellana de la biografía de Juan II de Aragón publicada por Marineo en 1530, el correspondiente texto latino terminado en 1508 debió de ser harto similar al editado en 1530, y, de otro, que, a tenor de dicha inexorable realidad, Marineo hubo de conocer necesariamente la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón cuando redactó en latín su mencionada obra entre 1500 y 1508. 191

Cf. Corónica del sereníssimo rey don Juan de Aragón y de Sicilia..., ms. conservado en la Iglesia de Santa María la Mayor, lib. VI, pp. 76-77. 1738

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Pero volvamos a la razón principal que nos ha llevado a traer a colación en este apartado el citado discurso de Bernat Hug de Rocabertí, es decir, al indicio que esto supone de que hubiera sido él mismo el autor de la hasta ahora supuesta versión en romance de la biografía de Juan II de Aragón compuesta por García de Santa María, y hagamos ver que, pese a que esta obra identifica claramente al personaje como castellán de Amposta, sin embargo, Marineo lo presenta como “vno que se dezia bernardo rocaberti” en R y como “un Bernardo Rocaberti, que se decia” en A. Y exactamente lo mismo acontece en la edición latina y castellana de 1530: la primera nos ofrece un “Bernardus quidam cognomine Roccabertus”, cuyo texto era el mismo probablemente que el de 1508, y la segunda traduce ese sintagma como “vno que se dezia Bernaldo de Rocaberti”, exactamente igual, por tanto, que R. Es claro que Marineo partió de la sucinta información que sobre el personaje proporcionaba en el pasaje la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón: “Bernat Duch de Rocaberti dijo”. Y, en esa tesitura, rehuyó pasar al latín ese “Duch”, que no creemos sea una errata por Huch,192 sino que es muy posible que guarde relación con el alias de Bernaduc que sabemos tenía Bernat Hug de Rocabertí, como nos acredita el comienzo de un documento, fechado en Rodas el 7 de noviembre de 1446, en el que Joan de Lastic, Maestre de la Orden del Hospital, amenaza a nuestro personaje con la expulsión de la orden y de la encomienda de Alfambra, si no dejaba de ocupar Samper de Calanda que había sido concedida a fray Raimon Jou:193 Fratem194 Iohannes de Lastico etc., religioso in Christo nobis carissimo frati195 Bernardo alis Beneduc de Rubebertino, domus sive bauillie nostre de Alfambra, cestellanie nostre Empostae, preceptori, salutem. [...]

Es más, el quidam en que convirtió el humanista italiano a nuestro personaje nos hace ver que él no solo no se preocupó de informarse sobre su cargo de castellán de Amposta, como sí hizo constar en el pasaje García de Santa María, sino que ni siquiera lo relacionó con el personaje que, al hilo de los textos 1º, 4º, 5º, 19º y 20º de nuestra ya expuesta lista de los treinta y seis pasajes donde aparecen los Rocaberti en la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón, sacó él a relucir como Bernardus Rocabertus o Bernardo Rocaberti. Y ese lapsus es tanto más grave por cuanto 192

Recuérdese que esta forma aparece también no solo en este texto, sino en los numerados como 4 y 6 en nuestra ya expuesta lista de los treinta y seis pasajes en los que los Rocabertí aparecen en la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón. 193 Cf. E. Bassegoda Pineda, Vida i obra..., cit. en n. 129, p. 227, doc. nº 24. 194 Lo esperado sería obviamente Frater. 195 Esta forma, harto habitual en la documentación latina proporcionada por Bassegoda Pineda, equivale en latín clásico a fratri. 1739

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que, al sacar a relucir su nombre al hilo del texto primero de nuestra relación y dejar constancia de su ayuda a Juan II de Aragón asegurando “la puerta los Preycadores” de Lérida (así llamada porque por ella se llegaba al templo de Santo Domingo),196 para que el monarca pudiera huir a media noche desde dicha ciudad a Fraga, señaló que era un hombre de absoluta confianza del monarca, y, cuando lo citó al hilo del texto cuarto, lo presentó como uno de sus capitanes a quien mandó subir a un cerro que señoreaba Casteldasi a fin de atacar el lugar por varias partes. Pero es precisamente esa falta de atención de Marineo sobre Bernat Hug de Rocabertí y sobre el importante papel militar que a todas luces juega en la controvertida obra en romance la que justifica, a nuestro juicio, no ya que el humanista italiano no se percatara de que el personaje podía ser el autor de la obra vernácula que Fernando el Católico le había dado para que la tomara como base de la suya, sino que incluso llegara a equivocarse pensando que el castellán de Amposta que apoyó a Juan II de Aragón en su contienda con la facción beamontesa de Navarra y con el Principado catalán, se llamaba Juan de Rocabertí y no Bernat Hug de Rocabertí.

VIII.3. El indudable conocimiento de la geografía y la topografía catalana del autor Como ya vimos, Tate pensó que el autor de la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón había de ser aragonés con conocimientos de catalán.197 Nosotros, sin embargo, pensamos que es mucho más probable que fuera un catalán con conocimientos de aragonés, lo que de nuevo encajaría con la figura de Hug de Rocabertí, nacido entre 1416 y 1420 en la población altoampurdanesa de Maçanet de Cabrenys,198 pero que por los cargos que después ocuparía (Encomienda de Alfambra y Encomienda de Amposta) y por su estrecha relación con Juan II de Aragón y con su corte tuvo, a buen seguro, un gran contacto con el aragonés. Debemos dejar clara, no obstante, que la necesaria dilucidación de esta cuestión, que por obvias razones de espacio no podemos hacer aquí, encuentra los tres siguientes e importantes escollos: a) Tengamos presente que, como después veremos,199 los investigadores no se han puesto de acuerdo sobre si el ms. 1891 de la BNE es del s. XV o del s. XVI y, por tanto, al no saber, hoy por hoy, si el manuscrito es un autógrafo, 196

Así lo hace constar García de Santa María, escribiendo portam quae ad divi Dominici templum ducit (cf. A. Paz y Melia, Serenissimi..., p. 188). 197 Cf. el texto al que se refiere la nota 83. 198 Cf. E. Bassegoda Pineda, Vida i obra..., cit. en n. 129, pp. 62-63. 199 Cf. el subapartado IX.1. 1740

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un apógrafo o una copia posterior, ignoramos en qué medida el texto refleja con exactitud las grafías originales. b) Consideremos, por otra parte, que, aunque pudiera determinarse bibliográficamente la fecha del manuscrito, muchos de los fenómenos lingüísticos más habituales en el texto son comunes tanto al aragonés200 como al catalán del siglo XV:201 pensemos, por ejemplo, en el prácticamente sistemático empleo de “ny” en lugar de “ñ” (acompanyados, Catalunya, danyo, Espanya, Inygo, estranyas, Landonyo, montanya, pequenya, planyr, senyal, senyor, tanyer, etc.); o en la también sistemática terminación en -dat en lugar de –dad (amistat, auctoridat, ciudat, cristiandat, diversitat, fidelidat, lealtat, humildat, libertat, necesidat, piedat, seguridat, temeridat, verdat, etc.); o en las menos habituales pero también presentes terminaciones en -dit en lugar de -did (Madrit y Valladolit). c) Añádase a lo anterior que hay otros fenómenos, como es el caso de la escritura de f- en lugar de h- en inicial de palabra (fabla, fambre, fasta, fazer) o en interior (desfacer o refazen), el cambio de género de la palabra fin, o el uso de podieron en lugar de pudieron, que también aparecen en textos castellanos antiguos y que, por tanto, no han de ser considerados necesariamente como formas dialectales ajenas a la lengua de Castilla. En consecuencia, aunque insistimos en la necesidad de hacer un estudio lingüístico mucho más profundo, tenemos nuestras dudas de que pueda arrojar luz defintiva sobre la cuestión. Pese a tal problema, hay, sin embargo, una forma de apreciar que el autor era natural de Cataluña. Nos referimos a los vastos conocimientos geográficos y topográficos que tiene sobre la región, conocimientos estos sobre los que, en clara contradicción con lo que había escrito sobre que el autor de la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón fuese aragonés,202 ya llamó la atención Tate en los siguientes términos:203

200 Los fenómenos de los que hablamos pertenecen a la grafía clásica aragonesa consolidada desde la segunda mitad del siglo XIV, como podemos apreciar en F. Rodés (ed.), Johan Ferrandez d’Heredia. Gestas del Rey don Jayme de Aragon, Edacar, Edizions Dichitals del’Academia de l’Aragonés, 2008, obra consultable en la página http://www. academiadelaragones.org/biblio/Rodes_Chestas_Edacar2.pdf de Internet (último acceso: 10.9.2015). 201 Así lo demuestran las propias obras en catalán de Hug de Rocabertí y, más concretamente, el texto al que se refiere la nota 231. 202 Cf. el texto al que se refiere la nota 83. 203 Cf. R. B. Tate, Ensayos..., pp. 257-258. El texto citado pertenece al largo pasaje al que se refiere la nota 83.

1741

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[…] En cuanto al autor, no se revela en absoluto su identidad, aparte del hecho de que parece conocer la geografía de la ciudad de Gerona. [...]

añadiendo en nota a pie de página dos ejemplos:204 Por ejemplo, en una glosa sobre Gerona añade: “pusieron nombre los antiguos a la su entrada Congoste, que vulgarmente decimos camino de la tristeza” (GR, p. 291); y en otra ocasión la expresión latina “iis qui in suburbanis” se traduce por “los del Mercadal” (p. 205).

de los que el segundo necesita la aclaración de que el investigador parte de la base de que la versión en romance es traducción de la Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita de García de Santa María, aunque realizada por un autor distinto del jurisconsulto zaragozano. Pues bien, estos dos ejemplos resultan capitales para fortalecer mucho más aún nuestra tesis: recordemos que, como hemos dicho, Hug de Rocabertí nació en Maçanet de Cabrenys, población altoampurdanesa de la provincia (permítasenos el anacronismo) de Gerona. Así pues, son absolutamente lógicos los profundos conocimientos que demuestra tener de esta ciudad. A esa misma conclusión nos lleva, además, la alusión a Gerona en la siguiente frase ya comentada del discurso del Abad de Ager ante Juan II de Aragón que aparece en GR:205 [...] Ya tuvimos reyes de Francia enemigos que allende Girona conquistaron, muertos e vencidos, sin gentes e Rey, á su regnos pocos volvieron. [...]

pero que no encontramos en G,206 aunque sí en R,207 A,208 Op209 y Ob210 de Marineo: resulta evidente que la alusión al paso de los franceses por Gerona y su derrota se entiende mejor si el autor era de esa región, como es el caso –insistimos– de Hug de Rocabertí. Y concluyamos: esos conocimientos no se reducen solo a Gerona, sino que afectan a toda Cataluña: recordemos, por ejemplo, que, como ya dijimos, el autor sabía que la puerta de Lérida situada junto al templo de Santo Domingo se llamaba “de los Preycadores”.211 204

Cf. ibid., p. 258, nota 21. Cf. A. Paz y Melia, Vida..., p. 7 (para el contexto del pasaje cf., además, el texto al que se refiere nuestra nota 64). 206 Cf. el texto al que se refiere la nota 61. 207 Cf. el texto al que se refiere la nota 67. 208 Cf. el texto al que se refiere la nota 68. 209 Cf. el texto al que se refiere la nota 65. 210 Cf. el texto al que se refiere la nota 66. 211 Cf. el texto al que se refiere la nota 150. 205

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¿Gonzalo García de Santa María, fuente de las biografías latina y castellana de Juan II de Aragón...?

IX. Datación bibliográfica y literaria de la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón No queremos terminar nuestro trabajo sin demostrar la necesidad de hacer una sólida datación bibliografíca del ms. 1891 de la BNE y sin realizar, a falta de la anterior, una datación literaria de la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón.

IX.1. Necesidad de realizar una sólida investigación bibliográfica Comencemos por leer las noticias que sobre el ms. 1891 hallamos en el Inventario General de manuscritos de la Biblioteca Nacional:212 [GONZALO GARCIA DE SANTAMARIA. Vida del serenisimo príncipe don Juan II, Rey de Aragón. – I. Prólogo, incompleto] ... se apartara, por embajadores a paz conducido, rendida Navarra ... (fol. 1) ...debaxo de la redondeza de Apollo fue visto (fol. I). – 2 [Texto]. Libro primero....: Partio el Rey de Barcelona por cortes generales a los aragoneses en Fraga ... (fol. I) ... Libro quarto ... en oprobias las libertades, en injusticias nuestras piensas offus[cadas ... incompleto] (fol. 69 v.). s. XV. 69 fol. + 4 hoj. de guardas (2 + 2), 298 x 205; 24 líneas; caj, 185 x 113. Enc.: Piel, con hierros en seco, mudejar, cortes dorados, s. XV, restaurada por A. Ménard; 315 x 225. Olim: Vitr. 2-10; 17-12. Iniciales miniadas con salidas y notas marginales, reclamos, foliación arábiga en tinta, algunos folios deteriorados. En el fol. 1 en letra del s. XVII “falta oja y media del latin del original, del capellan Morlanes. Autor es Gonçalo Garcia de Sancta Maria, letrado vecino y ciuda. de Çaragoza. El titulo Vita serenissimi Joannis 2 Regis Aragonum”. En el fol. 69 v.: “Casi diez ojas en el latin ai faltan ocho ojas en el latin que tubo Çurita i aora le tiene el capellan Diego de Morlanes en 1 de abril de 1639”. Esta obra es traduccion de la latina hecha por su mismo autor. Edic.: Co. Do. In., LXXXVIII, pág. 175-350. Cfr. SÁNCHEZ ALONSO, Fuentes, 3ª edic., I, pág. 309, núm. 2344.

Según podemos ver, el manuscrito se data en el s. XV, pero se acaba diciendo que “Esta obra es traducción de la latina hecha por el mismo autor”. Dado que es un hecho irrefutable que García de Santa María terminó su Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita poco antes del 20 de mayo de 1515213 es evidente que el inventario entra en una clara contradicción. 212

Cf. Inventario general de manuscritos de la Biblioteca Nacional. V (1599 a 2099), Madrid, Ministerio de Educación Nacional. Dirección General de Archivos y Bibliotecas. Servicio de Publicaciones, 1959, p. 320. 213 Cf. el texto al que se refiere la nota 78. 1743

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La misma incongruencia de sacar a relucir el nombre de García de Santa María y atribuir el ms. 1891 al s. XV aparece también, a partir del citado Inventario, en el Catálogo Hipertextual de Traducciones Anónimas al Castellano de los siglos XIV al XVI, en bibliotecas de España, Italia y Portugal.214 Pero no todos los autores piensan que el ms. 1891 de la BNE pertenece al s. XV. J. Martín Abad, tras dejar constancia de la datación del citado inventario, nos da la siguiente información:215 José Amador de los Ríos en su Historia crítica de la literatura española, cit., VI, p. 320, n. 2 indica que la letra es de principios del siglo XVI y recoge la signatura antigua C.157, no recordada por el Inventario, errata por G. 157 (cf. B. J. Gallardo, Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos, cit., II: “Índice de Manuscritos de la Biblioteca Nacional”, p. 62). Benito Sánchez Alonso en Fuentes de la Historia española e hispanoamaricana, 3.ª ed., Madrid, CSIC, 1952, I, p. 309, nº 2344, remite a este Mss. y al número 1851, pero se trata en este último caso de una errata, pues dicho manuscrito igualmente descrito en el t. V del citado Inventario nada tiene que ver con esta obra.

Como vemos, Amador de los Ríos pensaba que la letra del ms. 1891 era del siglo XVI, lo que es lógico, dado que pensaba que la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón era una traducción de la Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita realizada por el propio García de Santa María y, por tanto, datable hacia 1515. Pero en ninguno de los estudios citados encontramos razonamiento alguno para inclinarse por una datación u otra. En consecuencia, desde el punto de vista bibliográfico no se ha hecho hasta el presente un estudio sólido que permita inclinar la balanza hacia una centuria o hacia otra, con lo que no sabemos si estamos ante un autógrafo, ante un apógrafo o ante una copia posterior, con las negativas consecuencias que estas dos últimas posibilidades tendrían para realizar con acribía un estudio lingüístico del texto. Ahora bien, esta investigación, aunque necesaria, solo nos sería realmente de ayuda en el supuesto de que el manuscrito fuera efectivamente del siglo XV, pues, en tal caso, se descartaría totalmente la vinculación con la obra de García de Santa María. La posibilidad, empero, de que el manuscrito sea del siglo XVI no representaría un escollo insalvable para nuestra tesis, dado que tal datación afectaría al soporte bibliográfico, pero no a su contenido, el cual, por lo ya expuesto y por lo que diremos a continuación, estamos convencidos de que corresponde a una obra del siglo XV escrita por Bernat Hug de Rocabertí. 214

Obra esta consultable en Internet a través de la página http://www.catalogomedieval. com/ (último acceso: 10.9.2015). 215 Cf. J. Martín Abad, “Gonzalo García...”, p. 46, nota 106. 1744

¿Gonzalo García de Santa María, fuente de las biografías latina y castellana de Juan II de Aragón...?

IX.2. Datación literaria: la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón, obra del s. XV Pese a los problemas bibliográficos que acabamos de exponer, hay dos argumentos literarios que nos hacen pensar que la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón fue escrita en el siglo XV.

IX.2.1. El estilo latinizante Como ya vimos, los distintos estudiosos han llamado la atención sobre la sintaxis latinizada de GR, pensando que la misma era fruto de la traducción realizada del castellano al latín. Desde nuestro punto de vista la realidad es dintinta. No se trata de ninguna traducción de un texto escrito en la antigua lengua del Lacio. Ese afectado estilo latinizante es fruto de una corriente literaria que, iniciada en el Medievo (pensemos, por ejemplo, en Gonzalo de Berceo), fraguó en el siglo XV, como nos describe el siguiente texto de D. Ramón Menéndez Pidal:216 También la sintaxis se latinizó o se hizo afectada por modos diversos. La posposición del verbo se hizo tan corriente, que Pedro de Chinchilla la usa hasta protestando de su falta de instrucción, en un escrito al antirrey Alfonso en 1467: “yo que nunca de la Castalea fuente agua beví”. Casi tan grande difusión tenían las oraciones de infinitivo (accusativus cum infinitivo). Diego de Valera, en un duro alegato dirigido a Enrique IV, pone: “Nin aya Vuestra Señoría a jatancia o loca osadía yo hablar en cosas tan altas, que me mienbro ser onbre e vuestro vasallo, e no tengo olvidado a Terencio que dize: onbre so; de las cosas humanas ninguna pienso ser agena a mí”. Añádase el uso abundante de participios de presente: “Livio, escriviente la gesta romana”, “e fueron sus causas a mí latitantes”, y tenemos los tres rasgos principales, que con diferencias cuantitativas ocurren en todo estilo latinizante, por ejemplo en Boccaccio, ahora tan admirado. Un cuarto rasgo de latinismo es el uso muy extenso del hipérbaton, que ahora se propaga, lo mismo en el verso que en la prosa; pero aquí la escuela artificiosa del siglo XV llega a un exceso característico. El iniciador en tal exceso fue don Enrique de Villena; él, con su punta de estrafalario, tanto en su vida como en sus escritos, fue el audaz que, como por sistema, descoyuntó las más estrechas articulaciones de vocablos romances, y no contento con los hipérbatos más corrientes (separación del verbo ser o haber y el participio pasado, o del sustantivo y el adjetivo) separó el determinativo pronominal y el sustantivo determinado. En los Trabajos de Hércules (1417) ya emplea algún caso de éstos: 216

Cf. D. Catalán Menéndez-Pidal (ed.), Historia de la Lengua Española de Ramón Menéndez Pidal, Madrid, Fundación Ramón Menéndez Pidal, 2005, p. 620. Para más información, cf. et R. Lapesa, Historia de la Lengua Española. Prólogo de R. Menéndez Pidal, Madrid, Gredos, 1981, pp. 267-268. 1745

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“ovieron reposo los de allí moradores”; pero los prodiga diez años después en la versión de la Eneida: “los míos enfriándose miembros”, “los nuestros oit ruegos”, exageración hiperbática que en la edad siguiente le afea mucho Nebrija, sobre todo cuando lo usa en el estilo menor de las cartas: “una vuestra recebí letra”. Pero el gusto de exaltada innovación que reinaba entre los contemporáneos de Villena encontró elegancia en ese tipo extremo de hipérbaton; Juan de Mena, por ejemplo, lo aplica a toda clase de adjetivos antepuestos, y lo hace, ora por necesidad métrica: “a la moderna volviéndome rueda”, ora sin necesidad: “siempre divina llamando clemençia”; y lo mismo en prosa: “las comemoradas acatando causas”. Ambos tipos hiperbáticos, usados con gran parsimonia por el italiano latinizante, constituyen un carácter de la época de Villena tan sólo por la prodigalidad en su uso; Góngora los renovó y los prodigó también, justificando, aun en sus manifestaciones externas, la artificiosidad del siglo XV. Es verdad que hipérbatos como esos nos parecen hoy contrarios a la naturalidad, y aun a la naturaleza misma de la lengua moderna, que en su constante tendencia analítica, perdió la rica variedad constructiva de las antiguas lenguas sintéticas, pero siempre los romances, en todo intento de una superior elevación, ansiaron recuperar algo de la libre ordenación enunciativa que desapareció con las lenguas clásicas. Otros rasgos de afectación muy especiales caracterizan también este período de artificiosidad. Uno de ellos es la llamada figura etimológica, o sea, figura retórica que repite voces de igual raíz (“O vos ravias muy raviosas”, “su gran culpa lo desculpa”, “de cierta certenidad”, “sabet al amor desamar, amadores”), tan abundante en Santillana y Mena, figura muy del gusto de la vieja retórica medieval, tanto latina como románica, bastante usada por el mismo Dante en su Convivio y por Boccaccio en el Ameto. Otro rasgo de esta época más caracterizador es el suprimir la conjunción que en las oraciones dependientes de los verbos de opinión, pensamiento, voluntad y análogos, aun en la legua sencilla de las Serranillas de Santillana: “Non creo las rosas sean tan fermosas”. Otro muy peculiar es la comparación mediante frases adverbiales, ya del gusto de la escuela sevillana: así como, bien como: “así como nieve”, “bien como riendo”, aun en las Serranillas; y el uso del adverbio assí con adjetivos y adverbios ‘de tal modo, tan’, imitando al italiano cosí: “así virilmente que era maravilla”, “así contento que...”, muy prodigado aun en la prosa sencilla de las crónicas.

Como vemos, Menéndez Pidal señala que el iniciador de esta moda latinizante fue Enrique Villena y cita también a Juan de Mena. A estos dos autores conviene añadir el nombre del Marqués de Santillana, para que nos hagamos una idea muy clara del impacto de lo que, si lo pensamos detenidamente, no fue sino una obvia consecuencia de la corriente humanística iniciada en Italia en el Trecento y que estaba desarrollándose ya en el Quattrocento: queremos decir que, mientras los humanistas italianos, con Valla a la cabeza, estaban intentando hacer “renacer” el latín clásico, los escritores en romance 1746

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de nuestro país se sumaron a la iniciativa recurriendo a un artificioso recurso medieval que, como ya dijimos, encontramos en Gonzalo de Berceo: hacer que la lengua castellana se engalanara con el léxico y la sintaxis latina y que, entre sus mejores galas, figurase el viejo hipérbaton, por muy afectado que esto resultare. Pero volvamos al texto de Menéndez Pidal y hagamos ver que las características lingüísticas de esta moda por él marcadas se cumplen en la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón: a) En la hasta ahora supuesta versión romance de la obra latina de García de Santa María también es harto frecuente la colocación de los verbos principales en posición final de frase, como acontece en el latín: “El rey con ánimo conturbado, solos en su palacio retraidos, dijo”,217 “el Rey, de Aitona el Príncipe á Miravete queriendo llevar, á suplicaciones de los aragoneses en la Aljaferia lo metió”218 y “Uno dellos más venerable por dignidad, arzobispo de Tarragona, en público hauer219 al rey ansí fablado se dice”.220 b) Igualmente aparecen numerosas veces en nuestra obra la adaptación de la construcción latina de infinitivo con sujeto en acusativo: “El su spirito no desvestido de la acostumbrada audacia, semejantes palabras dicen al Rey haber dicho”,221 “El dia siguiente, retornados los embajadores, ser las puertas de la ciudad abiertas dijeron”, 222 y “no es alguno de tal guerra yo ser causa decir pueda”.223 c) De la misma manera también aparecen participios de presente tanto sustantivados, cual “circunstantes”, “combatientes”, “consiguientes” y “obedientes”, como, mucho más aún, lógicamente, en función de adjetivos, cual “asistentes”, “concorrientes”, “diferentes”, “diligentes”, “excellentes”, “inminentes”, “obedientes”, “siguientes” y “valientes”. d) Y, como ya hemos podido apreciar por los ejemplos aportados aquí en los dos primeros puntos, la sintaxis del opúsculo hace ostentación de un hipérbaton, que también refleja el siguiente pasaje: “A las vistas el Rey con el de Francia ido, la Princesa en manos del Capdau de Bux puso”.224 217

Cf. A. Paz y Melia, Vida..., p. 281. Cf. ibid., p. 282. 219 En consonancia con la lectura del ms. 1891, f. 2r, corregimos en “haver” el erróneo “á ver” de la edición de A. Paz y Melia. 220 Cf. A. Paz y Melia, Vida..., p. 282. 221 Cf. ibid., p. 297. 222 Cf. ibid., p. 293. 223 Cf. ibid., p. 299. 224 Cf, ibid., p. 189. 218

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e) Presencia hace, además, en la obra vernácula la comparación con el sintagma adverbial así como, que podemos ver en el siguiente ejemplo: “Así como es fuerte dañar, así mesmo es suave perdonar la culpa de sus yerros”.225 f ) Y observemos, por otro lado, que también constatamos otro latinismo que igualmente menciona Menéndez Pidal en su estudio. Nos referimos al uso de sic con adjetivos y adverbios. Valgan, a modo de los varios ejemplos posibles, los tres siguientes pasajes:226 “Por el número de los fechos grandes la breviedat desminuye la dignidad de así maravillosos actos”,227 “De mayor fosado e puente acompanyada la antiga torre de San Joan, á la sinistra parte otro castillo imprenable demostraba, todas así industriosamente compuestas que á muchos á la memoria venia ser el gran Dion ante que Troya quemada fuese”,228 “los montes e cerros en las espaldas así ásperos e difíciles que ningunos ejércitos cercar aquella podian”.229 g) Y, por último, señalemos un detalle sobre el orden de palabras del que en cierta manera habla también nuestro estudioso al mencionar los “adjetivos antepuestos” en el citado pasaje. La colocación del adjetivo delante del sustantivo, como es norma en latín, es muy frecuente también en nuestra obra, como demuestran los tres casos de este texto: “Los demasiados lobos las desordenadas gentes en el campo asalteaban; las claras fuentes de la humor de los lagos corrompidas, súbitamente algunos nobles caballeros mataron”.230 Demostrado que la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón está escrita en el afectado estilo latinizante que en el siglo XV pusieron de moda Enrique Villena, Juan de Mena y el Marqués de Santillana, reparemos ahora en que estos tres autores son poetas, grandes poetas de la primera mitad de esa centuria a los que a buen seguro leyó Hug de Rocabertí. Pero lo que ahora nos interesa señalar –y mucho más incluso que lo que acabamos de decir– es que, si, como creemos, el castellán de Amposta fue el autor de nuestra polémica biografía en romance, fue a través de su condición de poeta y de sus lecturas como tomó afición a la nueva y afectada corriente literaria, cuyo impacto, como no podía ser de otra manera, también encontramos en

225

Cf. ibid., p. 282. Consideremos también el “así grave dolor” y el “así fuertemente firió ... que...” que hallamos, respectivamente, en los textos a los que se refieren las notas 148 y 158. 227 Cf. A. Paz y Melia, Vida..., p. 311. 228 Cf. ibid., p. 328. 229 Cf. ibid., p. 334. 230 Cf. ibid., p. 329. 226

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su obra en catalán. Leamos, por ceñirnos a la prosa, el siguiente pasaje de su prólogo a la Comedia de la Gloria d’amor:231 O bellissimos jovens, si a ficcions dar volem fer, Jupiter et Febo, deus sobirans, amor los cels a forçats jaquir, e ab vestidures estranyes en les terras conversar. Ab grant estudi mir los demes homens qui s’eforçan dins cella entrar, companyia sercant a llur pensament conforma. Los aucells diverses batalles ne mouen, e dins las ayguas no s’es pogut apaguar lo sentiment d’aquest jardi. No es alguna cosa sensible en lo mon d’ell no prengui sentiment. Les jovens ociosos, encesos per naturals desigs, llurs pensaments e cogitacions varien a la fi, perque’ls par dificil la vida continent. Llansense en aquest jardi d’amor hon dins poch temps com a malats e perturbats de tan sobtos mudament dins llur animo fet, fan diversos lays e complantas de llur tribulada vida: e com tota sparança de remey desigosa sia, alguna volta les solituts cerquen, de que, per los novells pensaments e ayres delitosos, acreix per estranya alegria la llur dolor. Les opinions dels apassionats d’amor los deliten e novells instruiments a tristicia los porten. Car a l’esperit malalt tota alegria es feta anuyosa. Alguns delliberant llunyar e desabitar, desert lexar aquest jardi qui de llur llibertat los ha tan fort transportats, seguir tal proposit no poden. Car natural força los fa retornar ab pus aspres e continuats pensaments qui forçadament los encenen foch qui corre per les venes. O si dolor un poch me relexave, Claudia, quinta de la no cregut castedat, als Romans no demostra sa puritat ab pus ample effecte que de les passions d’amor ab certitut io recitar poria. La minima par d’el meu trist pensament dolor recitar n’om lexar. Un altre Homero a descriure les passions d’amor, com les bellesas de la filla de Jove, pusque necessari fora. Vivint en aquesta semblant, foragitant sparança l’enteniment de tota salut, aparellades les coses necessaries a ma sepultura, ab paraules duptosas diré la derrera dolor en que fortuna e amor me posaren. Oblidant lo plant, com la dolor no ajut a disminuir la pena, qual dolorosa fi a mi seguesca, voluntariament confes amor esser estada causa.

Como vemos, el texto tiene, desde el principio al final, diversas alusiones que nos certifican la formación clásica de Hug de Rocabertí. Pero no es eso lo que nos ha hecho sacar a relucir este texto, sino la presencia en el mismo de frases en las que el autor tiende a poner el verbo al final (“...seguir tal proposit no poden”, “...io recitar poria” “...necesari fora” “...recitar n’om lexar” y “amor me posaren”), frases estas que nos certifican que el escritor estaba dentro de la corriente de latinización del siglo XV.

231

Citamos por F.–R. Cambouliu, Essai sur l’histoire de la littérature catalane, augmentée de la Comedia de la gloria d’amor, de Fra Rocabertí – Poème inédit tiré des Manuscrits de la Bibliothèque impériale, et d’un noveau fragment de la traduction catalane de Dante, Paris, Durand, 1858, pp. 112, 114 y 116. 1749

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Y, por si estos datos fueran poco importantes, citemos ahora, a modo únicamente de ejemplo,232 una carta en castellano del propio Hug de Rocabertí que hallamos en el citado apéndice documental de la obra de Bassagoda Pineda, fechada en “Gandesa, 28 de desembre de 1468”,233 carta que no solo comienza con una palabra en latín sin artículo que la acompañe, sino que guarda en su primer párrafo la sintaxis latina propia del género epistolar latino de la Antigüedad clásica:234 Frater Bernat Hug de Rocaberti, de la Santa Casa del Espital de Sant Johan de Jherusalem, humil castellán d’Amposta, a los venerables e honestos religosos nuestros todos los comendadores e frayres, patres e abbades de la Castellania d’Amposta e o a sus regidores, procuradores e administradores a sus lugarestenientes e qualque d’ellos a los quales las presentes prevendrán, salut en nuestro senyor Jesucristo. [...]

A una conclusión similar nos lleva, además, el párrafo final de la misma misiva:235 Otrosí, vos dezimos y mandamos que leýda que haureys los present, hi pongades cada uno de vos su sillo y vos sotascribades de vuestra mano en senyal de recepción y la enviedes al portador de la present, por tal que ygnorancia de la presentantión de aquella no sea allegada e no fagáis el contrario, si las penas sobredichas deseades evitar. Dada ut supra, ell castellán d’Amposta.

si atendemos, de un lado, al orden de palabras de las frases “por tal que ygnorancia de la presentatión de aquella no sea allegada” y “si las penas sobredichas deseades evitar”, y, de otro, al clásico final “Dada ut supra, ell castellán d’Amposta”. Y, si importantes son esos datos, hagamos ver que en estos textos hallamos las dos características gráficas que, según ya dijimos, son las más frecuentes en la polémica biografía en romance de Juan II de Aragón: uso de “n” más “y” para escribir la “ñ” (senyor en el primer texto y senyal en el segundo), 232 Otras cuatro cartas en castellano con comienzos similares podemos leer en J. Ortiz Arza, “La Castellanía de Amposta en 1466-1468 a través de sus capítulos provinciales”, Aragón en la Edad Media, 24 (2013), pp. 317-322, docs. 4, 6, 7 y 8 (citamos a través de la versión electrónica de la obra consultable en la página de Internet http://www.academia. edu/6715796/La_Castellan%C3%ADa_de_Amposta_en_1466-1468_a_trav%C3%A9s_ de_sus_cap%C3%ADtulos_provinciales [último acceso: 10.9.2015]). 233 Aclaramos que tras la fecha Bassegoda Pineda escribe “(no serà 1467)”. 234 Cf. E. Bassegoda Pineda, Vida i obra..., cit. en n. 129, p. 235, doc. nº 38 (advertimos que hemos generalizado la acentuación y hemos corregido las erratas Jherusalmen, honssots y procudores). 235 Cf. ibid., p. 236 (señalamos que hemos acentuado la palabra presentation).

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conservación de la “-t” etimológica latina en lugar de su paso a “-d” (salut en el primer texto). Todo apunta, en definitiva, a que nos encontramos con una obra escrita en el siglo XV dentro de la corriente latinizante puesta de moda en esa centuria, de la que también formó parte el escritor catalán, cuya pluma pensamos que escribió en castellano tan polémica biografía de Juan II de Aragón.

IX.2.2. La frecuente aparición de la Fortuna en la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón Mas, si alguna duda albergamos de que nos encontramos ante una obra del siglo XV, descubramos ahora que en la misma hallamos cuarenta y cuatro vocablos relacionados con la Fortuna, de los que solo son absolutamente seguros236 treinta y ocho:237 (1).- * [...] en fortuna y prósperos fechos á él muy inferior. [...]238 (2).- * [...] Al cabo, contraria la fortuna, la cual á este Príncipe siempre madrastra se le mostrara, en la batalla junto á Olmedo, por el enemigo sobrado, al reino de Aragon se recogió. [...]239 (3).- [...] Pero la fortuna, que á sus varias e acostumbradas obras nunca perdona, en los humanos estados mudamiento buscando, invidiosa de tanta felicidad, en así grave dolor e tristeza su rueda volvió cual nunca debajo de la redondeza de Apolo fue visto. [...]240 (4).- “Venidos son los últimos e afortunados dias en los quales ni de la justicia ni de la misericordia es de haber esperanza”; [...]241 (5).- [...] Sin pies e con alas entre nosotros la fortuna debate. [...]242

236 Las entradas con asterisco son una traducción moderna realizada por A. Paz y Melia a partir del texto latino de García de Santa María para completar la pérdida de una hoja y media al principio y casi diez al final del ms. 1891 (cf. nota 43). Pero, dado que ignoramos no solo en qué medida se correspondían los pasajes realmente con el texto latino del jurisconsulto zaragozano y el texto romance, sino también si en latín se utilizaron o no los mismos términos que en castellano, estos textos no son seguros y han de ser tomados con la necesaria cautela. 237 Debemos señalar que de las treinta y ocho entradas seguras, treinta y cuatro corresponden al término fortuna, dos a afortunado, una a infortunios y una a infortunado. 238 Cf. A. Paz y Melia (ed.), Vida..., p. 277. 239 Cf. ibid., p. 278. 240 Cf. ibid., p. 279 241 Cf. ibid., p. 281. 242 Cf. ibid., p. 283.

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(6).- [...] No plega á la fortuna que por ningun temor á los catalanes sea dado de mayor inconveniente causa. [...]243 (7).- [...] El Rey por dar á la fortuna reposo, el Príncipe en libertat puso. [...]244 (8).- [...] con desgualdat tu estado á la fortuna poner no me parece. [...]245 (9).- [...] de cualquiera fortuna tu vida salva, la nuestra reparada es. [...]246 (10).- [...] Quanto la fortuna mudable sea, non sólo en los bajos, mas en los prósperos Estados, la experiencia nuestra lo manifiesta. Bien es dolorosa cosa traer en ejemplo sus propios infortunios, e mayormente donde la felicidat fue primera. Regradecemos á Dios en los nuestros trabajos, non menores de Ercules, ser de vosotros acompanyada. En esperanza de los quales ninguna cosa es de temer. [...]247 (11).- [...] Todas las cosas por natura sobidas, la fortuna trabaja en descender, ca el ser suyo nasce en las mutaciones de las cosas inciertas. Vosotros, las culpas ó yerros nuestros quales son, el parecer nuestro ha siempre seydo del vuestro segundo. Sin culpa la fortuna nos sigue, en testimonio de la qual la verdat reclamamos. [...]248 (12).- [...] Pedro de Sena e un Pedro Çapata, de afortunados tiros, los Barrieras á tracto, e otros presos. [...]249 (13).- [...] Si la señoría de los catalanes, Senyor, perder no deseas, este peligro con los otros que de pasar habemos no es grande, ante de más apercibidos spirmentar la tu fortuna debes. [...]250 (14).- [...] El cual entre los principales enemigos que poco ante cabdillo de tantos ejércitos habia seido, de Lérida principal consejero, oficial de tanta reverencia, así tristemente la fortuna haber traido, maravillosamente entre la gente darmas era considerado, haber la recordacion de aquellos que sabian sus manos en la persona real haber querido poner, de la justicia e de la fortuna juntamente eran conturbados. [...]251 (15).- [...] En ejemplo de mí serán reducidos muchos de la rebelde fortuna. [...]252

243

Cf. ibid., p. 285. Cf. ibid., p. 286. 245 Cf. ibid. 246 Cf. ibid. 247 Cf. ibid., p. 290. 248 Cf. ibid., p. 291. 249 Cf. ibid., p. 292. 250 Cf. ibid., p. 293. 251 Cf. ibid., p. 297. 252 Cf. ibid. 244

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(16).- [...] En el Mercadal alojado, impediendo las vituallas, la ciudad opremia. Pere de Rocaberti, capitan, de gente e bastecimientos destituidos, á la fortuna todas las cosas dispuso. [...]253 (17).- [...] La gente darmas estranya en uno con los rebelles en los nuestros infortunados regnos se refazen. ¿Sobre quales dioses los castellanos jurarán la fé tantas veces rompida? Por cierto con razon grande desearon los antigos romanos la destruccion de los cartagineses, ya que la paz dellos no era durable de cuanto la fortuna les era contraria. [...]254 (18).- [...] Finalmente, desconocidos de la benigna fortuna, en tanta soberbia vinieron, que sin Rey desearon comunes ser, idolatria y rebelion acometieron, en las guerras, puestos pobres en breve tiempo, en sus fablas desmoderados, en sus dichos mintrosos. Así la fortuna su rueda volviendo, á las desordenadas somisiones de los castellanos, á las crueles manos de los franceses, á las maliciosas condiciones de los navarros, á las locas e vanas presunciones de los portugueses vinieron; [...]255 (19).- [...] A la fortuna sobrando, Ribaroja por combate ganó, la Pobla por escala, la fuerza de Torres por enganio, mucho á la recuperacion de Lérida fizo. [...]256 (20).- [...] Murió Joan de Luna, caballero á quien la fortuna en las armas, amores e bienes prosperado e descendido habia. [...]257 (21).- [...] El ánimo del Rey de esfuerço creciendo, la fortuna despreciando, Felipe de Castro á la parte de Litera pasando, Sant Francisco e Preycadores tomó. [...]258 (22).- [...] principios de minas e tractos la fortuna á ninguna dio lugar. [...]259 (23).- [...] El Rey Don Pedro dudoso, mirando los rostros de la su gente darmas, considerando la fortuna cuanto es mudable, de otra parte imaginaba cuánto los casos advenideros de las batallas son de redubdar, sin algun senyal que á la gente darmas se acostumbra dar, á Barcelona volvió. [...]260 (24).- [...] De así maravilloso agüero la gente darmas no poco turbada, la próspera ó dudosa fortuna temiendo, en diversos pensamientos fué puesta. [...]261 (25).- [...] Y veis en qué partido la fortuna nos ha traido. [...]262 253

Cf. ibid., p. 305. Cf. ibid., p. 308. 255 Cf. ibid., p. 314. 256 Cf. ibid. 257 Cf. ibid., p. 315. 258 Cf. ibid., p. 316, 259 Cf. ibid. 260 Cf. ibid., p. 317. 261 Cf. ibid., p. 319. 262 Cf. ibid., p. 321. 254

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(26).- [...] como á cada uno la fortuna seguia, de voces era lleno. [...]263 (27).- [...] contínuamente dar razon de su fortuna se disponia. [...]264 (28).- [...] El Rey Don Pedro queriendo á la fortuna sobrar, en la provincia del Empurdan sus exércitos fizo, á la villa de Besalu que de victuallas carescia socorrió. [...]265 (29).- [...] El Rey Don Pedro, previsto en las cosas de la pasada fortuna, en un palenque de madera industriosamente compuesto se retruxera, de dos partes fosado que con una puente levadiza se cerraba. [...]266 (30).- [...] El Rey primero dado de los suyos la esperiençia, como muchas vezes de la fortuna acostumbrado tenya, á nado los caballos, los rostros de aquellos por las riendas, en pequenyas barcas los sabios marineros servando, todo el exército en pocos dias transfirió: [...]267 (31).- [...] Las vidas, personas, caballos abandonados, sin número las sirpientes en sus tiendas se recogian, de así demasiada grandeza cuanto en el mar Caspio se nodrecen, aunque de los senyales de Silla de próspera advenidera fortuna se mostrasen fechos habitadores. [...]268 (32).- [...] El Rey en dos partes el rio industriosamente restrinyendo, en artellería mayor asentada, á la fortuna todas las cosas dispuso. [...]269 (33).- [...] ¿Cuál fortuna basta ofender los maravillosos actos de tantos tiempos ganados? [...]270 (34).- [...] Súbitamente la ira en misericordia volviendo, la gente darmas con desorden respondieran unos que no pensasen la fortuna los ánimos dellos vencidos tener, que así rasgados e desnudos con el resto de sus armas á pelear e combatir eran dispuestos; [...]271 (35).- [...] La fortuna mudable acostumbra ser; [...]272 (36).- [...] Quien muchas vezes la fortuna esperimenta, acontece como á los pródigos que al mejor tiempo los thesoros fallecen. [...]273

263

Cf. ibid., p. 322. Cf. ibid., p. 325. 265 Cf. ibid. 266 Cf. ibid., p. 326. 267 Cf. ibid., p. 328. 268 Cf. ibid. 269 Cf. ibid., p. 330. 270 Cf. ibid., p. 331. 271 Cf. ibid. 272 Cf. ibid., p. 334. 273 Cf. ibid. 264

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(37).- [...] La fortuna, la cual en ningun tiempo perdona de mudar las cosas prósperas en adversidat, quiso la Reyna Doña Johana en Tarragona de su natural dolencia muriese. [...]274 (38).- [...] Muerto Alonso Gascon, relatan algunos haber al Rey aparecido y dicho mover su ejército no curase, por cuanto la fortuna le era contraria. [...]275 (39).- [...] y sobrando la fortuna, al Col de Paniças subiera; [...]276 (40).- [...] La fortuna, usando de su imperio, movió todo los que firme estaba; nuestras riquezas en pobredades, las honras en oprobrias, las libertades en injusticias; [...]277 (41).- * [...] Ansí yo hubiera podido, como lo deseo, á vuestra contraria fortuna mejor y más fácilmente remediar. [...]278 (42).- * [...] Lo cual por el Rey de Francia sabido, de la excelencia del Príncipe y de su fortuna, mayormente en las armas, redubdando, otro Rey para pelear con el Rey y su primogénito creyendo, sus cartas á los capitanes de su exército envió, á fin de que, el campo levantado, á Francia retornasen. [...]279 (43).- * El imperio suyo á los de la villa enojoso ser conosciendo, así bien el Rey allí con los suyos á morir determindado, el Príncipe, su fijo, afortunado guerrero, súbitamente allegadas tropas, con tal celeridad en socorro venido que aun á hombres corredores maravillosa su rápida marcha parecia, el ánimo dellos tanto temor sobrecogiera, que los árboles caballos, las piedras peones contra ellos les semejaban. [...]280 (44).- * [...] Allí, tantas turbulencias de los tiempos acabadas, la contraria fortuna vencida, en paz viviendo, la muerte del Rey de Castilla Don Enrique, al cual repentina dolencia de la ijada la vida arrebató, por mensageros le fué llegada, así bien, á su hijo Don Fernando, los grandes concordemente por Rey de Catilla haber alzado, los vasallos juramento de fidelidad le prestaran. [...]281

Como ya habrán adivinado nuestros lectores, la reiterada aparición de la Fortuna en la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón nos obliga a pensar que nos encontramos en una obra del siglo XV, centuria en que Juan de Mena escribió su Laberinto de Fortuna, conocido también con el título de Las trescientas.

274

Cf. ibid., p. 337. Cf. ibid., p. 339. 276 Cf. ibid. 277 Cf. ibid., p. 340. 278 Cf. ibid., p. 341. 279 Cf. ibid., p. 347. 280 Cf. ibid., p. 347-348. 281 Cf. ibid., p. 349. 275

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Tate, observando las numerosas veces –cuarenta y seis, podemos precisar nosotros–282 que la diosa romana de la suerte hacía también acto de presencia en la Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita de García de Santa María, escribió:283 Don Juan, por otro lado, parecía estar destinado a padecer en manos de la Fortuna durante todo el curso de su vida. Desde el desastre de Olmedo hasta la tragedia del encarcelamiento de Carlos, desde el comienzo de su ceguera hasta la pérdida de su mujer en un momento crucial de la campaña, la Fortuna como Gonzalo lo pone, es tan áspera con él como una “noverca”, en contraste chocante con el modo de tratar a su cuñado Alfonso V (p. 177) y a su hijo Fernando, “qui secundis sideribus natus adversis patris fortunam suis fortunatissimis eventis semper resarsit” (p. 258). Pero de manera distinta de los catalanes y aun de sus propios soldados y consejeros, don Juan no hace caso de agüeros, evita compromisos y, finalmente, a edad avanzada se sobrepone a las desgracias del pasado (p. 273). Nos hallamos así considerablemente lejos de la interpretación providencialista de la historia que informa la obra de los contemporáneos de Gonzalo, Pulgar, Diego de Valera o el mismo Nebrija. Aquí el acento no carga sobre la ejecución de un plan divino por un instrumento escogido por Dios, sino sobre el valor moral requerido en un individuo fiel a sus obligaciones en presencia de circunstancias excepcionales. Se podrían unir las enseñanzas de Séneca con las de Salustio, particularmente del Séneca de De providentia, en que se nos enseñan las ventajas morales de la adversidad. Frases tales como “omnia adversa exercitationes putat” o “magnum exemplum nisi mala fortuna non invenit” contienen una doctrina de la que la vida de don Juan, tal y como aquí se pinta, es una ilustración perfecta. La situación total de la Guerra Civil podría resumirse en esta observación: “Hos itaque Deus quos probat, quos amat, indurat, recognoscit, exercet; eos autem quibus indulgere videtur, quibus parcere, molles, venturis malis servat” (IV,7).

Nuestro investigador inglés llevaba razón, pero, si ponemos las cosas en su sitio, ese reiterado recurso en esta obra de comienzos de siglo XVI a la Fortuna se explica mucho mejor si partimos de la base de que la biografía latina de Juan II escrita por García de Santa María es una adaptación libre de la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón, que, al ser escrita en el siglo XV, se engalanó con el ropaje de la diosa romana de la suerte propio de esta centuria. Lo que, en definitiva, queremos decir es que, si García de Santa María hubiera escrito su obra de su propia cosecha, habría entrado, si no por la misma puerta del providencialismo de Fernando del Pulgar, por 282

Precisamos que de estas cuarenta y seis referencias, treinta y nueve son del término fortuna, cinco del adjetivo fortunatus –a -tum (tres en grado positivo y dos en superlativo) y dos de infortunia. 283 Cf. R. B. Tate, Ensayos..., p. 241. 1756

¿Gonzalo García de Santa María, fuente de las biografías latina y castellana de Juan II de Aragón...?

citar a un autor donde este rasgo es mucho más claro, como ha indicado G. Hinojo,284 sí suavizando mucho más aún este aspecto desde la perspectiva cristiana no ya como hizo Nebrija,285 sino como exigían unos tiempos en los que, por las razones que explicaremos mejor después, ya no se veía con buenos ojos el paganismo literario de los italianos de la centuria anterior. Por el contrario, las numerosas referencias a la Fortuna –cuarenta y cuatro, aunque solo treinta y ocho son seguras, según ya dijimos– que hallamos en la supuesta versión en romance de la biografía latina de García de Santa María encajan como anillo al dedo en nuestra tesis de que la obra fue escrita en el siglo XV. En efecto, aunque, dentro del pasaje en el que Juan II toma la decisión de huir de Lérida y no quedarse allí, como le recomendaban, leamos en la biografía en romance:286 Contra la deliberacion del Consejo, el Rey partir deliberó. Usó de aquel antigo proverbio que dice: El corazon del Príncipe está en la mano de Dios. Divina ordinacion bien pareció, como los conjurados entre pocos deliberado tuviesen poner sus sangrientas manos en la persona real. [...]

párrafo este donde encontramos el proverbio bíblico Cor regis in manu Domini,287 cuya fuente, por cierto, reconoció García de Santa María, como 284 “Una simple comparación de las alusiones a la Providencia –sólo en las quince líneas del prólogo de Pulgar se habla tres veces de la voluntad divina, más casi que en toda la obra de Nebrija– nos indica que la Crónica de Pulgar está mucho más próxima al teocentrismo medieval y a su cosmovisión” escribe nuestro investigador después de haber indicado poco antes: “En primer lugar, hay libros de Nebrija en los que el nombre de Dios sólo aparece en dos o tres ocasiones y en contextos religiosos, y a la prouidentia diuina sólo se alude tres veces, una de ellas precisamente junto a la fortuna (2,2,2)” y “La Fortuna, por el contrario, aparece más de treinta y como responsable de diversas situaciones, sobre todo, como expresamente reconoce Nebrija, en las acciones militares y en la guerra” (cf. G. Hinojo, “Nebrija y la historiografía renacentista: la fortuna”, en C. Codoñer–J. A. González Iglesias (eds.), Antonio de Nebrija: Edad Media y Renacimiento, Salamanca, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Salamanca, p. 1994, pp. 35-36). Para más información tanto sobre la obra de Pulgar como de las de Nebrija, cf., de un lado, el texto al que se refiere nuestra nota 308, así como el contenido de la misma y, de otro, la nota siguiente. 285 Como ya hemos indicado en la nota anterior, según G. Hinojo, el número de veces que Nebrija recurre a la Fortuna es solo de unas treinta, lo que está por debajo de las cuarenta y seis de García de Santa María y, máxime, teniendo en cuenta que las Decades duae y los De bello Nauarriensi libri duo de Nebrija conforman un volumen tres veces mayor (113 folios dobles, es decir, 226 páginas en la edición de Granada de 1550) que el del jurisconsulto zaragozano (75 páginas, que se reducen a 73, si se quita la página del título y su reverso en blanco, en la edición de Paz y Melia citada en la nota 42). 286 Cf. A. Paz y Melia, Vida..., p. 285. 287 Cf. Vvlg. prov. 21,1. El texto aparece citado en el Medievo como cor regis in manus Dei est, según nos demuestra el Andreae Bergomatis Chronicon del s. IX (cf. Patrologiae cursus completus..., Paris, J. P. Migne, 1853, t. CLI, col. 1276 C-D).

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nos demuestra su traducción Cor Regis in manu Dei esse,288 sin embargo, no es la “divina ordinación” la que rige la obra vernácula, sino la Fortuna, como bien demuestran los numerosos pasajes relacionados. Es una lástima que, al haberse perdido casi diez hojas al final del ms. 1891 de la BNE, no sepamos con certeza, hoy por hoy, qué se escribió realmente tanto al comienzo como al final de GR. Dado, sin embargo, que, entre este texto y el latino de García de Santa María hay una gran correspondencia, nos preguntamos, en primer lugar, si son fieles al contenido de GR tanto la primera referencia a la Fortuna personificada en G:289 […] Denique, adversante fortuna, quae huic Principi semper noverca fuit, in bello apud Ulmetum ab hoste superatus, in Aragonum regnum se contulit. [...]

como la última en esa misma obra:290 [...] Cumque ibi finitis tantis temporum turbulentiis, superataque adversa fortuna quietus ac tranquillus degeret, allatus est nuntius mortis Henrici regis Castellae qui morbo doloris iliaci repente e medio sublatus fuerat. [...]

que Paz y Melia, en su deseo de completar las partes perdidas de la supuesta traducción en romance e imitando su estilo latinizante, vertió al castellano de la siguiente guisa, para el caso de la primera:291 [...] Al cabo, contraria la fortuna, la cual á este Príncipe siempre madrastra se le mostrara, en la batalla junto á Olmedo, por el enemigo sobrado, al reino de Aragón se recogió. [...]

y de esta forma, para el caso de la segunda:292 […] la contraria fortuna vencida [...]

La primera de estas dos referencias a la Fortuna personificada hace alusión a la derrota que sufrió Juan II de Aragón al enfrentarse con Juan II de Castilla en la batalla de Olmedo el 19 de mayo de 1445. La segunda pertenece al pasaje en el que el jurisconsulto zaragozano, da cuenta de que, tras vencer las adversidades de la diosa romana de la suerte, vivía en paz y tranquilo en Barcelona, donde se enteró de la muerte de Enrique IV, rey de Castilla, acaecida en Madrid el 11 de diciembre de 1474. Como decimos, dada la pérdida de texto que sufre G al principio y al final del manuscrito, no podemos saber con seguridad si aparecían así estos dos 288

Cf. A. Paz y Melia, Serenissimi..., p. 188. Cf. ibid., p. 178. 290 Cf. ibid., p. 273. 291 Cf. A. Paz y Melia, Vida..., p. 278. 292 Cf. ibid., p. 349. 289

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pasajes tan importantes por su colocación al final de la obra entre los cuarenta y cuatro en los que sale a relucir en ella la Fortuna o un término relacionado con ella, pero es muy probable que así fuera. Queremos decir, en definitiva, que consideramos muy posible que, al igual que lo que señaló Tate para la Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita,293 el autor de la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón (para nosotros, según defendemos, Bernat Hug de Rocabertí) hubiera comenzado su biografía dejando claro que, a lo largo de la vida que se disponía a escribir, la diosa romana de la suerte fue tan adversa a Juan II de Aragón como una “madrastra”, y que la hubiera cerrado señalando que, pese a todo, el monarca aragonés supo superar esa continua adversidad de la Fortuna: a nuestro juicio, en fin, la obra vernácula también se abría marcando el reto del que saldría airoso Juan II de Aragón para conseguir lo que en su época se consideraba una gran virtud: saber mantener estoicamente el ánimo en la adversidad y saber levantarse tras la derrota. Y de la reiterada aparición de la Fortuna en la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón, pasemos ahora a ver que ese rasgo también encaja perfectamente con nuestra tesis de que el autor de nuestra biografía vernácula fuera el citado castellán de Amposta. Recordemos, en efecto, que en el pasaje del prólogo de la Comedia de la Gloria d’amor encontramos la frase “Vivint en aquesta semblant, foragitant sparança l’enteniment de tota salut, aparellades les coses necessaries a ma sepultura, ab paraules duptosas diré la derrera dolor en que fortuna e amor me posaren”,294 cuya proposición de relativo final nos presenta a la Fortuna y al Amor rigiendo el destino de los mortales. Pero mucho mejor que ese pasaje y que otro, ya en el cuerpo de la misma obra, en la que también aparece la Fortuna, aunque no personificada,295 es el que hallamos en la estrofa VIII, vv. 57-64 del poema Estrampa:296 293

Cf. el texto al que se refiere la nota 282. Cf. el texto al que se refiere la nota 233. 295 Dejamos constancia de que la palabra fortuna también aparece en los vv. 7-9 (Si com lo temps qui ve ab tal fortuna/ Que dels arbres les fulles s’en aporta/ No tot justat, mes una apresuna) del Chant II (cf. F.-R. Cambouliu, Essai sur l’histoire..., cit. en n. 229, p. 126). 296 Cf. E. Bassegoda Pineda, Vida i obra..., cit. en n. 129, p. 183. Debemos señalar, además, que la fortuna aparece también en la estrofa XVI, vv. 121-128, de la misma obra (cf. ibid., p. 187): Los altres veig discretament compondre l’arma·nvers Déu e lo cors a la terra; lurs fets obrant per migans rehonables, savis consells donant als freturosos; lo món seguint ab pensa mesurada, providentment contrestant a Fortuna; trempanç’aver en les coses mundanes, fforts en l’obrar, pus justa causa tinguen, 294

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E si d’alcuns Fortuna .s manifesta ser contra d’ells, no prosperant lurs actes, és perquè vol batallar ab la força de la virtut, qui contra ligua regne. Entre los flachs ni cumple gran batalla, armes no fan hon les parts se concorden. Vençre .ls vençuts ve de mínims coratge. L’om virtuós en tot loch té corona.

cuyos vv. 57-60 comenta el editor de esta guisa:297 Apareix un motiu molt medieval com és el de la Fortuna, personatge al·legòric que pot ser favorable o desfavorable a una persona, però que si aquesta es mostra virtuosa, aconseguirà superar-ne els embats. Normalment, la mala Fortuna afecta als personatges vanitosos, que obliden el seu deure i es confien massa en les seves possibilitats, com li passa a Curial al llibre segon de la novel·la Curial e Güelfai que tan bé és explicat en el pròleg d’aquesta part de l’anònim autor. Aquí en certa manera posa de relleu el mateix, la Fortuna vol que la força de la virtut prevalgui sobre els comportaments de les persones, que sovint són erràtics i mancats de coherència, ja que l’amor no permet actuar correctament.

Es, en fin, el propio Hug de Rocabertí el que nos hace ver que el hecho de que la Fortuna les sea adversa a algunos responde a que esta quiere que batallen con la “força de la virtut” y que forjen su espíritu no en lides irrelevantes, sino en duros encuentros donde alcancen la corona. A la luz de estos datos, que el poeta catalán fuera el autor de la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón y que fuera él quien hubiera tomado la decisión de halagar los oídos de Juan II de Aragón presentándolo como un caballero virtuoso que supo sobreponerse y vencer finalmente las adversidades de la Fortuna, nada tiene de extraño, sino todo lo contrario. Recordemos, en efecto, que el 22 de febrero de 1444 Juan de Mena entregó a Juan II de Castilla su Laberinto de la Fortuna, que había escrito poco antes con la mente tan puesta en el monarca castellano que no ha faltado quien, como A. Deyermond,298 crea que la paradoja que para él se da entre esta obra, “la más fuertemente latinizada en sintaxis y vocabulario” de todas las de dicho autor y su obvio carácter propagandístico solo se resuelve si partimos de la base de que el poeta la compuso pensando en el citado rey como único lector. La teoría del lector único no es aceptable, a nuestro juicio, en lo concerniente pero tal alusión, aunque importante, es mucho menos significativa que la anterior. 297 Cf. ibid., p. 183. 298 Cf. A. Deyermond, Historia de la literatura española, 1: La Edad Media, Barcelona, Ariel, 1978, p. 332. 1760

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a la latinización, pues, como ya hicimos ver,299 esta es fruto de una corriente literaria mucho más amplia del siglo XV hispano, pero sí nos sirve para explicar, entre otras cosas, el relevante papel que se concede en la obra a don Álvaro de Luna hasta el punto de colocarlo en el planeta Saturno como el mejor de los ejemplos de buen gobierno: para nosotros es claro que ese sobrepujado elogio del condestable de Castilla se entiende si aceptamos que Mena tenía la mente puesta en alabar lo más posible, a los ojos de Juan II de Castilla, a un personaje al que admiraba tanto que, sin adivinar obviamente el triste final que le aguardaba,300 hizo que la Providencia lo engalanase con el ropaje de la Fortuna en estos términos:301 Este cavalga sobre la Fortuna e doma su cuello con ásperas riendas; aunque d’él tenga tan muchas de prendas, ella no le osa tocar a ninguna.

Según M. Bataillon,302 el Laberinto de Fortuna de Juan de Mena fue publicado por primera vez en Salamanca en 1481 o 1482, aunque el ejemplar no tiene indicación de lugar ni año. Pero, como era de esperar de una época en la que la imprenta aún no había cobrado sus alas posteriores, son muchas las copias manuscritas que conservamos del siglo XV. Como es sabido, las relaciones familiares, territoriales, económicas, políticas y culturales de la corte de Castilla con la de Aragón eran en aquella época muy estrechas, tan estrechas que V. Vives llega a calificar al príncipe de Viana como “un muñeco en las diestras manos de Álvaro de Luna”.303 En ese contexto resulta harto problable que la obra manuscrita de Juan de Mena hubiera llegado a la corte de Juan II de Aragón y que, con ella como telón de fondo, Hug de Rocaberti hubiera decidido trasvasar a la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo el papel que juega la Fortuna en la monografía De coniuratione Catilinae de Salustio, papel que Tate no acertó a ver en esta obra vernácula,304 que juzgaba 299

Cf. el subapartado IX.2.1. Recuérdese que don Álvaro de Luna fue decapitado el 2 de junio de 1453 en la Plaza Mayor de Valladolid por orden de Juan II de Castilla. 301 Cf. M. Kerkhof (ed.), Juan de Mena. Laberinto de Fortuna, Madrid, Castalia, 1997, p. 228, vv. 1873-1876. 302 Cf. M. Bataillon, “La edición princeps del Laberinto de Juan de Mena”, en Varia lección de clásicos españoles, Madrid, Gredos, 1964, pp. 9-20. 303 Cf. V. Vives, Juan II...”, cit. en n. 137, p. 146. 304 “No hay indicio de que el traductor reconozca el eco de Salustio en la prosa”, escribe Tate en el texto al que se refiere nuestra nota 83, aunque después en la nota 17 (cf. R. B. Tate, Ensayos..., pp. 256-257) señala: “Está tan encariñado con el tema como Gonzalo”. Nos encontramos así ante una contradicción que resolveremos en un futuro trabajo que por obvias razones de espacio no podemos hacer aquí. 300

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traducción libre de la Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita, pero sí en esta.305 De esta manera, además, el escritor catalán engalanaba su obra, destinada a regalar los oídos de Juan II de Aragón, con un recurso mitológico tan del gusto entonces del paganismo literario del humanismo latino italiano (pensemos en los Historiae de varietate Fortunae libri quatuor de Poggio Bracciolini o en el Somnium de Fortuna de Eneas Silvio Piccolomini), cuyas posibilidades expresivas iban mucho más allá del mero ámbito formal. No olvidemos, en efecto, que ese ropaje mitológico le posibilitaba presentar al monarca aragonés como un virtuoso caballero que había sabido sobreponerse y vencer finalmente a la diosa romana de la suerte, lo que, por cierto, no puede desligarse de la repercusión que en esta tuvo el paso del teocentrismo medieval al antropocentrismo renacentista, como bien escribió F. Gilbert para el Cinquecento italiano:306 Tanto en la época medieval como en la renacentista los acontecimientos humanos se ponían en relación con un orden de valores, que los hombres se veían obligados a reconocer y a seguir, pero mientras en la Edad Media la historia servía para mostrar el poder de Dios, la concepción humanista acentuaba el poder que el hombre podía ejercitar. De hecho, los renacentistas reconocían que el dominio del hombre sobre los acontecimientos era limitado y que dependía en gran medida de la fortuna.

Ahora bien, con todas estas observaciones no queremos decir que Hug de Rocaberti renunció a usar el lenguaje propio de un escritor cristiano, sino que en este punto se plegó a la moda entonces imperante: precisemos, en efecto, que, si bien es verdad, como ya hemos señalado, que en la biografía vernácula hallamos cuarenta y cuatro pasajes con la palabra Fortuna o con vocablos derivados de la misma, no menos verdad es que en la misma obra hallamos otros once pasajes de corte providencialista (solo, pues, una cuarta parte de aquellos), como el ya citado donde el autor, dando cuenta de la razón que llevó al rey a huir de Lérida a media noche frente a lo que le recomendaban los miembros de su Consejo, pero con la intención de dejar claro que, pese al ropaje clásico, su fe estaba enraizada realmente en las Sagradas Escrituras, trae a colación uno de los Proverbios de Salomón (Vvlg. prov. 21,1), cuya redacción en castellano “El corazon del Príncipe está en la mano de Dios”307 habla por sí misma. 305

Cf. R. B. Tate, Ensayos..., pp. 238-241. Cf. F. Gilbert, Machiaveli and Guicciardini. Pensiero politico e storiografia a Firenze nel Cinquecento, Torino, 1970, p. 187 (citamos a través de G. Hinojo, “Nebrija y la historiografía...”, cit. en n 282, p. 35). 307 Cf. el texto al que se refiere la nota 50. 306

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Pero, como decimos, en la obra de Hug de Rocabertí la Fortuna sale a escena más veces que la Divina Providencia, lo que la vincula más con las obras vernáculas de la primera mitad del siglo XV que con las castellanas de finales de ese mismo siglo: recordemos, por ejemplo, que, mientras que en la Chronica de los Señores Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel de Pulgar la presencia de la Divina Providencia llega a unos cien pasajes,308 en la traducción de esa misma obra de Nebrija esa cifra, de acuerdo con los datos de G. Hinojo,309 se reduce a una tercera parte. La explicación es bien sencilla. No podemos olvidar que, de la misma manera que la diosa romana de la suerte, un viejo elemento literario con tanta vida en la Edad Media (pensemos, por ejemplo, en la “rueda de la Fortuna” y vinculemos mentalmente la misma con la inseguridad caracterizadora de aquellos tiempos), cobró nueva vida en el Renacimiento latino italiano del Cinquecento como elemento clásico que era, así también el providencialismo, presente también en el Medievo, tomó nuevos bríos a finales del siglo XV y comienzos del XVI por dos vías distinas: en primer lugar, a través del movimiento de oposición cultural al paganismo literario italiano anterior,310 cuyo primer hachazo pegó Pablo II al encarcelar en el castillo de Sant’Angelo a principios de 1468 a destacados humanistas de la Academia Romana acusándolos, entre otras cosas, de leer a “Juvenal, Terencio, Ovidio, Plauto et questi altri libri”;311 y, en segundo lugar, a través también de una vieja cuestión teológica, que aunque suscitada ya en la obra Caidas de Principes que comenzó a traducir al castellano, a partir de los De casibus illustrium virorum libri novem 308

Lo que le da la razón a G. Hinojo en la apreciación que hizo en el texto que citamos en la nota 284. 309 Cf. nota 284. 310 El movimiento liderado por Erasmo acabará criticando abiertamente el uso de la mitología clásica para los nombres de las divinidades y de las instituciones cristianas (Quid faciet? Quo se uertet hic ille superstitiose ciceronianus? An pro patre Christi dicet ‘Iuppiter Optimus Maximus’, pro filio dicet ‘Apollinem’ aut ‘Aesculapium’; pro uirginum regina dicet ‘Dianam’, pro ecclesia sacram ‘concionem’, aut ‘ciuitatem’, aut ‘rempublicam’ leemos en boca de Búléforo en el Ciceronianus; cf. A. Gambaro, Il Ciceroniano o dello stile migliore. Testo latino critico, traduzione italiana, prefazione, introduzione e note a cura di..., Brescia, Editrica “La Scuola”, 1965, p. 140, 1931-1935) y buscará el eclecticismo entre los autores clásicos paganos y los cristianos, lo que resulta inseparable de las ediciones de estos últimos que comenzaron a hacerse en los albores de nuestro Renacimiento y, precisamente, por Nebrija; cf. V. García de la Concha, “La impostación religiosa de la reforma humanística en España: Nebrija y los poetas cristianos”, en V. García de la Concha (ed.), Nebrija y la introducción del Renacimiento en España, Salamanca, Academia Literaria Renacentista, 1983, pp. 123-143. 311 Así se lee en un manifiesto antihumanista de Paulo II que nos transmite Juan Blanco: cf. T. González Rolán–J. M. Baños Baños–A. López Fonseca (eds.), Ex Castro. Cartas desde la prisión papal de Sant’Angelo entre los humanistas de la Academia Romana y su alcaide, Rodrigo Sánchez de Arévalo (Introducción, edición crítica, traducción y notas), Madrid, Ediciones Clásicas, 2008, p. 28). 1763

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de Giovanni Boccaccio, Pedro López de Ayala312 y, tras su muerte ocurrida en 1407, completó después Alonso de Cartagena en 1422313 y visible igualmente en una carta de Rodrigo Sánchez de Arévalo a Bartolomé Plátina, el más conspicuo de los encarcelados por el citado sucesor de San Pedro en la vieja mole de Adriano (Epistola Roderici episcopi et Castellani ad eundem Platinam responsiva, in qua agit quomodo catholice loquendum sit de fortuna et fato, et quis dicitur bene aut male fortunatus et quod astra non conferunt ad hos sinistros eventus),314 acabó teniendo mayor fuerza aún después en los enfrentamientos teológicos de Erasmo y Lutero por el libre albedrío.315

X. Conclusiones Como hemos podido comprobar, los textos presentados en esta investigación obligan a desechar la hipótesis de R. B. Tate de que el texto latino de la biografía latina de Juan II de Aragón terminado por Lucio Marineo Sículo a finales de 1508 y la traducción castellana que por orden de Fernando el Católico realizó, con su ayuda, Rodrigo Álvarez de Medellín en Pasarón de la Vera entre 1510 y 1511 fueran unos simples “comentarios o minutas” que el humanista italiano amplió y remodeló al publicarlos en 1530 en los libros XII al XVIII del Opus de rebus Hispaniae memorabilibus y de la Obra ... de las cosas memorables de España, después de leer la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón, obra esta sobre la que se han formulado tres hipótesis distintas: J. Amador de los Ríos y B. Sánchez Alonso pensaron que la había realizado Gonzalo García de Santa María a partir de la Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita por él terminada de escribir hacia el mes de mayo de 1515; Tate, sin embargo, no negó esa relación de dependencia intertextual, pero puso en duda a través de las ideas a favor de la traducción del jurisconsulto zaragozano que este fuera el autor de una supuesta versión tan latinizada y la atribuyó a un autor aragonés con conocimientos de catalán; y, por último, M. Baron, completando la hipótesis del investigador inglés, ha señalado que ese traductor desconocido habría hecho la versión entre 1515 y 1530, hipótesis esta que de nuevo apoya la posibilidad de que el humanista italiano hubiese ampliado y remodelado su biografía latina y castellana inicial 312 “Ayala traduce parte de las Caídas de Príncipes de Boccaccio, que hacen reflexionar sobre la intervención de la Fortuna o de la suerte de los humanos”, leemos al respecto en R. Lapesa, Historia de la Lengua..., cit. en n. 214, p. 265. 313 Cf. Carlos Alvar, “Boccaccio en Castilla: entre recepción y traducción”, Cuadernos de Filología italiana, 2001 (nº extraordinario), pp. 333-350. 314 Cf. T. González Rolán–J. M. Baños Baños–A. López Fonseca, Ex Castro..., cit. en n. 309, pp. 120-129, nº VIII. 315 Cf. M. Bataillon, Erasmo en España, México–Madrid–Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1979, pp. 145-154.

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a partir de la lectura de esta obra vernácula sacada de la biografía latina del jurisconsulto zaragozano. Sin embargo, el amplio cotejo textual realizado nos hace ver que el mismo influjo que Tate había detectado comparando la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón, con el texto latino y castellano de la biografía del mismo monarca publicada por Marineo en 1530, existe en los dos manuscritos conservados en la BRAH y la Iglesia de Santa María la Mayor de Alcañiz, respectivamente, que contienen dos versiones bastante similares, pero no idénticas de la traducción castellana en diecisiete libros realizada en Pasarón de la Vera entre 1510 y 1511. La constatación de esta realidad nos ha llevado a identificar la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón con una de las dos obras vernáculas escritas por sendos caballeros de Juan II de Aragón que, según afirma Marineo en el texto latino y castellano de su biografía publicado en 1530, le había dado Fernando el Católico para preparar su obra, y que él señala como de Juan Rocabertí, castellán de Amposta, pero que, dentro de su frecuente confusión con los nombres propios (a Cristóbal Colón, por ejemplo, le dio el nombre de Pedro), hemos de corregir en Bernat Hug de Rocabertí. Un detenido examen de la vida de este personaje, nacido en tierras de Gerona y, más concretamente, en Maçanet de Cabrenys entre 1415 y 1420 y fallecido en Monzón en 1485, nos hace ver que la misma encaja como anillo al dedo en la autoría de una obra centrada sobre todo en la Guerra Civil de Cataluña: no solo fue nombrado castellán de Amposta con la ayuda de Juan II de Aragón en 1561, es decir, al principio del citado conflicto bélico, sino que destacó militarmente por su actuación a favor del monarca en la contienda y fue enviado más tarde por el rey como embajador a Francia ante los posteriores problemás surgidos en el Rosellón. Sabemos, por otra parte, que Hug de Rocabertí fue, además, un poeta que escribió en catalán y del que conservamos dos magníficos poemas: Estrampa y la Comedia de la Gloria d’Amor. Esta condición de escritor encaja tanto más en la tesis que hemos trazado cuanto que en la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón observamos retazos que parecen haber salido de la pluma de un poeta. Gracias a la numerosa documentación existente sabemos que nuestro castellán de Amposta, como era lo esperable por dicho cargo, conocía la vieja lengua de Roma, lo que es condicio sine qua non para explicar también su latinizante estilo castellano. Pero un examen del estilo de la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón nos hace ver que lo que hasta ahora se interpretaba como un mal fruto de su carácter de texto traducido desde la antigua lengua del Lacio, ha de verse mejor dentro de la corriente latinizante

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José María Maestre Maestre – Mercedes Torreblanca López

que encontramos en el siglo XV y de la que son buenos exponentes Enrique de Villena, el Marqués de Santillana y Juan de Mena. De la misma forma, la reiterada presencia de la Fortuna dentro de la obra, que los estudiosos veían como reflejo de la Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita es en realidad un resorte propio también del siglo XV, como nos hace recordar el Laberinto de Fortuna del citado poeta cordobés. Un examen de las obras poéticas en catalán y de las cartas en castellano de Hug de Rocabertí nos evidencia que no faltan textos que nos demuestran que también él gustaba de escribir en catalán y castellano con el estilo afectado que acabamos de describir. Y sus poemas nos hacen ver que, además, se complacía sacando a relucir a la diosa romana de la suerte. De igual manera un estudio de las principales distorsiones gráficas (uso de “ny” para la “ñ” o de los finales en “-dat” o “dit” en los sustantivos) de la polémica biografía de Juan II de Aragón también nos confirma la posibilidad de que el autor pueda ser un catalán, lo que de nuevo apoya la identificación de nuestro personaje que, por otra parte, demuestra conocer perfectamente la geografía y topografía tanto de Gerona, provincia (perdónesenos el anacronismo) donde había nacido, como del resto de Cataluña. Y a esto no se oponen los estudios que, desde el punto de vista bibliográfico, se han hecho del ms. 1891 de la BNE que contiene la obra: el propio Inventario general de manuscritos de esta magna institución data el citado manuscrito en el siglo XV, aunque luego comete el error de aceptar que la biografía es traducción de la latina de García de Santa María. En definitiva, todo apunta a que Hug de Rocabertí fue el autor de la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón y a que esta fue una de las dos obras vernáculas que entregó Fernando el Católico a Marineo para la composición de la biografía de su padre, cosa que entendemos que también hizo con García de Santa María: de esta suerte la Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita sería traducción de dicha obra vernácula y no a la inversa como hasta ahora se había postulado: así se explican perfectamente las concomitancias existentes de la biografía escrita por Rocabertí tanto con la versión castellana de Marineo realizada entre 1510 y 1511 (y a través de ellas con su texto latino terminado en 1508) como con las posteriores publicadas por el humanista en latín y castellano en 1530 y, por supuesto, con la obra que hasta ahora se creía que era fuente de estas dos últimas, la biografía latina terminada por García de Santa María en 1515. Como puede verse, hemos dado un giro copernicano a todo lo que aceptó Tate como más probable y que hasta ahora viene siendo la communis opinio en la comunidad científica. Pero no sería justo que cerráramos estas conclusiones sin señalar que, aunque al no conocer R y A el investigador inglés no podía llegar a la misma conclusión a la que nosotros hemos llegado, 1766

¿Gonzalo García de Santa María, fuente de las biografías latina y castellana de Juan II de Aragón...?

sin embargo, dentro de esa magna intuición investigadora que le caracterizó llegó a imaginar que nuestra tesis podía darse. Cerramos, pues, deliberadamente nuestras conclusiones recordando que, como decía Baron, en el espinoso triángulo de la Serenissimi principis Joannis secundi, Aragonum regis, vita, de la Vida del serenísimo príncipe don Juan segundo, rey de Aragón y de la biografía latina y castellana del mismo monarca publicada por Marineo en 1530 “Robert Brian Tate, prudent, émet plusieurs hypothèses quant aux processus de transmission intervenus entre ces trois textes”.316 Y no le faltaba razón, porque debemos recordar que, de un lado, coronó un texto en el que acababa de hablar de la divergencia estilística entre la traducción en romance y su supuesto original y de los conocimientos que tenía su autor sobre la geografía y la topografía de Gerona,317 con la siguiente pregunta:318 [...] ¿Puede ser esta curiosidad estilística la obra “hispano ac barbaro male celebrata sermone” que Lucio Marineo Sículo hacía constar que era la única escrita sobre la vida de Juan II antes de que se le pidiese a él aceptar un encargo semejante?

y, de otro, que escribió lo siguiente, tras dar por sentando que para la publicación de 1530 el humanista italiano había ampliado y remodelado sus “comentarios o minutas” presentados a Fernando el Católico en 1509 a la luz de la traducción en romance de la biografía latina de García de Santa María:319 Para apreciar lo que Marineo debe a su fuente y lo que debe a su propia minerva, ha de recordarse que trabajó sobre una traducción romance y no sobre el latín de Gonzalo. La definición de “barbarie” podría tomarse para aplicarla no solamente al hecho de que se escriba en lengua vulgar, sino también a la naturaleza deformada de un castellano super-latinizado. [...]

Como resulta evidente, Tate no se percató de que estaba cometiendo el anacronismo de aplicar a la traducción romance, realizada supuestamente hacia 1515, el texto de “hispano ac barbaro male celebrata sermone” que Marineo había escrito en su carta a Federico Manuel, vicario de Vizzini, desde Granada, el 26 de agosto de 1500,320 pero, al equivocarse, acertó. Esa es la grandeza de un colega y amigo sabio y bueno, a cuya memoria queremos que sirvan también de recuerdo y reconocimiento póstumo estas líneas. 316

Cf. el texto al que se refiere la nota 92. Cf. el texto al que se refiere la nota 83. 318 Cf. R. B. Tate, Ensayos..., p. 258. 319 Cf. ibid., p. 261. 320 Cf. el texto al que se refiere la nota 111. 317

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Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 1769-1783

‘Tanto monta’. Pervivencias clásicas y goticismo en las genealogías legitimadoras de los Trastámaras Juan Ramón Carbó García

Universidad Católica San Antonio de Murcia Resumen: En la Península Ibérica, durante el siglo XV y en el reinado de los Reyes Católicos, el proceso de homogenización de genealogías nacionales en torno a un único linaje mítico nacional busca la legitimación del poder y la justificación de la preeminencia social. La elaboración de genealogías imaginarias se basa en la apropiación de factores históricos y da lugar a una verdadera producción historiográfica específica. Asimismo, la genealogía preeminente (o triunfante) será transmitida por medio de la simbología presente en la heráldica, que será utilizada como forma de propaganda visual, y que ayudará a su popularización, tal y como ocurrirá en el caso de las empresas heráldicas de los Reyes Católicos. Palabras clave: Reyes Católicos. Heráldica. Genealogías. Goticismo. Getas. Abstract: In the Iberian Peninsula, during the fifteenth century and the reign of Ferdinand and Isabella, the process of homogenization of national genealogies around a single mythical national lineage searches legitimation of power and the justification for social prominence and prestige. The development of imaginary genealogies is based on the appropriation of even more ancient historical factors and leads to a * Este estudio se circunscribe al proyecto de la FECYT con clave HAR2009-13597, “La ecumene romana como imperio global: relaciones de poder, espacios imaginarios, discursos, y usos políticos e ideológicos en el presente”, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, y al proyecto de la Junta de Castilla y León con clave SA018A10-1, “El poder del mundo clásico: herencias, transmisiones y usos políticos e ideológicos en la Hispania Occidental (territorios castellano-leoneses)”; asimismo se enmarca dentro de los objetivos parciales de dos grupos de investigación reconocidos, de los que el autor es miembro: EPIRUS (Estudios sobre el Poder en el Imperio Romano, de la Univ. Salamanca) y HHR (Historiografía e Historia de las Religiones, de la Univ. Carlos III de Madrid).

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Juan Ramón Carbó García

true specific historiographical scholarship. Also, the preeminent (or successful) genealogy will be partially transmitted through the symbology of heraldry, which will be used as a form of visual propaganda, and will help to its popularity, as happens in the case of the heraldic emblems of the Catholic Monarchs. Keywords: Catholic Monarchs. Heraldry. Genealogies. Gothicism. Getae.

Entre la ingente producción bibliográfica del profesor Juan Gil en el campo del humanismo y la pervivencia del mundo clásico en el Renacimiento, la Ilustración y el mundo contemporáneo, no podía faltar en este homenaje que le rendimos estos días una alusión a sus estudios sobre las empresas heráldicas de los Reyes Católicos y en especial, sobre el conocido lema Tanto monta y sobre el yugo del rey Fernando, explorando su relación con la anécdota de Alejandro Magno y el nudo gordiano, y también la relación con el Descubrimiento.1 A diferencia de la opinión mayoritaria expresada por autores de la Edad Moderna y siglo XIX, como Jovio,2 fray Juan de Sigüenza,3 Gómez de la Reguera,4 Baltasar Gracián,5 Fernández-Guerra6 y Valera,7 por los especialistas en heráldica, desde Pedro Aguado Bleye,8 Faustino Menéndez-

1

Juan Gil, “Alejandro, el nudo gordiano y Fernando el Católico”, Habis, 16 (1985), 229-242, p. 236 ss.; idem, “Los modelos clásicos en el Descubrimiento”, en Espacio geográfico, espacio imaginario, ed. M. N. Muñiz, Cáceres, 1993, pp. 13-27. 2 P. Jovio, Diálogo de las empresas militares y amorosas, Lyon, 1516: cf. A. Montaner, “La emblemática de los Reyes Católicos: un error de interpretación histórica”, Universidad (de Zaragoza), 7 (1982), 24-26, p. 24. 3 Fray José de Sigüenza, Historia de la Orden de San Jerónimo, vol. 2, Madrid, 1907-1909, pp. 574-575 (1ª ed. Madrid, 1600). 4 F. Gómez de la Reguera, Empresas de los Reyes de Castilla y León, ed. C. González Alonso, Valladolid, 1990, pp. 141-143 (1ª ed. 1632). 5 Baltasar Gracián, Agudeza y arte de ingenio, Huesca, 1648, discurso 34 (en B. Gracián, Obras completas, Madrid, 1960, p. 400). 6 A. Fernández-Guerra y Orbe, “Apéndice”, en B. J. Gallardo, Ensayo de una biblioteca de libros raros y curiosos, vol. 1, Madrid, 1836-1889, cols. 1297-1298. 7 Juan Valera, Morsamor, 1899 (en Obras completas, Madrid, 1942, p. 704). 8 P. Aguado Bleye, “Tanto monta. La Concordia de Segovia y la Empresa de Fernando el Católico”, Estudios Segovianos, 1 (1949), 381-389, p. 386. 1770

‘Tanto monta’. Pervivencias clásicas y goticismo en las genealogías legitimadoras de los Trastámaras

Pidal,9 Riquer10 o Montaner,11 y por otros estudiosos actuales del humanismo en época de los Reyes Católicos, como González Iglesias,12 Juan Gil ha negado la autoría del humanista Antonio de Nebrija y ha considerado que la divisa del Tanto monta, así como el yugo, eran exclusivamente aragonesas y que su autor habría sido un historiador de esa corte y no Nebrija. Para Gil, el significado primario del Tanto monta, con el yugo y el nudo gordiano desatado, habría sido una referencia tomada del pasado clásico –la historia de Alejandro Magno relatada por Quinto Curcio Rufo, traducida en Aragón en 1481 y en Castilla en 1496–, que haría alusión al dominio de Asia, concretado en época de Fernando con la conquista de Jerusalén y la de la India, esto es, América, las Indias Occidentales. Posteriormente, este significado habría ido olvidándose hasta que el Tanto monta fue atribuido popularmente a los dos soberanos católicos como indicativo de su igualdad, mientras que la historiografía castellana le concedía la autoría a Nebrija. Algunos de los aspectos destacados por Juan Gil, como la relación del Tanto monta con el Descubrimiento, han sido rebatidos por Juan-Antonio González Iglesias, que se basaba en un testimonio histórico para descartarla. Citaba un pasaje del Libro de Repartimiento de Ronda, de 1485, siete años antes del Descubrimiento, en el que los Reyes declaran: Ansy mismo es nuestra merced e voluntad que la dicha çibdad de Ronda aya e tenga por armas un yugo dorado con sus coyundas de plata cortadas.13

En el blasón de Ronda figuran igualmente el Tanto monta y el haz de flechas, y en Salamanca se erigió en el mismo año el pósito del trigo, sobre el que estaba el escudo de los Reyes Católicos, acompañado del yugo y las flechas. En Salamanca, precisamente, el escudo de los Reyes Católicos, con sus empresas heráldicas, aparece representado en multitud de monumentos.14 9

Faustino Menéndez-Pidal de Navascues, Heráldica medieval española, I. La casa real de León y Castilla, Madrid, 1982, p. 201. 10 M. de Riquer, Heráldica Castellana en tiempo de los Reyes Católicos, Barcelona, 1986, p. 28. 11 A. Montaner, “La emblemática...”, p. 25. 12 J. A. González Iglesias, “El humanista y los príncipes: Antonio de Nebrija, inventor de las empresas heráldicas de los Reyes Católicos”, en Antonio de Nebrija, Edad Media y Renacimiento, ed. C. Codoñer y J. A. González Iglesias, Salamanca, 1994, pp. 59-76. 13 Ordenanzas dictadas por los Reyes Católicos, en la Ciudad de Córdoba, el 25 de Julio de 1485. Libro de Repartimiento de Ronda, f. 8u. Transcripción en M. Acién Almansa, Ronda y su Serranía en tiempos de los Reyes Católicos, Málaga, 1979. Cf. J. A. González Iglesias, “El humanista y los príncipes...”, p. 62. 14 S. García Garrido, El Lenguaje Visual en la Heráldica. Heráldica de la Ciudad de Ronda, vol. 1, Salamanca, 1993, p. 64 y ss. 1771

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Fig. 1. Escudo de los Reyes Católicos en el Palacio de los Abarca, actual Museo de Salamanca.

En su artículo, que probablemente sea el mejor y más completo estudio que se haya realizado sobre las empresas heráldicas –que no sobre el escudo– de los Reyes Católicos,15 González Iglesias se posiciona con claridad a favor de la autoría de Nebrija, esgrimiendo testimonios del siglo XVI16 y comienzos del XVII,17 basándose en el estudio filológico de las Décadas18 y en la obra lexicográfica de Nebrija,19 y también en cierto carácter nacionalista, al tratarse de una empresa en español y no en latín, lo cual, a modo de ver de González Iglesias, descartaría a cualquiera de los humanistas italianos de la corte 15

J. A. González Iglesias, “El humanista y los príncipes...”, pp. 59-76. Para el escudo, ver Faustino Menéndez-Pidal de Navascues, “‘Tanto monta’. El escudo de los Reyes Católicos”, en Isabel la Católica vista desde la Academia, coord., Luis Suárez Fernández, Madrid, 2005, pp. 99-138. 16 P. Jovio, Diálogo de las empresas… 17 Especialmente Fray J. de Sigüenza, Historia de la Orden de San Jerónimo… 18 Elio Antonio de Nebrija, Décadas, 1, 1, 3; Gregorio Hinojo Andrés, Obras históricas de Nebrija. Estudio filológico, Salamanca, 1991, pp. 51-53. 19 Elio Antonio de Nebrija, Diccionario Latino-Español, Salamanca, 1492 (ed. G. Colón y A. J. Soberanas, Barcelona, 1979). 1772

‘Tanto monta’. Pervivencias clásicas y goticismo en las genealogías legitimadoras de los Trastámaras

aragonesa, dado que la inmensa mayoría de las empresas italianas de la época recurrían al latín, y ese nacionalismo lingüístico y político habría encajado mucho mejor en la personalidad de Nebrija, como veremos más adelante.20 En cualquier caso, independientemente de que el autor fuera Nebrija o no, en lo que parece estar todo el mundo de acuerdo es en que el Tanto monta parece haber sido la obra de un humanista que trabajó directamente sobre el texto latino de Quinto Curcio Rufo para obtener una traducción ajustada. La obra del romano era muy conocida en el Renacimiento y la Península Ibérica no era una excepción. Sabemos, incluso, que el propio Nebrija conocía su obra en latín, ya que lo menciona en su ya citado Dictionarium Latinohispanicum, et uice uersa.21 El humanista en cuestión busca entre las fuentes antiguas un episodio célebre, el del nudo gordiano de Alejandro, y lo adapta al espíritu del rey Fernando: “actúa dentro de la inuentio retórica, del hallazgo. Es sólo el inventor de la empresa”.22 En realidad, él no es el autor, sino que la autoría oficial recae en los reyes, que las encargan y las van a ostentar, un concepto que debe relacionarse con la práctica discursiva y también artística presente en el Renacimiento, y que nos muestra la relación entre los intelectuales y el poder, entre el sabio humanista y los príncipes. En este contexto, podemos entender cómo es que el Tanto monta, así como el yugo y las flechas, han pasado a la posteridad como las empresas de los Reyes Católicos y no se conoce con certeza al inventor, aunque la adjudicación de este papel a Nebrija es más que probable. Es, en suma, la misma razón por la que el humanista que inventó las empresas no las incluyó entre su producción ni se refirió a ello. Si el Tanto monta constituía en sentido estricto el mensaje verbal asociado al yugo, como empresa del rey, puesto que cuando las empresas de los reyes se separaban, el Tanto monta siempre acompañaba al yugo, también tenía un nivel de lectura más amplio que lo asociaba a las empresas de los dos reyes, el yugo y también las flechas, con un sentido de igualdad que era el percibido por la mayoría del pueblo. Ese sentido amplio era más accesible, mientras que el sentido estricto, que mostraba las cualidades de decisión y resolución del rey Fernando en relación con el episodio del nudo gordiano, quedaba latente. Estos dos sentidos no eran incompatibles, sino complementarios. Cuando las flechas aparecen solas, no llevan un lema propio que habría sido una interferencia para el mensaje de Fernando y que habría impedido este doble nivel de lectura señalado por González Iglesias.23 Del mismo modo, el 20

A. Montaner, “La emblemática...”, pp. 62-64; G. Hinojo Andrés, Obras históricas de Nebrija…, pp. 51-53. 21 S. u. strenua mors, dicitur a Curtio illa que cito conficit. 22 J. A. González Iglesias, “El humanista y los príncipes...”, p. 65. 23 J. A. González Iglesias, “El humanista y los príncipes...”, p. 68. 1773

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uso del latín o incluso del griego para la empresa concordaría con el sentido culto y estricto, minoritario, que evocaba el episodio de Alejandro transmitido por un autor latino. El latín no habría servido a los Reyes para cumplir sus objetivos políticos. El uso de la lengua romance concuerda, por otro lado, con el carácter nacionalista de Nebrija y su dignificación de la propia lengua española, cuando precisamente fue él mismo el autor de su primera Gramática. En cuanto al yugo, al igual que sucedía con el Tanto monta, tiene un sentido primario que alude al episodio del nudo gordiano y a la resolución del Rey: el símbolo confiere a Fernando el atributo de realeza mediante la relación con la adquisición de tal condición por el labrador Gordio, que cumpliendo un oráculo, entró el primero en la ciudad con su carro y se convirtió en su rey;24 y expresa asimismo la expansión del poder del rey por medio de las conquistas territoriales (el oráculo de la conquista de Asia para aquel que desatase el nudo gordiano, en el episodio recogido por Quinto Curcio). Otro sentido secundario evocaba etimológicamente el vínculo conyugal, y un sentido político hacía del yugo símbolo del poder real para sus súbditos. Como puede verse, detrás del Tanto monta y del yugo se esconde todo un complejo sistema de dobles o triples significados, y desde luego podemos observar la profunda tradición cultural del mundo clásico que en ellos está latente y que es semejante a las empresas italianas de la época. La pervivencia clásica es muy evidente en estas empresas. ¿Y qué se esconde detrás de las flechas? También atribuidas por algunos a Nebrija (por ejemplo, el padre Sigüenza), otros han considerado que su inventor habría sido otro humanista en la corte de la reina Isabel.25 González Iglesias, que tan profundo análisis hacía en su artículo de los niveles de significación del Tanto monta y del yugo, en esta ocasión vuelve a intentar interpretar distintos sentidos en el haz de flechas de la Reina. Nos habla en un primer momento de una función equilibradora, contrapeso visual del yugo y contrapeso conceptual, ya que donde aquel significaba cortar, resolver, desatar, el haz de flechas representa la unión de lo disperso, la unidad, la atadura, refiriéndose al viejo cuento del padre que al morir dice a sus hijos que, permaneciendo unidos como el haz, serán más fuertes –estoy de acuerdo 24

Según la leyenda recogida por Justino, 2, 11, 5-16; y por Arriano, 2, 3. Ver en general Antonio Marchamalo Sánchez, “Isabel la Católica y las letras: el Humanismo en la Corte”, en Isabel la Católica. Conferencias 2004, coord., Francisco Viana, Alcalá de Henares, 2004, pp. 101-116. Para una hipótesis más concreta, ver Paulino Ortega Lamadrid, “El emblema heráldico de las flechas de la Reina Isabel la Católica comentado por un humanista italiano”, Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, 6 (1951), 111-116: en su artículo, Ortega apunta a la autoría de Lucio Flaminio o, más bien, de Lucio Marineo Sículo, basándose en un poema sobre las flechas de la reina que el primero dedica al segundo. Una vez más, este autor coincide en el significado de las flechas como símbolo, pero no indaga sobre su origen. 25

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con esa interpretación, por otra parte evidente–. En segundo lugar, González Iglesias afirma que “la mayor carga simbólica de las flechas se da en que, combinadas con el yugo, engendran el conocido juego de iniciales, de manera que cada uno lleva la empresa con la inicial del otro (F–Fernando–Flechas de Ysabel / Y–Ysabel–Yugo de Fernando). De ese modo, las iniciales lo son simultáneamente (y cruzadamente) de los Reyes y de sus empresas”.26 De acuerdo, también, excepto en lo referente a “la mayor carga simbólica de las flechas”, porque este autor, como todos los otros, en realidad, se olvida de contestar a la cuestión fundamental, o mejor dicho, la soslaya. ¿Y cuál es esa cuestión? Pues, evidentemente, ¿de dónde provienen las flechas? ¿Cuál es su origen? En el Tanto monta y en el yugo veíamos ese complejo sistema de dobles o triples significados, y observábamos también la profunda tradición cultural del mundo clásico latente en ellos, esa pervivencia clásica. ¿Pero qué tradición cultural está latente en las flechas? Y, por consiguiente, ¿en qué ejemplo se basa su sentido estricto de unión de lo disperso, de unidad, de atadura? Una vez más, ¿de dónde provienen las flechas? Para contestar a esta pregunta, debemos regresar ahora a un aspecto que adelantábamos más atrás. Una de las características de la historiografía de época renacentista es su fuerte nacionalismo y su tendencia propagandística. En este sentido, veíamos que Nebrija no era una excepción y confiesa en su obra su patriotismo, la defensa de los monarcas españoles, su propia inclinación hacia la versión más favorable, aun a costa de la verdad histórica, y la definición de la unidad de España y la necesidad de recuperar la unidad del territorio peninsular.27 Esto ya podría constituir en sí mismo una pista sobre la dirección en la que deberíamos indagar. Nebrija se había enfrentado a Lucio Marineo Sículo, puesto que éste le había atribuido a los romanos toda la fuerza civilizadora y la conservación de su legado cultural a sus sucesores, los humanistas italianos de su tiempo. Nebrija echó mano de las invenciones de Annio de Viterbo, que afirmaba que en Hispania, antes de los romanos y de los griegos, había existido una civilización milenaria, y redujo por tanto la presencia de los romanos a una entre las invasiones sufridas por la Península Ibérica.28 Desde el punto de vista historiográfico, los historiadores españoles de principios del siglo XVI, entre los cuales se contaba el propio Nebrija, “buscaban textos para hacer 26

J. A. González Iglesias, “El humanista y los príncipes...”, p. 72. Gregorio Hinojo Andrés, “Nebrija y la historiografía renacentista: la fortuna”, en Antonio de Nebrija, Edad Media y Renacimiento, ed. C. Codoñer y J. A. González Iglesias, Salamanca, 1994, 29-37, p. 33. 28 Robert Brian Tate, “La historiografía en el reinado de los Reyes Católicos”, en Antonio de Nebrija, Edad Media y Renacimiento, ed. C. Codoñer y J. A. González Iglesias, Salamanca, 1994, 17-28, pp. 26-27. 27

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retroceder las sombras de la prehistoria y aumentar el prestigio de la nación” y necesitaban poder elaborar una narración continua de la historia nacional en términos que pudiera aceptar el público europeo.29 Los godos también fueron invasores, pero menos, en palabras de Fernando Wulff. El nombre de godos y de Gothia, además del de hispani e Hispania, destacan en la documentación franca referente a sus dominios en la Península Ibérica, sobre todo al Norte de lo que sería después Cataluña. Hasta finales del siglo X no se observa en Cataluña una imagen de sí misma diferente de la del mundo franco, y cuando sí empieza a diferenciarse, nos sorprendemos al encontrarnos con una recuperación de la conciencia gótica, con múltiples testimonios de goticismo que aparecen como elemento esencial de la identidad regional, incluso con el uso de los términos Gothia y godos para autodenominarse. Y tampoco desaparece después, al igual que en el reino de Aragón.30 Aunque es cierto que el uso del goticismo como argumento político será sobre todo intenso en el Reino de León y después, en Castilla. Sus reyes aparecerán como descendientes de los monarcas visigodos en tres momentos: en el momento de su invención en el entorno astur-galaico, en el siglo IX; en las elaboraciones del siglo XIII alrededor de Fernando III y Alfonso X, cuando son construidas con coherencia en Castilla; y en su difusión con solución de continuidad en la historiografía del siglo XV, cuando algunos grupos nobiliarios muestran una pretensión similar de descender de nobles godos. Así pues, la corriente imperante en Castilla en todo el siglo XV era la de ensalzamiento de los ideales neogóticos. Cuando, en 1454, Enrique IV subió al trono, ya estaban extendidos esos ideales, según los cuales, los reyes de Castilla iban a encargarse de rehacer la unidad del concebido como glorioso reino de los visigodos en la Península. Como mencionaba, ya desde un principio, en el siglo IX, primero los reyes asturianos y después los de León se consideraron continuadores de los reyes godos, estando presente la tradición gótica en diversos aspectos de la vida española. Los nobles de la Edad Media se atribuían ascendientes visigodos y hasta la época que nos ocupa, el reinado de los Reyes Católicos, la monarquía aspiró a la restauración de los territorios del reino visigodo. Diversos historiadores y escritores políticos de diferentes épocas han resaltado e incluso exaltado el origen gótico de la monarquía y de la sociedad españolas, y a este respecto resulta relevante que el título oficial de Monarcas Góticos fue detentado por los reyes españoles nada menos que

29

R. Brian Tate, “La historiografía...”, p. 27. Fernando Wulff Alonso, Las esencias patrias. Historiografía e Historia Antigua en la construcción de la identidad española (siglos XVI-XX), Barcelona, 2003, p. 38. 30

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hasta la Constitución de 1812.31 Y en el contexto de la historiografía próxima al falangismo en el siglo XX, algunos autores también hablaron del pasado gótico de los españoles en el marco de la lucha entre el bando “Nacional” y los Republicanos en la Guerra Civil.32 Pero volviendo a la época que nos ocupa, en 1454, a la muerte de Juan II –padre de Enrique IV y de la que será Isabel I, la Católica– Alonso (o Alfonso) de Cartagena, obispo de Burgos, se refirió a la ascendencia goda del rey difunto, con una continuidad que se remontaba hasta Alarico e incluso más atrás, por las genealogías míticas de los godos, una elaboración fantástica que señalaba como destino histórico de los reyes la unidad de los varios reinos de la Península. Incluso, en su Anacephalaeosis y en su famoso discurso de Basilea, insistía en que España debía heredar, basándose en las posesiones godas, la provincia norteafricana de Tingitana. El proceso de homogeneización de genealogías nacionales en torno a un único linaje mítico nacional buscaba por un lado la legitimación del poder, y por otro, la justificación de la preeminencia social y también el prestigio deseado por un grupo determinado. La elaboración de genealogías imaginarias desde la Tardoantigüedad se basaba en la apropiación de factores históricos aún más antiguos y con el paso de los siglos daría lugar a una verdadera producción historiográfica específica dedicada a la reelaboración de los linajes genealógicos que hundían sus raíces en la Antigüedad. La fuerza de la concepción neogótica, esa plataforma ideológica que hará de la época de los Reyes Católicos un tiempo de restauración, no disminuyó con el paso del tiempo. El neogoticismo se basaba en la existencia de un 31

H. Messmer, Hispania-Idee und Gotenmythos. Cap 2: Isidor und die Gestaltung des Gotenmythos, Zürich, 1960; Luis Suárez Fernández y J. M. Carriazo Arroquia, La España de los Reyes Católicos (1474-1516), Vol. 1, en R. Menéndez Pidal, Historia de España, XVII, Madrid, 1969, pp. XII-XIV y 6-7; Rafael González Fernández, “El mito gótico en la historiografía del siglo XV”, en Los visigodos. Historia y civilización. Antigüedad y Cristianismo, 3 (1986), 289-300; idem, El tema gótico en la historiografía española de los siglos XV al XVIII, (Trabajo de Grado inédito), Murcia, 1985; A. Rucquoi, “Les Wisigoths fondement de la ‘nation Espagne’”, en L´Europe héritière de l´Espagne Wisigothique, Collection de la Casa de Velázquez, 35, Madrid, 1992, pp. 341-352; A. Redondo, “Les divers visages du thème (wisi)gothique dans l´Espagne des XVIe et XVIIe siècles”, en L´Europe héritière de l´Espagne Wisigothique, Collection de la Casa de Velázquez, 35, Madrid, 1992, pp. 353-364; J-R. Armogathe, “L’Espagne wisigothique et la conscience politique européenne dans la première moitié du XVIIe siècle”, en L´Europe héritière de l´Espagne Wisigothique, Collection de la Casa de Velázquez , 35, Madrid, 1992, pp. 383-388. 32 E. Giménez Caballero, Afirmaciones sobre Asturias, Oviedo, 1945; cf. comentario de R. González Fernández, “El mito gótico...”, p. 298, nota 3: “en su trabajo, identifica a los ‘nacionales’ con la ‘raza liberadora venida del norte’ como opuesta a la raza de los ‘rojos’ o liberados, una tradición que, para él, proviene del Medievo, cuando las dos razas hispánicas coexistieron: la que descendía de los godos y la servil (herética y condenada), descendiente de judíos y árabes”. 1777

Juan Ramón Carbó García

principio legitimador de la autoridad de los reyes visigodos, ya que habían sido el único pueblo entre los bárbaros a quien el Imperio Romano había hecho una transmisión regular del poder, con el pacto de 418 entre Walia y los emperadores romanos de Occidente y Oriente. Según la larga ascendencia proclamada por Alonso de Cartagena, ese poder había sido transmitido desde Ataúlfo hasta los soberanos trastámaras. Sobre el neogoticismo, Castilla mantendrá esa idea de unidad peninsular que sólo superó el plano de lo ideal y de la teoría cuando encontró con Isabel y Fernando a los ejecutores que la pusieran en práctica.33 La exaltación de esa idea de unidad peninsular la veremos, siguiendo una tendencia muy clasicista, en Joan Margarit y Pau, obispo de Gerona, o con un enfoque diferente, en Patricio de Vagad, cronista real de Aragón, en el propio Antonio de Nebrija y en otros.34 Desde esa perspectiva, el nuevo Estado de los Reyes Católicos podía considerarse heredero y continuador del reino visigodo de Toledo, y Fernando podrá reafirmar él mismo dos años antes de su muerte lo apuntado ya por Nebrija respecto a la restitución de los territorios peninsulares: Ha mas de setecientos anos que nunqua la corona de España estuvo tan acrecentada ni tan grande como agora, assi en Poniente como en Levante, y todo, después de Dios, por mi obra y trabajo.35

Según Wulff, “los visigodos son en este sentido el precedente necesario de una unión de España que se hace aparecer como re-unión”.36 Si tenemos en cuenta estos ideales neogóticos que impregnaban el pensamiento castellano –y también el de los otros reinos, aunque en menor medida–, parece bastante lógico que Nebrija –o si se prefiere, otro humanista– buscase para la empresa de la reina un motivo que entroncase con esa tradición gótica imperante en Castilla, que a su vez concuerda perfectamente con el sentido estricto de unión de lo disperso, de unidad y de atadura del haz de flechas. Ahora bien, ¿existe alguna relación atestiguada en las fuentes entre los godos y las flechas, en general? Y sobre todo, ¿existe algún testimonio relevante que identifique este símbolo del haz de flechas de Isabel con los godos? Respondiendo en primer lugar a la segunda pregunta, en el siglo XVII tenemos el testimonio de Cosme III de Médicis, Gran Duque de la Toscana y 33

R. Menéndez Pidal, en L. Suárez Fernández y J. M. Carriazo Arroquia, La España de los Reyes Católicos (1474-1516), vol. 1, en R. Menéndez Pidal (dir.), Historia de España. XVII. Madrid, 1969, p. XIII: “los reyes asturianos afirmaban descender de Leovigildo y Recaredo”. 34 F. Wulff Alonso, Las esencias patrias…, p. 39. 35 J. M. Doussinague, El testamento político de Fernando el Católico, Madrid, 1950, doc. 7, p. 212 (citado por R. B. Tate, Ensayos sobre la historiografía peninsular del siglo XV, Madrid, 1970, p. 296). 36 F. Wulff Alonso, Las esencias patrias…, p. 38. 1778

‘Tanto monta’. Pervivencias clásicas y goticismo en las genealogías legitimadoras de los Trastámaras

de Florencia. Sus viajes le llevaron por Toledo, emparentado como estaba con la más alta nobleza española, y hallándose delante de la iglesia de San Juan de los Reyes –en su costado izquierdo, de forma más precisa–, contemplando los escudos de los Reyes Católicos, dice: ...vi sono per ornamento l´insegne de´ Goti cioè saette e giogo all usanza degli Sciti, come Quinto Curzio riferisce, dicendose che i Re di Castiglia volessero conservar segno di discendenza da medesimi Goti.37

Fig. 2. Escudo de los Reyes Católicos en la iglesia de San Juan de los Reyes, en Toledo.

Cosme III observa que el rey de Castilla –Isabel, en realidad– había tomado el símbolo de las flechas con la intención clara de entroncar con la tradición gótica y manifestar de ese modo su descendencia de aquellos reyes visigodos. Pero además de proporcionarnos el testimonio que nos faltaba para acabar de relacionar la enseña del haz de flechas con los godos, el florentino nos 37

Cosme de Médicis, citado por Alexandru Busuioceanu, Zamolxis, sau mitul dacic în istoria si legendele spaniole, editado por Dan Sluşanschi, Bucarest, 1985, p. 186. 1779

Juan Ramón Carbó García

aporta un dato interesantísimo acerca del origen inicial del que fue tomado el símbolo cuando dice “...all usanza degli Sciti...” Cosme de Médicis hace una referencia a Quinto Curcio Rufo, el autor de la Historia de Alejandro Magno, al que nosotros también hemos mencionado. Esa mención es una alusión a un capítulo inicial, perdido pero conocido por otros autores que escribieron sobre Alejandro –como Plutarco–, en el que el macedonio hace una incursión guerrera en el país de los getas, situado sobre todo al sur del curso bajo del Danubio.38 ¿Cuál era la relación de los escitas con los godos, si es que la hubo alguna vez? Estos interrogantes nos llevan a otro problema historiográfico que no podemos desarrollar aquí en su justa medida y que ya hemos tratado en otros estudios previos,39 pero al que conviene dedicar un espacio en este artículo con el objetivo de responder a aquel primer interrogante que nos hacíamos, el de si existía alguna relación entre los godos y las flechas, en general. Ese problema no es otro que el de la confusión e identificación mítica, en toda la historiografía de la Tardoantigüedad y de la Edad Media, entre los godos, los escitas y un tercer pueblo de la Antigüedad que ya es conveniente que mencionemos: los getas. Ya desde finales del siglo IV d.C., los godos serán identificados con los getas por los poetas y por los historiadores, a causa de la similitud fonética y proximidad geográfica de los nombres de ambos pueblos: gothi y getae. Sin embargo, no tenían nada en común, aparte de haber ocupado, aunque con varios siglos de diferencia, el territorio de la orilla norte del bajo Danubio y la Dacia. El término de getae será utilizado como nombre poético de los godos durante muchos siglos, mientras que para los historiadores, será el nombre antiguo de los godos. Esta confusión es paralela a la que existía entre los getas y los escitas en las obras poéticas del Alto Imperio, especialmente después de 38 Ver Juan Ramón Carbó García, “Sobre la correcta denominación de los pueblos tracios del norte: dacios y getas”, Florentia Iliberritana , 12 (2001), 97-115. 39 Juan Ramón Carbó García, “Godos y getas en la historiografía de la Tardoantigüedad y del Medievo: un problema de identidad y de legitimación socio-política”, Studia Historica. Historia Antigua, 22 (2004), 179-206; idem, “Sobre el origen del yugo y de las flechas en el blasón de los Reyes Católicos”, en Memoria de Isabel la Católica, ed. José Jesús García Hourcade, Murcia, 2005, pp. 245-260; idem, “Varia Hispano-Getica: Tracing the Possible Getic Origin of the Arrows Emblem on the Coat of Arms of the Catholic Monarchs and the Falange in Spain”, Ephemeris Napocensis, 16-17 (2008), 255-272; idem, “El mito gético en Europa: la invención de tradiciones y la búsqueda de legitimación historiográfica en la creación de un nuevo orden socio-cosmológico en el Período de las Migraciones”, en Europa: Historia, Imagen y Mito, Castellón, 2008, pp. 95-111. Desde la elaboración de este artículo, la investigación sobre el tema ha progresado y los resultados se podrán encontrar próximamente en Juan Ramón Carbó García, Apropiaciones de la Antigüedad. De getas, godos, Reyes Católicos, yugos y flechas, monografía publicada en la serie de Anejos de la Revista de Historiografía, vol. 4, Madrid, 2015 (en prensa).

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‘Tanto monta’. Pervivencias clásicas y goticismo en las genealogías legitimadoras de los Trastámaras

Ovidio. Las dos confusiones darán lugar a otra más, la que afecta a los godos y los escitas, tan frecuente entre historiadores y poetas del Bajo Imperio como la asimilación de godos y getas, gracias también a que, antes de trasladarse a la Dacia y el bajo Danubio, los godos habían estado asentados en lo que antiguamente había sido la Escitia y que por entonces se denominaba aún con ese nombre o con el de Sarmatia. Así lo vemos en la obra de Jiménez de Rada y también en el relato de viaje de Cosme de Médicis, donde las peculiaridades de los getas en lo referente a las flechas y los arcos son confundidas con las de los escitas y los godos. La historiografía española mantendrá una orientación pro-goda desde Isidoro de Sevilla en adelante y gracias a ello, la tradición de la identificación entre godos y getas, con las partes de la historia de los pueblos geto-dacios integradas en ella, persistirá en la historia del pueblo español,40 convirtiendo el mito gético en mito gótico, que conseguirá más amplitud en las crónicas peninsulares posteriores, como las de Lucas de Tuy,41 Rodrigo Jiménez de Rada42 o Alfonso X el Sabio,43 y desarrollará elementos nuevos y adquirirá un 40

Ver J. R. Carbó García, “Godos y getas...”, pp. 197-200. Va a ser Paulo Orosio, desde su refugio africano ante el avance bárbaro, quien dé lugar al preludio de la leyenda en Hispania, cuando en sus Historiarum adversum paganos libri septem (Oros., Hist., 1, 2, 53) menciona estas cuatro palabras: Dacia, ubi et Gothia (Dacia, donde también está Gothia). Quizá toma prestado el término geográfico de Gothia de San Agustín, que lo utiliza en De civitate Dei (Aug., De ciuitate Dei, 18, 52). También podemos recordar otro pasaje ya mencionado de Orosio (Oros., Hist., 1, 16, 2): modo autem Getae illi qui et nunc Gothi (“Pero los que hoy son godos eran en otros tiempos los getas”). Pero ya sabemos que la identificación entre getas y godos no aparece por vez primera en Orosio y éste pudo haber seguido al poeta Claudiano en su poema, De bello Getico (ver index de la edición de Loeb, tomo 2, pp. 393-394 y p. 408), que a su vez parece haber seguido a San Jerónimo en su Liber quaestionum Hebraicarum in Genesin (Hier., In. Gen., 10, 2: apuntando que getae es la versión culta de Gothi). La obra de Orosio tendrá grandes consecuencias en la Península Ibérica al ser tomada directamente su identificación entre getas y godos por Isidoro de Sevilla: Oros., Hist., 1, 16, 2: modo autem Getae illi qui et nunc Gothi; Isid., Etym., 9. 2: Gothi... quos ueteres magis Getas quam Gothos uocauerunt; Isid., Hist. Goth., 2: quos Alexander uitandos pronuntiauit, Pyrrhus pertimuit, Caesar exhorruit (tomado de Orosio: Hist. 1, 16, 2). En las partes históricas o épicas de su obra, Isidoro usa el término Geticus como la forma poética de Gothicus: en Hist. Goth., recap. 69: Geticae gentis... magnitudinem; 67: Geticis triumphis; en Laus Spaniae: Geticae gentis gloriosa fecunditas. 41 Lucas de Tuy, Chronicon Mundi, II. 42 Rodrigo Jiménez de Rada, Historia Gothica. 43 Alfonso X el Sabio, Cronica General: “De los sabios de los Godos y de los sos conseieros”: “E aquel mudò entrellos las costumbres que auien estonces no tan buenas; et este Dicineo ensennò a los godos fascas toda la filosophya et la fisica, et la tehorica, et la practica, et la logica, et los ordenamientos de los doze signos, et los cossos de los planetas, et el cresçer et le descresçer de la luna et el cosso del sol, et la astrologia, et la astronomia, et las sciencias naturales... Et sobresto escogiò Dicineo de los mas nobles, et mas entendidos, et fizò dellos sacerdotes et obispos, et diò dellos que aprendiessen theologia et llamò los pileatos por 1781

Juan Ramón Carbó García

valor simbólico. Esa identificación se dio durante un largo proceso en el que se puede hablar, en distintas épocas, de confusión de identidades, de recurso poético y de búsqueda de legitimación, desde la asimilación de los primeros pasajes de la historia geto-dácica en la tradición gótica hasta el uso de los personajes de la historia geto-dácica como ejemplares antepasados de la realeza hispánica medieval, persistiendo el mito en sus escritores e historiadores de los siglos XIV y XV. Alonso de Cartagena, el obispo de Burgos en tiempos de Enrique IV, como ya vimos en páginas anteriores, explicará así que los reyes españoles descienden de Dacia, de los príncipes getas.44 La fama de los arcos y flechas de los getas es constatada por las referencias en los autores antiguos. Lucano, por ejemplo, ensalza la fama del arco gético y sus versos serían después repetidos por Isidoro de Sevilla y por otros autores: Armeniosque arcus Geticis intendite neruis.45

Por su parte, Séneca habla de las terribles flechas de los getas elevándose hacia el cielo: ...talis in coelum exilit arundo Getica visa dimitti manu.46

Séneca parece basarse en un pasaje de Heródoto en el que, hablando de las divinidades de los getas, menciona que “cada vez que truena o relampaguea, disparan flechas al aire, indignados con el cielo, al tiempo que amenazan a la divinidad, pues no creen que exista ningún otro dios que no sea el suyo”.47 Y en una época y lugar tan significativos para nuestro estudio como es el siglo XIII en la Península Ibérica, los getas entrarán en la historia de España por medio de la Historia Gothica del arzobispo toledano Rodrigo Jiménez de Rada, terminada en 1243 y que representa para la historiografía medieval peninsular el nacimiento del concepto de historia “nacional”. Jiménez de Rada relata en su obra que los godos “hacían arcos con cuerdas con gran maestría”, para citar justo a continuación los versos de Lucano que hacen referencia a esta información y que citábamos arriba: “Y tensad los armenios arcos con nombre de pileus que dicen el latin por sombrero de cauallero; et segund departen los sabios esto era por las mitras de que trayen cubiertas las cabeças, cuemo los caualleros las suyas de los sombreros”. Este pasaje, casi idéntico en su información al correspondiente de Jordanes (Iord., Get., 11, 67-69), eleva la figura de Deceneo a un gran prestigio como modelo del mismo rey. Getas y dacios, con los personajes más destacados de su historia, como el propio Deceneo, Burebista, Zalmoxis o Decébalo, quedaron así perfectamente integrados en la historia de los españoles al tratar de los orígenes legendarios del pueblo visigodo. 44 Alonso de Cartagena, Anacephalaeosis. 45 Luc., Pharsalia, VIII, 221. 46 Sen., Hercules Oetaeus, 818-819. 47 Herod., Historia, IV, 94. 1782

‘Tanto monta’. Pervivencias clásicas y goticismo en las genealogías legitimadoras de los Trastámaras

las cuerdas de los getas”.48 Este pasaje es bastante ilustrador de la confusión e identificación entre godos y getas desde la Antigüedad, refiriéndose además al tema de las flechas, que nos ocupa. En conclusión, todos los indicios –significado estricto del símbolo y nacionalismo (ya apuntados correctamente por todos los estudiosos sobre las empresas de los Reyes Católicos), goticismo, testimonios, textos antiguos que relacionan a los godos y las flechas– apuntan a que el haz de flechas de Isabel entronca con la tradición gótica, con el significado ya apuntado de unión de lo disperso, de unidad y de atadura, en clara referencia a los territorios peninsulares reunidos bajo la doble corona de los Reyes Católicos, y entroncando asimismo con la unidad de todos los territorios peninsulares alcanzada en la época del reino visigodo de Toledo. De este modo, en las genealogías míticas de los Trastámaras y en la genealogía preeminente (o triunfante), así como en la simbología de las empresas de los Reyes Católicos, que serán utilizadas como forma de propaganda visual, goticismo y pervivencias clásicas, pervivencias clásicas y goticismo, cohabitan del mismo modo en que lo hicieron en la obra de Nebrija y en las de otros humanistas peninsulares. Tanto monta.

Fig. 3. El escudo de los Reyes Católicos con el yugo y el nudo gordiano desatado (esquina inferior izquierda), las flechas atadas (esquina inferior derecha) y el lema del “Tanto monta” de Fernando. 48

Rodrigo Jiménez de Rada, Historia Gothorum, I, 10, 31. 1783

Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 1785-1806

La buena lid del césar Carlos o el panadero de Barbarroja José Solís de los Santos Universidad de Sevilla

Resumen: La comunicación versa sobre un episodio del “De bello Africo” de Juan Ginés de Sepúlveda, que sólo se encuentra narrado en la relación “Lo de La Goleta y Túnez, año 1535”, atribuida a Luis de Ávila y Zúñiga. En este se cuenta un acto de lealtad con el enemigo Barbarroja que el emperador, no obstante, desmintió. Para explicar este lance, se hacen algunas consideraciones sobre la actitud ética y política de Carlos V al respecto de la crónica de sus hechos, entre ellas, el comentario crítico de un pasaje que Sepúlveda escribió contra Maquiavelo. Palabras clave: Juan Ginés de Sepúlveda. Carlos V. Luis de Ávila. Historiografía renacentista. Maquiavelo. Abstract: This paper deals with an episode from Juan Ginés de Sepúlveda’s De bello Africo, which is only found in the record attributed to Luis de Ávila y Zúñiga, Lo de La Goleta y Túnez, año 1535, a work attributed to Luis de Ávila y Zúñiga. In this piece, an act of loyalty to enemy Barbarossa which the Emperor however denied, is narrated. In order to explain this feat, some considerations on Charles V’s ethical and political attitude as reflected in the chronicle of his exploits are given; among these, a critical commentary on a passage that Sepúlveda wrote against Machiavelli is offered. Keywords: Juan Ginés de Sepúlveda. Charles V. Luis de Ávila. Renaissance Historiography. Machiavelli. * Este artículo se ha financiado con el proyecto Classica et Humanistica Hispalensia (Liber IV) FFI2011-29630, de la DGICyT (Ministerio de Economía y Competitividad).

1785

José Solís de los Santos

Los treinta libros de la Historia de Carlos V escrita en latín por Juan Ginés de Sepúlveda (1490-1573) fue la única obra que abarcaba toda la vida del emperador de cuantos cronistas y cortesanos emprendieron, cada cual en su aspecto y manera, aquella misión literaria y propagandística cuyas expectativas nunca vieron sus promotores plenamente cumplidas.1 Desde el relevo en 1532, mediante su elevación al episcopado, del anodino cronista Bernardo Gentile,2 los consejeros regios andaban a la búsqueda de un hombre de letras suficientemente capacitado para historiar las hazañas del emperador en el contexto de repercusión que reclamaban los múltiples desafíos afrontados por la afortunada conjunción dinástica del Sacro Imperio Romano y la Monarquía Católica. Este asunto pendiente de la falta de un cronista latino aflora en una carta que dirige desde Roma, a 31 de octubre de 1533, el cardenal Íñigo López de Mendoza3 al secretario de Estado Francisco de los Cobos, recomendándole expresamente al futuro cronista: También está aquí Sepúlveda, que es un hombre de buenas letras y de buen stilo en escrivir latín. Si para escrivir historia de Su Magestad se vuscasse alguno, como es neçessario, no sé quién mejor cobro le diesse; y también en otras cosas

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Se ha culminado la edición crítica, con traducción y estudio filológico, auspiciada por el Excmo. Ayuntamiento de la localidad natal del humanista, en seis tomos de sus Obras Completas de Juan Ginés de Sepúlveda (en adelante O. C. I-XV) a saber, tomos I-II: Elena Rodríguez Peregrina, Historia de Carlos V: Libros I-X, Pozoblanco, 1995-1996; tomo X: Jenaro Costas y Mercedes Trascasas, Historia de Carlos V: Libros XI-XV, Pozoblanco, 2003; tomo XII: Juan Capela y José Antonio Bellido, Historia de Carlos V: Libros XVI-XX, Pozoblanco, 2008; tomo XIII: Juan Antonio Estévez Sola, Historia de Carlos V: Libros XXI-XXV, Pozoblanco, 2009; y tomo XIV: José Solís de los Santos, Historia de Carlos V: Libros XXVI-XXX, Pozoblanco, 2010. Los 6 tomos de esta serie llevan sendas introducciones históricas de Baltasar Cuart Moner. En adelante, las citas textuales serán abreviadas de acuerdo con la división de libro, capítulo y parágrafo de esta edición, Sep. Carol. I 1, 1. 2 Gentile había sido preceptor de los sobrinos del II duque de Alba, según se desprende de la carta del erasmista Juan de Vergara a Luis Vives (Valladolid, 6-IX-1522), en la que alude sin nombrarlo a sus pretensiones de historiador regio, cf. Adolfo Bonilla y San Martín, “Clarorum Hispaniensium epistolae ineditae”, Revue Hispanique, 8 (1901) 181-308, pp. 249-250. Fue señalado como tal cronista con la documentación de archivo por José de la Peña y Cámara, “Un cronista desconocido de Carlos V, el humanista siciliano Fray Bernardo Gentile, O. P.”, Hispania, 4 (1944) 536-568; sólo se le conocen dos panegíricos en verso dactílico en honor de su patrón, cf. J. Solís, Sep. Carol. XXVI-XXX, O. C. XIV, pp. XCII-XCIII, n. 75. 3 Gracias a la moderna edición pozoalbense contamos también con el estudio prosopográfico de su epistolario completo: Ignacio Javier García Pinilla, y Julián Solana Pujalte, Juan Ginés de Sepúlveda. Epistolario, O. C. VIII-IX,1-2, Pozoblanco, 2007 (en adelante Sep. Epist.); sobre “Íñigo López de Mendoza y Zúñiga (ca. 1489-1535)”, cf. id., Sep. Epist., O. C. VIII, p. CXCVII. 1786

La buena lid del césar Carlos o el panadero de Barbarroja

de latín podría servir cada día, aviendo en él fidelidad, como la ay, y doctrina, y junto con esto el stilo asentado para escrivir qualquiera cosa.4

Este revelador fragmento, que demuestra tanto las necesidades de la cancillería imperial como apunta a los valedores que el humanista pozoalbense se trabajaba en la Corte,5 ha sido dado a conocer por nuestro maestro Juan Gil, en la “Introducción histórica” que acompaña la edición crítica del epistolario sepulvedano, a través de su característica y portentosa investigación de archivo en la que no he podido hallar la menor deuda con bibliografía secundaria. Más aún, la recomendación del cardenal parece extenderse igualmente a una vacante que se produjo también en 1532 con la muerte del secretario de cartas latinas, el erasmista Alfonso de Valdés, amistoso corresponsal de Sepúlveda, lo cual habría reflejado con claridad meridiana el radical viraje en lo ideológico que empezaba a tomar la cancillería del emperador. Que la historia contemporánea en latín era el cometido concreto de Sepúlveda, fue reconocido públicamente por otro candidato a cronista real, el regidor hispalense Pedro Mexía (1497-1551), en el colofón de su historia de los emperadores hasta Maximiliano I, Historia Imperial y Cesárea, publicada en Sevilla en 1545: “Juan Ginesio de Sepúlveda, a quien Su Magestad tiene encomendada esta provincia en lengua latina y la prosigue como todos dél esperan felicíssimamente”.6 En efecto, Sepúlveda había obtenido el nombramiento de cronista pocos años después de la mencionada carta de recomendación, en cédula firmada precisamente por el mismo Cobos7 en Roma, a 15 de abril de 1536, dos días antes del célebre discurso que pronunció Carlos V en español ante Paulo III, la curia pontificia y los embajadores, al regreso triunfal de la campaña de Túnez. Y debemos admitir que cumplió cabalmente con su cometido, pero no tan felizmente como auguraba el autor de la Silva de varia lección, porque bien se percató el concienzudo cronista de que se desautorizaba su Historia Caroli Caesaris en una lectura pública que dio en Toledo entre febrero y julio de 4

Cf. Archivo General de Simancas (en adelante AGS), Estado, 860, nº 106: carta de Iñigo López de Mendoza a Cobos (31-X-1533), cit. por Juan Gil, “Introducción histórica”, en Sep. Epist., O. C. VIII, p. LIV, n. 143. 5 Esta recomendación tal vez respondiera a una petición que Sepúlveda pudo haberle solicitado al cardenal en la carta de 13-VIII-1533, donde le expresaba su deseo de volver a España: statuo equidem Vrbe relicta in patriam longo post intervallo [...] remeare (Sep. Epist. 21, 2; O. C. IX,1, p. 62 García Pinilla, Solana Pujalte). 6 Cit. por Antonio Castro, Pedro Mexía. Silva de varia lección, Madrid, Cátedra [Letras Hispánicas 264-265], 1989-1990, 2 vols., I, pp. 40-41, n. 72. Pedro Mexía obtuvo el puesto oficial de cronista el 8-VII-1548. 7 En AGS, Quitaciones de Corte, leg. 29; publicó y comentó la cédula Ángel Losada, Juan Ginés de Sepúlveda a través de su epistolario y nuevos documentos, Madrid, 1973, pp. 477 y 73-74. 1787

José Solís de los Santos

1560 ante un grupo de expertos entre los que se hallaba el cronista de Aragón Jerónimo Zurita (1512-1580),8 y, tras su muerte, la Corona sumió en una ley de silencio el conjunto de sus crónicas cuya publicación habría encomendado a sus herederos.9 Tuvieron que pasar doscientos años para que, por un feliz hallazgo, la institución regia auspiciara la edición de sus historias perdidas y otros doscientos más para que se publicara la edición crítica y traducción de las mismas bajo el patrocinio del Ayuntamiento de su localidad natal. No fue justo, en verdad, el destino que tuvieron sus libros, redactados en el mejor estilo de la prosa latina bajo los consabidos criterios compositivos de la historiografía clásica que también lo obligaban a contrastar datos y testimonios con el objetivo de obedecer la que a través de conocidos pasajes de Cicerón señala como primera ley de la historia, esto es, narrar con imparcialidad la verdad de lo acontecido. Y para alcanzar este propósito no cejó en su empeño de recabar las fuentes que le parecían más fidedignas, sobre todo el testimonio de los participantes o incluso de los responsables y dirigentes de los hechos, suplantando así con averiguaciones personales el imposible ideal de presencia que algunos le exigían por la condición de su función de cronista. No sabremos si responden a tal exigencia las no pocas referencias personales en la narración objetiva de los hechos, lo cual podría ser esa mezcla de experiencia íntima en escritos doctrinales que señaló Américo Castro, por citar a uno de los maestros de nuestro maestro, como un rasgo típico de los escritores hispanos heredado de los árabes,10 pero Sepúlveda, al proporcionar a los lectores esa cercanía y actualización de su investigación sobre el pasado a través de esa especie de entrevista con los protagonistas de su historia, habría vislumbrado también una concepción moderna de la lectura en la consideración del autor y receptor del mensaje como elementos esenciales de la comunicación. Sepúlveda expuso el concepto, método y fuentes de su labor historiográfica en varias cartas en que explica sus objetivos y da cuenta de la práctica seguida en la elaboración de su crónica. En la carta de 26 de agosto de 1540, a doña Mencía de Mendoza (1508-1554), marquesa de Zenete, dejó claro cuál era su tarea principal, que es nombrada casi con las mismas palabras que las del 8 La presencia de Zurita en la conferencia de Toledo en 1560 (Sep. Epist. 129, 1, O. C. IX,2, p. 376 García Pinilla, Solana Pujalte) se deduce claramente de la carta a Pérez de Oliván de 8-III-1563 (ibid., p. 395), según pongo de manifiesto en J. Solís, Sep. Carol. XXVI-XXX, pp. CXL-CXLI. 9 Cf. Valentín Moreno Gallego, J. Solana Pujalte, I. J. García Pinilla, “Dos memoriales de Juan Ginés de Sepúlveda a Felipe II y otra documentación inédita”, Boletín de la Real Academia de la Historia, 198 (2001) 131-154. 10 Lo que denominó “integralismo existencial”, compartido en verdad por otros intelectuales del ámbito netamente europeo, cit. por Américo Castro. Obra reunida, Madrid, 2004, III, 293, 675.

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La buena lid del césar Carlos o el panadero de Barbarroja

exordio de su magna obra histórica, a saber: “escribir los hechos de Carlos rey de España, que fue también emperador de Romanos, y los de los españoles en esta época”,11 como si quisiera subrayar que no sólo es el emperador el objeto de su historia, sino también las hazañas de su reino más importante, de cuya hacienda, por lo demás, se le abonaba el sueldo.12 Y deja sentado también en el mismo párrafo que, pese a su inclinación a estudios más serios y elevados, no se tomará a broma esta misión, como parece que así lo pensaron algunos de sus predecesores en el cargo (existimavi non ioco, ut quidam ante me putasse videntur), apuntando, a todas luces,13 al gran escritor pero decepcionante cronista real fray Antonio de Guevara (ca. 1480-1545), quien había expresado una condena formal de todo imperialismo en la queja del villano del Danubio a base del contrafactum del virgiliano parcere subiectis.14 En la carta de 1 de octubre de 1555 que dirigió al cardenal Reginald Pole (1500-1558) para solicitarle la revisión de su relato de los acontecimientos de Inglaterra que afectaban de lleno a la historia del emperador y rey de España, dio el más detallado informe de su minucioso proceder en la redacción de su crónica, comprobable factualmente en sus virtudes y defectos en las diferentes versiones de esos acontecimientos del penúltimo libro, el XXIX, según muestran las divergencias en los dos manuscritos apógrafos.15 En la carta de 1 de junio de 1557, que escribió a Guillermo Malineo, o Guillaume van Male de Brujas (Guilielmus Malinaeus Brugensis), ayuda de cámara del emperador, después de la última audiencia que le concedió Carlos V en su retiro de Yuste, expuso claramente la concepción episódica 11

Mihi Carolus Caesar suas Hispanorumque res hac memoria gestas conscribendi negotium iniunxit (Sep. Epist. 45, 2; O. C. IX,1, p. 112 García Pinilla, Solana Pujalte). Caroli Regis Hispaniae, qui fuit idem Romanorum Imperator, Hispanorumque res hac aetate gestas scripturus sum (Sep. Carol. I 1, 1; O. C. I, p. 1 Rodríguez Peregrina). 12 Anualmente 80.000 maravedís; cf. Ramón Carande, Carlos V y sus banqueros, Barcelona, 1987, II, p. 187. 13 Como bien señaló Alfred Morel-Fatio, Historiographie de Charles-Quint, París, 1913, p. 57. 14 Según expone Francisco Márquez Villanueva, “Perfil humano de Fray Antonio de Guevara” en Geh hin und lerne: Homenaje al profesor Klaus Wagner, Sevilla, ed. P. Bolaños Donoso, A. Domínguez Guzmán y M. de los Reyes Peña, 2007, 2 vols., II, p. 734. El discurso de Mileno, en las antípodas del pensamiento de Sepúlveda con su apología del hombre primitivo, está editado por Emilio Blanco, Fray Antonio de Guevara. Relox de príncipes , Salamanca, 1994, pp. 698-703 [ed. pr. Valladolid, 1529]. Sin embargo, Guevara contaba con toda la estima de la Casa imperial, según demuestra con testimonios de lectura y posesión de sus libros José Luis Gonzalo Sánchez-Molero, El César y los libros. Un viaje a través de las lecturas del emperador desde Gante a Yuste, Yuste, 2008, pp. 173-203. 15 Esta primitiva redacción del códice Torrepalma, Real Academia de la Historia, ms. 9/5820, ha sido incorporada al final de la edición de dicho libro, cf. Sep. Carol. XXIX, 1-27 T, pp. 130-135 Solís. 1789

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que aplicaba a su relato histórico frente a la dispersión temática observada en el historiador protestante Johann Sleidan, cuya Historia de la religión y de la política en la época del emperador Carlos V,16 publicada por primera vez en Estrasburgo, 1555, le fue dada a conocer en esa misma visita a Yuste. Por último, abordó todos estos puntos ampliándolos y ejemplificándolos en la extensa epístola sin data que envió entre 1560 y 1563 a su antiguo compañero de estudios y confidente, el canonista salmantino Diego de Neila (ca. 1492-1577). Esta carta verdaderamente programática de su obra histórica, a causa de haber sido escrita después de la edición de sus Epistolarum libri septem, que se publicaron en 1557 en Salamanca al cuidado del mismo Neila, permaneció tanto tiempo inédita como sus crónicas, y los editores académicos la antepusieron en la edición de 1780 incorporándola encuadernada en el más importante de los manuscritos apógrafos.17 Al igual que en la carta al cardenal Reginald Pole, pondera en este su manifiesto historiográfico la escrupulosidad y el rigor que le ha animado a contrastar sus fuentes de información, recurriendo no sólo a testigos y participantes en los hechos, sino incluso al mismo emperador Carlos acerca de los hechos que él mismo realizó cuando los demás no los tenían claros. Y en este pasaje encomia la afabilidad que tenía el gran monarca con sus criados, exaltando sin reticencias de ningún tipo la cualidad que lo vincula con su función de cronista: el amor a la pura verdad exento de vanidosa y frívola ambición. Había incluido este mismo elogio en el retrato que incorporó como epílogo de su crónica y que redactó aún en vida del emperador, ejemplificándolo con la narración de una anécdota que venía a demostrar dicha virtud de desinteresado amor a la verdad, precisamente al ordenarle el propio Carlos V que eliminara de su historia el relato de una hermosa y ejemplificante acción porque había sido inventada. Y el singular hecho, que habría dado pie al cronista para un excurso laudatorio teñido de reflexión ética, sólo le había llegado por noticias de un joven noble de su círculo privado. El episodio se encuentra en el capítulo 32 del último libro de la Historia de Carlos V: Conscripseram ex cuiusdam nobilis quidem nec indocti adolescentis sed plus iusto Caroli laudum studiosi sermone quaedam, quae maximo documento esse poterant ad Caroli iustitiam et altitudinem animi declarandam, hoc magis 16

De statu religionis et reipublicae Carolo V Caesare commentariorum libri XXV. La historia del regidor de Estrasburgo Johannes Philips de Schleiden (1506-1556) fue traducida pronto al francés, Histoire de l’estat de la Religion et Republique sous l’Empereur Charles V par Iean Sleidan (Ginebra, Jean Crespin, 1557), y al italiano, Commentarii, o vero historie di Gio Sleidano, ne le quali si tratta de lo stato de la Repub. e de la religione christiana (Ginebra, François Jaquy, Antoine Davodeau y Jaques Bourgeois, 1557). Comparte el juicio de Sepúlveda sobre Sleidan, Alfred Morel-Fatio, Historiographie de Charles-Quint, p. 63. 17 Sobre la singularidad de esta carta y su anterior poseedor, cf. J. Solís, Sep. Carol. XXVI-XXX, O. C. XIV, p. CXLV, nn. 245-246. 1790

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habita fide, quod auctor erat ex intimis Caroli familiaribus; (2) sed cum praeclari facinoris, de quo ipse accurate diligenterque memoraverat, nullum praeterea testem invenissem faciendum mihi putavi ut Carolum ipsum cognoscendi gratia convenirem; quam mihi facultatem ipsius humanitas, si res posceret, non denegabat et ad rogata plane sincere ac paene religiose respondebat, ad summam, ut ipse mihi in quodam colloquio oportere dixit more eorum qui sacerdotibus sua delicta Christianae religionis sacramentique causa confitentur. Cum factum igitur, de quo dubitabam, proposuissem et accurata oratione, ut a me fuerat scriptum, retulissem, negavit se facti eius meminisse. (3) Quo responso conturbatus ego metuensque ne a me leviter in ipsius gratiam confictum esse putaret, auctorem nominavi. Tunc ipse miratus pauca commemoravit, quae adolescentem videri poterant in errorem induxisse; nam et hoc animadverti ipsum peccata et culpas suorum solitum esse libenter, quoad fieri posset, excusare; sed in eo perstabat, ut tamen eius facti se meminisse negaret. (4) “Ego vero percunctabor” inquam “Franciscum Covum et Perenotum Granvellam, quos ubique soles in consilium adhibere”. Tunc ille cavens scilicet ne qua ratione res ficticia tanta praesertim pro vera in historiam inferretur neve suum nomen falsis laudibus celebraretur: “Omitte” inquit “quaerere; haec enim res non gesta est, sed commenticia”.18

Juan Gil, en la ya mencionada “Introducción histórica” del Epistolario, sin más comentario que el de la interrogación final, apunta al historiador 18

“Según el relato verbal de cierto joven de la nobleza no falto de cultura, pero con un desmedido entusiasmo por la gloria de su emperador, había escrito yo unos párrafos que podían servir de prueba evidentísima para demostrar la justicia y elevación de espíritu de Carlos, atribuyéndole mayor crédito porque dicho testimonio procedía de su entorno íntimo; (2) pero al no encontrar ningún otro testigo del hermoso hecho aparte de aquél, que lo había referido con esmero y exactitud, consideré que debía hablar personalmente con Carlos para averiguarlo, y su amabilidad no me negaba este permiso, si el asunto lo exigía, y él me respondía con una sinceridad total, poco menos que religiosa, en resumidas cuentas, como en una conversación él mismo me dijo, debía hacerlo con la misma sinceridad que los cristianos dicen sus pecados al confesor. Así pues, al exponerle yo este suceso del que dudaba, y darle cuenta de mi esmerado relato tal como lo llevaba escrito, dijo que no se acordaba de semejante hecho. (3) Azorado por esa respuesta y temiendo que llegara a pensar que yo mismo lo había inventado a la ligera para congraciarme con él, dije el nombre de quien me lo contó. Entonces, mostrándose sorprendido, mencionó un par de hechos que, al parecer, podían haber inducido a error a aquel joven; pues también esto advertí en él, que era de su agrado justificar las faltas y culpas de los suyos, en la medida en que pudiera hacerse; pero se mantenía en afirmar que, con todo, no se acordaba de aquel hecho. (4) “Preguntaré, entonces,” —le dije— “a Francisco de los Cobos y a Perrenot de Granvela, con los que acostumbráis en todas partes a compartir las decisiones”. Entonces él, cuidándose muy mucho de que por ninguna razón un hecho ficticio tan relevante fuese introducido en su historia precisamente como verdadero y de que se celebrara su nombre con falsas alabanzas, dijo: “Deja de preguntar; pues no son cosas realmente sucedidas, sino inventadas” (Sep. Carol. XXX 32, O. C. XIV, pp. 156-157 Solís). 1791

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Luis de Ávila como el joven y ardoroso panegirista de esta anécdota.19 Con esta interrogación retórica suele concluir nuestro maestro un apartado de su investigación cuando la cuestión empieza a entrar en el terreno de la mera hipótesis, en el plano de las “cosas que después de sabidas y averiguadas no importan un ardite al entendimiento ni a la memoria”, como dijo el Ingenioso Hidalgo. Por mi parte, a riesgo de caer en la erudición vacua del Primo humanista que con tanta retranca ridiculizó Cervantes (Quijote II.22), me he planteado si podría tener algún interés ecdótico y hermenéutico indagar en la obra de Sepúlveda y las fuentes historiográficas este singular hecho que demostraba la justicia y grandeza de espíritu del césar Carlos y la clase de reflexión que motivó en su reticente cronista y las razones de su posible invención y firme rechazo. En primer lugar, la mención de estos estos dos máximos consejeros, Francisco de los Cobos (1477-1547) y Nicolás Perrenot de Granvela (14681550),20 marca para esta anécdota su terminus ante quem en los dos primeros meses de 1543, en que el emperador anduvo entre Madrid y Alcalá de Henares, los últimos que estuvo en el reino de Castilla hasta su abdicación y retiro en el palacete de Yuste. Este término, pues, sitúa aquella bella acción eliminada de su historia en los acontecimientos anteriores a la partida del emperador desde Palamós, a 12 de mayo de 1543.21 Para tan amplio arco cronológico historiado por más de dos tercios de su crónica carlina, contamos con la ya citada edición crítica pozoalbense, que ha venido cotejando todos los manuscritos junto con la edición príncipe de la Real Academia de la Historia. Es sabido, y ha sido justamente ponderado, que el equipo de la comisión académica llevó a cabo una competente labor editorial recabando todo tipo de datos en manuscritos y en otras obras impresas de Sepúlveda. Pero los académicos de la Docta Casa no pudieron dar con el paradero de otra obra histórica de Sepúlveda sobre la campaña de 19 Vid. J. Gil, “Introducción histórica”, en Juan Ginés de Sepúlveda. Obras completas, VIII: Epistolario, Pozoblanco, 2007, p. LXXVII. 20 Sobre ambos consejeros, cf. J. Martínez Millán, C. J. de Carlos Morales, coords., La corte de Carlos V, III: Los consejos y los consejeros de Carlos V, Madrid, 2000, pp. 87-94, y 337-338. El propio Sepúlveda ponderó tanto la amabilidad de trato de Cobos, como la permanente compañía de estos consejeros: “Nam Franciscus Covus [...] et Nicolaus Granvella [...] nunquam nec domi nec militiae a Carolo discedebant”, en Sep. Carol. XVIII, 22, 3, y XVII, 7, 3, O. C. XII, pp. 74 y 26 Capela, Bellido, respectivamente. Ofrece el testimonio del cardenal Loaysa a este mismo respecto, Karl Brandi, Carlos V. Vida y fortuna de una personalidad y de un imperio mundial, trad. M. Ballesteros-Gaibrois, Madrid, 1943, p. 280. 21 El 1 de mayo de 1543, Carlos V comunica desde Barcelona a numerosas instancias del reino su partida para Italia y Alemania en lo que será su más prolongada ausencia de sus reinos hispanos, vid. M. de Foronda y Aguilera, Estancias y viajes del Emperador Carlos V, Madrid, 1914, p. 544; y Manuel Fernández Álvarez, Corpus documental de Carlos V, 5 vols., Salamanca, 1973-1981, II, pp. 90 y 104.

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Túnez, titulada De bello Africo libri III, que el bibliógrafo Nicolás Antonio (1617-1684) había copiado en una institución eclesiástica de Granada22 considerándola como un epítome o fragmentos de su crónica de Carlos V, de la que sólo se sabía, en aquella época, por las expresas referencias en el epistolario publicado. Fue otro mérito más de los estudios sepulvedanos debidos a Ángel Losada el haber identificado esa copia con el actual manuscrito de nuestra Biblioteca Nacional, si bien ni siquiera mencionó las variantes que contiene frente a los libros XI a XIII en que fue refundido.23 En esos libros y en las variantes que presentan entre los apógrafos y la copia de aquella primitiva versión rescatada por Nicolás Antonio es donde podría encontrarse el hipotético párrafo laudatorio finalmente rechazado por su protagonista. De esta monografía histórica de Sepúlveda sobre la guerra de Túnez, que fue el glorioso bautismo de fuego para un emperador tan aguerrido que será llamado virgilianamente “rayo de la guerra”,24 se tenían ya algunas noticias en su epistolario. Fue terminada escasos meses antes de su nombramiento como cronista, y, al parecer, pudo confrontar o revisar datos con una relación en castellano de Luis de Ávila y Zúñiga (ca. 15001573) que le había hecho llegar su autor mismo hasta Roma de manos del poeta Garcilaso de la Vega (ca. 1499-1536), quien también participó junto al emperador, como bien sabemos,25 en aquella victoriosa campaña. Lo cuenta Sepúlveda en el acuse de recibo26 de la misma enviado al gentilhombre de 22

Y si después de la gestiones infructuosas llevadas a cabo ante las autoridades académicas y eclesiásticas de Granada dieron con la copia, bien pudieron considerarla refundida en la historia que editaban, según señaló L. Gil Fernández, “Una labor de equipo: la editio Matritensis de Juan Ginés de Sepúlveda”, Cuadernos de Filología Clásica, 8, 1975, pp. 93-129, incluido después en id., Estudios de humanismo y tradición clásica, Madrid, 1984, pp. 127-162, edición por la que cito (p. 131, 128, n. 24). 23 En el ms BNE 6043, precedido de una copia igualmente del gran bibliógrafo sevillano de la Apología en defensa del Demócrates II, que se editó en Roma en 1550, como bien señala Á. Losada, Juan Ginés de Sepúlveda a través de su epistolario, pp. 72, 370, 377. 24 Lo escribió a Sepúlveda el marqués de Las Navas, Pedro de Ávila y Zúñiga, en 15-VII1548, al hilo del envío de Comentarios de la Guerra de Alemaña, de su hermano don Luis: Caesar noster Carolus Quintus, tertium belli fulmen (Sep. Epist. 68; O. C. IX,1, p. 176, n. 314 García Pinilla, Solana Pujalte). La metáfora, que aparece ya en Cic. Balb. 34 (“duo fulmina nostri imperii”), es deudora de Verg. Aen. 6.842: geminos, duo fulmina belli / Scipiadas. Su más famosa aplicación es, sin duda, la del autorretrato de Cervantes en el prólogo a sus Novelas Ejemplares: “victoriosas banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlo Quinto, de felice memoria”. 25 En el sitio de La Goleta, Garcilaso fue herido en la boca y en el brazo, según poetizó en uno de los dos sonetos que escribió desde allí, sin que este percance le impidiera participar en las demás acciones de guerra: “Y ansí, en la parte que la diestra mano / gobierna, y en aquella que declara / los conceptos del alma, fui herido” (Soneto 35.9-11). 26 Se trata de una breve misiva, de Roma, 12-I-1536, cuyo íncipit, “Commentarios rerum a Carolo Caesare in Africa gestarum” (Sep. Epist. 33; O. C. IX,1, p. 88 García Pinilla, Solana 1793

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cámara de Carlos V y futuro historiador de sus guerras de Alemania desde Roma, a 12 de enero de 1536, donde le agradecía la oportunidad de su envío para completar el relato de unos acontecimientos cuyas noticias le habían llegado también verbalmente de quienes habían intervenido en los hechos (multorum praeterea, qui rebus interfuerunt, sermone).27 En esta carta Sepúlveda denominó la relación recibida Bellum Tunetense, y con este título la recordará cuando establezca al mismo Luis de Ávila, comendador mayor de Alcántara, entre las tríadas de historiadores que le sirvieron de fuente y modelo historiográficos.28 Igualmente, en esta epístola historiográfica hará una más que probable alusión a esta monografía suya sobre la guerra de Túnez al relatar una conversación surgida durante el viaje desde Roma a Génova para incorporarse al campamento de Carlos V después de su nombramiento como cronista, durante la cual se suscitaron notables discrepancias entre los testigos de un mismo hecho que él había abordado en su Historia ya empezada.29 Hoy día tenemos a disposición no sólo la edición crítica de esa parte de la Historia de Carlos V con la constatación de todas las variantes en aparato crítico, sino una clasificación de las variantes y correcciones que arroja el cotejo de la copia de Nicolás Antonio con la edición académica y, además, la edición crítica y traducción de los tres libros de De bello Africo.30 En estas valiosas aportaciones a los estudios sepulvedanos podemos comprobar el incansable trabajo de toda Pujalte), guarda una sugerente coincidencia con una colección de obras históricas sobre las hazañas africanas del emperador publicada en Amberes en 1554 y 1555, antes, como hemos visto, que el epistolario sepulvedano: Rerum a Carolo V. Caesare Augusto in Africa bello gestarum Commentarii elegantissimis iconibus ad historiam accommodis illustrati (Amberes, Jean Bellère, 1554). 27 Sepúlveda recogió el lance de la herida de Garcilaso: Garsias Lassus ore unum, brachio vulnus alterum accepit (Sep. Carol. XII 7, 2, O. C. X, p. 28 Costas, Trascasas); y ante tal precisión, de la que bien pudo informarse durante la entrevista con el poeta, apuntaría a éste la identificación del joven cortesano nec indoctus tan excesivo entusiasta de su rey imperator, así como también el origen verbal de la anécdota, señalada claramente como sermo, en el episodio del libro XXX que comentamos. 28 Ofrezco algunos ajustes ecdóticos y hermenéuticos sobre esta carta J. Solís de los Santos, “Las «relaciones de sucesos» en la historiografía latina de Carlos V: Sepúlveda y Calvete de Estrella”, en Humanismo y Pervivencia del Mundo Clásico IV. Homenaje al Profesor Antonio Prieto, ed. J. M. Maestre Maestre, J. Pascual Barea y L. Charlo Brea, 5 vols., Madrid – Alcañiz, 2008, III, 1317-1347, pp. 1318-1321. 29 Este fragmento, señalado por Jenaro Costas – Leticia Carrasco, “El De bello Africo de Juan Ginés de Sepúlveda”, en Charis Didaskalias. Studia in honorem Ludovici Aegidii, ed. R. M. Aguilar, M. López Salvá e I. Rodríguez Alfageme, Madrid, 1994, 737-744, p. 738, sería una prueba clara de la refundición del De bello Africo en la Historia Caroli Caesaris. 30 Cf. Jenaro Costas – Leticia Carrasco, “El manuscrito Granatensis del «De bello Africo» de Juan Ginés de Sepúlveda”, Epos, 8 (1992) 77-110; Mercedes Trascasas Casares, Io. Genesii Sepulvedae De bello Africo (Guerra de Túnez), Madrid, 2005. 1794

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clase de correcciones al que sometía su obra nuestro concienzudo cronista.31 Incluso hallamos una anotación en castellano, recogida fielmente por Nicolás Antonio, que demuestra la labor de comprobación de datos que llegaba a requerir personalmente incluso al monarca mismo: “Esto aconteció de otra manera, i assí se escrive diversamente en la Historia enmendada por relación del mismo emperador a quien io lo pregunté”.32 En esta ocasión se trata del incidente con el arcabucero alemán que no lo reconoció y estuvo a punto de agredirlo. En la versión enmendada de la Historia Caroli Caesaris, Sepúlveda suprimió la oportunísima intervención del marqués del Vasto, el jefe de las operaciones terrestres, para evitar la agresión, tal como recogía en esa primera versión, y trasladó el incidente al momento del desembarco, atribuyendo únicamente al emperador la solución del peligro.33 Entre los fragmentos suprimidos en esa primera versión que podrían menoscabar la imagen del César, de su ejército o de personas relevantes,34 destaca uno que podría identificarse con el que le aconsejó suprimir el emperador por considerarlo falso o inventado. Junto a este fragmento no hay ninguna anotación marginal ni el menor indicio de corrección, tan solo la omisión del mismo desde el códice Torrepalma, el más antiguo manuscrito apógrafo que contiene la crónica completa. Se trata del pasaje que se extiende en tres parágrafos de las actuales ediciones críticas donde se relata la llegada de un tunecino al campamento imperial que sitiaba el bastión de La Goleta para proponer el asesinato de Barbarroja mediante el envenenamiento del pan que le suministraba. El césar Carlos rechazó tajantemente esta propuesta no porque fuera un acto ilegal contra un acérrimo enemigo como era el pirata Caradino Barbarroja, para lo cual habría tenido el aval de excelentes teólogos, sino por sus convicciones morales ajenas a todo engaño. Y el césar Carlos lo dejó marchar por su condición de extranjero respecto al intruso Barbarroja, sin entregarlo como traidor, a ejemplo de parecidos actos relatados en la historia de Roma. El pasaje, el único de los eliminados por Sepúlveda que contiene una ejemplarizante acción del emperador, se halla en el capítulo 11 del que fue segundo libro del De bello Africo, que a su vez quedó refundido en el duodécimo de la Historia de Carlos V:35 31

Un exhaustivo estudio de los libros editados ofrece José Antonio Bellido Díaz, “Indefessae labor limae Sepulvedanae en los libros 19 y 20 de la De rebus gestis Caroli Quinti historia”, Exemplaria Classica, 12 (2008) 195-248. 32 Cf. J. Costas – L. Carrasco, “El manuscrito Granatensis...”, p. 93, y M. Trascasas, Io. Genesii Sepulvedae De bello Africo, p. 35. 33 Cf. Sep. Carol. XI 32, O. C. X, pp. 16 y 21, n. 67 Costas, Trascasas. 34 Según registran J. Costas – L. Carrasco, “El manuscrito Granatensis...”, pp. 81-84. 35 La división en capítulos fue realizada por los académicos de la editio Matritensis, que, lógicamente, ha respetado la moderna edición pozoalbense. El texto latino del pasaje está 1795

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XI. Per id temporis Poenus quidam a Tunete in Caroli castra venit, qui se pistorem esse affirmans et panes Charadini conficere pollicebatur. Si hoc Carolo placeret, Charadinum se pane venenato de medio sublaturum. Sed hanc condicionem Carolus constantissime et incunctanter est aspernatus, non quod religiosum id esse putaret aut contra ius gentium (iam enim cum idem in Hispania alter, quem eodem modo reiecit, polliceretur, edoctus fuerat a doctis summis sacerdotibus eam condicionem recta citraque crimen accipi posse), sed quoniam erat natura simplex et apertus et omnis fraudis inimicus. (2) Itaque cum sibi certam victoriam ex pietate causae suorumque virtute polliceretur, gloriam suam ne alieno quidem dolo ac insidiis obscurari foedarique volebat. Cui simile quidem olim accidit optimis maximisque Romanorum ducibus Fabricio et Camillo, sed dispari causa. Tum enim Romani cum Pyrrho et Faliscis de imperio et gloria contendebant, nostris cum Charadino de libertate et vita deque religione certamen erat. (3) Nec par ubique scelus artifices fraudis moliebantur. Medicus enim Pyrrhi et magister ludi Faliscorum non poterant cogitata in suos sine summo flagitio perficere; Poenus, si non praemii spem a Carolo secutus, sed pietate in patriam et regem legitimum ductus, tyrannum, in quem iure gentium nulla est fides, quacumque ratione sustulisset, laudem suorum potius fuisset consecutus. Itaque Carolus Poenum hunc cum venia dimisit; nec officii esse putavit Charadinum piratam et tyrannum talium insidiarum admonere.36

reproducido también en el aparato crítico de Sep. Carol. XII 11, O. C. X, p. 30, n. 22 Costas, Trascasas, sin traducción pero con nota de su posible procedencia, que en seguida veremos. 36 “En aquellos días se presentó en el campamento de Carlos procedente de Túnez un africano que afirmaba ser panadero y aseguraba que hacía el pan de Caradino. Si Carlos lo autorizaba, él estaría dispuesto a matar a Caradino con un pan envenenado. Pero Carlos rechazó esta propuesta rotundamente y sin vacilar, no porque pensara que esto era contra la religión o el derecho de gentes (pues ya en España, cuando otro le ofreció lo mismo y lo rechazó de igual modo, se había informado por sabios y eximios teólogos que una propuesta tal podía aceptarse rectamente sin incurrir en delito), sino porque era de natural sencillo, franco y enemigo de todo engaño. (2) Así pues, como se le prometía una victoria segura por la bondad de la causa y el valor de los suyos, no quería que su gloria se viera empañada ni manchada por engaño ni asechanzas aunque viniera de otro. Y algo semejante sucedió a Fabricio y Camilo, excelentes y muy grandes generales romanos, pero por distinta causa. Pues entonces los romanos peleaban contra Pirro y los faliscos por el poder y la gloria, para nosotros la lucha contra Caradino era por la libertad, la vida y la religión. (3) Tampoco los artífices del engaño maquinaban un crimen similar en todos los casos. Pues el médico de Pirro y el maestro de escuela de los faliscos no podían ejecutar sus planes contra los suyos sin una gran infamia; el tunecino, como no le guiaba la esperanza de conseguir de Carlos una gran recompensa, sino que se sentía movido por el amor a su patria y a su rey legítimo, habría conseguido mejor la alabanza de los suyos cualquiera que fuese el medio de haber eliminado al tirano, al que por el derecho de gentes no se le debe ninguna lealtad. Y así Carlos concedió al tunecino este la gracia de marcharse, y no consideró que fuera su deber avisar al pirata y tirano Caradino de tales asechanzas” (M. Trascasas Casares, Io. Genesii Sepulvedae De bello Africo, p. 51). 1796

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Sepúlveda interrumpe la narracion histórica con un ejemplo típico de disertación filosófica en el contexto paradigmático de la clásica Antigüedad, en la idea por todos admitida de que el monarca católico es heredero directo y representante redivivo del poder y autoridad del antiguo Imperio Romano. Pero atenúa esa anticipación de imperativo categórico con base subjetiva declarando que a la encomiable posición moral coadyuvaba una absoluta confianza en la bondad de su causa y el valor de sus tropas. A continuación ajusta las diferencias que existen con el exemplum clásico alegado, tal vez para soslayar las falaces extrapolaciones que subyacen en toda analogía, demostrando, de paso, su profundo conocimiento de las fuentes, pero también para explicar el indulgente proceder de Carlos con la alevosa propuesta frente al rigor de los romanos contra los traidores de sus propios enemigos. Estos personajes, Camilo y Fabricio, son suficientemente conocidos en el ideario romano como representantes de las genuinas costumbres de los antepasados (mos maiorum).37 En estos lances de justicia y lealtad incluso con el enemigo son narrados con algunas diferencias en sus elementos en De officiis de Cicerón, donde al hilo del debate de lo útil y lo honesto, encontramos que es un desertor el que se ofrece al cónsul Fabricio para envenenar a Pirro (Cic. off. 3, 86). Igualmente, es un desertor en el somero resumen de la Períoca de Livio (Liv. Per. 13, 11), quien, en el libro correspondiente de la primera década, da un amplio desarrollo al otro caso cronológicamente anterior de Camilo contra los faliscos (Liv. 5, 27, 1-9). En Valerio Máximo incluso aparecen ambos personajes con sus respectivos lances en el mismo capítulo sobre el espíritu de justicia de los romanos, pero quien pretende envenenar a Pirro no es, en esta fuente de Dichos y hechos memorables, ni un desertor ni el médico, sino el padre del criado que le servía la bebida, cuyo nombre, además, se omite en la denuncia que el Senado hizo a Pirro para que se cuidara de aquellas asechanzas sin perjudicar a quien había pretendido prestar semejante servicio (Val. Max. 6, 5, 1). En Aulo Gelio, en fin, descubrimos las ligeras diferencias de este lance a través de los historiadores arcaicos Valerio Anciate y Claudio Cuadrigario (Gell. 3, 8, 1-8), con reproducción de la misiva de las autoridades romanas, sea del Senado o los cónsules, que había recogido Plutarco en su biografía del rey del Epiro, señalando que fue el médico real el familiaris promotor de la traición (Plvt. Phyrr. 21, 1-5). Tan sólo se encuentran sintetizados todos estos elementos tal como los recoge Sepúlveda en un pasaje de la quinta década de Tito Livio, cuya editio princeps38 había sido publicada en Basilea en 1531, 4 años antes de la campaña de Túnez. 37 Sobre estas res gestae de M. Furius Camillus y C. Fabricius Luscinus, en los años 394 y 278 a. C., presenta la suma de sus fuentes T. R. S. Broughton, The Magistrates of the Roman Republic, Cleveland Oh., 1951, I, pp. 90 y 194, respectivamente. 38 La I péntada de la V década de Livio, después de una peripecia a partir de un ms. del siglo V, fue descubierta por Simon Grynaeus en 1527 y publicada por el taller de Froben en

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Y este exemplum, que nuestro cronista recoge inequívocamente de este pasaje del gran historiador romano, a pesar de que Livio no menciona en este lugar ninguno de los nombres de los mandatarios romanos que lo protagonizan, no podía estar mejor traído. Se refiere al momento en que se manifestó la brecha en la clase dirigente romana entre los seguidores de las costumbres de los antepasados, en cuya escala de valores se situaba como el fiel de la balanza la antigua e inmarcesible fides Romana, y los partidarios de una “moderna sapiencia” consistente en priorizar lo útil y provechoso sobre lo honroso, o más claro aún, en que el fin justifica los medios. Fue en el informe al Senado de la embajada a Grecia y Macedonia en el 172 a. C., durante la cual se habían llevado a cabo operaciones secretas de desgaste contra el rey Perseo al margen de lo estipulado en un anterior tratado.39 Merece reproducirse el párrafo completo donde Livio expone parte de sus reflexiones en el estilo indirecto que recoge los diferentes pareceres del Senado. Veteres et moris antiqui memores negabant se in ea legatione Romanas agnoscere artes. Non per insidias et nocturna proelia nec simulatam fugam inprovisosque ad incautum hostem reditus nec ut astu magis quam vera virtute gloriarentur bella maiores gessisse: indicere prius quam gerere solitos bella denuntiare etiam interdum pugnam et locum finire in quo dimicaturi essent; eadem fide indicatum Pyrrho regi medicum vitae eius insidiantem; eadem Faliscis vinctum traditum proditorem liberorum; religionis haec Romanae esse, non versutiarum Punicarum neque calliditatis Graecae apud quos fallere hostem quam vi superare gloriosius fuerit; interdum in praesens tempus plus profici dolo quam virtute; sed eius demum animum in perpetuum vinci, cui confessio expressa sit se neque arte neque casu, sed collatis comminus viribus iusto ac pio esse bello superatum. Haec seniores quibus nova ac nimis callida minus placebat sapientia; vicit tamen ea pars senatus cui potior utilis quam honesti cura erat (Liv. 42.47.5-8).40 Basilea en 1531; cf. L. D. Reynolds, “Livy”, en id., Texts and Transmission. A Survey of the Latin Classics, Oxford, 1983, p. 214. 39 En el pensamiento romano, novus es lo opuesto a las tradiciones patrias, lo moderno y, en el plano político, lo subversivo; comenta las implicaciones ideológicas de esta histórica sesión del Senado romano, John Briscoe, “Q. Marcius Philippus and Nova Sapientia”, Journal of Roman Studies, 54 (1964) 66-77. 40 “Los viejos y los que tenían presente la antigua costumbre decían no reconocer en aquella embajada el modo de proceder de los romanos. Los antepasados realizaron las guerras no por medio de celadas y combates nocturnos, ni fugas fingidas y giros desconcertantes contra un enemigo desprevenido, ni por jactarse de la argucia antes que del valor; tenían por costumbre declarar las guerras antes de llevarlas a cabo; a veces incluso anunciaban la batalla y delimitaban el terreno. Gracias a esta buena fe se denunció al rey Pirro que su médico pretendía atentar contra su vida; por esta buena fe a los faliscos les entregamos cargado de cadenas a quien había traicionado a sus hijos. Tales acciones eran propias de la honradez religiosa de los romanos, no de las trapacerías de los cartagineses ni de la astucia de los griegos, entre los que es más glorioso engañar al enemigo que vencerlo por la fuerza de 1798

La buena lid del césar Carlos o el panadero de Barbarroja

La cuestión, en la convulsa Europa de Carlos V, no era baladí, pues estaba sobre el tapete la moderna razón de Estado, la corriente de pensamiento que iba a desvincular la praxis política de cualquier tipo de providencialismo o justificación teológica sobre una presunta base moral.41 Esta corriente de opinión, análoga en muchos aspectos a aquella nova sapientia que ha alcanzado un pavoroso triunfo en todo tiempo y lugar, había sido descrita y desarrollada en aquellas fechas por Nicolás Maquiavelo (1469-1527), cuyas obras Discorsi sopra la prima deca di Tito Livio (Roma, Antonio Blado, 1531), y Il prencipe (Roma, Antonio Blado, 1532), se imprimieron por primera vez póstumamente en las mismas prensas pontificias que los tratados políticos de Sepúlveda, con “Gratie, et Privilegi” del papa Clemente VII. El incansable, y a veces tozudo, polemista que fue Sepúlveda también salió al paso de una idea ampliamente desarrollada en los Discursos de Maquiavelo, la de que la religión cristiana había debilitado la combatividad y la capacidad política de los pueblos, lo cual afectaba a una tesis fundamental del pensamiento ético del humanista cordobés, la de “tensar hasta el límite, —como cantó Garcilaso con verdadera perspicacia poética en la oda latina a él dedicada—, el arco de la religión y la cruel milicia”, y que daría forma de diálogo para publicarse con el título De convenientia militaris disciplinae cum Christiana religione dialogus qui inscribitur Democrates (Roma, Antonio Blado, 1535).42 Este desconocido aspecto de su crítica ha quedado de manifiesto después de señalarse la existencia de una variante del manuscrito del Demócrates conservado en la Biblioteca Vaticana, el Barberinianus Latinus 1896, que contiene un insultante ataque al mencionado aserto de Maquiavelo.43 Además, las armas; en ocasiones, ante una determinada situación, se saca más ventaja del engaño que del valor, pero al fin y al cabo, queda sometido por siempre el espíritu de aquél a quien se le haya arrancado la confesión de que no fue vencido por la artimaña o el azar, sino midiendo las fuerzas cuerpo a cuerpo en una guerra legítima y justa. Esto decían los senadores de más edad, a quienes les gustaba muy poco esa moderna y demasiado astuta sabiduría; sin embargo, prevaleció aquel partido del Senado que tenía una mayor preocupación por lo provechoso que por lo honrado”; oofrecemos una traducción de este fragmento en las notas de comentario a Liv. 26.39.11, J. Solís, y Fernando Gascó en Tito Livio, Historia de Roma. La Segunda Guerra Púnica, II: Libros 26-30, Madrid, Alianza Editorial, 1992, p. 102, n. 222. 41 Indaga las primeras apariciones del término, Heinrich Lutz, Ragione di stato und christliche Staatsethik im 16. Jahrhundert. Mit einem Textanhang, Die Machiavelli-Kapitel aus Kardinal Reginald Pole’s “Apologia ad Carolum Quintum Caesarem”, Münster, 1977, p. 9. 42 El diálogo ya estaba terminado a principios de 1534, según la versión primitiva, donde citaba expresamente a Maquiavelo, y la carta a Matteo Giberti (13-II-1534); Sep. Epist. 26.2, O. C. IX,1, p. 73 García Pinilla, Solana Pujalte. 43 La alusión a Maquiavelo fue entrevista a la luz de la edición impresa del denominado Democrates primus por Adriano Prosperi, “La religione, il potere, le élites. Incontri italospagnoli nell’età della Controriforma”, Annuario dell’Istituto Storico Italiano per l’Età Moderna 1799

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las referencias a ese párrafo de la péntada de Livio entonces recién publicada habrían permitido a Sepúlveda ahondar en el concepto de la guerra justa sobre la que se basaría la sonada polémica con Las Casas, que habrá de marcar su fortuna para la posteridad,44 amén de presentar un caso práctico protagonizado por el brazo armado de la cristiandad para rebatir los presupuestos ideológicos que darán el giro copernicano en el pensamiento político de Occidente. En efecto, la crítica expresa contra el pensador florentino finalmente no incluida en la versión publicada del Demócrates se produce en el contexto del rechazo de recursos engañosos, fraudulentos y criminales para la conservación del poder.45 Illa altera quorumdam huic non prorsus absimilis querimonia minus pietatis quam intelligentiae, [neque enim ferendum est Machiavelli nescio cuius impudens mendacium hominis videlicet ingenio arguto illo quidem nec obseso (sic pro obtuso), sed philosophiae plane indocto ad impietatemque proclivi, qui in libello quodam a se Italorum populari sermone nuper edito, quem video cum plausu lectitari], religionem Christianam sustinuit in eo vanissime damnare, quod homines reddat ignavos et ad imperandum ineptos, et quo planius suam ignorantiam cum impietate proderet, haud alio nomine religionis iniquitatem

e Contemporanea, 29-30 (1977-1978) 499-529, pp. 510-515, cit. por quien ha señalado este pasaje del manuscrito que contiene la versión más antigua, Alex Coroleu Lletget, “Il Democrates primus di Juan Ginés de Sepúlveda: una nuova prima condanna contro il Machiavelli”, Il Pensiero Politico, 25 (1992) 263-268, a quien agradezco que me enviara, por entonces, su revelador artículo. 44 El Democrates alter quedó fuera incluso de la edición de la Real Academia de la Historia por expresa voluntad de Carlos III. Sugiero que la polémica con Las Casas cerró a Sepúlveda su promoción al episcopado, harto meritoria para los parámetros de entonces, J. Solís, Sep. Carol. XXVI-XXX, O. C. XIV, p. CXXXVI. 45 “Tiene menos de piedad que de cordura aquel otro reproche, no del todo diverso del anterior, de ciertos individuos, [y, en efecto, no se debe tolerar la impúdica falacia de no sé qué sujeto llamado Maquiavelo, de ingenio en verdad sutil y no de cortos alcances, pero del todo ignaro en filosofía y proclive a la impiedad, quien, en un libelo en vulgar italiano recientemente por él publicado que veo que muchos leen con aprobación], con total petulancia ha sustentado su crítica de la religión cristiana en el hecho de que, a su entender, convierte a los hombres en cobardes y en incapaces de ejercer el mando y, para poner de manifiesto más a las claras su ignorancia mezclada de impiedad, no centra los cargos de su acusación de perversidad de la religión en otro argumento sino en que no apoya el uso de engaños, mentiras, trampas y crímenes que usan hombres embaucadores y malvados para amparar su tiranía”. He colocado entre corchetes el texto del Barberinianus, para cuya reconstrucción he seguido, puesto que Coroleu, “Il Democrates primus”, p. 266, n. 15, sólo recogió apenas las primeras palabras, la edición crítica y traducción de J. Solana Pujalte, e I. J. García Pinilla, respectivamente, en Juan Ginés de Sepúlveda. Demócrates, O. C. XV, Pozoblanco, 2010, p. 176. Sepúlveda regaló este códice a Luis de Ávila, como demuestran estos mismos editores, ibid., p. CXXX-CXXXI. 1800

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accusat, quam quod dolis, mendaciis, insidiis sceleribusque vafrorum et improborum hominum ad tyrannidem tuendam non suffragetur.

La desdeñosa crítica ad hominem se encamina expresamente contra esa editio princeps pontificia de los Discorsi a finales de 1531, pero las obras políticas del florentino corrían manuscritas desde el segundo decenio del siglo, y una prueba de esta amplia difusión, a la que Sepúlveda tampoco se sustraería, fue la adaptación latina, por no decir plagio, que realizó de El Príncipe en 1523 un aristotélico averroísta, Agostino Nifo, con la publicación bajo su exclusivo nombre del tratado De regnandi peritia, dedicado, cómo no, al emperador Carlos V.46 Es bastante probable que nuestro César conociera ya entonces de primera mano estas teorías,47 pues llegará a reconocer su reconfortante lectura en el privilegio de impresión a la primera traducción en lengua castellana, que Juan Lorenzo Otavanti, publicista florentino afincado en España, dedicó al príncipe Felipe.48 Para la taxativa condena del gran pensador florentino en el ámbito católico tendría que esperarse a su inclusión en el Index de 1559 por Paulo IV,49 y a su posterior veto en los reinos hispanos por el del inquisidor Gaspar de Quiroga en 1583. Por el momento, la acuciante situación por la que pasaba el papado con tantos frentes abiertos, Lutero, Erasmo,50 el divorcio de Enrique VIII, hurtó al humanista cordobés la gloria de ser el primer debelador de unas

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Cf. Francisco Socas, Agostino Nifo. Sobre la belleza y el amor, Sevilla, 1990, p. 18. Tal vez por sustentar las tesis oficialistas sobre la inmortalidad del alma, no incurrió Nifo en las iras de nuestro teólogo humanista. Hernando Colón adquirió en Venecia, 21-I-1530, un ejemplar de: Augustini Niphi medice philosophi Suessani De regnandi peritia. Ad Carolum VI. (sic) Imper. Caesarem semper Augustum (Al fin:) Neapoli in aedibus dominae Catherinae de Siluestro, M.D.XXIII. die. XXVI. Martii. Carolo VI. (sic) Romanorum Rege imperante, que se conserva aún en la institución que heredó su librería, cf. Antonio Segura Morera – Pilar Vallejo Orellana, Catálogo de los impresos del siglo XVI de la Biblioteca Colombina de Sevilla, 5 vols., Sevilla, 2004, IV: M-Q, nº 275, p. 143. 47 Como indica, por esta dedicatoria, Heinrich Lutz, Christianitas afflicta. Europa, das Reich und die päpstliche Politik im Niedergang der Hegemonie Kaiser Karls V. (1552-1556), Göttingen, 1964, p. 25 n. 16. 48 Discursos de Nicolao Machiaueli (Medina del Campo, Guillermo de Millis, 1552); cf. Cristóbal Pérez Pastor, La imprenta en Medina del Campo, Madrid, 1895, nº 91, pp. 81-82; la reedición de 1555 aparece sin la licencia ni aprobaciones, cf. ibid., nº 120, p. 132. 49 Cf. Luigi Firpo, “Le origini dell’antimachiavellismo”, Pensiero politico, 2 (1969) 337-367, p. 337. 50 A Clemente VII le pareció que Sepúlveda había usado contra Erasmo demasiado comedimiento, según percibe Juan Gil, “Introducción histórica”, p. XLV, a través de una confidencia del propio papa relatada en Sep. Carol. XV 31, 3, O. C. X, p. 93 Costas, Trascasas. 1801

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teorías que el mismo papa florentino Giulio de Medici (1523-1534) había favorecido mediante el privilegio de impresión.51 Maquiavelo planteó su razonamiento sobre las consecuencias que la religión cristiana había operado en el espíritu de libertad política de los pueblos en una comparación con la idiosincracia, la educación y la religión de la Antigüedad. Es uno de los más famosos fragmentos del pensador florentino, cuya bibliografía crítica no podemos abordar en este espacio. En resumen, la religión cristiana ha hecho a los hombres menos valerosos porque “ha puesto el sumo bien en la humildad, la abyección, en el desprecio de las cosas humanas, mientras que la otra lo ponía en la grandeza de ánimo, en la fuerza corporal y en todas las cosas adecuadas para hacer fuertes a los hombres” (Discorsi, II, 2). En otro capítulo de sus Discorsi (III, 20), 52 puso como ejemplos de la eficacia para el sometimiento del enemigo que obran los gestos de humanidad, piedad, castidad o liberalidad, a los protagonizados por los mismos duces romanos Camilo y Fabricio que aparecerán aludidos en la quinta década de Tito Livio. Así pues, el lance del rechazo que el César Carlos, en buena lid, hizo de la alevosa propuesta del panadero de Barbarroja le venía a nuestro cronista más que pintiparado para probar la pervivencia de la antigua virtus, o virtù, en la misma persona del adalid de la cristiandad. Pero la negativa de su protagonista a reconocer el honroso gesto frustró la inclusión en su crónica de un bello ejemplo que, al mismo tiempo, habría de sancionar la moral del caballero cristiano según la expuso en su primer Demócrates. De hecho, la anécdota del panadero de Barbarroja no aparece en ninguna de las relaciones, crónicas, historias, ni leyendas de tapices que vieron la luz pública durante los decenios siguientes para exaltación y propaganda de la casa de Austria.53 Tan sólo consta en la que fue la primera biografía española 51

Aunque Clemente VII murió antes de la publicación del tratado de Sepúlveda (25IX-1534), son perfectamente congruentes estos supuestos apuntados por Coroleu, “Il Democrates primus...”, p. 268. Comenta algunas concomitancias con el pensamiento de Maquiavelo de pasajes sepulvedanos en Democrates Primus y De regno (Lérida, Pedro Robles, 1570), Francisco Castilla Urbano, “Rasgos maquiavélicos en un pensador antimaquiavélico: Juan Ginés de Sepúlveda”, Maquiavelo y España. Maquiavelismo y antimaquiavelismo en la cultura española de los siglos XVI y XVII, ed. J. M. Forte – P. López Álvarez, Madrid, 2008, pp. 111-133. 52 He seguido el texto original de la princeps que la biblioteca de la universidad de nuestro homenajeado tiene la fortuna de conservar, Biblioteca Universitaria de Sevilla, sign. A Res. 71/5/03: Discorsi di Nicolo Machiavelli [...] sopra la prima deca di Tito Livio, a Zanobi Buondelmonti, et a Cosimo Rucellai. Stampati per Antonio Blado d’Asola, 1531, ff. 61v y 123r, respectivamente. 53 Transcribe completas las inscripciones en español y latín de las cartelas superiores e inferiores Eduard Ritter von Engerth, “Zu der Abhandlung über die im kaiserlichen Besitze befindlichen Cartone, darstellend Kaisers Karl V. Kriegszug nach Tunis, von Jan Vermayen 1802

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del emperador editada ya en el reinado de Felipe III, en 1604 y 1606, Vida y hechos del emperador Carlos Quinto, de fray Prudencio de Sandoval (15601621), quien, sin duda, manejó entre el material de archivo y de inéditos que puso el valido Lerma a su disposición para elaborar su crónica, o bien una copia de este comentario de la Guerra de Túnez de Sepúlveda, o bien la única relación manuscrita coetánea que ha conservado la suprimida anécdota del panadero. Se encuentra en un manuscrito de Relaciones históricas de la Biblioteca de El Escorial, puntualmente descrito en el catálogo del P. Miguélez, aunque había sido publicada antes en el primer volumen de la serie CODOIN. El título de este breve documento sin firma de autor es “Lo de la Goleta y Túnez, año de 1535”,54 y el fragmento en cuestión dice: En este tiempo vino de Túnez un moro el cual decía que era panadero del Barbarroja y ofrecióse de entosigalle, lo cual el Emperador jamás quiso aceptar porque no fuese traición el camino por do alcanzase la vitoria. ¡Gran ánimo, cierto y digno de Emperador!55

Es de notar que Sandoval, pese a explayarse un tanto novelescamente en este episodio, que se marcó desde la príncipe con el ladillo: “Notable grandeza y lealtad de ánimo del Emperador”,56 en ningún momento vincula la excelencia (Nachtrag)”, Jahrbuch der kunsthistorischen Sammlungen des allerhöchsten Kaiserhauses, 9 (1889) 419-428, pp. 421-428. Registra el plantel completo de lo que sería el gabinete de prensa de la campaña Juan Luis González García, “«Pinturas tejidas»: la guerra como arte y el arte de la guerra en torno a la Empresa de Túnez (1535)”, Reales Sitios, 174 (2007) 24-47. Tampoco aparece esta anécdota, es obvio, en la biografía del turco, cf. Miguel A. de Bunes – Emilio Sola, La vida, y historia de Hayradin, llamado Barbarroja, Granada, Universidad de Granada, 1997. 54 Real Biblioteca de El Escorial, ms. V.II.3, nº 29, ff. 263-274, censado por el agustino P. Miguélez [Manuel Fraile Miguélez, O.S.A.], Catálogo de los códices españoles de la biblioteca del Escorial. I. Relaciones históricas, Madrid, 1917, p. 59, doc. XXXV. El título, que reza en el extremo superior, es de otra letra, diferente también de la foliación y numeración del documento. 55 Con el título de “Relación de lo que sucedió en la conquista de Túnez y La Goleta”, en Martín Fernández Navarrete – Miguel Salvá – Pedro Sainz de Baranda, Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, Madrid, 1842, I, 159-207, p. 171. Esta fuente, al mismo tiempo que el hecho no aparece en la Historia sui temporis de Paolo Giovio, fue señalada, como hemos dicho, por Sep. Carol. XII 11, O. C. X, p. 30, n. 22 Costas, Trascasas. 56 Cf. Prudencio de Sandoval, Segunda parte de la vida y hechos del emperador Carlos Quinto, Valladolid, Sebastián de Cañas, 1606, libro 22, cap. 21, pp. 213-214. Amplía, y complica, los manejos bibliográficos del cronista benedictino el que no se halle esta anécdota del panadero en la obra que se ha considerado su fuente principal para la campaña de Túnez, a saber, Francisco López de Gómara, Guerras de mar del Emperador Carlos V, ed. M. Á. de Bunes Ibarra – Nora Edith Jiménez, Madrid, 2000, pp. 48 y 163-175. 1803

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moral (iustitiam et altitudinem animi) del emperador con la consideración que hace Sepúlveda acerca de su personalidad (natura simplex et apertus et omnis fraudis inimicus).57 Como en los exempla de los generales romanos, el móvil del hermoso gesto es la buena reputación de vencer en la guerra exclusivamente con actos de valor (fortia, virtus),58 ajenos al menor atisbo de una ética personal, que ya comienza a vislumbrarse en los razonamientos de Maquiavelo. Desde la publicación en CODOIN de la anónima Relación de Túnez de El Escorial, la crítica historiográfica la ha venido identificando con el Bellum Tunetense de Luis de Ávila que Garcilaso entregó a Sepúlveda. Taxativamente lo aseveró el positivismo germano espigando calas en su característico estudio de fuentes y destacando que la exaltación de la figura de Su Majestad que a cada paso se hace en la anónima relación sólo puede deberse a este entusiasta cortesano.59 Por contra, se ha desarrollado a favor del poeta, historiador y helenista Diego Hurtado de Mendoza, cuya participación en la refriega en que fue herido Garcilaso recogió Sepúlveda,60 una serie de argumentos que resultan más tendentes a despojar a Luis de Ávila de su presunta autoría, que a hacerla recaer sobre su biografiado.61 Finalmente, se ha vuelto a reinvindicar la autoría de don Luis a través de un análisis comparativo de la fraseología de sus exitosos Comentarios de la Guerra de Alemaña, entreviéndose cierta 57 En palabras del propio Sep. Carol. XXX 32, 1, O. C. XIV, pp. 156-157 Solís, y M. Trascasas Casares, Io. Genesii Sepulvedae De bello Africo, II, 1, p. 51, respectivamente, partiendo siempre de la hipótesis de que sea este pasaje la ejemplarizante anécdota que le mandó suprimir el emperador. 58 Un caso similar, con recuerdo del gesto de Fabricio para con Pirro, presenta Tácito (Ann. 2, 88, 1), cuando el Senado respondió al reyezuelo de los catos, que había propuesto envenenar al caudillo germano Arminio, que: non fraude neque occultis, sed palam et armatum populum Romanum hostes suos ulcisci. 59 Cf. Georg Voigt, “Die Geschichtschreibung über den Zug Karl’s V. gegen Tunis (1535)”, Abhandlungen der königlich sächsischen Gesellschaft der Wissenschaften, philologischhistorische Klasse, 6 (1872) 163-243, pp. 188-192. Voigt también estudió bajo el mismo esquema las fuentes de la campaña de Carlos V contra los príncipes protestantes alemanes que se solventó en la famosa victoria de Mühlberg (24-IV-1547), “Die Geschichtschreibung über den Schmalkaldischen Krieg”, ibid. 6 (1874) 567-758; y un discípulo suyo, las de la conquista y destrucción de Mahdia, Paul Rachel, Krieg Karls V. gegen die Stadt Mahedia oder Afrika (1550), Dresde, 1879, según indico en J. Solís, “Las «relaciones de sucesos» en la historiografía latina de Carlos V”, pp. 1339-1340. 60 Horum fuere cum supra memoratis Iacobus Mendoza Bernardini frater, Ioannes Cueva, Petrus Godoius, qui equitum ordinem ducebat, Franciscus Benavides et Garsias Lassus, nobili genere nati, ut demonstratum est, fortissimique viri (Sep. Carol. XII 7, 2, O. C. X, p. 28 Costas, Trascasas). 61 Cf. Erika Spivakovsky, “«Lo de La Goleta y Túnez», a work of Diego Hurtado de Mendoza?”, Hispania, XXIII/91 (1963) 366-379; y ead., Son of Alhambra. Don Diego Hurtado de Mendoza, 1504-1575, Austin, 1970, p. 56.

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tirantez entre los hermanos Ávila y nuestro cronista a causa de la raigambre patricia del género historiográfico y, lo más importante, el requisito para el historiador de ser testigo de autopsia de los acontecimientos narrados.62 Pero en los análisis de contenido de ninguno de estos estudios se hace referencia alguna a este episodio del panadero de Barbarroja,63 que, por lo demás, llegó a tener muy modesto impacto, siempre a partir de Sandoval, en la polémica antimaquiavélica y en la cronística áulica contemporáneas.64 Además de la Relación de Túnez escurialense mayoritariamente atribuida al comendador mayor de Alcántara, se ha conservado un informe de la toma y saqueo de Túnez redactado por el mismo Luis de Ávila y fechado en la plaza conquistada a 23 de julio de 1535, que empieza después de la conquista del bastión de La Goleta.65 Para nada tampoco se menciona la propuesta del panadero de Barbarroja en la misiva de Luis de Ávila, traducida al latín por Malineo, que dirigió al historiador italiano Paolo Giovio para que el relato de la campaña de Túnez de su Historia sui temporis se ajustase a unas correcciones, al parecer, indicadas por el propio emperador.66 Pero la fecha de redacción de esta carta, entre septiembre y octubre de 1550,67 y, sobre todo, el motivo que la inspira la excluyen de la consideración de haber contenido referencia alguna a este supuesto pasaje que el emperador ordenó eliminar 62

Cf. J. Costas Rodríguez, “La obra historiográfica de Luis de Ávila y Zúñiga”, en Nulla dies sine linea. Humanistas extremeños: de la fama al olvido, ed. César Chaparro Gómez, Manuel Mañas Núñez y Delfín Ortega Sánchez, Cáceres, 2009, 73-102, p. 81. 63 Tan sólo recogió el encomiástico epifonema en español sin mencionar el hecho que lo suscita G. Voigt, “Die Geschichtschreibung über den Zug Karl’s V. gegen Tunis”, p. 186. 64 Cf. Fernando Albia de Castro (1572-1640), Verdadera razón de Estado. Discurso político (Lisboa, Pedro Craesbeeck, 1616); Juan Antonio de Vera Zúñiga y Figueroa (1583-1658), Epítome de la vida y hechos del invicto emperador Carlos V, Bruselas, 1656 [ed. pr. Madrid, 1627], pp. 161-162. Por afán de exhaustividad recogió la alevosa propuesta de “certain Moor” Roger Bigelow Merriman, The Rise of the Spanish Empire in the Old World and in the New. The Emperor, Nueva York, 1962 [= 1918], III, p. 308, n. 3. 65 En “Cartas, relaciones y nuevas en especial de la época de Carlos V los años 1535-1540”, BNE MSS/3825, f. 67, carta al obispo de Orense reproducido por Ángel González Palencia, Don Luis de Zúñiga y Ávila, Gentilhombre de Carlos V, Badajoz, 1931, pp. 9-15. 66 En agosto de 1550, por indicación del duque Cosme I, Paolo Giovio envió al emperador desde Florencia el manuscrito del libro XXXIV de sus Historiae que trataba de la campaña de Túnez, según señala T. C. Price Zimmermann, “The Publication of Paolo Giovio’s Histories: Charles V and the Revision of Book XXXIV”, La Bibliofilia, 74 (1972) 49-90, p. 63, n. 51. 67 Estudia las circunstancias y el contenido de esta carta, con su fuente manuscrita y publicada, J. Costas, “La obra historiográfica de Luis de Ávila y Zúñiga”, pp. 77-80. Tal vez Sepúlveda, silenciando el nombre del ardoroso panegirista, fuese Luis de Ávila o Garcilaso, intentaba descalificar para la posteridad el conocido entusiasmo por S. M. del historiador que se preciaba de haber estado presente en los hechos narrados, pues nuestro cronista no daba puntada sin hilo, según advierto en J. Solís, Sep. Carol. XXVI-XXX, O. C. XIV, p. LXXXV. 1805

José Solís de los Santos

en la crónica de Sepúlveda antes de 1543. Así pues, nuestra hipótesis de que el rechazo del envenenamiento de Barbarroja sea el praeclarum facinus cuyo único testigo, según creía Sepúlveda, era el adolescens ex intimis familiaribus que verbalmente se lo relató, pero que se encuentra en la relación manuscrita atribuida a Luis de Ávila, encaja con el interés y la inteligencia de Carlos V por no divulgar en historias publicadas actos meramente propagandísticos cuya falsedad o vanidad podrían menoscabar la gloriosa imagen del primer gran príncipe lector de Maquiavelo.

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Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 1807-1819

Motivos plinianos de la “Vida de Pausias de Sición” en las Vite dei Pittori Antichi Greci e Latini de P. M. Guglielmo della Valle Jorge Tomás García

Instituto de História da Arte (Universidade Nova de Lisboa)

Resumen: Las anécdotas de la Historia Natural de Plinio el Viejo fueron la fuente de conocimiento fundamental para los humanistas dedicados a las biografías de artistas griegos y latinos. La “Vida de Pausias de Sición” en la obra de Della Valle (1795) sirve de ejemplo paradigmático para comprobar de qué manera los motivos plinianos se mantuvieron con éxito en el centro de la reflexión humanista sobre el arte antiguo. La personalidad y la obra de Pausias, pintor prolífico como pocos del s. IV a.C., ofrecen distintas variantes que enriquecen dicho panorama. Palabras clave: Plinio el Viejo. P. M. Guglielmo della Valle. Sición. Pausias. Anécdotas. Abstract: Anecdotes of the Natural History of Pliny the Elder were the source of fundamental knowledge for humanists devoted to biographies of Greek and Latin artists. The “Life of Pausias of Sicyon” in Della Valle (1795) serves as a paradigmatic example to see how the data from the work of Pliny were maintained successfully in the center of theoretical reflection on ancient art. The personality and work of Pausias, one of the most prolific painter of s. IV BC, offers different nuances that help us better understand the intellectual situation of the time. Keywords: Pliny the Elder. P. M. Guglielmo della Valle. Sicyon. Pausias. Anecdotes. 1807

Jorge Tomás García

0. Introducción: ¿por qué la escuela de pintura de Sición y P. M. Guglielmo della Valle? Sición fue una polis fundamental para la comprensión de varios fenómenos de la historia antigua. En primer lugar, durante varias etapas de su devenir histórico actuó como mejor paradigma de la tiranía en el mundo griego y, por lo tanto, se convirtió en ejemplo de que un tirano podía ofrecer a la sociedad un gobierno generoso con el mundo de las artes y el espectáculo.1 Además, dentro de la variedad de escuelas y de artistas reconocidos que nos han llegado de la pintura griega, la escuela de pintura de Sición permite realizar un estudio amplio de toda la realidad cultural y artística de la época desde diferentes perspectivas.2 En Sición por primera vez en la historia de Grecia se incluyó en el programa educativo de las escuelas la costumbre de enseñar pintura y dibujo dentro de una educación de marcado carácter liberal. Esta característica de la pedagogía de Sición resulta fundamental a la hora de contraponer la visión del arte y del trabajo manual que tuvieron Platón y Aristóteles.3 1

Her. VI, 126, 2. Esta es la línea de descendencia que nos ofrece Heródoto: AndreasMirón-Aristónimo-Clístenes. Por su parte, Pausanias (II, 8, 1) coincide con Heródoto en ofrecer la misma genealogía: “Clístenes, hijo de Aristónimo, hijo de Mirón, fue tirano cuando todavía los sicionios tenían la ciudad de abajo”. Mientras que Isodemo tan sólo es citado por Nicolás de Damasco (fr. 61); en este fragmento del historiador se narra la muerte de Mirón, que ejerció la tiranía durante siete años, a manos de su hermano Isodemo, tirano durante un año. A continuación, se puede leer cómo Clístenes se libró de sus dos hermanos para llegar al poder y estar al frente de Sición durante treinta y un años. La principal novedad del fragmento de Nicolás de Damasco es que sitúa a Mirón I, Isodemos y Clístenes como hermanos. 2 Los estudios del s. XIX sobre pintura griega ya trataron la escuela de pintura de Sición desde un punto de vista circunstancial respecto a las escuelas tebana o ática. Si bien las fuentes eran bien conocidas y los documentos básicos para reconstruir la historia de la escuela a partir de sus maestros y discípulos estaban a la luz de todos, no se concedió la importancia necesaria para su justo examen. Ch. T. Michaelis, “Bemerkungen zur sicyonischen Malerschule”, Archaologische Zeitung, 33 (1875), pp. 30-39, había señalado las fuentes fundamentales para el estudio de los pintores: Ateneo (XIII, 576b; VI, 253b; XIII, 577c), Quintiliano (Inst. 12, 10, 6), Cicerón (De Orat. 3, 21, 81) y Plinio, en sus múltiples pasajes sobre la escuela de Sición, habían constituido la base sobre la que afrontar la reconstrucción social e intelectual de la escuela. 3 Desde la enseñanza de Pánfilo el pintor adquiere una nueva dimensión cultural e intelectual, capaz de aprender y enseñar, de vivir de su téchne. La nueva pedagogía del arte llegó a los centros culturales más destacados de Grecia. Comenzó en Sición, pero tardó poco en expandirse al resto de Grecia. El uso de las reglas matemáticas por parte de la escuela de Sición para desarrollar un tipo de pintura ilusionista es fundamental a la hora de valorar la crítica de Platón. Esta categoría científica y social del arte según Aristóteles es paralela a su labor en la corte de Macedonia con Alejandro y, a la vez, a su encuentro con Lisipo en el mismo lugar: la influencia debió de ser mutua, recíproca. Para Aristóteles el hombre liberal es educado, independiente y ocioso (Arist. Pol. 1258b20), y tan sólo una educación liberal puede producir este tipo de hombres. 1808

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Los artistas y las obras surgidas de Sición gozaron de una importante y duradera fama entre sus coetáneos. Se pueden encontrar obras romanas o motivos sicionios en multitud de géneros artísticos de la Antigüedad: la variedad del color de Melantio fue fundamental en la pintura de las tumbas de Macedonia, el estilo florido florido de Pausias es reconocible en las cráteras de Apulia, la perfección de la formas de Eupompo fue el punto de partida de las esculturas de Policleto, y la maestría de Pánfilo atrajo a Apeles a estudiar en Sición durante más de diez años.

1. Pausias de Sición Entre los principales pintores de la escuela de Sición destacó Pausias. Nativo de Sición, pertenece a la tercera generación de pintores de la escuela. Aumentó los códigos de la pintura clásica e innovó en los géneros establecidos para llegar hasta nuevas metas. Estudioso y minuciosos en su labor artística, recibió de su maestro Pánfilo la técnica de la pintura a cera o encaústica, a partir de la cual pudo innovar en la creación de nuevos géneros pictóricos como el de las naturalezas muertas. Se encargó de conservar el estilo académico de la escuela en lo referente a la tradición del diseño, a la simetría, a la dignidad del arte de la pintura como materia científica y matemática.4 Fue discípulo de Bries y de Pánfilo. A él se deben las primeras decoraciones de paredes con pincel: especialmente es destacado el testimonio de que trabajó sobre una pared restaurada por Polignoto en Tespias, ciudad de Beocia (Plin. Nat. 35, 123). Fue el primero que se atrevió a decorar los casetones de los techos, antes desnudas de colores y formas. Junto a este género, es conocido por los cuadros que retratan a niños, de formato pequeño en la mayoría de las ocasiones. La modernidad de su arte no pasó desapercibida y, durante la edilidad de Escauro hacia el 58 a.C. (Plin. Nat. 35, 127), sus obras se llevaron a Roma para poder ser contempladas como patrimonio público, como pago de las deudas que había contraído Sición durante la primera guerra contra Mitrídates (88-84 a.C). El éxito de su pintura en Roma se debe a que el coleccionista romano era sensible al fomato de la pintura de Pausias, admirado por la clase media que crecía en torno a una base económica cada vez más poderosa, una vez rotos los principios nobiliarios. La figura de Pausias es también fundamental para comprender el origen y el desarrollo de las composiciones pictóricas basadas en la iconografía floral

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G. A. Mansuelli, Ricerche sulla pittura ellenistica, Bolonia, 1950, p. 23; R. Ling, Stuccowork and Painting in Roman Italy, Sidney, 1999, p. 14. 1809

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con arquitectura fingida.5 Sición fue el lugar en el que se completaron los primeros ejemplos de grandes composiciones vegetales. La concepción realista de las flores de Pausias fue fundamental a la hora de difundir el estilo y la técnica floral al resto de Grecia. Una de las tumbas macedonias que reproducen de mejor manera el estilo florido de Pausias es la de Eurídice, en Vergina.6 El realismo con el que se reflejan los matices y las calidades vegetales nos obliga a pensar en la maestría del artista, y la disposición estable y segura de todas las formas representadas muestra un estilo maduro y ya conocido.7

2. Pausias y Glícera: origen y supervivencia de una iconografía con éxito en la Historia del Arte Su juventud estuvo marcada por la presencia de una joven llamada Glícera, experta en las coronas de flores. Por este motivo, y para poder complacerla e imitarla, se especializó en la pintura de flores y guirnaldas. Como ejemplos de esta tipología pictórica nos han llegado varios títulos: Sthepanoplócos, la tejedora de guirnaldas o la Stephanópolis, la vendedora de guirnaldas (Plin. Nat. 35, 125). Glícera era la protagonista y receptora de estas obras, ya que se ganaba la vida vendiendo guirnaldas. Sus obras se vendían a buen precio en las fiestas religiosas de Atenas. Debían de gustar entre sus conciudadanos su preocupación por la naturaleza, su ansia de reproducir fielmente las caras y los gestos, haciendo válido siempre el principio modelador de la escuela ya enunciado por Eupompo de seguir a la naturaleza. Una copia del cuadro de Glícera, hecha por un tal Dioniso, fue comprada por dos talentos por L. Lucullo, cuestor de Sila, cuando visitó Atenas en 88-87 a.C. Sobre el mismo tema de las coronas de flores y de guirnaldas introducidas por Glícera, al principio, en los juegos sagrados, había costumbre de ponerse coronas de ramas de árboles (Plin. Nat. 21, 4); pero después empezó a cambiar por la de utilizar coronas de flores de distintos colores, que adornaran a su vez por su color y por su olor, gracias al talento del pintor Pausias de Sición y de la trenzadora de coronas Glícera, de quien él estaba enamorado. Pausias imitaba 5

Hipótesis sugerida en primer lugar por M. Robertson, Greek Painting, Génova, 1959, pp. 241-249, y posteriormente seguida por P. Moreno, Pintura greca. Da Polignoto ad Apelle, Milán, 1987, p. 139 y A. M. Guimier-Sorbets – M. D. Nenna, “Réflexions sur la couleur dans les mosaïques hellènistiques: Delos et Alexandrie”, Bulletin de Correspondance Héllenique, 119:2 (1995), 529-563. La última y más completa aportación sobre el tema viene dada por H. Brecoulaki, La peinture funeraire de Macedonia. Emplois et fonctions de la couleur, IVº- IIº s. av. J.-C., Atenas, 2006. 6 W. Lepik-Kopaczynska, “Colores floridi und austeri in der antiken Malerei”, Jahrbuch des Deutschen Archäologischen Instituts, 73 (1958), 79-99, destaca la naturaleza de los colores floridos utilizados por Pausias en la decoración de los techos. 7 Guimier-Sorbets –Nenna, “Réflexions sur la couleur... ”, pp. 529-563. 1810

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en su pintura las coronas y ella las hacía diferentes para provocarle, de manera que competían la naturaleza y el arte. La figura de Glícera aparece en la iluminación del libro XXI de la Historia Naturalis de un manuscrito ambrosiano por Pietro de Pavía.8 En la primera página del libro XXI de dicha obra se puede observar la figura de una joven sentada que se entretiene tejiendo una corona de flores. Los motivos florales rodean los márgenes de toda esa página, ya que el libro XXI de la obra de Plinio está dedicado a las flores. Para ilustrar tal temática Pietro de Pavía eligió la figura de Glícera como tejedora de coronas de flores y de guirnaldas, haciendo una clara alusión al pasaje pliniano (Plin. Nat. 21, 4). De esta manera, la imagen de la joven tejedora de flores, que tuvo en Glícera a su primera representante gracias a Pausias, sigue manteniéndose útil para diferentes motivos del arte medieval, especialmente en el contexto del arte lombardo.9

3. La transmisión pliniana de la escuela de pintura de Sición en algunos tratados de pintura La Historia Natural de Plinio el Viejo fue impresa por primera vez en 1469 en Venecia por el célebre Giovanni de Spira, y al año siguiente, 1470, se hizo lo mismo en Roma por Giovanni Andrea Bussi. La primera gran edición se llevó a cabo en 1535 por Sigismondo Galenius. La primera traducción a una lengua vernácula fue llevada a cabo por el humanista florentino Cristoforo Landino, publicada por Nicolas Jenson en Venecia en 1476. El fervor humanista por la enciclopedia pliniana fue apabullante en estos años del Renacimiento. Se sucedieron las ediciones en Treviso en 1479, Parma en 1480 o Venecia en 1483. Tal entusiasmo se debe a que era la única fuente para el estudio de la pintura y de la escultura de la Antigüedad. El carácter enciclopédico de la 8 La copia de la Historia Naturalis de Plinio que se conserva en la Biblioteca Ambrosiana data del año 1389. La opinión más común es que Pietro de Pavía utilizó como fuente iconográfica ejemplares del precedente Tacuinum sanitatis, manuscritos relacionados con la salud que sirvieron como guía médica en el primer Renacimiento. Trataban argumentos tales como la relación entre el corazón, la respiración y el aire, o el correcto uso de la comida, bebida o del propio movimiento del cuerpo. En conclusión, los secretos primordiales para la justa prevención de la salud. Se han conservado manuscritos en Viena, París, Roma, Rouen y Lieja. El ejemplo más claro de iconografía útil para Pietro de Pavía se encuentra en el de la biblioteca Casanatense en Roma, ver L. C. Arano, The Medieval Health Handbook. Tacuinum sanitatis, Nueva York, 1976, p. 35. El manuscrito de París no cuenta con imágenes tan aclaratorias sobre el tema, tal y como mostró E. B. Toesca, Il Tacuinum Sanitatis della Biblioteca Nazionale di Parigi, Bérgamo, 1936. 9 Esta iconografía de una mujer joven tejiendo guirnaldas fue sugestiva para los artistas de la iluminación de miniaturas de finales del s. XIV, ver L. Armstrong, “The Illustration of Pliny´s Historia naturalis: Manuscripts before 1430”, Journal of the Warburg and Courtauld Institutes, 46 (1939), pp. 19-39.

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obra pliniana ofrecía a los primeros intelectuales del Renacimiento italiano (Petrarca, Boccaccio, Salutati o N. Niccoli) datos que para ellos resultaban fundamentales en la reconstrucción del pasado clásico. Plinio era el autor latino más importante que había llegado hasta sus manos.10 El propio Petrarca en 1350 adquirió un ejemplar de la obra, cuyo manuscrito lleno de notas al margen y de correcciones se encuentra en París. Junto al concepto de progreso de las artes de Plinio, la analogía entre literatura y artes visuales de Cicerón y el gusto por la armonía y el orden de Quintiliano, fueron el paradigma que fue útil en la teoría del arte del Renacimiento para juzgar la validez o no de una obra. Posteriormente, la Poética de Aristóteles y el Ars de Horacio serán las obras de referencia de la literatura artística de final del Renacimiento y principio del Barroco. Por lo tanto, dado que la obra de Plinio estaba marcada por un claro espíritu filosicionio, a través de la fuente de Jenócrates, los catálogos sobre vidas y obras de los pintores antiguos vienen a seguir con el discurso pliniano en su mayor parte. Anécdotas sobre el ideal de belleza que los pintores griegos aplicaban a sus obras fueron rescatadas en multitud de ocasiones por los tratadistas italianos. En el caso de F. Junius, que escribió su De pictura veterum en 1637, y que él mismo se encargó de traducir un año después al inglés, su deseo se centra en recopilar todo lo que los antiguos habían escrito sobre arte. Sigue la concepción del progreso de las artes a la manera de Vasari. Su obra fue de mucha importancia y ejerció una vasta influencia en la Academia de Francia y en la de Inglaterra. El sistema estético que implantaron dichas academias, y que se puso en práctica, estaba basada en el tópico horaciano del ut pictura poesis, que tan remarcado fue por Junius. En España también tuvo repercusión la obra de Plinio, ya que en 1544-45 se publicaron en tres volúmenes los comentarios de Hernán Núñez de Guzmán, el Pinciano, a los libros 2-36 de la Historia Naturalis. En todos estos tratados, conceptos fundamentales para la comprensión del arte del Renacimiento como el de juicio estético o el de gusto estético, están claramente marcados por la teoría del arte de la Antigüedad.

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Algunos de los tratados modernos de pintura, en diferentes contextos geográficos y épocas, en los que son más evidentes la presencia directa de la fuente de Plinio son: Leon Battista Alberti, Della Pittura, Florencia, 1436; Carlo Dati, Vite de Pittori Antichi, Florencia, 1667; Pietro Santi Bartoli, Le pitture antiche delle grotte di Roma e del sepolcro de´ Nasonj, Roma, 1706; Franciscus Junius F. F., De pictura veterum, Ámsterdam, 1637; Francisco Pacheco, El arte de la pintura, Madrid, 1649; Vicente Carducho, Diálogos de la pintura, Madrid, 1633; George Turnbull, A Treatise in Ancient Painting, Londres, 1740. 1812

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4. P. M. Guglielmo della Valle Guglielmo della Valle fue el primero en proponer una distinción entre las escuelas florentina y sienesa de pintura, propuesta teórica que tuvo gran fortuna entre sus contemporáneos.11 Conocedor nominal de arte e investigador incansable de los documentos y testimonios de lo artístico, Siena fue el autor de Cartas de las Artes Bellas y de un comentario sobre las Vidas de Vasari.12 El padre Guglielmo della Valle, en la edición de las Vite de Vasari, publicada en Siena en 1793, produjo un documento inédito para demostrar que este viaje de Leonardo de Romaña fue en el marco de una misión con la que había sido encomendado por el duque Valentino para inspeccionar las fortalezas de los dominios de este último. La primera edición de Las Vidas se realizó en Florencia en la imprenta de Lorenzo Torrentino en 1550; la segunda edición tuvo lugar en Florencia, a cargo de la editorial Giunti en 1568.13

5. Paralelismo entre Plinio y Della Valle en la vida de Pausias: la historia de Glícera La relación entre Pausias y Glícera se convirtió en paradigmática en algunos aspectos para la Historia del Arte. El tema de las flores y las coronas de guirnaldas alcanzó una magnífica profusión a partir de las referencias plinianas. Sobre el mismo tema de la coronas de flores y de guirnaldas introducidas por Glícera, al principio, en los juegos sagrados, había costumbre de ponerse coronas de ramas de árboles (Plin. Nat. 21, 4); pero después empezó a cambiar por la de utilizar coronas de flores de distintos colores, que adornarán a su vez por su color y por su olor, gracias al talento del pintor Pausias de Sición y de la trenzadora de coronas Glícera. De esta manera, se creaba una competición artística entre ambos sujetos de manera conceptual; el artista imitaba en su pintura las coronas que su modelo creaba y ella las hacía diferentes en cada ocasión para probar la maestría del pintor, de manera que competían la 11

G. Previtali, “Guglielmo della Valle”, Paragone, 77 (1956), p. 156; G. Previtali, La fortuna dei primitivi. Dal Vasari ai neoclassici, 1989; M. Dei, “Genesi e ricezione delle Lettere Sanesi di Guglielmo della Valle”, Prospettiva, 105 (2002), pp. 51-66; M. Dei, Pecci, Della Valle e Faluschi: eruditi settecenteschi a confronto sull’arte senese, 2004; G. Ercoli, L’edizione delle vite di Guglielmo della Valle, in Il Vasari storiografo e artista. Congresso internazionale nel IV centenario della morte, 1974, Florencia, Florencia, Istituto Nazionale di Studi sul Rinascimento, 1976, pp. 93-100. 12 Las principales obras del padre Della Valle fueron: Cartas Sanesi un miembro de la Academia de Bellas Artes (1782-1786), Historia de la Catedral de Orvieto (1791), Los comentarios sobre las vidas de Vasari (1791-1794), Vidas de los pintores antiguos griegos y latinos (1795). 13 Además de la obra de Della Valle, las ediciones más destacadas de Vasari en el s. XVIII fueron las de Giovanni Bottari (Roma, 1760) y Tomaso Gentili (Liborno,1772) 1813

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naturaleza y el arte. En tiempos de Plinio todavía permanecían los cuadros de este tipo sin cambios importantes en su tipología, y es que el artesano encargado de realizar este tipo de guirnaldas en Roma tenía un gran reclamo ya que eran utilizadas en cantidad de eventos públicos como celebraciones religiosas, fúnebres, banquetes o procesiones triunfales.14 En el mismo sentido aparece la historia relatada en la biografía de Della Valle.15 La figura de Glícera aparece en la iluminación del libro XXI de la Historia Naturalis de un manuscrito ambrosiano por Pietro de Pavía (figura 1). La edición de la Historia Naturalis de Plinio que se conserva en la Biblioteca Ambrosiana data del año 1389. En la primera página del libro XXI de dicha obra, ilustrada por el mencionado Pietro de Pavía, se puede observar la figura de una joven sentada que se entretiene tejiendo una corona de flores. La opinión más común es que Pietro de Pavía utilizó como fuente iconográfica ejemplares precedentes del Tacuinum sanitatis, manuscritos, como hemos dicho, relacionados con la salud que sirvieron como guía médica en el primer Renacimiento, normalmente decorados a base de este tipo de motivos, incluyendo el de la mujer joven sentada tejiendo guirnaldas (figura 2). El ejemplo más ilustrativo y que ha pasado con mayor éxito a la posteridad de la pintura fue la obra realizada por Rubens sobre Pausias y Glícera (figura 3). La pintura también ha sido interpretada como una alegoría del pintor inspirado por la naturaleza y por el estudio a la vez, ya que lo que sostiene el pintor en su mano derecha puede ser identificado como un libro de estudio o algún objeto parecido destinado a la erudición. Por lo tanto, la naturaleza y el estudio como motivos principales de la maestría del pintor. Pocos años después de la obra de Rubens se puede datar un ejemplo de Juan van der Hamen y León (Madrid, 1596-1631) en el que también se han visto claras reminiscencias pausianas. La obra en concreto es la Ofrenda a 14 Plin. Nat. 35, 125: Amavit in iuventa Glyceram unicipem suam, inventricem coronarum, certandoque imitatione eius ad numerosissimam florum varietatem perduxit artem illam. Postremo pinxit et ipsam sedentem cum corona, quae e nobilissimis tabula est, appellata stephanoplocos, ab aliis stephanopolis, quoniam Glycera venditando coronas sustentaverat paupertatem. huius tabulae exemplar, quod apographon vocant, L. Luculus duobus talentis emit . . . . Dionysius Athenis. 15 Della Valle, Vida de Pausias de Sición: “Nacque essa parimente in Sicione, e non a ragione perciò si confonde coll´amica dello stesso nome, che ebbe Prassitele e fu di Tespi nella Beozia. O sia ch´essa nacque, o sia dal desiderio di contrastare a Pausia il vanto d´intrecciare con maggior vaghezza innumerevoli fiori nel formarne corone; certa cosa è che essa in questo meritossi nome singolare, e che Pausia stesso le corone da essa intrecciate con gusto squisitissimo trasportava col pennello, imitandone l´artificio, nelle sue tavole. Finalmente, quasi dandosi vinto, esaurì tutta l´arte sua nel fare il ritratto di lei sedente colla corona; onde a ragione questa pittrura ebbe nome particolare, come dal vago intreccio di fiori nelle corone l´ottenne Glicera medesima nel tempo migliore dell´arte e in Sicione. La copia di questo quadro fu comperata pel prezzo di due talenti (da l´Arduino computati due mila franchi) da Lucio Lucullo, trovandosi egli in Atene alle feste di Bacco”.

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Flora (1627), en la que se puede contemplar a una personificación de Flora como una muchacha joven y bella engalanada de guirnaldas.16 El paralelismo entre esta obra y la iconografía de Pausisas y Glícera se justifica por la relación entre arte y naturaleza como maestras fundamentales de la belleza, discurso estético que tuvo gran importancia en las artes del s. XVII dentro del marco de las artes liberales.

6. Paralelismo entre Plinio y Della Valle en la vida de Pausias: inmolatio boum La iconografía de la immolatio boum de Pausias tuvo un gran éxito en la Roma del s. I a. C. y s. I d. C. El tema del sacrificio era bien conocido y dominado por los artistas romanos, ya que era uno de los acontecimientos fundamentales y básicos en su concepción de lo religioso. Alrededor del 58 a. C. el edil Escauro llevó a Roma esta obra de Pausias, y se introdujeron nuevos matices en la representación de este tipo de iconografía.17 Éste también vivió en Sición y durante mucho tiempo fue aquella patria de su pintura. Pero Escauro, durante su edilidad, se llevó a Roma todos aquellos cuadros, que eran del patrimonio público, como pago por las deudas que había contraído la ciudad.18 16

G. F. Waagen, Galleries and Cabinets of Art in Great Britain, Londres, 1854, p. 350. Posteriormente M. Rooses, L´oeuvre de P. P.Rubens, vol. IV, Amberes, 1890, p. 103 y F. W. Robinson- W. H. Wilson, Catalogue of the Flemish and Dutch Paintings, 1400-1900, Florida, 1980, p. 40, acabaron de certificar y verificar la catalogación. 17 Horacio recoge de qué manera la obra de Pausias solía despertar la curiosidad de los espectadores (Hor. serm. II, 7, 95-100): Vel cum Pausiaca torpes, insane, tabella, / qui peccas minus atque ego, cum Fulvi Rutubaeque / aut Pacideiani contento poplite miror / proelia rubrica picta aut carbone, velut si / re vera pugnent, feriant vitentque moventes / arma viri?. La expresión horaciana de insane es significativa. Insanus es el demente, el loco, el insensato. La obra de Pausias debería tener algo distinto a las demás obras de la época para que fuera citada por Horacio de la manera en la que la cita. El poeta no nos da más datos sobre la obra en cuestión, pero todo parece indicar que debe tratarse de la immolatio boum en el complejo de Pompeyo. La original composición de las figuras en un tema tan conocido para los romanos como el del sacrificio fue la causa de esta sorpresa para el espectador romano. W. C. McDermott, “Vergil and Greek Painting”, Classical Journal, 34:1 (1938), pp. 23-30; M. J. McGann, “A Matter of Taste in Horace (Sat. II 7.95 ff.)”, Classical Review N.S., 6:2 (1956), pp. 97-99; P. Zanker, The Power of Images in the Age of Augustus, Michigan, 1988, p. 114. 18 Tal y como se puede leer en Della Valle, Vida de Pausias de Sición: “Il fiore dell´età sua passó questo artificie in Sicione, la quale fu per molto tempo la patria della pittura. Da essa città tutte le tavole esposte nei pubblici luoghi e per i debiti della città ipotecate, Scauro nella sua edilità trasportò a Roma. Contasi tra´suoi discepoli Aristolao suo figliuolo e severissimo pittore, come rilevasi dalle sue opere che furono Epaminonda, Pericle, Medea, la Virtù, Teseo, il Genio del popolo d´Atene, e il sacrificio de´buoi imitato da quello del padre, al parere del Giunio delicemente. Mecofane anch´esso fu discepolo di Pausia, lodato per una 1815

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Las principales novedades de Pausias fueron que fue el primero que, para mostrar la longitud del buey en su totalidad, lo pintó de cara y no de costado, y de este modo se percibían sus dimensiones de manera admirable. Además, cuando todos los demás pintaban en tonos blancos los detalles que querían resaltar y en negros los que debían quedar en segundo plano, él dio a todo el buey una capa de negro para que adquiriera volumen la sombra a partir de la sombra misma (Plin. Nat. 35, 126). Con esta nueva forma de entender el concepto de luz y su manera de representar la profundidad en la escena, Pausias fue el primero que comenzó un nuevo camino en la pintura griega. Uno de los mejores ejemplos es la obra de Rafael cuando León X le encargó la realización de tapices para el Vaticano con historias del Nuevo Testamento. Una de ellas pertenece al Sacrificio de Lystra (figura 4). La obra sigue manteniendo la iconografía clásica del victimarius y el animal aparece en la misma posición que en los anteriores relieves de época romana. Sin duda, el modelo clásico se mantuvo vigente hasta la época de Rafael.

7. Conclusiones La figura de Pausias alcanzó una gran repercusión a lo largo de la historia del arte. Los motivos florales, las guirnaldas, las coronas de flores y demás ornamentos que él popularizó fueron fundamentales en el arte griego. Su influencia está presente en las tumbas de Macedonia (en la tumba de Eurídice, en la de Filipo II o en la de Lysón y Calicles), en la difusión de los mosaicos de Sición (sirva de ejemplo el mosaico de Durazzo) o en las cráteras de Apulia. Su obra y su trayectoria permanecieron en el imaginario artístico como la del pintor preocupado por la naturaleza y, junto a su joven amada Glícera, los dos pasaron a convertirse en un motivo clásico recurrente. Della Valle a finales del s. XVIII recoge toda una corriente teórica que nació en Europa a través de las primeras ediciones de la obra de Plinio el Viejo. Junto a la herencia pliniana, la metodología de Vasari supone el otro gran foco de interés para Della Valle. Sirviéndose de ambas corrientes teóricas, las Vite dei Pittori Antichi Greci e Latini se nos presentan como un magnífico ejemplo de cómo las vidas y anécdotas de los pintores griegos y latinos más destacados siguieron estando presente en la crítica de arte moderna. certa diligenza nota principalmente agli artefici, e per la sua fecondità, austero altronde nel colorito. Pausania riferisce che in un rempietto nobile si vedeva da Pausia dipinto Amore, che deposte le frecce e l´arco aveva in mano la lira, e una donna in atto di bere ad una tazza di vetro, a traverso della quale si vedeva il liquore e la parte del viso in essa immerso. Allude probabilmente al fare in piccolo e di putti, che fu a questo pittore famigliarissimo, il noto verso d´Orazio: Pausiaca torpes insane tabella. Ai tempi di Cicerone serbava appena Sicione un resto dell´antica grandeza”. 1816

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Figura 1: Pietro de Pavía, Libro XXI de la Historia Natural de Plinio con figura de Glícera (final s. XIV).

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Figura 2: Tacuinum sanitatis (Casanatense, f. LXIX, Roma).

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Figura 3: P. P. Rubens, Pausias y Glícera (ca.1613). John and Mable Ringling Museum of Art 219 (Florida).

Figura 4: Rafael Sanzio, Sacrificio de Lystra (ca. 1515). Victoria and Albert Museum, (Londres).

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POLÍTICA Y PENSAMIENTO

Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 1823-1851

Modelos de monarcas y validos en la literatura española del siglo XVII. Rómulo. Séneca y Nerón Carmen Codoñer Merino Universidad de Salamanca

Resumen: El trabajo trata sobre el género literario de la “biografía política” en el siglo XVII y sus características: el verdadero objetivo es el elogio o vituperio de determinadas cualidades del príncipe; la elección del personaje biografiado responde a tal necesidad; los datos biográficos se toman a menudo de obras previas del mundo clásico. Se analizan particularmente las vidas de Rómulo de Malvezzi y de J. P. Mártir Rizo, y las de Séneca de Fernández de Heredia y de Juan de Baños. Palabras clave: Biografía. Biografía política. Virgilio Malvezzi. Juan Pablo Mártir Rizo. Juan Francisco Fernández de Heredia. Juan de Baños. Abstract: The paper deals with “political biography” in the XVIIth century as a literary genre and its features: its underlying aim is to praise or censure some of the ruler’s attributes; and the subject of the biography is chosen to fulfill this need; biographical data is often taken from Classical literature. In particular, the biographies of Romulus by Malvezzi and J. P. Mártir Rizo, and those of Seneca by Fernández de Heredia and Juan de Baños are analyzed. Keywords: Biography. Political biography. Virgilio Malvezzi. Juan Pablo Mártir Rizo. Juan Francisco Fernández de Heredia. Juan de Baños.

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Carmen Codoñer Merino

Los finales del siglo XVI y el siglo XVII constituyen uno de los periodos destacables por el cultivo de una biografía que ha recibido gran atención por parte de los especialistas, tanto historiadores como filólogos: la llamada biografía de hombres ilustres, de una manera genérica, y definida en su momento como “vidas particulares”, por oposición –se entiende– a vidas seriadas, como pueden serlo las Vidas de los doce Césares de Suetonio o los de uiris illustribus cristianos. En el terreno de la “biografía” –siempre entrecomillada– las discusiones sobre tipos de biografía, variaciones cronológicas y tipológicas, etc., etc. son interminables.1 Es evidente que una biografía individual no es comparable a una serie de vidas unidas por un referente común; también es innegable que la biografía antigua no es comparable a una biografía del siglo XX, y este problema, reducido en el espacio y en el tiempo, es lo que me interesa en este caso. Problema relacionado, por su propia naturaleza, con la condición de la biografía como género.

1. La “biografía” en el siglo XVII Destaca entre los rasgos de estos escritos el hecho de estar relacionados con el poder, de ahí el llamarles con frecuencia “biografías políticas”.2 A esto pueden añadirse elementos que crean una peculiar forma de narración de la vida del personaje escogido. El elemento más llamativo es el interés, siempre indirecto, que el autor de la biografía siente por el personaje escogido. La elección, en efecto, no tiene su origen en la atracción que el escritor siente por la figura que toma como aglutinante de su libro, sino por su calidad de transmisor de un tipo 1

La bibliografía sobre este problema en la Antigüedad es abundantísima e incontables los estudios sobre la biografía a partir del siglo XV hasta nuestra época. Uno de los primeros análisis conjuntos sobre el problema que plantea la biografía desde la Edad Media hasta mediados del XIX es el de J. L. Romero, La biografía y la historia, Buenos Aires, 1945. Se han multiplicado posteriormente los trabajos sobre la biografía en el XVII español. Entre los últimos hay que contar con los que abordan el problema desde una perspectiva política: A. Soria Ortega, “El biografismo y las biografías: aspectos y perspectivas”, 1616 (1978), 173-188; P. Civil, “Les hommes illustres dans l’Espagne du xvie siècle: mémoires et exemplarité”, Regards sur le passé dans l’Europe des XV et XVI siècles, Bern, Lang, 1997, pp. 221-233 y “Vies d’hommes illustres et modèle politique : les discourses biographiques de Juan Pablo Martir Rizo (1625-1633)”, Littérature et politique en Espagne aux siècles d’or. Ed. J. P. Etienvre, Paris, Klincksieck, 1998, pp. 363-375; y los que analizan, de manera excelente, la cuestión desde un punto de vista literario: Mercedes Blanco, “Quevedo lector de Malvezzi”, La Perinola 8 (2004), 77-108; Agnès Delage, “Las vidas particulares bajo el reinado de Felipe IV: ¿un problema de definición genérica?”, El Criticón, 97-98 (2006), 61-74. A nuestro propósito ambas son interesantes. 2 R. Bellón Barrios, El mejor principe Trajano de Francisco de Barreda y la biografía política barroca, Murcia, Biblioteca Saavedra Fajardo, 2009. 1824

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de comportamiento en el desempeño del poder, que puede constituirse en modelo para el desempeño del poder del monarca coetáneo del autor. En virtud de ese objetivo, las vidas de los personajes seleccionados como modelos no se deben a la pluma del autor del XVII, éste la toma de otro autor anterior que haya proporcionado datos sobre su vida, sea en forma biográfica o no. Generalmente se trata de un autor o autores latinos a los que se traduce, o que cuentan ya con traducciones. Es decir, la biografía no corre a cargo del autor del tratado, que simplemente la transcribe por entero, o –con mayor frecuencia– selecciona los hechos que interesan a su propósito. Desde el Panegírico de Trajano, elegido por Francisco de Barreda, y transcrito en su totalidad, hasta Juan de Baños, esta idea básica se acomoda a la situación y a la intención del escritor: el personaje que da título al tratado es siempre un pretexto. En tercer lugar, el personaje biografiado no es tenido en cuenta solo por su personalidad sensu stricto; necesariamente entre sus cualidades debe figurar la capacidad de escoger buenos ‘ministros’ y saber ayudarse de sus consejos.

1. 1. Francisco de Barreda. El mejor principe Trajano Augusto3 Está dedicada a Don Gaspar de Guzmán, Conde de Olivares, y ya en la presentación dirigida al lector introduce un amplio párrafo donde advierte de la manera que un príncipe debe ser enseñado. La vida de Trajano ha sido escogida porque los soberanos no deben recibir “preceptos”, como los demás, sino ver “exemplos”: No se oluida de juzgarse mayor que el Principe, quien se toma la soberania de darle consejos… Plinio pues guarda esta decencia, que no parece que aconseja, sino que alaba: porque aduertir con nombre de maestro lleua delante el desagrado, y haze rebelde la docibilidad; pero aconsejar lo que se ha de hazer, con voz de que se ha hecho; sella el consejo al lado de la estimacion, y hazele aposento al amor propio.

Detrás de la traducción da entrada a los que denomina ‘Discursos’, amplios comentarios sobre la situación del siglo y sus gobernantes en relación con la época de los Romanos y en qué aspecto un monarca como Trajano y un escritor como Plinio son dignos de imitación. Esta amplia perspectiva facilita la inclusión de discursos dedicados a la elocuencia y a las “ciencias”, pero, sobre todo, tratar de las virtudes que adornan al principe y de la elección de los ministros y cargos que lo rodean. Muestra del tratamiento cuidadoso dado al consejo es la sustitución por un ejemplo propiciado por el texto de Plinio 3 El mejor principe Trajano Augusto. Su filosofia politica, moral y economica, deducida y traduzida del Panegírico de Plinio, ilustrado con márgenes y discursos, En Madrid, por la Viuda de Cosme Delgado, Año m.dc.xxii.

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(p. 105v): Discurso VIII. Iusta eleccion que hizo Nerua en Trajano, y Trajano en sus ministros. Ejemplo de Plinio respecto a Trajano, sustituyendo el consejo por la alabanza; modelo Nerva por su agudeza en la elección de Trajano; modelo Trajano, por su habilidad en la elección de sus Ministros. La obra, dedicada al conde de Olivares, está concebida bajo la doble intención de servir al Conde, pero también de que sea leída por el rey.

2. 1. La vida de Rómulo 2. 1. 1. El Rómulo de Malvezzi4 Con el Rómulo de Malvezzi se instaura una fórmula que va a hacer de este género biográfico un éxito. Partiendo de los mismos supuestos: datos sobre el personaje tomados a un autor clásico y acompañados por comentarios propios del autor. La diferencia es que la vida de Rómulo se presenta fragmentada y entre fragmento y fragmento se intercalan comentarios pertinentes al fragmento previo. Es decir, no hay discursos independientes, relegados al final de la traducción adoptada, sino que cada fragmento va acompañado de la glosa correspondiente. Pero no sólo esa diferencia es la causa del éxito obtenido por el género, es la coincidencia del modo de escribir de Malvezzi con las tendencias barrocas de España en esos momentos lo que desata el entusiasmo. Las “biografías” del XVII tienen un gran impulso en España a partir de la traducción del Rómulo de Malvezzi por Quevedo.5 Por ello resulta más interesante el análisis de esta obra, en cuanto a su estructura, cuestión de la que recientemente se ha ocupado Mercedes Blanco. Como dice esta autora, el esquema del Rómulo de Malvezzi no puede considerarse una biografía en sentido estricto. En palabras suyas: “El libro se desagrega en breves secuencias que corresponden a las glosas de cada motivo narrativo seleccionado en la fuente, y cada secuencia se cierra sobre misma como una especie de poema o de ‘estrofa’ en prosa”.6 Es decir, breves datos sobre la vida y hechos de Rómulo van seguidos de una glosa moralizante mucho más amplia que el párrafo que le da paso donde se traza un sintético cuadro de los hechos. Podríamos decir que el Rómulo es una concisa biografía basada en Livio y distribuida en párrafos, cada uno de los cuales acoge una glosa desproporcionada de Malvezzi. 4

Una biografía reciente en el estudio preliminar de D. L. Shaw a la obra de Malvezzi: Historia de los primeros años del reinado de Felipe IV, London, Tamesis Books, 1968. 5 Manejo la edición de Carmen Isasi, Francisco de Quevedo. El Rómulo, Bilbao, Universidad de Deusto, 1993. Las citas, por tanto, van referidas a las líneas de esta edición. 6 C. Isasi, Francisco de Quevedo..., p. 89. 1826

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Si reunimos los fragmentos de la vida de Rómulo a los que sigue el correspondiente comentario de Malvezzi se consigue el siguiente esquema: 1. Nacimiento de Amulio y Numitor. Expulsión de Numitor (Liv. I 3.10) 2. Elimina al hijo y hace Vestal a la hija (ibid. 3.11) 3. La Vestal se une a Marte y tiene dos hijos (4.1-2) 4. Resolución de Amulio: eliminar a la Vestal y ahogar a los gemelos (4.3) 5. Deposición en las aguas del Tíber (4.4) 6. Acude la loba o mujer que los amamanta. Fáustulo los acoge (4.6) 7. Fáustulo los lleva a casa (4.7) 8. Pasan su adolescencia en plena naturaleza, cazan (4.8) 9. Con esa vida se endurecen y pasan a enfrentarse a los ladrones (4.9) 10. Los ladrones ansiosos de venganza los atacan durante una fiesta y entregan Remo a Amulio (5.1-4) 11. Fausto, que se recelaba de su origen, calla sobre ello (5.5) 12. Fausto acaba por decirlo a Rómulo forzado por la necesidad (5.6) 13. Rómulo al saber su origen marcha con sus hombres disfrazados a Palacio y mata a Amulio (5.7) 14. Aparece Numitor, que conoce el origen de Rómulo y Remo. Cuando los ve marchar a la ciudad reúne al Consejo y les refiere todo (6.1-2) 15. Los sobrinos y sus partidarios aclaman a Numitor como rey (6.3) 16. Ya rey Numitor, los gemelos se distancian (6.4) 17. Elección del lugar donde van a fundar Roma (6.5) Lo que se observa, en una primera impresión, es que estamos ante un despedazamiento del texto de Livio en breves párrafos, que dan paso a la inserción de unas glosas o comentarios desmesuradas. La visión conjunta de varios fragmentos de Livio –los iniciales– nos permiten una aproximación primera a la versión que Malvezzi da de esos fragmentos.

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Titvs Livivs

Malvezzi

1.3.10 Is [sc. Proca] Numitorem atque Amulium procreat; Numitori qui stirpis maximus erat, regnum uetustum Siluiae gentis legat. Plus tamen ualuit quam uoluntas patris aut uerecundia aetatis: pulso fratre Amulius regnat.

Nacieron de Proca, rey de los albanos, Amulio y Numitor; éste de mayor edad, aquél de más violento ingenio. Dexó el viejo padre a la edad más madura el reino; mas fue forçoso que la voluntad del progenitor y los años del hermano cediessen al mayor ardimiento del otro.

1.11 Addit sceleri scelus: stirpem fratris uirilem interimit, fratris filiae Reae Siluiae per speciem honoris cum Vestalem eam legisset perpetua uirginitate spem partus ademit.

111 No se contenta Amulio de aver ocupado el reino a Numitor. Sería poca crueldad averle quitado el reino, si no le obligasse a otra el averssele quitado. Nace la una de la otra, y de la última más fecunda. Rezélase el de los sobrinos, da muerte al varón, ni le assegura el sexo de la hembra: si nacerán de ella hijos, piensa averlos él enseñado la arte de quitar reinos.

1.4.1 Sed debebatur, ut opinor, fatis tantae origo urbis maximique secundum deorum opes imperii principium. 2. Vi compressa Vestalis cum geminum partum edidisset, seu ita rata seu quia deus auctor culpae honestior erat, Martem incertae stirpis patrem nuncupat.

160 No estuvo mucho tiempo entre las Vestales la donzella, quando parió dos hijos, aviéndose mezclado con Marte, assi dezia ella, para que pareciesse en la eminencia del sujeto, no solo escusable, mas aun digno de alabança el forçoso yerro.

3. Sed nec di nec homines aut ipsam aut stirpem a crudelitate regia uindicant: sacerdos uincta in custodiam datur, pueros in profluentem aquam mitti iubet.

168. El hazer a Marte autor del sacrilegio, era quererse asegurar de la crueldad de un hombre, con la cubierta de un dios. […] 180. Dio la donzella a la severa justicia de los sacerdotes. Encarga a un ministro que ahogue los dos hermanos nacidos de un vientre; [….]

4. Forte quadam diuinitus super ripas Tiberis effusus lenibus stagnis nec adiri usquam ad iusti cursum poterat amnis et posse quamuis languida mergi aqua infantes spem ferentibus dabat. Ita uelut defuncti regis imperio in proxima alluuie ubi nunc ficus Ruminalis est –Romularem uocatam ferunt– pueros exponunt. Vasta tum in his locis solitudines erant.

192. Por esto los depositó en los remansos del Tibre, en medio de espaciosa soledad, en la qual fueron del río, que sossegado de la creciente bolvio a su madre, dexados sobre la seca arena.

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He omitido los pasajes de Malvezzi que siguen a cada uno de los fragmentos y que constituyen un comentario al texto de Livio “traducido”. De la comparación entre el texto de Malvezzi con el del autor latino podemos sacar algunas conclusiones.7 En primer lugar, Malvezzi no pretende dar una traducción, sino una adaptación del texto acorde a la finalidad perseguida. Por tanto, no debe interpretarse como casual la presencia de adiciones, supresiones o cambios. Malvezzi cambia el nombre de la dinastía (Siluia gens), por el de la nación (Alba), más conocida por el lector, e introduce un rasgo para caracterizar a Numitor: uiolento ingenio, adición que le permite establecer una comparación estilísticamente rentable e ideológicamente necesaria para el desarrollo que sigue. El segundo pasaje está claramente glosado. Livio se limita a los hechos, aunque marcando la diferencia existente entre el hijo (stirps uirilis) y la hija (fratris filia). Malvezzi transforma a los hijos de Numitor en “sobrinos de Amulio”, centrando así en el rey el pasaje; suprime el nombre de la sobrina y, siguiendo el estilo binario, operando por oposiciones, hace hincapié en un aspecto: los hechos son consecuencia de las intenciones regias: “No se contenta Amulio, Rezélase el de los sobrinos, piensa averlos él enseñado la arte de quitar reinos”. La adaptación se sitúa en la línea que ha trazado previamente en el prólogo; como él mismo dice en su prólogo: “Escribiré más del hombre, que de tal hombre; porque este muere y aquel vive”. Pero para lograrlo hay que recurrir a lo concreto; Amulio encarna al Hombre que, en circunstancias semejantes actuará como “ese hombre concreto”.8 Por esa razón, no caben las actuaciones impersonales; cuando Livio en 1.4.3 dice que el rey pueros in profluentem aquam mitti iubet (“ordena que los arrojen a la corriente del río”), Malvezzi encarna la acción en “un ministro”, porque solamente el pensamiento de “ese hombre” en concreto, puede encarnar el pensamiento del Hombre que se encuentre ante una circunstancia semejante. Por eso también suprime la posibilidad de las alternativas, la verdad es única, porque solamente así el Hombre actúa siempre acorde al mismo criterio; la afirmación de Livio de que Rea Silvia atribuye la paternidad 7 En cursiva las partes añadidas por Malvezzi en su texto y las partes omitidas de Livio en Malvezzi. Subrayadas las adaptaciones operadas. 8 Otro caso de impersonal en Livio. Hablando de cómo se planifica la muerte de Numitor (1.5.7) dice el texto liviano: Ita undique regi dolus nectitur. Romulus non cum globo iuuenum… sed aliis alio itinere iussis certo tempore ad regiam uenire pastoribus ad regem impetum facit; et a domo Numitoris alia comparata manu adiuuat Remus. Ita regem obtruncat. Malvezzi: “Conoce [sc. Rómulo] sus fuerças inferiores para una descubierta violencia; buélvese al engaño, encaminándose azia palacio a la desilada con muchos disfraçados con hábito vil. En llegando con el calor del hermano, cuya amada vezindad lo animaba, embistiendo con el rey, en aquel assiento donde tantas maldades avía cometido le hizo espirar la cruel y nefanda alma”.

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a Marte “bien porque así lo creía, bien porque era más honroso”, se reduce en Malvezzi a una razón: “para que pareciesse en la eminencia del sujeto, no solo escusable, mas aun digno de alabança el forçoso yerro”. A medida que avanza la obra las adaptaciones del texto de Livio se hacen más notorias: Titvs Livivs

Malvezzi

1.5.7. Ita undique regi dolus nectitur. Romulus non cum globo iuuenum… sed aliis alio itinere iussis certo tempore ad regiam uenire pastoribus ad regem impetum facit; et a domo Numitoris alia comparata manu adiuuat Remus. Ita regem obtruncat.

326. Rómulo, sabiendo su origen, mayormente contra el tirano se enciende, en cuya muerte podía apagar dos poderosos afectos, de gloria y de vengança. Conoce sus fuerças inferiores para una descubierta violencia; buélvese al engaño encaminándose azia palacio a la desilada con muchos disfraçados con hábito vil. En llegando con el calor del hermano, cuya amada vezindad lo animaba, embistiendo con el rey, en aquel assiento donde tantas maldades avía cometido le hizo espirar la cruel y nefanda alma.

A las adiciones, numerosas, se suma la adaptación. No se trata de un engaño que surge de todas partes (undique… dolus nectitur), una conjunción no precisada de voluntades que se aúnan; el protagonismo recae exclusivamente sobre Rómulo, incluso la colaboración de Remo desde el mismo Palacio desaparece; es la reacción de Rómulo, su deseo de gloria y venganza y el plan por él trazado de acuerdo con su situación, el único agente. Lo que sigue a la adaptación del texto, es difícil considerarlo glosa, si por tal entendemos una aclaración del párrafo correspondiente. Habría que hablar de comentario. Transcribo solo el comentario al primer párrafo: Titvs Livivs

Malvezzi

Liv. 1.10 Is [sc. Proca] Numitorem atque Amulium procreat; Numitori qui stirpis maximus erat, regnum uetustum Siluiae gentis legat. Plus tamen ualuit quam uoluntas patris aut uerecundia aetatis: pulso fratre Amulius regnat.

80. Nacieron de Proca, rey de los albanos, Amulio y Numitor; éste de mayor edad, aquél de más violento ingenio. Dexó el viejo padre a la edad más madura el reino; mas fue forçoso que la voluntad del progenitor y los años del hermano cediessen al mayor ardimiento del otro. 1830

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85. Aquel poder que exercen los príncipes en el interés de los particulares para guardar la razón, exercitan en ellos propios a deshazerla. Baxó entre nosotros la justicia por impedir la violencia. La flaqueza humana, despojándola de las armas de la elección, la dexó necesitada de la fuerça; mas ella tramonta con la estrella con que nació, quando la espada que la defiende la da muerte. Los príncipes tal vez la guardan intacta de la mano de otros; por estruparla ellos. La miden con las armas; y aquel entre ellos (donde se trata de la suma de las cosas) es más justo, que es más fuerte. Toda otra arte juzgan que sólo conviene o a quien no se atreve a hazer violencia, o teme la violencia él propio. Iuzgan fuera de razón que mande a otros quien las fuerças de otro no puede resistir. Ni por esto serían mejores los súbditos de los príncipes; antes igualmente injustos, si no fuessen más violentados: aquellos que pueden recurrir a aquella espada que la justicia tiene en la diestra, pocas vezes se acercan a las balanças que tiene el braço izquierdo. 103. Ni menos tiene lugar en las cosas del Estado la prerrogativa de la edad: no se atiende a aquellos años que destruyen la vida, más a aquellos en que se edifica el valor. Las armas que esgrime el tiempo por vencer el cuerpo, esgrime el entendimiento por vencer al tiempo. Huye su tiranía mientras con el favor de la fama se coloca en el regaço de la eternidad; mas adonde él se rinde, no se ha de honrar aquel tiempo que solo le deshaze.

Este fragmento del comentario explica a la perfección la razón de ciertas modificaciones introducidas por Malvezzi al adaptar el texto de Livio. Como veíamos más arriba, Malvezzi ha añadido entre los rasgos del carácter de Amulio la violencia. Y es que a ella dedica la mayor parte del comentario, puesto que se trata de un concepto mucho más en consonancia con los peligros del poder y que además, favorece el contraste con el concepto de “justicia”. En cuanto 1831

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a la edad, apenas le concede atención, al considerarlo un criterio inadecuado cuando se trata del poder. El texto de Livio proporciona los datos escuetos de la vida del personaje y, sobre ellos Malvezzi elabora la “biografía de un prototipo”; al final de su presentación (“A quien le leyere”) sostiene el autor la idea que le guía al escribir las vidas de los primeros reyes de Roma: Serviráme de sujeto el valor de Rómulo, la piedad de Numa, la fiereza de Tulio, la bondad de Anco, la sagazidad de Lucunio y la impiedad de Tarquino.

El motivo escogido, pues, no es Rómulo, sino “el valor de Rómulo”, una de las virtudes que deben darse en el rey. El prototipo que encarna Rómulo sirve a Malvezzi en su idea de que bajo las mismas situaciones vividas por Rómulo, cualquier hombre, es decir el Hombre, hubiese hecho exactamente lo mismo, porque su pensamiento le hubiera llevado a reaccionar ante los hechos de la misma manera. Esa idea de que la naturaleza del hombre no cambia, es lo que le lleva a afirmar en el prólogo: 53 “Escriviré del siglo pasado para el presente”. Simultáneamente, la elección de prototipos que representan los tipos de realeza le permite encauzar su comentario sobre los conceptos que, en su opinión, constituyen el motor de las acciones y el diferente modo de enfrentarse a las realidades que tienen los monarcas, especialmente a los peligros que encierran comportamientos y circunstancias que éstos encontrarán. Se explican así adaptaciones de texto como la que se da en el segundo párrafo de Livio: Titvs Livivs

Malvezzi

1.11 Addit sceleri scelus: stirpem fratris uirilem interimit, fratris filiae Reae Siluiae per speciem honoris cum Vestalem eam legisset perpetua uirginitate spem partus ademit.

111 No se contenta Amulio de aver ocupado el reino a Numitor. Sería poca crueldad averle quitado el reino, si no le obligasse a otra el averssele quitado. Nace la una de la otra, y de la última más fecunda. Rezélase el de los sobrinos, da muerte al varón, ni le assegura el sexo de la hembra: si nacerán de ella hijos, piensa averlos él enseñado la arte de quitar reinos. 121. Cree que se assegura sin sangre bastantemente del hado, poniéndola entre las Vestales y consagrando la divinidad a los dioses.

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La adaptación resulta especialmente interesante en las frases subrayadas. Lo que cuenta para Malvezzi, como sucedía en el caso anterior, no son las resoluciones de Amulio: el segundo crimen cometido, el asesinato del hijo varón de Numitor, el hacer Vestal a Rea Silvia a fin de evitar una posible continuidad de la estirpe de Numitor, sino el pensamiento que lleva a Numitor a tomar tal decisión. Y significativa es la adición –marcada con doble subrayado–, que se hace evidente en el comentario que sigue en confirmación de la idea que guía al rey en su actuación: 123. Sirve a las mugeres con los tiranos la debilidad por inocencia. Tienen ellos mayor dificultad donde hallan menos resistencia. No pueden hallar en ellas aquel delito que haze alabar la crueldad, o fingir en sí aquel temor que la disculpa. Déxanlas vivas, creyendo de poderlas hazer morir a su propósito; mas, muchas vezes, por la justicia inefable de Dios, vienen condenados al castigo por falsarios de la prudencia. 131. Son las mugeres instrumentos de hazer perder reynos. Para ellas no es remedio casarlas con hombres quietos, pues ellas son ferozes; y quando dellas no se deba temer, ¿qué se podía acertar en los hijos? Los partos siguen el vientre,9 y es fácil el convertirse donde son las calidades semejantes; y los pueblos no tienen verguença de mudar señor, si le eligen de la casa del señor. 138 Fue impio Amulio, no lo niego, mas no supo suficientemente valerse de la impiedad. Quita el reino al hermano, y a la sobrina la libertad, y dexa a los dos la vida. No sé si despreciaba la pusilanimidad de Numitor, si se asseguraba de su paciencia, o acaso si tuvo pensamiento de honesta la propia maldad, con hazer manifiesto que no tenía coraçon para regir un estado quien tenía coraçon para vivir sin estado. 146. Quitar el reino y dexar vivir al rey es una cruel piedad, con la cual porque los tiranos querrían engañar el mundo, muchas veces se engañan a sí mismos… El tirano si se ensangrienta sin consideración las manos, muere porque fue cruel; si al contrario, por fingirse piadoso.

No trata Malvezzi de aconsejar moralmente, sino de exponer cuáles son los errores políticos que puede cometer un monarca ante una situación dada. Errores que procede evitar orientando correctamente el pensamiento y aciertos que proceden de decisiones tomadas siguiendo unas pautas de las que el prototipo escogido es modelo.10 9

En la l. 180 tenemos recogida la alusión a “los dos hermanos nacidos del vientre”. A. Delage, “Las vidas...”, p. 63, al comentar el juicio de Quevedo sobre el Rómulo de Malvezzi dice: “Quevedo crea una ruptura decisiva entre una historia narrativa, que cuenta la ida del personaje, y la invención de una historia del alma, centrada en el análisis de las 10

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De este modo se continúa hasta la muerte de Rómulo. Sus juicios finales sobre el primer rey de Roma, se concentran en varias frases que resumen su idea del príncipe y sus ministros: Los errores morales de Rómulo fueron el robo de las Sabinas, la muerte del hermano y la del compañero. Error político fue solo dar autoridad al senado y después querérsela quitar… Fue al principio Rómulo seguido por los más nobles, porque los acarició con darles autoridad. En la fin fue aborrecido, porque los irritó quitándosela. Aquel senado que él había instituido no lo pudo sufrir; y ellos, el que aceptaron como príncipe, le querían compañero. Él, los que escogió por ministros, quería por esclavos… El senado, que fue instituido para ayudar a su príncipe, trata de abatirle. El príncipe, que debe regir el senado, le quiere aniquilar. Aquel magistrado en los dominios es durable, que trata de obedecer, y pretende mandar como ministro y no como señor.

Finalizada la “biografía” con la versión que Próculo da de su encuentro con Rómulo tras su muerte, comienza, a modo de resumen, una “biografía” interior de Rómulo (1407-1572), comentada como anteriormente. Las referencias a Rómulo se reducen a tres párrafos (1406-1415; 1442-1476 –en una comparación con Moisés–, y 1504-1510), es decir el 30% del texto. Quevedo en el prólogo a su traducción dice: “Habíanse leído sus acciones, no sus intentos; los sucesos, no la causa dellos. El Marqués escribe el Príncipe, los demás el hombre. Llámase Rómulo, no historia o vida de Rómulo, porque no dice solo lo que de él se supo, sino lo que supo él. Refiérese lo que vieron todos, y lo que él procuró que no se viese”. Sin embargo, la apreciación más afortunada del Rómulo me parece la de Gracián: “Supone este genio sabida la historia a lo llano, echa él después su comento, así ha sido más célebre en lo antiguo que renueva, que en lo moderno de que da noticia”,11 cuya interpretación parece obvia, deja la historia reducida al mínimo concediendo la parte del león al “comento”. Es cierto que Malvezzi “escribe el Príncipe”, pero no queda ahí. El boloñés, siguiendo los pasajes seleccionados de Livio, “escribe” también a Amulio, a Faústulo,12 a Numitor,13 a un sabino,14 a Tacio,15 al pueblo cernense motivaciones psicológicas que forman la causalidad profunda de la Historia”, que, si bien no tomada como determinante en el resto del artículo, coincide con la idea que acabamos de expresar: 11 Agudeza y arte de ingenio, t. II, p. 251. 12 P. 207, 223, 293-302. 13 P. 350ss. 14 P. 729. 15 P. 799. 1834

Modelos de monarcas y validos en la literatura española del siglo XVII. Rómulo. Séneca y Nerón

y crustumano;16 a un sabino,17 a las mujeres sabinas,18 al pueblo de Veyes,19 al pueblo romano.20 Malvezzi adapta los acontecimientos narrados por Livio, de modo progresivamente más sucinto, y los comenta, añade largos discursos inexistentes en Livio, atribuidos a un hombre sabino21 y a Tacio.22 Y amplía el de las mujeres sabinas, que acompaña de un extenso comentario relativo a la conveniencia de pactar y de la conveniencia de matrimonios entre extranjeros (1148-1170). Tras un párrafo que adapta una línea de Livio (1.13.4): Titvs Livivs

Malvezzi

Mouet res cum multitudinem tum duces; silentium et repentina fit quies; inde ad foedus faciendum duces prodeunt.

1171 Cessando el rumor, tratan el un capitán y el otro de medios por hazerse amigos juntamente, y como no solo el enojo, pero aun más la ambición de mandar tuvo parte en la guerra, assi tambien tuvo lugar en la paz.

sigue el comentario: ¡O engaño de los hombres que la ansia de dominio hazen que parezca necessidad de vengança! Muy diferente es la ocasión verdadera de la aparente. Aquella buelve el pensamiento contra el estado, contra las personas; la una, después de cualquier desahogo, como fundado en el ayre, se desvanece; la otra siempre está obstinada; buélvese herencia en los sucessores, crece en logro de sus pensamientos, el fin la sirve de principio, tal vez se buelve medio, y para tal ansia es muy angosto el mundo. Somos nosotros ruina de nuestros deseos, pues impedimos el fin de quererlos conseguir, y en el más humano afecto inhumanos, matamos por dominar aquella gente que muerta no puede ser vencida. ¿Qué otra passión se halla en los hombres a quien suceda que procurando descansar se pierda parte de lo mismo en que puede descansar? Fue puesto en todos este afecto por bolver trabajoso a uno solo el imperio de todos, y por ventura no bastaría, si cada uno no le impidiesse en sí mismo, facilitando, con el vencer, el ser vencido. 16

P. 902 y 981. P. 1064 y 1084. 18 P. 1119. 19 P. 1364. 20 P. 1375 y 1390. 21 P. 729 [Los pueblos bajo el mando de Tacio se reunen]: “donde, junto el Consejo, podemos creer que uno de los que en el juego fueron burlados habló de esta manera...”. 22 P. 801: “Luego que este (sc. el hombre sabino) acabó de hablar, podemos creer que Tito Tacio respondió de este modo...”. 17

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Nuestro mismo cuerpo, mientras procuramos que viva, le acercamos a la muerte, no sabiendo tampoco en esto vencer los enemigos sin pérdida de los amigos. La vitoria que de los males se tiene con las medicinas, sempre nos debilita; y finalmente con tanta facilidad perdemos alguna vez, como otra con violencia quedamos vitoriosos. Aquella fuerça con que se conquistan los estados, conviene tener para guardarlos. Los pueblos que con sangre vencen, con la sujeción sujetan al vencedor, en la obediencia impiden el dominio, en la pérdida detienen la vitoria. Por esto no son eternas las cosas debaxo de la luna; porque todos los que hazen, venciendo, pierden, y haziendo, padecen. Dichosos se pueden llamar aquellos príncipes que heredan los estados; sagazes aquellos, que hallándolos llenos de mal contentos, dulcemente se introduzen; felicissimos aquellos que sin derramar sangre, con sola la reputación, o con semejante modo, se hazen señores; estos, a manera de ríos, quanto más van, más crecen; donde aquellos que adquieren con la violencia, pierden con la fuerça la fuerça; a semejança de las abejas, quedan sin armas en hiriendo a otro.

Me he permitido transcribir completo el comentario porque es una muestra aplicable a la gran mayoría de ellos. Alejados de la figura de Rómulo, suponen un intento de adoctrinar al Hombre y, más en concreto, al Príncipe. Partir del relato de Livio sobre los primeros tiempos de Roma implica aceptar que Tito Livio no escribió una biografía de Rómulo, sino una historia de Roma durante el reinado de su primer Rey. En esta historia acontecimientos y personajes varios adquieren protagonismo con independencia de Rómulo, el monarca; Livio destaca las intervenciones directas de Rómulo en las ocasiones en que su persona es imprescindible en el relato. Ni siquiera su intervención como agente de la acción lleva aparejado un comentario relativo a su persona, sino a la acción o decisión tomada, comentario que adopta la figura de aforismos. El protagonismo de Rómulo se da en los pasajes referidos a la fundación de Roma, o siempre que el acontecimiento depende de la voluntad real: rituales en honor a Hércules, creación del Senado y de las leyes, festival concebido para raptar a las mujeres sabinas; guerra contra los pueblos vecinos. Interesante en ese sentido es la presencia en Malvezzi del discurso de Rómulo, no existente en Livio, dentro del comentario a esos pueblos (9941061), el rechazo del ataque a Roma, y la renovación de la tregua con los latinos. Tiene el mismo contenido que un comento. Considerar biografía una sucesión de pasajes livianos referentes a la historia de Roma durante el reinado de Rómulo es una opción, que bajo el nombre de “biografía política” ha sido aceptada como la designación menos inadecuada para el subgénero que esta obra representa. Sin embargo, que tal no era la opinión en el siglo XVII viene a demostrarlo la idea que lleva a catalogarlo dentro de un apartado titulado “materias de Estado” y dentro de él en una sección titulada “Gobierno y Estado”, es decir, al lado de los tratados 1836

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de “teoría política”.23 Y es que, en realidad, en el Rómulo Malvezzi selecciona de la historia de Livio los pasajes en función de las conclusiones que de ellos puedan abstraerse para el presente. La elección de Rómulo, tan distante en el tiempo, queda explícita en su presentación al lector: Los hechos de los príncipes tienen antes otro cualquier semblante que el verdadero… Los hechos de los presentes no se cuentan con seguridad, ni se oyen sin peligro: se pueden siempre reverenciar, y nunca se pueden juzgar.

La vida de Rómulo le interesa en la medida en que tipológicamente pueda ser representativa de una forma de ejercer el poder, formas que no cambian del pasado al presente. Como él mismo dice al final del prólogo, cada uno de los reyes romanos debe servir para simbolizar los rasgos, positivos y negativos, que acompañan al soberano: “el valor de Rómulo, la piedad de Numa, la fiereza de Tulio, la bondad de Anco, la sagacidad de Lucumón y la impiedad de Tarquino”. Alejándose del presente en el argumento escogido, la exposición de la vida de unos reyes de Roma, le permite presentar los rasgos de que se reviste o puede revestirse la Monarquía en cualquier lugar y en cualquier momento gracias a los comentarios que siguen a los datos tomados de Livio. Como él mismo dice en su prólogo: “Escribiré del siglo pasado para el presente… Escribiré más del Hombre, que de tal hombre; porque este muere y aquel vive”. Recurrir a lo concreto, a personajes “reales”, no es más que un pretexto sobre el que tejer su idea del Hombre; escribir sobre monarcas concretos, un pretexto sobre el que desarrollar sus ideas sobre la Monarquía. Frente a la idea de escribir en el presente para hablar sobre el pasado, se impone su contrario: escribir sobre el pasado para hablar del presente. Es interesante el juicio de Quevedo hablando de su Rómulo: “Con tal diligencia le ha descifrado (sc. Rómulo) el Marqués, que si, como él le ha sabido escribir en su muerte, le hubieran sabido penetrar en su vida, ni él reinara, ni su hermano muriera: tanto vale el interior ignorado”.24 Ahora bien, lo que descifra Malvezzi, en mi opinión, no es el interior de Rómulo, sino el interior de cualquier monarca que fundamente su reinado sobre esas mismas bases. Rómulo monarca: tanto daría su trayectoria vital, con tal de poder atribuir su comportamiento a su condición de gobernante absoluto. El análisis se engulle unos datos históricos sin interés para Malvezzi, dando paso a una especie de ensayo, que sería válido sin el apoyo de los sucesos sobre los que simula sustentarse. En realidad quien lee el Rómulo del Marqués aprehende del personaje individualizado lo que le daría, de modo mucho más amplio en lo que concierne a datos, la lectura de Livio; en contrapartida, los comentarios 23 24

A. Delage, “Las vidas...”, p. 69. En su introducción dirigida “A pocos”. 1837

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le introducen en el mundo del poder, siempre idéntico a sí mismo, en sus peligros y ventajas.

2. 1. 2. Juan Pablo Martir Rizo. Vida de Rómulo25 Tal y como dice el autor en la presentación, dirigida a Lope de Vega, está escrita como réplica al Rómulo de Malvezzi: La alabanza con exceso que vi dar a un grande ingenio al Rómulo del marqués Virgilio me dio a mi motivos para escribir su vida, por ver si había en España quien la pudiese igualar… Bien sé que corro riesgo en el juicio que se ha de hacer de ambos libros: si hubiera leído el del marqués, por apartarme de lo que él había dicho, y no le leyendo (como es cierto que no le he visto), porque si me encuentro en el concepto o juicio, está la sospecha contra mí de que le he hurtado sus sentencias.

Su lectura deja la impresión de que su afirmación de no haber leído a Malvezzi es verosímil, puesto que el tipo de vida que nos ofrece se aleja del Marqués Virgilio en estilo y concepción. En efecto, sigue el esquema que antes ha seguido en La Vida de Séneca, no renuncia a él. Tomando como soporte el libro I de Livio, lo expone de un modo propio, como una historia ininterrumpida, introduciendo opiniones personales sobre algunas cuestiones que responden a la distinta visión de los hechos que provoca la distancia en el tiempo. Como Malvezzi, aunque en mucha menor proporción, expone sus ideas de tipo filosófico en una línea claramente senecana. Pero, a diferencia de Malvezzi, esas ideas no rompen el hilo de la narración, sino que forman parte de ella, puesto que la relación con el texto es muy marcada. Y así, cuando refiere la muerte de Remo, su comentario, bajo la fórmula de atribución a otros –después insertará otro como propio–, dice: Decían que el deseo de reinar de Rómulo había quitado la vida a Remo, y no la voluntad de la observancia de sus preceptos: que esto había sido disimular el delito, pero no cometerle, que hay diferencia entre la justicia y la crueldad y Rómulo no había procedido como justiciero, pues no oyó la disculpa del hermano ni la razón que tuvo para salir fuera de los muros de la nueva ciudad, sino como ambicioso, siendo el propio ministro de la crueldad, de que deben siempre los príncipes abstenerse; q u e e n e l promulgar las leyes no han de ser tan rigurosos que los remedios sean más graves que los mismos delitos, que no han de mirar el bien de uno solo o de pocos, sino de toda la república, siendo las leyes encaminadas al fin que se juzga s e r m a s p r o v e c h o s o p a r a l a c i u d a d y p a r a e l E s t a d o , mas que 25 Juan Pablo Martir Rizo, Norte de príncipes y Vida de Rómulo. Edición, estudio preliminar y notas de J. A. Maravall, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1945. Norte de príncipes se editó en Madrid (1626) y la Vida de Rómulo, también en Madrid (1633).

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Rómulo antes miró su seguridad que al bien público, y que así no se podía tener buen concepto del Príncipe que en los principios de su gobierno bañó las manos en la sangre del hermano, que tenía tanto derecho al reino, que aun los dioses no supieron declarar la duda que había en ello.

Si atendemos a la cursiva observamos que Rizo procura que las ideas generales expuestas en la parte central (espaciado) vayan rodeadas de los datos que las han provocado: la acción de Remo al infringir la prohibición de traspasar las murallas de la nueva ciudad, acción que provoca la reacción de Rómulo. El lector no puede perder de vista el nexo existente entre las elucubraciones sobre el poder y el hecho que las ha provocado. La comparación con el Rómulo de Malvezzi deja patente la diferencia. Y nada menos publicó que perdiesse la vida, passando con desprecio los muros fabricados por el hermano. Remo con aquella acción o se declaró ser príncipe, si pretendió no estar sujeto a la ley, o de querer quitar al otro el principado si se burló de la ley. La inobediencia es diferente del desprecio: la una mira a la institución, la otra al instituydor. Quien la quebranta en secreto dexa salva la reputación del que la hizo. Quien la quebranta en publico tiene más intento de ofender al príncipe, que a la ley. Los errores motivados de otro qualquier afecto pueden ser grandes u pequeños. Aquellos que tienen por motor el desprecio siempre son gigantes: los unos miran al útil de los súbditos, y es bien castigarlos; los otros la magestad del señor, y es necesario corregirlos. Es el respeto la alma de la señoría. Es un cadáber, no príncipe, el que cae en el desprecio.

A ello hay que añadir una segunda observación: el foco del breve relato cambia: Remo en Malvezzi, Rómulo en Martir Rizo. La culpabilidad del hecho recae en Malvezzi sobre quien desprecia: Remo; Rizo prefiere hacer recaer la atención sobre la persona que tiene el poder: Rómulo. Tratamiento distinto, pero también perspectiva distinta: a la responsabilidad de quien comete la ofensa, Rizo sustituye la necesidad de control por parte de quien la recibe, postura claramente senecana.

3. Séneca y Nerón La fortuna de Séneca en la literatura del siglo XVII español reviste distintas facetas, que partiendo de una atención centrada en aspectos filosófico-religiosos desembocan en la fusión con el pensamiento neo-estoico que impregna en gran medida la ideología de este siglo y que en España, en la figura de Séneca, llegó de la mano de Justo Lipsio (1547-1606) y tuvo un fuerte arraigo.26 26

Para un panorama amplio de la recepción de Séneca en el siglo XVII en España, véase K. A. Blüher, Séneca en España. Investigaciones sobre la recepción de Séneca en España desde el 1839

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Muestra del entusiasmo por este aspecto de los escritos senecanos la tenemos en Pedro Fernández Navarrete; sus traducciones de casi todos los diálogos de Séneca (1626), del De beneficiis (1629) parecen responder a un interés político, algo que se deduce de la naturaleza del resto de sus escritos y que confirma la dedicatoria de los diálogos al Conde Duque de Olivares. De la conjunción de ambos elementos: valoración del problema político relacionado con el poder del valido e interés por la biografía, surge la atención prestada a la figura de Séneca en el campo de lo que llamaremos por el momento biografía, aun a sabiendas de que no es un término preciso. En efecto, más allá de la expansión del tacitismo y su influencia sobre la interpretación de Séneca desde un punto de vista político, hay un factor determinante en su elección como objeto de biografía: su condición de maestro y consejero de Nerón.

3. 1. Juan Pablo Mártir Rizo La Vida de Séneca de Juan Pablo Martyr Rizo (1625)27 es anterior al Rómulo de Malvezzi (1629). Está dedicada a Lorenzo Ramírez de Prado, del Consejo de Felipe IV. La elección de Séneca es lógica partiendo de dos factores: la importancia que en el siglo XVII adquiere la figura de los Ministros del rey, y la popularidad de Séneca, en su calidad de preceptor de Nerón y del prestigio que alcanza a través de Justo Lipsio. Que tales son las razones que motivan la atención a la figura de Séneca es obvio. Aunque no entra a formar parte del título el vínculo existente entre Séneca y Nerón, eso no es obstáculo para que, desde el arranque de la obrita la cuestión se centre en la relación gobernante/ministros. Ya al comienzo de la Historia de la Vida de L. A. Seneca español dice: Quien viera a Nerón que tenia por maestro a Seneca, ninguno le juzgara sino por Principe perfeto, y verdaderamente que lo fue en los principios de su Imperio, cuando reduzido a la educacion deste varon gouernò al mundo.

Los Ministros son indicio de la bondad o maldad del Príncipe y así es la figura de Séneca la que muestra la rectitud del gobierno mientras se mantiene como consejero, y es su desaparición como tal la que confirma la degradación del Monarca. Séneca no cambia, cambia el comportamiento del Príncipe. La vida de Séneca interesa en cuanto que “ministro” de Nerón; ha sido seleccionado por esta razón y no por su condición de literato o filósofo o simplemente personaje de interés global. De manera que los datos sobre su vida proceden más bien de una tradición basada en fuentes distintas siglo XIII hasta el siglo XVII, Madrid, Gredos, 1983, pp. 333-586. 27 Historia de la vida de Lucio Anneo Séneca español, autor Iuan Pablo Martyr Rizo, nieto de don Pedro Martyr de Angleria, En Madrid, por Iuan Delgado, año m. dc. xxv. 1840

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–desde Tácito hasta Dión Casio–, y aceptados indiscriminadamente porque lo que importa no es la verdad histórica, sino la oportunidad que esos datos proporcionan para elaborar el comentario que los acompaña.28 No interesa Séneca sino una faceta de Séneca subordinada a una idea: la de la necesidad o no de validos. Cuando hablo de la verdad histórica no me estoy refiriendo a nuestra noción actual de la misma, sino al concepto que de la verdad histórica de una realidad tan lejana como la Roma de Séneca podía tenerse en el siglo XVII. Livio, Tácito, Dión Casio representan para el autor del XVII la verdad, y es la verosimilitud o el objetivo perseguido por los autores lo que lleva a optar por una u otra versión de los hechos, en caso de que existan diferentes versiones. Así pues, hay que entender que el manejo de las obras en los autores que estudiamos no responde a un análisis real, sino que los datos que las fuentes proporcionan se aceptan, sin cuestionar lo que de verdad o no encierran, debido a ignorancia o modificación consciente de los hechos por parte de quien los transmite. Lo que sí es interesante es que, aun cuando su concepto de la verdad histórica suponga una utilización de los textos algo caprichosa, Rizo conoce bien cuáles son los principios de escritura sobre los que se basa la historia antigua: su condición de género literario atento a unas normas propias, entre las cuales destaca la inclusión de discursos, ficticios por lo general.29 El sistema expositivo difiere del descrito para Malvezzi. Se parte de una narración de los hechos relativamente extensa, atendiendo a una u otra fuente pero desarrollada de acuerdo con su propio estilo; en ocasiones incluye noticias tan peregrinas como el origen de la condición de eques de Séneca padre gracias a su actuación como mediador entre una Córdoba enfrentada a Roma y Tiberio. Unas veces, a esa exposición siguen –en ocasiones se integran– las ideas que el relato suscita en el autor. La amplitud de estas observaciones va aumentando a medida que el relato se centra en la relación maestro/discípulo y posteriormente ministro/monarca. Otras veces, la exposición de las reflexiones que suscitan los datos biográficos se transforma en un discurso que las traslada al lector, al tiempo que intenta transmitir un bosquejo del carácter del personaje en cuya boca pone el discurso. Los discursos están atribuidos a personajes principales, pero también los hay secundarios, como el Curcio Rufo que intercede ante Claudio para que procure a Séneca un lugar en Palacio. De hecho, la persistencia del discurso dentro de las vidas individuales, como sucedía en el caso de Malvezzi, 28 29

Cf. M, “Quevedo lector...”, cit. n. 1. También Malvezzi, en varios casos, introduce discursos de una extensión notable. 1841

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subraya la asimilación de este subgénero a la historia clásica, concediéndole idéntica categoría literaria. El discurso de Curcio Rufo ante Claudio puede ser un buen ejemplo. Está en estilo indirecto, como la mayoría: Que conuenia al Estado para conseruacion del que posseia, la comunicacion de Seneca”, dixo, “Que el premiar es superior virtud haze a los hombres amadores della, Que el dar premios a los vicios los aflige y desconsuela, Que los malos Principes desean ver a los hombres nobles, que son sus subditos, viciosos, no virtuosos, porque los viciosos son semejantes a sus costumbres, y dispuestos a sus ordenes, pero los sabios y buenos aman y honran los hombres doctos y virtuosos, como por lo contrario los ignorantes aborrecen a los prudentes y de buenas letras, Que por esto no los honran ni admiten en sus Consejos, antes los tienen apartados de si, porque no sean arbitros de sus acciones, de donde resulta la destruycion del Principado, Que por esto deue el Superior remitir el gouierno de los subditos, no a sus mas familiares, sino a los que tiene conocidos por mejores, Que en el libro particular (que es razon tener) han de estar los nombres de los hombres benemeritos para ascender al Magistrado, valiendose de la summa autoridad que tiene en fauorecer y engrandecer a los dignos, y no para viuir desenfrenadamente y con seguridad, Que el conseruar Iulio Cesar el dominio procedio de amparar los hombres virtuosos.

No existe mucha diferencia de contenido respecto a las glosas malvezzianas, pero sí existe una diferencia marcada en lo que atañe al procedimiento literario. Rizo se manifiesta conservador respecto a las normas de la historia que permiten la inserción de discursos, Malvezzi es renovador en cuanto que establece una dicotomía entre los datos que proporciona la historia –con independencia de la selección y adaptación que de ellos hace– y sus reflexiones personales. En este punto hay que decir que ambos introducen en la exposición, de manera evidente, reflexiones propias que aspiran a extraer consecuencias universales de hechos concretos; Rizo disimula su vinculación a los pensamientos atribuyéndolos con frecuencia a otros personajes, Malvezzi los expone de manera directa, de modo menos hábil dentro de los preceptos que afectan a la escritura de la historia y podríamos decir que creando así una biografía formalmente no biográfica. Ninguno de los dos pretende escribir una “biografía histórica”, pero Rizo mantiene el soporte formal, mientras que Malvezzi lo destruye, aun cuando ambos aspiran a hacer literatura. Dicho esto, hay que interpretar el éxito de Malvezzi sobre Mártir Rizo no desde la historia, sino desde la literatura. El Marqués renuncia a los datos en beneficio del comentario y lo transforma en una pieza retórica revolucionaria

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en su momento, ligada al genus demonstratiuum de manera abierta, pero en la línea estilística de Séneca y Tácito adoptada por Justo Lipsio.30

3. 2. Fernández de Heredia Posterior a Malvezzi y Rizo es el Seneca y Nerón de Fernández de Heredia, que se publicó en 1642 bajo el nombre de Fernando Alvaro Díez de Aux y Granada, dedicado al Conde-Duque, y en una segunda impresión en 1680 ya bajo su nombre y dedicado al Duque de Medinaceli, Juan Francisco de la Cerda Enríquez, valido de Carlos II; cambia la persona, pero no el cargo, y desaparece la dedicatoria. Su intención de seguir la línea iniciada por Malvezzi se pone de manifiesto ya en el prólogo destinado Al que leyere: Escriuir a Seneca parece presunción, discurrir a Seneca locura; yo no lo estudiè para la ambicion, no le copio para la vanidad, escriuo por aprehender, no por enseñar... Pienso en estudiar otra vez a S e n e c a s u i n t e r i o r , d i g o , n o s u s p a s s o s m a s q u e s u v i d a , lo que quiso en ella…31

La estructura del texto es en apariencia una imitación evidente de Malvezzi, partiendo de una diferencia: la ausencia de un texto base concreto. O sea, las breves entradas, procedentes de fuentes no identificadas por el autor, dan paso a largas exposiciones. Ahora bien, al contrario de lo que sucedía en el Rómulo, todas ellas tienen como objeto a Séneca, sea directa o indirectamente. Séneca, su vida, es el eje del relato. Los acontecimientos del periodo en que vivió, en los que no interviene, no merecen atención, como tampoco personajes o colectividades coetáneos. Es precisamente este factor el que lo aleja de modo más claro del modelo de Malvezzi, pues si bien los desarrollos a cada entrada incluyen los acontecimientos coincidentes con la actuación concreta de Séneca, siempre están provocados por su relación con el filósofo romano.32 Si la brevedad de la entrada coincide con la de Malvezzi, su relación con los desarrollos que siguen no son comparables. Las entradas cumplen una función de indicación de datos que giran siempre en torno, como decimos, a la vida de Séneca. Los comentarios a que dan paso las entradas, con excepción de los casos en que la realidad política no interesa al epígrafe, son hasta cierto punto independientes de las noticias concretas que se anuncian en el epígrafe que figura como título del capítulo. 30

Cf. M. Fumaroli, L’age de l’éloquence, Paris, Albin Michel, 1994 (=1980), pp. 217-219. Es inevitable no pensar en una recuperación del “interior ignorado” de Francisco de Quevedo en su presentación A pocos de su traducción de Malvezzi. 32 Incluso los pocos que escapan a esta norma deben su presencia a las consecuencias que le acarrean. 31

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La entrada 1, es un caso evidente de lo que acabo de decir: a un dato concerniente a Séneca acompaña una reflexión genérica: Dize Séneca que uino en edad de Agusto a Roma, tan niño que lo arrullaua entre sus brazos su tia Paulina, y en ellos lo cariciauan sus padres.

Aquella mudanza que se da a las tiernas plantas, suele ser causa de su eminencia. En otra edad yo no creo que los hombres que no han peregrinado, sean profundamente doctos, porque viuen sin experiencia, no son venerados, porque su misma patria lo estorua despuès de su nacimiento, no seran felices en ella, do crecen las ofensas de la ignorancia propia à vista de los descuellos de la ciencia.

Sin embargo, la entrada 2 da pie a un extenso relato del enfrentamiento entre los cordobeses y Roma, relacionado con la hipótesis emitida por “otros” que le atribuyen una época más tardía a fin de poder asignar a Séneca la embajada a Tiberio que logra el perdón para Córdoba. Otros dizen, que de mas edad lo conduce Eneo Seneca su padre a Roma, embiado à Tiberio a escusar la rebelion de su Patria Cordoba.

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/7/... Los Cordoueses eran recien vencidos, lleuaban mal la servidumbre, y peor el desprecio; estauan enseñados a combatir, no adular; a ser señores, no siervos; tuuieron en cuidado a Roma, y ya que la fuerça los reduxo a subditos, tenian horror al nombre de esclauos: es graue desdicha adorar los pies del contrario incomparable ser hollado de ellos, y,

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sumamente mas ser el oprobio de sus plantas. Las mayores resoluciones salen de los mayores aprietos.[...] /8/...Tiberio los condena. Vense los de Cordoua amenazados de Roma; saben que un miembro pequeño no ha de preualecer contra todo el cuerpo, que la cabeza està preeminente, que della salen los sanos consejos que discurre con la sabiduria de vn Senado, que ve con los ojos de todos, que obra con las manos del mundo; remiten à la satisfacion y al ruego, lo que auian de vengar las armas, y el enojo. Desnudanse de azeros, armanse de eloquencia, a sus ar/9/ mas fian sus vidas. Eneo Seneca và a Tiberio, persuade con humildad, satisfacelo con rendimiento; no halla su seueridad como despedir sus iras; premia al Embaxador, perdona su Republica; quiere acreditarse de clemente, quando no puede seer cruel. Los tiranos bien quisieran adquirir buena fama, y hurtarle a la posteridad el ceño, con que se ha de acordar de sus obras.

Son muy escasos los párrafos de este segundo tipo, aunque inserta varios discursos suyos en estilo directo. A la entrada donde indica la condición de consejero de Nerón le añade observaciones de carácter sentencioso, verdades abstractas: 31 Enseñaua Seneca à Neron, Agripina autorizaua a Seneca, no por darle autoridad, sino por depositarla en èl, para valerse della.

No es termino de lo sabio lo ignominioso de aquello que no se puede ejecutar, es /32/ docto el oluido, es venturosa la ignorancia. La ciencia nunca es peligrosa prudente, pierden los hombres por arrojados, lo que adquirieron por eruditos. Ni es vn executar, y entender, porque se diferencia preuenir, y obrar.

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Se corresponden otras en que las conclusiones derivan hacia la importancia del valido para un monarca y la mejor administración del reino: 66... Solo Seneca preuiene a Neron salga à recibir su madre, y con especie de cortesia vença su oprobio.

Esta promptitud es muy essencial doctrina del valimiento. Pero quien tendrà en la vista saber, en el aliento el executar? En el valido, todos los sentidos han de ser ojos /67/, todos oidos, todos execuciones; en vna vniuersalidad han de sobrar potencias, y no actos, no ha de ser costumbre lo arrebatado, ni la tardança del sufrimiento; alli do se llega al estremo muere el acierto.Las nueuas no esperadas de la guerra, las pondera el vulgo quando acaba de nacer; otro Cesar al estado agoniza el Pueblo.

El Séneca de Fernández de Heredia hace propias las dos partes de las entradas y también las centra en la figura de Séneca; la historia de Séneca es seguida en todos sus particulares, personales y políticos. Tanto en las entradas que sitúan los acontecimientos relacionados con Séneca, como en los desarrollos más prolijos que siguen a cada capítulo. A diferencia de Malvezzi o del Rómulo de Rizo, texto histórico y sentencias subsiguientes se han entrelazado y la biografía no se presenta como una suma de dos partes. A pesar de todo, las coincidencias con Malvezzi son innegables. Lo más llamativo en la imitación al escritor boloñés es el estilo adoptado, aunque, tal vez, lo más interesante es la matizada orientación dada al comentario. Es cierto que a imitación de Malvezzi transforma el comentario en máximas políticomorales relativas al poder pero, con mucha mayor frecuencia, las orienta hacia la necesidad que el rey tiene del valido y al adecuado comportamiento del mismo. Introduce discursos atribuidos a Séneca, a Nerón y todo ello envuelto en un estilo pretendidamente Malvezziano. Su obra parece un intento de conjugar lo clásico y lo coetáneo. Se suceden las reflexiones morales, políticas, todo ello sin abandonar el estilo sentencioso propio del momento. Incluso los discursos de que se sirve a menudo siguen este tratamiento.

3. 3. Juan de Baños Por último, Juan de Baños. Desde el prólogo que sirve de presentación al libro se presentan “los antiguos sucessos” como un “espejo en que se reforman 1846

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los animos prudentes”, para añadir a continuación, en paralelo, el ámbito al que debe aplicarse: la política. El modelo, que el autor propone en el Argumento del libro, es Séneca y seguirá la información que sobre él proporciona Tácito; las facetas de su vida que le interesan son las virtudes morales y políticas de un hombre ligado al poder: Séneca, gloria de España, es el modelo propuesto. Destaca entre las ideas vertidas en esta presentación una frase que resume adecuadamente la idea, ya presente en Malvezzi y Fernández de Heredia, de proceder por epígrafes “biográficos” que se completan con comentarios propios: Noticias que incluyen arcanos reales no se han de ostentar desnudas por lo graue del assumpto, sin asseo de los Axiomas, y porque la emulacion no las desfigure, vistiendolas otro trage ageno del que merecen, y aunque el comprehender metaphisicas no es demonstratiuo, sino congeturable… Suelen en algunos tiempos fabricarse las sospechas, mirando a lo que escriue el Autor, para que padezca èl y lo trabajado; mas tambien seràn passiones con malicia, ò ignorancia de los que juzgan según lo envenenado de sus pechos, queriendo al referir lo lo que sucediò que se apropie a mordacidad: no porque es, sino porque se quisiera que assi fuesse… El que a mirarlo llegare no juzgue, que yo lo penetre, ni aun hallandose al hazerse se sabe como es, porque el instruir modelo usual para todo lo que se lee, es mas imitacion de la naturaleça, que practica en lo dificil de tantos accidentes; embaraçandose en el credito que no sabe dar a los acasos, porque le falta esa preuencion, que no se limita por reglas generales. Parecerà a la vez conciso y obscuro el metodo, huyendo de lo vulgar, mas reparese, que esto no envilece la sciencia, antes ilustra la capacidad obligandola a remontarse, discurriendo sobre lo presente: de modo que exceda los límites aun de lo mismo, que se la propuso.

Estamos ante una observación de cierto alcance; Baños insiste en que todo escrito histórico está necesitado de interpretación y esa es la razón por la que los hechos recogidos de cualquier historiador deben ir completados por un comentario que logre darle el verdadero sentido al dato de acuerdo con la visión del presente. La finalidad es abstraer de la reflexión la verdad subyacente al relato, expresable en axiomas. Lo que en los autores anteriores era una práctica asumida, adquiere aquí forma definitiva: los sucesos van presentados por Capítulos que reciben el nombre de textos polit-históricos y numerados. En su introducción indica la fuente de la que toma los datos sobre la vida de Séneca: Tácito a cuya concisión atribuye su propio laconismo.33 33

Sin embargo, no es el laconismo lo más característico de su estilo, sino la propensión a contraposiciones, esquemas binarios, sententiae, mucho más próximo a Séneca que a Tácito. 1847

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El objetivo central consiste en narrar “una historia ocupada de atrocidad e insultos, y muertes”, a fin de que “en su horror no se siga a los Calígulas, Claudios y Nerones”. Para finalizar, el protagonismo para una historia que encaje en las características enunciadas se concede a Séneca, hijo de España, lo que unido a lo anterior hacen de la obra de Baños, más que una “biografía”, un espejo de Príncipes y validos dirigida a los “Políticos”. No quiere decir esto que las anteriores no lo fueran en parte, sino que Baños la presenta como tal. Declaración de ello en forma escueta al aludir al “espejo”, y más explícita cuando dice en el Argumento del libro: Debe hacerse un diseño de lo que fue, por si era, ò si puede ser. Pues si en el colorido Monarquico caben muchas y desiguales pinceladas, ha de concederme el Politico, que en el trasumpto de la imagen de vn Principe se permiten sino las parecidas, porque se note a su perfeccion aun el menor rasgo de lo que en otra variedad siruiera por estilo de sombra.

La “biografía” sigue en este autor un esquema claro. Séneca interesa desde un punto de vista político, como modelo moral y por su natural español. Sigue a Lipsio en los datos de la vida de Séneca, pero su modelo es Tácito; desarrolla paso a paso los incidentes de su juventud e introduce observaciones aisladas que dejan constancia de su postura, observaciones que aumentan en extensión y frecuencia, a medida que Séneca entra en escena como tutor de Nerón. Si al principio parece algo próximo a una “biografía” suetoniana, la idea se va difuminando a medida que avanza en la historia. Los discursos, propios de la historia se van multiplicando y los personajes a los que utiliza como enunciadores son múltiples: Curcio, Séneca, Mesalina, Ventidio, Silio, Agripina, Seneca… hasta el punto de que ciertas partes de la obra están cerca de lo teatral. Por primera vez encontramos, junto al pasado como “espejo”, los hechos presentes como modelo que debe seguirse o evitarse adoptando el carácter de exempla, es decir, expuestos como pequeños relatos vivos, cerrados, en los que cabe también el discurso. Relatos dentro del relato que hacen que las voces, ocasionalmente, se multipliquen, aunque sobre todas ellas destaque la del narrador que juzga y opina a cada instante, de manera directa. A cada fragmento siguen reflexiones que, aunque relacionadas con el personaje, adquieren en sí mismas entidad independiente. Sobre ello añade otra innovación: no siempre se limita a exponer los hechos y sacar conclusiones, en ocasiones emite sus ideas sobre un problema y a continuación incluye un exemplum de hechos históricos próximos. Y no siempre es perceptible la relación existente entre el pasaje comentado y el exemplum incluido, debido a la constante desviación de la noticia matriz. Ofrecemos un caso (texto ix [=x]). Baños habla de la muerte de Mesalina y la intervención de Narciso ante Nerón para que contraiga matrimonio con Agripina. Esto da lugar a un 1848

Modelos de monarcas y validos en la literatura española del siglo XVII. Rómulo. Séneca y Nerón

excursus sobre la afirmación de Calígula atribuyendo la paternidad de Agripina a Augusto y no a Agripa. La mención de este personaje le lleva a desarrollar la idea de que los gobernantes, cuando se encuentran con alguien que pueda hacerle sombra, deben deshacerse de él o integrarlo en la familia, tal como hizo Augusto con Agripa casándolo con su hija Julia; es ahí donde enlaza con el ejemplo próximo cronológicamente: 176 Por escarmiento de no acomodarse al estado presente de las cosas, perdio Carlos I de Francia a Sicilia, enterandose en su dominio D. Pedro de Aragon, casado con Doña Constanza, hija del rey Manfredo. No quiso Carlos emparentar con la familia de los Vrsinos, de quien procedio Nicolao III: quedandose despues tan ageno del conseguir aquella corona, que le priuò el Pontifice de todas las dignidades que podia tener en los estados de la Iglesia.

Hay ocasiones en que el capítulo está dedicado casi en exclusiva a exponer teorías de orden político, como sucede con el XXII. Más que una reflexión sobre los hechos de los que se pueden obtener conclusiones adecuadas en algunos casos, parece un tratado de buen gobierno para el que se ha utilizado como pretexto la vida de Séneca. En esta ocasión se ha partido del episodio de la vida de Séneca en que la muerte de Narciso supone la cólera de Agripina, que apaciguan con su intervención Burro y Séneca: 326… No digo que violente a que le siga el Principe, siendo absoluto en la soberania de el atender, y aunque no ay ley, que le obligue al consejo, por no ignorarlo tan del todo, que no sepa gouernar, siempre serà con mejor prouidencia, si consultando oyere, y a lo libre de su aluedrio juntare antes de la resolucion estas maximas. Opinion de Machiabelo fue que obrasse por su concepto el Principe sin ceñirse al sentir de sus Ministros.34 Quisole tan absoluto que ni aun errando se cediesse a aduertencias de sus inferiores, pero mejor le conuence a este autor Damian Colerio en sus Políticos, que siendo accesible el 34

Cf. Jerónimo de Zeballos, Arte real para el buen gouierno de los reyes, y principes, y de sus vasallos, En Toledo a costa de su autor, 1623, Documento VII, p. 45: “… porque siendo el príncipe criado a imagen y/p.46/semejanza de Dios para presidir a todas las cosas, no auia de estar falto del juicio, y consejo que conuiene tener para su acierto: Quia absurdum uideri potest… Pero esta opinión esta reprouada como su autor Maquiabelo: Qui male principi suasit, ut expreso alieno consilio, sua ipsius prudentiae innitatur. Al qual reprueba Damian Colerio en sus políticos, ni tampoco se deue admitir la opinión de Pedro Gregorio (1540-1597), que haze distinción en materia de recibir el Principe… (mg. de republ. 24 c.6 num.18)”. Con el último mencionado se refiere a Petrus Gregorius, De republica libri sex et viginti: in duos tomos distincti, Lyon et Pontà-Mousson, 1596. No hemos logrado averiguar la identidad de Damian Colerio, que parece confundirse con Adamo Quelerio, del cual en la pág. 43 da al margen la cita de donde ha tomado lo que dice: lib. 2 c.3 polit.. Como un solo personaje parece ser identificado por Salustiano de Dios en Geronymo de Zevallos, Arte real para el buen gobierno de los reyes y principes y de sus vasallos, Edición [facsímil] y estudio preliminar de ------, Madrid, Centro Estudios Políticos e Institucionales, 2003, en p. XCIV, n. 238. 1849

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hombre no le dio Dios la compañia para su deleite, sino para su aliuio en las aduersidades, y conocialo ser assi el Sabio Rey de Castilla en la explicacion de una de sus leyes:… Y llegando a verse cada dia tantas razones de/326/ estado donde la variedad y dificultades suyas tienen tan inciertas las salidas… y como las cosas se inuestigan por la experiencia, y congetura, mejor serà aquel, que tuuiere perfectas las dos… Visto el señor Felipe II en el trance de su muerte al Duque de Alua Don Fernando de Toledo, y agradecido en lo incompensable del fauor de aquella entereça real, quiso retornarle con estas razones el beneficio de su presencia: Tres cosas tengo que dezir a V.M., que nunca se me ofrecio negocio vuestro, que no le antepusiesse al mio. Que tuue mayor cuidado de vuestra hazienda que de la mia; y que no propuse hombre para cargo, que no fuessse el mas suficiente para èl…

Los pasajes citados son muestra del paso de la “biografía” como pretexto de reflexiones varias sobre un prototipo abstracto de poder, no necesariamente digno de imitación, a la elección de la vida de un personaje como modelo representativo del reverso del mejor Príncipe –Nerón es tratado como la imagen negativa– y la representación del mejor Valido. Juan de Baños representa una fusión de las dos fórmulas que veíamos cultivadas en un principio por Francisco de Barreda y Virgilio Malvezzi. El comentario que, en Malvezzi no guarda relación directa con la figura escogida, Rómulo, y que en Fernández de Heredia sigue esas mismas pautas de manera más mitigada, en Barreda y Baños adquiere una dimensión distinta. En Barreda el modelo escogido es Trajano, y en Baños, Séneca; y en ambos casos los personajes “biografiados” se colocan en el centro del comentario. Son sus actos el objeto directo de atención, que progresivamente puede derivar hacia la generalización teórica, coincidiendo en este último rasgo con los Espejos de Príncipes que tanta difusión tuvieron en la Edad Media. Paralelamente, el artificioso y conceptual lenguaje de Malvezzi, mantenido en Fernández de Heredia, pierde vigor en Baños y, si bien la influencia de Malvezzi sigue siendo evidente en la estructuración de la narración, el estilo pierde fuerza. La sustitución del sujeto “biografiado” consistente en un prototipo abstracto, elegido como representativo de virtudes o vicios ligados al poder, que encontramos en Malvezzi, está representado en Baños por la figura de Séneca, en su calidad de ministro al que el reinado de Nerón debe su encomiable primera parte del reinado y, en su condición de español, es adecuado para encarnar al individuo que sustituya la abstracción por la concreción. Ya no se busca un personaje que sirva de pretexto a disquisiones sobre una virtud o defecto, sino una figura que pueda encarnar directamente un prototipo de un cargo cuya importancia es decisiva: la del Valido.

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Modelos de monarcas y validos en la literatura española del siglo XVII. Rómulo. Séneca y Nerón

No cabe duda de que en España, durante el reinado de los Austrias en el XVII, la figura de Séneca se impone, no tanto por su condición de filósofo, sino como paradigma del valido. Desde un primer momento la exposición de la vida de Séneca es tomada como una simple trama sobre la que entretejer un modelo, lo cual va parejo a la posibilidad de soslayar los aspectos biográficos, personales y colocar en un primer plano consideraciones interesadas y derivadas próxima o lejanamente de los datos que proporcionan los historiadores. Pero, al igual que sucedía en el Rómulo, aunque desde perspectivas diferentes, no interesa el hombre concreto, sino lo que representa: el Valido. Séneca, en su dimensión humana desaparece para dejar el lugar a lo que se toma como representativo de su figura: el maestro-valido. Cercano a la biografía, el hecho de servirse de un texto ajeno, por lo que atañe a los datos que reconstruyen su vida, la “glosa” hace de ellos, en mayor o menor medida, un simple punto de apoyo para una interpretación volcada en una teoría del arte de gobernar por parte del Valido y subsidiaria o marginalmente, del Monarca.

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Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 1853-1868

El prefacio de las Antiquitates de Juan Annio de Viterbo: oportunidad e intención política Marc Mayer i Olivé

Universidad de Barcelona Resumen: El prefacio de las Antiquitates de Giovanni Nanni de Viterbo nos da una de las claves de su éxito a través de los tiempos: la dedicatoria a Fernando e Isabel, los Reyes Católicos. En este trabajo intentamos estudiar el contenido de este prólogo, que nos permite ver el ambiente romano en que fue generado y su intención política como aparente obra de encargo.  Palabras clave: Annio de Viterbo. Antigüedades ficticias. Reyes Católicos. Cultura europea del Renacimiento. Antonio Agustín. Ciríaco de Ancona. Abstract:The preface of the  Antiquitates  written by Giovanni Nanni of Viterbo gives us one of the keys of his success across the times: the dedication to Fernando and Isabel, the Catholic Kings. In this paper we try to study the content of this prologue that allows us to see the Roman environment in which it is generated and his political premeditation as apparently commissioned work . Keywords: Annius of Viterbo. Forged antiquities. Catholic Kings of Spain. Renaissance culture of Europe. Antonio Agustín. Ciriac of Ancona.

Giovanni Nanni, nacido en Viterbo, (ca. 1432? - 13 de noviembre de1502),1 ha pasado a la historia como uno de los grandes fabuladores de su 1 Incluso en este tema hay ya discusión ya que por una partes su lápida funeraria en Santa Maria sopra Minerva en Roma indica que murió septuagenario el 13 de noviembre de 1502, y él mismo declara en su obra haber nacido el 5 de enero de 1437. Cf. G. Baffioni, P. Mattiangeli, Annio da Viterbo, Documenti e ricerche, Roma, 1981. El Dizionario Biografico degli Italiani (vol. 77, 2012) on line (http://www.treccani.it/enciclopedia/giovanni-nanni/), s. v. “Nanni, Giovanni (Annio di Viterbo)”, a cargo de R. Fubini, mantiene esta última

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momento vital y de toda su época, aunque pudo conseguir, con indudable habilidad, burlar o, en todo caso, sembrar la duda entre sus crédulos, o interesados, contemporáneos con los textos que pretendía haber descubierto y publicado por primera vez. Su obra resulta por este motivo tan sospechosa como apasionante, y su biografía, que, como en muchos otros casos, nos es sólo parcialmente conocida, nos permite pensar, sin temor a equivocarnos, que contiene, sin duda, las claves para entender una “obra literaria” de carácter histórico de las características de la del indudablemente erudito dominico de Viterbo.2 Sus profecías basadas en la interpretación del Apocalipsis, que fueron incluso publicadas, tuvieron gran resonancia y contribuyeron a su fama.3 Sus patrañas son notables, y sólo a título de anécdota recordaremos la excavación que organizó durante una estancia del papa Borgia, o mejor Borja, Alejandro VI, en Viterbo en el año 1493; en dicha improvisada excavación y ante los ojos, seguramente atónitos, del pontífice aparecieron estatuas rápidamente identificadas con héroes de la epopeya local. Nada tiene de extraño, pues, que el mismo Alejandro VI le consultara el programa de la decoración de una estancia de los apartamentos Borgia en el Vaticano, encargada al Pinturicchio, en la que están representados Isis, Osiris y el buey Apis.4 El mismo papa lo nombró, en virtud de sus méritos, en 1499, magister Sacri Palatii, que en la práctica era el cargo que ostentaba el teólogo de la corte pontificia.5 fecha siguiendo a Edoardo Fumagalli, “Aneddoti della vita di Annio da Viterbo O.P. (I–II),” Archivum Fratrum Praedicatorum, 50 (1980), pp. 167-199. 2 Cf. R. Weiss, “Traccia per una biografia di Annio di Viterbo”, Italia medievale et umanistica, 5 (1962), pp. 425-441, con una buena bibliografía anterior; G. Baffioni, “Noterella anniana”, Studi Urbinati, 1978, pp. 61-74; O. A. Danielsson, “Annius von Viterbo über die Gründungsgeschichte Roms”, Collectanea archeologica Principi hereditario regni Sueciae Gustavo Adolpho dedicata, Lund, 1932, pp. 1-16; E. Fumagalli, “Un falso tardoquatrocentesco: lo Pseudo-Catone di Annio di Viterbo”, en Vestigia. Studi in onore di Giuseppe Billanovich, Roma, 1984, pp. 337-363. R. Fubini, Storiografia dell’umanesimo in Italia da Leonardo Bruni ad Annio di Viterbo, Roma, 2003, e id., L’umanesimo italiano e i suoi storici: origini rinascimentali, critica moderna, Milano, 2001, en ambos casos con una excelente bibliografía y un buen encuadramiento general. W. Stephens, “When Pope Noah Ruled the Etruscans: Annius of Viterbo and his Forged Antiquities”, MLN, 119. 1 (Supplement), 2004, pp. 201-223. Además A. Grafton, “Invention of Traditions and Traditions of Invention in Renaissance Europe: the Strange Case of Annius of Viterbo”, en A. Grafton, A. Blair (eds.), The Transmission of Culture in the Early Modern Europa, Philadelphia, 1990, pp. 8-37. 3 Por ejemplo R. Wess, “Traccia...”, pp. 428-430. 4 Cf. R. Weiss, “Traccia...”, p. 434 y K. Giehlow, “Die Hieroglyphenkunde des Humanismus in der Allegorie der Renaissance”, Jahrb. der kunsthist. Sammlungen des allerhöchsten Kaiserhauses, 32 (1915), pp. 41-46. 5 Cf. V. M. Fontana, Syllabus Magistrorum Sacri Palatii Apsotolici, Roma, 1663, pp. 120-123, nombrado el 1 de marzo del 1499; L. Taurisano, Hierarchia Ordinis Praedicatorum, vol. I, Roma, 19162, p. 49. 1854

El prefacio de las Antiquitates de Juan Annio de Viterbo: oportunidad e intención política

Hemos de destacar el hecho de que el siglo XVI6 se caracteriza por ser un siglo de grandes luces humanísticas que se combinan con una gran credulidad.7 No faltaron sin embargo grandes detractores y denunciantes de la falsedad de su obra, entre los cuales Juan Luís Vives y el padre Mariana,8 que despertó desde un principio encendidas polémicas, pero que como veremos resultaba de una gran utilidad y comodidad para demostrar un sinfín de hechos de indudable trascendencia histórica, que tenían además una indudable traducción política, de ahí la prudencia con la que se produjeron algunos desmentidos.9 La trascendencia política de las Antiquitates de Juan Annio se nos hace inmediatamente evidente a partir del hecho de que son editadas con fondos presumiblemente de la corona española proporcionados por el orator, embajador ante el solio pontificio, García Lasso de la Vega, padre del gran poeta.10 La obra, que contiene un texto falso capital para la historia de España,11 no podía ser dedicado a otros magnates distintos de los Reyes 6

Las Antiquitates, como habitual y convencionalmente se conocen los Commentaria super opera diversorum auctorum de antiquitatibus loquentium, de Juan Annio aparecen en 1498, salidas de las prensas de Eucharius Silber, por lo que su expansión e influencia principal hay que situarla en el siglo siguiente. 7 Véase como ejemplo para la duda que su obra suscita en Onofrio Panvinio y las críticas de Crinitus y de Volaterranus, J.-L. Ferrary, Onofrio Panvinio et les antiquités romaines, Roma, 1996, (CEFR, 214), pp. 69-70. 8 Véase además, por ejemplo, el portugués Gaspar Barreiros, en su obra Censura in quemdam autorem, qui sub falsa inscriptione Berosi Chaldei circumfertur, Roma, 1565. Tampoco engañó al agudo prelado de Segorbe, Juan Bautista Pérez, cf. B. Ehlers, “Juan Bautista Pérez and the Plomos de Granada: spanish humanism in the late sixteenth century”, Al-Qantara, 24 (2003), pp. 427-448, esp. p. 443; sobre estos plomos véase además J. Caro Baroja, Las falsificaciones de la Historia (en relación con la de España), Barcelona, 1991, pp. 115-149, y también M. Barrios Aguilera, M. García-Arenal (eds.), Los Plomos del Sacromonte. Invención y tesoro, Valencia, 2006. 9 También como señala, con buen tino, J.-L. Ferrary, Onofrio Panvinio…, pp. 60-70, por sus altas protecciones, entre las cuales se cuenta la de Ranuccio Farnese, padre del Papa Pablo III. 10 Cf. para el orden de los embajadores la lista que proporciona J. M. Pou y Martí, Archivo de la Embajada de España cerca de la Santa Sede. Índice analítico de los códices del Biblioteca contigua al Archivo, Roma, 1925, p. X: en 1492 son embajadores Bernardino de Carvajal, obispo de Badajoz, y Juan Ruíz de Medina, obispo de Astorga. En 1494, Garcilasso de la Vega. En 1499, Iñigo de Córdoba y Felipe Ponce. 11 Se trata de los textos que conciernen la descriptio Hispaniae y las referencias a los reges Hispaniae. Cf. J. A. Caballero López, “Annio de Viterbo y la historiografía de España del siglo XVI”, en J. M. Nieto Ibáñez (ed.), Humanismo y tradición clásica en España y América, León 2002, pp. 101-120; id., “Los griegos impostores y el famoso dominicano de Viterbo”, en J. F. Domínguez (ed.), Humanae Litterae. Estudios de Humanismo y Tradición Clásica en homenaje al profesor Gaspar Morocho Gayo, León, 2004, pp. 103-112; id. “El ‘Beroso’ de Annio de Viterbo y su presencia en las Historias de España”, Beroso. Revista de 1855

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Católicos; el privilegio de impresión le era concedido por el papa Alejandro VI el 23 de junio de 1498 y la obra veía acabada su impresión el 3 de agosto del mismo año. El gran humanista Antonio Agustín no dudó en recoger una historia que refleja la picaresca de Annio de Viterbo: Como me contava Latino Latini natural de Viterbo hombre doto y de mucha verdad, que frai Iuan Annio havia hecho esculpir ciertos caracteres en una losa, y que la hizo enterrar en una viña, la qual havia de ser cavada presto junto a Viterbo. Y cuando supo que havia cavadores en la viña les hizo cavar hazia adonde estava la losa, diziendo que el hallava en sus libros que en aquella parte havia un templo el mas antiguo del mundo: y como se cavasse hazia la losa, el primero que topo con la piedra se lo vino a dezir: y el hizo que la descubriessen poco a poco, y començo a maravillarse de sus caracteres. Y tomando copia della fue a los que tenian cargo de la ciudad, y les dixo que cumplia mucho a la honra de la ciudad que aquella piedra se pusiesse en la parte mas honrada della, porque alli estava la fundacion de Viterbo, que era dos mil años mas antigua que Romulo, pues la fundaron Isis y Osiris, y contoles sus fabulas. Y se hizo todo lo que quiso. Y desta piedra andan tambien los traslados de molde y creo que comiença, EGO. SVM. ISIS et c.

La repuesta del interlocutor en el diálogo de Agustín recuerda que Florián de Ocampo utiliza su Beroso “y que si no fuesse porque dirigio su obra a los Reyes Catolicos de immortal memoria le tendría por fabuloso”, recordando por fin la opinión de Juan Luis Vives sobre Beroso y el fraile: Alter mulget hircum, alter supponit cribrum, utilizando una expresión de Luciano;12 aún investigación y reflexión histórica sobre la Antigüedad, 11-12 (2004), pp. 81-128; id., “Beroso y Giovanni Nanni (Annius Viterbensis): modelos para el relato de los tiempos míticos en la historiografía española”, REA, 111 (2009), pp. 197-215; A. González Blanco, “A propósito de algunos mitos de la historiografía hispana y de sus fuentes”, Estudios Románicos, 6 (1989), pp. 1627-1634; J. A. Estévez Sola, “Algo más sobre los orígenes míticos de Hispania”, Habis, 24 (1993), pp. 207-218. Cf. Además M. Mayer, “Ciríaco de Ancona, Annio de Viterbo y la historiografía hispànica”, en G. Paci, S. Sconocchia (eds.), Ciriaco d’Ancona e la cultura antiquaria dell’Umanesimo, Reggio Emilia, 1998, pp. 349-357. R. B. Tate, “Mitología en la historiografía española de la Edad Media y del Renacimiento”, en id., Ensayos sobre la historiografía peninsular del siglo XV, Madrid, 1970, (Biblioteca Románica Hispánica, II Estudios y ensayos, 145), pp. 13-32, esp. 25-29. 12 Antonio Agustín, Diálogos de medallas, inscripciones y otras antigüedades, “Diálogo Onzeno. De las medallas falsas y letreros falsos, y de los que han escrito de medallas e inscriciones”, nos servimos de la reproducción facsímil de la edición primera de Tarragona 1597, publicada en Madrid 1987, pp. 447-449. Cf. M. Mayer, “Antonio Agustín entre política y humanismo: reflexiones sobre su aportación a la Epigrafía”, en J. M. Maestre, J. Pascual, L. Charlo (eds.), Humanismo y pervivencia del mundo clásico. Homenaje al profesor Antonio Fontán, vol. III, 1, Alcañiz-Madrid, 2002, pp. 359-373, esp. 367-369. Para la reacción del siglo XVIII en relación con la obra de Antonio Agustín, cf. el importante estudio de S. 1856

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así, y a pesar de las autorizadas voces disonantes, su obra tuvo un gran papel en las historias redactadas en los siglos posteriores, y no podemos dudar que sirvió también de modelo para las numerosas falsificaciones que marcan la historiografía hispánica principalmente de los siglos XVI y XVII, cuyo eco se deja sentir todavía en los siglos XVIII y XIX, y llega incluso, esporádicamente, a algunas obras, especialmente de historia local, en el siglo XX.13 El prestigio de los Reyes Católicos, a los que dedica el prefacio objeto de nuestro trabajo, pudo servir de excusa para permitirse, seguramente no siempre con buena fe, el usar los sospechosísimos datos de la obra de Juan Annio y sus falsas fuentes. El texto de Antonio Agustín que hemos recogido lo reconoce de forma evidente. Julio Caro Baroja se preguntó con razón, ante la enormidad de la creación de Annio de Viterbo, si se trataba de un crédulo, de un falsario o de un loco,14 muy posiblemente, como veremos al precisar su actitud política, de esto último tuvo poco, aunque no le faltaran buenas dosis de las otras dos características. El análisis llevado a cabo por Caro Baroja, deja ver bien claro, por otra parte, la erudición singular y el conocimiento de las fuentes de Juan Annio, que sin duda le sirvieron de cobertura para su invención. Los temas que atañen a la obra variopinta y fascinante de Juan Annio son muchos y los diversos apartados de sus Antiquitates son un exponente del mucho trabajo que resta todavía por hacer, a pesar de los esfuerzos ya realizados. No vamos, tampoco, a caer en la tentación de entrar siquiera sumariamente en estas páginas en el tratamiento de las obras perdidas de los analistas romanos que son de nuevo forjadas por Juan Annio, tal es el caso Aleixos Alapont, Humanismo y europeísmo en el pensamiento ilustrado de Gregorio Mayans i Síscar. Aproximación a través de su interés por el humanista Antonio Agustín, Valencia, 2008. 13 Así por ejemplo todavía en este siglo la Academia de Ciências de Lisboa avisa de las falsedades que contiene la obra de Annio, cf. R. Weiss, “Traccia...”, p. 430. Véase, por ejemplo, sobre el eco anterior de Juan Annio, V. Roncero López, “Las fuentes humanísticas en la historiografía quevediana. Los reyes primitivos en la ‘España defendida’”, La Perinola: Revista de investigación quevediana, 3 (1999), pp. 269-292, o bien, B. Rech, “Las Casas und die Autoritäten seiner Geschichtsschreibung”, Jahrbuch für die Geschichte Lateinamerikas (JbLA), 16 (1979), pp. 13-52. Un último caso de muy de finales del siglo XVIII es el de las Dissertazioni storiche apologetiche delle sarde Antichità scritte dall’abate Matteo Madao, Vol. I, Cagliari, 1792, donde en las pp. 7-8 dice: “possa da prima appogiare all’autorevole testimonianza di Beroso, e di Annio Viterbese domenicano, che ne postillò le opere cronologiche”, precisando que las citas las hace por medio de las ediciones de Roma de 1498 y de Lyon de 1554, y apoyándose en la autoridad del De rebus Sardeis del erudito obispo de Bosa, Giovanni Francesco Fara. Sobre el uso de Beroso en Cerdeña, véase, por ejemplo, F. Manconi, “El uso de la historia en las contiendas municipalistas de Cerdeña de la primera mitad del siglo XVII”, Pedralbes, 27 (2007), pp. 83-96. 14 J. Caro Baroja, Las falsificaciones..., pp. 49-78. 1857

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de Catón, Fabio Píctor o Sempronio,15 un tema de gran interés, sea por su contenido como por su técnica, que necesita un estudio filológico renovado. Nos limitaremos a reproducir y comentar el prólogo que antecede a las Antiquitates, tal como indica el título de nuestro trabajo, cuya enjundia y significado político queremos poner de relieve en esta ocasión. Hemos de advertir aquí que la elección del autor y de la obra dista mucho de ser casual y que se corresponde con los intereses que desde hace muchos años nos acomunan con el profesor Juan Gil a quien rendimos en esta ocasión un merecido homenaje.16 El texto que reproducimos aparece ya en la edición princeps de Roma 1498,17 que complementamos con las imágenes de una de las ediciones más frecuentes de este texto: la de Amberes realizada por la prensas de Ioannes Stelsius en 1552;18 anteriormente había aparecido a cargo del mismo impresor 15

Quizás esté en el origen de los Fragmenta historicorum collecta ab Antonio Augustino, emendata a Fulvio Vrsino… publicados en Amberes en 1595, y precisamente en el interés de Agustín de recoger estos fragmentos, Cf. J.-L. Ferrary, Onofrio Panvinio…, p. 44, sobre esta obra de Fulvio Orsini, y además para Fulvio Orsini y Antonio Agustín en relación a los fragmentos de los historiadores latinos, M. Mayer, “Nueva contribución a la tradición hispánica de la Historia Augusta, en G. Bonamente-F. Paschoud (eds.), Historiae Augustae Colloquium Perusinum, Atti dei Convegni sulla Historia Augusta, VIII, Bari, 2002, pp. 365-371. 16 Sabemos además que el profesor Juan Gil posee en su biblioteca particular un ejemplar de las Antiquitates de Juan Annio, concretamente la rara edición publicada en Lyon en 1555 por Ioannes Temporale; conocemos otra del mismo impresor de 1554. En Lyon, 1552, sale de las prensas de los Grifios otra edición de la misma obra. 17 Datada por su impresor Eucharius Silber, que precisa “alias Franck.”, en Roma “in Campo Florae” el 10 de julio de 1498, y de nuevo fechada al final de la impresión el 3 de agosto del mismo año, sexto del pontificado de Alejandro VI. Cf. para los ejemplares existentes Barcelona. Bib. Mun. Besançon 65, Bryn Mawr College. Cf. L. Hain, Repertorium bibliographicum in quo libri omnes ab arte typographica inventa usque ad annum MD typis expressi ordine alphabetico vel simpliciter enumerantur vel adcuratius recensentur, vol. I, Milano, 1948, (reimpr. de la primera ed. Stuttgart, Paris 1826-1838), p. 125, núm. 1130; W. A. Copinger, Supplement to Hain’s Repertorium Bibliographicum or Collections Towards a New Edition of That Work, Part I, Milano, 1950, ( reimpr. de la primera ed. London 1895), p. 28 núm. 1130. Gesamtkatalog der Wiegendrucke, Vol. II Alfarrabus-Arznei, Leipzig, 1926, cols. 329-337, para las obra de Annio de Viterbo, núm. 2015, cols. 330-331, para la primera edición de Roma y núm. 2016, cols. 331-332, para la edición reducida de Venecia. Ahora on-line en http://www.gesamtkatalogderwiegendrucke.de/ núms 02015 y 12016, respectivamente. Los incunables existentes en la bibliotecas españolas se recogen en Catálogo general de incunables de las Bibliotecas españolas, vol. I, Madrid 1988, con mención de 8 ejemplares de la obra que tratamos. 18 Indicaremos en nota algunas de las variantes de esta edición respecto a la princeps. Hay ejemplares de esta impresión, por ejemplo, en la Biblioteca de la Universidad de Yale, en la Biblioteca Nazionale Centrale Vittorio Emmanuele II de Roma, procedente del Collegio Romano, y que ha pasado anteriormente por el Convento de Sta. Maria en Aracoeli y por 1858

El prefacio de las Antiquitates de Juan Annio de Viterbo: oportunidad e intención política

una edición, también no excesivamente rara, en 1545, que parece tener dos capítulos menos que la posterior. La edición princeps fue reproducida, limitándose sólo a los presuntos textos de auctores vetustissimi que comentaba Juan Annio y sin el prólogo que nos ocupa, en el mismo año en Venecia;19 el texto se publicó también en Basilea, y conocemos además la existencia de una edición de París de 1515,20 una de Heidelberg de 1599 y otra de Wittenberg que data de 1612 y otra de 1659.21 La Universidad de Salamanca conserva una traducción manuscrita de los cinco libros de Beroso Caldeo.22 He aquí la transcripción del texto de dicho prólogo: Fratris Iannis Annii Viterbensis Theologiae professoris ordinis praedicatorum de commentariis Antiquitatum ad Christianissimos Hispaniae Reges Ferdinandum et consortem eius Elisabetham Epistola incipit.23 Quibus efferendi sunt laudibus reges ac principes, quibus mundus iustè disponitur, gloriosissimi simul et Christianissimi, atque Hispaniarum catholici principes Ferdinande et Elisabeth, hinc vel maxime patet, quòd cum divina historia damnet eos, qui incommunicabile nomen tribuerunt lignis et lapidibus, vocantes eos deos, tamen solis principibus id communicari non modo passa est, sed etiam ipsa cum hominibus et gentibus appellatione sua confirmavit, saepissimè deos, duces et iudices vocans. Nam exodi VII. ca. Moysen, Deum nominavit, dicens: Ego te dedi Deum Pharaoni. Et Exodi item.XXIII. Si furtum latuerit, applicabitur dominus domus ad deos. Et item alibi: Dijs non detrahes, et principem populi tui non maledicas. Et item in psalmo: Principes populorum congregati sunt cum deo Abraham: quoniam dii fortes terre vehementer elevati las manos de José. M. Fonseca de Évora, y en la Biblioteca Casanatense, también de Roma; sabemos también que ésta era la edición que poseía Thomas Jefferson. 19 Por Bernardinus Venetus, de Vitalibus. Hemos consultado el ejemplar conservado en la Biblioteca Nazionale Centrale Vittorio Emmanuele II de Roma. La autorización de edición es firmada por L. Podocatharus y data del 23 de julio de 1498. 20 Prestada por el gran estudioso Carlo Dionisotti a R. Weiss, según nos informa este último, cf. R. Weiss, “Traccia…”, p. 425, nota 3. Hay una edición de París de 1509, y existe también una de 1511 atribuida a Jean Grüninger e impresa al parecer en Estrasburgo. 21 Esta edición parece ser la última de las al menos 18 ediciones conocidas de la Antiquitates de Juan Annio hasta aquel momento. Una versión italiana apareció en Venecia en 1583 por obra de Francesco Sansovino, de la cual hemos podido encontrar un ejemplar en la Biblioteca Nazionale Centrale Vittorio Emmanuele II de Roma.. 22 Ms. 1892, del siglo XVII. Contiene además de esta traducción y la de otras obras forjadas por el fraile dominico, una defensa de Beroso y de Annio de Viterbo; cf. O. Lilao Franca, C. Castrillo González, Catálogo de los manuscritos de la Biblioteca Universitaria de Salamanca, vol. II, Manuscritos 1680-2777, Salamanca 2002, pp. 225-226. Cf. O. Kristeller, vol. IV, 600. 23 La edición de 1552 dice: Ad Ferdinandum eiusque consortem Elisabetham Christianissimos Hispaniae Reges, F. Ioannis Annij Viterbensis, in Commentaria Antiquitatum Italiae ac totius orbis, praefatio. 1859

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sunt.24 Et in alio psalmo ad principes pravos: Deus, inquit, stetit in concilio deorum: in medio autem deos ita diiudicat. Vsquequo indicatis25 iniquitatem et facies peccatorum sumitis? Et paulo post: Ego dixi dii estis: et filii excelsi omnes. Qua certè appellatione dignitati fuerunt, quòd solis ipsis quod ad deum spectat26 ius regendi atque iudicandi loca provincias, et regna, et imperia tributum est. Vnde et aurea aetate quae (teste Ovidio) cepit principio generis humani, cum nulla esset idolatria, principes iustos, appellabant deos et numina. Quod testatur Ianus apud Ovidium in primo Fastis, dicens: Tunc ego regnabam, patiens cum terra deorum Esset, et humanis numina mixta locis. Eosdem vocat iustos dicens infra: Próque metu populum, non vis sed pudor ipse regebat: Nullus erat iustis, reddere iura labor.27 Quod si ita est, quia ita est, quòd iustos principes Deus vult deos dici per communionem nominis, non per essentiam, consequens necessario est, ut in communione nominis, communes simul perfectiones, et quae omnes in nomine deitatis laudes perfectionum et qualitatum continentur, homini iusto tribuantur. Tot igitur virtutum laudibus iustus princeps procul mendacio atque adulatione potest efferri, quot cum dei nomine iusto congruere possunt: ut eum deum, iustum, prudentem, fortem, invictum, temperatum, castum, humilem, pudicum, veracem, mitem, pium in Deum, in homines subditos sollicitum, legislatorem, perturbatorem sceleratorum, amatorem et praemiatorem bonorum.28 Quod si quibus aetate nostra ex principibus merito à Deo nomen illud communicatum est, quibus utique iustius tributum est ut sint dii et numina in terra degentes, quàm christianissimis simul et gloriosissimis Hispaniarum principibus Ferdinando et Elisabeth, qui animo divino atque invicto formati, brevi tempore effecerunt; quod octingentis ferme annis maiores eorum attemptantes29 frustra enisi fuerunt? Hii enim soli tenebras à luce diviserunt, tyrannos Hispaniarum et geriones,30 tanquam semen Herculeum magna vi 24

La edición de 1552 desarrolla los diptongos oe y ae, e indica ii en la forma ij. La edición de 1552 dice iudicatis. 26 La edición de 1552 pone esta expresión entre parentesis. 27 Hemos dispuesto estas citas separadas del texto principal, tal como hace la edición de 1552, para dar mayor facilidad de lectura. 28 El texto de la edición de 1552, por error o quizás con alguna intención, posiblemente jocosa, puntúa de la forma siguiente: legislatorem, perturbatorem, sceleratorum amatorem, et praemiatorem bonorum. 29 Attentantes en la edición de 1552. 30 Geriones en la ed. de 1552. 25

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atque fortitudine substulerunt,31 latrocinantes delerunt, impios haereticos tota Hispania pepulerunt, Mauros crucis inimicos illo potentissimo regno Betico spoliaverunt, ad temperantiamque32 ac relligionem et castimoniam quoque omnes iam lapsas relligiones reduxerunt: etiam ut unico verbo omnes laudes eorum colligam33 quicquid fortitudinis, victoriae, castitatis, comitatis, prudentie, pudicitie, pietatis, sollicitudinis predicatur in Moyse duce legislatore, et David, atque sanctis priscis ducibus, hoc totum nostra etate principes christianissimi Hispaniarum, a Deo fuerunt iure assecuti. Nec ea sunt in abscondito, quae iam totus una voce personat orbis. Quid34 Hispania ferox? Pridem impiis et barbaris mixta, ad humanitatem et mores mutata est. Boni effeciuntur praemio, impiis supplicium est in promptu. Docent hec qui Rome degunt, percharissimi familiares ipsis regibus Reverendiss(imus)D(ominus) Ber(nardinus)35 Carvaial, cardinalis sanctae Crucis: et eorum orator illustris dominus36 Garsias Lassus. Nam alter inter cardinales, ut inter stellas luna minores, fulget doctrina, vita, litteris, moribus pietate. Alter vero etiam litteratis semper immixtus, et iustis atque religiosis, tam moratus est, ut eum veluti alterum Catonem venerentur: tam iustus et plenus castimoniae atque relligionis, ut undique in se omnium animos simul et oculos convertat. Non igitur mirum, si tales servitores atque enutriti regia domo tales principes habent, qui universum orbem illuminant, et veluti dii, ac vera numina sint et dicantur. Quales domini (inquit Chrysostomus) tales et servi. Quam ob rem ipse incognitus facie principibus christianissimis, virtute vero toti orbi notissimis, dicavi opera mea antiquitatum: non quod iam senex Theologiam professus his studeam, sed quod e sepulchris et infernis fucinis absconsa, et primum e latebris educta, et in lucem prodita, eo tempore quo Beticae regno potiti estis, iure Beticis victoribus regibus primum dicata sunt. Donum quidem minimum ex parte mei efferentis,37 sed maximum ex parte auctorum, et eos suscipientium principum, quos christianissimos deus sublimis et altissimus in dies feliciores, et altiores efficiat: ad felicem38 statum christianorum et ecclesiae sanctae dei. Amen.

El prólogo que hemos recogido tiene una datación precisa y concreta, ya que no sólo nos informa de ella el colofón de su impresor y anteriormente el privilegio de impresión, sino que el contenido del mismo texto y los personajes citados nos proporcionan una precisión cronológica interna del mayor interés. 31

Sustulerunt en la ed. de 1552. Temperantiam en la edición de 1552. 33 Expresión entre parénteis en la edición de 1552. 34 Quod en la ed. de 1552. 35 Bernard(inus) en la edición de 1552. 36 D(ominus) en la ed. de 1552. 37 Offerentis en la ed. de 1552. 38 Foelicem en la ed. de 1552. 32

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Así cita en el prólogo a Garsias Lassus embajador, orator, de los Reyes Católicos y a Bernard(inus) de Carvaial, cardinalis sanctae Crucis. Como hemos hecho ya mención del primero debemos precisar que se trata en este último caso de Bernardino de Carvajal, obispo de Cartagena, creado cardenal en 1493 junto con César Borja, a la sazón arzobispo de Valencia, ambos evidentemente muy cercanos a Alejandro VI, cuyo pontificado duró hasta 1503. Pero quizás sea más útil describir la estructura de esta praefatio, que no dudamos en calificar de ditirámbica. Del Antiguo Testamento recoge Juan Annio los pasajes en que los reyes son igualados a los dioses, que refuerza con los Fastos de Ovidio; las salvedades y reservas que intercala no empecen el resultado de su razonamiento, que repetirá en Ringkomposition al final del proemio. Aunque la esencia no sea la misma hay en los monarcas una comunión con lo divino y con sus perfecciones, especialmente cuando se trata de reyes cristianos y justos como Fernando e Isabel. El sobrepujamiento continua con la afirmación: Hij enim soli tenebras à luce diviserunt; y las causas no podían ser otra que: latrocinantes delerunt, impios haereticos tota Hispania pepulerunt, Mauros crucis inimicos illo potentissimo regno Baetico spoliaverunt, ad temperantiam ac relligionem et castimoniam quoque omnes iam lapsas relligiones reduxerunt; es decir, conquista de Granada, expulsión de los judíos e Inquisición, que en opinión de Juan Annio los sitúa en un nivel mítico: tyrannos Hispaniarum et Geriones, tanquam semen Herculeum magna vi atque fortitudinem sustulerunt. La siguiente comparación, que pone en paralelo a los Reyes Católicos con Moisés y David, no ha pasado por alto a la crítica, que no duda en contrastar, con razón, el aserto de Annio con la expulsión de los judíos en 1492 y con la toma de Granada.39 La loa sigue con la mención de la que ya nos hemos hecho eco de Bernardino de Carvajal y de García Lasso, los fautores del prólogo dedicado a sus reyes y protectores de su obra,40 con un elogio encendido del uno y del otro. Del primero afirma: Nam alter inter cardinales, ut inter stellas luna minores, fulget doctrina, vita, litteris, moribus pietate; del segundo: Alter verò etiam litteratis semper immixtus, et iustis atque religiosis, tam moratus est, ut cum veluti alterum Catonem venerentur: tam iustus et plenus castimoniae atque relligionis, ut undique in se omnium animos simul et oculos convertat.

39 Así J. N. Hillgarth, The mirror of Spain, 1500-1700: the formation of a myth, Ann Arbor, Mi., 2000, p. 164, nota 16. 40 Cf. E. N. Tigerstedt, “Johannes Annius and Graecia mendax”, en Ch. Henderson (ed.) ,Classical, Medieval and Renaissance Studies in Honour of Berthold Louis Ullman, vol. II, Roma, 1964, pp. 293-510, esp. p. 308.

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El primero es brillante como la Luna entre las estrelllas menores, el segundo un nuevo Catón. No podía ser de otra manera como concluye su razonamiento, citando a san Juan Crisóstomo: Quales domini (inquit Chrysostomus) tales et servi. Evidentemente tales señores no podían tener otro tipo de familiares y representantes a su servicio. Reiterar las causas de la dedicación de su obra por encima de su propio interés personal es un elemento indispensable en un caso como este y así los hace Juan Annio al reiterar: Quam ob rem ipse incognitus facie principibus Christianissimis, virtute verò toti orbi notissimis, dicavi opera mea antiquitatum: non quòd iam senex Theologiam professus his studeam, sed quòd è sepulchris et infernis fucinis absconsa, et primum è latebras educta, et in lucem prodita, eo tempore quo Baeticae regno potiti estis, iure Baeticis victoribus regibus dicata sunt.

No puede faltar a continuación un intento bien construido de legitimar su obra, o, si se quiere, la falsedad de ella: Donum quidem minimum ex parte mei offerentis, sed maximum ex parte auctorum, et eos suscipientium principum, quos Christianissimos Deus sublimis et altissimus in dies feliciores, et altiores efficiat, y todo ello ad foelicem statum christianorum et ecclesiae sanctae Dei. No podemos cerrar nosotros nuestro comentario con el Amen con el que cierra Juan Annio su prefacio, pero deberemos convenir en que resulta bien logrado, políticamente adecuado y oportuno, y, seguramente, a satisfacción tanto de quienes se lo encargaron como de los destinatarios. No sabemos hasta qué punto este prólogo, que se inscribe en la propaganda querida y buscada por los Reyes Católicos en su campaña de conseguir prestigio (pensemos en el papel oficioso al respecto de historiadores como Pedro Mártir de Anglería o del mismo Antonio de Nebrija), y de ser aceptados universalmente como tales, pero en todo caso su formulación no podía resultar más inspirada: Nec ea sunt in abscondito, quae iam totus una voce personat orbis, quod Hispania ferox, pridem impijs et barbaris mixta, ad humanitatem et mores mutata est.

Incluso la propia denominación de Reyes Católicos aparece ya claramente señalada: gloriosissimi simul et Christianissimi, atque Hispaniarum catholici principes Ferdinande et Elisabeth. No actuarán diversamente los reyes de Portugal, también en un momento de expansión, que ven, además, con evidente prevención, a pesar de sus continuadas alianzas matrimoniales, el crecimiento de la monarquía de los Reyes Católicos y el aumentado poder de Castilla. En este panorama debe de situarse el prefacio que hemos comentado, que no resulta excepcional más que por la singular y controvertida obra que antecede, ya que son numerosos los eruditos italianos que servirán o intentarán favorecer los intereses y el prestigio de los reyes de ambos reinos. 1863

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Un último aspecto puede llamarnos la atención: lo escolar y reiterativo de la lengua del prólogo, las frecuentes repeticiones y la ausencia de variationes. Las largas secuencias de adjetivos y la repetición de los mismos que contribuye a dar una apariencia de ejercicio de vocabulario, la sintaxis resulta también poco articulada y cercana en suma a la lengua vulgar. La pregunta viene por sí sola: ¿pretende Juan Annio que su prólogo llegue en realidad a sus destinatarios y sea leído por éstos, de aquí su simplicidad y didactismo combinado con una irrefrenable lisonja, o bien cumple un encargo siguiendo instrucciones con el mínimo esfuerzo? No sabremos nunca cuál es la respuesta, ni si cuantos están mencionados en el prólogo llegaron a leerlo o simplemente lo vieron o tuvieron noticia de él. Una postrera cuestión puede surgir de todo lo que acabamos de exponer: a quién favorece el prólogo. Resulta claro que aquí sí podemos tener una respuesta: a ambas partes; los monarcas y sus embajadores reciben un homenaje de un personaje de prestigio intelectual en el circuito romano del momento que expone sus méritos y hechos en forma aparentemente independiente y objetiva; la obra del falsario, a su vez, queda refrendada y protegida por el prestigio y el poder de sus dedicatarios, lo que servirá también a veces de pretexto para su uso, por lo menos en ambiente hispánico, que dará por lo demás sobradas muestras de credulidad, fantasía y conveniencia política e incluso religiosa por medio de los falsos cronicones hasta el siglo XVIII, aunque no faltaron siempre quienes quisieron abrir los ojos y desvelar tales patrañas.41 La maniobra es casi perfecta y no podemos precisar cuánto pudo servir a los príncipes y cuánto pudo beneficiar a su fama, que poco después se verá consolidada por un hecho todavía no recogido por Juan Annio: el descubrimiento de América, un nuevo mundo que colmará las aspiraciones de los monarcas y su fama.

41

Véase el fundamental libro póstumo de N. Antonio, Censura de historias fabulosas obra posthuma de Don Nicolás Antonio...Publica estas obras Don Gregorio Mayans i Siscàr, Valencia, 1742, (reimpr. facsímil Madrid, 1999), y también el de J. Godoy Alcántara, Historia crítica de los falsos cronicones, Madrid, 1868 (reimpr. facsímil Madrid, 1981); y más recientemente, M. Mayer, “Cuando lo falso parece realidad. La crónica de Dextro”, Salesianum, 67 (2005), pp. 989-1005. Algo semejante sucederá, mutatis mutandis, en Cerdeña, de profunda influencia española; cf. A. Mastino, con la col. de R. Mara, E. Pittau, “Il viaggio di Theodor Mommsen e dei suoi collaboratori in Sardegna per il CIL”, en Convegno sul tema: Theodor Mommsen e l’Italia (Roma 3-4 novembre 2003), Roma, 2004, (Atti dei Convegni Lincei, 207), pp. 225-344, y A. Mattone, “Theodor Mommsen e le carte d’Arborea. Falsi, passioni, filologia vecchia e nuova tra l’Accademia delle Scienze di Torino e quella di Berlino”, ibidem, pp. 345-411, con falsos e interpretaciones intencionadas en defensa de intereses religiosos y políticos. 1864

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Los escritores clásicos, soporte de las críticas de los diaristas a Gregorio Mayans F. Jordi Pérez i Durà

Universitat de València / Estudi General

Resumen: Las dos obras publicadas por Gregorio Mayans en 1737, los Orígenes de la Lengua Española y la Conversación sobre el Diario de los Literatos de España, fueron criticadas duramente en el Diario de los Literatos de España en dos largos artículos, debidos a la pluma del clérigo Juan Martínez Salafranca, auspiciados también por otros colaboradores. Muchas de estas críticas se basan en discrepancias sobre autores y textos latinos, griegos y cristianos que D. Gregorio incluye, comenta y traduce en dichas obras con los que les censores no estuvieron de acuerdo. En este trabajo evidencio que unas veces se equivocaron estos, otras anduvo errado aquel. Palabras clave: Mayans. Diaristas. Censuras. Autores Greco-Latinos. Abstract: The two works published in 1737 by Gregorio Mayans, the Orígenes de la Lengua Española and the Conversación sobre el Diario de los Literatos de España, were criticized severely in the Diario de los Literatos de España, in two long articles of Juan Martinez Salafranca, and other contributors. Many of these criticisms are based on disagreements about authors and texts, Latin, Greek and Christian D. Gregorio includes, comments and translates in these works. In this article it is shown that sometimes diarists were wrong, sometimes Mayans was. Keywords: Mayans. Diarists. Censorship. Greco-Latin authors.

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Agradezco al Dr. Ferran Grau, compañero del Departamento de Filología Clásica de la UVEG, la ayuda facilitada para la configuración definitiva de este trabajo. 1869

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Los seis años (1733-1739) que Gregorio Mayans residió en Madrid como Bibliotecario Real no fueron precisamente los más felices (sí bastante fecundos) de su larga vida (Oliva, 1699-1781). Es bien cierto que durante los primeros meses de su estancia en la Villa y Corte, los amigos que había conocido unos años antes, en un viaje realizado en 1727, le habían acogido con afecto y llenado de atenciones e incluso alguno, como José Bermúdez, Fiscal de la Junta del Aposento y Fiscal Honorífico de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte, puso su casa a disposición del valenciano, pues sabía que el sueldo que iba a recibir Mayans no daba para excesivas alegrías. Esta buena acogida y los deseos del joven Mayans de evidenciar su capacidad intelectual y de situarse en primera fila, le facilitaron, por ejemplo, formar parte del grupo de intelectuales que había propiciado el embajador inglés en Madrid, Benjamín Keene, así como también intentar aproximarse a la familia real, intento que a la postre no fructificó. Y también le fue positiva su aproximación a otros personajes importantes de Madrid, como el marqués de Villena, director de la Real Academia de la Lengua, a políticos, como el marqués de la Compuesta, secretario de Estado de Gracia y Justicia, a José Patiño, secretario de Estado, e incluso religiosos, como Guillermo Clarke, confesor del rey. Estos extremos y otros que dejo de lado por aquello de la brevedad, podrían dar la impresión de que al valenciano los asuntos le iban suficientemente bien en sus primeros tiempos madrileños y de que incluso le abrirían con paciencia y tenacidad otras puertas; pero no fue así, y quizás el desprecio más grande que sufrió Mayans en su época madrileña, y que no olvidaría nunca, fue la no concesión de la plaza de Cronista de Indias a la que aspiraba tras la muerte del titular Luis Salazar de Castro y que fue concedida a Miguel Herrero, ayudante de Salazar. Este hecho, así como las relaciones no demasiado cordiales que mantuvo con Nasarre, Iriarte, el propio Patiño y otros, así como el ambiente en la propia Biblioteca, donde aunque Mayans era respetado por su capacidad y dotes intelectuales, notaba, no obstante, por eso mismo, que despertaba celos y envidias entre sus colegas, todo ello junto propició que el valenciano optara por dedicarse a los proyectos que tenía comenzados o previstos; fruto de esta dedicación fueron la edición de los Epistolarum libri duodecim de M. Martí, la Vida de Antonio Agustín, la Carta-dedicatoria (a Patiño), los Pensamientos literarios, la Vida de Miguel de Cervantes, etc., y los Orígenes de la Lengua Española y la Conversación sobre el Diario de los literatos de España, obras estas dos que serán el objetivo de las críticas más duras por parte de los diaristas.1 1 Es imprescindible la completísima monografía de Antonio Mestre, Don Gregorio Mayans y Siscar. Entre la erudición y la política, Valencia, Inst. Alfons el Magnànim, 1999, esp. pp. 85ss. (“Mayans, Bibliotecario real”).

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Los escritores clásicos, soporte de las críticas de los diaristas a Gregorio Mayans

Sin embargo, antes de examinar con el detenimiento exigible en estas dos últimas obras los autores y textos en los que los censores severísimos basaron sus críticas contra D. Gregorio, nos parece pertinente analizar sumariamente los antecedentes y los hechos que las motivaron.

I. Antecedentes Cuando el Barón de Schönberg regresó a su país, Alemania, a mediados de 1730, tras pasar unos meses en España buscando libros raros y pinturas acompañado por Mayans (a instancias de M. Martí), se puso en contacto con J. B. Mencken, director de la revista Acta Eruditorum de Leipzig, con el fin de que éste invitase a Mayans para que le informase de los libros que se editaban aquí, desconocidos hasta entonces por los intelectuales alemanes.2 La “critiquilla de algunos pocos autores” que el valenciano envió a Mencken se publicó en la dicha revista, tomo XXXI (septiembre de 1731), pp. 432-440, con el título de Nova Literaria ex Hispania. Como un minucioso examen del contenido de la “critiquilla” mayansiana nos llevaría bastante lejos, diremos tan solo que en el artículo ponía de relieve Mayans una relación de autores y obras que merecían ser conocidos y celebrados (M. Martí, I. de Ayala, J. B. Corachán, A. Bordazar, etc.), en tanto que otros (D. Cornejo, Luis de Salazar, J. Ferreras, G. Alvárez de Toledo e incluso B. J. Feijoo) eran acreedores de críticas. Como también lo era, a juicio de D. Gregorio, la Real Academia Española por su lentitud en la publicación del Diccionario. Ni que decir tiene que cuando el artículo de Mayans fue conocido por la “flor y nata” de la intelectualidad española y especialmente madrileña desencadenó furibundas críticas contra el valenciano. Tampoco ayudó mucho a D. Gregorio su negativa a participar en una publicación que tenía como finalidad la crítica de las novedades que se editaban en España; la no aceptación de esta invitación molestó bastante a Blas A. Nasarre, Bibliotecario Mayor, quien con un grupo de amigos decidió dar cuerpo a esta idea con lo que apareció el Diario de los Literatos de España. Si al rechazo de Mayans a la invitación de Nasarre unimos que ambos estaban un tanto distanciados porque Nasarre se había negado a amparar y sufragar algunas publicaciones que el valenciano había planeado así como también le prohibió copiar diversos manuscritos de Nicolás Antonio, podremos tener una 2

Al respecto, remito a Santiago Aleixos - Antonio Mestre, G. Mayans y Siscar. Epistolario Mayans y el Barón de Schönberg, Valencia, Dpto. de Historia Moderna, 2002, esp. pp. 30ss.; también a mi ponencia “La biblioteca de un ilustrado, portavoz de la cultura española en Europa: el Specimen de Gregorio Mayans”, en Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico IV: Homenaje al profesor Antonio Prieto, ed. José María Maestre Maestre, Joaquín Pascual Barea y Luis Charlo Brea, 5 vols., Alcañiz-Madrid, I.E.H.-C.S.I.C.-Kadmos, 2010, vol. 4.5, pp. 2481-2500. 1871

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idea bastante aproximada de cómo recibirían en la Corte las dos publicaciones mayansianas de 1737.3

II. Los hechos Sic rebus stantibus, D. Gregorio publicó en 1737 los Orígenes de la Lengua Española (Madrid, Juan de Zúñiga), libro que fue el punto de partida de las consiguientes e inmediatas críticas de los diaristas. Esta monografía, que ha merecido muchos y excelentes libros y artículos de lingüistas y filólogos de la talla de Lázaro Carreter, Rafael Lapesa, Antonio Tovar, Jaime Siles, Mª José Martínez, etc. –no exentos, también hay que decirlo, de algunos reparos–4 fue recibida por los “eximios” integrantes del Diario de los Literatos de España con los brazos abiertos porque encontraron en ella motivos más que suficientes con que canalizar y verter sus críticas. Esta revista, como acabamos de comprobar, había iniciado su andadura hacía muy poco tiempo y ya en el primer número incluía, entre otras, dos críticas a sendas obras de Antonio Bordazar y Juan Bautista Berní, valencianos y buenos amigos de Mayans. Pues bien, en el tomo II del Diario de los Literatos de España (Madrid, Juan Muñoz, 1737), pp. 34-134 (Artículo II), apareció la censura a los Orígenes debida a la pluma del clérigo Juan Martínez Salafranca, aunque la revista la auspiciaban también otros dos clérigos, Francisco X. Huerta y Vega y Leopoldo Gerónimo Puig. Para la redacción del artículo, Martínez Salafranca contó, al parecer, con la ayuda de otros colaboradores (Iriarte, Sarmiento y el propio Nasarre, personaje que, por cierto, se movía en la ambigüedad, pues bien incitaba a los diaristas contra Mayans, bien ofrecía al valenciano corregir la reseña a su obra que se iba a insertar en la revista),5 aunque fue él el autor; desde el punto de vista formal, el artículo puede considerarse correcto, estructurado y bien hilvanado; en cuanto a su contenido (obviando los escritores y textos clásicos y cristianos, que serán objeto de análisis posterior), no todas sus afirmaciones doctrinales son aceptables, algunas incluso completamente rechazables por la crítica histórica actual, pero en conjunto quizás sea uno de los mejores trabajos de Martínez Salafranca. Lo que es evidente es que el artículo desprecia con desdén diversos contenidos historiográficos mayansianos, cuestiona las prisas con que el valenciano escribió la monografía y, lo más grave, tilda de antiespañol a D. Gregorio.6 3

Por todos, Antonio Mestre, Historia, Fueros y Actitudes Políticas. Mayans y la Historiografía del XVIII, Valencia, Universitat, 2000, pp. 363ss. 4 Los trabajos de estos grandes especialistas serán relacionados en la Bibliografía. 5 Mestre, Don Gregorio..., cit. en n. 1, pp. 114ss.; Historia, Fueros..., cit. en n. 3, pp. 364ss. 6 Críticas que aparecerán con más nitidez y virulencia en el segundo artículo (Artículo VIII), pp. 271ss. 1872

Los escritores clásicos, soporte de las críticas de los diaristas a Gregorio Mayans

La respuesta de Mayans no se hizo esperar, pues ese mismo año (1737) publicó también en Madrid y en la misma imprenta que los Orígenes, la Conversación sobre el Diario de los Literatos de España bajo el nombre de Plácido Veranio en la que no solo criticó con dureza el propio título de la revista (“ni es Diario...ni devia llamarse de los Literatos sino de los Letrados”, p. 424 Mestre) sino también a los tres clérigos: tres bonetes...que...saliessen al público en materia de letras retando...no solo a uno o a otro, sino a todo español; ...Entraron en la lid...porque sus ayudantes i hostigadores les dieron a entender que les sacarían pensiones (ibidem, p. 423).

Unas acertadas palabras de Jaime Siles resumen perfectamente el contenido de la Conversación: Esta obra no alcanza....en ningún momento el rigor científico de los Orígenes, sino que desarrolla –a veces para mal– puntos del pensamiento mayansiano que hubiera sido mejor dejar implícitos que exponer expresos.7

Tampoco tardó en llegar la durísima respuesta de los críticos en una nueva y larguísima reseña aparecida también en el Diario de los Literatos de España, tomo III, septiembre de 1737, pp. 189-386 (Artículo VIII), en la que aparte de rebatir muchos de los postulados mayansianos de ambas obras, criticar las ideas y reflexiones que aparecían en sus Epístolas Latinas (pp. 235ss.), poner en entredicho la altura y capacidad intelectual del valenciano, alegrarse de que no le hubieran concedido la plaza de Cronista de Indias, aparte de todo esto, repito, tuvieron la osadía (“asesorados por Nasarre”, Mestre dixit loc. cit.)8 de incluir en el artículo (pp. 245-262) el “Catálogo o Índice Crítico (ay probalissímas conjeturas de que el Señor Mayans es [su] autor)...que hace de nuestros escritores...en las Actas de Lipsick”; en resumen, intentaron mortificar al ilustrado valenciano no solo cuestionando sus aportaciones históricas sino también empujándole a un retiro poco menos que vergonzoso. Todas estas cuestiones y otras no menos significativas han sido examinadas y publicadas en diferentes monografías por A. Mestre, por lo que a ellas remito.9 D. Gregorio, hastiado, no contestó a este virulento y despiadado ataque de los diaristas, se concentró en sus futuras publicaciones y en agosto de 1739 regresó a Oliva.

7

Jaime Siles, “Los orígenes de la lengua española de y en Gregorio Mayans”, en Gregorio Mayans y Siscar. Obras Completas, ed. Antonio Mestre, 5 vols, Valencia, Ayuntamiento de Oliva, 1983-1986, vol. 2, p. VIII. 8 Mestre, Don Gregorio..., cit. en n. 1, p. 116. 9 Mestre, Don Gregorio..., cit. en n. 1, pp. 112ss.; Historia, Fueros..., cit. en n. 3, pp. 356ss. 1873

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Vamos a exponer ya los autores y textos greco-latinos y cristianos en los que los diaristas basaron sus críticas a los postulados mayansianos; primero detallaremos los que aparecen en el primer artículo y a continuación los del segundo; las páginas de los diaristas aluden a las de los dos artículos, las de Mayans (algunas ya citadas en páginas anteriores) a las publicadas por A. Mestre en el volumen correspondiente de las Obras Completas.10

III. Escritores y textos. Críticas a los Orígenes (Artículo II) Creemos oportuno ya relacionar los autores –y sus obras– clásicos y cristianos que los diaristas utilizaron para criticar con bastante acritud y dureza los postulados mayansianos de los Orígenes de la Lengua Española; el orden que seguiré es el siguiente: autores griegos, autores latinos y, por último, escritores cristianos.

A. Escritores griegos El escritor griego que más veces aparece citado por los diaristas –también por Mayans– es Estrabón; así, en la página 43 recuerdan los críticos que D. Gregorio, “después de explicar en qué sentido llamó Estrabón bárbaros a los españoles”, sin especificar los censores en qué pasaje de su Geografía refiere esto el escritor griego; al respecto quiero recordar que Mayans cita el libro de Estrabón y sustenta, además, el sentido de la frase con unas palabras de san Pablo (I Cor. 14). Esta primera referencia a Estrabón he de completarla así: 3, 1, 6, donde dice que “los turdetanos son considerados los más sabios de los iberos; conocían la escritura y...” (Sofwvtatoi d' j ejxetavzontai tw'n jIbhvrwn...). Y a continuación encontramos la primera censura, durísima, que los críticos echaron en cara a Mayans, pues le tildan de ignorante al traducir de manera incorrecta unas palabras latinas (los textos griegos aportados por los diaristas aparecen siempre en latín en los dos artículos; Mayans, en sus dos monografías, los traduce al castellano siempre). En efecto, a propósito de las “muchas” lenguas que en época de Estrabón se hablaban en la Península, Mayans aporta un larguísimo texto del escritor griego que comienza así traducido por el propio ilustrado valenciano: “El averse esparcido los griegos entre las gentes bárbaras, parece que lo causó el destrozo en partes pequeñas i el señorio...”, texto que los censores aportan en latín así: Quod autem graeci ad barbaras gentes evagati sunt, causa videtur fuisse exiguas portiones distractio..., añadiendo que la traducción mayansiana de in exiguas portiones distractio es incorrecta, pues

10

Antonio Mestre, Gregorio Mayans y Siscar. Obras Completas, 5 vols., Valencia, Ayuntamiento de Oliva, 1983-1986, vol. 2 (1984), pp. 313-484. 1874

Los escritores clásicos, soporte de las críticas de los diaristas a Gregorio Mayans

la palabra distractio significa más bien “división” que “destrozo”11 en Estrabón (el texto en 3, 4, 4); y también le critican haber entendido y traducido mal el texto siguiente, ad parva audaces (que D. Gregorio vierte “i siendo atrevidos para lo malo”), que los críticos traducen “i atrevidos para cosas pequeñas o cortas empresas” [y que puestos a ofrecer otra versión, traduzco: “e intrépidos para pequeños golpes de mano”]. Y como Mayans afirma a continuación que para conocer bien las lenguas antiguas de nuestro país hay que descartar “por sospechosos, a muchos escritores griegos” (p. 331 Mestre), sus censores evocan (pp. 45-47) dos pasajes de Estrabón, el primero para recordarle que los escritores latinos no hicieron otra cosa que imitar a los griegos sin añadir nada de su parte (3, 4, 19: JRwmaivwn suggrafei'" mimou'ntai me;n tou;" $Ellhna"...), y el segundo para, de alguna manera, darle la razón a Mayans, pues afirman que los griegos estaban habituados a las fábulas, como lo prueba el pasaje en que Estrabón refleja que Homero tuvo noticias de España (3, 2, 12-13), aunque, a decir verdad, fueron los fenicios quienes participaron a Homero la existencia de Iberia (3, 2, 14). La afirmación del ilustrado valenciano (p. 332 Mestre) de que según Estrabón “antes de Eratóstenes...no tenían los griegos noticia alguna de las cosas de España”, la corroboran los diaristas (pp. 51-53, pero sin aportar la referencia del geógrafo, que es 2, 1, 41) confirmando que tanto Eratóstenes como Timóstenes ignoraron prácticamente la Europa oriental y septentrional, y justifican al primero con el pretexto de que “se mostraba matemático cuando hablaba de geografía y geógrafo en materia matemática” (in geographicis mathematice, in mathematicis geographice se gerens), que es lo que el mismo geógrafo dice. En las pp. 57-58 los diaristas recuerdan de nuevo dos veces a Estrabón para manifestar que el nombre de “celtas” los griegos lo impusieron a todos los gálatas, y para señalar que antiguamente con la denominación de Iberia se entendía todo lo que había fuera del Ródano y del Istmo. Estos dos pasajes de Estrabón (respectivamente, 4, 1, 14 y 3, 14, 19), no mencionados por Mayans, quizás reflejen un prurito de narcisismo de los censores mayansianos. Unos párrafos más abajo (p. 333 Mestre) Mayans dice que los primitivos pueblos que “vinieron a España, iberos, fenices...introdujeron su lengua en los lugares que dominaron”, afirmación que sustenta en este texto de Plinio: In uniuersam Hispaniam Marcus Varro peruenisse Iberos...Phoenicos...tradit (Nat. 3, 1, 8), aseveración que los diaristas (p. 60) rebaten argumentando que “Estrabón...con [la] autoridad de Demócrito en el libro I [asegura] que los iberos occidentales poblaron la Asia” (cf. 1, 3, 21). El texto del geógrafo griego 11 En el ThLL VI B fasc. 6-11, col. 1540 s. v. leemos que distractio significa actio distrahendi (‘separación’) sea con violencia o no, y también quiere decir dissensio (‘desacuerdo’), discidium (‘división, discordia’, en sentido figurado) y venditio (‘venta’).

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hablando de las migraciones recuerda que se produjeron diversos cambios y al respecto dice que “Demócrito y todos los filósofos” (a los que Estrabón califica de ajvnevkplhktoi =“intrépidos”) evocan a “los iberos, pueblos del oeste que emigraron más allá del Ponto y de la Cólquide, en estos lugares no separados de la Armenia...”. El problema de la llegada de este pueblo a nuestro país, está fuera de nuestro objetivo. Más adelante aduciremos los textos que D. Gregorio inserta en su monografía para confirmar que la lengua céltica se habló en España hasta el s. V d. C.; los diaristas a esta teoría no se opusieron, pero recuerdan un texto de Estrabón (como siempre, sin aportar la referencia; cf. 4, 1, 1) en el que se afirma que de los tres pueblos de la Galia, es decir, los aquitanos, los belgas y los celtas, los primeros son los más parecidos a los iberos por su lengua y por su apariencia física, de lo cual, infieren (p. 81), “resulta una dificultad que costará alguna reflexión y estudio componerla” con lo que discurre D. Gregorio de la lengua céltica. Y a propósito de la antigüedad de la lengua céltica, los diaristas afirman que “el idioma que llaman céltico Sidonio y Severo Sulpicio” –textos que más abajo comentaremos– “es el lemosín,12 que por el passo que le permitió Cataluña y después Aragón, se introduxo, y estableció como lengua universal en el Reyno de Valencia”, basándose en el texto de Estrabón que acabamos de citar. Es más, como D. Gregorio afirma (p. 363 Mestre) que “el antiguo lenguaje español i el céltico...fueron dialectos de otra lengua...la púnica”, sus críticos dicen (p. 83) que estas palabras solo pueden hacer verosímil “que el lenguaje Español sea dialecto del Púnico, pero no...del Céltico”, ya que “es enteramente inverosímil o más bien impossible que el Céltico sea dialecto del Púnico”. En lo único que coinciden los diaristas con Mayans es en ponderar como es debido “la erudición y eloquencia de Manuel Martí” respecto a las poblaciones cuyos nombres terminan en –ippo (Acinippo, Baesippo, Bellippo, Collippo...), pues a esta lista el deán de Alicante añadió la de Venippo, que se halla en una moneda española antigua que éste poseía (pp. 84 y 366 Mestre, respectivamente). Como también dan la razón al ilustrado valenciano (p. 96), cuando dicen que “un provecho tiene esta variedad de voces de diferentes lenguas [por]que mantiene la memoria de las antiguas invasiones de gentes i de la diversidad de dominios...” (p. 404 Mestre), afirmación que Mayans sostiene con un ejemplo de Estrabón (3, 4, 2-3) que dice que “Menaca y Abdera eran colonias fenicias”.13 12

Mª José Martínez Alcalde, Las ideas lingüísticas de Gregorio Mayans, Valencia, Ayuntamiento de Oliva, 1992, pp. 216ss. 284ss. 13 Según el texto de Estrabón, los pocos restos de Menaca revelan que esta era una fundación griega, en tanto que Malaca, más cercana al monte Calpe, era de apariencia fenicia (Foinikikh; tw'/ schvmati). En cuanto a Abdera, sí que era fundación fenicia (Foinivkwn ktivsma). A. García Bellido, Hispania Graeca II, pp. 14ss. 1876

Los escritores clásicos, soporte de las críticas de los diaristas a Gregorio Mayans

El segundo autor griego que los diaristas utilizan para evidenciar, a su juicio, algunas inexactitudes que Mayans desliza en los Orígenes es Heródoto; así (pp. 47ss.) a la noticia que aporta D. Gregorio (p. 331 Mestre) de que según Heródoto en su Melpomene (libro III) “en el reinado de Darío...nadie avía investigado a Europa...”, sus censores opinan que Mayans aquí “parece que pone notas a algun Autor, y no que escribe historicamente los orígenes” [de las lenguas] “de España”. Es evidente que el ilustrado valenciano compendió muchísimo –en un par de lineas– el largo pasaje de Heródoto (4, 36ss. 42. 45) en el que describe con mayor o menor rigurosidad el continente europeo, sus límites, sus coordenadas, sus formas,14 etc., pero de ahí a comparar a Mayans con un simple aglutinador de notas, media un abismo. Y lo mismo, o casi, podríamos decir de la crítica siguiente que echan en cara al valenciano, el cual recordando un texto posterior del mismo autor, afirma que Coleo...pasó las Columnas de Hércules..., desembarcó en Tartesso... Y es de advertir que solamente cierto Sostrato avía precedido a Coleo desembarcando en Tartesso, emporio hasta entonces desconocido y que por esto mismo dio ocasión a grandes negociaciones (ibidem).

Es decir, Mayans resumió –para los diaristas es una “omisión de la entera lección de los autores antiguos” (pp. 53ss, la expresión en la p. 56)– un texto de Heródoto (4, 152) para conjeturar la tardía llegada de los griegos a España.15 Pero lo que el ilustrado valenciano no advirtió ni tampoco reflejó en su obra es lo que el propio Heródoto dice al principio de su libro (Clio, 1, 163), que los focenses fueron los primeros que descubrieron la región del Adriático, la del Tirreno, el río Betis, Iberia y Tartessos..., que intimidaron con su rey Argantonio...,

como bien apuntan los diaristas (p. 56). En fin, censuran estos a Mayans que tilde “de ignorante” a Heródoto (ibidem) (las palabras del valenciano son estas: “...tan mal informado el príncipe de los historiadores”, p. 332 Mestre), pues dice Heródoto “que el Istro nacía donde estavan los Celtas, cerca de los Ginetas de España...” (4, 49). A este respecto los diaristas aportan no solo opiniones de “los geógrafos modernos que establecen el origen del Danubio en la Suevia...” y la también coincidente de Estrabón en el libro VII, sino 14 El historiador Heródoto para la descripción que hizo de Europa debió servirse del Himno Homérico a Apolo, de las representaciones terrestres que había dibujado Anaximandro o de la versión del mundo que tenía Hecateo de Mileto. 15 Evidentemente el pasaje de Heródoto (4, 152) fue muy resumido por D. Gregorio, pues contiene noticias sobre la isla Platea, sobre la llegada a ella de la nave samia que capitaneaba Coleo y las provisiones que allí dejaron; también habla de su posterior partida hacia Egipto, de su desvío hasta Tartesos, rico emporio comercial, y de los beneficios que ganaron superados tan solo por los que había obtenido cierto Sostrato.

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incluso otra de este mismo autor –que hemos comentado más arriba– que dice que los griegos denominaron celtas a todos los galos; si la distancia entre ambos pueblos no era mucha, no debió errar demasiado Heródoto. Y concluyen: “¿Sabe, pues, nuestro autor” (es decir, Mayans) “hasta dónde llegaban los términos de los Celtas en tiempo de Heródoto?”. Pregunta, pensamos, evidentemente retórica. A la ignorancia de Heródoto respecto al antiguo nombre de Tartesos, los diaristas recuerdan que “Pausanias halló que algunos la llamaron Carpia”; como no aportan el pasaje de este autor, me permito incluirlo y recordarlo: ...eijsi; d j oi} Karpivan jIbhvrwn povlin ... Tarthssovn (“y hay quienes creen que la ciudad de los Iberos que tiene el nombre de Carpia, fue en tiempos más antiguos Tartesos”).16

El canónigo Aldrete afirmó en el libro III cap. III de sus Orígenes de la lengua castellana que “muchos nombres de ciudades i lugares de España parece que vienen de la lengua griega”, recuerda Mayans (p. 360 Mestre), de cuyo aserto se aleja un tanto D. Gregorio (“no me atreveré a afirmar que todas las poblaciones, ni aun la mayor parte...”) trasladando el testimonio de Platón en boca de Crisias [sic ille]. Y a continuación aporta ‘el pasaje del Critias o Atlántico (113 a-b) en el que Platón hace una advertencia preliminar sobre la transcripción de los nombres.17 Los diaristas (p. 76-77) aceptan, sin mucho entusiamo, el texto de Platón que aporta el valenciano, aunque hubiesen preferido uno de Estrabón (?), aquel que dice que los griegos pusieron nombres...a las cosas más célebres del orbe, y también otro texto de Platón mismo referido a los Onomothetas.18 A lo sumo, dicen los críticos, los griegos “darían a los nombres fenicios o de otras gentes la inflexión griega, como los latinos hicieron con los griegos” (p. 78). Además, añaden, en el Crátilo Platón afirma en boca de Sócrates que los griegos, sobre todo los que viven en tierras sometidas a los bárbaros, tomaron prestados de estos muchos nombres; como sucede con pu`r (“fuego”) que debe ser frigio, y también u}dwr (“agua”), kuvna (“perras”) kai; a]lla pollav (“y otros muchos”). “Razón por la 16

El texto de Pausanias en 6, 19, 3 (Tarthvssion de; ei\nai potamovn...) que me ha sido facilitado por el colega Dr. D. Jordi Redondo a quien agradezco su disponibilidad. Por su parte Plinio (Nat. 3, 7) cuando hace mención de algunas ciudades de la Bética, recuerda Carteia, Tartesos a Graecis dicta (“Carteya, llamada Tartesos por los griegos”), y también la vuelve a mencionar un poco después (Nat. 3, 17): latitudo a Carteia... 17 Pasaje que traduzco: “Pero es preciso hacer una pequeña advertencia previa al discurso, para que no considereis extraño si escuchais muy a menudo que damos nombres griegos a gente bárbara. Os explicaré que Solón...”. 18 Así aparece escrito en el artículo de los diaristas (p. 76) por Onomathetas. Quizás aluden a este pasaje del Crátilo, 389 a-b: “No es propio de toda persona, Hermógenes, eso de poner nombres (o]noma qevsqai), sino de un artífice de nombres (ojnomatourgou')...’’. 1878

Los escritores clásicos, soporte de las críticas de los diaristas a Gregorio Mayans

cual”, concluyen, “dexaremos al eruditíssimo Alderete en possessión de su pensamiento, hasta que el Señor Mayans nos produzca suficientes exámenes de dichos nombres” (ibidem).

B. Escritores latinos El número de escritores latinos en los que los diaristas basaron sus críticas contra el valenciano de Oliva es exactamente el doble que el de los griegos: ocho. Es Séneca el primer autor que los censores evocan (pp. 60-61, escritor que aparece en los Origenes mayansianos [p. 334 Mestre]), para cuestionar una afirmación de D. Gregorio; éste recuerda un texto de la Consolatio ad Helviam matrem (7, 9) para confirmar que los cántabros y los que vivían en Andalucia (sic) utilizaban lenguas diferentes, a lo que los inflexibles críticos responden que el pasaje “de Séneca parece dar a entender que la lengua Española era la cántabra” [los diaristas incluyen la traducción del texto del escritor cordobés] “de suerte que parece univocar los cántabros y los españoles en el idioma” (las cursivas son mías). Creo que aquí los censores hilaron muy fino pues el texto de Séneca dice que tras los ligures, los hispanos llegaron a la isla de Córcega, cosa que se evidencia por la indumentaria (muy parecida a la de los cántabros) y por algunas palabras, pues el conjunto de la lengua está lejos del lenguaje que utilizaron sus padres, en época griega y ligur.

Nada más dice Séneca, de ahí que los diaristas incluyesen dos veces el “parece” para curarse en salud. Un segundo pasaje del escritor cordobés (ibidem 7, 1-2) es rememorado por Mayans (p. 360 Mestre) solo para confirmar “lo mucho que ellos” (es decir, los griegos) “se extendieron por todas partes”, por lo que, añade, “no es de estrañar que tengamos en nuestra lengua tantas voces” suyas. En efecto, el largo texto de Séneca refleja que los griegos y su lengua –entre otros gentes populosque universos mutasse sedem– se esparcieron desde los países bárbaros, indos, persas, la Escitia...hasta la costa de Italia, es decir la Magna Grecia. No entendemos muy bien por qué los diaristas (pp. 78-79) dicen que este texto es muy conveniente como si lo “buscara” [Mayans] “contra sí mismo”. Bastante duras no exentas de acritud, son las críticas siguientes que los diaristas echaron en cara a Mayans cuando intenta justificar en sus Orígenes (p. 337 Mestre), con los testimonios de Sexto Rufio Festo, Floro y Orosio (pasaje que veremos más abajo), el sometimiento de Cantabria a los romanos. El texto del primero –no especificado por Mayans y por sus censores ni tan siquiera citado–, dice así traducido por nosotros (Breviarium 5, 2): “Tras la rebelión de los lusitanos en Hispania, nos apoderamos de ella gracias a Décimo Bruto y llegamos hasta Cádiz y el Océano”. Por su parte, el pasaje de Floro, mal especificado por Mayans (libro 4 y último capítulo, dice) y bien 1879

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por los diaristas (2, 17= Epit. 1, 33, 11-12) también recuerda las conquistas de Décimo Bruto; según la traducción que leemos en Mayans, Floro dice: “Décimo Bruto se extendió algo más, venciendo a los celtas i a los lusitanos, i a todos los pueblos de Galicia”. Los diaristas (pp. 61-63) censuran de estos dos textos la total ignorancia de D. Gregorio en dos aspectos: histórico y geográfico; histórico, primero porque no conoce que Décimo Bruto recibió “el nombre de Gallego porque conquistó una pequeña parte de Galicia”,19 y segundo porque “pone diminuta la cláusula de Floro”, pues si la hubiese puesto entera, se evidenciaría que Décimo Bruto “conquistó parte de Galicia”. En cuanto al error geográfico, dicen, es por inferir que Bruto conquistó en esta ocasión a Asturias y Cantabria, porque entonces Cantabria era parte de Galicia, lo que quiere persuadir con el testimonio de Orosio

(que, como hemos dicho, comentaremos más abajo). Analicemos, pues, los dos errores históricos que imputan a Mayans; en cuanto a la ignorancia del valenciano del cognomen Callaecus/Callaicus referido a Décimo Bruto, es una afirmación equivocada, como acabamos de reseñar unas lineas más arriba en la nota correspondiente. Es más, son los diaristas, no Mayans, quienes no citan nunca la onomástica completa de Bruto: Decimus Iunius Brutus Callaecus. Con respecto al final del texto de Floro, especificado por sus críticos, hemos de decir que es, al menos, aventurado deducir, como hacen ellos, que Bruto “no conquistó la parte de Galicia que mira a la Lusitania” porque, añaden, “años después Julio César conquistó las islas de Bayona, que están vecinas a dicha Provincia”. Por nuestra parte, recordaremos unos versos de Ovidio (Fasti 6, 461-62) en los que se evidencia el mote de Callaicus para Bruto y sus conquistas hispanas: Tum sibi Callaico Brutus cognomen ab hoste fecit et Hispanam sanguine tinxit humum.20

Plinio el Viejo es recordado dos veces por los diaristas (p. 64), una para especificar que eran “distintas” (sic) las provincias de Cantabria, Galicia y Asturias (cf. Nat. 3, 1, 26ss.), y la segunda (p. 97) para corroborar una afirmación de Mayans (p. 104 Mestre) que dice que según M. Agripa toda la costa de Andalucía es colonia fenicia.21 19

Gran embuste, pues en esa misma página (337 Mestre), párrafo 37, leemos: “Décimo Junio Bruto (el que ganó el renombre de Gallego)...”. 20 Que traduzco: “Por entonces Bruto se ganó el sobrenombre derivado del enemigo gallego y tiñó de sangre la tierra de Hispania”. 21 El texto de Plinio (Nat. 3, 8) es este: Oram eam in universum originis Poenorum existimavit M. Agrippa. 1880

Los escritores clásicos, soporte de las críticas de los diaristas a Gregorio Mayans

No parece haber acertado en demasía Mayans cuando entre los escritores latinos cita a Sidonio Apolinar para confirmar que en su época (s. V d. C.) “aun se hablava la lengua céltica” (p. 363 Mestre) en la Aquitania; si esto es así, razona D. Gregorio, con mayor motivo se hablaría esta lengua en Hispania, donde “huvo celtas en las dos Españas, Citerior i Ulterior”. Los diaristas (p. 82) replicaron “que haviendo precedido los celtas a los cartagineses, cómo prevaleció la lengua de aquellos y no la de estos que fue posterior”. A la gran dificultad que tenían los romanos para la comprensión de la lengua púnica nos referiremos en páginas posteriores al comentar un texto de Plauto; de momento diremos que la lengua de los cartagineses no tuvo una excesiva extensión temporal. Volvamos, no obstante, al texto de Sidonio Apolinar al que alude el valenciano, aunque sin mencionarlo expresamente; se encuentra en una de las dos cartas que el autor dirige a Ecdicio –que pertenecía a una de las principales familias de Auvernia– y en la que aludiendo a los estudios literarios que se concentraron en torno a su persona, añade que “fue un mérito de tu persona que la nobleza, esforzándose por desprenderse de la rudeza de la lengua céltica...”.22 La expresión sermonis celtici squamam depositura nobilitas no debe aludir necesariamente a que la nobleza del lugar no hablara habitualmente en latín, sino más bien a unos determinados y esporádicos giros o expresiones célticos incrustados en el latín de la Galia; aunque esto Mayans no llegó a dilucidarlo. En fin, no es este el momento ni la ocasión para rebatir la afirmación que hacen en esa misma página los diaristas de que “pudieramos discurrir que el idioma que llaman céltico Sidonio y Severo Sulpicio es el lemosín”.23 Y como soporte necesario para sustentar sus reparos a las opiniones de D. Gregorio, los diaristas incluyen el conocidísimo comienzo del De bello Gallico de César (I 1, 1): “La Galia está dividida en tres partes, de las quales una la habitan...”. Los dos últimos escritores latinos, ambos poetas, recordados por Mayans (pp. 407-408 Mestre) y con cuyas opiniones y textos coinciden los diaristas (p. 100) son Marcial y Ausonio, de quienes D. Gregorio aporta dos textos para poner de manifiesto la velocidad de escritura de Aurelio (personaje que aparece en el Diálogo de las Lenguas, cuyo autor el valenciano ignora), cuya rapidez iguala la ligereza de los antiguos notarios, elegantemente descrita por Marcial y Ausonio en XIV 208 y Epigrammata XXVII24 respectivamente. 22

El texto latino de Sidonio Apolinar (Ep. 3, 32) dice:...tuaeque personae quondam debitum quod sermonis Celtici squamam depositura nobilitas... 23 Para el lemosín, Martínez, Las ideas lingüísticas..., cit. en n. 12. 24 El epigrama de Ausonio que cita Mayans es el número 146; en las ediciones críticas modernas de Ausonio es el XXVII y así lo hemos reflejado en nuestro texto. 1881

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D. Gregorio incluye los dos textos latinos y sus traducciones, obra del eruditísimo D. Thomás Tamayo de Vargas (Mayans), y Bargas (diaristas).

C. Escritores cristianos El tercer grupo es el configurado por cinco autores cristianos, de cuyas opiniones y textos los diaristas se sirvieron para menoscabar, a su entender, algunas afirmaciones contenidas en los Orígenes mayansianos. Nada más iniciar su crítica, encontramos el primer descrédito (pp. 37-38) a D. Gregorio ya que dicen que de la lengua primitiva habla como si ciertamente ignorara qual fue... Pero la opinión más común de Autores Sagrados...afirma que la lengua primitiva fue la Hebrea.

Es evidente que Mayans (p. 327 Mestre) no cita expresamente el hebreo, sino que habla de “que la lengua primitiva i...original, tenia, entre otras, tres perfecciones. La una...”; y es a raíz de “dichas perfecciones” que los censores aportan el testimonio de “S. Agustín, libr. 8, De Doctrina Christiana, cap 8”, en donde a la lengua hebrea, dicen, “la aplaude eloquente”. Creemos que hay una doble equivocación en esta cita del obispo de Hipona, pues dicho libro (Doctr.) no tiene ocho libros sino solo cuatro, y el segundo error está en el capítulo.25 En las páginas 61 y 65 los diaristas censuran a D. Gregorio haber intrepretado mal dos textos de Eusebio de Cesarea (por cierto, y entre paréntesis, ni aquellos ni este refieren en qué obra de Eusebio localizarlos), ya que el valenciano se limitó a traducirlos sin más; y así es, pues el primero de dichos textos dice: Brutus Iberiam usque ad Oceanum subiicit (“Décimo Junio Bruto sugetó la Iberia hasta el Océano”, traduce el valenciano), y el segundo, Pompeius uniuersam Hiberiam subiugauit (“Neyo Pompeyo sugetó a toda España”, también traducción de Mayans). Para los inflexibles censores mayansianos, debería haber explanado ambos pasajes, pues en el del primero, dicen, hace referencia a “las conquistas de...una pequeña parte de Galicia”, y el del segundo, añaden, “con el nombre [de Iberia] no es comprendida toda España”. Es obvio que las traducciones del valenciano son correctas, otra cosa es su explicación histórica.26 No parece, sin embargo, muy acertada –por no decir equivocada– la aseveración mayansiana de que en época de Décimo Junio Bruto la provincia 25 Para la referencia a la lengua hebrea en esta obra agustiniana (Doctr.) se pueden consultar estos dos pasajes: 2, 11, 16-17; 4, 20, 41. 26 Los dos textos de Eusebio de Cesarea en Chronicorum libri duo (Migne, tom. XXIV, cols. 510 y 517 respectivamente). Las referencias a las fechas de las Olimpiadas que incluye Mayans coinciden con las de Eusebio.

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Los escritores clásicos, soporte de las críticas de los diaristas a Gregorio Mayans

de “Cantabria era entonces parte de Galicia” (p. 337 Mestre), sobre todo porque la sustenta en un testimonio de Orosio (Hist. 6, 21), escritor del s. V d. C. Este grave desliz, acrecentado con la incorrecta traducción del texto de Paulo Orosio (p. 342 Mestre), dio pie a los diaristas a criticar duramente a Mayans (pp. 64-65) con estas palabras: “es engaño..., trastorna la geografia..., confundiendo los tiempos de Orosio, Bruto y Octaviano”. Tienen razón, pues el original latino dice: Cantabri et Astures Gallaeciae prouinciae portio sunt (“los cántabros i asturianos que entonces eran parte de la provincia de Galicia”, tradujo D. Gregorio); es evidente que en la traducción “entonces eran” hay dos desatinos: el primero (“entonces”) es un añadido, y el segundo (“eran”) es una mutación de un tiempo verbal. Para confirmar que en la lengua española hay “tantas voces de los griegos” (p. 360 Mestre), el ilustrado valenciano utiliza textos de Séneca y de Platón (ya vistos) y otro de “san Gerónimo in Quaestionibus Haebraicis” (sic), cuya traducción mayansiana resumimos: Leamos los libros de las Antigüedades de Varrón i de Titinio Capitón, i al griego Flegonte...i veremos que casi todas las islas i las riberas...vecinas al mar, estan ocupadas por habitadores griegos...desde los montes Amano i Tauro hasta el Océano Británico.

Los diaristas (pp. 79-80), por su parte, se limitan a copiar las palabras de D. Gregorio, explicando a continuación que el texto hace alusión a toda la costa del Mediterráneo desde la Cilicia hasta España y de esta hasta el mar de Inglaterra. ¿Imaginaremos, pues que los griegos pusieron nombres a las Poblaciones de España, encerrados en sus Gabinetes?

Nos podemos imaginar el desprecio de D. Gregorio a este obviedad retórica y el desdén con que fue recibida, a la que ni tan siquiera se molestó en contestar.27 El último escritor cristiano que los críticos mayansianos recogen en su intento de echar por tierrra diversos postulados de los Orígenes es Sulpicio 27 El texto de san Jerónimo, no especificado ni por Mayans ni por los diaristas, es del Liber Hebraicarum Quaestionum in Genesim (Quaest.), Migne, tom. XXIII, col. 952: Legamus Varronis de Antiquitatibus libros, et Sisinnii Capitonis, et Graecum Phlegonta, caeterosque eruditissimos viros...omnia maritima loca usque ad oceanum possedere Britannicum; este pasaje de san Jerónimo aparece reiterado en otros escritores, así: Beda, Hexameron lib. III (Migne, tom. XIC, col. 116); Beda? Quaestionum super Genesim. Dialogus (Migne, tom. XIIIC, col. 300); Rabanus Maurus, Commentarium in Genesim II (Migne, tom. CVII, col. 527). In Paralipomena I (Migne, tom. CIX, col. 282); Walafridus Strabo, Paralipomenon I (Migne, tom. CXIII, col. 631). De todos los textos de estos autores, es en el de este último en el que el nombre de Capito aparece correctamente: Sinnius, según recuerda Festo en pp. 138; 162; 165-166; 170, etc. (ed. Mueller. Hildesheim, Olms, 1975).

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Severo; y el caso es que tanto cuando citan a este autor como a Sidonio Apolinar (ya visto más arriba) no se molestan en rebatir sus textos (que no admiten dudas, creo), sino en cuestionar las aseveraciones posteriores de D. Gregorio. Para certificar que el celta debió hablarse en España y que tuvo su importancia tras el hebreo y el púnico, Mayans aporta (p. 363 Mestre) un texto (Diálogo I in fine, dice) de Severo Sulpicio, escritor de los s. IV-V y contemporáneo de san Jerónimo, añade, en el que se refleja que en esta época en la Aquitania se hablaba el celta. El texto latino que hemos localizado dice: Tu uero, inquit Posthumianus, uel Celtice, aut si mauis Gallice loquere, dummodo iam Martinum loquaris.28 Y deduce, así pues, D. Gregorio, que si aquí hubo celtas en las dos Españas, Citerior y Ulterior, también debió hablarse. Deducción que no compartieron los diaristas (p. 81), como ya hemos expuesto en páginas anteriores al tratar de Sidonio Apolinar. A todas estas críticas y a otras que no hemos recogido porque hacen alusión a escritores no clásicos ni cristianos, respondió contundente, con pruebas y testimonios, D. Gregorio en la Conversación; las réplicas mayansianas, no obstante, no tienen cabida en este artículo pues no son el objeto de nuestra investigación.

IV. Escritores y textos. Críticas a la Conversación (Artículo VIII) Tras la publicación del primer artículo crítico de los diaristas sobre los Orígenes de la Lengua Española, D. Gregorio publicó (aunque bajo el nombre de Plácido Veranio) la Conversación sobre el Diario de los Literatos de España (Madrid, Juan de Zúñiga, 1737). Los pormenores de esta réplica así como otros extremos ya los hemos explicado al comienzo de nuestra exposición, por lo que huelga extendernos aquí y ahora. Pues bien, a la Conversación respondieron con otro artículo los censores mayansianos, más largo que el anterior, en el que criticaron con doblez los postulados del valenciano. Por nuestra parte, expondremos a continuación los tres grupos de escritores (griegos, latinos y cristianos, siguiendo la pauta que hemos establecido para los Orígenes) en los que sustanciaron sus reproches; como algunos autores y textos se repiten en los dos artículos, cuando esto suceda remitiremos a las páginas anteriores.

28

En Sulpici Severi Opera Omnia (Lugduni, Franciscum Hackium, 1674), Dialogus I. La traducción de Carmen Codoñer (Sulpicio Severo. Obras Completas, Madrid, Tecnos, 1987, p. 222) es: “Por lo que a ti respecta –dice Postumiano–, habla en celta o si lo prefieres, en galo. Con tal de que hables en latín”. La nota ad hoc de la profesora Codoñer aclara que “no parece establecerse una alternativa entre el celta y el galo, sino una equivalencia”. 1884

Los escritores clásicos, soporte de las críticas de los diaristas a Gregorio Mayans

A. Escritores griegos El desconocimiento que tenían “de los españoles” (p. 332 Mestre) los escritores antiguos, lo sustenta D. Gregorio en textos de diversos autores, entre ellos uno de Flavio Josefo; los diaristas (pp. 274-276) no solo censuran a Mayans por no “haver reflexionado” sobre el pasaje de Flavio Josefo sino también al propio autor griego porque “pudo entender mal a Éforo o equivocarse al no colegir que el término griego  puede significar no solo ‘ciudad’ sino también ‘nación o pueblo’”. Y para sostener sus opiniones traen a colación dos textos de Estrabón (en latín, recordémoslo) en que se evidencia que Éforo no era muy de fiar, pues en uno el geógrafo lo califica de “mentir” (yeuvsasqai: 3, 1, 4) y en el otro de “exagerar” (uJperbavllousan: 4, 4, 6) cuando se refiere a las dimensiones de la Céltica. Volviendo, no obstante, al pasaje de Flavio Josefo y a la opinión de los diaristas, es evidente que la voz griega  significa “ciudad, patria, estado, nación...”; ello no obstante, en las traducciones que hemos consultado, leemos: “...Éforo quien cree que los Iberos son una sola ciudad” (1, 12, 67: povlin ... mivan ei\nai).29 Hay también en el artículo de los diaristas (pp. 305-306) una nueva referencia a un texto de Estrabón (3, 4, 19) que Mayans inserta en la Conversación (pp. 429-430 Mestre) en el que se dice que los historiadores romanos imitaron a los griegos sin añadir nada de su parte; para los censores, Mayans debía de haber citado en sus Orígenes muchas más veces a Estrabón; D. Gregorio, por su parte, aunque reconoce haber leído todo Estrabón hace más de doce años y calificarlo de “autoridad”, confiesa: “...pero tal autoridad, aunque cierta, aún no ha llegado el caso de averla yo citado”. A la afirmación de D. Gregorio en los Orígenes (p. 337 Mestre) de que los cántabros, incultos e intratables, “se civilizaron después de tal manera que se aplicavan a las letras i, especialmente, a la filosofia estoica”, replicaron los diaristas (pp. 281-282) con hiriente causticidad recordándole un texto de Dión Casio, recogido por el propio Mayans en páginas posteriores (344-345 Mestre), que dice, entre otras cosas: Pocos de los cántabros llegaron a manos de los romanos...porque...encendieron sus víveres i unos se mataron con sus armas, otros se quemaron con sus casas i otros públicamente tomaron veneno. I desta suerte pereció la mayor i más feroz parte de los cántabros.

Las palabras de los diaristas con las que concluyen estas páginas evidencian un descarado sarcasmo: “¡Qué preciosos Manuscritos de los Stoicos se perderían entonces!” Por nuestra parte, y en descargo de Mayans, diremos 29

Sobre este texto de Flavio Josefo insistirán de nuevo los diaristas más abajo (pp. 299-300) en otros pasajes de su artículo que no comentamos porque no los incluye Mayans. 1885

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que el larguísimo pasaje de Dión Casio (54, 1ss.) hay que enmarcarlo dentro del contexto de la victoria de Augusto en Hispania y del exterminio de los cántabros y astures bajo el consulado de Marco Claudio Marcelo Esernino y Lucio Arruntio. Y para confirmar que “ni en las restantes Provincias de España se supo de la Philosophia Stoica” según Filóstrato en su Vida de Apolonio, los diaristas (pp. 282-285) recuerdan un largo pasaje de este autor (VA 5, 3, 8-9) en el que se recogen algunas anécdotas sobre la ignorancia de los hispanos; no nos es posible comentar la versión-traducción de los diaristas pues, repito, ocupan casi dos páginas, por lo que solamente diré que extender a toda la Península la supina ignorancia que, escriben, dice Filóstrato (“las demás ciudades de España, ni entendían...”), no parece casar con esta traducción: “Pero las ciudades vecinas de Gadira [Cádiz], ni sabían...”. Creo que deberían haberse fijado un poco más, pues confundir el todo (España) por la parte (Cádiz) no es de recibo. Si las afirmaciones que hace Heródoto en Melpómene (ya recogidas más arriba) relativas a la navegación de los griegos hasta Tartesos y al nacimiento del Danubio son catalogadas por Mayans como de personas “ignorantes” (p. 332 Mestre), los diaristas replicaron que difícilmente podrá el valenciano desmentir las palabras de Aristóteles que refiere que al llegar a Tartesos los antiguos fenicios encontraron tan gran abundancia de plata, aceite, etc.; en otras palabras, dicen los críticos, estas historias fenicias “eran sobrados motivos para que los griegos frequentassen nuestros puertos...y solicitassen introducirse en otras Regiones...”. Ni en los Orígenes ni en la Conversación alude D. Gregorio a este texto aristotélico.30 Que la leyenda de la expedición griega a Troya por la hermosa Helena no es aceptada por muchos historiadores, es cosa sabida, y entre los que la cuestionan encontramos a los diaristas para los que esto “es más simpleza que conocimiento” (p. 377), y añaden: La verdadera Helena de los griegos...es la que les conduxo a buscar en España las riquezas que por ser tantas en tiempos de Hércules llamaron Chrysauro al Rey que la dominaba entonces según dice Diodoro Sículo en el libro V: Vulgata erat per orbem fama Chrysaurum...

30 Cf. Arist. Mir. cap. 35, nº 147 (en griego) y 131 (en latín); por cierto, que el texto latino de los diaristas difiere un tanto del que hemos consultado (ed. Bussemaker, Hildesheim, Olms, 1973, p. 101, cap. CXXXV) cuyo comienzo en aquellos es: Legitur priscos illos Phoeniciae indigenas, cum ad Tartessum navigare coepissent, tantam argenti copiam..., y en la edición consultada por nosotros es: Primos Phoenices ferunt, quum Tartessum navigassent, tantam argenti vim...

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Los escritores clásicos, soporte de las críticas de los diaristas a Gregorio Mayans

En las actuales ediciones de Diodoro Sículo la referencia exacta es 4, 17, 2:

Diebebovhto ga;r kata; pa'san th;n oijkoumevnhn o}ti Crusavwr... Diodoro Sículo

no aparece citado en ninguna de las dos obras mayansianas. La llegada de Sóstrato a España antes que Coleo, sustentada por Heródoto (y ya más arriba mencionada) y que Mayans hace suya frente a los diaristas que opinan lo contrario y el conocimiento o ignorancia que los antiguos griegos tenían de las cosas de España, motivó otro duro enfrentamiento; brevemente: D. Gregorio recuerda (pp. 442-443 Mestre) al respecto el texto del Timeo de Platón en que un sacerdote egipcio dice a Solón: “O Solón, Solón! Vosotros los griegos siempre sois niños, ni ai alguno de Grecia que sea viejo...” (Ti. 22 b-c). ¡Cómo iban a estar los griegos, que “avían sido unos idiotas” (sic Mayans), informados de los sucesos de España!, concluye el valenciano. A este texto replicaron los diaristas (pp. 379-380) con otros dos del mismo autor y obra (Pl. Ti.); el primero dice: Sobre los hechos antiguos de nuestra ciudad fueron grandes y maravillosos, aunque se habían olvidado por el paso del tiempo y la destrucción de la vida humana... (Ti. 20 e),

y el segundo, más largo, es éste: Ahora bien, de todos los hechos nobles, importantes...que hayan sucedido entre vosotros...y de los que tenemos noticia, desde antiguo conservamos memoria escrita en nuestros templos. En cambio... (Ti. 23 a);

en dos palabras, las inclemencias del clima (“el Diluvio de Deucalion y la gran seca significada en la fábula de Phaetonte”, sic diaristas), ¿pueden obviar las navegaciones de los griegos? La respuesta es no, evidentemente. El último escritor griego que los diaristas (pp. 382-384) recuerdan para rebatir la opinion mayansiana de que Demócrito aparece inserto en un texto de Estrabón (ya comentado) “a fin de filosofar” (p. 443 Mestre), el último escritor griego, repito, es Diógenes Laercio, de quien aportan un largo pasaje en el cual se especifica el catálogo de obras de Demócrito ordenadas según el orden “quadripartito de Platón” (9, 45ss.); leemos en el texto de Diógenes que Demócrito escribió sobre muchísimos y variados temas, así, sobre ética, moral, física, matemáticas, literatura, música, agricultura...; incluso hay autores, añade Laercio, que amplían esta lista con otros libros que se refieren a los escritos sagrados en Babilonia, a un viaje alrededor del Océano, a una historia caldea, otra frigia, etc. En función de todo lo anterior, concluyen los críticos, Estrabón incluyó a Demócrito no “a fin de filosofar” sino como autor que “aporta noticias Geográfico-Históricas”. Tampoco Mayans incluye ninguna referencia a Diógenes Laercio en las dos obras mencionadas.

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B. Escritores latinos Concluidos los pasajes de los escritores griegos, debemos abordar ya los textos de los escritores latinos que utilizaron los diaristas para censurar algunas de las opiniones mayansianas; el primer autor es “Varrón alegado por Plinio en III 1” (pp. 274-275). El texto del enciclopedista Plinio el Viejo es recordado por D. Gregorio para evidenciar la gran cantidad de pueblos que vinieron a España: “cada una de estas naciones introdujo su lengua en los lugares que dominaron” (p. 333 Mestre). Conviene que incluyamos los nombres de estos pueblos que según Mayans detalla Plinio (Nat. 3, 1, 8): “Los iberos, fenices, celtas, rhodios, cartagineses i otros muchos que encubre el olvido”. Los diaristas arremeten con dureza contra la traducción del valenciano aportando el texto de Plinio31 y señalando los dos errores: no llegada aquí de los rodios y omisión de los persas; y añaden: “Ni en la impresión de Arduino ni en ninguna otra se halla que los Rhodios vinieron a España”.32 Es evidente que D. Gregorio erró en la versión (que no traducción) que hizo del texto de Plinio. ¿Tal vez las prisas fueron las determinantes de dichas confusiones? Los censores no se lo perdonaron. Tras el enciclopedista Plinio, es del poeta satírico Juvenal de quien Mayans se sirve (pp. 337-338 Mestre) para sustentar que los cántabros “estavan tan aplicados a la cultura de las ciencias, i singularmente de la filosofia moral, que es la reina de todas las humanas”, e incluye tres vv. (108-110) de la sátira XV33 para justificar sus asertos. Al respecto, los censores contestaron (pp. 279-281) que la “estoicidad” de los cántabros ningún gramático la aprobaría, que los versos de Juvenal hay que insertarlos en el conjunto de dicha sátira, que describe con gran mordacidad el canibalismo, exceptuando a los propios cántabros34 porque se vieron forzados a ello cuando fueron sitiados por los romanos en Calahorra, no excusando a los de Ombos y Téntira, que hay que recordar los preceptos de Zenón, etc., y concluyen con una exhibición de sus conocimientos lingüísticos latinos explicando el valor del adverbio praesertim (“sobre todo”), “que denota el tiempo en que tuvo aumento, ó fue mayor, lo que claramente se demuestra en esta proposición”. Es difícilmente justificable el ejemplo mayansiano con estos vv. de Juvenal para sostener la “estoicidad” de 31 Que dice: In universam Hispaniam M. Varro pervenisse Iberos et Persas et Phoenicas Celtasque et Poenos tradit. 32 La edición “de Arduino” que refieren los diaristas debe ser la Harduini editio Parisina (1685) 1741; remito a la edición de L. Iam – C. Mayhoff, C. Plinius Secundus. Naturalis Historia, I praef. XV (Teubner, 1967). 33 Los versos son estos: ...Sed Cantaber unde / Stoicus, antiqui praesertim aetate Metelli? / Nunc totus Graias nostrasque habet orbis Athenas. 34 En Juvenal leemos Vascones (v. 93), que eran vecinos de los cántabros; ¿error de los diaristas?

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Los escritores clásicos, soporte de las críticas de los diaristas a Gregorio Mayans

los cántabros, pues la campaña de Quinto Cecilio Metelo Pío contra Sertorio ocurrió entre el 79-72 a. C., es decir, cuando los cántabros eran “una gente inculta e intratable”, y en unos pocos años “se civilizaron...de tal manera que se aplicavan a las letras i, especialmente, a la filosfia estoica” (sic ille, p. 337 Mestre). Aunque las críticas de los diaristas, como estamos comprobando, creo, fueron duras y a veces excesivas, en un pasaje de su Conversación D. Gregorio (p. 459 Mestre) dice amargamente: ...entre tantas observaciones como me deve la lengua [española] en estos Orígenes, bien pudieran los diaristas aver hecho a lo menos mención de una siquiera como mía,

después de haber recordado este verso: Libera per uacuum posui uestigia princeps.

A lo que contestaron los censores (pp. 356-357) que “con quanta mayor decencia...aquel verso de Plauto in Trinumo (Trin.): Non uideor meruisse laudem, culpa caruisse arbitror.35

Es decir, no reconocen aportación alguna mayansiana a los orígenes de la lengua española. Hay también otra referencia del ilustrado valenciano (p. 362 Mestre) incluida asimismo por los diaristas (p. 364) a un pasaje del Poenulus (Poen.) de Plauto, recordada por el valenciano para poner de manifiesto “la gran dificultad de entender la lengua púnica, según la variedad de los tiempos”, lengua tan difícil que incluso “los más peritos apenas podían entender el sentido de la primera alianza que se hizo entre romanos i cartagineses”. Los censores no discutieron la idea ni el texto plautino que incluyó Mayans.36 Tanto en los Orígenes (pp. 333-334 Mestre) como en la Conversación (p. 442 Mestre, en donde, por cierto, tilda de ignorantes a los diaristas, pues “en las lenguas”, afirma, “no saben distinguir los dialectos,...los tiempos i lugares”), Mayans recuerda un texto de Ennio y otro de Cicerón para afirmar que en “sus tiempos se hablava en España una lengua que no entendían los 35 Ni D. Gregorio ni los diaristas, que también lo incluyen, recuerdan de qué escritor es el primero de los dos versos; pertenece a Hor. Ep. 1, 19, 21 (“Yo he puesto, el primero, en terreno de nadie mis huellas libres”; trad. de Fernando Navarro Antolín, C.S.I.C., Alma Mater, 2002). El del Trin. (también sin especificar: v. 1129), dice: “No me parece haber ganado renombre, creo estar libre de culpa”. 36 Cf. Pl. Poen. 930ss., es decir, el comienzo del acto V, el monólogo de Hannón en lengua púnica, que obviamos incluir por la enorme discrepancia de los textos transmitidos y que se puede encontrar en cualquier edición crítica.

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romanos”. El texto y localización de Ennio son correctos, del de Cicerón recuerda la obra y el libro. Los diaristas por su parte, no objetan nada al texto de Ennio, pero en cuanto al de Cicerón dicen “que [lo] entendió mal” (pp. 366-367) porque en él, el Arpinate lo que pone de manifiesto es que si los dioses “nos propusiessen las cosas sin explicación ni inteligencia...serian semejantes a los Cartagineses o Españoles si hablaran sin interprete en el Senado”. Veamos qué dejo escrito D. Gregorio: “Cicerón escrivió que si los penos o españoles hablassen sin intérprete en el Senado Romano (en el qual avía hombres mui eruditos), no serían entendidos”. En otras palabras, entendió bien el pasaje ciceroniano que dice:...tanquam si Poeni aut Hispani in senatu nostro loquerentur sine interprete.37 Por eso, no acabamos de dilucidar qué es lo que no comprendió Mayans.

C. Escritores cristianos Son dos los escritores en los que se fundamentan los diaristas para echar por tierra algunas ideas sostenidas por D. Gregorio; el primero es san Isidoro, a quien Mayans recuerda a propósito de la lengua goda y de sus hablantes, los godos, quienes “introdugeron en España las letras...góthicas, las quales inventó el obispo Ulfilas” (p. 366 Mestre), remitiendo a un pasaje (que no especifica) de la Historia Wandalorum Era 415. Los censores, por su parte, sostienen (pp. 276-278) que a Ulfilas “debía citarle en el Chronicon de los Godos”. Para despejar la duda, hemos localizado en la obra isidoriana Historia de regibus Gottorum, Uvandalorum et Sueuorum este pasaje: Tunc Gulfilas eorum Gottorum Episcopus Gotticas litteras condidit et scripturas Novi ac Veteris Testamenti in eandem linguam convertit. Gotthi autem, statim ut litteras et legem habere coeperunt...38

Es bastante complejo resumir en unas pocas líneas las críticas de los diaristas acerca de lo que dice Mayans de la lengua primitiva; y lo es no solo porque D. Gregorio alude a ella en diferentes pasajes (Orígenes, pp. 327ss.; 355-356; Conversación, pp. 431-432, etc. Mestre) sino también porque la respuesta de los censores (pp. 312-317) es difícil de compendiar; en resumen: el ilustrado de Oliva dice que la lengua primitiva del género humano se acabó con la torre de Babel, afirmación que sostiene con pasajes de san Gregorio de Nisa, Pedro Daniel Huecio, etc. Los diaristas le reprochan primero que esta es 37 El texto de Cicerón es del Diu. 1, 64, 131. En cuanto al de Ennio, en CHAR. I p. 200, 23 K: Hispane, non Romane memoretis loqui me (“Recordad que hablo en lengua hispana, no en latín”). 38 Cf. Divi Isidori Opera (Madriti, Typographia Regia, 1597), pp. 154-168, la cita en pág. 155.

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Los escritores clásicos, soporte de las críticas de los diaristas a Gregorio Mayans

una afirmación común, y segundo que Mayans tradujo incorrectamente una frase de san Gregorio de Nisa, pues no es “luego que se dividieron las lenguas, se dividieron los hombres”, sino al contrario, “luego que se dividieron los hombres se dividieron las lenguas”. Y así parece deducirse de este texto del In Eunomium: ...postquam vero divina voluntate oportuit omnem ab hominibus terram habitari, tunc divulsi secundum vocis communionem, alii alio dispersi fuerunt, et cum alio et alio verborum et vocis charactere coniuncti et accomodati fuerunt...39

Por nuestra parte, nos permitiremos solamente recordar un pasaje del Génesis, 11, 9 que dice: ...nomen illius [Babel] Confusio: quia ibi confudit Dominus labia omnis terrae: et inde dispersit illos Dominus Deus super faciem omnis terrae;

a este texto sí que alude D. Gregorio (p. 432 Mestre) para recordar que la lengua primitiva del género humano era “única” (“un mismo lenguaje”, dice en la p. 327). Los diaristas obviaron este extremo.

V. Alia En este último apartado vamos a reseñar brevemente otros aspectos de la Antigüedad clásica (por ejemplo, mitología, anécdotas, autores y textos, etc.) que hemos localizado preferentemente en el segundo artículo de los diaristas, larguísimo por lo demás, y que estos incluyen no como respuesta a diferentes ideas mayansianas sino más bien, creemos, como muestra también del conocimiento del mundo antiguo que tenían. Empezaremos por estos últimos (autores y textos); en la tercera página de este segundo artículo (p. 192) los críticos incluyen los primeros versos (Ecce iterum... a vitiis) de la sátira IV (sin especificarla) de Juvenal para solicitar del lector su benevolencia “por alguna virtud de las que suele haver en los literatos”; unas páginas después (p. 196), Juan Martínez Salafranca asegura solemnemente que no ha recibido para la redacción de esta segunda ‘respuesta’ ninguna ayuda de nadie (al respecto, remito al comienzo de mi ponencia) y añade que si alguien “presentasse algun testimonio” [de lo contrario] “ofrezco quemar dicho extracto”, incluyendo este verso: Me, me, adsum qui feci, in me convertite ferrum,

sin especificar autor ni obra.40 39

Cf. Gregorius Nysaeus, In Eunomium, Migne, Patrologia Graeca, tom. XLV, col. 995-998. 40 Cf. Verg. Aen. 9, 427. Son palabras de Niso para que los rútulos dirijan contra él sus armas: “A mí, a mí, soy yo el que lo ha hecho, dirigid contra mí el hierro”. 1891

F. Jordi Pérez i Durà

A propósito de las discrepancias respecto a cuándo se supo realmente que los asientos milenarios de Sagunt eran los de un Teatro, no de un Anfiteatro, los diaristas (p. 214), con cierta sorna, aportan dos versos de Ausonio, quien “en su Ecloga disculpa a nuestro Autor”; son estos: Perfidiam vitare monent tria Punica bella; sed prohibet servare fidem deleta Saguntos.41

Sí que coinciden tanto los censores como el propio D. Gregorio en que el ínclito Manuel Martí, deán de Alicante, fue quien precisó que los restos saguntinos eran los de un Teatro.42 Hay que recordar también, y por otra parte, el duro enfrentamiento escrito que el ilustrado valenciano sostuvo con los diaristas en relación a la búsqueda correcta de las etimologías en una lengua, como vemos por ejemplo en las primeras páginas de la Conversación (pp. 427-428 Mestre) donde critica con dureza que los censores hayan dejado escrito que “buscar el origen de una lengua en el cuerpo civil de una nación, es la anatomia de mayor juicio...”, término, el de anatomía, del que se sirve Mayans para evidenciar la ignorancia de los críticos.43 Estos (pp. 290ss.) se escudan diciendo que utilizaron el término anotomia (así aparece escrito siempre en el artículo) en sentido metafórico, que esta palabra significa también ‘separación, disección’, que Mayans (a quien califican como “Maestro de Elocuencia” [p. 292]) “está tan distraído...que no advierte que no se deben entender las metáforas con tanta materialidad” (ibidem), y terminan amparándose en la autoridad de este texto del libro I de Quintiliano: Continet autem in se (etymologia) multam eruditionem, sive illa...collem Quirinalem et Argiletum appellandi ratio.44 Otra polémica que mantuvo el valenciano con los diaristas (“censores peritíssimos i severíssimos”, sic ille p. 438 Mestre) surgió a raíz de esta afirmación mayansiana tan rotunda: “Quanto más vecinas son las naciones, tanto más conformes son sus lenguas” (Orígenes, p. 379; Conversación, p. 438 Mestre). Los críticos dicen que esta “consequencia o regla no es segura” (pp. 60; 348), y arguyen una comparación pintoresca con un hecho colonial español y un texto del libro XXXIV de Tito Livio que detalla las dos ciudades de las 41

Cf. Avs. Idyl. 15, 29-30, que traduzco: “Las tres Guerras Púnicas aconsejan evitar la traición; pero la destruída Sagunto impide preservar la lealtad”. 42 Por todos, remito a J. Mª Estellés González - F. Jordi Pérez Durà, Sagunt. Antigüedad e Ilustración, Valencia, Alfons el Magnànim, 1991, donde se pueden encontrar textos latinos de M. Martí y J. M. Miñana sobre el Teatro y el Circo de Sagunt. 43 Según Mayans, el griego anatomia = dissectio en latín (“corte”), y en español “cortamiento” no es igual que “corte”; “¿Quién ha dicho que buscar es cortar?”, añade D. Gregorio. 44 Cf. Qvint. Inst. 1, 6, 31; en este capítulo sexto Quintiliano expone las fuentes del lenguaje: la razón, la autoridad, la antigüedad, el uso, la analogía, la etimología, etc. 1892

Los escritores clásicos, soporte de las críticas de los diaristas a Gregorio Mayans

que se componía Ampúries, separadas por una muralla: una la habitaban los griegos de Focea, la otra los hispanos; del largo texto de Livio recuerdan solo estas palabras: Hispanum neminem in urbem recipiebant, ne ipsi quidem temere urbe excedebant, ad mare patebat omnibus exitus.45 D. Gregorio se limitó a recomendar a los diaristas que “vean en el mapa la situación de España, de la Aquitania i de la Gallia Céltica, i todo se les hará llano” (p. 348 Mestre). En páginas anteriores me he referido a la discusión entre Mayans y los diaristas acerca de si los romanos entendían o no la lengua “que en sus tiempos se hablava en España” (pp. 334. 442 Mestre); a los textos aducidos por D. Gregorio (de Ennio y Cicerón) los censores no tuvieron “intención de contradecirle” (p. 366), aunque del segundo (Diu. 2, 64, 131) ya vimos que discreparon un tanto. Sin embargo, y como queriendo probar que D. Gregorio obvió algún que otro escritor latino que también alude al comportamiento del Senado romano cuando los no latinos hablaban en sus propias lenguas, aportan (pp. 367-368) un texto de Valerio Máximo (2, 2, 2; solamente recuerdan el libro) donde se vé, que para ostentar mayor gravedad el Senado Romano, desdeñó manifestar inteligencia de sus lenguas en público, con el fin también de hacer más respetable su Lengua Latina en todo el Orbe”.

El texto de Cicerón, pues, es un ejemplo perfecto “en el qual por razón de estado” el senado romano “afectaba ignorar las lenguas” (p. 368). Como ya hemos repetido a lo largo de nuestra exposición, Mayans no contestó a este segundo artículo. En cuanto a las anécdotas del mundo latino que los diaristas entremezclan en sus críticas, me referiré solamente a dos; a la durísima invectiva que D. Gregorio incluye al comienzo de su Conversación (pp. 423ss. Mestre) contra el Diario de los Literatos de España (“escrito por muchos i firmado por pocos, los quales rehusavan poner sus nombres, recelosos de mala aceptación”, ibidem, p. 424), contestaron con no menor acritud los diaristas (pp. 207ss.), los cuales tras enumerar los defectos que, a su entender, ‘adornaban’ al valenciano (“hacer tantas locuras por adquirir fama; alabarse a sí mismo; solicitar comercio epistolar para alabarse unos a otros, etc. ibidem, p. 208), afirman que aspiran a “lograr un ramito de laurel con solas tres o quatro hojitas, no mas que para encubrir la calva, como quería Julio César” (ibidem, p. 209). La historia de la corona de laurel que solía ponerse César para ocultar su calvicie, la podemos leer en Suetonio (Iul. 45, 2): 45

Cf. Liv. 34, 9, que traduzco: “No recibían en la ciudad a ningún hispano, ni siquiera ellos mismos se aventuraban fuera de la ciudad a la ligera; hacia el mar la salida era accesible a todos”. En cuanto al hecho colonial español que recogen los diaristas, sus palabras son (pp. 60. 348): “España ha siglos que tiene presidios en África, sin que por esto, estando tan vecina, la aya comunicado su Idioma”. 1893

F. Jordi Pérez i Durà

Ideoque et deficientem capillum revocare a vertice adsueverat et ex omnibus decretis...non aliud aut recepit aut usurpavit libentius quam ius laureae coronae perpetuo gestandae.

Que los diaristas censuraron con extrema acritud cualquier contenido de las dos obras mayansianas, a estas alturas de mi intervención creo que no admite discusión alguna; estos censoria virgula se encarnizaron, por ejemplo, en el emblema que “se halla en la frente...de la Conversación donde se ponen tres perros en acción de ladrar” (p. 268). Este emblema de Alciato (al que me referiré más abajo), que tiene el número 164, es tan fácil de entender que incluso “a los niños se les explica en la Escuela” (ibidem); el lema y el “mote abaxo” (ibidem) del mismo sirve de hilo conductor a los críticos no solo para defenderse de las acusaciones mayansianas (“Tomaron por divisa, i pusieron en el frontispicio de su libro, el caduceo de Mercurio...”, Conversación, p. 423 Mestre), sino para contraatacar: “...si hubiéramos callado a los Orígenes... como los canes del Capitolio a Scipion Africano, quando antes del amanecer iba a consultar a Júpiter”. Esta anécdota de Escipión el Africano la recuerda A. Gelio (6, 1, 6) así: Id etiam dicere haud piget...Scipionem hunc Africanum solitauisse noctis extremo...in Capitolium...cellam Iouis canes...neque latrarent eum neque incurrerent.46

Los diaristas no mencionan los autores latinos que transmiten las anécdotas de J. César y de Publio Escipión el Africano. Como tampoco mencionan el autor y la obra (OV. Rem. 422) del verso que a continuación incluyen: A cane non magno, saepe tenetur aper (“Un perro no demasiado grande inmoviliza a menudo un jabalí”).

Dos palabras nada más en cuanto a las tres referencias mitológicas aportadas por los censores; la primera aparece cuando Martínez Salafranca afirma que no gozó de ninguna ayuda para la composición del artículo contra los Orígenes mayansianos (sus palabras son: “en el falso supuesto de que tuve ayudantes para el...”; p. 267), y añade que una vez examinados el sentido y la verdad de las injurias [vertidas por Mayans], “pareceré más decente en el Tribunal de Minerva”.47 Las otras dos alusiones, el Diluvio de Deucalión 46

La anécdota sobre P. Escipión fue recordada antes de Gelio por Cicerón, Amer. 56. Creemos que hace referencia a la disputa sostenida entre Poseidón y Atenea acerca de cuál de ellos tenía la soberanía sobre Atenas. Zeus, que fue nombrado juez para zanjar la cuestión, nombró árbitros, según una versión, a Cécrope y Cránao, y según otra a los dioses del Olimpo. El tribunal falló a favor de Atenea porque había plantado la primera el olivo en la roca de la Acrópolis. 47

1894

Los escritores clásicos, soporte de las críticas de los diaristas a Gregorio Mayans

(pp. 378. 380) y “la gran seca significada en la fabula de Phaetonte” (p. 380), se insertan en el contexto de la obra (Ti. 22 b ss.) de Platón ya mencionada antes y que el propio Platón recuerda. El emblema con que se abre la Conversación, emblema que tiene como lema Alta regebat equos (“[la luna] guiaba desde lo alto los caballos”) y la frase latina que hay debajo de tres perros saevitque canum latratus in auras (“y el ladrido de los perros se enfurece hacia el cielo”), con su evidente significado, enojó muchísimo a los diaristas, como hemos visto hace un momento, quienes tildaron a Mayans de superior a todos (“nuestro autor aya querido figurarse en una criatura tan elevada como la luna”, p. 268), de poco ingenioso (“no es lo mismo trasladar noticias que idear emblemas”, pp. 268-269) y de ideas simples (“los emblemas no deben ser tan claros...que los entienda qualquiera hombre vulgar”, ibidem). Dicho emblema ya lo había utilizado el propio Mayans en otra obra.48 La concordancia del número del emblema que recuerdan los diaristas con la que aparece en las ediciones de Alciato, coincide aunque no en todas; el lema del emblema en Alciato es Inanis Impetus (“Vano empeño”).49 Y finalizamos; parece evidente deducir, tras el examen de los textos aportados por D. Gregorio y de las críticas de los diaristas, que el ilustrado de Oliva no estuvo demasiado afortunado en algunos planteamientos, ideas y postulados insertos en los Orígenes de la Lengua Española, unos sostenidos en escritores de la Antigüedad clásica no suficientemente estudiados, otros, por qué no decirlo, preteridos e ignorados. Intentó, y muchas veces lo consiguió, corregir muchas de dichas imperfecciones, errores o descuidos en la Conversación sobre el Diario de los Literatos de España. Sobre ambas obras los diaristas dirigieron sus afilados dardos, sus duras críticas y sus implacables censuras con argumentos no siempre sólidos y consistentes. Creemos sinceramente que el ilustrado valenciano no los mereció a pesar de los errores.

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En la Iusti Vindicii Relatio Disputationes... Cf. Santiago Aleixos - Antonio Mestre, Epistolario Mayans y el Barón..., p. 41, nota 68. 49 Cf. Santiago Sebastián, Alciato. Emblemas, 2ª ed. Madrid, Akal, 1993, p. 207; edición excelente y muy relevante el comentario de los emblemas y cuya numeración coincide con la que señalan los diaristas, es decir, 164. En la edición de 1550 (Emblemata D. A. Alciati, denuo ab ipso auctore recognita..., Lugd., Mathiam Bonhomme), aparece dicho emblema en el folio 178. 1895

F. Jordi Pérez i Durà

Estellés González, José Mª - Pérez Durà, F. Jordi. 1991. Sagunt. Antigüedad e Ilustración, Valencia, Inst. Alfons el Magnànim. García Bellido, Antonio. 1948. Hispania Graeca, I-II-III, Madrid. Iam, L. - Mayhoff, C. 1967-1970. C. Plinius Secundus. Naturalis Historia, Stutgardiae, Teubneri. Lapesa, Rafael. 1987. “Sobre los Orígenes de la Lengua Española de Gregorio Mayans”, Estudios Lingüísticos, Literarios y Estilísticos. Páginas Escogidas, Universidad de Valencia, pp. XI-XX. Lázaro Carreter, Fernando. 1985. Las ideas Lingüísticas en España durante el s. XVIII, Barcelona, Crítica. Martínez Alcalde, Mª José. 1992. Las ideas Lingüísticas de Mayans, Valencia, Ayuntamiento de Oliva. Mayans, Gregorio. 1731. “Nova Literaria ex Hispania”, en Acta Eruditorum XXXI, Leipzig, pp. 432-440. Mayans, Gregorio. 1732. Epistolarum Libri Sex, Valentiae, Bordazar. Mayans, Gregorio. 1737. Orígenes de la Lengua Española, Madrid, Zúñiga. Mayans, Gregorio. 1937. Conversación sobre el Diario de los Literatos de España, Madrid, Zúñiga. Mestre, Antonio. 1984. Gregorio Mayans y Siscar. Obras Completas, 5 vols., Valencia, Ayuntamiento de Oliva, 1983-1986, vol. 2 (1984), pp. 313-484. Mestre, Antonio. 1999. Don Gregorio Mayans y Siscar. Entre la erudición y la política, Valencia, Inst. Alfons el Magnànim, Mestre, Antonio. 2000. Historia, Fueros y Actitudes Políticas. Mayans y la historiografía del XVIII, Valencia, Universitat. Mueller, C. O. 1975. Sextus Pompeius Festus. De significatu verborum, Hildesheim, Olms. Pérez Durà, F. Jordi. 2010. “La biblioteca de un ilustrado, portavoz de la cultura española en Europa: el Specimen de Gregorio Mayans”, en Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico IV: Homenaje al profesor Antonio Prieto, ed. José María Maestre, Joaquín Pascual Barea y Luis Charlo Brea, 5 vols., Alcañiz-Madrid, I.E.H.- C.S.I.C.Kadmos, vol 5, pp. 2481-2500. Sebastián López, Santiago. 1993. Alciato. Emblemas, 2ª ed., Madrid, Akal. Siles, Jaime. 1981. “Mayans y la epigrafía ibérica”, en Mayans y la Ilustración, Valencia, Ayuntamiento de Oliva, I, pp. 363-378. Siles, Jaime. 1983-1986. “Los orígenes de la Lengua Española de y en Gregorio Mayans”, en Gregorio Mayans. Obras Completas, ed. Antonio Mestre, 5 vols., Valencia, Ayuntamiento de Oliva, vol. 2, pp. VII-XXVI. Tovar, Antonio. 1981. “Mayans y la filología en España”, en Mayans y la Ilustración, Valencia, Ayuntamiento de Oliva, I, pp. 379-408.

1896

Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 1897-1910

La autoría de Europa Heautentimorumene Francisco Calero UNED

Resumen: La obra Europa Heautentimorumene fue publicada en Colonia en 1543 bajo el nombre de Andrés Laguna. Es una declamación por las desgracias que sufría Europa por las guerras entre príncipes cristianos en aquellos años. Aunque en el libro se dice que el discurso fue realmente pronunciado, en este trabajo se defiende que esto es un juego literario como se solía hacer. Asimismo se argumenta que la obra no fue escrita por Laguna sino por Vives, y para ello se ofrecen 22 argumentos, en los que se pone de manifiesto que todas las ideas son vivesianas y que el estilo coincide con el de Vives. Palabras clave: Humanismo. Juan Luis Vives. Andrés Laguna. Paz y Guerra en Europa. Abstract: The book Europa Heautentimorumene was published in Köln 1543 under the authorship of Andrés Laguna. It is a declamation about the turmoils which hurt 16th century Europe because of the wars among the Christian kingdoms. Although the book states that such declamation was pronounced in public, our paper claims that such statement was a frequent literary game. Our paper also contends that the book was not by Andrés Laguna but by Juan Luis Vives. This proposal is supported by 22 arguments which reveal that both the ideas and the style in the text coincide with those from Vives. Keywords: Humanism. Juan Luis Vives. Andrés Laguna. Peace and War in Europe.

1897

Francisco Calero

El año de 1543 se publicaba en Colonia una obrita en latín bajo el título de Europa heautentimorumene, hoc est misere se discrucians, suamque calamitatem deplorans. En el título figura una palabra griega en recuerdo de la obra de Terencio Heautontimorumenos. En el cuerpo de la obrita figuran también algunos pasajes en griego. En el pie de la portada hay una nota con el siguiente texto: Haec declamatio lugubris fuit recitata Coloniae, in celebri Artium Gymnasio, coram maxima Principum hominumque doctissimorum corona, adhibitis tum nigris facibus tum aliis caeremoniis funebribus, anno 1543, die Dominica XI Cal Februarias hora septima post meridiem. De este pequeño libro se hizo una edición facsímil con traducción castellana de José López de Toro. Bastantes años después (2001), Miguel Ángel González Manjarrés hizo otra con Introducción, edición crítica, traducción y notas, muy superior a la de López de Toro. Las citas las haré por la edición de González Manjarrés. Por razones de espacio los textos se dan solamente en traducción castellana. Para una valoración de la obra en todos los aspectos remito a la excelente Introducción de González Manjarrés. Yo me limitaré a indicar que Europa es una obra maestra de la declamación. Consta de unos versos introductorios en dísticos elegíacos, de una extensa dedicatoria al arzobispo de Colonia, del argumento del autor, de un diálogo entre Europa y el autor, de una breve descripción de Europa y de un ejemplo digno de ser imitado. Fue publicada bajo el nombre de Andrés Laguna, pero existen dudas razonables acerca de su paternidad, por lo que me parece que hay que someterla a examen hasta llegar a lo que se llama “evidencia interna de la obra”, por la que se pueda dar respuesta a todos los interrogantes planteados. Quiero empezar llamando la atención sobre lo que se dice en la portada, esto es, que realmente se pronunció un discurso a la luz de antorchas y con el ceremonial de difuntos. Yo creo que claramente es un juego del autor, porque los tiempos no estaban para esas ceremonias ni se solían hacer tales actos, especialmente con la tétrica ambientación de difuntos. Además, sería un discurso demasiado largo, sobre todo con las adiciones de la descripción de Europa y del ejemplo digno de ser imitado. Finalmente, Laguna no gozaba del prestigio internacional para ser el protagonista de una ceremonia tan importante, lo que sí estaría justificado en el caso de Erasmo o de Vives. Si se empieza con un juego literario, es fácil que haya más misterios en la obra. Lo que voy a defender en este trabajo es que Europa no fue escrita por Laguna sino por Vives. Ambos fueron grandes amigos, como sabemos por el encendido elogio1 que hizo Laguna de Vives en su Anatomica methodus: 1

Recogido por Teófilo Hernando Ortega en la Introducción a la edición facsímil del Dioscórides, vol. I, p. 64, n. 67 (véase bibliografía final). 1898

La autoría de Europa Heautentimorumene

Quandoquidem quem et tu optime nosti; praeclarissimus Ludovicus Vives, bonarum litterarum vindex acerrimus, Hispanorum omnium decus et numen splendidissimum, eas oras suo splendore gubernat. [“Puesto que aquel, a quien tú también conoces extraordinariamente bien, el preclarísimo Luis Vives, defensor acérrimo de las buenas letras, honra y deidad brillantísima de todos los hispanos, rige con su esplendor aquellas tierras”.]

Pocos elogios más sinceros y entusiastas se habrán escrito sobre un personaje a lo largo de la historia. El llamar deidad a una persona mortal implica una valoración por encima de toda medida. Si ellos fueron tan amigos, no quisiera establecer un enfrentamiento entre sus obras, ni tampoco entre los que nos dedicamos a su estudio. Tan solo pretendo acercarme a la verdad de los hechos.

1. Una obra política y pacifista Europa es una obra política y pacifista, que encaja muy mal en la trayectoria intelectual de Andrés Laguna. Si se echa una ojeada a la enumeración de sus obras,2 se comprueba que no tiene ningún escrito sobre esas temáticas. El contraste con Vives no puede ser más llamativo, ya que a esos temas dedicó obras muy importantes: De Europae dissidiis et Republica, Declamationes quinque Syllanae, De concordia et discordia in humano genere, De pacificatione, Quam misera esset vita christianorum sub Turca, además de las impresiones contenidas en su Epistolario.

2. Una obra maestra de la retórica latina renacentista Creo que todos los que hayan leído Europa estarán de acuerdo en calificarla de obra maestra de la retórica latina renacentista. Esta calificación a quien mejor va es a Vives, por la doble razón de haber escrito otras obras maestras y por dominar todos los recursos de la retórica en cuanto autor de De ratione dicendi. Los recursos retóricos han sido puestos de relieve en el trabajo de S. López Navia (2001) y en el de Cadenas Navarro – Navarro Martín – Sacristán García – De la Torre Rodríguez (2001). Por lo que se refiere a Laguna, su formación no avala la composición de una obra eminentemente retórica.

2

M. A. González Manjarrés, Introducción a Laguna 2001, p. 110. 1899

Francisco Calero

3. Una obra maestra de la declamación El propio autor calificó su obra, como hemos visto, de “lúgubre declamación”, pero ¿quién era en la época el verdadero maestro de las declamaciones? En juicio nada menos que de Erasmo era Vives, pues así lo escribió en carta a Herman en 1520, Epistolario, p. 211: Luis Vives, mientras los otros gritan, se dedica a declamar sabiamente… Esta gloria acaba de resucitarla nuestro Vives para su España… Ahora esta gloria la revindica Vives para su Valencia, tanto que, aparte la diferencia de los nombres, dicha ciudad puede presentarse émula de la misma Roma. Creo que como es muy fácil clamar, así es muy difícil declamar, y más declamar como Vives declama. Si piensas que debe atribuirse alguna autoridad a mi opinión, he de confesarte que procede él con tanta habilidad, que, si borras el título, pensarás que se trata de un asunto, no de esta región del mundo, no de este siglo en que vivimos, sino transmitido de aquellos tiempos felices de M. Tulio y de Séneca.

No sólo contamos con el juicio de Erasmo, sino también con la obra de Vives, quien escribió en magnífico estilo declamatorio Declamationes quinque Syllanae y Pompeius fugiens. Por tanto, si nos encontramos ante una obra maestra de la declamación, es natural que dirijamos la mirada hacia el auténtico maestro de la declamación, sobre todo si la temática es la predilecta de Vives.

4. Interrogaciones retóricas Un ejemplo concreto del estilo declamatorio es el uso abundante de las interrogaciones retóricas, como se hace en el siguiente pasaje, pp. 147-149: ¿Por qué, entonces, no se me abre la tierra en medio de tal consternación, en medio de tal perplejidad, en medio de tamaña ruina de mis bienes? ¿Por qué no me devoran el Báratro o Cerbero? ¿Por qué no me ahoga el océano? ¿Por qué no me tragan Escila o Caribdis? ¿Por qué no me cae fuego y me consume? ¿Por qué no me fulmina un rayo? ¿Por qué no me devora y me devasta algún veneno de serpiente? ¿Por qué no el manto empapado de la sangre del Centauro?

Esta característica del género declamatorio la podemos comprobar en Pompeius fugiens, pp. 583: ¿Qué haces, inmenso Creador y Fundador eterno del universo mundo? ¿Búrlaste de nosotros? ¿Por ventura suceden estas cosas sin grandes causas, aunque a nosotros no se os alcancen? ¿Qué puedo decir que es eso?

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La autoría de Europa Heautentimorumene

5. Exclamaciones Otra característica importante de las declamaciones es la abundancia de exclamaciones, de las que hay ejemplos en p. 159: ¡Falsa e impía acusación! ¡Desvergonzada y perniciosa falacia! ¡Audaz e insolentísima licencia! ¡Ingrata y detestable perversidad!

Una larga serie de exclamaciones aparece en Pompeius fugiens, p. 582: ¡Oh soberano Dominador del Universo! ¡Oh padre de toda la naturaleza! ¡Oh entendimiento del Dios Óptimo Máximo, que mueves y riges con tu voluntad y consejo las cosas humanas y el orbe todo! ¡En cuántas tinieblas pones el entendimiento humano! ¡Cuánta variedad en azares y cuánta diferencia de sucesos autorizas! ¡Cómo con mayor llanto que risa, cómo con cuánta mayor tristeza que alegría templaste la vida de los hombres! ¡Con cuánta celeridad se nos escapan las prosperidades y con cuánta pertinencia duran entre nosotros las adversidades y con cuánta intensidad nos afligen! ¡Oh entendimiento humano! ¡Cuán mal conoces la suerte que te espera y cómo el miedo se anticipa a anunciarte las desgracias antes que acontezcan! ¡Oh tú, razón y mente divina, a quien es justo que se subordine nuestra débil y caduca mortalidad!

6. Preocupación por Europa En el origen de la composición de Europa está la honda y sincera preocupación de su autor por la situación de Europa, azotada por sucesivas guerras entre príncipes cristianos, como se pone de manifiesto en toda la obra y se concreta en frases como la siguiente, p. 181: Yo os ruego por estas lágrimas que veis –pues, desgraciada de mí, nada más me queda– que tengáis compasión de Europa, que poco a poco se derrumba.

Esa preocupación por Europa la mostró Vives en De Europae dissidiis et Republica (1526), como se plasma en la siguiente frase, p. 24: Y no puedo dejar de lamentar que esa Europa, de esta forma dividida entre sí, esté en lucha con gran perjuicio para todos.

Para profundizar en la preocupación de Vives por Europa puede consultarse Calero 1997 y Pérez Durá 1998.

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7. Los príncipes cristianos son la principal causa de las desgracias de Europa Los lamentos de Europa, más que contra sus enemigos, van dirigidos contra los príncipes cristianos, p. 145: Pero como también aquellos a quienes yo misma engendré, a los que crié en mi regazo, a los que robustecí con todos mis medios, a los que encumbré y llevé a la máxima felicidad –es decir, los príncipes cristianos–, como agitados por mil Furias maquinan contra mí una guerra civil, no puedo evitar, presa como soy de tamaño dolor, prorrumpir en suspiros y lágrimas.

En De Europae dissidiis et Republica consideró Vives que los males de Europa procedían de las rivalidades entre Carlos V y Francisco I, pp. 60-61: Por la elección de emperador lucharon Carlos y Francisco con sobornos y enormes sumas para ganarse a los electores… Las raíces del gran odio, que habían surgido ya hacía tiempo, crecieron a partir de entonces entre los dos jóvenes más importantes del orbe cristiano, iguales en nobleza, en recursos, en mando y en poder.

8. Los males de la guerra Los males de la guerra son descritos de la siguiente forma, pp. 177-179: En primer lugar, aun cuando la guerra tenga un feliz desenlace, con el constante empleo de las armas, con el esfuerzo y las muchas noches en vela, con el desequilibrado régimen de alimentación y de ejercicios, acaban por quebrantar la constitución de sus cuerpos; se aceleran la mísera y precoz vejez –si da la casualidad de que no mueren en la guerra–; se manchan de sangre humana; dilapidan sus riquezas; saquean al pueblo; oprimen a los hombres buenos; a los malvados los incitan a cometer tétricos y horrorosos crímenes; acaban con las artes liberales; derogan las leyes; imposibilitan las relaciones sociales; ¿y qué más?, conceden infinita impunidad y licencia para el adulterio, el asesinato, el robo, el perjurio, para excavar los muros, para escalarlos, para incendiar, para devastar y, en fin, para cometer todo tipo de infamias.

En De concordia et discordia in humano genere hizo Vives una descripción parecida, p. 49: Vemos los campos destruidos y devastados, los edificios derrumbados, algunas ciudades igualadas con el suelo y otras vacías y abandonadas, los alimentos escasos y a precios elevadísimos, los estudios detenidos y casi abandonados, las costumbres completamente degeneradas, la capacidad de juicio tan corrompida que los crímenes reciben la aprobación de las obras buenas;

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y en la misma obra, p. 144: Tantas granjas, tantas aldeas, tantas plazas fuertes, tantas ciudades igualadas con el suelo, riquezas destruidas, señoras y doncellas violadas, leyes conculcadas, expulsadas como de su patria las bellas letras y los estudios humanísticos, templos profanados, vejados, torturados, matados ancianos, niños, mujeres, tantos mortales pasados a cuchillo sin ninguna consideración a su linaje, condición, sexo o edad.

9. Los animales no se atacan entre ellos Esta idea es formulada en Europa, p. 181: Las bestias, cada una en su género, viven pacíficamente.

De forma parecida la formuló Vives en De concordia, p. 111: ¿Dicen que la guerra es cosa de animales?... Los restantes animales viven muy bien entre los de su especie.

10. Peores que animales La consecuencia lógica de lo afirmado en el apartado anterior es que los hombres son peores que los animales, p. 181: Sólo el hombre, dotado de razón y a quien sirven todos los otros, desprecia la paz y la concordia, las mira con ojos torvos y se complace en la guerra, las disputas, las matanzas y las rivalidades.

La misma consecuencia aparece en De concordia, p. 111: el único que se hace la guerra es el hombre, a quien debía resultarle más antinatural, para que quede claro que los restantes seres han permanecido en su naturaleza, mientras los hombres se han separado de ella hacia otra peor.

11. El ejemplo de las cigüeñas El ejemplo de las cigüeñas, que son cuidadas en la vejez por sus hijos, es recordado en Europa, p. 177: Si los inicuos Hados decidieron que las cigüeñas más jóvenes alimentaran a las más viejas en justa y debida compensación por la crianza que de ellas habían recibido…

El mismo ejemplo fue aprovechado por Vives en De concordia, p. 60: Entre las maravillas de la naturaleza cuentan los que se preocuparon de buscarlas que las cigüeñas alimentan a sus padres, exhaustos por la vejez, el mismo tiempo que ellas, tiernas y sin plumas, fueron alimentadas en el nido. 1903

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12. Pobres, viudas y huérfanos Aunque no forman parte del núcleo argumental de Europa, hay dos referencias a pobres, viudas y huérfanos, p. 129: que él siempre ha destacado como defensor acérrimo de viudas, bondadoso protector de huérfanos, consuelo de pobres y mendigos,

y en p. 139: él da de comer a los hambrientos; él viste a los desnudos, él da posada al peregrino; él protege a los huérfanos y viudas.

Otra de las grandes preocupaciones de Vives fue la de solucionar todos los problemas que la pobreza lleva consigo, tal como lo dejó escrito en De subventione pauperum. De esta forma la preocupación por la pobreza pone en estrecha relación Europa con De subventione pauperum, especialmente porque era algo tangencial al argumento de Europa. Las dos grandes preocupaciones de Vives, Europa y la pobreza, quedan íntimamente unidas. Por esta razón, el hecho de que la pobreza tenga presencia en Europa habla a favor de la autoría de Vives.

13. Las bombardas Este instrumento bélico es mencionado en Europa, p. 149: ¿Podría la vida resultarme a mí dichosa, mientras observo la ruina de mis ciudades… y, en fin, el fuego, el hierro, las bombardas y otras máquinas de guerra que destruyen mis edificios?

Vives tenía especial aversión a las bombardas, tal como lo reflejó en De concordia, pp. 118-119: Los cristianos, más agudos para la invención, hemos superado a la ruda antigüedad, hemos inventado las bombardas de bronce no de una sola clase, sino enormes, medianas y muy pequeñas… Ojalá, en efecto, la bombarda tuviese solo la fuerza y la destrucción del rayo, y que cada una no fuese más dañina que todos los rayos de todo el verano. Un rayo mata a un solo hombre, mientras una sola bombarda a todos los que en una fila se ofrecen al bolaño que se aproxima… ¿qué diría ahora cuando no sólo un hombre fuerte sino muchos son desgarrados por un solo golpe de bombarda?

Y en De Europae dissidiis et Republica, p. 69: han inventado una clase de máquina con cuyo disparo es uno derribado de forma más violenta que cuando truena Júpiter, y con uno solo son abatidos veinte, cuarenta o cien. 1904

La autoría de Europa Heautentimorumene

14. Mal concepto de los soldados Este mal concepto queda reflejado en el siguiente pasaje, p. 161: Pues a los reyes, a los emperadores, prelados y pontífices, a quienes se suele preparar tales insidias, y no a menos soldados de infantería, que llevan ya suficiente y acerbo castigo, con el solo hecho de que se les permita y tolere vivir –aun siendo unos redomados canallas– con su suerte e infeliz condición; a no ser que alguien diga que es necesario aniquilarlos con veneno, porque son ellos el veneno del mundo.

Vives expresó su mal concepto de los soldados en De Europae dissidiis et Republica, p. 63: ¡Qué clase de hombres, por los dioses! ¡Has nombrado al soldado español! Ciertamente todos los soldados son muy impulsivos, arrogantes y de costumbres muy desarregladas. ¿Acaso puede soportar a un soldado incluso su propio padre?

15. Unidos con vínculo indisoluble Con estas palabras se describe la unión entre los cristianos, p. 179: Por ellas pelean y pugnan entre sí esos mismos que Dios siempre quiso que estuviesen unidos con vínculo indisoluble.

La misma idea fue expresada por Vives en De Europae dissidiis et Republica, p. 24: y no puedo dejar de lamentar que esa Europa, de esta forma dividida entre sí, esté en lucha con gran perjuicio para todos así como su población redimida por la sangre de Cristo, a la que él ordenó que estuviese unida en un solo cuerpo gracias al amor, como si fuera un aglutinante.

En ambas obras se utiliza un término latino de la misma raíz: conglutinatos y glutino, respectivamente.

16. Dios es la paz verdadera Así se califica a Dios en Europa, p. 183: Mas si hasta con vosotros mismos queréis seguir, siendo crueles, tened cuidado entre tanto de no parecer también impíos ante Dios, suma y verdadera paz.

De forma parecida se expresó Vives en De communione rerum, p. 205: las demás cosas, que se relacionan con la división, con las disputas, con las rivalidades, con la guerra, no son de Dios, que es el promotor de toda paz y concordia, sino del diablo. 1905

Francisco Calero

17. Conocimiento de Inglaterra En la “Breve descripción de Europa” se dan noticias concretas sobre Inglaterra, p. 187: Europa tiene a su alrededor muchas y diversas islas, con cuya vecindad se deleita. Entre ellas destaca Inglaterra –conocida también como Albión o Isla Británica–, que de frente mira al norte de la Galia; de todas las islas de Europa es la más célebre por su extensión, su belleza, sus recursos, la utilidad de su estrecho y la celebérrima excelencia de sus habitantes; a ella, además, está sometida por naturaleza y ley la vecina Hibernia.

La descripción de Inglaterra contrasta con la de otras naciones, como, por ejemplo, la de Italia, p. 187: Pero Italia –que los Alpes separan de la Galia y de Helvecia– cae hacia el mediodía con una inclinación a la derecha, y por ambas partes la baña totalmente el mar Mediterráneo.

18. Función del portero En el Prefacio de Europa un adusto portero impide la entrada del autor a la fortaleza, p. 131: en cuanto llamé, al momento se me presentó un portero de rostro implacable, que me recibió ensoberbecido con el mismo saludo, sólo que en alemán, con el que los judíos recibieron a san Juan Bautista: “¿Quién eres tú? ¿Qué es lo que quieres?”; y tras responderle humildemente que yo era español y que quería ver a un íntimo amigo, o sea, a Latomus, de nuevo se puso a hablar conmigo del siguiente modo: “No está aquí. A ti no te está permitido entrar porque aquí habitan muy altos príncipes y prelados y tú no eres más que un vagabundo”. Dicho lo cual, me cerró de repente la puerta y no faltó nada para que también me pillase las manos. Yo, entonces, retrocedí rojo de vergüenza: con más rapidez habría entrado en el Paraíso.

La misma escena protagonizada por el portero tiene lugar en la obra de Vives Aedes legum, cuando el autor quiere penetrar en la mansión de las leyes, p. 682: Pasmado yo de aquella tan linda y tan apacible novedad, en mis deseos de entrar y escudriñarlo todo, tropecé con un portero, abrumado de años, que porfiando con muchos hombres les impedía la entrada.

El paralelismo entre ambas obras es evidente: el autor quiere entrar en una fortaleza y se encuentra con un portero que cumple su función con severidad. Este argumento me parece de extraordinaria fuerza probatoria, porque es algo completamente ajeno al argumento de la obra y, por tanto, es prácticamente 1906

La autoría de Europa Heautentimorumene

imposible que a Laguna se le ocurriera tomar esa escena de una obrita de la juventud de Vives.

19. Importancia de los Salmos en Europa Sobre la utilización de los Salmos afirma González Manjarrés (1994, p. 94): Laguna emplea los Salmos de forma selectiva: exceptuando la segunda cita (V 4-9), que es continua y que procede del salmo II, 1-4 (Vt frendunt gentes), todas las demás constituyen una mezcla de versículos tomados de salmos diferentes y que Laguna elige y relaciona para adecuarlos convenientemente al tema del discurso.

El empleo de los Salmos en Europa habla a favor de Vives, porque esa obra bíblica era su preferida, como se demuestra por el hecho de haber escrito él dos obras sobre los Salmos: Meditationes in septem psalmos poenitentiae y Meditatio de passione Christi in psalmum XXXVII.

20. La versión de los Salmos de Campen Al final de la obra el autor de Europa incluyó una nota sobre las versiones de los Salmos utilizadas en la obra, p. 193: Advierte, cándido lector, que la traducción de los Salmos que hemos citado en tres ocasiones, ni la ha autorizado la Iglesia católica ni la autorizará, puesto que la ha publicado un hombre de fe escasamente probada. Sin embargo, y aunque de ello ahora me arrepiento, la hemos incluido en nuestra perorata por parecernos que se acomodaba mejor a la declamación de Europa.

La solución a esas enigmáticas palabras la dio Marcel Bataillon (2000, p. 300): ¿Quién era, pues, ese traductor poco digno de confianza de quien había utilizado la versión no aceptada e inaceptable? No es difícil dar con la respuesta justa cuando se conoce el escándalo causado en Lovaina en 1531 por una tal “Psalmorum omnium iuxta Hebraicam Veritatem Paraphrastica Interpretato autore Joanne Campensi”.

Éste es el autor y esa la obra de donde tomó el autor de Europa la traducción de los Salmos. Ahora bien, esta circunstancia sin ninguna duda se adecua mejor a la biografía de Vives que a la de Laguna. En primer lugar, por el interés de Vives por los Salmos y, en segundo, porque vivió en Lovaina y conoció a la perfección las disputas y controversias de los teólogos de la ciudad. Es completamente lógico, por tanto, que tuviera en su biblioteca el volumen citado. Por el contrario, creo que las disputas teológicas y escriturísticas estaban alejadas de los intereses intelectuales del Dr. Laguna. 1907

Francisco Calero

21. Un ejemplo digno de ser imitado Al final de Europa figura un ejemplo tomado de Erasmo en su adagio Dulce bellum inexpertis, p. 191: Prefiero que este dinero quede en manos de un amigo a que quede en manos de esos insaciables ladrones. Bastante ganancia saco ya si me ahorro estar en boca de todos, conservo a un amigo y me evito tantas molestias.

El mismo ejemplo fue utilizado por Vives en De concordia, p. 198: Esto lo vio aquel hombre prudentísimo, que en un pleito de diez mil ducados renunció a favor del adversario porque decía que el dinero, especialmente tanta cantidad, era pretendido sólo por causa de los placeres y que él se procuraría más placeres con aquella cesión y renuncia al pleito que con el dinero.

22. Apología del rey Fernando de Austria En Europa se hace una amplia defensa del rey Fernando, el hermano de Carlos V, acusado de envenenar con vidrio a soldados alemanes, p. 159: ¡Falsa e impía acusación! ¡Desvergonzada y perniciosa falacia! ¡Audaz e insolentísima licencia! ¡Ingrata y detestable perversidad!

Esta encendida defensa de Fernando se corresponde mucho mejor con la biografía de Vives que con la de Laguna. En efecto, Vives escribió a Fernando dos extensas dedicatorias en su obra Declamationes quinque Syllanae (se hace la cita por su Epistolario, p. 202 y 206): Juan Luis Vives al Ilmo. Príncipe Fernando, Archiduque de Austria, hermano de Carlos, Emperador Augusto. Salud. Juan Luis Vives al Ilmo. Príncipe Fernando, Archiduque de Austria. Salud.

23. Conclusión Es evidente que los temas tratados en Europa (Europa misma, guerras entre príncipes cristianos, consecuencias de las guerras, pobreza) son los predilectos de Vives, pues se había ocupado de ellos por extenso en De Europae dissidiis et Republica, De subventione pauperum, De concordia et discordia in humano genere y De pacificatione. En Laguna, por el contrario, serían temas nuevos. Aun en este supuesto podría haberlos tomado de Erasmo y del propio Vives. Lo que es prácticamente imposible es que tomara de Vives detalles insignificantes, que normalmente pasan desapercibidos (como es el aprovechamiento de la función del portero), o bien conocimientos fácilmente explicables en Vives (como la utilización de la traducción de Campen). 1908

La autoría de Europa Heautentimorumene

Dando forma a estos temas impregna la obra el estilo (características de la lengua, recursos retóricos, declamación dialogada, interrogaciones retóricas, exclamaciones), que por ser lo más personal es lo más difícil de imitar. En ese estilo el auténtico maestro era Vives, y por eso es completamente lógico y natural que el resultado fuera una obra maestra, como lo es Europa.

Bibliografía Bataillon, Marcel. 2000. “Sobre el humanismo del doctor Laguna. Dos libritos latinos

de 1543”, en Marcel Bataillon, Erasmo y el erasmismo. Traducción de Carlos Pujol, Barcelona, Crítica. Cadenas Navarro, José Antonio – Navarro Martín, Isabel – Sacristán García, Juan Carlos – De la Torre Rodríguez, Ventura. 2001. “Andrés Laguna, humanista y médico. Una propuesta de aplicación didáctica”, en García Hourcade, J. L – Moreno Yuste, J. M. (coords.) 2001, pp. 569-575. Calero, Francisco. 1997. Europa en el pensamiento de Luis Vives, Valencia, Ayuntamiento. García Hourcade, Juan Luis – Moreno Yuste, Juan Manuel (coords.). 2001. Andrés Laguna. Humanismo, ciencia y política en la Europa renacentista, Valladolid, Junta de Castilla y León. Hernando Ortega, Teófilo. 1968. “Introducción y comentarios” en Andrés Laguna, Dioscórides, Madrid, vol. I, 15-172. Laguna, Andrés. 1962. Discurso sobre Europa. Edición facsímil del texto latino y traducción de José López de Toro. Madrid, Joyas Bibliográficas. Laguna, Andrés. 2001. Europa heautentimorumene, es decir, que míseramente a sí misma se atormenta y lamenta su propia desgracia. Introducción, edición, traducción y notas de Miguel Ángel González Manjarrés, Valladolid, Junta de Castilla y León. López Navia, Santiago. 2001. “Las funciones del entramado dialógico en la estrategia retórica del Discurso de Europa de Andrés Laguna”. En García Hourcade J. L. – Moreno Yuste, J. M. 2001, pp. 539-545. Pérez Durà, Jordi. 1998. “Europa en los escritos de Juan Luis Vives”, en M. Pérez González (ed.), Actas del Congreso Internacional sobre Humanismo y Renacimiento, León, vol. I, 181-205. Vives, Juan Luis. 1947. Aedes legum. Templo de las leyes. Traducción de Lorenzo Riber. Obras completas de Vives, I, Madrid, Aguilar. Vives, Juan Luis. 1997. De concordia et discordia in humano genere. De pacificatione. Quam misera esset vita christianorum sub Turca. Sobre la concordia y la discordia en el género humano. Sobre la pacificación. Cuán desgraciada sería la vida de los cristianos bajo los turcos. Traducción de Francisco Calero, M.ª Luisa Arribas y Pilar Usábel. Valencia, Ayuntamiento. 1909

Francisco Calero

Vives, Juan Luis. 1526. De Europae dissidiis et Republica, Brugis, typis Huberti de Crook. Vives, Juan Luis. 1992. De Europae dissidiis et republica. Sobre las disensiones de Europa y sobre el Estado. Traducción de Francisco Calero y Mª José Echarte, Valencia, Ayuntamiento. En este volumen incluyó Vives los siguientes opúsculos: Sobre las perturbaciones de Europa, dirigido al Papa Adriano VI, Sobre la captura del Rey de Francia, a Enrique VIII de Inglaterra, Sobre el gobierno del reino, Sobre la guerra y la paz a, Enrique VIII, Sobre las disensiones de Europa y la guerra de los turcos (“Diálogo de los turcos”). Vives, Juan Luis. 2004. De subventione pauperum. Sobre el socorro de los pobres. De communione rerum ad Germanos inferiores. Sobre la comunidad de bienes a los habitantes de los Países Bajos, Valencia, Ayuntamiento. Vives, Juan Luis. 1978. Epistolario. Traducción de José Jiménez Delgado, Madrid, Editora Nacional. Vives, Juan Luis. 1947. Pompeius fugiens. La fuga de Pompeyo. Traducción de Lorenzo Riber, Obras completas de Vives, I. Madrid, Aguilar.

1910

Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 1911-1924

Propercio en la Polyanthea de Nano Mirabelio Gregorio Rodríguez Herrera

Universidad de Las Palmas de Gran Canaria Resumen: En este trabajo analizamos la selección y la manipulación ideológica de las Elegías de Propercio en la Polyanthea de D. Nano Mirabelio. Asimismo, estudiaremos qué grado de influencia ejerció la selección properciana de Nano Mirabelio en el Viridarium Illustrium Poetarum de O. Mirándola. Palabras clave: Propercio. Florilegios. Nano Mirabelio. Octaviano Mirándola. Abstract: In this paper we analyze the selection of Propertius’ Elegies done by Nanus Mirabelius in his Polyanthea as well as the ideological manipulation behind this selection. Besides, we intend to reveal the influence of Nanus Mirabelius’ Polyanthea on Mirandula’s Viridarium Illustrium Poetarum. Keywords: Propertius. Florilegia. Nanus Mirabellus. Octavianus Mirandula.

Como ya hemos mostrado en trabajos anteriores,1 hasta principios del siglo XVI la presencia de Propercio en los florilegios latinos había sido escasa. Sin embargo, en este siglo comienza a generalizarse su presencia en ellos y ya en el XVII lo encontraremos habitualmente en antologías, florilegios o polianteas. La presencia de Propercio en ellos lo acercó a las escuelas, en la que estos libros de loci communes eran muy habituales. En ellos se ofrecía a los estudiantes una lectura sistemática de extractos de autores clásicos por temas o tópicos con un doble objetivo, de un lado ofrecer inspiración y modelos para 1 Gregorio Rodríguez Herrera, “La selección de Propercio en los florilegios latinos de los siglos XIII al XVI”, en Mª Dolores García de Paso Carrasco – Gregorio Rodríguez Herrera (eds.), Selección, manipulación y uso metaliterario de los autores clásicos, Zaragoza, Pórtico, 2009, pp. 99-123; Gregorio Rodríguez Herrera, “Propercio en el Viridarium Illustrium Poetarum de Octaviano Mirándola: origen e influencia”, CFC. Estudios Latinos, 30/2 (2010), pp. 295-320.

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Gregorio Rodríguez Herrera

después escribir sus propias creaciones y, de otro lado, influir en la formación del pensamiento de estos estudiantes, por lo que la selección de los clásicos se realiza con un evidente criterio ideológico.2 Entre los libros de loci communes que contribuyeron a este peculiar tipo de educación destacaron el Viridiarum de Octaviano Mirándola3 y la Polyanthea de D. Nano Mirabelio.4 Esta última, además, fue ampliada a lo largo del siglo XVI por Bartolomé Amantio y por Francisco Tortio, hasta que Joseph Langio ya en el siglo XVII publica una Polyanthea Nova en la que amplía la versión de Mirabelio, incluyendo, además, las adiciones de Amantio y Tortio.

El Viridarium y la Polyanthea: breve descripción En 1503 se publica en la ciudad de Savona la Polyanthea. Opus suauissimis floribus exornatum5 de D. Nano Mirabelio. Ésta sigue la organización del Manipulus Florum en capítulos o títulos ordenados alfabéticamente en los que se recogen sentencias sobre cada uno de los temas propuestos,6 aunque los capítulos no se subdividen a su vez en secciones que maticen el locus communis. Se extractan textos bíblicos, padres de la iglesia, autores clásicos –griegos y romanos– y autores renacentistas como Dante o Petrarca. Por otro lado, en 1507 se publica la edición veneciana del Viridarium Illustrium Poetarum de O. Mirándola, que poco después se editará y se divulgará con el nombre de Illustrium Poetarum Flores.7 El Viridarium de O. Mirándola sigue también la 2 Ann Moss, Printed Commonplace-Books and the Structuring of Renaissance Thought, Oxford, Clarendon, 1996; Amedeo Quondam, “Strumenti dell’officina classicistica: Polyanthea & Co.”, Modern Philology, 101 (2003), pp. 316-336. 3 Octaviano Fioravante (Octavianus Mirandula) vivió a caballo entre los siglos XV y XVI, era natural de la ciudad de Mirándola, Módena, y, según el mismo afirma en la carta dedicatoria del Viridarium Illustrium Poetarum, era monje agustino de la Orden de los Canónigos Regulares Lateranenses. 4 Doménico Nano Mirabelio (Dominicus Nanus Mirabellus), natural de la ciudad de Alba, región de Piamonte, vivió entre los siglos XV y XVI. Fue arcipreste de la colegiata de Savona y, además de poeta y compilador, fue físico y doctor en Derecho Canónico. Estos datos los aporta Ch. G. Jöcher en su biografía académica de 1750 Allgemeinen Gelehrten-Lexikon. 5 Citamos por la edición de Basilea de 1512. http://www.digital-collections.de/index. html?c=autoren_index&l=en&ab=Dominicus+%5BNanus+Mirabellius%5D[consulta: 6-9-2010]. 6 Cf. Mª José Muñoz, “Las fuentes de las fuentes de los libros de emblemas: los florilegios medievales”, en Emblemática trascendente. Hermenéutica de la imagen, iconografía del texto. Actas del VII Congreso de la Sociedad Española de Emblemática, Pamplona, SEE, 2011, pp. 585-594. 7 Según Berthold L. Ullman la primera edición con este título parece ser la de Estrasburgo de 1538. Cf. B. L. Ullman, Studies in the Italian Renaissance, Roma, Edizione di storia e letteratura, 1973, p. 387.

1912

Propercio en la Polyanthea de Nano Mirabelio

organización del Manipulus Florum,8 aunque en esta obra, como el propio título indica, sólo se extractan poetas. Además, cada capítulo está subdividido en secciones que matizan y focalizan algún aspecto del título general. Ambos florilegios, por tanto, se englobarían, al igual que el Manipulus Florum, entre los ‘florilegios temáticos’, que organizan los capítulos en orden descendente de auctoritates, en orden lógico de conceptos o bien en orden alfabético. Además, en ambos se incluye a Propercio, un poeta que no aparecía en los grandes florilegios medievales, ni en el Manipulus Florum ni en el Florilegium Gallicum.9

Propercio en la Polyanthea de D. Nano Mirabelio La Polyanthea presenta cuarenta y siete excerpta de las Elegías de Propercio, de los que se repiten tres –Prop. 1,5,23-24; Prop. 2,22,17 y Prop. 3,8,19–, de manera que realmente se selecciona un total de ciento un versos. De entre los libros de elegías se extractan seis pasajes del libro primero de las Elegías, veinticuatro del segundo, quince del tercero y, finalmente, dos del cuarto. A diferencia de otros florilegios no presenta secciones y los extractos de Propercio aparecen en cada capítulo uno detrás del otro en orden ascendente, según la clasificación en libros y elegías del original properciano. En cuanto a las fuentes generales de la Polyanthea, parece que el procedimiento no debió de diferir en exceso del resto de libros de lugares comunes posteriores, ya fueran otras selecciones, como el Manipulus Florum o diccionarios enciclopédicos de Latín,10 aunque en el caso concreto de Propercio, por ahora, no se pueda establecer qué obras en concreto estuvieron en el escritorio del humanista. A continuación, ofrecemos los extractos precedidos de cada uno de sus títulos o locus conmunis. Junto al extracto reproducimos la referencia a la elegía tal y como aparece en la edición de D. Nano Mirabelio11 y, por último, 8 Compilado en la Sorbona en 1306 por Thomas Hibernicus o de Irlanda, es un florilegio enciclopédico que recoge textos de teólogos griegos, latinos y autores de la Antigüedad grecoromana tratando temas relacionados con la moral y el dogma. Los extractos, que llevan la indicación del autor, están relacionados bajo 266 títulos dispuestos en orden alfabético. Cf. Richard H. Rouse – Mary. A. Rouse, Preachers, Florilegia and Sermons: Studies on the ‘Manipulus Florum’ of Thomas of Ireland, Toronto, Pontifical Institute of Mediaeval Studies, 1979. 9 Rosemary Burton, Classical Poets in the ‘Florilegium Gallicum’, Frankfurt, Peter Lang, 1983; B. Munk Olsen, “Les classiques latins dans les floriléges antérieurs au XIIIe siècle”, RHT, 9 (1979), 47-121; 10 (1980), 115-160; Richard H. Rouse, “Florilegia and Latin Classical Authors in twelfth and thirteenth-century Orléans”, Viator, 10 (1979), 131-160. 10 Ann Moss, Printed Commonplace-Books..., pp. 93-94. 11 Todos estos datos son muy relevantes ya que, en palabras de Mª José Muñoz Jiménez, “merecen especial atención los diversos títulos que pueda presentar el florilegio al cambiar de autor, de capítulo, de sección o tema, pues no sólo marcan las ‘secciones’ del texto, sino que

1913

Gregorio Rodríguez Herrera

añadimos la referencia exacta de las Elegías propercianas, para la que seguimos la moderna edición de P. Fedeli.12 Título

Amor cupidineus

Excerpta

Referencia Propercio, Elegías

Propertius li. I. Elegia III Hac amor, hac Liber, durus uterque deus

1,3,14

Idem eleg. V nec tibi nobilitas poterit succurrere amanti: nescit Amor priscis cedere imaginibus.

1,5,23-24

Ibidem Elegia XIIII Nescit amor magnis cedere divitiis

1,14,8

Propertius lib. II. Elegia I omnes humanos sanat medicina dolores: solus amor morbi non amat artificem.

2,1,57-58

Propertius lib. II. Elegia III ac veluti primo taurus detractat aratra, post venit assueto mollis ad arua iugo, sic primo iuuenes trepidant in amore feroces, dehinc domiti post haec aequa et iniqua ferunt.

2,3,47-50

Propertius lib. II. Elegia V Omne in amore malum, si patiare, leue est.

2,5,16

Propertius lib. II. Elegia VIII Omnis vertuntur. certe vertuntur amores. vinceris aut vincis, haec in amore rota est.

2,8,7-8

informan sobre la intencionalidad de la selección”. Mª José Muñoz Jiménez, “La edición de florilegios como edición especial”, Exemplaria clasica, 8 (2004), 128. Igualmente, estos datos son importantes por la posible reutilización de otras compilaciones para crear un nuevo texto. Jacqueline Hamesse, “Parafrasi, Florilegi e compendi”, en Guglielmo Cavallo, Claudio Leonardi, Enrico Menestò (coords.), Lo spazio letterario del Medioevo. Vol. III. La ricezione del testo, Roma, Salerno editrice, 1995, 197-220. 12 Paolo Fedeli, Propertius, Stuttgart, Teubner, 1984. Señalamos en cursiva las lecturas de Nano Mirabelio que no coinciden con la edición de Fedeli, no tanto por ofrecer variantes en cualquier caso carentes de interés, sino por mantener la lectura del extracto. Igualmente mantenemos el usus scribendi del compilador. 1914

Propercio en la Polyanthea de Nano Mirabelio

Amor cupidineus

Propertius lib. II. Elegia XII Quicumque ille fuit, primus qui pinxit Amorem, nonne putas miras hunc habuisse manus. hic primum vidit sine sensu vivere amantes, et levibus curis magna perire bona. idem non frustra ventosas addidit alas, fecit et humano corde volare deum: scilicet alterna quoniam iactamur in vnda, nostraque non vilis permanet aura locis. et merito hamatis manus est armata sagittis et pharetra ex humero Cnosia utroque iacet: ante ferit quoniam tuti quam cernimus hostem, nec quisquam ex illo vulnere sanus abit.

2,12,1-12

Propertius lib. II. Elegia XIIII Scilicet insano nemo in amore videt

2,14,18

Idem elegia XV Si nescis, oculi sunt in amore duces

2,15,12

Idem elegia XVII Turpis amor surdis auribus esse solet

2,16,36

Idem elegia XXIII Libertas quoniam nulli iam restat amanti nullus liber erit, si quis amare volet.

2,23,23-24

Propertius lib. II. Elegia XXVII Multum in amore fides, multum constantia prodest: qui dare multa potest, multa et amare potest

2,26,27-28

Propertius lib. II. Elegia XXX Quo fugis, a demens? nulla est fuga: tu licet vsque Ad Tanain fugias, vsque sequetur Amor

2,30,1-2

Idem lib. II elegia ultima Expertus dico: nemo est in amore fidelis.

2,34,3

Ibidem tu mihi vel ferro pectus vel perde veneno: a domina tantum te modo tolle mea te socium vitae, te corporis esse licebit, te dominum admitto rebus, amice, meis:

2,34,13-18

Idem lib.III. Elegia V Pacis amor Deus est, pacem veneramus amantes.

3,5,1

Idem Elegia XX Ipse alimenta sibi maxima praebet Amor.

3,21,4

Ibidem Quantum oculis, animo tam procul ibit amor

3,21,10

1915

Gregorio Rodríguez Herrera

Propertius lib. I. Elegia IX Insanus medio flumine quaerit aquam

1,9,16

Propertius lib. III. Elegia VI Ergo sollicitae tu causa, pecunia, vitae es per te immaturum mortis adimus iter; tu vitiis hominum crudelia pabula pascis; semina curarum de capite orta tuo.

3,7,1-4

Propertius lib. III. Elegia XI Si fas est, omnes pariter pereatis auari

3,12,5

Propertius lib. III. Elegia XII at nunc desertis cessant sacraria lucis: aurum omnes victa iam pietate colunt. auro pulsa fides, auro venalia iura, aurum lex sequitur, mox sine lege pudor.

3,13,47-50

Deus

Propertius li.II. Elegia XVI Nec sic de nihilo fulminis ira cadit

2,16,52

Diuitiae

Propertius lib.III. Elegia V. Haud ullas portabis opes Acherontis ad vndas, Nudus ad infernas, stulte, vehere rates.

3,5,13-14

Ebrietas

Propertius li.II. Elegia vltima Vino forma perit , vino corrumpit aetas, Vino saepe suum nescit amica virum

2,33,33-34

Propertius lib.III. Elegia XVIII Et terram rumor transit et Maria

2,18,38

Propertius lib.IIII. elegia ultima Haec est feminei merces extrema triumphi, laudat vbi emeritum libera fama rogum.

4,11,71-72

Fides

Propertius lib.3.elegia 7 Non est certa fides, qua non iniuria versat

3,8,19

Humilitas

Propertius li.III. Elegia III Alter remus aquas, alter tibi radat harenas, Tutus eris: medio maxima turba mari est.

3,3,23-24

Iniuria

Propertius libro III. Elegia VII Non est certa fides, qua non iniuria versat

3,8,19 1,1,27-28

Ira

Propertius li. I. elegia prima Fortiter et ferrum saeuos patiemur et ignes Si modo libertas quae velit ira loqui. Propertius li. III. Elegia XIIII Nescit vestra ruens ira perferre pedem

3,15,44

Auaritia

Fama

1916

Propercio en la Polyanthea de Nano Mirabelio

Propertius. lib.II. Elegia. I nauita de ventis, de thauris narrat arator, enumerat miles vulnera, pastor oves;

2.1.43-44

Propertius. lib.II. Elegia. XXXI sed tu non debes inimicae credere linguae: semper formosis fabula poena fuit.

2,32,25-26

Luxuria

Propertius lib.III. Elegia. XII certa quidem tantis causa et manifesta ruinis: luxuriae nimium libera facta via est.

3,13,3-4

Matrimonium

Propertius lib.II. elegia. VI felix Admeti coniunx et lectus Vlyssis, et quaecumque viri foemina limen amat!

2,6,23-24

Mors

Propertius lib. III. Elegia X venturam melius praesagit navita mortem, vulneribus didicit miles habere metum.

3,11,5-6

Propertius. li.II elegia. VI nam nihil invitae tristis custodia prodest: quam peccare pudet, Cynthia, tuta sat est.

2,6,39-40

Propertius. li.II elegia.VIII sed vobis facile est verba et componere fraudes: hoc vnum didicit foemina semper opus. non sic in certo mutantur flumine Syrtes, nec folia hyberno tam tremefacta Notho, quam cito foeminea non constat foedus in ira, siue ea causa grauis siue ea causa laeuis.

2,9,31-36

Idem elegia. XVI Formosis leuitas semper amica fuit.

2,16,26

Propertius. lib.III elegia. XVIII Obiicitur totiens a te mihi nostra libido; (crede mihi) vobis imperat ista magis. vos, ubi contempti rupistis frena pudoris, nescitis captae mentis habere modum.

3,19,1-4

Natura

Prop. li.II eleg. XXII Vnicuique dedit vitium natura creato

2,22,17

Nobilitas

Propertius. li.I elegia.V nec tibi nobilitas poterit succurrere amanti: nescit Amor priscis cedere imaginibus.

1,5,23-24

Parens

Propertius li.III.elegia 21 nam quantum ferro tantum pietate potentes

3,22,21

Lingua

Mulier

1917

Gregorio Rodríguez Herrera

Patientia

Vitium

Propertius. lib.IIII. elegia ultima Desine, Paule, meum lachrymis vrgere sepulchrum: panditur ad nullas ianua nigra preces. cum semel infernas intrarunt funera leges, non exorato stant adamantae viae. te licet orantem fuscae deus audiat aulae, nempe tuas lachrymas littora surda bibent. vota mouent superos: vbi portitor aera recepit, obserat herbosos lurida porta rogos.

4,11,1-8

Propertius lib.II. Elegia. XXII Vnicuique dedit vitium natura creato

2,22,17

La selección de Propercio en la Polyanthea está determinada por el carácter pedagógico de la obra. Con estos libros de lugares comunes se persigue una formación humanística para jóvenes, en general, y para clérigos, en particular, a través de extractos y sentencias de índole moral de los autores clásicos, reutilizables tanto en escritos, como en sermones.13 Así, el propio Nano Mirabelio afirma en el proemio:14 omnia nos itidem decerpsimus aurea dicta. Primo igitur, vt adolescentibus eloquentiae candidatis opitularer, vocabula plurima declaravi, graecas dictiones illis annectens, diffinitiones seu descriptiones in principiis cuiusque materiae addens. Además, se quiere ofrecer una selección aceptable moralmente y en la que no se promueva o avale ninguna actitud lujuriosa, tal y como lo afirma en la elegía al lector que preside la obra (Elegia ad lectorem, 5-8): 13 A pesar del ideal renacentista de recuperación de la poesía clásica sin la interferencia de intereses teológicos y didácticos, en el Renacimiento se siguieron utilizando florilegios, en su mayoría de estructura medieval, en los que, junto con el estudio de latín y los autores clásicos, era especialmente relevante el contenido moral de los textos. Cf. A. Mª Aldama Roy – Mª J. Muñoz Jiménez, “Los florilegios”, en Juan Signes Codoñer et alii, Antiquae lectiones. El legado clásico desde la Antigüedad hasta la Revolución Francesa, Madrid, Cátedra, 2005, 217-223; Peter Beal, “Notions in Garrison: the seventeenth-century Commonplace Books”, en William Speed Hill (ed.), New Ways Looking at old Texts, Bringhamton, NY, Brepols , 1993, 131-147; Beatriz Fernández Cuesta, En la senda del Florilegium Gallicum. Edición y estudio del florilegio del manuscrito Córdoba, Archivo capitular 150, Leiden, Brepols, 2008, pp.72-88; Eugenio Garin, La educación en Europa, 1400-1600. Problemas y programas, Barcelona, Cambridge U. P., 1987, 83-102. 14 Un análisis más pormenorizado del paratexto de Mirabelio se puede leer en J. Fernández López, especialmente en las páginas 179 a 181. Cf. J. Fernández López, “Retórica y enciclopedia en el Renacimiento: Eloquentia en la Polyanthea de Mirabelli–Lang”, Minerva 22 (2009), pp. 177-102.

1918

Propercio en la Polyanthea de Nano Mirabelio

Hic est quod deceat pueros iuvenesque senesque. His ornare potest sexus uterque caput. Nulla Venus nobis, nulli hic cantantur amores, Nec Iovis hic moechi furtaque Martis erunt.15

Y, de otro lado, una selección que no ataque los principios religiosos cristianos en su afán por cultivar a los clásicos griegos y latinos.16 Desde esta perspectiva resulta muy revelador el comienzo del “Proemium ad Polyantheam”: Diu multumque mecum cogitavi, illustrissime princeps, quodnam praecipue scriptorum genus hominum vitae conduceret. Videbam enim poetas –vt hinc initium sumam– dum vitia insectantur, dum virtutem laudibus in coelum tollunt miscentque vtile dulci optime, de hominum vita meritos; interdum tamen de turpi voluptate tam effuse tamque petulanter loqui, ita de superis ignominiose fabulari vt teneris lectorum mentibus non tantum prosint quae bene, quantum quae male dicta sunt obsint, dum pleraque cantant et spurca et a nostra sanctissima religione maxime abhorrentia.17

En el caso concreto de Propercio, el poeta de la pasión amorosa queda difuminado al extractarse unos pasajes en los que predominan sentencias morales de carácter general en las que el amor ha sido tratado desde una 15

“Encuentra aquí lo apropiado para niños, jóvenes y ancianos./ Uno y otro sexo puede adornar su cabeza con ellos./ Ninguna Venus tenemos ni aquí se cantan amores,/ Aquí no encontrarás los adulterios de Marte ni del disoluto Júpiter.” 16 En este sentido Mirabelio se enmarca dentro de las polémicas renacentista en torno al uso que debe hacerse de los clásicos y de la cultura clásica en una sociedad cristiana. Son célebre, en este sentido, las palabras del Cardenal Paleotto en su Discorso intorno alle imagini sacre e profane (1584): “Se me objetará: estas imágenes son instrumentos para el estudioso; son preciosas para el conocimiento de la Antigüedad; o cualquier otro motivo honorable, basado en que se leen las obras de los paganos y las fábulas de los poetas, que están llenas de alusiones a estos dioses. A lo cual responderá: lo que sobre todo censuramos es el uso consistente en colocar bien a la vista y en servirse de ellas como decoración en las habitaciones. En consecuencia, si alguien necesita tener en su casa –únicamente por razones de estudio– imágenes de este tipo, debe al menos tener la prudencia de colocarlas en lugares apartados. Esta precaución deberá ser observada principalmente por las gentes de Iglesia. Jean Seznec, Los dioses de la Antigüedad en la Edad Media y el Renacimiento, Madrid, Taurus, 1983, p. 217. 17 “Durante mucho tiempo que le di vueltas, ilustrísimo príncipe, a qué tipo de escritores serviría de provecho a la vida de los hombres. En efecto, veía poetas –para empezar por el principio- que, censurando los vicios, elevando hasta el cielo con alabanzas la virtud y mezclando lo útil con lo dulce de la mejor manera, que se hacían merecedores de la vida de los hombres; sin embargo, alguna vez, veía hablar del indecente placer de forma tan petulante y profusa; fabular de los dioses de manera tan ignominiosa que a las tiernas mentes de los lectores les aprovechaba no tanto lo que se dijo bien como les dañaba lo que se dijo mal, mientras recitan versos, la mayoría, no sólo sucios, sino especialmente incompatibles con nuestra santísima religión!”. 1919

Gregorio Rodríguez Herrera

perspectiva general sin incidir en la pasión o la lujuria –2,1,43-44; 2,22,17; 2,33,33-34–, o bien insistiendo generalmente en sus aspectos negativo como un mal o una enfermedad –1,5,23-24; 2,1,57-58; 2,4,18–. A este respecto son relevantes los extractos más extensos en los que se dibujan los perjuicios del amor –2,12,1-12– o la crítica a la condición femenina18 –3,9,21-26; 3,19,1-4–. Otro de los motivos literarios por los que el poeta de Asís es reconocido, el tratamiento de la fides, apenas tiene presencia en la selección y, de hecho, cuando aparece, si se vincula al amor, se presenta desde una perspectiva negativa –expertus dico: nemo est in amore fidelis (Prop. 2,34,3)– o se relega a una sentencia de carácter general. Por ejemplo, en el capítulo dedicado precisamente a la fides se extracta el siguiente verso: Non est certa fides, qua non iniuria versat (Prop. 3,8,19).

La sentencia desprovista de su contexto permite una interpretación como la que sigue: “la verdadera lealtad hostiga las injurias”. Pero, si vemos la sentencia en su contexto, advertimos claramente que esas iniuria son riñas de enamorado:

Non est certa fides, quam non in iurgia uersat: hostibus eueniat lenta puella meis! in morso aequales uideant mea uulnera collo: me doceat liuor mecum habuisse meam. aut in amore dolere uolo aut audire dolentem, siue meas lacrimas siue uidere tuas, tecta superciliis si quando uerba remittis, aut tua cum digitis scripta silenda notas. odi ego quos numquam pungunt suspiria somnos: semper in irata pallidus esse uelim (Prop. 3,8,19-28).

Hasta aquí la selección de N. Mirabelio sigue las pautas generales de los extractos propercianos, tanto medievales como renacentistas,19 pero quizás el aspecto que realmente diferencia la selección de Propercio de Nano Mirabelio de las de otros humanistas es el tratamiento del tópico mors. En los extractos el tema de la muerte no aparece vinculado al amor, tal y como es habitual en Propercio, y tampoco Nano Mirabelio es una excepción. Sin embargo, mientras que en otras selecciones los excerpta propercianos se convierten en 18 Mª Dolores García de Paso Carrasco – Gregorio Rodríguez Herrera, “La consideración de la mujer en marginalia a las Elegías de Propercio”, Faventia, 27/1 (2005), 63-72. 19 Gregorio Rodríguez Herrera, “La selección de Propercio en los florilegios latinos de los siglos XIII al XVI”, en Mª D. García de Paso Carrasco – G. Rodríguez Herrera (eds.), Selección..., pp. 99-123; G. Rodríguez Herrera, “Propercio en el Viridarium...”.

1920

Propercio en la Polyanthea de Nano Mirabelio

sententiae sobre la inexorabilidad y equidad de la muerte o los castigos del infierno, Nano Mirabelio nos ofrece un único extracto en el que se advierte al lector de que la experiencia propia nos puede advertir de la llegada de la muerte: venturam melius praesagit navita morem, vulneribus didicit miles habere metum (Prop. 3,11,5-6).



Aunque, en realidad Propercio, cual praeceptor amoris, nos advertía de la crueldad del seruitium amoris: Quid mirare, meam si uersat femina uitam et trahit addictum sub sua iura uirum, criminaque ignaui capitis mihi turpia fingis, quod nequeam fracto rumpere uincla iugo? uenturam melius praesagit navita mortem, uulneribus didicit miles habere metum. ista ego praeterita iactaui uerba iuuenta: tu nunc exemplo disce timere meo (Prop. 3,11,1-8).



Así pues, resulta evidente que llevado de su interés por presentar unos extractos de los autores clásicos que fuesen aptos para todos los lectores y que no promoviesen la lujuria, Nano Mirabelio nos ofrece una selección de Propercio manipulada en la que la esencia del poeta romano se difumina y se esconde. Nada hay aquí de pasión amorosa, de amor y muerte, o de fidelidad amorosa en sus múltiples tratamientos. El poeta de Asís se reduce a sentencias de carácter general y su tratamiento del amor y la mujer responde a una visión misógina y cristiana.

La presencia de la Polyantea de Mirabelio en el Viridarium de Mirándola a propósito de los excerpta propertiana Los extractos de Propercio recogidos por Mirándola son sesenta y nueve, con un total de doscientos setenta y cuatro versos; de éstos, diecinueve se repiten en varias entradas, de manera que el número real de versos propercianos seleccionados son doscientos cincuenta y cinco. De entre los libros de elegías sólo se extractan dos pasajes del libro primero y cinco del cuarto, por lo que predominan los extractos del libro segundo con treinta y seis y del tercero con veinticuatro. Ya hemos establecido en un trabajo anterior20 que veinticuatro extractos de Mirándola fueron tomados completa o parcialmente de los Selecti Versus de J. Murmelio.21 La pregunta que nos hacemos ahora es si Nano 20

G. Rodríguez Herrera, “Propercio en el Viridarium...”. Publicado en Breda en 1504 es un florilegio de poetas elegiacos que tiene por título Ex Elegiis Tibulli, Propertii et Ovidii ab Ioanne Murmellio Selecti Versus. Juan Murmelio (Iohannes Murmellius) nació en 1480. Fue rector en Münster (Westfalia) y en Alkmaar 21

1921

Gregorio Rodríguez Herrera

Mirabelio influyó de igual forma en el Viridiarum de O. Mirándola o si, por el contrario, no existe nexo entre ambos florilegios. Del análisis de ambos florilegios –véase el apéndice final– se extrae que la presencia de extractos de la Polyanthea en el Viridarium es muy inferior a la de los Selecti Versus.22 Sólo once extractos de Mirabelio han sido recogidos por Mirándola y de ellos sólo dos –2,2,1-12; 1,5,23-24– han sido reproducidos exactamente y uno reducido –2,26,27-28–. Los ocho restantes han sido ampliados por Mirándola, de manera que, aunque defendiéramos la vinculación de estos extractos con la Polyanthea, es evidente que ha habido otras fuentes enciclopédicas o, lo más plausible, que la Polyanthea fuera el punto de partida de unos extractos más amplios en los que jugaron un papel decisivo las tempranas ediciones de Propercio.23 Además es muy significativo que cuatro de los once extractos no coincidan con el capítulo del Viridiarum en el que se incluye.

Conclusiones Así pues, del análisis de los extractos propercianos de la Polyanthea de Nano Mirabelio podemos concluir que el carácter escolar del florilegio mediatizó la selección y que en ella se evitaron pasajes que fueran en contra de la doctrina cristiana. Como consecuencia de ello, en los extractos predominan las sentencias de carácter general y una visión negativa del amor y de la mujer. En este punto la selección de Mirabelio sigue la tónica de otros florilegios, siendo en el tratamiento de la muerte como tópico en donde se separa de otros compiladores. En cuanto a la relación entre los florilegios de Nano Mirabelio y de Mirándola el número de extractos vinculados nos hace pensar en una relación entre ambos, pero más que de dependencia, de “inspiración” o punto de partida de unos extractos que después Mirándola amplió con alguna edición de las Elegías.

(Holanda) y comentarista de Persio y Juvenal, aunque fueron sus comentarios a la obra de Boecio los que le dieron mayor proyección. Falleció en 1517. Cf. Peter G. Bietenholz – Thomas B. Deutscher, Contemporaries of Erasmus. A Biographical Registrer of the Renaissance and Reformation, Toronto–Buffalo–London, University of Toronto, 1986, vol. II, 470b-471a. 22 Hay una serie de extractos que comparten la Polyanthea de Nano Mirabelio y los Selecti Versus de Murmelio y que están presentes en el Viridarium de Mirándola, pero es evidente por su vinculación a los títulos y las secciones que O. Mirándola los tomó de los Selecti Versus de J. Murmelio. 23 Conviene recordar que la editio princeps de Propercio apareció en Venecia en 1472, la misma ciudad en donde se publicó por primera vez el Viridarium de Mirándola. 1922

Propercio en la Polyanthea de Nano Mirabelio

Apéndice O. Mirándola, Viridarium (1507) Título

Sección

Amor mentis vis est maxima atque blandus animi calor

Amor caecus dicit eo

DE AMORE

Amans immoderate famam propriam paruifacit. Ideo talis amor surdus dicitur

Amor vulnus immedicabile

Excerpta propertiana24

Ref. Propercio, Elegías

2,2,1-12

2.14.17-18

2,16,35-36

D. Nano Mirabelio, Polyanthea (1503) Ref. Propercio, Elegías

Quicumque ille fuit, puerum qui pinxit Amorem, nonne putas miras hunc habuisse manus? is primum vidit sine sensu vivere amantes, et levibus curis magna perire bona. idem non frustra ventosas addidit alas, fecit et humano corde volare deum: scilicet alterna quoniam iactamur in unda, nostraque non ullis permanet aura locis. et merito hamatis manus est armata sagittis, et pharetra ex umero Cnosia utroque iacet: ante ferit quoniam tuti quam cernimus hostem, nec quisquam ex illo vulnere sanus abit.

2,2,1-12

Ante pedes caecis lucebat semita nobis: Scilicet insano nemo in amore videt

2,14,18

“At pudeat.” Certe, pudeat, nisi forte, quod aiunt, Turpis amor surdis auribus esse solet

2,16,36

AMOR CVPIDINEVS

2,1,57-70

omnis humanos sanat medicina dolores: solus amor morbi non amat artificem. tarda Philoctetae sanavit crura Machaon, Phoenicis Chiron lumina Phillyrides, et deus exstinctum Cressis Epidaurius herbis restituit patriis Androgeona focis, Mysus et Haemonia iuvenis qua cuspide vulnus senserat, hac ipsa cuspide sensit opem. hoc si quis vitium poterit mihi demere, solus Tantaleae poterit tradere poma manu; dolia virgineis idem ille repleverit urnis, ne tenera assidua colla graventur aqua; idem Caucasia solvet de rupe Promethei bracchia et a medio pectore pellet avem.

2,1,57-58

1,5,23-24

nec tibi nobilitas poterit succurrere amanti: nescit Amor priscis cedere imaginibus.

1,5,23-24

2,30,1-10

quo fugis ah demens? nullast fuga: tu licet usque ad Tanain fugias, usque sequetur Amor. non si Pegaseo vecteris in aere dorso, nec tibi si Persei moverit ala pedes; vel si te sectae rapiant talaribus aurae, nil tibi Mercurii proderit alta via. instat semper Amor supra caput, instat amanti, et gravis ipsa super libera colla sedet. excubat ille acer custos et tollere numquam te patietur humo lumina capta semel.

2,30,1-2

Amor omnia vincit, nullique parcit

1923

Título

Gregorio Rodríguez Herrera

DE FIDE

Fides amorem amicitiasque maxime seruat

2,26,27

Multum in amore fides, multum constantia prodest: qui dare multa potest, multa et amare potest Obicitur totiens a te mihi nostra libido: crede mihi, vobis imperat ista magis. vos, ubi contempti rupistis frena pudoris, nescitis captae mentis habere modum. flamma per incensas citius sedetur aristas, fluminaque ad fontis sint reditura caput, et placidum Syrtes portum et bona litora nautis praebeat hospitio saeva Malea suo, quam possit vestros quisquam reprehendere cursus et rabidae stimulos frangere nequitiae. testis, Cretaei fastus quae passa iuvenci induit abiegnae cornua falsa bovis; testis Thessalico flagrans Salmonis Enipeo, quae voluit liquido tota subire deo. crimen et illa fuit, patria succensa senecta arboris in frondes condita Myrrha novae. nam quid Medeae referam, quo tempore matris iram natorum caede piavit amor? quidve Clytaemestrae, propter quam tota Mycenis infamis stupro stat Pelopea domus? tuque, o, Minoa venumdata, Scylla, figura tondes purpurea regna paterna coma. hanc igitur dotem virgo desponderat hosti! Nise, tuas portas fraude reclusit amor.

DE INCONTINENTIA

Mulieres incontinentes sunt magis quam viri

DE LACRYMIS

Amici mortui deflendi non sunt: quia lacrymis ad vitam reuocari non possunt

4,11,1-6

Desine, Paule, meum lacrimis urgere sepulcrum: panditur ad nullas ianua nigra preces. cum semel infernas intrarunt funera sedes, non exorando stant adamante viae. te licet orantem fuscae deus audiat aulae, nempe tuas lacrimas litora surda bibent. vota movent superos: ubi portitor aera recepit, obserat eversos lurida porta rogos.

Mulier casta est ea, quae seipsam custodit non quam vir, quia tunc etsi corpus est castum, tamen mens adultera

2,6,37-40

quos igitur tibi custodes, quae limina ponam, quae numquam supra pes inimicus eat? nam nihil invitae tristis custodia prodest: quam peccare pudet, Cynthia, tuta sat est.

Vitiis caecus amor inest, ex quo futurum omne despicitur

2,22,17-18

Vnicuique dedit vitium natura creato Mi fortuna aliquid semper amare dedit

DE MVLIERIBVS

DE VITIIS

24

3,19,1-24

2,26,27-28

AMOR CVPIDINEVS

3,19,1-4

MVLIER

4,11,1-8

PATIENTIA

2,6,39-40

MVLIER

2,22,17

NATVRA/ VOLVNTAS

Los extractos y versos en los que ambos florilegios coinciden se señalan en negrita. 1924

Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 1925-1937

Felipe III y Enrique VIII en el aula de Quintiliano. La educación del gobernante en Sir Thomas Elyot y Juan de Mariana Guillermo Soriano Sancha Universidad de La Rioja

Resumen: En 1531 Sir Thomas Elyot dedicó al rey Enrique VIII su obra The Boke Named the Governour. Casi setenta años después, en 1599, el jesuita Juan de Mariana publicó su De rege et regis institutione, que comienza con un prólogo destinado a Felipe III. Ambos trabajos fueron concebidos en circunstancias históricas bien diferentes y realizados para el servicio de dos monarquías de características muy dispares: los Tudor y los Austrias. Sin embargo, su contenido alberga notables similitudes en cuanto se refiere a los principios educativos del gobernante. Esto es algo que se debe en buena parte a la formación clásica que compartían sus autores. A continuación trataremos sobre el importante papel que tuvo la doctrina educativa de Quintiliano en la composición de estas obras, como muestra de su amplia aplicación y reconocimiento en la Europa Renacentista. Palabras clave: Quintiliano. Educación. Monarquía. Inglaterra. España. Abstract: In 1531 Sir Thomas Elyot dedicated The Boke Named the Governour to King Henry VIII. Almost seventy years later, in 1599, Jesuit Juan de Mariana published his De rege et regis institutione, which begins with a prologue dedicated to Philip III. Both works were conceived in very different historical circumstances, and composed to serve two monarchies of uneven characteristics: the Tudor and the Austrias. However, their contents have notable similarities about the educative formation of the governor. This fact is due in large part to the classical education shared by both authors. Then, we will discuss the important role played by the educational doctrine of Quintilian in the composition of these works, to give an example of their broad application and reconnaissance in the Renaissance Europe. Keywords: Quintilian. Education. Monarchy. England. Spain. 1925

Guillermo Soriano Sancha

La historia1 de Europa en la Edad Moderna está en gran medida condicionada por el desarrollo de poderosas monarquías nacionales. Algunas de ellas iniciaron entonces un camino que las ha llevado a constituirse en países que hoy forman parte de la Unión Europea. La Inglaterra Tudor y la España Austria son dos ejemplos de excepcional importancia. Durante el siglo XVI, ambos estados mantuvieron profundas diferencias en muchos ámbitos de lo social, y especialmente en materia política y religiosa. No obstante, dado el alto grado de homogeneidad en materias culturales e intelectuales que el Humanismo difundió por el continente, no resulta extraño que la producción en materia educativa de dos autores como el inglés Sir Thomas Elyot y el español Juan de Mariana, revele numerosas semejanzas. Lo que a continuación nos interesa señalar es el papel de la herencia clásica como elemento clave de esta similitud, y la importancia de la doctrina de Quintiliano en la educación de las elites de la época.

Sir Thomas Elyot y The boke named the governour Thomas Elyot nació en torno a 1490.2 Desde muy joven realizó estudios de humanidades, y obtuvo en ellos los conocimientos y habilidades necesarios para desarrollar una exitosa carrera profesional: se convirtió en miembro del Consejo Real por nombramiento del cardenal Wolsey, trabó amistad con Thomas Cromwell, fue nombrado caballero en 1530 y actuó como diplomático ante Carlos V. En 1531 publicó The Boke named the Governour, un trabajo destinado a la educación de los jóvenes que habrían de desempeñar en el futuro puestos de responsabilidad en el gobierno del país. La obra fue dedicada a Enrique VIII, y recibida con agrado por el monarca. Enseguida se convirtió en un libro muy popular, como demuestran sus ocho ediciones durante el mismo siglo, y tuvo una importante influencia en numerosos escritores posteriores. Se trata del primer tratado educativo de relevancia escrito en inglés, hecho que da constancia de su deliberada acomodación a las circunstancias históricas de la Inglaterra Tudor. El propósito de la obra fue diseñar una educación adecuada 1

Este trabajo forma parte de una investigación más amplia sobre la presencia de Quintiliano en el Renacimiento europeo que estamos realizando gracias a una beca FPI de la Comunidad Autónoma de La Rioja, en el Grupo de Investigación sobre Humanismo y Tradición Clásica de la U.R. 2 Sobre la figura de Thomas Elyot y la obra de la que tratamos sigue siendo fundamental el estudio clásico de William H. Woodward, Studies in education during the age of Renaissance, 1400-1600, Cambridge University , 1906. Entre la bibliografía más reciente hemos utilizado las obras de Stanford E. Lehmberg, Sir Thomas Elyot. Tudor Humanist, Austin, University of Texas, 1960; John M. Major, Sir Thomas Elyot and Renaissance humanism, University of Nebraska, 1964 y Donald W. Rude, A critical edition of Sir Thomas Elyot’s The Boke named the Governour. New York y Londres, Garland, 1992. 1926

Felipe III y Enrique VIII en el aula de Quintiliano. La educación del gobernante...

para los hijos de la clase gobernante, adaptada a las necesidades organizativas y políticas de su propio tiempo. Siendo consciente de las circunstancias de la época, Elyot consideró que la sabiduría educativa del mundo clásico en la que él mismo se había formado podía ser útil a la moderna vida pública inglesa a través de su compartido ideal de servicio al gobierno.3 No se pretende abordar en el presente estudio esta cuestión tan amplia como interesante, sino únicamente revelar el importante papel que desempeñó la doctrina de Quintiliano en el proyecto de Elyot. W. H. Woodward no dudaba de la sinceridad y amplitud de las lecturas clásicas de Sir Thomas y afirmaba que tenía un conocimiento de primera mano de Platón, Aristóteles, Cicerón, Quintiliano y Plutarco.4 Lehmberg sostiene que Elyot probablemente conocía a Quintiliano por lectura directa, y apunta a la edición aldina de 1514, pero señala que es complicado determinar cuántas de sus ideas provienen directamente de Quintiliano, puesto que podía haber utilizado como intermediarios los tratados de Erasmo y Patrizi.5 En este sentido hay que admitir que no cabe duda de que Elyot había estudiado cuidadosamente el De Pueris erasmiano, recientemente aparecido.6 La influencia de Erasmo en los aspectos educativos de la obra resulta fundamental, pero la deuda con Erasmo no excluye que hubiese leído y absorbido también las enseñanzas de Quintiliano y Plutarco.7 Para concluir la cuestión de las fuentes de Elyot, existe consenso entre los estudiosos en señalar como sus principales referencias a los autores que Woodward menciona entre los antiguos, y a Petrarca, Castiglione, Erasmo, Patrizi y Pontano entre los modernos.8 De hecho, Major señala que la admiración de Sir Thomas por los autores clásicos fue inmensa, y que más que a ningún otro ejemplo, el gobernante ideal de Elyot, el hombre erudito dedicado a la vida pública, se parece a la figura del orador perfecto de Quintiliano.9 De acuerdo con Woodward, la influencia de Quintiliano en su obra se percibe especialmente en los capítulos sobre la educación temprana, en la necesidad de adquirir buenos hábitos desde la primera edad, y en todo lo relacionado con la figura del maestro.10 A ello añade Major que Elyot también acepta las recomendaciones de Quintiliano sobre el currículo educativo a seguir, haciendo los ajustes necesarios a sus 3

W. H. Woodward, Studies in Education..., pp. 270-271. W. H. Woodward, Studies in Education..., p. 270. 5 S. E. Lehmberg, Sir Thomas Elyot…, p. 79. 6 W. H. Woodward, Studies in Education..., p. 275. 7 J. M. Major, Sir Thomas Elyot…, p. 81. 8 S. E. Lehmberg, Sir Thomas Elyot…, p. 91. 9 J. M. Major, Sir Thomas Elyot…, p. 143. 10 W. H. Woodward, Studies in Education..., p. 276. 4

1927

Guillermo Soriano Sancha

propias circunstancias, y que al elaborar su criterio de autores que deben leerse sigue el mismo principio que el orador romano: que se lea no solo lo que es elocuente, sino sobre todo, lo que es moralmente bueno. A modo de resumen, Major concluye que Elyot tuvo en muy alta consideración la autoridad de Quintiliano, y que sobre todo, debió ser inspirado por la dedicación del orador latino para conseguir el perfecto servidor del estado.11 Tras este repaso por la crítica, nos acercamos a la propia obra: The boke named the Governour, para establecer nuestras propias aseveraciones sobre la presencia de Quintiliano en ella. Para ello, hemos utilizado el detallado estudio de la edición de Donald W. Rude.12 El trabajo de Elyot se estructura en tres libros, en los que la aportación de Quintiliano únicamente es relevante en el primero, en el que recibe once menciones explícitas.13 Al realizar un análisis de las alusiones a Quintiliano, queda en evidencia que resultan estar prácticamente en su totalidad relacionadas con cuestiones educativas. Como ya habían señalado los estudiosos antes mencionados, principalmente tratan sobre los métodos que deben seguirse para la enseñanza de los niños, sobre la figura del maestro ideal, y sobre una guía de las mejores lecturas. De este tipo son diez de las once veces que aparece el nombre de Quintiliano en la obra, existiendo otra cita aislada que tiene que ver con los asuntos judiciales. Para mostrar con mayor profundidad la cuestión, ofrecemos seguidamente un breve comentario de dichas menciones. En primer lugar, en el capítulo quinto del libro primero, que trata sobre la primera educación que han de recibir los jóvenes nobles, queda muy claro que Elyot sigue de cerca a Quintiliano, al que cita explícitamente afirmando que hay que comenzar a enseñar a los niños desde muy pequeños: de acuerdo con el Consejo de Quintiliano,(…) de manera dulce y adecuada a la edad, estimulando a los niños por medio de alabanzas y premios.14

Después, en el capítulo noveno, vuelve a mencionarle diciendo que: al igual que Quintiliano, deseo como alumno a un niño al que le estimule la gloria, y llore al ser derrotado.15 11

J. M. Major, Sir Thomas Elyot…, p. 163. D. W. Rude, A critical edition edition of Sir Thomas Elyot’s The Boke named the Governour, New York, Garland, 1992. 13 Quintiliano es únicamente mencionado por Elyot en el primer libro, en el que aparece en once ocasiones. D. W. Rude señala otros tres usos de Elyot de Quintiliano sin mención directa en el mismo libro y otro en el tercero. 14 D. W. Rude, A critical edition…, p. 31. Se refiere a Quint. Inst. 1, 1, 15-20. Las traducciones del original inglés al castellano son mías. 15 D. W. Rude, A critical edition…, p. 41. Quint. Inst. 1, 3, 6. 12

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Felipe III y Enrique VIII en el aula de Quintiliano. La educación del gobernante...

La concepción de la figura del maestro es otra de las mayores similitudes entre el orador romano y el autor británico. Al abordar esta cuestión, Elyot menciona a Quintiliano cinco veces en poco más de una página, para ayudarse a definir al maestro ideal. Junto a la excelencia moral, relata Sir Thomas, dichos profesores deben hablar latín elegantemente, poder exponer a los buenos autores, expresar la invención y la disposición de los asuntos, manejar el estilo adecuado, explicar las figuras, las sentencias y las palabras, etc. Y todos estos requisitos deben estar cumplimentados con la más extensa erudición: pues como Quintiliano había dicho, no es suficiente haber leído los poetas, sino a todo tipo de escritores, para tener conocimientos amplios de todas las materias posibles.16

Tras definir al maestro perfecto, Elyot se queja de que entre sus contemporáneos apenas existen personas que se asemejen a ese ideal, lo que supone un gran problema para la nación, ya que es muy importante que los jóvenes disfruten desde el principio de su formación de los mejores maestros. Para apoyar su afirmación remite de nuevo a la autoridad de Quintiliano, utilizando sus palabras sobre que resulta más difícil volver a enseñar, que enseñar partiendo de cero. 17 En cuanto a la selección de lecturas, Sir Thomas se muestra de nuevo como un fiel seguidor de las recomendaciones establecidas por el orador romano. En el capítulo décimo, al tratar sobre el orden que debe seguirse en el aprendizaje y los autores que deben ser leídos, declara nuevamente ser de la opinión de Quintiliano, por lo que recomienda leer al mismo tiempo autores griegos y latinos, empezando, como prescribió el preceptista romano, por Homero y Virgilio.18 Y en el undécimo capítulo, cuando trata sobre la educación de los jóvenes en la historia, Elyot afirma que: siguiendo el consejo de Quintiliano, es mejor que empiece con Tito Livio.19

Respecto a la lectura de filosofía, Elyot de nuevo vuelve a escoger los autores que recomienda el maestro latino: Cicerón y Platón.20 Termina Sir Thomas sus disposiciones sobre la lectura realizando una cita directa de la Institutio oratoria que resulta muy significativa:

16

D. W. Rude, A critical edition…, p. 72. Quint. Inst. 1, 4, 4. D. W. Rude, A critical edition…, p. 73. Quint. Inst. 2, 3, 3. 18 D. W. Rude, A critical edition…, p. 45. Quint. Inst. 1, 8, 5. 19 D. W. Rude, A critical edition…, p. 51. Quint. Inst. 10, 1, 101. 20 D. W. Rude, A critical edition…, p. 53. 17

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Guillermo Soriano Sancha

soy de la opinión de Quintiliano, de que hay pocos o ninguno entre los autores antiguos, de los que no pueda obtener algún fruto el lector diligente.21

Dejando a un lado las cuestiones educativas, queda otro tema en el que el escritor inglés se sirve del magisterio del orador romano: en el capítulo decimocuarto, al tratar sobre leyes y derecho, Elyot utiliza sus conocimientos de la retórica antigua y cita el nombre de Quintiliano junto al de Cicerón, remitiendo a los pasajes de la Institutio que tratan sobre los estados de las causas.22 Esto supone una buena muestra de que Elyot consideraba que quienes se dedicaba a los estudios jurídicos en su tiempo podían beneficiarse de la formación en los estudios clásicos, no solo para ampliar su cultura y mejorar sus facultades, sino porque en la actividad judicial de su época eran aplicables algunos de los preceptos recogidos en las obras de los autores antiguos para su aplicación directa en los tribunales.23 Para recapitular, puede concluirse que Sir Thomas Elyot se sirvió de numerosas fuentes clásicas para la composición de su obra, y que Quintiliano fue únicamente una de ellas, por detrás de Platón o de Cicerón en número de referencias y también en importancia en muchos aspectos. Pero en la teoría educativa resultó ser un referente imprescindible, extendiéndose su influencia a los métodos de enseñanza, la selección de lecturas y a los perfiles del buen maestro y el buen alumno. Asimismo, también encontró valiosas para su obra las directrices de Quintiliano sobre la elocuencia en el ámbito judicial. Y es que el orador romano elocuente, honrado y dedicado al servicio público que deseaba Quintiliano resulta ser muy similar al noble inglés que participa en las actividades del gobierno que concibió Elyot. Por ello la formación clásica de este personaje no resulta un anacronismo, sino que, como al propio Sir Thomas, le supone un instrumento válido para su utilización en las más variadas situaciones civiles de la Inglaterra Tudor.24

21

Se refiere Elyot a Quint. Inst. 10, 1, 40, pasaje del que toma directamente la cita, traduciéndola al inglés. 22 D. W. Rude, A critical edition…, p. 69. 23 D. W. Rude, A critical edition…, p. xiii. 24 W. H. Woodward, Studies in Education..., pp. 283-284. 1930

Felipe III y Enrique VIII en el aula de Quintiliano. La educación del gobernante...

Juan de Mariana y el De rege et regis institutione Juan de Mariana nació el año 1536 en Talavera de la Reina. Estudió Artes y Teología en la Universidad de Alcalá, y a los diecisiete años ingresó en la Compañía de Jesús.25 Fue autor de numerosos escritos, pero en las páginas que siguen nos referiremos exclusivamente a la influencia de Quintiliano en el De rege et regis institutione (Toledo, 1599), una obra en que Mariana reflejó sus planteamientos educativos y les dio un uso práctico, diseñando su propio proyecto pedagógico dirigido a la formación de un monarca ideal. La cuestión que aquí abordamos apenas ha sido tratada. El referente más claro es el estudio del De rege que llevó a cabo R. W. Truman.26 En él, afirma que Mariana se apoya abundantemente en la Institutio oratoria, algo que sostiene señalando varias veces de manera general la presencia de Quintiliano en la obra, y que le lleva a concluir que el autor latino se encuentra a menudo en el fondo de los planteamientos del jesuita para la educación del príncipe. Pero el análisis de Truman, al no centrarse exclusivamente en este tema, no lo desarrolla al detalle, por lo que resulta necesario ampliar la información que nos ofrece mediante una lectura comparada del De rege et regis institutione y de la Institutio oratoria.27 En el índice onomástico de su edición traducida al castellano, Sánchez Agesta recoge las menciones de autores clásicos presentes en la obra. Aristóteles se sitúa en primer lugar, con veinte referencias, seguido por Platón, con doce. Entre los autores latinos el primero es Tácito, que recibe seis menciones por las cuatro de Cicerón y Virgilio. En cuanto a Quintiliano, el índice consultado únicamente señala una, pero al menos hay otra que ha quedado sin recoger, en que Mariana le nombra como Fabio. Pero estos datos no resultan completamente significativos, pues al igual que sucede en tantos otros tratados renacentistas, el número de alusiones a un autor determinado no guarda relación directa con su verdadera presencia en la obra. En el caso que nos ocupa, esto es algo que resulta particularmente evidente, ya que como quedará suficientemente demostrado a continuación, el peso de Quintiliano 25 Para la investigación sobre Mariana y su obra nos hemos servido de Harald Ernst Braun, Juan de Mariana and early modern Spanish political thought, Farnham, Ashgate, 2007, y especialmente de Ronald W. Truman, Spanish treatises on government, society, and religion in the time of Philip II, Leiden, Brill, 1999. Para una biografía actualizada y referencias bibliográficas más amplias sobre el personaje puede verse: Fernando Centenera SánchezSeco, El tiranicidio en los escritos de Juan de Mariana, Madrid, Dykinson, 2009. 26 R. W. Truman, Spanish treatises…, capítulo XIV, pp. 215-360. 27 El De rege es una obra escrita en latín que ha sido traducida al inglés y al castellano en el siglo XX: George A. Moore, The king and the education of the king, Maryland, The Country Dollar Press, 1948; Juan de Mariana: la dignidad real y la educación del rey, edición y estudio preliminar de Luis Sánchez Agesta, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1981. Para nuestro estudio hemos utilizado tanto la edición española como la original latina.

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Guillermo Soriano Sancha

en el De rege es muy superior al que cabría esperar dada la escasez de sus referencias.28 De hecho, lo primero que puede apuntarse es que cualquier lector familiarizado con la Institutio de Quintiliano que se acerque al tratado de Mariana, percibe de inmediato el gran parecido que muestran los planteamientos educativos que expone el escritor jesuita con los planteados por el autor romano. Los contenidos que ambos desarrollan son tan similares que, dejando a un lado las cuestiones estrictamente filológicas, a menudo parecen repetidos o incluso escritos por la misma mano. Ello se debe a los numerosos préstamos que Mariana ha tomado de la Institutio, que son tan abundantes que no pueden mostrarse en su totalidad en unas pocas páginas. Por lo tanto, se ha realizado una selección de los más interesantes, para poder presentar algunos ejemplos ilustrativos de la gran semejanza que existe entre el De rege et regis institutione y la Institutio oratoria. Resulta evidente que Mariana no sólo recibe los métodos de enseñanza que Quintiliano propuso, sino que asume por entero la propia concepción del carácter de la educación temprana desarrollada por Quintiliano. Esto es algo que se demuestra en la apropiación y uso por parte de Mariana de muchas de las metáforas que aplica el maestro latino a la definición y práctica de la formación de la niñez. A continuación mostramos algunas.29 Quint. Inst. 1, 1, 15: queda el sabor en el cántaro en que echas vinos nuevos, y no pueden quitarse los colores de las lanas con los que se tiñó su blancor originario. DR 134: No se borran fácilmente los colores con los que se manchó la primitiva blancura de las lanas; la vasija conserva casi siempre el olor del primer líquido que recibió. Quint. Inst. 2, 8, 11 (refiriéndose a Eforo y Teopompo, discípulos de Isócrates): el uno necesitaba de frenos y el otro de espuelas. DR 160: Se ha de examinar atentamente el carácter del príncipe, obsérvese qué cosas le mueven, y así los 28

Hay que advertir de antemano que lamentablemente, la edición consultada no contiene aparato crítico, por lo que la información que vamos a presentar no agota en absoluto la cuestión. Para determinar con exactitud el uso de las fuentes antiguas en esta obra de Mariana resulta necesario un estudio detallado que no se ha realizado todavía, ya que no existen ediciones críticas actualizadas del De rege. 29 Debido a la gran cantidad de ejemplos que queremos mostrar, y dado el carácter de esta investigación, que pretende centrar la atención en los contenidos, hemos optado por ofrecer únicamente las versiones traducidas al castellano, salvo en dos ejemplos que se verán más adelante. La duplicación íntegra de los textos latinos exigiría un espacio mucho mayor del disponible aquí. Por lo tanto, utilizamos para el contraste de los textos la traducción al castellano de la Institutio oratoria de A. Ortega, Quintiliano de Calahorra. Obra completa, Salamanca, Universidad Pontificia, 1999; y para el De rege, la edición mencionada de L. Sánchez Agesta. Con las siglas DR introducimos el texto de la versión española seguido por el número de la página pertinente. 1932

Felipe III y Enrique VIII en el aula de Quintiliano. La educación del gobernante...

preceptores podrán servirse de esos estímulos. Véase si necesita el freno o si precisa para andar que le apliquen las espuelas. Quint. Inst. 1, 2, 28 (sobre que la formación de los niños debe ser constante, pero debe ir paso a paso): al igual que los vasos pequeños con boca angosta dejan caer la mayor parte del líquido, cuando se les echa en exceso. DR 176: cuidando que sea poco a poco, para que no suceda como con un vaso de boca estrecha que rechace el líquido.

Los ejemplos seleccionados bastan para ilustrar el alto grado de asimilación por parte de Mariana de las metáforas educativas que aparecen en la Institutio. Pero las semejanzas entre ambos educadores en este terreno llegan más lejos. Otro paralelismo de gran relevancia que une la pedagogía de Quintiliano con la de Mariana (y recordemos que también con la de Elyot) se encuentra en la definición de la figura del maestro ideal. El escritor jesuita describe al suyo siguiendo muy de cerca el modelo propuesto por Quintiliano, cuando en el libro segundo de la Institutio desarrolla las virtudes del maestro perfecto destacando sobre todo su virtud y ausencia de vicios: Quint. Inst. 2, 2, 5: Ni puede tener él vicios, ni tolerarlos. DR 157: elijase entre todos los ciudadanos un buen preceptor, un maestro que le enseñe las letras y que sea notable por su prudencia, famoso por su saber y por sus virtudes, para que pueda educar al príncipe en todo lo necesario para su perfección. Y lo que es más importante, que esté exento de todo vicio.

Asimismo, Mariana también está de acuerdo con la prescripción de Quintiliano sobre la necesidad de disponer del mejor maestro desde el inicio. Para ello se basa muy fielmente en el capítulo tercero del segundo libro de la Institutio, en el que Quintiliano recomienda escoger para la temprana educación de los niños al mejor maestro posible, habiendo utilizado anteriormente como ejemplo el caso de Alejandro y Aristóteles.30 DR 177: Y cuando llegue a los siete se podrá dar un maestro, que quisiera se escogiese entre los más grandes filósofos. DR 178 (pone el ejemplo de Filipo): que eligió para su hijo Alejandro el mejor maestro posible, Aristóteles.

Pero no solo el maestro modélico, sino también el discípulo ideal de Mariana (y también el de Elyot) resulta idéntico al que define Quintiliano, al que esta vez el jesuita cita de forma directa: DR 246: Déseme un niño –dice Fabio Quintiliano– a quien excite la alabanza y le mueva la gloria y que llore si es vencido. De un niño así puede esperarse mucho. (Se refiere a Quint. Inst. 1,3, 6).

30

Quint. Inst. 1, 1, 23. 1933

Guillermo Soriano Sancha

Para terminar con la exposición sobre las similitudes entre las doctrinas educativas de ambos autores proponemos dos fragmentos que resultan especialmente representativos. El primero trata de la preferencia de la educación en la escuela frente a la enseñanza doméstica: Quint. Inst. 1, 2, 18, 21-22: El futuro orador, cuya vida ha de desarrollarse dentro de la máxima concurrencia y en medio de la luz del Estado, acostúmbrese ya desde su más tierna juventud a no sentir temor alguno ante los hombres (…) Añade a esto que en su casa puede aprender solas esas cosas, que a él personalmente se le ponen por tema, en la escuela también aquellas que se dice a los otros. Todos los días oirá que se alaban muchas cosas, que muchas se corrigen, de provecho le será cuando se reprenda la pereza de uno, de provecho le será si se alaba la aplicación de otro. Con la alabanza despertará su emulación, por vergonzoso tendrá quedar a la zaga de alguien de su edad, hermosa cosa aventajar a los mayores. Todo esto enardece el espíritu, y aunque la ambición es un vicio en sí misma, muchas veces es ella, sin embargo, fundamento de las virtudes.31 DR 182: No apruebo que aprenda solo ni con pocos; y a mi modo de ver sería de desear que ya desde un principio se acostumbrase a estar con muchos y a no temer los juicios de los hombres para que no se deslumbre ni ciegue al pasar de las tinieblas a la luz pública (…) Si recibe la enseñanza solo, no aprenderá sino lo que le enseñen; si va a una escuela, aprenderá también lo que se enseñe a él y a los demás; y si todos los días oye que se aprueban unas cosas en unos y se corrigen otras en otros, le aprovechará ver alabada la aplicación y reprendida la desidia. Se despertará en él la emulación, tendrá por indecoroso saber menos que sus iguales, por glorioso aventajar a los mejores y se irá así levantando su ánimo. Pues es verdad que la ambición es un vicio, como dice elegantemente Fabio, pero es vicio que con frecuencia es causa de virtudes.32

31

Ante omnia futurus orator, cui in maxima celebritate et in media rei publicae luce uiuendum est, adsuescat iam a tenero non reformidare homines neque illa solitaria et uelut umbratica uita pallescere. (…) Adde quod domi ea sola discere potest quae ipsi praecipientur, in schola etiam quae aliis. Audiet multa cotidie probari, multa corrigi, proderit alicuius obiurgata desidia, proderit laudata industria, excitabitur laude aemulatio, turpe ducet cedere pari, pulchrum superasse maiores. Accendunt omnia haec animos, et licet ipsa uitium sit ambitio, frequenter tamen causa uirtutum est. 32 … neque enim probo ut solus litteras discat, aut cum paucis. Assuescat potius a prima aetate versari cum multis, iudicia hominum non reformidare, ne e tenebris in publicum productus caligare et offendere necesse habeat. Si solus docebitur, ea discet quae praecipientur ipsi, si in schola, etiam quae aliis. Audiat multa quotidie probari, multa corrigi. Proderit alicuius obiurgata desidia, proderit laudata industria. Excitabitur laude aemulatio; turpe ducet cedere pari, pulchrum superasse maiores. Accedunt omnia haec animos, et licet ipsa vitium sit ambitio, uti Fabius eleganter ait, frequenter tamen causa virtutum est. 1934

Felipe III y Enrique VIII en el aula de Quintiliano. La educación del gobernante...

En segundo lugar, en un párrafo muy similar al de Quintiliano, Mariana recuerda la responsabilidad paterna en la educación de los niños: Quint. Inst. 1, 2, 6-8: ¡Ojala no corrompiéramos nosotros, en nuestra propia persona, las costumbres de nuestros hijos! Desde muy pronto desarreglamos la infancia con nuestras golosinas. Aquella blanda educación, que llamamos condescendencia, quiebra todas las energías del alma y del cuerpo. ¿Qué no codiciará de adulto quien anda a gatas sobre púrpura? (...) educamos antes su paladar que su boca (…) Nosotros se las hemos enseñado, de nosotros las oyeron (las palabras malsonantes), (…) se contemplan cosas que da vergüenza mentar…33 DR 134: Corrompemos a los niños con deleites y placeres, debilitamos su cuerpo con el ocio y su alma con la sensualidad. Alimentamos su orgullo y su soberbia con el fasto, el oro, la púrpura y el brillo de las piedras preciosas; irrigamos su paladar con manjares exquisitos; y se quebrantan todos los nervios de su cuerpo y de su alma. En casa ven y oyen lo que no se puede referir sin pudor y sin vergüenza. Ven constantemente la imagen del vicio…34

Estos fragmentos ejemplifican la dependencia de los planteamientos educativos de Mariana respecto a Quintiliano. Pero existe otra cuestión que resulta también interesante, aunque ahora únicamente podamos abordarla de manera muy breve. Se trata de que la afinidad de Mariana con el pensamiento de Quintiliano se percibe en la propia esencia de ambas obras, en su marcada finalidad ética. En este sentido, el jesuita llega a afirmar que: DR 292: cuando la maldad se une al poder, no puede haber daño más grave (…) Por lo tanto los hombres malos deben ser apartados del gobierno.

Esta idea es exactamente la misma que Quintiliano desarrolla sobre la retórica.35 Por lo tanto, como el orador de Quintiliano solo puede ser un hombre honrado, también el gobernante de Mariana solo puede ser un hombre bueno. Esta concepción compartida se revela de manera especialmente 33

Vtinam liberorum nostrorum mores non ipsi perderemos! Infantiam statim deliciis soluimus. Mollis illa educatio, quam indulgentiam uocamus, neruos omnis mentis et corporis frangit. Quid non adultus concupiscet qui in purpuris repit? (…) Ante palatum eorum quam os instituimos (...) Nec mirum: nos docuimus, ex nobis audierunt; (…) pudenda dictu spectantur. 34 Filiorum infantiam deliciis et voluptate corrumpimus, corpus otio, animum libidine imminuimus. Ostro, purpura et auro, gemmarum fulgore superbiam fastumque alimus, cupediis irritatur palatum, nervi omnes corporis et animi eliduntur; domi audiunt videntque quae pudet pigetque referre exempla turpitudinum, vitiorum imagines… 35 La clave fundamental de la Institutio consiste en la utilización ética y la puesta al servicio común de los conocimientos y habilidades del orador, que si no es honesto, no cumplirá de ningún modo con los deseos de Quintiliano. Véase por ejemplo Quint. Inst. 12 , 1, 1. 1935

Guillermo Soriano Sancha

reveladora en los finales de sus obras. Ambos autores comienzan avisando de la dificultad de sus objetivos: Quint. Inst. 12, 11, 9, Me temo, sin embargo, no sea que haga yo impresión o de exigir cosas demasiado grandes (…) y pierdan la esperanza de dominarlas antes de haberlo intentado. DR 461: Y con esto pongo fin a mi tarea (…) una vez que he completado este modelo me temo que pueda enfriar los entusiasmos de muchos, que quizá renuncien a intentar lo que puedan considerar como inasequible.

Pero al mismo tiempo están convencidos de las posibilidades de su realización: Quint. Inst. 12, 11, 26-28: Pero aun en el caso de que alguno no tenga esperanza de llegar a la cumbre (…), es algo hermoso, sin embargo, como dice Cicerón, hallar un puesto entre los segundos o terceros. Porque si alguien no puede alcanzar la gloria de Aquiles en heroicas acciones de guerra, no despreciará por eso la alabanza que un Áyax y un Diomedes merecen, y quienes no fueren unos Homeros, no dejaron de ser unos Tirteos. DR 461: manténgase, sin embargo, en el camino mientras pudiere, que si no puede conseguir el primer puesto en la carrera también es honroso alcanzar el segundo o el tercero. Llegan más alto los que aspiran a la cumbre que los que, desesperando de alcanzarla, se contentan con metas más bajas. Entre los reyes judíos no se celebra sólo a David y Salomón, ni entre los emperadores romanos a Augusto, Vespasiano, Constantino y Teodosio el grande, sino también a los que les siguieron en gloria y a otros aún de menor renombre. No sólo se recuerdan como grandes capitanes a Aníbal y a Escipión.

Después de realizar esta ilustración tan similar sobre el camino hacia el éxito, tanto Quintiliano como Mariana avisan de que en el esfuerzo reside la clave del triunfo: Quint. Inst. 12, 11, 30: esforcémonos siempre con todo empeño hacia lo mejor, porque, si así hacemos, o subiremos a la cumbre o en todo caso veremos a muchos debajo de nosotros. DR 462: Nadie debe, pues, perder la esperanza ni disminuir su esfuerzo, ni debemos desesperar de alcanzar lo óptimo, pues en los asuntos dificilísimos e importantísimos es grande todo lo que está próximo a lo mejor.

Esta similitud llega incluso a las últimas palabras de sus obras, pues sus exhortaciones finales también son muy semejantes: Quint. Inst. 12, 11, 31: aquello que más nos importa: la voluntad de dirigirse hacia el Bien. DR 462: nuestro propósito es prestar un servicio al bien público.

1936

Felipe III y Enrique VIII en el aula de Quintiliano. La educación del gobernante...

Tras esta selección de fragmentos que reflejan de manera inequívoca la enorme deuda hacia la Institutio existente en el De rege, no puede sino concluirse que las semejanzas entre ambas obras resultan abrumadoras: Mariana utiliza a Quintiliano de manera constante y muy extensamente. La influencia del autor antiguo se deja notar en numerosos pasajes, sobre todo en aquellos que tienen que ver con aspectos educativos. Pero a nuestro parecer, resulta especialmente relevante el significado que albergan las páginas finales del De rege. En ellas se revela que los objetivos que ambos autores tuvieron en mente a la hora de escribir sus obras fueron idénticos: tanto Quintiliano como Mariana confiaron en que a través de la pedagogía, con un esfuerzo continuado para llegar hacia lo mejor, era posible conseguir la formación de un ser humano ideal, ya sea este un orador o un monarca. Además, el fin último que compartían sus ambiciosos proyectos no era otro que alcanzar el bien común, utilizando para ello el mejor instrumento posible: la educación de las personas.

Conclusión El análisis de los trabajos de Thomas Elyot y Juan de Mariana confirma el intenso uso que realizaron de la obra de Quintiliano, lo que proporciona una muestra de la validez de los principios educativos de la Institutio y de su amplia aplicación durante el Renacimiento. Ello sugiere una reflexión sobre el inherente clasicismo de los planteamientos de Quintiliano, que se demuestra en su utilidad para todo tiempo, ya que fueron escritos en la antigua Roma y retomados en numerosos países europeos durante la Edad Moderna. De este modo se entiende que el soberano católico de Mariana y el caballero inglés educado por Elyot resulten en muchos aspectos similares al orador que pretendía formar Quintiliano. Pero quizá podamos ir un paso más lejos en nuestras afirmaciones: todo esto supone asimismo una muestra de que en esta época, el humanismo y la herencia clásica actuaron como elementos unificadores del continente europeo, ya que, partiendo desde la base de una cultura con larga trayectoria común, se alcanzó un importante grado de homogeneidad en materia intelectual y artística en los distintos países de Europa. Y es que el Humanismo ha llevado siempre aparejado un ideal que comprende una parte muy importante de los hechos sociales y culturales que envuelven al ser humano, y que se manifiesta en aspectos literarios, educativos y morales. El ejemplo propuesto demuestra que en Europa, cuando en el siglo XVI se hubo de aplicar ese ideal a la formación del gobernante óptimo, se acudió a una obra clásica que también formula un ideal: el del orador romano perfecto. 1937

Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 1939-1952

El Specimen veteris Romanae litteraturae deperditae... (1784) y el Novum Lexicon historicum et criticum antiquae Romanae litteraturae deperditae... (1787) de Mateo Aymerich: biblioteca de autores y herramienta ideológica Josep L. Teodoro

Universitat de València

Resumen: El exjesuita Mateo Aymerich publicó en Italia dos grandes diccionarios de autores latinos, con la voluntad de servir de complementos a la Bibliotheca Latina de Fabricius y Ernesti. Sin embargo, estas obras van más allá del propósito indicado y aportan argumentos para la revisión del concepto de purismo lingüístico, de Renacimiento y de decadencia, como elementos de la defensa del cultivo literario de la lengua latina en el contexto del avance del pensamiento ilustrado. Palabras clave: Ilustración. Decadencia. Purismo. Jesuita. Abstract: The ex-Jesuit Mateo Aymerich published in Italy two big dictionaries of Latin authors, willing to serve as complements to the Bibliotheca Latina of Fabricius and Ernesti. However, these works go beyond the stated purpose and provide arguments for the revision of the concept of linguistic purism, Renaissance and decline, as elements of the defense of the literary culture of the Latin language in the context of the progress of enlightened thought. Keywords: Enlightenment. Purism. Decline. Jesuit.

1939

Josep L. Teodoro

La figura de Mateu Aymerich1 (1715-1799) ha ido cobrando relevancia a medida que han ido avanzando los estudios sobre la obra de los jesuitas expulsados de España durante el reinado de Carlos III. No obstante, la mayoría de los estudios antiguos y recientes sobre este personaje se han centrado en su producción filosófica antes del decreto de expulsión, y han sido muy pocos los trabajos dedicados a su faceta como historiador y ensayista sobre cuestiones literarias, que desarrolló principalmente durante su exilio en Ferrara entre 1780-90, década en la que se concentran sus títulos sobre estos argumentos: Quinti Moderati Censorini paradoxa philologica de vita et morte linguae Latinae (Ferrara, 1780), Specimen veteris Romanae litteraturae deperditae vel adhuc latentis (Ferrara, 1784), y finalmente Novum Lexicon historicum et criticum (Bassano, 1787). La primera en el tiempo, los Paradoxa philologica, es una obra de difícil clasificación. En ella Aymerich expone algunas opiniones sobre cuestiones relativas a la historia de la lengua latina. Destaca, sobre todo, su concepción de la lengua latina literaria. Según Aymerich, esta lengua no puede calificarse como “lengua muerta”, porque jamás ha sido una verdadera “lengua viva”, es decir, en manos del pueblo inculto, sino sometida siempre a la norma y a la gramática, como posesión y creación de los miembros de la república literaria.2 No obstante, esta locutio secundaria, aunque está fuera de las vicisitudes de las lenguas vulgares (incluido el latín vulgar o popular, no sometido a la gramática) y en manos de los eruditos, no deja de mantener un contacto enriquecedor con las lengua vulgares, de las que puede tomar nuevo léxico para adaptarse a los cambios sociales y las novedades tecnológicas, siempre que la introducción de nuevo vocabulario se haga “con prudencia y cautela, teniendo en cuenta el genio de la lengua del Lacio”.3 Veremos que este espíritu paradójico o, al menos, polémico se mantiene tanto en el Specimen como en el Novum Lexicon, que comparten estructura y propósito, puesto que el segundo es ampliación del primero, según se afirma explícitamente en el prólogo.

1 La grafía tradicional en castellano del nombre de nuestro autor es Mateo Aymerich, latinizado como Matthaeus Aymerichius, aunque la forma propuesta por la Enciclopèdia Catalana, que sigue las normas dictadas por la sección filológica del Institut d’Estudis Catalans, órgano de referencia lingüística en el ámbito de la lengua catalana, es Mateu Aimeric, forma que usamos en nuestros artículos referidos al autor escritos en lengua catalana. 2 Aymerich, Paradoxa phil., 2, §§ 54-55. 3 Aymerich, Paradoxa phil., 1, § 30.

1940

El Specimen veteris Romanae litteraturae deperditae...

1. Estructura del Specimen y del Novum Lexicon El Specimen consta de más de mil setecientas entradas organizadas alfabéticamente; la mayoría de ellas son cortas referencias biográficas y bibliográficas de autores latinos de todas las épocas. La obra está dividida en dos partes (A-L y M-Z), cada una con su propia paginación, aunque se publicaron en un único volumen. Acompañando a las entradas de autores hay también 209 “corolarios”, es decir, artículos de corta extensión que expresan las opiniones o conocimientos del autor sobre aspectos de la cultura antigua o de la relación entre el mundo antiguo y la cultura y filosofía moderna. El Specimen cuenta también con seis “disertaciones” o pequeños ensayos sobre aspectos filosóficos o históricos, la mayoría de los cuales, como veremos, tratan de oponerse a los presupuestos de la filosofía ilustrada. El Novum Lexicon, organizado en un único tomo, tiene alrededor de dos mil entradas, aunque sólo trescientas son nuevas, y el resto está compuesto por ampliaciones de las voces recogidas en el Specimen. Incluye también 228 corolarios y 4 disertaciones. Ambas obras están encabezadas por una dedicatoria a un amigo del autor y una larga praefatio ad lectorem firmada por Q. Moderato Censorino, el habitual pseudónimo literario que Aymerich empleaba en sus obras filosóficas y ensayísticas desde la publicación en Cervera de las Prolusiones philosophicae en 1756. El Specimen, además, se cierra con juicio de Aymerich sobre la Bibliotheca Vetus Latina de Fabricius y Ernesti, obra de la que tanto el Specimen como el Novum Lexicon quieren ser ampliación y mejora. Antes del prefacio dirigido al lector, el Specimen presenta una inscripción fúnebre laudatoria dedicada a Juan Manuel Santander y Zorrilla, que había sido director de la Biblioteca Real de Madrid y responsable de la reedición de la Bibliotheca Hispana de Nicolas Antonio,4 y que murió en septiembre de 1783, sólo unos meses antes de que el Specimen fuese entregado a la censura eclesiástica para obtener el imprimátur, que trae fecha de 14 de enero de 1784. De la amistad entre Aymerich y Juan Manuel Santander tenemos pocos datos, si bien sabemos que la orden de expulsión de los jesuitas del reino de España de 1767 sorprendió a nuestro autor en Madrid,5 donde se hallaba promoviendo la publicación del Idaci Episcopi Chronicon de Garzón 4 José Cebrián (1997, pp. 23-26) nos informa de que Santander encargó este complejo proyecto de reedición y ampliación de la Bibliotheca Nova de Nicolas Antonio a Juan Antonio Pellicer, Tomás Alonso Sánchez y Rafael Casabón, pero los resultados no fueron palpables hasta la muerte de Santander en 1783 y su sustitución por Pérez Bayer. 5 La primera referencia a este detalle es de Augustin y Alois de Backer en la entrada dedicada a Aymerich de la segunda edición de su Bibliothèque des écrivains de la Compagnie de Jésus ou Notices Bibliographiques (1835  y 1854), y sin nombrarla la recoge también el padre Josep M. Benítez i Riera (1999, pp. 109-154).

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Josep L. Teodoro

y recogiendo datos para la refundición y ampliación en castellano de la Història Geogràfica de Catalunya que el también jesuita Pere Gil (1551-1622) había escrito en catalán y que Aymerich quería publicar, con las oportunas adiciones, en lengua castellana. Nuestro autor tuvo que abandonar ambas obras en Madrid –partió al exilio con los jesuitas de la provincia eclesiástica de Toledo– y, puesto que en la dedicatoria del Novum Lexicon6 afirma que Juan Manuel Santander mantuvo su amistad con él después de la expulsión, no es descartable que Aymerich tratase con él de la publicación de su Historia Geográfica de Cataluña, que estaba ya completamente corregida y en prensa en el momento de su partida. La dedicatoria del Novum Lexicon, por su parte, está dirigida a Simón Antonio Santander y San Juan, que es hermano del difunto director de la Biblioteca Real.7 Santander había ofrecido a Aymerich la posibilidad de trasladarse a Bruselas y habitar en su casa, disfrutando de su biblioteca privada de más de quince mil volúmenes, tal como el propio Aymerich cuenta en el prefacio. Nuestro autor, sin embargo, rechaza la oferta del mecenas por motivos de salud y de su avanzada edad, aunque conoce y alaba la labor de bibliófilo y de editor de Santander y de su sobrino. Desconocemos también los particulares de la amistad entre Simón Antonio de Santander y Aymerich, pero evidentemente esta dedicatoria presupone un conocimiento anterior y cordial, que refuerza la idea avanzada más arriba de que entre Aymerich y el bibliotecario real Juan Manuel Santander existió una amistad que se mantuvo incluso después de la expulsión de los jesuitas del reino de España.

2. Specimen y Novum Lexicon: ¿complementos de la Bibliotheca Latina de Fabricius y Ernesti? El prefacio de ambas obras es también una copiosa fuente de datos sobre los objetivos y la metodología del autor, cuyos principios explica con bastante claridad. El Specimen y el Novum Lexicon tienen como objetivo declarado – que aparece incluso en el título de las obras–8 mejorar la Bibliotheca Latina de Fabricius y Ernesti, que Aymerich había conocido en su edición de 6

Novum Lexicon, p. VIII. Simón Antonio Santander había fijado su residencia en Bruselas, en casa de un antepasado materno, Juan de San Juan. Allí había reunido una notable biblioteca privada, y con ayuda de su sobrino Antonio Carlos de la Serna, hijo de su hermana, desarrolló una labor de bibliófilo y coleccionista notable, que llevó a su sobrino Carlos Antonio a hacerse cargo como conservador de la Biblioteca de Bruselas hasta la invasión francesa y a editar diversos repertorios bibliográficos. 8 Ambas llevan al final del largo título settecentesco esta adjunción que explica el propósito: Contenta in hoc opere, quibus Bibliotheca Vetus Latina Fabricii, etiam ab Ernesto aucta, et emendata, in multis commodior, uberior, et expeditior reddi potest, post praefationem indicantur. 7

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El Specimen veteris Romanae litteraturae deperditae...

Leipzig (1773-1774) a través de Luciano Gallissà, a la sazón director de la Biblioteca de Ferrara. La aparición de la nueva edición revisada por Ernesti de la obra de Fabricius fue sin duda motivo de comentario entre los eruditos europeos. Suponemos que Aymerich había expuesto en los diversos círculos que frecuentaba en la ciudad de Ferrara una opinión no demasiado favorable a esta magna obra, hasta el punto que en las últimas páginas del Specimen incluye, a modo de postfacio, un judicium sobre ella dirigido al faentino Girolamo Ferri (1713-1786), destacado profesor de la Universidad de Ferrara y amigo personal de nuestro autor. En este juicio y en el prefacio del Specimen, Aymerich detalla los motivos que le han impulsado a acometer este ingente proyecto, que, en realidad, no es tanto un suplemento de la obra de Fabricius –como Aymerich pretende, quizá por modestia– sino un proyecto substancialmente diferente, tanto en su objetivo como en su forma. Aymerich se queja, en su breve judicium sobre la Bibliotheca, de que ésta haya dejado de lado a muchos escritores que apenas son nombrados, mientras que incluya a otros que casi no escribieron en latín y que serían más adecuados para la Bibliotheca Graeca. Echa de menos, además, unos índices más completos, por autores y por épocas, para agilizar las consultas, y sobre todo, plantea otro concepto de la historia literaria, con otros criterios de inclusión y de exclusión de conceptos, más abiertos que los empleados posteriormente por la llamada historiografía científica, y en los que tienen amplia cabida los detalles históricos, culturales y filosóficos.9 La Bibliotheca Latina de Fabricius, ampliada por Ernesti –que Aymerich llama “vetus” para distinguirla de la dedicada a la latinidad de la Antigüedad tardía y de la Edad Media–, consta de tres libros. El primero de ellos está dedicado a los diecinueve autores principales que dieron a la luz sus obras en los dos siglos anteriores al gobierno de Tiberio (14-37 dC); el segundo a veinticinco escritores de la “Edad de Plata”, es decir, desde el imperio de Tiberio hasta el de los Antoninos; y el tercero a diecisiete autores que publicaron sus obras en la “Edad de Bronce y de Hierro”, el período de tiempo entre los Antoninos y “la corrupción de la lengua latina”, que se extiende desde Aulo Gelio (ca. 125-180) hasta Marciano Capella (s. IV). A todo ello se añade un cuarto libro que consta de nueve capítulos en los que se tratan cuestiones relacionadas con la historia de la literatura: autores de los que se conservan sólo fragmentos, autores de obras técnicas (medicina, agrimensura, jurisprudencia), historia de la imprenta y otros repertorios de autores latinos. Vemos, pues, que la obra de Fabricius y Ernesti posee dos características que la diferencian de la doble obra de Aymerich: En primer lugar, la Bibliotheca Latina selecciona rigurosamente los autores que trata, centrándose en aquellos que han legado el mayor número de obras y las más importantes en sus géneros, 9

Specimen II, pp. 184-185. 1943

Josep L. Teodoro

y presenta una ordenación cronológica de ellos. La segunda diferencia reside en que, si bien la Bibliotheca Latina tiene también algunas disertaciones que no responden a un autor concreto de los tratados, éstas complementan la información dada en los libros anteriores, hablando de autores menores, de aquellos que no han trasmitido su obra a la posteridad de manera íntegra o de aspectos relacionados con la crítica y la historia de la literatura. La doble obra de Aymerich, por su parte, está organizada como un diccionario con entradas alfabéticas, incluye un número muchísimo más alto de entradas (alrededor de mil setecientos el Specimen y sobre dos mil el Novum Lexicon, como ya dijimos) y los artículos tienen una extensión muy variable: desde unas pocas líneas para autores de los que únicamente se conoce el nombre y el título de alguna obra, hasta un par de páginas en los de mayor extensión. Los argumentos tratados por estos artículos son muy variados. Son muchos los que comentan cuestiones históricas y de la vida cotidiana de los romanos; hay algunos que tratan temas científicos, pero son más numerosos los que critican determinadas posiciones filosóficas tanto antiguas como modernas. Aproximadamente una quinta parte de los corolarios y casi todas las disertaciones tienen como argumento aspectos de la historia de la lengua y de la literatura latina, desde un punto de vista más filosófico que literario. Los contenidos de las entradas referidas a autores no siempre siguen un orden metódico: en algún caso falta la lista completa de las obras –especialmente cuando se trata de autores destacados y tratados en la Bibliotheca Latina de Fabricius y Ernesti–, y también la cronología de éstas. Los más desconocidos se introducen a partir de las referencias que otros autores han dejado sobre ellos, y en la mayoría de ocasiones se localiza la referencia mediante la notación orgánica del fragmento que los nombra: Proculus, cujus meminit Plin. Caecil. ejus amicus lib. 3 epis. 15., ad eum mittens libellos quosdam suos, ut ab eo emendarentur.10

Los autores de los que la Bibliotheca Latina ha dado ya cuenta copiosamente, como por ejemplo, Plauto, también aparecen en el Specimen y en el Novum Lexicon, y ello permite la comparación entre los diferentes propósitos de ambos autores. En la Bibliotheca, el capítulo I, “De M. Accio Plauto, umbro sarsinate”, está organizado en once apartados que en veintisiete páginas dan buena cuenta de lo que se conoce sobre la obra de este dramaturgo, sin olvidar la lista completa de obras, los comentarios antiguos y modernos sobre sus obras, las ediciones modernas y otros detalles de su contenido.11 10

Specimen, p. 75, s.v. Estos son los apartados: 1. Plauti aetas. 2. Comoediae quae exstant. 3. Vidularia unica desideratur ex illis XXI quas omnium consensu Plauto tributas Varro esse scripsit. 4. Poetae quorum dramata ad Plautum a nonnullis relata. 5. Comoediae deperditae quae a veteribus 11

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La entrada dedicada a Plauto en el Specimen es mucho más corta: menos de treinta líneas en las que se comenta de modo algo superficial que el lenguaje de Plauto ha sido censurado por algunos como demasiado vulgar –y da el único nombre de M. A. Muret entre estos críticos–, y empleado como fuente de vocabulario por otros. Aymerich es partidario de abstenerse de él, pues considera que su vocabulario es impúdico, obsoleto y contaminado con helenismos. Se da también el número de obras de Plauto recogidas por Riccioli, pero no sus nombres; se añade el comentario de Aulo Gelio sobre su trabajo en un molino, se consigna su epitafio y la posible fecha de su muerte, y se cierra el artículo con la posibilidad de que hablase púnico. En el Novum Lexicon no hay una entrada referida a este autor. Si comparamos lo contenido en el Specimen y lo que aporta la Bibliotheca Latina vemos que no existe el mismo propósito, aunque los dos artículos se puedan presentar como complementarios. Aymerich no repite las informaciones que dan Fabricius y Ernesti, y da muy pocos datos objetivos. Llama la atención que ni siquiera se transcriban los nombres de las comedias atribuidas al autor. En su lugar, existe sólo un juicio estilístico breve y personal sobre el lenguaje y las intenciones plautinas: según Aymerich, Plauto buscó erróneamente gustar al pueblo iletrado más que a los ciudadanos de buenas costumbres,12 y su lenguaje no es compatible con la buena latinidad. Ahora bien, la Bibliotheca Latina también da cuenta de esta polémica sobre el lenguaje plautino, cuando informa de los numerosos autores que han manifestado su opinión en pro y en contra de éste o que han elaborado glosarios sobre sus modismos para comentarlos o aclararlos. Pero Fabricius y Ernesti no expresan una opinión propia ni –supuestamente– realizan un descarte de fuentes antes de la redacción del artículo. Su propósito aparente es ser perfectamente neutrales en este aspecto, y a la vez exhaustivos en la recogida de información. En el caso de Aymerich, la situación es completamente inversa, su intención no es ni ser imparcial ni exhaustivo, sino dar a conocer su opinión sobre un determinado autor; en la mayoría de los casos, añade un juicio breve apoyado en algún autor de reconocido prestigio. Pero este procedimiento tiene sentido en los artículos referidos a escritores cuya obra es conocida y ha podido ser valorada por la posteridad. Sin embargo, ¿qué sentido tiene incluir centenares de nombres de autores de los que sólo se tiene referencia indirecta?

sub Plauti nomine laudantur. 6. Grammaticorum veterum scripta in Plautum deperdita. 7. Acrosticha Plauti comoediis quae exstant praemissa. 8. Plauti editiones. 9. Varia scripta eruditorum virorum Plauto lucem afferentia. 10. Querolus supposita Plauto. 11. Philodoxios. 12 Cf. Specimen, p. 61. La opinión de J. G. Walch (1729: 434-435) es mucho más ponderada: Plauto proporciona riqueza a la expresión, pero no es adecuado para los niños. 1945

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3. Specimen y Novum Lexicon, instrumentos ideológicos Aymerich relata en el prólogo del Specimen qué le han impulsado a componer una obra de tales características y qué criterios ha utilizado en su composición: no ha realizado ninguna selección de autores ni de obras, puesto que ha incluido en el Specimen todos aquellos que ha podido encontrar –incluidas mujeres– que cultivasen las letras romanas desde las primeras producciones hasta el reinado del emperador Honorio, tanto fieles a la religión étnica como cristianos. La visión que desarrolla Aymerich de su búsqueda bibliográfica contrasta con la idea que en obras anteriores ha expuesto sobre la vigencia de la lengua latina. En los Paradoxa philologica se había declarado convencido de que el latín es una entidad viva en manos de los escritores, que poseen todo el derecho a enriquecerla con neologismos y nuevas expresiones que se compadezcan con el “genio” latino. En el Specimen y en el Novum Lexicon planea un espíritu diferente del que se puede encontrar en la Bibliotheca de Fabricius y Ernesti. Éstos se centran en aquellos autores que, por la altura de sus obras, se han salvado del hundimiento general de la cultura antigua. Aymerich, en cambio, se sumerge en ella y rescata hasta el más pequeño pecio que puede distinguir entre el lodo acumulado por el tiempo. Evidentemente, rescatar esos ínfimos restos de latinidad, apenas menciones indirectas de un autor o de una obra, es un comportamiento que se aleja del uso práctico que la pedagogía jesuítica había hecho hasta entonces de la literatura latina. Ni sirve para la educación moral ni tampoco para la formación del gusto. Aymerich nos dice que, del mismo modo que nos complace conocer los nombres de los antiguos pintores, escultores o arquitectos y nos produce agrado contemplar sus obras, aunque sólo queden de ellas restos mutilados, el mero hecho de conocer los nombres de estos autores perdidos y de poner ante nuestros ojos los restos de su obra es suficiente para proporcionarnos placer estético.13 Él mismo es consciente de este cambio de perspectiva en relación a la tradicional actitud de la Compañía de Jesús, y nos advierte que no hemos de sorprendernos si ahora dirige su atención hacia lo antiguo; hay personas –comenta– que gustan de las novedades en todos los campos, técnicos y artísticos, pero las hay también que gozan con la contemplación y el disfrute de las antigüedades. Incluso se hacen viajes para admirar el lugar donde se alzó Troya o se abren museos para la exposición de restos artísticos.14 Aymerich, sin embargo, no se limita a recoger los restos de una literatura antigua desvitalizada, sino que, a lo largo de su explicación, nos da la pista de uno de los principales motivos de su investigación: recuperar y exponer esas ruinas literarias puede servir para confirmar mediante lo antiguo 13 14

Specimen, Praef. VI, p. IX. Specimen, Praef. VIII, p. X. 1946

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los nuevos usos, en especial referencia a la latinidad cristiana, denostada por los críticos demasiado ceñidos al modelo ciceroniano.15 Si ponemos esta afirmación en su contexto, entendemos mejor el propósito de Aymerich: su intención es recuperar fragmentos de latinidad antigua para encontrar expresiones y fórmulas que confirmen los usos lingüísticos de los autores cristianos de la latinidad tardía. Nuestro autor sabe que los autores cristianos de esta época emplearon una latinidad menos escogida, pues – independientemente de su formación– no se sentían parte de esa antigua élite romana y se dirigían a un público en la mayoría de las ocasiones poco cultivado. Aymerich intuye que en los autores anteriores y posteriores al siglo considerado “clásico”, los usos lingüísticos fueron más libres, y se dio paso a niveles del lenguaje –si bien él no utiliza esta expresión, que sería anacrónica– menos formales. Aymerich es consciente de que el canon renacentista ha restringido los modelos literarios a unos pocos autores considerados “clásicos”, y ha dejado fuera expresiones, palabras y usos lingüísticos pertenecientes a elementos sociales menos formados, pero ampliamente representados en la sociedad. Nuestro autor sospecha que esos autores perdidos que se esfuerza en rescatar –tanto arcaicos como de la latinidad tardía– pudieron servir de modelo a los escritores cristianos, cuya latinidad se considera dudosa por parte de los críticos contemporáneos. En el Specimen y en el Novum Lexicon aparecen reflejados los dos frentes ideológicos en los que nuestro autor mantiene activo combate con los intelectuales de su entorno. Por un lado tenemos la lucha contra el purismo lingüístico, que llevado al extremo de rechazar todo neologismo o incluso toda palabra que no aparezca en autores de la época de Cicerón, impide el uso de la lengua latina tanto en producciones literarias como incluso en científicas. En segundo lugar, asistimos a una pugna por la puesta en valor de aquella literatura latina que no corresponde al modelo renacentista, es decir, la literatura del final de la Edad Antigua, de la Edad Media, y del periodo Barroco. Es cierto que entre algunos intelectuales del ambiente cultural padano se hace evidente un interés por el pasado medieval, pero en ellos la reivindicación del pasado medieval italiano sirve de vector para encauzar una incipiente conciencia nacional, y un ejemplo de ello son las Antiquitates Italicae Medii Aevi (1738-1743) y el Novum Thesaurum Veterum Inscriptionum (17381743) de L. A. Muratori. En éste y otros anticuarios italianos la investigación por la época medieval se basa en curiosidad intelectual o incluso razones políticas, y no “interfiere”, por así decir, en la cuestión del gusto ni en el 15 Specimen, Praef. VIII, p. X: Desine igitur mirare, Lector, si Auctor novis olim delectatus, ad vetera nunc animum verterit: praesertim ea producendo, quae, et nova forsitan erunt nonnullis, et quibus nova olim ab eo tradita possit hisce veteribus confirmare.

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criterio estético. Prueba de ello son las obras Della perfetta poesia italiana (1706) y las Riflessioni sopra il buon gusto intorno le scienze e le arti (1708) del mismo escritor modenés, que se pueden encuadrar dentro del clasicismo de la Arcadia. Lo mismo se puede decir de Girolamo Tiraboschi y de su gran Storia della letteratura italiana (Módena, 1772-1781, en 13 volúmenes; 2.ª ed. 1787-1793, 16 vols.). Sin embargo, a través de la lectura de los corolarios y las disertaciones del Specimen y del Novum Lexicon se abre paso otra idea: Aymerich reacciona contra las ideas ilustradas que se extienden por Europa –para él, el siglo de las luces es calliginosum–16 y, no sin razón, comprende que el origen de la secularización del pensamiento que le aflige se puede ya encontrar en algunas dinámicas propias del Renacimiento, sobre todo, en el purismo lingüístico que hace que la lengua latina se perciba cada vez más ajena. En la Italia de la última mitad del Settecento, la discusión sobre el purismo lingüístico se había revitalizado –después de ser considerado un fenómeno arcaizante, ligado a la ya decadente Accademia della Crusca y a modelos lingüísticos del pasado–, para gozar de nuevo de vigencia en la lucha contra el galicismo, impulsado por el naciente nacionalismo italiano, o ser tratado en revistas como Il Caffè, ossia brevi e vari discorsi distribuiti in fogli periodici (1764-1766) y por autores teóricos como Melchiorre Cesarotti, autor del Saggio sulla filosofía delle lingue (1785), que admite el préstamo si no contraría el “genio” de la propia lengua. Este debate, vivo en la lengua italiana, hace reflexionar a Aymerich sobre las consecuencias del purismo en la lengua latina. Para nuestro autor, el purismo exacerbado, el ciceronianismo renacentista, ha tenido consecuencias nefastas para la vitalidad del latín. Entre los italianos del momento, el posicionamiento antipurista tiene una connotación de modernidad y de apertura a las influencias del pensamiento europeo (entiéndase especialmente la filosofía francesa e inglesa), pero en Aymerich se trata, por el contrario, de impulso conservador. El Renacimiento, a los ojos de nuestro autor, al restringir el canon de los autores considerados modélicos, ha condenado la latinidad medieval y escolástica. En la desvalorización de esa herencia cultural nuestro autor detecta el inicio del movimiento que culmina en la Ilustración, que para él supone un corte con la tradición cultural y religiosa que da sentido a su idea de la sociedad. Su intención en el Specimen y en el Novum Lexicon, coherentemente, es negar que la latinidad de la Antigüedad tardía y de la Edad Media sea despreciable, y en el Specimen dedica una larga disertación a demostrarlo que lleva por título “De seculis, quae a Criticis Barbara appelantur, in qua utrum Barbara ea dicenda ob corruptum in eis Latinum sermonem?”. No niega nuestro autor que en los siglos posteriores a las invasiones bárbaras haya habido un 16

Aymerich, Paradoxa Phil., 5, § 11. 1948

El Specimen veteris Romanae litteraturae deperditae...

declive de la cultura en general, y que la ignorancia, la superstición y las costumbres feroces hayan desplazado a la antigua civilización romana, más culta; ello no obstante opina, en contra de la opinión más extendida, que es una injusticia calificar de bárbara la latinidad de los siglos inmediatamente posteriores a las invasiones que acabaron con el Imperio Romano de Occidente. Cierto es que irrumpieron en la lengua latina multitud de palabras extrañas a ella, pero afirma que la cantidad y la importancia de estos vocablos se exageran, sobre todo si las comparamos con otras épocas que gozan de mayor prestigio. Los argumentos de Aymerich –que él mismo califica de paradójicos– tienen algunos detalles que los hacen dignos de atención: hay en primer lugar una conciencia de que la lengua latina llegó a su época clásica a través del contacto con otras lenguas, que contribuyeron a su formación y aportaron vocabulario y estructuras. Ninguna lengua es “pura”; al contrario, las lenguas son elementos dinámicos, que crecen, se desarrollan y cambian según las necesidades expresivas de los usuarios, como ocurrió con el surgimiento del cristianismo, que provocó la adaptación, importación y creación de palabras y expresiones adecuadas. Nuestro autor distingue el uso formal de la lengua latina, –que ha permanecido estable desde la época ciceroniana– del habla vulgar y del uso escrito que hace de ella la gente no instruida, e intuye que la latinidad que nos ha llegado de los siglos bárbaros debía de reflejar sobre todo la lengua hablada por la gente poco formada, dado el retroceso general de la cultura de la época. Pero el gusto por la paradoja de Aymerich lo lleva a formular opiniones con intención polémica, como es la afirmación de que, si atendemos a los cambios en el vocabulario y en las estructuras, las lenguas románicas deberían considerarse más bárbaras que cualquier muestra de latinidad medieval. El hecho de que estas lenguas posean una gramática y sus propias elegancias no es impedimento para que puedan ser consideradas bárbaras por los romanos de época clásica si estos volviesen a la vida. Y precisamente el hecho de que Aymerich haga de los romanos resucitados los imposibles jueces de la pureza lingüística, pone de manifiesto que los únicos jueces de una lengua pueden ser sus hablantes y usuarios, y que en ellos reside la autoridad para dictar qué es lo correcto o lo incorrecto en ella, una opinión que aparece en la crítica al purismo lingüístico de la Accademia della Crusca que hace, entre otros, el ya mencionado Melchiorre Cesarotti.17 Aymerich hace hincapié en el hecho de que en los siglos bárbaros la lengua latina era vernácula para señalar que eran sus propios hablantes los únicos con derecho para introducir nuevos vocablos y para juzgar sobre su uso. Se puede admitir –y nuestro autor lo hace desde el principio– que la latinidad de los siglos bárbaros contenga neologismos y 17

Cesarotti (1785 [1821], p. 5). 1949

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expresiones desconocidas por la época clásica, pero no es justo decir que por ello los autores hayan usado de una latinidad corrupta y despreciable, puesto que era la adecuada a sus necesidades expresivas y estaba sancionada por la sociedad en la que vivían. Aymerich, sin embargo, usa todos estos argumentos no tanto a favor de la libertad del escritor y de sus necesidades expresivas –lo que sería un rasgo propio de la sensibilidad romántica que entonces comenzaba a despuntar– cuanto a modo de argumento contra los pensadores rupturistas –ilustrados radicales, podríamos decir–, que están dispuestos a abandonar el cultivo de la lengua latina en base a un argumento discutible: que el latín no dispone de vocabulario ni de expresiones para atender a las novedades tecnológicas y sociales del momento, y que es imposible enriquecer con neologismos una lengua que no tiene hablantes naturales. El purismo lingüístico, en este caso, sirve como arma ideológica a los partidarios de eliminar el latín como lengua vehicular de la enseñanza secundaria, y por tanto, partidarios de una educación menos elitista y más abierta a las necesidades educativas de la burguesía emergente, liberada del control religioso hasta hacía poco ejercido por la Compañía de Jesús. Por medio de su apología de la latinidad medieval, Aymerich quiere reivindicar el derecho a acrecentar la lengua latina con palabras nuevas. Defendiendo la latinidad de aquel tiempo, lucha contra el movimiento purista que, a ojos de nuestro autor, desde el Renacimiento ha esterilizado la lengua latina al impedirle entrar en contacto con las novedades que, sin embargo, las lenguas vulgares han sabido incorporar sin ningún problema. Este planteamiento se completa con corolarios específicos para intentar demostrar que la lengua latina nunca fue una lengua pura, ni siquiera en la época ciceroniana;18 que la pronunciación del latín varió fuertemente entre la época arcaica y la época clásica,19 así como su ortografía;20 y otros mucho más claramente centrados en la lucha contra la Ilustración.21 Que la defensa de la latinidad medieval y la lucha antipurista tiene un marcado componente ideológico en nuestro autor, por encima de cualquier criterio estético, se hace evidente en que ésta anda siempre acompañada en el Specimen de corolarios contra los “ateos”, “deístas, “epicúreos” y en otras muchas entradas como “opinio” o “philosophia”, y esta tendencia aumenta aún más en el Novum Lexicon, en el que hay muchísimas entradas con argumentos de este género, e incluso podemos leer una “declaración” en primera persona 18 Latinus sermo nunquam, ne Ciceronis quidem aevo, purus fuit, sed mistum quoddam variarum linguarum vocabulis. Cf. Specimen I, p. 187. 19 Pronuntiatio veteris Romanorum scripturae conformis non erat. Cf. Specimen II, p. 75. 20 Orthographia quae utebantur prisci Romani sensim valde immutata. Cf. Specimen II, p. 44. 21 Humanitas tollitur a philosophis epicureis nostri saeculi. Cf. Novum Lexicon, p. 265.

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El Specimen veteris Romanae litteraturae deperditae...

de estos supuestos corruptores de la moral y de la filosofía que son los filósofos ilustrados y la justificación de la defensa permanente de la tradición que tienen que hacer los catholici scriptores: Saeculum nostrum, quod illuminatum appellatur, tenebris plusquam Cimmeriis involutum, et obscuratum fuisset ab Epicureis Antichristianis Philosophis, que se Illuminatores appellant, si eorum impiis, sacrilegis, impudicis, et histrionicis scriptis Catholici Scriptores doctissimi Apologiis suis pro Christiana Religione non restitissent, et omni scelere contaminata esse ea non demostrassent. Potuissent nempe dicere talium scelestissimorum Operum Auctores: “Nos saeculo nostro mendaciis, et sophismatibus imposuimus, et tamen Philosophi visi sumus: Nos umbram ei pro pane : vitio pro auro : tenebras pro luce obtulimus scriptis nostris mille contradictionibus refertis, et tamen Illuminatores appelamur…”22

Resulta evidente que tanto el Specimen como el Novum Lexicon son algo más que diccionarios de autores, y que su propósito va más allá de ofrecer un elenco de escritores en lengua latina. Para Aymerich, el uso de la lengua latina como lengua de transmisión cultural y de creación literaria está íntimamente ligado a la creencia religiosa y a una determinada configuración social. Desde su concepción tradicional y religiosa de las ramas del saber, considera que abandonar el latín es el primer paso para dejar de lado la herencia de los Padres de la Iglesia y de los filósofos cristianos que se expresaron en esa lengua. Evidentemente, la lucha por el mantenimiento del latín como lengua de cultura y de creación literaria tiene también que ver con una concepción elitista y jerárquica de la cultura, puesto que el dominio de la lengua latina sólo se puede adquirir tras años de estudio y dedicación, de modo que el predominio del latín dificultaba el acceso a la alta cultura a todos aquellos que no hubieran recibido una formación extensa y costosa. Si añadimos a ello el hecho de que en los países católicos la instrucción estaba en manos del clero y especialmente de los jesuitas hasta la expulsión y disolución de la Compañía de Jesús, nos encontramos con que, en último extremo, la relegación del latín como lengua de cultura supone también que la Iglesia comience a perder el control sobre la educación y sobre la formación de las élites europeas, y que la alta cultura, hasta entonces aristocrática y consignada en latín, deje de serlo para acercarse a la nueva clase triunfante, la burguesía, que ha hecho suyo, precisamente, el lema de la ilustración de la sociedad como símbolo del progreso imparable. El Specimen y el Novum Lexicon de Aymerich se convierten así, de modo explícito en algunos corolarios y disertaciones, y de modo menos evidente en el resto, en dos amplios repertorios de argumentos contra los preceptos más renovadores de la Ilustración, usando para ello una posición singular: 22

Novum Lexicon, p. 199. 1951

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la nueva sensibilidad que está apenas despuntando y que hace hincapié en la libertad del autor para crear su propio lenguaje expresivo, una sensibilidad que desembocará poco después en el triunfo de la estética romántica, que, indudablemente, tiene en muchos de sus representantes un cierto tono reaccionario –no tanto en la forma, cuanto en el fondo y en la elección de argumentos y desarrollos temáticos– comparada con la estética de la Ilustración.

Bibliografía Backer, Augustin y Alois de. 1835 y 1854. Bibliothèque des écrivains de la Compagnie de Jésus ou Notices Bibliographiques. Aymerich, Mateo (S.I.). 1784. Specimen veteris Romanae litteraturae deperditae vel adhuc latentis seu Syllabus historicus et criticus veterum olim notae eruditionis Romanorum ab urbe condita ad Honori Augusti excessum; eorum in primis, quorum Latina opera, vel omnino, vel ex parte desiderantur, Ferrariae. Aymerich, Mateo. 1787. Novum Lexicon historicum et criticum antiquae Romanae litteraturae deperditae vel latentis, ac Romanorum eruditorum, qui ea floruerunt ab Urbe condita ad Honori Augusti interitum, Bassani. Aymerich, Mateo. 1780. Quinti Moderati Censorini paradoxa philologica de vita et morte linguae Latinae, Ferrariae. Benítez i Riera, Josep M. (S.I.). 1999. “Els escrits filosòfics del jesuita Mateu Aymerich d’abans de l’expulsió carlotercerista de 1767”, RCatT , 24/1, pp. 109-154. Cebrián, José. 1997. Nicolás Antonio y la Ilustración española, Kassel, Reichenberger. Cesarotti, Melchiorre. 1785 [1821]. Saggio sulla filosofía delle lingue e del gusto, Padova [Milano]. Fabricius, Jo. Alb. 1728. Bibliotheca Latina sive Notitia auctorum veterum Latinorum, Venetiis. Fabricius–Ernesti. 1773. Bibliotheca Latina nunc melius delecta. Rectius digesta et aucta diligentia Io. Aug. Ernesti, Tomus I, Lipsiae, apud Weidmanni Heredes et Reichium. Magallón, Jesús Pérez. 1990. “Gregorio Mayans en la historiografía literaria española”, Nueva Revista de Filología Hispánica (México), 38/1, pp. 247-263. Walch, J. G. 1729. Historia critica Latinae linguae, Leipzig.

1952

FILOSOFÍA Y CIENCIA

Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 1955-1972

Pervivencia de la lengua latina en una obra médica del siglo XVII Luis Charlo Brea

Universidad de Cádiz

Resumen: En 1680 y 1681 la peste que por esos años afectaba al sur de España se declaró en El Puerto de Santa María. Hubo, sin embargo, quienes negaron que se tratase de una verdadera peste. Tal fue el caso de cierto Ramoles Drangomón (anagrama tras el que algunos afirmaban que estaba el médico jerezano José Morales Osorio), mediante el opúsculo burlesco La verdad encantada en el castillo de la Confusión. Por otro nombre Peste del Puerto (Valencia, s. a.), que fue impugnado a su vez por otros médicos de la época. El trabajo analiza el uso de citas clásicas en esta obra: los autores más citados, las fuentes que debió de manejar su autor, la alusión a temas clásicos y la pervivencia de la lengua latina entre los médicos de la época. Palabras clave: El Puerto de Santa María. Peste. Ramoles Drangomón. Humanismo médico. Historia de la medicina. Abstract: In 1680 and 1681 the plague widespread in the South of Spain reached El Puerto de Santa María. However, there were those who denied that it was indeed the plague. This was the case of Ramoles Drangomón (perhaps a pseudonym for José Morales Osorio, a doctor from Jerez de * Nota de los editores: El presente artículo constituye la ponencia original que el Prof. D. Luis Charlo Brea pronunció en Alcañiz el 21 de octubre de 2010 en el Congreso Internacional Humanismo y Pervivencia del Mundo Clásico. Homenaje al Prof. Juan Gil, cuyas actas editamos. Las Parcas injustas nos privaron desgraciadamente de su presencia el 13 de octubre de 2012, de modo que el trabajo quedó sin el limae labor definitivo que el autor hubiera podido darle. Ahora, tras recuperar el texto de su ordenador, limpiarlo de erratas y completarlo con algunas referencias bibliográficas, lo ponemos en manos del lector con el ruego de que atribuya a las tristes circunstancias y a la condición inacabada del trabajo cualquier imperfección que pudiera encontrar.

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Luis Charlo Brea

la Frontera) in his burlesque booklet entitled La verdad encantada en el castillo de la Confusión. Por otro nombre Peste del Puerto (Valencia, s.a.). This paper analizes the use of classical quotations in this text: the most quoted ancient writers, the sources used by the author, the references to topics from the Greco-Roman culture and the survival of the Latin language among doctors at that time. Keywords: El Puerto de Santa María. Plague. Ramoles Drangomón. Medical Humanism. History of Medicine.

0. Introducción Antes de comenzar me gustaría indicar que mi primera intención era presentar esta ponencia bajo el título más genérico de “Ecos médicos y literarios de la peste en Cádiz de 1689”. Hubiera así abarcado más documentación, más autores y más obras. Y así hubiera sido la ponencia más abierta y quizás más atractiva, y sus conclusiones más representativas. Pero el trabajo hubiera excedido con mucho el tiempo asignado. Me he visto, pues, obligado a acotarla a una única obra médica, si bien es posible que en su publicación escrita se extienda a otras publicaciones y discusiones que con motivo de la peste vieron la luz en el Cádiz del siglo XVII. Ni que decir tiene que me honro en participar en este homenaje que al mentor de muchos de nosotros, maestro indiscutible de todos (a mí me gusta decir conocedor de omni re scibili et de quibusdam aliis), a don Juan Gil, en estos días toda la Filología Clásica estamos tributando. Gracias, Juan, por tantísimas cosas.1 Pero antes también de referirnos a la obra médica que estudiaremos, antes de conocer a su posible autor, me parece conveniente exponer el hecho que suscitó tanto dicha obra como la intervención de su autor. Me estoy refiriendo a la temible enfermedad, por aquel entonces, de la peste.2 La ciudad de El 1

Nota de los editores: Estas palabras iniciales fueron pronunciadas por el Prof. Charlo Brea como preámbulo de su ponencia. Los editores hemos querido editarlas literalmente y que encabecen su trabajo tras encontrarlas redactadas en papel impreso independientemente de la ponencia conservada en formato electrónico. El repentino y llorado fallecimiento de nuestro querido colega impidió que pudiera llevar a efecto la anunciada ampliación del texto de su contribución. 2 “De cuantas epidemias acaecieron en España durante el siglo XVII”, escribe Luis S. Granjel (La medicina española del siglo XVII, Ediciones de la Universidad de Salamanca, 1978, p. 180), “las que mayor mortandad ocasionaron fueron las de peste bubónica; su repercusión en la vida comunitaria y en la economía del país revistió siempre extraordinaria gravedad”. A lo largo del apartado “El problema de la peste”, pp. 180-185, Granjel, que cita a Domínguez Ortiz, enumera “tres grandes ofensivas de la peste”, de las que la última comenzó en Cartagena en 1676 y se extendió por Andalucía hasta 1681: “Durante los años 1680 y 1681”, termina Granjel, “se dio un brote de peste en Puerto de Santa María, que progresó hasta alcanzar otras localidades de Andalucía; la naturaleza de este contagio, discutida por 1956

Pervivencia de la lengua latina en una obra médica del siglo XVII

Puerto de Santa María, a orillas del río Guadalete y en plena Bahía de Cádiz, sufrió la peste desde finales de julio de 1680 hasta el 18 de agosto del siguiente año. Así nos lo cuenta, entre otros, un contemporáneo en las memorias de Raimundo de Lantery (1670-1700),3 dándonos al mismo tiempo, junto a otras interesantes noticias, el nombre de un médico, Duarte Núñez de Acosta, que consideramos protagonista destacado, aunque entre sombras, de nuestro estudio. Dice así el comerciante saboyano en su capítulo VII, “En que se declara lo que se sucedió y anotó en el año de 1680”:4 “A principios del mes de julio, se descubrió la peste en El Puerto Santa María, aunque sus vecinos siempre lo negaron y encubrieron”. En realidad no era sino un caso más de esta enfermedad de los muchos que se daban por aquellas fechas. “Desde el año 1677 hasta el de 1679 reynaron tercianas en todos los tres reynos de Andalucía, las quales fueron tan perniciosas y sincopales, que hicieron perecer mucha gente, y pudieron ser precursoras de las epidemias y contagios que sucedieron en los años inmediatos”, escribía el historiador de la medicina Joaquín de Villalba.5 De hecho la epidemia se extendió a otras ciudades e incluso a la capital de la provincia, aunque nosotros no saldremos en esta ocasión de El Puerto de Santa María. En cuanto a la mortandad que hubo, según M. Toribio García,6 quien se basa en los Libros de Difuntos de los años 1680 y 1681 custodiados en el Archivo de la Iglesia Prioral de la ciudad, en el periodo más activo de la peste, comprendido entre octubre y diciembre de 1680, se contabilizaron “663 defunciones, mientras que desde junio a septiembre sólo se contabilizaron 124, y en cuanto al año siguiente, de marzo a agosto solo hay 99”. Corta fue, por otro lado, la duración de la enfermedad: Iglesias Rodríguez,7 que confiesa una disminución paulatina de enfermos en julio de 1681, nos informa que el doctor Duarte Núñez de Acosta, llamado a Sanlúcar a declarar el día de Nochebuena de 1681, respondió a todo pormenorizada y cumplidamente. Informó con puntualidad sobre todo lo que la comisión le requirió, y, algunos médicos, fue explicada por Duarte Núñez de Acosta en obra que publicó en Jerez de la Frontera en 1681”. 3 Cf. M. Bustos Rodríguez, Un comerciante saboyano en el Cádiz de Carlos ll, Cádiz, Caja de Ahorros de Cádiz, 1983. 4 Cf. Bustos Rodríguez, Un comerciante…, cit. en n. 3, pp. 170-171. 5 Cf. Joaquín de Villalba, Epidemiologia española ó Historia cronológica de las pestes, contagios, epidemias y pizootías que han acaecido desde la venida de los cartagineses hasta el año 1801, Madrid, en la imprenta de D. Fermín Villalpando, 1803. 6 Cf. M. Toribio García, “La epidemia de peste de 1676-1682 en el Puerto de Santa María. Noticias de ella en el Archivo Municipal de Sanlúcar de Barrameda”, Revista de Historia de El Puerto, 10 (1993), pp. 47-55. 7 Cf. J. J. Iglesias Rodríguez, “Por la misericordia divina sanos”, Pliegos de la Academia, 2 (1992), Academia de Bellas Artes “Santa Cecilia”, pp. 15-16. 1957

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finalmente, expuso una feliz conclusión:8 después de 128 días sin que la junta de médicos y cirujanos portuenses en sus reuniones semanales de todos los sábados hubiese detectado ningún enfermo de peste, El Puerto estaba, por la misericordia divina, sano. Doble fue la postura médica ante la enfermedad. De un lado el Cabildo municipal portuense se moviliza ante los primeros indicios de la enfermedad, y así el 14 de julio se presentan ante él catorce médicos y cirujanos, encabezados por don Duarte Núñez de Acosta, para informar de 17 casos de enfermos a los cuales se les había diagnosticado este mal, y de los que habían fallecido ya 11.9 Sólo un mes después, el 14 de agosto, certificarán, sin embargo, que el mal ya ha pasado, y coinciden en señalar que el calor del estío había contribuido a que se difuminara la enfermedad. De hecho, J. M. Carrascal Muñoz10 atribuye a Núñez de Acosta una obra, no publicada, que conserva en su heredada biblioteca particular (así parecen indicarlo las siglas “s. Ls. d.”), titulada Advertencias que a la ciudad del Gran Puerto de Santa María, con el efecto, y reverencia devida propone el doctor ... medico de camera de los señores duques, en orden a la preservación del Contagio de que Dios por su misericordia nos libre. De otro lado Ramoles Drangomón, basándose en el referido escrito que los médicos y cirujanos entregaron en el Cabildo portuense, niega los hechos (La verdad encantada..., cit. infra., ff. 8v-9r): Esto supuesto, digo que en el Puerto no ha avido peste y fundome en la noticia cierta; assí por cartas como hablando personalmente con sujetos fidedignos, y de buena conciencia, que siempre han afirmado que ni han enfermado muchos ni muerto sino muy pocos en el Puerto.

Sólo me queda indicar ya en esta introducción, antes de entrar en materia, que intentamos documentar la pervivencia de la lengua latina en todos los momentos de esta polémica historia, y también la alusión a temas clásicos en todos los apartados del trabajo de la obra médica que presentamos.

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Iglesias Rodríguez anota que “el informe de Duarte Núñez Acosta se conserva en el Archivo Municipal de Sevilla, sección 43, tomo 16, n° 70”. 9 Cf. M. Toribio, “La epidemia...”, cit. en n. 6, p. 48. 10 Cf. J. M. Carrascal Muñoz, La guerra de Dios. Peste y milagro en la Bahía de Cádiz (1680-1681), Sevilla, Universidad de Sevilla–Ateneo de Sevilla, 2006. 1958

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1. Ramoles Drangomón y su obra 1. 1. El autor: ¿quién es Ramoles Drangomón? En su libro de refutación, La verdad encantada en el castillo de la Confusión. Por otro nombre PESTE DEL PUERTO11 (figura 1), donde en la introducción advierte que “La formalidad de la materia es burlesca; pero en essas burlas, van esbozadas las veras”, nos exige en una nota al margen “Atención a los anagramas de los nombres”. Prestando atención a esos anagramas deducimos que, cuando afirma que “la verdad del Puerto, a quien tiene encantada la malicia del sabio ZEÑUNTASCOS, que es el más famoso encantador que habita las riberas del celebrado Lethe, el qual acompañado de otros aprendices de la Mágica ciencia, cuyos nombres son REMONO, RAZALAS,12 GEVA y RADUTE”,13 se está en realidad refiriendo a Núñez Acosta, Moreno y Duarte Hidalgo, médicos que aparecen en el Apéndice Documental que ilustra el artículo de M. Toribio,14 y, quizás también, a Cristóbal Ignacio de la Vega y Merino, a quien después nos referiremos. Pero, por la misma razón, si prestamos atención al anagrama de su nombre, RAMOLES, podemos deducir que quien escribe La verdad encantada... es D. José Morales Osorio, medico afincado en Jerez de la Frontera.15 Morales Osorio, sin embargo, niega rotundamente que fuera él el autor del libro de refutación. Hernández Morejón,16 que nos da cuenta de “otro” libro de Morales Osorio, Fragua de la razón, cuya actividad separa en el crisol los quilates de la verdad..., afirma: “El autor nos dice que el motivo que tuvo para escribir esta obra fue que, habiendo salido a luz un opúsculo titulado 11 Impreso en Valencia. No consta año de impresión. Palau y Dulcet (cf. nota 17) añade “últimos siglo XVII”. Existe un ejemplar en la Biblioteca Nacional (Sign.: A-C±4÷. Sede de Recoletos: VE/123/18. Cód.: 1103692186). El título completo de la obra (tal como se recoge, con un breve comentario, en A. Hernández Morejón, Historia bibliográfica de la Medicina Española, vol. 6, Madrid, 1860, p. 187) es: La verdad encantada en el castillo de la confusion, por otro nombre Peste del puerto. Intenta ponerla en su libertad Don Ramoles Dragomon (sic), maestro de artes de hacer bragueros y curar potras, doctor de Chilindrina, y catedrático de prima en la universidad de la Insula Barataria, médico de cámara del furibundo y estupendo caballero de la triste figura D. Quijote de la Mancha, espejo de la andante caballería, desfacedor de tuertos, y azote de malandrines. A la protección de la Ilma. y M. N. ciudad del puerto de Santa Maria. Valencia, s. a. 12 No he encontrado referencia alguna, si bien en el Apéndice Documental citado figura Don Diego de Salazar y Trillo como corregidor del Puerto. 13 Añade más nombres que no hemos podido identificar. 14 Cf. Toribio, “La epidemia...”, cit. en n. 6, pp. 54-55. 15 Así lo recoge también Hernández Morejón en el breve comentario que realiza de la obra (cf. Historia bibliográfica…, cit. en n. 11, pp. 186). 16 Cf. Hernández Morejón, Historia bibliográfica…, cit. en n. 11, pp. 186-187.

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Figura 1. La verdad encantada en el castillo de la confussión. Portada.

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Crisol de la verdad etc., no el que escribió el doctor don Juan Moyano de Medina, sino el que está a nombre del doctor D. Cristóbal Ignacio de la Vega y Merino, cuyo escrito se dirigía a refutar otro titulado La verdad encantada etc., el cual se le imputaba a él, se veía en la necesidad de protestar contra semejante presunción, diciendo terminantemente que no era suyo”. Para más confusión, Carrascal Muñoz de nuevo da noticias en su bibliografía de una obra de su biblioteca particular, Resolución de calumnias, con que se manifiesta no haber negado, que la Epidemia que esta ciudad, y gran Puerto de Santa María ha padecido año de 80 y 81 ha sido Peste, y ser todas calumnias el primer Discurso de la invectiva... Palau y Dulcet,17 por su parte, s. v. “Morales Osorio”, recoge ambas obras, Fragua de la razón y La verdad encantada, añadiendo sobre la segunda: “se publicó anónimo. Se atribuye a D. José Morales Osorio”. Sea o no sea Ramoles el doctor Morales Osorio, Núñez de Acosta termina su Invectiva en que se prueva que la epidemia ... fue verdadera peste con las siguientes palabras: Acuérdome que en defensa desta opinión [sc., que no fue peste] salió el Dr. Ramoles, a quien no respondo, porque le juzgo muy arrepentido, assi por lo bien que le han impugnado los que han escrito en contra, como por lo mucho que le han mortificado de orden del Consejo Real, y porque ya la experiencia le avrá enseñado lo que es peste. Gasta muchos dicterios, y todo es vaniloquios, pero éste y aquellos, el más sano consejo es despreciarlos tomando el de Alciato18 que dize: Quid prodest muscas operosis pellere flabris? Negligere est satius, perdere quod nequeas.

Afirma Núñez de Acosta que no respondió a Ramoles. Y médicamente parece verdad: ninguna obra médica de Duarte lo refutó. No así, quizás, literariamente. En Museo en que se describen diferentes poemas que compuso el Doctor D. Duarte Nunes de Acosta..., manuscrito nº 3891 de la Biblioteca Nacional, con fecha de 1685, se inserta el siguiente epigrama que puede tener a Ramoles como destinatario:19

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Cf. Antonio Palau y Dulcet, Manual del librero hispano-americano: inventario bibliográfico de la producción científica y literaria de España y de la América Latina desde la invención de la imprenta hasta nuestros días, 35 vols. (2ª ed.), Barcelona, 1948-1987. 18 Cf. Alciato, Emblemas, Madrid, Editora Nacional, 1975, embl. 143. Bernardino Daza Pinciano traducía así en 1549 el dístico: Las moscas que de donde las avientan, A mayor multitud se asientan. 19 Epigrama que ya edité, traduje y comenté brevemente en mi obra Poesías latinas del Doctor Duarte Núñez de Acosta, Cádiz, Universidad de Cádiz, 1993, pp. 23-24 y 252-253. 1961

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Pro quodam aemulo, qui scripsit contra authorem epigramma Impostor, tua non curans, mea dicta recuruas: Vtraque ut efficias sana, medere tuis. Si, bona dum carpis, quia non bene percipis, erras, Ne prius haec carpas, emule, quam capias. Si fingis me errare, erras; si uindicor, horres: Te cum non pigeat fingere, ferre decet.

Que me permito traducir así:20 Impostor, sin cuidar de tus escritos, retuerces los míos: para sanar unos y otros, medicina los tuyos. Si al criticar lo bueno yerras, porque no lo coges bien, no lo critiques, imitador, si antes no lo has comprendido. Si simulas que yo yerro, yerras tú; si me defiendo, te horrorizas: ya que no te avergüenza simular, no te queda otra que soportar.

1. 2. La obra que estudiamos y su introducción Antes de referirnos, pormenorizadamente, a todas las citas que en La verdad encantada en el castillo de la confusión, por otro nombre, Peste del Puerto, encontramos, para resaltar la formación académica y cultural que su autor demuestra, nos permitimos indicar que la obra, escrita en 4º, es muy breve (figura 1): cuenta tan solo con 10 dobles cuartos. Y, sin computar las alusiones indirectas a temas bíblicos y clásicos (la peste, por ejemplo, como uno de los jinetes del Apocalipsis, o la enumeración, con sus nombres, de los cuatro caballos del Sol) ni el alarde quijotesco y caballeresco con el que comienza la obra y que renueva aquí y allá, encontramos más de una veintena de citas, algunas de las cuales nos conducen a otras de autores más contemporáneos. No entra directamente Drangomón en la refutación del escrito que los médicos presentaron a las fuerzas vivas de la ciudad. Hace antes un elogio de la verdad basado, según nos dice al margen, en Cicerón, In Vatinium: Tantam semper potentiam ueritas habuit ut nullis machinis aut cuiuscumque hominis ingenio aut arte subuerti potuerit. Comencemos nosotros diciendo que la palabra ueritas no aparece en absoluto en ninguna ocasión en toda la In P. Vatinium testem interrogatio. No es, sin embargo, Ramoles el único que atribuye tal frase a Cicerón y en esa obra. Nosotros la hemos encontrado, entre otras obras, en las siguientes:

20 Agradezco a mi colega, la profesora Sandra Ramos Maldonado, las sugerencias ofrecidas para la interpretación de esta composición, que ahora ofrezco con algunos pequeños cambios con respecto a lo publicado en mi obra Poesías latinas…, cit. en n. 19, p. 253.

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a) El tercero de los Tratados históricos, políticos, ethicos y religiosos de la monarquía de China (1676), obra de Domingo Fernández Navarrete. b) Las Cartas del Señor Doctor d. Joseph de Antequera y Castro, publicadas en 1768 en Madrid por la Imprenta Real de la Gaceta. c) La Montesa Ilustrada por el Dotor (sic) Frey Hippolyto de Samper, Valencia, 1699, tomo I, p. 180.21 Aunque ya a mediados del XVI tal frase presuntamente ciceroniana figuraba como locus nondum inuentus en Ex Additione from Thibaud Payen´s Edition of the ‘Manipulus florum’ (Lyon, 1567, p. 916), sospecho que fue incluida en el Manipulus florum de Thomas de Hibernia, publicado en 1483; de esta obra pasaría a estos y similares escritos, no obstante la afirmación “Ex additione from…”, que data de 1567. Conocemos otro “florilegio” que la incluye todavía: Ex M. T. Cicerone insignium sententiarum elegans et perutile Compendium, autore Petro Lagnerio, Lugduni, apud Ioan. Tornaesium et Gullielmum Gazeium, 1552. Nosotros hemos utilizado la edición de 1554, que en su p. 142, bajo la entrada 83 y en el epígrafe Veritas contiene la frase reseñada, a la que añade: Et licet in causis nullum patronum aut defensorem obtineat, tamen per se ipsam defenditur. Nos inclinamos a pensar que éste fue el libro utilizado por nuestro autor. Ramoles prosigue así: Con todo, ha sido tan poderoso el malicioso engaño, que se halla oy esta hermosura [sc., la verdad] en el estado, que según Juan Ouen, la consideraba Demócrito: Mersum in nescioquo rerum latitare profundo.

Se trata, evidentemente, de una alusión a Cicerón, Acad. 1, 44, 9: Et ut Democritus22 in profundo ueritatem esse demersam. La obra de Juan Oves la conocemos a través de la traducción que realizó Francisco de la Torre y que publicó en Madrid en 1674. Lleva por título Agudezas de Juan Oven y, como nos indica Ramoles en el margen, en el epigrama 18 del libro primero leemos:

21 Al margen, aparece otra cita de Cicerón, Pro M. Caelio: O magna vis veritatis, qua contra hominum ingenia, calliditatem, sollertiam, contraque fictas omnium insidias facile se per se ipsam defendat! Ésta sí está efectivamente extraída de la obra mencionada del Arpinate, 63, 17. 22 La frase se encuentra en Democritus, f. 68 B 117 D-K.

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Germana Veritas Mersum in nescio quo uerum latitare profundo Democritus, nemo quod reperiret, ait. Si latet in uino uerum (ut prouerbia dicunt)23 Inuenit uerum Teuton uel inueniet,

que de la Torre traduce: La verdad germánica Demócrito nos declara Que se escondió la verdad, Corrida, desnuda y clara, No sé en qué profundidad Porque ninguno la hallara. Mas si en vino oculta ya, Como el refrán asegura La pura verdad está, El buen Tudesco a esta pura Verdad la halló o la hallará.

Termina Ramoles esta apología de la verdad con otra cita, Interdum tamen est adhibenda uis ueritatis ut eruatur, que también atribuye a Cicerón, ahora en su Pro P. Quinctio oratio. En este discurso encontramos (80, 9-10), las siguientes palabras: … ita perspicua ueritas ut eam infirmare nulla res possit. En las adiciones, a las que anteriormente aludíamos, ahora sin el additamentum “locus nondum inuentus”, leemos (p. 916): Est interdum ita perspicua ueritas ut eam infirmare nulla res possit, interdum tamen est adhibenda uis veritatis ut eruatur. Tal cual se encuentra también en el “elegante y muy útil compendio” de Pedro Lagnio, en la misma página que la anterior. A la vista de ello, resulta evidente que nuestro autor no utilizaba directamente el texto de Cicerón, sino un florilegio más o menos coetáneo.

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“‘In vino veritas’ passim apud autores usurpatum adagium”, leemos en D. Erasmi Rotterodami Opera Omnia, II, Complectens adagia, Lugduni, MDCCIII, 267, C, “significans ebrietatem animi fucum tollere, et quicquid in pectore conditum est, in apertum proferre”. Conviene recordar que Erasmo (1466-1536) publicó sus Adagia por primera vez en 1500, aumentando su obra en sucesivas ediciones. Hace también Erasmo alusión al libro de los Proverbios de Salomón, que en 31, 4 dice así: Noli regibus, o Lamuel, noli regibus dare vinum, quia nullum secretum est ubi regnat ebrietas. Alude también Erasmo, aunque con otras palabras, a Plin. nat. 14, 141: Tunc avidi matronam oculi licentur, graves produnt maritum, tunc animi secreta proferuntur. Alii testamenta sua nuncupant, alii mortifera elocuntur rediturasque per iugulum voces non continent, quam multis ita interemptis, volgoque veritas iam attributa vino est. 1964

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2. Cuerpo de la obra 2. 1. Drangomón procede normalmente analizando y criticando “las declaraciones, que judicialmente hizieron los Médicos desta Ciudad”. Consiguientemente toma postura contra ellos. Más les hubiera valido, les recrimina, enmudecer, siguiendo el consejo de Galeno en el “Lib. 3 pronost., cap 9”, según leemos en el margen:24 Satius est tacere quam temere25 pronuntiantem falli. Aunque tal frase se encuentra en refraneros españoles, nosotros también la hemos documentado en el Galeni Commentarius Primus in Hipp. Prognost Lib. 1, cap 3, Laurentio Laurentiano interprete, Lugduni, 1551, p. 28: Vult enim uulgus praedictiones tam certas esse quantum a uatibus non expectentur, quo tempore melius esse inquit tacere quam pronuntiantem falli. Un poco después, en la misma línea de argumentación, afirma: Esto de ser infalible en los juizios, excede los límites de la humana naturaleza, assí lo sintió el mismo Galeno: Numquam abherrare supra captum hominis est.26

Otros tratadistas médicos27 de la época transmiten la frase de Galeno, sin indicar obra médica alguna, de distinta manera: Supra captum hominis est nunquam errare. Y Cicerón nos ha hecho repetir la misma idea con otra palabras: Cuiusue hominis est errare, nullius nisi insipientes perseverare in errore, leemos en Phlip. 12, 2, 5.28 Nuestro autor continúa: Quánto mejor fuera seguir en tan ardua materia el consejo del no menos Filósofo que elocuente Tulio: Cauendum est, dize, ne incognita pro cognitis habeamus hisque temere assentiamur, sed adhibeamus ad considerandas res et tempus et diligentiam”. 24 En realidad la cita se encuentra en el libro primero del De diebus decretoriis, cap. 12. Cita, que, por cierto, está reproducida ad pedem litterae. Queremos dejar constancia de que para las citas de Galeno utilizamos la siguiente obra: Galeni Omnia quae extant opera (edición de Giromano Mercuriale, Venetiis, apud Iuntas, 1576). La obra agrupa los libros de Galeno en siete “clases”. Los tres libros de De Diebus decretoriis se incluyen entre los de “cuarta clase”. 25 Atribuido a un tal Philonides encontramos un “refrán” semejante, Satius est tacere quam temere loqui, en G. Martín Caro y Cejudo, Refranes y modos de hablar castellanos con los latinos que les corresponden…, Madrid, 1792, p. 208. 26 Frase que un poco cambiada leemos en Galeni Prognosticorum Hipp. Coi … Commentarius, III, p. 373: Quippe nunquam errare supra hominem est, rarissime autem solius est artificis. 27 Cf., v. gr., F. Janer, Elementos de moral médica, Barcelona, 1831, p. 115, donde añade: Solius vero artificis quam mininum. 28 No olvidamos una forma positiva de la máxima que leemos en el v. 436 del Hipólito de Eurípides: “Entre los mortales son más sabios los segundos pensamientos”, trad. L. Alberto de Cuenca, Eurípides, Tragedias, vol. III, Madrid, Alma Mater, 1995.

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La cita ciceroniana corresponde a De oficiis 1, 18, 1, un poco trastocada, pues en Cicerón leemos en realidad: In hoc genere et naturali et honesto duo vitia vitanda sunt, unum, ne incognita pro cognitis habeamus hisque temere assentiamur, quod vitium effugere qui volet –omnes autem velle debent– adhibebit ad considerandas res et tempus et diligentiam.

Mayor exactitud observamos más adelante respecto a otro lugar ciceroniano, De natura deorum, 1, 10, 12: Nec vero probare soleo id quod de Pythagoreis accepimus, quos ferunt, si quid adfirmarent in disputando, cum ex iis quaereretur quare ita esset, respondere solitos “ipse dixit”; ipse autem erat Pythagoras.

Las palabras de Drangomón son las siguientes: Mas dezir, assi lo sentimos, porque ellos lo dixeron, solo se queda para los detestandos discipulos de Pytagoras, los quales, como refiere Cicerón, a los que se les preguntava, respondían, esto es assi, porque él lo dixo: ipse dixit, ipse autem erat Pytagoras.

Deben, pues, los médicos velar y cuidar por su propio crédito. Así, “lo da a entender en el primero de los pronósticos” Hipócrates (lib. 1, sec. 2, texto 3, en el margen), refiriéndose a la prudencia que deben observar los médicos cuando diagnostican: Praeterita discito, praesentia cognito, praedicito futura. Haec meditator.29 Si no la frase, al menos la idea puede leerse en Claudii Galeni in Hippocratis Coi prognosticum Commentarius, Commentarius primus, p. 5, Lugduni, 1552: Nam qui praecognoscit et aegris praedicit quae praesentia sunt, quae praecessere quaeque futura sunt, et quae illi praetermittunt exponit, creditur aegrotantium res rectissime intelligere, eoque fit ut sese homines medico maiore cum fiducia committunt.

Pero es que además la frase, que tiene sabor paremiológico y que es recogida por Solano de Luque hablando de otra materia,30 por cierto sin la última recomendación Haec meditator, con su referencia al margen (“Lib. 1, sec. 2”) que indicamos, nos la transmite íntegra Hippocrates contractus … 29

Si bien no hemos documentado esta frase en el libro citado, sí la hemos encontrado en una larga nota, pp. 64-65, de la obra de Th. Reid, Essai sur la nature et le traitement de la phthisie pulmonaire, Lyon, 1792, de la que entresacamos: “Parmi les ouvrages envoyés au concours, l’academie honora d’une distinction exclusive le mémorie portant pour épigraphe cette sentence d’Hippocrate: Praeterita discito, praesentia cognito, praedicito futura: haec meditabo”. 30 Cf. F. Solano de Luque, Observaciones sobre el pulso, 2ª edición, Madrid, 1797, p. 24. 1966

Pervivencia de la lengua latina en una obra médica del siglo XVII

in quo Magni Hippocratis opera Omnia in breuem epitomen summa diligentia redacta habentur, Studio et opera Thomae Burnet, Sectio septima continens “ta epimikta”, Liber Primus De morbis epidemicis, “Epidemion to proton”, Sectio secunda: Praeterita discito, praesentia cognoscito, praedicito futura; haec meditator. La edición que hemos visto data de 1765 (Argentorati), p. 172. Tenemos, sin embargo, noticias de una edición publicada en Edimburgo en 1685, “aproved by the Royal College of Physicians”. 2. 2. No ha entrado todavía Drangomón en cuestiones médicas. Ahora lo hace; y lo hace disparando a la misma línea de flotación de la mayor, es decir, distinguiendo entre peste y enfermedades pestilentes. Una larga cita de Galeno (Lib. 3. epid. Sec. 3 com. 57), le sirve a nuestro autor para rebatir a sus colegas portuenses, puesto que se pueden dar enfermedades pestilentes sin peste: Et pestis illa longissima, quae nostra aetate uulgata est; ex iis quae per album vaquantur, omnes prope perimit; quae evaquabantur erat coliquatio. Quod quidem esse symptoma videtur in perpetuum pestis, quam pestilentem priuatim uocitant, cum mortales vel citra pestem corripiat.31

De ello deduce: “Se pueden dar enfermedades pestilentes, sin que se dé peste. Luego no debemos llamar peste a todas las enfermedades pestilentes”. En otras palabras, no necesariamente fue peste la enfermedad pestilente que sufrió El Puerto de Santa María. 2. 3. Esta afirmación se afianza considerando las propias palabras de las declaraciones judiciales. Habían afirmado los doctores portuenses que la malicia y agudeza de la enfermedad “se fue poco a poco minorando, assí en el número de los que aprehendía como también en la malicia de los accidentes, y brevedad y pernicie de los sucesos, de lo cual, después de atribuirse a la divina misericordia, se puede juzgar por causa segunda el calor vehementísimo que en esta región se experimentó por todo aquel tiempo: siendo éste bastante a resolver y disipar los vapores que dimanavan de los cuerpos infectos”.

31 Et apud nos facta pestis illa longissima ex vacuatis per ventrem fere omnes sustulit; erant enim colliquatio quae excernebantur atque hoc uidetur inseparabile esse symtoma pestilentis febris proprie appellatae, prehendente et ipso mortales citra pestem es el texto que encontramos en los Libri epidemiorum Hippocratis primus, tertius et sextus cum Galeni in eos commentariis, Io. Vassaeo Meldensi interprete, Parisiis, 1546, In Tertium commentarium, III, pp. 133-134. Recuérdese que Galeno se está refiriendo (apud nos facta, nostra aetate uulgata en el texto) a lo que hoy llamamos “peste antonina”, que azotó el Imperio Romano durante los años 165-180, finales del gobierno de Marco Aurelio.

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Luis Charlo Brea

Comienza ahora Drangomón arremetiendo, de forma general, contra esa mera palabrería o vana locuacidad que se desprende de las declaraciones judiciales de sus adversarios, mera palabrería o vana locuacidad que rechaza, en primer lugar, el Espíritu Santo en el libro de los Proverbios en dos ocasiones. En Pro. 10, 19: In multiloquio non deerit peccatum, y en 17, 28: Stultus quoque, si tacuerit, sapiens reputabitur. Ambas citas están tomadas al pie de la letra del texto bíblico. Pero es que también la condenan “los varones doctos y prudentes”. Lo que demuestra con el siguiente casi aforismo hipocrático: Falax enim est et ad herrorem [sic] proclivis afirmatio, quae sit cum garrulitate,32 que se encuentra, según leemos en el margen, en Hypocr. Lib. Praecepcion. Y a continuación critica cada afirmación de la declaración. No puede atribuirse al calor, como causa segunda, la curación de la enfermedad, por dos razones: 1) “Según el Filósofo, Idem in quantum idem semper natum est facere idem. El calor, según testimonian los propios interesados, se sufrió por todo aquel tiempo en esa región”. Este principio aristotélico, repetido profusamente en la Edad Media y Renacimiento y de todos conocido, se encuentra en el capítulo décimo del libro segundo del De generatione et corruptione, que E. la Croce y A. Bernabé Pajares traducen así: “Pues la misma cosa, encontrándose en el mismo estado, produce siempre naturalmente el mismo efecto”.33 2) “¿Qué filósofo dirá que el calor que en un sujeto no fue suficiente a resistir la introducción de dos grados de frialdad, v. gr. avía de ser después bastante para destruirla en el mismo sujeto? Fuera de esto la qualidad pestilente de los vapores es de otro orden que las primeras qualidades. Luego estas no pueden ser sus contrarias, porque contrarios, según el Filósofo y Galeno, son los que sub eodem genere maxime distant”. La frase aparece con variantes en Aristotelis Categoriae (Organum), pars II: De decem categoriis, cap. VI, De quanto, 24 (p. 57): “quae, cum in eodem genere sint, plurimum a se inuicem distant”. La misma idea puede leerse en Metafísica 10, cap. 4. Hay, por otro lado, continúa Ramoles, contradicción entre lo que afirman sus colegas. De una parte, que hubo peste en El Puerto de Santa María; de otra, que fueron pocos los muertos. Ramoles recuerda el pasaje bíblico de 2 Reyes, 24, 10-17 (2 Samuel), en el que el profeta Gad, en castigo del pecado cometido por el rey de Israel, le propone a David: “¿Qué quieres que te venga, tres años de gran hambre en tu país, tres meses de derrotas ante tus enemigos 32

Nosotros hemos utilizado sobre Hipócrates la siguiente obra: Hippocratis Coi opera quae extant graece et latine, authore Hieronymo Mercuriali, Venetiis (sin fecha de edición). El índice de dicha obra, que divide las de Hipócrates en cuatro “clases”, nos muestra el de Praeceptiones en la última. Y en su capítulo primero leemos: Falax enim est et ad errorem procliuis asseueratio quae sit cum garrulitate. 33 Cf. Aristóteles, Acerca de la generación y la corrupción, BUG, 107, Madrid, 1987, p. 113. 1968

Pervivencia de la lengua latina en una obra médica del siglo XVII

y que te persigan, o tres días de peste en tu tierra?”,34 y David optó por el tercero de los castigos, lo que provocó que “murieron setenta mil hombres del pueblo”; a ello añade la máxima de Galeno en Ther. Ad Pison, cap 16: Pestis seu feram quaedam venenata, non paucos aliquot miserere perdit verum totas ciuitates depascitur.35 No puede haber peste sin que aparezcan sus elementos esenciales, en particular su malicia pertinaz. No hubo, pues, peste en El Puerto de Santa María. Es la conclusión de nuestro autor.

2. 4. La peste y sus causas Curioso es que los dos principales adversarios, Drangomón y Núñez de Acosta, ambos basándose en Galeno, utilicen la misma definición de peste para sus intereses respectivos. Núñez de Acosta trasmite así la definición de peste por Galeno: Vt epidemus morbus sit qui tempore aliquo in regione aliqua abundat; pestis vero epidemia perniciosa.36 De donde deduce: Todos dirán ser peste qualquiera enfermedad, que tubiere estos dos predicados essenciales, que son el ser epidémica (que es género) y significa el ser común a muchos, o poder serlo, y tener causa común de quien muchos participen el ser enfermos de tal enfermedad, y perniciosa (que es la diferencia constitutiva) y significa el tener accidentes mortiferos, y matar brevemente la mayor parte, o por lo menos, a muchos de los que aprehende.

Consiguientemente, añadimos nosotros, hubo peste en El Puerto. Con algunas diferencias léxicas expone su definición Drangomón (f. 7r): Epidemius morbus est qui tempore aliquo in regione aliqua abundet. Pestis vero epidemia perniciosa. Y a continuación matiza:37 34

La traducción es de la Biblia de Jerusalén, Desclée de Brouwer, 1967. Transcribimos literalmente las palabras de Drangamón. Pero lo que dice textualmente Galeno en De Theriaca ad Pisonem, en Galeni opera ex sexta iunctarum editione, V (Quintae classis), Venecia, 1586, es lo siguiente: Cum pestis ipsa, ceu fera quaedam uenenata, non paucos aliquot misere perdat, rerum totas ciuitates depascatur. Quizás las expresiones “feram” y “miserere” utilizadas por Dragamon sean sólo errores materiales o de imprenta, y no de comprensión de la frase latina. En otros autores más o menos contemporáneos a nuestro autor, por ejemplo, Pauli Zacchiae Quaestiones medico-legales, Lugduni, 1726, se lee así: Dicitur autem Pestis a depascendo, quia seu fera quaedam venenosa non paucos aliquot misere perdat, verum totas civitates depascatur. 36 In librum Hippocratis “De uictus ratione in morbis acutis commentarii quattuor”, 1, 9. En la edición de Juan Vasseo, Lyon, 1549, la frase se lee así: Vt epidemus morbus sit qui tempore anni aliquo in regione aliqua abundet insolescatque. Pestis uero epidemia perniciosa. 37 Cf. Galeno, Opera Omnia, vol. III, p. 546 en Lib. de morb. vulg. Hipp.: In tertium epid. Hip. Commentarii III, Ioanne Vaffeo Medense interprete, Lugduni, 1550: Inter epidemios morbus unus est pestis, ut in libro de uictus ratione in morbis acutis dicebatur. Cum enim ... 35

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Luis Charlo Brea

Quicumque uno in loco simul invaserit vulgaris hic vocatur. Quodsi simul hoc habeat ut multos interimat pestis est.38 De suerte que para ser peste, es necesario que sea enfermedad epidémica, esto es, que comprehenda a muchos ... y que sea perniciosa, esto es, que mate a muchos ... De suerte que faltando cualquiera de estas dos cosas, como constitutivos essenciales suyos, faltara la peste.

Consiguientemente, añadimos nosotros, no hubo peste en El Puerto. “Ésta –la peste– tiene por causa” el aire. Es verdad que Hipócrates, Galeno y otros autores señalan otras razones: malos alimentos, agua, contagio, tiempo..., pero no son ellas generales. Sí lo es el aire (f. 7v): Assí lo siente el doctíssimo Valles39 diziendo: Quod si malum post caritem adeo serpat ut arripiat multos omnis naturae, putandum est morbos sparsos in populares iam migrasse, quod quidem fit, vel inquinamentis multorum aegratantium aerem iam inficientibus, vel intemperie aeris, quae fruges substulit, morbos afferente. Popularis tamen et communis morbus non antea sit quam sit causa in aere: nam siue frumentum putruerit siue aquae fontis venenatae sint non est causa necessaria et omnibus communis.

No lo es el contagio. Y si Galeno, en el libro primero De differentiis febrium, cap. 4, dice que se origina “peste por contagio, como la que se comunicó a Atenas desde Etyopia”, da a entender que ... Forsitam autem accidit id propter continuitatem [y el intérprete añade al margen propter aerem] quod ex Ethyopia fluxerunt quaedam mala inquinamenta. Éstas son las palabras textuales de nuestro autor. Sin embargo, en el tercer volumen de los Galeni Omnia quae extant opera (ed. Girolamo Mercuriale), que lleva por título Galeni librorum Tertia Classis, Venetiis, apud Iuntas, 1576, leemos literalmente: Forte autem per continuum ex Aethiopia quaedam putredinis fluxere contagia. Tampoco fue el tiempo la causa de la peste. El tiempo durante el que se afirma que hubo peste en El Puerto de Santa María fue enormemente morbis alicuius nomen est epulemum uel pestilens: sed qui multis in uno loco fiet, hic epidemus appellatur: si uero morbo huic contigat ut multis tollat, pestis est. 38 En Leonharti Fuchsii Institutionum medicinae libri quinque, Lib. III, sec. I: De differentiis morborum, cap. VII leemos una idea similar: …uulgares qui anni tempore aliquo in regione aliqua grassantur, quorum qui perniocissimi sunt multosque occidunt pestilentes uocantur. 39 Cf. Francisci Vallesii Couarrubiensis In Libros Hippocratis de morbis popularibus commentaria, Madrid, 1577, Liber primus, p. 8. Una extensa biografía de Francisco Vallés, con valoración de su actividad y bibliografía, puede verse en A. I. Martín Ferreira, “Las ‘controvertidas’ Controversiae del médico humanista Francisco Vallés, Controversiarum medicarum et philosophicarum libri decem 1556-1590”, en Res publica litterarum, Suplemento monográfico “Tradición Clásica y Universidad”, Instituto de Estudios Clásicos “Lucio Anneo Séneca”, Universidad Carlos III, Madrid, 2008-09. Cf. et A. I. Martín Ferreira, El humanismo médico en la Universidad de Alcalá (siglo XVI), Universidad de Alcalá de Henares, 1995. 1970

Pervivencia de la lengua latina en una obra médica del siglo XVII

seco. Al respecto afirma Hipócrates, Lib. 3 aphor., 15, según nuestro autor: In constitutionibus anni in summis siccitates imbribus sunt salubriores et minus letales.40 Difícilmente, pues, hubo peste. En cuanto a las señales de la peste, señala Drangomón que ella “puede tener todas las señales que fueren propias de las enfermedades con quien se juntare la qualidad pestífera”, de las que Galeno (Lib. 3. epid. Sec. 3) dice: Hic erant morbi populariter uagantes. De ahí que “el doctísimo Valles en el libro y sección citados” afirme: Quandoquidem autem fuerunt multa morborum genera, et ex singulis aegrotarunt multi, et multi mortui sunt. Constat non unicam solum, sed multas fuiste pestes.

3. Conclusión No vamos a insistir aquí en la formación clásica que recibían los médicos desde el Renacimiento hasta el Barroco.41 Antes de estudiar medicina debían ser Bachilleres en Artes. De ahí que tuvieran acceso tanto a nuestros autores clásicos como a los de la latinidad moderna. No obstante, con relación a los primeros, como hemos observado, su utilización no parece ser directa, sino más bien a través de florilegios. No olvidamos que estos autores, ya desde el XVI, aparte de procurarse ayudas personales extraídas de sus lecturas (codex excerptorius, cartapacio) contaban con la ayuda de unos repertorios que la imprenta generalizó, a los que, cada vez con más frecuencia, acudían en busca de erudición”.42 Sí parece ser de primera mano la lectura y utilización de los autores renacentistas, caso de Alciato o Juan de Oven. También los textos bíblicos y las alusiones a la Biblia parecen formar parte del acervo cultural directo de nuestros autores. Asimismo debían de conocer las obras de Galeno e Hipócrates. Luis S. Granjel43 alude a la pragmática de Felipe III en 1617 y a posteriores resoluciones en las que se obliga a los docentes a explicar la doctrina de los grandes médicos griegos junto con la de Avicena; Granjel concluye “que el fundamento de la formación teórica del médico lo constituyó, en el siglo XVII, la lectura y comentarios de algunos libros del Corpus Hippocraticum, 40

En Hippocratis Coi opera quae extant graece et latine, citado, en el Lib aphor, sectio tertia, XV, leemos literalmente: Ex anni vero constitutionibus in summa siccitates pluviosis salubriores sunt et minus letales. 41 Cf., al respecto, Luis. S. Granjel, “Los estudios de Medicina”, en La Universidad de Salamanca, ed. M. Fernández Álvarez, vol. II, Salamanca, Universidad de Salamanca, p. 97. 42 Cf. S. López Poza, “Polianteas y otros repertorios de utilidad para la edición de textos del Siglo de Oro”, La Perinola, 4 (2000), 191-214; id., “Florilegios, polyantheas, repertorios de sentencias y lugares comunes. Aproximación bibliográfica”, Criticón, 49 (1990), 61-76. 43 Cf. Luis S. Granjel, La medicina española del siglo XVII, Ediciones de la Universidad de Salamanca, 1978, c. II, “La formación del médico”, pp. 43-60. 1971

Luis Charlo Brea

de las obras de Galeno, y, en menor grado, del Canon de Avicena”. Y ello no por la lectura directa de estos autores, ni siquiera por sus traducciones al latín, sino “por intermedio de las versiones comentadas de Hipócrates y Galeno hechas por Francisco Valles y Cristóbal de Vega…”. De ahí las variantes que hemos encontrado en las citas que hemos comentado. Nuestras investigaciones abarcan muchas más obras médicas de las mencionadas en este trabajo. Todas fueron escritas en el entorno de la Bahía de Cádiz, y su contenido no se limita a la peste de aquellos años finales del siglo XVII, sino que abarcan otras cuestiones médicas, a menudo controvertidas. Nuestra observación esencial es que todos estos médicos usaban la lengua latina y la cultura inherente a ella para sus enseñanzas y argumentaciones y para sustentar la doctrina que defendían.

1972

Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 1973-1990

La Oratio in laudem Physiognomoniae de Jodocus Willich Miguel Ángel González Manjarrés Universidad de Valladolid

Resumen: El alemán Jodocus Willich (1502-1552), profesor en la Universidad Viadrina de Frankfurt an der Oder, impartió en el verano de 1536 un curso sobre la Fisiognomía de Pseudo Aristóteles (siglo III a.C.), que a la vez tradujo al latín. La versión se imprimió en Wittenberg 1538, con una previa Oratio in laudem physiognomoniae que había sido, en realidad, la praelectio a sus clases. En el texto, único discurso conocido que se dedica a la alabanza de la disciplina, se insiste en una serie de aspectos básicos (origen, fundamento natural y científico, cultivo literario antiguo, utilidad personal, social, académica y artística, beneficios docentes) que van exponiéndose con los habituales recursos retóricos del género epidíctico. Palabras clave: Jodocus Willich. Fisiognomía. Praelectio. Retórica epidíctica. Abstract: Jodocus Willich (1502-1552), the German professor at Viadrina University of Frankfurt an der Oder, gave a lecture about the Physiognomy of Pseudo Aristotle (3rd Century BC) in the summer of 1536, translating it at that time into Latin. This version was printed in Wittenberg 1538, with a previous Oratio in laudem physiognomoniae that had been, in reality, the praelectio to his classes. The text, the only speech known dedicated to the praise of discipline, insists about a series of basic aspects (origin, natural and scientific foundation, ancient literary cultivation, personal, social, academic and artistic utility, teaching benefits) that are exposed with the habitual rhetorical resources of the epidictic gender. Keywords: Jodocus Willich. Physiognomy. Praelectio. Epidictic Rhetoric. 1973

Miguel Ángel González Manjarrés

1. El autor Jodocus Willich (1501-1552), nacido1 en la localidad prusiana de Rössel (hoy la polaca Reszel, junto al golfo de Gdansk), entró a estudiar Artes en la Universidad Viadrina de Frankfurt an der Oder con apenas 15 años, donde obtuvo primero el Bachillerato (1517) y luego el título de Artium magister (1522), que le capacitaba ya para enseñar.2 Desde tal año y hasta su muerte Willich fue profesor en la Viadrina, primero en la Facultad de Artes (dos veces decano: 1528 y 1532) y luego, tras su Doctorado en 1540, en la pequeña Facultad de Medicina. La Universidad, última de las fundadas en territorio alemán antes de la Reforma, tuvo desde su origen (1506) un marcado sesgo humanístico, que se manifestó sobre todo en las clases de Artes y que el propio Willich contribuyó a consolidar.3 Enseñó allí Willich, tanto en las aulas públicas de la Universidad como en clases particulares, una gran cantidad de disciplinas (gramática, retórica, dialéctica, matemáticas, geografía, aritmética, música, cosmografía, geografía, astronomía, filosofía natural), que basó casi siempre en la lectura crítica y comentario de autores y obras de la Antigüedad grecolatina: poetas (Homero, 1

El trabajo se acoge al Proyecto de Investigación financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, ref. FFI2013-41340-P. 2 Frente a las universidades italianas, en las del Norte los títulos de Bachiller y Maestro en Artes bastaban ya para enseñar, pues a menudo constituían en sí una meta docente: Paul F. Grendler, “The Universities of the Renaissance and Reformation”, Renaissance Quarterly, 57,1 (2004), 1-42. 3 Matthäus Host, discípulo de Willich, publicó una biografía suya, de la que parten casi todos los datos hoy conocidos: Willichius Senior sive narratio de vita, studiis, scriptis ac morte ... Iodoci Willichii Reselliani Borussiaci, Frankfurt/Oder, Eichhorn, 1607. Aunque no aportan mucha novedad, pueden verse también J. S. Löwenstein, “Biographien und Schriften der ordentlichen Professoren der Medizin an der Hochschule zu Frankfurth a. O. in dem Jahren 1506 bis 1811”, Janus, 3,2 (1848), 283-315, pp. 295-299; Rudolf Schwarze, “Willich, Jodocus”, Allgemeine deutsche Biographie, Leipzig, Duncker & Humblot, 1898, vol. 43, pp. 278-282; Hans-Joachim Schwengler, “Jodocus Willichius, Polyhistor an der OderUniversität Frankfurt im ersten Jahrhundert ihres Bestehens”, Jahrbuch für brandenburgische Landesgeschichte, 39 (1988), 88-96. Las referencias más recientes a su vida y obra, con bibliografía actualizada, se encuentran en Michael Höhle, Universität und Reformation. Die Universität Frankfurt (Oder) von 1506 bis 1550, Colonia–Weimar–Viena, Böhlau, 2002, pp. 100-105, 429-432, 476-479, 548-550, 600-602, quien además traza un estudio completo de la Universidad Viadrina en el Renacimiento, ya antes abordado en Günther Mühlpfordt, “Die Oder-Universität 1506-1811”, en Die Oder-Universität Frankfurt. Beiträge zu ihrer Geschichte, ed. Günther Haase y Joachim Winkler, Weimar, Böhlaus, 1983, pp. 19-72. Sobre el humanismo y la Reforma en las universidades del Norte de Europa, además del trabajo de Grendler citado en nota anterior, véase Lewis W. Spitz, “The Impact of the Reformation on the Universities”, en University and Reformation, ed. Lewis Grane, Leiden, Brill, 1981, pp. 9-31; Erika Rummel, The Humanist-Scholastic Debate in the Renaissance and Reformation, Cambridge (MA), Harvard University Press, 1995, pp. 63-95. 1974

La Oratio in laudem Physiognomoniae de Jodocus Willich

Aristófanes, Teócrito, Terencio, Virgilio, Ovidio), gramáticos (Rhetorica ad Herennium, Rhetorica ad Alexandrum), oradores (Demóstenes, Isócrates, Cicerón), historiadores (Suetonio, Tácito, Livio, Curcio, Floro, Justino), científicos y filósofos (Aristóteles, Arato, Ptolomeo, Dionisio de Alejandría, Plinio, Lactancio, Solino, Proclo). Más tarde, completó su enseñanza con autores médicos (sobre todo Hipócrates y Galeno) y dio también clases públicas sobre asuntos teológicos, pues desde un principio se inclinó por la Reforma y, frente al teólogo y rector Wimpina y el propio canciller (Georg von Blumenthal, obispo de Lebus), trabó estrecho contacto con los protestantes de Wittenberg y, en especial, con Melanchton. La intensa actividad docente e intelectual de Willich se materializó en una gran cantidad de obras publicadas –en vida o póstumas, hasta alcanzar más de medio centenar–, muchas de ellas con diferentes reimpresiones a lo largo de los siglos XVI y XVII:4 manuales docentes (Orthographicae institutiones [1530], Prosodia Latina [1539], Erotematum dialectices [1540], De pronunciatione rhetorica [1540], De methodo omnium artium et disciplinarum [1550], De formando studio [1550]),5 comentarios eruditos de autores latinos (Horacio: Ars poetica [1534]; Virgilio: Eclogae [1535], Georgicae [1539], Aeneis [1551]; Terencio [1550]; Tácito: Germania, [1551]), obras y comentarios teológicos (Dispositio in Evangelia dominicalia [1542], Commentaria ... in utramque ad Timotheum Pauli Epistolam [1542], In D. Pauli epistolam ad Tessalonicenses utramque commentarii [1545], etc.), traducciones latinas (Physiognomonica de Pseudo Aristóteles [1538]), comentarios y monografías médicas y científicas (Logistica seu calculatoria [1532], Arithmeticae libri tres [1540], Observationes in libellum Lactantii Firmiani qui De opificio Dei inscribitur [1542], De salinis Cracovianis [1543], Commentarius anatomicus [1544], Iuditia urinarum [1560], Ars magirica [1563]) o disputas escolares de los más diversos temas (Problemata de ebriorum affectionibus et moribus [1543], Possintne veneficae et incantatrices revera sese in catos, feles, atque canes vertere atque hirco inequitare [1547], Quinam sint veri theologi [1548], etc.). Su prestigio docente le permitió contar con numerosos alumnos, públicos y privados, y en 1538 le llevó a ser designado también preceptor de los hijos de Joaquín II, príncipe elector de Brandemburgo. En función de traductor latino realizó junto al obispo de Lebus dos viajes diplomáticos 4 Un listado en el catálogo Verzeichnis der in deutschen Sprachbereich erschienenen Drucke der 16. Jahrhunderts, 24 vols., Stuttgart, Hiersemann, 1983-1997, vol. 22, nos 3221-3303. 5 Algunos de ellos se comentan en Dieter Schmidmaier, “Hodegetik im Umfeld von Jodocus Willich”, Frankfurter Beiträge zur Geschichte, 12 (1983), 14-26; Ann Moss, Printed Commonplace Books and the Structuring of Renaissance Thought, Oxford, Clarendon Press, 1996, pp. 143-147; Ann Moss, Renaissance Truth and the Latin Language Turn, Oxford, University, 2003, pp. 62-63, 172-173. De la dialéctica y la retórica se ocupa con detalle M. Höhle, Universität und Reformation..., cit. en n. 3, pp. 102-104.

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Miguel Ángel González Manjarrés

a Polonia: el primero (1535) para acordar la boda de Joaquín II y la princesa polaca Hedwig; el segundo (1543) para formalizar la boda del rey polaco Segismundo y Catalina, hija de Fernando de Austria. Asimismo, su buena fama de médico práctico, que ejerció antes de ser profesor de la materia, hizo que en 1542 el propio Joaquín II se lo llevara como facultativo a la guerra contra los turcos que por entonces se libraba en Hungría. Con todo, tales ocupaciones fueron siempre esporádicas y, tras ellas, Willich se incorporaba de nuevo a su docencia. Así vivió hasta 1552: tras declararse un brote de peste en la ciudad, se refugió en Lebus, en la residencia del nuevo obispo (Johann Horneburg, nombrado tras la muerte de Blumenthal en 1550) y allí, el 12 de noviembre, murió de apoplejía.

2. El contexto La quinta obra que publicó Willich es la traducción latina de los Physiognomonica de Pseudo Aristóteles. Aunque el texto se edita en Wittenberg en 1538, Willich lo tenía ya acabado en 1536, pues firma la epístola nuncupatoria el 29 de septiembre de tal año. La dedicatoria se dirige al obispo de Lebus, Georg von Blumenthal, con quien acababa de venir de Polonia y a quien agradece, como canciller, sus desvelos por la Universidad y su tesón por mantener y defender la doctrina evangélica.6 En dicha epístola, además, se ofrecen algunos datos interesantes sobre el trabajo. Llegado el semestre de verano del curso académico 1535/36, Willich echó mano de esta obrita griega, la tradujo al latín e hizo con ella unas breves lecciones para entretener a sus alumnos y hacerlos descansar de otras disciplinas más serias y propias del curso ordinario: Itaque proxime, cum plerique gravioribus studiis, et non temere, propter Syrii aestum et nocumentum vacabant, mox Aristotelis Physiognomonica in manus accepi eaque utcunque transtuli atque in publica schola enarravi, ut hac iucundiori disciplina pro tempore animum oblectarent auditores.7 6 Jodocus Willich, Physiognomonica Aristotelis latina facta, Wittenberg, Schirlentz, 1538, f. A3r (en adelante Phys.): velut unguibus affixus Evangelicae doctrinae ita adhaeres, ut nullus te a certa, indubitata veraque veritate avelleret. Pero Willich estaba ya decantado a la parte luterana y sabía bien que el obispo era un firme opositor a Lutero. De hecho, unos años más tarde (1539-1540) el propio obispo entabló una polémica teológica con Willich a propósito de la comunión y además intentó, aunque sin éxito, que la Universidad le prohibiera enseñar teología: M. Host, Willichius Senior..., cit. en n. 3, ff. F-F2; M. Höhle, Universität und Reformation..., cit. en n. 3, pp. 429-432. Por lo demás, el texto está editado y traducido en M. Á. González Manjarrés, “Jodocus Willich, Oratio in laudem physiognomoniae: estudio, edición crítica y traducción”, Ágora. Estudos Clássicos em Debate, 13 (2011), 203-264. 7 Phys. A2r. Aunque había vacaciones, era frecuente que en las universidades se hiciesen también cursos veraniegos, a menudo repetitiones de asignaturas o clases de obras menores, bien a cargo de profesores especiales o de los propios ordinarios: M. Höhle, Universität

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La Oratio in laudem Physiognomoniae de Jodocus Willich

Así pues, eligió Willich una obrilla “menor”, propia de una iucundior disciplina, con la disposición de comentársela en clase a sus alumnos. En efecto, la fisiognomía, aun cuando a finales de la Edad Media había entrado ya en el curriculum universitario, se mantuvo siempre en una situación delicada: por más que sus cultivadores quisieran hacer de ella una ciencia natural, que permitiera conocer el carácter de una persona por la peculiaridad de sus rasgos físicos, de acuerdo a la vieja interacción de cuerpo y mente, a menudo se relacionaba de forma intuitiva con la adivinación y la magia, como había ocurrido desde sus mismos orígenes.8 Y aunque el propio Willich dice que es vulgo contemptissima y vix audita (Phys. A3v), en el Renacimiento la disciplina cobró renovado interés: se editaron, tradujeron y comentaron las principales obras antiguas y medievales9 y se compusieron a tal propósito numerosos und Reformation..., cit. en n. 3, pp. 66-69; Paul F. Grendler, The Universities of the Italian Renaissance, Baltimore, Johns Hopkins University, 2002, p. 146. 8 El complicado status de la disciplina se observa ya desde la Antigüedad (sus orígenes mánticos, la racionalidad que aporta el Pseudo Aristóteles, la práctica adivinatoria: véase bibliografía en nota siguiente y también abajo, n. 28), aunque el debate se dio sobre todo en la Edad Media: Jole Agrimi, “Fisiognomica e Scolastica”, Micrologus, 1 (1993), 235-272, y “La fisiognomica e l’insegnamento universitario: la ricezione del testo pseudoaristotelico nella Facoltà delle Arti”, Archives d’histoire dottrinale et littéraire du Moyen Âge, 64 (1997), 127-188 (ambos en su libro Ingeniosa scientia nature. Studi sulla fisiognomonica medievale, Florencia, Sismel–Edizioni del Galluzzo, 2002, pp. 3-36 y 101-166). 9 Las obras principales de fisiognomía antigua son el Pseudo Aristóteles (siglo III a. C.), Polemón (siglo II), Adamancio (siglo IV) y el Anónimo Latino (siglo IV); en la Edad Media los trabajos más influyentes, además de las obras antiguas y las nuevas versiones latinas de textos árabes (sobre todo Rhazes y el Secretum secretorum), corresponden a Miguel Escoto, Liber physionomiae (ca. 1230), Alberto Magno, De animalibus (ca. 1262-1268) y Pietro d’Abano, Liber compilationis phisonomie (1295). Para la fisiognomía antigua puede verse Elisabeth C. Evans, Physiognomics in the Ancient World, Philadelphia, The American Philosophical Society, 1969; Maria Michaela Sassi, “Physiognomonica”, en Lo spazio letterario della Grecia antica, ed. Giuseppe Cambiano, Luciano Canfora y Diego Lanza, vol. 1,2, Roma, Salerno, 1993, pp. 431-448; George Boys-Stones, “Physiognomy and Ancient Psychological Theory”, en Seeing the Face, Seeing the Soul. Polemon’s Physiognomy from Classic Antiquity to Medieval Islam, ed. Simon Swain, Oxford, University, 2007, pp. 19-124; Jerôme Wilgaux, “La physiognomonie antique: bref état des lieux”, en Langages et métaphores du corps dans le monde antique, ed. Véronique Dasen y Jerôme Wilgaus, Rennes, Université, 2008, pp. 185-195. Interesantes sinopsis de fisiognomía bajomedieval son las de Joseph Ziegler, “Text and Context: On the Rise of Physiognomic Thought in the Later Middle Ages”, en “De Sion exibit lex et verbum domini de Hierusalem”. Essays on Medieval Law, Liturgy and Literature in Honour of Annon Linder, ed. Yitzhak Hen, Turnhout, Brepols, 2001, pp. 159-182; y “Philosophers and Physicians on the Scientific Validity of Latin Physiognomy, 1200-1500”, Early Science and Medicine, 12,3 (2007), 285-312. Como obras generales, en fin, cabe consultar Julio Caro Baroja, Historia de la Fisiognómica, Madrid, Istmo, 1988; Patrizia Magli, Il volto e l’anima. Fisiognomica e passioni, Milán, Bompiani, 1995; Lucia Rodler, Il corpo specchio dell’anima. Teoria e storia della fisiognomica, Milán, Mondadori, 2000. 1977

Miguel Ángel González Manjarrés

textos nuevos, latinos y vernáculos, que insistían en su condición científica y filosófica y su utilidad para la vida social.10 Pero el punto de partida de la tradición fisiognómica era la obra de Pseudo Aristóteles, en el Renacimiento considerada aún unitaria y genuina, aunque hoy tenida por apócrifa, si bien cercana al ámbito peripatético, y compuesta al parecer de dos tratados diferentes. La obra ejerció una influencia notable en la Antigüedad grecolatina, que se avivó después en la Edad Media árabe, tan proclive a los estudios fisiognómicos.11 En Occidente permaneció más o menos en el olvido hasta la traducción latina que de ella hizo Bartolomeo de Messina entre 1262 y 1265.12 Desde entonces, tal versión fue la base de la fisiognomía medieval y renacentista, citada y comentada en repetidas ocasiones y muy editada entre los siglos XV y XVI.13 Su validez y aceptación hizo que los editores latinos de Aristóteles la incluyesen en sus sucesivos Opera 10

A partir de Rolando de Lisboa (Reductorum phisonomie, 1430) y Savonarola (Speculum phisionomie, 1440), puentes entre la Edad Media y el Renacimiento, el siglo XVI fue muy prolífico en autores y obras de fisiognomía, entre los que destacan Cocles (Chiromantie ac physionomie anastasis, 1504), Gaurico (De sculptura, 1504), Biondo (De cognitione hominis per aspectum, 1544), Gratarolo (De praedictione morum naturarumque hominum, 1553) y, sobre todo, Della Porta (De humana physiognomonia, 1586). Véase Jean-Jacques Courtine– Georges Vigarello, “La physionomie de l’homme impudique. Bienséances et impudeur: les physiognomonies au XVIe et au XVIIe siècle”, Communications, 46 (1987), 79-91; Lucia Rodler, I silenzi mimici del volto. Studi sulla tradizione fisiognomica italiana tra Cinque e Seicento, Pisa, Pacini, 1991; Joseph Ziegler, “Medicine and Physiognomy 1300-1500”, Médiévales, 46 (2004), 89-108; M. Porter, Windows of the Soul: Physiognomy in European Culture, c. 1500-1800, Oxford, Clarendon Press, 2005. 11 Las mejores ediciones del texto son la de Sabine Vogt, Physiognomonica, Berlín, Akademie Verlag, 1999, y Maria Fernanda Ferrini, Fisiognomica, Milán, Bompiani, 2007; y hay también traducción española de Teresa Martínez Manzano, Fisiognomía, Madrid, Gredos, 1999. Un buen estudio se incluye en G. Boys-Stones, “Physiognomy...”, cit. en n. 9, pp. 55-75. Tras la versión árabe de Hunain ibn Ishāq . . en el siglo IX, la obra ejerció notable influencia en autores posteriores como Rhazes o Avicena. Un repaso de la fisiognomía árabe está en Robert Hoyland, “The Islamic Background to Polemon’s Treatise”, en Seeing the Face..., cit. en n. 9, pp. 227-280; Anna Akasoy, “Arabic Physiognomy as a Link between Astrology and Medicine”, en Astro-Medicine. Astrology and Medicine, East and West, ed. Anna Akasoy, Charles Burnett y Ronit Yoely-Tlalim, Florencia, Sismel-Edizioni del Galluzzo, 2008, pp. 119-142. 12 Se ha conjeturado la existencia de un primer esbozo en tiempos de Miguel Escoto, quizá obra suya, ca. 1230: Danniele Jacquart, “La physiognomonie à l’époque de Frédéric II: le traité de Michel Scot”, Micrologus, 2 (1994), 19-37, pp. 24-26. La obra fue clave para la entrada de la disciplina en las aulas universitarias: J. Agrimi, “La fisiognomica...”, cit. en n. 8, pp. 108-111. 13 Véase el estudio de la tradición latina de la obra en Richard Förster, De translatione latina physiognomonicorum quae feruntur Aristotelis, Kiel, Schmidt & Klaunig, 1884, que sintetiza de nuevo en Scriptores physiognomonici Graeci et Latini, 2 vols., Leipzig, Teubner, 1893, vol. 1, pp. LX-LXV. Aquí mismo edita la versión de Bartolomeo: vol. 1, pp. 4-91. 1978

La Oratio in laudem Physiognomoniae de Jodocus Willich

omnia, si bien con retoques, correcciones y aggiornamenti humanísticos más o menos integrales, como se aprecia sobre todo en las ediciones de Simon Grynäus (Basilea 1538) y Giovanni Battista Bagolino (Venecia 1553). Pero en el Renacimiento se hicieron además otras dos versiones latinas a partir del texto griego: una primera de Andrés Laguna (París 1535) y la de Willich que aquí nos ocupa (Wittenberg 1538).14 Asimismo, el texto fue objeto, sobre todo desde que entró en el curriculum universitario medieval, de numerosos comentarios académicos, como fueron los de Guillermo de Aragón (ca. 1300), Guillermo de Mirica (ca. 13421352) o Juan Buridan († ca. 1358)15, a los que deben añadirse algunos otros renacentistas, como los de Agostino Nifo (1523), Francisco Sánchez (finales del siglo XVI, aunque edición de 1636) o Camillo Baldi (1621).

3. Una praelectio La versión latina de Willich, a la que añade unas notas filológicas para quienes altius et penitius cuncta introspicerent y, desde luego, e re studiosorum adolescentium (Phys. B3r), salió precedida de una Oratio in laudem physiognomoniae, que habría constituido en origen su lección inaugural. La praelectio, habitual en la Edad Media, siguió cultivándose asiduamente en el Renacimiento y solía ser de tres tipos: una lección inaugural de curso, en que se acostumbraba a hacer alabanza general de la filosofía y las litterae humaniores; una lección que abría la enseñanza de un profesor concreto en un centro determinado (discurso de habilitación); una lección propedéutica a un curso específico sobre un autor o una obra.16 Si praelectio solía designar el 14

De ambas traducciones hizo Förster un breve cotejo en Scriptores physiognomonici..., cit. en n. 13, vol. 1, pp. L-LXV, y en el aparato crítico de su edición griega incluye algunas conjeturas de Willich. Sobre la versión de Laguna, véase Miguel Ángel González Manjarrés, Andrés Laguna y el humanismo médico. Estudio filológico, Valladolid, Junta de Castilla y León, 2000, pp. 96-97. Hay quien habla de una tercera traducción renacentista anónima, que sería la que incluyese Bekker en el cuarto volumen de su edición de Aristóteles (aunque es en realidad la misma de la edición de Grynäus): S. Vogt, Physiognomonica, cit. en n. 11, p. 227. 15 J. Agrimi, “La fisiognomica...”, cit. en n. 8, pp. 125-163. 16 Así en Karl Müllner, Reden und Briefe italienischer Humanisten, Viena, Hölder, 1899, pp. III-VIII. Sigue siendo la obra de referencia para el asunto, porque edita un gran número de praelectiones humanísticas. Puede verse, sin olvidar el clásico de Remiggio Sabbadini, Il metodo degli umanisti, Florencia, Le Monnier, 1922, pp. 35-45, los más recientes trabajos de Maurizio Campanelli, “L’oratio e il genere delle orazioni inaugurali dell’anno accademico”, en Lorenzo Valla. Orazione per l’inaugurazione dell’anno accademico 1455-1456, ed. Silvia Rizzo, Roma 1994, pp. 25-60; Perrine Galand-Hallyn, “La leçon d’introduction à Suetone de Nicolas Bérauld (1515); développement de l’ethos et pratique de la memoire”, en Autour de Ramus. Texte, théorie, commentaire, ed. Kees Meerhoff y Jean-Claude Moisan, Québec, Nuit Blanche, 1997, pp. 235-267; Hélène Parénty, Issac Causabon. Des studia humanitatis à la philologie, Ginebra, Droz, 2009, pp. 140-146; Lucie Claire, “La praelectio, une forme de 1979

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último tipo mencionado, pronto recibió competencia del término praefatio, a veces especializado para el segundo. En todo caso, ambos sustantivos podían incluso alternar con el simple oratio para referirse a cualesquiera de los tres discursos, según acontece con el de Willich: la expresión propia del epígrafe que antecede al discurso se titula, de acuerdo a su origen docente, Praefatio in Physiognomonica Aristotelis, pero en la portada de la obra, enlazando el texto con la nutrida tradición encomiástica, se dice genéricamente Oratio in laudem physiognomoniae. Nos hallamos, pues, ante una praelectio del tercer tipo, es decir, un discurso público que un profesor pronuncia para introducir al auditorio (sobre todo estudiantes, pues la asistencia de autoridades y público general se daba más en inauguraciones de curso) en el conocimiento de un autor, una obra y una disciplina que se dispone a comentar en sus clases. Tal discurso pertenece al género epidíctico de la oratoria, puesto que se compone, por lo general, de dos partes: una laus o alabanza de la disciplina, la obra y el autor (que sigue en cierta forma las normas retóricas del encomio17), y una cohortatio o exhortación al auditorio para incentivarlo al estudio y práctica de la materia. La laus, asimismo, podía constar de una serie de partes más o menos fijas que, en palabras del gramático griego Juan Argyropulos, serían propiamente, de acuerdo al típico comentario medieval, intentio auctoris, utilitas, cuius sit liber, titulus, ordo, divisio, modus doctrinae, ad quam philosphiae partem reducatur liber.18 No obstante, la praelectio renacentista tendió a adquirir gran libertad en su contenido y estructura y llegó a constituir en muchos casos un ejercicio retórico con que el autor no sólo mostraba un interés primordialmente pedagógico, sino también un afán de manifestar la valía propia, aumentar el prestigio personal y ganarse con ello al auditorio, lo que después podría transmission du savoir à la Renaissance: l’exemple de la leçon d’introduction aux Annales de Tacite de Marc-Antoine Muret (1580)”, Camenulae, 3 (2009) [revista en línea: http://www. paris-sorbonne.fr/fr/spip.php?article9907]. Una recensión de las praelectiones de Poliziano puede verse también en Christopher S. Celenza, “Poliziano’s Lamia in Context”, Angelo Poliziano’s Lamia: Texts, Translation and Introductory Studies, ed. Ch. S. Celenza, Leiden, Brill, 2010, pp. 1-45. 17 El encomio antiguo se estudia, por ejemplo, en Heinrich Lausberg, Manual de retórica literaria, trad. esp., 2 vols., Madrid, Gredos, 1975 (= Múnich 1960), vol. 1, pp. 214-221; George Alexander Kennedy, The Art of Persuasion in Greece, Princeton (N. J.), University, 1963, pp. 152-203. El género se explotó mucho en el Renacimiento, tanto para encomios serios como para laudationes paradójicas: O. Hardison, The Enduring Monument: A Study of the Idea of Praise in Renaissance Literary Theory and Practice, Chapel Hill (N. C.), University of North Carolina Press, 1963; Bernard Weinberg, A History of Literary Criticism in the Italian Renaissance, Chicago, University, 1961, sobre todo pp. 352-361. 18 Recogido en su praelectio a la Ética a Nicómaco de 1457, cuyo texto se edita en K. Müllner, Reden und Briefe..., cit. en n. 16, pp. 30-31. 1980

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redundar en beneficios materiales: mayor número de alumnos, mejor sueldo o incluso contar con un editor para el texto.

4. Estudio La praelectio, oratio o praefatio de Willich es un modesto discurso para un curso modesto, que luego logró publicar a modo de introducción a la versión latina de la obra. El texto, de acuerdo a la entera tradición fisiognómica, insiste en la utilitas filosófica, científica y práctica de la disciplina, con una serie de argumentos que, en buena medida, podrían rastrearse en casi todos los prefacios de obras y comentarios fisiognómicos previos. La novedad, en cualquier caso, radica en su original ordenación y exposición, en la misma perspectiva docente con que se aplica y, sobre todo, en el hecho de que venga a ser la única oratio renacentista conocida que se dedique a hacer una alabanza sistemática de la fisiognomía. No obstante, el desarrollo temático se fija sólo en testimonios de la literatura antigua, sin tener en cuenta la tratadística fisiognómica ni el contenido mismo de la disciplina: definición, métodos, naturaleza de los signos, jerarquía, combinación, tipos humanos, etc. La única finalidad de la praelectio, por tanto, es informar de la necesidad y conveniencia de su conocimiento porque, de acuerdo con sus parámetros, se pueden entender mejor las letras y las artes y, además, desenvolverse con mayor seguridad en la vida civil. Pero veamos el contenido concreto con algún detalle, de acuerdo a su triple partición: praefatio, laus y exhortatio.

4.1. Praefatio El discurso comienza con una suerte de exordio que prepara y atrae al auditorio a fuerza de resaltar con sutileza la valía propia: ya que a menudo los grandes autores se enseñan mal y los profesores se ocupan más de seducir que de cultivar, se hace imprescindible volver a los antiguos y, como punto de partida previo a la docencia, recuperar la vieja y sana costumbre de la praelectio. No sin cierta hinchazón propia del momento se atribuye Willich la recuperación de un género ya en sí, desde luego, bastante explotado en su época: Quare eum morem, tum laudabilem tum utilem, in usum quodammodo revocare et iam periculum facere in physiognomonicis mecum constitui (Phys. A3v). Y su exposición previa no iba a fundarse, como se solía, en una laus auctoris (aunque casi al final [Phys. Br] aluda brevemente a la idoneidad de autor y obra), sino en una laus disciplinae, pues prefiere empezar por cosas menores, como los griegos en sus convites, para pasar después, se supone que en el transcurso de las clases, a mayores profundidades. El fin de la oratio, por tanto, es mostrar que la fisiognomía (ya con una rica tradición a sus espaldas, aun cuando –como se ha indicado– prefiera él con intención tenerla por descuidada y desconocida) responde a causas naturales y pertenece por 1981

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derecho propio al ámbito de la filosofía, señalar su utilidad social e individual y proporcionar suficientes referencias al cultivo y consideración en que la tuvieron las autoridades antiguas.

4.2. Laus Y sin más preámbulo pasa ya a desgranar los argumentos con que recomendar el estudio y práctica de la fisiognomía, para lo que se valdrá, de acuerdo a las normas retóricas que rigen el género epidíctico, de elementos probatorios (argumentos racionales y abundantes exempla) y del ornato conveniente a su estudiada exposición. 4.2.1. Antes de nada, y a modo de narración propedéutica, propone Willich hablar del origen de la materia, lo que le lleva de antemano a desmentir un tópico ya entonces bien asentado en la vida cultural: la petulancia de los griegos en atribuirse la invención de todas las artes y ciencias: Graeci sane plus quam ambitiosi nihil non sibi tanquam primis authoribus acceptum referri non petunt, imo efflagitant, cum tamen bonam partem artium eos per manus ab Aegyptiis accepisse in confesso sit (Phys. A4r).

En efecto, aunque los griegos solían atribuir nescio quem Loxium (Phys. A4r) la invención de la fisiognomía, ampliada después por fisiognomistas prácticos como Zópiro o Filemón, acierta Willich cuando insiste en sus orígenes orientales y recuerda que la tradición podría remontar, cuando menos, al legendario egipcio Hermes Trimegisto.19 Pero hay una cosa clara 19 Loxo fue un médico griego, de más que probable filiación peripatética, que escribió, al parecer, sobre fisiognomía y habría sido fuente del Anónimo Latino: véase G. Boys-Stones, “Physiognomy...”, cit. en n. 9, pp. 58-64. Zópiro y Filemón serían fisiognomistas prácticos de la misma época, a cuyas respectivas anécdotas con Sócrates e Hipócrates se aludirá más tarde; en cualquier caso, al primero se le ha identificado con un mago persa que vivió en la Atenas socrática, con lo que también se probaría así el origen oriental de la disciplina: Gernot Böhme, “Über die Physiognomie des Sokrates und Physiognomik überhaupt”, en Atmosphäre. Essays zur neuen Ästhetik, ed. Gernot Böhme, Frankfurt an Main, Suhrkamp, 1995, pp. 101-126 (véase n. 33). La referencia a todos ellos (con el mismo error Loxium por Loxum) está recogida de Cocles, Chiromantie ac physionomie anastasis, Bolonia 1504, f. bb5rb, que a su vez remite al comentario a Pseudo Aristóteles de Guillermo de Mirica. Parece aceptado, por lo demás, que la fisiognomía, en principio de una marcada naturaleza mántica, procedería de zona mesopotámica: una síntesis en M. Popovic, Reading The Human Body. Physiognomics and Astrology in the Dead Sea Scrolls and Hellenistic-Early Roman Period Judaism, Leiden, Brill, 2007, pp. 72-85. Pero hay también indicios seguros de la existencia de la fisiognomía en Egipto: Alessandra Caldara, L’indicazione dei connotati nei documenti papiracei dell’Egitto greco-romano, Milán, Studi della Scuola Papirologica, 1924 (reimpr. Milán, Cisalpino-Goliardica, 1972). Obvia Willich, en todo caso, la tradicional doble atribución griega de la invención fisiognómica, de cariz más racional: la vía médica,

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La Oratio in laudem Physiognomoniae de Jodocus Willich

para un autor de preocupaciones teológicas, que concuerda en todo caso con la tradición fisiognómica desde la misma Antigüedad:20 más allá de tales nugae sobre el posible origen de la disciplina, su verdadero y único autor e inventor es Dios, creador del mundo y de los seres vivos, a quienes concedió unos lineamenta y animi propios y específicos de su género. Cada animal tiene una forma y un carácter distintivos, y más aún el hombre, como remacha Willich con cita de Plinio,21 pues hasta los gemelos univitelinos (y ahí están Cástor y Pólux) presentan rasgos físicos y anímicos que los diferencian. De Dios, por tanto, procede una gran donorum diversitas, lo que Willich confirma, muy a la humanística, con una tirada de nueve versos griegos en que Ulises cuenta a Euríalo un argumento semejante en referencia a sus dioses paganos.22 Más allá del uso de la literatura antigua para confirmar las más variadas argumentaciones –rasgo típico de todo el discurso–, comienza aquí el empleo, a veces casi abusivo, de citas, frases y palabras en griego, que reflejarían más un prurito retórico que una intención pedagógica ante un auditorio de jóvenes estudiantes de Artes. Sea como fuere, la conexión entre cuerpo y alma hizo que ya desde antiguo los escritores, por propia experiencia, reparasen en ella y la aprovechasen para pintar personajes. Si la argumentación probatoria de la veracidad fisiognómica se ha fundado antes en el origen divino y, en consecuencia, natural de la disciplina, ahora la confirmación tiene por cimiento la autoridad misma de la literatura clásica. Es obvio que los ejemplos primeros de tal “conciencia fisiognómica” deben proceder de Homero, cuya pintura de Tersites, por ejemplo, asimila Willich con los rasgos que el Pseudo Aristóteles atribuye al impúdico.23 Pero los exempla podrían multiplicarse hasta el infinito, como se indica en un párrafo construido enteramente a fuerza de pretericiones: los héroes troyanos quedan descritos en Dares y Dictis de acuerdo a parámetros fisiognómicos, lo mismo que ocurre en algunos retratos de Teócrito (y cita que desde Galeno (Quod animi mores 7 [Kühn 4,797-798]) apunta a Hipócrates, y la vía filosófica, que la tradición neoplatónica encarna en Pitágoras, como se señalará después (n. 29). 20 Ya Adamancio (Adam. A2), en palabras tomadas seguramente de Polemón, considera la fisiognomía un suerte de don divino: R. Förster, Scriptores physiognomonici..., cit. en n. 13, vol. 1, p. 299 (también Ian Repath, “The Physiognomy of Adamantius the Sofist”, en Seeing the Face..., cit. en n. 9, p. 495). 21 Phys. A4v-A5r: Plin. Nat. 7,51-54. Y eso que Plinio fue un autor contrario a la racionalidad de la fisiognomía (Nat. 11,273-274). 22 Phys. A4v-A5r: Hom. Od. 8,167-175. 23 Hom. Il. 2,216-219 y Ps.-Arist. Phgn. A3,807b29-34, aunque los rasgos de ambos coinciden levemente. La conciencia fisiognómica en Homero se estudia en Elisabeth C. Evans, “Literary Portraiture in Ancient Epic”, Harvard Studies in Classical Philology, 58-59 (1948), 189-217, y Physiognomics..., cit. en n. 9, pp. 33-35, 58-62, 67-68. 1983

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aquí de nuevo tres versos en griego [22,46-48] a propósito de Ámico de Bitinia), en los césares suetonianos o en los retratos salustianos de Catilina y Jugurta.24 Y los ejemplos, en fin, se cierran desde otra perspectiva: se vuelve a Homero para demostrar que la habilidad fisiognómica era cosa tanto de hombres (Antenor, el héroe que supo conocer a Menelao y Ulises por su aspecto) como de mujeres (la reina feacia Areta, que analizó a Ulises).25 Los casos expuestos (y otros sexcentos, que Willich deja por no ser prolijo) bastarían para demostrar la importancia y veracidad de la fisiognomía. Pero plantea de seguido una refutación: Caeterum dicat quis animam coelitus demissam non ita esse monstrosam neque toties variari (Phys. A6v). Cierto sería, siempre que el alma no se uniese al cuerpo, pero ya que está en él encerrada, sus cualidades resultan muy variables: pro diversitate corporum tanquam organorum alia atque alia erit (Phys. A6v). Es preciso, en cualquier caso, hacer una nueva aclaración: no es que el autor admita una metamorfosis anímica que pueda identificarse con la absurda metempsícosis pitagórica, sino que el alma humana, aunque de origen divino, no puede mantener sus cualidades primigenias por la influencia del cuerpo, lo mismo que los diferentes tipos de tierra producen cosechas distintas o dan aguas de variada textura (Phys. A6v-A7r).26 24

Phys. A6r: Omitto plerosque Caesares Suetonianos... Praetereo tot prosopographias poetarum... Non afferam et historiographos... Por lo demás, ha sido también Elisabeth C. Evans, como se ha dicho en nota anterior, la que ha estudiado el influjo fisiognómico en la literatura griega y, sobre todo, latina: “Roman Descriptions of Personal Appareance in History and Biography”, Harvard Studies in Classical Philology, 46 (1935), 43-84; “The Study of Physiognomy in the Second Century A.D.”, Transactions and Procedings of the American Philological Association, 72 (1941), 96-108; “Physiognomics in the Roman Empire”, The Classical Journal, 45 (1950), 277-282. Pese a que la autora, así como otros estudiosos (Jean Couissin, “Suétone physiognomoniste dans les Vies des XII Césars”, Revue des Études Latins, 31 [1953], 234-256), han insistido en la influencia de los tratados de fisiognomía, en especial Polemón, sobre los retratos de Suetonio, hay quien desestima de plano tal hipótesis y prefiere hablar sólo de influencia médica: Fabio Stok, “Ritratti fisiognomici in Svetonio”, en Biografia e autobiografia degli antichi e dei moderni, ed. Italo Gallo y Luciano Nicastri, Nápoles, Edizioni Scientifiche Italiane, 1995, pp. 109-135; id., “La fisiognomica fra teoria e pratica”, en Sciences exactes et sciences appliquées à Alexandrie (IIIe siècle av. J.-C.-Ier siècle ap. J.-C., ed. Gilbert Argoud y Jean-Yves Guillaumin, Saint-Étienne, Université, 1998, pp. 173-187. La influencia directa, en cambio, se admite para los retratos de Dares y Dictis, sobre todo del Anónimo Latino: Luciano de Biasi, “I ritrati dei personaggi in Darete Frigio. Rafronto con i testi fisiognomonici”, Koinonia, 3 (1979), 53-112. 25 Respectivamente Hom. Il. 3,204-224; Od. 11,335-341. 26 La doctrina es vieja (Jackie Pigeaud, La maladie de l’âme. Étude sur la relation de l’âme et du corps dans la tradition médico-philosophique antique, París, Les Belles Lettres, 1981) y constituye de hecho el arranque del primer tratado de Ps.-Arist. Phgn. A1,805a1-2, pero sobre todo el del segundo, Phgn. A4,808b11-14: Dokei' dev moi hJ yuch; kai; to; sw'ma sumpaqei'n ajllhvloi": kai; hJ th'" yuch'" e{xi" ajlloioumevvnh sunalloioi' th;n tou' swvmato"

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La Oratio in laudem Physiognomoniae de Jodocus Willich

De tal condición natural, por tanto, infieren los fisiognomistas una serie de reglas y normas que les permiten ejercer su arte: una suerte de adivinación, pero basada siempre certis rationibus. Al contrario, por cierto, de lo que hacen otras técnicas mánticas, algunas muy antiguas, pero del todo despreciables y condenables por no fundarse en razón natural: nigromancia, augurios, hidromancia, geomancia y hasta quiromancia, cuyos divinaculi ... exterminandi et explodendi sunt (Phys. A7r). Willich, en todo caso, recoge un topos fisiognómico que remonta ya a la propia Antigüedad, que los medievales desarrollaron con el fin de dar sustento científico a la disciplina y que en el Renacimiento se retomó de nuevo: la separación de la fisiognomía de toda suerte de adivinación no natural.27 Y llegado ya a este punto, Willich cierra la primera parte de su laudatio con una recapitulación argumental (origen divino, cultivo de autoridades antiguas, causalidad natural), que expone expresiva y convincentemente con un encadenamiento de interrogaciones retóricas: Quae cum ita sint, cur non tam honestam et liberis hominibus dignam facultatem trutinandi ingenia disceremus, cum ea nihil antiquius sit adeoque ab omnium rerum conditore Deo Optimo Maximo profecta sit? Cur non dies noctesque physiognomonica pervolveremus, cum ea vetustissimis et optimis viris et mulieribus notissima erant? Cur non assereremus, cum ex fonte caussarum ut iustae disciplinae nata sint? (Phys. A7r-v).

morfhvn, pavlin te hJ tou' swvmato" morfh; ajlloioumevvnh sunalloioi' th;n th'" yuch'" e{xin.

(“En mi opinión, el alma y el cuerpo comparten entre sí sus mutuas afecciones. El cambio del estado de ánimo transforma consigo la forma del cuerpo y, a su vez, el cambio de la forma del cuerpo conlleva la transformación del estado anímico”: trad. T. Martínez Manzano, cit. en n. 11, p. 55). El asunto se desarrolla ampliamente en el comentario de Guillermo de Mirica: Jole Agrimi, “Fisiognomica: nature allo specchio ovvero luce e ombre”, Micrologus, 4 (1996), 129-177 (incluido en Ingeniosa scientia, cit. en n. 8, pp. 80-81). 27 No obstante, en Cocles la capacidad adivinatoria se tiene por don divino y la fisiognomía se sitúa en plano de igualdad con otras muchas artes mánticas: Chiromantie..., cit. en n. 19, ff. bbrb-bb4va. Pero igual que aquí Willich se mostrará más tarde, por ejemplo, Della Porta, De humana physiognomonia, Venecia, 1602, ff. 7-9. Asimismo, en De occulta philosophia, 1,52 (Lión, 1550, pp. 108-111) Agrippa de Nettesheim considera la fisiognomía, la quiromancia y la metoposcopia artes adivinatorias útiles y fidedignas, aunque las había menospreciado en el satírico De incertitudine et vanitate scientiarum et artium, 33-35 (París, 1531, ff. 49v-50v). Gerolamo Cardano, en fin, no sólo tiene por seria y científica la fisiognomía, sino que escribió incluso una Metoposcopia, publicada póstuma en París 1658: Giovanni Aquilecchia, “In facie prudentis relucit sapientia. Appunti sulla letteratura metoposcopica tra Cinque e Seicento”, en Giovan Battista Della Porta nell’Europa del suo tempo, ed. Maurizio Torrini, Nápoles, Guida, 1990, pp. 199-228. 1985

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4.2.2. La segunda parte de la laus recoge otra serie de tópicos fisiognómicos acerca de la utilidad práctica de la disciplina. Y el uso más importante tiene que ver con el control social y la convivencia humana: la fisiognomía sirve sobre todo para distinguir a los amigos de los enemigos, atraerse los bienes y alejarse los males, quoniam non pauci sunt qui artes simulandi et dissimulandi probe norint (Phys. A7v). Los fisiognomistas, pues, mille dolos animi secretaque mentis revelant (Phys. A7v-A8r) y, en consecuencia, pueden prestar sumo provecho a la sociedad y, más en concreto, a reyes, nobles y gentes poderosas. Y Willich vuelve a la carga con los exempla antiguos: tales morum iudices habrían evitado con seguridad los célebres asesinatos de Pompeyo y César, como el propio Willich les apostrofa con afectación retórica: O Pompei, non te Septimo credidisses, o Caesar, non te Bruto et Cassio commisisses, a quibus pro dolor turpiter interfecti estis, si paulo exactior eorum quam Megarensium a vobis habita fuisset ratio? (Phys. A8r). Y al igual cabría decir de poetas (y cita el Zoilo de Marcial, 12,54), cómicos y trágicos,28 pues la tipología de sus retratos permite al lector y espectador aprender los rasgos de las buenas y malas personas, quando non tantum delectare poetae, sed etiam prodesse volunt (Phys. A8v), en paráfrasis de Horacio (Ars. 333). Pero la fisiognomía non minus usui est praeceptoribus candidis (Phys. A8v), que aceptan a cualquiera por discípulo sin efectuar previamente un test fisiognómico y conjeturar sus cualidades y aptitudes: tal es, como recoge una larga tradición, lo que se dice hacía Pitágoras en su escuela, aun cuando Willich se confunde al atribuirle el lema propio de la Academia platónica: Ἀγεωμέτρητος μηδείς εἰσίτω.29 Y la disciplina puede servir también para ciertos negocios, como el tráfico de esclavos,30 y muy especialmente para algunas artes como la escultura y sus especialidades (fundición, vaciado, modelado, esbozo, etc.), pues sin sus parámetros darían lugar a monstra 28

Para la fisiognomía y el teatro, sobre todo la comedia nueva griega, pueden verse Giampiera Raina, “Il verosimile in Menandro e nella Fisiognomica”, en Il meraviglioso e il verosimile tra antichità e medioevo, ed. Diego Lanza y Oddone Longo, Florencia, Olschki, 1989, pp. 173-185; Walter Lapini, “Il nome, la maschera e l’idiota”, Sandalion, 15 (1992), 53-101. 29 Phys. A8v. La anécdota de Pitágoras se lee en Iamb. VP 17,71, 74; Porph. VP 13,54; Hippol. Haer. 1,2; D. L. 8,1,8; Apul. Fl. 15; Gel. 1,9,1-3. Una valoración, con la atribución a Pitágoras de la invención fisiognómica (véase n. 19), puede verse en Christoph Riedweg, Pythagoras: Leben, Lehre, Nachwirkung; Eine Einführung, Múnich, Beck, 2002, pp. 129-136. Por otro lado, el lema platónico (Elias In Cat. 118,8; 119,14) se nota mal: μήτις ἀγεώμετρος εἰσίτω. 30 Frecuente sobre todo en el mundo árabe: Rhazes dedica un capítulo a la compraventa de esclavos, titulado en la versión latina de Gerardo de Cremona De comparatione vel emptione captivorum: Ad Almansorem, 2,25 (Opera omnia, Venecia, 1497, ff. 9ra-b): Antonella Ghersetti, “Physiognomy and Medicine in Islamic Culture”, en Seeing the Face..., cit. en n. 9, pp. 294-296. Lo recoge y amplía luego Cocles, Chiromantie..., 1,8, cit. en n. 19, ff. cc6v-ddr. 1986

La Oratio in laudem Physiognomoniae de Jodocus Willich

Horatiana.31 Acto seguido añade Willich la segunda recapitulación parcial del discurso, también en forma interrogativa, que le sirve de frontera para su siguiente parte argumental: Proinde quotusquisque esset qui non eadem obviis ulnis amplecteretur, cum in hac civili consuetudine vix quippiam sit magis e re nostra et quo nobis nostrisque rebus prudenter prospiceremus et sine quibus nullae oppido quam pulchrae artes penitus mancae, imo monstrosae essent? (Phys. A8v-Br).

4.2.3. La laudatio se torna ahora eminentemente didáctica: el aprendizaje de la fisiognomía resulta admodum facilis, sobre todo si se cuenta con una buena fuente. Willich lo tiene claro: hay muchas obrillas del asunto que, por el paso del tiempo, han quedado fragmentarias y confusas, por lo que consilium meum est ut ad fontem e rivulis recurreremus (Phys. Br). Y la fuente, como es obvio, se encarna en la Fisiognomía de Pseudo Aristóteles, para Willich sin sospecha de autenticidad: la obra es muy clara y permite hacer una asociación de signos físicos y anímicos casi automática (breve laus auctoris et disciplinae). Pero Willich se queda sólo en la alusión genérica, pues que no analiza aquí (lo dejaría para los comentarios de clase) aspectos claves del texto como la valoración de los distintos métodos fisiognómicos (zoológico, anatómico y etnológico), la diferencia entre signos propios y adquiridos, su jerarquía, la validez de cada uno por separado o de todos en conjunto, sus posibles contradicciones y, en definitiva, la técnica conjetural propiamente dicha. Asimismo, se conforma con citar sólo el texto de Pseudo Aristóteles, sin nombrar ante su auditorio a ningún otro autor ni obra de las muchas que, hasta su fecha, constituían la literatura fisiognómica. En todo caso, termina con una nueva recomendación escolar: los datos que indican la correspondencia cuerpo/mente es recomendable que el studiosus adolescens in abacum seu tabulam digereret, ut primo intuitu signa et ex his mores in promptu haberet et, cum opus esset, uteretur, frueretur (Phys. Br).32 31

Phys. A8v. Los monstra Horatiana serían una alusión a Hor. Ars 1-5. Las variedades escultóricas proceden de Pomponio Gaurico, De sculptura, ed. André Chastel y Robert Klein, Ginebra, Droz, 1969. Para la relación de fisiognomía y arte, en especial escultura, puede verse Norbert Borrmann, Kunst und Physiognomik. Menschendeutung und Menschendarstellung im Abendland, Colonia, Dumont Buchverlag, 1994; Katharina Andres, Antike Physiognomie in Renaissanceporträts, Frankfurt am Main–Berlín–Berna, Lang, 1999; Jas Elsner, “Physiognomics: Art and Text”, en Seeing the Face..., cit. en n. 9, pp. 203-224. 32 La recomendación se vuelve a hacer al final de una Nota al Lector que incluye antes de su traducción latina: ut facilius totam rem assequaris, tabulam tibi componito (Phys. B4r), que debe constar de tres columnas en que se pongan los signos (signa), la cualidad que indican (natura) y su relación zoológica (collatio); por ejemplo: aures parvae a severi a simiae; aures magnae a hebetes a asini, etc. Algo parecido había hecho ya Agostino Nifo al final de su comentario a Pseudo Aristóteles: Parua naturalia Augustini Niphi ... Physiognomica..., Venecia, 15502, ff. 21vb-23ra. 1987

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4.2.4. Queda efectuar, por último, una nueva y tópica refutación: los fisiognomistas a veces se confunden en sus juicios. Pero se aducen tres ejemplos antiguos en que la aparente confusión no era tal: Zópiro había conjeturado que Sócrates tenía un carácter pésimo y vicioso, lo que provocó una burla general, pero el propio Sócrates aceptó el veredicto y dijo que había logrado someter el dictado natural con la razón;33 Filemón hizo lo propio con un retrato de Hipócrates, por lo que sus discípulos lo insultaron y golpearon, pero el médico de Cos reconoció sus malas pasiones y dijo que las había templado con tesón y abstinencia;34 al estoico Cleantes, que confiaba en sus exámenes fisiognómicos, le llevaron a un rústico homosexual, de rasgos físicos contrarios a tal condición: cuando ya parecía equivocado y el sujeto se retiraba, estornudó, lo que llevó al filósofo a descubrir de inmediato su homosexualidad.35 Según Willich, de tales ejemplos pueden sacarse tres conclusiones: la fisiognomía es válida sólo para signos naturales, no adquiridos ni forzados o reconducidos por artificio; sus juicios, como los astrológicos, indican sólo una propensionem, pero en absoluto praecepta necessaria (Phys. B2r), con lo que se evita así el determinismo natural y se deja vía libre al predominio anímico y, en última instancia, al libre albedrío; tras un buen examen fisiognómico, es posible establecer un control individual de las pasiones.36

33

La anécdota se cuenta en Cic. Tusc. 4,37,80 y Fat. 10; Pers. 4,24; Alex. Aphr. Fat. 6. Del fisiognomista Zópiro se habló ya en n. 19, pero puede verse G. Boys-Stones, “Physiognomy...”, cit. en n. 9, pp. 23-27, quien trata del asunto y su relación con el perdido diálogo Zopyrus de Fedón de Elea. 34 La historia se recoge en el árabe Secretum secretorum, 1: R. Förster, Scriptores physiognomonici..., cit. en n. 13, vol. 2, pp. 187-191. Una valoración en A. Ghersetti, “Physiognomy and Medicine...”, cit. en n. 30, pp. 282-283. Tanto esta como la anécdota precedente se convirtieron en topica fisiognómicos en la Edad Media y el Renacimiento: baste ver, por ejemplo, Pietro d’Abano, Liber compilationis phisonomie, Padua, 1474, 1,2,2; Cocles, Chiromantie..., 1,1, cit. en n. 19, f. bb6rb; Della Porta, De humana..., cit. en n. 27, p. 6. 35 La historia de Cleantes está en D.L. 7,173, y D. Chr. 33,53. Hay una referencia a ello en Physiogn. 11 (Traité de physiognomonie, ed. Jacques André, París, Les Belles Lettres, 1981, p. 60). Una valoración en G. Boys-Stones, “Physiognomy...”, cit. en n. 9, pp. 78-80. 36 A menudo la rectificación de las malas pasiones se hacía con medios naturales y, en especial, terapéuticos, pues se trataba de variar la combinación humoral que, en última instancia, causaba el desequilibrio anímico: así ya en Gal. Quod animi mores, 1 (Kühn, 4,767). No se olvide, a tal propósito, que Della Porta cierra la segunda edición de su De humana physiognomonia con un libro sexto dedicado a la enmienda de caracteres. La propensión de la fisiognomía es también tópico de la materia, sobre todo desde tiempos medievales: Alberto Magno, De animalibus, 1,2,2, ed. H. Stadler, Münster, Aschendorffsche Verlagbuchhandlung, 1916, vol. 1, p. 47; P. d’Abano, Liber compilationis..., cit. en n. 34, 1,2,2; Cocles, Chiromantie..., 1,1, cit. en n. 19, f. bb5rv. 1988

La Oratio in laudem Physiognomoniae de Jodocus Willich

4.2.5. La laudatio, en fin, termina con la preceptiva peroración o recapitulación final, que puede resumirse en los siguientes argumentos: la fisiognomía es ciencia, porque se funda en principios naturales y se obtiene ex sacrosancto physiologiae penu (aun cuando Willich, quizá por brevedad, no trata del trasfondo humoral que explica la interdependencia cuerpo/mente); su importancia se aprecia por el cultivo y seriedad con que desde antiguo la han acogido los más grandes autores; su utilidad radica sobre todo en lo necesaria que resulta para desenvolverse bien in hac vitae communione; resulta clave para entender y practicar numerosas artes, en especial la escultura y la pintura; por último, y ya desde un punto de vista docente, es muy fácil de aprender para cualquiera, modo non animum ad haec ignavum applicaret (Phys. B2v).

4.3. Exhortatio La exhortatio o cohortatio, como se ha dicho, es parte presente de toda praelectio, que el autor reserva para dirigirse al auditorio y animarle directamente al estudio de la disciplina o autor de que se trate. En este caso, las exhortaciones son dos y se colocan intencionadamente al principio y al final del discurso. La primera aparece cuando Willich afirma que su praelectio habría de salirse de lo común y, mostrando un prestigioso punto de originalidad (el cultivo tradicional del ethos oratorio), promete que sólo habría de referirse a la disciplina y sus usos, sin tocar al autor o la obra concreta, de que se ocuparían las clases: Porro hic non audietis ex me quaenam huius authoris vita, quaenam gesta et acta sunt, quae et quot summa eloquentia volumina conscripsit, sed de re praesenti verba faciam, ne qua a[kairo" eu[noia sit.37

La segunda exhortatio es ya la despedida del discurso. Tras prometer Willich que no habría de escatimar esfuerzos para la enseñanza de la disciplina, a la que añadiría cuantos ejemplos fueren necesarios, se dirige a sus oyentes para animarlos a su aprendizaje por el provecho social e individual que habría de prestarles. El buen docente sabe que la mejor manera de recomendar una materia es indicar a las claras su utilidad inmediata, no sin tocar la fibra del orgullo propio: Vos igitur curate ne vestrarum partium sitis negligentes, ne vobis ipsi desitis, sed vere aut per vos aut per alios sapiatis (Phys. B2v).

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Phys. A3v. La cita griega, aunque a la inversa, está en Ignatius, Epist. ad Rom. 4,1. 1989

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5. Conclusiones El alemán Jodocus Willich pronunció una praelectio a su curso veraniego del año 1536 sobre la Fisiognomía de Pseudo Aristóteles en la Universidad Viadrina de Frankfurt an der Oder. Dos años después, junto a la edición en Wittenberg de su traducción latina de la obra, se añadió el discurso propedéutico con titulillo propio: Oratio in laudem physiognomoniae. El texto, que viene a ser el único discurso conocido en alabanza de la disciplina, cumple las reglas del género en el Renacimiento: una presentación o exordio, una laus propiamente dicha y una exhortación al auditorio. El prefacio, no muy largo, presenta la intentio auctoris: recuperar un género antiguo y dedicarlo, en vez de hablar del autor y la obra, a exponer la utilidad de la disciplina. La laudatio, en cambio, es bastante más larga y en ella, de acuerdo a los argumentos expuestos, podrían distinguirse hasta cinco partes: 1) origen de la disciplina, dependencia divina y natural, con rechazo explícito de las artes adivinatorias, y conciencia fisiognómica antigua ejemplificada en textos literarios; 2) utilidad social y docente y función clave para las artes; 3) fácil aprendizaje con el Pseudo Aristóteles y recomendación, para ello, de hacer tablas de correspondencias fisiognómicas; 4) los juicios fisiognómicos sólo deben fundamentarse en signos naturales, no adquiridos o manipulados, y su valor se limita a indicar una propensión, pero nunca una cualidad necesaria; 5) recapitulación final. Por último, la exhortatio al auditorio se ejecuta en dos ocasiones: al comienzo, cuando indica en qué habría de consistir su oratio, y al final del todo, para animar al estudio de la disciplina por su provecho social e individual. Como es habitual en un discurso de tales características, el autor efectúa un despliegue retórico intencionado, tanto para mostrar su dominio del asunto como para cumplir mejor su función epidíctica: numerosas citas en griego, alusiones, juegos intertextuales, tropos y figuras. En cualquier caso, si los aspectos formal y argumental del discurso no resultan demasiado originales (las alabanzas fisiognómicas son tópicas, desde la Antigüedad, en las introducciones de casi todos los tratados sobre la materia), lo que conviene destacar en él es la habilidad del autor –y quizá también del editor– para convertir la praelectio de un curso menor en la única oratio conocida y publicada en alabanza de la fisiognomía, lo que viene a incluirlo en la prolífica tradición renacentista de encomios sobre disciplinas más habituales como las litterae humaniores o incluso ciencias como la medicina o la astrología.

1990

Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 1991-2007

Antiguos y modernos en los orígenes de la pediatría y la ginecología modernas: el Liber de affectionibus puerorum de Francisco Pérez Cascales (1611) Ana Isabel Martín Ferreira – Cristina de la Rosa Cubo Universidad de Valladolid

Resumen: Francisco Pérez Cascales fue un médico formado en el ambiente del humanismo médico de la Universidad de Alcalá durante la segunda mitad del siglo XVI. Se dedicó al ejercicio profesional primero en diversas poblaciones y después en Sigüenza (Guadalajara). Allí fue médico del Cabildo catedralicio y profesor de la Universidad de San Antonio de Portaceli. Es autor de una única obra (en realidad reúne cuatro pequeños tratados). En este texto combina su conocimiento crítico de las fuentes antiguas y modernas con su experiencia como clínico. El Liber de affectionibus puerorum (Madrid, 1611) es un interesante y novedoso tratado de pediatría y ginecología. Analizamos su estructura y sus fuentes. Palabras clave: Humanismo médico. Francisco Pérez Cascales. Pediatría. Ginecología. Abstract: Francisco Pérez Cascales was a medical doctor trained in a medical humanism atmosphere at the University of Alcalá during the second half of the sixteenth century. At the beginning of his career he worked as a doctor in different villages and later on he established himself in Sigüenza (Guadalajara). There he worked both as the Cathedral physician and as Professor at the University of San Antonio de Portaceli. He is the author of a single work (actually it gathers four small treatises). This text combines his critical knowledge of ancient and modern sources with his clinical experience. The Liber de affectionibus puerorum (Madrid, 1611) is an interesting and innovative treatise on pediatrics and gynecology. In this paper the structure and sources of this treatise is analyzed. Keywords: Medical Humanism. Francisco Pérez Cascales. Pediatrics. Gynecology. *

Este trabajo se ha realizado dentro del Proyecto de Investigación del MINECO, titulado “Estudios de medicina práctica en el Renacimiento: Las “Centurias” de Amato Lusitano”, clave FFI2013-41340-P. 1991

Ana Isabel Martín Ferreira – Cristina de la Rosa Cubo

1. La biografía de un médico en su contexto Las biografías de Francisco Pérez Cascales de Guadalajara se remontan en su mayoría a los datos proporcionados en el siglo XIX por Hernández Morejón y Chinchilla.1 A partir de estas fuentes, en los últimos decenios diferentes historiadores de la medicina han examinado y en ocasiones traducido parcialmente algunas páginas de este autor considerado “un clásico de la pediatría española”.2 Pero, como tantas otras veces, es la obra del escritor la que más nos acerca a su vida y también a su formación, a sus intenciones, e incluso al público destinatario de la obra, tal y como intentaremos presentar a lo largo de estas páginas. Hoy sabemos con seguridad que Pérez Cascales no era de Guadalajara, “naturaleza” que forma parte de su apellido y que aparecía en la colación de grados de la Facultad de Medicina complutense,3 sino de Buges, localidad desaparecida en la actualidad, cercana a Meco y, por lo tanto, también a Alcalá, donde cursó sus estudios médicos, en los cuales se matriculó con 24 años en 1574. Aunque el año de obtención del grado de Bachiller en Medicina no se recoge en la obra de Alonso Muñoyerro, debió de alcanzarlo en torno a 1577, ya que los de Licenciado y Doctor los obtuvo en 1579 y en 1580 respectivamente. 1

Antonio Hernández Morejón, Historia bibliográfica de la medicina española, Madrid, 1842-1852, 7 vols. (vol. IV, pp. 264-266) y Anastasio Chinchilla, Anales históricos de la medicina en general y biográfico-bibliográficos de la española en particular, Valencia, 1841-1846, 4 vols. (vol. II, pp. 285-287). Han sido digitalizados por el Instituto de la Ciencia y Documentación López Piñero (Universitat de Valencia-CSIC), editados por José Luis Fresquet Febrer, Mª Luz López Terradas y Carla P. Aguirre Marco, y pueden consultarse on-line en la siguiente página: http://hicido.uv.es/morejon_Chinchilla/index.html (última visita: 31 de agosto de 2015). 2 De nuestro autor y su obra se han ocupado, además, por orden cronológico: M. Usandizaga, Historia de la obstetricia y la ginecología en España, Santander, 1944, pp. 174-175; A. Estrada Merina, “Tres tratados pediátricos españoles del siglo XVII”, Cuadernos de Historia de la Medicina Española, 2 (1963), 195-201; L. S. Granjel, Historia de la pediatría española, Salamanca, 1965, pp. 33-42; J. Gómez-Menor Fuentes, “Médicos toledanos del Siglo de Oro”, Cuadernos de Historia de la Medicina Española, 12 (1973), 382-383; Antonio Carreras Panchón, “Pérez Cascales y la clínica del garrotillo”, Asclepio, 30-31 (1979), 319-322; José Mª López Piñero, Francesc Bujosa Homar, Los tratados de enfermedades infantiles en la España del Renacimiento, Valencia, 1982, pp. 133-154; Carles Genovés, “Pérez Cascales, Francisco”, en José Mª López Piñero et alii, Diccionario histórico de la ciencia moderna en España, Barcelona, 1983, vol. II, pp. 158-159; Javier Sanz, “El doctor Francisco Pérez Cascales. Su biografía y el capítulo odontológico de su obra”, Asclepio, 46.2 (1994), 23-43; E. García-Albea, “La epilepsia en el Renacimiento español. La obra del alcalaíno Pérez Cascales”, Revista de Neurología, 29 (1999) 467-469. 3 Cf. L. Alonso Muñoyerro, Historia de la Facultad de Medicina de la Universidad de Alcalá de Henares, Madrid, 1945, p. 266. 1992

Antiguos y modernos en los orígenes de la pediatría y la ginecología modernas...

La época de su paso por las aulas estuvo marcada por la estela que había dejado el galenismo hipocratista, cuyas cabezas visibles a mediados de la centuria fueron Cristóbal de Vega y Francisco Vallés,4 médicos filólogos que alcanzaron su fama gracias al estudio, traducción y comentario de los clásicos de la medicina greco-latina. Estos médicos humanistas consideraron a Galeno el mejor comentarista de Hipócrates e iniciaron también la etapa de contraste entre las fuentes y la observación clínica. Pero este movimiento puede considerarse agotado a principios del siglo XVII, cuando los catedráticos de medicina, lejos ya de ser helenistas o de sostener preocupaciones filológicas y literarias en sus obras, están más cerca de la teología y del neoescolasticismo contrarreformista, corriente que tiene en la figura del catedrático vallisoletano Luis Mercado su más conspicuo representante. En esta época impartían docencia en Alcalá Pedro García Carrero, Juan Bustamante de la Cámara y Alonso de los Ruizes de Fontecha. A este elenco de catedráticos y escritores médicos no pudo sumarse Pérez Cascales, a pesar de que se licenció y doctoró antes que García Carrero5 y Ruizes,6 y en la misma promoción que Bustamante.7 Lo intentó en 1586, cuando aspiró a la sustitución de García Carrero en la cátedra de Vísperas. Pero también se presentaron al concurso los doctores Hernández y Garzón y, al parecer, un turbio asunto –el presunto 4

Cf. A. I. Martín Ferreira, El Humanismo médico en la Universidad de Alcalá (siglo XVI), Alcalá de Henares, Universidad, 1995. 5 Pedro García Carrero (Calahorra, 1555–Madrid, ante 1628) se formó en Alcalá, donde obtuvo su licenciatura en Medicina el año 1581 y el doctorado en 1582. Por estas fechas ya era catedrático de Vísperas y lo fue de Prima desde 1586 hasta 1615, año en el que, tras un magisterio de 35 años, ascendió a Médico de Cámara de Felipe III. Publicó tres obras: Disputationes medicae super libros Galeni de locis affectis et de aliis morbis (Alcalá, 1605), un texto de considerable extensión compuesto al hilo de su experiencia docente y que ya anticipa la vuelta al escolasticismo, propiciada por la Contrarreforma. Las dos obras que siguieron a esta, inferiores tanto en la forma como en el fondo, fueron dos comentarios a Avicena: Disputationes medicae et commentaria in fen primam libri primi Avicennae (Alcalá, 1612) y Disputationes medicae et commentaria in fen primam libri quarti Avicennae (Burdeos, 1628). 6 Alonso o Alfonso de los Ruizes de Fontecha, natural de Daimiel, también se licenció y doctoró en Alcalá en 1587. Fue catedrático de Vísperas desde 1593 hasta 1605, año en el que ocupó la de Prima, cuando la dejó vacante Bustamante de la Cámara, puesto en el que se mantuvo hasta 1613, último año en que se tiene constancia de su vida. Cf. A. I. Martín Ferreira, El Humanismo médico..., pp. 66-67, donde se incluye bibliografía sobre este autor. 7 Juan Bustamante de la Cámara fue alcalaíno de nacimiento y formación. Se graduó como bachiller en 1575 y ya en 1579 ocupó la cátedra del cuarto curso de la Facultad de Artes, para luego licenciarse y doctorarse en Medicina en 1579 y 1580 respectivamente. Derrotado por García Carrero en las oposiciones, ese año sólo pudo aspirar a una cátedra menor y fue en 1586 cuando ganó la de Prima, que ocupó ininterrumpidamente hasta 1605. Su única obra, De animantibus scripturae sacrae (Alcalá, 1595) es un tratado de gran erudición, dirigida a filósofos, teólogos, médicos y amantes de las curiosidades en general. Cf. A.I. Martín Ferreira, El Humanismo médico..., pp. 64-66. 1993

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juego a suertes del puesto entre Hernández y Pérez, luego denunciado por Garzón–, acabó con sus aspiraciones, aunque no con una vocación pedagógica que se hace patente con la lectura de su obra. Entre sus profesores él solo cita a Juan Gómez de Sanabria, al que menciona a propósito de la actuación del médico ante pacientes con cálculos en la vejiga. Pérez se refiere a él en los siguientes términos: Ego etiam in testem verissimum adducere possum gravissimum ac sapientissimum doctorem Ioannem Gometium a Senabria magistrum meum, ac invictissimi Regis nostri Philippi medicum a cubiculo, cuius vestigia perpetuo fui consequutus, qui cum in Complutensi Academia primam medicinae cathedram obtineret, hominem curandum suscepit, thoracis passione labefactatum, me et aliis quamplurimis eius discipulis praesentibus praxim cum illo exercentibus, hic autem aegrotus lapides, seu grandines plusquam duodecim avellanae magnitudini unumquemque respondentem cum vehementissima proiecit tussi, quos omnes lapides in linteo involutos domum portavi (Liber de affectionibus puerorum, 66r-66v). Pro cuius testimonio testor iterum doctissimum magistrum nostrum Doctorem Ioannem Gometium a Senabria, cui quondam tres ingentissimi lapides fuerunt portati, sibi unus, praestantissimo Doctor Vallesio unus, gravissimo Doctori Alpharo8 tertius, quos mulierem brevi temporis spatio expellisse scripserunt (fol. 68r).

El doctor Gómez –que no dejó obra escrita– fue el sucesor de Vallés en 1572, cuya Cátedra de Prima desempeñó durante catorce años.9 Pero, como veremos, diversos autores alcalaínos se encontraban también entre los referentes y manuales de cabecera de nuestro autor.

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Aparece en la colación de grados de bachiller en Medicina de 1563 un tal Licenciado Diego de Alfaro, natural de Sangües. Cf. L. Alonso Muñoyerro, Historia de la Facultad..., p. 254. Pero el adjetivo empleado por Pérez para calificarlo y el hecho de unirlo a la figura de Vallés, nos hace pensar en que se refiere a Andrés Zamudio de Alfaro, sucesor de este como protomédico de Felipe II, médico de cámara de la Inquisición y autor de dos obras: Orden para la cura y preservación de las viruelas (Madrid, 1579) y Orden para la cura y preservación de las secas y carbuncos (Madrid, 1599). Cf. A. Hernández Morejón, Historia bibliográfica..., vol. III, pp. 414-515 y Mª J. Pérez Ibáñez, El humanismo médico del siglo XVI en la Universidad de Salamanca, Valladolid, Universidad, p. 78. 9 Cf. L. Alonso Muñoyerro, Historia de la Facultad..., p. 205, 255 y 257. Gómez fue también maestro en Artes y Filosofía. Era natural de Alcalá y allí se hizo bachiller en Medicina en 1563 y se licenció y se doctoró en 1567 y 1568 respectivamente. Ocupó una cátedra menor en 1570 y, cuando abandonó Vallés la de Prima en 1572 la ocupó ininterrumpidamente hasta 1586. Fue médico de cámara de Felipe II y probablemente lo fuera también de su sucesor, hecho que avala su prestigio profesional. 1994

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Pérez Cascales dedicó toda su vida a la práctica profesional –afirma en su obra que sus páginas son el resultado de 34 años de experiencia–.10 Ejerció como médico al menos en tres localidades diferentes, en Getafe (ca. 1582),11 en Yepes (ca. 1587) durante quince años,12 y en Torrijos (ca. 1595).13 Pero a partir del año 1607 Pérez Cascales se convierte en médico del Cabildo catedralicio de Sigüenza y obtiene la Cátedra de Prima de la Facultad de Medicina del Colegio-Universidad de San Antonio de Portaceli.14 En dos ocasiones, debido al fallecimiento de los prelados Fray Mateo de Burgos (†1611) y Antonio de Venegas Figueroa (†1614), fue elegido Alcalde Mayor de la ciudad. Sin embargo, a pesar del status que había conseguido, en 1615 renuncia a su cargo en el Cabildo y, aproximadamente a los 65 años de edad, se pierde el rastro de este médico en la documentación.

2. Cuatro tratados en una sola obra. Estructura y método expositivo La única obra de Francisco Pérez se publicó en Madrid en 1611 en la imprenta de Luis Sánchez. Se trata de un manejable volumen en octavo, de 129 folios en total (en realidad son 131, teniendo en cuenta el error cometido en los fols. 127 y 128 cuya numeración se ha repetido). Estos, junto a los 8 sin numerar de la introducción, suman 280 páginas. Se conservan varios ejemplares del texto en la Biblioteca Nacional y en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense. El título completo del libro es el siguiente:

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En su epístola ad lectorem dice: considera me triginta quatuor ab hinc annis Apollinee facultati deditum. 11 Al menos se encontraba allí el 23 de agosto de 1582, cuando fue testigo de cómo un niño expulsó lo que probablemente era una tenia ante el asombro de su madre, que corrió a llamarlo (Veni Domine Doctor, quia filio meo omnia intestina per sedem proiecta sunt). Se trataba de un parásito de seis pies de largo, y para precisar la medida, nuestro castizo doctor añade en castellano: Esta lombriz era de la hechura y anchura de una trançadera de hilo blanco (cf. fol. 83v). 12 Cuenta el caso de una joven aquejada de epilepsia que fue paciente suya in oppido qui Iepes dicitur, ubi in curandis corporibus quindecim fere annis operam dedi (fol. 10r). En otra ocasión dice que en la localidad curó a cuatro pacientes aquejados de supresión de orina (fol. 69r). Y narra otro caso más sucedido en Yepes, en el capítulo dedicado a los parásitos, allí relata que una vez vio cómo le salía un gusano a un joven al que le estaban practicando una sangría prescripta por él, nada más abrirle la vía (fol. 84v). 13 Asegura que en la villa curó a más de trescientos enfermos de garrotillo, cuando estaba al servicio del duque de Maqueda: Haec topica remedia post universales iam factas evacuationes, multis tanquam deploratis, et quibus manus admovendae non erant, favente Deo, integrae fuerunt saluti restituti in oppido de Torrijos, ubi illustrissimi Ducis de Maqueda medicus existens, plusquam trecentos hoc morbo correptos, pristinae sanitati restitui (fol. 105v). 14 J. Sanz, “El doctor Francisco Pérez Cascales...”, pp. 26-28. 1995

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Liber de affectionibus puerorum, una cum tractatu de morbo illo vulgariter garrotillo appellato, cum duabus Quaestionibus. Altera, De gerentibus in utero rem appetentibus denegatam. Altera vero de Fascinatione. Per doctorem Franciscum Perez Cascales de Guadalajara Decani et Capituli Sanctae Ecclesiae Seguntinae medicum et Primarium Medicinae professorem in eadem Universitate Seguntina.

Como puede apreciarse, en realidad consta de cuatro partes bien diferenciadas: la primera es el tratado de pediatría propiamente dicho, al que se han añadido tres disertaciones, tal y como entendemos hoy en día este término referido a un tipo de escrito concreto.

2.1. Los capítulos sobre enfermedades infantiles En esta primera parte, el grueso de la obra, el autor ha renunciado a la exposición de temas generales o de toda la casuística relacionada con cada una de las patologías, pues, como él mismo dice, no se trata de escribir una methodus curandi;15 tampoco se obseva en sentido estricto un orden tradicional de capite ad calcem, pues lo que pretende es exponer las enfermedades más comunes que afectan a los niños. Estas ocupan los primeros 87 folios (recto-vuelto), a lo largo de 50 capítulos en total, distribuidos de la siguiente manera: tres se dedican a las aftas (I-III); ocho a la epilepsia (IV-XI), uno al estupor (XII), dos a eccemas de la cabeza -favo, tiña o costra láctea- (XIII-XIV), dos a la parálisis (XV-XVI), uno a las convulsiones o espasmos (XVII), dos a la hidrocefalia (XVIII-XIX), dos a la tos (XX-XXI), dos a los estornudos (XXII-XXIII), uno a la otorrea (XXIV), seis a enfermedades oftalmológicas –infecciones oculares, estrabismo, cataratas– (XXV-XXXI), dos al hipo (XXXII-XXXIII), dos a los vómitos y regurgitaciones (XXXIV-XXXV), uno a la hinchazón del ombligo (XXXVI), cinco a la supresión de orina (XXXVII-XLI), dos a los cálculos de vejiga (XLII-XLIII), uno al alhorre (XLIV), uno a los sabañones (XLV), dos a las viruelas y el sarampión (XLVI-XLVII) y los tres últimos a las lombrices y otros parásitos intestinales (XLVIII-L).

2.2 El tratado sobre el garrotillo Este tratadito consta de once capítulos (fols. 88r-107r) dedicados en exclusiva a hablar de la “difteria grave u otra forma de angina maligna que solía

15

En el capítulo de la supresión de orina, no quiere seguir apuntando más casos reales de curaciones realizadas a sexagenarios porque deja claro que el suyo es un manual de pediatría: nostra non est in praesentiarum curandi methodus, cum praesenti hoc libro de lactentium et puerorum affectionibus tantum me facturum promissi (fol. 60r). 1996

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producir la muerte por sofocación”.16 Cuenta con un título propio: Tractatus de morbo illo vulgariter ‘garrotillo’ appellato. Ab eodem doctore Francisco Perez Cascales Guadalajara noviter depromptus. En él, como siempre, primero ofrece algunas nociones sobre la esencia de la enfermedad y su denominación, describe la forma en que se manifiesta, su relación con la angina, discute si se propaga o no por contagio, y luego aborda su tratamiento, que consiste en sangrar al paciente al principio y purgarlo al final, y aplicarle medicamentos de uso tópico, sobre todo colutorios. Aunque Pérez sostiene que no es una enfermedad contagiosa arroja datos importantes sobre la fuerte incidencia de la misma entre finales del siglo XVI y principios del XVII. De hecho, la literatura médica sobre el garrotillo tiene un componente coyuntural, se trata de una moda impuesta por las circunstancias que, salvo excepciones, surge casi siempre al margen de las aulas universitarias y nace al hilo de la praxis médica, como en este caso. Los sucesivos brotes de esta enfermedad y su virulencia hicieron que en el año 1606, por orden de Felipe III, se reunieran un grupo de médicos en la Corte para tratar de la epidemia; no es casualidad que entonces se prodigaran los textos dedicados en exclusiva al tratamiento de este mal. Pero podemos decir que, en este sentido, Pérez Cascales fue tenido desde muy pronto entre los clásicos y también es mencionado como uno de los pioneros en los escritos sobre la materia, al que seguirían un buen número de tratadistas.17 Precisamente el mismo año de publicación de la obra de Pérez Cascales vieron la luz en Alcalá dos monografías más sobre el garrotillo; una de ellas, la de Juan de Villarreal,18 ha sido considerada la cumbre de este tipo de literatura: De signis, causis, essentia, prognostico et curatione morbi suffocantis libri duo (Alcalá, Viuda de Juan Gracián, 1611). Nunca se ha hecho un estudio 16

Es la definición del DRAE (cf. vigésima segunda edición digital) para este término médico en desuso formado por el diminutivo de garrote. Probablemente esta patología respondía a lo que hoy se conoce como ‘croup respiratorio’, un síndrome caracerizado por estridor, tos seca y disfonía que se produce por infección vírica. Produce inflamación y edema de la región subglótica y puede alterar la ventilación del individuo. Cf. G. E. Vignau–L. I. Schamber, “Diagnóstico y tratamiento del croup respiratorio”, Revista de Posgrado de la VIª Cátedra de Medicina, 159 (2006) 23-25. 17 Por ejemplo, publicaron tratados sobre el garrotillo Ildefonso Meneses y Alonso Núñez de Llerena en 1615, Juan de Soto, Francisco de Figueroa y Lorenzo San Millán en 1616, y Fernando de Sola en 1618. Cf. Juan Ignacio Carmona, Enfermedad y sociedad en los primeros tiempos modernos, Sevilla, Universidad, 2005, pp. 196-198. 18 Villarreal era natural de Úbeda y tambien se formó en Alcalá, donde se licenció en 1605. En 1614 fue nombrado catedrático de Vísperas pero tuvo un efímero paso por las aulas, ya que murió al año siguiente cuando al parecer aspiraba a la Cátedra de Prima. Cf. A. Carreras Panchón, La obra de Juan de Villarroel y otros estudios histórico-médicos, Salamanca, Universidad, 1978. F. Bujosa Homar, “Villarreal, Juan de”, en J. M. López Piñero et alii, Diccionario histórico de la ciencia moderna en España, cit., vol. II, pp. 421-422. 1997

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comparativo de esta obra con la que nos ocupa, y sin embargo, a pesar de la coincidencia en el tiempo de las dos publicaciones, todo parece indicar que Pérez Cascales pudo conocer el texto de Villarreal, que al parecer había sido escrito en 1608. Este libro era mucho más extenso que el suyo (240 páginas) y Pérez era todo un experto en resumir el “estado de la cuestión” de cada uno de los temas que aborda en su obra, si bien es verdad que el fragmento en el cual descubrimos la velada alusión al tratado de Villarreal se produce de manera un tanto críptica cuando menciona a ille Doctor in opusculo quod de essentia huius morbi garrotillo edidit (fol. 97r). También podría tratarse de una referencia disimulada a Ruizes de Fontecha,19 el tercer autor que publicó sobre la materia el mismo año, bajo el título de Disputationes medicas super ea quae Hippocrates, Galenus, Avicena necnon et alii graeci, arabes et latini de anginarum naturis… scripsere diversis in locis et circa affectionem hisce temporibus vocatam Garrotillo (Alcalá, Luis Martínez Grande, 1611), pero pensamos que no es así. En primer lugar porque en este caso no hay constancia de que el texto fuera compuesto antes de 1611 y también por el distinto título de esta obra, por su estructura y su contenido, centrado en un principio en la naturaleza y tipología de las anginas en general. Ruizes de Fontecha, pleno seguidor del neoescolasticismo, organizó sus disputationes alrededor de diez enrevesadas quaestiones que obligan al lector a no perderse entre el cúmulo de argumentos y autores que se traen a colación. Frente a las prolijas cuestiones de Ruizes, los aspectos en los que choca la opinión de Pérez con la de ille Doctor son muy concretos y, tras la colación que hemos realizado entre los textos, todo apunta a que se refiere a la obra de Villarreal. Además, el esquema seguido por Pérez en su exposición, incluso la definición del garrotillo, tienen su paralelo en la monografía de este último autor: Est (ut arbitror) huic morbo nomen impositum de garrotillo denominatione sumpta, ac appellatione ab actione, effectu, et supplicio, quo malefactores, et facinorosi homines solent a iudicibus (reatus sui poena) affici, torqueri, interimi, ac suffocari (que llaman en nuestra lengua dar garrote) (Pérez, fol. 88v). Meretur peculiarius nomen garrotillo, causa coniuncta huius morbi, quae est crasissima materia, solida et impacta quae afficiens gulam, gutur et fauces … comprimit asperam arteriam secundum fere totum caput eius per modum laquei ... Hinc est ut potiori iure morbus appelletur garrotillo (Villarreal, pág. 7).

Nuestro autor confiesa en el inicio de su texto que ha leído a otros autores y pretende dilucidar si la esencia de la enfermedad tiene más que ver con las 19

La fama de Ruizes se debe principalmente a su Diccionario médico (Alcalá, 1606), nacido como apéndice de un régimen de embarazadas (Diez privilegios para mugeres preñadas). También escribió un “Espejo de médicos” (Medicorum incipientium medicina seu medicinae christianae speculum, Alcalá, 1598), un tratado de ética médica de inspiración cristiana. 1998

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anginas que con las llagas y úlceras que se producen en la boca; después de varios ejemplos y argumentos, llega a la conclusión de que la naturaleza del garrotillo es similar a la de las anginas,20 mientras Villarreal apunta en otra direccion y no considera descabellado considerar la enfermedad como un tipo de ulcus cancerosum.21 Está claro que lo que preocupaba a los médicos era la etiología de todos los males, y en la época esa búsqueda se hacía –como no podía ser de otra forma– mediante una investigación libresca, acudiendo al legado de Hipócrates y Galeno, entre otros autores, para argumentar y rebatir argumentos de otros a la manera escolástica. A decir verdad tampoco es que haya un gran desacuerdo entre ambos doctores, salvo –y precisamente– en lo tocante a la cuestión de si Hipócrates conoció o no conoció el garrotillo: frente a Villarreal, Pérez sostiene que Hipócrates se ocupó de esta enfermedad en todos los lugares en los que trató acerca de las anginas, debido a la relación que él establece entre ambas patologías: Sed interrogat ille Doctor in opusculo quod de essentia huius morbi garrotillo edidit, cur Hipp. non meminit huius morbi, qui garrotillo appellatur? qui cum pravis accidentibus eadem fere die aegrotos perdit, et de angina agit, quae citissime strangulat, et sine tumore est? Cui me satisfecissse his, quae in superioribus a me dicta sunt, puto. Et iterum dico, quod Hippoc. mentionem fecit huius morbi garrotillo omnibus in locis in quibus de angina loquutus fuit, quia cum morbus iste non sit quid distinctum ab angina, in locis in quibus meminit anginae, meminit etiam garrotillo (fol. 97r).

Tampoco estaban de acuerdo en lo referente al contagio, pues mientras Pérez Cascales piensa que no lo es, Villarreal afirma que sí, pero no a distancia.22 Se intuye asimismo que Pérez fue menos conservador que Villarreal a la 20

Dice: Sub anginae rationem essentiam morbi huius (qui garrotillo dicitur) contineri arbitror, et non in oris ulceribus, ut primae probant opinionis doctores (fol. 91v). Y más adelante: Sed iam rationibus operaepretium me facturum putavi hanc nostram opinionem corroborare, scilicet, hunc morbum garrotillo sub anginae specie et non sub oris ulceribus contineri (fol. 94r). 21 Villarreal se extiende más sobre este asunto: Est primo dubitatio ad quod morbi genus reducatur, comienza diciendo en la página 101, y catorce páginas después concluye: Non est rationi dissonum appellare morbum suffocantem ulcus cancerosum. 22 Escribe Pérez: Hunc morbum garrotillo non esse contagiosum probo ex his quae diximus … Rursus vidimus saepe quamplurimos simul unam habitantes domum … cum his, qui hoc morbo garrotillo detenti sunt, … et nullam noxam nullumque damnum experimur eos recepisse ab illos: … per consequens non erit contagiosus dicendus (fol. 101r). Pero Villarreal apunta todo lo contrario: Asserimus contagiosum esse, fomite et contactum, non vero ad distans … contagiosus quidem, cum observaverim integras familias laborasse, incipiente ab uno, et per plures serpentem (p. 70). 1999

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hora de aplicar tratamientos a la enfermedad.23 Pero en ambos casos, se han sumado a las fuentes su experiencia personal: se pronuncian sobre el uso de las ventosas, sobre la aplicación de diferentes ungüentos, resaltan sus éxitos, y también son conscientes de que su obra es una ventana abierta a la opinión y a las aportaciones que otros puedan hacer en un futuro.24

2.3. La disertación sobre los antojos y el aborto La tercera parte del conjunto (fols. 107v-119v) se plantea a modo de cuestión, inscribiéndose por tanto en un género médico de largo recorrido en la Edad Media como es el de las Quaestiones.25 Al amparo del mismo, nuestro autor se mete de lleno en otro tema clásico de la toco-ginecología medieval y renacentista: el de los antojos y las causas del aborto. Pérez presenta las afirmaciones de afamados doctores sobre el tema, esto es, las opiniones de quienes sostienen que cuando se priva a las mujeres embarazadas de algún antojo –relacionado con la alimentación– sufren un aborto. Desglosa las razones aportadas por ellos, en total siete,26 y a continuación expresa su opinión contraria: probo nullo modo aborsum excitari ob privationem cibi ardenter appetiti et denegati (fol. 109v). Para desmontar las teorías anteriormente expuestas con sus argumentos, primero ofrece un panorama detallado de las causas internas y externas que sí son causa de aborto: el temor, la lipotimia, la tristeza, una alegría desbordante, la ira, la falta de alimento, la diarrea, la sangría,27 el exceso de flujo, montar a caballo, saltar, vociferar, un golpe, una enfermedad aguda, y, por último y de manera concreta, la erisipela o escarlatina. Finalmente se dedica a responder a los autores mencionados, uno a uno, y con ello a los siete argumentos presentados al inicio del texto. 23 Sobre todo a la hora de realizar sangrías; Villarreal recomienda no excederse con la medida: in hoc morbo sanguinem mitto semel, bis, ter, quater, et amplius, et non transcendo quantitatem trium aut quatuor unciarum … (p. 171). Pérez se muestra menos cauto: Viris autem quibus nullum est impedimentum, vena aperienda erit … et sanguis detrahendus est, habita semper ratione, … quod si nihil est quod impediat, tali auxilio audacius sanguis mitti debet (fol. 102v). 24 Así despide Pérez su tratado: Quod si fortassis hoc in tractatu aliquid superfluum aut non ita exacta et ad unguem in eo pertractatum reperiatur, gravissimis viris attento et benevolo animo perlegentibus et corrigendum remitto (fol. 107r). 25 Cf. E. Montero Cartelle, Tipología de la literatura médica latina. Antigüedad, Edad Media, Renacimiento, Porto, Brepols, 2010, pp. 87-88. 26 Finalmente, dice: Haec sunt argumenta et rationes quibus isti probant gerentes utero propter rem appetitam et denegatam aborsum posse facere (fol. 109r). 27 A propósito de la conveniencia o no del empleo de la sangría hace un breve excursus, acudiendo a la autoridad de Hipócrates y Galeno, luego matizada, ya que Pérez defiende que sólo es causa de aborto el abuso en la extracción de sangre pero no la sangría en sí misma.

2000

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2.4. La disertación sobre el aojo Por último, otra quaestio única a modo de título, también especialmente relacionada con la salud infantil, le sirve de pretexto para realizar una breve disertación (entre los folios 120r-129v); en este caso con ella responde –en sentido negativo– a la pregunta de “si se da el aojamiento físico, mediante el cual los bebés y los niños pueden ser aojados por las viejas”.28 En realidad su punto de partida esta vez es la obra de otro escritor médico y catedrático complutense, el Doctor Cartagena:29 Antonii Cartaginensis doctoris eximii in Complutensi gymnasio medicine professoris, nunc vero Carli Cesaris iussu Galliarum Delphini30 eiusque fratris ducis Urliensis medici liber de peste, de signis febrium et de diebus criticis. Additus est etiam huic operi libellus eiusdem de fascinatione (Alcalá, Miguel de Eguía, 1530). Este autor dividió su libellus en dos tratados: el primero dedicado a demostrar que la llamada fascinatio es posible, y el segundo a relatar los signos del aojamiento y su curación. Por razones evidentes, Pérez no va a tener en cuenta esta segunda parte del librito, pero sí comienza su discurso presentando los argumentos empleados por Cartagena en la primera. Es curioso cómo en un principio no lo nombra.31 Sólo después de hacer un repaso a los testimonios de las autoridades que prueban la creencia en 28

Traducimos así el subtítulo: Quaestio de fascinatione. Utrum detur fascinatio physica, qua infantes ac pueri a vetulis fascinari possunt. Sobre la traducción de los términos infans y puer, remitimos a nuestro trabajo: A. I. Martín Ferreira, “The nomenclature of childhood in latin medical text: puer and infans”, en Body, Disease and Treatment in a Changing World. Latin Texts and Contexts in Ancient and Medieval Medicine, ed. D. Langslow–B. Maire, Lausanne, Éditions BHMS, 2010, pp. 263-274. 29 Antonio de Cartagena. Natural de Sigüenza, fue el primer Doctor en Medicina por la Universidad de Alcalá, y fue nombrado por Cisneros para suceder al Dr. Bernardino en 1510, cuya cátedra ocupó hasta el año 1533. De Alcalá pasó a Salamanca, donde también fue catedrático de Prima de medicina y murió en 1560. Sabemos que tuvo un reconocido prestigio como profesional en la Castilla de Carlos I. Sólo publicó tres obras, que aparecieron reunidas en 1530 (en colofón 1529) en un único volumen. A pesar de que Cartagena supuso el despegue de la medicina escrita en Alcalá, todavía se sitúa en la perspectiva medievalizante, tanto por su orientación como por su metodología y, sobre todo, por sus fuentes. Cf. A. I. Martín Ferreira, El Humanismo médico..., pp. 51-52. 30 Se refiere a los hijos del rey Francisco I de Francia, cuando Carlos I los mantuvo como rehenes en Turégano. 31 Comienza del siguiente modo: Quum multis ab hinc annis hanc de fascinatione opinionem vulgariter semper circunferri audivissem et maximopere desiderans huius veritatem intelligere, tractatum quendam a doctissimo quodam Complutensi medico fascinationem dari defendente in lucem susceptum et excussum reperi, quem cum attento animo non semel sed iterum atque iterum perlegerim non potui ipsius contrariam opinionem non defendere, quandoquidem gravissimis ac sapientissimis viris multa de fascinatine asserentibus contraria opinio verior existimatur (fol. 120r). 2001

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el aojamiento (tomadas al pie de la letra del propio Cartagena) se decide a descubrir a su fuente: Ultimo vero probant cum doctissimo Doctore Carthagena, in Complutensi academia primario medicinae professore, hic autem libellum de fascinatione scripsit, quo totis viribus fascinationem physicam seu naturale dari raciocinatur (fol. 121r).

Al testimonio de Cartagena suma Pérez los de otros que también creen en el aojamiento físico, aduciendo la existencia de diferentes remedios y medicamentos empleados para combatirlo. Antes de exponer sus argumentos probatorios de lo contrario, señala los tres tipos de fascinatio que pueden encontrarse: la poética, la física y la mágica. Establecida esta distinción, expone algunas definiciones del fenómeno presentes en los autores medievales y contemporáneos y a continuación se dedica, como siempre, a rebatirlas una a una con ayuda de los textos de importantes teólogos y médicos de la época: Ecce tantorum virorum authoritates et diffinitiones seu descriptiones fascinationis, quas adducunt ii qui fascinationem in rebus ponendam fore arbitrantur, quorum pace vanum et superstitiosum esse quod de fascinatione vulgariter circunfertur, gravissimorum Theologorum et medicorum testimoniis munitus ea qua potero brevitate defendere non gravabor, existimans nec naturalem dari fascinationem sed ipsam contagionem potius dicendam arbitror. (fol. 124r)

Este tratadito se inscribe por derecho propio en la tradición de los escritos de fascinatione, un tema que preocupa a filósofos y teólogos durante la Edad Media y que, desde finales del siglo XV se aborda desde el punto de vista médico. Pérez contaba con otros antecedentes en el tratamiento de la materia, pues además de la obra de Cartagena, y dejando a un lado el controvertido opúsculo de Enrique de Villena,32 se habían publicado los libros sobre el aojamiento de varios médicos: del español Diego Álvarez Chanca (Tractatus de fascinatione, Sevilla, 1499) y de los portugueses Gáspar Ribero (Quaestio de fascinatione, ca. 1525-1535) y Tomás Rodrigues da Veiga (Relectiones de fascinatione, 1561).33 Sin embargo no deja constancia de la lectura de estas obras. La suya es el resultado del trabajo de un clínico que no cree en supersticiones y que, como veremos, se apoya siempre en su experiencia y en sus amplios conocimientos bibliográficos. 32

Nos referimos al Tratado de fascinacion o de aojamiento, un tratado compuesto a modo de epístola (ca. 1425). Cf. la edición de P. M. Cátedra, Enrique de Villena. Obras completas, vol. I., Biblioteca Castro, Madrid, Turner, 1994. 33 Los tres textos han sido estudiados y editados por J. Sanz Hermida, Cuatro tratados médicos renacentistas sobre el mal de ojo, Valladolid, Junta de Castilla y León (Consejería de Educación y Cultura), 2001. 2002

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2.5. El método expositivo y los lectores del texto No es este el lugar para hacer un análisis exhaustivo sobre el estilo y la lengua del doctor Pérez Cascales, pero sí parece oportuno ofrecer unas pinceladas sobre las características formales que llaman la atención en su obra: en primer lugar se trata de un texto de una gran claridad expositiva y muy ordenado. El autor no es un amante de los largos excursos ni del empleo de argumentos enrevesados –repletos de silogismos– que cada vez fueron más frecuentes y al final dieron al traste con los avances del Humanismo médico, al menos en el ámbito universitario, cuando de manera significativa los títulos de la biblografía al uso –cada vez con mayor frecuencia– incluyen el término disputatio y revelan por sí mismos la vuelta al escolasticismo. Pérez no se entretiene en los prolegómenos de cada uno de los temas tratados, siempre expone sucintamente el estado de la cuestión acudiendo a las fuentes que considera fundamentales y en caso de conflicto entre los autores, si este no lo resuelve la experiencia o el sentido común, remite a la bibliografía autorizada sobre el tema para evitar la disputa estéril sobre cualquier asunto, más cuando este desborda los límites de la ciencia médica. Pero hay que decir que el método de Pérez Cascales en el fondo también es deudor del viejo método de enseñanza escolástico consistente en responder con argumentos a los argumentos de otros, siguiendo un orden. Lo que sucede es que lo hace con uso pero sin abuso de la retórica, y sin intención alguna de enredarse en polémicas con los escritores que consideraba más cercanos en el tiempo y en el espacio. Se percibe en su obra un compromiso entre la tradición y la modernidad, la breve discusión sobre los antecedentes de la materia tratada siempre termina con la definición de la patología objeto de estudio y algunas referencias sobre los términos empleados para nombrarla. Sirva de ejemplo el caso de la epilepsia: Cap. IIII. De epilepsia vulgariter alferecia nuncupata (fol. 9r). Vetustiores iunioresque medicos omnes huius affectionis mentionem fecisse omnibus est in confesso, diversis tamen nominibus. Primo namque ab Hipp. lib. de morbo sacro (si Hipp. liber est) dicitur morbus sacer … nonnulli, herculeum morbum nominabant, ut dicit Galen. 6. epid. com. 6 com. ultimo ... A Galeno et Avicena dicitur epilepsia quod quidem nomen Graecum est, ab epi, quod est supra, et lepsis, quod est lesio, quasi si superioris partis lesio. Paul. et Aetius commitialem dicunt morbum, quia apud Romanos, cum hec passio alicui accidisset in die conviviorum, convivia omittebantur et cesssabant. Puerilem morbum appellat Hip. lib. de aere, locis et aquis, ut testatur Galen. in eodem 6. de morbis vulga. com. 6. com. ultimo. A multis dicitur mater puerorum ut refert Avicen. fen. 1.3. tract. 5 cap. 8, dicitur etiam morbus hic caducus, quia hoc morbo correpti cadunt, dicitur et lunaticus, quod motu lunae movetur, vel inter lumonatos. Dicit vulgus hunc affectum gota coral, credens (sed falso) gutam 2003

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in cor cadere (nulla cerebri mentione facta) dicitur etiam vulgariter in pueris, alferecia, his itaque nominibus egritudo haec sive hoc symptoma nuncupatur, quae cum (ut ita plurimum) infantibus accidat, de eo symptomate infantibus solum superveniente nostra erit presens pertractatio. Como vemos, se ha dedicado a recoger todos los nombres empleados a lo largo de la tradición médica greco-latina para referirse a este mal.34 Pérez se aventura incluso con las etimologías, pero en este sentido vuelve a estar más cerca del Medievo que de los humanistas formados en la lengua griega a la ahora de desentrañar la explicación de un vocablo. Vemos cómo por atracción paronímica ha confundido lepsis en griego con lesio en latín, algo que era muy común en los textos medievales.35 Su conocimiento del griego podemos asegurar que era nulo o, al menos, muy limitado, como se pone también de manifiesto a propósito de la etimología de la angina36 o cuando refiere que Aristóteles llamó ambusta a los sabañones.37 No obstante le ha quedado un poso del humanismo filológico cuando glosa la terminología empleada, al modo de Celso y los clásicos de la medicina o de sus traductores renacentistas.38 Por ejemplo: in hoc comitiali morbo, quem Arabes et vulgus alferetiam appellant (fol. 11r), De pustullis sive ulceribus cutis capitis … qui achores et favus dicuntur (fol. 22r), De hydrocephalo puerorum sive de aqua intra craneum collecta (fol. 29r) fistula, quam syringam et catherete (sic) appellamus (fol. 57r), lipothymia, sive animi deliquium (fol. 112r), etc. Y entre una y otra circunstancia, la mayoría de las veces adopta el término vulgar, el específico y técnico, que suele coincidir con el más usado para referirse a una enfermedad o síntoma determinado. También acude a la frase 34

El uso de todos estos términos se recoge en el trabajo de Mª Jesús Pérez Ibáñez, El humanismo médico en la Universidad de Salamanca (siglo XVI), Tesis Doctoral, Valladolid, 1994, pp. 504-511. 35 Cf. E. Montero–Mª Cruz Herrero, “La atracción paronímica en los textos médicos medievales: notas de lectura”, Voces, 4 (1993), 21-28. 36 Comienza con una falsa etimología que después corrige: Anginam quidam existimant ab agendo dictam esse, quod significat crucio, etenim qui cruciantur angi et in diversa agi videntur. Plautus: In anginam ego non me vellem verti. Sed ego potius a verbo Greco anxw deductum existimo, quod est strangulo aut prefoco, quia angina hominem cito strangulat, et praefocat, et sic sumit angina nomen ab actione, et effectu, quem inducit (fol. 92r). Suponemos que hay una errata por a[gxw que, en cualquier caso, es el futuro de a[ggw (“estrangular, ahogar”). 37 Sin duda se ha dejado llevar por una traducción latina que denomina así a estas rojeces de la piel, como ya hiciera Plinio: Digiti manus et calcanea pedum … et aures solent affici quibusdam tumoribus, hyemis tempore, quos Greci et Latini perniones appellant, quandoque Aristoteles ambusta illos nuncupavit, 1 lib. problem. problem. 54 et vulgariter sabañones dicuntur (fol. 73v). 38 Cf. E. Montero, “El léxico médico latino entre la Antigüedad y el Renacimiento. La asimilación de los modelos médicos y léxicos”, Voces, 8-9 (1997-1998), 227-248. 2004

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en castellano, porque la atención que presta al lenguaje obedece a un motivo: la precisión. Por ejemplo: que llaman en nuestra lengua dar garrote (fol. 88v a propósito del garrotillo), ova condita cum semine cumini, que llamamos huebos revueltos (fol. 119r), ficam … dare, que en nuestra lengua se dize, dalde una higa, porque no le aojeys (fol. 125r), etc.

3. Las fuentes A lo largo de la obra se mencionan más de cincuenta autores, cuyas obras –a veces varias de un mismo autor– casi siempre se identifican en el texto. Lo primero que se deduce del elevado número de fuentes, comparado con las dimensiones del libro, es la rica biblioteca que tuvo a su disposición Pérez, ya fuera esta particular o fuera propiedad del Cabildo catedralicio, como deducimos del número de obras de contenido teológico citadas. Las citas que aparecen en esta obra son el resultado del trabajo directo con la bibliografía, ya que la mayoría de las veces son expresas, pues su contenido se reproduce al pie de la letra, como hemos podido comprobar a través de algunas calas. La mayoría son fuentes médicas y filosófico-teológicas, y también puede observarse cómo la mayoría son modernas incluso muy cercanas en el tiempo a la fecha de composición de esta obra.

3.1. Fuentes de la medicina -Antiguas: Hipócrates, Galeno, Celso, Celio Aureliano, Oribasio, Ecio de Amida, Alejandro de Tralles, Pablo de Egina, Heródoto Liberto (Trótula).39 -Medievales: Actuario, Avicena, Rhazes, Gentile da Foligno, Guy de Chauliac, Bernardo de Gordon. -Modernas y contemporáneas:40 Vallés41 es el autor médico más citado y con mayor número de obras; le sigue de cerca Luis Mercado,42 pero también 39 Dice textualmente: Alius etiam reperitur locus apud Herodotum Libertum lib. de mulierum passionibus, cap. 15. quo loco explicite haec profert verba… (fol. 107v). Y se cita sólo como Heródoto en fol. 119r. Pero se refiere a uno de uno de los textos recopilados en la famosa colección Gynaeciorum, hoc est, De mulierum … affectibus et morbis, libri veterum ac recentiorum aliquot (Basilea, 1566), en concreto el titulado Trotulae sive potius Erotis, medici liberti Iuliae, Muliebrium liber. 40 Las erratas en el nombre de los autores y las abreviaturas dificultan enormemente la tarea de identificación de las fuentes. En un caso no hemos conseguido hacerlo; se trata de la única cita de un tal Bricius Antonianus eruditissimus Neapolitanus medicus, qui libro Apologie medicinalis, apol. 9. inquit: …(fol. 107v). 41 Se refiere a él como doctissimus magister noster (fol. 61v-62r). 42 Toda una autoridad en la época, y como tal muy citado, nos lo presenta como el doctissimus Ludovicus Mercado invictissimi nostri Regis Philippi III dignissimus Prothomedicus (fol. 14r).

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Ana Isabel Martín Ferreira – Cristina de la Rosa Cubo

encontramos a Antonio de Cartagena, Cristóbal de Vega, Pedro García Carrero, Juan Alfonso de los Ruizes de Fontecha, Juan Bravo de Piedrahíta, Pedro Pablo Pereda, Pedro de Peramato, Antonio Musa Brassavola, Niccolò Falcuci, Dionysius Fontanus,43 Víctor Trincavelli, Girolamo Mercuriale, Giovanni Battista Baccanelli, Girolamo Fracastoro, Giovanni Mainardi, Guillaume Rondelet, Jacques Houllier, Jean Fernel, Amato Lusitano, Antonio Luis, Andreas Lorenzo, Donato Antonio Altomari.

3.2. Fuentes filosóficas y/o teológicas Platón, Aristóteles, la Biblia, san Pablo, san Basilio, san Jerónimo, Alberto Magno, Richard de Middleton,44 santo Tomás, Alonso Tostado,45 Lelius Gregorius Giraldus, Leonard Vair,46 Pedro Ciruelo, el famoso Malleus maleficarum, Ioannes Dugo Philonius,47 Lorenzo Ananías (d’Anania)48 y el jesuita Martín del Río (1551-1608).49

3.3. Citas de la literatura greco-latina Plinio, Plauto, Virgilio, Cicerón y Aulo Gelio.

3.4. Enciclopedistas del Renacimiento y humanistas en general Giovanni Battista Montano, Celio Calcagnini, Lelio Gregorio Giraldi y Julio Escalígero.

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Autor de un libro De morborum internorum curatione (Lión, 1560). Él lo cita como Richardus Theologus insignis (fol. 124r), cita una de las quaestiones de su obra Quodlibet. 45 En el texto y el índice aparece como Abulensis, pues este famoso exegeta fue obispo de Ávila en 1449, además de autor de una voluminosa obra titulada De genesi. 46 Autor de la obra De fascino libri III (París, 1583; Venecia, 1589). 47 Filósofo platónico y autor, entre otras, de una obra titulada Tilonius vel de scientia bene moriendi (Basilea, 1553). 48 Autor de un De natura daemonum, publicado en Venecia en 1581. 49 Autor de unas Disquisitiones magicae (1606), una obra crucial para la historia de la investigación sobre las ciencias ocultas. Ha sido traducida recientemente al inglés por P. G. Maxwell-Stuart, Manchester University Press, 2009. 44

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Antiguos y modernos en los orígenes de la pediatría y la ginecología modernas...

4. Conclusiones Francisco de Cascales fue el producto de su formación en la más prestigiosa Facultad de Medicina del siglo XVI, la de la Unversidad de Alcalá. La institucion complutense, a finales de esta centuria e inicios de la siguiente, era un auténtico semillero de médicos para la Corte y sus cercanías, aunque desde el punto de vista académico la docencia universitaria, basada en la lectura de Hipócrates, Galeno y Avicena, al abandonarse la filología, empezó a derivar hacia discusiones estériles y controversias sobre cuestiones irrelevantes para el ejercicio médico, incluso en un exceso de dogmatismo y en la resistencia de los profesores universitarios a aceptar como válidos los descubrimientos de la medicina moderna. La fase de revisión de las fuentes dio paso a otra de observación de la realidad, pero el avance científico que vendría de la mano de la experientia se produjo fundamentalmente fuera del ámbito universitario. Cascales es un hombre a caballo entre los dos mundos: se inscribe entre los primeros tratadistas modernos de pediatría en España, pero a diferencia de Gerónimo Soriano,50 por ejemplo, ha optado por mantener la lengua latina, algo habitual en el mundo académico frente a los textos compuestos de cara a la praxis médica51 o escritos con una finalidad social, como fue el caso del de Cristóbal Pérez de Herrera.52 Este dato, junto a la intención didáctica que revela su método expositivo, apunta a que los destinatarios de su obra fueran los alumnos de la Universidad de Sigüenza, que podían encontrar en este libro un excelente referente, de corte universitario, en lo tocante a las enfermedades infantiles más frecuentes, con el resumen de casi todas las opiniones autorizadas, además de los remedios probados para cada caso. No obstante, el hecho mismo de que el autor se centre en temas tan específicos, de plena actualidad entonces, y huya de generalidades tampoco excluye a los médicos en ejercicio como posible público de la obra. La obra de Pérez Cascales es un buen ejemplo del poso ambiental que dejó el Humanismo médico en los galenos de la época, pero también de las huellas indelebles del método escolástico que en modo alguno desaparecieron del panorama intelectual.

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Autor del tratado de pediatría Methodo y orden de curar las enfermedades de los niños, Zaragoza, 1600. 51 Sobre las razones para la elección del latín o el romance en el ámbito de los textos médicos renacentistas, cf. A. I. Martín Ferreira, El Humanismo médico..., pp. 166-174. 52 También fue uno de los tratados de pediatría modernos su Defensa de las criaturas de tierna edad (Madrid, 1608). 2007

Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 2009-2022

António Luíz, aproximación a un médico humanista María Jesús Pérez Ibáñez – Alejandro García González Grupo Speculum medicinae, Universidad de Valladolid

Resumen: El médico portugués António Luíz (†1565) aparece vinculado a la enseñanza del griego en las universidades portuguesas en buena medida por voluntad del rey Joâo III. Su amplia vida académica no se ve sin embargo reflejada en su producción literaria, ya que sólo tenemos constancia de la publicación de tres obras médicas en los años 1539-1540. En estas relativamente tempranas obras médicas se apunta ese interés por la lengua griega y, especialmente, por la obra de Galeno, del que fue traductor. A pesar de estos datos, la figura del médico António Luíz sigue aún planteando muchos interrogantes. Palabras clave: António Luíz. Helenismo. Humanismo. Universidad de Coimbra. Medicina. Abstract: The Portuguese physician António Luíz (†1565) was as a teacher of Greek as a Medicine professor at the Portuguese University by the resolution of the King Joâo IIIth. His academic career has not a reflect in his litterary production. We only know three medical Works published between 1539-1540. They are early productions that show us his knowledge of Greek and his interest in Galen’s Works. He was a galenic texts translator. In spite of these statements, António Luíz still arises many questions. Keywords: António Luíz (Antonius Ludovicus). Humanism. Helenism. University of Coimbra. Medicin. *

Este trabajo ha sido realizado en el seno del proyecto de investigación FFI2008-00618/ FILO, y dentro del Programa de Movilidad de los Recursos Humanos de Investigación “Ayudas de estancias de movilidad postdoctoral en el extranjero, incluidas becas MEC/ FULBRIGHT y Cátedra Príncipe de Asturias” (Ref. 2008-0196), ambos financiados por el Ministerio de Ciencia e Innovación. 2009

María Jesús Pérez Ibáñez – Alejandro García González

1. António Luíz (Lisboa, finales del XV-1565) Este lisboeta, cristiano nuevo, médico e hijo de médico –suele describirse como Olyssiponensis medicus– nació probablemente en el último cuarto del siglo XV.1 Apenas sabemos nada de él hasta que aparece en la documentación de la Universidad de Salamanca como estudiante de Teología y Medicina, donde alcanza el grado de Bachiller en Medicina el 15 de agosto de 1532.2 Dada su ascendencia judía, es llamativo que se matriculara como estudiante de Teología; es más común que se matriculara de Medicina. La mayoría de los portugueses médicos en esta época tenía tal ascendencia3 y, además, esta profesión es casi la única a la que podían aspirar: perseguidos por la Inquisición y apartados, al menos en teoría, de la función pública, los judíos han de dedicarse a otras artes liberales que se reducen a la práctica de la medicina y cirugía, pues Cánones estaba reservada para eclesiásticos o allegados, Leyes atiende a la administración pública de la que estaban excluidos, Teología no parece la opción adecuada para un judío y Artes es una carrera menor, Gramática y Retórica no son siquiera facultades y Matemáticas es una cátedra minoritaria y sin apenas proyección social.4 1 Entre otras obras, puede encontrarse información sobre este autor en Nicolás Antonio, Bibliotheca Hispana nova sive hispanorum scriptorum qui ab anno MD-MDCLXXXIV floruere notitia, 2 vols., Madrid, 1783-1788; Diôgo Barbosa Machado, Bibliotheca Lusitana, historica, critica e cronologica, Lisboa, 1741-1749 (repr. Coimbra, Atlântida, 1965-1967); Anastasio Chinchilla Piqueras, Anales históricos de la Medicina en general y biográficos de la española en particular (ed. facsímil), New York-Londres, 1967, vol. 1, pp. 192, vol. 2, pp. 246-247; Antonio Hernández Morejón, Historia bibliográfica de la Medicina española, Madrid, 1842-1852, vol. 2, pp. 208-209 (puede accederse a las versiones digitales de estas dos obras en la página La Historia de la Medicina española de Hernández Morejón y Chincilla. Edición facsímil e índices: http://hicido.uv.es/morejon_Chinchilla/index.html); Maximiano Lemos, História da Medicina em Portugal. Doctrinas e instituições, 2 vols., Lisboa, Dom Quixote/ Ordem dos Médicos, 19912 (= Lisboa 1899); María Jesús Pérez Ibáñez, El humanismo médico del siglo XVI en la Universidad de Salamanca, Valladolid, Universidad, 1997; Teresa Santander, Hipócrates en España (siglo XVI), Salamanca, Universidad, 1966; Teresa Santander, Escolares médicos en la Universidad de Salamanca (siglo XVI), Salamanca, Universidad, 1984. 2 Teresa Santander, Escolares médicos..., cit. en n. 1. 3 Así lo prueban historiadores portugueses como Maximiano de Lemos, História da Medicina em Portugal..., cit. en n. 1, o Sousa Viterbo, Dicionário dos médicos e cirurgiões portugueses ou que estiveram em Portugal, Lisboa, Academia das Ciências de Lisboa, s.f.). 4 Cf. Ángel Marcos de Dios, “Área lusa”, en La Universidad de Salamanca. vol. 1: Historia y proyecciones, ed. Manuel Fernández Álvarez, Laureano Robles Carcedo, Luis Enrique Rodríguez-San Pedro Bezares, Salamanca, Universidad, 1990, pp. 425-444 (esp. 438). Apunta este mismo autor a la amplia tradición de presencia de estudiantes portugueses en la Universidad de Salamanca, incluso después de las medidas tomadas por Joâo III para potenciar la Universidad portuguesa. La licentia ubique docendi que otorgaba el estudio salmantino, las mejores condiciones de vida de la ciudad son factores que explican esta preferencia.

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António Luíz, aproximación a un médico humanista

En la Universidad salmantina coincide con otros portugueses notables como García Orta, Amato Lusitano y Zacuto Lusitano. Regresa a Portugal tras obtener su bachillerato y el mismo año de 1532 concurre a la cátedra de “Summas logicales” en la Universidad Portuguesa en Lisboa,5 pero sólo obtiene un voto. Allí, en 1533 obtiene el grado de Licenciado en Medicina. Tampoco tiene éxito en su concurso a la cátedra de Filosofía Natural en 1534. A diferencia de lo que ocurre con hombres como Amato Lusitano (Joâo Rodrigues de Castelo Branco), Duarte Gomes (Salomão Usque– David Zaboca), Diogo Pires (Isaia Cohen), Duarte Pinel (Abraão Usque), Manuel Rodrigues (Manuel Brudo), Luís Nunes de Santarem, Manuel Reinel (Abraham Abendana) o Samuel Usque, António Luíz se cuenta entre los judíos portugueses que no abandonaron el país.6 A cambio, tuvo algún problema con la Inquisición, institución que entre 1536 y 1537, tras gastar grandes sumas en embajadas ante el papa, fue introducida en Portugal por el rey Joâo III (1502-1557, rey desde 1521), el mismo monarca que favoreció, al menos un tiempo, la carrera universitaria de nuestro médico. Durante quince días de febrero del año 15397 estuvo preso por la Inquisición en Lisboa. Se hizo sospechoso de ser coautor de un manifiesto contra la religión católica que, escrito en castellano, apareció clavado en la puerta de varias iglesias y de la catedral lisboetas. Quizá la intervención del rey Joâo III explique su liberación 15 días después, pero también es cierto que no pudo hallársele culpable del delito y que el inquisidor Joâo de Melo consideró esa prisión

5 La Universidad Portuguesa, fundada por Don Dinis en 1290 en Lisboa y trasferida a Coimbra en 1307, vuelve a Lisboa en 1328 y regresa de nuevo a Coimbra en 1354. En 1377 vuelve de nuevo a Lisboa donde permanece hasta 1537. El traslado definitivo a Coimbra desde Lisboa se realiza por orden de Joâo III en 1537. En 1534 se encontraba en Lisboa, ciudad en la que concurre nuestro médico al solicitar la cátedra. 6 António Manuel Lopes Andrade, “Os Senhores do Desterro de Portugal: Judeus Portugueses entre Veneza e Ferrara em meados do século XVI”, Veredas. Revista da Associação Internacional de Lusitanistas, 6 (2006), 65-108. Citamos por la versión electrónica algo posterior (por tanto sin página), que también corrige algunos datos. Entre los que como António Luíz no abandonan el país pero sufren persecución por la Inquisición o ven frenada o retenida su carrera intelectual se cuentan Jerónimo Cardoso, Tomás Rodrigues da Veiga o Pedro Nunes. 7 Manuel Augusto Rodrigues, “Relaçôes científico-culturais entre as Universidades de Coimbra e Salamanca”, en Las Universidades hispánicas de la monarquía de los Austrias al centralismo liberal. Volumen 1: siglos XVI y XVII, ed. Luis Enrique Rodríguez-San Pedro Bezares, Salamanca, Universidad – Junta de Castilla y León, 2000, pp. 411-431 (esp. 425), da el año de 1533, entre el 10 y 25 de noviembre. La discrepancia en el mes de la data no se explica bien, sí en cambio el año; el propio estudioso dice que ese mismo año publica la Panegyrica oratio, libro que en nota fecha en 1539; además la Inquisición no se establece en Portugal hasta 1536-37.

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María Jesús Pérez Ibáñez – Alejandro García González

suficiente castigo para alguien que poseía libros en lengua hebrea.8 Ese mismo año publica nuestro autor la Panagyrica oratio elegantissima plurima rerum et historiarum copia referta Ioanni huius nominis tertio invictissimo Lusitaniarum regi nuncupata, Antonio Lodovico Ulyssiponensi medico auctore (Ulysbonae, apud Logdovicum Rotorigium, 1539), que había compuesto unos años antes, como forma de agradecimiento al rey. Entre ese año de 1539 y el de 1540 se publican, con una excepción, todas las obras compuestas por este autor. Aunque no abandonó su patria, como hemos mencionado, hay un dato que nos habla de sus posibles contactos con la influyente comunidad judía en Amberes, y es la publicación de una obra suya en las prensas del tipógrafo Michael Hillenius o Hillen,9 el mismo que edita, entre otras, algunas de las obras de Erasmo,10 con el título: Quae in hoc enchiridio continentur Anthonii Lodovici ... de Pudore liber unus ... Michaelis Psellii, ... Allegoriae tres ... in Tantalum ... in Sphingem ... in Circem. Teles, de Comparatione divitiarum et paupertatis. Sotades, Quod vita plurimis plena malis, et alia quaedam. Omnia ex graeco traducta ab eodem Anthonio Lodovico (Amberes, Typ. M. Hillenii, 1537).11 8

El proceso (que ha publicado Joaquim de Carvalho) se halla en la Torre do Tombo. En él declaró haber estudiado Teología en Salamanca. 9 Hijo de otro impresor. Nace en Hoochstraeten. Se desplaza a Amberes y aparece entre los ciudadanos ya en 1508. En 1518 adquiere unas casas con el signo de Turnip (in Rapo). En ellas instala sus prensas hasta 1546, donde luego –tras la muerte de su hijo Juan–, se instala su yerno Johan Stelsius. Muere Michael en 1548 y es enterrado en el convento de San Francisco. Usa múltiples marcas pero todas tienen el signo del tiempo. Cf. Edward Gordon Duff, A Century of English Book Trade: Short Notices of All Printers, Stationers, BookBinders, and Others Connected with It from the Issue of the First dated book in 1497 to the incorporation of the Company of stationers in 1557, London, The Bibliographical Society, 1905 (repr. London 2009). 10 Como por ejemplo Complures dialogi Luciani a Des. Erasmo in latinum conversi, Antuerpiae, Michaelis Hillenius, 1518, 1521, 1525 ó 1528. Cf. Bibliotheca Erasmiana, ed. Ferdinand van der Haeghen, Thomas James I. Arnold y R. van den Berghe, Ghent, Bibliobazaar LCC, 2009 (reimpresión de lo publicado por Ferdinand van der Haeghen, Bibliotheca Erasmiana. Répertoire des oeuvres d’Erasme, Gent, 1893). También impresor de otras obras del humanista holandés, de Vives (del que imprime el De disciplinis libri XX en 1531 o el De conscribendis epistulis en 1534) o de Las Elegancias de Valla, diversos textos gramaticales, etc. Cf. Michel et Jean Hillenius ou van Hoochstraeten. Imprimeurs a Anvers (1511-1546), Bruxelles, F. Heussner, 1865. 11 Pocos estudiosos dan noticia de esta obra: Nicolás Antonio, Bibliotheca Hispana nova..., s. v., Anastasio Chinchilla Piqueras, Anales históricos..., y Antonio Hernández Morejón, Historia bibliográfica..., todos cit. en n. 1, remiten a estudiosos anteriores. Entre ellos, aunque no mencionado por los bibliófilos españoles, está J. A. Fabricio, Bibliotheca Graeca, vol. 13, p. 71, cap. Medicorum veterum: Antonius Ludovicus Olyssipponensis, cuius sunt doctissimi libri de occultis proprietatibus et totidem libri problematum et aliis. Olyssiponae 2012

António Luíz, aproximación a un médico humanista

Esta obra podemos vincularla con su formación teológica y también, sin duda, con el notable conocimiento del griego que se le atribuye y que se refleja en su producción médica. Además de traducir a Pselo, Sotades y Teles, en este volumen publica De pudore, texto que volverá a imprimirse después en Lisboa, integrado en la producción médica, con el que se vincula, en cierto modo, a la tradición plutarquista a la que tanto contribuye Erasmo. Entre los textos de los moralia que llaman la atención a los autores del siglo XVI figura el ; v, un sentimiento conocido desde la Antigüedad que sólo con el autor de Queronea merece un tratado específico. Erasmo lo traduce como De vitioso pudore y será un tema recurrente en autores renacentistas.12 Aunque el texto de Plutarco y su versión latina a cargo de Erasmo es una vía esencial de difusión de esta línea de pensamiento, António Luíz, que conoce a Plutarco –pues es una de las fuentes declaradas en sus Problemmaton libri quinque y que en esta obra lo llama auctor iuratissimus (f. 63r)–, no lo traduce. En este punto se diferencia de Erasmo o de su compatriota Joâo de Barros, el destinatario de la obra de nuestro médico, y también autor de un De Viciosa Vergonha inspirado en Erasmo.13 Opta António Luíz por ofrecer una colección de exempla y apothegmata brevemente redactados,14 con una fuerte orientación moral; pero no pretende un tratamiento exhaustivo del tema. Estamos más bien ante una colección de referencias clásicas, especialmente autores griegos, que António Luíz, dice,15 recuerda haber leído y consignado a su memoria;

1540. Idem est qui vertit Galeni nonnulla et Mic. Pselli allegorias tres in Tantalum, Sphingen et Circen. Aliaque edidit quae N. Antonius t. 1 Bibliothecae Hispanae Novae p. 111 commemorat. 12 Con distinta orientación y finalidad aparece en Maquiavelo y la Utopía de Tomás Moro, aparte de en el tratado del médico renacentista A. Portocarrera. Luis Vives en 1538 publica De anima et vita e incluye el tema de la vergüenza, distinguiendo ya, como hará António Luíz, entre pudor / verecundia. Cf. Werner L. Gundersheimer, “Renaissance concepts of Shame and Portocarrera’s Dialoghi Della Vergogna”, Renaissance Quaterly, 47 (1994), 34-56, quien expone algunas consideraciones sobre el tratamiento del pudor en los textos. Este estudioso menciona tangencialmente el trabajo de António Luíz pero no parece conocer la edición de 1537. 13 Americo da Costa Ramalho, “Joâo de Barros e Erasmo: a propósito da Viciosa Vergonha”, Humanitas, 37-38 (1986), 275-280. La falta de noticias sobre la pericia en griego de este autor portugués hacen pensar necesariamente en la mediación de Erasmo, a quién traduciría con ampliaciones y supresiones, en el tratado portugués da Viciosa Vergonha. 14 Iniunxisti mihi ... apud priscos scriptores exempla vel apothegmata relata reperissem, brevi tibi syntaxi complecterer (Antonius Ludovicus Ioanni de Barros s., f. 59v). 15 Prius itaque aliqua quae philosophi de pudore senserunt apponemus, deinde vero eius parentes si quos invenire poterimus reddemus; ultimo exempla ac gnomas non omnes, sed quae mihi praestantissimae videbantur recensere conabimur, atque hunc ordinem in caeteris servabimus, quoad possimus, de singulisque ea dicemus, non quae praesens lectio (nam id infinitum et maximi esset laboris) sed quae libros Graecorum olim lectitanti, frequens lectio nobis suppeditavit et pertinax memoria retinuit (Antonius Ludovicus Ioanni de Barros s., f. 60r). 2013

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con este punto de partida elabora su trabajo con el que intenta no tanto instruir como actualizar la memoria del erudito.16 La siguiente información que tenemos sobre él es de los años 1547 y 1548 como profesor de la Facultad de Medicina, ya en Coimbra. Aparece en los registros de esa Universidad formando también parte de su Consejo,17 siempre con el grado de Licenciado,18 al menos durante los años de los registros consultados. Por decisión real19 António Luíz tenía la Cátedra de Galeno y Aristóteles en la Universidad de Coimbra e impartía sus lecciones en griego, por eso nuestro médico fue llamado “o Grego”. De ese periodo en Coimbra sabemos que recibe, el 1 de agosto de 1547, la aprobación del Consejo para pronunciar la “oraçâo de sapiência” del próximo año lectivo, que fue multado por ausentarse de su Cátedra de Medicina entre el 12 de marzo y el 6 de junio de 1548, si bien no consta la causa de tal ausencia, y que participó en los actos de recepción en Coimbra del infante don Luis en su visita a la Universidad –la fecha del consejo es de 4 de julio de 1548– y es el último registro de su nombre en las Actas de los Consejos. De regreso a Lisboa, quizá se retirara de la enseñanza por su avanzada edad, y es idea común entre los estudiosos que allí muere en 1565 con fama de gran políglota que, además del portugués, dominaba el hebreo, el latín, el griego, el francés y el italiano.

2. Obra de António Luíz Además del curioso texto impreso en Amberes en 1537 y de la Oratio panegyrica de 1539, la obra de António Luíz se publica entre 1539 y 1540, una fecha temprana si entendemos que buena parte de su producción está 16

Porro omnia haec quam brevissime potero ac tanquam per capita nitar explicare, ut non tam ignaros docere videar quam scientibus memoriae quoddam facere compendium. ... haberes tamen unde paucula citra fastidium decerperes et sitim avidissimam quam erga litteras habes extingueres (Antonius Ludovicus Ioanni de Barros s., f. 60r). 17 Actas dos conselhos da Universidade, de 1537 a 1557, 3 vols., ed. Mário Brandáo y Ligia Cruz, Coimbra, Arquivio da Universidade de Coimbra, 1941-1976. 18 Se contradicen así las afirmaciones de Diôgo Barbosa Machado, Bibliotheca Lusitana..., cit. en n. 1, vol. 1, p. 311, de que recibió el grado de doctor en la misma Universidad en la que luego fue profesor desde 1544. Sin embargo sólo se documenta al licenciado António Luíz desde 1547 en Coimbra. 19 Manuel Augusto Rodrigues, “Relaçôes científico-culturais...”, cit. en n. 7, remitiendo al trabajo de Francisco Leitao Ferreira (Alphabeto dos Lentes da insigne Universidade de Coimbra desde 1537 em diante, Coimbra, 1937, y Noticias cronológicas da Universidade de Coimbra con aditamentos e notas, 4 vols., Coimbra2, 1937-1944) afirma que el 11 de enero de 1547 recibió el encargo de leer en griego dos horas de Galeno y una de Aristóteles y que tomó posesión el 4 de marzo (en las actas de los consejos se dice que ese día se recibe al licenciado António Luíz). Por su parte, Teresa Santander, Hipócrates en España..., cit. en n. 1, afirma que mantiene la cátedra hasta el 11 de enero de 1550. 2014

António Luíz, aproximación a un médico humanista

más relacionada con la docencia en Medicina, con la farmacología y la filosofía20 que con el ejercicio profesional, del que apenas sabemos nada, y ello teniendo en cuenta que su adscripción a los cuerpos docentes universitarios no ocurre hasta entrados los años 40 del siglo. Por otra parte la rápida secuencia en la impresión deja ver que las obras ya estaban preparadas para su publicación, pues apenas hay tiempo para ir componiendo nada nuevo. La simple enumeración de los títulos publicados y la relación de los libros que componen cada uno de esos títulos da prueba de la variedad de intereses de nuestro médico, que van de Pselo, Tales y Sotades a Hipócrates y Galeno, las dos grandes autoridades de la medicina en el siglo XVI (si bien no se le puede considerar propiamente comentarista de Hipócrates, pues solo dedica unos pocos folios a comentar dos aforismos) pasando por Aristóteles, Avicena o Pietro d’Abano, el Apponensis,21 entre otros. Con fecha de portada de 1539, aunque en el colofón se nos dice que se imprime en enero de 1540 (Excusus est hoc problematum opus, Divino favente Numine, Olyssippone mensi ianuario, anno a virgineo partu MDLX), aparecen los Problematum libri quinque, opus absolutum et facundum et varium multivagaque eruditione refertissimum (Olyssiponae, 1539). Confusamente, sin un orden aparente se abordan cuestiones variadas desde la anatomía a la fisiología, patología, terapéutica o filosofía.22 El primero de los cinco libros, dividido en 7 secciones, contiene problemas relativos al hombre, la física, la pasión venérea, las edades y los tiempos, hábitos, temperaturas y cuestiones relacionadas con los atrabiliosos, los animales y las plantas. El segundo, en cinco secciones, presenta una secuencia de problemas que el propio António Luíz califica de miscelánea, pues no admite una clasificación regular, donde aborda cuestiones como los eclipses, los encantamientos, la tierra, la luna o el oro; la sección segunda se ocupa de los órganos de los sentidos, el sueño y el insomnio; la tercera, de las costumbres; la cuarta, sobre usos adoptados entre los romanos, y la quinta versa sobre leyes. Las dos secciones del libro tercero se ocupan, respectivamente, de asuntos relacionados con la philosophia supernaturalis y de cuestiones teológicas. 20

António Luíz aparece en la lista de fuentes citadas por Andrés Laguna en su comentario a Dioscórides. Y Francisco Pérez Cascales lo incluye entre las fuentes cuando se refiere a la fascinatio. 21 Médico medieval (ca. 1250-1316) docente en la Universidad de Padua, conocido como el Conciliator por el título de su obra más famosa Conciliator differentiarum, quæ inter philosophos et medicos versantur, en la que intenta armonizar la medicina árabe y la filosofía griega. Sigue António Luíz el ejemplo de Symphorien Champier al destacar los errores que comete el comentarista medieval al interpretar los Problemmata de Aristóteles. Se trata del librito De erroribus Petri Apponensis in Problemmatis Aristotelis exponendis, que forma parte de su obra de re medica de 1540. 22 Esta obra ha sido objeto de estudio parcial en una tesis doctoral de la Universidad de Coimbra en 1995, la de M. Chaves de Andrade, As trés primeiras secoes do Primeiro Livro dos Problemas de António Luís, dirigida por Americo Costa Ramalho. 2015

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El libro cuarto, sin división en secciones, es el primero dedicado exclusivamente a cuestiones médicas (cocción de humores y su eliminación, situación de los distintos órganos), a las que responde desde sus principios galénicos. El libro quinto retoma el carácter misceláneo que preside la obra y en sus tres secciones aborda distintos aspectos sobre las artes liberales o, como el mismo autor dice, las ingenuae disciplinae; así dedica una sección a la astronomía, otra a la aritmética y la música, y la tercera contiene cuestiones relacionadas con las artes lógicas o racionales. El contenido de esta obra se desgrana ya en el colofón: Liber primvs cuius sunt sectiones sex. Sectio prima libri primi continet nonulla quae hominem concernunt, habet Problemata Septem. Sectio secunda eorum quae ad physicem pertienet contitnet problemata 17. Sectio tertia libri primi continet Problemata de mero, temulentia, Venere et alia 33. Sectio quarta Problematum naturalium de aetatibus, temporibus, consuetudinibus et temperaturis quaestiones, continet Problemata autem 22. Sequuntur problemata de atrabiliosis 14. Sectio quinta Problematum naturalium de animalibus Problemata continet 22. Sectio sexta Problematum naturalium in qua de plantis, herbis, fructibus quaestiones afferuntur, continet Problemata 25. Liber Secuvndvs cuius sunt quinque secciones: Sectio prima miscellanea multa et varia Problemata continet. Sectio secunda de iis quae ad sensuum organa attinent, et nonnulla de somno, de insomniis, de singultu, memoria et de sudore, et alia id genus, continet problemata 24. Sectio tertia libri secundi Problematum continet Problemata que ad mores attienent 14. Sequuntur problemata amatoria. Sectio quarta libri secundi in qua redduntur causae aliquarum consuetudinum quibus Romae erat usus. Sectio quinta libri secundi in qua nonnulla de legibus. Liber Tertivs cuius sunt sectiones duae: Sectio prima continet ea quae ad supernaturalem philosophiam concernunt. Sectio secunda libri tertii in qua insunt quae ad diviniore sermones spectant, Problemata autem 14. Liber Qvartvs Problemata continet quae ad res medicas faciunt. Liber Qvintvs cuius sunt sectiones tres ea continent quae ad ingenuas disciplinas pertinent: Sectio prima de iis quae ad astronomiam. Sectio secunda de iis quae ad arithmeticem et musicem attinent. Sectio tertia libri quinti ea continet quae ad artes logicas (quas vocant) hoc est rationales spectant.

Estos problemas que desarrolla António Luíz derivan de los planteados por autores griegos como Galeno, Plutarco, Proclo, Platón, Aristóteles y Dionisio, aunque son más las fuentes que el autor declara: Auctores quos in hoc concinnando opere secutus sum graeci fuere, atque ii imprimis Galenus, Proclus, Plutarchus, Plato, Aristoteles, Alcinous, Alexander, divus Dionysius et alii innumeri quod ideo dixerim, ne quis nos propriam gloriam negociari arbitretur [Ad lectorem praefatio].

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António Luíz, aproximación a un médico humanista

En principio el autor plantea el libro como el fruto de sus lecturas en el pasado de los más selectos autores griegos y en esas lecturas iba tomando nota de los comentarios más exquisitos y poniéndolos a modo de problemas. Dice haber reunido los mayores arcanos de la ciencia en un formato realmente reducido (brevibus pagellis quam plurima et poenitissima arcana complectitur). Este libro se presenta como una obra unitaria que además de un prólogo (praefatio huius operis) contiene una dedicatoria al rey Joâo III. Entre dedicatoria y prefacio aparece un epigrama del autor sobre sus libros y después del prefacio otro del autor a los detractores. Ese prefacio concluye con la declaración de que pronto sacará a la luz el libro De las propiedades ocultas. En efecto, en Lisboa y en marzo del mismo año 1540 aparece el De occultis proprietatibus libri quinque, opus praeclarissimum, cuyo colofón apunta: Impressum est hoc opus de occultis proprietatibus et liber de pudore, Antonii Lodovici medici Olyssipponensis mense martio anno domini 1540 Olyssippone. La obra contiene también un De empericis et miscellaneis quibusdam liber unus y la que parece la reimpresión del De pudore liber unus. El De occultis prorpietatibus es la obra que el autor más aprecia: inter tot nostri ingenii partus (quid enim obstat, quo minus libros quos ipsi edidimus, liberos nostros appellemus?) hanc ergo inter alias foeturam ardentius diligere soleo [Ad lectorem praefatio]. Parte de la explicación de lo que él entiende por propiedades de las cosas, para luego explicar las propiedades ocultas del magnetismo, tomando en cuenta las opiniones de los filósofos; a continuación aborda lo que llama virtus attractiva del trigo, de los alexifármacos, los purgantes y los humores del cuerpo.23 En la tercera parte habla de serpientes, víboras, áspid y perro rabioso, y sobre las capacidades de ciertas personas para resistir la acción de los venenos. Finalmente expone las virtudes de hierbas y plantas. El breve quinto libro constituye un epílogo de la obra (est veluti epilogus et confirmatio totius operis, f. 52v). La obra va precedida de una Praefatio ad lectorem y los tres primeros libros tienen su Prohoemium, si bien el del libro primero aparece como prefacio a la obra. António Luíz deriva de los escritores antiguos y de lo que confirma la experiencia propia: de hoc opere non oportet plura verba praefari … hoc tantum dixisse liceat, quod in his libris concinnandis multum adeo ad nobis laboratum est, multum operae collocatum, multi utriusque linguae auctores evolvendi fuerunt, plurima doctorum virorum obscurius dicta enodavimus, plurima rursus ab his preclare inventa in hasce commentationes mutuati sumus, plurima nos ipsi invenimus et multa acute, facunde, graviter (ni fallor) disseruimus et tandem omnia in ordinem et elegantem dispositionem redegimus [Ad lectorem praefatio]. 23 Asegura Maximiano Lemos que en esta segunda parte hay un pasaje que parece anticipar una intuición de Newton sobre la atracción del universo, lo que le lleva a considerar a Luíz un precursor de Newton.

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Esta derivación de los autores antiguos y la confirmación de su propia experiencia es lo que lleva a Lynn Thorndike a emitir un juicio relativamente negativo de esta composición: “In general Luíz’s work is one of little originality and includes such stock myths”.24 En la parte miscelánea, que tiene prefacio propio, se propone hablar de diversos temas que, aunque la razón no puede explicarlo, la experiencia demuestra cómo se producen: Quoniam multa experientia ostendit, casu quae sunt facienda significans, quae nunquam longo tempore invenisset ratio, qualia ferme sunt quae de proprietatibus quarundam … populus credit, ideo hic in hoc paruulo syntagmate emperica quaedam quae nulla ratione fulciuntur, sed vulgum tantum habent auctorem, apponere constitui ut … non lateret, atque illud … admonendum imprimis duco, me hic scripturum plaeraque quae nec probo nec damno, quonian nec illorum ullum periculum feci, et pauca ex eis auctores habent, qui talia asserant, nam haec medici nisi extremo periculo admoniti, aegris libenter talia adhibent remedia, sed quando quae ex qualitate manifesta operantur iuvantia non sentiunt, ad ea presidia quae tota substantia munus suum obeunt, tanquam ad Salaminiam trirremim confugiunt, et machinam in alium tollunt, ut est proverbio, quod ideo dixisse volui, ne quis omnibus quae dicentur, suam omnino astringat fidem meo periculo, sed potius in dubiis … auctores appellentur. Ideo autem hanc operae levioris curam desumpsi, quoniam sunt quidam ita nati ut certiora ea credant, quae vetularum fabulis decantantur, quam quae sunt philosophantium disputationibus probata [Prohoemium, f. 54v].

En cierto modo aparece como el correlato práctico de la exposición teórica de los cinco anteriores libros. El autor es consciente de la posición marginal de estos saberes entre los médicos, de que no están expuestos en las autoridades, y para remediar esta situación y evitar los peligros que conlleva hacer caso de inexpertos que siguen más las consejas de vieja que la opinión de las autoridades compone este tratado en el que desmiente en buena medida las propiedades atribuidas a ciertos simples.25 24

Cf. Lynn Thorndike, cap. XXV: “Elements and occult virtues”, en A History of Magic and Experimental Science. Vol. 5: The Sixteenth Century, Nueva York, Columbia University Press, 1941 p. 551. 25 Trata de cuestiones como: de cornu monocerotis, de helectro, de ungue aquilae (f. 55r); de vino, de aqua vitis (f. 55v); de sulphure; de lacte et carnibus, de lacte scrophae, de venenis deprehendendis, de vitro (f. 56r); de venere, de ficubus; de ovis; ut vinum ab infantia odio habeatur (f. 56v); varia quaedam et miranda ex Aristotele, Daemonas constare ex elementis, de quarundam herbarum virtutibus (f. 57r); de quibusdam sanitati redditis, cerebro et corde vulneratis, qui levius ferant vim morbi, de speculis cavis (f. 57v); de carnibus agninis, de multis in quibusdam attrahendi facultas mirabilis esse demonstratur, de destillatione aquae ardentis (f. 58r); de oculis, de oleo ex avellana Indica (f. 58v); de vestibus quae arserunt, de camelis, de victu et et continentia et valetudine Galeni, de morsis a cane rabido (f. 59r). 2018

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Finalmente aparece en el impreso el De pudore, cuyo prólogo está dedicado a Joâo de Barros26 y que presenta como un libro escrito a instancias del corresponsal donde reúne ejemplos tomados de la Antigüedad. Y un mes después, en abril del mismo año27 y de nuevo dedicado a Joâo de Barros, aparece una colección de obras de tema médico en cuya portada se lee: De re medica opera quae hic sequuntur. Erotematum sive commentariorum in libros de crisibus Galeni libri tres.28 Erotematum numeri ternarii libri sex in quibus tota fere ars medica continetur.29 Erotemata de difficile spiratione.30 Erotematum de usu respirationis liber alius.31 De corde liber unus absolutissimus in quo tum Aristotelis quam plurimi errores explicantur, tum vero plurimae 26 (1496-1570) Es el primer gran historiador portugués y a menudo es llamado “el Tito Livio portugués”. Fue educado en la corte del rey Manuel I como mozo de guardarropa del futuro Joâo III, en cuya corte desempeñó distintos puestos de responsabilidad. Desde fecha temprana se dedica a la historia, especialmente al relato de los viajes portugueses por oriente, concebido como décadas –cada libro se dedica a narrar los acontecimientos de diez años–. Antes de que esta crónica estuviera acabada Barros publicó una Gramática de la lengua portuguesa (1540) y diversos Diálogos morales, entre ellos el Diálogo da Viciosa Vergonha. En la línea de inspiración plutarquista y erasmiana compone obras como Espelho de casados. 27 Impressa fuerunt haec opera Antonii Lodovici medici Olyssipponensis, in quibus maxima et optima pars medicinae totius et omnino doctrina exquisitissima et remotior ex Galeni librorum inmenso thessauro undique congesta continetur, apud Lodovicum Rotorigiun typographum, anno Domini MDXL, mensis aprilis, die decimaquinta in semper augusta urbe Olyssippone. 28 En la portadilla de este libro se lee: Erotematum libri tres in libros de crisi Galeni, in quibus quecunque ab illo, tum in praedicto opere, tum vero aliis in locis scripta sunt, ad eandem materiam pertinentia, exactissime et compendiose continentur, opus et facundum et medicinae candidatis utilissimum. 29 Siguiendo las declaraciones de António Luíz: Liber primus erotematum numeri ternarii Antonii Lodovici medici Olyssipponensis in quibus maxima et optima pars medicinae totius, et anatomes et librorum de usu partium et multa philosophica continentur (f. 23r); liber secundus ponit erotemata de genitura, de conceptibus, de humoribus, spiritibus, facultatibus et membris (f. 27v); liber tertius erotemata continet de simplicibus et partibus maxime communibus totius corporis (f. 30v); liber quartus in quo sunt erotemata de partibus communibus omnium animalium, et de oculis et quaedam alia (f. 33r); liber quintus erotematum in quo per singulas corporis partes proceditur (f. 38r); erotematum numerii ternarii liber sextus in quo quamplurima quae ad moralia, et physica et liberales artes concernunt, continentur (f. 39v). 30 Dedicado a un no identificado Ieronymo medico aparece este Erotemata Antonii Lodovici medici in quibus comprehenditur quidquid de difficili spirationis dixit Galenus (f. 45v). 31 De usu spirationis erotemata Antonii Lodovici in quibus a qua virtute prodeat respiratio et cuius muneris sit gratia secundum Galeni sententiam sufficienter exponitur (f. 52r), dedicado a un médico llamado Diogo, que se ha identificado con Diogo de Aljaro. Al menos esta es la identificación que hace Maximiliano de Lemos, História da Medicina em Portugal..., cit. en n. 1, p. 247, y es la única que conocemos. Dice António Luíz en el prefacio: memini me nuper tibi pollicitum esse ut librum quem de spirationis usu ex Galeni sententia composui tuo inscriberem nomine (f. 51v).

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quaestiones enodantur.32 Galeni liber de ptisana.33 Galeni de eo quod sit animal, id quod utero continetur. De eo quod Galenus animam immortalem esse dubitauerit, liber unus.34 Item alia quaedam legat lector candidus et nec sermonis ornatum nec doctrinam exquisitam quod rarum est in homine nec in Latio nec in Hellade nato desiderabit, Olyssiponae 1540.

Como se desprende del título, son variados los temas y autores tratados, y esa variedad se percibe también en algunas obras que, si bien se incluyen en esta obra, no se mencionan en esta portada más allá de ese alia quaedam, como por ejemplo la traducción del tratado galénico De praenoscendo ad Epigenem, cuya portadilla reza Galeni de praenoscendo doctissimus libellus ante nunquam excussus Antonio Lodovico medico Olyssipponense interprete35 (ff. 93v-108v) o el tratado Annotationes aliquot Antonii Lodovici in nonnullos aphorismos Hippocratis (ff. 87r-89v), la Expositio Antonii Lodovici medici Olyssipponensis in diffinitionem quam de humoribus Avicenna consignat (ff. 89v 93v) y Antonii Lodovici medici Olyssipponensis Liber de erroribus Petri Apponensis in problematibus Aristotelis exponendis (ff. 109r-115v), que tiene forma de epístola. Un dato llamativo sobre esta producción libresca, especialmente por lo que se refiere a la de tema médico, es que la obra de António Luíz se publica con bastante antelación respecto de las fechas documentadas de su dedicación a la docencia universitaria, dato que contrasta con la finalidad didáctica que planea sobre su producción. Se percibe tal finalidad de modo singular en alguno de los prefacios de sus libros, sustancialmente el que, dedicado a un no identificado médico Jerónimo,36 precede al tercer libro que contiene el De re medica, el que versa sobre la difficilis spiratio (f. 44v): 32

Sorprendentemente en el interior de la obra es menos preciso en la identificación e intención del Liber de corde Antonii Lodovici medici Olyssipponensis (f. 54v) No tiene forma de pregunta-respuesta como los anteriores. 33 En el interior declara que la traducción es suya: Galeni liber de ptissana Antonio Lodovico interprete (f. 76r) [cf. VI 816-831 K]. Además de esta traducción son obra suya las posteriores versiones de los tratados galénicos An animal sit quod est in utero (ff. 81v-86v) [cf. XIX 158-181 K] y De praenoscendo ad Epigenem (ff. 93v-108v) [cf. De praenotione ad Posthumum XIV 599-673 K]. 34 Antonii Lodovici medici Olyssipponensis liber de eo quod Galenus animam mortalem esse comprobare visus est (ff. 79r-81r). 35 Tanto este texto como las dos traducciones galénicas que sí figuran en el título del volumen, aunque sólo sea en el interior donde António Luíz hace constar que la traducción es suya, han sido recogidas en el catálogo de Richard J. Durling, “A chronological census of Renaissance editions and translations of Galen”, Journal of the Warburg and Courtauld Institutes, 24 (1961), 230-305. 36 Por las alusiones a los trabajos de Crysoloras con el arte gramática, quizá pudiera tratarse del humanista Jerónimo Cardoso, si bien no tenemos noticias de la condición de médico de este humanista que se nos presenta como el primer lexicógrafo de la lengua 2020

António Luíz, aproximación a un médico humanista

Edidi opus de difficili spiratione, doctrinam Galeni sequutus, quem virum colui, amavi et admiratus sum semper, ubi (ni fallor) brevibus et quam lucidissime quaecumque ille de hac re diffusissime (qui suus est mos) in pluribus locis suorum librorum tradidit, sum complexus, quanvis novo et inusitato modo tradendi scilicet res medicas per erotemata, hoc est interrogationes, quem tamen ego maxime sequutus suus, quam aptior docendo esse videbatur et ut memoriae facilius doctrina ab addiscentibus commendetur, quod si qua alia in arte, in appolinea hac nostra facultate fieri operaepretium est. Chrysoloras unus apud Graecos institutiones grammaticas hac via composuit, rogando scilicet et mox respondendo, nec mihi displicet haec forma scribendi, quod sic intellectum volo, si tibi etiam applacuerit, cuius ego iudicium exquisitissimum tanti facio, ut te unum ex multis deligerem cui hanc ingenii nostri foeturam nuncuparem. Tu namque in operibus artis consuevisti et ad mirificam eorum quae rei medicae incumbunt, cognitionem, experientia et theorematum exercitationem per omnem vitam adiunxisti, quam rem ita foeliciter tractasti, ut nullus hac nostra aetate reperiatur, qui dignius hoc in albo posit reponi.

En este prefacio se aplica a la línea expositiva per erotemata, método que aparece en los títulos de varios de los tratados del De re medica, fuertemente vinculado a la tradición didáctica de la propia medicina pero también de otras disciplinas. Esta difusión del saber por medio de preguntas y respuestas también está implícita en las obras llamadas “de problemas”, de las que también es autor nuestro médico. El único texto de nuestro autor que escapa de esta norma es el libro más reflexivo: De occultis proprietatibus, en el que presta la máxima atención a la propia experiencia. La experientia como fuente de saber, en cierta medida superior a la reflexión, ya aparece en ese primer tratado de 1537, el De pudore, donde apunta que los exempla, es decir, frutos de experiencia que tienen aplicación posterior, resultan más útiles que las reflexiones de filósofos: Moralis facultas qualiter vivendum est docet, et qualiter nos gerere cum hominibus oporteat … Nec enim bene vivere quenquem aut recte agere ad seipsum multum est, sed ad alium, cum nullus sibi ipsi mentiatur, nullus vel pudorem vel contrarium solus agitans ex seipso concipiat. Est itaque haec pertractatio iuvenibus bonae indolis, sed tamen labilis et facili pede ad libidinem et vitia fluitantis, utillima. Cum hic exemplis gravissimorum hominum agetur, quae hic frequentia afferemus, quaeque maximam (aut ego nihil sentio) ad movendos et incitandos animos vim habent longeque maiorem quam pigra ulla ac signia philosophorum praecepta, quae ipsi per ocium non qualiter unquam fiat, sed qualiter ipsi frigide ac algiose somniarunt, in scholis in angulis exhedrarum ad duos aut ad summum tres omnium ignaros adolescentes commentantur. Cum hic (inquam) doceantur et pudorem servare qui custos est optimus et pedagogus praeclarus iuventutis et non mentiri nec fallere nec portuguesa; dirigió una escuela de latín en Lisboa para la que compuso diversas obras de naturaleza pedagógica, incluidos los diccionarios. 2021

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seducere discant, quod, ubi fecerint, nullum periculum est, quin et ipsi in optimos ac incorruptos viros evadant, ac cum aliis absque dolo malo, sed simplices et innoxii ac boni viri merito appellandi conversentur. Et meo sane iudicio illi felici calle incesserunt qui vitia et virtutes aliorum in historia, tanquam in speculo contemplantes, et minori periculo cavere vitia et efficacissimo exemplo ad illorum res egregie gestas emulandas animari et mox ad illorum exemplar normamque, quos admirantur, vitam dirigere potuerunt [Antonius Lodovicus Ioanni de Barros s., f. 59v].

En la obra de este médico renacentista se combinan algunas de las cuestiones básicas del momento: atención a los clásicos y a otro tipo de textos, entre ellos y de forma notable la Biblia (y significativamente el Antiguo Testamento) y atención a los temas morales, experiencia personal y defensa de las autoridades, pedagogía y erudición. Si además en el caso de António Luíz incorporamos los datos de su condición de judío converso con estudios en Teología, que suma al conocimiento del latín y del griego el de la lengua hebrea, nos encontramos un ejemplo interesante y poco conocido de humanista.

3. Conclusiones Amigo de Jerónimo Cardoso,37 como él cristiano nuevo, Diogo Pires, Joâo de Barros y Diogo de Aljaro –posiblemente el Didacus al que dedica el De usu spirationis– António Luíz por su erudición y su trabajo con los autores antiguos –quizá más que como médico reputado– merece una posición en la historia del humanismo. Su capacidad de impartir la docencia en griego, su dominio de los textos en esa lengua, su traducción de textos galénicos, o platónicos, los comentarios de Hipócrates y Aristóteles hacen de él una figura cercana al humanismo helenizante que preconizan médicos como Leoniceno en Italia. Además su preocupación por ciertas cuestiones morales ya tratadas por Erasmo y otros humanistas portugueses le acercarían a algunos de los presupuestos del humanismo cristiano. Bien es cierto que él es cristiano nuevo con problemas con la Inquisición por judaizante. Culto, políglota, interesado por cuestiones lingüísticas y morales, médicas y filosóficas, con conocimiento de las autoridades y cierta libertad de pensamiento, que combina experientia y atención a las autoridades, erudición y pedagogía, capaz de interesarse por los grandes textos de la medicina como por cuestiones menores, casi al margen de la ortodoxia médica, como el de las propiedades ocultas, son algunos de los trazos con los que podemos definir a este interesante personaje al que quizá tampoco le sea ajeno el calificativo de humanista. 37

Cf. Jerónimo Cardoso, Obra literária. Tomo 1: Prosa latina, Coimbra, Univesidad, 2009. En dos cartas de este humanista portugués aparece la figura de António Luíz: en la primera, por indicación del también médico Luis Pires, Cardoso ofrece a Luíz su amistad (ep. 25); en la segunda, se contiene la respuesta de Luíz, quien acepta el ofrecimiento de Cardoso y alude a las dotes oratorias de éste (ep. 26). 2022

EMBLEMÁTICA

Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 2025-2041

Los Collectanea hyeroglyphicorum en las ediciones facticias de los Hieroglyphica de Pierio Valeriano Francisco Talavera Esteso Universidad de Málaga

Resumen: Los Collectanea hieroglyphicorum constituyen un apéndice importante (248 fols.) integrado en numerosas ediciones de los Hieroglyphica de Pierio Valeriano aparecidas en los siglos XVII y XVIII. Se trata aquí de poner de manifiesto algunos rasgos generales que caracterizan a esta obra: forma parte del conjunto de escritos dedicados al simbolismo que siguieron a los Hieroglyphica de Pierio Valeriano. Frente a la obra de éste que relaciona los seres naturales cuyo valor simbólico analiza, propone en sus seis libros un repertorio de conceptos abstractos simbolizados por los seres de la naturaleza. Y destaca en sus explicaciones simbólicas el interés de su autor por los comentarios contemporáneos sobre Emblemática, comentarios que extracta y copia ampliamente, en particular el de J. Camerarius. Palabras clave: Simbolismo. Jeroglíficos. Emblemática. Pierius Valerianus. Joachim Camerarius. Abstract: The Collectanea hieroglyphicorum represent an important appendix (248 folios) which has been joined by numerous editions of Pierio Valeriano’s Hieroglyphica during the 17th and 18th centuries. Here we try to clearly show some general and specific features of this work, that is part of the whole writings devoted to symbolism after Pierio Valeriano’s Hieroglyphica. Opposite this author, which gives an account of natural beings analysing their symbolic meanings, the Collectanea hieroglyphicorum, through its six books, propose a repertory of abstract concepts symbolized by beings of nature. The author, across his symbolic explanations, shows his great interest for the contemporary commentaries on Emblematics, largely abstracting and copying from them, specially from Joachim Camerarius. Keywords: Symbolism. Hieroglyphs. Emblematics. Pierius Valerianus. Joachim Camerarius. * Este trabajo se ha beneficiado de valiosas sugerencias ofrecidas por B. Antón, y forma parte del Proyecto de Investigación FFI2012-34145.

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1. La tradición editorial de los Hieroglyphica (Hier) de Pierio Valeriano (PV)1 pone de manifiesto que esta obra tuvo muy pronto notable éxito entre los lectores cultos de los siglos XVI y XVII. Poco después de que la imprenta de Isingrinus la diera a la luz en Basilea (1556) aparecieron sucesivas ediciones,2 en las que se fueron sumando adiciones varias que ampliaron considerablemente el no pequeño volumen redactado por el humanista italiano. Estas ampliaciones unas veces iban encaminadas a dar noticias sobre la personalidad del autor (breve biografía redactada por Antonius Verderius); otras recogieron obras menos conocidas de PV;3 y otras veces añadieron obras de contenidos afines a la enciclopedia primigenia de PV.4 No se puede dejar de mencionar entre éstas a los famosos Hieroglyphica de Horapolo, que en buena medida son el punto de arranque de la obra del humanista de Belluno.5 En este grupo de ampliaciones nos encontramos con los Hieroglyphicorum Collectanea (Coll), una obra singular por varias razones: por su título, por su amplitud, por su contenido y también por su imprecisable autoría. En las 1

Giovan Pietro dalle Fosse Bolzanio, más conocido como Pierio Valeriano (Belluno 1477 – Padua 1558), es un humanista formado en Venecia y Padua entre 1493 y 1510. A partir de este año se instala en Roma y vive intensamente los círculos curiales bajo la protección de los papas León X y Clemente VII, quienes le encargan la formación de sus sobrinos Hipólito y Alejandro de Medici. Desde esta posición tuvo acceso a los grandes centros documentales de Roma y de Florencia, y entró en relación con los grandes humanistas del momento. Notable polígrafo y poeta que debe su fama especialmente a los Hieroglyphica, obra a la que dedicó grandes esfuerzos a lo largo de su vida, desde sus años juveniles en Venecia hasta que fue publicada en 1556. Para más información sobre el autor y la obra, vid. F. J. Talavera Esteso, Jeroglíficos Prólogo general y libros I-V. Introducción, edición crítica, traducción anotada e índices […] Prólogo de Sagrario López Poza, Inst. de Estudios Humanísticos CSIC, Alcañiz– Madrid, 2013: XVII-CLXXXV. 2 En esta misma ciudad aparecen las ediciones de Thomas Guarinus de 1567 y 1575. En Lyon se hacen varias tiradas: la edita Bartholomaeus Honoratus en 1579 y 1586; Thomas Soubron en 1594-1595; Paulus Frellon y Morillon 1602; Paulus Frellon en 1610 y en 1626. Mientras tanto esta obra también se publica en otras ciudades: Venecia en 1604 por iniciativa de Antonius et Iacobus de Franciscis; Frankfurt – Colonia 1613-1614; en Colonia la editan de nuevo los hermanos Hierat en 1631, y en 1685 Johannes Wilhelmus Friessem; en Frankfurt Christian Kirchner en 1678. 3 Se pueden citar entre otras obras: Poemata, Pro barbis sacerdotum, De studiorum conditione sermo; Epigrammatum lib. I; Odarum alter; Carpionis fabula; Leucippi fabula; Protesilaus Laodamia; Vitae suae calamitas. 4 La más temprana de ellas, la reedición de 1567, supuso la ampliación, debida a Celio Agostino Curione, en dos nuevos libros que sistemáticamente persistirán en las sucesivas ediciones, aunque siempre diferenciados de los auténticos de PV. 5 Sobre este aspecto se pueden leer unas notas en “El Horapolo en los Hieroglyphica de Pierio Valeriano: su huella en el Prólogo general y libros I-III”, en Maestre Maestre, José Mª – Pascual Barea, J. – Charlo Brea, L. (ed.), Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico. Homenaje al Prof. A. Prieto, IV.4, 2085-2124. Asimismo debe mencionarse el curioso Dodecácrounos de Caseneuve, estudiados por S. López Poza. 2026

Los Collectanea hyeroglyphicorvm en las ediciones facticias de los Hieroglyphica de Pierio Valeriano

páginas siguientes me propongo hacer una aproximación a esta obra, cuya presencia en estos volúmenes facticios no ha merecido la atención de los estudiosos, cada vez más interesados en la gran enciclopedia de PV. En esas ediciones facticias los Coll aparecen por primera vez en la tirada lionesa de Paulus Frellon de 1610, y seguirán figurando en ediciones sucesivas. Esta iniciativa editorial se mantuvo en la tradición lionesa6 y fue acogida por las ediciones alemanas en las que participó el editor Antonius Hierat.7 Pero en la edición de C. Kirchner (Frankfurt 1678) se inicia un cambio de orientación: el abigarramiento de contenidos que se había producido a lo largo de un siglo en las ediciones de los Hier comienza a reducirse, y parece imponerse, entre la gran diversidad de obras acompañantes, el criterio de acoger únicamente las obras latinas del propio PV hasta entonces conocidas.8 2. Los Coll forman un apartado amplio de 248 folios, dividido en seis libros, que recogen por orden alfabético una relación de conceptos simbolizados por los distintos seres de la naturaleza. El propósito de su redacción quizá fue complementar la obra del humanista belunés, pero en su elaboración entran elementos no muy posteriores al humanista relacionados con el campo del simbolismo y de la emblemática. Sobre este importante aspecto incidiré después. Ahora bien, su título coincidente con el de la obra de PV y su considerable amplitud provocaron que los Coll adquirieran relevancia en las portadas de estas ediciones facticias, siendo mencionados en ellas a continuación de la obra principal. Pero este hecho obedece sólo a intenciones propagandísticas de los editores, pues en el cuerpo del volumen su texto queda desplazado a posiciones menos destacadas sin duda por razones prácticas en el proceso de impresión. No obstante, aquella posición destacada en la portada es la causa de que anónimos catalogadores modernos de esas ediciones acumulativas posteriores a 1610 atribuyan en alguna ocasión a PV los Hieroglyphicorum Collectanea. Se justifica bien la errónea atribución porque

6 Este mismo impresor saca una nueva edición en 1626 formando un amplio volumen integrado por las obras conocidas y el mencionado Dodecácrounos de Caseneuve. La amplitud del volumen y la diversidad de sus contenidos ha podido influir en que algún catalogador haya considerado independientes los Coll (vid. F. Talavera, Jeroglíficos, pp. CXXXV-CXXXVII). 7 Vid. otros datos de esta compleja cuestión en F. Talavera, Jeroglíficos, pp. CXXXVIICXL. 8 Pero esta cuestión editorial merece ser replanteada con nuevos datos sobre los ya recogidos en Talavera, “Los Hieroglyphica de Pierio Valeriano en las bibliotecas de Andalucía”, en Homenaje al profesor Cristóbal Cuevas García, Málaga, 2005, pp. 709-725; y en F. Talavera, Jeroglíficos, pp. CXXI-CXLI.

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en la portada de estas ediciones se relacionan las diversas obras contenidas en el volumen, uniendo las que abordan temas afines a los Hier de PV.9 Obviamente no se debe tomar ese dato circunstancial y puramente externo como argumento para adjudicar la autoría de esta colección. Hay varios datos que evidencian el distanciamiento de PV (muerto en 1558) y la edición facticia (1610) en que los Coll se editan por primera vez. Por otra parte, los Coll en sus Prolegomena mencionan en más de una ocasión a PV como autor que forma parte de una lista de escritores que se han ocupado del tema general de la casi olvidada filosofía y de los saberes de los egipcios, reconociendo que PV es casi contemporáneo y pertenece casi a su mismo tiempo.10 Alude igualmente a su labor de desvelamiento de los significados de las figuras de plantas y flores como reliquias de aquel saber.11 En esa transmisión reconoce que es básico el conjunto de ejemplos reunidos por PV en los Hier sobre los valores simbólicos encerrados en las diferentes imágenes.12 Estos datos –sobre los que habrá que volver– son suficientes para confirmar que los Coll se deben a una mano posterior a PV y también a la de quienes intervinieron directamente en las labores de la impresión de 1556. En este mismo campo de las discrepancias entre las dos obras se observa que los Coll en varios lugares citan directamente los Emblemata de Alciato.13 Y esto es práctica no registrada en los Hier, por lo que es otro indicio más de la independencia de los Coll con respecto a la obra de PV. 9 En la portada de la edición de Paulus Frellon (Lyon 1610) se lee esta anotación quizá intencionadamente imprecisa: Nunc primum vero his sexaginta libris auctarii loco subiuncta sunt Hieroglyphicorum Collectanea, ex veteribus & neotericis auctoribus descripta, atque in sex libros digesta (según el ejemplar restaurado BNM: 7/13111). En términos parecidos se expresará la antedicha portada de Frankfurt. 10 Quamque [sc. Aegyptiorum philosophiam] nostra aetate pene intermortuam magno labore, laudabili industria, immo vero admirabili peneque divino ingenio excitavit suisque perfecit numeris Joannes Pierius Valerianus, magnis illis JIeroglufikw'n commentariis (Prolegomena ad lectorem, p. 4). Este pasaje sigue casi literalmente el texto que después tomará de la introducción que C. Minoes puso a su Comentario a los Emblemata de Alciato (Syntagma de symbolis, p. 32). Se puede contrastar así la relación existente entre ellos que más adelante se comentará. 11 Sic enim ex figuris plantarum, florum, animalium, astrorum, rerumque aliarum pleraque involvebant, ut minime putem commodius sapientiae veterum quasdam reliquias ad nostra usque tempora transmitti potuisse (ibid.). 12 Id vero si quis velit aliquo exemplorum specimine sibi demonstrari, statim colliget pro fertilitatis symbolo papaver usurpatum, cupressum pro morte; olivam esse hieroglyphicum seu symbolum pacis, lauram (sic) et hederam ingenii semper virentis […] et caetera alia longe multa quae immenso labore parique doctrina idem Pierius est assequutus (ibid.). Igualmente se podrá comprobar más adelante que este pasaje de Coll es idéntico al de Minoes. 13 Cf. Coll I, p. 28 C de la edic. de Frankfurt.

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En el mismo sentido hay que recordar otro testimonio externo dedicado a la posible identificación del anónimo autor de los Coll. Se trata de la anotación que reflejaron los inquisidores en un ejemplar de los Hier de 1614.14 Adquiere cierta entidad para nuestro propósito esa nota manuscrita que advierte en la misma portada: apparet huius operis fuisse nouatorem auctorem et damnatum. Lege caute cum expurgatione [...]. En otro ejemplar una indicación paralela precisa la obra afectada por el expurgo: apparet auctorem horum Collectaneorum esse nouatorem […].15 Esta noticia declara que al autor de los Coll se le relacionaba con los movimientos reformistas luteranos. Fácil es orientar la identificación de este auctor nouator hacia el redactor de los libros 59 y 60 que aparecen en la edición de los Hier de 1567, o bien hacia algún personaje afín por sus ideas o incluso por lazos familiares. Pero el dato del inquisidor y la orientación derivada de él habría que tomarlos con reservas: la sospecha de luteranismo ciertamente recaería sobre Celio Agostino Curione,16 que muere en octubre de 1567, poco después de editarse los citados libros 59 y 60. Y más todavía era sospechoso de proluterano el padre de éste, Celio Secondo Curione (1503-1569), quien era considerado por esos años guía y protector de luteranos en Basilea. Las fechas de la muerte del hijo y del padre disuaden de asignarles la autoría de los Coll.17 Veremos hechos que inducen a ello. El conjunto de estos datos invita a pensar que los Coll están obviamente relacionados con los Hier y con su tradición editorial en Basilea en la década de los años sesenta del siglo XVI. Desde su aparición, la enciclopedia de PV 14

Cf. el ejemplar A-20-33 de la Biblioteca Universitaria de Granada (BUG). Las palabras de los inquisidores están tomadas ahora del ejemplar BNM 2/69073 de la edición de Paulus Frellon. 1626. Ambas notas ya están recogidas en F. Talavera, Jeroglíficos, p. CXXX, n. 308, y p. CXXXV, n. 328. 16 Roberto Ricciardi firma el artículo dedicado a este personaje en el Dizionario Biografico degli Italiani (DBI), 31 (1985), s.v. Curione. 17 La sospecha de luteranismo que recayó sobre varios miembros de esta familia, especialmente sobre Celio Secondo Curione, determinó su inestabilidad y la persecución inquisitorial sufrida por éste durante muchos años. Pasó por varias ciudades italianas (Pisa, Venecia, Ferrara, Milán); en todas ellas le acompañaba el título de praefectus studiorum y un “pessimo odore” a luteranismo. Esto lo destacaron con animosidad importantes personalidades de la ortodoxia, como el cardenal Farnese, quien se refería a él en estos términos: “[…] un pessimo spirito chiamato Celio da Turino” que “sotto professione di maestro di scuola […] pubblicamente e in più luoghi ha fatto professione di luteranesimo”. Este ambiente hostil lo obligó a emigrar a Suiza en 1542 primero residió en Lausanne hasta 1546 y después en Basilea, donde se instaló definitivamente. En esta ciudad ocupó hasta su muerte (1569) la Cátedra de retórica en la Universidad. En ella también fue lector su hijo Agostino poco antes de morir en 1567. La casa de Celio Secondo en Basilea fue durante estos años el centro de acogida de los italianos exiliados o perseguidos por sus ideas religiosas. En esta época, cuando los Curiones ya estaban sólidamente instalados, se preparó en esta ciudad la edición de los Hier, que vieron la luz en 1556. Más datos biográficos sobre estos personajes en el Dizionario Biografico degli Italiani, vol. 31 (1985) s.v. Curione. 15

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despertó admiración entre el público ilustrado europeo y, a juzgar por las iniciativas surgidas, hubo afán por continuar o completar la obra misma de PV, como se pone de manifiesto en el añadido de los citados libros (59 y 60) redactados por el proluterano Celio Agostino Curione para la segunda edición de 1567. Dentro del ambiente general, en el que faltan datos decisivos para determinar hechos y personas relacionadas con los Coll, es probable que hubiera otros intentos de llenar lagunas o facilitar el manejo de los Hier. Con los libros 59 y 60 se intentó añadir una exposición específica sobre mitología. Pero la admiración que los Hier suscitaban se debía especialmente al cúmulo enorme de información recogida,18 y por ello no sería descabellada la hipótesis de que aquellos admiradores tratarían de confeccionar un instrumento que facilitase el acceso a la masa ingente de noticias contenidas en aquel volumen, con el añadido de nuevas informaciones en una línea determinada. El resultado hipotético de ese proyecto habrían sido los seis libros de los Coll. Sin salir de este vidrioso terreno habría que suponer que la extensión de su texto19 exigiría mayor dedicación que el mencionado apéndice mitográfico. Sobre la inclusión de los Coll como instrumento paralelo, complementario y auxiliar en la indicada edición de Paulus Frellon (1610) hay otro dato que no se debe ignorar mientras no existan otras informaciones contrastadas. Como se sabe, en 1602 hubo una tirada de los Hier que no recogen los Coll, en la que también intervino P. Frellon. Entre este año y 1610 en que sale a la luz la famosa edición de Paulus Frellon se habría gestado la redacción de los Coll.20 Evidentemente no se puede aceptar como hecho definitivo que en los ocho años que median entre las dos ediciones lionesas impulsadas por P. Frellon se redactaron los Coll. No se puede olvidar que esta obra es sin duda heredera del impacto inicial producido por la publicación de los Hier en Basilea. En aquella época el horizonte de los círculos intelectuales en donde se asume la tarea de continuar la estela de la obra de PV no quedaría limitado al añadido del complemento mitológico, sino que estuvo abierto ciertamente a otras iniciativas y a otros campos como el de la emblemática. Un sumario apunte sobre este aspecto quizá resulte ahora más fructífero y esclarecedor que los datos externos antes señalados en orden a desvelar la confección y sentido de los Coll. 18

El autor de los Coll ya habla de ello en los Prolegomena (p. 4). En este pasaje, ya reproducido, se ponen bien de relieve, y subraya la idea Minoes en la introducción a su gran comentario (Syntagma de symbolis, p. 32; vid. la citada n. 23). 19 Ya se ha indicado que en la edición de Frankfurt (1678) ocupan 248 folios de texto más 8 de índices. 20 En el mes de marzo de 1602 sale una edición nueva de los Hier en la imprenta de Claudius Morillon a expensas de Paulus Frellon, y en 1610 igualmente en Lyon y bajo la responsabilidad única de P. Frellon se edita de nuevo la obra de PV acompañada de varias obras entre las que los Coll destacan por su amplitud e interés. 2030

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3. El autor de esta compleja obra se plantea incluso cuestiones teóricas sobre el simbolismo y sus posibles relaciones con los emblemas. En sus Prolegomena da muestras claras de su interés por los Emblemata de Alciato y por sus comentarios. Los cita expresamente y declara ver en la obra de Alciato rasgos comunes a los Hier.21 Pero en estas derivaciones se apoya claramente en reflexiones y comentarios que en su momento ya tendrían innegable autoridad. Como es sabido, por los años en que se preparan y aparecen la segunda y tercera edición de los Hier, 1565-1577, se escriben y publican los primeros comentarios importantes a los Emblemata de Alciato.22 Con el apoyo de alguna expresión, se podría suponer que la redacción de los Coll es coetánea de estos escritos, pues su auctor incognitus acepta que la actividad de PV pertenece a su mismo tiempo (nostra aetate),23 y habría tenido entre sus manos la edición ampliada del comentario de Minoes (1577), aunque los Coll revelan el uso de obras posteriores. Importa, no obstante, subrayar ahora la materialización de esos primeros contactos en las páginas introductorias de una y de otra obra. Son muy significativos en este aspecto los planteamientos teóricos de los Prolegomena que preceden a los Coll contrastados con algunos pasajes de los estudios introductorios que Minoes antepuso a sus comentarios en la edición de 1577. Las relaciones entre ellos son notorias, por cuanto las páginas del cuidado estudio de Minoes han sido extensamente utilizadas por el autor de los Coll. Ciertamente sus Prolegomena tienen escasos planteamientos personales al margen de los expuestos en la introducción de Minoes, de la que recoge amplios pasajes con las mismas o parecidas expresiones. Claudius Minoes propone en su introductorio Syntagma de symbolis un apartado “De symbolis Aegyptiacis”24 que al autor de los Coll le servirá de base para conformar las páginas de sus Prolegomena. Y ahí en su mismo comienzo apunta dos ideas que resumen gran parte de las exposiciones posteriores y, a la vez, las contradicen en parte. Por 21

Cf. Prolegomena, p. 7. En 1571 se publica en París la primera versión del célebre comentario de Claudius Minoes que nuevamente Plantino editará mucho más ampliado seis años después (Amberes, 1577). Entre estas dos tiradas se publicaron en Lyon los Commentarii de Francisco Sánchez de las Brozas, editados en 1573, aunque el propio editor G. Rovillius declara que recibió el texto varios años antes de su impresión (ad me abhinc annis aliquot ille miserat). Muy probablemente bajo la influencia de los trabajos del Brocense se redactaron en Málaga los Scholia de Juan de Valencia, que quedaron inéditos e incompletos. Su texto ha sido editado modernamente (Juan de Valencia y sus ‘Scholia in A. Alciati Emblemata’. Introducción, edición crítica, trad. española, notas e índices por F. J. Talavera, Málaga, 2001). 23 Vid. Coll, p. 4. Como se indicará después, esta expresion tal vez la tomó directamente del estudio preliminar que Minoes antepone a su célebre comentario a los Emblemata de Alciato (cf. p. 32). 24 Vid. pp. 31-38. 22

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un lado resalta el concepto de los llamados jeroglíficos egipcios y su función desveladora de la realidad, y por otro parece minimizarlo cuando habla de su finalidad mistérica. Los jeroglíficos para este autor anónimo son “ciertas esculturas enigmáticas y monumentos sagrados”, cuyos signos de naturaleza preliteraria tienen una función desveladora de las realidades profundas. Respecto a su finalidad mistérica participa de una idea muy generalizada, y es que este complejo y difícil sistema de comunicación tiene el objetivo práctico de ser un obstáculo para que los no iniciados no profanen los saberes mistéricos reservados a los círculos más influyentes. El texto de Minoes sólo hace una breve consideración sobre el indicado aspecto mistérico, y entra directamente en una revisión histórica sobre el fenómeno de los “símbolos egipcios”. Las exposiciones de ambos textos (Minoes y los Prolegomena) hacen un repaso somero de las fuentes antiguas sobre los jeroglíficos egipcios, evidentemente en clara dependencia del segundo respecto al primero. Los Coll siguen de cerca la exposición de Minoes en esos apartados históricos con ligeras variantes que ahora no es oportuno subrayar. Sin embargo, es relevante destacar la referencia de Minoes en este capítulo “De symbolis Aegyptiacis” a la personalidad de PV. En el subapartado “De Pythagorae symbolis” la serie de fuentes revisadas se cierra con una explícita exaltación del trabajo de PV y de su obra: (Hanc Aegyptiorum philosophiam) […] quamque nostra aetate paene intermortuam magno labore ac industria, immo vero admirabili paeneque divino ingenio excitavit suisque perfecit numeris Pierius Valerianus, magnis illis Hieroglyphicôn Commentariis.25

Esta frase con todo su aparato previo de antecedentes se recoge en los Prolegomena de los Coll,26 y probablemente es el señuelo que atrajo la atención de su anónimo autor para utilizar como elemento prologal de sus Coll lo que Minoes había escrito en el Syntagma de symbolis. Nuevamente, al finalizar este subapartado “De Pythagorae symbolis”, Minoes adorna otra referencia a PV con parecidas alabanzas. El pasaje completo pasa a los Prolegomena con ligeras variantes: […] Id vero si quis velit aliquo exemplorum specimine sibi demonstrari, statim colliget, pro fertilitatis symbolo papaver usurpatum, cupressum pro morte: […] et caetera alia longe multa, quae inmenso labore parique doctrina idem Pierius est exequutus.27 25

Syntagma de symbolis, p. 32. Coll, Prolegomena, p. 4. 27 Cf. Syntagma de symbolis, p. 33; y Coll, Prolegomena, p. 4. Curiosamente en este pasaje y en el anterior se deja sentir el recuerdo de expresiones similares del propio PV en su Prólogo General a los Jeroglíficos (cf. VI, 1 ss.). 26

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Asimismo, refiriéndose a las páginas del comentario de Minoes, el autor de los Coll mantiene el mismo apego respecto a la fuente. Hay varios ejemplos en donde queda evidente el seguimiento estrecho que los Coll practican respecto al comentario de Minoes.28 Si no es dudoso que el autor de los Coll participa de la general admiración hacia los Hier (obra que aparentemente completa o ilustra), no es menos cierto que sigue muy de cerca los textos de los Emblemata y los comentarios que sobre ellos circulaban, y en particular el de Claudius Minoes (1577). 4. En estas reflexiones generales sobre los Coll conviene insistir en su notoria dedicación a los temas de la emblemática como reflejo de los ambientes culturales del momento, y especialmente teniendo en cuenta el distanciamiento, quizá consciente y buscado, entre PV y Andrea Alciato. Al adentrarse en las páginas de los Coll –y no sólo en sus Prolegomena– se aprecia cierto progreso e intensificación en el uso de textos de la emblemática posteriores a los Emblemata de Alciato y a sus comentaristas más directos. Un caso singular entre otros es el de la utilización de los Symbola et Emblemata de Joaquín Camerario,29 en donde se produce el mismo apego total a los textos de esta obra. La amplitud de la obra de Camerario y su comentario y por otra parte la extensión todavía mayor de los Coll haría muy difícil realizar en esta ocasión un análisis detallado del seguimiento practicado por los Coll respecto a Camerario. Por esto me ceñiré a unas muestras elegidas al azar que puedan ser representativas, centrándome en los capítulos primero y último de cada libro para comprobar el comportamiento del autor anónimo.30 1.- El libro I comienza con la máxima ABIECTA ET VILIA PROSUNT (fol. 9). El alce es el tema central de este capítulo, cuya primera parte se 28

Valga una muestra significativa de este comportamiento. A modo de resumen de las reflexiones sobre la simbología de la amistad sincera centrada en el olmo y la vid (vid. p. 28), propone el autor de los Coll el emblema 159 de la colección de Alciato, Amicitia etiam post mortem durans (como se sabe, no siempre se corresponde con ese número en la tradición editorial de los Emblemata y de sus comentarios). Añade seguidamente el comentario que a este emblema dedica el Alciati commentator (Coll, ibid.), refiriéndose sin duda a la citada edición de 1577 de Minoes, en donde figura una cita de Catulo, introducida por primera vez en esta edición. En definitiva el texto catuliano (Catvll. 62, 49-58) es acogido en la misma forma abreviada (silenciando los versos 51 y 52), que después pasará a los Coll (p. 28) con esa misma mutilación. 29 Véase sobre este autor el trabajo de B. Antón, “La huella de Juan Luis Vives en los Symbola et Emblemata de Joaquín Camerario”, Studia Philologica Valentina, 14, n.s. 11 (2012) pp. 157-170. 30 Como antes apunté, en sus diferentes libros los Coll disponen en orden alfabético más o menos riguroso una serie de conceptos abstractos que tienen relación simbólica con fenómenos o con seres de la naturaleza. 2033

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dedica a dilucidar la cuestionada identificación de este gran mamífero. Para ello se detiene revisando varias fuentes clásicas y modernas. Esta revisión sorprendentemente ya la ofrecía en términos muy parecidos el emblema 2, 46 de Joaquín Camerario.31 En esta colección el emblema lleva por título ET INFIMA PROSUNT, muy próximo como se ve al propuesto en los Coll. La explicación de Camerario concluye y da apoyo a su lema con las palabras de Plinio, nat. 15, 14: Nihil tam paruum est quod non gloriam (et utilitatem) parere possit. Este material también lo recogen los Coll. No acaba ahí el apego al emblematista, sino que el capítulo primero de los Coll se cierra con el dístico que forma la subscriptio o alma del emblema de Camerario: Vilior haud pars est alci nec dignior ungue: Ergo etiam paruis gratia magna data est.

Se resaltan así los poderes medicinales extraordinarios de la pezuña del alce, la parte más inferior del cuerpo de este cuadrúpedo. Evidentemente el médico Camerario no desconocía la creencia popular de que la pezuña del alce es un remedio contra la epilepsia y otros males, bien tomándola en la ingesta o llevándola como amuleto. El breve capítulo que cierra el libro primero lleva por título AUXILIUM DEI (Coll p. 48) y utiliza el mismo procedimiento que acabamos de ver, reproduciendo al final la subscriptio del emblema 1, 63 de Camerario:32 Pyramidis surgentem hedera[m] munimine cernis: Talis stat pietas fulta favore Dei.33

De ese modo lo señala como idea central de su exposición, o epifonema de la misma. En este caso la hiedra es la res naturalis con la que se establece la conexión simbólica. El amplio comentario que va adjunto al emblema original está muy simplificado en los Coll, en donde se consigue, mediante esa reducción, adaptar bien sus principales elementos: el título, Auxilium Dei, y el contenido del dístico. La imago del emblema (la hiedra con sus hojas perennes 31 Joachimi Camerarii Symbolorum et emblematum centuriae tres. I Ex herbis et stirpibus. II Ex animalibus quadrupedibus. III Ex volatilibus et insectis. Editio secunda, auctior et accuratior. Accessit noviter centuria IV Ex aquatilibus et reptilibus. Cum figuris aeneis. [Norimbergae] Typis Voegelinianis. Anno M.DC.V. Fol. 47v-48r. En el fol. 47v recoge la exposición o comentario y en el fol 48 presenta el emblema propiamente dicho. Se citará en adelante por esta edición, salvo indicación en otro sentido. Tiene la ventaja esta edición de reunir las cuatro centurias, pero el lector debe tener presente que el editor mantuvo la foliación primitiva de las centurias, por lo que se hace imprescindible atender a la identificación de la centuria y número de emblema que precede. 32 Camerario, Symbolorum, fol. 64v-65r. 33 El dístico de Camerario se reproduce en los Coll (p. 48 C) con notables erratas: hedera […] cervis.

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que trepa por el obelisco) integra en sí los elementos básicos comentados por el emblematista cuando subraya el simbolismo implícito de la adhesión inquebrantable del cardenal Lotharingus al rey Enrique II de Francia.34 Esta derivación histórica no pasará a los Coll. En los dos capítulos analizados se dan procedimientos que igualmente utiliza en capítulos posteriores en donde sólo se apuntarán sin mayor desarrollo en gracia a la brevedad. 2.- Los términos abstractos BELLA CIVILIA (Coll, p. 49) encabezan el primer capítulo del libro II. Se relaciona este título con la idea general o locus communis que insiste en el mal producido a los contendientes en las guerras intestinas. Cabe pensar que el título lo puso el autor de los Coll, pero la idea y su desarrollo siguen fielmente de principio a fin el emblema 4, 77 de Camerario,35 cuyo título original es VICTOR UTERQUE CADIT, y corresponde a las primeras palabras de los versos de la subscriptio.36 Victor uterque cadit: proh quam victoria acerba est, Cum trahit in praeceps una ruina duos!

Este dístico se transcribe en los Coll al final de su exposición (p. 49).37 El libro II termina con el capítulo titulado DUX VIAE ET VITAE (Coll, pp. 83 D - 84 A). Su desarrollo sigue con pequeños cambios el emblema de Camerario: ME DUCE NAVIS EAT.38 Y asimismo cierra la exposición (p. 84 A) con el dístico que esclarece la inscriptio del emblema: Pompilus hic navim tuto prope littora ducit: Vnus sed mihi sit duxque comesque Deus.

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Cf. Camerario, Symbolorum, fol. 64v. Camerario, Symbolorum, 4, 77, fols. 77v-78r. Pero no está recogida en los Coll la última nota erudita del comentario al emblema: Paradinus ex Claudiano addit: ut lapsu graviore ruant. 36 En la pictura del emblema se representa la lucha de un dragón y un águila mientras se desplazan por los aires. 37 Por error escribe 59 en la edición de Frankfurt 1678, aquí utilizada. 38 Camerario, Symbolorum, 4, 35, fols. 35v-36r. La imago consiste en un medallón en el que se representa una nave que en su ruta sigue a un pez. Al comienzo de su comentario explicará con notable aparato de fuentes que se trata del pez pompilius o pelagius. Este y otros comentarios se reciben fielmente con toda su erudición en los Coll, introduciendo un mínimo retoque formal, que sustituye el término emblema de Camerario por hieroglyphicon, sin duda más adaptable al contexto general de los Coll. En todo caso ese cambio no violentaba la afinidad de estos conceptos, aceptada por los emblematistas sobre afirmaciones del propio Alciato, y en particular recogida por el mismo Camerario en su apartado introductorio “De symbolis et emblematibus” a la centuria primera (Symbolorum et emblematum ex re herbaria desumptorum centuria una collecta, Núremberg, 1590, fol. 10r). 35

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Así pues, al autor de los Coll sólo se le puede atribuir este traslado del dístico y el título indicado. 3.- El libro III se inicia con el título EBRIETAS (p. 84 B) y su exposición introduce breves cambios en el emblema 1, 47 de Camerario,39 titulado SIT MODUS IN REBUS, que le sirve de base.40 Los retoques de los Coll parecen positivos esta vez, pues facilitan incluso la comprensión del conjunto original anticipándose a describir su imagen para el lector: Hieroglyphicum exhibet in mensa tres calices, ultra quos sobrietas in ebrietatem desinere videtur.41 En este mismo sentido se advierte el deseo de aligerar una nota erudita, eliminando el nombre de Alejandro entre los que entendían la ebriedad como virtud.42 La exposición de los Coll quiere cerrarse, como otras veces, añadiendo la subscriptio de Camerario: Sit tibi, ne noceat, vini moderatior usus: Prima sitim, curas altera pocla levent.43

Sin embargo, cede ante el modelo e introduce después los cuatro dísticos del famoso epigrama dedicado al tema por el holandés Laurentius Haechtanus en el libro de emblemas titulado Mikrokosmos. Parvus mundus (Amberes, Gerardus de Iode, 1579).44 En esta ocasión Camerario tenía sus motivos para ofrecerlo, ya que el primer dístico del epigrama se adecua a la descripción exacta de la pictura: Tres vitis profert uvas, tria pocula mensae, Si circumspicias, apposita esse vides.45

El libro III termina con el título HYPOCRITA (p. 118) sugerido por el comportamiento del cocodrilo. Excepto en el título, los Coll siguen con total

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Camerario, Symbolorum, fols. 48v-49r. En los dos comentarios se recoge el pasaje horaciano completo (serm. 1, 1, 106-107). 41 Coll, p. 84 C. Obsérvese que el término Hieroglyphicum sustituye a symbolum repetido por Camerario (Symbolorum, fol. 48v). Esta sustitución es habitual en los textos contrastados (vid. Coll p. 118 B). 42 Escribía Camerario (ibid.): hoc vitium [ebrietatis] […] apud multos ferme haberi virtutis loco, cui etiam praemia proponantur ut olim ab Alexandro et Mitridate factum accepimus, iis qui plurimum biberint. 43 Camerario, Symbolorum, fol. 49r. 44 Camerario (Symbolorum, fol. 48v) lo presenta así: “cierto epigrama recogido en el Microcosmos, […] recientemente editado en Amberes”. 45 Camerario, Symbolorum, fol. 48v. 40

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Los Collectanea hyeroglyphicorvm en las ediciones facticias de los Hieroglyphica de Pierio Valeriano

apego el emblema 4, 67 de Camerario titulado DEVORAT ET PLORAT,46 relegando la subscriptio al final de la exposición. 4.- El libro IV se inicia con el capítulo titulado IGNAVUS (pp. 118-119), que presenta la singularidad de ofrecer dos partes diferenciadas por el sentido distinto que se esconde en la res naturalis base del valor simbólico abstracto ignavus. Comienza la primera (p. 118 D) con las palabras iniciales del comentario que puso Camerario47 a su emblema 4, 46, NON NISI CONTUSUS, en donde claramente se refiere a un pez (Aselli piscis species est…). Los Coll toman literalmente el comentario del emblema y lo cierran como es habitual con la subscriptio del mismo: Durus asellus amat fustes et verbera, numquid Sic piger attrahitur verbere ad officium.

La segunda parte (p. 119 B) de la exposición de los Coll se adhiere al sentido asinus quadrupes, y nada tiene que ver con la obra del emblematista. Por el contrario, sin solución de continuidad introduce otro hieroglyphicum: De asino quadrupede, ignavi hieroglyphico, id dici potest […] y, tras breves indicaciones, remite al Pigri hieroglyphicum, desarrollado más adelante en el libro V.48 Este largo capítulo parece estar estructurado personalmente por el autor de los Coll y se nutre casi exclusivamente de materiales bíblicos. Concluye el libro IV con el capítulo titulado OSTENTATORES (p. 161 A-B) que sigue el emblema 1, 19 de Camerario titulado VMBRA TANTUM,49 cuya res naturalis de referencia es el plátano. Los Coll en esta ocasión hacen retoques notables en la recepción de este material quitando y añadiendo fuentes antiguas. En este mismo sentido, la subscriptio del emblema de Camerario, Umbram, non fructum Platanus dat: sic quoque multis Vana alios specie ludere saepe placet,

se ve desplazada al colocarse antes de las derivaciones morales comentadas por Camerario y seguidas fielmente por los Coll. 5.- En el libro V al título general PACIFICUS (p. 161 C) sigue casi inmediatamente su desglose en dos apartados: PACIS amor et studium y PACIS divinae nuncia. 46

Camerario, Symbolorum, fols. 67v-68r. Camerario, Symbolorum, fols. 46v-47r. 48 Coll, pp. 171 B - 174 A. 49 Camerario, Symbolorum, fols. 20v-21r. 47

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El primero está relacionado con el emblema de Camerario 1, 14, NEC INCIDI NEC EVELLI.50 El símbolo de este concepto es olea arbor,51 cuyo comentario siguen los Coll (pp. 161 D-162 A). La disposición adoptada por el receptor es la que se ha observado en otros capítulos: cambio del título, y traslado al final de su exposición de la subscriptio del emblema, que dice:52 Dure facesse ligo, validae procul este bipennes, Frondeat aeternos pacis alumna dies.

El autor de los Coll, cuando reproduce el comentario del emblema, se toma algunas licencias: aligera varias citas clásicas al comienzo, y al final elimina una cita de Basilius. El segundo apartado de los Coll, PACIS divinae nuncia (p. 162 B), se corresponde con el emblema de Camerario 3, 59, DIVINAE NUNCIA PACIS.53 El elemento simbólico es la paloma mensajera que ocupa el medallón explicado en la subscriptio:54 Ore Columba ore fert ramum, insignia pacis, Quam seris in verbo Spiritus alme tuo.

Poco hay que señalar en cuanto a la distribución de los elementos recibidos, y a la fidelidad respecto a la fuente, en donde se elimina un pasaje de san Agustín.55 Este libro V termina con el breve capítulo SOCIUS exosus, que tiene su fuente en el emblema de Camerario 2, 27, NEMINEM ADMITTO,56 cuya subscriptio reproducen los Coll muy al comienzo de su exposición: Solus opima tenet bos pascua, parta tuetur, Tu quoque sic dotes solus habeto tuas.

Del comentario del emblematista, el autor de los Coll selecciona la parte central que más hace al tema, incluyendo la anécdota del rey de Polonia

50

Camerario, Symbolorum, fols. fol. 15v-16r. Reproducida en la pictura, en donde también aparecen en el suelo un azadón y un hacha. 52 La subscriptio del emblema de Camerario es una interpelación a los instrumentos que figuran en la imagen. 53 Camerario, Symbolorum, fols. 58v-59r. 54 Camerario, Symbolorum, fol. 59r. 55 Vid. Coll. 162 B. 56 Camerario, Symbolorum, fol. 35r-v. En el medallón se representa un toro pastando, y éste es el símbolo desencadenante de la interpretación recogida en el comentario. 51

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Los Collectanea hyeroglyphicorvm en las ediciones facticias de los Hieroglyphica de Pierio Valeriano

Stephanus Batorius,57 aunque al final excluye otra parecida que protagonizó Maximiliano Sforzia.58 6.- De manera similar a lo observado en el libro V, en el libro VI hay un título general SOL (p. 204 C) con una brevísima presentación, seguido de uno más particular SOL iustitiae (pp. 204-207). La amplitud de este capítulo, más de tres folios con abundantes citas bíblicas, hace pensar en que su redacción se realizó siguiendo patrones distintos a los vigentes en los capítulos revisados. El título primero pone como base del simbolismo al accipiter que remite al sol y, a través de éste, a Dios. Para ello acude a la tradición egipcia con el apoyo y testimonio de Horapolo.59 Termina este libro VI con el capítulo UXOR (pp. 247 D - 248 B), que copia literalmente el emblema de Camerario 3, 86, AMICA NON SERVA.60 Ese valor simbólico se asiente en la golondrina y sus cualidades apuntadas en la subscriptio que los Coll añaden al final de su exposición (p. 248 B): Tecta hominum subit, ipsum hominem fugit anxia Procne. Gratum est hospitium, sed grave servitium.

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Estas notas obviamente descarnadas no tienen otro objetivo que ayudar a la comprobación de los procedimientos usados por los Coll en el seguimiento, verdaderamente amplio y profundo, de la emblemática en general y de los emblemas de Camerario en particular. No obstante, un análisis más exhaustivo de los materiales recogidos en los Coll pondría de manifiesto sin duda que su redacción no es absolutamente monocorde, sino que tiene mayor complejidad en cuanto a las fuentes usadas, como se ha observado en algunos capítulos que utilizan por extenso los textos bíblicos. En un sentido más externo se debe subrayar que el autor de los Coll utiliza las cuatro centurias de la obra de Joaquín Camerario, y este hecho exige colocar la redacción de los Coll después de la edición completa (con las cuatro centurias) que apareció en 1605, debida al hijo del autor, Luis Camerario. Queda otro punto de observación que establezca un somero contraste entre los Coll y la obra a la que en teoría ilustran, los Hier. Volviendo al texto de los Prolegomena, es importante destacar una nueva alusión a la obra de 57 A propósito de este rey se desliza una errata significativa en los Coll, que tienen nec litteratus donde Camerario escribió: nec non literatus princeps. 58 Camerario, Symbolorum, fol. 35v. 59 Ciertamente Horapolo (Hieroglyphica, 1, 6) indica que esta ave para los egipcios simboliza el sol y la divinidad. 60 Camerario, Symbolorum, fol. 86r-v.

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PV, en la que los Coll se apartan del texto básico del De symbolis de Minoes y ofrecen una propuesta con visos de ser una delimitación de sus objetivos particulares frente al desarrollo de los Hier. Consistiría en una reducción personal del inmenso campo de trabajo de la enciclopedia de PV. He aquí su texto: Schemata vero, seu insignia vel arma, quae vocantur gentilitia, imagines et peculiaria hominum, vel publica nationum aut civitatum symbola vetera vel recentia describere vel explicare nostri non est instituti. In opere Pieriano quaedam occurrunt. De nonnullis aliis fortasse pauca alia addentur! Unum hic apponamus. Verba significant –inquit Jurisconsultus, Coment. in tit. De rerum et verba–, res significantur; tametsi et res quandoque significent, ut hieroglyphica seu sacrae Aegyptiorum litterae.61

Con estas palabras marca en primer término una frontera, desechando lo que no entraba en el plan de su selección (schemata, insignia vel arma, imagines vel peculiaria hominum, nationum et civitatum symbola). Muchos de estos temas obviamente ya se encuentran tratados en la obra de PV. Y ante la inmensidad de los contenidos de la obra de PV, añade con sorprendente y atrevida ironía: sobre algunos otros temas tal vez se añadirán unos pocos asuntos nuevos. ¿Qué es lo que realmente puede esperar el lector en esta recolección de datos ofrecida en los seis libros de los Coll? Su autor hace una presentación de los materiales de los Hier con nuevos criterios, evitando numerosos elementos por los que PV había manifestado predilección, que son en general los símbolos fabricados por el hombre (imágenes, monedas, armas). Pero esa intrigante e irónica sorpresa, al afirmar que en los Coll se añadirán (sc. respecto a los Hier) unos pocos temas, queda justificada en el pasaje final del texto propuesto: “Ciertamente las palabras aportan significados, aunque también las cosas a veces tienen su significado como en los jeroglíficos o escritura sagrada de los egipcios”. Como el propio autor de los Prolegomena indica, aquí está utilizando en su personal interés el argumento ya esgrimido por el Jurisconsultus (sc. Alciato) para justificar su trabajo en los Emblemata.62 Así pues, este anónimo personaje estima que su labor más personal como continuador de la obra de PV o preparando un instrumento de ayuda a la lectura de la misma, se centra en ampliar el campo de las res naturales significantes como base para extraer valores simbólicos, y en excluir las res artificiosae significantes, esto es, las que 61

Coll, Prolegomena, p. 7. Contrastando el comienzo de este texto (schemata… civitatum symbola) se observa que esas palabras también las recoge Minoes en el De symbolis (p. 39), aunque el sentido que se quiere dar en uno y otro caso sea distinto, y hasta contradictorio. 62 Curiosamente ese texto de Alciato lo había reproducido Claudius Minoes en el prólogo de la primera edición de sus Comentarios aparecidos en París en 1571: es fácil suponer que ahí lo pudo leer el autor anónimo de los Coll. Aunque alguna precisión de éste apunta a una lectura directa en el De verborum significatione de Alciato. 2040

Los Collectanea hyeroglyphicorvm en las ediciones facticias de los Hieroglyphica de Pierio Valeriano

son resultado de la manipulación humana. Por lo demás, en lo referente a la orientación metodológica, los Coll retoman aproximadamente la misma orientación de los Hier analizando o apuntando determinados valores morales implícitos en la naturaleza, pero evitan la simbología moral que se puede ver en aquellos objetos o cosas derivados de la manipulación humana, a los que por cierto PV les había dispensado tan amplia acogida. Asimismo, en este aspecto hay que destacar la especial tendencia de este autor al recurso de las fuentes antiguas griegas y latinas, ya sea como resultado de sus indagaciones personales o (lo que parece más frecuente) por invasión de las aportaciones ajenas. Es preciso, en fin, dejar bien asentada la idea de que los Coll no es un tratado original de simbología, sino una obra instrumental, continuadora de la estela de admiración hacia los Hier que siguió a la publicación de esta obra en 1556. Por otro lado, merece ser reseñada la orientación novedosa de los Coll eliminando fronteras hasta entonces bastante rígidas entre jeroglíficos y emblemática, reflejo del aparente pacto de silencio intencionado que parecía existir entre PV y Alciato, dado que uno y otro se ignoraba mutuamente.63 En este continuador de la obra de PV se da una decidida apertura a los cultivadores de la emblemática y sobre todo a los comentarios que se redactaron a partir de 1560.

63 La anterior cita en la que Alciato se refiere a los hieroglyphica ligados al nombre de Horapolo y de Chaeremon no supone que el jurisconsulto silencie intencionadamente el nombre de PV. Podría existir en ese momento un desconocimiento real de la obra de PV, pues ésta, aunque conocida tempranamente entre un amplio círculo de humanistas amigos, no vio la luz hasta 1556, y lo que antes de esa fecha corría en manos de estos intelectuales sólo eran entregas parciales.

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Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 2043-2055

El concepto renacentista de emblema en los Hieroglyphica de Horapolo Jaume Alavedra i Regàs Universitat de Barcelona

Resumen: Nuestro objetivo es tratar la imagen y la fonética del concepto de emblema en el Renacimiento europeo. La alegoría medieval está llegando a su fin, pero pervive en forma de emblemas, que tratamos mediante el simbolismo del que provienen los Hieroglyphica de Horapolo. La historia posterior ha mostrado que el simbolismo puro es un error si no interviene la ciencia lingüística. Champollion usó la fonología para el desciframiento de la antigua lengua egipcia en base al copto, su última fase. Las investigaciones semióticas han verificado la intuición del francés en relación con el uso fonético de los jeroglíficos. Palabras clave: Horapolo. Semiótica renacentista. Emblemas. Fonología.

jeroglífica.

Simbolismo

Abstract: Our main purpose is to deal with image and phonetics on the concept of the emblem that emerges in Europe in the Renaissance. Medieval allegory is ending, but is still living in form of emblems. We deal with it on the Hieroglyphica of Horapollo, based on the same symbolism. Late in the History it has been proved that pure symbolism is a wrong way if linguistic science is not taking part of it. Champollion used phonology to decipher the ancient Egyptian language, according to his last stage, Coptic language. Semiotic research has proved the right intuition of the French, related to phonetic use of hieroglyphs. Keywords: Horapollo. Hieroglyphic semiotics. Symbolism in the Renaissance. Emblems. Phonology.

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Jaume Alavedra i Regàs

La puesta a punto de métodos que hacen de la historia un oficio y una ciencia fue larga y prosigue. En Occidente ha pasado por momentos de estancamiento, de aceleración y de amortización, a veces por retrocesos; no avanzó con el mismo ritmo en todas sus partes, no siempre dio el mismo contenido a las palabras con las que se intentaba definir sus objetivos, incluso el aparentemente más “objetivo”, el de verdad… el Renacimiento, que comienza trazando una crítica de los documentos fundada en una filología y termina con la concepción de la historia perfecta; el siglo XVII, que con los bolandistas y los benedictinos de Saint-Maur sienta las bases de la erudición moderna (Le Goff, 1995: 109).1 No fueron muchos los eruditos de la Antigüedad que se ocuparon en sus escritos de los jeroglíficos egipcios… Los Hieroglyphica, en resumen, tienen el valor de ser el único testimonio legado por la Antigüedad que trata de recoger sistemáticamente aspectos de la escritura jeroglífica (González de Zárate, 1991: 8 y 11).2

El historiador de la Baja Edad Media Le Goff nos propone unos métodos y modelos históricos, en el primer fragmento, que constituyen una precisa concepción histórica renacentista y que permanece hasta la actualidad. Es notable que el historiador francés considere estos métodos como herramientas, fuentes del oficio, que caracterizan, ciertamente, la erudición moderna. En la misma se destaca la influencia de la filología y la lingüística en el uso de los documentos, tomados como formas breves de redacción. Por el uso de registros mínimos, entre otras razones, el historiador francés se asocia con la denominada Tercera Escuela de los Anales.3 En este contexto, el análisis documental, en redacciones breves, nos proporciona un marco cognitivo 1 Para todo el texto las citas son literales; las omisiones se expresan como reticencias. En el caso de que haya alguna alteración, por énfasis, se especifica. 2 El conjunto de los jeroglíficos, bajo la forma de significativo plural griego, hieroglyphica, muestra el valor de ser el único testimonio escrito sobre el que se puede elaborar una simple teoría de la escritura del antiguo Egipto. La lingüística contemporánea estudia la complejidad del lenguaje sin tener en cuenta ciertos aspectos gráficos, por lo cual ha llevado a una comprensión parcial de la esencia visual. Por ejemplo los posibles elementos de los conjuntos escritos no han sido definidos y se está muy lejos de alcanzar un conocimiento preciso del sistema jeroglífico. Por esta razón no se han formalizado la diátesis verbal, sdm.f en relación con sdm.w.f, ni la pragmática de subordinadas en iw(.f ) (sdm.f ); tampoco se conoce la función de sustantivos y adjetivos en las relativas. 3 Metodológicamente seguimos las diferentes escuelas de los Anales, especialmente la primera, por su adecuación inicial. Sin duda ahí arranca el tratamiento de formas breves en crónicas, archivos locales, discursos, opúsculos, epistolarios, dictámenes, tasas, edictos, pragmáticas o en el género epidíctico administrativo. En nuestro caso, en el reinado de Carlos V, se genera una gran cantidad de documentos: “demasiados documentos oficiales reveladores no del soberano sino de esa locura de escritura que, en el siglo XVI, es como un Renacimiento del pobre” (Braudel, 2000: 91).

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El concepto renacentista de emblema en los Hieroglyphica de Horapolo

alejado de una mayor extensión propia de la textualidad. En general, añadimos que el complemento de las imágenes y sus vínculos verbales muestra la composición y representación de documentos renacentistas. La segunda cita nos lleva directamente al objetivo de nuestra comunicación: mostrar cómo los emblemas en el Renacimiento constituyen documentos visuales simbólicos más que meros textos con ilustraciones ejemplificadoras. El hecho de ser consideradas como imágenes comentadas no se corresponde4 correlativamente con el universo de los signos en las lenguas antiguas y mucho menos con su simbólica, entendiendo como tal el arte y la ciencia de la representación de los símbolos. En este sentido, los emblemas minimizan la “literariedad”, pero añaden una potente interacción entre visualidad y oralidad. A tal fin mostramos que si se prescinde de la fonología asociada se puede generar una situación de vacío significante. El axioma de partida que postulamos es que los emblemas renacentistas se constituyen tomando la imagen simbólica y asociándola a una verbalidad con escasa textualidad. En el contexto de reflexión literaria y filosófica que desarrollamos se ha prestado escasa atención a la fonología en un marco de signos, y sigue en cierta manera igual.5 Ahí es donde la semiótica, como ciencia de los signos, proporciona una herramienta de análisis en relación a estos en un entorno no verbal. En nuestro caso, los signos egipcios, denominados jeroglíficos, separan el lenguaje y la imagen. Postulamos que a pesar del relativo éxito renacentista de los Hieroglyphica de Horapolo en la Italia del siglo XVI, no se alcanzó un conocimiento cabal de su interacción fonética. Por eso fue imposible descifrar la antigua lengua de los faraones, que permaneció como un enigma insoluble. Hasta que no se incorporó la dimensión fonológica no se progresó en su desciframiento. En consecuencia, sin los valores de pronunciación no se podía alcanzar una compresión aceptable de su naturaleza jeroglífica.6 4

Es muy complejo tratar las lenguas antiguas como sistemas en sí mismos. Ocurre igual con la idea pictórica que se da en los emblemas. La independencia entre sistemas de signos escritos clásicos y los emblemas renacentistas está descartada; pero si hay un isomorfismo es algebraico, muy alejado de nuestro propósito. A fin de cuentas imagen y oralidad son sistemas que han coexistido a lo largo de la historia de un modo concreto. La interacción se da ya explícitamente en los pictogramas neolíticos, hace más de diez mil años. 5 No existen registros lingüísticos hasta la aparición de las escrituras históricas en Mesopotamia y en Egipto hace cinco mil quinientos años. Todo lo más hay pictogramas o ideogramas en la Prehistoria, que conforman, en el mejor de los casos, una sintaxis de imágenes, sin que constituyan idiomas, con morfología y sintaxis explícitas. 6 Nuestro tratamiento de semiótica jeroglífica nos sugiere definir este término compuesto. Con ello entendemos “la investigación sobre los signos escritos del antiguo Egipto en toda su dimensión, sin excluir cualquier rango posible”. Añadimos que anteriormente no estaba definida y por Internet se recibió en la Universidad de Buenos Aires, donde Juan Magariños de Morentin dirigía un grupo de semiótica cognitiva. Pensando que era claro y manifiesto no lo definí. Se me consultó varias veces qué quería indicar con el término. 2045

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De esta manera comenzamos una sencilla comunicación dedicada al insigne humanista, Juan Gil, cuyas obras constituyen un estímulo para cualquier historiador. Contribuimos con un tema sobre aspectos conceptuales de la emblemática renacentista y, en concreto, la recepción de la obra de Horapolo sobre los jeroglíficos del antiguo Egipto. Esta antigua cultura posee, entre otras características, la de una escritura en signos de naturaleza no alfabética, tomada como puramente simbólica desde la Antigüedad clásica tardía.7 No obstante, su esencia no fue descifrada hasta la segunda década del siglo XIX por el francés, Jean François Champollion (1989). Los jeroglíficos aparecen en la historia hace más de seis mil años en el contexto de Oriente Próximo. Adoptan la forma de caracteres, esencialmente representaciones de la lengua hablada, por lo que se da una profunda relación entre signos y sonidos. Los modelos contemporáneos usados para su investigación tienen en cuenta parcialmente aspectos fonéticos y, en menor medida, visuales, al contrario del Renacimiento. Si se toma la lengua como corpus codificado visualmente, se obvia la prosodia y al revés. Por lo tanto se alcanza un desajuste en la comprensión tanto del sistema jeroglífico como de su gramática.8 En esta se codifican todo tipo de seres animados y objetos. Así el idioma faraónico puede identificarse erróneamente con el de las cosas. En su evolución y muy tardíamente pasa a ser alfabético en el copto cristiano, la última fase vernácula de la lengua. Ahí surge la excepcional intuición de Champollion,9 quien por medio de hacer intervenir la fonética advierte las similitudes entre las lenguas egipcia antigua y copta nueva. Tomando en consideración ciertos aspectos gramaticales, el francés descifra el carácter alfabético de determinados signos; de los procesos de acrofonía;10 de equivalentes de afijos coptos, en especial en la inflexión verbal; o del comparativismo entre lenguas gracias a la famosa Piedra de Roseta (Sothas – Drioton, 1922: 101). También llega a fijar un definitivo conocimiento del sistema: “no hay duda que los idiomas como 7

La Antigüedad griega y romana se aplicó exclusivamente a los alfabetos y no se interesó particularmente ni por los jeroglíficos, ni por su esencia visual, ni por la asociación entre imágenes y palabras. 8 Como es usual en estos casos, las gramáticas egipcias actuales no recogen apenas simbolismo. La razón es obvia: la lingüística histórica hasta la actualidad casi no ha contemplado aspectos simbólicos. La investigación sobre el fonosimbolismo en el origen de las lenguas es excepcional. Con la introducción del fonema surge la unidad mínima significativa y distintiva, que origina la ciencia fonológica. 9 Loprieno nos dice que se descifra por la escritura de los nombres griegos, Ptolomeo, Berenice y Cleopatra. Champollion establece el componente fonético en el sistema, abandonando la tradicional visión simbólica (1995: 26; para el símbolo en la historia, véase Todorov, 19912). 10 La acrofonía es el proceso de enmudecimiento y caída de caracteres léxicos en una palabra a excepción del inicial, de modo que restando uno solo se originan los signos alfabéticos. 2046

El concepto renacentista de emblema en los Hieroglyphica de Horapolo

factores de cognición pueden extraviar además de guiar. Errores tradicionales pueden sobrevivir muchas veces a su utilidad durante siglos en el lenguaje ordinario con asombrosa obstinación (Elias, 2000: 190)”. El desconocimiento de las lenguas protohistóricas se debe a su naturaleza de lenguas muertas y de escrituras mal comprendidas o parcialmente descifradas. Si bien subsisten en forma fosilizada, ya sea en forma litúrgica entre los coptos, ya sea en forma de logogramas y variedades dialectales acadias en Mesopotamia; el conjunto se asigna a una amplia tipología afroasiática. No existe un uso social continuado, ya que se extinguen lentamente con anterioridad a los romanos, pero influencian la exégesis del mundo bíblico. Ahora bien, hoy se tiende más a la hermenéutica con una reducción respecto al sentido original. Las representaciones de una cultura buscan apoyos lógicos concretos, como es el caso del cristianismo, que se aparta del sentido hebraico del Antiguo Testamento y recae en el Nuevo. Aparece un nuevo léxico que hace variar el sentido del anterior y trata de adecuarse a culturas y tiempos diferentes.11 Estas representaciones son un simple apoyo mental, un instrumento de reflexión, unos medios provisionales a partir de los cuales deducimos, según los resultados de experimentos anteriores, las expectativas lógicas de los resultados de los nuevos experimentos proyectados. Los planteamos con el propósito de ver si confirman estas expectativas, verificando así si éstas eran realmente razonables y si las representaciones o los modelos de que nos valemos son los adecuados (Schrödinger, 1985: 32).

En este pasaje del Premio Nobel de Física del año 1933, Erwin Schrödinger, se observa una analogía científica entre modelo y símbolo que puede ser llevada a las imágenes de los Hieroglyphica de Horapolo. La diferencia reside en que en los emblemas hay un conocimiento simbólico y moral asociado, que no se da en la ciencia, digamos, natural. La esencia de los emblemas es que un texto explicativo acompaña una imagen aleccionadora. Además hay que tener en cuenta que la conjunción visual y moral no se da en tal grado en las alegorías medievales.12 Las lenguas no son sistemas simbolizantes en sí 11 En el Oriente Próximo vecino a Egipto, en un orden cronológico indefinido para pueblos de los dos últimos milenios antes de nuestra era, tenemos: babilonios, casitas, minoicos, micénicos, cananeos, acadios, chipriotas, hititas, hurritas, mitanios, ugaríticos, eblaítas, amoritas, moabitas, filisteos, asirios, elamitas, arameos, etc., cada uno con su cultura especifica. 12 Tal como se entiende actualmente, se presenta un primer problema, la alegoría empieza con los griegos, pero narrativamente su auge es en la poesía latina cristiana. Quilligan asevera que no hay duda de que ese aumento de narrativa alegórica es debida al efecto de la teología cristiana, conjuntamente con la retórica clásica (Quilligan, 1992: 19). Otro problema se origina con la cultura en la épica oral y en los bestiarios.

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mismos y menos aun moralizadores, aunque permitan el desarrollo de estas características. Hegel (1983: 57s) aporta una explicación: En la época moderna, la palabra sistema ha llegado a ser una palabra de reproche, mientras se tiene la representación de que se atiene a un principio exclusivista. Pero la significación propia del sistema es totalidad, y es solamente verdadero en tanto que la totalidad que comienza desde lo simple y a través del desarrollo se hace siempre más concreto.

El desarrollo de los conceptos sigue su propia dinámica en la historia y su evolución facilita su comprensión.13 La razón es clara, puesto que se toma la percepción como punto de arranque de la teoría del conocimiento; se obvia lo moral y los aspectos gramaticales y semánticos se incorporan en estadios posteriores. La morfonología, la sintaxis o la semántica no pueden separarse de consideraciones simbólicas desde un punto de vista visual cognitivo. A partir de esto tenemos nociones y conceptos morales como base de la interpretación de jeroglíficos. En fin, acabamos con una dimensión histórico-pictórica, núcleo de la interpretación de Horapolo.14 La visión que tenemos del Renacimiento pasa por el tópico de la vuelta al clasicismo grecorromano y por el acusado humanismo. Sin embargo en los aspectos simbólicos y emblemáticos, el tránsito desde el medievalismo tardío resulta lento y gradual. Como ejemplos anteriores tenemos, en primer lugar, a Alfonso X, El Sabio, por su ingente tarea de reconstrucción de la historia; en segundo, la creación de las primeras universidades en el Occidente europeo; y, en tercero, la reunión de saberes en monasterios y por instituciones como la 13

Los inicios del Renacimiento se caracterizan por variar los modelos estáticos de la Baja Edad Media. Se heredan en el humanismo, más bien centrado en el individuo y la duda epistemológica. Así el conocimiento-conjetura, de Nicolás de Cusa en el siglo XV trata de salvar el conocimiento como tarea humana. La situación deviene extrema en Pico de la Mirándola, que trata aspectos ominosos, como portentos, prodigios, presagios o coincidencias sobrenaturales y supersticiones; para dar cumplimiento con este conocimiento incalificable toma el instinto por guía y la curiosidad como idea iniciadora (Pater, 1986: 30). Es abandonar el motor inicial, trasmutado del motor inmóvil, causa primera de la Escolástica. El humanismo renacentista se organiza en contra de las categorías medievales de no diferenciación y trata de fijar una discriminación jerárquica (cf. Douglas, 1978: 175). 14 Para una mejor comprensión, incorporamos un breve glosario: a) el “emblema”, propiamente dicho, es como una figura (pictura, imago, symbolon) incisa grabada, xilografiada o calcográfica, también bordada y, a veces, en taracea, que se denomina el cuerpo del emblema moralizador en forma de enseñanza para el futuro. b) el “lema”, se añade a las imágenes, amplía los conocimientos y experimenta, a partir de su recepción en los siglos XV y XVI, un auge inusitado. c) la “divisa”, que se refiere fundamentalmente al pasado, no incide en la esencia moral y no tiene carácter de enseñanza futura. d) la “empresa”, sirve como manual de representación para el príncipe gobernante; en el ámbito hispánico se da en Saavedra Fajardo. Y, e) las formas menores y más breves como el “epigrama”, el “mote” o la “leyenda”. 2048

El concepto renacentista de emblema en los Hieroglyphica de Horapolo

Escolástica. Ahora bien, el espíritu renacentista15 prefiere las comunidades en burgos o la reunión en colegios gremiales, como el de Filosofía. El nacimiento de la idea de ciencia es gradual, alejándose de presupuestos ontológicos escolásticos: La Edad Media no representa un hiato en la evolución de la ciencia de la historia; por el contrario, conoció ‘la continuidad’ del esfuerzo histórico. Los historiadores del Renacimiento prestaron servicios eminentes a la ciencia histórica. (Le Goff, 1995: 115).

Existe un factor determinante. La imprenta moderna de Gutenberg facilitó la reproducción de textos y documentos, de manera que proporcionó el acceso rápido a una ingente cantidad de conocimientos. El impacto de la utilización de los medios de comunicación social fue tal que aún a mediados del siglo XX se hablaba de una era de Gutenberg para expresar la extensión y difusión de las ideas en forma escrita. El caso más relevante de uso humanístico de esta técnica al servicio del conocimiento fue Erasmo de Róterdam, que, sin ser un pensador original ni carismático, se convirtió en el modelo por excelencia. Dominó desde sus inicios (de hecho, desde 1500, cuando publicó sus Adagia) el arte de la imprenta. Las prensas de Aldo Manuzio en Venecia, de Jodocus Badius en París, de Johann Froben en Basilea (y Erguía en Alcalá, entre otros) publicaron sistemáticamente sus obras. Los lectores de Erasmo, sus admiradores, sabían que tendrían nuevas obras (en un latín fluido y elegante) sistemáticamente (Cubeiro, 2004: 193).

Si se considera atentamente, para realizar estos proyectos se requería una serie interminable de nuevas profesiones, lo que generó una considerable ilusión popular e influencia sobre el pensamiento coetáneo.16 Los equipos interdisciplinarios en las prensas se sucedieron vertiginosamente. Todo tipo de hechos favorables se dieron y en el campo de las imágenes se alcanzó una 15 Determinadas teorías han llegado a proponer que el concepto científico de “espíritu” nace en este ambiente renacentista. Si es el caso se da una mayor atención al ‘espíritu’ que a lo ‘espiritual’: “lo supremo es la expresión espiritual y bella en breves discursos, réplica o máximas, que suscita un culto como acaso sólo lo haya tenido entre los griegos y los árabes (Burckhardt, 1982: 291)”. Como ciencia que nace parece ser una causa directa de la experimentación. Los “ídolos” baconianos, el Leviatán hobbesiano o el discurso del método descartesiano nos indican un giro drástico en las nociones científicas. El objeto científico no se da en la metafísica de la trascendencia del ‘espíritu’ sino en el hacer humano. 16 En el Renacimiento la ciencia se vuelve inductiva como reacción a la inmediata deducción escolástica anterior. Para lograrlo se requieren proyectos que llevar a la práctica. Esto explica el auge del individuo, con una gran confianza histórica. Ahí se abandonan la metafísica, la especulación teológica o la ontología medievales, donde la deducción predomina de un modo casi absoluto.

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especie de Edad de Oro de la emblemática. La difusión sin precedentes de las imágenes en forma de emblemas, de divisas o de leyendas llevó a Saavedra Fajardo, en los momentos finales del Renacimiento, a calificarlos de empresas, con el epíteto de políticas. La intención subyacente, muy del gusto de la época, era la de la buena educación de los príncipes. En el Barroco la poética consolidó estas imágenes, consecuencia de avances científicos, en especial geográficos, económicos y biológicos. En fin, en la evolución de la imprenta, los lemas, añadidos en forma de expansión verbal, ensancharon el concepto simbólico de grabado. Nuevas teorías dejaron la intemporal lógica del Medievo, centrada en generalidades metafísicas y ontológicas: “Los elementos más importantes en el enfoque humanista de la religión y la teología fueron el ataque al método escolástico y la insistencia en la vuelta a los clásicos”. En el Renacimiento, las imágenes contenidas en los Hieroglyphica de Horapolo despertaron un interés nunca visto hasta entonces hacia una publicación pictórica sobre la Antigüedad remota. En buena parte se debió a la publicación de Alciato y sus emblemas en 1531 (1993). La posterioridad se ha encargado de minimizar su apología, especialmente en relación con la comprensión de la lengua egipcia. En este sentido parecería del todo lógico que la historiografía española hubiese seguido con atención la problemática. No obstante apenas se han dado trabajos en nuestra lengua al respecto hasta la edición de González de Zárate, a comienzos de los años noventa del siglo XX. Su edición española de los Hieroglyphica de Horapolo ha marcado un hito en la emblemática española (Bouzy, 1994: 122). La obra horapoliana llega a ser muy familiar a los eruditos del siglo XVI y XVII, entre los cuales se encuentran Juan de Horozco y Sebastián de Covarrubias, de modo que parece inverosímil su relativo silencio posterior. Las referencias medievales sobre el sacerdote Horapolo son escasas, incluso se llega a dudar de su existencia. Ahora bien el nombre y apodo, del Nilo, que se le confiere a este alejandrino del siglo V, indica una adscripción al cursus honorum egipcio, en concreto al del sacerdocio. Su ciudad natal, Nilópolis, es significativa. Para ir concluyendo, se observa que la lengua del antiguo Egipto se desconoce hasta el desciframiento por Champollion en 1822. Este desde su juventud estudia varias lenguas clásicas que llega a conocer en profundidad, y debido a su profundo conocimiento de la última lengua vernácula, el copto, incorpora una dimensión lingüística y gramatical, alejada del simbolismo al uso, que proviene del sacerdote alejandrino. El francés se centra en aspectos gramaticales más cercanos a la fonética de la lengua egipcia, análoga a la copta. Llega a hacer isomorfas estas dos lenguas en base a las similitudes léxicas: /djehuti/ se convierte en /toth/ o /thoth/; /mes/ o /mos/, en moisés. Sin embargo, en todas las antiguas lenguas subyacen aspectos simbólicos, que son la clave para el conocimiento visual, que al no ser fonéticos no sirven para establecer gramáticas de esas lenguas. 2050

El concepto renacentista de emblema en los Hieroglyphica de Horapolo

En Horapolo (1991) se estructuran los emblemas en forma de colección en dos libros de desigual calidad y confección. El orden histórico aparece en la división interna y en la secuencia tal como se presenta cada elemento. Sugestionado por el sistema jeroglífico egipcio, del que en su tiempo se ha perdido la clave, Horapolo intenta una reconstrucción de su sentido fundándose en la figura y en la simbolización elemental de la misma (Cirlot, 20052: 27). La interacción entre figura e imagen no se realiza individual y estéticamente ni en la Antigüedad paleocristiana ni en el Medioevo. Hay que esperar a los emblemas renacentistas. A fin de cuentas lo puramente visual, que se representa en el icono, reúne en sí mismo la formalización de la realidad y la construcción del referente. Otra cosa es la literariedad. Se da un caso claro: que el buitre sea símbolo de lo materno, es metáfora egipcia, bien encontrada por cierto, pero no se corresponde con la propia ave; más difícil es el valor de la preposición m, sin valor ni de ave asociada ni de su nombre de búho o mochuelo. Por descontado, la literariedad se refiere a la lingüística textual, pero la interacción con la imagen connota usos visuales metafóricos extraños: el concepto, por ejemplo, de maat como diosa egipcia del orden y la justicia universales, que no se traslada bien a la mitología griega y acaba derivando en catasterismós. Además, la traducción de los signos egipcios al griego, como cualquier traducción, presenta desajustes insolubles entre lenguas antiguas de diferentes naturalezas. De un sistema jeroglífico, como lengua original, se vierte a uno alfabético, como lengua terminal. La misma adscripción de autoría no es clara. Se asigna a un tal Filipo y comprende todo tipo de ideas, desde consideraciones respecto al tiempo, los astros y las estaciones, hasta las de dioses e incluso educativas. La riqueza ontológica deviene inmensa como para ser vertida entre lenguas fácilmente. Por tanto, alcanza una interpretación histórica parcial del pensamiento visual. Añadimos que el uso de nociones, conceptos y metodología requiere un detallado análisis tanto del final de la Antigüedad como de su traducción e impacto renacentistas. No obstante, hay que considerar que constituye el único testimonio preservado. Como resumen, los jeroglíficos horapolianos se asocian a ideas, para establecer el paso de nociones a conceptos. Por ejemplo la concordia se expresa con un apretón de manos, nada más natural entre humanos,17 o el buitre identifica el carácter femenino. La imprenta favorece tanto los registros escritos como los visuales y facilita su reproducibilidad. En pleno Renacimiento emerge toda una literatura emblemática que extiende hasta límites impensados la idea de la Antigüedad 17 En Alciato (1993: 73-77) se presentan varios emblemas correspondientes a la concordia. El XXXIX es idéntico al horapoliano, en tanto en cuanto aparece el saludo dando la mano derecha, símbolo de la concordia.

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clásica. A fin de cuentas se llega a una nueva exégesis histórica, cuyo interés cultural augura la hermenéutica contemporánea. Como punto final citamos una reflexión del historiador Parker en el epílogo de su conocida obra sobre Felipe II: “La labor del historiador consiste en intentar penetrar la aureola de confianza y euforia que las personas en el poder normalmente llegan a proyectar en el público (Parker, 1984: 252)”. Finalmente señalamos que la personalidad de dicho rey le llevó a coleccionar grabados, códices e imágenes de esencia emblemática. Si bien este género literario apareció anteriormente en el reinado de su padre Carlos, no alcanzó su plenitud hasta mediados de esa centuria, cuando accedió al poder su hijo Felipe. Al menos la consolidación de lo que entendemos por literatura emblemática en su dimensión cognitiva se alcanzó ya entrado el siglo XVI.

Conclusiones, a modo de rudimentos de fonología de la semiótica jeroglífica Comenzamos con las definiciones que se requieren para clarificar el marco conceptual de nuestro concreto tratamiento del “signo” desde el punto de vista “fonológico”. De entrada estamos cognitivamente en un universo visual correlativo a uno verbal. En este sentido, tenemos varios conjuntos y subconjuntos según se consideren ‘signos’ o ‘fonemas’ en el particular sistema jeroglífico.18 Entendemos por “semiótica jeroglífica”, la reunión de los dos conceptos, conjunción que implica el estudio de los signos del antiguo Egipto. El epíteto ‘fonológico’ simplemente adiciona la dimensión acústica, y lo hace sobre el postulado champollioniano, que alcanza el desciframiento, en base a la morfonología del copto, su última fase vernácula. Ahora bien antes de proceder, consideramos como eje de nuestro estudio la característica sígnica de los jeroglíficos más que la literatura emblemática propiamente dicha, que prescinde de la lengua en que se expresan. En el período renacentista los emblemas experimentan un gran auge. No obstante no se contempla el idioma a que hacen referencia y sólo en una menor proporción se estudian los jeroglíficos, puesto que se consideran enigmas a resolver. Es cierto que la literatura emblemática alcanza una enorme difusión gracias a la fascinación por el antiguo Egipto, en forma de enigmística; pero es difícil hablar de conjuntos y subconjuntos y de la interacción entre los emblemas, las divisas, los epigramas, las empresas y los motes, aunque 18 En el estado actual del conocimiento de la lengua egipcia, no es posible especificar la peculiar estructura de la jerarquía interna en forma de conjuntos y subconjuntos. Si la ciencia procede mediante un orden lógico de disciplinas a subdisciplinas, en este sentido, seguimos el método que adopta la semiótica de estudiar primero el signo en general como disciplina y después la fonología como subdisciplina. La prosodia y la entonación aún están por desarrollar, basadas en el copto y en menor grado en el comparativismo afroasiático.

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estén relacionados. En este contexto, los Hieroglyphica se han considerado como fuente esencial de los emblemas, no tanto para las demás interacciones entre verbalidad y no verbalidad. No se trata de la composición del sistema en signos y gramática. En aquellos tenemos varias clases como los que se expresan en complementos fonéticos y determinativos semánticos; en esta se dan particularidades afroasiáticas marcadas. En fin, y para ir concluyendo, nos hacemos eco de lo que propone González de Zárate, que llama a Horapolo el “padre” de la emblemática argumentándolo de esta manera: Los humanistas entendieron que las imágenes podían elevar el espíritu a altos grados de conocimiento. La naturaleza, al modo platónico, se convertía en neto y patente paradigma por la cual el hombre podía llegar a la contemplación de lo superior y, consiguientemente, a una mayor formación personal. Este es el valor que el humanismo confiere al jeroglífico. Pico de la Mirándola insistía en que Dios hablaba por lo creado, en relación con estas ideas, el jeroglífico se convierte en la expresión semántica de la naturaleza con netos valores morales y didácticos (González de Zárate, 1991: 28).

Ahí reside una primera razón donde se insiste en la característica visual de las imágenes que pueden elevar el espíritu y conllevar un uso didáctico en grabados e ilustraciones. No cabe la menor duda de que tanto la referencia como el referente en los emblemas devienen acusadamente morales. En la historia de la lingüística del siglo XX, el estructuralismo y el generativismo no asumen principios morales, sino que se ciñen a gramáticas y léxicos; faltan pues contenidos éticos y pragmáticos. En la segunda y última razón, González de Zárate aclara que los emblemas se toman como fundamento de los jeroglíficos, equivalentes a símbolos. Esto implica simplemente un uso metodológico, que obvia la ontología de seres animados y objetos, reducidos en el sentido por procesos metafóricos a códigos convencionales. De jeroglíficos a emblemas se ponen en juego conceptos, representaciones y textos. No obstante, en la metodología no se distingue entre simbolismo natural y lingüístico y se omite la alegoría medieval y el hermetismo. Ahora bien, cuanto se reducen los jeroglíficos a símbolos se sortea la correlación entre lenguas y su expresión por medio de sistemas escritos. Entonces una buena construcción del jeroglífico debe dar cuenta de lo visual en tres etapas: “x. en un primer momento se indica el concepto o idea a representar; y. seguidamente se presenta qué imagen se corresponde con tal concepto; z. finalmente se justifica la correspondencia entre imagen y concepto mediante el oportuno texto (González de Zárate, 1991: 28)”. Terminamos con esta división tripartida, que nos lleva a pensar en la congruencia de jeroglíficos con imágenes. Estas connotan esferas visuales, aquellos se componen de variados mecanismos como son los signos monovalentes o polivalentes. Como ejemplo tenemos los llamados signos de lectura esencial monolíteros, bilíteros, o trilíteros pero también 2053

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determinantes semánticos, y complementos fonéticos para desambiguar. En su defecto la gramática organiza convencional y arbitrariamente mediante reglas el universo lingüístico, no las imágenes generadas en el pensamiento y menos aún su prosodia. Se piensa por medio de imágenes, a excepción de las abstracciones; pero se comunica verbal o no verbalmente por medio de expresiones y gestos. En este contexto, tanto la referencia como el referente se refieren a realidades diferentes. La primera viene fenomenológicamente dada, mientras que el segundo es convencional y arbitrario. Ambos son congruentes en la comunicación humana, pero es difícil enjuiciar ciertos aspectos de su fonología semítica y de su semántica, como que los determinantes sean mudos. En resumen, los emblemas unen imágenes a textos, por eso el paralelismo entre jeroglífico y emblema es concreto, porque un lema expresa el concepto o idea a referir, pero la imagen remite al concepto y el epigrama explica y relaciona imagen y concepto. Es obvio que el pensamiento no es sólo expresión, pero también lo es que la comunicación humana tiene que desarrollar, en un contexto científico, la lógica y la filosofía de las escrituras antiguas no alfabéticas y su naturaleza cognitiva.

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HUMANISMO, LITERATURA Y SOCIEDAD

Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 2059-2091

La escritura y el festejo del recuerdo en primera persona: la santificación de san Isidro y los madrileños (beatificación 24-VI-1619, canonización 12-III-1622) Alfredo Alvar Ezquerra

Profesor de Investigación del CSIC Académico Correspondiente de la RAH Resumen: En este trabajo se analiza el proceso de beatificación de san Isidro, teniendo presentes, sobre todo, los intereses políticos, familiares, grupales y de Madrid-villa. Se estudian, asimismo las fiestas por la canonización y el ambiente político pro-agrarista de principios del siglo XVII. Se estudian, también las fuentes de financiación para la canonización. Por vez primera se maneja el proceso de canonización y las actas municipales de Madrid. Palabras clave: San Isidro. Beatificación. Literatura, grupos sociales y religión. Santos y política. Abstract: In this paper, the autor analizes San Isidro´s beatification. He argues upon the political, familiar, group of pertenance and Madridas-Villa interests. They’re studied, by the way, the canonization fests and the social environment “pro-agrarista” at the beginning of the XVIIth c. in Castille. There are several pages dedicated to the resources income for

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Este es el resultado último de otros trabajos previos sobre san Isidro. Se trató de otro de los resultados del Proyecto de Investigación “El Pasado, un laboratorio de experiencias: historias e identidades (Pastlab)”, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, cuyo número de referencia es HAR2008-01594 y que bajo la dirección del dr. Alfredo Alvar Ezquerra se realizó en la Línea de Investigación “Historia social del poder” en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales de la Agencia Estatal Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Andando el tiempo, acabó por formar parte de los realizados al amparo de otro proyecto de investigación del Plan Nacional de I+D+I cuyo título es “La escritura del recuerdo en primera persona: diarios, memorias y correspondencias de reyes, embajadores y cronistas (siglos XVI-XVII)” (nº de ref. HAR2011-30251) y con vigencia hasta diciembre de 2014. 2059

Alfredo Alvar Ezquerra

this process. It’s the first time that the “Processus” (in Rome) is socially analized, and Madrid’s municipal records. Keywords: Saint Isidro. Beatification. Literature, social groups and religion. Saints and politics.

1. Introducción Madrid, 19 de junio de 1622. La ciudad se engalana para festejar por todo lo alto la canonización, no la beatificación, de cinco santos. Se trata de san Isidro, san Ignacio de Loyola, san Francisco Javier, san Felipe Neri y santa Teresa de Jesús. La beatificación de san Isidro había tenido lugar tres años antes. Por tanto, entre 1619 y 1622 se hace efectiva en Madrid una realización más, necesaria para el engrandecimiento de la ciudad: tener un patrón que, además, fuera santo. La grandeza de Madrid iba consolidándose. La búsqueda –o la construcción– de esa grandeza había empezado balbucientemente con el papel de López de Hoyos como corógrafo de Madrid.1 Porque Madrid, Corte artificial y nueva, no tenía nada, ni Catedral, ni santo patrón, ni un palacio real resplandeciente. Le faltaba todo y de todo. En aquella beatificación se exaltaba a cuatro santos españoles y a otro extranjero, pero se les festejaba juntos, porque juntos habían subido a los altares. De los cuatro hispanos, cada uno tiene sus características propias. Santa Teresa de Jesús, además de mujer, es escritora, doctora de la Iglesia, reformadora de la disciplina y la observancia y en más de una ocasión, extasiada. Es un modelo social que se debe seguir. En ella se encarnan muchas virtudes que puede tener la mujer. Si las logra, será respetable, en vez de banal o chabacana. San Isidro es un desdichado pechero; es un envidiado labrador, casado, pero retirado de las cosas de la carne, amparado por los ángeles, siervo de un desconfiado señor. Es, como tantos más, un modelo po pular, pero excelso y necesario en tiempos de agricultura en crisis y de apuestas por la exaltación de todo lo que tenga que ver con el mundo campesino al que hay que enaltecer. San Ignacio ha fundado la Compañía de Jesús y, desde ella, Francisco Javier ha ido al Oriente a convertir almas en pena para la verdadera religión. 1 Vid. Alfredo Alvar Ezquerra, “López de Hoyos, corógrafo de Madrid”, en Imprenta, libros y lectura en la España del Quijote, ed. José Manuel Lucía Mejía, Madrid, Imprenta artesanal del Ayuntamiento de Madrid, 2006, pp.19-45; A. Alvar Ezquerra, “Tres años y algo más de la vida de López de Hoyos, el “maestro” de Cervantes”, en Plus Ultra. Die Welt der Neuzeit. Festschrift für Alfred Kohler zum 65. Geburtstag, coord. Friedrich Edelmayer, Martina Fuchs, Georg Heilingsetzer y Peter Rauscher, Munster, 2008, pp. 453-474. Mientras este texto estaba en prensa se imprimió Alfredo Alvar Ezquerra, Un maestro en tiempos de Felipe II. Juan López de Hoyos y la enseñanza humanista en el siglo XVI, Madrid, La Esfera de los Libros, 2014, 462 pp. ISBN 9-788490-600535.

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La escritura y el festejo del recuerdo en primera persona: la santificación de san Isidro...

Son los héroes del nuevo catolicismo militante y triunfante que se ha enfrentado al protestantismo y al paganismo por todo el orbe de la tierra. Son los milites Christi que necesitan Roma y la catolicidad en general. Pero, además, son jesuitas. La Compañía ha dado dos veces. Su protagonismo es innegable. Abruma. Sobresale por todas partes. De Felipe Neri se deja traslucir su alegría en la oración a Dios y el sentido caritativo, didáctico y altruista de su existir.

2. Las canonizaciones y la Monarquía Hispánica Pero, además, estamos en 1622. El 31 de marzo de 1621 ha muerto Felipe III. Aún no había cumplido los cuarenta y tres años. Esto es secundario. Lo importante es que se está cambiando de monarca y consejeros.2 Soplan, por aquel entonces, aires de renovación en el gobierno de la Monarquía. No se sabe bien cómo será el nuevo rey, Felipe IV, que a la sazón tiene dieciséis años. A su lado está, desde que era príncipe, el Conde de Olivares, que con el tiempo será el Conde-Duque, gran político, de los que hay en la Historia de un país y que se pueden contar con los dedos de la mano. Pero también con sus asuntos. En 1621 ha elevado al rey su primer memorial de buen gobierno, el “Memorial sobre las mercedes”.3 En él le insta a que no sea un dilapidador en ofrendas a sus súbditos. El memorial no cayó bien entre algunos cortesanos, de esos que están siempre ávidos de saquear las cuentas reales para obtener su beneficio personal. Señor: la liberalidad y magnificencia son virtudes propias del ánimo real [...] pero pueden llegar a ser viciosas y culpables... Vuestra Majestad es, en reinos y señoríos, el mayor rey del mundo; comienza a gozarlos en edad floreciente, sucede a su padre de natural tan blando y generoso, tan fácil a beneficios que sin ofensa de la veneración debida a su memoria, podemos decir que tuvo rotas las manos en hacerlos.

A este memorial de 1621 siguieron otros y un programa político intenso, arriesgado, exultante y acaso megalómano. No voy a entretenerme más en el Conde Duque porque no es el momento, claro. Pero debemos no perder de vista el punto de fuga de la perspectiva: los del Conde Duque son tiempos de reformas necesarias en lo interior y de remoralización de la vida política, de exaltación nacional y de defensa del binomio Monarquía HispánicaCatolicismo en el campo internacional. Son los tiempos de la Contrarreforma. 2 Sobre el cambio de gobierno y la damnatio memoriae que hubo, recojo información y bibliografía en Alfredo Alvar Ezquerra, El Duque de Lerma. Corrupción y desmoralización en la España del siglo XVII, Madrid, La Esfera de los Libros, 2010. 3 Está editado por John H. Elliot – Francisco José de la Peña, Memoriales y cartas del Conde Duque. Política interior, 1621-1627, vol. I, Madrid, Alfaguara, 1978, pp. 3-11.

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Alfredo Alvar Ezquerra

Así, en efecto, en 1621 se rompen las hostilidades, de nuevo, contra los herejes rebeldes flamencos. La verdad es que ha sido Felipe III el que ha denunciado la Tregua de 1609 de los Doce Años. Y en el corazón de Europa, después de la defenestración de Praga de 1618 se ha roto la alianza de las dos religiones, la católica y la luterana, frágilmente construida en 1555 en la paz de Augsburgo. La Monarquía Hispánica anda en pos de la reputación; la catolicidad, a la reconquista de territorios perdidos. En ese ambiente, no es de extrañar que culminaran peticiones viejas de los súbditos madrileños al padre del nuevo rey para que apadrinara la canonización. Efectivamente, estando la Corte en Valladolid, y por aquello de engrandecer el alicaído Madrid, aprovechando que el Duque de Escalona es nuevo embajador en Roma, la Villa le felicita y aprovecha para pedirle que tenga presente “lo de la canonización de san Isidro” (AVM, Libros de Acuerdos, 25, 9-IV-1603). No pasa nada. Por ello, recién recuperada la Corte de Valladolid, es una prioridad de la identidad local tener un santo: ¿a dónde va una Corte sin santo ni Catedral? Así que el 7 de noviembre de 1605, el Ayuntamiento pide al Rey que escriba al Papa para instarle a que canonice a San Isidro y el 17 la Junta de regidores que trata sobre la canonización eleva otra petición en el mismo sentido. Al parecer, cuando Pío V había estado en Madrid había quedado gratamente impresionado al ver el cuerpo incorrupto del labrador.4 La dinastía adopta sus ejes tradicionales y amplía horizontes nuevos. En medio de estas estamos cuando se canoniza a esos cinco paladines de la religión. No es casualidad. Es necesidad de construcción de modelos ejemplares: unos escriben, otros trabajan (y si dejan el arado, se lo mueven los ángeles y la holgazanería queda dignificada e incluso santificada) y a alguno le han dado martirio hasta la muerte. De ellos, además, los hay que han abandonado todo por seguir a Dios, desde las más grandes riquezas mundanas a las más humildes labores terrenas. La canonización de cinco santos no podía pasar inadvertida. Y menos aún teniendo en cuenta que había varios jesuitas. Tampoco la exaltación de la oración, por encima del trabajo. No como hacían los calvinistas. Herejes.

3. Isidro y su promoción municipal El proceso de canonización de san Isidro empezó allá por diciembre de 1562 y, casualmente, no al azar, sino interesadamente. En primer lugar, los Luján, o los Lujanes, fueron los promotores; en segundo lugar, aprovechando que en Roma se iba a empezar la de san Diego de Alcalá, se pidió al rey que intercediera por San Isidro. 4

Archivo de Simancas, Estado, leg. 201 para ambos documentos. 2062

La escritura y el festejo del recuerdo en primera persona: la santificación de san Isidro...

[23-XII-1562] En este Ayuntamiento entraron los señores don Jerónimo Zapata, arcediano de esta villa, y Rodrigo de Vargas y Miguel de Luján y don Pedro de Luján, los cuales dijeron que ya es notorio cómo en esta villa está el cuerpo de San Isidro y cuán justa cosa sea se canonice, que atento que el comendador mayor de Castilla va a Roma y tiene de tratar por Su Majestad se canonice el cuerpo del santo fray Diego, que está en Alcalá, que les parece que esta Villa vaya a hablar al comendador mayor y encargarle este negocio, pues, en efecto, ha de costar poco más canonizar el cuerpo de San Isidro, habiéndose de canonizar el del santo fray Diego. Luego, los dichos señores justicia y regidores y personas susodichas acordaron que se vaya a hablar al dicho comendador mayor. Y así, fueron y le hablaron. Y respondió que él holgaba mucho de encargarse de este negocio y hacer lo que fuese en sí, juntamente con lo del santo fray Diego mandándolo Su Majestad. Y visto por los dichos señores, estando en el dicho ayuntamiento, cometieron a los señores don Jerónimo Zapata, arcediano de esta villa, y a Diego de Vargas, regidor de ella, que vayan a hablar a Su Majestad, y le supliquen de parte de esta Villa sea servido de mandar al comendador mayor de Castilla y dar petición a Su Santidad, y hagan todas las demás diligencias que convengan para canonizar al dicho San Isidro.

En julio de 1563 continuaron las negociaciones para la canonización de San Isidro: [19-VII-1563] En este ayuntamiento se acordó que se escriban cartas al gobernador y deán y cabildo de Toledo y embajador de Roma y otras personas que sean necesario sobre el canonizar a San Isidro de esta Villa y se comete a los señores Diego de Vargas y Juan Zapata para que las ordenen y las de Toledo lleve el señor Pedro de Herrera.

Sin duda que aquella Villa y Corte del Renacimiento, escasa de símbolos de grandeza, buscaba tener uno de ellos, por ejemplo, un santo. Comoquiera que el príncipe don Carlos era un ferviente defensor de San Diego, su caída en desgracia, detención y muerte acabaron con la fama del aspirante, de momento. Ciertamente que don Carlos presionaba, allá por 1566, al recién elegido papa Pío V no sólo para conseguir la canonización de fray Diego, sino también el Santo Prepucio.5 Por otro lado, la devoción isidril parece más asentada en Madrid; quiero decir que se recurre más a este protector. Al poco de morir don Carlos, se aprieta sobre San Isidro, no sé si en relación de causa efecto. Esta es la narración de León Pinelo (aunque muy posterior a los acontecimientos): 5

En Instituto Valencia de don Juan, Envío 47. 2063

Alfredo Alvar Ezquerra

[1569] El señor Guencoz [sic], canónigo de Alcalá, por comisión de don Gómez Tello Girón, gobernador del arzobispado de Toledo, a diez y nueve de julio visitó en la iglesia de San Andrés la tumba de san Isidro, que estaba con cuatro llaves, y la arca de dentro, que tenía una llave y dice el libro de visitas, la cual caja estaba cubierta de un paño de zarrahán [sic] de oro y de sedas de diferentes colores y la caja estaba guarnecida de cuero colorado claveteada con tachuelas doradas y se abrió, donde se halló el cuerpo del santo envuelto en un lienzo delgado blanco a manera de cendal y otro de lienzo más gordo y un pedazo de tafetán blanco, el último con que estaba cubierto. Hallóse el santo cuerpo entero y la cabeza y algunos dientes de la boca y quijada y pescuezo, pechos, brazos, manos, dedos y uñas piernas y pies enteros y una nómina [sic] de raso colorado donde estaba un pedazo de dedo de la mano del santo, el cual y la dicha caja se limpió y el bienaventurado santo se volvió a poner en ella en el lugar donde estaba y se tornó a cerrar con las mismas cinco llaves.6

Un poco más tarde, en 1571, [1571] celebróse en Madrid la fiesta del señor san Isidro, pues este año predicó en ella fray Juan Ortiz Lucio, y después en el flos sanctorum que sacó a luz en el de mil y seiscientos y diez y seis imprimió la vida del santo, que sacó de Juan Diácono y que había entonces cuatrocientos y treinta y dos milagros… (fol. 135r).

Más adelante, en 1575, parece ser que la fuente del santo se secó porque los aguadores iban coger agua allá y la vendían, lo cual era intolerable (fol. (147r). Y, en fin, el paroxismo llegó en 1584, cuando el propio cardenal Quiroga acude a visitar el cuerpo de san Isidro y concurrió toda Madrid; para que fuese bien visto le puso en el arca cubierta sobre un altar y allí estuvo nueve días, patente con solo un velo transparente que le cubría con muchas luces. Delante había un palenque para detener la gente, que era infinita. Vinieron procesiones de fuera de Madrid, con músicas y fiestas. Después fue vuelto a su tumba (fol. 164r-v).

En 1589 fue beatificado fray Diego de Alcalá. Las solemnísimas fiestas tuvieron lugar en Alcalá el 10 de abril de 1589. A ellas asistió Felipe II.7 Y curiosamente, coincidiendo con estas solemnidades, se reactivará el proceso de favorecer a san Isidro. En efecto, a finales de siglo se reactivaba todo, porque había órdenes y hechos que animaban a ello. Así, en efecto, se 6

León Pinelo, Antonio de: Anales de Madrid…, hasta 1658. Manuscrito, copia de 1750. Real Academia de la Historia, 9/5639, fols. 120v-121r. 7 He visto una descripción de la procesión y fiestas en Instituto Valencia de don Juan, Envío, 55. 2064

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autorizaba al promotor de la causa, fray Domingo de Mendoza a que entrara en el archivo para escribir su hagiografía;8 en 1589 se apoderaba a Diego de Salas Barbadillo –padre del famoso Alonso Jerónimo– para que pusiese en marcha el proceso de beatificación;9 luego, otros promovían a san Dámaso; poco después, Diego de Salas Barbadillo escribía su biografía de san Isidro y la presentaba ante el Ayuntamiento,10 e inmediatamente él, Alfaro y Mendoza 8

[12-IX-1588] “En este ayuntamiento entró el padre Fray Domingo de Mendoza, de la orden de Santo Domingo, morador en Nuestra Señora de Atocha, e hizo relación de la gran devoción que tiene al bienaventurado Isidro y cómo se empella en escribir su santa vida e historia de su muerte y milagros que en ella y después ha hecho, suplicando a la Villa que, pues era su natural, le ayude y favorezca para que averigüen y descubran las verdades que se pretenden a gloria de Nuestro Señor y honra de este bienaventurado santo. Y para ello le mande mostrar todos los papeles antiguos que tiene en su archivo y, averiguándose lo que se desea, procure esta Villa que se canonice o beatifique, y para esto también presentó un memorial de lo que se ha de hacer y cómo se ha de conseguir esta pretensión. Y habiéndose oído lo susodicho y lo demás de por palabra y por escrito dijo y cuan justo es que esta Villa acuda a su buen celo, acordaron que se le muestren y den todos los papeles que hubiere y pidiere para este efecto, de manera que no se pierda ninguno y el señor Corregidor y el señor Antonio Díaz Navarrete den orden cómo esto se haga cumplidamente y como convenga y asimismo para lo demás le oigan más particularmente y traten y confieran con él y con las demás personas que les pareciere lo que acerca de esto convendrá y en un ayuntamiento hagan relación de ello en el cual traten de lo que convenga, y para ello se llamen todos los caballeros regidores de esta villa”. [7-X-1588] “En este ayuntamiento se trató que, por cuanto en otro de 12 de septiembre pasado se dio licencia al padre fray Domingo de Mendoza, devoto del bienaventurado Isidro, que se le mostrasen todos los papeles del archivo para si alguno le pudiese ayudar para la historia de este bien aventurado santo y para este efecto le es forzoso andar todas las escrituras y papeles del dicho archivo y leerlas y reconocerlas, y porque esta diligencia es muy necesaria para que se consiga lo que la Villa desea muchos días ha, que es componer el dicho archivo y escrituras en la buena orden que convenga y mejorar la guardia y custodia de ello, acordaron que, para hacer esta dicha diligencia, así la que ha de hacer el dicho fraile con la composición de los papeles que ha de hacer la Villa, asistan con él siempre dos señores regidores a horas y días señalados repartidos en esta manera…”. 9 La noticia la tomo de León Pinelo; no sé si es conjetura suya. En Anales de Madrid…, fol. 177v. Teniendo en cuenta que cito el acuerdo municipal de 1593 por el que se le apodera, este registro de León Pinelo debe ser una invención suya. 10 [7-IX-1592] “En este ayuntamiento [se solicitó que] llamasen a todos los señores regidores que estaban en esta Villa para ver una petición que Diego de Salas Barbadillo ha dado, y un libro que ha presentado en este ayuntamiento, en el del pasado, de la Vida y milagros del Bienaventurado San Isidro Labrador, natural de esta villa y para oír al dicho Diego de Salas. Y habiendo oído al señor don Francisco de Alfaro, regidor de esta villa, a quien esta villa cometió en el dicho ayuntamiento pasado se informase de ciertas diligencias que le han menester hacerse sobre este negocio, y habiendo oído al dicho Diego de Salas y tratado esta dicha Villa largamente sobre ello, acordaron que los señores don Francisco de Alfaro y don Juan Hurtado de Mendoza acudan a este negocio con muchas veras, de suerte que lo que pretende el dicho Diego de Salas Barbadillo tenga cumplido efecto, como esta Villa lo desea, y hagan las demás diligencias necesarias, todas las que convinieren”. 2065

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(el regidor, no el fraile) eran designados con poderes generales por Madrid para la promoción de san Isidro.11 Meses después se cambiaba a alguno de los promotores de la causa, buscando, sin duda, más prestigio entre los luchadores en pro de San Isidro.12 Aunque ya había habido peticiones de poder trabajar en el archivo desde 1565, no es sino en esta década de 1590 cuando se hace fervientemente. De hecho, fray Domingo encuentra un privilegio para poder costear una fiesta popular ya en 1344.13 En medio de toda esta promoción isidril, san Isidro tendría que volver a competir con otro rival. Ahora no era ya con Diego de Alcalá, porque ya era santo. En efecto, en los años 90 el triángulo Lujanes-Vargas-san Isidro hubo de enfrentarse al binomio san Dámaso-otros regidores.14 Se ve que dentro del Ayuntamiento había facciones diferentes y que cada una apoyaba sus líneas de prestigio, so color de defender a la ciudad, pero en realidad beneficiando sólo y exclusivamente a su grupo de pertenencia. No sé si eso suena. Así es como llegamos a los años 90 del siglo XVI. Tras el examen en el Ayuntamiento de la biografía de Diego de Salas Barbadillo, se activa con ánimo el interés por la canonización. Así, se cuidan sus espacios de identidad: [29-IV-1594] Que el señor don Íñigo de Mendoza haga aderezar la fuente de San Isidro […] y lo que se gastare en ella lo pague de propios por su libranza y del señor Corregidor.

O se activan las peticiones por escrito: [12-IX-1594] Que los comisarios de la canonización del bienaventurado Isidro hagan que en el Consejo se haga relación de lo que por su parte se ha pedido para que se consiga el fin que pretenden.

O se pone en marcha una sólida campaña publicística, en la que hay elementos nuevos, como el de resaltar que era natural de Madrid, en una ciudad que había crecido exponencialmente por la inmigración: 11 [7-IV-1593] “Otorgóse poder a Fernando Méndez de Ocampo, procurador general, y fray Domingo de Mendoza y Diego de Salas Barbadillo y a cualquiera de ellos para lo tocante a las diligencias que se han de hacer en esta villa para lo de la canonización de señor San Isidro”. 12 [4-VI-1593] “Que los señores comisarios del negocio del señor san Isidro sobre su canonización hablen al señor cardenal de Toledo, suplicándole tenga por bien que se conceda lo que el padre fray Domingo de Mendoza pide y, en lugar del señor don Francisco de Alfaro, sea comisario el señor don Lorenzo del Prado”. 13 Leonor Zozaya Montes ha vuelto a insistir sobre la fecha de 1562 como origen del proceso final de beatificación de Isidro. Véase en Prisma social, 2010, http://dialnet.unirioja.es/ servlet/articulo?codigo=3632417. Hizo la Tesis Doctoral amparada por mi firma en el CSIC. 14 Las actuaciones de Gregorio de Usátegui a favor de san Dámaso durante el verano de 1590, en apéndice, al final de este texto.

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[25-II-1595] Que los señores don Juan Hurtado de Mendoza y don Luis de Toledo hablen a Juan Francisco Alejandrino encomendándole de parte de esta Villa acuda al negocio de la canonización del bienaventurado San Isidro en Roma pidiéndole a Su Santidad el breve y buen despacho de este negocio, atento que es natural de esta Villa.

Campaña que se refuerza con las peticiones de cuidar lo que se debe cuidar. Por cierto: ya Usátegui parece haberse olvidado de Dámaso. [5-IV-1595] Que los señores don Juan Hurtado de Mendoza y Gregorio de Usátegui vean qué será necesario que se haga para que el cuerpo del bienaventurado San Isidro esté con la decencia y autoridad que conviene, procurando se haga un cofre grande forrado en terciopelo carmesí, como mejor se pueda, y se traiga a este Ayuntamiento su parecer y lo que podrá costar para que se provea lo que convenga.

Es así como en 1595 se ha llegado casi al máximo del rigor, del empeño colectivo y de la convicción compartida de que hay que canonizar a san Isidro: en mayo de 1595 todo parecía ir haciéndose con más solemnidad y seriedad. Iban en serio. [12-V-1595] En este ayuntamiento el señor Corregidor dijo que Francisco Morejón envió a esta Villa una de las llaves del arca del bienaventurado San Isidro, para que se pusiese en su archivo y así se puso, y que él, en conformidad de lo que Madrid tiene acordado, la ha entregado al señor don Francisco de Herrera, como regidor más antiguo, que dará cuenta de ello a la Villa para que lo entienda. Y visto por la Villa, acordó que el señor don Francisco la tenga y firme el recibo de ella en este libro.

En ese sentido: [23-VI-1595] Acordóse que el señor don Juan Hurtado de Mendoza prosiga su comisión sobre la canonización de San Isidro y se haga la reja y arca que está acordado y se pida licencia al Consejo para gastar lo necesario en ello.

Mientras que a otros santos, se les abandonaba: [23-IV-1595] Acordóse que para la fiesta de Santa Ana de este año, atento que es patrona de esta Villa y no tiene renta ninguna ni limosna de dónde poderse hacer y por esta causa no se hizo el año pasado, se den 100 ducados y las 12 hachas y velas acostumbradas de propios con licencia del Consejo.

Aunque en 2 de febrero de 1596 se instaba a los comisarios para que escribieran una relación: Que los señores don Juan Hernando de Mendoza y don Luis de Toledo, en nombre de esta villa escriban a Su Santidad y al señor Juan Francisco sobre lo 2067

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de la canonización de san Isidro, y sobre ello y la limosna que han de pedir para ello, hagan las diligencias necesarias.

En cualquier caso, en febrero de 1596 ya se había implicado a muchas más gentes en el proceso de canonización: [21-II-1596] Que se despachen las dos cartas que se han leído en este ayuntamiento, de una parte lo de las ciudades, villas y lugares de fuera de la jurisdicción, y otra parte las aldeas de Madrid para lo tocante a la canonización de san Isidro.

Y se había continuado “construyendo” la imagen del santo… y de su esposa. [23-III-1596] Acordóse que el señor don Juan de la Barrera, digo Hurtado de Mendoza, luego que se traigan los retratos de san Isidro y su mujer que envió a Su Majestad y fray Domingo de Mendoza, haga sacar dos traslados de la manera que están, el uno para enviar a Roma y el otro para Madrid, y lo haga en la forma que le pareciere convenir.

Ahora bien: en los años siguientes, inexplicablemente se paralizó tanto ímpetu beatificador e incluso se llegó a cambiar a los comisarios municipales encargados de ello.

4. El proceso, en tiempos de Felipe III15 Tras la muerte de Felipe II en 1598, la subida al trono de Felipe III y el traslado de la Corte a Valladolid en 1601, la presión a favor de San Isidro se frenó. Sin embargo, a partir de 1605 volvió a activarse. De hecho en abril de ese año Catalina de Luján pedía una llave del arca de San Isidro y al mes siguiente un Cristóbal Vigil solicitaba permiso al Ayuntamiento para adecentar a su costa la ermita del santo, “poner un retablo y campana y hacer una sacristía y vivienda”, con tal que le dejaran a él y a sus descendientes enterrarse ahí y poner una lápida conmemorativa, “un letrero en que diga lo que hiciere”. La reforma la culminaría plantando árboles alrededor de la ermita. En julio se empezó a hablar de los fondos que había para la canonización porque se iba a solicitar al rey que escribiera al Embajador en Roma y al cardenal de Toledo para que volviera a poner en marcha el proceso (11-VII1605). En esta nueva ofensiva, anterior a la vuelta de la Corte de Valladolid, iban muy en serio. En octubre de 1605 se ordena hacer “una caja de madera aforrada en raso blanco y bien guarnecida, y de fuera de terciopelo, y la 15

Quiero expresar mi agradecimiento a don José Miguel Muñoz de la Nava Chacón, Secretario General del Instituto de Estudios Madrileños, que me ha facilitado sus fichas de acuerdos municipales del periodo 1599-1622, que sintetizo aquí. Suyas son, digo, todas las alusiones al reinado de Felipe III y los primeros meses del de Felipe IV. 2068

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clavazón dorada y pasamanos de oro con las armas de esta Villa”, meter en ella el cuerpo del bienaventurado Isidro “y la vieja que ahora hay se traiga a este Ayuntamiento” (24-X-1605). Con caja nueva, se ordena el depósito de las llaves: las de la caja vieja y la de la caja nueva las tendrá el regidor más antiguo, como la del archivo (1-XI-1605). Nuevamente, los acontecimientos de la vuelta de la Corte en 1606, dejaron al pobre Isidro algo abandonado hasta 1607. De hecho, en abril de 1607, el Ayuntamiento se muestra muy interesado en participar en las misas y romerías y, a la vuelta del verano, han vuelto a escribir al rey y al embajador esperando la reactivación del proceso. Todo volvía a andar por la senda de la pujanza. En noviembre de ese año los basilios pedían poder construir un convento en la ermita y se nombraba una comisión para analizar la propuesta que hacían los frailes (26-XI-1607), cuyos resultados elevaron ante el Ayuntamiento a los pocos días (5-XII-1607). En cualquier caso, desde 1612 y 1613 las alusiones a las canonizaciones de San Isidro y Santa María son cada vez más frecuentes en las actas municipales y en León Pinelo, por poner dos ejemplos. No es de extrañar. En julio de 1611 Roma había proclamado unas Instrucciones para interrogar a decenas de personas sobre la idoneidad del proceso, lo cual lo vemos enseguida. Y aún más, desde primeros de febrero de 1612, Madrid pierde la “tutela” del proceso: el cardenal de Toledo, en medio del proceso de inquisición anterior, pide oficialmente el 4 de febrero de 1612 que se abra el proceso de canonización. Nuevamente, en 1613 se mandaba volver a poner orden en los papeles del archivo, porque lo que se buscaba no se hallaba. El modelo que se debía seguir era el del archivo real, “los pongan según y de la manera questá el archivo de Simancas” (15-II-1613). Igualmente, se daba limosna a unos dominicos que están muy interesados en la canonización de santa María de la Cabeza y la Villa da cartas de recomendación, haciendo suya, por lo tanto, esa canonización (15-II y 24-IV, 1613). A la vez, se abría el ataúd de Isidro para que lo viera el cardenal de Toledo. Tal hecho, aunque fue en secreto, se supo por toda la ciudad. Desde luego fue un secreto mal guardado, porque asistieron a ello en San Andrés dos escuadras de la guardia española y alemana (a las que se dio 100 reales a cada una, 12-VI-1613). Hubo tanta expectación y deseo de poderlo volver a ver que se solicitó permiso a Toledo para volverlo a exhibir durante tres o cuatro días (8-V-1613). No obstante, poderoso caballero es don dinero. Con gran escándalo en el Ayuntamiento se supo que los herederos de Nicolás Escobar habían comprado la capilla principal que había entre la tumba de Isidro y el altar mayor para enterrar al susodicho Nicolás. El escándalo estaba servido: la capilla la había construido Alfonso XI, pues su escudo de armas las presidía. Pero además, este Nicolás era “tratante de velas de sebo”. ¿A dónde iba a enterrarse?; ¿quería promocionarse así después de muerto? (11-VIII-1614). 2069

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Otra vez en 1615 se activaron las gestiones. Fue el 31-III-1615, en que se reunieron para hablar de la canonización. En abril se pensó mandar a Roma a un regidor, como se hizo. Además, a partir de 1616 el Ayuntamiento quería que negociara dos cosas, una, poder decir misa en el ayuntamiento, y otra, proceder a la canonización. El Papa pedía el Flos Sanctorum de Villegas, donde está la vida del santo” (se venía reeditando desde 1586) y los textos de Lope de Vega (27-V-1616). Por vez primera, en 1617, aparece la noticia que desde América se manda dinero para la canonización (23-VI y 31-VII-1617). Pero en julio de 1618 cae un gran jarro de gua fría: Escribe de Roma el señor Barrionuevo que Su Santidad no accede a la canonización de San Isidro por no constarle su beatificación (9-VII-1618).

Sin embargo, aquellos regidores pelearon denodadamente, porque el 24 de junio de 1619 lograron la beatificación, cuya comunicación (o el Breve) se recibió en Madrid a primeros de septiembre. Así se comunicó al rey y se le pidió permiso para organizar su fiesta (25-IX-1619). Pero el rey estaba para pocas fiestas. A mediados de noviembre de ese año se determinó que, teniendo en cuenta la salud de Felipe III, se sacara el cuerpo en procesión desde San Andrés a la Encarnación (16-XI-1619). La procesión fue muy vistosa, fue “procesión general”, es decir con todas las autoridades civiles y eclesiásticas. Pero el rey estaba muy enfermo. Por eso, determinaron llevar el cuerpo del beato hasta Casarrubios, donde estaba convaleciente Felipe III. Incluso ya se le había administrado Sacramento de la Extremaunción. A mediados de noviembre lo dejaron en el pueblo, custodiado por unos regidores y por el párroco de San Andrés. Cuando sanara el rey, se traería el cuerpo acompañado por señalados caballeros a caballo y el ataúd en una litera nueva, con luces en cada uno de los extremos. Se depositaría en Santa María y al día siguiente se llevaría en procesión general hasta San Andrés. A los que fueran y vinieran escoltando se les daría una copiosa merienda. Pero como no había dinero para todo, se solicitaba al Consejo Real permiso para poder sufragar esos gastos con lo que se estaba pagando las obras de la Plaza Mayor, que procedía de una sisa sobre el vino (20-XI-1619). Felipe III sanó. Sanó gracias al beato. El embajador municipal en Roma estaba dispuesto a volverse a Madrid, pero se le conminó a que, atentos a este milagro nuevo, se quedara en Roma gestionando la canonización definitiva (22-XI-1619). A la vez que se pagaba a los músicos y cantores que habían ido a Casarrubios, se mandaba imprimir el Breve de beatificación, para distribuirlo por la Corte: se asignó un presupuesto de 130 reales con los que abonar a Francisco de Medina 2.000 copias en español y 1.000 en latín (22-XI-1619).

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Aunque el rey ya estaba sano, los de Casarrubios no soltaban el cuerpo del beato. Todo porque el rey quería volver a Madrid con él. El viaje tuvo lugar hacia el 6 ó 7 de diciembre. El recibimiento, por la noche, fue apoteósico, con luminarias, danzas y músicas (acuerdos de la primera semana de diciembre de 1619). Madrid volvía a tener a su santo y a su rey. Fue el momento de echar cuentas de lo que habían costado las idas y venidas (en carro y en andas), las fiestas, las procesiones… El cocinero cobró en el año siguiente 600 reales (26III-1620). Y, aprovechando tanto festejo, a los pocos meses un Mendoza, fray Domingo de Mendoza, pedía que se trajera el cuerpo de María de la Cabeza desde Torrelaguna a Madrid (12-III-1620).

5. Cortas reflexiones sobre los promotores El caso es que, como enseña la historia, triunfaron los Lujanes y los Vargas y san Isidro, y a día de hoy ya nadie se acuerda de Gregorio de Usátegui el promotor de san Dámaso, que hubo de trabajar por la canonización de Isidro. Por cierto, como se sabe, a favor de los Lujanes se volvería a lanzar una leyenda en el XVII, cual era la de que Francisco I vivió preso en su casa, en vez de en el Alcázar, que es en donde estuvo. Y es que los intereses que se ventilaban, dentro del concejo y en el poder urbano, hay que rebuscarlos en el fondo de los papeles y de las intenciones. El bueno de Jerónimo de la Quintana, descendiente de conversos, rompe importantes lanzas por san Dámaso en 1629, y eso que en la relación de los grandes apellidos madrileños olvida (¿?) el de la familia Usátegui, regidor de Madrid desde 1574, aunque pleiteante por su hidalguía desde 1572, hijo de platero y receptor de rentas de la Villa y denodado defensor de la permisión para que los mercaderes entraran en el gobierno municipal de Madrid, como nos enseña Guerrero Mayllo.16 O sea, persona vinculada a los hábitos profesionales de los descendientes de conversos. En 1789, cuando se edita el diccionario histórico de los Hijos de Madrid, ilustres en santidad… de José Antonio Álvarez de Baena, no tiene empacho en afirmar, en la docta voz dedicada a san Isidro, que “sus padres, aunque humildes, fueron cristianos viejos…”, mientras que de san Dámaso, aun defendiendo su natural madrileño, no hay mención a que, aun brevemente, fue candidato a ser patrono de la ciudad a finales del XVI. ¿Por qué, en 1792, viene este corógrafo de Madrid a hablarnos de limpieza de sangre?

16

Ana Guerrero Mayllo, El Gobierno municipal de Madrid (1560-1660), Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1993, p. 114, entre otras. 2071

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6. El Proceso de canonización Existe en el Archivo Secreto Vaticano, un Proceso de canonización guardado entre los papeles del Archivo de la Congregación de los Santos Ritos, incoado por la “Toletana” y que lleva anotado en el lomo su correspondiente “S. Isidori Agricolae”.17 El 4 de febrero de 1612 a petición del Arzobispo de Toledo, el cardenal don Bernardo de Sandoval y Rojas, que era tío de Lerma y hacía muy buena pareja en las cosas de familia, pidió que se pusiera en marcha el proceso de canonización del servi Dei Isidori Madriti. Se hacía con toda la solemnidad que requería el acontecimiento. Era el momento que se consideraba oportuno, por cuanto desde julio de 1611 se venían cumpliendo unas instrucciones emanadas de Roma para proceder a la beatificación, en respuesta a las solicitudes reiteradas desde años atrás que acabamos de ver. En esas Instrucciones se ordenaba que, como era preceptivo, se recogieron las informaciones que llevaban guardándose desde tiempo atrás, de entre las que cabría destacar la visita al sepulcro del Labrador, la presentación de escritos y escrituras y las respuestas a varias preguntas en inquisición hecha en Madrid a gentes de todo tipo y condición, hasta a 266 personas si no he contado mal, de entre las que destaca la gran cantidad de mujeres interrogadas, 113 (el 43%). Por lo visto, nos cuentan que eran tiempos en los que la mujer no pintaba nada. Excepto para la construcción de modelos sociales universales. De estos testigos y de todos esos testimonios escritos se esperaban respuestas fidedignas con las que se pudiera probar la vida de santidad y los milagros de Isidro de Madrid. El punto de partida eran las vaguedades obvias tales como que la vida de Isidro desde la pubertad era un ejemplo de devoción hacia la Virgen María y que estaba adornado de otras virtudes, como su modestia, su castidad y su respeto al Altísimo. Hizo muchos milagros. Se señalaba explícitamente que tras su buena muerte fue sepultado en el cementerio de San Andrés y allí descansó durante 40 años. Por una divina revelación, fue hallado y trasladado al interior de la iglesia. Se vio que estaba íntegro. Desde el momento del traslado empezaron los milagros. Ese cuerpo y su fama santa maravillaron durante muchos siglos. Era taumatúrgico. Otro de los lugares comunes es el del tiempo que se lleva trabajando en esto de la canonización. Así, durante los trabajos iniciales se habla de que ya en 1598 se había impulsado la canonización de Isidoro.18 Veremos cómo fue un poco antes. 17 18

Concretamente el Processus 3.192. ASV, Processus, 3.192, fol. 4v. 2072

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Otra clave que se repite una y otra vez es que se investigue la fama de santidad y la “operatio miraculorum” a efectos de la canonización, ya que si faltaren, se dificultaría alcanzar el objetivo.19 No deja de ser admirable toda esa parafernalia que arropa la objetividad de la comisión que juzga y el fin último, cual es la fama de Isidro, en la esperanza de que sea de santidad, porque si no, todo la construcción subjetiva del santo se vendría abajo. Para que los testimonios sean fiables el deponente había de tener unas virtudes, las de siempre: idoneidad y dignidad, así que esos testimonios –dados de uno en uno y no por grupo– se harían con fe, sinceridad y celo hacia la religión. De los testigos se transcribirán sus declaraciones y se adjuntarán las pruebas extraordinarias y útiles que llevarán ante la comisión. La inquisición se hace en Madrid, aunque no se descarta la posibilidad de traer a otros testigos de otras partes si fuera preciso. Todos declararán bajo juramento ante los Evangelios y se autoriza a que se pregunte a cualquier miembro de la Casa Real o a monjas enclaustradas. Igualmente, se ordena la visita del sepulcro en el que se dice que se conserva el cuerpo de Isidro, “que lo abráis e inspeccionéis” con un cirujano y con uno o dos médicos para que ellos hagan la descripción de la visita y que la entreguen manuscrita; ahora bien, la visita se hará en secreto y de ninguna manera se podrá consentir que haya tumulto de gente que pueda molestar u ofender el transcurso del examen ni lo contrario por exceso.20 Los procuradores de la causa solicitan que se inquiera sobre cómo era Madrid hacía 400 años; si estaba probado que Isidro vivió entonces y nació de padres pobres, pero honestos y cristianos viejos, si fue educado piadosamente y si llegó a la pubertad y por su pobreza se mantenía trabajando el campo con sus propias manos. El tercer objeto de su interés iba a ser identificar si llevaba vida de santidad siendo un campesino ya que priorizaba el rezar a trabajar, que si iba todos los días a la iglesia y esas cosas de una piedad desmedida. También si daba algo de trigo de sementera a las aves del cielo, ya que tiene fama de eso. Otra cuestión es si Isidoro nació y fue educado y criado en Madrid, y si se dedicó toda la vida al ejercicio de la agricultura y si de eso queda voz y fama. Así también, que si se sabe que se casó con María de la Cabeza y vivió maritalmente como manda la Iglesia. Las demás preguntas iban destinadas al virtuosismo del candidato, si era paciente, esforzado, trabajador, humilde, religioso, etc. Luego había que dilucidar la veracidad de las leyendas “publicum et notorium et publica vox et fama” sobre Isidro: la de las palomas muertas de frío en el campo nevado; la de los ángeles que araron por él mientras rezaba aun a pesar de Juan de Vargas, o la de la ermita de la Magdalena, cuando, habiendo atacado un lobo rabioso a su jumento mientras 19 20

Por ejemplo en ASV, Processus, 3.192, fol. 5r. ASV, Processus, 3.192, fol. 6r. 2073

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rezaba, no interrumpió la oración para ayudar al burro, y cuando acabó de rezar vio al lobo muerto y al burro ileso; o el hallazgo del manatial de agua; o las historias sobre las limosnas que daba por doquier; o la del agua que caía en su sepulcro, origen de la Fuente de San Isidro; o que cuando se le cambió de sepultura repicaron todas las campanas de la ciudad por sí solas y muy armoniosamente, etc.21 Especial mención merece la verosimilitud a la que someten los textos corográficos de Madrid que narran algo de san Isidro. Para entonces disponían estos jueces de las obras de Basilio de los Santos y su flos sanctorum del Nuevo Testamento impreso en 1580; la vida de san Isidro en el flos sanctorum del maestro Alfonso de Villegas; la del padre Juan de Marieta en su Historia Eclesiástica de 1594 y en concreto los capítulos 26 al 29 del libro VI; el jesuita Pedro Sánchez en el De Regno Dei también de 1594; el padre Jerónimo de la Higuera y su Historia de la Imperial Ciudad de Toledo; Pedro de Quintana, párroco de San Antón, y su libro Latino sermone de servo Dei Isidoro; el maestro Juan López de Hoyos en el último capítulo de su libro sobre la muerte de Isabel de Valois; incluso Lucio Marineo Sículo en su De rebus gestis Caroli Quinti Imperatoris, impreso en 1539 y en Las Grandezas de España; también Gonzalo Fernández de Oviedo en las Quincuágenas, y finalmente Luis de Mansilla… Se presentaron hasta 43 hechos presuntamente milagrosos de San Isidro. Así que, dadas unas Instrucciones en el verano de 1611, el cardenal de Toledo pedía solemnemente en 1612 que se pusiera en marcha el proceso recogiendo las informaciones de marras. Pero de entre todos los declarantes hoy he querido destacar las respuestas de tres personalidades que no me imaginé que participaran en esta canonización. En efecto, ya el 13 de enero de 1594 había declarado ante una –de momento– obscura comisión Diego de Salas Barbadillo. La historia de esta comisión no aparece clara. Sin embargo, todo había empezado por la edición de la hagiografía del Labrador hecha por don Diego. Así, sabemos que se le había llevado a platicar ante el Ayuntamiento de Madrid en el otoño de 1592 y que le habían nombrado su representante en los lejanos inicios de esa beatificación. [7-IX-1592] En este Ayuntamiento entró Ayllón, semanero y portero de este Ayuntamiento, y me entregó a mí, el escribano, 4 memorias que le habían dado 4 por testigos del dicho Ayuntamiento, que fue: Ramos, Gaitán, Ruiz y Quirós, para que llamasen a todos los señores regidores que estaban en esta villa para ver una petición que Diego de Salas Barbadillo ha dado y un libro que ha presentado en este Ayuntamiento, en el del pasado [no consta], de la Vida y milagros del bienaventurado san Isidro Labrador, natural de esta villa y para oír al dicho Diego de Salas. Y habiendo oído al señor don Francisco de 21

ASV, Processus, 3.192, fols. 9v-12r. 2074

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Alfaro, regidor de esta villa, a quien esta villa cometió en el dicho Ayuntamiento pasado se informase de ciertas diligencias que le han menester hacerse sobre este negocio, y habiendo oído al dicho Diego de Salas y tratado esta dicha Villa largamente sobre ello, acordaron que los señores don Francisco de Alfaro y don Juan Hurtado de Mendoza acudan a este negocio con muchas veras, de suerte que lo que pretende el dicho Diego de Salas Barbadillo, tenga cumplido efecto, como esta Villa lo desea, y hagan las demás diligencias necesarias, todas las que convinieren. [7-IV-1593] Otorgóse poder a Fernando Méndez de Ocampo, procurador general, y fray Domingo de Mendoza y Diego de Salas Barbadillo y a cualquiera de ellos para lo tocante a las diligencias que se han de hacer en esta villa para lo de la canonización de señor san Isidro. Testigos: Gaitán y Ruiz y fray Juan de Jesús. [4-VI-1593] Que los señores comisarios del negocio del señor san Isidro sobre su canonización hablen22 al señor cardenal de Toledo, suplicándole tenga por bien que se conceda lo que el padre fray Domingo de Mendoza pide y, en lugar del señor don Francisco de Alfaro, sea comisario el señor don Lorenzo del Prado. [27-VI-1593] Que el día que se señalare23 para mostrar el cuerpo del bien aventurado san Isidro para su canonización e información que se ha de hacer para ello, se halle esta Villa presente y el tiempo que tuviere descubierto se tengan 12 hachas.

A Salas Barbadillo le inquirieron sobre la existencia del cuerpo de Isidro y sobre si había una fiesta en su honor. Las respuestas de Salas Barbadillo, indudablemente genéricas en lo que respecta al interrogatorio, son más pausadas cuando cuenta que de su sepulcro mana agua que sana a muchos de los que la beben, “como es público y notorio”. En particular una hija suya que tenía unos dos años de edad tenía un bulto en la garganta, a la izquierda de la mandíbula y cuidaron de ella médicos y cirujanos durante muchos meses. Sin embargo, con la mandíbula prácticamente podrida, se le puso una cataplasma y cuando quiso volverla a ver el doctor, encontró sana y buena aquella mandíbula.24 Ya sabemos la causa de ese escrito hagiográfico. El 24 de julio de 1612 fue llamado a declarar a la iglesia de San Ginés Vicente Espinel. Había nacido en Ronda en 1550 y su vida transcurrió entre las heroicas complejidades de los de su generación. De hecho, su existir fue más azaroso que el del propio Cervantes. Estuvo también preso en Argel, en donde debieron conocerse. Cervantes fue elogiado por el propio Espinel y, en cierto modo, parece como que a partir del cautiverio les cambiara la vida a 22

[Al margen:] San Isidro. [Al margen:] San Isidro. 24 ASV, Processus, 3.192, fols. 346v-347v. 23

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ambos, en el sentido de la forja de un futuro diferente.25 En cualquier caso, su vida compleja fue censurada por el propio Felipe II que en febrero de 1598 le afeó por no vivir con el debido recogimiento.26 El caso es que llamado a declarar27 (y dejando al lado las respuestas genéricas), reconoce saber por lo oído y leído que Isidro fue un santo varón y guardián de la ley cristiana y tan santo que el propio testigo consideraba impío que aún no se le tuviera por santo, ya que en su vida y aun después de su muerte se le tuvo por tal. Había hecho milagros con fuerzas sobrenaturales durante toda su vida y aun después de muerto e incluso en sus propios tiempos presentes. De hecho, algunos de esos milagros están archivados en la Rota…, y Espinel parece quejarse y en cierto modo querer decir que para qué le preguntan a él si tienen documentación guardada. La tradición, los libros de historia y las oídas son las bases de sus conocimientos que vienen a ratificar todo lo que le preguntan los comisionados. Se reitera en lo que es público y notorio y así la incorruptibilidad del cuerpo… y un suavísimo olor, “como dice la pregunta”. Y hace referencia al libro del diácono Juan de Villegas y que fue capaz de sanar a muchos enfermos y tantas cosas más, tanto en su primera sepultura como después. Otro de los autores del Siglo de Oro llamados a declarar fue Lope de Vega, el 23 de agosto de 1612.28 Su declaración es como lo habitual. Se remite a la tradición, a la voz pública y a la fama en una declaración tan genérica que más vale leerse su Isidro. Por resaltar algo, reivindica la paciencia, constancia, las persecuciones, conoce el libro del diácono Juan y una novedad, que San Isidro estuvo en la batalla de las Navas de Tolosa salvando de peligros al rey, que al acabar la campaña fue a visitar el sepulcro para agradecérselo y mandó hacerle una estatua en Madrid de plata y otra en Toledo de mármol, aunque no sabe nada de las preguntas 37 a 40 que trataban sobre las carestías en 1275 y que se hicieron rogativas a san Isidro (cuyo cuerpo se exhumó) y procesión desde San Andrés a una ermita de la Virgen extramuros de Madrid (que se supone sería el santuario de Atocha), que si sabía algo de ello y dijo que no. Como tampoco sabía nada del milagro a la ciega Sol. Con respecto a que salieran canciones y melodías del sepulcro, no emitidas por voces humanas, dijo que no lo sabía. Espinel tampoco sabía nada de eso.

25 G. Garrote Bernal, La poesía de Vicente Espinel. Estudio y edición crítica. Tesis doctoral, UCM, 1989. 26 AHN, Iglesia, Consejos, según ficha de don Alejandro Martín en el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid, vol. III, fol. 40r. 27 ASV, Processus, 3.192, fols. 448r-449v. 28 ASV, Processus, 3.192, fols. 537r-540r.

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7. 1620-1622 Expedido el Breve de beatificación, se inició la causa de canonización, que fue mucho más ágil. En Madrid se pedía por la beatificación de la esposa de Isidro, santa María de la Cabeza. Así, el 12-III-1620 fray Domingo de Mendoza, dominico, hizo entrega al corregidor de Madrid de la llave del arca de María, que descansaba en el convento de san Francisco de Torrelaguna. Durante los días siguientes se pidió al Consejo que se autorizara a Madrid guardar un día de fiesta por san Isidro, “por ser patrón de la dicha Villa y natural de ella”, lo cual fue aceptado y comunicado al Ayuntamiento (7-IV-1620). A primeros de mayo de 1620 se puso en marcha la organización del festejo. Para empezar (4-V-1620) se pidió a la condesa de Lemos que prestase las “colgaduras” que tenía su hijo el Conde, para la fiesta de San Isidro y a continuación (6-V-1620) se dispuso el resto de los adornos efímeros. Las instrucciones interesaban a los regidores, al cura de San Andrés y a muchas más personas. Cohetes, luminarias por toda la ciudad, linternas de colores adornando las calles, hachas por los balcones, músicas de atabales, trompetas y violines y arpas, cinco tablados para representaciones, más colgaduras y participación de los grandes señores en las fiestas de cañas (en especial, el Duque de Cea, nieto de Lerma), invitaciones al Consejo para merendar, adornos con la custodia de plata de Madrid en el altar que se hacía de san Isidro… y la unión de las corridas de toros de San Juan y San Isidro en sólo San Isidro (6-V-1620). Además, los plateros de Madrid hicieron un carrillo de plata para sacar el arca de San Isidro con su cuerpo dentro. El Ayuntamiento miró cómo mejorar con una cenefa la franja de unión del carro y el arca (11-V-1620). El 13 de mayo de 1620 se votó definitivamente, por la fiesta, se dio por aprobada la celebración. Pasó la primavera, llegó el verano. A finales de agosto (28-VIII-1620), Lope de Vega hizo valer sus derechos: En este Ayuntamiento, habiendo dado fe los porteros dél que han llamado a todos los caballeros regidores que están en esta Villa para ver una petición de Lope de Vega Carpio, en que pide se le pague el certamen que escribió, hizo y imprimió por la beatificación de Sor. St. Isidro, se vio la dicha petición, y tratado sobre ello y mirada la mucha ocupación y trabajo que en ello hizo el dicho Lope de Vega, y que se le ordenó lo hiciese, y que en las fiestas que se hicieron por la dicha beatificación fue la mejor el certamen, se acordó que al dicho Lope de Vega se le den trescientos ducados, los cuales se le paguen de donde se pagó el gasto de la fiesta, con licencia de la Junta.

Un mes más tarde, llegaba un correo desde Roma con una contradictoria información: el embajador en Roma y el procurador de los asuntos de Madrid

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en Roma comunicaban que “Su Santidad ha sido servido de conceder la gracia de canonización del bienaventurado San Isidro”. De nuevo, las alegrías, los agradecimientos a todas las personas involucradas en tal logro y un besamanos al rey, que estaba en El Escorial, y más luces, procesiones, cohetes, “invenciones de fuego” (que les encantan), alardes y la ciudad encandilada: “Que se vaya luego a San Andrés y con toda la música que se pudiere juntar se diga un Te Deum laudamus delante del cuerpo del santo”. Así corre el mes de octubre. Pero los gastos son, o van a ser, excesivos, por lo que el 2-XI-1620 el corregidor, el presidente del Consejo Real (arzobispo de Burgos) y el Ayuntamiento platican sobre la financiación. De entre lo que se ahorran está “la máscara”, es decir el desfile de disfraces: [4-XI-1620] Que no se haga la máscara por ser fiesta de mucho gasto, poca vista y menos regocijo, y que por haberse de hacer otras fiestas cuando la canonización esté hecha y acabada de todo punto y se traiga el Breve, y que las que entonces se hicieren sean de ostentación y con toda la grandeza que el caso requiere. Y que para la paga de las luminarias que se han puesto y dado estos tres días y de lo que se gastare en la procesión y fiestas que se hicieren en la canonización se prorrogue un año la sisa de los dos mrs. que está impuesta en cada azumbre de vino para la obra de la plaza…

Entre la prudencia y la moralización, se suspendía un pasacalles de disfraces y se aplazaban las grandes fiestas hasta que llegara el Breve. Como no había dinero, se acordaba que lo que se gastare en las fiestas actuales menores se sacare de la sisa del vino que se echaba para pagar las obras de la Plaza Mayor. Pero lo anterior sólo había sido una falsa alarma, una metedura de pata del embajador y del procurador en Roma. En efecto, a mediados de julio de 1621, [14-VII-1621] En este ayuntamiento se vio una carta del señor don Diego de Barrionuevo de Roma, con la cual ha despachado un correo extraordinario dando cuenta de cómo Su Santidad ha hecho gracia de canonizar al padre Ignacio y al padre Javier de la Compañía de Jesús y otro santo, y que cesase por ahora la canonización del bienaventurado San Isidro…

Había que paralizar la canonización. Era la segunda vez que el papa frenaba las alegrías de Madrid. Curiosamente, en la noticia de Roma no se habla de santa Teresa y se cita a un “otro santo”, san Felipe Neri. Pero se seguía peleando. El delegado de Madrid en Roma, don Diego de Barrionuevo, pedía que mandaran el dedo al papa, como reliquia del santo. El Ayuntamiento le decía que no, que el dedo lo tenía el rey y que en todo caso, aprovechando que uno iba a Nápoles, mandaría con él la sábana que envolvía al Bienaventurado en el arca (27-X-1621). En enero de 1622 se tenía constancia de que el rey había pedido la canonización de santa Teresa y de san Isidro. Madrid exigía que la de san 2078

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Isidro fuera sola. Pero el problema estaba en que no se autorizaba a más gasto de los 40.000 ducados que se habían enviado ya. Madrid, pues, si quería santo, tendría que claudicar y meter a san Isidro en un paquete promocional (14-I1622). A finales de enero, se daba por hecha la canonización y, en efecto, en marzo se expedía el Breve. A finales de abril de 1622 el Ayuntamiento organizaba nuevas fiestas… El sueño, convertido en pesadilla por la canonización de San Isidro había concluido.

8. Las fiestas de la Compañía El inmenso Cristóbal Pérez Pastor, Francisco Aguilar Piñal, Mercedes Agulló y Cobo, Bartolomé José Gallardo, Juan Catalina García, Pascual de Gayangos, Antonio Palau y Dulcet, Simón Díaz, María Cristina Sánchez Alonso, y otros más, son autores que nos han brindado la oportunidad de encontrar, ágilmente, cuanto se ha escrito sobre estas fiestas de 1619 y sobre todo de 1622. Y, en verdad que no es poco. Todo (o más prudentemente he de decir que casi todo) se encontrará en la Biblioteca Nacional de Madrid o en la Biblioteca Histórica del Ayuntamiento. Sobre las fiestas hay escritos anónimos o de Lope de Vega; espontáneos, o por encargo de la Compañía o del Ayuntamiento de Madrid; originales, o plagios; pliegos o voluminosos tostones. Hay de todo. Con respecto a autores que se han ocupado de ello, debo mencionar los trabajos de García Villada, María José del Río o Matilde Fernández Montes sobre el ciclo literario o el análisis social y antropológico de lo isidriano. Pero me da la sensación de que falta aún más fusión historicista, política de la canonización y el valimiento de Lerma.29 Pero supongo que he de aportar algún grano de arena nuevo. En primer lugar, he de decir que, los textos que cuentan la beatificación y la canonización se editan con rapidez, para no perderse el calor de las celebraciones. Fernando Monforte de Herrera lanza, precisamente, en 1622 una descripción de las fiestas.30 29 Zacarías García Villada, San Isidro labrador en la historia y en la literatura, Madrid, Razón y fe, 1922; María José del Río Barredo, Madrid, Urbs Regia. La capital ceremonial de la Monarquía católica, Madrid, Marcial Pons, 2000. Matilde Fernández Montes, “Isidro, el varón de Dios como modelo de sincretismo religioso en la Edad Media”, en Revista de Dialectología y tradiciones populares (Madrid), LIV-1 (1999), pp. 7-51 y de la misma autora, “San Isidro, de labrador medieval a patrón renacentista y barroco de la Villa y Corte” en Revista de Dialectología y tradiciones populares, 56/1 (2001), 41-95. 30 Fernando Monforte y Herrera, Relación de las fiestas que ha hecho el Colegio Imperial de la Compañía de Jesús de Madrid en la canonización de san Ignacio de Loyola y san Francisco Javier, Madrid, Luis Sánchez, 1622. Manejo BNE, R-154.

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Como es para alabanza de la Compañía, no es de extrañar que sobresalgan los actos de los jesuitas, por encima de los demás. No obstante, es caballerosidad hacer un hueco para san Isidro: Fue de singular gozo esta nueva a toda esta ilustre Villa de Madrid , por ver laureado tan justamente a su patrón Isidro, que cuatrocientos años antes, honrando sus tierras con su arado, dio principio a la grandeza que hoy tiene y por todos ellos la ha ennoblecido por su incorrupto cuerpo y favorecido con manifiestos milagros (2v).

Monforte nos lo cuenta: hay gozo en Madrid por la canonización de su santo. Pero, añade, ha de reconocerse su enorme esfuerzo existencial ya que Isidro […] que supo en la bajeza de su estado conquistar tan bien el reino de los cielos que se postran a sus pies los reyes y monarcas del mundo (2v). No debemos desesperar, por lo tanto, ya que independientemente de nuestra cuna o de nuestro estamento (nobleza, clero o pecheros) podemos alcanzar las glorias que queramos e incluso que se postren ante nosotros los reyes del mundo. El símbolo recuerda, indudablemente, a otra consoladora igualación, la de la muerte. Curiosamente, en 1622 nació Juan de Valdés Leal, el gran maestro de las vanitates. El caso es que, ciertamente, Madrid vivió con regocijo la canonización. Al parecer fue aquella noche mayor –sin duda– de lo ordinario, o lo pareció a todos, por el deseo que tenían de dar mil regocijadas demostraciones del gusto (3r),

y anduvieron repicando las campanas toda la noche. Aún más, todas estas tres noches hubo luminarias en todo Madrid y fuegos de coetes [sic], ruedas y bolas artificiales y bombas que despedían grande máquina de ellos en la calle de Toledo, delante de la Iglesia que labra ahora la Compañía (3v).

No hay duda: aquella semana de la transición de la primavera al verano de 1622 fue inolvidable en Madrid. Y las noches también. Entre el estrépito de las campanas tañendo a alegría y los fuegos de artificio que hacían de la noche el día, se invitaba a la gente a ocupar la ciudad. Sin embargo, esta exteriorización del júbilo, esta ocupación de la ciudad, se hizo, tal y como ellos sabían hacerlo, en su orden y con su estratificación o jerarquización social. En efecto: una sociedad como la que precedió a las revoluciones de la transición del XVIII al XIX tenía bien asumido que había tres órdenes y que todo estaba vinculado a una funcionalidad social. Juntos, pues, sí; pero no revueltos. Las manifestaciones de esta estratificación se dejaron ver aquellos días por todas partes. Las manifestaciones de poder y fuerza, también. En efecto, el Ayuntamiento organizó sus justas poéticas y la Compañía las suyas. Porque, como venimos viendo, la Compañía de Jesús debía exaltar las virtudes que adornaron la vida de sus dos miembros recién canonizados e irradiar tales 2080

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modelos sociales para conseguir más prosélitos. Así que en la convocatoria del premio poético, en el “cartel”, constaba que la idea directriz que guiaría a los jurados sería la de premiar a quienes mejor plasmaran que Ignacio y Javier hicieron “desprecio del mundo”. La segunda virtud, “el celo de la salvación de las almas” y que el uno en Oriente y el otro en Occidente “le ganaron a Dios infinidad de almas y hicieron maravilloso estrago en sus enemigos…” (4r). Desprecio del mundo, salvación de almas, victoria sobre el enemigo. Tres pilares sobre los que se asentaba la Contrarreforma y, naturalmente, los sueños de los milites Christi. Ese es el fundamento de la convocatoria. La justa poética, por su parte, se divide en doce apartados, cada uno presidido por un signo zodiacal. Y bajo la atenta mirada de Saturno, se darán varios premios (el primero 30 ducados de oro; el segundo, un relicario de ébano de valor de 20 ducados; el tercero, tres varas de tabí de 15 ducados) a los mejores versos dedicados san Isidro. La causa: Siglos dorados gozó Lacio en tiempo de Saturno, o ya porque el arte de la agricultura, que redujo a método este gran Plantea, tuvieron grandes aumentos sus haciendas, o ya porque gloriosa la tierra de verse labrada con tan nobles manos, al menor amago suyo sacaba a vistas todas sus riquezas (10v).

Por su parte, Madrid, auspiciada por Marte –nos informa Monforte– dará una poma de plata de 20 ducados y un segundo premio de una salvilla de olor, también argentífera, de 15 ducados: Convida [Madrid] a que en ocho madrigales se le dé el parabién a esta ilustre Villa del lauro de su patrón Isidro y las gracias de la Real magnificencia con que acude a la celebridad de estos cuatro santos (11r-v).

Luego volveré sobre los concursos y las fiestas que organizó la Villa de Madrid. Como son días de alegrías y júbilo, también convoca la Compañía un premio a la peor poesía. En efecto, será galardonada con “un trapo viejo con treinta ducados en reales de a ocho”. Y tan esperpéntico juicio se convocaba “porque en concurso de tan floridos ingenios no se acobarden poetas noveles”. Y el bueno de Monforte editaba muchas de las liras presentadas y premiadas. Me llaman la atención algunas que les transmito: El tercer premio fue para Francisco López de Zárate y llevaba por título “En alabanza de la agricultura y milagro de arar los ángeles en tanto que hacía oración”. Empezaba: “Agricultor dichoso…/” (78r). Una de las estrofas se rinde a “La santa agricultura…” (78v). Ni más ni menos. Otra, “Tú Isidro la engrandeces [a la agricultura….] / más que la dignidad imperatoria”(78v), etc…

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Por su parte, Pedro de Vargas Machuca escribe “A la tierra ennoblecida del arado de los Emperadores […] pero más gloriosa, labrada por san Isidro y los Ángeles” (fol. 79v). López de Zárate y Pedro de Vargas Machuca comprendieron perfectamente el sentido de la canonización de san Isidro. Otros, acaso, pensarían que el milagro del arado fue una revelación gratuita. En las fiestas de los jesuitas por la canonización de san Isidro entraba triunfante el discurso agrarista.

9. Las fiestas de la Villa Pero, además de la Compañía de Jesús, la Villa de Madrid organizó sus festejos. Lo que pasó se puede seguir por varios textos. Unos fueron oficiales, como los de Lope de Vega; otros, no. Siguiendo uno de los pliegos que he usado, puedo aseverar que “Describir la procesión menudamente, ni puede ser deleitable, ni conviene”.31 Tampoco prestaré atención a Lope de Vega y sus poemas y relaciones, ni a la vida y milagros de san Isidro de Juan Diácono, rehecha para aquella feliz ocasión y con una interesante introducción bibliográfica por Jaime Bleda. No lo haré, de momento. Ahora bien, me han llamado la atención algunos pliegos que se imprimieron durante esas semanas. En efecto, uno fue editado en Sevilla en 1622 que, a mi parecer es bastante fresco.32 El anónimo autor nos relata hechos conocidos: que la Compañía de Jesús organizó su festival y que el Ayuntamiento, el suyo. Y así, en efecto, La Villa de Madrid propuso otro certamen y muy ricos premios en honra de su patrón Isidro. Padeció su erario, que promete el grande gasto que hizo en su nombre. No habrá ciudad en España que la pueda competir. El cuerpo del santo yace en la iglesia de san Andrés en una caja de plata, dádiva y voto de los plateros de esta Corte desde su beatificación [que había tenido lugar en 1619].

31

RELACIÓN de las fiestas que se han hecho en esta Corte a la canonización de cinco santos, copiada de una carta que escribió Manuel Ponce en 28 de junio de 622, Madrid, Viuda de Alonso Martín, [1622], 22 pp. En BNE, Ms. 2353, cuaderno, 255, fols. 13 a 25. Es un vol. facticio de mss. e impresos. Contiene también COPIA de unas cartas de los padres de la Compañía de Jesús escritas a los padres de Castilla, en que se da cuenta de lo sucedido en las canonizaciones de los cinco santos…, Madrid, Luis Sánchez, 1622. En BNE, Ms. 2353, fols. 256r-259v. 32 SUMPTUOSAS fiestas que la Villa de Madrid celebró a xix de junio de 1622 en la canonización de san Isidro, san Francisco Javier, san Felipe Neri (clérigo presbítero florentino) y santa Teresa de Jesús, Sevilla, Simón Fajardo, [1622]. Por su parte, Miguel de León escribió unas Fiestas de Madrid celebradas el xix de junio de 1622 años en la canonización de san Isidro, san Ignacio, san Francisco Javier, san Felipe Neri (clérigo presbítero florentino) y santa Teresa de Jesús, s. l., s. i., s. f. Manejo BNE, VCª 224-20, cuyo contenido es el mismo –o muy similara las Sumptuosas fiestas… 2082

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El centro de atención sería, naturalmente, la parroquia de san Andrés. El sarcófago de plata era tan pesado que sólo se podía mover sobre un carro de cuatro ruedas. La iglesia rezumaba adornos por todas partes: del altar mayor pendían mil reliquias engastadas en oro; había retratos de san Isidro, trozos de Lignum Crucis; tapices de seda de la China, y tapices de seda ordinarios; el suelo cubierto y plagado de alfombras de “duquesas, condesas y grandes damas”. Los oficios divinos los celebró el obispo de Cuenca y predicó el padre Florencia, “cuya doctrina y elocuencia antes de ahora supieron tomar alas y fama”.33 Asistieron los reyes. Porque la Monarquía no podía permanecer al margen de tanta ceremonia. Eran fiestas de engrandecimiento de la relación Villa-Corona. Y desde san Andrés, se preparó una procesión general que recorrió toda la ciudad.34 Las calles estaban entabladas para que fuera la procesión por dentro y el público quedara fuera, como corresponde al orden de las cosas y de las personas que señalé antes. La ciudad se llenó de arquitectura efímera. En el Humilladero, antes de subir a la Plaza de la Cebada, los franciscanos hicieron un altar con retablo en el que uno de ellos (del que no se cita el nombre) había dibujado “una pintura de san Isidro arando con un par de bueyes con tanta gracia y perfección que engañaba a los ojos de los que se detenían a verla porque parecía se movían a cualquier parte y miraban a quien los miraba”. Por su parte, los hortelanos de Madrid hicieron una huerta en la que había un san Isidro y varios ángeles labrando y “los hortelanos cuidadosos anduvieron en buscar yerbas, flores, frutales y ramos”. Pero… la plazoleta adornada, “apenas hubo pasada la procesión cuando en un momento por muchachos fue despoblada de todas sus gracias”. Y el pliego sigue con su humor entrevelado: “Los padres de la Compañía, como tienen de su cosecha ser doctos y curiosos, fabricaron un castillo con cinco torres”, y las explica. Además, hicieron una procesión “con la modestia de siempre...”. Luego, aparecen las realizaciones de los mercedarios, los dominicos, los de la Victoria… En fin, toda la ciudad en la calle. Pero no todo iban a ser alegrías. Porque aquella tarde llovió mucho y se echó a perder un buen pico de las fiestas. 33

Es de esperar que fuera más agraciado que lo predicado por Alonso Franco tres años antes. Alonso Franco, Discurso del maestro ------, cura de san Andrés y abad del clero de Madrid en la beatificación se San Isidro labrador, el año de 1619, s. i., s. l., s. f., BNE, R-36.975. 34 Dice nuestro ya citado Monforte y Herrera que “Viernes por la tarde, salió con procesión general de san Andrés (donde se guarda y venera el cuerpo del santo labrador) con todas las religiones en hazimiento de gracias. Finalmente, el regozijo, aplauso, concurso y luminarias de estos tres días fue tal que en cualquiera otra parte pudiera servir de muy cumplida fiesta si bien aquí no fue más que oscura sombrea y como bosquejo de lo mucho que había de lucir después” (3v). 2083

Alfredo Alvar Ezquerra

Anduvo corto de ventura el día de la Procesión por el agua del cielo que nuestro Señor quiso enviar; desdoróle algún tanto y marchitó el alegría del concurso de los pueblos circunvecinos…

O sea, que porque apuntó día de aguas, los de los pueblos de alrededor no acudieron a Madrid. Y si había un orden para los mirones, y otro para los desfilantes, lo había también para los santos. San Isidro es arropado por el rey. Los santos de la Compañía, por los jesuitas: La clerecía de esta Corte, la Capilla Real con trompetas y chirimías acompañaban a san Isidro dentro de su caja de plata, encima de un tablado y ruedas que por debajo impelían y movían hombres tapados con telas finas. En medio del Consejo Real llevaban la caja, después seguían los Presidentes. Las Guardas españolas y tudesca iban desviando la gente y hacían lugar para que pasase Su Majestad que con muchos grandes iba a pie. Por la importunidad del agua no pudo acompañar la procesión desde san Andrés. Quiso Dios dejase de llover a las cinco de la tarde.

La reina vio pasar la procesión desde la Casa de la Panadería y bajó a acompañar al rey. Llegaron a san Andrés a las 21’30. Luego se retiraron a Palacio. Dios fue servido sucedieran pocas desgracias, que la mayor parte fue el daño que hizo el aire y agua en doseles, frontales, tapices de brocado, sedas labradas con oro y plata y cosas sobredoradas que en lugares como éste y en días tan confusos, aunque sacrosantos, suelen acontecer muy a menudo…

En otra relación anónima se nos dan datos nuevos:35 hubo gran cantidad de atabales y trompetas, por su orden, y luego gigantes y “una danza de labradores vestidos de tafetán carmesí a la ligera para voltear sobre espadas” y más, ángeles, y águilas reales; españoles, franceses y turcos simulando una batalla y otra danza de galeras y los cuatro elementos con su emblemata y carros representando escenas de la vida del santo. Todo había empezado el día anterior, en que los de la Compañía habían acudido a san Andrés, en procesión particular. El día 19 tuvo lugar la gran procesión general que recorrió, como vimos antes, nueve altares esparcidos por la ciudad. Aunque otros nos hayan dicho que la lluvia deslució el acto, las cifras de las manifestaciones son difíciles de calcular. Para este anónimo, hubo más de 156 pendones de la Villa y de los lugares circunvecinos (la “ruralización” de la canonización es un lugar común) y, en el carro de Saturno “venía significada la Edad de Oro, o primera, en que sólo se ocupaban los hombres en labrar la tierra y vivir sinceramente”. ¡Ay, la Edad Dorada tan platónica y revivida por 35

RELACIÓN de las fiestas…, BNE, Ms. 2353, pero impresa. 2084

La escritura y el festejo del recuerdo en primera persona: la santificación de san Isidro...

Cervantes! Sobre el carro iba “una cuadrilla de labradores, todos con aguijadas en las manos y del modo que pintan a nuestro santísimo Isidro”. Y este cronista nos comenta quiénes fueron los premiados por la Compañía y por la Villa y que en ambos jurados actuó como secretario Lope de Vega.36 Parece claro, clarísimo, que tanto en la conmemoración de la Compañía, cuanto en la de la Villa subyacía una suerte de discurso de exaltación de la agricultura y de la laboriosidad campesina: aunque si se abandonaba el arado, pero para ir a rezar, no importaba, porque lo clavarían en las entrañas de la tierra los ángeles benditos. Es decir, que la vida contemplativa en la oración a Dios no debía criticarse porque Él proveería.

10. El agrarismo castellano Y llegados a este punto: ¿en qué consiste, a la altura de 1622 esto del agrarismo? Siguiendo a Gutiérrez Nieto, los problemas demográficos y económicos que vive Castilla a finales del reinado de Felipe II provocan una corriente de pensamiento, de arbitrismo agrarista, que entre 1578 y 1627 convierte el problema agrario en el centro de su atención. La administración de la Monarquía, las Cortes y los Ayuntamientos discuten sobre cómo mejorar la economía partiendo de la base de que ésta sólo funcionará correctamente si se logra una agricultura floreciente. “Esta corriente de pensamiento, importante en número y calidad [de sus escritos] va perdiendo intensidad a partir de 1620 en que el abastecimiento cerealista se normaliza en virtud del nuevo equilibrio entre producción y demanda”.37 Es decir, que la canonización de san Isidro se fue desarrollando en medio de este ambiente. Por toda Castilla se levantaron voces de reforma del campesinado. Hubo propuestas de reformas fiscales, técnicas, jurídicas, económicas o sociales en beneficio de las actividades agrarias. Retrocedamos unos años y veamos algunos ejemplos de cómo las instituciones se preocuparon por la situación del campo. En julio de 1598, ante la pésima cosecha que se avecinaba, el ayuntamiento de Zamora (en respuesta a una encuesta general mandada a todos los corregidores por el enfermo rey), propugnaba que “el que labrare con pares de bueyes o mulas sea exento de ir a la guerra, él y los hijos que tuviere”. Las Cortes de Castilla también se interesaron por el tema y entre los males de la agricultura en las sesiones de septiembre de 1598 expresan su opinión. Si la situación agraria es crítica, se debe –entre otras cosas– a que no 36 Por la Compañía, Luis Trivalvos de Toledo, el doctor Miguel de Silvera, Pedro Torres Ramila y Antonio López de Vega. Por la Villa, Juan Pablo Mártir Rizo. 37 Juan Ignacio Gutiérrez Nieto, “De la expansión a la decadencia económica de Castilla y León. Manifestaciones. El arbitrismo agrarista”, en El pasado histórico de Castilla y León, Burgos, Junta de Castilla y León, 1983, I, 11-75, p. 22.

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Alfredo Alvar Ezquerra

hay gente que trabaje los campos porque “el ejercicio de la labranza es el más trabajoso y menos estimado de la república”. En el Ayuntamiento de Madrid, en octubre de 1598, y a renglón seguido de lo anterior, hay que votar si se acepta o no una subida de los servicios a la Corona. Uno de los regidores, de condición hidalga, en apocalípticas palabras se expresa en contra de dar la ayuda al monarca: Don Pedro González de Mendoza dijo que hará mucha razón y obligación servir a Su Majestad en todo lo que fuere verdaderamente servicio de Dios y suyo y bien del reino y que atendiendo a todo esto y considerando el estado que tiene el reino y que cupo en parte de él puede servir con cosa de consideración por estar tan pobre y acabado tan gran parte de él como es el reino de León, Galicia, Burgos y su Tierra, Montañas y Asturias y Salamanca y su Tierra y Tierra de Segovia y Ávila y el Andalucía y Extremadura muy flaca y Soria y su Tierra muy acabada y el reino de Toledo no muy sobrellevado, presupuesto todo lo cual […] y que el más importante servicio que se puede hacer a Su Majestad es procurar del reino la conservación y aumento y fuerzas de él, para que mejor le pueda servir, y así es de parecer que por las razones dichas no se conceda el servicio.38

Entre 1608 y 1609 el Consejo Real de Castilla aprueba un plan de reforma agraria (calificado por Gutiérrez Nieto como “el primer proyecto de reforma oficial de reforma agraria en España”) con quince puntos. El XIV iba dedicado a que “los agricultores tendrán una protección jurídica especial”. Al parecer la coyuntura y la expulsión de los moriscos paralizaron la aplicación de la reforma agraria. Pero el Consejo Real volverá a tomar el asunto entre manos en 1618. Se analizaban entonces las causas de la decadencia y en el quinto punto se argumentaba que los labradores, cuyo estado es el más importante de la república, porque ellos la sustentan y conservan y cultivan la tierra […], conviene animarlos y alentarlos dándoles privilegios y tales que les estén bien y que les puedan ser guardados.

La más alta institución de la Monarquía quiere tomar el pulso de los súbditos. Al año siguiente, en 1619, puso en marcha una gran y famosa “Consulta al rey” que provocó no pocos comentarios de los arbitristas clásicos y nació de ella una Junta de Reformación. De los diversos memoriales que se recibieron, encuentro una propuesta que, para hoy, me viene como anillo al dedo: “De todo lo dicho se echa de ver que la principal causa de la desolación y disminución de la gente de estos reinos procede de la suma pobreza a que han

38

Actas del Ayuntamiento, 16-X-1598. 2086

La escritura y el festejo del recuerdo en primera persona: la santificación de san Isidro...

venido los vasallos de ellos […] Que la gente de ellos se aplique a la santa ocupación de los campos…”.39

¿Y qué manifestaban las gentes del común? Sólo citaré algunos nombres dispersos. En 1594 un arbitrista anónimo declaraba que “está claro que la gente más necesaria del reino y que más conviene conservar son los labradores”. En 1600, Gaspar Gutiérrez de los Ríos en sus Advertimientos para el remedio de la carestía y falta de pan que hay en el reino…, afirmaba que la agricultura “tenga este privilegio –según los antiguos– de que no se pueda decir arte servil”. De estas fechas son los primeros escritos de Cristóbal Pérez de Herrera. Y entre sus propuestas para el engrandecimiento de Castilla la Vieja, propone “renovar y resucitar el uso de la agricultura”. Años después, Rojas de Villandrando en El buen repúblico (1611) va más allá: Es mi opinión asentada en derecho que el labrar las tierras y heredamientos cuando son propios, aunque sea con propias manos, no sólo no perjudica a la nobleza y pretensión de cualquier dignidad y cargo honroso, sino que es hecho de reyes y grandes príncipes y de nobles señores y el más loable trato de cuantos la nobleza puede inventar…

Aunque, por otro lado, “los que […] labran las heredades de otros, no son habidos por tan nobles”. Quede claro: dejando al margen los titubeos de los años 60, las fechas del inicio formal del proceso de beatificación según la tradición, en medio de la gran crisis de la década de 1590,40 la beatificación y la canonización, no fueron porque sí: se necesitaba un labrador ejemplar, un desviado social positivo, un santo para Madrid. Ahora bien, los resultados de la canonización, desde un punto de vista social, fueron variados, como no podía ser menos. Quiero decir que no fueron milagrosos. Todos sabemos la extensión del culto a san Isidro por España y América, culturas agrarias. Pero no sólo con los acontecimientos de 1619-1622 se iba a lograr el ennoblecimiento en la percepción de la agricultura. Como escribió años después fray Benito de Peñalosa en el Libro de las cinco excelencias que despueblan a España (1629), 39 En Ángel González Palencia, La Junta de Reformación (1618-1625), Valladolid, 1932, p. 244. 40 La he tratado con anterioridad, desde un punto de vista urbano, en El Nacimiento de una capital europea. Madrid entre 1561 y 1606, Madrid, Ediciones Turner-Ayuntamiento de Madrid, 1989; desde el político en la “Introducción” a Antonio Pérez, Relaciones y cartas, 2 vols., Madrid, Turner, 1986; desde el rural en “Castilla, 1590: tres historias particulares”, Studia Historica, 17 (1997), pp. 121-143; he vuelto sobre ella recientemente en A. Alvar Ezquerra – T. Prieto Palomo (col.): Creyentes y gobernantes en tiempos de Felipe II: la religiosidad en Madrid, Madrid, Consejería de las Artes, Comunidad de Madrid, 2002, así como en Cervantes. Genio y libertad, 1ª ed., Madrid, Temas de Hoy, 2004.

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el estado de los labradores en España en estos tiempos está el más pobre y acabado y miserable y abatido de todos los demás estados […] Suena tan mal el nombre de labrador, que es lo mismo que pechero, villano, grosero, malicioso y de ahí abajo…

Pero, a esas alturas, había un santo labrador que ya era patrón de la Corte real de la Monarquía Católica. No perdamos de vista dos fechas clave que han pasado inadvertidas hasta ahora: Lerma es el valido desde 1598 a 1618 y toda la exaltación de la labranza se hace durante su ministerio.

11. Algunos datos sobre la financiación de la beatificación El historiador recuerda que, en tiempos de juventud, anduvo por los archivos parroquiales de Madrid y veía cómo en los registros de bautismos y matrimonios, pero sobre todo en los de defunciones, los curas anotaban que el finado mandaba dinero para la canonización de san Isidro. Sigue siendo muy difícil el trabajo en los archivos parroquiales. Pero no en todos. En san Andrés sólo se conserva, del inmenso patrimonio que hubo en la iglesia, poco más que el libro de bautismos primero de la parroquia; un inventario de bienes hecho, si mal no recuerdo, por un párroco del XIX, y la arquitectura que podemos ver. Lo demás se perdió accidentalmente (?) en 1936. Entre esas partidas de bautismo, algunas donaciones para la canonización. Los fondos documentales de san Martín están en el Archivo Diocesano y, por ende, no sólo bien custodiados sino con personal capacitado al frente. Las series de registros de defunciones son tardías. Cuentan poco. Sin embargo, no hay que perder la esperanza de encontrar rastros de lo que se vio hace ya veinte años. Si no es en los libros de defunciones, será en los de obra y fábrica de la iglesia. Y el resultado es positivo, aunque mediocre. Sin embargo, sirve para sustentar una hipótesis: la canonización de san Isidro, impulsada por el Ayuntamiento de Madrid, fue apoyada desde los púlpitos por la clerecía de la Villa y sufragada parcialmente por los fieles. No obstante, habría que ver desde qué años y en qué parroquias y con qué intensidad. En san Martín, desde 1598 a 1602 sólo veo una decena de donaciones para la canonización. Espigueo en 1610 y no hallo ninguna. Entre estos moribundos generosos, la variedad es la norma. Cuando muere el 16 de enero de 1598 don García de Peralta Barrionuevo da 50 reales (1.700 mrs.); al año siguiente, Catalina Pérez pide 1.055 misas para la salvación de su alma y regala 750 mrs. a san Isidro (27-V-1599, libro I, fol. 122v); la misma cantidad que Catalina de Herrera (7-VII-1599, 138v); no obstante Pedro de Anuncibay nos confirma las pistas: “a las mandas acostumbradas, 220 reales. A sant Isidro, 200 reales” (18-IX-1599, fol. 159v). Para algunos las mandas que eran casi ley consuetudinaria y las que beneficiarían a san Isidro iban juntas. 2088

La escritura y el festejo del recuerdo en primera persona: la santificación de san Isidro...

Alonso de la Fuente era mayordomo de don Fernando de Valdés. Se le entierra en san Martín el 12 de enero de 1600 y da para la canonización 6 reales, aunque anota el párroco muy diligentemente: “debe de sepultura 50 reales” (188r). Más original es Juan López Gazeo, que muere el 13 de marzo de 1600 y en vez de dar dinero contante y sonante, lo da en especie, al encargar 4 misas rezadas para san Isidro (fol. 198v). Entre la fe y la caridad se mueve el 11 de abril de 1600 Doña María de Ayala, camarera de la condesa de Monterrey, pues ofrece al morir 44 reales para la canonización y 44 también para la redención de cautivos (fol. 203v). En 14 de octubre de 1601, Miguel Pérez ofrece 24 reales para la canonización (fol. 292 v). El 14 de marzo de 1602 el doctor Asensio López mandó por su propia alma 500 misas y una misa cada día perpetuamente; además, 21 fiestas por hacer anualmente; al Colegio de los Teatinos, 200 ducados. A la cofradía del Santísimo Sacramento, 200 reales (sita en San Andrés), y a la canonización de san Isidro 200, reales (fol. 314v). Y, en fin, un último ejemplo algo seco y vulgar, me sirve para cerrar este listado de oferentes: el 14 de abril de 1602, Doña Catalina de Carvajal dio a la canonización 6 reales (fol. 318v). Con estas y otras donaciones, amén de con dinero de los bienes de propios municipales se financiaría el gasto de ir a buscar restos a Torrelaguna, de ir a Roma, de encargar escritos, de financiar impresiones, de tantas cosas más.

12. Una nueva hipótesis interpretativa y un escueto colofón A guisa de colofón, por tanto, manejando datos ya conocidos o no tanto, y algunos sacados hoy a la luz por vez primera tras casi 400 años, se pueden extraer algunas conclusiones: que la canonización de san Isidro anduvo siempre a remolque de otras; que era necesaria, como necesaria habría sido cualquiera, con tal de prestigiar a Madrid o a uno de los pilares de la política del Duque de Lerma; que tuvo lugar en el momento oportuno, aprovechando el pensamiento agrarista del momento; que fue promovida por los Lujanes y los Vargas (y digamos Juan de Vargas y no la cursilería de Iván, que suena muy romántico-ruso-dostoievskiano, pero no tiene nada que ver con el castellano del XV o del XVI, aunque lo usara Álvarez de Baena, aunque con ) desde el Ayuntamiento de Madrid. Mas volvamos a san Isidro y sus fiestas. Si hubo interés en el Ayuntamiento por su beatificación y canonización, ese interés se supo extender interesando a la sociedad. Las fiestas por su beatificación (decretada en 24 de junio de 1619), pero sobre todo las de su inconclusa canonización (decretada en 12 de marzo de 1622, pero sin bula hasta 1724) fueron aprovechadas para exaltación de la Contrarreforma, aunque con distante protagonismo de los jesuitas, y marcaron la consagración de unas leyendas sobre Isidro y santa María de la Cabeza, la exaltación de un linaje, el de los Vargas y el olvido de todo y todos los demás. 2089

Alfredo Alvar Ezquerra

Con la beatificación y la canonización, Madrid se unía a las grandes sedes cortesanas con santo propio, un elemento más de la necesaria grandiosidad, o de la grandeza de la sede de la Monarquía, que hacía unos años había tenido el disgusto de conocer una mudanza de Corte. También durante el largo camino de la beatificación de san Isidro hubo un breve episodio del enfrentamiento municipal entre los cristianos nuevos y viejos, conflicto social que por las mismas fechas y tan magistralmente dejó recogido Cervantes en La Elección de los alcaldes de Daganzo. Y, en fin: no sé si tanto con la beatificación y la canonización de san Isidro, el cardenal-duque de Lerma fue dos veces Cid, por cuanto cesado en el verano de 1618, lograba que un labrador fuera exaltado a la dignidad de los beatos y de los santos, independientemente de sus orígenes. La exaltación de la labranza y el menosprecio de la limpieza de sangre fueron usos políticos suyos. Y también, en las mismas fechas, otros dos jesuitas fueron canonizados. Jesuita fue su abuelo san Francisco de Borja.

APÉNDICE: El regidor Gregorio de Usátegui promociona a san

Dámaso, frente a san Isidro.

[17-VIII-1590] Que se llame para el primer ayuntamiento para ver una proposición hecha por el señor Gregorio de Usátegui, regidor, en devoción del bienaventurado san Dámaso, papa que dicen que fue natural de esta villa, en que propone y pide que le reconozca por su patrón y le honre con alguna festividad, y para ver la dicha proposición y tratar y conferir lo que conviene proveer sobre ella. [20-VIII-1590] También dieron fe que habían llamado a todos los dichos regidores para ver una proposición que el señor Gregorio de Usátegui hizo en el ayuntamiento pasado sobre el bienaventurado santo san Dámaso y tratar y conferir sobre ella. Y habiendo el dicho señor Gregorio de Usátegui tornado a proponer lo susodicho, se mandó escribir en este libro del tenor siguiente: “El señor Gregorio de Usátegui propuso y dijo que en esta villa se ha tenido de tiempo inmemorial a esta parte por cierta opinión que el bienaventurado san Dámaso papa fue vecino y natural de ella y los fundamentos que para ello han hecho han sido haberlo todos oído a nuestros padres y abuelos y haber visto su imagen pintada en la iglesia del señor San Salvador de esta villa sin haber memoria en contrario de la dicha imagen, y al pie de la dicha imagen unas letras que decían ‘Damasus Papa, vecino que fue de esta villa’, lo cual también se certifica de la antigua adicción en decirlo muchos doctores antiguos y especialmente Lucio Sículo Marineo y el muy docto fray Juan de Pineda en la Monarquía Eclesiástica en la segunda parte, los cuales constan con otros muchos doctores modernos lo decían todos entre los cuales el maestro Juan López, catedrático que fue de esta villa, en una carta que escribió a vuestra señoría 2090

La escritura y el festejo del recuerdo en primera persona: la santificación de san Isidro...

en principio de un libro que escribió de la muerte de la serenísima reina doña Isabel […] con Matamoros en un tratado que hizo De viris illustribus, también lo dice Illescas en la Historia Pontifical y una de las causas que da es estar su imagen en la dicha iglesia del señor San Salvador. Y siendo cosa tan notoria y tan en favor de esta villa, habiéndose de aumentar la devoción en servicios de este bienaventurado santo, no solamente se ha hecho así, mas la dicha imagen que hay en la dicha iglesia la han borrado y blanqueado encima, lo cual ha sido hecha con mala consideración y sin orden de vuestra señoría. Por lo cual da noticia para que vuestra señoría sea servido de lo hacer y conferir y proveer cómo la dicha imagen se descubra y se torne en el estado que siempre ha estado adornándola y procurando de servir al bienaventurado santo, y teniéndole por su patrón y usando de la gran vela que vuestra señoría acostumbra en las cosas que tocan al servicio de Dios nuestro señor y de sus santos”. Y vista a dicha proposición y tratado y conferido sobre ella, se acordó que el dicho Gregorio de Usátegui trate con el cura, beneficiados, mayordomo de la iglesia de San Salvador donde estaba la dicha imagen, de que se señale alguna parte cómoda y decente donde se pueda hacer un altar y poner un retablo con una imagen de bulto del bienaventurado santo porque esta villa, por tenerle por su natural vecino, le es tan devoto cuanto es justo y se debe a su gran santidad. Y ordena y acuerda de hacer a su costa el dicho altar a su costa entretanto que ordena otras mayores devociones en su honra y servicio, y el dicho señor comisario comunique este intento con el señor vicario de esta villa para que le ayude y favorezca y sea admitido por el dicho cura y beneficiados y mayordomo como es razón, y si fuere necesario dar cuenta de todo ello al señor cardenal de Toledo en nombre de esta Villa lo haga suplicándole lo mismo. Y de lo que se hiciere vaya dando cuenta en este Ayuntamiento para que se provea lo que conviniere. [5-IX-1590] En este ayuntamiento el señor Gregorio de Usátegui hizo relación en este ayuntamiento que ha tratado, en virtud de la comisión que se le dio, con el cura y beneficiados de la iglesia de San Salvador la parte y lugar donde se hará el altar del bienaventurado san Dámaso y que le dan el testero frontero de la puerta de esta ayuntamiento donde está otro del señor san Juan Bautista que se ha de mudar. Que la Villa vea lo que le parece. Y visto por la Villa, aprobó el sitio y acordó que el señor comisario prosiga la comisión.

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Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 2093-2115

Humanismo, uma atitude mais que um momento na história Aires A. Nascimento

Academia das Ciências de Lisboa Resumen: En un momento en el que asistimos al rechazo de una educación basada en las litterae humaniores, habremos de hacer examen de conciencia de los fallos de un humanismo que no se ha logrado totalmente, pero que se resiste a ser considerado un movimiento filológico, para volver a integrar el sentido de la lectura de los textos de una larga tradición cultural como encuentro de la novedad de los demás (del Otro) y llegar a un juicio crítico de las situaciones. Postulamos así de nuevo la docta ignorantia como actitud fundamental del Hombre que de viator errante se convierte en peregrinus consciente que busca la Sabiduría inagotable que brota de la fuente central del Hortus Deliciarum, que es un primordial Hortus conclusus. Al menos en el caso de las Letras, el Hombre deberá proceder a una translatio studii para reencontrar la Palabra del pasado y percibir que todos los hombres deben escucharla porque forma parte de una conciencia estructurada que lleva a los humanos a preguntarse por el Otro, todavía y siempre nuevo, siempre mirabilis y amabilis, hasta cambiar al letrado de humanus en humanior. Palabras clave: Humanismo como actitud. Litterae humaniores. Conciencia humanista. Humanidades y educación. Abstract: When we look at the rejection of a program of education based on the litterae humaniores, it is obvious that, as educators, we have somehow failed our mission, but, at the same time, we must proclaim that we are ready to recover the reading of classical texts as a preferential way of developing the sense of difference and respect towards the other and to develop a critical intelligence of the human situations. We propose, therefore, a new docta ignorantia as a human attitude to convert the viator, which we all are, into a peregrinus, someone who will look for the Sapientia that springs from the main fountain in the Hortus Deliciarum, where men used to drink, in the western culture, and transform it into 2093

Aires A. Nascimento

an Hortus conclusus (not a closed one, but one which is well finished and structured) of Wisdom. We must, at the least, see that we assure the continuation of the translatio studii, going back to the past to guarantee that the human experience and the word of others will not fail its task in our time and to make sure that the future is a challenge which will transform the man from humanus into humanior. Keywords: Humanism as attitude. Litterae Humaniores. Humanities and Education.

1. Há momentos da cultura que são intensos e aos quais importa voltar sempre, pois somos nós, sujeitos de cultura e eternos peregrinos da Sabedoria, que estamos em causa como construtores do caminho que o Homem deve percorrer – enquanto indivíduo e enquanto membro de comunidade cultural. Por causa dessa construção (na qualidade de viator, construtor de caminhos) me encontrei com a personalidade do Prof. Juan Gil a quem aqui sou chamado a homenagear. Juntando a minha voz à de outros bem mais qualificados, quero também render-lhe o meu preito e depor perante ele estas despretensiosas reflexões, em retribuição de tantas outras, bem mais qualificadas, que nos proporcionou ao longo de décadas em que estudou a cultura ocidental. Dou por admitido que o termo humanismo1 faz parte da nossa vulgata de conhecimentos e que entendemos por humanista2 alguém que se dedica 1

F. J. Niethammer, na obra Der Streit des Philanthropismus und des Humanismus in der Theorie des Erziehungsunterrichts unserer Zeit, Jena, 1808, terá sido o primeiro a usar o termo formalmente; na cultura, porém, nem tudo vai a ritmo idêntico: em português, o uso apenas se regista em finais do séc. XIX; anote-se que o termo não aparece na primeira edição do monumental Dictionnaire de la langue française de E. Littré, mas entra no Supplément, de 1877, precedido de † para indicar que a palavra era pouco usada; advertia já o autor que o termo tinha dois sentidos: 1) o culto das belas-letras; 2) teoria filosófica que interpreta a história como aperfeiçoamento do homem. Por este duplo sentido, a língua italiana distingue umanesimo e umanismo. 2 O termo humanista só tem atestação em latim em finais do séc. XV; passa seguidamente para as línguas vernáculas, com variações que mal são identificadas. Regista-se em italiano já em 1538, em francês em data idêntica, 1539, mas só em 1589 aparece em Inglaterra e documenta-se mais tarde em Espanha, 1613, e na Alemanha, 1789. Com adiatamento, encontramo-lo em português já em finais do séc. XVI. Erroneamente, o Dicionário Houaiss da língua portuguesa, na sua 1ª edição electrónica, remete para a obra do doutor João de Barros, Espelho de Casados, Porto, 1540, fl. v, como primeira atestação em língua portuguesa; de facto isso não se documenta, mas regista-se em Ditos Portugueses dignos de memória. História íntima do século XVI, anotada e comentada por José Hermano Saraiva, 3ª ed., Mem Martins, Publicações Europa-América, 1997, p. 59: conta-se de D. Jorge, Mestre de Santiago e de Avis, que “Vindo a Setúbal um pregador novo, disse o mestre a um criado seu, de quem tinha bom conceito, que o fosse ouvir, porque ele não queria ouvi-lo sem saber primeiro sua suficiência. E o criado, que se chamava Álvaro Pestana, depois que o ouviu, disse ao Mestre que pregava honestamente e era bom humanista. Ido o Álvaro Pestana, 2094

Humanismo, uma atitude mais que um momento na história

aos studia humanitatis ou litterae humaniores através das quais procura um suplemento de humanitas, porfiando em tornar o homem disponível para ser humanior,3 através daquilo que ao longo dos tempos esse mesmo homem foi lançando à escrita para ele próprio um dia retomar, em convívio com os outros, e solidariamente cada um se empenhar em ser libero homini dignior4 e desse modo conferir um sentido conscientemente mais humano e mais pleno às diferentes actividades da vida.5 Tomo igualmente por aceite ter havido um momento da história cultural do Ocidente, que se chamou Renascimento, em que, por maturação de saberes adquiridos (ao tempo mais acessíveis pela difusão dos textos através da imprensa) e na procura de novos mundos, se iniciou uma troca de experiências com outras culturas – europeias ou não. É desse intercâmbio, começado no tempo seminal do séc. XV / XVI, que nos sentimos tributários. Com alguma má consciência (de resultados incompletos e inconsequentes) voltamos ao exame a que nos sentimos chamados, porque a Escola, que representamos e que em outros tempos foi normativa, até parece ter-se retraído em tempos perguntou um de dois criados ao mestre que cousa era ser humanista. E ele, querendo-lhe responder, viu dar de cotovelo ao outro e, enfadando-se, disse-lhe: ‘Sabeis que cousa é ser humanista? Que não perderão nada os que estão por vir em vós outros não o saberdes!’” Na “Exortação primeira em véspera do Espírito Santo”, o P.e António Vieira serve-se do termo para estabelecer contraste a favor dos missionários: “E espero eu dos que saírem deste nosso [Colégio], também Real, teólogos, filósofos e humanistas, que quando chegarem ao Grão-Pará e rio das Amazonas, e se virem naquela universidade de almas, espero, digo, do seu espírito, e ainda do seu juízo, que, esquecidos das ciências que cá deixam, se apliquem todos às da conversão” (Sermões, vol. V, Porto, Lello & Irmão, 1959, p. 390). Antes de Vieira, em 1612, o empregou Diogo do Couto, O soldado prático, ed. M. Rodrigues Lapa, Lisboa, Livraria Sá da Costa, 1937, p. 19: “Essa profissão é já mais que de puro soldado, como vós dissestes que éreis; porque vejo que vos ides mostrando filósofo, humanista, e inda teólogo, para o que se requere mais quietação que de soldado”. 3 A. Campana, “The origin of the word ‘humanist’”, Journal of the Warburg and Courtlauld Institutes, 9 (1946), 60-73. 4 Assim escrevia Pier Paolo Vergerio e qualquer homem do Renascimento que se prezasse o repetiria depois de o ouvir nas praelectiones universitárias de abertura de ano escolar. Cf. Craig W. Kallendorf, ed. trasl., Humanist educational treatises, “The I Tatti Renaissance Library vol. 5”, Cambridge, MA, Harvard Univ. Press, 2002: obras de P. Vergerio, L. Bruni, S. Piccolomini, Guarino. 5 Homens de letras, como Ângelo Policiano, em Miscellanea, confessavam o prazer de ocupar os seus tempos de otium na leitura dos auctores (recuperados da antiguidade) e proclamar a superioridade de tal ocupação; por isso se dedicavam ao ensino e se oferecem para celebrar as gestas do seu tempo. Cf. carta por Policiano enviada ao rei D. João II, certamente por incitamento de seus alunos portugueses, entre eles os Teixeiras, o primeiro dos quais foi chanceler-mor do rei: ciente estava o humanista de que a glória dos feitos redundaria para a do seu cantor; 54 foram os alunos portugueses que passaram pelo Studio Fiorentino nos anos compreendidos entre 1473-1503, mas apenas 6 se dedicaram depois às humanae litterae. 2095

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recentes – por pusilanimidade ou falta de confiança na capacidade formativa das Letras e por aparente desconfiança dos seus efeitos cívicos.6 Retomando forças e retemperando ânimo, há que reconhecer que, ao longo dos tempos da cultura europeia, não obstante as vicissitudes de descrenças ou desentendimentos, há um conceito iluminador: o Homem é centro de referência, como fonte de criação e como destino, como objecto de renovação a operar continuamente no reconhecimento das suas fragilidades e recuos, como sujeito de conhecimento nas suas actividades do espírito e como promotor de comunidade cívica, como “inventor” (descobridor) e configurador do seu mundo (interior e exterior), que, como indivíduo de uma comunidade, se intenta reformular tanto em plano intelectual como ético e cívico, revendo e assumindo, através da leitura, o que foi sendo acumulado em textos transmitidos de geração em geração. Na origem está a escrita como exercício estruturado; como intermediário está o livro; como acto de recuperação está a leitura; em partilha está o Homem, “medida de todas as coisas”, responsável de um passado que não é mais do que o prólogo de um futuro, vivido com intensidade num presente que se projecta indefinidamente, confiante na eviternidade que os deuses concedem e só um Deus garante. Chamamos a isso Humanismo: mais do que conceito, humanismo é um processo – em que o homem se envolve e fica envolvido por intenção e por compromisso de ser permanentemente mais humano (qualitativamente humanior, ele e os outros com ele); hoje, desse convívio queremos ver participar não apenas os que são iguais a nós, mas também a Natureza, como tal, pois a ela nos sentimos cada vez mais vinculados como parte de nós e não apenas como acessório. Tem o Humanismo uma história com ajustamento a experiências que se prolongam no tempo – dependente da tradição; inclui também a novidade que o próprio exercício das faculdades humanas lhe acrescenta (a leitura é activa e reactiva, não é mera repetição). Significa ele a confiança que o Homem tem em si próprio (não obstante difidências perante vacilações constantes) para se relançar sempre em acções de recuperação e de renovação. Porque aposta na existência situada como elemento categorial (Heidegger o propõe – não lhe basta a essência alguma vez definida), desdobra-se em variantes de compreensão da natureza que lhe é peculiar: ser criado (que não se explica senão numa cadeia cujos elos ficam a perder de vista e não chega para recuperar todas as razões de existir, pelo que postula uma entidade de que depende) e ser criador (encantado com a sua própria criação e distinto dela), uno e diverso, múltiplo 6

Entre muita outra literatura, permito-me remeter para a problematização feita por Luís Filipe Barreto, Caminhos do Saber no Renascimento Português: Estudos de História e Teoria da Cultura, Lisboa, Gradiva, 1986; id., Os Descobrimentos e a ordem do Saber – uma análise sociocultural, Lisboa, Gradiva, 1987. 2096

Humanismo, uma atitude mais que um momento na história

e postulando a unidade, simultaneamente autónomo e dependente, livre e solidário (tanto mais procurando ser livre quanto enleado ao próprio destino que vai construindo, tanto mais solidário quanto no outro vê a sua própria imagem e o complemento dela), imanente (na racionalidade que tudo procura integrar em conhecimento global e em determinação consequente), mas buscando a transcendência (tanto quanto a sua imanência reclama o Outro para se realizar com entidades que lhe são distintas e que o completam nas suas próprias finitudes de ser limitado e de ser voltado para o infinito); confia nas suas próprias capacidades de conhecimento e de transformação, sente-se incapaz de garantir perdurabilidade ilimitada aos seus actos e à própria existência; crítico das suas actuações e fascinado pelas possibilidades que tem nas mãos e com os resultados obtidos, sente os perigos do “aprendiz de feiticeiro” (imaginado por Luciano de Samósata – Philopseudês, 34-36) e expõe-se à ambivalência das suas construções, mas apercebe-se também de que para continuar a acreditar em si necessita de acreditar no Outro, sobretudo d’Aquele que é o único a poder garantir-lhe a plenitude da Vida para além do Tempo breve da sua existência. Há atitudes que marcaram a história dos homens e se tornaram paradigmáticas. A epístola de Petrarca que narra a sua subida ao monte Ventoso é emblemática de uma atitude, pelo que mima e pelo que corresponde a encontro com os homens de todos os tempos através das leituras dos seus textos:7 efectivamente, Petrarca desperta para si na leitura de Tito Lívio e refaz a experiência de Agostinho, que também chegara à sua interioridade na leitura do Hortensius de Cícero; em jogo de espelhos, que assim se constitui, ergue-se a própria individualidade em confronto com a identidade e universalidade dos outros, na convicção de contribuir para melhorar o modo de estar no mundo e envolver-se com o saber de todos... As antinomias, por contraposição, comprovam a complexidade de um processo que se vai construindo mais do que se encontra já feito, na descoberta de si, quase sempre em emulação provocada por uma experiência de leitura, em horizontes dilatados. 2. Historicamente, o desenvolvimento do processo em que se afirma a confiança do homem não é regular e uniforme nem a sua formulação é consensual. Os momentos de euforia desencadeiam iniciativas e geram satisfação e encanto, mas alternam com os de disforia frente aos fracassos (nascidos dos êxitos), a tal ponto que o Homem chega a negar-se a si mesmo, na náusea da existência, incapaz de superar-se nas contradições da finitude e da desilusão e deixando “em abismo” (no centro do processo) a sua autorevelação. Finito e confrontado com a gadanha de Saturno, muito teria o homem que doer-se das perdas sofridas e das aporias consentidas ao longo dos 7

Petrarca, Familiares, IV, 1: a epístola terá sido redigida em 1353, mas a experiência remonta provavelmente a 1343, embora o autor a date de 1336. 2097

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tempos, particularmente daqueles que abrangem a chamada Modernidade e no trânsito para a quase inadvertida pós-modernidade. Quanto às Humanidades, na sua via tradicional de leitura dos textos, muitas vezes, perante a derrocada dos Humanismos, preferiram elas refugiarse na defesa da institucionalização das litterae humaniores, esquecendo que, na longa duração dos estudos, foi assumido por muitos que a elas competia garantir o domínio das paixões e a serenidade dos espíritos ou contribuir para regular o exercício das liberdades e das solidariedades: com má consciência têm, por fim, de reconhecer que os conhecimentos ministrados ficaram à mercê de aproveitamentos desviantes e ambições de domínio, pois as derivas consentiram manipulações e os textos clássicos nem sempre inspiraram bons comportamentos ou moldaram boas actuações,8 a tal ponto que os torturadores da tarde nos campos de concentração (lembrou-o recentemente George Steiner) passavam a manhã deliciados a ouvir música ou a ler os clássicos. As humanidades falharam como instâncias de tornar os homens mais humanos? Não há aquisições definitivas, pois os homens passam com as flores e outros (diversamente outros) lhes sucedem e só a retoma, livre e consciente, pode garantir harmonia da continuidade. Contrapondo que o abuso não nega o direito ao uso, não será pouco acentuar que esses textos nos servem para constituir uma comunidade de saberes que, se quisermos, nos podem servir para concertar entendimentos comuns.9 É verdade que o otium de outros tempos não serve para o imprescindível negotium dos nossos dias, mas deixa-nos ao menos na expectativa de que, por compromissos nunca esquecidos, este negotium não nos afogue sem esperança na avidez do lucro e na solidão sem convívio. Mais generosos foram homens de outros tempos, ao assumir que as Letras contribuíam para regenerar a maldade humana: por meio dos verba (em exercício de integração das várias línguas na relação com as línguas maiores – grego e latim), comprometeram-se a chegar à sapientia, mais consistente que a scientia, e com ela ansiaram chegar à respublica para nela renovar os mores (acentuava o pedagogo Juan Luis Vives)10 e atingir uma sanctitas mundana que antecipa a santidade escatológica, comunicada pelo Deus que acolhe e salva. Apesar do pessimismo que deixou cada Império desmontado, em contrapeso, ansiamos pelo direito de o Homem sonhar com a Utopia em que se empenha em solidariedade completa, ainda que prescindindo de algumas liberdades. 8

L. Canfora, Ideologie del classicismo, Turim, Einaudi, 1980; Le vie del classicismo, Roma-Bari, Laterza, 1989; Le vie del classicismo / 2: Classicismo e libertà, Roma, Bari Laterza, 1998. 9 Cf. Thomas Maissen, Gerrit Walther, eds., Funktionen des Humanismus: Studien zum Nutzen des Neuen in der humanistischen Kultur, Göttingen, Wallstein Verlag, 2006. 10 No De disciplinis, 1531. 2098

Humanismo, uma atitude mais que um momento na história

Facto é que, no desenho desse mundo que não tem, o Homem experimenta-se nos próprios anseios e tem de acautelar-se para não se trair em devaneios – Tomás Moro, em 1516, inventa a palavra e dá-lhe conotações que uma fonética equívoca (outopia = eutopia : utopia) lhe permitem admitir que o sonho se confunde com as suas próprias limitações na busca da felicidade e se limita na sua própria configuração: a Ilha da Bem-aventurança é Nusquama, Terra de Nenhures, para onde navega; por outra parte, logo que julga ter chegado à Utopia e assoma à janela para saber onde se encontra, de imediato o Homem sente o imperioso dever de voltar a partir (adverte Óscar Wilde). Chegada e partida são correlativas como dois pólos em que se projecta a aventura humana. Facto é que, ao tempo em que o encontro com outros povos se torna efectivo (povos antes desconhecidos entram na órbita do conhecimento – no séc. XVI), o Homem entra paradoxalmente em conflito consigo mesmo, desconfia do sentido dos seus actos e da razão, em novo balanço da história e em desafio ao exercício de poderes que asfixiam as liberdades (na Utopia, Henrique VIII é o visado sem ser nomeado, mas o paradigma é universal);11 nesse mesmo tempo, os mais atentos e lúcidos (que, como Erasmo, não se acomodam porque sentem o acúleo de novas interpelações – por aprofundamento das fontes antigas) ganham alento para novos cometimentos (a experiência dos Descobrimentos fica-nos à distância de uma Memória que só ganha em acutilância com ser dilatada – transformando os relatos em acção).12 Não obstante os progressos técnicos (na organização da racionalidade de meios e de sistemas para domínio da Natureza), ao tempo da proposta da Utopia não se resolveram as necessidades elementares da vida e não houve resposta concludente aos anseios profundos com que o Homem se defronta: o Moriae Encomium de Erasmo ou o Momus de Alberti e o Gargantua de Rabelais são saídas magoadas (dolorosas e sarcásticas ou até dissolventes para serem higiénicas) dos fracassos experimentados, com emulações ampliadas nos nossos dias. Como saldo positivo (mais em esperança que em aquisição), concede-se a esse mesmo Homem a capacidade de se reger pela ânsia da utopia e de se responsabilizar pelo seu destino, de procurar os meios indispensáveis para responder a si próprio, na identidade do ipse, de (cor)responder aos outros que com ele convivem, julgando-os em função da Outridade que há-de complementá-lo (a palavra “outridade” não é apenas “alteridade”, pois não 11

Thomas Morus, Utopia, ed., trad., comentário de Aires A. Nascimento; introd. José V. Pina Martins, Lisboa, Fundação Calouste Gulbenkian, 2006. 12 Na Utopia, o descobridor tem o nome de Hitlodeu; o nome é críptico, mas traz à superfície o entusiasmo de quem não guarda as novidades e fala delas mesmo a quem delas desconfia: “Fala-barato” (tal o significado do nome) acredita no que faz e por isso parte de novo para atingir o que ainda não conhece totalmente do Outro; em expectativa fica a identificação com o Outro, preservando a identidade de si mesmo. 2099

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explora apenas a diferença, mas pretende chegar à identidade alheia: colhemola em Fernando Pessoa, o génio da multiplicação de si mesmo por heterónimos identitários das faces poliédricas de si mesmo. Em exercício tateante, concedase que a procura da Outridade seja animada pela “secundaridade” de quem tenta investir o que recebe para o recobrir de algo de novo, pelo despojamento de si para se renovar com o que acolhe e pelo investimento próprio naquilo que lhe é transmitido.13 Verdade é que, regressado a si, o Homem, anseia por ser autor exclusivo do seu destino, mas teme-o (temendo-se a si próprio), porque nada lhe garante sucesso antecipado nem sequer na certeza da preservação de uma identidade sem mutação; sente o eterno problema do Mal que recai sobre os outros, mas não consegue contrapor-se-lhe com eficácia; experimenta a necessidade da compaixão pelos outros, como que em compensação à falta de dimensão religiosa, mas não consegue identificar as razões em nome das quais actua o bom samaritano; proclama a solidariedade como atitude, mas dificilmente vai até ao fim, em renúncia de si e em doação que seja de sanctitas, preferindo ficar pela beatitudo do isolamento, da pacatez bucólica – que não o deixa viver em quietude. O homem de hoje reclama justiça para com todos, mas não consegue responder aos apelos mais imediatos nem às esperanças que implicam compromissos em construir novos caminhos integrados na História. Aprenderá ele ao menos a evitar os erros de outros tempos? Na fronteira da sua afirmação própria, o homem de hoje parece não saber como aceitar a Transcendência: o Manifesto Humanista III, apresentado a público em 2003, ao arrepio do antigo Manifesto de 1933, recusa explicitamente o “sobrenaturalismo”, mesmo como instância de apelo (porque não suporta dependências), e propõe-se ser uma filosofia progressista da vida, afirmando a capacidade do homem em se responsabilizar autonomamente na determinação da vida ética e no cumprimento pleno das aspirações de um maior bem da humanidade. Mais uma vez, o voluntarismo das afirmações esbarra com a ausência de acção consequente e previdente – o profetismo é vão porque não domina o Tempo e este esgota-se porque ficou sem vislumbre de eternidade.

13 A “secundaridade” é uma estrutura antropológica que nos permite assumir “o primário e o secundário”, “o próprio e o alheio” e assim “cerrar uma fuga pelo jogo dos complementos”, assegurando a dinâmica do presente-passado num relançar de continuidade. Cf. Monique Membrado, “Processus de vieillissement et secondarité”, in Joël Yerpez (coord.), La ville des vieux, Paris, L’Aube, 1998, pp. 95-106: consulte-se em www.perso.numericable. fr/~sitedurtf7/downloads/membrado1998.pdf (consulta: 2010.12.20). Rémi Brague, La voie romaine, Paris, Gallimard, 1992, aplica esta categoria à cultura europeia que a vai buscar a fonte romana.

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Humanismo, uma atitude mais que um momento na história

3. Mau grado as aporias com que o homem convive, ao conceito de humanismo pertencem hoje, como aspirações, valores intelectuais e afectivos, éticos e sociais, especificamente cultivados pelo Homem, como entidade autónoma, livre e responsável (ainda que não soberana e independente, mas integrada e integradora da teia de relações que lhe dão sentido), no exercício da inteligência, na aquisição de conhecimentos e na transformação do mundo e de si mesmo, deixando-se (co)mover pela compaixão (no sentido etimológico de compassio, que é solidariedade), abrindo-se à pietas (que é o respeito pelos outros e por si mesmo) e apostando na bondade como demonstração de que, na longa duração, os actos mais integrados e integradores da vida colectiva postulam um sentido em que se resolva um destino que responderá aos anseios de Bem que é Perfeição e Harmonia. Confessadamente, o homem moderno reclama autonomia e suficiência. Foi ela declarada já por Protágoras de Abdera, sofista grego do séc. V a.C. (480-420), quando proclamou que “o homem é a medida de todas as coisas”. Porém, qual o critério de juízo (mensurabilidade): um poder suposto ou a limitação experimentada? Mais comedido, não se erigindo em fautor de verdade, mas assumindo o processo do conhecimento situado, o seu contemporâneo Sócrates (470-399) preferiu submeter-se à sentença délfica do “conhece-te a ti mesmo” e fazer da “ignorância advertida” princípio de saber por indagação activa, sem ditames axiomáticos prévios, percorrendo os degraus de uma dialéctica que resolva as contradições internas e abra fronteiras para um encontro na indagação da verdade. Em forma aberta, e em modo de paradoxo, não se perdeu a lição, pois, acicatada pela verdade evangélica (que suscita o encontro amigável e amoroso ou, se preciso for, batendo no peito a penitência que atende à falta alguma vez cometida), ela aparece-nos sob a forma de docta ignorantia com a humildade de quem se sente nas mãos da Sabedoria Revelada (que, sendo divina, é infinita e insondável e que, sendo incarnada, tem um destinatário que é todo aquele que escuta a palavra que está suposta num diálogo de salvação e, sendo construída, não quer ignorar todos os contributos humanos que sejam autênticos). A fórmula lê-se em Nicolau de Cusa (no Docta ignorantia, que veio a lume em 1440), mas estava já em Agostinho (numa carta a Proba, ep. 130, 15, 28) e na sapiência monástica, sob a forma de scienter nescius et sapienter indoctus (que Gregório Magno14 aplica a Bento de Núrcia)15 e experimenta-se sobretudo na via mística (da “noite escura”) em que o Homem absorvido em Deus tanto mais ciente fica de si quanto mais reconhece o que lhe fica por aprender. A fórmula antitética exprime uma abertura de ânimo de quem nada despreza, porque 14

Gregório Magno, Dial. 2, prol. Cf. Pierre Courcelle, Connais-toi toi-même de Socrate à Saint Bernard, 3 vols., Paris, Études Augustiniennes, 1974-1975. 15

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tudo foi criado por Deus (cf. Actos dos Apóstolos, 10, 15), e por isso tudo busca e investiga para integrar: nada nega, tudo respeita, em atitude de contenção que evita a desmedida (hýbris / excesso) para se reconhecer homem e apenas homem, nada mais que homem, nas suas capacidades e nas suas limitações, evitando particularmente especulações que ultrapassem a sua condição humana (limitando as reacções frente a imperscrutáveis razões de uma divindade que é Amor, como afirma João, o Evangelista – ultrapassando a Dialéctica que assoma em Job, 9 ss.) e aceitando partilhar com os outros (quem quer que eles sejam) os vislumbres da Sabedoria infinita que consegue apreender (para confusão dos mais bem dotados: Hildegarda de Bingen ou Catarina de Sena, sem qualificações académicas, ensinam e repreendem papas e teólogos). O (não-)saber socrático revela-se na ironia de permanente indagação, mesmo sobre o óbvio, buscando o sentido oculto – mas suposto (nas phantasiai – aparências), mediante questões encadeadas (erotemata / quaestiones) e confrontando consigo mesmo as interpretações que vão surgindo nas diferentes leituras (em exegesis); o mestre consequente tem perante si especificamente o compromisso de que os seus ensinamentos desencadeiem na inteligência, na vontade e na acção (sua e dos outros) um encaminhamento para uma Verdade que não se fique pela abstracção. Sócrates interroga, mas o dinamismo que desencadeia é-lhe fatal por atentar contra posições dominantes na Cidade, que se constituíra como padrão de comportamentos e excluía todos os concorrentes, mesmo os que invocassem razões divinas. O místico cristão tem refugiar-se na margem para não ficar absorvido nos ritualismos e nas aparências da vida citadina. É um facto: o homem confronta-se habitualmente com Deus, como se Ele fosse seu concorrente e comprometesse a sua autonomia. De verdade, concorrente só o seria se Deus estivesse no mesmo plano que ele. Facto é que homens e deuses gregos mantiveram um conflito que a religião da pólis não resolveu e que o ritual (prolongado na tragédia grega e por ela transformado) fez mais explícito (sem se ter tornado instância integradora). Segundo a concepção tradicional, Epicuro teria sido o primeiro a erguer os olhos para desafiar uma divindade irreconciliável e aterradora: a Lucrécio se atribui tal interpretação, mas, segundo outras leituras (que atendem melhor ao sentido de religiosus), longe de pretender desafiar os deuses (não seria essa a intenção de Prometeu), o filósofo procurava corrigir uma imagem habitual ao comum dos mortais (mais supersticiosos que voltados para a religião); acentuava ele: os deuses vivem na bem-aventurança e por isso não há que invejá-los nem há que temê-los, pois eles têm o que os homens devem alcançar, cabendo ao filósofo contribuir para sanar as debilidades da condição humana de tal maneira que o homem saiba assumir o seu próprio destino, com prudência – a maior das virtudes, para Epicuro.16 Por sua parte, a figura de Prometeu revoltado contra 16

Cf. Epicuro, Epistola ad Menecaeum, 123. 2102

Humanismo, uma atitude mais que um momento na história

a divindade só tardiamente (já com Goethe) aparece na cultura europeia: primitivamente, o semi-herói não era mais que a expressão da conquista do fogo, transformador de todas as coisas, mas ganhou novos traços numa longa tradição de retomas e metamorfoses, através do evemerismo, do alegorismo medieval, de eruditos como Vida, Chapman, Shaftesbury e Herder, antes de ser trabalhada por Goethe;17 a contrariar qualquer insolência, o homem honesto tem de reconhecer, a seu lado, a figura menor do “aprendiz de feiticeiro”, que se contenta com reter metade da fórmula mágica sem aprender por inteiro a palavra criadora que o libertaria dos feitiços em que se enleia. Na realidade, ao longo da história, tem sido sempre problemático para o Homem medir a distância que o separa de uma Transcendência e chegar a uma conciliação: o mito dos Titãs em desafio aos Deuses é espelho da condição humana na escalada para se transcender a si mesmo. Na expressão bíblica, a mensagem definitiva do mito da Torre de Babel (reduzido e desvirtuado no significado primitivo – que era o de ponto de encontro do Homem com Deus), só vem a revelar-se no enquadramento do Pentecostes, onde a multiplicidade de línguas repartidas se apresentam com a função de complemento na tentativa de exprimirem, em negativo, o infinito divino e o fogo do Espírito novo, que sela a Aliança e resolve o enfrentamento na aceitação da Revelação que encaminha o Homem para além do Tempo e para além das diferenças – por aceitação de todas e na purificação de cada uma para uma comunhão integradora. A superação das distâncias foi explicada pela catequese cristã, ao longo dos séculos feita diante das catedrais medievas, olhando para Cristo em majestade, em que o Homem se revê na escatologia e na antecipação do futuro, tendo como adquirido que a “glória de Deus é o homem em plenitude de vida”, como Ireneu de Lião proclamou já no séc. II.18 Diferente era o pensamento grego e distinta a experiência histórica romana: para os Gregos, os filhos de Crono (o Titã que devora os seus próprios filhos), confundem-se com os filhos de Cronos (o Tempo) e ficam sujeitos à destruição ou esperançados numa indemonstrável ekpýrosis que, sem restituir o que foi, reporia as forças de futuro: no final, mais não obtêm que um mundo larvar, no Empíreo, sem garantia do divino, porque de eterno apenas podem presumir a fama; para os vindouros restaria a promessa de fama celebrada se algum poeta lhe desse acolhimento e voz.19 De onde poderia provir resposta pacificadora? Numa obra consolatória pseudoplatónica, Axiochus sive de morte (que atravessou os tempos e foi lida 17

Cf. Raymond Trousson, Le thème de Prométhée dans la littérature européenne, 3ª ed., Genebra, Droz, 2001. 18 Irenaeus, Adversus Haereses, IV.xx.7: Gloria Dei vivens homo. 19 Cf. Sonho de Cipião, na Republica de Cícero – que inspira Camões para o final d’Os Lusíadas. 2103

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pelos homens do Renascimento) Sócrates, que espera a execução da sentença capital, conforta o interlocutor (que dá título ao diálogo) com o argumento de que a morte liberta o homem de todas a misérias que se foram acumulando durante a vida terrena e de que não há que dar importância à perda da vida corporal, pois ela não é a única que conta: como num jogo de espelhos, que mais desnorteiam quanto mais rectilíneos se opõem, e remetendo para a autoria de Pródico, tenta-se a consolação em galimatias que nada adiantam: os vivos não devem temer a morte, pois ainda estão com vida, e, quanto aos mortos, uma vez que já não existem, nada os pode afectar; Axíoco acaba por encontrar consolo na exposição de Sócrates sobre a imortalidade da alma e sobre a felicidade da vida ultraterrena, que aguarda os justos em contraste com os tormentos que estão reservados para os ímpios.20 Consolação adiada? Em causa está o sentido do tempo e a coerência da história. 4. O humanismo, tanto ou mais que conceito e que designativo formal, é um processo histórico em que o Homem se compromete e fica sujeito ao embate consigo mesmo (é agónica a sua condição) e se descobre como mistério (pois é construção que permanentemente se enfrenta, se admira e se transcende). Nesse processo nunca acabado, há momentos mais plenos, em que contam atitudes caracterizadoras. Entre todas essas atitudes, sobreleva a que deriva da procura de si mesmo, do ipse que é também alter (e não apenas idem). Entre a incerteza quanto à sua origem e ao seu destino, goza da capacidade de gerar a novidade, desfruta da possibilidade de ser capaz de admitir a surpresa e de ver surgir em si o assombro – ele próprio é um mirum que se enfrenta e se enuncia como mirabile para si mesmo e para os outros. Baloiçado entre contrários, o homem ocidental não se confina, porém, a um vaivém, em direcções de sentidos opostos, pois procura a conciliatio oppositorum: é multiforme e, por isso mesmo, imprevisível, não apenas porque é inesperado, mas porque é criativo e por isso surpreendente. Na sua experiência histórica, apresenta-se com várias faces, cada uma delas voltada para seu lado. Em expressão mítica, a sua figura é, no mínimo, quadrifronte (ultrapassa Jano que apenas olha e não decide, que domina o tempo, mas não conquista a eternidade): é Dionísio (do êxtase, da superação na paixão) e é Apolo (que racionaliza a harmonia); é Prometeu (que conquista e sofre a sua dedicação) e é Sísifo (que se entrega à acção e nunca chega ao fim do seu esforço). Dionísio revela-o a si mesmo na exuberância incontrolada de uma sensualidade inconsistente nas suas “aparências”, que lhe dá a possibilidade de se reencontrar num mundo sempre renovado, mas não evita a passio sujeita a ciclos que a si mesmos se sustentam e se anulam. Apolo, na sua luminosidade, aduz-lhe a racionalidade que se supera no esplendor da criatividade que 20

Axiochus sive de morte (versio lat.: M. Ficino), in www.thelatinlibrary.com/axio.html. 2104

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faz da arte, ao seu alcance, a expressão tímida e aventurosa do divino que persistentemente procura e lhe escapa a todo o momento. Como Prometeu, procura o fogo que consome, transfigura e purifica, ou interpreta a sua condição inconformada com os limites que lhe foram traçados, buscando em si os estratagemas que lhe garantam a confiança necessária para transformar o mundo (o fogo é o elemento instrumental que purifica e configura a novidade, mas apenas certifica sobre a compensação do esforço). Sísifo, por seu lado, traz-lhe à consideração a inutilidade de um esforço sem sentido declarado e sujeito à (in)coerência de uma acção imanente que não pode antecipar os resultados senão enquanto aposta num encaminhamento que segue regras integradoras, mas limitadas.21 Na diversidade das suas tendências, para não as negar e para não se deixar submergir pelo esforço que elas reclamam, o Homem postula um guia ou um libertador. Hércules é, na antiguidade greco-romana, a figura medianeira de quem se espera a superação das situações experimentadas; não consegue ele, porém, ultrapassar as suas próprias dissidências nem garantir o que lhe é estranho. Porém, na figura de Cristo, que vem de fora e se oferece na novidade de si mesmo, encontra o humanismo ocidental a compaixão e o sentido do tempo aberto à eternidade, com a garantia da vitória sobre a Morte, pela Ressurreição, o pleroma que é plenitude de Vida e de Ressurreição, em Esperança, primeiro, e em modo escatológico, depois. Para si mesmo, o Homem é um mirum; perante ele nasce o assombro – que tem de se sustentar a si próprio (fazendo-se indefinidamente, sem narcisismo) ou deixando que outros o alimentem (dando-se à contemplação sem fugirem à acção). A lição está em Sófocles: na tragédia da Antígona, v. 332ss., há o paradoxo do enigma que o homem é para si próprio na teia de outros enigmas que se lhe abrem no universo infindo. Ao proclamar, pela voz do Coro, que “muitas coisas assombrosas há no mundo; nenhuma mais assombrosa que o Homem”, sabe ele que “[o homem] não se encontra desprevenido para enfrentar qualquer novidade”, mas, mesmo afirmando a confiança nos próprios recursos, tem de reconhecer que, “senhor de um saber operoso, que ultrapassa todas as expectativas, ora toma o caminho do mal, ora o caminho do bem”. O assombro (um deinón que no Renascimento foi transposto para mirum ou mirabile e depressa se entendeu como “maravilha”– aparentando não entender já o que configurava o mirum, no distanciamento operado por um poder estranho) tem, na reflexão sofocliana, a conotação de que o homem é imprevisível – e deixa a angústia da decisão perante o desconhecimento dos efeitos dos próprios actos. Corria o ano de 442, a. C.; o dramaturgo estava no auge da sua criatividade, participava no poder com Péricles, mas não se deixara inebriar por esse poder, mantinha a serenidade da 21

Cf. A. Camus, Le mythe de Sisyphe, Paris, Gallimard, 1942. 2105

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meditação sobre a participação na vida da cidade, elevando-se à reflexão sobre os desafios da condição humana, sua grandeza e sua fragilidade, debatendose com os conflitos gerados pelas instâncias do poder frente ao reduto da consciência individual, tentando conciliar o exercício do mando e a decisão em liberdade, aceitando demorar-se na admiração das potencialidades do Homem (no radicalismo da dýnamis / virtus), mas ficando com todas as incertezas relativamente ao Destino – fosse ele entidade soberana (muitas vezes entendida como caprichosa), fosse ele resultado das actuações humanas (a que não pode garantir segurança e perenidade). O Renascimento acentuou o mirum provocado pelo Descobrimento de novos povos e pelo esforço de se superar nas suas fronteiras (porque se transgrediam os conhecidos limites e porque se ultrapassavam os poderes da força humana – Camões o diz). Por motivos de estruturação nova dos poderes, o poeta exalta a virtus de quem sobe aos fastígios do trono do comando;22 não elimina, porém, o encantamento que se desprendia da interioridade que Petrarca traduzira na expressão lírica do feminino do Canzoniere mantendo-lhe a sensualidade que os próprios goliardos medievais (escolares gulosos da vida) haviam ora endeusado ora satirizado e Boccaccio tomara como matéria do Decameron, com os “clamores da carne” esparramados pelos contos que a noite envolve. Fosse em forma de mito, fosse em expressões racionalizadas, os Gregos viveram a luminosidade de um entender ([dia]noein) que, quanto mais analisa, mais tenta abarcar (synnoein), e que, quanto mais ilumina e mais conhece, mais se enreda nas suas próprias construções e mais experimenta as angústias da teia assim criada. Nessa angústia, aqui e além pergunta-se pela capacidade de metanoein (radicalmente, inverter um processo de conhecer e de viver): o afastamento para longe, a fim de repor a ordem transgredida, é ritual cumprido por Apolo, mas só os verdadeiros penitentes, como foram os monachi, consagram, na contemplação, a novidade que lhes é oferecida. Ora, quanto mais se aproxima da realidade, mais o contemplativo / filósofo (aquele que procura o conhecimento) se dá conta que apenas atinge uma sombra, porque o real, em definitivo, está para além das aparências e há que apostar na via que, do saber (na dialéctica da superação das contradições), leva à sabedoria (o conceito será platónico, mas tem outras formalizações). Desilusão purgativa? De novo, só Outro pode garantir a realização final – na abertura do Livro escatológico. Ao Cordeiro do Apocalipse está isso reservado.

22

A virtù de Machiavelli está na continuação do Il Cortegiano de Castiglione. 2106

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5. Complementar e indissociável do entender como processo noético, o homem ocidental (desde os gregos) reconheceu no exercício da Palavra o modo de colocar esse entender frente a si próprio e a forma de o partilhar com os outros seus iguais. No entanto, tem o homem de haver-se com a incapacidade de tudo verter na palavra e com as aporias de ter de confrontarse com essa mesma palavra – dada em escuta e subordinada a exegese alheia (drama que de um modo ou de outro, modernos como Sartre e Heidegger experimentaram). É complexo o processo que nasce do logos. Neste convergem simultaneamente a ratio e o verbum (que a língua latina distingue), pois não há apenas exercício do espírito (noûs / intellectum), mas há também regresso à verificação da consistência, advertida em momento de iluminação – sempre fugaz. Heraclito, segundo testemunho de Aristóteles, sentenciava que ao logos, que é sempre, os homens são incapazes de o compreenderem: há problema de imanência (como fonte de origem e de exercício) e de transcendência (o sujeito pensante é diferente daquilo que pensa), mas há também problema de formulação e de transmissão (Aristóteles hesita nas pausas / pontuação a respeitar na sentença do filósofo obscuro). O logos não é apenas exercício intelectual imanente; existe como acto de colectividade, porque é esta que fornece os recursos em que o Homem se reflecte e por isso o mesmo Heraclito explicava: eis porque importa ter atenção ao comum: é que o comum une, mas se o logos é comum aos seres vivos, a maior parte apropria-se do seu pensamento como coisa pessoal. Nesta dualidade, que é oposição e complementaridade, se constrói o homem ocidental e se exprime o seu “humanismo”. O logos de Heraclito percebe, esclarece, exprime a ordem e o curso do mundo; o pensar é um poiein que cria e encanta, que se fixa na palavra que enuncia (poietés), articulando sons e imagens, formulando juízos em modos directos, suscitando relação com uma escuta, num diálogo que é resposta e clarificação; funda o discurso e institui uma dinâmica comum que necessariamente é construção e é maravilhamento do que se encontra no que sempre estivera e não fora descoberto. O exercício maior da palavra faz-se na construção da pólis; para isso serve a educação proporcionada pela escola; a esta foi entregue a função de administrar a instrução que propõe os modelos de estar, que toma a seu cuidado o exercício para o uso da palavra e seu registo por escrito (começando um processo reflexo em que o dito é confrontado com ele próprio), que escrutina o seu valor na vida colectiva, que, depois, contribui para a guardar, uma vez aceite, e para a transmitir como mensagem de sabedoria que na palavra tem instrumento e instância de juízo. No desenrolar dos tempos ocidentais, a todo o momento, o Homem se confronta com a sua construção e pretende que a Palavra lhe responda, porque é ela que mais articuladamente o exprime e o revela: seja esse homem Miguel Ângelo, bate ele na cabeça do seu Moisés porque precisa que ele fale (para 2107

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que dê conta da sua existência – como Sócrates solicita a Alcibíades); tendo perdido o retorno à palavra completa, o “Aprendiz de feiticeiro” (de Goethe, que não é mais que um regresso a Luciano de Samósata, no Philopseudes, 36) vê-se ultrapassado e humilhado perante a obra que lhe saiu das mãos sem que ele consiga travar o processo (tinha-se apropriado de uma fórmula que gerava um autómato que ia buscar água para casa, mas, esquecendo parte da fórmula mágica, não conseguiu parar o efeito desencadeado). Em processo mais banal e cínico, Alcibíades (que corta a cauda do seu cão e suscita as censuras dos seus vizinhos) consegue que a palavra de censura lhe dê o que procura – ser notado pois não quer ser esquecido (Sócrates pedira, aliás, ao seu comensal que falasse para que desse pela sua presença). A outro plano há-de conduzir a palavra, pois o exercício dela é promotor de consciência crítica de superação. O homem ocidental desenvolveu ao longo da história da sua cultura uma relação privilegiada com os textos que, pela sua qualidade formal e simbólica, melhor representam o seu percurso individual e colectivo e não podia deixar de perceber, nas variantes do processo, um incentivo a uma contínua superação para um conhecimento situado mais fundamentado e mais largo (seja na leitura, seja na reconstituição do conteúdo, seja na melhor formulação de uso – Lorenzo Valla aposta em várias direcções). Do registo da memória e do exercício da palavra se podem extrair notas fundamentais que definem o homem. É na dimensão de litterae humaniores que se legitimam as humanitates: confia-se que por seu intermédio o homem se torne mais humano, sendo elas instrumento de revelação (activa, passiva, interdependente); sendo instância de aperfeiçoamento, elas têm lugar privilegiado na educação (paideia / cultura), processo educativo de integração na vida colectiva, que é gradativo e tem momentos mais organizados e mais intensos no início da chamada “idade da razão”; pretende-se, aliás, que as consequências desse processo sejam percebidas no efeito que se procura, que é o da dedicação e solidariedade na vida colectiva (philantropia), articulando entre si os membros da comunidade humana e revelando-os a si próprios. Deduz-se daqui uma confiança no homem e na sua acção, não apenas como pressuposto de vida em comum para superação de debilidades ou melhor resolução das situações periclitantes, mas também como forma de interpelação quanto ao sentido da vida e ao juízo sobre as manifestações da interioridade pessoal. O comediógrafo romano Terêncio ousa dizer no séc. II a. C.: homo sum, humani nihil a me alienum puto;23 trata-se sintomaticamente de alguém proveniente de um ponto periférico a Roma, mas aí se prepara por leituras sobre textos gregos e se declara apostado em seguir o processo da contaminatio, que correspondia a acolhimento de textos da tradição e complexificação do seu conteúdo por enunciados próprios, em emulatio: na aceitação do que é de outros, 23

Terêncio, Heaut. I, 1, 25. 2108

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aceita o confronto (agôn), não lhe bastando que antes, num tempo já decorrido, tenha sido enunciado o que lhe é proposto como inspiração. O exemplo é paradigmático de uma cultura que persistentemente se abre ao acolhimento do diverso e se entrega à construção de algo que supere o que lhe foi dado. 6. Faz parte também da confiança gerada pelo homem ocidental o culto das origens e do desenvolvimento da memória cultural. Ela é alimentada pelas Letras, que, na história da cultura ocidental, compreendem especificamente os textos de autores clássicos (gregos e latinos, primariamente, e daqueles que os emulam ao longo dos tempos) no interior da instituição formadora (a escola): o termo clássico remete, também ele, para o espaço da escola e para os seus processos modeladores de personalidade – hierarquizadores de mérito relativamente à adequação a valores éticos, qualificadores quanto à ordem estética, fomentadores de instâncias de liberdade individual integradas em solidariedades suscitadas por interesses colectivos. Deve entender-se que a leitura promovida pela escola é processo activo e dinâmico: pertencente ao campo semântico de legere, a leitura é um processo de escolha (eligere), mas também de recolha de parcelas (outra das acepções do legere primitivo é “reunir”) de informações e de conhecimentos (sem limitação de tempos e de espaços) até à promoção de saberes pessoalmente assumidos e prolongados. Conjugando com esse espírito de aproximação aos clássicos, e o que eles representavam como emulatio, no seu tempo, Coluccio Salutati definiu humanitas como sendo “tudo aquilo que é digno do homem e o torna humano, retirando-o da barbárie”; o conceito bebia-o ele na Antiguidade, em Aulo Gélio, que sintetiza o que encontra em Varrão e Cícero, entendendo o termo em âmbito específico e de aplicação já técnica: humanitas abrange também a amicitia que ultrapassa a philia (solidariedade de grupo) e chega à caritas (juízo afectivo e dedicação) e à philantropia, termo que significa deferência e benevolência tida para com os homens reconhecidos no interior de uma paideia que fomenta as boas artes cuja prática apenas ao homem, diferentemente de todos os outros animais, foi concedida (cf. Noites Áticas, 13, 17, 1). Há, sim, nestes conceitos, uma noção de saber intelectual (erudição), fundado sobre a leitura e garantido pela educação recebida em sociedade; subsiste neles um ideal de timocracia “letrada” (sem ambições), capaz de se reconhecer no legado literário do passado e de zelar pela sua transmissão em resposta e em favor dos novos tempos e em círculos cada vez mais alargados de ilustração pela leitura. Mas há igualmente uma dimensão afectiva que o termo compassio hoje pretende recuperar como solidariedade sentida, que ultrapassa a ataraxia que evitasse as angústias das vicissitudes da vida. Recupera-se, pois, a dimensão histórica, em situações partilhadas. Teve empenhamento real o tempo sociocultural renascentista e foi ele um dos mais intensos na história ocidental: caracterizou-se pelo empenhamento em recuperar o passado, pelo encantamento das descobertas e pela audácia de 2109

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atingir os confins do mundo, mas, simultaneamente, deu ao homem a noção clara das suas limitações, particularmente a da incapacidade de satisfazer os anseios mais íntimos do homem, que experimenta a euforia da liberdade e sofre os constrangimentos interiores e exteriores que dela advêm. Teve esse homem a ventura de não se confinar a gabinetes de estudo e contemplação: excogitou modelos, aceitou também espaldar a acção de outros com reflexões, baseadas nos antigos e na razão, que ganhavam, não raramente, a função de coro grego, avisado e conselheiro da mesura. Entendeu também o valor do testemunho para superação contínua e consequente: “E diz que nada tanto o deleitava / Como a voz que seus feitos celebrava” (Camões, Lus. V, 93). 7. Deveria demorar-me no tempo português, a que pertenço, para esclarecer modalidades da sua construção da sua identidade humana: o nosso homenageado, Juan Gil, bem merecia que lhe oferecesse pretexto para o lembrar por tantas novidades que nos trouxe nesse domínio. Quereria dizerlhe quanto nos serve a sua voz para entendermos melhor a nossa, a que ele é particularmente sensível, mesmo sem subir ao minarete da catedral de Sevilha (que tem no seu horizonte citadino). Aos poucos, desde os colóquios de D. Duarte com Alfonso de Cartagena que acolhiam já os testemunhos dos alunos que regressavam de Itália com as novas traduções dos clássicos gregos (as Éticas de Aristóteles, postas em latim por Bruni, ou os textos de Terêncio, por exemplo) e despertavam para a reflexão da palavra (o príncipe dá normas para a tradução), a cena portuguesa vai-se alargando aos contactos com as novidades italianas e colhendo conselhos para a celebração das gestas marítimas (Policiano a isso induz e isso propõe); superam elas as dos antigos (di-lo Poggio Bracciolini, em carta ao Infante D. Henrique, e di-lo Aldo Manúcio no prefácio às obras de Platão), mas os vates lusitanos demoram-se na notação lírica ou elegíaca e adiam a celebração dos feitos que tardam a entrar numa valorização épica, enquanto vão alargando leituras e reconhecendo que as gestas dos seus maiores merecem entrar no enunciado da história colectiva (como nota, por ex., João Rodrigues de Sá de Meneses). Alguns dos que frequentam os meios estrangeiros causam admiração nos próprios fautores das letras: Erasmo louvará Henrique Caiado (que ficara por Itália) e entusiasma-se com a versatilidade de um poema de André de Resende (que mal havia chegado a Lovaina para se encontrar com ele e na sua ausência se dedicara a elogiá-lo); Caiado e Resende haviam sido alunos de Estêvão Cavaleiro, um gramático que ensinava em Lisboa e aqui recebia notícias do que corria pelo mundo. Alguns homens frequentaram as aulas de Policiano e tiraram partido dos seus ensinamentos (Martinho de Figueiredo tomara apontamentos abundantes para se aventurar a comentar Plínio); Damião de Góis alargara os seus interesses e fora hóspede de Erasmo. No entanto, são fragmentários e falhos de organicidade ou tardios os esforços 2110

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por atender ao movimento humanista que percorre a Europa, muito embora se deva reconhecer que “no humanismo português confluem temas, ideias e intenções dos diferentes humanismos ou correntes humanísticas europeias”.24 Representante e testemunho da conjugação de “honesto estudo” “com longa experiência misturada” assistidos por um “engenho” pessoal (“cousas que juntas se acham raramente”) é Camões, figura maior do tempo português. Situa-se no interior do Humanismo renascentista, a seu modo: conhece a cultura já elaborada por eminentes intérpretes e nela se integra; estamos ainda longe de conhecer o seu percurso de formação, mas temos fundadas razões para entender que seguiu as lições de André de Resende, quaisquer que tenham sido outras escolas e bibliotecas que ele tenha frequentado: é que existem coincidências entre os dois que não podem deixar de chamar a atenção – Lusíadas é palavra criada por Resende; o mito de Ulisses é fundador em ambos; nos dois também se descobre Vénus como figura afecta aos portugueses em oposição a Baco, formando tensão que estende a dimensões supremas os feitos portugueses. Entende Camões o tempo português: não é apenas visual a imagem cartográfica de Portugal “cabeça da Europa toda” (como está no mapa de Álvaro Seco), mas, mais que isso, é real a percepção de que Portugal “novos mundos ao mundo foi mostrando”. Sente Camões, a seu modo, e vivamente, o homem do seu tempo, nas contradições que o atingem (Lus. 1, 105-106): Ó grandes e gravíssimos perigos! Ó caminho de vida nunca certo: Que aonde a gente põe sua esperança, Tenha a vida tão pouca segurança! Onde pode acolher-se um fraco humano, Onde terá segura a curta vida, Que não se arme, e se indigne o Céu sereno Contra um bicho da terra tão pequeno?

Tem o poeta um sentido do tempo dilatado e nele insere a história portuguesa, que assim entra na história universal – para tanto lhe serve o mito e o contraste dos feitos dos portugueses com os feitos dos antigos (alguém como Nuno Álvares Pereira ultrapassa Cipião – Lus. 8, 32). Tem ele o sentido do efémero – desfrutado pelo instante que lhe é concedido e renegado pelo amargor que deixa na consciência; vive o fulgor da criação e esbarra no desencanto da fragilidade humana; a sua racionalidade 24

Cf. L. Sousa Rebelo, A tradição clássica na literatura portuguesa, Lisboa, Livros Horizonte, 1983, p. 36 ss. 2111

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crítica impõe-se mesmo aos processos literários (deuses e ninfas mais não servem que para fazer versos); nele, a valorização do esforço humano é afirmação de confiança e exaltação da virtus como valentia e santidade; o mérito receberá recompensa escatológica (em versão mitológica e em versão teológica); o apego ao sensorial tanto é dor como gozo; o real e o ideal contrapõem-se num platonismo que não deixa de ter vislumbres de afásico perante as maravilhas da natureza proporcionada pela mão divina; o eu acentua-se numa relação lírica, para a qual o colectivo é dispersão, mas este volta na dimensão heróica do esforço que cresce na vontade de formar uma nação; experimenta o amargor de uma relação singular que não é correspondida e o apelo à Transcendência impõe-se-lhe tanto como a dor de uma liberdade cerceada. Pertence Camões a um tempo em que o espaço português se dilatara até aos confins da Utopia e em que a terra antiga se prestigiara com a gesta dos heróis da nova idade: a estes reserva ele na Ilha distante a sublimação do Amor (transmutando o carnal no espiritual), que permite a contemplação da Harmonia dos mundos. Camões é o cantor da gesta colectiva (que outros não conseguiram celebrar). Os tempos de Portugal haviam ganho plenitude, mas o Império oscilava e a vida interior do Homem sentia-se abalada com as contradições mal resolvidas, porque as divisões se consumavam em lutas (religiosas e políticas) sem que os incertos príncipes conseguissem travar as derivas. De facto, quando o Homem parecia tornar-se o centro do mundo, o sistema do seu universo movia-se e a racionalidade levava a trocar o planeta Terra por um astro distante, o Sol – Ptolemeu terá de ceder o lugar a Copérnico e a Galileu. A antiga ciência é posta à prova e com ela o próprio Homem tem de buscar novos rumos. Fracassos experimentados trazem a lume desilusões de vária ordem: as glórias mundanas são efémeras e reclamam outra instância remuneradora; um presente a esvanecer-se perante um futuro incerto leva a suspirar pelo passado glorioso e a inseri-lo numa história universal – a épica serve-se da linguagem que já não pertence ao presente, com intenção de o elevar a dimensão maior, enquanto o lirismo assume a vibração de um presente que se pode gozar, mas se esvai, sem se dilatar a não ser na consciência do efémero. A dignidade do homem precisa de ser tanto mais proclamada quanto são patentes as suas fragilidades; a experiência interior do Homem é abalada, mas também o são as convicções do saber construído ao longo de séculos. Afinal, como acentua o nosso Poeta, “tudo o mundo é composto de mudanças”. Heraclito tinha-o enunciado no panta rhei. Motivo para lágrimas? Motivo para surpresa? A todo o tempo o Homem tem possibilidade de se renovar e inventar sem perder o passado – que não é outra coisa senão o prólogo do futuro. Para que o futuro seja humanior importa que o presente, em que o Homem actua, seja plenamente humano.

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8. O Humanismo é, efectivamente, um processo situado no Tempo, significativo da construção do próprio Homem, quando toma consciência da sua responsabilidade do lugar que lhe cabe no mundo. Amassado em lágrimas, merecedor de compaixão, suscitador de admiração, causador de espanto, gerador de assombro, o Homem não evita os seus próprios fantasmas e os medos que o desconhecimento do Destino ou de um interlocutor acreditado lhe depara e que o exercício da liberdade não exorciza porque o Homem, que reivindica a sua autonomia, não é senhor nem da vida nem do tempo – menos ainda da eternidade. A Palavra é para ele instância desveladora tanto como reveladora e incentivadora; nas aporias do dizer-se, o Homem confronta-se com as dúvidas do reconhecer(-se), do revelar(-se), do fazer(-se). Na instância racional, no horizonte da estética e na conformação ao Amor, aprende a descobrir e a aceitar a novidade que se lhe oferece; no empenhamento com os outros radica a construção da sua Cidade e nela nasce o canto da acção colectiva. Por isso não se fechará sobre si, mas esperará o imprevisível que o Amor lhe reserva no final dos (seus) Tempos. O assombro é próprio do homem – enunciara Sófocles, na Antígona, ao deter-se perante ele (como deinós o toma); o homem é um mirabile – comentaram os renascentistas; os medievais tomaram-no como gloria dei, a manifestação maior do divino (gloria dei vivens homo – assentara Ireneu de Lião). Tantas são as faces do Humanismo quantas as do Homem, que assume em pleno o seu Dasein, o “ser-aí”, entendendo, no entanto, que não tem aqui morada permanente. As Letras que cultiva são a marca maior da sua afeição e da sua passagem porque com elas preenche os laços que estende aos outros.

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Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 2117-2125

Beatrice y Maria Rogia, almas gemelas Alfonso Alcalde-Diosdado Gómez Universidad de Jaén

Resumen: Situamos este estudio dentro del marco teórico de la literatura de lo maravilloso y su curiosa inspiración en la realidad. Reparamos en una comparación entre la famosísima Beatrice de la Commedia de Dante Alighieri y la Maria Rogia del Somnium de Juan Maldonado. Beatriz y María son personajes inspirados en la vida real de los autores. Como mujeres históricas, tuvieron belleza, cultura, buena posición social y varias coincidencias vitales paralelas. Como mujeres idealizadas, son almas celestiales que poseen el conocimiento angelical. Tienen una relación amorosa cándida con los protagonistas de las respectivas obras. Ambas mujeres suben a sus respectivos alumnos a los cielos y especialmente a la Luna, cuyo mundo es muy interesante. Palabras clave: Erasmismo. Luna. Literatura de lo Maravilloso. Literatura comparada. Abstract: We place this study within the framework of the marvelous literature and a curious inspiration in reality. We focus on a comparison between the famous Beatrice of the Commedia of Dante Alighieri and Maria Rogia of Somnium of the erasmist Juan Maldonado. Beatrice and Mary are characters inspired by the real-life of these writers. As historic women, they had beauty, culture, social standing and several vital matches in parallel. As idealized women, they are souls who have the knowledge of angels. They have a candid, lovely and pure affair with the protagonists of both works. Both women rise with their disciples to the heavens, and especially to the moon, whose world is very interesting. Keywords: Erasmism. Moon. Marvelous Literature. Comparative Literature. 2117

Alfonso Alcalde-Diosdado Gómez

Existe un personaje en el latín humanístico hispano que tiene un parecido suficiente y atractivo con la famosa Beatriz de Dante. Nos referimos a la Maria Rogia del Somnium de Johannes Maldonatus. Su nombre castellano real es María de Rojas o María Osorio. Nos dice Miguel Avilés en su estudio sobre los sueños ficticios que “en el relato de Maldonado, María de Rojas es toda una Beatriz, dispuesta a acompañar al humanista en un largo viaje”.1 Una primera casualidad es que el traductor de la Divina comedia al castellano fue el Arcediano de Burgos, don Pedro Fernando de Villegas,2 que era vecino de Maldonado en esta ciudad. Por tanto, nuestro conquense pudo leer a Dante pronto3 y con facilidad. Así pues, vamos a profundizar en esta comunicación en estos dos personajes femeninos tan interesantes que tienen vidas paralelas en la ficción y, de alguna manera, como veremos, en la historia. Ambas mujeres tienen una vida real y pertenecieron a familias acomodadas en sus respectivas ciudades prósperas, Florencia y Burgos. Aunque la identificación de la Beatriz de Dante no es absoluta, desde que Boccaccio la mencionó en su comentario a la Divina comedia se atribuye a Beatrice Portinari. Pese a que los documentos sobre la vida de Beatriz Portinari son escasos, sabemos que es hija del banquero Folco di Ricovero dei Portinari y de Cilia di Gherardo dei Caponsacchi, según lo atestigua el testamento de éste de 1287,4 en el que dice: Item d. Bici filie sue et uxoris d. Simonis del Bardis reliquite [...], lib.50 ad floren. Bice era el nombre familiar de Beatriz y estuvo casada con el también banquero Simone di Messer Jacopo dei Bardi. Ella se casó muy joven. Es reciente el descubrimiento de un documento notarial del 1280 por parte de Domenico Savini,5 donde Simone cede algunos terrenos a su hermano Cecchino con el beneplácito de su mujer “Bice”, que entonces debía de tener unos quince años. La casa de los Portinari estaba cerca de la de los Alighieri. Si hacemos caso al testimonio de la Vita Nuova, Dante conoció a Bice en un cumpleaños 1

Miguel Avilés Fernández, Sueños ficticios y lucha ideológica en el Siglo de Oro, Madrid, Editora Nacional, 1981, p. 121. 2 M. Avilés, Sueños ficticios…, p. 22, nota 37bis. Esta última noticia procede de otro estudioso de Maldonado, Eugenio Asensio, en su obra El erasmismo y sus corrientes espirituales afines, que no hemos podido consultar. 3 La traducción de Pedro Fernando de Villegas se publicó en Burgos en 1515. Ref. Jane Dieulafoy, “Castilie en Andalusie”, art. consultado en http://www.munseys.com/diskfive/ casendex.htm el 5 de octubre de 2010. 4 La noticia aparece en varios estudios sobre la vida de Dante. Por ejemplo, en G. L. Passerini, Minutaglie dantesche, Florencia, S. Lapi, 1911, p. 10. 5 Ref. Corriere Fiorentino, 4 marzo 2008, Beatrice l’ultimo segreto. La musa di Dante sarebbe sepolta nel chiostro di Santa Croce, consultado en: http://corrierefiorentino.corriere. it/arte_e_cultura/articoli/2008/03_Marzo/04/beatrice_dante_santacroce.shtml el 8 de octubre de 2010. 2118

Beatrice y Maria Rogia, almas gemelas

cuando él contaba unos diez años. Según manifiesta, fue un amor a primera vista, un flechazo. Debieron de verse en varias ocasiones, aunque Dante sólo nos cuenta dos más. Ella se casó muy joven por intereses familiares para unir a dos grandes familias ricas y poderosas de la próspera Florencia. La fecha de la muerte generalmente admitida es 1290, lo cual supone una muerte prematura de la Portinari, con veintitantos años. Es un dato de la Vita Nuova, pero se sospecha que pueda ser una fecha simbólica y no la real. No obstante, ella no aparece en otro documento notarial de 1313 de la familia Bardi, en concreto el matrimonio de la hija Francesca, por lo que para entonces su muerte es prácticamente segura. Esto supone que, de cualquier manera, Beatriz murió más o menos joven, con cuarenta y seis años como mucho, dejando una familia. Por su parte, Maria Rogia, María de Rojas, fue hija del rico Corregidor Diego Osorio y de Isabel de Rojas. El padre fue uno de los hombres del rey y recibía un sueldo cuantioso por sus cargos. Los padres pertenecían a la hidalguía castellana. Por parte de madre el abolengo era mayor. Su abuelo Sancho de Rojas fue el VI señor de Monzón y Cabía y su abuela fue María Pereira, dama y pariente de la reina doña Isabel de Portugal, esposa del rey Juan II de Castilla. María se casó en 1504 con Pedro de Cartagena, regidor de Burgos y familia importante de judíos conversos. Su bisabuelo paterno fue Pablo de Santa María, que había sido rabino mayor de Castilla y, tras bautizarse en 1390, obispo de Burgos. Su hija mayor Isabel nació en 1523. Pedro de Cartagena y Diego Osorio fueron valedores y amigos del clérigo humanista Juan Maldonado, por lo que éste tuvo un trato frecuente con María, que debió de ser más o menos de su edad.6 Su marido murió en torno a 1525 y María lo hizo un poco después, aunque no sabemos el año exacto. El caso es que en 1531 ella ya estaba muerta y había dejado a dos hijas huérfanas en su niñez, la citada Isabel y María. Por tanto, si nació en torno a 1585 y murió antes de 1531, vivió cuarenta y tantos años, quizá los cuarenta y seis de Beatrice Portinari. La hija mayor, Isabel, será dama de la princesa de Portugal y amante del rey Felipe II, que le construyó un palacio en Saldaña y con el que tuvo dos hijos no reconocidos. Es posible que ella fuera la bella mujer que Tiziano pintó en los cuadros de Venus y Adonis y de Dánae para el rey.7 Tenemos, pues, a dos mujeres que pertenecen a familias importantes de lugares importantes y comerciales, que se casan y entroncan con familias judías poderosas, que mueren relativamente jóvenes y poco después de la muerte de un familiar querido (el padre y el marido respectivamente) y que 6

Juan Maldonado nació en Bonilla (Cuenca) en 1485 y murió en Burgos en 1554. Esta teoría aparece en varios documentos divulgativos en internet e, incluso, en una novela histórica muy reciente: Mari Pau Domínguez, Una diosa para el rey, Madrid, Plaza y Janés, 2011. Sin embargo, no hemos sido capaces de contrastar la teoría en documentos académicos. No obstante, es seguro que Isabel de Osorio fue amante del rey y que éste le construyó un palacio. Por tanto, la más lógico es que ella fuera guapa. 7

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dejan hijos huérfanos. Además, debieron de tener una belleza y un atractivo especial. Dante y Boccaccio nos la describen con una belleza grácil y delicada. La belleza de Isabel de Rojas nos hacen sospechar el encanto de su madre María. Desde luego, Maldonado retrata a María Osorio como una mujer atractiva. En el Somnium la primera referencia a ella es clarissimae congiugis.8 Creo que estos datos son suficientes para comprobar que estamos ante vidas paralelas. Además de estas coincidencias históricas, ambas mujeres son la musa que inspiró a nuestros dos escritores, a Dante Alighieri y a Juan Maldonado. En el florentino Beatriz aparece en la Vita Nuova, el Convivio y la Divina comedia. En el conquense está en el Somnium,9 que nos cuenta en latín un sueño ficticio con muchas influencias de la primera parte del Paraíso de la Divina comedia de Dante. Aunque la figura de Beatriz es muy conocida, nos interesa hacer algunos comentarios sobre ella que nos sirvan de pie para la comparación literaria con la María de Rojas de Maldonado. Según la crítica moderna, desde Barbi en adelante, podemos resumir la interpretación del papel de Beatriz en la obra dantesca como sigue: -Reconocimiento de la historicidad de Beatriz, que no es esencial para la cualificación poética de la misma. -Prevalencia de la idea de desarrollo desde la Vita Nuova hasta la Commedia, aunque detallado en tiempos y modos diversos. -Centralidad del Convivio, que no disuelve, sino que integra nutriendo la imagen de Beatriz, desde criatura humana a maestra de ciencia divina. -Inserción y ejemplaridad del acontecer humano y artístico en el clima poético del tiempo. -Reinterpretación de la alegoría de Beatriz como modo de ser de la mente y de la poesía de Dante.

8 Juan Maldonado, Ioannis Maldonati quaedam opuscula nunc primum in lucem edita: De felicitate Christiana. Praxis siue de lectione Erasmi. Somnium. Ludus chartaru Triumphus. Desponsa cauta, Burgos, 1541. Aunque no están numeradas las páginas, es la tercera del Somnium en donde está la cita. 9 Existen pocos estudios específicos del Somnium de Maldonado. Destacamos la obra supr. cit. de M. Avilés, Sueños ficticios…, en la que hace un estudio del Somnium y una traducción, además de incluir otros temas; la comunicación de Andrés Gallego Barnés, “¿Una versión erasmista de la Utopía de Tomás Moro? El Somnium de Juan Maldonado (1541)”, Actas del V Seminario de Historia de la Filosofía Española, Salamanca, 1988, pp. 535-546; Anne Milhou Eriac, “De la lune a l’Amérique: étude sur le Somnium de Juan Maldonado (1541)”, Laurence Villard, Géographies imaginaires, Rouen, Universités de Rouen et du Havre, 2009, pp. 43-54; Alfonso Alcalde-Diosdado Gómez, “21. Somnium. 1541”, en El hombre en la luna en la literatura, Granada, Universidad de Granada, 2011, pp. 155-162.

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Beatrice y Maria Rogia, almas gemelas

Es obvio que la talla literaria de Dante no es la misma de Maldonado,10 pero que aquél sea fuente de éste nos parece que da categoría a nuestro clérigo humanista. La Divina comedia es una obra mundial, pero el Somnium es una joya de la literatura humanista hispana que nos cuenta el primer viaje fantástico a la luna creado por un español. María de Rojas no tiene tanta importancia en la obra del español como Beatriz en la del italiano. Sin embargo, María aparece en el Somnium como un alma gloriosa con una sabiduría angelical y Beatriz es lo mismo. Ambas son las guías de los autores protagonistas por los cielos. Ambas enseñan a sus amigos los misterios celestiales en un viaje iniciático. El viaje sidéreo de las almas11 es un tema clásico y extendido en el que podemos enmarcar los dos textos que queremos comparar a propósito de sus protagonistas femeninos. El viaje de Beatriz y Dante es completo y pasa por las distintas esferas y astros del sistema ptolemaico hasta llegar al Empíreo divino. El viaje de María y Juan pertenece al tipo breve de tres o cuatro etapas. En este caso hay una fase sublunar, la lunar y la de Mercurio. Pero curiosamente las guías son por primera vez en la historia de la literatura culta12 mujeres santas y fallecidas recientemente y los ascendidos son varones en cuerpo y alma, aunque desde la perspectiva de un sueño. Así pues, aunque sea menos conocido, el ascenso de Dante es vivido desde un sueño que ocurre en torno al 13 de abril del año 1300. El sueño de Maldonado también dura una noche, la de los idus de octubre.13 En la historia del tópico del hombre en la luna, que nosotros hemos estudiado a fondo, podemos ver a muchos guías lunares:14 al mítico Endimión y sus jinetes-buitre, al legendario filósofo-chamán Empédocles, a los ángeles iranios Srosh y Adar, al islámico ángel Gabriel. Además, las obras de la literatura apocalíptica, la teosofía antigua, la literatura islámica (con la leyenda del mi’raj a la cabeza) y la cábala judía están nutridas de ángeles y de profetas acompañantes. Beatriz y María no se pueden equiparar a ninguno de ellos. 10

A pesar de lo dicho, hay quien atribuye la autoría del Lazarillo de Tormes a nuestro humanista. Ref. Clark Colahan – Alfred Rodriguez, “Juan Maldonado and Lazarillo de Tormes”, Bulletin of Spanish Studies, 72.3 (1995), pp. 273-288. Los autores utilizan el Somnium como uno de sus argumentos para su propuesta de la autoría. 11 Para conocerlo mejor, hacemos la referencia al artículo así titulado de nuestro compañero el doctor Aurelio Pérez Jiménez, de la Universidad de Málaga: “El viaje sidéreo de las almas: origen y fortuna de un tema clásico en Occidente”, Fortunatae, 5 (1993), pp. 101-124. 12 La rotundidad e importancia de mi afirmación está avalada por mi monografía El hombre en la luna en la literatura (supr. cit.). 13 Vid. p. 1 del Somnium en la edición sin paginar que hemos seguido. El 15 de octubre se supone que es del año de la composición de esta obra, el 1531. Nótese que el 13 de abril de Dante cae igualmente en los idus, aunque seis meses antes. 14 A. Alcalde-Diosdado, El hombre..., passim. 2121

Alfonso Alcalde-Diosdado Gómez

Son, más bien, una síntesis de los iniciadores celestiales anteriores a ellas. Son humanas como Endimión y Empédocles. Son seres que conocen a Dios y viven con Él, igual que los ángeles. Son sabias como los profetas. La clave consiste en que son un ser humano caracterizado por su enorme amor. En esto reside una de las ideas geniales de Dante Alighieri, que sigue, de alguna manera, Maldonado. Estas damas para nosotros representan, en distintos momentos y también a la vez, la humanidad, la teología y la revelación divina. El amor de Dante fue tan intenso y puro que la amada Beatrice tenía que ser la compañera que salvara a su Dante y le hiciera subir hasta Dios. En este famoso amor confluyen tradiciones diversas: el amor platónico, el amor caballeresco de origen germánico y el amor caballeresco de origen árabe. El amor germánico es el de un caballero medieval por una mujer idealizada. El amor espiritual árabe es el ‘udhrí y está relacionado con la caballerosidad de los chiíes. El referente más cercano en Italia era la poesía amorosa provenzal en la que el amor se convierte en conocimiento filosófico. Su manifestación en la Florencia de la época es el dolce stil nuovo. Dante supera a todos sus contemporáneos en la expresión del amor y de los sentimientos más humanos. El amor inunda los versos de la Divina comedia y llena los reglones del Somnium. El amor de Juan por María tiene algo de provenzal, de idealización platónica, pero dentro de la virtud cristiana, que es lo que se podía permitir un clérigo. María lo ama por ser un ser humano y por preocuparse del futuro de sus hijas que se quedan huérfanas y están en peligro de quedarse sin medios para llevar la vida acomodada que habían tenido hasta entonces. María pide que Juan se encargue de sus hijas y su hermana. Él accede gracias a su moral cristiana, a su amor cristiano por el prójimo. Son argumentos explícitos que el autor se encarga de que queden claros. La propia aparición de María a él y no a su familia es justificada por el escritor. Gracias al dolce stil nuovo dantesco, Beatriz es la personificación femenina de la fe y del amor celeste. María procura ser algo así, aunque no llega a la altura de la florentina. Sin embargo, la influencia dantesca y la erasmista en la sabiduría de María de Rojas, la convierten en una mujer también de altura. Ella es un alma bienaventurada por su apariencia, sus palabras y su conocimiento. En esta alma beata confirma el sabio español la injusta discriminación femenina. María sabe más que él y su conocimiento procede de su experiencia y su proximidad a Dios. Ello no depende, pues, de que se sea varón o mujer. El conocimiento en Dante procede de la doctrina de la iluminación del franciscano Bueanventura de Siena. Esta doctrina explica que la iluminación divina de la mente humana es la manera de identificar la verdad o la falsedad de un juicio. Esta iluminación garantiza el conocimiento verdadero, ese por el que lucha el vate en su peregrinación. No se nos oculta que esta idea tiene ecos platónicos. El pensamiento idealista del filósofo ateniense es el que mejor 2122

Beatrice y Maria Rogia, almas gemelas

se podía adaptar a la mística cristiana. Influye en san Agustín y en escolásticos de filiación agustiniana como los franciscanos Buenaventura de Siena, Duns Escoto, Roger Bacon o como el místico Raimundo Lulio. Este neoplatonismo medieval aparece en la Divina comedia en detalles importantes, aparece en la Luna. De Platón surgió la idea de los intermediarios espirituales. Beatriz es uno de ellos. Lo real para Platón es el mundo de las ideas, que es permanente e inmutable. Así es el Empíreo, así el cielo dantesco. En él movimiento y tiempo casi no existen. Por esto Alighieri no describe el trayecto del viaje aéreo y por esto no pasa el tiempo. De esta manera en un santiamén Dante y Beatriz están en la Luna. Sin embargo, en el vuelo hispano el espacio y el tiempo existen sin la sofisticación dantesca. La partida hacia la Luna no se acomete desde un lugar mítico, según había sido lo más frecuente hasta el momento en la historia del tópico literario, sino desde la propia casa, como en el texto del Somnium ciceroniano. Éste dato atestigua la opción de nuestro religioso español por una historia cercana y familiar dentro de lo que un viaje tan lejano puede permitir. La aparición de María de Rojas y el vuelo lunar tuvieron lugar el día en que iba a verse por la noche un gran cometa. Por las fechas que nombra el autor debía de ser el cometa Halley, que tuvo su perihelio el 26 de agosto de 1531. No obstante, el año que Maldonado nombra para situar la obra es el siguiente, el 1532, y el día, el 15 de octubre. Este cambio de las fechas respecto a la referencia real histórica nos llama la atención, pero no encontramos una explicación clara.15 Durante el vuelo a la Luna Maldonado añade una innovación. Se fija en cómo va distanciándose de la Tierra y describiendo los cambios de tamaño. Consigue así otorgar al vuelo una mayor credibilidad. Pero le añade un toque de ironía literaria clásica. Menciona la batalla entre animales de la Batracomiomaquia. Con esta cita declara su débito literario a la literatura clásica satírica y especialmente, aunque no los nombre, a Luciano de Samósata y Erasmo de Rotterdam. Maldonado fue ferviente admirador de éste y ahora, ante la caída en desgracia del holandés, el conquense tenía que mostrar sus ideas de modo sutil. Recordemos que Erasmo en su Moriae encomium cita en su introducción la parodia épica y el Icaromenipo. Dice: In summa, si mortalium innumerabiles tumultus, e Luna, quemadmodum Menippus olim, despicias, putes te muscarum, aut culicum videre turbam inter se rixantium, bellantium, insidiantium, rapientium, ludentium, lascivientium, nascentium, cadentium, morientium. Neque satis credi potest, quos motus, quas 15 Se nos ocurre que tenga algo que ver con la numerología y con la fecha de Dante. La fecha de la Divina comedia suma 11: 13 + 4 + 1300. El 1532 del Somnium suma 11. La fecha completa suma 36, que se reduce a 9.

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tragoedias ciat tantulum animalculum, tamque mox periturum. Nam aliquoties vel levis belli, seu pestilentiae procella, multa simul millia rapit ac dissipat.16

Maldonado nos enseña una mirada de geógrafo y de político. Describe España como una piel de toro. Distingue varios países; pero su principal atención la muestra en la defensa de las tropas de Carlos V, que va a luchar contra los turcos. Hace una defensa política y religiosa de su emperador. Este pequeño excurso es significativo ya que el rey español encarna muchas de las aspiraciones de un intelectual cristiano como Juan Maldonado y podría hacer realidad la utopía que va a plantear en páginas sucesivas. Existe también cierto orgullo nacionalista. España domina Europa y un nuevo mundo allende los mares. El tamaño de nuestro satélite es casi el de la Tierra, de igual manera que en Dante y en el Orlando Furioso de Ariosto. Llegan a la Luna y les parece enorme. En Dante es un lugar para las almas, casi metafísico. El satélite cristianizado es un lugar feliz y espiritual en el que aparecen muchas almas anónimas que son felices, pero que objetivamente podían serlo más. En Maldonado es un lugar físico, un locus amoenus. María y Juan van por un gran mar y arriban a sus orillas verdes y agradables.17 María le critica que se deje llevar por la apariencia material de la naturaleza. En la Tierra existen lugares así. Esto lleva al peligro de la ambición y la avaricia. Es mejor tomarlo como lugar de descanso y de paz. María, en su papel de iniciadora y responsable del viaje, le “empuja” para continuar el camino. Llegan ante una ciudad maravillosa, de ensueño, ideal, en la que se materializa el proyecto utópico. La descripción es detallada; lo suficiente para que el lector pueda imaginarla y admirarse junto con el protagonista. Los ecos de la Utopía de Moro son claros. Nuestro escritor español reduce las escenas y concentra la lección moral. Ésta se muestra principalmente de boca de la beata María. Ella es la depositaria de la sabiduría divina, como la Beatriz de la Comedia, y, como ésta, se ríe de la ignorancia de su iniciado acompañante. Religiosos y laicos son importantes en la nueva Iglesia. Varones y mujeres tienen la misma consideración. Más importante que el esplendor material es la práctica de la piedad, la caridad, las buenas costumbres, una vida con la razón, la pureza y la sencillez. Este mundo pacífico, armónico y amante idealiza la propuesta principal del cristianismo de Erasmo. Regnant hic solae virtutes, nos dice María. 16

Vid. Desiderius Erasmus Roterodamus, Moriae encomium, Basilea, Froben, 1551, p. 6. También hemos analizado este fragmento en nuestra monografía El hombre en la luna en la literatura, pp. 143-144. 17 La mayoría de las lunas físicas son como una tierra virgen, con mares y vegetación abundante. La obra del humanista alemán Atanasius Kircher Iter exstaticum coeleste, de 1656, será la primera que plantee un satélite desierto, como el que conocemos tras la llegada histórica del hombre a la luna. 2124

Beatrice y Maria Rogia, almas gemelas

Al final, junto a Mercurio, María concede a Juan poder ver de lejos los coros celestiales de almas humanas. Él se queda una vez más impresionado. Le gustaría estar ahí cuando muera. Pero, al contrario de la visión de Dante, no reconoce a nadie ni está en la presencia de Dios. Así pues, el viaje celeste de Maldonado se ciñe a nuestro satélite, algo que ocurría también en Ariosto. El regreso a la Tierra vuelve a ser geográfico y político. No vuelve a Burgos, sino a otro lugar utópico que es casi realidad en la Tierra: América. Allí aterrizará en una comunidad cristiana ideal. Es el polo terrestre, el polo inferior de la utopía erasmista. El polo superior es el lunar. En el Orlando furioso de Ariosto de 1516 esta bipolaridad era constante. Lo que ocurre arriba puede llegar a ser abajo. Al final, el religioso vuelve a España a cumplir con su promesa y regresa a América con las hijas y la hermana. Huye de la belicosa y degradada Europa para realizar sus sueños. No obstante, acaba diciendo que se despierta. Es otro tributo al orador de Arpino. Por su parte, en la Divina comedia, la salida de la Luna es tan poco concreta como la llegada. Beatriz mira hacia el cielo solar y se dirigen hacia Mercurio. En el cambio de cielo ella se transfigura, el planeta sonríe y Dante insiste en su cambio:18 qual mi fec’io che pur da mia natura trasmutabile son per tutte guise!

De Mercurio pasará a los otros siete cielos hasta llegar al Empíreo donde está Divina come Bernardo de Claraval, que les presenta ante Dios. Beatrice y Maria son, pues, mujeres y personajes con suficientes parecidos como para tenerlos en consideración. Tienen vidas sorprendentemente paralelas. Son mujeres magníficas que en su existencia celestial representan la belleza y la sabiduría ideales, que son el modelo y el reto del humanismo renacentista. Las relaciones intertextuales entre los pasajes que protagonizan son igualmente llamativas. Juan Maldonado debe bastante a Dante Alighieri y lo aprovecha concienzudamente en su obrita latina, Somnium, que merece la pena conocer. Salvando las distancias, ambos escritores han creado dos personajes importantes para la literatura universal. Inspirarán a otro personaje lunar interesante, la Pandora de John Lyly en su comedia Woman in the Moon (ca. 1593). Con este estudio del personaje de Maria Rogia, comparado con el famoso de Beatrice, nos atrevemos a reivindicar su importancia en la historia de la literatura humanista, al igual que defendemos la valía del Somnium de Juan Maldonado. Esperamos que despierte en nuestros colegas el interés que nosotros tenemos por esta joya del humanismo hispano. 18

Vid. Dante, Paraíso, canto 2, vv. 98-99. Nuestra traducción del fragmento de Dante es: “En mí hizo que por obra de la naturaleza transmutable sea de toda guisa”. 2125

Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 2127-2141

Aspectos del Humanismo en Cuenca José Manuel Cañas Reíllo ILC, CCHS (CSIC)

Resumen: El objetivo de este trabajo es ofrecer un panorama general del Humanismo en Cuenca a partir de seis aspectos: la relación de Cuenca con Italia, en especial con el Colegio de Españoles de Bolonia, su relación con Salamanca, la influencia en la epigrafía, el desarrollo de la enseñanza y la implantación de la imprenta. Palabras clave: Humanismo. Cuenca. Bolonia. Salamanca. Latín. Abstract: The aim of this work is to provide an overview of humanism in Cuenca from six aspects: the relationship of Cuenca with Italy, particularly with the Spanish College of Bolonia, its relationship with Salamanca, the influence in the epigraphy, the development of education and the introduction of printing. Keywords: Humanism. Cuenca. Bolonia. Salamanca. Latin.

Desde finales de la Edad Media hasta el siglo XVII la ciudad de Cuenca y el territorio de su obispado vivieron un periodo de extraordinario florecimiento económico, gracias a la riqueza que proporcionaban la ganadería, la producción de lana y la fabricación de textiles. Tal riqueza estaba fundamentalmente en manos de la Iglesia y de la nobleza. El obispado de Cuenca estaba entre los

* Agradezco al Obispado de Cuenca y al Cabildo de la Catedral de Cuenca las facilidades que me han dado para fotografiar y estudiar las inscripciones a las que voy a hacer referencia en este trabajo.

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más ricos e influyentes como capital de una Iglesia opulenta, poderosa y muy bien organizada,1 y por ello su sede era de las más deseadas en esa época en España después de la de Toledo. Asimismo, Cuenca fue solar de algunos de los linajes más influyentes en la Corte y en la política nacional. Junto a la capital, con la Catedral y el obispado como ejes, el territorio estaba organizado en una compleja red de núcleos de poder bajo el control de la Iglesia y de la nobleza, como Huete, Priego, Moya, Belmonte, Castillo de Garcimuñoz, Buendía o San Clemente. Y además había una institución que siempre compitió con el obispado de Cuenca en la región por su gran interés estratégico y económico, conjugando intereses eclesiásticos y nobiliarios: la Orden de Santiago, cuya sede se encontraba en el Monasterio de Uclés como capital de unos inmensos dominios que se extendían por territorios de La Mancha. Con esta situación se daban las condiciones favorables para el desarrollo de un mecenazgo de la cultura y las artes que estuvo en manos de la Iglesia y de la nobleza, y entre ambas transformaron el paisaje cultural y artístico de Cuenca a lo largo del siglo XVI. Desde finales del siglo XV el Renacimiento irrumpió con fuerza en la arquitectura y en el arte, especialmente en la pintura y en la escultura, de la mano de artistas italianos, flamencos y alemanes, casi siempre al servicio de la religión y de la propaganda política de los más poderosos. También las letras vivieron un momento de esplendor. Personajes como Diego Ramírez de Villaescusa, Baltasar Porreño, Juan Bautista Valenzuela, Francisco Hurtado de Mendoza y José de Villaviciosa, convirtieron a Cuenca en un centro literario y cultural de primera fila con influencias en el contexto español de la época, y contribuyeron a la expansión del humanismo y de la cultura clásica en esta región, dándoles un toque peculiar que fue resultado de su adaptación a ámbitos de profunda religiosidad y de estructuras sociales muy enraizadas en el mundo medieval. Cómo llegan las ideas humanistas a Cuenca, cómo se aclimatan y como se desarrollan son algunos de los temas que quiero tratar en este trabajo a modo de aproximación, centrándome en algunos aspectos puntuales que nos pueden ayudar a comprender sus particularidades.

1. Cuenca e Italia Cuenca tuvo un papel de gran importancia como catalizador de la introducción de ideas humanísticas en la Península Ibérica gracias a sus estrechas relaciones con Italia. En estas relaciones tuvo un papel fundamental el Real Colegio de San Clemente de los Españoles de Bolonia, que fue fundado por un conquense, el cardenal Gil Álvarez de Albornoz, en 1364. El cardenal 1 Para una visión general de la situación religiosa y cultural en los siglos XVI y XVII remito a Sara T. Nalle, God in La Mancha: Religious Reform and the People of Cuenca, 1500-1650, Baltimore, 1992.

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Albornoz pertenecía a una de las familias más poderosas, ilustres y antiguas de Cuenca. Había nacido en Carrascosa del Campo (Cuenca) en 1310, siendo su madre Teresa de Luna, sobrina de Benedicto XIII (el Papa Luna), y su padre García Álvarez de Albornoz.2 El Colegio de Bolonia fue un centro de referencia para estudiantes españoles que aprendieron allí un buen latín y se familiarizaron con la herencia clásica y, a su regreso a España, influyeron en su entorno, por ejemplo, en el modelo de los colegios mayores españoles.3 Entre estos estudiantes estuvieron, por ejemplo, personajes de la talla de Elio Antonio de Nebrija o Ignacio de Loyola. Muchos conquenses pasaron por el Colegio de Bolonia y, terminados sus estudios, ostentaron cargos en la ciudad de Cuenca o en localidades de su territorio. El primero del que se tiene noticia en los registros del colegio es Alvarus Martini,4 en 1369, y le siguieron muchos más durante quinientos años. En la Catedral de Cuenca ha quedado el recuerdo de algunos de ellos. Un retrato sobre lienzo, que estuvo colocado en la desaparecida capilla de San Miguel de esta catedral y actualmente se encuentra en el Archivo Capitular, representa a Nunius Alvari de Fuente Encalada,5 es decir, Nuño Álvarez de Fuenteencalada († 1476),6 chantre y canónigo de Cuenca, y doctor en Derecho Canónico en 1438. El cuadro contiene la siguiente inscripción latina en una cartela en la parte inferior con una referencia explícita a su paso por el Colegio de Bolonia, a su cargo en la Catedral y a su generosidad como fundador de la capilla de San Miguel:

2

Juan Beneyto, El cardenal Albornoz, hombre de Iglesia y de Estado en Castilla y en Italia, Madrid, 1986, pp. 28-32. 3 Vicente Beltrán de Heredia, “El Colegio de San Clemente de Bolonia y los colegios mayores de España”, Anuario cultural italo-español, 1 (1914), 17-30; Francisco Martín Hernández, “Influencia del Colegio de San Clemente de Bolonia en los Colegios Mayores españoles”, Studia Albornotiana, 2 (1972), 239-260. 4 Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana. I. Introducción. Los colegiales desde 1368 a 1500, Bolonia, 1979, p. 117. 5 Así, con el nombre en latín, aparece en los expedientes del colegio: A. Pérez Martín, Proles Aegidiana, pp. 260-261. 6 Ésta es la fecha del óbito que aparece en el Obituario de la Catedral de Cuenca, publicado por Josep Trenchs Odena, “El necrologio-obituario de la Catedral de Cuenca: noticias históricas y crónicas de la vida ciudadana”, Cuenca y su territorio en la Edad Media: Actas del I Simposio Internacional de Historia de Cuenca (Cuenca, 5-9 de septiembre de 1977), Madrid – Barcelona, 1982, 341-379, p. 361: “A treze días andados del mes de agosto, quasi a medio día fallesció el venerable don Nunno Álvarez de Fuente Encalada, doctor en decretos, chantre de la Iglesia de Cuenca, anno Domini MCCCCLXXVI, anima eius requiescat in pace. Amen”. 2129

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V(enerabilis) Nvño Albarez, et ossorio, Bononiae in Collegio Hispanorvm adscriptvs, Cantor / et Canonicvs hvivs, S(ancta)e Ecclesiae Conchenssis, Vita et miracvlis clarvs, hanc Capellam / Fvndavit, Reditibvs qve ditavit in Honorem S. Michaelis Archangeli.

Y restaurada por una mano moderna la frase: “Se renovo a(ñ)o 1750”. Por supuesto, entre los conquenses que pasaron por el Colegio de Bolonia hubo descendientes del fundador, de la rama de los Carrillo de Albornoz. El principal fue Gometius Cariglius de Albornoz,7 es decir, Gómez Carrillo de Albornoz, que estudió en el colegio en los últimos años del siglo XV, fue protonotario apostólico, visitador del Colegio de Bolonia nombrado por Alejandro VI en 1498, y, ya en Cuenca, canónigo y tesorero de la Catedral. Gómez Carrillo de Albornoz era hijo bastardo de Pedro Carrillo, noble conquense, y, como era costumbre en esta época, los bastardos de los nobles estaban destinados a cargos eclesiásticos. Este fue el destino de Gómez Carrillo. Tras su estancia en Bolonia, que no estuvo exenta de problemas disciplinarios, a su regreso a Cuenca no tardó en poner en práctica las nuevas ideas y planteamientos renacentistas italianos de los que se había imbuido en este colegio. Su logro más importante fue la renovación a lo largo del primer cuarto del siglo XVI de la capilla familiar en la Catedral de Cuenca, llamada “de los Caballeros”, que había sido primero de los Albornoz y por aquella época era de los Carrillo de Albornoz. Fue una renovación arquitectónica con la que el Renacimiento penetró en la Catedral de Cuenca; realmente, era un exponente de lo que estaba ocurriendo, a gran escala, en la sociedad y cultura españolas de la época. La ideología prorrenacentista y la obra de Gómez Carrillo es bien conocida desde el punto de vista arquitectónico y artístico gracias a los trabajos de Pedro Miguel Ibáñez Martínez, experto en arte conquense del siglo XVI;8 sin embargo, se ha tenido poco en cuenta su papel en la reintroducción del latín como lengua epigráfica en la Catedral de Cuenca y como parte fundamental del programa iconográfico de la capilla. El latín es algo más que un mero medio de comunicación en esta Capilla de los Caballeros; es un componente fundamental del conjunto artístico al servicio de una élite orgullosa de su éxito social y político. La nobleza que está detrás de este mensaje, los Carrillo de Albornoz, es culta e ilustrada, está preocupada por las artes y las letras, y quiere hacer ostentación de ello. En la misma capilla está representado el otro tipo de nobleza, de un tiempo más antiguo, que nos retrotrae a la Edad Media con su claro carácter guerrero. Son los Albornoz, de los que queda el recuerdo de sus epitafios: de la matriarca de la familia, Teresa de Luna, del patriarca, 7

A. Pérez Martín, Proles Aegidiana, pp. 430-431. Pedro Miguel Ibáñez Martínez, Arquitectura y poder. Espacios emblemáticos del linaje Albornoz en Cuenca, Cuenca, 2003, pp. 48-49. 8

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García Álvarez de Albornoz, y del hijo, Alvar García de Albornoz. Sus epitafios están escritos en castellano y son medievales en concepción y forma. En marcado contraste con ellos, el epitafio de Gómez Carrillo de Albornoz y las inscripciones de la capilla alusivas a los enterramientos de sus abuelos y su padre están escritos en latín y estéticamente revelan su pertenencia a otra época.

2. Cuenca y Salamanca Casi al mismo tiempo, otro foco cultural de gran importancia se comenzó a configurar hacia el siglo XV en La Mancha Conquense, en un pueblo llamado Villaescusa de Haro, que aún está repleto de evocaciones renacentistas entre las que destacan especialmente dos: el inacabado colegio universitario y la capilla de la Asunción,9 ambos fundados a comienzos del siglo XVI por un hijo del pueblo, Diego Ramírez de Villaescusa, que fue obispo de Cuenca entre 1518 y 1537. Diego Ramírez nos proporciona la otra coordenada fundamental para comprender uno de los aspectos más importantes de la historia del humanismo en Cuenca: la relación con Salamanca y, en especial, con su universidad y con su movimiento humanista. Diego Ramírez nació en Villaescusa en 1459.10 Estudió gramática, es decir, latín en la cercana localidad de Castillo de Garcimuñoz. En Salamanca se graduó como Doctor en Teología y Cánones. Ocupó varios cargos eclesiásticos, y en 1486 marchó a Flandes como capellán mayor de Doña Juana y embajador de los Reyes Católicos. Se graduó en Teología y en ambos derechos en Lovaina y en Colonia. Fue obispo de Astorga y de Málaga; estaba en Gante, en 1500, cuando nació Carlos V, y parece que fue él quien le administró el bautismo. En 1515 el rey Católico le encargó la presidencia de la chancillería de Valladolid. En 1521 tomó posesión del episcopado de Cuenca y allí murió en 1537. Muestra del prestigio de que gozaba es el hecho de que Alfonso Polo, editor de las obras de Alfonso de Madrigal “el Tostado”, le dedicara el tomo XIV (libros de los Reyes) de sus comentarios bíblicos, impreso en Venecia en 1527.11 En la Capilla Mayor de su catedral se enterró, pero su epitafio actualmente no es visible porque quedó bajo el pavimento tras las obras llevadas a cabo en el presbiterio en el siglo 9 Véase sobre ambos: León García Carreño – Timoteo Astrana Noriega, Compendio histórico de Villaescusa de Haro. Edición, introducción y notas de Juan M. Millán Martínez, Cuenca, 1984, pp. 43-48 y 65-66. 10 Para su biografía remito a Félix G. Olmedo, Diego Ramírez Villaescusa (1459-1537), Madrid, 1944; Hilario Priego Sáncher-Morate – José Antonio Silva Herranz, Diccionario de personajes conquenses (nacidos antes del año 1900), Cuenca, 2002, pp. 317-318. 11 F. G. Olmedo, Diego Ramírez, p. 319.

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XVIII.12 Su texto, sin embargo, lo conocemos por autores de los siglos XVII y XVIII como Juan Pablo Mártir Rizo13 y los viajeros Antonio Ponz,14 Jean François Peyron15 y Nicolás Antonio en su Bibliotheca Hispana Nova.16 Según Mártir Rizo, el epitafio dice: D(eo) O(ptimo) M(aximo). Didaco Ramirio, Conchensi Episcopo, viro raro et doctissimo, cui tanta vis animi ingeniique fuit ut ad id natum diceres, quodcumque ageret. Obiit anno 1536.17

La fecha 1536 es, posiblemente, un error, por 1537. Diego Ramírez tuvo un papel crucial en la latinidad española del siglo XVI. En Salamanca formó parte de un importante grupo renacentista a la cabeza del cual estuvo su maestro Antonio de Nebrija, que había estudiado en el Colegio de los Españoles de Bolonia entre 1468 y 1470. A este grupo pertenecían también otros que en 1480 opositaron junto a Nebrija a una cátedra de Retórica, como Fernando de Manzanares y Diego de Torres. Según sus contemporáneos, Diego Ramírez era de los pocos en Salamanca capaces de hablar un correcto latín y siempre tuvo el aprecio y admiración de su maestro Nebrija. Además, dejó una profunda huella en la cultura de la época por su obra literaria en latín y en castellano. Como obras suyas cita Nicolás Antonio,18 Super Symbolum S. Athanasii, De Religiosa Christiana contra transeuntes, De Potentiis Animae, Ad Aristotelis Oeconomiam commentarios, 12 El lugar exacto de su enterramiento queda establecido en el acta capitular del 10 de agosto de 1537, que transcribe Jesús Bermejo, La Catedral de Cuenca, Barcelona, 1977, p. 138: “dijeron que ellos [Muñoz y Juan del Pozo] habían señalado que fuese enterrado el dicho Sr. Obispo Diego Ramírez en el dicho Coro del altar mayor entre las dos rejas de hierro, a la parte de la epístola, en el suelo, debajo de las lámparas que están en la dicha parte de la epístola, de manera que la cabeza de la sepultura e cuerpo venga a la reja grande e los pies a una esquina o vuelta que hace la otra reja pequeña”. 13 Juan Pablo Mártir Rizo, Historia de la muy noble y leal ciudad de Cuenca, Madrid, Herederos de la Viuda de Pedro de Madrigal, 1629. Ediciones facsimilares: Barcelona, 1974; Barcelona, 1979, p. 181. 14 Antonio Ponz, Viage de España ó cartas en que se dá noticia de las cosas más apreciables, y dignas de saberse, que hay en ella, Madrid, Joachin Ibarra, 1774, III, p. 30. 15 Jean François Peyron, Nouveau voyage en Espagne fait en 1777 & 1778; dans lequel on traite des Moeurs, du Caractere, des Monuments anciens & modernes, du Commerce, du Théatre, de la Législation des Tribunaux particuliers à ce Royame, & de l’Inquisition; avec de nouveaux détails sur son état actuel, & sur une Procédure récente & fameuse, Londres, P. Elmsly, 1782, II, p. 137. 16 Nicolás Antonio, Bibliotheca Hispana Nova, sive Hispanorum Scriptorum qui ab anno MD. ad MDCLXXXIV floruere notitia, Madrid, apud Joachimum de Ibarra, 1783, I, pp. 309-310. 17 F. G. Olmedo, Diego Ramírez, p. 175. 18 Biblotheca Hispana, p. 310.

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Historia de la vida, muerte, y sepultura de la Reyna Catholica Doña Isabel y los Diálogos de la muerte del Príncipe don Juan. Muy importantes fueron también sus iniciativas para mejorar la educación y la enseñanza colocando el latín y la tradición clásica a la cabeza de los estudios. No pudo culminar su proyecto de construcción de un colegio universitario en su localidad natal, Villaescusa de Haro. El edificio se comenzó a construir pero la obra se interrumpió tras la muerte de Isabel la Católica ante la determinación de Cisneros de fundar una universidad en Alcalá.19 Sí pudo culminar Diego Ramírez otro proyecto con el que contribuyó a la institucionalización de la relación entre Cuenca y Salamanca: la fundación de un colegio conquense en Salamanca, que tuvo por nombre “El Mayor de Santiago el Cebedeo”, hoy desaparecido.20 Por él pasaron muchos estudiantes de la ciudad de Cuenca y de su obispado que recibieron su educación en la Universidad de Salamanca.21

3. El latín en la epigrafía Las iniciativas de Gómez Carrillo de Albornoz y Diego Ramírez de Villaescusa tuvieron una gran influencia en su entorno, y esto se percibe especialmente en la epigrafía de la época. Curiosamente, ambos personajes son contemporáneos; ambos mueren en el mismo año, en 1537, y ambos ponen sus epitafios en latín en una época en la que el castellano era la lengua epigráfica dominante en la región. Por ejemplo, en castellano están escritas algunas de las inscripciones medievales más emblemáticas de la Catedral, como los epitafios de Teresa de Luna († ca. 1330?), de García Álvarez de Albornoz († 1328) y de Alvar García de Albornoz († 1374), los de los Montemayor y el de Gómez Ballo (ambos de la 2ª mitad del s. XV).22 Es cierto que hay ejemplos aislados de inscripciones en latín en el siglo XV en el obispado de Cuenca, pero reproducen modelos medievales, como la de la torre del Castillo de los Obispos en Huerta de la Obispalía, mandada poner en 1473 por Gabriel Condulmario, provisor del obispo Jacobo Antonio de Véneris en la diócesis de Cuenca, y el epitafio del obispo Lope de Barrientos (1469) en la catedral, este último texto compuesto a base de citas latinas del Oficio de Difuntos.23 19

L. García Carreño – T. Astrana, Compendio histórico, pp. 65-66. Sobre este colegio véase: Ana Mª Carabias Torres, El Colegio Mayor de Cuenca en el siglo XVI: estudio institucional, Salamanca, 1983; Ana Mª Castro – Mª Nieves Rupérez, Monumentos salmantinos desaparecidos: el Colegio de Cuenca. Historia de su construcción y sus documentos, Salamanca, 1993. 21 Ferrer Ezquerra y Misol García, Catálogo de colegiales del Colegio Mayor de Santiago el Cebedeo, del Arzobispo de Salamanca, Salamanca, 1956. 22 Sobre estos epitafios, véase: José Manuel Cañas Reíllo, “Espacios para el recuerdo: la epigrafía”, Lope de Barrientos. Seminario de Cultura, 1 (2008), 51-76, pp. 59 y 65-67. 23 J. M. Cañas Reíllo, “Espacios para el recuerdo: la epigrafía”, p. 62. 20

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Cuando Gómez Carrillo de Albornoz planeó la restauración de la capilla familiar, la Capilla de los Caballeros, en la Catedral de Cuenca, para convertirla en panteón familiar de los Carrillo de Albornoz como herederos legítimos de los Albornoz, el latín tuvo un lugar predominante. Las inscripciones que hacen referencia a la restauración de la capilla están escritas en latín:24 la identificación del espacio, Sacellvm militvm, y la autoría de la obra, Thesavrarii Opvs, ambas en la reja que separa la capilla de la nave. En el muro otra inscripción alude a las razones de la restauración: disrvpta magna vetvstate : restitvta / sit perpetvo. También el latín es la lengua de las inscripciones que hacen referencia a las sepulturas de los antepasados y parientes de Gómez Carrillo de Albornoz. En un entorno arquitectónico de clara inspiración renacentista, dos inscripciones recorren frisos de sendos arcos configurando un espacio iconográfico único. En el arcosolio de la derecha aparece la inscripción dedicatoria a Gómez Carrillo de Albornoz, antepasado del Gómez del que estamos hablando y fundador del linaje, con una alusión al espacio reservado para la futura sepultura de su hermano de padre, Luis Carrillo de Albornoz, y de su mujer, Inés de Barrientos:25 gometio carri(llio) albor(noz), avo svo benemerenti et theresiae de la vega, genitrici svae, qvi svb altari. / lvdovicvs etiam carri(llivs) albor(noz) et agnes de barrientos, eivs conivx viventes, et sibi qvi svb pavimento dormivnt, posvervnt.

El arcosolio de la izquierda tiene la inscripción que Gómez Carrillo dedica a su padre, Pedro Carrillo de Albornoz, con la referencia a su propia sepultura, al pie del altar:26 petro carrillo albornotio, genitori svo incomparabili, qvi svb altari. gometivs etiam / carrillo albornotivs, protho(notarivs), thesavra(rivs) et cano(nicvs) vivens, et sibi qvi svb pavimento dormit, posvit.

Como era de esperar, el epitafio del ‘tesorero’ Gómez Carrillo también está escrito en latín. La suya es una de las sepulturas más interesantes de toda la diócesis de Cuenca. Trabajada en mármol, la lápida representa al tesorero 24 Publicadas por José María Quadrado – Vicente de la Fuente, España. Sus monumentos y artes, su naturaleza e historia. Castilla la Nueva 2. Guadalajara y Cuenca, Barcelona, 1886. Ed. facsímil: Barcelona, 1978, p. 289. 25 Publicada por J. P. Mártir Rizo, Historia, p. 120; Mateo López, Memorias históricas de Cuenca y su obispado. Ed. de A. González Palencia, CSIC – Ayto. de Cuenca, 1949, I, p. 290; J. M. Quadrado – V. de la Fuente, España, p. 291, nota 2; Anselmo Sanz Serrano, La Catedral de Cuenca, Cuenca, 1959, p. 136; J. Bermejo, La Catedral, p. 209. 26 Publicada por J. P. Mártir Rizo, Historia, p. 121; M. López, Memorias, I, p. 290; J. M. Quadrado – V. de la Fuente, España, p. 291, nota 2; A. Sanz Serrano, La Catedral, p. 136; J. Bermejo, La Catedral, p. 210.

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de cuerpo completo en bajorrelieve en un excelente trabajo escultórico. En los extremos superior e inferior, sobre la cabeza y a los pies, figura su epitafio, mutilado al final de la segunda línea, cuyo texto latino, muy sobrio, dice:27 peccator thesavrarivs hic

/ migravit an(no) d(omini) mdxxxvii die xii sept[embris].

El proyecto iconográfico de renovación renacentista emprendido por Gómez Carrillo de Albornoz no tuvo continuadores tras su muerte, al menos en lo que se refiere al uso del latín en la epigrafía. El epitafio de su hermano de padre, Luis Carrillo de Albornoz, muerto en 1550, y de la mujer de éste, Inés de Barrientos, está escrito en castellano sobre una plancha de bronce a modo de lápida.28 La letra gótica, el texto y su disposición, y la decoración son más medievales que renacentistas.29 También Diego Ramírez de Villaescusa hizo aportaciones a la epigrafía. Fue autor de dos inscripciones en dinteles de sendas puertas que comunicaban las dependencias del Palacio con la Catedral. Ambas se refieren a la trayectoria y al obispado de Diego Ramírez. Una, mutilada en el extremo derecho,30 dice: hoc est didaci ramirez stema capellanorvm regine ioanne maxim[i in theolog]/ ia eruditissimi has qvi edes episcopiiqve ceteras vetvstate dirv[t]as re[fecit anno

1537]. El texto de la otra inscripción es: ista regit dioecesim domvs atqve gvbernat / pvnit et inivstos si qvi svnt prava operantes. Probablemente, también

haya que atribuir a este obispo la autoría de los lemas heráldicos presentes en las filacterias del escudo de los Ramírez de Villaescusa, del que conozco tres ejemplos: uno en piedra en la fachada del palacio de los Ramírez en Villaescusa de Haro, y dos en azulejería, cuya ubicación original fue el interior del palacio pero que actualmente se conservan en la Iglesia Parroquial de la localidad. La filacteria superior del escudo tiene el texto ave maria piscinae, que es el lema familiar; la inferior es una cita de Mateo 7,16: ex frvctibvs eorvm cognoscetis eos. Este mismo lema, además, se encuentra en los remates superiores de las calles laterales del retablo mayor de la Iglesia del que fue convento de las Justinianas, en la misma localidad, también fundación de los Ramírez. Al círculo familiar de Diego Ramírez de Villaescusa pertenece uno de los monumentos sepulcrales más interesantes de esta época. Es el de Eugenio 27

Publicada por A. Sanz Serrano, La Catedral, p. 136; J. Bermejo, La Catedral, p. 210; María José Redondo Cantera, El sepulcro en España en el siglo XVI: tipología e iconografía, Madrid, 1987, p. 280; P. M. Ibáñez Martínez, Arquitectura y poder, pp. 65-66; J. M. Cañas Reíllo, “Espacios para el recuerdo: la epigrafía”, p. 58. 28 Ha sido publicada, con algunos errores de transcripción, por J. M. Quadrado – V. de la Fuente, España, p. 291, nota 1. 29 El texto de la inscripción dice: “Aquí yaze Luis / Carrillo de Albornoz, alcalde maior delos hijos dalgo / y doña Ines de / Barrientos, su muger. Anno M D L, a XXIIII de março”. 30 Restituyo el texto mutilado a partir de ediciones antiguas de esta inscripción, como la de M. López, Memorias, I, p. 311; J. M. Quadrado – V. de la Fuente, España, p. 295. 2135

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Carrillo Ramírez de Peralta y de su mujer, Luisa de Muñatones. Fechado en 1570, este monumento se encuentra en la capilla de la Asunción de la Iglesia de San Pedro de Villaescusa de Haro, que fundó el obispo Diego Ramírez en el año 1506. Eugenio Carrillo estaba emparentado con el obispo Diego Ramírez y, además de patrón de la Capilla de la Asunción, fue alcalde de la fortaleza de Simancas y miembro del Consejo de Castilla.31 Al margen del interés artístico de este monumento sepulcral, que es mucho, lo que más nos interesa aquí es el texto del epitafio. Tiene dos partes: la primera, con los datos sobre los difuntos y su parentesco (haciendo referencia especial al obispo conquense Diego Ramírez), y la fecha del óbito:32 Hic iacet d(omi)n(v)s Evgenivs Carrillvs Ramirivs de peralta hvivs sacelli / patronvs filivs d(omi)ni michaelis carrilli de velasco et / d(omi) nae mariae ramiriae, neptis ex fratre d(omi)ni iacobi rami/rii (episcopi co(n)chensis, gloriosae recordationis eivs/demqve sacelli co(n)ditoris) mortvvs est iº kl. d(ecem)b(ris) anno 1570. / hic etiam d(omi)na lodovica de muñatones illivs vxor quae svo ivssv effi/cit vt praesentes effigies, se ac svvm charissimvm co(n)jugem /ad vivv(m) innv(e)ntes in hoc s(an)ct(o) loco ponerentvr.

La segunda parte la componen cuatro dísticos elegíacos en grupos de dos con letra más pequeña: praeclari g(e)n(er)is miro sple(n)dore nitentes servarv(n)t priscvm foemina virque decvs vna erat amborvm pietas erat vna volvntas ortvs e pvris cordibvs vnvs amor. percvlit vna dies ambos no(n) abstvlit vna alterivs laethv(m) vvlnvs vtriqve fvit. ossa sed amborvm tegit arida ia(m) lapis vnvs co(n)cordesqve animas pars habet una poli.

Estos dísticos elegíacos, que son únicos en la región, denotan la influencia clásica. Encontramos términos propios de la lengua poética latina clásica como laethum (letum), “muerte”, y polus, “cielo”, y evocaciones de autores clásicos, como splendore nitentes (“brillantes de resplandor”) que recuerda a los Epigrammata del Pseudo Séneca (407,3), o parte poli (“una parte del cielo”) de Lucano (Bellum Civile 9, 871) y de Valerio Flaco (Argonautica 1,15); o la 31

L. García Carreño – T. Astrana Noriega, Compendio histórico, p. 87. El monumento ha sido estudiado y la inscripción publicada por R. de Orueta, La escultura funeraria en España. Provincias de Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara, Madrid, 1919. Ed. facs.: Guadalajara, 2000, pp. 249-252; M. J. Redondo Cantera, El sepulcro, p. 280. La edición de los dísticos, con deficiencias, se encuentra en J. M. Quadrado – V. de la Fuente, España, p. 364. 32

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juntura laethum / vulnus (“muerte” / “herida”), que se encuentra en el poema Ciris de la Appendix Vergiliana, etc. También hay evocaciones bíblicas, como ossa arida de Ezequiel 37,4. Además, éste es uno de los primeros epitafios latinos en la región en que el día del mes se expresa con el calendario romano, prueba de una moda que parece comenzar a imponerse en la epigrafía conquense en la segunda mitad del siglo XVI y que alcanzó gran auge en los siglos XVII y XVIII.

4. La enseñanza en Cuenca y su obispado Sin salir del círculo de los Ramírez de Villaescusa tenemos que hacer referencia a la importancia de la educación y, en particular a la enseñanza del latín por encima de la doctrina, como uno de los puntales de la cultura humanista. A finales del siglo XV no había en Cuenca un sistema de enseñanza organizado y eran muy pocas las localidades que contaban con escuelas estables y clases permanentes. Hay algunas noticias muy vagas sobre la presencia de maestros de gramática en algunos lugares, como Castillo de Garcimuñoz, donde se sabe que vivía un maestro llamado Juan González con el que aprendió su primer latín Diego Ramírez de Villaescusa.33 Posiblemente, consciente de esta grave carencia en su región, Diego Ramírez acarició la idea de fundar una universidad en su pueblo natal, Villaescusa de Haro, proyecto, que, como ya he dicho, nunca se llegó a hacer realidad. La situación cambió radicalmente a comienzos del siglo XVI, cuando comenzaron a proliferar centros de enseñanza en Cuenca y en sus territorios, en su mayor parte vinculados a la Iglesia. Es un fenómeno que ha estudiado Miguel Romero Saiz en una monografía publicada en 1991,34 que se centra más en los procesos de fundación, en la organización interna y funcionamiento de estos centros que en el tipo de enseñanza que se impartía, materiales que se utilizaban y el nivel de latín que se estudiaba. La enseñanza “oficial” en esta región comienza con la inauguración del colegio de Santa Catalina, en la ciudad de Cuenca, en 1515, para la enseñanza de gramática latina y lógica. Tuvo, sin embargo, una corta vida como institución independiente, ya que a finales del siglo XVI fue absorbido por el Seminario de San Julián.35 La auténtica revolución de la enseñanza en la región se produjo con la llegada de los jesuitas y sus fundaciones de colegios 33

F. G. Olmedo, Diego Ramírez, pp. 7-8. Miguel Romero Saiz, La enseñanza y la formación clerical en Cuenca y provincia durante los siglos XVI y XVII. Los colegios de gramática: el Colegio de San Julián de Cañete, Cuenca, 1991. 35 S. T. Nalle, God in La Mancha, pp. 83-84; M. Romero Saiz, La enseñanza, pp. 55-57. 34

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y convictorios. A la ciudad de Cuenca llegan en 1554,36 pero hasta 1577 no comienza su actividad docente. A partir de ese momento su expansión por el obispado sería imparable. En 1558 abren clases de gramática en Belmonte, y este colegio se convierte en 1569 en internado, el primero de los jesuitas en España, que fue fundado por Francisco de Borja y que llegó a contar en algunos momentos con más de cuatrocientos alumnos.37 En 1561 se fundó el noviciado jesuita de Villarejo de Fuentes, comenzando su actividad en 1567 con la llegada de los primeros novicios desde Alcalá.38 En 1570 se fundó el colegio de Huete39 y en 1613 el de San Clemente.40 Pero no todas las fundaciones de colegios fueron obra de los jesuitas o de la Iglesia. Hubo también fundaciones privadas, como la del Colegio de San Julián, en Cañete, en 1617, por iniciativa de los hermanos Navarro Galve. En éste se enseñaba la gramática latina de Nebrija, aparte de canto y órgano.41 Hay noticias, además, de la existencia de un colegio de gramática en Villamayor de Santiago,42 y de fundaciones más tardías, ya en una época en que el sistema educativo en Cuenca entraba en un proceso de decadencia. Un ejemplo es la Cátedra de Gramática de Moya, realmente una escuela de primeras letras y latinidad. La fundó en 1762 Nicolás Peinado y Valenzuela, que había sido director de las Reales Casas de Moneda de México.43 Se conoce el nombre del primer preceptor de latín: Jácome Capistrano de Moya (ca. 1737-1815),44 anticuario mayor del obispado de Cuenca45 y muy aficionado a la arqueología, que participó en las primeras excavaciones de Cabeza de Griego, defendió la 36 Antonio Astrain, Historia de la Compañía de Jesús en la asistencia de España, Madrid, 1902-1925, I, pp. 422-423; S. T. Nalle, God in La Mancha, p. 82. 37 A. Astrain, Historia, II, pp. 48 y 587; Luis Andújar Ortega, Belmonte, cuna de Fray Luis de León, Mota del Cuervo, 21995, pp. 246-248; S. T. Nalle, God in La Mancha¸p. 82. 38 A. Astrain, Historia, II, pp. 55 y 407-409; S. T. Nalle, God in La Mancha, p. 82; M. Romero Saiz, La enseñanza, pp. 63-64. 39 A. Astrain, Historia, II, pp. 230, 240-241; Juan Julio Amor Calzas, Curiosidades históricas de la ciudad de Huete y apéndice. Edición facsímil de los originales publicados en 1904 y 1930, Cuenca, 1987, pp. 68-70; S. T. Nalle, God in La Mancha, p. 82. 40 A. Astrain, Historia de la Compañía de Jesús, III, p. 233; S. T. Nalle, God in La Mancha, p. 82. La documentación correspondiente a la fundación del Colegio de San Clemente la ha publicado Diego Torrente Pérez, Documentos para la historia de San Clemente (Cuenca), Madrid, 1975, II, pp. 289-295. 41 M. Romero Saiz, La enseñanza, pp. 82 y ss. 42 M. Romero Saiz, La enseñanza, p. 64. 43 Para su biografía, remito a H. Priego Sánchez-Morate – J. A. Silva Herranz, Diccionario, pp. 294-295. 44 Para su biografía remito a H. Priego Sánchez-Morate – J. A. Silva Herranz, Diccionario, p. 82. 45 VV. AA., Moya (Cuenca), Utiel, 1969, pp. 79-90.

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identificación de este yacimiento con Segóbriga,46 y además escribió obras en latín, como la Paraphrasis elegiaca in Hieremiae Threnas cum dissertatione de alphabeto hebraeo (Alcalá 1794). Y hay un dato curioso que tiene que ver con el uso del latín en un medio rural como éste: en 1784 era apoderado del Patrón de Sangre de uno de los cargos del patronato de esta “Fundación Pía” Gregorio Rafael Merino Gallo, que se encargó de redactar en 1786 la respuesta de Moya al interrogatorio para el diccionario geográfico de Tomás López.47 Entre las informaciones diversas que incluye en la respuesta al interrogatorio, está la transcripción de una inscripción en un correcto latín, hoy desaparecida, que él mismo había redactado para conmemorar la construcción de un canal sobre el río Ojos de Moya, a medio camino entre Moya y Landete.48

5. La imprenta en Cuenca Otro de los puntales del humanismo fue la imprenta. Se aprovecha como medio de difusión y para colmar las necesidades de instrumentos de trabajo en la enseñanza. La historia de la imprenta y de la producción de libros en Cuenca en esta época es bien conocida, gracias a la monografía publicada en 1869 por Fermín Caballero49 y, más recientemente, a la publicada por Paloma Alfaro Torres en 2002.50 Sin embargo, faltan estudios sobre otros temas que son de gran interés para el conocimiento de la cultura escrita en esta región, como la circulación de libros en la época, la historia de las bibliotecas o el paradero de muchas colecciones de libros desaparecidas o dispersadas en los siglos XVIII y XIX. 46 Jácome Capistrano de Moya, Noticia de las excavaciones ejecutadas en 1789 en el sitio llamado Cabeza del Griego, Alcalá, 1792. Véase, para sus obras sobre tema arqueológico, Juan Manuel Abascal Palazón – Rosario Cebrián Fernández, Manuscritos sobre antigüedades de la Real Academia de la Historia, Madrid, 2005, p. 120. 47 La respuesta de Moya al interrogatorio de Tomás López la han publicado Asunción Limpo Llofriu, Mª de la Almudena Serrano Mota, Pedro Cobo Martínez y Carlos Julián Martínez Soria, “Diccionario Geográfico de España de Tomás López. Moya (Cuenca)”, en AAVV, Moya. Estudios y documentos. I, Cuenca, 1996, pp. 385-400. Sobre las características de este interrogatorio véase Gabriel Marcel, Le Géographe Thomas López et son oeuvre. Essai de biographie et de cartographie, Madrid, 21908, pp. 30-36. Para un índice de las respuestas al interrogatorio de Tomás López conservadas en forma manuscrita en la Biblioteca Nacional, remito a Clotilde Olarán Múgica, Índice de las relaciones geográficas enviadas a Tomás López que se conservan en el Gabinete de Manuscritos de la Biblioteca Nacional, Madrid, 1987. 48 Para un estudio y reconstrucción de la inscripción, remito a José Manuel Cañas Reíllo, “Epigrafía perdida en la provincia de Cuenca (ss. XVII-XVIII)”, Lope de Barrientos. Seminario de Cultura, 2 (2009), 11-32, pp. 23-27. 49 Fermín Caballero, La imprenta en Cuenca. Datos para la historia del arte tipográfico en España, Cuenca, 1869. 50 Paloma Alfaro Torres, La imprenta en Cuenca (1528-1679), Madrid, 2002.

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Tenemos algunas noticias, como la de Antonio Ponz en su Viage de España, de la segunda mitad del siglo XVIII, que en referencia a la biblioteca del Seminario dice:51 “Tiene ya este Seminario una buena biblioteca, habiéndose agregado á ella las de cinco Casas de Jesuitas, que hubo en este Obispado, y debiéndose agregar la copiosa, y exquisita del Excelentísimo Señor D. Alfonso Clemente de Aróstegui...”. En la historia temprana de la imprenta en España Cuenca tiene un lugar privilegiado, pues Huete, una de las ciudades de su obispado, figura junto a Segovia, Zaragoza, Barcelona, Valencia, Sevilla, Burgos y Zamora entre las pioneras en España en tener taller de imprenta. Sin embargo, la historia de la imprenta en Huete fue efímera e inestable, pues solo duró dos años (14841485), los que permaneció allí el taller ambulante de Álvaro de Castro.52 La imprenta llegó a la ciudad de Cuenca en el siglo XVI y tuvo un periodo de gran actividad en el siglo XVII, lo que resulta sorprendente para una ciudad tan pequeña como ésta en aquella época. Además parece haber indicios que apuntan a la existencia de un taller temporal en Uclés entre 1623 y 1624.53 Sin embargo, la historia de la imprenta en Cuenca no va más allá de comienzos del siglo XVIII. Ponz en su Viage de España54 nos dice que en su época ya no quedaba en Cuenca ninguna de las dos imprentas que había habido en el siglo XVII. La imprenta en Cuenca tuvo una gran actividad, como prueba la instalación de una industria artesanal de fabricación de papel en el río Huécar, en las proximidades de la ciudad, para cubrir las necesidades de los talleres de impresión. En ese lugar, a medio camino entre Cuenca y Palomera, el genovés Juan Otonel fundó en el siglo XVI la primera fábrica de papel de España y precisamente eligió el lugar por la presencia de los dos talleres de imprenta entonces existentes en Cuenca, que ofrecían excelentes posibilidades de negocio en el futuro. Tal era la importancia de la industria papelera que era considerada estratégica por la Corona e incluso gozó de la protección real en el siglo XVII. Su historia en Cuenca es bien conocida gracias al detallado estudio de María Teresa Marcos Bermejo, La industria artesanal del papel en Cuenca (Cuenca, 1985). Las obras salidas de las imprentas conquenses son bien conocidas y son un exponente del alto nivel cultural existente entonces en la ciudad y en su obispado. De la imprenta de Huete salieron en 1484 las Ordenanzas Reales de 51

III, p. 139. F. Caballero, La imprenta, pp. 15-16; Francisco Vindel, El arte tipográfico en Valladolid, Toledo, Huete y Pamplona durante el siglo XV, Madrid, 1950, pp. XXI-XIV y 149-179; P. Alfaro Torres, La imprenta, pp. 32-33. 53 F. Caballero, La imprenta, p. 18; P. Alfaro Torres, La imprenta, p. 32. 54 III, p. 143. 52

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Castilla de Alonso Jiménez de Montalbo55 impresas por orden de los Reyes Católicos, uno de los incunables más interesantes de la historia de la imprenta en España, que ha sido objeto de detallada descripción por Francisco Vindel.56 En las imprentas de Cuenca se estamparon obras de gran interés para el latín y la tradición clásica. De la imprenta de Juan de Cánova salió en 1558 una traducción métrica española (a partir del texto latino) con comentario de los Proverbios de Salomón, cuyo autor parece haber sido Francisco del Castillo.57 Fermín Caballero58 hace referencia a la existencia de comentarios en latín de este mismo libro bíblico por aquella época: uno, cuyo autor fue Constantino Ponce de la Fuente, de San Clemente, que no se llegó a imprimir; y otro del jesuita Fernando Chirinos de Salazar, de Cuenca, que se imprimió en París en 1616. En la imprenta de Domingo de la Iglesia se imprimió en 1615 la primera edición del poema épico La Moschea: Poética inventiva en octava rima de José de Villaviciosa, una de las obras literarias de creación más interesantes de la época. Esta obra épica burlesca, que Villaviciosa adaptó a partir de la Moschaea de Teófilo Folengo, es una imitación de la Bratracomiomaquia, con muchas evocaciones del mundo clásico.59 Tal fue su éxito que habrían de publicarse después otras ediciones, pero ya no en imprentas de Cuenca, sino de Madrid, en 1732 y en 1737.

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P. Alfaro Torres, La imprenta, pp. 288-289. F. Vindel, El arte, pp. XXI-XIV. 57 P. Alfaro Torres, La imprenta, pp. 118-119. 58 F. Caballero, La imprenta, p. 24. 59 F. Caballero, La imprenta, p. 41; P. Alfaro Torres, La imprenta, pp. 195-197. Para una edición con comentario literario en el que se tienen especialmente en cuenta las reminiscencias clásicas, remito a José de Villaviciosa, La Moschea: Poética inventiva en octava rima. Edición, introducción y notas de Ángel Luis Luján Atienza, Cuenca, 2002. 56

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Los Coloquios de Erasmo en los Diálogos de Bartolomé Argensola Fermín Ezpeleta Aguilar Universidad de Zaragoza

Resumen: Se explora la influencia temática ejercida por los Coloquios de Erasmo en los Diálogos de Bartolomé Leonardo de Argensola, particularmente en el titulado Demócrito. Al hilo del motivo del Elogio de la locura, Argensola fustiga asimismo los comportamientos irregulares de la sociedad de su momento, haciendo valer el recurso del elogio paradójico. Se entresacan algunas conexiones de motivos entre los dos autores, tales como la crítica al clero, a los cortesanos, los jueces, la nobleza o el estamento militar, entre otros. Palabras clave: Bartolomé Leonardo de Argensola. Diálogos. Erasmo. Coloquios. Abstract: The paper explores the thematic influence of the Colloquia of Erasmus on the Dialogues of Bartolomé Leonardo de Argensola, particularly in Democritus. In line with the purpose of the Praise of Folly, Argensola also castigates the irregular conduct of the society of his time. The connections between the two authors are studied, such as criticism of clergy, judges, nobility, military, among others. Keywords: Bartolomé Leonardo de Argensola. Dialogues. Erasmus. Colloquia.

La composición de los Colloquia se sitúa en plena etapa de madurez religiosa e intelectual de su autor. Aunque circulaban con anterioridad en copias manuscritas destinadas a sus estudiantes en la etapa de París, aparecen impresos a partir de 1518; pero es en 1522 bajo el título Familiarum Colloquiorum Formulae, y en la imprenta de Basilea, cuando Erasmo publica 2143

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ya el primer corpus importante, incorporando el ingrediente moral al meramente escolar que presentaban las anteriores entregas. A partir de este momento, y hasta 1533, va enriqueciendo este conjunto literario mediante adiciones de coloquios en sucesivas ediciones.1 Se trata del gran libro, de inmensa popularidad y rico en humanidad, que quintaesencia el arte literario renacentista. El autor aborda en él “los grandes problemas de la cultura, de la moral y la religión a través de los pequeños conflictos de la vida de cada día”,2 haciendo además la crónica del momento histórico que le toca vivir. Y desde luego en él está presente al vivo el pensamiento de Erasmo. De la lectura de esta colección de textos en latín se desprende la nueva concepción del mundo que se está fraguando en esas fechas, y todo ello servido en el cauce expresivo del diálogo, tomado de los clásicos grecolatinos, pero convertido ahora en modelo en el que vierte sus ideaciones literarias, tanto en latín como en lengua vernácula, una legión de escritores europeos. Los Diálogos3 de Bartolomé Leonardo Argensola se sitúan cronológicamente hacia 1600,4 fechas en las que se está preparando en España el paso de la estética renacentista a la barroca. Su fuente directa, declarada explícitamente por el autor, es Luciano de Samosata, autor traducido e interpretado por Erasmo, que goza de próspera fortuna en la producción del Renacimiento español. En efecto, el género dialogal cultivado por el Samosatense entra en España en plena efervescencia de la producción humanista. Sorprende por eso lo tardío de la incorporación en el caso de Argensola, pues en los momentos del traspaso de siglo ha desaparecido prácticamente el influjo del modelo canónico del coloquio de Luciano. Del Samosatense toma Argensola la traza de los temas (crítica de la humana locura ejemplificada a través de usos y comportamientos concretos) y la actitud “perspectivística” plasmada en procedimientos literarios como la “subida a los cielos” o la “bajada a los infiernos”. Sin embargo, la ironía y el humor lucianescos quedan diluidos 1

Erasmo de Rótterdam, Colloquia Familiaria, Trajecti ad Rhenum, Ex Officina Rudolphi, 1676. En español: Coloquios, Orígenes de la novela, t. IV, XXI. Ed. y trad. Pedro R. Santidrián, Madrid, N.B.A.E., 1915, pp. 149-249; Coloquios, Madrid, Espasa Calpe, 2001. 2 León E. Halkin, Erasmo entre nosotros, (versión española), Barcelona, 1975, p. 279. 3 En Bartolomé Leonardo de Argensola, Obras sueltas de Lupercio y Bartolomé Leonardo de Argensola, Madrid, Imprenta de M. Tello, 1889, vol. I, pp. 309-326. 4 Otis H. Green, “Notes on the lucianesque dialogues of Bartolomé Leonardo de Argensola”, Hispanic Review, 3 (1935), pp. 275 y ss. Con pruebas muy razonadas establece este crítico que son piezas escritas en el primer periodo madrileño, cuando el autor ha sido nombrado capellán de la emperatriz María, viuda de Maximiliano II. Esto sucedió en 1592, y Bartolomé Leonardo permaneció en la Corte durante nueve años. Para Green, los diálogos debieron de escribirse hacia 1600, fecha en torno a la cual compone también algunas de sus más conocidas sátiras en las que censura las costumbres cortesanas del Madrid de la época. 2144

Los Coloquios de Erasmo en los Diálogos de Bartolomé Argensola

en medio de la intervención declamatoria y conceptuosa más próxima a los diálogos de Cicerón. Pueden distinguirse dos grupos entre las cuatro piezas dialogadas argensolianas. De un lado los titulados Menipo litigante, Demócrito y Dédalo, originales del autor aragonés; y de otro lado el diálogo Mercurio y la Virtud, traducido de una versión en italiano que reproduce a su vez el original latino debido a Leon Battista Alberti. Se trata éste de un coloquio que forma parte de las Intercenales (de 1432 a 1439), repertorio de diálogos latinos compuesto a intervalos con tono humorístico e ironía lucianesca que capta con agudeza aspectos del debate cultural del momento, al modo de los Colloquia del propio Erasmo.5 Los tres diálogos originales están basados en fuentes conocidas.6 Menipo se inspira en el coloquio de Luciano, Menippus, sive oraculum mortuorum consultum. Demócrito, en una serie de cartas atribuidas a Hipócrates remitidas a distintas personas griegas, así como en la correspondencia epistolar mantenida entre el Senado de Abdera y el propio Hipócrates. Dédalo sigue los “sucesos de Antonio Pérez” en la versión que el propio secretario real dejó en sus Cartas y Relaciones. Toda la lectura se subordina a la reflexión moral. Los motivos que forman el tejido de cada diálogo (denuncia de la arbitrariedad de la justicia en Menipo, crítica de la humana locura en Demócrito, reprobación de determinado comportamiento político, al socaire de la “razón de estado”, en Dédalo; crítica genérica de la ausencia de virtud en el mundo en Mercurio y la Virtud) son perturbaciones que desestabilizan el orden social. Pero, sobre todo, son comportamientos que producen inarmonía con respecto al orden querido por la Divinidad. Todo el esfuerzo argumental va dirigido a la persuasión. En Menipo litigante se tratará de convencer al interlocutor del personaje principal de que la decisión aparentemente descabellada que tomó Eróstrato en materia de testamento fue un acierto. En Demócrito el relato pretende enseñar y sorprender mediante la narración de unos hechos vividos, haciendo valer el recurso del “elogio paradójico” como eje retórico del discurso. En Dédalo la finalidad del relato está en la clarificación de las causas que empujaron al rey Minos al ensañamiento con el ciudadano Dédalo. El primer punto de unión entre los Colloquia de Erasmo y los Diálogos de Argensola es pues el género literario. Los coloquios remiten, como en el caso de 5 Ver Fermín Ezpeleta, “La traducción del diálogo de Alberti Virtus por Bartolomé Leonardo de Argensola”, en Humanismo y pervivencia del mundo clásico II. 2. Homenaje al profesor Luis Gil, ed. José María Maestre Maestre, Joaquín Pascual Barea y Luis Charlo Brea, 3 vols., Cádiz, Ayuntamiento de Alcañiz – I.E.T – Gobierno de Aragón – Universidad de Cádiz, 1997, vol. 2, pp. 995-1003. Además, Guillermo Serés, “El Diálogo de Mercurio y la Virtud, de León Bautista Alberti, traducido por Bartolomé Leonardo de Argensola, en su contexto humanístico”, Argensola, 119 (2009), pp. 63-92. 6 Para el estudio de las fuentes y de los contenidos, ver Green, “Notes...”, pp. 275-294.

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Argensola, a los mismos modelos que gozan de prestigio en la época: Luciano de Samosata y Cicerón. Los coloquios de Erasmo entroncan directamente con la obra de Luciano en la vertiente ideológica, pues la crítica de la humana locura, leitmotiv de la obra lucianesca, está presente, debidamente adaptada al espíritu de la época, en la producción erasmiana. Y, desde luego, los ingredientes de ironía y humor en el autor de Rótterdam recuerdan no poco a la obra de Luciano. Hay que tener en cuenta que el diálogo lucianesco aporta a los coloquios de Erasmo el aspecto cómico, derivado de la comedia nueva, Terencio y Plauto; y el elemento dialogístico, procedente en última instancia del diálogo de Platón. En los Colloquia aparece un repertorio amplio de temas que forman básicamente el ideario de lo que se conoce como erasmismo. Es tal la actualidad de esas cuestiones que se diluye a veces la base clásica, a pesar de la magistral labor de adaptación, que subyace debajo de todos esos motivos. Aunque el proceso de “cristianización” de las fuentes clásicas experimente en los diálogos de Argensola alguna modulación con respecto a esa labor de sutura llevada a cabo por Erasmo,7 sí que se reproducen en ellos algunos de los temas que aparecían en los Colloquia. Erasmo coincide con Argensola en la censura de costumbres sociales y particulares que se desvían del modelo cristiano y ambos centran la diatriba en unos determinados tipos sociales. Es verdad que en Erasmo la crítica social alcanza a tipos que no están en Argensola. Aparecen en los coloquios una serie de oficios mecánicos característicos de las nuevas naciones europeas que le merecen un comentario negativo: así los canteros, plateros y sastres se presentan en De rebus ac vocabulis (La realidad y el nombre) con la nota de falta de profesionalidad. El tema de fondo, en ambos autores, es el debate religioso de actualidad en las fechas de publicación. En la obra de Erasmo, asociado al problema de la Reforma y en la de Bartolomé Argensola, al de la Contrarreforma. En los dos casos, sin embargo, queda siempre salvaguardado un cristianismo esencial ponderado una y otra vez. Para Erasmo existe un desajuste entre el estamento eclesiástico y el pueblo llano. Los clérigos regulares no tienen la instrucción y sensibilidad suficientes para conectar con el pueblo. Las órdenes mendicantes, por otro lado, están sumidas en eternas rencillas. Con lo que el mensaje cristiano está descentrado y alejado de los planteamientos genuinos. El cristianismo debe ser para Erasmo una religión liberadora, puesto que ésta se fundamenta en la libertad del hombre. De ahí 7 Tal y como estudia Lía Schwartz, “Modelos clásicos y modelos del mundo en la sátira áurea: los Diálogos de Bartolomé Leonardo de Argensola”, en Estado actual de los estudios sobre el Siglo de Oro, ed. M. García Martín, Salamanca, 1993, I, pp. 75-93, espec. p. 88. La misma autora insiste más recientemente en anotar una cierta filiación erasmiana de B. Argensola en “Sátiras y discursos de los Argensola”, Argensola, 119 (2009), pp. 41-62 (ver p. 62).

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que este concepto aparezca sistemáticamente en sus obras. Así, en Puerpera (El puerperio) se ilustra la tesis del libre albedrío, marcando distancias frente a las tesis protestantes. El hombre puede obrar el bien o el mal con entera libertad, dado que Dios suministra siempre la gracia eficaz como ayuda inestimable para obrar con rectitud. Por aquí hay coincidencia con los planteamientos de la Contrarreforma escrutados por Argensola en sus Diálogos. Es verdad que en los diálogos lucianescos de Argensola no existe un programa ideológico tan completo como en el corpus de coloquios de Erasmo. El espíritu exigente y analítico del escritor le hace, sin embargo, ser implacable en la censura de los comportamientos. Pero se fija, sobre todo, en aquellos sectores a los que, por su rango y responsabilidad social, se les exige más alto grado de virtud: los gobernantes, los religiosos y los jueces. La comprobación de que los comportamientos se desvían de las exigencias cristianas genera en el escritor una tensión emocional que se manifiesta en el tono dolorido que presentan algunos fragmentos de los diálogos. Ciertamente, en los coloquios del escritor aragonés todos los motivos temáticos quedan subordinados a este mensaje de filiación contrarreformista. A pesar de las dificultades que un cristiano pueda toparse en la vida del mundo (es elocuente a este respecto la lista de irregularidades del comportamiento humano censuradas en Demócrito), siempre es plenamente soberano para sobrellevar cristianamente cualquier situación. Queda muy claro que la responsabilidad del pecado es personal, del hombre que peca. En Dédalo se ilustra asimismo esta idea. Dédalo ha sido castigado por su rey alegando unas razones que no son merecedoras de tal castigo. La falta, en cambio, sí ha existido, aunque fundamentada en distintas razones. En la huida Dédalo recibe el castigo: la muerte de su hijo Ícaro. El pecado del personaje principal ha consistido en atentar contra la verdad y la justicia en detrimento de los ciudadanos, al amparo de la razón de estado. En Demócrito aparece subrayada la idea de que la Divina Providencia puede ayudar al hombre, en medio de la dificultad, a salir victorioso de la lucha contra el pecado.8 En relación con la libertad del cristiano, Erasmo plantea otro tema muy querido por él: la libertad interior para elegir estado, ponderando el matrimonio como marco adecuado para alcanzar la perfección. O el tema de la libertad evangélica que permite desligarse de ataduras externas (confesión auricular, ritos, romerías…) para vivir un cristianismo de hondo calado. Es ilustrativo el coloquio De votis temere susceptis (Los votos imprudentes) sostenido por los interlocutores Arnaldo y Cornelio. Estos dos amigos, después de un 8

Para el estudio de los contenidos de los diálogos, ver los artículos de Green (1935); Schwartz (1993) y, de Fermín Ezpeleta, “Los diálogos lucianescos de Bartolomé Leonardo de Argensola y la tradición del género dialogal clásico”, en I Simposio sobre Humanismo y Pervivencia del mundo clásico, coord. de José María Maestre Maestre y Joaquín Pascual Barea, 2 vols., Cádiz, I.E.T. – Universidad de Cádiz, 1993, vol. 1, pp. 441-449. 2147

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largo tiempo, se encuentran y departen sobre las experiencias recientes. Han ocupado mucho tiempo en peregrinar a Jerusalén, el uno, y a Santiago y Roma, el otro. El mensaje del coloquio resulta inequívoco: es preferible, a los ojos de Dios, atender los deberes familiares cotidianos que llevar a cabo un tipo de práctica exorbitante como ese tipo de peregrinación. En Adolescentes et Scorti (El joven y la prostituta), las peregrinaciones surten los efectos contrarios a los deseados. En vez de acercar al peregrino a Cristo, lo aleja, dado que la separación de la familia se convierte en estimulante de la lujuria. El caso del joven peregrino que cuenta a la prostituta la conversión personal supone una excepción dentro de la tónica general. Aquel ha tenido la suerte de ponerse en contacto con personas afines a las ideas de Erasmo que le han abierto los ojos convenientemente. Bartolomé Argensola no se sitúa en una línea de atrevimiento religioso, ciertamente. Faltan en los diálogos los motivos de crítica lacerante a la Iglesia, al modo, por ejemplo, del coloquio Franciscani (Los mendicantes ricos), en donde el personaje del cura queda caracterizado como pendenciero, borracho y rijoso. Aun así hay que notar cómo en el diálogo Demócrito, a la lista de grupos sociales se añade también el clero (aunque se trate del clero de los persas), al poner en solfa la moral acomodaticia y la ambición de determinados representantes de ese estamento eclesiástico: Nadie digo, ni aquellos ministros principales que están dedicados al culto dello, que son ciertos sacerdotes que cuidan de la religión de los persas, porque éstos, viéndose adornados de sus autorizados mantos, desdicen de su institución y atienden a procurar de ser venerados con aquel mismo aplauso y con aquellos mágicos títulos y vocablos con que tratan a los magnates de la milicia, los cuales digo, los unos y los otros, estiman en tan poco la religión… (pp. 151-152).

El autor es un sacerdote exigente consigo mismo y con los demás; y con la sinceridad que lo caracteriza, recoge algunas carencias lamentables de las que adolecen algunos hombres pertenecientes a su estado. No sólo en estas piezas dialogadas, sino también en el resto de su obra se aprecia una preocupación de profunda exigencia religiosa que le lleva a no conceder excesiva importancia a las manifestaciones religiosas externas y a valorar, en cambio, la vivencia interna como genuino valor del cristiano. Otro tema recurrente en los Coloquios de Erasmo es el del soldado y el mundo militar. El irenismo se convierte en uno de los puntos centrales del ideario erasmista, tal y como se atestigua en el coloquio Charon (Caronte o contra la guerra), donde denuncia la guerra y la ambición de los reyes europeos del momento. De ahí que el motivo del soldado poco virtuoso aparezca de forma obsesiva en la obra del escritor. El coloquio Militis et Carthusiani (El soldado y el cartujo) vale como paradigma. La vida monacal, a pesar de sus deficiencias, se presenta como modelo de vida superior al de la vida militar. Al 2148

Los Coloquios de Erasmo en los Diálogos de Bartolomé Argensola

soldado del coloquio no le falta ninguna de las notas con las que aparece esta figura en la obra de Erasmo: inculto, jugador, bebedor, lujurioso… Los ribetes de miles gloriosus con los que se presenta esta figura, también en el coloquio Ementita Nobilitas (El caballero sin caballo o la falsa nobleza), subrayan la intencionalidad crítica que Erasmo aplica al motivo temático. No faltan en los diálogos de Argensola referencias a lo militar, aunque sea siempre en forma de alusión ocasional. En Demócrito a esa larga lista de grupos humanos censurados se añade el estamento militar. Se aprecia en la pincelada dedicada a este motivo cierta conexión con el ideario erasmista. Los soldados, para el Rector de Villahermosa, han perdido la valentía de los tiempos de antaño y se han convertido en guiñapos a la altura del miles gloriosus erasmiano. El tono de Argensola se parece aquí al de Don Quijote en su discurso de las armas y las letras. Al igual que el hidalgo manchego, lo que Argensola echa de menos es la figura de un soldado valeroso que se humaniza y perfecciona espiritualmente con el ejercicio físico que implica el manejo de las armas antiguas. “No tienen más de la milicia que el traje y la soltura de los ademanes y el título de soldados o capitanes”. La nueva artillería “ha reducido la generosa arte militar a maña, mercancía” (p. 155). Ni más ni menos que la utopía cervantina del humanismo de las armas. El motivo de la corrupción de la justicia aparece en varios coloquios de Erasmo. En Convivium fabulosum (Banquete de los contadores de cuentos), Echo (El eco), en Funus (Los funerales); o en De rebus ac vocabulis (La realidad y el nombre) aparecen alusiones inequívocas. La corrupción de las cortes de los reyes del Renacimiento es materia que emparienta a los dos autores. En Argensola la censura de los jueces y las personas relacionadas con el mundo de la ley ocupa un lugar preeminente: se trata de uno de los motivos centrales de su temática, como queda corroborado en el diálogo Menipo litigante, y en algunas composiciones poéticas, donde fustiga a los jueces, a los abogados y en general al sistema judicial de su época.9 En Demócrito no está ausente tampoco la sátira a este sector de la sociedad: “¿Sabes, demás desto, quién son los tiranos absolutos de aquella interesada e ínclita corte? Los jurisconsultos causídicos…” (p. 155). La crítica de los vicios de la corte del rey Artajerjes I de Persia en Demócrito es trasunto de la corte de los últimos años de Felipe II. En Erasmo hay alusiones dirigidas hacia ese mismo blanco, por ejemplo, en Senatulus (El pequeño senado o asamblea de mujeres). Por otro lado, los comentarios que aparecen en el coloquio Convivium religiosum (El banquete religioso) a propósito de la ira regis pueden tener una relación de parecido con 9

El insatisfactorio proceso judicial seguido por Argensola en defensa de los intereses de la casa de Villahermosa, con ocasión de los “Sucesos de Antonio Pérez” en Aragón, es el motivo concreto que alienta la composición de los diálogos. Ver, de Otis H. Green, “Bartolomé Leonardo de Argensola y el Reino de Aragón”, A.F.A., 4 (1952), pp. 7-112. Especialmente en pp. 9 a 27. 2149

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algunos aspectos del Demócrito; o con Dédalo, donde se glosa con profusión ese motivo. El tema de la honra merece parecidas consideraciones a los dos autores. En Demócrito aparece un comentario crítico nítido contra este prejuicio social. Erasmo igualmente juzga que se trata de uno de los lastres más paralizantes de las sociedades modernas. En el coloquio Ementita Nobilitas (El caballero sin caballo o la falsa nobleza) el estereotipo del noble que trata de aparentar honra ante los ojos de los demás está pensado para el caso español. La recreación de la figura del noble paseándose con pose estirada y con aire de tristeza, con su preocupación enfermiza por los cambios de blasones y escudos, recuerda no poco a la figura del hidalgo del Lazarillo de Tormes. En Demócrito de Argensola no hay recreación del tipo y todo se reduce al concepto. Pero la coincidencia en la apreciación es total: queda claro que para cada uno de los dos autores el hombre es hijo de sus obras: ¿Qué me dirás de las leyes de cierta fantasma que llaman honra? ¿De los subtiles embelecos della? ¿Quién le mandó al hombre, formado en purísima sencillez, exponerse a que lo embistan siempre tantos espíritus de mentira, sabiendo que la verdadera honra nace solamente de la verdadera virtud, como la sombra resulta del cuerpo? (p. 147).

En las piezas dialogadas de los dos autores están presentes los ingredientes retóricos que quería Horacio para la obra literaria: la enseñanza y el deleite. De la buena conjunción de ellos depende el resultado final de la obra. En los Colloquia el deleite lo proporcionan las facecias, los proverbios y las situaciones cómicas. En los diálogos de Argensola, la narración entretenida de viajes menipeos y de excursiones a lugares exóticos. El principio horaciano opera, es verdad, en la composición de los diálogos de los dos autores. Ahora bien, aun siendo uno mismo el espíritu que guía la composición, es distinto el procedimiento. En Erasmo resalta la excelente utilización de aquellos recursos retóricos que hacen asequible el mensaje. Hay siempre una voluntad de subrayar los contenidos con la ayuda de variedad de procedimientos didácticos. Entre todos esos recursos hay que destacar el “ejemplo vivido”, ajustado siempre a los patrones del arte literario renacentista: sencillez y naturalidad. En Argensola, sin embargo, el ejemplo puede perder eficacia didáctica debido al ropaje alegórico o al distanciamiento temporal de las historias. Sin embargo, el lector más avisado puede hacer todo tipo de trasposiciones a la situación contemporánea. Bartolomé, conocido junto con su hermano Lupercio como el Horacio español de su época, combina sabiamente también el contenido transmitido con el deleite que proporciona la manera de contarlo, aunque falte la voluntad de concreción que anima en los coloquios de Erasmo. Por ello no están ausentes en los diálogos de Argensola ingredientes humorísticos de 2150

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indudable eficacia: aventuras de Hipócrates en su visita al “loco” Demócrito, viajes menipeos, breves apostillas irónicas de los personajes; rasgos todos ellos que entroncan con el tono lucianesco. El tratamiento de los marcos espaciales y temporales se ajusta en los dos autores al principio de verosimilitud. El lugar en el que se desarrolla el asunto es el ámbito doméstico y en algunos casos la vía pública. El tiempo también responde a los límites cronológicos en los que se produce el coloquio. La elaboración de dichos marcos es mínima en los dos autores, y es que los diálogos se relacionan con los modelos clásicos de los que proceden. En todo caso, en Argensola se destacan un espacio y un tiempo alegóricos que diluyen los marcos reales. En Menipo litigante el personaje principal cuenta a su interlocutor el viaje a los infiernos que tuvo que realizar para resolver ciertas dificultades encontradas en su causa judicial. En Demócrito, aunque no haya en rigor viaje alegórico, aparece recreado el ambiente exótico y curioso de la isla de Abdera en donde vive alejado del contacto de los demás mortales, el “loco”, Demócrito. El diálogo Dédalo recrea el conocido mito de Ícaro y Dédalo en su viaje a las regiones celestes. En todos los casos hay voluntad de causar asombro en el personaje domandatore. El tratamiento de los personajes en los diálogos de Argensola tiene algunos puntos de coincidencia con los de Erasmo. Uno de los interlocutores cumple la función de maestro: Menipo, Hipócrates, Dédalo y Virtud. Los otros interlocutores se limitan a hacer alguna objeción que inmediatamente será rebatida por el personaje protagonista. O simplemente a animar al maestro para que continúe la narración, o preguntar sobre algún punto que no ha sido desarrollado en su totalidad. Es, en definitiva, el modelo ciceroniano que se reproduce también en el grueso de los coloquios de Erasmo. Los personajes erasmianos se caracterizan por su funcionalidad. Casi siempre son dos, en una disposición pedagógica que facilita la clarificación del mensaje. Los nombres son siempre significativos, puesto que aluden a las cualidades psicológicas de los interlocutores. Desaparece en los coloquios de Argensola la utilización funcional del nombre de los personajes, puesto que ahora se corresponden con personas reales que vivieron en el siglo III antes de Cristo en la Grecia clásica, o incluso con personajes mitológicos. En Argensola, asimismo, se mantiene la misma estructura dual, con mezcla, eso sí, de personajes históricos y mitológicos. En los dos autores la reelaboración de los personajes resulta mínima. Pero la diferencia sustantiva de los personajes argensolianos con respecto a los de Erasmo hay que buscarla en el registro idiomático. Los de Erasmo ejemplifican el habla conversacional, mientras que en los de Argensola desaparece la frescura coloquial a favor de la intervención adornada. Está ausente por completo el tono vivo y ágil de la narración. Incluso las intervenciones breves más próximas al tono coloquial 2151

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pierden viveza debido a la utilización de fórmulas retóricas prefijadas como la interrogación retórica o la exclamación artificiosa. Bataillon, que encontró algunos ecos erasmianos en la obra histórica de Bartolomé Argensola, Conquista de las islas Malucas, señaló la falta de atrevimiento religioso en los diálogos lucianescos del Rector de Villahermosa con respecto a los coloquios de Erasmo.10 Y, sin embargo, y a pesar de la distancia que separa a los dos autores, la obra del de Rótterdam puede funcionar como intertexto en el taller literario de un autor como el aragonés de tan hondo calado clásico. De todos los diálogos, es verdad, Demócrito puede ser el más próximo a Erasmo, con su repaso a la inarmonía del mundo a través de la sátira de tipos y estamentos. La misma reelaboración del motivo del loco cuerdo permite al autor servirse del recurso lucianesco del “encomio paradójico” para hacer otro elogio de la locura, como hizo Erasmo en su Moria, rebatiendo la opinión generalizada de que el filósofo Demócrito es un loco, cuando son los demás ciudadanos de la isla de Abdera los que se apartan del comportamiento correcto. En todo caso, el escritor aragonés es un auténtico humanista con una obra vivificada por la simiente de los clásicos grecolatinos, asumidos en las obras literarias de los renacentistas españoles. Y “este clasicismo en el que se formó y al que permaneció fiel hasta el final de su vida es el que informa el estilo en sus diálogos lucianescos”.11

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Marcel Bataillon, Erasmo y España. Estudios sobre la historia espiritual del siglo XVI, México – Madrid – Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1983 (2ª reimp. en España; 1ª ed. en francés de 1937), p. 774. 11 Ver Schwart, “Modelos clásicos...”, pp. 90-91. 2152

Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 2153-2172

El enigmático destino de Nicolás de la Torre, copista griego de Felipe II José M. Floristán

Universidad Complutense

Resumen: Reconstrucción, de la mano de documentos de archivo inéditos, de los años finales de la vida de Nicolás de la Torre y de las reclamaciones económicas de su esposa María Arias. Palabras clave: Nicolás de la Torre. María Arias. Situación económica. Reclamación del salario y la pensión. Abstract: With the aid of unknown archive documents, reconstruction of the last years of the life of Nicolas Turrianos and of the economic claims of his wife María Arias. Keywords: Nicolas Turrianos. María Arias. Economic conditions Claim for wage and pension.

La hegemonía política y militar de la España renacentista, su inquebrantable “conciencia mesiánica” y el dominio del Mezzogiorno italiano favorecieron los contactos políticos de las autoridades españolas con diversas comunidades griegas del Imperio Otomano, así como el asentamiento en los reinos de la monarquía hispánica de numerosos emigrados griegos. Aún está por redactar una prosopografía global de éstos, en la que ando trabajando hace ya unos años. Desde el punto de vista sociológico L. Gil1 clasificó a los emigrados griegos en las siguientes categorías: peregrinos y mendicantes, espías y renegados, aventureros y soldados, humanistas y profesores, copistas

1

L. Gil, “Griegos en España (siglos XVI-XVII)”, Erytheia, 18 (1997), 111-132. 2153

José M. Floristán

y corredores de libros, a las que J. Gil2 añadió una sexta, la de los marinos que participaron en la carrera de Indias. En esta breve contribución al homenaje del prof. J. Gil quiero dar a conocer algunas noticias inéditas del Archivo General de Simancas sobre los años finales de la vida de Nicolás de la Torre, copista regio de lengua griega de Felipe II. El personaje y su obra fueron minuciosamente estudiados por G. de Andrés en la monografía que le dedicó, basada en documentación de los archivos del Palacio Real, municipal de El Escorial y de la sección de Obras y Bosques de Simancas, así como en los innumerables manuscritos salidos de su mano.3 Nuevos hallazgos documentales que él no conoció ofrecen algunas noticias de interés que he querido reunir en estas páginas. Nicolás de la Torre (), hispanización del griego Nikovlao" Tourrianov", apellido de origen italiano, era natural de Creta.4 Abandonó la

isla ca. 1559 y, como tantos otros compatriotas, se estableció en territorio continental de la Serenísima, en Padua y Venecia. Está documentada su presencia en España entre 1564 y 1566, años en los que trabajo a las órdenes de los hermanos Diego y Antonio de Covarrubias. Tras una estancia en París y una segunda en Venecia, en 1569 estaba de nuevo en la Península, contratado por la Universidad de Salamanca para la copia de códices griegos de las colecciones privadas de los mejores humanistas españoles con destino a su biblioteca. Se le asignó un sueldo fijo anual de 15.000 maravedís –cuarenta ducados– y un variable de un real –treinta y cuatro maravedís– por pliego copiado, con la obligación de escribir al menos dos al día. En Salamanca trabajó hasta marzo de 1573, en que pasó al servicio del rey en la recién creada biblioteca de San Lorenzo de El Escorial, con un sueldo doblado de 30.000 maravedís (40.000 desde septiembre de 1586) y una comisión de real y medio por pliego (dos reales desde mayo de 1588). En la labor de catalogación e inventario de los fondos escurialenses, más ardua y lenta, cobraba un jornal de seis reales (luego incrementado a ocho), equivalentes a la media ponderada de cuatro pliegos diarios que copiaba. Desde 1573 hasta 1601, salvo ausencias de duración variable, Nicolás residió en El Escorial

2 J. Gil, “Varia”, Habis, 18-19 (1987-88), 201-211; “Griegos en España”, Habis, 21 (1990), 165-171; “Griegos en Sevilla (siglo XVI). Documentación de Protocolos”, Erytheia, 25 (2004), 141-172; “Marineros griegos en la naves de Cristóbal Colón”, Erytheia, 28 (2007), 127-138; “Griegos en aguas del Pacífico”, Erytheia, 29 (2008), 51-81. Cf. también L. Gil, “Griegos en la expedición de Magallanes-Elcano (addendum a Erytheia 18 [1997], 111-132)”, Erytheia, 19 (1998), 75-77. 3 G. de Andrés, El cretense Nicolás de la Torre, copista griego de Felipe II: biografía, documentos, copias, facsímiles, Madrid, 1969. 4 Salvo indicación en contra, la información biográfica está tomada de la monografía de G. de Andrés.

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El enigmático destino de Nicolás de la Torre, copista griego de Felipe II

trabajando como copista y catalogador de la biblioteca. Fruto de su labor fue la copia de una cuarentena de códices, en su mayoría conservados en el monasterio o perdidos en el incendio de 1671, si bien no faltan otros en otras bibliotecas.5 Por lo que hace a su labor de catalogación, suyos son los primeros inventarios de la Laurentina, los ff. 217-239v del Vatic. Reginensis lat. 2099, y los escorialenses X.I.17 (1576), X.I.16 (ca. 1585) y X.I.18 (1599-1600), los tres primeros por materias y tamaños, el ultimo, alfabético. Intervino también en las gestiones para incorporar a la Biblioteca diversas remesas de códices por compra o donación, como las de Nicolás Barelli en 15726 y Antonio Agustín en 1586, y en el intento fallido de compra de la biblioteca del cardenal Sirleto en 1587.7 No desempeñó sólo labores de bibliotecario, sino que el rey echó mano de él para tareas diplomáticas: suyas son la traducción de una carta del patriarca Teolepto II de Constantinopla en favor del arzobispo armenio

5

La figura y actividad de copia de Nicolás de la Torre fue paulatinamente puesta en luz por los trabajos de diversos estudiosos, desde los primeros de Miller (Catalogue des manuscrits grecs de la Bibliothèque de L’Escurial, Paris, B. Duprat, 1848 [reimpr. Amsterdam, Hakkert, 1966], p. 19ss), Graux (Essai sur les origines du fonds grec de L’Escorial, Paris, F. Vieweg, 1880, pp. XV-XVII y passim) y Vogel-Gardthausen (Die griechischen Schreiber des Mittelalters und der Renaissance, Leipzig, 1909 [reimpr. Hildesheim, G. Olms, 1966], pp. 358-359), pasando por las adiciones de Patrinelis (‘‘$Ellhne" kwdikogravfoi tw'n crovnwn th'" !Anagennhvsew"’’, !Epethri;" tou' Mesaiwnikou' !Arceivou, 8-9 [1958-59], 63-125, pp. 115-116), K. A. de Meyier (“Les manuscrits grecs de Leyde écrits par Nicolas de la Torre”, Scriptorium, 5 [1951], 46-59; “Scribes grecs de la Renaissance. Additions et corrections aux répertoires de Vogel-Gardthausen, de Patrinelis et de Canart”, Scriptorium, 18 [1964], 258-266, p. 263), T. Santander (“Un manuscrito desconocido de Plotino en Salamanca”, Emerita, 37 [1969], 93-98), hasta llegar a las noticias que A. Revilla y G. de Andrés recogen en el catálogo de códices griegos de El Escorial (Catálogo de los códices griegos de la Biblioteca de El Escorial, vol. I, Madrid, 1936, pp. CIX-CXIII y passim; vols. II y III, Madrid, 1965 y 1967, passim), el catálogo completo de sus obras que ofrece G. de Andrés en la citada monografía, las adiciones de J. Mª Fernández Pomar (Copistas en los códices griegos escurialenses. Complemento al catálogo de Revilla-Andrés, Madrid, 1986) y las noticias incluidas en el Repertorium der griechischen Kopisten 800-1600 (erstellt von E. Gamillscheg-D. Harlfinger, 1 A-C: Grossbritanien, nº 319; 2 A-C: Frankreich, nº 438; 3 A-C: Rom mit der Vatikan, nº 520; Wien, Verlag der ÖAW, 1981, 1989, 1997). Facsímiles de manuscritos copiados por Turriano pueden encontrarse en Graux-Martin (Fac-similés de manuscrits grecs d’Espagne, Paris, 1891, pl. 59), Omont (Fac-similés de manuscrits grecs des XVe et XVIe siècles, Paris, 1887 [reimpr. Hidesheim, 1974], p. 41), el Repertorium (1C, nº 319) y en la monografía de G. de Andrés. 6 G. de Andrés, “Los códices griegos de Nicolás Barelli y las reclamaciones de Jorge Niquifor”, Scriptorium, 25 (1971), 71-75. 7 G. de Andrés, “Gestiones de Felipe II para adquirir la biblioteca del cardenal Sirleto para El Escorial”, RABM, 67 (1959), 635-660. 2155

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Tomás (1585),8 de la carta griega de Simón I de Kartli (Georgia) a Felipe II en 1596,9 y de la respuesta de éste al monarca georgiano en 1598.10 Por lo que hace a su vida privada, tenemos noticias que lo presentan como hombre de carácter arisco y genio vivo. En los primeros años de estancia en El Escorial tuvo desavenencias con el secretario real Antonio Gracián hasta su muerte en abril de 1576. En un billete del 26 de febrero de ese año Gracián decía al rey que no quería embarazarse en las cosas de Turriano “porque tiene condición de sacar de término a cualquier paciencia”. Al parecer, Nicolás decía del secretario que no sabía griego, sino sólo algunos rudimentos, lo que no se compadece con lo que conocemos de su formación y se deduce de sus escritos.11 Por un informe anónimo del 30 de abril de 1576, apenas tres semanas posterior al fallecimiento de Gracián, sabemos que Turriano no soportaba que “le ordenase, corrigiese y enmendase lo que había de escribir”. Además, sospechaba que había sido él el fautor de la real cédula de 1 de diciembre de 1575 por la que se le rebajó la remuneración por pliego copiado de real y medio a un real, como había cobrado en Salamanca. No fue el de Gracián el único enfrentamiento en el que Nicolás se vio inmerso. En 1582 tuvo un pleito con el párroco de Robledo de Chavela, localidad en la que poseía unas fincas. El cretense acusó al clérigo de “nuevo Judas, que vendía cada día a Cristo, y otras palabras injuriosas y envidiosas”. El conflicto se saldó con la prohibición de que entrase en la villa so pena de una multa de 200 ducados. Años después, en 1588, se vio incurso en una nueva vista judicial, en esta ocasión fruto de su pasión amorosa. Durante algún tiempo se había alojado en San Lorenzo en casa del pintor Pellegrin de Pellegrini, que también trabajaba en la fábrica del monasterio, hasta que éste, por motivos que ignoramos, lo despidió y le prohibió aparecer por ella. Nicolás hizo caso omiso del veto y siguió frecuentándola para verse con una criada llamada María a la que requería de amores. El nueve de julio de 1588, estando Pellegrini ya encamado, Turriano penetró en la casa provisto de espada y puñal desenvainado, pero el ruido despertó al pintor. Sorprendido el pendolista con la criada, ésta adujo que Nicolás había entrado a deshora y la había inquietado, a lo que éste contestó insultándola y llamándola bellaca y desvergonzada, a la vez que amenazaba a Pellegrini con cruzarle la cara por 8 G. de Andrés, El cretense Nicolás de la Torre, p. 73; J. M. Floristán, “Las relaciones hispano-armenias en los ss. XVI-XVII”, Mésogeios-Méditerranée, 5 (1999), 46-64, pp. 52-53. 9 L. Gil-J. M. Floristán, “Cartas de los reyes georgianos Simeón I de Kartli a Felipe II y Teimuraz I de Kakheti a Felipe IV”, Estudios Clásicos, 89 (1985), 307-345. 10 J. M. Floristán, “Una carta en griego de 1598: la respuesta de Felipe II al rey georgiano Simeón de Kartli”, Erytheia, 7 (1986), 235-251. 11 Cf. su Diurnal, editado por G. de Andrés en los Documentos para la historia del Monasterio de San Lorenzo el Real de El Escorial, vol. IV, El Escorial, 1962, pp. 1-128 (años 1572-1573); vol. VIII, El Escorial, 1965, pp. 1-64 (años 1571 y 1574).

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prohibirle la entrada e, incluso, con prender fuego a la casa. A consecuencia del lance Nicolás dio con sus huesos en la cárcel de El Escorial por una temporada. A partir de entonces, quizás a raíz del disgusto que le provocaría su ingreso en prisión, como sugiere De Andrés, comenzó un largo tira y afloja entre Nicolás, que quería abandonar el servicio real, y Felipe II, que quería retenerlo. El 23 de agosto de 1589 pidió licencia para retirarse a Creta y una pensión en Nápoles en pago por sus 17 años de servicio, además del salario que recibía para sustento de su familia. La solicitud fue vista el 27 de septiembre por el Consejo de Italia, que se inhibió por no ser el órgano competente en la materia.12 El rey contestó en octubre concediéndole 250 ducados de pensión en Nápoles a condición de que permaneciera en San Lorenzo seis años más contados desde enero de 1590. Turriano aceptó y el 17 de abril de 1590 se expidió la cédula de concesión de la pensión, pagadera desde el 1 de enero de 1596.13 Con todo, en 1591 intentó retirarse a Nápoles, aduciendo que si completaba los seis años del compromiso, estaría tan viejo y cansado que no podría disfrutar de la merced. En septiembre de ese año el prior jerónimo de San Lorenzo, fray Diego de Yepes, informó al rey del trabajo que Nicolás había desarrollado hasta la fecha: en 19 años de trabajo con sueldo de 30.000 ó 40.000 maravedís había copiado 3.109 pliegos y medio, a real y medio o dos reales; había copiado durante 1.909 días, equivalentes a cinco años y casi tres meses, y el resto del tiempo había trabajado a jornal, con un sueldo de seis u ocho reales diarios; en tres ocasiones había recibido una ayuda de costa de cien ducados; en total, pues, había cobrado 1.110.176 maravedís, equivalentes a 2.960 ducados y 176 maravedís, lo que supone una media de 160 ducados anuales, a razón de 13 ducados y 125 maravedís mensuales. Yepes opinaba que Turriano pedía mucho, que su salario era suficiente y que se conformaría con un pequeño incremento del pago por pliego. Así lo decidió el rey, que aumentó a dos reales y medio la remuneración por cuadernillo. Por enfermedad del secretario, sin embargo, no se expidió la cédula correspondiente, lo que obligó a Nicolás a viajar a Madrid en 1593 a solicitar su expedición y el pago de los atrasos.14 Cumplido a finales de 1595 el plazo fijado de seis años, por privilegio del 26 de enero de 1596 Felipe II concedió ampliación de pensión tras la muerte de Nicolás en beneficio de su mujer María Arias a condición de que aquél sirviera otros seis años. En caso de fallecimiento antes de plazo, la viuda 12

A(rchivo) G(eneral de) S(imancas) S(ecretarías) P(rovinciales), lib. 295, 27 de agosto. AGS SP, lib. 149, fs. 197r-200v. 14 La cédula de aumento tiene fecha de mayo, y la carta de pago de los atrasos, de julio de ese año. 13

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la cobraría desde el momento mismo de la muerte.15 Por otra cédula del primero de febrero, el rey otorgó a Turriano compatibilidad vitalicia de salario y pensión, también a condición de una prolongación de sus servicios. Una vez cumplido el nuevo plazo a finales de 1601, o antes si el rey decidía licenciarlo por no ser necesaria su labor, Nicolás consolidaría su salario para el resto de su vida. Nuestro calígrafo pidió también la consolidación del jornal de diez reales, que le fue denegada. Así, pues, a comienzos de 1596 la situación económica del matrimonio Turriano-Arias parecía asegurada para el futuro. El 16 de marzo de ese año Felipe II le otorgó suplemento de lapso de la cédula de 1590 de concesión de pensión y ordenó al virrey de Nápoles que la ejecutara si Nicolás la presentaba en el plazo de seis meses.16 El 21 de agosto, a petición suya, el Consejo de Italia le concedió duplicado del suplemento de lapso con fecha nueva, lo que suponía un nuevo alargamiento del plazo.17 Así siguieron las cosas hasta que en 1598, a raíz de un informe del prior de los jerónimos que decía que sus servicios ya no eran necesarios, Nicolás fue licenciado. El 13 de septiembre de ese año murió su gran mecenas Felipe II, y su hijo y sucesor concedió a Nicolás una ayuda de costa de 100 ducados para viajar a Nápoles. Además, se le aumentó la pensión de 250 a 300 ducados,18 lo que parecía augurar un feliz retiro en la comunidad griega de la ciudad. No fue así, sin embargo, sino que el incremento supuso el comienzo de sus tribulaciones, por las dudas que suscitó sobre la compatibilidad con su salario de 40.000 maravedís que la cédula de 1596 había decretado vitalicio si servía hasta finales de 1601 o era licenciado antes de plazo contra su voluntad. Así, cuando Nicolás fue a cobrarlo, encontró dificultades, por lo que pidió al Consejo de Italia copia de la cédula de aumento, que éste le dio.19 Poco después formuló ante el mismo organismo su queja, argumentando que el aumento de la pensión no anulaba su salario como scriptor, a lo que el Consejo contestó remitiéndose a lo establecido en el decreto real.20 Dos meses después Turriano pidió carta de recomendación para viajar a Nápoles, que el Consejo 15

AGS SP, lib. 155, fs. 109r-112v (= lib. 532, fs. 87r-90v), doc. nº 1. AGS SP, lib. 518, fs. 84v-85r. Los beneficiarios de cualquier merced tenían un plazo de un año (“lapso de un año”) para hacerla efectiva en destino. En caso contrario, debían solicitar una renovación o un suplemento de lapso. En el caso de Nicolás, la pensión concedida en 1590 había superado ampliamente el plazo. Secuencia de los virreyes de Nápoles destinatarios de las cartas reales relativas a Turriano y Arias: Enrique de Guzmán, conde de Olivares (1595-99); Fernando Ruiz de Castro, conde de Lemos (1599-1601); Francisco de Castro (interino, 1601-1603); Juan Alonso Pimentel de Herrera, conde de Benavente (1603-1610); Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos (1610-16). 17 AGS SP, lib. 298, 21 de agosto de 1596. 18 AGS SP, lib. 410, 16 de septiembre de 1598. 19 AGS SP, lib. 299, 4 de mayo de 1599. 20 AGS SP, lib. 299, 2 de junio de 1599. 16

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le concedió,21 si bien finalmente no llegó a ponerse en camino, quizás con intención de aclarar los equívocos de su situación financiera. A comienzos de 1600 lo encontramos pidiendo suplemento de lapso, que el Consejo le concedió22: el 4 de marzo Felipe III ordenó al virrey de Nápoles que ejecutara el privilegio de aumento de la pensión de Turriano en cincuenta ducados,23 y el 16 de mayo, que consignara el de ampliación de la pensión de 250 ducados en favor de María Arias, en ambos casos a pesar de que Nicolás no los había podido presentar en el plazo de un año por motivos justificados.24 Finalmente, por cédula del 19 de mayo Felipe III confirmaba la compatibilidad de salario y pensión con carácter vitalicio, a condición de que residiera en los reinos de España y acudiera al servicio cuando fuera requerido. Ahora bien, si el salario le obligaba a residir en España, la pensión debía cobrarla en Nápoles. Por ello en julio de 1600 Nicolás pidió licencia para ir a Nápoles y 200 ducados de ayuda de costa, para él y para un criado cuya compañía necesitaba, por ser de edad avanzada.25 Aún tardó, sin embargo, más de un año en abandonar El Escorial. El último documento fechado que testimonia su presencia en el cenobio es un libramiento de pago del 30 de noviembre de 1601 que tiene su firma. Es probable que saliera poco después. La realidad es que, tras esta fecha, ignoramos prácticamente todo sobre su vida y actividad. Por un memorial de María Arias de 1605 sabemos que Nicolás viajó a Nápoles a cobrar su pensión, pero que ésta no resultó tan cierta como había esperado, por lo que por entonces ya llevaba cinco años sin poder regresar.26 Ella, por su parte, tampoco había cobrado en España el salario que se adeudaba a Nicolás por su trabajo en San Lorenzo desde mayo de 1599 hasta su marcha, ni los 40.000 maravedís de salario anual vitalicio, que pedía se le pagaran. Aducía en su favor que su marido no había salido de los reinos de Felipe III ni habían sido requeridos sus servicios, por lo que no había incumplido las condiciones de la cédula de mayo de 1600. Pidió, por ello, suceder a Nicolás en el disfrute de su salario en tanto no regresara o, al menos, que se le pagara mientras constara su existencia por fe de vida. Aunque comprensible, la petición carecía de base legal, pues si la cédula de enero de 1596 había ampliado a ella el cobro de la pensión, nada decía del salario anual. Su petición no fue atendida, por lo que en mayo de 1607 presentó un nuevo memorial reclamando los 40.000 maravedís del salario. En él dice que 21

AGS SP, lib. 299, 13 de agosto de 1599. AGS SP, lib. 299, 5 de febrero de 1600. 23 AGS SP, lib. 522, fs. 224v-225r. 24 AGS SP, lib. 521, f. 255r. 25 AGS C(ámara de) C(astilla), leg. 816, nº 129. 26 En los documentos de la época se emplea siempre el cómputo inclusivo, que mantengo. 22

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Nicolás lleva siete años ausente, de los que tiene fe de vida de los tres primeros. En el memorial afirma que había viajado a Nápoles porque en España se le había quitado el jornal de diez maravedís y no lograba cobrar su salario. Por cédula del 28 de julio el rey reconoció la deuda de 40.000 maravedís durante nueve años (1599-1607), pero ordenó que se le pagaran sólo dos, hasta la fecha de la fe de vida presentada. El 9 de junio la Junta de Obras y Bosques ordenó al prior de San Lorenzo que saldara la deuda. No parece, sin embargo, que María Arias la cobrara de aquí, porque otra cédula del 13 de agosto, en esta ocasión dirigida al tesorero de la ciudad de Segovia, contiene la misma orden de hacer efectivo el pago. Años después, en un memorial de 1612, Arias afirma haber acudido en reiteradas ocasiones a cobrar esta cantidad y haber recibido siempre la misma respuesta: que no había fondos con que pagar. Probablemente de septiembre de 1607 es un nuevo memorial, de contenido muy semejante al anterior. En él expresa la sospecha de que Nicolás esté muerto. Ahora bien –dice–, “si es bivo, que se le detenga parte dello (sc. de la pensión) para poderse ella sustentar conforme a su qualidad”.27 Es decir, María reclamaba, bien la totalidad de la pensión en el caso de que Nicolás hubiera muerto, bien una parte en el caso de que aún viviera y la estuviera disfrutando en su totalidad sin tener ella noticia. El 26 de septiembre el rey escribió al virrey pidiéndole información, “si es assí que es muerto el dicho Nicolás de la Torre, y en caso que se halle bivo, si cobra y goza la dicha pensión de trezientos ducados, y en dónde reside y en qué se ocupa, y la causa porque no haze vida con la suplicante, haviendo tantos años que la dexó aquí y se fue de assiento a esse reyno”.28 Con carta del 5 de diciembre el virrey envió la información que tenía sobre Nicolás, y el 15 de febrero de 1608 el rey le ordenó que ejecutara el privilegio de ampliación de su pensión en favor de María y le pagara los atrasos desde la muerte del copista.29 Pese a las órdenes reales, Arias tropezaba una y otra vez con los impedimentos que se le ponían por no constar de forma fehaciente la muerte de Nicolás. Por otro memorial suyo de 1608 sabemos que Nicolás había viajado al parecer a Levante, no se sabía si a Candía, Constantinopla u otra parte. En cualquier caso, corrían rumores de que había muerto. Agobiada sin duda por las deudas, María abandona el maximalismo y pide que se le pague la mitad de lo corrido de la pensión de 250 ducados y, en adelante, los dos tercios de la misma, «porque, aunque viviesse, es obligación de derecho divino y humano averse de dar los alimentos a la supplicante, como su muger, de lo

27

AGS SP, lib. 531, fs. 171v-172v, doc. nº 2. AGS SP, lib. 531, fs. 171v-172v. 29 AGS SP, lib. 532, fs. 86v-91v. 28

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que tiene su marido”.30 La consulta del Consejo de Italia fue favorable31 y el rey así se lo comunicó al virrey, si bien ordenándole tomar precauciones para que el pago no se duplicara.32 Parece, con todo, que Arias siguió sin cobrar su pensión. En 1611, en un nuevo memorial, volvió a pedir al rey que ordenara al virrey su pago. Afirma que no había sabido nada más de Nicolás después de su viaje a Candía, si bien se sospechaba de su muerte por no haber ido a Nápoles a cobrar su paga ni a hacer vida familiar con ella y sus hijos, y aduce la imposibilidad de hacer más diligencias para saber si vive o ha muerto, por lo que pide que se le pague sin más su pensión.33 El Consejo de Italia recomendó al rey que lo hiciera así aunque no constara la muerte de Nicolás,34 y el rey se lo ordenó al virrey, a pesar de que había transcurrido el lapso de un año de la fecha de la cédula.35 Esta noticia y la antes mencionada de 1612 son las últimas que he localizado de Turriano y su mujer. A juzgar por el silencio posterior del archivo, o bien Arias logró cobrar finalmente su pensión con regularidad –lo que no parece muy verosímil si tenemos en cuenta la penuria y demora endémicas del tesoro real en la época36–, o bien murió poco después. Nicolás de la Torre y su viuda fueron víctimas, por un lado, de la burocracia y descoordinación administrativa del sistema polisinodal de gobierno, de exasperante lentitud. Por otro, los años iniciales del s. XVII fueron de crisis económica abierta, causada en parte por el formidable esfuerzo bélico de los años finales del reinado de Felipe II, en parte por la mala administración de ministros incapaces y corruptos en cuyas manos el rey delegó el gobierno de su Imperio. Por lo que hace a la muerte de nuestro pendolista, carecemos de noticias fidedignas. En el memorial de 1605 su mujer habla de él como si aún viviera. En 1607 la Junta de Obras y Bosques aconseja pagarle sólo hasta el 20 de agosto de 1602, fecha hasta la que llegaba la fe de vida que se tenía de él, lo que no supone que falleciera poco después. Los memoriales de Arias de 1608 y 1611 hablan de un viaje a Levante, probablemente a Creta, y de un evanescente 30 AGS SP, lib. 533, fs. 69v-71v (memorial inserto en la carta del rey al virrey del 23 de noviembre de 1608), doc. nº 3. 31 AGS SP, lib. 301, 18 de noviembre de 1608. 32 AGS SP, lib. 533, fs. 69v-71v. 33 AGS SP, lib. 534, fs. 289v-290v (memorial inserto en la carta del rey al virrey del 5 de mayo de 1611), doc. nº 4. 34 AGS SP, lib. 301, 23 de marzo de 1611. 35 AGS SP, lib. 534, fs. 289v-290v. 36 En 1611 se produce la reforma de salarios y entretenimientos, por la que se rebaja en un tercio su cantidad y se recuerda la prohibición de cobrar dos sueldos a la vez y la necesidad de residir en el destino y cobrar personalmente el salario, cf. AGS SP, lib. 808, ff. 112v-114r (orden del rey al virrey de Sicilia del 31 de mayo).

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rumor sobre su muerte. En 1612, por último, ya se le daba por difunto. Es posible que los primeros años de ausencia María estuviera convencida de que aún vivía y quisiera cobrar en España su salario, mientras aquél hacía efectiva su pensión en Nápoles. Pasados unos años sin noticias suyas, acuciada por la penuria decidió cambiar su táctica e intentar cobrar la pensión, aunque sin dar por perdidos los 80.000 maravedís de salario correspondientes a los dos años de vida de Nicolás de los que había constancia. Parece lógico pensar que, si María hubiera conocido la muerte de Nicolás, no la habría ocultado, si tenemos en cuenta que la pensión que le quedaba era casi 2,5 veces superior al salario de su marido, que en todo caso sólo se le pagó mientras hubo constancia de su vida. Lo más probable es, pues, que ignorara por completo su suerte. Esto es lo que podemos afirmar con los datos que tenemos. Sólo la aparición de nuevos documentos podrá aclarar cuál fue el misterioso destino de Nicolás de la Torre después de abandonar España a finales de 1601 o comienzos de 1602.

Relación de documentos históricos sobre las retribuciones económicas de Nicolás de la Torre y su esposa María Arias37 1.- 17 y 27 de agosto de 1569: actas de las sesiones del claustro de la Universidad de Salamanca en las que se discutió y fijaron las condiciones económicas de su labor de copia (15.000 maravedís de sueldo anual, un real por pliego copiado, obligación de escribir dos pliegos diarios y establecimiento de su casa y familia en la ciudad). De Andrés, doc. nº 1. 2.- 19 de octubre de 1569: real cédula por la que Felipe II aprueba la contratación de Turriano en Salamanca con las condiciones antedichas. De Andrés, doc. nº 3. 3.- 27 de octubre de 1570: confirmación por el claustro de la Universidad de las condiciones económicas establecidas el año anterior, frente a una petición de subida salarial de Turriano. De Andrés, doc. nº 1. 4.- Pagos efectuados a Nicolás de la Torre en Salamanca entre 1569 y 1573. De Andrés, doc. nº 2. 37 APR: Archivo del Palacio Real; AE: Archivo Municipal de El Escorial; AGS: Archivo General de Simancas (SP: Secretarías Provinciales; CSR: Casas y Sitios Reales; CC: Cámara de Castilla). Reseño sólo los documentos de naturaleza estrictamente económica. Las equivalencias monetarias de la época son: un ducado se dividía en 375 maravedís; el real equivalía a treinta y cuatro maravedís, por lo que once reales y un maravedí completaban un ducado.

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5.- 19 de diciembre de 1572: real cédula de nombramiento de Nicolás de la Torre como scriptor de San Lorenzo con las siguientes condiciones económicas: salario anual de 30.000 maravedís, residencia en El Escorial, pago a tasación –no fijo– de los pliegos que escriba. APR, Cédulas Reales. San Lorenzo, I, f. 297. 6.- 14 de marzo de 1573: rescisión por el claustro, a petición de Turriano, del contrato que le unía a la Universidad de Salamanca para pasar al servicio real. De Andrés, doc. nº 1. 7.- 22 de junio de 1574: real cédula por la que se autoriza a Nicolás a desplazarse a Segovia para la recuperación física de su esposa Ana Sánchez. De Andrés, doc. nº 4. 8.- 4 de junio de 1575: real cédula de prórroga de seis meses de la estancia en Segovia. De Andrés, doc. nº 5. 9.- Libramientos de pago a Nicolás de la Torre entre los años 1573 y 1599. De Andrés, doc. nº 36. 10.- 1 de diciembre de 1575: real cédula por la que se vuelve a pagar a Turriano a real el pliego, en lugar del real y medio como hasta entonces. De Andrés, doc. nº 7. 11.- 30 de abril de 1576: relación de Martín de Gaztelu sobre la situación de Nicolás por la que sabemos que vuelve a las condiciones de trabajo anteriores (30.000 maravedís anuales y real y medio por pliego). De Andrés, doc. nº 8. 12.- 21 de julio de 1576: real cédula que anula la del 1 de diciembre anterior y establece el pago de real y medio por pliego. De Andrés, doc. nº 9. 13.- 19 de septiembre de 1576: consulta al rey de la congregación de la fábrica de San Lorenzo sobre si también ha de pagarse a real y medio los pliegos escritos entre las dos cédulas de diciembre de 1575 y julio de 1576, y si el jornal de seis reales diarios que Nicolás concertó verbalmente con el prior es correcto, y petición de que se expida cédula de esto último; se consulta también si se le deben pagar los días de ausencia. De Andrés, doc. nº 10. 14.- 6 de noviembre de 1576: real cédula de confirmación del pago de real y medio por pliego y del jornal de seis reales en las labores de catalogación, con exclusión recíproca de ambas cantidades. De Andrés, doc. nº 11. 15.- 8 de mayo de 1577: real cédula que confirma el pago de 1,5 reales por pliego y establece un jornal de 6 reales para el trabajo de catalogación, ante las dudas surgidas de que esta última cantidad se aplicaba exclusivamente hasta el 19 de septiembre de 1576, fecha hasta la que estaba certificado que Nicolás había trabajado en confeccionar índices. De Andrés, doc. nº 12. 2163

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16.- 2 de febrero de 1578: memorial de Nicolás de la Torre en que solicita licencia, sin pérdida de su salario, para viajar a Creta a cobrar la herencia de su hermana fallecida; pide también ayuda de costa. AGS CSR, leg. 279, f. 523 (De Andrés, doc. nº 13, con fecha y referencia erradas). 17.- 21 de marzo de 1578: memorial de Nicolás de la Torre en el que insiste en la petición de una ayuda de costa para viajar a Creta con la licencia que el rey le ha dado. AGS CSR, leg. 280, f. 256. 18.- 2 de enero de 1579: memorial de Nicolás en el que pide se le pague el salario de los cinco meses y 26 días que ha estado ausente (17 de junio-10 de diciembre de 1578) con licencia del rey para viajar a Creta. AGS CSR, leg. 279, f. 522. 19.- 12 de abril de 1579: real cédula por la que Felipe II ordena al prior de San Lorenzo que abone a Nicolás la parte de su salario anual correspondiente a los días de ausencia. De Andrés, doc. nº 14. 20.- 17 de junio de 1583: real cédula de concesión de cien ducados de ayuda de costa por el cuidado con el que trabaja en la copia de manuscritos griegos. De Andrés, doc. nº 15. 21.- 16 de septiembre de 1586: real cédula de concesión de una nueva ayuda de costa de cien ducados en premio a sus servicios. De Andrés, doc. nº 17. 22.- 16 de septiembre de 1586: real cédula por la que se incrementa el salario de Turriano de 30.000 a 40.000 maravedís anuales, con las mismas obligaciones. De Andrés, doc. nº 18. 23.- 7 de mayo de 1588: real cédula de aumento de 1,5 a 2 reales el pliego copiado, en atención a su suficiencia y habilidad. De Andrés, doc. nº 19. 24.- 3 de junio de 1589: real cédula de concesión de cien ducados de ayuda de costa. De Andrés, doc. nº 21. 25.- 23 de agosto de 1589: memorial de Nicolás en el que pide al rey una pensión en Nápoles, que no correría mientras estuviera sirviendo en España. AGS CSR, leg. 281, f. 505 = f. 506. 26.- Nicolás pide al Consejo de Italia una pensión en Nápoles, que le contesta que no es el órgano competente en esta materia. AGS SP, lib. 295, 27 de septiembre de 1589. 27.- 26 de octubre de 1589: por un documento de esta fecha sabemos que el rey ha decidido conceder a Turriano una pensión de 250 ducados en Nápoles si se compromete a permanecer en San Lorenzo otros seis años más. AE, año de 1589, leg. 32, f. 833. 2164

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28.- 17 de abril de 1590: real cédula de concesión de una pensión de 250 ducados en Nápoles, cobraderos desde el primero de enero de 1596. AGS SP, lib. 149, fs. 197r-200v. 29.- 20 de julio de 1591: memorial de Nicolás en el que pide se le exima del compromiso de seis años de servicio para gozar de su pensión, por encontrarse muy viejo y cansado; resumen que hace el prior de San Lorenzo sobre los servicios que ha prestado en 19 años y la remuneración que ha recibido; resolución del 1 de noviembre: se le aumenta medio real el pago por pliego, de 2 a 2,5. De Andrés, doc. nº 22. 30.- Abril de 1593: memorial de Nicolás con el que pide, en atención a sus muchos años de servicio, cobrar también los días festivos el jornal de ocho reales que recibe, así como una ayuda de costa. De Andrés, doc. nº 23. 31.- Abril de 1593: memorial de Nicolás en el que pide se despache la cédula de aumento del pago por pliego, que hasta entonces no se había hecho; en caso contrario, pide ayuda de costa. De Andrés, doc. nº 24. 32.- 19 de mayo de 1593: real cédula de incremento de la remuneración por pliego copiado de 2 a 2,5 reales. De Andrés, doc. nº 25. 33.- 30 de julio de 1594: real cédula por la que se concede el cobro de los atrasos, reclamados por Nicolás, del pago del pliego a 2,5 reales desde el 1 de noviembre de 1591, así como del jornal de 10 reales, equivalentes a cuatro pliegos. De Andrés, doc. nº 26. 34.- El Consejo de Italia concede a Nicolás la carta de consignación y suplemento de lapso del privilegio de 250 ducados de pensión concedido en 1590. AGS SP, lib. 298, 10 de enero de 1596. 35.- 26 de enero de 1596: privilegio por el que se amplía la pensión de Nicolás de 250 ducados en favor de su mujer María Arias, a condición de que aquél sirva otros seis años en El Escorial. AGS SP, lib. 155, fs. 109r-112v ( = lib. 532, fs. 87r-90v, copia inserta en la carta de Felipe II del 15 de febrero de 1608, cf. infra). Doc. nº 1. 36.- 1 de febrero de 1596: real cédula por la que se concede a Turriano el cobro vitalicio de su salario de 40.000 maravedís compatible con los 250 ducados de su pensión a cambio de otros seis años de servicio, e incluso si fuera licenciado antes de plazo por no ser necesario. De Andrés, doc. nº 27. 37.- 16 de marzo de 1596: carta de Felipe II al virrey de Nápoles en la que le comunica que ha otorgado a Nicolás suplemento de lapso para presentar la cédula de 1590 de concesión de la pensión y le ordena que la ejecute si el interesado la presenta antes de seis meses. AGS SP, lib. 518, fs. 84v-85r. 2165

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38.- Nicolás pide duplicado, con fecha nueva, del suplemento de lapso, que el Consejo de Italia le concede. AGS SP, lib. 298, 21 de agosto de 1596. 39.- Billete de Juan de Ibarra a destinatario desconocido por el que sabemos que el rey ha aumentado la pensión de Nicolás de 250 a 300 ducados y le ha dado licencia para que vaya a gozarlos. AGS SP, lib. 410, 16 de septiembre de 1598. 40.- Nicolás pide copia del decreto de aumento de su pensión, que el Consejo de Italia le concede. AGS SP, lib. 299, 4 de mayo de 1599. 41.- Nueva petición de Nicolás de copia del decreto de aumento de su pensión, porque pretende que con ello no cesa su salario de 40.000 maravedís; resolución del Consejo de Italia: que se vea el decreto dado por el rey. AGS SP, lib. 299, 2 de junio de 1599. 42.- Nicolás pide carta de recomendación para viajar a Nápoles, que obtiene. AGS SP, lib. 299, 13 de agosto de 1599. 43.- Nicolás pide suplemento del lapso de un año de su privilegio de 300 ducados de pensión, que el Consejo de Italia le concede. AGS SP, lib. 299, 5 de febrero de 1600. 44.- 4 de marzo de 1600: carta de Felipe III al virrey de Nápoles en la que ordena ejecutar y cumplir el privilegio de ampliación de la pensión de Turriano en cincuenta ducados, a pesar de haber transcurrido el lapso de un año desde su concesión. AGS SP, lib. 522, fs. 224v-225r. 45.- 16 de mayo de 1600: carta de Felipe III al virrey en la que ordena ejecutar y cumplir el privilegio de ampliación de la pensión de 250 ducados en favor de María Arias, que Nicolás de la Torre no ha podido presentar, por motivos justificados, en el plazo fijado de un año. AGS SP, lib. 521, f. 255r. 46.- 19 de mayo de 1600: real cédula por la que se atienden las quejas de Nicolás que, al encontrar dificultades para cobrar su salario de 40.000 maravedís por supuesta incompatibilidad con su pensión, acudió al rey en amparo; se establece la compatibilidad de este salario con la pensión, a condición de que Nicolás resida en los reinos de España y acuda al servicio real cuando se le diga. De Andrés, doc. nº 32. 47.- 19 de julio de 1600: memorial de Nicolás en el que pide licencia y pasaporte para viajar a Nápoles para presentar y ejecutar su privilegio y cobrar lo corrido de su pensión; pide también ayuda de costa de doscientos ducados para el viaje, para él y para un criado. AGS CC, leg. 816, nº 129. 48.- 30 de noviembre de 1601: último libramiento conocido hecho a Nicolás en El Escorial y firmado por él; se le paga el periodo comprendido 2166

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entre el 1 de septiembre de 1598 y el 30 de abril de 1599. APR, Reales Cédulas, III, f. 255. 49.- 1605: memorial de María Arias en el que pide se le paguen los últimos servicios de Nicolás en El Escorial y el salario del tiempo que ha estado ausente; si no se le paga todo, que se le pague al menos hasta el día del que hay constancia que Nicolás vivía. De Andrés, doc. nº 33. 50.- 19 de mayo de 1607: memorial de María Arias en el que recuerda los privilegios concedidos a su marido –300 ducados de pensión y un salario compatible anual de 40.000 maravedís–, su viaje a Nápoles para asentar la pensión, su ausencia de siete años, las deudas que se tienen con él (en total, nueve años de salario, del que sólo se le han dado 1400 reales), y que su marido se ausentó porque en España no se le pagaba el salario y se le habían quitado los diez reales del jornal; pide se le paguen los nueve años corridos del salario. De Andrés, doc. nº 34. 51.- 28 de julio de 1607: real cédula de Felipe III por la que hace suya la recomendación de la Junta de Obras y Bosques de que se paguen a María Arias dos años del salario, es decir, 80.000 maravedís. De Andrés, doc. nº 35. 52.- Septiembre (?) 1607: memorial de Arias, de contenido semejante al de mayo. AGS SP, lib. 531, fs. 171v-172v (inserto en la carta del rey al virrey del 26 de septiembre). Doc. nº 2. 53.- 26 de septiembre de 1607: carta del rey al virrey en la que le pide que informe sobre Nicolás antes de tomar resolución sobre el memorial de María Arias. AGS SP, lib. 531, fs. 171v-172v. 54.- 15 de febrero de 1608: carta del rey al virrey en la que ordena se haga efectivo a Arias el privilegio de ampliación de la pensión y se le pague lo corrido desde la muerte de Nicolás. AGS SP, lib. 532, fs. 86v-91v. 55.- 1608: memorial en el que María Arias pide se le haga efectiva la ampliación de la pensión de Nicolás a pesar de los impedimentos que se le ponen en Nápoles por no constar su fallecimiento. AGS SP, lib. 533, fs. 69v-71v (inserto en carta del rey al virrey del 23 de octubre). Doc. nº 3. 56.- El Consejo de Italia propone que se pague a María Arias la mitad de lo corrido de la pensión y las dos terceras partes en adelante. AGS SP, lib. 301, 18 de septiembre de 1608. 57.- 23 de septiembre de 1608: el rey ordena al virrey de Nápoles que pague a María Arias la mitad de la pensión corrida de su marido, y los dos tercios en adelante, tomando las cautelas necesarias para no duplicar el pago. AGS SP, lib. 533, fs. 69v-71v. 2167

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58.- 1611: memorial de María Arias en el que pide al rey ordene al virrey de Nápoles se le paguen los 250 ducados de su pensión, aunque no conste el fallecimiento de Nicolás. AGS SP, lib. 534, fs. 289v-290v (inserto en la carta al virrey del 6 de mayo). Doc. nº 4. 59.- Consulta del Consejo de Italia sobre la petición de Arias: aconseja al rey que le haga buena la gracia solicitada. AGS SP, lib. 301, 23 de marzo de 1611. 60.- 6 de mayo de 1611. Carta del rey al virrey en la que ordena pagar a María Arias su pensión aunque no aporte testimonio documental de la muerte de Nicolás. 61.- 1612: memorial de María Arias que menciona Tomás de Angulo en carta al prior de San Lorenzo del 9 de junio. En él decía que había ido a cobrar los 80.000 maravedís de dos años de salario de su marido en varias ocasiones y que se le había contestado que no había fondos. La Junta de Obras y Bosques ordena pagar esta cantidad. APR, Junta de Obras y Bosques Reales, años 1599-1619, vol. I, f. 93v.

Documentos 1.- AGS SP, lib. 155, fs. 109r-112v (=lib. 532, fs. 87r-90v) (26.I.1596) Philippus et cetera, universis et cetera. pro solita nostra erga benemeritos benignitate munificentiam non solum in eos exercere consuevimus, quorum operam nobis usui fuisse novimus, verum etiam eorundem meritorum fructum interdum ad ipsorum uxores redundare volumus. quam ob rem cum intueamur obsequia a fideli nobis dilecto Nicolao de la Torre in describendis libris Grecis in bibliotheca monasterii divi Laurentii ad Escurialium nobis per aliquot annos praestita, meminerimusque ipsum pensione annua ducentorum et quinquaginta ducatorum concessione nostra in citerioris Siciliae regno frui, non alienum a liberalitate nostra censuimus si in dilectam nostram Mariam Arias eius uxorem infrascriptam gratiam post illius obitum traduceremus, ea tamen conditione quod per alterum sexennium a die primo mensis Ianuarii huius praesentis et infrascripti anni numerandum in dicto scribendi munere perseveret, nisi per attestationem prioris eiusdem monasterii, qui nunc est aut pro tempore fuerit, constiterit dictum munus cui hactenus incubuit perfectum esse, et casu quo dictus Nicolaus de la Torre ante dictum sexennium mori contigerit, dicta eius uxor integra pensione dictorum ducentorum et quinquaginta ducatorum a die dicto eius viri obitus frui et potiri debeat. tenore igitur praesentium, de certa scientia regiaque auctoritate nostra deliberate et 2168

El enigmático destino de Nicolás de la Torre, copista griego de Felipe II

consulto ac ex gratia speciali maturaque, sacri nostri supremi consilii accedente deliberatione, praefato Nicolao de la Torre facultatem concedimus et elargimur ut ducentos et quinquaginta ducatos quibus in praesentia fruitur in dictam Mariam Arias eius uxorem, tam donatione inter vivos quam in articulo mortis et in ultima voluntate, verbo testamento codicillo aut alia quacunque scriptura publica vel privata transferre queat, ita quidem ut post obitum et nominationem cessionem et ampliationem per dictum Nicolaum de la Torre de dictis ducentis et quinquaginta ducatis annuis in dictam Mariam Arias eius uxorem (ut praefertur) faciendam, naturalis et civilis possessio ipsius sit et esse debeat in eandem Mariam Arias eius uxorem translata, liceatque ipsi in his successurae ad solam presentium ostensionem dictam pensionem annuam ducentorum et quinquaginta ducatorum, vita sua durante ac dum de nostra mera et libera voluntate processerit seu de aequivalenti compensatione illi a nobis provisum sit, percipere et habere cum eisdem juribus auctoritatibus ac eo modo et forma, quibus dictus Nicolaus de la Torre percipere solitus est et habere, naturalemque et civilem possessionem praesentium auctoritate et virtute in ipsum translatam ingredi continuare eandemque sibi conservari facere et defendi, nullo alio a nobis successoribusque nostris seu a nostro vel illorum prorege praesenti et futuris requisito seu expectato mandato, quod mandatum et licentiam ex nunc pro tunc et e contra concedimus et impartimur, investientes ipsam Mariam Arias (ut supra), per dictum Nicolaum de la Torre in dictis ducentis et quinquaginta ducatis annuis nominandam, ad vitae suae decursum de huiusmodi gratia ampliatione seu propagatione per praesentium expeditionem (ut moris est), quam investituram vim robur et efficatiam verae realis et corporalis possessionis et effectualis assequutionis dictorum ducentorum et quinquaginta ducatorum volumus et decernimus obtinere, volentes et expresse decernentes quod praesens nostra ampliatio propagatio et extensio sit et esse debeat praedictae Mariae Arias stabilis realis valida atque firma, nullumque in juditiis aut extra sentiat impugnationis obiectum, deffectus incommodum aut noxae cuiuslibet alterius detrimentum, sed in suo semper robore et firmitate persistat non obstantibus quibuscunque legibus juribus sanctionibus aedictis rescriptis usibus consuetudinibus ordinationibus suspentionibus pragmaticis dictique regni capitulis et constitutionibus, et aliis quibuscunque praesentibus forte contrariis et contrarium disponentibus, illis praesertim quae bonorum patrimonialium nostrae regiae curiae alienationes et concessiones fieri prohibent, etiamsi talia essent quorum presentibus opporteret fieri mentionem et sub quavis generalitate non comprehenderentur, quibus si et in quantum huic nostrae ampliationi et propagationi in aliquo refragarentur vel obsisterent seu ipsius executionem quomodolibet impedirent, derogamus et derogatum esse volumus, in caeteris in suis robore et firmitate permansuris. et ut praemissa quem volumus sortiantur effectum, serenissimo propterea Philippo principi Asturiarum et 2169

José M. Floristán

Gerundae, ducique Calabriae, filio primogenito nostro charissimo, atque post felices et longevos dies nostros in omnibus regnis et dominiis nostris (Deo propitio) immediato haeredi et legitimo successori intentum aperientes nostrum sub paternae benedictionis obtentu dicimus eumque rogamus, illustribus vero spectabilibus nobilibus, magnificis dilectis consiliariis et fidelibus nostris prorregi locumtenentibus et capitaneo generali nostro, magno camerario protonotario magistro justitiario eorumque locumtenentibus, sacro nostro consilio castri Capuanae, presidentibus et rationalibus camerae nostrae Summariae, regenti et judicibus magnae curiae vicariae, scribae portionum, thesaurario nostro generali seu id officium regenti, advocatis quoque et procuratoribus fiscalibus, caeterisque demum universis et singulis officialibus et subditis nostris maioribus et minoribus quocunque nomine nuncupatis, titulo officio auctoritate et potestate fungentibus, tam praesentibus quam futuris, in eodem regno constitutis et constituendis, dicimus praecipimus et iubemus quatenus forma praesentium per eos et eorum quemlibet diligenter attenta illam praefatae Mariae Arias (sic ut praemittitur) nominandae teneant firmiter et observent, tenerique et inviolabiliter observari faciant per quoscunque, mandantes serie eadem praefato thesaurario generali nostro dicti regni praesenti et futuro seu id officium regenti, quatenus post ipsius Nicolai de la Torre obitum seu nominationem det realiter et solvat eidem Mariae Arias seu eius legitimo procuratori, vita sua durante ac dum de nostra mera et libera voluntate processerit (ut praefertur), dictos ducentos et quinquaginta ducatos annuos, recuperaturus singulis solutionibus apochas opportunas desoluto, in quarum prima tenor huiusmodi omnino inseratur, in caeteris vero fiat tantummodo mentio specialis, sui ratiotinii tempore producendas et per illustrem magnum camerarium eiusque locumtenentem praesidentes et rationales camerae nostrae Sumariae in computum admittendas, prout serie praesenti admitti mandamus omni dubio difficultate consulta et contradictione cessantibus, contrarium nullatenus tentaturi ratione aliqua sive causa, quatenus dictus serenissimus princeps nobis morem gerere, caeteri autem officiales et subditi nostri praedicti gratiam charam habent ac praeter irae et indignationis nostrae incursum penam ducatorum mille nostris inferendorum aerariis cupiunt evitare. in cuius rei testimonium praesentes fieri iussimus nostro magno negotiorum praefati citerioris Siciliae regni sigillo impendenti munitas. datum in oppido nostro Madriti die vigesimo sexto mensis Januarii anno a nativitate Domini millesimo quingentesimo nonagesimo sexto, regnorum autem nostrorum, videlicet citerioris Siciliae et Hierusalem anno quadragesimo tertio, Castellaeque Aragonum ulterioris Siciliae et aliorum quadragesimo primo, Portugalliae vero decimo septimo. yo el rey [siguen seis firmas de ratificación del privilegio y la del secretario Francisco de Idiáquez].

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El enigmático destino de Nicolás de la Torre, copista griego de Felipe II

2.- AGS SP, lib. 531, fs. 171v-172v (1607) Señor. María Arias, muger de Nicolás de la Torre, escriptor de lengua griega del monasterio de San Lorenço el Real, dize que Vuestra Majestad le hizo merced al dicho su marido de duzientos y cinquenta ducados en cada un año por sus días, y después se le acrescentó la dicha merced a trezientos ducados, y los duzientos y cinquenta se le hiço merced a la dicha María de Arias havrá diez o once años para después de sus días del dicho su marido, el qual a siete años que fue a Nápoles a presentar el privilegio de la dicha merced y ha quatro años que no sabe dél. las nuevas que ha tenido es que es muerto, y attento que ella goza después de sus días dél la merced del dicho privilegio de los duzientos y cinquenta ducados, y passa grande necessidad por no dexalla él otra renta ni tenella en esta tierra ni haverla después que se fue acudido con cosa ninguna, supplica a Vuestra Majestad le haga merced de que goze de la dicha merced hasta tanto que se sepa dél, y si es bivo, que se le dentenga parte dello para poderse ella sustentar conforme a su qualidad, que en ello hará Vuestra Magestad gran servicio a nuestro Señor y a ella gran bien y merced.

3.- AGS SP, lib. 533, fs. 69v-71v (1608) Señor. María Arias, muger de Nicolás de la Torre, criado de Vuestra Majestad y scriptor que ha sido de las cosas griegas en la librería de San Lorenço el Real, dize que de ocho en nueve años que el dicho su marido se fue a Nápoles con licencia de Vuestra Majestad ha padescido y padesce tanta lástima y miseria por no averla nunca socorrido, que demás de averse vendido quanto tenía y hallarse muy empeñada a diversos que por hazerla buena obra y movidos a piedad le han socorrido, vive en la maior necessidad que se puede pensar. Y porque por aver cerca de quatro años poco más o menos que el dicho su marido se fue desde Nápoles a levante, no se sabe si en Candía o Constantinopla o en otra parte, desde el qual tiempo no aviendo tenido carta suya ni aviso ninguno, sino lo que han dicho algunos en Nápoles y aquí en la corte aver oído dezir que se ha muerto allí en levante de cierto, acudió el año passado a Vuestra Majestad supplicándole que por amor de Nuestro Señor se sirviesse apiadarse de su travajo mandando que se le acudiesse con que poderse sustentar y alimentar, pues que después de los días de su marido se le mandó hazer merced que gozasse ella por los suyos ducientos y cinquenta ducados al año, y aunque Vuestra Majestad mandó al conde de Benavente que se informasse si vivía o era muerto el dicho su marido, y que aviendo respondido que se avía ydo a levante y no se tenía otra noticia cierta dél, bolvió Vuestra Majestad a mandar que se le acudiesse con que poderse entretener, aviéndose acudido para el cumplimiento dello, se le ha respondido no podérsele dar cosa alguna hasta saberse cierto de la vida o muerte del dicho su marido. y 2171

José M. Floristán

porque aunque viviesse es obligación de derecho divino y humano averse de dar los alimentos a la supplicante, como su muger, de lo que tiene su marido, y attento de hallarse en el estado y miseria referida, supplica muy humilmente a Vuestra Majestad que estante todo ello se sirva mandar por orden preciso en la buena forma que espera de su real mano que, no embargante que no se tenga certidumbre cierta de su vida o muerte, se le libre y pague a ella o a su procurador por agora la mitad de lo corrido y no pagado al dicho su marido de los trescientos ducados de renta que tiene, para poderse remediar y corresponder con los que la han aiudado y socorrido, y que de aquí adelante se le acuda a lo menos con las dos partes de los dichos ducientos ducados de por vida, que después de la de su marido se sirvió el rey nuestro señor de gloriosa memoria y Vuestra Majestad, que viva largos años, mandar hazer merced a ella también por su días, para que tenga con que sustentarse hasta que se sepa de cierto de la vida o muerte del dicho su marido, que demás de ser tan justo, recivirá mucha merced de su real mano.

4.- AGS SP, lib. 534, fs. 289v-290v (1611) Señor. María de Arias, muger de Nicolás de la Torre, escriptor que fue de los libros griegos de la librería de San Lorenço el Real, dize que dicho su marido sirvió a Vuestra Majestad en el dicho officio de treinta años con tanto cuidado y fidelidad como Vuestra Majestad save, por lo qual fue servido hazerle merced de trecientos ducados de renta consignados en el reyno de Nápoles y que después de sus días gozara de los docientos y cinquenta la dicha María de Arias su muger, para lo qual mandó Vuestra Majestad que se le despachasse quatro años ha privilegio, pero como fue con condición que huviesse de traer testimonio de la muerte del dicho su marido, no se le han pagado porque en ninguna manera ella ha podido hazer con quantas diligencias ha hecho, porque el dicho su marido fue a Candía en Grecia, de donde era natural, ha çerca de diez años, y desde entonçes acá no se ha sabido dél, antes se tiene por cierto que es m[uerto, lo que] se puede sospechar no aviendo embiado a cobra[r] en tantos años la dicha renta ni venido a hazer vida con su muger y hijos, y en esto mesmo concurre el virrey de Nápoles respondiendo a Vuestra Majestad a lo que çerca dello le escrivió. supplica a Vuestra Majestad que doliéndose della y de su extrema necessidad mande que se le acuda con los dichos docientos y cinquenta ducados de que Vuestra Majestad la tiene hecha merced a ella, sin que aya de traer el dicho testimonio, pues ella como muger no puede hazer más diligencias de la que tiene hecha, que en ello recivirá gran bien y merced, porque peresce de hambre respecto de no averla dexado el dicho su marido con que sustentarse, sino sólo poder para cobrar en su ausencia los dichos 300 ducados, que de la una manera o de la otra en justicia y misericordia se le deve hazer esta merced. 2172

Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 2173-2187

Argumentos humanísticos a favor y en contra de la leyenda de Trajano Guillermo González del Campo

I.E.S. Infante Don Fadrique (Quintanar de la Orden, Toledo)

Resumen: Nuestro trabajo pretende analizar las distintas opiniones que los humanistas del siglo XVI mostraron en relación con la leyenda de Trajano, según la cual el emperador fue salvado de los Infiernos por las plegarias del papa Gregorio Magno. Partiremos de la obra de los dos grandes defensores de la veracidad de este relato, Alfonso Chacón e Ignacio Salmerón, y de éstas extraeremos los argumentos defendidos por los detractores. Termina el trabajo señalando el parecer de los autores pertenecientes a la Reforma y de los últimos detractores, tras los cuales ya no se alzó ninguna voz a favor de la veracidad de esta historia. Palabras clave: Trajano. Leyenda de Trajano. Papa Gregorio Magno. Alfonso Chacón. Ignacio Salmerón. Abstract: Our work intends to analyze the different opinions shown by the sixteenth century humanists related to the legend of Trajan, according to which the Emperor was saved from hell by the prayers of Pope Gregory the Great. We will start from the works of two of the most important defenders of this tale´s truth, Alfonso Chacón and Ignacio Salmerón, and from these we will extract the arguments defended by the detractors. The work finishes pointing out the opinions of authors belonging to the Reformation and of the last detractors, after whom there wasn´t any voice in favour of the truth of this story. Keywords: Trajan. Legend of Trajan. Pope Gregory the Great. Alfonso Chacón. Ignacio Salmerón.

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Guillermo González del Campo

1. Introducción Según la leyenda de origen medieval, el emperador Trajano, cuando partía hacia la batalla, retrasó la marcha del ejército por hacer justicia a una viuda que acababa de perder a su único hijo a manos de unos delincuentes. Siglos más tarde, el papa Gregorio Magno, recordando esta acción, rezó por la salvación del emperador pagano y fue escuchado. Esta fábula gozó de gran fama y crédito en la Edad Media1 y prueba de ello es que fue transmitida y sometida a examen por las más importantes autoridades del momento. Pero, con el paso del tiempo y el cambio de la mentalidad, también es comprensible que empezasen a ponerse en tela de juicio los argumentos en que se apoyaba tan extraordinario relato y, en general, su veracidad. Todos estos argumentos, a favor y en contra, que surgieron en el siglo XVI2 son a su vez argumento del trabajo que aquí presentamos. Partiremos, en primer lugar, para el análisis de la obra, de dos concienzudos defensores de la veracidad de la leyenda, Alfonso Chacón3 e Ignacio Salmerón.4 Habida cuenta de que la intención de éstos es refutar los principales ataques que la salvación del Optimus Princeps estaba recibiendo, de sus obras deduciremos cuáles eran los principales argumentos contrarios a la leyenda, eso sí, acudiendo a las fuentes originales para así evitar alguna lectura interesada por parte de los defensores. El partir de estas dos obras también implica una selección de autoridades, que se hace necesaria habida cuenta de que un análisis completo de éstas sobrepasaría los límites 1

Cf. Gaston Paris, “La légende de Trajan”, Mélanges de l´école des hautes études (1878), 261-298; Arturo Graf, Miti, legende e superstizioni del Medio Evo, Torino, 1883, 2.1-45; Gordon Whatley, “The uses of hagiography: The legend of Pope Gregory and the Emperor Trajan in the Middle Ages”, Viator, 15 (1984), 25-63; Juan Gil, “Trajano en la Edad Media”, en Trajano emperador de Roma: Actas del congreso Internacional 14-17 Septiembre 1998, ed. Julián González, Roma, 2000, pp. 155-178. 2 El asunto, con otra perspectiva, ha sido tratado por José María Maestre, “Trajano y los humanistas”, en Trajano emperador de Roma…, cit. en n. 1, pp. 313-361; también recoge interesantes testimonios Juan Beneyto, Trajano, el mejor príncipe, Madrid, Editora Nacional, 1949, pp. 115-117. 3 Cf. Alfonso Chacón, Historia ceu verissima a calumniis vindicata, quae refert, M. Ulpii Traiani Augusti Animam precibus Divi Gregorii Pont. Rom. A Tartareis cruciatibus ereptam, Romae, apud Zanetum et Bartolomaeum Tosium socios, 1576 (en adelante, Historia verissima). La obra apareció junto con la dedicada a las representaciones de las campañas dácicas en la Columna de Trajano pero es muy propable que también se vendiera por separado. Conoció numerosas reimpresiones e incluso traducciones al italiano (Siena 1595) y al francés (1607); cf. A. Graff , Miti, legende…, cit. en n.1, n. 65. Una discusión erudita sobre las reimpresiones y traducciones en J. M. Maestre, “Trajano en los…”, cit. en n. 1, n. 34. 4 Cf. Ignacio Salmerón, Alphonsi Salmeronis Toletani, societatis Iesu theologi, Disputationum in Epistolas divi Pauli tomus secundus. In quo alii duo libri continentur. Quintus in epistolam ad Corinthios utramque. Sextus in epistolam ad Galatas, Ephesios, Philippenses, Colossenses et Thessalonicenses, Madriti, Apud Ludovicum Sanchez, 1602 (en adelante, Disputationum in epistolas). 2174

Argumentos humanísticos a favor y en contra de la leyenda de Trajano

de espacio que nos hemos propuesto. En segundo lugar analizaremos de forma más amplia las relaciones entre la leyenda y la Reforma. Por último repasaremos los argumentos que dieron a la leyenda un “golpe de gracia”. Pensamos que este recorrido servirá para tomar el pulso ideológico y doctrinal a muchas de las principales autoridades de la época indicada. Veamos pues en primer lugar cómo se defendieron los dos autores protagonistas de la primera parte de las objeciones recibidas y cuáles eran éstas.

2. Primera objeción. La autoridad de Juan el Damasceno El primer argumento en que coinciden Chacón y Salmerón es la defensa de la autoridad de Juan Damasceno. En este punto conviene recapitular brevemente: uno de los primeros documentos en que se habla de las plegarias de Gregorio por el emperador es el sermón de (pseudo)Juan Damasceno titulado De his qui in fide dormierunt.5 Éste fue el principal punto de apoyo de santo Tomás, que al mismo tiempo fue una de las principales vías de difusión de la leyenda. Chacón, erudito, dice tener que defenderse de quienes afirman que el Damasceno fue contemporáneo de Teodosio y anterior a Gregorio Magno,6 y que esto, por pura coherencia, quita cualquier credibilidad. Señala como culpables de este error a Rafael de Volterra, Antonino de Florencia, Vicente de Beauvais y Tritemio, que confunden a Teodosio III, emperador entre 716717, con Teodosio I.7 Una vez señalado el error, Chacón, permítasenos la expresión, se ceba y alardea: cuenta en primer lugar los enfrentamientos del Damasceno con los iconoclastas incluyendo una fantástica historia en la que nos encontramos con falsificadores de cartas, la mano de Juan amputada por una falsa acusación y la milagrosa restitución de la mano por parte de la Virgen.8 No pasemos por alto que Chacón ha echado mano de la hagiografía para argumentar, lo cual nos parece sintomático. Añade después la autoridad de Jorge Cedreno (autor omnívoro y poco exigente), la Suda, Francisco Murólico, Melchor Cano (con quien tendrá que enfrentarse más adelante) y la coherencia de la propia obra del autor examinado.9 Vuelve después a atacar a Tritemio, que dice que existen dos Damascenos.10 No cabe duda de que Chacón disponía de numerosos argumentos para demostrar que el supuesto autor del sermón De his qui in fide dormierunt fue posterior a Gregorio Magno. 5

El texto está recogido, junto con las obras del Damasceno, en Patrologia Graeca (PG) 95, 247-278. 6 Historia verissima, cit. en n. 3, p. 12 col. 1. 7 Historia verissima, p. 12 col. 2. 8 Historia verissima, pp. 13 col. 2-14 col. 1 (en la edición que manejamos, la página 13 está repetida y salta a la 15, de modo que, en adelante, las nombraremos como 13 y 14). 9 Historia verissima, p. 14 col. 1-2. 10 Historia verissima, p. 14 col. 2-p. 15 col. 1. 2175

Guillermo González del Campo

Por su parte Salmerón también se hace eco de este primer argumento: primero ataca la opinión de Tritemio según la cual serían dos los Damascenos.11 A esto suma las siguientes pruebas: que Jerónimo y otros no mencionaron a ese supuesto Damasceno contemporáneo de Teodosio I;12 la autoridad de la Suda; la presencia de Juan en el Sínodo presidido por Focio; el propio apodo “Manzur”, que remite a tiempos de León Isaúrico; varias citas del propio Damesceno alusivas a autores y acontecimientos posteriores a Gregorio Magno; la historia, también argumentada por Chacón, de la amputación de la mano, redactada por Juan el Patriarca de Jerusalén. Añade Salmerón que le sorprende que Melchor Cano, a la vista de estos argumentos contundentes, siga negando la leyenda.13 Esto es lo que dicen ambos defensores sobre este argumento en contra. Por su parte Melchor Cano, efectivamente, en su obra De locis theologicis, lib. 11, cap. 2,14 habla de la confusión con respecto al Damasceno que tuvieron varios autores y defiende que éste estuvo activo en época de León Isaúrico. Pero esto, contra lo que pueda pensar, por ejemplo, Salmerón, no le obligó a defender la veracidad de la leyenda. Sí que es verdad que se le negó, y hasta hoy se niega, la autoría del De his qui in fide dormierunt a Juan Damasceno, pero los argumentos son otros.15 El representante más conspicuo de esta argumentación podría ser nada menos que Francisco Suárez,16 quien declara que la leyenda no se puede defender apoyándose en este testimonio, no porque el Damasceno sea anterior a Gregorio Magno sino porque en este sermón se contienen errores cotrarios a la doctrina del Damasceno en lib. 2 De fide, c. 4. En la misma senda que Suárez está Roberto Belarmino,17 que disertó contra la veracidad de la leyenda en respuesta a Chacón y de quien hablaremos al final del trabajo. Éste se extiende algo más sobre el asunto, pero tiene la misma base: afirma no creer la leyenda porque se apoya en el testimonio de 11

Disputationum in epistulas, cit. en n. 4, p. 314, col. 2. Disputationum in epistulas, p. 315, col 1. 13 Disputationum in epistulas, pp. 314, col. 2-316 col. 2. 14 Cf. Melchor Cano, De locis Theologicis libri duodecim, Salamanticae, ed. Matias Gastius, 1563, pp. 319-20. 15 Algún autor moderno como Diekamp, citado en Jeffrey Trumbower, Rescue for the Dead: The Posthumous Salvation of Non-Christians in Early Christianity, Oxford, 2001, p. 143, considera este sermón auténtico. 16 Cf. Francisco Suárez, Commentariorum ac disputationum in Divi Thomae tomus secundus, Moguntiae: sumptibus Hermanni Mylij, ex officina typographica Balthasari Lippij, 1616, quaest. 52, artic. 8, disp. 43, sect. 3, pp. 457-8. 17 Cf. Roberto Belarmino, Disputationum Roberti Bellarmini, Politiani S. J., S. R. E. Cardinalis, de controversiis christianae fidei adversus huius temporis haereticos, tomus secundus, apud Josephum Giuliano, Neapoli, 1837, cap. 8, pp. 398-400. 12

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Argumentos humanísticos a favor y en contra de la leyenda de Trajano

un sermón erróneamente atribuido al Damasceno. Las razones que aporta son éstas: se habla en este sermón de la salvación de Trajano, Falconilla y otros muchos. Pero esta doctrina de la salvación es contraria a lo que el propio Damasceno dice en el lib. 2, De fide, cap. 4,18 a saber, que la muerte es para los hombres lo que la caída para los ángeles. De modo que la refutación viene de un argumento basado en el propio Damasceno, sin que se haya caído en el error que tanto Chacón y Salmerón, defensores de la leyenda, como Melchor Cano, detractor, denunciaron.

3. Segunda objeción. Cómo pudo Gregorio atreverse a rezar por un infiel La segunda objeción a la que se demanda respuesta es la de cómo pudo Gregorio atreverse a rezar por un infiel, enemigo y perseguidor de la doctrina cristiana. Chacón, en su obra, presenta, al recogerlos, él mismo los argumentos de los adversarios: dice primero19 que según el propio Gregorio Magno en los Diálogos, libro cuarto, cap. 12, no hay que rezar por los condenados, lo cual está en contra de la leyenda. A continuación, el propio autor se convierte en detractor de algunos de los argumentos que se han utilizado para salvar este obstáculo a favor de la leyenda. Por ejemplo, no cree a Gregorio de Ávila (Sup. Quart. Reg., cap. 4, q. 57),20 que dice que Gregorio fue castigado por tal petición; tampoco le satisface la sutil distinción de Juan el Diácono entre ruegos de viva voz y llantos.21 Agrada más a Chacón pensar en la solución, de raigambre medieval, según la cual los hombres que tienen un vínculo especial con Dios se atreven a hacerle peticiones especiales.22 Más nos interesa, por 18

Cf. PG 94,0874-0878. Cf. Historia Verissima, cit. en n. 3, p. 15, col. 2. 20 Cf. Alfonso De Ávila: Alphonsi Tostati Hispani, Episcopi Abulensis, Commentaria in Librum IV Regum, Operum Tomus XV, ex tipographia Balleoniana, Venetiis, 1728, pp. 69-73. Lo cita Domingo Soto (Commentariorum Fratris Diminici Soto Segoviensis in Quartum Sententiarum tomus secundus, Salmanticae, exc. Ioannes Baptista a Terranova, 1568, dist. 45, quaest. 2, art. 2, pp. 475-480), y quizá de ahí sacó la referencia Chacón. No sucede lo mismo en el caso de Salmerón, que disecciona uno a uno los argumentos del abulense. 21 Vita Gregorii Magni 2, 44 (Patrologia Latina [PL] 75 105-106). 22 Se puede intuir el caso del favor especial ya desde el primer documento conocido, el Anónimo de Withby (cf. Bertran Colgrave ed. y trad., The earliest life of St. Gregory the Great. By a nun or monk at Whitby, Cambridge, 1968), cap. 29, donde se advierte al pontífice que no vuelva a rezar por un pagano. Entre otros, se refieren al favor especial Etienne de Bourbon (Tractatus de diversis materiis praedicabilibus, CCCM 124, 1, 4, 8), Buenaventura (Dubia circa litteras Magistri, ed. Collegium S. Bonaventurae, Florentiae, 1882, dub. 3), el propio santo Tomás (Super Sententias, Parmae, Typis Petri Fiaccadori, 1858, lib. 4 d. 45 q. 2 a. 2 qc. 1 ad 5) o santa Brígida de Suecia (Revelationes, ed. Hans Aili, Estocolmo, 1992, lib. 4, cap. 13). 19

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ahondar algo mejor en el pensamiento del erudito de Baeza, los ejemplos que trae a colación para confirmar su teoría. Están en primer lugar el de Abraham sacrificando a su hijo, el de Sansón derribando el templo de los filisteos, el de Elías causando la deflagración de un ejército y el de Eliseo haciendo aparecer unos osos que devoraron a quienes de él se burlaban: todos hicieron cosas no permitidas, pero fueron perdonados por obrar guiados por la inspiración divina. Tras los datos veterotestamentarios, vienen otros de mayor interés, porque ahora se aducen motivos extrabíblicos, que tienen para Chacón validez suficiente: son éstos el de san Marcos amputándose un pulgar, el suicidio de Apolonia, el ayuno de santa Catalina de Siena, el de san Nicolás de Flue, una noticia apócrifa sobre el apóstol santo Tomás y una sobre santa Tecla, la que salvó a Falconilla.23 Merece la pena recapitular para ver qué clase de argumentos maneja Chacón: por un lado, están los procedentes del Antiguo Testamento y por otro los de vidas de santos, pero no hay huella del Nuevo Testamento ni de los Santos Padres. Chacón intenta soluccionarlo comentando la posible soberbia de Pablo en Cor. 9 cuando enumera sus cualidades. Pero, qué duda cabe, un conato de soberbia no es comparable, como falta, a un suicidio, una matanza… o la salvación de un perseguidor. Por lo tanto, salta a la vista por dónde flaquea en este punto la argumentación del defensor. Además, añade por último, no se puede admitir que Gregorio fuese ni un pecador ni un ignorante de la Ley. Qué duda cabe, la argumentación es quizá más enjundiosa que convincente, habida cuenta de la falta de autoridades de peso como respaldo. Ignacio Salmerón se muestra algo más selectivo en su elección de autoridades sobre este punto. Habla en primer lugar del testimonio de san Ambrosio, que en el sermón 90 comenta el caso de santa Inés, que causó la muerte y luego la resurrección y conversión de quien había intentado violarla.24 A pesar de las notables diferencias, el testimonio está al menos apoyado en una autoridad de más peso. Suma a ésta25 la autoridad de san Agustín, De origine animae ad renatum, c. 10, aunque este segundo punto de apoyo parece menos firme: el caso es que se habla, efectivamente, de un niño resucitado, pero el propio san Agustín dice que no es seguro que el niño no estuviera bautizado, por lo cual el ejemplo queda invalidado en lo relativo a Trajano. Suma otro argumento poco apto, a saber, el de Pablo, que fue perseguidor antes de su conversión.26 No hace falta extenderse más en este particular, pero una vez más el ejemplo es inapropiado si tenemos en cuenta que, en el caso de Trajano, no hubo arrepentimiento en vida, y menos aún bautismo. 23

Cf. Historia verissima, cit. en n. 3, pp. 16 col. 2-19 col. 1. Disputationum in epistulas, cit. en n. 4, p. 310, col. 1-2. 25 Disputationum in epistulas, p. 310, col. 2. 26 Disputationum in epistulas, p. 311, col. 1. 24

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Sigue el caso de la ayuda prestada a la viuda, que para Salmerón significa que el Optimus seguía el mandato de Cristo, igual que para el Gregorio de la leyenda.27 El último caso es el de las virtudes del emperador tan celebradas por Eutropio.28 Observemos hasta dónde se atreve a llegar Salmerón: defiende el hecho de que un pagano, no bautizado, pudiera ser salvado, utilizando el testimonio de otro autor pagano. No cabe duda: o Salmerón está echando mano de todo lo que encuentra para defender su tesis inicial, o su actitud es francamente tolerante en lo que a la salvación se refiere.

4. Tercera objeción. El castigo que recibió Gregorio Al hilo de esta segunda objeción, los dos principales defensores tienen que sortear un nuevo obstáculo. El caso es que en muchas versiones de la leyenda, Trajano sufre un castigo por haberse atrevido a pedir lo que pidió. Este castigo lo recibe, bien de forma directa o bien tras haber tenido que elegir entre dos opciones: pasar dos días en el Purgatorio o sufrir físicamente de por vida.29 Chacón defiende que Gregorio no pecó al hacer esa petición, pero, por otro lado, es un dato histórico que sufrió de numerosos dolores corporales.30 Esto lleva a la pregunta inicial: si no pecó ¿por qué fue castigado entonces? Chacón se muestra una vez más hábil y erudito. Según él, el castigo no tuvo por qué llegar justo cuando consiguió la salvación de Trajano, sino que pudo llegar cuando consiguió un favor especial para los enterrados en el cementerio de San Andrés.31 Pero, fuera éste cuando fuera, lo importante es que no fue un castigo, sino una advertencia, casi un favor, ya que podría ayudar a Gregorio a no engallarse en exceso por recuerdo de los favores especiales que había recibido, del mismo modo que le sucedió nada menos que a san Pablo.32 Adjunta Chacón dos razones más: la primera, que nadie se crea que a todo el mundo le está permitido lo que le estuvo el pontífice; la segunda, más concreta, que nadie rece por los que han muerto en el pecado.33 Así queda resuelta para este autor esta dificultad. Salmerón a este respecto defiende que Gregorio, más que un castigo, recibió un premio, ya que demostró sumisión 27

Cf. loc. cit. Cf. loc. cit.; cita concretamente 8, 5-6. 29 Comm. In IV Regum, p. 70, col. 1 (cf. n. 20). Esa doble opción ya la recogen, entre otros, Fiori di Filosafi (ed. Sebastiano Lonigro, Torino, 1989, cap. 26) y Jacobo de Vorágine (Legenda de sanctis, auctore Jacobo de Voragine, 1495, cap. De vita Gregorii). 30 Así lo reconoce el propio Gregorio en sus cartas 123 y 25 (PL 77, 1057; 1090-1). 31 Cf. Historia verissima, cit. en n. 3, p. 19, col. 2. 32 Historia verissima, p. 20, col. 1. 33 Historia verissima, p. 20, col. 2. 28

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al padecer dolores de este tipo (gota y dolor de estómago) por otros. Esto es para Salmerón una demostración de caridad paulina, según apoya en una cita de Romanos 9, 3: “pues desearía ser yo mismo anatema por parte de Cristo en bien de mis hermanos según la carne”. Añade Salmerón el dato arqueológico de una inscripción en la iglesia de San Gregorio en Roma donde se recoge la historia con la variante de la doble opción.34 Así es como resuelven los dos principales defensores este escollo, digamos, secundario. A continuación pasan a la tercera y última gran oposición que a su entender recibió al leyenda. Se trata de saber cómo pudo un condenado escapar a los suplicios eternos.

5. Cuarta objeción. Cómo pudo Trajano escapar al castigo eterno Chacón demuestra ser, una vez más, erudito y concienzudo, de modo que plantea la duda abiertamente y pasa acto seguido al repaso de algunas de las autoridades que han sostenido la imposibilidad de una salvación de este tipo.35 Empieza por el prestigiosísimo, y por muchos temido, Melchor Cano, de quien selecciona un pasaje en el que comentaba que la convicción de que Trajano se salvó alcanzó no sólo al pueblo, sino incluso a santo Tomás “de joven”. A continuación extrae otro fragmento en el que Cano dice que los latinos desconocían esta historia, y que por eso no la cree.36 Qué duda cabe, el argumento de Cano es fácil de rebatir, quizá porque en este capítulo está centrado únicamente en la autoridad de la historia profana y está pensando en historiadores contemporáneos del suceso. Pero esa debilidad de Cano hace fuerte a Chacón, que lo ataca por dos flancos: primero, decir que un santo Tomás pudo verse llamado a engaño por su juventud es soberbia; segundo, es perfectamente demostrable que muchos autores hablaron de la salvación del alma de Trajano, y ahí es donde empieza la retahíla de autoridades.37 La segunda parada antes de atacar el asunto en sí la debe a Guillermo de Auxerre,38 cuya teoría de una posible resurrección, posterior bautismo y salvación de Trajano no le convence en absoluto: según él, debería haber habido testigos tanto de un bautismo en la intimidad como, lógicamente, de un bautismo público.39 Prefiere dar por buena la posibilidad que ofrecen san Antonino 34

Disputationum in epistulas, cit. en n. 4, p. 313, col. 1-2. Cf. Historia verissima, cit. en n. 3, p. 20, col. 2-p. 21, col. 1. 36 De locis theologicis…, cit. en n. 14, lib. 11, cap. 2, pp. 319-320. 37 Cf. Historia verissima, cit. en n. 3, p. 21, col. 2-22, col. 1. 38 Cf. Summa Aurea, Editiones Collegii S. Bonaventurae ad Claras Aquas, 1980, lib. IV, trac. XVIII, cap. 1, qu. 1, p. 536. 39 Historia verissima, cit. en n. 3, p. 22, col. 1. 35

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de Florencia40 y san Vicente Ferrer,41 a saber, que el bautismo fuese secreto, y en este punto se alinea con santo Tomás,42 que especifica que a la salvación precedió el bautismo y el perdón. Transmite luego43 Chacón la propuesta de Juan Diácono, por la cual Trajano no iría al Paraíso, pero se salvaría del sufrimiento. Aunque es aceptada por santo Tomás, Chacón no la acepta. No puede entender que el perdón no fuese completo, y eso por dos razones. En primer lugar, el perdón se aplica a culpa y castigo; por otro lado, para Chacón un perdón temporal sería el peor de los castigos, porque permanecería la angustia de tener que volver al castigo y, además, si el alivio de los castigos hubiera sido eterno, no encuentra dónde le correspondería a Trajano pasar esa espera, ya que ni el Limbo, ni el Purgatorio ni el Infierno son apropiados. Termina44 Chacón refutando a Domingo Soto,45 para quien la salvación de un condenado sería contraria a la predestinación. La respuesta que recibe es absolutamente tomística:46 Dios, como causa primera, había decidido la salvación de Trajano; como causa secundaria, eran necesarias las plegarias de Gregorio. Esta parte de la argumentación la remata, fiel a su estilo, con una generosa retahíla de vidas de santos en las que figura la salvación de éstos.47 Podemos afirmar en este punto la fe de Chacón en las vidas de santos, aunque éstas no procedieran de las Escrituras. Por su parte Salmerón se muestra mucho más crítico:48 no acepta la distinción entre la justicia inmediata y la superior porque no sería justa en ningún caso. En esto se distancia de Chacón. Tampoco le parece bien que el castigo de Trajano fuese condicionado, hasta que Gregorio rezara por él, porque en este caso se cometería injusticia con Trajano y Gregorio no habría recibido ningún privilegio al estar la salvación concedida de antemano. El mismo parecer tiene en cuanto a la doctrina de Juan el Diácono, que interpreta Salmerón a través de la distinción entre la pena de daño y la pena de sentido. Una vez más, Salmerón se decanta por una salvación sin fisuras. Para este autor, bastan para confirmar la leyenda las autoridades que ha 40

Cf. Antonino De Florencia, Historiarum Domini Antonini Archipraesulis Florentini: secunda pars, Lugduni, apud Aegidium & Iacobum Huguetan fratres, 1543, tit. 12, q. 8. 41 Cf. Ferrer, Vicente: Sermones sancti Vicentii fratris ordinis predicatorum de tempore, Pars hiemalis, Impressi Argentinae, 1493-1494, cap. de sancto Gregorio. 42 Super Sent., lib. 4 d. 45 q. 2 a. 2 qc. 1 ad 5 (cf. n. 22). 43 Historia verissima, cit. n. 3, p. 23 col. 2-25, col 1. 44 Historia verissima, cit. en n. 3, p. 25, col. 1-2. 45 Soto, Domingo: In quartum sententiarum commentarii, Salmanticae, apud Ioannem Mariam à Terranoua, 1566, dist. 45, quaest. 2, artic. 2, pp. 478-479. 46 Basada en Quaest. de verit., Quaest. 6, art. 6; In IV Sent., Dist. 45, quaest. 2, art. 2 ad 5. 47 Historia verissima, cit. en n. 3, p. 26. 48 Disputationum in epistulas, cit. en n. 4, p. 311, col. 1-2. 2181

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enumerado anteriormente. Añade para terminar unos apuntes sobre algunos de los argumentos con que se ha encontrado: una vez resucitado, no tuvo por qué vivir mucho tiempo y hacerse visible a muchos. Pudo ser, como también afirmó Chacón, una resurrección clandestina.49 Para Gregorio de Ávila,50 no había problema en negar la historia, ya que se leen en las vidas de santos historias de veracidad dudosa. Le contesta Salmerón que quienes han recogido este relato no son autores de poco peso, sino un Juan Damasceno o un Juan el Diácono. Además trae a colación una inscripción que se conserva en la iglesia de San Gregorio, en Roma.51 El abulense tampoco comprende por qué no recogió este hecho Gregorio en sus escritos: le responde Salmerón que fue por su modestia ejemplar. Aprovecha este punto para enlazar con la supuesta falta de autoridades mencionada por Melchor Cano. Contesta el autor que tanto en Oriente, como testimonia Juan Damasceno, como en Occidente, como testimonian innumerables autores, como en tierras de los anglos, según afirma Juan el Diácono, ha quedado demostrado que se conocía la leyenda. También le reprocha a Cano el haber dicho que santo Tomás sólo creyó la leyenda de joven, nuevo contacto con Chacón, ya que no hay documentos que permitan pensar que el aquinate se arrepintiera en ningún momento.52 Tampoco le admite al abulense que Gregorio pecara de desconocimiento de las leyes sagradas ni de quién fuera Trajano ya que la petición la hizo instigado por el Espíritu Santo.53 Otra conexión con Chacón. Por último critica Salmerón la versión de Juan el Diácono: no acepta que Gregorio llorase y no pidiese ya que, para empezar, en muchas versiones se lee que el ángel dice “he oído tu plegaria”. Sigue una digresión sobre el poder de las lágrimas que pasa por comparar el llanto de los pequeñuelos que pretenden conseguir algo por medio de llantinas con las lágrimas de las hermanas de Lázaro, entre otros casos.54 Hasta aquí llega la defensa y en cierto sentido depuración de la leyenda hecha por Alfonso Chacón e Ignacio Salmerón. Pasemos ahora a fijarnos en Chacón como detractor de algunos de los añadidos que la leyenda recibió a lo largo de tantos años de transmisión.

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Disputationum in epistulas, p. 312, col 1. Quaest. 57 in IV Regum (cf. n. 20). 51 Disputationum in epistulas, cit. en n. 4, p. 312, col 1. 52 Disputationum in epistulas, p. 312, col. 2. 53 Disputationum in epistulas, p. 313, col. 1. 54 Disputationum in epistulas, p. 313, col. 2. 50

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6. Chacón, detractor de algunos añadidos a la leyenda Chacón se muestra crítico con dos de los añadidos principales que recibió la leyenda: el hijo de Trajano y el hallazgo de la calavera parlante del emperador. Nos parece que es del mayor interés el análisis de estos dos puntos porque marca a la perfección el contraste con la mentalidad medieval. En cuanto a la calavera de Trajano, Chacón toma, de entre las muchas versiones que podía haber tomado,55 la de Bernardino Corio.56 No acepta que en tiempos de Gregorio se encontrara una calavera del emperador con la lengua aún fresca, y se hace las siguientes preguntas: ¿en qué sepulcro fue hallado?; ¿cómo pudo sobrevivir alguna parte de su cuerpo a la cremación?; ¿de qué modo pasó este prodigio desapercibido a quienes transportaron los restos desde Bitinia y no a los albañiles de quinientos años después?57 Está claro que, si Chacón pretende aplicar una lógica racional a un relato prodigioso de este tipo, va a encontrar numerosos puntos censurables. Por otro lado, no puede pasarnos desapercibido, por lo dicho hasta el momento, que Chacón no se ha mostrado excesivamente escrupuloso a la hora de aceptar milagros y prodigios cuando le ha convenido. Pero aún hay otro añadido que parece irritarle más: según éste, fue el hijo de Trajano quien arrolló y mató al hijo de la viuda.58 Aquí Chacón, todo un historiador de las guerras de Trajano, se indigna y pregunta que de dónde sale este hijo de Trajano, si según las fuentes el emperador murió sin descendencia; añade como prueba que, debido a esta misma falta de descendencia, fue necesario adoptar a Adriano; por último, no sin ironía, se muestra sorprendido por que los historiadores de época antigua no conocieran a este hijo y en cambio haya sido descubierto recientemente.59 Apuntemos que esta indignación tiene precedente en Benvenuto da Imola,60 comentarista de la Divina Comedia. Una vez más el autor exige a la leyenda lo que no le es propio, a saber, una perfecta coherencia. Pero no olvidemos que él mismo está defendiendo la veracidad de un milagro que además no tiene 55 Por ejemplo de las anotaciones en prosa al Speculum Regum (MGH SS XXII, pp. 161-162); Fiori di Filosafi, cap. 26 (cf. n. 29); Novellino, cap. 69 (ed. Sebastiano Lonigro, Torino, 1963). 56 Cf. Bernardino Corio, L´historia di Milano…con le vite insieme de tutti gli imperatori…, Vinegia, Giovan Maria Bonelli, 1554, pp. 530-531. 57 Historia verissima, cit. en n. 3, p. 23, col. 1. 58 Entre otros muchísimos, la recogió, de los primeros, Juan de Gales, Breviloquium de virtutibus I, 2 (ed. per Georgiû de Arriuabenis, Venetijs, 1496), pp. 244-245; cf. también, en nuestra lengua, el “Romance de la embajada que envió Danés Urgeo, marqués de Mantua al Emperador” (ed. Carlos Clavería, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2006), vv. 151-155. 59 Historia verissima, cit. en n. 3, p. 23, col. 2. 60 Ad Purg. 10, 82-84 (ed. Jacobo Philippo Lacaita. Florentiae, G. Barbèra, 1887).

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apoyo en ninguna fuente antigua a pesar de que ha hecho el más ingenioso esfuerzo para suplir esta carencia.

7. La leyenda y la Reforma Si pensamos de nuevo en los elementos fundamentales de esta leyenda, entenderemos que los seguidores de la Reforma también la atacasen e incluso se mofasen de una creencia como ésta. Fijémonos en que se exalta el poder del papa y la existencia del Purgatorio, dos de los puntos en torno a los que versaban la mayoría de las controversias del momento. Chacón, en la introducción de su obra sólo se refiere a quienes denigran y acusan de ser falsa a la leyenda.61 Éstos bien pueden ser los católicos a cuyas objeciones pretende dar satisfacción a lo largo del tratado, aunque también es cierto que anima al pontífice Gregorio XIII a arreglar las discordias con los herejes de modo que todos lo reconozcan como pastor único.62 Con una introducción como ésta, el tratado va cobrando un significado nuevo. Por otro lado, bastante más claro es Salmerón, que no duda en afirmar, para presentar su tratado, que unos, los católicos incrédulos, incluyen la leyenda entre los cuentos, y por otro lado, los herejes, “nos insultan y dan juego a su lengua ponzoñosa porque creamos algo semejante”.63 No cabe duda de que entre las motivaciones de Salmerón para escribir sobre un tema como éste se incluye el deseo de dar respuesta a quienes no comparten sus principios. Seleccionamos en primer lugar el interesante documento de Martin Chemnitz, representativo de la opinión luterana sobre el caso. Este autor publicó, entre 1565 y 1573, un examen exhaustivo del Concilio de Trento64 impregnado de sus opiniones tal como se deja sentir, por ejemplo, en el caso del Purgatorio65 y, dependiendo de éste, la leyenda de Trajano. Por tanto, en el libro sobre el Purgatorio se ataca la existencia de éste con los argumentos clásicos: falta de testimonios antiguos, tergiversación de las autoridades, etc. Pasa después, acercándose a nuestro punto, a criticar cómo se ha defendido la existencia del Purgatorio tomando como apoyo escritos apócrifos de Juan Damasceno.66 El criterio que utiliza Chemitz para negar la autenticidad es la coherencia doctrinal con el resto de los escritos, tal como hemos visto que 61

Cf. Historia verissima, cit. en n. 3, p. 1 (Video enim plerosque nostra aetate clarissimos viros clarissimos theologos et historiographos, partim de ea historia dubitare, partim inficiari, et non paucos ceu vulgi commentum, anilemque fabulam prorsus reiicere et deridere). 62 Cf. Historia Verissima, cit. en n. 3, pp. iii col. 2-iv. 63 Cf. Disputationum in epistulas, cit. en n. 4, p. 308, col. 1-2. 64 Cf. Martin Chemnitz, Examinis Concilii Tridentini… opus integrum, ed. Martin Preuss, Berlín, 1861. 65 Cf. M. Chemnitz, Examinis..., locus 3, De Purgatorio, pp. 601-655. 66 Cf. M. Chemnitz, Examinis..., pp. 629-631. 2184

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hicieron, entre otros, Francisco Suárez67 y Roberto Belarmino.68 Con cierto tono burlesco repasa las historias de Falconilla y de Macario, a quien el cráneo de un cadáver confirmó que las plegarias por los muertos tienen cierto efecto. Entonces resume la leyenda de Trajano69 diciendo de ella que es contada con gran énfasis. Añade que los escolásticos hicieron un gran esfuerzo por dar cierta justificación a esta historia. También repasa los principales argumentos a que ha dado lugar el intento de explicación de esta salvación. Pero a pesar de haber demostrado el conocimiento de todas las explicaciones posibles, remata con una frase que no deja lugar a dudas: si quis non agnoscit has esse illusiones Diaboli prorsus excaecatus est. Poco después, tras resumir otras de las apariciones atribuidas al Damasceno, concluye que el Concilio debería haberse reído y haber anatematizado estas leyendas. Queda demostrado por consiguiente que la doctrina luterana no era cantera de simpatizantes de la leyenda. Tomemos, para terminar, el testimonio de un autor español metido en la Reforma: Cipriano Valera. Éste ataca la leyenda en tres ocasiones. La primera de ellas es en su tratado “del Papa i de su autoridad”.70 Hace historia de los papas y, llegado a Gregorio I,71 dice de él que fue docto, pero en exceso ceremonioso. También le reprocha el haber concedido indulgencias, aunque “no los vendió por dinero, como sus suzesores”. Cuando transmite lo que cuenta el Damasceno, dice de ello que es “terrible mentira”. Alude después a la controversia entre Illescas72 y Pedro Mexía73 sobre el tema y termina remitiendo a su tratado sobre la misa para más detalle sobre el asunto. Pero es en el mismo tratado sobre el papa y su autoridad donde vuelve a arremeter contra la leyenda mediante argumentos con intenso aroma de Reforma: Dios se hizo hombre, justo lo contrario que el papa, que siendo hombre quiere hacerse dios, tal como se ve en la leyenda de Gregorio Magno y Trajano.74 Poco después, en el tratado “De la misa y su santidad” reaparece la leyenda cuando Valera está argumentando que la existencia del Purgatorio se defiende 67

Cf. supra. Cf. supra. 69 Cf. M. Chemnitz, Examinis..., p. 630, col. 1-2. 70 Cf. Cipriano Varela, Los dos tratados del Papa i de la misa escritos por D. Cipriano Varela i por el publicados primero a. 1588, luego el a. 1599 i ahora finalmente reimpresos, ed. Juan Aguirre, Madrid, 1851. 71 Cf. C. Varela, Los dos tratados..., p. 44. 72 Cf. Gonzalo Illescas, Historia pontifical, y catholica : en la qual se contienen las vidas, y hechos notables de todos los Summos Pontifices Romanos... compuesta y ordenada por el Doctor Gonçalo de Illescas, ed. Domingo de Portonariis Ursino, Zaragoza, 1583, p. 115. 73 Pedro Mexía, Historia Imperial y Cesarea, ed. Ioan Oporino, Basilea, 1547, p. 125. 74 Cf. Los dos tratados…, cit. en n. 70, p. 323. 68

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con desvaríos. Entre éstos incluye el caso de Trajano y el de Falconilla. Para negarlos, hace uso de los argumentos de fray Juan de Pineda, que se pueden resumir del siguiente modo: “a la parte que cayere el árbol, allí se quedará para siempre”.75 Por último trata nuestro tema en su Tratado para confirmar en la fe cristiana a los cautivos de Berbería,76 que tenía intención de consolar a los cautivos de los piratas en Argelia. Ya desde el principio, ataca una fe basada en la superstición y los falsos milagros, entre los que cuenta a los relacionados con el Purgatorio y la transubstanciación.77 Se suman ataques contra el papa, que se cree dios todopoderoso en la Tierra, el Cielo, el Infierno y el Purgatorio.78 También se llevan su parte las imágenes y los santos de la fe popular. Tras esas pinceladas previas, se centra en los milagros que plagan los escritos de sus enemigos. A una historia que mezcla la devoción popular con la picaresca clerical, anexa las de Trajano y Falconilla, ambas mencionadas por Juan Damasceno.79 Sigue otra de picaresca, esta vez sevillana. Por la situación que ocupa nuestra leyenda en el discurso, tenemos comprobado que ha sido degradada a simple invención que sólo haría mella en cierto tipo de devoción popular y supersticiosa. Más adelante, remata diciendo que lo de Trajano y Falconilla son sueños, ya que no hay redención en el Infierno. Cipriano Valera ha servido como claro exponente de la incompatibilidad entre la leyenda de Trajano y la Reforma, principalmente, por tratarse de una leyenda que exalta el poder papal y olvida que en el Infierno no hay redención posible.

8. Epílogo. Detractores finales Queremos terminar nuestro trabajo indicando que fueron Chacón y Salmerón los últimos defensores de la leyenda de Trajano y que no fueron necesarios herejes para que ésta cayera en el más absoluto descrédito. Señalaremos la obra de dos autores para dejar esto confirmado. El primero de ellos es Roberto Belarmino, quien, en su tratado sobre el Purgatorio80 menciona nuestro caso y tiene por única solución aceptable la propuesta por santo Tomás según la cual la oración estaba prevista. Tras abrir esta pequeña rendija, hace enumeración de oposiciones: la fuente considerada 75

Cf. P. Mexía, Historia..., p. 454. Cf. Cipriano Valera, Tratado para confirmar la fe cristiana a los cautivos de Berbería. Aviso a los de la Iglesia romana sobre jubileos, 1594, 1600. De Nicolás, Juan, el español reformado, 1621, ed. Ignacio R. Baroja, San Sebastián, 1854. 77 Cf. C. Valera, Tratado para confirmar..., p. 3. 78 Cf. C. Valera, Tratado para confirmar..., p. 4. 79 Cf. C. Valera, Tratado para confirmar..., p. 10, 13. 80 Cf. Disputationum Roberti Bellarmini…, cit. en n. 17, cap. 8, pp. 397-400. 76

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principal no pertenece al Damasceno; no hay fuentes contemporáneas; la leyenda contradice al propio Gregorio y, además, éste fue castigado por tal petición; las fuentes que se suelen aducir de casos paralelos carecen de validez. No es el momento de extendernos sobre lo que dice Belarmino, pero salta a la vista que ataca uno a uno los puntos que defendió Chacón. Mencionemos por último el tratado de Bernardo Bruscho,81 escrito, según él mismo declara, cuando ya la mayoría de los autores consideraban falsa la leyenda. El esquema de los argumentos de Bruscho es el siguiente: ningún autor antiguo menciona la leyenda; difícilmente las invasiones bárbaras hubieran perdonado la representación de Trajano que vió el pontífice; según las fuentes, el supuesto salvado era un vicioso; la salvación iría contra los propios argumentos de Trajano; el sermón del Damasceno que sirve de base es apócrifo; el descenso de Cristo a los Infiernos no salvará a nadie del castigo; los testimonios de santa Matilde de Magdeburgo y santa Brígida de Suecia son confusos y contradictorios. Como golpe de gracia, convoca a una caterva de autoridades del mayor peso: Domingo Soto, Francisco Suárez, Petrus Thyraeus, Blas Viegas, Roberto Belarmino y César Baronio. A partir de aquí, salvo excepciones, nadie defenderá la leyenda, convirtiéndose ésta en simple objeto de estudios cual el que aquí hemos presentado como humilde homenaje al maestro Juan Gil.

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Redargutio historiæ de anima Trajani liberata, auctore Bernardo Bruscho, theologo Veronense, Verona, 1624. 2187

Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 2189-2199

La magia amorosa y sus fuentes clásicas en Martín del Río (Disquisitionum magicarum libri VI, III.3) Alejandra Guzmán Almagro Universitat de Barcelona

Resumen: Las Disquisiciones mágicas del jesuita Martín Antonio Del Río (1551-1608) representaron el compendio enciclopédico de referencia sobre magia y brujería en toda Europa. Para su elaboración, Del Río realizó un exhaustivo estudio de numerosas fuentes, entre las que destacan los textos de autores clásicos. El presente trabajo analiza el uso de determinados autores griegos y romanos –en especial Teócrito y Virgilio– en el capítulo del libro tercero dedicado a los maleficios amorosos. Palabras clave: Martín Del Río. Brujería. Magia erótica. Poesía amorosa clásica. Abstract: The book Disquisitiones magicae written by the Jesuit Martín Antonio Del Río (1551-1608) was a complete reference encyclopedia on magic and witchcraft in modern Europe. Del Río undertook an exhaustive study of numerous sources, among which classical authors were recurrent. This paper analyses the use of specific Greek and Roman authors –especially Theocritus and Virgil– in the chapter of the third book devoted to erotic magic. Keywords: Martín Del Río. Witchcraft. Erotic magic. Classical love poetry.

Las aproximaciones teóricas a propósito de la magia y la brujería en Época Moderna que comenzaron a sistematizarse en tratados de carácter filosófico y teológico a partir del conocido libro de Kramer y Sprenger Malleus *

Ramón y Cajal MICIN-2011; Grupo LITTERA. 2189

Alejandra Guzmán Almagro

Maleficarum (“Martillo de las brujas”), alcanzaron un momento culminante con los seis libros sobre magia escritos por el padre jesuita Martín Antonio del Río (Amberes, 1551 - Lovaina 1608).1 Originario de una familia de la nobleza castellana afincada en los Países Bajos al servicio real, Del Río gozó, al menos en su época, de fama y respeto por su copiosa producción filológica, histórica y jurídica.2 Pero sin duda pasó a la posteridad en gran medida por su libro de investigaciones sobre magia, que constituyó el manual de referencia en este tema tal y como demuestra hasta una veintena de ediciones que durante el siglo XVI se realizaron en Bélgica, Alemania, Francia e Italia.3 Además, el éxito inmediato y duradero del tratado traspasó las fronteras religiosas de la época: en los países de la Reforma, el libro quinto se adoptó como pauta procesal,4 pero también fue conocido, leído e imitado en los ambientes contrarreformistas. Los seis libros de disquisiciones sobre la magia representan una enciclopedia en donde el jesuita recoge un sinfín de materiales sobre las supersticiones, los demonios, los maleficios y sus remedios, la adivinación o los procesos de brujería. Para ilustrar cada cuestión, acude a numerosas fuentes, desde tratados filosóficos y esotéricos, documentación eclesiástica y judicial, textos medievales y antiguos hasta el folklore popular y las últimas noticias y anécdotas transmitidas por el “boca-oreja”. Para el caso que nos ocupa, Del Río se muestra como un gran conocedor de las fuentes más antiguas y el uso de los clásicos griegos y latinos abunda en toda la obra. Desde sus primeros 1 Marcelino Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, vol. V, Madrid, 1892, cap. 4. I.; Julio Caro Baroja, El señor inquisidor y otras vidas por oficio, Madrid, Alianza, 2006 (1970), pp. 171-196; Peter G. Maxwell-Stewart, Martin del Rio, Investigations into magic, Machester-New York, Manchester University Press, 2000; Brian P. Levack, The whichcraft sourcebook, New York, Routledge, 2004, pp. 88-120. El libro segundo de las Disquisiciones fue traducido por Jesús Moya, La magia demoníaca, Madrid, Hiperión, 1991, con una valiosa introducción. Véase además, Mª Jesús Zamora, “Los ojos temerosos y la lengua endemoniada: temática de los relatos tradicionales insertos en el Disquisitionum magicarum libri VI”, Castilla. Estudios de literatura, 25 (2000), pp. 147-155. La monografía sobre el personaje más exhaustiva hasta la fecha ha sido llevada a cabo por Jan Machielsen, Martin del Rio, Demonology and scholarship in the Counter-Reformation, Oxford, 2015. 2 Su discípulo Tamayo de Vargas se refiere a él como “El padre Martín del Río que todo lo vio y con felicidad se aprovechó de ello”, Antonio Gallego Morell (ed.), Garcilaso de la Vega y sus comentaristas, Madrid, Gredos, 1972, p. 658. 3 La editio princeps es de Lovaina, 1599, aunque sólo de los dos primeros libros, siendo el resto publicado en 1600. El título original de la obra es: Disquisitionum magicarum libri VI, quibus continetur accurata curiosarum artium et vanarum superstitionum confutatio (en adelante, Disq. mag.). El tratado fue ampliado por su autor en las sucesivas ediciones hasta su muerte. Utilizamos aquí el texto de la primera edición póstuma, publicada por Pilehotte en Lyon en 1612. 4 El libro quinto: De officio iudicum contra maleficos, sive de processu iudiciario in crimine magiae, trata minuciosamente el procedimiento judicial de magia y brujería.

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La magia amorosa y sus fuentes clásicas en Martín del Río (Disquisitionum magicarum libri VI, III.3)

años formativos, Del Río se sumergió en el estudio de las lenguas clásicas (junto al hebreo y el árabe) primero en Brabante, más adelante en el Colegio Clermont (después Colegio de Francia) en París y finalmente en Lovaina. No en vano, su primera obra fue una edición comentada del epitomista Julio Solino5 a partir de un manuscrito de Justus Lipsius, con quien mantuvo una profunda aunque controvertida amistad.6 En ese mismo año, procuraría la edición del poeta Claudiano7 y luego llevaría a cabo un exhaustivo trabajo en torno a la tragedia latina, incluyendo las obras de Séneca y Ennio.8 Un cambio de rumbo en su producción intelectual sucederá a partir de 1580, cuando, tras ordenarse jesuita en Valladolid, se propone investigar y escribir sobre la magia.9 Podemos decir que con las Disquisitiones Magicae se produce un punto de inflexión en este campo. Hasta el momento, los tratados demonológicos y similares se concentraban en subrayar y combatir lo supersticioso, negando la existencia de determinados fenómenos. Sin embargo, con la obra de este jesuita, el mundo demoníaco con todas sus manifestaciones pasa a un plano más verosímil, haciendo necesarios un enfoque y una interpretación sobre una base racional. El propio Del Río afirma 5

C. Iuli Solini Polyhistor, a Martino Antonio Delrio emendatus, Amberes, Plantin, 1572. Según el propio Del Río (Disq. mag. IV, 3 quaest. 6), con Lipsius solía hablar en Lovaina de la interpretación de sueños y de otros fenómenos: en una ocasión, Lipsius le cuenta la anécdota de una mujer de Bruselas cuyos sueños se hacen realidad hasta el último detalle. Cf. Werner Thomas, “Martin Antonio del Rio and Justus Lipsius”, The World of Justus Lipsius, 1998, pp. 345-366; Johannes Machielsen - Jeanine de Landtsheer, “Recommending Lipsius; A letter from Martinus Antonius Delrio to Leonardus Lessius”, Lias, 34.2 (2008), pp. 271-282. 7 Ad Cl. Claudiani V.C. opera Martini Antonii Delrio notae, Amberes, Plantin, 1572. 8 Del Río trabajó en las anotaciones sobre tragedia romana al menos desde 1569, si bien la edición de las tragedias de Séneca salió a la luz en Amberes en 1576 (el prólogo está firmado en 1571) y la obra Syntagma Tragoediae Latinae in tres partes distinctum en 1593, cf. Juan Martos, “La edición de los fragmentos trágicos de Ennio de Martín del Río”, Humanistica Lovaniensia, 54 (2006), pp. 161-182, con bibliografía; Johannes Machielsen, “How (not) to get published, the Plantin press in the early 1590s”, Dutch crossing, 34.2 (2010), pp. 99–114. 9 Él mismo confiesa que se sorprende de haber acabado ordenándose jesuita (Quis credidisset me, post annorum viginti felix à Tribunalibus ad Religiosam vitam transfugium, ad hanc Masuri rubricam rediturum? [Disq. mag. V, introducción, p. 302]). En lo que respecta a su interés por lo oculto, probablemente hubo varios factores que le indujeron a ello. Su estancia en España, donde presenció algunos episodios de magia, pudieron llamarle la atención sobre el tema (como la práctica de un joven zahorí que vio en Madrid, Disq. mag. V, sectio 4 n. 14). También influyeron algunos hechos sobrenaturales que él mismo presenció, según explica en la obra, o incluso el proceso de brujería al que fue sometido su amigo Jean del Vaulx, monje benedictino y abad del convento de Stavelot, procesado por practicar brujería en dicho convento, cf. Wolfgang Behringer, Witches and witch-hunting: a global history, Cambridge, Polity Press, 2004, pp. 103-104. 6

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que algunos de sus antecesores se equivocaron al no creer en la efectividad de las prácticas mágicas, condenándolas simplemente como supersticiones o limitándolas a la obra del diablo. Lejos de esto, es necesario analizarlas y conocerlas para aplicar razonamientos lógicos que puedan combatirlas.10 Esta aceptación de la existencia de los fenómenos sobrenaturales se sustenta a menudo en el hecho de que están documentados desde la antigüedad más remota y por diferentes civilizaciones. Por este motivo, las fuentes clásicas van a servir para ilustrar determinados fenómenos e incluso supondrán una autoridad irrefutable en algunos casos. Un buen ejemplo es el examen de un tema tan recurrente como es la magia amorosa (philocaptio), su alcance mediante filtros (philtra) y también sus remedios, al que dedica una cuestión en el libro tercero, donde trata la superstición y las vanas observancias.11 De hecho, el libro tercero es una prolongación del segundo, que trata de la práctica mágica en general (maleficia), sus agentes (maleficus o malefica) y el pacto con el diablo, que supone la vía de consecución de los objetivos maléficos. La magia amorosa se incluye en este tipo de maleficios, pues, de acuerdo con el jesuita, es una de las prácticas más perjudiciales y efectivas. El diagnóstico de Del Río establece que, si bien hay una gran parte de superstición en las operaciones de magia amorosa y su efectividad radica en la voluntad del individuo (hisce philtris voluntas nullius cogi potest ad quem non vult amandum), hay algunos factores que incurren en su consecución y que son independientes de la intervención diabólica. En primer lugar, hace una distinción fundamental entre la voluntad (mental) del individuo y los impulsos, que son puramente físicos pero que se confunden a menudo por las gentes vulgares. En segundo lugar, existen elementos naturales y, digámoslo así, científicamente comprobables, como son ciertas hierbas y venenos (pharmaká) que pueden alterar la mente y estimular los instintos corporales, causando incluso la muerte. En tercer lugar, los demonios y espíritus malignos pueden irrumpir en los cuerpos alterándolos, aunque, incluso en este último caso, la voluntad humana, por no hablar de la divina, puede ser más poderosa que cualquier demonio. A la exposición sobre la magia amorosa acuden todos los referentes arquetípicos del acerbo clásico: Virgilio, Horacio, Ovidio, Apuleyo, Lucano, etc. Del Río bebe casi íntegramente de la tradición poética grecolatina, si bien hace una distinción entre la tipología de fuentes empleadas. De este modo, establece un cierto contraste entre las fuentes estrictamente literarias, 10

Y sin embargo, en su propia época y en adelante, algunos autores le juzgarán crédulo de algunas supersticiones, Julio Caro Baroja, Vida mágicas e inquisición, vol. II, Madrid, Istmo, 1992, pp. 189-192. 11 Cada libro se estructura en “cuestiones”, divididas a su vez en varias secciones. En concreto, la magia amorosa, bajo el título De amatorio maleficio, ocupa la cuestión tercera del libro tercero. 2192

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poéticas, y los autores de ámbito más “riguroso”: Cicerón, los historiadores y los autores “científicos”.12 Acostumbra el jesuita a que cada explicación venga introducida por los testimonios más antiguos y con este proceder, las fuentes atestiguan tanto la terminología concreta como las prácticas y agentes que las perpetran. Por ejemplo, es fácil adivinar que la imagen de la bruja encuentra su expresión clásica en Medea, aunque tampoco faltan Canidia y Sagana, Dipsas o Ericto. De forma similar, las pócimas y filtros están atestiguadas en autoridades como Plinio el Viejo, Aristóteles o Apuleyo. Las prácticas concretas de philocaptio fueron en su mayoría activas en la Antigüedad y están atestiguadas por numerosos autores. Abundará concretamente en la poesía amorosa de argumento mágico representada en grado superlativo por el idilio segundo de Teócrito, conocido como Pharmaceutria, y su paralelo en la égloga octava de Virgilio: quae omnia Vergilius et Theocritus posuere. Sin duda, estas dos obras van a ser la referencia obligada para todas las operaciones mágicas de atracción de amor y a partir de ellas, los autores elegíacos que cultivan el tópico, como Tibulo, Propercio u Ovidio.13 La primera de las acciones que intervienen en el conjuro amoroso, habitual y bien atestiguada, consiste en el empleo de cuerdas o cintas (funicula),14 siguiendo uno de los principios activos de la magia, la analogía persuasiva mediante la fórmula similia similibus, donde cada objeto que interviene en el proceso mágico está conectado a una suprarrealidad;15 así las cuerdas y lazos son significativamente elocuentes y se emplean para “amarrar” al sujeto. Del Río describe cómo algunas mujeres utilizan las cintas, colocándolas en el lecho de la víctima o aprovechando cualquier circunstancia para aproximarse con este elemento. Sucede a menudo entre las prostitutas y en los burdeles, 12

Al hablar del uso de imágenes y defixiones para causar el mal y tras citar a los poetas, recurre al episodio de la muerte de Germánico según lo relata Tácito (Ann. 2, 69), indicando: non iam Poetam dabo, sed ex Principibus Historiae (p. 177). 13 Eugène Tavenner, Studies in Magic from Latin Literature, New York, Columbia University Press, 1916 y en particular pp. 33-37; Anne Marie Tupet, La magie dans la poésie Latine, Paris, Belles Lettres, 1984; Filomena Fortuny, “Presencia de la magia en Tibulo”, Simposio tibuliano: conmemoración del bimilenario de la muerte de Tibulo, Murcia, Universidad de Murcia, 1985, pp. 243-253; Mª Teresa Molinos, “Superstición, magia y mántica populares en los bucólicos”, Minerva, 14 (2000), pp. 49-60. 14 Debía de ser una práctica habitual también en tiempos del jesuita, quien afirma que los amarres amatorios le ocuparon una lección pública en Lovaina: Quae olim hac de re publice Lovanii dictavi, ea referens ad nodos et ligamina de quibus egere veteres poetae (p. 161). Alrededor de 1589, los jesuitas de Lovaina ofrecían dos cursos, uno de Cosmología y otro de Demonología, el segundo de los cuales se encargó a Martín del Río. 15 Christopher Faraone, “Clay hardens and wax melts: magical role-reversal in Vergil’s eight eclogue”, Classical Philology, 84.4 (1989), pp. 294-300; Fritz Graf, La magie dans l’Antiquité Gréco-Romaine, París, Les Belles Lettres, 1994, esp. pp. 200-202; Georg Luck, Arcana Mundi. Magia y ciencias ocultas en la Antigüedad, Madrid, Gredos, 1995, pp. 13-14. 2193

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lugares, según Del Río, muy proclives a la magia amorosa, donde incluso las mujeres suelen identificarse con cordeles de colores. No escapa al jesuita que esto mismo ocurría en Babilonia según recoge el griego Heródoto,16 y que en época romana lo relató Petronio.17 También el sabio Virgilio sabía de cordeles y nudos amatorios (el nudo es la variante de la cuerda con significado similar en términos de magia simpática), cuando se aconseja a Amarilis que ate tres nudos en un cordel mientras recita un ensalmo: Necte tribus nodis ternos, Amarylli, colores; necte, Amarylli, modo et ‘Veneris’ dic ‘uincula necto’.18

De forma parecida lo cuenta el poeta de Ciris19 o más tarde Nemesiano, quien explica el uso de cuerdas de colores en el ritual mágico de philocaptio, siguiendo indudablemente a Virgilio.20 Más datos acerca de la naturaleza de la cuerda –de lana o lino– y de su manipulación en el ritual, en forma de ovillo o de trenza, hallan su descripción detallada en Propercio, cuando éste declara que no le han enamorado con modos, sino con hierbas y hechizos y, a continuación, describe la manipulación de la cuerda y el uso del rombo o rueda, un objeto mágico que aparece en el idilio teocriteo y también en la tradición posterior, en autores como Ovidio, Marcial o Lucano:21 Non me moribus illa, sed herbis improba uicit staminea rhombi ducitur ille rota.22

16 Se refiere a la explicación de la prostitución sagrada, práctica común en las mujeres babilonias que debían pasar al menos una vez al año por el templo de Afrodita (en realidad Astarté) para ejercer la prostitución con extraños, asegurando así la fertilidad. Her. Hist. 1.5, 139.199. Como dato curioso que ejemplifica el acceso a las fuentes por parte de Del Río, aquí cita el pasaje en latín e indica: Graeco nunc exemplari careo. 17 Una alcahueta realiza un ritual mágico con el protagonista de la novela, extrayendo de su escote una redecilla tejida con hilos de varios colores que le ata al cuello. Petron. 131.5. 18 Verg. Ec. 8 77-79. En lo sucesivo, incluiremos los pasajes de autores antiguos que tienen más relevancia en el texto de Martín del Río, omitiendo por cuestiones de espacio las citas breves o bien las simples referencias a autores y obras en el margen. 19 El aya procura su ayuda a Escila para que ésta consiga a su amor mediante un ritual mágico: Terque novena ligat triplici diversa colori / fila; ter in gremium mecum, inquit, despue, virgo / despue ter, virgo; numero deus impare gaudet (369-371). 20 Nem. Ec. 4, 68-9, donde se sigue el tópico literario a partir de los autores precedentes. 21 En concreto, en Teócrito es una pieza de bronce: " '  "  "  !" (v. 30). Cf. Soledad Pérez-Abadín , “El iynx o rhombus en la Farmaceutria de Quevedo”, Hesperia, 8 (2005), pp. 103-116. 22 Prop. 3, 6. Cita también del mismo autor los versos de 2, 28: Deficiunt magico torti sub carmine rhombi / et tacet extincto laurus adusta foco: /et iam Luna negat toties descendere caelo: / nigraque funestum concinit omen auis.

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Una segunda acción que interviene en la philocaptio y que sigue el principio de analogía entre elementos es la confección con barro o cera de imagines o estatuillas que representan a la víctima del maleficio, a menudo clavando agujas en ellas. Para ilustrar esta acción, Del Río recurre a un conjuro a la égloga octava de Virgilio, cuando su protagonista pronuncia un conjuro para capturar al amado, resumiendo a la perfección el sentido de la acción mágica en términos de similia similibus:23 Limus ut hic durescit et haec ut cera liquescit uno eodemque igni, sic nostro Daphnis amore.24

Cita también a Ovidio, para ejemplificar con el poeta el empleo de agujas sobre la imagen de la víctima, tal y como procede la desesperada Hipsipilla contra Jasón: Deuouet absentes simulachraque cerea figit et miserum tenues in iecur urget acus.25

Pero también al gramático Festo, para la confección de laminillas de metal con forma humana empleadas en estos rituales, los ipsillices o subsilles.26 Se trataría de una práctica muy común y preocupante incluso en tiempos del jesuita, quien la retoma en el mismo libro tercero, al referir las prácticas de ciertos brujos llamados sagittarii (“clavadores de alfileres”) e imaginum fabricatores, donde recurre igualmente a algunos ejemplos de la Antigüedad.27 En la operación mágica de philocaptio interviene con frecuencia la pronunciación de ensalmos dirigidos a las divinidades infernales, en el caso pagano, y a demonios y espíritus en general. A Júpiter Estigio se dirige la reina Dido –no exenta de cierta aura brujeril en la tradición–, cuando prepara los ritos que deberán traerle el amor del héroe (Verg., Aen. 3, 4: sacra Ioui Stygio quae rite incepta paraui). Los cantos mágicos para procurar el amor o carmina amoris aseguraban su efectividad al ser pronunciados por tres veces, de acuerdo con las fuentes.28 En este punto, no puede faltar el repertorio de autores 23 Ch. Faraone, “Clay hardens…”, cit. en n. 15; Joshua T. Katz -Katharina Volk, “Erotic Hardening and Softening in Vergil’s Eighth Eclogue”, The Classical Quarterly, 56.1 (2006), pp. 169-174. 24 Verg. Ec. 8, 72-90. 25 Ov. Heroid., ep. 6, 91-92. 26 Fest. 105, 14: Subsilles sunt, quas aliter Ipsilles uocant, lamellæ necessariæ sacris, quæ ad rem diuinam conferre dicuntur maxime, specie uirorum ac mulierum. 27 Disq. mag., quaest. IV, sect. 4. 28 No sólo la pronunciación del ensalmo es más efectiva si se realiza por tres veces, sino la acción mágica misma (la repetición por tres veces del gesto de atar, etc.). El número tres está presente, de hecho, en algunos de los pasajes antes descritos, por ejemplo, en la acción de atar tres nudos o trenzar tres cuerdas y se trata de un número mágico muy frecuente en el ritual. Eugène Tavenner, “Three as a Magic Number in Latin Literature”, Transactions and

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que, partiendo nuevamente de Teócrito y Virgilio, introducen el motivo del número tres en el ritual mágico, si bien Del Río se sirve principalmente del poeta Tibulo, quien, para obtener el amor de Delia, acudió a una hechicera, siguiendo la moda temática: haec mihi composuit cantus, quis fallere posses: ter cane, ter dictis despue carminibus.29

Pero también añade la ciencia de Plinio, autor recurrente en la obra de jesuita cuando refiere conceptos relacionados con la medicina y la ciencia: etiam eadem ratione terna despuere deprecatione in omni medicina mos est, atque effectus adiuuare.30

Otra acción que interviene en el ritual maléfico es el conjuro escrito. Indudablemente, es una práctica mágica de remota antigüedad y parece llamar la atención del jesuita, no sólo por su propia naturaleza escrita, sino también por ser una de las prácticas más deleznables vigente todavía en su tiempo.31 Distingue dos tipos de devotiones magicae: la que busca como finalidad el causar daño e incluso la muerte (hostilis) y la propiamente erótica, bien definida por el término griego . Solamente en su digresión sobre la terminología, tanto en latín como en griego, así como en su definición, Del Río hace gala de su rigor filológico y bagaje erudito y de este modo, para indicar el verbo exacto del que procede defixio, defigere, sigue a Plinio y Cicerón. No faltan los sahumerios con determinados elementos naturales, como el laurel o los cereales. Como todas las acciones anteriores, el hecho de arrojar algo al fuego se integra como un elemento más en el ritual de philocaptio, no sólo por el valor mágico del sahumerio –compartido por otras manifestaciones rituales y religiosas–, sino porque el hecho mismo de “quemar” tiene un potente valor metafórico que puede indicar la pasión amorosa (“arder de amor”) como la intención destructiva, siguiendo con el principio de magia simpática. Invariablemente, debemos recurrir a Teócrito y a Virgilio, éste último ilustrándolo a la perfección con el elocuente verso:

Proceedings of the American Philological Association 47, (1916), pp. 117-143, esp. 121-123; Juan Lorenzo, “La magia del tres y su rendimiento en la poesía latina”, A. Mª Aldama - Mª F. del Barrio et alii eds., La Filología latina hoy. Actualización y perspectivas, vol. I, Madrid, Sociedad de Estudios Latinos, 1999, pp. 173-85. 29 Tib. 1, 2, 56. 30 Plin. Nat. 28, 35-36. 31 Del Río explica que en su época el pergamino se usa como soporte y se pintan letras con sangre. También, para mayor horror, en algunos casos se llega a utilizar la piel de un recién nacido no bautizado. 2196

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Daphnis me malus urit, ego hanc in Daphnide laurum.32

En lo referente a qué elementos se arrojan al fuego, vuelve a hacer gala Del Rio de un gran conocimiento de las lenguas antiguas y se entretiene en el hebreo y en el poema de Teócrito para saber cuál es el significado y traducción exacta de algunos términos. Aparte del laurel, los antiguos quemaban otros elementos vegetales, tal y como se constata en numerosos autores. Una cuestión que intenta dilucidar aquí Del Río es el significado del término griego , que bien puede hacer referencia a las cáscaras de los cereales con los que se confeccionaba la harina sagrada (salsa mola), bien al hueso de cierta variedad de aceituna enjuta y de bajo precio. Para la primera acepción, dispone del testimonio del idilio segundo de Teócrito (' '  , v. 33). Para la segunda, referente al hueso de aceituna, cita al lexicógrafo Hesiquio y acude Varrón, Columela y aún a Plauto, encontrando así una variedad de este fruto con un nombre similar.33 Esta segunda posibilidad de traducción resulta al jesuita más adecuada en términos de magia simpática, pues al quemar el hueso, se queman también los huesos de la víctima.34 Finalmente, el filtro amoroso se define en gran medida por el empleo de venenos (pharmaká) y de sustancias con atribuciones mágicas. Se trata posiblemente de la práctica más peligrosa en términos de efectividad, ya que, como Del Río aclara al inicio de la cuestión sobre el maleficio amoroso, es una realidad incontestable que ciertas pócimas alteran los sentidos y provocan daños físicos y hasta la muerte: Philtra nocent animis, uimque furoris habent.35

El número de autores a los que recurre para el repertorio de sustancias mágicas es amplio y corresponde a una larga tradición en la que se mezclan elementos de farmacopea con otros ingredientes a los que la superstición atribuía poderes. Para citar a estos últimos, Del Río no olvida de nuevo acudir a la literatura amorosa clásica y a su referente teocriteo, seguido por Ovidio, Tibulo y Propercio, aunque en este punto contrasta con las fuentes científicas. Por ejemplo, cuando discierne acerca del significado del hyppomanes, tiene en cuenta tanto las versiones que lo definen como una hierba de la Arcadia –es la acepción de los autores griegos–, como a los elegíacos Tibulo y Propercio, para los que el ingrediente se extrae del sudor de yegua, si bien es una sustancia excretada de la frente del potro, siguiendo a Aristóteles y Plinio, pero 32

Verg. Ec. 8, 84. Plaut. Mil. 1, 24: nisi unum, epityrum estur insanum bene. 34 Si furfures uertas, perit elegans ista mysterii magici analogia. Verisimile est, cum ista urerent addidisse, quod solemne reperio; sic se ossa hospitum urere, uel, in hospite suo haec se adolere, uel precari, ut sic hospites earum amore torrentetur (p. 161). 35 Ov. Ars, 105. 33

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también a Virgilio e incluso a Juvenal.36 Suma a lo anterior el testimonio de envenenados célebres, como Lucano o Lúculo junto con ejemplos extraídos de los textos patrísticos. Finalmente, Del Río cierra esta cuestión exponiendo algunos remedios eficaces para liberarse del maleficio amoroso, advirtiendo que no son válidos aquellos que aconsejan los autores paganos, ya que sus ensalmos y ritos profilácticos son ilícitos, por ser supersticiosos para los cristianos. De nada servirán, pues, ni los carmina de la bruja virgiliana en el libro cuarto de la Eneida: haec se carminibus promittit soluere mentes quas uelit, ast aliis duras inmittere curas,37

ni tampoco las lustrationes recomendadas a Tibulo: Quid, credam? nempe haec eadem se dixit amores cantibus aut herbis soluere posse meos, et me lustrauit taedis, et nocte serena concidit ad magicos hostia pulla deos.38

No obstante, es posible encontrar en las fuentes antiguas sustancias naturales que resultan eficaces, siempre y cuando sus propiedades sean avaladas por la buena práctica médica (por ejemplo, aquellas que tienen un efecto purgativo o tranquilizante) y no se mezcle ningún elemento supersticioso, por no hablar de ninguna práctica mágica. Asimismo, existen remedios efectivos y aptos para el buen cristiano, como son aquellos relacionados con la virtud y la observancia religiosa: la castidad, la penitencia o el ayuno; una contención que vendrá ilustrada profusamente con testimonios patrísticos y medievales. Sin embargo, incluso algunos de estos remedios ya fueron aconsejados por los autores paganos e, inevitablemente, De Río debe recurrir a los famosos consejos que incluye el Remedia amoris ovidiano. A su vez, estos consejos para evitar los peligros amorosos son en sí mismos lugares comunes en la literatura, como aquel de evitar el ocio (ocia, si tollas perire Cupidinis arcus, Ov. Rem. 139), así como cualquier situación proclive a los excesos eróticos como la noche, las fiestas y el vino (Venus in vinis, ignis in igne furit, Ov. Ars. 1. 244). En resumen, en su examen de la magia amorosa, Del Río reconoce que hay peligros reales que pueden, no obstante, ser evitados. Afirma que las prácticas mágicas han existido siempre y de formas similares y que conocer la Antigüedad puede ayudar a identificarlas y prevenir de caer en 36

Juv. 6, 615; 626. Verg. Aen. 4, 487-8. 38 Tib. 2, 61-4. 37

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ciertas trampas.39 El jesuita confiere una credibilidad casi incuestionable al lugar común literario del conjuro amoroso y lo sustenta con toda suerte de paralelos. Sin embargo, no hay que olvidar que la identificación de fenómenos mágicos no sólo fue debida a una herencia cultural a través de los textos, sino también a que tales prácticas no dejaron nunca de ser un modo de expresión de inquietudes y deseos universales.40

39 Como cuando recurre a Heródoto y su pasaje sobre prostitución sagrada, que ilustra el peligro que entrañan los lupanares: Qui locus insignis, adhuc densis obsidetur tenebris, ignorantia antiquitatis (p. 162). 40 Para la presencia de la magia antigua en las creencias populares véase, por ejemplo, Manuel García Teijeiro, “Algunas aportaciones de los textos mágicos griegos”, en Koinòs lógos: homenaje al profesor José García López, coords. Mariano Valverde Sánchez, Esteban Antonio Calderón Dorda, Alicia Morales Ortiz, vol. 1, Murcia, Universidad de Murcia, 2006, pp. 305-316. Para la tradición literaria del lugar común véase Ana Vian, “Transformaciones del pensamiento mágico: el conjuro amatorio en ‘La Celestina’ y en su linaje literario”, en Cinco siglos de Celestina: aportaciones interpretativas, coords. José Luis Canet Vallés, Rafael Beltrán Llavador, Valencia, Universitat de Valencia, 1997, pp. 209-238. Para el empleo de las fuentes clásicas en los tratados demonológicos, Diana Lynn Walzel, “Sources of Medieval Demonology”, en Witchcraft in the Ancient World and the Middle Ages, ed. Brian P. Levack, Nueva York, Garland, 1992; Guido Ruggiero, Binding Passions, Oxford, Oxford University Press, 1993. Alan Charles Kors – Edward Peters, Witchcraft in Europe: 400-1700, A Documentary History, Filadelfia, Penn UP, 2001.

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Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 2201-2214

Conoce a tu enemigo. Vives, lector de Ovidio Ángel Narro Sánchez Universitat de València

Resumen: La presencia de elementos del mundo clásico es uno de los aspectos más relevantes del De institutione feminae christianae de Vives. El caso de Ovidio es particularmente interesante. Desde el principio del tratado Vives critica al poeta latino porque su lectura puede representar un peligro para la educación de la mujer. Sin embargo, el filósofo valenciano cita a Ovidio en dieciocho ocasiones a lo largo de su obra. En este trabajo analizaremos, así pues, la presencia de Ovidio en el De institutione feminae christianae y mostraremos que Vives poseía un buen conocimiento de las obras de Ovidio. Palabras clave: De institutione feminae christianae. Ovidio. Luis Vives. Recepción. Abstract: The presence of elements of the Classical world is one of the most important features of Vives’ De institutione feminae christianae. The case of Ovid is particularly interesting. From the very beginning of the treatise Vives blames on the Latin poet because his reading could represent a danger for women’s education. However, the valencian philosopher quotes Ovid eighteen times in this work. Thus, in this paper we will analyze the presence of Ovid in the De institutione feminae christianae and show that Vives had a good knowledge of his works. Keywords: De institutione feminae christianae. Ovid. Luis Vives. Reception. * Este trabajo se enmarca dentro del proyecto de investigación "Literaturas clásicas y literaturas hispánicas en la Baja Edad Media y el Renacimiento" (FFI2013-43663) dentro del Plan Estatal de Investigación Científica y Técnica y de Innovación 2013-2016 (I+D+i) del Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España.

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Ángel Narro Sánchez

Vives contra Ovidio Vives y Ovidio. Ovidio y Vives. Sin duda extraña pareja. El valenciano, moralista polifacético de principios del siglo XVI, cuyos principios se basan y asientan sobre los cimientos del catolicismo y sobre una fuerte entidad moral, rígida y sin fisuras. El sulmonense, por su parte, poeta genial, símbolo de la lengua latina que dedicó su ingenio y su talento a cantar las aventuras y desventuras del panteón romano y el amor y el desamor en otros tantos de sus escritos.1 En este breve trabajo nuestro objetivo no será otro que el de analizar la recepción del poeta latino en uno de los escritos vivesianos de mayor relevancia: el De institutione feminae christianae, compuesto en 1523 con el objetivo no poco ambicioso de educar a María Tudor, única hija del matrimonio entre Catalina de Aragón y Enrique VIII de Inglaterra. La obra, estructurada en tres libros, cada uno de ellos dedicado a cada gran etapa vital de la vida de la mujer cristiana, esto es, juventud (entendida más bien como soltería), matrimonio y viudez, analiza de una manera precisa y detallada todas y cada una de las vicisitudes por las que la mujer cristiana habrá de atravesar, recogiendo una ingente cantidad de normas de conducta y de preceptos morales que le ayudarán a superar con éxito cada una de las comentadas etapas. En su traducción castellana del texto, Beltrán destacó del tratado tres ideas fundamentales dentro del mismo: su particular concepción de la mujer cristiana, su correcto comportamiento y la educación que debía recibir.2 Sin embargo, en nuestra opinión, es de destacar también un cuarto elemento de capital importancia para la buena comprensión del tratado, no otro sino el paternalismo que impregna la obra, rozando en ocasiones incluso la misoginia, en consonancia con los valores transmitidos en época medieval por moralistas y predicadores cuyos discursos se articulaban en torno a la consideración negativa de la figura femenina.3 1

Nos referimos, cómo no, a las Metamorfosis, por un lado, y por otro a los Amores, el Ars Amandi y los Remedia Amoris. 2 Joaquín Beltrán, Juan Luis Vives. De institutione feminae christianae, València, Ajuntament, 1994. 3 A partir del De mulieribus clariis de Giovanni Bocaccio se inicia un apasionante debate entre partidarios y detractores de la condición femenina en lo que la crítica ha tenido a bien llamar Querelle des femmes. En este debate destacan grandes moralistas misóginos de época medieval como en ámbito catalán Francesc Eiximenis, con el que Vives comparte algunos puntos en común según David Viera, “¿Influyó el Llibre de les dones de Francesc Eiximenis (1340?-1409?) en el De institutione feminae Christianae de Luis Vives?”, Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura, 54 (1978), pp. 145-155; y Francisco Calero, “Francesc Eiximenis y Luis Vives: la clave de la verdad”, Revista de Lenguas y Literaturas Catalana, Gallega y Vasca, 13 (2007-2008), pp. 25-37. 2202

Conoce a tu enemigo. Vives, lector de Ovidio

Aunque el tratado defiende el derecho de la mujer a ser educada –siempre dentro de los valores del cristianismo–, el objetivo de dicha educación no es el de incorporar a la mujer a la vida social ni tampoco el de integrarla dentro de un marco de pseudo-igualdad, sino que la meta de Vives a la hora de escribir este tratado es que la joven doncella sea una buena hija para sus progenitores, la mujer casada una dama hacendosa y afable para con su marido y sus hijos y la viuda, por fin, un ejemplo de sobriedad y comedimiento para la sociedad cristiana en general. La pregunta ahora es, pues, evidente. ¿Cómo encajar en este marco de rígida moralidad y de pensamiento cristiano la poética ovidiana? Parece complicado pero en esta obra de Vives el poeta latino aparece aludido con naturalidad y, lo que es aún más importante, también con regularidad, sobre todo en el primero de los tres libros. En efecto, es hora de hablar de números. Dentro de las fuentes latinas que hemos podido encontrar en un estudio previo acerca de las fuentes clásicas, bíblicas y patrísticas del De institutione feminae christianae logramos identificar un total de dieciocho alusiones al poeta latino a lo largo del tratado (ocho citas literales y diez referencias indirectas),4 lo que lo sitúa en el segundo lugar de importancia en lo que a este tipo de fuentes literarias se refiere compartiendo honores con Cornelio Tácito y sólo por detrás de Valerio Máximo, autor de la literatura latina cuya presencia más se hace notar a lo largo del escrito. A pesar de ello, leyendo la carta introductoria a la obra que el propio Vives dirige a Catalina de Aragón nada hace presagiar el uso de algunos pasajes del poeta latino en el texto y menos aún cuando el valenciano decide utilizarlo en tanto que autoridad moral. De hecho, las duras palabras de Vives justificando el destierro que padeció a causa de su “Arte de amar”, comentadas por el propio Ovidio en sus Tristia,5 muestran la animadversión que el moralista sentía hacia el poeta latino y lo colocan en el plano de lo vergonzoso, lo prohibido y, en definitiva, lo pecaminoso: Mihi nullus umquam hominum iustius videtur exulasse Ovidio Nasone, si modo propter Artem amandi relegatus est. Ceteri enim cecinerunt lasciva et flagitiosa, hic egregius artifex in formulas (si diis placet) et praecepta nequitiam redegit, magister impudicitiae, publicus corruptor morum civitatis (De inst. fem. Christ., Intro. 3).6 4 Ángel Narro, Tradició clàssica, pensament cristià i educació de la dona a Vives. Les fonts del De institutione feminae christianae (1523), Saarbrücken, Editorial Académica Española, 2015. 5 Ov. Trist. II, 207. 6 Ov. Rem. 757-766. El texto latino de la obra de Vives se puede leer en Charles Fantazzi y Constant Matheeussen, J. L. Vives. De institutione feminae christianae, Leiden, Brill, 1996-1998.

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La presencia de Ovidio en el primer libro del De institutione feminae christianae Las duras críticas a Ovidio en esta introducción se confirman a continuación en el quinto capítulo del primer libro, en el que el valenciano configura un elenco de lecturas y autores vetados para la lectura de la joven cristiana entre los que se encuentra, acorde con sus críticas iniciales, nuestro Publio Ovidio Nasón, acompañado por otros poetas de la antigüedad grecorromana como Calímaco, Filetas de Cos, Anacreonte, Safo, Tibulo, Propercio y Cornelio Galo, a los que critica en bloque con unos versos del propio Ovidio citado aquí de manera literal,7 motivo por el cual es más que lícito sospechar que efectivamente Vives era o había sido lector de los versos del de Sulmona y que así pues conocía bien al enemigo literario al que pretendía combatir y alejar de su modelo educativo. Et tamen reiciendos castis praecipit, inquiens in secundo libro De Remedio Amoris: Eloquar invitus: teneros ne tange poetas! Summoveo dotes impius ipse meas. Callimachum fugito, non est inimicus amori; Et cum Callimacho tu quoque, Coe, noces. Me certe Sappho meliorem fecit amicae, Nec rigidos mores Teia Musa dedit. Carmina quis potuit tuto legisse Tibulli? Vel tua, cuius opus Cynthia sola fuit? Quis potuit lecto durus discedere Gallo? Ad postremum se quoque vitari iubet: Et mea (inquit) nescio quid carmina tale sonant (De inst. fem. christ., I, 5, 33).8 7

Traducción de Joaquín Beltrán, Juan Luis Vives…, cit. en n. 2, p. 69. “Sin embargo Ovidio recomienda a los hombres puros que los rechacen, diciendo, en el libro segundo de su obra Sobre los remedios del amor, estas palabras: ‘Lo diré contra mi voluntad: no toques los poetas amorosos. Yo mismo ataco despiadadamente mi propia obra. Huye de Calímaco, quien no es contrario al amor, y tú, nacido en Cos, también perjudicas en unión de Calímaco. Cierto es que Safo me hizo mejor para con mi amiga; tampoco la musa Theia concedió amores ásperos. ¿Quién ha podido leer impunemente los poemas de Tibulo o los tuyos, Propercio, que no te preocupaste más que de Cintia’. Al final invita a que se le evite también a él y dice esto: ‘Mis versos tienen un no sé qué de parecido con todos ellos’”. 8 Traducción de Joaquín Beltrán, Juan Luis Vives…, cit. en n. 2, p. 69. “Sin embargo Ovidio recomienda a los hombres puros que los rechacen, diciendo, en el libro segundo de su obra Sobre los remedios del amor, estas palabras: ‘Lo diré contra mi voluntad: no toques los poetas amorosos. Yo mismo ataco despiadadamente mi propia obra. Huye de Calímaco, quien no es contrario al amor, y tú, nacido en Cos, también perjudicas en unión de Calímaco. Cierto es que Safo me hizo mejor para con mi amiga; tampoco la musa Theia 2204

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Sin embargo, Vives decide ir aún más allá y una vez más reitera su desprecio hacia el Ars amandi e incluso se llega a cuestionar cómo era posible usar esta obra para el aprendizaje de la lengua latina, ya que, en su opinión, puesto que fue desterrado, de igual manera deberían haber desterrado también a sus comentaristas, haciendo alusión al uso del Ars amandi como texto apto para la enseñanza del latín en los siglos anteriores y a la gran fortuna que el poeta latino tuvo durante la Edad Media gracias a los textos comentados del llamado “Ovidio moralizado”:9 At hi quid turpe habent prae Arte amandi Ovidii, quae a nobis legitur, habetur in minibus, teritur, ediscitur? Sunt magistri qui suis discipulis praelegant; sunt qui, editis commentariis, nequitiae viam aperiant. Videlicet Ovidium Augustus relegavit et hos Ovidii interpretes in civitate retinuisset? Nisi plus esse credimus scripsisse turpia quam explicare et nova adolescentiae pectora tam honestis fecundare seminibus (De inst. fem. christ., I, 5, 34).10

Con todo y con eso, el humanista valenciano no vacila a la hora de utilizar dos versos de los Remedia Amoris ovidianos para aconsejar a aquellos que desean vivir castamente.11 He aquí la contradicción. Si poco ha lo consideraba un autor peligroso no sólo para la educación de la mujer cristiana, sino también para la práctica totalidad de la sociedad, ahora, en cambio, emplea un pasaje de su obra más corruptora y su propia figura literaria en tanto que entidad moral: Ovidius Naso, amoris tradens remedia, eum qui caste victurus sit temperantem quoque ese monet eique a cibis illis abstinendum “qui Veneri corpora nostra parant” vinumque in primis vitandum, illos autem mensis inferendos “qui Veneri corpora nostra negant” (De inst. fem. christ. I, 7, 48).12 concedió amores ásperos. ¿Quién ha podido leer impunemente los poemas de Tibulo o los tuyos, Propercio, que no te preocupaste más que de Cintia’. Al final invita a que se le evite también a él y dice esto: ‘Mis versos tienen un no sé qué de parecido con todos ellos’”. 9 Ralph J. Hexter, Ovid and Medieval Schooling: Studies in Medieval School Commentaries on Ovid’s Ars Amatoria, Epistulae ex Ponto, and Epistulae Heroidum, Munich, ArbeoGesellschaft, 1986, pp. 15-25. 10 Traducción de Joaquín Beltrán, Juan Luis Vives…, cit. en n. 2, p. 70. “Pero, ¿tienen estos poetas algún aspecto indecente si los comparamos con el Arte de amar de Ovidio, obra que todos nosotros leemos, tenemos entre manos, devoramos y aprendemos de memoria? Hay maestros que la leen a sus discípulos; otros, con los comentarios que hacen sobre la obra, abren el camino de la maldad. Si es evidente que Augusto desterró a Ovidio, ¿habría permitido que permanecieran en la ciudad los comentaristas del poeta? A no ser que creamos que es mucho mejor escribir relatos vergonzosos que explicarlos y, con ello, fecundar con semillas tan honestas los jóvenes espíritus de la adolescencia”. 11 Ov. Rem. 800 y 802. 12 Traducción de Joaquín Beltrán, Juan Luis Vives…, cit. en n. 2, p. 85. “Ovidio Nasón, en su libro Remedios del amor, aconseja a quien tiene la intención de vivir castamente que 2205

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Y es más, aún un poco más adelante en ese mismo séptimo capítulo Vives comenta cómo Ovidio creía que Egisto perpetró el asesinato de Agamenón porque estaba ocioso, haciendo referencia indirectamente a los Remedia para advertir a la doncella cristiana sobre los peligros de la temida ociosidad.13 Además, por si fuera poco, decide también reproducir a continuación de manera literal dos versos más de esta obra:14 Artifex ille tractandorum amorum Ovidius Aegisthum ea sola causa animum ad Clytaemnestram Agamenonis coniugem corrumpendam ipsumque Agamemnonem occidendum adiecisse definit, quod desidiosus esset. Hinc inter amoris remedia illud est de praecipuis, ne nos Cupidinis sagitta otiosos ac vacuos deprehendat: Otia si tollas, inquit, periere Cupidinis arcus Exstinctaeque iacent et sine luce faces (De inst. fem. christ., I, 7, 50).15

La presencia de Ovidio en el texto vivesiano se hace de notar también en el siguiente capítulo del primer libro, el octavo, en el que el moralista valenciano estructura una argumentada crítica al uso del ornatus femenino, promoviendo en cambio para el vestuario y acicalamiento de la doncella un alto grado de austeridad y sencillez. Así, de nuevo vuelve a recurrir a la autoridad de su enemigo, quien consideraba venenosos los ungüentos usados por el colectivo femenino, reflexión que podemos leer una vez más en los Remedia:16 Quid quod et tenella cutis citius rugatur et totus faciei habitus in senilem deformatur modum? Foetet spiritus, scabrescunt dentes, tum vel maxime ex dropacibus, sapunculis et smegmatis quis cutem velut tabellam in postridianam picturam parant, ut iuri sint haec ab Ovidio venena dicta (De inst. fem. christ., I, 8, 54).17 sea también templado y que se abstenga de tomar aquellos alimentos ‘que incitan nuestros cuerpos a los placeres de Venus’, y lo primero que se debe rechazar es el vino; en cambio hay que poner en la mesa aquellos otros ‘que impiden a Venus el acceso a nuestros cuerpos’”. 13 Ov. Rem. 161-162. 14 Ov. Rem. 139-140. 15 Traducción de Joaquín Beltrán, Juan Luis Vives…, cit. en n. 2, p. 87. “Ovidio, un maestro consumado en el tratamiento de los amores, manifiesta que Egisto puso todo su empeño en seducir a Clitemnestra, esposa de Agamenón, y matar al propio Agamenón por una sola razón, a saber, porque estaba ocioso. De ahí que, de entre todos los remedios del amor, uno de los más importantes es el que hace referencia al hecho de que las flechas de Cupido no nos sorprendan estando ociosos y vacíos. Así lo expone Ovidio: ‘Si alejas el ocio desaparece el arco de Cupido y sus pasiones quedan apagadas y sin resplandor’”. 16 Ov. Rem. 351. 17 Traducción de Joaquín Beltrán, Juan Luis Vives…, cit. en n. 2, p. 93. “¿Y qué decir del hecho de que una piel delicadita se arruga con mucha mayor rapidez, que todos los rasgos de la cara toman un aspecto senil, que su aliento desprende un hedor repugnante, 2206

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También en el mismo capítulo octavo encontramos otra alusión indirecta a otra obra del poeta latino, los Fastos, de la cual Vives extrae un pasaje a modo de exemplum para hacer ver a sus lectoras el peligro que reside en el hecho de arreglarse y acicalarse de manera ostentosa. El ejemplo no es otro que el de la virgen vestal Quinta Claudia, quien por su excesivo empeño a la hora de acicalarse sufrió algunos inesperados problemas:18 Q. Claudia, virgo Vestalis, dubiae pudicitiae fama laboravit, quod exquisitiore et accuratiore corporis cultu uteretur (De inst. fem. christ., I, 8, 65).19

El capítulo noveno, dedicado a la soledad de la doncella, es uno de los más importantes del tratado en nuestra opinión, ya que en él se sustenta nuestra teoría acerca del carácter paternalista del mismo y podemos observar, en consecuencia, cómo el humanista valenciano propone un control exhaustivo sobre la joven muchacha justificando su necesidad en una máxima de Publio Siro, Mulier cum sola cogitat, male cogitat,20 que encontramos en el original vivesiano custodiada por un nuevo verso de los Remedia ovidianos:21 “In populo” (inquit Ovidius de tali) “tutior esse potes”. Nec cogitationibus animum ut permittat est tutum, quamtumlibet honestis initio et sanctis. Lubricus est feminae cogitatus nec uno loco facile consistit. A rectis ad prava exiguo Publius Syrus mimographus: “Mulier cum sola cogitat, male cogitat” (De inst. fem. christ., I, 9, 78).22

Siguiendo con la presencia de Ovidio en este De institutione feminae christianae es necesario citar a continuación la segunda referencia –directa

que sus dientes se ponen sucios, en fin, que de su cuerpo entero se desprende un horrible olor producido bien por el albayalde y el azogue, bien, sobre todo, por los ungüentos, los jaboncillos y los linimentos con los que acondicionan su cutis, como si de un lienzo se tratara, para ser pintado al día siguiente? ¡Cuánta razón tenía Ovidio al llamarlas ‘venenosas!’”. 18 Ov. Fast. IV, 309. 19 Traducción de Joaquín Beltrán, Juan Luis Vives…, cit. en n. 2, p. 102. “Quinta Claudia, virgen vestal, estuvo en situación apurada por la reputación de su dudosa virginidad a causa de los adornos, un tanto refinados y llamativos, que utilizaba para embellecer su cuerpo”. 20 Publil. A 376. 21 Ov. Rem. 580. 22 Traducción de Joaquín Beltrán, Juan Luis Vives…, cit. en n. 2, pp. 114-115. “Sobre este tema dice Ovidio: ‘Entre la gente puedes estar más segura’. Ni tampoco es seguro abandonarse a los pensamientos, aunque al principio sean honestos y santos, pues el pensamiento de la mujer es inseguro y se asienta fácilmente en un sólo lugar. Por un motivo insignificante se deslizaría de la rectitud a la maldad. A muchos ha parecido que el mimógrafo Publio Siro ha dicho no exento totalmente de razón: ‘La mujer, cuando piensa sola, piensa mal’”. 2207

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en este caso– que encontramos a los Fastos en el capítulo once acerca del comportamiento de la doncella fuera de casa:23 Idque quoniam illa quae dixi exacta desiderantur in femina, nostra vero iudicia morosa et suspiciosa sunt, ac (quemadmodum Ovidius inquit): Nos in vitium credula turba sumus (De inst. fem. christ., I, 11, 93).24

El valenciano se sirve del texto de Ovidio en este caso para hablar de un rasgo que para él parece inherente a la condición humana: la proclividad de nuestro espíritu hacia el vicio. Lo llamativo de la alusión a Ovidio es que aparezca considerado como una gran autoridad moral para hablar de principios generales universales en vez de citar algún pasaje de los textos bíblicos o de los Padres de la Iglesia. Por ello, esta gran estima, al menos moral, que en esta ocasión parece demostrar por el poeta latino hace contradecir nuevamente su opinión inicial. Si pocos argumentos parecieran al crítico escéptico a favor de la influencia ovidiana sobre el tratado de Vives, el siguiente pasaje tal vez aclare de manera sustancial las posibles dudas suscitadas. En el mismo capítulo sobre el comportamiento de la doncella cuando se encuentra fuera de casa el humanista valenciano dice así: Semper delitescendum domi, hoc est (sicut quaedam interpretantur vanae et ut vel spectent vel spectentur cupidae) in carcere, in ergastulo? (De inst. fem. christ., I, 11, 94).25

El interés de nuestra reflexión se centra sobre todo en la secuencia ut vel spectent vel spectentur cupidae, lo que fue interpretado por Fantazzi y Matheeussen como una alusión indirecta al verso 99 del Ars amandi, esa obra que según Vives justificaba el destierro sufrido por el poeta latino.26 En Ovidio el verso dice ‘Spectatum veniunt, veniunt spectentur ut ipsae’ y a nuestro juicio el moralista valenciano lo que hace no es recoger una cita indirecta del Arte de Amar, sino más bien, y lo que es aún más interesante, escribir a la manera de Ovidio, lo que demuestra, en nuestra opinión, por un lado, hasta qué punto Vives conocía los versos del poeta latino y cómo, por otro lado, 23

Ov. Fast. IV, 312. Traducción de Joaquín Beltrán, Juan Luis Vives…, cit. en n. 2, p. 131. “Y todo eso es así porque esas cualidades a las que me he referido son justamente las que se echan de menos en una mujer, nuestros juicios, en cambio, son displicentes y desconfiados y, tal como dijo el poeta Ovidio, ‘nosotros somos una muchedumbre que cree en el vicio’”. 25 Traducción de Joaquín Beltrán, Juan Luis Vives…, cit. en n. 2, p. 132. “¿Ha de permanecer siempre recluida en casa, es decir, en una cárcel o en un calabozo, que es como interpretan algunas mujeres frívolas y que también están deseosas de que se las mire?”. 26 C. Fantazzi y C. Matheeussen, J. L. Vives…, vol. I, cit. en n. 5, p. 128. 24

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pese a haberlo denostado al inicio de la obra, aparece subyacente y de manera casi inconsciente y natural una suerte de admiración literaria por su obra e incluso de consideración moral por algunos de los consejos que en sus versos el valenciano había leído. Un poco más adelante, siempre dentro del undécimo capítulo, Vives transcribe uno de los versos de los Amores del poeta latino,27 considerado nuevamente en tanto que autoridad moral: Nec istis quicquam defuit ad impudicitiam praeter occasionem, quod prope semper in oculis multorum et frequentia versantur. Inquit Ovidius: Quae quia non licuit non dedit, illa dedit (De inst. fem. christ., I, 11, 100).28

Y por si fuera poco, apenas unas líneas más abajo podemos leer la alusión que hace a la historia de Cauno y de cómo violó a su hermana Biblis, narración que Vives conoce con toda seguridad gracias a las Metamorfosis,29 en un pasaje en el que Vives también comenta el similar fatal desenlace en la historia bíblica entre Amón y Tamar:30 Puellam et virum in loco aliquo solos diutine confabulari ne si sint quidem fratres sinendum est. Multa possunt adduci et vetera et nova exempla foedorum facinorum quid fratres etiam ipsi sint ausi, nacti solitudinis occasionem. Sic Amon, Davidis regis filius, Thamar sororem suam violavit; sic Caunus sororem Byblim (De inst. fem. christ., I, 11, 102).31

Para acabar ya de una vez con este capítulo once, capítulo en el que la presencia de Ovidio goza de una sobresaliente importancia, todavía nos quedan por analizar un par de alusiones más que aparecen hacia el final del mismo. En la primera de ellas el valenciano apela a la autoridad del de Sulmona, con quien coincide incluso a la hora de criticar los espectáculos públicos a través de la inclusión de manera literal de dos versos del Ars amandi, entre los que se 27

Ov. Am. III, 4, 4. Traducción de Joaquín Beltrán, Juan Luis Vives…, cit. en n. 2, p. 138. “Además, a estas mujeres no les ha faltado nada para cometer un acto impuro a excepción del momento oportuno, porque se encuentran siempre ante los ojos de los demás y en presencia de muchos hombres. Ovidio dice: ‘Aquélla que no dió porque no pudo, ésa ha dado’”. 29 Ov. Met. IX, 450- 665. 30 Vvlg. II reg. 13, 10-14 31 Traducción de Joaquín Beltrán, Juan Luis Vives…, cit. en n. 2, p. 139. “Tampoco se debe tolerar que una muchacha y un varón hablen solos en cualquier lugar durante largo tiempo, ni tan siquiera siendo hermanos. Muchos ejemplos se pueden aducir, tanto antiguos como actuales, de actos horribles que se atrevieron a cometer incluso los mismos hermanos, una vez consiguieron la oportuna soledad. De este modo Amón, hijo del rey David, violó a su hermana Tamar; lo mismo hizo Cauno con su hermana Biblis”. 28

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halla precisamente aquel en el que observábamos la influencia de la escritura del poeta latino en la prosa del valenciano.32 Ausculent ergo gentiles quae Christianum nolunt. Ovidius flagitiosa illa tradens amandi praecepta de publicis spectaculis dicit: Spectatum veniunt, veniunt spectentur ut ipsae; Ille locus casti damna pudoris habet (De inst. fem. christ., I, 11, 110).33

La segunda alusión a Ovidio, por su parte, aparece separada de la primera tan sólo por una mención a la sexta sátira de Juvenal,34 y en ella el propio Vives narra cómo, según Ovidio, los banquetes son el arma que utilizan Venus y Cupido para desplegar todo su potencial, relato que podemos leer esta vez en el Arte de Amar:35 Convivia Veneris et Cupidinis esse arma testatur idem Ovidius (De inst. fem. christ., I, 11, 110).36

Por fin, la última referencia a los textos ovidianos en este primer libro del De institutione feminae christianae la hallamos en el capítulo dedicado al tema de las relaciones amorosas. Lo que encontramos en realidad es una doble cita ovidiana en la que Vives hace referencia, de un lado, al consejo ovidiano acerca de la resistencia al amor en sus primeras tentativas, que podemos encontrar tanto en el verso 91 de los Remedia como en el 24 del primer libro del Ars Amandi y, de otro, a los versos 101 y 102 de los Remedia que reproduce de manera literal. Entre ambos intercala una alusión a los Salmos y un pasaje literal del Cantar de los Cantares:37 Ergo primis quibusque occasionibus fortiter obsistendum, quod et magister amorum Ovidius consulit. Neu sine adolescere parvulos Babylonis, sed iuxta Psalmistae monita, ‘Allide illos ad petram,’ et comminue in firmamento religionis Christo Iesu, qui in Canticis virgines admonet inquiens: ‘Capite nobis vulpes parvulas, quae demoliuntur vineas’. Et eo suadet accuratis capiendas si vinea 32

Ov. Ars 99-100. Traducción de Joaquín Beltrán, Juan Luis Vives…, cit. en n. 2, p.145. “Escuchen, en este sentido, a los gentiles aquellas mujeres que no quieren oír a un cristiano cuando da consejos. Ovidio, al formular reglas nefastas sobre el arte de amar, dice sobre los espectáculos públicos: ‘Vienen a mirar, pero también a que las miren a ellas mismas. Ese lugar contiene todos los perjuicios para la pudorosa castidad’”. 34 Ivv. VI, 60-62. 35 Ov. Ars I, 228 ss. 36 Traducción de Joaquín Beltrán, Juan Luis Vives…, cit. en n. 2, p. 145. “Según testimonio del propio Ovidio, los banquetes son el arma que utilizan Venus y Cupido”. 37 Vvlg. Psalm. 137, 9 y Cant. 2, 15. 33

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bonorum fructuum iam flores ostendit. Accipit amor vires ex mora ut aliae res permultae: Vidi ego quod fuerat (inquit Ovidius) primo sanabile vulnus Dilatum longae damna tulisse morae (De inst. fem. christ., I, 13, 123).38

La presencia de Ovidio en el segundo y el tercer libro Como hemos podido comprobar, la mayor parte de pasajes ovidianos en este tratado moral de Vives se la debemos al primero de los tres libros que componen el mismo. De hecho, en el segundo de ellos, el dedicado a la mujer casada, resulta mucho más difícil encontrar pasajes que remitan a la obra de Ovidio –sólo encontramos tres alusiones– y ya en el tercero, aunque más breve que los dos anteriores, no se encuentra ninguna alusión a su obra. Así pues, en el tercer capítulo de este segundo libro que versa sobre el comportamiento de la esposa para con el marido, Vives hace mención de la historia de Halción y de cómo le fue imposible superar la muerte de su esposo Ceice, lo que provocó que se arrojara al mar para acompañar a su querido cónyuge en su último viaje. A continuación el valenciano continúa narrando cómo, según la leyenda, ambos se transformaron en aves llamadas ‘halciones’ y gozaron de la estima de la diosa Tetis, pasaje que el valenciano conocía gracias una vez más a las Metamorfosis ovidianas:39 Vetustissimi scriptores Halcyonem referunt Ceyce marito non passam esse supervivere, ergo in mare se dedisse praecipitem. Addunt fabulae, quae saepenumero vitam nostram instituunt, versos in Halcyones aves, sic caras Thetidi ut quoties nidificent, maxima sit in mari et caelo tranquillitas, idque statis quotannis diebus contingere, qui ea de causa Halcyonii vocentur. Hoc a diis tribui pietati uxoris in coniugem (De inst. fem. christ., II, 3, 19).40 38 Traducción de Joaquín Beltrán, Juan Luis Vives…, cit. en n. 2, p. 159. “Por eso hay que hacerle frente con la máxima resistencia en las primeras ocasiones que se nos presente, algo que también aconseja Ovidio, aquel poeta latino gran conocedor de los amores. Y no dejes crecer a los niños de Babilonia, sino que, siguiendo los consejos del salmista, arrójalos contra la piedra y despedázalos con el apoyo y sostén de la religión de Cristo Jesús que, en el Cantar de los Cantares, da consejos a las vírgenes diciendo: ‘Cazad para nosotros zorras pequeñitas, pues destruyen las vides’. También invita a que se las capture con mayor solicitud, si la viña muestra ya las flores, que son indicio de sabrosos frutos. Con el paso del tiempo el amor va recobrando fuerzas, como sucede con otras muchas cosas. Dice Ovidio: ‘He visto cómo una herida, que en un primer momento era fácil de curar, ha causado problemas si su curación se ha aplazado largo tiempo’”. 39 Ov. Met. XI, 674-748. 40 Traducción de Joaquín Beltrán, Juan Luis Vives…, cit. en n. 2, p. 217. “Los escritores más antiguos cuentan que Halción no había podido sobrevivir a su marido Ceice y que, por eso, se arrojó al mar. Añaden las leyendas, que en muchas situaciones nos ayudan a educar

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La segunda alusión de este terceto aparece separada de la primera dentro de una lista de exempla por una alusión al escritor latino Higinio41 y se enmarca dentro de la misma línea ejemplificativa del caso anterior: el suicidio de la mujer a causa del dolor provocado por la pérdida de marido como muestra de amor extremo que una mujer puede llegar a sentir por su cónyuge. En este caso la historia comentada por Vives es la de Evadne, quien durante la celebración de los funerales por su esposo muerto se lanzó a la pira funeraria por el dolor que por él sentía, narración que encontramos en el Ars amandi:42 Evadne, funus Capanei coniugis celebrans, in rogum se coniecit, ne vel morte ipsa a carissimo socio separetur (De inst. fem. christ., II, 3, 19).43

Finalmente, la tercera y última alusión a la poética ovidiana en el tratado vivesiano aparece en el cuarto capítulo del segundo libro en que el moralista valenciano habla sobre la concordia entre los esposos. Dentro de este capítulo, el valenciano comienza una estructurada crítica a la belleza que se inicia con una citación escondida de Ovidio bajo el anonimato del término genérico poeta en la que se afirma que la soberbia acompaña normalmente a la belleza, haciendo clara alusión a los Fastos de Ovidio.44 Et hoc quiddam nescio quid tam leve, tam evanidum, mirum quantopere stulta et inania corda tumefaciat atque attollat, ut ventus utrem! Qua de causa poeta ille dixit: ‘Sequitur superbia formam’ (De inst. fem. christ., II, 4, 57).45

nuestra vida, que ambos se convirtieron en unas aves denominadas halciones, tan queridas a Tetis que, siempre que hacen sus nidos, en el mar y en el cielo reina la máxima tranquilidad y que esto ocurre todos los años en fechas señaladas, por lo que se llaman días halcioneos, y que esto es una concesión que hacen los dioses al amor de la mujer hacia su esposo”. 41 Hyg. Astr. II, 11. 42 Ov. Ars III, 21. 43 Traducción de Joaquín Beltrán, Juan Luis Vives…, cit. en n. 2, p. 217. “Evadne, celebrando los funerales de su esposo Capaneo, se arrojó a la pira para no verse separada de su queridísimo compañero ni siquiera por la misma muerte”. 44 Ov. Fast. I, 5, 419. 45 Traducción de Joaquín Beltrán, Juan Luis Vives…, cit. en n. 2, p. 251. “Yo no sé por qué una cosa tan insignificante y tan frágil, hincha y encumbra de manera tan sorprendente los corazones necios y vanos, igual que hace el viento con un odre. Un poeta dijo: ‘La soberbia acompaña a la hermosura’”. 2212

Conoce a tu enemigo. Vives, lector de Ovidio

Conclusiones A través de los textos comentados a lo largo de este breve trabajo hemos podido comprobar cómo la presencia de los textos de Ovidio es de una importancia notable dentro del esquema argumentativo de este De institutione feminae christianae. A pesar de las duras palabras que el valenciano le dedica en su introducción epistolar a la obra y pese a considerarlo como un autor peligroso que la joven doncella cristiana habrá de evitar a la hora de ejercitarse en la práctica de la lectura, Vives cae a menudo en la contradicción utilizando versos del poeta latino o narraciones que podemos encontrar también en sus relatos. Además, no es sólo la presencia de las fuentes ovidianas lo que demuestra el buen conocimiento que Vives tenía del poeta latino, sino también la variedad de obras del de Sulmona de las cuales se sirve a la hora de componer su escrito y el tratamiento que presta en ocasiones al personaje literario de Ovidio. En el tratado vivesiano aparecen pues cinco pasajes del Ars amandi y de los Remedia amoris, tres de los Fastos, dos de las Metamorfosis, uno de los Tristia y otro más de los Amores. Por lo que respecta al tratamiento que Vives dispensa a la figura de Ovidio cabe decir que, a pesar de criticarlo al inicio de la obra, el poeta latino es utilizado por el valenciano a menudo en tanto que autoridad moral. Sin embargo, a fin de cuentas el propio Vives, buen conocedor de la obra de Ovidio, quizá consideraba que un autor de su talante no debía ser aludido en los dos últimos libros en los que quizá se requeriría una ética mayor y una moral intachable, hecho éste que podría explicar, en nuestra opinión, la escasa importancia de los versos ovidianos en el libro dedicado a las mujeres casadas y su ausencia total en el libro indicado para las viudas. No obstante, no sería justo evaluar la importancia del poeta latino según su presencia en estos dos últimos libros, sino en el conjunto global de la obra. En conclusión, atendiendo a la presencia de las fuentes ovidianas que encontramos en el texto, estamos en disposición de afirmar que la importancia de la poética de Ovidio en el tratado es, sin duda, notable y que Vives de tanto en tanto parece encontrarse en un cruce de caminos entre la animadversión y la admiración. Si en un principio justificaba su destierro y pedía incluso el destierro también de sus comentaristas, él mismo finalmente acaba nutriendo este grupo y cayendo en una contradicción que nos hace ver de forma clara que Vives, en efecto, conocía bien a su enemigo. Sabía de sus escritos y de forma inteligente eligió el momento idóneo para hacer uso de sus versos según su intención dentro de la batalla moral que el valenciano decide emprender a favor de la buena educación de la mujer cristiana.

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Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 2215-2228

Rodrigo de Santaella en la Roma humanista de Sixto IV (1475-1480) Joaquín Pascual Barea Universidad de Cádiz

Resumen: Tras concluir sus estudios de Artes y Teología en Bolonia, Rodrigo de Santaella permaneció al menos cinco años en Roma; aquí estuvo al servicio del cardenal Jacopo Ammannati-Piccolomini, quien le escribió en 1476 una carta en latín, y del papa Sixto IV, ante quien pronunció un sermón en latín en 1477, y al que dedicó un diálogo en latín en defensa del celibato eclesiástico. Fue amigo del humanista Francesco Filelfo y de Giacomo Gherardi y Antonio Malvicini, y conoció, entre otros humanistas, a Bartolomé Platina, bibliotecario de la Vaticana. Estas relaciones influyeron en distinta medida en su actividad eclesiástica, política, social, religiosa y humanista. Palabras clave: Ammannati. Filelfo. Platina. Sixto IV. Oratoria. Abstract: Upon completition of his studies in Arts and Theology at Bologna, Rodrigo de Santaella stayed for at least five years in Rome; here he was serving Cardinal Jacopo Ammannati-Piccolomini, who wrote a letter in Latin to him in 1476, and Pope Sixtus IV, to whom he delivered a sermon in Latin in 1477, and dedicated a dialogue in Latin in defence of ecclesiastical celibacy. He was a friend of humanist Francesco Filelfo and of Giacomo Gherardi and Antonio Malvicini, and he met, among other humanists, Bartolomeo Platina, the librarian of the Vatican. These relationships influenced to varying extents his ecclesiastical, political, social, religious and humanist activity. Keywords: Ammannati. Filelfo. Platina. Sixtus IV. Oratory. * Este trabajo se inserta en el Proyecto de Investigación del Plan Nacional de I+D DGICYT FFI2012-31097 del Gobierno de España, así como en el Proyecto de Excelencia de la Junta de Andalucía PAI09-HUM-0845.

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Joaquín Pascual Barea

El curso 1472-73, Rodrigo de Santaella (1444-1509) concluyó en el Colegio de los Españoles en Bolonia los estudios1 iniciados en junio de 1467: obtuvo el grado de maestro en Artes y el doctorado en Teología el 12 de diciembre de 1472 promovido por el cardenal y legado pontificio Francesco Gonzaga (1444-1483).2 Carecemos de constancia documental sobre su paradero durante los dos años siguientes. Pero sí sabemos que en la primavera de 1576 llevaba algún tiempo en Roma, donde era capellán, familiar y continuo comensal del cardenal Jacopo Ammannati-Piccolomini (1422-1479) en el inmenso palacio que este poseía a orillas del Tíber detrás del Castel Sant’Angelo, antiguo mausoleo de Adriano. Este palacio constituía en aquel tiempo uno de los principales círculos humanistas y de difusión de manuscritos antiguos. Ammannati fue corresponsal entre otros del referido cardenal Gonzaga, quien tal vez fuera quien le recomendó a Santaella, del arzobispo de Sevilla y cardenal Pedro González de Mendoza, de Marsilio Ficino, de Giovanni Battista Cantalicio y de otros humanistas de su época. Había sido discípulo entre otros de Guarino de Verona y de Leonardo Bruni, y más tarde secretario privado y familiar del humanista Eneas Silvio Piccolomini (1405-1464), papa Pío II desde 1458.3 Por otra parte, debió de ser en 1474 o 1475 cuando Santaella trabó en el palacio de Ammannati una duradera amistad con el erudito Giacomo Gherardi “el Volterrano” (1434-1516), secretario del cardenal desde 1463 que estaba además al frente de su casa; pues el 26 de noviembre de 1475 pasó a ser además secretario del papa Sixto IV, y cubiculario suyo el mes siguiente,4 circunstancia que pudo facilitar el posterior ascenso de su amigo español en la curia papal. 1

Con crecida admiración dedico estas páginas a mi maestro Juan Gil, quien como Santaella concluyó sus estudios en este colegio boloñés, y derramó su sabiduría desde Sevilla durante varios decenios. 2 Vicente Beltrán de Heredia, Bulario de la Universidad de Salamanca (1219-1549), Salamanca, Universidad, 1967, t. III, p. 194; Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana: I. Introducción. Los colegiales desde 1368 a 1500, Bolonia, Real Colegio de España, 1979, nº 388. 3 Sobre la vida de Ammannati y sus relaciones con muchos de los principales humanistas de su época tratan Paolo Cherubini, “Introduzione”, en Iacopo Ammannati Piccolomini: Lettere (1444-1479), Roma, Ufficio Centrale per i Beni Archivistici, 1997, pp. 160-165; id., “Giacomo Ammannati Piccolomini: Libri, Biblioteca e Umanisti”, en Scrittura, biblioteche e stampa a Roma nel Quattrocento, ed. Massimo Miglio, Paola Parenga y Anna Modigliani, Ciudad del Vaticano, Scuola Vaticana di Paleografia Diplomatica e Archivistica, 1983, pp. 175-256; Giuseppe Calamari, Il confidente di Pio II, card. Iacopo Ammannati Piccolomini (1422-1479), Roma – Milán, Augustea, 1932, pp. 386-388; Edmont Lee, Sixtus IV and men of letters, Roma, 1978, pp. 93-99. 4 E. Lee, Sixtus IV..., cit. en n. 3, pp. 74-75; John F. D’Amico, Renaissance Humanism in Papal Rome: Humanists and Churchmen on the Eve of the Reformation, Baltimore, The Johns Hopkins University, 1983, pp. 53-54. 2216

Rodrigo de Santaella en la Roma humanista de Sixto IV (1475-1480)

Si no anteriormente en Bolonia, Santaella debió de conocer personalmente al humanista Francesco Filelfo (1398-1481) cuando, gracias a la intercesión de Ammannati y de Gonzaga ante Sixto IV el otoño de 1474, estuvo enseñando en el Estudio de Roma desde el 12 de enero de 1475 y hasta la primavera de 1476.5 A pesar de la notable diferencia de edad, lo llama “amigo mío” al referir en el Vocabulario que este propugnaba la pronunciación /paraklétus/ del epíteto referido al Espíritu Santo, conforme a la etimología griega y a las normas del latín clásico, en vez de la tradicional /paráklitus/.6 Aunque Filelfo había expuesto su teoría por extenso en una carta enviada en 1457 al ministro general de los dominicos que Santaella conocía,7 del texto se deduce que se la explicó personalmente en un ambiente de tertulia erudita más propio del círculo de Ammannati que de su etapa de estudiante en Bolonia: [...] tiene dos significados. Ca significa abogado. E segun este significado conuiene al fijo de dios. Item significa consolador y assi conuiene al espiritu santo, y escriuese paraclitus per .i. segun el uso. Aunque francisco philelpho amigo mio me dezia, e aun lo escriuio en una epistola, que escripto paraclitus con .i. significa infame. Et paracletus con .e. significa abogado e consolador. E dezia que por ventura malos escriuanos auian corronpido el uso de los antiguos. Ca aquel .H. griego quando se traslada en latin se conuierte en .e. luengo. Pero los que siguen el uso que segund mi juyzio se deue seguir, escriuen paraclitus. E lo diriuan de para, que es iuxta o cerca, e clisis que es consolacion o aduocacion, y por ventura nuestros sanctos doctores antiguos siguieron esta diriuacion menospreciando la del philosopho. Johan. xv. et hym. Conditor alme. 5

Cf. E. Lee, Sixtus IV..., cit. en n. 3, p. 157; id. “Humanists and the Studium Urbis 1473-1484”, en Umanesimo a Roma nel quattrocento, ed. Paolo Brezzi y Maristella de Panizza Lorch, Roma – Nueva York, Istituto di Studi Romani – Columbia University, 1984, 127-146, pp. 133 y 137. 6 Cf. Juan Gil, “Observaciones a autores latinos”, Habis, 36 (2005), 179-190, pp. 184-185; “Maese Rodrigo de Santaella: vida y obra”, La Universidad de Sevilla 1505-2005, coord. Rafael Sánchez Mantero y Ramón María Serrera Contreras, Sevilla, Universidad – Fundación El Monte, 2005, 41-59, pp. 42-43. 7 Epistolae, Brescia, Giacomo Britannico, 1485, lib. xiii, ff. x vº - xii rº: Franciscus Philelfus Iacobo Moranicae theologo atque generali religiosissimi ordinis minorum sal. [...] Et ne sim in perspicua re prolyxior, paracletum spiritum quem Christus humani generis redemptor se missurum pollicetur apostolis, uideo ab hominibus paraclitum appellari, hoc est, per .i. breui penultima, quod per .e. penultima producta pronunciari oportet. [...] Quod si paraclytus apud graecos inueniretur, quod certe minime inuenitur non per .i. iota, sed per .y. tenue scriberetur. Significaret autem paraclytus ita scriptum infamem aut praeter famam. [...] Id autem quam esset non modo absurdum in christo Ihesu, sed etiam dictu impium, quis non uidet? paracletus inquam penultima syllaba non correpta, ut uulgo praeferunt, sed producta et scribi debet, et proferri. [...] Itaque pollicetur Ihesus discipulis suis missurum sese paracletum spiritum, qui eos sit edocturus, siue illum adhortatorem, siue deprecatorem, hoc est aduocatum ut uulgo interpretatur, siue consolatorem etiam intelligere uelimus. [...] Vale pater reuerendissime. Mediolani ex aedibus nostris. vii. nonas iunias. M.cccc.lvii. 2217

Joaquín Pascual Barea

Por ventura acaescio a paraclitus como a peripsima. Vide peripsima. Perotus in cornucopia: paraclitus a grecis dicitur qui a nostris aduocatus.8

Alfonso de Palencia (1423-1492), quien fue discípulo de Jorge de Trebisonda (1395-1486) y estuvo al servicio del cardenal Besarión (1403-1472), admitía en 1490 tanto las formas paraclitus y paraclytus como paracletus,9 pero Antonio de Lebrija (1444-1522), compañero de Santaella en Bolonia,10 solo recogía la forma paracletus con el sentido de ‘abogado’ y ‘consolador’.11 Santaella aconseja sin embargo el uso tradicional de la Iglesia, a pesar de reconocer que peripsima “propriamente en latin se hauia de escreuir peripsema, y asi la penultima es luenga, aunque el uso dize peripsima e abreuia la penultima como por ventura acaecio de paraclitus e paracletus”.12 Pues en caso de conflicto, Santaella suele mostrarse más partidario de la tradición literaria cristiana que del latín clásico, en una postura propia del círculo de humanismo curial al que pertenecía, y que aplaudirá más tarde el monje jerónimo Miguel de Salinas en la primera parte de una obra sobre la pronunciación.13 Para justificar la forma paraclitus, concluye el artículo remitiendo además al Cornu Copiae del gramático Niccolò Perotti (ca. 1429-1480), quien había sido corresponsal de Ammannati.14 No siempre fue fácil la vida en el palacio de Ammannati. Santaella debió de sufrir la inundación acaecida el 8 de enero de 1476, que obligó al cardenal 8 Vocabulario ecclesiastico, Sevilla, Juan [Pegnitzer de Nuremberga], Tomás [Glockner] y Magno [Herbst], 14 de febrero de 1499, f. cxxviii vº. En esta misma página escribe de Pantheon: “[...] Agora se dize sancta maria la redonda en Roma”, en lo que cabe ver un recuerdo personal de sus estancias en Roma. 9 Universal vocabulario en latín y en Romance, Sevilla, Pablo de Colonia Alemán y Socios, 1490, ff. cccxxxix vº - cccxl rº: “Paraclito en griego, en latin consolaçion o consolador, como se nombra el spirito sancto paraclito o paracleto. Ca para menospreçiar las cosas temporales et gozar dela alegria perdurable consuela a los que enllena de graçia. Paraclisis enim grece consolatio et latine. Ab aliis paraclytus interpretatur orator vel aduocatus. Igitur christus dici potest paraclytus ut aduocatus qui intercedit pro nobis apud patrem, quem admodum Iohannes testatur dicens: Aduocatum habemus apud patrem ihesum christum. Paraclytus idest parans diuinam gloriam. Cleos enim grece idest gloria”. 10 Cf. Juan Gil Fernández, “Nebrija en el Colegio de los Españoles en Bolonia”, Emerita, 33 (1965), pp. 347-349. 11 Lexicon ex sermone latino in hispaniensem, Salamanca, 1492: Paracletus .i. interpretatur aduocatus. Paracletus. i. interpretatur consolator. 12 Vocabulario ecclesiastico, cit. en n. 8, ff. cxxxiii vº - cxxxiiii rº. 13 Libro apologético que defiende la buena y docta pronunciacion que guardaron los antiguos en muchos vocablos y accentos..., Alcalá de Henares, Pedro de Robles y Francisco de Cormellas, 1563, ff. 12-15 y 39. 14 Cf. Jean-Louis Charlet, “Les relations entre Niccolò Perotti et Ammannati Piccolomini d’après leur correspondance”, Studi Umanistici Piceni, 25 (2005), pp. 93-101.

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Rodrigo de Santaella en la Roma humanista de Sixto IV (1475-1480)

a alojarse durante diez días en casa de Francesco Piccolomini.15 Y el 12 junio de 1476, el patrono envió la siguiente carta desde Monsindoli a Santaella y al médico de Viterbo Girolamo Bonelli, dándoles ánimo en la peste que asolaba Roma y exhortándoles a seguir su ejemplo y el de Francisco de Toledo cuando servían al cardenal Domenico Capranica (1400-1458) en tiempos de Calixto III (1455-1458), el papa español Alonso Borgia. También menciona a Michele Tozino, que era entonces capellán en su casa.16 A Santaella le agradece el envío de un discurso propio muy erudito y de la lista de homilías que se usaban en los oficios del papa: Hieronymo Bonello, doctori Viterbiensi, et Roderico de S. Ella, theologo Hispano. Accepi ab ambobus literas, quas legi et gratas habui, officii putans que ab utroque significantur. Id mihi molestum fuit, quod nimis deiecto animo esse vos video et desperanter nimium scribi. Tanquam de coelo prenuntiata esset ad diem certam mors certa, ita alter missionem postulat, alter de sacerdotiolis suis curae esse germanum rogat. Doleo a sacerdotibus tam timide vivi et in misericordia dei spei tam parum reponi. Delicati estis et magis incerta vestra quam certa aliena perspicitis. Pugnat inter ingruentia tormenta et tela, ubi mille mortis sunt casus, conductus levi mercede miles; vos in domo turbis vacua, plena lectis ad vitam, pro officio in dominum vestrum, a quo quantam prestare poterit, tantam expectare potestis mercedem, viginti dies sine lachrymis perseverare nequitis. Conturbatis cor meum, neque istic propter vos, neque hic propter pestem vicina occupantem valens quiescere. Non huius infirmitatis fui ego, non Cauriensis episcopus, qui sedente Calisto, cum famularemur ambo Cardinali Firmano, pestilentia autem ita saeviret, ut quaque die centeni perirent, nec cardinalis quisquam Romae reliquus esset, non passi sumus officia in communem herum deserere. Eandem sortem perferendam putavimus, qualis nostra in eum esset fides maiori multo quam nunc discrimine ostendentes. Quam mentem intuens de coelo dominus pie ambos protexit et alterum ad cardinalatum, alterum ad episcopatum et spem cardinalatus in hunc diem servavit. Quam ob rem desinite timere timorem extremum, filii, et viscera patris ne conturbate. Meror vester meus est. Confido dominum affuturum ambobus et domesticis ceteris. Unum pro multis datum est caput. Vos custodiemini et salvi estis, et fructum feretis patientie vestre. Quiescite domi, sit vobis solitudo amica, et institutis antidotis vos aliquando munite. Non minus nos hic quam vos istic de rebus nostris anxii sumus. Hieronyme, de cura domus te laudo et debitorem tibi me statuo, Mihaelum quoque hortare, ut redemptionis sue tempus esse nunc putet et tecum vigilet et fidele ministerium prestet. Te etiam Rhodorice commendo, quod iuxta imperatum misisti ad me eruditum sermonem tuum et notulam 15 16

P. Cherubini, “Introduzione”, cit. en n. 3, p. 154. P. Cherubini, “Introduzione”, cit. en n. 3, p. 183. 2219

Joaquín Pascual Barea

omeliarum, que ad sacra Pontificis adhibentur. Valete, et crebro scribite. Deus et Beatus Petrus vobiscum sint. Monsindoli XII Iunii 1476.17 “A Girolamo Bonelli, doctor de Viterbo, y a Rodrigo de Santaella, teólogo español. Recibí las cartas de ambos, que leí y agradecí, considerando propio del cargo las cosas que por uno y por otro se indican. Esto me resultó molesto, que veo que estáis con un ánimo demasiado abatido y que se escribe con demasiada desesperación. Como si desde el cielo se hubiera anunciado una muerte segura para un día concreto, así uno solicita retirarse, el otro ruega acerca de sus pequeñas prebendas que haya un hermano para su cuidado. Me duele que unos sacerdotes vivan con tanto temor y que tengan tan poca esperanza en la misericordia de Dios. Sois débiles y veis más inseguras vuestras cosas que seguras las ajenas. Lucha entre los proyectiles y flechas que caen, donde hay mil posibilidades de muerte, el soldado contratado por un pequeño sueldo; vosotros en una casa libre de alboroto, llena de cosas selectas para vivir, no podéis aguantar veinte días sin lágrimas ante el deber hacia vuestro señor, del cual podéis esperar tanto favor cuanto pueda prestar. Turbáis mi corazón, que no puede descansar ni ahí por culpa vuestra, ni aquí por la peste que asola los alrededores. Esa debilidad no fue propia de mí ni del obispo de Coria, quienes durante el papado de Calixto, sirviendo ambos al Cardenal Firmano, y desatándose una pestilencia tal, que cada día moría un centenar de personas, y no quedó en Roma ni un cardenal, no soportamos abandonar nuestras obligaciones hacia el señor común. Consideramos que había que sufrir la misma suerte, mostrando cuál era nuestra lealtad hacia él en un peligro mucho mayor que el actual. Y el Señor viendo esta intención desde el cielo protegió a ambos piadosamente, y los preservó hasta el día de hoy, a uno para un cardenalato, y al otro para un obispado con esperanza de cardenalato. Por lo cual dejad de temer un temor extremo, hijos, y no turbéis las entrañas de vuestro padre. Vuestra aflicción es mía. Confío en que el Señor os asistirá a ambos y a los restantes de la casa. Una cabeza ha sido entregada a cambio de muchos. Vosotros seréis protegidos y estáis a salvo, y tendréis el fruto de vuestra paciencia. Descansad en casa, que la soledad sea vuestra amiga, y fortificaos alguna vez con los antídotos establecidos. Nosotros aquí no estamos 17

Cf. Frank Rutger Hausmann, “Die Benefizien des Kardinals Jacopo AmmannatiPiccolomini”, Römische Historische Mitteilungen, 13 (1971), 27-80, p. 64 y apéndice XXI; id., “Armarium 39, tomus 10 des Archivio Segreto Vaticano. Ein Beitrag zum Epistolar des Kardinals Giacomo Ammannati-Piccolomini (1422-1479) und anderer Humanisten”, en Sonderdruck aus Quellen und Forschungen aus Italianischen Archiven und Bibliotheken, t. 50, Tubinga, Max Niemeyer, 1971, 112-180, pp. 170 y 177; Paolo Cherubini (ed.), Iacopo Ammannati Piccolomini: Lettere (1444-1479), Roma, Ufficio Centrale per i Beni Archivistici, 1997, pp. 2038-2040. He tomado la variante conturbate en lugar de conturbare de esta edición, que además de algunas diferencias en la puntuación presenta estas otras variantes respecto al artículo de Hausmann: Hieronimo, litteras, gratias, quam, Tamquam, caelo praenuntiata, sacerdotibus suis, Dei, praestare, lacrimis, cardinali, Dominus, definite, Maeror, Dominum adfuturum, eritis, patientiae vestrae, suae, Praestet, pontificis, beatus. 2220

Rodrigo de Santaella en la Roma humanista de Sixto IV (1475-1480)

menos angustiados por nuestras cosas que vosotros ahí. Girolamo, te alabo por el cuidado de la casa y me considero en deuda contigo. Exhorta también a Michele para que considere que ahora es el momento de su redención y vigile contigo y preste un servicio fiel. A ti también te elogio, Rodrigo, porque me enviaste como te mandé un sermón tuyo erudito y una reseña de las homilías que se usan en las ceremonias sagradas del Pontífice. Salud, y escribid a menudo. Que Dios y san Pedro estén con vosotros. En Monsindoli a 12 de Junio de 1476”.

La carta nos desvela el presumible horizonte de las ambiciones de Santaella, quien no llegó a ser cardenal ni obispo, pero sí fue uno de los principales responsables de la iglesia de Sevilla, sobre todo hacia 1504 debido a las habituales ausencias del arzobispo, y tuvo el honor de fundar en esta ciudad el Colegio y Estudio General que dio lugar a su actual Universidad. El 24 de marzo de 1477, por mediación de Ammannati y en reconocimiento a su saber en las artes liberales, Sixto IV (1471-1484) le concedió unos beneficios en las diócesis de Burgos (en Grijalba) y de Sevilla (en Alocaz y Gómez Cardeña), vacante el primero por el nombramiento como obispo de Calahorra de Pedro de Aranda, hijo de un rico converso.18 Con Aranda, que acabó desposeído de su obispado y murió en la cárcel papal del Castel Sant’Angelo en 1500 acusado de judaísmo a instancias del inquisidor fray Tomás de Torquemada (1420-1498),19 debió Santaella de entablar una estrecha relación en el colegio boloñés, donde Aranda era rector en 1469, dos años después del ingreso de Santaella.20 Ambos concluyeron ahí sus estudios en 1473, y debieron de mantener un contacto relativamente cercano en los años siguientes en Roma, lo que explica que Aranda le cediera entonces su beneficio de Grijalba al ser nombrado obispo. El discurso erudito que Santaella había enviado a Ammannati el año anterior tal vez fuera la emotiva y Elegantissima oratio sobre la Pasión que podía estar preparando entonces, y que apenas un par de semanas después de recibir los beneficios referidos tuvo el honor de predicar con 32 años ante la culta curia papal el Viernes Santo de 1477, que por ser el sermón más 18 Cf. José Antonio Ollero Pina, “La carrera eclesiástica de Rodrigo de Santaella y la fundación de la Universidad de Sevilla: una revisión”, en Archivos de la iglesia de Sevilla: Homenaje al archivero D. Pedro Rubio Merino, Córdoba, Cajasur, 2006, 517-559, pp. 518-519. 19 Cf. Justo Fernández Alonso, “Pedro de Aranda, obispo de Calahorra (†1500): un legado de Alejandro VI ante la Señoría de Venecia (1494)”, en Collectanea Archivi Vaticani, 5-6. Miscellanea in onore di Monsignor Martino Giusti Prefetto dell’Archivio Segreto Vaticano, Ciudad del Vaticano, Archivio Vaticano, 1978, vol. 1, pp. 255-296. 20 A. Pérez, Proles Aegidiana..., cit. en n. 2, nº 383, p. 338; Antonio Domingues de Sousa Costa OFM, “Portugueses no Colégio de S. Clemente de Bolonha durante o século XV”, en El Cardenal Albornoz y el Colegio de España, ed. Evelio Verdera y Tuells, Bolonia, Publicaciones del Real Colegio de España, 1973, 211-415, pp. 384-385.

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Joaquín Pascual Barea

importante del año en el mundo católico, siempre fue pronunciado por una persona cualificada.21 Comienza con un elegante elogio de la cruz: Cum multa admirandaque munera, b p, sint mortalibus ab humane conditionis initio diuinitus prestita, nullum tantum ad deiiciendos hostes preclarius, nullum ad compeditorum redemptionem sanctorum diuinius, ac saluti humane conducibilius beneficio crucis hodierno existimari potest. Quid enim salubrius cruce?, que celorum ostia reclusit, venenorum vires extinxit, feroces bestias repressit, orbem terrarum conuertit, omnia denique que homini aduersabantur humi deiecta prostrauit. Aut quid nobis commodius quam crux?, cui suffixus Christus magne et excellentis est nobis virtutis exemplo. Cruce enim sola et Christiani dinoscimur, et Christum sectamur. “Habiendo sido proporcionados, padre santísimo, muchos y admirables regalos a los mortales por voluntad divina desde el inicio de la condición humana, ninguno puede estimarse tan excelente para derribar a los enemigos, ninguno tan divino para la redención de los santos encadenados, y más ventajoso para la salvación del hombre que el actual beneficio de la cruz. ¿Pues qué es más saludable que la cruz?, la cual abrió las puertas de los cielos, destruyó el poder de los venenos, refrenó bestias feroces, dio la vuelta al globo terráqueo, en fin todas las cosas que se oponían al hombre las postró derribadas por el suelo. ¿O qué nos resulta más agradable que la cruz?, a la cual clavado, Cristo nos sirve de ejemplo de grande y excelente virtud. Pues solo por la cruz los cristianos somos reconocidos y seguimos a Cristo”.

Refiere luego las distintas causas de la pasión y los textos proféticos del Antiguo Testamento que la anunciaban, mostrando su vasta erudición escriturística. A continuación busca mover las pasiones o sentimientos del auditorio, entreteniéndose en una disquisición filológica tomada de san Agustín (civ. 9,4)22 sobre los distintos términos con que se designan esos sentimientos en griego y en obras de Cicerón (fin. 3,35; Tusc. 3,23 y 4,9-11), de Apuleyo (Socr. 12), de filósofos platónicos, peripatéticos y estoicos, y de autores cristianos: Video, beatissime pater, sermunculum meum per causas ac circumstantias dominice passionis prolixius fortasse quam decuit traduxisse. Quamobrem ad eius acerbitatem aperiendam longe breuior si paulisper me fertis cursus conceditur. Que profecto ne23 dixerim piissimos quales vos estis verum etiam agrestes et indomitos viros ex silice excisa precordia ad luctum commoueret 21

Francesco Cancellieri, Descrizione delle funzioni della Settimana Santa nella capella pontificia, Roma, Francesco Bourliè, 1818, p. 123. 22 Cf. Sarah Catherine Byers, Perception, Sensibility, and Moral Motivation in Augustine: A Stoic-Platonic Synthesis, Cambridge, Cambridge University, 2013, pp. 60-62. 23 He corregido en ne la lectura me que presentan las dos ediciones del sermón. 2222

Rodrigo de Santaella en la Roma humanista de Sixto IV (1475-1480)

illos animi motus quos greci pati,24 nostrorum autem quidam sicut Cicero perturbationes, quidam affectiones vel affectus, quidam vero sicut Apulleius e greco expressius passiones vocant tam Platonici et Peripatetici quam Seno et Crisipus stoicorum princeps, et nostre sacre littere. “Veo, padre santísimo, que mi sermoncillo ha discurrido por las causas y circunstancias de la pasión del Señor de forma quizás más prolija de lo debido. Por lo cual se concede un recorrido mucho más breve, si me aguantáis un momento, a exponer su dureza. La cual ciertamente, no diría hombres piadosísimos como sois vosotros sino también salvajes e indómitos de entrañas cortadas de la roca, movería a la aflicción los sentimientos que llaman los griegos pati, y de los nuestros unos como Cicerón perturbationes, otros affectiones o affectus, y otros como Apuleyo passiones con más parecido al griego, tanto los platónicos y peripatéticos como Zenón y Crisipo, príncipe de los estoicos, y nuestra literatura sagrada”.

Para ello pone ante los ojos del público toda la crudeza del sufrimiento de Cristo con el fin de moverlo a una vida más cristiana, refutando de paso a los herejes. Tras esa detallada narración de la pasión, refiere las persecuciones sufridas por los cristianos desde los emperadores de Roma hasta los turcos en su tiempo, contra los que tanto Pío II como Sixto IV había lanzado sendas cruzadas durante sus pontificados. Y concluye rogando a Jesucristo la victoria sobre esos enemigos, y a los apóstoles Pedro y Paulo su intercesión: Proponamus ante oculos nostros ducem salutis nostre Christum et hunc crucifixum reuocemus per crucifixam salutem, obsecro, et infigamus animis quam lenissimus fuit dominus cum proditore, quam liberalissimus erga discipulos, vigilantissimus in communem mundi salutem, constantissimus in tormentis, obsequentissimus patri, clementissimus in tortores. Discamus a cruce nostris cupiditatibus imperare, parcere furori, odia eradicare, pro malis bona tribuere, contumelias pro Christo equo animo perferre, libidines refrenare, spernere voluptates, arcere auaritiam, honores contemnere, animam pro ouibus exponere, de cunctis viciis triumphare omnesque animi labes repellere. Tu vero indulgentissime domine Ihesu Christe, ea caritate qua hodierna die hanc ecclesiam tuo sanguine comparasti, protege eam obsecramus. Nam propter te mortificatur tota die, estimata est velut ouis occisionis. [...] Memento igitur obprobrii seruorum tuorum, excita potentiam tuam, et abige a grege tuo lupum hunc rapacissimum, respice tandem, respice quesumus, super hanc ecclesiam tuam, super hunc vicarium tuum sanctissimum dominum nostrum Sixtum, quem benignissimum ecclesie tue pastorem preesse voluisti, super hoc orbis terre commune amplissimum diuinissimumque consilium, et super omnes Christianos filios tuos pro quibus non dubitasti humiliare te ipsum usque ad mortem, mortem autem crucis. Vos vero apostolorum principes, Petre et 24

Santaella transcribe al latín la segunda sílaba del término griego sin aspiración y con grafía itacista. 2223

Joaquín Pascual Barea

Paule, huius nauis remiges et loci huius presidia tutissima, adestote nobiscum supplices, ut vestris apud Christum auspitiis freti pacem oppressis hostibus impetremus, qua soli Christo commoriamur, consurgamus et conregnemus per infinita seculorum secula. Amen. “Pongamos delante de nuestros ojos a Cristo, guía de nuestra salvación, e invoquemos este crucifijo a través de la salvación crucificada, os ruego, y clavemos en las mentes cuán suave fue el Señor con el traidor, cuán benévolo hacia los discípulos, atentísimo a la común salvación del mundo, constantísimo en los tormentos, muy obediente al padre, clementísimo hacia sus verdugos. Aprendamos de la cruz a dominar los deseos, a abstenernos de la furia, a erradicar los odios, a pagar bienes por males, a sufrir las afrentas con ánimo sereno por Cristo, a refrenar las pasiones, a contener la avaricia, a despreciar los honores, a exponer el alma por las ovejas, a triunfar sobre todos los vicios y a rechazar todas las caídas de ánimo. Y tú, indulgentísimo señor Jesucristo, protege esta iglesia con el amor con el que en el día de hoy la compraste con tu sangre. Pues por ti se mortifica todo el día, es estimada como una oveja de matanza. [...] Acuérdate pues del oprobio de tus siervos, saca tu poder, y echa de tu rebaño a este lobo avidísimo, mira por fin, te rogamos, mira por esta iglesia tuya, por este vicario tuyo santísimo, nuestro señor Sixto, pastor bondadosísimo que quisiste que estuviera al frente de tu iglesia, por este Consejo común, amplísimo y divinísimo del globo terráqueo, y por todos los cristianos tus hijos por los cuales no dudaste en humillarte a ti mismo hasta la muerte, y muerte en cruz. Y vosotros, príncipes de los apóstoles, Pedro y Pablo, remeros de esta nave y defensas seguras de este lugar, asistid suplicantes con nosotros, para que confiados en vuestros auspicios ante Cristo alcancemos la paz aplastando a nuestros enemigos, con la cual para Cristo solo muramos, resucitemos y reinemos por infinitos siglos de los siglos. Amén”.

Este sermón fue editado poco después por el impresor de Antoninus, De censuris (Roma, 1 de julio de 1476, GW 2069), y de forma más cuidada por Stephan Plannck hacia 1481.25 De él se conservan ejemplares en numerosas bibliotecas de España y de otros diversos países. Ese mismo año de 1477 debió de asistir al debate sobre la concepción de la Virgen promovido por Sixto IV, quien había sido ministro general de la orden franciscana, que dio lugar al establecimiento oficial de la fiesta el 8 de diciembre.26 Pero no acabaron aquí las controversias entre franciscanos 25 Elegantissima oratio habita per excellentissimum artium et sacre theologie magistrum dominum Rhodoricum de sancta Ella hispanum coram Sixto iiii pon. maximo In magna cardinalium prelatorumque frequentia in die parasceue A. d. Mcccc septuagesimoseptimo [Roma, c. 1477, GW 9788]; Elegantissima [...] Theologie Magistrum dñm Rodericum de sancta Ella hyspanum Coram Sixto iiij Pon. Max. [...] Anno domini Mcccclxxvii [Roma, Stephan Plannck, c. 1481, GW 9789], Ms. en Bibl. Ambrosiana, G89 sup., ff. 406vº-415rº. 26 Cf. Nancy Mayberry, “The controversy over the Immaculate Conception in medieval and Renaissance art, literature, and society”, Journal of Medieval and Renaissance Studies,

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Rodrigo de Santaella en la Roma humanista de Sixto IV (1475-1480)

y dominicos, quienes siguieron oponiéndose durante varios siglos al establecimiento del dogma de la Inmaculada Concepción. En este, como en otros aspectos, Santaella se mostró más próximo a la espiritualidad franciscana, y en 1504 y 1506 fue uno de los encargados del oficio de la Concepción en la iglesia de Sevilla.27 Debió de ser también en el palacio de Ammannati donde Santaella tuvo acceso a las poesías marianas de Pío II, que recopiló entonces y que haría editar de forma anónima en Sevilla en 1504.28 Y además de Gherardi, Santaella mantuvo aquí una estrecha relación con otro familiar de Ammannati y vicario suyo en Pavía, Antonio Malvicini o Malvicino, doctor en Leyes, en cuyo nombre se obligó el 18 de diciembre de 1478 ante la Cámara Apostólica a pagar 22’5 florines de oro, pago que efectuó diez días después: Die .xviii. dicti mensis decembris, dominus Rodericus de Sancta Ella, clericus Salamantine diocesis, ut principalis et privata persona, obligavit se Camere nomine Antonii Malvicini, prepositi ecclesie Placentine, decretorum doctoris, pro annata prepositure ecclesie Placentine. [...] Dicta die, solvit pro compositione annate florenos .xxii. ½ per manus dicti Roderici: patet per cedulam domini depositarii.29 “El 18 de dicho mes de diciembre, el señor Rodrigo de Santaella, clérigo de la diócesis de Salamanca, como persona principal y privada, se obligó con la Cámara en nombre de Antonio Malvicini, prepósito de la iglesia de Piacenza, doctor en decretos, por la annata de la prepositura de la iglesia de Piacenza. [...] Dicho día pagó por la composición de la annata 22,5 florines por mano de dicho Rodrigo: consta por la cédula del señor depositario”.

Al menos varios meses antes de la muerte de Ammannati el 10 de octubre de 1479, el papa Sixto IV lo había acogido en su corte humanista como familiar, cubiculario y continuo comensal. Y en atención a sus estudios y a su agradable trato, le concedió otros privilegios, títulos y beneficios hasta septiembre de 1480 en las diócesis de Salamanca, Segovia y Badajoz, el cargo 21.2 (1991), 207-224, p. 209. 27 Cf. Joaquín Hazañas y La Rua, Maese Rodrigo: 1444-1509, Sevilla, Izquierdo y Ca., 1909, pp. 30, 68-69 y 76. 28 Cf. José María Maestre Maestre, “Descubrimiento de un acróstico con la Angelica salutatio en las Odae in diuae Dei genitricis Mariae laudes «compiladas» por Rodrigo Fernández de Santaella”, Revista de Estudios Latinos, 11 (2011), pp. 117-161; “Identificación del papa Pío II como autor de las Odae in diuae Dei genitricis Mariae laudes «compiladas» por Rodrigo Fernández de Santaella. I. Fundamentos para la construcción de la hipótesis”, Euphrosyne, 409 (2012), pp. 209-260. 29 Michele Ansani – Gianluca Battioni, Camera Apostolica: documenti relativi alle diocesi del ducato di Milano tomo II. I “libri annatarum” di Sisto IV (1471-1484), Milán, Unicopli, 1997, vol. 2, p. 249, nº 284. 2225

Joaquín Pascual Barea

de rector de una iglesia parroquial en la de Cuenca, y como apenas había esperanzas de que quedara vacante una dignidad similar en Sevilla o en Córdoba, un canonicato en la iglesia de Segovia cuando quedara vacante del que no tomó posesión.30 Las iniciativas de Sixto IV por alcanzar la unión con la iglesia oriental fomentaron la idea de permitir el matrimonio a los sacerdotes de la Iglesia de Roma, y un librito de Leonardo Leto basianense, titulado De uxoribus presbyterorum, quod iniqua lege vetitae videantur (Biblioteca Apostólica Vaticana, Ms. 1306), era leído con interés y agrado por muchos prelados. En contra de esta obra defendió Santaella el celibato de los presbíteros de la iglesia occidental frente a la práctica de los ortodoxos en los veinticinco folios de un Dialogus contra impugnatorem celibatus ac castitatis presbyterorum ad Xixtum Pontificem Maximum, declarándose en la carta dedicatoria al papa su inútil siervo (mancipiolum). Se conserva en un lujoso códice de la Biblioteca Apostólica Vaticana (Ms. 3639) con las armas de este papa humanista, y una copia de la misma, probablemente la que realizó Nicolás Antonio, en la Biblioteca Nacional en Madrid (Ms. 9250, ff. 85rº-105vº).31 En el diálogo, Libido representa a Leto, cuyas veinticinco intervenciones apenas ocupan el quince por ciento del tratado, y Pudicitia al autor, quien sin escatimar insultos en sus respuestas a la batería de argumentos que lanza su rival, defiende indignado la continencia de los sacerdotes, desplegando todo un arsenal de recursos retóricos, de conocimiento de los textos bíblicos, de los Padres de la Iglesia y de otros teólogos como Inocencio III, además de citar a Platón, Aristóteles, Teofrasto, Epicuro, los filósofos materialistas y Ovidio; pondera el peso de la tradición, explica el doble significado de ‘mujer’ y ‘esposa’ del término griego gunhv, y expone ejemplos y razonamientos contra unas ideas que considera heréticas. En estas intervenciones inserta abundantes transcripciones de extensos pasajes de san Jerónimo y de otros autores, generamente sin citarlos, aunque tampoco faltan los comentarios personales, como este referido a España: [...] possem praeterea exempla ad tuam confusionem in medium proponere. Est enim in Hispania duplex ordo militum religiosorum, quorum quidam ducunt uxores alii uero caelibem vitam degunt omnes tamen beneficia possident; sed illi quibus uxores licent, nec minus pomposi nec magis religiosi quam qui caelibes inueniuntur. “[...] podría además aducir ejemplos a tu confusión. Pues en España está la doble orden de los soldados religiosos, de los que unos toman esposas y otros 30

Cf. J. Hazañas, Maese Rodrigo..., cit. en n. 27, p. 6; V. Beltrán, Bulario, cit. en n. 2, t. III, pp. 166-168; J. A. Ollero, “La carrera...”, cit. en n. 18, pp. 520-521. 31 Cf. Nicolás Antonio, Bibliotheca Hispana Nova, Madrid, Ibarra, 1783, p. 267. 2226

Rodrigo de Santaella en la Roma humanista de Sixto IV (1475-1480)

pasan la vida solteros, pero todos poseen beneficios. Pero esos a los que les están permitidas las mujeres, no son ni menos ostentosos ni más religiosos que los que se hallan solteros”.

El humanista e historiador Bartolomeo Sacchi “Platina”, prefecto de la Biblioteca Vaticana, consignó en 1480 algunos de los libros de Juan Crisóstomo o a él atribuidos (Sermones de patientia Job y Orationes u homilías) que prestó a Santaella el 21 de abril y el 12 de agosto, y que este devolvió: Accepi a domino B. Platina ego Rodoricus de Sanctaella Hispanus Sermones Johannis Chrisostomi ex papiro copertos rubeo super Job, die 24 mensis aprilis 1480.– Restituit pridie idus augusti Sermones et habuit Orationes. Restituit et orationes.32 “Recibí del señor B. Platina yo Rodrigo de Santaella español los Sermones de Juan Crisóstomo en papiro cubiertos de rojo sobre Job, el día 24 del mes de abril de 1480. Devolvió el 12 de agosto los Sermones y tuvo las Orationes. Devolvió también las orationes”.

Santaella regresó a España a tomar posesión de sus cargos y prebendas hacia 1481, coincidiendo con el inicio de la actividad del Santo Oficio de la Inquisición en Sevilla. Pero el primer cargo que consta que tuvo el venerable señor Rodrigo de Santaella fue el de tesorero de la iglesia de Ávila. Como tal actuó de testigo el 23 de febrero de 1482 en la toma de posesión de unas casas, huertas y prado por parte de María de Ávila, dama de la reina Isabel y desde 1479 viuda de Fernán Núñez Arnalte, y por parte de fray Tomás de Torquemada, confesor de la misma y poco tiempo después Inquisidor General de Castilla y de Aragón. Ambos actuaban como albaceas testamentarios de Núñez Arnalte, quien había sido secretario y tesorero de la reina, para la edificación del convento de Santo Tomás en Ávila, donde finalmente fue enterrado el malogrado príncipe Juan desplazando el sepulcro del tesorero.33 Gracias a las dotes conciliadoras de que hizo gala durante toda su vida, Santaella también representó como diputado al cabildo de Ávila en Olmedo el 4 de mayo de ese mismo año en una concordia con el de Segovia, representado por el canónigo Juan de Quintanapalla.34 32 Eugène Müntz – Paul Fabre, La Bibliothèque du Vatican au XVe siècle d’après des documents inédits: contribution pour servir à l’histoire de l’humanisme, París, Thorin, 1887, p. 283. Cf. Stefan Bauer, “Platina e le res gestae di Pio II”, en Enea Silvio Piccolomini: Pius Secundus Poeta Laureatus Pontifex Maximus. Atti del Convegno Internazionale, ed. Manlio Sodi y Arianna Antoniutti, Ciudad del Vaticano, Libreria Editrice Vaticana, 2007, pp. 17-32. 33 Cf. Carmelo Luis López, Un linaje abulense en el siglo XV, Doña María Dávila: documentación medieval del Monasterio de Las Gordillas, Ávila, Diputación, 1998, vol. 3, pp. 16-21. 34 Cf. Juan Ramón López Arévalo, Un cabildo catedral de la vieja Castilla: Ávila, su estructura jurídica, s. XIII-XX, Madrid, Institución Alonso Madrigal, 1996, p. 276.

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Joaquín Pascual Barea

De la amistad de Santaella con Giacomo Gherardi y con Antonio Malvicini, familiares de Ammannati y expertos diplomáticos y políticos como él, conservamos otros testimonios epistolares de los primeros meses de 1490: Desde Roma había escrito Santaella el 6 de marzo a Gherardi, entonces nuncio pontificio en Milán, quien a su vez le cuenta dos días después al amigo común Antonio Malvicini, entonces vicario de Monsignor Fabrizio Marliani en Piacenza, que deseaba y esperaba ver pronto a Rodrigo, a quien ya mencionaba en otra carta a Malvicini del 12 de enero de ese año en la que le instaba a escribirle.35 En muchos aspectos, Ammannati y su círculo representan el principal referente religioso, político y literario de Santaella, encuadrable dentro de la corriente ideológica del humanismo cristiano. En el testamento latino que Santaella otorgó en 1508, con ligeras variantes y las que exigían las circunstancias particulares de cada uno, sigue fielmente el modelo del testamento de Ammannati.36 Y del dístico elegiaco esculpido en su lápida, las dos primeras palabras son las de un epitafio escrito por Eneas Silvio Piccolomini para su padre, y el resto coincide con el último dístico del epitafio grabado en el sepulcro del cardenal de san Crisógono que lo acogió paternalmente en su casa y lo introdujo en la corte papal.37

35

Cf. Enrico Carusi, Dispacci e lettere di Giacomo Gherardi, nunzio pontificio a Firenze e Milano (11 settembre 1487-10 ottobre 1490), Roma, Tipografia Poliglotta Vaticana, 1909, pp. 399 y 424; Joaquín Pascual Barea, “Santaella, Maese Rodrigo de”, en Diccionario biográfico y bibliográfico del humanismo español (siglos XV-XVII), ed. Juan Francisco Domínguez Domínguez, Madrid, Ediciones Clásicas, 2012, pp. 143-147. 36 Cf. Joaquín Pascual Barea, “El papa Pío II Piccolomini y su confidente el cardenal Jacopo Ammannati como modelos de poesía y de vida para Rodrigo de Santaella”, en Pro tantis redditur. Homenaje a Juan Gil en Sevilla, ed. Rocío Carande Herrero y Daniel López-Cañete Quiles, Zaragoza, Pórtico, 2011, 337-347, pp. 340-341. El testamento de Ammannati fue editado por Aldo Manucio, In M. Tullii Ciceronis De officiis libros tres Aldi Mannucij, Paulli F. Aldi N. Commentarius..., Venecia, G. Angelerii, 1581, pp. 134-136. El testamento de Santaella figura en las Constitutiones Collegii Maioris Sanctae Mariae de Iesu, Studii Generalis et Vniuersitatis Hispalensis, Sevilla, Francisco de Lyra, 1636, ff. 58-60, y su traducción, en J. Hazañas, Maese Rodrigo..., cit. en n. 27, pp. 81-84. 37 El epitafio de Ammannati figura en “Vita del Cardinale Ammannati”, en Memorie istoriche per servire alla vita di più uomini illustri della Toscana, Livorno, Anton Santini e Compagni, 1757, 82-92, p. 91; Francesca Niutta, “Temi e personaggi nell’epigrafica sistina”, en Un pontificato ed una città: Sisto IV (1471-1484), ed. Massimo Miglio et al., Ciudad del Vaticano, Scuola Vaticana di Paleografia Diplomatica e Archivistica, 1996, 381-408, pp. 407-408; Meredith J. Gill, “The Fourteenth and the Fifteenth Centuries”, en Artistic Centers of the Italian Renaissance: Rome, ed. Marcia B. Hall, Cambridge, Cambridge University, 2005, 27-106, pp. 81-82. 2228

Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 2229-2239

Del humanismo a la Ilustración: Bernardo Cólogan Fallon Carolina Real Torres

Universidad de La Laguna

Resumen: Bernardo Cólogan Fallon fue una figura importante en el panorama cultural de Tenerife en el siglo XVIII. Nuestro objetivo es destacar su faceta literaria y su obra, inédita hasta hoy, escrita en latín. Palabras clave: Humanismo. Canarias. Abstract: Bernardo Cólogan Fallon was an important person in the cultural scene of Tenerife in the 18th century. Our aim is to stand out his literary facet and his work, unpublished up to today, writing in Latin. Keywords: Humanism. Canary Islands.

0. Objetivos En plena transición hacia el Romanticismo surge en el panorama cultural de la isla de Tenerife una de sus figuras más importantes, Bernardo Cólogan Fallon, personaje clave en la vida social, política e intelectual de los siglos XVIII-XIX. Nos proponemos destacar su producción literaria inédita, que comprende varias obras escritas en latín. La importancia de la obra radica en su marcado carácter humanista y cosmopolita, lo que la convierte en un interesante documento del trasfondo literario de su época. Asimismo, queremos destacar la figura de un autor más conocido por su faceta de político y personaje de la alta sociedad, que por su labor literaria, aunque recientemente se ha comenzado a rescatar del olvido algunas de sus piezas teatrales que le llevaron a ser conocido y admirado por la sociedad isleña del momento. 2229

Carolina Real Torres

1. Bernardo Cólogan Fallon. El personaje Bernardo Tomás José María de los Remedios Cólogan Fallon nace en el Puerto de La Orotava, hoy llamado Puerto de la Cruz, el 8 de septiembre de 1772. Pertenece a una de las familias irlandesas que llegan a Tenerife a principios de dicho siglo XVIII y que van a tener una gran influencia en la política local e insular de la época.1 La labor literaria de este autor no se entiende sin sus años de formación en Europa, hecho señalado por sus contemporáneos y biógrafos posteriores, pues siendo miembro de la burguesía comercial portuense, tuvo la posibilidad de educarse en el extranjero, concretamente en Francia, Holanda e Inglaterra. Terminados sus estudios, Cólogan regresa al Puerto en 1793. No deseaba ocuparse del negocio de su familia, sino dedicarse a su vocación literaria y artística.2 Pronto su espíritu inquieto le llevaría a participar activamente en la vida política, tal como habían hecho otros miembros de su familia. Ocupó diversos cargos de relieve en su pueblo natal.3 En 1800 fue elegido Síndico Personero del Puerto de la Orotava. Pronto le seguirían otros puestos de importancia: Alcalde Real del Puerto en 1804 y 1805. En 1807 y 1808 se le nombra Alcalde del Agua y nuevamente Síndico Personero. Seguidamente fue Vocal de la Junta Suprema de Canarias, donde haría resaltar sus conocimientos mercantiles y económicos. Otra vez Síndico Personero en 1810. En su carrera política tal vez el acontecimiento que marcaría a Cólogan más intensamente fue el de los motines contra los franceses, producidos en La Orotava y en el Puerto los días 1

Cf. Guimerá (1979: 307-308): “Entre las familias irlandesas que arraigaron en las Islas Canarias a lo largo de los siglos XVII y XVIII, destaca sobremanera la de los Cólogan. Sobre el año 1651 ya hay irlandeses en la Península; es la época en que por las Islas llegan sus paisanos y en muchos casos parientes de los Walsh –pronto transformados en Valois–, los Salf, los Madan, los Cresgh, los O’Shee, los Gough, los Cullen, los Kábans, los O’Shanahan (...) Llegados a Canarias, la mayoría de aquellos emigrados se establecieron en el Puerto de la Orotava [hoy Puerto de la Cruz], al calor del comercio de vinos, todavía pujante. Y así lo hizo también el primero de la familia que nos ocupa establecido en la Isla, Juan Cólogan y White o Blanco, llegado al Puerto en 1737 [que sería el abuelo de nuestro personaje]”. Sobre la familia Cólogan: Álvarez (2008: 52 s.); Guimerá (1992: 431); Régulo (1952: 280-285). 2 Cf. Guimerá (1979: 310): “Este joven y rico literato caballero no tenía voluntad de seguir la profesión de su padre y como se lamentase de ello a su compadre y amigo D Bartolomé Miguel de Arroyo, tuvo la amistosa delicadeza de enviarle la célebre Oda de Horacio que comienza: ‘¡Oh mísero, en qué consiste que ninguno está contento con su suerte!’, etc., etc. Aquí Bernardo Cólogan, después de estudiar las primeras letras en su pueblo natal, pasó al Colegio Real de Navarra, en la Universidad de París. Allí fue condiscípulo del luego Mariscal de Francia Saint Cyr. Estudió también en Inglaterra y Holanda, además de en España, perfeccionando así su educación”. Cf. Álvarez (2008: 52 s.); Martín-Ramos (2010: 1899). 3 Cf. Álvarez (2008: 52); Guimerá (1979: 327 s). 2230

Del humanismo a la Ilustración: Bernardo Cólogan Fallon

3 de marzo y siguientes, en el cual el indudable patriotismo de Cólogan se hizo patente en su actuación a favor del pueblo canario.4 En cuanto a su aportación a la vida cultural de su ciudad, sabemos que su posición privilegiada en la sociedad le proporcionó trabar amistad con diversas personas de gran celebridad, entre ellos los viajeros científicos que visitaron Tenerife en la segunda mitad del siglo XVIII,5 tales como Humboldt en junio de 1799 y Bory de Saint-Vincent en 1802, en cuyas obras se le menciona reiteradamente por su hospitalidad y su alto grado de preparación intelectual.6 Cuando tuvo lugar la erupción volcánica de la Montaña de Chahorra, Cólogan visita el volcán y redacta un informe de los hechos que sirvió de base a Alejandro de Humboldt para la descripción que del volcán hace en su obra y que fue traducido al francés por Bory de Saint-Vincent e

4

Cf. Guimerá (1979: 340-342). Sobre la actuación política de Bernardo Cólogan: Guimerá (1992); Martín-Ramos (2010). 5 Cf. Guimerá (1979: 317): “Una visita importante recibiría por esos tiempos Cólogan: la de Andrés Pedro Ledru, quien dejaría testimonio en su obra de la acogida y calidad de nuestro biografiado. Ledru estuvo en la Isla desde el mes de junio de 1796 hasta principios de 1797. Y en su Viaje a Tenerife ..., al indicar en la ‘Introducción’ las fuentes de que se ha valido y enumerar las personas que le suministraron datos sobre historia natural y economía, cita a Mr. Clerget, comisario de relaciones comerciales de Francia en las Canarias; el marqués de Villanueva del Prado, gentilhombre de Cámara del rey; el médico D. Domingo Saviñón; Cambreieng y Cólogan, descendientes de negociantes franceses [sic]... Refiere que pasó el Carnaval en el Puerto de la Orotava [febrero de 1797], alojado en la casa de Mr. Little, y que desde entonces guarda el grato recuerdo de mis amigos Little, Barry, Cólogan, Favence y Bethencourt y Castro. Más adelante escribiría que: Don Bernard Cólogan Fallón (...) ha viajado a Inglaterra, Holanda, Francia y España, para perfeccionar su educación (...) Yo he formado con este estimable ciudadano una estrecha relación, y debo a su amistad noticias importantes sobre Tenerife”. Cf. id., pp. 323-324. Véase también: Álvarez Rixo (2008: 52). 6 Cf. Álvarez (2008: 53): “A Humboldt le despertó gran admiración por su cultura, y como a a Bory de Saint Vincent, le suministró sus manuscritos sobre los terremotos y sobre la erupción volcánica de Chahorra de 1798. De él diría que es imposible hablar de La Orotava sin recordar a los amigos de las ciencias el nombre del Sr. Cólogan, cuya casa ha estado abierta en todas las ocasiones a los viajeros de todas las naciones. Varios miembros de esta respetable familia se han educado en Londres y en París. Don Bernardo Cólogan une a sólidos y variados conocimientos el más ardiente celo por la Patria”. Sobre la admiración que despertaba nuestro personaje entre los intelectuales de la época: “Las palabras con las que los distintos viajeros s refieren a Bernardo destacan de él sus conocimientos y curiosidad científica, carácter festivo y cosmopolitismo. Este ejemplo vivo de politesse y la honestidad cortesana fruto del nuevo concepto de civilización contagiará, en su entorno, todo un programa de fineza ética y estética. Y en su etapa pública este programa alimentará sus acciones” (Ramos, 2008: 29). 2231

Carolina Real Torres

incluido en su Ensayo años más tarde. El informe de Cólogan se publicaría posteriormente en la Arautápala, periódico del Puerto de la Cruz.7 Esta curiosidad científica y su interés por todo lo relacionado con la historia, le llevó a pertenecer, además, a la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, por encargo de la cual redactó varios informes. Asimismo, fue mecenas de artistas y literatos, y promotor de escuelas. Se ha dicho que impulsó generosamente la ilustración de su pueblo a través de sus generosas donaciones de libros útiles para adelantar la instrucción primaria. En efecto, Cólogan se lamenta de la despreocupación por la cultura y se queja de la inexistencia de escuelas públicas en el Puerto de su época, por lo que contribuye con su dinero a construir colegios y bibliotecas. Él mismo poseía una notable biblioteca, pues a su esmerada educación se une su faceta de coleccionista de libros. Cólogan, como hombre de letras y de increíble afición literaria, mostraba una incesante curiosidad por las novedades editoriales, que hacía traer desde el extranjero.8 Éstas, unidas a los libros que ya había en la biblioteca familiar, formaban una riquísima colección, en la que se encuentran diccionarios, antologías, manuales y libros tanto en latín como en diversos idiomas, que muestran claramente sus preferencias en lo referente a

7 Cf. Guimerá (1979: 323-324): “Cree, quizá con fundamento, el profesor Cioranescu que la Relación de Cólogan fuera debida a una intervención del propio Humboldt, curioso de saber los detalles de aquella erupción, escritos por alguien que la había presenciado de cerca: obedece ‘a un ruego hecho por Humboldt, con el fin de obtener una documentación directa y fidedigna sobre una erupción cuya descripción ocupa un lugar bastante importante en su obra’ (…) La Relación de Cólogan se publicaría parcialmente siglo y cuarto después, en Arautápala, periódico que se tiraba en el Puerto de la Cruz. Allí don Bernardo manifiesta que ‘las rocas lanzadas por el volcán se remontan a una gran elevación, y el tiempo que transcurre desde que comienzan a elevarse hasta que caen, es de diez a quince segundos’. De lo que Humboldt dedujo –en su citado Viaje– que ‘esta experiencia curiosa prueba que el volcán lanzaba piedras a más de 3.000 pies de altura’”. 8 En una carta remitida desde Cádiz por su primo Eduardo Gough, dice: “Con el primer barco que salga te remitiré una docena de piezas de Teatro, para ser representadas por aficionados. Tendrán el mérito de ser elegidas por un amateur hembra, la que dedicándose a ejecutar en su casa comedias y tragedias con infinito aplauso, entenderá mejor que yo qué clase de obras son mejores para el efecto que apeteces. También te remitiré un catálogo de libros que se hallan en nuestras librerías, ya sea pidiéndolo aquí o haciéndolo venir de Madrid”. Cit. por J. A. Ramos (2008: 17).

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Del humanismo a la Ilustración: Bernardo Cólogan Fallon

los clásicos.9 En este sentido, las facturas de la Casa de comercio Cólogan nos permiten seguir “el tráfico de lecturas del momento”.10 En esta época, como producto del resurgir económico y cultural que vivió Canarias en el siglo XVIII, gracias al auge del comercio y al asentamiento de una boyante burguesía, en las Islas las ideas ilustradas tuvieron una buena acogida. Muestra de ello es la figura de Cólogan, quien tuvo, a pesar de sus ocupaciones, tiempo y gusto para escribir obras de temas y géneros variados: teatro, poesía laudatoria, religiosa, etc., así como para organizar tertulias literarias, veladas musicales o representaciones teatrales (Ramos 2008: 18). Recientemente se ha publicado La noticia a tiempo, a cargo de José Antonio Ramos Arteaga y Lucía García, en homenaje a Bernardo Cólogan como una de las principales figuras dinamizadoras del espíritu de intensa vida teatral que se vivió en el Puerto de la Cruz en los siglos XVIII y XIX. El libro reproduce la obra de teatro del dramaturgo portuense que da título al volumen e incluye sus diarios de juventud, testimonios personales que ayudan a entender su aportación a la vida cultural de la ciudad. Cólogan fue, en efecto, miembro de una de las familias precursoras del intenso movimiento teatral desarrollado en la ciudad turística durante este tiempo, cuando las calles y locales del Puerto se llenaban a diario de espectáculos realizados por grupos aficionados. En este contexto, la familia Cólogan dotó de financiación a estas iniciativas y asesoró en cuestiones de escenografía y atrezzo a diversos grupos de teatro. También en su finca de La Paz, situada en el Puerto de la Cruz, solía nuestro autor hacer representaciones de obras conocidas o bien adaptadas por él mismo, algo a lo que era muy aficionado. Su primera irrupción conocida en la vida teatral fue la representación de la tragedia Agamenón vengado, a la que el dominico palmero Bernardino Acosta Brito dedicó un conjunto de poemas en alabanza de “su grande lucimiento”, y que demuestra el gusto artístico de Cólogan en la selección de obras.11

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Cf. Guimerá (1979: 311): “Fue, pues, Bernardo Cólogan un hombre cultivado. Poseedor de la riquísima biblioteca familiar –en la que descuellan libros en latín, inglés, francés, holandés y español– además de un copioso archivo musical, con nocturnos de Haydn, sonatas de Scarlati, cuartetos de Bach, quintetos de Zannetti, etc., cultivador del violín, nuestro biografiado fue un joven de selección”. 10 Cf. Ramos (2008: 8): “Las facturas de la Casa Cólogan (Cajas de entradas de facturas nº 159 o nº 221, por ejemplo) nos permiten seguir las compras particulares, pero también el tráfico de lecturas del momento”. 11 Cf. Martín (2010: 471 y 474); Ramos (2008: 29). 2233

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2. Producción humanística en latín La producción humanística de Cólogan escrita en latín y objeto de nuestro estudio forma parte de la estética ilustrada del momento cuyo rector era la imitación de los clásicos y el uso de su lengua como instrumento de cultura. Según las palabras de Francisco Salas, en su libro el Humanismo Canario (t. I, 2005: 6), El latín fue considerado como la lengua ideal para preservar el recuerdo de los hechos hazañosos hasta el s. XVIII. Como bien señala nuestro maestro, don Juan Gil, “En latín se cartearon los sabios, en latín se redactaron los despachos diplomáticos que se cruzaban entre reinos y repúblicas, en latín mandaron poner los Reyes Católicos las credenciales que había de presentar Cristóbal Colón ante el Gran Kan. Todo el mundo en Europa quiso saber latín, pues en latín estaban escritos los libros en que se enseñaban las principales disciplinas”.

Y en latín escribiría nuestro autor, dada su afición a los autores grecolatinos. A pesar de que nunca llegó a dominar el griego antiguo, consideró la Antigüedad clásica como una era de perfección sepultada en el olvido durante su época; de hecho, Cólogan pensó que era su misión acometer la batalla cultural de denunciar las tinieblas que abrumaban su tiempo, convocando a sus contemporáneos a renovar la luminosa lección de la Antigüedad. Un compromiso que se revela en las dos obras escritas en latín que veremos a continuación. El estudio de ambas forma parte de un proyecto más ambicioso que pretende poner al alcance del público la producción literaria inédita de Bernardo Cólogan Fallon y realizar una nueva edición crítica de algunas de sus obras para así completar o mejorar de alguna manera la figurar de tan relevante personaje. La primera es un poema dedicado a la festividad de Santo Domingo, que consta de 32 versos dispuestos en dísticos y que podríamos englobar dentro de la poesía litúrgica. Aunque pronto verá la luz su edición crítica, aún permanece inédito el manuscrito que perteneció a la Biblioteca Provincial y del Instituto de Canarias y que hoy se halla en la Biblioteca de la Universidad de La Laguna.12 Cólogan escribe estos versos en 1795, cuando contaba apenas con 23 años de edad, dominado por un fuerte sentimiento religioso de piedad, pues, frente al clima de creciente propagación de herejías contra la Iglesia, el poeta con la ayuda de la Musa elogia las virtudes del santo, ejemplo a seguir por los verdaderos fieles de la Iglesia cristiana (Salas II, 1999: 227). La segunda obra es el Elogio a don Antonio de Tavira y Almazán, obispo de Canarias, del cual se conservan tres copias impresas y un manuscrito. 12 Universidad de La Laguna. Biblioteca, Catálogo de manuscritos de la Biblioteca Universitaria de La Laguna, 2002, pp. 178-183, signatura 83-3-38, folios 7r-7v: In festivam S. Dominici diem anni Domini 1795.

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Las primeras salieron de la imprenta de Bazzanti poco después de ser escrito, y el manuscrito se halla en una colección poética realizada por Pereyra Pacheco, depositada actualmente en la Biblioteca de la Universidad de La Laguna.13 En cuanto al contenido de este poema, mucho más rico en todos los aspectos que el anterior, nos consta que a finales del siglo XVIII coinciden en Tenerife el obispo don Antonio Tavira y un jovencísimo Bernardo Cólogan. Concretamente, en junio de 1795, año en que fue redactado dicho Elogio, dentro de su intensa agenda pastoral por las islas, don Antonio Tavira visita el Puerto de la Cruz, la ciudad con mayor empuje del momento (Barroso 1997). Esta visita de Tavira no es más que una etapa en su apretada agenda, ocasión que aprovecha Cólogan para dedicarle este poema en su onomástica, el 13 de junio.14 Así, a la edad de 23 años –y mostrando una precoz habilidad en el uso del latín–, compuso unos versos con motivo del encargo de establecer la Universidad que había sido encomendado al obispo. Con anterioridad Tavira había recomendado el establecimiento de un centro superior de enseñanza, aprobado en el Real Decreto del año 1792, por el que se confirmaba la creación de la Universidad en la ciudad de La Laguna (Salas 1999: 238). El poema en cuestión tiene un doble valor, por un lado, su valor literario como poesía de circunstancia, y, por otro, un valor histórico, ya que Cólogan 13 Universidad de La Laguna. Biblioteca, Catálogo de manuscritos de la Biblioteca Universitaria de La Laguna, 2002, pp. 97-119. Ms. 67 Colección de varias poesías sagradas y profanas por distintos autores de las Islas Canarias. Reunidas por D. Antonio Pereyra Pacheco y Ruiz. S. XIX, t. 2º: Illustrissimo ac Dilectissimo D. D. Antonio de Tavira et Almazan, Canariensi Episcopo, Tertia decima Junii Sancti Antonii festiva die. Hoc carmen humillime offert Bernardus Cologan Fallon, ut Studia litteraria iam Regio concessa Decreto his in Insulis promoveat foveatque. 14 El historiador José Agustín Álvarez Rixo, fuente ineludible del periodo, nos cuenta de esta visita: “Llegado el mes de junio estuvo en visita pastoral el Ilustrísimo Señor don Antonio Tavira y Almarán, Obispo de estas islas, sujeto muy distinguido por su sabiduría. Advirtió lo poco decorados que estaban algunos de los altares del cuerpo de nuestra parroquia, mandó a sus dueños que lo reformasen y como no lo hicieron se quitaron. El uno de ellos era un solo cajón con una imagen dentro. Su Ilustrísima visitó la escuela de primeras letras que daba gratis el Presbítero don Juan Agustín de Chaves en la calle del Norte, donde vivía, número 40, a quien aprobó su caritativa ocupación entregándole cincuenta pesos corrientes para que repartiese con los discípulos pobres, lo cual se verificó desde luego. Asimismo le dijo: señor Chaves, puesto que usted es un hombre ingenioso y entiende de libros, le doy el encargo de que los forme para la colecturía de esta parroquia, por no estar los antiguos con el esmero que corresponde. Dicho don Juan que era colector, encuadernó los que desde aquella fecha sirvieron en la iglesia que parece que fueron costeados por el propio ilustre prelado, quien en otras varias determinaciones dio a conocer sus sentimientos cristianos y filantrópicos. Entonces el joven don Bernardo Cólogan Fallon, sensible a los merecimientos de este excelente varón, escribió un poemita latino en su elogio, sobre todo por el deseo de propagar la instrucción pública asaz descuidada en nuestro país” (1994: 145-146). Cf. Id. (2008: 251); Guimerá (1979: 314). Vid. también Alonso (1993: 21); Guimerá (1979: 314); Salas (t.I, 1999: 238-239).

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se inspira en la realidad que le circunda, un testimonio fidedigno en la historiografía canaria por ilustrar, asimismo, la rápida adaptación de familias extranjeras a la vida insular y su participación en la política del momento. Tavira es para nuestro autor fuente de inspiración y un modelo a imitar por su trayectoria como portavoz de la cultura ilustrada.15 Esta composición persigue ensalzar uno de los principales objetivos del reformismo ilustrado: la educación. Recordemos las valiosas aportaciones de Cólogan a su ciudad: establecimiento de escuelas, donaciones de libros, unidas al empedrado de calles, arreglos de paseos y caminos, financiación de actividades culturales, y un largo etc., casi siempre a su costa.16 15 Cf. Saugnieux (1986: 46): “Tavira forma parte de aquellos prelados del siglo de las Luces de culto a la Verdad que se combina con el de la Caridad, las preocupaciones espirituales con las temporales, lo que corresponde al mensaje central de Cristo, a la idea de que el amor a Dios es inseparable del amor al prójimo, de que lo que hacemos para los más pequeños lo hacemos para el mismo Señor. El pensamiento de Pascal ‘La Vérité sans la Charité n´est pas Dieu’, resume claramente este ideal de los ilustrados cristianos de influencia jansenista”. 16 Cf. Guimerá (1979: 328-330): “El 29 de septiembre de 1804 firma Cólogan con el Mayordomo o Ecónomo del Gremio de Mareantes del Puerto, don Manuel de Armas, el Pían o Reglamento para el establecimiento de una Escuela de primeras Letras. La Junta General del Gremio había acordado en 1 de julio de ese año la creación de la Escuela, proponiendo que el Mayordomo, junto con el Alcalde Real don Bernardo Cólogan Fallon, «inteligente en cuentas y en las bellas letras, y persuadidos del buen deseo que le acompaña del bien público», formasen el plan que tendría que seguirse (...) El 17 de julio anterior y ante el Escribano José Álvarez de Ledesma, el Gremio había comprado la casa donde montar la escuela, por precio de 682 pesos, 2 de plata y 2 cuartos, ‘cuya cantidad dan por recibida mediante a que el día de mañana la van a tomar en plata efectiva a la Casa de Comercio de don Tomás Cólogan’” (...). Y más adelante “Dice el Personero Cullen, entre otras cosas: Ya hace algunos años que tiene el pueblo una escuela de primeras letras que estableció él mismo costeando no sólo todo lo necesario para su establecimiento sino manuteniendo en ella anualmente a su costa porción de niños pobres; de cuyas buenas obras se ven los efectos saludables en nuestra juventud que antes carecía de este recurso. En el año presente se han empedrado algunas calles, se han reedificado los paseos públicos y se han puesto transitables y cómodos los caminos que conducen al pueblo cuya obra aún sigue dicho Alcalde supliendo casi el todo del costo de sus propios haberes. Él con éstos ha sostenido durante el tiempo de su Alcaldía la inoculación de la vacuna proporcionando por este medio la vacunación de los pobres; y en suma a cuantas han sido las necesidades del público se ha presentado exponiendo sus intereses y facilitando el remedio que ha pendido de sus facultades. No debiendo omitirse que en este mismo año ha fomentado el establecimiento de otra escuela de primeras letras para los mareantes no sólo promoviendo la idea con su influjo y persuasiones sino formando un plan que pudiese asegurar su estabilidad. Y por su parte añaden los Diputados Negrín y Aguilar y el Personero Mahony: Que reparó los caminos de las salidas de este pueblo, y que aunque se hicieron contribuciones por los vecinos es constante gastó de su bolsillo seiscientos y más pesos según cuenta que está en el Archivo de este pueblo; que compuso a su costa una de las calles de más tránsito en que gastó trescientos y cincuenta pesos según cuenta, que asimismo compuso igualmente a su costa el paseo demás concurso y otros malos paseos en el pueblo en que gastó cerca de doscientos pesos; que con motivo de algunos robos ha limpiado este pueblo de muchos vagos y hombres de mala vida; que ha fomentado otra escuela pública además de

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Esta escala social de acciones de clara raíz ilustrada desemboca en este logrado ejercicio de poesía laudatoria. Pareciera que las ideas de Cólogan y Tavira se fundieran a lo largo de los 207 versos que emplea el autor para pintar por medio de figuras retóricas y constantes alusiones a la mitología clásica el ideal ilustrado que representa el obispo.17 Al escoger como verso para su composición el hexámetro, metro épico por excelencia, parece que Cólogan quisiera presentar a Tavira como un héroe cultural capaz de instaurar la instrucción necesaria en las islas.18

la que estableció a su costa en años anteriores; que ha propagado la vacuna y ha satisfecho los gastos de mantenerla entre los pobres; que ha fomentado el recurso pendiente en esa Real Audiencia a fin de poner este pueblo en un pie menos dependiente del de la Orotava persuadido de las ventajas que se habrían de seguir a sus convecinos”. 17 Cf. Guimerá (1979: 315): “Con relación a este poema, anotemos que cuando don Graciliano Afonso publica su libro Las hojas de la encina o San Diego del Monte. Leyenda canaria, incluye en ella una Oda al Teide, compuesta el 6 de junio de 1837, que encabeza con una ‘Advertencia preliminar’, alusiva a los poetas canarios que no se han ocupado del Pico de Tenerife, para los que tiene, nominatim, muy duras críticas. Pues allí dice: ‘Sólo me acuerdo haber leído, estando aun en el Colegio Seminario, unos hermosos exámetros latinos del también malogrado don Bernardo Cólogan, nacido asimismo en el puerto de la Orotava en las faldas del Pico, en elogio (y no desmerecían de su grande objeto) del prelado más digno de ser alabado, corona del clero español, del ilustrísimo señor Obispo de Canarias don Antonio Tavira. Allí se leen algunos versos que pintan al Teide elevado, sus amenas faldas y las ninfas y musas canarias danzando alegres al contemplar cuánto podían esperar de un tal patrono de las ciencias, de las que él mismo era una viva enciclopedia. Es muy reciente la memoria del malhadado Cólogan para que toda la presente generación no llore la temprana muerte del sabio y discreto amigo de Talía y Melpómene; y estoy persuadido que si su salud, negocios de su largo comercio, y mejor suerte en sus amores hubieran dejado encender tranquila su hoguera poética, el Teide hallase en él su Píndaro u Horacio vengador, si no en el idioma del cantor de la Flor de Gnido, del de las ruinas de Itálica, del Joven de Austria, de la Profecía del Tajo o de otros célebres modernos, a causa de su educación en países extranjeros, a lo menos en el de aquel que pintó el Atlas soberbio, y a Mercurio alado volando sobre su corona de verdes pinos, de los ríos corriendo por su barba y ésta con eternas nieves, y de los imitativos sublimes versos de los mugidos horrorosos del Etna siciliano; o de Triphón gigante, en su centro revolviendo su encendida espalda; lanzando su llama arrebatadora, que lame las estrellas. Es preciso haberle conocido para calcular el tamaño de la pérdida y para no maldecir eternamente las causas de su prematura ruina: Varium ac inmutabile Semper faemina [sic]... Fuerza, lenguaje, harmonía estudiada, delicadeza, todo acompañaba y formaba el carácter de este poeta, ministro de Temis’”. 18 Cólogan presenta al obispo como un nuevo Febo, dios del sol y de la luz, que viene a disipar las sombras de la ignorancia, a la vez que denuncia un hecho evidente en aquella época: el penoso olvido en el que estaban sumidos los estudios canarios. 2237

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Conociendo la preocupación de Tavira por la pésima educación que se daba en Latín,19 Cólogan proyecta en la figura del obispo sus aspiraciones reformistas: la necesidad de la instrucción pública desde la infancia (él mismo se encargará de dotar al Puerto de la Cruz de la primera escuela) y la promoción de la cultura en general.

3. Conclusión Concluiremos diciendo que a personajes como Cólogan, que contribuyeron al avance cultural, al cambio social y al progreso de manera individual y colectiva, debemos la escasa información que conservamos sobre nuestra realidad de entonces. Si humanistas fueron aquellos que, adoptando el ideal del Renacimiento, se apasionaron por las letras y las artes, cultivando el latín como instrumento de cultura, para quienes las ciencias, la poesía, la música, el teatro y las bellas artes fueron fuente de percepciones significativas y de enriquecimiento, podemos considerar que la figura de Bernardo Cólogan corresponde a la de un humanista. Bernardo Cólogan Fallon era un liberal de su siglo, y como tantos otros liberales de la época, tuvo un acusado espíritu de ciudadanía, de patriotismo. A este espíritu reformista alude el historiador José Agustín Álvarez Rixo cuando, entre los personajes que, en sus Noticias biograficas de algunos isleños, califica como “hombres de mérito” del Puerto de la Cruz, incluye a Bernardo Cólogan Fallon, junto con los hermanos Iriarte, Agustin de Bethencourt y José de Viera y Clavijo. Fueron éstos grandes escritores que han pasado a formar parte de la historia del Humanismo canario, personajes que hicieron del Puerto de la Cruz escenario de sus creaciones literarias y artísticas, una ciudad donde aún se respira un claro ambiente de tradicional liberalismo, donde los atardeceres son inolvidables.

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Saugnieux (1986: 48) recoge y transcribe el documento de Tavira sobre “el Papel sobre los defectos del método actual de aprender en lengua latina del 17 de enero de 1796”. 2238

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Bibliografía Alonso, Mª Rosa. 1993. “Características de la poesía en Canarias”, Anuario de Estudios Atlánticos, 39 (Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular), pp. 17-40. Álvarez Rixo, José Agustín. 1994. Anales del Puerto de la Cruz de La Orotava (17011872), Santa Cruz, Cabildo Insular de Tenerife. Álvarez Rixo, José Agustín. 2008. Noticias biográficas de algunos isleños canarios, Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, Ediciones Idea. Barroso Hernández, N. Daniel. 1997. Puerto de la Cruz, la formación de una ciudad, Puerto de la Cruz, Ayuntamiento del Puerto de la Cruz. Guimerá Peraza, Marcos. 1979. “Bernardo Cólogan y Fallon (1772-1814)”, Anuario de Estudios Atlánticos, 25 (Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular), pp. 307355. Guimerá Peraza, Marcos. 1992. “Bernardo Cólogan, alcalde del Puerto de la Cruz de La Orotava”, AEA, 38, Madrid – Las Palmas. Martín López, Daniel. 2010. “El cambio estético en la sociedad insular a través de la arquitectura hacendada (siglos XIX y XX)”, Actas del XVIII Coloquio Internacional de Historia Canario-Americana, Las Palmas de Gran Canaria, Casa de Colón, pp. 470-481. Martín Perera, Alejandro – Ramos Arteaga, José Antonio. 2010. “Bernardo Cólogan Fallon y el motín de los franceses de 1810: ¿sólo actor y testigo?, Actas del XVIII Coloquio Internacional de Historia Canario-Americana, Las Palmas de Gran Canaria, Casa de Colón, pp. 1894-1910. Ramos Arteaga, José Antonio – García Santana, Lucía (eds.). 2008. Cólogan Fallon, Bernardo. La noticia a tiempo. Comedia en un acto / Diario de viaje del joven Cólogan, Puerto de la Cruz, Seminario de Estudios Teatrales. Régulo, Juan (ed.). 1952. Nobiliario de Canarias, t. I, San Cristóbal de La Laguna. Salas Salgado, Francisco. 1999. Humanistas canarios de los siglos XVI a XIX, Universidad de La Laguna, La Laguna, tomos I y II. Saugnieux, Joël. 1986. La ilustración católica en España. Escritos de D. Antonio Tavira, obispo de Salamanca (1737-1807), Salamanca, Universidad de Salamanca.

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Humanismo y pervivencia del Mundo Clásico, V. 4 (2015), 2241-2258

Los Apophthegmata de Conrado Licóstenes y la Collectanea moralis philosophiae de Fray Luis de Granada: un camino de ida y vuelta Juan J. Valverde Abril Universidad de Granada

Resumen: En el presente trabajo se describen determinadas relaciones intertextuales y literarias, que se pueden establecer entre los Apophthegmata de Conrado Licóstenes y la Collectanea moralis philosophiae de Fray Luis de Granada. Por una parte, y tras el estudio comparativo de ambas obras, resulta evidente que la colección del humanista alsaciano es la base del trabajo del dominico granadino. Pero de otro lado, el espíritu que preside la composición de la colección luisiana es el mismo que se observa en posteriores ediciones de la compilación de Licóstenes. Palabras clave: Conrado Licóstenes. Fray Luis de Granada. Apotegmas. Abstract: In this paper are described the textual and literary relations that can be observed between the Conradus Lycosthenes’ Apophthegmata and the Fray Luis de Granada’s Collectanea moralis philosophiae. Once compared both works, it turns out evident that the collection of the alsatian humanist is the base of Granada’s work. But the spirit that dominates in the composition of his collection is the same that inspires later editions of Licosthenes’ compilation. Keywords: Conradus Lycosthenes. Fray Luis de Granada. Apophthegms.

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Juan J. Valverde Abril

I En 1571 salía a la luz en Lisboa de las prensas de Francisco Correa la obra de Fray Luis de Granada conocida con el título abreviado de Collectanea moralis philosophiae, estructurada en tres partes o tomos.1 El primero de ellos está dedicado a recopilar sentencias y otros textos de Séneca; el segundo a reunir ejemplos de enseñanza ética entresacados de las obras morales de Plutarco; y el tercero y último recoge una colección de apotegmas, es decir, dichos memorables, agudos o graciosos de personajes señeros de la Antigüedad Clásica, a los que se suman algunos otros posteriores, como, por ejemplo, Alfonso V de Aragón y otras personalidades históricas recientes. Aunque una obra como ésta tiene un profundo calado ético y moral, del que no era inconsciente su autor, el objetivo fundamental de la misma era el de poner a disposición del lector un arsenal de sentencias, ejemplos y argumentos de utilidad en la composición de sermones. En efecto, la Collectanea se insertaba en un ambicioso programa de instrucción retórica que Fray Luis de Granada ideó para la formación de predicadores católicos siguiendo las directrices conciliares tridentinas, y que se completó en años sucesivos con la publicación de la Rhetorica ecclesiastica, la Silva locorum y varios volúmenes de Sermones.2 El ejemplar consultado de la Biblioteca Universitaria de Granada (sign. BHR/Caja C-054) presenta la siguiente portada: COLLECTANEA / MORALIS PHILOSOPHIAE / IN TRES TOMOS DISTRIBVTA:/ quorum primus selectissimas sententias / ex omnibus Senecae operibus, / Secundus ex moralibus opu- / sculis Plutarchi, / Tertius clarissimorum principum & philosophorum / insigniora apophthegmata, hoc est, dicta / memorabilia complectitur. / Quae omnia per communes locos di- / gesta sunt, vt studiosus lector quid in quouis / argumenti genere sibi commodum / fuerit, inuenire facile queat. / COLLECTORE F. LVDOVICO / Granateñ. Monacho Dominicano. / OLISIPPONE, / Excudebat Franciscus Correa, Sereniss. / Cardinalis Iff. Typogra. / 1571. Existe una edición moderna de la obra a cargo de Ángel L. Soriano Venzal y Álvaro Huerga: Fray Luis de Granada, Obras completas (xlv-xlvii), Colectánea de filosofía moral, I-III, Madrid, FUE, 2005. Sobre esta obra luisiana es fundamental el estudio de Ángel L. Soriano Venzal, Fray Luis de Granada: Collectanea moralis philosophiae, Edición crítica, traducción y estudio (tesis doctoral inédita en su estudio introductorio, Granada, 2000). 2 De todas estas obras existen ediciones modernas: Fray Luis de Granada, Obras completas (xxii-xxiii), Retórica eclesiástica, I-II, José Climent – Álvaro Huerga, Madrid, FUE, 1999; Obras completas (xxiv-xxxviii), Sermones de tiempo, I/1-2, Ricardo Alarcón Buendía – Álvaro Huerga; I/3, María del Mar Morata García de la Puerta – Álvaro Huerga; I/4, María del Mar Morata García de la Puerta – Ricardo Alarcón Buendía – Álvaro Huerga; II/1-4, Donato González-Reviriego – Álvaro Huerga; III/1-2, Álvaro Huerga; III/3-4, Ricardo Alarcón Buendía – Álvaro Huerga; IV/1, Carlos Cristóbal Cano – Álvaro Huerga; IV/2-3, Pedro Duarte – Álvaro Huerga, Madrid, FUE, 1999-2003; Obras completas (xxxix-xliv), Sermones de santos, I/1, Pedro Duarte – Ricardo Alarcón Buendía – Juan Manuel Conesa Navarro – Álvaro Huerga; I/2, Ricardo Alarcón Buendía – Álvaro Huerga; I/3, Donato GonzálezReviriego; II/1-2, Donato González-Reviriego – Álvaro Huerga; II/3, Álvaro Huerga, Madrid, FUE, 2003-2004; Obras completas (xlviii-li), Silva de lugares comunes, I-IV, José Jaime Peláez Berbell – Álvaro Huerga, Madrid, FUE, 2005-2006. 1

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Los Apophthegmata de Conrado Licóstenes y la Collectanea moralis philosophiae...

Así pues, el tercer tomo de la obra está dedicado a los apotegmas; en él se incluyen más de ochocientos cincuenta textos cuya autoría remonta, en último término, a un nutrido elenco de autores clásicos, griegos y latinos, medievales y modernos, según quedan expuestos en el cuadro que sigue: Graeci Aelianus, Claudius Aphthonius Aristoteles Diogenes Laertius Dionysius Eusebius Caesariensis Favorinus Herodianus Herodotus Philo Iudaeus Philostratus Plutarchus Antonius Melissa Maximus Nicephorus Callistus Sozomenus Io. Stobaeus Xiphilinus

Latini

Recentiores

Apuleius Cassiodorus Cicero Eutropius Gellius Livius Macrobius Plinius Priscianus Quintilianus Script. Historiae Augustae Iulius Capitolinus Aelius Lampridius Aelius Spartianus Flavius Vopiscus Seneca Suetonius Valerius Maximus

Agricola, Rodolphus Barlandus, Hadrianus Beroaldus, Philippus Brusonius Contursinus Cuspinianus, Ioannes Egnatius, Io. Baptista Erasmus Franciscus Senensis Fulgosius, Baptista Guido Bituricensis Langius, Ios. Osorius, Hieronymus Panormitanus, Ant. Bec. Petrus de Natalibus Picolominaeus, Aen. Silv. Pontanus, Io. Iovianus Spiegelius, Iacobus

El hecho de que Fray Luis de Granada cite a un grupo tan nutrido de autores –algunos de ellos, para más señas, como Iacobus Spiegelius (Jacob Spiegel), Ioannes Cuspinianus (Johann Spiesshammer) o Hadrianus Barlandus (Adriaan van Baerland), entre otros, condenados por los Índices de libros prohibidos inquisitoriales–, ha sido utilizado como argumento para demostrar la vasta cultura literaria del padre Granada, y, por lo demás, habida cuenta de la condena inquisitorial que sufrieron en un primer momento, aunque luego fuesen rehabilitados, el Libro de oración y la Guía de pecadores, 2243

Juan J. Valverde Abril

abre la puerta a las especulaciones que hacen de Fray Luis de Granada un buen conocedor de la literatura protestante. Todas estas afirmaciones necesitan ser matizadas. En principio no es necesario recurrir a argumentos secundarios, como el número y la diversidad de autores citados en alguna de sus obras, para demostrar la cultura de Fray Luis de Granada, cuando ellas mismas constituyen de por sí la más evidente prueba de la vasta cultura del dominico granadino. De otro lado, no hay que suponer de antemano que Fray Luis fuese un lector asiduo de la literatura prohibida o protestante; antes bien, más fácil es pensar que el conocimiento de esos autores (condenados o no por la Inquisición) es indirecto o secundario, y obtenido gracias a la existencia de recopilaciones de apotegmas que gozaban de gran predicación en la Europa del XVI.3 El propio Erasmo reunió una colección de apotegmas.4 Por ello, siendo la figura del sabio holandés tan importante para el desarrollo intelectual y cutural de Europa, incluida España, es fácil caer en la presuposición de que Fray Luis de Granada se valió de la colección erasmiana para componer el tercer volumen de su Collectanea. Sin embargo, circulaban por aquellos años junto a la de Erasmo también otras recopilaciones, que por su naturaleza e idiosincrasia podían ofrecer al padre Granada para los trabajos de compilación del material ciertas ventajas con respecto a la colección erasmiana. En efecto, los Apophthegmatum siue responsorum memorabilium (…) loci communes de Conrado Licóstenes,5 no sólo presentaban un material apotegmático mucho más copioso y amplio que la colección del humanista holandés, sino que además lo hacían clasificándolo en lugares comunes ordenados alfabéticamente, un método expositivo mucho más cercano al empleado después por Fray Luis de Granada. Que Licóstenes aparezca asimismo como auctor damnatus primae classis en los distintos Índices de libros prohibidos publicados por toda la Europa católica a partir del Concilio de Trento no debe causar escrúpulo alguno en la admisión de la obra de Licóstenes como fundamento de la recopilación del padre Granada, puesto que su intención en la lectura de la obra del alsaciano no era ni la de regodearse en la naturaleza jocosa de algunos de sus apotegmas, 3 Sobre la difusión de tales recopilaciones puede verse Sagrario López Poza, “Florilegios, polianteas, repertorios de sentencias y lugares comunes. Aproximación bibliográfica”, Criticón, 49 (1990), 61-76; “Polianteas y otros repertorios de utilidad para la edición de textos del Siglo de Oro”, La Perinola, 4 (2000), 191-214; además de la información recogida en http://www.bidiso.es/Poliantea/bs.html. 4 La edición más reciente es la aparecida en Opera omnia Desiderii Erasmi, IV-4, Apophthegmatum libri I-IV, Tineke L. Ter Meer, Amsterdam, Brill, 2010. 5 Sobre este autor puede consultarse la actualización bio-bibliografica de Ann Moss en Centuriae Latinae: cent une figures humanistes de la Renaissance aux Lumières, réunies par Colette Nativel, Genève, Librairie Droz, 2006, pp. 481-486.

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Los Apophthegmata de Conrado Licóstenes y la Collectanea moralis philosophiae...

o en el carácter irreverente de otros, ni la de detenerse en el tratamiento de circunstancias cotidianas poco constructivas para la edificación moral, o en los comentarios corrosivos con que Licóstenes cerraba algunos de sus apotegmas; antes bien su propósito no es otro que el de extraer de ese gran arsenal de cultura clásica materiales aprovechables para el predicador eclesiástico. Por consiguiente, y para comprender bien la naturaleza y el alcance de la colección de apotegmas reunida por Fray Luis de Granada, habrá que precisar cuál es el camino que conduce desde una obra producida en un ámbito protestante como el de Licóstenes hasta el círculo católico postridentino del dominico granadino, es decir, habrá que especificar cuáles son los mecanismos que el padre Granada sigue en la lectura y asimilación de la obra del humanista alsaciano.

II Que la colección de apotegmas licosteniana constituye el principal fundamento de la Collectanea resulta evidente si se consideran varios hechos: En primer lugar, la propia composición de los diversos capítulos (o títulos, en la nomenclatura de la época) de que consta la recopilación del padre Granada. En efecto, y según se puede observar en la concordancia que cierra este trabajo, cada capítulo se compone de uno o varios apotegmas entresacados de los capítulos más o menos análogos de la obra de Licóstenes, y, detalle muy indicativo, siguiendo el orden correlativo que presentan en ésta. Así, por ejemplo, el título Deus se compone de siete apotegmas de los cuales cinco proceden del capítulo De Deo de la colección del humanista alsaciano (en concreto los apotegmas que en la edición consultada de 1571 aparecen en el puesto tercero, cuarto, quinto, séptimo y octavo), más otros dos, extraídos respectivamente de los capítulos titulados De Deo aeterno y De Deo dona sua inaequaliter distribuente.6 Y, en segundo lugar, el propio estado del texto de los apotegmas recopilados por Fray Luis de Granada, que reproduce, con las matizaciones que más adelante se verán, el texto que transmite la colección de Licóstenes. Ahora bien, la utilización y el aprovechamiento de materiales procedentes de la obra del humanista alsaciano conlleva por parte del padre Granada un proceso de modulación y adaptación de esos materiales a las necesidades prácticas oratorias y a los objetivos ideológicos de Fray Luis de Granada. Ese complejo proceso de lectura y extractación queda reflejado en los cambios

En la concordancia final de este trabajo se pueden observar a golpe de vista los apotegmas que componen cada título y si se encuentran en las colecciones licostenianas de referencia. 6

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y diferencias que se pueden observar si se comparan ambas obras con cierto detenimiento.7 La primera y más notoria diferencia que hay entre ambas colecciones es de tamaño. Fray Luis de Granada reduce considerablemente el material apotegmático de Licóstenes: frente a los más de seis mil textos que componen la colección del alsaciano, la del dominico granadino supera escasamente los ochocientos cincuenta. Reducida esta relación a términos porcentuales y admitiendo que Fray Luis sólo empleara textos procedentes de la obra de Licóstenes, la cuota de utilización no supera el quince por ciento del total. Un segundo cambio evidente es el propio orden con que Fray Luis de Granada presenta los lugares comunes o títulos. Frente a la ordenación meramente alfabética de Licóstenes, el dominico granadino prefiere una ordenación jerarquizada, de inspiración teológica y de espíritu conservador. En efecto, Fray Luis de Granada agrupa los lugares comunes en tres clases, la primera de ellas referida a las personas y los estados (Deus, Dei providentia, Opificium Dei, Christus, Sanctus, Homo, Mulier, etc.), la segunda a las virtudes y los vicios (Virtus, Intentio in opere virtutis, Virtutis modus, Vitium. Peccatum, Occasiones peccatorum, etc.), y la tercera a aspectos variados (Lex, Philosophia. Scientia, Eloquentia, Lectio, Studium, etc.).8 En tercer lugar y por lo que respecta al estado del texto que refleja Fray Luis en su colección, ya ha quedado dicho que en líneas generales suele reproducir el que presenta Licóstenes. No obstante, en determinados lugares el padre Granada modifica el texto transmitido por el humanista alsaciano. Estas modificaciones se pueden clasificar según la siguiente tipología:9

7 La edición de Licóstenes empleada para la comparación es la siguiente: APOPHTHE/ GMATVM EX OPTI- / MIS VTRIVSQUE / LINGVAE SCRI- / PTORIBVS / Per Conradvm Lycosthenem Rubeaquensem / collectorum, Loci Communes, / denuò aucti & re- / cogniti. / Ad ordinem alphabeticum redacti. / LVGDVNI, / Apud Bartholomaeum Vincentium. / M. D. LXXI. 8 Este esquema de presentación es bastante cercano al que ya empleó el amigo de Fray Luis de Granada, André de Évora, en sus obras: Sententiae et exempla, Ludguni, apud Theobaldum Paganum, 1557 y Exempla memorabilia, Lugduni, apud Theobaldum Paganum, 1557. Sobre André Rodrigues de Évora puede consultarse el trabajo de Francisco Javier Juez Gálvez, “André Rodrigues de Évora, un maruliano portugués del siglo XVI”, Colloquia Marulliana, 18 (2009), 267-286. 9 Aquí sólo se presentan de forma somera las modificaciones que denotan cierta voluntad de cambio por parte del compilador de la colección. Para una información más detallada puede verse Juan J. Valverde Abril, “Fray Luis de Granada, lector de Conrado Licóstenes”, en prensa.

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1. Las primeras modificaciones que saltan a la vista son las ortográficas. En líneas generales se puede afirmar que la ortografía de la edición de Fray Luis tiende a simplificar la encontrada en las copias maestras: así, caracteres exóticos como ‘y’ se sustituyen por ‘i’, diptongos como ‘ae’ y ‘oe’ suelen ser notados como ‘e’, y un largo etcétera de fenómenos análogos que se pueden observar con asiduidad en los textos humanísticos. 2. Sin embargo, los cambios más notorios, puesto que modifican el mensaje transmitido, son los relativos a la propia redacción del texto. Entre ellos se pueden citar los siguientes: a) Cambios parciales: 1. Cambios léxicos: En su afán de simplificación Fray Luis de Granada sustituye algunos términos que pueden resultar más difíciles de entender por otros de más fácil comprensión. 2. Reducciones del texto: Son de muy variado tipo y pueden responder a múltiples razones. En unos casos la supresión de frases superfluas puede estar motivada por razones de mera economía espacial. Para otras supresiones, en cambio, se pueden aducir, en el amplio sentido de la palabra, razones de estilo. Entre ellas también cabe citar la eliminación de las palabras griegas, y los apuntes a modo de escolios que las acompañan en algunos lugares. Pero las supresiones más importantes son las que afectan a los comentarios explicativos con los que Licóstenes cerraba algunos de los apotegmas, que contenían ciertas afirmaciones que por motivos ideológicos no podían ser asumidas por el padre Granada. 3. En otros casos, en cambio, Fray Luis amplía el texto transmitido por Licóstenes. Se trata de adiciones explicativas que el padre Granada añade a determinados apotegmas. Así, por ejemplo, en el primer apotegma del título Christus, en el que se presenta el ejemplo de los que protestaban por morir junto a Foción, pese a los muchos beneficios que éste había hecho a su patria, el dominico granadino añade el siguiente comentario de su pluma: Quod si magnum esse mortis solatium putatur cum Phocione mori, quid ergo cum Christo pati, et contumeliis affici, et paupertatem ceteraque huius uitae incommoda perpeti, quae innocentissimus ille agnus, atque adeo rerum omnium Dominus, nostri causa perpessus est?

b) Cambios totales: En otros casos el cambio de texto es tal que hay que suponer que la fuente es distinta de Licóstenes. Eso ocurre, por regla general, en algunos apotegmas procedentes de obras de Cicerón, Erasmo y Francisco de Siena. 2247

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Y en cuarto y último lugar, en ese proceso de adaptación no hay que olvidar la agregación de apotegmas cuyo conocimiento Fray Luis de Granada obtuvo a partir de fuentes distintas a la obra del humanista alsaciano. En efecto, el dominico granadino incluye en su compilación algunos apotegmas provenientes de autores no citados por Licóstenes, como Aftonio, Casiodoro, Prisciano, y el portugués Jerónimo Osorio. Un caso especial es el de Francisco de Siena, del que el padre Granada aporta textos no utilizados por Licóstenes, pese a que éste sí que incluya en su obra otros textos de dicho autor.

III Pero dado que las relaciones que se pueden establecer entre distintas obras literarias no son exclusivamente unidireccionales, habida cuenta del escaso respeto por los “derechos de autor” que tenían los impresores de los siglos XVI y XVII, y puesto que la colección de apotegmas de Licóstenes conoció una larga y compleja vida editorial, que se prolongó por más de cien años tras la muerte de su autor, no es descabellado plantearse la cuestión de si la obra de Fray Luis de Granada repercutió de algún modo en las sucesivas y posteriores reediciones de la colección licosteniana, y, por tanto, si el camino, que una vez fue de ida, lo fue también de vuelta. La edición príncipe de la colección de apotegmas de Licóstenes apareció en 1555. De 1560 data la edición de París por Iacobus Puteanus, uno de cuyos ejemplares fue anotado supuestamente por Montaigne.10 En 1561 murió el humanista alsaciano y de ese mismo año procede una edición que se anuncia corregida y aumentada. En total, desde 1555 hasta 1571, fecha de publicación de la colección de Fray Luis de Granada, se pueden contabilizar, entre reimpresiones, ediciones corregidas y aumentadas, ediciones rejuvenecidas y otras modalidades de publicación usuales en los impresores de la época, hasta quince ediciones de la colección licosteniana, que venían en líneas generales a recoger los apotegmas de las ediciones anteriores. Los cambios más significativos, en efecto, se producen a partir de esa fecha, ya sea en lo que respecta a la presentación de la obra (desde 1573 en adelante los Apotegmas aparecerán siempre publicados junto a las Parabolae sive similitudines), como en lo relativo al propio contenido de la colección. Efectivamente, la edición de 1591, realizada por Jacob Stoer (probablemente en Ginebra), anuncia en su portada que el texto ha sido corregido y la colección ampliada en número de mil cien apotegmas. Si bien estos cambios son tan notorios que necesitan la implicación en los trabajos editoriales de un avezado humanista, las páginas interiores de la edición prefieren silenciar el nombre de ese nuevo editor. Y, finalmente, de 1602 data otra edición, en este caso aparecida en Lyon y salida Toda la información relativa a la polémica sobre la autoría de las notas marginales a dicho ejemplar puede verse en http://www.lycosthenes.org/. 10

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de las prensas de Jacques Roussin, también corregida y aumentada y que corrió a cargo de los priores de la Compañía de Jesús, que veían en la colección de apotegmas un potente instrumento educativo y de adoctrinamiento moral. Éstos son, en definitiva, los hitos fundamentales que guían la historia editorial de la colección de apotegmas de Licóstenes.11 Volviendo, pues, a la cuestión planteada, la posible repercusión o influencia de la compilación hecha por Fray Luis de Granada sobre las subsiguientes ediciones de la colección licosteniana, hay que admitir, ateniéndose al detalle de lo material, que es difícil que una colección tan restrictiva como la del padre Granada (recuérdese que viene a representar en número de textos un equivalente al quince por ciento del total de apotegmas recogidos en la edición de 1571 de Licóstenes), pueda ejercer influencia en las ediciones de apotegmas del humanista alsaciano. Por lo demás, esa huella habrá de verse no en los textos que el propio Fray Luis de Granada tomó de la colección de Licóstenes, sino en aquellos otros que procedan de una fuente distinta; con lo cual el número de posibles influencias se reduce de forma más que considerable. En la concordancia incluida en estas páginas puede observarse, en efecto, que del total de doscientos diez textos analizados y que componen la primera clase o división, sólo para veinte de ellos se puede postular un origen no licosteniano. Aun así, la edición de 1602, aparecida en Lyon, recoge un autor cercano culturalmente al padre Granada (él mismo lo empleaba en su colección de apotegmas), como es el portugués Jerónimo Osorio, que no aparecía con anterioridad en las colecciones licostenianas. Eso no quiere decir, por supuesto, que los editores lioneses llegaran necesariamente al conocimiento de tal autor a través de la compilación luisiana. Parece, por tanto, que esa repercusión, de haberla, hay que buscarla en un plano más genérico y, si se quiere, espiritual. Para ello, claro está, habría que determinar la naturaleza de cada una de las ediciones de la obra de Licóstenes y las variaciones de ellas con respecto a las ya existentes. Ni que decir tiene que éste es un trabajo muy ambicioso, del que aquí sólo se puede ofrecer un burdo esbozo, dibujado sobre la comparación de sólo tres de esas ediciones: la de Bartolomé Vincent aparecida en Lyon en 1571, la de Jacob Stoer de Ginebra

Además de las reseñas bibliográficas antes señaladas, sobre la aventura editorial de los apotegmas de Licóstenes puede verse también Juan J. Valverde Abril, “Los Apophthegmata de Conradus Lycosthenes: Historia editorial”, A. Steiner-Weber, K. A. E. Enenkel et alii (eds.), Acta Conventus Neo-Latini Monasteriensis, Proceedings of the Fifteenth International Congress of Neo-Latin Studies (Münster 2012), Leiden–Boston, Brill, 2015, pp. 582-593. 11

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en 1594 (reimpresión de la de 1591),12 y la de Jacques Roussin de 1602 en Lyon.13 Para ello se recurrirá a los siguientes expedientes: En primer lugar, se puede controlar el elenco de autores que cita cada edición y determinar las altas y las bajas que se dan en ellas. En efecto, de los autores presentes en la edición de 1571 desaparecen en la de 1594 y 1602 Diogenes Siriopensis (naturalmente no se eliminan los apotegmas de Diógenes el cínico, lo que se corrige es la falsa transcripción Siriopensis por Sinopensis), Cornelio Agripa y Poggio Florentino. Por su parte, la edición de 1594 añade textos de Aristónimo, Cedreno, Clemente de Alejandría, Demóstenes, Gregorio Nacianceno, Isócrates, Máximo de Tiro, Nicéforo Gregorás, Nicetas Choniates (o Acominates), Pausanias, Platón, Suidas, Tucídides, Zonarás, César, Salustio, Tácito, las colecciones de Annales et Historiae de Austria, Florencia, Génova y Venecia, Chytraeus (David Kochhafe), Gilles Corrozet, Guillermo de Tiro, Hermolao Barbaro, Juan Francisco Pico, Laónico Chalcocondiles, Lilio Giraldo, Paulo Emilio, Philippe de Commines. Sobre estos autores, la edición de 1602 añade asimismo textos procedentes de San Basilio, San Efraín Sirio, San Ambrosio, Jerónimo Osorio, Horacio Torselino, José Acosta, Io. Iunuilius (?), Laurentius (quizá Lorenz Sauer), Nicolás Sanders, Pedro de Ribadeneira, Surius (de nuevo Lorenz Sauer), y Zuingerus (Theodor Zwinger). Así, y a pesar de que la identificación de alguno de estos nombres resulte compleja, parece evidente que los editores de la edición ginebrina buscan nuevos textos en autores fundamentalmente clásicos, mientras que los intereses de los editores lioneses se dirigen hacia los autores eclesiásticos antiguos, pero también modernos cercanos y afectos a la causa jesuítica. En segundo lugar, los enunciados de los distintos títulos que componen la obra pueden ofrecer también un medio para conocer las divergencias APOPHTHEGMATA, / EX PROBATIS GRAECAE / LATINAE’QVE LINGVAE / SCRIPTORIBVS / A Conrado lycosthene collecta, & / per locos communes, iuxta Alpha- / beti seriem, digesta. / Postremâ hac editione diligenter recognita, et vndecim / Apophthegmatum centuriis aucta. / Accesserunt Parabolae siue Similitudines, ab Erasmo / ex Plutarcho et aliis olim excerptae, deinde per / Lycosthenem dispositae, ac nunc primùm / aliquot centuriis auctiores editae. / EDITIO ALTERA / Excudebat Iacobus Stoer, / M. D. XCIV. El texto de la reimpresión de 1602 está disponible en internet: http://www.unimannheim.de/mateo/camenaref/lycosthenes.html. 13 APOPHTHEGMATA / EX PROBATIS GRAECAE, / LATINAE’QVE LINGVAE / SCRIPTORIBVS, / A Conrado Lycosthene authore damnato collecta, / & per locos communes, iuxta Alphabeti seriem, digesta, / sed olim prohibita: nunc verò Superiorum iussu / Postrema hac editione accuratè recognita, ab omni obscoeni- / tate, & impietate purgata, plurimis’que centuriis, / quae stellulis notatae sunt, locupletata. / ACCESSERVNT PARABOLAE, SIVE / Similitudines, per Erasmum ex Plutarcho, Seneca et aliis autho- / ribus excerptae: deinde per C. Lycosthenem dispositae: ac / nunc tandem sedulo purgatae, & auctae. / Patrum Societatis Iesv studio, & opera. / LVGDVNI. / APVD IACOBVM ROVSSIN. / M. DCII. / Cum priuiliegio Regis Christianissimi. 12

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entre las citadas ediciones. En efecto, al margen de los cambios más o menos técnicos en la nomenclatura de los títulos, la reorganización del material, que se manifiesta en la aparición de nuevos títulos, la supresión de otros o la simple reformulación de los ya existentes, supone un cambio ideológico no ya sólo en los contenidos sino también en la propia concepción de los objetivos y la funcionalidad de una colección de apotegmas. Así, la edición de 1594, y con ella la de 1602, añade títulos como Arrogantia, Assentatio, Attentio, Dissidium, Dolor, Imperitia, Indocti, Iniustitia, Magnanimitas, Malignitas maledica, Misericordia, Molestia, Perfidia, Populus, Prosperitas, Tristitia, Vitae contemptus, Vituperatio, entre otros; por su parte, la edición de 1602 añade títulos del siguiente tenor: Amor Dei, Amor proximi, Baptismus, Christianismus, Crux, Daemon, Ecclesia, Episcopus, Eucharistia, Excommunicatio, Exemplum, Ieiunium, Martyrium, Mortificatio, Peccatum, Peregrinationes religiosae, Pontifex Romanus, Sacerdotium, Tentatio, Virginitas, etc. Entre los títulos suprimidos por las ediciones de 1594 y 1602 destacan aquellos que puedan resultar excesivamente prosaicos, satíricos o irreverentes; por citar unos ejemplos, se pueden mencionar los siguientes: De adulterio cum deformissima commisso, De crepitu ventris, De desperatione, De ebrietatis remediis, De generis obscuritate, De homuncionibus, De humanitate nimia, De ignavia, De naribus, De oratione sive precatione hominis ad Deum, De scortis, De Venere illicita, De vita solitaria, De voluptate. Por último hay una serie de títulos que son reformulados en su enunciado: De bono viro pasa a titularse De bonitate vel benignitate et bono viro; el título De imperio administrando pasa a llamarse De Imperatoris seu belli ducis praestantiss et numeris omnibus absoluti officio, item de imperio recte administrando; De scortatione pasa a De scortationis detestatione; etc., etc. En tercer lugar y de modo anecdótico se pueden considerar los dos epigramas que acompañan la edición de 1602 en una hoja sin paginar que sigue al índice de autores (Ad lectorem de correctis apophthegmatibus), y que son indicativos del espíritu que guía a los editores lioneses: Non indocta placent doctis: non turpia castis: Hi mores, illi mentis acumen amant. At quam manca fuit doctrina voluminis huius! At quot spurciliis lectio foeda fuit! Non vtrisque satis se commendauerat: at iam Auctior est doctis, castior estque probis. Quid mentem auertis? quid rugas contrahis? horres Impura? At pura hic omnia, pone metum. Pone metum, nec te authoris perfricta morentur Ora olim, ecce nouus contegit illa pudor. Dicta arguta iuuant: sed si non pura, quid haec sunt? Quid? nisi clara putri condita gemma luto? 2251

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Hic pura, hic arguta leges, hic sacra prophanis, Addita quae rectis sint placitura viris, Permixtane doles modo dicta prophana sacratis? Montibus [sic] haec prosunt, auribus illa placent.

En conclusión, esa actitud moralmente restrictiva de Fray Luis de Granada hacia la colección de Licóstenes es la misma que muestran con posterioridad otros autores y editores, como, por ejemplo, Paolo Manuzio en sus reediciones de los Apotegmas y Adagios de Erasmo, o los anónimos editores ginebrinos y lioneses de los Apophthegmata de Licóstenes. En ese sentido se puede afirmar, primero, que el padre Granada es una figura precursora de las actitudes intelectuales que se desarrollan hacia finales del siglo XVI y principios del XVII; y, segundo, y más en concreto, que el camino que antes había conducido desde los Apophtegmata de Licóstenes hasta la Collectanea de Fray Luis de Granada con el pasar de los años y en cierto modo también se recorrió en sentido inverso.

concordancia Simbología

? ! [ ] — / + * # $ →

no se especifica el autor del que procede el apotegma error en la paginación número de página de la edición de Licóstenes de 1571 apotegma no localizado apotegma eliminado apotegma repetido en otro lugar apotegma que presenta cambios apotegma reducido en la versión de Fray Luis apotegma ampliado o enriquecido en la versión de Fray Luis de Granada se remite a la página indicada

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Fray Luis de Granada 1571

Conradus Lycosthenes 1571

1594

1602

I. Deus 1. Simonides (Cicero) 2. Socrates (Erasmus) 3. Euclides (Maximus) 4. Evagrius (Cassiodorus) 5. Attalus (Eusebius Caesariensis) 6. Thales Milesius (Erasmus) 7. Pompeius (Plutarchus)

De Deo, 3 [236] De Deo, 4 [236] De Deo, 5 [236] De Deo, 7 [237] De Deo, 8 [237] De Deo aeterno, 1 [237] De Deo dona sua inaequ. distrib., 4 [241]

175 175 / 176 176 176 178

194 194 / 195 195 195 /

— De Deo, 2 [236] De Deo et omn. et omnia vidente, 1 [238] De Deo et omn. et omnia vidente, 2 [238] De Deo et omn. et omnia vidente, 6 [239] De Deo semper colendo, 2 [240]

175 176 / 177 178

194 196 / 196 197

De natura, 6 [777] —

/

/

*$

De innocentia, 11 [504]

350

389

$

De laude propter utilitatem, 1 [560] De lectionis delectu, 9 [563]

392 393

433 435

#

De homine, 1 [449] De homine, 2 [449] De hom. suum officium non fac., 1 [449] De hom. suum officium non fac., 3 [449] De hominis miseria et fragilitate, 5 [452] De hominis miseria et fragilitate, 6 [452] De hominis miseria et fragilitate, 15 [453] De hominis miseria et fragilitate, 23 [455] De hominis miseria et fragilitate, 25 [455] De homi. suum officium non fac., 8 [450] De hominis miseria et fragilitate, 3 [451]

313 313 314 314 315 315 316 317 317 314 315

345 345 346 346 348 348 348 349 349 347 347

*# *

De argute dictis, 12 (752→80) De mulierum natura et moribus, 7 [752] De mulierum natura et moribus, 11 [752] De mulierum natura et moribus, 14 [753] De uxoribus, 1 [1120] De uxore eligenda, 7 [1122]

(→61) 525 525 525 789 790

(→65) 603 603 603 855 /

II. Dei providentia 1. Anonymus (Cassiodorus) 2. Philosophus quidam (Apuleius) 3. Thales Milesius (Cicero) 4. Thales Milesius (Laertius) 5. Athenodorus (Baptista Fulgosus) 6. Philo (Eusebius Caesariensis)

*

*

III. Opificium Dei 1. Antonius (Nicephorus Callistus) 2. Thales Milesius (Laertius) IV. Christus 1. Phocion (Plutarchus) V. Sanctus 1. Diogenes Cinicus (Laertius) 2. Alphonsus Arag. rex (Panormita) VI. Homo 1. Solon (Guido Bituricensis) 2. Diogenes (D. Laertius) 3. Diogenes (D. Laertius) 4. Diogenes (D. Laertius) 5. Socrates (Io. Stobaeus) 6. Socrates (Io. Stobaeus) 7. Aristoteles (Io. Stobaeus) 8. Alexander ( Plutarchus) 9. Silenus (Erasmus) 10. Architas (Aelianus Lampridius) 11. Solon (Beroaldus) VII. Mulier 1. Philoxenus (Erasmus) 2. Secundus (Maximus) 3. Alexander (Brusonius) 4. Cato (Plutarchus) 5. Aristippus (Antonius Melissa) 6. Democritus (?) [=13,3]

$

* * * *

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VIII. Anima 1. Alphonsus (Panormita) 2. Fridericus Caesar (A. Silvius Picc.) 3. Anaxarchus (Laertius) 4. Cirus (Cicero)

*$ *

De animae immortalitate, 9 [67] De animae immortalitate, 10 [67] De animae immortalitate, 4 [66] De animae immortalitate, 7 [66]

52 52 51 51

59 59 58 58

IX. Liberum arbitrium 1. Democritus Milesius (?)

*

De graviter dictis, 5 [437] (+719)

305

335

X. Affectus 1. Socrates (Cicero)

*

De serm. animi speculo ac indice, 8 [992]

995

769

De modo et mediocritate, 2 [715]

497

570

De barba, 2 [115] De senectute, 4 [980] De senectute, 10 [980] De senectute, 15 [981] De senectute vivida et animosa, 10 [984] De senectute imbecilla, 1 [984] De senectute imbecilla, 3 [984] De senectute honoranda, 4 [986] De severe dictis, 2 [999] (+462) De senectutis fiducia, 1 [986]

89 / 687 687 689 689 690 691 700 691

94 / 761 762 764 764 764 765 (→354) 765

De uxore eligenda, 2 [1121] (+177) De uxore eligenda, 3 [1121] De uxore eligenda, 7 [1122] De uxore eligenda, 8 [1122] De uxore eligenda, 9 [1122] De uxore eligenda, 10 [1122] De uxore eligenda, 12 [1122] De uxore eligenda, 13 [1122] De uxore eligenda, 14 [1123] De uxore ducenda, 5 [1123] De uxore non ducenda, 4 [1124] De uxore non ducenda, 11 [1124] De uxore non ducenda, 12 [1125] De ux. morosa, imper. ac molesta, 2 [1126] De coniugii molestiis, 5 [178] (+1130) De coniugio iterato, 3 [178] De modestia, 1 [713] De uxore non ducenda, 2 [1124] De pudicitia coniugali, 6 [923] De pudicitia coniugali, 8 [924] — De coniugali amore, 1 [176] De coniugali amore, 4 [176]

790 790 790 790 790 791 791 791 791 791 792 793 793 794 134 134 495 792 644 644

/ 856 / 856 856 / 857 (→146) 857 857 858 858 858 (→72,129) 148 148 569 857 722 723

133 133

147 147

XI. Pueritia et adolescentia 1. Socrates (Laertius) XII. Senectus 1. Lacon quidam (Plutarchus) 2. Solon (Io. Stobaeus) 3. Diogenes (Brusonius) 4. Cato Senior (Plutarchus) 5. Considius (Brusonius) 6. Diogenes (Stobaeus) 7. Alexis (Erasmus) 8. Senex quidam (Plutarchus) 9. Lacon quidam (Plutarchus) 10. Pisistratus (Cicero) XIII. Vir et uxor 1. Pittacus Mitilenaeus (Laertius) 2. Chilo (Laertius) 3. Democritus (Antonius Melissa) 4. Democritus (Stobaeus) 5. Aureolus (Brusonius) 6. Lycurgus (Plutarchus) 7. Themistocles (Valerius Maximus) 8. Olimpias (Erasmus) 9. Aurelia (Adrianus Barlandus) 10. Metellus Numidicus (Brusonius) 11. Socrates (Antonius Melissa) 12. Solon (Brusonius) 13. Phoroneus (Brusonius) 14. Socrates (Laertius) 15. Alphonsus (Erasmus) 16. Annia (Erasmus) 17. Livia (Dionisius) 18. Socrates (Erasmus) 19. Canna (Erasmus) 20. Lucretia (F. Senensis) 21. Armenia (F. Senensis) 22. Tescha (Erasmus) 23. Portia (Erasmus)

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Los Apophthegmata de Conrado Licóstenes y la Collectanea moralis philosophiae...

XIV. Pater. Filius. Filior. educatio 1. Puer quidam (Erasmus) 2. Satyricus [Iuvenalis] (Laertius) 3. Socrates (Erasmus) 4. Lacedaemonii (Erasmus) 5. Lycurgus (Erasmus) 6. Lycurgus (Erasmus) 7. Aelianus iuvenis (Brusonius) 8. Pomponius Atticus (Erasmus) 9. Damatria (Erasmus) 10. Manlius Torquatus (Erasmus) 11. Aulus Fulvius (Erasmus) 12. Diogenes (Aphthon. – Priscianus) 13. Philippus Macedo (F. Senensis).

222

244

221 / 223 223

243 / 244 245

565 586 569 569

645 647 648 648

De discipul. erga praecept. pietate, 2 [251] De discendi cupiditate, 7 [247] De discendi cupiditate, 10 [247] (+276(*)) De discendi cupiditate, 13 [248] De discipulo docile, 1 [249]

185 182 182 183 183

205 202 203 203 182!=204

#$

De doctrina factis dissentanea, 1 [282] De silentio et taciturnitate, 24 [1002] — — —

206 703

227 776

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— De domini praesentia, 2 [284] De vicariis, 1 [1064]

209 750

229 817

22 334 623 624 111 70 626 100 101

25 371 703 704 121 73 706 109 109

101 698 114 627 655

109 772 128 707 734

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XV. Dominus. Servus 1. Servus quidam (F. Senensis) XVI. Magister. Discipulus 1. Alexander (Stobaeus) 2. Diogenes (Laertius) 3. Metrales (Laertius) 4. Domosthenes (Cicero) 5. Antisthenes (Laertius) XVII. Doctor et auditor 1. Diogenes (Laertius) 2. Aristoteles (Antonius Melissa) 3. Diogenes Cinicus (Laertius) 4. Demosthenes (Erasmus) 5. Antimachus (Cicero) XVIII. De praelatis et … residentia 1. Antigonus (Plutarchus) 2. Anonymus (Gellius – Erasmus) 3. Alexander Severus (Lampridius) XIX. Rex 1. Agesilaus (Plutarchus) 2. Agesilaus (Stobaeus) 3. Agesilaus (Plutarchus) 4. Agesilaus (Plutarchus) 5. Cyrus (Erasmus) 6. Philippus (Plutarchus) 7. Philippus (Plutarchus) 8. Alexander (Pontanus) 9. Alexander (Plutarchus) 10. Alexander (Brusonius) 11. Antigonus (Erasmus) 12. Antigonus (Erasmus) 13. Augustus Caesar (Plutarchus) 14. Aug. Caesar – Livia (Dionysius) 15. Augustus Caesar (Plutarchus)

De educatione filiorum, 5 [305] — De educatione filiorum, 1 [304] De educatione filiorum, 14 [307] De educatione filiorum, 16 [308] De educatione filiorum, 17 [309] — De pace, 3 [815] De parentum severitate in filios, 1 [817] De parentum severitate in filios, 6 [818] De parentum severitate in filios, 7 [812] — — —

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De affectibus frenandis, 4 [30] De imperio admin., 13 [479] (+287(*)) De principe bono…, 20 [894] De principe bono…, 25 [895] De castitate, 3 [144] De artium contemptu, 3 [90] (+772) De principe bono…, 39[898] De beneficio indignis collato, 2 [128] De benevolentia, 2 [128] — De benevolentia, 1 [128] (+153) De servo fideli, 8 [996] (+481(*)) De civilitate, 11 [148] (+415) De principe bono, 47 [899] De regnandi libidine, 23 [939]

2255

Juan J. Valverde Abril

16. Augustus Caesar (Macrobius) 17. Apollonius (Brusonius) 18. Parisatis (Plutarchus) 19. Solon (Laertius) 20. Omulius (Fulgosius) 21. Alexander Severus (Lampridius) 22. Scurra quidam (Vopiscus) 23. Scipio (Plutarchus) 24. Epaminondas (Plutarchus) 25. Agasicles (Plutarchus) 26. Alcamenes (Plutarchus) 27. Alexander imperator (Lampridius) 28. Saturninus (Brusonius) 29. Frontonius (Fulgosius) 30. Diocletianus (Brusonius) 31. Traianus (Nicephorus Callistus) 32. Otho (Brusonius) 33. Sigismundus (Aen. Silvius Picc.) 34. Sigismundus (Aen. Silvius Picc.) 35. Antisthenes (Laertius) 36. Demetrius Phalereus (Laertius) 37. Dionysius (Plutarchus) 38. Menedemus (Laertius) 39. Philon (Phavorinus) 40. Severus imperator (Spartianus) 41. Vespasianus (Xiphilinus) 42. Traianus (Erasmus) 43. Antiochus (Plutarchus) 44. Thomas Pontanus (Spiegelius) 45. Thales Milesius (Fr. Senensis) 46. Cyrus – Persae (Plutarchus) 47. Alphonsus, Arag. rex (Panormita) 48. Alphonsus, Arag. rex (Panormita) 49. Alphonsus, Arag. rex (Panormita) 50. Alphonsus, Arag. rex (Panormita) 51. Alphonsus, Arag. rex (Panormita) 52. Alphonsus, Arag. rex (Panormita) 53. Alphonsus, Arag. rex (Panormita) XX. Magistratus. Iudex 1. Architas (Aristoteles) 2. Aegyptiorum reges (Plutarchus) 3. Philippus Macedo (Plutarchus) 4. Cleomenes (Plutarchus) 5. Simonides (Fulgosius) 6. Fabius (Plutarchus) 7. Bias (Stobaeus) 8. Aristides (Plutarchus) 9. Aristides (Plutarchus) 10. Aristides (Plutarchus) 11. Crisippus (Stobaeus) 12. Cleon (Antonius Melissa) 13. Alphonsus (Panormita)

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De debitoribus solvendis, 5 [227] De adulatione et assentatione, 26 [10] De adulatione et assentatione, 31 [11] De amicitia regum et principum, 1 [51] De amicitia regum et principum, 4 [52] De beneficentia, 19 [126] De bono viro [131] (+1050(*)) De castitate, 8 [145] De frugalitate, 58 [414] De graviter dictis, 20 [439] De imperio administrando, 10 [479] De imperio administrando, 25 [481] De imperio administrando, 26 [482] De imperio administrando, 32 [483] De imperio administrando, 34 [483] De imperio administrando, 39 [484] De imperio administrando, 50 [486] De imperio administrando, 51 [486] De imperio administrando, 52 [486] De ingratitudine, 1 [496] De historia, 1 [446] De liberalitate, 16 [584] De luxuria, luxu et voluptate, 34 [642] De principe bono, 14 [893] De principe bono, 51 [900] De principe bono, 52 [900] De principe bono, 53 [900] (+167) De principe malo, 2 [905] De satellitio principum, 3 [976] De tyrannide, 2 [1044] De naribus, 2 [775] De affectibus frenandis, 9 [31] De labore, 27 [552] (+301(*)) De legibus, 3 [570] De magistratu…, 35 [656] (+902(*)) De principe bono, 63 [902] De principe bono, 64 [902] De principe bono, 70 [902] (+278(*))

169 8 9 (*) 41 41 99 102 112 291 306 334 335 335 336 336 / 338 338 338 344 312 409 447 622 627 628 628 630 684 737 / 25 386 / 456 629 629 629

188 9 9 45 46 106 111 122 319 336 371 372 373 373 374 / 376 376 376 384 344 449 517 703 707 707 (→134) 710 (→55(*)) 806 / 26 426 / 525 708 284 (*) (→225)

De iudice bono, 3 [529] De iudice bono, 9 [530] De iudice bono, 10 [530] De clementia, 9 [152] De iudice bono, 2 [529] De honore virtutis praemio, 5 [457] (+655) De iustitia, 2 [540] De iustitia, 7 [540] De iustitia, 8 [541] De magistratu…, 11 [653] De magistratu…, 20 [654] (+658) — De magistratu…, 36 [656]

368 / 369 116 368 318 376 / 376 453 454

408 / 409 130 408 351 417 / 417 523 524

456

525

2256

Los Apophthegmata de Conrado Licóstenes y la Collectanea moralis philosophiae...

14. Socrates (Erasmus) 15. Cilon (Laertius) 16. Alexander Severus (Brusonius) 17. Cato Senior (Plutarchus) 18. Themistocles (?) 19. Demosthenes (Erasmus) 20. Cato Senior (Plutarchus) 21. Cato Senior (Plutarchus) 22. Demosthenes (Stobaeus) 23. Pausanias (Fr. Senensis) XXI. Munera quae excaecant iudices 1. Alexander Severus (Lampridius) 2. Phocion (Stobaeus) 3. Alcamenes (Plutarchus) 4. Philippus (Erasmus) 5. Epaminondas (Stobaeus) 6. Artaxerxes (Plutarchus) 7. Phocion (Brusonius) 8. Xenocrates (Laertius) 9. Samnites (Brusonius) 10. Caius Pontius Samnis (Cicero) XXII. Respublica 1. Lycurgus (Plutarchus) 2. Lacedaemonii (Plutarchus) 3. Lycurgus (Brusonius) 4. Antisthenes (Laertius) 5. Thales (Stobaeus) 6. Chilo (Stobaeus) 7. Antisthenes (Brusonius) 8. Agasicles (Plutarchus) 9. Solon (Stobaeus) 10. Theophrastus (Stobaeus) 11. Arist. – Themistocles (Plutarch.) 12. Demades (Erasmus) 13. Solon (Brusonius) 14. Lacaena (Cicero) 15. Cicero (Cicero) XXIII. Potentes. Potentia 1. Pompeius Magnus (Plutarchus) 2. Solon (Laertius) 3. Dionysius (Fulgosius) XXIV. Nobilis. Nobilitas 1. Eumenes (Plutarchus) 2. Socrates (Laertius) 3. Bion (Stobaeus) 4. Alphonsus (Panormita) 5. Plato (Fr. Senensis)

De magistratuum electione, 1 [657] De magistratuum electione, 2 [657] — De magistratuum electione, 7 [657] De magistratuum curis, 4 [659] De magistratuum curis, 5 [659] De poena malis inflig., 12 [877] (+490(*)) De poena malis infligenda, 14 [877] De potestate…, 3 [882] —

456 456



457 457 458 611 612 615

526 527 527 690 690 695

De avaritia, 60 [105] De bono viro, 10 [130] (+762) De legum auctoritate, 19 [573] De munerum corruptela, 8 [756] De munerum contemptu, 22 [761] De munerum contemptu, 23 [761] De munerum contemptu, 24 [761] De munerum contemptu, 30 [762] De munerum contemptu, 33 [763] De munerum corruptela, 13 [757]

81 102 402 / 531 531 531 531 532 528

85 111 443 / (→ 218(*)) / 608 / 609 606

77 77 130 318 453 453 453 455 611 611

81 81 143 351 523 523 523 524 / 689

*

De avaritia, 38 [101] De avaritia, 40 [101] De concordia, 12 [172] De honore virtutis praemio, 1 [457] De magistratu…, 3 [652] De magistratu…, 5 [652] (+571(*)) De magistratu…, 12 [653] De magistratu…, 26 [654] De poena malis infligenda, 3 [876] De poena malis inflig., 6 [876] (+654(*)) — De sobrietate, 3 [1010] De praemio virtutis, 3 [889] (+) De patria fortiter propugnanda, 14 [836] De libertate tuenda, 22 [616]

709 619 581 429

781 700 659 498

*

De magistratuum curis, 8 [659] De divitiarum abusu, 1 [265] De sapienter dictis, 27 [971]

458 195 680

527 216 (→287(*))

De fratribus, 3 [403] De nobilitate generis, 1 [781] De nobilitate vera, 13 [784] De nobilitate vera, 17 [785] —

285 542 544 545

314 621 622 623

# *

* # # *

* # *

*

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2257

526

Juan J. Valverde Abril

XXV. Vulgus 1. Demosthenes (Osorius) 2. Lycurgus (Plutarchus) 3. Polycletus (Ael. Lampridius) 4. Aristides (Plutarchus) 5. Socrates (Laertius) 6. Quintilianus (?) 7. Phocion (Plutarchus) 8. Antisthenes (Laertius) 9. Phocion (Plutarchus) 10. Themistocles (Plutarchus) 11. Hippomachus (Ael. Lampridius) 12. Polycarpus (Eus. Caesariensis)

* * # *

— De ingratitudine, 13 [499] De vulgi natura, 15 [1118] (+536(*)) De probitate damnata, 1 [907] De testimonio et testibus, 1 [1040] — De vulgi natura, 10 [1117] De vulgi natura, 5 [1116] De vulgi natura, 11 [1117] De vulgi natura, 13 [1118] De vulgi natura, 14 [1118] De vulgi natura, 19 [1119]

2258

/ 788 632 734

/ 414 711 803

788 787 788 788 788 789

(→814(*)) / 854 →384(*)) 854 855

ÍNDICE DEL VOLUMEN IV

VOLUMEN IV: LITERATURA HUMANÍSTICA (III)

Biografía e historiografía José María Maestre Maestre–MercedesTorreblanca López, “¿Gonzalo García de Santa María, fuente de las biografías latina y castellana de Juan II de Aragón compuestas por Lucio Marineo Sículo?”.................. Juan Ramón Carbó García, “‘Tanto monta’. Pervivencias clásicas y goticismo en las genealogías legitimadoras de los Trastámaras”.............. José Solís de los Santos, “La buena lid del césar Carlos o el panadero de Barbarroja”.......................................................................................... Jorge Tomás García, “Motivos plinianos de la ‘Vida de Pausias de Sición’ en las Vite dei Pittori Antichi Greci e Latini de P. M. Guglielmo della Valle”...............................................................................................

1675 1769 1785 1807

Política y pensamiento Carmen Codoñer Merino, “Modelos de monarcas y validos en la literatura española del siglo XVII. Rómulo. Séneca y Nerón”................. Marc Mayer i Olivé, “El prefacio de las Antiquitates de Juan Annio de Viterbo: oportunidad e intención política”............................................. F. Jordi Pérez i Durà, “Los escritores clásicos, soporte de las críticas de los diaristas a Gregorio Mayans”................................................................... Francisco Calero, “La autoría de Europa Heautentimorumene”................. Gregorio Rodríguez Herrera, “Propercio en la Polyanthea de Nano Mirabelio”................................................................................................ 2261

1823 1853 1869 1897 1911

Índice del volumen iv

Guillermo Soriano Sancha, “Felipe III y Enrique VIII en el aula de Quintiliano. La educación del gobernante en Sir Thomas Elyot y Juan de Mariana”............................................................................................. Josep. L. Teodoro, “El Specimen veteris Romanae litteraturae deperditae... (1784) y el Novum Lexicon historicum et criticum antiquae Romanae litteraturae deperditae... (1787) de Mateo Aymerich: biblioteca de autores y herramienta ideológica”............................................................

1925

1939

Filosofía y ciencia Luis Charlo Brea, “Pervivencia de la lengua latina en una obra médica del siglo XVII”......................................................................................... Miguel Ángel González Manjarrés, “La Oratio in laudem physiognomoniae de Jodocus Willich”...................................................... Ana Isabel Martín Ferreira–Cristina de la Rosa Cubo, “Antiguos y modernos en los orígenes de la pediatría y la ginecología modernas: el Liber de affectionibus puerorum de Francisco Pérez Cascales (1611)”.. Mª Jesús Pérez Ibáñez–Alejandro García González, “António Luíz, aproximación a un médico humanista”..................................................

1955 1973 1991 2009

Emblemática Francisco Talavera Esteso, “Los Collectanea hyeroglyphicorum en las ediciones facticias de los Hieroglyphica de Pierio Valeriano”................... Jaume Alavedra i Regàs, “El concepto renacentista de emblema en los Hieroglyphica de Horapolo”.....................................................................

2262

2025 2043

Índice del volumen iv

Humanismo, literatura y sociedad Alfredo Alvar Ezquerra, “La escritura y el festejo del recuerdo en primera persona: la santificación de san Isidro y los madrileños (beatificación 24-VI-1619, canonización 12-III-1622)”............................................... Aires Augusto Nascimento, “Humanismo, uma atitude mais que um momento na história”.............................................................................. Alfonso Alcalde-Diosdado Gómez, “Beatrice y Maria Rogia, almas gemelas”................................................................................................... José M. Cañas Reíllo, “Aspectos del humanismo en Cuenca” ................. Fermín Ezpeleta Aguilar, “Los Coloquios de Erasmo en los Diálogos de Bartolomé Argensola”.............................................................................. José M. Floristán, “El enigmático destino de Nicolás de la Torre, copista griego de Felipe II”.................................................................................. Guillermo González del Campo, “Argumentos humanísticos a favor y en contra de la leyenda de Trajano”......................................................... Alejandra Guzmán Almagro, “La magia amorosa y sus fuentes clásicas en Martín del Río (Disquisitionum magicarum libri VI, III.3)”................... Ángel Narro Sánchez, “Conoce a tu enemigo. Vives, lector de Ovidio”. Joaquín Pascual Barea, “Rodrigo de Santaella en la Roma humanista de Sixto IV (1475-1480)”............................................................................ Carolina Real Torres, “Del humanismo a la Ilustración: Bernardo Cólogan Fallon”....................................................................................... Juan J. Valverde Abril, “Los Apophthegmata de Conrado Licóstenes y la Collectanea moralis philosophiae de Fray Luis de Granada: un camino de ida y vuelta”..............................................................................................

ÍNDICE DEL VOLUMEN IV..................................................................

2263

2059 2093 2117 2127 2143 2153 2173 2189 2201 2215 2229 2241

2259