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Spanish Pages [100]
25 FASCÍCULOS
1940 | 1950 | 1960 | 1970 | 1980 | 1990 | 2000
mayo ‘07
historiareciente
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DESDE HIROSHIMA A LAS TORRES GEMELAS
ALEMANIA ORIENTAL, POLONIA, HUNGRÍA , CHECOSLOVAQUIA
HISTORIA RECIENTE
| EUROPA ORIENTAL
INSURRECCIONES E INVASIONES
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el mundo socialista (III)
Europa Oriental
HISTORIA RECIENTE
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ÍNDICE DEL FASCÍCULO
HISTORIA RECIENTE
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Una historia de levantamientos
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RECUADROS LAS RAZONES DE LA DISIDENCIA P. 7 / LA KOMINFORM P. 8 / LA CRISIS YUGOSLAVA P. 10 /WIESLAW GOMULKA P. 11 / EL LEVANTAMIENTO DE BERLÍN Y LA CAÍDA DE BERIA P. 11 / LA TELARAÑA DE HAVEL P. 12 / LA HUNGRÍA COMUNISTA VISTA POR SÁNDOR MÁRAI P. 13 / UTOPÍA Y REPRESIÓN SEGÚN MILÁN KUNDERA P. 15 / HUNGRÍA, PRAGA Y LOS COMUNISTAS URUGUAYOS P. 17 BIBLIOGRAFÍA P. 19 / CONTRATAPA: POLACOS Y SOVIÉTICOS P. 20.
El muro de Berlín simbolizaba la separación entre dos mundos casi sin contacto entre sí.
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Díscolos y corajudos. Así fueron durante décadas los habitantes de Alemania Oriental, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia y Rumania. Esos países funcionaron durante toda la Guerra Fría como extensiones de la Unión Soviética. En cada uno de ellos se repetía la misma combinación de gobierno de partido único, economía estatal planificada y ausencia de libertades. Los contactos de Europa del Este con el mundo no socialista eran casi nulos. La cortina de hierro era una barrera material formada por alambradas de púa y torres con guardias. La televisión, la radio, la prensa y el cine estaban
controlados políticamente, de modo que no se disponía de información independiente sobre lo que ocurría en Occidente. Tampoco se sabía con seguridad lo que pasaba en el propio bloque socialista. Las comunicaciones telefónicas y postales estaban sometidas a censura. En esa época no había Internet ni correo electrónico, ni ningún otro recurso que permitiera escapar al cerco de la desinformación. Pero esos pueblos europeos no se conformaron ni perdieron la rebeldía. Durante largos años repitieron un ciclo de revueltas y feroces represiones que fue trasladándose de un país a otro. Cada una de esas revoluciones terminó en un fracaso. Pero la serie de levantamientos fallidos
HISTORIA RECIENTE
lafotodeportada
INTRODUCCIÓN
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1953.~ HISTORIA RECIENTE
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[...] La cortina de hierro era una barrera material formada por alambradas de púa y torres con guardias. La televisión, la radio, la prensa y el cine estaban controlados políticamente, de modo que no se disponía de información independiente sobre lo que ocurría en Occidente. Tampoco se sabía con seguridad lo que pasaba en el propio bloque socialista.
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fue eliminando toda posibilidad de legitimación del régimen ante sus propios ciudadanos, al tiempo que fue dañando la imagen internacional del modelo soviético. Contra lo que dijo insistentemente la propaganda oficial, si esos países tuvieron gobiernos comunistas durante casi medio siglo no fue porque sus ciuda-
danos los prefirieran. La historia muestra que aprovecharon cada oportunidad que se les presentó para manifestar su rechazo. No por casualidad, esos mismos países de Europa Oriental que se levantaban en los años cincuenta fueron el principal escenario de los eventos que, a fines de los años ochenta, terminaron por provocar el derrumbe del sistema comunista.
Tanques soviéticos en Budapest
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DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, todos los países de Europa del Este cayeron bajo el dominio nazi. Algunos de ellos, como Polonia, Checoslovaquia y Yugoslavia, fueron invadidos y ocupados. Otros, como Hungría, Rumania y Bulgaria, fueron aliados de Hitler. Pero en todos los casos los alemanes pasaron a tener el control. Solamente en Yugoslavia, Albania y Polonia hubo movimientos de resistencia importantes. Los de Yugoslavia y Albania fueron exitosos, mientras que el de Polonia fue aplastado. El dominio nazi sobre Europa del Este desapareció entre mediados de 1944 y principios de 1945. En esos meses, las tropas soviéticas consiguieron desalojar a las alemanas y ocupar los territorios. El proceso era similar al que ocurría al oeste de Europa, donde las tropas de los aliados occidentales desalojaban a los alemanes de los países que habían invadido (Francia, Bélgica, Holanda), al tiempo que vencían a la Italia fascista. Al igual que ocurría en la parte occidental, Europa del Este estaba devastada por la guerra. En Polonia, el país más afectado, la producción agrícola era el 40 por ciento de la que se lograba en los años treinta. Yugoslavia había perdido un tercio de su capacidad industrial y Alemania Oriental había sido muy bombardeada. Pero, al igual que ocurría en el
HISTORIA RECIENTE
Una historia de levantamientos
Oeste, también había condiciones para la reconstrucción. Checoslovaquia, el país más industrializado de la zona, mantenía casi intacto su aparato productivo. Bulgaria apenas había sido tocada y Rumania era rica en yacimientos de petróleo. La ocupación soviética reveló ser muy diferente de la que realizaban las fuerzas occidentales. Por un lado, hubo mucha más violencia contra la población civil, especialmente en Alemania y los países que habían sido sus aliados. Por otro lado, lejos de aplicar un programa de recuperación económica equivalente al Plan Marshall, la Unión Soviética adoptó la actitud tradicional de los vencedores en las guerras europeas: Hungría y Rumania fueron obligadas a pagar una indemnización de guerra de 300 millones de dólares cada una. En la parte oriental de Alemania, buena parte de la infraestructura industrial que se había salvado fue desmontada y llevada a territorio soviético. Durante las conferencias de Yalta y Potsdam, los líderes aliados habían acordado democratizar el continente europeo. Pero pronto se supo que la palabra no era entendida por todos del mismo modo. Para los líderes occidentales, “democratizar” significaba restablecer las libertades y permitir que los pueblos eligieran a sus gobernantes. Para Stalin, solo quería decir “desnazificar”. Su manera de cumplir con los acuerdos pareció estar guiada por unas chocantes palabras que pronunció en Potsdam: “Si un gobierno no es fascista, entonces es democrático”. En todos los países europeos ocupados por los soviéticos se repitió gruesamente el mismo esquema. En una primera etapa se instalaron gobiernos de coalición, de los que formaban parte los partidos comunistas locales. En una segunda etapa, el grueso de los socios no comunistas fueron expulsados o debilitados mediante persecuciones y actos de intimidación. El objetivo era construir coaliciones que fueran controlables. Finalmente, en una tercera etapa se pasaba de la “coalición estrecha” al régimen de partido único bajo control del Partido Comunista. Este último paso incluía la purga de aquellos líderes comunistas que se habían revelado excesivamente “nacionalistas”, como László Rajk en Rumania, Wieslaw Gomulka en Polonia, Lucretiu Patrascanu en Rumania y Traicho Kostov en Bulgaria. La instalación de gobiernos comunistas se intentó inicialmente por la vía electoral, pero el método no dio resultado. En las elecciones realizadas en Hungría en noviembre de 1945, el Partido de los Pequeños Propietarios obtuvo tres veces
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más votos que el Partido Comunista. En Berlín al año siguiente, los comunistas solo lograron el 20 por ciento de los sufragios. Ante el riesgo de repetir esos fracasos, el proceso de “sovietización” siguió otros caminos. En algunos casos se optó por organizar elecciones que hoy todos reconocen como fraudulentas, como los comicios realizados en Polonia en 1947. En otros casos, como Rumania en 1945 y Checoslovaquia en 1948, se procedió por la vía más directa del golpe de Estado. Para fines de los años 40, había regímenes comunistas en Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Rumania, Bulgaria, Albania, Yugoslavia y Alemania Oriental. Las repúblicas bálticas (Estonia, Latvia y Lituania) habían perdido su independencia y habían pasado a ser parte del territorio soviético. En todos los casos, las libertades políticas habían sido suprimidas, los partidos de oposición habían sido ilegalizados y los principales dirigentes opositores habían sido exiliados, encarcelados o ejecutados. Solamente en 1947, el húngaro Bela Kovacs fue arrestado en febrero, el rumano Iuliu Maniu fue condenado a cadena perpetua en junio, el búlgaro Nikolai Petkov fue ejecutado en agosto y Stanislav Mikolajczyk debió huir de Polonia en octubre. Durante los siguientes cuarenta años, los países de Europa Oriental fueron parte del bloque socialista y aplicaron casi sin variantes las políticas de la Unión Soviética: estatización de la tierra y de la industria, planificación centralizada de la economía, precios controlados, régimen de partido único, control político de la información, eliminación de las libertades. A lo largo de todo ese tiempo, la versión oficial anunció que el modelo funcionaba: los gobiernos comunistas eran bien aceptados por la población y los niveles de bienestar eran muy satisfactorios. Sin embargo, por detrás del discurso oficial se escuchaban ruidos: en 1953, en 1956 y en 1968 hubo levantamientos populares en diferentes países. Los principales escenarios fueron Alemania Oriental, Hungría, Polonia y Checoslovaquia. Esos levantamientos no eran acontecimientos pasajeros, sino manifestaciones de un malestar profundo y duradero.
CHECOSLOVAQUIA 1953 La primera ola de revueltas contra los gobiernos comunistas de Europa se produjo tras la muerte de Stalin. El jefe del Kremlin murió el 5 de marzo de 1953, y durante los meses siguientes la dirigencia soviética se embarcó en una lucha de
poder. Un resultado de ese conflicto fue el relativo relajamiento de la represión. Dentro y fuera de la Unión Soviética, muchos pensaron que había llegado el momento de expresar el descontento. El primer país donde hubo agitación fue Bulgaria: el 3 de mayo de 1953, centenares de trabajadores de la industria tabacalera fueron a la huelga y no volvieron a trabajar hasta arrancarle concesiones al gobierno. La señal de alarma fue lo suficientemente preocupante como para que se prohibiera toda mención del episodio en la prensa. Pero el primer país donde la protesta tuvo un relieve que impidió ocultarla fue Checoslovaquia. Al igual que en los demás países comunistas, el gobierno checoslovaco había estatizado la tierra e intentaba acelerar el desarrollo industrial. Pero, a pesar de contar con un alto nivel de industrialización previa, las cosas rodaban mal. En casi todo el país había escasez de comida y la inflación estaba fuera de control. En 1953, las cuentas públicas estaban tan desequilibradas que hacían prever la quiebra del Estado. El gobierno reaccionó elevando los precios de los productos de primera necesidad, que subieron entre un 15 y un 30 por ciento contra un 4 por ciento de aumento de salarios. Como el Estado era el único proveedor de esos bienes, en los hechos se estaba apropiando de más dinero de la población a cambio de la misma cantidad de mercadería. Pero la gente reaccionó restringiendo el consumo, de modo que el gobierno tuvo que ir más allá e impuso una reforma de la moneda. El 31 de mayo de 1953 se anunció que la antigua moneda había perdido valor y debía ser cambiada por una nueva. El cambio se haría según una relación de 5 a 1 (es decir, 5 coronas de las viejas por una nueva) hasta un límite de 300 coronas. Por encima de ese límite, la relación sería de 50 a 1. Eso significaba que el gobierno estaba confiscando una enorme proporción de los salarios y casi todos los ahorros de la población. También se anunció un racionamiento de los alimentos y un aumento de las cuotas de producción. Al día siguiente, los obreros de la gran fábrica de autos Skoda ubicada en Pilsen (Plzen) decidieron ir a la huelga. Unos tres mil de ellos tomaron las calles. Tras caminar varios kilómetros llegaron al centro de la ciudad, donde se les sumaron miles de estudiantes y trabajadores provenientes de otras fábricas. Los manifestantes atacaron la sede del gobierno de la ciudad y el Palacio de Justicia. Los presos de una cárcel cercana fueron liberados y la sede de la policía política
Las razones de la disidencia
Durante décadas se supo que en los países de Europa Oriental faltaba libertad. Pero también durante décadas prevaleció la imagen de que esos países tenían economías sanas que aseguraban altos niveles de bienestar: podía ser que faltaran libertades, pero la gente tenía sus necesidades básicas mejor cubiertas que en Occidente. Solo más tarde se supo que esa imagen era ficticia: la actividad económica era muy inferior a la declarada, y la escasa riqueza que se generaba no se usaba para mejorar los niveles de bienestar, sino para impulsar programas de industrialización generalmente fracasados. La producción industrial creció en la Europa comunista a un ritmo muy inferior al de los países del Oeste. Mientras la producción industrial italiana se duplicó entre 1958 y 1965 (es decir, creció un 100 por ciento), en Checoslovaquia, Hungría y Alemania del Este creció un 50 por ciento. En cuanto a la agricultura, en la década de 1960 los países de Europa del Este no habían alcanzado los volúmenes de antes de la guerra. En el cuarto de siglo que va entre 1939 y 1964, el producto nacional bruto de Alemania Occidental creció un 220 por ciento, el de Francia un 135 por ciento y el de Italia un 132 por ciento. Pero el de Polonia creció un 115 por ciento, y en Hungría y Checoslovaquia el crecimiento fue del 84 por ciento. Hacia 1965, el producto per cápita de Alemania Occidental, Francia o Inglaterra duplicaba al de Hungría o Polonia, y casi triplicaba al de Bulgaria y Rumania. La combinación de ausencia de libertades y bajo nivel de vida fue el motor constante del descontento.
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respondían con piedras y cócteles Molotov. Murieron en total unas 80 personas. Las fuerzas de represión tomaron unos dos mil prisioneros e impusieron la ley marcial. Pero las protestas se extendieron a otras ciudades. Unas veinte plantas industriales se declararon en huelga en las zonas de Bohemia y Moravia. Se calcula que, en la semana siguiente, unos 360 mil trabajadores interrumpieron sus tareas y un cuarto de millón salió a la calle. El gobierno pudo finalmente controlar la situación mediante una estrategia que combinó las concesiones con la mano dura. Por una parte, todas las medidas anunciadas el 31 de mayo fueron dejadas de lado, excepto la reforma de la moneda. Por otra parte, numerosos participantes de la revuelta fueron juzgados y condenados a largas penas de prisión. Muchos comunistas que se habían plegado a las demostraciones o se habían
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fue incendiada. Se quemaron símbolos del Partido Comunista y banderas de la Unión Soviética. Varios bustos de Lenin, Stalin y líderes comunistas locales fueron derribados. Las protestas tomaron rápidamente un cariz político. Desde el balcón de la casa de gobierno hubo discursos que pedían democracia y el fin del régimen comunista. Las autoridades mandaron a la policía local y a los “Guardias del Pueblo”, pero la mayor parte de los efectivos se sumaron a los manifestantes. Los pocos disparos que hubo solo sirvieron para caldear los ánimos. Finalmente, el 2 de junio llegaron dos batallones de la policía y una columna de 2.500 soldados armados con ametralladoras y apoyados por tanques de guerra. Durante todo el día hubo una batalla campal: las tropas disparaban contra la multitud y los manifestantes
Berlín, 1953.
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1953
cronología
1953
5 de marzo: muere Stalin. Se inicia la lucha interna por su sucesión. 3 de mayo: huelga de obreros tabacaleros en Bulgaria. 16 de mayo: el gobierno de Alemania Oriental anuncia un aumento del tiempo de trabajo, sin aumento de la retribución. 31 de mayo: el gobierno checoslovaco anuncia la reforma de la moneda y otras medidas económicas. 1º de junio: huelgas y manifestaciones callejeras en Pilsen (Checoslovaquia).
2 de junio: policías y soldados apoyados por tanques reprimen las manifestaciones en Pilsen. Hay unos 80 muertos y 2 mil detenidos. 3 de junio: unos 360 mil trabajadores van a la huelga en Checoslovaquia. Los conflictos duran varias semanas. 9 de junio: luego de una visita a Moscú, las autoridades de Alemania Oriental admiten errores y prometen cambios. 11 de junio: las autoridades de Alemania Oriental abandonan varias medidas de “construcción del socialismo”, pero mantienen la extensión del horario laboral.
opuesto a la represión fueron purgados bajo la acusación de tener inclinaciones socialdemócratas. La propaganda oficial presentó los hechos como la acción de agentes del imperialismo infiltrados en el país, y mantuvo esta versión hasta 1989. La rebelión de Pilsen le hizo un gran daño a la imagen del régimen, en parte por las causas que la motivaron y en parte por ser protagonizada por obreros de la industria pesada. Los más típicos representantes de la clase obrera le daban la espalda al gobierno comunista.
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BERLÍN 1953
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Solo dos semanas más tarde estalló la protesta en Alemania Oriental. El proceso había empezado el 12 julio del año anterior, cuando Walter Ulbricht, secretario general del partido de gobierno, anunció que el país se embarcaba en la “construcción del socialismo”. Las medidas tomadas desde entonces habían afectado seriamente a la población. Los empresarios y pequeños propietarios rurales habían sido empujados a la quiebra por la vía de aumentar sus costos y privarlos de insumos; sus parcelas y empresas habían pasado masivamente a manos del Estado. La prioridad de la política económica era fortalecer la industria pesada en detrimento de la producción de bienes de consumo, lo que había provocado problemas de abastecimiento. La comida escaseaba y el suministro de luz a los hogares se interrumpía todas las noches. Al mismo tiempo se había aumentado la represión de los disidentes (normalmente acusados de ser “defensores de la burguesía”) y de los representantes de la Iglesia Evangélica. Este conjunto de políticas agravó uno de los problemas más delicados de la época, que era la emigración hacia Alemania Occidental. En los primeros cuatro meses de 1953, unos 120 mil alemanes orientales habían pasado al otro lado. Eso era un fuerte aceleramiento respecto del año 1952, en el que habían emigrado 182 mil personas. El gobierno intentó controlar la situación aumentando la vigilancia en la frontera, pero el resultado fue la fuga de muchos policías y guardias fronteri-
zos. Desde finales de 1952, los informes enviados a Moscú por la inteligencia soviética hablaban del aumento del descontento, de la atracción que generaba Alemania Occidental y de la imposibilidad de atraer alemanes occidentales al territorio de Alemania Oriental. En mayo de 1953, Walter Ulbricht anunció un aumento de la jornada laboral sin mejora en la remuneración. La medida se presentó como voluntaria, pero en los hechos no lo era. Dos semanas más tarde, el ritmo de fugas hacia Alemania Occidental había aumentado a unas diez mil personas por semana. Las autoridades soviéticas estaban preocupadas por lo que ocurría. A mediados de abril habían aceptado aumentar el monto de la ayuda económica a Alemania Oriental, pero a fines de mayo aprobaron un documento en el que atribuían la crisis a los “ultrajantes errores y excesos cometidos por el partido y los órganos estatales”. Ulbricht y su equipo descubrieron que, en el Moscú posterior a Stalin, se estaban quedando sin apoyo. El 9 de junio, el partido de gobierno emitió un comunicado en el que reconocía sus errores y anunciaba correcciones. La noticia provocó fiestas espontáneas. La gente salía a la calle y brindaba a la salud de Adenauer, el canciller de Alemania Occidental. Rápidamente se generalizó la convicción de que la Alemania socialista había fracasado. Estas expectativas parecieron confirmarse el 11 de junio, cuando la prensa anunció las nuevas medidas: se reducían los impuestos, los campesinos recuperarían la maquinaria que se les había confiscado y los empresarios podían reclamar la devolución de sus empresas. Los niveles de represión se redujeron: numerosas condenas de cárcel fueron revisadas, se liberó a muchos pastores de la Iglesia Evangélica y se devolvieron edificios destinados al culto. Las nuevas medidas traían un alivio notorio a las clases medias, pero no mejoraban la situación de los obreros, a los que se les mantuvo la extensión del horario de trabajo. Tampoco se alteraron las metas de producción. Este tratamiento diferencial, sumado a las señales de debilidad que daba el régimen, generaron una ola de
La Kominform
En 1947 Stalin decide la creación de la Kominform, una instancia de intercambio de información y de transmisión de instrucciones entre Moscú y los partidos comunistas del Este. También se invitó a participar a los dos principales partidos comunistas de Europa Occidental: el francés y el italiano. Hubo en total tres reuniones del órgano. La primera se produjo en Polonia, en 1947. En ella se adoptó la doctrina de los dos “campos irreconciliables” (el Este y el Oeste), que tuvo valor de dogma hasta la muerte de Stalin. La segunda reunión se realizó en Rumania, en 1948. Esa reunión fue escenario de un duro conflicto con Tito (el líder yugoslavo), cuyos puntos de vista fueron condenados. La tercera reunión se organizó en Hungría, en 1949, y no tuvo resultados importantes. Desde entonces, las reuniones fueron sustituidas por las relaciones bilaterales y el intercambio de documentos. La Kominform fue disuelta por Nikita Khrushchev en 1956.
1953
12 de junio: manifestación de obreros del transporte en Alemania Oriental. 15 de junio: paros y grandes manifestaciones en Berlín Oriental. 16 de junio: manifestaciones en Berlín y otras ciudades. En Hungría, Imre Nagy asume como primer ministro. 17 de junio: revuelta en Berlín y otras ciudades. El gobierno huye y busca la protección de las tropas soviéticas. El ejército Rojo se despliega en Berlín y dispara contra los manifestantes. Se declara la ley marcial. Hay decenas de muertos y unos 6 mil detenidos.
18 de junio: los disturbios ceden en Berlín, pero estallan en otras ciudades de Alemania Oriental. Amplios operativos de represión. Tres manifestantes son ejecutados. 20 de junio: la dirección política del partido de gobierno de Alemania Oriental se reúne por primera vez desde el 17 de junio. Ocho personas mueren en Magdeburg. 23 de junio: Konrad Adenauer participa de un acto en honor a las víctimas del levantamiento de Alemania Oriental. 7 de julio: estallan huelgas en diferentes ciudades de Alemania Oriental, y son reprimidas.
12 de julio: se levanta el estado de emergencia en Berlín Oriental. Nuevas huelgas en otras ciudades son reprimidas. 26 de julio: las últimas huelgas en Alemania Oriental son controladas. 26 de julio: amnistía parcial para presos políticos en Hungría. 27 de julio: Estados Unidos inicia un programa de distribución de comida para los habitantes de Berlín Este. 13 de setiembre: Krhushchev es designado primer secretario del Partido Comunista de la Unión Soviética.
protestas que nuevamente tuvieron como protagonista a la clase obrera. El 12 de junio, una manifestación de obreros del transporte reunió a unas 5 mil personas. El lunes 15, los obreros que construían un conjunto de edificios modélicos en la avenida Stalin de Berlín presentaron una queja contra las normas laborales. La queja fue ignorada y los obreros resolvieron protestar en la calle. A medida que avanzaban se les iban sumando manifestantes y en poco rato fueron más de cien mil. La noticia generó movilizaciones en otras ciudades: en Halle se reunieron 60 mil personas y en Lepizig 40 mil. Hoy se sabe que hubo concentraciones menores en otros 400 lugares. Al principio los reclamos eran económicos, pero rápidamente aparecieron consignas que pedían libertad, democracia y la reunificación de Alemania. La huelga de la construcción siguió el 16 de junio. Ya no solo estaban paralizadas las obras de la avenida Stalin, sino muchas otras. Los trabajadores marcharon hasta la Casa de los Sindicatos y exigieron ser recibidos por las autoridades, pero los funcionarios presentes se negaron a atenderlos. Unas horas más tarde, los manifestantes pedían la renuncia del gobierno. La manifestación recorrió la avenida Unter den Linden y otras grandes arterias, mientras se incorporaban trabajadores del transporte y la salud. Por el camino, los manifestantes se adueñaron de un auto con parlantes y llamaron a la huelga general. El 17 de junio empezó el levantamiento que hoy se designa con esa fecha. Los trabajadores de las grandes industrias se declararon en huelga y marcharon hacia el centro de Berlín. Pronto se incorporaron 12 mil manifestantes provenientes de una planta de acero ubicada fuera de la ciudad. La situación escaló cuando los manifestantes tomaron la Casa de los Ministerios, nueve cárceles y ocho comisarías. El gobierno de Alemania Oriental huyó a Karlhorst y se puso bajo protección de las tropas soviéticas. A esa altura la protesta se había extendido a todo el país: en más de 500 lugares había huelgas y enfrentamientos con la policía. Los centros de la revuelta
estaban en Berlín Oriental y en la región industrial de Halle. No es posible determinar con exactitud cuánta gente participó en esos días, pero las estimaciones oscilan entre 500 mil y un millón de personas. Parte de la incertidumbre se debe al carácter espontáneo de la protesta: contra lo que dirían luego los servicios de propaganda de Alemania Oriental, no había planes precisos, ni dirigentes reconocidos, ni coordinación entre distintas regiones. La revuelta tuvo un origen obrero, pero se extendió al resto de la población. Se sabe que participaron campesinos, empresarios, profesionales, funcionarios, curas católicos y pastores protestantes. En Berlín Occidental hubo conciencia de la dimensión de los acontecimientos y muchos berlineses occidentales se trasladaban a la zona oriental para sumarse a las movilizaciones. A mediodía, unos veinte mil soldados soviéticos se desplegaron con apoyo de armas largas y tanques de guerra. Las tropas no dudaron en disparar sobre la multitud. A la una de la tarde, las autoridades de ocupación soviéticas declararon el estado de emergencia en 167 de los 217 distritos en los que estaba dividido el país. A las dos de la tarde, y con el fin de mostrar que el gobierno seguía en pie, se irradió un discurso del presidente de la república, Otto Grotewohl. El dirigente anunció que las normas laborales habían sido anuladas y añadió que el levantamiento era obra de “provocadores y agentes fascistas de potencias extranjeras, y de sus secuaces de los monopolios capitalistas alemanes”. Con tono amenazador conminó a los “trabajadores y a los ciudadanos honestos” a denunciar a los provocadores. Las manifestaciones continuaron hasta la noche, pero fueron debilitadas con balas y arrestos masivos. Hasta mediados de julio hubo protestas y huelgas de menor intensidad, pero la ausencia de organización hizo que el movimiento se diluyera. Según investigaciones recientes, durante el levantamiento hubo 55 muertes como consecuencia directa de la represión en las calles. Solo el 17 de junio, 34 personas perdieron la vida. Unas
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Yugoslavia estaba gobernada por Josip Broz Tito, un líder de la resistencia antinazi que se había convertido en el hombre fuerte del país. Para lograrlo, primero había tenido que derrotar a los nazis (llegó a comandar un ejército de 100 mil hombres) y luego al general serbio Draza Mihajlovich, que era reconocido por el gobierno yugoslavo en el exilio como comandante nacional de la resistencia. En la segunda mitad de los años cuarenta, Tito hizo todo lo que juzgó necesario para afirmar su poder: colectivizó la economía, restringió la libertad religiosa, censuró a la prensa y persiguió a sus adversarios. Ordenó la captura de Mihajlovich y sus principales colaboradores, y los hizo ejecutar por traidores. Si bien sus métodos eran estalinistas, se mostró independiente en dos áreas. En primer lugar, tuvo una política exterior que se alejaba de las posiciones de Moscú: apoyó el embargo contra Corea del Norte en 1950 y comerció con Occidente. En segundo lugar, desarrolló un sistema económico particular. La propiedad de los medios de producción fue colectivizada, pero los trabajadores tuvieron una incidencia real en las decisiones (Tito hizo realidad lo que en la Unión Soviética era retórica). Yugoslavia fue un país sin libertad política, pero su sistema de “autogestión” aseguró niveles de vida razonables a sus habitantes. Tito tenía su propia agenda política: quería recuperar territorios que habían pasado a manos de Austria y también la ciudad de Trieste, que había pasado a formar parte de Italia. Esa actitud complicaba las relaciones de Moscú con los países occidentales y afectaba electoralmente al Partido Comunista Italiano. Más grave aun, Tito pretendía crear una Federación Balcánica que incluyera a Bulgaria y Albania, lo que debilitaría el poder de Moscú. En la reunión de la Kominform realizada en 1948, la Unión Soviética lo presionó para que abandonara sus posiciones. Pero Tito se negó y fue apoyado por su partido. La respuesta soviética no demoró: expulsó a Yugoslavia de la Kominform y canceló todos los acuerdos comerciales entre ambos países. Los servicios de inteligencia soviéticos intentaron provocar un levantamiento, pero la población yugoslava se puso del lado de Tito. Stalin amenazó varias veces con invadir, pero nunca se atrevió. El conflicto afectó a los demás países del bloque: entre 1948 y 1953 se desató una caza de supuestos “agentes occidentales” que provocó la detención y ejecución de decenas de miles de “titoístas”.
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La crisis yugoslava
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1954-1956
16 de octubre: se inician en Berlín Este los juicios públicos contra 25 participantes en la revuelta. 1954
5 de mayo: la alta dirigencia húngara viaja a Moscú para discutir la situación del país. 24 de mayo: el Tercer Congreso del Partido Húngaro de los Trabajadores marca el inicio de un largo conflicto interno. 15 de diciembre: se inician purgas en Hungría. Es el inicio de la caída del primer ministro Imre Nagy.
1955
25 de marzo: se funda en Hungría el Círculo Petöfi, un
15 de mayo: se firma el Tratado de Austria, que declara a ese país independiente y neutral.
movimiento juvenil opositor que impulsa el debate de ideas. 14 de abril: Imre Nagy es destituido como primer ministro y parlamentario. También es expulsado del Partido.
18 de julio: primera cumbre internacional de Ginebra. Khrushchev y Eisenhower se encuentran por primera vez.
18 de abril: András Hegedüs primer ministro de Hungría. 9 de mayo: la República Federal de Alemania se incorpora a la OTAN. 14 de mayo: se funda el Pacto de Varsovia, con la participación de Albania, Alemania del Este, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Rumania y la Unión Soviética.
14 de diciembre: Bulgaria, Hungría y Rumania son admitidos en las Naciones Unidas. 1956
14 de febrero: Vigésimo Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética. Khrushchev denuncia los crímenes de Stalin. Se aprueba la doctrina de la “coexistencia pacífica” entre los sistemas comunista y capitalista.
El levantamiento de Berlín y la caída de Beria ocho mil personas fueron detenidas. Siete manifestantes fueron ejecutados por decisión de tribunales soviéticos y alemanes. Cuatro personas murieron por las malas condiciones carcelarias y 4 se suicidaron. También murieron 5 policías. Hubo asimismo ejecuciones de soldados soviéticos que habían confraternizado con los manifestantes, o se habían negado a disparar contra gente desarmada. El levantamiento tomó por sorpresa a las tropas de ocupación occidentales, que se limitaron a presenciar los acontecimientos. La radio americana de Berlín informó sobre los hechos y los militantes del Partido Socialdemócrata de Alemania Occidental distribuyeron panfletos, pero eso fue casi todo. Los manifestantes creyeron hasta último momento que los estadounidenses vendrían en su ayuda, pero Washington solo reaccionó cuando el levantamiento ya había sido aplastado. El 10 de julio, el presidente Eisenhower dispuso que se enviaran alimentos para la población de Alemania Oriental. Hasta mediados de octubre se repartieron 5,5 millones de paquetes de comida en locales ubicados en la parte occidental de Berlín. La fecha del levantamiento fue feriado en Alemania Federal hasta 1990. Ese año se lo sustituyó por el Día de la Unidad Alemana, que se festeja el 3 de octubre.
POLONIA 1956 Los acontecimientos de 1953 estallaron luego de conocerse la muerte de Stalin. Tres años más tarde, una nueva ola de disturbios también fue desencadenada por un hecho ocurrido en Moscú: el informe presentado al Vigésimo Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética por Nikita Khrushchev, en el que se denunciaban los crímenes de Stalin y se anunciaba una época de “desestalinización”. El hecho ocurrió el 25 de febrero de 1956, y poco después empezaron los disturbios. Las primeras señales de agitación ocurrieron en Polonia y parecían una repetición de las revueltas anteriores. También en el caso polaco, la colectivización y las políticas de industrialización habían llevado a una crisis económica y social. También allí el Estado manipulaba los precios para recaudar. Los bienes de consumo escaseaban y las condiciones de vida se deterioraban. El resultado era una población cada vez más disconforme. Una de las zonas de mayor tensión era la región industrial de Poznan. En el verano de 1955, los trabajadores se habían levantado en protesta por las condiciones de trabajo. El 22 de junio de 1956, un conjunto de medidas recaudatorias generó nuevas movilizaciones. Al día siguiente hubo una reunión entre una
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WIESLAW GOMULKA
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La revuelta de Polonia fue decisiva para la rehabilitación de Wieslaw Gomulka, un dirigente comunista que había sido encarcelado por oponerse al estalinismo. En octubre Gomulka volvió a la dirección del Partido e impulsó medidas liberalizadoras. El hecho preocupó a la plana mayor del Kremlin, que se desplazó hasta Varsovia para marcarle límites a la desestalinización polaca. Era el 19 de octubre de 1956. “¡Nosotros vertimos sangre sobre este país, y ahora ustedes quieren vendérselo a los americanos!”, gritó desde la escalerilla del
avión Nikita Khrushchev. Una voz respondió: “Nosotros vertimos más sangre que ustedes, y no nos vendemos a nadie”. Khrushchev, furioso, vociferó: “¿Quién eres?”. El hombre respondió: “Soy Gomulka, el hombre que ustedes hicieron encarcelar”. El jefe del Kremlin interrogó a los demás: “¿Qué hace él acá?”. Un dirigente respondió: “Está aquí porque lo elegimos secretario general del Partido”. Khruschev, descompuesto, gritó: “¡Traición!”. El gobierno de Gomulka aseguró algunos márgenes de libertad que no existieron en otros países del Este.
1956 1º de junio: es destituido en Moscú el canciller Molotov. 28 de junio: una huelga de trabajadores en Poznan (Polonia) es violentamente reprimida. 18 de julio: András Hegedüs primer ministro en Hungría. 6 de octubre: se dan honores fúnebres a Lázló Rajk y otros dirigentes del comunismo ejecutados durante las purgas. 13 de octubre: Imre Nagy es readmitido por los comunistas húngaros. 16 de octubre: se funda la Unión de Estudiantes Académicos y Universitarios Húngaros (MEFESZ).
22 de octubre: una asamblea en la Universidad Técnica fija los 16 puntos que serán el programa de la revuelta. 23 de octubre: estalla la revuelta en Hungría. 24 de octubre: en medio de graves desórdenes, Imre Nagy asume como primer ministro de Hungría. 25 de octubre: matanza en la plaza del Parlamento en Budapest. Caída de Ernö Gerö. János Kádár, una antigua víctima de las purgas, vuelve a la dirección del Partido. 26 de octubre: revueltas en toda Hungría. Se cons-
Laurenti Beria fue durante años el segundo hombre más temido de la Unión Soviética (el primero era Stalin). Al frente de la policía secreta (llamada entonces NKVD), participó en numerosas purgas y autorizó millones de deportaciones. Beria era un personaje siniestro con inclinaciones perversas: interrogaba personalmente a los prisioneros y disfrutaba torturándolos. Hay múltiples testimonios de sus abusos sexuales. Pero, para los parámetros soviéticos, políticamente estaba lejos de ser un “duro”: simpatizaba con los movimientos nacionalistas de las repúblicas soviéticas, favorecía reformas en los países de Europa Oriental, era partidario de entregar la tierra a los campesinos y estaba interesado en lograr entendimientos con Occidente. Sus posiciones lo habían alejado de Stalin, hasta el punto de que se sospecha que Beria lo dejó morir para salvar el pellejo. (Está probado que Beria demoró en horas la llegada de los médicos, y algunos llegan a afirmar que lo envenenó). Tras la muerte de Stalin, Beria se movió con agilidad y consiguió que su viejo aliado Gueorgui Malenkov fuera nombrado premier de la Unión Soviética. En retribución, Malenkov lo nombró jefe de la seguridad del estado (MVD), un cargo que le daba el control sobre los arsenales atómicos y diez divisiones del ejército. Pero Beria tenía muchos enemigos y sabía demasiado. A mediados de junio de 1953 se produjo el levantamiento de Berlín Oriental, y Beria fue el encargado de contenerlo. Estaba ocupado en esa tarea cuando lo convocaron a una importante reunión en el Kremlin. Beria acudió sin sospechar nada. Es probable que, engañado por Nikita Khrushchev, creyera que en ese encuentro se iba a decidir la caída política de Malenkov. Pero Khrushchev había conspirado febrilmente y había establecido una alianza con Malenkov en contra de Beria. Todo ocurrió el 10 de julio de 1953. Mientras Khrushchev leía una larga serie de acusaciones del mejor cuño estalinista (“falso comunista”, “oportunista”, “enemigo del socialismo”, “espía de Inglaterra”), el mariscal Zhukov esperaba en una habitación contigua acompañado de soldados. Beria intentó defenderse, pero en ese momento Malenkov tocó un timbre y los soldados de Zhukov irrumpieron en la sala. Beria fue llevado a un refugio antiaéreo donde fue interrogado. Para impedir que fuera liberado por sus tropas, se apostaron tanques en puntos clave de la ciudad. Simultáneamente fueron detenidos sus principales colaboradores, varios de los cuales fueron fusilados. Su esposa y su hijo también fueron arrestados. El juicio fue típicamente estalinista: se le negó asistencia legal, se lo sometió a duros interrogatorios y no hubo apelación. Las acusaciones fueron tan fantásticas como las que él había lanzado contra sus víctimas: espionaje a favor de potencias extranjeras, asesinatos terroristas, conspiraciones contrarrevolucionarias. Pero sus crímenes reales no fueron mencionados, porque los propios acusadores estaban implicados. El 8 de diciembre Beria recibió sentencia y fue inmediatamente ejecutado. En los últimos minutos quiso hablar pero se lo amordazó con una toalla. El mayor temor seguía siendo que dijera algo embarazoso para sus acusadores. Con todo, se le concedió un favor especial: no fue ejecutado por un verdugo anónimo sino por Pavel Batitsky, un general de tres estrellas que le pegó un tiro en la frente. Como dijo con ironía un comentarista occidental: “Los dirigentes soviéticos juraron sobre el cadáver de Beria no seguir asesinándose entre sí”.
HUNGRÍA 1956 Hungría fue el país de Europa del Este que más resistencia opuso a los intentos hegemónicos de la Unión Soviética. En 1945 se intentó instalar un gobierno
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Václav Havel fue comunista en su juventud. Luego fue escritor disidente y más tarde el líder de una revolución pacífica que lo convirtió en el primer presidente de la Checoslovaquia post-comunista. En abril de 1975, cuando ya era considerado un enemigo del régimen, escribió una carta a Gustav Husák, secretario general del Partido Comunista Checoslovaco, en la que compara el sistema represivo instalado en los países comunistas con una gigantesca tela de araña tejida por la policía política: (La policía política) es esa horrible araña cuya tela invisible envuelve al conjunto de la sociedad. Ese es el punto en el que todas las líneas del miedo terminan por intersectar. Esa es la prueba de que ningún ciudadano puede tener la esperanza de desafiar el poder del Estado. Y aun si la mayor parte de la gente, la mayor parte del tiempo, no puede ver esa red con sus propios ojos, ni tocar sus filamentos, aun el más simple de los ciudadanos sabe de su existencia, asume su silenciosa presencia en todo momento y en todo lugar, y actúa en consecuencia, es decir, de modo de ser absuelto por esos ojos y oídos escondidos. Y todos saben muy bien por qué deben actuar así: porque la araña puede actuar en la vida de cualquiera, aun sin necesidad de tenerlo entre sus pinzas. No hay necesidad de ser interrogado, acusado, llevado ante un tribunal o sentenciado. Los jefes de cada uno también están atrapados en la red, y en todos los niveles donde se decide nuestro destino hay gente colaborando u obligada a colaborar con la policía política. El solo hecho de que la policía política pueda intervenir en la vida de uno en todo momento, sin que haya ninguna posibilidad de impedirlo, alcanza para robarle a la vida buena parte de su naturalidad y autenticidad, y convertirla en una suerte de eterna simulación.
favorable a Moscú mediante el voto, pero los comunistas solo lograron el 17 por ciento de los sufragios. En las elecciones de 1947, organizadas en un clima enrarecido, obtuvieron el 22 por ciento. Pero esas elecciones condujeron a un gobierno de coalición que fue rápidamente controlado por los comunistas, gracias a un trabajo de infiltración, debilitamiento y división que sus propios creadores llamaron “la táctica del salame”. En 1948 se produjo la fusión entre el Partido Socialista y el Partido Comunista. La nueva fuerza recibió el 95,5 por ciento de los votos en las elecciones de 1949, que fueron ampliamente denunciadas como fraudulentas. El 20 de agosto de ese año empezó a regir una constitución calcada de la soviética. La separación de poderes fue anulada y se pasó a un gobierno colectivo bajo la dirección del Partido de los Trabajadores. Había nacido la República Popular de Hungría. El hombre fuerte del régimen, Mátyás Rákosi, se presentaba a sí mismo como un alumno de Stalin. Efectivamente lo era. Rákosi organizó juicios públicos que llevaron a la muerte a varios dirigentes históricos del comunismo húngaro y desató una ola de represión que, según cifras del propio Kremlin, derivó en el procesamiento de un millón de personas en un país con nueve millones de habitantes. Entre los procesados estaba el primado de la Iglesia Católica, cardenal József Mindszenty, que en 1949 recibió una condena a prisión perpetua. Rákosi dominó el país mientras Stalin vivió, pero perdió fuerza tras su muerte. En junio de 1953 tuvo que ceder el cargo de primer ministro a Imre Nagy, un comunista moderado y con inclinaciones nacionalistas. Pero Rákosi seguía siendo jefe del Partido y desde allí trabajó para recuperar el poder. El 14 de abril de 1955 Nagy fue depuesto, y en diciembre fue expulsado del Partido Comunista. El nuevo primer ministro fue András Hegedüs, un hombre de Rákosi. El estalinismo volvía a reinar en Hungría. En febrero de 1956, Nikita Khrushchev terminó de consolidar su poder e hizo su famoso informe al Vigésimo Congreso.
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La telaraña de Havel
delegación de trabajadores y el ministro de Industria. Los trabajadores pidieron cambios y el ministro se comprometió a atenderlos, pero al día siguiente se retractó. En la mañana del 28 de junio, los trabajadores de las dos principales fábricas de Poznan invadieron las calles. Rápidamente se les unieron otros obreros y ciudadanos en general, hasta reunir unas 100 mil personas. En poco tiempo se pasó de los reclamos sindicales a las reivindicaciones políticas. La situación se agravó cuando, tal como había ocurrido en Checoslovaquia, los manifestantes asaltaron varios edificios públicos. La policía intervino lanzando agua, pero a las once de la mañana hubo disparos desde la sede de la policía secreta. Decenas de manifestantes respondieron con armas que habían obtenido en el saqueo a los edificios del gobierno. El cuartel de la policía fue atacado e incendiado. A las dos de la tarde, el ejército recibió la orden de aplastar la revuelta. Lo hizo movilizando a 10 mil soldados y 400 tanques de guerra. Según las cifras oficiales, hubo 74 muertos y un millar de heridos. Las estimaciones recientes están muy por encima de esas cifras. Se sabe, por ejemplo, que las tropas consumieron 180 mil municiones. En setiembre se inició un proceso contra 58 participantes de la revuelta. El hecho despertó nuevas protestas que solo se calmaron cuando el gobierno decidió archivar las acusaciones. En las semanas siguientes se modificó el sistema de gestión de las fábricas, incluyendo la creación de consejos de obreros. También se reconoció a la Iglesia Católica, se permitió la enseñanza religiosa en las escuelas y se liberó a varios sacerdotes presos. Esta relativa liberalización sufrió más tarde restricciones, pero creó las bases para lo que sería la gran revuelta de los años ochenta.
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1956
tituyen consejos en las fábricas, los centros educativos y los gobiernos locales. 27 de octubre: la revolución se generaliza y parece triunfar en Hungría. 28 de octubre: el gobierno húngaro incorpora a figuras no comunistas y se compromete a cumplir con el grueso de los “16 puntos”. 29 de octubre: tropas israelíes invaden el Sinaí. Se inicia la crisis del Canal de Suez. 30 de octubre: el gobierno húngaro anuncia el fin del régimen
de partido único y promete elecciones libres. 31 de octubre: las tropas soviéticas se retiran de Budapest. El antiguo partido de gobierno se autodisuelve. 1º de noviembre: viaje secreto de János Kádár a Moscú. El comandante en jefe de las tropas del Pacto de Varsovia llega a Budapest. 2 de noviembre: se inician negociaciones para asegurar el retiro definitivo de las tropas soviéticas de Hungría. 3 de noviembre: se interrumpen las negociaciones; los representantes del gobierno húngaro son arrestados.
4 de noviembre: las tropas soviéticas lanzan una ofensiva para aplastar la rebelión húngara. Se combate en las calles. 5 de noviembre: combates en múltiples pueblos y ciudades de Hungría. 7 de noviembre: Kádár llega a Budapest, protegido por una columna de blindados soviéticos. 8 de noviembre: duros combates callejeros en Budapest. 9 de noviembre: los soviéticos utilizan artillería, aviones cazas y bombarderos para aplastar los últimos focos de resistencia.
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El hecho tuvo consecuencias en cadena. El 1º de junio fue destituido el canciller Molotov, representante de la línea dura en el Kremlin. El 28 de junio se produjo el levantamiento en Polonia. La política de mano dura de Rákosi dejó de funcionar en el nuevo contexto. El 13 de julio, Anastas Mikoyan, uno de los miembros más influyentes del Presidium soviético, llegó a Budapest sin aviso previo. El 18 de julio Rákosi renunció como jefe del partido, aduciendo problemas de salud. Los mismos soviéticos que lo habían sostenido acababan de destronarlo. Lo que vino después no fue un retorno al reformismo, sino una versión suavizada del régimen anterior. Rákosi había caído, pero el primer ministro seguía siendo Hegedüs. Al frente del partido fue designado Ernö Gerö, otro representante de la línea estalinista. Moscú había decidido desplazar a Rákosi pero darle otra oportunidad a la vieja guardia. El 4 de octubre le concedió al gobierno húngaro un préstamo de cien millones de rublos. Pero los ciudadanos húngaros no querían segundas oportunidades. Desde hacía más de un año, miles de estudiantes e intelectuales se reunían en grandes asambleas llamadas “Círculos Petöfi” (el nombre era un homenaje nada marxista al poeta nacionalista Sándor Petöfi). El informe Khrushchev y los acontecimientos en Bulgaria y Polonia alentaban la esperanza de una apertura política. El 6 de octubre, unas 150 mil personas participaron en una ceremonia en honor a László Rajk y otros dirigentes históricos del comunismo húngaro que habían sido ejecutados por Rákosi. En ese contexto, la continuidad de la vieja guardia se parecía mucho a una provocación. El nuevo gobierno intentó algunos gestos de distensión, como readmitir a Imre Nagy en las filas del Partido Comunista. Pero la renovación del Partido ya no era un objetivo suficientemente atractivo. El 16 de octubre, miles de estudiantes universitarios de la ciudad de Szeged rompieron con el gremio estudiantil oficial y crearon la Unión de Estudiantes Académicos y Universitarios Húngaros (MEFESZ). El hecho se repitió
La Hungría comunista vista por Sándor Márai
Sándor Márai es uno de los escritores húngaros más leídos y reconocidos de la actualidad. En varias de sus obras, pero especialmente en su libro ¡Tierra, tierra! (Editorial Salamandra, Barcelona, 2006), habla de su experiencia bajo el comunismo. Si Hungría quedó en el bloque comunista tras la Segunda Guerra, sostiene Márai, no fue por decisión de los propios húngaros sino por imposición soviética: En 1945, en Hungría nadie deseaba una revolución. Y ni siquiera la propia Unión Soviética hubiese permitido que un movimiento revolucionario acabara con lo que quedaba del pasado obsoleto. A Stalin no le gustaban los revolucionarios. No por nada ordenó que ejecutaran a los románticos partisanos españoles y a aquellos de sus propios colaboradores que –como Trotsky y muchos otros– creían en la energía catártica de la revolución. Stalin prefería a los funcionarios y empleados dóciles, a los hombres robot sordomudos: todos los demás eran sospechosos para él. (…) Al cabo de un tiempo, los comunistas quisieron hacer creer al pueblo húngaro que habían traído determinados logros revolucionarios prescindiendo de los sanguinarios sacrificios que implica toda revolución. Habían acabado con los latifundios y con la propiedad privada, habían nacionalizado la industria y el comercio, se habían apropiado del poder “en nombre de la clase obrera”, habían ocupado por la fuerza las escuelas, la prensa, la vida intelectual y espiritual bajo el lema constante
de “una ideología revolucionaria”. Se habían apoderado de la propiedad privada, y como el comunismo considera al individuo como propiedad privada, un día empezaron a apoderarse también de los individuos. Cuando la inmensa mayoría de la sociedad húngara rechazó este sistema –en dos elecciones sucesivas, de las cuales la primera fue absolutamente democrática–, los comunistas declararon con disgusto y amargura que la sociedad húngara era incorregiblemente reaccionaria. Y como no solo los húngaros pudientes, desprovistos ya de sus posesiones y su poder, se mostraban insatisfechos con los cambios, sino también las grandes masas de obreros y campesinos, los comunistas calificaron ese rechazo generalizado como una herencia fascista, y en 1947 comenzaron a aniquilarla con las armas, y el terror más espantoso de los que dispone un Estado policial. (…) La sociedad se dio cuenta de que el Estado se había transformado en una fuerza enemiga contra la cual había que defenderse de cualquier manera. (…) Los ciudadanos veían que la ley ya no les brindaba protección alguna y les arrebataba lo que era suyo. Así que todos empezaron a vivir en un constante estado de alerta: trataban de defenderse del Estado como podían, porque estaba claro que el bandidaje se había institucionalizado. Sándor Márai nació el 11 de abril de 1900 y en la década de los treinta se estableció en Budapest, donde se ganó un nombre en el mundo literario. Además de escribir ficción fue autor de los primeros análisis críticos sobre Kafka. Entre sus principales obras traducidas al español se destacan Divorcio en Buda, La herencia de Eszter y El último encuentro. Crítico acérrimo tanto del régimen nazi como del comunista, durante la Segunda Guerra se exilió en Italia y luego viajó a Estados Unidos, donde se estableció. Nunca en paz con su destino de exiliado, se suicidó el 22 de febrero de 1989, pocos meses antes de la caída del Muro de Berlín.
1956-1957
1956
10 de noviembre: se libran los últimos combates en Budapest. 16 de noviembre: en una reunión secreta, los soviéticos informan a Kádár que el ex primer ministro Nagy no podrá viajar a Yugoslavia, en cuya embajada está asilado. 20 de noviembre: los últimos resistentes son vencidos en las colinas Mecsek. 21 de noviembre: Kádár entrega un documento a la embajada de Yugoslavia en el que garantiza que Nagy y sus colaboradores no serán perseguidos en caso de abandonar la embajada.
22 de noviembre: Imre Nagy, sus colaboradores y familiares salen de la embajada yugoslava y son inmediatamente detenidos. Se los traslada a un cuartel del KGB.
11 de diciembre: huelga de 48 horas en Hungría. El gobierno impone la ley marcial. 12 de diciembre: la Asamblea General de las Naciones Unidas aprueba un documento en el que condena la invasión soviética a Hungría.
23 de noviembre: Nagy, sus colaboradores y familiares son enviados secretamente a Rumania. Yugoslavia presenta una protesta diplomática. 5 de diciembre: unos 200 trabajadores e intelectuales que participaron en el levantamiento húngaro son puestos en prisión. 8 de diciembre: un levantamiento en el pueblo húngaro de Salgótarján termina en una represión que causa 52 muertos y unos 150 heridos.
15 de diciembre: József Soltész es el primer ejecutado por participar en el levantamiento húngaro. 1957
5 de enero: el gobierno húngaro establece la pena de muerte para cualquier persona que se niegue a trabajar. 19 de enero: nuevas ejecuciones de participantes en el levantamiento húngaro.
1957-1958
estudiantes quisieron entrar a la sede de Radio Budapest para leer una proclama, pero no pudieron. El edificio quedó cercado por miles de manifestantes. Al caer la noche las autoridades apagaron el alumbrado público, pero los manifestantes se iluminaron quemando hojas de diario. Poco más tarde partieron disparos desde el edificio de la radio. La multitud reaccionó y se desató una batalla campal. Esa misma tarde, unos 30 mil manifestantes se habían reunido en la ciudad universitaria de Debrecen. La policía abrió fuego y mató a tres personas. Cuando se conoció la noticia, miles de húngaros salieron a la calle y atacaron instalaciones policiales y militares. Varias cárceles fueron asaltadas y los presos liberados. Policías y presuntos informantes fueron muertos por multitudes enardecidas. Miles de símbolos del poder comunista fueron destruidos. A las 8 de la noche, Ernö Gerö, jefe del Partido, hizo un discurso en el que trataba a los manifestantes de “turba reaccionaria”. Esas palabras solo sirvieron para reavivar las protestas. En Budapest, unas 30 mil personas volvieron a concentrarse ante el 1958-1961-1964
21 de abril: el gobierno húngaro ilegaliza la Unión de Escritores.
15 de junio: Imre Nagy y varios de sus colaboradores son condenados a muerte. Otros reciben largas penas de prisión.
28 de mayo: una gran purga en la policía húngara conduce a la expulsión de entre el 25 y el 30 por ciento de sus efectivos.
1958
16 de junio: Nagy y varios de sus colaboradores son ejecutados.
30 de diciembre: siguen las ejecuciones a participantes en el levantamiento húngaro.
1961
13 de agosto: empieza la construcción del muro de Berlín.
5 de febrero: comienza en Budapest el juicio a Imre Nagy.
1964
14 de octubre: Nikita Khushchev es depuesto como secretario general del Partido Comunista Soviético. Lo sustituye Leonid Brezhnev.
24 de abril: más ejecuciones a participantes en el levantamiento húngaro.
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en otras ciudades. Un gremio independiente era un desaf ío al régimen, porque en todo el bloque comunista las organizaciones sociales estaban subordinadas al Partido: ser militante estudiantil era ser militante estudiantil comunista, y ser militante sindical era ser militante sindical comunista. El 22 de octubre, una asamblea en la Universidad Técnica reunió a estudiantes de todo el país y aprobó una lista de 16 reclamos. La lista incluía, entre otras demandas, la evacuación inmediata de las tropas soviéticas, la constitución de un nuevo gobierno a cargo de Imre Nagy, elecciones libres, el reconocimiento de las libertades fundamentales, el juicio a los represores y una reorganización de la vida económica del país. Los “16 puntos” dejaron fijado lo que sería el programa de la revuelta. El 23 de octubre, los estudiantes se concentraron en torno a la estatua del poeta Petöfi para leer su poema “¡Húngaros, levantáos!”. Luego marcharon hacia el Parlamento, en una columna a la que se sumaron decenas de miles de ciudadanos. A las cinco de la tarde, los
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Imre Nagy
Parlamento. Durante esa manifestación, alguien arrancó el símbolo comunista que el régimen había añadido a la bandera húngara, dejando un hueco circular en medio de la bandera. Había nacido el emblema de la revuelta. En una plaza cercana, una multitud consiguió derribar una estatua de Stalin de diez metros de altura. El gobierno, incapaz de controlar la situación, pidió ayuda a los soviéticos. A las once de la noche, las tropas del Ejército Rojo recibieron la orden de pacificar Budapest. Hacia las tres de la mañana del 24 de octubre, numerosos tanques de guerra tomaron posiciones en la ciudad. Los manifestantes tiraban piedras y entorpecían sus movimientos. A las seis de la mañana, el gobierno anunció por radio que el “golpe contrarrevolucionario” había sido controlado. Para evitar nuevos desórdenes, se declaró el estado de emergencia: las escuelas y las fábricas de todo el país fueron cerradas. Los edificios del gobierno y el Parlamento fueron rodeados por tropas armadas a guerra. Poco más tarde, el gobierno anunció que el reformista Imre Nagy volvía a ser primer ministro de Hungría. En un discurso irradiado a todo el país, Nagy pidió calma y se comprometió a retomar las reformas. Los dirigentes húngaros y soviéticos esperaban haber desactivado el levantamiento mediante una combinación de represión y concesiones políticas. Pero sobre el mediodía quedó claro que las protestas continuaban. El reformista Irme Nagy volvía a ser primer ministro, pero el estalinista Gerö se mantenía al frente del Partido y el ultraduro András Hegedüs quedaba en el gobierno. La gente se había sentido engañada. Sus manifestaciones en la calle no habían sido para eso. En la mañana del 25 de octubre ocurrió un hecho crucial: cuando una nueva manifestación se acercaba al Parlamento, tropas soviéticas y húngaras abrieron fuego. Hubo entre 80 y 100 muertos, y unos 250 heridos. La masacre hizo aumentar las protestas callejeras y les dio un giro violento. Los manifestantes atacaron edificios públicos y saquearon depósitos de armas.
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1967-1968 1967
31 de octubre: una manifestación de estudiantes es violentamente reprimida en Praga.
1968
5 de enero: Alexander Dubcek es electo primer secretario del Partido Comunista Checoslovaco. 14 de marzo: se inicia la rehabilitación de víctimas de las purgas checas. 28 de marzo: Ludvíck Svoboda es electo presidente de la República Socialista de Checoslovaquia. 6 de abril: renuncia el gobierno de Checoslovaquia. 8 de abril: Oldrich Cerník encabeza el nuevo gobierno checo.
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Pasada la medianoche, el gobierno anunció la destitución de Ernö Gerö como primer secretario del Partido. Su lugar pasaba a ser ocupado por János Kádár, un comunista histórico que había sido encarcelado durante las purgas. Era una clara medida de distensión, pero no dio resultado: esa misma noche se supo que una columna de tanques soviéticos estaba llegando desde Rumania. El gobierno seguía intentando el juego de conceder y reprimir, pero solo conseguía exacerbar los ánimos. El 26 de octubre, Hungría estaba en una situación que cualquier marxista hubiera calificado de “revolucionaria”. Pese a las diferencias de armamento, se combatía ferozmente en las calles. Los muertos se contaban por decenas. Los símbolos del régimen comunista eran abatidos y quemados. Las fábricas pasaban a manos de consejos de obreros, y lo mismo ocurría en los centros de estudio. El gran intelectual francés Raymond Aron escribió más tarde que la revolución húngara “es la que, a mi entender, más se parece a la que Marx anhelaba”. El 27 de octubre, los insurrectos controlaban gran parte del país y habían bloqueado la ruta a Rumania. Unidades enteras del ejército húngaro se habían plegado al levantamiento. La Cruz Roja empezaba a enviar material sanitario como hace usualmente ante un conflicto armado. En el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se discutían posibles reacciones. Fue a finales de ese día que Imre Nagy cambió de posición. Hasta ese momento había actuado como un comunista que intentaba ayudar a su gobierno, pero en ese momento se convenció de que estaba ante un genuino levantamiento popular. En una reunión del Comité de Emergencia que seguía los acontecimientos, Nagy exigió un cambio radical: era necesario aprobar una tregua y retirar a las tropas soviéticas del país. Además había que aceptar muchos de los reclamos. La propuesta generó temor, pero Nagy amenazó con renunciar. Uno de los primeros en apoyarlo fue el recientemente rehabilitado János Kádár.
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El 28 de octubre, Nagy hizo un discurso de tono conciliador y describió a la insurgencia como un “movimiento de masas democrático”. Durante la mañana hubo tratativas y a la una de la tarde se anunció un cese del fuego. El gobierno decidió incorporar a figuras no comunistas y prometió cumplir con varios de los “16 puntos”. El cambio representaba un triunfo de los revolucionarios. Ernö Gerö, András Hegedüs y otros representantes del ala dura huyeron a la Unión Soviética. Entre el 28 y el 30 de octubre se vivieron días de relativa paz y de gran esperanza. Las negociaciones eran dif íciles, porque Nagy buscaba un camino intermedio entre las demandas más radicales y lo que podían tolerar los soviéticos. Varios focos de violencia entorpecían la búsqueda de acuerdos. El 29, las tropas soviéticas volvieron a disparar sobre manifestantes y el clima se deterioró. Pero finalmente hubo avances. El 30 de octubre, en un discurso emitido por radio, el primer ministro Nagy anunció el fin del régimen de partido único y la formación de un gobierno de coalición que funcionaría hasta la realización de elecciones libres. También convocó a una reorganización de las fuerzas de seguridad y aceptó la participación de los consejos revolucionarios en los gobiernos locales y en la administración de las empresas. Ese mismo día fue liberado el cardenal Mindszenty y se anunció el fin de las cuotas de producción para el agro. Viejos partidos húngaros, como el Partido de los Pequeños Propietarios y el Partido Socialdemócrata, volvieron a la actividad. El 31 de octubre todo indicaba que la revolución había triunfado. En Rumania y en Polonia había manifestaciones de apoyo. En Washington, el presidente Eisenhower expresaba su admiración. El 1º de noviembre Nagy hizo un anuncio aun más sensacional: Hungría iba a abandonar el Pacto de Varsovia y pasaría a ser un país neutral como Austria. Pero, mientras el triunfo de la revolución húngara asombraba al mundo, en el Kremlin estaban pasando cosas. A lo largo de una interminable serie de
Utopía y represión según Milán Kundera Milán Kundera es uno de los escritores más destacados de la segunda mitad del siglo XX. Nacido en Brno, Checoslovaquia, en 1929, mantuvo una tormentosa relación con el Partido Comunista que gobernaba su país: se afilió durante su adolescencia y fue expulsado en 1950. Fue readmitido en 1956 y volvió a ser expulsado en 1970. Participó en la “primavera de Praga” (1968) y partió al exilio en 1975. Es autor de obras de impacto mundial como La broma (1967), El libro de la risa y el olvido (1979), La insoportable levedad del ser (1984), sobre la que se hizo una película, y La ignorancia (2000). A los que creen que los regímenes comunistas de Europa Central son exclusivamente producto de seres criminales, se les escapa una cuestión esencial: los que crearon esos regímenes criminales no fueron los criminales sino los entusiastas, convencidos de que habían descubierto el único camino que conduce al paraíso. Lo defendieron valerosamente y para ello ejecutaron a mucha gente. Más tarde se llegó a la conclusión generalizada de que no existía paraíso alguno, de modo que los entusiastas resultaron ser asesinos. (...) Acusados, respondían: “¡No sabíamos! ¡Hemos sido engañados! ¡Creíamos de buena fe! ¡En lo más profundo de nuestras almas, somos inocentes!”. La insoportable levedad del ser. Barcelona, Tusquets, 1993, p. 176.
1968 3 de mayo: una manifestación en Praga pide libertad política y apoya las protestas estudiantiles que se desarrollan en Polonia. 4 de mayo: empieza en Moscú una reunión entre las cúpulas soviética y checoslovaca. Los soviéticos acusan a sus invitados de estar impulsando una contrarrevolución. 6 de junio: el gobierno de Checoslovaquia declara formalmente abolida la censura. 19 de junio: 27 mil soldados soviéticos llegan a Checoslovaquia para participar de ejercicios militares.
24 de junio: la Asamblea Nacional checoslovaca aprueba las primeras leyes de federalización del país. 27 de junio: Ludvík Vaculík publica un artículo de fuerte orientación reformista conocido como el “Manifiesto de las dos mil palabras”. 10 de julio: se eligen los 150 miembros del Consejo Nacional Checo, con representantes de varios partidos. 11 de julio: final de los ejercicios militares del Pacto de Varsovia. 13 de julio: el comando de las fuerzas armadas de Checoslovaquia envía una carta a las fuerzas del Pacto de Varsovia, expresando su apoyo incondicional a Dubcek.
14 de julio: empieza la reunión de dirigentes comunistas en Varsovia. El Partido Comunista checoslovaco no asiste pero envía una carta. 15 de julio: durante una visita a Moscú, la dirección del Partido Comunista italiano manifiesta su apoyo al “experimento checoslovaco”. 24 de julio: el Partido Comunista francés decide denunciar públicamente a la Unión Soviética en el caso de que invada Checoslovaquia. 25 de julio: la fuerza aérea soviética inicia ejercicios y traslada numerosos aviones a Alemania del Este.
habían desbordado el límite de tolerancia del Kremlin y optó por evitar el heroísmo. De paso movía las piezas para convertirse en el nuevo hombre fuerte de Hungría. Mientras Kádár negociaba a espaldas de Nagy, el mariscal Iván Konev, comandante en jefe de las fuerzas del Pacto de Varsovia, llegaba a Budapest para ponerse al frente de la operación. Durante el 2 y el 3 de noviembre continuaron lo que a ojos del gobierno húngaro eran negociaciones para asegurar la retirada de las tropas soviéticas. Pero la documentación a la que hoy se tiene acceso confirma que solo se trató de una maniobra para ganar tiempo. El Kremlin ya había decidido la invasión. El tiempo era necesario para movilizar las tropas, explicar la situación a los demás gobiernos comunistas y cerrar el acuerdo con Kádár. El 3 de noviembre,
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como un aliado poco confiable ante las naciones del tercer mundo. Ese problema terminó por convencer a Khrushchev de que había que terminar cuanto antes con la inestabilidad en Hungría. El 1º de noviembre, los húngaros descubrieron con inquietud que nuevas tropas soviéticas ingresaban al país y tomaban el control de los aeropuertos. Se suponía que eso no debía ocurrir, porque en esas horas se estaba negociando su retiro definitivo. El propio Nagy le pidió explicaciones al embajador soviético (el futuro premier Yuri Andropov), quien le aseguró que solo se trataba de medidas para garantizar una retirada ordenada. Lo que Nagy no sabía era que, en esas mismas horas, su aliado János Kádár viajaba en secreto a Moscú para iniciar tratativas con la dirigencia soviética. Kádár había percibido que los acontecimientos
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reuniones, el ala dura del régimen conseguía imponer su visión: en los países de Europa del Este había muchas señales de descontento; si el levantamiento húngaro triunfaba, podían desatarse muchos otros. El proceso de liberalización interna de la Unión Soviética podía llevar a un grave debilitamiento de su posición internacional. Fue en medio de esos debates que ocurrió un hecho lejano pero decisivo. El 29 de octubre de 1956, tropas israelíes, seguidas por unidades británicas y francesas, invadieron la zona del Canal de Suez. El ataque era un acto de guerra contra Egipto, que en 1955 había firmado un pacto de mutua defensa con la Unión Soviética. El Kremlin tenía que encontrar urgentemente un camino para escapar a un dilema incómodo: entrar en guerra con dos grandes países europeos, o aparecer
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29 de julio: reunión entre las cúpulas del Partido Comunista de Checoslovaquia y el Partido Comunista de la Unión Soviética. 30 de julio: tropas y tanques soviéticos se concentran en las fronteras de Alemania del Este, Polonia y Hungría con Checoslovaquia. 3 de agosto: reunión de las cúpulas de los países comunistas en Bratislava. La declaración final afirma que la protección de las conquistas logradas en cada uno de los países socialistas es una “obligación internacional común a todos los países socialistas”.
14 de agosto: el embajador soviético en Praga presenta a Dubcek una declaración del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética en la que se condena la orientación política de los comunistas checoslovacos. 15 de agosto: el Politburó del Partido Comunista soviético decide lanzar la intervención militar en Checoslovaquia. 18 de agosto: en una reunión en Moscú, las autoridades de Alemania del Este, Bulgaria, Hungría y Polonia aprueban la invasión a Checoslovaquia.
20 de agosto: las fuerzas del Pacto de Varsovia pasan las fronteras checas. Se interrumpen las comunicaciones con Praga. 21 de agosto, 00.30 AM: las fuerzas armadas checoslovacas reciben la orden de permanecer en sus cuarteles y no oponer resistencia. 21 de agosto, 01.30 AM: el Presidium del Partido Comunista de Checoslovaquia emite una proclama dirigida en la que afirma que la invasión “no sólo contraviene todos los principios que gobiernan las relaciones entre los estados socialistas, sino también las provisiones fundamentales del derecho internacional”.
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los representantes del gobierno húngaro que negociaban con sus pares soviéticos fueron arrestados por la policía política de Moscú. En la madrugada del 4 de noviembre, cinco divisiones soviéticas invadieron desde Rumania. El ejército húngaro intentó resistir, pero fue arrollado tras sufrir y causar muchas bajas. A las 5:20 de la mañana, Nagy hizo un discurso por radio, informando al mundo sobre lo que estaba ocurriendo. El pedido de ayuda se irradió repetidamente en varias lenguas. La Asamblea General de las Naciones Unidas se reunió de urgencia e hizo un llamado a la Unión Soviética para que detuviera la agresión. Pero el Consejo de Seguridad no podía tomar ninguna resolución debido al veto de los propios soviéticos. A las 3 de la tarde, el Ejército Rojo llegó a Budapest. Pese a que las tropas húngaras ya no oponían resistencia, la operación incluyó acciones aéreas, fuego de artillería y el despliegue de 17 divisiones de infantería con apoyo de tanques. A las 5 de la tarde, Imre Nagy hizo un nuevo discurso radial anunciando que se mantenía en su puesto. Ese mismo día, en el pueblo de Szolnok, János Kádár proclamó el nacimiento del “gobierno húngaro revolucionario de los trabajadores y campesinos”. En su discurso dijo que “debemos poner fin a los excesos de los elementos contrarrevolucionarios. La hora de la acción ha sonado”. Contra lo que quizás esperaba Kádár, no hubo un levantamiento de una parte de la sociedad húngara contra otra. Lo que hubo, según un informe de las Naciones Unidas, fue “un ejército extranjero bien equipado que, haciendo uso de una fuerza demoledora, aplastó a un movimiento nacional y eliminó un gobierno”. Durante seis días, miles de húngaros escasamente armados se enfrentaron a los tanques. La resistencia duró hasta el 10 de noviembre y fue especialmente fuerte en las zonas industrializadas. Cuando los combates terminaron, habían muerto más de 2.500 húngaros y unos 700 soldados soviéticos. Unos 200 mil húngaros dejaron el país luego de la derrota. Unos 25 mil
fueron juzgados por su participación en el levantamiento; 22 mil de ellos fueron condenados. Decenas de miles de personas perdieron sus trabajos y fueron desplazadas. Imre Nagy tuvo peor suerte. Tras la caída de su gobierno, que solo duró 12 días, buscó refugió en la embajada yugoslava. El 22 de noviembre se le garantizó inmunidad para salir de la sede diplomática e iniciar negociaciones. Pero en cuanto estuvo en la calle fue detenido por las fuerzas soviéticas. En junio de 1958 se le hizo un proceso al estilo estalinista y fue ejecutado junto a otros líderes revolucionarios. Sus cuerpos fueron enterrados en tumbas sin nombre. En total fueron ahorcadas 341 personas. Janos Kádár fue el nuevo hombre fuerte de Hungría, y gobernó hasta 1988. Hungría volvió a ser parte del Pacto de Varsovia, y al año siguiente firmó un tratado por el que aceptaba la presencia permanente de tropas soviéticas en su territorio. En 1957, y tras discutir un informe de 268 páginas, la Asamblea General de las naciones Unidas concluyó que el gobierno de Kádár y la Unión Soviética eran responsables de violaciones a los derechos humanos. Tras la caída del régimen comu-
nista en Hungría, el 23 de octubre fue declarado feriado nacional. Los restos de Imre Nagy fueron hallados y, el 16 de junio de 1989, recibieron honores fúnebres ante 200 mil personas. En diciembre de 1991, Boris Yeltsin, hablando en nombre del gobierno ruso, hizo un formal pedido de perdón al pueblo húngaro.
CHECOSLOVAQUIA 1968 Los hechos de Hungría fueron un golpe duro para los habitantes de Europa del Este. Nunca un país del área había estado tan cerca de escapar al bloque comunista, y nunca había quedado tan claro que la Unión Soviética no lo permitiría. Además de derrotados, los opositores se sintieron abandonados por Occidente. El presidente Eisenhower y su secretario de estado John Foster Dulles habían prometido apoyo a todos aquellos que lucharan por la libertad en el mundo comunista, pero los acontecimientos mostraron que había una gran distancia entre sus palabras y sus actos. Después de todo, la división del mundo en dos mitades no parecía resultarles tan incómoda. Las Naciones Unidas habían quedado paralizadas por el veto en el Consejo de
Hungría, Praga y los comunistas uruguayos En el año 1968, el diario El Popular había pasado a ser el portavoz oficial del Partido Comunista en Uruguay. En su edición del 21 de agosto, El Popular publicaba en portada el siguiente texto: Contra la restauración del capitalismo en Checoslovaquia Tropas del Tratado de Varsovia, de la URSS, la RDA, Polonia, Hungría y Bulgaria han entrado en Checoslovaquia. Lo han hecho para enfrentar los actos agresivos del imperialismo norteamericano y de los neonazis y revanchistas de Bonn que buscaban no solo la restauración del capitalismo en Checoslovaquia, sino también la relación de fuerzas en Europa, ampliar en el centro del continente la
política agresiva, desconociendo los resultados de la segunda guerra mundial y reivindicando el Tratado de Munich. (…) ¿Los países del Tratado de Varsovia debían dejar que la CIA diera un nuevo golpe, como los que han dado en tantos lugares del mundo? En defensa de la paz y también de las legítimas conquistas del pueblo checoslovaco, en una actitud de firmeza internacionalista los cinco países han hecho entrar sus tropas en territorio de Checoslovaquia. Estamos plenamente seguros que ello no significará ninguna injerencia en la vida de dicho país, sino que como ocurrió en Hungría, salvará a Checoslovaquia de la restauración capitalista y del fascismo, y asegurará la paz mundial.
1968 21 de agosto, 02.00 AM: 120 aviones de transporte soviético aterrizan en Praga, mientras 200 cazas MIG los protegen. 21 de agosto, 03.00 AM: empieza la resistencia civil. En Bohemia se producen las primeras muertes de ciudadanos desarmados. 21 de agosto, 04.30 AM: la agencia oficial soviética TASS anuncia que las fuerzas del Pacto de Varsovia entraron en Checoslovaquia, en respuesta a un pedido de ayuda del Partido Comunista de ese país.
21 de agosto, 04.30 AM: los primeros tanques soviéticos empiezan a desplegarse en Praga. Limusinas de la embajada soviética les indican el camino hacia los puntos estratégicos. 21 de agosto, 08.30 AM: en una batalla por controlar el edificio de la radio nacional, mueren 17 manifestantes y más de medio centenar son gravemente heridos. 21 de agosto, 08.30 AM: el presidente Ludvík Svoboda hace un llamado a los ciudadanos a no oponer resistencia a la invasión. 21 de agosto, 09.00 AM: Alexander Dubcek y otros altos dirigentes son arrestados por soldados soviéticos.
21 de agosto, 12.00 AM: se declara la huelga general en Checoslovaquia. 21 de agosto, 02.30 PM: la Asamblea Nacional de Checoslovaquia, en sesión extraordinaria, condena la ocupación y reclama el retiro inmediato de las tropas extranjeras. 22 de agosto: dirigentes conservadores del Partido Comunista de Checoslovaquia se reúnen en la sede de la embajada soviética y se constituyen en “gobierno revolucionario provisional”.
primavera de Praga”. Esa efervescencia generaba inquietud en los sectores más conservadores, que pedían la aplicación de medidas represivas. Pero Dubcek anunció que las reformas seguirían adelante y serían incorporadas al programa del Partido en un congreso a realizarse en setiembre. Pero los soviéticos estaban dando muestras de inquietud, y más inquietos todavía estaban los otros gobiernos comunistas de la región. Si “el experimento checoslovaco” se profundizaba, podría traer consecuencias desestabilizadoras en los países vecinos. Las autoridades soviéticas no solo veían desafiado el modelo general que impulsaban, sino su capacidad de liderazgo dentro del bloque. Varias rondas de consultas confirmaron que las dirigencias de los países de Europa del Este querían que se pusiera punto final a las reformas. Al mismo tiempo que se desarrollaban complejas negociaciones políticas, decenas de miles de soldados llegaron a Checoslovaquia para participar en ejercicios militares del Pacto de Varsovia. Las maniobras estaban previstas de antemano, pero lo que no estaba previsto era que el comandante soviético demorara la retirada de sus tropas. Dubcek intentó aliviar la presión y acordó tener una serie de conversaciones bilaterales con los demás gobiernos comunistas. Las conversaciones se realizaron en junio y tuvieron resultados ambiguos. Dubcek reafirmó su fidelidad al bloque socialista y al Pacto de Varsovia, pero al mismo tiempo hizo una encendida defensa de su programa. Las discusiones posteriores mostraron que el Partido Comunista Checoslovaco estaba dividido. Finalmente, los soviéticos aceptaron retirar sus tropas y autorizaron la realización del Congreso previsto para setiembre. Pero a cambio exigieron aumentar los controles sobre la prensa, perseguir a quienes adoptaran posiciones “antisocialistas” y frenar el proceso de reorganización del Partido Socialdemócrata checo. Como resultado de las negociaciones, el 3 de agosto se firmó la Declaración
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Israel, pero la Guerra de Seis Días había significado una grave derrota militar y diplomática. A fines de 1967, el gobierno presidido por Antonín Novotny enfrentó un aumento de la oposición interna y decidió responder con mano dura. Pero el resultado fue el opuesto al esperado. En los primeros días de 1968, el dirigente reformista Alexander Dubcek logró el control del Partido Comunista, y el 22 de marzo forzó la renuncia de Novotny, que fue sustituido por Ludvik Svoboda. Dubcek era un comunista tan identificado con el régimen como Novotny, pero estaba genuinamente preocupado por los malos resultados económicos y las duras condiciones de vida de la población. Al mes siguiente de haber logrado el control del Partido puso en marcha un programa de gobierno que ponía el énfasis en la producción de bienes de consumo y en el debilitamiento de las políticas represivas. Poco más tarde el gobierno anunció objetivos más ambiciosos, como abandonar el régimen de partido único y federalizar al país. El propósito de Dubcek no era romper con el comunismo, sino introducir un “socialismo con rostro humano”. Su idea era lograr una combinación entre el pluralismo político y una economía mixta, que admitiera simultáneamente formas de propiedad colectiva y mecanismos de mercado. Dubcek no era ingenuo y sabía que este programa generaría tensiones. Pero pensaba que las reformas podían introducirse gradualmente si se cumplían dos condiciones. La primera era hacer jugar en su favor el gran apoyo popular con que contaba. La segunda era no desafiar al gobierno soviético ni dejar dudas sobre su fidelidad a los principios generales del comunismo. Dubcek quería ser prudente pero, en cuanto se abrió un resquicio para la libre expresión, la opinión pública adoptó posturas más radicales. La prensa publicaba centenares de artículos que reclamaban reformas profundas y criticaban al régimen soviético. Nuevas organizaciones políticas y sociales crecían por fuera del Partido. Había llegado “la
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Seguridad, ejercido por el agresor. La crisis de Suez había mostrado que, para los grandes países de Europa Occidental, como Francia y Gran Bretaña, había temas más importantes que la suerte de sus vecinos del Este. El resultado fue que, durante más de una década, nadie volvió a intentar nada parecido. El principal acontecimiento de esos años ocurrió en 1964, cuando Nikita Khrushchev fue depuesto como principal dirigente de la Unión Soviética y sustituido por Leonid Brezhnev. A ojos de los habitantes de Europa Oriental, no estaba claro si eso era una buena o mala noticia. Khrushchev era el hombre que había denunciado los crímenes de Stalin y el dirigente soviético que se había mostrado más favorable a las reformas, pero era también el líder impulsivo que había provocado la crisis de los misiles en Cuba y el duro represor que había ordenado la invasión a Hungría. Brezhnev provenía del núcleo duro de la burocracia soviética y no tenía vocación reformista, pero era también más racional y previsible. La sustitución de uno por otro había mostrado cambios y continuidades. Khrushchev había sido depuesto pero no había sido encarcelado ni ejecutado como lo hubiera sido en el pasado. Pero el cambio de líderes se había hecho por las vías conspirativas y antidemocráticas que eran típicas del régimen soviético. Fue en ese contexto que, en 1968, los checos intentaron avanzar hacia un socialismo democrático y fueron aplastados. La llamada “primavera de Praga” empezó el 5 de enero de 1968, con la llegada al poder de Alexander Dubcek, y terminó el 21 de agosto del mismo año, con una violenta invasión de las fuerzas del Pacto de Varsovia. Las orientaciones del gobierno checoslovaco no habían cambiado mucho desde 1953. La economía seguía estatizada y la política industrializadora seguía sacrificando el bienestar de la población. El gobierno había intentado compensar las debilidades internas con un aumento de la influencia internacional del país, pero los resultados habían sido malos. Praga había dado apoyo a los países árabes en su conflicto con
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23 de agosto: Svoboda y Dubcek son trasladados a Moscú. Un voto de censura del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas es bloqueado por la Unión Soviética. 23-26 de agosto: negociaciones en Moscú entre la cúpula soviética y la cúpula checoslovaca. Participan entre otros Brezhnev, Kosygin, DubCek y Svoboda. 24 de agosto: el ministro de Relaciones Exteriores de Checoslovaquia declara ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que el gobierno de su país no pidió asistencia militar al Pacto de Varsovia y que la ocupación es un acto de violencia.
27 de gosto: Dubcek y Svoboda vuelven a Praga, hablan por radio, e informan al público sobre las tratativas en Moscú. 28 de agosto: la Asamblea Nacional checoslovaca declara que la ocupación es ilegal y contraviene los estatutos de la Naciones Unidas y del Pacto de Varsovia. 2 de setiembre: se inicia la remoción de varias figuras del gobierno checoslovaco, como el ministro del Interior y el ministro de Relaciones Exteriores. 6 de setiembre: Vasilii Kuznetsov llega a Praga como representante plenipotenciario del gobierno soviético, e inicia el proceso de “normalización”.
10 de setiembre: Dubcek, Svoboda y otros dirigentes publican una proclama en la que expresan su voluntad de continuar con el proceso de reformas en Checoslovaquia. 3-4 de octubre: nuevas negociaciones en Moscú entre las dirigencias soviética y checoslovaca. 16 de octubre: se firma un “Tratado de presencia temporaria de las tropas soviéticas en Checoslovaquia”. 7 de noviembre: masivas demostraciones antisoviéticas en Praga y las principales ciudades de Checoslovaquia.
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de Bratislava, suscrita por representantes de la Unión Soviética, Alemania del Este, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría y Polonia. Los firmantes mostraban al mundo su fidelidad a los principios del marxismo-leninismo y declaraban la guerra sin cuartel a las fuerzas burguesas y antisocialistas. También manifestaban su adhesión al internacionalismo, lo que, en la jerga de los regímenes comunistas equivalía a rechazar toda forma de socialismo nacional. La reunión de Bratislava fue el momento de consagración de lo que se conocería como “la doctrina Brezhnev”. Esa doctrina afirmaba la obligación de todos los estados satélites a subordinar sus intereses nacionales a los intereses globales del bloque socialista. Para precisar el alcance de esta doctrina, las autoridades soviéticas declararon su voluntad de intervenir en cualquier país del Pacto de Varsovia en el que se intentara instalar un sistema burgués. En la jerga del Kremlin, “burgués” significaba “régimen democrático con pluralidad de partidos”, e “intereses globales del bloque socialista” significaba “intereses de la Unión Soviética”. El mensaje implícito era que toda aventura como la de Hungría iba a terminar como había terminado Hungría. Pese a las presiones, los comunistas checoslovacos continuaron con la preparación del Congreso previsto para setiembre. Cada día estaba más claro que ese evento significaría un acto de refundación del régimen. Pero el Congreso nunca llegó a sesionar. En una reunión ocurrida entre el 16 y el 17 de agosto, el Politburó del Partido Comunista soviético decidió aplastar el intento reformista con una invasión militar. Al día siguiente Brezhnev se reunió con los restantes miembros del Pacto de Varsovia, para comunicarles que la invasión se realizaría dos días después y pedirles su “apoyo fraterno”. Los representantes de Alemania del Este, Bulgaria, Hungría y Polonia se comprometieron de inmediato a aportar tropas. Finalmente, en la noche del 20 al 21 de agosto, medio millón de soldados y cinco mil tanques invadieron Checoslovaquia.
Alexander Dubcek llamó al pueblo a no resistir, pero los checoslovacos no lo obedecieron. Solo que, a diferencia de lo que había ocurrido en Hungría, decidieron oponerse por medios pacíficos. Hubo centenares de manifestaciones y actos de resistencia en todo el país. Los habitantes se abstuvieron de colaborar con las tropas invasoras hasta el punto de negarles agua. Carteles y pintadas escritas en ruso denunciaban la invasión y convocaban a los soldados a no atacar. A pesar del carácter pacífico de la resistencia, hubo un centenar de muertos y varios centenares de heridos. Dubcek fue detenido la misma noche del 20 de agosto y trasladado a Moscú para entablar negociaciones. Los líderes soviéticos no querían volver a pagar los inmensos costos de imagen que habían pagado tras la invasión de Hungría, y habían tomado nota del inmenso apoyo popular al dirigente checo. Por eso preferían no repetir la historia de Nagy. En un primer momento, y luego de largas tratativas, Dubcek aceptó convertirse en su propio Kádár: decidió mantenerse en el cargo, como le proponían los soviéticos, y enlentecer las reformas. Pero la solución no funcionó y Dubeck fue finalmente destituido en abril de 1969. Su sucesor, Gustáv Husák, revirtió casi todos los cambios, purgó al partido y destituyó a miles de funcionarios considerados poco confiables. En el curso de ese año, un cuarto de millón de checoslovacos abandonaron el país. La invasión de Checoslovaquia, sumada a los brutales hechos de Hungría, tuvieron costos altos para el comunismo en Occidente. Muchos intelectuales de primer nivel (como el escritor francés Albert Camus) rompieron con la causa en esos años. Varios partidos comunistas de Europa Occidental, como el italiano y el francés, condenaron los hechos. El resultado fue la puesta en marcha del “eurocomunismo”, una corriente de comunistas reformistas y críticos hacia Moscú que tuvieron gran influencia política durante los años setenta y ochenta.
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Una serie de 25 fascículos publicada por el diario El País con el apoyo del Centro de Estudios Jean-François Revel.
Asistente
Dirección de proyecto
Archivo de El País
Pablo da Silveira
Investigación y redacción
Pablo da Silveira Francisco Faig Félix Luna Enrique Mena Segarra Martín Peixoto
José López Fotografías
Diseño gráfico, armado y corrección
Trocadero Publicación
El País
Impreso en El País Depósito legal: 334.251
PRÓXIMO FASCÍCULO
07/25 EL MUNDO SOCIALISTA (IV): La revolución cubana
polacos por cada soldado alemán muerto. Recorrían casa por casa, sótano por sótano, y ejecutaban a los resistentes. En esos dos meses fueron ejecutados 20 mil militantes armados, y entre 150 y 200 mil no combatientes. Los desesperados pedidos de ayuda que llegaban al otro lado del río no tuvieron respuesta. El 18 de agosto Stalin declaró que el levantamiento era una “aventura” y desechó toda posibilidad de intervenir. El escaso abastecimiento aéreo que llegó a los insurgentes fue proporcionado por aviones estadounidenses y británicos que volaban desde la base italiana de Brindisi. El argumento de Stalin fue que el Ejército Rojo debía reorganizarse para resistir un eventual contraataque alemán. Pero la interpretación predominante es diferente. Siguiendo la misma lógica que había aplicado en el bosque de Katyn, Stalin pensó que esos resistentes serían un obstáculo para controlar Polonia. Los insurgentes eran demasiado nacionalistas y coordinaban con el gobierno polaco en Londres (el gobierno legítimo en el exilio, que Stalin se negaba a reconocer). Stalin quería una
Polonia que no pudiera revelarse contra el poder soviético. El 5 de octubre de 1944 se rindieron los últimos resistentes polacos. El 17 de enero de 1945, los soviéticos entraron en Varsovia. En febrero de 1945, en la conferencia de Yalta, Roosevelt y Churchill le arrancaron a Stalin la promesa de organizar elecciones libres. En 1947, en una Polonia todavía ocupada por las tropas soviéticas, Stalin organizó unas elecciones que le dieron el triunfo a una coalición de comunistas y socialistas por un inverosímil 85 por ciento de votos. En 1948, comunistas y socialistas se unificaron en el Partido Polaco Unido de los Trabajadores, tras un proceso en el que se purgó a los socialistas que se oponían a la fusión. A partir de ese momento, Polonia tuvo un gobierno sumiso a Moscú. En aquel entonces, los polacos podían reclamar el poco deseable título de ser el país más agredido por los soviéticos. Cuatro décadas más tarde podrían reclamar el título de ser el país donde se inició el derrumbe del comunismo. Stalin tenía razón al tenerles miedo.
[...] Los desesperados pedidos de ayuda que llegaban al otro lado del río no tuvieron respuesta. El 18 de agosto Stalin declaró que el levantamiento era una “aventura” y desechó toda posibilidad de intervenir”.
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José Stalin
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Polonia carga con una historia multisecular de invasiones y desmembramientos, pero ningún país la agredió tanto como la Unión Soviética. El ejército bolchevique intentó ocuparla por primera vez en 1920, apenas dos años después de que Polonia obtuviera su independencia. Pero el Ejército Rojo fue vencido y obligado a retirarse por las tropas del mariscal Józef Pilsudski. El 23 de agosto de 1939, la Alemania nazi y la Unión Soviética firmaron un pacto que incluía un protocolo secreto para el reparto de Polonia. En cumplimiento de ese pacto, Alemania la invadió el 1º de setiembre y la Unión Soviética hizo lo mismo dos semanas más tarde. Durante esa primera ocupación soviética, Stalin ordenó la ejecución de unos 26.000 oficiales, intelectuales y altos funcionarios polacos. El objetivo era privar a la sociedad polaca de sus sectores dirigentes, para poder someterla más fácilmente. Uno de los principales escenarios de la matanza fue el bosque de Katyn. Stalin no tenía planes de abandonar Polonia, pero el 22 de junio de 1941 Hitler lo traicionó e invadió la Unión Soviética. Como parte del repliegue del Ejército Rojo, la totalidad de Polonia pasó a ser controlada por los alemanes. Esa situación se mantuvo hasta mediados de 1944, cuando la suerte de los combatientes se invirtió. Ahora era el Ejército Rojo el que avanzaba hacia el Oeste y las tropas alemanas las que se retiraban. A fines de setiembre, los soviéticos llegaron a orillas del Vístula. Del otro lado del río estaba Varsovia, la capital de Polonia. Para facilitar la conquista de la ciudad, la resistencia polaca se levantó en armas contra los alemanes el 1º de agosto. Pero, lejos de ir en auxilio de los civiles sublevados, el Ejército Rojo se mantuvo inmóvil. El levantamiento de Varsovia duró hasta el 5 de octubre y fue una carnicería. Los alemanes habían decidido matar cien
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CONTRATAPA
Polacos y soviéticos
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1940 | 1950 | 1960 | 1970 | 1980 | 1990 | 2000
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mayo ‘07
25 FASCÍCULOS
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DESDE HIROSHIMA A LAS TORRES GEMELAS
| LA REVOLUCIÓN CUBANA
UNA REVOLUCIÓN CARGADA DE ESPERANZA
HISTORIA RECIENTE
SOVIETIZACIÓN Y REPRESIÓN
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EL MUNDO SOCIALISTA (IV)
La revolución cubana
HISTORIA RECIENTE
| LA REVOLUCIÓN CUBANA
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ÍNDICE DEL FASCÍCULO
La última colonia
HISTORIA RECIENTE
| LA REVOLUCIÓN CUBANA
PÁGINA 6
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RECUADROS HISTORIA OFICIAL, HISTORIA REAL P. 6 / ¿BLOQUEO O EMBARGO? P. 9 / LO QUE LOS GOBERNANTES NO QUIEREN OÍR Por Pablo da Silveira P. 10 / AZÚCAR AMARGO P. 11 / FÉLIX LUNA, CARLOS ALBERTO MONTANER: CUBA VISTA POR DOS INTELECTUALES P. 12 Y P.13 / BIBLIOGRAFÍA P. 19 CONTRATAPA. HUBER MATOS: REFLEXIONES DE UN REVOLUCIONARIO P. 20.
lafotodeportada
Fidel y el Che: juntos en el momento del triunfo.
Pocas revoluciones en la historia generaron tanta simpatía como la cubana. Un puñado de jóvenes guerrilleros, que en sus apariciones públicas derrochaban idealismo y vitalidad, habían logrado derribar a un dictador que personificaba los peores vicios de la política latinoamericana. Fulgencio Batista, brutal, ineficiente y corrupto, era la imagen de un pasado que todos querían dejar atrás. Los barbudos de Sierra Maestra eran los mensajeros de un futuro que prometía justicia y libertad. Los revolucionarios recibieron un inmenso apoyo dentro y fue-
ra de Cuba. En América Latina, toda una generación se identificó con ellos. En Estados Unidos, la prensa los elogiaba y una porción muy grande de la opinión pública estaba de su lado. En Europa y en el resto del mundo, se miraba con admiración a un pueblo heroico que construía su propio destino. El discurso democrático y progresista de Fidel Castro y los principales líderes revolucionarios parecía incapaz de generar enemigos. Casi medio siglo después, casi nada queda de aquella ilusión original. Fidel Castro es hoy el gobernante más antiguo del mundo, y su vejez se parece al otoño de muchos patriarcas autoritarios. Las promesas originales de democracia que-
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INTRODUCCIÓN
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Camilo Cienfuegos, Fidel Castro y Huber Matos entrando a La Habana.
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1959.~ [...] Fidel Castro es hoy el gobernante más antiguo del mundo, y su vejez se parece al otoño de muchos patriarcas autoritarios. Las promesas originales de democracia quedaron sepultadas por un régimen de partido único fundado en la represión. Las acusaciones de violaciones a los derechos humanos se multiplican y las condiciones de vida
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se vuelven cada día más terribles para los cubanos.
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daron sepultadas por un régimen de partido único fundado en la represión. Las acusaciones de violaciones a los derechos humanos se multiplican y las condiciones de vida se vuelven cada día más terribles para los cubanos. En agosto de 2006, Oscar Arias, presidente de Costa Rica y Premio Nobel de la Paz, dijo unas palabras que sonaron especialmente dramáticas por provenir de un antiguo simpatizante de la revolución: “Para quienes genuinamente creemos que la democracia es un derecho de los pueblos, ha pasado de sobra el tiempo de tapar con hojas de parra lo que todos sabemos. Cuba no es una
democracia ‘diferente’, ni ha seguido un camino propio escogido por el pueblo cubano. Cuba es, lisa y llanamente, una dictadura. Y eso nos duele a quienes amamos la libertad”.
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CUBA FUE EL ÚLTIMO PAÍS AMERICANO en independizarse de España. La guerra de independencia, larga y violenta, fue seguida de cerca por el gobierno de Estados Unidos. En abril de 1898, en circunstancias nunca aclaradas, explotó en el puerto de La Habana el barco de guerra Maine, que había llegado para dar protección a los ciudadanos estadounidenses. El gobierno de Washington lo interpretó como un acto de sabotaje y declaró la guerra. En apenas siete meses, España fue derrotada y debió aceptar la independencia de Cuba. Terminaban así 400 años de colonia. La independencia se declaró en un contexto ambiguo. Los estadounidenses invirtieron grandes sumas en recuperar al país y alentaron la creación de una Asamblea Constituyente Pero también mantuvieron sus tropas e hicieron aprobar la Enmienda Platt, que les daba derecho a supervisar la economía cubana, vetar compromisos internacionales e intervenir en la política interior si la estabilidad institucional estaba en juego. La Enmienda estuvo vigente hasta 1934, y en los hechos transformó a Cuba en un protectorado norteamericano. En las intenciones de los estadounidenses se mezclaban la defensa de sus intereses con la voluntad de tutelar el surgimiento de una nación democrática. Pero este último aspecto falló desde
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La última colonia
el principio. La falta de tradiciones institucionales hizo que los primeros gobiernos cubanos tendieran a saltearse las normas. Los años de guerra habían creado una cultura proclive a resolver los conflictos mediante la violencia. Las prácticas coloniales de una España decadente habían creado un lazo casi indisoluble entre política y corrupción. Rápidamente los cubanos se involucraron en sus conflictos internos y mostraron ser mucho menos dóciles de lo esperado. A lo largo del siguiente siglo, Estados Unidos recurrió a todos los métodos para mantener el control. A veces tuvo éxito y a veces no (sus fracasos durante la era Castro están lejos de ser algo novedoso). Pero, muy frecuentemente, esas intervenciones lo dejaron en posiciones indefendibles. La acumulación de esos episodios fue generando un fuerte sentimiento antinorteamericano entre los cubanos. Durante la primera mitad de siglo XX, la vida política giró en torno a dos militares: Gerardo Machado y Fulgencio Batista. Machado pertenecía al Partido Liberal y llegó al gobierno en 1924. En los primeros años fue popular, gracias a su política de obras públicas y a sus posturas nacionalistas. Pero luego, inspirado en los métodos de Mussolini, ignoró los derechos de sus adversarios e instigó actos criminales contra la oposición. Finalmente intentó modificar la Constitución en beneficio propio y desató una espiral de violencia. El gobierno estadounidense comprendió que la posición de Machado era insostenible y envió a Sumner Welles, un diplomático de carrera, a buscar una salida. Welles no demoró en organizar la caída de Machado y su sustitución por un presidente interino llamado Céspedes. Pero su injerencia aumentó la intensidad del conflicto. En poco tiempo Cuba estaba en una situación revolucionaria: los obreros ocupaban las fábricas y los estudiantes se movilizaban. La situación se agravó cuando se insubordinó un grupo de militares. El portavoz de los amotinados era un carismático sargento llamado Fulgencio Batista. La revuelta terminó con el interinato de Céspedes. En setiembre de 1933 se constituyó un nuevo gobierno presidido por Ramón Grau San Martín, un médico y profesor universitario que se había opuesto a Machado. Pero el gobierno revolucionario solo consiguió sostenerse cuatro meses, en medio de presiones y conflictos. Finalmente, Fulgencio Batista destituyó a Grau, expulsó a los miembros más radicales del gobierno y colocó a un presidente de su confianza.
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| LA REVOLUCIÓN CUBANA HISTORIA RECIENTE
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El nuevo gobierno inició enseguida negociaciones con Estados Unidos, con el doble objetivo de asegurarse el apoyo de Washington y ganar popularidad ante los cubanos. Como resultado de esas negociaciones, se logró abolir la Enmienda Platt. Pero Estados Unidos conservó la base naval de Guantánamo y creció la dependencia comercial de Cuba. Hasta finales de los años treinta se sucedieron varios gobiernos digitados por Batista. Una constante del período fue la actividad de grupos opositores armados, fogueados en la lucha contra Machado, que despreciaban los procedimientos institucionales. Estos núcleos nacionalistas, antinorteamericanos y anticapitalistas, estimularían el surgimiento de grupos universitarios y sindicales que combinaban el compromiso político con la violencia. En esos grupos empezaría más tarde su carrera un joven inteligente y ambicioso llamado Fidel Castro. En 1940 se redactó una nueva Constitución y Batista ganó unas elecciones relativamente limpias. Su orientación política había dado un giro hacia un nacionalismo progresista. Durante esos años gobernó en alianza con el Partido Comunista, que pasó de ser su adversario a ser su principal socio político. Dos comunistas integraban su gabinete. Fue un período de estabilidad institucional, crecimiento económico, políticas sociales generosas y relaciones fluidas con Washington. Cuba se veía favorecida en lo económico y en lo político por la Segunda Guerra Mundial. En 1944 hubo nuevas elecciones, en las que triunfó el mismo Grau San Martín que había sido depuesto diez años antes. Favorecido por la prosperidad, su gobierno realizó obras públicas y mejoró las condiciones de vida. Pero en la memoria de los cubanos se conserva como una época de corrupción y disputas entre bandas armadas. Su sucesor en 1948 fue Carlos Prío. El alto precio internacional del azúcar le permitió continuar con las grandes obras públicas e impulsar nuevos proyectos productivos. La Habana experimentó un desarrollo urbanístico que la convirtió en una de las ciudades más hermosas del continente. Pero la corrupción seguía campeando y la violencia era parte del paisaje. Las siguientes elecciones estaban previstas para 1952. Los candidatos con más posibilidades eran Roberto Agramonte, del Partido Ortodoxo, y Carlos Hevia, del Partido Revolucionario Auténtico. También se presentaba Batista pero, según todos los pronósticos, apenas contaba con un 10 por ciento de apoyo electoral. La perspectiva inquietaba a los militares: tres períodos
consecutivos fuera del gobierno significarían una pérdida de influencia casi irreversible. De modo que las elecciones nunca se realizaron. El 12 de marzo, Batista encabezó un golpe militar.
La lucha contra Batista Bajo la dictadura de Batista, la oposición se dividió entre quienes querían restablecer la democracia con métodos pacíficos y quienes proponían la lucha armada. Entre estos últimos estaba Fidel Castro. En 1953, Castro y un grupo de jóvenes vinculados al Partido Ortodoxo intentaron tomar el cuartel Moncada, en Santiago de Cuba. El asalto fracasó. Murieron unos cincuenta asaltantes, la mayoría tras ser capturados. Fidel Castro consiguió huir y solo se entregó luego de que un obispo católico intercediera para asegurar su integridad f ísica. Fue condenado a quince años de cárcel, pero el asalto al Moncada y el juicio que le siguió lo transformaron en una de las principales figuras de la oposición. El nombre de la organización que fundaría en 1955 (el Movimiento 26 de Julio) recuerda la fecha de ese ataque. Batista se sentía tan respaldado por el ejército y por Estados Unidos que se permitió el gesto de amnistiar a Fidel Castro tras 21 meses de prisión. Luego de ser liberado, Castro viajó a México para organizar una nueva expedición armada. Allí conoció a Ernesto Guevara, un médico argentino que venía de presenciar el golpe contra Jacobo Arbenz en Guatemala. Pronto estaban planeando acciones armadas. Fidel quería coordinar un desembarco con un alzamiento en Santiago de Cuba. Su expectativa era que ambos hechos generaran una rebelión que condujera al colapso del régimen. Varios grupos opositores se les sumaron, incluyendo el dirigido por el ex presidente Prío. Castro se diferenciaba del resto por el radicalismo con que defendía la vía armada, pero no por proponer un programa político diferente. El objetivo era reinstalar el orden constitucional y realizar elecciones libres. Pero el desembarco volvió a fracasar. Los hombres de Castro fueron sorprendidos al llegar y la mayor parte perdió la vida. Tampoco funcionó el levantamiento en Santiago de Cuba. Batista hubiera podido exterminar a la oposición armada en ese momento. Algunos piensan que no lo hizo porque subestimó la amenaza, y otros creen que la presencia de insurrectos le permitía justificar sus excesos. Fidel y sus hombres se refugiaron en Sierra Maestra, sin perspectivas alentadoras. El gobierno de Batista lo daba por muerto y mucha gente le creía. Pero,
Historia oficial, historia real La dictadura de Batista dejó una situación política deplorable pero, contra lo que dice la historia oficial hasta hoy, Cuba estaba lejos de ser un país atrasado en materia económica y social. De hecho, las revoluciones no suelen ocurrir en países particularmente atrasados. No lo era Francia en 1789, ni Rusia en 1917, ni Cuba en 1958. La economía creció vigorosamente en las décadas previas a la revolución. En el correr de los años veinte, el capital norteamericano invertido en la isla fue de 200 millones de dólares, las inversiones británicas 60 millones, las francesas 12 millones y las alemanas 4,5 millones. Entre 1943 y 1948, la producción de azúcar aumentó un 50 por ciento, lo que generó un incremento del 40 por ciento en la renta nacional. Este despegue, sumado a la escasez de importaciones provocada por la guerra, creó un superávit comercial de más de 120 millones de dólares por año. Esta abundancia de recursos impulsó la actividad económica. A mediados de los cincuenta, la industria fabricaba unos diez mil productos y existía un comercio cada mil habitantes. A principios de los años cincuenta, el ingreso per cápita era un tercio superior al de Chile y el doble que el de España. Cuba estaba en el primer lugar de América Latina en cantidad de teléfonos y autos por habitante, y ocupaba el tercer lugar en consumo diario de alimentos, luego de Argentina y Uruguay. La distribución del ingreso se encontraba entre las menos desiguales del continente, a corta distancia de Uruguay y Costa Rica. En 1953, la tasa de alfabetización era del 76,4 por ciento, una cifra muy similar a la de Costa Rica. En 1956 había un médico cada 960 habitantes, lo que la ubicaba en el undécimo lugar en el mundo. La mortalidad infantil en 1957 era de 32 por cada mil niños nacidos vivos (en Uruguay, en 1970, era de 48). En 1956 había 4 camas de hospital cada mil habitantes: una cifra que no ha sido alcanzada por muchos países de América Latina. Las mujeres tuvieron derecho a voto desde 1934. Pese a lo anterior, la sociedad cubana estaba cargada de tensiones. Las oportunidades económicas existían, pero se desperdiciaban continuamente debido a la corrupción y a la mala administración. La clase media tenía un nivel de vida superior al de casi toda América Latina, pero sus miembros se comparaban con Estados Unidos, lo que generaba frustración y sensación de rezago. El autoritarismo y la arbitrariedad eran una constante fuente de insatisfacción y alentaban los deseos de cambio. A fines de los cincuenta, el panorama se agravó por una caída de los precios internacionales del azúcar. En el momento en que triunfó la revolución, el 17 por ciento de los cubanos activos estaba sin trabajo, y otro 13 por ciento estaba subempleado.
en febrero de 1957, un corresponsal del New York Times llamado Herbert L. Matthews consiguió encontrarlo en plena sierra. Durante tres horas de charla, Fidel desplegó todo su magnetismo personal y transmitió la imagen de una guerrilla fuerte y organizada. Mientras hablaba (según contaría el propio Castro) hacía desfilar en círculo a sus pocos hombres para dar la sensación de que contaba con tropas numerosas. Las notas de Matthews causaron sensación tanto en Estados Unidos como en Cuba. La guerrilla empezó a ganar adeptos en las clases medias y a afirmarse en las montañas. En las ciudades se incrementaron los atentados. Un grupo de estudiantes pertenecientes al Directorio Revolucionario (una organización independiente de la guerrilla) atacó el Palacio Presidencial y estuvo a punto de matar a Batista. La resistencia urbana jugó un papel decisivo y perdió más gente a manos de Batista que la guerrilla en las sierras. Batista se alarmó y decidió liquidar la insurrección, pero ya no era fácil. Las fuerzas armadas estaban tan corrom-
pidas como las demás instituciones del Estado. Las tropas (unos 40 mil hombres) mostraban poca disposición a pelear. Muchos oficiales vendían información y armas al enemigo. En febrero de 1958, Radio Rebelde inició sus transmisiones desde Sierra Maestra, a la que definía como “territorio libre”. Casi nadie sabía entonces que las fuerzas de Castro no llegaban a 250 hombres. Pero el país estaba en estado de insurrección, y daba la impresión de que existía una fuerte coordinación entre las acciones de resistencia. En marzo, el gobierno estadounidense prohibió la venta de armas a Cuba para obligar a Batista a buscar una solución política. A esta restricción se sumó una serie de fracasos militares. El 9 de diciembre de 1958, un enviado del presidente Eisenhower le pidió a Batista que dimitiera. El dictador se negó. Pero, en la madrugada del 1º de enero de 1959, Batista escapó a República Dominicana junto a cuarenta incondicionales. El dictador prepotente y violento había caído casi sin oponer resistencia: durante toda la insurrección, sus tropas habían perdido unos 300 hombres.
1952-1959
cronología
HISTORIA RECIENTE
Fulgencio Batista.
Fidel Castro entró a La Habana el 8 de enero, rodeado de barbudos que sorprendían por su juventud y buen comportamiento. Fueron recibidos por multitudes, en un clima de euforia y esperanza. Varios miembros del gobierno revolucionario eran figuras respetadas. El nuevo presidente, Manuel Urrutia, había sido un juez respetable. El nuevo primer ministro, José Miró Cardona, había presidido con dignidad el Colegio de Abogados. Roberto Agramonte, el nuevo ministro de Relaciones Exteriores, había sido candidato presidencial del Partido Ortodoxo. En varios puestos de importancia se restituyeron figuras que habían renunciado tras el golpe de Batista. El antiguo primer ministro del presidente Prío fue nombrado embajador en Estados Unidos. El menos conocido del grupo era el propio Castro, que se había vuelto famoso como guerrillero pero cuyas ideas nadie conocía. Como él mismo reconoció más tarde, Castro no era entonces comunista ni marxista, sino un hombre de acción con inclinaciones políticas. Las discusiones teóricas en las que se embarcaba su hermano Raúl con el “Che” tendían a fastidiarlo. Tampoco tenía un plan de gobierno. Según los observadores más benévolos, lo que le atraía era el heroísmo y no la ideología. Según sus críticos, era un enamorado del poder. Javier Pazos, un antiguo combatiente, lo describió así en 1962: “El Fidel Castro que conocí en Sierra Maestra (…) no era para nada un marxista, ni estaba particularmente interesado en la revolución social. Era sobre todo un oportunista político, un hombre de gran voluntad y con una ambición extraordinaria”. Castro asumió como comandante en jefe del ejército. No integraba el gabinete, pero desde el inicio creó una suerte de gobierno paralelo en sus oficinas del hotel Habana Hilton. En el momento de llegar a La Habana, Castro desechó toda idea de construir un régimen de partido único y anunció que habría elecciones libres. El 11 de enero, en una entrevista para la cadena CBS, anunció que se daría libertad a todos los partidos políticos. El 16 de enero, en
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Una revolución triunfante
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1960
1952
12 de marzo: Fulgencio Batista asume como dictador.
1953
26 de julio: asalto al cuartel Moncada.
25 de junio: el gobierno cubano expropia las petroleras extranjeras.
1956
2 de diciembre: Fidel Castro y 82 revolucionarios llegan a Cuba en el yate “Granma”.
6 de julio: el gobierno de Eisenhower reduce la cuota azucarera de Cuba.
1959
1º de enero: Fulgencio Batista abandona Cuba. 17 de mayo: primera Ley de Reforma Agraria en Cuba. Detención de Huber Matos.
1960
4 de febrero: Anastas Mikoyan visita Cuba.
17 de agosto: el gobierno cubano expropia numerosas empresas y todos los bancos estadounidenses. 19 de octubre: el gobierno estadounidense prohíbe las exportaciones a Cuba, excepto comida y medicamentos.
¿Bloqueo o embargo?
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Un argumento utilizado por el régimen cubano para explicar sus dificultades económicas es el bloqueo al que lo tendría sometido Estados Unidos: si Cuba no puede comerciar con el mundo y mejorar la calidad de vida de sus habitantes, es porque se lo impide el gobierno de Washington. Pero la realidad es que ese bloqueo solo existió entre el 22 y el 28 de octubre de 1962. Desde entonces, lo que existe es un embargo. Un bloqueo es una acción militar que consiste en aislar una ciudad, puerto o región, para impedir que reciba suministros. Cuando una ciudad o país están bloqueados, no pueden tener ningún intercambio con el exterior. Por esta razón, el bloqueo es considerado por el Derecho Internacional como un acto de guerra. En el artículo 42 de la Carta de las Naciones Unidas se lo incluye entre las acciones que puede ordenar el Consejo de Seguridad cuando decida intervenir “por medio de fuerzas aéreas, navales o terrestres”. El embargo no es una acción militar sino una sanción comercial. Normalmente consiste en la prohibición de exportar ciertas mercaderías a un destino determinado (por ejemplo, prohibir la venta de armas a un país agresor). La palabra también se utiliza para referirse a la prohibición general de comerciar con un país. En todos estos casos, se trata de la decisión que un país toma para restringir la actividad comercial de sus propias empresas. El artículo 42 de la Carta de las Naciones Unidas incluye el embargo entre las medidas que el Consejo de Seguridad puede recomendar cuando se trate de aplicar sanciones “que no impliquen el uso de la fuerza armada”. Se trata de medidas que un país adopta en contra de otro, sin afectar las decisiones de terceros. Esa es una diferencia esencial con el bloqueo, que impide que un tercer país comercie con el que ha sido bloqueado. Estados Unidos bloqueó a Cuba, por orden del presidente Kennedy, durante la crisis de octubre de 1962. El objetivo era evitar la llegada de barcos soviéticos que transportaban materiales para la instalación de misiles. El bloqueo fue uno de los factores que condujeron a una rápida salida de la crisis, ya que ambos bandos temían que el intento de frenar a los barcos soviéticos con-
dujera a una escalada militar. Una vez terminada la crisis, el bloqueo se levantó. Lo que sigue existiendo hasta hoy, y empezó a existir antes del bloqueo, es un embargo comercial que Estados Unidos mantiene contra Cuba. La primera limitación a las exportaciones con destino a la isla se aprobó en octubre de 1960, como respuesta a las expropiaciones de empresas estadounidenses. Fue una decisión previa a la ruptura de relaciones diplomáticas, aprobada por el presidente Eisenhower en 1961. El presidente Kennedy reforzó el embargo a principios de 1962 (es decir, antes de la crisis de los misiles), agregando restricciones a los viajeros estadounidenses que quisieran llegar a Cuba y congelando los fondos cubanos en Estados Unidos. Esto último era una respuesta a las expropiaciones sin pago de indemnización. A partir de 1992, el embargo tuvo fuerza de ley. Las restricciones a los viajeros fueron suavizadas durante el gobierno de Carter, fortalecidas durante el de Reagan y eliminadas en junio de 2004. Entre julio de 1964 y julio de 1975, los países de la OEA impusieron sanciones a Cuba que, sin llegar a un embargo, afectaban el libre comercio. Esas sanciones no involucraban a los países europeos, asiáticos ni africanos. Desde que esas medidas cayeron en 1975, Cuba tuvo plena libertad para comerciar con el mundo, excepto Estados Unidos. Si sus intercambios comerciales no fueron más intensos, fue porque los cubanos privilegiaron sus intercambios muy favorables con el bloque socialista. Las cosas se hicieron menos claras en junio de 1996, cuando fue aprobada en Washington la Ley Helms-Burton. Esa norma incluye algunas disposiciones que fueron vistas como un intento de involucrar a terceros países en el embargo. Según lo establecido, las empresas que hagan negocios con Cuba no podrán hacerlo con Estados Unidos; los barcos que atraquen en Cuba no pueden entrar a puertos estadounidenses en los seis meses siguientes; las empresas extranjeras que comercien con propiedades expropiadas a estadounidenses podrán ser sancionadas por la justicia y el gobierno de Estados Unidos. Estas disposiciones recibieron duras críticas, en especial desde Europa y Canadá. En octubre del año 2000, el gobierno del presidente Clinton flexibilizó el embargo al readmitir la venta de alimentos y medicamentos a Cuba.
Curiosamente, el gobierno cubano se negó. Pero el huracán Michelle, que castigó a la isla en noviembre de 2001, lo hizo cambiar de idea. El embargo es la más criticada de las medidas que Washington ha tomado en relación a Cuba. Algunos sostienen que, al haberle dado carácter permanente a una medida concebida como coyuntural, el embargo constituye una violación al libre comercio. Otros señalan que la medida coloca a Estados Unidos en una posición indefendible: mientras se prohíbe el comercio con Cuba, se profundizan las relaciones con China comunista. Otros señalan que es una medida torpe porque le proporciona a Castro una excusa para justificar sus fracasos. Pero lo que no puede decirse es que el embargo le impida a Cuba comerciar con el mundo. Este hecho es reconocido por el propio régimen cubano: un documento del Organismo Nacional de Estadísticas publicado en 2006 informa que la isla comercia con aproximadamente la mitad de los países del planeta, incluyendo todos los que integran la Unión Europea, todos los países americanos, 20 países de Asia, 10 de África y 3 de Oceanía. El 48 por ciento de sus exportaciones se dirige a Europa y el 42 por ciento a los países del continente americano. El 51 por ciento de sus importaciones provienen de alguna de las tres Américas, el 25 por ciento de Europa y el 21 por ciento de Asia. Otras fuentes revelan que, a pesar del embargo y de la Ley Helms-Burton, los intercambios con Estados Unidos son intensos. Desde que se permitió la venta de alimentos, Cuba importó unos 1.500 millones de dólares. Los principales rubros son pollo, trigo, maíz, arroz y granos. Las ventas estadounidenses a Cuba fueron de 392 millones de dólares en 2005 y de 340 millones en 2006. Las cifras oficiales cubanas indican que Estados Unidos es el cuarto proveedor de la isla, aportando el 6 por ciento de las importaciones. A este flujo de intercambios hay que agregar las remesas de cubanos residentes en Estados Unidos, que son del orden de los mil millones de dólares anuales. El embargo puede ser una medida absurda, pero no alcanza para explicar la situación económica de Cuba.
9 1960-1962
1961
25 de octubre: el gobierno cubano expropia las últimas empresas estadounidenses.
27 de octubre: es derribado un avión estadounidense U2 que volaba sobre Cuba.
3 de enero: Estados Unidos rompe relaciones diplomáticas con Cuba.
28 de octubre: Khrushchev anuncia el retiro de los misiles en Cuba, a cambio del compromiso estadounidense de no invadir la isla.
15 de abril: intento de desembarco en Playa Girón (Bahía de Cochinos). 2 de diciembre: Castro se proclama marxistaleninista. 1962
1962-1967
22 de octubre: Kennedy anuncia el bloqueo naval de Cuba.
1963
13 de octubre: segunda Ley de Reforma Agraria.
1966
3-15 de enero: se realiza en La Habana la Primera Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina, conocida como la “Tricontinental”.
1967
31 de julio - 10 de agosto: se realiza la conferencia de la OLAS en La Habana.
> A principios de julio de 1989, Gabriel García Márquez, uno de los pocos intelectuales de relieve que aún apoyan a Castro, hizo un rápido viaje a La Habana. Poco antes habían sido anunciadas las condenas a muerte del general Arnaldo Ochoa y otros tres altos jefes militares. El mundo miraba con horror lo que iba a suceder, y García Márquez viajó para hablar con Fidel con la tímida esperanza de frenarlo. En una breve conversación que tuvieron a las dos de la mañana, García Márquez dijo: “No quisiera estar en tu pellejo. Si los ejecutan, nadie en la tierra creerá que no fuiste tú quien impartió la orden”. Fidel respondió: “He consultado a todos los organismos del Estado y encuentro una mayoría abrumadora a favor del fusilamiento”. La gestión de García Márquez fue inútil. El 13 de julio, los cuatro hombres fueron fusilados. A su retorno, el escritor comentó con amargura que los gobernantes no perciben que siempre les dicen lo que quieren escuchar. García Márquez olvidó que, en las sociedades democráticas, existen instituciones como la prensa libre y los partidos de oposición, cuya tarea es justamente decirles a los gobernantes lo que ellos preferirían no oír. El problema no es que Fidel no perciba que le dicen lo que él quiere. El problema es que fusila a los que dicen algo diferente.
1967-1989
1989-1991
9 de octubre: Ernesto Guevara es ejecutado en Bolivia.
visita oficial a La Habana y anuncia el fin de las subvenciones.
1968
Marzo: se lanza la “ofensiva revolucionaria”.
25 de junio: empieza el juicio a Ochoa y otros oficiales.
1970
16 de mayo: Castro admite el fracaso de la zafra de los diez millones.
1971
20 de marzo: el poeta Heberto Padilla hace una lectura pública de poemas que conducen a su detención.
1989
2 de abril: Mikhail Gorbachov llega en
1990
1991
29 de diciembre: la Unión Soviética y Cuba firman un nuevo acuerdo económico que pone fecha al fin de las subvenciones. 6 de marzo: las Naciones Unidas aprueban una resolución contra Cuba.
acusados recibieron largas condenas. Castro apoyó las sentencias diciendo: “La justicia revolucionaria no se basa en preceptos legales, sino en la convicción moral”. El 13 de marzo se organizó un acto de masas al que convocaron las dos organizaciones que habían impulsado la lucha armada: el Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario. Pero, por primera vez, también figuraba el Partido Comunista. El hecho resultaba asombroso para muchos, porque el Partido Comunista había integrado el gobierno constitucional de Batista y, tras el golpe de 1952, se había opuesto a la insurrección armada. En abril de 1958, los comunistas se habían servido de su aparato sindical para boicotear una huelga general convocada por los guerrilleros. Para los más informados, el hecho tenía su explicación. Cuando la caída de Batista se había hecho inminente, los comunistas cubanos habían buscado acercarse a la guerrilla. Sus principales contactos habían sido Ernesto Guevara y Raúl Castro. El Partido Comunista no era grande pero tenía cosas valiosas que ofrecer a la revolución: una militancia disciplinada, el control de muchos sindicatos, un vínculo privilegiado con la Unión Soviética y dirigentes bien preparados (algunos con experiencia en el gobierno de Batista, como Carlos Rafael Rodríguez). En los meses siguientes, varios comunistas pasaron a ocupar puestos importantes.
El adiós al programa democrático En abril todavía parecía posible un entendimiento entre el nuevo régimen y el gobierno de Washington. El 15 de ese mes, Fidel Castro viajó a Estados Unidos y habló en las universidades de Harvard y Princeton. También se entrevistó con altos funcionarios, incluido el vicepresidente Richard Nixon. En esos días Castro dio la imagen de un líder nacionalista y democrático. Desde Estados Unidos viajó a Canadá, y luego visitó Río de Janeiro, Buenos Aires y Montevideo. En todas partes recibió muestras de apoyo.
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Por Pablo da Silveira
un acto ante la tumba del fundador del Partido Ortodoxo, dijo rotundamente que no era comunista. El 22 de enero lo repitió en una conferencia de prensa. En los últimos días de enero, durante una visita a Venezuela, anunció que habría un nuevo parlamento en dos años y que no aspiraba a gobernar Cuba. Pero al mismo tiempo empezaron a ocurrir hechos intranquilizadores. El 6 de enero se suspendió la actividad de los partidos políticos. La medida fue presentada como transitoria y se justificó en la necesidad de introducir ajustes a la Constitución. Poco después se anularon los derechos políticos de quienes habían sido candidatos en las elecciones de 1954 y 1958. También empezaron los juicios sumarios, que condujeron al fusilamiento de cientos de miembros del aparato represivo de Batista. La mayor parte de esas personas había cometido crímenes, pero sus casos fueron examinados por “tribunales populares” que no ofrecían garantías. El juicio y condena a tres famosos represores (el mayor Sosa Blanco y los coroneles Grau y Morejón) dejó una mala impresión dentro y fuera de fronteras. Los acusados fueron juzgados en un estadio, bajo la gritería de las tribunas. La prensa comparó lo ocurrido con un espectáculo en un circo romano. El 7 de enero, el gabinete ministerial aprobó una “ley fundamental” mediante la que se atribuía potestades legislativas, incluida la de modificar la propia “ley fundamental”. La medida destruía la división de poderes y condujo a la renuncia del primer ministro Miró Cardona. Fidel Castro lo sustituyó el 16 de febrero de 1959, y enseguida anunció que se postergaban las elecciones. Durante el mes de marzo hubo un juicio público a cuarenta y cuatro aviadores militares de Batista. Los pilotos fueron acusados como criminales de guerra, pero la defensa mostró que no lo eran. En lugar de bombardear poblaciones, como les habían ordenado, habían tirado sus bombas en zonas despobladas. Los acusados fueron declarados inocentes, pero Castro rechazó el veredicto. Una nueva corte fue designada y todos los
HISTORIA RECIENTE
Lo que los gobernantes no quieren oír
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1991-1996
31 de diciembre: la Unión Soviética deja de existir. 1992
1º de febrero: George H. Bush y Boris Yeltsin declaran públicamente el fin de la Guerra Fría.
1994
13 de julio: naves cubanas hunden un remolcador que transportaba a cubanos que intentaban llegar a Miami. Entre las víctimas hay unos 20 niños.
1996
24 de febrero: aviones cubanos derriban avionetas tripuladas por miembros de una organización humanitaria fundada por cubanos residentes en Miami.
HISTORIA RECIENTE
| LA REVOLUCIÓN CUBANA
El 17 de mayo de 1959, el gobierno aprobó la primera Ley de Reforma Agraria, que expropiaba las posesiones de más de 400 hectáreas. A cambio se ofrecía una indemnización en bonos a 20 años. Las tierras se distribuirían entre pequeños propietarios o se asignarían a cooperativas bajo control estatal. La ley solo afectaba al 40 por ciento de la tierra explotable y, tratándose de una reforma agraria, no era particularmente radical: la tasa del 4,5 por ciento que pagaban los bonos era superior a la que se había pagado con la reforma agraria de MacArthur en Japón. El gobierno de Washington envió una nota oficial expresando preocupación y pidiendo rápidas compensaciones, pero su primera reacción no fue virulenta: a mediados de 1959, Estados Unidos aumentó la cuota de azúcar que le compraba a Cuba. Pero la medida generó una tormenta en la propia isla: los líderes de las principales organizaciones de productores anunciaron que estaba en juego la viabilidad económica del azúcar y el tabaco; los voceros de varias empresas estadounidenses pronosticaron una caída de la inversión extranjera; las relaciones entre los miembros moderados y radicales del gobierno se tensaron; muchos cubanos que habían apoyado la revolución empezaron a tener dudas. Por primera vez, Castro y su entorno tuvieron oposición. El 12 de junio, Castro denunció un complot dentro del gobierno y destituyó a varios ministros. El 13 de junio, en una aparición por televisión, trató de “traidores” a quienes se oponían a la reforma agraria y recordó que no habría elecciones mientras no se consolidara la revolución. Mientras hablaba, varias bombas explotaron en La Habana. Inmediatamente comenzaron los arrestos. Poco después se introdujo la pena de muerte para los “contrarrevolucionarios”. El 29 de junio, el jefe de la fuerza aérea revolucionaria, Pedro Díaz Lanz, hizo una conferencia de prensa. Díaz había abastecido como piloto a la guerrilla en Sierra Maestra y había formado parte de la corte que había condenado a los aviadores de Batista, pero ese día
11 1996-2004
11 de junio: se aprueba la ley Helms-Burton. 1998
21-26 de enero: el papa Juan Pablo II visita Cuba.
2003
18 de marzo: 75 disidentes (periodistas, profesionales, defensores de los derechos humanos) son detenidos y condenados a largas penas de cárcel.
2004
14 de diciembre: Cuba y Venezuela firman los acuerdos fundadores del ALBA. Cuba vuelve a recibir petróleo a precios subvencionados.
Azúcar amargo Desde que el gobernador Diego Velázquez la introdujo en el siglo XVI, la producción de azúcar se hizo parte de la historia de Cuba. Su importancia fue decisiva a partir de 1791, cuando la revolución haitiana destruyó la principal industria azucarera del mundo. En 1868, Cuba producía el 28 por ciento del total mundial. La industria sufrió durante la guerra de independencia (18951898), pero volvió a recuperarse durante la Primera Guerra Mundial. En 1919 se hizo la primera zafra de cuatro millones de toneladas. Durante la Gran Depresión hubo una nueva caída, pero la recuperación llegó con la Segunda Guerra. Las exportaciones de azúcar aportaron durante décadas el 80 por ciento de los ingresos de la economía cubana. A través de la industria azucarera se forjó el lazo entre Cuba y Estados Unidos. En 1877, el mercado estadounidense absorbía el 80 por ciento del azúcar cubano. En 1906, las empresas norteamericanas instaladas en la isla aportaban el 15 por ciento de la producción total, y medio siglo después superaban el 50 por ciento. En 1958, las exportaciones a Estados Unidos (principalmente azúcar) representaban dos tercios de las exportaciones cubanas. Este vínculo comercial tenía repercusiones políticas: Estados Unidos le daba un tratamiento preferencial a la producción cubana, pero pretendía incidir en la vida de la isla. Otro rasgo del azúcar que tuvo efectos políticos es la tendencia a generar fuertes fluctuaciones en el mercado de empleo: la producción azucarera da trabajo a mucha gente, pero sólo durante unos tres meses al año. Esto dio lugar al nacimiento de un proletariado rural más preocupado por los salarios y condiciones laborales que por adquirir tierra y trabajarla. Esa población estaba muy conectada con los obreros de las ciudades y jugó un papel importante durante el levantamiento contra Batista. El azúcar estuvo presente en la ruptura con Estados Unidos y el acercamiento con la Unión Soviética. La reforma agraria de 1959 incluyó la expropiación de las grandes propiedades rurales, la mayoría de las cuales estaban en manos estadounidenses. Las medidas de compensación fueron consideradas insuficientes por el gobierno de Washington. En julio de 1960, Estados Unidos redujo en 700 mil toneladas la cuota de azúcar que compraba a Cuba. La Unión Soviética propuso de inmediato comprarlas a precios superiores. De la mano del azúcar, Cuba entró en el bloque socialista y generó una dependencia aun más fuerte que la que había tenido con Estados Unidos. La caña se convirtió en un emblema del crecimiento económico prometido por la revolución. Se fijaron objetivos ambiciosos y se organizaron grandes operativos para el tiempo de cosecha. El objetivo era llegar a los 10 millones de toneladas en 1970,
pero nunca se alcanzó. Desde entonces la industria vivió una larga decadencia. La producción de azúcar se contrajo un 57,4 por ciento entre 1989 y el año 2000, y la caída continuó desde entonces. En 2001 se produjeron 3,5 millones de toneladas (un 13 por ciento menos que el año anterior). En 2002 se llegó a 3,6 millones, pero en 2003 apenas se produjeron 1,3 millones, lo que significaba un retroceso de un siglo. En 2004 hubo una ligera recuperación, pero la cosecha de 2005, en un contexto de fuerte sequía, fue nuevamente de 1,3 millones. En el año 2000, Cuba empezó a importar azúcar desde Brasil. La caída de la producción tuvo consecuencias sobre el empleo. En la cosecha de 2006, solo 42 ingenios procesaron caña. Pocos años antes, lo hacían 156. En los años ochenta, la actividad movilizaba a 400 mil trabajadores. En el año 2002, el cierre definitivo de 71 plantas dejó sin empleo a unas 100 mil personas. La superficie plantada se redujo un 23 por ciento entre 1989 y 2000. Muchas tierras se dedican ahora a otros cultivos, o han sido abandonadas. Pero la caída de la producción no se debe solo a que se plante menos, sino también a una fuerte caída del rendimiento: durante los años 90, la productividad en Cuba fue de 35 toneladas métricas por hectárea, cuando la media mundial según FAO sobrepasa las 60. ¿Cómo puede explicarse este colapso? Las autoridades cubanas apelan a los desastres naturales (huracanes, sequías) y a la caída de los precios internacionales, pero los especialistas no creen que sea suficiente. Las condiciones climáticas adversas efectivamente existieron, pero también afectaron a otros países de la región que no tuvieron desplomes semejantes. En cuanto a la caída de los precios internacionales, se trata de un fenómeno largamente anunciado: el aumento de la oferta generado por la aparición de nuevos productores (Brasil, India, Tailandia, Australia) y la caída de la demanda debida a cambios en los hábitos (incluyendo el consumo de edulcorantes) fueron procesos que dieron tiempo para reaccionar. La verdadera explicación es que el régimen cubano nunca tomó medidas para defender su industria azucarera: no invirtió lo necesario para mantenerse tecnológicamente al día, no intentó diversificarse, hizo un uso irracional de la tierra hasta agotarla, no generó incentivos ni tuvo reacciones comerciales ante la aparición de competidores. En palabras del economista cubano Oscar Espinosa, “la estrategia seguida por las autoridades se basó exclusivamente en el alto precio que hasta fines de los años 1980 pagó a Cuba el bloque soviético, lo cual, al parecer, llevó a pensar que esa coyuntura favorable persistiría por siempre”. El resultado es que, mientras en 1960 Brasil producía la mitad de azúcar que Cuba, hoy produce 16 veces más.
El caso Matos En los meses siguientes Castro impulsó una serie de medidas dirigidas a mejorar las condiciones de vida: rebaja del precio de los artículos de primera necesidad y de los servicios públicos, reducción de alquileres, creación de miles de empleos estatales, aumento de salarios. El efecto de esas medidas solo podía durar el tiempo que duraran las reser-
CUBA VISTA POR DOS INTELECTUALES LATINOAMERICANOS
El sueño roto de una generación
> Pocas veces, o nunca en nuestra historia política, un hecho externo tuvo consecuencias tan directas en la realidad local como la revolución cubana encabezada por Fidel Castro. El triunfo de los castristas, en enero de 1959, fue revulsivo y movilizador. Prédicas antiimperialistas de medio siglo de antigüedad que ahora cobraban nueva vida, políticas sociales que solo habrían imaginado unas pocas personalidades de izquierda, confiscaciones, fusilamientos a los más odiados colaboradores del régimen de Batista, y una serie de audaces medidas de gobierno, dieron un formidable impulso a las esperanzas de grandes sectores de América Latina. Este entusiasmo inicial, que tuvo repercusiones tan importantes como el triunfo de Alfredo Palacios en Buenos Aires en 1961, en una campaña electoral llevada adelante bajo el signo castrista, fue debilitándose, sin desvanecerse del todo, a medida que se hizo notoria la dependencia de Cuba de la Unión Soviética. El papel jugado por Castro durante la crisis de los misiles le hizo perder buena parte de las adhesiones que había logrado tanto en el continente como en Europa. La represión de intelectuales, como Heberto Padilla, le restó el apoyo de estudiantes y académicos. A medida que el gobierno de Castro acentuaba su autoritarismo, mientras personalidades destacadas de todo el mundo le iban retirando su inicial simpatía, los núcleos duros de la izquierda continental acentuaban su adhesión, tan incondicional como exasperada. Así, en Argentina se constituyó una guerrilla (de final desastroso) que seguía las instrucciones revolucionarias de la experiencia cubana; pero también, poco antes, el presidente Frondizi había estado a punto de ser derrocado por haber recibido al “Che” Guevara. Es que la revolución cubana dividía aguas en todos lados. Y las siguió dividiendo aunque el régimen se fuera gradualmente esclerotizando. La torpe
política de Estados Unidos en relación con la isla contribuyó a que esta fuera mirada como un símbolo antiimperialista y una experiencia política y social única en el mundo, sobre todo después del derrumbe de la Unión Soviética. Mientras escribo estas líneas, la deteriorada salud de Castro afirma la certeza de la inevitable clausura de una etapa del régimen inaugurado en 1959. Es difícil pensar en el futuro de Cuba sin la presencia de quien ha sido su líder durante tanto tiempo, y el abanico de posibilidades que se abre ante su ausencia presenta toda clase de alternativas posibles. Sea como sea, es indiscutible que la revolución cubana sacudió en su momento a América Latina, renovó el lenguaje y la praxis de la hasta entonces mortecina izquierda continental, planteó urticantes dilemas como el de las libertades bajo el socialismo. Fue, en suma, una aventura humana cargada de fantasía y de sueños que en su tiempo sedujo a grandes porciones de los pueblos continentales. Y esa es una realidad histórica que habrá que tener en cuenta cuando se haga el balance definitivo de ese fenómeno iniciado hace casi medio siglo en una isla del Caribe.
Félix Luna es uno de los historiadores más reconocidos de la Argentina. Fundador y director de la revista Todo es Historia, publicación de divulgación histórica que sale desde hace 40 años. También es autor de El 45, la trilogía Perón y su tiempo, Soy Roca y la Historia integral de los argentinos, entre otros. Con Ariel Ramírez compuso la letra de La Navidad Nuestra, Mujeres argentinas y Cantata Sudamericana. Es miembro de la Academia Nacional de la Historia y de la Academia Nacional de Ciencias Políticas de la Argentina. Este texto fue especialmente elaborado para la presente entrega de Historia Reciente.
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Por Félix Luna
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no obedeció: “Estoy contra cualquier tipo de dictadura (…), especialmente la del sistema comunista”. Al día siguiente escapó a Estados Unidos, y explicó que había hecho esas declaraciones porque, a bordo del avión presidencial, había escuchado conversaciones entre Fidel y Raúl que anunciaban la entrega de la revolución al comunismo. Díaz era popular entre los oficiales de la Fuerza Aérea, lo que desató una purga. El 27 de junio el presidente de Cuba, Manuel Urrutia, dijo por televisión que no era comunista y que avanzar hacia la dictadura del proletariado sería frustrar una revolución humanista. El 30 de junio, uno de los principales dirigentes del comunismo cubano lo acusó de deslealtad hacia la revolución. La prensa empezó a atacar al presidente, quien a su vez acusó a los comunistas de querer adueñarse de la revolución. Entonces Castro movió sus piezas: el 17 de julio renunció como primer ministro y, en un discurso televisado, acusó a Urrutia de ser corrupto y de estar preparándose para salir de Cuba. Mientras Castro hablaba, una manifestación se concentró frente al palacio presidencial reclamando la renuncia de Urrutia. Pocas horas más tarde Urrutia había renunciado. Entonces Castro anunció que iba a someter su liderazgo al pronunciamiento de las masas y convocó a una manifestación a realizarse el siguiente 26 de julio. En los días siguientes se designó a Osvaldo Dorticós como nuevo presidente y se lanzó una gran campaña en favor de Castro. El 26 de julio hubo desfiles militares y una gran movilización. Ante la plaza repleta, Dorticós informó que se habían recibido innumerables pedidos para que Castro volviera a ser primer ministro. Una ovación le respondió. Entonces Castro apareció en el estrado y habló durante cuatro horas. Cuando terminó, había sido confirmado en el cargo por aclamación. Desde entonces asumió que ya no hacían falta las elecciones.
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Textos exclusivos para Historia Reciente
Balance de un fracaso Por Carlos Alberto Montaner
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> Ningún gobernante del mundo contemporáneo
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ha estado en el poder casi medio siglo de forma ininterrumpida. En enero de 1959 Fidel Castro tenía 32 años y era un joven que no conocía la duda. En agosto de 2007 cumplirá 81 y es un anciano indiferente ante la realidad. Durante ese periodo ha hecho en Cuba lo que ha querido. Cuando inició su gobierno estaba convencido de que en dos décadas Cuba estaría a la cabeza del planeta, con un nivel de desarrollo como el de Estados Unidos, como aseguró el Che Guevara en agosto de 1961, precisamente en Punta del Este. ¿Cómo lo lograría? Muy sencillo: el Estado, tras confiscar los medios de producción, se convertiría en un formidable empresario industrial, agrícola y comercial, y dirigiría las fuerzas productivas del país. Para ello contaba con el desinteresado apoyo de la URSS y del campo socialista. Dado que se aniquiló a la oposición, y como no existían instituciones de contrapeso (Parlamento, Poder Judicial o prensa independientes), el camino emprendido sería corto, rápido y sin tropiezos. ¿Qué ha ocurrido realmente? En ese período, la isla ha pasado de ser uno de los países más prósperos de América Latina (el tercero, tras Argentina y Uruguay), receptor neto de inmigrantes europeos, a uno de los más pobres, del que se largaría el 56% de la población si tuviera la oportunidad de hacerlo. En ese lapso, dominado por la dictadura y la incompetencia, pese a treinta años de subsidio soviético (cien mil millones de dólares amargamente contados por la economista rusa Irina Zorina), la sociedad ha visto agravarse hasta el martirio casi todos los elementos esenciales que configuran una existencia material decente. La comida y la ropa escasean y están racionadas desde 1961. El transporte es una especie de tortura colectiva en la que los trabajadores consumen hasta cuatro y cinco horas al día dentro (o colgados) de unos vehículos inverosímiles. El déficit de vivienda es una pesadilla. Hay años en los que caen más edificaciones de las que se construyen. En los hogares −devastados por el clima tropical, con los mismos colchones desde
hace décadas− tienen que convivir hasta tres generaciones. Se dispone de agua a ratos y no todos los días. El suministro de energía eléctrica se interrumpe con frecuencia. Hay menos líneas telefónicas que en República Dominicana y menos teléfonos inalámbricos que en Haití. No es que haya poco acceso a Internet. El asunto es más grave: exceptuados los cuadros “de confianza”, se prohíbe y persigue la conexión con la web, de la misma manera que se castiga severamente al que logra construir una antena para asomarse a la televisión extranjera. Mientras el mundo reconoce que vivimos en la era de la información y todos los gobiernos se esfuerzan en que los ciudadanos se informen y aprendan, el de Cuba se dedica a impedir que los cubanos tengan acceso a una visión diferente a la que postula el Partido. Por eso han escapado del país más de dos millones de personas a bordo de cualquier cosa que flote o vuele. Por eso, y para poder comprar en dólares una vida un poco menos miserable, se prostituyen decenas de miles de jóvenes mujeres y hombres. Por eso −y por protestar contra eso y contra la absoluta falta de libertades− hay centenares de presos de conciencia dispuestos a jugarse la vida con tal de defender el derecho de todos los cubanos a tener una existencia digna. Es verdad que el gobierno, simultáneamente, ha expandido sustancialmente los sistemas de educación y salud, pero esos logros parciales −no hay tiranía sin una zona de éxito− lo que han conseguido es una curiosa paradoja: provocar la tristeza de cientos de miles de cubanos educados y saludables que sufren lo indecible porque saben que la forma miserable en que viven no tendrá alivio ni mejora mientras Fidel Castro y el Partido Comunista les impongan un sistema que los condena a la desesperanza, sin ni siquiera tener el derecho a protestar porque la queja, supuestamente, es una forma de traición a la patria. En realidad, lo sucedido en Cuba no difiere sustancialmente de lo ocurrido en todos los países que han adoptado el colectivismo estatista como sistema económico y la dictadura unipartidista
como modo de estabular la sociedad. Esto es conveniente no olvidarlo para desterrar la idea de que el comunismo cubano no ha tenido éxito por el embargo americano. El comunismo ha fracasado en todas partes y en todas las circunstancias. La inevitable consecuencia de la aplicación de este modelo es el atraso científico y técnico, la pobreza material, la represión y la emigración desesperada. Ha sucedido con todas las etnias (germanos, eslavos, turcomanos, latinos), con todas las tradiciones religiosas (pueblos católicos, protestantes, cristiano-ortodoxos, islámicos, confucianos, taoístas) y en todas las latitudes (centroeuropeos, latinoamericanos, asiáticos). El matiz que Cuba aporta a este desastre planetario es que, a las comprobadas desgracias del comunismo, le agrega el caudillismo militarista latinoamericano que aporta una figura como Fidel Castro. ¿Hasta cuándo este tormento? Todo, aunque sea lentamente, comenzará a cambiar cuando desaparezca el caudillo. Nadie en sus cabales cree que Cuba será la permanente excepción marxista-leninista en un mundo que logró sacudirse esa sangrienta superstición hace ya algunos años. Sin duda, llegará el día de la libertad. Ese día soñado de soltar los prisioneros.
Carlos Alberto Montaner nació en La Habana y vive en Madrid desde 1970. Es periodista y escritor. Sus últimos libros son: Los latinoamericanos y la cultura occidental, Las columnas de la libertad y El regreso del idiota (este último junto a Álvaro Vargas Llosa y Plinio Apuleyo Mendoza). Es vicepresidente de la Internacional Liberal. Este texto fue especialmente elaborado para la presente entrega de Historia Reciente.
trabajo de maestro. Al día siguiente, Fidel ordenó ocupar militarmente la ciudad de Camagüey y detenerlo por traidor. Matos ordenó a sus hombres que no dispararan un solo tiro. En su casa escribió una nueva carta a Fidel en la que decía que estaba actuando solo y anunciaba que iba a afrontar las consecuencias de sus actos. Luego agregaba una frase que le costaría cara: “Tú sabes que tengo el coraje para pasar 20 años en la cárcel”. Tras la detención de Matos, renunciaron 21 jefes militares y toda la dirección política del Movimiento 26 de Julio en Camagüey. Felipe Pazos, director del Banco Nacional, también comunicó su decisión de retirarse. En esos días ocurrió uno de los hechos más debatidos de la historia cubana reciente. Fidel Castro encargó la captura de Matos a Camilo Cienfuegos, el más carismático de los líderes revolucionarios. Cienfuegos creyó en la versión de Castro (Matos era la cabeza visible de una conspiración con sede en Miami), pero una conversación con su detenido lo convenció de lo contrario. Entonces decidió iniciar una investigación. En las charlas que mantuvieron, Matos le dijo que lo habían enviado a detenerlo con la esperanza de que muriera en la acción, y agregó: “Cuídate, porque te quieren eliminar”. Una semana más tarde, Cienfuegos desapareció en circunstancias nunca aclaradas. La versión oficial es que su avioneta cayó al mar. Castro convocó a una junta de gobierno para decidir el destino de Matos.
La ruptura con Estados Unidos El juicio a Huber Matos aceleró la ruptura entre Castro y los sectores más moderados de la revolución. El 25 de noviembre fueron destituidos los ministros que se habían opuesto a la ejecución. Ernesto Guevara sustituyó a Pazos al frente del Banco Nacional, lo que marcó el inicio de sus cinco años de gestión como gobernante. Con una integración cada vez más uniforme, la dirección revolucionaria aceleró. En noviembre se confiscaron grandes cantidades de ganado y se elevó el impuesto a las petroleras hasta el 60 por ciento de sus ingresos. Muchas propiedades rurales fueron convertidas en cooperativas y varios hoteles fueron nacionalizados. Los aranceles contra las importaciones estadounidenses aumentaron. Los ingenios azucareros de propiedad extranjera fueron privados de crédito. En enero, varios diarios fueron invadidos y dejaron de editarse. En febrero de 1960, llegó en visita oficial Anastas Mikoyan, una de las figuras más encumbradas del régimen soviético. El hecho provocó protestas y denuncias de “rusificación”, pero eso no impidió que fuera recibido por el gobierno en pleno y recorriera la isla recibiendo homenajes. Finalmente se firmó un acuerdo económico bilateral: la Unión Soviética
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vas dejadas por Batista, pero en el corto plazo tuvieron consecuencias favorables. Simultáneamente, el régimen adoptaba una actitud más represiva. En las cárceles de Castro se torturaba menos que en las de Batista, pero hacia finales de 1959 el número de presos era mayor. Una clara señal de endurecimiento fue la designación del prosoviético Raúl Castro como ministro de Defensa (un cargo que ocupa hasta hoy). Esa designación provocó la renuncia de Huber Matos como comandante militar de Camagüey. De todos los líderes de Sierra Maestra, Matos era el que había mostrado convicciones democráticas más sólidas. Cuando la influencia del Partido Comunista se hizo visible, Matos escribió varias cartas a Fidel y se encontró con él en las oficinas del Habana Hilton. Según Matos recordaría más tarde, Fidel le dijo en esa ocasión: “Admito que Raúl y el Che coquetean con el marxismo, pero soy yo quien tiene la situación controlada”. A medida que el régimen se iba alejando de su programa democrático, Matos expresaba sus diferencias de manera cada vez más pública. La situación era preocupante, porque Matos era uno de los líderes revolucionarios más conocidos (había conducido la toma de Santiago de Cuba) y un hombre muy respetado por sus tropas. El 19 de octubre, tras la designación de Raúl Castro, Matos presentó su renuncia en una carta dirigida a Fidel, y pidió que se le permitiera retomar su
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Fidel Castro y Nikita Khrushchev.
Guevara y Raúl Castro querían fusilarlo, pero los miembros más moderados del gabinete se opusieron. El 11 de diciembre se inició el proceso. Las transcripciones y documentos muestran que se trató de un juicio político donde apenas se tuvieron en cuenta hechos concretos. El acusado no dispuso de defensa legal y la única evidencia presentada fueron testimonios de conversaciones. El tribunal debió decidir en presencia de Fidel y Raúl Castro. Finalmente Matos fue sentenciado a 20 años de prisión por “traición y sedición”. Era la cifra que había escrito en su última carta a Fidel. Matos cumplió 20 años de prisión, 16 de ellos en solitario. “Se me decía constantemente que no iba a salir vivo, que había sido sentenciado a morir en la cárcel. Fueron muy crueles en todo el sentido de la palabra... Fui torturado en varias ocasiones y sujeto a muchos horrores...” Tras cumplir su condena, fue liberado por mediación del gobierno de Costa Rica. Hoy vive en Miami junto a su familia.
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se comprometió a comprar 425 mil toneladas de azúcar cubano durante ese año, y un millón de toneladas anuales durante los cuatro años siguientes. El producto se pagaría a precios superiores a los del mercado. La Unión Soviética también compraría frutas, jugos y fibras, y concedería un préstamo blando para adquisición de maquinaria. Cuba, por su parte, compraría tecnología soviética y una larga lista de bienes que incluía petróleo, acero, aluminio, productos químicos y fertilizantes. La firma del acuerdo fortaleció a los miembros del gobierno que querían romper con Estados Unidos. Tal como dijo en esos días el Diario de la Marina, la visita de Mikoyan había “definido los campos”. El 24 de febrero, el gobierno cubano prohibió por primera vez la realización de una manifestación anticomunista. El 4 de marzo, un buque francés que transportaba 76 toneladas de material bélico explotó en el puerto de La Habana. El hecho se parecía a la antigua explosión del Maine. Aunque admitió que no tenía pruebas, Fidel acusó a Estados Unidos de sabotaje. El gobierno de Eisenhower seguía evitando una confrontación directa con Cuba porque sabía que eso era empujarla hacia la órbita soviética. En un intento de distensión (y tras varios meses de hacer oídos sordos) las autoridades estadounidenses tomaron medidas contra los vuelos clandestinos que partían hacia Cuba, muchos de ellos cargados de panfletos y armas. Pero el clima también empezaba a cambiar en Washington. El 17 de marzo, el presidente Eisenhower aceptó una recomendación de la CIA que aconsejaba dar entrenamiento armado a exiliados cubanos. La idea venía siendo impulsada desde hacía meses por el vicepresidente Nixon, pero recién ahora empezaba a abrirse paso en el gobierno. El 7 de mayo de 1960, Cuba restableció relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. El primer embajador de Moscú resultó muy irritante para Estados Unidos: Sergei Kudryatsev era un antiguo funcionario de inteligencia que, en los años cuarenta, había montado en Canadá una red de espionaje para robar secretos nucleares estadounidenses. El 23 de mayo, Guevara informó a las principales petroleras extranjeras que una gran partida de petróleo soviético estaba en camino y debían refinarlo. A mediados de junio, las empresas contestaron que no lo harían por razones técnicas. El 25 de junio Castro decidió expropiarlas.
previo, principalmente porque había diferencias entre las distintas agencias del gobierno. Mientras la Casa Blanca y el Departamento de Estado buscaban evitar un deterioro de la situación, la CIA y el vicepresidente Nixon apoyaban a los exiliados que querían organizar una lucha armada. También parece claro que la cadena de represalias tras la confiscación de las petroleras eliminó toda posibilidad de diálogo. Pero, una vez producida la fractura, el mayor error de los estadounidenses fue no confiar en la oposición democrática dentro de Cuba. En lugar de apoyar a esos grupos, se embarcaron en tratativas con antiguos miembros del régimen de Batista y en aventuras absurdas como el desembarco en Playa Girón. Tras haber dado esos pasos, ya no hubo retorno.
Cuba socialista A partir de ese momento, los hechos se precipitaron. El 6 de julio, el presidente Eisenhower redujo la cuota azucarera de Cuba en unas 700 mil toneladas. El 9 de julio, Khrushchev anunció que la Unión Soviética compraría esa misma cantidad, y que estaba dispuesta a defender a Cuba si era necesario. Entre el 7 y el 17 de agosto, Cuba confiscó nuevas empresas y todos los bancos estadounidenses. Las expropiaciones incluyeron todos los ingenios azucareros, 18 destilerías, 61 empresas textiles, 11 cines y 13 grandes comercios, entre otros. El 19 de octubre, el gobierno de Washington prohibió las exportaciones a Cuba, excepto comida y medicamentos. El 25 del mismo mes, Cuba expropió el resto de las empresas norteamericanas (166 en total). Estados Unidos retiró a su embajador el 29 de octubre. En enero de 1961, Castro exigió a Eisenhower que redujera el personal de su embajada en La Habana, y Eisenhower respondió rompiendo relaciones. El examen de los hechos no confirma la versión según la cual Cuba se acercó a la Unión Soviética como consecuencia de la hostilidad de Estados Unidos. El registro histórico muestra que, mientras el gobierno de Eisenhower evitaba tomar medidas irreversibles, el gobierno cubano buscaba asegurarse el apoyo de Moscú. Una vez que se sintió seguro (tras la visita de Mikoyán), el gobierno de Castro fue directo al rompimiento. Hasta hoy se discute si la estrategia estadounidense fue inteligente. Sin duda hubo ambigüedades en el período
La alianza con la Unión Soviética tuvo efectos muy visibles. En octubre de 1960 se denunció en Lima, Perú, un hecho que luego se repetiría: la embajada cubana estaba siendo usada para enviar dinero soviético a los comunistas locales. En diciembre de 1960, Castro encomendó al comunista Leonel Soto la creación de 12 centros de enseñanza donde se impartiera “instrucción revolucionaria” a los cuadros dirigentes. Lo que se enseñaba era marxismo-leninismo. En octubre de 1960, Guevara inició una gira por varios países comunistas, incluidos China y la Unión Soviética. Al explicar los motivos de su viaje, lo hizo con palabras que implicaban la pertenencia de Cuba al bloque comunista: el objetivo era informar sobre las importaciones que Cuba necesitaba para que esos países pudieran integrarlas a sus planes quinquenales. Al volver, el “Che” se declaró deslumbrado y afirmó que en esos países había encontrado el futuro. En ese mismo momento, China estaba sufriendo una hambruna en la que murieron unos 30 millones de personas. El 1º de enero de 1961, un desfile militar incluyó por primera vez la exhibición de tanques soviéticos. Poco después, Castro anunció que mil cubanos viajarían a la Unión Soviética a estudiar la producción colectivista. El 16 de abril, Castro dijo por primera vez en público que la revolución cubana era socialista (en lugar de nacional y democrática). Ese mes llegó un gran embarque de armas soviéticas. Al año siguiente se produciría la crisis de los misiles, provocada por el intento de instalar cohetes soviéticos en suelo cubano.
Un nuevo rumbo económico A principios de 1964, la situación económica era crítica. Las políticas de Guevara eran un fracaso inocultable. Traicionado por sus escasos conocimientos de economía, el “Che” había hecho promesas que empezaban a sonar absurdas. Durante un viaje oficial a Punta del Este en 1961, había anunciado que en dos décadas la economía cubana alcanzaría a la de Estados Unidos. También había dicho que Cuba sería el país más industrializado de América Latina. Pero, llegado 1964, Cuba sólo había fabricado unas cien cosechadoras con tecnología checa, que eran célebres por sus constantes desperfectos.
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estatal centralizada. Unos 150 mil trabajadores dependían directamente de sus órdenes. Las dificultades para manejar esa estructura eran enormes, y se veían agravadas por la falta de experiencia: en lugar de generar desarrollo, se estaba generando burocracia. Guevara también se había propuesto sacar a Cuba del monocultivo. Pero sus esfuerzos de desarrollo industrial no tuvieron éxito, y sus intentos de diversificar la producción agrícola fueron contraproducentes: durante 1960 se eliminaron cultivos de caña de alto rendimiento para sustituirlos por otros menos eficientes. Tampoco funcionaron bien las 900 cooperativas que habían surgido tras la reforma agraria: para la primavera de 1961, solo 600 seguían operando. Los productores privados que aún subsistían debían trabajar en condiciones cada vez más hostiles. La economía sufrió una caída tan grande en 1962 que hubo que congelar los precios e introducir el racionamiento (una medida que dura hasta hoy). La cosecha de azúcar pasó de los 6,8 millones de 1961, a 4,8 millones en 1962 y 3,8 millones en 1963. En un intento por cambiar las cosas, Guevara impulsó una segunda Ley de Reforma Agraria que profundizó la estatización y redujo la superficie máxima de los predios a 67 hectáreas. El resultado fue una caída aun más acelerada. Las crecientes dificultades económicas, y sus consecuencias sobre las condiciones de vida, eran una amenaza para la estabilidad del régimen. La solución consistió en crear un clima de permanente movilización y represión. En el otoño de 1960 se fundaron los
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Bajo la protección de un socio poderoso, la economía parecía funcionar. La cosecha azucarera de 1961 fue de 6,8 millones de toneladas, lo que la colocaba cerca del récord de 7 millones logrado en 1952. La Unión Soviética se había comprometido a comprar 2,7 millones de toneladas a 4 centavos la libra, cuando el mercado internacional pagaba 3. China había comprado un millón. La producción de arroz y la cría de ganado habían crecido. El primer plan quinquenal, aprobado en diciembre, trasuntaba optimismo. Pero, por debajo de los buenos resultados coyunturales, varios procesos estaban minando la solidez de la economía. Las políticas que había impulsado Castro para ganarse el apoyo de los cubanos (congelamiento de precios, aumento de salarios, creación de empleos públicos) habían consumido las reservas dejadas por Batista. La emigración estaba privando al país de muchos profesionales, técnicos y cuadros gerenciales (se calcula que, entre 1960 y 1962, salieron del país unas 200 mil personas). La tensión con Estados Unidos había afectado la llegada de insumos y tecnología: durante los cinco primeros meses de 1960 (es decir, antes del embargo) las importaciones de origen estadounidense habían caído un 30 por ciento respecto del año anterior. Los intentos de sustituir equipos industriales estadounidenses por soviéticos eran un paso atrás en materia tecnológica, del que llegó a quejarse el propio “Che”. Más problemáticas aun eran las políticas impulsadas por el gobierno. Guevara, que había pasado a ser ministro de Industria, estaba decidido a controlar la producción desde una gran estructura
Comités de Defensa de la Revolución: organizaciones barriales de vigilancia política que siguen funcionando hasta hoy. Se organizaron además milicias populares, que reunían a 500 mil miembros en una población total de 6,2 millones. La Universidad y los sindicatos pasaron a ser controlados por el gobierno y los colegios privados fueron clausurados. A mediados de 1961 fueron cerrados los últimos diarios que mantenían un tono opositor. El Poder Judicial perdió su independencia en diciembre de ese año, cuando Fidel Castro se atribuyó la facultad de nombrar jueces. El gran argumento que justificaba este clima era el riesgo de una agresión externa: la revolución cubana estaba amenazada por los disidentes en armas y el imperialismo. La denuncia tenía una cuota de verdad (todas las revoluciones han enfrentado insurrecciones armadas en sus primeras etapas), pero muchos sospechaban que había una cuota de exageración. Sin embargo, el 15 de abril de 1961, unos 1.500 exiliados cubanos, ambiguamente apoyados por el gobierno de Estados Unidos, intentaron un desembarco en Playa Girón (Bahía de Cochinos). La invasión, mal concebida y peor ejecutada, fue repelida con facilidad. Unos 115 atacantes murieron y unos 1.200 fueron capturados. El episodio dio la justificación para un inmenso operativo de represión: en los días siguientes, unas 100 mil personas fueron detenidas. La invasión había tocado además la fibra nacionalista de los cubanos, que dieron grandes muestras de apoyo al gobierno. Bahía de Cochinos le dio a Castro un inmenso espaldarazo político y le permitió sobrellevar los malos resultados económicos de los siguientes años. Sintiéndose más fuerte que nunca, el 2 de diciembre de 1961 anunció que era marxista-leninista y que lo sería hasta el último día de su vida.
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Guevara no creía en la libre iniciativa ni en los incentivos económicos, de modo que había apostado al control estatal y a los alicientes morales. Pero lo que había creado era una inmensa burocracia que compraba equipamiento e insumos para no utilizarlos, y que todo el tiempo tomaba malas decisiones. Cuba estaba desperdiciando la inmensa ayuda soviética, que entre 1961 y 1962 había sido de 40 dólares anuales per capita, frente a dos dólares per capita de ayuda estadounidense a América Latina. Paralelamente, la negativa del “Che” a utilizar incentivos económicos lo llevó emplear métodos cada vez más represivos, que incluían la internación en campos de trabajo de personas con baja productividad. Los malos resultados productivos eran a sus ojos el resultado de falta de esfuerzo y sabotajes. También estimuló el arresto de “elementos antisociales”, entre los que incluía a los homosexuales y las prostitutas. Fidel respaldó durante años las políticas de Guevara, pero el deterioro de las condiciones de vida no permitía mantener ese rumbo. El racionamiento se hacía cada vez más duro, las colas para obtener alimentos básicos se multiplicaban, la moneda se depreciaba, el mercado negro crecía y las señales de malnutrición se hacían visibles. El ausentismo laboral afectaba a la quinta o a la cuarta parte de los trabajadores. Castro escuchó entonces el consejo de sus asesores soviéticos, que le recomendaban abandonar la política de diversificación y aprovechar las ventajas competitivas en la producción de azúcar. En 1964, Cuba y la Unión Soviética firmaron un nuevo acuerdo comercial que comprometía a los soviéticos a comprar durante cinco años crecientes cantidades de azúcar a 6 centavos la libra. El monocultivo volvió a aplicarse a gran escala. Los intentos de industrialización fueron abandonados y se ordenó la importación de miles de tractores y sistemas de irrigación fabricados en el bloque comunista. En 1966, la lucha contra la burocracia sería definida como la principal tarea del régimen.
Este cambio de rumbo económico tuvo consecuencias políticas: en marzo de 1965 Guevara dejó el cargo de ministro y decidió volver a la actividad guerrillera. Su objetivo era multiplicar los focos revolucionarios en el mundo. Luego de fracasar en el Congo se internó en Bolivia, donde no encontró el respaldo popular que esperaba y fue derrotado. El “Che” fue ejecutado por el ejército boliviano el 9 de octubre de 1967. La nueva orientación abandonó los principales objetivos de la política anterior (diversificación, industrialización) pero mantuvo tres componentes guevarianos: el estatismo, el gigantismo y la apuesta a los estímulos morales. Fidel asumió la conducción económica y creó una atmósfera similar a la que existía en 1959, caracterizada por los llamados a la movilización y la idealización de la voluntad revolucionaria. El apogeo de la colectivización llegó con la “ofensiva socialista” de 1968, cuando el Estado asumió la propiedad y la administración de los servicios (bares, restaurantes, zapaterías, talleres). Excepto una pequeña porción del sector agrícola orientada al consumo familiar, a finales de los setenta era imposible desarrollar una actividad productiva sin pasar por algún organismo del gobierno. La Unión Soviética apoyó el cambio aumentando sus compras de azúcar, níquel y cítricos a precios subvencionados, así como sus ventas de petróleo barato. También otorgaba préstamos con tasas bajas y plazos extendidos. Pero, a pesar de esta enorme inyección de dinero, la recuperación se hacía esperar. En 1964 la economía volvió a crecer, pero en 1965 hubo una desaceleración y en 1966 el producto cayó más de un 3 por ciento. En 1968, Fidel anunció que 1970 sería el “Año del Esfuerzo Decisivo”: el consumo interno se subordinó al objetivo de alcanzar una cosecha azucarera de 10 millones de toneladas. Cuando llegó 1970, el país entero estaba movilizado. Grandes cantidades de personas fueron enviadas a cortar caña. Fidel se hacía fotografiar con un machete en la mano. Los militares
controlaban las operaciones. Marineros rusos de paso por La Habana su sumaban al emprendimiento. Pero la cifra no se alcanzó. La versión oficial dice que se lograron 8,5 millones de toneladas (la mayor cosecha de la historia cubana) pero muchos dudan: el año anterior sólo se habían cosechado 4,7 millones. Complementariamente, la gran movilización hacia las plantaciones afectó otras actividades. El descontento de la población se hizo visible y Fidel hizo una autocrítica pública. Pero al mismo tiempo ordenó perseguir a quienes protestaran. A puertas cerradas, Fidel reconoció que la revolución iba mal: la economía no despegaba, los intentos del Che por exportar la revolución habían generado fricciones con los soviéticos y el apoyo internacional caía en picada. El camino que propuso consistió en renunciar a toda pretensión de independencia, calcar el modelo soviético y ser un aliado intachable en política exterior. La revolución daba el paso definitivo hacia la sovietización. En el correr de los años siguientes, Cuba se volvió más dependiente de la Unión Soviética de lo que había sido nunca de Estados Unidos. Cuando llegaron los años ochenta, el 70 por ciento de su comercio exterior dependía de Moscú. La Unión Soviética proporcionaba a precios subvencionados la totalidad del trigo, el 90 por ciento del petróleo y dos tercios de la leche en polvo que consumían los cubanos. Los precios eran tan bajos que Cuba ahorraba petróleo y lo vendía en los mercados internacionales para quedarse con la diferencia. Las fábricas instaladas y controladas por los soviéticos producían el 80 por ciento del acero y el 50 por ciento de los fertilizantes que se producían en la isla. El monto total de las subvenciones llegó a los 6 mil millones de dólares anuales. Esa dependencia económica estuvo acompañada de un visible alineamiento en política exterior. A partir de 1975, Cuba envió unos 30 mil soldados para apoyar a los regímenes prosoviéticos de Angola y Etiopía. En 1979, Castro elogió pública-
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historiareciente
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Una serie de 25 fascículos publicada por el diario El País con el apoyo del Centro de Estudios Jean-François Revel.
Asistente
Dirección de proyecto
Archivo de El País
Pablo da Silveira
Investigación y redacción
Pablo da Silveira Francisco Faig Félix Luna Enrique Mena Segarra Martín Peixoto
José López Fotografías
Diseño gráfico, armado y corrección
Trocadero Publicación
El País
Impreso en El País Depósito legal: 334.251
Descontento y soledad La economía cubana se recuperó en la primera mitad de los setenta, pero volvió a estancarse en los años siguientes. Los precios internacionales del azúcar cayeron y la Unión Soviética empezó a enfrentar sus propios problemas. En 1981, la dirigencia soviética redujo el precio que pagaba por el azúcar y subió el precio de su petróleo. Cuba tenía además dificultades para pagar una deuda externa que había
Fue el golpe más grande que sufrió una economía latinoamericana a lo largo del siglo XX, incluida la Gran Depresión. También es verdad que en esos años ocurrieron hechos políticos sorprendentes. En mayo de 1987, un alto jefe militar cubano huyó a Florida. En junio de 1989 pasó algo que nadie pudo anticipar: el general Arnaldo Ochoa, el coronel Antonio de la Guardia y otros altos oficiales fueron detenidos bajo acusaciones de corrupción y tráfico de drogas. El caso Ochoa era asombroso porque se trataba de una leyenda viva. Ochoa había estado junto a Castro desde los tiempos de Sierra Maestra y había combatido en Bahía de Cochinos. Luego había cumplido una larga serie de misiones en el exterior y había sido presentado como un héroe internacionalista que había defendido el socialismo en Angola. De pronto, ese hombre modelo para dos generaciones de cubanos fue presentado como un delincuente. Un mes más tarde fue fusilado junto a otros tres acusados. Muchos analistas piensan que el proceso no tuvo que ver con la corrupción, sino que fue un golpe mortal a quienes, en el corazón del régimen, se habían identificado con las reformas de Gorbachov.
El “Período Especial” La abrupta finalización de la ayuda dejó en evidencia que los logros sociales de Cuba no estaban fundados en un desarrollo genuino, sino en una inyección artificial de recursos. Hasta 1990, el sistema de “Libretas de abastecimiento” había asegurado el acceso a un mínimo vital de alimentos a toda la población. Luego de ese año se redujo la lista de artículos subvencionados o distribuidos en forma gratuita, y disminuyeron las cantidades. La cuota personal mensual de grasas y aceites comestibles pasó de 32 a 8 onzas. La venta subvencionada de leche de vaca para menores se eliminó a partir de los 7 años de edad. Según las propias autoridades cubanas, la libreta de racionamiento pasó a cubrir la mitad de las necesidades de alimentación. También se redujo el gasto estatal en las áreas sociales. El presupuesto educativo pasó, en pesos cubanos constantes, de 1.664 millones en 1989 a 964 millones en 1998. El presupuesto de salud pasó, según datos de Cepal, de 912 millones en 1989 a 859 millones en 1998 (la unidad de medida son pesos de 1981). Enfrentado a inmensas dificultades, el gobierno anunció en 1989 que se iniciaba un “Período especial”, durante el que Cuba se ajustaría para solventar sus necesidades. En un primer momento, la dirigencia pareció orientarse hacia una solución al
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contraído con un conjunto de bancos europeos, árabes y japoneses. Tras diez años de sovietización, los cubanos volvían a sentir que el futuro soñado se alejaba. En abril de 1980, hubo un incidente frente a la embajada de Perú que reveló el estado de ánimo dominante: luego de un forcejeo con cubanos que querían ingresar, el gobierno retiró la custodia. De inmediato corrió la voz de que la embajada no estaba vigilada y en tres días se asilaron unas once mil personas. Para descomprimir la situación, el gobierno anunció que permitiría emigrar a quienes quisieran. En poco tiempo, unas 125 mil personas se embarcaron en el puerto de Mariel con destino a Florida. Para contrarrestar la mala imagen, en La Habana se organizaron manifestaciones de apoyo a Fidel. En 1982 murió Brezhnev y, tras la rápida sucesión de dos secretarios generales, el 11 de marzo de 1985 asumió Mikhail Gorbachov. El nuevo líder soviético inició enseguida un proceso de reformas que buscaban mayor transparencia, menos centralización y más tolerancia. Muchos estudiantes cubanos llegaban del Este impregnados de ese espíritu. Por un momento pareció que el régimen cubano iba a sumarse a la ola reformista, pero en 1986 lanzó un “Programa de Rectificación” que retomaba el centralismo y la estatización. También se adoptaron medidas políticas que aumentaban la represión. Por primera vez se censuraron noticias que llegaban desde la Unión Soviética elogiando las reformas de Gorbachov. En sus apariciones públicas, Fidel atacó al “vil dinero” y trató a los jefes de las empresas estatales de “aprendices de capitalistas”. Las razones de esta reacción son objeto de debate. Para algunos, Castro comprendió que las reformas de Gorbachov eran una amenaza para su régimen: la búsqueda de la eficiencia económica en Moscú hacía esperar malas noticias respecto de las subvenciones, y la apertura política podía desatar procesos incontrolables. Otros sostienen que lo que movía a Castro no era un temor vago sino información concreta. Según esta interpretación, algunos altos dirigentes cubanos estaban organizándose para desplazarlo. El objetivo era liberarse de Castro e introducir reformas. Las dos interpretaciones pueden invocar hechos en su favor. Por una parte, es claro que las relaciones entre Castro y Gorbachov se deterioraron, y que las reformas realizadas en la Unión Soviética terminaron con los subsidios: los envíos de petróleo cayeron un 86 por ciento en tres años; hacia 1992, toda la ayuda soviética había desaparecido.
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mente la invasión soviética a Afganistán. En los años ochenta, apoyó los esfuerzos del régimen polaco por reprimir al naciente sindicato Solidaridad. La sovietización también fue acompañada de una creciente represión. El régimen aumentó el control sobre los sindicatos, la cultura y los medios de comunicación. Fue al inicio de ese período que se produjo el encarcelamiento del escritor Heberto Padilla, uno de los poetas más destacados de su generación. El caso, ocurrido en marzo de 1971, tuvo repercusiones a escala mundial, tanto por lo absurdo de las acusaciones como por la autocrítica pública de Padilla, hecha en un lenguaje que no era el suyo sino el de sus captores. El episodio revivió el recuerdo de los juicios estalinistas y le quitó a la revolución el apoyo de muchos intelectuales que la habían defendido. Entre ellos estaban Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa. Fue en esos años que Cuba consiguió mejorar las condiciones de vida de la población en materia de educación y salud. El analfabetismo bajó del 23,6 por ciento en 1953 al 12,9 en 1970 y al 5,6 en 1979. El nivel educativo medio pasó de la alfabetización mínima en 1960 a ocho años de escolarización en 1979. Los resultados en materia de salud fueron más lentos: antes de la revolución, la mortalidad infantil era de 32 niños fallecidos por cada mil nacidos vivos. En 1969 había subido al 46,7 por mil. En el período 1971-1975 se consigue por primera vez mejorar las cifras respecto del período anterior. En ese quinquenio, la mortalidad infantil promedio fue del 30,2 por mil. Luego la tasa siguió bajando, hasta llegar al 19 por mil en 1981 y al 13 por mil en 1994. Estos logros pueden ser relativizados en alguna medida (por ejemplo, la caída de la mortalidad infantil está asociada a una fuerte reducción de la tasa de natalidad), pero parece cierto que la revolución consiguió reducir significativamente la desigualdad en el acceso a la educación y a los servicios de salud. Probablemente este sea el logro que más la acerque a las promesas de 1958.
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estilo chino, donde los líderes introdujeran algunos elementos de economía de mercado sin perder el control político. Una serie de reformas consagradas en 1993 permitieron la creación de cooperativas agrarias independientes, la legalización de la tenencia de dólares, la autorización del cuentapropismo en 134 áreas de actividad, el fomento de la inversión extranjera y la descentralización del comercio exterior. Esas medidas aliviaron las crisis de abastecimiento, pero también alentaron la disidencia. En 1994, unos treinta mil balseros huyeron a Miami. El temor a perder el control, sumado a la evaluación optimista de algunos logros de corto plazo, hicieron que en 1996 se retornara a las viejas fórmulas estatistas, excepto en algunas áreas. El número de personas con licencia para instalar emprendimientos por cuenta propia cayó de unas 208.500 en 1995 a unas 153.800 en 2001. Las restricciones al funcionamiento de las cooperativas agropecuarias hicieron que la cantidad de tierra explotada por ellas cayera del millón de hectáreas en los noventa a unas 700 mil en 2002. También aumentó la represión. A casi veinte años de su inicio, el “Período Especial” resultó ser una etapa de deterioro. El producto bruto interno de Cuba tuvo una caída tan grande que aún hoy, luego de una recuperación, no llega al 80 por ciento del existente en 1989. La producción industrial se redujo a la mitad. El grueso de la producción agropecuaria está bloqueado por lo que Oscar Espinosa ha llamado “un gigantesco e improductivo latifundio estatal”. Entre 1989 y 2000, la producción de arroz se contrajo un 71 por ciento, la de leche se redujo un 65 por ciento y la de carne vacuna un 53 por ciento. La producción de aceite vegetal cayó un 70,9 por ciento en el mismo período. La cantidad de cabezas de ganado vacuno, que había llegado a 7,2 millones a mediados de los años setenta, se redujo a 4 millones en 2001. Las únicas áreas que experimentaron mejoras fueron aquellas en las que se mantuvieron las medidas liberalizadoras. La legalización de la tenencia de dólares generó un gran aumento de las remesas, que superaron los 600 millones de dólares a mediados de los noventa y hoy se ubican por encima de los mil millones. Las medidas de estímulo a la inversión extranjera dieron impulso al turismo: la cantidad de turistas pasó de 300 mil en 1989, a 1,8 millones en 2000, y a 2,3 millones en 2005. La liberalización del cultivo de hortalizas y tubérculos llevó casi a la duplicación de la producción entre 1989 y 1999. El deterioro económico de Cuba se explica en parte por su anterior dependencia de la ayuda soviética, y en
parte por la negativa de las autoridades a abandonar sus viejas ideas. Muchos críticos del régimen cubano esperaban que las dificultades del “Período Especial” desestabilizaran a Castro. Pero, cuando el tiempo de deterioro y carestía empezaba a hacerse largo, Cuba encontró una nueve fuente de recursos de origen no productivo: la Venezuela de Chávez. Venezuela le envía a Cuba unos 90 mil barriles de petróleo diarios, a precios muy por debajo del mercado y contra pago en especie (por ejemplo, a cambio de servicios médicos). Solo en 2005, el petróleo aportado por Venezuela tuvo un valor de mercado de 1.800 millones de dólares. El 25 de abril de ese año, Venezuela también le concedió a Cuba un crédito de 200 millones de dólares para compra de alimentos y otro de 20 millones para la rehabilitación de su red eléctrica. Pero, si bien el régimen encontró una nueva fuente de subvenciones, las oscila-
ciones del “Período Especial” cambiaron la isla. El deterioro de las prestaciones estatales y la aparición de espacios de libre iniciativa económica estimularon la creatividad y los deseos de autonomía. La aparición de distinciones entre cubanos “dolarizados” y “no dolarizados”, o entre aquellos que pueden beneficiarse del turismo y los que no, generó diferencias dif ícilmente compatibles con las promesas de igualdad que habían caracterizado al régimen: el resultado fue un fuerte enfriamiento ideológico, sobre todo en las nuevas generaciones. El aumento de la pobreza y el deterioro de las condiciones de vida, sumado al contacto con visitantes extranjeros y a la constante llegada de las remesas, acrecentó en muchos cubanos el sentimiento de estar presos de una escasez evitable. Cualquiera sea el futuro de Cuba, dif ícilmente se parezca a los últimos cuarenta años.
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REFLEXIONES DE UN REVOLUCIONARIO conduciría al desastre económico y, eventualmente, al fracaso total. Del otro lado, un grupo liderado por el Che y Raúl, con la complacencia y apoyo de Fidel, que pretendía entronizarse en el poder de por vida. Estúpidamente, Fidel y su camarilla creyeron que el comunismo y la Unión Soviética eran el futuro de la historia. Manipularon a un pueblo entusiasta. Alimentaron y exacerbaron el conflicto con Estados Unidos, para justificar una alianza con la Unión Soviética. Eso era claramente un suicidio geopolítico porque implicaba entregarse a una potencia extranjera para enfrentarse al país más poderoso del planeta. La Revolución tenía un apoyo inmenso entre los estadounidenses, tenía el corazón de los latinoamericanos y era admirada en el mundo entero. Nuestra opción era cultivar el apoyo del pueblo cubano y de nuestros simpatizantes en el exterior, cumpliendo lo que habíamos prometido y sirviendo de ejemplo a los latinoamericanos en su lucha por el progreso y la justicia. Los resultados están a la vista. La Unión Soviética colapsó por la acción directa de los líderes comunistas que comprendieron el fracaso del marxismo. Tardíamente el pueblo cubano se dio cuenta de que había entregado sus libertades y derechos por un espejismo fabricado por el masivo subsidio soviético. Los cubanos se niegan a trabajar para un estado totalitario y viven hundidos en el atraso y la desesperación. Fidel Castro, por su ambición de poder y por su ignorancia, apostó equivocadamente. El hecho indiscutible es que Fidel Castro prometió una revolución democrática y ya en el poder traicionó al pueblo, a la Revolución y a los revolucionarios.
Huber Matos nació en Cuba en 1918. Fue uno de los principales líderes de la revolución, junto a los hermanos Castro, el Che Guevara y Camilo Cienfuegos. Dirigió el asalto final a Santiago de Cuba y, tras la victoria, fue designado gobernador militar de la provincia de Camagüey. En octubre de 1959 renunció por discrepar con el giro del régimen hacia el comunismo. Fue inmediatamente detenido, sometido a juicio y condenado a 20 años de prisión que cumplió íntegramente. Fue liberado en 1979. Este texto fue especialmente redactado por el comandante Matos para la presente entrega de Historia Reciente.
PRÓXIMO FASCÍCULO
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El programa democrático de los revolucionarios fue ratificado en El Manifiesto del 26 de Julio, escrito por el propio Fidel Castro en marzo de 1955, donde se afirma: “Ahora la lucha es del pueblo. Y para ayudar al pueblo en su lucha heroica por recuperar las libertades y derechos que le arrebataron… ¡Frente al 10 de marzo, el 26 de julio!”. El pueblo cubano conoció y apoyó ese manifiesto publicado por la popular revista Bohemia el 1º de abril de 1956. En plena lucha guerrillera, el 12 de julio de 1957, se firmó otro importante compromiso democrático: El Manifiesto de la Sierra Maestra. Y luego, el 20 de julio de 1958, en El Pacto de Caracas, todos los grupos de oposición, incluyendo en primer lugar a Fidel Castro, se comprometieron a “conducir al país a la caída del tirano, mediante un breve gobierno provisional, a su normalidad, encauzándola por el procedimiento constitucional y democrático”. Al triunfo de la Revolución, el 1º de enero de 1959, el pueblo vive momentos delirantes porque, además del compromiso fundamental del regreso a la democracia constitucional, los revolucionarios habíamos prometido erradicar la corrupción y llevar a cabo reformas a favor de los más humildes. Entre otros proyectos, el de una reforma agraria que hiciera propietarios a los campesinos. El eslogan revolucionario de “Libertad con pan, pan sin terror” se convierte en un estribillo popular. El propio Fidel Castro, para disipar las dudas de una posible dictadura, declara en abril de 1959, cuatro meses después del triunfo revolucionario: “…y yo he dicho claramente que no somos comunistas, que quede claro”. Durante el primer año de gobierno revolucionario, se produce una escisión. De un lado, los que creemos que la Revolución debe mantenerse fiel a sus promesas porque un cambio de rumbo nos haría perder el apoyo popular, nos obligaría a la represión, a los fusilamientos, nos
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HAY GENTE QUE CREE QUE, porque Fidel Castro ha sido una piedra permanente en el zapato de Estados Unidos, la Revolución Cubana ha sido un éxito. Pero la Revolución se hizo por revolucionarios que se comprometieron entre sí y con el pueblo cubano. Comparemos entonces las promesas con los resultados. Los ideales y objetivos de quienes luchamos contra la dictadura de Batista estaban bien definidos. Miles de revolucionarios arriesgaron sus vidas por ellos, cientos de nuestros compañeros murieron en combate o fueron torturados hasta la muerte después de detenidos. Por nuestras promesas, el pueblo nos apoyó en aquellas circunstancias históricas. La Revolución Cubana fue parte de un largo proceso de esfuerzos patrióticos que cristalizó bajo la influencia intelectual y moral de José Martí. Aunque Martí murió en combate contra las tropas españolas en 1895, su visión de la futura república gravitará en nuestra historia por siglos. Para Martí, Cuba debía ser la patria “con todos y para el bien de todos”, donde la primera ley debía ser “la dignidad plena del hombre”. Antes de Castro, otros revolucionarios lograron conquistas importantes. Era entonces completamente razonable que el principal objetivo de la lucha revolucionaria dirigida por Fidel contra la dictadura de Batista fuese restablecer en Cuba un régimen democrático. Batista había dado un golpe de Estado el 10 de marzo de 1952 contra el impopular pero democráticamente electo gobierno de Carlos Prío Socarrás. En 1953, al comparecer a juicio por su primera acción contra Batista, Castro se defendió señalando que, por culpa del golpe de estado, “en unas horas, Cuba, de país democrático, pasó a ser, ante los ojos del mundo, un eslabón más en el grupo de naciones latinoamericanas encadenadas por la tiranía”.
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CONTRATAPA
escribe en exclusiva para Historia Reciente HUBER MATOS
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1940 | 1950 | 1960 | 1970 | 1980 | 1990 | 2000
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junio ‘07
25 FASCÍCULOS
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DESDE HIROSHIMA A LAS TORRES GEMELAS
DESDE LA GUERRA DE COREA HASTA LA CRISIS DE LOS MISILES
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| GRANDES EPISODIOS DE LA GUERRA FRÍA
LA OTAN Y EL PACTO DE VARSOVIA
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Grandes episodios de la Guerra Fría
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| GRANDES EPISODIOS DE LA GUERRA FRÍA
ÍNDICE DEL FASCÍCULO
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Campo de batalla: el mundo PÁGINA 6
RECUADROS LA OTAN Y EL PACTO DE VARSOVIA P. 7 / COCA-COLA ES ASÍ P. 9 / LA POLÍTICA DE DISUASIÓN P. 10 / GUERRA FRÍA Y CARRERA ESPACIAL P. 11 / BERLÍN OCCIDENTAL DURANTE LA GUERRA FRÍA Por Martín Peixoto P. 12 / INTENTOS DE DISTENSIÓN P. 13 / WILLY BRANDT Y LA OSTPOLITIK P. 14 / LA GUERRA FRÍA EN MONTEVIDEO P. 15 / CHICOS DUROS P. 16 / CONTRATAPA: NIKITA KHRUSHCHEV.
Es dif ícil saber cuándo empezó la Guerra Fría. Algunos mencionan el 2 de julio de 1947, cuando la delegación soviética abandonó una conferencia internacional en París tras rechazar el Plan Marshall. Desde ese día, los antiguos aliados de la Segunda Guerra Mundial abandonaron toda pretensión de tomar decisiones comunes y se concentraron en fortalecer sus zonas de influencia. Otros mencionan el 24 de junio de 1948, cuando Stalin ordenó el bloqueo terrestre de Berlín Oeste y los aliados occidentales organizaron un puente aéreo para evitar la caída de la ciudad.
Tampoco resulta fácil decir cuándo terminó. El 1º de febrero de 1992, los presidentes de Estados Unidos y de la Federación Rusa, George H. Bush y Boris Yeltsin, emitieron una histórica declaración conjunta en la que daban por terminada la Guerra Fría. Pero después de esa fecha ocurrieron hechos que parecieron continuarla. Por ejemplo, en junio de 1996 el Congreso de Estados Unidos aprobó la ley Helms-Burton, cargada de sanciones contra la Cuba de Fidel Castro. Aunque fuera a menor escala, la vieja lucha parecía prolongarse. Pero el principio y el final de un período complejo son siempre convencionales. Lo importante es
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INTRODUCCIÓN
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La posibilidad de una conflagración nuclear fue una amenaza constante durante la Guerra Fría. El conflicto terminó, pero solo una parte de los arsenales fue destruida.
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1947.~ [...] la Guerra Fría se peleó durante largas décadas, en escenarios separados por miles de kilómetros y con métodos variados. Las armas usadas incluyeron las presiones diplomáticas, los bombardeos, el boicot a competencias deportivas y las acciones de espionaje. Todo sirvió como campo de batalla: las relaciones internacionales, los inter-
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cambios comerciales, el desarrollo tecnológico, las luchas
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electorales y la vida cultural.
que la Guerra Fría se peleó durante largas décadas, en escenarios separados por miles de kilómetros y con métodos variados. Las armas usadas incluyeron las presiones diplomáticas, los bombardeos, el boicot a competencias deportivas y las acciones de espionaje. Todo sirvió como campo de batalla: las relaciones internacionales, los intercambios comerciales, el desarrollo tecnológico, las luchas electorales y la vida cultural. Fenómenos como la descolonización o la conquista del espacio fueron rápidamente teñidos con su lógica. Los bandos enfrentados tenían además sus propias complejidades. Europa Occidental fue un
aliado permanente de Estados Unidos, pero los europeos tenían sus propias opiniones sobre muchos temas y desarrollaban estrategias que no siempre coincidían con las de Washington. China y Yugoslavia eran aliados de la Unión Soviética, pero al mismo tiempo competían con ella por ganar influencia entre los países del tercer mundo. El planeta entero se había vuelto un gran tablero de ajedrez. Y las fichas con las que se jugaba incluían bombas y misiles con una inmensa capacidad destructora. Cada uno de los bandos era capaz de aniquilar al otro, y entre ambos podían terminar con la vida en el planeta. Las fuerzas estadounidenses y soviéticas casi nunca
llegaron a combatir entre sí, pero todo lo que pasó en esos años se interpretó como un capítulo de la contienda que los enfrentaba.
Kennedy, Brandt, Adenauer: protagonistas de la Guerra Fría.
Corea fue parte del imperio japonés entre 1910 y el fin de la Segunda Guerra Mundial. En agosto de 1945, en plena debacle nipona, la península fue ocupada por Estados Unidos y la Unión Soviética. En la última semana de la guerra, los mandos acordaron dividir el territorio a lo largo del paralelo 38 para facilitar la rendición de las tropas japonesas: las que estaban al norte debían rendirse a la Unión Soviética y las que estaban al sur debían rendirse a Estados Unidos. La línea del paralelo 38 no tenía ninguna justificación histórica ni geográfica. El coronel Dean Rusk (que más tarde sería secretario de estado del presidente Kennedy) la eligió porque figuraba en la mayor parte de los mapas. Pero, cuando el clima de Guerra Fría llegó, cada una de las potencias intentó conservar “su” Corea. Los estadounidenses instalaron en el sur un gobierno dirigido por Syngman Rhee: un coreano anticomunista que había vivido en Estados Unidos. Los soviéticos instalaron al general comunista Kim Il Sung. En el sur vivían unos 20 millones de habitantes y en el norte unos 10 millones. El sur era esencialmente agrícola, mientras que la industria se concentraba en el norte. El 14 de noviembre de 1947, las Naciones Unidas aprobaron una resolución que ordenaba el retiro de las tropas extranjeras, la realización de elecciones libres y la creación de una comisión encargada de reunificar la península.
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A FINES DE LOS AÑOS 40, no quedaba casi nada de la alegría producida por la derrota de Hitler. La esperanza de una paz duradera se había desvanecido. Cada hecho que ocurría parecía aumentar la tensión. El 29 de agosto de 1949, la Unión Soviética explotó su primera bomba atómica en el desierto de Kazakhstan. No hubo ningún anuncio público, pero un avión de reconocimiento estadounidense detectó los restos de lluvia radiactiva. El presidente Truman hizo el anuncio el 23 de setiembre, y los soviéticos lo confirmaron. El 1º de octubre, Mao Tse-tung proclamó el nacimiento de la República Popular China. El país más poblado del mundo, con 500 millones de habitantes, pasaba a ser comunista. Ese mismo mes, el gobierno de Estados Unidos iniciaba un debate interno sobre la bomba de hidrógeno: un arma mucho más devastadora que la usada en Hiroshima. El 31 de enero de 1950, Truman autorizó su construcción. Solo diez días antes, Alger Hiss, un antiguo colaborador y amigo de Dean Acheson, el jefe del Departamento de Estado, fue encontrado culpable de perjurio en el marco de una investigación sobre espionaje. En abril de 1950, el gobierno de Truman iniciaba el análisis de un documento confidencial conocido como NSC-68. El texto afirmaba que una guerra con la
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Campo de batalla: el mundo
Unión Soviética era posible y que los Estados Unidos estaban mal preparados. En esos mismos días, la revista Life publicaba un informe en el que denunciaba la fragilidad militar estadounidense: un ejército de 640 mil hombres contra 2,6 millones de soldados soviéticos; una sola división acorazada contra 30; una producción de 1.200 aviones por año, contra 7 mil; 6 por ciento del producto en gasto militar, contra 25 en la Unión Soviética. Sin embargo, los soviéticos estaban preocupados por el arsenal atómico de Estados Unidos, que era superior al suyo. Fue en ese contexto que, el 25 de junio de 1950, las tropas de Corea del Norte cruzaron el paralelo 38. El presidente Truman recibió la noticia mientras pasaba un fin de semana de descanso en su casa familiar de Missouri. La llamada que recibió de Dean Acheson lo perturbó. Su hija Margaret contaría más tarde: “Mi padre dijo claramente, desde el momento en que escuchó la noticia, que tenía miedo de que fuera el inicio de la Tercera Guerra Mundial”.
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Pero las cosas avanzaron en otro sentido. El 10 de mayo de 1948, Syngman Rhee fue electo presidente de la República de Corea, en unas elecciones que fueron opacadas por numerosas denuncias de fraude. En los años siguientes, Rhee adoptó poderes dictatoriales y aplicó duras políticas represivas. En la mitad norte se instaló un régimen de partido único al estilo estalinista. El 9 de setiembre de 1948, la Unión Soviética reconoció a la República Democrática Popular de Corea como el gobierno legítimo para toda la península, y confirmó a Kim Il Sung como primer ministro. Durante años se creyó que la guerra entre las dos Coreas había estallado como resultado de una decisión unilateral de Kim. Pero, gracias a numerosos documentos desclasificados en la ex Unión Soviética y en China, hoy se sabe que hubo previamente un largo proceso político. En marzo de 1949, Kim viajó a Moscú para pedirle a Stalin que lo ayudara a invadir Corea del Sur. Pero Stalin se opuso porque no quería un enfrentamiento directo con Estados Unidos. Entonces Kim mandó un representante a China para buscar el apoyo de Mao. La revolución estaba a punto de triunfar en China, de modo que Mao prometió apoyo para más adelante. En tono risueño dijo que los estadounidenses serían incapaces de distinguir entre un soldado coreano y uno chino. En 1949, Mao envió soldados y asesores en apoyo del régimen norcoreano. Stalin lo supo de inmediato y decidió que no era bueno dejarle la iniciativa. El 30 de enero de 1950, Stalin ordenó a su embajador en Corea del Norte, Terentii Shtykov, que le comunicara a Kim Il Sung su disposición a apoyarlo. El texto de la comunicación se hizo público tras la caída del régimen soviético y es la prueba más temprana que existe de la participación de Moscú en el ataque contra Corea del Sur. Stalin se involucró para no perder liderazgo en Asia, pero también porque quería poner a prueba su nueva tecnología de guerra, desarrollada en buena medida gracias al espionaje. En particular, le interesaba evaluar el desempeño de sus nuevos aviones Mig. El jefe del Kremlin también quería reducir el número de tropas estadounidenses en Europa y Asia, y pensaba que un alto número de bajas podía ayudar al gobierno de Washington a tomar la decisión de irse. En abril de 1950, Stalin convocó a Kim Il Sung a Moscú para discutir los planes de invasión. Nuevamente le ofreció apoyo, pero bajo la condición de mantenerlo en secreto. A ojos de
la comunidad internacional, la única ayuda que iba a recibir era la china. Las palabras que usó fueron muy claras: “Si se llegan a romper los dientes, no voy a mover un dedo. Tendrán que pedirle ayuda a Mao”. El 13 de mayo, Kim viajó a Pekín para anunciar que contaba con la luz verde de Stalin. Mao quiso chequearlo y recibió una confirmación desde el Kremlin. Entonces Mao dijo las palabras que Kim quería escuchar: “Si los estadounidenses toman parte en la guerra, China va a apoyar a Corea del Norte con sus tropas”. Era el 15 de mayo de 1950. El 25 de junio, el ejército norcoreano cruzó el paralelo 38. La dimensión del ataque quedó descrita en el telegrama urgente que envió John Muccio, el embajador estadounidense en Seúl: “Dada la naturaleza del ataque y el modo en que fue efectuado, parecería que constituye una ofensiva total contra la República de Corea”. La evidencia disponible sugiere que Stalin esperaba un conflicto de baja intensidad: Washington apenas había reaccionado cuando Mao había triunfado en China, y Corea era un país mucho menos importante. Pero lo que ocurrió fue lo contrario. En un discurso extremadamente enérgico, Truman anunció que enviaría tropas a Corea, reforzaría la ayuda a los franceses en Indochina y despacharía la séptima flota al estrecho de Formosa para impedir toda agresión desde China a Taiwán. (Una consecuencia poco recordada de la Guerra de Corea es que puso a Taiwán a salvo de una invasión). El gobierno de Estados Unidos tenía varias razones para actuar de esta manera. En primer lugar, la invasión ponía en juego lo que luego se llamaría el “efecto dominó”. En palabras de Truman, “si permitimos que los comunistas entren por la fuerza en Corea del Sur, sin oposición de parte del mundo libre, ninguna nación pequeña tendrá el coraje de resistir las amenazas y agresiones de sus vecinos comunistas”. En segundo lugar, Estados Unidos sentía una responsabilidad especial hacia Corea del Sur, porque sus tropas habían ocupado el país durante 5 años y se habían retirado recientemente. En tercer término, una Corea unida y comunista era una amenaza para Japón, que estaba desarmado y bajo protección estadounidense. Por último, algunos dirigentes estadounidenses pensaban que los soviéticos no estaban buscando nada importante, sino probando la capacidad de respuesta de Estados Unidos. Stalin no ponderó adecuadamente estos aspectos, ni tampoco tuvo en cuen-
La OTAN y el Pacto de Varsovia
Los aliados occidentales en torno al símbolo de la OTAN.
El 4 de abril de 1949 se firmó en Washington el Tratado del Atlántico Norte, que vinculaba a Estados Unidos, Canadá y diez países de Europa Occidental: Bélgica, Dinamarca, Francia, Gran Bretaña, Holanda, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega y Portugal. El acuerdo fue presentado como una respuesta a la política expansionista de la Unión Soviética, ejemplificada en el bloqueo de Berlín. Los estatutos decían que cualquier ataque a uno de los países firmantes implicaría entrar en guerra con el resto. La Guerra de Corea llevó a la creación de un comando militar conjunto entre los países firmantes. Así nació la Organización del Tratado del Atlántico Norte, conocida como OTAN (NATO en inglés). La nueva organización fijó su sede en Bruselas, donde funciona hasta hoy. Su primer comandante en jefe fue el general Eisenhower. También como resultado de la Guerra de Corea, los aliados occidentales reconocieron a Alemania Occidental como país independiente y la aceptaron como miembro de la OTAN en mayo de 1955. Moscú respondió creando el Pacto de Varsovia, el 14 de mayo de 1955. Al igual que en el caso de la OTAN, el Pacto era un acuerdo de mutua defensa entre los siete países que lo firmaron: Albania, Alemania del Este, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Rumania, y la Unión Soviética. Pero, curiosamente, la única acción armada que emprendió el Pacto fue contra uno de sus miembros: en 1968, sus tropas entraron en Praga para aplastar la rebelión checa.
la invasión, convocó al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y presentó un proyecto de resolución que exigía el cese inmediato de las hostilidades y la retirada de las tropas. La votación fue aprobada por nueve votos a favor y ninguno en contra. La Unión Soviética no pudo ejercer el veto porque su embajador ante las Naciones Unidas, Yakov Malik, no estaba en la reunión. La ausencia de Malik se prolongaba desde hacía meses, como protesta ante la negativa a otorgarle a China continental la representación del país ante las Naciones Unidas (la silla todavía era ocupada por Taiwán). La ausencia no había generado hasta el momento mayores costos, porque no se habían tratado temas sensibles para Moscú. Pero el tema coreano era importante, y Malik no estuvo allí. Las interpretaciones sobre el hecho difieren hasta hoy. Algunos creen 1947-1948
cronología
1947 2 de julio: la delegación soviética abandona la conferencia de París luego de anunciar su rechazo al Plan Marshall. Para muchos analistas, este episodio marca el inicio de la Guerra Fría. 1948 10 de mayo: Syngman Rhee es electo presidente de Corea del Sur.
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ta el efecto acumulado de sus iniciativas. La situación tiene algún parecido con el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Al igual que Hitler veinte años antes, Stalin estaba forzando los límites para ampliar su zona de influencia. Estados Unidos no reaccionó militarmente ante la caída de China, como Inglaterra y Francia no reaccionaron cuando Checoslovaquia cayó en manos de los nazis. Hitler creyó que podía dar un paso más e invadió Polonia, lo que desató la respuesta militar de Inglaterra y Francia. Stalin creyó que podía dar un paso más y apoyar la invasión de Corea del Sur, lo que desató la respuesta de Washington. Perder China continental era un acontecimiento mucho más importante que perder Corea del Sur, pero fue Corea la que desbordó el vaso. Estados Unidos decidió actuar, pero no quiso hacerlo solo. El mismo día de
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El retrato de Kim Il Sung en manos de soldados estadounidenses.
que se trató de una maniobra de Stalin, que quería involucrar a Estados Unidos en el conflicto. El principal argumento a favor de esta idea es que Malik pidió autorización al Kremlin para ingresar a la sesión y se le dijo que no. Otros creen que se trató de un error de Moscú. Su principal argumento es que, mientras existió la Unión Soviética, nunca más sus delegados faltaron a una reunión del Consejo de Seguridad. Lo cierto es que ese día Estados Unidos consiguió que las Naciones Unidas se embarcaran en una acción militar contra Corea del Norte. El ejército que combatiría a las fuerzas de Kim no sólo estaría integrado por soldados estadounidenses y surcoreanos, sino también por tropas de otros quince países, entre los que estaban Inglaterra, Francia, Bélgica, Holanda, Canadá, Nueva Zelanda, Turquía, Tailandia y Colombia. Al decidir entrar en una guerra, las Naciones Unidas estaban actuando exactamente como lo habían imaginado sus fundadores. Una de las tareas que se les había asignado en 1945 era la de actuar como “policía mundial de la paz”: sus estatutos establecen los procedimientos que deben seguirse para usar la fuerza contra un agresor. Las Naciones Unidas no fueron fundadas por un grupo de pacifistas, sino por líderes que estaban saliendo de una guerra y consideraban que la fuerza puede ser necesaria para asegurar la paz. La extrañeza que hoy genera el hecho se debe a que, tras la guerra de Corea, esos procedimientos quedaron en desuso. La interposición del veto en el Consejo de Seguridad hizo imposible que se decidieran nuevas acciones armadas, lo que llevó a desarrollar medidas alternativas como el despliegue de fuerzas de paz. Pero, aunque la guerra se combatió bajo la bandera de las Naciones Unidas, el 90 por ciento de las tropas fueron proporcionadas por Corea del Sur y Estados Unidos. El general MacArthur, que se desempeñaba como comandante de las fuerzas estadounidenses en Extremo Oriente, fue puesto al frente de la operación. MacArthur llegó a Corea en los
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1949
1949 4 de abril: se funda la OTAN. 11 de mayo: se levanta el bloqueo de Berlín. 23 de mayo: fundación de la República Federal de Alemania. 29 de agosto: la Unión Soviética ensaya su primera bomba atómica.
24 de junio: Stalin ordena el bloqueo de Berlín.
1º de octubre: Nace la República Popular de China.
9 de setiembre: Kim Il Sung asume como primer ministro de Corea del Norte.
7 de octubre: fundación de la República Democrática de Alemania.
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últimos días de junio y se encontró con un panorama desalentador: las tropas norcoreanas estaban cerca de Seúl y el gobierno de Corea del Sur había huido. Se calculaba que había en el terreno unos 90 mil soldados norcoreanos, apoyados por tanques T-34 de fabricación soviética. Los coreanos del sur contaban con unos 25 mil hombres que estaban siendo vapuleados. “El tamaño del ataque y la velocidad con la que se ha desarrollado –dijo Truman dirigiéndose a la nación– hacen perfectamente claro que se trataba de algo preparado desde hace mucho”. Estados Unidos mandó inicialmente unos 10 mil hombres mal equipados y entrenados. Los primeros enfrentamientos fueron catastróficos: los norcoreanos atacaban disciplinadamente mientras las tropas estadounidenses combatían en desorden. En una zona sembrada de pantanos y arrozales, las bajas no sólo eran provocadas por las balas sino también por el cansancio y la disentería. Abandonando una línea defensiva tras otra, las tropas surcoreanas y estadounidenses no hacían más que retirarse. El único objetivo alcanzable era demorar el avance del enemigo mientras llegaban refuerzos. El 19 de julio Truman volvió a dirigirse a la nación y dijo que el conflicto exigía más tropas y equipamiento. El Congreso aprobó fondos que representaban casi una duplicación del gasto militar. Esa decisión marcó el inicio de un proceso de aumento del presupuesto militar estadounidense que se prolongó durante décadas. En la primera semana de agosto, el ejército norcoreano ocupaba el 90 por ciento del territorio al sur del paralelo 38. Las fuerzas de las Naciones Unidas sólo controlaban un perímetro de unos 250 kilómetros en torno al puerto de Pusán. Pero los norcoreanos habían extendido demasiado sus líneas y habían sufrido muchas bajas. Además, la estrategia de demorar el avance estaba dando frutos. El desembarco de materiales y armamento en Pusán era continuo. Ya se contaba con una gran cantidad de tanques, artillería y tropas frescas.
1950
A mediados de agosto había en Pusán unos 100 mil hombres en condiciones de combatir, la mitad de ellos estadounidenses. Se trataba de una buena noticia para Truman, aunque no eliminaba todas sus preocupaciones. El presidente tenía poca confianza en MacArthur, al que veía como un ególatra descontrolado. En particular, Truman temía que el general convirtiera el conflicto entre las dos Coreas en un conflicto entre las dos Chinas. Pero además de ser inmanejable, MacArthur era un gran militar. Junto a sus colaboradores ideó un plan para sorprender a los norcoreanos con un ataque anfibio en el puerto de Inchón. La idea era servirse del factor sorpresa, porque Inchón era un lugar inverosímil para un desembarco. Además, la ciudad quedaba cerca del paralelo 38, lo que significaba que una victoria cortaría las comunicaciones entre Corea del Norte y las tropas que ocupaban el Sur. La operación era arriesgadísima, pero MacArthur sabía que los japoneses lo habían logrado en 1904. El 15 de setiembre las tropas de MacArthur invadieron Inchón. Un total de 70 mil hombres y abundante material fueron transportados en 262 embarcaciones. Pese a todos los riesgos, la operación fue un éxito. Más de la mitad del ejército norcoreano quedó atrapada entre las tropas desembarcadas en Inchón y las que empezaron a avanzar desde Pusán. El 1º de octubre, toda Corea del Sur había sido recuperada. El clima en Estados Unidos era de euforia. Pero ese mismo día, Stalin enviaba a Mao un telegrama crucial: “Si usted considera posible enviar tropas para apoyar a los coreanos, entonces debería mover al menos cinco o seis divisiones rumbo al paralelo 38”. Luego agregaba que esos soldados profesionales “podrían ser llamados voluntarios”, como efectivamente se los llamó. La gran pregunta que se hacían los mandos occidentales era si las tropas de las Naciones Unidas debían detenerse en la frontera o seguir adelante. La opinión predominante en Washington era continuar: el paralelo 38 no ofrecía ningún resguardo estratégico ante un ejército
Coca-Cola es así La dureza de la Guerra Fría no impidió que algunos altos dirigentes soviéticos sucumbieran a los encantos del capitalismo. La siguiente historia es contada por el periodista inglés Tom Standage, redactor del semanario The Economist y autor de varios libros sobre ciencia y tecnología: El converso a la Coca-Cola más inverosímil quizá fuera el general Gueorgui Konstantinovich Zhukov, el más distinguido líder militar de la Unión Soviética, que defendió con éxito a su país del ataque alemán y después condujo sus fuerzas hasta Berlín para poner fin a la guerra. Zhukov era uno de los pocos que se atrevía a llevarle la contraria a Yosif Stalin, el brutal dirigente soviético, que no podía desembarazarse de él a causa de su popularidad y su heroica reputación. Durante las negociaciones posbélicas sobre el reparto de Alemania, Zhukov conoció la Coca-Cola de manos de Eisenhower y se aficionó mucho a la bebida. Pero era reacio a dejarse ver disfrutando de un producto tan estrechamente identificado con los valores estadounidenses, sobre todo a medida que se intensificaba la rivalidad entre las dos superpotencias. Así que Zhukov realizó una inusual petición: ¿era posible elaborar CocaCola incolora, de modo que se pareciera al vodka, la bebida tradicional rusa? Su petición fue transmitida a la Coca-Cola Company, que, como no podía ser menos, aceptó y, con el visto bueno del presidente Harry Truman, ideó una versión transparente que enviaban a Zhukov en botellas cilíndricas especiales, selladas con una chapa blanca y etiquetadas con una estrella roja soviética. Extracto del libro La historia del mundo en seis tragos, de Tom Standage, Barcelona, Editorial Debate, pp. 241-242.
1950
1950 31 de enero: el presidente Truman autoriza la construcción de la bomba de hidrógeno.
15 de setiembre: desembarco de las tropas de las naciones Unidas en Inchon.
9 de febrero: el senador Joseph McCarthy anuncia en un discurso que posee una lista de funcionarios del Departamento de Estado afiliados al Partido Comunista.
7 de octubre: las fuerzas de las Naciones Unidas cruzan el paralelo 38 e invaden Corea del Norte.
25 de junio: tropas de Corea del Norte cruzan el paralelo 38 e invaden Corea del Sur.
19 de octubre: Pyongyang, la capital de Corea del Norte, es tomada por las tropas de las Naciones Unidas.
27 de junio: las Naciones Unidas deciden enviar tropas a Corea. 28 de junio: Seúl, la capital de Corea del Sur, es tomada por las tropas norcoreanas.
25 de octubre: 300 mil soldados chinos ingresan en Corea del Norte.
1951-1952
En diciembre, el general Matthew Ridgway, un héroe de la Segunda Guerra, llegó a Corea y se puso al frente del octavo ejército. Poco después las cosas empezaron a mejorar. Para fines de enero, los mensajes de Ridgway anunciaban que estaba en condiciones de repeler ataques masivos y creía poder ganar algunos meses para preparar una salida política. El 15 de marzo, el octavo ejército reconquistó Seúl, o lo que había quedado de ella tras una violenta ocupación. Las noticias eran buenas para la marcha de la guerra pero malas para MacArthur. La nueva situación fue descrita por Dean Acheson con su habitual ironía: “Mientras el general MacArthur estaba combatiendo al Pentágono, el general Ridgway está combatiendo al enemigo”. Para fines de marzo, las tropas aliadas estaban una vez más en el paralelo 38. Los chinos habían perdido más de 100 mil hombres. Truman quiso aprovechar el momento para buscar una salida diplomática. El 21 de marzo presentó un borrador a todos los países que tenían tropas en Corea. Pero MacArthur le arruinó los planes: el 23 de marzo emitió un ultimátum a China y una amenaza muy explícita de llevar la guerra más allá de los límites de Corea. Truman estaba furioso, pero prefirió moverse con cautela: MacArthur era demasiado popular entre los estadounidenses. De modo que optó por mandarle una advertencia en privado y recordarle una instrucción que prohibía toda declaración pública. A fines de marzo, las Naciones Unidas dieron a conocer cifras terribles: las fuerzas internacionales habían sufrido hasta el momento 228.941 bajas. La peor parte la llevaba Corea del Sur, con 168.652. Luego venía Estados Unidos, con 57.120. Fue en ese momento que MacArthur dio un paso de más. El 5 de abril, el líder republicano en la cámara de diputados leyó una carta enviada por el general, en la que éste llamaba a la guerra con China: “Si perdemos la guerra en Asia, la caída de Europa es inevitable”. MacArthur estaba actuando como si fuera el jefe de 1952-1953
1951 4 de enero: Seúl es tomada por las tropas chinas/norcoreanas.
1º de noviembre: Estados Unidos ensaya su primera bomba de hidrógeno.
15 de marzo: las tropas de las Naciones Unidas toman Seúl e inician un avance que las llevará hasta el paralelo 38.
1953 20 de enero: Dwight Eisenhower asume como presidente de Estados Unidos.
11 de abril: el presidente Truman destituye al general MacArthur. 20 de setiembre: Grecia y Turquía ingresan a la OTAN. 1952 2 de octubre: Gran Bretaña ensaya su primera bomba atómica.
5 de marzo: muere Stalin. 19 de junio: ejecución de Ethel y Julius Rosenberg en Estados Unidos. 27 de julio: se establece un cese al fuego en Corea.
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John Foster Dulles había sido un duro crítico de la “política de contención” impulsada por Truman. Cuando, en 1953, Eisenhower lo puso al frente del Departamento de Estado, Dulles se convirtió en el arquitecto de lo que se llamó la “política de disuasión”. La primera formulación de esa política se produjo el 12 de enero de 1954. Estados Unidos, dijo Dulles, no debe limitarse a reaccionar ante los actos de la Unión Soviética, sino construir “un poder disuasivo”. Para eso debía sostener su política exterior en “una gran capacidad de represalia instantánea, con medios y desde lugares de nuestra elección”. Estados Unidos debía tener la capacidad de golpear a cualquier enemigo con un ataque nuclear. Dulles no pensaba que todo conflicto mereciera esa respuesta, pero consideraba importante estar en condiciones de darla. La propuesta fue duramente atacada por los demócratas. Dean Acheson dijo que se trataba de establecer “un pacto de suicidio mutuo” entre las grandes potencias: mientras el uso de armas convencionales intenta establecer un costo que el agresor no esté dispuesto a pagar, argumentó Acheson, la estrategia de Dulles propone convertir cualquier conflicto en una guerra de exterminio. Pero ni las críticas demócratas ni otras formuladas por los aliados europeos (que temían que Europa se convirtiera en un campo de batalla nuclear) impidieron que la “represalia masiva” se convirtiera en la doctrina del gobierno de Eisenhower. Dos razones principales llevaron a este resultado. En primer lugar, la propuesta se presentó como un camino para reducir el gasto militar a mediano plazo. Una gran capacidad de disuasión permitiría poner fin al estado de movilización permanente que se vivía desde la Segunda Guerra Mundial. Un uso más inteligente de los recursos permitiría bajar el presupuesto militar desde los 74 mil millones por año en que lo había dejado Truman a unos 40 mil millones. En segundo lugar, el comportamiento de la Unión Soviética despertó temores que hicieron atractiva la idea de disuasión. Un hecho importante ocurrió en 1957, cuando los servicios de inteligencia británicos revelaron la existencia de un plan de invasión a Europa Occidental desarrollado por el mariscal Zhukov. El plan no tenía fecha de realización prevista, pero detallaba un procedimiento para llegar al Canal de la Mancha en el segundo día de combates. El solo hecho de que uno de los principales dirigentes soviéticos hubiera empleado su tiempo en hacer ese trabajo causó un gran nerviosismo en Occidente. La respuesta soviética a la “política de disuasión” consistió en desarrollar un arsenal nuclear que desalentara todo proyecto de guerra atómica. Eso llevó a Estados Unidos a aumentar aun más su producción de armas nucleares para asegurar un equilibrio de poder. La carrera armamentista había entrado en escena y las promesas de ahorro de Dulles no se cumplieron.
norcoreano que estaba en condiciones de volver a atacar. El 27 de setiembre, MacArthur recibió la orden de cruzar el paralelo 38, siempre y cuando no encontrara fuerzas soviéticas o chinas. Su misión ya no era liberar a Corea del Sur sino “la destrucción de las fuerzas armadas de Corea del Norte”. En los primeros días de octubre, las Naciones Unidas aprobaron una resolución en la que se recomendaba “dar todos los pasos necesarios para asegurar condiciones de estabilidad en toda Corea”. Era la luz verde de la comunidad internacional. El 9 de octubre, las fuerzas de MacArthur cruzaron el paralelo 38. Pocos días después tomaron la capital norcoreana. Pero el 19 de octubre, Mao movilizó a sus tropas. Centenares de miles de soldados chinos empezaron a atacar. Estados Unidos voló los puentes sobre el río Yalu, que separa a Corea del Norte de China, pero MacArthur recibió órdenes expresas de no poner un pie al norte de ese río. En pocas semanas, la suerte de los combatientes volvió a cambiar. Las tropas de MacArthur enfrentaron de golpe las dos amenazas más temidas por el Pentágono: al duro invierno norcoreano (con temperaturas por debajo de los 25 grados bajo cero) e inmensas oleadas de soldados chinos. En solo quince días, los estadounidenses perdieron 200 kilómetros de terreno y una gran cantidad de efectivos. Pyongyang, la capital norcoreana, cayó el 6 de diciembre en manos comunistas. Los chinos tenían a esa altura 450 mil soldados en el terreno. A principios de enero de 1951 cayó Seúl, ubicada unos 100 kilómetros al sur del paralelo 38. Era la mayor retirada en la historia de las fuerzas armadas estadounidenses. Enfrentado al fantasma de la derrota, MacArthur perdió la calma: pedía cantidades de refuerzos como no se veían desde la Segunda Guerra, proponía movilizar a los 800 mil soldados que tenía Chiang Kai-shek en Taiwán y quería tirar bombas atómicas sobre China. Pero Truman no quería convertirse en el hombre que llevara al mundo a una tercera guerra mundial.
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La “política de disuasión”
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la política exterior estadounidense. En esos días, el Washington Post decía que estaba en juego la superioridad del gobierno civil sobre los mandos militares. El 9 de abril, la Junta de Comandantes en Jefe concluyó que, desde un punto de vista estrictamente militar, MacArthur debía ser relevado. El 11 de abril de 1951, el título principal de los diarios estadounidenses anunciaba que Truman había destituido a MacArthur. Su sustituto era el general Ridgway. Lo que siguió fue una terrible batalla política. Los republicanos atacaron la decisión de Truman y anunciaron que convocarían a MacArthur al Congreso. En el Senado se hablaba de poner en marcha el proceso de destitución del presidente. La opinión pública se volcó en contra del gobierno. Algunas figuras del Partido Demócrata, como Eleanor Roosevelt, salieron en defensa de Truman. También lo hicieron el Washington Post, el New York Times y el Boston Globe. Pero, según una encuesta de Gallup, el 69 por ciento de los estadounidenses respaldaba a MacArthur. El 17 de abril, MacArhtur llegó a San Francisco y fue recibido por 10 mil personas. El 18 de abril llegó a Washington para hablar ante el Congreso. Doce mil personas lo esperaban en el aeropuerto. Su discurso ante los congresistas fue belicoso y desafiante. Durante la media hora que duró, los aplausos lo interrumpieron treinta veces. Decenas de millones lo siguieron por televisión. Una inmensa multitud lo esperaba cuando llegó a Nueva York. Pero el comportamiento de MacArthur empezó a preocupar a muchos: un hombre con ese carisma, ese apoyo popular y esas ideas belicosas, era una amenaza para la paz. El 3 de mayo de 1951, la comisión de relaciones exteriores y defensa del Senado empezó a examinar su destitución. MacArthur declaró durante tres días y, cuanto más habló, más daño se hizo: dio la imagen de un hombre obsesivo, incapaz de reconocer errores, agresivo y enamorado de sí mismo. Luego llegó el testimonio del general Marshall y los miembros de la 1954
Junta de Comandantes. Todos criticaron la estrategia de MacArthur y dijeron haber sido consultados por Truman. Como en Corea, el triunfo empezaba a cambiar de bando. El testimonio de Marshall fue determinante. Llamó a MacArthur “un hermano oficial del ejército” y “un gran hombre”, pero criticó sus juicios y respaldó su destitución. El gobierno no estaba eludiendo una victoria fácil en Corea, dijo Marshall, porque no había ninguna victoria fácil que obtener. Lo que se estaba evitando era una guerra mundial. Una leyenda estaba destruyendo a otra. Para junio, el apoyo popular a MacArthur casi había desaparecido. Truman había salvado su política de guerra limitada y aparecía como un gobernante civil que se había impuesto sobre los mandos militares. En junio de 1951, los soviéticos anunciaron su voluntad de buscar un armisticio. Las negociaciones se iniciaron el 8 de julio, pero se interrumpieron en agosto por falta de acuerdo sobre los prisioneros de guerra: Estados Unidos defendía la idea del retorno voluntario al país de origen, pero Mao insistía en el retorno obligado. Había unos 20 mil prisioneros chinos, y el temor de Mao era que no quisieran volver a China. Esa discusión demoró la paz un año y medio. Mientras tanto, se seguía combatiendo y los estadounidenses habían acumulado unas 80 mil bajas. A mediados de 1952, Kim buscaba desesperadamente el fin de la guerra. El 14 de julio le mandó un telegrama a Mao, diciendo que las bombas estadounidenses estaban dejando a su país en ruinas. Pero pronto descubrió que Mao y Stalin no tenían mayor apuro en firmar la paz. En una conversación con Zhou En-lai ocurrida el 20 de agosto, Stalin observó que “esta guerra está destruyendo los nervios de los americanos”. El 2 de febrero de 1953, el nuevo presidente Eisenhower habló públicamente de la posibilidad de usar la bomba atómica contra China. El 5 de marzo murió Stalin. El 21 de marzo, las autoridades soviéticas comunicaron a
Guerra Fría y carrera espacial
Yuri Gagarin
La conquista del espacio fue en más de un sentido un capítulo de la Guerra Fría. Por un lado, en la carrera espacial se jugaba la imagen de las grandes potencias ante la opinión pública mundial. Por otra parte, la tecnología necesaria para lanzar cohetes al espacio era básicamente la misma que se utilizaba para construir misiles. Los soviéticos cosecharon los primeros éxitos. El 4 de octubre de 1957 lanzaron al espacio el primer satélite Sputnik, que enviaba señales de radio desde su órbita. Un mes más tarde lanzaron un satélite que transportaba a la perra Laika, el primer ser vivo que hizo un viaje espacial. Laika murió unas horas después del despegue, pero probó que era posible sobrevivir a una puesta en órbita. En 1959, los soviéticos consiguieron que una nave no tripulada llegara a la Luna. El 12 de abril de 1961 enviaron el primer hombre al espacio, el mayor Yuri Gagarin, que rápidamente pasó a la categoría de héroe nacional. Paralelamente, el Ejército Rojo experimentaba con misiles intercontinentales que podían alcanzar el territorio de EEUU, y con misiles tierra-aire que llegaron a derribar un avión de reconocimiento estadounidense. Estados Unidos demoró más de un año en igualar la hazaña del Sputnik y perdió por pocas semanas la carrera por poner al primer hombre en el espacio: Alan Shepard hizo el primer vuelo orbital el 5 de mayo de 1961. Para compensar esas derrotas, el presidente Kennedy lanzó el desafío de llevar a un hombre a la luna antes de que terminara la década. El proyecto Apolo lo consiguió el 21 de julio de 1969, y con eso opacó las victorias previas de los soviéticos. Pero Kennedy no vivió para celebrarlo.
1955
1954 7 de mayo: tras la derrota de Dien Bien Phu, Francia abandona Indochina. Nacen cuatro países: Camboya, Laos, Vietnam del Norte y Viet Nam del Sur.
1955 9 de mayo: la República Federal de Alemania ingresa a la OTAN y es autorizada a rearmarse.
22 de abril: empiezan las audiencias televisadas de la comisión que examina una denuncia contra el senador McCarthy.
15 de mayo: Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética firman el Tratado del Estado Austriaco, que remueve las tropas de ocupación, restablece las fronteras anteriores a 1938 y crea un estado neutral.
11 de agosto: crisis militar entre China comunista y Taiwán en el estrecho del mismo nombre. 2 de diciembre: el senado de Estados Unidos vota la censura del senador McCarthy.
14 de mayo: se crea el Pacto de Varsovia.
18 y el 23 de julio: Conferencia en Ginebra de los cuatro grandes (USA, Unión Soviética, Gran Bretaña, Francia).
Hebert von Karajan
>Berlín Occidental conservaba en los años setenta las huellas de la guerra: los agujeros de balas y obuses daban a las fachadas la apariencia de agrisados quesos suizos. La ciudad era legalmente reconocida como parte de la República Federal de Alemania, pero sus representantes no tenían derecho a voto en el parlamento (Bundestag) ni en la cámara federal (Bundesrat). Las resoluciones del parlamento federal incluían una cláusula que las hacía válidas para Berlín Occidental sólo después de haber sido ratificadas por la cámara de diputados berlinesa. La ciudad tenía sus propios sellos postales, que eran reconocidos por la República Federal. Los berlineses occidentales usaban pasaporte alemán, pero éste no era reconocido por la República Democrática de Alemania. El trayecto por tierra se hacía a través de carreteras mantenidas por Alemania Federal, que los automovilistas no podían abandonar. En la visa de tránsito figuraba la hora de entrada a la RDA. Quien demoraba más tiempo del razonable podía tener serios inconvenientes. En los puntos de control, la policía controlaba los autos con perros y cámaras, buscando posibles fugitivos del régimen comunista. A diferencia de Berlín Oriental, la parte occidental era una ciudad próspera. Para atraer población y compensar el encierro, se concedían exoneraciones impositivas a las personas y a las empresas. Algunas de las firmas más importantes del país conservaron sus sedes centrales en esa isla rodeada de socialismo. Berlín Occidental era también un polo de atracción para los jóvenes, en parte por las oportunidades de estudio que ofrecía y en parte porque quienes se establecían quedaban exonerados del servicio militar. Berlín Occidental era una ciudad abierta al mundo. Sus habitantes viajaban masivamente hacia destinos no alemanes, y la ciudad se poblaba de restaurantes exóticos que cambiaron las costumbres (no había nada más berlinés que una pizzería italiana). La ciudad había vuelto a ser una metrópoli europea, con teatros innovadores y excelentes orquestas como la Filarmónica, dirigida por Herbert von Karajan. Pero eso no le impedía seguir siendo una ciudad provinciana a la sombra del muro. Ser berlinés occidental era un signo distintivo que causaba orgullo. Los berlineses occidentales se sentían más liberales, más flexibles y más tolerantes que el resto de sus compatriotas. Algunos estudios muestran que tenían más conciencia de los conflictos internacionales y adoptaban una postura menos temerosa que los habitantes de otras grandes ciudades.
EL MCCARTHYSMO EN ESTADOS UNIDOS La Guerra Fría fue la edad de oro del espionaje. Las grandes potencias, los países europeos y muchas otras naciones del planeta gastaron enormes cantidades de dinero y sacrificaron muchas vidas en una competencia por conocer los secretos de los demás. Solo en la ciudad de Berlín (uno de los lugares más sensibles para todos los bandos) llegaron a operar en forma simultánea ochenta organizaciones de inteligencia. Entre ellas estaban la CIA, el KGB, la Stasi de Alemania Oriental, el BND de Alemania Occidental, el Mossad israelí y los servicios franceses y británicos. Pero el espionaje traía asociado el temor a ser espiado. La casi certeza de estar siendo infiltrado por el enemigo obsesionó a los especialistas en inteligencia, a los dirigentes políticos y a muchos ciudadanos. Buena parte de los temores de esa época eran paranoia, pero otros estaban justificados. En 1946, los servicios de seguridad canadienses descubrieron una red de espionaje soviética que robaba secretos nucleares a Estados Unidos. En enero de 1950, Alger Hiss, un alto funcionario del Departamento de Estado, fue condenado tras un largo proceso en el que se lo acusó
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Por Martín Peixoto
elecciones. Ese frente político interno no existía para Stalin, ni para Mao, ni para Kim Il Sung. Tras la caída de la Unión Soviética se supo que hubo enfrentamientos entre pilotos estadounidenses y soviéticos en los cielos de Corea (hasta ese entonces se sabía que Corea del Norte tenía aviones Mig, pero se pensaba que eran piloteados por coreanos). En 1994, cuarenta y un años después del fin de la guerra, Kim Il Sung fue encontrado muerto con un documento entre las manos. Lo que leía cuando lo sorprendió la muerte era el informe que el gobierno poscomunista de Rusia iba a hacer público sobre los orígenes del conflicto. La documentación presentaba a Kim como el principal instigador de la invasión. Su sistema circulatorio no lo soportó.
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Berlín Occidental durante la Guerra Fría
Zhou En-lai que habían decidido poner fin al conflicto. Para obtener el apoyo de Pekín, los soviéticos prometieron que instalarían 91 fábricas de armas en territorio chino. El 27 de julio de 1953 se firmó el armisticio. El acuerdo mantenía la división entre las dos Coreas, en las mismas condiciones anteriores a la guerra. Corea del Norte se convirtió en un país comunista y Corea del Sur en un próspero país capitalista. El principio del retorno voluntario de los prisioneros fue finalmente aceptado. Dos tercios de los 21.374 prisioneros chinos se negaron a volver a su país. China salió fortalecida del conflicto. Pese a las pérdidas humanas (probablemente unas 400 mil vidas), el apoyo soviético le había permitido modernizar su ejército. Al finalizar la guerra, China tenía la tercera fuerza aérea más grande del mundo. Su industria había empezado a producir fusiles y ametralladoras con licencias soviéticas. Además, Mao había consolidado su liderazgo en Asia y había pasado a ser un jugador de primera importancia en la política internacional. La Unión Soviética no había conseguido impedir el fortalecimiento internacional de Mao, pero había conseguido mantenerlo como un socio que respetaba la autoridad de Moscú. También había probado armamento de última generación y había mostrado que podía enfrentar militarmente a Estados Unidos. Pero también hubo consecuencias negativas para Moscú: una invasión a Taiwán se había vuelto políticamente inviable y las potencias occidentales habían autorizado el rearme de Alemania Occidental. Estados Unidos perdió unos 37 mil hombres y más de 3 mil aviones. Pero sobre todo perdió la imagen de potencia invencible de la que disfrutaba desde la Segunda Guerra. El conflicto había mostrado además que Estados Unidos tenía una problema dif ícil de manejar: una opinión pública que era capaz de volverse en contra del gobierno en medio de una guerra. El general Eisenhower había hecho campaña prometiendo sacar a las tropas de Corea y había ganado las
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1956 a 1960
1961
1956 29 de octubre: crisis del Canal de Suez.
1961 20 de enero: John F. Kennedy asume como presidente de Estados Unidos.
1957 2 de mayo: muere Joseph McCarthy. 4 de octubre: la Unión Soviética lanza el satélite artificial Sputnik. 1958 23 de agosto: nueva crisis militar en el estrecho de Taiwán. 1959 1º de enero: triunfo revolucionario en Cuba. 1960 1º de mayo: un avión espía estadounidense es abatido en la Unión Soviética.
15 de abril: desembarco en Playa Girón (Bahía de Cochinos). 13 de agosto: se inicia la construcción del muro de Berlín. 31 de octubre: la Unión Soviética ensaya la primera bomba termonuclear.
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de pasar información a Moscú. Ese mismo mes, el científico Klaus Fuchs confesó al servicio secreto británico que había espiado para la Unión Soviética mientras trabajaba en Inglaterra y Estados Unidos, y había proporcionado información crucial para fabricar la bomba de hidrógeno. En marzo de 1951 empezó el juicio a Ethel y Julius Rosenberg, un matrimonio de comunistas estadounidenses acusados de haber transmitido secretos que permitieron la construcción de la bomba atómica en la Unión Soviética. Ambos fueron condenados a muerte y ejecutados el 19 de junio de 1953, pese a declararse inocentes. El hecho conmocionó a la opinión pública y abrió un debate que duró décadas. En 1995 se hicieron públicos documentos que revelaron que Julius efectivamente era un espía, pero no Ethel. Fue en ese contexto que Joseph McCarthy llegó a la fama. MacCarthy había sido hasta entonces un oscuro senador por Wisconsin, pero el 9 de febrero de 1950 hizo un discurso en Virginia en el que dijo tener una lista de funcionarios del Departamento de Estado que eran comunistas y significaban una amenaza para la seguridad de Estados Unidos. El anuncio tuvo una inmediata difusión en los medios. McCarthy nunca presentó la lista y cayó en varias contradicciones. A veces dijo que su lista contenía 205 nombres, pero en otros momentos habló de 57 o de 81. Las pocas veces que aportó algún nombre tuvo problemas. Pero la opinión pública reaccionó con preocupación ante la idea de que el Departamento de Estado estuviera infiltrado. La pérdida del monopolio nuclear estadounidense, la caída de China en manos comunistas y, poco después, el inicio de la Guerra de Corea, hacían que mucha gente se sintiera insegura. McCarthy descubrió que había tocado un punto sensible, y que podía poner en apuros al gobierno si lo acusaba de no ser suficientemente firme en su lucha contra los intentos de infiltración. Durante los años siguientes, McCarthy lanzó duras acusaciones contra el Departamento de Estado, el presidente 1962
1962 14 de octubre: un avión de reconocimiento estadounidense obtiene fotos que muestran la construcción de rampas de lanzamiento de misiles en Cuba. 22 de octubre: El presidente Kennedy anuncia el bloqueo de Cuba. 27 de octubre: un avión de reconocimiento estadounidense es derribado en Cuba. 28 de octubre: Khrushchev anuncia que los misiles serán retirados de Cuba.
Intentos de distensión
Tras la muerte de Stalin en 1953, y tras la llegada de Khrushchev al poder en 1955, hubo en el mundo momentos de distensión. Los líderes de la Unión Soviética abandonaron públicamente la doctrina de la guerra inevitable con los países capitalistas y se mostraron dispuestos a coexistir. En mayo de 1955 se logró un acuerdo sobre Austria, que pasó a la categoría de país neutral. Entre el 18 y el 23 de julio de ese año se realizó en Ginebra una reunión en la que participaron delegaciones de Estados Unidos, la Unión Soviética, Gran Bretaña y Francia. En ese encuentro, Eisenhower propuso un plan de “cielos abiertos” para Alemania: dado que no era posible lograr la reunificación, cada uno de los ocupantes permitiría que los otros hicieran vuelos de reconocimiento, proporcionarían los planos de sus instalaciones militares y aceptarían inspecciones recíprocas. De ese modo se eliminaría el temor a un ataque sorpresa. También en 1955, los soviéticos se reconciliaron con Tito, el gobernante comunista que había desarrollado políticas más abiertas hacia Occidente, y establecieron relaciones diplomáticas con la República Federal de Alemania. El 10 de diciembre de 1957, el ministro soviético de Relaciones Exteriores, Nikolai Bulganin, hizo suya una propuesta del canciller polaco Adam Rapacki: si los estadounidenses y británicos retiraban sus tropas del continente europeo, la Unión Soviética retiraría las suyas de Alemania del Este y los demás países del Pacto de Varsovia. El 9 de enero de 1958, Bulganin propuso que Estados Unidos y la Unión Soviética suspendieran los ensayos nucleares, prohibieran las armas atómicas y aplicaran el plan de desmilitarización de Europa propuesto por Rapacki.
Pero ninguna de estas propuestas funcionó. El abandono soviético de la tesis de la inevitabilidad de la guerra con lo países capitalistas coincidió con un endurecimiento de las posturas internacionales de China, que bombardeó dos islas controladas por Taiwán y tuvo políticas desestabilizadoras en varios países de Asia. Estas iniciativas causaban tensiones entre Moscú y Pekín pero, vistas desde Occidente, generaban la sospecha de que la Unión Soviética y China se habían coordinado para jugar el juego del policía malo y el policía bueno. La reconciliación con Tito y el reconocimiento de Alemania Occidental eran gestos importantes, pero igualmente importante era que en 1954 la Unión Soviética había iniciado un gran programa de pruebas de nucleares, incluyendo la bomba de hidrógeno, y que en mayo de 1955 había creado el Pacto de Varsovia. La propuesta de “cielos abiertos” de Eisenhower tuvo una buena recepción internacional y fue apoyada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, pero los soviéticos, que se sentían retrasados tecnológicamente, la interpretaron como una maniobra para facilitar las tareas de espionaje y terminaron por rechazarla. Las propuestas de Bulganin generaron un gran debate en Estados Unidos: George Kennan proponía aceptarlas, mientras que John Foster Dulles y Dean Acheson estaban en contra. Finalmente el gobierno de Eisenhower las rechazó por considerarlas poco confiables: los soviéticos no hacían ninguna propuesta acerca de cómo verificar el retiro de tropas y de armas, ni sobre los procedimientos para eliminar el armamento nuclear. Una vez más, la interpretación que predominó fue que se trataba de una maniobra.
1964
1963 22 de noviembre: Kennedy es asesinado. Lyndon B. Johnson asume como presidente de Estados Unidos. 1964 4 de agosto: se produce el incidente del Golfo de Tonkin, que marcará el ingreso de Estados Unidos a la Guerra de Viet Nam.
Willy Brandt y la Ostpolitik
Carismático y enérgico, Willy Brandt (19131992) fue uno de los políticos más influyentes de Alemania Occidental. Durante su juventud se opuso al nazismo y fue perseguido por la Gestapo. En 1933 tuvo que huir a Noruega y luego a Suecia. Tras la guerra volvió a Alemania y en 1949 fue elegido miembro del parlamento federal (Bundestag) por el Partido Socialdemócrata. Entre 1957 y 1966 fue alcalde de Berlín, y en 1969 fue electo Canciller (nombre que dan los alemanes a su primer ministro). La política exterior de Brandt tuvo dos orientaciones muy llamativas para la época. La primera consistió en reconocer públicamente las atrocidades cometidas por su país durante la Segunda Guerra y pedir perdón a las víctimas. Fue famoso un gesto suyo durante una visita a Polonia en 1970: Brandt visitó las ruinas de lo que había sido el Gueto de Varsovia, y allí se puso de rodillas ante el monolito que recuerda a los 500 mil judíos asesinados por los soldados alemanes. La foto dio la vuelta al mundo y es una de las imágenes más representativas de la historia política del siglo XX.
La segunda orientación de la política exterior de Brandt fue la llamada Ostpolitik, o “política del Este”. Brandt buscó por múltiples caminos la distensión con los países del Pacto de Varsovia, con el propósito de mejorar el clima que se vivía en Europa. Los múltiples gestos de Brandt contribuyeron a la distensión y lo condujeron a recibir el Premio Nobel de la Paz en 1971. Pero su actitud también generó críticas de parte de quienes entendían que concedía mucho más de lo que obtenía a cambio. En 1974, Brandt recibió un golpe definitivo cuando se descubrió que su más estrecho colaborador, Günter Guillaume, que había llegado a Alemania Occidental en 1956 como desertor del régimen comunista, era en realidad un espía de Alemania Oriental. Según pudo verificarse, el régimen socialista se enteraba de muchas decisiones de gobierno de Alemania Occidental antes que los propios funcionarios occidentales. Pese a su alta popularidad, Brandt asumió la responsabilidad política y presentó renuncia a su cargo.
sino mucha improvisación y un gran afán de notoriedad. Pero sus métodos prepotentes, el éxito de sus prácticas demagógicas y su total falta de escrúpulos lo convirtieron en un hombre temido ante el que se sometieron varias agencias del gobierno y las propias fuerzas armadas. En esa época, el término “McCarthysmo” pasó a ser sinónimo de caza de brujas y ausencia de garantías. En marzo de 1954, McCarthy tuvo un fuerte choque con el periodista televisivo Ed Murrow, que mostró que era posible desafiarlo y sobrevivir. Al mes siguiente, y con el visto bueno de Eisenhower, el ejército lo acusó de haber hecho presiones para favorecer la carrera de un conocido. La misma comisión que él presidía fue encargada de examinar el caso. Las audiencias empezaron el 22 de abril y se prolongaron durante 36 días. Todas fueron televisadas y seguidas por veinte millones de personas. Hoy se sabe que la idea de televisarlas fue del futuro presidente Lyndon B. Johnson, que previó lo que iba a ocurrir: el estilo prepotente y deshonesto de McCarthy causó rechazo entre los estadounidenses. En pocas semanas, su nivel de popularidad se desplomó. Un abogado de las fuerzas armadas llamado Joseph Welch le dio el tiro de gracia cuando le dijo en la cara: “Usted ya hizo suficiente. ¿Es que no tiene sentido de la decencia, señor?”. Ya nadie le tuvo miedo a McCarthy. El 2 de diciembre de 1954, el Senado aprobó por holgada mayoría un voto de censura contra el senador McCarthy: algo que solo ocurrió tres veces en la historia de Estados Unidos. La medida no impidió que ocupara su banca hasta el final del período, pero lo convirtió en la sombra de lo que había sido. Sus colegas le hacían el vacío y los medios de prensa lo ignoraban. La derrota le agravó un problema de alcoholismo que lo llevó a la muerte por cirrosis el 2 de mayo de 1957, a los 48 años de edad. McCarthy dejó una memoria tan negra que, con el paso del tiempo, se le han atribuido más abusos de los que cometió. Por ejemplo, se lo suele asociar al tristemente célebre Comité de Actividades Anti-Estadounidenses, que fabricó listas negras y arruinó la carrera de muchas figuras de Hollywood. Pero ese organismo fue una comisión de la Cámara de Representantes, a la que McCarthy nunca perteneció, y su período de mayor actividad ocurrió entre 1938 y 1947, cuando McCarthy no ocupaba ningún cargo político. Aun dejando las exageraciones de lado, McCarthy es un símbolo de los excesos en los que puede caer la demo-
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resultaron exitosos y aportó votos para la amplia victoria de Eisenhower. Su mandato como senador fue renovado en las elecciones y, luego de asumir, fue designado presidente de la comisión de investigaciones del Senado. Desde allí, y ayudado por dos asistentes (uno de los cuales era Robert Kennedy), se lanzó a la caza de comunistas dentro y fuera del gobierno. Al poco tiempo estaba atacando a la radio gubernamental La Voz de América , al ejército de Estados Unidos y al propio presidente Eisenhower. En su comportamiento no parece haber habido mayor racionalidad política,
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Truman y el general Marshall. Ninguno de sus ataques estaba sostenido por pruebas, pero las acusaciones eran suficientemente sensacionales como para movilizar a una comisión del Senado y ser recogidas por la prensa. El presidente Truman lo detestaba y los demócratas lo atacaban con furia. Los republicanos lo despreciaban en privado, pero habían descubierto que McCarthy era un buen apoyo para la campaña electoral que se acercaba, de modo que se abstuvieron de criticarlo. Durante 1952, McCarthy hizo campaña en favor de varios candidatos que
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cracia cuando se deja ganar por el miedo. Como consecuencia de su política de hostigamiento, miles de personas perdieron su empleo y al menos una se suicidó. Se ha sostenido también que el clima que contribuyó a crear favoreció la ejecución de los Rosenberg. Todo esto es suficiente para justificar la pésima imagen con la que ha quedado en la historia. Pero, si bien McCarthy representó una patología de las instituciones democráticas, fueron las propias instituciones democráticas las que lo neutralizaron dentro del respeto de la ley. Y si bien causó un sufrimiento injustificable a muchas personas, en ese mismo momento había 5,5 millones de prisioneros en los campos de trabajo soviéticos y el propio Mao admitía unas 700 mil ejecuciones entre 1949 y 1953. Las peores caídas de la democracia son dif ícilmente comparables con los resultados del autoritarismo.
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BAHÍA DE COCHINOS Y LA CRISIS DE LOS MISILES
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El 20 de enero de 1961, John F. Kennedy asumió como presidente de Estados Unidos. Era el presidente más joven en la historia del país y el primer católico en ocupar el cargo. Durante la campaña electoral, la política internacional había estado muy presente. Kennedy había mostrado una postura de rechazo al expansionismo soviético al menos tan firme como la de Richard Nixon, su competidor. Pero Kennedy no tenía mucha experiencia internacional y, a diferencia de Nixon, sabía poco sobre lo que venía haciendo la administración Eisenhower. El 17 de noviembre de 1960, cuando Kennedy ya había sido electo pero todavía no había asumido, fue informado por altos funcionarios del gobierno saliente sobre un plan para invadir Cuba. Un grupo de disidentes cubanos estaba recibiendo entrenamiento militar y se preveía apoyarlos en un intento de desembarco. Las tropas estadounidenses no entrarían en acción, pero se pensaba darles apoyo naval y aéreo. La organización del operativo estaba en manos de la CIA. Kennedy quedó asombrado ante el grado de avance y la magnitud del proyecto. El futuro presidente tenía dudas sobre la iniciativa, pero no quería bloquearla hasta no tener una opinión más firme. El 29 de noviembre hubo una nueva reunión en la que dio luz verde para seguir adelante. Pero en su entorno había preocupación. Se suponía que la operación era secreta, pero el New York Times publicó el 10 de enero un informe sobre la base de entrenamiento que se había instalado en Guatemala. “Castro
no necesita espías –observó Kennedy–. Le alcanza con leer los diarios”. Fidel había llamado a la movilización general y hacía nuevas solicitudes de armas a los soviéticos. Una semana después de haber asumido como presidente, Kennedy participó en una reunión sobre el tema. Entre los presentes estaban sus principales asesores: Dean Rusk, Robert McNamara, Arthur Schlesinger y su hermano Bob. El nuevo presidente autorizó a la CIA a continuar con los preparativos, pero señaló que su prioridad era un programa de cooperación con América Latina al que llamaba “Alianza para el progreso”. Su idea era lanzar una suerte de Plan Marshall para el Sur. Los consejeros de Kennedy estaban divididos. Schlesinger estaba en contra del operativo porque lo consideraba dañino para los objetivos de la nueva administración. McNamara estaba a favor: Castro se proponía desestabilizar la región, y era necesario detenerlo antes de que llegaran los aviones Mig que le había prometido la Unión Soviética. Dean Rusk estaba en contra pero creía que era demasiado tarde para oponerse. La dirección de la CIA estaba firmemente comprometida con la idea. Entre los demócratas cundía la alarma: en un documento dado a conocer el 30 de marzo,
el senador Fulbright proponía desechar toda intervención militar y seguir una estrategia de largo plazo. El 15 de marzo, Kennedy comunicó a la CIA que podía seguir organizando el desembarco, pero manteniendo la capacidad de desmontarlo hasta 24 horas antes. El presidente estaba buscando un camino intermedio: permitir que los disidentes armados fueran a Cuba (como sin duda querían hacer, y como había hecho Fidel en el pasado), pero minimizando los riesgos para Washington. Sonaba bien, pero el problema es que no quería decir nada en términos operativos. El 12 de abril, Kennedy dijo públicamente que Estados Unidos no intervendría en un conflicto interno en Cuba. Era su manera de avisar que los insurgentes no iban a contar con apoyo de las fuerzas estadounidenses. Pero la vía elegida era demasiado sutil y contradecía lo que venían diciendo los responsables de la CIA. La discusión sobre quién tuvo la culpa se arrastró durante años, pero lo cierto es que los cubanos se lanzaron al ataque esperando una cobertura de la aviación y la artillería naval estadounidenses que nunca llegó. La invasión se lanzó el 15 de abril de 1961 y, en palabras del historiador Theodore Draper, “fue uno de esos raros eventos en la historia: un fracaso
La Guerra Fría en Montevideo El 13 de diciembre de 1947, en ocasión de su discurso en la Sorbonne de París, el escritor uruguayo Felisberto Hernández conoció a la mujer que se convertiría en su segunda esposa: María Las Heras. Lo que nunca supo (o se supone que nunca supo) es que en realidad María se llamaba África y que era una espía a sueldo del servicio secreto soviético. María había sido entrenada en Moscú y había sido enviada con el objetivo de seducir al escritor uruguayo, reconocido anticomunista, casarse con él y vivir en Montevideo. La tranquilidad de la ciudad y la presencia de un Partido Comunista bien organizado la convertían en el lugar adecuado para organizar una red latinoamericana. La relación de África/María con los servicios secretos rusos había empezado con una misión en Ciudad de México: convertirse en la secretaria de Trotsky para preparar su asesinato. Pero a último momento debió viajar a Moscú
y no pudo participar del crimen. Felisberto no sabía nada de ese pasado, como tampoco sabía que, durante la Segunda Guerra Mundial, su esposa había actuado como paracaidista del Ejército Rojo, y había alcanzado el grado de coronel y altas condecoraciones. Felisberto y “María” estuvieron casados dos años. Durante ese tiempo ella transmitió abundante información usando una máquina decodificadora. Luego de la muerte del escritor, África se mantuvo tres años más en Montevideo, hasta que fue llamada a Moscú para trabajar como instructora de espías. Murió allí en 1988. La verdadera identidad de África/María fue dada a conocer por el investigador Fernando Barreiro en 1998. El escritor Raúl Vallarino escribió un libro sobre el tema, llamado Nombre clave: Patria. Un espía del KGB en Uruguay (Ed. Sudamericana, 2006).
Chicos duros El 25 de octubre de 1962, chocaron en las Naciones Unidas los embajadores Valerian Zorin, representante de la Unión Soviética, y Adlai Stevenson, de Estados Unidos. La crisis de los misiles estaba en uno de sus peores momentos. Zorin atacó duramente el bloqueo anunciado por Estados Unidos, diciendo que era una medida ilegal e injustificada. Stevenson lo presionó para que dijera si había o no había en Cuba misiles ofensivos de fabricación soviética. Entonces Zorin contestó: –No estoy ante una corte de justicia americana, así que no voy a contestar una pregunta
que se me hace del modo en que interrogan los fiscales. –Usted está ante la corte de la opinión pública mundial, dijo Stevenson, y ahora mismo puede contestar por sí o por no. –Usted va a tener la respuesta cuando llegue el momento. –Estoy dispuesto a esperarla hasta que se congele el infierno. La respuesta de Zorin nunca llegó, pero Stevenson lo humilló mostrando grandes fotos tomadas desde aviones de reconocimiento U-2.
Los motivos de Khrushchev eran múltiples. Por una parte, quería aumentar su capacidad negociadora para forzar una solución a la situación de Berlín (al año anterior los soviéticos habían construido el muro como medida para frenar el humillante éxodo de alemanes hacia Occidente, pero cada día que pasaba la medida les jugaba en contra). En segundo lugar, quería compensar con un éxito de política internacional muchos fracasos domésticos. Khrushchev había convocado a los soviéticos a realizar un gran esfuerzo para superar la producción agrícola de Estados Unidos, pero los resultados habían sido frustrantes: la sobreexplotación de la tierra y el mal manejo del riego habían hecho caer la producción y habían triplicado el precio de los cereales, la carne y la leche. En tercer lugar, Khrushchev quería responder a la reciente instalación de quince misiles estadounidenses en la vecina Turquía. El líder del Kremlin no pensaba atacar a Estados Unidos, sino ganar una batalla política. A sus colaboradores les dijo: “Cualquier idiota puede iniciar una guerra, pero esta guerra no puede ganarla nadie… Estos misiles sólo tienen un propósito: asustarlos, detenerlos… Vamos a darles de su propia medicina”. Tras algunas dudas iniciales, los dirigentes cubanos decidieron aceptar el acuerdo. Para los más pragmáticos, la instalación de misiles y tropas soviéticas en territorio cubano era la garantía de que la isla no sería invadida. El temor no era infundado si se tenía en cuenta el episodio de Bahía de Cochinos y lo que decían algunos políticos en Washington. Para los más beligerantes, como el Che Guevara, el acuerdo era una demostración de firmeza en la lucha contra el imperialismo. Pero tanto los soviéticos como los cubanos pensaban que, tras el desastre de Playa Girón, Kennedy no iba a reaccionar con energía. A mediados de julio, los estadounidenses empezaron a detectar un tráfico inusualmente intenso de barcos soviéticos hacia Cuba. En agosto se obtuvieron fotos de dos buques de transporte maderero que tenían la línea de flotación demasiado alta (si efectivamente llevaran madera, hubieran debido navegar más hundidos). La noticia era preocupante, porque esas bodegas podían contener misiles de 20 metros de largo. En setiembre, la CIA obtuvo testimonios en Cuba que hablaban del almacenamiento de objetos parecidos a cohetes. También se descubrió un refugio para submarinos bajo lo que parecía ser un pueblo de pescadores.
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cidad de mando del nuevo presidente. La opinión pública local estaba consternada y la opinión pública internacional castigaba a Estados Unidos. Por un insólito error de coordinación, la invasión se lanzó dos días antes de que la Asamblea General de las Naciones Unidas discutiera la situación cubana, lo que aumentó enormemente los costos políticos. Pero la invasión frustrada tuvo además otra consecuencia. En el Kremlin, Nikita Khrushchev intuyó que la Casa Blanca estaba habitada por un amateur. Cuando recibió las noticias sobre Playa Girón, comentó con su hijo: “No entiendo a Kennedy. ¿Cuál es su problema? ¿Realmente puede ser tan indeciso?”. Esa imagen se reforzó cuando los dos hombres se conocieron en Viena, en mayo de ese año. Durante el encuentro, Khrushchev hizo un despliegue de prepotencia que intimidó a Kennedy. Los comentarios de Khrushchev a su vuelta estuvieron cargados de ironía: “¿Cómo hago para discutir con alguien que tiene la edad de mi hijo?” Uno de los colaboradores de Kennedy explicó de otro modo lo que había ocurrido: “Por primera vez, Kennedy se encontró con alguien que era completamente invulnerable a su encanto”. La imagen que Krhushchev se había hecho de Kennedy tuvo influencia en lo que ocurrió después. Entre mayo y junio de 1962, el gobierno soviético hizo un acuerdo secreto con Castro para instalar cuarenta misiles en Cuba. El acuerdo preveía además la llegada de unos 40 mil soldados soviéticos y de 13 mil civiles que desempeñarían tareas técnicas. Raúl Castro viajó a Moscú en julio y estuvo dos semanas ajustando los detalles.
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perfecto”. Los expedicionarios eligieron un punto de desembarco que no ofrecía ninguna protección (Playa Girón, en Bahía de Cochinos) y los alzamientos que debían producirse nunca ocurrieron. Según se supo más tarde, prácticamente no había habido coordinación con los grupos de resistencia en Cuba. El objetivo de quienes desembarcaron era llegar a la Sierra Escambray, pero esas colinas quedaban a 150 kilómetros y no estaba previsto cómo realizar el traslado. Los disidentes y los directivos de la CIA esperaban una respuesta popular, pero el apoyo estadounidense había tocado el nervio nacionalista de los cubanos, que apoyaron a su gobierno. Las tropas revolucionarias, dirigidas por Fidel Castro en persona, derrotaron a los invasores en menos de 48 horas. Murieron unos 105 atacantes (varios después de ser capturados) y 1.189 fueron hechos prisioneros. Veinte meses más tarde, los prisioneros fueron canjeados por 53 millones de dólares en comida y medicamentos. La invasión afirmó a Castro en el poder y dio la excusa para la realización de grandes operativos de represión: en los días siguientes, decenas de miles de personas fueron detenidas. La presencia entre los expedicionarios de ex miembros de las fuerzas de Batista dio un argumento para tratar de antidemocrática a toda la oposición cubana. Kennedy no había sido capaz de apoyar ni de frenar la operación, y el resultado era catastrófico. Fidel Castro estaba más fuerte que nunca. La disidencia armada cubana se sentía traicionada. Los republicanos tenían una oportunidad de oro para criticar a los demócratas. En el Pentágono había una pobre opinión sobre la capa-
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Nikita Khrushchev y John F. Kennedy: encuentro en Viena.
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La información era todavía fragmentaria pero en Washington empezaba a haber inquietud. Sin embargo, todos los contactos iniciados produjeron la misma respuesta: Moscú solo estaba dando a Cuba armas defensivas y no tenía la menor intención de instalar misiles fuera de su territorio. La afirmación fue hecha a Robert Kennedy por el embajador soviético el 4 de setiembre, por el propio Khrushchev al presidente Kennedy en una carta escrita el 11 de setiembre, y nuevamente por Khrushchev al embajador de Estados Unidos en Moscú el 15 de octubre. Por las dudas, Kennedy anunció que llamaría a 150 mil reservistas para un servicio de doce meses. Era una medida disuasiva, aunque no se sabía exactamente qué se intentaba disuadir. El 14 de octubre de 1962, un avión U-2 de la fuerza aérea estadounidense voló sobre Cuba y sacó 928 fotos en
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las que se veían rampas de lanzamiento y misiles a medio instalar. Todo ese material y decenas de miles de soldados habían sido embarcados en secreto y transportados en decenas de buques, a lo largo del operativo militar más complejo que los soviéticos habían realizado desde el fin de la Segunda Guerra. Los estadounidenses descubrían de golpe que, casi en sus propias costas, había preparativos que se parecían mucho al inicio de una guerra nuclear. El hecho de que se estuvieran construyendo rampas de lanzamiento, y no silos subterráneos, era especialmente alarmante: las rampas son fáciles de detectar y destruir, de modo que solo son útiles si se está pensando en un ataque por sorpresa. El 16 de octubre, el presidente Kennedy tenía información suficiente para saber que en Cuba se estaban armando misiles con un alcance de 3 mil kilóme-
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tros, capaces de producir decenas de millones de muertos en territorio estadounidense. La primera decisión que tomó su gabinete de crisis fue que, cualquiera fuera el procedimiento, esos misiles tenían que desaparecer. El otro dato importante era que los misiles no estaban todavía en condiciones de operar, lo que daba tiempo para buscar una salida. Kennedy decidió que el tema se mantuviera oculto a la opinión pública y se puso a trabajar febrilmente junto a un equipo de funcionarios civiles y militares. Tres opciones se delinearon rápidamente. La primera era lanzar un ataque aéreo para destruir las instalaciones. La segunda era abrir negociaciones. La tercera era bloquear militarmente a la isla, para impedir que llegaran nuevos materiales y forzar una marcha atrás. La primera solución era recomendada por los militares y algunos civiles
Una serie de 25 fascículos publicada por el diario El País con el apoyo del Centro de Estudios Jean-François Revel.
Asistente
Dirección de proyecto
Archivo de El País
Pablo da Silveira
Investigación y redacción
Pablo da Silveira Francisco Faig Félix Luna Enrique Mena Segarra Martín Peixoto
José López Fotografías
Diseño gráfico, armado y corrección
Trocadero Publicación
El País
Impreso en El País Depósito legal: 334.251
cifra nunca alcanzada hasta entonces). Kennedy denunció la presencia de los misiles, trató de mentirosos a los líderes de Moscú, dijo que todo ataque a Estados Unidos desde Cuba sería respondido como si fuera un ataque soviético y anunció el bloqueo: todo barco que intentara acercarse a Cuba sería detenido por naves de la marina estadounidense. Al día siguiente, las tropas estadounidenses se pusieron en estado de alerta y unos 180 navíos fueron preparados para patrullar. La Organización de Estados Americanos se reunió de urgencia y dio luz verde a la medida estadounidense, a la que llamó “cuarentena”. El gobierno de Kennedy esperaba que estas medidas hicieran retroceder al gobierno soviético, pero el resultado fue el opuesto. Al día siguiente, Khrushchev declaró en Moscú que el bloqueo era ilegal y que la actitud del presidente Kennedy era una grave amenaza para la paz. El embajador soviético en Washington comunicó esa noche a Robert Kennedy que los barcos soviéticos no se detendrían. “No sé dónde va a terminar esto –le respondió el hermano del presidente– porque los vamos a detener”. El 24 de octubre fue un día crítico. Diecinueve barcos soviéticos venían en ruta hacia Cuba y se acercaban a la línea del bloqueo. Algunos de ellos eran escoltados por submarinos. A las diez de la mañana, el Pentágono puso a sus tropas en un estado llamado DEFCON2,
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como Dean Acheson. Pero, después de Bahía de Cochinos, Kennedy estaba reacio a escuchar a los partidarios de la línea dura. Además era seguro que un ataque en Cuba sería respondido con una invasión a Berlín Occidental. La segunda idea era defendida por Adlai Stevenson, antiguo contrincante de Kennedy en la interna demócrata y embajador de Estados Unidos ante las Naciones Unidas. Pero tanto Kennedy como sus colaboradores habían perdido toda confianza en la palabra de los soviéticos: todavía el 18 de octubre, el canciller Gromyko le había negado a Kennedy toda pretensión ofensiva en los envíos de armas a Cuba. La idea del bloqueo, propuesta por McNamara, captó en cambio la atención del presidente: era una medida que dejaba en claro la firmeza de Estados Unidos y dificultaba la puesta a punto de los misiles, pero le dejaba a Khrushchev la posibilidad de retroceder. El 19 de octubre, nuevas fotos mostraron que cuatro bases de lanzamiento ya estaban en condiciones de operar y que el resto podía estarlo en una semana. Los fotos revelaron también la presencia de bombarderos capaces de transportar bombas atómicas. Ese día Kennedy informó sobre la situación a las autoridades de varios países aliados. El 22 de octubre, a las 7 de la tarde, un Kennedy firme y serio habló en cadena de televisión. Cien millones de estadounidenses lo escucharon (una
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Lyndon B. Johnson, Robert Kennedy, John Kennedy.
que es el paso previo a la guerra general. Por primera vez en la historia, todos los bombarderos y misiles de largo alcance fueron puestos en estado de alerta. Noventa bombarderos B-52 cargados de bombas atómicas levantaron vuelo y eran reabastecidos en el aire. Los mensajes de Khrushchev que llegaban desde Moscú oscilaban entre los llamados a la calma y los actos de prepotencia. El secretario de Estado Dean Rusk declaró a la prensa: “No sería decente de mi parte si callara que estamos frente a una crisis como nunca conoció la humanidad”. Pero, a última hora, 16 de los 19 barcos soviéticos dieron la vuelta. Solamente un barco cisterna pasó a través de las líneas. Otros dos se detuvieron. Según se sabe hoy, la decisión fue tomada por Anastas Mikoyan, que actuó sin consultar a Khrushschev. El 25 de octubre, la crisis se discutió en las Naciones Unidas. El embajador soviético Valerian Zorin negó la existencia de armas ofensivas en Cuba y fue hostigado por Adlai Stevenson, que desplegó grandes fotos y enumeró las declaraciones falsas hechas por Moscú. También Kennedy le había escrito a Khrushchev diciendo que Estados Unidos se veía obligado a actuar luego de descubrir que el gobierno soviético había mentido respecto de lo que pasaba en Cuba. Khrushchev contestó con dos cartas a Kennedy, una fechada el 26 y otra el 27 de octubre. La primera era larga y emotiva, pero no contenía ninguna propuesta concreta. En Washington fue interpretada como una maniobra dilatoria, aunque en realidad obedecía a un impulso personal e inconsulto del jefe del Kremlin. La segunda estaba redactada en un tono más reflexivo y contenía una propuesta concreta: la Unión Soviética estaba dispuesta a retirar los misiles de Cuba si Estados Unidos retiraba los suyos de Turquía. A cambio, el gobierno de Moscú se comprometía a no atacar Turquía bajo ninguna circunstancia. La misma idea había sido avanzada en Estados Unidos por Walter Lippmann. Khrushchev estaba empezando a admitir que Kennedy no era tan débil como había creído. La respuesta del presidente había sido firme y ahora el Kremlin debía optar entre un conflicto que podía llevar a una conflagración nuclear o una salida negociada. El estado de ánimo en Moscú empezaba a cambiar. Kennedy decidió aprovechar la ocasión y usó a su hermano como mensajero para entablar
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negociaciones con la embajada soviética en Washington. Pero en la crisis había otro protagonista, que era el régimen cubano. Y si Fidel Castro había tenido dudas sobre la conveniencia de instalar los misiles, ahora, tanto él como sus colaboradores estaban convencidos de que debían quedarse. Una marcha atrás golpearía la imagen de la revolución y dejaría a Cuba más desprotegida que antes. En La Habana había mucho nerviosismo, especialmente porque los soviéticos estaban informando muy poco sobre lo que ocurría. En ese contexto se produjo uno de los acontecimientos más graves de la crisis: el sábado 27 de octubre, un avión de reconocimiento U-2, piloteado por el mayor Rudolf Anderson, fue alcanzado por un misil tierra-aire lanzado desde suelo cubano. El avión fue derribado y el mayor Anderson se convirtió en el primer muerto del conflicto (aunque entonces no se sabía, también sería el último). El ataque no había sido accidental: ese día Castro había dado la orden de disparar sobre los aviones de reconocimiento. También le había escrito a Khrushchev diciendo que era inminente un ataque estadounidense y pidiéndole que “eliminara ese peligro” mediante una acción “fuerte y terrible”. Khrushchev interpretó que Castro lo estaba instigando a iniciar la guerra nuclear, lo que tuvo el efecto de enfriarlo. El ataque contra el avión generó reacciones en Washington. Los militares presionaban más que nunca para tomar represalias. Mientras Kennedy los contenía, Khrushchev adivinó lo que estaba pasando. Según contó más tarde a su hijo Sergei, en ese momento supo que la única solución era retirar los misiles. Simultáneamente, Bob Kennedy les decía a los soviéticos en Washington que el tiempo se estaba terminando y que el ataque al avión había dejado al gobierno de su hermano sin alternativas. El domingo 28, Khrushchev reunió al Presidium de la Unión Soviética e hizo un discurso en el que recordó las grandes retiradas de Lenin. “Ahora enfrentamos el peligro de una guerra y una catástrofe nuclear… Para salvar al mundo tenemos que retroceder”. El Presidium lo apoyó. Entonces Khrushchev dictó un mensaje al presidente de Estados Unidos en el que proponía la fórmula que Robert Kennedy venía negociando: la Unión Soviética retiraba los misiles a cambio de la promesa de Estados Unidos de no invadir
Cuba. El tema de los misiles en Turquía no se mencionaba, pero el gobierno de Washington había adelantado que consideraría favorablemente el asunto si la Unión Soviética retrocedía. La tercera guerra mundial había estado a punto de estallar pero se había evitado. En un discurso público dicho en esas horas, Khrushchev dijo unas palabras que intentaban disimular la mala posición en la que había quedado pero que también eran verdad: “No pregunten quién ganó ni quién perdió. La Humanidad ganó. La razón humana ganó”. El mundo suspiró aliviado.
Fidel Castro se enteró del final de la crisis por la radio y, según el testimonio de Khrushchev, se enfureció. Moscú no solo lo había excluido de las negociaciones sino que dejaba a Cuba en una posición incómoda. En 1990, el diario francés Le Monde publicó el texto de cinco cartas intercambiadas en esos días entre Castro y Khrushchev. En una de ellas, escrita el 31 de octubre, el jefe del Kremlin le dice al líder cubano: “No sea irresponsable. No se deje arrastrar por su sentimiento de indignación (...) La respuesta de Kennedy nos da la garantía de que Estados Unidos no invadirá Cuba”.
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intentaron seguir su propio camino en 1956, no vaciló en mandar los tanques y ejecutar a los gobernantes depuestos. La crisis de los misiles en Cuba mostró los problemas que podía crear su carácter impulsivo, aunque también reveló que era capaz de retroceder. Los años de Nikita no fueron buenos. Sus intentos por alcanzar la producción agrícola de Estados Unidos terminaron en un fracaso. Los precios subieron y hubo escasez. La economía planificada empezaba a mostrar que podía funcionar bien cuando se trataba de financiar viajes al espacio, pero fracasaba a la hora de proporcionar artículos de consumo. Pese a las dificultades, Khrushchev mantuvo su popularidad gracias a un estilo personal que no rompía con su pasado campesino. Por momentos brutal y por momentos campechano, era capaz de salidas como tratar públicamente de “bota vieja” a Mao Tse-tung. A medida que envejecía, empezó a aceptar formas de culto a la personalidad que él mismo había criticado. Sus retratos eran cada vez más grandes y su cumpleaños número setenta, en abril de 1964, se celebró con pompa. Pero el mismo dirigente encargado de organizar los festejos, Leonid Brezhnev, fue quien organizó el golpe que lo derrocó en octubre de ese año. Se le acusó de haber planificado mal la economía, de tomar decisiones precipitadas y de caer en el voluntarismo. Recibió el mismo tratamiento que había dado a sus adversarios: no se lo ejecutó ni se lo envió a Siberia. Tuvo una pensión de 500 rublos al mes, un apartamento, una dacha (casa de campo), un auto viejo y algunos guardias más preocupados de vigilarlo que de protegerlo. “Estoy viejo y cansado”, dijo, “pero logré lo principal. (…) ¿Quién se habría animado a decirle a Stalin que ya no nos gustaba y debía retirarse? (…) El miedo desapareció. Ese fue mi aporte”.
[...] Khrushchev permitió que se construyera un monumento a las víctimas del estalinismo y ordenó que se retirara el cuerpo momificado de Stalin del mausoleo donde yacía junto a Lenin.
PRÓXIMO FASCÍCULO
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al público. También inauguró un nuevo estilo para dirimir los conflictos internos: los dirigentes caídos en desgracia ya no fueron ejecutados ni enviados a Siberia. Molotov, tras ser destituido, fue enviado como embajador a Mongolia. En 1956, durante el Vigésimo Congreso del Partido Comunista, hizo un “discurso secreto” (rápidamente divulgado en el bloque soviético y Occidente) en el que denunció los crímenes de Stalin y lo culpó de los desastres ocurridos durante la guerra. Pero no fue demasiado convincente cuando dijo que se había sorprendido al conocer los hechos. Entre quienes lo escuchaban había un dirigente de treinta años que asistía por primera vez a un congreso del Partido. Se llamaba Mikhail Gorbachov. Khrushchev permitió que se construyera un monumento a las víctimas del estalinismo y ordenó que se retirara el cuerpo momificado de Stalin del mausoleo donde yacía junto a Lenin. Miles de pueblos, granjas estatales, ríos, ciudades, escuelas y fábricas fueron rebautizados. La ciudad de Stalingrado pasó a llamarse Volgogrado. Pero su apertura era limitada y arbitraria. El culto al poder estatal se suavizó, pero la Iglesia Ortodoxa fue perseguida. Hubo miles de amnistías para presos políticos, pero muchos otros miles siguieron en prisión. La actividad cultural siguió bajo control. Cuando, en 1958, Boris Pasternak ganó el premio Nobel por su novela Doctor Zhivago (un libro que salió clandestinamente de la Unión Soviética) su vida se convirtió en un infierno. El diario oficial Pravda afirmó que se trataba de una novela provocadora, cuyo héroe era un decadente moral. Pasternak fue obligado a rechazar el premio y se lo expulsó de la asociación de escritores. Un año después falleció. Khrushchev también se encargó de aclarar que sus reformas solo se aplicaban a la Unión Soviética. Cuando los húngaros
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Nació en 1894 en una choza cerca de Kursk. Hasta los 15 años cuidó ganado. Su padre se trasladó en busca de trabajo a una zona de minas de carbón en Ucrania y Nikita consiguió trabajo como cerrajero. Su carrera en el Partido fue clásica: lectura de un ejemplar prestado del Manifiesto Comunista a los 16 años, conversión a la idea revolucionaria, dirigente huelguista y despido cuando la huelga fracasó. En octubre de 1917 se unió a los bolcheviques y fue designado dirigente sindical. Durante la guerra civil llegó a ser comisario político. Cuando terminó el conflicto, la región minera donde había iniciado su carrera estaba devastada: había hambre, las minas se habían inundado y las máquinas estaban destruidas. El Partido lo puso al frente de 16 minas: una tarea titánica que, según dijo más tarde, le “exigió a veces dejar de lado principios morales”. Ambicioso e impulsivo, se trasladó a Kiev y luego fue a estudiar a Moscú. En la academia industrial conoció a la segunda mujer de Stalin, de la que se hizo amigo. Nikita empezó a participar en las fiestas familiares. Más tarde diría: “Por eso sobreviví”. En 1934 pasó a integrar el Comité Central. En aquel entonces no sentía compasión por las víctimas del estalinismo, a los que calificaba de “infames traidores que infiltraron el aparato del Partido”. Los famosos procesos de Moscú tuvieron lugar en su jurisdicción. “Yo estaba como hechizado por Stalin”, se justificó. En 1938 fue nombrado jefe del partido en Ucrania, donde lanzó numerosas purgas e impuso la colectivización de la tierra. Durante la guerra fue comisario político y en 1943 encabezó las tropas que reconquistaron Kiev. Inmediatamente fue designado jefe del gobierno de Ucrania. Durante su gestión se reiniciaron las deportaciones de católicos, polacos y miembros de las guerrillas que combatían al gobierno. Tras la muerte de Stalin, Nikita maniobró para destruir a sus competidores y convertirse en el nuevo hombre fuerte. Por primera vez abrió el Kremlin
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CONTRATAPA
Nikita Khrushchev
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25 FASCÍCULOS
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DESDE HIROSHIMA A LAS TORRES GEMELAS
EL MOVIMIENTO DE PAÍSES NO ALINEADOS
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DESCOLONIZACIÓN Y GUERRA FRÍA
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El Tercer Mundo
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| EL TERCER MUNDO
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ÍNDICE DEL FASCÍCULO
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El siglo de la descolonización
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RECUADROS LA CARGA DEL HOMBRE BLANCO P. 7 / LA CARGA DEL HOMBRE COLONIZADO P. 9 LA GUERRA DE ARGELIA P. 11 / LA HISTORIA DE PATRICE LUMUMBA P. 13 LOS RESULTADOS DE LA DESCOLONIZACIÓN P. 15 / CONTRATAPA: “TERCER MUNDO”, UNA EXPRESIÓN ESQUIVA. Por Pablo da Silveira
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Nehru y Gandhi: protagonistas de la independencia de la India.
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En las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, el mundo asistió al derrumbe del sistema colonial europeo: en solo 25 años, los inmensos dominios de África y Asia fueron sustituidos por decenas de nuevos estados independientes. La cantidad de miembros de las Naciones Unidas se cuadruplicó desde 1945 hasta hoy. La principal explicación de ese crecimiento es la descolonización: nuestro mundo incluye muchos países que no existían hace medio siglo. El movimiento anticolonialista fue la expresión de un sentimiento legítimo: el deseo de todos los
pueblos de autogobernarse, o de elegir libremente el estado al que quieren pertenecer. La descomposición del orden colonial significó la desaparición de un sistema que bloqueaba ese anhelo. Pero el proceso tuvo también sus caras oscuras. Al haber ocurrido durante la Guerra Fría, la descolonización se tiñó de su lógica. Lo que hubo muchas veces no fue la lucha espontánea y autónoma de pueblos que reclamaban el autogobierno, sino una pulseada geopolítica. Las pretensiones genuinas de las poblaciones locales se mezclaban con los intentos de las grandes potencias por expandir sus zonas de influencia. Con demasiada fre-
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INTRODUCCIÓN
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1947.~ [...] Con sus luces y sus sombras, la descolonización terminó por cambiar al planeta: países que habían sostenido imperios perdieron peso internacional; el centro del poder político y económico se trasladó desde Europa a Estados Unidos y la Unión Soviética; la mayoría de la población mundial pasó a vivir en países de un nuevo tipo, que combinan la independencia política con la fragilidad económica. A ese
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conjunto de naciones se les llamó “el Tercer Mundo”.
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cuencia, los líderes de los nuevos países no se mantuvieron en el poder porque conservaran el apoyo popular, sino porque se habían convertido en hombres de confianza de una potencia extranjera. Por otra parte, el proceso de descolonización cumplió pobremente sus promesas de libertad y bienestar. Muchos de los nuevos estados independientes no consiguieron dar a sus habitantes ni democracia, ni protección legal, ni acceso a bienes materiales. La opresión que había sido ejercida por los colonizadores fue frecuentemente sustituida por una opresión ejercida por dirigentes locales. Aunque sea triste recono-
cerlo, la descolonización produjo más fracasos que éxitos. Con sus luces y sus sombras, la descolonización terminó por cambiar al planeta: países que habían sostenido imperios perdieron peso internacional; el centro del poder político y económico se trasladó desde Europa a Estados
Unidos y la Unión Soviética; la mayoría de la población mundial pasó a vivir en países de un nuevo tipo, que combinan la independencia política con la fragilidad económica. A ese conjunto de naciones se les llamó “el Tercer Mundo”. Las grandes potencias compitieron por controlarlo.
Gandhi en Londres: negociando la salida británica de la India.
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HACE MÁS DE DOS MIL AÑOS, los romanos construyeron un imperio que abarcaba gran parte del mundo conocido. Su dominio era tan grande y firme que se referían al Mediterráneo como “Mare Nostrum”, es decir, “nuestro mar”. Pero los romanos solo controlaron una pequeña porción del planeta. Hubo que esperar más de quince siglos para que aparecieran imperios de alcance planetario en los que, literalmente, nunca se ponía el sol. Quienes los construyeron fueron los países europeos, y su método fue el colonialismo: en lugar de crecer anexando tierras vecinas, extendieron su soberanía a territorios lejanos que estaban habitados por poblaciones originales a las que les negó el autogobierno. El derrumbe de ese vasto sistema fue uno de los acontecimientos centrales del siglo XX. La primera ola de colonialismo europeo empezó a fines del siglo XV, cuando España y Portugal compitieron por llegar a la India y se apropiaron de inmensos territorios en América. Un siglo más tarde, Inglaterra, Francia y Holanda les siguieron los pasos. Pero ese orden colonial llegó a su fin entre fines del siglo XVIII y mediados del XIX. En 1783, Inglaterra perdió la guerra que libraba contra sus colonias rebeldes de América del Norte. Entre 1824 y 1898, España perdió todas sus colonias en América. El inmenso Brasil obtuvo su independencia
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El siglo de la descolonización
definitiva de Portugal en 1822, al cabo de un proceso en el que hubo mucha negociación y poca violencia. Pero en ninguno de esos casos el gobierno pasó a manos de las poblaciones que habían sido originalmente colonizadas por los europeos. El proceso independentista en América fue un conflicto entre los europeos y sus propios descendientes. La única excepción fue Haití. Desde mediados del siglo XIX, el mundo vivió una nueva ola de colonización europea. Los países del viejo continente se embarcaron en una desordenada carrera por apropiarse de grandes territorios en África, Asia y el Pacífico. Las razones que los movían eran muchas. En parte lo hacían para controlar las fuentes de materias primas, en una época de gran expansión industrial. En parte lo hacían para disponer de mercados cautivos. En parte lo hacían para contar con mano de obra barata y tropas coloniales que permitieran hacer la guerra sin sufrir demasiadas bajas en casa. Y en parte lo hacían por razones más altruistas, como extender el cristianismo y la cultura occidental frente a lo que consideraban la barbarie de los pueblos incivilizados. En los primeros años del siglo XX, el Imperio Británico incluía lo que hoy es India, Pakistán, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Egipto, Afganistán, Sudán, Nigeria, Zambia, Uganda, Botswana, Zimbawe, Bangladesh, Birmania, Sri Lanka, Yemen, Omán, el puerto de Hong Kong y otros territorios. Francia había construido un inmenso imperio africano que empezaba en el Mediterráneo, recorría la costa atlántica y llegaba al corazón del continente. Los franceses también dominaban Indochina (luego dividida en los dos Viet Nam, Camboya y Laos), así como Siria y Nueva Caledonia (una colonia que aún conservan). Alemania estaba instalada en Camerún y lo que hoy llamamos Tanzania y Namibia. Bélgica controlaba el inmenso Congo, al que luego se agregaron Ruanda y Burundi. Italia estaba instalada en Libia, Somalia y Eritrea. Portugal era dueño de Angola, Mozambique y parte de Guinea. Holanda estaba presente en Indonesia y las Antillas. España tenía parte de Marruecos y el Sahara Occidental. En conjunto, más de la mitad de la población del planeta vivía en territorios coloniales. La Primera Guerra Mundial erosionó este sistema. Por una parte, el conflicto mostró a una Europa desunida y violenta, que no vaciló en sacrificar a los habitantes de sus colonias para defender sus propios intereses. Las tropas coloniales volvieron fortalecidas en su identidad y
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poco dispuestas a aceptar el sentimiento de superioridad moral que habían cultivado los europeos. La guerra también aumentó la influencia internacional de Estados Unidos, que fue decisivo en el campo de batalla e impuso el marco para negociar la paz. Ese marco fue resumido en los “catorce puntos” presentados por el presidente Wilson en 1918. Varios de ellos tenían que ver con cuestiones europeas, pero uno se refería a las colonias. Wilson afirmó que, a la hora de discutir cambios de soberanía, no debían tenerse únicamente en cuenta las pretensiones de las potencias coloniales, sino también los intereses de las poblaciones concernidas. Era una de las primeras afirmaciones prácticas del principio de autodeterminación de los pueblos, es decir, del principio que reconoce el derecho de toda comunidad nacional a elegir el estado al que quiere pertenecer. Tras la paz de 1919, Afganistán y Egipto se independizaron de la corona británica, mientras otros pueblos árabes se liberaron del Imperio Otomano para pasar a la órbita británica o francesa. Pero fue la Segunda Guerra Mundial la que terminó con el viejo orden colonial. El proceso que convirtió a las antiguas colonias en países independientes empezó en 1947 y casi se completó en 25 años. Entre 1947 y 1949, Gran Bretaña perdió sus principales colonias asiáticas: India, Pakistán, Birmania y Sri Lanka (hasta entonces llamada Ceilán). También Laos se independizó de Francia, e Indonesia de Holanda. En el correr de los años cincuenta se independizaron Ghana, Sudán y Malasia de Gran Bretaña; Camboya, Viet Nam, Guinea y Túnez de Francia; Libia de Italia, y Marruecos conjuntamente de España y Francia. Pero la gran explosión se produjo en la década siguiente. En el año 1960, Francia renunció a casi todo su imperio africano y reconoció la independencia de Alto Volta, Benin, Burkina Faso, Camerún, Congo, Costa de Marfil, Chad, Gabón, Madagascar, Malí, Mauritania, Níger, República Centroafricana, Senegal y Togo. Lo mismo pasó en los años siguientes con las posesiones británicas en África: entre 1960 y 1967 se independizaron Nigeria, Sierra Leona, Gambia, Tanzania, Uganda, Kenia, Malawi, Zambia, Zimbawe, Botswana y Swazilandia. También en 1960, el Congo se independizó de Bélgica y Somalia de Italia. Dos años después se produjo la traumática independencia de Argelia, y Bélgica perdió a Ruanda y Burundi. En los años setenta, Gran Bretaña reconoció la independencia de Omán y Quatar (antes lo había hecho con Yemen y Kuwait).
Portugal hizo lo mismo con Angola y Mozambique. En 1997 Gran Bretaña devolvió Hong Kong a China y en 2002 Portugal reconoció la independencia de Timor. Las Naciones Unidas pasaron de tener 51 miembros en 1945 a los aproximadamente 200 que tienen hoy. Al menos cuatro factores se combinaron para derrumbar el orden colonial. En primer lugar, los países europeos estaban económica y militarmente exhaustos. En los meses que siguieron al fin de la Segunda Guerra Mundial, el Imperio Británico tenía dificultades para pagar el sueldo de sus funcionarios de ultramar. Hacía mucho que las colonias habían dejado de ser una solución económicamente eficiente y, más allá de los beneficios que aun generaran, los europeos ya no podían sostenerlas. En segundo lugar, Estados Unidos venía trabajando activamente en la destrucción del orden colonial. La Carta del Atlántico, firmada en 1941, había reconocido una vez más el principio de autodeterminación de los pueblos y había comprometido a los países europeos a defender la libertad de comercio, el libre acceso a las materias primas y la libre circulación de los mares. Esos compromisos condenaban a muerte a los monopolios extractivos y a los mercados cerrados, que eran parte esencial del colonialismo. Los estadounidenses actuaban movidos por intereses económicos, pero también porque ellos mismos habían sido una colonia (Roosevelt, en particular, sentía un rechazo visceral por los viejos imperios). Más tarde agregaron razones vinculadas a la Guerra Fría: el colonialismo generaba resentimientos hacia los aliados europeos y era un caldo de cultivo para la expansión del comunismo. El tercer factor que contribuyó a derrumbar el orden colonial fue la política internacional de la Unión Soviética, que tenía como bandera principal el antiimperialismo. En los años siguientes a la revolución, el gobierno bolchevique renunció a los privilegios que la Rusia zarista tenía en Irán y a los derechos extraterritoriales que conservaba en China. Stalin no fue un gran viajero, pero su sucesor Khrushchev tuvo la política de visitar países recientemente liberados del colonialismo. El antiimperialismo soviético ha sido acusado de contradictorio, ya que el gobierno de Moscú reprimió todo intento de afirmación nacional dentro de su órbita (practicó la deportación en masa de chechenos, ingushes, tártaros y otros pueblos), destruyó estados independientes como las repúblicas bálticas e invadió estados satélites. Pero los soviéticos apelaron a las ideas de Lenin
La carga del hombre blanco Rudyard Kipling, el autor de El libro de la selva, fue uno de los más grandes innovadores de la lengua inglesa y también uno de los mayores defensores del colonialismo. Nacido en la India británica en 1865, se sirvió de su formidable pluma para presentar bajo una luz favorable la dominación europea. Kipling justificó la colonización como una tarea que los occidentales debían cumplir para bien de los pueblos colonizados. Su poema más célebre sobre el tema, publicado en 1899, se llama “La carga del hombre blanco” (The White Man’s Burden). Sus versos son un ejemplo de una mentalidad compartida por muchos europeos del siglo XIX.
Aceptad la carga del Hombre Blanco/ Enviad adelante a los mejores de entre vosotros/ Atad vuestros hijos al exilio/ Para atender las necesidades de vuestros cautivos;/ Para servir, con equipo de combate,/ A naciones tumultuosas y salvajes:/ Vuestros recién conquistados y/ descontentos pueblos,/ Mitad demonios y mitad niños. [...] Aceptad la carga del Hombre Blanco/ Las salvajes guerras por la paz/ Llenad la boca del Hambre,/ Y ordenad el cese de la enfermedad;/ Y cuando vuestro objetivo esté cercano/ (El fin buscado para otros) Mirad cómo la perezosa y pagana/ estupidez/ Echa por tierra toda vuestra esperanza. [...] Aceptad la carga del Hombre Blanco,/ Y cosechad la vieja recompensa: La reprobación de aquellos a quienes mejoráis/ El odio de aquellos que protegéis/ Las quejas de quienes conducís/ (¡Ah, lentamente!) hacia la luz:/ “¿Por qué nos librasteis de la esclavitud, / Nuestra amada noche egipcia?” [...]
fue el primero en comprender que los civilizados británicos, a los que conocía muy bien, no soportarían verse a sí mismos como criminales. Su método de resistencia pacífica fue eficaz porque los conducía a cometer atrocidades que los avergonzaban. En otros lugares, como Argelia, el método consistió en generar una violencia que solo podría ser controlada mediante un uso aun más salvaje de la violencia. En ambos casos, el punto era que, si bien a los europeos les gustaba la idea de conservar sus colonias, ya no tenían estómago para ser colonialistas.
INDIA, PAKISTÁN Y EL OCASO DEL IMPERIO BRITÁNICO De todas las posesiones británicas en el mundo, la India era la más valiosa. 1942-1944-1947
cronología
1942 8 de agosto: el Partido del Congreso aprueba la propuesta de Gandhi de iniciar una campaña masiva de resistencia pacífica contra la dominación británica. 9 de agosto: Gandhi es puesto en prisión. 1944 6 de mayo: Gandhi es puesto en libertad por las autoridades británicas. 1947 22 de marzo: llega a India lord Mountbatten, el último virrey británico. 14 de agosto: independencia de Pakistán. 15 de agosto: independencia de la India.
Ubicada entre los países de Asia Central y el océano Índico, entre los centros islámicos y las monarquías del Lejano Oriente, la inmensa colonia proporcionaba un lugar estratégico en lo militar y lo comercial. Tras siglos de predominio marítimo, Gran Bretaña aprendió en la India a ser una potencia terrestre. Su fogueado ejército era el principal instrumento de la dominación europea en Asia: peleó en Afganistán y le quitó Java a los holandeses; se lo usó para aplastar el levantamiento de los Boxers en China, para proteger las calles de Shangai y para defender los intereses británicos en Egipto y Mesopotamia. El movimiento independentista empezó despacio. En 1905, Japón derrotó a Rusia en una guerra que sacudió a Asia: por primera vez, una potencia colonial era vencida. El hecho estimuló el surgimiento de varios movimientos naciona-
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para sostener que el imperialismo era un fenómeno propio del capitalismo, no del socialismo. Era una cuestión de palabras, pero dio réditos políticos. Un cuarto factor que influyó en el derrumbe del orden colonial fue el cambio de sensibilidad que trajo la Segunda Guerra. Durante varios siglos, los europeos habían utilizado una doble vara: apreciaban la convivencia pacífica y el respeto de los derechos dentro de sus países, mientras no se conmovían ante la represión y la violencia en las colonias. Pero las atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra modificaron esa visión: los británicos, los franceses, los holandeses, no toleraban la idea de parecerse a Hitler. La estrategia de muchos movimientos de liberación consistió en poner a los europeos ante la disyuntiva de conceder la independencia o hundirse en el ejercicio de la brutalidad. Gandhi
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Lord Mountbatten: último virrey de la India.
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1948-1949-1950
29 de noviembre: las Naciones Unidas aprueban la división de Palestina. 1948 30 de enero: Gandhi es asesinado por un fanático religioso. 14 de mayo: termina el mandato británico sobre Palestina; nace el Estado de Israel. 15 de mayo: tropas árabes combinadas atacan al nuevo Estado de Israel. 1949 31 de enero: Israel y Egipto firman un armisticio que pone fin a la Primera Guerra Árabe-Israelí. 1950 25 de junio: tropas de Corea del Norte cruzan el paralelo 38 e invaden Corea del Sur. Empieza la Guerra de Corea.
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listas. En 1906, el Congreso Nacional Indio (también llamado Partido del Congreso) reclamó el fin de la dominación británica. En 1919, cuando se creó la Sociedad de Naciones, los dirigentes indios consiguieron que su país figurara entre los fundadores. Era una situación ambigua porque no se trataba de un país independiente, pero el hecho reflejaba el peso internacional de la India y su voluntad de ejercer soberanía. Durante todo ese tiempo, los reclamos independentistas fueron un tema casi exclusivo de las castas superiores. El primer líder nacionalista con arraigo popular fue Bäl Gangädhar Tilak, un brahmán que organizó movilizaciones de masas en los primeros años del siglo XX. Pero el hombre que puso a todo el país en el camino hacia la independencia fue Mohandas K. Gandhi, conocido como el Mahatma (“alma grande”). Al igual que Tilak, Gandhi era hijo de una familia acomodada. Su padre era la principal autoridad civil de Porbandar, el lugar donde nació. En 1888, cuando tenía 18 años, viajó a Londres para estudiar Derecho. En esa época era un joven que vestía ropa occidental y admiraba las instituciones británicas. En 1893 aceptó un trabajo en Sudáfrica, un país donde vivía una gran comunidad india. Allí descubrió la discriminación y la desprotección legal que padecían sus compatriotas, y puso en marcha un movimiento de defensa de sus derechos. En esos años desarrolló un método de acción al que llamó Satyagraha: la resistencia mediante la desobediencia civil masiva. El método incluía tres principios: luchar por causas justas, no emplear métodos violentos y estar dispuesto a sufrir las represalias. Su lucha fue seguida con atención desde la India. En 1914, cuando parecía que la situación en Sudáfrica mejoraba, Gandhi decidió volver a su país. Durante tres años recorrió el inmenso territorio, poniendo énfasis en visitar los lugares más apartados. En 1919 estallaron revueltas en la provincia de Punjab, que fueron violentamente reprimidas por los británicos. El 13 de abril, en una ciudad
1952-1953-1954 1952 23 de julio: un golpe militar derroca en Egipto al rey Farouk. 1953 16 de enero: los partidos políticos son suspendidos en Egipto, como parte de la revolución impulsada por Nasser y los oficiales rebeldes. 18 de junio: la monarquía es abolida en Egipto, que pasa a ser una república. 1954 27 de junio: el presidente de Guatemala, Jacobo Arbenz, es depuesto tras un golpe de estado organizado por la CIA. 21 de julio: se firman los Acuerdos de Ginebra. Termina la colonización francesa en Indochina.
llamada Amritsar, las tropas del brigadier Reginald Dyer dispararon contra una concentración pacífica y mataron a cientos de personas. El episodio lanzó a Gandhi a la acción: con el apoyo del Partido del Congreso, puso en marcha una campaña de oposición no violenta para expulsar a los británicos de la India. Su estrategia consistía en negarle toda colaboración al gobierno colonial: los estudiantes debían abandonar sus centros de estudios, los abogados no debían comparecer ante los tribunales, los productos británicos no debían ser consumidos. Los funcionarios de la corona se asombraron ante el tamaño de la protesta: el entusiasmo abarcaba tanto a las grandes masas como a las minorías ilustradas. Para frenar el movimiento, los británicos debieron mantener a Gandhi en prisión durante dos años. Pero eso no impidió que se convirtiera en el líder más visible del país, ni que retomara la conducción del movimiento independentista cuando fue liberado en 1924. Gandhi no era un líder convencional. Su conducción impregnó al movimiento independentista de ideas tales como la abolición del sistema de castas y la igualdad de la mujer. Su forma de vivir ascética y su indiferencia hacia los beneficios del poder causaron admiración en la India y en la propia Inglaterra. Rechazaba la constante postergación de la población rural, por lo que trasladó su cuartel general a un pueblo remoto. Allí se rodeó de personas que compartían su estilo de vida y se iban preparando para ejercer funciones públicas. Entre ellos estaba Jawäharläl Nehru, un joven culto y carismático que sería el primer gobernante de la India independiente. Pero las cosas no eran fáciles para Gandhi. Por una parte, los británicos ofrecían soluciones que intentaban postergar la independencia. En 1935, el Parlamento de Londres aprobó una ley que concedía una amplia autonomía a la India y daba a sus dirigentes una real oportunidad de ejercer responsabilidades públicas. A Gandhi le costó sostener ante sus socios políticos que el objetivo 1954-1955 8 de setiembre: Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Australia, Nueva Zelanda, Pakistán, Filipinas y Tailandia firman el Tratado de Manila, del que surgirá la Organización del Tratado del Sudeste Asiático (SEATO). 1º de noviembre: el Frente de Liberación Nacional lanza su primer ataque en Argelia. 1955 24 de febrero: se firma el Pacto de Bagdad, del que participarán Irak, Irán, Turquía, Gran Bretaña y Pakistán. 18-24 de abril: Conferencia de Bandung.
La carga del hombre colonizado La imagen del colonialismo que aparece en las obras de Kipling está lejos de lo que en general vivieron los habitantes de las colonias. Un ejemplo es la experiencia francesa en Indochina. En 1897, Paul Doumer llegó a lo que hoy es Viet Nam como gobernador general de la Indochina francesa. Su principal objetivo era lograr que la administración colonial fuera rentable, para lo que traía algunos proyectos ambiciosos como la construcción de un tren transindochino, el desarrollo de la minería y la explotación del caucho. Pero Doumer necesitaba dinero para invertir, y se propuso obtenerlo por dos vías: aumentando los impuestos y haciendo crecer las exportaciones. Doumer introdujo impuestos al alcohol, a la sal y al opio. Para lograr que el impuesto al alcohol diera dividendos, prohibió que los campesinos produjeran bebidas fermentadas a partir de sus cultivos, como venían haciendo desde hacía siglos, y creó un monopolio estatal. Para conseguir que el impuesto al opio generara ingresos, estimuló el consumo local lanzando mezclas baratas que se fumaban en menos tiempo. Al igual que los británicos en China, Doumer generó una inmensa cantidad de adictos. Unos años más tarde, la recaudación del impuesto al opio representaba un tercio de los ingresos de la administración. El estímulo a las exportaciones convirtió a Indochina en el tercer vendedor de arroz en el mundo. Pero las ventas aumentaban más rápido que la producción, lo que reducía el margen para el consumo local. En los años 1944-1945 hubo una fuerte caída de la producción, como resultado de condiciones climáticas adversas y de algunas medidas contraproducentes (como la expropiación a miles de campesinos experientes, cuyas tierras pasaron a manos francesas). Pero las exportaciones no disminuyeron. Como resultado, dos millones de vietnamitas murieron de hambre.
1956 1956 18-20 de julio: Nehru, Tito y Nasser se encuentran en Brioni y acuerdan lanzar el Movimiento de países no alineados. 19 de julio: el gobierno de Estados Unidos anuncia que no habrá financiamiento estadounidense para la represa de Asuán. El gobierno de Egipto estatiza el Canal de Suez. 29 de octubre: Israel ataca el Sinaí. 30 de octubre: las tropas israelíes logran sucesivas victorias sobre las tropas egipcias. Gran Bretaña y Francia lanzan un ultimátum.
1956 31 de octubre: Gran Bretaña y Francia inician el bombardeo aéreo contra Egipto y anulan su fuerza aérea. 2 de noviembre: las Naciones Unidas exigen un inmediato cese del fuego. 3 de noviembre: las tropas israelíes completan la conquista de la Banda de Gaza. 4 de noviembre: la Unión Soviética lanza una invasión para aplastar el proceso de reformas en Hungría. 5 de noviembre: las tropas israelíes terminan de ocupar el Sinaí; las flotas británica y francesa llegan a las costas de Egipto.
1956-1957-1958 6 de noviembre: Gran Bretaña y Francia acatan el llamado a cesar el fuego de las Naciones Unidas. 3 de diciembre: Gran Bretaña anuncia el inmediato retiro de sus tropas de Egipto. 22 de diciembre: las últimas tropas anglo-francesas abandonan Egipto.
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India. En 1942, una misión liderada por sir Stafford Cripps propuso la independencia total una vez finalizada la guerra, a cambio de un apoyo militar inmediato. Pero las negociaciones fracasaron, entre otras cosas porque los británicos no aceptaron que los líderes indios participaran en la conducción de la guerra: los querían combatiendo, pero no decidiendo. Entonces Gandhi lanzó una nueva campaña de no-cooperación que tomó el nombre de su principal consigna: “¡Salgan de la India!” (Quit India!). Gran Bretaña respondió con una durísima represión: miles de resistentes pacíficos fueron muertos o heridos por las balas de la policía. Centenares de miles de personas fueron encarceladas. Gandhi y toda la dirección del Partido del Congreso fueron arrestados el 9 de agosto de 1942 (Gandhi fue liberado el 6 de mayo de 1944, debido a su delicado estado de salud). La represión consiguió detener momentáneamente la movilización, pero debilitó aun más la legitimidad de la administración británica. En la campaña electoral desarrollada en Gran Bretaña sobre el final de la guerra,
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era la independencia y que no había que conformarse con menos. Además existían tensiones dentro del frente antibritánico. Los indios de religión musulmana, liderados por Mohamed Ali Jinnah, apoyaron al principio la idea de una India independiente y unida, pero luego reclamaron su propio estado. La razón que invocaban era evitar que los musulmanes de la India fueran sometidos a la mayoría de religión hindú. Simultáneamente, el movimiento independentista enfrentaba la oposición de muchos monarcas locales que rechazaban la idea de un gobierno central. La Segunda Guerra Mundial ayudó a superar esas dificultades. Gran Bretaña entró en guerra con Alemania e involucró a la India sin haber consultado a sus líderes. Los dirigentes indios se sintieron una vez más arrastrados a un conflicto ajeno, tal como había ocurrido en la Primera Guerra. El Partido del Congreso y la Liga Musulmana se negaron a cooperar. Las autoridades británicas reaccionaron con preocupación, especialmente cuando la guerra se extendió a Asia y el ejército japonés llegó a las puertas de la
el candidato laborista Clement Attlee anunció su voluntad de terminar con la violencia y negociar la independencia de la India. Esa promesa fue uno de los motivos de su triunfo sobre Churchill en las elecciones de 1945. Churchill era el héroe de la lucha contra los nazis, pero era también el último representante de un imperialismo que los británicos ya no estaban dispuestos a sostener. Mientras el mundo admiraba a Gandhi, Churchill lo había llamado “ese faquir semidesnudo”. Al concluir la guerra, Attlee cumplió su promesa electoral y envió una delegación para negociar la independencia. El virrey que asumió funciones en ese momento, lord Louis Mountbatten, lo hizo con plena conciencia de ser el último que conocería la India. El año 1946 se fue en negociaciones sobre la transferencia de soberanía. Gandhi, Nehru, el Partido del Congreso y los propios británicos querían mantener una India unida. Pero Jinnah reclamó la independencia de las provincias musulmanas y formó un gabinete paralelo al que estaba formando Nehru. La Liga Musulmana prohibió que sus diputados participaran en la Asamblea Constituyente encargada de elaborar la Constitución de la India independiente. En agosto de ese año hubo violentos choques entre musulmanes e hindúes en varias zonas del país. La partición de la India fue para Gandhi la peor derrota de su vida. Con tal de evitarla, llegó a proponer que la mayoría hindú aceptara ser gobernada por la minoría musulmana. Pero el Partido del Congreso no lo acompañó y finalmente se decidió la división. La India británica desaparecería y daría lugar a dos nuevos países. Uno sería la India independiente, de mayoría hindú. El otro sería Pakistán, un país construido mediante la reunión de las provincias donde los musulmanes eran más numerosos. La separación fue dramática porque obligó a traslados masivos: unos 7 millones de musulmanes debieron trasladarse hacia Pakistán y una cantidad similar de hindúes debieron recorrer el camino inverso. El desplazamiento provocó actos de violencia
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1959-1960-1961 1959 1º de enero: triunfo revolucionario en Cuba. 1960 30 de junio: Patrice Lumumba asume como primer ministro del Congo. 5 de setiembre: Leopold Senghor asume como primer presidente de Senegal. 1961 17 de enero: asesinato de Patrice Lumumba.
1957 9 de enero: Anthony Eden renuncia como primer ministro de Gran Bretaña.
1º - 6 de setiembre. Primera conferencia del Movimiento de países no alineados en Belgrado, Yugoslavia.
1958 29 de mayo: el general Charles De Gaulle vuelve al gobierno en Francia.
9 de diciembre: Julius Nyerere asume como primer ministro de Tanganika.
La Guerra de Argelia
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En 1954 los franceses se retiraron de Indochina, y a fines de la década aceptaron desprenderse de sus colonias africanas. De todas menos una. Argelia era un inmenso territorio (unas tres veces la propia Francia) que quedaba a apenas 700 kilómetros de Marsella. Desde 1848 no era considerada una colonia sino parte del suelo francés. La importancia que se le otorgaba era tan grande que en 1858 se había creado un ministro de Asuntos Argelinos. Desde 1870, los tres departamentos en los que estaba dividida tenían representantes en la Asamblea General de París. Pero esos representantes solo eran elegidos por una minoría compuesta por los franceses, los hijos de europeos nacidos en Argelia y los miembros de una minoría judía que residía allí desde la expulsión de España. A los miembros de esos tres grupos se los llamaba pieds-noirs (“pies negros”). En 1959, los pieds-noirs representaban el 10 por ciento de la población. El otro 90 por ciento estaba compuesto por argelinos musulmanes que carecían de derechos políticos. En 1954, un Frente Nacional de Liberación formado por argelinos nacionalistas lanzó una guerra de guerrillas contra el poder colonial. El 1º de noviembre de ese año (un feriado católico) grupos armados del FLN atacaron cuarteles, puestos de policía, depósitos de municiones y estaciones de telégrafo. Hubo nueve muertos. El FLN emitió por radio una proclama en la que reclamaba una Argelia independiente, democrática y respetuosa de los principios del Islam. Los franceses no interpretaron el conflicto como una guerra colonial sino como una insurrección interna. El primer ministro de la época, el socialista Pièrre Mendès-France, dijo que no había ninguna negociación posible cuando se trataba de “defender la paz interna de la nación, la unidad y la integridad de la República”. Fue el inicio de una guerra que duró hasta 1962 y que costó la vida de unos 300 mil argelinos, más de 25 mil franceses y decenas de miles de harkis (musulmanes favorables a la presencia francesa). La Guerra de Argelia es recordada por la extrema violencia a la que recurrieron ambos bandos. El FLN, dirigido por Ahmed Ben Bella,
usó la violencia contra los colonizadores y contra los colonizados. Contra los colonizadores, Ben Bella lanzó una campaña de atentados terroristas que costó miles de vidas. Sus métodos guerrilleros evitaban la confrontación directa y favorecían la creación de un clima de terror. La crueldad a la que llegaron sus tropas tuvo pocos paralelos en las guerras coloniales. En agosto de 1955, en un pueblo llamado Philippeville, más de 120 personas, incluyendo ancianos, mujeres y niños, fueron sacadas de sus casas y obligadas a descender de sus autos para ser matadas a cuchillo. También era frecuente la tortura y mutilación de los soldados franceses que caían prisioneros. Contra los colonizados, Ben Bellah dio la orden de ejecutar a todos los argelinos que tuvieran una actitud de colaboración hacia el poder colonial, o que pudieran ser vistos como interlocutores por los franceses. Quienes no simpatizaran con el FLN, al menos debían tenerle miedo. La represión francesa no se quedó atrás. Para el año 1956, Argelia estaba virtualmente ocupada por 400 mil soldados. Unos ocho mil pueblos argelinos fueron destruidos como represalia contra las acciones del FLN. Centenares de miles de argelinos murieron en combate o en ejecuciones sumarias. Unos dos millones fueron internados en campos de concentración. Las tropas francesas practicaron la tortura contra los combatientes del FLN, así como contra supuestos informantes y colaboradores. La violencia que practicó el FLN fue justificada por Frantz Fanon, un intelectual que tuvo influencia durante los años sesenta. También Jean-Paul Sartre dijo en aquel tiempo que matar a un europeo significaba eliminar al mismo tiempo a un opresor y a un oprimido. Otros intelectuales, como el escritor Albert Camus (él mismo un pied-noir) criticaron la violencia ejercida por ambos bandos y llamaron a detener la matanza. Pero Camus fue visto como un traidor por los simpatizantes del FLN y fue discriminado por quienes controlaban la vida intelectual francesa. El 29 de mayo de 1958, en un clima político enrarecido, el general De Gaulle volvió al gobierno. El 4 de junio viajó a Argelia y, ante una multitud de pieds-noirs, dijo una frase que se haría famosa: “los entendí” (“Je vous ai compris”). La frase parecía querer decir que el nuevo gobierno haría
lo necesario para conservar Argelia. Pero De Gaulle hizo lo contrario. El 29 de enero de 1960, anunció en un discurso televisado que se daría a los argelinos la posibilidad de elegir su propio destino. El 18 de marzo de 1962, y tras neutralizar un intento de golpe por parte de militares extremistas, se firmaron los Acuerdos de Evian, que condujeron a un cese el fuego. Los acuerdos reconocían a Argelia como un país separado de Francia, pero intentaban asegurar los intereses franceses y la seguridad de los pieds-noirs. En junio de 1962 se realizó un referéndum en Francia. El 91 por ciento de los franceses respaldó los acuerdos. Pero la paz demoró en llegar, en parte debido a las acciones terroristas de la OAS, una organización de ultraderecha que se oponía a la independencia. El 1º de julio de 1962, seis millones de argelinos votaron en un referéndum a favor de la independencia. Dos días después, De Gaulle la declaró. Pero ese acto no puso fin a la violencia. El 5 de julio, en la ciudad de Oran, hubo una masacre de europeos que dejó en claro la fragilidad de los acuerdos. En el correr del año siguiente, más de un millón de pieds-noirs y unos 100 mil harkis abandonaron Argelia para trasladarse a suelo francés. Algunos pieds-noirs alcanzarían notoriedad, como el filósofo Jacques Derrida, o el modisto Yves Saint-Laurent. Pero la mayoría tuvo dificultades para adaptarse y en general alimentaron fuertes resentimientos. Ben Bella se convirtió en el primer presidente de Argelia, pero fue depuesto en 1965 por su ministro de Defensa. El nuevo régimen aprobó una constitución fuertemente represiva, que ilegalizó los partidos políticos y censuró los medios de comunicación. Durante los años ochenta, el país asistió a un crecimiento del integrismo islámico. En diciembre de 1991, el Frente Islámico de Salvación ganó las elecciones, pero no llegó a gobernar porque hubo un golpe de estado. El país se sumergió en una guerra civil hasta 1998. En 1962 y en 1968, se aprobaron en Francia dos amnistías a favor de los militares que habían violado los derechos humanos en Argelia. Pero en los últimos años se desató un debate público del que participan los últimos veteranos de aquel conflicto.
11 1962-1964 1962 18 de marzo: se firman los acuerdos de Evian entre el gobierno francés y la insurgencia argelina. 1º de julio: los argelinos se pronuncian en un referéndum masivamente a favor de la independencia. 10 de octubre: empieza la guerra entre China comunista y la India. 20 de noviembre: China declara un cese al fuego unilateral y se retira de India. 1964 4 de agosto: se produce el incidente del golfo de Tonkin, que determinará el ingreso de Estados Unidos en la Guerra de Viet Nam.
1966-1967-1970 5 al 10 de octubre: segunda conferencia del Movimiento de países no alineados en El Cairo (Egipto). 1966 3 - 15 de enero: se realiza en La Habana la “Conferencia Tricontinental”. 1967 9 de octubre: Ernesto Guevara es ejecutado en Bolivia. 1970 8 -10 de setiembre: conferencia del Movimiento de países no alineados en Lusaka (Zambia).
1973-1975-1976-1979 1973 27 de enero: se firma un acuerdo de paz entre Estados Unidos y Viet Nam del Norte. 5 - 9 de setiembre: conferencia del Movimiento de países no alineados en Argel (Argelia). 1975 30 de abril: Estados Unidos abandona su embajada en Saigón (Viet Nam del Sur) 1976 16 - 19 de agosto: conferencia del Movimiento de países no alineados en Colombo (Sri Lanka). 1979 3 - 9 de setiembre: conferencia del Movimiento de países no alineados en La Habana (Cuba). El movimiento se fractura. Fidel Castro es electo secretario general.
ABDEL NASSER Y LA CRISIS DE SUEZ A mediados del siglo XIX, Egipto formaba parte del Imperio Otomano. El gobierno estaba en manos de un virrey y desde 1866 existía una Asamblea de Delegados con cierta influencia. El año 1869 es un momento clave en la historia del país. El 17 de noviembre de ese año, y tras media década de trabajo, quedó terminado el Canal de Suez: una obra
En julio de 1952, tras una ola de conflictos internos, un grupo de oficiales del ejército lo derrocó mediante un golpe de estado. Los oficiales rebeldes obligaron a Farouk a abdicar en favor de su hijo de pocos meses, pero le permitieron salir del país y llevar parte de sus posesiones. Según los anuncios iniciales, el propósito era establecer una regencia que sirviera como etapa de transición. Pero rápidamente surgieron objetivos más ambiciosos. El 9 de setiembre de 1952 se aprobó una ley de reforma agraria. Tres meses más tarde fue abolida la Constitución. El 16 de enero de 1953 fueron suspendidos los partidos políticos. El 18 de junio fue abolida la monarquía y Egipto pasó a ser una república. En los meses siguientes estalló un conflicto entre los militares: un grupo liderado por el general Muhammad Naguib (que en ese momento ejercía como presidente de la República) quería llamar a elecciones y restablecer las instituciones democráticas. Otro grupo, liderado por el coronel Gamal Abdel Nasser, se negaba a llamar a elecciones y quería profundizar el proceso de reformas. Tras una serie de luchas internas, el 25 de febrero de 1954 Naguib renunció como presidente y fue puesto bajo arresto domiciliario. Egipto tenía un nuevo hombre fuerte. Nasser reunía un conjunto de características que se repetirían en otros líderes del Tercer Mundo. Era un populista con arraigo en las masas, pero sentía poco aprecio por los controles propios del sistema democrático. Tenía un deseo genuino de impulsar el desarrollo económico de su país, pero sus decisiones políticas solían deteriorar el clima de inversiones. Aspiraba a liderar al conjunto del mundo árabe, pero sus propuestas no iban más allá de coordinar políticas de hostilidad hacia Israel. También en otro sentido fue un líder típico de su tiempo (y diferente de los que vinieron después): era un musulmán devoto en su vida privada, pero se oponía a mezclar la política con la religión y persiguió a las organizaciones que intentaban hacerlo. En las primeras épocas de su gobierno, Nasser intentó mantener buenas relaciones con los países occidentales. Una adecuada combinación de fuerza y diplomacia le permitió firmar el 19 de octubre de 1954 un acuerdo con Gran Bretaña que aseguraba el retiro de todas las tropas británicas en un plazo de 20 meses. Pero había dos aspectos de su política que generaban tensiones. El primero era su constante hostilidad hacia Israel. Nasser apoyaba sin disimulo a los grupos palestinos que lanzaban ataques armados desde Siria y la Banda de Gaza. Solo en 1955, 260 israelíes perdieron la vida como consecuencia de esos ataques. Las
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de 163 kilómetros de largo que permitía conectar al mar Mediterráneo con Asia sin tener que contornear el continente africano. El pasaje permitía un enorme ahorro de tiempo y dinero en una época en la que no existía el transporte aéreo. La realización de la obra había estado a cargo de un consorcio privado (la Compañía Universal del Canal Marítimo de Suez), con sede en París. Para financiarla se había recurrido a capitales europeos. A cambio de la ejecución de la obra, la Compañía recibió una autorización para explotarla durante 99 años. Los británicos fueron inicialmente escépticos ante el proyecto, pero el avance de las obras despertó su interés. El canal abría un camino privilegiado para llegar a la India y a los países árabes, cuya importancia aumentaba a medida que el petróleo sustituía al carbón. Egipto era además un importante proveedor de algodón. El éxito del canal podía empujar a los egipcios hacia el área de influencia francesa, lo que producía inquietud en Londres. Mientras el canal estuvo en construcción, los británicos intentaron fomentar disturbios políticos en suelo egipcio. Cuando eso no impidió que la obra se terminara, impulsaron una política de compra de acciones de la compañía para poder controlarla. En 1875 adquirieron las acciones correspondientes al gobierno egipcio, que se vio obligado a venderlas para pagar sus deudas. Pero los franceses seguían siendo los accionistas mayoritarios. En 1882 estalló en Egipto una revuelta de orientación nacionalista. Los británicos adujeron que la libre circulación en el canal estaba amenazada y enviaron tropas para aplastarla. La ocupación fue presentada como transitoria, pero las tropas permanecieron 74 años. Londres había conseguido finalmente controlar al país, pero el precio había sido alto: durante todo el siglo XX, el nacionalismo egipcio sería profundamente antibritánico. En 1922, y tras una larga serie de conflictos, Gran Bretaña reconoció nominalmente la independencia de Egipto. Pero su presencia militar se mantuvo y su influencia en los asuntos internos siguió siendo enorme. En 1936, y como respuesta a nuevos reclamos nacionalistas, un tratado reconoció mayores márgenes de autonomía y permitió que Egipto ingresara a la Liga de Naciones. Un nuevo rey llamado Farouk generó expectativas de cambio. Pero el monarca perdió en poco tiempo el apoyo de la población, porque resultó ser demasiado corrupto y muy sensible a las presiones británicas.
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y deterioró las condiciones de vida de una inmensa población. Pakistán e India nacían a la vida independiente con un gravísimo problema de refugiados. India se convirtió en país independiente el 15 de agosto de 1947. Gandhi, dolorido por la división, no participó de los festejos. La Asamblea Constituyente concluyó su tarea en 1949. El país adoptó el modelo parlamentarista británico pero agregó algunos componentes del modelo norteamericano, como una estructura federal y una Corte Suprema. La Constitución incluye disposiciones que suprimen el sistema de castas, afirman la igualdad de la mujer y protegen las libertades fundamentales. La India nacida en 1947 se convirtió en la mayor democracia del mundo. Pakistán pasó a ser un estado independiente el 14 de agosto de 1947 y demoró mucho en lograr una mínima estabilidad política. En los primeros diez años se sucedieron siete gabinetes. La elaboración de una Constitución insumió casi una década, y el texto fue dejado en suspenso poco después. Durante décadas, los conflictos internos impidieron que la economía se desarrollara más allá de la producción de yute y algodón. Las dificultades que enfrentó Pakistán se debieron en buena medida a su extraña conformación. El país estaba dividido en dos regiones separadas por mil quinientos kilómetros de territorio indio. Lo que entonces se llamaba Pakistán Occidental era la reunión de varias provincias y principados con características disímiles. El otro territorio se llamaba Pakistán Oriental y tenía una población culturalmente homogénea. El único vínculo entre ambos territorios era el Islam, y aun ese lazo era complejo: nueve de los 40 millones de habitantes de Pakistán Oriental eran hindúes. El gobierno central fue monopolizado por los pakistaníes occidentales, lo que generó tensiones entre los habitantes de los dos territorios. Tras años de conflictos y enfrentamientos, Pakistán Oriental obtuvo su propia independencia en 1971 y pasó a llamarse Bangladesh.
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La historia de Patrice Lumumba
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Nació en el Congo en 1925. Se educó en escuelas religiosas y luego fue funcionario de correos. En 1955 fue arrestado bajo la acusación de haber malversado fondos de la oficina postal. Cumplió una condena de 12 meses y salió decidido a hacer política. Poco después era conocido como un líder independentista y favorable a la causa panafricana. En octubre de 1959 fue nuevamente puesto en prisión, acusado de haber instigado una revuelta en la que murieron treinta personas. Tras fuertes presiones políticas, fue liberado para participar de las negociaciones que se realizaban en Bruselas sobre la independencia del Congo. En esas conversaciones se acordó un calendario que incluía elecciones generales en mayo de 1960, la constitución de un primer gobierno independiente el 24 de junio y la declaratoria de independencia el 30. El partido de Lumumba triunfó en las urnas. Joseph Kasavubu fue electo primer presidente y Lumumba, con 35 años de edad, fue designado primer ministro. El Congo había logrado su independencia sin pasar por una guerra colonial. De hecho, lo que llevó a los belgas a abrir las negociaciones fue la decisión de Francia de entregar sus colonias. El gobierno de Bruselas estimó que una salida negociada le permitiría mantener mejores relaciones que una ruptura violenta. En la ceremonia en la que se declaró la independencia estuvo presente el rey de Bélgica, que hizo un discurso autocomplaciente sobre el pasado común. Pero desde el primer momento quedó claro que Lumumba no facilitaría las cosas. Su discurso de respuesta al rey Balduino se hizo famoso por su vehemencia, su tono fuertemente crítico y su reivindicación de la identidad africana. El período de la colonia, dijo Lumumba, había sido un tiempo de “lágrimas, fuego y sangre”. El mismo estilo marcó las primeras semanas de gobierno: Lumumba entró en conflicto con el presidente Kasavubu, con la población europea que seguía en el país, con varios jefes militares y con algunos de sus socios políticos. Para sus admiradores, era un idealista que intentaba romper con la red de condicionamientos que le habían tendido. Para sus críticos, era un megalómano que pensaba que el cargo de primer ministro lo hacía omnipotente. En los primeros días de julio estallaron revueltas que incluyeron actos de violencia contra europeos. Las tropas belgas volvieron a desplegarse en el país. Su misión era proteger
a una población en peligro real, pero al mismo tiempo estaban desconociendo la soberanía de un estado independiente. El 11 de julio, la rica provincia de Katanga declaró su independencia respecto del Congo. El movimiento estaba dirigido por un líder local, pero había sido alentado y apoyado militarmente por los belgas, que tenían fuertes intereses en la región. Muy pronto hubo otros intentos secesionistas fuera de control. El nuevo país estaba estallando. Lumumba pidió ayuda a la Unión Soviética, que rápidamente envió asesores y aviones para el transporte de tropas. Eran tiempos de la Guerra Fría, y Moscú vio la oportunidad de reclutar a un país inmenso y rico. Eso generó la reacción de los países europeos y de Estados Unidos, que empezaron a buscar un sustituto de Lumumba y lo encontraron en un militar llamado Joseph Mobutu. Mientras tanto, las Naciones Unidas trataban de frenar los combates. El propio secretario general del organismo, Dag Hammarskjöld, se instaló en el país e hizo esfuerzos por proteger a las autoridades constitucionales. Pero Lumumba atacaba sus intervenciones, aparentemente sin comprender que era el único de los presentes que no buscaba destruirlo. La situación se degradó aun más en setiembre, cuando el presidente Kasavubu destituyó a Lumumba como primer ministro, pero éste se negó a acatar la decisión y fue apoyado por el Parlamento. El bloqueo político terminó el 14 de ese mes, cuando Mobutu dio un golpe de estado, clausuró al Parlamento y mantuvo a Kasavubu
bajo su control. Lumumba quedó en arresto domiciliario, protegido por las tropas de Naciones Unidas. Su gobierno solo había durado diez semanas. Desoyendo los consejos del personal de la ONU, Lumumba escapó de su casa escondido en un auto y fue capturado por las tropas de Mobutu. Hammarskjöld exigió que fuera tratado con el respeto debido a su cargo y se le dieran las garantías del debido proceso. La Unión Soviética acusó indiscriminadamente a los países occidentales y al propio Hammarskjöld de haberlo entregado. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se reunió de urgencia, pero el juego de los vetos recíprocos impidió que se tomara una decisión. Finalmente, nadie consiguió evitar lo peor: Lumumba y dos de sus más estrechos colaboradores fueron torturados y asesinados el 17 de enero de 1961, con participación directa de militares belgas y congoleños. Sus restos fueron quemados, destruidos con ácido y desperdigados. Tras los atroces acontecimientos, Mobutu se estableció como dictador del Congo (al que más tarde dio el nombre de Zaire) y ejerció el poder hasta 1997. Fue depuesto por su antiguo colaborador Laurent Kabila, que resultó ser igualmente violento y corrupto. En el año 2001 Kabila fue asesinado. Lo sucedió su hijo, que se mantiene en el poder hasta hoy. La historia de Lumumba es triste y dramática, aunque no todos extraen las mismas conclusiones. Para sus simpatizantes, es una prueba de lo que ocurre cuando un gobernante del tercer mundo desafía abiertamente a las potencias occidentales. Para otros es un ejemplo de lo que pasa cuando el gobierno es ejercido con poca lucidez y mucha demagogia. Otros ven la historia del Congo como el resultado de las políticas aplicadas por las potencias coloniales: cuando los belgas se retiraron del país, no había congoleños que tuvieran experiencia de gobierno y solamente una veintena de sus más de 13 millones de habitantes tenían un título universitario. Finalmente, otros ven en la historia una ilustración de lo que ocurría cuando un postergado rincón del planeta pasaba a ser un escenario donde jugaban los pesos pesados de la Guerra Fría. En febrero de 2002, el gobierno belga presentó un pedido de disculpa formal a los congoleños, aceptando su responsabilidad “en los eventos que condujeron a la muerte de Lumumba”.
un poco más la situación cuando rechazó el Pacto de Bagdad: un acuerdo de mutua defensa ante eventuales agresiones soviéticas firmado en 1955 por Gran Bretaña, Turquía, Irak, Irán y Pakistán. En lugar de sumarse a ese grupo, Nasser promovió la conferencia de Bandung, en la que se lanzó el movimiento de países no alineados. La evidencia disponible sugiere que, hasta ese momento, Nasser no buscaba romper con Occidente sino mostrarse independiente. Pero Estados Unidos, Inglaterra y Francia reaccionaron con más energía que inteligencia y cancelaron los créditos para la construcción de la represa. Como represalia, Nasser hizo dos movimientos. Por una parte, aceleró las negociaciones que ya había iniciado para asegurarse el financiamiento soviético. Por otro lado, el 19 de julio de 1956 ocupó militarmente el Canal de Suez y lo estatizó. La estatización implicaba cancelar antes de tiempo la concesión de 99 años que había sido concedida a la Compañía del Canal. Nasser ofreció pagar indemnizaciones, pero eso no compensaba el golpe económico que recibían los europeos. Dos tercios del petróleo que en ese momento consumía Gran Bretaña pasaban por el canal. Al estatizar las instalaciones, el gobierno egipcio pasaba a quedarse con el 100 por ciento de las tasas que se pagaban por usarlo. La estatización generaba además el temor de que Nasser hiciera un uso político del canal. El gobierno egipcio se adelantó a dar garantías de libre navegación, pero los antecedentes jugaban en su contra: en 1949, e invocando una
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muertes acumuladas desde 1952 eran del orden del millar. Simultáneamente, Nasser tomaba medidas que constituían actos de guerra. En setiembre de 1955 reforzó un bloqueo marítimo que dejaba a Israel sin posibilidades de acceder al Mar Rojo. También clausuró el espacio aéreo sobre la zona, lo que obligó a la interrupción de vuelos comerciales. Esa política generaba tensiones con los países occidentales, que apoyaban a los israelíes. El segundo factor que generaba tensiones era el modo en que Nasser manejaba la Guerra Fría. El líder egipcio aspiraba a jugar un papel importante en la política internacional, y para lograrlo intentó la estrategia de dialogar con los dos bloques (el capitalista y el comunista), explotando en ambos el temor de que estrechara lazos con el otro. Era un ejercicio delicado, y todo se jugaba en el filo de una navaja. La política desarrollista de Nasser tenía como punta de lanza la construcción de la represa de Asuán: una inmensa obra de ingeniería que permitiría dominar las aguas del Nilo. La obra requería financiamiento externo, y en un primer momento hubo ofertas de Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos. Pero al mismo tiempo que Nasser negociaba esos créditos, tomaba decisiones orientadas a mostrar su perfil independiente. Algunas de ellas generaban tensiones manejables, como el establecimiento de relaciones diplomáticas con China. Pero otras planteaban problemas serios, como la firma de un acuerdo militar con Checoslovaquia que le permitió adquirir armamento soviético de última generación, incluyendo artillería y aviones de guerra. Nasser tensó
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Crisis de Suez: la guerra en el desierto.
cláusula de seguridad incluida en el contrato firmado en el siglo XIX, los egipcios habían prohibido la circulación de barcos con bandera israelí. Nasser había decidido la estatización a partir de un conjunto de cálculos que resultaron parcialmente acertados y parcialmente erróneos. Por una parte, esperaba que el control sobre el canal le diera a Egipto un mayor liderazgo en el mundo árabe y lo volviera un socio más atractivo para la Unión Soviética. Por otra parte, confiaba en que las consecuencias negativas no serían demasiado graves. En palabras de la historiadora Anne Alexander, el líder egipcio “creyó poco probable que Gran Bretaña y Francia, las dos potencias más directamente afectadas por la toma del canal, iniciaran alguna acción militar contra Egipto, porque ambas estaban ocupadas en proteger otros intereses en Medio Oriente: Gran Bretaña en Irán e Irak, y Francia en África del Norte, donde sus tropas combatían duramente contra movimientos nacionalistas. Nasser anticipó, correctamente, que Estados Unidos no iba a favorecer una solución militar al conflicto. Tampoco consideró probable que Gran Bretaña o Francia encontraran un aliado en Israel”. Movido por esas convicciones, Nasser envió una delegación poco dialogante a una conferencia que se realizó en Londres entre el 15 y el 23 de agosto. La propuesta de los europeos era crear un organismo internacional que administrara el canal, pero los egipcios la rechazaron. Al mismo tiempo, la delegación estadounidense dejó en claro que su gobierno estaba dispuesto a reconocer la soberanía egipcia. Los británicos y los franceses se retiraron frustrados y con el sentimiento de haber sido abandonados por Estados Unidos. La reacción de ambos países fue típica de dos antiguas potencias coloniales: decidieron lanzar una acción militar para recuperar el canal y derrocar a Nasser. Los británicos veían al presidente egipcio (exageradamente) como el principal responsable de su pérdida de influencia en Medio Oriente. Los franceses lo veían (correctamente) como un protector de los independentistas argelinos. Pero además, y contra lo que Nasser esperaba, los franceses y británicos lograron el apoyo de Israel, que se sentía amenazado por Egipto. La decisión de iniciar acciones militares se tomó sin informar al gobierno de Estados Unidos, que tenía la atención puesta en una campaña electoral en la que se jugaba la reelección del presidente Eisenhower. El 29 de octubre, las tropas israelíes cruzaron la frontera y se internaron en
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la península del Sinaí. Al día siguiente, y según el plan acordado, Gran Bretaña y Francia lanzaron un ultimátum a los combatientes: ambos debían alejarse 10 millas de las orillas del canal y permitir que las tropas franco-británicas ingresaran para asegurar la libre navegación. La exigencia era injustificada porque los israelíes estaban lejos del canal, de modo que Nasser la rechazó. Y con eso hizo exactamente lo que se esperaba que hiciera. Durante las primeras 48 horas, las tropas egipcias consiguieron oponer cierta resistencia al avance israelí. Pero el 31 de octubre los británicos y franceses iniciaron un bombardeo sobre Egipto, que entre otras cosas destruyó su fuerza aérea. Tras cien horas de ataque aéreo, las fuerzas franco-británicas entraron en el país. Entonces Nasser decidió retirar sus tropas del Sinaí para concentrarlas en la zona del canal. El 5 de noviembre, las tropas israelíes controlaban toda la península del Sinaí. En los días siguientes, las tropas franco-británicas tomaron el control de varias ciudades egipcias y del sector norte del canal, pero no llegaron a cumplir sus objetivos. El gobierno de Nasser había distribuido 400 mil rifles entre la población civil y había llamado a la resistencia. Los franceses y británicos cometieron errores en el campo de batalla, pero lo peor fueron las consecuencias políticas. El gobierno de Eisenhower estaba furioso: dos países miembros de la OTAN habían lanzado una acción bélica sin consultar al resto y habían complicado la ya dif ícil situación de Medio Oriente. Sintiéndose traicionado, el gobierno de Washington comunicó a los invasores que no debían esperar ninguna ayuda y exigió que se retiraran de inmediato. El 30 y el 31 de octubre, Estados Unidos intentó hacer aprobar una resolución de condena en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Pero la propuesta fue vetada por Francia y Gran Bretaña, lo que generó una gran tensión entre los aliados occidentales. La discusión pasó a la Asamblea General de las Naciones Unidas, que el 2 de noviembre exigió un alto el fuego y el retiro de las tropas israelíes. La resolución contó con el apoyo conjunto de la Unión Soviética y Estados Unidos. El 5 de noviembre, las Naciones Unidas aprobaron la creación de una fuerza internacional de paz que debía instalarse en el Sinaí. El 6 de noviembre, Khrushchev amenazó con usar armas nucleares si las tropas invasoras no se retiraban. Dos días antes, el Kremlin había aprovechado la situación interna-
Los resultados de la descolonización El proceso de descolonización consiguió uno de sus objetivos, que era extender el derecho al autogobierno a la gran mayoría de los pueblos del planeta. Aunque su práctica está lejos de ser perfecta, nunca antes como ahora el principio de autodeterminación de los pueblos tuvo una aplicación tan extendida. Pero el proceso de descolonización falló en cumplir otra de sus promesas, que era asegurar un efectivo ejercicio de la libertad y razonables niveles de bienestar a los habitantes de los nuevos países independientes. África es la región del mundo donde el fracaso es más notorio. La mayoría de los 53 estados independientes que hoy conforman el continente no han conseguido edificar instituciones democráticas ni acercarse a la prosperidad. Entre principios de los años sesenta y fines de los años ochenta, hubo en África más de 70 golpes de estado y 13 asesinatos presidenciales. El continente produjo algunos de los más temibles dictadores de la historia moderna, como Idi Amin en Uganda (responsable de medio millón de muertes violentas), Jean Bokassa en África Central (un aliado de Francia, pese a sus feroces políticas represivas), y Mobutu Sese Seko en el Congo/Zaire (sostenido alternativamente por belgas y franceses, pese a los altos niveles de corrupción y violencia de su gobierno). Cuando se ordenan los países del mundo según producto per cápita (es decir, según la cantidad de riqueza que son capaces de producir en relación al número de habitantes), los resultados son desalentadores: ninguno de los 20 países con mayor producto per cápita es africano, pero son africanos 19 de los 20 países con menor producto por habitante. (Los datos refieren a producto per cápita corregido por poder de compra). Cuando los países se ordenan según el Índice de Desarrollo Humano elaborado por las Naciones Unidas, ningún país africano figura en los veinte primeros puestos, mientras que son africanos 29 de los 31 países que se ubican en la categoría de menor desarrollo. Al drama que vive el continente africano se ha agregado la epidemia de sida, que afecta a este continente más que a ningún otro. En África vive el 12 por ciento de la población mundial, pero el 60 por ciento de los infectados de HIV. Los países asiáticos han seguido caminos más diversos. Tres de las economías más
poderosas del mundo (las de Japón, China e India) están ubicadas en el continente asiático. También son asiáticas algunas de las economías que más han crecido en los últimos años, como Corea, Indonesia y Viet Nam. Cuatro de los veinte países del mundo con mayor producto per cápita son asiáticos: Emiratos Árabes, Qatar, Singapur y Japón. Solo Yemen figura entre los últimos veinte. En la lista de países según el Índice de Desarrollo Humano, hay un país asiático entre los primeros veinte puestos y cinco entre los primeros treinta. También hay en Asia países que han sufrido verdaderas catástrofes económicas, como Bangladesh. Pero el mejor desempeño global de la economía asiática no la ha convertido en un continente democrático. Varios países del continente (como China, Corea del Norte, Viet Nam y Camboya) sufrieron durísimas dictaduras comunistas que produjeron inmensas cantidades de víctimas en relación al total de la población. Otros países, como Corea del Sur o Taiwán, han estado durante décadas bajo regímenes autoritarios de derecha caracterizados por ignorar las libertades fundamentales y violar los derechos humanos. La evolución de los países que obtuvieron su independencia en el correr del siglo XX es un tema que genera muchos interrogantes respecto del pasado y del futuro. El economista catalán Xavier Sala i Martin plantea la pregunta a propósito del crecimiento de África, pero lo mismo vale para la evolución institucional de esos países: “Hemos aprendido mucho acerca del crecimiento en los últimos años. Sin embargo, todavía parecemos no entender por qué África terminó teniendo tasas de crecimiento tan deprimentes. El bienestar de cerca de 700 millones de habitantes de todo un continente se ha deteriorado drásticamente desde su independencia, y la principal razón es que los países donde habitan no han sido capaces de crecer. Comprender las razones que subyacen en este gigantesco fracaso es la pregunta más importante que enfrentan los economistas al iniciarse el nuevo siglo”.
Tropas británicas camino a Suez.
numerosos fracasos. La República Árabe Unida resultó una experiencia frustrante que se interrumpió en 1961. Su liderazgo regional se opacó en 1967, tras una nueva derrota de Egipto a manos de los israelíes. La causa del panarabismo se debilitó junto con su poder político. La crisis de Suez fue un conflicto de escasa magnitud. La pérdida de vidas fue comparativamente pequeña. Pero entre las víctimas se contó la capacidad de Francia y Gran Bretaña de influir sobre Medio Oriente.
EL MOVIMIENTO DE PAÍSES NO ALINEADOS La Guerra Fría fue un período dif ícil para los países medianos y pequeños. El desaf ío que todos ellos enfrentaban era asegurarse un razonable grado de autonomía sin entrar en conflicto con las grandes potencias. En particular, había dos destinos que muchos querían evitar. Uno era convertirse en “estado cliente”, es decir, en uno de esos estados que, pese a ser nominalmente independientes, necesitaban el apoyo constante de una de las potencias para mantener cierta estabilidad. El otro destino era ser aplastado por uno de los dos grandes. A esa altura había suficientes ejemplos de países que habían desafiado a alguna de las potencias y lo habían pagado caro. El derrocamiento en 1954 del presidente guatemalteco Jacobo Arbenz, que fue organizado y prácticamente ejecutado por la CIA, y la invasión soviética a Hungría en 1956, eran dos casos contundentes. Uno de esos líderes que buscaban aumentar sus márgenes de autonomía era Nasser. Otro era Jawäharläl Nehru, el primer ministro de la India. Por influencia de su maestro Gandhi, Nehru tenía una sincera vocación pacifista y se negaba a que su país integrara algún bloque militar. Además quería diferenciar a la India de su hermano separado, Pakistán, que había hecho una clara opción pro-occidental. A mediados de los cincuenta, el gobierno paquistaní había decidido suscribir los dos tratados con los que se intentaba contener a la Unión Soviética en la región asiática: el Pacto de Bagdad (firmado por Gran Bretaña, Irak, Irán, Turquía y Pakistán) y la SEATO (un equivalente de la OTAN para el Sudeste Asiático). India se había negado a firmarlos. A diferencia de Gandhi (que hasta 1953 fue presentado en la Gran Enciclopedia Soviética como “un agente del imperialismo británico”), Nehru tenía claras simpatías por el socialismo. Si bien su gobierno no intentó incluir a India en el bloque comunista, se mostró lejano
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Estados Unidos. Para muchos analistas, la crisis de Suez es el origen de lo que luego serían las dif íciles relaciones de Francia con la OTAN y los gobiernos estadounidenses. Para los israelíes, el resultado fue ambiguo: una vez más habían mostrado su superioridad militar sobre un país árabe, pero la comunidad internacional los había identificado como agresores y habían tenido que abandonar el territorio conquistado. Sin embargo, lo hicieron a cambio de que se levantara el bloqueo que les impedía acceder al Mar Rojo. El desenlace de la crisis les hizo sacar dos conclusiones que tendrían efectos futuros. La primera fue que Israel debía minimizar la dependencia de terceros países para garantizar su propia seguridad. La segunda fue una reafirmación de la táctica de golpear primero. Este fue un aprendizaje que se tuvo en cuenta en 1967, cuando Israel lanzó un ataque preventivo ante una gran concentración de fuerzas árabes en sus fronteras. Así empezó la Guerra de Seis Días. Nasser salió de la crisis convertido en un héroe del nacionalismo árabe. Si bien su conducción de la guerra había sido mediocre, consiguió mantener el control sobre el canal y recibió el apoyo de su pueblo. Desde entonces actuó como el principal líder del panarabismo e impulsó iniciativas ambiciosas, como la de unir a Egipto con Siria en 1958 para formar la República Árabe Unida. Pero los años siguientes lo enfrentaron a
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cional para lanzar una invasión militar contra Hungría y aplastar un intento de reforma. El 6 de noviembre se interrumpió el ataque y se firmó un cese el fuego. Al día siguiente, una nueva resolución de Naciones Unidas prohibió a los franceses y británicos participar de la fuerza de paz, que fue integrada inicialmente por noruegos y daneses. Los soldados de la ONU empezaron a llegar a Egipto unas semanas más tarde. El 22 de diciembre, las últimas tropas francesas y británicas abandonaron la región. Entre diciembre y marzo de 1957, los israelíes evacuaron el Sinaí y la franja de Gaza, retrocediendo hasta la zona que ocupaban en 1949. El episodio fue una dura derrota política para el primer ministro británico, el conservador Anthony Eden, y para el primer ministro de Francia, el socialista Guy Mollet. El gobierno de Eden no logró sobrevivir. Al fracaso militar se sumó una crisis financiera y graves problemas en el abastecimiento de petróleo. Durante todo el mes siguiente Eden se recluyó en Jaimaica, y luego fue sustituido por Harold Macmillan. Allí terminó la carrera política del hombre que era considerado el heredero de Winston Churchill. El gobierno de Guy Mollet consiguió sobrevivir, pero los franceses vivieron el desenlace con resentimiento. La principal conclusión que sacaron fue que, por diferentes razones, no podían considerar aliados confiables ni a Gran Bretaña ni a
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de Washington y proclive a acordar con Pekín y Moscú. En 1954, el gobierno indio firmó un tratado con la China de Mao en el que, entre otras cosas, reconocía a Tibet como territorio chino. (La verdad era que el Tibet había sido militarmente invadido por China, en una clara violación al principio de autodeterminación de los pueblos defendido por Nehru). Tras la invasión soviética a Hungría en 1956, un conjunto de organizaciones sindicales y culturales húngaras le escribieron a Nehru, pidiéndole que interviniera para frenar la represión. Nunca tuvieron respuesta. El tercer líder importante que buscaba un camino propio era Josip Broz Tito, el hombre fuerte de Yugoslavia. Si bien Tito era un comunista convencido, estuvo durante años en malas relaciones con Moscú. Parte de la explicación era histórica: los yugoslavos, liderados por Tito, se habían liberado por sí solos de la ocupación nazi, y eso había reforzado su voluntad de independencia. Otra parte de la explicación era ideológica: Tito pensaba que en la Unión Soviética no se estaba aplicando un verdadero socialismo, sino un capitalismo de estado. Si bien en Yugoslavia faltaba tanta libertad política como en cualquier país comunista, los trabajadores tenían una real capacidad de influencia sobre las decisiones económicas. Tito llevó muy lejos su enfrentamiento con el Kremlin. En 1948, en una reunión de la recientemente creada Kominform (un organismo de coordinación de los partidos comunistas), Tito protagonizó un violento choque con Stalin y se negó a autocriticarse. En 1949 la Unión Soviética impulsó la creación del Comecon, un organismo de asistencia económica entre los países socialistas. Todos los países del bloque comunista se integraron, pero Yugoslavia decidió mantenerse afuera. En julio de 1950, las tropas de Corea del Norte invadieron Corea del Sur. En ese momento Yugoslavia integraba el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y hubiera podido vetar las sanciones que se proponían contra el agresor. Pero, a pesar de que
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Nasser: líder del panarabismo y fundador del no alineamiento.
Corea del Norte era un país comunista, la delegación yugoslava las votó. En mayo de 1955, la Unión Soviética impulsó el Pacto de Varsovia como respuesta a la creación de la OTAN. Todos los países del bloque socialista firmaron el acuerdo, menos Yugoslavia (aunque Tito participaría luego de algunas reuniones). Tito tenía dos fortalezas que le permitían desafiar al Kremlin. En primer lugar, contaba con un gran apoyo popular. Los soviéticos lo descubrieron en 1948, cuando iniciaron operativos de inteligencia para derrocarlo y comprendieron que iniciarían una guerra civil. En segundo lugar, Yugoslavia era vecina de países como Grecia, que estaban protegidos militarmente por Estados Unidos. La Sexta Flota estadounidense operaba a lo largo de la costa yugoslava y los líderes del Kremlin sabían que una acción militar en esa zona podía conducir a un enfrentamiento directo. Aunque Stalin amenazó varias veces con invadir, Tito nunca le creyó. Pero Tito no podía forzar demasiado las cosas, ni quería generar relaciones
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de dependencia con Estados Unidos. Mantuvo durante años relaciones tensas con Moscú, pero jamás pensó en romper. Cuando Khrushchev pidió disculpas por el comportamiento de Stalin y propuso una política de amistad, Tito hizo todo lo necesario para no desairar al nuevo jefe del Kremlin. En los años siguientes aceptó múltiples formas de cooperación, aunque siempre dejó en claro que se trataba de una relación entre iguales. En 1956, Khrushchev hizo un horrible viaje en medio de una tormenta para conseguir el visto bueno de Tito antes de invadir Hungría. Tito se lo concedió. Nasser, Nehru y Tito eran figuras muy diferentes entre sí. Nehru era un gobernante democrático y los otros dos eran autoritarios. Nehru era pacifista y los otros estaban lejos de serlo. Tito era comunista y Nehru tenía simpatías socialistas, pero el nacionalismo de Nasser lo hacía tener relaciones conflictivas con los comunistas de su país. Cada uno de ellos estaba ubicado en un continente diferente. Pero los tres buscaban ser algo más que peones en el inmenso tablero de
Una serie de 25 fascículos publicada por el diario El País con el apoyo del Centro de Estudios Jean-François Revel.
Asistente
Dirección de proyecto
Archivo de El País
Pablo da Silveira
Investigación y redacción
Pablo da Silveira Francisco Faig Félix Luna Enrique Mena Segarra Martín Peixoto
José López Fotografías
Diseño gráfico, armado y corrección
Trocadero Publicación
El País
Impreso en El País Depósito legal: 334.251
comunista ponía una sombra de duda sobre el concepto de no alineamiento. La conferencia aprobó una declaración de diez puntos elaborada por Nehru. Esa declaración afirmaba el respeto de los derechos humanos y de los principios establecidos en la Carta de las Naciones Unidas, reivindicaba el principio de autodeterminación de los pueblos, proponía la negociación y los arbitrajes como medios para resolver disputas internacionales y rechazaba la utilización de los acuerdos de defensa mutua para “favorecer los intereses particulares de las grandes potencias”. Durante la reunión de Bandung se acordó realizar reuniones periódicas y avanzar en la creación de una organización permanente. Pero la decisión de poner en marcha un movimiento de países no alineados fue tomada por Nehru, Tito y Nasser durante un encuentro que tuvieron en la isla de Brioni en el verano de 1956. Que la reunión se realizara en Yugoslavia era un reflejo del protagonismo de Tito, que había decidido entrar con fuerza en la política internacional. La primera reunión formal del Movimiento se realizó en Belgrado (Yugoslavia), del 1º al 6 de setiembre de 1961. Entre los convocantes estaban Tito,
Nehru y Nasser, pero también Sukarno, el presidente de Indonesia, y el primer ministro ghanés Kwame Nkrumah. Participaron de la reunión un total de 25 países, la mitad de ellos provenientes de Asia y África. Un hecho llamativo a ojos de los países occidentales fue la presencia de Cuba, que a esa altura estaba claramente alineada con la Unión Soviética. También había representantes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), lo que dio a la reunión un fuerte tono anti-israelí. Uno de los resultados del encuentro fue la designación de Tito, el jefe de estado de un país comunista con régimen de partido único, como secretario general del Movimiento. Todos estos datos confirmaron en muchos la sospecha de que el no alineamiento escondía un claro sesgo político. Antes de que se produjera una segunda reunión, un episodio se encargó de mostrar la fragilidad de la unidad que se estaba construyendo. El 10 de octubre de 1962, las tropas chinas atacaron la India como resultado de una disputa fronteriza en el Himalaya. Dos de los países que habían firmado la declaración de Bandung estaban en guerra entre sí. Enfrentado a la situación, el gobierno de Nehru no dudó en pedir ayuda militar a
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la Guerra Fría. A los tres se los considera los padres fundadores del Movimiento de países no alineados. El primer paso en la construcción del movimiento fue la organización de la Conferencia Asiático-africana, también conocida como Conferencia de Bandung. La reunión, realizada en Indonesia en abril de 1955, fue formalmente convocada por Birmania, Egipto, India, Indonesia, Pakistán y Sri Lanka. Contó con la participación de 29 países, la mayoría de creación reciente, que representaban en total a más de la mitad de la población del mundo. La reunión estuvo caracterizada por las fuertes críticas al colonialismo, las condenas al imperialismo y los reclamos en favor de un nuevo orden económico internacional. Pero si bien hubo claras reivindicaciones del no-alineamiento, las condenas a las potencias occidentales fueron mucho más audibles que las críticas a la Unión Soviética. Un punto controvertido fue la presencia de Zhou En-lai en representación de China comunista. Para los defensores del incipiente movimiento, la presencia de Zhou era la prueba de que el gobierno de Mao no quería alinearse con Moscú. Para sus críticos, la participación del inmenso país
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Tito: gobernante comunista y fundador del no alineamiento.
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Gran Bretaña y Estados Unidos. Durante el conflicto hubo una reunión urgente en Colombo (Sri Lanka), en la que los países no alineados se negaron a tomar partido. La guerra terminó el 20 de noviembre del mismo año, pero el movimiento de países no alineados perdió parte de su entusiasmo inicial y Nehru quedó debilitado como líder del no alineamiento. En octubre de 1964 hubo una segunda reunión en El Cairo (Egipto). El encuentro reunió a 46 países, lo que implicaba casi la duplicación del número de miembros. Pero ese encuentro marcó el inicio de una tensión cada vez más visible entre quienes seguían siendo verdaderos creyentes en el no alineamiento y quienes querían convertirlo en un arma contra Estados Unidos. Al menos dos factores alimentaron esta tensión: el creciente intervencionismo de Estados Unidos (que, entre otras cosas, empezaba a involucrarse seriamente en Viet Nam) y el trabajo de los servicios de inteligencia soviéticos y chinos, que competían por controlar al Movimiento. Un punto de quiebre fue la realización de la Primera Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina, conocida más brevemente como “Conferencia Tricontinental”. Esa reunión, que se realizó en La Habana en enero de 1966, marcó una doble ruptura. En primer lugar, estableció un quiebre interno entre los miembros del Movimiento de países no alineados, ya que muchos de ellos adoptaron una postura explícitamente anticapitalista y definieron a Estados Unidos como el enemigo. En segundo lugar, la reunión creó tensiones entre varios gobiernos o movimientos socialistas y el gobierno de Moscú. La “Conferencia Tricontinental” fue un momento de particular fortaleza del maoísmo y el guerrillerismo pregonado por el “Che” Guevara, dos tendencias que eran críticamente vistas por los soviéticos. La “Conferencia Tricontinental” aprobó la creación de dos organismos: la Organización para la Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América Latina (OSPAAL) y la Organización para la Solidaridad Latinoamericana (OLAS). Esta última tendría influencia en el fomento de la lucha armada en América Latina. La delegación uruguaya a la reunión estuvo integrada por Luis Pedro Bonavita (presidente del FIDEL) y Rodney Arismendi (secretario general del Partido Comunista Uruguayo). Arismendi se opuso a las tesis predominantes, defendiendo el punto de vista de Moscú. Los intentos por convertir el no alineamiento en un instrumento que
favoreciera la causa internacional del socialismo, sumados a los conflictos entre la Unión Soviética, China y Yugoslavia por controlarlo, hicieron que el Movimiento de países no alineados entrara rápidamente en crisis. Para mediados de los años setenta, sus integrantes solo podían ponerse de acuerdo para condenar el colonialismo (en un mundo en el que apenas quedaban colonias) o para criticar situaciones extremas como el aparthheid en Sudáfrica. En setiembre de 1979 se organizó una nueva reunión en La Habana. El encuentro fue un éxito desde el punto de vista de la convocatoria (92 países presentes) pero tuvo resultados dramáticos. Durante esa reunión se produjo un violento choque entre Tito y Fidel Castro. Tito denunció los intentos de Cuba, Viet Nam y Libia por convertir a la organización en un instrumento al servicio de Moscú, y declaró que no estaba dispuesto a ser correa de
transmisión de nadie. Castro sostuvo que la causa del no alineamiento y la causa del antiimperialismo (un término que en su lenguaje solo se aplica a Estados Unidos) eran la misma cosa. En esa reunión se produjo una fractura como resultado de la reciente invasión soviética a Afganistán. Los gobiernos fieles a Moscú, liderados por Cuba, aplaudieron la intervención como un triunfo para la causa del socialismo. Tito y los representantes de muchos estados musulmanes la condenaron. En los años siguientes, el Movimiento perdió credibilidad y pasó a ser visto como un instrumento al servicio de uno de los bandos en pugna (sus últimos dos secretarios generales fueron Fidel y Raúl Castro). Sin embargo, más de cien países siguen siendo miembros de la organización. El grupo reúne a unos dos tercios de los integrantes de las Naciones Unidas.
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Por Pablo da Silveira
PRÓXIMO FASCÍCULO
10/25 La Guerra de Viet Nam y sus consecuencias
parte del Tercer Mundo, entonces Estados Unidos debería serlo. Y si solo se trata de descolonizaciones recientes (digamos, posteriores a la Segunda Guerra Mundial), se producen situaciones extrañas: Haití obtuvo su independencia en 1804, por lo que no cabría entre los países tercermundistas. Sin embargo, es uno de los países más pobres e institucionalmente más frágiles del planeta. Hong Kong solo dejó de ser colonia británica en 2002, pero no parece ser un ejemplo de ciudad del Tercer Mundo. Parecería ser que el único sentido que no da lugar a sorpresas es el económico, pero ni siquiera esto es totalmente cierto. De manera intuitiva, se suele asociar al Tercer Mundo con los países pobres. Pero los Emiratos Árabes tienen un producto per cápita de 49.700 dólares, contra 37.400 de Suiza y 35.500 de Canadá. Sin embargo, solemos incluir a los países árabes entre los países del Tercer Mundo, y excluimos a Suiza y Canadá. Lo que sí parece típico de los países del Tercer Mundo es su bajo nivel de industrialización y su escasa capacidad de desarrollar tecnología. En general se trata de países con economías que no se alejan mucho de la producción de materias primas y que enfrentan dificultades
para desarrollar procesos productivos sofisticados (son vendedores de productos escasamente diferenciados, o commodities). Esto puede estar ligado al problema de la pobreza, porque la falta de recursos dificulta la inversión. Pero hay países con alta capacidad de inversión que no dejan de ser vendedores de materias primas, como algunos países árabes. En esos casos, las dificultades para cumplir procesos endógenos de desarrollo pueden estar asociadas a problemas culturales, sociales o políticos. Independientemente de cuáles sean las causas, parecería que todavía puede hablarse de Tercer Mundo para referirse a este conjunto de países. Pero esto no termina con las discusiones. Algunos señalan que existen otras expresiones más adecuadas (¿por qué no hablar más directamente de subdesarrollo?). Otros dicen que, aun en este contexto, la expresión sigue siendo confusa (¿qué proporción del producto debe provenir de un desarrollo tecnológico endógeno para decir que un país ha salido del Tercer Mundo?). Tal vez tenía razón Hannah Arendt cuando decía, hace ya varias décadas, que el Tercer Mundo no es una realidad sino una ideología.
Pablo da Silveira. Uruguayo, doctor en Filosofía por la Universidad de Lovaina (Bélgica). Profesor de Filosofía Política en la Universidad Católica del Uruguay. Autor de artículos publicados en revistas académicas del país y del extranjero, así como de varios libros entre los que se cuentan: Historias de Filósofos, Política y tiempo, y Cómo ganar discusiones (o al menos cómo evitar perderlas). Una introducción a la teoría de la argumentación.
| EL TERCER MUNDO
El senegalés Leopold Senghor recibido en la Academia Francesa.
HISTORIA RECIENTE
La expresión “Tercer Mundo” fue acuñada por el demógrafo Alfred Sauvy, en un artículo aparecido en L’Observateur de París el 14 de agosto de 1952. Al proponer esa fórmula, Sauvy estaba haciendo un paralelo con lo que antes de la Revolución Francesa se llamaba el “Tercer Estado”: aquella burguesía que hacía aportes esenciales al crecimiento de Francia pero era postergada por la nobleza y el clero. La expresión tuvo inicialmente un sentido político: el Tercer Mundo estaba constituido por aquellos países que no se identificaban con ninguno de los bandos de la Guerra Fría: ni con el Primer Mundo capitalista, ni con el Segundo Mundo comunista. (“Segundo”, en este caso, solo señalaba un orden cronológico, o en todo caso presentaba al bloque comunista como desafiante del orden precedente). Utilizada en este sentido, la expresión “Tercer Mundo” era un equivalente de “no alineamiento”. Pero el correr de los años mostró que muchos países de América, Asia y África estaban fuertemente identificados con alguno de los dos bloques (por ejemplo, Cuba con la Unión Soviética o Corea del Sur con Estados Unidos). El progresivo descrédito del Movimiento de países no alineados y la posterior caída del bloque soviético hicieron que este sentido político original terminara por perder fuerza. Un sentido alternativo que se usa con frecuencia es de carácter geográfico: los países del Tercer Mundo serían los del Sur, por oposición a los países del Norte. Pero México queda en el hemisferio Norte, al igual que muchos países de África y Asia que solemos considerar tercermundistas (por ejemplo, Egipto o India). En cambio, Australia y Nueva Zelanda quedan en el hemisferio Sur, pese a que no pensamos en ellos cuando hablamos del Tercer Mundo. Un tercer sentido posible es histórico: los países del Tercer Mundo serían aquellos que pasaron a funcionar como estados independientes tras el proceso de descolonización. Pero este uso es ambiguo. Si cualquier antigua colonia es
historiareciente
FOTO : FEDERICO PRÓSPERO
CONTRATAPA
“Tercer Mundo”, una expresión esquiva
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1940 | 1950 | 1960 | 1970 | 1980 | 1990 | 2000
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junio ‘07
25 FASCÍCULOS
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DESDE HIROSHIMA A LAS TORRES GEMELAS
BOAT PEOPLE: UN ÉXODO POR AGUA/ LA CAMBOYA DE POL POT
HISTORIA RECIENTE
| LA GUERRA DE VIET NAM Y SUS CONSECUENCIAS
ESTADOS UNIDOS EN SU PEOR HORA
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La Guerra de Viet Nam y sus consecuencias
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| LA GUERRA DE VIET NAM Y SUS CONSECUENCIAS
ÍNDICE DEL FASCÍCULO
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El pequeño dragón PÁGINA 6
RECUADROS HO CHI MINH P. 7 / LA GUERRA SUBTERRÁNEA P. 9 / CHOQUE DE CULTURAS Por Enrique Mena Segarra P. 10 / LA MASACRE DE MY LAI P. 11 / LA GUERRA EN EL LIVING P. 12 / LA DISIDENCIA DE UN DIPLOMÁTICO CÉLEBRE P. 13 / ALGO ANDUVO MAL P. 14 / ¿QUÉ PERDIÓ ESTADOS UNIDOS? P. 15 LA SAGA DE LOS “BOAT PEOPLES” P. 18 / BIBLIOGRAFÍA P. 19 / CONTRATAPA. EL GENOCIDIO DE POL POT P. 20.
lafotodeportada
Kim Phuc, una niña vietnamita, corre aterrada después de haber sido alcanzada por napalm. La foto ganó el Pulitzer y se convirtió en un símbolo de Viet Nam.
| LA GUERRA DE VIET NAM Y SUS CONSECUENCIAS
En enero de 1954, durante una conferencia de prensa, el presidente Eisenhower enunció lo que se conocería como “la teoría del dominó”: Si ponemos en fila una serie de fichas de dominó y empujamos la primera, muy pronto caerá hasta la última. En otras palabras: si permitimos que los comunistas conquisten Viet Nam, corremos el riesgo de que se produzca una reacción en cadena, y que todos los estados del sudeste asiático se vuelvan comunistas uno tras otro. Esta manera de ver las cosas llevó a Eisenhower, y luego a sus sucesores John F. Kennedy y Lyndon
B. Johnson, a involucrar a Estados Unidos en una guerra de la que saldría vencido y traumatizado. Fue una derrota extraña: las tropas estadounidenses ganaron todas las batallas, pero perdieron la guerra. Lo que iba a ser una campaña breve y sencilla, se convirtió en el enfrentamiento más largo de la historia militar estadounidense (nueve años de combate). Lo que iba a ser una acción de ayuda a un pueblo amenazado, terminó siendo una matanza que costó la vida a dos millones de vietnamitas y 58 mil americanos. Lo que iba a ser la intervención de una nación defensora de la libertad, terminó mostrando a una gran potencia que arrasó poblados, mató a mu-
HISTORIA RECIENTE
INTRODUCCIÓN
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1964
[...] Lo que iba a ser una campaña breve y sencilla, se convirtió en el enfrentamiento más largo de la historia militar estadounidense (nueve años de combate). Lo que iba a ser una acción de ayuda a un pueblo amenazado, terminó siendo una matanza que costó la vida a dos millones de vietnamitas y 58 mil americanos. Lo que iba a ser la intervención de una nación defensora de la libertad, terminó
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| LA GUERRA DE VIET NAM Y SUS CONSECUENCIAS
mostrando a una gran potencia que arrasó poblados, mató
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a mujeres y niños, destruyó selvas con productos químicos y lanzó napalm sobre sus enemigos.
jeres y niños, destruyó selvas con productos químicos y lanzó napalm sobre sus enemigos. Llegada la década del setenta, estaba claro que la dirigencia estadounidense había cometido dos errores. En primer lugar, no había comprendido que, lo que desde Washington se veía como un episodio más de la Guerra Fría, del otro lado se veía como una guerra colonial, peleada por uno de los pueblos más antiguos y pertinaces del mundo, que estaba usando las armas para expulsar a los estadounidenses como antes las había usado para expulsar a los japoneses y a los franceses.
En segundo lugar, la dirigencia de Washington había olvidado el consejo que les había dejado el general MacArthur, un militar que había extraído amargas lecciones de su fracaso en Corea: A cualquiera que comprometa las fuerzas terrestres de Estados Unidos en el continente asiático, habría que examinarle la cabeza. Cuando a los acontecimientos de esa guerra se sumaron el movimiento de defensa de los derechos civiles, las protestas estudiantiles, el movimiento hippie y una televisión que llevaba el conflicto a cada hogar, el resultado fue algo muy diferente de lo que Eisenhower había previsto.
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EN LA LEJANA ASIA, ENTRE EL GOLFO DE BENGALA y el Mar de China, hay una gran península que hoy está ocupada por seis países: Camboya, Laos, Tailandia, Viet Nam, Malasia y Birmania (también llamada Myanmar). Es una tierra de antiguas civilizaciones basadas en el cultivo de arroz, que tuvieron una historia milenaria de influencias, invasiones e intentos de dominación por parte de sus dos inmensos vecinos: China y la India. Hace un siglo, esa península era conocida como Indochina y estaba dividida en mitades. La parte oeste estaba controlada por los británicos. La mitad este era la Indochina francesa. Esta última abarcaba lo que hoy es Camboya, Laos y Viet Nam. Los franceses habían llegado en 1858 y se habían expandido hasta ocupar completamente el territorio en 1893. Lo que hoy llamamos Viet Nam es una faja de tierra que recorre las costas este y sur de la antigua Indochina. Sus habitantes originales la llamaban “la tierra del pequeño dragón”. Los franceses la habían dividido en tres zonas que tenían cierta identidad histórica: el Norte, o Tonkín; el Centro, o Annam; y el Sur, conocido como la Cochinchina. Los territorios de Annam y Tonkín mantenían la presencia simbólica de un emperador vietnamita sometido a protectorado francés. Desde el año 1932, el trono estuvo ocupado
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El pequeño dragón
por Bao Dai. La Cochinchina era una colonia administrada directamente por los franceses. También Camboya y Laos eran reinos protegidos. Todos esos territorios formaban la Unión Indochina, cuyo gobernador general, designado por el Ministerio de Colonias de París, concentraba el verdadero poder. Cuando Francia capituló ante la Alemania nazi en 1940, los japoneses aprovecharon el desconcierto que se produjo para invadir Indochina. Rápidamente controlaron todo el territorio, pero mantuvieron la administración anterior, integrada por franceses que respondían al gobierno colaboracionista de Vichy. La única resistencia que encontraron no provino de las fuerzas francesas, sino de una guerrilla vietnamita que tenía su base en el sur de China. Ese movimiento era la “Liga para la Independencia de Viet Nam”, que pronto sería conocida por su nombre abreviado de “Vietminh”. Sus objetivos eran “expulsar a los fascistas franceses y japoneses” y “fundar una República Democrática de Viet Nam” que comprendiera las tres zonas. El Vietminh estaba integrado por varias agrupaciones nacionalistas, pero el grupo de mayor peso era el Partido Comunista de Indochina, que había sido fundado en 1930 por Nguyen Ai Quoc, un hombre que sería conocido más tarde como Ho Chi Minh. El proyecto político de Ho consistía en ponerse al frente de la oleada nacionalista e independentista que barría su país, para orientarla luego hacia el comunismo. Gradualmente, sus guerrillas fueron haciéndose visibles en todo Viet Nam. Sus blancos preferidos eran las tropas japonesas, los colaboracionistas locales y los funcionarios de la administración francesa. En diciembre de 1941, los japoneses atacaron Pearl Harbor y entraron en guerra con Estados Unidos. Los estadounidenses se propusieron una estrategia envolvente, que incluía como objetivo expulsar a los japoneses de Indochina. Para eso, la Oficina de Servicios Estratégicos (antecesora de la CIA) empezó a apoyar al movimiento de resistencia de Ho Chi Minh. En 1945, paracaidistas estadounidenses cayeron sobre Indochina y aportaron armas y entrenamiento a los militantes del Vietminh. El propio Ho Chi Minh abandonó China para instalarse en Viet Nam, con el propósito de expulsar tanto a los japoneses como a los franceses. El presidente Roosevelt aprobaba la idea de fortalecer a un enemigo de los japoneses, y no veía con malos ojos que los europeos perdieran sus colonias. Mientras tanto, los japoneses hacían su propio juego y estimulaban a
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los vietnamitas a independizarse de los franceses. En marzo de 1945, el emperador Bao Dai, apoyado por las fuerzas niponas, se autoproclamó gobernante de un Estado de Viet Nam independiente. Pero la derrota de Japón se aproximaba. En agosto de ese año, las fuerzas del Vietminh tomaron Hanoi, la capital del norteño Tonkín. Ho Chi Minh proclamó una república independiente, con palabras que repetían casi exactamente algunos pasajes de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. Los estadounidenses, que todavía no conocían la astucia de Ho, creyeron que tenían un amigo. Tras la rendición de Japón, un cuerpo expedicionario francés ocupó parcialmente los territorios indochinos. La propuesta del gobierno de De Gaulle consistía en formar una Federación Indochina autónoma, encuadrada en una futura Unión Francesa. Pero Ho Chi Minh había formado un gobierno provisorio y tenía otras ideas. Una conferencia realizada en París en 1946 no consiguió resolver el problema. Los franceses aspiraban a conservar su colonia, pero su debilidad ante Alemania y ante Japón había cambiado la imagen que se hacían de ellos los vietnamitas. Simultáneamente, Ho había terminado de afirmar su control sobre el Vietmihn (de los 15 miembros de su dirección, 9 ya eran comunistas) y estaba decidido a llevar adelante su proyecto político. Pronto empezaron los choques armados entre las tropas francesas y el Viet Minh. La situación se fue degradando progresivamente hasta que, en noviembre de 1946, los franceses atacaron el puerto de Haiphong y causaron la muerte de miles de personas. Había empezado la “primera guerra de Indochina”, que se extendería durante ocho años.
Guerra colonial, Guerra Fría Los franceses esperaban vencer fácilmente a un enemigo con un poder de fuego muy inferior. Pero el Vietminh retomó su táctica de guerrillas y, pese a sufrir miles de bajas, mostró una gran capacidad de resistencia. Ho Chi Minh se los había advertido durante las negociaciones: “Si tenemos que combatir, vamos a combatir. Ustedes van a matar a diez de los nuestros y nosotros a uno. Pero al final, serán ustedes los que estarán exhaustos”. A medida que el conflicto se prolongaba, Francia se veía en mayores problemas. La guerrilla de Ho resistía los embates y recibía apoyo logístico a través de la frontera china. (Ho había vivido una década en China y hablaba fluidamente
el idioma). Esa ayuda movilizó a la Unión Soviética, que no quería perder liderazgo frente a Mao. El aparato de propaganda de la Kominform (un instrumento para alinear a los partidos comunistas del mundo) se dedicó a volcar a la opinión internacional a favor del Vietminh. La tarea fue particularmente exitosa en Francia, donde el Partido Comunista tenía una fuerte presencia electoral. En enero de 1950, tanto China como la Unión Soviética reconocieron a la República Democrática de Viet Nam. El 16 de febrero, Ho viajó a Moscú y tuvo una gran presentación en sociedad durante una cena en honor a Mao que se daba en el Kremlin. En el discurso que hizo entonces, Stalin encomendó a Mao la tarea de asistir militarmente a los vietnamitas. Enseguida empezaron a llegar armas y municiones a través de la frontera. En poco tiempo los franceses habían perdido el control de la zona limítrofe. Al verse seriamente amenazada, Francia empezó a pedir ayuda a Estados Unidos. La idea no generaba mayor entusiasmo en Washington, porque las relaciones con Ho seguían siendo amistosas y porque el sudeste asiático no era considerado de importancia estratégica. Todos los pronósticos de la época decían que Europa Central, y no Asia, iba a ser el principal escenario de la Guerra Fría. Pero Francia era un importante aliado en el escenario europeo y era miembro de la recién creada OTAN. Abandonarla en un momento de dificultad podía tener consecuencias indeseables. Si había que elegir entre Francia y el insignificante Ho Chi Minh, no podía haber dudas. De modo que Estados Unidos empezó a financiar el gasto de guerra francés, hasta llegar en los años siguientes a hacerse cargo del 70 por ciento. Mientras tanto, la recién creada CIA entablaba relaciones con los ambientes políticos anticomunistas en Vietnam. La invasión de Corea del Sur por parte de Corea del Norte, en junio de 1950, confirmó en Washington la idea de que se estaba ante una ofensiva comunista en Asia que debía ser contenida. En 1954, y tras haber sufrido 100 mil bajas, Francia pretendió concluir el conflicto mediante la creación de un centro fortificado que atrajera a las fuerzas del Vietminh a una batalla decisiva. Se eligió el valle de Dien Bien Phu, en el norte del país. El valle ofrecía las condiciones adecuadas para construir pistas de aterrizaje y estaba próximo a la frontera con Laos, desde donde recibía ayuda el Vietminh. Además, tenía la ventaja de estar rodeado de montañas cubiertas de una selva impenetrable que constituían una formidable barrera natural.
Ho Chi Minh Usó quince nombres a lo largo de su vida, pero los niños vietnamitas lo conocieron como “tío Ho”. Cuando nació, en 1890, se llamaba Nguyen Sinh Cung. Era hijo de un letrado mandarín empobrecido por sus actividades antifrancesas. A los 21 años inició una vida errante que lo llevó a París, Nueva York y Londres, donde ejerció diversos oficios y adoptó el nombre de Nguyen Ai Quoc. En 1919 irrumpió en la Conferencia de Versalles para reclamar la independencia de Indochina, sin recibir la menor atención. Fundó, dirigió y redactó en París un periódico anticolonialista donde denunciaba la explotación francesa en Indochina, el Maghreb y el África subsahariana. Estuvo entre los fundadores del Partido Comunista Francés y luego viajó a Moscú. Sus desplazamientos son difíciles de reconstruir, porque los hacía en secreto y bajo nombres falsos. Los relatos que hizo sobre su pasado resultaron poco dignos de confianza. Pero se sabe que cumplió diferentes tareas revolucionarias en Europa Occidental y el Lejano Oriente, lo que le dio un amplio dominio de lenguas y una experiencia política variada. En 1924 fue enviado a China como agente de la Internacional Comunista para infiltrarse en el Partido Nacionalista de Chiang Kai-shek. Al año siguiente empezó a reclutar indochinos residentes en China, y en 1930 fundó el Partido Comunista de Indochina. Pese a sus fuertes lazos con Moscú, comprendió que la lucha simultánea por la liberación nacional y el comunismo exigía una estrategia específica, lo que lo acercó a la China de Mao. No fue un gran teórico, pero sí un extraordinario estratega y táctico de la política. Su personalidad cordial y afectuosa, así como su estilo de vida sencillo, le hacían ganarse rápidamente las simpatías. Pero detrás de su afabilidad se escondía una determinación de hierro que le permitía tomar las decisiones más costosas o actuar con extrema violencia. Mandó asesinar a muchos de sus adversarios políticos. En 1946 lanzó una purga en el norte de Viet Nam que llevó a la muerte a miles de personas y condujo a prisión a 25 mil. Desde 1946, la historia de su vida se confunde con la historia de su pueblo. Venció a los franceses, fundó una república y diseñó una estrategia militar que permitió derrotar a la mayor potencia del mundo. El “tío Ho” murió en Hanoi el 3 de setiembre de 1969. Cuando la guerra terminó cinco años más tarde, la revista Time publicó su retrato en portada con un breve título: “El vencedor”.
finalmente debió rendirse al general Giap el 7 de mayo de 1954. La humillante derrota ocurrió el día antes de que se iniciara una ronda de negociaciones en Ginebra. En la reunión estuvieron presentes el primer ministro francés Pierre Mendès-France, el jefe del Departamento de Estado estadounidense John Foster Dulles, el ministro de Relaciones Exteriores chino Zhou En-lai y representantes de la Unión Soviética, el Reino Unido, Camboya, Laos y los dos Viet Nam (en su esfuerzo por quitarle legitimidad al Vietminh, los franceses habían reconocido un Estado de Viet Nam nominalmente independiente, cuya cabeza era el mismo emperador Bao Dai que había acordado con los japoneses). Las 1954
cronología
1954
discusiones concluyeron en un acuerdo alcanzado el 21 de julio, que dividía a Viet Nam en dos territorios al norte y al sur del Paralelo 17. La zona norte, con capital en Hanoi, quedaba bajo control del Vietminh. La zona sur, con capital en Saigón, quedaba bajo control francés, aunque tenía como jefe de estado a Bao Dai. Entre ambos territorios se creaba una zona desmilitarizada. También se establecía un régimen de frontera abierta durante 300 días, para que la población se ubicara donde quisiera. El acuerdo afirmaba que la división de Viet Nam era transitoria y que el país sería unificado tras la realización de elecciones nacionales en 1956. Luego de haberse formado un gobierno único, Francia se retiraría.
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O al menos eso creían los franceses. Porque mientras los 15 mil hombres del coronel Christian de Castries se dedicaban a construir pistas de aterrizaje y reductos fortificados, un inmensa masa de 200 mil vietnamitas se dedicó a abrir caminos en la selva sin que los franceses lo notaran, y a subir hasta la cima de las montañas grandes cantidades de armas, municiones y víveres, junto a las piezas de artillería pesada que secretamente les estaban proporcionando los chinos. Cuando, el 13 de marzo de 1954, un terrible fuego de artillería fue seguido por el ataque de 50 mil soldados bien equipados y organizados, los franceses no salían de su asombro. El coronel De Castries consiguió resistir ocho semanas y causó 25 mil bajas a los atacantes, pero
HISTORIA RECIENTE
Ho Chi Minh.
1955-1959
surgirá la Organización del Tratado del Sudeste Asiático (SEATO).
13 de marzo: empieza la batalla de Dien Bien Phu. 21 de julio: se firman los acuerdos de Ginebra. Viet Nam es dividido en dos.
1955
14 de mayo: se crea el Pacto de Varsovia.
30 de agosto: la Asamblea Nacional de Francia se niega a ratificar el Tratado de Defensa de la Comunidad Europea. 8 de setiembre: Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Australia, Nueva Zelanda, Pakistán, Filipinas y Tailandia firman el Tratado de Manila, del que
18-24 de abril: Conferencia de Bandung. 23 de octubre: Ngo Dinh Diem proclama la República de Viet Nam del Sur y se convierte en su presidente.
1956
29 de octubre: empieza la crisis del Canal de Suez.
1959
1º de enero: triunfo revolucionario en Cuba.
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| LA GUERRA DE VIET NAM Y SUS CONSECUENCIAS
La fórmula final no dejó satisfecho a nadie. Ho Chi Minh había llegado con la expectativa de obtener la independencia para todo Viet Nam, pero no lo había logrado por falta de apoyo soviético. (La delegación de Moscú había evitado una confrontación con Francia, en un momento en que los franceses se resistían a integrar la Comunidad Europea de Defensa impulsada por los estadounidenses). Francia había debido aceptar la pérdida de Viet Nam en un plazo de dos años. Estados Unidos no se sentía cómodo con la idea de entregar una mitad de Viet Nam a los comunistas, justo después de haber tenido que entregar la mitad de Corea. Además, tanto los estadounidenses como los dirigentes de Viet Nam del Sur temían que las elecciones de 1956 fueran fácilmente ganadas por Ho, que había mostrado una gran habilidad para imponerse sobre sus rivales internos del Vietminh mediante una combinación de métodos pacíficos y violentos. El acuerdo solo se logró porque las delegaciones de Francia y del Vietminh negociaron a espaldas de los demás participantes, y muy en especial, a espaldas de los representantes de Viet Nam del Sur. Cuando llegó la hora de firmar el documento, las delegaciones de Estados Unidos y de Viet Nam del Sur se negaron a hacerlo. Ese día, en Viet Nam del Sur, las banderas flamearon a media asta.
Norte y Sur
HISTORIA RECIENTE
La firma del acuerdo de Ginebra permitió a Ho Chi Minh y a su gobierno salir del refugio selvático e itinerante en el que se hallaban desde 1946 y establecer en Hanoi la capital de Viet Nam del Norte. Las nuevas autoridades tomaron de inmediato enérgicas medidas políticas. En 1955 se aprobó una Ley de Reforma Agraria que clasificaba a los habitantes del campo en cinco categorías: terratenientes, campesinos ricos, campesinos medios, campesinos pobres y obreros agrícolas. Los bienes confiscados a las primeras clases (frecuentemente extensiones muy modestas), no se entregaron a las clases más humildes como se había prometido durante la guerra, sino
9 1960-1961
1960
20 de diciembre: se funda el Frente Nacional de Liberación de Viet Nam del Sur.
1961
20 de enero: John F. Kennedy asume como presidente de Estados Unidos.
La guerra subterránea Desde el comienzo de su lucha contra los franceses, los guerrilleros vietnamitas apelaron a una táctica original: la construcción de túneles. Muchos tenían decenas o algunos centenares de metros, pero su obra maestra fue una ciudad subterránea que tenía su centro en las cercanías de Cu Chi, a unos 30 kilómetros de Saigón. Hacia 1968, la “ciudad subterránea” era un laberinto de doscientos kilómetros de túneles que conectaban entre sí diferentes aldeas. La zona tenía gran valor estratégico, porque por ella corría la ruta entre Saigón y Phnom Penh, la capital de Camboya. El sistema de Cu Chi incluía centros de comando, depósitos de armas y víveres, hospitales, dormitorios, fábricas de armas y municiones, talleres, imprentas y cementerios provisorios. Las sucesivas ampliaciones fueron iniciativa de los propios guerrilleros, a medida que iba revelándose su necesidad. Grandes o pequeños, los túneles imponían una forma de combate terrible. Los estadounidenses se enfrentaban a algo que nadie les había enseñado. Tuvieron que utilizar
voluntarios bajos y delgados (las “ratas de túnel”, mayormente hispanos), para penetrar por las diminutas entradas. Una vez dentro, se combatía en la oscuridad, con el aire viciado, entre trampas explosivas y tiradores solitarios que esperaban a la vuelta de un recodo. Durante la ofensiva del Tet, partieron de Cu Chi los comandos que atacaron Saigón, mezclándose con caravanas de peregrinos y cortejos funerarios. El mando militar de Estados Unidos decidió terminar con la amenaza defoliando la selva, removiendo la tierra con excavadoras gigantes y lanzando bombas de penetración que dañaron irreparablemente gran parte del sistema. Pero, para entonces, la intervención creciente del ejército de Viet Nam del Norte había llevado la guerra a una nueva fase. Para los vietnamitas, la guerra subterránea tuvo un hondo sentido simbólico. En palabras del general Giap: “Si el enemigo ocupa la faz de nuestra tierra, nuestro pueblo ocupará sus entrañas”. Lo que queda del tejido de túneles, religiosamente preservado, es hoy uno de los principales atractivos turísticos del país.
1962-1963 1962
28 de octubre: Khushchev anuncia el retiro de los misiles en Cuba, a cambio del compromiso estadounidense de no invadir la isla. Termina la crisis.
13 de agosto: se inicia la construcción del muro de Berlín. 1º - 6 de setiembre: Primera conferencia del Movimiento de países no alineados en Belgrado, Yugoslavia. 2 de diciembre: Fidel Castro se proclama marxista-leninista.
14 de octubre: fotos aéreas tomadas por aviones estadounidenses confirman la construcción de bases de lanzamiento de misiles en Cuba. Empieza la crisis de los misiles.
1963
11 de junio: el monje budista Thich Luang Duc se inmola en una calle de Saigón. 1º de noviembre: Ngo Dinh Diem es derrocado y asesinado.
a cooperativas estatales. Lo mismo se hizo con las tierras de quienes huían. En total, unos 100 mil “terratenientes” fueron expropiados. Muchos de ellos fueron sometidos a “juicios populares” y condenados a muerte por “explotadores”, o internados en campos de trabajo. El modelo que se seguía era la reforma agraria aplicada por Mao. En ese entonces, el gobierno y la administración estaban totalmente copados por el Partido de los Trabajadores, como había pasado a llamarse el Partido Comunista. Los antiguos aliados provenientes de los “partidos burgueses” habían sido expurgados. Las libertades políticas fueron restringidas (sobre todo las de expresión y de prensa) y la población fue sometida
a una campaña que combinaba una muy necesaria alfabetización con la propaganda intensiva del marxismo. Siguiendo la concepción maoísta, que daba especial importancia a la lucha ideológica, se buscaba influir sobre las generaciones jóvenes para crear un “hombre nuevo” políticamente seguro. Los estudiantes que eran hijos de propietarios de tierras debían redactar confesiones de 60 páginas para denunciar las “atrocidades” cometidas por sus padres. La gran población católica era sometida a una hostilidad creciente, en parte por su religión, en parte por ser prósperos y en parte por tener una historia de excesiva proximidad con los colonizadores europeos. En 1955 se produjo una revuelta de campesinos católicos que fue reprimida al costo de seis mil muertos y deportados.
La ola de protestas y la fuga de población fueron tan grandes que, en noviembre de 1955, Ho Chi Minh abolió los tribunales populares y decretó una campaña de “rectificación de errores” convergente con la desestalinización de Khrushchev y las “cien flores” de Mao. Pero ese relajamiento transitorio no eliminó otras consecuencias de las políticas aplicadas, como el inmenso desabastecimiento al que condujo la reforma agraria. En 1955 empezó la peor hambruna conocida en la historia de Viet Nam, que costaría la vida a dos millones de personas. El resultado inmediato de estos acontecimientos fue un gran desplazamiento de población. Entre agosto de 1954 y mayo de 1955, más de un millón
Pronto vieron que no era tan fácil distinguirlos. Los vietcong (“VC” o “Charlie”) no usaban uniformes. De día podían ser campesinos pacíficos y de noche combatientes. Una choza donde solo había mujeres, niños y ancianos podía ocultar un depósito de armas o provisiones. De pronto todos pasaron a ser enemigos, reales o posibles. Y además todos eran “amarillos”. Sus vidas no valían lo mismo que la de un norteamericano. No era fácil “ganar corazones y mentes” con ese punto de partida. Para un campesino vietnamita, la irrupción de decenas de hombres de una talla para él gigantesca y armados hasta los dientes era ante todo un motivo de pavor. Vociferaban órdenes incomprensibles, se comportaban con brutalidad y resultaban insultantes hasta cuando querían ser generosos: sus regalos de golosinas o cepillos de dientes eran arrojados o dados con una sola mano “como se da la comida a los perros”. Para un vietnamita, un regalo solo expresa respeto cuando es dado con las dos manos y acompañado de una reverencia. Casi ningún elemento de la cultura ancestral tenía tanta importancia para los vietnamitas
como el culto de los antepasados. Los estadounidenses no comprendían su desesperación cuando empezaron a concentrar campesinos en “aldeas estratégicas” que quedaban muy lejos de sus hogares y de las tumbas familiares. Los soldados intentaban convencerlos de que allí estarían mejor, lo que en general no era cierto. Pero además, por puro aburrimiento, algunos de ellos se divertían derribando los templetes donde rezaban los aldeanos. Un pueblo tradicionalmente recatado vio cómo Saigón se convertía en la capital de la diversión y el vicio, con barrios enteros dedicados a la prostitución y el comercio de drogas. Los clientes originales eran los soldados estadounidenses, pero luego cundió un consumismo de imitación. Los precios se elevaron en un 170 por ciento. Ante este cúmulo de tensiones culturales, no hacía falta que un vietnamita se convenciera de las bondades del comunismo para que se volviera antiamericano.
Choque de culturas
vehículo idóneo para fomentar la amistad entre dos pueblos. Este axioma fue particularmente exacto en la guerra de Viet Nam. El soldado norteamericano promedio –sobre todo los reclutas– solía provenir de los estratos más bajos de la sociedad, como consecuencia de los mecanismos de exoneración que amparaban a los estudiantes, profesionales y otros integrantes de los sectores medios y altos. Los soldados solían ser muy jóvenes: el promedio de edad era de 19 años, contra 26 años en la Segunda Guerra Mundial. Y prácticamente todos compartían algunas actitudes firmísimas: la creencia en la superioridad absoluta del modo de vida americano, la incomprensión hacia otras culturas (¿cómo es posible que haya gente que coma carne de perro?), la convicción de que su país siempre representaba la causa del bien contra el mal. Cuando algún periodista preguntaba a un soldado por qué estaba allí, la respuesta más general era: “Para ayudar a los tipos buenos contra los tipos malos”.
HISTORIA RECIENTE
> Casi nunca un ejército de ocupación fue un
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Por Enrique Mena Segarra
10 1963-1965
1963
22 de noviembre: es asesinado John F. Kennedy. Asume como presidente Lyndon B. Jonhson.
1964
2-4 de agosto: incidentes del golfo de Tonkín 7 de agosto: el Congreso de Estados Unidos aprueba la resolución del golfo de Tonkín.
1965
5 de marzo: primeros ataques aéreos estadounidenses a Viet Nam del Norte.
1965-1968
1965
8 de marzo: el presidente Johnson autoriza el primer envío de infantes de marina a Vietnam.
1966
3-15 de enero: se realiza en La Habana la “Conferencia Tricontinental”.
1967
31 de julio-10 de agosto: se realiza la conferencia de la OLAS en La Habana.
1968
31 de enero: empieza la ofensiva del Tet. 16 de marzo: masacre de My Lai. 31 de marzo: el presidente Johnson anuncia que no buscará un nuevo mandato.
HISTORIA RECIENTE
| LA GUERRA DE VIET NAM Y SUS CONSECUENCIAS
de vietnamitas se trasladaron desde el Norte hacia el Sur. La CIA estimuló el fenómeno para desprestigiar al régimen de Ho. Con el fin de movilizar a los católicos que vivían en el Norte (1,3 millones sobre una población total de 16), lanzó volantes que decían: “La Virgen María viajó hacia el Sur”. Unos 800 mil católicos efectivamente se desplazaron, y luego constituirían una fuente de apoyos políticos y de cuadros administrativos para el gobierno de Saigón. Pero las acciones de la CIA no eran necesarias para que muchísimos vietnamitas quisieran desplazarse. Es dudoso, por ejemplo, que los volantes que hablaban de la Virgen María hayan tenido algún efecto sobre los de 135 mil budistas que se pusieron en camino. También hubo vietnamitas residentes en el Sur que quisieron desplazarse hacia el Norte. Se estima que unos 50 mil efectivamente lo hicieron. Pero el régimen de Ho estimuló a sus simpatizantes a permanecer en el Sur, con el fin de incidir con su voto en las elecciones de 1956 y, llegado el momento, realizar acciones desestabilizadoras. Viet Nam del Sur quedó en manos de un gobierno liderado por Ngo Dinh Diem, un vietnamita educado en Estados Unidos, nacionalista y católico, que tenía claras simpatías hacia occidente. Las autoridades de Washington se habían convencido de que Diem era el hombre cuando lo vieron organizar al Ejército de la República de Viet Nam y combatir a un conjunto de ejércitos privados, sectas religioso-militares y mafias armadas que controlaban a la policía. Pero otros aspectos de su personalidad no fueron igualmente tenidos en cuenta. Por ejemplo, su inclinación a la corrupción o su total carencia de convicciones democráticas. El gobierno de Diem enfrentaba desaf íos importantes, como absorber al millón de fugitivos que llegaban desde el Norte, crear una administración eficiente y recuperar la economía tras los desastres de la guerra. Como principal instrumento para enfrentar estos problemas, contaba con el apoyo económico y logístico de Estados Unidos. Siguiendo su lógica de Guerra Fría, los estadouni-
11 1968-1973
1968
4 de abril: asesinato de Martin Luther King. 6 de junio: asesinato de Robert Kennedy.
1969
20 de enero: Richard Nixon asume como presidente de Estados Unidos. 3 de setiembre: muere Ho Chi Minh.
1972
21 de febrero: Visita a Pekín del presidente de Estados Unidos, Richard Nixon.
1973
27 de enero: Estados Unidos y Viet Nam del Norte firman un acuerdo de paz.
denses pensaban que ese era el método más eficaz para contener a los comunistas. Pero no percibían que, con esa misma ayuda, estaban construyendo un dirigente que no sentía la necesidad de buscar el apoyo de sus gobernados. Diem aceptaba gustoso la ayuda estadounidense (solo en 1955 recibió 56 millones de dólares para asistir a los refugiados) pero se negaba a ser un títere de Washington. Cuando los estadounidenses lo presionaron para que diera una forma
jurídica a su gobierno, Diem impulsó un proyecto de constitución que creaba una república e introducía el cargo de presidente. El proyecto suponía sacar de la escena al antiguo emperador Bao Dai, que desempeñaba una ambigua función de jefe de estado. En 1955 se organizó un plebiscito y el proyecto de Diem fue aprobado por un improbable 98 por ciento de los votos. Ngo Dinh Diem asumió como presidente y legalizó lo que ya era una dictadura.
La masacre de My Lai En la mañana del 16 de marzo de 1968, un pelotón de soldados estadounidenses llegó a la aldea de My Lai. Los informes de inteligencia decían que allí se escondía un batallón del Vietcong que había participado en la ofensiva del Tet. Los soldados habían recibido la orden de destruir el caserío. Cuando los soldados llegaron, solo encontraron mujeres, niños y ancianos desarmados. Pero era posible que los guerrilleros estuvieran escondidos dentro de las chozas o en refugios subterráneos. En un clima de tensión, los estadounidenses empezaron a gritar órdenes: los campesinos tenían que salir de las chozas para facilitar la búsqueda. Pero los campesinos no obedecían y había que arrastrarlos. Que estuvieran aterrados y no supieran inglés eran datos que no se registraban. En medio de la tensión (probablemente también a causa del consumo de drogas) la falta de respuesta era vista como un intento de proteger al enemigo. De pronto alguien corrió y un soldado abrió fuego. Un instante después eran varios los que disparaban. Los soldados, fuera de sí, crearon un baño de sangre. Los cuerpos de las víctimas eran tirados a los canales. Hugh Thompson, un piloto de helicóptero de 24 años que debía recoger a los combatientes, vio lo que ocurría desde el aire. Después contó cómo los soldados estadounidenses disparaban contra mujeres desarmadas y remataban a los heridos que se movían en los canales. Thompson consiguió salvar a una decena de personas y amenazó con abrir
fuego desde el helicóptero si continuaba la matanza. Una vez terminada la misión, él y otros miembros de su tripulación informaron a sus superiores. Su declaración fue confirmada por las tripulaciones de otros helicópteros. La masacre de My Lai no era un acontecimiento excepcional. Las tropas estadounidenses habían sido ganadas por la frustración y el descontrol, y las atrocidades eran frecuentes. Lo que fue excepcional fue el valor de Thompson y los demás informantes para denunciar a sus compañeros de armas. Los periodistas se enteraron rápidamente de lo sucedido y el hecho conmovió a la opinión pública mundial. En Estados Unidos, los movimientos pacifistas y de defensa de los derechos civiles organizaron grandes protestas. Aproximadamente 500 mujeres, niños y ancianos fueron masacrados en My Lai por las tropas estadounidenses. Solamente un oficial, el teniente William Calley, fue llevado a juicio. Calley fue inicialmente sentenciado a cadena perpetua, pero solo pasó cuatro meses y medio en una prisión militar. Un mayor del ejército fue encargado de realizar una investigación en el lugar. Según su informe, solo encontró pruebas de la excelente relación entre la población vietnamita y los soldados estadounidenses. El mayor se llamaba Colin Powell. Pero el fotógrafo Ronald Haeberle y el periodista Jay Roberts habían estado en My Lai poco después de la matanza. Sus textos y sus fotos no dejaron dudas sobre lo ocurrido.
1968-1973
1974
9 de agosto: Richard Nixon renuncia a la presidencia de Estados Unidos.
1975
17 de abril: los Jemeres Rojos toman la capital de Camboya. 30 de abril: Saigón cae en manos de las tropas de Viet Nam del Norte.
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Desde el punto de vista jurídico, Estados Unidos nunca estuvo en guerra con Viet Nam. Esa circunstancia formal impidió medidas habituales en la guerra, como la censura de prensa relativa a noticias y comentarios sobre el conflicto. Multitud de periodistas, fotógrafos y camarógrafos se trasladaron a Viet Nam y acompañaron al ejército en sus misiones. El material que producían desfilaba cada noche por las pantallas de un país donde cada hogar tenía al menos un televisor. La prolongación del conflicto fue provocando desconcierto y desazón en el público. La información sobre atrocidades y matanzas puso en crisis la imagen que los estadounidenses tenían de sí mismos. La situación se volvió especialmente difícil en 1968, cuando coincidieron la ofensiva del Tet, la agitación estudiantil y las protestas del movimiento de defensa de los derechos civiles. El comentarista de la CBS Walter Cronkite, considerado entonces “el hombre más confiable de Estados Unidos”, viajó ese año a Saigón. El 27 de febrero, ante nueve millones de telespectadores, dijo unas palabras demoledoras: Ahora parece más seguro que nunca que la sangrienta experiencia de Viet Nam acabará en un punto muerto (...) Para este periodista está cada vez más claro que la única forma racional de terminar la guerra es negociar, no como vencedores, sino como un pueblo noble que se mantuvo fiel a su compromiso de defender la democracia y lo hizo lo mejor que pudo. Les habló Walter Cronkite. Buenas noches. En la Casa Blanca, el presidente Johnson apagó el aparato y dijo con desaliento: Si perdimos a Walter, perdimos al ciudadano medio. El índice de popularidad del presidente descendió abruptamente del 48 al 36%.
ser presentado como un hecho interno del Sur, para evitar represalias contra el gobierno de Hanoi. Corea había enseñado que la invasión directa no era un buen camino. A fines de 1959, la dirección política del Partido de los Trabajadores de Viet Nam del Norte tomó la decisión de lanzar la insurrección en el Sur. Poco después empezó el entrenamiento militar de los combatientes sureños, a los que muy pronto se les llamaría “Vietcong”. Al año siguiente, el régimen de Ho Chi Minh promovió en el vecino Laos una insurrección guerrillera de orientación comunista. Una vez que la guerrilla controló la zona limítrofe, se inició la construcción de una red de caminos a través de la cordillera selvática que separa a ambos países. El objetivo era conectar el Norte con el Sur de Viet Nam pasando por Laos. Será la célebre “Ruta Ho Chi Minh”, por la que transitarán durante la guerra los suministros, el personal de apoyo y finalmente las unidades de ejército con las que el régimen del Norte abasteció a los combatientes del Sur. Siguiendo las directivas que llegaban desde Hanoi, en setiembre de 1960 se fundó en Viet Nam del Sur un Frente de Liberación Nacional que agrupaba a unos 20 partidos y grupos religiosos. Sus dirigentes de fachada no eran comunistas y su programa contenía objetivos sumamente moderados: relaciones pacíficas entre el Sur y el Norte, reunificación por elecciones libres, establecimiento de un régimen democrático, pluralista e internacionalmente neutral. Pero el sector dinámico del Frente era el Partido Popular de Acción Revolucionaria, sucursal del Partido de los Trabajadores de Viet Nam del Norte. El brazo armado se había completado con un brazo político. En 1960, se aprobó en Viet Nam del Norte una nueva constitución que definía al régimen como una “democracia popular en marcha hacia el socialismo”. El texto anunciaba que las libertades fundamentales solo podrían ejercerse cuando “no violaran los intereses del Estado y del pueblo”. Se consagraba así la eliminación de las libertades por sola decisión del gobierno. Mientras tanto, la producción agrícola se recuperaba y permitía un incipiente desarrollo industrial en el marco de una economía estatizada. Resulta dif ícil saber qué grado de apoyo tenía el régimen, pero es probable que Ho Chi Minh tuviera en el Norte bastante más popularidad que Ngo Dinh Diem en el Sur.
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La guerra en el living
A continuación, Diem empezó a trabajar para perpetuarse en el poder. Su primer movimiento consistió en cancelar las elecciones previstas para 1956. Diem sabía que la mayor población del Norte, controlada férreamente por Ho, sumada a los simpatizantes del Vietminh que seguían en el Sur, aseguraban una victoria comunista. Su razonamiento parece haber sido: “si yo hago fraude y él hace fraude, gana él”. De modo que aprovechó el momento de debilidad por el que pasaba el gobierno de Vietnam del Norte para anunciar la cancelación por incumplimientos previos al acuerdo de Ginebra. Ho Chi Mihn protestó enérgicamente pero no pudo hacer mucho más. En ese momento enfrentaba levantamientos y protestas, una hambruna extendida y el éxodo de una parte importante de su población. A continuación, Diem emprendió una campaña de exterminio contra los veteranos de la guerrilla Vietminh que se habían instalado pacíficamente en el Sur (aunque habían ocultado su armamento en los arrozales). Muchos fueron ejecutados y millares puestos en prisión. Los actos violentos y las arbitrariedades alcanzaban también a personas y partidos que no tenían vínculos con los comunistas, lo que no contribuía a popularizar al régimen. La campaña represiva generó una insurrección de los comunistas residentes en el Sur. Centenares de hombres sacaron las armas de sus escondites y desataron una campaña de ataques guerrilleros, sabotajes y atentados contra informantes. El principal líder comunista del Sur, Le Duan, empezó a presionar sobre Ho Chi Minh: la política de coexistencia auspiciada por Moscú había perdido sentido en Viet Nam; era preciso reanudar la lucha armada, tal como recomendaban los líderes chinos. Para Ho, la situación era delicada. Por una parte, no quería sacrificar a sus hombres en el Sur ni perder liderazgo. Por otro lado, le preocupaba el incremento de la influencia china en Viet Nam. Mao tenía claras pretensiones expansionistas y Ho seguía siendo un comunista nacionalista. Khrushchev era un contrapeso adecuado, pero China estaba al lado y la Unión Soviética quedaba lejos. Pero hacía mucho tiempo que Ho se preparaba para lanzar la insurrección en el Sur y, efectivamente, el momento parecía haber llegado. Lo esencial era que el levantamiento pudiera
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Estados Unidos y Viet Nam
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Durante la presidencia de Eisenhower, Estados Unidos había apoyado política y económicamente a Francia pero se había negado a enviar tropas. Eso le valió al gobierno duras críticas de los demócratas, que lo acusaban de estar abandonando a un importante aliado europeo. Cuando, en agosto de 1954, la Asamblea Nacional de Francia se negó a ratificar el Tratado de Defensa de la Comunidad Europea (una de las principales prioridades de Estados Unidos en la región) Dean Acheson acusó a su sucesor John Foster Dulles de haber alejado a un país amigo. Es probable que la decisión francesa haya tenido otras motivaciones más determinantes (el Tratado autorizaba el inicio de un proceso para rearmar a Alemania, aunque fuera bajo control de la OTAN) pero en cualquier caso el gobierno republicano estaba en una situación incómoda: Francia era el único país occidental que estaba intentando evitar que todo Vietnam cayera en manos comunistas, y esa era una causa importante para Estados Unidos en el marco de la Guerra Fría. Eisenhower no solo sufrió presiones de los demócratas sino de los propios republicanos. Cuando, durante la batalla de Dien Bien Phu, los franceses solicitaron que los apoyaran con bombardeos aéreos, algunos miembros del gobierno
propusieron enviar tropas y otros, como el vicepresidente Richard Nixon, llegaron a hablar de lanzar bombas atómicas. Pero el viejo general devenido presidente se opuso tajantemente a la idea: “Muchachos, deben estar locos. ¡Por Dios, no podemos emplear esas cosas terribles contra asiáticos por segunda vez en menos de diez años!”. Fue en ese contexto que Eisenhower formuló su teoría del “efecto dominó”: si un país cae en manos del comunismo sin que nadie se oponga, otros le seguirán inevitablemente. Pero el presidente no quería una nueva Guerra de Corea y optó por el camino de la contención diplomática. El 8 de setiembre de 1954, John Foster Dulles se reunió con representantes de Francia, Gran Bretaña, Australia, Nueva Zelanda, Pakistán, Filipinas y Tailandia para firmar el acta de creación del “Tratado de Defensa Colectiva para el Asia del Sudeste”, también conocido como “Pacto de Manila”. El acuerdo dio lugar al nacimiento de la SEATO, una organización similar a la OTAN, pero con una casi total hegemonía estadounidense. Un anexo al protocolo establecía que, por voluntad de los firmantes, los estados de Camboya, Laos y Viet Nam del Sur quedaban protegidos por las disposiciones del Tratado. Era una jugada diplomática impresentable (los países firmantes decidían involucrar a países no
La disidencia de un diplomático célebre En 1968, el diplomático George Kennan, autor de la “estrategia de la contención” y una de las figuras estadounidenses de más influencia a inicios de la Guerra Fría, escribía lo siguiente sobre la guerra en Viet Nam: Hace ya varios años que nuestro país está pesadamente involucrado en la guerra de Viet Nam. Durante la mayor parte de ese tiempo fue absolutamente evidente que la aventura era indefendible en muchos sentidos. Lo era en primer lugar porque carecía de un objetivo plausible, coherente y realista. El régimen de Viet Nam del Sur era demasiado débil, demasiado tímido, demasiado egoísta, demasiado desalentador como para merecer nuestro apoyo. Y aun si ese régimen hubiera sido más vigoroso y eficaz, deberíamos considerar que los métodos a los que nos vimos llevados por el esfuerzo de aplastar militarmente a un adversario elusivo y oculto, han
George Kennan.
sido tan destructivos de la vida civil, incluso en Viet Nam del Sur, que no hay resultado político que pueda justificar el sufrimiento y la destrucción sobrevinientes.
firmantes) pero pretendía ser una clara señal política. Al menos dos hechos fueron alejando a Estados Unidos de su voluntad de no involucrarse militarmente en el conflicto. El primero fue la progresiva retirada de Francia, que ya no tenía mayores intereses económicos que defender y estaba exigida militarmente por la sublevación en Argelia. El segundo fue la exportación de la guerrilla vietnamita a Laos, que fue interpretada como una agresión militar a un país extranjero. En noviembre de 1954, el remanente de tropas francesas en Indochina terminó de retirarse, mientras se instalaba una pequeña misión militar de 55 oficiales estadounidenses. El 20 de enero de 1961 terminó el gobierno de Eisenhower y los demócratas volvieron a la Casa Blanca. Para ese entonces se habían gastado más de tres mil millones de dólares en ayuda a Viet Nam del Sur, pero las cosas no mejoraban. El nuevo presidente, John F. Kennedy, se encontró ante una situación compleja. Los guerrilleros comunistas del Vietcong ganaban terreno en varias provincias del Sur. La ayuda militar que recibían desde la Unión Soviética y China se medía en centenares de millones de dólares y aportaba el armamento más moderno de la época (incluyendo fusiles AK-47 y misiles tierra-aire). El ejército de Viet Nam del Sur reunía a unos 400 mil hombres bien equipados, pero estaba debilitado por los conflictos internos, la corrupción y la falta de estrategias claras. Viet Nam del Sur no estaba enfrentando una invasión convencional por parte de un país enemigo, sino una guerrilla que operaba confundida con una población que no sentía simpatía hacia su propio gobierno. El gobierno de Kennedy adoptó una estrategia de involucramiento militar controlado. Tal como se veían las cosas desde la Casa Blanca, el núcleo del problema era la incapacidad de las tropas del Sur para enfrentar una agresión armada. Por lo tanto, había que ayudar al régimen de Saigón a hacer un uso eficiente de sus propias armas. El camino para lograrlo era enviar asesores militares. Cuando Kennedy asumió la presidencia, había en Viet Nam 650 asesores estadounidenses. A fines de 1961 eran 1.364 y en el momento de su asesinato, en 1963, había unos 17 mil. Buena parte de ellos eran los famosos “boinas verdes”, que daban instrucción militar al ejército del Sur.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los japoneses invadieron la colonia francesa de Indochina. Estados Unidos estaba en guerra con Japón y no quería que su enemigo se fortaleciera, así que la Oficina de Servicios Estratégicos (precursora de la CIA) apoyó a un líder vietnamita que luchaba contra los japoneses. Era una aplicación de la vieja idea: “Los enemigos de mis enemigos son mis amigos”. El líder local al que apoyó Estados Unidos era Ho Chi Minh. Luego de la derrota japonesa, Ho se enfrentó a los franceses y los obligó a salir de Indochina. Después siguió adelante con su proyecto de construir un Viet Nam unido, independiente y comunista. Pocos años más tarde, los estadounidenses se vieron envueltos en una guerra contra Ho, de la que salieron derrotados. En febrero de 1979, una revolución liderada por el ayatollah Khomeini derrocó al emperador de Irán, que había sido un firme aliado de Estados Unidos. El gobierno estadounidense dio asilo al monarca, lo que generó un foco de tensión con el nuevo gobierno revolucionario. En un clima de creciente hostilidad hacia Occidente, la embajada de Estados Unidos en Teherán fue invadida y 52 funcionarios fueron tomados como rehenes. La situación se prolongó durante 444 días y se convirtió en un calvario para el gobierno del presidente Carter. La mayor humillación se produjo el 24 de abril de 1980, cuando una operación de rescate terminó en un desastre. Irán, uno de los principales productores de petróleo y de gas en el mundo, se había vuelto un enemigo de Estados Unidos. Pero, en setiembre de 1980, un país vecino entró en guerra con Irán. Detrás de ese país estaba
Estados Unidos, movido por la misma doctrina que había terminado mal en Indochina. El país que había entrado en guerra con Irán era Irak, y el presidente que se estaba fortaleciendo con la ayuda estadounidense era Saddam Hussein. El enviado especial del presidente Reagan que se encargó de estrechar vínculos fue un alto funcionario llamado Donald Rumsfeld. En agosto de 1990, Hussein invadió Kuwait y rompió los delicados equilibrios de Medio Oriente. En enero de 1991, un ejército multinacional liderado por Estados Unidos expulsó a los iraquíes de Kuwait y llegó a las puertas de Bagdad. Fue la primera Guerra del Golfo, ocurrida durante la presidencia de George H. Bush. En el año 2003, Estados Unidos lanzó una segunda guerra contra Irak de la que hoy no sabe cómo salir. Como resultado de ese conflicto, Saddam Hussein terminó sus días en la horca. Pero antes consiguió arruinar la carrera política de Rumsfeld, que debió renunciar a su cargo de secretario de Defensa como consecuencia del desquicio iraquí. En diciembre de 1979, las tropas de la Unión Soviética invadieron Afganistán. El objetivo era sostener al gobierno comunista de ese país, que estaba siendo amenazado por una guerrilla musulmana a la que se conocía como los mujaidines. Todavía eran tiempos de la Guerra Fría y los mujaidines estaban combatiendo contra los soviéticos, que eran el enemigo de Estados Unidos. De modo que la CIA apoyó a la insurrección musulmana con armas, entrenamiento y dinero. El presidente Reagan definió a los mujaidines como “luchadores de la libertad” y la película Rambo III los presentó como héroes. La apuesta dio sus frutos. Tras nueve años de guerra, los soviéticos se retiraron de Afganistán dejando miles de muertos. Pero el problema fue que los mujaidines siguieron adelante con su proyecto de someter el mundo a los dictados del Islam. Y ya no tenían solo el Corán, sino las armas y el entrenamiento que les había proporcionado Estados Unidos. También tenían nuevos líderes, entre los que destacaba un aristócrata de origen saudí llamado Osama Bin Laden. ¿Los enemigos de mis enemigos son mis amigos? Evidentemente, algo anda mal con esa teoría. Aunque yo pretenda usarlos como instrumentos, los enemigos de mis enemigos suelen tener ideas propias.
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Por Pablo da Silveira
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Algo anduvo mal
Pero, aunque los dirigentes estadounidenses se negaran a verlo, el conflicto de Viet Nam era mucho más un problema político que militar. Y esta era una dimensión a la que no se prestaba atención en Washington, salvo cuando los hechos escapaban a todo control. En 1963, cuando el Vietcong empezaba a ganar batallas importantes en Viet Nam del Sur, el gobierno de Ngo Dinh Diem lanzó una feroz ofensiva contra la oposición budista. El conflicto era con algunos grupos políticos específicos, pero Diem reprimió la libertad religiosa de todos los adeptos a esa religión, que representaban al 80 por ciento de la población. Defender a un gobierno dictatorial ya era un problema para Estados Unidos, pero defender a un gobierno dictatorial que atentaba contra al libertad religiosa era algo que estaba más allá de la capacidad de comprensión del estadounidense medio. El 11 de junio de ese año, un monje budista llamado Thich Quang Duc se roció de nafta en una calle de Saigón y se prendió fuego delante de toda la prensa internacional, en perfecto estado de concentración y sin abandonar la “posición del loto”. El hecho sacudió a la opinión pública mundial y terminó de destruir las pocas simpatías que todavía podía generar Diem. El mal uso de la ayuda estadounidense, la corrupción, las insostenibles veleidades independentistas y la creciente represión terminaron por convertir a Diem en un obstáculo. En noviembre de 1963, el embajador estadounidense en Saigón, Henry Cabot Lodge, organizó un golpe de estado para derrocarlo. Los militares vietnamitas que participaron del golpe fueron más allá de lo previsto y asesinaron a Diem. Según un reciente testimonio televisivo del entonces secretario de Defensa Robert McNamara, “nunca había visto tan pálido a Kennedy como cuando se enteró”. Aunque el homicidio no estuviera en sus intenciones, “sabía que su gobierno era hasta cierto punto responsable”. Tres semanas más tarde, en la ciudad de Dallas, el propio Kennedy era asesinado. El nuevo presidente, Lyndon B. Johnson, no tenía entre sus planes embarcarse en una escalada bélica. Con una larga carrera política a sus espaldas y formado en las ideas del New Deal de Roosevelt, su prioridad era servirse de los recursos públicos para impulsar programas sociales en áreas como la educación, el empleo y la salud. Johnson llegaba en un momento de abundancia económica y de
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unidad nacional, y su sueño era construir lo que llamaba “la Gran Sociedad”. Pero, en cuanto asumió el cargo, la lógica de los hechos lo arrastró en una dirección diferente: la situación en Saigón era catastrófica (tras el asesinato de Diem, se sucedieron siete juntas militares en un año y medio) y a esa altura estaba claro que Viet Nam del Sur estaba perdiendo la guerra: la cuarta parte del territorio ya era controlada por el Vietcong, y en muchas otras zonas no estaba claro quién mandaba. Johnson también sabía que en 1964 se realizarían elecciones presidenciales en las que debería enfrentar al republicano Barry Goldwater, cuya principal bandera era un agresivo anticomunismo. En ese contexto, Johnson no podía permitirse que Viet Nam del Sur cayera en manos de Viet Nam del Norte. Su primer movimiento consistió en convocar a una alianza de “muchas banderas” para defender a Viet Nam del Sur. Casi 40 países respondieron a la iniciativa y ofrecieron ayuda económica, pero solo cuatro aportaron tropas: Corea del Sur, Tailandia, Australia y Nueva Zelanda. Su segunda decisión consistió en mantener un escenario de guerra controlada: Estados Unidos no usaría en ningún caso armas atómicas y evitaría a todo precio una confrontación directa con China o la Unión Soviética. Su tercera decisión (la que marcaría la historia) fue aumentar sensiblemente la presencia estadounidense en Viet Nam: el número de soldados pasó de 16 mil a más de medio millón entre el momento en que asumió el cargo en 1963 y el momento en que lo dejó en 1969. El paso decisivo en la pendiente hacia la guerra comenzó a darse el 2 de agosto de 1964. En aguas del golfo de Tonkín, a solo 10 millas de la costa de Viet Nam del Norte, el destructor USS Maddox fue atacado con torpedos por tres lanchas patrulleras del régimen de Hanoi. No hubo bajas estadounidenses y tampoco hubo respuesta, porque se suponía que ese barco no debía estar en aguas territoriales de Viet Nam del Norte. Pero, dos noches después, el Maddox y otro destructor se internaron nuevamente en el golfo, en medio de una tormenta que alteró las señales de radar. Hoy está claro que esa noche no hubo un segundo ataque, pero los mandos navales informaron que sí había ocurrido. Entonces Johnson denunció las reiteradas agresiones de Viet Nam del Norte, autorizó que se bombardeara la costa y solicitó al
Congreso autorización para tomar “todas las medidas necesarias para rechazar cualquier ataque armado” a fuerzas de Estados Unidos, así como para “prevenir futuras agresiones”. La Cámara de Representantes la votó por 414 a 0 y el Senado por 88 a 2. Fue la llamada “resolución del golfo de Tonkín”, que aportó una indefinida base jurídica para todo lo que siguió. Fue también el inicio de la “segunda guerra de Indochina”, que se prolongó durante nueve años.
David y Goliat Según sus defensores, Jonhson pensó que la respuesta militar y la votación en el Congreso serían suficientes para aplacar a Ho Chi Mihn. Su gran proyecto seguía siendo lanzar una nueva generación de políticas sociales, y una guerra lo iba a dejar sin recursos para hacerlo
(como efectivamente ocurrió). Pero otros pensaron que se estaba sirviendo del episodio del golfo de Tonkín para embarcar al país en una guerra que había prometido no pelear, al tiempo que eludía todo control por parte del Congreso. El punto se discute hasta el presente (hay otros que creen que cayó en una trampa tendida por los militares), pero no hace falta aclararlo para anotar dos hechos: Estados Unidos peleó durante años una guerra que nunca fue declarada, y el gobierno la condujo desde el principio en un clima de desconfianza. Los dos hechos tendrían enormes consecuencias en los siguientes años. La respuesta de Ho Chi Minh a las decisiones de Johnson fue lanzar una campaña de feroces ataques contra objetivos estadounidenses. El propósito era hacerles ver que, si se involucraban en una guerra, el costo sería muy alto.
¿Qué perdió Estados Unidos? La derrota de Viet Nam es paradójica: Estados Unidos ganó todas las batallas pero perdió la guerra. Eso prueba, entre otras cosas, que las guerras no son nunca conflictos puramente militares, sino también políticos. Pero, ¿qué fue exactamente lo que perdió Estados Unidos? En primer lugar, no pudo cumplir su objetivo, que era evitar que Viet Nam del Sur se volviera comunista. En cambio, su enemigo pudo cumplir el suyo, que era construir un Viet Nam independiente, unido y comunista. Pese a la inmensa diferencia de fuerzas, uno consiguió lo que quería y el otro no. En segundo lugar, perdió a 58 mil de sus ciudadanos sin conseguir explicar por qué ese sacrificio había valido la pena. Eso permite entender por qué esas 58 mil muertes pesaron más sobre la opinión pública estadounidense que las 300 mil muertes de la Segunda Guerra Mundial. Cada muerte es dolorosa, pero más lo es una muerte a la que no se le encuentra sentido. En tercer lugar, Estados Unidos perdió lo que los propios estadounidenses llamaban su “excepcionalidad”. A diferencia de las viejas potencias europeas, Estados Unidos no intervenía en guerras coloniales sino en guerras necesarias para restablecer la paz y la libertad. A diferencia de los europeos, los estadounidenses no tenían que avergonzarse de los métodos que habían usado para domi-
nar a pueblos más débiles. Este sentimiento de superioridad moral, estuviera justificado o no, se hizo trizas en Vietnam. En cuarto lugar, Estados Unidos perdió la confianza en su propia capacidad de entender al mundo. Casi hasta el final, los estadounidenses habían visto a Vietnam como un episodio de la Guerra Fría. Casi hasta el final habían supuesto que, para los vietnamitas del Sur, Estados Unidos era un aliado que los ayudaba a defenderse de un agresor externo. Solo muy tarde entendieron que para los vietnamitas se trataba de una nueva guerra colonial en la que ellos ocupaban el lugar que habían ocupado los franceses. Solo muy tarde entendieron que la unificación de Vietnam era un destino querido por los vietnamitas, y que el conflicto entre el Norte y el Sur no era para ellos una guerra entre dos estados sino una guerra civil. La única agresión extranjera que veían los vietnamitas era la de Estados Unidos. En quinto lugar, Estados Unidos perdió la confianza en sus estrategias de defensa. Desde la administración de Eisenhower, el gobierno había apostado fuerte a la disuasión nuclear como manera de desalentar agresiones. Pero Viet Nam mostró que, si por razones políticas no era posible usar las armas nucleares, el arsenal atómico no era de ninguna ayuda para proteger los intereses estadounidenses.
dos se hiciera trizas. El recuerdo de la gran nación que había luchado contra Hitler y se había opuesto a los intentos expansionistas de la Unión Soviética era rápidamente sustituido por la imagen de un agresor imperialista. En el terreno militar, la decisión de bombardear masivamente llevó al gobierno de Johnson a resbalar un poco más por la pendiente que lo llevaba al desastre. Los ataques aéreos se hacían con aviones que despegaban desde Viet Nam del Sur. La gran cantidad de naves involucradas exigía utilizar varios campos de aterrizaje. Pero esos campos eran blancos evidentes para la guerrilla comunista, de modo que hacía falta protegerlos. Como resultado de este razonamiento, Johnson autorizó el envío de dos batallones de marines, que llegaron el 8 de marzo de 1965. Para agosto de ese año ya eran 125.000 hombres, entre infantes de marina y otras divisiones. Sin habérselo propuesto en forma deliberada, el gobierno de Johnson estaba volviendo inútiles once años de esfuerzos previos por no involucrarse militarmente en Viet Nam. La velocidad y las dimensiones del involucramiento fueron tan grandes que se acuño un término para describirlas: “escalada”. La idea era aumentar la presión militar hasta un punto en que Viet Nam del Norte (que era el principal enemigo, del cual dependía el Vietcong) no pudiera soportar los costos humanos, militares y políticos. Como no se podía confiar en la capacidad militar del corrupto y mal comandado ejército de Viet Nam del
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Pero la lógica bélica se había impuesto en Washington, y esas acciones tuvieron el efecto contrario. Luego de escuchar a sus asesores, un poco convencido Jonhson autorizó que se iniciaran bombardeos aéreos sobre Viet Nam del Norte. Los primeros ataques se produjeron el 5 de marzo de 1965. Se suponía que la operación iba a durar pocos días pero se prolongó durante tres años, hasta convertirse en la mayor campaña de bombardeo estratégico que conoce la historia. Estados Unidos lanzó en total 643 mil toneladas de bombas. Pero los resultados fueron muy modestos, en parte porque en Viet Nam del Norte no había mucho que destruir (seguía siendo un país pobre y escasamente industrializado), en parte porque algunos objetivos se excluyeron para evitar reacciones de China o la Unión Soviética, y en parte porque los suministros para el Vietcong llegaban desde Laos y Camboya casi sin pasar por Viet Nam del Norte. La operación aérea no sirvió para cumplir los objetivos que se perseguían, pero tuvo otras dos consecuencias que no estaban en los planes. En el terreno político, los ataques a un país independiente sin previa declaración de guerra hicieron aparecer a Estados Unidos como una gran potencia agresora que se ensañaba con un pequeño. Así como el estímulo de la CIA no había hecho falta para que muchos vietnamitas se trasladaran al Sur, tampoco hizo falta ahora mucho esfuerzo de los servicios de propaganda comunistas para que la imagen internacional de Estados Uni-
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Lyndon B. Johnson: una presidencia difícil.
Sur, el principal esfuerzo lo harían los estadounidenses. Para eso contaban con su abrumadora superioridad de fuego, la rápida movilidad de sus helicópteros y el dominio total de los cielos, que no solo incluía los ataques con bombas a Viet Nam del Norte sino el uso de napalm y fósforo blanco contra la guerrilla que operaba en el Sur, así como la destrucción de la selva mediante exfoliantes químicos (el “agente naranja”). La expectativa en Washington era que el aumento de la presión condujera a Ho a la mesa de negociaciones. Pero, en lugar de reaccionar de este modo, los soldados del Vietcong aprendieron rápidamente cómo enfrentar a un enemigo tan poderoso. Sus dos principios fueron que no existiera un frente reconocible y que el Vietcong tuviera siempre la iniciativa acerca de cuándo y dónde combatir. Los estadounidenses lanzaban grandes operativos para “limpiar” zonas del Sur, pero poco después estaban peleando en el mismo lugar. Lo que se ganaba de día se perdía de noche. Los operativos estadounidenses de “buscar y destruir” se encontraban casi siempre con aldeas en las que no había hombres, pero a menudo había demasiada comida para el escaso número de mujeres, niños y ancianos que los recibían. Los estadounidenses no solo enfrentaban a un enemigo invisible, sino a una naturaleza desconocida y hostil: selvas densas, serpientes (de las 133 especies locales, solo dos no eran venenosas), sanguijuelas que plagaban las corrientes de agua, insectos y enfermedades tropicales. Los soldados fueron ganados por una creciente neurosis, y muchos empezaron a ver a todos los vietnamitas como enemigos. De ahí atrocidades como la matanza de My Lai, ocurrida en marzo de 1968, que destrozaban la moral y la imagen de las tropas estadounidenses. Ni siquiera las atrocidades cometidas por el Vietcong, que no se privaba de aterrorizar a los campesinos cuando lo consideraba necesario, sirvieron para atenuar ese deterioro. En diciembre de 1967, el número de soldados en Viet Nam superó la barrera del medio millón. De esa masa de soldados, solo un 20% entró en batalla. Los demás estaban ocupados en una desmesurada maquinaria logística y administrativa, y en todo tipo de tareas de apoyo. Al inicio de la guerra, el gobierno de Johnson había tomado dos medidas que parecían razonables pero terminaron siendo contraproducentes. La primera fue llamar a reservistas en lugar de recurrir a las tropas de soldados profesionales. El objetivo era dar la imagen de una potencia que no usaba todo su poder militar,
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para evitar la intervención de la Unión Soviética y China. Pero el resultado fue que solo los pobres y los miembros de las minorías étnicas iban a la guerra, porque los demás se protegían con los múltiples mecanismos de exoneración del servicio militar. Un sentimiento de injusticia recorrió a la sociedad. La segunda decisión consistió en limitar el servicio a un período de un año. Esta política aumentó probablemente el número de bajas estadounidenses, porque los soldados se iban cuando habían adquirido experiencia (los guerrilleros del Vietcong, en cambio, combatían durante años). La medida también afectó la capacidad de combate, porque produjo un síndrome de “vuelta a casa” que llevaba a los soldados a reducir riesgos a medida que faltaba menos para volver. Pero, sobre todo, la rotación permanente llevó a que un total de 3,7 millones de estadounidenses pasaran por Viet Nam, poniendo a muchísimos ciudadanos en contacto directo con el drama de la guerra y sus secuelas. El giro decisivo de la guerra comenzó el 31 de enero de 1968, día del Tet o año nuevo lunar. Pese a que se había acordado un alto el fuego para respetar la festividad budista, el Vietcong movilizó a unos 84 mil combatientes y lanzó una ofensiva simultánea en 36 de las 44 capitales provinciales, así como en las cinco ciudades más importantes de Vietnam del Sur, incluida Saigón. El ataque, que había requerido un enorme trabajo previo de infiltración de armas y hombres, buscaba desencadenar un estado general de pánico que provocara el colapso del gobierno sureño. Fue la ofensiva más vasta y sangrienta que se había visto desde el comienzo de la guerra. Las tropas estadounidenses fueron tomadas por sorpresa, pero reaccionaron con vigor. Durante semanas se sucedieron combates encarnizados, sobre todo en la antigua ciudad imperial de Hué. Finalmente, la ofensiva fue derrotada a un costo de entre 30 y 40 mil combatientes comunistas muertos. El Vietcong nunca se recuperó de las pérdidas sufridas durante esa ofensiva. Pero el golpe a la mo-
ral del pueblo de Estados Unidos fue aun más devastador. Se le había dicho que la victoria estaba al alcance de la mano, y ahora veía a los marines peleando en los jardines de la embajada de Saigón. Las manifestaciones contra la guerra y los choques con la policía se multiplicaron en las calles y las universidades. A eso se sumaba la insurgencia de los guetos negros en su lucha por los derechos civiles, los asesinatos de Martin Luther King y Robert Kennedy, y el auge del pacifismo hippie. El país parecía al borde de la crisis institucional. El presidente Johnson se había convertido en un personaje trágico. Había llegado a la Casa Blanca decidido a impulsar una gran reforma social, pero se había convertido en un presidente de guerra. Había llegado al cargo precedido de una gran popularidad, pero ahora no podía aparecer en público sin que se organizaran grandes manifestaciones en su contra. Pese a que el presupuesto de guerra lo había dejado con pocos recursos (lo que lo obligó a subir los impuestos), había conseguido concretar varios de sus proyectos sociales: la Ley de Derechos Civiles de 1964 (que penalizó la segregación racial), la Ley de Oportunidades Económicas (dirigida a mejorar las condiciones de vida de los más pobres) y una enmienda a la Ley de Seguridad Social que en 1965 extendió el derecho a atención médica a millones de personas de bajos ingresos. También había aprobado una Ley de Educación que dirigió importantes fondos federales a las escuelas primarias y secundarias, y creó instituciones como el Fondo Nacional para las Humanidades y el Fondo Nacional para las Artes. Sin embargo, para millones de personas solo era un imperialista que habían mandado a la muerte a decenas de miles de sus conciudadanos. Johnson había llegado a esa situación como consecuencia de sus propios errores. Durante años había quedado entrampado entre los “halcones” que querían iniciar una guerra nuclear en el sudeste asiático y las “palomas” que querían retirarse aun al costo de que se
multiplicaran los países comunistas en la zona. El presidente tenía argumentos para oponerse a ambos, pero nunca consiguió desarrollar una estrategia propia. Llegado el año 1968, Johnson tomó dos decisiones. La primera fue aminorar los bombardeos sobre Viet Nam del Norte e intentar negociaciones de paz. Para todos estaba claro que esa guerra no podía ganarse. La segunda decisión fue anunciar que no se presentaría como candidato en las siguientes elecciones. El 31 de marzo de 1968, en un discurso por televisión, dijo unas palabras que hasta ese momento había guardado en secreto y que sacudieron al país: “Con hijos de Estados Unidos que están en campos lejanos, con el futuro de Estados Unidos puesto en cuestión aquí mismo, en casa… no creo que deba dedicar una hora ni un día de mi tiempo a ninguna causa personal. (…) Por lo tanto, no voy a buscar, ni voy a aceptar la nominación de mi partido, para otro período como presidente”. El 20 de enero de 1969, el republicano Richard M. Nixon asumía como presidente de Estados Unidos. Tras algunos intentos iniciales de extender la guerra a Camboya y de atacar objetivos vitales en Viet Nam del Norte, tanto el nuevo presidente como su consejero de seguridad nacional, Henry Kissinger, se convencieron de que había que salir del conflicto. El recurso elegido fue la “vietnamización”: retirar planificadamente las tropas, sustituyéndolas por un ejército de Viet Nam del Sur más numeroso, mejor entrenado y sólidamente armado. De algún modo se volvía a la estrategia anterior al derrocamiento de Diem. Las tropas estadounidenses en Viet Nam pasaron de 475 mil efectivos en diciembre de 1969, a 335 mil en diciembre de 1970, a 157 mil en el mismo mes de 1971. Para fines de 1972 quedaban menos de 25 mil. Tras cuatro años de tratativas alternadas con acciones de guerra, el 27 de enero de 1973 se firmó en París un confuso tratado de paz en el que solo quedaba claro que Estados Unidos retiraría sus tropas en sesenta días, y que los comunistas liberarían a sus prisio-
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Una serie de 25 fascículos publicada por el diario El País con el apoyo del Centro de Estudios Jean-François Revel.
Asistente
Dirección de proyecto
Archivo de El País
Pablo da Silveira
Investigación y redacción
Pablo da Silveira Francisco Faig Félix Luna Enrique Mena Segarra Martín Peixoto
José López Fotografías
Diseño gráfico, armado y corrección
Trocadero Publicación
El País
Impreso en El País Depósito legal: 334.251
La saga de los “boat people”
Durante los años setenta, el mundo se acostumbró a ver fotos que mostraban balsas o pequeños barcos de madera en los que se apiñaban hombres, mujeres y niños. Todos eran inconfundiblemente asiáticos y tenían un aspecto entre desesperado y exhausto. Era gente que huía clandestinamente de su tierra para intentar reiniciar su vida en otro lugar. En la época se los conoció como los boat people, es decir, la gente de los botes. Pocos recuerdan que eran vietnamitas, y que su tragedia fue una de las consecuencias de la Guerra de Viet Nam. La salida de vietnamitas tras la derrota de Viet Nam del Sur fue el mayor escape por mar de todo el siglo veinte: solo en la década de los setenta, 796 mil personas huyeron en barcos, balsas, lanchas y casi cualquier cosa que flotara. Otros 43 mil lo hicieron por tierra rumbo a los países vecinos. Inmediatamente después de la derrota, muchos salieron al mar con una expectativa muy concreta: por orden del presidente Gerald Ford, los barcos de la Séptima Flota de Estados Unidos los estaban esperando en el límite de las aguas territoriales. Unas 60 mil personas huyeron por esta vía. Una cantidad similar utilizó embarcaciones para llegar a países cercanos, como Malasia o Filipinas. Luego de este masivo escape inicial, la fuga pareció contenerse. En 1976 solo se produjeron unos 5.600 escapes. Pero a partir de 1977 las cifras crecieron aceleradamente: 21.276 en 1977, 106.489 al año siguiente y más de cien mil solamente en el primer cuatrimestre de 1979 (ese año se había iniciado un gran programa de colectivización de la tierra en el Delta del Mekong). En esos años se montó una verdadera industria de tráfico de personas. Barcos de carga o de pesca cobraban grandes sumas de
dinero a los fugitivos para llevarlos al exterior. Las condiciones en las que viajaban eran terribles, incluyendo los frecuentes ataques de piratas. En 1979, unos 300 mil vietnamitas consiguieron llegar por mar a varios países vecinos. Otros 40 mil debieron volver luego de ser interceptados por patrullas del gobierno. Los números siguieron creciendo durante los años ochenta. Para 1992, dos millones de vietnamitas habían salido del país, ya sea por mar o por tierra. Esta fuerte expulsión de población se hizo sentir en los países de destino. Antes de 1975, en todo Estados Unidos no había mil vietnamitas. En las dos décadas siguientes, los vietnamitas pasaron a ser la segunda comunidad de inmigrantes después de los cubanos: 1,4 millones llegaron entre 1975 y 1992. Otros 260 mil se trasladaron a China, 200 mil a Canadá, 185 mil a Australia y 130 mil a Francia. Las razones que movieron a esa inmensa masa humana han sido explicadas por ellos mismos: el hambre y las malas condiciones de vida provocadas por los experimentos de colectivización, la falta de libertades, los campos de reeducación por los que pasaron más de un millón de personas. Para toda esa gente, el Viet Nam comunista sencillamente no era un lugar donde se pudiera vivir. La salida de población solo aminoró cuando el país introdujo un conjunto de reformas liberalizadoras que abrieron espacio para la economía de mercado y la libre iniciativa. Desde entonces, el centro de la actividad económica se desplazó a lo que oficialmente se llama Ciudad Ho Chi Minh, pero los vietnamitas del sur nunca dejaron de llamar Saigón. Como alguien dijo, Viet Nam del Norte ganó la guerra, pero Vietnam del Sur ganó la paz.
guerra, por otra parte, había cambiado de naturaleza: el Vietcong había sido diezmado (especialmente tras la ofensiva del Tet) y había sido sustituido por el ejército regular de Viet Nam del Norte. La guerra de guerrillas era sustituida por una guerra convencional entre ejércitos. Las fuerzas del Norte contaban con armamento, artillería y blindados proporcionados por la Unión Soviética, pero la cantidad de efectivos que estaban en el terreno no llegaba a los 300 mil. Pero la superioridad militar del Sur era solo aparente. Ese moderno ejército necesitaba mucho dinero para funcionar, y la economía del país no era capaz de proporcionarlo. La capacidad militar del gobierno de Saigón dependía de la ayuda económica estadounidense. Y esa ayuda empezó siendo fuerte pero pronto se interrumpió. En 1973, el gobierno de Washington envió 2,3 mil millones de dólares. En 1974 solo envió algo más de mil millones. Había sido el año del escándalo de Watergate y de la renuncia de Nixon. La carencia de recursos y la eterna corrupción hundieron a Viet Nam del Sur en una inflación de más del 200 por ciento, y dejaron a buena parte de su equipo militar fuera de funcionamiento por falta de combustible. Las dificultades hicieron todavía más débil a un gobierno que se había revelado incapaz de generar una mínima adhesión de parte de sus ciudadanos. A fines de 1974, y tras un período de relativa calma, el ejército de Vietnam del Norte lanzó una ofensiva que encontró escasa resistencia. En el correr de pocas semanas, el ejército de Vietnam del Sur se desbandó y el gobierno se dio a la fuga en medio de amargos reproches a Estados Unidos. Entre el 21 y el 30 de abril, los últimos estadounidenses que quedaban en Saigón fueron evacuados por aire, junto a unos 30 mil colaboradores vietnamitas (desde altos funcionarios y sus familias, hasta cocineros y niñeras). Las imágenes del último helicóptero despegando del techo de la embajada estadounidense dieron la vuelta al mundo y se convirtieron en un ícono del siglo XX. El 30 de abril, Saigón había caído y Vietnam había pasado a ser lo que Ho Chi Minh quería: un país independiente, unido y comunista. Así terminó la guerra más larga en la historia de los Estados Unidos. En ella perdió a 58.000 soldados, 572 mil millones de dólares y buena parte de su prestigio internacional. La teoría del dominó solo se reveló parcialmente cierta: las fichas cayeron en dos países vecinos
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Unidos y China, revelado al mundo por la visita de Nixon y Kissinger a Pekín en 1972. Luego de la retirada de Estados Unidos, la guerra continuó como un asunto entre vietnamitas. A primera vista, Viet Nam del Sur había quedado en buenas condiciones para defenderse. Tenía un ejército cercano al millón de hombres con armamento de última generación, incluyendo artillería y blindados que habían dejado los estadounidenses. La
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neros de guerra estadounidenses. Las previsiones relativas a negociaciones entre vietnamitas eran vagas y nunca se cumplieron. Para que se hubiera podido llegar a ese acuerdo habían tenido que pasar muchas cosas: la muerte de Ho Chi Minh en 1969 y su sustitución por un triunvirato; el distanciamiento entre la Unión Soviética y China, que hizo las cosas más dif íciles para el régimen de Hanoi; el acercamiento entre Estados
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(Laos y Camboya) pero se mantuvieron en pie en el resto de Asia. El retroceso de la influencia estadounidense en el mundo solo fue temporal. Ninguno de sus aliados europeos lo acompañó en esa guerra, pero la alianza occidental se mantuvo. Viet Nam quedó devastado. El pequeño dragón tuvo dos millones de muertos y recibió en su territorio un tonelaje de bombas superior al empleado en toda la Segunda Guerra Mundial. Cuando terminó el conflicto había en el país 879 mil huérfanos, 200 mil incapacitados y un millón de viudas de guerra. Luego siguieron largos años de dominio comunista. Se calcula que, tras la guerra, un millón de personas fueron enviadas a campos de reeducación o a “nuevas zonas económicas” (parcelas de tierra que nunca habían sido productivas y en las que era casi imposible sobrevivir). Entre ellos había antiguos funcionarios, soldados, opositores y prostitutas (una industria que los estadounidenses habían hecho florecer). Decenas de miles de internados fueron torturados, y 165 mil murieron como consecuencia del mal trato o de las condiciones de vida. Otros fueron liberados tras largos años de cautiverio: todavía había liberaciones a mediados de los años noventa. En todo el país se aplicaron las políticas habituales en el bloque comunista. En 1975, una reforma monetaria expropió los ahorros de la clase media del Sur. La propiedad privada fue prácticamente eliminada y la actividad económica se puso bajo control estatal. Esas políticas, sumadas a dos guerras que Viet Nam libró en los años siguientes (una contra Camboya en 1978 y otra contra China en 1979) convirtieron al país en uno de los más pobres del mundo. En los años ochenta Viet Nam estaba a punto de colapsar: la inflación era del 600 por ciento, había hambre en las zonas rurales y la Unión Soviética, que había iniciado su propio proceso de reformas, cortaba progresivamente su ayuda económica hasta eliminarla en 1991. Desde entonces Viet Nam inició un proceso de reformas que lo llevó a introducir la economía de mercado y a abrirse a la inversión extranjera. La liberalización económica permitió al país un rápido crecimiento y condujo a una reducción de la pobreza. Pero sigue habiendo un régimen de partido único que aplica políticas represivas y que alienta la corrupción. Estados Unidos pasó de ser un antiguo enemigo a ser un importante socio comercial. Las relaciones entre ambos estados se normalizaron en 1994.
El horror de la guerra fue reflejado día a día por los medios de comunicación.
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PRÓXIMO FASCÍCULO
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Los campos de la muerte de Pol Pot: un testimonio del horror.
prohibió toda forma de propiedad personal y convirtió a las aldeas en cooperativas. Luego eliminó la moneda y el comercio para fomentar la agricultura de subsistencia. Poco después inició la destrucción de las ciudades. A su juicio, la vida urbana favorecía al capitalismo. La solución era eliminar los centros poblados y esparcir a la población por el campo. La primera vez que puso en práctica esta idea, fueron evacuados 15 mil habitantes. Cuando el régimen cayó, habían sido desplazados dos millones. Los Jemeres Rojos capturaron la capital camboyana el 17 de abril de 1975, es decir, quince días antes de la caída de Saigón. El nuevo gobierno puso en marcha un gigantesco operativo de exterminio. Pol Pot ordenó la ejecución de varias categorías de personas: los monjes budistas, las minorías étnicas como los laosianos, las minorías religiosas como los musulmanes. También ordenó la ejecución de los “intelectuales” (una señal de ser intelectual era usar lentes). Las víctimas eran muertas a golpes para ahorrar balas. Luego el régimen se perfeccionó y organizó campos de ejecución masiva. En 1976 se inició una campaña contra los habitantes de las ciudades que habían pasado a vivir en el campo. Sus raciones fueron reducidas a una pequeña cantidad de sopa
de arroz. Miles murieron de hambre. El régimen había llegado a la conclusión de que, para terminar de instalar su utopía de igualitarismo agrario, solo hacían falta dos millones de camboyanos. El país tenía casi cuatro veces esa población. El régimen de Pol Pot mató a dos millones de personas. Se calcula que unas 800 mil personas murieron de hambre y enfermedades. Otro medio millón murió como resultado de ejecuciones (el régimen torturaba y mataba a sus opositores y a sus familias). Los demás murieron por causas diversas, incluyendo los desplazamientos forzosos. Se estima que la población de Camboya al inicio del régimen era de 7,9 millones de habitantes. Eso significa que el régimen mató a más de la cuarta parte de sus propios gobernados: un hecho sin antecedentes en la historia. Pol Pot cayó a principios de 1979, como consecuencia de una guerra absurda con Viet Nam. Los vietnamitas invadieron el país y vencieron en pocas semanas. Luego se quedaron veinte años. Pol Pot volvió a la selva y perdió progresivamente importancia, a medida que las purgas y defecciones debilitaban a su movimiento. Murió en la cama, el 15 de abril de 1998. Ese mismo año, un grupo de expertos de las Naciones Unidas estableció que su régimen era responsable de genocidio y de crímenes contra la humanidad.
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América Latina en llamas
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Dos cosas quedaron claras cuando Estados Unidos dejó Viet Nam. La primera era que los estadounidenses iban a pensar mucho antes de entrar en otra guerra. La segunda era que no iban a volver al sudeste asiático. Los vietnamitas tuvieron claros ambos puntos, y por eso se permitieron convertir a Laos en su satélite. Pero las mismas conclusiones fueron sacadas por Saloth Sar, un dirigente comunista camboyano que pasó a la historia como Pol Pot. Pol Pot había nacido en 1925, había estudiado en Francia y había vuelto a Camboya para pelear contra el régimen colonial. Tras la independencia (una consecuencia de los acuerdos de Ginebra de 1954) intentó organizar una guerrilla que le permitiera llegar al poder. Pero durante años solo consiguió liderar una fuerza insignificante que se ocultaba en la selva: los Jemeres Rojos. Pol Pot elaboró una doctrina cercana al maoísmo: veía a los campesinos como la auténtica clase revolucionaria, proponía un colectivismo de base agraria y cultivaba al anti-intelectualismo. El comunismo de Pol Pot era tan nacionalista como el de Ho Chi Minh. Pero ese mismo nacionalismo lo volvía hostil a Viet Nam: un vecino que podía tener pretensiones de controlar Indochina. Durante los primeros años de la Guerra de Viet Nam, Camboya se mantuvo al margen. Su estrategia consistió en hacer la vista gorda cuando los comunistas usaban su territorio para abastecer al Vietcong. Pero, en 1970, un general apoyado por los estadounidenses dio un golpe de estado. El nuevo gobierno no demoró en entrar en guerra con Viet Nam del Norte, lo que convirtió a Pol Pot en un aliado de Hanoi. La alianza le permitió beneficiarse de la ayuda de Mao, que empezó a enviarle armamento. A partir de 1972, Pol Pot empezó a aplicar sus propias políticas en el territorio que controlaba. Confiscó todos los medios de transporte y puso en práctica una reforma agraria que igualó el tamaño de todos los predios. Exigió que la población cambiara la vestimenta y prohibió los adornos, a los que consideraba “feudales”. La retirada de Estados Unidos le hizo saber que tenía las manos libres para instalar su comunismo agrario. En 1973
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CONTRATAPA
El genocidio de Pol Pot
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