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julio ‘07
1940 | 1950 | 1960 | 1970 | 1980 | 1990 | 2000
25 FASCÍCULOS
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DESDE HIROSHIMA A LAS TORRES GEMELAS
REVOLUCIONES PACÍFICAS EN EUROPA / VUELTA AL MAPA DE NUESTROS ABUELOS
HISTORIA RECIENTE
| EL HUNDIMIENTO DEL SOCIALISMO REAL
LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN
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El hundimiento del socialismo real
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ÍNDICE DEL FASCÍCULO
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El derrumbe de la Unión Soviética
PÁGINA 6
RECUADROS UNA HISTORIA COMPLETA Por Enrique Mena Segarra P. 7 / UN PRONÓSTICO CUMPLIDO P. 9 EPITAFIO AL COMUNISMO P. 10 / LECH WALESA P. 12 / LA GUERRA DE LOS SERVICIOS SECRETOS P. 14 / EL FIN DEL COMUNISMO CHECO P. 15 / LA TRAYECTORIA ELECTORAL DE LOS PARTIDOS COMUNISTAS P. 16 / EL REVISIONISMO SEGÚN EDGARD MORIN P. 18 / BIBLIOGRAFÍA / P. 19 CONTRATAPA. LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN Por Martín Peixoto P. 20.
lafotodeportada
Las mujeres y hombres del siglo XXI hablamos de 1789 (el año de la Revolución Francesa) como un momento que cambió la historia. Es muy probable que dentro de algunos siglos se diga lo mismo del año 1989. Y todos notarán, por supuesto, que 200 años exactos separan ambas fechas. En apenas seis meses del año 1989, todos los países de Europa Oriental abandonaron el bloque soviético. El primero que lo hizo fue Polonia, tras una larga lucha que la llevó a instalar el 24 de agosto su primer gobierno no comunista. El siguiente país fue
Hungría, que declaró su Tercera República el 23 de octubre. Por esos mismos días fue depuesto Eric Honecker, el líder de la Alemania comunista. El 10 de noviembre cayó el búlgaro Todor Zhivkov y un mes más tarde lo hizo el checoeslovaco Gustav Husak. En Rumania, el dictador Nicolae Ceausescu y su esposa fueron fusilados el 22 de diciembre. Unas semanas antes, el 9 de noviembre de 1989, ocurrió uno de los episodios más significativos de todo el siglo XX: cayó el muro de Berlín, esa pared de 156,4 kilómetros de largo que durante cuatro décadas había mantenido dividida a la antigua capital de Alemania. Junto con el muro se terminó de
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INTRODUCCIÓN
HISTORIA RECIENTE
9 de noviembre de 1989: el muro de Berlín cae y cambia la historia.
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1980
[...] Unas semanas antes, el 9 de noviembre de 1989, ocurrió uno de los episodios más significativos de todo el siglo XX: cayó el muro de Berlín, esa pared de 156,4 kilómetros de largo que durante cuatro décadas había mantenido dividida a la antigua capital de Alemania. Junto con el muro se terminó de derrumbar lo que, muchas décadas atrás, Winston
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Churchill había llamado “la cortina de hierro”.
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derrumbar lo que, muchas décadas atrás, Winston Churchill había llamado “la cortina de hierro”. En un período que abarcó pocos días, decenas de millones de habitantes de Europa Oriental pasaron a Occidente y pudieron explorar un mundo del que apenas tenían referencias. Pero los cambios no terminaron allí. El 8 de diciembre de 1991, los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia (tres de las hasta entonces llamadas “repúblicas soviéticas”) hicieron público un documento en el que se desvinculaban de la Unión Soviética. Una de las dos grandes potencias que habían protagonizado la Guerra
Fría estaba dejando de existir. Pocos días más tarde, el 24 de diciembre, Mikhail Gorbachov dejó su cargo de presidente y no se designó un sucesor. Días después, en el Kremlin ya no se izaba la bandera roja con la hoz y el martillo, sino el mismo pabellón blanco, azul y rojo que se levantaba en tiempos de los zares. El comunismo no dejó de existir en esa fecha. Pero ya nunca volvió a ser lo que había sido.
Boris Yeltsin: la bandera rusa en el Kremlin.
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MIKHAIL GORBACHOV ASUMIÓ COMO SECRETARIO GENERAL DEL PARTIDO Comunista soviético en marzo de 1985, y poco después lanzó un ambicioso plan de reformas. La glasnost (transparencia) y la perestroika (reestructura) fueron dos intentos de erradicar los principales males del sistema: la ineficiencia y la corrupción. Gorbachov era un reformista y un comunista genuino. Creía que era posible relanzar la idea socialista y convertirla en algo mejor de lo que había sido hasta entonces. Pero en los años siguientes descubrió que la tarea era más difícil de lo que había imaginado. La corrupción y la ineficiencia no eran problemas localizados, sino parte constitutiva del sistema. Los intentos de reforma económica colapsaban los sistemas de distribución y creaban escasez de bienes esenciales. Los intentos de flexibilización política hacían resurgir los sentimientos nacionales y religiosos, que revelaban seguir muy vivos pese a setenta años de represión. Pero lo peor era la falta de gente en quien confiar: Gorbachov necesitaba operadores que lo ayudaran a cumplir su tarea, pero los burócratas y los dirigentes del Partido se dedicaban a defender sus privilegios. Los enemigos internos eran cada vez más numerosos. Después de varios intentos frustrados, Gorbachov creyó haber encontrado
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El derrumbe de la Unión Soviética
el socio que necesitaba. Se llamaba Boris Yeltsin y era el jefe del Partido en la ciudad industrial de Sverdlovsk, en los Urales. Yeltsin tenía la misma edad que Gorbachov y era igualmente enérgico. Era famoso por su capacidad de trabajo (no eran raras las jornadas de 16 horas), por su franqueza brutal y por su desprecio hacia los privilegios. No muchos años atrás, esa energía había estado al servicio de causas dudosas: en 1977 Yeltsin se había encargado de demoler el edificio donde sesenta años antes habían sido fusilados el zar Nicolás II y toda su familia (incluyendo sus hijos pequeños), para evitar que el lugar se convirtiera en un sitio de peregrinación. Pero, en los años ochenta, Yeltsin se había dedicado a combatir con éxito a los dirigentes y funcionarios corruptos. A finales de 1985, Gorbachov decidió que Yeltsin se trasladara a Moscú para ocupar un cargo equivalente al de intendente. En poco tiempo se hizo famoso. Yeltsin recorría Moscú en tranvía y en metro, y se hacía acompañar por las cámaras de televisión cuando salía a destapar ilícitos. Todo el tiempo divulgaba informes en los que denunciaba el estilo de vida de los miembros de la nomenklatura: escuelas especiales con sauna y piscina para los hijos, villas de descanso con salas de cine, cocinas gigantescas, paredes de mármol. Para los ciudadanos comunes, que residían hacinados en viviendas con baño y cocina compartidos, esas revelaciones causaban indignación. Yeltsin era decidido y corajudo, pero también imprevisible e impulsivo. En 1986, sus críticas se dirigieron contra el propio Gorbachov, al que atacó públicamente por no combatir la corrupción con suficiente energía y por amar el lujo. En enero de 1987 atacó duramente a Ligachov, uno de los miembros conservadores más influyentes del Politburó, lo que puso al rojo vivo la interna del Partido Comunista. Presionado por sus adversarios, Gorbachov destituyó a Yeltsin luego de acusarlo públicamente de inmadurez e irresponsabilidad. La prensa “conservadora” (como se llama hasta hoy en Rusia a la prensa favorable a la ortodoxia comunista) lo calificó de demagogo y aventurero. Sus graves problemas con el alcohol se convirtieron en un asunto nacional. En esa época se volvió a aplicar la censura y se prohibieron algunas actividades artísticas. El diario oficial Pravda advirtió que la democracia podía llevar al país a la ruina. Gorbachov estaba retrocediendo, pero al mismo tiempo se las arregló para mostrar que no renunciaba a su plan original: ese mismo año fueron rehabilitadas algu-
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nas de las víctimas más ilustres de Stalin, como los dirigentes revolucionarios Nikolai Bukharin y León Trotsky. La antigua cooperación entre Gorbachov y Yeltsin se convirtió en rivalidad. Esos giros no son excepcionales en la vida política, pero lo que fue excepcional fue el modo en que se procesó el conflicto: los choques entre los dos dirigentes se convirtieron en una discusión pública sobre el futuro del comunismo. Yeltsin declaraba que el comunismo no era una buena idea mal aplicada, sino una mala idea. Se definió públicamente como socialdemócrata y declaró que era un deliro intentar revigorizar el viejo sistema. Gorbachov se seguía proclamando comunista y decía: “Para algunos eso será un delirio. Para mí es la tarea a la que consagro mi vida”. Por primera vez en casi setenta años, se discutía públicamente si el comunismo era el régimen más deseable para la Unión Soviética. En setiembre de 1988, en una sesión especial de la cámara de diputados, Gorbachov fue electo presidente de la Unión Soviética. Tal como había hecho Brezhnev en su momento, ahora ejercía conjuntamente el principal cargo político del régimen (secretario general del Partido Comunista) y el cargo de jefe de estado. Pero Gorbachov anunció al mismo tiempo que renunciaba a la “doctrina Brezhnev”, es decir, aquella doctrina que le negaba a todo país que había llegado a ser comunista la posibilidad de dejar de serlo. Eso equivalía en los hechos a dar una luz verde para que los países del bloque socialista eligieran su forma de gobierno. El año siguiente fue un punto de quiebre en la historia del bloque soviético y del mundo entero. Fue asimismo un año cargado de resonancias simbólicas. En 1989 se conmemoraban cuarenta años de los episodios que habían lanzado la Guerra Fría: el fin del bloqueo de Berlín, el nacimiento de las dos Alemanias, la creación de la OTAN, el triunfo de la revolución china. También se cumplían 200 años del triunfo de la Revolución Francesa: un acontecimiento político que había cambiado a Europa. Y fue en ese mismo año que cayó el muro de Berlín, se derrumbó la cortina de hierro y se desintegró lo que durante décadas había sido llamado “el bloque comunista”. En apenas seis meses, todos los países de Europa Oriental abandonaron la órbita soviética. Excepto Rumania, todos lo hicieron en forma pacífica. El primer paso lo dieron Polonia y Hungría. A mediados de octubre fue depuesto Erich Honecker, el líder de la Alemania comunista. El 10 de noviembre cayó el búlgaro Todor Zhivkov y un mes exacto
después le tocó el turno al checoeslovaco Gustav Husak. En Rumania, el dictador Nicolae Ceausescu y su esposa quisieron aferrarse al poder y ordenaron aplastar las manifestaciones. Pero perdieron el control de la situación y el 22 de diciembre fueron fusilados por sus antiguos subordinados. Todo ocurrió, si no con la complacencia, al menos con el visto bueno de Gorbachov. Cuando los dirigentes de Europa Oriental habían empezado a preocuparse por lo que ocurría en Polonia y Hungría, el líder soviético les hizo saber que no haría nada para apoyarlos. Pero su actitud era contradictoria: Gorbachov aceptaba que los países de Europa del Este se alejaran de Moscú, pero rechazaba toda pretensión autonómica entre los integrantes de ese conglomerado de 15 repúblicas que se llamaba “Unión Soviética”. Sus discursos se volvían sombríos y amenazadores cuando hablaba de la posibilidad de un desmembramiento. Los polacos podían hacer lo que quisieran, pero los habitantes de Lituania o de Chechenia debían saber que seguirían siendo gobernados desde Moscú. Esta doble actitud solo consiguió alentar el surgimiento de movimientos nacionalistas. En diferentes regiones hubo episodios de violencia étnica. En Bakú, la capital de Azerbaiyán, fue necesario enviar 17 mil soldados para contener un levantamiento. Finalmente, el nacionalismo resurgió también en Ucrania y en la propia Rusia. Lo que se había presentado durante décadas como una federación de repúblicas sólidamente unidas por la ideología, revelaba ser un mosaico de nacionalidades que se había mantenido unido a fuerza de represión. Cada vez con más frecuencia, Gorbachov era víctima del fuego cruzado entre conservadores y liberales. Los conservadores añoraban el orden público perdido, consideraban una tragedia la pérdida de los países satélites y veían con creciente alarma la posibilidad de un colapso de la Unión Soviética. Su ira llegó al extremo cuando el parlamento aprobó una reforma constitucional que le quitaba el carácter de partido oficial al Partido Comunista. Los liberales, por su parte, acusaban a Gorbachov de ser demasiado débil ante la nomenklatura y de no avanzar más decididamente hacia la plena vigencia de las libertades. Seguidores de Yeltsin manifestaban en las calles de Moscú con carteles que decían: “Gorbachov, ¿de qué lado estás?”. Tanto la política como la economía parecían estar fuera de control. En los países Bálticos, en Georgia y en Ucrania se derribaban estatuas de Lenin ante las protestas indignadas de los conser-
Una historia completa Por Enrique Mena Segarra
Lenin y Stalin: juntos en 1922. Los 74 años de existencia del régimen soviético –la longevidad promedio de un europeo– otorgan al historiador un privilegio poco frecuente: conocer en toda su extensión una etapa histórica trascendental, aunque no pueda percibir todavía la totalidad de sus consecuencias. Esto es aun más singular por tratarse de un sistema político e ideológico que aspiró desde sus primeros pasos a constituirse en el modelo del futuro de la humanidad, el espejo en que debían mirarse todas las sociedades para conocer su inevitable devenir. Un Estado, en suma, diferente de todos cuantos lo antecedieron en la historia, especialmente por ser el primero en instituirse sobre las “leyes científicas” del marxismo: la única doctrina y el único método válidos para conocer la realidad y por lo tanto para transformarla. La construcción del socialismo, y en una segunda fase la de un comunismo sin clases ni Estado, traería consigo el surgimiento del “hombre nuevo”, con capacidades físicas e intelectuales multiplicadas, pero sobre todo animado por una moral solidaria y ajena a todo egoísmo. La humanidad alcanzaría por esa vía su definitiva y completa liberación. Esas esperanzas no eran la única particularidad del régimen soviético. Además, el régimen poseía numerosísimos súbditos voluntarios fuera de sus fronteras: los afiliados a los partidos comunistas miembros de la Internacional, que debían lealtad a la “patria universal de los trabajadores” antes que a los gobiernos de sus respectivos países. Desde un punto de vista historiográfico, la caída de la URSS impuso la revisión de lo escrito previamente sobre ella, puesto que ahora se conocía el fin del cuento. Y todo lleva a concluir que los factores que la condujeron a su fin no provinieron de desviaciones del modelo original sino que estaban presentes con mayor o menor fuerza desde el primer día: la dictadura total en un Estado burocrático hipertrofiado, el mesianismo infalibilista y, en consecuencia, la imposibilidad de su autocorrección.
Gorbachov parecía superado por las circunstancias. A Margaret Thatcher le confesó que no podía dormir por las noches, y a un grupo de congresistas estadounidenses les dijo: “Nuestro barco ha perdido el ancla. Por eso estamos todos un poco mareados”. Gorbachov puede ser criticado por no haber sido capaz de percibir las insuficiencias de su estrategia, pero no puede ser acusado de haber abandonado sus pretensiones reformistas. Por orden suya se destruían grandes cantidades de tanques y misiles. Las tropas que habían estado estacionadas durante décadas en Europa Oriental eran repatriadas. Solo de Hungría y Checoslovaquia llegaron unos 125 mil soldados que debieron ser alojados en carpas por falta de viviendas. Numerosos exiliados (como el 1978-1981
cronología
famoso músico Mstislav Rostropovich) recuperaban la ciudadanía y volvían al país. El líder checo Alexander Dubcek volvió a visitar Moscú por primera vez desde que Brezhnev había aplastado la “primavera de Praga”. Gorbachov lo recibió amigablemente y se mostró en público con él. En las librerías había obras que hablaban favorablemente de la Rusia zarista y los descendientes de la antigua nobleza fundaban asociaciones. En Moscú se inauguró la primera filial de McDonald’s; durante semanas, la cola de clientes ocupó cuatro cuadras. Por primera vez se publicaban estadísticas confiables, y los datos eran desalentadores. Rusia tenía la misma cantidad de muertos en accidentes de tráfico que Estados Unidos, pero solo un décimo de los vehículos. La salud de la
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vadores. Gorbachov emitió un decreto que prohibía dañar monumentos, pero nadie le hizo caso. La televisión mostraba imágenes de violencia étnica, huelgas de mineros y protestas de ferroviarios. En el terreno económico, el colapso de la economía centralizada generaba carestía y corrupción. Corrían rumores de que la cosecha sería un desastre y llegaría una gran hambruna. Alexander Buchanov, editor de la revista Sovietskaia Literatura, escribió en esos días sobre Gorbachov: “ha destruido todo aquello en lo que habíamos creído y nos mantenía unidos. Pero no ha construido nada nuevo. No nos ha lanzado un salvavidas. Todos, yo mismo, nos encontramos en un barco que se hunde, en un avión que se cae, y eso nos da miedo”. El propio
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Mikhail Gorbachov: reformas y problemas.
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1981-1983
1978
16 de octubre: Juan Pablo II, nuevo papa de la Iglesia Católica.
19 de marzo: el sindicato Solidaridad llama a la huelga en Polonia.
1980
14 de agosto: empieza la huelga en los Astilleros Lenin de Gdansk (Polonia).
6 de agosto: se interrumpe el diálogo entre el gobierno polaco y el sindicato Solidaridad.
31 de agosto: acuerdos de Gdansk.
18 de octubre: el general Jaruzelski es el nuevo jefe de los comunistas polacos.
17 de setiembre: fundación legal del sindicato Solidaridad. 1981
10 de febrero: el general Wojciech Jaruzelski es designado primer ministro de Polonia.
13 de diciembre: el general Jaruzelski declara el estado de guerra. 1983
16-23 de junio: segunda visita del papa Juan Pablo II a Polonia. 5 de octubre: Lech Walesa, Premio Nobel de la Paz.
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población empeoraba, hasta el punto de que el país figuraba en el puesto 85 a nivel mundial. Se descubrían además enormes problemas ambientales: el atraso tecnológico y la falta de mantenimiento hacían que Rusia liberara 95 millones de toneladas de desechos en la atmósfera. El río Volga recibía 300 millones de metros cúbicos de agua contaminada por año. Los presos se sublevaban ante el hacinamiento y el maltrato. Y aunque los datos relativos a años anteriores no eran confiables, todo indicaba que la criminalidad estaba aumentando de manera alarmante. En 1990, los delitos graves crecieron un 42 por ciento respecto del año anterior, y la criminalidad callejera subió un 65 por ciento. Por primera vez se realizaban encuestas de opinión y los resultados eran catastróficos para el gobierno. El clima político se deterioraba. El 9 de abril de 1989, el ejército había reprimido por cuenta propia una manifestación nacionalista en Georgia y había matado a dos decenas de personas. En marzo de 1990, Lituania declaró unilateralmente su independencia y fue bloqueada por decisión unilateral de las autoridades militares. En la tradicional manifestación del 1º de mayo de ese año, Gorbachov fue abucheado y un hombre quiso atentar contra su vida. Para responder a la situación crítica, Gorbachov impuso poderes de emergencia. Pero con eso solo consiguió despertar en muchos el miedo a que se volviera un gobernante autoritario. Movido por ese temor, el 1º de enero de 1991 renunció el canciller soviético: el prestigioso y respetado Eduard Shevardnadze. Rodeado de ese dif ícil contexto, Gorbachov se veía obligado a pelear en dos frentes. En uno de ellos se enfrentaba a Boris Yeltsin, que representaba con creciente nitidez a los radicales que querían avanzar rápidamente hacia la democracia. Su liderazgo se había hecho especialmente fuerte tras la muerte del f ísico nuclear Andrei Sajarov, ocurrida el 14 de diciembre de 1989. Hasta ese momento, Sajarov había sido la figura más distinguida e influyente de la oposición: era un científico de fama internacional,
9 1984-1986 1984
19 de octubre: el sacerdote Jerzy Popieluszko es secuestrado y asesinado por los servicios de seguridad polacos.
1985
11 de marzo: Mikhail Gorbachov asume como nuevo secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética. 6 de noviembre: el general Jaruzelski es designado presidente de Polonia.
1986
15 febrero: se inicia el Vigésimo Séptimo Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética. Gorbachov reconoce los crímenes cometidos durante la Segunda Guerra Mundial.
había sufrido en carne propia la represión (fue obligado a vivir en el exilio interno entre 1979 y 1986) y había recibido en 1975 el Premio Nobel de la Paz. Yeltsin no tenía credenciales para competir con un hombre semejante. Pero, tras la muerte de Sajarov, la habilidad política de Yeltsin, su coraje y su popularidad lo convirtieron en la principal referencia de quienes querían cambios rápidos y profundos. Luego de su ruptura con Gorbachov, Yeltsin había buscado diferentes caminos para fortalecer su posición. Su estrategia consistía en no competir con Gorbachov por el gobierno de la Unión Soviética, sino en acumular poder en las instituciones
de gobierno rusas. Nominalmente, Rusia era solo una de las quince repúblicas que formaban la Unión Soviética. Pero, con 17 millones de kilómetros cuadrados, unos 140 millones de habitantes y buena parte de la infraestructura industrial y vial de la Unión, en los hechos era la más importante de todas. Quien la controlara pasaría a tener la llave de los acontecimientos futuros. Como el propio Yeltsin gustaba decir en la época: “Rusia puede sobrevivir sin la Unión Soviética, pero la Unión Soviética no puede sobrevivir sin Rusia”. El 29 de mayo de 1990, tras un complejo y disputado proceso electoral, Yeltsin fue electo presidente del Soviet Supremo
Un pronóstico cumplido El 15 de enero de 1953, Harry Truman hizo ante las cámaras de televisión su discurso de despedida como presidente de Estados Unidos. Su gobierno había sido uno de los más agitados de la historia. Había sido el presidente ante el que se habían rendido los alemanes y los japoneses, el que había negociado con Churchill y Stalin los acuerdos de Potsdam, el que había ordenado lanzar las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, y el que había protagonizado el inicio de la Guerra Fría. Su despedida fue sencilla, como era su estilo: El próximo martes, el general Eisenhower asumirá como presidente de Estados Unidos. Poco después de que el nuevo presidente haya asumido su cargo, estaré en el tren que me llevará de regreso a casa en Independence, Missouri. Volveré a ser un simple ciudadano privado de esta gran república. Así es como debe ser. Pero el pasaje de su discurso que resulta más llamativo a la distancia es el siguiente: En la medida que el mundo libre siga fortaleciendo su crecimiento, se haga más unido, más atractivo para los hombres de ambos lados de la cortina de hierro, y en tanto sean bloqueadas las esperanzas soviéticas de una fácil expansión, llegará un tiempo de cambios en el mundo soviético. Nadie puede
decir con seguridad cuándo ocurrirá, o exactamente cómo se iniciará: si será mediante una revolución, o debido a la agitación en los estados satélites, o como resultado de un cambio dentro del Kremlin. Ya sea que los gobernantes comunistas cambien voluntariamente sus políticas o que el cambio llegue por algún otro camino, no tengo dudas de que va a haber un cambio en el mundo.
1986-1988
26 de abril: se produce el accidente de Chernobyl. 1987
1988
1989 1989
20 de enero: George H. Bush asume como presidente de Estados Unidos.
27 de enero: Gorbachov lanza la campaña de glasnost (transparencia).
6 de febrero-5 de abril: conversaciones de la Mesa Redonda en Polonia.
8-14 de junio: tercera visita del papa Juan Pablo II a Polonia.
2 de abril: Gorbachov llega en visita oficial a La Habana y anuncia el fin de las subvenciones a Cuba.
8 de febrero: Gorbachov anuncia la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán. 14 de abril: se firman en Ginebra los acuerdos de paz sobre Afganistán.
17 de abril: el sindicato Solidaridad vuelve a la legalidad. 2 de mayo: el gobierno húngaro empieza a abrir sus fronteras con Occidente.
En un discurso dado ante la Cámara de Representantes de Estados Unidos en junio de 1992, el presidente ruso Boris Yeltsin dijo unas palabras que hubieran sido inimaginables apenas unos años antes: El mundo puede respirar aliviado. El ídolo del comunismo, que sembró por todas partes el conflicto social, la animosidad y una brutalidad sin paralelo, y que infundió miedo en la humanidad, ha colapsado. Colapsó para no levantarse nunca más. Yeltsin sabía de qué hablaba. Durante la mayor parte de su vida había sido un comunista convencido y había desempeñado importantes responsabilidades. Más tarde, junto a Mikhail Gorbachov, había participado de los intentos de reforma que aspiraban a depurar al régimen de sus peores desviaciones. Pero progresivamente llegó a la conclusión de que el régimen no tenía desviaciones: la corrupción, la ineficiencia y el autoritarismo eran consecuencias inevitables de sus propias premisas.
de la mañana quedaron bloqueados los teléfonos del complejo donde se alojaba Gorbachov. Simultáneamente se presentó una delegación para comunicarle que, a partir de ese instante, un comité de emergencia se haría cargo del gobierno. En un comunicado se informaría que Gorbachov había tenido que renunciar por razones de salud. Los conspiradores estaban mal organizados y el alto consumo de alcohol hizo estragos entre ellos. El vicepresidente Yanayev estaba completamente ebrio cuando firmó el primer decreto de emergencia. En las mismas condiciones estaba el ministro presidente Pavlov. A las siete de la mañana se llamó de urgencia a un médico del Kremlin para que atendiera a este último. El médico dictaminó que no solo estaba alcoholizado sino “al borde de la histeria”. Como a varios otros, le estaban fallando los nervios. Muy temprano en la mañana, los medios empezaron a transmitir el comunicado que anunciaba la supuesta enfermedad de Gorbachov. Pero hasta los televidentes menos atentos percibían el tono nervioso y preocupado de los periodistas que daban la noticia. En cuanto se enteró, Boris Yeltsin se puso un chaleco antibalas y salió rumbo a la Casa Blanca, como se llama a la sede del Parlamento ruso. Doce minutos después de su salida, un comando llegó a su casa con la intención de detenerlo. Por el camino se cruzó con tanques que se apostaban frente al municipio, a las sedes de los diarios y canales de televisión, y frente a la propia Casa Blanca. Todo indicaba que la situación era muy seria. Yeltsin y el presidente del Parlamento ruso prepararon un discurso de condena al golpe. Alexander Ruzkoi, héroe de la guerra de Afganistán y vicepresidente de Yeltsin, inició una serie de transmisiones desde una radio provisoria instalada en la Casa Blanca. En el exterior se montaron barricadas. Las defensas eran muy modestas pero, según se sabe hoy, varios oficiales que recibieron la orden de entrar a sangre y fuego se negaron a obedecer. De todas maneras hubo algunos disparos que dejaron tres muertos.
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Epitafio al comunismo
Yeltsin ganó con el 57 por ciento de los votos sobre el candidato apoyado por Gorbachov. Cuando asumió, el 10 de julio, fue bendecido públicamente por Alexei II, el patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Pero el combate político con Yeltsin era solo uno de los frentes en los que intentaba batirse Gorbachov. El otro frente era todavía más peligroso, aunque el líder soviético no era capaz de percibirlo: se trataba de las conspiraciones que organizaban los conservadores para derrocarlo y reinstalar el viejo orden comunista. Durante largos meses se organizaron reuniones en locales secretos del KGB. En esos encuentros participaban ministros, generales y el propio jefe del Estado Mayor, Valeri Boldin. Todos habían llegado a sus cargos gracias a Gorbachov, pero todos deseaban su caída. A fines de junio de 1991, los estadounidenses advirtieron en forma reservada a Gorbachov que se estaba preparando un golpe de estado. Pero el jefe del Kremlin no dio mayor importancia a la advertencia y, a fines de agosto, desgastado por una crisis que le costó la vida a muchos ciudadanos lituanos, decidió tomarse unas vacaciones en Crimea junto a su esposa Raisa. La perspectiva de una ausencia de Gorbachov aceleró los planes de los conspiradores. Los últimos preparativos se hicieron en un hospital del KGB. Desde allí se ordenó a una fábrica de Pskov que fabricara de urgencia un cuarto de millón de esposas que serían utilizadas para detener a reformadores, intelectuales y hombres de negocios comprometidos con la economía de mercado. Las acciones se dirigirían desde uno de los sótanos de la tristemente célebre Lubianka, sede central del KGB en Moscú. El jefe del KGB aumentó el sueldo de sus subordinados y suspendió las vacaciones de los oficiales. Poco después, el mariscal Lasov dispuso que todas las unidades del ejército estuvieran en estado de alerta y convocó a todos los soldados que estaban de franco. El golpe se echó a andar en la madrugada del 18 de agosto de 1991. A las 4.40
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ruso. El 12 de junio de 1990, el Congreso de Diputados ruso, políticamente controlado por Yeltsin, aprobó una afirmación de soberanía que se parecía mucho a una declaración de independencia. Pero el golpe más espectacular llegó el 12 de julio de ese año, cuando se desarrollaba en el Kremlin el Vigésimo Octavo Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética. Ese día Yeltsin subió a la tribuna y, ante el inmenso auditorio, anunció que se desafiliaba del Partido al que había pertenecido toda su vida. Luego se bajó y caminó lentamente por el corredor central sin mirar atrás. Nadie de los presentes lo sabía en ese momento, pero ese sería el último congreso del Partido Comunista soviético. La renuncia al Partido aumentó enormemente la popularidad de Yeltsin. Al año siguiente, el 12 de junio de 1991, por primera vez en la historia los rusos pudieron votar para elegir un presidente mediante comicios libres y directos.
10
1989-1990
1989
4 de junio: triunfo de los candidatos de Solidaridad en elecciones controladas en Polonia.
1º de diciembre: el Parlamento de la República Democrática Alemana le quita al Partido Comunista el carácter de partido oficial.
24 de agosto: Tadeusz Mazowiecki, primer ministro en Polonia.
10 de diciembre: Gustav Husak cae en Checoslovaquia.
23 de octubre: se declara la Tercera República en Hungría.
14 de diciembre: muere Andrei Sajarov.
9 de noviembre: cae el muro de Berlín. 10 de noviembre: Todor Zhivkov es depuesto en Bulgaria.
22 de diciembre: Nicolae Ceausescu y su esposa son fusilados en Rumania. 1990
29 de mayo: Boris Yeltsin electo presidente del Soviet Supremo ruso.
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11
Yeltsin pasó la mañana comunicándose por teléfono con los líderes del mundo y con dirigentes políticos de todo el país. Los golpistas estaban tan mal organizados que no habían cortado las líneas. Pero el hecho decisivo ocurrió a mediodía, cuando Yeltsin se subió a un tanque T-72 que estaba apostado frente a la Casa Blanca y dirigió una arenga a los presentes: “¡Ciudadanos de Rusia! El presidente legalmente elegido ha sido depuesto (…). Estamos enfrentados a un golpe de derecha, reaccionario e inconstitucional. Se puede construir un trono con bayonetas, pero no es posible permanecer mucho rato sentado en él”. La arenga tuvo el efecto de que los soldados se pasaran de bando. Los tanques cambiaron de posición y se apostaron para defender el edificio del Parlamento. Todo eso fue transmitido por los medios de comunicación, lo que tuvo un efecto demoledor. El golpe empezaba a hacer agua. En Leningrado, el ejército se negó a ocupar la ciudad. Algunas estaciones de radio siguieron lanzando arengas contra los golpistas, a pesar de recibir amenazas. En la sede del diario Isvestia se produjo una trifulca, al cabo de la cual los partidarios de Yeltsin consiguieron imprimir llamados a resistir. En la propia oficina de Yeltsin, el cellista Mstislav Rostropovich, conocido en el mundo entero por la calidad de su música, montaba guardia con una metralleta. Un comandante de la Fuerza Aérea se declaró fiel a la Constitución y anunció que ordenaría bombardear el Kremlin si el KGB usaba sus tropas de elite. En Crimea, Gorbachov seguía los acontecimientos por radio. Todo concluyó el 21 de agosto. Los tanques se retiraron de la ciudad bajo el aplauso de la gente y una delegación marchó a Crimea para liberar a Gorbachov. Yeltsin era aclamado en las calles como el héroe civil que había frenado el golpe. En los días siguientes, varios de los protagonistas del golpe aparecieron muertos. La versión oficial fue que se suicidaron, aunque hay muchos rumores y especulaciones al respecto. 1990-1991
Gorbachov llegó a Moscú en la noche del 21, acompañado de su esposa. Cuando bajó del avión dio la imagen de un hombre sombrío y fatigado. Desde el punto de vista formal seguía siendo el presidente de la Unión Soviética, pero políticamente estaba terminado. Él mismo demoró en percibir la magnitud de lo ocurrido. El 23 de agosto hubo una sesión en el Parlamento que terminaría por cambiar la historia. Gorbachov se instaló en el estrado, agradeció el apoyo y retomó el discurso tradicional que hablaba de renovar al Partido y de fortalecer a la Unión Soviética. Pero fue interrumpido por Yeltsin, que le hablaba de igual a igual. La escena tenía algo de teatral y para todos estuvo claro que Yeltsin era ahora el hombre fuerte. En un momento dramático, Yeltsin le pidió a Gorbachov que leyera en voz alta las actas de una reunión de gabinete realizada en su ausencia. Mientras leía, a Gorbachov se le
iba transformando la cara: el documento revelaba las dimensiones del complot y el grado de involucramiento del Partido Comunista. Delante de todos los legisladores, Gorbachov cayó en la cuenta de hasta qué punto había quedado solo: salvo dos excepciones todo su entorno lo había traicionado. Cuando terminó de leer, Yeltsin le preguntó con voz firme: “¿No cree que deberíamos disolver al Partido Comunista?” Gorbachov, lívido, solo atinó a responder: “¿Qué está haciendo usted?”. El golpe contra Gorbachov, que fue planeado como una jugada para restablecer el poder comunista, terminó teniendo el efecto de un tiro de gracia. Hasta ese momento, los ciudadanos de la Unión Soviética veían al Partido Comunista como una gran máquina de distribución de privilegios que intentaba conservar al menos parte de su poder. Pero desde ese día lo vieron además como una organización criminal que 1991
1991
12 de julio: Boris Yeltsin se desafilia del Partido Comunista.
18-22 de agosto: fracasa en Moscú un golpe de Estado contra Mikhail Gorbachov.
3 de octubre: reunificación alemana.
25 de diciembre: Gorbachov deja los cargos de secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética y de presidente de la Unión Soviética. Boris Yeltsin asume como presidente de Rusia.
9 de diciembre: Lech Walesa electo presidente de Polonia. 29 de diciembre: la Unión Soviética y Cuba firman un nuevo acuerdo económico que pone fecha al fin de las subvenciones. 1991
Boris Yeltsin: el adiós al pasado comunista.
12 de junio: primeras elecciones libres en Rusia.
8 de diciembre: los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia se devinculan de la Unión Soviética.
24 de diciembre: Mikhail Gorbachov deja su cargo de presidente de la Unión Soviética. 31 de diciembre: la Unión Soviética deja de existir.
El fin del comunismo en Europa Varios analistas sostienen que el principio del fin del dominio comunista en Europa se produjo el 16 de octubre de 1978, cuando un cardenal polaco llamado Karol Wojtyla fue electo papa bajo el nombre de Juan Pablo II. En junio de 1979, el joven papa (tenía 58 años en el momento de ser electo) realizó el
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Nació en Polonia el 29 de setiembre de 1943. Era hijo de un carpintero y estudió la carrera de técnico electricista. En 1970 trabajaba en los Astilleros Lenin, en la ciudad de Gdansk, y dirigió una huelga ilegal. El conflicto terminó en un episodio de feroz represión policial en el que murieron 80 obreros. Walesa fue condenado a un año de prisión. Al recuperar la libertad volvió a trabajar en los astilleros, pero fue despedido en 1976 por juntar firmas a favor de un monumento a la memoria de los obreros muertos en 1970. Desde entonces quedó en una lista negra que le impedía conseguir trabajo. Era mantenido por sus amigos. En los años siguientes fue arrestado varias veces. Cuando, en agosto de 1980, estalló la huelga en los Astilleros Lenin, Walesa trepó un muro, ingresó a la planta y se sumó a los huelguistas. Se cuenta que bajó del estrado mediante un golpe de puño a un dirigente sindical comunista que llamaba a los obreros a terminar la protesta. Tras el triunfo de la huelga, Walesa fue electo para integrar el comité nacional del sindicato Solidaridad. Cuando el sindicato fue ilegalizado en diciembre de 1981, Walesa fue arrestado una vez más. Pasó once meses internado en la frontera con la Unión Soviética, hasta que fue liberado en noviembre de 1982. Al año siguiente solicitó el reingreso a los Astilleros Lenin, en calidad de simple electricista. Pero ese mismo año ganó el Premio Nobel de la Paz. El régimen no le permitió viajar a Estocolmo para recibirlo. Walesa donó el dinero del premio al sindicato Solidaridad. En 1988 Walesa organizó una larga serie de huelgas, reclamando la vuelta a la legalidad del sindicato. Tras 80 días de conflicto, el gobierno aceptó abrir negociaciones. Walesa fue el portavoz de la delegación sindical. En las elecciones del 9 de diciembre de 1990, Walesa fue electo presidente de Polonia. Tuvo una gestión controvertida que le hizo perder progresivamente su amplio apoyo inicial, pese a lo cual perdió las elecciones de 1995 por apenas el uno por ciento. En las elecciones del año 2000 volvió a ser candidato, pero obtuvo un número insignificante de votos. Luego de esa experiencia, anunció su retiro de la política. Católico fervoroso, se casó en 1969 con Danuta Golos y tuvo ocho hijos. Esporádicamente asume funciones oficiales, como las de representar al gobierno y al pueblo polacos en los funerales de figuras como Ronald Reagan y Boris Yeltsin.
primero de los muchos viajes que hizo a su Polonia natal. Durante esa visita se vieron por primera vez los fenómenos que terminarían por acorralar a los regímenes comunistas en Europa: inmensas manifestaciones callejeras, perfectamente explícitas en su rechazo a la falta de libertades y al régimen de partido único, pero pacíficas y organizadas en su modo de actuar. No había excesos ni violencia desatada. Tampoco había organizaciones partidarias que dirigieran los acontecimientos. Era simplemente gente, mucha gente, que actuaba unida porque tenía algunos objetivos comunes muy básicos, y que actuaba con energía porque se había cansado de esperar. Hasta cierto punto, no era sorprendente que la caída del comunismo haya empezado en Polonia. Los polacos eran uno de los pueblos más duramente castigados por el régimen soviético y también uno de los que habían mostrado mayor rebeldía. Los levantamientos de masas y huelgas generalizadas habían ocurrido en 1956, en 1968, en 1970 y en 1976. En todas esas ocasiones se habían desatado violentas olas de represión que incluían miles de soldados movilizados y decenas o centenares de civiles muertos. Pero los polacos tenían otra característica que los hacía diferentes de sus vecinos: la población era abrumadoramente católica, y la Iglesia tenía un margen significativo de libertad para organizarse y hablar. La contrapartida de ese margen de libertad era que la jerarquía católica no se lanzaba abiertamente a atacar al régimen. Pero entre ambas partes había una suerte de contenida hostilidad. Eso fue lo que cambió con la llegada de Juan Pablo II. El nuevo papa tenía algunas características que lo hacían diferente de sus predecesores y también diferente de algunas autoridades de la iglesia polaca. En primer lugar, no veía al comunismo como un régimen que fuera a prolongarse en el tiempo, sino como una anomalía pasajera. Esta era una convicción que compartía con otros líderes políticos de la época (como Ronald Reagan y Margaret Thatcher) y que lo alejaba de las convicciones predominantes en el Departamento de Estado norteamericano y en la propia curia romana. En segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, el nuevo papa no creía que fuera necesario intentar convivir con el régimen comunista, sino que había que ayudarlo a caerse. En tercer lugar, Juan Pablo II era muy ortodoxo en cuestiones de fe y rechazaba
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Lech Walesa
conspiraba para derribar las instituciones. En las horas siguientes, una grúa retiró del frente de la sede del KGB la estatua de Felix Dzerzhinsky, fundador de la Cheka (los servicios secretos de Lenin). Poco después fue cerrado el mausoleo del propio Lenin, supuestamente por reformas. El 24 de agosto, Gorbachov terminó de comprender lo que estaba pasando y renunció como secretario general del Partido Comunista. También disolvió al Comité Central, que se había convertido en algo muy parecido a un club de golpistas. En Rusia, Yeltsin lanzó la ofensiva final: el Partido Comunista fue ilegalizado y sus bienes fueron confiscados. El KGB fue desmantelado. La ciudad de Leningrado volvió a recibir su antiguo nombre de San Petersburgo. En los mercados callejeros se vendían los uniformes y las insignias del antiguo régimen. En los primeros días de diciembre de 1991, Ucrania votó su independencia y dejó de ser miembro de la Unión Soviética. El 8 de diciembre, Boris Yeltsin, el presidente de Ucrania y el de Bielorrusia anunciaron al mundo la disolución de la Unión Soviética y su sustitución por una Comunidad de Estados Independientes. En el momento de firmar el documento, Yeltsin declaró: “Todos los imperios desaparecen. Es un proceso histórico inevitable que estaba ya escrito también para la Unión Soviética”. Gorbachov estaba políticamente tan debilitado que se enteró de la noticia por la prensa. El 24 de diciembre de 1991, Gorbachov renunció a su cargo de presidente y el 31 de diciembre la Unión Soviética dejó formalmente de existir. En el Kremlin se volvió a izar la tradicional bandera rusa (blanca, azul y roja) que se usaba en tiempos de los zares. El lugar que había ocupado la Unión Soviética en las Naciones Unidas pasó a ser ocupado por la Federación Rusa. Una de las dos grandes potencias que habían protagonizado la Guerra Fría había dejado de existir.
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la politización de la religión, pero creía que la defensa de la fe religiosa conducía a la defensa de las libertades políticas: estaba dispuesto a luchar contra la opresión (y en particular contra la opresión proveniente del estado) pero era capaz de hacerlo sin aproximarse al estilo ni a los métodos de los políticos. Por último, era un papa que buscaba el contacto directo con la gente y lograba grandes éxitos de comunicación: en los primeros seis años de su pontificado visitó 36 países, y en cada uno de ellos protagonizó grandes actos de masas. Las autoridades de Varsovia estaban aterradas ante la posibilidad de que ese papa polaco y carismático volviera a la Iglesia Católica en su contra. Y eso fue exactamente lo que ocurrió. Cuando Juan Pablo II llegó a Polonia en junio de 1979, tuvo un recibimiento como casi nadie había tenido en la historia del país. Se calcula que uno de cada cuatro polacos asistieron a alguna de las misas campales que presidió durante su estadía. En todos esos encuentros su discurso era muy claro: no llamaba a una rebelión armada, sino a la construcción de una nueva Polonia apoyada en movimientos e instituciones que no dependieran del gobierno. Al año siguiente de su viaje se fundó el sindicato Solidaridad: una organización de inspiración católica y respaldada por un importante grupo de intelectuales, pero independiente de toda organización política. Solidaridad nació en agosto de 1980, en el marco de grandes huelgas contra un conjunto de medidas económicas del gobierno. En los Astilleros Lenin de la ciudad de Gdansk (antes conocida como Danzig), los dirigentes sindicales comunistas, que eran funcionarios rentados del gobierno, intentaron persuadir a los trabajadores de que abandonaran las protestas. Pero fueron duramente enfrentados por un grupo de sindicalistas locales, el más visible de los cuales era un electricista llamado Lech Walesa. Los trabajadores apoyaron masivamente a Walesa y la huelga se prolongó hasta jaquear al gobierno. La prensa internacional distribuyó en todo el mundo las imágenes de las mujeres de Gdansk alcanzando comida a sus maridos a través de las rejas del astillero, y de cientos de huelguistas haciendo fila para confesarse ante curas católicos. El gobierno se vio obligado a elegir entre una represión a gran escala que sería condenada por el planeta entero o una salida negociada. Finalmente, y tras dos semanas
Lech Walesa: victoria en los Astilleros Lenin.
de huelga, optó por el segundo camino. A esa altura, más de 200 fábricas de todo el país se habían sumado a la huelga. Las reivindicaciones iban más allá de simples demandas salariales. La lista de 21 puntos que presentaron los trabajadores incluía reclamos tales como el reconocimiento de la libertad sindical (es decir: la posibilidad de organizar sindicatos que no fueran comunistas), el respeto de la libertad de expresión y del derecho de huelga, la liberación de opositores que estaban encarcelados y la restitución de trabajadores que habían sido destituidos tras las huelgas de 1970 y 1976. También se incluían demandas más específicamente laborales, como el aumento del salario mínimo y las jubilaciones, la mejora de los servicios de salud y la abolición del trabajo durante los fines de semana. Tras largos días de discusiones, el domingo 31 de agosto se firmaron lo que se conoce como los “Acuerdos de Gdansk”.
Pese a que en la ceremonia se dijo que no había vencidos ni vencedores, el país entero lo festejó como un triunfo de los trabajadores. La liberación de los presos generó una ola de festejos en las fábricas y en las calles. La autorización de sindicatos no comunistas fue vista como un punto de quiebre en la historia del país. El hecho de que muchos de los acuerdos económicos quedaran incumplidos no empañó la inmensa victoria política que se había obtenido. Al final de la huelga, Solidaridad y Walesa habían alcanzado una estatura épica. Por primera vez una gran huelga triunfaba detrás de la cortina de hierro. Solidaridad había dejado de ser un sindicato para convertirse en un inmenso movimiento ciudadano. Uno de sus documentos programáticos decía: “La historia nos enseña que no hay pan sin libertad”. Tras los Acuerdos de Gdansk, los dirigentes de Solidaridad tuvieron claro cuál
Durante toda la Guerra Fría, estadounidenses y soviéticos hicieron grandes esfuerzos para espiarse mutuamente y obtener información sobre lo que ocurría en las zonas sensibles del planeta. En 1947 los estadounidenses fundaron la CIA, que inicialmente recopilaba información provista por otros servicios. Los soviéticos tenían sistemas de información muy desarrollados en su propio territorio, pero en 1954 los reorganizaron para dar mayor importancia a las acciones de inteligencia en el exterior. Ese fue el origen del KGB. Los servicios secretos libraron durante años una guerra que incluyó actos de espionaje y contraespionaje, atentados, operaciones encubiertas e intentos para derribar regímenes extranjeros. Se calcula que, durante la Guerra Fría, solo los norteamericanos cumplieron unas 900 operaciones de este tipo. En el Este se planificaron algunas acciones que conmovieron al mundo. Por ejemplo, hoy se sabe con bastante certeza que el atentado que sufrió el papa Juan Pablo II, fue organizado por agentes búlgaros como respuesta a su intervención en la situación polaca. Pero los servicios secretos resultaron ser mucho menos útiles y poderosos de lo que muchos creían. En primer lugar, ninguno de
los acontecimientos que tuvieron real trascendencia política fueron fabricados (ni siquiera sustancialmente incentivados) por ellos. No lo fue la revolución cubana, ni los levantamientos de Alemania Oriental en 1953 y Hungría en 1956, ni la Primavera de Praga de 1968, ni el triunfo electoral de Allende en 1970, ni el triunfo de la revolución sandinista en 1979, ni la creación del sindicato polaco Solidaridad en 1980, ni la caída del muro de Berlín en 1989. Todos esos episodios ocurrieron a la luz del día y tuvieron como protagonistas a ciudadanos comunes. En segundo lugar, los servicios secretos demostraron ser bastante poco eficaces para anticipar acontecimientos. La lista de fracasos de la CIA resulta particularmente asombrosa. Pese a toda su fama, la agencia fracasó en informar al gobierno estadounidense sobre la inminencia de hechos tan decisivos como la invasión de Corea del Norte a Corea del Sur en junio de 1950, la intervención de China en la Guerra de Corea en noviembre de ese año, la invasión rusa a Checoslovaquia en 1968, la ofensiva árabe contra Israel en octubre de 1973, la caída del muro de Berlín en 1989, el colapso de la Unión Soviética en 1991, la invasión iraquí a Kuwait en 1990 y los ataques a las Torres Gemelas en 2001.
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La guerra de los servicios secretos
HISTORIA RECIENTE
General Wojciech Jaruzelski: represión antiobrera en versión comunista.
era el camino a seguir: una combinación de medidas de fuerza y negociaciones permitiría ir erosionando el control del Partido Comunista sobre la sociedad polaca y avanzar hacia mayores márgenes de libertad. La clave del éxito estaba en mantener los componentes que habían dado fuerza al movimiento hasta entonces: un amplio respaldo popular (Solidaridad llegaría a tener casi diez millones de afiliados), el apoyo de una generación de intelectuales fuertemente comprometidos con la libertad política y la exclusión de toda forma de violencia como método de lucha. Pero el gobierno polaco estaba preocupado y sufría crecientes presiones de Moscú, que exigía un mayor control de la situación. A lo largo del año 1981, el clima se fue deteriorando progresivamente. El gobierno intentaba desprestigiar al movimiento naciente, pero los resultados que obtenía eran casi nulos. La manida acusación de que Solidaridad era un instrumento de la CIA tenía poca credibilidad en un país donde uno de cada cuatro habitantes estaba afiliado a la organización. El 10 de ese febrero asumió como primer ministro el general Wojciech Jaruzelski, un representante del ala dura que se propuso poner orden en el país. El 19 de marzo, y como protesta ante un episodio de violencia contra tres dirigentes del movimiento, Solidaridad convoca a una huelga que paraliza al país (fue la huelga más grande en toda la historia de Europa del Este). El 18 de octubre, y como resultado de presiones que llegaban desde el Kremlin, el general Jaruzelski es designado como nuevo jefe del Partido polaco. El 3 de diciembre, la dirigencia de Solidaridad anuncia que lanzará una huelga general si las políticas del gobierno se siguen endureciendo. La respuesta de Jaruzelski fue brutal. El 13 de diciembre declaró el estado de guerra y ordenó encarcelar a unos cinco mil dirigentes y activistas del sindicato. Se restableció la censura de prensa y las tropas del ejército volvieron a patrullar las calles. En cuestión de horas, Polonia pasó a vivir en un clima de dictadura. Para despejar completamente las dudas, en las horas siguientes se instaló un Consejo Militar de Salvación Nacional. El giro represivo no consiguió terminar con la oposición. Las protestas y las huelgas continuaron casi sin interrupción. La circulación de folletos y diarios opositores se intensificó. En abril de 1982 Solidaridad se dio una dirección clandestina. Las manifestaciones se sucedían en las fábricas y los centros de estudio. El gobierno de Jaruzelski respondía a esos actos con creciente brutalidad.
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El 16 de diciembre de 1981, las fuerzas armadas dispararon contra mineros en huelga, matando a 9 e hiriendo a 22. El 8 de octubre de 1982, Solidaridad fue ilegalizado. El 19 de octubre de 1984, el joven sacerdote Jerzy Popieluszko, conocido por sus vínculos con los sindicalistas, fue secuestrado y asesinado por las fuerzas de seguridad. Miles de personas asistieron a su funeral, que se realizó el 3 de noviembre tras haber sido ubicados los restos. Pero ninguno de estos excesos, ni todos ellos en conjunto, conseguían traer tranquilidad al régimen. De hecho, los únicos resultados visibles eran la consolidación de la imagen de Jaruzelski como un dictador militar y un aumento del apoyo internacional hacia Solidaridad. El régimen recibió un duro golpe el 5 de octubre de 1983, cuando Lech Walesa recibió el Premio Nobel de la Paz. (El gobierno se negó a otorgarle un pasaporte y el premio fue recibido por su esposa, que pudo viajar a Estocolmo). Mientras tanto, las dificultades económicas aumentaban y el descontento interno crecía. Para peor, en marzo de 1985 Mikhail Gorbachov asumió como secretario general del Partido Comunista soviético. La línea dura ya no encontraría apoyo en Moscú. En 1988, una ola de gigantescas huelgas que empezaron en abril y continuaron intermitentemente hasta agosto obligaron a que se iniciara una ronda de negociaciones. Las conversaciones empezaron el 31 de agosto de ese año pero se bloquearon en octubre. Una segunda ronda se inició en febrero de 1989. Las “Conversaciones de la Mesa Redonda” terminaron por cambiar la historia del país. El 17 de abril de 1989, Solidaridad volvió a tener reconocimiento legal. El 4 de junio se organizaron unas elecciones cargadas de restricciones para instalar un Senado y una Cámara Baja. El Partido Comunista se aseguró de antemano dos tercios de las bancas, pero los candidatos de Solidaridad ganaron prácticamente todos los cargos que estaban realmente en disputa. El resultado fue una total deslegitimación del predominio comunista a ojos de la ciudadanía. El 24 de agosto de ese año se produjo un complejo movimiento político: el general Jaruzelski renunció como secretario general del Partido Comunista y uno de los principales líderes intelectuales de Solidaridad, Tadeusz Mazowiecki, fue designado primer ministro. Pero Jaruzelski retuvo el cargo de jefe de estado (un puesto con escaso peso político). Con la llegada al poder de Mazowiecki, se instalaba en Europa Oriental el primer gobierno no comunista en casi medio siglo. En los meses y años siguientes,
El fin del comunismo checo En febrero de 1948, el gobierno checo cometió el error de anunciar que aspiraba a ingresar al Plan Marshall: un programa de recuperación económica que Estados Unidos impulsaba en Europa. Las tropas soviéticas dieron de inmediato un golpe de estado e instalaron en el poder a un dirigente estalinista llamado Klement Gottwald. Desde entonces, Checoslovaquia tuvo un régimen de partido único controlado por los comunistas. Las libertades políticas y económicas desaparecieron. El derecho a abandonar el país fue eliminado. En enero de 1968, el dirigente reformista Alexander Dubcek fue elegido secretario general del Partido Comunista checo. Era la época en la que Khrushchev denunciaba los crímenes de Stalin, de modo que Dubcek y sus aliados apostaron a construir un “socialismo con rostro humano”. Pero Dubcek quería introducir demasiadas libertades. En agosto del mismo año, las fuerzas del Pacto de Varsovia invadieron Checoslovaquia y lo derrocaron. Desde entonces no hubo intentos visibles de resistencia en Checoslovaquia. Pero los ciudadanos seguían esperando una oportunidad, y no dudaron en aprovecharla cuando apareció en 1989. En Polonia, el movimiento Solidaridad había logrado un resonante triunfo electoral y en agosto había instalado un primer ministro no comunista. En Hungría, un gobierno provisional había sustituido al régimen prosoviético en octubre. Erich Honecker había sido depuesto ese mismo mes en Alemania Oriental. A principios de noviembre, Todor Zhivkov había caído en Bulgaria. El 9 de ese mes había caído el muro de Berlín. Entonces los checos decidieron actuar. El 17 de noviembre de 1989, una manifestación estudiantil que reunió a unos 15 mil estudiantes fue violentamente reprimida en el centro de Praga. El hecho desencadenó una huelga estudiantil y llevó a que se produjeran manifestaciones cada vez más numerosas en todo el país. El 19 de noviembre eran 200 mil. El 20 llegaron a medio millón. El 27 de noviembre se realizó un paro general en toda Checoslovaquia y en las calles de Praga se concentraron 800 mil personas. Durante esos días, los escritores, actores y artistas plásticos se organizaron para dar su apoyo a las protestas estudiantiles. Por primera vez en mucho tiempo se escuchaban consignas que eran tabú, como los reclamos en favor de los presos políticos o la exigencia de poner fin al
régimen de partido único. El 22 de noviembre, los trabajadores de la televisión estatal reclamaron su derecho a informar lo que estaba ocurriendo. De golpe, todos parecían haber perdido el miedo. Las autoridades comunistas no sabían hasta dónde iba a escalar la protesta. Y como todos los gobiernos de la zona, supieron que solo les quedaban dos opciones: o embarcarse en una feroz represión que los conduciría a una dura condena internacional, o ceder terreno. Y, al igual que casi todos sus vecinos, optaron por el segundo camino. El 29 de noviembre, las autoridades del Partido Comunista checo anunciaron el fin del sistema de partido único. El 30 decidieron levantar la cortina de hierro. En las horas siguientes fueron eliminadas las alambradas de púa que durante décadas habían cerrado las fronteras con Alemania Occidental y Austria. El 4 de diciembre, 250 mil personas se habían trasladado a este último país. El 8 de diciembre se declaró una amnistía para los presos políticos y el 10 de diciembre renunció el presidente Gustáv Husák. En su lugar se instaló el primer gobierno de mayoría no comunista que conocía el país desde 1948. El 28 de diciembre, Alexander Dubcek fue designado líder del Parlamento. Al día siguiente, el escritor disidente Václav Havel fue designado presidente de la República. En los meses siguientes el Partido Comunista perdió a una gran parte de sus afiliados. Las libertades políticas se restablecieron plenamente y se convocó a elecciones libres para junio de 1990. Muy pronto, sin embargo, empezaron los conflictos entre las dos comunidades nacionales que conformaban el país: los checos y los eslovacos. Muchos pensaron que, una vez eliminado el férreo control del Partido Comunista, la paz social desaparecería y daría lugar a feroces enfrentamientos. Pero los habitantes de la antigua Checoslovaquia demostraron ser capaces de manejar el conflicto de manera civilizada y pacífica. El 17 de julio de 1992, en una votación especial del Parlamento, se decidió reconocer la independencia del pueblo eslovaco. El 1º de enero de 1993 Checoslovaquia dejó de existir y dio lugar al nacimiento de dos nuevos países: la República Checa y Eslovaquia. En ambos se instalaron gobiernos no comunistas. Los antiguos checoslovacos mostraron un camino para resolver conflictos que, lamentablemente, no fue seguido por los yugoslavos.
Los observadores extranjeros creían que la República Democrática Alemana tenía la economía más sólida del Este europeo. Esta opinión era compartida por los servicios de inteligencia occidentales. El gobierno había conseguido ocultar
La trayectoria electoral de los partidos comunistas En la mayor parte de los antiguos países comunistas, los partidos comunistas (que habían gobernado durante décadas en nombre del pueblo) perdieron rápidamente el apoyo popular una vez que se dio a los ciudadanos una auténtica oportunidad de votar. Estos son los resultados que obtuvieron los antiguos partidos de gobierno en las primeras elecciones competitivas que se hicieron en los diferentes países. Alemania Oriental 1990: 16,0 % Bulgaria
1990: 47,1% 1991: 33,1%
República Checa
1990: 13,3% 1992: 14,1%
Eslovaquia
1990: 13,9% 1992: 14,7%
Estonia
1992: 1,6%
Hungría
1990: 10,9%
Latvia
1993: 5,8%
Lituania
1992: 42,6%
Polonia
1991: 12,0% 1993: 20,4%
Rumania
1990: 66,3% 1992: 27,7%
Fuente: John T. Ishiyama: “Communist Parties in Transition”. Comparative Politics 27, 1 (enero 1995, p. 157).
Pese al notorio crecimiento del descontento, las autoridades de Alemania Oriental habían adoptado una línea de rechazo cerrado a las reformas. Mientras en Polonia, Hungría, Checoeslovaquia y la propia Unión Soviética se iniciaba la apertura, los dirigentes de la Alemania comunista seguían aplicando los viejos métodos. En mayo de 1989 se realizaron elecciones comunales y, una vez más, los candidatos del gobierno ganaron con un inverosímil 98,85 por ciento de los votos. Pero esta vez las cosas fueron diferentes. Numerosos grupos opositores manifestaron en la calle, autoridades eclesiásticas cuestionaron los resultados y hasta hubo comentarios críticos de algunos dirigentes del Partido. La alta dirigencia, sin embargo, prefirió no darse por enterada. La visión predominante en el entorno de Honecker era que todos los gobiernos comunistas que estaban aceptando reformas iban camino a perder el control. Y ese era un punto en el que no se equivocaban. Pero sí se equivocaron en pensar que al mantener la línea dura iban a evitar dificultades. El 2 de mayo de 1989, el gobierno húngaro empezó a desmantelar los alambrados electrificados que separaban a Hungría de Austria. Los ciudadanos de Alemania Oriental percibieron rápidamente la oportunidad que se les abría: masivamente se trasladaron a Hungría (supuestamente a pasar sus vacaciones) y los más osados pasaron a Austria sin que nadie los detuviera. Otros optaron por refugiarse en las embajadas de Alemania Federal en Praga y Budapest. A principios de setiembre ya había unos 60 mil alemanes orientales instalados en Hungría. El 10 de ese mes, el canciller húngaro Gyula Horn declaró ante cámaras que, si esos ciudadanos querían cruzar la frontera en dirección de Austria, tenían todo el derecho a hacerlo. En menos de 72 horas, unos 25 mil alemanes orientales habían cruzado la frontera y estaban del otro lado de la cortina de hierro. Largas caravanas de alemanes orientales se pusieron en marcha hacia Hungría. El gobierno de Alemania Oriental protestó enérgicamente, pero el gobierno húngaro desestimó públicamente las protestas, lo que aceleró aun más el éxodo. Para aliviar la tensión y crear mejores condiciones para negociar, los gobernantes de la Alemania comunista decidieron facilitar el traslado a Alemania Federal de quienes se habían refugiado en las embajadas de Varsovia y Praga. El traslado se hizo en vagones sellados que atravesaban Alemania Oriental. Pero las cosas no salieron como Honecker esperaba: el paso de los trenes se convirtió en
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Alemania Oriental y el fin de la cortina de hierro
que vivía de prestado desde mediados de los años setenta. La industria estaba obsoleta y el rendimiento económico no se parecía al que reflejaban las cifras oficiales. La espiral de endeudamiento había empezado en 1975. Los créditos se habían pedido inicialmente para cubrir el déficit de las cuentas públicas y luego para pagar los intereses de créditos anteriores. El 13 de diciembre de 1981 se declaró el estado de guerra interna en Polonia y los países occidentales reaccionaron cortando todas las líneas de crédito a los países de la esfera comunista. Alemania Oriental quedó al borde del default. Para salir del problema, el presidente Erichh Honecker inició una serie de negociaciones con un socio improbable: Franz Josef Strauss, una de las figuras políticas más claramente ubicadas a la derecha en la vida política de Alemania Occidental. En su calidad de ministro presidente de Baviera (el estado más rico del país), Strauss consiguió que Alemania Federal saliera como garantía de dos enormes créditos entregados en 1983 y 1984. A cambio de eso, logró “facilidades humanitarias” para que los habitantes de la Alemania comunista pudieran viajar a la Alemania capitalista. Los efectos fueron muy visibles en la época: los permisos de traslado desde el Este al Oeste pasaron de 139 mil en 1985, a 573 mil en 1986, a casi 1,3 millones en 1987. Una consecuencia no esperada por el régimen comunista fue que el número de solicitudes fue mucho mayor que el número de autorizaciones que el gobierno estaba dispuesto a otorgar. La cantidad de personas que pasaba al Oeste efectivamente crecía, pero más crecía el número de pedidos que eran rechazados. El resultado global era un aumento del descontento y las tensiones internas. En 1988, la dirección política del Partido Comunista de Alemania Oriental concluyó que el sistema tenía efectos desestabilizadores y decidió clausurarlo. El aumento de las restricciones a la libertad de movimiento cayó en un mal momento político. Desde 1987 se sucedían en Alemania Oriental las manifestaciones callejeras a favor de las reformas de Gorbachov. En 1988 habían sido expulsados del país los organizadores de un acto en honor a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, los fundadores del Partido Comunista alemán. La consigna central del acto había sido una frase acuñada por Rosa: “Libertad es también libertad de los que piensan distinto”.
HISTORIA RECIENTE
Polonia avanzaría hacia una democracia plena e instalaría una economía de mercado que, tras unos comienzos dif íciles, resultó razonablemente exitosa. El 9 de diciembre de 1990 se realizaron las primeras elecciones verdaderamente libres, en las que ganó el antiguo líder sindical Lech Walesa. En el momento de asumir el cargo, Walesa se convirtió en el primer presidente de la Polonia pos comunista.
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Váklav Havel: escritor, disidente, primer presidente de la Checoslovaquia poscomunista.
una marcha triunfal. Miles de personas se volcaron a las vías para vitorear a los refugiados. Durante una escala técnica en Dresde, unas cinco mil personas intentaron subirse a los vagones pero fueron brutalmente reprimidas ante los periodistas del mundo entero. En este nuevo clima, el gobierno no pudo impedir que nacieran las primeras organizaciones opositoras. El 2 de octubre de 1989 unas diez mil personas manifestaron pidiendo reformas democráticas: era la protesta callejera más grande desde el levantamiento de 1953. El 7 de octubre se cumplían los cuarenta años de existencia de la República Democrática Alemana y Gorbachov llegó a Berlín como invitado de honor. En su
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discurso dijo una frase que se repetiría infinitas veces: “la vida castiga a quien llega tarde”. Pero Honecker ignoró la advertencia y, en un acto que pudo ser de engaño o de autoengaño, sostuvo que Alemania Democrática era una de las diez economías más productivas del mundo. Según testigos, Gorbachov no disimuló su sorpresa. La llegada del líder reformista soviético puso en la calle a 90 mil opositores que coreaban su nombre. En la ciudad de Leipzig, todos los lunes se hacían concentraciones humanas que reunían cada vez a más personas. Dentro del partido de gobierno se produjo un quiebre. La vieja línea dura pedía represión. Los dirigentes más jóvenes (es decir, quienes rondaban los cincuenta años) sabían
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que el régimen no podía permitirse una confrontación directa y decidieron destituir a Honecker. Comandados por Egon Krenz, pasaron a retiro a la mayor parte de los antiguos líderes y se propusieron iniciar su propia perestroika. Ni Krenz ni sus colaboradores inmediatos eran auténticos reformistas. Más bien se proponían hacer algunos cambios cosméticos para aliviar la tensión. De todas maneras, y para lograr un golpe de efecto, el primer acto de Krenz consistió en viajar a Moscú para entrevistarse con Gorbachov. Pero ya era tarde para golpes de efecto. Las manifestaciones de Lepzig ya convocaban a unas 300 mil personas, y el 4 de octubre hubo una manifestación en Berlín Oriental que superó el medio
Una serie de 25 fascículos publicada por el diario El País con el apoyo del Centro de Estudios Jean-François Revel.
Asistente
Dirección de proyecto
Archivo de El País
Pablo da Silveira
Investigación y redacción
Pablo da Silveira Francisco Faig Félix Luna Enrique Mena Segarra Martín Peixoto
José López Fotografías
Diseño gráfico, armado y corrección
Trocadero Publicación
El País
Impreso en El País Depósito legal: 334.251
El revisionismo según Edgard Morin En el año 1956, el nuevo líder de la Unión Soviética, Nikita Khrushchev, hizo un célebre informe ante el Vigésimo Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética. En ese discurso, Khrushchev denunció los crímenes cometidos durante la época de Stalin y los presentó como flagrantes violaciones de los derechos humanos. El informe marcó un cambio de clima favorable dentro de la Unión Soviética, pero dejó en mala posición a los partidos comunistas de los países occidentales. Edgard Morin, un pensador francés que fue comunista en su juventud y luego se afilió al Partido Socialista, resumió en su libro Para salir del siglo XX la estrategia adoptada en esos años: Es bien conocido el argumento del caldero, citado por Sigmund Freud. Un hombre es acusado de no haber devuelto
el caldero que le prestó su vecino. En el curso del proceso, responde: 1) Nunca me prestó un caldero. 2) El caldero estaba en muy mal estado. 3) Ya se lo devolví. Del mismo modo, en el proceso al Gulag, el Partido nos dijo: 1) ¡Es falso! ¡Innoble calumnia antisoviética! 2) Es exagerado. 3) Ya pasó. La misma pauta se repitió una y otra vez a medida que se desmoronaba el bloque soviético: los crímenes, la corrupción y la ineficiencia se reconocían solo después de que los regímenes habían dejado de existir. Y la misma pauta funciona todavía en el caso de Cuba.
la Guerra Fría. En las semanas siguientes fueron abriéndose más y más brechas. Se calcula que hacia Navidad habían cruzado unos 2.4 millones de alemanes orientales, es decir, uno cada seis de sus habitantes. El gobierno de Alemania Oriental siguió maniobrando desesperadamente para intentar salvar algo del naufragio. El 1º de diciembre, el Parlamento resolvió por unanimidad eliminar la cláusula constitucional que le asignaba al Partido Comunista un papel dirigente. Cuatro días más tarde renunció el Politburó en pleno. Para adaptarse a los nuevos tiempos el partido expulsó a sus antiguos líderes y pasó a llamarse Partido del Socialismo Democrático (PDS). En reuniones con grupos opositores se acordó convocar a elecciones libres. El último objetivo que intentó el gobierno del este fue asegurar la existencia de Alemania Oriental como país independiente. Curiosamente, en este punto coincidieron con algunos líderes de la oposición organizada. Pero esa pretensión fue rápidamente superada por una gigantesca ola de manifestaciones populares que reclamaban la unificación. La gente en las calles coreaba “Wir sind ein Volk!” (“¡somos un pueblo!”). Como se vio poco después en las primeras elecciones libres que se realizaron, la gente no quería reformar el país: quería unirse a Alemania Federal. La idea despertaba resistencias dentro de la propia Alemania y muy especialmente entre los antiguos enemigos de Hitler: Francia, el Reino Unido, la propia Unión Soviética. Todos recordaban el pasado belicista alemán y creían que la división en dos Alemanias había sido una garantía para la paz. Pero un político alemán comprendió mejor que nadie el mensaje dado por los ciudadanos de la República Democrática: el canciller de Alemania Occidental, el democristiano Helmut Kohl. Al principio Kohl tuvo tantas dudas como el resto, pero cuando vio la convicción con la que los ciudadanos del Este se orientaban hacia el Oeste se transformó en el abanderado de la unificación. Tenía además un argumento muy práctico: todos los días, dos mil alemanes del Este emigraban hacia el Oeste. La alternativa era entre una Alemania reunificada o casi todos los alemanes viviendo en la República Federal. En su campaña a favor de la reunificación, Kohl recibió el apoyo de una figura histórica de la socialdemocracia: el ex canciller Willy Brandt. En un discurso que lo devolvió al primer plano, Brandt sostuvo: “ahora crece unido lo que siempre debió estar junto”. El 18 de mayo de 1990, las dos Alemanias firmaron un acuerdo de “unión financiera, económica y social” que em-
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provocaron la caída del gabinete y del Politburó del Partido Comunista. En los días siguientes, los asesores del gobierno trabajaron afanosamente para encontrar una solución que evitara el derrumbe total. El resultado de ese trabajo fue anunciado a las seis de la tarde del 9 de noviembre de 1989. En una conferencia de prensa que, por primera vez, fue transmitida en vivo por los medios, el dirigente Günter Schabovski leyó una resolución que permitía viajar a Alemania Occidental sin condiciones. Un periodista italiano quiso saber a partir de cuándo regía la ley. Schabovski no estaba preparado para la pregunta (de hecho, no tenía el hábito de que un periodista le hiciera preguntas) y respondió algo turbado que a su entender ya estaba vigente. La noticia se expandió como un relámpago y una gran masa humana se aglomeró junto al muro de Berlín, en los puntos de pasaje hacia el lado occidental. Pocas horas más tarde habían cruzado unas 50 mil personas. A esa altura muchos se atrevían a subirse sobre la mítica pared y mirar hacia el otro lado. Pronto empezaron los esfuerzos por abrir huecos en el duro hormigón. En pocas horas, el mundo tomó conciencia de lo que había ocurrido: el muro que había sido construido para preservar a la Alemania comunista había terminado por destruirla. Periodistas de todo el mundo viajaron a Berlín para registrar el fin del símbolo más emblemático de
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millón. Ese mismo día Checeslovaquia siguió el ejemplo húngaro y abrió sus fronteras hacia el oeste. En apenas dos días, unos 40 mil alemanes orientales se las arreglaron para hacer el trayecto y cruzar a occidente. La cortina de hierro tenía fisuras cada vez más grandes. La resistencia del gobierno germano-oriental tenía su lógica. La diferencia esencial entre Alemania Democrática y los demás países de Europa Oriental era la existencia de Alemania Federal. Si Polonia o Hungría abrían sus fronteras a Occidente, no corrían el riesgo de desangrarse: los polacos o húngaros eran extranjeros en cualquier otro país del mundo. Pero no pasaba lo mismo con los alemanes orientales. No solo había una lengua y una historia en común: de acuerdo a la Constitución de Alemania Federal, los residentes en la zona oriental eran ciudadanos con los mismos derechos que sus compatriotas occidentales. Muchos de ellos tenían familiares que vivían allí y los estaban esperando. Si las compuertas se abrían, el país corría el riesgo de sufrir una inmensa sangría. Eso significaría una terrible derrota política ante el mundo, y un gran problema económico debido a la pérdida de la población más calificada. El gobierno de Krenz se lanzó a una carrera desesperada por hacer concesiones. El 4 de noviembre aprobó una ley de viajes que resultó improvisada y poco realista. Las críticas que recibió
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pezó a regir el 1º de julio de ese año. El principal componente de la unificación fue la integración de la antigua Alemania Democrática al sistema monetario de Alemania Federal. El 23 de agosto de 1990, el Parlamento de la República Democrática aprobó su ingreso a la República Federal. Una semana más tarde, ambos estados firmaron el contrato correspondiente. El 3 de octubre de 1990, la República Democrática Alemana dejó de existir oficialmente. El día anterior había expirado el mandato de las cuatro potencias vencedoras sobre la ciudad de Berlín. Era el fin de una de las batallas más duras de la Guerra Fría.
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Por Martín Peixoto
Berlín Oriental. Del otro lado, en Checkpoint Charlie, el más emblemático de los puntos de pasaje, grupos de berlineses occidentales se acercaban llevando botellas de champagne. Los guardias, desconcertados, clausuraron la frontera. El puesto de la calle Bornholmer fue asediado por una multitud. Los guardias advirtieron a sus superiores que la situación se estaba volviendo incontrolable y pidieron instrucciones. Finalmente recibieron órdenes de dejar pasar a los más insistentes, previo sellado de la foto del pasaporte como señal de que no se les dejaría retornar. Pero, en cuanto se inició el lento proceso, la multitud empezó a presionar. Los guardias, superados por la situación, decidieron dejar pasar sin más formalidades. Algo similar ocurría en el puesto de la Sonnenallee. Eran las nueve y veinte de la noche. Todo Berlín se convulsionó. Los teléfonos sonaban en todos los hogares. La población de ambos lados se abrigaba (era una noche fría y húmeda) y salía rumbo al muro: unos cruzaban los puestos fronterizos y otros les daban la bienvenida. Las calles eran una fiesta. Los berlineses se abrazaban y se pasaban botellas de Sekt. La policía de Berlín Occidental recibió permiso para colaborar con sus colegas del Este y regular el tránsito en las bocas de salida. Un gran grupo de berlineses occidentales se dirigió hacia la puerta de Brandenburgo y trepó el muro. Muchos saltaron al otro lado. Los guardias intentaron dispersarlos lanzando agua, pero fracasaron. Los canales de televisión enviaban imágenes al mundo entero. No había otro lugar tan cargado de símbolos. De pronto aparecieron los primeros martillos y cinceles que hacían saltar pedazos del muro. Las autoridades occidentales clausuraron el tráfico en la Kurfürstendamm (la principal avenida de Berlín Oeste) y allí se congregó una multitud hasta la madrugada. Había un silencio sobrecogedor. La gente se observaba con curiosidad, tal vez cansada de tantas emociones. Los berlineses del este que volvían a sus casas se despedían diciendo: “Ya volvemos”.
Martín Peixoto. Uruguayo, nacido en 1951. Egresado en Sociología Política de la Universidad Libre de Berlín (Alemania Federal). Reside en esa ciudad desde 1974. Es autor de La alternativa parlamentarista (en colaboración con Carlos Pareja y Romeo Pérez) y de artículos de su especialidad en diversas revistas académicas.
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fórmula podía dar lugar a una interpretación distinta. La sesión del Comité Central se prolongó hasta tarde. Gunter Schabovski, miembro del Politburó y encargado de dar la conferencia de prensa, pasó por la sede del Comité Central y recibió un manojo de papeles entre los que estaba la notificación. Schabovski la leyó rápidamente y no percibió su alcance. Tampoco tenía experiencia en dialogar con periodistas. Durante la conferencia, Schabovski adoptó un tono cansino. Su idea era salir del paso sin hablar mucho. Pero el periodista Riccardo Ehrman, corresponsal de la agencia de noticias italiana ANSA, pidió el micrófono para preguntar sobre la ley de regulación de viajes que se había aprobado días atrás. Esa norma había sido muy criticada y se esperaban cambios. Entonces Schabovski recordó que tenía una notificación sobre el tema y la leyó en voz alta. Mientras lo hacía, su rostro iba reflejando desconcierto. Ehrman lo interrumpió para preguntarle a partir de cuándo regía la disposición. Schabovski revisó los papeles y respondió inseguro: “A mi entender... empieza a regir ahora, de inmediato”. Otro periodista preguntó si la disposición también valía para quienes querían pasar a Berlín Occidental. Perturbado, Schabovski leyó el pasaje donde se mencionaba el punto. La prensa supo de inmediato que tenía una gran noticia. A las ocho de la noche, uno de los canales de Alemania Occidental empezó el informativo diciendo que Alemania Democrática abría sus fronteras. El periodista terminó su informe anunciando: “También el muro se abrirá esta noche”. Eso era bastante más de lo que había dicho Schabovski y mucho más de lo que habían pretendido los redactores de la fórmula. La agencia DPA fue aun más lejos. En una nota despachada ese día, tituló: “Sensación: la República Democrática Alemana abre las fronteras hacia Alemania Federal y Berlín Oeste”. Solo la televisión de Alemania Oriental mantuvo silencio, esperando instrucciones que nunca llegaron. A las ocho de la noche empezó a aglomerarse gente en distintos puntos fronterizos de
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En la mañana del 9 de noviembre de 1989, un equipo del Ministerio del Interior de Alemania Oriental se reunió para buscar una fórmula que cumpliera un doble objetivo: abrir las fronteras hacia el Oeste para calmar a la población, pero impedir una fuga en masa. Tras horas de trabajo, los funcionarios se pusieron de acuerdo en el siguiente texto: “Podrán ser solicitados viajes privados al extranjero sin condiciones previas (…). Los permisos se concederán en plazos breves. Solo se denegarán en casos excepcionales”. Los funcionarios estaban satisfechos. Detrás del gris lenguaje burocrático se escondía una trampa: para viajar harían falta pasaporte y visa de salida. Dado que solo 4 millones de ciudadanos tenían pasaporte, no había riesgos de que el país se vaciara. Además, las expresiones “podrán ser solicitados” y “se concederán en plazos breves” daban a los organismos oficiales un buen margen de discrecionalidad. El texto se envió al Comité Central, que en esas horas estaba sesionando. Los acontecimientos se sucedían con rapidez y había mucho que resolver. Para las seis de la tarde estaba fijada una conferencia de prensa en la que se comunicarían las decisiones de la jornada. La novedad era que los miembros del gobierno presentes aceptarían preguntas de los periodistas. Además, la conferencia sería transmitida en vivo por radio y televisión. Nunca había ocurrido algo así en el país. En una pausa de la sesión del Comité Central, el secretario general Egon Krenz presentó el texto a los miembros del Politburó (la dirección política del Partido). También les informó que el gobierno checo urgía que se tomaran medidas para evitar que los alemanes orientales siguieran usando su territorio para llegar a Alemania Occidental. Los miembros del Politburó entendieron la gravedad de la situación y dieron luz verde. Luego lo aprobó el Comité Central, con algunos añadidos. En particular, se especificó que la salida se podría realizar por todos los puestos fronterizos, incluidos los que conducían a Berlín Occidental. Nadie notó que la
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CONTRATAPA
La caída del muro de Berlín
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1940 | 1950 | 1960 | 1970 | 1980 | 1990 | 2000
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agosto ‘07
25 FASCÍCULOS
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DESDE HIROSHIMA A LAS TORRES GEMELAS
DE IRAK AL 11 DE SETIEMBRE / CHOQUE DE CIVILIZACIONES
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| EL SURGIMIENTO DEL INTEGRISMO ISLÁMICO
REVOLUCIÓN EN IRÁN Y GUERRA EN AFGANISTÁN
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El surgimiento del integrismo islámico
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ÍNDICE DEL FASCÍCULO
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La revolución de los clérigos
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RECUADROS SUNITAS Y CHIÍTAS P. 7 / RUHOLLAH JOMEINI, EL AYATOLÁ REVOLUCIONARIO P. 9 / ÁRABES Y MUSULMANES P. 10 / EL LEGADO MUSULMÁN EN OCCIDENTE P. 12 / LOS TALIBANES DE AFGANISTÁN P. 14 / OSAMA BIN LADEN P. 16 / EL ISLAMISMO EN LOS AÑOS OCHENTA Y NOVENTA P. 17 /LA CULTURA ISLÁMICA HOY P. 18 / BIBLIOGRAFÍA / P. 19 CONTRATAPA. EUROPA O LA DESTERRITORIALIZACIÓN DEL ISLAM Por Susana Mangana P. 20.
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Ayatolá Jomeini: líder de la primera revolución islámica que llegó al poder.
un comando suicida. Tampoco era la primera vez que se tomaba como blanco a gente inocente. Pero los suicidas solían inmolarse a sí mismos y los blancos civiles eran atacados con artillería, misiles u otras armas convencionales. El ataque a las Torres Gemelas, en cambio, se basó en una idea diferente y monstruosa: atacar a blancos civiles, usando como misiles a aviones de línea cargados de personas que no compartían la voluntad suicida de sus secuestradores. Y luego estaba la oscuridad de los motivos. Todo acto terrorista es horroroso y condenable, pero al menos algunos tienen motivaciones identificables. Cuando el IRA irlandés mataba o la ETA vasca pone una bomba, el método es criminal pero los motivos son reconocibles. El IRA
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El 11 de setiembre de 2001, el mundo quedó consternado ante el ataque a las Torres Gemelas. La tragedia conmovió a la opinión pública por múltiples razones: el alto número de víctimas, la voluntad suicida de los secuestradores, la vulnerabilidad que mostró el país mejor armado del planeta, el valor emblemático del lugar, la combinación entre alta tecnología (aviones sofisticados, gigantescos rascacielos) y un fanatismo religioso que parecía conectar con etapas muy primitivas de la existencia humana. Algunos componentes del ataque tenían antecedentes históricos. No era la primera vez que una acción militar era llevada a cabo por
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11 de setiembre de 2001: Occidente descubre su vulnerabilidad y su dificultad para entender.
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[...] El ataque a las Torres Gemelas, en cambio, se basó en una idea diferente y monstruosa: atacar a blancos civiles, usando como misiles a aviones de línea cargados de personas que no compartían la voluntad suicida de sus
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secuestradores.
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atacaba para terminar con la dominación británica en Irlanda y la ETA porque quiere independizar al País Vasco de España. Aun quienes reprueban el método y discrepan con el objetivo pueden entender por qué lo hacen. Las acciones del IRA o de la ETA merecen el rechazo de todos quienes respetan la dignidad de la persona humana, pero no nos resultan incomprensibles. Parte de los actos de violencia que se cometen en Oriente Medio pertenecen a la categoría anterior: se usan métodos terroristas para perseguir fines reconocibles, como la independencia política. Pero uno de los elementos perturbadores del 11 de setiembre es que las motivaciones de los atacantes son difíciles de entender. No se trató de una ac-
ción de guerra preparatoria de una invasión convencional, ni fue una acción terrorista clásica, orientada a desestabilizar a un régimen político. Ni siquiera es suficiente apelar al sentimiento antinorteamericano para explicar ese gran despliegue logístico y la pérdida de vidas. Cuando los ataques ocurrieron, no había una situación de particular tensión con Irán, como la había habido antes y como la habría más tarde. Ciertamente había ocurrido la primera Guerra del Golfo, pero el régimen de Saddam Hussein no era precisamente un modelo que pudiera inspirar a los militantes islámicos. Para tratar de entender lo que había pasado, Occidente tuvo que volverse hacia el mundo musul-
mán como no lo hacía desde muchos siglos atrás. Conceptos como el de ley islámica o sharia, o distinciones que hasta entonces parecían exóticas, como la que separa a los musulmanes sunitas de los chiítas, se volvieron imprescindibles para intentar comprender las claves de un islamismo militante que, más de una vez, se ha vuelto violento.
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TODO EMPEZÓ EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL. En 1941, tropas británicas y soviéticas invadieron Irán para neutralizar al sha Reza Mirza Jan, que simpatizaba con Hitler (sha es una palabra persa que significa “rey” o “emperador”) Si Irán caía en manos de los nazis, los aliados perderían su principal fuente de aprovisionamiento de petróleo. De modo que las tropas ocuparon el país y el sha fue obligado a abdicar en favor de su hijo, Mohamed Reza Pahlevi. Al terminar la guerra, Irán, que pronto sería el primer exportador mundial de petróleo, estaba en manos de un monarca joven, sin experiencia de gobierno y muy dependiente del auxilio externo. Las tropas aliadas se retiraron en 1946, tras dif íciles negociaciones (Stalin tenía ganas de quedarse, lo que generó fuertes tensiones con Estados Unidos). Pero lo que siguió no fue una etapa de normalización, sino un período de inestabilidad interna. Pese a las grandes exportaciones de crudo, las condiciones de vida de la población no mejoraban y el descontento crecía. En 1951, Reza Pahlevi debió aceptar como primer ministro a Mohamed Mossadeq, un intelectual liberal educado en Europa que defendía un nacionalismo modernizador. Mossadeq logró un fuerte respaldo popular y puso en marcha un plan de reformas. La medida más importante de su gobierno fue
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La revolución de los clérigos
nacionalizar los yacimientos controlados por la British Petroleum. Mossadeq fue rápidamente visto como un enemigo por los británicos (que no le perdonaban la nacionalización) y por los estadounidenses (que lo veían proclive a hacer acuerdos con una Unión Soviética siempre interesada en la región). Y ninguna de las dos potencias tuvo reparos en organizar operativos de desestabilización. En 1953, la CIA puso en marcha la “Operación Ajax”, cuyo objetivo era derrocar a Mossadeq. Un primer intento falló y tuvo consecuencias contraproducentes: en medio de una ola de indignación popular, el sha debió abdicar y partió al exilio. Pero pocos meses después, la CIA hizo un segundo intento y esta vez tuvo éxito. Mossadeq fue depuesto y sometido a juicio. Estuvo tres años en prisión y luego permaneció bajo arresto domiciliario hasta su muerte en 1967. El sha volvió al país y recuperó su trono. El golpe aumentó la dependencia de Reza Pahlevi hacia sus aliados occidentales, especialmente hacia Washington. Pahlevi nunca puso en cuestión esa relación de subordinación, pero con el paso de los años intentó desarrollar un perfil propio. Su reinado tuvo tres orientaciones fundamentales. La primera fue defender los intereses occidentales en la zona (durante el embargo petrolero organizado por los países árabes en 1973, Irán sería el único proveedor de petróleo de Estados Unidos). La segunda fue una política de represión y marginación de los sectores que habían apoyado el Frente Nacional de Mossadeq. La tercera línea consistió en servirse de las ganancias que dejaba el petróleo para impulsar ambiciosas reformas. La “revolución desde el trono” lanzada por Reza Pahlevi pretendía convertir a Irán en una potencia económica y militar. A comienzos de los años sesenta puso en marcha una reforma agraria que terminó con el predominio de la aristocracia y con la gran propiedad. Simultáneamente lanzó un programa de industrialización que, entre otras cosas, tuvo el efecto de aumentar los salarios urbanos en detrimento de los rurales. Los cambios desencadenaron un éxodo hacia las ciudades que alteró profundamente los lazos de solidaridad social. Las condiciones de vida mejoraron y el crecimiento demográfico se aceleró. La población del país se duplicó en treinta años: pasó de 16 millones en 1946 a 34 millones en 1976. El éxodo rural hizo que el crecimiento fuera más rápido en las ciudades. La capital, Teherán, creció en 3 millones de habitantes en veinte años. Las ciudades de más de 100 mil
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habitantes registraron un incremento de 3,8 millones solo en la década de los sesenta. La estructura de la población se rejuveneció: en 1976, los menores de 25 años representaban casi las dos terceras partes de la población total (63,4%). También hubo mejoras en el acceso a la educación: en las ciudades, la tasa de analfabetismo se redujo del 67% en 1956 al 35% en 1976. En el conjunto del país, el número de estudiantes de secundaria pasó de 369 mil en 1963 a 831 mil en 1978. La modernización económica proporcionó nuevos puestos de trabajo que fueron rápidamente ocupados por quienes conseguían algún tipo de calificación profesional. En Teherán aumentaron considerablemente las oportunidades laborales para los licenciados que salían de las universidades. A principios de los años setenta, solo un 1% de los graduados no disponía de trabajo. En aquellos años Irán era reconocido como uno de los países más avanzados de la región, tanto en el plano económico como en el intelectual y militar. Pero la rápida modernización trajo también grandes tensiones. Parte de ellas se debían a desequilibrios territoriales: Teherán, con poco más del 10% de la población del país, monopolizaba los servicios de sanidad y educación, concentraba la mitad de la industria y reunía a casi todos los profesionales universitarios. El resto del país, en cambio, seguía hundido en el atraso, el hambre y el analfabetismo. Otras tensiones eran generadas por quienes quedaban excluidos: el acceso a la educación se ampliaba y las oportunidades laborales aumentaban, pero los que quedaban afuera eran muchos. La modernización generaba ganadores y perdedores con más claridad que antes. También había tensiones de origen religioso: el sha Reza Pahlevi hacía esfuerzos por afirmar la identidad iraní (pese a ser hijo de un oficial cosaco que se adueñó del poder en 1921) pero al mismo tiempo quería reducir la influencia del Islam. Sus intentos secularizadores lo enfrentaban a las autoridades religiosas y eran vistos como una amenaza para la forma de vida de buena parte de la población. Por último, había tensiones de origen político: pese a su voluntad modernizadora, el sha seguía siendo un gobernante autoritario, capaz de lanzar campañas de represión que costaban miles de vidas. El régimen también estaba afectado por una muy visible y creciente corrupción. A estas tensiones se sumaban fuertes cambios en la estructura social. La gran masa rural desfavorecida estaba cada vez más distante de las nuevas clases medias, ligadas a la industria petrolera y al desa-
rrollo de la burocracia estatal. Una nueva juventud urbana que había accedido a la enseñanza primaria y secundaria se negaba a repetir el estilo de vida propio de la generación de sus padres. Una nueva clase alta enriquecida por el petróleo se enfrentaba a una clase intelectual de perfil opositor, que atendía a lo que ocurría en otras partes del mundo y reclamaba cambios políticos. La sociedad iraní no era una sociedad atrasada, sino una antigua comunidad humana expuesta a una combinación de despotismo, corrupción, modernización tecnológica, tensiones religiosas, cambios económicos, aumento de las desigualdades y fragmentación social. Las cosas se pusieron especialmente tensas durante la crisis del petróleo de 1973, cuando el aumento del precio del crudo cuadriplicó la fortuna personal del sha pero no sirvió para mejorar el nivel de vida de los más pobres. Entre las voces que denunciaban la injusticia se destacaba la de un líder religioso conocido como el ayatolá Jomeini. En sus prédicas, Jomeini denunció el carácter despótico del régimen y comparó al sha con un nuevo Atila. Esa denuncia le valió el exilio, primero en Irak y luego en París. Pero al mismo tiempo lo confirmó como el líder carismático de la oposición religiosa. Poco a poco, se fueron creando en Irán las condiciones para un estallido. Una vez más se confirmaba que las revoluciones no ocurren en países particularmente atrasados, sino en sociedades desigualmente desarrolladas y atravesadas por grandes tensiones.
El islam al poder En la segunda mitad de los años setenta, los desórdenes sociales y las protestas políticas se hicieron cada vez más frecuentes. La corrupción aumentaba y el régimen se volvía más arbitrario y represivo. La ostentación de riqueza por parte de las elites dominantes iba acompañada de un creciente menosprecio hacia las tradiciones religiosas y culturales. Los sectores medios y populares se sentían crecientemente excluidos de los beneficios del crecimiento económico, y crecientemente ofendidos en sus sentimientos morales. La juventud urbana empezó a verse atraída por movimientos radicales que combinaban ideas de izquierda revolucionaria con motivaciones religiosas. En 1976, la llegada de Jimmy Carter a la Casa Blanca marcó el fin del apoyo incondicional a Reza Pahlevi. En Irán, la campaña del presidente demócrata en defensa de los derechos humanos
Sunitas y Chiitas Cuando en el año 632 murió Mahoma, se desató un conflicto en torno a quién debía ser su sucesor. La decisión tenía connotaciones religiosas pero también políticas, porque se trataba de elegir al califa, es decir, al gobernante de la comunidad musulmana. La mayoría de los fieles optó por continuar con la tradición beduina (sunna) de elegir a la figura más notable del clan. Siguiendo ese criterio, la elección recayó sobre Abu Bakú. Pero un grupo minoritario respaldó a Alí, que era primo y yerno del Profeta. Sus seguidores se denominaron shi’at Ali (“partidarios de Alí”), de donde proviene el término chií o chiita. Pero la orientación sunita (o sunní) consiguió imponerse y Abu fue el nuevo califa. Entre el año 632 y el 656 se sucedieron tres califas: Abu, Omar y Ozman. En el año 656 Ozman fue asesinado, lo que permitió que Alí llegara al califato. Pero un importante grupo de creyentes acusó a Alí de haber instigado el crimen y se le opuso. Esta facción era liderada por Muawiya, gobernador de Damasco y sobrino del califa Ozman. En el año 658 hubo una batalla entre las dos facciones. Alí fue derrotado en el combate y aceptó que la cuestión sucesoria fuera resuelta por un comité de árbitros. Estos se pronunciaron en favor de Muawiya, que pasó a ser el nuevo califa. Pero los problemas entre los dos grupos no terminaron. En el año 680, un hijo de Muawiya mató a Hussein, hijo de Alí y nieto del propio Mahoma. Ese hecho violento es una piedra fundamental de la identidad chiita, que ve a los sunitas como usurpadores. La división se mantiene viva hasta hoy. De los aproximadamente 1.300 millones de musulmanes que hay en el mundo, el 85 por ciento es sunita y el 15 por ciento es chiita. Pero el peso de ambas comunidades varía de un país a otro: los chiitas son minoría en el mundo musulmán, pero son mayoría en países como Irán e Irak. Dado que la separación tiene un origen político, no hay grandes diferencias religiosas entre los dos grupos. El credo básico es el mismo. Pero el paso de los siglos los ha diferenciado. A lo largo de la historia, los sunitas han sido doctrinalmente más flexibles y menos proclives a las revoluciones, porque valoran el respeto de la autoridad. Los chiítas son más radicales en su interpretación de la ley coránica y han sido tradicionalmente más críticos del poder político. Sin embargo, las principales organizaciones islamistas que hoy practican la violencia son de origen sunita y prolongan la acción de antiguas organizaciones. como el wahhabismo (que se remonta al siglo XVIII) o la Sociedad de Hermanos Musulmanes, fundada en 1928 tras la caída del Imperio Otomano.
1978-1979
cronología
1978
27 abril: un golpe de estado instala un régimen prosoviético en Afganistán. 17 de setiembre: se firman los acuerdos de Camp David entre Egipto, Israel y Estados Unidos.
1979
16 de enero: el sha de Irán, Mohamed Reza Pahlevi, abandona el país.
En octubre, una huelga de los trabajadores del petróleo paralizó la economía. En noviembre se organizó una exitosa huelga general. A principios de 1979 la protesta se había convertido en el movimiento popular más importante en la historia de Medio Oriente, pero además había dado un giro en su orientación: se había convertido en revolución islámica. Varios factores confluyeron en este resultado: la pérdida de legitimidad del régimen del sha, una occidentalización excesivamente rápida en lo técnico pero lenta en el cultural; la fuerza doctrinaria y organizativa del chiísmo, capaz de sobreponerse a las dudas entre autoritarismo y liberalismo que paralizaban a los líderes no religiosos de la oposición, y la figura carismática del ayatolá Jomeini.
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habían sido duramente castigados por la represión y tampoco tenían arraigo popular. Los grupos religiosos eran los únicos con capacidad de movilizar a las masas y eso les dio el control del movimiento opositor. En noviembre de 1978, los dirigentes del Frente Nacional y del partido Tudeh (el partido comunista de Irán) reconocieron a Jomeini como guía de la revolución. El religioso proclamó desde París su voluntad de establecer una “república islámica que proteja la independencia y la democracia de Irán”. En 1978, los acontecimientos se precipitaron. En enero estalló una revuelta en la ciudad santa de Qom. En febrero se aplastó una insurrección popular en Tabriz. En setiembre, centenares de miles de personas exigían en Teherán el fin del régimen y el retorno del Jomeini.
HISTORIA RECIENTE
fue vista por los opositores como una oportunidad para denunciar el despotismo, la corrupción y la represión que caracterizaban al régimen. La oposición estaba estructurada en tres grandes bloques: los partidarios revolucionarios de izquierda, que a principios de la década habían optado por la lucha armada; las corrientes liberales, dirigidas por intelectuales occidentalizados que prolongaban el Frente Nacional de Mossadeq; y los dirigentes religiosos chiitas (o chiíes), que respondían a Jomeini y tenían fuerte arraigo en los sectores menos favorecidos de la población. Los liberales del Frente Nacional eran los más articulados desde el punto de vista ideológico, pero solo llegaban a algunos sectores de las clases medias. Los grupos de izquierda eran pequeños,
8
1979
16 de julio: Saddam Hussein asume como presidente de Irak, tras la renuncia de Hassan al-Bakr. 16 de setiembre: el presidente afgano Mohammad Taraki es depuesto tras violentas luchas en Kabul.
1º de febrero: el ayatolá Jomeini regresa a Irán y es recibido por millones de personas.
4 de noviembre: la embajada estadounidense en Teherán es tomada por estudiantes armados. Unos 60 funcionarios son tomados como rehenes.
1º de abril: es proclamada la República Islámica de Irán.
27 de diciembre: la Unión Soviética invade Afganistán.
HISTORIA RECIENTE
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En enero el país estaba en estado de insurrección general. Teherán y las principales ciudades estaban paralizadas por inmensas manifestaciones callejeras; las fuerzas policiales estaban a la defensiva y el gobierno había perdido toda capacidad de reacción. El 16, el sha huyó del país y se marchó al exilio. El 1º de febrero Jomeini regresó de París y fue recibido por una multitud fervorosa. Su imagen adusta y la austeridad de sus costumbres contrastaban fuertemente con el estilo del monarca depuesto. Entre el 9 y el 12 de febrero, el movimiento revolucionario tuvo su prueba de fuego: el ejército (el más poderoso de la región) se desplegó en las calles y se involucró en combates. Pero la oficialidad estaba dividida y finalmente optó por apoyar a los revolucionarios. El 1º de abril fue proclamada la República Islámica de Irán. El régimen dio sus primeros pasos bajo el signo de la inclusión: según declaraban sus voceros, el carácter único de una revolución islamista era su capacidad de reunir a grupos y sectores que podían ser antagónicos si se los miraba desde otras perspectivas. Una de las primeras decisiones de Jomeini pareció confirmar esta orientación: designó como jefe del gobierno provisional al ingeniero Mehdi Bazargan, un hombre piadoso pero proveniente del Frente Nacional. Pero esa impronta inclusiva y plural desaparecería muy pronto. De hecho, en el mismo momento en que designaba al jefe del gobierno interino, Jomeini formó un Consejo de la Revolución Islámica integrado por líderes religiosos que le eran fieles, cuya existencia se mantuvo oculta ante los propios dirigentes del Frente Nacional. En febrero se creó el Partido de la Revolución Islámica (PRI) y se constituyeron comités de defensa de la revolución que funcionaban en las mezquitas. Sus militantes eran llamados pasdarans (Guardianes de la Revolución) y constituían una verdadera fuerza de choque al servicio de Jomeini. También se crearon fundaciones islámicas que heredaron los recursos del antiguo régimen e iniciaron prácticas clientelistas. Pocos meses más tarde los tribunales
9 1980-1981 1980
4 de febrero: Bani Sadr es electo presidente de Irán.
Ruhollah Jomeini, el ayatolá revolucionario Nació en el año 1900 en la provincia de Jomein. Su nombre, Ruhollah, significa “espíritu de Dios”. Pertenecía a una familia de religiosos. Su abuelo, su padre y su hermano mayor fueron ayatolás, un título que los chiitas otorgan a ciertos clérigos que alcanzaron un alto nivel de formación teológica y filosófica. Tras el asesinato de su padre a manos de un señor feudal, fue criado por una tía paterna. Además de educar al joven Ruhollah, la tía persiguió al asesino hasta lograr que fuera ejecutado. Esa mujer enérgica le enseñó que el poder es el resultado de una relación de fuerzas y que los principios del Islam deben ser aplicados mediante una acción implacable contra los incrédulos. A los 15 años Ruhollah perdió a su tía y se dedicó de lleno al estudio. Doce años después enseñaba en la facultad de teología de Qom. Sus discípulos admiraban su sabiduría y sus cualidades morales: trabajaba duro, dormía poco y llevaba una vida ascética. Dedicaba buena parte de la noche a la lectura y a la meditación del Corán. También seguía con atención los acontecimientos políticos del país. En consonancia con la tradición chiita, Jomeini no separaba la religión de la política. El religioso chiita debe al mismo tiempo interpretar los textos sagrados, hacer justicia y defender al oprimido contra el opresor, ya sea éste un vecino, el propio monarca o un estado extranjero. El poder es un instrumento para hacer cumplir la ley de Dios. Desde muy temprano luchó contra la dinastía de los Pahlevi. Con el paso del tiempo, sus intervenciones públicas fueron ganando en combatividad: el país estaba en peligro porque el sha representaba el “mal absoluto” y era “el instrumento de potencias satánicas” (es decir, de países extranjeros). Por eso se mantuvo escéptico ante la nacionalización del petróleo ordenada por Mosaddeq en 1951: “las reformas son imposibles sin independencia, y ésta será un engaño mientras siga reinando la actual dinastía”. Sus críticas le valieron ser detenido el 3 de junio de 1963. El arresto generó una ola de protestas que fueron aplastadas por el general Oveisy. La revuelta fue contenida y Jomeini cumplió un año de prisión, pero el hecho no cayó en el olvido. En 1979, cuando Jomeini ya estaba en el poder, Oveisy fue asesinado en París por agentes de la recién creada República Islámica de Irán.
1982-1983 1982
21 de setiembre: tropas iraquíes atacan Irán. Empieza la Guerra Irán-Irak. 20 de enero: Ronald Reagan asume como presidente de Estados Unidos. Son liberados los rehenes en Irán. 6 de octubre: el presidente egipcio Anwar El Sadat es asesinado en El Cairo. Lo sustituye Hosni Mubarak.
16 de setiembre: matanza de refugiados palestinos en los campamentos de Sabra y Chatila (Líbano). 1983
1983-1984
firman un acuerdo que conduce al retiro de las tropas israelíes.
6 de junio: tropas israelíes invaden el Líbano. 14 de setiembre: el presidente libanés Bashir Gemayel es asesinado mediante un ataque con bombas.
27 de julio: muere en El Cairo el antiguo sha de Irán, Mohamed Reza Pahlevi.
1981
Tras su liberación, Jomeini volvió a la actividad opositora. Sus discursos eran elocuentes y apelaban a la libertad como valor supremo: Queréis hacer de los iraníes instrumentos dóciles y pasivos al servicio del poder y de vuestros amos extranjeros. La verdadera modernización está en formar a hombres que tengan el derecho de elegir y de criticar, a combatientes que sepan resistir al dominio exterior, a la injusticia y al saqueo. En ese entonces, muchos opositores laicos y nacionalistas lo tomaron como referencia. Años después le recordarían estas palabras, mientras eran víctimas de la represión y la censura instaladas por la revolución islámica. En 1964 Jomeini partió al exilio en Turquía y luego a la ciudad santa de Nayaf, en Irak. Allí vivió catorce años con su familia, hasta que fue expulsado del país. Sus intervenciones complicaban las relaciones del gobierno iraquí con el de Irán y también agitaban a los chiitas del propio Irak, que eran una mayoría del 60 por ciento sometida al régimen autoritario del partido Baas, controlado por los sunitas. Jomeini fue expulsado y descubrió que ningún gobierno de la región quería recibirlo. Terminó refugiándose en Francia el 5 de octubre de 1978. Desde el exilio francés, Jomeini desarrolló una intensa actividad intelectual y política. En esos años escribió varios libros en los que exponía su filosofía política y religiosa. También grabó casetes que, introducidos de contrabando en Irán, tenían una inmensa difusión. Sus arengas alentaron las manifestaciones y huelgas que desestabilizaron al régimen. El 16 de enero de 1979, el sha y su familia abandonaron Teherán. El 1º de febrero, Jomeini fue recibido por cuatro millones de personas. Ejerció el poder con dureza y se mantuvo como Líder Supremo de la revolución iraní hasta el día de su muerte, el 4 de junio de 1989. Pese a su fe profunda y su innegable carisma, Ruhollah Jomeini representa para la mayoría de los musulmanes un hombre de rechazos más que de proyectos. Fue un líder de revanchas. Revancha de los religiosos, a los que devolvió el poder que les había quitado la dinastía secularizadora de los Pahevi. Y revancha de los chiitas frente a los sunitas, a quienes consideran usurpadores del poder.
18 de abril: un ataque con bombas causa 63 muertos en la embajada estadounidense en Beirut (Líbano). 17 de mayo: Líbano, Israel y Estados Unidos
1984
16 de marzo: el jefe de la CIA en el Líbano, William F. Buckley, es secuestrado por la Jihad Islámica y muere en cautiverio. 20 de setiembre: un ataque de Hezbollah contra la embajada estadounidense en Beirut mata a 22 personas. 26 de noviembre: restablecimiento de relaciones diplomáticas Irak-Estados Unidos, tras 17 años de ruptura.
Árabes y musulmanes Árabes y musulmanes no son lo mismo. Se puede ser árabe sin ser musulmán y se puede ser musulmán sin ser árabe. Los árabes son una comunidad humana (una etnia) caracterizada por ciertas raíces históricas y culturales: todos usan la lengua árabe en alguna de sus variantes y (al menos en principio) todos tienen raíces que se remontan a las tribus que vivían en la Península Arábiga y sus alrededores. Ser árabe es como ser esquimal o ser chino. Ser musulmán es ser adepto a una religión: el Islam, fundado en el siglo VII por el profeta Mahoma. Los árabes existen desde mucho antes de que existieran los musulmanes. La confusión entra ambos conceptos se debe a tres razones. La primera es que el Islam nació en Arabia (Mahoma era árabe) y el idioma árabe es la lengua en la que está escrita el Corán. El árabe es para los musulmanes “la lengua de la revelación” y tiene un valor sagrado. La segunda razón es que, durante siglos, la religión islámica estuvo concentrada en regiones árabes (La Meca, Medina, Damasco, Bagdad, El Cairo) que estaban bajo la autoridad del califato: una forma de gobierno que reúne el poder político y la autoridad religiosa. La tercera razón es un resultado histórico de las dos anteriores: en el mundo actual, los países árabes tienen
1987-1989
1987
1988
1989
una población mayoritariamente musulmana y muchos tienen al Islam como religión oficial. Hoy se considera “mundo árabe” a un conjunto de 22 países que son miembros de la Liga de Estados Árabes, con sede en El Cairo, Egipto. Estos países están distribuidos en cuatro bloques. El primero abarca la Península Arábiga, que está compuesta por Arabia Saudita, Kuwait, Bahrein, Omáan, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Yemen. El segundo incluye los países del Valle del Nilo, es decir, Egipto y Sudán. El tercer grupo está compuesto por Líbano, Siria, Palestina, Jordania e Irak. El último es el Magreb, u occidente árabe, que incluye a Argelia, Libia, Mauritania, Marruecos y Túnez. Otros países que integran la Liga son Somalia, Yibuti y las islas Comores. Pero en esos países árabes residen importantes comunidades que no son musulmanas (por ejemplo, los coptos de Egipto) y al mismo tiempo hay millones de fieles musulmanes que no son étnicamente árabes. Muchos de ellos (como la población negra de Sudán), viven en países oficialmente considerados árabes. Otros son vecinos de los árabes sin serlo ellos mismos (un ejemplo son los iraníes, que no son árabes sino persas). Muchos otros viven lejos del mundo árabe (por ejemplo, en la India o el África subsahariana) y tienen orígenes étnicos muy variados.
esa condición. El operativo había sido organizado por el PRI con el objetivo de desprestigiar la figura de Bazargan y desplazar definitivamente a la fracción liberal. Bazargan efectivamente se opuso a la toma de la embajada, pero no pudo revertirla. Pocas semanas después dimitió, y con él fueron definitivamente derrotados los seguidores laicos de la revolución. También fueron desplazados los sectores religiosos moderados. El ayatolá Shariat-Madari, jefe de los ulemas que habían rechazado el vélâyat-é-faqíh, fue puesto en arresto domiciliario. Así permaneció hasta su muerte, ocurrida en 1986. El siguiente combate fue contra la izquierda. En enero de 1980 Bani Sadr, representante de la izquierda islamista, sustituyó a Bazargan al frente del gobierno. Pero, al mismo tiempo, los militantes de izquierda eran sistemáticamente expulsados de las universidades y de los comités de defensa de la revolución. En mayo, el PRI se convirtió en la fuerza más importante al obtener la mayoría en las elecciones al nuevo Parlamento. Enseguida quiso elegir un primer ministro que fuera miembro del partido. Sadr y sus seguidores intentaron conservar cuotas de poder, pero el acoso se intensificó. La universidad fue cerrada en nombre de la revolución cultural islámica y no volvió a abrir sus puertas hasta haber completado la purga de militantes izquierdistas. En junio de 1981, el Parlamento decretó la inhabilitación del presidente Sadr, que debió salir del país en forma clandestina y se exilió en París. Los enfrentamientos entre los seguidores del presidente depuesto y los seguidores de Jomeini se intensificaron. Los mismos militantes de izquierda que se habían levantado en armas contra el sha, iniciaron una insurrección contra el régimen de Jomeini. El 28 de junio, una bomba destruyó la sede del PRI, diezmando a la elite del régimen. El 30 de agosto fueron asesinados el nuevo presidente de la República (llamado Raja’i) y su primer ministro, Bahonar. Entonces el régimen lanzó una represión implacable que en poco tiempo terminó con esa resistencia
1989-1990
7 de noviembre: Zine El Abdin Ben Ali derroca al presidente Habib Bourguiba y se instala como presidente de Túnez.
retirar las tropas soviéticas de Afganistán.
20 de agosto: entra en vigencia un alto al fuego entre Irán e Irak, patrocinado por las Naciones Unidas.
10 de junio: el general Omar Al Bashir da un golpe de estado en Sudán e instala un régimen islamista.
2 de diciembre: Benazir Bhutto asume como primera ministra de Pakistán.
3 de agosto: Akbar Hashemi Rafsanjani es electo presidente de Irán.
20 de enero: George H. Bush asume como presidente de Estados Unidos. 15 de febrero: Mikhail Gorbachov decide
2 de agosto: Irak invade Kuwait con 100 mil hombres y 2 mil tanques. 29 de noviembre: el Consejo de Seguridad de
10
1990-1991
las Naciones Unidas fija un plazo hasta el 15 de enero para que las tropas iraquíes se retiren de Kuwait.
4 de junio: muere el ayatolá Jomeini.
1990
| EL SURGIMIENTO DEL INTEGRISMO ISLÁMICO
regir la sociedad y la política en los países musulmanes. Uno de sus componentes esenciales era el principio vélâyat-é faquíh, que daba máximos poderes al guía espiritual de la revolución (es decir, al propio Jomeini). Los liberales, una parte de la izquierda, la minoría sunita (o sunní) y algunos clérigos se opusieron a lo que ya percibían como la instalación de una nueva dictadura. Pero sus protestas no cambiaron el curso de los acontecimientos. El 4 de noviembre de 1979, la embajada estadounidense de Teherán fue atacada por quinientos estudiantes armados. Medio centenar de diplomáticos fueron tomados como rehenes y permanecieron más de un año en
HISTORIA RECIENTE
revolucionarios, que habían nacido para juzgar a quienes habían cometido crímenes mientras actuaban en nombre del sha, estaban juzgando a miembros del Frente Nacional. En agosto de 1979, Jomeini creó una Asamblea de Expertos dominada por líderes religiosos y altos dirigentes del PRI, y les encargó la redacción de una nueva Constitución. El texto aprobado definía a la República Islámica de Irán como antiimperialista y antisionista, enemiga del capitalismo y del marxismo, y opuesta a las monarquías reaccionarias del Golfo. Su idea central era extender los preceptos del Corán al funcionamiento de las instituciones políticas y a la vida cotidiana: la ley islámica, o sharia, debía
1991
16 de enero: se inicia la Operación Tormenta del Desierto. Es el comienzo de la Guerra del Golfo. 28 de febrero: se detienen los combates en Irak. 3 de marzo: termina la Guerra del Golfo. 26 de diciembre: el Frente Islámico de Salvación (FIS) gana las elecciones generales
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11
armada integrada por jóvenes provenientes de las clases medias educadas. Más tarde fue disuelto el partido Tudeh y sus militantes (es decir, los comunistas) fueron duramente perseguidos. A mediados de los ochenta, Jomeini y su sector religioso, apoyados por una gran masa de iraníes desposeídos y escasamente educados, eran los dueños de la situación. Pero las luchas internas habían debilitado a la elite gobernante y, sobre todo, habían creado una sensación de inestabilidad que podía hundir a la revolución. Si eso no ocurrió fue a causa de una guerra con Irak que se había desatado unos años antes. Ese conflicto tuvo inmensos costos humanos y materiales, pero sus consecuencias fueron globalmente favorables para el régimen de Teherán. Fue una guerra que muchos propiciaron, porque la revolución iraní no era bienvenida por nadie. Estados Unidos había perdido un aliado en la zona y veía con preocupación la nacionalización de las principales empresas del país. Arabia Saudita y las otras monarquías del Golfo se inquietaban ante un islamismo militante que las acusaba de traicionar los mandatos del Islam y de ostentar riqueza ante la pobreza de sus súbditos. Tampoco Moscú veía con buenos ojos la consolidación de un régimen que podía alentar insurrecciones en las repúblicas soviéticas con mayoría islámica. Para agravar las cosas, los iraníes no ocultaban su voluntad de exportar su revolución y su mensaje encontraba amplia receptividad en la población árabe y musulmana. Sus ataques a los gobiernos vecinos eran en parte políticos y en parte religiosos. Por ejemplo, acusaban a los saudíes de no cuidar debidamente a La Meca, el lugar más sagrado del Islam. En ese difícil contexto, Saddan Hussein apareció como la solución. El dictador iraquí tenía motivos para temer a la revolución iraní (entre otras cosas, era un gobernante sunita en un país con mayoría chiita, al igual que Irán) y además estaba interesado en fortalecer sus lazos con Occidente. De modo que se mostró dispuesto a atacar a su vecino 1991-1993
y proporcionó un ejército mayoritariamente integrado por campesinos, pero con algunas tropas de elite como la Guardia Republicana. Las monarquías del Golfo aportaron recursos para comprar armamento. Estados Unidos y Europa brindaron armas e información (a partir de 1986, los estadounidenses se involucraron de manera más directa mediante la intervención de su flota en el Golfo). La Unión Soviética miró para el costado y concentró sus esfuerzos en Afganistán. El 21 de setiembre de 1980, el ejército iraquí lanzó una amplia ofensiva sin previa declaración de guerra. El pretexto formal fue una vieja reivindicación limítrofe, pero el objetivo real era debilitar, y si era posible derrotar, al régimen de Teherán. La estrategia consistía en asfixiarlo mediante la ocupación de una región vital desde el punto de vista económico. Dado el alto grado de desgaste del régimen iraní y la alta conflictividad 1993-1994
4 de marzo: el FIS es ilegalizado en Argelia. Su líder Abasi Madani y otros dirigentes son condenados a prisión.
1993
26 de febrero: el primer atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York mata a 6 personas y hiere a cerca de mil. 30 de abril: nace la World Wide Web. 13 de setiembre: el líder palestino Yasser
1994-1996
11 de diciembre: el presidente ruso Boris Yeltsin ordena la invasión de Chechenia.
Arafat y el primer ministro Yitzhak Rabin firman un acuerdo de paz en Washington, bajo el patrocinio del presidente Clinton.
en Argelia, pero lo resultados son anulados por los militares. 1992
interna, se esperaba que eso fuera suficiente para desestabilizarlo. Pero (inaugurando lo que sería una tradición) las previsiones de Hussein no se cumplieron. La guerra duró ocho años e incluyó algunas de las batallas más sangrientas de la segunda mitad del siglo XX. Los iraníes no solo consiguieron detener el avance iraquí sino que, fortalecidos por su superioridad numérica y la voluntad de sacrificio de sus soldados, lograron lanzar cuatro contraofensivas entre 1981 y 1984. Para frenar esos avances, el régimen de Saddan Hussein no vaciló en usar armas químicas suministradas por los europeos. Un solo ataque de ese tipo a la ciudad kurda de Halabja dejó miles de muertos. Pero eso fue poco al lado de las decenas de miles de víctimas que provocó la guerra en las ciudades: Irak bombardeó sistemáticamente las poblaciones iraníes cercanas a la frontera, e Irán hizo lo mismo en la ciudad iraquí de Basora. Las ofensivas iraquíes de julio y
1994
25 de febrero: un fanático religioso israelí mata a 29 musulmanes y es a su vez ultimado por otros fieles. 18 de julio: un atentado contra la organización judía AMIA mata en Buenos Aires a 85 personas. 25 de julio: firma del Tratado de Paz entre Israel y Jordania.
1995
3 de octubre: ataque con bombas a un centro militar estadounidense en Riad (Arabia Saudita). 4 de octubre: asesinato de Yitzhak Rabin en Israel.
1996
16 de junio: atentando contra un complejo militar estadounidense en Khobar (Arabia Saudita).
1996-1998
26 de setiembre: los talibanes entran a Kabul y se hacen cargo del gobierno en Afganistán. 1997
7 de agosto: atentados con coches bomba contra las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania. Las acciones son atribuidas a Al Qaeda.
12
1999-2000 1999
23 de mayo: elección de Mohamed Jatamí como presidente de Irán. 17 de noviembre: atentado terrorista contra turistas japoneses en Deir el Bahri (Egipto).
1998
completo. Los jóvenes de los suburbios fueron los encargados de hacerla cumplir. El radicalismo con el que se aplicaron a la tarea los convirtió en una policía de costumbres que tomaba a su cargo la protección de los valores islámicos. Al mismo tiempo, el gobierno destinaba recursos para ayudar a las familias de los mártires que habían caído en combate. Se les daba dinero, viviendas y acceso a la educación. Todo eso estrechó progresivamente la alianza entre la jerarquía religiosa y una juventud desposeída que actuaba en parte como clientela del régimen y en parte como milicia organizada. La paz social se construía combinando subsidios, puritanismo y represión. Al final del conflicto, el régimen iraní estaba más fuerte y la sociedad iraní más islamizada. Pero la situación seguía siendo dif ícil, porque la revolución debía dar satisfacción a los reclamos de quienes habían sido sus principales apoyos: los sectores populares que habían llevado el mayor peso de la guerra, los ayatolás defensores de la ortodoxia, y la burguesía tradicionalista (representada en los comerciantes de los bazares), que era económicamente liberal pero religiosa y culturalmente conservadora. El método que empleó Jomeini para mantener la adhesión de esos grupos tan dispares consistió en aumentar la radicalidad religiosa del régimen. Terminada la guerra, realizó un nuevo gesto simbólico orientado a tonificar a sus seguidores: en febrero de 1989 promulgó una fatwa (opinión legal o dictamen religioso) que condenaba a muerte a Salman Rushdie, un escritor británico de origen indio que había escrito un libro que se consideraba ofensivo para el Islam. Jomeini se presentaba como el defensor intransigente de un Islam que iba más allá de las fronteras de Irán y del propio chiismo (las protestas contra el libro de Rushdie habían sido originadas por sunitas de la India). De ese modo disimulaba las debilidades de un régimen que se volvía cada vez más conservador e ineficaz. Pero las dificultades lo acompañaron hasta el final. En marzo de 1989, poco antes de morir, enfrentó una crisis interna que lo obligó
| EL SURGIMIENTO DEL INTEGRISMO ISLÁMICO
El mundo musulmán está mucho más ligado a Occidente de lo que suele recordarse. La expansión del Imperio islámico a partir del siglo VII puso a los árabes en contacto con la cultura griega y con la arquitectura persa. Cuando esa expansión llegó a España, el Califato de Córdoba fue el trampolín desde el cual ese conocimiento llegó a la Europa cristiana. El Renacimiento del siglo XV no hubiera sido lo que fue sin los árabes. Los musulmanes tuvieron destacados pensadores como el persa Avicena (980–1037), que conoció en profundidad la metafísica de Aristóteles y fue el médico más destacado de su tiempo. Algo más tarde, el filósofo Averroes (1126–1198) estudió a los griegos y propuso una influyente síntesis entre conocimiento científico, metafísica y religión. Averroes trabajó en estrecha colaboración con el filósofo judío Maimónides (1135–1204), nacido al igual que él en Córdoba, que escribió en árabe una de las obras más influyentes del pensamiento judío de la época (la Guía para perplejos). Las obras de esos autores influyeron sobre los principales pensadores cristianos de la Edad Media, como San Alberto Magno y Santo Tomás de Aquino. En Historia se destacó Ibn Jaldún (13321204), que estudió el avance y declive de las civilizaciones, y en Literatura Ben Guzmán (1086-1112), que compiló el primer cancionero de Córdoba. El astrónomo Arzaquel (1029-1100) construyó el astrolabio (un instrumento que sería esencial para la navegación) y calculó la órbita de siete planetas. Los árabes desarrollaron además el sistema decimal, que se suele atribuir a Mohammad ibn Musa (en torno a 780-850). La introducción del cero le dio a la numeración arábiga una ductilidad de la que carecía la numeración romana. También hicieron avances importantes en geometría y álgebra. En Química, desarrollaron métodos para producir alcohol antiséptico, ácido sulfúrico, ácido nítrico y nitrato de plata. Los peores excesos del fundamentalismo contemporáneo no deben hacer olvidar que la civilización musulmana tuvo etapas de tolerancia y de gran sofisticación.
diciembre de 1986, y los ataques iraníes de marzo de 1986 y enero de 1987, hicieron trepar las cifras. El conflicto dejó en total unos 300 mil muertos y centenares de miles de mutilados. El desgaste de ambos países permitió una mediación de las Naciones Unidas, que condujo a un alto al fuego el 20 de agosto de 1988. Los dos bandos habían sufrido enormemente y ninguno había logrado la victoria. Pero la guerra favoreció al gobierno de Jomeini, cuyo mandato coincidió casi exactamente con el conflicto. En primer lugar, la guerra le permitió realizar una síntesis casi perfecta entre islamismo y nacionalismo, lo que mantuvo el apoyo popular. En segundo lugar, la guerra le sirvió como excusa para atacar a la oposición interna, a la que acusó de debilitar a la revolución en un momento crítico para el país. Los primeros años del conflicto coincidieron con la eliminación de la oposición liberal y de izquierda, y con el sometimiento de las minorías no persas como los kurdos. En tercer lugar, la hostilidad internacional encerró a Irán dentro de sus fronteras, lo que ayudó al gobierno a controlar la sociedad y asfixió a la oposición. Por último, aunque el régimen iraní no pudo ganar, logró sobrevivir al embate del ejército iraquí, a las intervenciones intermitentes de los estadounidenses, al armamento proporcionado por las grandes potencias y al dinero aportado por las monarquías del Golfo. Esa capacidad de resistencia aumentó el prestigio del régimen dentro y fuera de fronteras. La guerra movilizó además a los sectores más combativos de una juventud sin perspectivas que se apiñaba en las ciudades. Esos jóvenes pobres habían participado de las movilizaciones que precedieron a la caída del sha, y ahora encontraban una nueva causa por la que luchar. La radicalidad y la capacidad de sacrifico propias del chiismo resurgieron con fuerza y se orientaron a fortalecer el componente teocrático del régimen. En 1983, tras la eliminación de las últimas organizaciones de izquierda, se proclamó una ley que obligaba a las mujeres a llevar velo y el vestido islámico
HISTORIA RECIENTE
El legado musulmán en Occidente
7 de febrero: fallece el Rey Hussein de Jordania. 23 de julio: fallece el Rey Hassan II de Marruecos.
2000
10 de junio: muerte repentina del presidente sirio Hafez Al-Assad. Lo sucede su hijo Bashar. 12 de octubre: un comando de Al Qaeda ataca el barco militar estadounidense US Cole, anclado en Yemen. Mueren 17 marinos y los dos atacantes.
a destituir a su sucesor electo, el ayatolá Montazeri.
HISTORIA RECIENTE
| EL SURGIMIENTO DEL INTEGRISMO ISLÁMICO
Irán después de Jomeini
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Tras la muerte de Jomeini, ocurrida en junio de 1989, se instaló un sistema presidencialista y un gobierno de tecnócratas. El poder ya no estuvo tan concentrado como en los años anteriores: Alí Jamenei, jefe de estado desde 1981, fue proclamado Guía Supremo de la Revolución. Hachemí Rafsanyani fue designado presidente. Así se inició una lenta aproximación a Occidente y a los países árabes moderados. Entre 1989 y 1996 pareció que el régimen había entrado en una fase de distensión. La política económica tuvo un giro liberalizador y las relaciones con el mundo exterior mejoraron. Cuando en 1990 estalló la Primera Guerra del Golfo (que se extendió entre el 2 de agosto de ese año y el 28 de febrero de 1991), el gobierno de Teherán adoptó una neutralidad favorable a la coalición internacional. Esta decisión estuvo fundamentalmente motivada en razones locales (los centenares de miles de víctimas del conflicto con Irak no eran fáciles de olvidar) pero tuvo el efecto de mejorar las relaciones con Occidente y colocó a Irán como potencia regional capaz de contribuir al equilibrio en la zona del Golfo. Pero la liberalización de la economía no mejoró sustancialmente el nivel de vida de los más pobres, y el presidente Rafsanyani no pudo o no quiso reducir de forma considerable los controles sobra la vida privada exigidos por las autoridades religiosas. El resultado fue que, entre 1992 y 1996, la popularidad del gobierno se deterioró y los sectores conservadores fueron ganando poder en el Parlamento y en los ministerios. Rafsanyani quedó atrapado entre las críticas de los conservadores y las de muchos izquierdistas islámicos que, influidos por los acontecimientos de Europa del Este y la Unión Soviética, se convirtieron en defensores de la democracia, de los derechos civiles y de una mejor relación con el mundo. Una nueva generación de hombres y
2001 2001
mujeres altamente educados, desilusionados por los controles del Estado y las penurias económicas, empezó a hablar de derechos humanos, de la condición de la mujer y de la necesidad de mayores libertades y transparencia gubernamental. Las universidades, el periodismo y el arte se convirtieron en espacios de crítica y resistencia. En las elecciones presidenciales de 1993 Rafsanyani obtuvo el 63 por ciento de los votos, lo que significaba una pérdida importante respecto del 95 por ciento obtenido en 1989. Las cifras revelan en parte una pérdida de apoyo real y en parte reflejan un aumento de las libertades. Los votantes (un 53 por ciento de los habilitados) se atrevían a discrepar. Es que el país había cambiado mucho desde el triunfo revolucionario de 1979. El rigorismo moral de Jomeini había afectado la vida cotidiana de mucha gente (en particular las mujeres) sin que se produjera a cambio la mejora en las condiciones de
vida que se había prometido. Eso se debía en parte a errores propios y en parte a la evolución de las condiciones externas: los precios del petróleo estaban en caída, lo que desestabilizó las cuentas públicas e hizo crecer la deuda exterior, que pasó de 9 mil millones de dólares en 1991 a 34 mil en 1993. La inflación estaba por encima del 30 por ciento anual. En 1992, por primera vez hubo protestas callejeras que fueron duramente reprimidas. Las manifestaciones se repitieron en 1994 y 1995. Cuando se acercaban las elecciones parlamentarias de 1996, Rafsanyani puso fin a su alianza con los conservadores para evitar que la derecha pudiera ejercer un mayor control sobre el país. La Constitución iraní impide la reelección por más de dos períodos, de modo que Rafsanyani no pudo presentarse a las elecciones presidenciales de mayo de 1997. Pero su grupo hizo una alianza con la izquierda islámica para darle la victoria al líder reformista Mohamed Jatamí.
2001-2002
15 de junio: reelección de Mohamed Jatamí como presidente de Irán. 20 de junio: el general Pervez Musharraf asume como presidente en Pakistán.
presidente de Afganistán. 2002
2003
12 de octubre: una organización islamista mata a 202 personas en un atentado terrorista de Bali (Indonesia).
11 de setiembre: Al Qaeda ataca las Torres Gemelas y el Pentágono.
18 de octubre: nuevo atentado terrorista en Filipinas.
7 de octubre: inicio de las acciones militares contra el régimen talibán en Afganistán.
22 de noviembre: el partido islamista AKP triunfa en las elecciones generales de Turquía.
13 de noviembre: cae el régimen talibán.
27 de noviembre: Al Qaeda realiza un ataque terrorista en un hotel de Mombasa (Kenia). Hay 13 muertes y 80 heridos.
22 de diciembre: Hamid Karzai asume como
2003-2005
20 de marzo: comienza la invasión a Irak. 16-17 de mayo: atentados islamistas en Rabat y Casablanca (Marruecos). 13 de diciembre: Saddam Hussein es capturado cerca de Tikrit.
2004
11 de marzo: atentado terrorista en la estación de trenes de Atocha (Madrid).
2005
7 de julio: atentados terroristas coordinados en Londres.
instaladas en los campos de refugiados de Pakistán. Esta milicia formada por estudiantes del Corán pretendía restablecer el orden, desarmar a la población e imponer la sharia o ley islámica. Gracias a su disciplina, al coraje con el que combatían (consecuencia del valor que daban al martirio) y al armamento con el que contaban, los talibanes fueron venciendo a los distintos grupos hasta culminar en su victoriosa entrada a Kabul, la capital del país, el 26 de setiembre de 1996. En octubre del año siguiente proclamaron el Emirato de Afganistán, que sustituía a la República, para destacar el carácter islámico de su régimen. En 1998 lograron controlar la zona del norte de Afganistán y obligaron a sus adversarios (reunidos en la Alianza del Norte) a replegarse en una estrecha franja fronteriza. Los talibanes son sunitas ultraconservadores que detestan a los chiitas. Su interpretación restrictiva y oscura de la sharia los lleva a rechazar toda forma de debate u oposición. Su triunfo militar, sumado a la porosidad de las fronteras afganas, preocupó a las repúblicas musulmanas de Asia Central, que en general apoyaron a la Alianza del Norte. El gobierno iraní movilizó tropas hacia la frontera con Afganistán y denunció el apoyo que Paquistán estaba prestando al nuevo régimen. En el juego de alianzas y oposiciones pesaban razones políticas pero también motivos religiosos: Irán tiene una fuerte mayoría chiita, mientras que las tres cuartas partes de los pakistaníes son sunitas. En el año 1996, Osama Bin Laden volvió a Afganistán tras seis años de ausencia. Su fama venía del tiempo de la ocupación soviética, cuando había reclutado y entrenado a 35 mil combatientes islamistas. También había influido ideológicamente sobre los talibanes, al familiarizarlos con su proyecto panislamista. Tras su retorno, Osama entabló una fuerte relación personal con el jefe supremo de los talibanes, el mullah Omar. La influencia que ejerció sobre él llevó al gobierno afgano a tomar posiciones cada vez más duras contra Estados Unidos, las Naciones Unidas, los saudíes y otros gobiernos musulmanes moderados. El éxito de la prédica de Bin Laden no se debió únicamente a sus antecedentes, sino al contexto que encontró. En agosto de 1990, el Irak de Saddam Hussein había invadido Kuwait. El 17 de enero de 1991, una coalición de 35 países, notoriamente liderada por Estados Unidos, había lanzado un ataque a gran escala contra las fuerzas iraquíes y las había obligado a replegarse hasta los suburbios de Bagdad. La derrota de Irak despertó el sentimiento de humillación latente en las poblaciones musulmanas por su relación desigual con Occidente. Bin Laden y su aparato de propaganda se sirvieron de ese sentimiento para promover su propia causa.
La Guerra del Golfo fue presentada como una cruzada contra el Islam, y la presencia de tropas estadounidenses y otras potencias en el territorio “sagrado” de Arabia Saudita fue considerada un ultraje. La desunión de los países árabes ante el conflicto fue vista como un síntoma de la decadencia política producida por la pérdida de piedad religiosa y por la degradación moral introducida desde Occidente. El Islam pasó a ser un vehículo del nacionalismo árabe. Enormes poblaciones encontraron en él un sentido de pertenencia y una autonomía ideológica que los protege contra el exterior. El propio Saddan Hussein abandonó su panarabismo secularizador, adoptó un lenguaje religioso que nunca había usado y convirtió el conflicto con Estados Unidos (del que había sido aliado) en un acto de defensa del Islam. El presidente norteamericano George H. Bush lo ayudó en la tarea, al usar también él un lenguaje religioso que acentuaba el aire de cruzada. En la segunda mitad de los noventa, Afganistán se convirtió en la expresión más visible del repliegue de las poblaciones árabes e islámicas ante la hegemonía de Occidente, y en el centro de difusión de un feroz antioccidentalismo que a su vez alimentaba el temor hacia el Islam. Pero no fue hasta el año 2001 que Estados Unidos actuó militarmente contra el régimen talibán. Tras los atentados del 11 de setiembre de 2001, el gobierno del mullah Omar se negó a entregar a Bin Laden y a cerrar los campos de entrenamiento de Al Qaeda que funcionaban en el país. El resultado fue una invasión que terminó al menos transitoriamente con el dominio talibán. Pero la victoria militar no mejoró las cosas en Afganistán. Hoy, a cinco años de la huida del mullah Omar, las tropas de la OTAN son hostigadas, las instituciones políticas no se han estabilizado y los talibanes, que por un momento parecieron extinguidos, se están fortaleciendo. Este resurgimiento se debe en parte al clima creado por la nueva invasión que el presidente George W. Bush lanzó contra Irak. Justificada con argumentos que resultaron falsos, opacada por negociados e incapaz de traer alguna consecuencia positiva a un país asolado por la destrucción y la humillación, esa guerra contribuyó a reforzar los reflejos antioccidentales del mundo musulmán. Desde hace treinta años, Afganistán es un país consumido por la guerra. Las estadísticas lo muestran como uno de los más pobres y atrasados del mundo: una esperanza de vida de 46 años, una tasa de mortalidad infantil de 146 por mil y un analfabetismo del 70 por ciento. Es también un puzzle étnico, religioso y lingüístico, y uno de los mayores productores de opio del mundo. Nadie sabe exactamente cómo instalar una paz y una estabilidad que casi nunca existieron.
HISTORIA RECIENTE
El 27 de abril de 1978, el Partido Democrático del Pueblo Afgano, de orientación comunista, dio un golpe de estado en Afganistán. La revolución modernizadora impuesta por el nuevo régimen chocó con una población anclada en la observancia de tradiciones religiosas, culturales y tribales. La reforma agraria y la alfabetización impuestas por los comunistas fueron acompañadas de una dura represión. Muy pronto se multiplicaron las revueltas, organizadas por los partidos religiosos y los jefes tribales. A fines de 1979, el gobierno solo controlaba Kabul y las principales ciudades. Entonces la Unión Soviética decidió intervenir para apuntalar al régimen comunista. La invasión se inició el 27 de diciembre de 1979, apenas meses después del triunfo de la revolución en Irán. La entrada en escena del Ejército Rojo destruyó los equilibrios tribales y condujo a una guerra civil en la que se involucraron países vecinos (sobre todo Paquistán) e indirectamente Estados Unidos. Se iniciaba el último capítulo de la Guerra Fría. La intervención soviética provocó el éxodo de cuatro millones de afganos hacia Paquistán, desde donde se organizó la resistencia. El centro de operaciones estuvo en la ciudad fronteriza de Peshawar, que se convirtió en un punto de atracción del islamismo internacional. En Peshawar se entrecruzaban el dinero saudita, el armamento facilitado por Estados Unidos, el tráfico de drogas destinado a financiar la yihad (guerra santa), los servicios secretos occidentales y paquistaníes, y las grandes organizaciones islamistas. Todos se proponían apoyar a los combatientes afganos (conocidos como mujahidines) en su lucha contra los soviéticos. También llegaban militantes de distintos países, para recibir entrenamiento y sumarse a los combates. Fue allí donde por primera vez adquirió visibilidad la red Al Qaeda. En febrero de 1989, tras acumular una década de fracasos, Mikhail Gorbachov decidió retirar al Ejército Rojo de Afganistán. El país se hundió desde entonces en un conflicto entre “señores de la guerra” que respondían a diversas tradiciones tribales y étnicas. El contrabando, el tráfico de armas y el cultivo de opio fueron las bases de la economía del país. En abril de 1992, el desgaste del gobierno comunista –ya sin el apoyo soviético– y la presión de la guerrilla islamista provocaron la renuncia del presidente Najibullah, que ocupaba el poder desde 1987. Lo sucedió un régimen islamista encabezado por Burhanuddin Rabbani. Pero ni siquiera ese cambio terminó con la guerra civil. A fines del año 1994, los talibanes entraron en escena. El nombre del movimiento se debe a que estaba integrado por talibs, es decir, estudiantes de las escuelas islámicas (madrasas)
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Los talibanes de Afganistán
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Jatamí proponía una política de mayores libertades, fortalecimiento de la sociedad civil, desarrollo económico equitativo y política exterior moderada. Este programa resultaba muy popular entre los jóvenes y estudiantes, entre las mujeres, la nueva clase media y las minorías religiosas y étnicas, incluidos los sunitas. El holgado triunfo de Jatamí (69 por ciento de los votos, equivalentes a 29,7 millones de votantes) hizo creer que Irán entraría en un período de reformas fundamentales. Y efectivamente, sus primeros pasos fueron en la dirección de reconciliar al Islam con la democracia liberal, al tiempo que impulsaba una política exterior conciliadora. Pero sus políticas generaron una fuerte reacción de parte de los conservadores, y muy especialmente de parte de las autoridades religiosas que controlaban lugares estratégicos en el aparato del estado. Frente a los intentos por ampliar la libertad de prensa y de expresión, se reforzaron mecanismos de control que incluían la censura previa de escritos y discursos por parte de los líderes espirituales del régimen. Una sorda lucha de poder se desarrolló dentro de los órganos de gobierno. En esa lucha todos ganaron y perdieron batallas, pero el resultado global estuvo muy por debajo de los deseos de la mayoría de iraníes que se habían ex-
presado en las urnas. A eso se sumaron nuevas dificultades económicas ligadas al comportamiento del precio del petróleo, al déficit de inversión acumulado en los años anteriores y a la resistencia de los grupos dominantes (clérigos y comerciantes de los bazares) a todo intento de abrir la economía y favorecer la inversión extranjera. Jatamí tuvo algunos logros en política exterior, como el restablecimiento de relaciones diplomáticas con el Reino Unido (que se habían interrumpido tras la condena a Rushdie) y una aproximación a la Rusia postsoviética que le permitió acceder a armamento y tecnología. Pero también enfrentó tensiones con Irak y Turkía, y entró en una espiral de conflicto con Afganistán a partir del momento en que los talibanes tomaron el control. El gobierno estuvo globalmente muy por debajo de las expectativas y la desilusión entre los iraníes se generalizó. El Irán posterior a Jomeini fue un período de marchas y contramarchas políticas, pero en un terreno específico fue una época de avances significativos: la condición de la mujer mejoró de manera notoria. La revolución de 1979 había sido contradictoria en relación a las mujeres. Por una parte, las había estimulado a intervenir en política y a participar en
las movilizaciones. Los líderes religiosos fomentaron la educación de las niñas y también se mostraron favorables a la participación social de las mujeres durante la guerra Irán-Irak. Pero, al mismo tiempo, aprobaron y reforzaron leyes que las postergaban. Por ejemplo, se prohibió que mujeres pudieran actuar como jueces y se las desplazó de numerosos cargos gubernamentales. Muchas mujeres respondieron refugiándose en la vida privada, pero las más educadas siguieron ocupando espacios en terrenos que seguían siendo accesibles, como la enseñanza, la medicina y las artes. En los años siguientes a la muerte de Jomeini, la lucha por los derechos de la mujer involucró a un creciente número de personas y terminó por convertirse en un tema central de la agenda pública. Cada vez más mujeres se atrevieron a condenar instituciones y prácticas discriminatorias como la poligamia, los matrimonios temporales, el libre divorcio para los hombres y la custodia paterna de los hijos. Las puntas de lanza fueron las mujeres que trabajaban en los medios de comunicación y las que ejercían cargos de representación política. Las revistas femeninas publicaban historias de mujeres maltratadas por maridos violentos, que perdían a sus hijos o se suicidaban. Las diputadas llevaban esos temas al
porción de ese dinero haya ido a parar a manos de Bin Laden. La idea predominante es que la CIA desconfiaba de las milicias extranjeras y prefería apoyar directamente a los mujahidines afganos. Cualquiera fuera el grado de cercanía, las relaciones con Estados Unidos se hicieron definitivamente hostiles tras la Guerra del Golfo de 1991. Bien Laden condenó la intervención estadounidense, denunció la presencia de tropas occidentales en Arabia Saudita como una profanación y multiplicó los llamamientos a derrocar a la monarquía saudí, los viejos amigos de su infancia. En 1991 dejó Arabia Saudita para instalarse en Sudán, donde vivió durante cinco años. En 1993 perdió la ciudadanía saudí. En 1996 se estableció en Afganistán, junto a su familia y un número indeterminado de seguidores. Inmediatamente estableció una relación de amistad con el principal jefe de los talibanes, el mullah Omar, a quien entregó una de sus 13
entrenamiento. En el correr de los años siguientes llegó a reclutar cerca de 35 mil combatientes provenientes de 40 países, que fueron entrenados en campos situados en la frontera con Pakistán. La base de datos que organizó y los circuitos financieros que montó para sostener sus actividades fueron el embrión de Al Qaeda, que fundó en 1988 con veteranos de la guerra de Afganistán. Se ha especulado mucho sobre los vínculos entre Bin Laden y la CIA durante la guerra de Afganistán. Es indudable que la agencia participó activamente en el conflicto, al punto de volcar en ese escenario unos tres mil millones de dólares. Pero no existen pruebas de que alguna
hijas en matrimonio. Ese mismo año el presidente Clinton autorizó a la CIA a emplear todos los medios a su alcance para eliminarlo. Al Qaeda se fijó como objetivo la guerra santa contra Estados Unidos y sus aliados en Oriente Medio. En 1998 se produjeron los atentados contra las embajadas norteamericanas en Nairobi y Dar es Salam, en los que murieron 263 personas. En octubre del año 2000 se produjo en Adén el ataque contra el crucero US-Cole, que causó 17 muertos. Todas estas acciones son atribuidas a Al Qaeda, aunque quedaron opacadas por los ataques a las Torres Gemelas y al Pentágono el 11 de setiembre de 2001, en los que murieron cerca de tres mil personas.
Irán hoy El Irán de la actualidad se parece muy poco al que existía antes de la revolución. En primer lugar, se ha producido un importante crecimiento demográfico: los 33,7 millones de 1976 son hoy 70 millones. La década de mayor crecimiento fue la de la revolución: el crecimiento medio anual entre 1976 y 1986 fue del 3,1 por ciento, contra un 2,7 por ciento de la década anterior y un 2 por ciento de la siguiente. El crecimiento demográfico pro-
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Nació en 1957 en Jeda, Arabia Saudita. Es uno de los 54 hijos (con 11 esposas diferentes) del jeque Mohamed Bin Laden, un gran contratista de origen yemení que hizo una inmensa fortuna gracias a sus relaciones con la familia real saudí. Osama tuvo una educación a cargo de profesores privados, vivió rodeado de lujos y alternó con los hijos de la realeza. Su padre murió en un accidente de helicóptero en 1968. Poco después, con solo 13 años, Osama heredó 80 millones de dólares (se estima que actualmente tiene unos 300 millones). Estudió en la Universidad de Jeda, de la que egresó en 1979 con un título de ingeniero. Enseguida se unió al plantel de ingenieros de sus propias empresas y participó en el mundo de los negocios. Hay fotos que lo muestran en los boxes de las carreras de Fórmula Uno, junto al corredor argentino Carlos Reutemann. Eran los tiempos en los que sus dólares financiaban al equipo Williams. Pero desde sus años en la universidad había otro interés en su vida. Uno de sus profesores, Sheij Abdala Azam, había influido fuertemente sobre él. Era un hombre con convicciones islamistas radicales, que quería liberar al mundo islámico de la dominación extranjera y reclamaba el retorno de la juventud musulmana a los fundamentos de la fe. Probablemente como reacción al acuerdo de paz entre Egipto e Israel firmado en setiembre de 1978, Osama empezó a volcarse hacia la religión. En 1979 estalló la revolución islámica en Irán, y en diciembre de ese año los soviéticos invadieron Afganistán. Al año siguiente, Osama abandonó su vida de empresario para sumarse a la yihad (guerra santa) contra los invasores soviéticos. Su tarea consistía en reclutar guerrilleros no afganos que estuvieran dispuestos a combatir en Afganistán, armarlos y darles
HISTORIA RECIENTE
Osama Bin Laden
Parlamento. La relación con mujeres de otros países, gracias a la participación en conferencias internacionales, contribuyó a estimular la movilización y a hacer más públicas las reivindicaciones. La acción organizada de las mujeres produjo cambios importantes en el correr de los años ochenta. Sucesivas decisiones legislativas limitaron el derecho del marido a prohibir que su esposa desempeñe un trabajo específico y crearon un nuevo contrato matrimonial en el que se contemplaba el mal comportamiento del marido como causa de divorcio. Cada vez más mujeres recibían educación (en 1991, el 30 por ciento de los estudiantes universitarios eran mujeres) y eso las hizo más sensibles ante la pérdida de sus derechos. Muchas mujeres se convirtieron en exitosas empresarias o se dedicaron a profesiones muy visibles. Muchas otras volvieron a buscar oportunidades en el mercado de empleo. Los períodos de endurecimiento del régimen (que obligaron a limitar el discurso a los parámetros islámicos) trasladaron la discusión a la órbita religiosa. Algunas mujeres aprendieron con maestría las técnicas de argumentación islámica y encontraron argumentos teológicos para defender su causa. Las interpretaciones reformistas del Islam no eran nuevas, pero en Oriente Medio no habían sido adoptadas por los clérigos educados en la tradición ni por las propias mujeres. Eso empezó a cambiar gradualmente y tuvo impacto más allá de las fronteras de Irán. La defensa de los derechos de la mujer dio lugar a una cooperación sin precedentes entre grupos dispares: detrás de esta causa se agruparon mujeres religiosas y seculares, hombres no religiosos y clérigos reformistas. Claros referentes del movimiento secularizador, como la abogada y activista Mehrangiz Kar, la jurista Shirin Ebadi o el director de cine Tahmineh Milani, aparecieron escribiendo en revistas para mujeres de orientación islámica. Una convergencia de esta clase no tenía precedentes en el país. Pero todo debió ser hecho de manera prudente y eligiendo cuidadosamente las palabras.
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fundizó la tendencia al rejuvenecimiento de la población: desde hace algo más de diez años, la mayoría de los iraníes tiene menos de 18 años. Tras la muerte de Jomeini también volvió a intensificarse el proceso de urbanización: la población urbana pasó de 47 por ciento en 1976 al 61 por ciento en 1996. La revolución facilitó el acceso de la población urbana a la educación: la tasa de alfabetización pasó del 59 por ciento en 1976 al 79 por ciento en 1991, pese al aumento de la población. Entre las mujeres, la alfabetización pasó del 36 al 67 por ciento. El número de estudiantes universitarios pasó de 154 mil en 1976 a más de 500 mil en 1991. En contrapartida, la calidad de la enseñanza y el nivel medio de los diplomados sufrió un descenso. También mejoró el acceso a algunos servicios esenciales: en el año 2001, el 82 por ciento de los hogares disponía de energía eléctrica y el 72 por ciento tenía agua corriente. Pero las desigualdades sociales persisten hasta hoy y los desposeídos siguen siendo mayoría. Mientras tanto, las nuevas clases acomodadas (ulemas, grandes comerciantes de los bazares, intelectuales, profesionales liberales) disfrutan de ventajas similares a las que antiguamente disfrutaba la elite que rodeaba a Reza Pahlevi. Tal como ocurría en tiempos del sha, el mejor camino que tienen los iraníes para mejorar sus condiciones de vida es el cultivo de las relaciones políticas. Irán es hoy un país más joven, más urbanizado y con mayor acceso a la educación y otros servicios por parte de las clases populares. Pero la economía sigue siendo poco diversificada y excesivamente dependiente de los hidrocarburos: en 1974, el 97 por ciento de las exportaciones eran ventas de petróleo; en 1996, la cifra solo había descendido al 87 por ciento. El populismo económico implantado por la revolución (que sustituyó con subvenciones las reformas sociales que no hizo) favoreció el clientelismo político y desalentó las iniciativas empresariales autónomas. La legislación iraní y el aislamiento vivido durante años no
historiareciente
El islamismo en los años ochenta y noventa siglo XX, pasaron brutalmente de dominadores a dominados. Los islamistas han sabido transmitir a unas poblaciones desmoralizadas que hubo un pasado en el que el Islam fue exitoso y creativo. Con ello devuelven algo de la confianza perdida a una población que pasó a engrosar las filas del tercermundismo y la emigración. Otro rasgo específico, que estuvo presente a lo largo de los trece siglos en los que el Islam mantuvo su unidad política (desde sus orígenes hasta la supresión del Califato en 1924), es el modo en que se debe juzgar a un gobernante: lo que importa no es tanto la forma en que El crecimiento de los grupos islamistas fue alenaccedió al poder, sino el modo en que lo ejerce. tado por el triunfo de la revolución en Irán, pero El principio de legitimidad se basa en el justo tiene como causa profunda el fracaso de los moejercicio del gobierno de acuerdo con los prindelos poscoloniales en el ámbito musulmán. Ante cipios del Islam. Los Doctores de la Ley son los un mundo que se volvía incierto y excluyente, el encargados de verificarlo. En consecuencia, la retorno a los valores religiosos y la búsqueda oposición política siempre se ejerció por la vía de la autenticidad cultural operaron como un de la deslegitimación religiosa. El mal monarca refugio colectivo. Pero las particularidades del es aquel que se desvía del verdadero Islam y movimiento solo se entienden si se tienen en aleja a los fieles del mensaje original. Esta cuenta algunos rasgos específicos del Islam. concepción sigue condicionando hasta hoy las A diferencia de lo que ocurrió con el cristiamaneras de hacer política. nismo, el islamismo nació como una estructura El islamismo aportó a unas generaciones político-religiosa. Mientras el cristianismo se que se inseguras de suposcomunista. lugar en el munVáklav Havel: escritor, disidente, primer presidente desentían la Checoslovaquia sumó al estado creado por los romanos, el do y amenazadas por el desarrollo avasallador islamismo creó su propio estado: la condición de Occidente, un lenguaje que les permitía rede musulmán es inseparable de una ciudadanía apropiarse de su cultura y reconciliarse con ella. común entendida como pertenencia a una comuAl mismo tiempo supo presentarse como una nidad político-religiosa (la Umma). oposición política que formulaba sus ataques en El concepto de nacionalidad territorial, un lenguaje convergente con la tradición. Esta importado muy recientemente desde Occidencombinación les permitió desplazar fácilmente te, sigue siendo una idea mal asimilada. Para a fuerzas políticas modernizadoras con escaso las poblaciones musulmanas, la pertenencia arraigo social. islámica es una identidad que da al individuo el Pero no es solo contra la modernización sentido de sí mismo. En tiempos de crisis, este que se manifiesta el islamismo, sino ante todo sentimiento aflora con facilidad. contra las minorías que se beneficiaban de ella Otro factor decisivo es el carácter triunen forma excluyente. La propuesta de reislamifante y dominador que tuvo el Islam desde su zación es atractiva porque incluye una promesa nacimiento hasta la decadencia y fragmentación de inclusión social. No está claro cómo podrá del Imperio Otomano. Esta memoria histórica ha evolucionar el movimiento si esa promesa no pervivido en unos musulmanes que, a lo largo del consigue ser cumplida.
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Una serie de 25 fascículos publicada por el diario El País con el apoyo del Centro de Estudios Jean-François Revel.
Asistente
Dirección de proyecto
Archivo de El País
Pablo da Silveira
Investigación y redacción
Pablo da Silveira Francisco Faig Félix Luna Enrique Mena Segarra Martín Peixoto En el presente fascículo se contó con la participación especial de la Prfa. Susana Mangana.
José López Fotografías
Diseño gráfico, armado y corrección
Trocadero Publicación
El País
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de España. El crecimiento económico es lento. El promedio de la región para el bienio 1998-99 no llega al 4 por ciento, frente a un 15 por ciento de China, un 8 por ciento de Corea y un 6 por ciento de la India. La venta de petróleo generó dinero, pero no productividad ni conocimiento tecnológico. Además provocó un cambio en la escala de valores de la sociedad: dado que el dinero del petróleo permite comprar cualquier bien y contratar a cualquier experto, se desvalorizaron el conocimiento, la capacidad creadora y el espíritu emprendedor. Existe además una situación de aislamiento cultural. En la segunda mitad de los años
ochenta, en todo el mundo árabe se tradujeron 4,4 libros por millón de habitantes. En el mismo período, en Hungría se tradujeron 519 libros por millón de habitantes, y en España 920. Con la sola excepción de Egipto, en el mundo árabe casi no se estudian otras sociedades. No hay materias equivalentes al orientalismo, que se dictan comúnmente en las principales universidades europeas y norteamericanas. Tampoco es elevada la producción propia. En 1991 se editaron en el mundo árabe 6.500 libros nuevos, lo que equivale al 1,1 por ciento de la producción mundial. Los árabes representan el 5 por ciento de la población mundial. Y la tendencia es decreciente. Los libros editados en todo el mundo árabe en 1996 representan el 0,8 de la producción mundial. El 17 por ciento de esos libros trataban temas religiosos. Además, los tirajes son bajos: para un número potencial de 300 millones de lectores, las ediciones no pasan de mil o dos mil ejemplares. Solo un 0,6 por ciento de los árabes usa Internet, y un 1,2 por ciento tiene una computadora en casa. Los países árabes figuran entre los que respetan menos las libertades individuales. Cinco de ellos se cuentan entre las sociedades menos libres del planeta. Sin embargo, y contra el prejuicio difundido en Occidente, las encuestas de opinión y los estudios comparados muestran que las ideas de libertad y democracia tienen el mismo grado de aceptación que la media mundial. La población de los países árabes solo se diferencia del resto en su postura respecto del papel de las mujeres en la sociedad.
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En el año 2002, la revista estadounidense Time eligió como libro del año un impreso publicado por el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD): el Informe sobre el Desarrollo Humano Árabe. Desde entonces, más de un millón de lectores lo consultaron en Internet. El documento fue elaborado por ciudadanos árabes de distintas profesiones (sociólogos, politólogos, economistas, analistas culturales) y describe una situación preocupante. Los países árabes padecen de estancamiento económico crónico, ausencia de libertades, nivel educacional en caída y un muy bajo desarrollo tecnológico. A diferencia de las interpretaciones que atribuyen las dificultades a la influencia de Occidente, los autores se concentran en los problemas internos: escasa movilidad social, trabas para el desarrollo científico técnico, excesivo peso del estado, ausencia de normas claras, falta de democracia, exclusión de las mujeres. Entre 1980 y 2000, se patentaron en Estados Unidos 370 inventos provenientes del mundo árabe. En esa misma época se patentaron 8 mil inventos israelíes y 16 mil coreanos. El 90 por ciento de las investigaciones científicas se realizan en el campo de la tecnología aplicada (agronomía, alimentación, salud, medio ambiente). Solo un 3 por ciento se lleva a cabo en tecnologías innovadoras como la biología molecular y la informática. Se calcula que, desde el año 1976, se marcharon al extranjero el 23 por ciento de los ingenieros, el 50 por ciento de los médicos y el 15 por ciento de los científicos naturales formados en los países árabes. Entre 1998 y 2000 emigraron unos 15 mil médicos. Contra la imagen que se tiene en Occidente, el informe describe a los países árabes como países con dificultades económicas. El producto bruto del conjunto es de 604 mil millones de dólares, lo que es apenas un poco más que los 559 mil millones
HISTORIA RECIENTE
La cultura islámica hoy
contribuyeron a atraer la inversión extranjera. Tampoco ayudó en este terreno el embargo comercial de Estados Unidos, fundado en la sospecha de conexiones entre el gobierno iraní y distintas organizaciones terroristas. Pero las dificultades económicas del régimen no pueden atribuirse a factores externos. Una ilustración de las dificultades creadas internamente son las fundaciones que nacieron en los primeros años de la revolución para administrar los recursos expropiados a la familia del sha y a la antigua elite política. Esas fundaciones existen hasta hoy y administran el 40 por ciento del producto bruto. Dirigidas por miembros de las nuevas elites políticas, esas organizaciones gozan de exoneraciones y privilegios que distorsionan la actividad económica. Como son organismos públicos no estatales, escapan al control del gobierno y usan sus recursos con total discrecionalidad. El sistema clientelar que nació en torno a ellas produjo una hipertrofia del sector terciario, que pasó de ocupar al 25 por ciento de la población activa en 1966, a ocupar el 46 por ciento en 1990. La reorientación económica y política emprendida tras la muerte de Jomeini agudizó las tensiones dentro del grupo gobernante y alimentó el conflicto entre unos sectores religiosos muy radicalizados y nuevos dirigentes políticos más pragmáticos y moderados. Los líderes religiosos siguen teniendo una influencia institucional muy importante, que les es otorgada por la propia Constitución, pero los políticos pragmáticos son necesarios para enfrentar problemas como una deuda externa de más de 30 mil millones de dólares, el embargo comercial de Estados Unidos, la falta de inversiones extranjeras, las oscilaciones en el precio del petróleo y el problema kurdo, que tiene bases reales pero al mismo tiempo es alimentado por servicios secretos extranjeros y países vecinos. Para complicar todavía más las cosas, el ataque a las Torres Gemelas provocó cambios en las relaciones internacionales. Irán ayudó a Estados Unidos en Afganistán, porque tenía un enemigo común en los talibanes. Esto abrió nuevas posibilidades de cooperación que fortalecían a los sectores políticamente moderados. Pero esa perspectiva se estropeó cuando, para sorpresa de los iraníes, el presidente George Bush, en un famoso discurso hecho en enero de 2002, incluyó a Irán junto a Irak y Corea del Norte en lo que llamó “el eje del mal”. El argumento de la administración Bush fue que Irán tenía un pasado reciente de apoyo a grupos terroristas y que estaba haciendo esfuerzos por acceder a armamento
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nuclear. La dirigencia iraní contestó que aspiraba a desarrollar tecnología nuclear con fines pacíficos y se mostró dispuesta a recibir inspecciones. Para neutralizar su imagen de aliado con el terrorismo, el gobierno extraditó a varios miembros de Al Qaeda para que fueran juzgados en Arabia Saudita. Pero nada de eso impidió que el torpe movimiento de la administración Bush debilitara al ala pragmática del gobierno. Los episodios que se desarrollaron a partir del 11 de setiembre de 2001 ayudan a entender la victoria alcanzada por el conservador Mahmud Ahmadineyad en las elecciones presidenciales de 2005. Todos los pronósticos, dentro y fuera de Irán, daban como ganador al ex presidente Hashemi Rafsanyani, de perfil más centrista. Pero la insatisfacción acumulada por muchos reformistas durante la anterior gestión de Rafsanyani y el enrarecimiento de la situación internacional contribuyeron al triunfo de un candidato que representaba una clara marcha atrás en materia de apertura y flexibilización. Los resultados electorales mostraron que el sentimiento popular contra los clérigos conservadores está todavía más vinculado a cuestiones económicas y a las denuncias de corrupción que a una defensa principista de la libertad. También es posible que los votos logrados por Ahmadineyad hayan reflejado preocupación ante lo que se percibía como una situación de debilidad en política internacional: Irán se enfrentaba a otros musulmanes (como los talibanes afganos) pero al mismo tiempo era amenazado por Estados Unidos. Muchos iraníes sintieron que eran los siguientes en la lista a ser atacados, y eso contribuyó a crispar los sentimientos nacionalistas.
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Por Susana Mangana
población de musulmanes (1,6 millones) y con leyes que pretenden amparar a las minorías. Pero el fenómeno de la desterritorialización del Islam afecta a otros países como Holanda, Francia, Alemania o más recientemente España. Las estadísticas de población musulmana en Europa, tanto de ciudadanos nacidos en territorio europeo que profesan esta fe como inmigrantes musulmanes legalmente establecidos, obligan a la reflexión sobre una nueva identidad europea que necesariamente ha de reflejar el componente islámico. Antes Europa necesitaba mirar hacia la otra orilla del Mediterráneo para encontrar el Islam. Ahora, los defensores de la Umma islámica global (la nación islámica sin fronteras) convocan a los jóvenes inadaptados a imponer los cánones islámicos allí donde se encuentren. Un problema semejante solo podrá solucionarse si los líderes europeos, además de ponerse de acuerdo entre sí, buscan canales de entendimiento con sus pares de los países árabes e islámicos. El desafío también existe para los líderes de asociaciones e instituciones islámicas en Europa, que deberían romper con la tutela ejercida por regímenes islámicos que defienden una interpretación rigorista de la fe y formular un Islam amparado en la modernidad, que sea compatible con los valores universales del derecho, la razón y la democracia. Los líderes occidentales deben renunciar a su modelo paternalista de resolución de conflictos con otras culturas. Los líderes religiosos de las colectividades sunní y chií deben enfrentar los asuntos que están en el epicentro de la controversia con Occidente: la explotación fácil del término yihad por parte de grupos que no representan el Islam mayoritario y pacífico, la cuestión de la violación
de derechos humanos en el mundo islámico, la negativa de algunos dirigentes políticos y religiosos para implementar el recurso moderador de la reflexión o interpretación, llamado ijtihad. De hacerlo así, contribuirán a la adaptación de las enseñanzas islámicas a los tiempos actuales, dejando sin efecto la discusión estéril sobre modernidad y tradición. Mientras no exista este compromiso mutuo seguirán los ataques, porque no se ha intentado atacar el problema de raíz sino los síntomas de la enfermedad. Para lograr algún éxito también es impostergable abandonar el discurso sobre el choque de civilizaciones o la guerra de religiones, que recupera el fantasma de las Cruzadas. Si se tratara de una guerra entre religiones, los grupos terroristas ya habrían atacado el Vaticano o la Abadía de Westminster. Han demostrado tener los medios tecnológicos y las agallas necesarios para hacerlo. Sin embargo, los blancos del 11 de setiembre fueron principalmente símbolos económicos y de poder en Estados Unidos, y los ataques en Europa golpearon a la población civil. El discurso de los terroristas islámicos invoca rutinariamente a Dios y a nociones abstractas como el bien y el mal. Lo mismo hacen, curiosamente, las principales figuras políticas de Estados Unidos. Pero el conflicto gira en torno a modelos de organización de la sociedad. Los islamistas rechazan un modelo occidental que, a sus ojos, ha generado pobreza, desigualdad, exclusión e inseguridad. Los occidentales temen que cualquier modificación a ese modelo termine con la tolerancia, la libertad y el derecho a vivir en paz. El desafío es gigantesco para todos. Pero, hasta ahora, sobran palabras y falta acción.
Susana Mangana. Española. Licenciada en Filología Árabe y Economía por la Universidad de Londres. Doctorando e Investigadora en la Universidad Autónoma de Madrid. Responsable de la Cátedra Permanente de Islam y Mundo Árabe en la Universidad Católica del Uruguay. Profesora de Estudios Árabes e Islámicos en el Instituto Artigas del Servicio Exterior, ANEP y diversas instituciones académicas uruguayas. Publica artículos de su especialidad en distintos medios.
PRÓXIMO FASCÍCULO
18/25 Uruguay: del fin de la guerra a 1958
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[...] Para lograr algún éxito también es impostergable abandonar el discurso sobre el choque de civilizaciones o la guerra de religiones, que recupera el fantasma de las Cruzadas. Si se tratara de una guerra entre religiones, los grupos terroristas ya habrían atacado el Vaticano o la Abadía de Westminster.
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Cada vez que se desbarata un atentado islamista en Europa, se reavivan las llamas de la hoguera de las civilizaciones. Los ciudadanos europeos aún conservan en su memoria las imágenes de los atentados de Madrid (2004) y Londres (2005), cuyo impacto en la opinión pública local fue superior al que causó el derrumbe de las Torres Gemelas en 2001. Es que los atentados de Londres revelaron una fragmentación de la sociedad que los británicos no sospechaban. Quienes atentaron contra las Torres Gemelas eran extranjeros, ¿pero cómo explicar que jóvenes musulmanes nacidos y educados en Gran Bretaña atentaran contra compatriotas suyos? Tanto el modus operandi como el móvil de los ataques coincidían con los de Madrid, pero los atentados de Londres introdujeron una novedad que modificaba el perfil elaborado de los suicidas islamistas. Los jóvenes suicidas de Londres eran aparentemente ciudadanos bien adaptados. Pero esa fachada de falsa normalidad escondía un rasgo cada vez más notorio entre los inmigrantes musulmanes: la marginalidad, entendida como una doble exclusión respecto de sus sociedades de origen (sea la paquistaní o la somalí) y de la sociedad adoptiva (sea la británica o la francesa). Este mismo desgarro interno fue el que produjo a principios del siglo XX los movimientos de liberación nacional que recorrieron el mundo árabe. Aquel antecedente histórico ayuda a entender por qué estos jóvenes que asistieron a escuelas probablemente laicas y compartieron un pupitre con otros jóvenes británicos, decidieron volcarse un día a la religión de sus antepasados. Jóvenes que habían vivido mil veces la experiencia de sentirse diferentes (respecto de la cultura de sus padres, respecto de la cultura que los rodeaba) sacaron una conclusión que tiene su lógica: “Ya que me hacen sentir diferente, voy a potenciar esa diferencia, a estar orgulloso de ella y a mostrar lo que podemos hacer con ella”. No es coincidencia que las familias de estos suicidas aseguren después de los atentados que ni siquiera sospechaban que sus hijos estuvieran interesados en la religión. Gran Bretaña aparece como la punta del iceberg, porque es un país con una alta
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CONTRATAPA
Europa o la desterritorialización del Islam
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1940 | 1950 | 1960 | 1970 | 1980 | 1990 | 2000
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agosto ‘07
25 FASCÍCULOS
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LA ECONOMÍA URUGUAYA DESPUÉS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
EL COLEGIADO Y LA VICTORIA BLANCA
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DESDE HIROSHIMA A LAS TORRES GEMELAS
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Uruguay: del fin de la guerra a los gobiernos blancos
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ÍNDICE DEL FASCÍCULO
Uruguay al final de la Segunda Guerra
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RECUADROS ¿CÓMO SE PODÍA REFORMAR LA CONSTITUCIÓN DE 1934? P. 9 / EL ATENTADO DEL CINE TROCADERO P. 11 / ARGENTINA Y URUGUAY: UN SIGLO DE TENSIONES Y REENCUENTROS P. 13 / LUIS ALBERTO DE HERRERA P. 14 / LUIS BATLLE P. 15 / LA REFORMA MONETARIA Y CAMBIARIA VISTA POR SU CREADOR Por Juan Eduardo Azzini P. 17 / LA COMISIÓN DE INVERSIONES Y DESARROLLO ECONÓMICO Por Adolfo Garcé P. 18 / BIBLIOGRAFÍA P. 19 / CONTRATAPA. FRANCISCO FAIG GARICOÏTS: LECCIONES DE UN URUGUAY ENSIMISMADO P. 20.
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Cabildo ruralista en la Plaza Independencia: acumulando fuerzas para el triunfo de 1958.
El Uruguay de fines de la Segunda Guerra Mundial era un país pacífico y más estable que muchos otros de la región, pero no estaba libre de problemas. Pese a que los años treinta y cuarenta son recordados como una época de oro, ya entonces se insinuaban dificultades que se agravarían con el paso del tiempo. Políticamente, las guerras civiles habían quedado atrás y las libertades se ejercían de manera más amplia que en otros países latinoamericanos y europeos. Pero también es verdad que hubo dos golpes de estado en menos de
una década (1933 y 1942) y que el país aprobó tres constituciones diferentes en 18 años. El orden institucional era permanentemente afectado por los acontecimientos políticos. En lo económico, el país había optado por un intervencionismo y un dirigismo estatal tan intensos que paralizaban la capacidad productiva y bloqueaban todo proceso de innovación. Sostenido casi exclusivamente por los recursos que generaba el agro, el Uruguay de esa época generó empleo, distribuyó bienestar y construyó una sociedad integrada. Pero los métodos que utilizó para hacerlo (crecimiento acelerado de la administración pública, encierro
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INTRODUCCIÓN
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El “Che” Guevara y el caudillo blanco Eduardo Víctor Haedo toman mate en Punta del Este (1961). La conversación fue sobre Aparicio Saravia.
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1945.~
[...] Conocer las fragilidades de aquella época es necesario para entender por qué, llegados los años sesenta, ese pacífico Uruguay se hundió en una espiral de inestabilidad y violencia. Y recordar los desaciertos de cada uno de los actores es importante para entender que nuestros males
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de fronteras puede ser sicológicamente confortable, pero no nos ayuda a aprender.
económico, abuso de los monopolios y de los subsidios para sostener una industria incapaz de competir) atentaban desde el principio contra la viabilidad del proyecto. Lo peor fue que, cuando las señales de alarma empezaron a encenderse, los uruguayos nos resistimos a verlas. En lugar de buscar nuevos caminos de desarrollo, nos aferramos a las conquistas del pasado. Así llegaría un día en el que nos descubriríamos sin conquistas ni desarrollo. Conocer las fragilidades de aquella época es necesario para entender por qué, llegados los años sesenta, ese pacífico Uru-
guay se hundió en una espiral de inestabilidad y violencia. Y recordar los desaciertos de cada uno de los actores es importante para entender que nuestros males son en buena medida obra nuestra. Buscar culpables fuera de fronteras puede ser sicológicamente confortable, pero no nos ayuda a aprender. Si no queremos repetir errores, es imprescindible analizar con lucidez y coraje lo que hicimos mal nosotros mismos.
Luis Alberto de Herrera
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son en buena medida obra nuestra. Buscar culpables fuera
de importación aunque tuviera que pagar enormes impuestos. Pero, desde 1931, el BROU era el único comprador legal de los dólares que obtenían los exportadores y el único vendedor de los que necesitaban los importadores. Si el Banco le negaba a alguien la autorización para importar (y consiguientemente no le vendía los dólares) no había ninguna manera legal de introducir nuevos productos en el país. La misma mentalidad condujo a otras dos medidas que se tomaron en octubre de ese año: la creación de ANCAP y la monopolización de la telefonía en manos del estado (en las décadas previas, varias compañías privadas brindaban el servicio). En 1932 se agregó el control estatal monopólico del puerto de Montevideo, que es la única de estas medidas que ha sido revertida desde entonces. Los mayores controles y el aumento del estatismo no permitieron superar la crisis. De hecho, solo contribuyeron a acrecentar el número de empleados públicos (que pasó de 30 mil en 1930 a 52 mil en 1932), a aumentar el gasto del gobierno y a quitarle dinamismo al comercio exterior. Muy pronto estalló el conflicto político. En aquella época regía la Constitución de 1918, que había introducido lo que se llamaba un “Poder Ejecutivo bicéfalo”: las tareas ejecutivas se dividían entre el presidente de la
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EL FIN DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL encontró a Uruguay en un momento de recuperación democrática y encierro económico. Los años anteriores habían sido dif íciles y conflictivos, hasta el punto de conducir a dos golpes de estado en menos de una década. La democracia se había restablecido de manera gradual pero, contra lo que suele creerse, la guerra no había traído mayor alivio a la economía. Las dificultades habían empezado a principios de los años treinta, cuando el país fue sacudido por la gran crisis del comercio mundial que siguió al derrumbe financiero de 1929. Entre 1930 y 1931, las exportaciones uruguayas cayeron un 30 por ciento. Entre 1931 y 1932 se redujeron un 20 por ciento adicional. La contracción generó una caída de los ingresos públicos y un aumento de la desocupación. La crisis reforzó los reflejos proteccionistas del país, que ya se caracterizaba por un alto intervencionismo estatal y el férreo control del comercio exterior. En mayo de 1931 se introdujo el contralor del mercado cambiario y de la emisión. El mecanismo otorgaba al Banco República el monopolio de las operaciones de compra y venta de moneda extranjera, lo que le daba un dominio casi total de las importaciones. Antes de esa fecha, un particular podía iniciar un negocio
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Uruguay al final de la Segunda Guerra
República (que básicamente se ocupaba de la seguridad interna y las relaciones exteriores) y un Consejo Nacional de Administración que se encargaba de gestionar la economía. Gabriel Terra, que había asumido como presidente en marzo de 1931, era un duro crítico de este esquema. Cuando los problemas se agravaron, también lo hicieron sus críticas: “Hay muchos organismos administrando y nadie gobernando el país”. Esa actitud lo llevó a tener choques cada vez más frecuentes con el ala batllista de su propio partido (el presidente Terra era colorado), que tradicionalmente había sido favorable al Poder Ejecutivo pluripersonal. El conflicto entre las dos alas del partido de gobierno fue visto como una oportunidad por Luis Alberto de Herrera, el principal caudillo blanco. Las diferencias institucionales, sumadas a discrepancias en torno al ritmo y a la orientación de las reformas sociales, llevaron a Terra a romper primero con su partido y luego a disolver el Parlamento en marzo de 1933. El golpe condujo al suicidio del ex presidente colorado Baltasar Brum, que se disparó un tiro en la puerta de su casa. El gesto de Brum puso a la opinión pública en contra de un golpe de estado que hasta ese momento había sido incruento. También dañó la imagen de un presidente que, como haría cuarenta años después Juan María Bordaberry, había empezado como gobernante constitucional para convertirse luego en gobernante de facto. La dictadura de Terra aplicó la censura, encarceló a opositores y envió a dirigentes políticos al exilio. Fue asimismo responsable de otras muertes, como la del dirigente colorado Julio César Grauert (baleado por la policía en octubre de 1933) y las de algunos combatientes de una revolución fallida que estalló en 1935. Pero el grado de represión fue muy inferior al que se conocería en los años setenta, y las características del régimen no se parecieron en nada a las que luego exhibiría la dictadura de Bordaberry. Terra no se apoyó en los militares, que se mantuvieron ajenos al quiebre institucional, sino en una alianza política integrada por una fracción de su propio partido (el ala “riverista” del Partido Colorado) y por el caudillo blanco Luis Alberto de Herrera. El presidente golpista tampoco se propuso grandes cambios en la orientación general del gobierno. Su principal objetivo era retornar a una Constitución presidencialista, cosa que logró al año siguiente. Luego introdujo algunos cambios en la política económica, principalmente en beneficio del
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sector agropecuario. Pero Terra mantuvo en esencia el enfoque estatista y proteccionista de la etapa anterior. En su diagnóstico, los problemas del país se debían al bloqueo político y no a la política económica. En 1934 Terra consiguió aprobar mediante plebiscito una nueva Constitución. El texto resultaba de un acuerdo con Herrera y no se parecía demasiado a lo que podía esperarse de un presidente golpista. Como resultado de la compleja negociación que lo hizo posible, el nuevo texto dio rango constitucional al derecho de huelga y otros derechos sociales (lo que era una novedad en América Latina) e introdujo la responsabilidad civil del estado, es decir, la obligación estatal de indemnizar a los particulares en el caso de perjudicarlos indebidamente. Desde el punto de vista de la organización del gobierno, la nueva Constitución trajo tres novedades importantes. En primer lugar, volvía a instalar un Poder Ejecutivo unipersonal con el objetivo de dotarlo de una mayor capacidad de acción. En segundo lugar, y siguiendo una lógica de equilibrios, instalaba varios mecanismos que ponían límites a ese Ejecutivo y lo sometían a control. Parte de esa tarea se ponía en manos de la Corte Electoral (a la que por primera vez se daba rango constitucional), el Tribunal de Cuentas (que fue creado en ese momento) y el Tribunal de lo Contencioso Administrativo (cuya creación era ordenada por el nuevo texto constitucional, aunque la puesta en práctica demoró años). Otro conjunto de límites y mecanismos de control se introducían mediante un procedimiento extraño: imponer cuotas políticas en el gabinete de ministros y en la dirección de los entes autónomos, de modo de asegurar la presencia del segundo partido más votado. En particular, el gabinete debía constituirse con seis ministros del partido que ganara las elecciones y tres del segundo. Por último, el nuevo texto eliminaba la representación proporcional en la cámara alta e introducía el “Senado del medio y medio”: las 30 bancas del Senado se repartirían en cantidades iguales entre los dos partidos más votados. Era una manera de institucionalizar la coparticipación entre los dos grandes partidos, pero asestaba un duro golpe a las fuerzas políticas minoritarias. Fruto de un complejo tira y afloje, la Constitución de 1934 combinaba algunos avances institucionales que se incorporaron a la mejor tradición del país con algunas soluciones injustificables. Terra consiguió hacerla aprobar por algo más de la mitad de los votos, pero su política generó profundas divisiones. Los
Alfredo Baldomir
colorados riveristas lo apoyaban, pero los batllistas se oponían tenazmente. Luis Alberto de Herrera era un aliado, pero el nacionalismo independiente era un enemigo. El quiebre producido en estos años llevaría a introducir la acumulación por lemas partidarios en 1939. En marzo de 1938 se realizaron elecciones presidenciales por primera vez desde 1930. Fueron los primeros comicios uruguayos en los que pudieron votar las mujeres. El triunfador fue el general y arquitecto Alfredo Baldomir, que había sido jefe de Policía y ministro de Defensa de Terra. A pesar de esos antecedentes, Baldomir prometió un gobierno que devolviera la plena normalidad institucional al país. Lo raro fue que, para hacerlo, decidió dar otro golpe de Estado. Baldomir consiguió construir una alianza política con el batllismo y el nacionalismo independiente. También el Herrerismo ocupaba tres cargos en el gabinete, pero eso era impuesto por la nueva Constitución. Durante algún tiempo ambas fuerzas coexistieron, pero progresivamente se fue creando un enfrentamiento. Uno de los motivos de fricción eran las turbulencias políticas generadas por la Segunda Guerra Mundial: la mayoría gubernamental favorecía un franco acercamiento con Estados Unidos, mientras Herrera defendía una política de neutralidad. La posibilidad de que se instalaran bases militares estadounidenses en suelo uruguayo generaba una fuerte resistencia en el caudillo blanco, que estaba más preocupado por la influencia norteamericana en América
Latina que por la lejana Alemania nazi. Pero el conflicto político tenía una dimensión más local y trascendente para el país: Baldomir se proponía desmontar el andamiaje institucional construido por Terra (muy especialmente, el “Senado del medio y medio”), en tanto Herrera quería preservarlo. Las razones de Herrera eran claras: en un país donde el Partido Nacional no parecía tener posibilidades de llegar al gobierno, la Constitución de 1934 le daba a los blancos una real capacidad de incidir. Las razones de Baldomir para querer cambiar también eran fuertes: con tres ministros blancos en un gabinete de nueve miembros, y con la mitad de los senadores en manos del Partido Nacional, su gobierno estaba permanentemente enfrentado a desgastantes negociaciones y bloqueos. A principios de 1941 se consumó la ruptura entre ambos líderes. El detonante ocasional fue la elección de un nuevo presidente para la Cámara de Diputados: los herreristas votaron un candidato distinto del preferido por Baldomir y éste reaccionó expulsando a los tres ministros herreristas del gabinete. A partir de ese momento, el gobierno empezó a funcionar fuera de lo establecido en la Constitución vigente y el Herrerismo empezó a acusarlo de ilegitimidad. Baldomir se propuso aprobar rápidamente una nueva Constitución y, en octubre de 1941, convocó a una junta consultiva presidida por el Dr. Juan José de Amézaga. La tarea encomendada consistía en elaborar un proyecto sustitutivo del texto de 1934. En los trabajos participaron delegados de todos los partidos, excepto herreristas y comunistas. Pero, una vez elaborado el texto, había que aprobarlo. Y la Constitución de 1934 establecía tres maneras de iniciar el proceso: la primera requería la firma del 20 por ciento de los inscriptos en el padrón electoral, la segunda requería una mayoría especial en la Asamblea General y la tercera exigía una mayoría también especial en ambas cámaras del Parlamento. Todas ellas exigían como último paso que el nuevo texto fuera objeto de una consulta popular a realizarse conjuntamente con las elecciones nacionales. Los siguientes comicios estaban previstos para marzo de 1942. El gobierno denunció que las vías previstas en la Constitución bloqueaban toda posibilidad de reforma e intentó flexibilizarlas. Pero la Corte Electoral se opuso a sus planteos. La actitud fue interpretada por Baldomir y sus aliados como una maniobra política, dado que la Corte estaba integrada mayoritariamente por herreristas y seguidores del doctor Eduardo Blanco Acevedo (el principal
1930-1934
cronología
1930
La nueva Constitución terminaba con el régimen de cuotas establecido ocho años antes. El Senado volvió a integrarse según el principio de representación proporcional y el presidente recuperó la capacidad de elegir libremente a sus ministros. También se terminó con el sistema de cuotas en los directorios de los entes autónomos y servicios descentralizados. Pero muchas modificaciones introducidas en la Constitución de 1934 (como los órganos de contralor) fueron conservadas. El mismo día que se votó la reforma constitucional se realizaron elecciones para cargos nacionales y departamentales. El Partido Colorado obtuvo una rotunda victoria, con el 57 por ciento de los votos. El Partido Nacional recibió algo menos del 23 por ciento, más otro 12 por ciento del nacionalismo independiente que, debido a su enfrentamiento con Herrera, votaba fuera del lema. La fórmula ganadora llevaba a Juan José de Amézaga como candidato a presidente y a Alberto Guani para la vicepresidencia.
DEMOCRACIA IMPERFECTA, ECONOMÍA AGOBIADA Los principales episodios de los años treinta y cuarenta arrojan una imagen del Uruguay algo más problemática de lo que suele afirmarse. Percibir este punto es importante para entender la crisis que llegaría después. El orden institucional era frágil, como lo prueban dos golpes de estado en menos de diez años (1933 y 1942). La Constitución no era tratada como una norma fundamental que fijara las reglas de juego por encima de las circunstancias, sino como un instrumento adaptable a las necesidades políticas del momento. Entre febrero de 1934 y febrero de 1943 el país tuvo tres constituciones. Menos de diez años después (en 1952) el orden institucional volvería a cambiar. La tendencia a reformar con frecuencia la Constitución ha sido un rasgo del sistema político uruguayo (y de casi todos los países latinoamericanos) que no contribuye a robustecer la democracia.
Constitución y se eligen miembros del Parlamento.
30 de julio: Uruguay campeón del mundo en fútbol. 1º de marzo: asume la presidencia Gabriel Terra.
18 de mayo: Gabriel Terra asume la presidencia de la República con el nuevo régimen. 1935
28 de enero al 4 de febrero: revolución contra Terra.
1938
27 de marzo: Alfredo Baldomir es electo presidente.
15 de octubre: creación de ANCAP. 1933
31 de marzo: golpe de Estado de Gabriel Terra.
19 de junio: Alfredo Baldomir asume como presidente constitucional. 1939
25 de junio: elección de la Convención Constituyente. 1934
19 de abril: se plebiscita la nueva
8
1934-1940
30 de noviembre: elecciones nacionales. 1931
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Pero el argumento de Baldomir estaba lejos de ser sólido. Era verdad que dos de los tres procedimientos de reforma previstos en la Constitución de 1934 podían ser bloqueados por la bancada herrerista. Pero el primero, que exigía reunir una cantidad de firmas equivalente al 20 por ciento del electorado, estaba perfectamente al alcance del batllismo. El argumento del bloqueo no justificaba que se diera un golpe de estado un mes antes de las elecciones. Existía un mecanismo constitucional viable, y podía ser aplicado de inmediato. Por detrás de lo que parecía un debate sobre cuestiones de procedimiento, había en realidad una cruda lucha política entre Herrera, que quería conservar la influencia ganada en las negociaciones con Terra, y otros sectores (especialmente el batllismo) que querían revertirla. También actuaba el impulso a castigar al líder blanco por haber apoyado el golpe de 1933. El orden constitucional fue una víctima de las pasiones desatadas en ese enfrentamiento. El gran derrotado de la hora fue Herrera. El líder blanco había pagado altos costos políticos por apoyar el golpe de Terra y por haber quedado asociado a una dictadura impopular. Su principal móvil había sido aumentar la influencia política del Partido Nacional. Pero ahora veía desaparecer el orden institucional que había conseguido crear. El momento de debilidad fue aprovechado por sus adversarios, que lo atacaron con dureza. Su defensa de la neutralidad ante el conflicto europeo fue presentada como una posición favorable a la Alemania de Hitler. La consigna “Herrera nazi” empezó a escucharse con frecuencia. Su principal portavoz era un Partido Comunista que, tras el ataque alemán a la Unión Soviética en 1941, había pasado de defender el acuerdo entre Stalin y Hitler a promover “la resistencia al fascismo”. Baldomir gobernó como presidente de facto durante nueve meses, hasta que consiguió aprobar una nueva Constitución el 29 de noviembre de 1942. La reforma tuvo el apoyo del 77 por ciento de los votantes, lo que significó una contundente victoria política.
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rival de Baldomir en la interna colorada). El gobierno propuso entonces incorporar una cláusula especial al proyecto de reforma, que estableciera como único requisito para su aprobación que fuera respaldado por la mayoría de los votantes. Pero Herrera se opuso a esa solución: en el momento de votar una reforma constitucional, lo que está vigente es la Constitución que se pretende cambiar. Los criterios de aprobación deben ser los que esa Constitución establece. Pretender aplicar la nueva cláusula equivalía a dar efecto retroactivo al nuevo texto constitucional, es decir, hacerlo valer desde antes de que fuera aprobado. Rápidamente los ánimos se caldearon. En un acto realizado en el estadio Centenario, Baldomir advirtió que “si el pueblo dice con cifras que quiere la reforma, la reforma se hará”. En respuesta, la bancada herrerista interpeló al ministro del Interior el 20 de febrero de 1942. El debate en el Senado concluyó en las primeras horas del 21 de febrero, con la votación de una moción propuesta por Herrera, Martín Echegoyen y Eduardo Víctor Haedo en la que se manifestaba el repudio “ante tan atentatorias manifestaciones”. Ese mismo día, en un país anestesiado por el verano y el carnaval, Baldomir disolvió el Parlamento, destituyó a la Corte Electoral, depuso al vicepresidente César Charlone y nombró un Consejo de Estado consultivo. El argumento de Baldomir para justificar la ruptura institucional consistía en decir que la Constitución de 1934 no podía ser reformada por canales constitucionales: el amplio peso parlamentario que se había asegurado el Herrerismo le daba poder de veto. El batllismo lo respaldó desde el diario El Día diciendo: “no debemos lamentar que una constitución de origen espurio haya sido derribada por la fuerza”. Los blancos independientes también le dieron su apoyo, hasta el punto de que su líder, Juan Andrés Ramírez, acuñó la expresión “golpe bueno”. También el Partido Comunista lo apoyó. Quienes se habían opuesto al golpe de Terra, respaldaban el nuevo quiebre institucional.
1º de setiembre: inicio de la Segunda Guerra Mundial. 13 de diciembre: batalla de Punta del Este. Hundimiento del Graf Spee.
1940
21 de noviembre: interpelación del senador herrerista
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En el Uruguay de los años treinta y cuarenta no había rotación de partidos en el gobierno. La ausencia de este rasgo típico de las democracias maduras era compensada con mecanismos de coparticipación. Esos mecanismos aseguraban la paz civil y evitaban posibles derivas autoritarias, pero generaban costos importantes. Por una parte, los sistemas de distribución de cargos quitaban ejecutividad a los gobiernos e impedían que las mayorías electorales se tradujeran en cambios de orientación significativos. En segundo lugar, los mecanismos de coparticipación daban garantías e influencia a los partidos mayoritarios, pero perjudicaban a los partidos menores. La búsqueda de entendimientos entre las dos grandes colectividades que habían protagonizado las guerras civiles primaba sobre la exigencia de neutralidad del orden institucional. Esta situación puede comprenderse: a principios de los años treinta, la guerra civil de 1904 estaba más cercana en el tiempo de lo que está para nosotros el golpe de estado de 1973. Pero entender las motivaciones de las soluciones adoptadas no impide percibir sus limitaciones. Sin embargo, los mayores problemas del Uruguay a la salida de la guerra no estaban tanto en el terreno político sino en el económico. Hasta cierto punto ambos planos se influían mutuamente, porque el empleo público era desde hacía décadas uno de los principales instrumentos para construir apoyos políticos. Pero las políticas de la época también se sustentaban en ideas económicas que eran ampliamente aceptadas. El intervencionismo estatal y el proteccionismo comercial se mantuvieron inmodificados a lo largo de los años. Baldomir se distinguió claramente de Terra en el plano político, pero prolongó sus iniciativas en lo económico. El 9 de enero de 1941 se instaló el Contralor de Exportaciones e Importaciones. Desde ese momento, los montos, las procedencias y los destinos de los productos que se exportaban e importaban quedaron totalmente sometidos a la decisión del gobierno.
9 1940-1942
1942
¿Cómo se podía reformar la Constitución de 1934? Artículo 284.– La presente Constitución podrá ser reformada, total o parcialmente, según los siguientes procedimientos: A. El veinte por ciento de los ciudadanos inscriptos en el Registro Cívico podrá plantear la reforma en un proyecto articulado que se elevará a la Asamblea General, debiéndose consultar al pueblo en la elección inmediata. La Asamblea General en reunión de ambas Cámaras, podrá presentar fórmulas sustitutivas, que someterá a decisión plebiscitaria conjuntamente con la iniciativa popular; B. Todo proyecto de reforma constitucional que reúna dos quintos del total de componentes de la Asamblea General, en reunión de ambas Cámaras, será sometido a plebiscito en la primera elección que se realice. En los casos de los incisos A) y B), para que el plebiscito tenga valor aprobatorio, se requerirá que vote por “sí” la mayoría absoluta de los ciudadanos legalmente hábiles para votar. Obtenido ese número de sufragios, la reforma se considerará promulgada; C. La Constitución podrá ser reformada, también, por Leyes Constitucionales que requerirán para su sanción los dos tercios del total de componentes de cada una de las Cámaras, dentro de una misma Legislatura. Las Leyes Constitucionales no necesitarán promulgación del Poder Ejecutivo y entrarán en vigencia inmediatamente después de sancionadas por ambas Cámaras. Sin perjuicio de ello, se someterán a referéndum popular en la primera elección que se realice después de su sanción, estándose a la decisión plebiscitaria, pronunciada por la mayoría de votos emitidos. Cuando las Leyes Constitucionales se refieran a la elección de cargos de carácter electivo, al ser sometidas a plebiscito –simultáneamente se votará para esos cargos por el sistema propuesto y por el anterior– teniendo al respecto carácter imperativo la decisión plebiscitaria.
1943-1950
1942 recomienda a las repúblicas del continente la ruptura de relaciones con el Eje.
1943
1º de marzo: asume Juan José de Amézaga.
1945
21 de octubre: Baldomir convoca a una Junta Consultiva para analizar el proyecto de reforma constitucional. El Herrerismo es excluido.
25 de enero: Uruguay rompe relaciones con el Eje y bloquea los capitales provenientes de los países que lo conforman.
22 de febrero: Uruguay declara la guerra a Alemania y a Japón.
1946
24 de noviembre: elecciones nacionales generales. Tomás Berreta es electo presidente.
7 de diciembre: Estados Unidos declara la guerra a Japón y sus aliados.
21 de febrero: golpe de Estado de Baldomir.
1947
1º de marzo: Tomás Berreta asume como presidente constitucional.
7 de diciembre: Baldomir organiza un acto público en el Estadio Centenario, y centra su discurso en la necesidad imperiosa de reformar la Constitución.
15 de setiembre: muerte de Gabriel Terra.
2 de agosto: muere Tomás Berreta.
29 de noviembre: elecciones generales. Aprobación de la nueva Constitución; Juan José de Amézaga electo presidente.
3 de agosto: Luis Batlle asume como presidente constitucional.
Eduardo Víctor Haedo al canciller Alberto Guani por el proyecto de instalación de bases estadounidenses en el este del país. 1941
La tarea estaba en manos de una comisión honoraria que debía administrar los cupos de importación. El sistema funcionaba del siguiente modo: el Banco República debía realizar cada año una previsión de la disponibilidad de divisas que generarían las exportaciones; la comisión se encargaba de distribuir esas divisas entre los distintos candidatos a importadores. Para tomar sus decisiones, la comisión analizaba los antecedentes de cada empresa: los negocios realizados en el pasado, el número de trabajadores en planilla, los impuestos pagados y otras consideraciones semejantes. El mecanismo establecía un altísimo costo de entrada para cualquier nuevo actor económico. Una empresa recién formada no tenía casi ninguna posibilidad de poner en marcha nuevos emprendimientos productivos porque no podía acceder a los insumos ni a la tecnología. Ni siquiera era posible acceder a cupos de importación no usados por otros empresarios, porque su venta estaba prohibida. Con el comercio de productos importados ocurría algo semejante. La única forma de entrar en el mercado de importaciones era mediante la compra de una empresa con antecedentes en el ramo. Estas medidas buscaban equilibrar la balanza comercial y proteger la industria nacional, pero sus efectos fueron muy diferentes. En primer lugar, tuvieron consecuencias nefastas sobre la competitividad de la economía. Las empresas instaladas no se sentían desafiadas por nuevos competidores y sabían que podrían vender todo lo que importaran en un mercado cautivo. En segundo lugar, el sistema generó empresarios que no desarrollaban las habilidades necesarias para competir en mercados libres, sino para obtener el favor del gobierno. Los beneficios económicos no premiaban a los buenos empresarios sino a los buenos lobbystas. En tercer lugar, un enorme sistema de distribución de prebendas puesto en manos de una pequeña elite de funcionarios estatales creaba las condiciones ideales para el tráfico de influencias y la corrupción.
15 de enero: reunión panamericana de cancilleres en Río de Janeiro. La delegación norteamericana
1950
25 de junio: comienza la Guerra de Corea.
industria protegida. El crecimiento del aparato estatal y de la industria sustitutiva de importaciones aseguraba buenos índices de empleo y sostenía una moderada demanda interna. Pero el crecimiento de la burocracia estatal hizo más atractivo que nunca el empleo público (en lugar de favorecer un desarrollo genuino) y la participación del estado en prácticamente todos los ámbitos de actividad alentó la corrupción. Amézaga terminó su gobierno acosado por escándalos. Las acusaciones involucraban a altos jerarcas de la administración y al entorno familiar del propio presidente. Su hijo y su yerno estaban entre los denunciados, si bien una comisión parlamentaria no encontró pruebas.
1950-1954 16 de julio: Uruguay campeón del mundo en Maracaná.
estableció la jornada de ocho horas en los comercios. También se extendieron las indemnizaciones por despido y se creó el régimen de asignaciones familiares. En 1946 se aprobó el Estatuto del Trabajador Rural, que fijó el salario mínimo rural. Las políticas sociales de Amézaga eran generosas, pero traían dificultades serias. En primer lugar, aumentaban la capacidad de los funcionarios del gobierno de afectar la suerte de los actores económicos. En segundo lugar, generaban costos que afectaban la competitividad de las empresas uruguayas. Para compensar este segundo problema, el gobierno impulsó una política proteccionista centrada en la sustitución de importaciones. La idea básica era dificultar el ingreso al país de bienes producidos en el extranjero, para que éstos fueran elaborados por empresas nacionales. En esos años se inició un atraso tecnológico que se acumularía durante décadas. Las políticas de Amézaga tuvieron éxito en el corto plazo porque se basaron en un esquema sencillo. El agro, beneficiado por los altos precios internacionales, era la principal fuente de ingresos del país. El estado se apropiaba de buena parte de esos recursos para financiar su propia burocracia y subvencionar a la 1955-1959 1955
26 de noviembre: elecciones nacionales. Andrés Martínez Trueba (Lista 15) es electo presidente.
1º de marzo: asume funciones el Consejo Nacional de Gobierno, con mayoría de la Lista 15.
1958
1951
6 de diciembre: plebiscito constitucional y reforma de la Constitución. Se introduce el Colegiado.
30 de noviembre: elecciones nacionales. Triunfa el Partido Nacional.
1959
1952
1º de marzo: asume funciones el primer Consejo Nacional de Gobierno.
1º de marzo: asume el Consejo Nacional de Gobierno, con mayoría herrero-ruralista.
1953
27 de julio: fin de la Guerra de Corea.
1954
28 de noviembre: elecciones nacionales. Triunfa el Partido Colorado.
El 24 de noviembre de 1946 se realizaron elecciones en un clima marcado por la euforia: la profundización de la legislación social, el muy buen nivel de vida alcanzado en las zonas urbanas (que en ese entonces tenía pocos equivalentes en el mundo) y el triunfo de los aliados en la Segunda Guerra, que se había vivido como propio, habían creado una atmósfera de optimismo. Era el Uruguay que se preparaba para festejar el triunfo de Maracaná: satisfecho de sí mismo y desatento a sus fragilidades. En un contexto tan entusiasta, el partido de gobierno era el gran favorito. Sin embargo, el descrédito en el que había caído la administración de Amézaga le había permitido a Herrera recuperarse de la dura derrota de 1942. El líder blanco había sido el principal crítico del gobierno y ahora tenía una oportunidad de cosechar beneficios. El batllismo seguía siendo la fuerza dominante en el Partido Colorado, pero estaba dividido en dos corrientes que chocaban con dureza. De hecho, se trataba de un enfrentamiento entre descendientes del propio José Batlle y Ordóñez, que había muerto en 1929. La Lista 14 tenía como dirigentes a sus
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1959-1964 17 de diciembre: aprobación de la ley de reforma cambiaria y monetaria. 1961
17 de agosto: en Punta del Este se reúne el consejo interamericano económico y social que lanza la “Alianza para el Progreso”.
1962
1º de mayo: primera marcha cañera desde Artigas con la consigna “por la tierra y con Sendic”.
8 de abril: muere Luis Alberto de Herrera. 15 de abril a 23 de junio: las inundaciones obligan a tomar medidas prontas de seguridad.
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Obtener cupos de importación pasó a ser una de las principales tareas de los industriales. Los mecanismos de competencia económica fueron sustituidos por una lucha en torno a cuotas de influencia dentro del aparato del estado. Esto explica por qué, contra lo que suele creerse, la economía uruguaya no se benefició con la Segunda Guerra Mundial: el producto bruto tuvo un crecimiento acumulado del 13 por ciento entre 1939 y 1941, pero disminuyó un 7 por ciento entre 1942 y 1943. La caída se debió en parte a una sequía ocurrida en 1942, pero también a otros factores. Por ejemplo, la industria de la construcción no lograba hacerse de las materias primas necesarias para afirmar su crecimiento. Amézaga, el presidente que sucedió a Baldomir, mantuvo la misma tendencia. Durante su gobierno, el estado se involucró de manera sistemática en la solución y arbitraje de los conflictos económicos y sociales. En noviembre de 1943 se crearon los Consejos de Salarios, donde por primera vez se sentaron patrones, trabajadores y representantes del gobierno. Durante ese período también se extendió el derecho de licencia anual de los trabajadores, se fijaron salarios mínimos en algunas actividades industriales y se
EL GOBIERNO DE LUIS BATLLE
HISTORIA RECIENTE
Luis Batlle y Herrera: las principales figuras de la época.
25 de noviembre: elecciones nacionales. Triunfa el Partido Nacional. 1963
1º de marzo: asume el nuevo Consejo Nacional de Gobierno con mayoría de la “Ubedoxia”.
1964
25 de marzo: muere Benito Nardone.
HISTORIA RECIENTE
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El atentado del Cine Trocadero
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tres hijos: César, Lorenzo y Rafael Batlle Pacheco. La Lista 15 estaba orientada por su sobrino, Luis Batlle Berres. Entre los dos grupos había fuertes tensiones. Los hijos de Batlle se sentían depositarios de su legado político pero eran opacados por el carisma y brillantez de su primo. Los “quincistas” recordaban que, en el final de su vida, don José Batlle había mostrado más confianza en las cualidades políticas de su sobrino que en las de sus propios hijos. Luis Batlle Berres dio una dura lucha para ser candidato a la Intendencia de Montevideo, pero fue bloqueado por sus primos. El cargo era demasiado importante y Luis Batlle lo hubiera convertido en un trampolín para llegar a la presidencia. De modo que el líder de la Lista 15 tuvo que conformarse con un lugar más modesto: ser candidato a la vicepresidencia en la fórmula que encabezaba Tomás Berreta. El puesto de vicepresidente tenía un alto valor honorífico, pero carecía de atractivo para un dirigente en ascenso. El Partido Colorado triunfó en las elecciones de 1946 con el 46 por ciento de los votos. Dentro del Partido (y en el marco de una acumulación por lemas que permitía presentar varias fórmulas presidenciales en forma simultánea) la dupla Berreta-Batlle fue la mayoritaria. Berreta sería el nuevo presidente y Luis Batlle ejercería la poco ansiada vicepresidencia. También Luis Alberto de Herrera tenía motivos para festejar: el Partido Nacional había tenido un crecimiento importante (había reunido el 31 por ciento de los votos) y Herrera había sido el candidato presidencial individualmente más votado. Era además la primera vez desde marzo de 1931 (es decir, más de quince años atrás) que un gobierno constitucional y surgido de elecciones entregaba el mando a otro gobierno constitucional surgido de las urnas. Berreta asumió como presidente el 1º de marzo de 1947. Era un hombre prestigioso, de origen modesto y con una gran carrera política a sus espaldas. Pero pocos sabían que estaba enfermo. Berreta murió el 2 de agosto de ese año, apenas cinco meses después de haber asumido.
1964
De manera inesperada, el escenario más temido por los hijos de José Batlle y Ordóñez acababa de concretarse: Luis Batlle Berres era el nuevo presidente. Con la presidencia de Luis Batlle se abre el período llamado “neobatllista” o del “segundo batllismo”, que va desde 1947 a 1958. Fue inicialmente un tiempo de abundancia económica, durante el cual el intervencionismo estatal y el proteccionismo comercial llegaron a su paroxismo. Y fue también el período en el que la política fundada en las transferencias desde el agro, la legislación social generosa y el crecimiento de la burocracia llegó a su punto de agotamiento. En el gobierno de Luis Batlle, la concepción de un estado interventor y generoso pero poco preocupado por asegurar las condiciones de un desarrollo sostenible llegó a su máxima expresión y simultáneamente a su límite. El gobierno de Batlle Berres quiso incidir de manera decisiva en la marcha de la economía: se introdujeron subsidios al consumo, se protegió enérgicamente a la industria y se subsidió a los chacareros mediante la fijación de precios mínimos. Una de las medidas que tendría mayores consecuencias fue la introducción de tipos de cambio múltiples. Según este esquema, el dólar tenía diferentes precios según cuál fuera la actividad de quien comprara o vendiera. Por esta vía se pretendía disciplinar las importaciones, estimular las exportaciones no tradicionales y recortar las ganancias consideradas excesivas. Pero los resultados no fueron los previstos, sino el fortalecimiento de una gran cantidad de grupos de interés que presionaban para obtener ventajas cambiarias (llegó a haber hasta catorce precios diferentes para el dólar en un mismo momento) y el desarrollo de múltiples formas de corrupción generadas por quienes querían comprar dólares baratos y venderlos caros. Las políticas de Luis Batlle beneficiaron a los empleados públicos, a quienes trabajaban en la industria y el comercio, a los pequeños y medianos comerciantes, a los docentes, los bancarios y los empresarios instalados. En cambio, perjudica1965
2 de abril: llega de Bella Unión la segunda marcha de los cañeros. 31 de mayo: muere Javier Barrios Amorín. 15 de julio: muere Luis Batlle Berres. 28 de julio: muere Daniel Fernández Crespo. 8 de setiembre: el Consejo Nacional de Gobierno vota por mayoría de 6 en 9 la ruptura de relaciones diplomáticas con Cuba. La Universidad de la República es ocupada. 8 de octubre: Llega a Uruguay el presidente francés Charles De Gaulle.
1965
En 1948 Hollywood realizó su primer film importante sobre un tema de la naciente Guerra Fría. Fue “The Iron Curtain” (La cortina de hierro), dirigido por William Wellman, con Dana Andrews y Gene Tierney en los papeles principales. Se dramatizaba allí la historia de Igor Gouzenko, un desertor de los servicios secretos soviéticos cuyas revelaciones permitieron desmantelar la red de espionaje instalada en Canadá. En todo el mundo los partidos comunistas recibieron la consigna de impedir o perturbar la difusión de la película. Hubo disturbios de variable entidad que comenzaron en varias ciudades de los propios Estados Unidos y prosiguieron en Bruselas, París, Roma, Caracas, Lima y otras capitales del mundo. El estreno en Montevideo tuvo lugar en el cine Trocadero el miércoles 6 de octubre de 1948. Durante la función nocturna del sábado 9, a las 22:45 en punto, tres personas ubicadas en la cuarta fila se levantaron para retirarse. Eran el ingeniero José Luis Massera, su esposa Carmen Garayalde y una tercera persona. Era la señal; de inmediato algunas decenas de espectadores prorrumpieron en silbidos y patadas en el piso; simultáneamente estallaron bombitas fétidas de ácido sulfhídrico y se estrelló en la pantalla un huevo relleno de alquitrán. Instantes después irrumpían en la sala unas doscientas personas que se habían reunido en las inmediaciones del cine, vociferando: “¡Abajo el imperialismo yanqui!”, “¡viva la Unión Soviética!”, “¡democracia sí, fascismo no!”, mientras destrozaban los vidrios de la entrada, quemaban con ácido los camineros y rompían cantidad de butacas. Las noticias provenientes del extranjero y las agresivas notas publicadas días antes en el diario Justicia, portavoz del PCU, habían alertado a la policía. Numerosos agentes de Investigaciones ocupaban localidades, mientras una guardia reforzada vigilaba el exterior. Así se produjo la detención de unas 30 personas, incluyendo algunas mujeres. De sus declaraciones surgió que la acción había sido decidida en una reunión de autoridades del partido realizada en la noche del jueves 7 y presidida por el diputado Rodney Arismendi, por entonces secretario general del Comité Departamental de Montevideo. La ejecución estuvo a cargo de miembros del “Apparat” partidario que militaban en diversas seccionales y agrupaciones. A pesar del revuelo que durante varios días ocupó a la opinión pública, el hecho no tuvo consecuencias visibles en el breve plazo. Pero había quedado demostrada la capacidad organizativa y de movilización de un partido que podía en solo 48 horas montar y ejecutar una operación compleja y bien coordinada. No era la primera asonada que se ejecutó en ese tiempo. En mayo de 1945, durante los festejos populares por la rendición de Alemania, los comunistas apedrearon la fachada de El Día por no haber izado la bandera soviética junto a las de los otros países aliados.
1965-1966 21 de febrero: se inicia la tercera marcha cañera desde Artigas.
12 de agosto: “Congreso del Pueblo” convocado por la CNT.
8 de abril: El Consejo Nacional de Gobierno decreta medidas prontas de seguridad. Se reglamenta el derecho de reunión.
16 de setiembre: Dardo Ortiz ministro de Hacienda.
20 de abril: intervención del Banco Transatlántico. 21 de abril: se inicia un feriado bancario que durará hasta el 17 de mayo. 1º de junio: se suspenden las importaciones hasta abril de 1966. El dólar llega a 55 pesos (un año antes estaba en 16).
18 de setiembre: devaluación del peso. 7 de octubre: el Consejo Nacional de Gobierno decreta medidas prontas de seguridad. 1966
5 de junio: muere César Batlle Pacheco. 27 de noviembre: elecciones nacionales. Triunfa el Partido Colorado. Se aprueba una reforma constitucional que reinstala el Ejecutivo unipersonal. Oscar Gestido es electo presidente.
LA INSTALACIÓN DEL COLEGIADO Los éxitos obtenidos por Luis Batlle en los primeros años de su gobierno aseguraron la victoria del Partido Colorado en las elecciones de noviembre de 1950. Como la reelección consecutiva no era posible, el candidato fue Andrés Martínez Trueba, un dirigente apadrinado por el propio Batlle Berres. La idea de Batlle era que Martínez Trueba gobernara durante los siguientes cuatro años y que él fuera reelecto en 1954. De algún modo
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la vocación local de los empresarios y aumentaba las presiones en favor de mayores prebendas y protección. El modelo de desarrollo “hacia adentro” generó cargas terribles para la economía uruguaya, pero no contribuyó a disminuir su dependencia. En primer lugar, la pequeñez del mercado y la falta de inversión hacían que la industria uruguaya fuera totalmente dependiente de los procesos de innovación tecnológica que se producían en el exterior. Los cambios venían de afuera y se incorporaban con lentitud, porque no existían mayores incentivos en un mercado cerrado. En segundo lugar, el país seguía careciendo de materias primas fundamentales (como el petróleo) y no producía los bienes de capital ni los insumos que necesitaba la industria. Todo dependía de que el agro generara las divisas suficientes para comprar maquinaria, bienes semiterminados y materias primas. Pero el agro empezó a estar crecientemente amenazado por las políticas proteccionistas de Europa y Estados Unidos, así como por la competencia de países como Canadá, Australia y Nueva Zelanda. El acceso a los mercados se hizo más dif ícil y se puso en marcha un proceso de deterioro de los términos de intercambio (es decir, aumentó progresivamente la distancia entre los precios de los productos que el país vendía en el exterior y los precios de los productos que debía comprar). La economía fue cayendo en un creciente desequilibrio generado por una estructura de precios inestable e impredecible. No era el juego de la oferta y la demanda el que fijaba los precios, sino la capacidad de diferentes actores para torcer el rumbo de la definición cambia-
HISTORIA RECIENTE
ron a los propietarios rurales, a muchos inversionistas, al sector financiero y a los agentes económicos no establecidos. Durante los primeros años, los resultados globales fueron positivos. Entre el inicio de la presidencia de Berreta y el año 1955, la producción agropecuaria creció en el orden del 4 por ciento anual y la industria manufacturera lo hizo en el orden del 8 por ciento. Las exportaciones de lana y productos textiles aumentaron significativamente. También crecieron la producción de electricidad, la refinación de petróleo y el consumo de productos químicos. Todo esto era sostenido por un aumento de la demanda de productos agropecuarios proveniente de Europa Occidental, que se estaba recuperando gracias al Plan Marshall pero todavía no alcanzaba los niveles de producción que lograría más tarde. El fuerte ingreso de recursos generados por el agro, y el aumento del consumo interno provocado por la sustitución de importaciones, sostuvieron a la economía en esos años. Pero detrás de las buenas noticias había fenómenos preocupantes. El crecimiento de la burocracia estatal estaba alcanzando proporciones desmesuradas: el número de empleados públicos pasó de 57 mil en 1941 a 166 mil en 1955. La productividad de las empresas estatales era cada vez menor. La politización, la burocracia y el atraso tecnológico conspiraban contra la eficiencia. La industria privada aumentaba la cantidad de mano de obra empleada y sus costos de producción, pero no mejoraba su productividad e invertía poco. La escasa o nula competitividad resultante (es decir, la incapacidad de las empresas uruguayas de competir en el exterior) reforzaba
ria, aumentar los niveles de protección arancelaria (es decir, los impuestos que se cobran a las importaciones) o lograr subsidios. El juego de los grupos de presión enturbiaba las señales económicas y creaba un clima inapropiado para las inversiones productivas. Pero, a pesar de su creciente ineficiencia, el sistema tendía a perpetuarse. Los empleados públicos y los chacareros tenían demasiada fuerza electoral como para ignorar sus reclamos. Los empresarios favorecidos por las decisiones del gobierno (por ejemplo, mediante la concesión de cupos de importación) eran los mismos que aceptaban incorporar empleados a pedido de los dirigentes políticos. Los funcionarios que administraban el sistema tenían privilegios que no querían perder. La sociedad pujante de los años veinte, segura de sí misma y proyectada al futuro, fue dando lugar a una sociedad conformada por grupos de interés que se aferraban a sus conquistas e intentaban apropiarse de un crecimiento económico cada día más anémico. Las consecuencias se hicieron inocultables: estancamiento de la producción agraria exportable, actividad industrial agotada por la pequeñez del mercado interno, alta inflación a partir de 1955. Las responsabilidades que correspondan al gobierno de Luis Batlle Berres en este deterioro económico no deben opacar sus virtudes: fue una época de plena vigencia de las libertades, de cumplimiento cabal de la Constitución y de las leyes, de estricto respeto hacia una oposición que pegaba duro. Esto es especialmente meritorio si se tiene en cuenta que, en el mismo momento, Perón gobernaba la Argentina con creciente autoritarismo y Brasil estaba sacudido por un encadenamiento de conflictos que culminaron en el levantamiento militar contra Vargas y el consiguiente suicidio del presidente.
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le asignaba a Martínez Trueba el papel que había desempeñado Claudio Williman entre 1907 y 1911, cuando ejerció la presidencia entre el primer y el segundo período de José Batlle y Ordóñez. Pero las cosas no salieron como Luis Batlle las había planeado. En lugar de ser un nuevo Williman, Martínez Trueba se alió con la Lista 14 y con Luis Alberto de Herrera para impulsar una reforma constitucional que introdujera el Poder Ejecutivo colegiado. Si la reforma se aprobaba, el país pasaría a ser gobernado por un Consejo Nacional de Gobierno integrado por nueve miembros: seis del sector mayoritario del partido más votado y tres del que entrara segundo en las elecciones. La reforma se presentaba como un retorno a las ideas de José Batlle y Ordóñez, pero había una clara voluntad política de cerrarle el paso a Luis Batlle. Su personalidad carismática y el amplio apoyo popular que recibía inquietaba tanto a la oposición herrerista como a sus correligionarios. El clima del momento queda reflejado en un informe enviado por el embajador francés Albert Ledoux a su ministro de Asuntos Exteriores: “El señor Batlle Berres guarda rencor al señor Martínez Trueba por haber decepcionado sus esperanzas. Había, en efecto, promovido y apoyado la candidatura de su sucesor con la esperanza de asegurar su propia reelección en 1954. El Sr. Martínez Trueba no tuvo nada más urgente que hacer que aprobar una reforma que suprimiera esa posibilidad”. La reforma fue aprobada por escaso margen en un plebiscito realizado el 16 de diciembre de 1951, y entró en vigencia el 25 de enero del año siguiente. El texto preveía que los miembros del Consejo Nacional de Gobierno se eligieran por voto popular cada cuatro años, pero una cláusula transitoria establecía que la Asamblea General designara a los primeros integrantes. La elección se hizo el 1º de marzo de 1952. Por el Partido Colorado fueron electos Andrés Martínez Trueba (que presidiría el Consejo), Francisco Forteza, Antonio Rubio, Héctor Álvarez Cina, Luis Alberto Brause y Eduardo Blanco Acevedo. Los tres primeros representaban a la Lista 15, Álvarez y Brause a la Lista 14 y Blanco Acevedo al sector no batllista del Partido Colorado. Los consejeros nacionalistas fueron Álvaro Vargas Guillemette, Martín Echegoyen y Roberto Berro. El año 1952 estuvo cargado de conflictos. Hubo paros en la banca, en el
Argentina y Uruguay: un siglo de tensiones y reencuentros Las relaciones entre Uruguay y Argentina tuvieron altibajos a lo largo del siglo XX. La revolución blanca de 1904 generó las primeras tensiones de la centuria: el presidente argentino Julio A. Roca permitió que la Junta de Guerra del Partido Nacional se moviera con libertad en su territorio, lo que generó la reacción del presidente José Batlle y Ordóñez, que procuró y obtuvo el apoyo de Estados Unidos. En 1932, el presidente Terra rompió relaciones diplomáticas (que se restablecieron pocos meses más tarde) por un incidente que involucró a un barco de bandera uruguaya en el puerto de Buenos Aires. La Segunda Guerra Mundial trajo nuevos roces: el gobierno uruguayo tuvo una política exterior favorable a los aliados, en tanto Argentina mantuvo una neutralidad que apenas escondía una cuota de simpatía hacia Alemania. Cuando se analizan las relaciones entre los dos países, el telón de fondo está dado por las pretensiones argentinas de hegemonía regional y por su histórico enfrentamiento con Estados Unidos. Uno de los momentos de mayor tensión se produjo cuando el gobierno de Alfredo Baldomir decidió aceptar la instalación de bases militares estadounidenses en la costa atlántica uruguaya. El New York Times publicó la noticia en noviembre de 1940 y generó la inmediata respuesta de Julio Roca, ministro de Relaciones Exteriores argentino. Roca (un hijo del ex presidente) advirtió al canciller Alberto Guani que Argentina no estaba dispuesta a aceptar sin consulta previa ningún acuerdo entre el gobierno uruguayo y una potencia extranjera que afectase la situación del Plata. El diferendo no pasó a mayores por una razón interna: una interpelación del senador Eduardo Víctor Haedo al canciller Guani terminó con la posibilidad de instalar las bases. Pero el 14 de diciembre de ese año, los cancilleres de ambos países firmaron el llamado “pacto de Anchorena”, que estableció el compromiso de no firmar ningún tratado que
transporte, en la UTE y en las emisoras de radio. Varias fábricas fueron ocupadas por sus trabajadores. Una huelga de funcionarios de la salud llevó a que el gobierno decretara medidas prontas de seguridad en marzo. En setiembre volvió a hacerlo como respuesta a los paros en el transporte, ANCAP y las plantas textiles. La trabajosa búsqueda de equilibrios intra e interpartidarios dentro del colegiado y la burocratización de la administración pública trabaron la capacidad de acción del gobierno. Las denuncias de
involucre a la cuenca del Plata sin un acuerdo previo entre los gobiernos. El conflicto recrudeció en 1943, cuando el gobierno de Amézaga negoció la creación de una base militar estadounidense en Laguna del Sauce. Pero el proyecto fue nuevamente frustrado por la oposición herrerista. Al año siguiente, Uruguay integró el grupo de países que, a iniciativa del Departamento de Estado nortemearicano, decidieron no reconocer al gobierno militar de Edelmiro Farell (el predecesor de Perón). Argentina reaccionó con sanciones económicas y presiones que buscaban silenciar la propaganda radial de los exiliados argentinos en Montevideo. En 1945 hubo otro pico de tensión, cuando el canciller uruguayo Eduardo Rodríguez Larreta promovió la creación de un mecanismo de intervención colectiva para el caso de que el régimen democrático fuera amenazado en cualquier país del continente. Pero el peor momento llegó a fines de la década, cuando Perón gobernaba en Argentina y Luis Batlle lo hacía en Uruguay. El Partido Colorado se había manifestado claramente como antiperonista, antifascista y antimilitarista. Batlle estaba convencido de que Perón era fascista y le tenía antipatía personal. Perón, por su parte, no toleraba que Uruguay recibiera a los exiliados argentinos, ni que las radios uruguayas fueran los principales medios opositores en Argentina. Por eso intentó perjudicar los intereses comerciales y turísticos uruguayos. En 1952 y 1953, la intensificación de las acciones de los exiliados argentinos llevó a Perón a amenazar con cortar relaciones si el gobierno uruguayo no los silenciaba. Pero desde Montevideo se respondió que, a diferencia de Argentina, en Uruguay no se practicaba la censura. La rebelión militar que terminó con el gobierno de Perón en 1955 fue bien recibida por el batllismo.
corrupción se multiplicaron. El 11 de enero de 1955, durante el receso parlamentario, se votó una ley que permitía a los legisladores importar dos autos cero kilómetro libres de impuestos por legislatura, lo que aumentó el desprestigio del sistema político. En ese contexto empezó a emerger un dirigente de la Liga Federal de Acción Ruralista llamado Benito Nardone, pero más conocido por su apodo: “Chico Tazo”. Nardone criticaba las políticas del gobierno y responsabilizaba al modelo neobatllista de las dificultades que
Luis Alberto de Herrera Nació en 1873, en el seno de una familia patricia. A principios del siglo XX actuó como diplomático en Estados Unidos. Esa estadía le permitió conocer el formidable desarrollo de aquel país y atrajo su atención sobre el peso de su diplomacia en el continente. Desde Estados Unidos envió columnas de opinión que eran publicadas en el diario El Día, de José Batlle y Ordóñez. Sirvió en las guerras civiles de 1897 y 1904. Luego lideró a la joven generación blanca que se enfrentó a José Batlle y Ordóñez desde el Parlamento. Participó de las reformas liberales de su tiempo: votó el divorcio por sola voluntad de la mujer y la separación de la Iglesia y el Estado. Redactó proyectos de ley que intentaban humanizar el mundo del trabajo. Bajo su liderazgo, el Partido Nacional dejó definitivamente el camino de las armas. Conjugó la doble dimensión de caudillo y de doctor. Propició un revisionismo histórico que, desde varias obras, procuró arrojar luz sobre el proceso de construcción nacional. Gustaba definirse como un “liberal tranquilo”, a la vez
que defendía con vigor la identidad nacional, entendida como voluntad colectiva y permanente de destino común. Desde el diario El Debate atacó al Partido Colorado. Criticaba sus prácticas políticas, su visión del país y su concepción de la economía. Fue un duro rival de las políticas que, durante la Segunda Guerra, promovieron un alineamiento con Estados Unidos. Carlos Real de Azúa, en la semblanza que le dedicó, escribe que “durante un período que cubre cuarenta años y la vigencia de cuatro constituciones –las de 1917, 1934, 1942 y 1951–, la vida política y partidaria se polarizó en torno a la adhesión (llevada en algunos hasta el fanatismo) o al rechazo (llevado en algunos hasta la abominación) de la personalidad de Luis Alberto de Herrera”. Tras numerosos fracasos electorales, logró llevar al Partido Nacional al gobierno en 1958. Era el objetivo que se había fijado cuando, en los años veinte, había convencido a los blancos de abandonar la lucha armada. Pero antes de asumir el nuevo gobierno quedó marginado de las decisiones. Murió el 8 de abril de 1959.
Las cajas Civil y de Industria y Comercio vieron aumentar el número de jubilados de 53 mil a 141 mil en cuatro años. Pero el recurso a los empleos públicos y a las jubilaciones para dar respuesta a las demandas no hacía más que agravar los problemas. Las denuncias sobre fraude se multiplicaban. Diversos jerarcas del Estado fueron acusados de estar en connivencia con los exportadores de carne y lana para inflar costos y obtener subsidios mediante declaraciones falsas. Más allá de lo bien o mal fundado de las acusaciones, su existencia reflejaba un clima de creciente crispación. La economía uruguaya enfrentaba crecientes problemas de inserción internacional, y Luis Batlle intentó enfrentarlos personalmente. En 1955 viajó a Estados Unidos con el propósito de aumentar las colocaciones de tops de lana. Pero volvió sin grandes resultados. Se intentaba resolver con gestiones políticas lo que en realidad requería una nueva dinámica económica. A partir de 1957, los síntomas de la crisis se agravaron. Las exportaciones disminuyeron, la ganadería siguió estancada y la inflación se disparó: pasó del 10,3 por ciento en 1955, al 18,3 por ciento en 1957, a cerca del 49 por ciento en 1959. Como el modelo dirigista se mantenía, el Banco República se vio obligado a establecer rígidas limitaciones a las importaciones para equilibrar la balanza comercial. El sector agropecuario, castigado por un gobierno cada vez más necesitado de recursos, llegó a retener la producción lanera como medida de protesta. La insatisfacción del sector generó falta de carne para el abasto montevideano, porque muchos productores preferían recurrir al contrabando de ganado en pie hacia Brasil, antes que colocar su producción en el mercado nacional. La oposición blanca sintió que tenía una oportunidad real de llegar al gobierno. La condición para lograrlo era concluir el proceso de reunificación que se había iniciado en las elecciones anteriores. El voto dividido de los blancos (consecuencia de los conflictos entre Herrera y el nacionalismo independiente) no había sido demasiado grave mientras el Partido Nacional no era opción de gobierno, pero ahora era diferente. El 15 de agosto de 1956, el Partido Nacional Independiente, la agrupación Reconstrucción Blanca y el Movimiento Popular Nacionalista de Daniel Fernández Crespo formaron una coalición
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nández Crespo. La reforma colegialista había permitido a Herrera ingresar al Consejo como minoría gobernante. Una vez más, la fórmula consistente en introducir cuotas en el Ejecutivo le había dado resultado. El segundo período de gobierno de Luis Batlle fue mucho más dif ícil que el primero. La situación económica y social se deterioraba, y el colegiado lo obligaba a pelear simultáneamente en dos frentes: debía enfrentar la creciente oposición dentro de su propio partido (fruto del agotamiento de las políticas que se venían aplicando) y resistir el operativo de desgaste al que diariamente lo sometía Luis Alberto de Herrera. Batlle debió buscar un acuerdo para lograr la mayoría parlamentaria, como resultado del cual la Lista 14 obtuvo cinco ministerios. La enorme concesión demostraba la fragilidad política del líder quincista. Esa fragilidad se hizo definitiva cuando, el 9 de mayo de 1956, los catorcistas abandonaron el gabinete. La administración de la crisis no estaba dando resultados convincentes. El gobierno insistió en las fórmulas conocidas, como la multiplicación de los empleos públicos, pero con eso solo alentó la burocratización y la ineficiencia. El número de empleados públicos pasó de 166 mil en 1955 a casi 194 mil en 1959.
HISTORIA RECIENTE
enfrentaba el país. Sus métodos incluían un uso intensivo de la radio (la emisora desde la que hablaba, Radio Rural, llegaba a casi todo el país) y la organización de “cabildos abiertos”. Pese a las críticas y al agravamiento de la situación, el Partido Colorado volvió a ganar las elecciones de noviembre de 1954. Los resultados rompieron el equilibrio entre las listas 15 y 14: la lista de Luis Batlle obtuvo unos 255 mil votos, contra 180 mil del sector liderado por sus primos. En el Partido Nacional, el Herrerismo alcanzó 160 mil sufragios, seguido del ascendente liderazgo de Daniel Fernández Crespo con 112 mil votos. Los unionistas (ex blancos independientes) Eduardo Rodríguez Larreta y Washington Beltrán reunieron 37 mil voluntades. El grupo liderado por Juan Andrés Ramírez (llamados ahora “blancos intransigentes”) recibió 32 mil votos en un lema diferente. Todos los partidos de izquierda alcanzaron en conjunto el 5 por ciento de los sufragios. Luis Batlle había vuelto a triunfar, pero ahora debía actuar como presidente de un Consejo Nacional de Gobierno que también integraban los colorados Alberto Zubiría, Arturo Lezama, Carlos Fischer, Justino Zavala Muniz y Zoilo Chelle, así como los blancos Luis Alberto de Herrera, Ramón Viña y Daniel Fer-
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denominada Unión Blanca Democrática (UBD). En el extenso documento que dieron a conocer ese día, los dirigentes “ubedistas”, como pronto se les llamó, hicieron un inventario de los principales males que afectaban al país: corrupción administrativa, favoritismo político, inflación presupuestal y burocrática, declinación de los valores morales. Las políticas de Luis Batlle eran identificadas como la causa inmediata de estos problemas. Este énfasis en la responsabilidad del “quincismo” era un punto de convergencia con Herrera, que en ese entonces conducía una dura ofensiva contra el gobierno. También el Herrerismo intentaba ampliar sus bases. Llegado el año electoral, Herrera buscó un entendimiento con el movimiento ruralista de Benito Nardone, sobre la base de una propuesta de reforma constitucional. El 16 de agosto de 1958 se realizó el congreso extraordinario de delegados de la Liga Federal, en el que se decidió aceptar el ofrecimiento. Herrerismo y ruralismo resolvieron que, si la Constitución se modificaba y se volvía al Ejecutivo unipersonal, Herrera sería el candidato a la presidencia y Nardone el candidato a vice. Para el caso de que el colegiado siguiera vigente, se confeccionó una lista que alternaba a herreristas y ruralistas. Al igual que la UBD, el Herrerismo se había embarcado en una dinámica de acumulación política. Luis Batlle era un político experimentado y enseguida supo que las siguientes elecciones serían complicadas. Para fortalecer su posición, impulsó una serie de leyes sociales que fueron aprobadas durante la segunda mitad del año electoral: seguro de paro, salario por maternidad, asignación familiar para desocupados, seguro de enfermedad para obreros de la construcción, modificación de las leyes de despidos y de vacaciones anuales. Las medidas generaron un gran número de
beneficiados, pero también agudizaron los ataques de Herrera, que acusaba al gobierno de demagogia y trataba a la Lista 15 de “garrapata prendida al pecho de la Nación”. Pero lo peor para el partido de gobierno era la división dentro del batllismo. Luis Batlle actuaba con energía e intentaba acelerar las reformas sociales, pero la Lista 14 era crecientemente crítica y convocaba a la formación de un frente antiquincista. Las desavenencias eran en parte políticas y en parte doctrinales. Se discutía sobre la mejor forma de conducir al Partido Colorado, sobre el papel del estado, sobre la importancia del equilibrio fiscal y el alcance de los subsidios. Pero, por encima de todo, había un conflicto cargado de afectividad acerca de cuál de las dos corrientes era la auténtica heredera de José Batlle y Ordóñez. Los “catorcistas” eran especialmente duros en este punto: acusaban a Luis Batlle de populista y afirmaban que su administración hipertrofiada y cargada de irregularidades no tenía ningún vínculo con el batllismo original. Luis Batlle sufría profundamente esos ataques de sus primos hermanos, a los que responsabilizaría más tarde de la derrota. Cuando la campaña electoral llegaba a su fin, el triunfo del Partido Nacional estaba en el aire. La “caravana de la victoria” organizada por Herrera recorrió con entusiasmo cada rincón del país. Era la última gira electoral del viejo caudillo, que tenía ya 85 años.
EL PRIMER GOBIERNO BLANCO Los comicios del 30 noviembre de 1958 llevaron a los blancos al gobierno por primera vez en 94 años. La amplia diferencia de votos (unos 120 mil) hizo saber muy pronto que el nuevo gobierno sería del Partido Nacional. Tradicionales
Funcionarios públicos en Uruguay (1900-1969) AÑO
Nº FUNCIONARIOS
% SOBRE LA POBLACIÓN
1900
14.500
1,8
1930
30.000
1,7
1932
52.000
2,9
1941
57.200
2,9
1955
166.000
6,9
1969
230.000
8,2
Luis Batlle Nació en Montevideo el 26 de noviembre de 1897, hijo de Luis Batlle y Ordóñez (el único hermano de don José Batlle) y de Petrona Berres Mac Entyre. Su madre murió cuando él tenía 3 años y su padre cuando tenía 11. Desde entonces se integró al hogar de su tío paterno. Allí convivió con sus primos y conoció de cerca el ejercicio de la actividad política. Estudió secundaria en el Liceo Elbio Fernández y, tras un breve pasaje por la Facultad de Medicina, estudió Derecho. Pero nunca terminó la carrera, porque se dedicó tempranamente al periodismo en el diario El Día. Fue electo diputado en 1923 y conservó su banca hasta el golpe de estado de marzo de 1933. Opositor al presidente Terra, fue expulsado del país en agosto de ese año. Vivió exiliado en Argentina y Brasil, y participó en la preparación de la fallida “revolución de enero” de 1935. Retornó al país en 1936 y compró Radio Ariel. Había percibido la importancia de ese medio de comunicación en la formación de la opinión ciudadana, y haría de él un uso muy intenso y efectivo. En 1942 fue electo nuevamente diputado. En 1943 fue presidente de la Cámara. En las elecciones de 1946 pudo haber sido candidato a intendente de Montevideo, pero las pugnas internas del batllismo lo llevaron a acompañar la fórmula presidencial de Tomás Berreta. Pocos meses después, el fallecimiento de Berreta lo llevaría a la presidencia de la República. Su vigor político y su gran carisma personal lo convirtieron en el líder indiscutido de un batllismo de corte popular. En 1948 decidió fundar su propio periódico, Acción, que tendría una enorme relevancia en la vida del país. En 1950 y en 1954, la Lista 15 que él dirigía ganó las elecciones. Las perdió en 1958 y 1962. Fue un exitoso formador de dirigentes políticos. Manuel Flores Mora, Zelmar Michelini, su hijo Jorge, Eduardo Paz Aguirre, Luis Hierro Gambardella y Julio María Sanguinetti fueron miembros de una generación llamada “los jóvenes turcos”, que se formó bajo su influencia. Murió el 15 de julio de 1964. Amado y resistido, fue una de las figuras más intensas que tuvo la política uruguaya.
La reforma de Azzini fue atacada durante años, tanto desde la oposición batllista como desde la izquierda. Buena parte de la opinión pública la vio como una amenaza a ese estado benefactor del que todavía esperaba beneficios. La gran masa de empleados públicos la vivió como un ataque a sus intereses. Los empresarios habituados a obtener prebendas del estado la percibieron como un atentado contra sus ingresos futuros. En parte debido a la ley y en parte debido a las condiciones del país, la conflictividad social se disparó y no se redujo en los años siguientes. Los conflictos se sucedieron en el transporte, los bancos, el puerto, ANCAP, UTE, el Frigorífico Nacional, los entes autónomos y la Administración Central. En abril de 1960 se reunió el congreso constituyente de la Central de Trabajadores, que condujo a la creación de la CNT (Convención Nacional de Trabajadores) en 1966. La reforma de Azzini había sido en lo esencial un acto de sinceramiento que el país no podía postergar: los tipos de cambio múltiples y los cupos de importación se eliminaron porque fomentaban la corrupción, distorsionaban los precios y paralizaban la producción. La devaluación de la moneda fue necesaria porque el estado no tenía más reservas para sostener artificialmente al peso. La economía se abrió relativamente porque había que terminar con la obsolescencia del parque industrial y generar empresarios preparados para la competencia. Los efectos inmediatos de las nuevas reglas fueron positivos: la inflación pasó del 49 por ciento en 1959, al 36 por ciento en 1960 y al 10 por ciento en 1961. El nivel de actividad creció y, por primera vez en mucho tiempo, la balanza de pagos fue positiva. El gobierno en general y el ministro Azzini en particular pagaron grandes costos por haber tomado decisiones que muchos habían evitado. Pero el país nunca volvió a instalar los agobiantes procedimientos que fueron desmantelados en ese momento. Con el superávit fiscal de 1959 se transformaron todas las escuelas de barro del país y se construyeron centros hospitalarios y docentes. En los años siguientes se financiaron numerosas obras de infraestructura (principalmente carreteras y puentes). En 1960 se creó un órgano llamado CIDE (Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico) en el que trabajaron cerca de trescientas personas bajo la dirección del joven contador Enrique Iglesias. Su tarea esencial fue realizar un inventario y diagnóstico de la situación del país y un Plan Decenal de Desarrollo Económico y Social. En 1963 se realizó el primer censo general
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pagar los salarios públicos correspondientes a febrero; la UTE no podía afrontar sus compromisos internacionales y la firma Siemens anunciaba la detención de las obras en la represa de Baygorria, lo que implicaba licenciar a unos mil obreros; el Ministerio de Obras Públicas había suspendido las obras por falta de materiales; el Banco Hipotecario había comprometido hipotecas por el doble de sus posibilidades; había cuatro mil expedientes por jubilaciones y pensiones sin informar, y la Contaduría General de la Nación tenía atrasos de hasta catorce años. A estos problemas heredados se sumaron los conflictos dentro del propio gobierno. La alianza entre herreristas y ruralistas se reveló extremadamente frágil. Ya en las primeras semanas, el diario herrerista El Debate lanzó una dura campaña contra el ruralismo. La muerte de Herrera, el 8 de abril de 1959, dejó huérfano al principal sector del Partido Nacional y puso la responsabilidad de la conducción del país en manos de los integrantes del Consejo de Gobierno. La administración blanca consiguió afirmarse y empezó a mostrar buenas capacidades de gestión. Una prueba de fuego llegó con las graves inundaciones de 1959, que obligaron a aplicar medidas prontas de seguridad entre el 15 de abril y el 23 de junio. Para salvar la represa de Rincón del Bonete fue necesario abrir las compuertas y permitir la inundación de Paso de los Toros. Las pérdidas materiales fueron millonarias. Más de 40 mil personas debieron abandonar sus hogares en todo el país. Se racionó la energía, se modificaron los horarios laborales y se organizó un comité de ayuda a los damnificados. La emergencia obligó al gobierno a disciplinarse y mostró una buena coordinación entre las nuevas autoridades y las jerarquías militares. Una vez superado el episodio, el gobierno empezó a cumplir su mayor promesa electoral: desmontar el modelo neobatllista. El principal instrumento de ese cambio fue la aprobación, el 17 de diciembre de 1959, de una ley de reforma cambiaria y monetaria que había sido diseñada por un joven ministro de Hacienda: Juan Eduardo Azzini. La ley derogaba las disposiciones que daban al estado la facultad de fijar los tipos de cambio. En lo sucesivo, el valor de las diferentes monedas se fijaría por la oferta y la demanda. En sustitución de los tipos de cambio múltiples, el gobierno podía establecer aranceles aduaneros y conceder subsidios. También se eliminó el sistema de cupos de importación y se devaluó la moneda, que pasó de 4,11 pesos por dólar a 11 pesos.
HISTORIA RECIENTE
baluartes colorados como Montevideo, Canelones y Maldonado habían caído en manos nacionalistas. Ni la Lista 15 ni la Lista 14 se habían beneficiado del enfrentamiento interno: ambas habían perdido votos en relación a las elecciones anteriores. Pero si pronto estuvo claro que el Partido Nacional había ganado, hubo sorpresas de último momento respecto de quién tendría la mayoría partidaria. Durante buena parte del conteo se creyó que la UBD sería la fracción mayoritaria: al finalizar el escrutinio primario en Montevideo, su ventaja era de 30 mil votos. Pero la llegada más lenta de los votos del interior (y en especial de los circuitos rurales) terminó dando el triunfo al Herrerismo por escaso margen. El cambio de gobierno fue un momento delicado en la vida del país. La última vez que los blancos habían gobernado había sido durante la presidencia de Bernardo Prudencio Berro, entre 1860 y 1864. Y si bien Berro había conseguido concluir su mandato, desde 1863 había debido enfrentar el levantamiento armado del general Venancio Flores. Desde entonces (y con la excepción del breve interinato de Atanasio Aguirre que siguió a la entrega del mando por parte de Berro) siempre habían gobernado los colorados. El traspaso se produjo en un clima cargado de tensión. Algunos militares de origen nacionalista sospechaban que a último momento los colorados se negarían a entregar el gobierno, y algunos militares colorados sospechaban que esa duda ocultaba un intento desestabilizador. Parte de las tropas que desfilaron ese día llevaban las armas cargadas con munición de guerra. Pero finalmente todo ocurrió con normalidad. El país estaba viviendo por primera vez en casi un siglo una de las experiencias características de toda democracia madura: la rotación de partidos en el ejercicio del gobierno. La mayoría del Consejo Nacional de Gobierno quedó integrada por seis representantes del acuerdo herrero-ruralista: Martín R. Echegoyen, Benito Nardone, Eduardo V. Haedo, Faustino Harrison, Justo M. Alonso y Pedro Zabalza. La minoría quedó constituida por dos integrantes de la Lista 15 (Juan Manuel Rodríguez Correa y Ledo Arroyo Torres) y por César Batlle Pacheco en representación de la Lista 14. El nuevo gobierno tenía objetivos ambiciosos que se resumían en la idea de desarticular el esquema intervencionista y dirigista del segundo batllismo. Pero desde el primer momento se enfrentó a una serie de situaciones de emergencia: en marzo de 1959 no había fondos para
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de población y vivienda desde 1908, que dio como resultado una población total de 2.595.510 personas. También se inició la elaboración de cálculos sobre el producto bruto y el ingreso nacional, se elaboró una nueva base de cálculo para los índices de precios y se reorganizaron las estadísticas del estado. Más allá de los logros y realizaciones, los años del primer gobierno blanco también fueron un período de tensiones sociales y políticas. Las huelgas se sucedieron prácticamente sin interrupción. Las visitas de Fidel Castro en 1959 y del presidente estadounidense Eisenhower en 1960 dieron lugar a incidentes que terminaron con represión policial. En agosto de 1961, Punta del Este fue escenario de la reunión que lanzó la “Alianza para el Progreso”, una ambiciosa iniciativa del presidente John Kennedy para América Latina. El representante cubano en el encuentro fue Ernesto Guevara. El año 1962 fue un año electoral y tuvo los efectos desestabilizadores habituales en el país: la búsqueda de apoyos políticos generó un fuerte incremento del gasto público y terminó con el equilibrio entre ingresos y egresos que se había logrado al principio de la administración. El saldo de la balanza de pagos se hizo negativo y las reservas del BROU volvieron a caer.
EL SEGUNDO GOBIERNO BLANCO Las elecciones del 25 de noviembre de 1962 trajeron novedades en las propuestas de los partidos menores. El Partido Socialista (que había pasado a ser conducido por Vivián Trías, en detrimento del dirigente histórico Emilio Frugoni) hizo una alianza con un grupo de nacionalistas escindidos para conformar la Unión Popular. El Partido Comunista consiguió aplicar en Uruguay la estrategia de frentes políticos que los comunistas venían aplicando en muchas partes del mundo. Así nació el Frente Izquierda de Liberación (FIdeL), cuyo núcleo era el Partido Comunista pero incluía algunos desgajamientos de los partidos tradicionales. Los más notorios eran Avanzar y
historiareciente
La reforma monetaria y cambiaria vista por su creador Por Juan Eduardo Azzini
La razón de ser de la reforma radicó en los complejos y distorsionantes mecanismos acumulados durante casi treinta años de creciente dirigismo del comercio exterior. Antes de la aprobación de la Ley 12.670, había tantos tipos de cambio, operaciones y regulaciones, que el cuadro económico del país era artificial, injusto, peligroso y complejo. El sistema –si es que cabe el término– implicaba un dirigismo profundo, una oligarquía cambiaria, un creciente desabastecimiento de insumos, bienes de capital y mercaderías varias, el encarecimiento de las importaciones y el déficit del banco oficial. La idea básica de la reforma se originó en el Instituto de Finanzas de la Facultad de Ciencias Económicas en el año 1958. El Dr. Echegoyen expuso sus lineamientos generales el 1º de marzo de 1959, cuando asumió la presidencia del Consejo Nacional de Gobierno. El proyecto terminó de tomar forma a mediados de 1959, antes de que llegara la misión de consultas del Fondo Monetario Internacional. Una objeción hecha en aquel entonces fue, precisamente, la “sujeción al FMI.” Quienes lo decían olvidaban que nuestro país se asoció a los convenios de Bretton Woods desde su nacimiento en 1944, que fue invitado a la firma del convenio, que nuestro Parlamento aprobó el aporte de capital, la designación de gobernadores, el pago en oro, y que realizó consultas con el FMI en 1953, 1954, 1956 y 1957. La primera carta de intención con los organismos de Bretton Woods se firmó en 1951, y la segunda en 1955. La ley era parte de un plan de gobierno
el Movimiento Batllista 26 de Octubre (provenientes del Partido Colorado) y el Movimiento Revolucionario Oriental (proveniente del Partido Nacional). En esas elecciones también se presentó por primera vez el Partido Demócrata Cristiano, que surgía como reformulación de la vieja Unión Cívica y tenía como modelos a los exitosos partidos democristianos de Venezuela y Chile.
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que incluía el ajuste de la administración tributaria, la reforma de la política fiscal, la reestructuración del presupuesto, la consolidación de déficits anteriores, el pago de cuentas públicas con 40 años de atraso y la unificación de la deuda pública. La reforma significó la supresión de los tratamientos cambiarios por decreto, la liberación y desregulación del comercio exterior, el abastecimiento de la plaza y el sinceramiento cambiario, estableciendo defensas transitorias –recargos, depósitos, detracciones– que debían incorporarse al sistema arancelario en el correr de unos tres años. El producido de los recargos y detracciones iba a un fondo especial que se destinaba a obras públicas, subsidios agrícolas, abaratamiento de insumos, etc., de acuerdo a un presupuesto que debía ser presentado anualmente al Parlamento. El 75 por ciento de esos recursos se destinaba a sectores fuera de Montevideo. La reforma cambiaria consiguió así crear un clima de confianza en los agentes económicos y marcó reglas de juego legislativas y conocidas. Las medidas que la complementaron permitieron un dinamismo económico que se apreció en el ingreso de capitales y el alto coeficiente de inversión. Mejoraron en forma inmediata las cuentas presupuestales, el comportamiento fiscal, el producto, las cuentas externas y bajó considerablemente el índice de precios al consumo. Ese es el saldo del trabajo duro y difícil de un equipo interdisciplinario, que no tuvo otro distintivo que los superiores intereses de nuestro país.
En el Partido Nacional, la UBD se alió con el Herrerismo ortodoxo (integrado entre otros por Víctor Haedo, Alberto Heber y Luis Giannattasio) para conformar lo que pasó a llamarse la “Ubedoxia”. El principal objetivo del movimiento era neutralizar la influencia de Benito Nardone. El resto del Herrerismo, con Martín Echegoyen a la cabeza, mantuvo su alianza con el ruralismo.
Una serie de 25 fascículos publicada por el diario El País con el apoyo del Centro de Estudios Jean-François Revel.
Asistente
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Archivo de El País
Pablo da Silveira
Investigación y redacción
Pablo da Silveira Francisco Faig Félix Luna Enrique Mena Segarra Martín Peixoto
José López Fotografías
Diseño gráfico, armado y corrección
Trocadero Publicación
El País
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Por Adolfo Garcé La CIDE fue creada el 27 de enero de 1960 por un decreto del ministro Juan Eduardo Azzini. Mediante esta comisión, Azzini procuraba facilitar la coordinación de los planes de inversión pública entre los principales ministerios. Al constituirse la Alianza para el Progreso en agosto de 1961, el gobierno decidió dotarla de una Secretaría Técnica. La razón era sencilla: los países que quisieran acceder al financiamiento ofrecido por el gobierno norteamericano, deberían formular “planes de desarrollo amplios y bien concebidos”. Al frente de la Secretaría Técnica fue designado el contador Enrique Iglesias, que venía teniendo una actuación importante en el Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas. Para generar la información que permitiera estructurar los planes, Iglesias organizó numerosos grupos de trabajo con expertos nacionales (en su mayoría muy jóvenes) y especialistas extranjeros financiados por la cooperación internacional (OEA, BID y CEPAL). En los grupos de trabajo de la CIDE participaron especialistas que, con el paso del tiempo, habrían de jugar un papel muy destacado en diversos ámbitos de la vida nacional: Danilo Astori, Celia Barbato, Alberto Bensión, Mario Bucheli, Agustín Canessa, Alberto Couriel, Ariel Davrieux, Samuel Lichtensztejn, Germán Rama, Aldo Solari, Juan Pablo Terra, Alejandro Végh Villegas y Ricardo Zerbino, entre muchos otros. En 1965 los grupos terminaron el trabajo y se dispersaron.
Durante el segundo colegiado nacionalista (1963-1966) la labor de planificación fue apoyada con especial entusiasmo por Washington Beltrán, desde el Consejo de Gobierno, y por dos ministros muy influyentes: Wilson Ferreira Aldunate (Ganadería) y Juan Pivel Devoto (Instrucción Pública). Casi finalizando su segundo mandato, el gobierno recibió un Plan Anual, un Plan Trienal y un voluminoso Plan de Desarrollo Económico y Social con proyecciones para el período 1965-1974. La propuesta estaba en sintonía con los ejes del pensamiento cepalino de la época: Uruguay debía realizar un conjunto de “cambios estructurales” entre los que se destacaba la reforma agraria, el desmontaje del “proteccionismo indiscriminado” y su sustitución por la “promoción industrial selectiva”, la integración regional y el fortalecimiento de la capacidad técnica del estado. El Consejo de Gobierno, en sesión del 10 de febrero de 1966, aprobó por unanimidad esos lineamientos. El trabajo de la CIDE generó el primer diagnóstico global de la situación económica y social del país. Entre 1962 y 1963, la cantidad y la calidad de la información económica y social disponible experimentaron un aumento notorio, especialmente a partir de la ejecución de dos tareas que el país venía postergando desde hacía muchos años: el Censo de Población y Vivienda y las Cuentas Nacionales. Sobre esta base se redactó el Estudio económico del Uruguay, publicado en 1963. La CIDE también dejó un profundo legado en el plano de las instituciones y las políticas públicas. Muchas de sus propuestas (como la transformación de la propia CIDE en Oficina de Planeamiento y Presupuesto, la creación del Banco Central y la incorporación de la técnica del Presupuesto por Programa) se
Penadés y Washington Guadalupe por los blancos. La minoría colorada estaba constituida por Luis Batlle Berres y Amílcar Vasconcellos por la Lista 15, y Oscar Gestido por la 14. Washington Guadalupe renunció de inmediato y fue suplantado por Héctor Lorenzo y Losada. También renunció Luis Batlle, que prefirió integrarse al Senado. Su lugar fue ocupado por Alberto Abdala. El segundo gobierno blanco no enfrentó tantas dificultades iniciales como el primero (las cuentas nacionales estaban ordenadas, no había inundaciones) pero rápidamente se vio aquejado por sus problemas internos. La unidad de la “Ubedoxia” se rompió casi enseguida. El sector mayoritario, liderado por el consejero Alberto Heber, estaba en puja con el grupo del senador Haedo. Este último controlaba El Debate, que desplegaba una prédica agresiva contra algunos ministros de la UBD. El ministro de Hacienda Salvador Ferrer Serra atacaba públicamente la reforma de Azzini y se refería a ella como
plasmaron en la reforma constitucional de 1966. Otras se incorporaron durante los gobiernos de Gestido y Pacheco (entre ellas, la Ley Forestal y la Ley de Vivienda, sancionadas en 1968). Otras se aplicaron durante los primeros años de la dictadura, como la creación de ANTEL, la Ley de Inversiones y la Ley de Promoción Industrial. Por último, la CIDE dejó una huella profunda en la ideología de los principales actores políticos. En el Partido Nacional, el desarrollismo anidó en torno al creciente liderazgo de Wilson Ferreira. En el Partido Colorado, los efectos fueron múltiples. Por un lado, se gestó una nueva versión, aggiornada y cepalina, del dirigismo batllista, cuya expresión fue la Lista 99 de Zelmar Michelini y Luis Faroppa. Por el otro, en torno a la UCB y la Lista 15 se fue configurando un mix entre desarrollismo, liberalismo y batllismo que dio lugar al Plan Nacional de Desarrollo preparado en la OPP durante 1972, bajo la dirección de Ricardo Zerbino y Alberto Bensión. La izquierda, que había observado el trabajo de la CIDE con más recelo que simpatía, también terminó incorporando algunas de sus propuestas a las “Bases Programáticas de la Unidad”, uno de los documentos fundacionales del Frente Amplio. Hay paradojas en esta historia. La CIDE dejó una estela profunda de ideas y reformas, pero fue interpretada como un fracaso por la mayoría de sus protagonistas y testigos. Tendió un puente entre intelectuales y política justo cuando se abría el peor abismo entre ellos. Constituyó un gran esfuerzo de cooperación y convergencia, justo en la antesala de la crispación, el conflicto, la polarización y la violencia.
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La Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico
mayoría partidaria. Ese lugar correspondía ahora a la recién creada “Ubedoxia”. Dentro del Partido Colorado, la Lista 15 consiguió imponerse sobre la Unión Colorada y Batllista. Pero la mayor sorpresa fue la buena votación de la Lista 99, que obtuvo más de 76 mil sufragios. En parte era un síntoma de renovación del Partido Colorado y en parte era una prueba de debilitamiento del liderazgo de Luis Batlle. Ese debilitamiento no se debía solo a razones políticas: el ex presidente había sufrido dos infartos, el 24 de abril de 1959 y el 19 de mayo de 1960. Las expresiones políticas de izquierda volvieron a ser minoritarias: la Unión Popular y el FIdeL cosecharon en conjunto el 5,8 por ciento de los votos. La Democracia Cristiana tuvo menos votos que los que había obtenido la Unión Cívica en las elecciones anteriores. El Consejo Nacional de Gobierno quedó integrado por Daniel Fernández Crespo, Luis Giannattasio, Washington Beltrán, Alberto Heber, Carlos María
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En el Partido Colorado se mantuvieron las divisiones surgidas tras la derrota de 1958. El liderazgo de Luis Batlle fue cuestionado dentro de la propia Lista 15. Algunas promisorias figuras de esa corriente (Zelmar Michelini, Hugo Batalla y Aquiles Lanza) decidieron aliarse con algunos dirigentes que habían abandonado la Lista 14 (Renán Rodríguez y Enrique Martínez Moreno) para conformar la Lista 99. El nuevo movimiento postulaba un programa renovador al que presentaba como una actualización de los principios batllistas. La Lista 14, por su parte, se transformó en la Unión Colorada y Batllista y presentó como candidato al general retirado Oscar Gestido. Los blancos volvieron a vencer a los colorados, aunque la diferencia se redujo de 120 mil a unos 23 mil votos. Aun así, el Partido Nacional retuvo 13 de los 18 departamentos que había ganado en las elecciones anteriores. Pero el cambio más notorio fue que, por primera vez en su historia, el Herrerismo dejó de ser la
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“la herencia maldita”. Estas discordias afectaban la imagen del gobierno y le quitaban eficacia a sus acciones. La situación económica seguía complicándose, entre otras cosas porque el contexto internacional cambiaba muy rápido. La Comunidad Europea había aprobado su Política Agrícola Común en 1960, lo que había llevado a un aumento de los aranceles y de los subsidios a sus productores. La Unión Soviética había puesto en marcha un ambicioso plan para aumentar su producción de carne y leche. Países como Autralia y Nueva Zelanda estaban aumentando su productividad. Los precios internacionales caían y Uruguay empezaba a parecerse a una familia cuya actividad de siempre ya no le permite mantener su antiguo nivel de vida. En mayo de 1963, el Banco República se vio obligado a devaluar la moneda en un 50 por ciento. El dólar, que costaba 11 pesos, pasó a valer 16,50. Los dirigentes políticos buscaban soluciones, pero lo hacían en direcciones divergentes. Ferrer Serra, el ministro de Hacienda, quería abandonar la línea de liberalización económica iniciada en 1959 y consiguió reimplantar parcialmente el sistema de cupos de importación. En cambio, el ministro de Ganadería y Agricultura, Wilson Ferreira Aldunate, presentó en setiembre de 1963 un proyecto de reforma agraria. Su propuesta no fue respaldada por el gobierno, pero Wilson Ferreira siguió impulsando políticas innovadoras que se basaban en dos pilares: el modelo neozelandés de explotación agropecuaria y las teorías económicas desarrollistas promovidas en ese entonces por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). Entre marzo y julio de 1964 fallecieron Benito Nardone, Javier Barrios Amorín, Luis Batlle Berres y Daniel Fernández Crespo. César Batlle renunció a su banca en el Senado y se alejó de la política activa (moriría en 1966). En momentos de desconcierto para el país, los partidos tradicionales perdían a sus principales líderes. Uruguay enfrentaba una crisis que no terminaba de entender y para la que no encontraba salida. La inestabilidad económica y la incertidumbre generaron especulación financiera, huida de capitales y carestía causada por las retenciones de stock. La inflación iba en aumento y los salarios reales caían. Las movilizaciones sindicales se intensificaron. En febrero de 1963 se declararon en huelga los trabajadores de UTE y el gobierno decidió implantar medidas prontas de seguridad. En los quince meses que transcurrieron desde enero de 1964 a marzo de 1965 se contabilizaron más de 650 movilizacio-
nes en todo el país, incluyendo paros, huelgas y ocupaciones. A esta dif ícil situación vino a sumarse, en abril de 1965, una crisis bancaria que llevó a la intervención del Banco Transatlántico. Para evitar la corrida, los bancos se mantuvieron cerrados durante tres semanas y se recurrió a las medidas prontas de seguridad. El nuevo ministro de Hacienda, Dardo Ortiz, dispuso la limitación de las importaciones suntuarias y competitivas de la producción nacional. También devaluó fuertemente el peso para favorecer las exportaciones: el dólar pasó de costar 24 pesos a costar 59,9. Pero el plan no dio resultado y los uruguayos se enfrentaron a un escenario que luego se haría familiar: la inflación siguió creciendo y el peso se siguió de-
valuando. En octubre de 1965, ante la presión de los gremios que reclamaban ajustes salariales, el gobierno volvió a implantar medidas prontas de seguridad. Cuando se aproximaron las elecciones de 1966, las críticas al sistema de gobierno colegiado se habían vuelto recurrentes y generalizadas. El sistema era acusado de causar parálisis y de impedir una gestión eficiente. Enfrentados a dificultades económicas acuciantes, los uruguayos buscaron soluciones en una reforma constitucional que diera mayor capacidad de acción al Poder Ejecutivo. Cuando acudieron a las urnas en noviembre de ese año, decidieron simultáneamente desalojar a los blancos del gobierno y terminar con el régimen colegiado.
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Por Francisco Faig Garicoïts condescendiente pasado. Pero nunca logró salir airoso de su crisis. La tentación nostálgica, lamentablemente, sigue presente. Un país tentado por una industrialización sin competencia, obsesionado en la defensa de sus pequeños privilegios angustiosamente conservados, que sigue sin querer enfrentarse a los cambios internacionales. Prefiere la decadente autoconfirmación tranquilizadora antes que la apertura enriquecedora. Las nuevas generaciones son las protagonistas. Son ellas las que pueden forjar un país abierto al mundo, integrado a una economía que privilegie la capacidad individual y la inserción sobre nuevas bases. El pasado nos enseña que no es posible transitar el camino de la prosperidad desde el ensimismamiento, desde la mirada hacia adentro, desde la confirmación de las pequeñas certezas provinciales, desde una suerte de Albania latinoamericana. Es por el contrario en la apertura serena, en la aceptación de la competencia y de la diferencia que podremos crecer. No le tengamos miedo al mundo. Enfrentemos su realidad, insertémonos en ella. Decididos a afirmar nuestra identidad, pero no la de una lejana “tacita del Plata” de los años cincuenta, sino una que nos asegure desarrollarnos como individuos felices de vivir en Uruguay. El país está a tiempo de exigir cambios. Ello implica, antes que nada, darnos cuenta de que la nostalgia nacional no es una guía capaz de asegurar un futuro de prosperidad. Por el contrario, entumece nuestros músculos, abruma nuestra vitalidad, agobia nuestra imaginación. Nos vuelve al Uruguay ensimismado, al país de la decadencia.
Francisco Faig Garicoïts. Uruguayo, nacido en 1974, obtuvo el Diplôme D´Etudes Approfondies (DEA), con especialización en política comparada, en el Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de París. Es edil departamental de Río Negro. Escribe en medios de prensa uruguayos y es profesor en la Licenciatura de Estudios Internacionales de la Universidad ORT. En 1996 publicó Sistema electoral y gobernabilidad en Uruguay.
PRÓXIMO FASCÍCULO
19/25 El nacimiento de la izquierda radical uruguaya
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firmatorio de la excepcionalidad, cómodamente instalado en el café Sorocabana. Su sistema político diluyó la responsabilidad de la conducción del país en un laberinto de acuerdos y de coparticipaciones pluripartidarias que garantizaron precarios equilibrios paralizantes. La preocupación por integrar a amplios sectores de la sociedad se degradó en la multiplicación de cargos públicos (con su lastre de rutina y frustración) y de pensiones y jubilaciones tempranas. Los uruguayos se fueron convenciendo de que era el Estado, y no su propio esfuerzo, el que debía satisfacer sus necesidades. Ese Estado distribuía bienestar al mismo tiempo que minaba las bases de un desarrollo económicamente sano, hipotecando el futuro de nuevas generaciones que pronto recorrieron los caminos de la violencia política, de la emigración y de la frustración social. Fue un país que se encerró. No logró embarcarse en cambios estructurales que acompañaran los nuevos tiempos capitalistas del mundo occidental. Las respuestas preferidas estaban teñidas del éxito pasado, tentadas por la nostalgia idealizada, incapaces de asumir las nuevas coyunturas. Como si las respuestas para encaminarse en la prosperidad en los años sesenta se encontraran, incólumes, en los programas de acción dirigistas de finales de los años treinta y principios de los cuarenta. Cuando generó los diagnósticos de la CIDE, la batalla estaba perdida. La urgencia de la inflación, el peso de la violencia política y la inacción de los partidos maniatados por la atomización impidieron una respuesta coherente de largo plazo. El Uruguay narcisista se hizo autista de tanto mirarse en el espejo de su
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EL URUGUAY DE MARACANÁ es una poderosa imagen de un pasado exitoso. Era un país excepcional en un mundo que salía de la peor guerra que vivió la humanidad. Sin embargo, ese Uruguay satisfecho de sus logros no supo cómo mantener un camino de prosperidad económica. Cayó sin remedio en una decadencia de largo aliento. En vez de liberar las fuerzas individuales y sociales para conquistar mercados, ganar en productividad e insertarse en la economía mundial sobre la base de un crecimiento industrial competitivo, creyó con terquedad en la capacidad de desarrollo que ofrecía un menguado mercado interno. En vez de levantar la mira y seguir la ruta de exigencia económica que emprendían Nueva Zelanda o Canadá, o adaptar los modelos de desarrollo que aseguraron el crecimiento europeo durante los “treinta gloriosos” años de posguerra, se satisfizo con ser la excepción en América Latina y mirar a sus vecinos con condescendencia. Negó las virtudes de la competencia y forjó un capitalismo prebendario, rentista, dependiente e ineficaz, que muy pronto dio quiebra. Cuando en 1958 decidió cambiar de rumbo, sus fuerzas ya flaqueaban. Su intelectualidad se obnubiló ante un espejo que le devolvía una reconfortante y provincial sensación de satisfacción. Su espíritu crítico quedó absorto ante una (nefasta) revolución cubana. Se preocupó por reprender y deshacer al Uruguay liberal, sin atender las dimensiones que dieron impulso a ese magnífico país de los años veinte. Atendió lo que pasaba a su alrededor pero con una curiosidad contemplativa, solo capaz de incidir en el diálogo con-
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CONTRATAPA
Lecciones de un Uruguay ensimismado
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1940 | 1950 | 1960 | 1970 | 1980 | 1990 | 2000
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agosto ‘07
25 FASCÍCULOS
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DESDE HIROSHIMA A LAS TORRES GEMELAS
LOS COMIENZOS DEL MLN-TUPAMAROS
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LIBERTADES POLÍTICAS Y CONFLICTO SOCIAL
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El nacimiento de la izquierda radical enUruguay
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ÍNDICE DEL FASCÍCULO
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El largo adiós a Maracaná
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RECUADROS EL “CHE” GUEVARA HABLA EN LA UNIVERSIDAD DE LA REPÚBLICA P. 7 / URUGUAY: TASAS ANUALES DE CRECIMIENTO DE PBI, TOTAL Y PERCÁPITA P. 8 / COMPOSICIONES DE LAS EXPORTACIONES URUGUAYAS [PROMEDIOS QUINCENALES] P. 9 / LOS ORÍGENES DE RAÚL SENDIC P. 10 / FRAGMENTOS DEL PRIMER ESTATUTO-REGLAMENTO DEL MLN-TUPAMAROS P. 11 / EL ROBO AL CLUB DE TIRO SUIZO P. 12 / LAS ELECCIONES DE 1962, RENOVACIÓN DE TODOS LOS CARGOS [25/11/1962] P. 14 /EXTRACTOS DEL DOCUMENTO Nº1 DEL MLN-TUPAMAROS P. 15 / EL CANSANCIO CIVILIZATORIO Y LA SIMPLIFICACIÓN DEL MUNDO Por Martín peixoto P. 16 / DECLARACIÓN FUNDACIONAL DE LAS OLAS P. 17 HISTORIA HEMIPLÉJICA Por Francisco Faig Garicoïts P. 18 / BIBLIOGRAFÍA / P. 19 CONTRATAPA. EL MLN-TUPAMAROS, UN MOVIMIENTO CONSERVADOR Por Pablo da Silveira P. 20.
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Violencia política: Todo empezó a principios de los ‘60.
Todo lo que se suponía que en Uruguay no pasaba, había llegado de golpe. Entender lo que sucedió en esos años exige procesar mucha información, atender al contexto internacional y evaluar lo que ocurría en la cultura, la economía y la política. Pero sobre todo requiere mucha serenidad y capacidad de distancia. Un derrumbe tan completo no tiene explicaciones fáciles. Considerarlas en detalle es importante para aprender algo de ellas. Los debates sobre lo que ocurrió en esos años seguramente van a prolongarse. Pero la tarea de esclarecimiento debe empezar
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La década de 1960 fue un período que cambió profundamente la vida del país. Uruguay entró a esa década como un país democrático, todavía próspero y excepcionalmente pacífico. El continente entero lo veía como un modelo de libertad, estabilidad y riqueza cultural. Cuando los años sesenta terminaban, Uruguay era un país hundido en la violencia, golpeado por el estancamiento económico y enfrentado a una crisis institucional que se volvía inmanejable. Ni los propios uruguayos, ni quienes nos miraban desde fuera, podían terminar de entender qué había ocurrido.
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Marcha cañera: “Por la tierra y con Sendic”.
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[...] Cuando los años sesenta terminaban, Uruguay era un país hundido en la violencia, golpeado por el estancamiento económico y enfrentado a una crisis institucional que se volvía inmanejable. Ni los propios uruguayos, ni quienes nos miraban desde fuera, podían terminar de entender qué había ocurrido. Todo lo que se suponía que en Uruguay no
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pasaba, había llegado de golpe.
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en un punto muy sencillo: establecer los hechos, describir con la mayor precisión posible lo que ocurrió, cómo ocurrió y cuándo ocurrió. Nadie puede pretender ser dueño de la explicación completa y veraz, pero al menos una cosa es segura: las explicaciones que ignoran los hechos, o los deforman, o los contradicen, no son aceptables. Recordar con cierta precisión lo que pasó es lo primero. Recordarlo todo: lo que favorece el punto de vista personal y lo que plantea dificultades; lo que deja bien parados a aquellos con quienes simpatizamos y lo que deja en evidencia sus errores;
lo que acusa a aquellos con quienes discrepamos y lo que muestra su mejor cara. Recordar sin partidismos excesivos y sin voluntad de engaño. Recordar para entender, no para justificar. Recordar para que no vuelva a pasar.
1945 se había fundado la Facultad de Humanidades y Ciencias. En 1947 se había creado la Comedia Nacional, y en la misma época se habían ampliado las actividades del Sodre. En 1949 se creó el Instituto de Profesores Artigas, que abrió sus puertas dos años más tarde. En 1953 se creó el Conservatorio Nacional de Música. En Montevideo y en varias ciudades del interior funcionaba una importante cantidad de teatros independientes, conjuntos musicales, revistas y centros culturales. La combinación de libertad política y bienestar social era un distintivo reconocido en todo el continente. Pero, en muy pocos años, el clima social se cargó de tensiones. En 1960 estallaron conflictos laborales en el transporte, los bancos, el puerto, el Frigorífico Nacional, los entes autónomos y la Administración Central. En abril de ese año se reunió el congreso constituyente de la Central de Trabajadores, que conduciría a la creación de la CNT (antecesora del actual Pit-Cnt). En 1962 se produjo la primera de una serie de marchas de trabajadores de la caña de azúcar lideradas por el entonces militante socialista Raúl Sendic. En febrero de 1963 el gobierno implantó medidas prontas de seguridad como respuesta a una huelga lanzada por los trabajadores de UTE. En los quince meses que fueron desde enero de 1964 a marzo de 1965, se contabilizaron más de 650 movilizaciones en todo el país, incluyendo paros, huelgas y ocupaciones.
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A mediados de los años cincuenta, Uruguay no parecía ser un país donde pudiera estallar la violencia. En 1955, el PBI per cápita era similar al de Italia, España y Francia. La democracia se mantenía sólida y las libertades se respetaban escrupulosamente. La prensa se expresaba sin ninguna clase de restricción. Había rotación de partidos en el gobierno y la oposición actuaba sin sufrir represalias. La participación de los ciudadanos en política era muy alta: en 1958, en elecciones sin voto obligatorio, había sufragado el 71 por ciento de los inscriptos. En 1962 lo haría el 76,5 por ciento. La posibilidad de un régimen autoritario estaba tan lejos que ni siquiera había presidente de la República: hasta fines de 1966, el Poder Ejecutivo fue ejercido por un órgano de nueve miembros (el Consejo Nacional de Gobierno) integrado por seis miembros del partido que había ganado las elecciones y tres representantes del segundo partido más votado. Las condiciones de vida de la población estaban muy por encima de lo habitual en América Latina. A principios de los años sesenta, el 90 por ciento de los niños en edad de asistir a la escuela primaria efectivamente lo hacían. La cantidad de estudiantes de secundaria había pasado de 16 mil en 1942, a 27 mil en 1950, a 57 mil en 1960 (es decir, se había multiplicado por más de tres en un país cuya población crecía muy moderadamente). La actividad educativa y cultural era intensa. En
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El largo adiós a Maracaná
La conflictividad social se había disparado, pero había una explicación. Tras largos años de abundancia, el país había entrado en una prolongada fase de estancamiento económico. Esto ocurría pese a que, en esa misma época, la economía mundial estaba en un período de gran crecimiento. En la década que va de 1955 a 1965, la economía mundial se expandió un 57,5 por ciento. El producto bruto de Canadá creció en esos años un 59,6 por ciento. El de Europa Occidental lo hizo un 57,6 por ciento. Australia creció un 56,4 por ciento y Nueva Zelanda un 54,1 por ciento. En cambio, la economía uruguaya solo consiguió crecer en esos años un poco más del 3 por ciento (algo muy parecido al crecimiento nulo). Este pobre desempeño resultaba de la combinación de factores externos y de decisiones propias. En lo externo, lo precios internacionales de los productos agropecuarios estaban cayendo como consecuencia del aumento del proteccionismo (especialmente en Europa Occidental) y el aumento de la productividad de algunos grandes competidores (como la Unión Soviética y Australia). Este fenómeno golpeaba a todos los países agroexportadores, y Uruguay estaba claramente entre ellos: entre 1950 y 1965, las exportaciones de productos agropecuarios representaron entre un 97 y un 98 por ciento del total de las ventas uruguayas en el exterior. Pero, mientras otros países agroexportadores apostaron a aumentar su eficiencia y a diversificarse (por ejemplo, Nueva Zelanda), los uruguayos seguimos insistiendo en las viejas recetas: proteccionismo comercial, intervencionismo estatal, subsidios, políticas públicas más preocupadas por fomentar el empleo y la protección social que la productividad. Entre 1955 y 1960, el valor de lo producido por la industria manufacturera uruguaya aumentó un 7 por ciento. En cambio, la cantidad de personal empleado en ese sector aumentó en el mismo período un 28 por ciento. Era dif ícil ganar competitividad en esas condiciones, y de hecho el país no lo logró: en 1963 solo conseguía exportar el 10 por ciento de su modesta producción industrial. El 90 por ciento restante se volcaba en un mercado interno fuertemente protegido. Mientras tanto, el número de empleados públicos pasaba de 166 mil en 1955 a 194 mil en 1959 (un crecimiento del 17 por ciento en solo cuatro años). En este contexto fue inevitable que las cuentas del gobierno se desequilibraran y se disparara la inflación. El aumento de precios pasó del 10 por ciento anual en 1963 al 88 por ciento en
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1965 (en 1967 llegaría al 136 por ciento). La antigua solidez del peso uruguayo se volatilizó: en mayo de 1963 hubo una devaluación del 50 por ciento y en 1965 hubo otra aun mayor. Por primera vez en mucho tiempo, los uruguayos empezaron a volverse más pobres. Entre 1955 y 1960, el producto per capita se contrajo un 1,5 por ciento. En el quinquenio siguiente volvió a contraerse, aunque en forma más leve. Años de estatismo y de protección social subvencionada por el agro hicieron que todas las demandas e insatisfacciones apuntaran hacia el gobierno: quienes tenían el control de las decisiones políticas (y no los empresarios, ni los trabajadores, ni los sindicatos, ni los ciudadanos comunes) eran vistos como los responsables de encontrar una salida. Y la salida no debía ser una de mayores sacrificios, sino una que reinstalara rápidamente las seguridades perdidas. La conflictividad social estalló. Pero el gobierno no acertó a encontrar la solución al problema: no pudo tomar las decisiones que hubieran reorientado al país en la senda de la competitividad, ni encontró la manera de seguir satisfaciendo las múltiples demandas de cobertura y de protección que caían sobre él. Cuando, el 1º de marzo de 1967, terminó el tormentoso segundo gobierno blanco (y con él el Ejecutivo colegiado), Alberto Heber, el miembro del Consejo Nacional de Gobierno que entregó la banda al nuevo presidente Óscar Gestido, dijo públicamente unas palabras que evidenciaban toda su frustración por no haber podido resolver un desaf ío que aceptaba como propio: “Comprenda que siento una inmensa amargura por la vergüenza de no haber sabido ordenar ni hacer andar a mi país, y por la vergüenza de que el pueblo no nos haya otorgado el triunfo”. Tras decir esas palabras lloró, y su llanto fue en algún sentido el adiós a un Uruguay que se terminaba. Que un país enfrentado a dificultades económicas serias y con una cultura tan estatista se haya hundido en una larga sucesión de conflictos sociales no es algo que deba sorprender. Pero sí es sorprendente que, junto con eso, se haya hundido en la violencia política. El 17 de agosto de 1961, poco después de que el “Che” Guevara hablara en la Universidad de la República, murió de un balazo en las inmediaciones del edificio un profesor llamado Arbelio Ramírez. Nunca se probó quién fue el autor del disparo, pero el acto fue atribuido (verosímilmente) a alguien que no sentía simpatía por la revolución cubana. El 5 de junio de 1962, un grupo de sindicalistas liderados por Raúl Sendic atacó
e incendió la sede de una organización sindical acusada de romper la unidad de los trabajadores (lo que, en la jerga de la época, significaba que no era de izquierda). Como resultado de la acción murió, también herida de bala, una mujer llamada Dora Isabel López. Tampoco en este caso se pudo probar quién disparó, pero esta vez estuvo claro que la violencia había venido desde la izquierda. El 31 de julio de 1963 fue asaltado en Nueva Helvecia (departamento de Colonia) un club de tiro del que se robaron armas. El modo en que se produjeron los hechos dejó en claro que había una organización montada para cometer actos ilegales. El 1º de enero de 1964 hubo un nuevo robo de armas (esta vez en el local de la aduana de Bella Unión, departamento de Artigas) y el 5 de febrero fue vaciada una armería de la calle Galicia, en Montevideo. El 19 de abril hubo un robo de material explosivo en el departamento de Lavalleja. Al día siguiente se robaron rifles, revólveres y mil proyectiles en la ciudad de Minas. Cinco días después fueron robados 540 kilos de explosivos en Pan de Azúcar (departamento de Maldonado). Alguien había decidido armarse y se había organizado para hacerlo. Hoy sabemos que detrás de estos golpes estaba lo que luego sería el MLN-Tupamaros. Tras casi sesenta años de paz, el país había entrado en una nueva era de violencia política. El 11 de junio de 1964 se produjo un robo a un banco en la zona del Buceo, en Montevideo, que terminó en un tiroteo con la policía. El 8 de setiembre del mismo año, el gobierno decidió romper relaciones diplomáticas con Cuba (una decisión política que estaba dentro de sus atribuciones constitucionales). Al día siguiente se declaró un paro general y hubo atentados con cócteles Molotov contra la residencia del presidente del Consejo Nacional de Gobierno (el ingeniero Luis Giannattasio) y de otros tres consejeros: Washington Beltrán, Oscar Gestido y Alfredo Puig Spangemberg. También fueron atacados con bombas incendiarias los coches de dos diplomáticos estadounidenses y las sedes de al menos dos empresas norteamericanas. Los atentados con cócteles Molotov y los asaltos a bancos se repitieron en los meses siguientes, pero el 12 de enero de 1965 se dio un paso más en la escalada de violencia. Esa noche se realizó el primer atentado con explosivos, es decir, el primer atentado con una alta probabilidad de matar o herir seriamente a alguien. El blanco fue el Centro de Propaganda de Brasil. Meses antes se había atentado con bombas incendiarias contra la Embajada
de ese mismo país. Todo parecía estar asociado al golpe de estado dado por los militares brasileños en marzo de 1964. Para mediados de 1965, los atentados con cócteles Molotov habían pasado a formar parte del paisaje y los atentados con explosivos empezaban a repetirse (hubo dos el 6 de mayo, contra empresas norteamericanas, y uno el 10 de julio contra la sede de la firma alemana Bayer). El país estaba sacudido y el gobierno intentaba restablecer el orden mediante la aplicación de medidas prontas de seguridad (una medida constitucional que, de manera transitoria, otorga poderes extraordinarios al Poder Ejecutivo). El gobierno las decretó por primera vez el 8 de abril y por segunda vez el 7 de octubre, pero no consiguió el efecto apaciguador que buscaba. El 18 de octubre de 1965 ocurrió un hecho de extrema gravedad: estallaron bombas en las casas de Mario Heber, presidente de la Cámara de Diputados, y de su hermano Alberto Heber, miembro del Consejo Nacional de Gobierno. Por primera vez desde la muerte
El “Che” Guevara habla en la Universidad de la República. 17 de agosto de 1961 “Tengo las pretensiones personales de decir que conozco a América, y que cada uno de sus países, en alguna forma, los he visitado, y puedo asegurarles que en nuestra América, en las condiciones actuales, no se da un país donde, como en el Uruguay, se permitan las manifestaciones de las ideas. Se tendrá una manera de pensar u otra, y es lógico; y yo sé que los miembros del Gobierno del Uruguay no están de acuerdo con nuestras ideas. Sin embargo, nos permiten la expresión de estas ideas aquí en la Universidad y en el territorio del país que está bajo el gobierno uruguayo. De tal forma que eso es algo que no se logra ni mucho menos, en los países de América. Ustedes tienen algo que hay que cuidar, que es precisamente la posibilidad de expresar sus ideas; la posibilidad de avanzar por cauces democráticos hasta donde se pueda ir; la posibilidad, en fin, de ir creando esas condiciones que todos esperamos algún día se logren en América, para que podamos ser todos hermanos, para que no haya la explotación del hombre por el hombre (aplausos). No en todos los casos sucederá igual –sin derramar sangre–, sin que se produzca nada de lo que se produjo en Cuba, que es que cuando se empieza el primer disparo, nunca se sabe cuándo será el último...”.
de Julio Grauert en 1933, se cometía un acto de violencia política que podía costarle la vida a un miembro de la Cámara de Diputados. Y por primera vez desde 1935 (cuando un militante nacionalista intentó disparar contra el presidente de facto Gabriel Terra) se había realizado un atentado que hubiera podido costarle la vida a un titular del Poder Ejecutivo. La violencia se había desatado, y a esa altura dos cosas estaban claras. La primera era que no se trataba de actos aislados ni individuales, sino de golpes montados por organizaciones que planificaban sus movimientos y eran capaces de actuar en forma coordinada. La segunda era que esta violencia organizada provenía desde la izquierda. ¿Cómo se había llegado a una situación semejante?
¿Una respuesta a la violencia de derecha?
organizada de izquierda fue provocada por una violencia organizada de derecha: primero habrían aparecido organizaciones de derecha que empleaban métodos violentos; la violencia de izquierda habría surgido como respuesta. Este punto de vista es sostenido por algunos historiadores y por varios dirigentes históricos del MLN. Quienes proponen esta interpretación evocan algunos hechos que efectivamente ocurrieron. A principios de los años sesenta nacieron algunas
Uruguay: tasas anuales de crecimiento de PBI, total y percápita AÑO
TOTAL
PER CÁPITA
1950-55
4,2
2,7
1955-60
0
-1,5
1960-65
0,8
-0,6
1965-70
2,2
0,9
Fuente: Henry Finch. La economía política del Uruguay contemporáneo. 1870-2000. Montevideo, Banda Oriental, 2005. Los valores son al costo constante de factores de 1961.
organizaciones que convocaban a frenar el crecimiento de la izquierda, principalmente en el área educativa. Eran los años de la Guerra Fría y esas organizaciones sostenían que el país era objeto de un operativo de infiltración por parte de los comunistas y sus compañeros de ruta. La más conocida de esas organizaciones era el MEDL (Movimiento Estudiantil para la Defensa de la Libertad), que en octubre de 1960 intentó ocupar la Universidad de la República. Casi un año más tarde, a las diez y media de la noche del 17 de agosto de 1961, ocurrió algo mucho más serio: el asesinato de Arbelio Ramírez. Según testimonios, la bala que lo mató fue disparada desde un auto que se perdió en la oscuridad. Ramírez no fue un blanco seleccionado sino una víctima casual: estaba en la vereda de una de las calles laterales a la Universidad de la República poco después de haber escuchado un discurso del “Che” Guevara, que visitaba Montevideo. Es inverosímil sostener, como a veces se hace, que la bala estuviera dirigida al propio “Che”. Guevara había hablado dentro del edificio de la
1961-1962
cronología
1961
17 de agosto: se reúne en Punta del Este el Consejo Interamericano Económico y Social de OEA. 17 de agosto: el “Che” Guevara habla en la Universidad de la República. Tras el acto, es herido mortalmente el profesor Arbelio Ramírez.
1962
1º de mayo: primera marcha cañera desde Artigas con la consigna “Por la tierra y con Sendic”. 5 de junio: quema de la CSU. Muere herida
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Raúl Sendic en los años sesenta.
HISTORIA RECIENTE
La pregunta sobre cómo se inició la violencia política en los años sesenta es objeto de debates. En estas discusiones se oponen dos visiones. La primera sostiene que la violencia ejercida por la izquierda fue una reacción ante otros hechos. La segunda dice que la responsabilidad de haber reintroducido la violencia como método político corresponde a la propia izquierda. La mejor manera de evaluar estas afirmaciones es confrontarlas con los hechos. Una segunda formulación de la “tesis de la respuesta” (es decir: la violencia de izquierda no fue originaria, sino una reacción) consiste en afirmar que la violencia
8
1962
de bala Dora Isabel López. Primera detención de Sendic. 6 de julio: atentado contra Soledad Barret. 11 de setiembre: en un atentado contra un local del Partido Comunista, muere Olivio Cela, de 5 meses. 22 de octubre: se desata la crisis de los misiles entre Estados Unidos y la Unión Soviética. 25 de noviembre: el Partido Nacional vuelve a ganar las elecciones.
HISTORIA RECIENTE
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Universidad y ya no estaba allí. Además, nadie intenta un magnicidio desde lejos y con un solo disparo de revólver. La posibilidad de éxito es casi nula. Toda muerte violenta es un hecho grave, pero esta lo fue especialmente. Lo fue en primer lugar porque agravó un clima ya cargado de tensiones. La conferencia internacional que se estaba desarrollando en esos días en Punta del Este (la reunión del Consejo Interamericano Económico y Social de la OEA) se había convertido en una batalla de la Guerra Fría. La presencia del “Che” como representante oficial del gobierno cubano agitaba las aguas. La izquierda estaba movilizada y el diario El Popular (órgano oficial del Partido Comunista uruguayo) denunciaba la llegada a Montevideo de varios miembros de la oposición cubana en Miami y de un dirigente de la extrema derecha argentina. La muerte de Ramírez alentó en muchos la idea de que el plácido Uruguay sería inevitablemente afectado por la ola levantada por la revolución cubana. Esa convicción (aceptada por gente que se ubicaba tanto a la izquierda como a la derecha del espectro político) contribuiría a aumentar la polarización. La muerte de Ramírez también fue especialmente grave porque nunca fue aclarada. Ni la policía ni la justicia uruguayas consiguieron explicar lo que había ocurrido. Esto era malo en sí mismo, porque representaba un fracaso de las instituciones frente al flujo de los acontecimientos, pero además alentó toda suerte de especulaciones. Por último, la muerte de Ramírez fue especialmente grave por lo que significaba. Aun cuando la bala no fuera dirigida al “Che”, es razonable suponer que quien disparó intentaba deteriorar el clima generado por la presencia del líder revolucionario. Por primera vez en casi treinta años se producía en Uruguay una muerte que podía atribuirse a móviles políticos. Durante el resto de 1961 y casi la primera mitad de 1962, no hubo acontecimientos destacables. Pero a mediados de ese año hubo una sucesión de hechos
que causaron conmoción. Tal como había ocurrido en el caso de la muerte de Ramírez (que tuvo relación con la revolución cubana), los nuevos episodios de violencia estuvieron asociados a acontecimientos que ocurrían en el exterior. El 1º de junio de 1962, el criminal de guerra Adolf Eichmann, responsable de organizar la “solución final” contra los judíos en tiempos de Hitler, fue ejecutado en Israel tras haber sido secuestrado en Buenos Aires y sometido a juicio en Jerusalén. Inmediatamente después de le ejecución, un pequeño grupo de personas se reunió en la Plaza Libertad con la intención, según relata una crónica del diario El País, de “rendir un grotesco homenaje a la memoria” del antiguo jerarca nazi. A los promotores del homenaje no les fue bien: tuvieron que escapar porque fueron atacados a golpes por la gente que pasaba. Pero eso no impidió que hicieran un nuevo intento el 9 de junio. Según narra El País en su edición del día siguiente, esa noche se reunieron cuatro o cinco personas en la rambla montevideana, entre las calles Eduardo Acevedo y Jackson, y quemaron una bandera de Israel. Al mismo tiempo levantaron un cartel que decía: “In memoriam de Adolf Eichmann, asesinado por la judería internacional, las Juventudes Uruguayas le rinden homenaje”. En esa misma época se produjeron algunas agresiones contra sinagogas y locales judíos, que en general fueron atribuidas a una Liga Oriental Antisemita (LOA).
Al mes siguiente, el 6 de julio de 1962, una joven llamada Soledad Barret, de 16 años de edad, fue atacada por desconocidos que la subieron a un auto y le grabaron en los muslos cruces esvásticas (el símbolo nazi), presumiblemente con una hoja de afeitar. La chica era nieta de Rafael Barret, un escritor nacido en España y de ideas anarquistas que vivió en Montevideo a principios del siglo XX. Según informa el diario El Plata en su edición del día siguiente, la joven fue llevada al Hospital de Clínicas y se hizo la debida denuncia policial. En las horas siguientes, Barret dijo reconocer a uno de sus agresores: era un miembro del Movimiento Estudiantil para la Defensa de la Libertad (MEDL), la organización anticomunista creada en 1960. La investigación sobre el caso no hizo progresos: la Policía no consiguió ubicar a ningún testigo y los informes destacaron que no se habían encontrado restos de sangre en la ropa. Pronto estallaron las especulaciones. Para unos, lo que había ocurrido confirmaba la existencia de un movimiento neonazi en Uruguay. Para otros, Barret era una falsa víctima y sus heridas habían sido provocadas como parte de un operativo de la izquierda para enrarecer el clima. (Soledad Barret se llevó el secreto a la tumba: en 1973 fue ejecutada en Brasil, cuando combatía contra la dictadura militar en ese país). Las cosas se complicaron cuando, una semana más tarde, se repitió un ataque semejante. Un joven de 19 años denunció haber sido subido a un auto,
Composición de las exportaciones uruguayas [promedios quincenales] AÑO
CARNE Y EXTRACTOS
CUEROS
LANA
FRUTAS Y HORTALIZAS
OTROS
TOTAL
1951-55
15
9
54
20
2
100
1956-60
16
8
59
14
3
100
1961-65
26
10
53
9
2
100
1966-70
31
10
44
9
6
100
Fuente: Henry Finch. La economía política del Uruguay contemporáneo. 1870-2000. Montevideo, Banda Oriental, 2005.
9 1963-1964
1963
1964
1964
1964
1º de marzo: asume el Consejo Nacional de Gobierno electo en noviembre.
con Sendic”. Detención de José Mujica en un intento de asalto a un banco.
11 de junio: rapiña a la sucursal Buceo del Banco de Cobranzas. Tiroteo con la Policía.
31 de julio: robo al Tiro Suizo de Nueva Helvecia.
19 de abril: hurto de material explosivo en Cerro Blanco, en Lavalleja.
15 de julio: muere Luis Batlle.
1° de enero: asalto de la Aduana de Bella Unión de donde se llevan 11 fusiles y 8 bayonetas. 5 de febrero: robo de armas en una armería de la calle Galicia. 25 de marzo: muere Benito Nardone. 2 de abril: llega a Montevideo la segunda marcha de los cañeros con la consigna “Por la tierra y
20 de abril: hurto de 5 rifles, 6 revólveres y 1.000 proyectiles a la firma Ribel S.A. de Minas. 25 de abril: hurto de 540 kilos de explosivos de la Compañía Nacional de Cemento próxima a Pan de Azúcar.
28 de julio: muere Daniel Fernández Crespo. 8 de setiembre: el Consejo Nacional de Gobierno vota por mayoría de 6 en 9 la ruptura de relaciones diplomáticas con Cuba. La Universidad es ocupada. 9 de setiembre: atentados con cócteles Molotov contra los domicilios de cuatro
Los orígenes de Raúl Sendic Sus padres, Victoriano y Amalia, se instalaron en 1917 en una zona aislada al suroeste del departamento de Flores: un paraje ganadero conocido como Chamangá. Allí nacieron Alba (1917), Armando (1918), Victoriano (1920), Alberto (1923), Raúl (1925) y Mario (1927). Era una típica familia de pequeños productores rurales de la época. El dinero no sobraba, pero Raúl, que era buen estudiante, pudo trasladarse a Montevideo y matricularse en el Instituto Alfredo Vázquez Acevedo para preparar su entrada la Universidad. Ingresó a la Facultad de Derecho y trabajó en un estudio jurídico. En el Centro de Estudiantes de Derecho conoció a los socialistas Eduardo Jaurena y Daniel Díaz Maynard, pero también trabó relación con los colorados Jorge Batlle y Manuel Flores Mora. En esos años leyó a Mariátegui y a Rosa Luxemburgo. Le interesaba la teoría y creía poder traducir los principios revolucionarios de la sociedad industrial a las condiciones de América Latina a principios de los sesenta. En 1957 recorre los arrozales de Treinta y Tres como corresponsal del periódico socialista El Sol. Lo acompañaba un redactor del diario comunista El Popular: Mauricio Rosencof. Poco después colabora con la creación del Sindicato Único de Arroceros, que promueve reclamos salariales, fijación de convenio colectivo y mejoras en las condiciones de trabajo. Meses más tarde, organiza en Paysandú a los productores de remolacha. En diciembre de 1957, los remolacheros que abastecen a Azucarlito, asesorados por Sendic, entran en huelga durante 79 días.
1964
consejeros de Gobierno, contra los coches de dos diplomáticos estadounidenses y contra locales del National City Bank y la naviera Moore McCormack. 10 de setiembre: atentado con bomba incendiaria contra la Embajada de Brasil. Atentado con explosivos contra los estudios de radio Carve. 14 de octubre: rapiña contra sucursal del Banco de Cobranzas.
En 1958 se estableció en Paysandú, a pedido de la militancia socialista local. Su tarea era asistir a los trabajadores de la ciudad y del campo en materia jurídico-laboral. Le fascinaban las armas y poco después fue detenido por portarlas sin permiso. Humberto González Perla, dirigente socialista de Paysandú, cuenta cómo Sendic robó su primer revólver. “Hice la del gato”, le explicó. Una tarde se quedó escondido en el juzgado de la calle Monte Caseros de Paysandú, donde había visto el arma depositada en custodia. La recogió cuando no había nadie y salió del juzgado entrada la noche. A comienzos de 1959 empezó a asesorar a los trabajadores de las plantaciones de El Espinillar en Salto. Luego de una huelga, el sindicato es reconocido. Decide entonces trasladarse a Bella Unión para ayudar a crear la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA), que funda el 3 de setiembre de 1961. Desde entonces los trabajadores se movilizarán con la consigna “Por la tierra y con Sendic”. El 1° de mayo de 1962, más de doscientos “peludos”, trabajadores de la caña de azúcar, con sus mujeres e hijos, marchan a Montevideo, para sensibilizar a la capital de la situación que se vivía en el lejano Artigas, y protestar por los despidos masivos. Es la primera marcha cañera. A mediados de 1963, Sendic sostenía a quienes lo escuchaban que Uruguay tenía el mismo destino de Guatemala, Cuba, Colombia o Perú: iba a ser inevitable recurrir a las armas para defender los reclamos sociales. El 31 de julio de ese año, se produce el robo de armas en Nueva Helvecia. Su proyecto de guerrilla se había puesto en marcha.
10
1965
1965
1965
seros: un bebe de 5 meses llamado Olivio Cela. La investigación policial permitió capturar a los culpables: cinco jóvenes de entre 16 y 22 años que se declararon fervientes anticomunistas. Este conjunto de hechos son los antecedentes que suelen invocarse para sostener que la violencia organizada de izquierda surgió como respuesta a una violencia organizada desde la derecha. Y el conjunto describe sin duda un clima que se enrarecía. También es verdad que todos estos acontecimientos ocurrieron poco antes del 31 de julio de 1963, que es una flecha clave en el surgimiento de la violencia de izquierda. Ese día se produjo el robo de armas en el Club de Tiro Suizo de Nueva Helvecia, que es la primera acción que puede ser claramente adjudicada a una organización decidida a realizar acciones armadas previamente planificadas, e integrada por figuras que luego fundarían el MLN. Pero, una vez verificado el orden temporal, ¿es posible entender al último de los hechos como un resultado histórico de los anteriores? Esta cadena de sucesos que abarca un período inferior a dos años (desde octubre de 1960, cuando el MEDL intentó ocupar la Universidad de la República, hasta julio de 1962, cuando se producen los ataques de las esvásticas) sirve para mostrar dos cosas. La primera es que ese Uruguay que había vivido hasta entonces algo alejado del mundo empezaba a verse afectado por lo que ocurría fuera de fronteras: la reunión de la OEA en Punta del Este convirtió momentáneamente al país en un escenario de la Guerra Fría (ambos bandos de esa guerra tenían en ese momento personal de inteligencia en Montevideo, y lo mantendrían). La llegada de un representante oficial del gobierno revolucionario cubano produjo la primera muerte política en décadas. La ejecución de Eichmann en Jerusalén generó acciones antisemitas. Lo segundo que prueban esos hechos es que las instituciones uruguayas no estaban preparadas para la violencia política: con excepción de la muerte de Olivio Cela, ninguno de los demás hechos fue aclarado por la Policía ni condujo a decisiones judiciales.
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Rodríguez habían sido víctimas de una represalia organizada por un grupo de izquierda. Para otros, eran falsas víctimas que intentaban neutralizar el clima creado por el caso Barret. Otros pensaban más sencillamente que alguien muy trastornado andaba suelto. Los hechos nunca pudieron aclararse Pero el hecho más grave del año 1962 ocurrió el 11 de setiembre, cuando una sede del Partido Comunista ubicada en la calle Yi de Montevideo fue atacada con cócteles Molotov. El atentado desató un incendio en el que murió el hijo de los ca-
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golpeado y tatuado en el muslo. Pero esta vez la víctima era Elbio Ferrer Saravia, un bisnieto de “Chiquito” Saravia que presidía el Movimiento Estudiantil Nacionalista y tenía una clara filiación anticomunista. A Ferrer no lo marcaron con una esvástica, sino con la hoz y el martillo. El 20 de julio pasó lo mismo con Eduardo Rodríguez Ayala, de 25 años, también conocido por su militancia anticomunista. A Rodríguez le tatuaron esvásticas en la espalda y en un muslo. Las especulaciones se hicieron incontrolables. Para algunos, Ferrer y
12 de enero: atentado con explosivos contra las oficinas del Centro de Propaganda de Brasil.
5 de mayo: atentado con cócteles Molotov contra General Electric y Colgate Palmolive.
21 de febrero: se inicia la tercera marcha cañera desde Artigas con la consigna “Por la tierra y con Sendic”.
6 de mayo: atentado con explosivos contra la compañía All American Cables y contra la compañía Western Telegraph.
8 de abril: el Consejo Nacional de Gobierno decreta medidas prontas de seguridad.
10 de julio: atentado con explosivos contra depósitos de la firma Bayer.
4 de mayo: atentado con bombas incendiarias (cócteles Molotov) contra la firma International Harvester Co. y contra la fábrica de Coca-Cola.
12 de agosto: empieza el “Congreso del Pueblo” convocado por la CNT. 7 de octubre: el Consejo Nacional de Gobierno
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Pero nada de lo que ocurrió es suficiente para hablar de violencia organizada. El MEDL era una organización estudiantil anticomunista, pero eso no la convertía en un grupo de choque ni mucho menos en un escuadrón de la muerte. La única acción colectiva que se le conoce fue su intento de ocupar la Universidad de la República en 1960. Pero el intento falló y la Universidad fue finalmente ocupada por estudiantes de izquierda. La organización pretendía funcionar en la legalidad, hasta el punto de que tenía un local en la calle Tristán Narvaja. Además tenía muy pocos miembros y, sobre todo, no fue capaz de durar. Las manifestaciones y agresiones antisemitas fueron hechos desgraciados, como lo son siempre, pero involucraron a muy poca gente y se extinguieron enseguida. Nada hace pensar que detrás de esos actos hubiera una organización de alguna entidad. La ejecución de Eichmann produjo acciones antisemitas de mayor entidad en otras partes del mundo, incluidos algunos países vecinos. En Uruguay todo pareció reducirse a unas pocas acciones de parte de un diminuto grupo de exaltados que no fue capaz de organizarse ni de perdurar. Para honor de los uruguayos, la sociedad uruguaya nunca fue un ambiente propicio para las prácticas antisemitas. El episodio de las esvásticas es confuso y dif ícil de evaluar. Las explicaciones posibles van desde un juego de simulaciones recíprocas hasta la existencia de uno o dos grupos capaces de realizar actos violentos. Pero nada permite pensar en la existencia de alguna organización que tuviera alguna permanencia. En el peor de los casos pudo haber algún grupo minúsculo con intenciones más bien confusas. Quedan los dos episodios más graves, que son las muertes ocurridas en el período. La muerte del pequeño Olivio fue un hecho horroroso pero no intencional. Un ataque a una sede partidaria es un hecho violento y censurable, pero está muy lejos de un infanticidio. El bebe murió como
consecuencia de una acción que buscaba causar daños en un edificio vacío. Lamentablemente, esa clase de acciones ya no eran inéditas en la época. Poco tiempo antes, Raúl Sendic había dirigido un grupo que incendió la sede de una organización sindical acusada de traidora. Como consecuencia del ataque también hubo una muerte no deseada. La diferencia es que el ataque a la sede del Partido Comunista no tuvo ninguna continuidad reconocible, mientras que Sendic y otros involucrados en el ataque del 5 de junio formaron más tarde el MLN. La muerte de Arbelio Ramírez el 17 de agosto de 1961 es el hecho más grave del período. En este caso existió voluntad de matar, o al menos se actuó de un modo que hacía muy probable que hubiera una muerte. Fue la primera vez en décadas que alguien moría en Uruguay como resultado de una acción motivada políticamente. Aunque Ramírez fue una víctima casual, la fecha de su muerte marca el primer hito en el triste proceso que llevó a la sociedad uruguaya a hundirse en la violencia. Sin embargo, tampoco en este caso existen indicios de que hubiera una organización más o menos permanente. Nadie supo quién lo mató ni nadie se adjudicó la muerte durante los duros años que llegarían más tarde. Si es verdad que en el momento del asesinato había en el país agentes de la oposición cubana o militantes de la derecha argentina, existe la posibilidad de que el acto haya sido cometido por un agente externo que hubiera llegado para causar disturbios en torno a Guevara. La prensa de izquierda mencionó con insistencia al extremista argentino Nelson Cooper como presunto autor del disparo. En el Uruguay de 1960 a 1962 hubo actos violentos motivados por ideas políticas de derecha. Esos actos fueron ilegales y condenables, y sin duda contribuyeron a deteriorar el clima político. Pero nada sugiere que existieran organizaciones que hubieran decidido practicar la violencia en forma sistemática. Y aun quienes piensan que sí las hubo, admiten que todas ellas habían desaparecido en
la segunda mitad de la década. Ninguno de los movimientos de acción directa que la derecha uruguaya produjo a fines de los años sesenta fue presentado por nadie (ni siquiera por sus peores críticos) como una continuación o prolongación de alguna organización que existiera a principios de la década. Decir que la violencia organizada de izquierda nació como respuesta a la violencia organizada de la derecha es, en el mejor de los casos, el resultado de una ilusión óptica: como los actos de la izquierda violenta organizada siguieron a algunos actos violentos provenientes de la derecha, se asume que estos últimos también fueron obra de organizaciones permanentes. Y como años más tarde existió una violencia organizada desde la derecha, se crea la ilusión de que ese fenómeno fue una prolongación de los hechos ocurridos a principios de la década. La verdad histórica es que, cuando el 31 de julio de 1963 los futuros funda-
Fragmentos del primer Estatuto-Reglamento del MLN-Tupamaros Art. 1: La Organización aspira a ser la vanguardia organizada de las clases explotadas en su lucha contra el régimen: es la unión voluntaria y combativa de quienes son conscientes de su deber histórico. (…) Art. 6: El carácter de la Organización es clandestino, por lo tanto su estructura deberá adaptarse a su carácter. Art. 7 El organismo base de la Organización es la célula. Esta puede constituirse en cualquier lugar. El mínimo de miembros que pueden integrarla son dos. (…) Art. 21: La compartimentación es uno de los principios fundamentales de la seguridad de la Organización. Ella debe practicarse aun entre los integrantes y para tareas de un mismo organismo. Se practicará asímismo a todos los niveles de la Organización.
11 1965-1966
1965
decreta medidas prontas de seguridad, que se levantan en noviembre. 18 de octubre: atentados con bombas a las casas de Mario Heber, presidente de la Cámara de Diputados, y de Alberto Heber, integrante del Consejo Nacional de Gobierno. 7 de diciembre: nuevo decreto de medidas prontas de seguridad, que se levantan a fines de diciembre. 9 de diciembre: atentado con explosivos contra la Cámara Mercantil de Productos del
País. Bomba contra el domicilio de un dirigente de la Cámara Mercantil 1966
16 de enero: nace la OLAS en Cuba. 18 de febrero: hurto de 10 fusiles con sus bayonetas y 18 uniformes militares de la carpa de FUTI prestados por el Ejército Nacional. 13 de mayo: rapiña contra la sucursal Uruguayana del Banco La Caja Obrera.
Una segunda formulación de la “tesis de la respuesta” (es decir: la violencia de izquierda no fue originaria, sino una reacción) consiste en afirmar que algunos grupos de izquierda decidieron armarse para enfrentar un golpe de estado que estaba en ciernes. En su Historia de los Tupamaros, Eleuterio Fernández Huidobro reproduce el siguiente diálogo, que se produjo en el momento en que Julio Marenales se unió a la organización: –¿Qué pensás? –Que vamos a la dictadura y hay que prepararse. –En eso estamos. –Cuenten conmigo.
El robo al Club de Tiro Suizo El lunes 2 de octubre de 2006 los estudiantes de tercer año del liceo de Nueva Helvecia (Colonia) fueron convocados por su directora para escuchar al diputado del Movimiento de Participación Popular (MPP) Homero Viera. En su exposición, Viera relató el robo de armas en el Club de Tiro Suizo de esa localidad, ocurrido el 1º de agosto de 1963. El diputado narró que grupos de izquierda “clandestinos” se enteraron de la existencia de armas en Nueva Helvecia y elaboraron un plan para sustraerlas. Primero se verificó la información y luego se realizó un reconocimiento de las “dificultades” del lugar, ubicado a 100 kilómetros de Montevideo. El mayor riesgo eran los controles policiales en la ruta. Viera relató que el “reconocimiento” fue realizado por Raúl Sendic, y el hoy senador frenteamplista Eleuterio Fernández Huidobro “en una vieja moto inglesa Harley Davidson”. Entre otras cosas estudiaron los horarios de funcionamiento del Club, porque a veces “había timba”. El grupo empezó luego a vincularse con “amistades políticas de confianza”, que proporcionaron vehículos, “vigilancia” y herramientas que permitieran “vulnerar las aberturas”. El robo se realizó según lo planeado pero luego hubo dificultades: uno de los vehículos, que se dirigía a Artigas, volcó en las inmediaciones de Trinidad (Flores), dejando “un reguero de armas tiradas”.
1966
18 de agosto: la Policía descubre cerca de Montevideo un depósito de explosivos y armas enterrados. 15 de setiembre: atentado con bombas (que no explotan) contra la planta emisora de radio Carve. 9 de octubre: atentado con explosivos contra el domicilio de los militares Mario Aguerrondo y Alberto Ballestrino. 15 de noviembre: atentado con explosivos
Cuando el diputado Viera finalizó su intervención, consultó a los asistentes si tenían alguna pregunta. Uno de los estudiantes pidió la palabra y preguntó: “¿Para qué necesitaban las armas?”. El diputado vinculó el robo al contexto que vivía América Latina, que en ese entonces “tenía las características de un volcán”. Luego agregó: “Había también una razón política muy poderosa, que fue el hecho de que en 1959 había triunfado por el uso de las armas una revolución de izquierda en el Caribe: la revolución cubana, que había dado por tierra con una dictadura, la de Fulgencio Batista que se había iniciado años antes”. La Comisión de Educación de la Cámara de Diputados convocó al ministro de Educación y Cultura, Jorge Brovetto, para que diera explicaciones sobre la exposición de Viera. En marzo de 2007, el Consejo de Secundaria suspendió por dos días a la directora que había organizado el acto. También se dispuso la suspensión por 90 días y la retención del sueldo docente de tercer año. Las autoridades de Secundaria negaron que se hubiera incurrido en una violación de laicidad y justificaron las sanciones diciendo que no se había solicitado la debida autorización.
1966
contra el domicilio del subsecretario del Ministerio del Interior, Rodolfo Canabal. 22 de noviembre: rapiña contra la sucursal Paso de la Arena del Banco Popular. 27 de noviembre: gana las elecciones el Partido Colorado. Es electo presidente Óscar Gestido. Se reforma la Constitución. Hurto de 63 armas, 10.000 proyectiles y 72 balizas en la armería El Cazador, y de 4 uniformes policiales de la Intendencia de Policía.
Si este diálogo se hubiera producido a fines de 1972, hubiera resultado comprensible para mucha gente. Pero el propio Fernández Huidobro informa que ocurrió “unos meses antes de abril de 1964”, es decir, presumiblemente a fines de 1963 (poco después del robo al Tiro Suizo). ¿Había razones para afirmar algo así tan temprano? Desde que el Partido Nacional asumió el gobierno en marzo de 1959, hubo rumores intermitentes de golpe de estado. La primera vez ocurrió en el momento mismo del cambio de mando. Algunos simpatizantes del Partido Nacional (incluidos algunos militares) sospecharon que, a último momento, los colorados se negarían a entregar el gobierno que venían ejerciendo desde hacía 94 años. Algunos simpatizantes del Partido Colorado (incluidos también algunos militares) sospecharon que quienes sembraban esa duda estaban preparando un golpe. Finalmente el cambio de mando ocurrió sin incidentes. Unos y otros habían creado innecesariamente algunas tensiones. Una segunda ola de rumores se produjo luego de que, en marzo de 1964, los militares brasileños dieron un golpe que terminó con el gobierno constitucional del presidente Joāo Goulart. Tanto Goulart como su cuñado Leonel Brizola (que había sido depuesto de su cargo de gobernador de Rio Grande do Sul) se exiliaron en Uruguay. Desde aquí iniciaron una intensa actividad opositora que irritaba al nuevo gobierno golpista. Los militares brasileños hicieron saber su molestia, pero el gobierno blanco tuvo la misma actitud que Luis Batlle había tenido en los años cincuenta ante las presiones de Perón: Uruguay iba a seguir recibiendo a refugiados políticos y en ningún caso limitaría sus libertades. En algún momento circuló la información de que los militares brasileños habían preparado un plan para invadir Uruguay en 48 horas si la actividad de los exiliados se volvía demasiado molesta. El plan también podría aplicarse si la situación interna en Uruguay se radicalizaba. La información fue usada políticamente, en un momento en que la oposición tenía
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¿Una respuesta a intentos golpistas?
HISTORIA RECIENTE
dores del MLN robaron armas en el Tiro Suizo de Nueva Helvecia, el país asistió a un hecho nuevo: por primera vez, una organización clandestina que había decidido usar la violencia como método político cometía un acto ilegal con el propósito de armarse. Nada de lo que había ocurrido hasta entonces había tenido una entidad similar. Afirmar que esa acción se realizó para enfrentar a organizaciones de derecha es insostenible a partir de la evidencia disponible. Una prueba complementaria es que, en los años siguientes, la guerrilla de izquierda realizó muchas acciones, pero ninguna de ellas estuvo dirigida contra una organización violenta de la derecha. No lo hizo porque, durante los años inmediatamente siguientes, esas organizaciones no existían.
12
1966
22 de diciembre: tiroteo entre la Policía e integrantes del MLN-T. En un taller de reparación de motonetas se descubre una imprenta clandestina y un juego de planos de la red cloacal de Montevideo. Desarticulación de la estructura clandestina. 26 de diciembre: se descubre una base del MLN-T que servía como “enterradero” a sus integrantes e imprenta clandestina. 27 de diciembre: durante el allanamiento a un criadero de aves se produce un
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interés en mostrar al segundo colegiado blanco como un gobierno fragil. Pero, pese a que los exiliados brasileños no fueron sometidos a ninguna clase de control y a que la situación interna uruguaya se deterioró, jamás hubo de parte de los militares brasileños nada que se pareciera a un tímido preparativo de invasión. Como había ocurrido en 1959, lo único seguro es que hubo un rumor. Una tercera fuente de rumores fueron las tensiones dentro del segundo gobierno blanco. Esas tensiones tenían múltiples motivos, pero dos de ellos convergieron y se reforzaron en junio de 1964. El primero fue una crisis entre herreristas y “ubedistas” en torno a la distribución de ministerios. El segundo fue un pico de tensión con los militares que se hizo preocupante cuando la Comisión de Defensa del Senado inició la discusión sobre el ascenso al generalato de tres coroneles. Uno de ellos era el coronel Mario Aguerrondo, que se había desempeñado como jefe de Policía de Montevideo entre 1959 y 1963. Aguerrondo era un militar ultranacionalista y anticomunista que ejercía liderazgo sobre parte de la oficialidad (se lo considera el fundador de la logia Tenientes de Artigas). Su figura había estado asociada desde siempre a los rumores de golpe. Dentro y fuera del gobierno, mucha gente dudaba de sus convicciones democráticas. En un momento delicado de las relaciones con los militares, la posibilidad de que ese hombre llegara a general dividió al gobierno: Alberto Heber estaba dispuesto a respaldarlo, pero Washington Beltrán se negó. La diferencia tomó estado público. La doble crisis puso bajo presión al gobierno, pero finalmente se superó. El 12 de junio se integró un nuevo gabinete de ministros con amplio respaldo. Ese mismo día, el general Gilberto Pereira hizo pública una carta en la que reafirmaba la total subordinación del Ejército a las autoridades civiles y su lealtad a las instituciones. La atmósfera se normalizó al cabo de unas semanas. El segundo gobierno blanco había superado su hora más dif ícil.
13 1965-1966
enfrentamiento con integrantes del MLN-T. Mueren el tupamaro Mario Robaina y el comisario jefe del servicio de radiopatrulla Antonio Silveira Regalado. 29 de diciembre: en un allanamiento en el barrio de Malvín se incautan armas, siluetas para el tiro al blanco y manuales de guerrilla del MLN-T. 1967
3 de enero: la Policía constata que el MLN-T realizó un relevamiento de la red cloacal de Montevideo usando planos robados a OSE.
Mario Heber: los blancos en Casa de Gobierno.
¿Existió realmente un riesgo de golpe de estado? Sin duda hubo tensiones, hasta el punto de que hubo que cambiar al ministro de Defensa. Pero en ningún momento hubo movimientos irregulares de tropas, ni actos de insubordinación, ni declaraciones políticas en boca de militares. Fue una situación delicada, pero mucho menos crítica, por ejemplo, que la que enfrentó el primer gobierno democrático en las semanas previas a la aprobación de la Ley de Caducidad. Aguerrondo era un militar de línea dura y un hombre inclinado a los pronósticos agoreros. Su prédica tremendista y su influencia sobre muchos oficiales crearon tensiones inútiles y causaron problemas al gobierno. Pero (tal vez por decisión propia, tal vez por haber sido adecuadamente controlado) nunca parece haber ido más allá de las palabras. Nada de lo que ocurrió durante la crisis de 1964, ni antes ni después de ella, le
1966
12 de enero: se descubre un centro de propaganda del MLN-T tras la fachada de una agencia de publicidad. Se encuentra información sobre unidades militares, incluyendo nombres y domicilios de sus jefes.
impidió ser candidato a presidente en las elecciones de 1971, en las que obtuvo pocos votos. La falta de pruebas de quienes hablaban de la inminencia de un golpe queda bien expresada en un pasaje de la Historia de los Tupamaros escrita por Fernández Huidobro: “Aguerrondo, Ballestrino, Ribas y toda la cohorte de militares que más o menos nueve años más tarde darían efectivamente el golpe, comenzaron a intentarlo en 1964”. Un grupo golpista que demora nueve años en lograr su objetivo no parece una amenaza demasiado seria: los preparativos habrían durado casi tanto como la propia dictadura. Por otra parte, cuando el golpe realmente llegó en 1973, ni Aguerrondo ni el general Ribas jugaron ningún papel. Quienes destruyeron las instituciones tuvieron otros líderes. La guerrilla de izquierda en Uruguay no se organizó como respuesta a ningún
1966
8 de octubre: muere Ernesto Guevara en Bolivia. 29 de noviembre: tiroteo en el balneario El Pinar entre la Policía e integrantes del MLN-T. 6 de diciembre: muere el presidente Gestido.
11 de abril: atentado con explosivos contra la empresa Burroughs.
7 de diciembre: asume la presidencia el vicepresidente Jorge Pacheco Areco. El diario Época publica una carta abierta del MLN-T a los agentes policiales.
14 de setiembre: atentado del MLN-T contra la planta emisora de radio Carve.
12 de diciembre: Pacheco decide la clausura de los diarios Época y El Sol.
1° de marzo: asume la presidencia Gestido.
El nacimiento de la izquierda violentista no fue una respuesta a la violencia de una derecha organizada ni a la inminencia de un golpe militar. Fue una elección propia, estimulada por dos hechos que tuvieron un fuerte impacto en quienes la tomaron: la revolución cubana en 1959 y
Las elecciones de 1962 Renovación de todos los cargos [25/11/1962] LEMA
SUFRAGIOS
% SOBRE EL TOTAL
PARTIDO NACIONAL
545.029
46,5
DANIEL FERNÁNDEZ CRESPO
316.533
27
ALBERTO AROCENA
227.205
19,4
907
0,1
PANTALEÓN ASTIAZARÁN ANTONIO FADO
27
0
357
0
PARTIDO COLORADO
521.231
44,5
LUIS BATLLE
277.259
23,7
ÓSCAR GESTIDO
167.085
14,3
76.510
6,5
AL LEMA
ZELMAR MICHELINI AL LEMA
377
0
FIDEL
40.886
3,5
PARTIDO DEMÓCRATA CRISTIANO
35.703
3
UNIÓN POPULAR
27.041
2.3
OTROS
1.130
0,1
TOTAL
1.171.020
Fuente: Banco de Datos, Área Política y Relaciones Internacionales, FCS-UDELAR
culas, obras de teatro y extensos ensayos. Soñaba con un mundo completamente nuevo, de horizontes abiertos y emociones intensas, al que se llegaría por el camino del sacrificio. En no demasiado tiempo, esa sensibilidad se fue convirtiendo en proyecto político. Los “sesentistas” adoptaron una actitud de rechazo al reformismo y a la vía electoral, de impaciencia revolucionaria, de condena al liberalismo y al estado “burgués”. Masivamente se identificaron con el socialismo, con el nacionalismo revolucionario, con un marxismo-leninismo apenas digerido y con la vía armada. El culto a la acción directa, simbolizado por los guerrilleros cubanos, fue haciendo lugar al desprecio por la vida propia y ajena. La violencia política ya no era vista como una desgracia, ni siquiera como un recurso último al que había que apelar a desgano, sino como el contexto requerido para vivir una vida más libre, más intensa, más transformadora y cargada de emociones. El triunfo de la revolución cubana impactó fuertemente sobre una generación que no había conocido las guerras civiles del pasado ni sabía nada sobre los rigores de las guerras internacionales. Eran los hijos del Uruguay de bienestar, bien educados, pertenecientes en general a familias en ascenso, acostumbrados a recibir sin esfuerzo. Pero era también la generación que descubría que todo eso podía deteriorarse en el futuro. La economía uruguaya se había estancado y los efectos empezaban a notarse. La “cultura sesentista” expresó la creciente impaciencia frente a la crisis nacional y la crispación ante la incertidumbre. Pero no fue una generación que eligiera analizar en detalle las causas inmediatas de los problemas. La creciente frustración de expectativas, las dificultades de los políticos tradicionales para encontrar soluciones y el aumento de los problemas sociales los fueron convenciendo de que solo un cambio profundo permitiría mejorar las cosas. Estimulados por una generación de intelectuales que no querían entender ni aportar soluciones al país que habían heredado de sus padres, sino solamente romper con él, se embarcaron en el ejercicio de la utopía y del voluntarismo. Una decisión de cambio suficientemente firme y libre de compromisos permitiría dejar atrás las dificultades y avanzar hacia un futuro mejor. Pensando de este modo, en ruptura con su propio pasado y en conflicto con las dirigencias tradicionales del país, la generación “sesentista” terminó enamorándose del poder: no habría ninguna
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La violencia como elección
las elecciones presidenciales uruguayas de noviembre de 1962. La revolución cubana fascinó en toda América Latina a muchas personas que creyeron posible un camino directo hacia un mundo de justicia y libertad. El triunfo relativamente rápido de las fuerzas de Fidel Castro sobre un dictador odioso y corrupto, y la imagen de frescura que dio el nuevo régimen en sus primeras etapas, ejercieron un encanto indudable. Frente al funcionamiento lento, complejo y frecuentemente opaco de las instituciones democráticas tradicionales, allí había un grupo de barbudos enérgicos que parecía estar poniendo en práctica sus proyectos más ambiciosos a golpes de voluntad. La victoria revolucionaria en Cuba encontró un auditorio receptivo en las generaciones marcadas por lo que Hebert Gatto llama “la cultura sesentista”: era una cultura que se había acostumbrado a la abundancia y la veía como un derecho que solo había que reclamar (en lugar de verla como un objetivo a construir), pero que al mismo tiempo sentía cierto hastío hacia el funcionamiento rutinario de las instituciones democráticas y hacia la vida del ciudadano normal, que se ocupa de sus asuntos privados y vota cada algunos años. La cultura sesentista disfrutaba con la ruptura y cortejaba el heroísmo. Recreaba la épica del valor y del sacrificio en libros, canciones, pelí-
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intento de golpe porque, al menos hasta los años setenta, nunca hubo un verdadero riesgo. Los propios Tupamaros parecen haber reconocido esta realidad cuando, en el año 1967, escribieron en un documento oficial que las Fuerzas Armadas estaban despolitizadas. La verdad histórica es que ni el MLN-Tupamaros ni las organizaciones que lo precedieron empuñaron jamás las armas para defender la democracia, ni tampoco lo hicieron para luchar contra una dictadura. Solo las empuñaron para luchar contra la democracia a lo largo de cuatro gobiernos constitucionales sucesivos: el segundo gobierno blanco, el breve gobierno de Gestido, el gobierno de Pacheco y el período constitucional de Bordaberry. Cuando la dictadura llegó, el MLN no estaba operativo. Tampoco fueron protagonistas de las luchas cívicas de los años ochenta, que hicieron posible el retorno a la democracia.
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solución para el país hasta que ellos mismos estuvieran al mando. La tarea inmediata era derribar lo anterior. Por eso no había que aportar soluciones incrementales ni alarmarse ante el deterioro de la situación. Solo un desplazamiento de los antiguos elencos permitiría iniciar la recuperación. Las elecciones de 1962 son un momento importante en la historia del país. Esa fue la última oportunidad en la que todos buscaron el cambio por la vía institucional. La izquierda, en particular, organizó sus propuestas con la expectativa de aumentar sustancialmente su caudal electoral. El país estaba en problemas, había insatisfacción y la intención era capitalizarla. El Partido Comunista consiguió finalmente aplicar en Uruguay la estrategia de frentes políticos que los comunistas venían aplicando en muchas partes del mundo. Así nació el Frente Izquierda de Liberación (FIdeL), cuyo núcleo era el Partido Comunista pero incluía varios desgajamientos de los partidos tradicionales. El Partido Socialista (que había pasado a ser conducido por Vivián Trías, en detrimento del dirigente histórico Emilio Frugoni) hizo una alianza con un grupo de nacionalistas escindidos que eran liderados por Enrique Erro y con la Agrupación Nuevas Bases. Esta alianza dio lugar a la Unión Popular. En esas elecciones también se presentó por primera vez el Partido Demócrata Cristiano, que surgía como reformulación de la vieja Unión Cívica y tenía como modelos a los exitosos partidos democristianos de Venezuela y Chile. Pero las expectativas creadas en la izquierda no se cumplieron. El Partido Nacional volvió a ganar las elecciones con el 46,5 por ciento de los votos. El Partido Colorado obtuvo el 44,5 por ciento. El 91 por ciento de los uruguayos habían vuelto a confiar en los partidos tradicionales. El voto de izquierda apenas había superado el 6 por ciento del total. Estos resultados tuvieron un fuerte impacto sobre el estado de ánimo de algunos militantes de la izquierda radical. Simplemente podrían haber sacado la conclusión de que la inmensa mayoría no apoyaba sus propuestas, pero lo que concluyeron fue que la vía electoral debía ser abandonada. El objetivo era llegar al poder y eso no se discutía. Si el camino de las urnas estaba cerrado, había que recorrer el camino de las armas.
El nacimiento de los Tupamaros El MLN fue uno de los primeros grupos revolucionarios que nacieron al influjo
de la revolución cubana. Al principio no tuvieron nombre. Luego se llamaron simplemente “Tupamaros”. La denominación definitiva (“Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros”) se usó por primera vez el 27 de diciembre de 1966, en un comunicado que emitieron tras la muerte de Mario Robaina, uno de sus integrantes. Sus inicios son graduales y poco claros, por lo que es dif ícil señalar una fecha de fundación precisa. Pero puede afirmarse que la organización estaba operativa el 1º de agosto de 1963, cuando realizó el robo de armas en el Club de Tiro Suizo de Nueva Helvecia. Esa acción muestra ya a una organización que ha elegido el camino de la violencia y que se está abasteciendo de armas. Muestra además a un grupo de gente muy estable, que incluye a algunas de las figuras que desde entonces dirigirían al movimiento (Raúl Sendic, Eleuterio Fernández Huidobro). Y muestra un método de trabajo que incluye acciones de inteligencia, establecimiento de contactos, despliegue logístico y objetivos bien determinados. Los Tupamaros no fueron el único movimiento guerrillero activo en el país en los años sesenta y setenta. También actuaron otros grupos como la Organización Popular Revolucionaria 33 Orientales (OPR-33), que en julio de 1969 robó la bandera de las Treinta y Tres Orientales (que sigue sin ser recuperada) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias Orientales (FARO), que ese mismo mes se atribuyó algunas acciones que las fuerzas de seguridad habían creído responsabilidad del MLN. Pero ninguna de esas organizaciones alcanzó el desarrollo de los Tupamaros. La mayoría de los integrantes del MLN eran jóvenes provenientes de las clases medias radicalizadas. Casi dos de cada tres eran estudiantes o ex estudiantes. Raúl Sendic había estudiado en la Facultad de Derecho en una época en la que había menos estudiantes universitarios que ahora; Fernández Huidobro era un hijo de la educación privada (había estudiado con los Hermanos Maristas); José Mujica había hecho “Preparatorios” en el prestigioso IAVA. Entre ellos casi no había obreros ni personas de “clase alta” (una excepción es Jorge Zabalza, que proviene de una familia de estancieros con larga tradición en el departamento de Lavalleja). Como señala Hebert Gatto, los tupamaros pertenecían al primer y segundo círculo que rodeaban a los intelectuales de izquierda: el de los jóvenes estudiantes educados por ellos, y un sector más amplio de jóvenes menos educados pero
igualmente influidos por sus ideas. Gatto los define como “intelectuales armados” y enumera las razones: se habían educado bajo el influjo de una intelectualidad de izquierda; eran jóvenes altamente politizados y atentos a la realidad nacional; todos, o casi todos, frecuentaban publicaciones de izquierda y eran lectores de ese enorme formador de opinión que fue el semanario Marcha. Todos compartían también los valores típicos del “sesentismo”: espíritu contestatario, revuelta generacional, identificación con la revolución cubana, creencia en las virtudes de la “revolución ya”. Las definiciones ideológicas del movimiento nunca fueron demasiado precisas ni se diferenciaron demasiado de las predominantes en el resto de la izquierda marxista. Uno de los documentos que dieron a conocer en los años sesenta intentaba definir un perfil propio: “para nosotros el quid está en aplicar el marxismo-leninismo en nuestras condiciones concretas. Las teorías del socialismo nacional son varias; nos encontramos ante una gama que conserva, empero, una identidad esencial: la nación y el socialismo”.
Extractos del Documento Nº 1 del MLN-Tupamaros Enero de 1968 2. Por las condiciones del país, por la situación del continente, por la expectativa creada a nuestro alrededor se trata de pasar a una etapa superior de lucha, que en nuestro caso es la instalación del foco armado operante, al menor plazo posible. (…) 4. Debemos prepararnos pues, para una guerra en gran escala, no para el atentado o el petardo. Esto significa una actividad silenciosa y paciente para crear los elementos materiales necesarios para sostener una lucha de gran envergadura con pertrechamiento suficiente como para soportarla largo tiempo. (…) 5. Prepararnos para la guerra de guerrillas prolongada significa crear muchas bases para la lucha armada urbana y crear zonas para la lucha rural. Significa crear un respaldo mínimo de población para un contingente que lancemos en la ciudad o en el campo. Significa muchos talleres que estén en condiciones de preparar armas y explosivos, no ya para la lucha de una semana sino para meses de actividad incesante. Significa poner a punto un complejo sistema de comunicaciones radiales, escritas y personales; implica tener montado un servicio de propaganda, captación, pertrechamiento. Preparación de combatientes. Construir fachadas y coberturas para nuestras bases, etcétera. Hay todavía mucho trabajo perseverante y silencioso para hacer que el foco armado en el Uruguay sea posible.
El cansancio civilizatorio y la simplificación del mundo Por Martín Peixoto El Uruguay de los años cincuenta estaba lejos de Viglietti y Las venas abiertas de América Latina ser perfecto, pero había logrado una estabilidad de Eduardo Galeano. institucional poco común en América Latina. La revolución cubana permitió asociar esa Teníamos un estado de derecho que funcionaba nostalgia de lo simple con el triunfo político. aceptablemente. Había libertad de expresión. La isla del Caribe evocaba la selva tropical Los gobiernos se elegían mediante elecciones y el mar, la aventura y la sencillez. Un grupo libres en procesos electorales limpios. Las de rebeldes había expulsado a un tirano de leyes sociales y la distribución del ingreso nos leyenda y se había adueñado de un poder asemejaban a los países más democráticos de que no estaba limitado por procedimientos Europa Occidental. En América del Sur, solo Chile engorrosos. La justicia se ejercía de manera se parecía a Uruguay. directa y expeditiva, sin papeleos ni demoras Estos resultados eran asombrosos comprocesales. La palabra del líder máximo bastaba parados con lo que había sido el país apenas para arreglar problemas; no había que esperar 50 años antes. El siglo XIX nos había dado una que las comisiones parlamentarias estudiaran merecida fama de violentos. El escritor Guillermo los temas, ni someterlos a la consideración de Enrique Hudson tituló una novela que transcurre dos cámaras. De la noche a la mañana, un país en el Uruguay de entonces La tierra purpúrea, signado por la corrupción y la violencia se había en alusión a la sangre derramada en las guerras transformado en un ejemplo. civiles. Fue gracias a un largo y complicado Igualmente simples fueron las ideas de los aprendizaje que nos convertimos en un país revolucionarios de los años sesenta. La mayoría pacífico y previsible. asumió el modelo de sociedad socialista que Pero la vida civilizada muchas veces proadoptó sin cuestionar ni analizar sus comVáklav Havel: escritor, disidente, primer presidente deCuba, la Checoslovaquia poscomunista. voca hastío y despierta la nostalgia por modos ponentes. Las categorías que se usaban para desde vida más simples. Este fenómeno se conoce cribir nuestra realidad eran panfletarias. Términos desde la antigüedad. Los Idilios de Teócrito, como “oligarquía”, “burguesía”, “campesinado” y las Bucólicas de Virgilio son expresión de e “imperialismo” eran conceptos abstractos sin ese estado de ánimo. También lo es “el buen ningún significado especial. Solo servían para salvaje” de Rousseau. Todos ellos alaban las combatir a un enemigo mitológico. bondades de la vida simple contrapuestas a Algunos de estos términos provenían del la civilización decadente. Del mismo molde marxismo y se adoptaron sin reparos. Nadie se proviene el indigenismo americano que evoca preocupó de averiguar si conservaban validez. la pureza y la sabiduría original de las comuniLos debates de ideas importaban poco. El eledades indígenas; a este género de mistificación mento unificador era la acción, no el programa. pertenecen la Canción para mi América de Daniel Los hechos debían hablar por sí mismos.
la necesidad de la lucha armada. No les causó problemas su falta de precisión ideológica ni les planteó preguntas el escaso apoyo popular que suscitaban. En palabras de Hebert Gatto, quedaron atrapados por el síndrome de los iluminados: quien ingresaba al movimiento, lo hacía para incorporarse a la vanguardia de la lucha armada y concretar cuanto antes la revolución socialista. Toda acción que se realizara en ese marco era correcta. No había espacio para preguntas ni para dudas morales. La urgencia era la acción que destruyera al capitalismo. Las discusiones ideológicas y morales debían ser dejadas de lado porque paralizaban y dividían. El lema era: “la discusión divide, la acción nos une”. La identidad tupamara no reposó en definiciones ideológicas precisas sino en la adhesión a algunos principios que se dieron por indiscutibles: el inmediatismo revolucionario, el antiimperialismo, la desaparición de las clases sociales, el socialismo nacional, la destrucción del estado “burgués”. El primer documento que dieron a conocer, cuya redacción se atribuye a Fernández Huidobro, descartaba la posibilidad de un tránsito pacífico y definía a “La lucha armada como la única vía para la liberación nacional y la revolución socialista”. El mismo documento incluye una prueba del inmenso voluntarismo que los movía, al proponer como objetivo el involucramiento de Estados Unidos: “Obligar al imperialismo a intervenir directamente, si bien puede significar un inconveniente militar transitorio, puede significar un avance político y una ventaja militar a largo plazo. Hay que hundir al imperialismo en una guerra de desgaste en América. Transformar cada palmo en un terreno de lucha, en una zona que les sea hostil, crear varios Vietnam en América”. Es dif ícil estimar cuántas personas se incorporaron al movimiento en los años iniciales. Las cifras manejadas por los protagonistas oscilan entre algunas decenas y varios miles. Parte de las oscilaciones desaparecen cuando se distingue entre los militantes propiamente dichos y quienes desempeñaban tareas auxiliares en los Comités de Apoyo Tupamaros (CATs). Tras considerar diferentes versiones, Véscovi presenta en su libro (escrito desde una posición de extrema simpatía hacia el MLN) algunas estimaciones generales: hacia 1971 había unos 800 militantes en sentido estricto y unos cuatro mil simpatizantes vinculados a los CATs. De esa forma se redondea la cifra de cinco mil integrantes.
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la toma del poder para la construcción del socialismo, para lo cual había que transitar por un camino de liberación nacional (...). Nuestra estrategia siempre fue el ataque al estado”. La misma ausencia de especificidad ideológica es admitida por Fernando Marín, un marino que se integró al MLN e hizo posible un asalto a un cuartel de la Marina: “Le presentamos al pueblo un programa mágico que se llamaba reforma agraria, nacionalización de la banca, pero sin saber lo que marchaba y lo que no marchaba; sin tener en cuenta el desarrollo de la tecnología, sin tener en cuenta los precios internacionales”. Los tupamaros nunca pusieron en duda su proyecto final (la sociedad socialista) como tampoco pusieron en duda
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Nunca estuvo muy claro, sin embargo, cuál era el alcance de estas afirmaciones. Este punto fue reconocido por varios de sus miembros en un libro de entrevistas publicado en 2003 por Rodrigo Véscovi. Una de las figuras más legendarias del movimiento, Yessie Macchi, afirma: “¿Los objetivos? Nosotros simplemente íbamos avanzando hacia la toma del poder. ¿La sociedad futura? El movimiento tenía en su seno todas las corrientes de pensamiento posibles. Había de todo: cristianos, trotskistas, marxistas, marxistas-leninistas, anarquistas, había gente sin ningún tipo de filiación política, ni filosófica. Nunca se llegó a plantear un programa de gobierno. Toda la energía estaba volcada a la lucha del presente (...). El objetivo fundamental era
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La conferencia de la OLAS
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La influencia cubana fue fundamental en el proceso guerrillero. Pero si al principio solo se trató de emulación, luego hubo una estrategia deliberada. En 1966 el gobierno cubano resolvió exportar su modelo. Para eso se propuso poner en marcha un movimiento internacional que reuniera a fuerzas políticas favorables a la lucha armada y al socalismo, y dispuestas a reconocer el liderazgo de Cuba. Desde entonces, el régimen de Castro adoptó una actitud intervencionista que incluyó actividades de financiamiento, entrenamiento militar, formación política y apoyo logístico. El propio Fidel Castro evocó esta época cuando, el 3 de julio de 1998, admitió públicamente que su país había intentado promover la revolución en toda América Latina, excepto en México. El intervencionismo cubano se mitigó a mediados de los años setenta debido a presiones de la Unión Soviética. Pero esos años bastaron para que dejara una honda huella en el continente. El período de mayor influencia se inició el 3 de enero de 1966, cuando inauguró sus sesiones la Primera Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de Asia, África y América Latina, con la participación de 82 delegaciones y 483 representantes provenientes de tres continentes. La Conferencia condujo a la creación de la Organización de Solidaridad entre los Pueblos de África, Asia y América Latina (Ospaaal), que tenía su sede en La Habana y editaría la revista Tricontinental. En la declaración que puso punto final al encuentro se afirmaba “el derecho de los pueblos a obtener su liberación política, económica y social por las vías que estimen necesarias, incluyendo la lucha armada”. Mientras se realizaba la “Conferencia Tricontinental”, Salvador Allende inició contactos con las 27 delegaciones latinoamericanas que estaban presentes y las convocó a crear una organización específica para América Latina. El 16 de enero se decidió crear la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) y se designó un comité organizador con
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sede en La Habana, que se encargaría de convocar lo antes posible a la primera asamblea plenaria. El efecto de estas decisiones se hizo sentir inmediatamente en Uruguay. Pocos días luego de la reunión en La Habana, el semanario El Sol de Montevideo, dirigido por Reinaldo Gargano, editorializaba: “Como aspecto esencial de nuestro quehacer, hemos sido los únicos que, a escala nacional, hemos sostenido y empezado a concretar la impostergable necesidad, subrayada por el compañero Fidel Castro en el discurso de clausura de la Tricontinental, de la preparación y organización revolucionaria, superando el rutinarismo conservador del economicismo sindical y el parlamentarismo político, practicado por otras corrientes, con permanencia digna de mejor suerte”. Las críticas implícitas iban dirigidas contra el Partido Comunista del Uruguay, que se oponía al giro revolucionario y seguía defendiendo los métodos tradicionales de la lucha parlamentaria y sindical. Los socialistas, en cambio, se habían embarcado en un proceso de radicalización que los llevaría a perder gran cantidad de militantes a manos del MLN. Uno de ellos fue el propio Sendic. La actividad de la OLAS tuvo dos consecuencias principales sobre Uruguay y otros países de América Latina. La primera fue doctrinaria y consistió en la afirmación de la “teoría del foco revolucionario”. La teoría proponía un método para poner en marcha una revolución mediante el “efecto demostración” logrado por una pequeña minoría armada. Su creador, el pensador francés Regis Débray, afirmaba que el foco no debía apuntar directamente a la toma del poder, sino a incentivar a las masas a derrocar por sí mismas al poder establecido. Para eso debía pelear sostenidamente hasta que el resto de la población se le uniera. En su visión, el pueblo era potencialmente revolucionario y antiimperialista, y los sacrificios de los guerrilleros actualizarían esas potencialidades. La teoría “foquista” se practicó en muchos países y fue la que llevó a la muerte al “Che” Guevara: su intento de
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Declaración fundacional de la OLAS La Habana, agosto de 1967 La declaración, apoyada por la mayoría de la delegación uruguaya, afirma: 1- Que constituye un derecho y un deber de los pueblos de América Latina hacer la revolución. (…) 4- Que los principios del marxismo-leninismo orientan al movimiento revolucionario en América Latina. 5- Que la lucha revolucionaria armada constituye la línea fundamental de la revolución en América Latina. 6- Que todas las demás formas de lucha deben servir y no retrasar el desarrollo de la línea fundamental que es la lucha armada. (…) 10- Que la guerrilla, como embrión de los ejércitos de liberación, constituye el método más eficaz para iniciar y desarrollar la lucha revolucionaria en la mayoría de nuestros países. (…) 13- Que la solidaridad con Cuba y la colaboración y cooperación con el movimiento revolucionario en armas constituye un deber insoslayable de tipo internacional de todas las organizaciones antiimperialistas del continente. (…) 20- Que hemos aprobado los Estatutos y creado el Comité Permanente, con sede en La Habana, de la Organización Latinoamericana de Solidaridad, la que constituye la genuina representación de los pueblos de América Latina.
Una serie de 25 fascículos publicada por el diario El País con el apoyo del Centro de Estudios Jean-François Revel.
Asistente
Dirección de proyecto
Archivo de El País
Pablo da Silveira
Investigación y redacción
Pablo da Silveira Francisco Faig Félix Luna Enrique Mena Segarra Martín Peixoto
José López Fotografías
Diseño gráfico, armado y corrección
Trocadero Publicación
El País
Impreso en El País Depósito legal: 334.251
Los primeros pasos En 1961, Raúl Sendic asesoraba jurídicamente a un grupo de cañeros aglutinados en la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA). La UTAA se oponía a un sindicato considerado “amarillo”, al que se acusaba de ser financiado por la embajada estadounidense. Ese sindicato era respaldado por la Confederación Sindical del Uruguay (CSU), con sede en Montevideo. Todo pasaba en uno de los lugares más postergados del país, en donde se practicaba una actividad económica muy distinta a la tradicional en casi todo el territorio. El 5 de junio de 1962, un grupo encabezado por Sendic entró en el local de la CSU en Montevideo, ubicado en Paraguay y San José. Los dirigentes se negaron a recibirlos y, ante las amenazas, se refugiaron en el primer piso. Entonces los cañeros destrozaron el lugar y lo prendieron fuego. Isabel López de Orichio, de 44 años, vecina del barrio Los Bulevares, en Paso de la Arena, que
Historia hemipléjica Por Francisco Faig Garicoïts Muchos historiadores uruguayos se han dedicado a registrar con minuciosidad la larga lista de actos violentos y violaciones a los derechos humanos cometidos por grupos de extrema derecha, militares y policías desde fines de los años sesenta. La izquierda fue víctima de muchos atropellos, y está muy bien recordarlo. Sin embargo, pocos estudios analizan la larga serie de agresiones contra las instituciones democráticas y sus representantes que ocurrieron desde principios de esa misma década: los atentados con cócteles Molotov a las residencias del presidente del Consejo Nacional de Gobierno Luis Giannattasio y de otros tres integrantes de órgano, el 9 de setiembre de 1964, y las bombas contra los hogares de los hermanos Mario y Alberto Heber, presidente de la Cámara de Representantes e integrante del Consejo Nacional de Gobierno respectivamente, el 18 de octubre de 1965. Si bien todo atentado es condenable, estos son más graves que otros que se verificaron en aquellos años. Una esvástica rayada en la piel es una agresión contra un particular. Pero una bomba en la casa de un integrante del Consejo Nacional de Gobierno es al mismo tiempo una agresión a un particular y un ataque a las instituciones.
Los historiadores profesionales son libres de analizar los sucesos históricos como les plazca. Sin embargo, detenerse e insistir en la importancia de los atentados de extrema derecha, a la vez que se sobrevuela o directamente se omite la descripción (o simplemente la mención) de atentados de esa magnitud provenientes de otros orígenes, es contar una historia parcializada. En los peores casos, es poner la Historia al servicio de una narración política que pretende justificar la acción partidaria o ideológica. Los historiadores y los ciudadanos podemos discrepar sobre sesgos e interpretaciones, pero los hechos fundamentales deben quedar bien establecidos. Eso forma parte del debate democrático, de la libertad de opinar y del pensar con responsabilidad. No le hace bien a la República que atentados como los que sufrieron Alberto y Mario Heber, Óscar Gestido, Washington Beltrán o el ingeniero Giannattasio sean omitidos en la mayoría de los libros de texto que circulan en el país. También son parte de nuestra historia. También son parte de lo que debe ser contado. Después, que cada uno evalúe según sus convicciones. ■
iba camino a los cursos de enfermería que dictaba la Dirección General de Defensa Civil, cayó herida de muerte con un balazo en la cabeza. Ese mismo día fueron detenidos 90 cañeros y 36 de ellos fueron procesados por los delitos de asonada y daños. Cuando fue liberado, Sendic explicó así el episodio: “Quisimos hacer justicia por nuestras propias manos ante tanta infamia, con el resultado desastroso que ustedes conocen”. El procesamiento judicial estuvo a punto de frustrar su matrimonio con Nilda Rodríguez, del que fueron testigos Reinaldo Gargano y José Díaz. En 1962 Sendic propuso ocupar la estancia de Silva y Rosas, en el departamento de Salto, a la que consideraba escasamente trabajada. La idea era tomar las tierras y entregárselas a los trabajadores rurales. El proyecto fue discutido con la dirigencia del Partido Socialista, del que Sendic aun formaba parte. Según el testimonio de José Díaz, “Raúl fundamentó lo de Silva y Rosas como una acción que nos permitía pasar de la reforma agraria teórica a la reforma agraria concreta”. Se trataba de pasar a la acción ilegal, generando hechos consumados. Sendic volvió a Bella Unión con el compromiso de un amplio respaldo político a la ocupación de la estancia, que debía concretarse para setiembre u octubre de 1962. Pero, luego de algunas reuniones con militantes y dirigentes, se decidió postergarlo para después de las elecciones de noviembre. Finalmente, nunca se ejecutó. También en 1962, uno de los hombres de mayor confianza de Raúl Sendic, Javier Guridi, tomó contacto con los hombres de José María Martínez Tamayo, un capitán del ejército cubano que venía recorriendo América Latina como enviado itinerante de Ernesto Guevara. Según narra Samuel Blixen, Martínez Tamayo estaba en el Río de la Plata para supervisar una guerrilla en Tucumán y asistir a la instalación de otra guerrilla en Salta. Al salir de Argentina, dejó instalada en Montevideo una base que serviría para facilitar los movimientos en la zona. En la noche del 31 de julio al 1º de agosto de 1963 se produjo el robo de armas del Tiro Suizo. El botín consistió en veinte fusiles checos, cinco fusiles modelo 1905, dos carabinas calibre 22, un fusil MAS y dos armas largas de colección. La consecuencia más importante para la organización guerrillera fue la institucionalización de lo que se llamó “el Coordinador”. Unos grupos incipientes y hasta entonces dispersos pasaban a tener una estructura orgánica para desarrollar su acción guerrillera. Además del propio Sendic, entre los integrantes del
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básicas”. El entrenamiento duraba entre 20 días y un mes.
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instalar un foco en Bolivia solo generó rechazo en los campesinos, que informaron de sus movimientos al ejército hasta que se produjo su captura. Este fracaso del “Che” no fue una excepción, sino la norma. Nunca ocurrió que un foco armado consiguiera inflamar a las masas. Lo que ocurrió más bien fue que los integrantes del foco, convencidos de sus ideas y ofuscados ante la falta de reacción, se aislaron cada vez más del resto de la población y se volvieron cada vez más violentos. La segunda consecuencia de la instalación de la OLAS fue que muchos militantes de izquierda latinoamericanos pudieron recibir entrenamiento militar sistemático en Cuba. Eso fue lo que pasó con un buen número de militantes del MLN, que fueron a prepararse para la ofensiva contra el estado. Según declaró hace pocos años el dirigente tupamaro Mauricio Rosencof, “los compañeros que pasaron (por los cursos) tenían un adiestramiento completo, se preparaban como guerrilleros: había que saber defenderse, saber posiciones de tiro, manejo de armas, en fin, esas cuestiones
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“Coordinador” figuraban Gerardo Gatti, Washington Rodríguez Belletti, Eleuterio Fernández Huidobro, Julio Marenales y Julio Manera. Era en los hechos la primera dirección del MLN. El “Coordinador” tuvo un papel preponderante en la organización de la marcha cañera que se puso en movimiento el 20 de febrero de 1964 desde Bella Unión. También participó en el asalto a una sucursal bancaria de Rivera y Arrascaeta de la que participaron tres cañeros. En los primeros meses de 1965, durante una reunión en Parque del Plata, se toma la decisión de dar una forma más orgánica a la guerrilla todavía sin nombre. Sus integrantes habían elaborado nueve tesis referidas al movimiento, que serían aprobadas en enero de 1966 durante la primera convención nacional. La primera afirmaba la necesidad de la lucha armada para conseguir el poder. La segunda preveía que la lucha sería urbana. La tercera decía que la lucha tendría dimensión continental. La cuarta pronosticaba una intervención extranjera que desataría una lucha de liberación nacional. La quinta afirmaba la necesidad de centrar la estrategia en alcanzar el poder. La sexta exigía adaptar la táctica y la estrategia a las condiciones de una sociedad pequeña. La séptima hablaba del papel del militante en las organizaciones políticas y de masas. La octava criticaba al resto de la izquierda por empantanarse en la teoría. La última señalaba la necesidad de una nueva organización, de una sola disciplina, de una sola dirección. En enero de 1965, un equipo que respondía al “Coordinador” robó veinte revólveres y pistolas, quince rifles, diez escopetas y miles de proyectiles de una armería de la calle Galicia. El 10 de julio, hizo estallar una bomba en la empresa Bayer. En la madrugada del 18 de octubre de 1965, casi a las tres de la mañana, integrantes de la guerrilla colocaron una bomba en el domicilio del entonces consejero de gobierno Alberto Heber. No había vigilancia policial. El artefacto dañó la puerta del garaje y una vidriera de un café cercano. Quince minutos después, otra bomba explotó en el domicilio del entonces diputado y presidente de la Cámara Mario Heber. Hubo daños en la puerta principal y el garaje de su casa. Mientras tanto, la infraestructura de la organización se iba consolidando. Con el paso del tiempo llegaron a tener una base de operaciones en la calle José L. Terra (donde funcionaba una escuela de armamento y uso de explosivos), un apartamento en Arrascaeta y Rivera destinado a vivienda de guerrilleros clandestinos, un taller mecánico, una
imprenta escondida en una falsa agencia de publicidad, un gimnasio en La Teja, un sótano en la calle Gonzalo Ramírez, una chacra en Canelones y otra en Paysandú, un criadero de aves concebido como refugio, un rancho en Solymar (otro en El Pinar había sido abandonado) y un arsenal que nunca fue descubierto. Desde esos locales se lanzaron nuevas acciones a lo largo del año 1966. Entre ellas dos robos de armas y más de 10.000 proyectiles, dos atracos a bancos por un monto total superior a los 12 mil dólares de la época, un fallido atentado con explosivos contra radio Carve y
atentados con bombas contra los domicilios del general Mario Aguerrondo y el coronel Alberto Ballestrino. Algo muy profundo había cambiado en el país. Ya no se trataba de la lucha política tradicional. Tampoco era la lucha social que habían protagonizado desde siempre los sindicatos y gremios. Ni siquiera era la sucesión de hechos esporádicos de violencia realizados por pequeños grupos de exaltados. Ahora existía una organización permanente, armada y dispuesta a cometer actos ilegales que se proponía derrumbar al gobierno y al sistema democrático.
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Por Pablo da Silveira zamos a imaginar grandes conjuras. Fuimos tan vanidosos como para creer que Uruguay se había convertido en un escenario esencial de la Guerra Fría. Y el día que la Guerra Fría se terminó, bastó con poner “globalización” donde antes se decía “imperialismo”. Los tupamaros vienen reproduciendo desde hace décadas los esquemas de pensamiento más defensivos que cultivamos los uruguayos. Incluso cuando ponen énfasis en el país productivo, en realidad están hablando de la generación de empleo. Por eso impulsan proyectos como el retorno a la producción de caña. Tal como ocurría en el Uruguay de los cuarenta y cincuenta, la producción competitiva no está dentro de sus preocupaciones. El MLN no tuvo inicialmente apoyo popular debido a la repulsión que la gran mayoría sentía hacia el método elegido. Fue la opción por la lucha armada, y no su manera de pensar, lo que los aisló. En cuanto el MLN dejó de lado los métodos violentos, ganó muchísimos apoyos. Sus ideas resultaban familiares y confortables para muchos. Desde los años sesenta hasta hoy, los uruguayos hemos hecho malabarismos para evitar una dura y simple verdad: no estamos consiguiendo generar la riqueza necesaria para darnos buenas condiciones de vida. Nos parecemos a esas familias cuyo negocio ya no rinde, sea porque otros consiguieron ser más eficientes o porque otros están elaborando productos más demandados. Nuestro desafío central no es combatir la corrupción (aunque hay que hacerlo), ni atacar el problema distributivo (aunque hay que atacarlo), ni imaginar que desde el exterior nos ponen más obstáculos que al resto (aunque no hay que ser ingenuos), sino resolver nuestras dificultades para crecer. Mientras no seamos capaces de aumentar significativamente la cantidad de bienes y servicios que producimos, seguiremos padeciendo el flagelo de la emigración y seguiremos siendo incapaces de ofrecer una vida digna a muchos de nuestros compatriotas. Anticuada y defensiva, la mentalidad tupamara es parte del problema, no de la solución.
Pablo da Silveira. Uruguayo, doctor en Filosofía por la Universidad de Lovaina (Bélgica). Profesor de Filosofía Política en la Universidad Católica del Uruguay. Autor de artículos publicados en revistas académicas del país y del extranjero, así como de varios libros entre los que se cuentan: Historias de Filósofos, Política y tiempo, y Cómo ganar discusiones (o al menos cómo evitar perderlas). Una introducción a la teoría de la argumentación.
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Uno de esos mitos fue la corrupción: si la riqueza no alcanzaba para satisfacer las demandas sociales, era porque alguien se la estaba quedando. Las denuncias de corrupción se multiplicaron en el Uruguay de los cincuenta y tuvieron gran resonancia. Los tupamaros se sumaron a ese coro, hasta el punto de que muchos de sus golpes fueron contra organizaciones financieras. Jamás pensaron, como jamás pensaron muchos otros, que la corrupción no podía explicar nuestros problemas. Este país nunca se pareció al Zaire de Mobutu ni a las Filipinas de Marcos, donde los gobernantes y sus amigos robaban miles de millones de dólares. Ni siquiera nos acercamos a la Nicaragua de Somoza o al Paraguay de Stroessner. Por supuesto que hubo y hay corrupción. De hecho, supimos alentarla con el dirigismo estatal. Pero este dato es insuficiente para explicar nuestros problemas. Otra idea muy difundida era que, si muchos estaban mal, había un problema de distribución. Puede que la corrupción no fuera demasiada, pero unos pocos tenían mucho y otros muchos no tenían casi nada. Si se distribuyera bien, la escasez desaparecería. Esta idea se hizo fuerte en el Uruguay de principios de los sesenta y dura hasta hoy. Los tupamaros la incorporaron y contribuyeron a difundirla. De ahí sus denuncias contra las “600 familias” que en teoría monopolizaban la riqueza. Pero esa idea era entonces (y sigue siendo ahora) una extrapolación de lo que pasaba en otros lados. Por cierto que había problemas de distribución, y hoy los hay más graves. Pero Uruguay no es Brasil, donde el 10 por ciento más rico de la población recibe casi la mitad del ingreso nacional, y el 10 por ciento más pobre recibe el 0,8 por ciento. Uruguay sigue siendo el país de América Latina donde hay menos distancia entre ricos y pobres. La escasez de recursos no desaparecería si nos limitamos a distribuir mejor. Una tercera idea muy confortable que los tupamaros difundieron es que, si nos va mal, la culpa la tienen los de afuera. De allí la insistencia en la lucha contra el imperialismo. En lugar de reconocer que los uruguayos nos las arreglamos bastante bien para paralizar nuestra propia capacidad productiva, empe-
HISTORIA RECIENTE
El MLN-Tupamaros fue visto desde su nacimiento como un movimiento revolucionario. Y en cierto sentido lo fue. Muy temprano introdujo las técnicas de lucha y las formas de organización que habían conducido al triunfo de la revolución cubana en 1959. Cuando Fidel Castro decidió exportar su modelo, los tupamaros estaban listos. Habían sido rápidos en percibir el potencial de impacto político que tenía la lucha armada. Pero en otro sentido los tupamaros representaban una reacción tradicional y muy típica del Uruguay. Aunque su lenguaje estaba cargado de ideología, los movía la misma insatisfacción que había desalojado a los colorados del gobierno y que impulsaba las grandes movilizaciones sindicales: el Uruguay no estaba cumpliendo las promesas de protección y bienestar formuladas en los años cuarenta. Peor aun: el país parecía cada día más lejos de poder satisfacerlas. Sendic y sus compañeros de lucha percibieron antes y mejor que nadie que las principales víctimas de ese incumplimiento estaban en rincones poco visibles de la sociedad: eran los cañeros de Artigas y no la clase media montevideana. En ese sentido, mostraron una sensibilidad que otros no tenían. Pero el motor de su crispación era el mismo que el de casi todos: la clara noción de que, si el rumbo no cambiaba, el futuro sería peor que el pasado. Las conquistas sociales que habían estado cerca de universalizarse empezaban a retroceder. Al igual que muchos otros uruguayos, los tupamaros querían cambios. Pero, al igual que la mayoría, se negaban a incluir en el diagnóstico la falta de productividad y de competitividad de nuestra economía. Aceptar esa verdad hubiera obligado a un cambio demasiado abrupto: deberíamos abrirnos al mundo, ajustar nuestros costos, enfrentar los vaivenes del comercio internacional. Pero los uruguayos no estábamos equipados para ingresar a un mundo de competencia y oportunidades. Entonces empezamos a fabricar mitos que explicaran nuestra decadencia en términos políticos (el terreno en el que nos movíamos mejor). Y los tupamaros cultivaron los mismos mitos que el resto de la población.
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CONTRATAPA
El MLN-Tupamaros, un movimiento conservador
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1940 | 1950 | 1960 | 1970 | 1980 | 1990 | 2000
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agosto ‘07
25 FASCÍCULOS
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DESDE HIROSHIMA A LAS TORRES GEMELAS
UNA PRESIDENCIA CONTROVERTIDA
HISTORIA RECIENTE
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EL URUGUAY ENTRE LA VIOLENCIA Y LA INFLACIÓN
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De Gestido a Pacheco
HISTORIA RECIENTE
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ÍNDICE DEL FASCÍCULO
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El fin de la paz
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RECUADROS LA NUEVA CONSTITUCIÓN P. 7 / ELECCIÓN NACIONAL, RENOVACIÓN DE TODOS LOS CARGOS (27/11/1966) P. 8 / UNA FÓRMULA PRESIDENCIAL, DOS PRESIDENTES P. 9 / ¿QUÉ SON LAS MEDIDAS PRONTAS DE SEGURIDAD? P. 10 / LA HISTORIA QUE NO FUE Por Félix Luna P. 11 /¿CÓMO SE PUEDE DISOLVER CONSTITUCIONALMENTE EL PARLAMENTO? P. 13 / EL MLN Y LA SITUACIÓN MILITAR EN LOS AÑOS SESENTA P. 14 / OPR 33 P. 16 / BIBLIOGRAFÍA P. 19 / CONTRATAPA. LA DEMOCRACIA URUGUAYA EN SU PEOR HORA Por Martín Peixoto P. 20.
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Pacheco y Gestido: dos presidentes colorados.
Según lo establecido en la Constitución vigente, la presidencia pasó a manos del vicepresidente de la República, Jorge Pacheco Areco. Ese cambio influiría decisivamente sobre el curso de los acontecimientos. Mientras Gestido tenía un estilo moderado y dialogante (excesivamente dialogante, según algunos de sus colaboradores), Pacheco mostró desde el principio un enfoque diferente. Llevaba menos de una semana en el cargo cuando clausuró dos medios de prensa e ilegalizó a seis grupos de izquierda. Desde ese momento, su política de mano dura lo enfrentó a los movimientos sociales (sindicatos y gremios estudiantiles)
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En noviembre de 1966, el país abandonó el Ejecutivo colegiado y los colorados volvieron al gobierno. Óscar Gestido, el militar retirado que asumió el 1º de marzo de 1967, era el primer presidente que tenían los uruguayos desde que Andrés Martínez Trueba había dejado el cargo en febrero de 1952. La experiencia del Ejecutivo de nueve miembros no había funcionado. Pero el gobierno de Gestido fue muy breve: el 7 de diciembre de 1967 murió de un ataque al corazón. Era el segundo presidente en veinte años que moría en ejercicio de sus funciones. El anterior había sido Tomás Berreta, fallecido el 2 de agosto de 1947 (también el mismo año en que había asumido).
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1º de marzo de 1967: Gestido jura como presidente de los uruguayos.
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[...] Pacheco es una de las figuras más controvertidas de nuestra historia política. Su preferencia por los métodos represivos y su uso poco ortodoxo de los mecanismos de excepción previstos en la Constitución lo convierten a ojos de muchos en uno de los presidentes más autoritarios que tuvo el país. Sus defensores señalan que fue uno de los pocos que percibió la amenaza que se cernía sobre el
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y a una guerrilla tupamara que se volvía crecientemente agresiva. Pacheco es una de las figuras más controvertidas de nuestra historia política. Su preferencia por los métodos represivos y su uso poco ortodoxo de los mecanismos de excepción previstos en la Constitución lo convierten a ojos de muchos en uno de los presidentes más autoritarios que tuvo el país. Sus defensores señalan que fue uno de los pocos que percibió la amenaza que se cernía sobre el orden institucional, y afirman que hizo lo que pudo, cercado por un Parlamento sin mayorías claras y por un Poder Judicial reacio a asumir sus responsabilidades.
Cualquiera sea la evaluación que se haga, lo cierto es que Pacheco mantuvo un alto nivel de popularidad durante toda su gestión. Eso se debió en parte a su imagen de firmeza ante el desorden creciente y en parte a su éxito, al menos transitorio, en el combate a la inflación.
Derecha: Zelmar Michelin y Wilson Ferreira Aldunate
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EL 27 DE NOVIEMBRE DE 1966 FUE UN día importante en la historia del país. Ese domingo hubo elecciones nacionales y al mismo tiempo se plebiscitó una reforma constitucional. El resultado de la doble consulta introdujo grandes cambios. En primer lugar, el país abandonaba el Poder Ejecutivo colegiado y volvía a tener un presidente de la República. En segundo lugar, el Partido Colorado volvía al gobierno tras dos mandatos consecutivos del Partido Nacional. La reforma constitucional que resultó triunfadora (conocida como “la reforma naranja”, por el color de la papeleta de votación) resultaba de un acuerdo que incluía al “quincismo” colorado y a la mayoría del Partido Nacional. La amplitud de esa base política se reflejó en las urnas: la reforma naranja obtuvo cuatro veces más votos que su competidor más inmediato (la “reforma gris”) y casi diez veces más votos que la propuesta que quedó en tercer lugar (la “reforma amarilla”). Todas las opciones implicaban volver al Ejecutivo unipersonal. El abandono del colegiado fue una consecuencia de su desgaste y desprestigio. En un Uruguay que enfrentaba problemas cada vez más graves, ese órgano deliberante, permanentemente necesitado de lograr acuerdos, no parecía un instrumento apto para tomar decisiones a buen ritmo. La reforma aprobada buscaba dar una mayor capacidad de acción a quien gobernara: el Ejecutivo colegiado de nueve miembros fue sustituido por un presidente de la República que actuaría
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El fin de la paz
con el apoyo de sus ministros; el período de gobierno se extendió de cuatro a cinco años; los directores de entes autónomos y servicios descentralizados pasaron a ser designados por el presidente, en acuerdo con el Consejo de Ministros y previa venia del Senado. Este fortalecimiento del Ejecutivo tenía sus contrapesos, colocados para evitar derivas autoritarias. La reelección inmediata del presidente quedó expresamente prohibida para desalentar usos indebidos del poder. El presidente tenía libertad para elegir a sus ministros, pero debía obtener el respaldo parlamentario. También se introdujo el recurso de referéndum por iniciativa popular (un componente de democracia directa en el marco de un sistema representativo). Con varias enmiendas introducidas en 1989, 1996 y 2004, la Constitución aprobada en 1966 sigue rigiendo hasta hoy. El estado de la opinión pública era tan claramente contrario al colegiado que la campaña electoral se orientó desde el principio a la elección de un nuevo presidente. Ya nadie se preguntaba quiénes integrarían el futuro Consejo Nacional de Gobierno, sino quién sería el titular de un nuevo Poder Ejecutivo unipersonal. En aquellos tiempos, un mismo lema partidario podía presentar varias fórmulas. Eso fue lo que hicieron los partidos tradicionales, y también el Partido Socialista. El Partido Nacional llegaba a las elecciones desgastado por el ejercicio del gobierno. Las crecientes dificultades económicas, la conflictividad social en aumento, las primeras acciones del MLN-Tupamaros y las fricciones internas habían hecho que la segunda administración blanca fuera mucho más dif ícil que la primera. De cara a los comicios, el Partido Nacional presentó tres fórmulas. El eje herrero-ruralista (heredero del antiguo acuerdo entre Herrera y Nardone) se alió con el Movimiento Popular Nacionalista para presentar la fórmula Martín Echegoyen–Dardo Ortiz. El resto del Herrerismo llevaba la fórmula Alberto Heber–Nicolás Storace Arrosa. Por último, el Movimiento Nacional de Rocha y Divisa Blanca presentaron a Alberto Gallinal y a Juan Zeballos. El Partido Colorado no sufría el desgaste del gobierno, pero se estaba recuperando de la desaparición de sus principales figuras. Luis Batlle Berres había muerto en julio de 1964 y César Batlle Pacheco en junio de 1966. La Lista 15, heredera del legado de Luis Batlle, estaba dividida en corrientes internas. Una de ellas, llamada Unidad y Reforma, era liderada por el hijo del
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ex presidente, Jorge Batlle, un dirigente prometedor y brillante que aún no tenía cuarenta años. El grupo de los senadores “quincistas” (Alba Roballo, Glauco Segovia, Luis Tróccoli, Justino Carrere Sapriza) funcionaba con relativa unidad y tenía como principal figura a Segovia. Finalmente, un grupo liderado por Amílcar Vasconcellos, al que también pertenecía Manuel Flores Mora, formó una corriente llamada “Por la ruta de Luis Batlle” y se acercó al núcleo colegialista del diario El Día. El 29 de noviembre de 1965 se hicieron elecciones internas del sector, en las que triunfó Unidad y Reforma. Una vez afirmado su liderazgo dentro del “quincismo”, Jorge Batlle estimó que tenía fuerzas suficientes para disputar la presidencia de la República. Su adversario dentro del Partido Colorado sería una vez más la Lista 14, ahora llamada Unión Colorada y Batllista. La vieja disputa iniciada por Luis y César Batlle parecía sobrevivir al salto de generaciones. Pero, tras la desaparición de César Batlle Pacheco, el gran problema del “catorcismo” era encontrar una figura que asumiera la candidatura a la presidencia de la República. Y desde principios de la década se venía manejando el nombre del general Óscar Gestido. Gestido había tenido una prolongada actividad como aviador militar, había sido agregado militar en Francia y al final de su carrera se había desempeñado como inspector general del Ejército. Una vez retirado, había sido interventor de Pluna, director de AFE y miembro del Consejo Nacional de Gobierno durante el segundo gobierno blanco. Tenía fama de hombre honrado y de administrador eficiente. Era además un constructor de acuerdos, como lo demostró al atraer a los senadores quincistas que habían desistido de apoyar la candidatura de Jorge Batlle. Llegado el año electoral, Gestido aceptó la candidatura e inició la búsqueda de un compañero de fórmula. Sus primeros intentos se dirigieron a Zelmar Michelini, Héctor Luisi y Julio Lacarte Muró, pero ninguno de ellos aceptó. Finalmente optó por su amigo Jorge Pacheco Areco. Pacheco no era una figura de primer nivel, pero tampoco era un desconocido ni le faltaba experiencia. Unido por lazos familiares con la familia Batlle, había cumplido una larga trayectoria en el diario El Día, que era una de las principales escuelas políticas del país y un lugar privilegiado para conocer la interna colorada. Entre 1959 y 1961 había sido subdirector del diario. Entre 1961 y 1965 había sido su director. En 1963 ha-
bía ingresado a la Cámara de Diputados, donde se desempeñó sin mayor brillo hasta 1967. Tenía, además, la ventaja de no pertenecer al recién incorporado grupo de senadores, lo que lo hacía más confiable para la vieja guardia catorcista. No era en principio una mala opción. El Partido Colorado llegó a las elecciones con cinco propuestas: el “quincismo” presentaba la fórmula Jorge Batlle - Julio Lacarte Muró. La Unión Colorada y Batllista postulaba a Óscar Gestido y Jorge Pacheco Areco. Las restantes ofertas eran Zelmar Michelini - Aquiles Lanza por la Lista 99, Amílcar Vasconcellos - Renán Rodríguez (que representaban la tradición colegialista) y Justino Jiménez de Aréchaga - Nilo Berchesi, también colegialistas pero de menor peso partidario. Los comicios de 1966 fueron los últimos en los que la izquierda votó dividida. El FIdeL (un frente electoral dominado por el Partido Comunista, al que se habían sumado algunos desgajamientos de los partidos tradicionales) llevó la fórmula Adolfo Aguirre - Enrique Pastorino. El Partido Socialista presentó dos candidaturas: la del médico y entonces senador José Pedro Cardoso (respaldada por Vivian Trías), y la del dirigente histórico Emilio Frugoni. La Unión Popular presentaba como candidato a la presidencia al nacionalista escindido Enrique Erro, y a Francisco Mariño como su vice. Los sectores cristianos votaron divididos: el Partido Demócrata Cristiano llevó la fórmula Adolfo Gelsi Bidart - Miguel Saralegui. El Movimiento Cívico Cristiano propuso a Juan Vicente Chiarino y Venancio Flores. El conteo reveló que los uruguayos habían decidido cambiar de Constitución y de partido de gobierno. El Partido Colorado fue el vencedor con 607.633 votos, correspondientes al 49,3 por ciento del total. La holgada mayoría le permitió recuperar el control de ambas cámaras. El Partido Nacional sumó 496.910 votos, que equivalían al 40,3 por ciento. La izquierda tuvo nuevamente una votación magra: el Partido Socialista, la Unión Popular y el FIdeL obtuvieron en conjunto unos 83 mil sufragios, que representaban algo menos del 7 por ciento del total. Los blancos habían sido desalojados del gobierno, pero los partidos tradicionales seguían siendo las fuerzas predominantes. La distribución de votos dentro de los dos grandes partidos también presentaba novedades. En el Partido Colorado, la fórmula encabezada por Gestido triunfó sobre la liderada por Jorge Batlle. La diferencia, del orden de los 45 mil votos, ponía fin a veinte años de dominio “quin-
La nueva Constitución
La reforma aprobada en noviembre de 1966 (vigente a partir del año siguiente) estableció un Poder Ejecutivo conformado por un presidente de la República sin posibilidades de reelección inmediata y un gabinete de once ministros. La Cámara de Senadores pasó a estar presidida por el vicepresidente de la República. Los Concejos Departamentales fueron sustituidos por intendentes que tendrían automáticamente una mayoría absoluta en la Junta Departamental respectiva. Todos los mandatos se extendieron a cinco años. La reforma mantuvo la simultaneidad de la elección nacional con la departamental, pero habilitó la presentación de dos listas: una de cargos nacionales y otra de cargos departamentales. Las listas de votación eran (y siguen siendo) cerradas, es decir, no se le daba a los electores la posibilidad de marcar preferencias entre los candidatos que figuran en ellas. El doble voto presidencial, al lema y dentro del lema, habilitaba la presentación simultánea de varios candidatos a presidente dentro de un mismo partido. La reforma también creó el Banco Central, la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), el Banco de Previsión Social y la Oficina del Servicio Civil. La nueva Constitución previó una interdependencia entre los poderes Ejecutivo y Legislativo. Se mantuvo la moción de censura (esto es, la responsabilidad política del Ejecutivo ante el Parlamento) y se agregó el derecho de disolución de las cámaras. El presidente mantuvo el derecho de iniciativa legislativa (es decir, la facultad de presentar proyectos de ley al Parlamento) y pasó a disponer de iniciativa privativa en algunas materias. También se le otorgó el mecanismo de la “ley de urgente consideración”, que establece un plazo perentorio para que las cámaras traten los proyectos enviados desde el Ejecutivo.
El gobierno de Gestido El análisis de los resultados electorales hacía pensar que Gestido partía con buen pie: su hegemonía dentro del Partido Colorado era clara y contaba con mayorías en ambas cámaras. Pero los desaf íos también eran muy serios.
Elección nacional Renovación de todos los cargos [27/11/1966] LEMA
SUFRAGIOS
% SOBRE EL TOTAL
PARTIDO COLORADO
607.633
49,3
ÓSCAR D. GESTIDO - JORGE PACHECO ARECO
262.040
21,3
215.642
17,5
AMÍLCAR VASCONCELLOS - RENÁN RODRÍGUEZ
77.476
6,3
ZELMAR MICHELINI - AQUILES R. LANZA
48.022
3,9
4.064
0,3
(UCB Y FCU) JORGE BATLLE - JULIO LACARTE MURÓ
JUSTINO JIMÉNEZ DE ARÉCHAGA - NILO BERCHESI AL LEMA
389
0
PARTIDO NACIONAL
469.910
40,3
MARTÍN R. ECHEGOYEN - DARDO ORTÍZ
228.309
18,5
ALBERTO GALLINAL - JUAN P. ZEBALLOS
171.618
13,9
96.772
7,9
ALBERTE HEBER USHER - NICOLÁS STORACE AL LEMA FIDEL
211
0
69.750
5,7
37.219
3
ADOLFO AGUIRRE GONZÁLEZ - ENRIQUE PASTORINO PARTIDO DEMÓCRATA CRISTIANO ADOLFO GELSI BIDART -MIGUEL SARALEGUI PARTIDO SOCIALISTA UNIÓN POPULAR
11.559
0,9
2655
0,2
ENRIQUE ERRO - FRANCISCO MARIÑO OTROS
6.036
0,5
TOTAL
1.231762
100
1961-1962 FCS-Udelar Fuente: Banco de Datos, Área Política y Relaciones Internacionales,
fue integrado por Carlos Végh Garzón como ministro de Hacienda y el contador Luis Faroppa en la dirección de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP). Végh era un colorado independiente y Faroppa provenía de la Lista 99. A ellos se sumaba como presidente del Banco Central el contador Enrique Iglesias, que era de origen blanco y había adquirido protagonismo al frente de la Comisión de Inversiones y Desarrollo (CIDE). El gobierno dio inicialmente una imagen de agilidad y eficiencia. Casi enseguida de asumir, intervino las cajas de jubilaciones (que enfrentaban serios problemas de gestión) y envió al Parlamento una ley de emergencia de 182 artículos que perseguía objetivos tan diversos como la represión del contrabando, la mejora del comercio exterior y la integración de las políticas cambiaria y monetaria. Las intenciones eran buenas, pero pronto se vio que había dificultades para ponerlas en práctica. Eso se debía en parte a la falta de acuerdos dentro del partido de gobierno y en parte al estilo personal del presidente. Según Luis Faroppa, Gestido tenía una concepción “familiar” de la gestión: todo se debía resolver mediante el diálogo. Pero el diálogo no estaba conduciendo a medidas concretas y el gobierno empezó a recibir las mismas acusaciones de inoperancia que antes recibía el colegiado. La primera crisis política llegó el 28 de junio de 1967, apenas tres meses después del inicio de la nueva administración. Ese día, Jorge Batlle lanzó desde Radio Ariel duras críticas a los técnicos del gobierno y al ministro de Hacienda. Como respuesta, el presidente solicitó la renuncia de los ministros “quincistas”: Lacarte Muró en Industria y Hierro Gambardella en Educación y Cultura. También Végh Garzón se alejó del gabinete, por diferencias con el director de la OPP. La relación entre Gestido y Batlle se resintió. La designación de los nuevos integrantes del gabinete dio mayor homogeneidad al Ejecutivo, pero redujo sus respaldos políticos. Vasconcellos fue designado en Hacienda y Michelini en
1967
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1968
1967
cronología
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El país dependía de unos pocos mercados para colocar sus exportaciones y tenía problemas de competitividad. Los intereses de la deuda externa y el gasto comprometían el equilibrio de las cuentas públicas. La inflación estaba en alza y el salario real en caída. Si se toma como base 100 el promedio anual de salarios correspondiente a 1957, en el año 1967 era de 86 (calculado a pesos constantes). Este retroceso, que se había acelerado en los últimos años, generaba crispación social. El presidente intentó formar un gabinete que mantuviera los equilibrios políticos. El primer equipo económico
HISTORIA RECIENTE
cista” dentro de esa colectividad. En el Partido Nacional, los sectores herreristas considerados en conjunto superaron a los de origen nacionalista independiente. Eso también implicaba un giro respecto del período anterior, en el que los herreristas habían sido minoritarios.
1° de marzo: asume la presidencia Gestido.
entre la Policía e integrantes del MLN-T.
28 de junio: Gestido solicita la renuncia de los ministros de la Lista 15.
7 de diciembre: muere el presidente Gestido. Asume Jorge Pacheco Areco.
20 de julio: paro general.
12 de diciembre: Pacheco decide la clausura de los diarios Época y El Sol.
14 de setiembre: atentado del MLN-T contra la planta emisora de Radio Carve. 9 de octubre: muere Ernesto Guevara en Bolivia. Gestido implanta medidas prontas de seguridad. Renuncias ministeriales. 29 de noviembre: tiroteo en el balneario El Pinar
1968
1° de enero: hurto de 500 kg de explosivos por el MLN en una cantera de Pan de Azúcar. 18 de enero: rapiña a una sucursal de la Unión de Bancos del Uruguay. 25 de abril: el Senado censura al ministro de
Una fórmula presidencial, dos presidentes
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El presidente y la primera dama en ambiente familiar.
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Industria. La tarea más dura recaía sobre Vasconcellos, que tenía que enfrentar el pago de los intereses de la deuda y encontrar una solución al creciente déficit fiscal. Una de sus iniciativas fue la creación de la “Cuenta 18 de Julio”: un empréstito nacional que intentaba superar la crisis de divisas mediante los aportes voluntarios de los ciudadanos. Los resultados fueron modestos y la inflación se descontroló. El impulso originario de la ley de emergencia fue desapareciendo. De sus 182 artículos iniciales, más de 70 quedaron por el camino durante el tratamiento parlamentario. La ley quedó finalmente reducida a algunas reformas en los tributos, normas bancarias, política de precios y plan de obras. El 20 de julio de 1967 se realizó un paro general que desencadenó un debate dentro del gobierno. Algunos de sus miembros defendían una postura dialoguista y otros eran partidarios de la línea dura. Finalmente primó la posición
1968
de quienes querían hacer prevalecer el principio de autoridad. El 9 de octubre, Gestido decidió implantar las medidas prontas de seguridad: una disposición constitucional que otorga poderes extraordinarios al Poder Ejecutivo en forma transitoria. La medida provocó la renuncia de los ministros Zelmar Michelini, Amílcar Vasconcellos, Enrique Véscovi y Heraclio Ruggia, por entender que no estaban dadas las condiciones de conmoción interna requeridas por la Constitución. Las medidas prontas de seguridad fueron levantadas el 23 de octubre, pero Gestido anunció de inmediato el reinicio de las gestiones con el Fondo Monetario Internacional. Eso provocó una nueva división en el partido de gobierno. Para algunos, la medida era impostergable porque el país no estaba en condiciones de cumplir sus compromisos internacionales. Otros, como Vasconcellos, criticaban lo que consideraban la sumisión del país a los dictados del FMI.
1968
Óscar Diego Gestido nació en Montevideo el 28 de noviembre de 1901. Fue uno de los primeros aviadores profesionales del país. En enero de 1935 participó en la represión desde el aire de las fuerzas que se alzaron contra Gabriel Terra. Pasó a retiro en marzo de 1955 y dos años más tarde fue convocado para hacerse cargo de la Administración de los Ferrocarriles del Estado (AFE). Su desempeño mereció amplios elogios. Con las inundaciones de 1959, pasó a presidir la Comisión Nacional para Damnificados del Norte y Litoral del país. A inicios de los años sesenta, se lanzó desde las páginas del diario El Día una campaña para convertirlo en candidato presidencial del catorcismo. Uno de los periodistas que dirigió la campaña fue Jorge Pacheco Areco. La relación entre los dos hombres era antigua. Gestido fue testigo del casamiento de Pacheco con Angélica Klein. Pacheco había nacido en Montevideo el 9 de abril de 1920. Era hijo de un médico y antiguo legislador colorado, y estaba emparentado con los hijos de José Batlle y Ordóñez (los hermanos Batlle Pacheco). Además era nieto de un eminente batllista llamado Ricardo Areco. Tras pasar por la Facultad de Derecho sin terminar la carrera, fue docente en el Colegio Alemán y ocupó un cargo administrativo en la Aduana. En los años de la Segunda Guerra Mundial fue reservista. Era conocida su afición al boxeo, que practicó en el club L’Avenir del barrio Palermo. Ingresó al diario El Día a mediados de los años cincuenta y llegó a dirigirlo en marzo de 1961. Abandonó el cargo cuando Gestido decidió romper con el colegialismo y apoyar la “reforma naranja” de 1966. Fue diputado, pero solo se destacó por su silencio en sala. Asumió la presidencia en diciembre de 1967, al morir repentinamente Gestido. Durante la dictadura militar fue embajador uruguayo en España, Suiza, Estados Unidos y Paraguay. Fue uno de los pocos dirigentes políticos importantes que llamó a votar el “Sí” en el plebiscito constitucional convocado por los militares en 1980. Tras el retorno a la democracia, impulsó a la bancada de la Unión Colorada y Batllista (minoritaria en el Partido Colorado) a dar estabilidad a los dos primeros gobiernos constitucionales. Murió el 29 de julio de 1998 y fue enterrado en el Panteón Nacional.
1968
Relaciones Exteriores Héctor Luisi, que decide renunciar.
7 de junio: nuevas manifestaciones. Decenas de detenidos.
26 de abril: llega a Montevideo la tercera marcha cañera. Wilson Ferreira interpela al ministro de Trabajo y Seguridad Social, Guzmán Acosta y Lara, que presenta renuncia al cargo.
12 de junio: un acto organizado por la FEUU y la CNT termina con casi 300 detenidos y decenas de heridos.
30 de abril: devaluación del peso.
13 de junio: implantación de medidas prontas de seguridad. Renuncia de tres ministros.
1º de mayo: violentos incidentes terminan con la suspensión del acto del Día de los Trabajadores.
24 de junio: militarización de cinco mil funcionarios del BROU y del Banco Central.
6 de junio: incidentes en acto frente a la Universidad.
26 de junio: Pacheco decide la intervención del BROU.
28 de junio: firma del decreto 420/68 que congela precios y salarios y creación de la comisión de productividad, precios y salarios (Coprin). 1º de julio: ataque con bomba a las instalaciones de la planta emisora de Radio Ariel. Militarización de los funcionarios de UTE, ANCAP, OSE y bancarios oficiales. 7 de agosto: secuestro del presidente de UTE, Ulysses Pereira Reverbel. 12 de agosto: es herido por la Policía el estudiante Líber Arce.
Artículo 168 de la Constitución aprobada en 1966 Al Presidente de la República, actuando con el Ministro o Ministros respectivos, o con el Consejo de Ministros, corresponde: 1. La conservación del orden y tranquilidad en lo interior, y la seguridad en lo exterior. 2. El mando superior de todas las fuerzas armadas. (…) 17- Tomar medidas prontas de seguridad en los casos graves e imprevistos de ataque exterior o conmoción interior, dando cuenta, dentro de las veinticuatro horas a la Asamblea General, en reunión de ambas Cámaras o, en su caso, a la Comisión Permanente, de lo ejecutado y sus motivos, estándose a lo que éstas últimas resuelvan. En cuanto a las personas, las medidas prontas de seguridad sólo autorizan a arrestarlas o trasladarlas de un punto a otro del territorio, siempre que no optasen por salir de él. También esta medida, como las otras, deberá someterse dentro de las veinticuatro horas de adoptada, a la Asamblea General en reunión de ambas Cámaras o, en su caso, a la Comisión Permanente, estándose a su resolución. 18- El arresto no podrá efectuarse en locales destinados a la reclusión de delincuentes.
1968
7 de octubre: asalto del MLN-T a una sucursal bancaria de la que se llevan 400 mil dólares. 18 de octubre: estalla una bomba colocada por el MLN-T en la Bolsa de Valores.
El 6 de diciembre de 1967, el dirigente colorado Carlos Manini Ríos llegó a la casa del presidente Gestido y vio una escena que nunca olvidaría. Gestido estaba muerto en su cama de hierro, en un marco de imponente austeridad. En el patio estaban el vicepresidente Jorge Pacheco Areco, el secretario de la Presidencia Héctor Giorgi y el jefe de la Región Militar Nº 1, general Líber Seregni. Gestido había muerto de un infarto a los 66 años de edad, pocos días después de haber cumplido nueve meses de gestión. La Constitución establecía con claridad quién debía sucederlo: era el vicepresidente de la República, Jorge Pacheco Areco. Pacheco mostró desde el primer momento que no pensaba prolongar el estilo de su antecesor. El 12 de diciembre, menos de una semana después de asumir, clausuró dos medios de prensa (el diario Época y el semanario El Sol) e ilegalizó a seis grupos políticos de izquierda: la Federación Anarquista Uruguaya, el Grupo de Independientes de Época, el Movimiento de Acción Popular Unificada, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, el Movimiento Revolucionario Oriental y el Partido Socialista. La medida no carecía de sustento jurídico. Los dos medios de prensa clausurados venían promoviendo la lucha armada como método para derribar al gobierno constitucional. Pocos días antes, los seis grupos ilegalizados habían suscrito una declaración promovida y difundida por Época, en la que se comprometían a promover la maduración de las condiciones que harían posible una revolución en Uruguay, aceptar las resoluciones de la conferencia de la OLAS y reafirmar los acuerdos aproba-
1968-1969
14 de agosto: tras dos días de agonía Muere Líber Arce. 20 de setiembre: son heridos de muerte por la policía los estudiantes Susana Pintos y Hugo de los Santos. Pacheco decreta el cierre de todos los locales de estudio.
De Gestido a Pacheco
dos por esa organización en La Habana. Esos acuerdos afirmaban que la lucha armada constituía la línea fundamental de la revolución en América Latina y que todas las demás formas de lucha debían servir y no retrasar el desarrollo de esa línea fundamental. Un análisis jurídico de los documentos permitía identificar varios delitos bien tipificados, como la propia apología del delito. Pero, si bien Pacheco tenía argumentos jurídicos, sus resoluciones marcaban un vigoroso cambio de estrategia. Hasta ese momento, los gobiernos uruguayos habían preferido tolerar las cosas que se decían y reservar su firmeza para las cosas que se hacían. Intentaban combatir los actos de violencia pero no reprimían a quienes, de manera más o menos explícita, los aplaudían. La idea era que una mano excesivamente dura solo contribuiría a agravar la situación. Pacheco, en cambio, quiso aplicar desde el principio una estrategia de tolerancia cero: combatiría a quienes violaran la ley con sus actos, pero también a quienes lo hicieran con sus palabras. Para algunos se trataba de un gesto torpe y autoritario. Para otros, la nueva postura no carecía de sentido: la política de los años anteriores no había impedido un aumento de los conflictos sociales ni una intensificación de los golpes guerrilleros. Tal vez una señal inicial de mano dura generara un cambio de clima. Si eso era lo que esperaba Pacheco, lo cierto es que se equivocó. Sus decisiones iniciales solo contribuyeron a aumentar la polarización, hasta el punto de no tener más tregua que la del verano. Llegado el otoño de 1968, la nueva administración se vio obligada a librar duras batallas, tanto en el frente político como en el social. El 25 de abril del nuevo año, el Senado votó una moción de censura al ministro de Relaciones Exteriores, Héctor Luisi, que decidió renunciar. Al día siguiente llegó a Montevideo la tercera marcha de cañeros de Bella Unión. En el mismo momento, el senador Wilson Ferreira Aldunate iniciaba una interpelación que condujo a la renuncia del ministro
1969
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¿Qué son las medidas prontas de seguridad?
tar algunas acciones menores. En esos días Raúl Sendic decidió viajar a Cuba para recibir cursos sobre fabricación de minas personales. El gobierno llevaba medio año, pero el desgaste era muy alto y los desaf íos que enfrentaba iban creciendo.
HISTORIA RECIENTE
A principios de noviembre, el ministro de Hacienda César Charlone anunció la devaluación de la moneda. Charlone era el tercero que ocupaba esa cartera en seis meses, y su decisión fue impopular. Pero el margen de maniobra era casi inexistente: debido al desequilibrio en las cuentas del gobierno, la tasa de inflación anualizada ya superaba el 100 por ciento. Mientras tanto, el MLN-Tupamaros retomaba la actividad guerrillera, que había aminorado durante el período electoral. Según Eleuterio Fernández Huidobro, solo en el mes de diciembre de 1967 el MLN realizó siete operaciones, sin con-
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1969
29 de noviembre: el MLN-T asalta el Casino Carrasco y se lleva 300 mil dólares.
15 de marzo: el gobierno levanta las medidas prontas de seguridad.
1º de enero: el MLN-T asalta el juzgado letrado de instrucción de primer turno y roba 41 armas cortas y largas.
15 de mayo: ocupación de la planta emisora de Radio Sarandí por el MLN-T.
11 de enero: un grupo autodenominado “Comando oriental anticomunista” ataca a una militante del PCU. 14 de febrero: el “comando Líber Arce” del MLN-T desvalija la Financiera Monty. 18 de febrero: asalto al casino del Hotel San Rafael de Punta del Este.
23 de mayo: Carlos Julio Pereyra interpela al ministro Jorge Peirano Facio. 17 de junio: se clausura el diario Extra. 21 de junio: los Tupamaros atentan contra las instalaciones de General Motors. 22 de junio: atentado frustrado contra la
HISTORIA RECIENTE
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de Trabajo, Guzmán Acosta y Lara, y del presidente del Banco Hipotecario, Guillermo Silva. El 28 de ese mes, el equipo económico decidió que era impostergable devaluar la moneda. Un elemento clave de toda medida de devaluación es que se mantenga en secreto hasta el día de ser aplicada, pero el domingo 29 el diario BpColor tituló: “Desde mañana lunes el dólar se cotizará a 250 pesos”. La oposición acusó a Jorge Batlle de haber provocado la filtración. Batlle lo negó tajantemente. Una comisión investigadora en el Senado determinó que efectivamente había existido una irregularidad, pero dejó limpio de toda responsabilidad al líder de la Lista 15. Contrariando una vieja tradición uruguaya, las relaciones cotidianas entre los representantes de las distintas colectividades y fracciones se estaban volviendo tensas. Una semana más tarde llegó el 1º de mayo y la CNT organizó una gran concentración de trabajadores. Pero el acto debió ser interrumpido a causa de violentos incidentes. Los cañeros de Bella Unión se enfrentaron a efectivos de las guardias Metropolitana y Republicana. Hubo pedreas, sablazos, tiros y gases lacrimógenos. Visto el giro que tomaban los acontecimientos, el presidente decidió renovar su gabinete. Algunos de los cargos quedaron en manos de figuras familiares para el mundo político, como Venancio Flores en Relaciones Exteriores, Manuel Flores Mora en Trabajo y Alba Roballo en Educación y Cultura (la primera mujer en ocupar una cartera). Pero otros cargos fueron puestos en manos de figuras con neto perfil empresarial (como el productor rural y banquero Carlos Frick Davie, en Ganadería y Agricultura) o de figuras que habían desempeñado cargos gubernamentales pero tenían fuertes lazos con el mundo económico (como Jorge Peirano Facio en Industria y Comercio). Los defensores de Pacheco afirman que el presidente era consciente de la pérdida de prestigio que estaba sufriendo la clase política e intentaba renovar la confianza por la vía de incorporar gente con reconocida capacidad de gestión.
11 1969
residencia presidencial de la avenida Suárez. 24 de junio: el Consejo de Ministros resuelve la reimplantación de las medidas prontas de seguridad. 3 de julio: AEBU decide una huelga bancaria. 4 de julio: el Poder Ejecutivo prohíbe la divulgación de todo tipo de información que refiera a los grupos guerrilleros que actúan en el país. 16 de julio: la OPR-33 roba la bandera de
Quienes lo critican dicen que le impacientaba el juego político y pretendía mantener a distancia a los partidos. Cualesquiera hayan sido sus intenciones, lo cierto es que el componente empresarial de su gabinete fue duramente criticado en la época, favoreció las identificaciones fáciles entre gobierno y gran capital, y no contribuyó a mejorar las relaciones del presidente con el sistema político. El 6 de junio, los estudiantes afiliados a la FEUU organizaron una manifestación por 18 de Julio en demanda de recursos. El acto derivó en una batalla con pedreas y disparos de la Policía. Hubo numerosos lesionados (cinco de ellos de bala), decenas de detenidos y grandes daños materiales. Nuevas ma-
nifestaciones realizadas al día siguiente dejaron un saldo de 43 detenidos. El 12, un acto convocado por la FEUU y la CNT culminó con casi 300 detenidos y decenas de personas lastimadas. La situación parecía fuera de control. El 13 de junio de 1968, Pacheco convocó a sus ministros a una reunión grave y urgente. El presidente fue directo al grano y explicó su posición: a su juicio, los estudiantes estaban siendo usados como punta de lanza de una revolución en ciernes; las instituciones políticas estaban amenazadas, el prestigio internacional del país se estaba destruyendo y se corría un riesgo de asfixia económica. En consecuencia, era necesario aplicar las medidas prontas de seguridad previstas en la Constitución.
La historia que no fue Por Félix Luna “No –dijo el general Manuel Oribe–. Dígale a Urquiza que yo sigo siendo amigo de Rosas. Y dígale también que si tiene tanta gente como dice, que venga, que yo lo voy a peliar y lo haré polvo...”. Y esa tarde de fines de 1851, cambió la historia. Podríamos plantear jugarretas como esta a lo largo de toda nuestra historia, porque siempre hubo una o varias alternativas a lo que realmente pasó. Pero no son más que eso: conjeturas, posibilidades, cosas que pudieron ser y no fueron. Están apiladas en un archivo inexistente: en la imaginación de quien evoca el tiempo pasado y no se resigna a consentir lo que ocurrió. Pero no existen, no han existido nunca. Y sin embargo...Es divertido entretenerse con esas rupturas imaginarias de lo fáctico que bien pudieron haber ocurrido: Lavalle perdonándole la vida a Dorrego, Rosas ganando en Caseros, Perón no dando la cara el 17 de octubre... Es la contrafactual history con la que juguetean algunos académicos norteamericanos. Toda disciplina tiene un costado lúdico. Saber disfrutarlo es cosa de sabios. La Historia ofrece este territorio frágil y mentiroso, lleno de hechizos y espejismos, donde se transita sin el apoyo de la brújula de la razón, sin mapas ni
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astrolabios, que solo se puede recorrer ficcionalmente, a puro desborde de corazón. Así como hay evangelios apócrifos, podría haber –se me ocurre– una historia apócrifa, inventada a gusto del consumidor, con líneas de sucesos que fueron reales y ahora se truncan y deforman, con personajes que nunca vieron la luz manejando los acontecimientos. Se dirá, con toda razón: ¿para qué serviría eso? En primer lugar, para divertirse. Marc Bloch decía que la primera justificación de la Historia es entretener. Y bien: esta historia loca, descabellada, puro cuento, nos divertiría tanto si la escribiéramos como si la leyéramos. Pero además aventuremos esto: la historia aprócrifa, una de las posibles historias apócrifas, podría ser útil porque tal vez evidenciaría que tal o cual elemento que tenemos como obligado o necesario en la vida colectiva, no lo es tanto. Que figuras exaltadas y consagradas están sobreactuadas. Tal vez jugando con lo que no ocurrió se pueda blanquear un poco lo que de verdad sucedió. Acaso, poniendo el pasado frente a esos espejos deformantes construidos con la imaginación aprendamos que la Historia no es tan fatal como creemos, ni las cosas tan inevitables como se nos dice.
1969
los Treinta y Tres Orientales y atenta contra la computadora central del Banco Comercial sucursal Cordón.
9 de setiembre: los Tupamaros secuestran al banquero Gaetano Pellegrini Giampietro, durante 73 días.
26 de julio: el Poder Ejecutivo dispone la militarización de la banca privada, clausura varios medios y detiene periodistas.
11 de setiembre: AEBU levanta la huelga y acepta las destituciones decididas por el gobierno.
5 de agosto: la Asamblea general levanta la militarización del 26 de julio. 6 de agosto: el Poder Ejecutivo reimplanta la militarización derogada por la Asamblea General.
15 de setiembre: Julio María Sanguinetti es designado al frente del Ministerio de Industria y Comercio. 8 de octubre: el MLN-T copa la ciudad de Pando. 15 de octubre: el MLN-T asalta la financiera Echeverrigaray y Petcho.
1969-1970
15 de noviembre: el MLN-T asesina al agente policial Carlos Ruben Zambrano. 23 de diciembre: el MLN-T asalta el Banco Francés e Italiano. 1970
3 de enero: el MLN-T asalta una empresa de administración de propiedades. 4 de enero: fracasa el atentado contra el comisario Juan María Lucas. 19 de enero: el Poder Ejecutivo separa del cargo al comisario Otero.
Banco República y del Banco Central. Eso significaba, entre otras cosas, que eran recluidos en cuarteles desde donde se los llevaba a trabajar y adonde eran devueltos al fin de la jornada. Dos días más tarde, Pacheco decidió intervenir el Banco República. El 1º de julio, el presidente se dirigió a la población. Una bomba tupamara acababa de destrozar las instalaciones de la planta emisora de Radio Ariel, orientada por Jorge Batlle. Pacheco afirmó que el país libraba una “lucha por la supervivencia”. No se trataba de imponer el orden por la fuerza, sino de que toda la ciudadanía respaldara a las instituciones. “Solo el logro del orden por consenso espontáneo y responsable de la ciudadanía es duradero”, afirmó. Pero sus siguientes medidas apuntaron más a imponer el orden que a generar apoyos: dispuso el llamado bajo bandera de los retirados militares, ordenó traslados de tropas y decidió la militarización de los funcionarios de UTE, ANCAP, OSE y todos los bancos oficiales. 1970
4 de marzo: la Comisión Permanente del Poder Legislativo levanta las medidas prontas de seguridad. 5 de marzo: el Poder Ejecutivo reimplanta las medidas prontas de seguridad. 8 de marzo: trece tupamaras se fugan de la cárcel de mujeres. 23 de marzo: tiroteo entre tupamaros y Policía en el bar La Vía. José Mujica es herido de gravedad. El chofer de la patrulla, el agente José Artigas Silva, es herido en una pierna.
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Alba Roballo y Manuel Flores Mora se opusieron a la propuesta. Los demás ministros la respaldaron. Finalmente las medidas fueron adoptadas y los dos ministros disidentes presentaron renuncia. También renunció el ministro de Salud Carlos Queraltó, que respondía a Vasconcellos y tenía previamente tomada la decisión. Una vez más, los intentos de Pacheco por controlar la situación contribuyeron a aumentar la polarización. El Partido Colorado quedó dividido entre quienes apoyaban al gobierno y quienes lo criticaban. Las gremiales empresariales respaldaron las medidas prontas de seguridad, pero los sindicatos se pusieron en pie de guerra. El 18 de junio, la CNT convocó a un paro general. Cuatro días más tarde, el Ejecutivo volvió a clausurar un medio de prensa (en este caso fue Radio Nacional). Los bancarios se movilizaron y sus medidas afectaron el funcionamiento del sistema financiero. Como respuesta, el lunes 24 el gobierno ordenó la militarización de cinco mil funcionarios del
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Pacheco junto al presidente de facto argentino Juan Carlos Onganía.
El 12 de agosto, durante una manifestación estudiantil frente a la Facultad de Veterinaria, fue herido de muerte el estudiante de odontología y militante comunista Líber Arce. Por primera vez desde que se tenía memoria moría un estudiante como consecuencia de una movilización. Sus exequias fueron multitudinarias. Una dolorosa paradoja es que el agente de policía que lo mató –Enrique Tegiachi, de 27 años– también era estudiante. Tegiachi fue procesado por homicidio culposo. El Diario, uno de los medios de prensa más leídos en la época, publicó sus palabras ante el juez: “No quería matar a nadie. Antes del tiro fatal, que disparé desde el suelo, efectué varios más al aire. Ninguno fue dirigido a los estudiantes”. A medida que el conflicto se agudizaba, el presidente fue inclinándose hacia un estilo de comunicación directa con la ciudadanía. El 2 de setiembre, hablando por cadena de radio y televisión, afirmó que el país era víctima de una agresión que respondía a “ideologías foráneas” y pretendía “desmantelar las bases de nuestra sociedad democrática”. Luego agregó que estaba dispuesto a aplicar “sin vacilaciones toda la fuerza y los recursos del poder constitucional”. El 20 de setiembre de 1968 fue otro día trágico. Frente a la Universidad murieron los estudiantes Susana Pintos y Hugo de los Santos, alcanzados por perdigones de la Policía. Para evitar nuevos hechos de sangre, Pacheco decretó el cierre hasta el 15 de octubre de todos los locales universitarios, de Secundaria y UTU. En el Senado, Michelini interpeló al ministro del Interior, Eduardo Jiménez de Aréchaga. Un senador y ex ministro colorado interpelaba a un ministro de un gobierno colorado. La dureza con la que habló Michelini revelaba el abismo que se había abierto entre el presidente y parte del partido de gobierno: “La Policía reprimió en forma brutal, inútil y sanguinaria a la manifestación estudiantil, con el agravante de que a lo largo de todo este tiempo no ha habido por parte del gobierno ni una sola posibilidad de lograr un entendimiento o acercamiento.
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5 de abril: asalto a la firma Mailhos. 13 de abril: asesinato del comisario Héctor Morán Charquero. 29 de abril: doce atentados en Montevideo, la mayoría contra jerarcas de la UTE, son adjudicados al grupo guerrillero FARO. 15 de mayo: el comité ejecutivo del FIdeL denuncia el ataque con bombas incendiarias a uno de sus comités. 25 de mayo: el grupo FARO asalta el cine
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Nuestra colectividad política va a llevar como una mancha permanente la sangre de esos muchachos”. Pese a provenir del corazón del sistema político, Pacheco empezó a mostrarse como un hombre alejado de los partidos y de las maneras tradicionales de gobernar. Sus discursos enfatizaban la idea de un hombre solo, que debía resistir una agresión sin contar con el apoyo del sistema político: “En esta lucha extremadamente dif ícil, sé que estoy solo con mi pueblo, que conmigo siente el país en sus entrañas”. La idea del conductor solitario, conectado con su pueblo sin que mediaran estructuras políticas, era ajena a la tradición uruguaya y confirmaba en muchos la idea de que se estaba ante un presidente autoritario: “Solitario y con ustedes, fundamentalmente con los hombres y mujeres humildes y generosos de esta tierra, he tenido (…) que enfrentar todas las formas de violencia, aun aquellas de los ambiciosos que solo estuvieron a mi lado por su interés personal”. El personalismo de Pacheco contribuye a explicar la relación conflictiva que tuvo con el Parlamento. El 23 de mayo de 1969, el senador blanco Carlos Julio Pereyra interpeló al ministro Jorge Peirano Facio, considerado una suerte de primer ministro. El motivo fue un decreto que intervenía al Frigorífico Nacional y le quitaba el monopolio del abasto a la capital. La medida tenía fundamentos defendibles (la competencia debía favorecer a los consumidores) pero la interpelación derivó en un cuestionamiento a la política económica y al gobierno en su conjunto. El episodio terminó en un conflicto de poderes que hubiera podido cambiar el curso de los acontecimientos. El ministro Peirano fue censurado y el presidente decidió sostenerlo. Ese escenario habilitaba al presidente a poner en marcha el mecanismo constitucional de disolución de las cámaras y llamado a nuevas elecciones. Pacheco anunció que eso era justamente lo que se proponía hacer: creía contar con el apoyo de una “mayoría silenciosa” y veía una
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oportunidad de tener un Parlamento más favorable. Pero, tras valorar la situación, Jorge Batlle decidió cerrar ese camino: los legisladores de Unidad y Reforma, que normalmente respaldaban al gobierno, se sumarían a la oposición para confirmar la censura al ministro con tres quintos de votos de la Asamblea General. La Constitución establecía que, si se alcanzaba esa mayoría, el presidente debía acatar la destitución del ministro. En sesión del gabinete, Pacheco lamentó que no se hubiese llegado a la consulta electoral. Al mismo tiempo afirmó que la línea económica del gobierno era la correcta y que seguiría adelante “pese a quien pese”. ¿Qué hubiera pasado si se disolvían las cámaras? La respuesta solo puede ser
especulativa, porque depende de lo acertado que fuera el pronóstico de Pacheco. Si el presidente tenía razón y los votantes lo respaldaban, tal vez se hubiera abierto un período de menos choques entre los poderes del estado y de políticas de gobierno menos bloqueadas (incluidas las políticas represivas). Si Pacheco se equivocaba, es probable que se hubiera ingresado en un período de conflictos institucionales más graves que los que existieron. El 24 de junio de 1969, en medio de serios disturbios provocados por la visita del banquero estadounidense Nelson Rockefeller, el gobierno impuso medidas prontas de seguridad. Al mismo tiempo decidió la clausura del diario Extra. La Asamblea General, tras considerar un informe jurídico del senador blanco Martín Echegoyen, decidió levantar la
¿Cómo se puede disolver constitucionalmente el Parlamento? Sección VIII de la Constitución de 1967 Art. 147. Cualquiera de las Cámaras podrá juzgar la gestión de los Ministros de Estado, proponiendo que la Asamblea General, en sesión de ambas Cámaras, declare que se censuran sus actos de administración o de gobierno. (…) Art. 148. La desaprobación podrá ser individual, plural o colectiva (…). Se entenderá por desaprobación individual la que afecte a un Ministro, por desaprobación plural la que afecte a más de un Ministro, y por desaprobación colectiva la que afecte a la mayoría del Consejo de Ministros. (…) El Presidente de la República podrá observar el voto de desaprobación cuando sea pronunciado por menos de dos tercios del total de componentes del Cuerpo. En tal caso la Asamblea General será convocada a sesión especial a celebrarse dentro de los diez días siguientes. (…) Si la Asamblea General mantuviera su voto por un número inferior a los tres quintos del total de sus componentes, el Presidente de la República, dentro de las cuarenta y ocho horas siguientes podrá mantener por decisión expresa, al ministro, a los Ministros o al Consejo de
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Ministros censurados y disolver las Cámaras. En tal caso deberá convocar a nueva elección de Senadores y Representantes, la que se efectuará el octavo domingo siguiente a la fecha de la referida decisión. (…) El Presidente de la República no podrá ejercer esa facultad durante los últimos doce meses de su mandato. (…) Tratándose de desaprobación no colectiva, el Presidente de la República no podrá ejercer esa facultad sino una sola vez durante el término de su mandato. Desde el momento en que el Poder Ejecutivo no dé cumplimiento al decreto de convocatoria a las nuevas elecciones, las Cámaras volverán a reunirse de pleno derecho y recobrarán sus facultades constitucionales como Poder legítimo del Estado y caerá el Consejo de Ministros.
Dentro de los quince días de su constitución, la nueva Asamblea General, por mayoría absoluta del total de sus componentes, mantendrá o revocará el voto de desaprobación. Si lo mantuviera caerá el Consejo de Ministros.
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Plaza y se lleva más de un millón de pesos de la recaudación.
1º de julio: los Tupamaros asaltan una sucursal bancaria.
28 de julio: los Tupamaros secuestran al juez de instrucción Daniel Pereyra Manelli.
29 de mayo: los Tupamaros copan el Centro de Instrucción de la Armada.
4 de julio: el MLN-T mata al agente Armando Leses mientras vigila la casa del subjefe de Policía de Montevideo.
31 de julio: los Tupamaros secuestran a Dan Anthony Mitrione y Aloysio Dias Gomide. Natham Rosenfeld y Gordon Jones, consejero cultural y segundo secretario de la embajada de EEUU, logran evitar el secuestro.
31 de mayo: es muerto en tiroteo el tupamaro Hernán Pucurull. Varios policías y civiles heridos. 8 de junio: una comisión del Senado aprueba por unanimidad el informe que da por probada la existencia de torturas en dependencias policiales. 11 de junio: es herido de gravedad el agente Nelson Sosa.
17 de julio: los Tupamaros asaltan una sucursal bancaria. 21 de julio: ola de atentados con cócteles Molotov contra residencias de dirigentes y militantes políticos de izquierda. 22 de julio: los Tupamaros asaltan un banco.
1º de agosto: el Ministerio del Interior autoriza a abrir fuego sin previo aviso sobre cualquier persona sorprendida en actitud sospechosa. 5 de agosto: el juez Pereyra Manelli es liberado.
El MLN y la situación militar en los años sesenta En 1967, el MLN produjo un documento en el que, entre otras cosas, evaluaba la situación militar. El texto señalaba que el Ejército tenía “muy poca injerencia en asuntos políticos. Es burocrático y de tradición civilista, con corrientes internas mayoritarias de orden legalista”. El diagnóstico agregaba que “el aparato represivo es relativamente débil” y caracterizaba a la organización como preparada para una guerra clásica. El texto refuta la idea de que la guerrilla nació como fuerza de autodefensa contra el avance de sectores militares golpistas. Los Tupamaros, autores del documento, realizaron sus primeras acciones en 1963. El diagnóstico tupamaro recién cambió en 1968, cuando la organización estaba en un momento de actividad intensa. Ese año produjeron un nuevo documento en el que afirman que “la división entre un sector legalista y progresista, y un sector golpista en las FFAA ha adquirido caracteres
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nítidos y públicos”. Pese a ello, se agregaba, “dado el panorama en el mando de las unidades, no cabe esperar un golpe militar inmediato, sino medidas dictatoriales tomadas desde el gobierno legal, como hasta ahora”. Los Tupamaros veían a las Fuerzas Armadas como un enemigo pero también como un posible aliado para la toma del poder. Un documento oficial de la organización, producido en diciembre de 1970, decía lo siguiente: “Las FFAA de algunos países han demostrado que frente al atraso de las masas y a la inexistencia de un fuerte proletariado pueden asumir el rol de vanguardia y de partido (por ser el sector más poderoso, moderno, templado, coherente y disciplinado), desempeñando un buen papel en la defensa de la soberanía, la independencia y el desarrollo. Por ello, las FFAA no pueden ser descalificadas masivamente y no puede renunciarse a la política en su seno”.
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7 de agosto: secuestro de Fly, detención de Raúl Sendic, caída de la dirección del MLN- T.
14 de setiembre: atentados del MLN-T contra Sudamtex, Press Wireless y Harvester.
9 de agosto: asesinato de Mitrione.
29 de setiembre: atentado contra el Bowling de Carrasco por parte del MLN-T.
11 de agosto: la Asamblea General autoriza durante 20 días la suspensión de garantías individuales solicitada por el Poder Ejecutivo. 25 de agosto: fracasa un atentado contra la planta emisora de radio Montecarlo por parte del MLN-T. 13 de setiembre: es atacada con bombas la casa del banquero Juan Carlos Peirano Facio.
8 de octubre: ola de atentados, contra CocaCola, Panamerican y General Electric por parte del MLN-T. 13 de noviembre: el MLN-T asalta la Caja Nacional de Préstamos Pignoraticios y se lleva más de 100 mil dólares.
La política económica La represión de las movilizaciones sociales y de la insurgencia armada fue un tema central en la agenda de Pacheco. Pero otro problema al que prestó mucha atención fue el aumento de la inflación, que entre junio de 1967 y junio de 1968 había llegado al 183 por ciento anual. Pacheco escuchó las opiniones y consejos de sus principales asesores, y el 28 de junio de 1968 adoptó una medida de shock. El decreto 420/68 estableció la congelación de precios y salarios, es decir, prohibió las subas de precios y los aumentos en las retribuciones. Para aplicar la medida se creó una comisión llamada Coprin, que sustituía en los hechos a los Consejos de Salarios. La medida se basaba en un análisis audaz sobre las causas de la inflación. Las devaluaciones de noviembre de 1967 y abril de 1968 habían permitido reducir el déficit fiscal porque habían disminuido el peso relativo de los salarios públicos. Si la inflación seguía en aumento, eso no se debía al desequilibrio de las cuentas del gobierno sino a las expectativas de los actores económicos, que no habían recuperado la confianza. Lo que se requería entonces era una medida de alto impacto psicológico: había que convencer a los agentes de que la inflación se controlaría. Si ese cambio psicológico se lograba y los agentes empezaban a esperar la estabilidad de los precios, el descenso de la inflación se convertiría en una profecía autocumplida. Una vez que esto ocurriera, se podría intentar superar el estancamiento económico mediante un modelo que, prolongando la línea de los gobiernos nacionalistas, apostara a la apertura económica, al aumento de las exportaciones y al fortalecimiento de la competitividad. El plan contaba con el respaldo de un sólido equipo económico, uno de cuyos miembros era Ramón Díaz. Pero las cosas fueron mucho más complicadas en el plano político. Dentro del Partido Colorado se formaron nuevamente dos bloques. Uno, mayoritario, apoyaba la línea oficial. Sus principales integrantes eran la Unión Colorada y Batllista, y la
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na parte de los funcionarios de la banca privada. El 29, el Ministro de Defensa difundió las penas a las que quedaban sujetos los bancarios que abandonaran sus puestos de trabajo: de cuatro meses de prisión a dos años de penitenciaría, más la pérdida del empleo. En la madrugada del 5 de agosto la Asamblea General levantó la militarización, pero Pacheco la reimplantó al día siguiente. El decreto del Ejecutivo decía: “Este Poder estima –y tal vez la Asamblea General no haya reparado lo suficiente en ello (…)– que en la hora presente está en juego la existencia misma del Estado y la integridad de sus instituciones”. Pacheco terminaría ganando ese conflicto: el 11 de setiembre, la asamblea de AEBU decidió levantar la huelga y aceptar las 181 destituciones. Pero la victoria fue pírrica: las relaciones con el Parlamento estaban seriamente dañadas y buena parte de los sectores medios de la población (típicamente representados por los bancarios) se habían radicalizado.
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clausura. Pero Pacheco se sirvió de una interpretación muy forzada para mantenerla, lo que desató un nuevo conflicto. La oposición hablaba de censurar al gabinete y hasta se inició un juicio político al presidente en la Cámara de Diputados. Mientras el debate avanzaba, el 29 de junio la ciudad despertó sin energía eléctrica. En el gobierno existió la convicción de que se trataba de un acto de sabotaje de los funcionarios de UTE. La Marina intervino para restablecer el servicio. A principios de julio de 1969 estalló una huelga bancaria que duraría setenta y tres días. El conflicto generó una dura respuesta que incluyó la destitución de 181 funcionarios. Cientos de militantes sindicales empezaron a recorrer los barrios, realizando colectas y actos de propaganda. El 26 de julio, la asamblea general de AEBU declaró que el reintegro de los bancarios despedidos era innegociable. Esa noche, el Poder Ejecutivo decretó la militarización de los directorios y de bue-
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31 de diciembre: se deroga el decreto del 4 de julio de 1969, que prohíbe la divulgación de información sobre grupos guerrilleros. 1971
8 de enero: el MLN-T secuestra al embajador inglés Geoffrey Jackson. 11 de enero: el Ejecutivo solicita al Legislativo la suspensión de garantías individuales. 5 de febrero: se forma la coalición de izquierda Frente Amplio. 21 de febrero: es liberado Dias Gomide.
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Lista 15. Otro, minoritario, se oponía a las medidas. Sus principales integrantes eran el sector liderado por Amílcar Vasconcellos y la Lista 99. La congelación de precios y salarios tuvo un éxito inmediato. En la segunda mitad de 1968, la inflación se redujo a una tasa anualizada del 4%. Durante tres de los últimos seis meses del año hubo un crecimiento negativo del índice de precios al consumo. Se registró además un sensible crecimiento del nivel de actividad y una suba de los salarios reales. Esto último ocurrió a medida que el gobierno autorizaba aumentos de las remuneraciones más deprimidas. El efecto destructivo de la inflación fue desapareciendo paulatinamente. Hacia 1971 se había logrado una mejor distribución del ingreso. Los beneficios del plan no duraron mucho tiempo. A medida que se iban acercando las elecciones, la disciplina fiscal del gobierno se debilitó. Según el análisis de Ramón Díaz, los responsables de la política económica fueron olvidando las bases teóricas y psicológicas que habían sostenido la congelación. En continuidad con una manera de pensar muy uruguaya, creyeron que el alza de precios había sido detenida por los controles en sí mismos, y no por el cambio de expectativas. En 1969 la inflación fue del 15 por ciento (la más baja en años), pero en 1970 subió al 21 por ciento y en 1971 al 36 por ciento. Cuando llegó 1972, el efecto psicológico había desaparecido y los precios subieron un 95 por ciento. Pero en ese momento Pacheco ya no era presidente. El quiebre de la inflación entre 1968 y 1971 es un dato importante para entender algo que ocurrió más tarde: Pacheco fue el candidato individualmente más votado en las elecciones de 1971. Ese amplio apoyo fue inútil porque los votos no alcanzaron para aprobar la reforma constitucional que le hubiera permitido ser reelecto. Pero lo cierto es que, a pesar de la violencia y de la inmensa conflictividad social, Pacheco llegó al final de su mandato con un amplio apoyo popular. Esto se debió en parte a que muchos uruguayos aprobaban su política de
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2 de marzo: la Policía encuentra en la Ciudad Vieja un archivo del MLN-T con fichas individuales de integrantes de la Policía y de las FFAA.
mano dura, pero también en parte a que muchos lo veían como el hombre que había derrotado a la inflación.
El desafío de la guerrilla El alto respaldo popular que Pacheco mantuvo durante cuatro largos años no puede entenderse si no se incluye un dato fundamental: la agresividad siempre creciente del MLN-Tupamaros, que generó una profunda sensación de inseguridad. El 7 de agosto de 1968, los Tupamaros realizaron una acción que asombró al país: secuestraron a Ulysses Pereira Reverbel, presidente de UTE y amigo personal de Pacheco. La acción coincidía con la militarización de funcionarios decretada por el gobierno. Pereira Reverbel fue liberado cuatro días después bajo los efectos de somníferos. Según explicarían años más tarde sus captores, lo soltaron porque no tenían infraestructura suficiente y había demasiado riesgo. Pero la imagen de poderío que dio el MLN en ese momento estaba muy lejos de las debilidades que veían sus miembros.
Llegado setiembre, el MLN decidió reorganizarse en siete columnas autónomas. La columna era concebida como una unidad político-militar que debía asegurar su propia subsistencia. Cada una de ellas debía estar en condiciones de ser operativa aun si el resto de la organización hubiera sido destruido. Para eso debía contar con sus propios servicios, grupos de acción, agitadores e infraestructura. Es probable que esta reorganización explique la intensificación de los golpes orientados a conseguir dinero. El 7 de octubre los Tupamaros robaron 400 mil dólares de un banco montevideano. El 29 de noviembre se llevaron 300 mil en un asalto al Casino Carrasco. El 18 de febrero de 1969, un asalto al Casino San Rafael de Punta del Este les reportó un suculento botín de 55 millones de pesos. Estos golpes eran ilegales y causaban graves perjuicios económicos, pero todavía presentaban al MLN como una organización poco violenta. Mientras las fuerzas de represión del gobierno habían causado varias muertes, los golpes del MLN eran incruentos. El hecho más
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23 de marzo: el Poder Ejecutivo dispone la disolución de la empresa editora del diario YA.
16 de abril: se prohíbe a los jefes de Policía realizar declaraciones de prensa.
7 de marzo: es liberado Claude Fly.
30 de marzo: el MLN-T secuestra por segunda vez a Pereira Reverbel.
21 de abril: el MLN-T intenta el secuestro del dirigente ruralista Juan José Gari.
10 de marzo: el MLN-T secuestra al fiscal de Corte Guido Berro Oribe, que es liberado el 23 de marzo.
13 de abril: los Tupamaros secuestran a Ricardo Ferrés.
14 de mayo: el MLN-T ataca a balazos al empresario Alfredo Raúl Deambrosis.
16 de marzo: el Ejecutivo solicita al Legislativo la suspensión de garantías individuales.
14 de abril: el Poder Ejecutivo prohíbe la divulgación de información o comentarios que refieran en forma directa a grupos delictivos que actúan en el país.
15 de mayo: atentado del MLN-T contra el Cine Lutecia.
20 de marzo: el Ministerio de Defensa Nacional ordena a las FFAA una serie de estudios sobre la lucha contra la guerrilla.
16 de mayo: el MLN-T secuestra a Carlos Frick Davie.
El nacimiento de este grupo guerrillero tiene su origen en una decisión política de la Federación Anarquista del Uruguay. Como parte de una estrategia de fortalecimiento, la organización decidió crear un movimiento llamado Resistencia Obrera Estudiantil (ROE), especializado en el “trabajo de masas”, y la Organización Popular Revolucionaria 33 Orientales (OPR 33), dedicada a la lucha armada. Fundado a fines de 1970, el OPR 33 llegaría a tener cuatro columnas integradas por 15 militantes y un encargado. Tres eran operativas y la cuarta estaba dedicada a tareas formativas y técnicas. Pese a tener un origen común en el Coordinador que, a principios de los sesenta, agrupó a varios grupos guerrilleros de izquierda, el OPR-33 tuvo una estrategia independiente de los Tupamaros y concentró su acción en secuestros extorsivos.
porque hicieron descubrir a muchos que los Tupamaros no estaban solos. El 9 de setiembre, los Tupamaros secuestraron al banquero Gaetano Pellegrini Giampietro, que era miembro del directorio de la empresa que editaba los diarios La Mañana y El Diario. Según Eleuterio Fernández Huidobro, “el secuestro fue de hecho decidido por la dirección del sindicato bancario. Nosotros propusimos la idea y la corriente mayoritaria de bancarios nos dio luz verde, estaban de acuerdo. Sacamos una gran enseñanza de ese episodio, porque el Partido Comunista impulsó el levantamiento de la huelga y nosotros nos quedamos agarrados del pincel, no sabíamos qué hacer con Pellegrini”. El editor-banquero permaneció secuestrado durante 73 días y fue liberado a cambio de dos cheques de 28 mil dólares, que posteriormente fueron donados. Pero el hecho más relevante del año fue la llamada “toma de Pando”, ocurrida el 8 de octubre de 1969. El nombre con el que se conoce la acción es exagerado, porque los Tupamaros nunca llegaron a tomar la ciudad en el sentido militar del término. Apenas lograron controlar durante media hora algunos puntos estratégicos. Pero el hecho conmovió al país, al menos por dos razones. En primer lugar, el MLN había mostrado ser capaz de organizar un operativo que involucró a medio centenar de guerrilleros, numerosos vehículos y una importante cantidad de armas. Un uso coordinado de esos recursos les había permitido tomar el control de una comisaría, el cuartel de bomberos y la central telefónica, al tiempo que realizaban tres asaltos a bancos que les reportaron unos 240 mil dólares. Ya no se trataba de un grupo de muchachitos más o menos idealistas, sino de una organización delictiva bien montada. El segundo motivo de conmoción fue que esta vez hubo muertos. Tres de ellos fueron militantes tupamaros y otro fue un sargento de policía. Pero el caso más terrible fue el de Carlos Burgueño, un obrero que fue alcanzado por una
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OPR 33
4 de marzo de 1970, pero el Ejecutivo las reimplantó un día después. La aplicación continua de las medidas prontas de seguridad no violaba el texto expreso de la Constitución, pero iba contra su espíritu: esas medidas habían sido concebidas como un recurso excepcional y transitorio. Pacheco, en cambio, las establecía por períodos prolongados y volvía a aplicarlas en cuanto el Parlamento las levantaba. Para sus críticos, esta estrategia implicaba una limitación casi permanente de las libertades fundamentales, lo que equivalía a ignorar el orden constitucional. Los defensores del gobierno entendían que estaba jugando al borde del reglamento, pero sin violarlo. Pacheco siempre reivindicó haber sido hasta el último día un presidente constitucional. El 15 de mayo de 1969, los Tupamaros tomaron la planta emisora de radio Sarandí e interrumpieron la transmisión que hacía Carlos Solé de un partido por la Copa Libertadores (jugaban Nacional y Estudiantes de La Plata). En otras dos oportunidades a lo largo de ese mes, comandos tupamaros interrumpieron emisiones de radio pare leer proclamas que rechazaban la visita de Nelson Rockefeller. Esa visita marcó un pico de tensión. En los días previos a su llegada, el MLN realizó doce atentados con bombas contra locales de empresas estadounidenses. Cuando el 21 de junio el banquero llegó a Punta del Este, los Tupamaros volaron las instalaciones de General Motors. Al día siguiente, hubo un intento de detonar una bomba en la residencia presidencial de la avenida Suárez. Pocos días después entró en escena la Organización Popular Revolucionaria 33 Orientales (OPR-33). El 16 de julio, varios de sus integrantes ingresaron al museo histórico ubicado en la calle Zabala y robaron la bandera de los Treinta y Tres (que sigue perdida hasta hoy). Casi simultáneamente, otro grupo atentó contra la computadora central de una importante sucursal del Banco Comercial, en plena huelga bancaria. Estas acciones aumentaron la tensión,
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inquietante del período fue el estallido de una bomba en la sede de la Bolsa de Valores el 18 de octubre de 1968, que provocó daños pero no víctimas. El 14 de febrero de 1969, en pleno carnaval, el MLN desvalijó la Financiera Monty (una colateral de Banco de Crédito) y se llevó libros de contabilidad. Las víctimas no denunciaron el robo y, pocos días después, un incendio destruyó parte de los archivos. Entonces el MLN remitió la documentación robada a la Justicia y al Parlamento, poniendo al descubierto un conjunto de operaciones penadas por la ley: especulación con moneda extranjera, defraudación de impuestos, préstamos a tasas no autorizadas. Los Tupamaros estaban ayudando a desenmascarar a la delincuencia de cuello blanco. Por un momento, muchos uruguayos los miraron con simpatía. El gobierno respondía reforzando su política de mano dura. Las medidas prontas de seguridad rigieron en forma ininterrumpida durante 275 días, desde el 13 de junio de 1968 hasta el 14 de marzo de 1969. El 24 de junio fueron instaladas nuevamente. El Parlamento las levantó el
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20 de mayo: atentados del MLN-T contra el Cine Rex y contra la casa-quinta de Jorge Peirano Facio,
14 de julio: la Asamblea General levanta las medidas prontas de seguridad.
6 de agosto: disparos contra 7 locales del Frente Amplio.
26 de mayo: se escapa de un juzgado el dirigente tupamaro e ingeniero Juan Almiratti.
15 de julio: Pacheco reimplanta las medidas prontas de seguridad.
18 de agosto: la OPR-33 secuestra al empresario Luis Fernández Llado.
7 de junio: segundo atentado contra el domicilio del rector Óscar Maggiolo, y primero contra el domicilio del decano Arturo Ardao.
17 de julio: el tupamaro Raúl Bidegain Greissing se escapa del penal de Punta Carretas.
25 de agosto: se inicia la campaña reeleccionista de Pacheco.
30 de julio: 38 guerrilleras se escapan de la cárcel de mujeres.
6 de setiembre: fuga masiva del penal de Punta Carretas.
4 de agosto: la OPR-33 pone bombas en el local central de la Unión Colorada y Batllista.
9 de setiembre: liberación del embajador Jackson. El Poder Ejecutivo dispone que los mandos militares asuman la conducción de la lucha antisubversiva.
23 de junio: la OPR-33 secuestra al doctor Alfredo Cambón. 12 de julio: el MLN-T secuestra al industrial Jorge Berembau.
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Pereira Reverbel al final de su segundo secuestro.
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bala perdida mientras esperaba el ómnibus que lo llevaría a conocer a su hijo recién nacido. Los Tupamaros habían querido sacudir al país y efectivamente lo consiguieron. Las fuerzas de seguridad sintieron que enfrentaban a un enemigo de cuidado. Muchos uruguayos que habían visto con simpatía los primeros golpes incruentos descubrieron que no se trataba de un juego. Varias personas habían muerto como consecuencia del operativo. Algunos días más tarde, el 15 de noviembre, el MLN cometería su primer asesinato claramente premeditado: un agente de la Guardia Republicana llamado Carlos Ruben Zembrano fue ultimado mientras viajaba en ómnibus. Según los Tupamaros, Zembrano había ejecutado al guerrillero Jorge Salerno luego de que éste se rindiera tras la toma de Pando. La terrible lógica del ojo por ojo volvía a ensangrentar el suelo uruguayo. Al culminar 1969, los Tupamaros contabilizaban 77 acciones importantes
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a lo largo del año. Ese cómputo no incluía los cientos de actos más pequeños –vigilancias, traslados, trasbordos, evacuaciones, contactos– que esos operativos habían requerido. Al llegar el año 1970, ni siquiera existió la tregua de verano. El 2 de enero, el comisario Juan María Lucas fue herido en el cuello por el disparo de un francotirador. Solo en los cinco primeros meses del nuevo año hubo treinta acciones de relevancia. Algunas de ellas volvieron a conmover al país. El domingo 8 de marzo, trece tupamaras se fugaron de la cárcel de mujeres. Fue una operación ejecutada con precisión, que involucró a catorce comandos distribuidos en cuatro grupos. Las presas abandonaron la cárcel durante una misa. Cada una recibió una cartera con un juego de documentos, un arma, dinero y una dirección. La fuga les costó el puesto al ministro de Educación y Cultura (en cuya jurisdicción estaban las cárceles), al ministro del Interior y al jefe de Policía de Montevideo.
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En los meses siguientes, el MLN inició una campaña de “desmoralización” de la Policía. Numerosos agentes fueron asaltados en la calle y perdieron su arma de reglamento. Otros recibieron cartas en las que se los invitaba a cambiar de bando. Numerosos comisarios y subcomisarios sufrieron atentados en sus casas. El 13 de abril, un comando tupamaro emboscó y acribilló en la rambla al comisario Héctor Morán Charquero, a quien la justicia investigaba por torturas. El 15 de mayo, un agente fue herido en un cine de la avenida General Flores. El 31 de mayo se produjo un violento tiroteo con fuerzas policiales en el que murió el tupamaro Hernán Pucurull y fue herido José López Mercado. En represalia, la guerrilla multiplicó los ametrallamientos a domicilios de jerarcas policiales. El 1º de junio fueron baleados tres policías y dos civiles. El 11 de junio fue herido en la cabeza el agente Nelson Sosa, de 26 años. El 4 de julio fue asesinado el agente Armando Leses, que vigilaba la casa del subjefe de Policía de Montevideo. La creciente agresividad de los Tupamaros estaba alarmando a mucha gente, pero además generaba reacciones que agravaban la situación. La Policía se sentía ofuscada ante unos enemigos que violaban permanentemente las leyes pero invocaban su protección en cuanto eran detenidos. Además sentían que, desde el Parlamento y la prensa, había más preocupación por proteger a los guerrilleros que por cuidar a quienes arriesgaban la vida enfrentándolos. Pronto empezó a circular la pregunta sobre si había que respetar las reglas de la guerra convencional. El tratamiento rudo a los prisioneros, y luego la tortura, empezaron a hacerse frecuentes. Cuando una comisión del Senado investigó denuncias de malos tratos en 1970, su conclusión fue que el uso de la tortura era “normal, frecuente y habitual”. Ya no solo los Tupamaros estaban atentando contra las instituciones. También lo estaban haciendo los encargados de defenderlas. La otra reacción nefasta producida por los crímenes de los Tupamaros fue
Una serie de 25 fascículos publicada por el diario El País con el apoyo del Centro de Estudios Jean-François Revel.
Asistente
Dirección de proyecto
Archivo de El País
Pablo da Silveira
Investigación y redacción
Pablo da Silveira Francisco Faig Félix Luna Enrique Mena Segarra Martín Peixoto
José López Fotografías
Diseño gráfico, armado y corrección
Trocadero Publicación
El País
Impreso en El País Depósito legal: 334.251
dos poderosos gobiernos extranjeros. La sensación general era que nadie podía controlar a la guerrilla. El 1º de agosto, el Ministerio del Interior autorizó a la Policía a abrir fuego sin previo aviso sobre cualquier persona sorprendida en actitud sospechosa. Al día siguiente, los tupamaros propusieron canjear a Dias Gomide y Mitrione por 146 guerrilleros que estaban presos. El 5 de agosto, el juez Pereyra Manelli fue liberado y llevó un mensaje a la Suprema Corte, ratificando las condiciones del canje. Pacheco se limitó a responder que no negociaba con delincuentes, aunque hay indicios de que intentó gestiones que resultaron infructuosas. La Policía y el Ejército llegaron a realizar quinientos allanamientos diarios para encontrar a los secuestrados. En uno de ellos, el 7 de agosto de 1970, lograron capturar a Raúl Sendic y otros siete dirigentes tupamaros. Ese mismo día, un comando tupamaro secuestró al ciudadano norteamericano Claude Fly, un experto en cuestiones agrícolas sin ninguna vinculación con temas políticos. En la noche del 8 de agosto, el MLNT decidió ejecutar a Mitrione, que fue ultimado de cuatro balazos. El Washington Post y el New York Times enviaron corresponsales y realizaron grandes coberturas. En la madrugada del lunes 10 de agosto, en medio de intensas batidas policiales, el cuerpo de Mitrione fue encontrado en la parte posterior de un Buick convertible modelo 1948.
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la aparición de grupos violentos de derecha. Lo que no había existido a principios de los años sesenta, empezó a existir en la década siguiente. En 1970 irrumpió públicamente la Juventud Uruguaya de Pie (JUP), una organización que empezó utilizando medios legales (tenía una audición en radio Rural) y derivó hacia la organización de grupos de choque. Lo mismo hicieron otros grupos como el Movimiento Nueva Generación. Desde mediados de 1970 se multiplicaron los ataques con bombas de alquitrán (y más tarde cócteles Molotov y balazos) contra casas de militantes de izquierda. Algunos de ellos fueron atribuidos a un grupo llamado Legión Artiguista. Esos ataques se intensificarían con el paso del tiempo y generarían pocas respuestas de parte de la Policía. Las denuncias de connivencia entre los grupos de derecha y las fuerzas de seguridad eran frecuentes. A fines de julio de 1970, los Tupamaros desencadenaron el “Plan Satán”. El día 28 secuestraron al juez de instrucción Daniel Pereyra Manelli. El MLN lo acusaba de impulsar procesamientos ilegales y anunció que sería “juzgado por la justicia revolucionaria”. Tres días más tarde fue secuestrado Dan Mitrione, un estadounidense que se desempeñaba como asesor técnico de la Policía y del que se sospechaba que había venido a enseñar técnicas de tortura. El mismo día también fue secuestrado el cónsul de Brasil, Aloysio Dias Gomide. El gobierno se descubrió en mala posición ante la opinión pública y ante
HISTORIA RECIENTE
Tratando de explicar la fuga de Punta Carretas.
El 11 de agosto, la Asamblea General autorizó la suspensión de garantías individuales durante 20 días. Entre el 13 de agosto y el 4 de setiembre de 1970 se realizaron diez mil inspecciones domiciliarias. Se allanaron, entre otros, el Club Nacional de Fútbol, los hospitales Pasteur y de Clínicas y el Cementerio Central. También se revisó la red cloacal de Montevideo. Los cursos se suspendieron en Secundaria y la Universidad. Pero no había rastros de los secuestrados. En esos días, el jefe de Policía de Montevideo remitió una nota al juez Manuel Díaz Romeu pidiendo autorización para aplicar pentotal sódico a los tupamaros detenidos. (El pentotal es una sustancia conocida como el “suero de la verdad”). A media tarde del día 9, se conoció la respuesta negativa de Díaz Romeu. El juez comprendía las razones de la petición pero consideraba “que si accediera a la solicitud incurriría en una actitud que no tutelaría el Estado de Derecho ni los principios que surgen de nuestra Constitución”. El miedo y la crispación tensionaban como nunca a la sociedad uruguaya. Pasear por la calle se había vuelto peligroso. Cualquier hogar podía ser objeto de un operativo de rastrillaje con soldados armados a guerra. El asesinato de Mitrione había borrado en mucha gente todo rastro de simpatía hacia los Tupamaros. Muchos empezaban a pedir que el combate a la guerrilla fuera puesto en manos de los militares. Pero Pacheco se negaba diciendo: “Si se los saca de los cuarteles, ¿quién los vuelve a entrar?”. Mientras tanto, el MLN aumentaba su agresividad. El 13 de setiembre fueron lanzadas bombas de alquitrán y cócteles Molotov contra el domicilio de Juan Carlos Peirano. Al día siguiente fue incendiado un depósito de la fábrica Sudamtex. También se intentaron incendios en la empresa Internacional Harvester y en Publicidad Oriental. Una explosión dañó una planta emisora y otras dañaron la papelera Ipusa, Radio Montecarlo y un conocido local de baile. El 29 de setiembre se produjo un atentado contra el Bowling de Carrasco, que dejó dos muertos, un herido y pérdidas por más de 40 millones de pesos. El cónsul brasileño fue finalmente liberado el 21 de febrero de 1971, tras el pago de un rescate que algunos sitúan en un millón de dólares. El 7 de marzo, Claude Fly fue dejado en la puerta del Hospital Británico (presentaba un cuadro de insuficiencia cardiaca). Pero la ofensiva de la guerrilla no decayó. El 8 de enero había sido secuestrado el embajador británico, Geoffrey Jackson. El 10 de marzo le tocó el turno al fiscal
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de Corte, Guido Berro Oribe, que fue liberado trece días más tarde. Por dos veces el Ejecutivo solicitó al Legislativo la suspensión de garantías individuales. El 11 de enero recibió una autorización de 40 días, y el 16 de marzo por 60 días más. El 30 de marzo Pereira Reverbel fue secuestrado por segunda vez. Recién sería liberado el 27 de mayo de 1972, en un estado de desnutrición grave, cuando fue descubierta la “Cárcel del Pueblo”. El 13 de abril fue secuestrado el industrial Ricardo Ferrés, que sería liberado el 28 de enero de 1972. El 21 de abril hubo un intento de secuestro del dirigente ruralista Juan José Gari. El 14 de mayo atacaron a balazos al empresario Alfredo Raúl Deambrosis, que salvó milagrosamente su vida. Dos días más tarde secuestraron a Carlos Frick Davie, ex ministro de Ganadería y Agricultura, y el 12 de julio al industrial Jorge Berembau. A estas acciones del MLN se sumaron las del movimiento OPR-33, que secuestró al doctor Alfredo Cambón el 23 de junio, al empresario Luis Fernández Llado el 18 de agosto y al redactor responsable del diario El Día, José Pereira González, el 23 de octubre. Por los dos primeros secuestros se cobraron cuantiosos rescates. El 28 de noviembre fue secuestrada brevemente la periodista Michele Ray, esposa del cineasta CostaGavras, pero muchos piensan que se trató de un montaje para publicitar la acción de la guerrilla. El 4 de agosto de 1971, el OPR-33 puso bombas que destrozaron el local central de la Unión Colorada y Batllista. La Policía estaba desbordada y no se sentía lo suficientemente respaldada por la Justicia. Había logrado apresar a uno de los responsables del secuestro de Frick Davie, que llevaba en el bolsillo el pasaporte del ex ministro, pero el juez estimó que no era una prueba suficiente y liberó al indagado. El episodio fue percibido como un signo de temor del Poder Judicial, que había sido sacudido por los secuestros del fiscal de corte Berro Oribe y del juez Pereyra Manelli. El 2 de marzo de 1971 se encontró en la Ciudad Vieja montevideana un archivo del MLN que incluía fichas individuales de casi todos los integrantes de la Policía de Montevideo, así como de militares en actividad y en retiro. La guerrilla parecía estar mejor organizada que la Policía. Pero el golpe más duro para el gobierno llegaría el 6 de setiembre de 1971, cuando ciento seis guerrilleros y cinco presos comunes escaparon del penal de Punta Carretas mediante un túnel. Era la fuga carcelaria más grande de la historia nacional, pero además significaba perder casi todo lo que se había logrado
mediante años de políticas represivas. La frustración del gobierno y la sensación de inseguridad entre muchos ciudadanos alcanzaron niveles descocidos. El 9 de setiembre, a las 10 y media de la noche, el presidente Pacheco convocó a la casa de gobierno a los tres
comandantes de las Fuerzas Armadas. Sin hacer ninguna introducción, les anunció la firma del decreto 566/971, que ponía en manos de los militares la lucha contra la guerrilla. Era una decisión que terminaría por cambiar la historia del país.
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Por Martín Peixoto es darle la razón a quienes cuestionan las instituciones democráticas? ¿Existen límites para la represión? También en Italia hubo voces que exigieron mano dura y no faltó quienes propusieran soluciones de fuerza. También hubo miembros de las fuerzas de seguridad que aplicaron la tortura. Pero el estado italiano eligió otro camino: comprendió más claramente que nosotros que una democracia no puede defenderse usando métodos reñidos con el estado de derecho. La solución italiana combinó una dura respuesta policial y judicial con la oferta de salidas políticas. La Policía combatió en las calles, causando y sufriendo muertes. Los jueces procesaron con la misma convicción y coraje con los que luego enfrentarían a las organizaciones mafiosas. En diciembre de 1979, la ley fue endurecida hasta el punto de duplicar las penas de cárcel para delitos de la guerrilla. Pero además se ofrecieron alternativas. El 29 de mayo de 1982 se aprobó una ley llamada “Medidas para la defensa del ordenamiento constitucional”. La norma reducía a un tercio las penas previstas para quienes abandonaban la lucha armada o contribuían a su disolución por la vía de proporcionar información. Una nueva ley aprobada el 18 de febrero de 1987 (llamada “Medidas a favor de quien se disocia”) daba los mismos beneficios a quienes ya estaban presos y se desligaban de la organización a la que habían pertenecido. El estado les exigía que reconocieran las actividades que habían realizado y repudiaran la violencia como método de lucha política. Estas dos leyes ofrecieron un camino a quienes querían reintegrarse a la vida civil. La denostada democracia italiana demostró solidez e imaginación para salir de la crisis y se ganó la lealtad de la opinión pública. Hubo legisladores con ideas creativas, jueces y fiscales que no se dejaron intimidar y funcionarios policiales que se negaron a apartarse de las normas. Uno de ellos, el general Dalla Chiesa, que dirigía la lucha contra las Brigadas Rojas, se negó a autorizar la tortura de un detenido que podía haber revelado el paradero de Aldo Moro. La frase que dijo en esa oportunidad merece ser recordada: “Italia se puede permitir la pérdida de Aldo Moro, pero no la práctica de la tortura”. En 1982, Dalla Chiesa fue asesinado en Palermo, donde se había establecido para combatir a la mafia. Hoy es recordado como un héroe por los italianos.
Martín Peixoto. Uruguayo, nacido en 1951. Egresado en Sociología Política de la Universidad Libre de Berlín (Alemania Federal). Reside en esa ciudad desde 1974. Es autor de La alternativa parlamentarista (en colaboración con Carlos Pareja y Romeo Pérez) y de artículos de su especialidad en diversas revistas académicas.
PRÓXIMO FASCÍCULO
21/25 Intelectuales y política
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Tampoco estuvieron a la altura buena parte de la prensa y de quienes participaban en el debate público. Cuando se vuelve a lo que se escribía en esos años, se observa que dividir las aguas era más importante que defender valores compartidos. La sociedad entera tomaba partido por uno u otro bando sin hacerse cargo de un patrimonio común. Era más fácil estigmatizar que debatir. Un país que durante décadas había mostrado fuertes elementos de cohesión se fragmentó en muy poco tiempo. ¿Era inevitable que todo esto ocurriera? ¿Hay circunstancias que son demasiado abrumadoras para la democracia? Algunos ejemplos sugieren que es así. Salvo Inglaterra (y la neutral Suiza), todas las demás democracias europeas se derrumbaron frente a la agresión nazi. Pero también hay ejemplos en el sentido contrario. Estados Unidos siguió siendo una democracia durante la Guerra de Secesión, en el transcurso de la cual se realizaron elecciones que pudieron haber cambiado el curso de los acontecimientos. Pero el ejemplo exitoso más interesante es el de Italia a finales de los setenta y principios de los ochenta, porque la situación fue bastante similar a la nuestra. Italia enfrentó en ese período un estallido de conflictos sociales y la acción de las Brigadas Rojas, una organización armada similar a los Tupamaros. En actos de la guerrilla y en enfrentamientos con la Policía murieron más de 400 personas. El hecho más saliente, que sometió a Italia a una prueba muy dura, fue el secuestro y asesinato de Aldo Moro, principal líder de la Democracia Cristiana y uno de los políticos más importantes del país, que había sido primer ministro en dos ocasiones. Moro fue secuestrado el 16 de marzo de 1978, cuando iba a participar en una sesión del Congreso en la que se iba a aprobar el “Compromiso Histórico” entre la Democracia Cristiana y el Partido Comunista. Se trataba de un gran acuerdo político, del que Moro había sido uno de los principales artífices, para darle estabilidad al país. El secuestro mantuvo en vilo a toda Italia durante varias semanas, hasta que su cuerpo fue encontrado dentro de un auto el 9 de mayo de ese año. Esos hechos provocaron un fuerte debate entre los italianos: ¿Qué debe hacer un estado democrático para defenderse? ¿Es legítimo torcer el derecho para combatir a quienes atentan contra el orden jurídico? ¿O hacerlo
HISTORIA RECIENTE
Entre finales de los años sesenta y principios de los setenta, la democracia uruguaya vivió su prueba de fuego más severa y fracasó. Todos fracasamos. En primer lugar fracasó Pacheco, que usó mano dura y radicalizó las protestas de un modo innecesario. La represión, el uso excesivamente laxo de las facultades que le daba la Constitución, su desconocimiento del Parlamento y sus intromisiones en el ámbito de la justicia contribuyeron a minar las instituciones y dieron argumentos tanto a la guerrilla como a los simpatizantes de los golpes militares. La censura de prensa referida a las acciones de la guerrilla fue especialmente nefasta, porque dejó a la sociedad sin espacios para polemizar con y sobre los Tupamaros. El gobierno no confió en los reflejos demócraticos de la ciudadanía, que podía simpatizar con las acciones tipo Rififí, como el asalto a la Financiera Monty, pero no aprobaba los secuestros y los asesinatos. Tampoco el Parlamento estuvo a la altura de las circunstancias. La mayoría no supo o no quiso enfrentar a Pacheco cuando estuvieron en juego las prerrogativas del Parlamento, y permitió que gobernara en forma casi permanente con poderes excepcionales. Los legisladores de izquierda, por su parte, se hicieron eco de las denuncias sobre las graves violaciones a los derechos de los detenidos cometidas por la Policía y otros funcionarios del estado, pero rara vez se hicieron cargo de que existía una seria amenaza contra el sistema político y contra la integridad física de muchos ciudadanos que provenía de la izquierda revolucionaria. Al aprobar el estado de guerra interno, que entre otras cosas significaba suspender las garantías fundamentales de los detenidos, el Parlamento renunció a su función de contralor. A partir de allí se cumplió el axioma del líder socialdemócrata alemán Willy Brandt: “Admitir la primera injusticia es abrir la puerta a todas las que le siguen”. El Poder Judicial también falló. Sus funcionarios se preocupaban de vigilar que la Policía tratara debidamente a los detenidos, como era su deber, pero no siempre mostraron el mismo celo a la hora de defender las instituciones y a la ciudadanía. Por la vía de los hechos favorecieron la estrategia de los Tupamaros de atacar las instituciones cuando operaban, y ampararse en ellas cuando caían presos.
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CONTRATAPA
La democracia uruguaya en su peor hora
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