Historia de los Alumbrados I, Los Alumbrados de Extremadura (1570-1582)

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ALVARO HUERGA

HISTORIA DE LOS

ALUMBRADOS (i 57°- i 63°) I LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA

(i 57°-I582)

FUNDACION UNIVERSITARIA ESPAÑOLA SEMINARIO CISNEROS MADRID, 1978

L ;

.

Publicaciones de la FUNDACION UNIVERSITARIA ESPAÑOLA Monografías - 31

Depósito legal: M. 13.864 -1978 I.S.B.N.: 84-7392-044-9 I mp . T aravilla (S uc .

Vda. Galo Sáez). Mesón de Paños,

6 - M adrid -13

INDICE SINTETICO

INTRODUCCION. SIGLAS, FUENTES Y BIBLIOGRAFIA. I. SEMBLANZA BIOGRAFICA DE FRAY ALONSO DE LA FUENTE. II. EL DESCUBRIMIENTO DE LOS ALUMBRADOS. III-

LA AVENTURA LUSA.

IV.

PRISION Y PROCESOS.

V. VI. VII.

AUTO DE FE EN LLERENA, 14 JUNIO 1579. ULTIMOS RASTREOS. SIN HUELLAS.

INTRODUCCION

Los protagonistas de esta larga historia son oscuros personajes de antaño, a quienes el vulgo, y luego la Inquisición y la erudición, les cuel­ gan el sambenito —pintoresco e irremisible— de Alumbrados. Así, con mayúscula y en forma sustantiva, escribiré el término. Que, si se escarba en sus raíces semánticas e ideológicas, las ofrece limpias y sanas: illuminati, iluminados por la luz de Dios, por la luz del bautismo —santos in fieri—; en el lenguaje bíblico neotestamentario y en la patrística grie­ ga, es palabra con honra. Pero vino luego una fase confusa, y el vulgo, acuñador de vocablos maliciosos, la usó indistintamente, aplicándola, como mote de dos filos, a gente devota y a gente hipócrita, a místicos ardientes y a santos fingidos, a apóstoles auténticos y a clérigos y beatas de ínfima estofa espiritual. Por último, el vocablo adquiere su peor sig­ nificación: la definitiva, la intraducibie, la universal en el romance y en el contenido. Un Alumbrado es un hipócrita, un maleante, un malandrín bajo capa de santidad. Y, por supuesto, un hereje. Como herejía presun­ ta, como secta exterminable, el Santo Oficio persiguió al individuo y al colegio de los Alumbrados, si bien en aquella época el moderno vocablo «colegio» no estaba en uso; lo estaba un fonema más expresivo y des­ pectivo: manada. La verdad es que los Alumbrados protagonizan un drama existencial en el gran teatro de la vida española de los siglos de oro. En escena apa­ recerán, en primer plano, fray Alonso de la Fuente, actor de verbo y pluma enhiestos, empecinado enemigo de reales o imaginarias sectas alumbradistas; al fondo, sentados en tribunal, los ministros de la Santa y General Inquisición; en el banquillo de los presuntos reos, la turbamul­ ta abigarrada de predicadores evangélicos, de reformistas operarios, de beatas en enjambre, de brujas, de seudoprofetas, todos en cita judicial; en torno, la teoría de testigos y espectadores. Se trata de un proceso a los nuevos modos de encarnar la vida cristiana. Se trata de un proceso a lo que se vende como «santidad» y quizá no pase de bellaquería. 7

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Ese drama humano-religioso de la España de los siglos xvi y xvil, que parecía muerto y sepultado, está hoy reviviendo como problema eclesial. Y, por ley de paralelismos, como tema incitante. La historia pasada se actualiza como historia viva. Dos son los motivos que, a mi leal opinión, acicatean hoy el interés de los investigadores y de los curiosos por el tema de los Alumbrados: — Uno, porque las minorías de los Alumbrados, rebeldes a las estruc­ turas de la sociedad y de la Iglesia, encarnan la otra cara de la España mística, son su espejo inquieto e idealista cuando no se despeñan en luju­ ria vergonzante. Hay, en efecto, un Alumbradismo de buena ley, empren­ dedor, purificador, que no se salió de los moldes de la ortodoxia, aun­ que se sospechó y fue necesario que los jueces —en este caso, los inqui­ sidores— lo absolviesen de la instancia: Ignacio de Loyola, Juan de Avi­ la, Teresa de Jesús... Hay otro Alumbradismo que rompe los moldes y da de bruces en la heterodoxia, pero aún así es típico exponente del alma hispana, alma mística, alma abierta al paisaje-límite de sí misma, alma que se alimenta de hambre y sed de Dios; son los Alumbrados pu­ ros, de los que, por desgracia, encontraremos pocos en esta historia. Hay, por fin, un tercer tipo, el degenerado, el que, también por desgracia, va a hacer famoso ese nombre en todos los libros de espiritualidad L — El segundo motivo quizá haya que buscarlo en la visión del ayer como constante histórica que se resiste a morir y, para ello, pervive en el hoy remozándose en ideas que debajo del vestido nuevo esconden su perennidad y su vejez. ¿Desde qué miopía es posible intuir como «no­ vedad» el inquieto espíritu de ese ser que llamamos hombre? No voy a dar en la flor de la cita agustiniana, ni en los paralelismos de los perío­ dos históricos. En el flujo existencial y espacial del hombre renacen y mueren las inquietudes por algo que, en definitiva, es un eterno retorno del hombre a sí mismo, a sus esencias y a sus vivencias fundamentales. Un egregio analista del fenómeno de los Alumbrados terciaba en la dispu­ ta y sugería: «el movimiento de los Alumbrados fue, en sus orígenes, lo mismo que el movimiento místico y de restauración de la observancia religiosa» 12*. Si esto, dicho al alba del siglo xx, es verdad —y en parte lo es—, ¿no son las actuales corrientes espirituales, llámense renovación, aggiornamento o carisma, afines, análogas, diversas y hermanas de las de antaño? El mundo eclesial está sacudiéndose por dentro, desve1 «II existe en effect, alors, en Espagne une secte mystérieuse, dont le nom revient constantement dans les textes, celle des Illuminés ou Alumbrados. Le fait mcme de l'existence de cette secte a une grande importance en histoire pour l'intelligence de l'ame espagnole»: L. Cr ist ia n i , L’Eglise á l’époque du Concite de Trente, en «Histoire de l'Eglise», de A. Fliche-V. Martin, vol. 17, París, 1948, pág. 431. 2 Emilio Colunga, Intelectualistas y místicos en la teología española del si­ glo XVI, en «La ciencia tomista» 12, 1915-1916, pág. 13. 8

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lándose, responsabilizándose, envolviéndose en una marea purificadora. Es, sin duda, un signo de los tiempos, alado y esperanzado, preñado de logros y desgarros, de promesas y problemas, de mitos que fenecen y de mitos que retornan. ¿No está regresando la preocupación por el demo­ nio y los exorcismos? ¿No perviven la magia y la hechicería —las bru­ jas—, que trajeron en jaque y en miedo a los hombres de pasados si­ glos? 3. Se dice que la sociedad tecnócrata y consumista del siglo xx —la Gaudium et spes, del Concilio Vaticano II, lo alude expressis verbis— da señales ya, insatisfecha de sus conquistas materiales, de querer en­ contrar de nuevo el contacto con lo que está «más allá» y, sobre todo, más en el fondo del alma. El hombre, caña al viento, microcosmo inte­ ligente y anhelante, se realiza abriéndose a Dios. «Vocación divina», vo­ cación de Dios, ¿no ha proclamado el Vaticano II ser ésa la opción ontológica y dinámica fundamental?4. íV

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Acometer un «redescubrimiento» de los Alumbrados, aun en tono humilde, es faena atrevida. Hay que echarle mucho sudor y valor. El mismo Alonso de la Fuente, que dedicó los mejores años de su vida a descubrirlos, entenderlos y aniquilarlos, confesará que son secta escu­ rridiza. Y los que, a la zaga o a la contra de Alonso de la Fuente, se han afanado en seguirles la trayectoria, renuncian a «darle a la caza alcan­ ce» o se contentan con borrosos retratos. La verdad es que el tema ha sido poco y mal explorado, aunque la bibliografía abunde. En un ensayillo, embrión de la obra presente, me encaré a los eruditos que despre­ cian la aventura alfonsina 5. Como historiador, le corresponde un agra­ decido reconocimiento por habernos dado las primicias de una descrip­ ción de aquel mundo espiritual. Como hombre, también merece compa­ sión y admiración por su honradez, por sus letras y por sus venturas y desventuras personales. Esta obra, que va a ser viaje de muchos periplos, lo ha elegido por guía. A sus Memoriales y a sus peripecias, a sus proféticos lances y a sus descalabros caballerescos, recurriré a lo largo y a lo ancho de la singla­ dura. He querido, pues, «restaurar» su imagen —su semblanza huma­ na— y colocarla en el capítulo inicial, como un pórtico, de mi faena.8 8 Hasta los Papas se preocuparon de las brujas: véase la Bula «Summis desiderantibus», de Inocencio VIII: Bullarium romanum, t. V, Turín, 1890, pág. 197; o, si se quiere, la selva bibliográfica sobre el tema, que tuvo una enorme resonancia en la Europa de los siglos xv-xvm. 4 Cf. A. H uerga, Umanesimo ed escatologia, en «Renovatio» (Génova) 10, 1975, páginas 189-199. 5 Predicadores, Alumbrados e Inquisición en el siglo XVI, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1973.

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Los Alumbrados que Alonso de la Fuente debeló se pueden reducir a tres grupos o unidades históricas: los de Extremadura, los de la Alta Andalucía, los de Sevilla. El más famoso es el grupo extremeño; el más importante, el de Jaén y Córdoba; el más decadente, el sevillano. Al pri­ mero lo descubre y combate Alonso de la Fuente sin tregua; al segundo, casi sólo con la mirada y con la pluma; al último, en grito profético. Las tres unidades históricas determinan la división de mi trabajo en tres tomos. A los que añadiré un cuarto, para analizar aspectos y conclu­ siones comunes; una especie de radiografías a constantes, personas, he­ chos y libros. 11‘ i La división, pues, no es arbitraria, sino exigida por la temática y por el buen método historiográfico. *

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Esta Historia de los Alumbrados no es obra de imaginación o recreo; es obra de documentación y calas en profundidad. Tanto valen los aser­ tos en ella esparcidos cuanto valgan los documentos que los respaldan. Consciente de esta norma crítica, me he empeñado en no lanzar afirma­ ciones gratuitamente, indocumentadamente. Y para dar fe, ahí y allá, al pie de página y en páginas enteras, desempolvo documentos a cientos. El fenómeno del Alumbradismo español no va, pese a mis sudores, a quedar desvelado completamente. Ni en extensión ni en intensidad. Un límite personal, en cuanto a la profundidad de la cala, es obvio; y no por bandería de subjetivismo, sino por imposibilidad de abarcar en su totalidad el complejo fenómeno. Sin pretensiones de decir la última pa­ labra, he de contentarme con una «aproximación», modesta y documen­ tada, a la realidad histórica de los Alumbrados, exponentes excepciona­ les de la tensión conflictiva del hombre hispano, querenciosamente místico. Aparte los límites subjetivos y objetivos, esta Historia de los Alum­ brados tiene también sus mojones de geografía y cronología. Su arco cronológico va de 1570 a 1630; sesenta años, pues. En cuanto a la geografía, arranca en la tierra extremeña hacia 1570, se alza y adentra coetáneamente en la Alta Andalucía, y cae, inexorable y moribundo, en Sevilla por el año 1630. Alumbrados hubo en España antes de 1570 y después de 1630. Sin perderlos de vista, mi Historia quiere atenerse a los límites prefijados. Non omnia possumus omnes, decía el poeta. Y esto baste como introducción general y como presentación suma­ ria del proyecto. Paso, por consiguiente, a prologar el primer tomo. ■k

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Donde se cuenta la Historia de los Alumbrados de Extremadura. El escenario es conocido. El drama empezó por las Navidades de 1570 y se concluyó el 14 de junio de 1579, en Llerena: auto de fe, acto público, al que «salieron» los Alumbrados. En esa meseta y en ese puñado de años —escasamente nueve— se desarrolla la acción del drama, protagonizada por unos clérigos y beatas y algún zapatero —a quienes el vulgo y los jueces apodan Alumbrados—, y antagonizada por Alonso de la Fuente, la Inquisición, la gente. La época, el paisaje y los personajes, las ideas y los problemas, y, so­ bre todo, el clima espiritual y humano, obligan incoerciblemente a evo­ car, en contrapunto, las hazañas de los conquistadores. El mismo Alonso de la Fuente semejará a un caballero de la alegre figura, rompiendo una y otra vez su lanza en una aventura carismática, en una aventura «a lo divino». Quijotescamente G. El parangón con su paisano Hernán Cortés resulta, con las salvedades de rigor, curioso: el conquistador de México, según refieren sus biógrafos (Madariaga, por ejemplo), se vio en más de una ocasión en el trance de perder sus propias conquistas; fray Alon­ so, como narraré yo, se enredaba de tal manera en sus lances antialumbradistas que perdía o comprometía de golpe lo que tan palmo a palmo conquistaba. Al concluir el análisis del triste espectáculo del auto de fe —Llerena, 14 de junio de 1579—, más de un lector sentirá surgir en su pensamiento una bandada de interrogantes. Quiero anticiparlos y, en la medida de lo posible, resolverlos. ¿No hay en el tuétano del alma hispana una enfermedad cancerosa incurable, puesta de manifiesto en el episodio de los Alumbrados caste­ llanos, extremeños o andaluces? ¿No está malherida el alma anhelante de los españoles? ¿No aparecen, en los personajes del auto de fe, jueces y juzgados, los síntomas irreversibles de la decadencia? ¿No son signos de proa a la deriva ese afán de maravillosismo y milagros, esa floración de brujas y seudoprofetas, esos «juicios de la fe» para separar el trigo y la cizaña, los Alumbrados-santos y los Alumbrados-sátiros? Cualquier observador alerta es capaz de constatar que, de hecho, la España de la segunda mitad del siglo xvi inicia un repliegue hacia sí misma, hacia la interioridad y hacia la soledad, hacia las «Indias de Dios», como cantó, en verso magnífico, el capitán extremeño Francisco de Aldana 1. Dijérase que es el fruto desencantado de tantas conquistas67 6 Léase la profunda meditación que Miguel de Cervantes pone en labios de Don Quijote, P. II, capítulo 58. 7 Un exquisito estudio de la poesía de Francisco de Aldana: Manuel M orales B orrer O, La geometría mística del alma en la literatura española del Siglo de Oro, Madrid, FUE, 1975, págs. 267-291; en págs. 288-289 comenta los famosos versos de la epístola a Arias Montano, escrita en 1577, un año «representativo» en la historia de la espiritualidad hispana (pág. 279). 11

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y hemorragias, de tanto pleitohomenaje a las instituciones eclesiásticas y de tantos roces con los «romanos pontífices». No carece de sentido que se multipliquen en esa época los intentos de reforma a base de ere­ mitorios; las cumbres se coronan de cánticos, llamas y castillos espiri­ tuales; y, en contraste, se abren simas desgarradas y desgarradoras en la entraña; a la vez que las águilas místicas «postridentinas» se aúpan en raudo vuelo, revolotean a ras de humanidad los alicortados, los clau­ dicantes, los mediocres; en una palabra: los Alumbrados. ¡Qué tragedia la del espíritu! La enfermedad sociorreligiosa ofrece rasgos inequívocos en la Extre­ madura de las postrimerías del siglo xvi. Barrantes, a quien le quemaba el amor a su tierra, sugiere que el fenómeno de la «despoblación» expli­ ca que se arraigasen allí —y floreciesen— los Alumbrados de la peor casta religiosa 8. El ojo clínico de Gregorio Marañón, diagnosticando a vuelapluma, escribe: «En esta ciudad extremeña [Llerena], casi despo­ blada de sus mejores hijos, que corrían a las Américas en busca de oro y de gloria, y habitada en gran parte por gente de aluvión, moriscos con­ versos y judaizantes, apareció una epidemia de alumbrismo que alcanzó a gran número de mujeres, trastornadas por varios clérigos desapren­ sivos. Pasaban las infelices del éxtasis del quietismo místico al directa­ mente sexual con fanático fervor. La austera vida del campo extremeño se tornó en bacanal desaforada. Aquellas mujeres secas y apasionadas de la estepa occidental, esposas o hijas de los que al otro lado del mar realizaban la magna epopeya, enloquecieron con las predicaciones de los alumbrados; y a favor también (según apuntan Barrantes y Menéndez Pelayo) de la prolongada ausencia de los maridos, llegaron a los más lamentables excesos. "Derretíanse en amor de Dios”; pero el derretimien­ to ocurría en brazos de sus predicadores, hasta que, al fin, el hecho fue denunciado por el padre La Fuente y la llama apagada con rápida seve­ ridad por la Inquisición. El denunciador, que era enemigo de los jesuí­ tas, comparaba las locuras misticolúbricas de estas mujeres con los ejer­ cicios ignacianos y culpaba a aquéllos de la maléfica herejía. El ejemplar castigo extinguió la llamarada de los alumbrados extremeños, tan repre­ sentativa de la fase pornográfica de la secta. Pero el mal se reprodujo y siguió degenerando, hasta llegar a ser, en los años de Felipe IV, una especie de donjuanismo de sacristía, en el que la ausencia de gracia per­ sonal se trataba de suplantar cínicamente por la gracia divina.» El diagnóstico supone que hubo una primera fase, caracterizada por errores teológicos en materia religiosa —una fase, por consiguiente, pura—, a la que sucedió ésta, invadida de lubricidad seudomística: «Ha8 V. B arrantes, Aparato bibliográfico para la historia de Extremadura, vol. II, Madrid, 1875, pág. 330; cf. M. M enéndez P elayo, Historia de los heterodoxos españo­ les, ed. nacional, vol. IV, Madrid-Santander, Aldus, 1947, págs. 234 y 238.

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cia los años de 1574 a 1578 ocurrió el episodio de los alumbrados de Llerena, en el que el aspecto religioso de la doctrina es ya un pretexto vergonzante para la más torpe de las concupiscencias. Ojeando los pro­ cesos de la Inquisición de entonces se ve aumentar, a partir de esta fecha, el número y el cinismo de los alumbrados, que con malicia o ingenuidad sorprendentes resolvían el arduo problema de dar “su alma a Dios y su cuerpo al diablo”; pero esto último con más ardor y autenticidad que lo primero. Conforme se corrompía la moral pública se hacía mas estre­ cha y escandalosa la mezcla de religiosidad e impudicia, que es uno de los signos de la época y de la que son manifestaciones típicas no sólo la herejía que estamos comentando, sino otras de diferente linaje, como el mito donjuanesco. El escándalo llegó a su colmo en los reinados si­ guientes, los de Felipe III y Felipe IV, en los que "fue grande la inunda­ ción de supercherías, así en la vida como en la historia”. Insisto en la re­ lación del estado social en que prendió y creció la secta alumbrada con la aparición de Don Juan en el escenario español» 9. Dejemos al diagnosticador ir por su camino; en realidad, lleva otro rumbo que nosotros; se topa con los Alumbrados por casualidad, leyen­ do los Heterodoxos, de Menéndez Pelayo; y se detiene un instante a son­ dear su podredumbre ética, su perversión sexual y su hipocresía religio­ sa. Queriéndolo o no, acentúa el aspecto libidinoso de la secta, explica­ ble dada la situación demográfica de Extremadura. Pero lo que busca es una explicación genética del mito de Don Juan. Quizá el incidental diagnóstico de los Alumbrados —certero y hon­ do— simplifique en demasía la verdad objetiva de los hechos. Que fue, sin duda, mucho más vasta y compleja. *

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Llerena, en el extremo sur de Extremadura, es un símbolo nada más. Allí se «vieron» los procesos de los Alumbrados, porque allí estaban la sede y las cárceles del Santo Oficio de la «Provincia de León». La secta tenía en Zafra su roca fuerte, ramificándose por los pueblos y ciudades limítrofes: Fuente del Maestre, Fuente de Cantos, Azuaga, Almendralejo, Fregenal, etc., etc. La lubricidad, como verá el lector, es un aspecto sucedáneo, no nu­ clear, del Alumbradismo. Una prueba irrefutable la ofrece la cláusula sobre actos deshonestos, incluida tardíamente en el edicto de la «doctri­ na y secta de Alumbrados». Sobre sus deslices en materia sexual, el leno G. M arañón, Don Juan, Madrid, Espasa-Calpe, 41947; los pasajes citados se ha­ llan en las páginas 31-32 y 25-26, respectivamente. Menéndez Pelayo, que vio el alumbradismo extremeño de lejos, sólo le halla la cara libidinosa: «Yo creo sen­ tencia— que en todo esto no hay más que lujuria»: Heterodoxos, IV, 232.

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guaje de fray Alonso es a veces de una crudeza brutal. Las derivaciones —las caídas— de los Alumbrados en el vicio de la carne estuvo motiva­ da por la falta de fibra ascética del sistema,, estimulada por las instin­ tivas fuerzas de la naturaleza, amparada por las condiciones sociales de la época y de la tierra. No negaré, cuando ocurra, ese aspecto del alumbradismo; también el homo de hoy, que tanto se «afana e altera», siente curiosidad por saber los fallos carnales de aquellos pobres «diablos hu­ manos». De todos modos, creo que es más adherente a la verdad histó­ rica y teológica el estudio de la trama de las vivencias espirituales de los Alumbrados que el estudio de sus aberraciones sexuales. Aun desde el punto sociológico, el problema estriba en las beatas. Es un capítulo fundamental, que aquí sólo anuncio, remitiéndome al tomo cuarto, don­ de lo trataré ex profeso. Hechas las precedentes acotaciones, todavía me parece oportuno in­ dicar dos o tres más: Ante todo, una sobre fray Alonso de la Fuente, el «descubridor» de los Alumbrados extremeños. Acabamos de oír que fue enemigo de los jesuitas. La verdad es que no fue enemigo de nadie, a excepción de los Alumbrados: en cualquier sitio o en cualquier persona que olfatea que se esconde un Alumbrado, arremete contra él, sin parar mientes si es o no jesuita, si es o no dominico, si es o no extremeño, si es o no de su propia sangre (caso de sus sobrinas)101. Prescindamos ahora de si se tra­ ta de un Alumbrado real o de un Alumbrado imaginado. Lo que interesa es la actitud, la honradez moral, el temperamento y, con los baches de su «humor», es justo reconocerle que no fue un manco de ingenio, de letras y de pluma. Por otra parte, su aventura antialumbradista debe encuadrarse en el contexto socio-cultural-religioso de su época. En ella se había genera­ lizado ya la sustantivación peyorativa de Alumbrados. El recelo provoca reacciones indiscriminadas contra verdaderos y falsos místicos; basta ver a un hombre devoto, a uno que se abisma en el ejercicio de la ora­ ción mental para calificarlo de Alumbrado Los acusadores que usan ese vocablo, como si fuera un látigo, son incontables: lo emplea el vul10 La «tempestad» que Alonso de la Fuente suscitó contra fray Luis de Granada, hermano de hábito y de provincia religiosa, lo «releva» de la instancia de caserismo. «El maestro Fr. Alonso de la Fuente, descubridor de los Alumbrados de Llerena —observó otro dominico—, no tuvo reparo alguno en denunciar el Libro de la oración, como obra inficionada de dicha herejía»: Justo Cuervo, Biografía de fray Luis de Granada, Madrid, Gregorio del Amo, 1895, pág. 42. También arremeterá contra Juan Tauler, dominico del Rhin. Al no tratarse de un caso personal o aislado, es honesto concluir —y aun partir— admitiendo que los móviles que impulsan a fray Alonso a la aventura antialumbradista no fueron tan «caseros» como cierta historiografía propala. 11 Cf. Emilio Colunga, Intelectuales y místicos..., art. cit.: «La ciencia tomista» 11, 1915, pág. 246.

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go 12, los calificadores del Santo Oficio 13, la Inquisición misma en sus documentos, la literatura espiritual. En fin, no están de acuerdo los jueces críticos a la hora de sentenciar si los Alumbrados son un subproducto típico o autóctono de la España mística o si hay que buscarle raíces más remotas 14. Es un problema que no me incumbe ventilar. Basta retener el nombre —que es de neto cuño hispano— y admitir la vastedad que alcanzó ese fenómeno religio­ so en el país ibérico. Los Memoriales de fray Alonso sirvieron en sus días de piedra de toque para penetrar en el misterioso mundo de los Alumbrados. Por raro que parezca, siguen siendo hoy el instrumento válido que permite re­ construir el contenido histórico y doctrinal de la secta. La conclusión emerge clara del sondeo analítico realizado por A. Márquez en la histo­ riografía del Alumbradismo: «Los innumerables Memoriales de Alonso de la Fuente sobre los Alumbrados de Llerena son los que han condi­ cionado la imagen popular y hasta erudita, que hoy se sigue teniendo en España sobre este fenómeno. Los Memoriales, como todo lo demás 12 En 1550 escribía Agustín de Esbarroya una temprana denuncia: «La conside­ ración es que, por nuestros pecados, ya entre los hombres hay quien tenga por afrenta y por caso de menos valer hablar en Dios. Porque a los que hablan en El, el vulgo les dice hipócritas, santos, Alumbrados, y otros malos nombres, y mofan y burlan de ellos. Y esto es, por una parte, para reír; y, por otra, para llorar»: A. de E sbarroya, Purificador de la Conciencia, Sevilla, 1550; reed. de A. Huerga, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1973, pág. 300. Sobre el significado peyorativo del término, véanse las precisiones de Antonio M árquez, L o s Alumbrados. Orígenes y filosofía, 1525-1559, Madrid, Taurus, 1972, pá­ ginas 71-84. No aceptaría sin reserva, al menos tal como suena, lo que concluye en página 84: «Nunca los propios alumbrados supieron que lo fuesen, ni qué significa­ ba propiamente este nombre.» La raíz semántica del vocablo es el término latino illuminati; su versión al romance es moneda corriente y familiar a fines del si­ glo xv y principios del xvi. El vulgo, temible acuñador de motes, sustantivó el cali­ ficativo, cargándolo de savia conceptual maliciada. 13 Acerca de esto, puede consultarse L. Garzend, L’Inquisition et Vhéresie. Distinction de l’hérésie théologique et de l'hérésie inquisitorial, París, 1912. 14 Prescindiendo de las diversas opiniones, que A. Márquez somete a acerada crítica, me place recoger aquí una sugerencia magistral de Sáinz Rodríguez: «Al es­ tudiar los orígenes de algunas manifestaciones de nuestra espiritualidad, tenemos que retroceder a buscar antecedentes medivales de origen italiano. Tal ocurre con la enorme floración de iluminismo popular que conocemos con el nombre de Alum­ brados. Aunque se hayan apuntado diversos orígenes a este movimiento, yo soy de los que creen que su origen inmediato está en cierto tipo de desviación de la espiritualidad franciscana, incrementada al amparo de la reforma cisneriana, y cuyo origen más remoto hay que buscarlo en el movimiento de los espirituales.» Un poco más adelante, concreta: «Los delirios de Joaquín de Fiore sobre el evan­ gelio eterno y, en general, los escritos de los espirituales Petrus Olivi, Ubertino de Casal, Angel Clareno, etc., son la fuente de una doctrina que tuvo un arraigo enor­ me y que reverdece donde menos se podía esperar [...]. Recientemente se ha pro­ bado que el jefe de los herejes de Durango era un adepto de Joaquín de Fiore, y de que los beguinos pululaban por España quedan huellas en la literatura caste­ llana»: Pedro S áinz R odríguez, Espiritualidad española, Madrid, Rialp, 1961, pági­ nas 82-84.

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referente a Llerena, precisamente por haber pasado a la categoría de mito, están sumamente necesitados de un estudio serio y completo» 15. No sé si en la historia de la espiritualidad es válida la expresión de imágenes-mito. Cierto que fray Alonso influyó con sus aventuras direc­ tas en el exterminio de la plaga alumbradista, azuzando incesantemente a la Santa y General Inquisición a actuar; y con sus escritos, que tuvieron resonancia dentro y fuera del tribunal de la fe, contribuyó a que se di­ fundiese la infame fama de los Alumbrados. Con todo, los Memoriales han permanecido en su mayoría inéditos y, en algunos casos, anónimos. He puesto peculiar empeño en identificarlos. Constituyen una base só­ lida de mi exposición, tanto en la vertiente de los hechos como en la vertiente de la doctrina. El lote de Memoriales recuperados y dados a luz no es exhaustivo; faltan bastantes; los que he podido encontrar son, sin embargo, suficientes para reconstruir el mundo ideológico de fray Alonso. Con su publicación se salva también una serie de textos útiles para la historia literaria. *

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Este primer tomo va dividido en dos partes: la primera describe y narra la historia de los Alumbrados de Extremadura desde su descubri­ miento hasta su castigo. Respecto al castigo, la diferencia con la época anterior —la de Don Fernando de Valdés— debe subrayarse. El Inquisi­ dor General Valdés asustó a España con miedo y sangre 16; el Inquisidor General Don Gaspar de Quiroga, de Madrigal de las Altas Torres, suavi­ zó, sin perder las bridas, la tensión y los escritores espirituales respira­ ron un aire más limpio y sereno. Ningún Alumbrado fue considerado como hereje absoluto; y, por eso, ninguno fue «relajado» al brazo de la justicia civil. La gestión de Quiroga al frente del Santo Oficio diríase imantada por los dos polos que constituyen el núcleo de los desvelados afanes de fray Alonso: Alumbrados y libros. En éstos veía fray Alonso las escondidas larvas que infestaban, como simiente maldita, los espíri­ tus, perturbándolos y comprometiendo el «bien común». La Inquisición de Quiroga bregó contra los Alumbrados sin apenas pausas; y también contra los libros. Dos catálogos se promulgan en la época de Quiroga: el prohibitorio y el expurgatorio. Fray Alonso insistirá en advertir qué libros, a su leal parecer, contienen los gérmenes doctrinales que después proliferan en Alumbrados vivos. El problema de las lecturas de los Alum­ brados desborda el ámbito de este tomo, ya que se repite en los demás 15 Antonio M árquez, o .c ., p. 49. 16 Cf. José L. G. N ovalín, El Inquisidor General Don Fernando de Valdés (14831568), vol. I, Oviedo, 1968, páginas 245 s.

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grupos, a los que dedicaré los tomos segundo y tercero. Por esta razón, remito al cuarto —el de radiografías— el tratar de los asuntos comu­ nes a las diversas fases del Alumbradismo. Solamente mencionaré aquí un dato curioso: Extremadura, teatro de los primeros lances de fray Alonso y de la Inquisición contra los Alumbrados, fue sometida a una intensa búsqueda de libros. Si fray Alonso recorrió, según él nos cuenta, más de 30 villas a la caza de Alumbrados, no fue inferior el número de pueblos y ciudades donde los agentes del Santo Oficio estuvieron recogiendo o requisando libros: Alburquerque, Alcántara, Arroyo de Mérida, Badajoz, Las Brozas, Casatejada, Cilleros, Coria, Cumbres Altas, La Parra, Garrovillas, Granadilla, El Hinojar, Hornachos, Lobón, Llerena, Medellín, Mérida, Montijo, Navalvillar, Plasencia, Puebla del Conde, Segura de León, Trujillo, Valen­ cia de la Torre, Villanueva de la Vera, Villanueva de la Serena, Jerez de los Caballeros... n . *

*

*

Al ofrecer al público este primer tomo, no pretendo alzar pendones por nadie; acepto el reto de Menéndez Pelayo, aun a costa de romper una lanza contra sus juicios en más de una ocasión: «Duras son, y re­ pugnantes de decir, estas cosas; pero la historia es historia» 18. Roma y Madrid, Navidad 1975.

AHN.: Inq., legajo 1987. 18 Heterodoxos, IV, 238.

SIGLAS, FUENTES Y BIBLIOGRAFIA

I. SIGLAS ACSe AGOP AGS AHN AMSe ANTT APBa APBe APCo APTo ARSI ASV AUBa BA BAH BCC BE BIH BM BN BNVE BPC BUBa BUGr BUSa BUSe BV CCo MHSI MOPH a.c. f. o.c. s.f.

Archivo de la catedral de Sevilla (Sevilla). Archivum generale Ordinis Praedicatorum (Santa Sabina. Roma). Archivo general de Simancas (Simancas. Valladolid). Archivo histórico Nacional (Madrid). Archivo municipal (Sevilla). Arquivo nacional da Torre do Tombo (Lisboa). Archivo de Protocolos (Barcelona). Archivo de la Provincia Bética O.P. (Granada). Archivo de Protocolos (Córdoba). Archivo de la Provincia de Toledo SJ. (Alcalá. Madrid). Archivum romanum Societatis Iesu (Roma). Archivo de la antigua universidad de Baeza (Baeza. Jaén). Archivio segreto vaticano (Citta del Vaticano). Biblioteca Ambrosiana (Milán). Biblioteca de la Academia de la Historia (Madrid). Biblioteca Capitular y Colombina (Sevilla). Biblioteca de El Escorial (El Escorial. Madrid). Bibliotheca Instituti Historici S.I. (Roma). British Museum (Londres). Biblioteca Nacional (Madrid). Biblioteca Nazionale Vittorio Emanuele (Roma). Biblioteca Pública de Córdoba (Córdoba). Biblioteca de la Universidad de Barcelona (Barcelona). Biblioteca de la Universidad de Granada (Granada). Biblioteca de la Universidad de Salamanca (Salamanca). Biblioteca de la Universidad de Sevilla (Sevilla). Biblioteca Vaticana (Cittá del Vaticano). Archivo de la Catedral de Córdoba (Córdoba). Manumenta histórica Societatis Iiesu. Monumenta Ordinis Fratrum Praedicatorum histórica. artículo citado. folio. obra citada, sin foliar.

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ALVARO HUERGA

II. FUENTES A) FUENTES MANUSCRITAS 1. 2. 3.

4. 5. 6. 7.

8. 9.

0. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22.

23. 24. 25. 26. 27. 28. 29. 30. 31. 32. 33. '20

ACSe = Archivo de la catedral de S evilla (Sevilla) Repertorio de autos capitulares (1478-1699). Actas capitulares. P eraza, Luis de Historia de la imperial ciudad de Sevilla. AGOP = Ar c h iv um Ge'nerale O rd in is P raedicatorum (Santa Sabina. Roma) Acta capitulorum provincialium Provinciae Beticae, 1583-1650: XIII/23570. Provinciae Beticae documenta miscellanea, 1514-1661: XIII/23720. Provinciae Portugalliae documenta (s. xvi): XIII/461. H errera , José de Vare íes ilustres del convento de san Pablo de Sevilla, 2 vols.: XI/28-29. E s^er, Tomás Documenti su Carranza: XIV/227. AGS = A rchivo General de S imancas (Simancas. Valladolid) Mazo de cartas del Rey, Reina e Infante de Portugal: Est. 393. AHN = Archivo H istórico N acional (Madrid): Inquisición. a) Libros Libro 62: Rentas del Santo Oficio de Llerena. Libro 323: Correspondencia del Consejo, siglo xvi. Libro 326: Correspondencia del Consejo, siglo xvi. Libros 574-577: Correspondencia del Consejo, siglo xvi. Libro 578: Correspondencia del Consejo, 1572, junio 28 - 1576, octubre 6. Libro 579: Correspondencia del Consejo, 1576, octubre 7 - 1580,agosto 27. Libro 580: Correspondencia del Consejo, 1580, agosto 31 - 1585, setiembre 17. Libro 581: Correspondencia del Consejo, 1585, setiembre 18 - 1591, febrero 7. Libro 582: Correspondencia del Consejo, 1598, febrero 8 - 1595, agosto 10. Libro 583: Correspondencia del Consejo, 1595, agosto 11 - 1600, junio 30. Libros 584-590: Correspondencia del Consejo, siglo xvii. Libro 1254: Orden que se ha de tener en las visitas, ff. 76 r.-77 r. Libro 1231: Instrucciones del Santo Oficio, antiguas y nuevas, puestas por Abecedario, por Gaspar Isidro de A rgüeLlo, Madrid, 1630 (Manuscrito); Compilación de las instrucciones hechas por fray Tomás de Torquemada e por los otros Inquisidores Generales, compiladas por mandado de D. Alonso Manrique, Inquisidor General. Libro 1299: Proposiciones de los Alumbrados (1525): ff. 547 r.-556 v. b) Legajos Legajo 61 y legajo 113, exp. 5: Proceso de Francisca de Avila, alias de los Apóstoles. Legajo 102, exp. 3: Proceso de Luis Beteta. Legajo 103, exp. 3: Proceso de Francisco Ortiz. Legajo 104, exp. 3: Proceso de Antonio Medrano. Legajo 106, exp. 5: Proceso de Pedro Ruiz de Alcaraz. Legajo 107, exp. 38: Aserciones que tocan a los dejados, ff. 66 r.-69 r. Legajo 110, exp. 6: Proceso de María de Cazalla. Legajo 216, exp. 1: Proceso de Rodrigo de Vivar. Legajo 223, exp. 40: Proceso de Juan de Vergara. Legajo 1367, exp. 5: Informaciones genealógicas de Tomás de Leeiñana Barahona.

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34. Legajo 1372, exp. 10: Informaciones genealógicas de Alonso de Hoces y Góngora (1601). 35. Legajo 1469, exp. 36: Informaciones genealógicas de Juan López de Montoya, Vitoria, 1569. 36. Legajos 1853-1856: Expedientes del Santo Oficio de Córdoba (siglo xvi). 37. Legajos 1987-1988: Expedientes del Santo Oficio de Llerena (siglos xvi y x v ii ). 38. Legajo 2055, exp. 11: Abjuración del Dr. Egidio. 39. Legajos 2072-2075: Expedientes del Santo Oficio de Sevilla (siglo xvi). 40. Legajo 2085: Proceso de Pedro Ibáñez. 41. Legajo 2105: Proceso de Guillén de Casaus. 42. Legajos 2392-2396: Expedientes del Santo Oficio de Córdoba (siglo xvi). 43. Legajo 2706: Expedientes del Santo Oficio de Llerena (siglo xvi). 44. Legajos 2941-2965: Expedientes del Santo Oficio de Sevilla (siglos xvi y x v ii ). 45. Legajo 3072: Expedientes del Santo Oficio de Toledo (siglo xvi). 46. Legajo 3192: Expedientes del Santo Oficio de Valladolid. 47. Legajos 3712-3713: Proceso de Alonso de Mendoza. 48. Legajo 3716: Expedientes del Santo Oficio de Sevilla. 49. Legajo 3717, exp. 1: Procesos a jesuitas, 1585 (Francisco Navata, Juan López, Jerónimo Ripalda). — exp. 2: Memoriales sobre reforma S. J. 50. Legajo 4341: Expedientes del Santo Oficio de Córdoba (siglo xvi). 51. Legajo 4423, exp. 1: Memorial contra Alumbrados o dexados; — exp. 29: Diligencias sobre un papel que corría en la Corte sobre algima.s cosas que hacían los Alumbrados de Extremadura, con traslado, año 1579 [= Doc. 6]. 52. Legajo 4443, exp. 24: Memoriales contra los Alumbrados de Extremadura [1573-1575] [= Doc. 2], 53. Legajo 4444, exp. 5 y 49: Censuras sobre escritos de Constantino Ponce de la Fuente. 54. Legajo 4566: Cuentas del tribunal de Llerena (siglo xvi). 55. Legajo 4570, exp. 2: Sentencias contra Alumbrados que salieron al auto de fe de Llerena, 14 junio 1579, ff. 324-333. [= Doc. 12]. 56. Legajos 4572-4573: Expedientes del Santo Oficio de Llerena. 57. Legajos 4580-4584: Expedientes del Santo Oficio de Llerena. 58. Legajo 5444: Ejecutoria que ganaron la ciudad y la universidad de Baeza contra el convento de Santa Catalina de Jaén sobre la universidad que pre­ tendió tener. AMSe = A rchivo M unicipal (Sevilla) 59. Tomo 7 in-4.°: Colegio de Santo Tomás. 60. Tomo 10 in-4.°: Catedral de Sevilla. 61. Tomos 11-12 in-4.°: Casas de la Compañía de Jesús en Sevilla. 62. Tomo 17 in-4.° :José F ranco O.P., Epoca de la creación del mundo. 63. Tomo 19 in-4.°: F. V ázquez S iruela , Santos de Sevilla. 64. Tomos 5-6 in-folio: Arzobispos de Sevilla. 65. Tomo 12 in-folio: Papeles del Colegio de San Hermenegildo, n.° 5: Memoria de la historia de la Compañía de Jesús en Andalucía, por el P. S antiváñez. 66. Tomo 13 in-folio: Colegio de Santo Tomás. 67. Tomo 15 in-folio: Salvador G arcía, Historia de san Pablo de Sevilla. 68. Tomo 16 in-folio: Conventos de Monte Sión, Regina Angelorum y santo Do­ mingo de Portaceli, O.P. 69. Tomo 20 in-folio: José de M unana, O.P., Efemérides de Sevilla. 70. Tomo 60 in-folio: — Cartas del Conde del Aguila - Gaspar de Sola, S.J. - Gre­ gorio Mayans - Luis de Galiana, O.P. (n.° 2). — Testamento de Fernando de Contreras (n.° 21). — Pablo E spinosa de los M onteros, Vida de F. de Contreras. 71. Tomo 65 in-folio: Papeles sobre los dominicos en Sevilla: n.° 1: Discurso sobre la decadencia de las letras en O.P., año 1619; 2i:

ALVARO HUERGA

n.® 3: Autos y sentencias sobre grados del Colegio de Santo Tomás. n.“ 14-18: Pleitos Universidad de Sevilla-Colegio Santo Tomás. n.° 50: Sobre las obras de Juan de Malara. n.° 51: Relación acerca de los estudios filosóficos y teológicos en Sevilla. ANTT = A rquivo N acional

da

T orre

do

T ombo (L isb o a )

72. Processos n.° 9287: Proceso de Isabel Fernández. 73. Processos n.® 11.824: Proceso de Sor María de la Visitación. 74. Cademos do Promotor n.° 113, ff. 139-149: Censura do livro da Catherma de Genova (Martín de Ledesma, Luis da Luz). 75. Ms. da livraria n.° 1629: Cartas dos Inquisidores Geraés de Castilha. 76. 77. 78. 79.

APBa = A rchivo de P rotocolos (Barcelona) Escribanía de Pedro Mamble, legajo 28. APBe = A rchivo de la P rovincia B ética O.P. (Granada) Statuta Colegii s. Thomae Hispalensis. Antonio de Lorea, O.P., Historia de la Provincia de Andalucía, 2 vols. Francisco R. de S olorzano, O.P., Historia del convento de san Pablo de Se­ villa.

APCo = A rchivo de P rotocolos (Córdoba) 80. Escribanía de Alonso Rodríguez de la Cruz, legajo 6. APTo = A rchivo de la P rovincia de T oledo SJ. (Alcalá. Madrid) 81. Francisco de P orres, S.J., Primera parte de la historia del Colegio de Madrid, dividida en 11 libros, 1545-1630: legajo 664; copia en legajo 1180/3. 82. Vida del P. Francisco de Villanueva: legajo 921. 83. Cartas de personajes varios: Ms. 20 bis. A R SI = A r c h iv um

romanum

S ocietatis I esu (R o m a )

84. Hisp. 122: Epist. Hispaniae, 1574/III. 85. Hisp. 144: n.° 1: Tratado de Melchor Cano contra SJ. ff. 164 r.-165v.: Hechos y dichos de fray Alonso de la Fuente; ff. 166 r.-167 v.: Lo que hay de nuevo sobre el negocio de fray Alonso de la Fuente; ff. 168 V.-169 r.: Extractos de los Memoriales de fray Alonso de la Fuente contra SJ. ff. 170 r.-171 v.: Memorial de fray Alonso de la Fuente al Cardenal Infante; ff. 172 r.-175 v.: Memorial de fray Alonso de la Fuente a los Inquisidores de Lisboa; ff. 176 r.-179 v.: Memorial de fray Alonso de la Fuente al P. Provincial de la orden de santo Domingo en Portugal. ff. 181 r.-182 v.: Juan de Castañeda, Memorial de lo que el P. Alonso de la Fuente me dijo en el camino; 86. Tol. 1: Epist. Praep. Gen. 1573-1584. 87. Tol. 39: Francisco de P orres, S.J., primera parte... (vid. supra n.° 81). ASV = A r c h iv io segreto vaticano (Cittá d el Vaticano) 88. Proc. = Archivio Cong. SS. Riti n.° 317: Proceso para la beatificación y cano­ nización de Juan de Avila, 1623-1625. 89. Nunz. di Spagna, tomos IX-XXXIV: = t. XIV, ff.. 24248: Copia autenticada de los Memoriales de fray Alonso de la Fuente. 90. Fondo Pío: Tomo 127: Registro lettere Nunzio di Spagna, 1579-1582; t. 128: lettere Cad. di Como ai Nunzi di Spagna, 1572-1581; t. 131: cristiani nuovi in Portogallo; t. 153: lettere al Nunz. N. Ormaneto.

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LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA

( 1570-1582)

AUBa = Arch ivo de la antigua universidad de B aeza (Baeza. Jaén) 91. Bulas fundacionales. 92. Libros de matrículas = Libro de matrículas desta universidad de Baeza, el cual se comenzó a 12 días del mes de setiembre de 1580 años. 93. Libros de cuentas, 1 y 2. BA = B iblioteca A mbrosiana (Milán) 94. Cartas de Giovanni Andrea Caligari a S. Carlos Borromeo, 1576: f. 92 inf. BAH = B iblioteca de la R eal Academia de la H istoria (Madrid) 95. Alonso de la Fuente [ = Rodrigo Alvarez ?], Suma de los solícitos engaños que el demonio hace en estos miserables tiempos: Ms. 9-26-7-D. 185. 96. 97. 98. 99. 100. 101.

102. 103. 104. 105. 106.

BCC = B iblioteca Capitular y Colombina (Sevilla) Ms. 55-251-10: Varios sucesos acaecidos a Don Alonso de Aguilar, caballero de Córdoba. Ms. 64-7-118: Papeles varios sobre asuntos inquisitoriales. Ms. 82-2-246: Revelaciones de sor María de santo Domingo. Ms. 84-1-22, ff. 82 r.-85 r.: Noticia del P. Maestro Alonso de la Fuente. Ms. 84-4-47: Apuntes de mi viaje a Extremadura, año 1801. Ms. 84-6-29: Vida y cosas notables de Don Diego de Simancas, obispo de Zamora. BE = B iblioteca de E l E scorial (E l Escorial. Madrid) E. 21, f. 348: Autillo del P. Parra. G. III. 16: Diálogo de santa Catalina de Siena, trad. s. xvi. L. III. 28: Sermones de Agustín Salucio, O.P. L. I. 17: Proceso de la monja de Carrión. L. I. 19: Nomenclátor de pueblos de España, año 1552.

BIH = B ibliotheca I nstituti H istorici S.I. (Roma) 107. Francisco de P orres, S.J., primera parte... (vid. supra n.° 81). Copia; en nota al principio: «no cree el P. Lecina que deba ser de Monumenta». 108.

109. 110. 111. 112. 113. 114. 115. 116. 117. 118. 119. 120.

BM = B r it is h M useum (Londres) Eg. 357, ff. 5 r.-52 r.: Proceso de Magdalena de la Cruz = Suceso de Magdalena de la Cruz, monja profesa del monasterio de santa Isabel de los Angeles, de la Orden de santa Clara y natural de la villa de Aguilar, y su sentencia dada por el Santo Tribunal de la Inquisición de Cór­ doba en 3 de mayo de 1546. Eg. 357, ff. 124 r.-142 r.: Sucesos de la monja de Portugal sor María de la Vi­ sitación, año 1588. Eg. 457-458: Diccionario de las leyes de la Inquisición. Eg. 599: Papeles del Consejo de la Inquisición. Eg. 1508: Papeles del Consejo de la Inquisición. Eg. 2058: Autos de fe, 1559-1655. Add. 8690: Proceso de Bartolomé Carranza, Roma, 1567-1576. Add. 21447: Papeles de Inquisición. Add. 28342, ff. 56 r.-57 r.: sucesos de Sevilla, 1580. BN = B iblioteca N acional (M adrid ) Ms. 732: Relación de la iglesia y arzobispado de Sevilla. Ms. 935: Sobre las instrucciones'del Santo Oficio, 1550. Ms. 1293: Jerónimo Román de la H iguera, S. J., Historia de Toledo. Ms. 1419: Francisco P acheco, Catálogo de los arzobispos de Sevilla. 23

ALVARO HUERGA

121. Ms. 1930: Libro primero de la embazada sobre componer las cosas del señor Don Antonio con el Cardenal [Infante], visitas de los Reyes a Guadalupe y principios de la sucesión de Portugal hasta fines del año 1578. . . ., 122. Ms. 2058: Relación verdadera del auto que se celebró en la Inquisición de Valladolid, 21 mayo 1559. 123. Ms. 2440: Papeles de la Inquisición de Sevilla (s. xvn). 124. Ms. 6176, ff. 283-289: Sentencia contra Magdalena de la Cruz. 125. Ms. 9372, ff. 196 r.-201 v.: Relación de las personas que salieron al auto de la fe que se celebró en la Inquisición de Llerena, 14 junio 1579. 126. Ms. 12642: Estatutos de la santa iglesia de Sevilla. BNVE = B iblioteca N azionale V ittorio E manuele (R o m a ) 127. Gesuiti, ms. 956 (sig. ant. 3087): Luis de Granada, Virtudes y oficio pastoral del Serenísimo Cardenal Enrique. 128. Gesuiti, rns. 1394 (sig. ant. 3523): Papeles sobre Alumbrados. _ 129. Gesuiti, ms. 1598 (sig. ant. 3727): Refutación de los Memoriales de Alonso de la Fuente. 130. 131. 132. 133. 134. 135. 136. 137. 138. 139. 140.

141. 142.

143. 144. 145. 146. 147.

BPC = B iblioteca P ública (Córdoba) Ms. 4: S anta T eresa, Fundaciones. Ms. 8: J eró n im o de la Cr u z , O.P., ¿Quién es Dios, el hombre y el alma? Ms. 9: Jerónimo de la Cruz , O.P., Regalos espirituales del alma, 268 hojas. Ms. 10: Jerónimo de la Cruz , O.P., Libro de la santa oración. Ms. 14: Tratados sobre los estatutos de Siliceo. Ms. 17: Jerónimo de la Cruz , O.P., Contemplaciones, 264 hojas. Ms. 18: Jerónimo de la Cruz , O.P., Enseñamiento de pecadores. Ms. 37: Jerónimo de la Cruz , O.P., Ilustres varones O.P., 235 hs. Andrés de M orales, Historia general de Córdoba, Ms. 142-143. Ms. 144: Fundaciones O.P. Josef de M u Ñana, Traslado de lo perteneciente a el Orden de Predicadores, hijos de el R. C. de san Pablo de la ciudad de Córdoba y Collegiales del Ma­ yor de santo Tomás de Sevilla, que comenzó D. D. I. de Góngora y conti­ nuó el padre —. Ms. 53: Casos raros de Córdoba [= por Sebastián de Escabias], Est. 2-115: Diversos papeles que tratan de diversas materias de diversos autores = n.° 16: Auto de fe, Córdoba, 1665. BUBa = B iblioteca de la U niversidad (Barcelona) Ms. 753, ff. 110 3-123 v.: Cartas de fray Mariano Azzaro; ff. 107-110: La confi­ sión de Magdalena de la Cruz; ff. 324-328: Memorial de Alonso de León, O.S.B., sobre las Monjas de San Plácido (Madrid). Ms. 1041: Tratados de Diego Pérez de Valdivia. Ms. 1064, ff. 683-686: sermón «pro defunctis», de Agustín Salucio. Ms. 1081, ff. 260-263: sermón «in festo Petri et Pauli», de Agustín Salucio. Ms. 1468: sermones de Alonso de Cabrera y B. Miranda.

BUGr = B iblioteca de la U niversidad (Granada) 148. Ms. B-48-50: Juan de S antiváñez, S.J., Historia general de la Provincia de An­ dalucía de la Compañía de Jesús, comenzada a escribir por el padre Martín de Roa. B U S a = B iblioteca

de la

U niversidad (S a la m a n ca )

149. Ms. 380: Alumbrados. Papeles que dio contra ellos el Maestro fray Alonso de la Fuente, fraile del Orden de Santo Domingo, y contra los teatinos o fesuitas, y vindicaciones de éstos. 24

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA

150. 151. 152.

153. 154. 155. 156.

157. 158.

159.

160.

( 1570-1582)

BUSe = B iblioteca de’ la U niversidad (Sevilla) Ms. 330/125: Edictos de la Inquisición. Ms. 331/203, n.° 6: Introducción de la Inquisición en Portugal. Ms. 331/323: Martín de R oa, S.J., Descripción de la Provincia de Andalu­ cía SJ. = ff. 157 V.-158 r.: «Rumores falsos que algunos esparcieron contra la Com­ pañía cuando castigó el Santo Oficio los Alumbrados de Llerena y el suceso dello»; ff. 193 r.-207 v.: «La santa vida y exercicios del padre Rodrigo Alvarez». Ms. 332/159: Papeles varios. Ms. 333/156: Papeles de fray Miguel de los Arcos, O.P. = n.° 1: Parecer de B. Carranza sobre la discreción de espíritus. Ms. 333/45: Agustín S alucio, Del origen de los villanos. BV = B iblioteca A postólica V aticana (Cittá del Vaticano) Cod. Ottob. 782, ff. 169-178: Parecer de Domingo de Soto [= Juan Navarro, O.F.M.] sobre Constantino Ponce de León y sus escritos. CCo = A rchivo de la Catedral (Córdoba) Ms. 79: Varios tratados espirituales. Ms. 160: Alonso G udiel, O.S.A., Expositio in Sanctum Evangelium S. Lucae. Ms. 148: Pedro F ernández de Córdoba, Vida de Sancha Carrillo. Carta de Don Pedro F. de Córdoba, hermano de Doña Sancha Carrillo, a Doña Isabel Galindo, que está en poder de sor Ana de la Cruz. De Ecija, 5 marzo 1538. «Aca­ bóse de trasladar miércoles de cuaresma, 3 marzo 1608, por el hermano Fran­ cisco Martínez Moreno, estando en señor san Sebastián de esta villa de Benamejí.» Actas capitulares, tomo 11 s.f. (1533, junio 30-1540, junio 26).

B) FUENTES IMPRESAS 161. Acta Capitulorum Generálium Ordinis Praedicatorum, ed. B. M. Reichert, vol. IV-V, Roma, 1901-1902 = MOPH IX-X. A vila , San Juan de 162. Doctrina christia- / na que se canta, Valencia, 1554; reed. A. Huerga, Ma­ drid, 1969. 163. Avisos y reglas sobre aquel verso de David: Audi, filia, Alcalá, 1556; reed. L. Sala, Barcelona, Flors, 1963. 164. Epistolario Espiritual, 2 vol., Madrid, 1578; reed. L. Sala, Madrid, 1952. 165. Memoriales para Trento, ed. C. M. Abad, Comillas, 21962. B orja, S.J., San Francisco de 166. Seis tratados muy devotos y útiles para cualquier cristiano, Valencia, Mey, 1548; reed. C. de Dalmases, Barcelona, Flors, 1965. BOP = 167. Bullarium / Ordinis / FF. Praedicatorum, t. IV, Roma, H. Mainardi, 1732. BR = 168. Bullarium Romanum, t. V, Taurini, 1890. C abrera, O.P., Alonso de 169. Consideraciones sobre los Evangelios, 2 vols., Córdoba, Andrés Barrera, 1601; reed. M. Mir, NBAE 3, Madrid, 21930. 170. Tratado de los escrúpulos y sus remedios, Valencia, 1599. Cano, O.P., Melchor 171. Censura de «catechismo christiano», de B. Carranza: a) en latín, ed. J. S anz y S anz , págs. 481-538 [véase infra n.° 583]; 25

ALVARO HUERGA

b) en castellano, ed. F. Caballero, Castañega, O.F.M., Martín de

págs. 531-615 [véase infra n.° 318].

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LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA

( 1570-1582)

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Cr u z , S an

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V aldivia , D ieg o

197. Aviso de gente recogida, Barcelona, Hierónimo Genovés, 1585; reed. A. Huerga, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1977. 918. Camino y puerta para la oración, Barcelona, Hierónimo Genovés, 1584. Q uiroga y V ela, Gaspar de 197. Index et catalogas librorum prohibitorum, Madrid, 1583. 200. Index librorum expurgatorum, Madrid, 1584. R ibera , San Juan de 201. Advertencia a los curas y confesores de su diócesis [de Badajoz], en: J. X iménez , págs. 334-327 [véase infra n.° 262], R ivadeneyra, S.J., Pedro de 202. Tratado de la tribulación, repartido en dos libros, Madrid, Pedro Madrigal, 1589. 203. Historias de la Contrarreforma, ed. E. Rey, Madrid, BAC, 1945. SÁENZ DE AGUIRRE, José 204. Collectio maxima Conciliorum Hispaniae et Novi Orbis, t. IV, Roma, J. Komarek, 1693. S anjuan , Huarte de 205. Examen de ingenios para las sciencias, Baeza, Montoya, 1575. S uáre'z F ernández , Luis 206. Documentos acerca de la expulsión de los judíos, Valladolid, 1964. T aulero, O.P. J u a n 207. Instituciones divinas, Coimbra, 1551. 208. Sermones, vers. latina de Lorenzo Surio, Colonia, 1548. 209. Devotos exercicios e meditagoes da vida e paissam de Nosso Senhor, Coim­ bra, 1571. Tejada y R amiro , J. 210. Colección de cánones de todos los Concilios de la Iglesia española, tomo V, Madrid, 1863. T eresa

de

J esús , S a n ta

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211. Los libros de la Madre —, ed. Luis de León, Salamanca, Guillermo Foquel, 1588. 212. Obras, ed. P. Silverio, 9 vol. (BMC 1-9), Burgos, 1915-1924. 213 Obras, edición manual, transcripción, introducciones y notas de Etren de la Madre de Dios - Otger Steggink, Madrid, 1962. 27

ALVARO HUERGA

214. Procesos de beatificación y canonización de Santa Teresa de Jesús, ed. P. Silverio (BMC 18-20), 3 vol., Burgos, 1934-1935. V aldés, Fernando de 215. Catalogus librornm Prohibitorum, Valladolid, 1559. V illava, Juan Francisco 216. Empresas / espirituales / y morales, en que se j finge que diferentes supues­ tos las traen j al modo extranjero, representando el pen- / samiento en que más pueden señalarse: así / en virtud como en vicio, de manera j que pue­ dan servir a la cris- j tiana piedad. / Por ocasión de la prime- / ra Empresa, que se dirige al Supremo Consejo de / la Santa y General Inquisición de España, se ha- / ce un largo discurso apologético con- / tra la secta de los Agapetas y / Alumbrados. / Compuestas por el Maestro Prior de la Villa de Jabalquinto, del obispado de Jaén. En Baeza, por Fernando Díaz de Montoya, 1613. C) HISTORIA NARRATIVA (Impresos y manuscritos) A lcázar, S.J., Baltasar 217. Chrono-historia de la Compañía de Jesús en la Provincia de Toledo, 2 vols., Madrid, 1710. A rcóte

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LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA

( 1570-1582)

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de la

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ALVARO HUERGA

R odrigues, S.J., Francisco 245. Historia da Companhia de Jesús na Assistencia de Portugal, 7 vols., Porto, 1931-1950. S alazar

y

M endoza, P edro

247. Vida y sucesos prósperos y adversos de fray Bartolomé de Carranza, ed. A. Va­ lladares, Madrid, 1788. Ejemplares ms. en AGOP y BM. S al, Obispo d e Bona, Juan de la 246. Cartas al Duque de Medinasidonia, ed. Adolfo de Castro en: Curiosidades bi­ bliográficas (BAE 36), Madrid, M. Rivadeneira, 1871, págs. 539-546. S ánchez

de

F eria , B a rto lo m é

247. Palestra sagrada y Memorial de santos de Córdoba, 4 vols., Córdoba, Juan Ro­ dríguez de la Calle, 1772. S anta Cr u z , A lon so d e

248. Crónica del Emperador Carlos V, tomo III, Madrid, 1922. S ilverio

de

S anta T l’resa

249. Historia del Carmen Descalzo en España, Portugal y América, 15 vols., Bur­ gos, Tipografía Burgalesa, 1935-1952. S olano de F igueroa, J. 250. Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz, 8 vols., Badajoz, 1929-1935. S ousa, O.P., Luis de 251. Historia de san Domingos, Particular do reino e conquistas de Portugal, 6 vol., Lisboa, Tipografía do Panorama, 1856. T errones

del

Caño, F ra n cisco

252. Instrucción de predicadores, ed. y prólogo de Félix G. Olmedo (Clásicos cas­ tellanos, 126), Madrid, Espasa-Calpe, 1946. T errones

de

R obles, A n ton io

253. Vida, martirio, translación y milagros de san Eufrasio, obispo y patrón de Andújar, Granada, 1657. T orres, A m b rosio de

254. Historia de Palma del Río, 3.a ed., por A. Moreno Carmona, Madrid, 1963. V alera, Cipriano de 255. Tratado para confirmar en la fe cristiana a los cautivos de Berbería, Londres, 1584. Ejemplar: BN = U/10786. 256. Dos tratados. / El primero es del / Papa y de su autoridad colegí- / do de su vida y dotrina, y de lo / que los Dotores y Concilios / antiguos y la misma / Sagrada Escritura / enseñan. / El segundo es de / la Missa..., Londres, en casa de Amolfo Hatfildo, 1588. Ejemplar: BN = R/1108. W adding, O.F.M., Lucas 257. Annales Minorum, Roma, 1593; red. J. M. Fonseca, t. XVI, Quaracchi, 1933. X imena J urado, Martín de 258. Catálogo de los obispos de las iglesias catedrales de la diócesis de Jaén y Ana­ les eclesiásticos deste obispado, Madrid, 1654. Ejemplar: BN = 2/15418. X im énez P atón, Bartolomé = Pedro Ordóñez de Ceballos 259. Historia / de la antigua y con- / tinuada nobleza de la ciudad de Jaén, muy famosa, muy noble y muy leal guarda y defendimiento de los reinos de Espa­ ña, Y de algunos / varones famosos, hijos della, Jaén, Pedro de la Cuesta, 1628. 260. Discurso de los tufos, copetes y calvas, Baeza, 1619. Ejemplar: BN = R/5194. 30

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA

( 1570-1582)

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46

PRIMERA PARTE:

HISTORIA

OD

Capítulo I

SEMBLANZA BIOGRAFICA DE FRAY ALONSO DE LA FUENTE

1.

Patria

Fuente del Maestre, en la seca tierra de Extremadura, fue «mi natu­ ral» x; es decir, «mi pueblo» 12. Así escribió la pluma —voz y espada a la vez— del heroico caballero, cuya biografía quisiera esbozar. Y escribió así como si presagiara la futura legión de historiadores que obstinada­ mente se empeñarán en repetir que nació en Llerena 3. Alonso de la Fuente vio, pues, la luz de este mundo en La Fuente del Maestre, año de gracia de 1533; y recibió las aguas lústrales del bautis­ mo en la pila de la iglesia parroquial, «uno de los templos más nota­ bles de la diócesis» de Badajoz4, el 15 de agosto. «Llamóse su padre Alonso de la Fuente, y fue caballero del Orden Militar de Santiago, hijo de Martín de la Fuente, caballero de la misma Orden Militar; y de Doña Leonor de Cárdenas. [Llamóse] su madre Doña María López de Chaves, hija de Don Luis López de Chaves, caba­ llero de la misma Orden Militar; y de Doña Catalina Gómez de Solís» 5. Los datos son rigurosamente verídicos, ya que Góngora, que es quien 1 A lo n so de la F uente , Memorial a Felipe II: Doc. 1, i. 2 Alonso de la F uente, Memorial a Felipe II: Doc. 1, vi. 3 Es corriente repetir que fray Alonso era de «Llerena» y hablar de «Los Alum­ brados de Llerena». Ambas afirmaciones son inexactas. La única justificación, muy relativa, consiste en el hecho de residir en Llerena el Tribunal del Santo Oficio que se ocupó del asunto de los Alumbrados de Extremadura; también fray Alonso pidió y obtuvo que lo «asignasen» a Llerena para poder trabajar mejor en el «des­ cubrimiento» del Alumbradismo. 4 Cf. Pedro R ubio , Badajoz, en «Diccionario de Historia Eclesiástica de España», tomo I, Madrid, C.S.I.C., 1972, pág. 171 b. 5 Góngora II, 112: Diego Ignacio de Góngora, Historia del Colegio Mayor de San­ to Tomás de Sevilla, 2 vol., ed. E. de la Cuadra y Gibaja, Sevilla, E. Rasco, 1890.

49 4

ALVARO HUERGA

los transmite, los copió de las «informaciones» genealógicas del biogra­ fiado, hechas al optar a plaza en el Colegio-Universidad de Santo Tomás de Sevilla. Apellidos y títulos de padres y abuelos son timbre de honra sanguí­ nea, que obliga a hazañas de cristiano viejo. Y, a fe de hechos, fray Alon­ so de la Fuente, conocedor de la sangre que le corre por las venas y por el alma, honrará a sus abuelos, a sus padres y a su patria chica. 2.

E studiante

en

S evilla

Alonso de la Fuente era hijodalgo, hijo de caballeros extremeños. De pura sangre, pues, en el sentido histórico-dramático que la sociolo­ gía de su época daba a esa expresión. En consecuencia, la educación que recibió de niño fue adecuada a las posibilidades y ambiciones de familia, abiertas a «mucha honra». Los primeros años los pasó en la ascética y caballeresca Extremadu­ ra. Y, al ir creciendo en fuerzas y letras, sus padres lo enviaron a Sevi­ lla «para que con el comercio de sus diferentes habitantes se desahoga­ se y se hiciese experto en los negocios políticos». En Sevilla tenían ra­ mificaciones hondas los Gómez de Solís. Y a casa de un Gómez de Solís fue a parar el joven Alonso de la Fuente: «Posó en casa de un caballero veinticuatro de esta ciudad, pariente suyo por su abuela materna.» El biógrafo Gongora, que da estos pequeños detalles, dice que al joven ex­ tremeño le gustaba poco el bullicio de la gente; y que su patrono advir­ tió con sorpresa que, en vez de adquirir pericia en el mentidero político de la gran escuela sevillana, al joven le tiraban más otros saberes. Pre­ ocupado por cumplir bien la misión familiar encomendada, entabló con el joven una charla amiga, de tú a tú y de sangre a sangre. El diálogo, tal como lo relata Góngora, no carece de importancia, ya que revela y decide una primera vocación del adolescente: libros en lugar de armas o jolgorios o «negocios políticos». «Reconociendo el caballero [veinticuatro, su deudo] lo que Alonso sentía ser llamado y llevado a los concursos [de gente], le habló con re­ solución, diciéndole que le deseaba dar gusto; y así, para ejecutarlo, le pedía que le dijese aquello que fuera más de su agrado. Respondióle que quería vivir retirado de las gentes y estar ocupado en leer libros. Todo se puede hacer, dijo el caballero, aplicándose usted a estudiar latinidad y las ciencias, las cuales, sabidas, constituirán a usted capaz de ser en cualquier estado un perfecto caballero. Consintió en la propuesta y se aplicó a la gramática; y, sabida, entró a oír las Artes en este Colegio [de Santo Tomás de Sevilla], que era entonces el único donde acudían los estudiantes seglares.» 50

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA

( 1570-1582)

El historiador Góngora, que hizo allí sus estudios —lo mismo que el bibliógrafo Nicolás Antonio—, incluirá a Alonso de la Fuente en la gale­ ría de «estudiantes ilustres» del Colegio. A propósito del diálogo del joven con su protector, que se resolvió en mutuo acuerdo de seguir la «carrera de los libros», añade: Alonso «a los primeros días [de colegial] descubrió un gran ingenio para argüir y disputar». No precisa, en cam­ bio, si la vocación intelectual iba unida ya a la vocación sacerdotal. Se­ ñala, eso sí, que «prosiguió aprovechando» y que, «acabado el curso de Artes» o Filosofía, «entró en la Teología». Es, por tanto, verosímil a todas luces que Alonso de la Fuente pretendía ser «caballero de Dios». Corrobora la conjetura otro dato valioso que Góngora ofrece: «el primer año» de estudios teológicos «predicó el sermón del pródigo en el claustro, delante de todos los padres Colegiales y estudiantes, costumbre que se introdujo, y hoy persevera, para que los teólogos se habitúen al púlpito; y asistiendo juntamente algunos caballeros, todos admiraron aquella energía y espíritu, y desde entonces concibieron sería un apos­ tólico predicador» 6. Y a fe que no erraron en el vaticinio. 3.

D ominico

La vocación de libros, la vocación sacerdotal y la vocación de «apos­ tólico predicador» se funden en una sola pieza en esos modelos que Alonso de la Fuente tiene a la vista: sus profesores, hombres de libros y sacerdocio, exigentes y simpáticos, famosos en Sevilla, predicadores de voz firme e hiriente... Además, con su hábito blanco y negro, delicia de la elegancia... Como tantos jóvenes del Colegio, Alonso de la Fuente ambicionó vestir esa librea y vivir esa honrosa profesión. Sangre limpia y espíritu bien templado le sobraban. Según Góngora, además del trato con los maestros de «Santo Tomás», trabó amistad con un Padre empa­ rentado con el caballero veinticuatro en cuya casa residía: «Visitaba fre­ cuentemente a uno de los Padres Maestros del Real Convento de San Pablo, de esta ciudad, pariente del caballero veinticuatro, y, aficionán­ dose a la Orden, pidió el hábito y lo recibió y profesó allí» 7. O sea, en San Pablo de Sevilla, el convento más antiguo y numeroso que los do­ minicos tenían en Sevilla 8. 6

Góngora

1 Ib-

II, 113.

. .

„ ,

8 El convento de San Pablo de Sevilla fue no sólo el mas importante de los seis que los dominicos establecieron en la metrópoli del Betis, sino también el princi­ pal de toda Andalucía. Además de su Studium Generáis, fue la primera sede del tribunal del Santo Oficio, el más antiguo de España, 1480; la Biblioteca de Don Fer-

51

ALVARO HUERGA

Si nobleza y hábito obligan, fray Alonso no necesitaba espuelas. Buen estudiante, buen relgiioso, alegre por temperamento, hay que suponer que prosiguió su carrera allí, pues San Pablo no iba a la zaga de nadie; entre tantos privilegios, disfrutaba también de un Studium Generale. Diego de Deza, al idear para Sevilla una fragua de renovación intelec­ tual, émula de Alcalá, quiso abrirla en San Pablo. Por dificultades que no es del caso contar *9, cambió de sitio y lo plantó junto al Alcázar y a la sombra de la Giralda. Los Estatutos, redactados por Deza, mandaban bandear concurso a plazas de colegiales cada vez que se producía una vacante. De San Pablo optaban los previamente elegidos. Y fray Alonso optó en 1557. Salieron dos plazas a concurso: «Se hallaron once oposito­ res a ambas prebendas. En la perpetua fue electo el padre fray Alonso de la Fuente; y el padre fray Miguel [de Ribera] para la decenia» 101. Ocurrió el vistoso lance el 10 de abril de 1557. Aclaremos con Góngora que, a la sazón, fray Alonso estaba todavía «perfeccionando sus estu­ dios» en San Pablo; y que «se opuso a una perpetua, no habiendo padre Colegial decenio que solicitase ascender a perpetuo»; los opositores a la perpetua fueron ocho; todos riñeron el intelectual combate, y uno solo se alzó con la vistoria: ¡fray Alonso! Aclaremos también, ya por cuenta privada, que las plazas eran de dos tipos o categorías: decenias, o por diez años; y perpetuas, o de por vida. Normalmente, éstas quedaban provistas por concurso de ascenso, si se presentaba algún colegial dece­ nio; de lo contrario, por concurso de oposiciones libres, con su curricu­ lum vitae, su expediente de «limpieza de sangre» y sus ejercicios acadé­ micos. Fray Alonso optó, al primer envite, a una perpetua. Y la ganó. No era, por consiguiente, el estudiante de la «triste figura» que se le antoja a Menéndez Pelayo, en una de las páginas más escuálidas que salieron de su egregia pluma n . Pero dejemos en paz al ilustre montañés. Digamos sólo que fray Alonso juró los Estatutos y tomó posesión de su perpetua el 5 de junio de 1557 12.

nando Colón estuvo algún tiempo allí en depósito. En él se celebraron algunos autos de fe, y precisamente contra los Alumbrados, en el siglo x v ii . Pueden verse: José de H errera , Historia del convento de San Pablo de Sevilla Ms. en AGOP (Roma, Santa Sabina); Francisco R. de S olorzano, Historia del Real Convento de San Pablo de Sevilla, Ms. en Archivo Prov. Bética, O.P. (Armilla Gra­ nada). 9 Cf. A. H uerga, Estudio Preliminar a: Agustín de E sbarroya, Purificador de la conciencia, Madrid, 1973, págs. 71-75. 10 Góngora II, 115. 11 Cf. M. M enéndez P elayo, Historia de los heterodoxos españoles ed nacional tomo IV, Santander, 1947, pág. 235. 12 Góngora II, 113. 52

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA

4.

P rofesor

y

Rector

en la

( 1570-1582)

U niversidad D eciana

Los colegiales de «Santo Tomás de Sevilla» eran, en general, hom­

bres de vocación, hombres curtidos en la dura brega del estudio y de la cátedra. El régimen del Colegio les imponía una casi total dedicación a las faenas específicas. Profesores a tiempo pleno, ocasionalmente reali­ zaban trabajos de púlpito y servicios «teológicos» al tribunal del Santo Oficio; de ordinario alternaban la faena magistral con la faena rectora, pues Deza dispuso que imperase en su fundación una jerarquía demo­ crática, estableciendo elecciones colegiales anualmente 13. En cuanto a la distribución de cátedras, la provisión se hacía por ascenso, es decir, de las cátedras «ancilares» —Artes o Filosofía— se iba gradualmente as­ cendiendo a las «sapienciales» —Sagrada Escritura y Teología. El género de vida y actividad del nuevo colegial perpetuo fray Alonso de la Fuente encajó en la estructura jurídica inalterable de la fundación deciana, que atraviesa por esos años el cénit de su esplendor y se ufana de haber logrado recientemente título y privilegios de Universidad 14. Consta no sólo cómo funcionaba el Colegio-Universidad, sino también el ambiente de colmena «humanista» y «tomista» que reina en él; co­ nocemos, por otra parte, los nombres de la mayoría de los colegiales con quienes le cupo en suerte a fray Alonso convivir y compartir años y años de oración, de estudio y de esparcimiento. Góngora, en su breve biografía, dice que «leyó Artes y fue graduado de Maestro en ellas». Luego apunta que recibió «el grado de doctor en Teología» —tenía «fa­ cultad» para otorgarlo y lo confería en solemne acto académico 15*— , y, en fin, que desempeñó cargos importantes, como el de Consiliario y el de Rector4G. El oficio de Rector se obtenía por elección colegial de profesores y estudiantes. Era un cargo que duraba sólo un año. El acto electivo solía hacerse en la vigilia de la festividad de todos los Santos —31 de octu­ bre—, a mediodía. A la par que el Rector, eran elegidos dos Consiliarios. Los neoelectos juraban observar los Estatutos con absoluta fidelidad y responsable diligencia, vigilando por los privilegios y por los bienes del Colegio, aumentándolos en la medida de lo posible para afianzar la auto­ nomía; y, sobre todo, quedaban investidos de plenos poderes para go­ bernar y castigar, comprometiéndose a proceder en todo «sin pasión ni aceptación de personas» 17. is Cf. ib. II, 5. 14 Cf. A. H uerga, /. c., págs. 88-91. 15 Cf. ib., págs. 84-86. le Cf. Góngora II, 113. ' 17 Cf. ib. I, 128-143 (extracto de los Estatutos decíanos). 53

ALVARO HUERGA

Era, sin duda, un régimen férreo, y, a la par, elástico y funcional, democrático y casi rotativo. Comparado con los que suelen verse y ex­ perimentarse en centros académicos hoy, es una maravilla de «pruden­ cia» y sabiduría «políticas». ¿Cuándo fue elegido fray Alonso para desempeñar esos cargos? ¿Cuántas veces? No es mucho lo que podemos responder. Con todo, es posible dar con exacta precisión un dato: ocupaba la rectoría, según se anotó en el Libro del Becerro, el 5 de diciembre de 1567, fecha en que recibe el juramento de fray Cristóbal del Salto como colegial perpetuo 18. Si la elección se celebraba el 31 de octubre, circunstancia indicada ya, síguese que fray Alonso llevaba desempeñando el cargo de Rector poco más de un mes. Los dos Consiliarios que le han designado son fray Alva­ ro Melgarejo y fray Cristóbal de Valderrama. Góngora cierra el relato del período colegial de fray Alonso con estas palabras: «Dejó el Colegio a 9 de noviembre de 1568, y pasó a su conven­ to a leer Teología» 19. Lo que añade luego ya no dice verdad o es muy impreciso, porque le faltan noticias documentadas. Por el contrario, en lo que dice de la estancia de fray Alonso en «Santo Tomás de Sevilla» es, creo yo, de una indiscutible exactitud, reflejada en los pormenores de fechas precisas. Góngora tuvo a mano el archivo de la fundación deciana. En resumen: fray Alonso de la Fuente pasó once años largos en el Colegio-Universidad de «Santo Tomás de Sevilla», dedicado al estudio, a la enseñanza y a tareas de gobierno. La salida se debió a decisión pro­ pia, o a instancias de su convento de origen, que le ofrece una cátedra de Teología. Es posible que influyese también la «provisión» de la pro­ moción «a grados»; dentro de la Orden, la escala ascendente era: Lector, Presentado, Maestro; para otorgarlos se exigían servicios activos, que sólo se reconocían si se prestaban en un Studium Generale determina­ do 20. En San Pablo de Sevilla «leyó» fray Alonso «con aplauso» dos cursos seguidos: los de 1568-1569 y 1569-1570 21. 18 Cit. por Paulino Q uirós , Reseña histórica de algunos varones ilustres de la Provincia de Andalucía, O.P., Almagro, 1915, pág. 511. 19 Góngora II, 113. 20 MOPH IX, 39: Acta Capitulorum Generalium Ordinis Praedicatorum, ed. B. M. Reichert, t. IV, Romae, 1901. 21 Cf. Góngora II, 114. Dos noticias sobre el Studium Generale de San Pablo de Sevilla en esa época: 1.a) «In Studio Hispalensi, fr. Nicolaum de Salas, magistrum; in magistrum Studii, fr. Thomam Durán, quem assignamus in eodem conventu, ut legat theologiam pro forma et gradu magisterii, et, completo tertio anno suae lecturae, promoveatur ad magisterium, quem nunc pro tune exponimus». Cap. General de Bolonia, 1564: MOPH IX, 73 y 77; 2.a) «In Studio sancti Pauli Hispalensi, nostra auctoritate prorrogamus assignationem et sacrae theologiae studentatum fr. Alphonsi Hurtado, indiani, pro alio quadriennio sequenti»: Cap. General de Roma, 1569: MOPH IX, 112. 54

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA

5.

El

e s t ím u l o

de

la

( 1570-1582)

p r e d ic a c ió n

Tantos años de estudio, con su imperturbable monotonía, son sufi­ cientes para aburrir a un caballero de la fibra temperamental de fray Alonso, mucho más inquieta de lo que a simple impresión cabe pensar. Poco a poco fue despertándose en él la vocación del predicador, soterra­ da siempre en un dominico. Lo punza como espuela fina. Y decide cam­ biar la cátedra por el púlpito. Los «augurios» de su tiempo de estudian­ te, cuando predicó el sermón académico del hijo pródigo, ¿se quedarán en agraz o en flor, sofocados por la pesada rutina de la enseñanza? Góngora sospecha —y yerra— que abandonó la cátedra por haber sido nom­ brado Prior de Llerena 22. No pudo ser ése el motivo, pues no le cayó tan pronto el priorato. Por un traslado de afiliación de un fray Alonso de la Fuente, del convento de Portaceli de Sevilla al convento de Santo Domingo del Campo (Badajoz, cerca de Zafra), que hizo el Capítulo Ge­ neral celebrado en Roma en 1571, pudiera opinarse que perteneció y permaneció algún tiempo en Portaceli 23. Pero, bien calibradas y con­ trastadas las fechas, me parece que se trata de un homónimo, no de nuestro personaje 24. Quien, en efecto, no se traslada a Santo Domingo del Campo, sino a Badajoz. El testimonio del mismo fray Alonso vale aquí más que cualquier indicio: a fines de 1570, dice él, fui designado «predicador» oficial del convento de Badajoz25. En aquellos anchurosos y ardientes campos de tierras y de almas, en su nativa Extremadura, va a empezar la apasionada y apasionante aven­ tura de sus correrías apostólicas. La aventura que lo hará famoso, colmándolo unas veces de júbilo y otras de indignada pena. La aventura de los Alumbrados.

22 «...pasó a su convento a leer Teología; y, habiéndola leído con aplauso, fue graduado de Presentado y electo Prior del convento de la Orden en Llerena, su patria»: Géngora II, 113-114. 23 «In Provincia Beticae transferimus filiationem [...] fratris Ildephonsi de la Fuente a conventu Sancti Dominici de Portacoeli, Hispalensi, ad conventum Sancti Dominici del Campo» [Zafra]: MOPH X, 137. 24 En el Capítulo Provincial de Jerez, 1585, se comunica la muerte de un «fr. Alon­ so de la Fuente, laico», es decir, no sacerdote, en el convento de San Pablo de Sevilla; y en el Capítulo Provincial de Sevilla, 1595, la muerte, en el convento de Santo Domingo de Badajoz, de «fr. Illefonsus de Fuente de Cantos, pater antiquus». Para cortar dudas, en ese mismo Capítulo se anunció la muerte de nuestro perso­ naje: Acta Cap. Prov. Beticae: AGOP XIII-23570. 25 «En el fin del año de [15]70, que fue en el mes de diciembre, vine desde Se­ villa a Extremadura, a la Fuente del Maestre, que es mi natural»: Alonso de la F uente , Memorial a Felipe II: Doc. 1, i.

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ALVARO HUERGA

6.

LO S LANCES ANTIALUMBRADISTAS

Sí, los lances antialumbradistas convirtieron a fray Alonso de la Fuen­ te en pequeño héroe nacional. Ya no será un profesor conocido en los círculos religiosos y académicos en que ha trabajado hasta ahora, sino un predicador que va a levantar la caza de los Alumbrados de Extrema­ dura. A levantarla y a perseguirla hasta que le falte el resuello. En reali­ dad, la aventura antialumbradista de fray Alonso empieza en Navidades de 1570 y no se interrumpe hasta que, por inexorable ley de vida, la muerte la concluye. Veintidós años agotadores, obsesivos, sin quebrar en el carismático empeño, alcanzando sonadas victorias y también ines­ peradas derrotas, le hacen acreedor a un puesto en la historia de la Es­ paña mística. Tanto y más que la conquista de Indias valía la conquista de las Indias de Dios. Es decir, las altas cumbres de la santidad. España entera se conmueve por esa hazaña. Y, junto a los que la realizan, están, haciéndoles sombra, los despeñados, los que la fingen, los que se quedan a medio camino: los Alumbrados. Fray Alonso de la Fuente quizá pensó alguna vez que su aventura era émula y tan valiosa como las gestas de sus paisanos en las Indias Occi­ dentales. Era, en todo caso, la hazaña de un «defensor de la fe» que, por serlo, debelaba la herejía, agazapada y vivaz en su propia patria. Como los gobernantes y la Inquisición prestaron al fin oídos a las voces de fray Alonso, su nombre fue en alas de la fama a lejanos rinco­ nes y, en definitiva, pasó a la historia. Sin embargo, el juicio de valor sobre sus lances ha ido oscilando de más a menos y de menos a más. La narración de su historia —que es inseparable de la historia de los Alumbrados— constituye la tela de los capítulos siguientes. Remitiéndo­ me a ellos, voy a intentar aquí una panorámica, a vista y vuelo de pája­ ro, de esos juicios de valor; y, a continuación, anticipar el mío. Los historiadores de aquella época y de la inmediatamente posterior suelen aludir a los episodios de los Alumbrados de un modo genérico. Hay, con todo, varios que nombran a fray Alonso expresamente como «descubridor» del grupo de Extremadura y como incansable fustigador de los que fue hallando —o inventando— por esos caminos de Dios. Aunque no pretendo, como prometí, embarcarme ni embarcar al lector en un inútil escrutinio de esos libros, citaré algunos que hablan explíci­ tamente de los lances antialumbradistas de Alonso de la Fuente: 1) Jerónimo Gracián de la Madre Dios, el niño mimado de Santa Teresa, tuvo conocimiento de causa; él mismo participó en algunos epi­ sodios; los evoca borrosamente años más tarde en sus Lamentaciones flamencas, pero flamencas no por bulerías andaluzas, sino por brumas nórdicas. He aquí su pintoresca y vaporosa evocación: 56

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA

( 1570-1582)

«Hará algunos años pasados que en España se levantaron unos here­ jes que se llamaban Alumbrados y Dejados, porque decían que les alum­ braba Dios desde el cielo y daba luz en sus particulares espíritus, de lo que debían hacer; y que no habían de hacer obras, dejándose del todo en las manos de Dios —y por eso los llamaban Dejados—, y también porque se dejaban caer diciendo que tenían éxtasis y raptos. Estos, si­ guiendo cuasi la misma herejía de los de arriba, ponían todo su negocio en la oración mental, diciendo mal de la vocal y de hacer buenas obras. Decían que veían en esta vida la divina Esencia, que estaban en estado de perfección, y semejantes herejías. Contóme, hará más de treinta años, un buen viejo de noventa, el tío Antonio Ximénez, que yo confesaba en Pastrana, que conoció a un su tío, llamado Juan Ximénez de Pedro Corona, el cual le contó que vinie­ ron de Guadalajara a Pastrana un clérigo y ciertas mujeres sembrando la secta de los Alumbrados por muchos lugares de La Mancha. Y acaeció que estando un día de fiesta en misa mayor éstos, y muchos otros discí­ pulos que ya tenían, al tiempo de levantar el Santísimo Sacramento, po­ nían la boca en el suelo y aullaban y temblaban. Este Juan Ximénez, no lo pudiendo sufrir, echó mano del hisopo del agua bendita —que en aque­ lla tierra es un razonable garrote— y comenzó a darles en las cabezas, diciendo: “Levantad en horamala los ojos; mirad y adorad al Santísimo Sacramento, y no estéis aullando como bestias.” De esta raza hubo muchos que en Llerena, pueblo de Extremadura, en España, engañaron personas contemplativas y de espíritu peligroso, amigos de novedades y de extraordinarios afectos de oración, a los cua­ les el Santo Oficio castigó hará cuarenta años. Y hará veinticinco años que el Obispo de Jaén, Don Francisco Sar­ miento, me envió a llamar a mí para examinar algunas beatas, que se parecían a éstos, y tenían por perfección padecer acceso carnal con el demonio, siendo súcubas, porque decían que les hacía fuerza, sin que ellas consintiesen, y salían de juicio, quedando como locas y arrepticias hasta que por fuerza les abrían la boca y les metían el Santísimo Sacra­ mento, siendo principal autor de esta novedad de Alumbrados un cura de una parroquia de Jaén, llamado Gaspar Lucas. Examiné muy despacio muchas de ellas y escribí contra este abuso un libro que intitulo Higuera 1oca. Di parte de ello a la Inquisición de Córdoba, determinaron ser error llamar perfección a tan abominable torpeza como es el sucúbito, y ser irreverencia al Santísimo Sacramento de la Eucaristía darle de esta ma­ nera a estas locas- Castigaron al Gaspar Lucas y a otros semejantes» S6.26 26 Jerónimo G racián dé la M adre de. D ios, Diez lamentaciones del miserable es­ tado de los Ateístas de nuestros tiempos, Bruselas, Roger Velpio, 1611; reed. Otger Steggink, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1959, págs. 174-176. 57

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2) Si Gracián se atribuye algo más de lo que le corresponde, no me cumbe juzgarlo. Extraña, con todo, que su descripción apenas se fije en los Alumbrados de Extremadura y que no mencione para nada a fray Alonso. Más explícito anduvo Gil González Dávila en las vidas de los obispos de Salamanca. Al bosquejar la de Don Francisco de Soto (1576, febrero 15-1578, enero 29)27, trazó un cuadro bastante impreciso del «le­ vantamiento» de los Alumbrados en tierras extremeñas. Don Francisco de Soto gastó prácticamente los dos años escasos de su episcopado sal­ mantino en extinguir la hogera. González Dávila conoce algún Memorial de fray Alonso, y hace un ovillo de noticias entremezclando las verdade­ ras con las inciertas 28. Su descripción sirvió de pista y pauta a fray Alon­ so Fernández, «elegantísimo historiador de Plasencia», que amplió el cuadro, pero no amplió las verificaciones. Fernández incluye en sus Anales placentinos el relato de los Alumbrados a propósito del obispo fray Martín de Córdoba y Mendoza (1574, junio 4 - 1578, junio 13)29. He aquí el cuadro, que es un duplicado a la letra del que esbozó Gil Gon­ zález: «En tiempo del obispo fray Martín de Córdoba se levantó una gente en Extremadura, en la ciudad de Llerena y pueblos comarcanos, que, engañada de las leyes bestiales de la carne y nueva luz que fingían, per­ suadían a los simples ignorantes ser el verdadero espíritu el errado, con que querían alumbrar las almas de sus secuaces. Por esto se llamaron Alumbrados, y venían a parar sus leyes en obedecer el imperio de la car­ ne. Con mortificaciones, ayunos y disciplinas fingidas comenzaron a sem­ brar su maldad —que es arte nueva sacar de las virtudes veneno [...]. Fueron los capitanes de este engaño ocho clérigos, que el principal dellos se llamaba Hernando Alvarez, y el segundo el padre Chamizo. Olvidados de tal suerte de su estado, fueron causa de la perdición de mucha gente moza y ociosa, que aplicó el oído a este desorden. Vínose a descubrir un día que, predicando el maestro fray Alonso de la Fuente, de la Orden de Predicadores, natural de aquella ciudad, hombre docto y calificador del Santo Oficio, dixo que tenía relación de ciertas gentes, cuyas vidas eran al parecer religiosas, no lo siendo. Pues el verdadero espíritu no permitía las libertades ni anchuras que ellos concedían a sus discípulos, autorizando a lo que había sido causa de la perdición de Alemania, de la ruina de Flandes, de Francia y de Ingla­ terra. A éstas añadió otras razones llenas de espíritu, hablando a las al­ mas de los oyentes y desengañando a los que estuviesen tocados de esta yerba. 2T Cf. E ubel III, 289. 28 Cf. Historia de las antigüedades de la ciudad de Salamanca, Salamanca, 1606, páginas 515-519. 2¡> Cf. E ubel, III, 275. 58

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( 1570-1582)

No pudo sufrir una mujer, que le oía y estaba tocada deste veneno, las razones y consejos que el docto predicador proponía. Y, levantándo­ se, en medio del auditorio —desatino grande— dixo, hablando con el predicador: "Padre, mejor vida es la déstos y más sana la doctrina que la vues­ tra.” Fue presa luego por el Santo Oficio; y, examinada, se conoció ser tanto el daño que, si con brevedad no se atajara, no tuviera fácil reme* dio, por los muchos a quien tocaba. Pasaron los delincuentes culpados de un gran número, entre mujeres y hombres. Hizo en los principios la Inquisición su oficio; y, viendo ser el caso gravísimo y que pedía diligen­ cia mayor que la ordinaria, pusieron los ojos el Rey Católico y el Conse­ jo Supremo de Inquisición en el obispo de Salamanca, Don Francisco de Soto, inquisidor que había sido de las Inquisiciones de Córdoba, Se­ villa y Toledo»30. 3) No obstante la cercanía geográfica y cronológica, Fernández es muy impreciso. Su relato condiciona los posteriores, que no lo mejoran. Así, por ejemplo, Góngora, biógrafo de fray Alonso, espiga en él, sin aña­ dir nada de su propia cosecha; o, si algo añade, es muy confuso: «Por los años de 1577 se juntaron ocho clérigos idiotas y embusteros, y entre mortificaciones, ayunos y disciplinas daban soltura a los deleites y enseñaban ser lícitas las torpezas, porque decían eran obras guiadas por el espíritu que alumbra las almas; y así, ellos y sus secuaces se lla­ maron alumbrados. No pudieron encubrirse estas negras luces y tene­ brosos alumbramientos al P. Fuente; y predicando en la más principal iglesia parroquial de allí [Llerena], reprendió aquellas nuevas doctrinas con sólidos fundamentos y notorios ejemplares, diciendo ser hipócritas los que las enseñaban y dignos de castigo por sus malas vidas. Púsose en pie una mujer del auditorio, y dijo: Padre, mejor vida y doctrina es la de los que nos guían y enseñan que la vuestra; y así, callad. Mandó el predicador que la apartasen y asegurasen hasta que acabase el sermón y, luego que lo acabó, la llamó y examinó, y habiendo conocido su error, delató al Santo Tribunal a los nuevos maestros de hereticales errores, Chamizo y Alvarez, de cuyas declaraciones constaron los seis compañe­ ros y muchos discípulos. La majestad del rey Don Felipe II envió a Lle­ rena a la conclusión de esta causa a Don Francisco de Soto, obispo de Salamanca, Inquisidor que había sido de Córdoba, Sevilla, Toledo y de la Suprema; y en calificar y censurar, convencer y redargüir a los com­ prendidos, trabajó nuestro Maestro Fr. Alonso de la Fuente con alto es­ píritu, teniendo por compañero al P. Maestro Fr. Alberto de Aguayo, 30 Alonso F ernández, Historia y anales de la ciudad y obispado de Plasencia, Ma­ drid, 1627, libro III, cap. 8, págs. 253-254. 59

ALVARO HUERGA

de quien trataré en su lugar31; y en premio de este trabajo, le honró el Señor Inquisidor General con el título de Consultor y Calificador» 323. 4) Por estos botones de muestra se ve lo pronto que el fenómeno de los Alumbrados de Extremadura pasó, más que a la historia, a la le­ yenda literaria y edificante. Nueva etapa —y nueva imagen— la abrió Vicente Barrantes, solícito acarreador de papeles viejos relativos a la historia de Extremadura. Pero, en vez de explorar los archivos del Santo Oficio —tesoro secreto—, orientó sus pesquisas por bibliotecas y recogió infinidad de noticias manuscritas. Un filón de oro creyó hallar en el «códice importantísimo» de Salamanca, que «arroja tanta luz sobre el tenebroso asunto de la herejía de que fue teatro Llerena en el si­ glo xvi» 3,3. Para entenebrecer la figura y la hazaña de fray Alonso fue, sin duda, importantísimo este códice. Porque Barrantes, tan ufano por el hallazgo, no empleó la pica crítica. Se trata, en efecto, de un manus­ crito que contiene material contrahecho, copias y extractos de réplica a fray Alonso. Por este doble camino —el pintoresco y edificante de Alon­ so Fernández, el seudocrítico y parcial de Barrantes— ha entrado en la historiografía moderna la figura de fray Alonso de la Fuente. Y quien más culpa ha tenido en ello ha sido Menéndez Pelayo, para quien el Apa­ rato de Barrantes colmaba hasta la hartura las aspiraciones de un his­ toriador de los Alumbrados34; liberado del empeño de la investigación, se recreó don Marcelino en cargar varas y tinta literarias contra fray Alonso. Y de sobra es sabido que la Historia de los heterodoxos españo­ les ha sido —y lo sigue siendo— el manual y la fuente de la miniturba de eruditos que escriben de los Alumbrados. La imagen de fray Alonso, tan injustamente malparado, se proyecta sombría en la pantalla de la cultura moderna. A la zaga de Barrantes y Menéndez Pelayo va, a ciegas o miope, la mayoría de los historiadores y eruditos que posteriormente escribieron de este asunto35. 31 Cf. Góngora II, 127-129; más amplia noticia biográfica en: P. Q uirós , o . c ., pá­ ginas 284-288. 32 Góngora II, 114. Indica expresamente las canteras en que se inspira: Luis de P áramo, De origine Inquisitionis; Gil González D ávila, Alonso F ernández y «el obis­ po de Monópoli» Juan López: cf. ib. II, 115-115. 33 Vicente B arrantes, Aparato bibliográfico para la historia de Extremadura 3 vol., Madrid, 1875-1879. Llerena: II, 328. Sobre la biblioteca de Barrantes, donada en 1924 por sus herederos a los Padres Franciscanos de Guadalupe, véase: A. B arrado, Ms . franciscanos de la biblioteca de V. Barrantes [-f 1889], en «Archivo ibero-americano», segunda época, 9, 1949, pági­ nas 211-237. 34 En el Aparato, de Barrantes, «se hallan reunidos cuantos datos y documentos pueden apetecerse sobre este asunto»; M. M enéndez P elayo, Heterodoxos IV, 232 n. 1. 3r> En particular, Antonio Astráin , Historia de la Compañía de Jesús en la Asis­ tencia de España, tomo III, Madrid, 1909. El trato despectivo a fray Alonso fue in crescendo, gracias, sobre todo, a Menéndez Pelayo, que no le perdona cada vez que lo tropieza o se lo imagina (cf. Heterodoxos IV, 235, 238, 246). Barrantes, que 60

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5) Una novísima etapa estamos viviendo hoy. El fenómeno de los Alumbrados es un tema de moda, al menos en determinados círculos y ambientes. Ni el pintoresquismo ni la edificación son criterios acepta­ bles. El hombre moderno es terriblemente crítico, y quiere la historia pura y desnuda. Al interesar el tema de los Alumbrados, interesa tam­ bién la figura de fray A l o n s o , tan inseparablemente vinculada a la his­ toria de los Alumbrados extremeños. Una larga serie de citas podría aducir, todas ellas insistiendo en el desiderátum de que sobre el tema de los Alumbrados —y su colateral— se hagan investigaciones en profundi­ dad, pues son insatisfactorios los esbozos de Alonso Fernández y de Ba­ rrantes y de Menéndez Pelayo 3,!. En líneas generales, puede decirse que el nombre, la figura y el prestigio de fray Alonso de la Fuente están hoy en alza 3637. Dejando para más tarde la narración detallada, según dije, de su aventura antialumbradista, anticipo mi juicio sobre ella: 1) Al toparse inesperadamente con los Alumbrados de Extremadu­ ra, fray Alonso no sólo los «descubre», sino que se descubre también a sí mismo. Descubre su carisma, su vocación o llamada de Dios a des­ bebió en aguas parciales, emplea un tono, ya que no de simpatía, sí contenido ha­ cia su paisano; Astráin no para en barras y lo llama «mentecano» (o. c., III, 65). Sobre la falsilla del triunvirato citado fue, por ejemplo, R. Robres: «De las voces y lamentos del dominico [Alonso de la Fuente] apenas haremos caudal, sabiendo que envuelve en sus dicterios a la Compañía, al Maestro Avila, al Patriarca Ribera y a otros muchos, y que, al fin, hubo de cantar la palinodia»: Ramón R obres L luch , San Juan de Ribera, Barcelona, Juan Flors, 1960, pág. 66. El ilustre autor, de vuelta ya, no suscribe actualmente la juvenil sentencia, calcada en Menéndez Pelayo y Astráin. También parte de éstos C. A. K neller , en su estudio: Alonso de la Fuente und die Exercicien, publicado en «Zeitschrift für Kath. Teol.» 51, 1927, págs. 562-569, aunque usa un tono más moderado y conoce el Memorial de fray Alonso que publi­ caron M. Mir y J. Cuervo en 1903; el carácter privado de los Ejercicios —no se daban entonces en público— despertó, dice, los recelos de fray Alonso. 36 Cf. Antonio M árquez, L os Alumbrados. Orígenes y filosofía, 1525-1559, Madrid, Taurus, 1972, págs. 37-55 («Historiografía»), 37 Citaré tres testimonios: l.°) «Más exacta es la idea de los Alumbrados que reflejan los Memoriales de la Fuente, quien, a pesar de las censuras que ha mere­ cido de parte de muchos historiadores, y algunas desviaciones en sus obstinadas censuras contra los jesuitas o teatinos, conocía mejor que los inquisidores el mo­ vimiento iluminista»: H. S antiago-Otero, En torno a los Alumbrados del Reino de Toledo, en «Salmanticensis» 2, 1955, pág. 634, nota 44; 2.°) «Había sido [fray Alonso] uno de los principales debelado res del foco iluminista de Llerena [...]. El bien que hizo el Padre de la Fuente a la causa de la fe en España fue incaculable [...]. Un apóstol dominado por una psicosis de esta índole está penetrado de una fina sen­ sibilidad para todo lo que se relacione de algún modo con el campo de su misión»: I. I paraguirre , Historia de los Ejercicios de San Ignacio, vol. II, Bilbao-Roma, 1955, página 407; 3.°) «Los innumerables Memoriales de Alonso de la Fuente sobre los Alumbrados de Llerena son los que han condicionado la imagen popular y hasta erudita que hoy se sigue teniendo en España sobre este fenómeno. Los Memoriales, como todo lo demás referente a Llerena, precisamente por haber pasado a la cate­ goría de mito, están sumamente necesitados de un estudio serio y completo»: A. M árquez, o. c., pág. 49. 61

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hacer aquel dramático entuerto. Se instala, pues, en un mundo de ma­ ravillosísimo y de decadencia religiosa. 2) Por temperamento y por formación, fray Alonso no parte del va­ cío, ni de un apriorismo, ni de exaltación imaginativa, aunque luego se enrede bastante en estos lazos. Su punto de partida fueron los hechos constatados. Hechos que inmediatamente contrastó en el yunque de los principios teológicos. Constata, en efecto, de camino para Badajoz, que las gentes de su tierra andan enfervorizadas y fanatizadas por un tipo de espiritualidad que le da en rostro. Otros grupos las muerden a más no poder. Es un fenómeno que ya observó el joven obispo Juan de Ribe­ ra años atrás, en 1562, cuando tomó en sus manos elegantes e inteligen­ tes las riendas de la diócesis 38. Fray Alonso se enteró de este primer buen paso de Ribera, y lo alabó sinceramente. Pero el mal, en vez de disminuir, fue in crescendo. Fray Alonso se asombra de aquel fervor, ali­ mentado por «maestros» clérigos, que forman liga. De uno, extravagan­ te, que se llamaba Juan García, no se olvidará nunca. Enseñaba y se jactaba de conducir a sus discípulos en tres días a lo más alto de la per­ fección; otros, más cautos, prometían hacerla alcanzar en quince días. Para fray Alonso era lo mismo. Era igual a ver «guindas maduras por enero», según su gráfica expresión39. Contrastando esas afirmaciones con el principio teológico de que la perfección cristiana —la santidad— es lo último que se logra, y que no se logra sin mucha ascética, la con­ ss Fue obispo de Badajoz desde 1562 a 1568: cf. E ubel III, 266; cf. J. S olano de Historia eclesiástica de la ciudad y obispado de Badajoz, 8 vol., Badajoz, 1929-1935; y, sobre todo, R. R obres Lluch , o . c ., págs. 49-71 («El obispo de Badajoz, 1562-1568»), Los avisos que dio a los curas y confesores revelan que ya en 1562 existían atis­ bos del futuro mal: «Una de las cosas principales que tengo que advertiros —y, por ser tan principal, será la primera— es que tengo entendido hay algunos entre vosotros que sólo tratáis con gente recogida y virtuosa, y a los demás menospre­ ciáis y repudiáis como a gente que no siente con vuestro parecer y que van contra él, no siendo el suyo tan sano y santo como el vuestro. Otros, al revés, a la gente recogida tenéis por hipócrita y extremada. La opinión de los unos y de los otros tenemos por indiscreta y reprobada, y deseamos que nuestro Señor os diese espíritu para abrazar todo género de gentes y condiciones, sueltos y recogidos, sanos y enfermos, sabios e ignorantes, santos y que no lo sean, de manera que hallasen debajo de vuestras alas abrigo los buenos, remedio y medicina los enfermos y per­ didos, pues a todos somos deudores y de todos nos han de pedir cuenta y todos están a nuestro cargo»: Juan de R ibera, Advertencias a los curas y confesores de su diócesis, en: Juan X im énez , Vida y virtudes de... Don Juan de Ribera, Roma, Roque Bernabó ,1734, págs. 324-327. Más tarde protegió mucho a los que parecían celosos sacerdotes y a las beatas pobres. Al abandonar la diócesis, nombrado Ar­ zobispo de Valencia, dejó también un testamento espiritual, que será el que fray Alonso «califique» con dureza. Ni la carta de despedida ni la calificación, ambas enviadas al Consejo por el tribunal de Llerena, han aparecido. Y es una lástima —y una laguna— de las innumerables que pesan sobre este libro. 39 Alonso de la F uente’, Anotaciones sobre los libros que se intitulan: «Las obras de Teresa de Jesús»: AHN.: Inq., legajo 2072, exp. n.° 43. F igueroa,

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clusión no tardó en presentarse a su pericia dialéctica: aquella santidad no podía ser auténtica. Ni daba signos de serlo, porque «desjarretaba» el orden natural y aun las virtudes y las instituciones sociales, que, se­ gún otro principio común de teología, son perfeccionadas por la gra­ cia, no destruidas 40. La conclusión era de una lógica y de una verdad impecables. 3) Por otro lado, las raíces de la enfermedad estaban hondas y, a flor de piel, arropadas por la «autoridad» de los maestros. El trabajo que fray Alonso se echó encima, convencido de que su causa era justa y urgente y que Dios le empujaba a no dar paz a la espada cortante de la predicación, fue enorme. Nos admira verle ir de pueblo en pueblo, de villa en villa, de púlpito en púlpito, obsesionado, incansable en busca de Alumbrados y dispuesto a darles un golpe mortal. Sus correrías apostó­ licas no tienen cuento. Basta recordar que predica en Fuente del Maes­ tre, en Badajoz, en Talaveruela, en Azuaga, en Usagre, en Montemolín, en Llerena, en Valencia de las Torres, en Cazalla, en Zafra, en Los San­ tos, en Medina de las Torres, en Puebla de Sancho Pérez, en Calzadilla, en Fuente de Cantos, en Villafranca, en Ribera, en Almendralejo, en Azabuchal, en Villalba, en Salvatierra, en Salvaleón, en La Parra, en La Mo­ rena, en El Almendral, en Torre del Almendral, en Nogales, en Santa Marta, en Valverde, en Villanueva de Barcarrcta, en La Higuera de Var­ gas, etc. En muchos sitios, «de asiento»; es decir, durante varios días o semanas; a otros gusta volver cuando la ocasión se lo brinda. Sin duda cumple hasta extenuarse con su «oficio» de predicador, con su carisma de flagelo de los Alumbrados. 4) El éxito de su campaña fue muy vario; en algunos lugares provo­ có el alboroto, la facción; era natural que así sucediese, pues de tiempo atrás el pueblo andaba dividido en dos bandos, uno en pro, otro en con­ tra de la nueva espiritualidad. Lo que hacía fran Alonso con sus sermo­ nes entusiasmantes —¿no admiran y temen los mismos Alumbrados su cultura y sus dotes?— era reavivar el fuego. En general, el fabuloso trabajo, pese a los tragos amargos —que él sorbe y absorbe con valor—, consiguió un resultado positivo: la Inquisición acabó por creerlo y, ante el hecho, sus enemigos se intimidaron. Ni los impugnadores de fray Alonso, como Francisco de Porres 41, ni los epígonos de éste, como Ba­ 40 «Cum enim gratia non tollat naturam, sed perficiat»: Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, I, q. 1, a. 8 ad 2. , _ 41 Refiriéndose a los Dichos y hechos de fray Alonso de la Fuente, de Francisco de Porres —que publicamos en Documentos—, anotó ya agudamente E. Colunga: «Lo que aquí importa saber es por qué el Consejo de la Suprema Inquisición vino en cierta manera a ser amparador de fray Alonso. El citado anónimo lo explica por la razón de que el Santo Oficio se había servi­ do de fray Alonso de la Fuente. Pero el anónimo, sin querer, indica otra más fuer63

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rrantes y Menéndez Pelayo *43, se atreven a regatearle el doble mérito positivo de «descubridor» de la lepra religioso-social de Extremadura y de «servidor» del Santo Oficio. Al fin y al cabo, sus correrías apostóli­ cas y su celo antialumbradista desvelaron la existencia de la plaga o in­ fección. Y la Inquisición actuó con mano recta y firme. Y fray Alonso fue nombrado compañero del inquisidor Montoya en la visita al distrito en busca de Alumbrados. ¿Quién mejor que él para acompañar al novi­ cio inquisidor, para aconsejarlo en la difícil tarea, para predicar el «edic­ to» de la fe? 5) Avezado fray Alonso a los quehaceres de la investigación teoló­ gica, no pudo resistir al acicate de indagar el tejido misterioso de la secta. Esta faena resultaba inaplazable y útil, tanto para él como para que sirviese de luz y guía a los inquisidores. Un descomunal esfuerzo más que se echó al hombro. De ahí el cultivo de un género literario tan típico como los Memoriales, que es el único cultivado por fray Alonso. En los Memoriales demuestra su saber, su experiencia y su buen corte de pluma, y aun su buen humor. Son documentos de primera calidad, incluso cronológica, para conocer, podándole las exageraciones o bultos, el Alumbradismo extremeño. Quizá más al rojo vivo que a través de la documentación inquisitorial, fría como un bloque jurídico. En realidad, los documentos inquisitoriales han guardado con avaricia su secreto pro­ fesional, y lo poco que los eruditos e historiadores han sabido de la «misteriosa» secta son noticias en su mayoría filtradas por la voz y los escritos de fray Alonso. Aun sus detractores, lo poco que conocen, a él se lo deben, directa o indirectamente. Esto último se le ha echado en cara a Menéndez Pelayo, tan injusto e inveraz con fray Alonso 43. 6) El ímpetu del carisma y la obsesión caballeresca traicionaron el éxito de su aventura. El, que había conquistado a viva voz y a pulso de pluma el misterioso mundo del Alumbradismo, derribando su tramoya, te, pues dice, atribuyéndolo a las denuncias de fray Alonso, que el Santo Oficio había comenzado a poner en sus edictos los errores que afirmaba el denunciante que existían, y lo que es más, que había mandado hacer averiguaciones secretas en los lugares donde había casas de la Compañía. Lo que pasaba es que fray Alonso no estaba solo, que en el Santo Oficio había otras denuncias y antecedentes, y, por lo mismo, los Consejeros no tenían por calumniador al celoso impugnador de los alumbrados, aunque le tuvieran por extremado»: E. Colunga, Intelectualistas y mís­ ticos en la teología española del siglo XVI, en «La Ciencia Tomista» 10, 1914-1915, página 242. En nota añade: «Entre otros antecedentes estaba el proceso contra el P. Francisco Villanueva, que se refería a estos asuntos. El P. Ruiz Amado (D. Miguel Mir y su Historia interna documentada de la Compañía de Jesús) afecta poner en duda la existencia de tal proceso. Pero ya el P. Getino había ofrecido decir dónde se encuentra (La Ciencia Tomista, t. I, pág, 544)». 42 «El descubridor de esta lepra social, nuevo azote de la despoblada Extrema­ dura, fue un fraile dominico, llamado fray Alonso de la Fuente»: M. M enéndez P elayo, Heterodoxos IV, 234. 43 Cf. A. M árquez, o. c., pág. 46. 64

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fue tan a los extremos que se perdió a sí mismo, o, al menos, descubrió su flanco flaco y mediosucumbió en el contraataque de una de las alas agredidas; nadie le ayudó en el desamparo; el Santo Oficio, presionado por coronas y púrpuras, tuvo que contemporizar y capear el temporal que se desata contra fray Alonso. ¿Qué sucedió? Fray Alonso, fiel a su vo­ cación intelectual de cazador de la verdad, apuró lo que pudo la búsque­ da de las raíces de los Alumbrados. Es decir, sus causas formales, efi­ cientes e instrumentales. ¿Quién sembró la cizaña en el religioso campo extremeño, amado campo extremeño, campo de pan y de piedad llevar? Lógicamente, no se trataba de una hierba espontánea, ni de un invento de sus propias sobrinas y beatas zafias. La secta tenía sus maestros. Pero éstos, a su vez, tenían predecesores. Fray Alonso, tan agudo y avispado ingenio, se dejó envolver ingenuamente por el aire de maravillosismo que reinaba y se respiraba en su época. Un aire penetrante hasta la mé­ dula de los que, por formación o por cargo, cabía presumir inmunizados. La causa fontal del fenómeno alumbradista no era divina. Luego era diabólica, concluye fray Alonso. Y con él, tantos más, incluso inquisido­ res de oficio. Fray Alonso lo repite hasta la saciedad44. Es hijo de su época, en la que la psiquiatría y la metasicología estaban en mantillas. No es que hoy hayan salido de ellas, pero algo se ha avanzado. Eviden­ temente, tendemos a situarnos en perspectiva científica moderna, apli­ cando los datos a la fenomenología religiosa, y, en concreto, a la que fray Alonso vio y palpó con sus propios ojos. No es menos obvio que sería pedir demasiado a un hombre de su tiempo. Lo peor del caso es que fray Alonso, para quien este enfoque resultaba impensable, no se paró en barras. Convencido como estaba del origen diabólico de aquella sec­ ta, se dio a indagar de cuáles instrumentos se servía el diablo para pro­ pagarla. El diablo tiene, de antiguo, fama de ser astuto, engañador y co­ barde. No da, de ordinario, la cara; disimula; es hipócrita. Y el colmo de la hipocresía, como el del vicio, es revestirse de virtud, de santidad. Sólo en la apoteosis y en la bacanal —en la posesión—, el diablo se muestra a las beatas en su horripilante desnudez. Para fray Alonso no hay duda: el diablo instrumentaliza al hombre que tiene fama de santi­ dad y al libro que ofrece gratuitamente un estupendo mensaje espiritual de cumbres místicas. Incluso se sirve de instituciones religiosas que se presentaban a la sociedad con signos de renovación cristiana. Puesto a indagar, los mismos alumbrados le dan una pista: los obispos, aparen­ temente tan celosos, como Cristóbal de Rojas y Juan de Ribera; la siem44 «Los a u to re s d e e sta h e r e jía so n m a g o s y h e ch icer o s y tien en m a n ifie sto p acto co n e l d em o n io , el c u a l e s a g en te p rin c ip a l d e e s te en gañ o, a n sí p ara sem b rarlo c o m o para e n co b rirlo y su ste n ta r lo co n o p era c io n es p ro d ig io sa s d e v isio n e s, rap tos, r e v ela cio n es, se n tim ie n to s y lo c u c io n e s sen sib les» : A lon so d e la F uente, Memorial

al P. Provincial: Doc. 5.

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bra oral y epistolar del «Maestro» apostólico Juan de Avila; los libros —bocado de cardenales y de almas sencillas— de fray Luis de Granada; los exercicios nuevos de los teatinos... Fray Alonso sabe que uno de los sacerdotes que apacientan a las beatas, el Doctor Mexía, defiende que aquella espiritualidad «alumbrada» es ortodoxa y que ha sido teatino y que ha dicho que, si se averigua, se encontrará en sus casas la práctica de esa doctrina; fray Alonso ha indagado esto y mucho más. Y esto le sirve de rampla de lanzamiento. Viéndolo todo a través del prisma de esos datos —que son verídicos—, no ve más que eso, cae en la añagaza y universaliza. El fallo es garrafal. Para colmo, dispone de tiempo libre a fines de 1575 y, lanzado como está, obsesionado como está, en vez de tomarse unas vacaciones, no se concede un momento de reposo. El in­ quisidor Montoya, ocupado en ordenar los papeles de la visita, se queda para largo en Llerena; los Alumbrados de Extremadura están en las cár­ celes; fray Alonso no puede salir a sus correrías, porque el Santo Oficio está instruyendo los procesos. ¿Qué hacer? Fray Alonso escribe y escri­ be Memoriales; viaja a la Corte; obsequia a Felipe II con un estupendo Memorial, la mejor pieza literaria que brotó de su pluma; vuelve a Lle­ rena, pasadas las Navidades de 1575-1576. Y, tendiendo la vista por en­ cima del horizonte extremeño, decide acometer el lance portugués. Ni corto ni perezoso, pasa la frontera, espoleado por sus pensamientos. En Portugal, país hermano y vecino, torre de fray Luis de Granada y de los teatinos, la simiente debe estar germinando a velas desplegadas. Fray Alonso vuela. A fines de marzo está ya de vuelta en su convento. A la expectativa. ¿Qué sucederá? Ni por asomo se le ocurre temer que el lance se va a convertir en un desastre. El, que tan felices se las prome­ te, no recibe noticias ni llamadas de Portugal; sólo una, y ésta viene de Madrid, firmada por el Consejo. Gozoso, como siempre, se pone en ca­ mino. Sospecha que lo llaman para premiarle sus servicios, o simple­ mente para que explique cosas de los Alumbrados. De hecho, ignoraba que la mano de la Inquisición, justa y justiciera, va a caer sobre su ca­ beza. ¡Ironías de la vida! Acompañémosle en el viaje.

7.

«Lo

QUE DIJO F R AY A L O N S O E N W . C A M I N O »

El Cardenal Infante Don Enrique, arzobispo de Evora, Legado a Latere de Su Santidad, futuro Rey de Portugal, etc., etc., apenas captó el meollo de lo que fray Alonso, con su palabra acalorada y fluvial, le ex­ puso; cuando éste salió de la entrevista, repasando la frontera, el Carde­ nal pudo echar una mirada al Memorial que le dejó, y montar en púrpu­ ra y en ira. A encenderlo más, no a calmarlo, vienen nuevas de que fray 66

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Alonso ha hecho ésa y otras muchas. Francisco de Porres, procurador de los teatinos en la Corte de Madrid, con informes confidenciales de buena fuente y con estilo desenfadado, escribe: «Cuando el Serenísimo Cardenal Infante vio que se le había escapado el padre fray Alonso de su Reino [...], le pesó en el alma»45. Quería, con su vara de Príncipe y de Inquisidor General, hacer en él castigo y escarmiento. La versión que Don Enrique dará del episodio es diferente, más de circunstancias y me­ nos adherente, si no me engaño, a los hechos 46. En realidad, no pudo darle a fray Alonso su merecido, porque, sin aguardar a respuesta, se volvió a Llerena. Con el Memorial a la vista y con los informes recientes, y sin el audacísimo aventurero, que había huido, Don Enrique convocó su pequeño Consejo para deliberar sobre las medidas oportunas: no po­ día dejar impune aquel astifino atrevimiento que maculaba las niñas de sus ojos: los teatinos, fray Luis de Granada... Acudieron a la consulta deliberativa su confesor, padre León Enríquez, jesuíta; los padres más en vista de la Universidad de Evora, regentada ñor jesuítas; fray Luis de Granada y el padre fray Esteban Leitáo, Provincial de los dominicos por­ tugueses, ambos a la sazón allí; Manuel Antúnez, capellán-secretario del Cardenal, fidelísimo, docto y diligente; puede que otros. La decisión fue enviar a Manuel Antúnez a la Corte y a la Inquisición españolas a pedir «justicia». Cartas y poderes llevaría para ello el mismísimo Cardenal. Emprendió el viaje nada más concluir y autenticar, ante Notario ecle­ siástico, la copia de los Memoriales, que eran tres, o por lo menos dos, si el entregado en Lisboa al inquisidor Jorge Gongalves Ribeiro no había sido remitido a tiempo. La máquina de las presiones políticas empezaba a moverse en contra de fray Alonso; él, sin quererlo, la puso en marcha, o dio ocasión a ello. Don Gaspar de Quiroga, que, por suerte, dispone de unos meses libres, está en su diócesis de Cuenca; Don Rodrigo de Castro, brazo derecho del Consejo, está también en su diócesis de Zamora. De mutuo acuerdo van dando largas al asunto; conocen de sobra el modo de ser de fray Alonso, y le quitan importancia. Por otra parte, no pueden desairar a un príncipe tan eminente. En vista del sesgo del lance, a todas luces inopor­ tuno, citan a fray Alonso a Madrid. Y fray Alonso, a quien no comunican para qué lo llaman, ni se le ocurre pensarlo, se pone en camino. Ufano y con el fardel repleto de papeles. Como de costumbre. Si no me equivoco, es la quinta vez que va en el breve plazo de tres años: abril de 1973, abril de 1574, febrero de 1575, diciembre de 1575, y ésta, primavera de 1576, a fines de mayo o principios de junio. 45 Francisco de P orres, Historia del Colegio de Madrid, Ms., lib. V, cap. 4, f. 296. 46 Compárese, si se quiere, el texto de Porres con la Carta del Card. D. Enrique al Inquisidor General, que edito en: Doc. 115. 67

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Suele hacer el viaje en muía, y rodeando; una vez fue por Sevilla; otra, por Salamanca. No sabemos si en esta ocasión bajó a Sevilla, adon­ de iba con alguna frecuencia, o si atravesó Sierra Morena para tomar, Guadalquivir arriba, la ruta de Andalucía a la Corte. Lo cierto es que en Adamuz, pueblo de Córdoba, se unió al grupo un estudiante de Guadalajara, por nombre Juan de Castañeda. Pocas semanas más tarde, Casta­ ñeda contará por escrito «lo que me dijo fray Alonso en el camino». El relato del alcarreño es interesantísimo: valioso para quienes le rogaron lo escribiese, y más útil todavía para conocer a fray Alonso, a quien Castañeda dibuja con garbo y desgarro de estudiante y ex-novicio... je­ suíta 47. Leeremos algunos trozos, con promesa de dar el texto íntegro en la segunda parte: «Yo me encontré con el padre fray Alonso de la Fuente en un pueblo que se llama Adamuz, cinco leguas de Córdoba; y determiné venirme con él, por parecerme buena compañía, hasta Madrid. Y hablando algu­ nas cosas, comenzamos a hablar de la Compañía. El cual me la comen­ zó a alabar mucho y decirme que era gente muy santa y que hacía mu­ cho fruto en la Iglesia.» La manera de introducirse en el tema es un ardid que fray Alonso usa para sonsacar al estudiante, que debió confesarle, a las primeras de charla, que había estado de novicio. Prosiguen cabalgando, la conversa­ ción desviada a otras cosas, recto el camino entre olivares. Fray Alonso, que rumia sus pensamientos y observa a su pupilo, retorna a la carga: «Poco después, volviendo la plática, me empezó a abrazar desde la muía, diciendo: carissime, diligo te in visceribus meis! Alzó las manos en alto y díjome que me tenía grandísima lástima de verme engañado de unos sicofantas y malditos, que hacía treinta años que traían engañada la Igle­ sia». Es el estilo efusivo y cordial el ataque de frente. Fray Alonso, que ha abierto el diálogo con este abrazo, «me tomó juramento de no decir a ninguno de la Compañía lo que me quería decir; y yo le hice; y el tam­ bién juró un gran juramento que todo lo que me quería decir era ver­ dad». Poco le importaba al estudiante ex-novicio un juramento menos o más. A fray Alonso, sí; fiado, pues, y cobijado en él, fray Alonso reanudó desde su muía la charla, desembuchando los secretos que llevaba en la memoria y en los papeles y que se le salían a borbotones incontenidos por la boca, como la lava de un volcán. Para que su acompañante le die­ se más crédito, hizo una presentación de quién era, y luego fue revelán­ dole secretos: «Díjome cómo era Consultor del Santo Oficio de Llerena 47 Dos cartas autógrafas de Juan de Castañeda, jesuíta, al Prepósito General, E. Mercuriano, datadas en Guadalajara, 1 agosto 1574 y 28 septiembre 1574. Se refie­ ren a asuntos del Colegio de Guadalajara; la segunda «por cumplir la obediencia, va en medio pliego»: ARSI.: Hisp. 122, ff. 1 r-2r y 85 r.

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y que habían allí prendido diez clérigos, discípulos de la Compañía, y que el padre maestro Santa Cruz, habiéndole preguntado por ellos, dijo que eran unos grandes siervos de Dios; y me juró que vio una mujerci­ lla, que confesaba con el padre Santa Cruz, negar la obediencia al Sumo Pontífice, y que decía que su maestro se lo había enseñado»; sin freno ya en la lengua, fray Alonso prosiguió su monólogo: le dijo también que los padres de Plasencia «eran muy grandes bellacos, y que habían hecho muy grandes deshonestidades con muchas mujeres, sus penitentes, ha­ ciéndolas desnudar delante de ellos para ver si estaban mortificadas, y otras suciedades de esta manera». El estudiante le oía atónito, y a buen seguro que, por lo que tenía de picante la conversación y por referirse al instituto de los jesuitas, del que hacía poco le habían expulsado, le encantaba y se regodeaba. Fray Alonso es un buen conversador, que sabe tener en vilo a sus interlocutores. Poco a poco los otros viajeros se percatan de lo entretenidos que van el fraile y el estudiante; el camino es largo; con la confianza que da el caminar juntos, se acercan, escuchan. Fray Alonso da rienda suelta a su palabra, «sembrando grandes abominaciones de los de la Compañía por todo el camino». Al anochecer, hacían alto en alguna venta. Acomodados caballeros y cabalgaduras, se juntaban en el patio y en las salas a contar sus aventu­ ras. Con mayor o menor disimulo, fray Alonso tomaba parte y apuntaba a «su tema»: «En llegando a la posada, en habiendo corrillo de gente, luego decía que venía de Llerena, adonde estaban presos diez teatinos, y que eran muy grandes herejes, de manera que, sin ninguna duda, en­ tendían que eran de la Compañía». Al día siguiente, con el lucero del alba, los viandantes, aparejadas sus cabalgaduras, continuaban viaje. Fray Alonso y el ex-novicio volvie­ ron a caminar juntos, según acordaron en Adamuz; y volvió el dominico a reanudar su «tema» y a redoblar el juramento: «Tornóme a tomar ju­ ramento de guardar secreto, y él me juró que era verdad lo que quería decir.» Entre juramento y juramento, entre cuento y cuento, fray Alon­ so hace más entretenida la jornada de Castañeda. Pero ahora pasa a preguntar: «Y como sabía que yo había estado en la Compañía, me pidió, poniéndome grandes escrúpulos, que le dijese verdad a lo que me que­ ría preguntar.» Con mucho gusto, le replicó el estudiante. Fray Alonso lo sometió entonces a un inquisitivo interrogatorio. Y para facilitar la respuesta, sacó de su alforja «un librico lleno de herejías y me fue pre­ guntando si había oído alguna de aquellas cosas en la Compañía». El librico no era, qué duda cabe, un devocionario o un libro de horas o de lectura profana o espiritual; tampoco estaba impreso en letras de molde; aunque Castañeda no lo diga, adivinamos que se trata de un cuaderno de puño y letra de fray Alonso, en el que ha quintaesenciado las proposi69

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dones heréticas de los Alumbrados: oración mental, ayunos, perfección, visiones y revelaciones, etc. En acabando el interrogatorio, fray Alonso, rezumándole el júbilo por la mirada, «luego comenzó a abrazarme otra vez, y me dijo: ¡oh, pobrecito de él, que lo tienen engañado! Y dio un gran suspiro, diciendo: Pues si a él, habiendo tan poco que está ahí, le tienen engañado, ¿qué harían los que están criados en eso?». El estudiante no refiere las preguntas y menos las respuestas. Siguie­ ron caminando varios días por los ásperos y tortuosos caminos de Despeñaperros y por los tendidos e inacabables caminos de La Mancha. A lomo de muía. Fray Alonso, charlatán y extrovertido, iba a sus an­ chas, adueñado ya de la simpatía de los viandantes; lo escuchaban como a su dux verbi. También Castañeda lo admite: «era tanta la opinión que todos le daban a lo que decía, que venía un caballero de México y, pre­ guntándole yo qué decían de la Compañía, me la alabó mucho; y de allí a un rato que oyó al fraile decir sus cosas, luego escupía cuando oía mentar alguno». Llegaron por fin a Toledo; el grupo variopinto se dispersó después de una despedida cordial. Fray Alonso invita al estudiante a hospedarse con él en el convento de los dominicos; como estudiante, no fue necesa­ rio insistir: «En llegando a Toledo me llevó a San Pedro Mártir, y estu­ ve allí dos días con él.» ¡A manteles limpios y a excursiones estupendas! Pasaron los dos días y reemprendieron viaje: «Después vinimos hasta Madrid juntos, hasta que me despedí de él.» Fray Alonso llegó cansado y con fiebre; se fue derecho al convento de Atocha. El joven, a buscar posada. Algunos días después acudió, por asuntos personales, al Colegio de la Compañía y contó pelos y señales de los dichos y hechos del simpático fray Alonso. Lo acosaron a pregun­ tas. Y le pidieron que les diese por escrito un relato de lo que le dijo fray Alonso en el camino. El procurador Padre Porres supone que diría verdad, porque le interesaba 48. A mí me incita particularmente la apos­ tilla que añade al fin, como si alguno le soplase a la oreja. La adición, después de la firma, dice así: «Acuérdome haberme dicho que el padre fray Luis de Granada era muy grande hereje y que los libros que había hecho estaban llenos de herejías, principalmente el de la oración y me­ ditación; dijome también que eran los de la Compañía los mayores here­ jes que había habido en la Iglesia.» Y concluye: «A todas las cosas que 48 F. de P orres, Historia..., lib. V, cap. 3, ff. 293-296, resume el episodio y la de­ claración de Juan de Castañeda. De éste dice que era «un mancebo estudiante..., natural de Guadalajara, que había sido de la Compañía y por causas justas le ha­ bían despedido, siendo novicio» (f. 293); después del extracto del informe de Casta­ ñeda, Porres anota: «Todo lo cual refirió el mismo estudiante Juan de Castañeda en ocasión que diría la verdad, y lo dio firmado de su nombre» (f. 295).

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me preguntaba de herejes —si había oído— o de deshonestidades, siem­ pre respondí que no había tal cosa» 49. ¡Palabra de estudiante, tan fidedigna como sus juramentos! Los apun­ tes de Castañeda, en copia clara, fueron enviados a Roma. Pese a los re­ paros que pudieran hacerse, es indiscutible que estamos ante un docu­ mento fresco, vivo, colorista. Juan de Castañeda, mejor que ningún his­ toriador tardío, nos ofrece un retrato de la cordialidad, de la sinceridad y de las manías de fray Alonso. Hombre abierto, no sabe mentir. Hom­ bre locuaz, no sabe guardar la ropa. Hombre de ideas fijas, embelesa a sus oyentes contándoles la gran hazaña de los Alumbrados. Y, por no saber, tampoco sabe lo que le aguarda. 8.

En

la posada del

Inquisidor

Fray Alonso cayó en cama con fiebre nada más llegar, rendido de la fatiga del viaje. Cuando se repuso, dio algún paseo por el mentidero de la Corte, a caza de rumores. Manuel Antúnez, que lo espiaba, y que co­ noció el relato de Juan de Castañeda, le acusará de haber sido visto, yendo y viniendo de Atocha, por las calles de Madrid; y, con intenciona­ da insidia, que andaba y hablaba como quien va a recibir un premio 50. Convaleciente de la enfermedad, acudió a la cita de Don Gaspar de Quiroga. El Inquisidor General lo recibió «en su posada», es decir, en su casa, en privado, no ante el tribunal del Consejo. Le echó una paterna de padre y señor mío por la imprudente aventura portuguesa. Y le inti­ mó la orden de irse a Portaceli de Sevilla, sin poner más los pies en Llerena. Fray Alonso, temperamento emotivo, sin perder la cabeza, se excu­ só como pudo. Pidió perdón, aclaró que no había pretendido ofender, sino servir. El Inquisidor se mantuvo inflexible por fuera. Y fray Alonso sintió que las lágrimas le resbalaban como agujas húmedas por la cara. Destrozado en su sensibilidad, inesperada y duramente herido, empren­ dió el viaje a Sevilla en la fuerza del verano, desandando el camino con un humor muy diferente al de la ida. La Mancha, Despeñaperros, Adamuz. ¡A la derecha, Extremadura! Con la mirada a tierra y el alma triste, siguió al forzoso destierro. Describiremos punto por punto, más abajo, lo que hizo en Sevilla. Baste indicar aquí que, o por no haber sido tan fiera la reprimenda 49 El manuscrito que se conserva en ARSI —y que publico en la Segunda P a rte no es original de Castañeda, sino una copia de buen calígrafo. La letra de Castañeda es más cursiva y garabateada; supra, nota 47, he citado autógrafos suyos. so «Se recolheu em seu moesteiro e andou por esta villa, onde foi visto per muitas veces»: Manuel Antúnez, Apuntes de su gestión en la Corte: ANTT., Ms. da livraría, ms. 1629, f. 24 v. 71

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como el Inquisidor General la pinta para calmar a sus acusadores, o por­ que fray Alonso no se contuvo muchos meses sin volver «a su tema or­ dinario», su situación se empeoró: el Cardenal Infante —y sus Conseje­ ros— no quedaron contentos con la solución del «caso fray Alonso» y volvieron a pedir «justicia» por todos los medios a su alcance; el Inqui­ sidor General se mantuvo firme en su primera sentencia; pero fray Alon­ so no escarmentó, y poco a poco fue reincidiendo en su «tema»; de nue­ vo se reproducen las «lamentaciones»; Don Gaspar de Quiroga, al ente­ rarse, teme que el enojoso asunto vuelva a encresparse; y él, que había defendido a fray Alonso a capa y espada, diciendo que el castigo era bastante y aun sobrado, ordenó que se procediese judicialmente. El plei­ to —«este gran negocio», como le llama su animador Francisco de Po­ rres— contra fray Alonso, que parecía cancelado y concluso, continuaba abierto. Ahora, de manera formal: por la vía del proceso. Un proceso menor, por reato de excesivo celo por la fe, no por herejía. El año 1577 fue un año amargo para fray Alonso. Paradójicamente, incomprensiblemente, al menos a su parecer, se veía envuelto en la finí­ sima tela del Santo Oficio y sentado en el banquillo de los acusados. ¡El, que con tanta perseverancia había levantado la caza, indicándola con el dedo a los inquisidores! No le quedaba otro remedio que defenderse. La máquina procesal era imparable. Con bizarría y habilidad, muy a tono con su estilo, supo or­ ganizar la propia defensa: acusando a los acusadores. El tribunal de Se­ villa se encogió; el fiscal dijo que lo que fray Alonso afirmaba, si se pro­ baba, «hacía delito» contra los teatinos, y «relevaba» de culpa a fray Alonso. En suma: que no veía qué cargos formular en la acusación. Los inquisidores de Sevilla, sacudiéndose el molesto obstáculo, remi­ tieron el proceso a Madrid, para que allí, a la vista de las actas, prove­ yesen. El 14 de febrero el Consejo transmite la solución a los inquisidores de Sevilla: «En el Consejo se han visto las averiguaciones que por orden nuestra habéis fecho cerca de las cosas que ha dicho y predicado fray Alonso de la Fuente, de la Orden de santo Domingo, tocantes a los de la Compañía de Jesús; y, consultado con el Reverendísimo Señor Inquisidor General, ha parecido le debéis, señores, dar en fiado, advirtiéndole que guarde lo que le está mandado por Su Señoría Reverendísima y el Consejo en lo del tratar, decir y predicar cosa alguna de las que hasta aquí ha dicho y predicado contra los de la Compañía, con apercibimiento que será cas­ tigado con todo rigor» en caso de no cumplirlo. «Hacerlo héis, señores, y K1 asi» .51 51 AHN: Inq., libro 579, f. 129 r.

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9.

La

protesta

El desterrado de Portaceli aguantó algunos meses, apretando dientes y cavilando a boca cerrada sobre lo ocurrido. Por más vueltas que da en torno a los hechos, no encuentra razones, a no ser la razón de la sin­ razón; o, según su idiosincrasia, una encerrona instigada por el demo­ nio, astuto hipócrita que influye en las decisiones del Santo Tribunal. Eso de estar en jaula de oro —¡Portaceli!— y en silencio, mientras los entuertos diabólicos campan sin voz que los descubra, lo indigna y en­ valentona. Y a raíz de la fianza estalla en protesta: una carta de fuego y desahogo al Consejo. Hallamos ahí reflejado su estado de ánimo, su entereza de carácter, su confesión de enardecida lealtad a la causa de la fe. Le han humillado injustamente por una pequeñez como es haber faltado al silencio; ni siquiera es, en buena ética, una falta, sino inobser­ vancia de una ceremonia; además, si la quebrantó, no lo hizo premedi­ tadamente; el ímpetus sacer que lleva en sí, porque Dios se lo ha encen­ dido en el alma, no le deja callar; en fin, la celada diabólica es, para él, evidente: tapándole la boca, puede invadir e incendiar el Reino de playa a playa. Las meditaciones cavilosas de fray Alonso rompen en grito: la «injusticia» cometida contra él ultraja su inocencia, su espíritu de servi­ cio, y trae a rastras innumerables males; el celo por el «bien común», dice, lo necesita o solicita a recurrir al Consejo, no obstante el temor de enojarlo con sus machacones avisos. Para él no hay alternativa: no es honesto, no es posible continuar así. Habla en un arranque de apasio­ nada luz carismática. Habla de su «tema ordinario» 52. La epístola, larga y razonada, llegó a Madrid el 27 de febrero de 1578. ¿Impresionó a los señores del Consejo? En frío examen, los motivos que determinaron el «encierro» no honraban a la justicia imparcial de la Santa y General Inquisición; los servicios prestados, por otro lado, me­ recían mejor recompensa; las faltas no pasaban de celo exagerado. En resolución, lo absuelven, dejándolo en plena libertad; puede recibir los grados y puede irse al convento que su Provincial juzgue oportuno; pero, por amor del Santo Oficio, debe olvidarse de su «tema». 10. P rior

de

Palma

del

R ío

De hecho, fray Alonso de la Fuente abandonó Sevilla. No sabemos a qué convento lo destinan. Durante algunos años guarda profundo si52 A H N : Inq., l e g a j o 2946 s .f.; a c o t a c i ó n e n c a b e z a : « r e c ib id a e n M a d r id , a 27 d e f e b r e r o 1578». P u e d e v e r s e e n la S e g u n d a P a r t e : Doc. 139.

73

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lencio. Mas ni el silencio ni el ocio son platos de su agrado. Le han «aper­ cibido» con amenaza de que lo volverán a castigar si reincide en sus lan­ ces orales contra los Alumbrados. Pero la querencia instintiva le condu­ ce irremediablemente a «su» tema. Lee, medita, estudia, indaga las «raí­ ces» de la nefasta plaga. En 1579, «penitencian» a algunos Alumbrados en Llerena, de los que él descubrió, sentenciándolos a servir como galeo­ tes en las naves de Su Majestad. Pero el castigo no era, al parecer de fray Alonso, suficiente para desarraigar el morbo alumbradista. Queda­ ban muchos Alumbrados sueltos por los rincones de España. Ni lo de Extremadura se ha entendido; ni los agazapados son molestados. En los años sucesivos a la recobrada libertad, fray Alonso guarda con escrupulosa y temerosa puntualidad la ceremonia del silencio forzo­ so. Y, fiel a sí mismo, se dedica a detectar la simiente ideológica del Alumbradismo. Ya en Extremadura había ensayado el método, ahondan­ do en el filón de los libros de mística. En las rosas, espinas y veneno. Ahora, que dispone de tiempo, sabedor de latines y teología, lee sin des­ canso. Por fin, logra aislar el virus: está oculto en las misteriosas entre­ telas de los sermones de Juan Tauler, el famoso místico renano, que, para colmo, es de la familia; o sea, de la misma Orden de Predicadores a la que fray Alonso pertenece. El celo de la verdad, lema de un buen dominico, es más fuerte que el caserismo. Y aquí topamos, sin buscarla, una prueba de que fray Alonso no actúa a impulsos de aris et focis. Igual que denunció a fray Luis de Granada y a los Jesuítas, denuncia a su hermano Tauler. El escarmiento ha servido para que, sin desbandarse en una campaña arriesgada de predicación, siga el iter de la denuncia «por escrito» al tribunal inmediato: envía, en efecto, una carta a los inquisidores de Se­ villa, con ruego de darle curso; en ella expone respetuosamente que ha pergeñado «unos apuntes» sobre los «sermones» de Tauler; son «apun­ tes» de pericia inestimable, pues aíslan los dañinos, ocultísimos gérme­ nes de los Alumbrados. Escamado, no se atreve a expedir los «apunta­ mientos». Cumple y apacigua su conciencia avisando. Los inquisidores de Sevilla, atónitos, cursan al Consejo la carta de fray Alonso. Y el Consejo, que conoce el buen olfato y las muchas «letras» de fray Alonso, contesta el 16 de agosto de 1584 al tribunal de Sevilla: «Recibimos vuestra carta de 7 del presente y la copia de la que os envió fray Alonso de la Fuente, de la Orden de Santo Domingo, para que la remitiésedes al Consejo. Va con ésta; verla héis, señores, y escribiréis al dicho fray Alonso de la Fuente venga a esa ciudad y traiga los libros y papeles que dice, con los apuntamientos que en ellos ha hecho; y, ve­ nido, proveeréis que el padre fray Alberto de Aguayo, que es prior en Jerez de la Frontera, venga a esa ciudad; el cual, y los demás teólogos cualificadores de ese Santo Oficio, vean y califiquen juntos los dichos 74

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papeles y apuntamientos; y, si les pareciere, podrán llamar al dicho fray Alonso de la Fuente para que dé razón de sus apuntamientos. Y hecha esta diligencia, lo enviaréis al Consejo con vuestro parecer, para que, todo visto, se provea lo que convenga» 53. ¿Dónde está fray Alonso? En Palma del Río. Y, además, de prior del convento. «No es casa grande», aunque sí cuenta con Estudio menor de gramática y filosofía. Algunos lustros atrás desempeñó allí el cargo de prior fray Luis de Granada. Y estudió humanidades fray Agustín Salucio. La noticia de que fray Alonso de la Fuente es prior de los dominicos de Palma del Río nos la dan los inquisidores sevillanos, al acusar recibo de la orden del Consejo: llegó «con la copia de la carta de fray Alonso de la Fuente, prior del monasterio de la villa de Palma; y luego se le escribió que viniese a esta ciudad con los libros y apuntamientos que dice tiene hechos. Venido que sea, se hará lo que Vuestra Señoría man­ da. Y de todo lo que sucediere, daremos aviso» 54. No debió de caber en sí de gozo al ver que el Consejo prestaba oídos nuevamente a sus ganas de ser útil a las causas de la fe. El postergado volvía a sentirse «descubridor» único de las sinuosas trazas de los pro­ pagadores de la pestilente secta. Acudió presurosamente a la cita, dis­ puesto a dar cuenta y razón de sus hallazgos. La junta de inquisidores y teólogos se celebró; fray Alonso explicó con verbo acalorado y convencido lo que, a su parecer, contenían los sermones de 'Tauler. Está allí, ante sus jueces, no como acusado, sino como acusador, como experto. Quien le escucha con más atención es fray Alberto de Aguayo, un entrañable amigo y, sin duda, el que goza de más prestigio y autoridad en materias teológicas. Con la llamada se da fray Alonso por pagado de los sinsabores que aquellos severos jueces le propinaron. Rehabilitado, readmitido a expo­ ner sus puntos de vista, ¿no es un voto de renacida confianza por parte del Consejo en sus servicios? El demonio tenía en él, por la luz y la fuerza del brazo de Dios, un enemigo irreductible.

es AHN: Inq., libro 580, f. 299 r. 54 Carta de los inquisidores de Sevilla al Consejo, 24 agosto 1584 («recibida» en Madrid el 4 de septiembre): AHN: Inq., legajo 2948 s.f. Interesantes noticias sobre el convento de Santo Domingo contiene la Historia de Palma del Río, por Ambrosio de Torres (3.a ed., preparada por A. Moreno Carmona, Madrid, 1963), págs. 29-38 y 123 s. Eran patronos vitalicios del convento los Condes de Palma. Lo restauraron en 1501. Uno de los Condes, Don Luis Portocarrero Bocanegra (1523-1575), es personaje ilustre en la historia de la espiritualidad por el favor que dispensó, por ejemplo, a San Juan de Avila —a él dedicó éste su Audi, filia (Alcalá, 1556)— y a fray Luis de Granada. 75

ALVARO HUERGA

11.

L O S «A P U N T A M IE N T O S»

SOBRE TAULER

No he conseguido dar con la carta, ni con los «apuntamientos», ni con las actas de la junta de Sevilla. En cuanto a la junta, fray Alonso mismo informará, escribiendo al inquisidor Matos de Noroña, que se ce­ lebró y que el teólogo de más fuste en ella fue fray Alberto Aguayo 55. En cuanto a los «apuntamientos» o Memorial, también hace alusiones a él; y si, por este lado, elimina cualquier duda acerca de su existencia, reitera, por otro, las ideas-clave de su contenido, del que brinda así una síntesis. Esos «apuntamientos», fuera de contexto histórico, pueden parecer absurdos. En el mejor de los casos, los eruditos valoran lo poco que co­ nocen de la producción literaria de fray Alonso por las curiosas noticias concretas que revelan. En el peor, por el espejismo en que cayó al creer «descubrir» la simiente de los Alumbrados en autores y libros espiritua­ les ortodoxos. En fin, viendo con óptica simplista y parcial y en lejanía los Memoriales —y aun el complejo tinglado de procesos y autos de je que el Santo Oficio organizó a cuenta de los Alumbrados—, tienen visos de validez juicios sumarios como éste: «Resulta cómico que en [Aíemoriales y] procesos contra beatas, que apenas sabían leer o sólo habían 35 «Conociendo yo el yerro que se hizo en la definición de los negocios de Alum­ brados de Llerena por no entenderse, trabajé nueve años enteros (en) mostrar escripto y de molde la misma secta nueva de los Alumbrados al principal califi­ cante dello, que fue el maestro Aguayo, como lo hice el año pasado de 84 en la Inquisición de Sevilla, mostrando en los Sermones de Taulero todo el veneno de aquella secta, visto y calificado con grande atención por hombres eminentes; y con ser ansí, no se han prohibido los dichos libros, habiéndose prohibido en el Catálogo otros muchos por cosas leves»: Carta a D. Antonio Matos de Noroña, Ubeda, 3 de septiembre de 1586: 'AHN: Inq., legajo 2394/1 s.f. Obras de Juan Tauler o atribuidas a éí que circulaban por España en latín o en romance: Sermones de tempore et de sanctis totius anni, réliquaque eius pietati et devotioni máxime inservientia, opera omnia, a Laurentio Surio, cartussiano, in latinum sermonem translata, Colonia, 1548; o también la ed.: Homiliae..., Venecia, 1556. Instituciones o doctrinas del excelente Theólogo..., Coimbra, 1551. Ejemplar: Bi­ blioteca Nacional (Madrid), sign.: R/30336. bevotos exercicios e meditagoes da vida e paissam do N.S., Viseu, 1571; Coimbra, 1571. Cf. Antonio Joaquim Anselmo, Bibliografía das obras impressas em Portugal no século XVI, Lisboa, Oficinas gráficas da Biblioteca Nacional, 1926, 282, 346, 721 y 856. Sobre Tauler (1300-1361), pueden verse: E. F ilhaut , Johannes Tauler. Ein deutscher Mystiker, Essen, H. Driewer, 1961; J. Orcibal, Saint lean de la Croix et les mystiques rhéno-flamands, París, DDB, 1966, págs. 119-121; L. Cognet, Introduction aux mystiques rhéno-flamands, París, DBB, 1968; Robert R icard, L’influence des «mystiques du Nord» sur les spirituels portugais du XVIe et du XVIIe siécles, en «La Mystique Rhénane», París, 1963, págs. 219-233. El Catálogo a que se refiere fray Alonso en su epístola es: Index et cathalogus librorum prohibitorum mandato D. Gasparis de Quiroga, Matriti, 1583. Cf. A. S ierra Corella, La censura en España. Indices y catálogos de libros prohibidos, Madrid, 1947. 76

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leído el Flos Sanctorum o el Vita Christi, se acumulen toda clase de erro­ res y se les haga cargo de haber defendido cosas que supondría(n) enor­ me erudición teológica» 56. Y apurando: los Alumbrados nunca supieron que fueron Alumbrados y, en definitiva, el sistema no fue un invento genial suyo, sino un invento de los teólogos e inquisidores, cargándoles luego injustamente la paternidad de tamañas herejías a los pobres «alumbrados». Aun a trueque de tirar piedras al propio tejado, osaré decir que no es preciso tal enfoque. Es cierto que la elaboración y sistematización de la pululante «herejía española» fue sustanciada y quintaesenciada por los teólogos. La catálisis hecha que aparece en las proposiciones o en los edictos no es la realidad existencial e ideológica vivida por los Alum­ brados; la realidad era mucho más pobre y fragmentada en todos los sentidos; con todo, el método descarnó, más que la mísera realidad, el esqueleto virtual, formando un todo ideológico compacto. Una unidad herética. Que era lo que interesaba. De sobra sabía el principal quintaesenciador —fray Alonso— que las beatas eran zafias, volubles, féminas e ignorantes. Víctimas, en último recurso, de clérigos bellaquísimos. Eso no obsta para que, a fuerza de darle vueltas a su «tema», opine que anda el diablo —el ángel malo— por medio, sembrando so capa de santidad la herejía de las herejías, la suma de todas las sectas, el seudomisticismo. La instrumentalización dia­ bólica usa dos vías: la oral y la escrita; v florece y se propaga con asom­ brosa rapidez, contagiándose, y aún pirrándose, las beatas del morbo colectivo de visiones, éxtasis, desfallecimientos, etc. Que todas esas manifestaciones y prácticas tienen un fundamento ideológico, una base doctrinal, una buena intención inicial y una aparien­ cia irreprochable, fray Alonso no se cansa de recordárselo a los fieles, a los inquisidores, a los teólogos y a los que leerán sus Memoriales. Lo que le interesaba a él era aislar y poner en evidencia, más que de­ terminados hechos —de los que se encargaría el Santo Oficio—, el virus ideológico. Un virus oculto, misterioso, diabólico, disimulado, letal. Se escondía y anidaba debajo de las superficies sedosas de un lenguaje dulce, mezcla de verdad y mentira. El símil del agua y del aceite 57 le sirve de expresión intuitiva para decir lo que pretende demostrar. se E. Colunga, art. cit., en «La Ciencia Tomista» 12 ,1915-1916, p. 16. 57 «Presupónese ante todas cosas, conforme a mi opinión, que el autor de este libro, como ladrón secreto, va metiendo secta de errores en esta escritura, y jun­ tamente recatándose no lo entienda el católico. Y así va mezclando la mentira con la verdad, y el agua con el aceite [...]. Y el agua, que es la herejía, queda en el fondo cubierta con el aceite de la verdad. Y será necesario muchas veces revolver estos dos licuores y aun descubrir el agua que está cubierta, declarando el sentido venenoso que está debajo de palabras y lenguaje dulce y espiritual»: Alonso de la F uente, Anotaciones...: AHN: Inq., legajo 2072, exp. n.° 43. 77

ALVARO HUERGA

A base de mil rodeos y análisis y calas, lo que busca es la decanta­ ción ideológica del Alumbradismo. Miembros y fundamentos los llama; una vez aislados, procura describir su vasta irradiación o despliegue. Independientemente de que atine o se equivoque al apuntar a Taulero o a otros autores, la pregunta interesante es ésta: ¿qué idea se ha formado fray Alonso de los Alumbrados? ¿Cuál es el núcleo doctrinal, la semilla, el fundamento de los fundamentos? En los numerosos textos en que intenta aferrar la escurridiza «tesis fundamental», hay uno que me parece extraordinariamente típico, lúcido, penetrante; lo «aísla» en la selva frondosa y fervorosa de los «sermones» de Taulero; lo proyecta, como luz explicativa, a todo el panorama alumbradista que le circunda. Helo aquí: «Presupone esta doctrina que el fin y perfección de la vida cristiana es unirse el alma con Dios.» Es una tesis de manual, la tesisbase de la espiritualidad cristiana ortodoxa. Pero a renglón seguido, los Alumbrados —llámense Taulero o... Teresa de Jesús— la tuercen y la vierten en un molde heterodoxo: «Y esto [la tesis] se entiende cuando el alma esencialmente y sin medio alguno de imagen o de accidente, ni [de] operación de parte de la criatura, se junta con la real presencia de Dios, que está en el centro y fondón del alma, que es la esencia pura y espíritu puro della [el alma] y una porción distinta de las dos que po­ nen los filósofos: donde no hay acción ni operación de las potencias del alma, ni de alguna otra criatura, sino un silencio perpetuo, donde sólo Dios obra y se descubre y comunica al alma y le da a sentir su presencia y, finalmente, le descubre en esta vida las riquezas de su Reino y su divina esencia. Y esto de ley común y ordinaria. Y en esta unión se in­ cluye todo el bien y aprovechamiento de la criatura; conviene, a saber: la justificación, la gracia, la perfección cristiana y el bien obrar, la mor­ tificación y penitencia, la oración y contemplación, y el estado perfecto. Y el que ha llegado allí lo tiene todo y está en gracia de Dios. Y no hay otra gracia en esta doctrina, si no es la dicha comunicación presencial con Dios, que se consigue en la dicha unión y se hace en el dicho fondón del alma. Y el que va caminando allí por los pasos y reglas que aquí se ponen, va bien caminando; y los que ignoran este misterio, según esta doctrina, son bárbaros, ciegos e ignorantes en las cosas del espíritu, y están en estado de condenación. La cual doctrina es herética y manifiesta secta y nuevo dogma, compuesto de muchas sectas; y lo que de secreto se enseña en España; y la mesma que se descubrió en Extremadura, que por entonces no se comprendió» r>8. El estribillo final, muy socorrido en los Memoriales, no debe distraer­ nos de la radiografía anterior. Las implicaciones teórico-prácticas de ese «concepto» nuclear son incontables. Fray Alonso tropieza con ellas58 58 Ib. 78

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a cada paso «antialumbradista» que da. Sus coetáneos —teólogos e in­ quisidores y obispos especialmente— no lo comprenden. Por él no que­ dará: lo guisa de mil modos y se lo sirve en bandeja de plata teológica. 12.

P rior

en

U beda

Ya he indicado que fray Alonso, al conseguir la libertad, se encaminó desde Portaceli a algún convento de la Alta Andalucía. Extremadura, su patria, querenciosamente añorada, tal vez le fue prohibida. Allí el Santo Oficio con su tala había reducido a polvo y recuerdo los grupos indefensos, inconsistentes y trashumantes de los Alumbrados. Con el auto de fe del 14 de junio de 1579 cayó un telón de hierro en el teatro de las hazañas venturosas y desventuradas de fray Alonso. Acabado el prio­ rato de Palma del Río, la providencia, que guiaba sus pasos, lo metió de pies y cabeza en la masa hirviente del volcán. Por contagio o por partenogénesis, el Alumbradismo había desplazado su vivo centro de gravedad a esas zonas geográficas de Córdoba y Jaén. Cuando nadie, em­ pezando por los inquisidores, daba crédito a los insistentes voces de fray Alonso, su ojo avizor, atareado en levantar la caza de Extremadura, atisbo signos de que la secta se estaba propagando también en la dióce­ sis del Santo Reino. Allá por 1574 5960. Han corrido, veloces y dramáticos, diez años largos. Fray Alonso se siente libre, rehabilitado y a sus anchas en medio de aquel paisaje de olivos —símbolo de paz y bendición—; de castillos dominando el horizonte; de villas y ciudades blancas, lumi­ nosas; de conventos dominicanos, que forman una pequeña constela­ ción. Un hijo de la tierra, nacido en Villanueva del Arzobispo, fray Do­ mingo de Valtanás, fundó en la primera mitad del siglo xvi un buen nú­ mero c0. Entre otros, el de San Andrés de Ubeda 61, casa primordialmen­ te de apostolado o predicación. Hacia 1585, fray Alonso es elegido Prior. No es un gran puesto, aunque tampoco hay que infravalorarlo; después de las humillaciones precedentes, el cargo le aúpa la moral y la confian­ za en sí mismo. Es, sobre todo, magnífica ocasión para lanzarse de nuevo a la aventura contra los Alumbrados. A «su tema». ¿Sí o no? Está dolido, escarmentado; el temor de dar enojos a los señores del Consejo le paraliza como una rémora. Su dignidad prioral, su simpatía personal, su dinamismo apostólico, incluso su buen nombre y su buena estrella —que ha vuelto a titilar— le van abriendo camino, estimulándole el carisma y conquistándole seguidores. 59 AHN: Inq., legajo 2393 s.f.: Carta del tribunal de Córdoba al Consejo, 13 sep­ tiembre 1574, acotada en Madrid: «que pasen adelante con este negocio». 60 Cf. A. H uerga, Estudio preliminar a: D. de V altanás, Apologías, Barcelona, Juan Flors, 1963, pp. 10-16. 79

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A principios de 1585, el 6 de febrero, fray Martín de Castañeda, Prior de Lucena, envía cartas al Consejo y al Inquisidor General presentando un Memorial denunciador de la existencia de Alumbrados. Ni los inqui­ sidores de Córdoba, ni el obispo, ponen remedio, pese a habérselo avisa­ do. «Tienen estos clérigos —apunta fray Juan de Castañeda en su Me­ morial— manada particular de mujeres y hombres, a quienes ellos solos confiesan, como gente que ha jurado la obediencia a sus maestros, hu­ yendo de todo el resto de los ministros del Evangelio, como si fuesen de otra doctrina o diferente religión.» En la carta habla en plural: «Todo esto nos tiene puestos en confusión» 62. ¿No adivinamos a fray Alonso de la Fuente detrás de fray Martín de Castañeda? El estilo no es, en la forma de expresarse, el de fray Alonso; el contenido, sí: coincide y refleja punto por punto sus preocupaciones. Al año siguiente localizamos a fray Alonso en Jaén. Está de paso. Lo que no obsta para verle atareado en «su lema»: «El mes pasado de mayo [1586], pasando por Jaén, vinieron a mí tres alumbradas y [me] descu­ brieron el hilo de la misma secta, con apunctamientos terribles y espan­ tosos, de que tengo dado alguna noticia y avisado [a] esos señores» del Consejo °3. Lo que fray Alonso pretende es mover al Santo Oficio a bus­ car, con «toda su potencia», la verdad y luego un remedio terapéutico eficaz. A su parecer, los inquisidores no «entienden» la gravedad del morbo seudomístico; y no diagnosticándolo de pronóstico reservado, no aplican sino «la flaca» cura de las visitas ordinarias. Sin embargo, el «negocio» de los Alumbrados se está poniendo nuevamente al rojo vivo. Y fray Alonso, ya que no protagonista de primer plano, reaparece en penumbra, siempre con «su tema» a cuestas. El Santo Oficio espoleó a los inquisidores de Córdoba, ordenándoles mayor dinamismo y atención en el asunto de los Alumbrados. Por fortu­ na para fray Alonso, la «visita» a Jaén se le encomienda a su viejo amigo Montoya; al liquidarse el «negocio» de Extremadura, el Consejo lo as­ cendió, en premio, al tribunal cordobés 64. Remoloneó lo que pudo para no hacer la visita que le encomendaban; le instaron, y salió a ella; a las primeras tomas de pulso, Montoya, que es fino y conoce el percal, se desanima aún más; todos son obstáculos: las beatas, los clérigos, el obis­ po, el teatino Salazar... El 20 de junio de 1586, con las manos ya en la mesa, escribe al Consejo: «Lo peor que tienen estos negocios es que son tan prolijos y pesados que enfadan y cansan a cuantos los tratan. Por mí digo que, aunque soy pobre, diera la mitad de mi salario porque no me hubiera caído en suerte esta visita» °5. Propone un plan; el Consejo 01 «Acceptamus pro Provincia Beticae conventus scilicet Sancti Dominici de Baeza et Sancti Andreae de Ubeda»: Cap. General de Roma, 1532: MOPH IX 249 02 AHN: Inq., legajo 2394/1 s.f. 64 AHN: Inq., libro 580, f. 44 v. (provisión de 6 de marzo de 1581). 80

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no lo acepta, porque se sale del cauce procesal y es «contra el estilo y orden que siempre se ha tenido y tiene en el Santo Oficio de la Inquisi­ ción en negocios graves, como lo son éstos»60. El proyecto de Montoya era inteligente y, sobre todo, dinámico, resolutivo por la vía rápida. Tuvo que acatar la indicación del Consejo y seguir husmeando. No ha di­ cho nada, por recelosa prudencia, de que llamó a fray Alonso, con quien congenia y con quien lo unen lazos de amistad y común trabajo, para que le ayude. De mil amores accede el Prior de Ubeda, si es que no ade­ lantó la oferta. A fray Alonso le debía Montoya su ascenso a inquisidor y sus triunfos en Extremadura, que le granjearon una reconocida estima en el Consejo. Servirse nuevamente de fray Alonso estaba justificadísi­ mo. Entonces le mandó el Consejo llevarlo como compañero y ayudante y guía y «predicador» del edicto, formulado a base de sus «apuntes». ¿Por qué no ahora? Algún soplón hizo correr a la Corte que Montoya había llamado en su auxilio a fray Alonso. El 14 de julio la «provisión» del Consejo es tajante: ¡no! ¿Motivo? «Por algunos justos respectos»65667. El buen entendedor o buen lector, conoce de sobra esos «justos respec­ tos». Montoya culminó solo la «visita», con resultados positivos. Fray Alonso se alegró de ello, y, frenado y defraudado, no cejó de ir y venir, de otear y echar una mano. Montoya confesará que, a punto de concluir la visita, se ha entrevistado con él, prometiéndole charlar más largo y tendido otro día; pero el inquisidor apresuró la salida rumbo a Córdo­ ba, y no se vieron más 68. Una vez en Córdoba, Montoya recibe órdenes de avisar a fray Alonso que, en el plazo de quince días, se presente en Madrid al Consejo. El 24 de setiembre de 1586 se lo ha «notificado de oficio». ¿Para qué lo llaman? Sin duda, para oír su parecer sobre la si­ tuación del Alumbradismo. Probablemente había escrito una de sus tí­ picas cartas. Otra, de parecido tenor, envió a Matos de Noroña, conoci­ do desde los tiempos extremeños, y que también se ocupó del «negocio» andaluz. La llamada a la Corte es independiente y anterior a la carta que escribe a Matos de Noroña, firmada en Ubeda, a 3 de setiembre de 1586. A Madrid no llegó hasta el día 27 °9. 65 Carta de Montoya al Consejo, Jaén, 20 junio 1586: AHN: Inq., legajo 2393/2 s.f.

66 Respuesta del Consejo, Madrid, 30 junio 1586: AHN: Inq., libro 581, f. 544 v. 67 Ib., f. 58 r. 68 «A Fray Alonso de la Fuente, Prior del convento de Santo Domingo de Ube­ da [...], yo no le he visto en Jaén todo el tiempo que allí he estado, sino fue el día antes que partiese, y me dixo que otro día hablaríamos, y como partí otro día, no le he visto más»: AHN: Inq., legajo 2393/2 s.f. 66 «Hoy [24 septiembre 1586] recibí la de V.S. de 13 del presente, aquí en Cór­ doba, a donde ha seis días que llegué [...]. A fray Alonso de la Fuente [...] se le envió luego a notificar de oficio pareciese ante V.S. dentro de 15 días»: ib. En el Consejo acotaron así la carta de Montoya: «Avisa de su llegada al tribunal, y cómo se le envió a notificar a fray Alonso de la Fuente, que reside en Ubeda, pareciese en esta villa dentro de 15 días. Recibida en 1 de octubre 1586.»

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El recurso a Matos de Noroña era una llamada urgente. Otra vez —la sexta— fray Alonso pudo pasearse por la Villa del Oso y del Madroño. En esta ocasión, con fruitivo regodeo de desquite, ya que la anterior, la de 1576, había sido aciaga. Ante el Consejo debió ex­ poner sus puntos de vista sobre la situación con la vivacidad y el «hu­ mor» reverdecidos. Los señores del Consejo le agradecen el espíritu de servicio que demuestra; y, por si acaso, le ruegan que no complique con alocadas aventuras la marcha del «negocio», que está en estudio 70. Fray Alonso entregó sus papeles y regresó, sin pena ni gloria ni co­ misión especial, a su priorato de Ubeda. No le falta allí faena en que ocuparse. Además de las obligaciones de Prior, y precisamente por serlo, tiene voz y voto en el Capítulo de su Provincia, que se celebra en Jerez de la Frontera del 19 al 29 de abril de 1587. Fray Alonso asiste, y en las primeras jornadas es elegido «definidor», uno de los cuatro que, con el Provincial, soportan el peso del Capítulo, «definiendo» los asuntos. Son: Pedro Arias, prior de San Pablo de Sevilla; Vicente Guerra, prior de los Mártires de Córdoba; Fernando Carrillo, prior de Jerez de la Fron­ tera; y Alonso de la Fuente, prior de san Andrés de Ubeda 71. Salió elec­ to Provincial Bartolomé Caballero. Uno de los acuerdos tomados por el nuevo Provincial y los «defini­ dores» consistió en la decisión de que el próximo Capítulo Intermedio se celebrase en Jaén, 1589. Las actas enviadas a Roma llevan la firma de nuestro héroe: fr. Ildephonsus de la Fuente. Acabado el Capítulo, que tanto le honró, vuelve a Ubeda. Pronto se entera que Vallecillo está haciendo una «visita» inquisitorial en Baeza, con el consabido objetivo de indagar si hay o no Alumbrados, vieja plan­*lo eo La carta a Don Antonio Matos de Noroña la presentó éste en el Consejo el 27 de septiembre de 1586: AHN: Inq., legajo 2394/1, s.f. La orden de presentarse en la Corte en el plazo de 15 días, cursada a través de Montoya, es de fecha 13 septiem­ bre 1586: AHN: Inq., libro 581, f. 71 r. La cita de fray Alonso a la Corte, comisionada a Montoya, la tramitó estando ya de regreso en Córdoba. En cuanto a lo que ocurrió, lo deja bastante en luz una carta posterior del Consejo a Vallecillo, fechada el 18 de marzo de 1587: «Cuando los días pasados estuvo aquí fray Alonso de Fuente, dominico, hizo ante el señor D. Francisco de Ribera, obispo de Segovia, la declaración y presentó el Memorial que se os envía con ésta para que, visto todo, lo llevéis a la visita y hagáis las dili­ gencias que os pareciese convienen sobre lo contenido en los dichos papeles; y de lo que hiciéredes y resultare, iréis dando aviso al Consejo»: AHN.: Inq., libro 581 f. 107 v. Para esas fechas, Vallecillo estaba todavía en Córdoba, impacientando al Consejo por su reluctancia a salir a la visita de Baeza. La visita será desastrosa. No es éste el lugar para contarlo. Pero sí para subrayar que fray Alonso había reconquistado enteros y que, en el fondo, seguía asistiéndole su buen olfato antialumbradista. 71 Acta Capitulorum Provincialium Provinciae Béticae: AGOP. XIII-23570. En este volumen se llalla^ el cuadernillo correspondiente al capítulo de Jerez; por tratarse del ejemplar enviado al Maestro General de la Orden, va rubricado por el Provin­ cial y los Definidores. 82

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ta que retoña a cada primavera. Fray Alonso acude a la posada del in­ quisidor, lo cansa con su machaconería y sus papeles; y aún le propone un método que considera eficaz para descubrir la secta. Vallecillo escri­ be al Consejo el 7 de junio de 1587: «En lo principal que toca a los Alumbrados, si aquí los hay, no ha salido nada, antes voy entendiendo que no debe de haber cosa que toque al Santo Oficio [...]. Con todo eso, el padre fray Alonso de la Fuente, de la Orden de santo Domingo, porfía que aquí hay Alumbrados; y, en­ tendiendo que la visita se debe hacer en cierta forma, me escribió una carta con ciertos avisos, que después platicó conmigo [...]. Por ventura, este fraile tiene espíritu de Dios, aunque yo sospecho que se engaña» 7273. No vamos a discutir con Vallecillo si había o no Alumbrados y si fray Alonso se engañaba o simplemente exageraba. Al inquisidor, que hizo una «visita» desganada, tenemos que agradecerle las referencias al modo de ser de fray Alonso, las noticias que nos da de lo a pecho que tomó el «negocio» —reaparece el «descubridor» de Extremadura, aunque con más experiencia y prudencia— y, en fin, el juicio positivo que hace de su espíritu. La actuación de Vallecillo en Baeza será revisada, rehaciendo lo que hizo mal, y sometiéndolo a una serie de «cargos» que le imputan sus mismos subordinados. Más de un centenar de «cargos», que sacude como puede. Desde luego con más agrio humor que cuando escribe cartas desde Baeza 7S. Es un episodio marginal a la semblanza biográfica de fray Alonso de la Fuente; si aludo a él es por contrastar dos puntos de vista diversos, ambos de valor. También, como es obvio, para poner de relieve que, en efecto, en Ubeda y Baeza había, según porfiaba fray Alon­ so, Alumbrados. No importa si de muchos o pocos quilates. Pero de ellos se ocupaba el Consejo y el tribunal de Córdoba, especialmente los inqui­ sidores Montoya, a quien ya conocemos, y Luis de Copones, que fue a re­ forzar y a presidir y a visitar a sus colegas cordobeses. El conducirá a puerto los procesos de los Alumbrados de la Alta Andalucía; procesos pesados, de marcha lenta, que van «despachándose» en privado, o en su­ cesivos autos de fe. El más solemne y de más expectación se celebró el 72 AHN • Inq., legajo 4341, s.f. 73 AHN • Inq legajo 1853/1, expediente n.° 4: Visita del doctor Luis de Copones al tribunal'del Santo Oficio de Córdoba, 1588-1589: «Cargos que resultan contra el doctor Cristóbal Martínez de Vallecillo.» En total, 106 cargos, diseminados en 20 folios de apretada escritura. Es uno de los documentos más curiosos sobre la me­ ticulosidad con que la Inquisición «visitaba» a sus propios ministros. Y, como en un «capítulo de culpas» de un monasterio, los que «proclaman» las culpas de los ministros son los propios colegas, aunque sean inferiores, como en este caso, ya que los que más cargaron la vara fueron los notarios que habían servido a Valle­ cillo en Baeza, y que, sin disimularlo, estaban disgustados por la falta de seriedad inquisitorial con que hizo la visita.

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21 de enero de 1590 en el Campo de los Mártires, en los «cadahalsos» levantados junto a la torre del homenaje de los Reales Alcázares. Luis de Copones, a auto concluso, escribe al Consejo: «Ha sido el más célebre y notable y de mayor concurso de gente que los nacidos hayan visto en esta tierra. Con él quedan acabados por agora los nego­ cios desta Inquisición y las cárceles della barridas, sin preso alguno» 7475. Sólo le faltó añadir que no pudieron presenciarlo dos personajes que habían hecho posible, cada uno por un camino... convergente, la finalísima del auto: el colega Montoya, que había dado jaque mate a los cabecillas Gaspar Lucas y María Romera y demás «penitenciados», por­ que Dios se lo llevó al amanecer del 25 de junio de 1588 :5; y fray Alon­ so de la Fuente, que había hecho lo posible y lo imposible, porque para entonces estaba desempeñando el oficio de Prior en Llerena. Dejó, pues, Ubeda y sus contornos y fue a tomar posesión del Priora­ to de San Antonio de Llerena. Por enero de 1572 pidió él lo asignasen allí, dejando Badajoz, para estar más en el centro de las operaciones inquisitoriales contra los Alumbrados. Al volver, al cabo de tantos años, ya no hay vestigios de la secta. El foco álgido lo deja a la espalda. De todas formas, vuelve a Llerena contento y honrado. 13.

Prior

en

Llerena

Un viajero del siglo xix escribió en su cuaderno de apuntes: «Tiene Llerena muy buena entrada. El palacio de la Inquisición y los conventos de San Francisco y de Monjas Claras son edificios que la recomiendan a la primera vista, que será más graciosa cuando llegue a ver la alame­ da que han plantado desde la entrada a la ciudad al referido convento de Recoletos. En la iglesia de las Clarisas, que es donde la Inquisición celebra sus autos de fe, hay dos buenos retablos con pinturas... La plaza es regular, con una fuente en medio, y rodeada por sus cuatro fachadas 74 AHN.: Inq., legajo 1856 s.f.; en otra carta, firmada por todos los inquisidores de Córdoba, se lee: «Se celebró auto público de fe por este Santo Oficio, domin­ go, 21 del presente, con mucha quietud y satisfacción del pueblo y concurso de gente no visto en Córdoba en autos semejantes. Despacháronse en él 58 causas, en las cuales, especialmente en las de los Alumbrados, por haber sido tan prolijas y pesadas como V.S. ha visto, se ha trabajado mucho más que lo ordinario»: ib. Lo del «trabajo» se recuerda para que el Consejo mande librarles las oportunas «ayu­ das de costa». A continuación, en el mismo legajo: Relación de las causas que se han despachado en el auto público de la fee que se celebró en el cadahalso del Campillo desta ciudad de Córdoba, Domingo, 21 de enero de 1590 años. 75 «El Licenciado Montoya, nuestro colega, fue Nuestro Señor servido de llevar­ le para sí esta mañana, entre 6 y 7, de una enfermedad de tres semanas»: CoponesVallecillo al Consejo, Córdoba, 25 junio 1588: AHN.: Inq., legajo 4341 s.f. 84

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de galería... Las calles están bien empedradas. Su campiña, de muchas leguas de extensión, es muy fértil y produce trigo en abundancia» 76. Al madrugador turista no le ha llamado la atención el convento de San Antonio. Era un convento humilde, sin empaque arquitectónico, se­ gún los quería el Fundador de la Orden 77. En la época de fray Alonso la comunidad constaba de 14 religiosos, uno más, uno menos; la de Ubeda era más numerosa: 30; la palma en número se la llevaba San Pablo de Sevilla, con 200, refiriéndonos siempre a la Provincia dominicana de Andalucía78. El Prior de Llerena, además de presidir a sus frailes, tenía a gala y honra ser «teólogo calificador» en el tribunal del Santo Oficio, que, como sabemos, tenía allí la sede del vasto distrito de la «Provincia de León». Los intentos de trasladarla a Plasencia, más al centro, no prosperaron. A pesar de que escaseaban las personas idóneas para el cargo, eran mu­ chos los que lo solicitaban; y, por norma, el tribunal local instruía un «procesillo» a los candidatos, consistente en averiguar si era o no «cris­ tiano viejo», si era o no hombre de letras, si era o no persona de presti­ gio. El nombramiento lo hacía, a vista de las informaciones previas, el Consejo. Citaré un caso ilustrativo. Fray Rodrigo de Quintanilla, Presentado, Prior de Santo Domingo de Badajoz, presentó su candidatura. El título de Presentado y la dignidad de Prior eran tantos válidos. Pero no estaba clara su «limpieza de sangre»; en el «procesillo», cuatro de seis testigos lo tienen por confeso y de casta de judíos; reclamó, y presentó declara­ ciones a su favor: entre otras, la de Rodrigo de Quintanilla, tocayo y sobrino suyo, vecino y alcaide mayor y perpetuo de Carmona; los inqui­ sidores de Llerena remitieron el expediente a Madrid, 18 de enero de 1590 79. Fray Alonso no encontró obstáculos para obtener el nombramiento; sus valores y sus servicios los conocían de sobra los inquisidores de Llerena y más aún los del Consejo. Lo admiten el 15 de marzo de 1590 80. Bien merecido el galardón, que ordinariamente es considerado por los 76 Apuntes de mi viaje a Extremadura, año de 1801: Biblioteca Capitular y Co­ lombina (Sevilla), Ms. 84-4-47, s.f. El viejo palacio de la Inquisición ha sido reparado y destinado recientemente a juzgados municipales. 77 «Mediocres domos et humiles habeant fratres nostn»: Constituciones pnmaevae S.O.P., Fiésole, 1962, pág. 23. , , , , . 78 Juan López, Obispo de Monópoli, Qvarta Parte / de la Histo- / na General de Santo ¡ Domingo y de su Orden de Predicadores, Valladolid, Francisco Fernández de Córdoba, 1615, pág. 900. 79 AHN.: Inq., legajo 2706/1 s.f. 80 AHN.: Inq., libro 581, f.

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historiadores como premio. Sin excluir este aspecto, me parece que la razón de nombrarlo «teólogo calificador» hay que ponerla en su oficio de Prior, al que iba inherente, de no mediar impedimentos exclusivos. Su antecesor en el Priorato, fray Juan de Angulo, no consta que al­ canzase el honroso título. Lo que sí consta es que andaba atrapado en un proceso de «solicitación», remitido al Consejo el 31 de marzo de 1590 8182. Por setiembre, el día 18, escriben los inquisidores de Llerena a Ma­ drid, insistiendo en la penuria de calificadores: «No hay más de dos.» Uno, sin lugar a duda, es fray Alonso; proposición: se podría nombrar al Gardián de San Francisco 83 El nombramiento de fray Alonso se hizo un poco a pie forzado. No porque le faltasen méritos, sino por temor a que se creciese y volviese a armar alguna de las suyas. El Consejo avisa al tribunal de Llerena, por octubre de ese año de 1590, que procuren aprovechar lo menos posi­ ble los servicios de fray Alonso 83. ¡Qué desilusión, si se hubiese entera­ do! Por el «secreto» del Santo Oficio cierra a cal y canto las bocas, y el «aviso» del «no-aprovechamiento» no se divulga. Pero fray Alonso no necesita espuelas. La «causa de la fe» es su cau­ sa, su «tema», su objetivo. Y por la fe y el «bien común» seguirá lu­ chando. Usque ad mortem! 14. Maestro

en

S agrada Teología

Ahora parece que los laureles llueven sobre fray Alonso. Primero: prior de Llerena; segundo: calificador del Santo Oficio; tercero: maes­ tro en Sagrada Teología. Una semblanza biográfica suya no debe pasar por alto este título, porque revela su valía personal. Quiero subrayarlo, máxime después de haber escuchado los piropos negros que le propinan Menéndez Pelayo y Astráin. Estando en Portaceli, en 1578, fray Alonso suplicó lo dejasen en li­ bertad para recibir y celebrar su promoción a Presentado, escalón de altura, pues corona un largo recorrido de servicios intelectuales; pero, a la vez, compás de espera para lograr, cumplidos los intersticios crono­ lógicos y útiles, el ascenso a Maestro. El Capítulo Provincial que se ce­ lebró en Córdoba, primavera de 1591, promovió y aceptó el Magisterio 81 AHN.: Inq., legajo 2706/1 s.f.

82 Ib.

88 AHN.: Inq., libro 581, f. 86

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de fray Alonso 84. Al año siguiente, la Orden lo refrenda en el Capítulo General de Venecia 85. Los hechos son indiscutibles, seguros, históricos. No lo es tanto el significado de ese título —Maestro en Sagrada Teología—, que, lógica­ mente, hay que encuadrar en la contextura vital de la Orden Dominica­ na y, de modo más concreto, en el cuadro de la Provincia Bética, a la que fray Alonso pertenece. La índole intelectual de la Orden de Predicadores no necesita aquí presentación. El grado doméstico de Maestro en Sagrada Teología, sí. Era el máximo galardón que la Orden daba a sus hijos egregios en el cultivo del saber teológico. Galardón prestigioso, ambicionado. No se otorgaba sino a cuenta-gotas, después de examinar seriamente el curri­ culum vitae academicae de los candidatos. Incluso se invalidaba la pro­ moción si los graduandos se encontraban mancos de algún requisito 86. Por otra parte, para estimular el apetito, o para frenarlo, la Orden fijó en cada Provincia un numerus clausus. El Capítulo General, celebrado en Roma el año 1583, estableció que en la Provincia de Andalucía el nú­ mero de Maestros —de ahí viene la expresión «maestro numeral», que ocurre con frecuencia en las Crónicas posteriores— no pasase de 15; y el de Presentados, de 30; a la Provincia de Castilla o España, se le seña­ lan 12 y 30, respectivamente 87. En la Provincia de Andalucía debió ser muy vivaz la «carrera a grados» en esa época. El volumen de personal, según las estadísticas que conozco, era nutrido, cuantioso; oscilaba en torno a los dos mil, tirando a más que a menos 88. De ese par de milla­ res, el título y privilegios —que no eran pocos— los disfrutaban única­ mente 15; quien había adquirido «derecho» a la promoción, tenía que esperar a que se produjese una vacante, por defunción, y esperar tam­ bién a que le tocase el turno, ya que abundaban los sentados en la sala de espera. Para reglamentar mejor las «promociones», la Provincia de Andalucía estableció severas normas que, a petición de la misma, fue­ ron aprobadas por el Capítulo General de 1596: para obtener el grado de bachiller se requería haber cursado tres años de filosofía y cuatro de teología; para Presentado, seis años de enseñanza en un Studium Generale; para Maestro, el intervalo de otros ocho años 89. En 1587 estuvo 84 «Acceptamus cum debita reverentia omnes gradus in Capitulo Generali proxime elapso [Romae, 1589] acceptati; insuper acceptamus magisteria [...] fr. Ildephonsi de la Fuente»: Acta capitulorum Prov. Beticae: AGOP XIII-23570. 85 «In Provincia Betica approbamus magisteria [...] fr. Ildephonsi de la Fuente»: MOPHX, 344. 88 «Nullus ex his, qui promoti sunt ad gradus in hoc capitulo [Romae, 1569], suscipere possit gradus huiusmodi, nisi prius examinatus sufficiens repertus fuerit, super quo examinatorum conscientias oneramus»: MOPH X, 113. 87 Cf. MOPH X, 243-244. 88 Cf. Juan López, o . ., pág. 990. 88 Cf. MOPH X, 374-375. c

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en Sevilla el Maestro General Sixto Fabri, hizo solemne promoción de Presentados, y la «aceptó» el Capítulo General de 1589 90. Del numerus clausus de los 15 sólo se exceptuaron los profesores de universidades seculares; cuatro años de cátedra se consideraron suficien­ tes en 1583 para la promoción «extra numerum taxatum», con tal de que se presentasen al Capítulo General. Por esta vía excepcional fueron pro­ movidos fray Vicente Hernández, regente de Osuna; fray Juan de Vilches, regente de Baeza; y fray Cristóbal del Salto, regente de Santo To­ más de Sevilla 91. La digresión erudita no es del todo inoportuna, pues sirve para de­ mostrar que fray Alonso obtuvo la promoción a Maestro en Sagrada Teología por sus pasos contados. ¡A mucha honra de sus méritos y sa­ beres! 15. Los

«L IB R O S» DE LA MADRE TERESA

Prior de Llerena, Calificador del Santo Oficio, Maestro en Teología, ¿qué hará ahora? Ante todo, una larga meditación rumiante de sus ven­ turas y desventuras. No pierde de ojo el curso de los Alumbrados de la Alta Andalucía: un «tema» que, a su juicio, nadie lo entiende como él lo entiende y como el bien común exige. Evoca lo que hizo —lo que ganó y perdió— en la ancha tierra extremeña: tampoco entonces hubo quien abordase de veras, salvo Montoya, el «negocio». A fuerza de andar a vueltas con «su tema», se afianza más y más en sus convicciones. Y la suerte y la costumbre y el ocio le ponen en las manos los «libros» de la Madre Teresa. En 1588, algunos años después de morir la Santa, ven la luz, postumos, esos libros, viva imagen suya, cuidadosamente preparada por fray Luis de León y estampada por Guillermo Fóquel en Salaman­ ca 92. Se trata, sin duda, del mayor acontecimiento de la literatura mís­ tica del siglo xvi. Leyéndolos despacio y releyéndolos, fray Alonso se topa con visiones, raptos, revelaciones y sutil doctrina a pasto. Le arde la imaginación; ca­ vila; todo lo que ganó y perdió en Extremadura le revive; todo lo que está pasando en la Alta Andalucía es luz para comprender esos «libros» y, recíprocamente, estos «libros» iluminan en la raíz lo que está tan os­ curo en el tribunal de Córdoba. Se forma un círculo, un cortocircuito misterioso. Y fray Alonso —sólo con «su tema» en la celda prioral, sin so Ib. X, 302. 91 Ib. X, 254. 92 Los libros de la Madre Teresa de lesús... En la hoja que se sigue se dicen los libros que son... En Salamanca, por Guillermo Fóquel, 1588: cf. Simeón de la S. F a­ milia , Bibliographia operum S. Teresiae a Iesu typis editorum (15834967), Roma. Guerra e Belli, 1969, pág. 6. 88

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ocupación activa de su cargo de «calificador»— acomete la aventura más desventurada de su vida: el lance contra los «libros» —Vida, Cami­ no, Moradas...— de la Madre Teresa. Un lance de pena, si lo juzgamos desde lejos y desde la altura. Sin embargo, visto de cerca y con prisma «alumbradista», ya no parece tan absurdo. Y, para bosquejar la semblanza de fray Alonso y para escribir la historia de los Alumbrados, es sumamente útil. Conviene, pues, no olvidar esta advertencia previa. Aún hay otra digna de tenerse en cuenta: fray Alonso no pone en tela de juicio la santidad personal de la Madre Teresa 93. No es imposible que la haya conocido en Sevilla; o, por lo menos, oyó hablar —¿quién no?— de la famosa monja, muy mentada entre los dominicos andalu­ ces 94 y quizá también en Llerena, pues estuvo a punto de fundar a llí95. Una tercera acotación: no fue fray Alonso el único que tropezó con la «vida» y con los «libros» de Santa Teresa; la misma Santa vivió des­ velada y trajo de cabeza a muchos inquisidores y teólogos; por otra par­ te, no hay que prescindir del aluvión de videntes y falsos místicos que hormigueaban en la madurez rendida del siglo xvi español. Fray Alonso es testigo excepcional, testigo unilateral —pues no vio la realidad más que por este lado 96. En fin, fray Alonso, en estos últimos años de su andadura terrena, se halla prácticamente en situación de «desocupado»; si da la voz de alarma no es por prurito de lucha, sino por deber de conciencia, por anhelo de «servir», por no contrariar al carisma que Dios le ha otorgado para «el bien común». Cansado de batallas, incomprendido, sin hacerse ilusiones de que lo escuchen, no desea echarse al hombro la averiguación del importante asunto de los «libros» de la Madre Teresa, sino romper únicamente una lanza. La primera, por cierto; pero no la postrera. Teó­ logos tenía la Inquisición para tomar a pechos la «censura»; se excusa­ ron, y le devolvieron el guante, pidiéndole que riñese la primera escara­ muza. Y aceptó. No era solución cruzarse de brazos. Una vez en liza, ¿quién lo para? Hechos los anteriores «prenotandos», pasaré a relatar lo que hizo, dejándole frecuentemente la palabra. 93 «Y si la monja es verdaderamente santa y el milagro verdadero, no pudo ser autora deste libro»: Alonso de la F uente, Carta al Consejo, Llerena, 26 agosto 1589: AHN.: Inq., legajo 2072, exp. n.° 43. 94 Francisco de Vargas, Provincial de Andalucía, O.P. (1573-1579), Comisario de la reforma teresiana; cf. Paulino Quirós, o. . , pp. 490-497. 95 Cf. Procesos, ed. P. Silverio, tomo III, Burgos, 1935, págs. 446-447. 96 E. Llamas M artínez analizó ampliamente la actuación de fray Alonso en: Santa Teresa de Jesús y la Inquisición española, Madrid, 1972, págs. 307 y siguientes. Es una obra de indiscutible valor, pero no me satisfacen ni los datos ni los juicios que da sobre fray Alonso de la Fuente: véase la reseña que hice en «Angelicum» 51, 1974, págs. 501-503. c

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El 26 de agosto de 1589, en la plenitud del verano, se decide a actuar, sin que nadie se lo pida, y pergeña una carta para el Consejo: «A mis manos —empieza— ha venido un libro que se intitula: Los libros de la Madre Teresa de Jesús, impreso en Salamanca por Guillermo Fóquel el año pasado de 1588. Y habiéndole leído y considerado atentamente» halla en él lo que halló en los «sermones» de Taulero: la semilla fértil de los Alumbrados. Sabe, además, que está logrando ún clamoroso éxito de público °7. Ambas constataciones reavivan en su imaginación «el vien­ to terrible que sopló en la mar de noche, de que habla San Marcos 97989, que puso en peligro de navegar a San Pedro». El símil —y su significa­ do— los asenderea una y otra vez fray Alonso en sus escritos. Es, por tanto, una de las «representaciones» características suyas, válida para identificar o autenticar algunos Memoriales anónimos. Con todo, no quie­ re ni pretende otra cosa, al menos así lo dice, que avisar a los inquisido­ res y despertarlos para que velen. Pero lo dice de una manera también típica: «Mande Vuestra Señoría que vean teólogos esa escritura y, si no entendieren el sueño herético que hay en ella, yo lo daré a entender cuan­ do se me mandare, con otros muchos misterios de iniquidad y herejías secretas que andan escritas en latín y en romance, que son las fuentes corruptas donde beben los raposos herejes de este tiempo, que, a mi cuenta, son muchos en número y van haciendo daño en lo muy precioso del reino; cuyas doctrinas y caminos secretos he considerado y estudiado diecisiete años enteros, esperando oídos piadosos que me oigan con pa­ ciencia y sufrimiento y atención. Y para este fin he dado el aviso [pre­ sente] a Vuestra Señoría, antes que esta ponzoña haga algún daño de secreto, que no se pueda reparar. Y servirá la averiguación de ella para los negocios de Jaén y Baeza, donde se descubre la secta [de los Alum­ brados], y para que las Inquisiciones procedan con lumbre e inteligen­ cia clara de la secta que van buscando e inquiriendo, sin la cual es im­ posible sacar cosa a luz perfectamente. Y no será razón que los negocios de Jaén se queden sin entender, como se quedó lo de Llerena, pues el tiempo lo va declarando y los herejes lo van escribiendo, y no hay en el reino hombre que sepa este lenguaje ni las significaciones de él, sino un solo religioso que, movido de caridad y compasión de las ánimas y celo del bien común, escribe este aviso, olvidándose de las pesadumbres y molestias y reprensiones que sobre ello ha recibido, representando esta verdad» ". Todo el genio, toda la figura, todo fray Alonso vibra en este párrafo. 97 Alonso de la F uente, Carta al Consejo. Llerena, 26 agosto 1589: AHN.: Inq., legajo 2072, exp. n.° 43. 08 Cf. Me 4,35-41. 99 Alonso de la F uente, Carta al Consejo, Llerena, 26 agosto 1589: AHN.: Inq., legajo 2072, exp. n.° 43. 90

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El Consejo no debió acoger con entusiasmo la nueva instancia de fray Alonso. Le estiman, le admiran, le conocen y le temen. Dio curso, no obstante, a la denuncia: «Que se vea este libro y con él esta carta» 10°. El calificador, al recibir la requisitoria, se zafó de ella, agarrándose a la promesa del remitente, que se ofrecía a aclarar lo oscuro y, de hecho, encareciendo el peligro, no apuntaba ninguna proposición en particular. Fray Alonso se ve precisado a cumplir lo prometido. Y una vez que em­ puña la pluma, será casi irremediable que prosiga la aventura... hasta el fin. Las «anotaciones» previas son exponente curioso de su preven­ ción y de su método, de su lógica y de su fuste intelectual, de su sensi­ bilidad y de su estado de ánimo «antialumbradista». «La mala semilla —dice— que hay en este libro, advertidamente está derramada y des­ membrada de tal manera que apenas se puede recoger y reducir a con­ clusiones. Mas yo he procurado sacar en limpio el concepto de la doctri­ na, sin añadir ni quitar cosa alguna de lo que va enseñando. Asimismo, me pareció poner al pie de cada conclusión los lugares y capítulos donde se enseña lo contenido en ella; y, en tercer lugar, [doy! calificación de ella, porque así me lo pidió alguno de los calificadores del Consejo. Que si no aprovechare, creo no dañará, y, por ventura, ahorra de algún tra­ bajo. Aunque esto yo no pensaba hacer, sino sólo informar del hecho, para que el Consejo lo mandara calificar y ver la calificación de otros más sabios. Mas diré lo que yo he meditado acerca de esto: que, si no acertara en la calificación, en lo que diga descubriré el sentido de cada cosa, y debe ser oído y creído» *101. Los historiadores suelen tildar a fray Alonso de vano orgullo. Y, en verdad, la lectura de sus Memoriales, si se hace por la superficie resba­ ladiza, produce esta sensación. Sin embargo, fray Alonso, que experimen­ tó la incrédula resistencia desde el principio de sus lances, no es un tipo carcomido de obstinación, ni pagado de sí mismo; a veces duda de lo que dice, duda si está en la verdad o está en engaño subjetivo; otras, evacuada la incertidumbre, se echa la culpa de no saber demostrar y patentizar la verdad; otras, adeuda la culpa a la desgana de los inquisi­ dores, viejos y achacosos, como los que había en Llerena cuando empe­ zó, o alegremente despreocupados, como Vallecillo en Baeza. ¡Duermen un sueño profundo, y no hay voz que los despierte!, reflexiona fray Alon­ so, enhebrando el símil evangélico del viento y la nave; otras, en fin, lo atribuye a los teólogos, que pueden y deben entender el tinglado, pero no lo analizan con atención, sino a vuelapeine. En cualquiera de los casos, opta por la paciencia, que es virtud cristiana, máxime de los tem­ peramentos inquietos, como es el suyo: «es menester paciencia, conclu­ i°° Acotación marginal del Consejo: ib. 101 Alonso de la F uente, Anotaciones...: AHN.: Inq., legajo 2072, exp. n.° 43. 91

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ye, pues es tan propia del Santo Oficio, y a mí me la ha dado Dios die­ cisiete años, confiando en su misericordia y en su verdad que ha de ma­ durar este negocio y darse a entender» 102. Otro de los vicios de que está inmune es la quemazón de rencor: olvida pronto las «pesadumbres pasa­ das» por la «causa de Dios» y del «bien común»; es virtud de caballeros; es deber de cristianos. Si insiste en que tiene razón, si da señales aparentes de orgullo, en el fondo es una buena persona, volitivamente enfrascado en su «tema», que se ve obligado a la apología y a la demostración de la validez de sus lances, que no son sinrazones y descabellos, sino hechos que se palpan, pruebas incuestionables, teología de buena ley. Para fray Alonso, que todo lo ve por el prisma del «Alumbradismo», no hay duda que esos «libros» de la Madre Teresa son «epítome y sumario» de Taulero; no se para en la barra a averiguar cómo es posible que una monja haya podi­ do hacer ese trasvase; o mejor, sí piensa en la dificultad, y por eso y por­ que no discute las virtudes de la monja, salta el obstáculo poniendo en duda que sea auténtica madre, sino que algún espíritu y genio maligno se los endosó, guardando la ropa. Unos y otros —«sermones» y «libros»— contienen la simiente de la doctrina de los Alumbrados. Es el puntoclave: «esta doctrina que aquí se enseña es la misma que enseñaban los Alumbrados de Extremadura y enseñan hoy los del obispado de Jaén y otros muchos, que andan sueltos por el reino. Y es negocio que lo ha tentado y manijado la Inquisición. Y yo en particular, en compañía del inquisidor Montoya, vi por vista de ojos la práctica de toda esa teórica y supe el sentido y significación de cada cosa. Y será razón que sea creí­ do en esta materia como testigo ocular, como son creídos todos los his­ toriadores en aquellas cosas que vieron y tentaron como testigos de vista, especialmente cuando mis anotaciones son verosímiles y bien fun­ dadas y llegadas a razón» 103. La tarea, con todo, es delicada. «Para sacar a luz este negocio y darlo a entender, como el juez pesquisidor que va inquiriendo de un delito grave y oculto del cual no halla testigos y junta multitud de conjeturas grandes y pequeñas para convencer a los culpados en el delito, así me ha parecido juntar en este Memorial todos los indicios que hay [...], para que todo junto se vea y califique» 104. ¡Improba y estéril faena! Pero fray Alonso no desiste en el empeño. Por el mes de diciembre envía, desde Sevilla, nuevos pliegos, pues está trabajando con orden y a destajo. No empece que no haya tenido «res­ puesta, ni sé si se han recibido» 105. El 20 de febrero de 1590, tercera 102

103

Ib. Ib.

104 Ib. i°5 Alonso de la F uente, Carta al Consejo, Llerena, 20 febrero 1590: AHN.: Inq., legajo 2072, exp. n.° 43. 92

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remesa 106. El 4 de abril, otra: «Hame puesto cuidado si mis trabajos se reciben con la gracia y piedad que mi buen celo merece»; ruega que le comuniquen si vale la pena proseguir la fatiga; insta a los inquisidores a considerar «este negocio con las veras y rigor que la materia gravísima de que se trata lo pide»; se doblega al juicio de teólogos más sabios: «en la calificación de cada cosa estoy sujeto a otros más sabios que yo»; pero no rinde armas en lo que cree hacer ventaja a cualquiera: «porque en este particular y en esta lengua [de los Alumbrados], sé mucho más que ninguno de ellos; y sobre este artículo he de poner el caudal de mis fuerzas y dar la última señal por Dios y por su fe» 107. Por vocación y servicio sigue aguantando en la brecha. Su disponibi­ lidad es absoluta. No hay problema ni peligro más urgentes en aquella hora de España que el Alumbradismo. Para atajarlo luchará fray Alonso hasta más no poder, poniendo en el combate todo el caudal de sus fuer­ zas, ya muy débiles, y de su saber, y de su experiencia. Conmovedor: en explicar el «concepto» y el lenguaje de los Alumbrados pondrá el resto de su vida, dando así «la última señal por Dios y por su fe». Las enfer­ medades se han ido apoderando de su cuerpo; el espíritu, empero, lo tiene lúcido y fuerte. El 26 de marzo de 1591 expide los postreros plie­ gos y tal vez la postrera carta al Consejo: «Con este Memorial son cinco los que he enviado a Vuestra Señoría, y heme detenido en enviar éste por haber estado enfermo muchos días. Vuestra Señoría lo mande ver y meditar a muchos teólogos juntos, porque no es negocio para fiarlo de uno solo. Porque lo principal que se ha de examinar es: utrum —si el libro de la monja dice lo que va apuntado en mis Memoriales» 108. Efec­ tivamente, ésa era la cuestión crucial. Para fray Alonso, para el Consejo y para los teólogos calificadores. La respuesta de fray Alonso es que sí. Sin obstinarse en sus trece, pero también sin desaliento. Está convencido hasta el tuétano que se trata de «la misma herejía y los mismos errores y lo que se practica en­ tre los Alumbrados y se calificó en Llerena contra ellos, especialmente contra un Juan García, que decía tener discípulas que en esta vida goza­ ban de Dios y veían su esencia» 109. Los casos que conoce «de vista» co­ rroboran la «teórica» con una «práctica» alarmante: Alumbradas de Ex­ tremadura, redivivas en su imaginación; Alumbradas de la Alta Anda­ lucía, vivas del todo, desviviéndose en seguir y encarnar los principios de la estupenda espiritualidad. «Las Alumbradas de Extremadura —re­ cuerda— al tiempo de la elevación del Santísimo Sacramento cerraban los ojos y se metían en el dicho fondón [tauleriano del alma] a adorar ios «El portador lleva el 3.°»: ib. 107 AHN.: Inq., legajo 2706 s.f. 108 AHN.: Inq., legajo 2072, exp. n.° 43. 109 AHN.: Inq., legajo 2706 («4.° pliego»). 93

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a Satanás, que le sentían presente. Y éste es el verdadero sentido de aquellas palabras, testificado contra los de Llerena [...]: que no se can­ sen buscando a Dios en el Calvario, o en el Huerto, con las cuales co­ mienza a excluir todos los otros modos de orar que ha usado la Iglesia, los cuales, aunque no los condenan del todo, mas tiénenlos por imperfec­ tos y por oraciones de niños» no. El presunto endiosamiento, punto ca­ pital del Alumbradismo, «se sabe mucho mejor por la práctica, y lo vi­ mos por nuestros ojos en más de veinte pueblos de Extremadura, donde había multitud de mujeres y hombres que se arrebataban y desmayaban y sentían la presencia de Dios y todos los efectos que aquí se ponen. Y si la mujer era ramera y profana, era sujeto más capaz y sentía más en breve los dichos efectos» m . El subconsciente lúbrico o sexual operaba espontáneamente, perdido o sustituido el freno del libre albedrío por el estímulo motor de la «teórica». Fray Alonso lo atribuye a intervención diabólica; los Alumbrados, a intervención divina; hoy cualquier apren­ diz de psiquiatra daría una explicación natural. Los hechos son —o eran— de neurosis religiosa colectiva. Para un observador teólogo, su trauma en modo alguno podía aceptarse como producto de la gracia divina. Por­ que ésta no destruye la naturaleza, ni es violenta; perfecciona, no desqui­ cia. Y las «alumbradas» andaban desquiciadas, sensualizadas, amodo­ rradas .Su Dios era un dios «sensible», y «así sus acciones son tardías, y la justificación del Alumbrado se hace por sus piezas, como quien hace una coraza o viste a un hombre armado»; un dios «homicida» de sus se­ guidores, pues con su presencia causa «la destrucción de la naturaleza y de la lumbre natural». A «muchas alumbradas mató este espíritu» 10112. A otros, no llegó a tanto, pero les produjo una semi-muerte, dejándolos «despulsados y caídos en tierra, de los cuales vimos en Extremadura multitud de ellos, y hoy día los hay en el obispado de Jaén en gran nú­ mero, especialmente mujeres, las cuales en el dicho rapto padecen y son oprimidas del demonio y son súcubas. Y esto es cosa conocida y lo sabe el Obispo» 113. El Alumbrado se recoge esperando el trance, al que va predispuesto. Irrumpe a manera de «illapsus» diabólico y el «poseso», al sentir «aquel movimiento que llama sobrenatural», lejos de oponer resistencia, se «deja» o abandona y ejecuta por principio «todo lo que allí se le inspira», sea bueno o malo, sea o no «contra los preceptos de Dios y contra las reglas de prudencia y contra buena razón». Fray Alon­ so, que ha palpado casos y más casos, recuerda un par de ellos al deta­ lle: 1°) «En Baeza hay una Alumbrada famosa que, estando en su casa, era arrebatada de este espíritu, y se hallaba otro día en la mancebía de 110 AHN.: 111 AHN.: 112 AHN.: 113 AHN.: 94

Inq., Inq., Inq., Inq.,

legajo 2072, exp. n.° 43. legajo 2706 («4° pliego»). legajo 2072, exp. n.° 43 («30 pliego»). legajo 2706 («4.° pliego»).

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Baeza entre las rameras, sin saber cómo ni por dónde había ido. Y todo esto se tenía por gran misterio entre los Alumbrados.» Al parecer, el in­ quisidor Vallecillo no se enteró de tan extraño «milagro»; 2°) otro, «no­ table y ridículo» contó la protagonista a Montoya y a fray Alonso cuan­ do hicieron la «visita» inquisitorial de Extremadura: «Una mujer alum­ brada notificó delante del inquisidor Montoya que le vino inspiración de lavar los pies a unos pobres del hospital. Y estando lavando los pies a uno de ellos, tenía inspiración muy grande que le decía subiese las manos arriba y le lavase las vergüenzas. Y como en esta secta sea pecado mortal no seguir la inspiración, y, por otra parte, la detenía el pudor natural, «estaba sudando de pena, peleando con la inspiración, que no sabía qué hacer». No eran casos a granel, pero, para muestra, fray Alonso cita esos dos. Partiendo del principio, tenían que darse con alguna fre­ cuencia, idénticos o similares a los referidos. «De esta manera les inspi­ raba el demonio dos mil desatinos, y los ponían por obra; tanto, que hubo Alumbrado que tuvo inspiración de desnudarse en cueros y [que] fuese por las calles haciendo penitencia pública; y lo puso por obra, que fue un escándalo y risa de aquella república» 114. Para el Consejo, que valoraba en su gravedad esa doctrina y esos episodios, no cabía más opción que dar curso a las vehementes exposi­ ciones de fray Alonso, exageradas, sí, mas no sin fondo de verdad. A él ya hace tiempo que le han mermado la confianza. De ello se lamenta, sin descorazonarse. Sin embargo, lo escuchan a la callada y encomien­ dan a los «teólogos calificadores», según lo demanda, un juicio calibrado de los «libros» y de los «papeles». Si la Santa se vio envuelta en amagos de «procesos inquisitoriales» en vida, ahora la insidia la persigue des­ pués de muerta. Para los teólogos no fue tarea fácil. Algunos, sin poner mácula a la persona, «calificaron» los «libros» alineándose con fray Alonso. No estu­ vo, pues, solo 115. Otros, en cambio, defendieron la ortodoxia de los «li­ bros», sin entrar en dimes y diretes ni con Taulero ni con los Alumbra­ dos. Fácil es hoy elegir la mejor y verdadera parte. No por ello condena­ ríamos del todo a aquellos severos y honrados jueces. Se equivocaron de todas a todas en «ver» raíces y semilla y suma del Alumbradismo en los «libros» de la Madre Teresa. No se equivocaron en «ver» que la teo­ ría y la práctica de los Alumbrados era heterodoxa, corrosiva y malan­ dante. La «Santa» fue hija de su tiempo, «víctima» de su tiempo, «triun­ fadora» de su tiempo. Sin aceptar hipótesis explicativas de su extraor­ dinario «caso místico», que se han sugerido y se siguen aireando 116, con­ 114 AHN.: Inq., legajo 2072, exp. n.° 43 («5° pliego»), 115 Cf. E. Llamas M artínez, o. ., págs. 321 y siguientes. 116 Carlos M. S taehlin , Apariciones, Madrid, Fax, 1954. Es libro que debe leerse con «reservas»; de hecho, fue retirado de la circulación. c

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cluiré la narración de la «aventura desaventurada» de fray Alonso —la última de su vida— transcribiendo una luminosa confidencia de la «San­ ta» a fray Juan de las Cuevas, hombre singular en letras y gobierno. El día 21 de junio de 1595 declaró en Madrid: «Este testigo conoció a la dicha Madre Teresa de Jesús, cuando este testigo, por mandado de la buena memoria de Gregorio XIII, hubo de presidir en el Capítulo en que se hizo la separación de los frailes descalzos y calzados de la Orden del Carmen, y la dicha madre escribió a este testigo una carta muy larga, tratando con mucha prudencia de los negocios de su Orden; y después, de allí a algunos años, viniendo la dicha madre de la fundación de Bur­ gos, llegando a Palencia, este testigo era prior del monasterio de san Pablo, de la Orden de santo Domingo, y la vio y la trató y dio cuenta de cosas espirituales suyas.» Prosigue su testificación y, al llegar a «las plá­ ticas espirituales que con ella tuvo», subraya: «Y en particular, dando cuenta la dicha madre a este testigo de su espíritu, le dijo que de las muchas cosas que en tiempos atrás pasaban por su entendimiento de visiones y revelaciones, había quedado tan solamente con la presencia de Dios, significando que lo demás de visiones y revelaciones habían ce­ sado» 117. 16. La

m uerte

Por el epistolario de fray Alonso consta que por la primavera de 1591 anda mal de salud. Las fuerzas físicas le fallan. A pesar de ello, su espí­ ritu es tan batallero como en los años mozos: la misma generosidad, la misma fidelidad, la misma obsesión en la lucha contra los Alumbrados. Desde que empezó la gran batalla que ha dado fama —buena y mala— a su nombre y, sobre todo, razón de ser a su vida, han corrido, y no en balde, más de veinte años. ¡Qué lejos ya aquella Navidad de 1570, cuan­ do, yendo de camino, descubrió casualmente los primeros síntomas del Alumbradismo de Extremadura! ¡Cuántos éxitos obtenidos! ¡Y cuántos descalabros padecidos! En 1592, desgastado, flaco de cuerpo, está aún en la brecha, sin que se note resquebrajamiento de su carisma antialumbradista. Fray Alonso es fibra humana sin «crisis de identidad». En la Llerena de sus combates, sola y soleada, apura el cáliz de las últimas heces: a un lado, la poca comprensión de sus escritos y la esca­ sa remuneración a sus servicios; enfrente, la muerte. Que vino en su busca cuando fray Alonso contaba apenas 59 años. Según mis conjeturas, el óbito ocurrió a principios de octubre de 1592. No en 1576, según el falso rumor del teatino que replicó a los Me117 Procesos, ed. P. Silvero, tomo I, Burgos, 1934, págs. 366-367. 96

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moríales lusos; ni en 1585, según la anotación equivocada de Góngora. La cronología no miente; pero esta vez hay que acudir a las pruebas in­ directas. Y la más decisiva es que el 29 de octubre de 1592 hallamos que el convento de Llerena tiene nuevo superior. Se llama fray Juan de la Vega, Presentado; los inquisidores lo comunican al Consejo, pues ha presentado, por honra de su título y de su convento, solicitud a plaza de «calificador» del tribunal; «ha sido nuevamente.proveído aquí» por prior; «parece persona de mucha autoridad y letras»; ha desempeñado la pre­ latura y el oficio de «calificador» en Murcia y Sevilla; la recomendación no puede estar más justificada ni ser más elogiosa. El Consejo no hizo inmediatamente la promoción del candidato, sino que mandó al tribu­ nal de Llerena que pidiese informes al tribunal de Murcia U8. Por lo que a nuestra pesquisa cronológica atañe, la data precisa del 29 de octubre de 1592 es un hito de referencia clara: ese día presentó el nuevo prior su petición. Antes, pues, de esa fecha había fallecido fray Alonso de la Fuente, prior del convento de los dominicos y calificador del Santo Oficio. El mojón indica, pues, el terminus ante quem. Una segunda prueba confirmativa nos la ofrece el obituario que acompaña las actas de los capítulos provinciales. El 10 de mayo de 1591 se abrió el de Córdoba, en el que fray Alonso obtuvo la promoción a Maestro en Sagrada Teología, magisterio que le fue confirmado en el ca­ pítulo general celebrado en Roma en la primavera de 1592. La Provincia Bética no se reúne posteriormente hasta 1595: del 14 al 21 de mayo tiene lugar el Capítulo provincial en san Pablo de Sevilla. El necrologio, que es copioso elenco de muertos, consigna escuetamente la muerte de fray Alonso, sin dar año ni día: «ln conven tu sancti Antonii de Llerena f frater Ildephonsus de la Fuente, Magister et Prior eiusdem conven tus» 18119120. Podemos, por tanto, marcar en la cruz de su tumba: Llerena, octu­ bre 1592. Y poner un simbólico ramo de rosas de Zurbarán. Y un epita­ fio sencillo, expresivo, copiado de un viejo infolio de historia domini­ cana: «El Maestro Fray Alonso de la Fuente, gran perseguidor de los Alum­ brados» 12°. R. I. P.

118 AHN.: Inq., legajo 2706/1; en el mismo legajo, otra carta del tribunal de Llerena, 13 enero 1593, insistiendo en el nombramiento, ahora justificado con la certificación adjunta del tribunal de Murcia. Disfrutó poco del cargo, pues el 18 agosto 1595 el Consejo nombró calificador a fray Juan Romero por muerte de fray Juan de la Vega: AHN.: Inq., libro 583,- f. 3 v. 119 Acta Capitülorum Prov. Beticae: AGOP XIII-23570. 120 J. López, . . , p. 132. o

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Capítulo II

EL DESCUBRIMIENTO DE LOS ALUMBRADOS

1.

Un

nuevo mundo espiritual

«En el fin del año de setenta, que fue por el mes de diciembre, vine desde Sevilla a Extremadura, a la Fuente del Maestre, que es mi natural, y hallé de asiento en el dicho pueblo un clérigo que todos llamaban teatino y, por nombre de pila, Gaspar Sánchez, teólogo predicador y ve­ cino de un pueblo que está seis leguas de Ciudad Rodrigo, que se dice Sahelices de los Gallegos» \ Así inicia Alonso de la Fuente la historia de sus aventuras antialumbradistas, la historia del descubrimiento del fabuloso mundo espiritual de los Alumbrados de Extremadura. El «descubrimiento» aconteció por casualidad providencial. El primer contacto fue impensado, inesperado. Gaspar Sánchez le metió lás manos en la masa. Fray Alonso se dio cuen­ ta, desde el primer instante, que la espiritualidad cultivada con esmero y entusiasmo por el teatino y las beatas sabía a extraños caminos, inclu­ so a herética depravación. Gaspar Sánchez, el primer clérigo Alumbrado de esta historia, «tenía grande opinión de santidad y buena vida, confesaba perpetuamente a ciertas beatas, y predicaba muy a menudo». A juzgar por las apariencias, es un sacerdote digno, compuesto, que no da pie a que nadie ponga mancha de sospecha en su conducta. El vulgo murmura únicamente, con su instintiva malicia, porque celebra los actos religiosos a toda prisa, y especialmente porque da comunión cotidiana a «gente de muy' poco ta­ lento de virtud»; es decir, a las zafias beatas. 1 L o s t e x t o s e n t r e c o m i l l a d o s , m i e n t r a s n o s e h a g a c o n s t a r o t r a p r o v e n ie n c ia , p e r t e n e c e n a: A lo n s o d e la F u e n t e , M em orial a F elipe II, q u e p u b l i c o i n t e g r a l m e n t e e n la s e g u n d a p a r t e : D ocu m en tos 1.

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Fray Alonso es hijo preclaro del lugar; el teatino le ruega que le ayude en el ministerio. Fray Alonso acepta con ingenuo candor. Luego pensará, cavilando con ojos meditabundos, que lo que el teatino preten­ día era autorizar con el hábito blanco y la palabra ardiente del fraile predicador sus nuevos métodos espirituales y, de rechazo, poner una mordaza a los maldicentes y murmuradores. Pero, de momento, exultó de gozo al sentirse invitado a subir al púlpito de su pueblo y blandir en él la palabra de Dios. No había cosa que, por oficio y vocación, le gusta­ se tanto. Por eso dejó la cátedra de Sevilla. Comenta: «Yo lo hice así, que los primeros días que prediqué en el pueblo hablé en favor del dicho teatino y le purgué de algunas cosas que le oponían, que parecían leves.» Las beatas, blandas de suyo, se enfervorizaron con los sermones de fray Alonso, predicador de garra, y sin ninguna precaución lo toman por iniciado y aun maestro de la secta y se acercaron a él y le hablaron con­ fiadamente de los fenómenos maravillosos o tormentosos de su vida «mística». La puntita de vanidad, la ignorancia, el clima de estupendas experiencias religiosas que respiraban y la atracción que produjo en tor­ no a sí la figura y la voz del predicador las traicionaron, empujándolas a caer en una inocente añagaza. Porque fray Alonso desconocía por com­ pleto aquel mundo extraño, escondido detrás de un fervor cristiano que, por verificarse en su pueblo natal, le henchía los pulmones de gozo. Ingenuo él, ingenuas ellas, todo fue providencial, según conjetura luego el meditabundo predicador. Con estos principios, refiere él, «se me lle­ garon muchas teatinas de aquella liga y me comenzaron a comunicar cosas de espíritu. En lo cual no guardaron el precepto de su maestro, que mandaba expresamente a las dichas mujeres que no dijesen a otros confesores el secreto de las cosas espirituales que Dios [les] revelaba en la oración. Pero fue consejo de nuestro Señor que yo las favoreciese en mis sermones, pensando que su doctrina era buena y sana, para que con este seguro se fiasen de mí, como lo hicieron algunas, tratándome de ciertos raptos que tenían en la oración, que para mis oídos fue cosa muy escandalosa ver que una gente simple y de tan poco uso en las co­ sas de virtud tuviesen señales tan poderosas de santidad». Esta declaración, tan limpia y sincera, indica que el predicador está ya abriendo los ojos y poniéndose en guardia. Más adelante explicare­ mos, si es menester, por qué usa casi indistintamente los términos teatinos, alumbrados, espirituales, etc. El nombre primario o genérico que da el vulgo a los de esa «liga» es teatinos. Alonso de la Fuente, que del len­ guaje popular lo ha tomado, como buen predicador, procurará unas ve­ ces distinguir a los teatinos profesionales de los teatinos devotos o adoc­ trinados. De momento, fray Alonso nos informa, con su delicioso estilo narrativo, que pasó rápidamente de la fase de ocasional colaborador a la fase de crítica teológica y, en fin, a la fase de pastoral oposición. Se 99

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quedó estupefacto, confiesa, al escuchar tan poderosas señales de santi­ dad en beatas pobres de espíritu y de virtud. Por otra parte, el hecho le acicateó su natural curiosidad de indagación de las causas, tarea a la que estaba acostumbrado, aunque en «Santo Tomás de Sevilla» la venatio era abstracta especulación, y ahora había que hacerla en la carne viva de unos fenómenos concretos, de índole espiritual y, por serlo, su­ mamente escurridizos. «Con la admiración que el ánimo concibió de aquellos raptos» que le contaban las beatas como experimentados en sus «contemplaciones», «comencé curiosamente a buscar la causa de donde procedían». La actitud de inquisición causal no podía ser más exacta, más certera. Pero la prisa urge. Fray Alonso pasó y se detuvo en Fuente del Maestre, su pueblo, para ver a sus familiares. Entre estupor, fervor y sospecha, no pudo apurar la metódica investigación de las causas de aquella fenomenología «mística» de las beatas. «Por entonces no pude», dice, realizar el plan, «porque iba camino de Badajoz», su nuevo desti­ no. Todavía se esforzó en hacer un primer y pacífico examen de la si­ tuación y de las causas. «Junté ciertas mujeres de aquella liga y les pregunté la forma que tenían en servir a Dios. Y ellas me respondieron que se ejercitaban en la contemplación.» La sorpresa se apoderó, enor­ me, de fray Alonso: aquella espontánea y veraz respuesta «me ofendió mucho más que los raptos, porque había entre estas mujeres tanta ig­ norancia en las cosas generales de la ley de Dios que apenas sabían las oraciones comunes de la Iglesia». Concluyó, como si se tratase de un silogismo por bárbara: «siendo los sujetos de esta especie» tan ignoran­ tes, «habían subido de golpe a la contemplación divina». Algo fallaba, pues. Por la prisa y por prudencia teológica, fray Alonso, que no había lo­ grado más que entrever el problema, se limitó, en el orden práctico, a aconsejarles que, por entonces, tomasen otro camino más llano de ejer­ cicios espirituales y, por Dios y por los Santos y por ellas mismas, no contemplasen, «porque se perderían». Consejo, a ojos vista, contrario al método y a la miel que les enseñaban sus «maestros» y ellas saborea­ ban tan a fondo, pese a las turbadoras angustias, físicas y psíquicas, que también experimentaban simultáneamente con las delicias de los rap­ tos. El consejo no fue bien recibido, y pronto, rehechas y desengañadas de que fray Alonso no era de su cuerda, «se mofaron del consejo e hicie­ ron burla de mí». «Y con esto me fui a Badajoz, donde iba asignado por predicador de mi convento.» 2. A CAZA

DE LA M ISTERIOSA H EREJÍA

Por celo, por azar y un poco por instintiva curiosidad «descubrió» Alonso de la Fuente, «predicador apostólico», el estupendo mundo del 100

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alumbradismo. Como realidad y como problema a la vez- No logró re­ sultados mayores en su primera aventura, transeúnte y presentada a sus ojos por puro azar. Por «disposición de la divina Providencia», dirá él, que era, por temperamento y por hijo de su época, un hombre en el que se dosificaban mucho, no importa en qué medida, la credulidad en la fenomenología preternatural, la sagacidad inquisitiva y la obsesión caballeresca en el ejercicio de blandidor de la palabra de Dios. En lo sucesivo, fray Alonso no se dará paz en la averiguación del alumbradismo y de sus causas. Ha encontrado «tema». Por lo demás, el campo de acción es ancho, inmenso, preocupante. La comidilla de las charlas entre clérigos consistía, según todos los indicios, en el fervor floreciente de una espiritualidad que para fray Alonso tenía un nombre claro —teaíinos, alumbrados— y un contenido confuso y vaporoso que, a pesar de tenerlo a la vista, se le escurría cuan­ do intentaba aferrarlo y más aun cuando se esforzaba por demostrarlo a sus colegas y a los inquisidores. Además, se convenció de que Dios le había llevado a Extremadura con una providencial misión de desenmas­ carar aquella funestísima «liga» secreta. «Estando morador en la ciudad de Badajoz, narra, oí decir algunas cosas de los "alumbrados”, muy nuevas para mis oídos y muy ajenas de lo que yo había leído en la doctrina de los santos. Lo cual despertó en mí una curiosidad de querer saber estas cosas muy de fundamento y raíz.» Los rumores pacenses pudo verificarlos durante la Cuaresma, tiem­ po en que le envían a «predicar de asiento» en El Almendral. Allí cons­ tató que, efectivamente, el fenómeno se estaba convirtiendo en peligrosa plaga seudomística. «Hallé muchas alumbradas y algunos alumbrados, aunque jarretados por el Ordinario de Badajoz, que les había quitado la administración de los sacramentos, pero no la ruin doctrina y estilo malo de vivir. Porque éste no le perdieron aunque se vieron persegui­ dos.» Con el juicio que se había formado de que la piedad cristiana an­ daba desbordada por rutas «extraeclesiales», y ante los rumores que co­ rrían, y ante el hecho de que el Ordinario había tomado cartas en el asunto, se animó más aún a procurar que sus sermones hiriesen el mal en la cepa. En verdad, por temperamento y por convencimiento, no ne­ cesitaba espuelas. «Comencé a juzgar contra esta doctrina, hiriendo en ella con la palabra de Dios, aunque en este tiempo sabía poco de los ritos y reglas de ella.» Sin embargo, se esforzó en impugnar el funda­ mento de esa espiritualidad en boga: tomaban como principio y suma de la secta el ejercicio de la contemplación divina, que, al buen saber de fray Alonso, era «lo último de la perfección cristiana». La tesis del predicador era oro de ley en teología. «Contra este mal abuso di, añade, muchas correcciones, de lo que se ofendieron todos los alumbrados y me 101

ALVARO HUERGA

tuvieron por contrarío, retirándose de mí ellos y sus beatas, aunque yo no me retiré de mi tema, ni de buscar sus obras y doctrina.» Había estallado la guerra abierta. Los primeros resultados, aparte de un deslinde de zonas ideológico-prácticas, fueron positivos: fray Alonso «descubrió» cosas nuevas que le «acrecentaron la sed que tenía de sa­ ber cosas mayores», secretos más hondos. Muchos adversarios de ese tipo de piedad acudían a saciársela o, por lo menos, a proporcionarle noticias. Le contaban «cosas extrañas, conviene a saber: cómo se alza­ ban con el cielo, cómo cautivaban las doncellas, cómo descasaban a los casados, cómo se apoderaban de las haciendas, cómo se arrebataban y tenían sentimientos divinos, cómo daban gritos y berreaban en el tem­ plo, cómo cerraban los dientes al tiempo de comulgar, cómo daban la obediencia a sus maestros, cómo alzaban su bandera de santidad y a todos los demás tenían por pecadores». Naturalmente, se le corrobora­ ba su opinión negativa de los Alumbrados y de su doctrina y se le re­ crecía la sed de proseguir averiguando fenómenos y causas y se conven­ cía cada vez más de su providencial misión de lucha para deshacer el pútrido entuerto espiritual.

3.

E

l

enemigo, en

casa

Acabada la Cuaresma en El Almendral, fray Alonso se fue a su pue­ blo. Bien merecía, después de tanto sermón y desveladoras inquietudes, unas semanas de descanso. «Vine, cuenta, a La Fuente del Maestre, don­ de había dejado las primeras contemplativas» que conoció de la liga alumbrada. No tarda en constatar, ni le extraña lo más mínimo, que le han perdido la devoción o simpatía; lo ha motivado él, mandóndoles «que no contemplasen tan presto, sino que rezasen y se ejercitasen en la observancia de los preceptos divinos». Pero lo que no había imagina­ do era encontrar el enemigo en casa: estaban sus sobrinas enfervoriza­ das y fanatizadas por los maestros de la secta. He aquí cómo refiere el episodio y lo que hizo, luchando por contener los impulsos de la sangre: «Hallé en este tiempo una sobrina mía, hija de mi hermana, convertida en teatina y con unas señales de tan gran santidad que me puso admira­ ción ver que una mozuela de 17 años se hubiese despojado súbitamente de los cabellos, de sus vestidos, de su lenguaje, del trato y conversación ordinaria, mudado el rostro, amarilla, sucia, flaca, dando gemidos, sus­ pirando, la cabeza baja». La semblanza de una alumbrada es magnífica, aun desde el punto de vista literario, y Menéndez Pelayo, si la hubiese leído, retiraría, avergonzado, aquella hiriente frase en la que calificó de «ramplón» el estilo de fray Alonso. No le preocupaban al «cazador» de teatinos los primores o galas estilísticas, sino el hecho de encontrar a su 102

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sobrina en tan triste estado. Se le agolpó la sangre y el celo en el rostro. Allí había, pensó, ya que no gato, sí misterio encerrado. Habló «mansa­ mente» a su sobrina, le rogó le dijese «en qué se ejercitaba o qué hacía para servir a Dios». Estaba al acecho otra hermana mayor, «beata», y, no pudiendo soportar el interrogatorio del tío, «porque era directamen­ te contra el sigilo» que imponían los maestros de la secta, «la asió de la mano y determinadamente le mandó que no me dijese lo que hacía, ni tratase de ello». La reacción de fray Alonso, a duras penas contenida, fue cariñosa aparentemente, aunque en el fondo le pareció muy mal; pero, con esa inesperada confirmación del temor y de la presunción de que «en la compañía y doctrina de estas gentes había alguna cubierta de grandes males», firme en su propósito, fray Alonso arrancó a la so­ brina joven de las manos de la otra «más vieja y pertinaz» y la conven­ ció con buenas maneras a que le dijese llanamente todo. Le preguntó, en primer término, qué le mandaba hacer su maestro; ella respondió que «le encomendaba se pusiese en la contemplación y que allí se pre­ sentase a Dios, diciendo estas palabras: Señor, aquí estoy; Señor, aquí me tenéis»; le prohibía, por otra parte, rezar oraciones vocales. En se­ gundo término, la interrogó acerca de los efectos y suceso de aquel pa­ sivo ejercicio contemplativo; la sobrina responde que, «en diciendo aque­ llas palabras solas, sentía sobre sí tan gran opresión de malos pensa­ mientos, de sucias consideraciones, de carnales movimientos, de concep­ tos infieles, de herejías, de blasfemias contra Dios, contra los santos, contra la limpieza de la Madre de Dios, contra toda nuestra santa fe que, de sola aquella tormenta y vejación que padecía, andaba muerta, consu­ mida, loca y sin juicio y sin figura de mujer; y que todo lo llevaba con paciencia, porque su maestro le decía y significaba que todo aquello era señal de perfección y el camino cierto por donde se alcanzaba». Por lo que fray Alonso ha relatado anteriormente, el «maestro» de su sobrina tuvo que ser Gaspar Sánchez, el primer «alumbrado» del que hace mención en la historia de sus aventuras antialumbradistas. El episodio de la sobrina acabó de confirmarlo en la ya medio madu­ ra convicción de que el alumbradismo era la peor planta espiritual que había visto y conocido en su vida: «No tuve necesidad de más informa­ ción, concluye, para asegurar el ánimo de que en la dicha doctrina había demonio y pacto con Satanás.» Porque es de saber que fray Alonso cree a pies juntillas que lo que enseñan y practican los Alumbrados es una religión satánica. Satán es el dios de los Alumbrados; y él también quien engaña a las beatas y produce en ellas tan desastrosos efectos como los que ha visto y palpado en su propia sobrina. 103

ALVARO HUERGA

4.

Profeta

en su tierra

En aquella primavera de 1571 y a raíz del episodio de su sobrina, fray Alonso recibió de lo alto, a su parecer, el espaldarazo. «Sentí, dice, en el entendimiento una ilustración tan poderosa de los misterios de esta secta y de las maldades que en ella se encerraban, que apenas lo podré significar: parecíame que visiblemente veía a los demonios en los dichos efectos y que los autores eran azote cruel de la santa madre Iglesia y que todos los maestros de esta maldad eran ministros del Anticristo.» La iluminación dejaba, sin embargo, un ángulo en oscuro; no acertó a ver claro si los teatinos de religión —es decir, los jesuitas— eran o no de esta nueva secta; si lo eran, no cabía duda de que la Sede Apostólica los condenaría. Pero la «condicional» no le parecía evidente. De ahí que procurase aclararla. «Esta fue la causa de que en el discurso de mi pre­ dicación fui siempre buscando e inquiriendo si era verdadera aquella condicional y si era toda una doctrina la de los Alumbrados y la de los Teatinos que viven en clausura. Y quiso Dios que, buscando esta verdad, hallé lo que no quisiera. Como adelante se dirá en el discurso de la his­ toria.» El texto no deja lugar a dudas de que se ha planteado un grave pro­ blema. ¿Acertó a resolverlo, o acabó por prescindir de la «condicional», identificándolos totalmente? Con la «nueva lumbre», decidido a combatir las «maldades y errores que en esta doctrina» de los alumbrados se encerraban, prosiguió pre­ dicando infatigablemente; en público y en privado se desgañitaba contra los autores de esta novedad, fustigando sus principios doctrinales y sus ejercicios espirituales, revolviéndose juntamente contra «la vida y doc­ trina». En su pueblo natal, Fuente del Maestre, se sentía más fuerte que en ningún sitio. Pero no podía evitar que los que le escuchaban se frac­ cionasen en opiniones encontradas: «unos decían: bien dice fray Alonso; otros decían: demonio tiene; otros andaban perplejos». Entre los que estaban en desacuerdo, resentidos en la herida, figuran Gaspar Sánchez, el clérigo de «asiento» en la Fuente del Maestre, y el grupo de beatas que ha catequizado y ganado para el nuevo tipo de espiritualidad. El dudar de muchos lo motivaba la ferviente campaña antialumbradista de fray Alonso, por un lado, y, por otro, los signos externos del clérigo, todos demostrativos de una conducta en apariencia intachable. Así «no osaban condenar al teatino Gaspar Sánchez, porque tenía ganada muy grande opinión y en sus obras exteriores no parecía cosa mala, sino con fe, dones y comuniones y predicaciones y hablar siempre de Dios desde la mañana hasta la noche». Cumplido el tiempo de vacación —muy relativa, en verdad—, fray 104

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Alonso regresó a Badajoz. Apenas llegado, le encargan una serie de ser­ mones en los días de la octava del Corpus. De nuevo la ocasión le pa­ rece propicia para explicar la práctica de la comunión y para arremeter contra los abusos de los alumbrados. Y de nuevo también su encendida y luminosa palabra se convierte en espada de dos filos: gustaron mucho sus sermones «al provisor y cabildo y todo el pueblo»; disgustaron a los partidarios de la nueva secta. «Los alumbrados se alteraron mucho, cuen­ ta fray Alonso, y, deseando atajar mi atrevimiento, me fueron a hablar muy blandamente, diciendo que moderase el estilo y que en aquella ciu­ dad no había las cosas que yo predicaba, que estaba mal informado; y juntamente las alumbradas se fueron a quejar a cierto predicador, para que en el mismo lugar que yo las afrenté, las desagraviase y volviese por su honor.» Aceptó el invitado, que era un «padre religioso de la Orden de la Trinidad», y echó un sermón en el que dijo todo lo contrario de fray Alonso, consolándose con ello en gozosa manera las beatas. La mayoría de la gente, en cambio, desembocó en la consabida perplejidad, sin saber a qué carta quedarse. O, en todo caso, se quedó con lo último que oyó: «dijo tales cosas, comenta fray Alonso, que todo el pueblo volvía por los alumbrados y reprendía lo que yo en mis sermones había dicho». Evidentemente, el clero llevaba la voz cantante; y el pueblo, la confu­ sión. Fray Alonso, que no daba ni marcha atrás ni el brazo a torcer, corrió, al enterarse de lo ocurrido, en busca del trinitario, y, según su relato, lo convenció y le prometió que no volvería a oponerse desde el púlpito ni en ninguna parte a su campaña antialumbradista, «quedando satisfecho de que mis sermones eran necesarios en tal coyuntura». Des­ pués de la fructífera charla con el trinitario, fray Alonso se fue a los franciscanos a hablar con «el predicador de aquel convento, que era per­ sona grave», y le informó de la perniciosa doctrina y le pidió que le ayu­ dase a destruir «aquel nuevo monstruo». También consiguió ganarlo a su causa y, siempre según su informe, del que no hay motivo para du­ dar, «en pública predicación autorizó lo que yo había predicado», aña­ diendo un subido elogio de fray Alonso: «había hablado como profeta». ¡Profeta en su tierra! 5.

«U na

manada de alumbradas»

Alonso de la Fuente tomó muy a pecho el oficio de predicador de su convento. El año 1571 raro es el día que no sube al púlpito y, como ya nos consta, raro también el día que no aborda «su tema» consabido: los alumbrados. Es el «tema» de sus sermones y el tema de sus soledades y de sus pensamientos. 105

ALVARO HUERGA

Terminada la serie de la octava, el padre prior lo «envió a predicar a Talaveruela, que está tres leguas de Badajoz, en donde hallé una ma­ nada de alumbradas y un grande alumbrado», padre y maestro de todas ellas. Se llamaba Alonso Tojal, y estaba «privado por entonces de confe­ sar, porque el Provisor Picado, que hoy gobierno en Badajoz, había he­ cho informaciones contra muchos alumbrados que eran hechura de Don Juan de Ribera, Patriarca de Valencia, y los había castigado. Y así anda­ ban de capa caída y maltratados del Provisor». El párrafo es de un interés enorme, pues da pelos, nombres y seña­ les, y saca a relucir, por primera vez, al antiguo obispo de Badajoz, San Juan de Ribera, a quien echará culpa de haber fomentado el alumbradismo extremeño en vez de extirparlo o de arrancar de raíz la mala hierba. Se ha referido de pasada a esto. Volverá a la carga en reitera­ dos pasajes de su autobiográfica historia. En Talaveruela, dadas las «provisiones» del Provisor Picado, fray Alonso predicó a sus anchas y averiguó cosas desconocidas del alumbradismo. «En este viaje a Talaveruela, glosa, descubrí algunos ritos nuevos de doctrina, grande ociosidad en las alumbradas contemplativas y que muchas de ellas cesaban totalmente de las obras corporales y se estaban todo el día en su contemplación, y a la noche pedían por amor de Dios para sustentar los cuerpos. Particularmente descubrí un error que, según me dijeron, se marcaba entre algunas de esta doctrina, y era que los pecados veniales bastaban para que un alma se condenase.» Para un teólogo como fray Alonso, el aserto no tenía más que una califica­ ción: herético. Lo que no hizo fue precisar que se trataba de una herejía material, al menos en las beatas, que no sabían teología; con todo, sus maestros, que tampoco darán pruebas de saber mucha, fanatizaban a sus discípulas; éstas después propalaban como dogmas lo que aquéllos les enseñaban. «Vino a mí, continúa fray Alonso, un alumbrado» después de haberle oído rebatir en el púlpito el error dogmático, y se empeñó en sustentar­ lo o defenderlo, «siendo hombre idiota y de poco saber». Como se obs­ tinaba, fray Alonso, sin lograr convencerlo de lo contrario, lo amenazó con el Santo Oficio y así lo hizo callar. Prosiguiendo sus pesquisas, fray Alonso se enteró de los rumores que circulaban sobre la conducta de Tojal en materia de faldas. Es la primera vez que topamos en su relato este punto, que fue capital y mor­ tal para el alumbradismo extremeño, y ello nos obliga a transcribir el texto íntegro, sin comentario: «Deseando informarme de las cosas de aquel pueblo, supe algunas maldades y obras deshonestas, y que una alumbrada de la dicha secta [estaba] recién parida y, según la voz del pueblo, de aquel grande alumbrado [Tojal], aunque él se purgaba de aquel delito y decía que era falso testimonio que le levantaban.» 106

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6.

E

l serm ó n

de

M

ari

S

ánch ez

De Talaveruela se fue fray Alonso a su convento de Badajoz; y de allí, a su pueblo, por visitar a su familia y porque se había encariñado con predicar allí. En efecto, el «día de San Bernabé» de 1571 predicó; «tocando en el tema de los teatinos», explicó a los oyentes «cuán mala y sospechosa era esta doctrina y que me parecía camino derecho de grandes herejías; encomendé al pueblo la doctrina llana de la Iglesia, los ritos santos y antiguos, recibidos y usados en la Iglesia católica, con­ denando las nuevas ceremonias inventadas por hombres, de las cuales siempre solían salir ruines efectos y malos fines». Acabado el sermón, se salió del templo. Y ocurrió «una de las cosas de las más notables y raras que se han visto en el mundo». ¿Cuál? De­ jemos que él nos lo cuente, como a él se lo contaron, pues no fue testigo de vista. Vale la pena. La protagonista fue Mari Sánchez, primer nombre femenino citado expressis verbis en la historia que fray Alonso escribió del alumbradismo extremeño. «Entre las Alumbradas que había en La Fuente del Maestre, una de ellas, principal, se celebraba por mujer santísima y muy sabia en los miterios de esta secta, según se trataba entre la gente de esta doctrina; era mujer moza, doncella e hija de un pobre hombre hortelano; llamá­ base Mari Sánchez; y había llegado a tanta perfección que comulgaba todos los días, y esto por necesidad espiritual extrema, porque tenía tan­ ta hambre del Sacramento que el día que no se lo daban caía enferma en cama y daba mil gemidos y padecía crueles tormentos y hacía como una mujer mordida de rabia, tanto que ponía admiración no solamente a la gente simple, pero a hombres sabios y religiosos ponía en confusión, no sabiendo a qué espíritu se debían atribuir aquellos efectos. Porque en esta secta se tenía por opinión que todos aquellos efectos procedían de amor de Dios; y ella propia decía que no era más en su mano, a cau­ sa de la hambre que tenía del Señor —como adelante se tocará más largamente.» «Habiendo, pues, yo predicado, como tengo dicho, esta mujer se halló presente al sermón y, según pareció, para el efecto que hizo venía sobre hecho muy pensado, y para el mismo fin traía una cruz debajo del manto; y luego que yo me bajé del púlpito, se levantó disimuladamente de su lugar y, llegándose al lugar de la predicación, arremetió de golpe y fue corriendo por la escalera del púlpito, y en un instante se puso en lo alto; en lo cual se vio una obra evidente de Satanás, que, siendo la escalera del púlpito asperísima y que tenía quebrado un escalón, y muy alta, la subió con tanta velocidad y ligereza como si fuera un gato; y fue cosa certísima que de tres mil ánimas que había en el templo, ninguno 107

ALVARO HUERGA

pudo entender cómo subiese a lo alto tan ligeramente si no fue ayudán­ dola el demonio, como en efecto la favoreció y puso en el mismo lugar donde yo había predicado; y queriendo mostrar la cruz que llevaba para la dicha intención, levantó el brazo y mostró un palo mondo, porque el brazo de la cruz se había caído, o, permitiéndolo Dios, se había quebra­ do por orden del demonio, que jamás hizo buena compañía con la cruz; asimesmo, puesta en lo alto, dio un poderoso grito, diciendo: ¡Dios de mi alma!; y volviéndose contra mí, me llamaba que viniese a disputar­ me con ella; y decía: ¡Venid acá, bachillere jo!, significando al pueblo que me quería convencer volviendo por su doctrina; y queriendo proce­ der adelante con su desatino, no le dieron lugar, porque luego la Justicia arremetió contra ella para derribarla de lo alto, y ella se defendía asida a las verjas del púlpito; y estuvo tan fuerte y poderosa para resistir a la Justicia, que fue necesario, según entendí, que la asiesen de partes vergonzosas para hacerla bajar, y de esta manera se dejó vencer, y luego la bajaron muy deshonestamente, descubiertas sus carnes y las piernas arriba y la cabeza abajo, con grande ignominia de su persona. Y el Vi­ cario del pueblo la hizo prender; y, tomándole la confesión, no quiso jurar, ni quería obedecer, ni reconocía Prelado, diciendo que a solo Dios se debía la obediencia, y otros muchos errores que adelante se dirán. El Vicario hizo sus diligencias y la envió presa al Prior de la Provincia, para que le diese el castigo condigno de sus culpas.» A pesar del desenlace del sermón de la famosa beata, a la que volve­ remos a encontrar más de una vez, la tormenta del alboroto continuó: el cura del lugar favorecía a los Alumbrados, opinaba públicamente que eran unos santazos y se iba dejando empujar hacia el callejón oscuro: «Le tenían ya tan obediente las mujeres de esta secta que, siendo él cura y pastor, le gobernaban y enseñaban lo que habían de hacer, y ellas lo tenían por su escudo y patrón.» Nada extraño, pues, que se mostrase contrarío a los sermones de fray Alonso, al que inculpaba de promotor del ruidoso escándalo. Anunció desde el púlpito sermón para la tarde, invitando a la gente a que acudiera, pues quería clarificar la embarazan­ te situación provocada por fray Alonso. «Llegada la hora de vísperas, se juntó el pueblo al sermón y yo me puse enfrente del púlpito, con pro­ pósito de no sufrirle palabra malsonante, porque andaba un cisma te­ rrible en el pueblo, apellidando unos por la doctrina del teatino, y otros por lo que decía fray Alonso. Pero el Vicario, que era hombre cuerdo, considerando la calidad de este negocio, mandó al cura con censuras y requerimiento que no predicase; y salió con el intento.» Pasados pocos días, en la primera fiesta desembuchó su sermón; la gente, sensibiliza­ da y fraccionada en dos sectores, tomó partido inmediato: los alumbra­ dos, en su favor; las autoridades, en contra. Tanto, que le obligaron a 108

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cantar la palinodia en el mismo pulpito y a decir que la doctrina de fray Alonso era la acertada. A fray Alonso, que es el narrador de esos percances, le asombra la tenacidad con que las Alumbradas aguantaban. El «mal suceso de la compañera predicadora» no las intimidó; ni aflojaron en los ejercicios de sus contemplaciones ni se retrajeron de sus doctrinas. Incluso «desea­ ban que las llevasen presas», invocando, el ejemplo de los santos perse­ guidos. Sólo dos «de las tocadas» se resquebrajaron en vista del escan­ daloso gesto de su «capitana». Le abrieron el alma a fray Alonso, contán­ dole «cosas notables de ilusiones diabólicas» que sentían en su oración contemplativa. Una «me descubrió cómo estando en su recogimiento veía a Jesucristo puesto en una cruz y corriendo sangre, y que, estando ella al pie de la cruz, caía la sangre sobre su cabeza y la bañaba». Bien podía fray Alonso confirmarse en su creencia de que el alumbradismo era un veneno perturbador de la gente sencilla. Pero también los sucesos ocurridos le preocupaban. Determinó entonces ir «a dar noti­ cia» de todo al Santo Oficio, que era árbitro y juez de la ortodoxia y tenía su sede allí cerca, en la villa de Llerena. 7.

En

la

I nquisición

de

Llerena

Se puso, pues, en camino para Llerena, con el propósito de informar al Santo Oficio del grave asunto de los alumbrados. Por deber de con­ ciencia, ya que estaba convencido de que el alumbradismo pululante constituía un riesgo peligroso de plaga social. Y por temor de que los mismos alumbrados se le adelantasen con acusaciones por los escánda­ los producidos, fácilmente adeudables a su persona. Y, en efecto, en ésa y en otras direcciones le habían tomado ya la de­ lantera. Debió quedarse fray Alonso de una pieza. Ante al tribunal de la Inquisición le acusaron de predicar tesis heréticas y ofensivas; más en concreto: que «no había cielo para los teatinos», es decir, para los que se daban a la espiritualidad nueva y en boga. Ante Don Gonzalo de la Fuente, prior o gobernador de la región, le cargaron toda la respon­ sabilidad de provocar escándalos y alterar la paz de los ciudadanos en las villas donde predicaba. Sobre la primera acusación —al fin y al cabo, la más temible—, fray Alonso, lejos de asustarse, la corrobora y explica en qué sentido la ha predicado. Todo pasó, dice, de la siguiente manera: eligió un día en la Fuente del Maestre como lema o tema del sermón el texto del Evange­ lio: En la casa de mi Padre hay 'muchas mansiones 2. Exponiéndolo, «di 2 J n 14?2. 109

ALVARO HUERGÁ

lugar y asiento en el cielo a todos los estados; y, llegando a los Alum­ brados, que también se llaman teatinos, los excluí del cielo como gente sin estado. Lo cual se podría comprobar con muchas razones: porque ellos son vírgenes sin castidad, y casados sin débito conyugal, y religio­ sos sin clausura, y continentes sin limpieza. Las cuales condiciones son ajenas de todos los estados. Y por esta razón los excluí del cielo». Los alumbrados no pudieron sufrir que los echasen del cielo, y por eso fue­ ron a quejarse y a acusar a fray Alonso al tribunal de la Inquisición. Los inquisidores no les hicieron caso, ni a los alumbrados, ni al predi­ cador, aunque no pudieron menos de oír —y deleitarse y sonreír— la fina dialéctica del dominico, que no era manco en teología y en auto­ defensa. El «prior de la provincia» les hizo más caso, pues ordenó que no de­ jasen predicar más a fray Alonso en Fuente del Maestre, lugar de los sucesos escandalosos. «Y así, en este tiempo, yo estaba privado del púlpito de la Fuente, aunque este mandamiento jamás se ejecutó, porque los curas no osaban oponerse contra el torrente de todo el pueblo, que gustaba grandemente de oír mis sermones.» En Llerena siguió fray Alonso recogiendo «secretos» de las «malda­ des y ritos» de los alumbrados, pues también allí, a las puertas mismas de la Inquisición, había muchos prosélitos de la «Liga». Una de las no­ vedades que descubrió, la más particular e interesante, es que celebra­ ban «ciertas juntas de noche y se disciplinaban». De ello tomó motivo para predicar; eligiendo como texto-lema un versículo de San Lucas —habiendo remado durante toda la noche, no hemos capturado nada— 3, arremetió contra «las obras y conventículos nocturnos, encareciendo el'daño que de allí se podía seguir. Y luego, el día de la Magdalena [22 de julio de 1571], prediqué contra el rito que usaban los alumbrados del corte de los cabellos, trasquilando muchas doncellas. Y luego, día de Santa Ana [26 de julio], prediqué en favor del matrimonio, contra la secta de los alumbrados, que lo iban derri­ bando y jarretando desimuladamente. Y luego, día de la Transfiguración de Cristo [6 de agosto], prediqué contra el modo supersticioso de con­ templar que usan los alumbrados». Se le iba terminando el permiso, y se volvió a su convento de Bada­ joz. El pensamiento y el propósito se quedaban ya en Llerena, a donde meditaba volver «más despacio a tratar los negocios» de la nueva secta espiritual con los inquisidores. Era el único camino eficaz, por un lado; y, por otro, la «grandísima máquina» de la herejía no era asunto que pudiese resolverse en unas semanas. Tanto más que fray Alonso salió del tribunal con la impresión de que aquellos señores encargados de vigilar 3 Le 5,5.

110

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

por la ortodoxia entendían muy poco y se preocupaban menos de cum­ plir su deber en esta extraña materia de alumbrados, nunca anterior­ mente oída ni tratada por el Santo Oficio de Llerena.

8.

La

alum brada

de

B

a d a jo z

En Badajoz prosigue las averiguaciones y los sermones. El resultado más digno de mención fue el de una beata amargada porque la habían echado de la «liga». No por eso testigo sin interés, ya que le contó todos los secretos, todas las visiones y contemplaciones e incluso entró en trance de éxtasis turbulento en su presencia, dejándolo boquiabierto y sin saber si el éxtasis era fingido o verdadero, y, caso de ser lo último, si era divino o diabólico. He aquí cómo describe la escena: «Estando en Badajoz, siempre en mis sermones repetía el tema de los Alumbrados y teatinos, maldicien­ do de su doctrina y encargando las conciencias que la dijesen al Santo Oficio, declarando al pueblo en qué consistía esta maldad, que era en su fundamento sutilísima y envuelta con demonios y arte mágica. De esta manera, despertaba algunas gentes, que vivían engañadas, a que viniesen a decirfme] muchos ritos y secretos de esta maldad. Par­ ticularmente una alumbrada de Badajoz, mujer pobre y desechada de los alumbrados, vino a las voces de los sermones y me reveló cosas nota­ bles. De sí propia me dijo cómo había llegado a tal estado, que todos los días del mundo veía a Jesucristo en la Hostia, en el templo, en su casa, en sus ricones. Estas visiones eran varias: una vez veía a Jesucristo nacido en el pesebre, otra vez glorioso, otra vez en la cruz, otra vez en la columna; y esto, clara y visiblemente con los ojos corporales. Item, que todos los días del mundo se arrebataba: en aquel rapto veía la gloria y las riquezas de ella y la melodía y música divina. Y un día, delante de mis ojos, estando en el templo y hablando con ella, se arrebató en espí­ ritu y quedó sin sentido. Y yo tiraba de ella y no despertaba más que si fuese una piedra. Y pasado un rato, volvió sobre sí, como un hombre que le despiertan de un profundo sueño, y me dijo que había visto las riquezas del cielo, y me preguntaba si había yo visto aquella maravilla del Señor.» A cada paso se topaba fray Alonso «maravillas», pero no divinas, sino de humano delirio so capa de dones celestes, provocados por la errada metodología espiritual de la nueva secta de los alumbrados. También en Badajoz se le fueron clarificando, aunque no del todo, los orígenes causales de aquella cizaña pseudomística. 111

ALVARO HUERGA

9.

La

sombra del

Patriarca

La tierra cristiana de Extremadura había sido abonada y cultivada espiritualmente de modo particular por Don Juan de Ribera y Don Cris­ tóbal de Rojas, mientras fueron obispos de Badajoz4. Ellos alentaron con su ejemplo y su doctrina un renacimiento espiritual de la vida cris­ tiana; ellos buscaron «predicadores» de la talla de Juan de Avila, Luis de Granada y los primitivos jesuitas para que sembrasen la palabra de Dios por aquellas soleadas y desoladas tierras de Extremadura. Al mar­ charse Ribera para arzobispo de Valencia, y Rojas para obispo de Cór­ doba y, a continuación, para arzobispo de Sevilla, al morir Avila y esta blecerse fray Luis en Lisboa, sólo algunos jesuitas continuaban alentan­ do a los grupos espirituales, a veces sin acertar en el método, como habrá oportunidad de analizar detenidamente, a veces sin percatarse que, en muchos casos, había germinado la cizaña entre el trigo. Tampo­ co fray Alonso supo valorar los antecedentes pastorales de los obispos y la buena siembra realizada; sólo veía cizaña, y ello le fue obsesionan­ do y predisponiendo a unlversalizar y agrandar el peligro. Lo veremos más adelante. Ahora conviene destacar su «punto» de vista informativo y narrativo. Ya aludió a Don Juan de Ribera, de pasada, en su historia de estos primeros años de «descubrimiento» del alumbradismo. De nue­ vo se refiere a la simiente de renovación sembrada por Ribera, viéndo­ la, por fidelidad a sí mismo, con no muy buenos ojos. «Supe también, escribe, de otras personas alumbradas [...] como en tiempo de Don Juan de Ribera solamente eran cristianos los que imitaban esta doctri­ na y comunicaban los efectos de ella. Y si algún predicador hablaba en el púlpito contra esta gente y sus ritos, los desterraba de su obispado y les quitaba los púlpitos de él.» Sin duda, fray Alonso implicaba en el alumbradismo extremeño a San Juan de Ribera, a San Juan de Avila, a Don Cristóbal de Rojas, a fray Luis de Granada y a los jesuitasí Sin perspectiva ni apelación. El asunto es gravísimo en la historia de la espiritualidad hispana y merece capítu­ 4 Conviene advertir que los obispos de Badajoz Don Cristóbal de Rojas y San Juan de Ribera habían pasado a regir otras diócesis a la sazón o tiempo de los lances de fray Alonso en Extremadura; Don Cristóbal de Rojas fue obispo de Badajoz de 1556 a 1562 (E ubel III, 266); de Córdoba, 1562-1571 (E ubéL III, 178); y ar­ zobispo de Sevilla, 1571 mayo 18-1580 septiembre 22 (E ubel III, 211). San Juan de Ribera, obispo de Badajoz, 1462 mayo 27-1568, en que pasa a Arzobispo de Valencia (E ubel III, 266); le sucedió en la sede pacense Don Diego de S imancas, que no se ocupó mucho de la diócesis, y sí de promover en Roma la condena de Bartolomé de Carranza, arzobispo de Toledo (interesantes noticias en el Ms. 84-6-29 de la Bi­ blioteca Capitular y Colombina, Sevilla: Vida y cosas notables de D. Diego de Si­ mancas); el 12 de junio de 1578 fue preconizado obispo de Badajoz el trinitario Diego Gómez de la Madrid (E ubel III, 266). 112

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

lo aparte, que vendrá a su hora, sin salimos del campo de Extremadura y de la cronología correspondiente. Pero tampoco es factible poner en tela de juicio la buena intención, la seriedad con que fray Alonso estudia el fenómeno y los hechos indiscutibles con que, por casualidad primero y por obsesiva averiguación después, se fue topando. 10.

La

consulta a los maestros de

S evilla

Fray Alonso, al cabo de un año de experiencias y correrías apostóli­ cas, se convenció plenamente de que el mal del alumbradismo existía, de que germinaba más en oculto que a la luz del día, de que los Inquisi­ dores no lo entendían ni le hacían caso y de que se trataba de una peste espiritual. «Entendí que en Badajoz había grande daño y que todo el obispado estaba tocado de esta pestilencia.» Por otra parte, no le dejaba sosegar el celo apostólico, pues también se convenció de que Dios lo llamaba providencialmente a descubrir y desarraigar la cizaña. Cansado de dar voces en los púlpitos, determinó poner por escrito la encuesta realizada y la «calificación teológica» de la nueva secta seudomística. Con el otoño disminuye el ritmo intenso de los sermones; de noviem­ bre a Navidad se dedica, más que a predicar, a ordenar sus notas, a re­ volver libros, a escribir. Ha llegado la hora de su primer Memorial, un género literario que cultivará en lo sucesivo sin pausa ni desmayo. «Deseando ayudar al remedio de esta llaga, me recogí ciertos días e hice un tratadito dividido en dos partes: en la una ponía la doctrina de los alumbrados y los efectos de ella; en la otra puse la calificación de aquello, impugnando la doctrina como herética y maldita.» Desconocemos este primer Memorial. No es desconocimiento o pér­ dida importante, porque fray Alonso redactará decenas de informes de este tipo y, en sustancia, todos coinciden, todos repiten el mismo esque­ ma doctrinal y judicativo, variando en la extensión y en los detalles. Como ya indiqué, sólo el que estoy usando es histórico preferentemen­ te —los demás son doctrinables— y éste, por fortuna, se ha conservado. De vez en vez, los resultados positivos de sus pesquisas se equilibra­ ban en la balanza del juicio con la duda, nacida de la incomprensión de las autoridades eclesiásticas, de los tumultos surgidos a raíz de sus fogosos sermones y de una prudente autoreflexión sobre la campaña apostólica que había emprendido, que a él mismo llegó a parecerle un poco quijotesca. Determinó, pues, bajar a Sevilla a consultar a precla­ ros teólogos, antiguos compañeros suyos de profesorado en la Universi­ dad de Santo Tomás. «Para más seguridad de mi conciencia, narra, me fui a Sevilla a mi Provincial y di cuenta de lo que pasaba en Extrema­ 113 8

ALVARO H UERCA

dura». Su Provincial era su tocayo Alonso de la Milla, hombre de fina fibra espiritual, docto —había sido Colegial en «Santo Tomás»— y pru­ dente 5. A él le expuso la situación y le mostró lo que había escrito so­ bre el particular. También se lo enseñó a los maestros Juan de Ochoa 6 y Alberto de Aguayo 7, que a la sazón eran teólogos de fama y «consulto­ res» del Santo Oficio. «Mostré mi libro al Provincial, al maestro fray Juan de Ochoa, al maestro Aguayo», cuenta fray Alonso Todos estuvie­ ron de acuerdo en que el asunto era grave y «maldito». En especial Ochoa, que tenía mucha experiencia de las desviaciones del alumbradismo y había intervenido, con sus saberes teológicos, en mil casos simila­ res. «Este me dijo, confidencia fray Alonso, que la doctrina contenida en el Memorial era un retrato de los que enseñaban los Alumbrados de Toledo»; es decir, conectó el nuevo alumbradismo extremeño con el que, lustros atrás, conmovió la vida religiosa, y aun política, de España. Her­ mano y heredero de aquél pareció a Ochoa el que ahora andaba descu­ briendo fray Alonso. Se trata de un dato de valor, ya que bajo ese pris­ ma verá la Inquisición el alumbradismo extremeño cuando se decida a tomarlo en serio. También le urgió Ochoa a que lo pusiese en conoci­ 5 Alonso de la Milla, Provincial de Andalucía desde 1569 a 1573; datos biográfi­ cos: Góngora II, 90-92; Paulino Quirós, R e s e ñ a h is tó r ic a d e a lg u n o s v a r o n e s i l u s tr e s d e la P r o v in c ia d e A n d a lu c ía , O.P., Almagro, 1915, páginas 483-490. 6 Sobre el Maestro Juan de Ochoa: cf. Góngora II, 46-50; DHEE III, 1802-1803, donde se da una fecha equivocada de su muerte; en 1532 calificó las «proposicio­ nes» del erasmista Juan de Vergara; profesor y regente de Santo Tomás de Sevilla, catedrático de prima de la universidad de Osuna, en 1570 fue llamado a Madrid para ocuparse de la «calificación» de los escritos de Carranza; de Madrid pasó a Roma, con ese triste empleo; y en Roma murió el 31 de marzo de 1574, «de una calentura que le duró más de quince días, y acabó tan ejemplarmente como vivió», según carta del embajador Juan de Zúñiga a Felipe II. En el tercer tomo daré más detalles sobre fray Juan de Ochoa, al tratar de los A lu m b r a d o s de Sevilla. 7 La personalidad —noble, sabia, virtuosa— de Alberto de Aguayo merece una monografía. Algunas noticias dan de él: Góngora II, 127-129; y P. Quirós, o. . pá­ ginas 284-288. Calificó en Córdoba la nueva redacción del A u d i, filia , de San Juan de Avila (cf. L. S ala B alust, I n tr o d u c c ió n a: J. de Avila, A v is o s y r e g la s c r is tia n a s , Barcelo­ na, Juan Flors, 1963, págs. 38, 41 y 56); el 11 de diciembre de 1573 escriben los inquisidores de Sevilla al Consejo: «El Doctor Millán, que tenía en esta Inquisición la vista y examen de los libros, es fallescido desta presente vida». Sugirieron los posibles sucesores: «Podría ser a propósito el Maestro fray Alberto de Aguayo, de la Orden de Santo Domingo, lector de teología en el Colegio de Santo Tomás, que es también consultor cualificante y persona grave y docta y de mucha confianza»: AHN.: I n q ., legajo 2946 s.f. (sobre el trabajo del Dr. Millán, cf. J. I. Tellechea, L a c e n s u r a in q u is ito r ia l d e B ib lia s d e 1554, en «Anthologica annua» 10, 1962, páginas 89-142; J. L. G. N ovalín, o. c., I, 281; M. de la P inta, L a I n q u is ic ió n e s p a ñ o la y lo s p r o b l e m a s d e la c u ltu r a y d e la in to le r a n c ia , tomo II, Madrid, Ediciones de Cul­ tura Hispánica, 1958, págs. 72-75). Fray Alberto de Aguayo intervino con sagaz prudencia en asuntos de reforma de las Provincias dominicanas de Castilla y Portugal, y, por supuesto, en el tinglado del Alumbradismo estremeño y andaluz, como ya indiqué al bosquejar la biografía de fray Alonso de la Fuente. El 8 de agosto de 1588 fue preconizado obispo de Astorga; murió el 17 de octubre del mismo año, sin tomar posesión de su diócesis. c

114

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

miento del tribunal de Llerena, a cuya competencia judiciaria pertene­ cía. Fray Alonso vio disipadas sus dudas. «Y deseando mostrar a la In­ quisición la sutileza de esta herejía, pedí a mi provincial me asignase a Llerena. Hízolo así y, tomando la bendición de mi prelado, me vine derecho a Llerena por el mes de febrero del año de 1572, habiendo ya catorce meses que trataba de los negocios de los alumbrados, que co­ menzaron en fin del año de [15]70.» 11.

«O

pportune

et

im p o r t u n e

»

Instalado en su nuevo convento, con el mismo oficio que en el de Badajoz —es decir, el de «predicador» conventual—, empleó toda la Cuaresma, época propicia al ejercicio de la palabra de Dios en el pulpi­ to, en «impugnar el abuso de los alumbrados en las cosas de religión, descubriendo sus errores y ceremonias malditas». El temario le era ya familiar y resobado: que «los sentimientos y visiones y raptos», de que tanto se preciaban los alumbrados, «eran obras de Satanás y nueva in­ vención de arte mágica»; que el método de guardar estricto secreto de todo ello a los no iniciados o no miembros de la secta era sospechoso de que algo malo guardaban en la entraña, «probando con razones de­ mostrativas que eran herejes los que de esa forma ocultaban su doctri­ na», etc. Como aconteció anteriormente, a los alumbrados les dolía la espuela persistente, lo aborrecían cada día más cordialmente, le llama­ ban «Anticristo y perseguidor de la virtud»; en fin, no se daban descan­ so en ridiculizarlo y cortarle alas, incluso armándole celadas y multipli­ cando las acusaciones contra él ante las autoridades civiles y eclesiásti­ cas. Además, como reconoce el mismo fray Alonso, comenzaban a has­ tiar a la gente sus sermones, que tocaban indefectiblemente los mismos resortes temáticos: «todo el pueblo estaba ya cansándose de oírme re­ petir los dichos artículos», declara sinceramente fray Alonso, aunque añade, en propio descargo y en explicación del cansancio de la gente, que ello se debía a que el vulgo ni sabía el misterio de la doctrina de los alumbrados, ni los fines que lo impulsaban a él a «dar importunas voces». No le faltaba el acicate consolador de que, persistiendo e insistiendo, lograba siempre que algunos «tocados» o bien informados viniesen a «descubrirle» nuevos aspectos de la secta, detalles desconocidos, noti­ cias que le daban «grandísima lumbre» para llegar al meollo. En conexión con sus lances antialumbradistas surgieron dos proble­ mas: uno, la actitud adversa de los alumbrados y de algunas autorida­ des públicas; otro, la difícil tarea de convencer e interesar a los Inqui­ sidores de que no se trataba de un capricho obsesivo suyo, sino de un 115

ALVARO HUERGA

mal real y letal. A mayores obstáculos, mayor tesón en culminar victo­ riosamente la aventura. «En este tiempo, con el caudal que había juntado de negocios de esta secta, hice un Memorial y dilo a los Inquisidores, encargándoles las con­ ciencias pusiesen remedio al daño que se descubría antes que fuese ade­ lante. El cual Memorial hizo muy poca impresión en los Inquisidores, porque en la verdad contenía cosas muy nuevas, muy oscuras y nunca vistas en la Inquisición, y que no parecía cosa bien clara de que se pu­ diese echar mano. Pero no dejé por eso el intento de mi predicación.» Recorrió casi toda la comarca: Azuaga, Valencia de las Torres, Usagre, Montemolín y otros pueblos. En todos buscaba el rastro de la doctrina y ritos de los alumbrados. Juntó materiales inéditos y redactó un nuevo Memorial, que presentó también a los Inquisidores. Estos le hicieron el mismo caso que antes. Fray Alonso disculpa en parte el desinterés de los guardianes de la ortodoxia, atribuyéndose a sí la impotencia o inefi­ cacia, pues, por una parte, se ha esforzado en pintar al rojo vivo la he­ rejía con pruebas concretas y, por otra, ve que no consigue conmover ni mover a los inquisidores. «Me quedaba espantado, dice, de ver el poco efecto que mis Memoriales les hacían, en los cuales llevaba ya pintada la herejía y testificada, a mi vista y parecer, tan clara y patente como las cosas que se ven en el mediodía; y ésta es la razón que me hacía dar gritos y ser inoportuno en esta materia. Porque realmente yo veía la herejía clara y abiertamente, y no la podía mostrar al Santo Oficio, ni hallaba ojos que lo pudiesen ver, tanto que muchas veces, por esta ra­ zón, dudaba y me temía si era prestigio que me había engañado o algún movimiento de mal espíritu: porque sentía una lumbre poderosa y no podía comunicarla a otros entendimientos.» Además, le desazonaba observar que los alumbrados se burlaban de él, viéndolo «ir y venir» al Santo Oficio, sin lograr inmutar su tranquila indiferencia. Propalaban que «los inquisidores se reían de ver mis Me­ moriales y cargos» que les achacaba a los alumbrados. «En lo cual no se engañaban, porque realmente en la Inquisición no se tenían en nada mis papeles. Y así, habiendo yo presentado un nuevo Memorial, harto bien hecho y que contenía la maldad de esta herejía bien claramente, se reía un secretario» del tribunal en su propia cara y se burlaba de sus estéri­ les afanes. Esto le irritaba. «Pero con todo mi desconsuelo, jamás perdí la esperanza de mostrar la herejía» a los pasivos inquisidores. «Para lo cual revolvía muchos libros y corría muchos pueblos, y siempre supli­ cando a nuestro Señor tuviese por bien de revelar esta maldad a su Iglesia.» Se le confortaba el ánimo con la certeza de la justicia de su causa y con la esperanza de que algún día brillaría la luz de la verdad. Los mis­ mos contratiempos estimulaban su lance e iluminaban su mente de nue­ 116

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

vos conceptos para predicar y apretar el cerco a los alumbrados. Estos, a su vez, a pesar de que los inquisidores se mostraban impasibles a las palabras y escritos de fray Alonso, no las tenían todas consigo y pro­ curaban, con antípodos métodos y con idéntica perseverancia, despresti­ giar su persona y su aventura. Incluso intentaron ganarle zalameramen­ te y tenderle en privado la mano de amigos. «Conociendo ellos que los había entendido y que les iba a los alcan­ ces, procuraron con sus fuerzas hacerme callar, trabando amistad estre­ cha conmigo. Para lo cual enviaron persona particular que vino a con­ vidarme con mucha importunidad fuese amigo del padre Hernando Alvarez, que era el principal y cabeza de toda esta secta, ofreciéndome que de su amistad me vendría mucho contento y provecho, dándome a en­ tender que todos me servirían y regalarían.» En la primera entrevista no dio fray Alonso su brazo a torcer; volvió de nuevo el muñidor a la carga; entonces no se contuvo, y lo despidió a palabras enérgicas, diciéndole que no le apetecían amistades particulares de esa índole, sino que «era amigo de todos los buenos y católicos». Fue, confiesa, una insidiosa tentación. En efecto, Hernando Alvarez era, como diría más tarde y como demostró el ulterior sesgo del fenómeno alumbradista, el «capi­ tán» de la cuadrilla, en la que las «cabezas» no pasaban de quince o veinte, y los arrastrados eran multitud, especialmente beatas. Viendo los alumbrados que no lograban rendirlo por los modos cap­ ciosos y sabrosos, «tomaron otro camino», que consistió en organizar una acción masiva de desprestigio, de difamación: hicieron cundir «por toda la comarca» que el obcecado predicador era «hombre loco y des­ variado y enemigo de los buenos» y que todos sus sermones apuntaban al aire; y, para colmo, insinuaban que, en lugar de fomentar la virtud, lo único que hacía era enflaquecerla. «Y me levantaban muchos falsos testimonios —concluye, dolorido—, diciendo de mi persona todo lo que les parecía.» Por este procedimiento conseguían desprestigiarlo, al me­ nos entre algunas personas ajenas a la ‘liga’, las cuales «realmente tenían por desvariado el motivo de mis sermones». La lucha a campo abierto se fue intensificando al correr de los días. Y fray Alonso pasó momentos de apuro. Sacando fuerza de quebranto, también él intensificó la acción. Porque la mejor defensa es siempre el ataque a vida o muerte. 12.

El

frente de

Fuente

de

Ca n t o s

Fray Alonso se iba ganando, palmo a palmo, fama de gran predica­ dor en la comarca. Le llamaban a predicar de muchas partes. Una, que no desaprovechó, fue la invitación de Fuente de Cantos, villa principal 117

ALVARO HUERGA

y no lejana. Al parecer, también había germinado allí la semilla del alumbradismo, y no faltaban, como en otros sitios, personas responsables que anhelaban claridad, doctrina segura, un buen predicador. Acudió el invitado con su tema querencioso y sus planes investigadores. Compro­ bó pronto que en Fuente de Cantos «había mucha necesidad» de sana doctrina, pues estaba infestado el pueblo de «buen número de alumbra­ das». Sin especificar el fruto total de sus sermones, que fueron nume­ rosos, declara haber convertido a «algunas mujeres que tocaban en esta secta y me descubrieron algunos errores» que no conocía. El mar del alumbradismo carecía de fondo y estaba poblado de una fauna espiri­ tual copiosa. Por azar y como resultado de su persistente búsqueda, fray Alonso hallaba en cada pueblo donde predicaba vestigios que no conocía aún. Las beatas conversas a su convencida y convincente palabra le des­ cubrieron nuevos errores, con los que hizo «nuevo plato a la Inquisi­ ción». Se dio cuenta de que en Fuente de Cantos «había caza» de Alum­ brados, y no desaprovechó ocasión para volver a predicar allí y rastrear­ la. Lo que más le sorprende es la «novedad» de que los alumbrados presentan en Fuente de Cantos la cara de «hechiceros». ¿De dónde in­ duce tal conclusión novísima? La saca de una observación obvia: «por­ que, estando confesando las mujeres, alzaban los ojos al cielo y les po­ nían (sus maestros y confesores) la mano en la cabeza y les preguntaban qué sentían; y luego súbitamente venía sobre ellas un movimiento tan grande que las derribaba en el suelo y caían amortecidas; y, volviendo sobre sí, tenían sentimientos notables y los alumbrados les daban a en­ tender que aquello era el Espíritu Santo» que se apoderaba de ellas y las inundaba de sus dones. Otro de los 'descubrimientos' detectados en Fuente de Cantos fue una de las tesis mayores del evangelio alumbradista: «Hallé también en éste pueblo grande desvergüenza contra la ora­ ción vocal»; las alumbradas, que habían asimilado el principio, prego­ naban «que ellas ya no rezaban» las oraciones vocales comunes y «que la oración mental» o contemplativa «era la que hacía al caso». Con todos esos nuevos «apuntamiento» se fue a reforzar ante la In­ quisición sus precedentes requisitorias. Mientras, los Alumbrados, que le habían declarado guerra sin tregua, no estuvieron ociosos.

13.

Zafra,

cuartel

general

de

los

Alum

brados

A los Alumbrados de Extremadura, acosados y perseguidos con tan perseverante empeño por fray Alonso, se les suele conocer como «Alum­ brados de Llerena». Se debe tal designación al hecho de que en Llerena, sede del tribunal del Santo Oficio, fueron procesados. Pero fray Alonso, que describe al pormenor la historia, desconocida o no leída por la ma­ 118

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (157 0 -1 5 8 2 )

yoría de los que hablan de ella, precisa que el cuartel general y el foco coordinador estaba en Zafra. El mismo nos dirá, como oiremos más abajo, que durante bastante tiempo no se atrevió a dar el asalto a esa fortaleza, temeroso de una derrota. «Los Alumbrados de Zafra, que eran los maestros de las beatas de Fuente de Cantos, viendo la persecución que padecían con mis sermo­ nes y que muchas de ellas andaban dudosas en la secta y desconsoladas, escribían cartas de consuelo, animándolas para que sufriesen la tenta­ ción y no desmayasen ni se apartasen de la doctrina que de ellos habían recibido, que era la sana, católica y verdadera.» Lo peor del caso fue que una de esas epístolas vino a parar a manos de los inquisidores de Llerena, y, sin darle por el momento importancia, la metieron por ruti­ na en el dossier que se iba engordando cada día con los Memoriales de fray Alonso. Este, ni corto ni perezoso, se encariñó en hurgar en el nido alumbradista de Fuente de Cantos. Buscó posada o alojamiento cómo­ do. Y se instaló allí, después de acordar con la clerecía del lugar qué días eran los más convenientes para hacer sermón. «Pareciéndome que en el dicho pueblo se hacía algún provecho... me detuve en veces mu­ chos días. Predicando y confesando, notaba la vida y errores de los alumbrados. Y habiendo yo venido a aquel pueblo vigilia de la Ascensión de Cristo, había pedido el púlpito a los curas.» Acordaron que predicase en la fiesta. Pero los alumbrados le espiaban los pasos, y quisieron anticipársele en tan importante reducto. Obtuvieron que predicase en la vigilia el padre Diego de Santa Cruz. Ello provocó un fuerte encontronazo de fray Alonso con el predicador y sus epígonos. La cosa, como verá el lector, se subió a mayores y llegó a oídos del tribunal inquisitorial de Llerena, que, por esta vez, tomó cartas activas y citó a audiencia y co­ rrectivo al dominico y al jesuíta. 14.

La

contraofensiva del

P. S anta Cruz, S.J.

Es a todas luces probable que el padre Santa Cruz ignoraba por completo que el trigo se había convertido en cizaña. Accedió a la llama­ da de los Alumbrados y éstos lo llevaron en palmas a Fuente de Cantos a «confirmar en la fe» a las asustadas beatas en la vigilia de la Ascen­ sión de 1572 8. Escogió por tema el texto de San Juan: Padre Santo, 8 Francisco de Porres da una versión muy adobada del episodio, de punta a pun­ ta diferente de la que cuenta fray Alonso: «Yendo —amaña Porres— el padre Diego de la Cruz, que después murió en Caravaca, en misión desde Andalucía a Llerena, donde estaba este padre [fray Alonso] el dicho año de 1576, supo algunas cosas libres y escandalosas que decía contra la Compañía y los de ella, con tanta libertad 119

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guárdalos 9. Durante hora y media exhortó a la perseverancia, a la con­ fianza, a no abandonar el camino de la virtud frente a las detracciones; adujo ejemplos, pidió que no desistiesen ni se dividiesen del buen ca­ mino emprendido; repitió, en fin, en diversos pasos, el evangélico dicho: no temáis, pequeño rebaño 10. Fray Alonso, a quien todo el sermón sonó a maniobra preparada de antemano y encaminada a la 'defensa' de los Alumbrados, se contuvo a duras penas y, nada más bajar del púlpito el jesuita, le salió al encuentro y se enzarzó con él en agria disputa. Entre otras objeciones, le argüyó diciéndole «que no era estilo católico atri­ buir a gente particular —que eran sus beatas— las palabras del Evange­ lio, que convenían generalmente a todos los católicos y fieles cristianos». Como es obvio, la objeción alude al estribillo de «pequeño rebaño», que el padre Santa Cruz había repetido con insistencia en su sermón. Le ar­ güyó también sobre otros puntos. Y le preguntó «si conocía aquella gente», o sea, los Alumbrados, y «qué opinión tenía de ellos»; en con­ creto, le citó por sus nombres a Gaspar Sánchez y a Francisco Zamora. El padre Santa Cruz «me respondió muy libremente que los conocía y tenía por siervos de Dios». El «maestro Santa Cruz, de la Compañía de los teatinos, profeso en la dicha religión», sin alterarse mucho, alegó a los curas como testigos de la santidad del 'pequeño rebaño' y como con­ fesores y conocedores de la conciencia y perfección que se iba criando en la región. Fray Alonso replicó negando el presupuesto, es decir: que «los curas supiesen las conciencias y vidas de las Alumbradas, ni el se­ creto de su doctrina, porque ellos propios» —los maestros de la secta— «las enseñaban a callar el misterio de sus errores, como yo sabía por larga información, y que a los otros confesores que no eran de la liga de los Alumbrados jamás les descubrirían el secreto de sus dogmas». No hubo manera de entenderse en el diálogo. A juicio de fray Alon­ so, el padre Santa Cruz se amansó «y aun creo que le ardían las orejas», pero no dio el brazo a torcer. Sin perder más tiempo, se despidió y «se fue derecho a Llerena, llevando por compañero a Francisco Zamora». Bastó esto, si fuese todavía necesario, para corroborar a fray Alonso que el padre Santa Cruz era también fautor y miembro de la liga. Del altercado le sobrevino a fray Alonso una «pesadumbre muy gran­ de», porque los clérigos Alumbrados, viendo y oyendo que había osado discutir a la manera fuerte con el padre Santa Cruz, que era «hombre famoso» y amparo de su descarrío, fueron a quejarse al prior de Fuente de Cantos; y éste, creyéndolos, se indignó y ordenó que no dejasen pre­ y desenvoltura, que le pareció convenía, por remedio de tan gran escándalo, avisar al pueblo de la verdad y de paso reprender la libertad con que procedía en sus hechos y dichos el dicho padre fray Alonso de la Fuente»; F. de P orres, Historia..., lib. V, cap. 3, f. 289. 9 Jn 17,11. Le 12,32. 120

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dicar más a fray Alonso, por ser escandalizador del pueblo fiel y per­ seguidor de los siervos de Dios. El mandato prohibitivo debió ocurrir algunos días después de la fiesta de la Ascensión, ya que en ella predicó el sermón de tabla; no es necesario suponer que todo él lo encaminó intencionadamente a dar la vuelta a lo que había dicho el padre Santa Cruz; sí, en cambio, que impacientó a sus partidarios y les brindó el definitivo capítulo para formular la acusación. Del tema que desarrolló en el sermón hace fray Alonso el siguiente resumen: «Prediqué mi ordi­ nario tema, avisando al pueblo se guardasen de esta gente, que eran falsos profetas y maestros de grandísimos errores.» Apenas acabó el sermón, se fue a Llerena siguiendo el rastro del maes­ tro Santa Cruz. Preguntando, pudo localizarle; le halló en una iglesia re­ pitiendo el «mismo tema que en Fuente de Cantos, animando y esfor­ zando a las Alumbradas». Fray Alonso no podía sufrir aquello; ganó para su causa al prior de su convento, y ambos a dos se lanzaron, con recre­ cido afán, a desarticular la 'liga', unas veces en coloquios privados con la gente, otras en público y en púlpito, no recatándose de usar los mo­ tes de 'herejes' y acuciando a los sacerdotes para que no les fiasen «la palabra de Dios, porque la adulteraban y convertían a sus dogmas». Se repitió nuevamente la división de pareceres y, sobre todo, se irri­ taron más y más «algunos discípulos de los alumbrados y, según pa­ reció, se quejaron al Santo Oficio de mí y del prior de Santo Domingo». Los inquisidores, viendo el sesgo que iba tomando el lance, acordaron llamar a unos y otros. Fray Alonso y su prior acudieron a la cita. Les echaron en cara su campaña; les advirtieron que «era afrenta y menos­ cabo del Santo Oficio que se tratasen en público cosas semejantes»; y, por rodeos y de forma tácita, pero inequívoca a buenos entendedores, les manifestaron que se estaban excediendo y que no guardaban el «or­ den debido» ni la prudencia conveniente. El Prior intentó justificarse, insistiendo en que no había demasía, sino que era muy oportuno desenmascarar los abusos y peligros entrañados en la doctrina y prácticas de los Alumbrados; su parecer, expuesto con respeto, era que «convenía al servicio de Dios que la doctrina que se predicaba en público engañosamente» por parte de los Alumbrados «de­ bajo de parábolas, se impugnase» también a la faz de la Iglesia «sin parábolas ni cobertura». Insistió, a su vez, fray Alonso, con más libertad y desparpajo, co­ nociendo, como él creía, mejor el hondón del misterio. A su juicio, ex­ puso a los inquisidores, «peligraba en toda la tierra» extremeña «la sa­ lud de muchas almas»; los herejes no eran imaginarios, sino que «yo los había visto con mis ojos»; en fin, había «mostrado al Santo Oficio el dibujo de esta herejía, aunque no lo querían entender, y que no se podía sufrir, viendo el lobo, dejarle de dar voces». 12 1

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Los ancianos inquisidores, hartos de problemas, se contentaron con aconsejarles que predicasen sólo la «sana doctrina», y que avisasen «al pueblo en común que se guardasen de malas doctrinas, sin descender en particular a señalar personas ni errores»; si algún rastro de herejía descubrían, que diesen de ello aviso a la Inquisición. Los despidieron, pues, en paz, después de la paterna advertencia. Luego llamaron al padre Santa Cruz; es presumible que le hicieron análogas reconvenciones. Fray Alonso no captó nada, pero anota, con un retintín irónico, que de ahí a poco «desapareció de este pueblo y tierra y nunca más ha vuelto a ella»; sólo se ha enterado que se lamentó más tarde de que a algunos de sus admiradores los hubiesen metido en las prisiones de la Inquisición, dando a «entender que los inquisidores han sido engañados y que tiene buenas esperanzas» de que pondrán pronto en libertad a los presos. Si opinaba así, se equivocó de plano. Al ir despertando de su tranquila inopia informativa, los inquisido­ res fueron alargando riendas a la predicación de fray Alonso y de su Prior. Ello le esponjó el alma. Además, intervinieron para que le levanta­ sen las prohibiciones que, en eso de predicar, habían recaído sobre él en algunos lugares. «Ya los inquisidores iban gustando de la predica­ ción y abriendo los ojos a muchas cosas que antes no abarcaban ni en­ tendían», refiere, con incontenido gozo, fray Alonso; escribieron, prosi­ gue, «al prior de esta provincia [que] me diese licencia, como antes la tenía, para predicar en la Fuente del Maestre y en todo el distrito, por­ que así convenía al servicio de Dios». El postrer trozo del relato revela a las claras la argumentación y el estilo de las requisitorias inquisitoria­ les. Estaba el Prior malhumorado y firme en su veto, porque, a raíz de la refriega de fray Alonso con el padre Santa Cruz en Fuente de Cantos, corrieron premurosos a contarle los desacatos que cometió contra tan venerado «religioso y profeso de la Orden del nombre de Jesús», maltra­ tándole de palabra y atreviéndose a llamarle hereje y fautor de herejes. Uno de los Alumbrados fue en persona al Prior «echando lumbre» de indignación y lo convenció a tomar medidas drásticas. Fray Alonso, en­ terado de lo ocurrido, se presentó, ni corto ni perezoso, al Prior; pero éste lo recibió a cajas destempladas, no le prestó oídos, replicó desabri­ damente a las intentadas satisfacciones y «me dijo en la cara que pro­ cedía en estos negocios con ánimo apasionado y que no me movía buen celo, sino pasión que tenía con los alumbrados». En parte, era verdad. Pero la causa por la que luchaba no era invención suya. Sintió fray Alon­ so el golpe —«el más duro que he recibido en esta guerra»— ; mas no se rindió. Una vez más se convence de que el diablo no desiste de su ta­ rea de zapa, pues el «prelado —el Prior de la Provincia— a quien yo ser­ vía, cuyo oficio y ministerio hacía y ejercitaba sin ningún interés, can­ 122

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sándome yo en lo que era propio de su oficio», en lugar de favorecerle y ayudarle, «me afrentaba, perseguía y desacreditaba». En «esta coyuntura» fue «providencial» la intervención del Santo Oficio; a él, fray Alonso, podía darle un portazo; al Santo Tribunal, no. Mal de su grado, tuvo que condescender. Así pudo «correr» de nuevo de pueblo en pueblo y de púlpito en púlpito y presentarse sin trabas en la Fuente del Maestre y en Fuente de Cantos y redactar nuevos Memoria­ les e «ir ganando tierra». Al Santo Oficio instó que hiciesen «informa­ ciones secretas» en determinados pueblos, sugerencia que, al fin, acep­ taron, siquiera para salir de dudas sobre si fray Alonso tenía o no ra­ zón; y, si era éste el caso, ponerle mordaza. Pero sucedió lo que fray Alonso había preconizado. La pesquisa in­ quisitorial, llevada con el máximo secreto, según costumbre, confirmó los Memoriales de fray Alonso, aunque, apunta, en la verdad se hizo muy mal todo, pues en vez de realizar la información los inquisidores, se la encargaron a hombres rudos y no muy expertos. La historia futura del alumbradismo extremeño confirmará el juicio de fray Alonso. De mo­ mento, el haber roto los inquisidores su habitual pasividad y los peque­ ños resultados constituían un no mediocre logro para él. Que siguió dando «batería» a los alumbrados, desasosegándoles y obligándoles a que, de una manera o de otra, no se quedasen tranquilos, sino que die­ sen «señal» de existir, toques de alarma. Andaba ya «la gente de esta secta triste y alborotada y buscando medios y favores» para contrarres­ tar el daño que, con su incansable perseverancia, les causaba el molesto predicador. Todos los medios eran pocos. Una vez le localizan en Fuente del Maestre; está preparando el sermón; saben y temen de qué tema va a tratar; acuden «para hacer espaldas a las beatas», que andaban ya cabiz­ bajas y a sombra de tejados. Temió el vicario se armase una algarada popular parecida a otras anteriores, y rogó a fray Alonso que desistiese de echar el sermón: «Yo consentí libremente en lo que el vicario me pe­ día; pero no lo consintió el cabildo.» Se habían tañido las campanas a sermón, y sermón habría; y para espantar el temor al posible desorden, para eso estaban los alcaides dispuestos a mantenerlo a toda costa. Era domingo, se cantó la misa y fray Alonso tomó por lema las pa­ labras del Evangelio de San Lucas, acabadas de cantar, que cuadraban como anillo al dedo de sus pensamientos: dos hombres subieron al tem­ plo a orar... La oración mental o contemplación constituía el plato fuer­ te de los Alumbrados; «declaré al pueblo cómo en la dicha oración se invocaba a Satanás y venía a los alumbrados y se les vendía por Espíritu Santo. Declaré la forma de orar que tiene la Iglesia y cómo se ha de hacer la buena oración». Buen sermón y del gusto del pueblo; la gente salió alabándolo y echando maldiciones a los Alumbrados y a sus dogmas. 123

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El grupo de Alumbrados que vino en auxilio de las beatas, ya que no pudieron evitar que fray Alonso echase su sermón sobre el resobado tema, no armaron alborotos; optaron por irle al encuentro y pedirle les diese aviso de lo que estaba menesteroso de enmienda. Fray Alonso se fue con ellos a un «hospital», entabló diálogo a mesa redonda, pero no cayó en la añagaza que le tendían. Les echó otro sermón, enérgico y me­ dio enfadado. Aguantaron el chaparrón con una humildad externa que casi hizo vacilar a fray Alonso: ¿no serán, se preguntaba a sí mismo, verdaderos siervos de Dios, en vez de endiablados herejes, como él ma­ chaconamente pregonaba en todas partes? «De aquella junta quisieron quedar mis amigos y que todos fuéramos hermanos y de una opinión y que yo no los persiguiera»; con entrañable amor lo haría, replicó él, al menos para sus adentros, si no tuviese experiencia de que eran taima­ dos, de que sus llagas espirituales eran insanables y pertinaces sus erro­ res. En el fondo, lo abominaban y, a sus espaldas, el más suave juicio que de él susurraban era tildarle de «perseguidor de los cristianos». No consintió, pues, que lo acompañasen a su posada después del coloquio, para no dar en rostro a la gente que aceptaba en privado su compañía. 15.

Los

FRAILES DE LA LAPA

En la historia del descubrimiento de los Alumbrados de Extremadu­ ra —que es la historia de su primer lance antialumbradista— dedica fray Alonso un capítulo especial a los frailes de La Lapa n . También en ellos prendió la peligrosa semilla y la cultivaron dentro y fuera del mo­ nasterio. El capítulo es importante por un doble motivo: primeramente, porque se trata de un informe de primera mano, muy poco conocido; en segundo término, porque el alumbradismo, con sus variantes, fue un mal viejo en las reformas franciscanas españolas 112. Los «Alumbrados del reino de Toledo», que constituyen el primer núcleo del alumbradismo español y provocan la primera gran reacción condenatoria, germinaron en ambientes muy afines al franciscanismo. Por eso cabría sospechar que lo de Extremadura es su rebote tardío, 11 Para ampliar y encuadrar lo que fray Alonso apunta sobre los frailes de La Lapa, véase: A. B arrado, S a n P e d r o d e A lc á n ta r a , Madrid, 1965; y en particular: I d., S a n P e d r o d e A lc á n ta r a e n la s P r o v in c ia s d e S a n G a b r ie l, la A r r á b id a y S a n J o s é ,

en «Archivo Ibero-americano», segunda época, 22, 1966, págs. 424461. 12 «La herejía de los alumbrados es la única que ha echado raíces en la España de los siglos xvi y x v ii . Es el hermano negro del misticismo, al que sigue como la sombra al cuerpo o como la cizaña al trigo. Nada tiene de asombroso que haya brotado y rebrotado como rama bastarda del gran árbol de la piedad franciscana, y que muchas veces se haya confundido con ella»: Eugenio Asb'nsio, E l e r a s m is m o y la s c o r r ie n te s e s p i r i t u a l e s a fin e s , en «Revista de Filología Española» 36, 1952, pá­ gina 70. 124

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a medio siglo de distancia cronológica. Fray Alonso va a precisar que no se debe a los descalzos reformados de La Lapa —monasterio tan ejem­ plarmente vinculado a la memoria del santo fray Pedro de Alcántara— el alumbradismo de Extremadura. Sin embargo, lo favorecen, lo propa­ gan y defienden y, en definitiva, germina entre ellos como en tierra abo­ nada. Además, las múltiples intervenciones de los descalzos en pro de aquellas minorías espirituales orantes y contemplantes las juzga fray Alonso, observador certero en captar las líneas de fuerza de todo el mo­ vimiento, de no escaso valor para comprender su historia. Todavía aña­ de algunos datos importantes sobre la estructura y las tensiones inter­ nas de los franciscanos extremeños, que aclaran mucho, a su parecer, la narración de los hechos. «Ayudan mucho, dice, a la claridad de nuestra historia.» Este asunto también necesitaría una serena exposición analítica. Pero, dejándola por ahora, aquí se contentará el lector con el relato de fray Alonso. Que transcribo tal cual. «Los frailes descalzos de la Provincia de San Gabriel estaban dividi­ dos en dos parcialidades: unos eran Alumbrados y de la mesma opinión de los clérigos de este nombre; y otros eran no Alumbrados, a los cua­ les llamaba el bando contrario de Alumbrados los relajados. En este tiempo habían crecido los Alumbrados y traían a los otros opresos y debajo de los pies, y los mandaban y regían, favoreciéndoles los obispos, particularmente Don Cristóbal de Rojas, que fue el primero, y Don Juan de Ribera, obispos que fueron de Badajoz. Estos favorecían mucho a todo el género de Alumbrados, clérigos y frailes descalzos. Y de esta manera en la dicha religión reinaban hasta estos tiempos los que dicen Alumbrados, aunque los relajados eran muchos más en número. Viendo, pues, los frailes descalzos la tormenta que padecían las Alumbradas y Alumbrados, acudieron a favorecer y predicaban contra mí en favor de los Alumbrados, asiéndose siempre a lo exterior de sus obras, que eran confesar y comulgar y orar, y oponiendo contra mí mu­ chas fábulas y falsos testimonios, diciendo que yo apartaba a las muje­ res de la oración y de los sacramentos, y que condenaba el confesarse a menudo, y que no me parecía bien el estado de la virginidad; y daban gritos en los púlpitos y pronosticaban que Dios me había de castigar por el daño que había hecho con mi predicación. Con lo cual hacían tan grande daño, que no se puede pensar. A muchas mujeres, que estaban convertidas y desengañadas, las tornaban a engañar y pervertir. Y no contentos con lo que predicaban en público, andaban en particular de casa en casa, animando a las Alumbradas y diciéndoles de mi persona muchos males, y que era hombre que ignoraba los secretos de la ora­ ción, aunque era hombre docto, y que aquellos misterios no los enten­ dían los sabios, sino los humildes; y traían al intento las palabras de 125

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Cristo: Confíteor tibí, Pater coeli et terrae, quia abscondisti haec a sapientibus et prudentibus, et revelasti ea parvulis [Mt 11,25]. Con la cual intención arrancaban los corazones a las mujeres y se los ponían en la secta de los Alumbrados y las detenían en sus errores. Y no solamente a las mujeres, pero al cura y a muchas personas religio­ sas hacían vacilar y dudar, y andaban turbados no sabiendo a quién se debía dar crédito. En donde se debe advertir de paso lo que puede el demonio cuando Dios le deja: que, estando la religión cristiana tan asentada en esta tie­ rra, pudiese tanto la hipocresía y singularidad de quince o veinte per­ sonas que, despertando nueva ley y nuevas ceremonias, pusiesen en con­ dición y duda las cosas de la fe. ¡Cuánto más si hoy se manifestasen todos los que hay en el Reino de esta liga, que tengo por cosa muy dubia si se pudiesen resistir! Como adelante pienso tocar. Viendo los Alumbrados la buena compañía que les hacían los des­ calzos, acudían a ellos en todas sus necesidades; y sabiendo que yo pre­ dicaba en algún pueblo, luego enviaban un descalzo a rehacer y refor­ mar lo que yo dejaba derribado. Y sabido por los dichos descalzos que se habían hecho informaciones secretas en La Fuente del Maestre por parte del Santo Oficio, anduvie­ ron de casa en casa a pedir firmas de las Alumbradas cómo los Alum­ brados les habían enseñado buena y sana doctrina. Con lo cual turbaban las conciencias de muchas almas, y eran causa de grandísima confusión, no sabiendo las gentes qué se hacer, ni qué doctrina se había de creer. También el cura que a la sazón era de La Fuente, de quien se ha hecho atrás mención, andaba vacilante y hacía muchos caminos al mo­ nasterio de La Lapa para informarse de la doctrina de los Alumbrados. Y como allá le juraban que yo era Antecristo y turbador de la perfec­ ción cristiana, venía el cura desatinado, dudoso. Y queriendo saber el negocio de raíz, trajo un día dos frailes de La Lapa para que disputasen conmigo de las cosas de esta doctrina y de los secretos de la oración. Y viniendo a efecto el negocio, nos juntamos en el coro de la [iglesia de La] Fuente, y comenzamos a tratar en la dicha materia. Y uno de los frailes de La Lapa, que presumía de más sabio, comenzó a decir mu­ chas cosas de la oración mental y de la vía purgativa e iluminativa y de los misterios que se alcanzaban por aquellos ejercicios, multiplicando muchas razones muy sin propósito para lo que se pretendía, porque yo tenía bien probado que los efectos de la oración y contemplación que ellos usaban eran operaciones de Satanás, y el fraile descalzo pretendía persuadir que no era cosa imposible ser de Dios aquellos efectos. Y de esta manera argüían por su secta todos los maestros y fautores de ella, 126

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de suerte que todas las evasiones de los contrarios eran por casos metafísicos. Yo iba probando por razón natural, por razón divina, por la práctica de la Iglesia, por los dichos de los santos que aquello era demonio; y ellos, cuando mucho, venían a concluir que no implicaba contradicción venir aquello por orden de Dios. Cegábanse también en pensar que yo no tenía contra ellos más de aquellos raptos y visiones y sentimientos; en lo cual se engañaban, porque había muchas herejías probadas contra ellos, de las cuales yo no sacaba a plaza ninguna, porque los autores no las escondiesen o atapasen, antes las disimulaba y guardaba para decir al Santo Oficio. Solamente decía en público que los sentimientos y raptos y arrobamientos y otros efectos eran un vientre de grandísimas herejías. Item, predicaba contra los vicios generales que había en esta gente, y contra la novedad y alteración que habían causado en las cosas de religión, y contra el abuso que tenían en el ejercicio de los sacra­ mentos, y contra los ritos supersticiosos que habían introducido, ca­ llando siempre las herejías y lo más hondo de esta secta por desvelar a los autores de ella. Esta es la causa porque los descalzos, y otros que les imitaban, osa­ ban decir y predicar contra mí, porque yo no les descubría claras here­ jías; y lo que más encarecía contra ellos, no les concluía, a su parecer, antes tenían para ello salida y evasión. Finalmente, en esta junta no se concluyó nada que pudiese aquietar al cura. Ni el descalzo hizo efecto con sus razones. Y así, el cura se que­ dó perplejo, porque le decían los descalzos que muchos siervos de Dios había entre ellos que se arrobaban y tenían todas aquellas señales, y yo no quería sacar a luz los argumentos más poderosos y que aquietaban en la materia, que eran las herejías probadas, porque en ello hiciera contra el fin que se pretendía y porque tenía experiencia que, en descu­ briéndose una herejía, luego las Alumbradas se retractaban de ella o la negaban, y los Alumbrados decían que eran boberías de mujeres, sien­ do realmente dogmas antiguos muy asentados en los corazones de esta gente.» 16.

Ante

el

Tribunal S upremo

El lance de fray Alonso contra los Alumbrados de Extremadura se iba tornando cada día más complejo. Su incansable actividad —su lu­ cha— desembocaba en resultados contradictorios: las opiniones del pueblo y de la clerecía y de las religiones se bifurcaban, ora en pro, ora en contra; los bandos alumbradistas y antialumbradistas polemizaban en público; los alborotos estallaban; y el mismo fray Alonso dudaba a 127

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veces si el alumbradismo era un fantasma o era una realidad. Por aña­ didura, los inquisidores callaban, encerrados en mudo silencio; y si ha­ blaban, no era para alentar a fray Alonso, sino para pedirle y exigirle moderación en sus sermones y para apaciguar el ambiente, preñado ya de hostil cariz. Si, por deber de oficio, emprendían la faena informativa, lo hacían con desgana y aun con deficiente método. En fin, el fantasma de los alumbrados se les escapaba de los ojos y de las manos; caso de existir, lo que no estaba tan claro, era tema nuevo sobre el que les fal­ taban ideas claras y experiencia procesal. El mismo fray Alonso nos da o conocer el incómodo estado de ánimo de los inquisidores, que, al fin, le indicaron la pista única por la que era posible llevar adelante su 'descubrimiento': acudir al Consejo Supremo de la Inquisición, con sede en Madrid. En todo este tiempo —ya cerca de dos años duraban las refriegas y el lance— «callaba la Inquisición y no hacía efecto alguno ni osaban [los inquisidores] meter las manos en esta masa», comenta fray Alonso; con todo, le descorrieron el velo, enseñándole la pista: «me dieron a en­ tender», añade, «que era necesario mandato del Consejo para tratar de este negocio, por ser cosa muy nueva y muy oscura». La mente se le lleno de luz, entrevio en aquellas palabras la perspec­ tiva viable, se sintió espoleado a presentarse al Consejo para darle cuen­ ta de sus 'descubrimientos'. Todo era fácil en la imaginación viva de fray Alonso. En la realidad, las cosas eran más lentas, tenían sus pasos contados y, lo peor, no acer­ taba a ver claro cómo ir a Madrid. Tuvo que soñar y esperar la oportu­ nidad propicia, seguro de que llegaría. Lo que no podía hacer, era cruzarse de brazos, ni traicionar su provi­ dencial misión. Continuó predicando «su tema», a pesar de que notaba que la gente se iba hastiando y que los inquisidores le tiraban de la brida. Algo de quijotesco hay en todo el lance de fray Alonso. El lo con­ fiesa y debemos darle crédito, máxime porque en el texto que vamos a citar nos revela el grado de inmersión en su quijotismo espiritual, su vivencia vocacional irresistible, de la que cada día obtiene señales más inequívocas. Los inquisidores, dice, le habían insinuado, por rodeos o de cara, que frenase su ímpetu y, sobre todo, que no les gustaba que tratase siempre en sus sermones del mismo, espinoso, inquietante y alborotador tema de los Alumbrados. La insinuación no sirvió de nada; y si algún efecto produjo, fue convertirse en espuela. «Yo me determiné de no callar jamás en la materia mientras» no le suspendiesen o quitasen las licencias de predicador. «Y así lo hice, que no quise cesar» de reincidir, «porque no me dejaba la lumbre que tenía de esta maldad; y muchas veces me subía al pulpito con propósito de callar y en el medio del ser­ món me arrebataba el espíritu y, contra lo pensado y determinado, me 128

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hacía decir lo que no quisiera yo, y lo que enfadaba a todo el mundo y nadie gustaba de oírlo». Se da, por consiguiente, perfecta cuenta de que cansa y molesta; pro­ cura enmendarse; pero el viento de la vocación, «la lumbre» interior es más fuerte y lo arrastra y da voces y arremetidas contra los Alumbrados. Al mismo tiempo, da vueltas en su testa el anhelo de poder hablar personalmente a los señores del tribunal supremo de la Inquisición. Dios, que lo ha llamado a tan alto servicio en la Iglesia, le allanará el camino. No le asustan las curvas. Lo importante es alcanzar el objetivo. Sucedió por aquellos días de otoño de 1572 que hubo necesidad de rea­ lizar obras en el edificio de su convento; la comunidad decide adquirir un lote de madera de pino; había que ir a la sierra de Avila a comprar­ los, porque allí los había y a mejor precio; fray Alonso se ofreció volun­ tario, pensando que era una ocasión óptima para su soñado viaje a Ma­ drid: «Yo me convidé a ir» por la madera «a la villa de Arenas, en el obispado de Avila, con propósito de llegarme a Madrid a dar cuenta al Consejo de Inquisición de las cosas que pasaban en esta tierra. Y vi­ niendo a efecto mi deseo, salí de Llerena por el mes de octubre del año setenta y dos, y vine a la villa de Arenas y compré cierta cantidad de madera». Tenía a la mano tiempo, ocasión y libertad física para realizar su proyecto de bajar a la Corte. Sin embargo, no contaba con libertad moral, porque no se atrevió a revelar sus planes al padre Prior. Y, buen religioso, resistió la tentación y regresó recto tramite a su convento, sin pisar en Madrid. «No lo osé hacer», escribe contrariado, «porque no tenía licencia especial de mi Prelado para hacerlo. Y así me volví a Lle­ rena por el mes de noviembre». Tuvo que contentarse con seguir predicando su tema. Para colmo, surgieron pronto nuevos obstáculos. Uno fue el cumplirse el tiempo del oficio de su Prior; el cargo pasó a otra persona, que desde el principio adoptó una actitud contraria a que fray Alonso continuase aburriendo a la gente con su «tema ordinario»; si el antiguo Prior le ayudaba y co­ mulgaba con sus ideas, el nuevo le fue a la mano, y no sólo ignoraba los misterios del alumbradismo, sino que incluso se dejó conquistar de las zalamerías y de las fábulas con que, astutamente, minaron el presti­ gio de fray Alonso. Hasta los inquisidores se reían de él, agregaban. El padre Prior, deseoso de que sus súbditos no anduviesen en boca de altos y bajos, trabajó por crear un clima de paz entre unos y otros. A juicio de fray Alonso, se dejó «malear»; y la prueba palpable la vio en que, cuando predicaba, «favorecía más al partido de los Alumbrados que no las cosas que yo decía y enseñaba». A mayor abundancia, procuró en­ cargarle cada vez menos sermones y, en cuanto era posible, le encomen­ daba sólo los sermones en las aldeas. Así, al llegar la Cuaresma de 1573, 129 9

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tiempo de punta de las solicitudes de predicadores, «me sacó de Llerena e hizo ir a predicar a la villa de Usagre». También en esta villa halló caza: «un alumbrado de grande ostenta­ ción», es decir, un maestro de la secta, y «una pequeña manada» de Alumbradas. Los sermones arremetieron contra la mala raíz presentida de la nueva espiritualidad, probando que su fibra doctrinal no era de acero ortodoxo. Y como le acontecía siempre, logró desengañar a alguna beata. Entre las discípulas del maestro Alumbrado —podemos opinar que se trataba de un cura—, figuraba una mujer que había tenido fama y hechos de liviana en materia de castidad, pero el «gran alumbrado» la convirtió y la gente veía ya en ella a una Magdalena. Oyendo los sermo­ nes de fray Alonso, volvió a convertirse, ahora a su doctrina, y le vino a contar y descubrir algunos errores del alumbradismo, «particularmen­ te en materias tocantes al matrimonio». «Otra mujer casada» le abrió también su corazón y sus escrúpulos, «exponiéndome cómo andaba en­ hechizada y cautiva de esta doctrina, la cual se desengañó y quedó bien casada con su marido, tanto que en el pueblo decían que mis sermones la habían casado». Fray Alonso se enorgullece santamente del fruto de sus sermones antialumbradistas: «Este era un efecto general», concluye, pues «se casaban muchos descasados y se restituía muchas hijas a sus padres, porque esta secta hacía división grandísima en personas muy conjuntas por ley natural y divina». Una anécdota más nos cuenta de Usagre, de claro signo antialumbradista. Y es la siguiente: «En este pueblo de Usagre había un Alumbrado, teatino de religión, y que hizo en su conversión maravillas: que, siendo rico, se despojó de su hacienda y la dio a los pobres; y, entrando en la religión, estuvo diez años en ella; y en este tiempo había venido al dicho pueblo, que era su natural, y enseñaba la doctrina cristiana, y saliéndose a los caminos, to­ maba a cuestas los haces de leña que traían del monte los pobres y se cargaba de ellos y los llevaba hasta el pueblo. Este hipócrita no tenía orden sacro; y poniendo los ojos en una beata hermosísima, se revolvió con ella y súbitamente se hizo amonestar, y otro día salió vestido profa­ namente con calzas curiosas y hábito de soldado, y se casó in facie Ecclesiae». La cuaresma del predicador de Usagre no fue del todo estéril, y ni siquiera de su desagrado. Con tal de predicar y husmear alumbrados, fray Alonso se sentía «realizándose», fuese donde fuese. Vuelto a su convento, el Prior no titubeó en mandarlo en busca de los pinos que había comprado y cortado en Arenas; ya estarían secos, y el tiempo primaveral, que se iba entrando, permitía un acarreo más fácil. Fray Alonso quizá sospechó que, con este justificable motivo, lo que el Prior intentaba era privarlo de ocasiones de predicar. ¡Por los 130

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montes de Avila podía distraerse! El comisionado no sólo no rechistó, sino que vio, ya que no los cielos, sí abierta una nueva posibilidad de ejecutar su secreta intención de ir a Madrid. La posibilidad se convirtió, inesperadamente, en realidad, porque resultó que, a la hora de levantar los pinos, hubo problemas: «Me fue necesario ir a Madrid a sacar cier­ ta provisión del Consejo de Ordenes.» ¡Qué dificultad más apetitosa! No necesitaba explícita licencia de su Superior para ello, pues se sobreen­ tendía en el mandato de llevar la madera a Llerena. Fray Alonso exultó de contento. El tropezón le supo a signo providencial. Todo lo «ordenó el Señor por bien y utilidad de los negocios que yo trataba», porque en el viaje a la Corte «hablé a Don Rodrigo de Castro 13, que por entonces residía en el Consejo, y le di un Memorial de los erro­ res que había descubierto en Extremadura, y me quejé grandemente de los inquisidores de Llerena y de la remisión y descuido que habían te­ nido en negocios tan graves y le encargué la conciencia tratase del re­ medio de este nuevo daño». Don Rodrigo de Castro, experto y férreo inquisidor, distinguió inme­ diatamente el grano, la paja, la pasión y la verdad, lo accidental y lo sus­ tancial en el discurso hablado y escrito de fray Alonso. Con la sagacidad y prudencia características del Santo Oficio, apuró las preguntas v, en conjunto, quedó agradecido al servicio prestado. Expuso luego a sus co­ legas lo que fray Alonso le había dicho y contado, analizaron el Memo­ rial y decidieron actuar. Fray Alonso había logrado su mejor victoria. Y la cuenta: «Lo cual hizo buen efecto y aprovechó, porque el Consejo mandó al tribunal de Llerena enviasen a Corte todos los papeles y Memoriales que se habían dado contra los Alumbrados, y así se puso en efecto. Y viendo el Conse­ jo los dichos papeles y lo que había resultado de las informaciones secre­ tas, apretó a los de Llerena a que luego tratasen de prender algunos más culpados de esta liga. Y así lo ordenó el Señor, que luego en el principio del mes de noviembre del año de setenta y tres fueron presos por el Santo Oficio tres Alumbrados principales: Hernando Alvarez, capitán de esta cuadrilla, Francisco Zamora y Gaspar Sánchez, los cuales anda­ ban ya remontados de esta tierra y espantados de la predicación, y se habían recogido al arzobispado de Sevilla.» 13 Sobre este personaje, de hidalga casta, obispo de Zamora en 1574 (E ubel III, 339) y arzobispo de Sevilla en 1581 (E ubel III, 211), cf. E. Cotarelo V alledor, El Car­ denal Don Rodrigo de Castro y sus fundaciones en Monforte de Lemos, 2 vols., Ma­ drid, 1945-1946. Menos afortunado en biógrafos, aunque no menos importante, fue Don Gaspar de Quiroga y V ela, natural de Madrigal de las Altas Torres (12 enero 1512), obispo de Cuenca en 1571, diciembre 17 (E ubel III, 174), Inquisidor General (1573-1594), Arzobispo de Toledo en 1577, septiembre 6 (E ubel III, 315), cardenal en 1578, diciem­ bre 15 (E ubel III, 46), falleció en Madrid el 12 noviembre 1594. Una breve reseña biográfica por A. Orive en: D H EE III, 2041-2042.

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La narración sintetiza los acontecimientos, que se ejecutaron con ma­ yor lentitud de la que aparece en el relato. No obstante, en sustancia es exacta. Hasta aquí hemos tenido que fiarnos de la sinceridad del histo­ riador, que es el mismo fray Alonso; en adelante se puede contrastar lo que dice con la documentación inquisitorial, que amplía algunos datos, brinda noticias nuevas y, en sustancia, coincide totalmente con la 'his­ toria alfonsina', garantizando su verdad y su veracidad. Por otro lado, el triunfo de fray Alonso en su entrevista con Don Rodrigo de Castro y en las comprobaciones y gestiones sucesivas le afianzó en el hondo con­ vencimiento de la justicia de su aventura apostólica y, públicamente, lo vinculó de manera oficial a las pesquisas futuras. En realidad, el proce­ so del alumbradismo extremeño empieza a ser un proceso importante a raíz de su visita al Consejo. Satisfecho, contento y ufano volvió fray Alonso a Arenas; en la bolsa llevaba el correspondiente permiso para levantar la madera; de regreso a su convento, pasó, como acostumbraba hacer en las salidas, por Fuen­ te del Maestre. Llegó en la vigilia de la Pascua de Pentecostés; le pidie­ ron predicase en la fiesta; aceptó gustoso; y tratando en el sermón de la «venida del Espíritu Santo a las almas y de los efectos que hacía en ellas», no se contuvo en exponer la doctrina sana y llana, sino que «des­ cendí en particular a tratar del espíritu diabólico que viene a las Alum­ bradas y de los efectos prodigiosos que causa en ellas, contando por me­ nudo los vicios y abominaciones que había descubierto por los pueblos, conviene a saber: la libertad viciosa de las Alumbradas y la alteración que habían causado en los pueblos», etc. En confirmación citó el reciente caso ocurrido allí mismo, en Fuente del Maestre: una doncella «alum­ brada» se marchó, impelida por el espíritu diabólico, por veredas y mon­ tes sin poderlo resistir; era moza, de poca edad, agraciada físicamente; caminó dos leguas sola, hasta Villafranea, donde la alcanzaron y encon­ traron sus padres. ¿Locura o diablura? Según confesó, «el espíritu que le hablaba la sacó de casa y clausura y honestidad y la llevó por los cerros». A otras les pasó lo mismo: «Les daba un espíritu violento y las hacía caminar a la posta.» Enardecido y lúcido, proseguía su sermón fray Alonso; mas he ahí que se nota un rumor en la iglesia: una Alum­ brada se está impacientando, habla a media voz; los más avisados ven el inicio de un escándalo similar al que antaño armó Mari Sánchez; a la fuerza la sujetaron y la obligaron a estar queda y callada. Pero a dife­ rencia de la del improvisado o premeditado sermón —Mari Sánchez—, la nueva desconcertada se convirtió «y es hoy el mejor testigo que hay contra los Alumbrados, porque tiene vivo entendimiento y alcanzó mu­ chos secretos de la secta, de que ha dado cuenta al Santo Oficio». En octubre de aquel año, 1573, hallamos a fray Alonso predicando en Almendralejo. Nada más llegar, había pedido al cabildo posada, de­ 132

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clarándoles su intención de asentarse allí para largo, «porque había ne­ cesidad de dar algunos avisos importantísimos a la salud de las almas, por cuanto en aquel pueblo habían confesado y predicado algunos hom­ bres de sospechosa doctrina». Los del cabildo se ‘escandalizaron’, al me­ nos algunos que eran padres de ciertas doncellas «envueltas» en alumoradismo. Sacaron a plaza la petición de fray Alonso, y un teniente de cura, junto con una Alumbrada, se apresuraron a parar en seco el plan de fray Alonso, acusándolo al Provisor de que infamaba a la gente pia­ dosa. El Provisor, a quien mostraron la petición dirigida al cabildo, or­ denó que no predicase sin someterse antes en persona a interrogatorio. Forzosamente, y sin ceder un ápice, se presentó: «De suerte que me es necesario ir a La Puebla a descargarme con el Provisor; y, pareciendo delante del juez, le mostré un Memorial lleno de herejías y errores, y representé la necesidad que había de predicar sana doctrina y católica y de impugnar la contraria. A todo lo cual estuvo bien atento el Provi­ sor y me dio su bendición y mandó volviese a Almendralejo a predicar. \ así lo hice, que di la vuelta y estuve en el dicho pueblo de asiento todo el mes de octubre y prediqué todas las fiestas que ocurrían, impugnan­ do las raíces y fundamentos de la secta de los Alumbrados. Y habiendo predicado un día de San Simón y Judas, luego que me bajé del púlpito sucedió un escándalo semejante al primero de la mujer alumbrada. Por­ que un sastre alumbrado... se subió en el púlpito» y empezó como un energúmeno a contradecir lo que fray Alonso había dicho y a defender y alabar a los maestros de la ‘liga’. Todo lo «hizo tan prestamente y con tanta brevedad que, habiendo propuesto su motivo desvariado, dejó al auditorio espantado y suspenso, y luego se bajó del púlpito y salió del templo y se deslizó sin que nadie lo viese»; buscó después refugio en La Puebla, «donde residía el Provisor», quien se enteró de su audacia, y «lo prendió y tuvo en la cárcel muchos días», concediéndole la liber­ tad no sin imponerle antes penitencia pública y ejemplar. Otro episodio, anecdótico y sin trascender a la gente, le ocurrió en esta villa de Almendralejo, donde halló mucho rastro de ilusiones diabó­ licas. «Había en este pueblo, dice, una doncella alumbrada que, oyendo decir a ciertas personas de lo que yo predicaba en otros pueblos, desea­ ba oír mi predicación; y significando esto a uno de los alumbrados, que era su maestro, le decía que era grande tentación desear oír a un hom­ bre perdido que, a imitación de San Pablo, perseguía los cristianos y los traía corridos y acosados. Y como esta Alumbrada estuviese dudosa acerca de lo que debía seguir y creer en tal tiempo y coyuntura, le dijo este Alumbrado que consultase a nuestro Señor le revelase lo que más convenía a su salvación y la doctrina más sana y segura. Y luego aque­ lla noche tuvo una visión y respuesta que le decía que perseverase en 133

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lo que había tenido y creído hasta aquella hora, que era la doctrina de los Alumbrados. Esto mismo aconteció en otra beata de la Fuente, que estando dudo­ sa en esta misma secta por la contradicción que yo le hacía con mis sermones, consultó a Dios en la oración, y luego tuvo una visión y res­ puesta que le dijo que la doctrina de Gaspar Sánchez era muy agradable a los ojos de Dios, y que el mismo Dios estaba muy ofendido de lo que predicaba fray Alonso.» Sí; fray Alonso no abandonaba el hilo de la 'contradicción', tirando a la raíz, que eran los clérigos maestros, y a las ramas, o sea, las beatas. En general, ilusas, incapaces de saber quién tenía razón, preparadas sólo para los extraños sentimientos de visiones y revelaciones. Quizá al­ guna vez se las inventaban. Sentidas o fingidas, fray Alonso las creía igualmente, no dudando en atribuirlas al demonio, nunca a un desqui­ ciamiento sicofisiológico de aquellas pobres mujeres. 17. Las

primeras capturas

A consecuencia del detallado y alarmante informe que fray Alonso dio a Don Rodrigo de Castro en Madrid, la Inquisición despierta de su letargo y empieza a impartir órdenes urgentes al tribunal de Llerena. Fia comenzado la campaña activa, represiva y decisiva contra los Alum­ brados de Extremadura. En adelante, el embarullado «negocio» no es ya solamente aventura personal de un predicador obsesivo; es asunto que el Consejo de la Santa y General Inquisición avoca a su inmediata jurisdicción. Los subalternos del tribunal de Llerena, hasta ahora medio sordos e inoperantes, tendrán un trabajo ímprobo. Se refuerza el tribu­ nal con inquisidores más jóvenes y dinámicos. Las «causas» de los Alum­ brados obtienen la primacía absoluta entre todas las tramitadas por el Santo Oficio de Llerena. Son las que dan algún renombre a aquel tribu­ nal provinciano. En líneas generales, el «negocio» de los Alumbrados es el de mayor relieve de los «vistos» por el Consejo en estos años. Fray Alonso de la Fuente, descubridor de la secta, es también despertador del Consejo. La posta de Madrid a Llerena, y de Llerena a Madrid, no dejará ya de correr a ritmo y nervio incesantes. El 20 de mayo de 1573 reaparece en la correspondencia inquisitorial el tema de los Alumbrados; al cabo de muchos lustros, pues habría que remontarse a la época de 1525-1530, cuando ocurrió lo de Toledo. La fe­ cha es, por consiguiente, clávica. A raíz de la visita de fray Alonso al Consejo, éste pidió al tribunal de Llerena una relación exacta de la situación. «Tres cartas vuestras del 11 del presente recibimos», exordian los señores del Consejo; y, acusado 134

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el recibo del triple mensaje, ordenan: «Enviaréis aquí con el primero los papeles y diligencias hechas sobre LA DOCTRINA DE LOS ALUM­ BRADOS QUE NUEVAMENTE SE HAN SEMBRADO EN ALGUNOS LUGARES DE ESE DISTRITO»14. Algunas diligencias, más o menos perezosas, habían realizado. Los inquisidores de Llerena tenían en su poder un rimero de Memoriales de fray Alonso, denunciando la existencia de la pestilente herejía. También hay alguna carta de los presuntos herejes, sin duda intentando justi­ ficarse. Los papeles y la relación de las diligencias realizadas fueron exami­ nados con avidez por el Consejo. Contienen, efectivamente, indicios de que en Extremadura está cundiendo una espiritualidad nueva del viejo signo alumbradista. El 17 de julio avisan del Consejo a los inquisidores de Llerena: «Aquí se ha visto la información que enviásteis contra Francisco Za­ mora, Gaspar Sánchez y Hernando Alvarez y los demás culpados que llaman Alumbrados; y, consultado con el Reverendísimo Señor Inquisi­ dor General, ha parecido remitírosla para que lo veáis todo y hagáis las diligencias necesarias cerca de esta materia; y, hechas, procederéis con­ tra todas las personas que halláredes culpadas [...], atento que parecen graves (negocios).» Sin precipitación, pero con paso firme, la Inquisición está decidida a arrancar de cuajo la planta. Como de costumbre, el Consejo advierte: «Siempre iréis dando aviso» de lo que vaya aconteciendo15. Las órdenes cursadas al tribunal de Llerena disipan cualquier nebu­ losa. El historiador de hoy tiene más noticias del dinamismo inquisito­ rial que los coetáneos, pues ha logrado romper el «secreto» de cal y can­ to que rodeaba las actuaciones del Santo Oficio. Ni siquiera al confiden­ te fray Alonso le hacen partícipe de los planes de operación. Por su parte, fray Alonso no está ocioso, aunque desconoce como la mayoría de la gente la inusitada actividad de los inquisidores. Sigue acumulando noticias, recogiendo confidencias, escribiendo Memoriales. En vista de la buena cara que le puso Don Rodrigo de Castro cuando fue a informarlo, se anima a proseguir la obra comenzada e incluso a enviar cartas a la Suprema. No nos lo ha contado él. Lo dicen los del Consejo remitiéndola, el 19 de agosto de 1573, a sus colegas y subordi­ nados de Llerena: «Les envían una carta que un fray Alonso de la Fuen­ te, de la Orden de Santo Domingo, ha escrito al Licenciado Salvatierra, fiscal del Consejo. Verla héis, señores, y cerca de lo en ella contenido examinaréis al dicho fray Alonso de la Fuente» 16. 14 AHN.: Inq., lib. 578, f. 86 r. is Ib., f. 101 v. le Ib., f. 107 v. 135

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No le dio éste importancia, aunque tuvo que acudir a la cita y res­ ponder a las preguntas de los inquisidores. Aquello, para él, era el pan de cada día de su apostolado. Por octubre de 1573 lo hemos visto bregando y predicando en Almendralejo. El mes siguiente se traslada a Fuente de Cantos. Apenas llega, oye que la Inquisición ha echado mano a Hernando Alvarez, Francisco Zamora y Gaspar Sánchez. Son los primeros presos y, por lo que el his­ toriador y actor de este lance nos ha dicho, grandes ‘cabecillas’ de la liga. Grandes maestros de los Alumbrados de Extremadura. En realidad, no ha participado directamente en la prisión. Los inquisidores lo han teni­ do al oscuro de lo que tramitan y traman. Pero no cabe duda de que la prisión le contentó mucho, porque significaba para él una victoria de su insistente lucha, y porque, estando convencido de que el alumbradismo era una herejía diabólica real, el meter en la cárcel a los principales maestros, tan enemigos suyos y tantas veces apuntados, era algo así como atar de pies y manos a la secta, ponerle mordaza y amenaza de desar­ ticulación. «Habiendo predicado en el Almendralejo todo el mes de octubre, vine a Fuente de Cantos por el mes de noviembre del año de setenta y tres, y supe cómo el Santo Oficio había prendido los tres de que arriba se hace mención, que fueron los primeros que se recogieron de esta secta.» No insiste, ni da más detalles. En cambio, observa atentamente las comidillas del pueblo y, sobre todo, la reacción de la manadita de alum­ bradas. Cabizbajas andan, pero se esfuerzan, con comprensible obstina­ ción —y demoníaca metodología, según fray Alonso—, por hacer frente a los acontecimientos, sacando bien y esperanza de las perentorias medidas inquisitoriales. «Estaban en este pueblo los alumbrados y las alumbra­ das con las nuevas recientes de sus maestros un poco tristes y melancóli­ cos, pero tan duros y pertinaces en su secta y errores como los demo­ nios del infierno. Luego pronosticaron que las causas de las nuevas pri­ siones y de sus maestros eran niñerías y que en breve saldrían libres y con mucha honra.» Todavía añade, hablando en tiempo presente: «Y con estas esperanzas viven hoy todas las discípulas que estaban ya bien criadas en esta maldad.» No faltan, incluso, las 'visiones' relativas a la suerte futura de los presos, que obtendrán, pasando a pie enjuto la prueba, resonante liberación: «... entre las cuales (Alumbradas) ha habi­ do muchas visiones y revelaciones acerca del suceso de los detenidos por el Santo Oficio, con que el demonio las va cebando y confirmando en su ceguedad y tinieblas». No se rinden. Toman la cárcel por gracias divinas y señales de perfección. E intensifican sin rubor ni temor las prácticas de aquella piedad sui generis y no común en la mayoría de los fieles cristianos. «Después que se hicieron las dichas prisiones, se ha mostrado más claramente la pertinacia y dureza de esta gente, porque ni han aflo­ 136

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jado en lo general de sus ritos, ni se cansaron de estorbar nuestra dili­ gencia, antes los alumbrados descalzos, de quienes atrás hemos hablado, acudían a los pueblos y predicaban contra mí y magnificaban los senti­ mientos y las contemplaciones y ritos de esta secta y hablaban con la misma libertad y desvergüenza que solían antes que el Santo Oficio en­ cerrase los sobredichos tres capitanes, diciendo que muchos prendía el Santo Oficio y después los soltaba». Además, no era raro que algunos siervos de Dios, inocentes, fuesen a parar a las cárceles de la Inquisición por falsos testimonios. «Y realmente —comenta fray Alonso, sin salir de su asombro— se platica entre los de esta cuadrilla que los detenidos en la Inquisición padecían como justos, y que muchos de los que acá quedaron, consolando a las alumbradas, osaban decir que por ser ellos malos y pecadores no padecían ni los llevaban presos como a sus com­ pañeros.» El sigilo con que el Santo Oficio iba tejiendo la tela de los procesos pudo contribuir a que los fanáticos de la nueva espiritualidad no acer­ tasen a ver el peligro real. Porque no se trataba ya de una obsesiva aven­ tura de fray Alonso, molesta, sí, pero discutible y discutida. Ahora los inquisidores tomaban cartas en el negocio y, a un ojo experto, no esca­ paba la negra perspectiva futura. Tardos en tomar el pulso a la situa­ ción, una vez que ponían mano en el arado no solían detener la investi­ gación sin apurar antes los infinitos recursos con que contaban. 18.

Cita

en la

Corte

El 'negocio' de los Alumbrados —y, por consiguiente, el lance de fray Alonso— iba ya, a su parecer, bien encaminado. Aunque los inquisidores de Llerena no gustan de su machacón estribillo, ni le confían secretos ni acuden a pedirle sus servicios, él tiene alzados los ojos al Consejo de la Suprema, que le inspira mayor confianza. Está, pues, alerta al sesgo de lo que ocurre. Y no necesita acicate para tomar la pluma y escribir nue­ vos informes y avisos. Por esos días de 1573, vencido ya el verano y quizá también el otoño, se está tratando un asunto que nada tiene que ver directamente con el de los Alumbrados: el tribunal de Llerena reside en un sitio fronterizo, en una villa de segunda categoría y, además, sus instalaciones son po­ bres e incómodas. El Consejo Supremo ha decidido trasladarlo a Plasencia, mejor ciudad y más en el centro del distrito. Fray Alonso examina las ventajas y desventajas del proyecto de tras­ lado. Nadie se lo ha pedido, pero él se anticipa, como siempre, porque sería, si se realiza el plan, dejar el campo libre a los Alumbrados. Ojos lejanos, ojos que no ven, aunque sean ojos inquisitoriales, terminarán por desentenderse del asunto y por no oír sus voces y por ver sólo paja 137

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en sus Memoriales en lugar de tomarlos en serio e irse al grano. Su me­ ditación cavilosa se tradujo en juicio conclusivo y en carta al Inquisidor General: «En este tiempo el Santo Oficio trataba de irse a Plasencia por orden del Consejo Superior. Para el cual efecto tenían ya compradas casas en la dicha ciudad, y toda la gente de la Inquisición andaba removida, como a negocio hecho y definido con acuerdo y que no se podía deshacer. Y viendo ya el inconveniente y daño que se podría seguir en toda esta tierra si de ella faltase el Santo Oficio, escribí una carta al Inquisidor General, representándole los errores y daños que había en esta provincia y cómo los Alumbrados la tenían quemada y abrasada, y que los pre­ dicadores del Evangelio, con el favor y espaldas del Santo Oficio, osaban predicar y dar voces entre ellos, lo que no osaríamos faltando de aquí el tribunal de la Inquisición, por ser muchos los Alumbrados y en gran­ de número y que tenían engañadas personas de mucha autoridad y muy poderosas, añadiendo en mi carta que no tuviese Su Señoría por leves los negocios de Extremadura, porque si una vez se entendiese la grande­ za de ellos, bastaría a espantar los Consejos y aun él mismo perdería el sueño.» La carta, con tan ahincados encarecimientos, la escribió y expidió a primeros de 1574. Este año va a ser decisivo para la causa de los Alum­ brados. En febrero lo invitan a predicar la Cuaresma en Fuente del Maes­ tre, cosa que hace con el talante de siempre, con la temática de siempre y con alguna que otra escaramuza. Predicó también varios sermones en Azabuchal, que está cerca de La Fuente, y también allí halló alumbrados y alumbradas y aun a algún 'descalzo' francisco de los que los socorrían y alentaban: «... tan desvergonzadamente como si los dichos alumbra­ dos tuvieran de la Sede Apostólica aprobación de sus errores». Por esos días le llegó correo de Madrid, con la respuesta a su carta de primeros de año. Le mandaba ponerse en viaje para la Corte, a fin de informar al Consejo Supremo de la Inquisición más en detalle lo que esbozó en su aviso escrito; y, de paso, podría describir y puntualizar la situación de la ‘herejía’. Esto debió pensarlo fray Alonso, porque la carta del Conse­ jo era más lacónica. «En esta coyuntura recibí una carta del Consejo de Inquisición, en que se me mandaba por aquellos señores que luego, vista su carta, pareciese en Corte, porque así convenía para negocios que im­ portaban al servicio del Señor. Y luego me apresté y trataba de mi via­ je, muy alegre en ver que los señores del Consejo tomaban de veras los negocios de alumbrados. Porque luego se me asentó que para aquel efecto me llamaban» 17. 17 Una vez más, el comprobante de que fray Alonso no engaña; en el registro del Consejo quedó asentada la epístola, protocolaria y anodina. Dice así: «Reverendo Señor: Porque para cierto efecto conviene que con brevedad se llegue a esta Corte,

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El gozo se le debió salir por la boca y el rumor de la llamada entró por el oído en algunos alumbrados, quienes, maliciando adrede, espar­ cieron el bulo de que lo llamaban para ajustarle las cuentas y aun para prenderlo. «Y diéronse tanta priesa a divulgar esta falsedad, que en toda la comarca no se decía otra cosa sino que yo iba preso por mis pecados y porque impugnaba la contemplación divina». La especie cundió aun entre «personas cuerdas y doctas», porque los alumbrados contaban tantas «fábulas y falsos testimonios» contra él que «las gentes que no me conocían ni habían comunicado, de solamente lo que oían decir, me tenían y juzgaban por hombre loco y desvariado y sin ninguna modestia y que trataba negocios vanos y escandalosos». Pero él estaba seguro de la justicia de su causa, de la urgente nece­ sidad de su predicación y del honor que la llamada a Corte entrañaba. Y continuó predicando en La Fuente y en Azabuchal y preparando el viaje a la Corte.

19.

La

co nsulta

a

los

m a estro s

de

S alam anca

En el mes de abril, por Pascua florida, emprendió el viaje, dando un largo rodeo por Salamanca. Como ya en otra ocasión se fue a Sevilla a consultar el 'negocio' de los alumbrados con los maestros de «Santo Tomás», ahora quería hacer lo mismo con los maestros de Salamanca, famosos en todo el mundo por su saber teológico. De paso les preguntó también, con un poco de vanidad mezclada a otro poco de ingenuidad, si, en caso de que los alumbrados lo asesinasen, su muerte tendría va­ lor de martirio. He aquí cómo cuenta la consulta salmantina: «Yo salí para Corte en el mes de abril del año de setenta y cuatro. Y deseando proceder con justicia y verdad en los negocios que trataba, aunque de ellos había dado noticia a personas muy doctas, me determi­ né ir a Salamanca a consultar allí a los hombres más doctos que hay en el mundo, para seguridad de mi conciencia. Y llegando a Salamanca, le encargamos mucho lo haga; así que, venido, se le comunicará [el efecto o asun­ to]; y avisamos ha del rescibo desta con el mensajero que la lleva, y de su partida. Guarde nuestro Señor su reverenda persona. De Madrid, 13 de enero 1574. Rodrigo de Castro - obispo de Segorbe - Licdo. Vega de Fonseca - Velarde». Sobrescrito: «Al Rvdo. Sr. fray Juan de la Fuente, de la Orden de Santo Domingo»: AHN.: Inq., lib. 326, f. 164 r. La equivocación o trastrueque de nombre, Juan por Alonso, se repite en esos días; en cartas al tribunal de Córdoba, que indudablemente se refieren a fray Alonso, se le llama Juan también: AHN.: Inq., lib. 578, f. 266 v. Después, con el trato, no volvió a llamársele más Juan, sino Alonso; el motivo del lapsus se ex­ plica porque había otro dominico, fray Juan de la Fuente, que trabajaba para la Inquisición: en 1572 fue enviado a Roma, con fray Juan de Ochoa y fray Diego de Chaves, para «calificar» los escritos de Carranza. 139

ALVARO HUERGA

hablé a los tres maestros fray Mancio 1S, fray Bartolomé de Medina y al maestro Gallo, y les mostré los Memoriales que llevaba de la dicha doc­ trina, rogándoles de parte de Dios y de la Iglesia mirasen con atención aquellos papeles y me desengañasen y diesen su parecer. Y habiéndolos mirado atentamente, se admiraron de ver las cosas que en ellos iban es­ critas, en donde se asomaban los mayores males y los mayores errores que se han visto jamás en el mundo. Y pareciéndoles aquel dibujo de doctrina maldita y peligrosísima a la Cristiandad, alababan mis traba­ jos y los ponían en el predicamento de vida apostólica y que muriendo en aquella empresa sería mártir y confesor, y mi muerte consagrada en una empresa santísima y gratísima a los ojos de Dios. La cual respuesta me dio el maestro Medina, preguntándolo yo si muriendo en aquella de­ manda sería mártir de Jesucristo. De lo cual tuve algunas dudas, por ser los errores tan confusos y oscuros, y mi predicación tan distinta y determinada contra ellos; y viéndome cercado de enemigos y temiendo por horas la muerte, que muchos me pronosticaban, consulté esto sin­ gular del martirio.» También le dijeron los famosos teólogos «la generalidad de esta doc­ trina» del alumbradismo y «cómo picaban en ella hombres doctos». Con tan confortadoras y luminosas respuestas salió de Salamanca, cruzando el Tormes por la puente del Lazarillo y enfilando la vía de Madrid. 20.

Los

COLOQUIOS DE MADRID

Por el mes de mayo llegó a Madrid. Inmediatamente se presentó a los señores del Consejo Suprémo de la Inquisición. Lo recibieron «amoro­ samente», citándolo para que volviese al día siguiente a la mañana, a la hora en que se reunían en 'audiencia’, y asegurándole que tenían mucho interés en escucharle y preguntarle sobre los misteriosos Alumbrados extremeños. «Y otro día por la mañana vine al Consejo, y preguntado diese razón de las cosas que pasaban en Extremadura acerca de la doc­ trina de los Alumbrados, saqué un Memorial que traía hecho, muy largo 18 El famoso Mencio de Corpus Christi fue en 1531 a Sevilla con intención de zarpar como misionero a Indias; allí opositó a plaza de Colegial de Santo Tomás; perdió las oposiciones; reprobó y ganó; en 1535 abandonó el Colegio (cf. GÓNgora II, 83-84). El cambio de rumbo será fértil: Mancio fue uno de los teólogos más en vista de su tiempo. Catedrático de Alcalá, en 1553 califica, a petición del cardenal Siliceo, los Ejercicios, de San Ignacio; en su censura, que fue muy comprensiva y benigna, alude al peligro de los «alumbrados»; en 1574, siendo catedrático de prima de Salamanca, fue requerido para «calificar» las «proposiciones» de Carranza; la presión política le hizo cargar la pluma; de la 45 dice: «Sapit haeresim illuminatorum» (Bibl. Academia de la Historia, Madrid, Proc. de Carranza, tomo VIII, ff. 581-635). 140

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

y muy distinto, en el cual ponía por orden el origen de esta secta y los efectos que de ella procedían y los errores que se habían hallado en algunas personas, respondiendo en particular a todas las objeciones y dudas que allí se me pusieron, como hombre diestro y ladino en la ma­ teria que se trataba y que la tenía bien entendida.» El discurso de fray Alonso impresionó a los inquisidores, que, con su sagaz frialdad, le hi­ cieron mil preguntas. A todas respondió fray Alonso con verbo fácil y cortante. Una de las preguntas que le hicieron se refería al modo por el que llegó a averiguar tan ocultos secretos; y fray Alonso se explayó a sus anchas, contando los innumerables vericuetos de su aventura. Otra pregunta, algo taimada, se refería a los inquisidores de Llerena: qué actitud y qué medios adoptaron para sajar el mal; fray Alonso debió responder que apenas hacían nada y entendían menos. Su juicio de los inquisidores de Llerena lo había resumido en estas palabras, y como lo mantuvo invariable, debieron ser muy parecidas las que dijo ante los señores del Consejo: «Luego que di noticia al Santo Oficio de Llerena de la doctrina y ritos de los Alumbrados, conocí claramente que no se en­ tendían ni abarcaban por los inquisidores. Y así, mis diligencias se reci­ bían al desaire. Lo cual hacía en mucha parte la falta de teología que para tales negocios era muy necesaria, por ser tan sutiles y tan disimula­ dos que, aunque yo claramente los representaba, no había ojos que pu­ diesen verlos. Solamente el fiscal que a la sazón era olió bien esta mal­ dad y sentía bien el daño y se dolía de ver que los inquisidores no lo ponderaban.» En fin, entre mil puntos que fueron tocando en el colo­ quio, que debió resultar animado e interesante, le preguntaron también qué remedio creía más oportuno para atajar el creciente oleaje del alumbradismo de Extremadura; fray Alonso respondió con prudencia: lo pen­ saría más despacio y daría su parecer por escrito. Efectivamente; otro día, muy de mañana, volvió con sus papeles, en los que proponía dos cosas: primera, que la Inquisición hiciese la visita del distrito; segunda, que la visita no se encomendase a los inquisidores de Llerena, viejos y desganados, sino a Montoya. Insinuó también que él mismo estaba dis­ puesto a ayudarle en la tarea. Las cuatro sugerencias de fray Alonso —visita inquisitorial, prescin­ dir de los inquisidores de Llerena («totalmente bozales y sin ninguna destreza»), encomendarla a Montoya y aprovechar los servicios del pre­ dicador-informador— fueron plenamente aceptadas por el Consejo Su­ premo. Diríase que todo le salió a pedir de boca. Fue, sin duda, el momento más feliz de su lance antialumbradista. Los señores del Consejo le muestran estima y afable trato. Es un hombre inteligente, celoso, aunque un tanto exagerado y con una pizquita de ingenua vanidad, que le rezuma de vez en vez por la palabra o por 141

ALVARO HUERGA

la pluma. Es el predicador que, con inaudita perseverancia, ha descu­ bierto un oculto filón de veneno de la piedad cristiana. Sus servicios pueden resultar útiles. El 29 de mayo de 1574, muy a raíz del coloquio, escriben al padre provincial de fray Alonso comunicándole que lo han hecho venir a la Corte «para cosas que tocan al servicio» del Santo Oficio y que conviene, por los mismos motivos, que no lo asigne a otro convento, sino que resida en Llerena y esté a las órdenes de la Inquisi­ ción 19. La carta, previniendo un posible cambio, implica una alabanza —y hasta un premio— para el infatigable predicador. Encargar a Montoya la visita del distrito inquisitorial extremeño entraña una relegación de los inquisidores de Llerena, a quienes compe­ te por derecho realizarla; Montoya es sólo fiscal. El nudo se cortó ele­ vándolo a categoría de inquisidor 20. Una vez nombrado, ya se le puede encomendar u ordenar que haga la visita, llevando por compañero a fray Alonso. Quien partió de Madrid más ufano que nunca, «alegre de ver que el Consejo cometía la visita al Licenciado Montoya, de quien yo siempre conocí buen celo y claro juicio y deseo de hacer las cosas de veras». 21.

Al

asalto de

Zafra

Camino de su tierra extremeña, fray Alonso, que ha perdido el miedo, decide dar asalto a Zafra, que es la ciudadela del alumbradismo. Como un 'precursor', deseaba allanar y preparar el terreno a la visita inquisi­ torial. Y como un ‘valiente’, demostrar que no se había atrevido a ir a dar batalla a los Alumbrados en su reducto no por cobardía, sino por calculada estrategia. Los Alumbados alardeaban, riéndose de él y apocán­ dolo, de que rehuía plantearles batalla allí, en el cogollo y estado mayor de la nueva, floreciente, vigorosa espiritualidad 'alumbrada'. Y, en parte, fray Alonso lo concede, intentando, por otro lado, explicar que no le fal­ taban ganas de dar el asalto, sino oportunidad y seguridad de victoria. Zafra era plaza fuerte. Su clerecía, numerosa, docta y casi íntegramente formada por judíos. «Blasonaban y decían que en el pueblo de Zafra no osaba yo predicar, porque había en él gente robusta y grave y podrían resistir a lo que yo predicaba y hacerme entender que su doctrina era santa y apostólica. Y en la verdad, en el dicho pueblo yo no quise entrar hasta buena co­ yuntura por muchas razones: la una, porque en este pueblo todos son conversos por la mayor parte y, si no son Alumbrados, son al menos pais* AHN.: lnq., lib. 578, f. 182 r. 20 Ib., f. 187 v. 142

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

rientes y amigos de ellos; item, que en este lugar había de asiento mu­ chos maestros de esta liga, los cuales presentes no se podía hacer efecto, como se vido por clara experiencia: que en todos los pueblos donde se hallaba presente algún capitán de esta secta, jamás pude convertir mu­ jer ni saber cosa alguna de esta doctrina, porque con su presencia re­ sistían totalmente a la fuerza de la predicación. Y así, preguntándome algunos hidalgos por qué no iba a predicar a Zafra, que deseaban grandemente oír mis sermones, les di por respues­ ta que en este discurso de mi predicación pensaba hacer lo que Tito y Vespasiano contra Judea, que, para venir a Jerusalén y rendirla y sa­ quearla, primero sujetaron a toda Judea y últimamente vinieron segu­ ros sobre Jerusalén. Con el cual ejemplo les di a entender que, siguien­ do el buen orden, lo último de mi predicación contra la nueva secta había de ser Zafra, donde hay al pie de setenta sacerdotes, y los sesenta son judíos. Y así lo ordenó el Señor: que habiendo corrido los pueblos de la comarca, vine últimamente a Zafra a preparar la venida del Inqui­ sidor, que se había determinado comenzar por allí.» «En el mes de junio de [15]74 vine a la villa de Zafra.» Nada más llegar fue a pedir al «cura de aquel pueblo» el púlpito. A eso venía, a pre­ dicar. El cura, oídos los argumentos que fray Alonso le expuso, en los que no faltaría algún subrayado de las cosas ocurridas y decididas en el Consejo Supremo de la Inquisición, se lo concedió de muy buena gana. Los cabecillas del alumbradismo, que andaban alerta, pasan inmedia­ tamente al contraataque preventivo: «le sacaban los ojos» al cura, supli­ cándole no permitiese predicar a un loco que se dedicaba a escandalizar a la gente sencilla. El cua contestó que no tenía fray Alonso figura de hombre desvariado, sino de hombre muy cuerdo, de predicador de fama y de teólogo estimado por el Consejo Supremo de la Inquisición. No les valió de nada, comenta fray Alonso, la acometida, ni las cosas graciosas y peregrinas que esgrimieron contra él. Al fin, tuvieron que tragar el sermón. O los sermones, porque fueron unos cuantos. El primero lo predicó la semana antes de San Juan. Habló tranquilo, sin soltar las riendas, declarando que no buscaba espantar las almas, sino exponerles doctrina provechosa. Los cabecillas de la secta, sorpren­ didos, corrieron a darle albricias. Pero ya en el segundo sermón fue entrando en materia, fustigando los fundamentos de la nueva espiritualidad. Los que le felicitaron por el primer sermón, ahora se alteran e impacientan. Evidentemente, fray Alonso actúa conforme a un premeditado plan y hay que desbaratárselo. Le van tomando nota de lo que dice para pescarlo por la boca. Sin po­ derse resistir a sí mismo, en este sermón fogoso se le escapa una frase que teológicamente suena mal o es equívoca. Cunde el rumor en el pue­ blo, rumor sembrado por los ‘maestros’, de que ha dicho herejías. 143

ALVARO HUERGA

En el tercer sermón se hace fray Alonso cargo de la frase notada, y la explica en su sentido teológico exacto y católico, notando a su vez de herejes a los que impugnaban su doctrina, «como en efecto lo eran, por­ que enfermaban en sus dichos la libertad del libre albedrío». Fray Alon­ so no era sólo un predicador de fácil y ardiente palabra; era también un teólogo que afinaba y se iba certero al fondo de las cuestiones. A mayor abundancia, dijo a los que le buscaban las cosquillas teológicas que no se cansasen en contarle y pesarle las palabras, pues había estudiado teo­ logía, la había profesado y enseñado y que tenía el alma y la lengua suje­ ta a la Iglesia; aún añadió, con retadora ironía, que «los huesos sanos de mi generación no lo dejaban decir herejías, aunque predicase dur­ miendo». La salva fue suficiente para que los ‘maestros’ de los Alumbrados desistiesen de sacarle punta 'heterodoxa' a sus frases. Había que buscar­ le otro flanco más débil. Porque fray Alonso se recrecía en la lucha fron­ tal. Y la marea de su predicación iba subiendo como espuma o como llama. En el cuarto sermón hirió ya el «corazón de esta herejía» de los Alumbrados, explicando al auditorio sin empacho los puntos vulnerables de la nueva espiritualidad: «...cóm o invocaban al demonio, cómo lo vendían por Espíritu Santo, cómo roban las hijas de confesión, tocan­ do en sus haciendas y en sus honras y siendo señores de sus cuerpos; cómo se arrebatan por arte mágica, cómo Satanás les mostraba visiones y sentían revelaciones y veían el misterio de la Santísima Trinidad, cómo eran ladrones y robadores del honor que se debe a la virtud, cómo te­ nían y enseñaban secta particular, con la cual había grandísimos erro­ res; cómo tenían encantados los pueblos, cómo ensuciaban los sacra­ mentos». El párrafo en que resume el sermón es elocuente y agresivo. Mucho más debió serlo en palabra viva. Fray Alonso pidió a voces «la justicia del cielo con grandes exclamaciones», y todo el auditorio res­ pondía a coro: amén. Aquello parecía un «juicio de Dios». Los cabecillas de la secta ardían de ira; y poco faltó para que estrangulasen a fray Alonso; pero no osaron, por temor al enardecido auditorio, ponerle las manos encima. Pero no por eso abandonaron el campo de batalla. Sólo que, en vista del poco éxito de los métodos puestos en práctica hasta entonces, acuden a uno que, a pesar de ser viejo, les pareció eficaz: fray Alonso se fue, después del cuarto sermón, a Santo Domingo del Campo, a una legua de Zafra; allí, en paz y retiro, podía descansar, meditar los acontecimientos pasados y urdir los planes de acción apostólica para el futuro, que se acercaba a más andar los días y cuya importancia para el lance del antialumbradismo era enorme; por su parte, los cabecillas de la secta, rotas las hostilidades y agotados los recursos del ataque fron­ tal, deliberaron en consulta qué camino seguir: acuerdan redactar un libelo infamatorio y echarlo en la plaza por la noche, para que al ama144

1.

FU E N T E EL M A ESTR E (Badajoz): U n a c a l le d e la v i l l a q u e f u e p a t r i a c h i c a d e Fray A lo n so

2 .— F U E N T E

EL M A ESTR E (Badajoz): y

de

la F u e n t e .

L a p l a z a , f l a n q u e a d a p o r la m o l e p o r lo s a rc o s d e l a y u n t a m i e n to .

de

la ig le s ia

3.— FUENTE EL M AESTRE (Badajoz): em paque

E x t e r i o r c¡e la ig le s ia , d e n o b l e a r q u i t e c t u r a y d e c a s t i l l o . M u c h o s e p i s o d i o s d e la a v e n t u r a a n t i a l u m b r a d i s t a d e F r a y A l o n s o se d e s a rro lla r o n en su in te rio r.

4.— F U EN TE

EL M A ESTR E

(Badajoz):

I n t e r i o r g ó t i c o y r e t a b l o b a r r o c o d e la ig le s ia p a r r o q u i a l , d e d i c a d a a N t r a . S r a . d e la C a n d e l a r i a .

5.— BA D A JO Z:

T orre

de

E sp a n ta p erro s.

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (157 0 -1 5 8 2 )

necer pueda la gente leerlo. Dicho y hecho. Mas el resultado fue total­ mente contraproducente. Como relata fray Alonso, a quien hay que ce­ derle, una vez más, la palabra: «Acabado este sermón, me fui luego del pueblo a Santo Domingo del Campo, que está una legua de Zafra, por estar allí más recogido para el estudio de la predicación. Y en esta misma semana sacaron los Alum­ brados una invención contra mí, que les cortó la cabeza. Porque entran­ do en su consulta, según se coligió por el hecho exterior, deseaban gran­ demente desacreditar mi persona para quitarme la fuerza que tenía en decir contra ellos. Y para este fin hicieron un Memorial como libelo fa­ moso, en el cual decían contra mí muchas cosas feas, notándome no solamente de mal hombre y de vida relajada, pero de hombre hereje y que sentía mal de los sacramentos, y que había blasfemado contra la divina contemplación, y que era un azote contra los virtuosos, y que po­ nía boca en los teatinos de religión y en los clérigos recogidos que imita­ ban su instituto. Y añadiendo a su Memorial, asentaron en él todo lo que quisieron, y pintando en mi persona un hombre de mala vida y doc­ trina, y alabando a los de su secta y a los presos por el Santo Oficio. El cual libelo famoso lo echaron en la plaza un día de mercado. Y vi­ niendo este negocio a los oídos del gobernador, hizo diligencias para descubrir los autores, aclamando todo el pueblo a voces: ¡Herejes, here­ jes luteranos, que han echado papeles contra la Inquisición y contra el Evangelio! Y fue tanta la indignación que concibió toda aquella república con­ tra los dichos Alumbrados, que fue un misterio de Dios y ordenación divina para los negocios de la visita, porque luego el Provisor envió un notario para que hiciese informaciones del caso. De lo cual resultó que llevaron presos a Badajoz tres clérigos principales, los dos Alumbrados de esta secta y uno fautor grande de ella. Los cuales tuvo el Prelado en la cárcel de Badajoz todo el tiempo que duró la visita de Zafra. Y así no tuvieron lugar de estorbar la diligencia del Santo Oficio, como lo hi­ cieran sin duda si estuvieran presentes.» 22.

E

l in q u is id o r

M

ontoya

Según arriba se dijo, el Consejo Supremo de la Inquisición ascendió al Licenciado Juan López de Montoya a inquisidor. Era fiscal del tribu­ nal de Llerena, amigo de fray Alonso, conocedor de la intrincada 'liga' y dotado de ingenio y voluntad. A él encomendó el Consejo Supremo, como deseaba y sugirió fray Alonso, la visita inquisitorial al distrito. El 28 de junio de 1574 le mandan el nombramiento y la orden de salir a la visita; «para ello se os envía, le aclaran, el Memorial original que en esta 145 10

ALVARO HUERGA

Corte presentó fray Alonso de la Fuente»; le indican que lo estudie aten­ tamente y que se haga acompañar del dominico, consultándole en lo que crea oportuno y utilice sus servicios: «y comunicaréis con él lo que os pareciere, para que os podáis aprovechar de sus advertencias y se pueda averiguar la verdad de este negocio, al cual ordenaréis que acuda a los lugares donde hubiéredes de hacer diligencias» 21. Ya fray Alonso se había adelantado a comunicar a Montoya todo eso y a ponerse de acuerdo sobre el lugar por donde era conveniente empe­ zar la visita. Por Zafra, la ciudadela. Fray Alonso se fue delante a pre­ pararle el terreno. La preparación fue, en verdad, larga y cuidada, con resultados ópti­ mos. Aparte la aparición y desaparición de una misteriosa sierpe en Dehesa Nueva —fray Alonso narra tan sobrecogedor espectáculo, cre­ yéndolo y explicando su maravilloso simbolismo divino—, él había tra­ bajado eficazmente en allanar el camino al inquisidor. Los «capitanes de la secta, que pudieran estorbar, estaban ya presos en Badajoz, como se ha contado. Item, que muchas personas se iban desengañando de aques­ tos errores, y todo el pueblo deseaba la visita, por haber mucho tiempo que no se hacía, y por haber nuevos casos y hechos escandalosos de esta gente alumbrada, que todos deseaban decir a la Inquisición». Montoya llegó a Zafra el «día de la Magdalena», o sea, el 22 de julio de 1574. Las visitas inquisitoriales al propio distrito debían hacerse todos los años y duraban de ordinario cuatro meses. Dada su importancia, las instrucciones preveían los más mínimos detalles. No carecen de interés para el curioso lector algunos: El tribunal anunciaba a las autoridades la visita próxima, para que preparasen el alojamiento, el recibimiento y el trabajo del inquisidorvisitador. De un documento inquisitorial de la época entresacamos algunos por­ menores. El documento se titula: Orden que se ha de tener en ¡a visita. Tres o cuatro días antes, hay que «enviar a hacer el aposento» al inqui­ sidor; el mensajero debe llevar «cédula de aposento» y «una carta para el corregidor». «Las posadas han de ser casas de cristianos viejos»; y suficientemen­ te espaciosas, pues, además «del aposento de su servicio, han de tener una sala secreta y apartada» para poder recibir los testigos y levantar acta de sus declaraciones. «Mírese, advierten las ordenanzas, que la casa no esté en lugar muy público, porque puedan entrar los que quisieren testificar sin ser vistos» o sin dar muy en ojo a la curiosidad del vecin­ dario. 2i Ib., ff. 186 v-187 r. 146

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Una vez buscado el aposento, el inquisidor-visitador avisa a las auto­ ridades eclesiásticas y civiles el día y hora que espera llegar; recibido y aposentado, comunicará a las mismas autoridades «cómo para la prime­ ra fiesta quiere mandar publicar sus edictos». La publicación del edicto es el primer acto público y solemne de la visita. Por eso, «el día antes, a la hora» de punta, el alguacil del pueblo sale a pregonar en las calles y esquinas y plazas acostumbradas que «vayan a oír los edictos» todas las personas de catorce años arriba. Si hay sermones en el lugar, se suspenden. Pero el inquisidor aperci­ birá a algunos predicadores «de las materias» que interesan, advirtién­ doles de la «cautela con que las han de tratar», para cuyo buen efecto les dará «una suma de lo que contienen los edictos» 22. Ese fue, más o menos, el iter de Montoya antes y después de llegar a Zafra. La diligencia de fray Alonso debió contribuir a que el corregidor le buscase una posada digna; y las «carretadas de leña» que necesitase, pues también de esto se preocupan, con sentido práctico, las ordenanzas. El inquisidor fijó la fiesta de Santiago, 25 de julio, para publicar los edictos, que fueron pregonados la víspera. Y el sermón lo encargó al Prior del convento de Santo Domingo del Campo.

23.

P ublicación

del edicto de fe

En la fiesta de Santiago, 25 de julio de 1574, se dio lectura, por con­ siguiente, al edicto de fe. La iglesia, abarrotada por una multitud expec­ tante; el inquisidor Montoya, en su sitial, con las insignias del Santo Oficio y una corona de clérigos y autoridades. Después de la lectura, el Prior de Santo Domingo del Campo tuvo el sermón de circunstancias. Fray Alonso, que asistió al acto, lo cuenta: «Y luego el día de Santiago se leyó el Edicto general de la fe; y con él, Edicto especial de la secta y ritos de los alumbrados y dejados. En el cual Edicto se descubren mu­ chos errores de los que hoy se platican entre la gente desvariada de esta secta.» Relato escueto, preciso. La publicación del edicto se hacía con solemnidad. Se le llamaba edicto de la fe y también edicto de gracia. El primer nombre se ajustaba a la finalidad del Santo Oficio, que era vigilar por la ortodoxia de la fe en el pueblo cristiano; el segundo, al «plazo de gracia» que se concedía para que pudiesen confesar sin miedo o con fácil reconciliación quienes sentían en la conciencia remordimientos de haber cometido algún 'deli­ to' de los indicados. Cerrado el tiempo de gracia, la Inquisición inves­ tigaba, interrogaba, procesaba y, si era el caso, encarcelaba. 22

AHN.: Inq., lib. 1254, ff. 76 r-77 r. 147

ALVARO HUERGA

La breve cláusula que fray Alonso dedica en su historia del alumbrismo extremeño a la publicación del edicto en Zafra distingue dos partes: una general y otra especial. Esta apuntaba derechamente a los errores de los alumbrados. Sabemos, por la documentación inquisitorial, que la habían preparado con esmero en Madrid, teniendo en cuenta los edictos de época anterior y, sobre todo, los Memoriales de fray Alonso. Consta, además, que enviaron el edicto especial al inquisidor Montoya cuando le dieron orden de salir a hacer la «visita» al distrito extremeño 23. El edicto especial, leído en Zafra públicamente por primera vez, es un resumen o sumario de las presuntas herejías y errores de los alumbra­ dos y, a la par, un esquema de los interrogatorios. El pueblo sabe a qué atenerse para acudir a testificar; lo saben los reos también, quienes son tratados con misericordia si se presentan espontáneamente, y con dure­ za si ocultan su 'delito' y, acusados por testigos, les instruye proceso el tribunal del Santo Oficio. En fin, el edicto especial hará ley para el futuro. De hecho, lo halla­ mos integrado al pie de la letra, con pequeñas añadiduras, en famosos edictos del siglo siguiente24. Por su valor excepcional, helo aquí: «Lo que parece se ha de añadir en el Edicto de la fe que se ha de leer y publicar en las iglesias es lo siguiente: ALUMBRADOS: 0 si habéis oído decir que alguna o algunas perso­ nas vivas e difuntas hayan dicho y afirmado que sola la oración mental está en precepto divino, y con ella se cumple con todo lo demás; y que la oración es sacramento debaxo de accidentes; y que la oración mental es la que tiene este valor y que la oración vocal importa muy poco; y que los siervos de Dios no han de trabajar ni ocuparse en exercicios corporales; y que no se ha de obedecer a Prelados ni padre ni superior en cuanto mandaren cosa que estorbe las horas de su oración mental y contemplación; y que nadie puede ser virtuoso si no hace aquellos exer­ cicios; y que dicen palabras sintiendo mal del sacramento del matrimo­ nio; y que nadie puede alcanzar el secreto de la virtud si no fuere dis­ cípulo de los maestros que enseñan la dicha doctrina y si no confesare con los dichos maestros generalmente; y que nadie se puede salvar sin 23 «[...] y pornéis en el e d i c t o d e la f e lo que va apuntado en un M e m o r i a l »: C a r t a d e l C o n s e j o a l t r i b u n a l d e L le r e n a , Madrid, 28 de iunio de 1574: AHN.: I n a .

lib. 578, f. 187 r. 24 Por ejemplo, el de Andrés Pacheco, obispo de Cuenca (E ubel IV, 159) e In­ quisidor General, promulgado en 1623: los papeles que se reunieron para su prepa­ ración se conservan en: AHN.: I n q ., legajo 3716, expediente n.° 14 («De algunas re­ laciones y papeles que parece pueden dar alguna luz para formar el edicto de gracia»); ahí están el e d i c t o de Toledo, 1525, el de Llerena, etc. Del e d i c t o de Pacheco —génesis, repercusión— me ocuparé en el tomo III; de los e d i c t o s en conjunto, en el tomo IV. 148

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

la oración que hacen los dichos maestros; y que ciertos ardores, temblo­ res, dolores y desmayos que padecen son indicios del amor de Dios; y que por ello se conoce que están en gracia y tienen el Espíritu Santo; y que los perfectos no tienen necesidad de hacer obras virtuosas; y que se puede ver y se vee en esta vida la esencia divina y los misterios de la Trinidad cuando llegan [los orantes] a cierto punto de perfección; y que el Espíritu Santo inmediatamente gobierna a los que así viven; y que solamente se ha de seguir su movimiento e inspiración interior para ha­ cer o dexar de hacer cualquier cosa; y que los maestros de la dicha doc­ trina aconsejan y mandan generalmente a todos sus discípulos que ha­ gan voto de no se casar; y que corten los cabellos por cima de la frente, persuadiéndolas que no entren en religión, sintiendo mal de las Religio­ nes, diciéndoles que las siervas de Dios han de resplandecer viviendo en el siglo, fuera de Religión; o que algunas personas, al tiempo que reci­ ben el Santísimo Sacramento de la Comunión, hayan recibido muchas formas, diciendo que reciben más gracia o mayor gusto; o que hayan di­ cho y afirmado que con pan y cocina se pueden comulgar; y que al tiem­ po de la elevación del Santísimo Sacramento se han de cerrar los ojos; o que algunas personas hayan pedido a otra la obediencia y, habiéndo­ sela dado, hayan mandado a las personas que la dieron que no hagan cosa alguna, aunque sea obra pía y virtuosa y de precepto, sin su licen­ cia y mandado; o que algunas personas hayan dicho y afirmado que no pueden ver imágenes de santos ni oír sermones ni la palabra de Dios; o que algunas personas hayan enseñado la mala doctrina o parte della encomendando el secreto y haciéndoles muchas promesas y diciendo que verían y gustarían y sentirían cosas maravillosas» 25. 24.

Resultado

positivo de la visita inquisitorial

Pasada la fiesta de Santiago empezó la ‘visita inquisitorial'. En las semanas siguientes, Montoya y sus secretarios trabajan de sol a sol. Fray 25 AHN.: I n q ., lib. 578, ff. 235 v-236 r. E. Llamas M artínez, I n t e r r o g a t o r i o i n q u i s i t o r i a l c o n t r a l o s A l u m b r a d o s , s e g ú n u n M s . d e l « B r i t i s h M u s e u m » , en «Revista Española de Teología» 32, 1972, pági­ nas 221-228, publica una copia de un edicto, existente en B. M. E g . 2058; a su parecer, « se remonta sin duda a la primera mitad del siglo xvi» (p. 227); «parece claro y definitivo que no se trata de proposiciones redactadas en el siglo x v ii » (pag. 228). Estoy de acuerdo en que «no estaría de más emprender un estudio a fondo, bajo el punto de vista histórico y doctrinal, de las diversas redacciones^ de los interroga­ torios inquisitoriales», pero me permito discrepar de la datación que apunta a propósto del texto de marras; de pertenecer a la primera mitad del siglo xvi, levan­ taría muy serios problemas; en cambio, no suscita ninguno si se data correctamen­ te; es decir, en S e v i l l a , 1623. Aunque no es éste el lugar más pintiparado para de­ mostrarlo, basta leer al trasluz lo que dice: pueden individuarse la persona o per­ sonas aludidas, según comprobaremos en el tomo III. 149

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Alonso, reanudando su historia, escribe: «Entrando en su visita el Licen­ ciado Montoya, comenzó a tomar el pulso a los negocios de los Alum­ brados.-» Ya antes ha puesto de relieve el historiador que sólo Montoya era capaz de hacer la visita con éxito, porque, siendo aún fiscal, se intere­ só por el asunto, comprendió su gravedad y, con el trato de fray Alonso, se tornó tan 'ladino' o avispado como él, a diferencia de los inquisidores de Llerena, que ni le dieron importancia, ni, «totalmente bozales y sin ninguna destreza», se hallaban en condiciones de conducir a puerto tan frágil, misteriosa nave. Con su providencialismo o maravillosismo, fray Alonso vio en Montoya a un ángel salvador de su propia aventura y, a mayor y mejor motivo, de la cristiana tierra extremeña. El elogio de Montoya no puede ser más subido. Pero lo fundamenta en la eficacia de su gestión: «Como se ha visto claramente en el discurso de la visita y prosecución de estos negocios, que ha salido tan diestro para lo que se pretendía que parece tener ciencia infusa y don particular para descu­ brir cosas tan oscuras y tan separadas del entendimiento de los hom­ bres.» A misión cumplida con tan positivos resultados, que confirmaban las 'profecías' y Memoriales de fray Alonso, el juicio y la loa pueden parecer justificados, a pesar del tono lisonjero y triunfalista. Pero la primera fase de la 'visita' en Zafra fue particularmente delicada y vacía. Lo cuen­ ta, con su proverbial sinceridad, el mismo fray Alonso. Montoya, sentado en la improvisada ‘sala de audiencia’, recibía a quie­ nes espontáneamente venían a 'testificar' de sí o de otros; agotaba el repertorio de las preguntas; citaba a los morosos y a los indiciados; es­ taba, en fin, tomando el pulso al fantasma de los Alumbrados, que para eso lo nombraron inquisidor y para eso vino a Zafra; y no atinaba con el Alumbrado de carne y hueso. El pulso «a los principios parecía tan bueno, dice fray Alonso, que casi le pesaba al juez» Montoya de haber comenzado la visita y la cura. «Porque no se descubría de la dicha doc­ trina sino ayunos y disciplinas, oraciones, contemplaciones, cilicios, con­ fesiones, comuniones; y si algunos granos se descubrían de doctrina mala y sospechosa, estaban tan atapados y confundidos con lenguaje de Dios y con sacramentos, que [no] lucía ni parecía lo malo a vueltas de tanto bueno. Y así vi muchas veces al inquisidor triste y desconsolado y temeroso, que no sabía qué hacer, porque todo lo que se escribía de Alumbrados eran cosas santas y benditas. Pero yo le visitaba, y le con­ forté muchas veces, alegando en particular el aforismo de los médicos: pulsus bonus et urina sana, et eger tendit ad mortem. Y era el mismo pulso de esta ruin doctrina, que parece sano y católico y, en efecto, es mortífero y herético.» El axioma de la medicina —el pulso bueno y la orina sana y, sin em­ bargo, el enfermo se va poco a poco muriendo— avisaba de que el mal 150

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estaba arraigado más hondo; había, pues, que profundizar. El 'conseje­ ro' de Montoya, que tanta experiencia adquirió de los ‘secretos’ de los Alumbrados durante sus correrías apostólicas por la comarca extreme­ ña, le echa una mano y le indica cómo localizar la enfermedad: es me­ nester, le dice, insistir en las pesquisas sobre la obligación de revelar no sólo las herejas, sino en particular los pecados feos y vergonzosos que co­ meten los Alumbrados. «Este fue aviso maravilloso, comenta fray Alonso, y necesario a tal tiempo: hacer información de vida y doctrina, porque lo uno se declaraba por lo otro; y había en esta secta cosas tan oscuras y malas de entender que, si no se juntaran las obras malas con ellas, no se pudiera conocer si era Dios o diablo». Prosigue: «Y así el inquisidor, muy discretamente, fue combinando lo uno con lo otro, y salió tan bien e hizo tanto al caso, que todas las dificultades se soltaron con este aviso. Porque viendo desnudamente raptos y visiones y sentimientos y llagas de San Francisco, ningún espíritu lo osaba condenar por malo; pero mi­ rando la vida y conversación de los que sentían los dichos efectos, que­ daba claro como la luz que todo era arte mágica y obra de Satanás y labor del infierno.» Efectivamente; el inquisidor empezó a dar batería por este flanco dé­ bil del alumbradismo y descubrió pronto su lubricidad. «Visiblemente se sentía el efecto de la palabra de Dios», insiste fray Alonso. Empezaron a vaciarse las maldades de su hipocresía y a salir a relucir la lujuria abominable de los Alumbrados. Montoya persistió, de julio a setiembre, en su faena. Poco a poco fue descubriendo la raíz del mal y acorralando a los cabecillas y fautores. Que, por desgracia, eran clérigos que ostentaban santidad, y, en realidad de verdad, no pasaban de fariseos, de hipócritas, de 'sepulcros blanquea­ dos’. Y aun de torpes en organizar la autodefensa. Pues volvieron a lan­ zar un libelo o pasquín a las puertas de la posada de Montoya. Esta vez no lo cuenta fray Alonso, sino la correspondencia inquisitorial. Lo escri­ bió un desenfadado estudiante, Juan de la Plaza, que dio con sus huesos en las cárceles de Llerena 26. Y fue castigado según justicia inquisitorial27. Fray Alonso, contra su costumbre, abrevia la historia de la visita de Zafra. Sólo apunta que el «inquisidor envió los papeles a Corte. De lo cual resultaron cinco prisiones de gente de esta secta: cuatro maestros y una discípula. Y habiéndoles secrestado el Santo Oficio sus bienes, se concluyó la visita de Zafra y se pasó el Inquisidor a la Fuente del Maes­ tre». De nuevo la documentación del archivo de la Inquisición amplía de­ talles, confirmando por lo demás la veracidad de los datos indicados por fray Alonso. 26 AHN.: Inq., lib. 578, f. 213 r. 2T ¡b., f. 265 r.

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¿Quiénes eran los «cuatro maestros y una discípula», que constitu­ yeron el botín de cárcel de la visita de Montoya a Zafra? El episodio del estudiante no entra en la pregunta, pues fue un incidente secundario y el pobre y atrevido mozo recibió su penitencia, no por alumbrado, sino por libelista. El 4 de setiembre de aquel año de gracia y visita in­ quisitorial escribe el Consejo Supremo a Montoya: «La carta de 23 del pasado recebimos y juntamente la copia de las testificaciones que se han recebido en esa visita tocantes a la doctrina de nuevos errores que llaman de los alumbrados, las cuales se han visto y, consultado con el Reverendísimo Señor Inquisidor General, se ha acor­ dado que luego como recibáis ésta, proveáis que con todo el recato y secreto posible sean presos con secresto de bienes en forma Francisco de Mesa, el licenciado Mexía y Cristóbal Chamizo, clérigos, presbíteros, sin que el uno sepa de la prisión del otro y, pasados algunos días des­ pués que se hobiere hecho la prisión de los susodichos, se prenderá asi­ mismo Inés Sánchez, beata». El mismo día avisan del acuerdo a los in­ quisidores de Llerena, ordenándoles que envíen a Zafra, para ejecutar la prisión, al alguacil receptor y al notario de secuestros 28. Tenemos ya noticia de cuatro de los presos. ¿Y el quinto? Responde una nueva carta de 24 de setiembre a los inquisidores de Llerena: «En el Consejo se han visto algunas testificaciones que el Licenciado Montoya, colega vuestro, ha recebido en Zafra; por lo que de ellas resul­ ta contra un Francisco Gutiérrez, clérigo, presbítero, vecino de Zafra, que es tenido por uno de los maestros que enseñan la doctrina de los alumbrados, consultado con el Reverendísimo Señor Inquisidor Gene­ ral, [se acordó] que debe ser preso con secresto de bienes; y así lo ha­ réis, señores, executar, proveyendo que el alguacil receptor y notario de secresto vayan a prenderle y secrestar sus bienes» 29. Todavía hay más documentos que hacen al caso; en obsequio al lec­ tor y para no alargar más este capítulo, no los uso aquí. Terminada la visita de Zafra, Montoya prosiguió la ingrata, agobiante tarea en otros lugares. Fray Alonso, su compañero de fatigas, resume: «Por el mes de octubre del año de setenta y cuatro entró el inquisidor en La Fuente del Maestre, donde habían sido las tormentas y dificulta­ des con los curas y frailes franciscanos. Y las alumbradas estaban ya rendidas y domadas muchas de ellas, porque en el dicho pueblo, que era mi natural, había predicado muchos sermones y dado muchas vo­ ces; y habiendo precedido la visita de Zafra y las cinco prisiones de los alumbrados, quedaron muy escandalizadas las beatas de La Fuente; y así comenzaron a descubrir grandes maldades y errores. Allí acabé de 28 ib., f. 207 v. 29 Ib., f. 212 r. 152

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entender el misterio de esta secta, porque en ningún pueblo de los visi­ tados hasta ahora se descubre tan claramente ni con tanta distinción. Habiendo visitado este pueblo, dio el inquisidor la vuelta a Fuente de Cantos, en donde estuvo el mes de diciembre. Y de allí se fue a Llerena, habiendo gastado seis meses en la visita, en la cual se recorrieron los pueblos siguientes: Zafra, Los Santos, Medina de las Torres, Puebla de Sancho Pérez, Fuente del Maestre, Calzadilla, Fuente de Cantos. Paró la visita desde la Natividad hasta el mes de marzo.» 25.

El

endemoniado de

Cazalla

El inquisidor Montoya regresó a Llerena con una carga ingente de procesos verbales. Tenía trabajo para una temporada, pues era menes­ ter ponerlos en orden, sacar copias, releer y examinar las testificacio­ nes, consultar con sus colegas. A fray Alonso le concedió 'vacaciones'. Las aprovechó no para descansar, sino para reanudar sus correrías de predicador ambulante, libre para ir donde quisiere. Ahora se fue a Cazalla de la Sierra, del arzobispado de Sevilla. En Cazalla sembró la cizaña del alumbradismo uno de los 'maestros' que resultaron culpables en la visita de Zafra: el doctor Mexía. Ya estaba en la cárcel de Llerena. Es verosí­ mil que fray Alonso quiso averiguar por cuenta propia el rastro que allí había dejado de la pestífera espiritualidad alumbrada. La olió y cons­ tató pronto. Predicó, según su costumbre; nada nuevo, pues: «la misma doctrina», una vez más detectada y flagelada. «De Cazalla me pasé a Se­ villa; y tentando curiosamente las cosas de aquella ciudad, hallé grandí­ simo rastro de esta mala doctrina y las mismas ceremonias y ritos.» Al alumbradismo sevillano no lo pierde de ojo, y ello nos obligará a dedi­ carle un capítulo más abajo *. A la vuelta de Sevilla, examinó a un tal Fajardo, «hombre de autoridad y que tiene estofa de caballero». Fajar­ do es un caso típico de 'endemoniado' de la época; fray Alonso lo estu­ dió detenidamente, y en más de una ocasión. En ésta, «me descubrió de sí propio y de esta doctrina cosas tan graves y prodigiosas cuales nunca mis ojos jamás oyeron decir, todas ellas fundadas en el trato y comuni­ cación que este hombre ha tenido con el demonio: el cual, pensando a los principios que era el Espíritu Santo, se fiaba de él. Y con esta segu­ ridad, vino el demonio a apoderarse de su persona en tanto grado, que hacía de él todo lo que quería, forzándole a caer, según él decía, en mu­ chas maldades, en muchos pecados, en muchas abominaciones y torpe­ zas mucho peores que las de Sodoma y Gomorra; y meneándole la len­ gua, le hacía blasfemar y decir de nuestro Señor grandísimas injurias; y finalmente, ha parado en el efecto general de esta doctrina, que es * En el tomo III lo hallará el lector. 153

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estar endemoniado». Ese género de 'demonios' le parece a fray Alonso «el más raro que se ha visto en la Iglesia». No se detuvo mucho en Cazalla; debió continuar viaje a su convento de Llerena, donde dejó a Montoya organizando sus numerosos 'papeles'. Por febrero de 1575 escribe una carta al Inquisidor General; «y luego el Inquisidor General me mandó llamar, y vine a Madrid, principio de Cua­ resma del dicho año». Expuso ante el Consejo sus puntos de vista, que no se apartaban un ápice del tema del alumbradismo. Los señores del Consejo le escucharon con agrado y lo trataron bien. Regresó rápido a Llerena, por indicación de los mismos, pues Montoya se preparaba ya a proseguir la visita por los pueblos de Extremadura, y él, fray Alonso, tenía que acompañarle. «Estando en el medio de la visita, en el pueblo que se dice Almendralejo, me vinieron a llamar de Cazalla por parte del Fajardo... dicien­ do que estaba endemoniado y que no se hallaba remedio para su enfer­ medad, y que confiaban en mi diligencia les daría remedio... Yo fui a Cazalla, con parecer del Licenciado Montoya, y, visitando al dicho Fa­ jardo, colegí de sus efectos que fingía llanamente ser endemoniado, aun­ que no lo era.» Delante de fray Alonso, Fajardo descubre los pecados de una persona que se les acerca; los pecados eran gordos, pero fray Alonso sospecha que Fajardo los conoce no por 'demonio', sino por otras vías y que está, por tanto, fingiendo. Decide ponerlo a prueba: le da permiso, y aun mandato, para que diga en público «lo secreto de mis pecados». Fajardo no supo decir más que disparates. Fray Alonso lo in­ crepa con incontenida ira. Pero el recalcitrante 'endemoniado' le sigue, le ruega, le pide ayuda, le habla con reposo y trata de convencerlo de que «tenía demonio y yo no lo creía». «Yo le despedí secamente y él se fue reventando de pena, y, afrentado y lastimado, se quejaba de mí, di­ ciendo que le había afrentado a él y a sus hijos.» A pesar de todo, lleva­ ba su invención adelante, quizá «para huir, a lo que yo entiendo, el golpe de la Inquisición». Con ocasión de Fajardo, endemoniado fingido, escribió fray Alonso un tratadillo sobre «la invención de estos demonios y la calidad de la culpa y la pena que merecen». Por lo demás, aprovechó la oportunidad para predicar varios días, instado por el doctor Nieto, que era su amigo y lo hospedó en su casa. No faltaron tampoco en Cazalla pequeños incidentes con los alumbrados y alumbradas, blanco indefectible de sus sermones. «Acabado este nego­ cio de Cazalla, di noticia a la Inquisición de Sevilla y Memorial de las cosas que allí pasaban, y me volví a la visita a hacer mi oficio.»

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26.

P

l e it o

po r

cuatro

reales

También durante la segunda vuelta de Montoya al distrito extremeño surgió el incidente o 'pleito' de los cuatro reales. Los señores del Conse­ jo Supremo habían pedido a fray Alonso que acompañase a Montoya como en la primera vuelta. A los inquisidores de Llerena mandaron que le diesen salario por este servicio. Pero los dos viejos, que seguramente se habían enterado de que fray Alonso zahirió ante el Consejo Supremo, y quizá en otras partes, su falta de interés y de inteligencia en el grave 'negocio' de los alumbrados, se hacían los remolones y no querían seña­ larle estipendio. «Saliendo a la visita el licenciado Montoya, ya yo les daba priesa a los dos inquisidores que quedaban en Llerena me señala­ sen un salario, conforme a lo ordenado por el Consejo. Lo cual no que­ rían hacer, alegando sus razones. Por lo cual yo me determiné irme a Sevilla, a mi convento nativo, y dejar los negocios de la visita. Y dando noticia de ello a los inquisidores, me señalaron un salario para mi sus­ tento; y de ahí a pocos días, arrepentidos de lo hecho, tomando ocasión liviana, lo limitaron y restringieron tan vil y apocadamente como esto: que me mandaban dar cuatro reales el día que predicase, y que los otros días comiera a mi costa.» Fray Alonso se indignó de la mezquindad, tanto más que había por medio, de su parte, un abnegado servicio al bien común; y que, por parte del Consejo Supremo, ese servicio se valoraba, y que, en definitiva, el mismo Consejo Supremo había ordenado le asignasen un salario 30. En su alma se recreció el desprecio hacia los viejos inquisidores y se quejó amargamente. «No he hecho en mi vida, confiesa, mayor hazaña que 30 AHN.: In q ., libro 578, f. 301 v. En los libros de contaduría del tribunal de Llerena se pueden ver todavía los asientos de la paga miserable que se abonó a fray Alonso de la Fuente: a) « G a s t o s d i f e r e n t e s h e c h o s en la v i s i t a d e lo s A l u m b r a d o s que hizo el inqui­ sidor Montoya. Fray Alonso de la Fuente, de la Orden de Santo Domingo: item se le reciben en cuenta al dicho receptor Francisco Ibáñez 2040 maravedís [...], que dio e pagó al susodicho [...] por el tiempo que se ocupó en predicar en la villa de Almendralejo en la visita que hizo el inquisidor Montoya. Entregó carta de pago»; ^ b) «Item se le reciben en cuenta al dicho receptor 1360 maravedís» pagados a fray Alonso de la Fuente para sus «alimentos y gastos en el tiempo que se ocupó en predicar en la villa de Villafranca donde se iba haciendo la visita»: AHN: In q., legajo 4773/3: L i b r o s d e c u e n t a s , 1572-1576, pliego 11. Martín de Amileta, contador. c) «Fray Alonso de la Fuente, de la Orden de Santo Domingo. Item se le pasan en cuenta al dicho receptor 27.200 maravedís, por el tiempo que se ocupó en la visi­ ta del inquisidor Montoya, en razón de 3 reales y medio cada día, los cuales se le mandaron dar por una carta de los Muy Illustres Señores del Consejo [...], que comenzaron a correr desde principios del mes de marzo hasta fin de octubre del año de [15]75»: ib., pliego 13. Téngase en cuenta que Montoya cobraba de sueldo anual 400 ducados, y que un ducado equivalía a 375 maravedís: 150.000; además, en concepto de «ayuda de cos­ ta», le libraron varías veces durante la visita la cantidad de 40.000 maravedís. 155

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resistir a esta tentación.» Todavía explica que «aunque quise soltar los negocios y dar con la carga en tierra», abandonando la visita, «no me dejó el freno de Dios»; es decir, Dios, que lo llamó a tan alto y útil mi­ nisterio, le daba fuerzas para superar las dificultades y las insidias de los Alumbrados y para vencer las trabas que le ponían los inquisidores, al­ gunas tan ruines como negarle el pan. Acudió con quejas al Consejo Supremo, que «remedió este borrón y mandó al receptor de Llerena» le pagase. Y los dos viejos no rechistaron. El pleito de los cuatro reales se había resuelto, desde el Tribunal Su­ premo de la Inquisición, a favor de la justicia y del hambre de fray Alon­ so. El lo cuenta así. Y cuenta la verdad de lo ocurrido y el oleaje que se levantó en el interior de su alma. Por lo menos, es posible verificar su relato del 'pleito' en la tramitación externa, gracias a que en los libros inquisitoriales, en los que se consignaba todo, han quedado escritas las actas del incidente. En primer lugar, hay una carta del Consejo Supre­ mo a los inquisidores de Llerena, datada el 28 de febrero de 1575, en la que se dice: «Al Licenciado Montoya, vuestro colega, se ha ordenado con­ tinúe la visita que ha comenzado a hacer en algunos lugares de ese dis­ trito sobre la materia de los alumbrados y que lleve en su compañía a fray Alonso de la Fuente, de la Orden de Santo Domingo, para advertir­ le de lo que fuere necesario para la verificación de los negocios que se ofrecieren en ella, y, consultado con el Reverendísimo Señor Inquisidor General, ha parecido proveáis, señores, que lo que el dicho fray Alonso de la Fuente hubiere menester para su gasto durante el tiempo que an­ duviere en compañía del dicho inquisidor, le pague el receptor a cuenta del fisco»31. Como se ve por el tenor de la carta, no se fija cantidad, dejándola al buen sentido justiciero de los inquisidores. Surgen después las dificultades referidas.' Y las refleja, en segunda y documental instan­ cia, la orden que el 9 de junio da el Consejo Supremo al receptor del tribunal de Llerena: «Virtuoso señor: Fray Alonso de la Fuente, de la Orden de Santo Do­ mingo, por mandado del Reverendísimo Señor Inquisidor General y Con­ sejo, anda en compañía del Licenciado Montoya, inquisidor apostólico de ese partido; y, consultado con su Señoría Reverendísima, ha parecido señalarle para el gasto de su persona al dicho fray Alonso de la Fuente tres reales y medio por día todo el tiempo que asistiere con el dicho in­ quisidor. Acudirle héis en ellos desde el día que se presentó en ese Santo Oficio con una carta del Consejo para los inquisidores, en que se les mandó dar lo necesario, que con ésta y carta de pago del dicho fray Alonso, mandamos se os reciban y pasen en cuenta todos los maravedíes que en esta conformidad le diéredes y pagáredes» 32. si AHN.: Inq., libro 578, f. 274 r.-v. 32 Ib., f. 301 v. 156

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Le rebajan en medio real la paga; pero en compensación ordenan que se le abonen los retrasos. Efectivamente, el Consejo «remedió el borrón». Y la vieja cuenta se hizo reales contantes y sonantes. 27.

La

seg un da

vuelta

La segunda salida de Montoya duró, según la relación de fray Alonso, desde el mes de marzo de 1575 hasta principios de noviembre del mismo año. El 28 de febrero de 1575 escribe el Consejo a Montoya ordenándole continúe la visita: «... llevando en vuestra compañía a fray Alonso de la Fuente para advertiros de lo que fuere necesario para la verificación de los negocios que se ofrecieren en ella, habiendo hecho juramento de se­ creto»; se alude a continuación a que se le dé a fray Alonso, a costa del fisco, su justa paga, como han notificado a los inquisidores de Llerena para que provean; se recuerda luego al visitador que vaya dando aviso al Consejo de «lo que subcediere en la prosecución» de la visita; se le pide que remita «la cualificación» que el dicho fray Alonso de la Fuente hizo de «la carta que escribió el arzobispo de Valencia a los alumbrados»; en fin, se le comunica que el Inquisidor General «ha sido servido mandaros librar cuarenta mil maravedís por el tiempo que os habéis ocupado en la visita, demás de los cuatro meses ordinarios en que los Inquisidores han de salir a ella»33. Tiempo atrás, el 13 de enero de 1575, fecha en la que estaba interrum­ pida la visita, le habían indicado que la continuase, «yendo a los pueblos donde se entendiere se podrá saber más de raíz esa doctrina, pues veis de la importancia que son estos negocios y cuánto conviene no alzar la mano de ellos»; en esa ocasión le envían también un Memorial que fray Alonso entregó al Consejo y éste lo dio a fray Hernando del Castillo para que lo 'calificase'; todo junto será una buena ayuda para Monto­ ya en la realización de la visita 34. Si el Consejo Supremo urgía, el dinámico Inquisidor, secundando ór­ denes, hace los preparativos y sale a continuar la tarea. La segunda vuel­ ta fue más larga aún que la anterior y no menos trabajosa. Nada menos que ocho meses dura, de marzo a noviembre. Sólo se interrumpe 20 días, que son los que Montoya pide al Consejo para ir a Llerena a «concertar los papeles»35; el Consejo le da el permiso solicitado, le asigna otros as Ib., f. 274 r. 34 Ib., f. 262 v. Esos Memoriales, con las censuras o calificaciones de fray Hernando del Castillo, han sido identificados y los publico infra, Parte Segunda, Doc. 1/2. 35 AHN.: Inq., libro 578, f. 327 v. 157

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cuarenta mil maravedíes y le recuerda que, cumplidos los 20 días, «vuel­ va a continuar la visita que hace». A los inquisidores de Llerena también escribe el Consejo sobre el particular, con motivo de la licencia conce­ dida a Montoya. Ambas cartas llevan data de 31 de agosto de 1975. De ellas se desprende que el trabajo se va haciendo cada día más abruma­ dor, tanto para Montoya como para los inquisidores que se quedan en Llerena. El Consejo manda, en fin, que vayan con el Visitador dos no­ tarios «para que ante el uno pasen los negocios... y el otro se ocupe en sacar las testificaciones, porque siendo los negocios de la importancia que son, parece de mucho inconveniente que las saque persona que no sea del secreto» 3G. Los dos viejos inquisidores que están en Llerena son impotentes para mover y resolver la inmensa mole de causas que se van acumulando en su tribunal; el Supremo, que desde hace tiempo lo sabe, les anunció el 4 de junio de 1575 que el Inquisidor General piensa proveer con breve­ dad, designando «persona que vaya a entender» en las causas de los alumbrados 3637. El tribunal de Llerena va a ser no solamente reforzado, sino también remozado. En los ocho meses que dura la segunda vuelta inquisitorial de Monto­ ya se han hecho las diligencias de rigor en numerosos sitios y el balan­ ce de procesos y presos supera en número, ya que no en calidad, al de la primera vuelta. «En esta segunda vuelta, sintetiza fray Alonso, se han visitado todos estos pueblos: Villafranca, Ribera, Almendralejo, Azabuchal, Villalba, Salvatierra, Salvaleón, La Parra, La Morena, Almendral, Torre del Al­ mendral, Nogales, Santa Marta, Valverde, Villanueva de Barcarrota, La Higuera de Vargas. En todos los cuales se'han leído los edictos de la nueva secta y se han descubierto grandísimos errores y pecados.» Fray Alonso no especifica, de momento, los «grandísimos errores y pecados». En cuanto a los errores, en mil Memoriales los fue apuntan­ do, agrandando y juzgando. En lo que a los 'pecados' atañe, ya sabemos que el punto flaco de la nueva espiritualidad alumbrada consistía en una total inconsistencia ética, ascética y, consiguientemente, en mortales caídas lúbricas. Los 'presos' por la «herejía y secta de los alumbrados» fueron, en la segunda vuelta, numerosos, la mayoría clérigos y especial­ mente beatas; algún franciscano también. De unos y de otros nos ocu­ paremos al analizar el desarrollo y fin, en auto de fe, del alumbradismo de Extremadura. A principios de noviembre de 1575, cuenta Alonso de la Fuente, «el Licenciado Montoya, inquisidor, se vino a Llerena por orden del Conse­ 36 Ib., f. 327 r. 37 Ib., f. 301 r. 158

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jo, y yo en su compañía; donde he trabajado todo este mes de noviem bre haciendo Memoriales que pudiesen aprovechar no solamente a los inquisidores, pero a los que tratan de calificar la doctrina, que han sido llamados para este propósito y estaban ayunos de este misterio. Y pareciéndome que el inquisidor Montoya estaba bien ocupado todo el mes de diciembre y no podía salir de Llerena, acordé venir a esta Corte ter­ cera vez para decir al Consejo de Inquisición un poco que me ha queda­ do, que es lo mejor y lo más importante y más cierto de cuanto he dicho». Si no nos falla la cuenta, como parece le falla a él, no es el tercer viaje, sino el cuarto que hace a la Corte. Por lo demás, es cierto que Mon­ toya estaba bien ocupado y que no podía salir a continuar la visita. Con sus Memoriales a cuestas, fray Alonso se embarcó en un lance nuevo, que le acarrearía las mayores amarguras de su vida. Vamos a intercalarlo en el próximo capítulo, mientras en Llerena se «ven», silenciosa y laboriosamente, los procesos de los Alumbrados presos.

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Capítulo III

LA AVENTURA LUSA

1.

Obsequio

a

S u Majestad

El inquisidor Montoya y su ayudante de campo Alonso de la Fuente regresaron a Llerena, interrumpiendo la visita a fines de octubre de 1575. A juicio de todos, la visita ha sido una gestión inquisitorial de ex­ traordinaria eficacia. Alonso de la Fuente no cabe en sí de júbilo: la pe­ ricia perseverante de Montoya ha confirmado holgadamente que las de­ nuncias del predicador y del memorialista tenían fundamento: la secta de los Alumbrados es una triste realidad en Extremadura. Montoya ha acumulado ingente material; necesita tiempo para poner­ lo en limpio y en orden. Las «audiencias» a los reos, que están en las cárceles secretas, ayudarán a la clarificación de puntos oscuros, sobre todo el de la complicidad. En Llerena, Montoya tendrá trabajo para rato. Además, los procesos caminan fatídicamente a paso lento y secre­ to, según es norma y costumbre del tribunal de la fe. En el palacio del Santo Oficio nunca hay prisa. Quien vive desviviéndose, en desmelenada impaciencia, es fray Alon­ so, que se ha quedado en paro forzoso. La visita no podrá reanudarse en varios meses. ¿Qué hará? Cavilando, concibe un proyecto caballeres­ co: ir a la Corte. Allí se presentará al Consejo para informarlo, de palabra y por es­ crito, de los resultados de la fértil visita; incluso ha excogitado un méto­ do que, si se pone en práctica, detectará hasta las raíces de la misteriosa plaga espiritual. La amable acogida que los señores del Consejo le dispensaron cuan­ do era aún un desconocido, sueña, será ahora cordial parabién. Mas no paran ahí sus pensamientos: en la Corte se presentará a Su 160

8.— BADAJ OZ:

Casas m e d ie v a le s

en

la P l a z a

A lta .

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Majestad Felipe II y le ofrecerá los frutos y primicias de sus correrías apostólicas, que son, en buena cuenta, meritorio servicio al bien común, servicio siempre grato al Rey. Quizá, piensa, éste, que tanto celo y des­ velo patentiza por la causa de la pureza de la fe en sus reinos, premiará regiamente sus méritos. Cavilado y manos a la obra. Mientras Montoya sigue ocupado en po­ ner en limpio orden procesal los apuntes de la visita, fray Alonso se de­ dica a escribir cuartillas y más cuartillas, contando la historia de su aventura antialumbradista. Un mes gasta en la apresurada redacción. Y a primeros de diciembre va ya camino de Madrid. En la alforja lleva un extenso Memorial de lo que le ha ocurrido en el descubrimiento de los Alumbrados 1. Es deber de buen vasallo acompañar el obsequio con una carta de presentación. En ella expone a la Católica Majestad: «Estando en Llerena y de camino para esta Corte escribí de prisa este Memorial breve, que contiene en suma la historia de los Alumbrados de Extremadura y lo que se ha descubierto de su vida y doctrina»; se lo ofrece para que conozca el «daño y persecución que padece de secreto la Iglesia en lo que parece quieto y sano de nuestra España», y para que, conociéndolo, «provea del remedio antes que la llaga sea incurable». Tampoco se olvida de mendigar; mejor: de pedir la justa recompensa, que es obligada gracia y merced en los pechos magnánimos y poderosos de las personas reales. Le pide, pues, que se entere del contenido del Memorial; que «entienda el servicio» que le ha hecho la Orden de Santo Domingo; y que «se acuerde de mí, que por la misericordia divina he sido llamado para este ministerio, tomándome nuestro Señor por instru­ mento a solas de la cosa mayor y más grave que se ha visto en muchos siglos»; en fin, pide disculpa si la «historia» habla «muchas veces de mí»: ha sido inevitable, por la trama veraz de los hechos, no por prurito de vanagloria; también justifica el que no vaya el Memorial más limado de estilo y «en mejor letra», como Su Majestad merece, porque las ocu­ paciones no le han dejado tiempo libre para pulimentarlo y porque, siendo asunto del sigilo de la Inquisición, no podía fiar la transcripción sino a «oficiales» del Santo Oficio. Termina rogándole que lo «lea y con­ sidere con mucha atención» y prometiéndole que, «si a Vuestra Majes­ tad diere gusto saber cosas muy particulares de la materia, yo las diré muy por extenso a Vuestra Majestad». Se despide con delicada cortesía y estampa su nombre: fray Alonso de la Fuente. La epístola-ofertorio es un cabal autorretrato, esbozado sin preten­ derlo en un momento de euforia. El Memorial es único en la serie numerosa de los que Alonso de la Fuente pergeñó sobre el tema de los Alumbrados: es una ofrenda infor-1 1 Véase infra: Documentos 1/1.

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mativo-descriptiva de fiel y devoto vasallo; es una historia limpia, apa­ sionada y apasionante, sin pretensiones de adentrarse, salvo unas pince­ ladas al final, en los entresijos dogmáticos de la secta; es una galería de datos —nombres, lugares, sucesos— precisos y preciosos que permiten reconstruir la aventura en sus mínimos detalles; es un documento de excepcional valor histórico. El resto de los Memoriales apunta a otros objetivos, y las noticias autobiográficas y ambientales son más escasas. Ninguna dificultad encontró fray Alonso para ser recibido y oído por los señores del Consejo de la Santa y General Inquisición. Allí le conocen, le estiman y le dan albricias. En esta ocasión, a caza cobrada. No sabemos, en cambio, si logró presentarse personalmente a Feli­ pe II para ‘besarle las manos' y entregarle la carta y el Memorial. Sí cons­ ta que el obsequio llegó al despacho real; el Rey, a quien preocupaban escrupulosamente los asuntos religiosos, no tenía tiempo de leer el im­ ponente mamotreto y, como es de presumir, tampoco hubiese sacado mucho en claro; sus secretarios se percataron inmediatamente de que aquéllo era ‘asunto de Inquisición'. Y lo remitieron al Inquisidor Gene­ ral, D. Gaspar de Quiroga, según la praxis acostumbrada, con un billete de Mateo Vázquez, Secretario de Su Majestad, el día 17 de diciembre de 1575 2. Cumplidos, mejor o peor, sus propósitos, fray Alonso enfiló la ruta de Llerena, en la ancha y nativa Extremadura. Está amaneciendo nuevo año. El 1576 será el más triste de su vida. En vez de premios por los servicios prestados, le acarreará amarguras sin cuento. Por culpa propia. Y por turbios contraataques político-religiosos que van a diluviar sobre sus espaldas. 2.

V iaje

a

Lisboa

Ufano y contento llegó fray Alonso a Llerena. A pesar de que en oca­ siones parece vanidoso, sabe replegarse pronto de la extroversión par­ lanchína a la intimidad humilde. No dejó de entrevistarse con su amigo Montoya, para contarle las novedades de la Corte, para decirle que lo ha puesto por las nubes en el Consejo y, en recompensa, para recibir con­ fidencial informe sobre el sesgo del asunto de los Alumbrados. En rea­ lidad, poco es lo que Montoya puede notificarle. Las 'causas' caminan despacio. El está ocupadísimo, es imposible proyectar una nueva salida a corto plazo y el riguroso secreto del Santo Oficio obliga a la circuns­ pección de los inquisidores con amigos y ayudantes. 2 «Papeles que fray Alonso de la Fuente dio a Su Majestad, y Su Majestad los remitió por carta de su secretario Mateo Vázquez al Ill.mo Sr. Obispo de Cuenca, Inquisidor General, en Madrid, 17 diciembre de 1575»: M. Mir, Los Alumbrados, en «RABM» 9, 1903, pág. 204. 162

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Aplazada sine die la visita, ¿qué hará fray Alonso, pues no es hombre de brazos caídos y de voz muda y de péñola colgada de la espetera? Los campos extremeños están en veda para sus correrías, porque el Santo Oficio los ha copado, y ni por pienso permitirá una batida a solas; el asunto marcha, a juicio del mismo fray Alonso, por buen cauce. El horizonte se le ensancha; allí, a pocas jornadas, está Portugal; la frontera no existe en realidad para las idas y venidas; es un país herma­ no geográfica y religiosamente; la cercanía facilita los desplazamientos y la comunicación de noticias, que se trasvasan a diario. Para un ojo avizor como el de Alonso de la Fuente, la presunción de que también en Portugal está germinando la cizaña del Alumbradismo es certeza. ¿Por qué no ir a Lisboa y advertir a los inquisidores lo que ha sucedido en España y 'despertarlos' para que vigilen, pues es evidente para él que la perniciosa secta ha invadido aquel reino? Con el morral repleto de apuntes traspasa la frontera, a últimos de febrero o primeros de marzo de 1576. No se detiene hasta Lisboa. Allí pudo asomarse al Atlántico, el «mar de las Españas», por el que corrie­ ron a la aventura de Indias tantos paisanos suyos. Pero no es el mar ni las Indias lo que preocupa a fray Alonso, sino los Alumbrados. La bella metrópoli lusa, sin Rey y sin Inquisidor General, no le abrió mu­ chas puertas. Sabía, además, que un teatino formaba parte del Conse­ jo. Y como su aventura apuntaba ahora a los teatinos, esquivó el choque directo, pues podía dar al traste con sus propósitos. Anduvo, pues, tan­ teando el terreno, y sólo se atrevió a entregar en mano un Memorial al inquisidor Jorge Gonqalves Ribeiro, que se interesaba de casos simila­ res y tenía mano dura3. A la Majestad del rey, el joven Don Sebastián,*1 3 A primera vista parece descabellada la aventura de fray Alonso en Portugal. Sin pretender justificarla, hay que tener en cuenta las ocasiones motivadoras: 1.a) la euforia personal del mismo fray Alonso por los éxitos logrados y su ojo avi­ zor a los síntomas de nueva espiritualidad en la nación vecina; 2.a) la evidencia de que fray Luis de Granada y los jesuítas primitivos promovían allí, empezando por la cercana Evora, capital del Alentejo, los ejercicios de oración mental y frecuencia de sacramentos; 3.a) el hallazgo de libros portugueses en el escrutinio y secuestro de los «papeles» de los maestros del Alumbradismo de Zafra: concretamente, el L iv ro da v id a a d m ir a v e l d a B e n a v e n tu ra d a C a th erin a d e G enoa, e d e sua sa n cta d o c t r i n a , versión portuguesa de Elias de Lemos, Lisboa, Juan de Barreira, 1564; no sólo la Inquisición lusa se ocupó de este libro, censurándolo (ANTT.: C a d e m o s d o P r o m o t o r , n.° 113, ff. 139-143), sino también la española, que lo prohibió a raíz de verificar que los Alumbrados extremeños lo usaban (AHN.: In q ., lib. 578, ff. 228 v. y 262 v.); 4.a) Que fray Alonso entregó su M e m o r i a l p a r a l o s I n q u i s i d o r e s de Lisboa a Ribeiro es dato que facilita el Cardenal Infante (cf. i n f r a : D o c . 115); 5.a) Y que

Ribeiro era inquisidor de mano de hierro consta por lo que escribe en 1572 anotan­ do el proceso de Isabel Fernandes, presa en Lisboa: «Tem necessidade esta rea ser accusada, porque ella querse fazer sancta e cuida que por alí nos ha de escapar como ja diz que escapou con humas lagriminhas e por isso v i d e a n t a c t a i s t i a s e verán que ha nesta rea mais hipocresía ( t a c h a d o : velhacaría) que virtude»: ANNT., I n q u i s i g á o d e L i s b o a , Proc. 9287, f. 37. Sobre los fervores «iluministas» de esa época en Portugal arroja mucha luz

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era inútil presentarse, porque gustaba más de las monterías que del gobierno, de la adulación y del fausto más que de la realidad y sus pro­ blemas. El Inquisidor General, tío del Rey, cardenal y legado del Papa, molesto por las veleidades del imberbe sobrino y por las intrigas de sus cortesanos, se marchó de Lisboa el mismo día que Don Sebastián: éste, rumbo al Sur; aquél, rumbo a su sede arzobispal de Evora. Era el día 12 de agosto de 1575 *4. El Memorial que fray Alonso entregó al inquisidor Jorge Gon^alves Ribeiro iba acompañado de una carta de presentación para sus destina­ tarios. En ella confidencia: «El deseo que tengo de la salud de las almas y la obligación a responder por las cosas que tocan a nuestra santa fe, me han traído a esta ciudad para dar a vuestras mercedes el aviso que tengo dado en Castilla al Consejo de la Inquisición acerca de la nueva secta y herejía moderna que ha inventado Satanás en estos reinos de España». Luego, con tono profético, añade: «...a vuestras mercedes re­ quiero de parte de Dios y de su Iglesia velen sobre este negocio y traten de la medicina. Porque se va quemando España y no hay quien apague este fuego, ni hombre que ose hablar contra esta maldad». Les advierte también que el Memorial que les consigna contiene sólo los «principios generales» de la secta de los Alumbrados, y que, si lo recibieren y en­ tendieren bien, les dará «otros Memoriales más hondos, que declaran lo más secreto de la herejía y las dificultades que hay en ella». El contenido del Memorial, no obstantes sus intencionados límites, entraña subido valor personal, doctrinal e histórico. Está redactado con estilo vivaz y pintoresco, con bastante orden lógico y la exposición re­ sulta clara: explica el nombre, el origen, el secreto, la trama, los 'fun­ damentos' esenciales o principios básicos, las especies o tipos de propa­ gación de la secta o nueva herejía de los Alumbrados. Hacia el fin, clava el aguijón de la acusación en los jesuitas y en fray Luis de Granada; y, en caso de que los inquisidores no vean clara la verdad de lo que apunta, se brinda a demostrársela: «Si a los señores del Consejo les pareciere cosa imposible lo que en este Memorial tengo apuntado, dándome favor para predicar en este Reino, yo descubriré la herejía en Lisboa, en Evora, en Coimbra, y dondequiera que hubiere apóstoles ( = jesuitas), tomándose para el negocio los medios convenien­ J. S.

da

S ilva D ías, C o r r e n t e s d e s e n t i m e n t o r e l i g i o s o e m P o r t u g a l ( S á c u l o s X V I

tomo I, Coimbra, Universidade, 1960; especialmente, capítulo IX: «O iluminismo e suas m anifestares», págs. 363 y ss.; y las notas integrativas XXVIXXVII, págs. 600-614. 4 «II giorno stesso [12 agosto 1575] partí il Signore Cardinale [D. Enrique] per Evora, non apunto contento di questa andata di S. M., ne si é voluto impediré nelle cose del governo, il quale é restato in mano dei ministri»: C a r t a d e G i o v a n n i C á lig a r i a l c a r d e n a l C a r lo s B o r r o m e o , Lisboa, 19 de agosto de 1575: Biblioteca Ambrosiana (Milán), F. 92 inf., f. 35 r. a X V III),

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tes y la instrucción que yo les daré; y cuando no la manifestare, me obli­ garé a la pena que me quisieren dar» 5. Sin perder tiempo y sin esperar respuesta —que en aquel instante no era posible—, fray Alonso, siguiendo la indicación del inquisidor Ribeiro, se puso en camino de Evora. Se entrevistó con el cardenal, le habló largo y tendido de lo que había hecho en su lance extremeño, y le entre­ gó un Memorial más condensado que el que dejó en Lisboa, pero de epí­ grafe más meridiano y agresivo: Memorial en que se contiene la herejía y engaño sutilísimo que enseñan los alumbrados de Castilla y es doctri­ na que mana de los Teatinos, que por otro nombre se llaman de la Com­ pañía, y en Portugal Apóstoles. Después de un apretado elenco de erro­ res, termina: «Este Memorial no se ha de mostrar a ningún apóstol ni a fray Luis de Granada, porque de ello podría resultar grandísimo in­ conveniente y podría ser que los enemigos se remontasen y huyesen, sa­ biendo que son sentidos» 67. De momento, el cardenal Infante, aturdido por la fogosa voz de fray Alonso, no se enteró bien de lo que se trataba; se quedó con el Memorial, y fray Alonso, besando la sagrada púrpura, se despidió, encaminándose presurosamente al convento. En él encontró al P. Provincial, Esteban Leitáo, y le dio otro Memo­ rial, en el que, con más amplitud que en los anteriores, exponía «los fundamentos de la herejía de los Alumbrados y teatinos de España, que es la tentación más grave y más sutil que ha padecido la Iglesia»; en la cola del Memorial puso «unum mirabile dictu» lleno de veneno acusa­ dor: «Todos los fundamentos de esta doctrina están apuntados en mu­ chos libros de contemplación; particularmente en uno, tan sutilmente y por términos tan recatados, que quien no entendiere y viere con los ojos la práctica de aquella teórica, no lo entenderá en su vida, y pensará que yo levanto falso testimonio al libro. Pero están tan claros para lds que saben este misterio y para mí, que he visto la práctica, como está clara la ley de Dios en la Cartilla». ¿De qué libro se trata? Ni más ni menos que del Libro de la oración y meditación, de fray Luis de Grana­ da. En un post scriptum remachó fray Alonso: «Este Memorial dejó a nuestro Padre Provincial [de Portugal] para que lo dé a los Padres Maestros de Coimbra y a los inquisidores del Reino, porque éste es más copioso que otro que dejé en Lisboa» 1. Efectivamente, es más largo. 5 Texto in f r a : D o c . 1/3. 6 Texto in f r a : D o c . 1/4. 7 Texto in f r a : D o c . 1/5. El P. Esteváo Leitáo, cofrade y amigo de fray Luis de Granada, pertenecía al convento de Santo Domingo de Lisboa, donde fue muchos años Prior y donde fijó fray Luis su residencia: Leitáo fue Provincial, 1564-1567; nuevamente, por estos años del lance de fray Alonso. Una elogiosa semblanza de la vida y virtudes de Leitáo puede verse en Luis de S ousa, H i s t o r i a d e S. D o m i n g o s p a r t i c u l a r d o r e in o e c o n q u i s t a s d e P o r t u g a l , vol. IV, Lisboa, 1866, págs. 474475. 165

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Lo que ya no consta es si hizo a Leitáo el ruego a viva voz. El P. Provin­ cial no lo cumplirá. Fray Alonso repasó la frontera a toda prisa. Desde su convento, ¿pen­ saría en la tempestad que su aventura lusa iba a desencadenar? Tal vez no, porque la buena intención de su viaje le tapa los ojos. Quizá pensó que lo llamarían para acometer una hazaña tan estupenda como la que realizó en los campos extremeños. ¡De ilusiones se vive! 3.

Las

iras del

Cardenal I nfante

Apenas Don Enrique lee el Memorial y se da cuenta del contenido, la sangre se le agolpa en la mirada. Aquel dominico de voz ardiente y de increíble audacia le hería en las niñas de sus ojos: sus más íntimos colaboradores —fray Luis, los jesuítas— ¡acusados de herejes! Convocó a unos y a otro a junta deliberativa, para darles cuenta de lo ocurrido y para tomar medidas; avisó también al P. Leitáo, que se hallaba en Evora, rogándole le trajese al difamador. El P. Provincial, en vez de presentarse con el reo, llevó el Memorial que fray Alonso le ha­ bía entregado. Fray Alonso se hallaba ya fuera del alcance del Cardenal. El P. Leitáo sólo pudo testificar: «Por la presente afirmo yo, fray Este­ ban Leitáo, Prior Provincial en esta Provincia de los Predicadores de santo Domingo en estos reinos de Portugal, que recibí del padre fray Alonso de la Fuente este papel, diciéndome que había dado otro más copioso al rey Felipe; en fe de lo cual suscribo esta declaración a 18 de marzo de 1576.» Poco después llegó el correo de Lisboa con el Memorial que fray Alonso dio a Ribeiro, el cual lo remitía con carta-informe al Inquisidor Mayor. A don Enrique precisamente. Por otro nombre, Cardenal Infante: vástago de la familia real hispano-portuguesa, hijo del rey Don Manuel I, nieto de los Reyes Católicos, hermano del rey Don Joáo III y de la Em­ peratriz Isabel (esposa de Carlos V), etc. La sangre no podía ser más regia. Dedicado a la vida eclesiástica, brilló en los altos puestos por sus virtudes personales, por su mecenazgo a hombres e instituciones religio­ sas, por su púrpura y por su promoción de la «reforma» de la vida cris­ tiana. Pastor celoso, se afanó en renovar y alimentar la piedad del pue­ blo, introdujo el Santo Oficio en Portugal, fue legado a latere del Papa. A la verdad, no necesitaba el futuro rey —que también reinó (1578-1580)— espuelas para vigilar por la pureza de la fe en Lusitania. Estos apuntes biográficos bastan para vislumbrar la herida que en su regio pecho causó el audaz fray Alonso. La llegada del Memorial de Lisboa le hizo sangrar nueva indignación, porque, indirectamente, lo acu­ saba a él también. No es menester sondear introspectivamente su sensi­ 166

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bilidad, su nativa y altiva condición y sus preocupaciones pastorales e inquisitoriales. Por aquellos días se consideraba postergado, frustrado y descontento con la conducta de su imberbe sobrino el rey Don Sebas­ tián, que, inexperto y veleidoso, se dejaba mover por ambiciosos nobles y no hacía caso de él. La sagaz vista del italiano Giovanni Andrea Caligari, colector pontificio, se dio cuenta de la tensión política que em­ bargaba al ya anciano Cardenal Infante8. El embajador español, Don Juan de Silva, también la describe, con trazos a veces picantes; y el mismo Don Enrique refleja, en sus desahogos por correspondencia con Felipe II, su descontento y sus preocupaciones 9. La tirantez quizá sea —glosa Caligari— una gracia providencial, pues, por esta vía, Dios conduce dulcemente a Don Enrique a morir en su diócesis, lejos del mundanal y turbio ruido de la Corte. Había sido arzo­ bispo de Evora; la dejó por Lisboa, y nuevamente ha vuelto a ella 101. Evora es su reino espiritual y pastoral n . Allí tiene su trono y, junto a él, los fieles colaboradores: los jesuitas, que regentan la Universidad fun­ dada y costeada por el Cardenal; fray Luis de Granada, que es «conquis­ ta» suya y ha seguido a su lado. Ahora ha vuelto también a Evora, para acompañar y consolar al abatido Príncipe, y para seguir redactando su gran obra latina. Caligari acude a visitar, por encargo de san Carlos Borromeo, ar­ zobispo de Milán, a fray Luis; Borromeo es un gran admirador del do­ minico y éste, a sus ruegos, se ha echado al hombro la ímproba tarea 8 «Le cose di questo Regno passano di maniera che hanno bisogno de la mise­ ricordia divina»: C a r t. cit., f. 36 r. 9 Don Juan de S ilva, nuevo embajador de Felipe II en Lisboa, el 6 de enero de 1576 da cuenta de su llegada: en el viaje de ida, se detuvo en Evora para visitar al Cardenal Infante: AGS.: E s t a d o , leg. 393, doc. 21. El 1 de mayo de 1576 escribe: «El Rey tuvo la Semana Santa y la Pascua en Setúbal y luego partió para una casa de monte que llaman Salvatierra, cuatro leguas de Almeirín, pero hase entretenido estos días monteando en el camino [...]. Piensa regocijarse y correr toros [...]. Dicen que lo hace diestramente, pero mejor sería que lo excusase, por el peligro y la urgencia de despachar los negocios, de que no se cuida mucho»: ib., doc. 38. El 26 de mayo: «El cardenal Infante, yendo de Alcobaga [donde pasó la Semana Santa] a Evora, fue a visitar al Rey en Almeirín, pero se marchó el mismo día a un monasterio de Dominicos que está dos leguas en un monte y en él se detuvo cuatro o cinco días»: ib., doc. 43. «El Rey está bueno de salud y algo enmendado de los defectos que sacó de manos de estos hombres; ... su educación fue tan bárbara...; escribe escuro, como V.M. habrá visto, y es tanta la adulación, que le alaban aquel estilo por excelente»: ib., doc. 143. Por su parte, Don Enrique se apena: «Hócenle mucho daño con los juegos y regocijos. Aplícase mal a las cosas del gobierno y a oír los oficios divinos y sermo­ nes, vanse afloxando las cosas de la religión y virtud y soltando los vicios y peca­ dos»: Carta a Feipe II, Evora, 12 nov. 1576: ib., doc. 119, f. 223 r.-v. 10 Arzobispo de Evora, 1540-1565; de. Lisboa, 1564-1574; nuevamente de Evora, 1574: cf. C. E ubel, III, 191. 11 Cf. M. B ataillon, E l u d e s s u r le P o r t u g a l a u t e m p s d e V h u m a n is m e , Coimbra, 1952; B. J ereczek, L o u i s d e G r e n a d e d i s c i p l e d e J e a n d ’A v ila , Fontenay-le-Comte, 1971, pág. 264.

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de escribir varios tomos de sermones latinos para uso de sacerdotes 12. De paso, Caligari aprovecha el viaje para saludar al Cardenal Infante. Todo esto nos lo cuenta el mismo Caligari; o, mejor dicho, se lo cuen­ ta al cardenal Borromeo. El epistolario del colector es valioso para co­ nocer dos cosas: el estado de ánimo de Don Enrique, y la presencia de fray Luis en Evora13. Localizamos, pues, a fray Luis de Granada en Evora en los primeros meses de 1576. El P. Leitáo certifica su estancia allí el 18 de marzo. Lo que ocurre está, por consiguiente, ambientado y datado. Por esos mismos días el Cardenal Infante delibera con su «consejo» eclesiástico sobre los tres Memoriales de fray Alonso. Se somete a examen la escri­ tura, se comenta lo que ha esparcido de palabra, se aislan las acusacio­ nes y se delibera en orden a tomar medidas fuertes. Lo que fray Alonso ha hecho merece una repulsa general. No sólo los amigos de Don Enri­ que se sienten ofendidos y acusados de herejía, sino también el Carde­ nal que, al protegerlos, es fautor del crimen de lesa ortodoxia. Fray Alonso no se dio cuenta de que, al atacar a los teatinos o apóstoles y a fray Luis de Granada, echaba por los suelos la obra de renovación espiritual que Don Enrique promovió con tan magnánimo y solícito desvelo. La amenaza del fracaso como pastor venía, impensada e inmerecidamente, a sumarse al fracaso como hombre de gobierno. De la deliberación salen algunas decisiones de importancia: una, ha­ cer copias, con auntenticación de notario, de los tres Memoriales; otra, escribir al Inquisidor General de España, rogándole castigue con mano dura —con mano inquisitorial— al desmandado memorialista; y, en fin, enviar un embajador extraordinario para que lleve la carta y active el castigo del difamador. La. carta está fechada en Evora, 24 de marzo de 1576. El nombramiento de «agente» recae en Manuel Antúnez, capellán y secretario del Cardenal. Aparte la gestión colegial, con la que se responsabiliza personalmen­ te Don Enrique, los acusados directos —los jesuitas y fray Luis de Gra­ nada— pondrán en marcha los recursos de que dispongan y juzguen con­ venientes para la propia defensa. De este modo, fray Alonso va a ser contraatacado desde un triple frente convergente: el del poderoso Cardenal Infante, el de los jesuitas 12 Cf. A .H uerga, F r a y L u i s d e G r a n a d a y S a n C a r lo s B o r r o m e o . U n a a m i s t a d al s e r v i c i o d e la r e s t a u r a c i ó n c a tó l i c a : «Hispania sacra» 11, 1958, págs. 299-347.

13 «II sig. Cardinale sta in Evora giá sei mesi alia sua residenza, dicono non troppo ben contento, poiché non é chiamato piú dalla Maestá del Re, come era solito, alia partecipatione del governo... lo giudico che N.S. Iddio abbia fatto gran mercede a S. A. con ridurla dolcemente per questa via a moriré nella sua chiesa.» Caligari ha ido a visitar, de parte de San Carlos Borromeo, a fray Luis de Granada: «che sta nel monastero di San Domenico di quella citta [Evora]»: C a r ta a S a n C a r l o s B., Lisboa, 30 enero 1576: Ambrosiana, F. 50 inf., f. 28 r-29 v. 168

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y el de fray Luis de Granada. El del Cardenal Enrique es temible y sin tregua; el de los jesuitas, orgánico, masivo; el de fray Luis, simbólico y a la defensiva. La aventura de fray Alonso en Portugal, tan ilusionada e ingenua en el fondo, va a tener unas consecuencias imprevistas, dramáticas, no sólo a nivel inquisitorial, sino también a nivel político. Voy a describir los contraataques uno por uno; empezaré por la car­ ta de Don Enrique al Inquisidor General, carta que inicia las hostilida­ des de reacción; seguirá el relato de las tímidas diligencias de fray Luis y el análisis de la estrategia de los jesuitas; y, a la postre, veremos cómo estalla la batalla en la Corte, tomando parte y partido todos, desde el Rey al Papa. Nunca pudo imaginarse fray Alonso que su aventura lusa iba a con­ vertirlo en reo, en manzana de discordia, en personaje central de un proceso que, por unos meses, se pone mucho más al rojo vivo que el «negocio» de los Alumbrados, cuyas causas siguen el curso perezoso de la tramitación corriente en Llerena.

4.

Carta

de inquisidor a inquisidor

La carta del Cardenal Infante, firmada en Evora el 24 de marzo de 1576, la llevó en mano a Cuenca Manuel Antúnez. Desde Evora se enca­ minó a Madrid; allí se enteró que el Inquisidor General estaba en su diócesis; y a Cuenca se fue, presuroso, el capellán-embajador. Don Gaspar de Quiroga recibe en audiencia a Manuel Antúnez, que le explica de palabra el motivo y le entrega el mensaje. La carta de Don Enrique, cuidadosamente redactada en cuanto a la forma y al conteni­ do, se dirige de Inquisidor Mayor de Portugal a Inquisidor General de España. Expone: Hará como cosa de siete u ocho días que vino a hablarme un religioso de la Orden de santo Domingo; dijo que se llamaba fray Alonso de la Fuente. Me encareció una nueva herejía que actualmente anda descubriendo en España y que manaba de los padres de la Com­ pañía y se contenía, muy sutilmente disimulada, en la segunda parte del Libro de la oración, de fray Luis de Granada; y que la nueva herejía no la entendía sino quien conoce cómo la practican los Alumbrados; y que sabía que las obras de fray Luis estaban a punto de ser vedadas; y que tenía don de Dios para descubrir esta herejía; y que, por voluntad del Consejo, andaba con los inquisidores de Llerena «visitando» el dis­ trito y descubriendo los herejes ocultos; en fin, me dio un Memorial so­ bre todas estas cosas, que es el que lleva, en copia autenticada, el por­ tador de la presente, mi capellán. Después de hablarme y entregarme el 169

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Memorial, dio otro al Padre Provincial de la Orden de santo Domingo en estos Reinos, que estaba aquí en Evora. Y antes había consignado otro en Lisboa al inquisidor Jorge Gongalves Ribeiro, que me lo remitió. Yo —continúa el Cardenal Infante en su epístola— lo pudiera man­ dar castigar por repartir libelos que infaman a la Compañía, que tanto crédito goza en la Iglesia de Dios y tantos servicios le hace contra los herejes; y a fray Luis de Granada y a sus libros, pues es hombre sin tacha, y sus obras y sermones son recibidos en toda la Cristiandad con éxito y fruto. Digo que lo podía castigar, ya que delinquió en el campo de mi jurisdicción de Legado y de Inquisidor Mayor. Sin embargo, no lo hice por haber dicho que trabaja con los inquisidores de Llerena. He preferido informaros y que ahí le déis el castigo ejemplar que merece. Prosigue la carta: Es de muy grandes inconvenientes publicar y de­ cir, como fray Alonso lo ha hecho, que hay herejías en mi tierra; y con­ vertir en tales lo que, por ventura, no pasa de pecado carnal; y atreverse a todo esto por cuenta y autoridad propias. En este Reino, sólo tres o cuatro sacerdotes confesores cometieron esos desmanes con sus confe­ sadas, así en el acto de la confesión como fuera de él, diciéndoles que no eran pecados y no había por qué ni para qué confesarlos; y el prin­ cipal de estos solicitadores fue descubierto por un padre de la Com­ pañía. Concluye: Por tanto, os ruego mandéis castigar al dicho fray Alonso de la Fuente por decir y escribir cosas tan atrevidas e infamantes de terceras personas; y por dar a entender que las sabe de buena fuente, pues trabaja con los inquisidores, faltando así al secreto del Santo Oficio. El portador de ésta —termina—, Manuel Antúnez, mi capellán, os dará relación más detallada de todo y os entregará copia de los Memo­ riales. Ruégoos lo escuchéis y le otorguéis entero favor. Y que me aviséis por escrito de lo que determinéis hacer en negocio de tanta importan­ cia, que por eso no lo mandé yo castigar aquí como bien merecido lo tenía 14. 5.

La

tímida autodefensa de fray

Luis

Fray Luis de Granada se asustó al saber que fray Alonso de la Fuen­ te lo acusaba. Llovía sobre mojado. El Libro de la oración —su primer libro, su primoroso libro— ¡de nuevo en tela de juicio! En 1559 lo había metido en las mallas del Catálogo de libros prohibi­ dos, promulgado por el Inquisidor General Don Fernando de Valdés, la 14 Cf. texto original 170

infra : D o c .

115.

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

insidiosa censura de Melchor Cano, antiguo condiscípulo suyo. A tuerza de diligencia, lo sacó a flote en 1566, con la autorización del Santo Ofi­ cio, en el que ya no intervenía Melchor Cano, difunto, y bien poco valía Don Fernando de Valdés, caído en desgracia del Rey y del Papa. Fray Luis puso en el frontispicio la siguiente advertencia: «Este libro, cristiano lector, sale agora nuevamente añadido y emen­ dado y cuasi hecho otro de nuevo por el mismo autor, con aprobación y licencia y privilegio real [...], y así agora puede correr y ser leído de todos.» Lo de «cuasi hecho otro de nuevo» no pasa de ser un reclamo publicitario y un espantamiedos para los timoratos que conocían la pro­ hibición valdesiana. En lo de «correr y ser leído de todos», sí decía una verdad paladina, ya que el Libro volvió a convertirse, como antes, en manual y vademécum de almas devotas 15. El ejercicio de la oración, capitalísimo en la espiritualidad cristiana auténtica, se ponía incandescente a cada paso. Santa Teresa de Jesús, que hizo de la oración su pan y su camino y la ofreció y la defendió como camino y morada de perfección, es un testigo excepcional de las tensiones polémico-conflictivas en torno a ese quicio álgido de la místi­ ca española en el siglo x v i16. Fray Luis era entonces el gran promotor y gran maestro de oración mental. Se había formado humanísticamente en Granada, teológicamen­ te en San Gregorio de Valladolid, oracionistamente en Escalaceli (Cór­ doba) en la intimidad de san Juan de Avila; su Libro, obra maestra de estilo y untuosidad, hablaba a todos, en limpio romance castellano y en versiones a las lenguas europeas. Fray Luis alentó y dirigió personal­ mente una «escuela» de oración en Lisboa; entre sus «discípulos» figu­ ra el mismo Cardenal Infante 17. No le faltaron en Lisboa problemillas, 15 Cf. A. H uerga, G é n e s i s y a u t e n t i c i d a d d e l « L ib r o d e la o r a c ió n » , Madrid, 1953, páginas 3-5. 16 Cf. Id., U n p r o b l e m a d e la S e g u n d a E s c o l á s t i c a : la o r a c i ó n m í s ti c a , en «Angelicum» 44, 1967, págs. 10-59; I d., O r a c i ó n D o m i n i c a n a y O r a c i ó n T e r e s ia n a : «Teología Espiritual »10, 1966, págs. 237-255. 17 Cf. L. de Granada, H i s t o r i a d e la s v i r t u d e s y o f i c i o p a s t o r a l d e l S e r e n í s i m o C a r d e n a l D. E n r i q u e , A r z o b i s p o d e E v o r a : O b r a s , t. XIV, Madrid, 1906, págs. 367-397; Card. D. H enrique, M e d i t a g o e s , / e H o m i l í a s / s o b r e a lg u n s M y s t e - / r i o s d a v id a d o N o s s o R e d e m p - / to r , Lisboa, Antonio Ribeiro, 1574. Preparó y editó la obra fray Luis; en su C a r t a al c r i s t i a n o l e c t o r lo indica: «Procuré haber licencia del Serenísi­ mo Cardenal Infante..., para que el fruto de estas santas meditaciones y homilías, que S.A. para sola su particular devoción escribió, no fuese para él solo, sino que se comunicase a muchos... ¿Qué cosa más para maravillar que ver un Príncipe, engolfado en un mar de todos los negocios de un Reino, así eclesiásticos como se­ glares, así de guerra como de paz —el cual apenas tiene una hora que sea suya, por dar audiencia a cuantos la piden, así grandes como pequeños— y que, con todo esto, entre tantos cuidados y desasosiegos tuviese el corazón tan libre y tan quieto que pudiese sentir y escribir cosas que no pueden sentir ni escribir sino aquéllos cuya vida no se emplea en otra cosa que en tratar y comunicar con Dios en soledad? Y donde los otros príncipes, cansados de los negocios, toman por refrigerio reír y 171

ALVARO HUERGA

fácilmente solubles por su prestigio y por el amparo que le dispensaba Don Enrique 18. Fray Alonso de la Fuente no erraba el punto de mira, pues el Libro alimentó la renovación espiritual de Extremadura, donde fray Luis gozaba de fama por haber vivido y predicado allí antes de pa­ sar a Evora, 1550; al desbordarse la corriente y transformarse en la malandada secta de Alumbrados, fray Luis tenía motivos para sobresal­ tarse. Su reacción, con todo, se caracterizó por la timidez y por unas «di­ ligencias» meramente defensivas. Lo que le importa es salvar el Libro de la tempestad que amenaza con naufragio. Salvando el Libro, más que el prestigio personal, lo que busca es poner a salvo la causa de la oración. El motor de la vida espiritual. Para detener los temidos golpes, acude a Don Fernán Martíns de Mascarenhas, pidiéndole escriba a Gabriel Zayas, uno de los Secretarios de Felipe II, y le informe de que el Libro, después de haberlo condenado Melchor Cano y Fernando de Valdés, fue aprobado por el Concilio de Trento y que Pío IV refrendó con un Breve esa aprobación. Había sido un magnífico desquite para un escritor, como fray Luis, católico hasta el meollo. Con su humildad sencilla, nunca quiso hacer uso del Breve, quizá para no humillar al Santo Oficio ni mancillar la memoria de sus jueces. ¡Un gesto que define a un hombre! En la coyuntura de las acusa­ ciones de fray Alonso no podía quedarse con los brazos cruzados y, por lo menos, el poner en conocimiento de Zayas la existencia del Breve le pareció deber de conciencia. Don Fernán Martíns de Mascarenhas, que había sido quien gestionó la aprobación y la expedición del Breve cuan­ do estuvo en Trento y en Roma de Embajador de Portugal, y era perso­ na que gozaba en la Corte hispana de enorme prestigio, escribió de muy buen grado la carta a Zayas. En ella le dice: Le escribo de corrido para tratar de fray Luis de Granada y de sus libros, que tan celebrados y aprobados fueron en el Concilio de Trento por los principales teólogos, españoles e italianos, y por los Legados, como se ve en las firmas del documento que obra en pasar tiempo en cosas sin provecho, aquí se toma por refrigerio... ocupar el corazón en estas tan católicas y santas consideraciones, de las cuales procedió esta escriptura. Y porque S. A. no quedase por cumplir alguna de sus obligaciones, se quiso ocupar en este santo ejercicio, demás de ser común padre de pobres, columna de la fe, amparo de las religiones, reparador de los templos, favorecedor de todas las buenas letras^ y estudios, y fundador del Colegio y Universidad de la ciudad de Evora... Y así tuvo por bien conceder la licencia que se le pidió para publicar esta escriptura, con la cual espero en Nuestro Señor que los religiosos y devotos lecto­ res serán grandemente aprovechados y consolados»: Obras XIV, págs. 457-458. Se reeditaron en Lisboa, 1577 (A nselmo, n.° 934) y en Evora, s.a. (A nselmo, n.° 13 suppl., p. 345). 18 Cf. J. S. da S ilva D ías, Correntes de sentimento religioso eni Portugal (sácu­ los XVI a XVIII), t. I, Coimbra, 1960, págs. 315, 322, 375, etc. 172

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su poder; y después, por una Bula de Pío IV. Por donde parece que nada más se puede desear en esta materia, estando aprobada por el Concilio y por el Papa y por tan grandes teólogos. Sólo a dos tipos de gente pue­ den molestar esos libros, que tanto bien hacen en la Iglesia: a los que no quieren ser tales cristianos como esos libros enseñan y disponen a serlo; y a los que son tan ignorantes que no gustan de su estilo y con­ tenido. Le suplica encarecidamente que interceda con su autoridad en favor y defensa de ellos, para que el demonio no lleve adelante la estratagema que está inventando contra libros que tanto le duelen 19. La carta, escrita y firmada en Setúbal, el 18 de abril de 1576, la mandó Don Fernán abierta a fray Luis; éste debió ruborizarse al leerla. Don Fernán, entrañable amigo y admirador suyo, ¿no se excedía en los elogios? Fray Luis, de hecho, la retuvo más de un mes; al cabo de una reflexión larga sobre si debía o no enviarla, se decide a darle curso, ad­ juntando una suya para el mismo Zayas. Con transparente humildad, fray Luis se hace eco de que Zayas, por diversas 'vías', le ha hecho saber que desea servirle en algo y que es un fervoroso lector de sus libros. «Esto me dio atrevimiento —confiesa candorosamente— a escribir ésta, para enviar con ella una de Don Fer­ nán Martínez, su servidor, que como testigo de vista referirá la aproba­ ción de nuestro Libro de la oración que fue hecha en el Concilio y con­ firmada por Pío IV.» Luego se justifica: «Digo esto porque un religioso ha levantado ahora una tempestad contra este Libro y contra otros Pa­ dres de otra Orden.» No da nombres, para no herir; se limita a insinuar sólo que «el capellán que allá está del Cardenal Infante dará a vuestra merced cuenta larga de todo» 20- Firma en Evora, a 29 de mayo de 1576. Si no emprende una ofensiva abierta, tampoco se echa a dormir. Está alerta al sesgo de los acontecimientos, a la dirección de los rumores, generalmente abultados. De la cercana Extremadura le avisan que el tribunal de Llerena había decretado la recogida de sus libros. Fray Luis se alarmó, y escribe, sin esperar a que se clarifique el rumoreo, al Inqui­ sidor Don Gaspar de Quiroga; el Consejo remite copia de la carta al tribunal de Llerena, pidiéndole informes; los inquisidores Rodrigo de Mendoza y Juan López de Montoya contestan: «Muy Ilustres Señores: la de Vuestra Señoría de 23 de octubre, jun­ tamente con la copia de la que fray Luis de Granada escribió a Su Se­ ñoría Ilustrísima, recibimos a 7 del presente, por la cual dice que, por información de fray Alonso de la Fuente, mandamos recoger sus libros Puede verse el texto íntegro infra: Doc. 116. 20 Doc. 117.

173

ALVARO HUERGA

De la oración y Guía de pecadores según que más largo en la carta lo refiere. Lo que en esto pasa es que por carta de Vuestra Señoría de 24 de julio del año pasado de [15]74 se nos mandó recoger el libro intitulado Manual de diversas oraciones y espirituales ejercicios, sacados por la mayor parte del libro llamado Guía de pecadores, que compuso fray Luis de Granada, y sobre ello se publicaron edictos, y se recogieron al­ gunos libros. Y otro libro ninguno del dicho fraile, ni de otro autor no se ha mandado recoger, ni nos atreveríamos a recogelle sin orden y mandato de Vuestra Señoría. Cuyas muy ilustres personas guarde y pros­ pere nuestro Señor como puede. De Llerena, 12 de noviembre de 1579» 21. Han pasado ya más de tres años desde los días en que fray Alonso de la Fuente estuvo en Evora y provocó la 'tempestad' contra el Libro de la oración. Y otros tantos, por consiguiente, desde que el Cardenal In­ fante y los acusados planificaron el modo de conjurarla. Entonces aún el 'negocio' de los alumbrados extremeños no estaba sentenciado. Y una de las cosas en que los Inquisidores de Llerena, por orden del Consejo, más se afanaron fue precisamente en la 'recogida' de los papeles y li­ bros de lectura de los alumbrados. No sólo el Manual, de fray Luis; tam­ bién algún manuscrito de San Juan de Ribera y el Libro de la vida y doc­ trina de Santa Catalina de Génova, como veremos más tarde, fueron mandados recoger. Confusos, pues, mas no del todo infundados los te­ mores de fray Luis. Recibida la contestación de los inquisidores de Llerena, Don Gaspar de Quiroga se apresuró a tranquilizar a fray Luis. No volvemos a encon­ trar, en lo sucesivo, al anciano y bondadoso y humilde escritor preocu­ pado por la 'tempestad'.'Indirectamente, sí demuestra la calma renaci­ da y la gratitud. Al terminar la ingente mole de tomos latinos sobre oratoria sagrada, tomó la pluma de nuevo para escribir, en su deliciosa prosa castellana, la maravilla de la Introducción del símbolo de la fe, que verá la luz en Salamanca, 1583. La dedica a Don Gaspar de Quiroga, «arzobispo de Toledo, Primado de las Españas, Canciller Mayor, Inqui­ sidor General y del Consejo de Estado de Su Majestad»; después de una sumaria exposición de lo que pretende, la dedicatoria se cierra con un 21 Esta carta la publicó J. Cuervo, Biografía de fray Luis de Granada, Madrid, Gregorio del Amo, 1895, págs. 44-45, sin indicar su paradero. Como se advierte a simple lectura, está motivada por otra del Consejo; y la de éste, por una de fray Luis. La de fray Luis no la he hallado; sí la del Consejo, que es del tenor siguiente: «Muy Reverendos Señores [Inquisidores de Llerena]: Fray Luis de Granada, de la Orden de Santo Domingo, ha scripto al Illustrísimo Señor Cardenal [D. Gaspar de Quiroga], Inquisidor General, la carta cuya copia será con ésta. Verla héis, se­ ñores, e informamos héis cerca de lo que pasa en razón de lo en ella contenido, para que, vista vuestra relación, se provea lo que convenga. En Madrid, 23 de oc­ tubre, 1579»: AHN.: Inq., libro 579, f. 243 r. 174

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párrafo que hay que leer al reflejo de los episodios narrados: pues la obra trata de «la declaración y confirmación de los principales artícu­ los y misterios de nuestra santa fe, de derecho se debía a la persona de Vuestra Señoría Ilustrísima, aunque otra particular razón no hubiera, pues está a su cargo, por dispensación divina, el amparo y defensión de la fe, con el cual esperamos que nuestro Señor la conservará en la sin­ ceridad y pureza que hasta agora ha perseverado. Porque los méritos y virtudes que sublimaron a Vuestra Señoría al más alto título y dignidad de estos reinos de España, esos mismos obrarán que, mediante el celo de su religiosa providencia, la columna de la fe persevere siempre en su firmeza. Por lo cual debe siempre dar gracias al que le escogió para este tan grande ministerio. Anteponen los escritores gentiles al grande Alejandro a Darío, rey de los persas, porque Darío nació con el Imperio, mas Alejandro lo alcanzó por su valor y esfuerzo, porque más gloriosa cosa es ser grande por virtudes y merecimientos que por fortuna. Y esta grandeza debe Vuestra Señoría Ilustrísima a nuestro Señor, el cual en esta vida le dio los merecimientos y juntamente el premio de ellos, mientras se dilata el que le tiene guardado en la otra, que será sin com­ paración mayor» 22 6.

La

t á c t ic a

d e f e n s iv o -o f e n s iv a

de

los

t e a t in o s

El Cardenal Infante, fray Luis y los teatinos hicieron causa común frente a las insidiosas acusaciones de Alonso de la Fuente. Ya hemos visto cómo Don Enrique lucha a campo abierto desde la alta torre —in­ vulnerable— de su jerarquía civil y eclesiástica. Y con qué tímida fir­ meza se defiende fray Luis, buscando quien ampare sus amenazados libros y fama. El historiador A. Astráin —y cualquier lector— pregunta: «¿Y qué hicieron en todo este negocio los jesuitas?» Responde categóri­ camente: «No sabemos que los Nuestros interviniesen directamente para nada en este asunto»23. Apuntillando el relato, escribe también: «Para terminar la relación de este incidente, debemos advertir que la persecu­ ción de fray Alonso no causó perjuicio ninguno a la Compañía. La misma enormidad de calumnias hizo que no las tomasen en serio ni los ami­ gos ni los enemigos de los jesuitas. Unos y otros las despreciaron como desvarios de mentecato. Al poco tiempo de estar recluido en el monaste­ rio de Portaceli, murió fray Alonso de la Fuente, y con él se enterró la memoria de este asunto» 24. 22 L. de Granada, Obras, ed. J. Cuervo, tomo V, Madrid, 1908, págs. 5-8. 23 Antonio A stráin, Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España, tomo III, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1909, págs. 63-64. 24 Ib., pág. 65. Sobre la presunta muerte de fray Alonso de la Fuente, noticia falsa, véase más abajo la nota 69.

175

ALVARO HUERGA

No me atrevería a objetar que el historiador Astráin miente a sabien­ das. Sí, en cambio, que no dice la verdad, ni en lo que atañe a los oríge­ nes de la ojeriza de Alonso de la Fuente —que engarza en falso con los proyectos 'reformistas' de Ormaneto—, ni en lo que se refiere al des­ arrollo de la batalla. La «no intervención» despectiva resulta, al filo de los documentos —muchos de ellos los tuvo Astráin a ojo y a mano— una activísima y calculada intervención. L. Sala Balust, analizando con serena objetividad el ataque de Alon­ so de la Fuente, reconoce que «no anduvo acertado» en dar a sus Me­ moriales lusos un «tono rabiosamente antijesuítico», porque «generali­ zó desorbitadamente lo que por ventura pudo tener fundamento en la poca prudencia de algún particular» 25. Por otro lado, equilibrando un poco la balanza, advierte que la actitud de los ofendidos no se encerró en una 'santa indiferencia’, sino que adoptaron una táctica agresiva. «Los de la Compañía reaaccionaron de dos maneras diferentes. Los de Castilla, menos conectados con los ambientes exaltados del Sur, en 1576 escriben unas documentadas respuestas anónimas a los Memoria­ les que entregó en Portugal fray Alonso de la Fuente. Respuestas capí­ tulo por capítulo, párrafo por párrafo, palabra por palabra [...]. Los je­ suítas de la Bética reaccionaron de otra manera. En la Real Academia de la Historia (Ms. 12-26-7.D 185) se conserva un manuscrito con el títu­ lo: Suma de los solícitos engaños que el demonio hace en estos misera­ bles tiempos, de un jesuíta anónimo, morador en Córdoba y Sevilla, que, por unas indicaciones de la Historia de la Provincia Bética, de Santiváñez, opinamos que podría ser el P. Rodrigo Alvarez, y que fue escrito desde 1576 a 1581. Consta de dos partes fundamentales: a) la suma de los engaños del demonio; y b) un tratado doctrinal sobre los ardides de este enemigo del alma. La primera parte comprende, aparte un buen extracto de los Memo­ riales de fray Alonso de la Fuente ya conocidos, pero de los que se han omitido todas las alusiones a la Compañía, una confirmación de estas mismas denuncias de fray Alonso con ejemplos o casos tratados por jesuítas andaluces, principalmente en su dirección espiritual. Son hasta 62 casos distintos de alumbrados ocurridos en España desde 1570, casi todos ellos en Andalucía, más otros dos, uno italiano y otro del Perú. De algunos se dan los nombres y apellidos y las demás circunstancias personales, y de varios de ellos se mencionan los sacerdotes que los han tratado [...]. La segunda parte sistematiza las principales maneras de 25 Luis S ala B alust, En torno al grupo de alumbrados de Llerena, en «Corrien­ tes espirituales en la España del siglo xvi», Barcelona, Juan Flors, 1963, pág. 518. 176

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engañar que tiene el demonio y, a propósito de esta exposición, se refie­ ren otros nueve casos distintos de alumbradismo» 26. El juicio y el análisis son exactos. Pero la documentación sobre el episodio permite una ampliación óptica y un examen de más aquilatada profundidad. Podemos distinguir cuatro fases: la primera, de alineación activa con el Cardenal Enrique; la segunda, de instancia y apelación, des­ pués de haber fallado o sentenciado el Inquisidor General la ‘causa’; la tercera, a raíz de perderse, por firmeza de carácter del Inquisidor Gene­ ra], el pleito en segunda instancia; la cuarta corresponde a los meses y años sucesivos. Las tres primeras abarcan un arco brevísimo de tiempo, indicador de la intensidad de la contraofensiva; la cuarta es ya un eco, diluido y esporádico. El lector podrá individuar los mojones cronológicos y fácticos que separan una fase de otra, sin que sea menester advertírselo. En cuanto a la primera, no voy a insistir. Astráin indica que «es de suponer que el Cardenal Infante comunicaría sus planes con los padres portugueses [de la Compañía], y Manuel Antúnez con los de Madrid» 27. Más honesto hu­ biese sido no suponer, sino reconocer el hecho. Desde que fray Alonso se entrevistó con el Cardenal Enrique hasta que Don Gaspar de Quiroga falló el pleito pasan unos meses de febril forcejeo belicoso. El Cole­ gio de Madrid fue refugio y lugar de consulta de Manuel Antúnez, em­ bajador extraordinario de Don Enrique para promover la condena de fray Alonso. Precisamente, en esos días era Rector del Colegio Meléndez Valdés, antiguo Provisor de Badajoz, mil veces acusado por fray Alonso de favorecedor de teatinos y alumbrados. Por lo menos, consta que los jesuítas madrileños trabajan en apoyo, aunque sea de flanco, de las demandas de Manuel Antúnez. Quien demostró mayor dinamismo, en consonancia con su cargo de ‘Procurador’, fue el padre Francisco de Porres (1545-1621). Gracias a su pluma y a sus iniciativas, es posible la reconstrucción de los hechos palmo a palmo, día a día. Le vamos a ce­ der repetidamente la palabra para que nos cuente lo que pasó. Su tes­ timonio puede corroborarse, matizarse y contrastarse con otros no me­ nos verídicos. De la primera fase nos interesa únicamente, después de lo referido, su desenlace: el fallo salomónico del Inquisidor General, sometido a una tremenda presión pidiendo justicia y castigo sobre la persona del aventurero y desventurado fray Alonso de la Fuente.

26 Ib., págs. 519-520. 27 L. c., III, pág. 63. 177 12

ALVARO H UERCA

7. La

s o l u c ió n

s a l o m ó n ic a

del

In q

u is id o r

General

El P. Francisco de Porres, en su relación titulada Dichos y hechos de fray Alonso de la Fuente, refiere: «En la provincia de Andalucía, en el partido de Llerena, tierra de Extremadura, residía un fraile de la Orden de Santo Domingo que se llamaba fray Alonso de la Fuente, al cual acreditaba el Santo Oficio de la Inquisición encomendándole sermones y otras cosas. El dicho fraile fue al reino de Portugal y allá dio ciertos Memoriales o libelos infamatorios contra nuestra Religión y contra el padre fray Luis de Granada, de su misma Orden. Dio uno al Cardenal Infante, otro a los Inquisidores de Lisboa, otro al Provincial de los frai­ les de Santo Domingo, y no se sabe si dio más Memoriales a otras per­ sonas, porque solos estos tres se han descubierto. Habló mal de la Com­ pañía en diversas partes de aquel reino, procurando en todo desacredi­ tarla, infamándola en cosas graves, conforme a lo que escribió en sus Memoriales arriba referidos, que estaban firmados del dicho fray Alon­ so de la Fuente; y, vistos, pareció a Su Alteza era negocio de mucha con­ sideración y de castigo ejemplar, atento el gran daño que en aquel reino y en el de Castilla este fraile había hecho a la Compañía. Y así determi­ nó de escribir a la majestad del rey Don Felipe y al Inquisidor General de Castilla y al Nuncio de Su Santidad y a otras personas graves; y jun­ tamente con las cartas envió los dichos libelos infamatorios, que había sembrado el dicho fraile, a Su Majestad, suplicándole fuese servido de mandar examinar el caso y hacer justicia. Vino con esta embajada un secretario del dicho Serenísimo Carde­ nal Infante, que se llama Manuel Antúnez, sacerdote, hombre docto y de mucha prudencia y diligencia. Su Majestad lo recibió muy bien; y, habiendo visto las cartas y recaudos, le remitió al Inquisidor General de la Inquisición, encomendando mirasen con mucho cuidado el nego­ cio; el cual se vio en el Consejo General de la Inquisición y de la vista resultó que mandaron venir a esta Corte al dicho fray Alonso de la Fuente; y venido, después de le haber dado una reprehensión, en la cual decía que no había sido su intención dañar a la Compañía y otras cosas a este tono en disculpa suya, y si algo había dicho se retractaba, etc., visto su arrepentimiento, los señores del Consejo General de la Inquisi­ ción se hubieron con él piadosamente; y así le mandaron estuviese re­ cluso en Sevilla, en un monasterio de su Orden que se llama Portaceli, por el tiempo que fuese voluntad del Señor Inquisidor General. Man­ dáronle que no predicase ni tratase de las cosas contenidas en los Me­ moriales contra la Compañía. Mandáronle asimismo que no entendiese más en las cosas del Santo Oficio. Hecho esto, el fraile se fue a Sevilla al monasterio señalado y el señor Inquisidor General escribió una carta 178

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al Cardenal Infante, en la cual daba razón a S. A. de lo que habían he­ cho, abonando la Compañía y al padre fray Luis de Granada y otras co­ sas a este propósito. En hacer lo susodicho se ha tardado desde el mes de marzo hasta mediado julio. Y todo este tiempo ha estado en Corte el dicho Manuel Antúnez, secretario del Serenísimo Cardenal Infante, informando y soli­ citando el negocio y pidiendo justicia contra el fraile o contra los que se hallaren culpados» 28. La Relación del padre Porres, destinada al padre Everardo Mercurián, Prepósito General de la Compañía, está datada el 31 de julio de aquel año, 1576 29. En sustancia, cuenta la verdad. Pero es posible ver los acontecimientos más de cerca, gracias a las cartas del mismo Inquisidor General, Don Gaspar de Quiroga, sobre el asunto. Y a través de ellas, intuir que el triple castigo impuesto a fray Alonso —destierro a Portaceli de Sevilla, prohibición de predicar o es­ cribir contra la Compañía, despido de servicio— tuvo un carácter de sentencia salomónica. En efecto; el Inquisidor General escribe desde Madrid, el 24 de ju­ nio, a Don Rodrigo de Castro, que está en Zamora, su sede episcopal. Ha recibido la suya, de 12 de junio. «En Cuenca estuve 50 días, que fue como estar ninguno, por lo mucho que había que hacer allí.» Respecto al tema central, que es el asunto de fray Alonso, le dice: «El Señor Car­ 28 Puede verse el texto del informe in f r a : D o c u m e n t o s , 15. 29 El autor de las dos misivas fue el P. Francisco de Porres. Barrantes, que co­ noció la primera y no la segunda, opina que es «obra indiscutible de un jesuita, que al pronto nos parecerá tan apasionado como el mismo fraile [Alonso de la Fuente]; pero después lo hallaremos imparcial y, aunque severo, justo»: V. B arran­ tes, A p a r a t o , II, pág. 332. Astráin, que tuvo en las manos copia de ambas, dice: «Aunque anónimos, es de suponer que serán del P. Porres»: A. Astráin, . . , III, página 63, n. 2. La identificación del autor me ha resultado fácil de hacer: l.°, por la carta del Prepósito General, a quien iban destinadas, acusando al P. Porres «re­ cibo», 27 octubre 1576: ARSI. T o le t. 1: E p i s t . G e n . 1573-\1584, f. 75; 2°, por el trasvase, a veces literal, que el P. Porres hizo de las dos «cartas informativas» a su H is to r i a . Compárese el principio de H e c h o s y d i c h o s (primera relación) con el párrafo de H i s t o r i a (lib. V, cap. 3, f. 289), que dice así: «En la Provincia de Andalucía, en el partido de Llerena, tierra de Extremadura, residía un fraile de la Orden de Santo Domingo, que se llamaba fray Alonso de la Fuente...»; en H i s t o r i a incluye dos ca­ pítulos, el 3 y el 4, que corresponden a las dos relaciones: «Cómo se trató en el Con­ sejo de la General Inquisición el negocio de fray Alonso de la Fuente, de la Orden de Santo Domingo, a instancia del Ser.mo Cardenal Infante de Portugal este año de 1576» (cap. 3, ff. 289-296), haciendo un resumen de los episodios y de los M e m o ­ r i a l e s («o libelos infamatorios»; «eran largos, conteniendo en sustancia lo que sigue»; «ésta era la suma»); «De lo que hizo el Ser.mo Infante Cardenal cuando supo que el P. Fray Alonso se había vuelto de Portugal a Castilla» (cap. 4, ff. 296299). Sobre Francisco de Porres, puede vérse: C. S ommervogel, B i b l i o t h é q u e d e la C o m p a g n i e d e J é s u s , tomo VI, Bruxelles-Paris, 1895, pág. 1038; el P. Luis de la Palma escribió una C a r ta d e la v i d a y m u e r t e d e l P. F r a n c is c o d e P o r r e s (cf. ib., t. VI, pág. 151.3). o

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denal Infante me escribió, estando en Cuenca, el escándalo que fray Alonso de la Fuente había dado en Portugal, pidiéndome con mucha ins­ tancia lo mandase castigar; yo creo, como Vuestra Señoría dice, que este religioso se ha movido con buen celo, aunque no con la prudencia y recatamiento que fuera razón. Habérnosle mandado venir aquí personal­ mente y hánsele dado algunas reprehensiones bien rigurosas y parece que él está arrepentido y emendado; y mandársele ha que no trate más de estos negocios. Y aunque aquí deseamos servir a Su Alteza como es razón, no sé qué más se podrá hacer contra él, atento que si excedió fue en Portugal, fuera de nuestra jurisdicción y que no hay acusador ni tes­ tigo ni forma de juicio; y de oficio no se puede proceder contra él por no ser negocios contra la fe, sino particulares de fray Luis de Granada y de los Padres de la Compañía, cuya honra y estimación está bien a salvo, pues se usa de la doctrina de fray Luis sin contradicción, y los de la Compañía son venerados y estimados en este reino como es razón; y allende de esto, si se procediese contra este religioso sería intimidar mucho a las gentes para que no viniesen a denunciar lo que supiesen al Santo Oficio, y dar mucho ánimo a los malos y especialmente a los alumbrados que, como Vuestra Señoría sabe, no se ha engañado en lo que ha dicho contra ellos» 30. Don Gaspar de Quiroga, considerados los pros y los contras, reco­ noce con su corresponsal que: l.°, fray Alonso «se ha movido con buen celo»; 2.°, que «no se ha engañado en lo que ha dicho contra» los alum­ brados; 3.°, que no ha sido lo prudente y recatado que debiera. Por otro lado, desea servir al Cardenal Infante, que le ha pedido «con mucha ins­ tancia» mandase castigar a fray Alonso. Lo ha hecho venir a Madrid, le ha dado una fraterna, «está arrepentido» el reo; todavía piensa prohi­ birle que en adelante hable de estas cosas: «Mandársele ha que no trate de estos negocios.» ¿Qué más puede hacer? «No sé qué más se podría hacer» contra fray Alonso, atento que: l.°, «si se excedió, fue en Portugal»; 2.°, y en mate­ rias que no son «negocios contra la fe», sino contra personas particu­ lares, «cuya honra y estimación» están bien a salvo; 3.°, y, además de ser Portugal tierra que no cae en la jurisdicción suya, no «hay acusador ni testigo ni forma de juicio», sino cartas privadas; 4.°, de cargar más la mano, se seguiría el inconveniente de intimidar a los buenos servido­ 30 Véase texto íntegro infra: Doc. 119. Quiroga había escrito al Papa a principios de 1576: «Aperiendi sunt enim novi morbus in dies nascentes, n e.ingravescant neglecti abusus»: ASV.: Nunz. di Spaena, vol. IV, f. 2344 r. El 10 de abril de 1576 escribe el Nuncio N. Ormaneto al cardenal de Como: «In Corte non haveremo alcum vescovo, essendo Salamanca andato alia sua residentia, et l'Inquisitor Maggior a Cuenca... Spero anch'io che mi sará comandato presto che me ne vada a far mió debito alia chiesa di Padova»: ib., f. 95 r. 180

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res del Santo Oficio y dar ánimos a los malos y «especialmente a los alumbrados». El Inquisidor General concluye: «Conforme a esto podrá Vuestra Señoría responder lo que le pareciere.» Don Rodrigo de Castro consultó a Don Gaspar de Quiroga para sa­ ber a qué atenerse en la respuesta al Cardenal Infante, que le ha escrito también presionando y urgiendo el castigo de fray Alonso. Contesta ahora: «La carta de Vuestra Alteza me tomó fuera de Corte en este obispado, donde ha días que resido y así no pude por mi perso­ na entender en el negocio que V. A. me envió a mandar tocante a fray Alonso de la Fuente, sobre el cual escribí al Inquisidor General, que también a la sazón estaba en su iglesia, y cuando volvió a la Corte me respondió lo que V. A. verá por su carta, que va con ésta». Don Rodrigo de Castro escribe en Zamora, el 29 de junio de 1576. Personalmente, cree que «la diligencia que hizo» fray Alonso «debió ser con buen celo», aun­ que excesivo: «a mí me pesó harto del atrevimiento»; por lo demás, no ha sido posible, por las razones que el Inquisidor General da, «usar con él de mayor rigor». Y en cuanto al prestigio leso de la Compañía y de fray Luis, puede estar seguro que no ha sufrido detrimento; «la Compa­ ñía está en estos reinos tenida y estimada» en mucho; de fray Luis, «sus obras y ejemplar vida dan tal testimonio de su persona que no tengo yo que decir, pues en todas partes es conocido y tenido en lo que merece, y basta la merced que V. A. le hace y la estimación en que le tiene para que su buen crédito vaya siempre adelante» 31. El Inquisidor General y Don Rodrigo de Castro están de acuerdo y se mueven en la misma línea. Han ido dando largas al asunto y no quie­ ren dramatizar, ni mucho menos dar el brazo a torcer a las presiones de la púrpura y de la realeza de Don Enrique. Tampoco pueden mostrar­ se indiferentes o remisos en servirle «como es razón». Don Gaspar de Quiroga le contestó «por el mes de abril» que, cuando volviese a la Cor­ te, trataría con el Consejo de lo que fray Alonso «había dicho y hecho en Portugal». Pero Manuel Antúnez no se dio por contento y, en reali­ dad, se encontraba con las manos vacías. Al menos, un certificado del Inquisidor General para Don Enrique, en el que constase que había cas­ tigado a fray Alonso. Don Gaspar de Quiroga no estaba en ello. Presio­ nado por una y otra parte, accedió a escribir una carta al Cardenal In­ fante. En Madrid, y 17 de julio de 1576, lo hace: «Se envió a mandar al dicho fray Alonso, que residía en Llerena, que luego pareciese en esta Corte personalmente; y así vino luego con poca salud y mucho trabajo, por ser el tiempo caluroso y el camino tan largo; y, después de haber estado aquí algunos días enfermo y con harta necesidad, se le hizo una muy dura reprehensión y se le mandó que fuese a residir a Portaceli, 31 V é a s e t e x t o í n t e g r o infra: Doc. 120.

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que es un convento cerca de Sevilla, de la Orden de Santo Domingo, y que no saliese de allí sin mi licencia, y que de aquí adelante no tratase de los negocios que trató en este Reino, ni de otro alguno que tocase al Santo Oficio, y recibiendo esta penitencia con toda humildad y lágri­ mas, y habiendo satisfecho al honor de los religiosos de la Compañía y del padre fray Luis de Granada, muy arrepentido de lo que había trata­ do en ese Reino, se fue a su reclusión; y conociendo como aquí conoce­ mos el humor de este religioso y que es celoso de la honra de Dios, aun­ que no con la prudencia que conviene, y atento que los que vienen a de­ nunciar al Santo Oficio deben ser tolerados por el daño que se podría seguir de lo contrario, y atento que en la materia de alumbrados ha des­ cubierto y verificado muchas cosas, no pareció que se le debía cargar la mano, porque en lo hecho se usaba del rigor que cabía en justicia» 32. El Inquisidor General entregó la carta a Manuel Antúnez para que la mandase a su dueño. La solución, firme y honrada, justa y justiciera, podía tranquilizar a Su Alteza y a su embajador. Pero no fue así. El

8.

p l e it o

,

en

seg u n d a

in s t a n c ia

Manuel Antúnez, según cuenta el P. Porres en su segundo informe, «no se ha contentado con el castigo que se ha dado, porque dice que el caso es grave y que merece la pena del talión, y porque ha sabido que el dicho fraile ha hecho el mismo oficio en Castilla que procuró hacer en Portugal, en escripto y de palabra. Por lo cual entiende que en todos los reinos de Castilla se ha hecho particular información e inquisición contra los de la Compañía; y en los edictos del Santo Oficio, que se leen cada año, se añadieron las cosas que este fraile dio en sus Memoriales. Por lo cual está claro que todos los inquisidores de Castilla y los con­ sultores y los obispos y provisores que se hallan en las audiencias del Santo Oficio habrán tenido siniestra relacción contra los de la Compa­ ñía, lo cual puede dañar mucho —por ser las cabezas en lo espiritual— para el fruto que los de la Compañía pretenden hacer en las •almas de los prójimos con sus ministerios. Ultra de esto, ha sabido que en Llerena, tierra de Extremadura, y otras partes por donde este fraile ha an­ dado y predicado, se ha retirado mucha gente de los Ejercicios y obras virtuosas en que se ocupaba. Y así le parece que el castigo de este fraile fuese público y ejemplar, para restaurar los daños que se han hecho.» Lo que no queda en claro, sino en enigma, es quién opina así: Antú­ nez o Porres. Antúnez parece que se daba por satisfecho con el certifi­ 32 V é a s e t e x t o í n t e g r o infra: D o c . 121.

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cado del Inquisidor General; por otra parte, no le mandó Don Enrique a averiguar lo que fray Alonso dijo o no dijo en Castilla, ni a demandar castigo por esto, que, además, no pertenecía a su jurisdicción y contaba con propios y buenos guardianes. El P. Porres ha tomado con calor y amor de casa la embajada de Antúnez. Esto es a todas luces evidente. Y no sólo él. El Colegio de la Compañía en Madrid se convirtió en el cuartel general de la contraofensiva cerrada. Pero dejemos nuevamente la palabra al P. Porres: «Y para entender la voluntad del Serenísimo Cardenal Infante, le ha escripto y enviado la carta del Inquisidor Gene­ ral y representado lo arriba dicho, con otras cosas. Y también ha repre­ sentado a S. A. los medios que se le ofrece que se pueden tomar para lo que pretende. Que son los siguientes: — El primero, que S. A. había de escribir a la majestad del rey Don Felipe quejándose del poco castigo que se ha hecho, y también que es­ cribiese el Serenísimo Rey de Portugal y la Reina en esta conformidad. Hecho esto, — El segundo medio es que en Portugal el Santo Oficio procediese contra el dicho fray Alonso, citándole y haciendo las demás diligencias necesarias, como a hombre que allá hizo el delito; lo cual se puede ha­ cer, pues en Castilla no se ha procedido jurídicamente contra él; y con esto, enviando requisitoria concreta del Rey y de la Reina y del Cardenal Infante para la majestad del rey Don Felipe, es de creer que S. M. man­ dará remitir allá al dicho fraile delincuente; — El tercer medio, hallándose algún inconveniente en lo dicho, era que en Portugal se procediese contra el dicho fraile por el Santo Oficio hasta sustanciar el proceso, y entonces enviarle al Sumo Pontífice para que Su Santidad citase para Roma al dicho fraile y le mandase senten­ ciar según el delito; — Lo cuarto que representó, que, si el Papa cometiese el negocio a alguno en estos reinos de Castilla, se entiende que, por haber tratado de él el señor Inquisidor General y los señores del Consejo General de la Inquisición y dado alguna manera de castigo al fraile, aunque no ju­ rídicamente, se procederá con alguna blandura; y también porque el Santo Oficio se ha ayudado de este fraile para algunos negocios y quie­ ren decir que él ha descubierto la herejía de los alumbrados, que dicen hay.» Concluye Porres: «En este estado está el negocio, y el dicho Manuel Antúnez está en esta Corte aguardando respuesta del Serenísimo Car­ denal» 33. 33 V id . infra: Doc. 16.

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El enigma que planteaba el P. Porres en su Relación primera se acla­ ra en la segunda, datada el 10 de agosto de 1576; y, por si no bastase, en las cartas del padre Antonio Cordeses, Provincial de los jesuítas, al Cardenal Enrique y a su confesor, padre León Enríquez, SJ. El padre Francisco de Porres confidencia: «Manuel Antúnez, secreta­ rio del Serenísimo Cardenal Infante, me dio aquí parte de este negocio; yo la di al Padre Provincial, que a la sazón se halló en este Colegio y habló también al dicho secretario; y habiendo entendido lo que pasaba, juntó al Padre Rector y Consultores de este Colegio para ver lo que con­ venía hacer, habiéndoles primero mostrado los dichos libelos a cada uno en particular; y a todos los de la Consulta, que fueron siete con el Padre Provincial, pareció que era negocio grave y que este fraile había hecho mucho daño a la Compañía en toda España; y también les pareció que era poco el castigo que se le había dado, por no haber habido satis­ facción pública, con la cual pudiera restaurar los daños hechos; pareció también que era razón que el Padre Provincial escribiese al Serenísimo Cardenal Infante besando a S. A. las manos y agradeciendo la merced tan singular que había hecho a la Compañía y ofreciendo a S. A. nuevo reconocimiento para encomendar a Dios nuestro Señor su vida y esta­ do; y así lo hizo el Padre Provincial; también pareció a los seis de la Consulta, de siete que eran, que se debían procurar todos los medios para que el dicho fraile fuera castigado. El uno tuvo diferente parecer, pareciéndole que era mejor disimular y callar y dejar la causa a Dios.» Seis votos, de un total de siete, deciden que hay que «procurar todos los medios» para obtener una revisión del pleito y una condena pública de fray Alonso. En los demás puntos, los votos o pareceres son unánimes. Dos sugerencias ofrece aún el padre Porres, de su propia cosecha, al Prepósito General de lá Compañía: 1.a, que, en previsión del futuro inmediato, piense y le haga saber si conviene que «yo, como procurador de la Compañía», haga las diligencias oportunas para «dar poder para la causa» a Manuel Antúnez; 2.a, que juzgue y ordene lo que convenga, teniendo a la vista que «este fraile, a lo que parece por sus Memoriales y hechos y dichos, pretendió que hicieran de la Compañía lo que se hizo de los Templarios» 34. El padre Antonio Cordeses, Provincial de Toledo, escribió, efectiva­ mente, al Cardenal Infante. Cordeses es hombre de fina cuerda espiri­ tual, maestro de 'oración afectiva' —que le acarreó fuertes disgustos en el seno de la Compañía 35—; su actuación en el asunto es, por lo mismo, de particular interés. El 22 de julio de 1576 escribe y besa las manos a 34 cf. ib. 35 Cf. A. Astráin, o. c., III, págs. 181-189; I. I paraguirre, o. ., II, págs. 512-526; y especialmente: Obras espirituales del P. Antonio Cordeses, Primera parte, ed. A. Yanguas, Madrid, 1953 (págs. V-XXXVI: «Prólogo»). c

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Su Alteza el Cardenal Infante y le da las gracias por sus mercedes a la Compañía y por lo que ha hecho en el caso de fray Alonso. A continua­ ción, entrando en materia, acusa y suplica: «Suplico a V. A. que no alce la mano del negocio, atendiendo que el dicho fraile no ha pretendido herir a dos o tres o seis de la Compañía, que si eso hiciera fuera tolerable; pero ha pretendido arruinar toda la Compañía universal, imponiéndole cuatro gravísimos crímenes: — El uno, que por la Compañía se ha levantado en la Iglesia de Dios la más pestilencial y dañosa herejía que hasta aquí, para ruina de toda la Iglesia universal, y que tiene cundido ya mucho, y que cundirá si no se ataja; y con esto contamina la doctrina de la Compañía, espe­ cialmente la oración mental y los términos de ella, con la confesión ge­ neral, no dejando palabra ni modo de hablar, y que con ella tratamos con el Demonio y lo adoramos; y divide la Compañía en heresiarcas, entre los cuales cuenta a fray Luis de Granada, y en hombres enviados por ellos a pervertir y engañar, y en hombres que aprenden en la Com­ pañía, canonizando a los que se salen de ella, y en hombres que son secuaces de la doctrina de la Compañía; y dice que ya tenemos perver­ tidos a muchos Prelados de la Iglesia, que son devotos nuestros; — El segundo crimen es que somos hechiceros, que tenemos concier­ to con el Demonio, de manera que por ellos tenemos atapadas las bo­ cas a las gentes para que no hablen contra la Compañía ni denuncien de ella; — El tercero es que, a título de enmendar las faltas, revelamos con­ fesiones; — El cuarto, que somos deshonestísimos. Y de tal manera ha emprendido este hombre esta guerra, que no ha dejado de mover piedra alguna contra la Compañía. Porque por los pulpitos ha predicado contra ella, en conversaciones particulares lo ha divulgado, y ha dado sobre lo mismo Memorial al rey Philipe y lo ha dado muy más copioso al Santo Oficio de Castilla. En el cual hizo tal mella que de su Memorial sacó el Santo Oficio edictos públicos y los publicó por las iglesias, y comúnmente entendió el pueblo que eran contra la Compañía; y, sin duda, ha hecho otras diligencias contra la Compañía, por lo cual merece, a mi juicio, el fraile la pena del tabón y es aire el castigo que le han dado, como lo verá V. A. por la carta del Inquisidor. Suplico a V. A. que no se contente con lo hecho en este negocio, salvo el mejor juicio de V. A. Tiene, a mi juicio, para castigar al dicho fraile dos medios: el uno es que V. A. en ese Santo Oficio de Portugal proceda contra el fraile hasta donde llegaren los términos de justicia y después 185

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con requisitoria pida el fraile al Santo Oficio de Castilla, que, como a menudo el Santo Oficio de Castilla tiene necesidad del Santo Oficio de Portugal en cosas semejantes, no creo dejará de prender y enviar el fraile preso a ese Santo Oficio; el segundo es que V. A. haga el proceso al fraile y lo envíe auténtico al Papa y le suplique que lo castigue, y el Papa creo yo lo mandará ir preso allá, o a lo menos lo citará personal­ mente, y allí Su Santidad hará cumplida justicia de él» 36. Cordeses cumple lo acordado en la Consulta; mas ¿no adopta un tono acalorado, apasionado, afectivo, sanguíneo? Da la sansación de que sale a la vez por los fueros de la Compañía y de la oración, ambas mal­ paradas en los Memoriales de fray Alonso. Por la doble súplica, por la exposición sumariada de los 'delitos’ de fray Alonso, por los medios que propone —no alzar la mano, exigir la pena del talión, prender y procesar al fraile y remitirlo al Papa—, ¿no está cayendo en demasía? En el uso de los modos diplomáticos Cordeses es poco hábil. Más aún: poco jesuita, aunque ama entrañablemente la Compañía. Con la misma fecha y por el mismo correo mandó otra carta al confesor del Cardenal Infante, es decir, al padre León Enríquez; el tono es todavía más punzante, más espontáneo: fray Alonso es «un diablo encarnado»; «ha hecho infinito daño, porque, sin duda, como el mismo Inquisidor General ha dicho al dicho Manuel Antúnez, por la denunciación del di­ cho fraile han prendido los que están presos en Llerena por alumbrados y inficionados de la doctrina, de la cual el mismo fraile hace inventores y heresiarcas a los de la Compañía y a fray Luis de Granada; y por ra­ zón de aquella prisión, me han certificado que más de cinco mil perso­ nas, que frecuentaban los sacramentos en Extremadura, han vuelto atrás; y como de lo que el fraile denunció contra la Compañía los Inqui­ sidores han sacado edictos, en los cuales tratan tanto de la oración, hoy día apenas hay hombre que ose tratar de oración, y no poco se ha des­ acreditado la virtud. Y nosotros, sin duda, por largos días habernos aquí sentido muchos de los oficiales del Santo Oficio enconados contra nosotros, sin saber el por qué, y algunos de nosotros fuimos avisados que en todas las Inquisiciones particulares de España estaba ordenado se hiciesen informaciones contra la Compañía. También, como- muchísi­ mos entendieron que los edictos que se publicaron en España eran con­ tra la Compañía, no pocos se recelaron de la doctrina de la Compañía.» Cordeses, a quien el castigo dado por el Inquisidor Mayor a fray Alon­ so le parece «cosa de aire», insta al padre León: «Vuestra Reverencia, por amor del Señor, haga justicia en que Su Alteza prosiga por la honra de Dios esta causa hasta los últimos términos de la justicia» 37. 36 Véase texto íntegro infra: Doc. 124. 37 Véase texto íntegro infra: Doc. 125. 186

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El austero, el místico, el admirado y discutido Cordeses se explaya a sus anchas, exagerando tanto y más que fray Alonso, y pidiendo la justicia del talión, cosa que fray Alonso no menciona nunca. El Cardenal Infante, temperamento enérgico, azuzado por su emba­ jador, por su confesor, por las súplicas de Cordeses, si no llegó a perder los estribos, sí apretó espuelas, revolviendo Madrid con Roma, queján­ dose y pidiendo justicia al Rey, al Nuncio, al Papa, y ordenando a Ma­ nuel Antúnez que instase. Y el Rey y el Nuncio y el Secretario de Estado de Gregorio XIII y toda la Corte entran en la danza. Cedemos otra vez la palabra al padre Francisco de Porres: «Cuando el Cardenal Infante escribió a la majestad del rey Don Felipe, escribió también al Sumo Pontífice y envió traslado auténtico de los Memoria­ les o libelos infamatorios. Su Santidad, por medio del Cardenal de Como, su Secretario, escribió al Ilustrísimo Nuncio que reside en esta Corte que procurase que el dicho fraile fuese castigado; y así Su Señoría hizo algunas diligencias con el Inquisidor General, las cuales todavía habrán aprovechado» 38. De nuevo tiene la palabra el P. Porres: «Escribió el Cardenal Infante una carta muy larga al secretario suyo, que se llama Manuel Antúnez, el cual está en esta Corte entendiendo en el negocio. En ella le manda que hable a la majestad del rey Don Felipe y le dé dos cartas suyas que le envía, en las cuales se queja del poco castigo que se había dado al frai­ le y pide que se cometa el negocio al Nuncio de Su Santidad que reside en esta Corte, para que conozca del caso jurídicamente; y escribe al Nuncio sobre lo mismo; y también escribe a Roma, a todas partes con harta fuerza y encarecimientos; y manda a Manuel Antúnez, su secre­ tario, que informe a Su Majestad de palabra y le muestre los libelos o Memoriales de fray Alonso de la Fuente, leyéndole algunas cosas de ellos. Estas cartas y recaudos llegaron a esta Corte ayer, 9 de agosto. Su Majestad está en El Escorial. Dicen vendrá a esta villa pasado hoy, [10 de agosto, 1576] día de San Lorenzo, que se hace allí la fiesta; que, viniendo, está determinado el dicho Manuel Antúnez de hacer lo que el Cardenal le manda; y si no viniere dentro de dos días, irá al Escorial» 39. No conocemos todas las cartas que el Cardenal Infante mandó re­ dactar y envió a Madrid y a Roma. Sí hemos visto las dos destinadas a Felipe II. En la primera, que es la más larga, le dice: «Mucho querría excusar de escribir ésta a V. A., mas la conciencia y desquitación de ella no me dejó, porque después que escribí a Manuel Antúnez, mi capellán, que envié al negocio de fray Alonso de la Fuente, que si viese y hablase primero a V, A. y le dijese lo que le tenía respon­ 38 Vid. infra: Doc. 16. 33 Ib.

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dido, le pidiese que, si pudiere ser, mandase que le diesen certificado auténtico, y, esto para salir del negocio, por el disgusto que recibí de la manera que lo trataron.» El párrafo permite entrever que el Cardenal Infante, a pesar de no estar contento del modo con que la Inquisición es­ pañola resolvió el negocio, se conformaba, para salir de él, con un certifi­ cado auténtico de los Inquisidores. No lo quisieron dar. Don Enrique se lamenta; fray Alonso ha cometido un grave delito contra la Compañía y contra fray Luis: «Pues ¿así ha de pasar una cosa como ésta... sin un gran castigo? Que se sepa también que se le dio por esto, y que trató tan gran falsedad, principalmente donde lo afirmó y dio por escrito.» Añade aún: «Todo esto se quiere encubrir y disimular; quisiera yo de­ jar el negocio por desesperar de remediado por esta vía. Mas parecióme, después de haberlo pensado, que no hacía con V. A. ni con ninguno lo que debía en no darle cuenta de lo que pasaba y en no pedir a V. A.... quiera juzgar por sí si en esto es necesario lo que arriba digo, y ver dos o tres renglones que van en los papeles de fray Alonso rayados por de­ bajo, que le mostrará este mi capellán, donde verá la grande culpa y atrevimiento de este fraile. A Su Santidad le he hecho saber lo que pasa en este negocio, por lo que allá se había de decir de él. A su Nuncio, que reside en esa Corte de V. A., competía más propia­ mente el castigo de este fraile, por ser exento de la otra jurisdicción eclesiástica y cometer esta culpa como persona particular» 40. Esta primera carta insinúa la «vía del Nuncio»; con todo, Don Enri­ que está fluctuando entre dar por finiquitado el pleito, aunque no re­ suelto a su gusto, o pedir su revisión. De hecho, la carta, escrita el 13 de julio, no la despachó hasta después de recibir las de Antúnez y Cordeses; la segunda, fechada el 1 de agosto, reanuda la instancia de mane­ ra decidida; la solución de Don Gaspar de Quiroga «por vía de carta privada» —que ya quedó extractada y glosada a propósito de la senten­ cia salomónica— le ha desagradado y pide que, para hacer justicia, se encomiende en segunda instancia al Nuncio: «Porque tengo escrito largo a V. A. los días pasados..., y Manuel An­ túnez, mi capellán, no dio la carta a V. A. por la razón que él dirá, ahora le mandé que la dé juntamente con ésta, porque me obligó a tornar a escribir a V. A. ver lo que el Inquisidor General de esos Reinos me es­ cribió sobre este negocio, como Manuel Antúnez dirá a V. A. Por lo cual parece que ya no hará más en ello, siendo razón que se acrecentase más el castigo y satisfacción de fray Alonso, pues se va sabiendo el más daño que ha hecho, demás de los papeles que Manuel Antúnez mostrará 40 T e x t o í n t e g r o infra: Doc. 121.

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a V. A., con sus sermones y cosas que decía de la Compañía y del padre fray Luis de Granada y sus libros.» La instancia se resume en poner el 'negocio' en manos del Nuncio: «Hará muy gran servicio a nuestro Señor» si encomienda «al Nuncio de Su Santidad que conozca jurídicamente de las culpas de fray Alonso y le dé el castigo que conviene para el remedio y satisfacción del daño que ha hecho. Y si en esto hubiere dificultad, que haga información y proceso de ellas para enviarlo a Su Santidad, que provea en esto lo que le pareciere más servicio de nuestro Señor y bien de la justicia.» En fin, Don Enrique, a quien el escrúpulo de conciencia mueve «a pedillo a V. A. y darle pesadumbre con mis cartas», termina rogando a Felipe II que oiga a Manuel Antúnez y le haga saber lo que «V. A. en esto ordena» 41. El padre Francisco de Porres precisa que el correo del Cardenal In­ fante llegó a la Corte de Madrid el 9 de agosto de 1576. Como procura­ dor de la Compañía, consulta al P. General Everardo Mercuriano si con­ viene o no «que, de parte de la Compañía y de parte de fray Luis de Granada, se diese poder para la causa» a Manuel Antúnez; aunque es verdad que «hasta ver lo que Su Majestad manda acerca de este negocio no se puede hacer diligencia alguna ni tomar resolución» 42, está pen­ sando en mover los resortes necesarios para investir de plenos poderes al embajador del Cardenal Infante. ¡Qué ingenuidad, que falta de perspectiva política! Ni Porres, ni Cordeses, ni Antúnez, ni el mismo Don Enrique se percataron de que la «vía del Nuncio» era más escabrosa que todos los delitos posibles e imposibles del malandado fray Alonso. ¿No estaba reciente el caso de Carranza? ¿No abría un portillo en el muro de la Inquisición, brazo fuerte de Su Majestad, la demanda de 'encomendar' al Nuncio y al Papa el negocio? ¿No implicaba un desprestigio para el honrado proceder de la Inquisición, que había juzgado y sentenciado ya, avocarlo a tan alto tribunal? ¿No estaban poniendo en tela de juicio la justicia del Santo Oficio? Quien captó inmediatamente el sesgo arriesgado del plan fue Nicolás Ormaneto, Nuncio del Papa en la Corte de Madrid. Le presionan desde Evora, desde Roma y, sobre todo, Antúnez y los jesuitas en la Corte. No por ello pierde la visión serena del asunto: la única vía viable es la diplomática. Nos interesa enormemente analizar la intervención de Ormaneto en el pleito contra fray Alonso. La sagacidad, las virtudes, el decidido apo­ yo a la 'reforma' teresiana, el fervor jesuítico y el deseo del Nuncio de 41 Texto íntegro ib.: Doc. 126.

42 Relación: infra, Doc. 16.

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complacer al Cardenal Infante dan un valor extraordinario a su diverso modo de enfocar la espinosa cuestión. Mientras Manuel Antúnez va y viene, un poco perdido en el laberinto de la Corte y un mucho azuzado por los que piden justicia a ultranza, Nicolás Ormaneto sabe dónde pisa y, sin sacudirse de encima el ne­ gocio, rehúye a toda costa que las riendas le caigan en las manos. 9.

La

intervenciónn diplomática del

N uncio

Por las cartas del Cardenal Infante y por las Relaciones del padre Francisco de Porres sabemos que el ‘negocio’ de fray Alonso llegó a Roma: primero como información; después como apelación. En el Ar­ chivo Secreto del Vaticano, en la sección Nunziatura di Spagna, se con­ servan, al menos en parte, los documentos fehacientes de esas diligen­ cias: copias autenticadas de los Memoriales de fray Alonso, cartas del Nuncio Nicolás Ormaneto... El 18 de julio de 1576 escribe Ormaneto al Cardenal de Como, Secre­ tario de Gregorio XIII, acusando recibo de una carta, datada el 1 de junio, en la que le ordena intervenir en el caso de fray Alonso. Es evi­ dente que Don Enrique había informado al Papa de los ‘escritos’ del 'fraile castellano'. El Nuncio responde: no sé qué más podré hacer de lo que he hecho hasta este momento. «El señor Cardenal de Portugal ha recurrido aquí al Santo Oficio de la Inquisición para hacer castigar a este jrate, enviando cartas al Inquisidor Mayor, al Rey y a mí. El Santo Oficio ha procedido contra il jrate y lo ha castigado, según me afirmó el señor Inquisidor». «El único punto de divergencia —precisa Orma­ neto— consiste en que el agente del señor Cardenal pide un atestado del castigo del jrate y el Inquisidor no se lo quiere dar, pues dice que basta que il jrate haya sido castigado y que no es costumbre del Santo Oficio dar semejantes lettere testimonian». «Por mi parte —continúa— no he dejado de hacer en todo esto lo que me ha sido posible; y últimamente, después de recibir la carta de Vuestra Señoría Ilustrísima, he hablado con el señor Inquisidor y he sabido que la cosa estaba ya arreglada, y que el agente del Cardenal partirá satisfecho, habiéndose resuelto el señor Inquisidor a complacer al Cardenal Infante con una carta perso­ nal, con lo que se contenta su agente» 43. Luego, como hemos visto, no se contentó. Surgen las complicaciones ya descritas, se reanudan las hostilidades a campo epistolar abierto. El Cardenal de Como vuelve a urgir al Nuncio que intervenga. Y el Nuncio obedece. El 18 de agosto de 1576, Felipe II —que prolongó su estancia 43 T e x t o o r ig in a l infra: Docs. 118 y 123.

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en El Escorial más de lo que el padre Porres suponía, recogiendo ru­ mores cortesanos— recibió en audiencia a Ormaneto. Era un sábado. El Nuncio trató y despachó con el Rey los asuntos que la carta cifrada del Cardenal de Como le apuntaba; casi al final de la entrevista hablaron de las instancias del Cardenal Infante. Ormaneto se apresuró a informar al Cardenal de Como: según le ha­ bía comunicado en la anterior, estaba todo arreglado; «y era verdad cuanto al agente de Don Enrique, que obtuvo lo que había pedido». Es a saber: la carta del Inquisidor, certificando del castigo impuesto a fray Alonso. Sin aludir a la mano misteriosa que mueve las aguas, el Nuncio añade que el Cardenal Infante, suo padrone, no se ha contenta­ do y torna a instar para que este frate sea castigado más severamente y que se haga mayor demostración a favor de los ofendidos. Felipe II, prosigue, desea que se arregle el enojoso asunto, y que, por haber inter­ venido ya en él el Santo Oficio, no es de su real agrado que otros pon­ gan la mano en la cosa, porque ello entrañaría un golpe para la repu­ tación de la Inquisición. «Digo esto por mí, concluye, porque el Carde­ nal Infante quisiera que yo tomase en mano esta causa, y en ello ha in­ sistido, pero yo no veo cómo poderlo hacer sin chocar (venire a qudiche gran garbuglio) con el Santo Oficio y sin disgustar a Su Majestad; ade­ más, la carta de Vuestra Señoría Ilustrísima no me encarga otra comi­ sión sino que me informe y procure el castigo; yo estoy sobradamente ( troppo) informado de los Memoriales de este fraile, y he hecho una gestión eficaz con el señor Inquisidor, que ha actuado ya; en fin, el Car­ denal Infante recurrió en primera instancia al Santo Oficio, y el Inqui­ sidor General dice que no puede hacer más de lo que ha hecho, por motivos razonables a los que no debe dársele publicidad, y también por­ que este fraile, aunque se desmandó ( s é disconciato) en esos escritos, en otras ocasiones ha sido útil al Santo Oficio.» «Así están ahora las cosas; yo intentaré hacer una nueva gestión con el señor Inquisidor para ver si se puede ganar algo más y calmar al Cardenal Infante. No se puede negar que il frate se ha portado muy apasionadamente, imprudentemente e indiscretamente, y que merezca mayor castigo del que se le ha dado, pero muchas veces el contrapeso de otros inconvenientes y respetos no deja hacer todo lo que se qui­ siera» 44. Aun inclinándose, por afecto personal a los ofendidos, a un mayor castigo de fray Alonso, cuyo comportamiento juzga sin paños calientes, Ormaneto no traspasa la frontera de las vías diplomáticas . En cambio, Manuel Antúnez... . 44

T e x t o o r i g i n a l infra: Doc. 130. 191

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10.

Manuel Antúnez,

en el laberinto de la

Corte

Por dos veces ha dicho Ormaneto que Manuel Antúnez se había con­ tentado al obtener del Inquisidor General lo que deseaba: una certifi­ cación de que fray Alonso fue castigado. La gestión del emisario del Cardenal Infante estaba cumplida y certificada. Hubiese quedado de perlas tomando el rumbo de Evora; pero lo volvieron a meter en el la­ berinto de la Corte; y de un modo categórico: por expresa orden de su señor. Y él, secretario celoso y bondadoso, inexperto en intrigas y esti­ los cortesanos, se perdió en ese laberinto, se puso tozudo y, a la postre, saldrá con la derrota encima. Ni siquiera le permiten que pueda saludar, para despedirse, al Rey. Todo lo traman sus colaboradores, todo lo de­ ciden ellos, especialmente Gabriel de Zayas y el Inquisidor General. Ma­ nuel Antúnez se agarra a todos los clavos; mas todos los clavos, serios o sonrientes, se le sueltan y cae al suelo; se indigna, clama; todo en vano. El único punto donde hace pie es el Colegio de la Compañía, pero aun allí le empujan a dar la cara y se quedan detrás de la puerta esperando, sin comprometerse, el desenlace. La sugerencia del padre Porres de dar­ le un «poder» no fue atendida. Manuel Antúnez lucha solo y en soledad. De lo que hizo, de lo que intentó y de lo que sufrió, algo podemos entrever leyendo sus apuntes. No conocemos la «carta muy larga» que le mandó, con instrucciones precisas, el Cardenal Infante; el padre Porres la vio 45, pero no la ex­ tractó. El contenido principal consistía en presentar al Rey la segunda instancia. Sí hemos visto —y entrevisto quiénes le ayudaron a hacerlo— una copia de lo que en precedencia Antúnez propuso al Cardenal Infante 46. Las principales observaciones son: 1°) No se procedió jurídicamente contra fray Alonso. 2.°) Parece que se podría proceder en Portugal con­ tra él, ya que allí cometió sus culpas. 3.°) En Madrid han pretendido disculparlo, diciendo que no habló contra la Compañía o contra fray Luis de Granada, sino contra los que usaban mal de su doctrina: «O In­ quisidor Geral, falando conmigo per vezes, quis dar este sentido». 4.°) Lo destierran a Sevilla, a Portaceli, lugar que más parece premio que cas­ tigo, pues allí hay abundancia de pescado y allí suelen enviar a los re­ ligiosos que merecen o necesitan regalo: «... demostragáo matemática por donde Sua Maestade pode entender quam mal olhado foi este caso pello que quis ser juez nelle». 5.°) Durante cuatro meses lo han tenido a la expectativa danfdo] largas y rodeos, sin querer confesar que el caso 45 Cf. infra: Doc. 16. 46 ANTT (Lisboa), Ms. da livrería, 1629: Cartas dos Inquisidores Gerd.es de Cas­ tilla ao Confessor de S.M. y de outras pessoas, ff. 23 r-25 r. 192

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no pertenecía a la Inquisición, como ahora Su Majestad me ha manda­ do decir: casi siempre anduvieron «equivocando e usando de artificios para frustrar o castigo», mostrándose en todo protectores de fray Alon­ so, por lo menos el Inquisidor General, ut verum loquar, que en cuatro meses no quiso darme respuesta in scriptis, «que foi cousa que Sua Maestad entendo que extranhou». 6.°) El Rey autoriza que se pueda tratar el asunto ante el Padre Provincial de fray Alonso, pero mal puede el Padre Provincial hacer justicia, pues la Orden lo defiende y un padre dominico, sobrino del Inquisidor General, vino a interceder por el reo 47. Y 7°) En fin, Antúnez asegura que D. Cristóbal de Moura le dijo que Zayas estaba molesto con el Inquisidor General. Y de vez en cuando, un poco aturdido de los rumores cortesanos, de los chismes volanderos y del cansancio en la sala de espera, invoca el Deus est mihi testis en apo­ yo de su sinceridad. Recibida la orden de presentar en segunda instancia el pleito, 9 de agosto de 1576, esperó el retorno del Rey a Madrid; los rumores propa­ laban que regresaría pasada la fiesta de San Lorenzo; pero los rumores no se confirmaron. Antúnez estaba decidido, según la segunda Relación del padre Francisco de Porres, a ir al Escorial si Felipe II retrasaba la vuelta. Y allá se fue, a presentarle la apelación. No sabemos si lo recibió nuevamente el Rey o tuvo que contentarse con exponer a Zayas sus co­ misiones y pretensiones y entregarle el Memorial que llevaba preparado. El alegato consta de dos partes: 1.a) Impugnación de lo que se ha hecho con fray Alonso, que merece mucho mayor castigo. 2.a) Instancia de que se le castigue «debidamente», pues sólo así se restituye «a fama de possoas bem religiosas e de tanta virtude, letras e exemplo como sao os padres da Companhia de Jesús e fray Luis de Granada, que este frade pretendeo obscurecer com suas palabras e scriptos, e os homés que estaváo intimidados por esta causa, como se pode ver pello memorial que se offerece, tornasen a proseguir o caminho da virtude»; por otra parte, ni es negocio de la Inquisición, pues no hay herejía por medio, sino infamia, y no hubo acusación, ni defensa judicial, ni sentencia, ni pena: «Porque estar en mosteiro de su Orden nao es pena»; «ser pri­ vado de entender ñas cousas do Santo Officio tampouco es privacáo penal, porque elle nao era official»; pide, por tanto, a Su Majestad que remita el asunto al Nuncio «e lhe dé seu beneplácito» para que, confor­ me a los poderes que tiene como Legado, «faga autos» y los mande a Su Santidad, quien dará la justa, inapelable sentencia48. 47 Efectivamente, D. Gaspar de Quiroga tenía un sobrino dominico: fray Diego de Alderete', hijo de Francisco de Alderete y María de Quiroga (ésta, hermana del Inquisidor General). No consta que la visita al tío estuviese motivada por lo que sospecha Antúnez. 48 ANTT., Ms. 1629, f. 21 r-22 v. («Copia do memorial que dei a S.Mde. com as cartas de S.A.»). 193

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En verdad, Antúnez, con toda la buena fe del mundo y con dinámica e impaciente fidelidad a su señor, pedía mucho. Pero ¡no sabía lo que pedía! Zayas, que se ocupaba de las cosas de Portugal, debió ser quien atendió a Manuel Antúnez. Le pidió, con sagacidad diplomática y con los buenos modos que le distinguían, que le diese un traslado de la carta del Inquisidor General al Cardenal Infante sobre cómo se había despa­ chado el 'negocio' de fray Alonso; Antúnez se la preparó pronto 49. Tam­ bién le habló Zayas de que quizá fuese posible conducir a fray Alonso, con permiso de su Provincial, a Portugal y allí se le podría instruir el proceso 50. Una contrapropuesta a la propuesta, para sacar hábilmente el 'negocio' del cauce por donde Antúnez quería encarrilarlo. Y, clavando el aguijón suavemente, quizá también Zayas aludió a que el 'negocio' era muy complejo; y que Su Majestad, que tanto quería complacer a su tío Don Enrique, no podía resolverlo, a pesar de sus deseos, por sí solo. En esta ocasión o en otra anterior —no podemos precisar la fecha—, Zayas insinuó, interrogante, si Don Enrique estaba dispuesto a llevar el 'negocio' adelante, aun contra la voluntad de Felipe II. Una carta sin data de Antúnez a Zayas responde que en ninguna manera. Lo curioso de la carta es que Antúnez parece que no captó la insinuación y sólo más tarde, repensando la charla, cayó en ella y se apresuró a clarificar a Zayas que las intenciones de su dueño eran no proceder «por via algüa que possa o parega ser contra a vontade de S. M.» 51. Zayas pasó las cartas del Cardenal Infante y el Memorial de su secre­ tario-embajador a Felipe II; de palabra le informó también de lo que Antúnez le dijo. Y Felipe II, con su proverbial prudencia, le ordenó que lo pasase todo al Inquisidor General, con ruego de interesarse y mani­ festarle su punto de vista para así poder contestar pronto a su tío Don Enrique. 11.

E l Cardenal E nrique

pierde la segunda instancia

Don Gaspar de Quiroga estaba ya harto de 'negocio' y de cartas y de presiones y de instancias. Examinó pacientemente los viejos y los nuevos papeles que, de parte de Felipe II, le entregó Zayas. La política y el poder se entrometían en el acotado recinto de la Inquisición. Don Gaspar de Quiroga dio una respuesta acerada, tajante. Zayas la presen­ tó al Rey en un documento elaborado cuidadosamente; en él están refle­ jadas la entereza de carácter del Inquisidor General, su innata bondad, su inflexible honradez y sus ideas claras. Expone los hechos con detalle 49 Ib., f. 19 r-v.; original en: AGS.: Estado, leg. 393, f. 211 r-v. so Ib., f. 23 r. 51 AGS.: Estado, legajo 393, f. 212 r. 194

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y orden, defiende la rectitud del Santo Oficio y pesa los méritos y de­ méritos de fray Alonso, el hombre del banquillo, el asendereado quijote antialumbradista. Cuando tan poderosos personajes piden la cabeza de fray Alonso al Inquisidor, el Inquisidor teje la tela transparente de sus culpas, pero también la de sus servicios, la de su celo por la causa de la fe, la de sus letras. El formidable alegato del Inquisidor General es una apología de fray Alonso, un categórico rechace de la instancia, y, en fin, una sentencia. El documento no tiene desperdicio. Consta de nueve artículos. Helo aquí: [l.°] «Que el dicho fray Alonso de la Fuente, religioso de la Orden de Santo Domingo, es letrado y celoso del servicio de Dios y de las co­ sas de nuestra santa fe católica, y que, como tal, vino aquí a dar noticia al Santo Oficio del daño que había en algunas partes de Extremadura en lo de la herejía de los Alumbrados, de los cuales por su industria y aviso se han prendido muchos, así hombres como mujeres, y cada día se van descubriendo más. [2.°] Que con el mismo celo pasó a Portugal y advirtió a los inqui­ sidores y, por su orden, al Cardenal Infante de que entre los de la Com­ pañía de aquel Reino había algunos tocados de este error, y que en el Libro de la oración, de fray Luis de Granada, había algunas palabras de que se podía sospechar que tiraban a lo mismo; y de lo uno y de lo otro dio Memorial en escripto al Cardenal y se volvió a Llerena, sin que le dijese que había hecho mal, antes los inquisidores le agradecieron mucho el aviso; y si Su Alteza entendiera que merecía castigo, se lo pu­ diera dar como Inquisidor General de aquel Reino, pues lo tenía en su distrito. [3.°] Algunos días después de vuelto a Llerena el dicho fray Alonso, envió el Cardenal Infante al dicho su capellán al Inquisidor General, que estaba en Cuenca, con una carta en que se quejaba mucho del dicho fray Alonso, diciendo que había infamado a los de la Compañía y a fray Luis de Granada, y pidiendo le castigase ejemplarmente. [4.°] Respondióle que mientras allí estaba no podía hacer provisión sobre este caso, pero que, venido aquí, lo comunicaría con los del Con­ sejo de la General Inquisición y se proveería lo que fuese justo, con particular respecto de servir y dar contentamiento a Su Alteza en todo lo que hubiese lugar. [5.°] Con esto se volvió aquí el capellán y, venido el Inquisidor Ge­ neral y tratado en Consejo del caso del dicho fray Alonso —aunque en rigor no era de Inquisición—, le enviaron a llamar en el hervor del ve­ 195

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rano; y llegado aquí, adolesció y estuvo más de veinticinco días en Ato­ cha con harto trabajo y necesidad, al cabo de los cuales el Inquisidor General, con acuerdo y parescer del Consejo, le mandó venir a su posa­ da, donde le dio una reprehensión tan ancarescida que le costó hartas lágrimas; y, en resolución, se le mandó que fuese a estar recluso en el monasterio de Portaceli, junto a Sevilla, que es de su Orden, por el tiem­ po que fuese la voluntad del Inquisidor General, y que no entendiese más en cosa ninguna del Santo Oficio; y aunque él pretendía ser agra­ viado, obedesció y fue a cumplir su reclusión; y el obispo [de Cuenca, Don Gaspar de Quiroga, Inquisidor General] lo escribió así al Cardenal [Infante] a instancia del embajador Don Duarte de Castelbranco, que solicitaba el negocio juntamente con el capellán, el cual mostró estimar­ lo en mucho y que se le diese aquella carta, como se hizo, y la envió luego a Su Alteza. [6.°] Que con esto piensa el Santo Oficio haber hecho muy bastan­ te y aun demasiada demostración con el dicho fraile: lo uno, porque, bien mirado, no era negocio puro de Inquisición; y lo otro, porque nun­ ca el Consejo de la General [Inquisición] conosce en primera instancia, tanto más no habiendo precedido acusación, ni formado proceso, ni héchose otro acto jurídico contra el dicho fraile. [7.°] Que por haber descubierto una tan gran mina era justo tener cuenta con su persona, y principalmente que sería ocasión que otros no osasen venir a denunciar de casos semejantes; y lo que más es, que se vendría a enflaquescer y desacreditar lo que descubrió y se va haciendo en Llerena contra los que han delinquido en este delicto y error de los Alumbrados. [8.°] Que por estas causas no se puede ni debe hacer lo que de nuevo pide el Cardenal Infante contra la persona del dicho fraile, ni mucho menos se debe dar lugar a que el Nuncio se entremeta en las cosas del Santo Oficio, ni que se remitan a Su Santidad, pues sería una introducción tal que por ella se llevarían a Roma todos los negocios de Inquisición, que sería de la consecuencia e inconveniente que se deja considerar. [9.°] Y así paresce al obispo que Vuestra Majestad puede mandar responder al Cardenal que tiene entendido haberse hecho lo justo y lo posible en este negocio, y que por vía de Inquisición no se puede pasar más adelante contra el dicho fraile. Pero que si Su Alteza quiere —aun­ que tampoco se acostumbra pasar a otro tribunal los negocios de que una vez ha conoscido el Santo Oficio—, se podría hacer recurso a su Provincial para que, como su superior y juez competente, examine su culpa y lo castigue conforme a derecho; y que para ello mandará Vues­ 196

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tra Majestad escribir al dicho Provincial que haga justicia con toda se­ veridad y escarmiento» 5253.

12.

Carta

del

R

ey

a

su

t ío

El tono del Inquisidor es acerado y digno. Se «ha hecho muy bastan­ te y aun demasiada demostración» de mano dura con fray Alonso. ¿Por qué insisten? La cláusula final deja entrever que Manuel Antúnez es un personaje 'no grato'. El Inquisidor General desea que se vaya, que lo deje en paz y que el Rey no lo reciba ni siquiera para decirle adiós. Felipe II se informó 'muy de fundamento', leyó el informe del Inqui­ sidor General y, sin mudar una jota, ordenó a sus secretarios preparasen una «minuta de carta de mano de Su Majestad al Cardenal Infante». Allí mismo, en El Escorial, la copió de su puño y letra. La carta fue en­ tregada probablemente a Manuel Antúnez. Quedó en el archivo la «mi­ nuta». Que en sustancia dice: recibidas las dos cartas últimas del Carde­ nal Infante, ha procurado informarse bien del negocio y halla «que por la vía de la Inquisición no se ha podido ni puede pasar más adelante contra» fray Alonso de la Fuente; «pero si Vuestra Alteza no queda sa­ tisfecho, y quiere que su Provincial conozca de sus culpas, podrále mandar enviar V. A. los recaudos necesarios, que yo le mandaré escri­ bir que los mire con mucha atención y provea lo que fuere razón y jus­ ticia». Eso mismo se «ha dicho en particular al capellán de V. A.». Se despide como «buen sobrino» el 22 de agosto de 1576 5S. Definitivamente, la segunda instancia estaba perdida. Manuel Antúnez recogió sus armas y sus bártulos y se alejó del labe­ rinto de la villa del oso y del madroño. «Antes de la partida [...] pidió en el Consejo de la General Inquisición los libelos [...] y se los manda­ ron dar; y así los llevó a Portugal» 54. Don Enrique no tuvo más remedio que desistir y 'alzar la mano' del negocio. La 'vía del Provincial', que le proponen como única salida, no es airosa ni clara. En la correspondencia de los meses sucesivos entre el tío y el sobrino —el Cardenal Don Enrique y Felipe II— no vuelve a sacarse a relucir el asunto de fray Alonso. Hay sobre el tapete otras cuestiones más graves que resolver: la más urgente consiste en el rum­ bo fatídico, para la patria y para la religión, que va tomando el Reino 52 Ib., ff. 213 r-214 v. 53 Ib., f. 215 r. 54 F. de P orres, Primera parte de la Historia..., lib. V, cap. 4, f. 298. Por supuesto, en el Colegio quedaron copias; además de la enviada a Roma, se repartieron otras a los Provinciales. De hecho, esos papeles de fray Alonso, que constituyen el cuerpo del delito de su lance portugués, son los que se conservan en mayor número actual­ mente en bibliotecas no «inquisitoriales».

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luso en las manos del rey Don Sebastián. Don Enrique lo sabe. Y pide ayuda y consejo a su poderoso sobrino, que tampoco pierde de vista la singladura de la nave pilotada por el joven rey luso 55.

13.

La

tregua aparente

La carta de Felipe II a su tío el Cardenal Infante obligó al cese de las hostilidades contra fray Alonso. Al releer la documentación conser­ vada sobre el 'negocio', nos percatamos que más que estallar la paz, sin vencedores ni vencidos, lo que la carta impone es sólo una tregua. ¿Cómo la aceptan, si es que la obedecen, los agraviados? En este re­ codo de nuestra historia es oportuno acudir al P. Francisco de Porres, que quizá nos ayude a salir del interrogante. Uno de los datos valiosos de su segunda Relación —relativa a la segunda fase de la contraofensiva, que está dominada por el hecho de la 'apelación' contra la solución salomónica del Inquisidor General— es el que cuenta la 'mesa redonda' convocada por el padre Cordeses, Provincial de Toledo y a la sazón en Madrid, para deliberar sobre lo que convenía hacer. Seis de los miem­ bros de la 'Consulta' opinaron que «se debían procurar todos los me­ dios» para conseguir que fray Alonso «fuere castigado no en blandura como hizo el Inquisidor General, sino en estricto rigor de justicia». En­ tre los seis que son de este parecer distinguiríamos, con pocas probabi­ lidades de equivocarnos, al mismo Cordeses, al padre Meléndez Valdés y al padre Francisco de Porres. El séptimo de los que dialogaron en la ‘mesa redonda’ sobre las medidas o estrategia, no sabemos quién fue, 55 El nuevo embajador de Felipe II en Lisboa, Don Juan de Silva, tenía a su señor muy al corriente del sesgo de las andanzas del joven rey Don Sebastián: «es muy amigo de carnero y de torrezno», confidencia en carteo privado: AGS.: Estado, legajo 393, doc. 186. El cardenal Don Enrique, tío carnal del rey adolescente, tam­ bién informa con preocupada puntualidad a Felipe II sobre la conducta de Don Sebastián. El tono es mucho más serio que el de Don Juan de Silva. «Fui a Salva­ tierra [...] a ver al Rey, mi señor, y para hablarle sobre un concierto que hacía con los cristianos nuevos»; Don Enrique amenazó dimitirse de su cargo de Inquisi­ dor General si aquel proyecto se llevaba adelante: Carta a Felipe II, Evora, 12 no­ viembre 1576: AGS.: Estado, legajo 393, doc. 119, f. 223 r. Como se ve, había asun­ tos más álgidos que el de la aventura de fray Alonso, que desazonó tanto a los teatinos. Felipe II contesta a esa misiva de Don Enrique el día 28: «En leyendo la carta de Vuestra Alteza, de 12 de éste, la eché en el fuego, como me advertía, que­ dándome en la memoria los puntos de ella.» En realidad, la carta confidencial no ardió en la lumbre, pues se conserva. Respecto a los «puntos», el Rey Católico co­ menta: «Y en cuanto al primero, que trata del concierto que se hacía con los cris­ tianos nuevos, lo que puedo decir es loar infinito el esfuerzo que Vuestra Alteza hizo para estorbarlo»; el segundo se refería al proyecto, muy avanzado ya, de un encuentro de los dos reyes en Guadalupe; Don Enrique se ofreció a acompañar a su sobrino, que no lo permitió, dándole un pesar más; Felipe II lo consuela, pro­ metiéndole tenerlo al corriente de todo: Ib., doc. 168 198

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ni nos importa; su voz anónima fue voz en soledad y en desierto: opinó que era «mejor disimular y callar y dejar la causa a Dios». El padre Francisco de Porres, que fue uno de los miembros de la Consulta, y ciertamente opinó en contra de ese solitario, anónimo voto, nos da, detallada, una gestión colateral que se acordó unánimemente realizar: «Ultra de lo dicho, pareció que era bien hablar en esta Corte sobre el negocio al Licenciado Negrón, abogado famoso y muy buen cristiano y amigo de la Compañía, el cual había sido muchos años consultor del Santo Oficio de la Inquisición en Sevilla, donde residía; al cual se le dio relación en secreto de lo que pasaba y se le pidió su parecer, para ver qué medio se podría tomar en caso de que el negocio se hubiese de llevar por rigor. Y respondió lo siguiente: — lo primero, que tenía por cierto que el Sumo Pontífice no conoce­ ría [ = trataría] de este negocio ni lo cometería a persona alguna que conociese de él, siendo informado de lo que el Inquisidor General y el Consejo de la Inquisición habían hecho con el dicho fraile, porque él tenía experiencia de otras cosas; — lo segundo que dijo: que le parecía que los de la Compañía no debían de tratar de este negocio procurando mayor castigo para el frai­ le, antes habían de rogar por él y procurar no fuese el negocio adelante, dejándolo a Dios, que volvería por su causa, pues todos aquéllos a cuya noticia hubiesen venido las calumnias del fraile, viendo en la Compañía lo contrario, como lo ven, entenderían ser falsedad; y con esto le pa­ recía que se ganaba la voluntad del Inquisidor General y de los Inquisi­ dores del Consejo Supremo de la Inquisición, lo cual podría aprovechar para muchas cosas y casos que se ofrecen» 56. Lo que dijo el Licenciado Negrón coincide con el voto del único je­ suíta que discordó del criterio común de la Consulta. Ya tenemos dos. Con las precauciones convenientes, se puso en marcha el parecer de la mayoría. El padre Francisco de Porres, solícito Procurador, activó el negocio; Cordeses, Provincial de temperamento, no se frenó, escribiendo las cartas que ya conocemos al Cardenal Infante y al padre León Enríquez, cartas bélicas e incitadoras. Según las ordenanzas de la Compañía, los informes de todo lo que ocurre se van enviando puntualmente a Roma. El mismo padre Porres escribe, hace propuestas, aguarda la contestación para lanzarse a la ac­ ción ofensiva. f.

de P orres, Segundo informe, 10 agosto 1576: texto infra, Doc. 16. 199

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La actitud de los jesuítas ibéricos está oscilando entre agresividad y prudencia. La actitud de los jesuítas romanos es prudencia sola. Everardo Mercurián, primer Prepósito General no español, miró con frialdad el 'negocio' de fray Alonso, que traía en jaque activo a sus súbditos hispanos. Por medio de sus secretarios se limitó a acusar recibo de las Relaciones, informantes e instantes, del padre Porres: «He recibido los Memoriales y los demás pliegos»; «la historia del dominicano se supo acá desde el mes de mayo [de 1576], y el parecer de Vuestra Reverencia acerca del negocio nos pareció acá bien desde el primer día; y así no se ha hecho nada ni se hará oficio ninguno con Su Santidad, sino encomendallo a Dios» 57. Contrasta, sin duda, la actitud, fría y calculada, del alto mando ro­ mano de la Compañía con la actitud, apasionada y agresiva, del grupo hispano que gobernaba Cordeses. La carta al padre Porres está fechada en Roma, 27 de octubre de 1576. Pocas semanas antes, el 17 de setiembre de 1576, enterado ya Mer­ curián de la última —y definitiva— respuesta de S. M. Felipe II, había enviado en mano una carta al Inquisidor General D. Gaspar de Quiroga. Está en todo de acuerdo con él, pues conoce la rectitud del Santo Ofi­ cio y sabe y agradece que Quiroga, juez de la causa, es «padre y protec­ tor» de la Compañía 58. Es el tercer voto; y por ser tercero, resolutivo. Cuando el padre Francisco de Porres redacte su Historia del Colegio de Madrid, en días de más sosiego, trasvasará la sustancia de los ‘he­ chos y dichos' de fray Alonso a ella, casi ad pedem litterae; procura tam­ bién podar la hojarasca pasional y superflua y, sobre todo, tiene cuidado de limar las aristas agudas ele su intervención en el negocio, instalándo­ se adrede en una posición de inculpabilidad. De ahí que los viejos infor­ mes confidenciales nos parezcan más espontáneos y creíbles, más inme­ diatos y vivos, más apasionados y adherentes al entorno del asunto. La Historia, destinada tal vez a la publicidad en letras de molde —no la ha logrado, y no hay muchas probabilidades de que se edite—, difumina intencionadamente el toma y daca que siguió a la aventura de fray Alon­ so en Portugal. Contiene, sin embargo, un par de noticias nuevas, de noticias lumino­ sas. Una, sobre el padre rector del Colegio, que en los días de la frago­ rosa batalla cortesana era el padre Gonzalo Meléndez Valdés; otra, sobre las deliberaciones y acuerdos de la Consulta a raíz de perder el Carde­ nal Don Enrique la segunda instancia. A Gonzalo Meléndez Valdés, 5.° rector del Colegio (1574-1577), le de­ dica el primer capítulo del libro V. Era natural de Valencia de Don Juan 57 ARSI: Tolet. 1, Epist. Gen. 1573-1584, f. 75 v. 58 Véase la carta íntegra: infra, Doc. 131. 200

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(León); Provisor de la diócesis de Badajoz durante el obispado de Don Cristóbal de Rojas, entusiasta de los Ejercicios y de los jesuítas, es per­ sonaje a quien fray Alonso saca a relucir con frecuencia en su Memorial a Felipe II, y ciertamente no para elogiarlo, sino para acusarlo de pro­ motor del Alumbradismo en Extremadura. Meléndez Valdés ingresó en la Compañía. Durante su Rectorado madrileño combinó con el Nuncio un plan de reforma de las viejas Ordenes religiosas; el plan naufragó en agraz; Porres explica a su modo por qué. La tensión y el malestar que despertó ese proyecto no fueron leves. Porres trata de reflejarlos. Al fin, Meléndez tuvo que renunciar a la rectoría y encaminarse a Roma: «Porque los frailes no pensasen que iba el padre Meléndez a Roma a ha­ cer alguna diligencia contra ellos, estando las cosas por acá tan alboro­ tadas, pareció conveniente no decir adonde iba, echando fama que .su jornada era a Santiago, entendiendo por Santiago no el de Galicia, sino Santiago de los españoles en Roma» 59. El lector sonreirá al oír la meli­ flua y equívoca reticencia. El investigador se ve instado a apurar los motivos de aquel viaje, que no se debió a las razones apuntadas, o, cuan­ do menos, no se debió a ésas solas. Al proyecto se le había dado ya car­ petazo, por orden del Secretario de Gregorio XIII. ¿No tendrá algo que ver el viaje de Meléndez con el asunto del Alumbradismo extremeño? Mis conjeturas van por este lado, y me obligan a evocar el dramático episodio de San Francisco de Borja, ocurrido a raíz de la inclusión de sus escritos en el famoso Catálogo del temible Inquisidor General Don Fernando de Valdés. San Francisco de Borja estuvo en peligro de caer en prisión. Para evitar mayores males, el P. Laínez lo instó a salir de 59 F. de P orres, P r i m e r a P a r t e d e la H i s t o r i a . . . , lib. V, cap. 1, f. 276. N. Ormaneto, obispo tallado en la horma tridentina y a imagen de San Carlos Borromeo, tuvo mejores intenciones «reformistas» que tacto. Simpática su ayuda a Teresa de Jesús, fracasó en otros proyectos; la actuación de Mons. Felipe Sega, que le sucedió en la nunciatura de Madrid, es sintomática: escarmentado y proba­ blemente alertado por la Curia Romana, verá incluso con recelosos ojos a la «fémina inquieta y andariega» Teresa de Jesús. Por lo que a los proyectos de Ormaneto atañe, en los registros del Archivio Segreto Vaticano, sección N a n z . d i S p a g n a , abun­ da el material: obtención de Bulas para emprender la «reforma», parones y adver­ tencias del Secretario de Estado, cardenal de Como, disculpas de Ormaneto... El celo le traicionó, tanto en la designación de Meléndez de Valdés como en la del Licenciado Juan Calvo de Padilla; éste era un trotamundos, a quien le pararon los pies encarcelándolo y procesándolo (AHN.: In q ., legajo 3313). Fray Hernando del Castillo escribirá una carta de indignada protesta contra Padilla a Felipe II (Biblio­ teca de la Universidad de Madrid: Ms. 101 de «Papeles varios»); implícitamente, acusa a Ormaneto; Sega dirá que esos tipos eran, más que «reformadores», «defor­ madores» (ASV.: N u n z . d i S p a g n a , t. XI, f. 453 r); Padilla logró salir de la cárcel y que Felipe II, a quien había prestado buenos servicios, lo favoreciese señalándole una pensión económica. Ormaneto, que lo apreciaba excesivamente, escribe en su loa (ASV.: N u n z . d i S p a g n a , t. X, f. 206), pero acabó por quitarle los poderes (ib ., f. 535). A pesar de todo, Padilla prosiguió sus «reformas» y, como he dicho, acabó encarcelado, procesado y, al fin, absuelto. Se refugió, amargado, en Roma. 201

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España rumbo a Roma 60. El caso se repite con el P. Meléndez. El pelh gro es similar y puede que con mayores riesgos de cárcel, ya que Me­ léndez no es el Duque de Gandía. La medida, prudente y oportuna, fue idéntica a la adoptada entonces. Pero, ¿qué fundamento tienen estas con­ jeturas? El padre Cordeses, Provincial de Toledo, fue quien decidió que el padre Meléndez marchase a Roma «para retirarlo de Madrid, e informar al P. General de lo que pasaba» 61. Astráin, que escribe esto, sigue insta­ lado en la perspectiva del frustrado plan de reforma. Y no es por ahí por donde hay que mirar el 'retiro' y el viaje. El mismo Cordeses, con­ tándole al P. León Enríquez, confesor del Cardenal Infante, las conse­ cuencias de la campaña de fray Alonso, le dice que «por largos días habernos aquí sentido muchos de los oficiales del Santo Oficio enco­ nados contra nosotros, sin saber el por qué». Sin duda alguna, el Pro­ vincial no sabía el por qué, atribuyéndolo a fruto de las invectivas de fray Alonso. El Santo Oficio guardaba estricto silencio en sus asuntos. Cordeses no ha individuado aún por qué los oficiales de la Inquisición recelan. No hablan, pero sus gestos son elocuentes. El Padre Rector, que debió echar toda la leña que pudo al fuego para atizar el castigo de fray Alonso, ignoraba también que el tribunal de Llerena había ins­ truido proceso a su cargo por cómplice de los Alumbrados. Precisamen­ te por las fechas álgidas del 'proceso cortesano' contra fray Alonso, los oficiales del Consejo están 'viendo' el 'proceso criminal’ —crimen de herejía— contra Meléndez. El 17 de mayo de 1576 escriben de Madrid a Llerena: «Aquí se han recibido las testificaciones que en este Santo Oficio se han recibido contra el Licenciado Meléndez de Valdés, Provi­ sor que fue del obispado de Badajoz e agora es teatino y Rector en la Compañía de esta villa de Madrid; y parece debéis, señores, hacer cua­ lificar las proposiciones que de ellas resultan contra el dicho Licenciado Gonzalo Meléndez, y, hecho esto, lo veréis todo con ordinario y consul­ tores; y en la causa haréis justicia, haciendo el fiscal instancia» 62. El Consejo no anduvo, pues, con miramientos, ordenando proseguir el 'ne­ gocio' y hacer justicia. De la causa del padre Gonzalo Meléndez, sigi­ 60 Ha puesto en claro definitivamente este episodio de la vida de San Francisco de Borja el padre Cándido de D almasé's, San Francisco de Borja y la Inquisición española (1559-1561), en «Archivum Historicum Societatis Iesu» 41, 1972, págs. 48-135. En la página 127, recapitulando, escribe: «algunos [...] tuvieron serios temores de que Borja fuese apresado, si volvía a poner el pie en España (nn. 48, 97, 113). Araoz recogió rumores de que la captura se había puesto a votación en el Consejo, y que se decidió la negativa por no parecer suficientes las razones (n. 57). Borja temió este peligro (n. 113) y por eso, no obstante las instantes recomendaciones que le hizo Laínez, remitiéndose siempre a su parecer, no volvió más a España, ni siquie­ ra para visitar a Felipe II antes de partir para Roma». 61 A . A s t r á i n , . ., III, p . 58. 02 AHN.: Inq., lib. 578, f. 391 v. o

202

c

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losamente continuada por el tribunal, sigue hablando la corresponden­ cia del Consejo el 12 de setiembre: «Aquí se ha visto la información que en este Santo Oficio [de Llerena] se ha recibido contra el Licencia­ do Gonzalo Meléndez de Valdés, Provisor que fue del obispado de Ba­ dajoz e agora es Rector del Colegio de la Compañía de Jesús en esta villa de Madrid, e parece que está bien acordado lo que en este negocio tenéis votado; aquello se cumplirá» 63. Por un camino o por otro se barruntó el 'negocio'; y el P. Cordeses, para evitar posibles percances, procuró poner a salvo al P. Meléndez, que dejó el rectorado y enfiló la vía de «Santiago»... de Roma. Según las noticias que transmite Porres, llegó a Roma el 27 de setiembre; des­ tinado a Nápoles, murió allí al año siguiente, 1578. La otra información de Porres se refiere a la actitud que los jesuitas de Madrid adoptan al ver el sesgo que en la Corte ha tomado la «se­ gunda instancia». El Rey y el Inquisidor General no dan el brazo a tor­ cer; el Nuncio tampoco se anima a insistir. Fray Alonso no ha visto salir a nadie de su Orden, personal o colegialmente, a su defensa. Pero el «pleito» contra él, por fortuna, se ha convertido en cuestión de honor y en razón de Estado. Felipe II ha escrito la última, inapelable palabra. El Cardenal Enrique se aplacó y la acató. «Viendo el Cardenal Infante —resume el padre Francisco de Porres— que estaban cerradas las puer­ tas para proceder más contra el dicho fray Alonso, alzó la mano en el negocio y mandó a su secetario se volviese a Portugal.» El fiel Manuel Antúnez había aguantado aguerridamente seis meses largos yendo y vi­ niendo por el laberinto de la Corte, al que no estaba habituado. Se marchó en buena hora de Madrid. «Dióse luego aviso desde este Colegio de todo lo que había pasado acerca de este gran negocio a los cuatro Provinciales de España, enviando larga relación y copia de los Memoriales» de fray Alonso 64. Noticia preciosa. La guerra va seguir por distinto derrotero. 14.

Las

réplicas a los

«Memoriales »

Con el envío de la detallada relación y de copias de los Memoriales lusos de fray Alonso a los Provinciales comienza la novísima fase. La táctica consiste ahora en refutar las acusaciones de fray Alonso. La ré­ plica no tuvo publicidad, al menos fuera del ámbito de la Compañía. Se destinaba, por consiguiente, a uso interno y preventivo. Conocemos dos de esas refutaciones, una castellana y otra andaluza, a las que ya aludimos al principio; en cuanto a metodología y contení­ as AHN: Inq., lib. 579, f. 15 v. 64 F. d e P orres, Primera Parte de la Historia...,

lib.

V,

cap . 1, f. 276 y 298.

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do, son muy diversas: la castellana rebate frase por frase los asertos de fray Alonso contra los teatinos, previo aislamiento de las perícopas que contienen alguna invectiva, y prescinde casi por completo del problema de fondo, es decir, de los Alumbrados; la andaluza, por el contrario, eli­ mina las alusiones a los teatinos y se enfrenta a la plaga del Alumbradismo. A grandes tramos no es más que un extracto de los Memoriales de fray Alonso, que ilustra con curiosos ejemplos. Tanto va al hilo de fray Alonso, que el copista se la atribuye a él. Reza así el incipit: «Esta summa de los solícitos engaños que el demonio hace en estos miserables tiempos fue trasladada de una que vino a mis manos. La cual se decía y tenía por cosa cierta ser del padre fray Alonso de la Fuente, de la Orden de los Dominicos» 65. L. Sala Balust ha sugerido que pudiera ser su autor el padre Rodrigo Alvarez66, que trabajaba con enorme éxito en Sevilla y allí se entrevistó con Santa Teresa. La atribución la acepta E. Llamas y la corrobora con el testimonio de uno de los testigos que deponen en el 'proceso de beatificación' de Teresa de Jesús: el padre Rodrigo Alvarez, muy reacio a admitir de buenas a primeras los 'fenó­ menos místicos’ de la azarada Monja, «mostró un libro que tenía escrito de muchos engaños e ilusiones del demonio, que había topado en muchas y señaladas personas, tenidas por muy espirituales» 67. Bien pudiera tra­ tarse de la Suma de los solícitos engaños. El encuentro con la Santa tuvo lugar y fecha en Sevilla, 1575-1576. La Suma lleva en el frontispicio la siguiente indicación: «En 23 de diciembre de 1576 se trasladó.» La réplica castellana es de autor desconocido; Barrantes opina, sin ningún fundamento, que el anónimo refutador es un «teólogo portu­ gués»; jesuíta, por supuesto. Después de un largo preámbulo general, confiesa que replica por 'obediencia': «Siéndome, pues, mandado por quien podía, responder a los dichos Memoriales, lo haré confiando en la gracia del Señor, cuya es esta causa, que mirará por la verdad y por lo que toca a la honra de la virtud y al provecho de los que desean seguir­ la»68. En cuanto a la data o fecha en que la escribió, da una indicación 65 Puede verse la descripción del Ms. en: J. S imón D íaz, B i b l i o g r a f í a d e la l i t e r a ­ X, Madrid, 1972, pág. 419, núm. 3321, atribuyéndolo a: F u e n te ,

t u r a h is p á n ic a , tomo A l o n s o d e la. cc Cf. s u p r a , nota

25. 67 «El P. Rodrigo Alvarez [...] estaba muy incrédulo de muchas virtudes y dones de la dicha Teresa de Jesús, que este testigo le decía, porque le mostró un libro que tenía escrito de muchos engaños e ilusiones del demonio que había tomado en muchas y muy señaladas personas tenidas por muy espirituales»: P r o c . S a l a m a n ­ ca, decl. del P. Enrique Enríquez, 26 octubre 1591: P r o c e s o s d e b e a t i f i c a c i ó n y c a ­ n o n i z a c i ó n d e S t. a T e r e s a d e J e s ú s , ed. y notas de Silverio de Santa Teresa tomo I (BMC 18), Burgos, 1934, pág. 15. Ver: E. Llamas M artínez, S a n t a T e r e s a d e J e s ú s y la I n q u i s i c i ó n e s p a ñ o l a , Ma­ drid, CSIC (Bibliotheca theologica hispana 1/6), 1972, pág. 110, n. 112. 08 R e s p u e s t a a l o s M e m o r i a l e s d e f r a y A l o n s o d e la F u e n t e : Biblioteca «Vittorio Emanuele» (Roma), G e s u iti, ms. 3727. 204

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aproximativa; antes del auto de fe de 14 de junio de 1579. Quizá deba­ mos retrasarla a los últimos meses de 1576 o primeros de 1577: «Que haya habido [Alumbrados] en España, no se puede negar, mas por la divina misericordia y buena diligencia de los señores del Santo Oficio ha muchos años se remedió aquel daño [ = Alumbrados del Reino de Toledo] de manera que, con haberse descubierto y castigado estos vein­ te años atrás muchas maneras de herejías en España, no sabemos que ninguno haya sido preso o castigado hasta éstos de Llerena, de los cua­ les aún no tiene el Santo Oficio declarados sus delictos» G9. Después de estas notas histórico-críticas sobre los autores, la data y la índole de las refutaciones de los Memoriales, pasaré a recensionarlas en su contenido. Empezaré por la andaluza, por su tono sereno, por su sensibilidad ambiental, por su agudeza objetiva y porque fue más madrugadora que la castellana. Consta que se empezó a redactar en el otoño de 1576Ya he indicado que la Suma de los solícitos engaños rima y camina al unísono con el problema de fondo de los Memoriales de fray Alonso; se alinea con ellos y los extracta; la copia le atribuye la paternidad; por otro lado, la Suma de los solícitos engaños, más que una refutación de los Memoriales, es una confirmación de los mismos. El autor de la Suma posee conocimiento de causa y olfatea y analiza con agudeza los erro­ res comunes y mil casos concretos de alumbradismo reprobable, remon­ tando el juicio a las causas que los producen: «La causa de esto es una falsa doctrina que el demonio ha sembrado en estos tiempos miserables entre estas gentes, y es que semejantes posesiones y tormentos del de-*V . 69 Ib.

que se siente enredado en la cronología de los episodios de los Alumbrados de su tierra, no sabe cuándo se celebró el auto y menos aún el año y el autor de la Respuesta: «¡Lástima que el teólogo portugués no fije fecha a su escrito para que pudiéramos aclarar la embrollada cronología de estos sucesos! De 1577 a 1578 se celebraron en Llerena los autos de fe que veremos luego, y habiendo estado el P. Lafuente en Lisboa el año anterior..., es de presumir que no le permitió la muerte ver el castigo de los Alumbrados. Pero sus quejas de la Inquisición y de los obispos, tan categóricas como graves, suscitan una duda que no lo es menos. Si él descubrió la herejía predicando en Llerena, y la Inquisición se apoderó inmediata­ mente de los reos, sucesos que con toda verosimilitud pueden colocarse hacia 1576, pues la tramitación de las causas de fe era muy lenta y escrupulosa, ¿cómo lo igno­ raba el fraile dominico cuando estuvo en Portugal? ¿Cómo seguía quejándose de la impunidad de los herejes? ¿Disgustábale quizá el procedimiento adoptado, sospe­ chando que no iban a justificarse sus tremendas acusaciones? ¿Cómo ignoraba su calidad y cricunstancias, y seguía confundiéndolos con los jesuítas, orden nueva a la sazón, a quien él llama teatinos con manifiesta ignorancia? ¿Lo hacía todo esto a sabiendas, o, digámoslo claro, de mala fe?»: Aparato, II, 336. La «manifiesta ig­ norancia» la tiene clavada el ilustre historiador extremeño, por haberse fiado en exceso del «importantísimo códice de Salamanca», es decir, del replicador, escu­ chando sólo una parte —la parte lesa— del pleito, y creyéndola a pies juntillas. El colmo llegará cuando Menéndez Pelayo, fiándose a su vez de Barrantes, recargue varas y tinta negra encima de la figura de fray Alonso. V. B arrantes,

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monio son permitidos para prueba de la virtud, y que como ahora no hay tiranos que persigan a los buenos, que por eso en su lugar permite Dios a los demonios que posean a estas tales, y las atormenten y hagan cosas tan torpes y feas en ellas, porque resistiendo ellas al consentimien­ to de estos deleites carnales que los demonios en el concúbito violenta­ mente les causan, merezcan corona de martirio y también les da a enten­ der que se les debe gran corona por la tolerancia y paciencia que tienen en el sufrir aquellos grandes tormentos que los demonios les dan, y así a las que tienen más revelaciones y raptos y cosas semejantes, y padecen cosas semejantes de deleites y torpezas del demonio, tienen por más san­ tas, por estar persuadidas que los demonios de envidia de su santidad las persiguen tan extraordinariamente, y así no solamente [no] se co­ rren de padecer cosas tan torpes y tormentos tan grandes, antes se glo­ rían como gente que padece a imitación de los mártires cosas tan extra­ ordinarias y tan grandes por la virtud, el cual ha sido un ardid del de­ monio grandísimo y sutilísimo para infamar la virtud y juntamente para poner miedo a los que quieren seguir la perfección, diciéndoles que no intenten tal camino para que no vengan a parar en lo que esta gente para, y también es ardid del demonio para granjear y cazar mujercillas vanas, amigas de ser estimadas por excelencia de santidad, porque como les da a entender que tener revelaciones y ser poseídas del demonio y ser vejadas de él es indicio y argumento de grande santidad, no solamen­ te [no] resisten a esta tentación, pero con deseo de vanidad a que las convida e incita la oculta soberbia espiritual, deseando esta excelencia, abren puerta al demonio, y así preguntando a un demonio de Baeza, que estaba en una de éstas, qué era la causa porque esta gente tan dada a Dios padecía estas cosas, respondió que el Altísimo quería que él y sus compañeros ejercitasen a esta gente por faltar tiranos que la ejercita­ sen. Que éste sea castigo y no prueba se ha visto por claras experien­ cias, porque se ha entendido de muchos ser estas revelaciones ilusiones y aquellas vejaciones ser castigo de Dios» 70. No se engaña en el diagnóstico, aunque cree a pies juntillas que aquellos fenómenos de posesión diabólica son corrientes y molientes. También lo creía fray Alonso. Uno y otro escriben en un ambiente iman­ tado, hipersensibilizado a ver por todas partes el influjo presencial del diablo. Y uno y otro coinciden también en juzgar que aquella fenomeno­ logía es funesto seudomisticismo alumbradista. Y, en fin, no poca culpa cargan a confesores inexpertos y aun aprovechados, que sacan partido y ganancia de la confusión histórica de las beatas: «Movidos de estas cosas» [sentimientos, visiones, amores vehementes, raptus, hambres de comulgar, grandes mortificaciones, ayunos, humillaciones exteriores, et­ 70 Suma de los solícitos engaños..., ff. 51 v-52 r. Esta obrita merece edición; se publicará pronto en «Espirituales españoles». 206

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cétera] creen «que las vejaciones [...] que los demonios hacen» [blasfe­ mias, obscenidades, incubismo] «es prueba de la virtud y ejercicio de ella, y no castigo, y así lo enseñan y afirman»; «de par en par se abren las puertas para que entren en el alma demonios e ilusiones». El vulgo imperito, los confesores no expertos y, sobre todo, las beatas, se equivo­ can: no es santidad, sino endemoniamiento lo que, desde dentro, se aso­ ma hacia fuera. «El mal grande que de aquí se sigue es, como por esta falsa doctrina tengan estas vejaciones para ser libres de aquel espíritu y quitar la causa de la posesión, que es la soberbia espiritual, con la cual, engreídas y levantadas, tienen por cosa debida a esta santidad el tener extraordinarios sentimientos y visiones y revelaciones, etc., pero se consuelan con estas vejaciones y desean que vayan en crecimiento, entendiendo que por ellas más se descubre su santidad, y así se glorían de estos trabajos y los cuentan no solamente a sus confesores, sino a cuantos los quieren oír, y así se huelgan de padecellos públicamente, para que venga su santidad» a ser conocida y admirada 71. A veces se trata de ardid mezquino y mendicante. Pero, en general, el vulgo cree, embobado, esas maravillas que las beatas pregonan. El autor de la Suma de los solícitos engaños pasa recuento a caídas sonadas. Cree a pies juntillas en ese mundo preternatural, pero se mue­ ve con agilidad en la epidemia de maravillosismo y diablismo, buscán­ dole las causas, diagnosticando el morbo, pronosticando la cura. Por una vía diametralmente opuesta se enfrasca el replicador caste­ llano: sin conexión con el medio ambiente en que pulula la enfermedad, se fija sólo en los pasajes en que fray Alonso ataca a la Compañía. Los Memoriales que usa están plagados de acotaciones marginales: hic; de subrayados, de entresaques; y llevan el subtítulo de libelo. Si fray Alon­ so, al universalizar y pintar toda la Compañía infecta de Alumbradismo, apalea el aire, su refutador cae en la misma añagaza, y lo apalea tam­ bién. No era, desde luego, faena ímproba demostrar que la Compañía, en cuanto tal, nada tenía que ver con los entuertos de los Alumbrados, y que, por consiguiente, la herejía o secta no era producto genuino de la espiritualidad jesuítica. A lo más, sería un producto ocasionado por algunos teatinos que no atinaron a sembrar la buena semilla ignaciana; de hecho, en Extremadura, su simiente, mejor o peor, fue sofocada por la cizaña. Fray Alonso tuvo casos muy concretos a la vista. Su refu­ tador, ni siquiera eso. La faena que realiza no es tan feliz como creía Sala Balust, que la juzga «de extraordinaria categoría científica» 72. Por el contrario, sería más exacto decir que es una faena apasionada, de valor mediocre, de tono excesivamente apologético, desconectada del 71 Ib., f. 82 r. 72 L. S ala B alust, En torno al grupo , art. cit., pág. 518.

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problema de fondo, impermeabilizada al aire en que bulle el Alumbra­ dísimo y, por añadidura y colmo, plagada de fáciles tópicos, de dialéctica sofisticada y de errores de bulto. Vamos a verlo. En el preámbulo fija el propósito y el método: «Como lo que se pretende solamente sea declarar la verdad, el estilo será no mordaz ni de apología, como podría alguno pensar atenta la ocasión, sino doctrinal y llano, declarando sinceramente lo que según doctrina católica se debe sentir acerca de lo que se propone en los dichos Me­ moriales, mostrando juntamente cómo la Compañía de Jesús, contra quien el dicho padre asestó sus tiros, en su vida y doctrina va conforme a la doctrina católica de los Santos y muy lejos de los errores que en estos Memoriales se le imponen». Del propósito se olvidará a más an­ dar. Del método, no, aunque se ha prefijado un límite: no responder a todo el contenido de los Memoriales, sino únicamente a los pasos donde irrumpe la invectiva contra los teatinos. Tales pasajes, eso sí, los cita textualmente: «Para mayor claridad y distinción, se pondrán primero las palabras de los Memoriales, distintas por sus capítulos o párrafos, y luego las respuestas. Y porque se satisfaga a todo, se pondrán todas sus palabras, sin dejar ninguna.» Comentando el título del Memorial más extenso, el entregado al pa­ dre Leitáo, que amplía los anteriores, responde: «Bien muestra el autor destos Memoriales cuán poco conocimiento tiene de la Compañía, pues aún no sabe su proprio nombre» 73. Da, a todas bruces, un primer golpe en falso. Porque fray Alonso conoce no sólo el nombre propio, sino tam­ bién los apodos y sinónimos. Y distingue cuándo se trata de un teatino de devoción y cuándo de un teatino de profesión. Por lo demás, se atiene al lenguaje del pueblo y aun al del Santo Oficio. Que el refutador no se contiene en la inculpata defensa, quebrantado el propósito de seguir un 73 El nombre o apodo de t e a t i n o s es de origen popular, que aplicó a las nuevas religiones de «clérigos regulares» el mote con que en Italia designaba el vulgo a la primera de todas: la fundada por San Gaetano T h ie n e . Cf. I. I paraguirre, N u e v a s f o r m a s d e v i v i r el id e a l r e lig io s o , en: AA.VV., H i s t o r i a d e la E s p i r i t u a l i d a d , vol. II, Barcelona, Juan Flors, 1969, págs. 180-181. T e a t i n o como sinónimo de «jesuita» lo emplea corrientemente el pueblo español, según se refleja en el epistolario de San Francisco de Borja; y aun documentos oficiales de la Inquisición, como habrá ob­ servado el lector en muchas citas hechas. Por lo que a fray Alonso atañe, no «ignora» ni el nombre verdadero ni sus sinó­ nimos, como el típico portugués a p ó s t o l e s . El replicador —que no es portugués, como afirma Barrantes, y es jesuita, cosa que Barrantes pone en tela de juicio—, se olvida páginas abajo de lo que ha dicho, pues escribe: «Apóstoles llama a los de la Compañía, según el uso de Portugal, adonde los llaman así por error y dema­ siada afición y estima en que la gente de allí los tiene.» F. S uárez, que vivió muchos años en Portugal, no llama «error» a ese sinónimo, sino que lo justifica; cf. A. H uerca, F. S u á r e z , D o c t o r i s E x i m i i , d e O.P. Í n d o le iu d ic iu m , en «Angelicum» 46, 1969, págs. 347-365. Un botón más de muestra: «¿Qué podía decir de la Compañía el que ignoraba hasta su nombre?»: M. M enéndez PeLayo, H e t e r o d o x o s , IV, pág. 238. 208

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estilo llano y no mordaz, lo deja a la intemperie unos renglones des­ pués: «Si de la Compañía mana la falsa doctrina de los Alumbrados, ¿cómo no se ha descubierto o rezumado entre tanta gente que con la Compañía en todo el mundo tracta, y ha venido a brotar en aquel rin­ cón de Llerena, a donde nunca hubo casa de la Compañía de Jesús, ni aun predicado ni confesado comúnmente los della?» No fue precisamen­ te en Llerena donde brotó la cizaña, sino en campos más anchurosos y menos vigilados. En Llerena se hubiese detectado pronto, por estar allí el tribunal del Santo Oficio. Pero sigamos: «Pensar que todo el mundo está contaminado desta secta secretamente, es decir que están ciegos todos los varones doctos y celosos de la Iglesia, los Inquisidores y Per­ lados, los Cardenales y el Sumo Pontífice, y que sólo el autor destos Memoriales ve y tiene luz de Dios para conocer semejantes engaños, de lo cual se sigue que el mismo que tanto dice de los Alumbrados es el mayor y más Alumbrado de todos.» Son argucias y generalidades ado­ badas. Un ejemplo concreto de la dialéctica teológica sofística que esgrime: fray Alonso insistía a más no poder en que uno de los dogmas capitales del Alumbradismo consistía en enseñar que la gracia viene y conmueve sensiblemente; el anónimo castellano le contesta: «Si hubiésemos de usar de calumnia con quien la usa y volver mal por mal, bien podría­ mos decir que de estas palabras se colige siente mal el autor de ellas de los santos sacramentos, pues niega que nos venga la gracia por se­ ñales sensibles, siendo así, según la fe católica enseña, que los sacra­ mentos de la Iglesia son unas señales sensibles, por las cuales nos comu­ nica Dios la gracia». La réplica es un sofisma, que hubiese irritado y encendido la cólera teológica de fray Alonso. Nunca él afirmó, o mejor, negó tal cosa. Sería negar la definición misma de sacramento —signo sensible 74—, que es de silabario teológico. Lo que combate y acusa sin resuello una y mil veces es otra cosa: que la gracia, efecto de los sacra­ 74 «Signo visible de la gracia invisible»: arrancando de San Agustín, la literatu­ ra teológica repite, con ésas o parecidas expresiones, la definicón de sacramento: cf. T omás de Aquino, S u m m a t h e o lo g ia e , III, q. 60, a. 1; A. H uerga, E v o l u c i ó n p r o ­ g r e s i v a d e la t e o l o g í a d e l c a r á c t e r e n lo s s i g l o s X I I - X I I I , en: «Teología del sacer­ docio», vol. V, Burgos, Aldecoa, 1973, págs. 99-148. Mucho más teólogo y realista que el replicador castellano se muestra el autor andaluz de la S u m a d e lo s s o l í c i t o s e n g a ñ o s ; ha entendido lo que fray Alonso dice de la «sensibilidad de la gracia» y está de acuerdo con él: «Esta enfermedad de sentimientos es tan pegajosa que cunde como cáncer, y así es menester no sola­ mente tener el hombre cuenta consigo mismo en la gobernación de su espíritu, pero también tener grande cuenta con las personas que trata, porque, si están asidas de esta enfermedad, luego trabajan de pegalla a otros debajo de título de piedad; y así, cuando hallan algunas personas devotas simples, trabajan luego de trabar conversación con ellas y contalles las grandes mercedes que en esta vida hace Dios con sus amigos»: S u m a , f. 82 r.

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mentos, sea algo sensible, y que se sienta —como sostenían y aparenta­ ban los Alumbrados y las Alumbradas. Insidiosamente, pero con delicadeza, fray Alonso alude a «uno» de la Compañía, morador en Plasencia, que decía a cierta discipular «Si queréis, veréis los demonios, como lo ven las otras»; el refutador rebate que el «cuento es falso y fabuloso» y que la persona a quien se le cuelga tamaña calumnia fue muy virtuosa. Ni fray Alonso ni su contrincante desvelan el nombre del imputado. Al fin se escuda el replicador en fray Luis de Granada, tan venerable, y tan vilipendiado por fray Alonso. Es cierto que lo enfiló en cuantas ocasiones tuvo o inventó. Aparte si acertó o no, el hecho prueba que fray Alonso dispara a sus objetivos sin mirar el color ni el rango de las personas, sin atender a instancias de espíritu corporativo, pues tira al propio tejado si lo cree oportuno. La réplica acaba con este dato y este apostrofe perorativo: «Al autor de los Memoriales perdone [Dios] y tenga en su gloria, que, escribiendo esto, supe había muerto, y aun de repente. Plega al Señor no haya sido para su condenación este negocio, que tal manera de muerte mala señal es» 75. Admiremos, con Barrantes 76 y Menéndez Pelayo 77, la 'cristiana ca­ ridad' del refutador. El dato de la muerte no es verdadero. En él han tropezado casi todos los historiadores 78. A fray Alonso le quedaban mu­ chas lanzas y días para guerrear contra los Alumbrados. 15.

F ray Alonso,

en el exilio

Con la 'réplica' a los Memoriales lusos —hecha ad usum privatum y quizá, si se presentaba la ocasión, para salir al paso de externas obje­ ciones— concluye el tercer periplo de la aventura de fray Alonso contra los teatinos. Hombre alerta, no ahorraría esfuerzos para indagar lo que estaba pasando en las cumbres; al fin y al cabo, él provocó el conflicto y tuvo, a más no poder, que retirarse del campo de lucha. Como un de­ rrotado. Como un desterrado. Pero sin convencerse y sin aceptar la de­ rrota, más aparente que real. Acatando, eso sí, la orden del Inquisidor 75 Respuesta...: Bibl. Universidad de Salamanca, ms. 380, f. 64 v. 76 «No podemos resistir al deseo de llamar la atención sobre este espíritu de caridad en un hombre tan ofendido por el difunto»: V. B arrantes, Aparato, II, pá­ gina 336, n. 1. 77 «Entretanto murió Fr. Alonso de la Fuente, y uno de los jesuítas que refu­ taron su memorial escribe con cristiana caridad...»: M. M enéndez Pelayo Hetero­ doxos, IV, pág. 237. 78 Además de Barrantes y Menéndez Pelayo, también tropiezan A. A stráin, o . c . III, pág. 65, y los muchos que los han recopiado. 210

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General que le mandó recluirse en Portaceli de Sevilla. A primeros de julio, año 1576, lo hemos imaginado saliendo de Madrid, cabizbajo y sin la euforia que le salía a borbollones en el viaje de ida, y que el estudiante Juan de Castañeda describió en unas páginas rozagantes. Llegó, pues, a Sevilla, cuando aprieta la calor, y se fue derecho al convento de Portace­ li, sitio que el Inquisidor General le señaló para destierro. Lo alejaba así del escenario de Extremadura, aunque no mucho. Y, para calmar ánimos y presiones, le prohíbe, de momento, meterse en nuevos líos y, sobre todo, persistir en su caballeresca campaña contra los Alumbrados. Los ánimos —la ira— del Cardenal Infante y de sus colaboradores no se amansó mucho, como hemos visto, con la sentencia salomónica del Inquisidor General. Alguna razón tenía Manuel Antúnez al decir, en su testaruda protesta, que a fray Alonso más le dieron un premio que un castigo al desterrarlo a Sevilla: «Juzgue Vuestra Merced, arguye ante Zayas, si se puede llamar pena, siendo [Portaceli] monasterio de su Or­ den y en Sevilla, tierra mejor abastada de pescado... que Llerena; y ten­ go información que a ese convento se destinan a los padres que en la Orden más se quiere regalar. Cuando en derecho se imponen penas de reclusión, a los penados se los envía a conventos e islas y partes donde se vive con trabajo, y no a ciudades tan principales, donde todo abunda, como es Sevilla» 79. Sevilla, en efecto, era entonces quizá la metrópoli más populosa de España, con su espléndido paisaje humano, con su vaivén de comercio de Indias, con su riqueza natural y artística. Era, además, el centro de la Provincia dominicana de Andalucía, con numerosos conventos y un total de cerca de quinientos hábitos blanco-negros. Portaceli, fundado por el beato Alvaro de Córdoba en el siglo xv, hacía honor a su bello nombre aun en sentido terreno: sito en «las huertas del Rey» 80, lugar ameno y fértil, contaba con una pléyade comunitaria que se aproximaba a 60 miembros 81. Fray Alonso no llegó allí como un vencido, ni como un extraño. Estuvo en ese convento antes de empezar su aventura extre­ meña 82. Entre sus correligionarios gozaba de simpatías y prestigio; él, sin duda, tan cordial y comunicativo y proselitista, lograba ganarlos 79 «Pois a reclusáo que se lhe fez no moesteiro de Portacoeli, iulgue v. m. se se pode chamar pena, sendo moesteiro de sua Orden e em Sevilha, térra melhor pro­ veída de pescado, que estos religiosos comem per sua regra, que na propia Provin­ cia em que elle residía, e perto de Larena; e ha informaqáo [M. Antúnez] que pera este convento de Portacoeli se mandáo os padres que na Orden mais querem re­ galar, e quando em direito estas reclusóes se dao per pena, han de ser em moesteiros de ilhas e partes onde se viva con trabalho, e non de cidades táo principies e abundantes do necessario como he Sevilha»: ANTT.: M s . d a L iv r e r ía , 1629, f. 19 v. 80 Alonso M orgado, H i s t o r i a d e S e v illa , Sevilla, 1587, pág. 398. 81 Cf. Juan López, obispo de Monópoli, Q v a r t a P a r t e / d e la H i s to - / r ia G e n e r a l d e S a n t o / D o m i n g o , Valladolid, Francisco de Córdoba, 1615, pág. 999. 82 Cf. A c t a C a p . G en., R o m a e 1571: MOPH X, 137. 211

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pronto. Dentro del mundo dominicano andaluz es personaje en vista, estimado por su carácter y por sus letras —ha sido profesor y rector en la Universidad deciana— y, sobre todo, por la gran hazaña contra los Alumbrados de Extremadura, que ha descubierto, que ha perseguido y que, en resumidas cuentas, están presos, esperando el fatal y público castigo del auto de je. Las pruebas de que Portaceli no era una lóbrega cárcel quedan ya apuntadas. Las pruebas de que no se sintió 'perseguido' las podemos inducir fácilmente: por un lado, el Inquisidor General hizo demostración de severidad más aparente que real, pues lo que pretendía era aplacar las iras de los que tanto se ofendieron con los Memoriales y tanto presionaron; en realidad de verdad, debió mostrarse blando con fray Alonso, y convencerlo de que lo mejor era guardar las formas; el exilio, por consiguiente, es un recurso hábil, y no ha quedado muy en claro que le prohibiese salir y entrar, visitar a sus amigos, cartearse con quien quiera, dialogar largo y tendido, y ni aun 'predicar'. De otra parte, nos consta que la Provincia de Andalucía, a la que pertenece, no frenó su carrera, antes bien lo promueve por esos años ad gradus; es decir, previo examen de su curriculum de méritos y servicios, le propina el galardón ambicionado de Presentado. Pero él, fray Alonso, tan impetuoso siempre, se basta y sobra para complicarse la vida.

16.

Fray Alonso

vuelve a las andadas

La paz recoleta y el ameno huerto de Portaceli brindaron al desterra­ do una morada vital acogedora, propicia para las faenas del estudio y de la oración. En los seis años últimos no había disfrutado de reposo ni en el alma ni en el cuerpo, entregado como anduvo a la febril campa­ ña antialumbradista. Después del último viaje a Madrid —el sexto, si no hemos perdido la cuenta—, la paz y el silencio eran prescriptivos; así lo quiso y mandó el Inquisidor General. Durante algunos meses, lejos del tajo de sus correrías apostólicas, fray Alonso debió observar al pie de la letra la orden de Don Gaspar de Quiroga, a quien empeñó palabra mojada en lágrimas de cumplirla. De lo que no podía liberarse, ni tenía por qué, era de dar rienda suel­ ta a sus pensamientos y cavilaciones. Ventea el horizonte. ¿Capta noti­ cias de que Manuel Antúnez se emperra tozudamente en gestionar la re­ visión de la sentencia, que su señor considera blanda en demasía, im­ proporcionada a la culpa? ¿Se filtran noticias sobre la marcha de los procesos de los Alumbrados, que comen pan y tristeza en la cárcel? ¿Se ha enterado que el Consejo ha encargado a Don Francisco de Soto y Sa212

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lazar, obispo de Salamanca, la presidencia del tribunal de Llerena, y que está allí viendo y «sustanciando» los procesos? Alguna noticia, vaga, imprecisa, debió llegar a los oídos atentos y a los ojos avizores del desterrado. Sigue convencido que el misterio de los Alumbrados no hay quien lo entienda, sino sólo un hombre: él. Y la úni­ ca voz que es capaz de delatarlos está muda: la suya. Aunque Don Gas­ par de Quiroga lo amenazó con prohibirle predicar —y lo dijo a los abo­ gados del Cardenal Infante—, no hay prueba de que lo hiciese. Al menos no he encontrado en los documentos inquisitoriales una «provisión» en este sentido. Le «prohibió», eso sí, de palabra que abordase en el púlpito «su tema». Este «tema» fatídico, el «tema» de sus éxitos y de sus desca­ labros, sabemos cuál era: los Alumbrados. Fray Alonso se esforzó en cumplir a rajatabla las severas órdenes del Inquisidor General. Injustas órdenes, a su juicio, y funestas para el bien común del pueblo cristiano. Callando él, los Alumbrados campean a las anchas, y siembran la herética semilla en las almas. Se contuvo hasta que no pudo más. Aquel ímpetus sacer le roía por dentro y lo impulsaba a soltar su voz profética, denunciadora de la co­ rrosiva y secreta infiltración del mal. Con la llegada del Adviento de 1576, fray Alonso se sintió más liberado y más inspirado para acometer un nuevo lance 'de ojeo' y descubrimiento de Alumbrados. Sevilla esta­ ba, a su parecer, infestada mucho más de lo que a simple vista parecía. De lo que no curó —ni vio— fue que alguno andaba espiando sus palabras. Y, sin percatarse de ello, empezaron a llegar al Inquisidor Ge­ neral lamentaciones y más lamentaciones: fray Alonso ni cumple la or­ den de 'silencio profundo', ni desiste de arremeter contra los Alumbra­ dos y, sin sombra de duda para un buen entendedor, contra los teatinos. Don Gaspar de Quiroga temió lo peor: que se volviese a encrespar la tormenta que con tanta contracorriente había medio domeñado. No pudo, por esto mismo, quedarse en la indiferencia. Avisó al tribunal subordinado de Sevilla, el 22 de enero de 1577, ordenando hiciesen las oportunas averiguaciones; volvió a insistir sobre ello el 22 de marzo. Los inquisidores subalternos, Carpió, Páramo y Sierra, se ponen inme­ diatamente al trabajo; las lamentaciones tienen fundamento, pues fray Alonso, efectivamente, ha dado rienda suelta a la lengua, dejándola de­ cir todo lo que ha querido. Bueno, todo no; pero sí bastante para que los aludidos se diesen por enterados y dolidos. El 4 de mayo de 1577 en­ vían los inquisidores de Sevilla al consejo «las averiguaciones contra fray Alonso de la Fuente» que les mandó hacer el Inquisidor General 83. Vistas por los señores del Consejo, ordenan que se proceda judicialmen­ 83 «Por lo que V.S. mandó por sus cartas de 22 de enero y 22 de marzo deste año [1577], se han hecho [...] las averiguaciones que serán con ésta»: Carta del tribunal de Sevilla al Consejo, 4 mayo 1577: AHN.: Inq., leg. 2946 s.f. 213

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te. La orden está dada el 23 de mayo 84. El descubridor y acusador de los Alumbrados y de los teatinos está ahora al descubierto y, al fin, ¡procesado! Nunca pensó que las cosas llegasen hasta tan puntiagudos extremos. El Santo Oficio las gastaba así. A la hora de hacer 'justicia', que es su lema, no conoce amigos. «La fría mirada de los hombres del estandarte verde», escribe A. Castro, a quien no se puede tildar de simpatías hacia ellos, «no procedían nunca caprichosamente: puede haber en sus deci­ siones estrechez de mente, violencia e incluso fanatismo bárbaro, mas no ciega arbitrariedad» 85. El proceso contra un tan fiel y leal servidor —¡y tan imprudente!— le demuestra con colmo. 17.

Fray Alonso,

en el castillo de

Triana

Al recibir el mandato de proceder 'judicialmente' contra fray Alonso, los inquisidores de Sevilla —que no habían tomado la iniciativa—, tu­ vieron que seguir con puntual meticulosidad el código procesal. El ve­ rano de 1577 fue para el 'reo' más azaroso que el anterior de 1576. En­ tonces se trató de una cita a Madrid y de una amonestación verbal; ahora la suerte le ha vuelto la espalda y se ve en la coyuntura de encararse a un 'proceso' del Santo Oficio, con todo lo que implica: audiencias, car­ gos, descargos y... acusación fiscal. Este punto era el temible. Le reclu­ yen en san Pablo de Sevilla, sin llegar a la prisión preventiva, que estaba reservada para casos más graves. A pie libre, tuvo que ir y venir varias~ veces al castillo de Triana, al otro lado del puente y a orillas del Guadal­ quivir. En los descargos de culpa, fray Alonso, que no era manco de in­ genio, evitó hábilmente que los inquisidores lograsen poner las cosas a punto para la acusación del fiscal. ¿Cómo? Justificando en largos escri­ tos —¡nuevos Memoriales!— su actuación, sus dichos y sus hechos. Los inquisidores ven claro que la defensa, si es verdad lo que dice, no sólo le 'releva' de delito, sino que lo formula contra la Compañía y contra fray Luis de Granada. El fiscal, por su parte, pide que se compruebe la verdad o la mentira del contenido de los Memoriales, para saber a qué atenerse a la hora, si llega, de la acusación. Los inquisidores sevillanos paran la máquina del proceso. Y lo remiten al Consejo, a 8 de noviembre de 1577, para que allá decidan. La carta que acompaña el protocolo del proceso permite, a falta del mismo, entrever cómo fray Alonso logró zafarse de la acusación fiscal y poner en aprieto a los inquisidores: 84 «Por lo que V.S. mandó por su carta de 23 de mayo...»: ib. 85 A. Castro, Hacia Cervantes, Madrid, 21960, pág. 187.

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«Se ha procedido, dicen éstos, en este Santo Oficio contra fray Alonso de la Fuente, de la Orden de Santo Domingo; el cual, en el discurso de su causa, presentó ciertos Memoriales en que dice muchas cosas contra los teatinos y libros de fray Luis de Granada. Y porque las que dice con­ tra los de la Compañía son tan graves que, probadas, hacen delito con­ tra ellos, y no parece lo sería contra él en haberlas denunciado en el Santo Oficio, el fiscal nos pidió que, antes de ponerle acusación, se hi­ ciese averiguación de lo que el dicho Memorial dice, para entender de lo que pueda y deba acusar. Pero, por ser el negocio de la gravedad y cualidad que es, nos pareció remitirlo todo originalmente a Vuestra Se­ ñoría para que, visto, provea lo que sea servido» 86. Con estos informes y el nuevo Memorial a la vista, en la sala del Con­ sejo debió soplar una ráfaga de humor, y más de uno de aquellos graves señores sintió el rictus de la sonrisa dibujársele en la cara. Allí todos conocían el temperamento de fray Alonso, su celo oportuno e inoportu­ no, sus venturas y desventuras. Le habían apretado más de lo debido. Ahora no pueden menos de volver a admirar su habilidad dialéctica. El «mal» de fray Alonso es incurable. Es un «mal profético», de in­ tenciones sanas, de ejecutoria limpia, de pasión de servicio. La respues­ ta a los inquisidores de Sevilla, enviada el 14 de febrero, es que detengan el proceso formal y den al reo «en fiado»; es decir, en libertad condicio­ nada. Amonestarlo y reconvenirlo, eso sí, para que no vuelva a las an­ dadas. A su «tema». Fray Alonso se envalentona. Y protesta con gritante amargura. Esta vez no ante los inquisidores de Sevilla, sino ante las barbas de los seño­ res del Consejo. Leeremos su protesta. Pero antes hagamos una pausa para contar un episodio no ajeno a esta historia. 18.

P r o c e s il l o

a

un

papel

que

c o r r ía

po r

la

Corte

Mientras fray Alonso se ha estado batiendo y consumiendo en Sevi­ lla, ocurre un pequeño episodio en la Corte. Un papel o sumario de las cosas que enseñaban y hacían los Alumbrados de Extremadura —toda­ vía presos— anda de copia en copia, y de mano en mano. Se difunde secretamente. El rumor llega a oídos, siempre finos, del Consejo, que cazó pronto un ejemplar. A raíz del hallazgo, ordena que se instruya un «procesillo» a ese papel y se averigüe quiénes lo han leído y comenta­ do. El «procesillo» se encarpetará bajo el siguiente epígrafe: Diligencias sobre un papel en que se contienen algunas cosas de las que hacían los 86 AHN.: Inq., leg. 2946 s.f. 215

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que llamaban Alumbrados de Extremadura, que había andado en manos de diversas personas, el cual se cobró y está aquí con un traslado que se había sacado de él. Las diligencias corrieron a cargo del inquisidor Soto (que no debe­ mos confundir con Don Francisco de Soto y Salazar, obispo de Sala­ manca, que para entonces era ya difunto). Las hizo en Madrid, a prime­ ros de julio de 1578. El día 1 recibió la declaración de Don Pedro Núñez de Toledo; el día 2, la de Don Enrique de Guzmán, Conde de Olivares; el día 3, la de fray Gabriel Pinelo, Prior del convento de san Felipe, de la Orden de san Agustín; el día 4, las de los agustinos fray Lorenzo de Villavicencio, insigne teólogo, y fray Pedro Ramírez, profesor en san Agustín de Córdoba, que se hallaba a la sazón en Madrid. Todos testifi­ can llanamente que han visto el papel y han comentado su contenido 87. Pero, ¿qué contiene? El ejemplar secuestrado, que es una copia, se titula: Memoria de algunas cosas generales en que los Alumbrados de Extremadura principalmente conforman en lo que enseñan, sin otras muchas proposiciones heréticas, errores y supersticiones que en particu­ lar se prueba contra cada uno de ellos. Son en total 54 «cosas» o puntos, transcritos en tres folios. En la Corte estaba picando la curiosidad en torno a los Alumbrados, y el pa­ pel se leía a sombra de tejados y a la luz de lamparillas. Hoy se encuen­ tra en el almacén de papeles de la Inquisición, es decir, en el Archivo Histórico. La medida de seguridad que adoptó el Santo Oficio, aunque hoy pa­ rezca extraña, estaba justificada en aquel contexto receloso: el papel no debía andar corriendo de mano en mano porque las «cosas» que revela­ ba pertenecen al secreto de una causa aún pendiente, porque es dema­ siado picante en algunas proposiciones y porque no es costumbre de la Inquisición fomentar el morboso prurito humano de indagar vidas aje­ nas y doctrinas peligrosas. La «cosa» 42, por ejemplo, dice que los Alumbrados afirman «entre ellos que están mucho tiempo sin pecar venial ni mortalmente; y algu­ no de ellos, predicando, dijo: ¡aquí estoy yo, que ha 18 años que no sien­ to pecado en mí!». Fray Alonso de la Fuente dirá en su Memorial que quien de tanta impecabilidad se jactó ante sus beatas fue Hernando Alvarez, el «capitán» de la cuadrilla. Otro ejemplo: la «cosa» 44, refiriéndose a los «sentimientos», cuen­ ta: «Que para aplacar los sentimientos que están dichos abrazan y besan a sus Alumbradas y tienen otros tocamientos sucios, diciendo palabras santas, como: ¡oh amor de Jesucristo-sabiduría, dad más de Dios!; ¡dá­ 87 AHN.: Inq., leg. 4426, exp. n.° 29. Véase el texto íntegro del papel, infra: Doc. 1/6. 216

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divas de Dios!; ¡cuántas son las misericordias que hace Dios a las almas en la tierra! Y dicen que hacen esto para alentarlas y que lleven adelante aquellos ejercicios santos.» Tales «cosas» suenan y resuenan en el oído de un inquisidor a aser­ tos heréiticos y a obscenidades de barrizal humano. La santidad cristia­ na se alcanza a látigo ascético, no a abrazo lascivo. La famélica espiri­ tualidad de los Alumbrados está bien reflejada en el papel. Pero ¿quién es su autor? En el «procesillo» no se dice. Sin embargo, algunos lectores apostarían por fray Alonso de la Fuente. La forma de elencar, distribuir y reseñar las proposiciones y, sobre todo, la precisión y el detalle del contenido, que recoge expresiones típicas de los burdos maestros, tienen cierto sabor al estilo literario y argumentativo de fray Alonso. La redacción, en cambio, ofrece algunos elementos que engen­ dran duda y, por tanto, no me atrevo a atribuírselo a ojos cerrados. De­ jemos, pues, el papel como de padre anónimo, aunque bien informado. La sombra de fray Alonso lo acompaña. Podría ser que él mismo lo hu­ biese dado a algún amigo la última vez que estuvo en Madrid, mayojunio de 1576. De la Corte salió maltrecho, rumbo al exilio de Sevilla. Allí está aún, acosado y acosador, hostigado y envalentonado, a la espe­ ra de tiempos mejores para salir de nuevo a reñir las batallas antialumbradistas. Lo habíamos dejado en «libertad» condicional, después de una grave amonestación en el Castillo de Triana. Regresemos a Portaceli por el hilo de la historia. Hay novedades. 19.

Un

exabrupto

im p l o r a n t e

Por los días del percance ingrato del Castillo de Triana, en la vida de fray Alonso de la Fuente ocurren dos hechos nuevos, gozoso el primero y doloroso el segundo. En primer lugar, lo promocionan, por sus méri­ tos intelectuales, al grado de Presentado, escalón previo al ascenso a ‘Maestro en Teología’; pero su condición de recluso le impide salir de Portaceli a recibir y celebrar Tos grados’. La otra ‘novedad’ es la noticia que corre de Llerena a Sevilla rápidamente: ha muerto Don Francisco Soto Salazar, obispo de Salamanca, que llevaba el ‘negocio’ de los Alum­ brados. Dos motivos, pues, aunque de signo dispar, para que fray Alonso des­ ahogue sus penas ante el Consejo Supremo de la Inquisición. No de viva voz, sino por escrito. Ni corto ni perezoso, toma papel, péñola y horas —que le sobran— y se pone a redactar un recurso de autodefensa. Lar­ guísima carta y, a su juicio, justificadísima. 217

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En los primeros renglones aparece un tanto embarazado; se disculpa de volver a dar al Consejo «pesadumbre con mi tema ordinario»; «estoy temeroso de enojar» a Sus Señorías con la reincidencia en su punto flaco-fuerte. Pero hay dos razones como dos espuelas que lo acicatean y no le permiten callar: primera, «la necesidad que ocurre del bien co­ mún»; segunda, «la que yo padezco», absurdamente relegado y recluso en Portaceli en ‘premio’ a los innegados e innegables servicios presta­ dos a la causa de la fe, o en 'castigo' por culpillas de paja que, cuando más, son 'veniales'. Estamos a primeros de febrero de 1578. En la mañana húmeda y fría, fray Alonso, que es buen madrugador, va trasvasando al papel, a través de la pluma, su fuego de indignación. La carta es una hoguera de sinceridad, de argumentos y de profecías. Un exabrupto implorante, llameante. Suplica «de parte de Dios» que los señores del Consejo tengan paciencia en escucharle y, sobre todo, que reflexionen serena y responsablemente sobre los dos ejes centrales de su razonada exposición: 1° Hay una cosa que es «certísima y firme verdad e que muchas veces la he repetido por lo que importa y agora la torno a decir con lágrimas», a saber: «que en el pueblo de Llerena» tienen los Inquisido­ res preso «un brazo del Anticristo», aunque su «cuerpo está repartido de mar a mar» en toda España; su doctrina es secta letal y «levadura que se va recentando en toda la masa de estos reinos, oscura y difícil de entender» porque es ponzoña secreta y «agua envuelta en aceite y nueva traza de Satanás y que tiene autores de crédito y poderosos que la de­ fienden y abrigan, con los, cuales viene el viento poderoso que acometió de noche la nao de San Pedro a la última vigilia del alba»; es beso de Judas, nocturno, traidor. «¡Despertad!», clama fray Alonso, abrid «los ojos de Dios y al alma de la Iglesia». En el examen del sutil veneno —la doctrina de los Alumbrados— no deben fiarse «de un sólo teólogo»; el negocio es tan hondo, que «pide junta de muchos y habilidad divina y discreción del Espíritu y don sobrenatural para entenderlo y calificarlo». Fray Alonso, que vibra y se retrata a cuerpo y alma enteros en este autobiográfico escrito, se ha enterado de la muerte del Inquisidor Fran­ cisco Soto Salazar en Llerena ( i 29 de enero de 1578); él llevaba, en su mano diestra, la causa de los alumbrados; fray Alonso exhorta a los señores del Consejo a no desanimarse; no se desconsuelen ni mucho me­ nos piensen «que lo ha hecho Dios para mal de estos negocios, sino para bien y mejoría; porque el santo obispo con su cristiano celo y santa in­ tención llevaba muy apriesa lo que pide mucho espacio y no creo que estaba bien resuelto en ello ni se puede comprender en Llerena, donde no hay más que una uña de esta serpiente, hasta que se dé una vuelta 218

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al reino y se vaya buscando el fundamento a la secta y cuerpo de esta grande visión que yo he visto clara y potentemente, y aquí en Sevilla la estoy mirando y leyendo todos los días, cuya perfecta efigie y rasguño está en los libros de fray Luis de Granada». Visionario tremendo, obse­ sivo y obsesionante, fray Alonso no se arredra; no parece un 'reo', sino un profeta acusador: pide atención y testigos, requiere al Consejo que «dé orden para que se entienda la ponzoña de los dichos libros», según lo tiene apuntado «en los Memoriales que he dado a la Inquisición de Sevilla». 2° El tema-tesis del segundo alegato lo enuncia con meridiana, va­ liente garra: «La Inquisición de Sevilla me tiene recluso y lastimado e yo padezco en el cuerpo y en la honra y Vuestra Señoría no me desagra­ via, ni me hace justicia, ni se compadesce de mis trabajos, ni me toma en cuenta los servicios que he hecho a la Iglesia y a las mismas Inqui­ siciones». Los romanos hicieron fiestas al ánsar que graznó en lo profun­ do de la noche cuando el enemigo subía al Capitolio para robar; Dios detuvo la mano de Saúl que, por una niñería, intentó matar a un hom­ bre. «E habiendo yo servido de ánsar en estos reinos de España y des­ pertado a Vuestra Señoría contra los que iban a robar nuestra religión cristiana, me han azotado y quitado el honor como si fuera de los perros dormidos... E habiendo yo, por la misericordia de Dios, convertido mu­ chas almas de sus errores y librado toda una provincia del incendio de la herejía, soy castigado y afrentado con infamia de Inquisición, oponiéndosefme] defectos que, cuando mucho, son veniales... Bien sabe Vuestra Señoría y le consta lo que he trabajado por la fe y que, en virtud de Dios y con su palabra, he rompido yo solo un exército de herejes con admiración de muchos entendimientos y lo he mostrado a la Igle­ sia. Por lo cual Vuestra Señoría se ha vuelto contra mí, haciéndome cargo de que he quebrantado una ceremonia» ( = el silencio 88), «como si fuese pecado dar gripos al Anticristo que veo visiblemente, y como si fuese en mi mano suspender estas voces, habiendo Dios y Evangelio, y peligrando la salud de tantas almas y la fe de muchos grandes, a quie­ nes se van arrimando los autores de este engaño». Los símiles del án­ sar del Capitolio —analogía que toma de San Agustín—, del iracun­ do Saúl, del filósofo Sócrates, se ponen en carne viva en el ejemplo del profeta Amos: «No es cosa decente me trate Vuestra Señoría —prosigue fray Alonso en su lamentación razonada— con crueldad tan conocida, ni está bien a la honra del tribunal de Dios azotar a un hombre que se 88 Entre los dominicos, el llamar al silencio «pulchra caerimonia» era tradicio­ nal; en cuanto a la «calificación moral» —falta leve o, a o mucho, pecado venial—, fray Alonso se atiene también a la doctrina teológica común: cf. Summa theologiae, II-II, q. 186, a. 9. 219

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ha quebrantado por la honra del Señor, ni conviene se diga de tan cris­ tiano pecho hayan acabado con Vuestra Señoría los autores de este en­ gaño lo que el sacerdote de los ídoles con el rey Hieroboam, que, por ser cosa tan literal y tan semejante a ésta, la osaré decir, con licencia de Vuestra Señoría: no pudo el sacerdote de los ídolos sufrir la predi­ cación del profeta Amos contra la idolatría, y fuese a quexar al rey Hieroboam, diciendo que el profeta de Dios ofendía su corona y hacía contra su mandato, como es el ordinario de todos los herejes acudir a las potestades para defenderse con ellas. La cual información hizo al rey Hieroboam odioso con el profeta y luego por edictos le mandó no predicase contra la idolatría, ni presumiese estar más en su tierra 89. Y este mismo designio han llevado contra mí los autores de la nueva idolatría, que se han quexado a Vuestra Señoría y me han opuesto que yo hacía contra sus mandamientos, como sea verdad que no los he que­ brantado ni hecho más de mi oficio, y lo mismo que hizo en Hierusalem el profeta Isaías que, en tomando en la boca este nombre de Sodoma, sin señalar personas, todos los principales de Hierusalem que comuni­ caban en el delito nefando, se levantaron contra él y le hicieron prender y quitar la vida. Y esto mismo me pasa a la letra en este arzobispado de Sevilla, que es una venta del nuevo Anticristo, que, en tomando en la boca la secta de los alumbrados, necesitado del Evangelio y de lo que hay en Sevilla, sin señalar estado ni persona, se levantaron contra mí los que comunican en la secta y, sin hallarme otro defecto, aclama­ ron que yo había quebrantado el mandamiento de Vuestra Señoría, con la cual invención me han hecho recluir y poner silencio a una sola lengua que había contra ellos, que si Vuestra Señoría no la hubiera cortado, los negocios de Llerena se hubiesen comprendido y la Inquisición de Se­ villa tuviera qué hacer y la ira de Dios se hubiera mitigado en contra de estos reinos.» El alegato de autodefensa concluye: «Pido y suplico a Vuestra Seño­ ría Ilustrísima me mande desagraviar y dar licencia para salir a recibir mis grados y gozar de las gracias y honores que mi Orden me ofrece y de que Vuestra Señoría me tiene privado, atento a los trabajos y peni­ tencia que he hecho y al suceso de mis enfermedades, y que los negocios de la fe tocantes a los Alumbrados los ha Dios detenido y los tiene encalla­ dos por su justo juicio, y que no es razón que padezca yo a par de los herejes por haberlos descubierto. En lo cual hará Vuestra Señoría servicio a nuestro Señor; y a mí, justicia y merced» 90. La epístola, rezumando amargura por los poros del alma, tiene un estilo desgarrado, profético, extraordinariamente lúcido. Se defiende y 89 Amos, 7, 10-15. 90 AHN.: Inq., leg. 2946 s.f.; véase la carta entera, infra: Doc. 139. 220

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acusa a sus acusadores, que han puesto el grito en el cielo cuando fray Alonso puso el dedo en la llaga de los Alumbrados; sí lo puso, pero cui­ dándose de no 'señalar estado ni persona'. El cañamazo de lo que ha sucedido y que motivó el 'proceso' contra fray Alonso, se entrevé a la luz de su dolorida peroración o monólogo. Parece, incluso, que le abrumaron la espalda con las cuerdas de la dis­ ciplina. Lo que sí es cierto que la reclusión, antes a pie/boca libre, se hizo más estrecha y dura a raíz de los últimos episodios y del subsiguien­ te 'proceso menor’. No por ello se rinde o calla. Sevilla es «una nueva venta del Anti­ cristo»; el 'negocio' de los Alumbrados está encallado por justo castigo de Dios; la enfermedad seudomística, invadiendo, como un cáncer ma­ ligno, a España «de mar a mar»; el obispo de Salamanca, que guiaba la nave de los presos y de los procesos a puerto, difunto. Fray Alonso teme, pero no desespera. Sigue su aventura, su grito, su carisma. 20.

Fray Alonso,

en libertad

El exabrupto —tan dolorido, tan sincero, tan lúcido y tan profético—, ¿qué impresión causó a los señores del Consejo? Allí conocen bien el talante de fray Alonso: suele abultar las cosas, maximalizarlas; pero, en el fondo, no le falta su pizquita de razón; es docto y celoso del 'bien común'; ha servido como nadie al Santo Oficio; no hay detective que le iguale; posee un olfato finísimo para descubrir Alumbrados, y agudeza de ingenio para bordar la oscura trama ideológico-religiosa de la secta. ¿No se habrán excedido, por otra parte, en sus lamentaciones los que andan, ofendidos, espiando sus dichos y sus hechos? Y, en resumen, ¿no se han excedido los mismos inquisidores, cediendo a las presiones ex­ ternas y cargando la mano en un hombre que, pese a sus demasías, es leal y útil servidor del Santo Oficio? Las aguas en torno a fray Alonso presionan ahora menos y discurren más en calma. El Inquisidor General y sus Consejeros —permítaseme suponerlo— aflojaron la cuerda o, como entonces se decía, alzaron la mano. Fray Alonso recobró la libertad, con la única condición de no en­ tremeterse más, ni a las claras ni a las tácitas, en su «tema». La guerrilla ha terminado. En adelante sólo se perciben ecos de las 'contradicciones' que eran, por lo menos, recíprocas 91. En un episodio, 91 Por ejemplo: «Fray Alonso de la Fuente, con título de cierta comisión que tenía del Santo Oficio, dio en hacer contra la Compañía los más perjudiciales libellos infamatorios que jamás de nadie se pudiera pensar, dándolos en las Inqui­ siciones Generales de España y Portugal, y también a otras personas, afirmando 221

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que pudo ser grave, fray Alonso salió a relucir como paradigma, no por­ que haya hecho alguna fechoría nueva, sino por las antiguas y purga­ das. Se desarrolla a más alto nivel y son también más ilustres los prota­ gonistas. Se trata de una pro-memoria del Provincial de los dominicos castellanos al Nuncio, entregada a fines de 1582. El Nuncio lo remitió todo a Roma, «tradotto in lingua volgare» toscana, junto con la ‘risposta fatta’ por los jesuítas y dirigida a Su Santidad. El Provincial aclaró que los dominicos 'predicaban en general’ la doctrina cristiana contra la hi­ pocresía, contra la avaricia, etc.; la respuesta dice: no se lamenta la Compañía de que prediquen reprendiendo en común los vicios y desór­ denes; de lo que se queja es de que algunos la aluden de manera que se sobreentienda y otros la nombran sin tapujos ni eufemismos. De este «modo procedió el padre fray Alonso de la Fuente en sus libelos famo­ sos y pernicios que esparció el año 1576 contra la Compañía por los tri­ bunales de España, y fue él mismo en persona a Portugal a proseguir la hazaña, dando esos libelos al Cardenal Enrique, de buena memoria, y a los inquisidores de Lisboa y al Provincial de su Orden. El sobredi­ cho Cardenal envió copia de esos Memoriales a la Santidad de Nuestro Señor, suplicándole que fray Alonso fuese castigado públicamente» 92. A la Inquisición española no le interesaba ya este pleito. Tampoco interesa mucho a la contextura de la historia que estamos narrando. Lo único que importa poner de relieve consiste en comprobar que fray Alonso ha 'reconquistado' la libertad, si bien condicionada. Recibió y celebró su promoción ad gradus. Y los Superiores lo destinan a un convento fuera de Sevilla y fuera también del área de Extremadura. De todas maneras, no muy lejos: Palma del Río. Allá se fue, con el alma llena, ya que no de heridas, sí de cicatrices. Gloriosas cicatrices, al menos a sus propios ojos y juicio. Y no como el último de la Comunidad, sino como el primero: ¡de Superior! Desde el nuevo destino o residencia, no desistirá de su carismático oteo del horizonte. Con temor, sin atreverse a gritar. El 'tema' de los Alumbrados no lo abandona: en vez de salir a cazar por los campos humanos, ahora lo olfateará en los libros. Su ingenio y su pluma se tor­ nan astifinos. Transcurridos algunos años, vence el temor, el miedo y se lanza nuevamente a la aventura —al servicio—, presentando a los Inquisidores 'pruebas' y 'raíces' del mal que invade a España: el Alumbradismo. Y el Santo Oficio volverá, con prudente recelo, a hacerle caso y a aceptar sus servicios 93. que de la Compañía de Jesús manaban herejías, engaños sutilísimos y las maldades y doctrina de los Alumbrados»: Contradictiones nonnullorum ex Ordine S D • APST Hisp. 144, n.° 4, f. 18 r. ' " 92 ASV.: Nunz di Spagna, XXIX, ff. 279 r-285 v. 93 En AHN.: Inq., lib. 580, f. 299 r están las pruebas del doble retomo convergen­ te: fray Alonso vuelve a «su tema»; el Consejo vuelve a aceptar sus «servicios». 222

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Dejémoslo ir en paz en pos de su aventura. De momento, hay que dar unos pasos retrocronológicos y volver la vista al 'negocio' de los Alumbrados de Extremadura, que se halla en curso. Fray Alonso, descubridor y azote de la secta, va a ser el gran ausente en el desenlace final del drama. Lo contemplará, como nosotros, desde lejos.

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Capítulo IV

PRISION Y PROCESOS

1.

Los Alumbrados,

en las cárceles secretas

El lance de Alonso de la Fuente en Extremadura, según hemos na­ rrado, parecía a los principios fantasmagórica empresa. Pero poco a poco logra suscitar la atención de los inquisidores y acaba por demos­ trarse que los Alumbrados no eran invento imaginario, sino personas de carne y hueso. El destino de la secta, al tomarla en sus manos la Inqui­ sición, tenía una cita final dramática: el auto de je. Pero a ese desenlace final presentido no llegaban más que los «negocios» importantes des­ pués de un previo, lento y escrupuloso proceso. En realidad, el drama de los Alumbrados de Extremadura duró ocho años y medio: desde las Navidades de 1570 hasta el 14 de junio de 1579. El largo camino que separa los dos mojones cronológicos —terminus a quo, terminus ad quem— estuvo pateado por escenas de alta tensión y desalientos, de sermones y contrasermones, de ataques y repliegues, de vueltas y re­ vueltas, de alborotos y polémicas, de «visitas» e interrogatorios, de pri­ siones y procesos, y, en fin, de sentencias y auto. El episodio más espectacular, a ojos del vulgo, lo constituye la pri­ sión de algunos «jefes» de la secta, hecho que ocurrió allá por primeros de noviembre de 1573. Hasta entonces se hablaba libremente, con opción de partido, en pro o en contra de los novísimos métodos de encarnación de la vida cristiana. A raíz de las detenciones, ejecutadas por mandato del Santo Oficio, el panorama se ensombrece y las voces se agarrotan en las gargantas. Ya conocemos los nombres de los tres clérigos de vanguardia que dieron con sus huesos en las cárceles secretas de la Inquisición: Her­ 224

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nando Alvarez, Gaspar Sánchez y Francisco Zamora. La victoria sonreía —Y pagaba con creces— a Alonso de la Fuente. Cundió el rumor entre las «discípulas» de que saldrían pronto con aureola de confesores y aun de mártires. Era tela inconsistente, urdida en falso. Hernando Alvarez, «cabeza» del grupo, no pondrá los pies en la calle hasta el día del auto —con sambenito en lugar de aureola— y desde allí irá a remar como galeote forzado en las galeras de Su Majes­ tad; los otros dos, ni siquiera eso: fallecieron de muerte natural y tris­ teza en la cárcel. Aquellos rumores infundados, que pretendían alentar a las beatas, se convirtieron en polvo seco cuando la Inquisición no perdona a las despavoridas mujeres. Por diciembre del mismo año de 1573 fueron en­ carceladas María Sánchez —la «predicadora» que se encaramó al púlpito para replicar al sermón de fray Alonso— y Elvira Zambrana, esclava de «color morena». La redada inquisitorial no terminó ahí. Con el nuevo año —1574— las detenciones prosiguen. La «visita» del distrito, realizada por Juan López de Montoya, recientemente ascendido a rango de inquisidor, va a convertirse en red barredera. Malos días amanecen para los presun­ tos Alumbrados, que encontrarán un sabueso difícil de burlar y evadir en el dinámico, agresivo inquisidor Montoya. Según las indicaciones de Alonso de la Fuente al Consejo Supremo, quien ordena lo acompañe, y aun que le prepare el campo, Montoya co­ mienza la visita por Zafra, considerada la roca fuerte del alumbradismo. Los corifeos resisten los primeros asaltos. El inquisidor teme haber aco­ metido una faena inútil. La perseverante labor —y los ladinos consejos de fray Alonso, si damos fe a su testimonio— lograron abrir brecha, de­ jar al descubierto la vergonzosa trama de las lubricidades de los corifeos y en poco tiempo se decretó su prisión. Las beatas traicionaron el «secre­ to», tan insistentemente preceptuado y tan avaramente observado, y les fueron delatando, uno a uno, sus obscenidades, mezcladas de ordinario y justificadas con añagazas de mísera doctrina seudomística que ellas, ig­ norantes y débiles mujeres, no eran capaces de discernir. Por el mes de setiembre de 1574 cayeron en la red de la prisión inquisitorial Cristóbal Chamizo, Francisco de Mesa, Cristóbal Mexía y Francisco Gutiérrez, cléri­ gos. Por los mismos días entró también en la cárcel Inés Sánchez, pájara de cuenta, beata. En total, son ya diez los Alumbrados presos: siete clérigos y tres beatas. La segunda vuelta de la visita de Montoya al distrito duró de marzo a noviembre de 1575. Recorrió numerosas aldeas y villas, acompañado de fray Alonso. El inquisidor, más experto ya, encontró menores obs­ táculos en su camino. En cada pueblo visitado promulgaba, después del 225

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pregón, que se heraldeaba la víspera, el edicto de je, con el anejo edicto especial o sumario de los errores de los alumbrados; según el inmutable protocolo de la visita, en los días sucesivos celebraba las 'audiencias'; y las beatas, atemorizadas, acudían una en pos de otra a 'testificar' con­ tra sus maestros; alguna quedaba también prendida en la red. Montoya enviaba al Consejo Supremo, residente en la Corte, las actas que, a su fidedigno juicio, indiciaban a los reos —presuntos reos— y el Consejo, presidido por el Inquisidor General Don Gaspar de Quiroga, obispo de Cuenca y más tarde arzobispo de Toledo y cardenal, 'acordaba' se pro­ cediese a la prisión y secuestro de bienes y papeles. Así, por junio de 1575 ordenan el encarcelamiento de Hernando de Ecija, clérigo, vecino de Villafranca, y de Catalina de Valdivieso, beata. El 4 de junio escribe el Consejo a Montoya, acusando recibo de una carta de 24 de mayo pa­ sado y «juntamente la información que habéis recibido contra el bachi­ ller Hernando de Ecija y Catalina de Valdivieso, y habernos holgado de entender la buena orden» con que realiza su gestión 1) el mismo día co­ munican a los subalternos de Llerena: «El licenciado Montoya, vuestro colega, ha enviado al Consejo las informaciones que en la visita que va haciendo de la nueva doctrina de los Alumbrados ha recibido contra el bachiller Hernando de Ecija y Catalina de Valdivieso, beata, las cuales se han visto y se ha acordado lo que veréis por lo que al fin de ellas va asentado»12. Lo que iba «asentado» al fin era la prisión de los dos, pues añaden: «... aquello se executará, y teméis muy particular cuidado de que se les tomen todos los libros y escripturas que tuvieren». Como poco después encontramos a ambos en las cárceles de Llerena, no hay duda de que la orden era de prisión y que, además, se ejecutó inflexi­ blemente. El 21 de julio escribe el Consejo de nuevo a Montoya, acusando re­ cibo de nuevas 'informaciones' y ordenando nuevas prisiones: ahora los indiciados son el Licenciado Zapata, clérigo y vecino de la villa de Sal­ vatierra, el franciscano fray Pedro de Santa María y el bachiller Rodri­ go Vázquez, cura de la villa de La Morera. Dice el Consejo: «Recibimos vuestra carta de siete del presente y juntamente las informaciones que de esa visita resultan contra el Licenciado Zapata y fray Pedro de San­ ta María y el bachiller Rodrigo Vázquez y, vistas con las deposiciones de los dichos Licenciado Zapata y bachiller Rodrigo Vázquez, se ha escripto a los Inquisidores de Llerena lo que en estos negocios deben ha­ cer, los cuales os avisarán de lo proveído, y todo lo que hubiere y resul­ tare entre las beatas discípulas de estos maestros lo enviaréis a la Inqui­ sición para que se vea si hay información con que se puedan prender 1 AHN.: Inq., lib. 578, f. 301 r.

2 Ib., f. 301 v.

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[y si la hay] se haga, porque se entiende que en las cárceles declararán mejor lo que supieren»3. La cláusula preventiva se refiere a las beatas discípulas; respecto a los tres 'maestros', no hay escapatoria ni alterna­ tiva, sino mandato de prisión. En el mismo día escriben a los inquisido­ res de Llerena: vistas las informaciones enviadas por Montoya, «ha pa­ recido» que el bachiller Rodrigo Vázquez «sea preso y traído a las cárce­ les secretas de ese Santo Oficio» 4. Idéntico mandato para el Licenciado Zapata 5. El bachiller cayó preso en Llerena en agosto; el licenciado, no: cuando los alguaciles del Santo Oficio fueron a Salvatierra a prenderlo, hacía poco que lo habían enterrado. Desisten, pues, por fuerza mayor, de pasar adelante; avisado el Consejo de lo ocurrido, les contesta a los inquisidores de Llerena recriminándoles de no haber obrado bien, pues debieron secuestrar al difunto sus papeles: «Recibimos vuestras cartas de 18 y 19 de éste —escriben el 31 de agosto de 1575— y en lo que decís que cuando recibisteis la nuestra de 20 de julio, en que se ordenaba que el licenciado Zapata, clérigo, vecino de la villa de Salvatierra, se pren­ diese con secresto de bienes y se le tomasen todos los papeles que tuviese, había algunos días que era muerto, y así no se hizo diligencia alguna; y, consultado con el Reverendísimo Señor Inquisidor General, ha parecido la debéis, señores, hacer para recoger los dichos papeles, y, hallándose algunos, los veréis y nos daréis aviso de lo que de ellos resultare» 6. Más complicada resultó la captura de fray Pedro de Santa María. Era natural de Valladolid, algún tiempo anduvo por Extremadura; qui­ zá huyendo de la quema, intentó ponerse a salvo. Los inquisidores saben su paradero, que es Valencia. Refiriéndose a la 'información' de Monto­ ya sobre el descalzo, comunican que ya han dado instrucciones a los inquisidores de aquel tribunal para que lo prendan 7. Y, en efecto, el mis­ 3 Ib., f. 316 r. 4 «Aquí se ha visto la información que el Licenciado Montoya, vuestro co­ lega, ha recebido contra el bachiller Rodrigo Vázquez, cura de la villa de La Mo­ rera, y su depusición, y, consultado con el Revd.mo Sr. Inquisidor General, ha parecido que el susodicho sea preso y traído a las cárceles secretas dese Santo Oficio. Proveeréis, señores, que con todo cuidado, recato y secreto se haga y execute, y con el mismo se le tomen los papeles que tuviere y, hecho esto, platicaréis con ordinario y consultores si será bien secrestarle los bienes o ponerlos en depó­ sito, haciendo inventario dellos, y con mucha brevedad nos avisaréis de vuestro parescer.» Madrid, 21 julio 1575: ib., f. 316 v. 5 Ib., f. 316 v.: «Aquí se ha visto la información que el inquisidor Montoya, v.c., ha recibido contra el Licenciado Zapata, clérigo, vecino de la villa de Salvatie­ rra, y su depusición; y, consultado con el Revd.mo Sr. Inquisidor General, ha parescido sea preso con secresto de bienes y traído a esas cárceles. Procuraréis, se­ ñores, que con todo secreto, diligencia y cuidado se execute la prisión y se tomen todos los papeles que tuviere.» e Ib., f. 327 r. , J , 7 Cf. ib., f. 316 v.: «a los inquisidores de Valencia, donde al presente reside el dicho fray Pedro, se ha ordenado le prendan». 227

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mo día les escriben: «De ciertas testificaciones que el licenciado Montoya ha recibido sobre la nueva doctrina de los Alumbrados, resulta cul­ pado fray Pedro de Santa María», descalzo de la Orden de San Francis­ co, de la Provincia extremeña de San Gabriel; por consiguiente, les en­ cargan que, con la menor publicidad posible y evitando cualquier es­ cándalo y «sin dar lugar que ninguna persona de casa del Patriarca» Juan de Ribera le «hable», «sea preso»; y «pasados cinco o seis días, lo enviaréis», a cargo de familiares de ese Santo Oficio, a Llerena8. La orden se ejecutó puntualmente, entrado ya el mes de setiembre 9. En distintas fechas posteriores van entrando en las cárceles otros personajes, incluso después de terminar Montoya la segunda vuelta, fi­ nes de octubre de 1575. Son, por lo común, figuras de menor relieve y culpabilidad dentro del grupo o secta de los Alumbrados. Algunos no son estrictamente Alumbrados, con los que se les confunde y procesa. Sólo coinciden con los Alumbrados en la 'vida', pero no en la 'doctrina'; y la 'doctrina' o errores es punto fundamental tanto en la campaña de fray Alonso como en la valoración que el Consejo Supremo de la Inquisición hace del alumbradismo extremeño. En este grupo de ‘alumbrados’ a me­ dias, presos y emparejados con los Alumbrados integrales, hay varios elementos de la clerecía secular y regular: Esteban Martín, clérigo secu­ lar y cura en Villanueva de Barcarrota; fray Marcos de los Olivos, agus­ tino, de Jerez de los Caballeros; fray Martín de la Higuera, franciscano, morador en Fregenal; fray Juan del Villar, guardián de san Francisco de Mérida; fray Angel de Badajoz, etc. Sus «delitos» consisten, como cons­ ta de los fragmentos procesales, en sollicitationes a sus confesadas. Al comprobarse que no había resabios de doctrina herética, sino simple­ mente debilidades éticas, fueron penitenciados fuera de auto. Sus «cau­ sas», que en un principio fueron al montón de las «causas» de los Alum­ brados, se desgajaron del bloque y fueron «vistas» con rapidez. El 29 de mayo de 1575 se celebró auto público de je en Llerena. La Relación oficial del mismo, enviada por los inquisidores Muñoz y Quexo con carta de presentación, ofrece al fin una «lista de las personas que quedan en las cárceles»; ahí aparecen, en escorzo, los presos por Alum­ brados, cuyas causas están en curso 10. El 18 de noviembre de 1576 tuvo lugar otro auto público de je. Tam­ poco esta vez sube al «cadahalso» ningún Alumbrado; al final de la Rela­ ción de presos y estados de sus causas, que acompaña a la Relación de penitenciados en el auto, hay un apartado o lista de las personas que quedan en las cárceles secretas «POR LA SECTA Y DOCTRINA DE LOS s Cf. ib., f. 315 v. (21 julio 1574). 9 AHN.: Inq., leg. 1988, exp. n.° 10. 10 Ib., exp. n.° 9. 228

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ALUMBRADOS» n . Le sigue aún otra Relación de las «causas despacha­ das fuera de auto» desde 7 de diciembre de 1577 a 10 de diciembre de 1578, en la que se anotan las penitencias impuestas a los solicitantes ya mencionados. La Relación de presos por la «secta y doctrina de los Alumbrados», que se envió a Madrid a fines de 1576, contiene la lista o elenco-punta, en cuanto al número, de personas detenidas y procesadas. Son mencio­ nados nominatim: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22.

Hernando ALVAREZ. Gaspar SANCHEZ. Francisco ZAMORA. Cristóbal CHAMIZO. Francisco de MESA. Cristóbal MEXIA. Francisco GUTIERREZ. Hernando de ECIJA. Rodrigo VAZQUEZ. Fray Pedro de SANTA MARIA. Juan GARCIA. María SANCHEZ. Elvira ZAMBRANA. Inés SANCHEZ. Catalina de VALDIVIESO. Leonor SANCHEZ. María GONZALEZ. María GUTIERREZ. Leonor LOPEZ. Catalina LOPEZ. Juan BERNAL, zapatero. Francisca RODRIGUEZ, hidalga.

De los 22 que integran la lista, la última es una Alumbrada sui generis, víctima de neurosis con manifestaciones religiosas; ya había muerto para esas fechas, lo mismo que Gaspar Sánchez y Francisco Zamora. La secta, pues, estaba herida y encadenada. 2.

R oces

de tribunales

La prisión de Cristóbal Mexía provocó un pequeño pique o roce del tribunal de Sevilla con los inquisidores de Llerena. Y no precisamente por los motivos que la determinaron, sino por el modo con que se eje-1 11 Ib., exp. n.° 11. 229

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cuto. El doctor Mexía era vecino de Cazalla, en el arzobispado de Sevi­ lla, y, por tanto, dentro del término jurisdiccional del Santo Oficio se­ villano. Los inquisidores de Llerena, por orden del Consejo Supremo, en­ viaron allá sus emisarios y lo prendieron. Ningún reparo a la orden, mo­ tivada por las testificaciones recibidas en la visita inquisitorial de Montoya a Zafra; Mexía era natural de aquí y estaba en estrecho contacto con los jerifaltes zafreños del alumbradismo. El pique se produjo por­ que los inquisidores de Llerena, en la ejecución de la orden, no avisaron a sus colegas sevillanos. Quienes, molestos por la falta del debido res­ peto —una especie de allanamiento de la propia jurisdicción—, escriben su dolorida queja al Consejo Supremo el 24 de diciembre de 1574. Como tardó en llegar la contestación, volvieron a apelar el 15 de enero de 1575: « A 24 del pasado escribimos a Vuestra Señoría dando cuenta de cómo, por orden y mandato de la Inquisición de Llerena, el alguacil y receptor y notario de secrestes de aquella Inquisición habían venido a la villa de Cazalla de la Sierra, deste nuestro distrito, y llevado preso al doctor Cristóbal Mexía, vecino della, secrestándole todos sus bienes; y que por haberse hecho esto sin darnos aviso dello, como es costumbre, escrebimos al Comisario de aquella Villa [Diego Gallego Pardo] que, sin licencia nuestra, no dexase sacar bienes algunos; y a los inquisido­ res de Llerena, pidiéndoles nos avisasen del fundamento que para ello habían tenido» 12. Los inquisidores sevillanos no están dispuestos a dejarse pisar el honor y el propio corral. Al parecer, los de Llerena dieron la callada por respuesta a la requisitoria. Pero al ver que los colegas de Sevilla obstaculizan el inventario e incautación de los bienes del preso, acuden también quejándose al Consejo. Cuando los inquisidores de Sevilla escriben la segunda carta, ya está en camino la respuesta a la primera. El 12 de enero envían los señores del Consejo mensaje y orden de paz a ambos tribunales subalternos. Todo se ha hecho con causa, conocimiento y mandato del Consejo; sin embargo, los de Llerena se 'olvidaron' del detalle de avisar a sus cole­ gas de Sevilla; por tanto, «de aquí adelante», cuando se presente un caso de interferencia en el campo jurisdiccional ajeno, deben «avisar» a sus colegas, «por lo que importa que entre los inquisidores haya toda con­ formidad y buena correspondencia» 13. La amonestación, autoritaria y pacificadora, va para los de Llerena, pues ni dieron cuenta, como de­ 12 AHN.: Inq., legajo 2946 s.f. La carta de 24 de diciembre de 1574 —¡Nochebuena!— decía: «Por el mes de setiembre pasado tuvimos noticia de que el alguacil y receptor y notario de se­ crestes de la Inquisición de Llerena, con mandamiento de la Inquisición de aquel distrito y vara alta de justicia, vinieron a la villa de Cazalla y llevaron preso al Doctor Cristóbal Mexía, vecino de aquella villa, secrestándole todos los bienes»: ib. 13 AHN.: Inq., libro 578, f. 323 r. 230

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bían, del 'fundamento' que tuvieron para prender al doctor, ni, lo que es más descortés, contestaron a la protesta de los colegas sevillanos. Estos, a su vez, podían quedar tranquilos, ya que la prisión se hizo por orden superior y los de Llerena fueron oportunamente amonestados y advertidos para el futuro. Las relaciones entre los dos tribunales provincianos no debieron ser, a raíz del pique, muy amistosas. Las situaciones conflictivas se repitie­ ron, lo mismo que los recursos al Supremo. El 13 de agosto de 1575, siete meses más tarde del anterior incidente, el Consejo tendrá que in­ tervenir otra vez. Del registro de cartas se trasluce que la tensión sigue, y que los de Sevilla ponen trabas a los acuerdos de los de Llerena. A és­ tos informa y recuerda el Consejo: «A los inquisidores de Sevilla se ha ordenado cumplan los mandamientos que diéredes tocantes» al doctor Mexía; «y de aquí adelante, cuando semejantes casos se ofrecieren, es­ cribiréis a los dichos inquisidores», avisándolos. A aquéllos los infor­ man también, intimándoles no obstaculizar a sus colegas en lo relativo al doctor y ordenándoles que colaboren con ellos: «Ya sabéis cómo por mandado del Consejo se hizo la prisión del doctor Mexía en la villa de Cazalla, de ese distrito, por los inquisidores de Llerena, donde al presen­ te está preso. Hase tenido relación que, habiendo los dichos inquisido­ res dado mandamiento de alimentos para el preso, los depositarios de los bienes no los quisieron dar»; cúmplase el mandamiento y reine la paz; «y cuando alguno de vosotros saliere a la visita, irá a la dicha villa de Cazalla y hará las diligencias que los dichos inquisidores de Llerena os escribieren tocantes a la causa del dicho doctor Mexía» 14. Es de suponer que se restablecieron las relaciones, ya que no cor­ diales, sí al menos mutuamente respetuosas y colaboradoras.

3.

¿Un

foco

de

a l u m b r a d is m o

en

T

oledo

?

El asunto de los Alumbrados extremeños concentraba la atención del Consejo. Alonso de la Fuente había logrado, con sus Memoriales y viajes a la Corte, que se valorase como cuestión primordial. Según el mismo 'testigo', Cazalla era nido de beatas Alumbradas, pertenecientes a la escuela de los maestros sevillanos. Quizá por eso el Consejo acon­ seja a los inquisidores de Sevilla que visiten Cazalla; tal vez allí descu­ bran, con su olfato típico, rastros de lo que Alonso de la Fuente, con sus acostumbradas exageraciones, apuntó. Pero hay más; el Consejo, aunque centra su mirada en Extremadura, donde la planta ha arraigado y. fructificado de manera alarmante, no 14 ib., f. 323 v.

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ALVARO HUERCA

pierde de vista los demás distritos, en los que puede estallar, por con­ tagio o generación espontánea, el incendio. Algún síntoma parece que se ha descubierto en Toledo, tierra famo­ sa porque allí germinó, hace ya más de cincuenta años, el más puro alumbradismo español. ¿Habrán reverdecido sus muñones? El 30 de agosto de 1575 el Inquisidor General y sus Consejeros patentizan su preocupación, escribiendo a los subordinados de Toledo: «Su Señoría Reverendísima y el Consejo quieren entender el estado en que están las causas de las beatas que llaman Alumbradas, que en ese Santo Ofi­ cio penden» 15. Había, por tanto, un pequeño foco, simultáneo al de Ex­ tremadura, en Toledo, aunque de menor volumen y de menor resonan­ cia. Y el Consejo desea que las ‘causas’ se liquiden pronto, después de «verlas y votarlas». Toledo dista poco de la Corte; el tribunal toledano satisface inme­ diatamente el deseo del Inquisidor Mayor y de su Consejo. Ya el 6 de setiembre escriben de Madrid a Toledo: «Por la vuestra de primero de éste entendimos el estado en que están las causas de las beatas que llaman Alumbradas» 16. El número era, al parecer, mínimo: un clérigo y un par de beatas. La documentación, en cambio, es bastante copiosa: en «diez piezas» o cuadernillos, con un total de 55 hojas «escritas en todo o en parte», va lo que había resultado de las testificaciones e interrogatorios. De interés particular la confrontación que el Consejo ordena de lo que enseñan las beatas toledanas con lo que enseñan las beatas extremeñas. Puede ayudar a comprender mejor el asunto, pero también puede que haya conexión entre un grupo y otro; sin duda, el Consejo piensa en la posi­ bilidad y está alerta. El 27 de setiembre de>1575 comunica el Consejo a los subalternos toledanos: «Aquí se ha visto el proceso criminal contra Francisca de los Apóstoles e Isabel Baptista, su hermana, beatas, y Miguel Ruiz, clé­ rigo, y se os torna a enviar para en sus causas hagáis, señores, justicia, haciendo a cada uno su proceso aparte, yendo en los negocios con el cuidado que la calidad dellos requiere; y para que con más claridad se pueda proceder en las causas, se os envían las proposiciones que han resultado de las testificaciones que se han recibido en la Inquisición de Llerena tocantes a la doctrina de los Alumbrados» 17. ib Ib., f. 326 r. le Ib., f. 328 v. 17 Ib., f. 334 r. El episodio toledano, cronológicamente tan lejos de los primitivos y genuinos Alumbrados del primer tercio del xvi —ahora corre ya el último, en declive inexo­ rable—, se redujo a una mezcla de neurosis profética. Francisca de Avila, alias de los Apóstoles, con la ayuda y guía de Miguel Ruiz, capellán del Hospital de la Misericordia, y del italiano fray Juan Bautista, O.F.M., pretendió fundar una casa

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De la documentación relativa a los Alumbrados extremeños deben sacar copia y remitir al Consejo los originales.

4.

R enovación

del tribunal de

L lerena

La preocupación del Consejo sigue fija en Extremadura. Sin desaten­ der los asuntos de los otros distritos, como es uso y costumbre del Santo Oficio, que posee una organización central poderosa y eficaz. Fuera de los episodios marginales que acabamos de revisar, había nu­ merosas cuestiones en curso, a las que el Consejo presta también aten­ ción. Con todo, nada hay en esos años que lo desvele tanto como la 'secta y doctrina' nuevas del alumbradismo de Extremadura. Las cárceles de Llerena contienen un buen número de presos. Y aquel tribunal de pro­ vincia, hasta ahora de secundaria categoría y un poco abandonado, no puede con la carga —carga intrincada y pesada— que le ha caído enci­ ma. El Inquisidor General y su Consejo han decidido renovarlo, reor­ ganizarlo, potenciarlo. Alonso de la Fuente arremetió más de una vez contra los «dos» in­ inquisidores viejos que en Llerena había. No les perdona la pasividad ante sus voces y sus Memoriales; quizá tampoco el que le hayan consi­ derado en algunas ocasiones como iluso y aun llamado a moderación; a juicio de fray Alonso, son dos viejos bozales, sin fuerzas, ni entende­ deras, ni ganas para enfrentarse con causas tan extraordinarias y difíde «ex posesas» o «ex espiritadas»; el número de las nuevas «místicas», entre las que figura también una hermana de Francisca —ambas a dos exorcizadas por Miguel Ruiz—, sería de doce; junto a ellas, otra casa de 12 sacerdotes, que «ha­ bían de andar por las calles predicando el Evangelio a todas las criaturas, como hicieron los Apóstoles, llevando a su lado a las doce "m anas”». El monasterio de éstas se llamaría de la Encarnación y su destino providencial se proyectaba a re­ mozar la Iglesia. La Inquisición acabó pronto con aquel hervidero. El 13 de abril de 1578 se celebró auto de fe en Toledo; Francisca oyó la siguiente sentencia: «Auto, en forma de penitente, donde se le lea su sentencia y abjure d e levi, y otro día le sean dados cien azotes por las calles públicas y acostumbradas de la ciudad de Toledo, con voz de pregonero que manifieste su delito»: AHN.: In q ., Toledo, legajo 6, lib. 1, y legajo 113, exp. n.° 5. También en Toledo será penitenciado, en auto público de fe, 18-12-1588, Miguel de Piedrola y Beaumont, mitad soldado, mitad profeta, quizá el más famoso de una legión de seudoprofetas y astrólogos que predecían catástrofes de orden tem­ poral y espiritual. De ellos hablan Pedro de R ivadeneira en su T r a t a d o d e la t r i b u ­ l a c i ó n (lib. VIII, cap. 15) y, sobre todo, Juan de O rozco, arcediano de Cuéllar, en su T r a t a d o d e la v e r d a d e r a y f a l s a p r o f e c í a , Segovia, 1588. Y hablan, más directa­ mente, los correlativos procesos: que puede verse en el AHN.; In q ., leg. 114, 115, 2085, 2105, 2706, 3314, 3712-3713. Noticias generales, en: L. Cabrera de Córdoba, H i s ­ t o r i a d e F e l i p e I I , 4 vol., Madrid, 1876-1877, en especial tomo II, págs. 567-68. Por lo que a «La Monja de Lisboa» y a su s e b a s t i a n i s m o se refiere, cf. A. H uerga, E s ­ t u d i o p r e l i m i n a r a: L. de G ranada, V i d a d e S o r M a r ía d e la V i s ita c ió n , Barcelona, 1962, págs. 1-112. 233

ALVARO HUERGA

ciles como las de los Alumbrados. ¡Bastante trabajo tenían con los pro­ cesos corrientes y trillados de aquel distrito: judaizantes, mahometi­ zantes!... ¿Quiénes eran los dos viejos inquisidores? El doctor Quexo y el licenciado Muñoz. A Quexo lo llaman con urgencia el 20 de diciembre de 1575 para que vaya a la Corte 18. El 16 de enero de 1576 vuelven a escribirle, repitien­ do la orden, por si se ha perdido la anterior19; al parecer, no había acudi­ do aún a la cita ni dado señales, y era urgente su presencia en el Conse­ jo para informar de palabra sobre problemas del tribunal extremeño. Al licenciado Muñoz le pesaban los años y las enfermedades. El duro oficio de inquisidor se le tornaba cada vez más agobiante; la avalancha de presos por la 'secta y doctrina de los alumbrados’ dio luz verde a una correlativa avalancha de procesos que, en lugar de aligerar el trabajo, lo recrecían. Pide, por razones de salud, la exoneración de tan pesada tarea, ya que no del todo, al menos en parte. Del Consejo le responden el 4 de julio de 1576: debe seguir acudiendo a las audiencias, porque, «para la vista y terminación de los negocios que en ese Santo Oficio es­ tán conclusos, hay necesidad de vuestra persona» 20. Desde tiempo atrás el Consejo ha determinado reforzar el tribunal de Llerena con nuevos inquisidores. Ya el 21 de octubre de 1572 nombra­ ron al doctor Diego Mexía de la Sarte, con sueldo anual de 150.000 ma­ ravedís; pero una nota del registro, al pie del nombramiento, dice que «no tuvo efecto la provisión» 21. El 28 de junio de 1574, como hemos apuntado más arriba, elevan a Juan López de Montoya del puesto de fiscal al de Inquisidor de Llerena, encargándole al mismo tiempo la visita del distrito que, por exceso de años y trabajo, no podían realizar los inquisidores viejos. Montoya cum­ plió la ingrata tarea a plena satisfacción del Consejo 22. Pero agravó, a consecuencia de las numerosas prisiones, el quehacer de sus colegas. La renovación y potenciación del tribunal se convierte así en problema cuya solución es inaplazable. El 4 de julio de 1575 comunica el Consejo que el Inquisidor General está buscando sujetos idóneos de refuerzo 23. Los asuntos del tribunal de Llerena son graves e importantes y es necesario AHN.: libro 578, f. 355 r. 19 Ib., f. 358 r. 20 Cf. ib., f. 407 r. 21 Cf. ib., f. 2 v. 22 Cf. ib., f. 186 v. (mandato de salir a hacer la visita al distrito, 28 junio 1574). El 4 junio 1575 le lisonjean: «Hemos holgado de entender la buena orden con que [...] habéis procedido» (ib., f. 301 r.); y el 4 de julio del mismo año vuelven a rei­ terarle la satisfacción por el trabajo realizado (cf. ib., f. 407). No será la última vez. Es típica la cortesía. En otras ocasiones futuras, no será tanta, aun tratándose del mismo Montoya. 23 «El Inquisidor General proveerá con brevedad de persona que vaya a enten­ der en ellos» (= los procesos de los Alumbrados presos): ib., f. 301 r. 234

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elegir a personas de probado valor. Don Gaspar de Quiroga, Inquisidor General, piensa en el licenciado Antonio Matos de Noroña, inquisidor de Toledo. La carta con que anuncia a los de Llerena la designación es por demás expresiva: «Porque los negocios que de presente se ofrecen en esa Inquisición son de la gravedad y calidad que se dexa entender y requieren se atienda a ellos y se proceda con mucho cuidado y se hagan en ellos muchas y muy exactas diligencias para averiguar la verdad y remediar el daño que se podría seguir si con brevedad no se pusiese el remedio que con­ viene, por la satisfacción que el Reverendísimo Señor Inquisidor Gene­ ral tiene de la persona, letras, experiencia y cristiandad del licenciado Antonio Matos de Noroña, inquisidor apostólico del Reino de Toledo, le ha ordenado y dádole poder general porque ( = para que) vaya a ese Santo Oficio a asistir y presidir en él por el tiempo que fuere necesario para hacer las dichas diligencias y saber la verdad de los dichos nego­ cios de los alumbrados y de todos los demás negocios que hay pendien­ tes y se tratan y trataren en el tiempo que ahí residiere» 24. La carta está datada en Madrid, 14 de junio de 1575. La provisión tiene carácter tran­ sitorio, finalidad concreta —el negocio de los alumbrados la motiva— y amplios, absolutos poderes. Matos de Noroña será quien presida el tribunal de Llerena durante el tiempo que allí esté. A los Inquisidores de Toledo se les comunica la decisión del Inquisidor General, aclarán­ doles que Matos de Noroña no abandona el puesto toledano, pues va a Llerena «con retención de plaza» y, durante el tiempo de su ausencia, «que le corra el salario» 25. El 22 de junio se da orden al receptor de Llerena que desaloje la casa en que habita y se la entregue a Matos de Noroña para su «posada» 26. Matos de Noroña se puso en camino, llega a Llerena, presenta a los viejos inquisidores sus cartas de nombramien­ to, toma posesión de la presidencia y comienza «a ver los procesos de los alumbrados». El 22 de julio escribe al Consejo, y éste acusa recibo de su carta el 9 de agosto 27. Matos de Noroña, a medida que examina los procesos, se da cuenta que él solo no puede con tanta carga; solicita refuerzos; y el 27 de enere de 1576 el Consejo nombra dos nuevos inquisidores para aquel tribunal: el licenciado Salinas, fiscal del tribunal de Valladolid, y el licenciado Tomás de Leciñana 28. Pocos días después, el 9 de febrero, nombran otro más: el doctor Fabián López de Saldaña, canónigo maestre-escuela de Sigüenza 29. A Montoya le gustaba continuar la visita interrumpida a fi24 ib., f. 304 r.

25 Ib., 26 Ib., 27 Ib., 28 Ib., 29 Ib.,

f. f. f. f. f.

306 r. 307 v. 322 r. 363 v. 368 v. 235

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nales de 1575; mas porque su gestión ha sido determinante en el asunto de los Alumbrados y éstos se hallan presos y procesados en Llerena, su presencia en el tribunal resultaba imprescindible. El 4 de julio de 1576 ordenó el Consejo que Saldaña la prosiguiese. Montoya se quedará en el tribunal para acelerar la 'vista' de los procesos pendientes de los Alumbrados presos. Sin embargo, ya Montoya había iniciado la tercera vuelta por el distrito cuando llegó la orden a Llerena. El 'negocio' de los Alumbrados, de suyo importante y complejo, se com­ plicaba por la tardanza del correo, por la novedad del asunto, por la inexperiencia de los inquisidores y también por el puritano y responsa­ ble control que el Consejo, según las leyes inquisitoriales, quería ejercer hasta en los mínimos detalles. Montoya era un dinámico peón, un ex­ perto ya en el negocio de los Alumbrados; la visita la había realizado a plena satisfacción del Consejo, lo que no era poco; le había cogido bien el pulso a los Alumbrados, y prefería la caza de villa en villa al engorroso sedentarismo del tribunal. Aun a solas, sin la ayuda del fiel amigo fray Alonso —para esas calendas metido en una tremenda aven­ tura, como hemos visto en el anterior capítulo—, Montoya se anticipó a la orden del Consejo y salió a la visita. El 3 de agosto despachan los señores del Consejo un correo urgente; se han enterado, al parecer por carta de Saldaña, que Montoya está faenando en la visita; ordenan que se cumpla lo decidido. Es decir, que Montoya vuelva a ocuparse en Lle­ rena de los procesos y que Saldaña le reemplace o sustituya en la visita. Tanto la carta a Saldaña como la carta a Montoya —fechadas y echadas el mismo día— insisten en lo mismo. A Saldaña le notifican que, a pesar de que «Montoya había salido a la visita de los Alumbrados, que vos habíades de hacer», se atenga a lo mandado. A Montoya le repiten: en la misiva de 4 de julio, que llegó tarde, «se os ordenaba asistiésedes en el tribunal y procurásedes despachar las causas que allí penden con toda brevedad, pues estábades tan enterado en todas ellas»; que se atenga a la orden, y regrese a Llerena, dando el relevo a Saldaña, a quien «instrui­ réis muy en particular» sobre la forma y método de realizar la visita. Pero Montoya se emperró en acabarla en Fregenal. El 22 de agosto de 1576, el Consejo zanja: que regrese inmediatamente a Llerena, «sin más réplica», y deje a Saldaña el trabajo comenzado. Sin duda, Montoya es­ taba encariñado con la «visita». Entre otras vetas, aparte la del Alumbradismo, ha descubierto en Fregenal un lucrativo y deshonesto tráfico de venta de «informes» de limpieza de sangre, obteniendo por dinero títulos de «cristianos viejos» —útiles para pasar a Indias y para otros efectos— algunos individuos que pertenecen notoriamente a la casta o raza de los «cristianos nuevos». Al fin, Montoya inclina la cabeza, cede el puesto a Saldaña, y regresa al tribunal a enfrascarse en los farragosos procesos. Una de las cosas urgentes que le está esperando es el examen 236

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o ratificación de innumerables testigos en los lugares que visitó en las anteriores salidas. Por su parte, Saldaña, que no posee aún gran pericia —y a quien le falta el instintivo olfato de fray Alonso—, complicó algo y aun bastante el asunto, ya de suyo enmarañado. Un par de datos patentizan la preocupación del Consejo por la lenti­ tud y mal 'hacer' del tribunal subalterno de Llerena en asunto tan gra­ ve y por la inexperiencia de Saldaña. El 9 de enero de 1577 envía una queja sobre el poco cuidado que ponen en conservar las escrituras rela­ tivas a los bienes de los presos —bienes ‘secrestados’ al ejecutar el man­ dato de prisión—, porque pueden derivarse enormes daños a los intere­ ses de los presos; la queja va acompañada de una orden de mirar con mayor atención este punto. Por lo que a Saldaña atañe, aunque se esme­ ra en cumplir las ‘instrucciones’ del colega Montoya, sagaz como pocos, el Consejo no está muy satisfecho. El 21 de febrero le escriben que deje para cuando termine la visita el sacar en limpio la relación de las testi­ ficaciones, salvo en caso de que surja algún urgente problema, pues entonces encargará al notario que lo haga y lo envíe a la Corte; también le precisan que un visitador no es quién para precipitadamente decre­ tar 'prisiones' de beatas, ya que es asunto grave que exige voto y man­ dato del tribunal. Andaba entonces Saldaña visitando el valle de Santa Ana y Matamoros. Por el mes de junio lo localizamos en Fregenal. Tam­ bién allí suscitó el recelo de los Señores del Consejo, y, según conjeturas, hubo alguna acusación sobre su modo de actuar. La prudencia del alto senado se pone en alerta y aun en alarma. El 15 de julio de 1577 orde­ nan a los inquisidores de Llerena una minuciosa investigación sobre el comportamiento de Saldaña con las beatas de Fregenal. «Aquí se ha tenido relación —les dicen, en absoluta reserva— que el doctor López de Saldaña, vuestro colega, estando en la villa de Frexenal entendiendo en la visita de los Alumbrados, el día de Corpus Christi —o uno del oc­ tavario— fue a una ermita que está cerca desa villa, adonde se junta­ ron ciertas beatas que se dicen Alumbradas, que, a lo que se cree, esta­ ban de acuerdo para venir allí, a las cuales dixo la misa, y las comulgó y después almorzó con ellas; y porque el Reverendísimo Señor Inquisi­ dor General quiere saber lo que en esto ha habido», les mandan que averigüen lo ocurrido y que Juan de Salcedo, notario del secreto, escri­ ba de su mano lo que «sabe de la manera de proceder que el dicho in­ quisidor Saldaña ha tenido en los negocios de los Alumbrados» 30. Como se ve, el Consejo hila fino. Ningún 'negocio' pende en la Inquicisión por esos años que implique tanta gravedad y tanta complejidad I b ., f. 407 v. Cartas a Saldaña y a Montoya, 3 agosto 1576: AHN.: I n q u i s i c i ó n , libro 579, f. 2 r-v; nuevas cartas a Montoya, 22 agosto 1576: ib., f. 8 r. Sobre la actuación de Saldaña: cartas de 21 feb. y 15 julio 1577: ib., ff. 52 v. y 89 v. «o

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como el de los Alumbrados de Extremadura. Todas las medidas adopta­ das parecen insuficientes. En realidad, Saldaña no se excedió; por e] contrario, logró 'confesiones' de las beatas que no habían hecho al mis­ mísimo Montoya, ni al viejo Muñoz, que también anduvo, con sus enfer­ medades a cuestas, visitando el importante centro de Fregenal. En vista de tanta gravedad y tanta complejidad —y aun de tanta len­ titud—, el Consejo, no contento con los refuerzos anteriores, acordó en­ viar uno extraordinario a aquel tribunal de provincia que, por número de inquisidores, se pone a la cabeza. Este hecho singular constituye una nota de valor a la vez real y amargo: el «negocio» de los Alumbrados es tan importante, que el Consejo decide que vaya uno de sus miembros a Llerena a presidir y activar la ‘vista’ de las causas. El cargo —o la car­ ga— recae en Don Francisco de Soto y Salazar, obispo de Salamanca. En su época de joven inquisidor, cuando le cupo en suerte Sevilla, el férreo y agrio Don Juan González de Munébrega, obispo de Tarazona y repre­ sentante de Don Fernando de Valdés, le 'propuso' para la plaza de Lle­ rena, distrito de larga andadura; en realidad, lo que intentaba era des­ hacerse de é l 31. Soto prosperó a más aupados destinos; o sea, a la Corte y luego a la mitra salmantina. Experto en los asuntos inquisitoriales, prestigioso, mitrado, irá a Llerena a prestar sus últimos servicios a la Inquisición. Otros méritos, al menos para la simpatía evocadora, se ganó por la ayuda que, desde su alto puesto en el Consejo de la «santa» y te­ mida Inquisición, dispensa a la Madre Teresa de Jesús y a sus libros. El acuerdo de enviarlo a Llerena, de todo punto excepcional, lo anuncia el Consejo el 7 de setiembre de 1577; irá en breve, y el viejo y achacoso inquisidor Muñoz tendrá que desalojar su vivienda para que en ella se hospede el ilustre personaje. Para Muñoz es un despido, que no tardará en materializarse, teniendo que dejar pronto casa y oficio, y recibiendo por premio la chantría de Málaga. Para Soto, la faena que le aguarda en Llerena no era poca ni leve: poner orden —orden y justicia— en la vasta, compleja, delicada trama del Alumbradismo. En el Consejo le han preparado un memorial-guía de lo que ha de hacer. Y para Llerena se fue, con credenciales y poderes. Se puso de inmediato a cumplir su gestión. Pero las parcas, en forma de grave dolencia, fueron inexorables con él, más que con los mismos Alumbrados. Don Francisco de Soto fa­ lleció allí, en Llerena, en acto de servicio, el 29 de enero de 1578. Fue se­ pultado en la capilla que construyó para el descanso de sus restos mor­ tales en la gótica iglesia de Santo Tomás de Avila. Los pocos meses que desempeñó su misión extraordinaria en Llerena dio pábulo al rumor de haber muerto por una pócima que le propinó su médico de cabecera; 31 Un fragmento de carta de J. González, acusando a su colega Soto, he dado en: Estudio preliminar a: D. de V altanas, Apologías, Barcelona, 1963, p. 28; el ori­ ginal, de fecha 26 noviembre 1561, se conserva en AHN.: Inq., leg. 2943 s.f. 238

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sobornado por los cómplices de los presos. La especie legendaria del en­ venenamiento quizá corrió por bocas y calles de las villas extremeñas, expandiendo su onda a lugares más lejanos. El cronista Alonso Fernán­ dez la recoge ya como pan migado. Y, tras él, historiadores modernos. Mas, a mi leal parecer, se trata de una noticia 'infundada'. Ningún docu­ mento la avala. Y el epitafio que se puso en su sepulcro tampoco alude a esta circunstancia; se limita a recordar con sencillez que murió en Llerena «asistiendo a los negocios de la fe» 32. La muerte segó la vida del obispo, pero no detuvo el curso de los procesos. La máquina inquisitorial, puesta en marcha, no solía detener­ se por percances mortales de un inquisidor. Siguió, pues, funcionando a ritmo propio. A paso de elefante: lento y pisando a fondo. 5.

Penuria

de 'calificadores'

Otra de las dificultades que venía arrastrando el tribunal de Llerena consistía en la penuria de 'calificadores'. El problema se agudizó al des­ cubrirse el alumbradismo, al llenarse las cárceles de presos y al instruír­ seles los correspondientes procesos. 32 Véase la carta del Consejo a los inquisidores de Llerena anunciándoles la designación de Don Francisco Soto para ir a presidir y a ultimar los procesos de los A l u m b r a d o s , según la copia conservada en el registro: AHN.: In q ., libro 579, ff. 100 v-101 r. En el mismo libro, ff. 105 v-106 r, carta de 1 octubre 1577 comunicándole al in­ quisidor Muñoz, que no cejaba de quejarse de falta de salud, que S. M. se ha dig­ nado promoverlo a chantre de la catedral de Málaga, que renta 700 ducados al año; le agradecen los servicios prestados, pero le urgen que vaya a residir y a servir su prebenda malagueña. No debió agradarle tan poca paga; el 8 febrero 1578, al­ gunos días después de morir Don Francisco Soto, todavía Muñoz está en Llerena; le aprietan a que se ponga en viaje, pues el Inquisidor General ha nombrado ya el sustituto de Muñoz y «está esperando vuestra partida para ir a servir» la plaza: ib., f. 129 r. La elección del sustituto de Muñoz parece que no se había realizado aún. El 27 de enero de 1579 fue nombrado nuevo inquisidor del tribunal de Llerena Don Ro­ drigo de Mendoza: cf. ib., f. 189 r. La figura de Don Francisco de Soto y Salazar bien merece una sumaria evoca­ ción: natural de Bonilla de la Sierra, en la provincia de Avila, estuvo muy relacio­ nado con la familia de Santa Teresa, y favoreció a la Santa y a sus «libros» cuanto pudo. Fue provisor de Astorga, inquisidor en los tribunales de Córdoba, Sevilla —donde le cogió ojeriza Don Juan González, delegado de Don Fernando de Valdés— y en Toledo; después ascendió al Consejo y, en fin, fue preconizado obispo de Sa­ lamanca el 4 de abril de 1575. A. F ernández, en su H i s t o r i a y a n a le s d e la c i u d a d y o b i s p a d o d e P l a s e n c i a (Madrid, 1627), refiere ya la «leyenda» de su muerte por envenenamiento; su enfermedad consistió en «mal de orina», es decir, de próstata; lo del veneno propinado por su médico de cabecera es «cosa desde' entonces ad­ mitida por todos los escritores que de ello tratan»: V. B arrantes, A p a r a t o , II, 329. Admitida, errada y exagerada por Menéndez Pelayo, desde luego, que escribe: «Los Alumbrados, a quienes poco importaba un crimen más, sobornaron a su mé­ dico e hicieron que le envenenase, muriendo de resultas en Llerena el 21 de enero 239

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Allí, en un pueblo de Extremadura, no resultaba fácil encontrar ‘teólogos’. La estructura del procedimiento jurídico de la Inquisición necesitaba de ellos para calificar, es decir, para dar un voto teológico sobre las culpas de infidelidad de los presuntos reos. El juicio de los teólogos vino a ser una pieza imprescindible para el buen funcionamien­ to de la máquina procesal. Una máquina que ordinariamente estaba manejada por juristas, pero que molía trigo religioso; ¿quién podía dis­ cernir en muchos casos si tal punto doctrinal o tal acto ético era herético sino el profesor o maestro de teología? Las discusiones sobre si los asun­ tos de la Inquisición —asuntos de la fe— debían encomendarse a juris­ tas o a teólogos habían sido vivaces en época reciente. Basta recordar el juicio de Carranza, teólogo profesional, que sirvió muy activamente en la Inquisición y luego se vio envuelto en el más dramático proceso. Cuando se inician las 'causas' de los Alumbrados extremeños todavía la de Carranza no se había resuelto. Y la cuestión neurálgica que motivó su prisión —año 1559— era ésta: ¿es hereje, o no? Respecto a los Alumbrados de Extremadura, ese interrogante se abre aún hoy al historiador y al crítico: ¿eran herejes, o simplemente vicio­ sos, lujuriosos? Eso fue, en estricto rigor, lo que se preguntaban los inquisidores que los prendieron, los procesaron y los sentenciaron. 'Doctrina y secta de los alumbrados’, dicen los documentos inquisito­ riales. Hacen hincapié en las dos palabras —doctrina, secta—, aunque luego investiguen la 'vida y la conducta', que son el subproducto 'religio­ so' del alumbradismo, la prueba de su maldad intrínseca, el testimonio visible de su infiel fecundidad. Lo que a la Inquisición preocupa es 'vigilar' por la pureza de la fe y, por consiguiente, por el desarraigo de la herejía. La 'doctrina y secta de los alumbrados’ resultaba escurridiza, nueva; su 'descubridor' fray Alonso de la Fuente no se cansa de insistir en que aparentemente se trata de 'santidad viva’, pero que en el fondo no hay más que podredumbre y gusanos. ¡Misterio de los Alumbrados!, repite. «No hay quién lo entienda»; salvo él, claro está, que también lo dice y redice. Y si no «se entiende» bien en su raíz, añade, mal se podrá cali­ ficar. Estudio atento, perseverancia en el análisis, vocación y teología son requisitos imprescindibles para penetrar en el 'misterio' del alum­ bradismo y poner al descubierto su heterodoxia y su heteropraxis. de 1578»: Heterodoxos, IV, 235. La fecha es inexacta: falleció el 29. En el registro de la correspondencia del Consejo no se dice nada sobre el particular; únicamente una alusión al hecho de su muerte, en carta de 22 de febrero de 1578: «el señor obispo desa ciudad [Salamanca], que está en el cielo»: ib., f. 137 r.; y otra, con fecha 14 de julio de 1578, acusando recibo de la relación del «estado de los proce­ sos de los Alumbrados, que en ese Santo Oficio [de Llerena] habéis visto y votado después de la muerte del Señor Obispo de Salamanca»: ib., f. 153 r. 240

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La observación programática es de fray Alonso. Y, aparte su macha­ cón encarecimiento, veremos que la correspondencia inquistiorial le da, una vez más, la razón. Todo eso, aunque no solamente eso, se requiere para desenmascarar la 'doctrina y secta' de los Alumbrados. Si en Llerena no abundan las personas a las que se pueda encomen­ dar la calificación en los procesos ordinarios, ahora que han aumentado en número y que son más difíciles, ¿cómo se remediará la grave penu­ ria? Al reorganizarse y potenciarse el tribunal de Llerena, los nuevos Inquisidores notaron inmediatamente la falta de teólogos calificadores. Ya el 6 de agosto de 1575 el Consejo Supremo escribe a Matos de Noroña, que ha ido a Llerena a activar y dirigir los procesos de los Alum­ brados y ha empezado «a verlos», ordenándole «que se llamen los teó­ logos que suelen calificar para que vean los papeles y cartapacios»33. Una cantidad ingente de libros, cartas y papeles habían caído «presos» con los Alumbrados. Pero cuando Matos de Noroña, recién venido a Llerena, quiere cumplir la orden del Supremo, se encuentra con que hay muy pocos teólogos a quienes se pueda «llamar». Y avisó al Consejo, pidiendo auxilio. El Consejo contestó el 31 de agosto de 1575: «También se consultó a su Señoría Reverendísima la falta de teólogos que escribís hay en esa villa para calificar los negocios que en esa In­ quisición se ofrecen, y hase mandado escribir a los Provinciales de las Ordenes de Santo Domingo y San Francisco las cartas que son con ésta, en que se les pide provean de personas graves de letras y autoridad que residan en los dos monasterios que hay en esa villa, en quienes concu­ rran las demás cualidades que se requieren para que se ocupen en los negocios que en ese Santo Oficio ocurrieren. Convendrá que luego les enviéis las dichas cartas y, si proveyeren las dichas personas, os apro­ vecharéis de ellas para calificadores, habiéndose primero hecho las in­ formaciones de sus genealogías; y de lo que en esto se hiciere, daréis aviso al Consejo» 34*. Como se desprende del documento citado, el peso mayor recaía en los dominicos y franciscanos; mas no exclusivamente, pues el 17 de mayo de 1576 el Consejo autoriza a los inquisidores de Llerena que puedan consultar en negocios de solicitación y de Alumbrados al licenciado Lorenzana, «fraile de la Orden de Santiago» y «cura de Las Casas» 3B. Los «negocios de solicitación» eran más sencillos; la «plaga» 36 se ha­ bía generalizado mucho, a juzgar por la correspondencia inquisitorial, que se ocupa incesantemente de casos concretos y dicta cada vez más 33 AHN.: Inq., libro 578, f. 322 r. 34 Ib., f. 327 r. 85 Ib., f. 390 r. 36 El Consejo Supremo envió «carta acordada» a los tribunales subalternos, con insistencia de extremar la vigilancia: 20 de noviembre de 1574 (cf. ib., f. 237 r) y 12 de julio de 1575 (cf. ib., f. 338 v).

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severas leyes; en Extremadura fue particularmente intensa; y, además, se entrecruzó con la 'doctrina y secta' de los Alumbrados, que en su ma­ yoría fueron acusados también de 'solicitantes'. La carta del Consejo, 31 de agosto de 1575, lo pone de relieve, a la par que permite que, para estos casos, puedan utilizarse seglares como consultores y abogados: «Asimismo se consultó a Su Señoría Reverendísima [ = el Inquisidor Ge­ neral] lo que decís de que algunos de los Alumbrados que al presente están presos en ese Santo Oficio están testificados de que en el acto de la confesión han solicitado a sus hijas de penitencia, y otros tienen con­ fesado el delito, y que los consultores y abogados que hay en esa Inqui­ sición son todos seglares; y ha parecido veáis los dichos negocios con los dichos consultores legos, sin embargo de lo que está ordenado que a la vista dellos se hallen los consultores eclesiásticos» 37. Se trataba, pues, de una excepción, obligada por la penuria de teólo­ gos calificadores y consultores. Algo debió remediarse la falta, ya que los Provinciales «proveerían», enviando a los conventos de Llerena algunos religiosos capaces de cumplir la delicada misión. Servir a la Inquisición era honor; y si el Consejo invitaba al servicio, los Provinciales procura­ ban satisfacer el deseo de la mejor manera posible. En último recurso, «la falta de personas doctas» para calificar se remediaba en parte por la cercanía de Llerena a Sevilla. En una ocasión el Consejo aconseja: «Parece, señores, debéis enviar a Sevilla las dichas proposiciones para que los calificadores de aquella Inquisición las cali­ fiquen» 38. El recurso debió emplearse frecuentemente durante el proceso de los Alumbrados. Más que nunca era necesaria la armonía y colaboración entre los dos tribunales. 6.

Los

PROCESOS, A M A R C H A LENTA

La 'vista' de los procesos de los Alumbrados de Extremadura cami­ nó a marcha lenta. Las causas determinantes de esa lentitud son de tres tipos: En primer lugar, la estructura misma del procedimiento jurídico de los procesos inquisitoriales. Nada más ajeno a un proceso inquisitorial que la precipitación. Nada tampoco tan por sus pasos contados como la 'vista' de una causa. La delicadeza de los asuntos —delitos de fe—, el temor a un fallamos o sentencia errada y el sentido de responsabili­ dad y de justicia servían de freno. Además, el código de la praxis pro­ Ib., f. 327 r. 38 Ib., f. 404 v. 242

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cesal alcanzó una perfección asombrosa, que, por fuerza, complicaba el proceso y lo prolongaba años y años. Aunque a veces no sólo los pre­ suntos reos se impacientan, sino también los inquisidores por la tardan­ za, lo que les preocupa a éstos es acertar en la justa solución; así, pues, el factor tiempo pasa a ser secundario. No voy a detenerme en escribir al detalle cómo se desarrollaba un proceso inquisitorial ordinario con sus acusaciones, con sus audiencias, con sus actos fiscales, con sus mo­ niciones, con sus defensas, con sus ratificaciones de testigos, con sus consultas, etc. Hay libros que analizan todos esos pormenores 39. Sí debe­ mos tener presente que el proceso inquisitorial, por el mismo afán de justicia y por la complicada trama de su desarrollo, era de suyo lento, largo, complejísimo. Y éste es el primer motivo de que el «negocio» que nos ocupa —el de los Alumbrados— tardase más de ocho años en re­ solverse. En segundo término, la lentitud de los procesos de Llerena se debió a los motivos ya indicados: ingente número de encausados, penuria de jueces y calificadores, etc., que obligaron a una reorganización radical del tribunal y a su potenciación, precisamente en orden a hacerlo más dinámico y seguro. Por último, la reluctancia de los Alumbrados a confesar y admitir sus culpas. Cualquier presunto reo, por instinto de autodefensa, niega las instancias acusadoras. Los Alumbrados demostraron una enorme, tenaz capacidad de resistencia, proporcional a su organización sectaria y a su «honra». Sobre todo, los responsables mayores, que gozaban de 'buena fama’ entre el vulgo devoto y, por su posición social y sus estu­ dios eclesiásticos, sabían lo que arriesgaban. Ni aun sometidos a tormen­ to «confesaban». «Diósele tormento, resistiólo y estuvo negativo» es una expresión que se repite, con impasible frialdad, en las actas, pero que revela la fuerza de voluntad de resistir, de defenderse. Todo ello junto contribuyó a que la ‘causa’ inquisitorial por la doc­ trina y secta de los Alumbrados diese la sensación de eternizarse, de no acabarse nunca. Por lo menos, su ritmo fue penoso, complicado, ago­ tador. Los primeros presos de la ‘secta’ fueron tres ‘cabecillas’, los tres clé­ rigos y de renombre prestigioso: Hernando Alvarez, Gaspar Sánchez y Francisco de Zamora. Ingresaron en las cárceles preventivas en noviem­ bre de 1573. Inmediatamente se abrió su proceso formal. A la prisión había precedido el proceso informativo, incoado meses antes. El 17 de julio ya el Consejo Supremo ha visto las informaciones que el tribunal 39 Además de los antiguos Directorios o Manuales de Inquisidores, pueden con­ sultarse: B. L lorca, La Inquisición en España, Barcelona, 1936; y A. S. T urberville , The Spanish Inquisition, London, 1949, aunque con «reserva» por su tendenciosidad. 243

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de Llerena le envió, y después de examinadas, ordena proseguir las di­ ligencias. En las informaciones aparecen esos tres como peculiarmente indiciados, pero también se alude a otros, sin especificar: «los demás cul­ pados que llaman Alumbrados» 40. La fecha 17 de julio de 1573 hay que señalarla como un hito crono­ lógico, no el primero, sino el más vistoso e importante. Se habla ya, en la correspondencia de la Suprema, de Alumbrados. Y se decreta la pri­ sión de los jefecillos, que se ejecutará en noviembre. Para entonces lle­ vaba ya fray Alonso casi tres años denunciando la existencia de la mis­ teriosa herejía. Por diciembre del mismo año de 1573 fueron encarcela­ das las dos primeras mujeres de la 'secta': María Sánchez y Elvira Zambrana. La 'vista' de su causa empezó también, lenta, inexorable, como ordenaba el código de justicia inquisitorial. El 29 de julio de 1574 ya se ha examinado en el Consejo el cartapacio relativo a los procesos de las beatas; y se dan órdenes de cómo hay que proseguirlos: «Recibimos vuestra carta de 11 de éste y las confesiones que María Sánchez y Elvira Zambrana, morena, beatas, presas [...] por la doctrina de nuevos erro­ res que llamáis de los Alumbrados [...]. Ha parecido examinéis, señores, muy particularmente» a las dos, «conforme al Memorial firmado del señor Alonso de Dóriga, que será con ésta, haciéndoles las preguntas y repreguntas» convenientes para aclarar el tinglado alumbradista y «yen­ do en este negocio con mucha atención» 41. La visita de Montoya al distrito, con las numerosas prisiones consi­ guientes, puso de manifiesto no sólo lo arraigada y difundida que esta­ ba la epidemia alumbradista, sino también la insuficiencia de las cárce­ les. Los inquisidores tuvieron que abordar esta dificultad, exponiendo al Consejo Supremo la necesidad de ampliarlas y avanzando la posible solución. El 31 de agosto de 1575 se les autoriza a que «en las dos to­ rres y sala que Don Luis Zapata tenía ocupadas con armas, se hagan las tres cárceles» que son necesarias, advirtiéndoles, por lo que a los gastos atañe, que «la costa que se hiciere sea con toda moderación» 42. Tampoco eran suficientes las salas de 'audiencia' para el trabajo co­ tidiano de los inquisidores. Al reorganizar el Consejo Supremo el tribu­ nal de Llerena, el equipo de inquisidores creció en la forma ya descrita; pero no se disponía de espacio acomodado para las 'salas de tribunal', en las que se tomaban las declaraciones a los presos y a los testigos. Tuvieron que adaptar la celda en que Hernando Alvarez estaba preso, contigua a una de las audiencias ya existentes, que eran tres 43. 40 AHN.: Inq., lib. 578, f. 101 v. 41 Ib., f. 197 r. 42 ib., f. 327 v. 43 Ib., f. 356 r.-v. 244

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Los avisos’ del Consejo Supremo insisten en que el asunto de la 'doc­ trina y secta de los Alumbrados’ es de mucha importancia y gravedad, y que, por consiguiente, es necesario apurar las diligencias. Se trata de una unidad herética que obliga a máxima atención y a sustanciarla per modum unius. Esto determina que cada proceso tenga dos vertientes: la personal y la colectiva o comunitaria. Es decir, que se averigua no sólo la ‘culpa’ de un preso aislado, sino su entronque con los otros de la ‘liga’, porque lo que más interesa es llegar a la raíz de la comunidad sectaria. Esto, por fuerza mayor, contribuía a complicar la faena inqui­ sitorial y a retardar la marcha de los procesos, ya de suyo lentísima. Además, a cada paso dado o antes de darlo era menester consulta al Consejo Supremo, residente en la Corte (Madrid), que fue el que planeó y dirigió las operaciones contra el alumbradismo. En el ir y venir de la posta se gastaba mucho tiempo. El 31 de agosto de 1574 ordenó el Consejo Supremo a los inquisido­ res de Llerena que no tuviesen «audiencias ni otras diligencias» hasta que Montoya vuelva de la visita con el nuevo material recogido «y se vea todo junto y de aquí otra cosa se os ordene. Esto se hará, sin embargo de lo que por la nuestra de 29 del pasado se os ordenó cerca de que examinásedes a María Sánchez y Elvira Zambrana, morena, beatas, presas en esas cárceles por la dicha doctrina [de Alumbrados] y a las demás personas que resultasen culpadas»; la orden de alto a la marcha la mo­ tivan los informes del mismo Montoya que, en la visita que va haciendo, acaba de descubrir «cosas graves y de importancia» contra muchas per­ sonas «sobre la doctrina de los nuevos errores que llaman de los Alum­ brados»; en fin, «proveeréis que los presos estén a buen recaudo, de manera que no se puedan ver ni comunicar unos con otros, porque así conviene para la verificación y claridad de esos negocios» 44. En tener a unos presos aislados de otros ponen gran cuidado. Pocos días después del anterior aviso, el 4 de setiembre, insisten de nuevo sobre esto: «Convendrá que con estas personas que ahora se prenden y con las que lo están por este delito [«nueva doctrina que llaman de Alumbrados»] proveáis, señores, se tenga gran vigilancia y cuidado, para que no se vean ni comuniquen en manera alguna» 45. El 14 de octubre mandan hacer algunas diligencias procesales y, una vez realizadas, deben parar hasta recibir nuevas órdenes: «Con Hernan­ do Alvarez y Francisco de Zamora, clérigos, y con los demás presos so­ bre la nueva doctrina de Alumbrados, continuaréis vuestras audiencias hasta ponerles la acusación y recibir las causas a la prueba para que el 44 Ib., f. 207 v. 45 Ib., f. 213 r.; «teméis muy gran cuidado de que en las cárceles no se comu­ niquen por ninguna vía, como por otras (cartas) se os ha advertido»: Ib., f. 302 v. 245

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licenciado Montoya, vuestro colega, pueda ratificar los testigos antes que salga de Zafra». Se trata, pues, de ganar tiempo, aprovechando que Montoya está en Zafra; ahí se detendrán: «No haréis más diligencia» con los presos, «dexándolo en el punto y estado de la prueba y notifi­ cación de testigos, sin darle la publicación ni tener más audiencias con ellos hasta que otra cosa se os ordene» 4647. Nueva orden al respecto llegó el 9 de junio de 1575. Se refiere a que se haga lo mismo con los nuevos presos; o sea: que se «haga audiencia con ellos hasta recibir sus causas a prueba sin pasar en ellas más ade­ lante» 41. Se trata, como es obvio, de conducir los procesos a un punto deter­ minado para poder examinar la situación general del alumbradismo. El número de presos aumenta sin cesar. Aumenta, por tanto, el número de procesos. Y hay que descubrir el mal en sus raíces hondas. Para ello es necesaria la acumulación de datos convergentes. Incluso viejos procesos, abandonados por juzgarlos sin consistencia, vuelven a ponerse sobre el tapete, por si arrojan alguna luz en el confuso mare magnum. El 21 de octubre de 1575 el Consejo Supremo escribe al tribunal de Llerena: «Cerca de las causas de las beatas de Frexenal que en ese Santo Oficio estuvieron presas, ha parecido que, aunque en otro tiempo se mandó suspender las causas de las dichas beatas, tornéis a ver los procesos que contra ellas se hicieron, con ordinario y consultores» 48. Todo contribuía a retardar el ya de suyo lentísimo ritmo de la má­ quina procesal. Los Inquisidores no se daban abasto a oír testigos y presuntos reos, a solucionar pequeños problemas o impensados inciden­ tes, a hacer que las formalidades jurídicas de los procesos avanzasen. A Hernando Alvarez, que era pájaro de cuenta mayor, lo 'testifican', en pro o en contra, más de trescientos testigos49. Todos deben 'ratificarse', en una segunda 'deposición', de lo que han dicho la primera vez. Y de todo hay que ir levantando acta. Y a todos tiene derecho el encausado a replicar. Se ve claro, en este ejemplo, la desesperante lentitud que el mismo código procesal impone a la 'vista' de la causa. Más exasperada era aún la situación de los presos. No tanto por la lobreguez de las cárceles inquisitoriales —sobre las que algunos han hecho correr tanta tinta turbia, y otros, poniendo las cosas en su punto, han demostrado que, por lugar y trato, eran mejores en general que las destinadas a presos civiles 50—, cuanto por el clima psicológico y am­ 46 Ib., ff. 206 r. y 224 v. 47 Ib., f. 302 v. 48 ib., f. 340 r. 49 AHN: Inq., leg. 4572/3: «...tuvo comprobados 346 testigos». 50 «Las cárceles secretas de la Inquisición pertenecían a las mejor organizadas de su época, y las perpetuas apenas merecen el nombre de cárceles. Que las cárce­ les de la Inquisición no eran lóbregos calabozos se infiere de que hallamos con 246

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biental, por la incerteza del futuro, por las forzosas paradas de los pro­ cesos, por la tensión de las llamadas a 'audiencia', por el temor y el dolor del 'tormento' y, en fin, por las enfermedades físicas. El Santo Oficio tenía médicos y cirujanos para atender a los presos. En Llerena, el Doctor Rubiato, que desempeñaba el cargo, falleció en 1575; los In­ quisidores proponen al Consejo, para reemplazarle, a Pero Alvarez, «ca­ sado con cristiana vieja», y el Consejo da el visto bueno a su nombra­ miento por el resto del año 51, hasta que se provea la plaza definitiva­ mente. Puede, por tanto, entrar en las cárceles a curar los presos. En­ fermedades físicas y psíquicas no faltan. Gaspar Sánchez, que fue uno de los primeros Alumbrados que ingresó en la cárcel, murió en ella a fines de 1574 o principios de 1575; meses después falleció su compañero de secta, de prisión y de desdicha Francisco de Zamora; también la muer­ te liberó a Francisca Rodríguez. Peor que las enfermedades físicas eran las enfermedades psíquicas. Abundaban, entre los Alumbrados y, sobre todo, entre las Alumbradas, los desquiciamientos nerviosos, las neurastenias 'religiosas', provocadas o desatadas por el sistema alumbradista. En la cárcel se agrava el es­ tado depresivo, mezclado a ideas fijas de 'demonios' y otras del mismo o parecido jaez. Los inquisidores no saben a qué carta quedarse, pero no descuidan la aplicación de los remedios que juzgan más oportunos, a par que investigan, en cuanto es posible, las ‘causas’. En cuanto a le­ nitivos, el Consejo, visto el informe sobre la situación, accede a que los presos que dan señales de locura —locura por soledad— puedan vivir en compañía: «E lo que decís que algunos de los Alumbrados que están presos han perdido el juicio y convenía darles compañeros, parece que así se haga, como no sean cómplices» 52. Más difícil resulta averiguar si las beatas que se sienten endemonia­ das dicen verdad o la fingen. Ya durante la visita tropezó Montoya con este serio problema. El Consejo le instruye cómo debe actuar: «Teméis mucha advertencia en saber si las que dicen que están endemoniadas deponen fingido o no, recibiendo información sobre quiénes y cuántas son las que están endemoniadas y reciben el Santísimo Sacramento, y quiénes son los maestros que, estando así, las comulgan, y cómo se llaman los unos y las otras, procurando averiguar todo muy particularmente» 53. frecuencia a presos ocupados en leer y escribir, cosa que, naturalmente, no se po­ día hacer a la luz de un ventanillo a manera de aspillera»: Ernst S chafer , B e i t r a g e z u r G e s c h i c h t e d e s s p a n i s c h e n P r o t e s t a n t i s m u s u. d e r I n q u i s i t i o n , t. I, Gütersloh, 1902, pág. 86. , Puede verse también el estudio más reciente de M. de La P inta, L a s c á r c e l e s i n q u i s i t o r i a l e s e s p a ñ o l a s . Madrid, 1949. si AHN.: Inq., lib. 578, f. 327 v. 52 I b ., f. 356 v. 53 I b ., ff. 316 r. 247

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El estado depresivo de muchas presas es evidente; los inquisidores lo notan en el momento de los interrogatorios, pero en más de una oca­ sión no ven claro si son «locas» o son «endemoniadas», y, en el caso de que lo último parezca más probable o que ellas mismas lo proclamen, tampoco aciertan siempre a discernir si la diablura es real o fingida. ¡Delicada, compleja faena la de «sustanciar» los procesos del alumbradismo extremeño! No hay, pues, que extrañarse si caminaban a paso lento. 7.

Causas

desglosadas

Al descubrirse 'la secta y doctrina de los alumbrados’, el Consejo Supremo de la Inquisición juzgó el asunto como muy importante y gra­ ve, y, con su lógica habitual, procuró atar bien todos los cabos. Muchas prisiones, que en otras circunstancias no se ejecutarían, se decretan aho­ ra con este fin: en la cárcel y aisladas, las beatas ayudarán mejor que sueltas y prevenidas a esclarecer las raíces y extensión de la peste reli­ giosa del alumbradismo. Muchos procesos, que yacían dormidos, son examinados nuevamente. Y, por ese afán de profundidad y de justicia, engloban bajo el denominador común de Alumbrados una serie de pro­ cesos que, a medida que son ‘vistos’, se comprueba que coinciden sólo con los de la ‘liga’ en las solicitaciones ad turpia, pero no en la ‘doctri­ na’ ni en la organización de grupo. Las causas, pues, vacías de contenido alumbradista —que es lo que la Inquisición tiene empeño en investigar a fondo— se desglosan para resolverlas con la mayor rapidez posible, quedando para tiempo oportuno las que presentan síntomas de infec­ ción doctrinal. Del bloque- de la 'secta y doctrina de los Alumbrados’ —que sigue compactamente en estudio— se desgajan los procesos no comprometidos, salvo en primera instancia, en la 'herejía'. En realidad, se aligeró así el bloque, y se hizo justicia sin esperar al auto de los Alum­ brados. Figuran en el grupo de los solicitantes no ‘alumbrados’ los siguientes: Esteban Martín, clérigo; fray Marcos de los Olivos, agustino; fray Juan del Villar, guardián de los franciscanos de Mérida, fray Martín de la Higuera, franciscano, y fray Angel de Badajoz, franciscano también. En un principio pudieron aparecer en mezcla con los Alumbrados; después se vio que su entronque era mínimo o colateral. Es curioso lo que dice el Consejo el 18 de enero de 1576: han recibido las informacio­ nes contra fray Angel de Badajoz y Esteban Martín, «clérigo Alumbra­ do», y Catalina Rodríguez de la Vega y su hermana Mencía de la Vega». Añaden: «se verán»54. Y, efectivamente, de la vista o análisis resultó w Ib., ff. 358 v. y 361 v.

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que no se trataba de Alumbrados peligrosos, sino de vulgares solicitado­ res y, en el caso de Esteban Martín, de eso y de rebautizador. Entre las causas que fueron despachadas durante el año 1576, fuera de auto, figuran las siguientes: 1) Esteban Martín, clérigo, sacerdote, vecino de Villanueva de Barcarrota, de 70 años de edad, había sido acusado por algunos sacerdotes de haber rebautizado a dos beatas —las hermanas Catalina y Mencía Rodríguez de la Vega— y a una monja; de ser solicitador ‘in actu confessionis’; y «también fue testificado de algunas otras cosas de la doctri­ na de Alumbrados». En el proceso confesó lo del rebautismo y de «haber tenido cuenta carnal» con la monja, «y que, para la persuadir de ello, le había dicho que aquello le sería remedio para quitar las tentaciones de carne que tenía con el demonio, y que, haciéndolo por vía de media­ na, no era pecado». La sofística razón olía, evidentemente, a alumbradismo, pero no hallaron los inquisidores pruebas de que anduviese me­ tido en la 'secta'; sí, en cambio, que, pese a sus años, era un cura rijoso, pues descubrieron otras muchas cosas de su mal vivir. Lo sentencian a oír una misa en la capilla del Santo Oficio, a la que asiste en forma de penitente, en presencia de seis clérigos; acabada, abjura de levi, y es pri­ vado in perpetuum de administrar los sacramentos; lo destierran por dos años y le imponen la pena pecuniaria de 30.000 maravedís. 2) Fray Marcos de los Olivos, agustino exclaustrado, cura de la igle­ sia de San Miguel de Jerez de los Caballeros, natural de Tenerife, de 45 años de edad, fue testificado por 31 testigos de que «requería y solicita­ ba de amores a sus hijas de confesión». Durante el proceso negó y se defendió como pudo. Pero no le valió de nada, ni nada pudo alegar que «relevarle pudiere», pues, al parecer, las solicitaciones habían sido mu­ chas y en algunos casos consumadas. Visto el proceso con el obispo de Salamanca, Soto Salazar, se le sentenció de manera casi idéntica al an­ terior; a la misa estuvieron presentes los Priores de Santo Domingo y de San Francisco y otros clérigos, y se le dio una disciplina pública y, además, lo condenaron a reclusión de seis años en un monasterio de Badajoz. 3) Parecida fue la motivación de la sentencia contra fray Martín de la Higuera, del convento de franciscanos de Fregenal de la Sierra, de 60 años de edad; estuvo «negativo» en el proceso; se le condenó a tres años de cárcel conventual en Cáceres. 4) Fray Juan del Villar, guardián de San Francisco de Mérida, era un «guardián verde» de 50 años de edad; en penitencia estará cuatro años recluso en un convento. 249

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5) Fray Angel de Badajoz, del convento de franciscanos de Valverde, de 40 años de edad —el más mozo de este grupo—, «quebrando la cárcel» y con una «soga y su cordón se descolgó por el muro», dándose a la huida; capturado tres días después, a ocho leguas de Llerena, confe­ só sus pecados y que se había escapado «con intención de acudir al Santo Padre para que le absolviese». No era menester ir tan lejos, pues los inquisidores, visto su arrepentimiento, lo absolvieron, poniéndole la penitencia de dos años de reclusión «en un monasterio de su Orden, que le será señalado». 6) Las dos hermanas Rodríguez de la Vega, presas por febrero de 1576, lo mismo que Esteban Martín, confesaron el «hecho del rebautis­ mo», aunque no coincidieron en contarlo; ambas negaron la mala «in­ tención». Fueron puestas en libertad. 7) En fin, también fue 'despachado' el proceso de una tal María Macías, de 21 años, «mujer enamorada», vecina de Jerez de los Caballe­ ros, presa en agosto de 1576 «porque dixo no ser pecado echarse car­ nalmente con los hombres, que antes era bendición». ¡Gajes y dichos del oficio! Fue absuelta de la 'instancia' de herejía 55.

8.

E

v o l u c ió n

de

los

pro ceso s

desde

1573

a

1578

A estas alturas de la historia de los Alumbrados de Extremadura me parece útil dar una ojeada de conjunto a la marcha evolutiva de los pro­ cesos desde que se decretan las primeras prisiones hasta que se dictan las sentencias. Es decir: desde el 17 de julio de 1573 hasta que se leye­ ron los fallamos en el auto público de fe, celebrado el 14 de junio de 1579. Es, en parte, un resumen de lo ya narrado, que, por su variopinta veta, se desparrama en mil minucias, imposibles de retener; y, en parte, noticia no dicha y prosecución del tema. De la fase «previa» (1570-1573) —descubrimiento, predicaciones y an­ danzas de fray Alonso de la Fuente—, no es menester repetir nada. De la fase final (auto de fe: 14 de junio de 1579) trataremos en capítulo aparte, que será el próximo. De la fase intermedia (1573-1578), voy a ocuparme acto seguido. En ella se fueron «sustanciando» los procesos. El tribunal de la Provincia de León nunca se había visto, ni verá, en tanto agobio y encrucijadas. Los años anteriores celebraba autos de fe por ley de ordinaria adminis­ 55 Cf. Relación de las causas despachadas en la Inquisición de Llerena después que se celebró el aucto de la fe, que fue domingo 18 de noviembre del año 1576: AHN.: Inq., legajo 1988, expediente n.° 10, ff. 1 r.-4 v. 250

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tración; en este lustro, 1573-1578, la actividad desarrollada va a ser mu­ cho más intensa; el tema es nuevo; y el auto, desembocadura fatídica, tardará en poderse celebrar. En Llerena hubo auto de fe el 23 de enero de 1563, el 2 de mayo de 1568, el 12 de junio de 1569, el 23 de julio de 1570, el 20 de abril de 1572; el 14 de junio de 1573 5G. Los asuntos que motivan el auto de fe son rutinarios. El 29 de mayo de 1575 se celebró otro auto. La Relación del mismo no guarda sorpresa alguna en cuanto a los delitos por los que reciben «penitencia» los reos; están clasificados en categorías habituales: 1.a, por defender que la simple fornicación no es pecado; 2.a, por seguir la secta de Lutero; 3.a, por practicar la religión de Mahoma (hay mucho morisco en la tierra, alguno «de los repatria­ dos [ = desterrados] del reino de Granada»), y 4.a, por vivir según la ley de Moisés, o sea, por judaizar. Alguna sentencia será capital; por ejem­ plo, la de «Francisco Suárez, que llaman el Pollo, de generación de ju­ díos por todas partes»: fue «relaxado al brazo secular, ya que era re­ cidivo». Sin embargo, no sale al auto ningún Alumbrado. Y eso que hay algu­ nos que llevan ya casi dos años en la cárcel por el presunto delito. La Relación del auto contiene un apéndice informativo sobre el «estado de las causas despachadas fuera de auto» y sobre las «causas pendientes» de resolución; entre éstas figura o aparece la primera lista oficial de presos y procesados por «LA SECTA Y DOCTRINA DE LOS ALUM­ BRADOS». Son «causas» que no sólo no han podido despacharse, sino que se hallan aún en la fase primaria; es decir, en fase de «sustanciación». Causas intrincadas, difíciles. Las sumarísimas indicaciones de la lista subrayan que los presosclérigos no colaboran en el «negocio» de sus procesos, antes bien se obstinan en la autoinocencia —estrategia inválida o inadmisible— o, cuando se ven en aprieto, se refugian en la negación de todo lo que les «testifican»; de bien poco les servirá a los pobres reos el recurso de atrincherarse a ultranza en la negativa; las beatas son más blandas, su resistencia se desmorona por momentos y, al menos algunas, empiezan a confesar lisamente el cuerpo del delito 5T. El 18 de noviembre de 1576 se celebró en Llerena otro auto de fe. Como es costumbre, era domingo, ya que los autos solían tener lugar en día de fiesta. Los reos 'penitenciados’ pertenecen a las especies con­ sabidas. Las causas de los Alumbrados no han alcanzado aún madurez; por eso, ninguno figura en el auto público. Sí en la Relación de los pro­ cesos pendientes. Respecto a la lista anterior, que elencaba a 10, el nú-567 56 57

Ib ., Ib.,

exp. n.° 8. exp. n.° 9. 251

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mero de causas «por la secta y doctrina de los Alumbrados» asciende ahora a 22. Se ha engrosado, por tanto, con nuevos presos, aunque no todos, como demostró la 'vista' de sus causas, pertenecían propiamente a la secta; sus procesos fueron desgajados del bloque del alumbradismo y despachados con relativa rapidez, como hemos dicho ya. En esta lista de 22 se indicaba que Gaspar Sánchez falleció en las cárceles cuando su causa se hallaba 'a prueba' y se habían 'ratificado los testigos'; las de sus compañeros de cárcel y cómplices en alumbradismo han avanzado poco también: han sido recibidas a prueba, con ratificación de los testi­ gos y pasado todo al dossier procesal de cada uno 58. Todavía hay una tercera lista, indicadora de algunas novedades. Se ha cerrado el 10 de diciembre de 1578, dos años largos después de la precedente. En esos dos años los inquisidores de Llerena, muy refor­ zados, 'sustancian' los procesos de los Alumbrados. Muchos, efectivamen­ te, están ya conclusos; otros, casi terminados, a falta sólo de algún que otro requisito. Lentamente, inexorablemente, el bloque 'definido' de los Alumbrados iba logrando madurez procesal. En la lista se hace constar que son ya tres los muertos durante la 'vista' de sus causas; todos, vivos y muertos —porque los procesos pendían aún después de que las Parcas liberasen de la cárcel a los presuntos reos—, están fielmente consigna­ dos ahí, por sus nombres y con lacónicas indicaciones del ‘estado de sus causas'. Son: Hernando Alvarez, Gaspar Sánchez (difunto), Francisco Zamora (difunto), Cristóbal Chamizo, Francisco de Mesa, Cristóbal Mexía, Francisco Gutiérrez, Hernando de Ecija, Rodrigo Vázquez, fray Pe­ dro de Santa María, Juan García (preso en enero de 1576), María Sán­ chez, Elvira Zambrana, Inés Sánchez, Catalina de Valdivieso, Leonor Sánchez, María González, María Gutiérrez, Leonor López, Juan Bernal y Francisca Rodríguez (difunta)59. Descontados los tres difuntos, quedan 18 Alumbrados vivos en las cárceles. En cuanto al ‘estado de sus causas’, ya la mayoría de los procesos están listos para sentencia y, como cabe presumir, para auto. No hay apenas resistentes, aunque todavía alguno lucha por paliar su culpa. La implacable batería de los interrogatorios y de los tormentos inquisito­ riales apunta lógicamente a Hernando Alvarez, el capitán de la secta. Ha admitido ya, a fuerza de preguntas, testigos y potro, que cometió ‘deshonestidades’ con sus beatas y que les enseñó que no eran pecami­ nosas; pero resiste como puede, intentando hacer 'diminuciones', es decir, disimulando la propia culpa, rebajándola; la Relación añade: «En todo lo demás está negativo; está votado a tormento sobre lo testifica­ do y el proceso en Consejo.» 58 Ib., exp. n.° 10. 252

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Similar es, más o menos, la situación de sus cómplices. Cristóbal Chamizo ha confesado «deshonestidades grandes» que ha realizado en el confesonario y fuera de él con las beatas; «diósele tormento sobre las diminuciones e intención» de lo que ha confesado, «y venció»; su causa, finiquitada: «está votado definitivamente por Vuestra Señoría para auto». Francisco de Mesa confesó también en parte las lubricidades per­ petradas; en lo demás de que le acusan y 'testifican', se mantiene en la 'defensa', persiste en negar su intención herética, y saca fuerzas de fla­ queza para no dar el brazo a torcer. Más o menos, la táctica negativa es común. Los que hacen gala de una terquedad comprometedora son el doctor Cristóbal Mexía y Francisco Gutiérrez. El primero se obstinó al principio en «defender que los sentimientos corporales y otros efectos y cosas de los Alumbrados» eran «católicas y santas» y que podían veri­ ficarse en cualquier convento de teatinos; él había sido teatino y lanza­ ba por esta vía, queriéndolo o no, una formidable acusación en la que tropezará y a la que se agarrará fray Alonso de la Fuente, y los mismos inquisidores. Francisco Gutiérrez no sólo niega cualquier acusación, sino que da en la flor de «recusar a los inquisidores e no quiere responder a las preguntas». Las beatas, que confiesan en general —y comprometen a sus maes­ tros más de lo que ellos quisieran—, no presentaban mayores dificul­ tades. Su blandura y su ignorancia son atenuantes evidentes. Pero hay algún tipo de «sexo varonil» o, al menos, de inesperada fortaleza. La más pertinaz es María Sánchez; «está negativa» a todo; insiste en decir que está en estado de gracia y «dice otras cosas que da muestra de es­ tar loca». Su proceso es uno de los que se vio y votó en consulta con el señor obispo de Salamanca, sentenciándola a salir al auto público, a abjurar de levi y a ser desterrada «de la Provincia de León» —entién­ dase: del distrito inquisitorial que se designaba con este nombre y cuya sede estaba en Llerena— después de recibir una tanda de cien azotes. Pero ocurrió lo inesperado: «estando la causa en este estado sobrevino, según parece, que la dicha María Sánchez mató a Inés Alonso, su com­ pañera de cárcel». No era la tal Inés una Alumbrada, sino una «recon­ ciliada». En vez de analizar uno por uno los procesos, quizá sea mejor con­ cluir indicando que los trámites ordinarios los retardaban en demasía. El Consejo llegó a convencerse de que no procedía seguir el iter proce­ sal, examinando cada proceso por separado y remitiéndolo a continua­ ción a Llerena para ulteriores diligencias. Hartos de recibir y remitir «procesos», el 15 de marzo de 1578 deciden: «Por haber tanto tiempo que están presas algunas personas por la materia de los que llaman Alum­ brados», en vez de continuar el método hasta entonces seguido —el de enviarlos a Madrid—, los deben ver, votar y retener los inquisidores de 253

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Llerena, aunque haya «discordia» en los votos, hasta que estén conclu­ sos todos los tocantes a la materia de Alumbrados; así se paró aquel inacabable ir y venir de la posta. El 14 de junio de 1578, recibida la re­ lación del «estado» en que se halla ese grupo específico de procesos, «vistos y votados después de la muerte del señor obispo de Salamanca», ordenan que se acaben de ver y de votar, y que, hecho esto, «vos, el licen­ ciado Montoya, los traigáis al Consejo». El 30 de julio de 1578 reiteran, resolviendo una consulta, que no sometan a Hernando Alvarez y al doc­ tor Mexía a «quistión de tormento», aunque estaban votados a ella. El único proceso nuevo que se instruye es el de María Sánchez, pero es distinto, o sea, por presunto asesinato. Montoya fue, por consiguiente, el encargado de llevar personalmente los procesos de los Alumbrados de Extremadura al Consejo. En los me­ ses de octubre-diciembre de 1578 se ven la mayoría en el Consejo, anotan­ do al fin de cada cartapacio la sentencia definitiva: el 5 de diciembre de 1578, por ejemplo, se reenvían a Llerena los de Hernando Alvarez, Her­ nando de Ecija, Juan García, Francisco de Mesa, Cristóbal Mejía. Es decir, los correspondientes al grupo capital de los maestros de la secta. En fechas anteriores se han visto y remitido los de otros personajillos, incluidas las beatas. El comunicado perentorio, lacónico, protocolario, dice: los procesos «van determinados como veréis por lo que al fin dellos va asentado. Aquéllo se executará». O sea, sentenciados definitivamente. El 6 de diciembre de 1578 comunica el Consejo al tribunal de Llere­ na: «Juan R. de los Ríos, notario del secreto de este Santo Oficio lleva terminados los procesos de las personas que están presas en él por la doctrina de los Alumbrados». Faltan muy pocas ‘diligencias’ por hacer. El Consejo urge a actuarlas y enviarlas pronto. Para que no quede ningún cabo por atar, se aprieta especialmente a las beatas, para que confiesen de nuevo; a los clérigos, se les deja ya en paz y en silencio. El 4 de febrero de 1579 ya la corres­ pondencia da la sensación de que está todo a punto de auto: no por mu­ cho apurar se recaban nuevas «confesiones» de las beatas. Y así, el 2 de mayo de ese año de gracia y de Inquisición, el Consejo da por finaliza­ dos los procesos de los Alumbrados de Extremadura. «Los negocios», esos ‘negocios’, están «a punto para poder celebrar el auto» de fe, el auto del castigo y del escarmiento. Al fin, después de tan penosas y lentas marchas, tanto para los inquisidores como para los inquiridos, el Con­ sejo autoriza al tribunal de Llerena a que publiquen la celebración del auto público de je —el auto de los Alumbrados— para el día que mejor les parezca 60. 60 El libro 579 permite seguir la marcha de los procesos de los Alumbrados de Extremadura en el período final; para no fatigar al lector, doy en nota los jalones principales, pues quizá interesen a algún erudito: 254

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Y, en efecto, el auto de los Alumbrados tuvo lugar, con solemnidad y expectación, muy pronto. Como veremos en el capítulo que sigue. 1) ^ 28 s e t i e m b r e 1576: «se ha visto el proceso criminal contra Cristóbal Chami­ zo, clérigo, vecino de Zafra, preso en esas cárceles, y se os torna a enviar para que en su causa hagáis justicia, dándole el tormento asimismo sobre la intención de lo que en él tiene confesado y de los tratos y ósculos y tocamientos» (f. 21 r.); 2) 4 o c tu b r e 1576: visto el proceso de Rodrigo Vázquez, se remite a Llerena, para que el tribunal haga justicia (f. 22 v.); 3) 18 m a r z o 1577: visto el proceso contra María Maclas, moza soltera (f. 64 r.); 4) 18 m a r z o 1577: visto el proceso de fray Martín de la Higuera (f. 64 r.); 5) 18 m a y o 1577: visto el proceso de Francisco Gutiérrez (f. 75 v.); 6) 17 ju n io 1577: vistos los procesos de Mencía de la Vega y Catalina Ro­ dríguez (f. 82 _v.)_; 7) 20 ju n io 1577: visto el proceso de Catalina de Valdivieso (f. 83 v.); 8) 6 j u lio 1577: visto el proceso de Cristóbal Chamizo (f. 86 v., con la si­ guiente advertencia del Consejo a los inquisidores de Llerena: «parece que se debiera declarar» con más precisión lo que han dicho las beatas, pues se trata de un «negocio tan importante»); 9) 8 ju lio 1577: visto el proceso de Esteban Martín (f. 87 v.); 10) 16 e n e r o 1578: acusa el Consejo recibo de una carta de «8 de éste con las diligencias que habéis hecho con María Sánchez, beata, Alumbrada, vecina de la Fuente del Maestre, cerca de la muerte de Inés Alonso, reconciliada, su compa­ ñera de cárcel»; orden de instruirle proceso sobre este particular (f. 121 r.); 11) 24 e n e r o 1578: «De algunos negocios que al presente se tratan en el Santo Oficio to­ cantes a la nueva doctrina de los que llaman A lu m b r a d o s se ha entendido conviene que de aquí adelante, en los e d i c t o s d e la f e que se publicaren, donde se trata de la dicha materia se añada la cláusula que será con ésta, rubricada del señor Alon­ so de Dóriga. Proveerlo héis, señores, así.» El aviso o carta es acordado, es decir, para todos los tribunales; importa para apurar los aspectos libidinosos de la sec­ ta; la «cláusula que se manda añadir» es del tenor siguiente: «Si saben que entre los dichos Alumbrados y sus devotas hijas de confesión y comunicación pasan al­ gunos tocamientos de besos y abrazos y otras torpezas, diciendo que ellos los dan y ellas los reciben para consuelo, esfuerzo y aliento para perseverar en la oración y meditación que ellos enseñan» (f. 122 r.); 12) 15 m a r z o 1578: para acelerar la mar­ cha de los procesos de los Alumbrados, presos tanto tiempo, se ordena retener en Llerena, sin enviar uno por uno a Madrid, todo lo atinente, aunque haya votos en «discordia» (f. 131 r.); 13) 14 ju lio 1578: el Consejo ha recibido la relación exacta del estado de los procesos vistos y votados; nuevamente ordena que se siga ese método y, acabados de ver y votar, los lleve el inquisidor Montoya personalmente a Madrid (f. 153 r.); 14) 30 j u l i o 1578: recibida carta del 21, procedente del tribunal de Llerena consultando si han de dar «quistión de tormento», para la que están votados, a Hernando Alvarez y al doctor Cristóbal Mexía, el Consejo evacúa la con­ sulta negativamente: sin hacer la «diligencia», que Montoya traiga a la Corte los procesos (f. 159 r.); 15) 18 a g o s to 1578: orden de enviar a la Corte el proceso con­ cluso de María Sánchez por el presunto asesinato de Inés Alonso (f. 160 r.); 16) 17 o c tu b r e 1578: visto el proceso contra Juan Bernal, zapatero (f. 172 r.); 17) 27 o c ­ tu b r e 1578: visto el proceso contra Juan García (f. 175 r.); 18) 26 n o v ie m b r e 1578: visto el proceso de Catalina López (f. 181 r.); 19) 27 n o v ie m b r e 1578: visto el pro­ ceso de Hernando de Ecija (f. 182 r.); 20) 5 d ic ie m b r e 1578: vistos —y listos para sentencia en auto público—■los procesos de Hernando Alvarez, Juan García, Fran­ cisco de Mesa y Cristóbal Mexía (f. 182 r.); 21) 6 d ic ie m b r e 1578: visto el proceso de María Sánchez «y por lo que resulta contra ella, así del negocio principal [Alum­ brados] como de la muerte de Inés Alonso», orden de ejecutar lo indicado por el Consejo (f. 182 v.); 22) 6 d i c i e m b r e 1578: el notario del secreto, Juan R. de los Ríos, lleva a Llerena los procesos «vistos» y sentenciados sin apelación por el Consejo, y, además, una orden para el tribunal de la «provincia de León» de hacer pronto las diligencias subsiguientes (f. 183 r.); 23) 10 d ic ie m b r e 1578: completar o hacer algunas «diligencias» con las beatas, sometiéndolas a aprieto para que con­ fiesen todo lo que saben de sus maestros (f. 184 r.); 24) 10 d ic ie m b r e 1578: Monto­ ya y Leciñana envían relación al Consejo del estado de las causas de los A lu m b r a ­ 255

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dos; «los oficiales han trabajado mucho —dicen en ella—, así en estas causas como en las que están pendientes de Alumbrados y Judaizantes que, por su prolixidad, son de mucha ocupación» y fatiga; el Consejo, que también ha bregado lo suyo, manda que a todos los oficiales se les paguen ayudas de costa (AHN.: Inq., legajo 1988, expediente n.° 10, f. 9 r.); 25) 4 febrero 1579: recibido informe, de fecha 22 del pasado mes, sobre las «diligencias» realizadas con las beatas, que dieron resultado negativo (f. 190 v. del libro 579); 26) 2 mayo 1579: el Consejo autoriza a celebrar el auto (f. 205 r.).

256

Ca p ít u l o V

AUTO DE FE EN LLERENA: 14 DE JUNIO DE 1579

1.

E l «auto »

El día elegido por el tribunal de Llerena para celebrar el auto de los Alumbrados fue el 14 de junio de 1579, fiesta de la Santísima Trinidad. El auto público de la je constituía el vértice o culminación de los pro­ cesos, previamente conclusos y sentenciados. La solemnidad del acto era proporcional al número de reos, a la gravedad de los «crímenes de herejía» y a la expectación de la gente. Porque los autos públicos, a dife­ rencia de los privados, tenían lugar a plaza abierta y eran ocasión para que el pueblo de Dios renovase la confesión de su fe, mientras los infie­ les y los traidores recibían «condigna» penitencia. El carácter socio-re­ ligioso de los autos es históricamente obvio. Auto, arcaica forma o fo­ nema que equivale a acto; y acto de fe. Un acto, pues, específico, popu­ lar, comunitario, celebrado con motivo de la publicación de las senten­ cias de quienes, ladinos y cobardes, no mantuvieron fidelidad a la reli­ gión profesada en el bautismo. El aspecto eclesial del acto de fe es pri­ mordial para comprender su íntima esencia religiosa. De ordinario, el vulgo, los eruditos y los panfletistas se han forjado una imagen terrificante del auto, una idea falsa, adulterada, anacrónica, sin captar su me­ dular sentido y su dimensión democrática. De hecho, el auto público de fe sólo tenía lugar en circunstancias «definidas»: o sea, cuando el núme­ ro de reos era nutrido y cuando sus «herejías» eran juzgadas por los inquisidores y por la masa popular como un «delito público», digno de castigo y escarmiento. La «secta de los Alumbrados» había conturbado hasta las raíces la fe católica de Extremadura. El tribunal de la Inquisición bregó lo que ya sabemos para «sustanciar» los delitos contra la fe perpetrados por los sectarios. En el pueblo, en fin, la expectación era enorme.

ALVARO HUERGA

El Consejo de la Santa y General Inquisición autorizó —y aun orde­ nó— al tribunal de Llerena a celebrar auto público. Fijado el día, se hi­ cieron los preparativos, se levantaron los «cadahalsos» o tribunas en la plaza y, en la festividad señalada y anunciada, empezó, muy al alba, el auto. Según el ritual de costumbre, la procesión, con cruz alzada, sale del palacio del Santo Oficio —estandartes, teoría de reos con sus visto­ sos sambenitos y velas en la mano, autoridades, inquisidores...— y se dirige a la plaza, donde cada uno ocupa su lugar; hay misa y sermón; se leen las sentencias que a cada reo corresponden; el pueblo, que es­ pera desde la madrugada, participa en masa. El auto duraba horas y horas, a veces hasta la noche. El de Llerena, 14 de junio de 1579, a pleno sol de Extremadura, se prolongó hasta la tarde, pese a que el tribunal procuró, según cuentan las Relaciones, abreviar lo que pudo. Más de cincuenta sentencias, por muy sumarias que fuesen, no podían despa­ charse en breve tiempo. No cabe la menor duda de que el plato fuerte del auto iba a costa de los Alumbrados. La expectación se centraba en ellos, aunque no todos los reos que salieron pertenecían a la secta. El auto de je de Llerena, celebrado el 14 de junio de 1579, señala prácticamente el fin del Alumbradismo extremeño. Supuesta su impor­ tancia, al menos para esta historia, procuraré hacer una exposición ana­ lítica, articulándola en torno a los puntos que me parecen más capita­ les. Que son cinco; a saber: los reos, los delitos, las sentencias, cómo las cumplen, y, en fin, si hay o no alguna conexión Alumbrados-conversos. 2.

Los

REOS

El total de «penitentes» que salieron al auto público del 14 de junio de 1579 ascendió a 51, De los 51, sólo 19 integran la peña de los «PENI­ TENCIADOS POR LA SECTA Y DOCTRINA DE LOS ALUMBRADOS». A saber: 1. Hernando ALVAREZ, sacerdote. 2. Francisco de MESA, sacerdote. 3. Juan GARCIA, sacerdote. 4. Cristóbal MEXIA, sacerdote. 5. Hernando de ECIJA, sacerdote. 6. Francisco GUTIERREZ, sacerdote. 7. Cristóbal CHAMIZO, sacerdote. 8. Rodrigo VAZQUEZ, sacerdote. 9. Pedro de SANTA MARIA, franciscano descalzo. 10. Juan BERNAL, laico, zapatero. 11. María GONZALEZ, viuda. 258

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12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19.

Marina MACIAS, beata. Catalina LOPEZ, beata. Ana VAZQUEZ, beata. María GUTIERREZ, viuda. Leonor LOPEZ, beata. Catalina de VALDIVIESO, beata. Elvira ZAMBRANA, morena, esclava. María SANCHEZ, beata.

En la Relación oficial del auto, enviada por el tribunal de Llerena al Consejo, figuran con los números del 20 al 38, ambos inclusive. Los reos que les preceden y siguen en la lista —como un marco— están clasificados de esta manera: Números 1-6: «Penitenciados por diversos delitos»; Números 7-14: «Penitenciados porque dijeron que la simple forni­ cación no es pecado»; Número 19: «Penitenciado por testigo falso»; Números 39-48: «Penitenciados por sospechosos vehementemente de haber guardado la ley de Moysén»; Números 48-51: «Reconciliados por judaizantes»1. Como puede observarse, los encasillados responden al esquema con­ sabido de los autos de je de aquella época. Se echa de menos la casilla de las brujas. Y de más —sobre todo de más— a la compacta teoría procesional de los «penitenciados por la secta y doctrina de los Alum­ brados». La gente, que los conocía, estaba ansiosa de verlos con vela y sambenito. Reduciendo el grupo a sencilla estadística, comprobamos que hay 10 hombres y 9 mujeres; de los hombres, 8 son sacerdotes diocesanos, 1 es sacerdote franciscano, y el otro es lego o seglar y, en cuanto a pro­ fesión, zapatero; de las mujeres, 6 son beatas, 2 viudas y 1 esclava «mo­ rena». La mayoría, gente dedicada a Dios. Ahí están, hechos espectáculo y vergüenza, los principales Alumbrados de Extremadura, los «santos» de un día, los «maestros» y los «discípulos» de una espiritualidad nueva, los «hipócritas» y aun los «ladrones» de la religión. Faltan algunos, que se libraron de salir al auto por diversas razones: 1.a) Por defunción. La muerte «liberó» al licenciado Zapata de todo, ya que, como vimos, cuando llegaron a prenderle hacía poco que había fallecido; en la primera redada inquisitorial cayeron Gaspar Sánchez y Francisco Zamora, que murieron en las cárceles durante la «vista» de 1 Las Relaciones del auto a que me refiero se hallan: 1.a) AHN.: Inq., leg. 1988, expediente n.° 12; 2.a) AHN.: Inq., leg. 4572/2, ff. 324-333 r.; 3.a) AHN.: Inq., legajo 3716, expediente n.° 16; 4.a) BN: ms. 9372, ff. 196 r.-201 v. 259

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los procesos. Los tres susodichos, personajes de relieve en la secta, no hubiesen escapado a la humillación pública de no haberse interpuesto, inexorable, la muerte. También murió en prisiones la hidalga Francisca Rodríguez; cabe sospechar que no hubiese recibido el duro golpe del auto, por los atenuantes de su locura y de su hidalguía. Su caso, que fue extremo, fue sobreseído y al fin la desdichada difunta —o «su memo­ ria»— «absuelta de la instancia». Más tarde volveremos a ocuparnos de ella. Hubo otra rea —no Alumbrada, sino judaizante— que también com­ partió la prisión con las beatas; murió allí, no de muerte natural, sino de muerte violenta: se llamaba Inés Alonso, apareció una mañana es­ trangulada 2, y se sospechó que la había ahogado su compañera de cár­ cel, María Sánchez, entrañas de hiena. 2. a) Por ser buenos confitentes. En general, los presos por «la sec­ ta y doctrina de los Alumbrados» no dieron el brazo a torcer en los interrogatorios, y a duras penas en el potro. Pero hubo dos beatas mo­ zas que confesaron de plano cuanto sabían. La confesión atenuaba al menos el castigo. Inés SANCHEZ, beata, presa en 1574 por Alumbrada, joven a la sa­ zón de 22 años, «confesó latísimamente muy muchas cosas de la dicha doctrina»; por haber sido «buena confidente», se le perdonaron los azo­ tes y la vergüenza de salir al auto público; se le leyó la sentencia en la sala del tribunal y se le impuso una módica y congrua penitencia. Nada más. Leonor SANCHEZ, también beata, presa en diciembre de 1575 «por la misma doctrina», contaba entonces 24 años; «confesó muchas cosas; y, vista su causa «con el señor obispo de Salamanca», fue condenada como la anterior a oír una «misa particular en forma de penitente» en una iglesia de Llerena. Ambas, pues, se salvaron del auto público. 3. a) Porque no eran Alumbrados en sentido estricto. Muchos de los acusados y presos por la «secta y doctrina» de Alumbrados, aunque «testificados» de ello, no llegaban a tanto. Más que Alumbrados puros eran sacerdotes impuros; es decir, solicitantes. En las primeras batidas a la secta de los Alumbrados fueron confundidos y tomados como culpa­ 2 Dos noticias con precisiones cronológicas sobre el horrendo crimen: 1.a) el 16 de enero de 1578 ha llegado a Madrid carta del tribunal de Llerena, «de 8 de éste, con las diligencias que habéis hecho con María Sánchez, beata, cerca de la muerte de Inés Alonso, su compañera de cárcel»; mandan se le instruya proceso sobre el particular: AHN: Inq., libro 579, f. 121 r.; 2.a) en la Relación de causas despacha­ das fuera de auto desde 29 de mayo de 1580 a 24 de mayo de 1581, la número 44 dice: «MERIDA. Inés ALONSO, reconciliada, fue presa por haber quedado diminu­ ta de ciertas comidas que se hicieron por la ley de Moysén»; «después la mató una Alumbrada, compañera suya». Absuelta de la instancia: AHN: Inq., legajo 1988/1, expediente n.° 13, f. 15 r.-v. 260

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bles de la misma «herejía». Después se vio que no eran reos de hetero­ doxia doctrinal, sino de heteropraxis sexual. Dieron con sus pecados y con sus personas en las cárceles secretas. Pronto, empero, se clarificó el perfil exacto de sus delitos y las causas se resolvieron rápidamente. En la correspondencia inquisitorial, extremeña y no extremeña, abundan los «casos» de solicitación, que en estos años fue plaga. Procesos tan co­ rrientes y molientes —tan humanos— no ofrecían complicaciones y se despachaban fuera de auto público. Así, Esteban Martín, fray Marcos de los Olivos, fray Martín de la Hi­ guera, fray Juan del Villar y fray Angelo de Badajoz —que aparecen en algunas listas revueltos con los Alumbrados— se libraron de la pública humillación, como ya vimos. En la Relación de las «causas despachadas fuera del auto» de 14 de junio de 1579 se incluye a fray Luis de Avalos, «predicador y confesor», a renglón seguido de las Alumbradas Inés y Leonor; no era, con todo, un Alumbrado, sino un vulgar sátiro. Durante la vista de su causa, intento paliar y parar culpa y castigo, admitiendo haber «tratado algunas liviandades» con mujeres fuera de confesionario; de poco le valió: fue condenado a estar tres años «recluso en el monas­ terio de San Francisco» en Trujillo y a no ejercer el ministerio sacer­ dotal. Volvamos, pues, al auto de je. La turba de los Alumbrados, que no es tan numerosa como la fama dice, estaba ya bastante mermada y reduci­ da en aquel crucial momento. Y de no haber prevalecido el criterio de emplear mano dura, es posible que el tinglado se hubiese resuelto sin llegar al auto público. Esta hipótesis se fundamenta en la orientación que Don Francisco de Soto y Salazar, obispo de Salamanca y delegado extraordinario del Consejo de la Santa y General Inquisición, dio a la causa de los Alum­ brados en el tiempo que presidió el tribunal de Llerena. Por desgracia o por suerte, no pudo conducir a puerto el espinoso «negocio». Murió allí mismo, en Llerena. Ya aludí a la legendaria versión del envenena­ miento. En realidad, los Alumbrados no podían quejarse de él, ni mu­ cho menos cometer un homicidio de ese calibre. Don Francisco de Soto llevó con mano suave las causas de los Alumbrados, y nos consta que su intención era ir despachando los procesos uno por uno, sin necesidad de esperar a que se «viesen» todos y se «fallasen» en auto público de je. A la blandura de este método se refiere, si no yerro, fray Alonso de la Fuente en la carta que envía a Madrid en los primeros días de febrero de 1578, apenas enterado de la muerte del obispo. Fuese porque le hi­ cieron caso, o fuese sencillamente porque el Consejo juzgó que convenía castigar públicamente a los Alumbrados, lo cierto es que la decisión del auto colectivo y público partió de Madrid. Por toda Extremadura cun­ día la expectación. Y los rumores de buenos y malos augurios se iban 261

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difundiendo en alas de la fama —el gran medio de comunicación social entonces— a los más apartados rincones hispanos. Al Consejo no se le escapó la dimensión social del fenómeno alumbradista de Extremadura. Corrige, pues, el rumbo que Soto había iniciado y ordena que se celebre auto solemne para despachar el «negocio» de los Alumbrados. En bloque. En Llerena, en la plaza pública, en el «cadahalso» alto, están los reos. Allí oyen la sentencia. Y la oye también el pueblo fiel. 3. Los

DELITOS

¿Qué delitos de fe y costumbres —de «doctrina y vida», como dice fray Alonso de la Fuente— cometieron los Alumbrados de Extremadu­ ra? ¿Por qué los condenan a salir al humillante auto público? No se han conservado los cuadernos originales de los interrogatorios, pruebas, etc. Serían un material precioso para conocer en su salsa pro­ cesal lo que ocurrió, aunque resultase cansina su lectura. Más o menos se puede colmar ese vacío a base de la documentación que no ha des­ aparecido: el epistolario entre el Consejo y el tribunal de Llerena ilumi­ na, día por día, el panorama histórico. Además, existe una serie de Rela­ ciones oficiales del «estado» de las causas y, sobre todo, del auto de je. La consulta de este filón documental nos ahorra el tener que fiarnos de papeles narrativos de la época, que ofrecen menor garantía. Publicaré en la Segunda Parte dos o tres Relaciones oficiales del auto. Todas coin­ ciden en la sustancia, añadiendo o quitando detalles, con lo que, siendo idénticas, son a la vez distintas. Hay una que parece preparada previa­ mente al auto, para mandarla a Madrid a auto concluso; contiene los datos esenciales: los nombres de los reos, de dónde son, un resumen de sus «delitos» y un extracto de la sentencia. Hay otra que está redactada inmediatamente después de celebrado el auto: contiene detalles alusivos al mismo, como la reacción de algún reo, y, lo que es más valioso, algu­ na sentencia íntegra. Una tercera también es de esos días, pero no añade cosa especial que no esté en las otras. Y aún hay una cuarta, más tardía, igualmente digna de crédito: está sacada de las actas originales de los procesos y sentencias con el fin de que sirviese de ayuda y guía al tribu­ nal de Sevilla cuando allí se levantó, cuarenta años más tarde, una nue­ va nube de Alumbradismo. Como se ve, esta documentación, ya que no sobre, sí basta para que podamos darnos una idea de lo que fue la secta, la doctrina y el auto de los Alumbrados. Las dos primeras Relaciones distinguen bien los personajes-cabezas y los personajes-segundones de la secta. A éstos los despachan con un lacónico «lo mismo» o «por lo mismo»; a aquéllos les dedican más espa­ cio, describiendo con bastante pormenor sus culpas. 262

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Para no extender desmesuradamente el análisis, daré aquí sólo un extracto de la Relación oficial, limitándolo a los clérigos y a un par de beatas. 1. Hernando ALVAREZ, bachiller, clérigo predicador, vecino de Villanueva de Barcarrota, fue el 'maestro’ de los Alumbrados de Extrema­ dura. A él dedica el relator una atención especial. Alonso de la Fuente le llama, con rabia, «capitán de la cuadrilla». Algunos 'maestros’ de la secta declararon durante los procesos que le seguían como a su dux verbi. Era hombre de poco fuste físico, de «lengua corta y gorda», pero de palabra fácil e incisiva. Aparentemente, un «santón». Su cultura inte­ lectual no pasaba de mediana, a juzgar por su título de bachiller y por su mensaje. Dinámico coordinador de los adeptos a la 'nueva doctrina', no se concedía un instante de descanso en la tarea de reclutar seguido­ res y seguidoras, de adoctrinarlos y de exigirles obediencia y secreto. Se labró, a fuerza de proselitismo e hipocresía, una aureola de leader. Las beatas, los compañeros, incluso los obispos lo tenían por sacerdote ejem­ plar, celoso del bien de las almas, como cortado en la fina cantera de Juan de Avila. Sin embargo, las apariencias engañaban. O, por lo me­ nos, si empezó bien, acabó desastradamente, hundiéndose en los más abominables precipicios de cobardía y cinismo, ocultos bajo su sayo sacerdotal. En su conducta privada estaba encenagado en el vicio sexual hasta la coronilla, con el agravante de mil hipócritas justificaciones seudomísticas y aun heréticas; el prestigio y el radio de acción del 'capitán' del alumbradismo extremeño pueden inducirse del número de testigos que deponen en su proceso, que alcanzan la plebiscitaria cifra de más de 300; en fin, de su fariseísmo y miedo da testimonio lo que, según le acusan, contestó a una de sus cómplices carnales que escrupulizaba de lo que estaban haciendo: «Le dijo ella que qué más podían hacer marido y mujer, que aquello era mal hecho, y se había de dar cuenta de ello a Dios, y respondió el: '¡cuitado de mí, que yo lo tengo que pagar en plaza pública, delante de todo el mundo!'.» La doctrina que predicaba y, sobre todo, la que enseñaba más en secreto se reduce a una miserable síntesis de errores dogmáticos y de prácticas consecuentes perversas. He aquí lo más sustancioso y vene­ noso: 1) Defendía que el mejor estado de vida cristiana no era el de reli­ gión ni el de matrimonio, sino el de beatas; las va congregando en una especie de secta devota, les corta ritualmente los cabellos, les impone obediencia absoluta y absoluto secreto y les promete que el Espíritu Santo vendrá sobre ellas y hará maravillas de sentimientos sicosomáticos. 2) Suprime en general las oraciones vocales, y enseña una contem­ plación sui generis, que es lo más alto, lo más sabroso y lo más típico 263

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de los «exercicios espirituales» de la secta; para que las betas puedan contemplar más a sus anchas —Alonso de la Fuente se escandalizaba teológicamente de que empezasen por lo último de la perfección cris­ tiana, sin la base de las virtudes ascéticas—, las pone en ocio de traba­ jos manuales, en desobediencia de sus padres y prelados, y las desvincu­ la del ayuno y de la abstinencia, que son prácticas penitenciales de ley eclesiástica y una poderosa ayuda para refrenar las pasiones, según la mejor tradición de la doctrina espiritual cristiana; el bachiller Hernando Alvarez, saltándose todo eso, conduce a sus discípulas por un nuevo ca­ mino, más vertical, de dulzura mística más que de duro pan ascético; con la añagaza de los consuelos ceba a sus beatas. Y, sueltas tantas amarras, ¡a contemplar y a sentir la dolorosa y gozosa orgía seudomística! Les de­ cía «que dexasen el ayunar y comiesen carne en la Cuaresma y días pro­ hibidos para que tuviesen más fuerza en la oración y meditación, porque esto no era pecado, sino que lo podían hacer justamente, y que dexasen de obedecer a sus padres por la dicha contemplación. Y que las que lo hacían de la manera que se enseñaba, sentían un ardor terrible que las quemaba y abrasaba, y sentían saltos en el corazón que las atormentaba y les daba un movimiento y pasión con rabia que las desmayaba y traía desatinadas de manera que algunas venían a morir y traían un moli­ miento y quebrantamiento en todos sus miembros que las descoyun­ taba». 3) Hernando Alvarez ejercía en aquella pobre grey femenina un in­ flujo de sugestionador hipnotizante de tipo religioso, y, evidentemente, desjarretaba en sus cimientos y en su estructura la sociedad política y la sociedad cristiana, tan ensambladas en aquel tiempo, y promovía una vistosa vivencia espiritual en las beatas, fanáticas y hambrientas de con­ templaciones, sentimientos, comuniones. El abuso de la comunión lo fo­ mentó sobremanera: «De hecho daba el santísimo Sacramento a ciertas beatas de su cuadrilla casi cada día y, rehusándolo ellas, haciendo gestos y bascas y dando gritos que no le querían recibir, él hacía abrir los dientes por fuerza y las comulgaba; y lo mismo hacía con una dellas que estaba endemoniada: le metía un paño en la boca para que no es­ cupiese el Santísimo Sacramento; y daba a entender que era mejor re­ cibir mayor forma de Sacramento, afirmando que cuanto mayor era la forma, más tiempo duraba allí el Señor, y para esto traía un molde para hacer las hostias con que celebraba y formas que daba a las beatas; item decía que si la forma con que había de comulgar una persona se partía y daba a dos personas, como muchas veces suele estando para co­ mulgar una persona, y había otra persona y se partía la forma para darla a las dos, que la mitad se hurtaba a la persona a quien primero se había de dar; item que daba en la comunión dos y tres formas y más a las Alumbradas, a quien él tenía amor, diciendo que en aquello se lo mos­ 264

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traba, porque tanto cuanto más formas les daba, tanta más gracia reci­ bían; y las tales beatas, cuando recibían el Santísimo Sacramento, sen­ tían cierto olor y sabor y de tal manera se hartaban con él que se sus­ tentaban sin comer otra cosa un día y dos y tres y más; alababa a una de sus beatas de muy santa, porque yendo a comulgar y diciéndole que dixese aquellas palabras: 'Señor mío Jesucristo, no soy digna', etc., ella había respondido: 'acaba ya, que sí soy’.» 4) La hipocresía iba mezclada en fuertes dosis a ese famélico cú­ mulo de 'herejías' dogmáticas y prácticas; incluso llegó a aconsejar a las beatas que «hurtasen» a sus padres «para decir misas y que fuese a la cuenta de él»; «predicando decía de sí que había más de seis meses que no había pecado mortalmente ni venialmente, y pasando él por la calle donde vivía alguna de sus discípulas luego ella, sin decillo, adivi­ naba y decía a osadas que por la calle viene o pasa mi maestro Hernan­ do Alvarez; y que otras eran atormentadas del demonio y les daba bo­ fetadas y golpes y les tomaba una hambre canina de comulgar»; esto lo contaba él, pero se averiguó también, por las declaraciones de las presas y de las libres, que «él y los demás sus cómplices» sentenciaban a sus discípulas a no comulgar durante algunos días cuando faltaban a la 'obediencia'; el colmo de la hipocresía del 'maestro' era éste: «dando a entender su perfección, muchas veces» se transportaba, como quien cae en éxtasis, mientras hacía a las beatas «pláticas de la dicha doctrina»; en fin, todos aquellos «exercicios» de contemplaciones y comuniones y 'raptos' y 'sentimientos' y secretos y obediencia y 'confesiones genera­ les’ los manejaba en plan de lúbrico seductor, fabricando así una espe­ cie de diabólico «paraíso terrenal». 5) La bacanal u orgía sexual era la desembocadura de aquel adoctri­ namiento y ejercicio de contemplación, excitador de pasiones; le entra­ ba a las beatas una «afición grande para con su maestro» y les «daba gana de buscarlo», porque experimentaban en sí el volcán de los «de­ seos carnales, los cuales se les mitigaban con los besos y tocamientos deshonestos de los dichos sus maestros»; muchas veces «veían varias y espantables figuras y visiones de perros, gatos, cabras...», y, «contándo­ los ellas a él, les decía y afirmaba que aquél era el Espíritu Santo y sus efectos y dones, y grandísimas misericordias que nuestro Señor les ha­ cía en aquello, y que no dixesen a nadie aquellas cosas [...] porque sólo él y sus compañeros eran los que sabían y entendían aquellos misterios; y para esto les traía exemplos y contaba milagros falsos que decía que pasaban en tales obras sus discípulas»; «y tenía y aprobaba por muy santas a las beatas que padecían y sentían los dichos sentimientos y efec­ tos»; rotos los frenos de los principios morales, dio en la flor de una desatada orgía sexual beateril, «diciendo y afirmando que no era peca­ do mortal, antes era hacer lo que Dios manda y quería», o trayendo a 265

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colación 'citas bíblicas’ y otras 'autoridades'; «y en todo lo demás de estos actos usaba de hechizos y encantamientos». 6) Otros errores dogmáticos de bulto y otros pecados humanos no cometió. Los referidos no fueron pocos ni pequeños, pero no encumbran su talla a gran hereje, sino que lo revelan como un pigmeo seudomístico, astuto, sexualoide, blasfemo; «decía que el tiempo que Dios mandó que se casasen los hombres era ya pasado, y entonces lo permitió porque se multiplicase el mundo, que ya que estaba multiplicado, no era nece­ sario»: un sofisma, más que un nuevo principio dogmático, en el que sólo la gente ignorante de la estofa de las beatas podía caer; algunos otros dichos suyos, de conversación privada, eran puras blasfemias: «item dixo que Jesucristo no era bueno sino para gitano, y que era hijo de un pobre bodeguero [...], y que la misericordia de Dios era bordón de necios». Con todo, lo peor de sus desviaciones dogmáticas y de su ‘nueva espiritualidad’, tejida de ejercicios 'contemplativos’ y de ejerci­ cios lujuriosos, es que formó ‘secta’ y ‘escuela’. La 'secta' de maestros y discípulos de Hernando Alvarez recibió pronto el nombre de Alumbrados nuevos, resucitando la memoria de los ‘alumbrados del reino de Toledo', muerta y sepultada hacía medio siglo. No en todo coincidía la nueva ‘secta’ con la vieja, pero Alonso de la Fuente, Juan de Ochoa, los inquisi­ dores y el vulgo las emparejaron instintivamente y rebautizaron con el antiguo nombre a los 'nuevos espirituales' y los persiguieron bajo aque­ lla luz fantasmal. Hernando Alvarez quizá no se remontó tan lejos; lo que realmente hizo fue 'desviar' a ese callejón oscuro un movimiento de renovación cristiana que era óptimo y en el que parece se formó. Luego fue conquistando, con su indudable fuerza persuasiva y su aparente ejemplaridad, a un grupo de beatas, adoctrinándolas y fanatizándolas y arrastrándolas por el vidrioso sendero del alumbradismo. Alguna fue utilizada como 'maestra’. Para el arraigo y funcionamiento de la novísi­ ma 'liga' espiritual atrajo también a cierto número de sacerdotes, que van a dar de bruces en los mismos principios y en las mismas obsceni­ dades. El título, pues, de 'fundador' y 'capitán de la cuadrilla' nadie se lo discute. 2. Francisco de MESA debió ser discípulo aventajado de Hernando Alvarez en todo; le «seguía» en los errores y en los pecados. Parece que era más inteligente, más culto y más cínico que su 'maestro’. Al prender­ lo —primeros días de octubre de 1574—, le hallaron entre sus libros la edición portuguesa de las obras de Santa Catalina de Génova y una co­ pia de 'la carta y memorial' de despedida que San Juan de Ribera dejó al partirse de la diócesis. Al sentenciarlo, le sacan a relucir los 'delitos comunes’ y los 'delitos específicos’ —entre éstos, los de sacrilegio y ra­ tería: 266

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«Francisco de Mesa, clérigo presbítero, vecino de Zafra, cristiano nuevo de casta y generación de judíos, de la secta de los Alumbrados, siguió sus errores y falsa doctrina, fue dogmatizador, y con los demás sus cómplices enseñaba; dixo muy perniciosas y malsonantes palabras y blasfemias, [como:] ¡Cuerpo de Dios, cada día habernos de andar con este hombre! [Cristo]. Pedía se confesasen con él solamente y, como los demás sus cómplices, que había de ser confesión general. Mandaba cor­ tar los cabellos, sintiendo mal de las Religiones. Pedía voto de secreto. Y haciendo burla cuando salía el Sanctísimo Sacramento, le decía: ¡Pase Vuestra Majestad! Tenía por opinión, como los desta secta, que no ha­ bía de confesar pecadores; y viniendo un peregrino mal dispuesto, y es­ tando a su cargo el hospital donde posó, pareciéndole que era hombre que había corrido el mundo, no lo quiso confesar, sino lo dexó morir sin confesión. Revelaba y descubría las confesiones con los demás sus cómplices, y con otros tomaba las restituciones que se hacían, y no las daba, sino quedábase con ellas. Y decía que, cuando estuviesen en la iglesia, no habían de entender sino sólo en la meditación, y habían de tener los ojos cerrados, aunque se alzase el Santísimo Sacramento; y también cuando comulgasen; y que no habían de decir no soy digna, que eso era de imperfectos, y en el dexarlo de decir consistía y estaba la per­ fección; y que no habían de tomar el lavatorio. Daba ocho formas jun­ tas, diciendo estaba allí Dios más perfecto y que se daba más gracia. Era hechicero y necromántico. Dio consejo y aviso que no ir al Santo Oficio a decir lo que sabían no era pecado, y que fuese sobre él lo que les podía venir.» Lo que en realidad le sobrevino no fue poco ni pequeño: cárcel, po­ tro, auto, cuatro años al remo en las galeras de Su Majestad el rey de España y otros cuatro de 'clausura' en un monasterio, amén de cien ducados de... restitución3. 3. Juan GARCIA, el tercero de la lista, era un personaje pintoresco en el modo de comportarse y en las exageraciones con que enseñaba la nueva espiritualidad. Alonso de la Fuente se acordará siempre de sus extravagancias, a la vez que de sus errores, afirmados sin paliativos. Por ejemplo: se jactaba de «tener discípulas que en esta vida gozaban de Dios y veían su esencia». Su edad era típicamente climatérica: 48 años. Los inquisidores, al 'fallar' su causa, le dan por probadas las 'herejías' comunes de la secta, y le recuerdan en el 'cadahalso' algunos episodios de sus andanzas exhibicionistas: «Llevaba las beatas que confesaba fue­ ra del pueblo tres y cuatro días con sus noches; y quería decir que sabía lo por venir, y así dixo a una: estaréis poco acá, y fue ello así, que se 3 AHN: Inq., legajo

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expediente n.°

2,

ff.

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murió de ahí a poco; y estando en cierta iglesia con éstas de su cuadri­ lla, se metió él y ellas en una capilla oscura y allí se puso de crucificado, y dixo se hincasen de rodillas y lo adorasen como a Cristo, porque a tanta summa de perfección podía uno llegar que lo mereciese, dando a entender ser él perfecto; y a sí mismo se alabó que había metido dos velas de cera debaxo el brazo y con el gran calor se habían derretido, diciendo que era calor del Espíritu Santo». La escena de la 'crucifixión' patentiza su idiosincrasia. No pudo menos de pasmar a los inquisidores y aun a las mismas beatas. Ellas fueron las que lo contaron, acusadora­ mente. En otro papel inquisitorial se dan más detalles: «Se subió des­ nudo encima de un altar, en calzas y jubón, y se puso crucificado, ten­ didos los brazos e, inclinada la cabeza, se hizo adorar.» 4. El doctor Cristóbal MEXIA, «por haber enseñado algunas cosas de la dicha secta de alumbrados y hecho las cosas tocantes en el capítu­ lo de Hernando Alvarez». Durante el proceso intentó, haciendo gala de su 'doctorado' —que daba pie para suponer o presumir que tenía algo más de ciencia teológica en la cabeza—, defender que los 'sentimientos' de las beatas eran católicos y buenos; acabó convicto y confeso. 5. El bachiller Hernando de ECIJA: «... por haber enseñado algunas cosas de la dicha secta de los alumbrados y dicho muchos errores y predicádolos». No se le acusa de actos deshonestos. 6. Francisco GUTIERREZ: «... por la dicha doctrina de alumbra­ dos» y por haber perpetrado «tocamientos» con intención de «aliviar las rabias y encendimientos que tenían con la oración y exercicios de la dicha secta»; en particular, por haber abrazado y besado a una beata «que era tuerta y legañosa», justificándolo como «remedio contra la lujuria».7 7. Cristóbal CHAMIZO, el más mozo de la cuadrilla y el más rijoso: «...estupró y llevó sus virginidades a muchas beatas [...], diciéndoles que no era pecado y que las absolvería de todo»; «y estuvo una noche acostado en su cama con tres beatas»; además, les decía que «si se sin­ tiesen preñadas le avisasen, que él les daría con qué echasen las criatu­ ras; y que si se hubiesen de casar, les daría con qué pareciese que esta­ ban con su virginidad, y habiéndole pedido una de sus beatas este reme­ dio, después de hecho y aplicado, volvió a tener cuenta con ella, dicien­ do que él quería probar que era verdad»; usaba «hechizos y encanta­ mientos», y «no quería confesar sino a las mozas», y obligaba a «las tales beatas que le prestasen obediencia» y «prohibíales que no se confesasen con otro sino fuese con él». 268

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8. El bachiller Rodrigo VAZQUEZ: «... por la misma doctrina» y porque, «so color de enseñarlas», cometió con las beatas idénticas tro­ pelías «que los demás que arriba quedan dichos»; era el más deslengua­ do, lo que ha dado pie a que se le noten ribetes de protestantismo 4; y no hubo tal, sino una mordaz contestación a las instituciones civiles y eclesiásticas, fenómeno común en cualquier secta: «Por haber dicho que el Santo Oficio de la Inquisición era el infierno, y los inquisidores los diablos, herejes y malos cristianos; y que mal siglo hubiese el rey Don Fernando y la reina Doña Isabel porque metieron la Inquisición en Es­ paña y bien hubiesen los de Alemania e Inglaterra por no haberla con­ sentido; y que mal hubiese el Gran Turco porque con setenta u ochenta mil turcos no venía a destruir a España, que con menos gente se destru­ yó en tiempo del rey Don Rodrigo; y que se habían de ir los hombres fuera de estos Reinos.» Al parecer, sus compañeros de cárcel le testifi­ caron de estas y otras palabras injuriosas. 9. Fray Pedro de SANTAMARIA: «...no tuvo deshonestidades»; sin embargo, en los disparates doctrinales no iba a la zaga del resto, sino que le sacaba incluso una puntita de vana vanidad; al parecer, no de­ bía estar muy calzado de teología, ya que le acusan, además de los erro­ res comunes de «la dicha doctrina de alumbrados», de haber dicho otros muchos, y aun herejías. Alonso de la Fuente lo presentó, en un primer momento, como celoso predicador que le ayudó en sus sermones contra la ‘liga’. Después parece que se fue de la lengua y se excedió. Es al único a quien obligan a retractar y a explicar las 'proposiciones, de que ha sido testificado', en los lugares y villas donde las predicó. Ningún docu­ mento fundamenta la apreciación subrepticia de Barrantes: «Pruébase otro sí cuánta parte hayan sido siempre en estos movimientos irreligio­ sos las vanidades humanas, principalmente la literaria, con la sentencia de fray Pedro de Santamaría, que si bien franciscano de la Provincia de San Gabriel, era natural de Valladolid, del cual solamente se citan pre­ dicaciones de mala doctrina y el caso de haber dicho al concluir un sermón: que Dios no lo hubiera predicado mejor. Téngole por el más redomado y sagaz de todos los alumbrados de Extremadura, a donde quizá trajo él desde su Castilla la epidemia, pues era viejo de sesenta y tres años» 5. 10. Juan BERNAL, zapatero, es el único hombre laico de la secta que fue preso, procesado y condenado al auto; era de Fuentes de León y vecino de Fregenal, de 42 años de edad: «Fue testificado de la misma 4 «En las herejías del llamado Rodrigo Vázquez se advierte ya claro sabor de protestantismo»: V. B arrantes, Aparato, II, 356. 5 Ib., II, 356-357. 269

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doctrina de alumbrados, y de que decía que las palabras que se leían en el edicto tocantes a Hernando Alvarez y a los demás alumbrados acer­ ca de la oración mental y de los que están en estado de gracia que tenían revelaciones eran católicas, aunque el Santo Oficio las daba por heréti­ cas, y que en muchas cosas que hacía y decía se guiaba por sus mociones interiores y las tenía por revelaciones de Dios, aunque fuesen dispara­ tes: y así, diciendo que se le había revelado, fue a la Corte a dar un Memorial a Su Majestad en defensa de la dicha doctrina de alumbra­ dos, donde fue preso» por noviembre del año 1577 y remitido a la cár­ cel de Llerena. Salió al auto con soga al cuello. De las mujeres alumbradas penitenciadas en el auto de 14 de junio de 1579 sólo dos cometieron ‘delitos’ de algún relieve: 1. María GONZALEZ, viuda, vecina de Villanueva de Barcarrota, presa en noviembre de 1577; contaba a la sazón 50 años de edad, y es extraño que no la descubrieran antes: «Fue testificada que fue llevada por maestra de aquella doctrina a la villa de Zafra y en su casa la ense­ ñaba y acudían las beatas y algunos de los clérigos alumbrados, adonde tenían con ellas tocamientos de besos y abrazos, y si las dichas beatas tenían escrúpulo de aquello, ella se lo quitaba diciendo y dando a en­ tender que aquello no era pecado, que ella había pasado por ello; con­ fesó haber tenido dichos tocamientos y otros más feos con los dichos clérigos alumbrados, teniendo y creyendo que aquello no era pecado; y asimismo confesó otras muchas cosas que había hecho y tenido confor­ me a la dicha doctrina.» Hay que poner de relieve la confesión y el he­ cho de los conventículos o reuniones, de antigua raigambre, que empe­ zaban por ser ‘iglesia’ y terminaban por convertirse en ‘burdel’; Melchor Cano llamó, irónico, «espiritualidad de rincón» 6 a ese tipo de ‘ejercicios espirituales' nocturnos, refiriéndose a los alumbrados de Toledo; se pres­ taban a todo, desde la aberración doctrinal al desenfreno lúbrico. 2. María SANCHEZ, beata, presa en la primera redada femenina; fue la que se encaramó en el púlpito y se encaró al sermón de Alonso de la Fuente; durante la ‘vista’ de su causa, «mostró tener en algunas cosas grande dureza, soberbia y presunción de sí misma, teniéndose por per­ fecta y santa, y dixo e hizo muchos desacatos y malos tratamientos a los ministros de este Santo Oficio, y daba voces en las cárceles, por lo cual fue mandada azotar». Su protervia se unió a la ferocidad y, según los indicios, estranguló a Inés Alonso, compañera suya de cárcel, pues le hallaron sangre en las uñas. 6 Melchor Cano, Censura de los «Comentarios al Catechismo christiano [Anvers, 1558], de fray Bartolomé Carranza, en: Fermín Caballero, Conquenses ilustres, II: Melchor Cano, Madrid, 1871, págs. 541. 270

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Si durante el proceso se mantuvo tan energúmena, tan obstinada y aun tan sanguinaria, en el auto no pudo 'predicar' porque salió a él con mordaza. Recuerda en su empecinamiento al Julianillo de los procesos sevillanos de veinte años antes. La medida de los inquisidores —tapán­ dole la boca— no evitó que hiciese en el 'cadahalso' gestos de indoma­ ble osadía: «María Sánchez, dice la Relación, beata, vecina de la Fuente del Maestre, de la secta de los Alumbrados, salió con una mordaza; tenía sus opiniones y las defendía y las sustentaba con espíritu diabólico; decía y enseñaba que por la oración mental se había de dejar la misa y todo lo demás; que sin ella no se podían salvar; y porque un predica­ dor [fray Alonso de la Fuente] en el púlpito dijo se dejasen de dema­ sías y de aquellas supersticiones y que mirasen que nuestro Señor había enseñado a orar diciendo: Pater noster, el cual se había de decir vocal­ mente, se subió [ella] en el púlpito para contradecirlo, estando todo el pueblo ayuntado, entendiendo que no se había de quitar la dicha ora­ ción mental por ser necesaria para la salvación; decía que por la dicha oración se podían hacer una misma cosa con Dios, y que ella sabía muy bien quién tenía el Espíritu Santo; y que en sus manos y costado tenía las llagas de Cristo; afirmaba que siempre tenía a Dios presente visible­ mente; decía que los que tenían tal perfección habían de cerrar los ojos al Santísimo Sacramento y no mirarlo, porque era de imperfectos; y decía que el ánima del religioso —entendiendo [ese vocablo] por los di­ chos alumbrados— era blanca como la nieve; y que cuando ella no que­ ría llegar a comulgar, el Santísimo Sacramento se salía del sagrario y se le ponía en la boca; comulgaba sin confesarse; decía que la oración vo­ cal no subía de los tejados arriba; y que ella se metía en el costado de Cristo; ponía por comparación acerca de los alumbrados la nao que está en la arena y se ensalzara para el mismo efecto que arriba; subió otra vez en el púlpito y dijo que, por su santidad y perfección, supo que dos hermanos, una beata y un mozo, que el ánima de la beata estaba en la gloria y la del mozo había pasado por el purgatorio; decía que todas las cosas que Dios hacía en general con todos las hacía en particular con ella. Y, además de esto, tenía todo lo demás que tenían los alumbrados. Dio una higa al que le leía la sentencia; después que acabó, echó la bendición a los señores inquisidores.» Esta larga cita resume claramente el temperamento y los 'delitos' que motivaron la prisión y la sentencia final de María Sánchez. Por otra parte, permiten hacer dos interesantes observaciones: en primer térmi­ no, tenemos ahí la más cabal síntesis de lo que fue la secta de los Alum­ brados de Extremadura; en segundo lugar, María Sánchez se nos anto­ ja, con su obstinada y agresiva testarudez, la más alumbrada y más con­ vencida de todo el grupo. Y también la que con más ardor y pureza de­ fiende su extravagante espiritualidad. 271

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4.

Las

s e n t e n c ia s

El cañamazo de una sentencia inquisitorial —en la Segunda Parte puede ver el lector algunas de las pronunciadas contra los Alumbrados extremeños— tiene ordinariamente dos partes: una, en que se da por «probada» la acusación del fiscal en el «pleito» y se enumeran los «de­ litos»; otra, el fallamos, que es la parte en que los jueces indican las penas que han impuesto al reo. En general, los que han alcanzado a saber las «penitencias» que el Santo Oficio impuso a los jerifaltes del Alumbradismo extremeño, han advertido que fueron «levísimas» 1. El código de la justicia inquisito­ rial contenía un repertorio abundante, desde una simple amonestación hasta la «relajación al brazo secular». Si se comparan con las de otros autos, especialmente con los autos de la época de Don Fernando de Valdés, se nota que fueron blandas. Ni un solo Alumbrado de los que salen al auto de Llerena, 1 4 de junio de 1 5 7 9 , fue «relajado al brazo secular»; es decir, condenado a pena de muerte. Los castigos más drásticos recaen, como cabía esperar, en los maes­ tros de la secta, personas de mayor responsabilidad por su cultura y su condición sagrada y rectora. El auto de fe tuvo, como he apuntado ya, una doble finalidad: hacer «justicia» y desagraviar al pueblo cristiano. Se debió al Consejo la decisión de agrupar a los Alumbrados y hacerlos salir a auto público. A Cristóbal Chamizo, por ejemplo, uno de los más pringados, el tribunal de Llerena lo «votó» a «que oyese misa en la sala de la audiencia en forma de penitente, abjurase de levi, y se le diesen cincuenta azotes en presencia de doce frailes y doce clérigos». Es una resolución muy corriente en «causas» de sacerdotes. Recibe el nombre de auto privado. Sin embargo, el Consejo, que comúnmente aprobaba la «votación» de los jueces ordinarios, no obstante la apelación protoco­ laria del fiscal, en este caso la corrigió: «Que salga al auto [público] en forma de penitente, y sea privado perpetuamente de todo el exercicio de sus órdenes, y sirva en las galeras de Su Majestad al remo sin sueldo por seis años, y desterrado perpetua­ mente del distrito de la Inquisición [de la Provincia de León] y no lo quebrante so pena de doscientos azotes y cumplirlo en las galeras». Por la cuenta que le tenía, es de suponer que el condenado cumplió el castigo a rajatabla. Es la pena más dura de las que en el auto se fallaron. A galeras van también, a servir como galeotes de Su Majestad, Her­ nando Alvarez, Francisco de Mesa, Juan García, Cristóbal Mexía y Her­ nando de Ecija. Pero no por seis, sino por cuatro años. A Francisco Gu­ tiérrez, al que el fiscal no le «probó» caídas lujuriosas, se le recluyó por7 7 Cf. V. B arrantes,

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Aparato,

II, 353.

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algunos años en el convento de la Merced de Villagarcía, a una legua de Llerena; a fray Pedro de Santa María, que tampoco cometió deshonesti­ dades, el tribunal de primera instancia le «vota» a destierro del distri­ to por espacio de seis años, pero el Consejo mandó hacer con él más rigurosa «justicia», convirtiendo el exilio en reclusión conventual; a Ro­ drigo Vázquez, que había perpetrado estupros y atrevídose a injuriar a los inquisidores, éstos lo «votan» a auto en la sala de la audiencia, mas el Consejo eleva el castigo a que salga al auto público y a reclusión quadrienal en un convento —si no fue a galeras se debe a su salud «cas­ cada»—; en fin, a Juan Bernal, el fanático y alumbradísimo zapatero, se le destierra por seis años. En cuanto a las penas por el «crimen de herejía» todos fueron con­ denados a abjurar de le v i8. Abundan también los azotes y multas pecuniarias «para gastos del Santo Oficio» 9; y, supuestos los abusos en el ejercicio del sacerdocio ministerial, la privación ad vitam (de por vida) de los ministerios sa­ grados. A las beatas y viudas se les imponen penas más leves: destierros, azo­ tes, dinero a las pudientes, prohibición absoluta de tratar con otras per­ sonas de la «doctrina y secta» de los Alumbrados. Podría objetarse que ya habían satisfecho en gran medida la «justa» pena en los largos años de cárcel y en haber subido casi todos al potro. Es verdad. Con todo, la lentitud de la «vista» de los procesos —y la con­ siguiente prolongación del statu quo de encarcelados— no dependió sólo de los inquisidores, sino también de la complejidad y vastedad del «ne­ gocio» y de la reluctancia de los presos, que se encastillaban en la nega­ tiva. Ratificar a cientos de testigos no era tarea de una hora. Cuando la prisión se prolongaba excesivamente, el Consejo urgía al tribunal para que apurase las diligencias y «votase» o fallase las causas. Hay testimo­ nios que patentizan lo que acabo de decir. Y aun documentos o senten­ cias que demuestran, a la hora del fallamos, que se tuvo «atención» al tiempo que el reo ha estado en la cárcel. 8 «Muy importante, entre las penas impuestas por la Inquisición, era la abju­ ración. Imponíase ordinariamente en los casos en que no había podido probarse plenamente la culpa del reo y existía contra él alguna duda sólida, más o menos bien fundada. Así, pues, según la gravedad de la sospecha, se le imponía la abjura­ ción d e v e h e m e n t i o d e le v i» . B . L lorca, o . c ., pág. 238. 9 En los libros de contabilidad de la Inquisición de Llerena pueden aún verse los asientos de las penas pecuniarias impuestas a los reos del auto de 1579. Algu­ nos botones de muestra: 1. ° Francisco Gutiérrez pagó 500 ducados = 187.000 maravedís; 2. ° Mary Gutiérrez, 50.000 maravedís; 3.° Leonor Rodríguez, 15.000 maravedís, mitad de lo impuesto; Esteban Martín, Juan García, Hernando de Ecija pagaron también la multa: AHN: Inq., legajo 4573, cuaderno 2.° s.f. 273 18

ALVARO HUERGA

La «quistión de tormento» 10, vigente en el sistema procesal y regula­ da por el código, se aplicó a casi todos los Alumbrados de Extremadura, y a los que no habían sido «testificados» de pertenecer a la secta. Se trata de una «diligencia» frecuente, en especial cuando hay indicios o simples sospechas de que el reo está «diminuto» o no dice toda la ver­ dad. La correspondencia y los fragmentos procesales hablan de la «quis­ tión de tormento» como de un trámite obligado en el curso de las causas. El hecho de que casi todos «venzan» el doloroso trance es señal de que no se realizaba de una manera tan cruel y bárbara como dicen por ahí la gente y los panfletos. Se aplicó a Alumbrados y a Alumbradas. Veamos cómo: 1) A Hernando Alvarez «diósele tormento sobre lo testificado; y, aunque se le dieron cinco vueltas de cordel a los brazos, tendido en el potro, y se le apretaron los garrotes de los brazos y muslos, y se le echó un jarrillo de agua, no confesó cosa alguna más». Al acto asistía un mé­ dico, uno o más inquisidores, el notario para levantar acta, y ejecutaba la «quistión» un seglar con pericia; 2) A Francisco Gutiérrez «en el tormento se le dieron cinco vueltas de cordel a los brazos, y, tendido en el potro, se le dio un garrote; y por parecer que estaba muy viejo y cascado, cesó la dicha diligencia». No es el caso de pararnos a describir el léxico y el instrumental, pues ya se en­ cargan de hacerlo muchos manuales para uso de curiosos y estudiosos. 3) A las mujeres se las «atormenta» con más suavidad. Así, a María González, la redomada maestra o celestina de los conventículos de Zafra, «hízosele conminación [ = amenaza] de tormento hasta tenderla en el potro [...], y no confesó'cosa ninguna»; a Elvira Zambrana, la esclava morena, «diósele tormento, y no confesó ninguna cosa más»; en fin, a María Sánchez, la beata agresiva y 'predicadora', «diósele tormento y lo venció». En suma: teniendo en cuenta los tipos de penitencia que acostumbra­ ba imponer la Inquisición, hay que reconocer llanamente que, en conjun­ to, los castigos que impuso el tribunal de Llerena a los Alumbrados ex­ tremeños fueron muy de mano blanda. Además, la vista y solución de los procesos nunca estuvieron som­ breadas de malquerencias personales contra los encausados. Lo que se pretende es desarraigar el mal, atajar la epidemia y hacer justicia. La norma suprema que preside en el tribunal es precisamente ésa: hacer justicia, dando a cada uno su merecido. Pero antes de arribar al fallamos justo, el tribunal sudaba y trasudaba en la investigación del cuerpo del delito. La mole de procesos y el rigor justiciero cansaban a reos e inqui­ 10 Cf.

274

B.

L lorca,

o . c .,

pp. 213-226.

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sidores; los jueces de Llerena fueron espoleados por el Consejo más de una vez para sustanciar’ y, sobre todo, para poner en claro aquel abru­ mador barullo. Tampoco se entrevé ni una brizna de politización en el desarrollo y en las sentencias de los procesos. No era infrecuente que la política se entreverase en los asuntos inquisitoriales. Además, el alumbradismo en­ trañaba una corrosiva dimensión social, tanto de las estructuras religio­ sas como de las cívicas, entonces tan hermanadas. Ningún matiz aleato­ rio, pese a esto, se percibe. Es verdad que los cabezas de la secta, algu­ nos al menos, recibieron una penitencia escalofriante: condenación tem­ poral a galeras. Con todo, no se trataba de una pena política, aunque redundase en beneficio público. La condena a galeras era una de las pe­ nitencias más temidas del rico repertorio penal de los tribunales de la época, incluido el de la Inquisición n . Había remeros mercenarios. Pero la profesión era poco apetecible. Y para llenar los huecos se recurría a los 'remeros forzosos’. ¡Y sin sueldo! 5.

C Ó M O C U M P L E N LA P E N IT E N C IA

Acabado el auto de fe, escuchada en silencio y dolor la sentencia, los 'penitenciados' eran conducidos de nuevo a las cárceles. Allí esperaban la hora de salir a sus destierros o a remar en las naves de Su Majestad. La ejecución de las sentencias no ofrecía complicaciones y se realizaba pronto. Nos imaginamos al grupo de los seis clérigos galeotes camino de Se­ villa, el puerto más próximo, donde tomarían el remo «en servicio» de la república. No es el caso de evocar escenas literarias narradas por Mi­ guel de Cervantes o cantadas por Góngora y Espronceda. Ni iban a ser aquellos derrotados capitanes del alumbradismo «amarrados al duro banco de una galera turquesa». Simplemente, pegados a un remo espa­ ñol, y sin ataduras. En realidad, no sabemos con certeza documentada cómo cumplieron la penitencia. Suponemos que como mandó la Inqui­ sición. Un relato tardío nos lo brinda Martín de Roa. Es una página de apología jesuítica, circunstancia que hay que tener también en cuenta1 11 «Entre los castigos más penosos de la Inquisición española debe contarse, sin duda, el de las g a le r a s . Ordinariamente se imponía por unos pocos años, pues aun así resultaba verdaderamente duro. Sobre su empleo por parte de la Inquisi­ ción no hay para qué maravillarse, pues entonces estaba generalmente en uso en todas partes, y dada la íntima unión que existía entre el Estado y al Inquisición, era lo más natural que se empleara este castigo, que redundaba en servicio del Estado»: I b ., p. 238. Sobre la terrible suerte de los galeotes en el siglo xvi, pueden verse: F. R odrí­ guez M arín , E l c a p í t u lo d e lo s g a le o te s , en «Estudios cervantinos», Madrid, Atlas, 1947, págs. 139-152; G. M arañón, L a v i d a en la s g a le r a s en ti e m p o d e F e lip e II , en «Obras Completas», tomo IX, Madrid, Espasa-Calpe, 1973, págs. 152-169. 275

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para otorgarle mayor o menor credibilidad. Con todo, voy a transcribir­ la, porque es inédita, entra de lleno en el contexto histórico que esta­ mos analizando y, pese a su tono apologético y a su diluida ambigüedad, resulta sabrosa. Hela aquí: «Andaban por este tiempo unos clérigos seglares por el Maestrazgo y Obispado de Badajoz confesando y predicando, a imitación de las mi­ siones que hace la Compañía. Las apariencias exteriores y santidad que profesaban —y debieron al principio tenerla en el interior, aunque des­ pués la libertad y el regalo, con el ordinario trato de mujeres y poco recato con ellas, les trocó el ánimo y los despeñó en vicios infames—; el traje y vestido era muy semejante al que usa la Compañía; su modes­ tia reconciliaba las voluntades; el celo que mostraban del bien de las almas atraía gran número de ellas; eran venerados por santos, favoreci­ dos de la gente grave, seguidos y regalados de gran vulgo de mujercillas amigas de ociosidad y de andar de calle en calle a todas las horas, a tí­ tulo de visitar iglesias y darse a la devoción. Con esto y con el descuido y relajación de la vida, resfriaron los unos y las otras en la caridad, y el amor, que primero comenzó por espíritu, acabó en la carne. Hicieron de los confesores, maridos; y de los templos sagrados, za­ húrdas de Venus; y cubrían sus torpezas y abominaciones con capa de oración y virtud. Además de esto, como suele acontecer a los tales, en­ señaban, para canonizar sus vicios, muchos errores de la secta de los Alumbrados. Prendióles el Santo Oficio de la Inquisición de Llerena y, examina­ das sus causas y convencidos ellos de sus delitos, condenáronlos a ga­ leras. Lleváronlos a Sevilla para ponerlos al remo, y entraron por ella con el hábito clerical, y algunos con ropas semejantes a las que usa la Compañía; esparcióse luego fama que eran de ella, y de unos en otros llevóse y cundió la infamia, tan grande que en todas las ciudades y lu­ gares daba materia a los corrillos de los ociosos y maldicientes. Trata­ ron algunos prelados de remediar este daño, especialmente Don Cristó­ bal de Rojas y Sandoval, arzobispo de Sevilla, donde se había levantado la tempestad, y que lo había sido de Badajoz al tiempo que aquellos clé­ rigos predicaban por aquel obispado; mandaron a los predicadores que en los pulpitos declarasen al pueblo cómo aquella gente ni era ni había sido de la Compañía y que, aunque en el traje se parecían, la vida y cos­ tumbre de los unos y de los otros eran muy diferentes y que, por la mi­ sericordia de Dios, ninguno hasta entonces de aquella Religión había sido preso ni condenado por el Santo Tribunal de la Inquisición [...]. Al mismo tiempo que esto se decía contra la Compañía, trataba ella de enviar por aquella tierra sus obreros a Extremadura». Porque «padeció allí tanto detrimento la virtud e hízose tan odiosa la devoción y trato espiritual [...], que mucho tiempo después aún no se atrevía la gente 276

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a decir: ¡Loado sea Jesucristo!; el frecuentar los templos y confesiona­ rios teníanlo muchos por sospechoso en sus mujeres e hijas; como ha­ bían hecho los Alumbrados de la triaca de los sacramentos ponzoña de los devotos, con este recelo fueron mal recibidos los nuestros en [...] Llerena» 12. No nos detendremos a inquirir lo que hay de verdad y lo que hay de postizo, lo que hay de ingenuo o lo que hay de amañado en la pintores­ ca descripción del padre Martín de Roa. Sin melifluidades ni patetismos, la verdad escueta consistió en que los clérigos galeotes embarcaron y tomaron el remo en las manos. No sabemos más. Cumplida la peniten­ cia, es de suponer que regresaron cabizbajos a Extremadura, donde to­ davía les aguardaba una parte de penitencia que cumplir: destierro, pri­ vación de oficio y beneficio, etc. Pasan, para la historia, al anonimato. Es de suponer que sus jueces y sus paisanos no los perdieron de vista. Sólo de Francisco de Mesa hay algún vestigio posterior en la correspon­ dencia inquisitorial13. El resto de los 'penitenciados' por alumbradismo en el auto de fe de 1579 también cumplirían lo suyo, por la cuenta que les tenía. En ge­ neral, los inquisidores vigilaban sobre ellos. Si a los «buenos confiden­ tes» les atenuaban el castigo, no cargándoles la mano como a los testa­ rudos, a los buenos penitentes los agraciaban con reducción de parte de la penitencia. Hay abundancia de pruebas en el epistolario del Consejo con los tribunales de provincias. Así, sabemos que a Marina Macías, una de las 'penitenciadas' en el auto de fe de 1579, le concedieron el retorno del exilio, sin duda a peti­ ción de la rea. Los inquisidores elevaron al Consejo la petición de «con­ mutar el tiempo que le resta por cumplir de los tres años» de destierro que le había caído en la sentencia; el Consejo respondió el 17 de noviem­ bre de 1580, concediendo que pueda cumplirlos en El Almendral, es de­ cir, no en exilio, sino en su domicilio. Poco más tarde, el 16 de diciembre de 1580, el Consejo manda a los inquisidores de Llerena que «nos enviéis los méritos del proceso contra fray Pedro de Santa María y cuánto tiempo ha que cumple su pena y cómo la ha cumplido». Evidentemente, alguno —el reo, los amigos o los correligionarios— ha intercedido por él. Y el Consejo quiere informar­ se de los pormenores indicados para proceder a la mitigación o levanta­ miento de la penitencia impuesta. 12 Martín de R oa, Descripción de la Provincia de Andalucía de la Compañía de Jesús. Ms. de la Universidad de Sevilla, signatura 331/23, f. 157 v. 13 De Francisco de Mesa es del único que he hallado señales de vida después de cumplir los cuatro años de galeote: el 23 de diciembre de 1587 el Consejo le concede indulto de una parte de la penitencia que le restaba; le autoriza, en efecto, a celebrar misa «fuera del distrito»: AHN: Inq., libro 581, f. 166 r. 277

ALVARO HUERGA

En general, unos y unas en pos de otros y otras van recurriendo al Consejo, implorando clemencia. Que la otorga de buen grado, previo informe del tribunal. Así, el 14 de mayo de 1580 a Leonor López y a Ma­ ría Gutiérrez, indicando a los inquisidores de Llerena: «Les debéis, se­ ñores, alzar el tiempo que les resta» de destierro y autorizarlas a que puedan recibir con ordinaria frecuencia los sacramentos; el 23 de junio, del mismo año, hacen otro tanto con Catalina López. También la «mo­ rena» y esclava Elvira Zambrana, quizá por la mediación de su amo, re­ currió el 15 de junio de 1588, y nuevamente el 16 de junio de 1589, obte­ niendo remisión. El Consejo requiere al tribunal extremeño, 23 de junio de 1589, que le envíen el proceso antiguo contra fray Luis Dávalos, con indicaciones precisas sobre el tiempo y el modo de cumplir la pena que entonces se le impuso; sin duda, ha presentado solicitud de que le levan­ ten el castigo; la carta del Consejo sólo dice «para cierto efecto», pero el 19 de octubre de ese año, 1589, ya acusa recibo de los informes, que debieron ser buenos, pues la orden correlativa dice que le «alcen la mano» y le permitan confesar «hombres» sólo. Parecido perdón había obtenido el 14 de abril de 1585 fray marcos de los Olivos 14. Aquel tribunal de la «Provincia de León», sito en un extremo del an­ churoso distrito, había ocupado un primerísimo rango en el período de la vista y sustanciación y sentencia de las causas de los Alumbrados. Pasada la tormenta, volvió a convertirse en un tribunal provinciano, sin relieve mayor y sin actividad destacada. 6.

Alumbrados

y conversos

Quizá algún lector erudito lleve ya un buen rato tensando el arco para dispararme la impaciente pregunta: ¿pertenecieron los Alumbrados de Extremadura a la casta de los conversos? Es una cuestión que anda actualmente muy en boga, gracias a las ígneas exégesis de La realidad histórica de España que Américo Castro ha puesto en circulación con tan tesonera machaconería. En su libro De la edad conflictiva reafirma su hipótesis «de haber sido la vida española, en su última realidad, algo así 14 He aquí algunas referencias documentales a los «penitenciados» en el auto de 1579, que pidieron y obtuvieron perdón: 1) Leonor López y María Gutiérrez: «les debéis, señores, alzar el tiempo que les resta» de destierro y que puedan re­ cibir libremente los sacramentos: orden del Consejo, 14 mayo 1580 (libro 579, f. 280); 2) Catalina López, lo mismo: orden 23 junio 1580 (ib., f. 308 r.); 3) Marina Maclas (libro 580, f. 19 v.); 4) fray Pedro de Santa María (ib., f. 29 r.); 5) Elvira Zambrana, pide remisión, que le fue concedida por orden de 15 junio 1588 (ib., f. 199 r.). De varios «penitenciados» en auto personal hay también constancia de que le condonan la pena: fray Marcos de los Olivos: orden 24 abril 1585 (ib., f. 20 r.); fray Luis de Avalos o Dávalos (ib., ff. 271 v. y 291 r.), etc. 278

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

como un trenzado de la convivencia y de la pugna de tres castas: la de los cristianos, la de los moros y la de los judíos» 15. Y sabido es que, a fuerza de darle vueltas a esa idea, admite, aun a costa de «cantar la pa­ linodia» 16, que el eje de esa realidad es un eje religioso, vivo y con­ flictivo. En una «nota adicional» a De la edad conflictiva elogió mi «Estudio preliminar» a los Avisos para los predicadores del Santo Evangelio, de Agustín Salucio (Barcelona, Juan Flors, 1959); luego me echa en cara que reduzco a abstracciones evasivas el nudo gordiano de la pugna o conflicto entre cristianos viejos y cristianos nuevos, y que, si en cuanto a la autenticidad saluciana del Discurso discrepaba de Domínguez Ortiz, coincidía con él en «juzgar nefando el tema del judaismo genealógico de quienes no son excluibles en una historia de la civilización española, precisamente por haber sido conversos» 17. La verdad es todo lo contrario. No hay discrepancia alguna en cuanto a la paternidad saluciana del Discurso y hay total coincidencia en juz­ gar interesantísimo el tema de los conversos, tanto en sus aspectos cul­ turales como en sus vivencias religiosas. Domínguez Ortiz ha dedicado un jugoso lote de monografías al tema. La última, que es trabajo de síntesis y de alta vulgarización, dedica un capítulo a «La religiosidad de los conversos», que es, dice, «tema fundamental» 18. Por mi parte, nunca me he escabullido, con quiebros literarios de dialéctica sofística, del tema —y han sido numerosas las ocasiones en que me he topado con él. En la presente, tampoco voy a escamotearlo. Después del excursus aclaratorio, volvamos a la pregunta, que espe­ ra abierta. Para abordarla en profundidad, habría que detenerse en el análisis de las causas genéticas o productoras del fenómeno del alumbradismo de Extremadura y averiguar si se debió, al menos en parte, a la masiva presencia de cristianos nuevos en aquella región. Dejando marginada —y remandada a mejor ocasión— esta vertiente honda del tema, res­ ponderé a su literal demanda. Dos hechos podemos y debemos constatar en esta historia, preferen­ temente narrativa. El primero es de común dominio de los historiado­ 15 A. Castro, D e la e d a d c o n f lic tiv a , Madrid, Taurus, 21961, pág. 33. 16 Comentando la frase de A. Castro : «La historia hispana —con la creencia como eie— es más religiosa que civil», escribe E. A sensio : «Aplaudimos la valiente sinceridad con que el viejo maestro, cantando la palinodia, llega tras largos ro­ deos a conclusiones muy semejantes a las que formulaba Menéndez Pelayo como intuición de juventud»: E. A sensio , E l e r a s m is m o y la s c o r r ie n te s e s p ir itu a le s a fi­ n e s . C o n v e r to s , f r a n c is c a n o s , ita lia n iz a n te s : «Revista de filología española» 36, 1952, página 31. 17 A. Castro, D e la e d a d c o n f lic tiv a , Madrid, Taurus^ 21961, pág. 269. 18 A. D omínguez O rtiz , L o s j u d e o c o n v e r s o s en E s p a ñ a y A m é r ic a , Madrid, Ist­ mo, 1971, pág. 149. 279

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res: Extremadura estaba en aquella época —la época de gestación y ex­ plosión de los Alumbrados— semidespoblada de «cristianos viejos», que buscaban gloria y fortuna, huyendo de la pobreza de la tierra nativa, en las fabulosas hazañas de Indias; por otro lado, se semipobló de «cristia­ nos nuevos», oriundos de moros y de judíos. En muchos procesos inqui­ sitoriales de entonces se consigna que el reo pertenecía a los 'repartidos de los moriscos de Granada'; es decir: la rebelión y derrota de los mo­ riscos alpujarreños trajo consigo que los exiliasen o ‘repartiesen’ por diversas regiones, y Extremadura absorbió un buen cupo 19. Más nume­ rosa y más antigua era la colonia judía. También reflejan la situación real gran número de procesos; incluso hay uno muy extenso sobre un grupo de amotinados. La documentación histórica no inquisitorial pa­ tentiza colmadamente la existencia —y aun la potencia— del grupo ra­ cial judío en Extremadura a lo ancho y largo del siglo xvi 20. El segundo hecho se refiere, más en concreto, a los «cristianos nuevos». Fray Alonso de la Fuente, sangre de caballero, anotó de paso, no sin intención, que más de 2/3 partes de la clerecía de Zafra, muy copio­ sa entonces, estaban integradas por «cristianos nuevos». La «sustanciación» de las causas o procesos de Inquisición apuntaba muy atentamen­ te al punto de mira de la genealogía de los presuntos reos. La polémica o conflicto racial se había agriado mucho, sobre todo en los ámbitos de la alta sociedad civil y eclesiástica. Los estatutos de pureza de sangre se pusieron en vigor21. Y la Inquisición, encargada de velar por la pu­ reza de la fe, extremaba en sus oficiales el requisito de pureza sanguí­ nea. Y por ahí solía empezar también los interrogatorios de los reos, poniéndolos inmediatamente en apuros, ya que a ninguno le gustabji 'confesar' que era oriundo de conversos. Las mentiras estaban a la orden del día, tanto en los interrogatorios de Inquisición como en la calle. da noticia de una L i s t a d e lo s m o r i s c o s d e la I n q u i s i c i ó n d e manuscrito en folio de 100 hojas. «Este curiosísimo cuaderno, dice, tiene importancia histórica y literaria por haber quedado pocos vestigios en Extremadura de sus pobladores arábigos»: O. c., II, 348. 20 El inquisidor Salvatierra visitó el distrito en el verano de 1569; Felipe Botello,^ clérigo, vecino de Valencia de Alcántara, le entregó entonces un M e m o r i a l incitándolo a proceder contra los judíos: «su merced había de tener grandísima vigilancia en estos perros que [...] andan aquí y allá»; con ese inhumano mote se refiere a los «judíos de Ferrara, Salónica, Ancona, Bolonia, Florencia, Roma» y de otros sitios «porque destas partes suelen venir como mercadantes, y son lobos»: AHN: I n q ., leg. 1988, exp. 3.°. Cf. A. M atías Gil , L a s s i e t e c e n tu r ia s d e la c iu d a d d e A lfo n s o V I I I , Plasencia, 1877, págs. 135-137, donde ofrece datos interesantes sobre la aljama placentina; véase también: A. F ernández, H is to r ia y A n a le s d e la c iu d a d y O b is p a d o d e P la ­ se n c ia , Madrid, 1627, lib. II, cap. 14; L. S uárez F ernández, D o c u m e n to s a c e r c a d e la e x p u ls ió n d e lo s j u d í o s , Valladolid, 1964, d. 36, 68, 81, 251 y 257. 21 Cf. A. A. S icroff, L e s c o n t r o v e r s e s d e s s t a t u t s d e «p u r e t é » d e s a n g , París, 19 V. B arrantes

L l e r e n a e n 1594,

280

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1570-1582)

Los expedientes de limpieza, exigida para cargos públicos, se pagaban a alto precio, pero se conseguían 22. A los Alumbrados se les fue preguntando, uno a uno, por su genealo­ gía; y, más explícitamente, por su «raza» o condición de «cristianos vie­ jos» o «cristianos nuevos». Al no conservarse las respuestas, no es posi­ ble leer lo que dijeron a tan embarazantes preguntas. El interrogatorio, hábil y de cerco, cerraba pronto las puertas a la escapatoria y, a la pos­ tre, daba en el blanco. En definitiva, los resultados fueron inapelables: a cinco de los 19 «Alumbrados» que salieron al auto público de je, celebrado en Llerena el 14 de junio de 1579, se les «probó» su ascendencia judía. Y, según pa­ rece, se dijo en las respectivas sentencias, leídas en voz alta desde el púlpito, de cara al «cadahalso» de los reos. He aquí cómo se consigna en la Relación del auto la condición ra­ cial de los cinco 'manchados': 1.

Hernando ALVAREZ, «cristiano nuevo de generación de judíos»;

2.

Francisco de MESA, «cristiano nuevo de casta y generación de judíos» 23;

22 A. S alucio indicó polémicamente los abusos consuetudinarios y generales que se cometían en esto; cf. A. H u Urga, Estudio preliminar a: Avisos, Barcelona, Juan Flors, 1959, pág. 25. Extremadura no era excepción, ni iba a la cabeza de otras regiones. El 4 de noviembre de 1596 escribía al Consejo el inquisidor B. Martínez de Carnacedo, un poco desalentado por la situación real: «no se disminuye nada en gente ordinaria el decir que la simple fornicación no es pecado; y lo mucho que en aquel obispado [Plasencia] se dan a supersticiones y hechicerías sospe­ chosas de pacto con el dominio»; a continuación constata y se lamenta de la «fa­ cilidad con que se continúa el hacer informaciones falsas sobre limpieza de lina­ jes, por ser los jueces, escribanos y testigos confesos»; por último, señala: «las más de las religiones están llenas dellos»: AHN: Inq., leg. 1988, exp. n.° 72. 23 «Duélome de tocar aquí con tal clérigo, porque [...] ocurre al momento poner mácula en dos Mesas de aquella población [Zafra], ilustres en la república literaria, indudablemente enlazados con este converso. Zafreña fue Doña Catalina de Mesa, madre de Gregorio Silvestre, y éralo también, aunque niño por aque­ llos días, el famoso poeta Cristóbal de Mesa. Alumbrado y muy alumbrado [...] hallábase el tal Francisco [...], que era lo que hoy llamamos un propagandista de tomo y lomo con ribetes de más bajo oficio, pues ofreció a cierto clérigo, si se hacía alumbrado, acomodarle con una doncella, deuda de otra con quien él tenía malos tratos. Se probó que era hechicero y embaucador [...]. Aplicáronle los inquisidores cuatro años de galeras, la indispensable degradación y otros castigos muy duros, que nos parecen blandos todavía, pues además se le probaron algunos latroci­ nios»: V. B arrantes, II, 355. Sin las pintorescas consideraciones de V. Barrantes, que no comento y que he omitido en buena parte, alude a la «raza» del clérigo y del poeta A. Ortiz Domínguez: «También son, si no enteramente probatorios, de mucha fuerza los indicios referentes al 'poeta extremeño Cristóbal de Mesa (15611633), traductor de Homero y de Virgilio, autor de poemas épicos que aúnan la inspiración religiosa y el espíritu patriótico. Es muy probable su parentesco con el clérigo converso Francisco de Mesa, penitenciado por la Inquisición y natural, 281

ALVARO HUERGA

3.

Cristóbal MEXIA, «de generación de judíos»;

4.

Francisco GUTIERREZ, «de generación de judíos»;

5. María GUTIERREZ, «era cristiana nueva, descendiente de cris­ tianos nuevos y judíos» 24. Evidentemente, no son todos, pero sí son algunos de los principales. Del resto no consta —aunque no se excluye totalmente, porque las in­ dicaciones no son exhaustivas— que tuviesen esa «mancha» específica. Les bastaban todas las demás, comunes a la secta.

como el poeta, de Zafra. También era de esta ciudad, y también llevaba el mismo apellido, la madre de Gregorio Silvestre, que nació en Lisboa pero era oriundo de Zafra»: A. Ortiz D omínguez, o. . , p. 201. 24 AHN.: Inq., leg. 45723, exp. n.° 2. c

282

Capítulo VI

ULTIMOS RASTREOS

1.

¿Alumbrados

solapados?

El auto de je del 14 de junio de 1579, ¿fue el acto final del drama del alumbradismo extremeño? ¿No ha quedado algún solapado? ¿No se sal­ vó alguna raíz, algún rescoldo? En la historia posterior, ¿no vuelve a levantarse el incendio? La búsqueda solícita de V. Barrantes por los campos de viejas me­ morias y amarillentos papeles sólo encontró vestigios tardíos: los pro­ cesos contra los padres Gudino y Charri, teatinos, en Miajadas, allá por 1626 1; y el «autillo» contra el padre Parra, descalzo, en Llerena, en data indeterminada12. En ambos casos cree haberse topado con restos resi­ duales, con chispazos que, a sus ojos, tienen brillo de luteranismo, sole­ ra gastada de alumbradismo y, en el caso del padre Parra, de molinosismo. Menéndez Pelayo, que fue detrás de Barrantes por estas hazas, reco­ pia, carga varas y sentencia: «La secta [de los alumbrados] no murió del todo en Extremadura. Hay una relación, sin fecha, pero que parece ser del siglo XVII, de un autillo celebrado en Llerena contra un religioso des­ calzo, llamado fray Francisco de la Parra, no por molinosismo, como dice la relación, sino por pura y simple lujuria, y solicitación en el acto de la penitencia, aunque para ahuyentar escrúpulos decía a sus hijas de confesión que Dios le había quitado todos los afectos y pasiones del hombre, y que nada había en sus acciones de pecaminoso, antes con la unión del cuerpo se unían los espíritus de Dios y se fortalecían en su servicio. Tras esto se refieren en la sentencia otros mil indecentes dispa­ 1 Aparato, I, 505-506. 2 Aparato, II, 357-358.

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ALVARO HUERGA

rates. Se le condenó a reclusión por diez años en un convento de su Orden, a privación absoluta de licencias y a sufrir en el refectorio una tanda de disciplinazos que los demás frailes le administraron» 3. Se trata, como se ve, de un caso corriente y moliente, uno entre los mil de este género —solicitación encubierta con míseras justificaciones ideológicas—, que aburrían, por su repetición en cadena, a los mismísi­ mos inquisidores. Nada tiene que ver con el molinosismo, y menos aun con el alumbradismo, aunque también los Alumbrados emplearon la cí­ nica estratagema. Barrantes y Menéndez Pelayo —epígono suyo en esto— escriben a oscuras sobre los Alumbrados extremeños. Lo que averiguan de la épo­ ca ulterior es en realidad bien poco y bien pobre. ¿No hubo algo más? Sí que lo hubo. El lector recordará que Alonso de la Fuente, al contar su lance a caza de Alumbrados por los pueblos de Extremadura, refiere que en Talavera, a tres leguas de Badajoz, se topó con una «manada de Alumbradas», pastoreadas por un 'gran Alumbrado’ apellidado Tojal. Andaba entonces la 'manada' de capa caída, observa, porque el Sr. Pica­ do, Provisor de la diócesis, había suspendido a divinis al 'gran alumbra­ do'; añade aún que los rumores callejeros atribuían a Tojal la paterni­ dad de un hijo que parió una beata moza. Pues bien; a lo largo y a lo ancho de la campaña represiva que la Inquisición desencadenó contra los Alumbrados extremeños no hemos vuelto a oír el nombre de Alonso Tojal. Ni vivo ni muerto, ni preso ni penitenciado. ¿No cabe presumir que se quedó rezagado, sin caer en la gran redada? Vamos a compro­ bar que, efectivamente, eso fue lo que ocurrió. Y que no sólo se había escabullido este 'gran Alumbrado’, sino también alguno y alguna más. Con la celebración del auto de 1579, la secta había quedado sin vástagos y aun sin raíces. Lá hoguera del alumbradismo estaba extinta. Si algo queda —y sí queda— son ya mucha ceniza y poco rescoldo. El Santo Oficio seguirá, después del auto, vigilando para que no resucite la plaga, bregando para descubrir y castigar los restos que hayan podido quedar camuflados en aquella tierra llana, ancha, creyente y caliente. Por otro lado, se afana en concluir los procesos de los difuntos, sobreseídos mo­ mentáneamente, no definitivamente. Esto aparte, proseguirán las visitas de rastreo al distrito, se dictarán sentencias in situ o se decretarán, si el caso es más grave, nuevas prisiones, con la consiguiente apertura o ins­ trucción de nuevos procesos. La documentación de los archivos inqui­ sitoriales ilustra lo que sucedió después del auto de 1579. Por ejemplo, la revisión de los procesos de Gaspar Sánchez, Francisco Zamora y la hidalga Francisca Rodríguez; una plaga de procesos de solicitantes; y, sobre todo, algunos casos afines y aun de genuino alumbradismo. Entre 3 Heterodoxos, IV, 238. 284

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ellos, el de Alonso Tojal y el de la beata Elvira González —su discípula, y quizá algo más.—. El caso de un bachiller llamado Hernando Alvarez, vecino de Azuaga, homónimo del 'capitán' de la secta antigua, que qui­ zá no sea otra cosa que una huella tardía del mismo personaje. El caso de otros bachilleres de igual o parecida ralea. El caso de un santero de una ermita de Campanario, que predicaba sus 'visiones'. El caso del licenciado Juan de Zafra, cuyo proceso está desde 1574 en el tribunal, y es índice de un estilo pobrísimo de predicación. Tendremos ocasión de 'asistir' a un nuevo auto de fe, celebrado en Llerena el 1 de julio de 1582, a tres años de intervalo del anterior, en e] que se 'penitencian' los últimos Alumbrados, ya prácticamente restos, residuos. Y las relaciones oficiales de las causas despachadas fuera de auto nos ayudarán a completar la triste historia y el triste cuadro del alumbradismo extremeño en los años inmediatos a la fecha-hito del 14 de junio de 1579. Transcribiré, con un poco de orden, los datos interesantes o ilustran­ tes. El número de noticias espigadas no pretende, pues, adentrarse en análisis. Es sólo eso: montón. Si a determinados casos —como el de Juan de Zafra, el del santero Diego Jiménez, el del bachiller Menayo y los de los Alumbrados Alonso Tojal y Elvira González— les concedo mayor espacio, ello se debe a que tienen más que ver con la trama de este estudio. Por la misma razón, daré trato especial al caso de la hidalga Francisca Rodríguez, que es el que, a mi juicio, ofrece un interés mayor: muerta durante la sustanciación de su proceso, la seriedad profesional de los inquisidores se vio instada por el férreo código procesal a desem­ polvarlo y apurarlo hasta el fin. El fin fue sentencia de «absuelta de la instancia». Pero las actas reflejan lo que había sido el 'alumbradismo' de la malhadada hidalga: una aguda neurosis religiosa. El diagnóstico, este diagnóstico, lo firmaría hoy un psiquiatra. Los inquisidores del siglo xvi no llegaban a tanto, y no vieron en la pobre enferma más que una 'diabólica Alumbrada. De rechazo brindan a la historia un casoespejo en el que reverberan hondos perfiles del alumbradismo de las beatas de Extremadura. El de los 'maestros', como hemos visto ya, no todas las veces pasaba de bellaquería disfrazada de espiritualidad seudomística. 2.

La «visita »

de

Leciñana

Por otoño de 1579 salió a visitar el distrito el inquisidor Tomás Le­ ciñana. La primera Relación de la visita, enviada al Consejo, fue juzga­ da insuficiente4*; tuvo, pues, que rehacerla y enviar una segunda más 4 AHN.: Inq., libro 579, f. 254 r.: el 7 de enero de 1580, carta al visitador, pi­ diendo Relación más detallada y según costumbre. 285

ALVARO HUERGA

detallada. El 23 de enero de 1580 la expide a Madrid. Durante la visita a Badajoz y lugares comarcanos recibió algunas «testificaciones» que demuestran que aun quedaban huellas de Alumbrados. Las de mayor interés para nuestro tema son: «25. TALAVERA. Alonso Tojal, clérigo, vecino de Talavera, fue tes­ tificado por 55 testigos de la doctrina de los Alumbrados y de muchos y diversos errores en ella e haber solicitado sus hijas de confesión, e dícholes palabras deshonestas estándolas confesando; hase sacado la testificación a su proceso.» «29. NOGALES. Elvira González, mujer de Francisco Pérez, traba­ jador, natural de Talavera, vecina de Nogales junto al Almendral, fue testificada por 31 testigos de la doctrina de los Alumbrados y de haber enseñado muchos errores della. — Confesó algunas cosas de su voluntad, aunque diferentemente de como está testificada.» A continuación aparece, con el número 30, «María de san Francisco, beata», que es hermana de Elvira González: «está testificada por algu­ nos testigos de la mesma doctrina»; y con el número 31, una tercera hermana, Isabel Pérez de los Santos, acusada también de lo mismo. El Consejo, al revisar la Relación de Leciñana, se fijó en los infor­ mes relativos a estos cuatro personajes, en los que el rastro residual de la «doctrina de Alumbrados» es patente. Al margen de sus nombres aco­ tan: De Alonso Tojal, «que debiera avisar en particular lo que se ha hecho en este negocio y si tenía hecho proceso». De Elvira González: «Debiera decir el estado de este negocio y dar relación de él más en particular»; al margen de los números 30 y 31, subrayan un tajante «idem»: lo mismo 5. De las tres hermanas, Elvira presenta indicios de mayor culpabili­ dad. El caso no podía quedar impune. El Consejo manda al visitador que apure el informe y las diligencias, y dicta orden de captura. Fue, pues, apresada, dando con sus huesos en las cárceles secretas del Santo Oficio, sitas al lado de la sede del tribunal en Llerena. A fines de mayo de 1581, en la Relación de las causas despachadas leemos: «No enviamos relación de las causas pendientes, porque solamente está presa, por Alumbrada, Elvira González, de Nogales, y recibida su causa a prueba; todas las demás causas se siguen sin recluir las perso-*9 5 AHN.: Inq., legajo 1988/2, expediente n.° 72: Relación, recibida en Madrid el 9 de febrero de 1580 (libro 579, f. 261 r.); el informe sobre Tojal, Elvira González y hermanas, en ff. 26 r.-27 r. de la Relación, números 25, 29, 30 y 31. 286

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ñas, atenta la calamidad de peste que corre por los lugares circunveci­ nos» 6. Según esta indicación, a la calamidad alumbradista se sumó la cala­ midad de la peste, dejando así más asolada la despoblada Extremadura. El dato que notifica que Elvira González está presa —y bastante avanzado su proceso— confirma que el Consejo seguía el rastro a los Alumbrados latitantes. Quizá nos sorprende oír que es la única presa, pues Alonso Tojal merecía la cárcel mucho más que Elvira. Pero ya hemos visto que la Relación no lo menciona. ¿Cómo es posible? Porque era muy anciano y cabía temer fundadamente que, si lo encarcelaban, fallecería allí. Debido a la peste invasora se optó, según ha informado el tribunal, por «sustanciar» los procesos sin recluir a los presuntos reos. Uno de los procesados era precisamente Alonso Tojal, el gran Alumbrado, que se libró de las redadas barrederas de los años anterio­ res y también de la última. No sabemos cómo se escapó la primera vez, ya que fray Alonso de la Fuente lo había señalado; la segunda, sí: lo libraron los años y la peste. Pero, al fin, pasada la peste, ingresará en la cárcel. El 16 de febrero de 1581 su causa está a punto de resolución. El Con­ sejo avisa al tribunal de Llerena: «Aquí se ha visto el proceso criminal contra Alonso Tojal, clérigo, vecino del lugar de Talavera de Badajoz, y se os torna a enviar para que en su causa hagáis justicia» 7. ¡Justicia! Es la voz imperturbable de la Inquisición. 3.

La «visita »

de

R odrigo

de

Mendoza

Al año siguiente le tocó salir a la «visita» al inquisidor Rodrigo de Mendoza. Anduvo por Guadalcanal, Azuaga, Zalamea, Villanueva de la Serena, etc. Resolvió in situ algunos casos de poca monta. En la Relación que envió al Consejo, sólo uno encierra interés para nosotros. Y es el si­ guiente: «AZUAGA. Contra el bachiller Hernando Alvarez, clérigo, vecino de la villa de Azuaga, dicen once testigos, cada uno de su hecho, diferentes, y en algunos contestan [ = son contestes, coinciden] dos y tres acerca de las cosas de los Alumbrados. Como es decir que, queriéndose confe­ sar una mujer con él, le dixo que no la quería confesar si no mudaba 6 AHN.: Inq., legajo 1988/1, expediente n.° 13: Relación de las causas despacha­ das fuera de auto desde 29 de mayo de 1580 a 24 de mayo de 1581. -! AHN.: Inq., libro 580, f. 40 r. 287

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de estado; item, que persuadía que hiciesen voto de castidad y medita­ ciones, en las cuales algunas mujeres sentían ardores, dolores y suavi­ dades; que estaba dos y tres horas con ellas en el confesonario; y algu­ nas de las dichas beatas dicen contra sí mismas, confesando contra el dicho Hernando Alvarez, y que se cortan los cabellos y mudan el hábi­ to, y aun el estado; y cierran los ojos cuando están en la iglesia y alzan el Santísimo Sacramento; y han hecho voto de castidad, pero no dicen que a persuasión del dicho Hernando Alvarez» 8. Evidentemente, se trata de un caso que se ajusta al esquema del alumbradismo extremeño. ¿También de un residuo de la acción proselitista del Hernando Alvarez, «capitán de la secta»? ¿Son idénticos éste y aquél, o son Alumbrados distintos? Ambos bachilleres, ambos Alum­ brados, ambos poniendo en práctica iguales métodos, todo induce a pensar que se trata de una misma persona. El bachiller Hernando Al­ varez, «vecino de Barcarrota», que por estas fechas — 1580— anda al remo en las galeras de Su Majestad, extendía el radio de su acción a otras villas. Es verosímil que Azuaga cayese dentro de ese radio. Además, los informes de Don Rodrigo de Mendoza son tardíos y, por tanto, refe­ ribles a la época que ya conocemos. A corroborar la hipótesis viene el silencio: no hay, en la documentación inquisitorial, «provisiones» al propósito; si se tratase de otro, los resabios de alumbradismo son tan evidentes que no habrían quedado sin investigación y castigo. 4.

Los Alumbrados

difuntos

Después de celebrado el auto de je —Llerena, 14 de junio de 1579— , los inquisidores se apresuraron a enviar al Consejo la Relación oficial del mismo, acompañada de una carta en la que reverencialmente supli­ caban la «ayuda de costas». Por el otoño, como se ha dicho, reanudan las «visitas» de rastreo. Le cupo en suerte a Tomás de Leciñana, que le­ vanta aún caza agazapada; al año siguiente le toca el turno a Rodrigo de Mendoza, que también utiliza el prisma del alumbradismo, si bien cobra sólo una pieza... retrospectiva. Esto aparte, el tribunal se ocupa de apurar hasta el fin algunas cau­ sas antiguas, más o menos afines a las de los Alumbrados, como el pro­ ceso de Juan Flores de Ordás, «visto» y «votado» a primeros de 1581, cuya sentencia fue confirmada por el Consejo el 21 de febrero 9. Hay, además, «causas nuevas», como resultado positivo de la «visita» de Leci8 Relación de las causas que ha sentenciado el inquisidor Don Rodrigo de Men­ doza en la visita que ha hecho (1580, nov.-1581, enero): AHN.: Inq., legajo 1988/1, expediente n.° 14, f. 7 r. 9 AHN.: Inq., libro 580, f. 41 v. 288

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ñaña. Y, sobre todo, quedan «pendientes» los procesos de los Alumbra­ dos difuntos, sobreseídos momentáneamente, mas, según la praxis, me­ nesterosos de fallamos definitivo, aunque sólo sea para «absolverlos de la instancia». Empezaré por éstos, y seguiré a continuación con el resto. Del 12 de mayo de 1581 hallamos una carta del Consejo al tribunal de Llerena, comunicando que se han visto las causas «de la memoria y fama de Francisco Zamora y Gaspar Sánchez, clérigos, que murieron en las cárceles» 101. La orden es que se sustancien, abrevien y concluyan. En la Relación de las «causas despachadas desde 29 de mayo de 1580 hasta 24 de mayo de 1581», enviada por el tribunal de Llerena a Madrid, aparecen ya «absueltos de la instancia» los dos famosos clérigos, muer­ tos años atrás, Gaspar Sánchez y Francisco Zamora; similar «absolu­ ción» se da a la difunta hidalga Francisca Rodríguez; 'penitenciados' en la sala de la audiencia, el licenciado Juan Flores de Ordás, el beneficiado Juan de Zafra y los bachilleres Cristóbal Ortiz y Baltasar Menayo, entre otros muchos. De Francisco Zamora «llamóse su memoria y fama, y no pareció de­ fensor; diósele de oficio y en la publicación de testigos, y no alegaron defensa»; también se ‘llamó la memoria y fama' de Gaspar Sánchez, «y pareció un hermano suyo en su defensa». El Consejo, al examinar los procesos de 'memoria y fama' postumos, mandó que se hiciese 'justicia', es decir, que se ejecutase lo votado por el tribunal de Llerena; en este par de casos, el voto o sentencia era absolución de la instancia. El Con­ sejo ordena también a sus subalternos de Llerena que, en adelante, no 'comuniquen' o publiquen este tipo de causas. O sea, que se resuelvan en el seno del tribunal, sin citar de nuevo a testigos, etc. De los 'penitenciados', el bachiller Cristóbal Ortiz, clérigo presbítero, natural de Berlanga y cura de Nogales, cuenta 64 años de edad; figura con el número 20 de la lista; su delito consistió en haber dicho en un sermón que «si no hacían los hombres más de los mandamientos que Dios mandaba, que no podían ir al cielo; y hablando del estado de las beatas y loándolas, dixo que más sabía una mujercita de las dichas beatas que los que iban a deprender en Salamanca» 11. Si él estudió allá, bien poco se le nota. Esas vagas 'tesis', predicadas en aquel contexto geográfico y humano, sabían a doctrina alumbradista, merecedora de retractación y azotes. El licenciado Juan Flores de Ordás, número 15 de la lista, era cura de Fuente del Arco; contaba a la sazón 53 años de edad; sus delitos no eran de tipo especulativo, sino más bien práctico, con cierto tufillo ru10 Ib., f. 59 v. (carta de 12 de mayo de 1581). 11 AHN.: Inq., legajo 1988/1, expediente n.° 15, f. 8 r.-v. 289 19

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fianesco: había dicho que tener trato con «una mujer tanto pecado como con una mujer burdiana, y con una tanto pecado como con una fea» 12. De más entidad eran las 'herejías' de Juan de Zafra, nayo y de Francisca Rodríguez. Vamos a releerlas en sumarios. 5.

El

caso de

Juan

de

honrada no era hermosa no era de Baltasar Mesus respectivos

Zafra

Lleva el número 19. Y dice así: «Talavera de Badajoz. Joan de Zafra, beneficiado del lugar de Talavera de Badajoz, de edad de 49 años, cris­ tiano viejo, fue denunciado ante el Provisor del mismo obispado y tes­ tificado con diez testigos —nueve clérigos y un lego— que, predicando sobre aquello del Evangelio: perficiens et proficiens, en el discurso del sermón fdomingo de Sexagésima, año 1574], hizo un coloquio, diciendo: —Vos, qué sabéis? —Yo, señor, sé las oraciones de la Santa Madre Iglesia. —Vos sois incipiens. —Y vos, ¿qué sabéis? —Yo, señor, sé las oraciones de la Santa Madre Iglesia y (los) man­ damientos de la ley de Dios y (los) artículos de la fe. —Vos sois proficiens. —Y vos, ¿qué sabéis? —Yo, señor, sé las oraciones de la Santa Iglesia y mandamientos de la ley de Dios y los cinco de la Iglesia, y más guardo la ley de Moysén. —Vos sois perficiens.» El curioso trasunto del sermón fue remitido al Santo Oficio de Llerena, que instruyó el oportuno proceso. El acusado probó que tenía ene­ migos y, de hecho, algunos acusadores no se presentaron a ratificar sus deposiciones. Alguna rencilla entre clérigos del lugar debió haber, como se deduce; la última cláusula del diálogo, con su puntita maligna de judaismo, demuestra tanto el fundamento de la acusación —¿qué predi­ cador podía soltar tan burdo disparate?— como el que no acudiesen a ra­ tificarse. Por otro lado, el beneficiado no debía calzar mucha teología, presumiendo de saber mucho habiendo estudiado poco. De todas formas, ante el tribunal estuvo hábil: no negó haber discurseado sobre el tema, pero le dio otra versión: había hablado de «tres géneros» de tierra: «bona, melior, óptim a». Luego aplicó las tres especies distinguidas al «triplex status fidélium: el primero, llamado incipiens; el segundo, proficiens; el 12 D e 64 a ñ o s d e e d a d ; « f u e t e s t i f i c a d o p o r c in c o t e s t i g o s , c u a t r o v a r o n e s y u n a m u j e r » : A H N .: Inq., l e g a j o 1 9 8 8 /1 , e x p e d i e n t e n.° 13, f. 6 r.

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LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

tercero, perfectas». Y, en fin, lo que en sustancia dijo o quiso decir fue esto: «que el incipiens era la tierra [ bona], y que daba fruto de 30, y éste es qui credit Sanctam Trinitatem et custodit mandato. Decalogi et bene credit, y es el cristiano que comienza a hacer buenas obras. Proficiens: dixo que había otra tierra mejor, que es el estado proficiens, y es aquél qui non solum credit Sanctissimam Trinitatem et custodit manda­ to Decalogi, sed adhibet opera misericordiae, y éste es el cristiano que, allende de guardar los mandamientos de Dios, hace obras de misericor­ dia, ayunos y disciplinas. Perfectas: dixo que el estado de los perfectos era como la tierra que daba fruto, diciendo ser aquéllos que enteramen­ te guardan los mandamientos de Dios, y que eran aquellos cristianos que estaban fuertes en bien obrar, etc.». La explicación ya ha perdido las aristas de herejía. El texto citado —indudablemente, un resumen del resumen— no alude para nada a la maliciosa acusación de que guardar «la ley de Moysén» era el colmo de la perfección. Los inquisidores aceptaron los atenuantes, pero no quedaron del todo satisfechos. Como penitencia imponen al reo que no vuelva a meterse a predicar «doctrina cristiana, atento que sólo ha estudiado gramá­ tica» 13. Uno de los aspectos de más interés en esta causa consiste en que refleja un clima religioso: el tema de la perfección cristiana a nivel po­ pular pirra a predicadores y a oyentes, unos y otros sin preparación adecuada para enseñarlo o para digerirlo.

6.

E l b a c h il l e r B altasar M enayo

En el apartado de los «penitenciados por solicitantes», que solía ser copioso, figuran oscuros personajes del clero. Así, un tal Cristóbal de Monsalve, cura de Guadalcanal, número 34 de la Relación, penitenciado por ese delito, con el agravante o particularidad de que solicitaba por «el vaso insólito» 14. Le sigue, con el número 35, el bachiller Menayo, que, además de «solicitante», presenta rasgos de afinidad con los Alum­ brados de tipo o estilo extremeño. Como sabe el lector, el delito de solici­ tación andaba entre ellos a la orden del día y aliado a sus enseñanzas sectarias. Si este Bachiller se libró de salir al auto se debe no a estar inmune de la infección alumbradista, sino al hecho atenuante de haberse delatado a sí mismo. He aquí un extracto de su causa: 13 ib., ff. 4 r.-5 v. ' .. . . , , , .. 14 «De generación de judíos»; «fue testificado por siete mujeres de habellas solicitado en el acto de la confesión»; «la una dellas dixo que había intentado tener cuenta con ella por el vaso insólito»: ib., f. 10 r.-v. 291

ALVARO HUERGA

«El Bachiller Baltasar Menayo, clérigo, de edad de 50 años, fue tes­ tificado por ocho mujeres de haberlas solicitado, siendo sus hijas de penitencia, en el acto de la confesión y próximamente a él, atrayéndolas por obras y palabras para actos torpes y deshonestos, diciéndoles pala­ bras amorosas y tocándoles los pechos y partes vergonzosas y haciéndo­ las que ellas le tractasen las suyas dél hasta venir él y ellas a tener po­ luciones; y después, fuera de allí, tenía muchas veces cuenta carnal con ellas, llevando a algunas su virginidad.» La justificación era la consabi­ da en esa época y en ese ambiente: no constituían actos pecaminosos semejantes lubricidades; a juicio de los inquisidores, sí. Además —y es lo que obliga a inscribirle en el cenagoso registro de los Alumbrados— «daba tres formas del Sacramento a las dichas sus hijas de confesión». Su pecado —o sus pecados— los confesó espontáneamente él, quizá viéndole ya las orejas al lobo, antes de que sus cómplices lo acusasen: se presentó al Visitador y se autodelató. Como se trataba de un caso grave, se le instruyó proceso, se buscaron las cómplices, fue encerrado en la prisión y, en la vista de su causa, ni una sola vez se obstinó en la inútil muralla de la negación: cantó y confesó de plano todo. Y logró escapar al auto de fe. Pero no se libró de una buena penitencia, aunque no tanta como le hubiesen impuesto en caso de obstinación: Fuerte castigo en la sala de audiencia, destierro y privación perpe­ tua de administrar Sacramentos 15.7

7.

La

hidalga

F rancisca R odríguez

El caso de Francisca Rodríguez es de excepción dentro del alumbradismo de Extremadura. No aparece entre los presos «por la secta y doc­ trina de los Alumbrados» en la Relación de 29 de mayo de 1575, ni en la de 18 de noviembre de 1576. Sí, en cambio, hallamos su nombre —con indicación de su trágico fin— en la de 10 de diciembre de 1578. Debió ingresar en la cárcel en 1577, pues su «causa» estaba conclusa en otoño de 1578. Y no era una «causa» sencilla. En la Relación de 10 de diciem­ bre de 1578 se anota: «Estando su causa conclusa definitivamente, mu­ rió en las cárceles» 16. Todavía se añade: «Su proceso está en el Con­ sejo», señal de que se había terminado poco antes. De ahí que podamos fijar la fecha de su fallecimiento por el mes de noviembre —mes de los muertos— de ese año de 1578. La muerte de un presunto reo no bastaba para levantar acta también de defunción del proceso. Inexorablemente seguía su curso. Y el de Ib., f . 10 v . 16 A H N .: Inq., le g a j o 1 9 8 8 /1 , e x p e d i e n t e n.° 10, f . 17 r.

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Francisca Rodríguez, la joven y averiada hidalga, continuó semivivo, por puro trámite, si bien abocado no a sentencia de «relajada en estatua», porque sus delitos eran leves, sino a «absuelta de la instancia». Por con­ siguiente, hubo instancia. En la Relación de causas despachadas fuera de auto desde el 29 de mayo de 1580 hasta el 24 del mismo mes del año siguiente, se incluye la triste historia de sus desvarios neuro-religiosos. En el número 43. Y dice así: «Francisca RODRIGUEZ, hidalga, beata, vecina de Frexenal, de edad de 26 años, presa por la doctrina y secta de los Alumbrados, fue testi­ ficada por 17 testigos, cinco varones y las demás mujeres, de que cuan­ do comulgaba la tenían dos beatas de los brazos, porque luego daba un gemido terrible y se trasponía; y que no recibía el lavatorio ni se que­ ría comulgar algunas veces, porque decía que no tenía licencia de Nues­ tro Señor para ello; y no se podía tener cuando alzaban el Santísimo Sacramento, ni se arrodillaba ni parecía que lo miraba; y se decía que tenía dentro de sí a Nuestro Señor y que ella decía que de 7 años tuvo llamamientos de Nuestro Señor y movimientos en el alma para le servir, y que tenía muchas visiones y pláticas con El, y que se entendía que esto era estando Nuestro Señor en forma humana; y se le representaba cuándo las ánimas estaban en penas del Purgatorio y sabía dellas; y decía que los Alumbrados estaban libres, aunque sus negocios irían a la larga. Confesó, antes de ser presa, todo lo susodicho, y que tenía grandes tentaciones contra la fe, y oyendo misa tenía gran dubda que Nuestro Señor no estuviese en el Santísimo Sacramento, y que una vez no vio hostia consagrada, sino una forma toda vuelta en sangre como car­ ne [...], y que cuando se lo llegaban a dar, por su ruego y oración se volvía en hostia, y que esto le había acaecido muchas veces, y no podía rezar vocalmente, y no tenía habilidad para rezar las oraciones que prometía, y siempre que tractaba cosas de Nuestro Señor se arrobaba y transportaba y veía a Nuestro Señor de ordinario resplandeciente, viendo una claridad mayor que del sol sin luna, y que era tan grande el conoci­ miento que tenía de Dios que quisiera arrebatar al sacerdote el Sacra­ mento de las manos si una visión de Nuestro Señor no le vedara que no comulgase, y que mucho tiempo estuvo Nuestro Señor presencialmente en su alma y ella lo veía y sabía, y le veía crucificado sin apartarse della un punto, y por espacio de más de dos meses (estando en su acuerdo, sin estar arrobada) tenía el alma superior fuera del cuerpo en el cielo, con tanto contento y gloria que le parecía que en el cielo ni en la tierra no había otra mayor; y conoció la Majestad de Dios y vio Tres Personas diferentes que eran una misma cosa, y que ella lo tenía por cierto, y, aunque todos los del mundo le dixesen lo contrario, ella les diera a en­ 293

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tender ser verdad; y de la dicha claridad procedía que veía los ángeles del cielo y que, después que vio esta claridad, puede testificar como testigo de vista que ha visto a Dios en ella; y si la fee de Cristo se per­ diera y cesara, ella muriera mil muertes como testigo de vista de que había Dios; y que antes tenía una fee viva, y que, después que vio la dicha claridad, no la tiene ni cree por fee, sino que lo vio por vista de ojos y gozó su alma de Dios en el cielo; y que conocía en los hombres y mujeres, con sólo vellos, las faltas, flaquezas y pecados que tenían, como si estuviera dentro de sus corazones; y en algunos conocía dispusición para caer en herejías; y que algunos no tenían los pecados mortales por mortales, del uso que tenían de pecar; y decía y publicaba algunas faltas y defectos de las tales personas; y que conociendo asimismo que se ha­ bía de levantar alguna herejía contra la fee en la Iglesia católica, rogó a los Santos, estando presentes, que pidiesen a Nuestro Señor que lo remediase; y que las ánimas del Purgatorio le dixeron que rogase tam­ bién por ellas, que también eran próximos; y que había visto en arroba­ miento a Nuestro Señor con la espada en la mano contra los cristianos de España y contra el Rey nuestro señor, porque él y sus súbditos esta­ ban dispuestos de volverse infieles contra Dios; y que rogando ella a Nuestro Señor que no lo permitiese, le dixeron los Santos (por inspira­ ción) que cuántos había hallado que satisficiesen por los pecados destos Reinos, y ella se obligó a satisfacer por ellos, y que buscarían en todos los monesterios de monjas y frailes quien volviese por todos, y que en esto se arrobó y anduvo todos los monesterios destos Reinos y todas las gentes, y en ninguna había hallado pureza; y que en otro arrobamiento le dixeron que el Papa moriría, y que Dios nos había de dar otro que destruyese la Iglesia, y qué así se lo certificó a ella Sant Pedro; y vio los corazones de los eclesiásticos dispuestos para hacer lo que les mandase el mal Padre Sancto, aunque fuesen cosas contra la Iglesia; y que Sant Francisco le dixo que sus conventos estaban estragados; y lo mismo (le dixo) Santo Domingo; y Sant Pedro decía que los sacrificios de aque­ llos sacerdotes antes indignaban que aplacaban la ira de Dios, y que Dios a su ruego le dixo que El proveería un buen Padre Sancto, y que no dexase de pedir lo que conviniese al estado de la Iglesia y que obrase todo lo que El le inspirase en el corazón, y que se lo pidiese absolutamen­ te y sin condición alguna, y que así ella lo había hecho; y que Sant Basilio le dio a ella cierta fortaleza, que, aunque quisiera pecar, no po­ día ni la dexaba el dicho Sancto; y cuando oía sermones, entendía y en­ tiende cualquier cosa de la Sagrada Scriptura como el predicador, por dificultosa que sea, y todo se le hacía más fácil; y si el predicador erra­ ba, lo entendía ella como si hubiera estudiado; y que si algún doctor dixese alguna cosa contra la ley de Dios, ella se la emendaría y haría retractar, aunque muriere por ello; y que, con el dicho conocimiento 294

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que tiene del Santísimo Sacramento, entiende que, si algún sacerdote, de malicia o ignorancia, no dixese algunas palabras de la consagración, co­ nocería que no estaba allí Dios; y que dexó a Dios su libre alberío, y después no puede querer otra ninguna cosa sino a Dios; y que si no quiere consentir ni resistir con fuerza, tiene certidumbre que no pecará mortal ni venialmente, aunque quiera, porque le tiene Dios el libre al­ bedrío, y así ha probado a tener cuenta carnal con un hombre, y no ha podido; y que si quiere, por prueba y tentación, pecar y ponerlo por obra con las manos, siente que la desvían y apartan que no ofenda a Dios en aquello, aunque no ve quién lo hace, y entiende que es de parte de Nues­ tro Señor; y que en las confesiones no se acusa dello, porque ella no lo hace, sino Nuestro Señor, que tiene su voluntad; y que si Dios se la vol­ viese, podría pecar; y que le vinieron a ella grandes tentaciones de torpe­ zas carnales; y decía mal de Dios porque la hacían declarar en el Santo Oficio. Y estando en la audiencia, se vino a turbar tanto, que, encomendán­ dose al demonio de buena gana, dio consigo en el suelo y se ahorcara si no estuviera en la audiencia; y que no comía carne, sino lechugas y otras ciertas cosas, porque la hartura, gozo y repleción que su alma tenía de Dios sustentaba el cuerpo, que no tiene necesidad de comer; y si come, es más por cumplimiento que por necesidad; y que las enfer­ medades y flaquezas que tenía cuando Dios estaba en su alma, le proce­ dían de Dios, por estar el alma endiosada; y que Dios le dixo en arroba­ miento que tenían los cristianos agora tanta necesidad como cuando El padeció muerte y pasión por ellos; y que el demonio se le transfiguraba en Cristo, y recibía su alma con deshonesta apariencia; y que veía en su casa con los ojos corporales y en su oratorio delante de las imágenes [...] hombres y mujeres echarse unos con otros; y tuvo otras muchas visiones y revelaciones. Y examinada en particular sobre lo susodicho, cuando le hacían algu­ na pregunta delicada se arrobaba y trasponía en la audiencia, y después respondía con tanta agudeza que echaba fuera el delito. Esta rea se murió en las cárceles, y después fue llamada su memoria y fama, y salió a ella una hermana suya y alegó ciertas cosas en su de­ fensa. Y conclusa la causa, fue absuelta de la instancia.» La minuciosa síntesis de los 'delitos' de Francisca Rodríguez indica el interés de los relatores por su caso; no sólo porque era diferente de la mayoría de las beatas alumbradas en cuanto a condición social —es la única que aparece con el honroso, calificativo de «hidalga»—, sino tam­ bién por la complejidad del mismo. Se asombran incluso de su agudeza y de sus mañas para zafarse a la posible caída en 'confesión' de los propios delitos. La Relación de tan extraña alumbrada está firmada por los in­ 295

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quisidores Rodrigo de Mendoza, Marcos de Piedrola y Pedro Girón. En el Consejo se limitaron a escribir al pie de la misma: «Vieron esta Rela­ ción los señores licenciados Temiño, electo de Avila, Don Jerónimo Man­ rique y Doctor Llano de Valdés, en 2 de junio de 1581» 17. No sabemos qué pensaron, qué juicio se formaron de la malhadada hidalga. A más de un lector, si no me equivoco, se le ocurrirá preguntar: ¿era alumbrada, o simplemente loca? Es, sin duda, el caso más extraño e interesante, amén de ser también el más noble. El resto de los alumbrados y alumbradas de Extremadu­ ra, como consta sobradamente, es gente de estofa social más modesta. Su alumbradismo presenta, sin duda, aspectos doctrinales, que son acti­ vos en los maestros y pasivos en las discípulas; lo que, a simple vista, destaca o se escorza con mayor relieve no es, sin embargo, su fuste dog­ mático, sino su baja condición ética. El caso de la hidalga es más 'puro'. Reconstruyendo, a base del suma­ rio procesal, su cuadro clínico religioso, emergen algunas facetas pecu­ liares: 1.a) Francisca Rodríguez es una 'alumbrada' distinguida y en vis­ ta: la acompaña un pequeño cortejo de servidumbre personal, aun en los trances de públicos arrobos y gemidos, que suelen ocurrir en la igle­ sia durante los ritos sagrados; «la tenían dos beatas de brazos»; 2.a) la situación fisiosicopática se agravó en ella de tal forma que vino a per­ der el apetito o instinto de conservación; apenas come, y, si lo hace, es poco nutritivo, pues se contenta con lechugas y otras hierbas; se alimenta de Dios, y eso le basta: «porque la hartura, gozo y repleción que su alma tenía de Dios sustentaba el cuerpo»; 3.a) la idea de lo divino imperó y dominó su vida desde la infancia —desde los siete años—, de modo tan total que no sólo goza la presencia real y casi continua de Dios, sino tam­ bién se despoja de la propia voluntad y la entrega a Dios; 4.a) Instalada en esa 'morada vital', su vivencia o vividura es un drama sin sosiego, con saltos de la posesión de Dios a la posesión del diablo, de la visión estupenda y beatificante a la noche oscura y horrible del vacío, de la certeza absoluta a la duda atormentadora, de la fe a la herejía; 5.a) la ilusión es tan fuerte que se aúpa a realidad subjetiva: el mundo —su mundo— le parece real; al menos, en los instantes álgidos, como son los 'visionarios'; instantes de alta frecuencia y alta intensidad; visiones fa­ bulosas, de júbilo o dolor, según el estado de ánimo, se suceden ininte­ rrumpidamente: la hostia envuelta en sangre, el diablo que la tienta, el viaje por todo el reino de monasterio en monasterio, el rapto al reino celestial, etc.; 6.a) los reflejos fisiosicopáticos de orden sexual la sacuden violentamente, a veces en forma de sugerencia diabólica, a veces so capa de probar si es libre o no; incluso llega a los extremos de intentar el 17 A H N .: Inq., l e g a j o 1 9 8 8 /1 , e x p e d i e n t e n.° 13, f f . 13 r.-15 r.

296

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

ayuntamiento heterosexual y la masturbación solitaria, convenciéndose que no es dueña de sí, que no puede, porque la mano poderosa del Señor la rige y no deja que caiga en el precipicio; 7.a) en definitiva, todo des­ emboca en esta conclusión: está endiosada. No tiene ya fe, porque ha vis­ to y ve a Dios y a sus ángeles y a sus santos; habla, dialoga con ellos; «dexó a Dios su libre albedrío», y, en consecuencia, es impecable; prueba incluso a pecar, y no lo logra ni siquiera materialmente; no puede que­ rer otra cosa en lo que quiere y hace, pues «no lo hace ella», sino Nues­ tro Señor», que «tiene su voluntad»; si se la devolviese, podría pecar. La respuesta que da a los inquisidores quintaesencia su 'alumbradismo': «LAS ENFERMEDADES Y FLAQUEZAS QUE TENIA CUANDO DIOS ES­ TABA EN SU ALMA LE PROCEDIAN DE DIOS, POR ESTAR EL ALMA ENDIOSADA»; 8.a) los inquisidores estaban pasmados de ver y oír estas respuestas, dadas por una mujer joven, hidalga, loca; delante de ellos se trasponía; y al volver en sí, después del arrobo en el que se sumergía al verse acorralada por preguntas embarazantes, contestaba con tan agu­ da lucidez que echaba fuera la acusación de culpa. Por otra parte, defen­ día a ultranza la inocencia de los Alumbrados presos y 'profetizaba' su pronta libertad. De ahí que los inquisidores presumiesen, a justo título, que era del grupo. Corroboran la presunción, por un lado, el exhibicio­ nismo de la rea, un exhibicionismo religioso muy en boga en aquel am­ biente; por otro, la 'doctrina' místico-vital, defendida con tan singular te­ són por Francisca Rodríguez, y que, evidentemente, la había aprendido de los 'maestros', y la había sublimado hasta el borde mismo de la locura más caballeresca. Francisca Rodríguez fue 'alumbrada' aristocrática en todos los sen­ tidos. La muerte segó, en verde edad, su desventurada aventura seudomística.8 8.

N uevo auto de fe en L ler e n a :

1

de

ju l io

de

1582

El auto público de fe de 1579 dejó, según hemos constatado, las cár­ celes prácticamente vacías. Quedaban, eso sí, algunos procesos pendien­ tes. Y, como era de esperar, no tardaron en instruirse otros nuevos, fruto fatídico de las denuncias y de las visitas. El 24 de mayo de 1581 hay en la cárcel sólo una beata Alumbrada: Elvira González. Los demás procesos se sustancian sin prisión, porque, como indiqué más arriba, la peste pululaba en Extremadura. El tribunal prosiguió sus faenas, que no eran otras que las específicas del Santo Oficio. Exterminada la «secta» de los Alumbrados, gran parte de los pro­ cesos que se van instruyendo corren a cargo de judaizantes y mahome­ tizantes; es decir, a cuenta de «cristianos nuevos», tanto de origen hebreo 297

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como de sangre morisca. La «despoblada» Extremadura es una expre­ sión referible a sus hijosdalgo y a sus cristianos viejos, que se iban a Indias o a la Corte o a los tercios de Italia y Flan des; el fenómeno faci­ litó el asentamiento de las colonias judías y el flujo de la marea de los «moriscos repartidos». En un contexto social de esta índole no es ex­ traño que la marea religiosa estuviese algo agitada y que la Inquisición no perdiese de ojo la situación- De hecho, la mayor parte del trabajo in­ quisitorial lo motivan las «causas» de los cristianos nuevos. Al irse acumulando «causas», la Inquisición vuelve a pensar en la celebración de un auto público. Es costumbre. Es ley. Es, en ese contex­ to religioso, una medida sanitaria. Han pasado ya tres años desde que se celebró el auto de 1579. El que le sigue en la serie tuvo lugar el 1 de julio de 1582 18. Si el de 1579 fue, por antonomasia, el auto de los Alumbrados, el de 1581 cae de nuevo en la rutina de los esquemas asendereados de judaizantes, etc. La Relación oficial no contiene ya el apartado novedoso de «Penitenciados por la secta y doctrina de los Alumbrados»; no obstante, lleva uno de epígrafe más modesto, aunque igualmente significativo: «Por cosas de los Alum­ brados» 19. En realidad, los Alumbrados que salen al auto se reducen a dos o tres: la pareja Alonso Tojal y Elvira González, ya conocidos nuestros y que, efectivamente, son tan culpables de la «herejía» alumbradista como los «penitenciados» en 1579; y el santero Diego Jiménez, que no es un Alumbrado genuino, sino un «visionario». En la Relación les correspon­ den los números 16, 17 y 18, respectivamente. Por tratarse de residuos de la «secta» que ha sido el eje de esta obra, voy a extractar sus «delitos» y sus penas, invertiendo el orden de la lista. Es decir, empezando por el santero, y continuando por Elvira, para ter­ minar con Alonso, a quien su tocayo de la Fuente calificó de «gran Alumbrado». 9.

El

santero de

Campanario

En la mísera pléyade de los Alumbrados de Extremadura figura un santero llamado Diego Jiménez. En verdad, el mote de Alumbrado le cae ancho, impropio, pues no pasó de ser un pobre hombre con fantasía y ribetes de «visiones» que quizá inventaba para atraer beatas y limosnas. Su oficio consistía en cuidar, más como barrendero que como ángel custodio, la ermita de Nuestra Señora de las Iglesias, sita en las cerca­ 18 AHN.: Inq., legajo 1988/1, expedientes 15 y 16. 19 AHN.: Inq., legajo 1988/1, expediente n.° 15, f. 4 r.: «Penitenciados por cosas de los Alumbrados.» 298

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nías de Campanario. En las horas libres de su soledad, el santero, acos­ tumbrado a vivir entre «santos», se dedicaba a imaginar visiones y éx­ tasis, que luego contaba a las personas que acudían al santuario a cum­ plir promesas o a implorar gracias. Poco a poco los devotos —y espe­ cialmente las devotas— propalaban las maravillas celestes del santero; como solía ocurrir, llegó la noticia al Santo Oficio y lo encarcelan para averiguar si es verdad o patraña lo que Diego Jiménez divulga. Alguna responsabilidad debió probársele, pues lo sacan al auto de 1 de julio de 1582. La Relación resume su vida, sus visiones y sus culpas así: «CAMPANARIO. Diego Jiménez, natural de Santa Cruz, aldea de Trujillo, santero de la ermita de Nuestra Señora de las Iglesias, cerca del lugar de Campanario, que muchas veces se arrebataba y trasponía y es­ taba como muerto dos y tres días sin comer ni volver en sí, aunque le quemaban las manos y hacían otros muchos males, y siempre tenía buen color, aunque estaba a manera de amortecido; y después que volvía en sí, decía que [durante el rapto] iba al Infierno y Purgatorio, y allá veía a Dios Padre, sentado en una silla con una lanza en la mano, y a nuestra Señora junto a El, hincada de rodillas; y que veía demonios y a muchas personas, vivas y difuntas, que señalaba y nombraba, y que un demonio escribía con un cuerno los pecados porque estaban allí aquellas perso­ nas; y decía otras cosas a este modo. Calificáronse por hechos y dichos sapientes haeresim, vehementemen­ te sospechosos y temerarios. Fue preso; y en la primera audiencia dijo que era verdad que desde niño le daban unos desmayos y se trasponía dos y tres días, sin comer; y que no sabía cómo se sustentaba, que Dios lo sabía; y que, estando de aquella manera, le parecía que veía visiones y conocía quiénes eran y que algunos estaban representados para el Infierno; y que había dicho en confesión, y no de otra manera, quiénes eran los que veía; y que di­ funtos no había visto a medio. Y negó todo lo demás en el discurso de su causa.» Calificados, pues, sus «hechos y dichos» por los teólogos, el saborci11o a herejía que les encontraron le propina una sentencia: «Que salga al auto y abjure de levi.» Los inquisidores juzgaron que era suficiente; la Relación añade: «no se le dio más pena, atento que es viejo y en­ fermo». No se libró de la humillación pública. Y seguramente se le quitaron las ganas de más «visiones» 20.

20 Ib., f. 6 r.-v. 299

ALVARO HUERGA

10.

L a 'A l u m b r a d a ' E l v i r a G o n z á l e z

«Elvira González, mujer de Francisco Pérez, labrador, natural de Talavera junto a Badajoz, vecina de Nogales, de edad de 44 años. Fue testificada con 29 testigos, que hacían contestación bastante en algunas cosas, que era una de las más principales alumbradas que ha­ bía en decir públicamente que Dios la llevaba por el camino de enseñar y le había dado aquel espíritu y que sus confesores le pedían en concien­ cia que lo siguiese y así había enseñado muchas cosas a otras beatas y que la habían metido en un monasterio de monjas para que allí enseña­ se la oración y meditación, adonde estuvo 15 días sin comer, sustentán­ dose con el Santísimo Sacramento que le daban cada día; y que mientras tuviese el 'sí' de Dios en su alma, no dexaría de comulgar, aunque se lo prohibiese cualquier persona; y que estándose azotando una noche, había visto a nuestro Señor atado a una columna azotado; y habiendo recibido un día el Santísimo Sacramento sintió un gran fervor y así sa­ lió de la iglesia diciendo: ‘¿a dónde me llevas, Señor?', y fue a una casa donde estaba una mujer de mal vivir y la había convertido; y que con sólo mirarla, un mozo dende entonces no pecó más; y veía resplandores estando rezando que atemorizaban; y que diciendo una persona que ha­ bía visto un ángel, dixo: 'no tengáis a mucho eso, que almas hay en esta tierra que han visto ángeles'; y que ella tenía una hermana que había llegado a tantos sentimientos de ardores y dolores en el corazón, que no comía con las otras hermanas, sino que se substentaba con el Santí­ simo Sacramento y hacer los exercicios de los Alumbrados; y que ella siente cuándo se le consumen las especies del Santísimo Sacramento; y le veía el alma a otras,personas; y que había pedido a Dios le diese una enfermedad, para que siempre se acordase de El; y le había conce­ dido que tuviese siempre el pecho abierto y echase sangre; y que una vez se le apareció un Crucifijo y, mirándole, bien le paresció un demonio y le parescía que oía los golpes que daban en las manos estando Jesu­ cristo en la cruz; y que su alma estaba algunas veces tan metida en las cosas de Dios, que le parecía que hablaba con El papo a papo, y dicien­ do destas cosas. Y preguntándole cómo las sabía, dixo que Dios se lo decía; y diciéndole una persona grave que mirase lo que hacía y decía y volviese en sí, que iba errada, dixo que cómo podía ir errada, que cada vez que recibía o comulgaba veía en la hostia al niño Jesús; y decía que cuando hacía su oración, no se levantaba della hasta que le echaban la bendición, y no se veía quién se la echaba; y cuando no la querían comulgar cada día, se amortecía y echaba sangre por la boca; y tratando de los Alumbrados y cómo los habían castigado por el Santo Oficio, decía que por niñerías y dichos de bobitas los habían castigado, dando a entender que les ha­ 300

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

bían hecho injusticia; y decía que mirasen lo que juraban, que ella sa­ bía lo que decían; y tuvo un testigo, que fue su confesor, que dice que ella le solicitó para actos torpes, por lo cual tuvo muchas veces acceso carnal con él y en Cuaresma y Jueves Santo y tratando desta manera confesaba y comulgaba cada día y decía que sabía lo que (los) predica­ dores habían de predicar y más que ellos; y, en efecto, se le probaron los enseñamientos que ordinariamente hacía destas cosas. Fue presa y a las moniciones estuvo negativa; y a la acusación confesó qu comulgaba muchas veces y aun quería ella que la comulgasen más veces; y una vez, azotándose, se le esclareció la pieza y tuvo temor; y que era verdad que había tenido conversación carnal con su confesor, persuadida por él; y confesó algunos otros hechos de manera que no había delito, y negó lo demás. Y, a la publicación, confesó haber ense­ ñado a cuatro o a cinco personas cómo habían de rezar y contemplar, y era de la manera que sus confesores se la habían enseñado, los cuales era de los Alumbrados; e que algunas veces decía que comulgaba por otros; y que conoscía haber errado en haber enseñado los exercicios de los Alumbrados. a manera de predicar e que lo había hecho con buen celo de aprovechar a otros. Hizo defensas, y no probó nada que la relevase.» El fallamos o sentencia, según lo resume lacónicamente la Relación, fue: «Que salga al auto, abjure de levi» 21.

11.

E l ‘g r a n A l u m b r a d o ' A l o n s o T o j a l

Ya conocemos los datos esenciales de Alonso Tojal, pájaro de cuen­ ta. La suerte le favoreció en los primeros golpes inquisitoriales contra la secta, a pesar de que Alonso de la Fuente lo apuntó con el dedo, a pesar de que el Provisor Picado lo suspendió del ejercicio de las funcio­ nes de sacerdote, y a pesar de que en su aldea la gente murmuraba de él atribuyéndole dudosas paternidades. También estuvo de su parte la fortuna, cuando el Santo Oficio prendió a Elvira González: la peste y los años le libraron entonces de acompañarla a las cárceles, que tenía merecida tanto y más que ella. Al fin, su proceso se fue agravando y, consultado el Consejo, se decretó su prisión. En adelante, ya no será un presunto reo a pie libre, sino que tendrá que compartir el pan amargo de la cárcel con Elvira y, como ella, responder en la sala a los implaca­ bles interrogatorios de los inquisidores. Procuró zafarse y ‘disminuir’ el cuerpo del delito; pero no le valió de nada, porque cada vez le azuzaban y acorralaban más. 21 Ib., ff. 5 v.-6 r. 301

ALVARO HUERGA

Su proceso caminó varias veces de Llerena a Madrid, y viceversa. A fines de marzo de 1582, el Consejo lo remite por última vez al tribu­ nal de Llerena, con la apostilla de que se pase a «hacer justicia» 22. Alonso Tojal es el último maestro del alumbradismo de Extremadura. El personaje más 'grande', al menos en años, de la ordenada y variopin­ ta turbamulta que sube al 'cadahalso' el 1 de julio de 1582. He aquí cómo el relator oficial del auto de fe 'sustancia' su causa y su 'penitencia': «Alonso Tojal —dice la Relación—, clérigo, presbítero, vecino de Ta­ la vera de Badajoz, de edad de cerca de 80 años, fue testificado con 42 testigos, que hacían contestación en algunas cosas, que hacía juntas de noche en su casa de hombres y mujeres, adonde les predicaba y leía por un libro prohibido, y que el Jueves Santo en la noche en la iglesia se sen­ taba en el suelo entre sus beatas y allí se acostaban y que tenía dada la obediencia a Hernando Alvarez y las beatas de Talavera se la tenían dada a él, adonde por su orden estaban unas beatas recogidas en su casa y a la una daban la obediencia y le confesaban sus pecados dos veces en la semana y ella les daba penitencia a manera de absolución, y que no quería confesar ni comulgar sino a sus discípulas, diciendo: ‘no es justo quitar el pan de los hijos y darlo a los perros'; y persuadía a sus discípulas que no confesasen con otro, persuadiéndolas se confe­ sasen con él generalmente; y en el acto de la confesión les hacía decir, con violencia, que habían tenido deshonestidades, y en el mismo acto y próximamente a él les apretaba las manos y tocaba en el rostro y les decía palabras deshonestas, y que el besar y tocamientos deshonestos no son pecado, y dábales muchas formas del Santísimo Sacramento juntas cuando comulgaba a sus beatas, dando a entender que rescibían más gracia; y en la confesión pedía le declarasen los cómplices; y decía era imposible ir al cielo sin tener oración mental; y que revelaba las confe­ siones y aprobaba los sentimientos sensibles que tenían sus beatas; y que se podían comulgar unas por otras; y se había de rezar la boca pe­ gada a la tierra; y echaba suertes de santos con supersticiones; y que él y otro, que trataban de estas cosas, hicieron penitencia pública; y que había impedido y procurado que sus discípulas no manifestasen en la Inquisición lo que sabían. Votóse que fuese preso y, comunicado con Vuestra Señoría, mandó hacer justicia. Executóse, y en la primera audiencia dixo que no tenía que decir más de lo contenido en dos memoriales que había dado, en donde confesaba haber tenido actos deshonestos con algunas hijas de confesión fuera del acto (de la confesión); y en acusación y publicación 22 AHN.: Inq., libro 580, f. 40 r.; ib., f. 48 r.

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LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

de testigos estuvo casi en todo negativo, porque, aunque confesaba algu­ nos hechos, era de manera que excluía el delito. Alegó defensas, y no probó cosa que le relevase. Votóse en conformidad que saliese al auto e abjurase de levi y que fuese privado del beneficio» 23. La sentencia unánime de los inquisidores, bastante benigna, le con­ denó a no administrar sacramentos in perpetuum y lo suspendió de decir misa por seis meses; no se le impusieron mayores penas «atenta su edad y enfermedad».

23 AHN.: Inq., legajo 1988, expediente n.° 15, ff. 4 r.-5 r. 303

Ca p ít u l o

VII

SIN HUELLAS

El auto de fe que se celebró en Llerena el 1 de julio de 1582 señala, en realidad, el último acto, el fin del drama de la espiritualidad alumbradista en Extremadura. Al «cadahalso» público salieron Elvira Gon­ zález y Alonso Tojal, residuos supervivientes de la conturbadora herejía de los Alumbrados. La secta había sido dominada, extinguida, aniqui­ lada. Las Relaciones de «visitas», de «causas despachadas» y de autos no vuelven, en los años sucesivos, a hablar de Alumbrados. Tampoco el epistolario inquisitorial. Ya no quedan ni huellas. La documentación, muy abundante, patentiza que el Santo Oficio continuó vigilando el distrito, instruyendo procesos, «determinando» causas y promulgando sentencias. He seguido la pista de esas activida­ des a lo largo de lustros y lustros, desde 1582 a 1650 L Los «negocios» tratados son de índole diversa, varia, mas no mencionan nuevos descu­ brimientos de Alumbradismo. La Relación más inmediata al auto de 1582 no menciona ni un solo caso de la contagiosa herejía espiritual 12. Los «negocios» de que se ocupa el tribunal de Llerena son ya, para nuestra historia, anodinos, archiviejos. El cuadro esquemático de cla­ sificación es el consabido: judaizantes, secta de Mahoma, solicitación, etcétera. Por si hay algún resabio «herético» de interés, voy a indicar los asuntos que resuelve el Santo Oficio de Llerena en adelante. 1 La documentación sobre las actividades del tribunal de Llerena en este pe­ ríodo, al menos la más importante, se halla' en: AHN.: In q ., legajo 1988, expedien­ tes 1-16 (sin orden cronológico) y 1988/2, expedientes 17-52 (con cierto orden, aun­ que a veces está salteado). a

2 R e l a c i ó n d e c a u s a s d e s p a c h a d a s y c a u s a s p e n d i e n t e s d e s d e 1 d e j u l i o d e 1582 20 d e j u n i o d e 1583: AHN.: I n q ., legajo 1988/2, expediente 17.

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11.— Z A F R A (Badajoz):

P la za

C hica.

12.— Z A F R A (Badajoz):

13.— M ER ID A (Badajoz):

Fachada ig le s ia d e S t a . M a r í a .

de

la

P la za

C hica

(detalle).

14.— FREGENAL DE LA SIERRA (Bada­ joz): C a s a a r c i p r e s t a l y t o r r e ó n d e l C a s ­ t i l l o d e lo s T e m p l a r i o s .

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1. El 1583 fue año de peste en Extremadura. En el informe de las causas despachadas fuera de auto, hallamos la de Alonso López Cerezo, clérigo de Guadalcanal, acusado de haber dicho «que el pecado de la carne no tocaba al alma, y que la carne lo hace y la carne lo ha de pagar» 3. Es una proposición imprecisa, pero indicadora de lo extendido que anda el hablar del tema camal. La serie de «penitenciados» por de­ cir que la simple fornicación no es pecado, o que el estado del matrimo­ nio es mejor que el estado religioso, es interminable. En el primer aserto se trata de una convicción o juicio moral muy difuso, castigado por la Inquisición como delito en la fe, aunque quizá no pasase de escudo de conducta ética deficiente. En el otro caso, podía advertirse cierto sabor a una de las tesis «dogmáticas» de los Alumbrados, ya que el programa doctrinal de la secta ensalzaba el estado de las beatas como el más ex­ celente, por encima del estado religioso; pero, en contrapartida, desvir­ tuando la acusación, repudia el estado de matrimonio, estado que, si bien superior al de los religiosos, es inferior al de las beatas. Más grave, y más difícil de arraigar, era la plaga incurable de los solicitantes, un «crimen» ético con implicaciones dogmáticas: en él caen clérigos, frailes y aun ermitaños; y por más que la Inquisición había tomado a pechos su desarraigo, no logra otro resultado que multiplicar los procesos y los castigos 4. 2. El plato fuerte del tribunal de Llerena, eliminado el relativo a los Alumbrados, seguirá siendo el de los moriscos y judaizantes 5. Un problema candente en lo religioso y en lo social. I b ., expediente 18, f. 13 r. 4 El 4 de noviembre de 1596 escribía al Consejo B. Martínez de Camacedo «avi­ sando» de sus impresiones durante la visita al distrito: «No se disminuye nada en gente ordinaria el decir que la simple fornicación no es pecado y lo mucho que en aquel obispado [de Plasencia] se dan a supersti­ ciones y hechicerías sospechosas de pacto con el demonio»: AHN.: In q ., legajo 1988/2, expediente 72; R e l a c i ó n d e la v i s i t a , ib., expediente 50. Las c a r t a s a c o r d a d a s sobre el «crimen de solicitación», avocado al Santo Ofi­ cio desde la época de Femando de Valdés, abundan en los registros de la corres­ pondencia del Consejo. Este, de todas formas, quiere que se guarden escrupulosa­ mente los trámites; y así llama la atención al tribunal de Llerena, 9 de septiem­ bre de 1595, porque encarceló a Cristóbal de santo Tomás, O.P., acusado y proce­ sado por solicitante: «Cuando haya de ser preso algún religioso, mayormente sien­ do predicador, no executéis la prisión sin primero remitir su proceso al Consejo, como lo debiérades haber hecho en esto, pues os está ordenado por cartas acor­ dadas»: AHN: I n q ., libro 583, f. 8 r. 5 En la carta citada ( s u p r a , nota 4), Martínez de Carnacedo alude a dos graves problemas derivados del j u d a i s m o : 1 ) la facilidad «con que se continúa el hacer informaciones falsas sobre limpieza de linajes, por ser los jueces, escribanos y testigos c o n f e s o s »; 2) la abundancia de c r i s t i a n o s n u e v o s que seguían la vida con­ ventual: «las más de las religiones están llenas d e llo s » . En cuanto a los moriscos, hubo algún episodio de rebelión o amotinamiento, como en Hornachos: AHN.: I n q ., legajo 1988/2, expediente 72 (Relación de amoti­ nados). El tema ha sido estudiado, especialmente bajo el punto de vista socioló­ gico: cf. B i b l i o g r a f í a , n.° 579. 3

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3. Como datos curiosos, algunos de «profetas» y «brujas», que tan­ to proliferan en las postrimerías del siglo xvi, y que en cualquier otro distrito tuvieron más intensidad que en el de Llerena. En la visita a Zafra, por febrero de 1592, recibe el inquisidor cuatro testificaciones contra Miguel de Piedrola de Beaumont, «que decía ser profeta» y anunció en 1585 la liberación del Duque de Feria, preso po­ lítico en Torrejón de Velasco c. Piedrola, mitad soldado, mitad profeta, trajo revuelta a la Corte con sus simuladas «profecías»; fue procesado y condenado en Toledo, donde salió el 18 de diciembre de 1588 al auto público 67. Para los que se interesan por los «procesos a brujas», magos y ni­ gromantes, que en el resto de la Península pulularon mucho más que en Extremadura, la documentación del tribunal de Llerena nos brinda un caso valioso: el de Inés Sánchez, alias la Lindica, vecina de la villa de La Haba, procesada «por hechicera y otros delitos que se le atribu­ yen» allá por los años 1638-1639. Lo que vale no es el hecho, sino el «proceso», ya que se ha conservado íntegro y puede servir, a falta de originales de este género, de paradigma para conocer en qué consiste una «causa inquisitorial» contra una bruja. El cuadernillo del proceso consta de casi 100 folios; la tragicomedia se desarrolla en cuatro fases: 1.a) nueve personas «testifican» contra la Lindica, acusándola de prácticas supersticiosas y hechiceriles; 2.a) el fis­ cal resume los «cargos» resultantes y pide en su acusación a los jueces que la manden prender; 3.a) testigos antiguos y testigos nuevos, unos para ratificarse, otros para aportar leña, desfilan ante los inquisidores, que los someten a un interrogatorio, cuidadosamente preparado, en el que se incluyen preguntas como ésta: «Si saben o han oído decir que alguna persona o personas hayan matado un gato prieto [ = negro] y ponerlo en un tiesto de albahaca y regarlo», etc.; y 4.a) la sentencia o fallamos: el tribunal, Christi nomine invocato, falla el pleito contra Inés Sánchez, la Lindica, condenándola a oír una misa en la sala, en forma de penitente, con una vela en la mano; a abjuración de levi y a 4 años de destierro. Como se ve, es un fallamos de repertorio común. Los jue­ ces subrayan en la sentencia que no desean cargarle la mano en justicia, sino en misericordia 8. 6 AHN.:

In q ., legajo 1988/2, expediente S e n te n c i a : auto público en forma de castillo de Guadamur. D e li t o s : profeta

40. penitente, abjuración d e le v i, cárcel en el falso, nigromante y «hombre que tenía pacto con el demonio»: BN. ms. 1293, f. 239 (Román de la H iguera, H i s t o r i a d e T o l e d o ) ; datos sobre Piedrola: AHN.: I n q ., legajos 3712 y 3713 (proceso de Alonso de Mendoza); L. Cabrera, H i s t o r i a d e F e l i p e I I , vol. 2, Madrid, 1876, págs. 567-568; otras noticias en: AHN.: I n q ., legajos 2105 y 2072. 8 AHN.: I n q ., legajo 4566/3, expediente 16. 7

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El «proceso» de Inés Sánchez no carece de valor, aunque es tardío, para lo que estudiaremos en el tomo dedicado a los Alumbrados de la Alta Andalucía, donde, como verán los lectores, Alumbrados y brujas anduvieron revueltos. 4. Un «negocio» con el que la Inquisición no se metió a fondo, pero que la trae en vilo, es el de la participación de los jesuitas en la siembra de una espiritualidad afín a la de los Alumbrados. Por más descabelladas que parezcan las insistentes acusaciones de Alonso de la Fuente, por más descalabros que sufrió por este motivo, una pizquita de fundamen­ to tenía y hay que reconocérselo. La prueba o las pruebas están ya adu­ cidas en los capítulos dedicados a la semblanza biográfica de fray Alon­ so y a su aventura lusa. Aquí sólo quiero apuntar que el Santo Oficio de Llerena siguió preocupándose del «negocio» en los años posteriores, bien a vasta escala peninsular —aspecto que se nos sale de órbita—, bien a escala distrital, que es la que nos atañe. El 6 de diciembre de 1577 escriben del Consejo al tribunal de Llere­ na: «Se os envían las diligencias que el inquisidor Arteaga, visitando la ciudad de Plasencia, y Don Rodrigo Ponce de León, obispo que fue de ella, hicieron tocantes a la materia de los Alumbrados, pues decís hay necesidad de verlas para determinar lo que toca a los teatinos que allí están testificados» 9. El 7 de junio de 1586 no ha concluido aún el «ne­ gocio», pues en esa fecha sale de Madrid para Llerena el siguiente men­ saje: «Con carta de 7 de noviembre del año pasado de 77 se os remitie­ ron la carta y Memoriales que el obispo de Plasencia y el Doctor Salinas, comisario de esa Inquisición en aquella ciudad, os enviaron, y dos testi­ ficaciones que vos, señores, recibisteis contra los teatinos de la dicha ciudad de Plasencia, y los de la de Avila; y porque para cierto efecto lo queremos ver todo, convendrá que luego nos lo enviéis, con las dili­ gencias que sobre Ib contenido en los dichos papeles se hobieren hecho; y si hobiere algo contra Antonio de Castro, teatino, lo enviaréis tam­ bién» 101. Las armas apuntan, como se ve, no a Francisco de Villanueva —a quien indicaba con la pluma fray Alonso—, sino a Antonio de Cas­ tro. Las órdenes a su cuenta son reiterativas 11; se extienden los exáme­ nes a otros sitios 12; el 6 de noviembre insiste el Consejo en carta a los inquisidores de Llerena: «Queremos saber todo lo que hay» relativo a ese «negocio» 13. Todavía el 21 de febrero de 1587 andan de acá para allá los papeles: «Con ésta se os envían los papeles que andaban en el Con­ 9 AHN.: Inq., libro 579, f. 117 r. 10 AHN.: Inq., libro 581, f. 47 v. 11 Cf. ib., f. 56 v. (9 julio 1586), f. 67 v. (28 de agosto de 1586), etc. 12 Cf. ib., f. 51 v. (examen de algunos teatinos en Sevilla. Carta de 20 de junio de 1586); f. 333 r. (carta de 21 de julio de 1590: estorban gestiones Santo Oficio en Cádiz), etc. 13 Ib., f. 82 v. 307

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sejo tocantes a los teatinos de esa ciudad de Plasencia» 14. Y el 27 de abril se escribe al inquisidor Rodrigo de Mendoza, que está haciendo «visita» en Plasencia: «Recibimos vuestra carta de 17 del presente con la diligencia que habéis hecho en los negocios de los teatinos, y la con­ fesión de Teresa Núñez de Almaraz e información contra Beatriz Gon­ zález»; la orden es que remita todo ese material al tribunal de Llerena 15. Atravesó la Compañía por esos años un momento crítico, provocado por disturbios nacidos en su misma entraña 16, y por embates externos que no vamos a analizar. Unicamente pretendía poner en evidencia que el Santo Oficio de Llerena continuó hurgando en la pista de la partici­ pación de algunos jesuítas en la siembra y en la práctica del Alumbradismo en Extremadura. Ningún resultado digno de mención salió a flote. 5. Otro problema, ya al margen del «negocio» de los Alumbrados, tenía planteado de antiguo el tribunal de Llerena. Alonso de la Fuente alude a él; incluso intervino para que no se consumase el proyecto de trasladar la sede —Llerena— a una ciudad más céntrica e importante del distrito. En el extremo sur y, por añadidura, villa menor, Llerena no era el sitio ideal para sede. Entre otros inconvenientes, estaba la endémica dificultad de encontrar allí teólogos de talla que pudiesen «auxiliar» a los inquisidores, ordinariamente juristas, en la fundamental tarea de «ca­ lificar» las proposiciones, heréticas o no, de los presuntos reos. Una vez y otra vez se trató de obviar los inevitables «inconvenientes» trasladando la sede a otro sitio. El 13 de mayo de 1589 persiste el viejo proyecto, ahora a punto de realización. Ese día contesta el Consejo a los inquisidores de Llerena: «Entendida la falta que en esa villa hay de letrados para consultores y calificar los negocios, y la incomodidad de casa competente para ejer­ cer el ministerio del Santo Oficio, y los grandes inconvenientes que re­ sultan de las comunicaciones de cárceles, y la costa que se sigue al fisco de los alquileres que de ellas se pagan, y otras cosas de consideración, se ha platicado en el Consejo si convenía que esa Inquisición se mudase a la villa de Cáceres, por haber en ella letrados y estar en medio del distrito» 17. Segin costumbre, el Consejo no decide nada sin consultar al tribu­ nal provinciano. Le encarga que estudie el asunto, mida y pese las po­ 14 ib., f. 101 v. 15 Ib., f. 115 r. 18 Cf. Antonio Astrain , Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España, t. 3, Madrid, sucesores de Rivadeneyra, 1909, págs. 99 y ss. («Asomos de espíritu cismático en algunos jesuítas españoles»); págs. 250 y ss. («luchas con los dominicos», 1581-1585); págs. 374 y ss. («turbaciones interiores»). El matiz apolo­ gético condiciona el valor de la obra, que resulta «parcial», como el lector ha po­ dido advertir en las ocasiones en que la he citado. Aquí no trato de valoración crítica, sino meramente referencial o informativa. 17 AHN.: Inq., libro 581, f. 262 r. 308

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sibilidades e informe. Los inquisidores de Llerena, interesados en el tras­ lado, activan el asunto. Una buena solución a la vista se presentó cuan­ do Don Luis Zapata accedió a vender sus casas cacereñas. El «inconve­ niente» ahora es económico: ¿de dónde sacarán los 9.000 ducados que valen? El Consejo apuntó un camino: pedírselos en préstamo al tribu­ nal de Sevilla, que se suponía con fondos. Pero fuese por falta de sim­ patía o por falta de recursos —cabe la posibilidad de sobra de avaricia—, los inquisidores de Sevilla se apresuraron a escribir al Consejo que no pueden desembolsar los 9.000 ducados, porque no los tienen 1S. La suma equivalía a una fortuna, si la contabilizamos partiendo del valor adqui­ sitivo de la moneda y de los salarios que entonces se pagan. Una y otra vez, según la documentación, se proyecta el traslado de la sede. Los años corren. La negativa de la Inquisición sevillana data de 9 de enero de 1598. Una y otra vez, por imponderables, el proyecto naufragó. Llerena continuará de sede del distrito de la «Provincia de León», con vida estrecha y lánguida, hasta la muerte de todos los tribu­ nales del Santo Oficio, en el primer tercio del siglo x ix 1819. *

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18 AHN.: I n q ., legajo 2951 s.f. ( C a r t a d e l t r i b u n a l d e S e v i l l a a l C o n s e jo . Castillo de Triana, 9 de enero de 1598). En realidad, el intento de traslado a que fray Alonso de la Fuente se refiere en su M e m o r i a l a F e l i p e I I ocurrió mucho antes, allá por los años 1572-1574. La Inqui­ sición arrendó a Don Luis Zapata su palacio de Llerena para sede del tribunal de la «Provincia de León». En buena parte se conserva actualmente, convertido en «palacio de justicia». A raíz de las prisiones y procesos de los A l u m b r a d o s , aquella casa alquilada dejó al descubierto sus límites o insuficiencia para albergar a los presos y permitir que los inquisidores realizasen cómoda y holgadamente su com­ plicada faena. Don Pedro Ponce de León, obispo de Plasencia (E ubel III, 275), hizo gestiones, en el breve tiempo que desempeñó el cargo de Inquisidor General, para trasladar el tribunal del distrito. A estas gestiones alude Alonso de la Fuente. La documentación de archivo demuestra, una vez más, que no miente. He aquí algu­ nos botones de muestra: 1) «El señor obispo de Plasencia, Inquisidor General, por orden de Su Majestad, ha comprado en la ciudad de Plasencia las casas que fueron del arcediano de Medellín, para que a ellas se mude esa Inquisición, por precio de 4.500 ducados»: C a r t a d e l C o n s e j o al t r i b u n a l d e L le r e n a , 6 noviembre 1572 (AHN.: I n q ., libro 578, f. 38 v.); 2) En otra carta posterior, de 27 enero 1573, se precisa que el Inquisidor General, «que haya gloria», había decidido la compra por el precio susodicho, más 500 ducados para madera destinada a la adaptación; el Consejo ordena que «se le tome un tanteo de cuenta» al receptor de Llerena, Francisco Ibáñez, para saber si tiene fondos (ib ., f. 65 r.); 3) a principios de abril se recibió en Madrid el «tanteo» (cf. ib., f. 75 v.); 4) el 7 de setiembre 1573, el nuevo Inquisidor General, Don Gaspar de Quiroga, desea saber si se pagaron los ducados estipula­ dos por la compra, y el Consejo pide información a los subordinados de Llerena (cf. ib ., f. 112 r.); 5) al fin se desistió del proyecto y, porque, efectivamente, las ca­ sas se habían comprado, se ordenó la reventa; el 9 de jimio de 1575 comunica el Consejo a los inquisidores de Llerena: «Porque se entiende que las casas que se compraron en la ciudad de Plasencia no son convenientes ni a propósito para que el Santo Oficio se exercite en ellas [...], se ha ordenado al Comisario de aquella ciudad que luego trate de la venta» (ib ., f. 302 v.). 19 «Abolida el 9 de marzo de 1820 la Inquisición, Femando VII se opuso tenaz­ mente a los intentos de restauración de este tribunal»: Vicente Cárcel Ortí, P olí309

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Rica o pobre, a esto se reduce la Historia de los Alumbrados de Ex­ tremadura. A unos le habrá parecido excesivamente recargada la narra­ ción; a otros, que hubiese convenido zahondar más en los hechos. Nadie es juez en su propia causa. Y ya no hay tribunales del Santo Oficio que sometan este libro a «cualificación». Cada palo —cada historiador— debe aguantar su vela. Yo, al menos, he ofrecido un acopio de materias pri­ mas, de materias históricas e historiables. Libre es el hombre para opi­ nar si mi faena es merecedora de elogio o de desprecio. En cuanto al fenómeno de los Alumbrados, un par de conclusiones emergen, levitantes, de los documentos hallados y analizados: 1. a La marea alumbradista, que parecía tan impetuosa allá por 15701575, a fines del siglo xvi y en los albores del siglo xvn yace ya sepul­ tada. 2. a En vez de hitos, abismos. El movimiento de renovación espiri­ tual, que a todas luces empezó bien y era fecundo, acabó en desastre, en degeneración, en lujuria. Si Alonso de la Fuente y el Santo Oficio hicieron bien o hicieron mal en atajar la riada, en exterminar la fer­ mentación religiosa, júzguelo quien pueda y sepa. Aquí sólo debo poner en escorzo un resultado negativo: la gran depresión que se observa en la piedad popular. Egregios testigos de aquel tiempo constatan —cons­ tatan y lamentan— el vacío, la hondonada, producto indirecto de la re­ presión inquisitorial. El pueblo «se resfrió» en las prácticas piadosas; la turba de los impíos se envalentonó. Fue urgente misionar o reevan­ gelizar aquellas comunidades cristianas, antes tan calientes, ahora tan frígidas. Los equilibrios históricos, en el campo religioso lo mismo que en el campo político, son siempre difíciles. El hombre, protagonista de la polis eclesial y civil, es, a vista de experiencia, un animal inestable. Por lo que a la pervivencia del Alumbradismo se refiere —la herejía hispana, el cáncer de su vocación mística—, lo que ocurre es que su centro de gravedad —real e inquisitorialmente— se ha desplazado de Ex­ tremadura a la Alta Andalucía. Alonso de la Fuente fue el primero en advertir y denunciar el desplazamiento, allá por 1574*20. Por suerte o por mala fortuna, él, que tuvo que abandonar a la fuerza los nativos campos extremeños, va a encontrarse instalado, providencial u obedien­ cialmente, en el epicentro de la nueva sacudida alumbradista: en Ubeda, desde cuyos cerros oteará el horizonte, romperá lanzas y escribirá Metic a e c le s ia l d e l o s g o b i e r n o s l i b e r a l e s e s p a ñ o l e s (1830-1840), Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra, 1975, pág. 271; cf. M. D efourneaux, L e s d e r n i é r e s a n n é e s d e l’I n q u i s i t i o n e s p a g n o l e , en: «Annales historiques de la Révolution Frangaise» 35, 1963, págs. 160-184. 20 Así consta por la correspondencia entre el tribunal de Córdoba y el Consejo: AHN.: l n q . , legajo 2393 s.f.

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moríales. Es su destino. Recordemos y anticipemos aquí que uno de los puntos de la instrucción del Consejo a Don Francisco de Soto y Salazar, cuando fue enviado a presidir y resolver los «procesos» de los Alumbra­ dos de Llerena, en 1578, le advierte que investigue si hay ramificaciones de la secta en la Alta Andalucía 21. De hecho, allí germina y florece un foco de Alumbrados más impor­ tante en la historia de la espiritualidad española que el extremeño. Es un «negocio» que desborda ya los límites geográficos y prefija­ dos, no los temáticos ni aun los cronológicos, de este primer periplo. Es el tema del tomo siguiente.

21 Ver infra, Parte Segunda, doc. 7.

311

SEGUNDA PARTE;

DOCUMENTOS

PRESENTACION

1.

Valor

de los documentos

Publico a continuación una serie de documentos valiosos para recons­ truir la Historia de los Alumbrados. Constituyen, a mi parecer, la tor­ napunta maestra y el punto de partida para descifrar el misterio de un fenómeno que tiene rango de constante histórica viva en los horizontes del alma hispana. Quizá se trate de una crux de la espiritualidad cris­ tiana. Lo que sí parece cierto es que el alumbradismo tuvo una resonancia honda en las vivencias del pueblo español. Tanta, que el mismo nombre —Alumbrados— es de genuino cuño popular. A cuenta de esa palabra se han dicho y repetido muchas inepcias, muchos tópicos y muchas hi­ pótesis interpretativas. Los críticos echan de menos la base documental que permita una cala en profundidad en su ser histórico. Porque daba la sensación de que los Alumbrados fueron unos pája­ ros negros que, a lomo de un caballo legendario, se escapaban de la mano que intentaba aferrarlos y, por eso mismo, se convertían en «fantasmas». Las confusas noticias que agavilló Vicente Barrantes, o el esbozo apasionado que puso en circulación Marcelino Menéndez Pelayo —inclu­ yéndolos en el saco de los Heterodoxos— o las despectivas frases con que los zahiere Astráin en su «historia apologética», etc., no dejaron sa­ tisfechos y contentos nunca a los lectores de ojo avizor y crítico. Tenien­ do a la vista los discursos de Barrantes y de Menéndez Pelayo, que parecían desvelar el misterioso mundo de los Alumbrados, sentenció Justo Cuervo: «Y al presente, ni una palabra más sobre asunto tan im­ portante como el de los Alumbrados de Llerena, acerca del cual nada o casi nada se ha escrito de notable» L Juicio duro y certero. Mas tam­ poco Justo Cuervo aportó gran qué. 1 J. C u e r v o , B iografía d e Fr. L uis de Granada, M a d r id , G r e g o r io d e l A m o , 1895, p á g i n a 45.

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Para Emilio Colunga, que intentó sondear ese mundo en las prime­ ras décadas del siglo xx, el asunto reclamaba urgente exploración, por­ que es una clave para comprender las corrientes, caudalosas o raquíti­ cas, del pensamiento español2. Iniciadas a fines del siglo xix las pesquisas en torno a los Alumbra­ dos, en la primera mitad del siglo xx han proseguido; sin resultados sa­ tisfactorios, a lo que opinan los historiógrafos. El famoso abate Henri Bremond, sugestionado por el tema, duda si los Alumbrados son «fan­ tasmas» o figuras reales de carne, hueso y espíritu 3. Baruzi, sensible también al incitante problema, advierte que existe una gran laguna ana­ lítica en torno a é l4. Más crítico es el embarazo de Romana Guardini: en su magnífica obra sobre el «movimiento del libre espíritu» —raíces y ramificaciones europeas—, opta por dejar en blanco la página corres­ pondiente a los Alumbrados, o por mancharla con imprecisos borrones 5. Bernardino Llorca abordó el tema en su tesis doctoral; luego ha vuel­ to a enfrentarse con él en varias ocasiones y ensayos, prometiendo un estudio de más envergadura que, a lo que yo sé, no hay esperanzas de que pase de proyecto6. 2 «La cuestión de los Alumbrados en España es materia poco estudiada toda­ vía. Y, sin embargo, es de las cuestiones que más conviene estudiar»: E. Colunga, Intelectuálistas y místicos en la teología española del siglo XVI, en «La Ciencia Tomista» 10, 1914-1915, pág. 235. 3 «Les historiens et les théoriciens des choses spirituelles nous renvoient toujour, menace, argument supreme, aux alumbrados d'Espagne, et aux dangers que ceux-ci ont fait courir á l’Église. C’est la grand peste. Panique originelle qui com­ mande les débats achamés qui vont suivre et qui, d'épouvante en épouvante, entrainera la retraite des mystiques. II se trouve néamoins que cet épouvantail sinistre reste environné d'un brouillard impénétrable. On répete sans fin qu’il y eut alors en Espagne une épidémie formidable d'illuminisme. Quant á nous révéler, textes en main, l’origine, le caractéce précis, l’action, la portée, les suites, en un mot l’histoire de ce venin, on n’y pense pas»: H. B remond, Histoire littéraire du sentiment religieux en France, t. VIII: La Métaphysique des Saints. París, Bloud et Gay, 1930, pág. 219. 4 Cf. Jean B aruzi, Saint Jean de la Croix et le probléme de l’expérience mystique, París, 1924, págs. 251-269. 5 «La questione comunque é ancora quasi tutta da studiare»: Romana Guarneri , II movimento del Libero Spirito. Testi e Docurnenti, en «Archivio Italiano por la Storia della Pietá», vol. IV, Roma, 1965, pág. 484. 6 «Quien haya leído algo detendiamente el capítulo l.° del libro V de la Historia de los heterodoxos españoles, de Menéndez Pelayo, habrá quedado, sin duda, admi­ rado ante la perversidad o, al menos, el grado subidísimo de ilusión de los Alum­ brados españoles del siglo xvi. En efecto, esta cuestión de los Alumbrados espa­ ñoles es de suma trascendencia, tanto por lo que se refiere a la historia de la as­ cética y vida cristiana española en general, como por lo que atañe a la actividad de la Inquisición española durante el tiempo de su apogeo. Por eso, precisamente, y porque su historia está todavía por hacer, a pesar del excelente trabajo de Me­ néndez Pelayo, que es la mejor exposición de conjunto que poseemos sobre esta materia, y a pesar de las valiosas publicaciones de Serrano y Sanz y las anterio­ res de Vicente Barrantes, y las atinadas observaciones del P. E. Colunga, y, sobre todo, porque son insuficientísimos y más bien embrollados los trabajos que so­ bre el particular ha escrito el erudito americano E. C. Lea, ya hace algún tiempo 316

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Más firme fue la promesa de Luis Sala Balust, varón de admirable tesón y envidiable capacidad; la muerte, temprana, no le dejó llevar a puerto la nave de su estudio sobre los Alumbrados de Extremadura. Las primicias que ofreció a luz y lectores auguraban una obra de seria ca­ lidad científica 7. En resolución: al cabo de casi un siglo del tajante juicio de Justo Cuervo, la situación no ha mejorado visiblemente, salvo algunas aporta­ ciones de tono menor. Me refiero, claro está, al tema quicial de este tomo: Historia de los Alumbrados de Extremadura. Que es solamente un episodio o un núcleo dentro del vasto fenómeno del alumbradismo español. Excluyo de este juicio, por consiguiente, la «unidad histórica» de los Alumbrados del reino de Toledo —sin duda, mejor analizada y conocida. Tampoco aventuro un juicio comprometido sobre los Alum­ brados de Andalucía, reservándolo para los tomos siguientes. Aludo, pues, al estado actual de la investigación en torno a los Alumbrados de Extremadura. Antonio Márquez ha escrito no ha mucho tiempo: «Los estudios realizados hasta ahora (casi nulos en lo que respecta a Llerena) y la falta de fuentes inquisitoriales no garantizan ninguna opinión definitiva sobre los fenómenos de Extremadura [...]. La mayor parte de los datos provienen, sin embargo, de los Memoriales del dominico fray Alonso de la Fuente, los cuales necesitan una crítica imparcial y una edición crítica» 8. Aquí va. Al menos, como intento.

2.

Tres

haces

El acarreo de materias primas, extraídas de filones puros, se impo­ nía por su propio peso en la fase previa a la redacción de la Historia de los Alumbrados de Extremadura. El fenómeno está abierto, como cual­ quier ensayo de humana interpretación, a ulteriores «reconstrucciones». Acarreado el material, es factible la arquitectura del edificio. En este caso, quizá no muy bello ni muy perfecto; mas —permítaseme una opi­ nión personal— con la ventaja de una solidez indiscutible: la que le da la documentación utilizada. Sin esa base, carecería de cimiento, de pie­ que estoy trabajando en reunir el mayor acopio de materiales con el fin de hacer a su debido tiempo una historia de los alumbrados españoles»: B. Llorca, Docu­ mentos inéditos interesantes sobre los alumbrados de Sevilla de 1623-1628, en «Es­ tudios Eclesiásticos» 11, 1932, páginas 268-269. 7 «Es tema éste [de los Alumbrados] sobre el cual preparamos hace tiempo una obra extensa, de la cual hemos anticipado ahora algunos aspectos solamente»: L. S ala B alust, En torno al grupo de Alumbrados de Llerena, en «Corrientes espi­ rituales en la España del siglo xvi», Barcelona, Juan Flors, 1963, pág. 523. 8 A. M árquez, Alumbrados o Iluminados: DHEE I, 49. 317

ALVARO HUERGA

dras sillares y angulares; y volveríamos a dar en la flor, inconsistente y otoñal, de tejer de nuevo las trasnochadas «leyendas» eróticas de los Alumbrados extremeños. O, faena aún más absurda, a las «visiones de conjunto» de fines de siglo xix, que se caracterizaron por su miopía. Pude conformarme con lo hecho, ya que a pie de página indico la cantera de donde extraje el material. Pero, por fuerza mayor, he des­ mochado muchos bloques documentales, ofreciendo sólo resúmenes y fragmentos. Para un crítico —y para mí también— los bloques docu­ mentales conservan un valor objetivo independiente de su desmochadora utilización. Por eso los recojo en esta Segunda Parte, íntegros, tos­ cos, sin labrar y sin tocar. Quizá supongan una aportación directa de más quilates que el análisis y relato de los hechos. Para facilitar un uso comprensivo de estas materias primas o docu­ mentales, van clasificadas en tres secciones. A propósito de cada una conviene hacer rápida presentación valorativo-crítica. 3.

Los «Memoriales»

Los Memoriales son, sin duda, un género literario con valor de fuente. La más fresca y preciosa para el conocimiento histórico y doctrinal de los Alumbrados de Extremadura. Por otro lado, su publicación recupera para la historia literaria a un autor inédito, anónimo, vilipendiado a ve­ ces, y, en contrapartida, influyente en sus mismos detractores. La producción escrita de fray Alonso se reduce, que yo sepa, a un rico lote de Memoriales y a su Epistolario. En no escasa medida, ese legado se perdió; quizá la pérdida no merezca muchas lágrimas, porque fray Alonso, como todo el que tiene algo que decir, se repite incesante­ mente; y, lo que aquí importa, se han salvado los de mayor interés —si mis conjeturas no fallan. De los muchísimos Memoriales que pergeñó el infatigable «persegui­ dor» de los Alumbrados de su nativa Extremadura, aquí ofrezco seis. Todos seis interesantes. El primero es único en la serie, por su carácter histórico; los demás son de índole doctrinal. Es también la pieza mejor de fray Alonso, lite­ rariamente hablando. Fray Alonso lo redactó a fines de 1575, con el go­ zoso anhelo de obsequiarlo a la majestad de Felipe II. Se trata de una «narración» objetiva de los hechos, animada y pintoresca en las descrip­ ciones, puntual y veraz en los datos, y con incidentales referencias a los contenidos doctrinales. Es obvio que fray Alonso tiene clara visión de que adentrarse en los contenidos doctrinales de la secta alumbradista puede resultar indigesto para Su Majestad; en cambio, una escritura narrativa, entreverada de anécdotas y hazañas personales, es plato ape­ 318

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

titoso. Lo es, sin duda, para el lector de hoy. El Memorial para Felipe II fue dado a conocer a un público de minorías en la «Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos» por Miguel Mir y Justo Cuervo al alba del siglo xx 9. No lo he descartado aquí por dos razones: por no prescindir de una de las mejores piezas de fray Alonso, dejando manca la edición de sus Memoriales; y porque la revista en que hace ya tantos años vio la luz no es de fácil acceso actualmente. Aquella edición fue paleográfica, y con numerosos gazapos de transcripción. Aquí doy un texto de­ purado y modernizado. El segundo Memorial, hasta ahora inédito, ofrece algunas dificulta­ des críticas. Dos son las principales: la de atribución o paternidad, y la de cronología. Quienes han tropezado con él, dentro de un voluminoso legajo de papeles, no han tenido mucha fortuna a la hora de prohijarlo o de datarlo. M. de la Pinta erró en la transcripción de algunos fragmen­ tos, se equivocó al suponer que se trataba de un escrito del siglo xvn y ni siquiera se plantea la posibilidad de que fray Alonso de la Fuente es su padre 101. L. Sala, con más aguda sagacidad, sospecha que tal vez haya que atribuirlo a fray Alonso, aunque no apuró la investigación, en la que era un maestro 11. Se trata de un manuscrito que asusta por su ex­ tensión: llena 40 folios, sin indicaciones de autor; no es original, sino copia. ¿Quién es el padre de tan voluminosa criatura? ¿En qué años se 9 En «RABM» 1903-1905 (ver referencia bibliográfica exacta infra: Doc. 1/1). M. Mir antepuso a la transcripción del texto del Memorial una pequeña introduc­ ción; he aquí algunos párrafos: «Mucho se ha escrito sobre los Alumbrados; pero mucho queda por decir y descubrir [...]. La secta de los Alumbrados es una secta esencialmente española; brotó en nuestra tierra por sí e independientemente de cualquier influencia extranjera [...]. Los Alumbrados de Toledo y de Extremadu­ ra, tanto los que dirigían el movimiento como la plebe que los seguía, no podían atribuir los devaneos de su doctrina y las consecuencias prácticas de ésta más que a su inspiración particular, a la libre, espontánea, independiente acción de su conciencia individual [...]. La secta de los Alumbrados nació en España libre y espontáneamente; es una secta puramente española, autóctona [...]. El deseo de contribuir al mayor conocimiento de la historia de estos heterodoxos españoles, nos mueve a publicar algunos documentos que la casualidad ha puesto en nues­ tras manos. Proceden del antiguo archivo de la Inquisición y todos o la mayor parte tienen por autor al famoso dominico Fr. Alonso de la Fuente, descubridor, delator y perseguidor incansable de los Alumbrados extremeños. De su importan­ cia para el conocimiento de esta secta juzgará el lector»: «RABM» 9, 1903, pági­ nas 203-204. M. Mir indica la procedencia del Memorial, pero no su actual parade­ ro. El P. Ramón Hernández, respondiendo amablemente a mi consulta, me con­ testa que tampoco existe en la Biblioteca del P. Justo Cuervo el original; hay, en cambio, copias hechas por él de los Memoriales del Ms. 380 de la Biblioteca de la Universidad de Salamanca. 10 Cf. M. de la P inta Llórente, Una calificación general sobre la doctrina de los Alumbrados, en «La Ciudad de Dios», 176, 1963, págs. 96-106. «Pudiera ser una calificación general redactada por los teólogos de la Inquisición del siglo xvn»: ib., pág. 98. 11 «... el Memorial censurado por Fr. Hernando del Castillo, que parece hay que atribuir al mismo La Fuente»: Z. c., pág. 517. 319

Al v a r o

huerga

gestó? Un detenido análisis de crítica interna y de crítica externa no tarda en arrojar los siguientes resultados: 1.° No es una pieza compacta —un Memorial—, sino un dossier o gavilla de Memoriales yuxtapuestos. 2. ° Fray Alonso de la Fuente es el autor de las distintas piezas, salvo dos «censuras» o calificaciones firmadas por fray Hernando del Castillo. 3. ° El 13 de enero de 1575 se remite de Madrid al inquisidor Montoya, que andaba visitando el distrito de Llerena, «un Memorial que fray Alonso de la Fuente envió al Consejo y ciertas advertencias que fray Hernando del Castillo ha hecho» 12: todo induce a pensar que estamos ante ese Memorial y esas advertencias, resolviendo de soslayo el proble­ ma de la datación. 4. ° El dossier contiene, además, otros Memoriales de fray Alonso, redactados en época próxima, por arriba o por abajo, a 1575: con el fin de convencer al Consejo de la maldad doctrinal de los Alumbrados, fray Alonso no paraba de escribir Memoriales; lo dice él mismo; y, lógica­ mente, el dossier iba engrosándose y archivándose, no sin sacar las co­ pias oportunas; alguna pieza puede identificarse por lo que fray Alonso indica, como ocurre con el Memorial sobre los endemoniados, que ha­ llamos inserto en el presente grupo. 5. ° En fin, si el estilo es el hombre, y si fray Alonso tenía una idea y un tema, aquí está dándole vueltas a su «tema ordinario» y a sus ideas «fijas»; aquí está el hombre de temperamento caballeresco, dando man­ dobles a los Alumbrados; no ahorra el exponerse a un contraataque, pero tampoco perdona en la acometida; si su faena consiste en descubrir las entretelas de la misteriosa herejía, dando pelos y señales de ella, a veces esboza también una «calificación», trabajo para el que se juzgaba y esta­ ba preparado, y, lo que es aún más típico, propone un plan o programa de acción inquisitorial. Por otra vía —la de formas estilísticas e ideológicas comparadas— se llega a la misma conclusión: fray Alonso, las mismas ideas, las mismas frases, los mismos encarecimientos. Los severos jui­ cio que emite contra Juan de Avila y fray Luis de Granada son muy su­ yos. Lo serán también las acusaciones a los teatinos; sin embargo, en estos papeles no los nombra; es un motivo más para datarlos en torno a 1573-1575. La «complicidad» de la espiritualidad jesuítica en el nego­ cio de los Alumbrados es por esos años, según su propio testimonio, una duda atormentadora. No tardó en salir de ella, convencido y deci­ dido a emprender una campaña a todo riesgo. Los Memoriales 3, 4 y 5 son el fruto documental de su malandada aventura lusa. No hay problemas de autenticidad. Ni tampoco de data12 AHN.: Inq., libro 578, f. 269 v.

320

15.— M E R ID A (Badajoz):

I g l e s i a c o n v e n t u a l d e la O r d e n e l a lcá za r árabe.

16.— CAZALLA DE LA SIER R A (Sevilla):

d e S a n tia g o , c o n s tr u id a sob re

C alle d e

la s M o n j a s

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (157 0 -1 5 8 2 )

ción: los escribió, con péñola tan presurosa como sus pies y sus cavi­ laciones, en el primer trimestre de 1576. Y los ofreció, respectivamente y a galope, a los inquisidores de Lisboa, al Cardenal Infante Don Enri­ que y al padre Esteban Leitáo. Las copias de estos Memoriales son nu­ merosas, porque inesperadamente, al menos para su autor, se convirtie­ ron en piedra de acusación con él. Fue Barrantes quien divulgó la exis­ tencia de un ejemplar manuscrito, conservado en la Biblioteca de la Uni­ versidad de Salamanca 13. Sobre ese manuscrito, del que Barrantes dio extractos, trabajaron J. Cuervo, Sala Balust, y yo mismo. Cotejándolo con los ejemplares del Archivio Segreto Vaticano y del Archivum Romanum Societatis Iesu, abrí los ojos y vi que el «importantísimo» y «ori­ ginal» manuscrito salmantino carecía de importancia, y en lugar de un «original» no pasa de una mala copia, plagada de errores y lagunas 14. Inservible. El Memorial 6, que elenca las «enseñanzas» características de los Almnbrados extremeños, ¿se debe también a Alonso de la Fuente? A juz­ gar por el estilo, hay razones para ponerlo en duda. Corrían las copias secretamente por Madrid, mientras en Extremadura se estaban «sustan­ ciando» los procesos. Coetáneo, pues, de los otros, es verosímil, al me­ nos en cuanto al contenido y a los detalles, su paternidad alfonsina; en cuanto a la redacción no me atrevo a afirmar tanto. De todos modos, se trata de un documento de la época; resume bien los «errores» de los Alumbrados; y la Inquisición lo requisó por juzgar que no convenía que anduviese de mano en mano. El Memorial 7 no es de Alonso de la Fuente, sino del Consejo, en cuyo seno se elaboró. Contiene unas «advertencias» o instrucción sobre el modo de proceder en el «negocio» de los Alumbrados. Por las señales que indico al final de la transcripción, no es infundada la conjetura que presume que la instrucción se preparó para que sirviese de guía a Don Francisco de Soto y Salazar, obispo de Salamanca, cuando fue a Llerena a ocuparse de los procesos en curso contra los Alumbrados. La crítica in­ terna del documento permite datarlo con toda seguridad y, sobre todo, pone de relieve el meticuloso cuidado con que el tribunal supremo pro­ sigue la solución del difícil problema alumbradista. 13 «Este códice importantísimo»: V. B arrantes, Aparato II, 328. 14 Hay un lapsus delatador: la supuesta firma de «fr. Esteban Intao», que, de ser original, o al menos verdadera, diría: «fr. Estévao Leitáo». Item, los «extrac­ tos» de los pasajes en que fray Alonso acusa a la Compañía, que son los que inte­ resan al refutador, y lo pone de manifiesto con apostillas frecuentes de «hic», y con subrayados y con calificativos duros: «este libelo», etc. Más graves aún son las lagunas o frases omitidas y alteradas. No se trata, por tanto, de un manuscrito original, ni siquiera de una copia íntegra, sino de unos apuntes prácticamente inservibles. 321

ALVARO HUERGA

De las siete piezas que van en la primera serie, cinco son de fray Alonso sin la menor duda; acerca de la sexta, persiste la posibilidad de que haya intervenido otra mano en la redacción, partiendo de los origi­ nales auténticos de fray Alonso; tampoco cabe poner en tela de juicio la atribución de la séptima al Consejo. El lote de los famosos Memoriales del «descubridor» de los Alum­ brados puede considerarse suficiente, si bien no es exhaustivo. En los que aquí publico —todos suyos, aunque no todos los que escribió—, el primero se distingue por su contenido histórico y por su esmerada redac­ ción: escribe con garra, con gracia y garbo, con veracidad, sin faltar, ni quitar, ni añadir una jota a los hechos que ha vivido. El resto de los Memoriales es de contenido doctrinal. También ahí se percibe su obse­ siva pasión antialumbradista, sin que por eso pierda el rumbo de la lógica expositiva, ni del bien decir. Fray Alonso demuestra en sus Me­ moriales ser un hábil polemista, desmintiendo categóricamente el gra­ tuito juicio de Menéndez Pelayo que, sin haber leído más que los extrac­ tos de Barrantes, lo zahiere de escritor «ramplón» e «indigesto» 15. Los Memoriales van en llana lectura; es decir, no los he transcrito paleográficamente. He modernizado la ortografía y la puntuación, inter­ calando, además, epígrafes y anticipando esquemas cuando me pareció oportuno. Los paréntesis cuadrados —corchetes— lo indicarán, lo mis­ mo que las adiciones o suplencias de lagunas verbales o errores obvios. Este método puede discutirse. He preferido, con todo, facilitar la lectura, que suele resultar impracticable, para los que no saben paleo­ grafía ni sistemas de abreviaciones, cuando topan con un texto antiguo transcrito tal cual se halla en los códices o manuscritos. Ahí están, pues, los Memoriales de fray Alonso, metiendo al lector en contacto con el fabuloso, real y doliente mundo de los Alumbrados de Extremadura. Con su entraña humana y su entorno religioso, social, geográfico, temporal.

4.

Las Relaciones

En la sección segunda incluyo una serie de Relaciones coetáneas, di­ vididas en dos grupos: el primero, sobre los Alumbrados; el otro, sobre 15 Heterodoxos, IV, 235. E. Colunga se encara reiteradamente a los gratuitos plumazos del montañés: «casi tantos dislates como palabras» (Intelectualistas, página 237). Por su parte, L. A. Getino juzga «injurioso y exageradísimo lo que de él [fray Alonso] afirma cien veces el P. Astráin» (c./r. del T. III: «La Ciencia To­ mista» 1, 1910, págs. 544-545). También H. Bremond (o. c., XIII, pág. 196, n. 1) opina que Menéndez Pelayo «est aujourd’hui tout á fait dépassé». 322

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

fray Alonso de la Fuente. La enumeración sigue un orden progresivo, para facilitar la referencia o cita. Las del primer grupo proceden del archivo de la Inquisición. Los números 8, 9 y 10 contienen Relaciones oficiales del tribunal de Llerena sobre el «estado» de los procesos —y de los presos— en las fases pre­ vias al auto; los números 11, 12 y 13 son también Relaciones oficiales, ahora ya del auto público de la fe que se celebró en Llerena el 14 de ju­ nio de 1579, y que se llama por antonomasia el auto de los Alumbrados de Extremadura• Sólo el documento 8 va íntegro; o sea, se transcribe toda la Relación, sin descartar a los «penitenciados» por delitos diferen­ tes del Alumbradismo. El lector podrá formarse así una idea cabal de lo que fue el auto. En los números 9 y 10 sólo doy la parte atinente a los Alumbrados; el 12 difiere del anterior por dar las sentencias íntegras de algunos de los cabecillas del Alumbradismo extremeño, por detalles de genealogía, por episodios ocurridos durante la lectura, etc.; el 13 es de época tardía, no añade cosas nuevas, pero revela la continuidad his­ tórica y doctrinal de la secta, a ojo y juicio de la Inquisición; los archi­ vos fueron revisados en 1623 para preparar un nuevo Edicto, y con tan infausto motivo, se sacó un resumen de los errores y sentencias de 1579 para que «ayudasen» a los encargados de preparar la ofensiva contra los Alumbrados sevillanos. El número 14, que cierra el grupo, es también una Relación oficial, y se refiere a los Alumbrados extremeños que, por haber fallecido antes del auto de 1579, no salieron a él y en fecha posterior quedaron «absuel­ tos de la instancia». En el segundo grupo, que comprende tres informes —numerados 15, 16 y 17—, van las Relaciones sobre fray Alonso. Ninguna es de carácter oficial, sino privado. Su procedencia jesuítica y su índole acusatoria es­ tán fuera de duda. El único problema crítico consistía en identificar al compilador de Dichos y hechos de fray Alonso de la Fuente, que es el mismo que compiló el documento siguiente —el 16—, continuación del primero. El lector conoce ya quién fue: el padre Francisco de Porres, solícito procurador del Colegio de Madrid. El número 17 —Lo que me dijo fray Alonso en el camino— se lo debemos a Juan de Castañeda, ex-novicio jesuita, que fue compañero de fray Alonso en un viaje de An­ dalucía a la Corte. Por su desenfadado estilo de narrar, el testimonio del mozo estudiante es de gran interés. El padre Francisco de Porres, que no estuvo ajeno a su redacción, algo amañada y adobada para los fines susodichos, lo recomienda como digno de credibilidad. No hay mo­ tivos para negársela, antes los hay para agradecerle tan deliciosas pági­ nas, rezumantes de sal y pimienta. 323

ALVARO HUERGA

5.

La

c o r r e sp o n d e n c ia

Del número 18 en adelante ofrezco un mazo de cartas, subdivididas en dos series: la primera es casi un diario del Consejo de la Santa y Ge­ neral Inquisición; la segunda, un muestrario de lo que se hizo y se dijo en torno a fray Alonso a raíz de su lance luso. Para no alterar la sucesión cronológica del epistolario aquí reunido, se excluyen las que acarrearían ese trastorno. La correspondencia ha sido usada abundantemente, dando textos totales o fragmentos, en la parte narrativa. Está, pues, justificado el criterio exclusivo. En cuanto a la repetición —también presente en algunas cartas—, me disculpo por la ventaja de tener a mano una perspectiva directa de la Historia de los Alumbrados extremeños: la documentación epistolar la va «narrando» por sí sola, sin mediaciones. La primera serie incluye una selección de cartas que son como el diario del Consejo, impartiendo órdenes a los tribunales de provincias, especialmente al de Llerena; allí, en la Corte, se vio y se vivió el fenóme­ no de los Alumbrados con una intensidad responsable. El «negocio» ad­ quiere, a través de la correspondencia, un perfil «diferente»: hay juicios que valoran la gravedad e importancia de la nueva doctrina, preocupacio­ nes por el sesgo de la extensión de la plaga religiosa, órdenes y contra­ órdenes, etc. Se puede seguir, por ejemplo, la marcha cronológica de la «visita» al distrito, o las etapas de los procesos, o las ejecuciones de capturas. Las primeras señales de que existen Alumbrados las hallamos en una carta del Consejo, datada el 20 de mayo de 1573. Después el «ne­ gocio» se convierte en leit motiv de la correspondencia inquisitorial de esos años. El libro 578, qüe registra las cartas del Consejo a los tribu­ nales, lo patentiza hasta la sociedad. Se abre el 28 de junio de 1572; y se cierra el 6 de octubre de 1576. En ese arco de tiempo, se produce la re­ acción antialumbradista a nivel oficial. El libro 578 entraña, por consi­ guiente, un valor único, ya que permite seguir paso a paso, día a día, los acontecimientos; el libro 579 completa el informe cronológico. La segunda serie recoge una documentación interesantísima. Se trata también de epístolas. Todas ellas, sin excepción, tienen a fray Alonso de la Fuente por argumento: a un fray Alonso acusado, acosado, sentado en el banquillo de reo, o gimiendo y llorando en el exilio. ¿Quién podía sospechar la marejada político-religiosa que sus lances lusos provoca­ ron? La serie de epístolas que publico evidencia que no fue dulce ni so­ lamente rizada. En estos documentos epistolares o es fray Alonso el que habla, o son los «demás» los que hablan de él. Con la incidencia particu­ lar de que, en este caso, los «demás» son el Cardenal Infante Don Enri­ que; el rey Felipe II; Don Gaspar de Quiroga, Inquisidor Mayor; Don 324

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

Rodrigo de Castro, el hombre fuerte y duro del Consejo de la Santa y General Inquisición; Niccoló Ormaneto, Nuncio del Papa en Madrid; el caballero portugués Don Fernando Martins de Mascarenhas; fray Luis de Granada; el padre Everardo Mercuriano, Prepósito General de la Com­ pañía de Jesús; el padre Antonio Cordeses, provincial de los jesuitas; etc. Como se ve, fray Alonso logró, sin pretenderlo ni imaginarlo, desatar una marea arbolada contra sí mismo y, lo que es peor, entre altos je­ rarcas de la religión y de la política, revolviendo Evora y Madrid, Madrid y Roma. La situación conflictiva es uno de los episodios de más subido nivel de la historia de los Alumbrados de Extremadura. Valía, pues, la pena ofrecer al lector el lote de cartas que lo ilustra. Y, si he de decir verdad, fray Alonso también me ha hecho sudar en la búsqueda de ese epistolario, disperso en fondos de archivos distintos y distantes.

325

Sección I

MEMORIALES

1

ALONSO DE LA FUENTE, CARTA Y MEMORIAL A FELIPE II

1.

CARTA S.R.M.:

Estando en Llerena y de camino para esta Corte escribí de priesa este Memorial breve, que contiene en suma la historia de los Alumbrados de Extremadura y lo que se ha descubierto de su vida y doctrina: pa­ recióme que debía ofrecerlo a V.M. por algunos buenos fines. El prime­ ro es dar a V.M. aviso del daño y persecución que padece de secreto la Iglesia en lo que parece quieto y sano de nuestra España, para que vien­ do V.M. el daño, provea del remedio antes que la llaga se haga incura­ ble. Lo segundo, para que V.M. entienda el servicio que le ha hecho en Llerena la Orden de Santo Domingo, que si Dios es servido de sacarlo a luz, es uno de los mayores que ha recebido V.M. de ninguna comuni­ dad ni de particular persona: lo cual será buena espuela para que V.M. nos mire con los ojos que nos miró el felicísimo monarca Carlos V, pa­ dre de V.M. Lo tercero, para que V.M. se acuerde de mí, que, por la mi­ sericordia divina, he sido llamado para este ministerio, tomándome nuestro Señor por instrumento a solas de la cosa mayor y más grave que se ha visto en muchos siglos. La historia breve va hablando muchas veces de mí, pero no dice cosa alguna de lo que otros escriptores pudieran decir con toda verdad; solamente se toca la sustancia de la historia y lo que no se pudo callar. Va escripto este Memorial muy de priesa y como salió de la primera mano, porque mis ocupaciones no lo dejaron limar, ni pude ofrecerlo a V.M. en mejor letra, porque, tratáñdose en él cosas tan secretas y que tocan el sigilo de Inquisición, no se pudieron fiar de todas manos, sino de oficiales de la Inquisición. 329

ALVARO HUERGA

V.M. lo lea y considere con mucha atención; y si a V.M. diere gusto saber cosas muy particulares de la materia, yo las diré muy por exten­ so a V.M. A quien nuestro Señor conserve, guarde y prospere en el felicísimo renombre de Católico para gloria y utilidad de la Iglesia romana y de toda la república cristiana. Fray Alonso de la Fuente, que sus reales manos besa.

2. MEMORIAL EN QUE SE TRATA DE LAS COSAS QUE ME HAN PASADO CON LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA DESDE EL AÑO DE [15]70 HASTA EL FIN DE ESTE AÑO DE [15]75. [I.

H ist o r ia del d e sc u b r im ie n t o de lo s A l u m b r a d o s]

I En el fin del año de setenta, que fue en el mes de diciembre, vine desde Sevilla a Extremadura, a La Fuente del Maestre, que es mi natu­ ral, y hallé de asiento en el dicho pueblo un clérigo que todos llamaban teatino, y por nombre de pila Gaspar Sánchez, teólogo predicador y ve­ cino de un pueblo que está seis leguas de Ciudad Rodrigo, que se dice Sahelices de los Gallegos. Tenía este clérigo grande opinión de santidad y buena vida; confesaba perpetuamente a ciertas beatas y predicaba muy a menudo, y en su vida exterior era muy compuesto y que jamás se le vido ni olió cosa que supiese a deshonestidad, más de que se daba mucha priesa en los actos de religión, comulgando todos los días a gen­ te de muy poco talento de virtud, por lo cual muchas gentes le mordían y murmuraban de sus obras; y ésta fue la causa porque el dicho clérigo se me llegó y pidió le ayudase a sustentar la virtud con mis sermones. Yo lo hice así, que los primeros días que prediqué al pueblo, hablé en favor del dicho teatino y le purgué algunas cosas que le oponían, que parecían leves; y con este favor, se me llegaron muchas teatinas de aque­ lla liga, y me comenzaron a comunicar cosas de espíritu. En lo cual no guardaron el precepto de su maestro, que mandaba expresamente a las dichas mujeres que no dijesen a otros confesores el secreto de las cosas espirituales que Dios revelaba en la oración. Pero fue consejo de nuestro Señor que yo las favoreciese en mis sermones, pensando que su doctrina 330

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era buena y sana, para que con este seguro se fiasen de mí, como lo hi­ cieron algunas, tratándome de ciertos raptos que tenían en la oración, que para mis oídos fue cosa muy escandalosa ver que una gente simple y de tan poco uso en las cosas de virtud tuviesen señales tan poderosas de santidad. Y así, con la admiración que el ánimo concibió de aquellos raptos, comencé curiosamente a buscar la causa de donde procedían, aunque por entonces no pude, porque iba de camino a Badajoz, más de que junté ciertas mujeres de aquella liga y les pregunté la forma que tenían en servir a Dios; y ellas me respondieron que se ejercitaban en la contemplación. Lo cual me ofendió mucho más que los raptos, porque había entre estas mujeres tanta ignorancia en las cosas generales de la ley de Dios, que apenas sabían las oraciones comunes de la Iglesia; y, siendo los sujetos de esta especie, habían subido de golpe a la contem­ plación divina. Yo les aconsejé, por entonces, que tomasen otro estilo y no contemplasen, porque se perderían. Lo cual no se recibió, antes en mi ausencia se mofaron del consejo y hicieron burla de mí. Y con esto me fui a Badajoz, donde iba asignado por predicador de mi convento. II Estando morador en la ciudad de Badajoz, oí decir algunas cosas de los Alumbrados, muy nuevas para mis oídos y muy ajenas de lo que yo había leído en la doctrina de los santos. Lo cual despertó en mí una curiosidad de querer saber estas cosas muy de fundamento y raíz. Y lle­ gando la Cuaresma, mi perlado me envió a El Almendral, a predicar de asiento todo aquel tiempo santo de la Cuaresma; y aceptando mi obe­ diencia, vine al dicho pueblo de El Almendral, donde hallé muchas Alum­ bradas y algunos Alumbrados, aunque jarretados por el ordinario de Badajoz, que les había quitado la administración de los sacramentos, pero no la ruin doctrina y estilo malo de vivir. Porque éste no le perdie­ ron aunque se vieron perseguidos. En el discurso de mi predicación comencé a juzgar contra esta doc­ trina, hiriendo en ella con la palabra de Dios, aunque en este tiempo sabía poco de los ritos y reglas de ella, más de que trabajé impugnarles el mal principio de que usaban en su conversión, tomando por primera medicina la divina contemplación, que es lo último de la perfección cris­ tiana. Contra este mal abuso di muchas correcciones, de que se ofendie­ ron todos los Alumbrados y me tuvieron por contrario, retirándose de mí ellos y sus beatas, aunque yo no me retiré de mi tema, ni de buscar sus obras y doctrina. Y así fue Dios servido que hallé cosas tan nuevas que me acrecentaron la sed que tenía de saber cosas mayores. 331

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III

Considerando algunas personas que yo me iba cebando en esta sciencia de los Alumbrados, me venían a decir cosas extrañas de ellos. Con­ viene a saber: cómo se alzaban con el cielo, cómo captivaban las donce­ llas, cómo descasaban a los casados, cómo se apoderaban de las hacien­ das, cómo se arrebataban y tenían sentimientos divinos, cómo daban gritos y berreaban en el templo, cómo cerraban los dientes al tiempo de comulgar, cómo daban la obediencia a sus maestros, cómo alzaban su bandera de santidad y a todos los demás tenían por pecadores. Estas cosas y otras muchas iban criando en mi ánimo una opinión mala de la dicha gente y doctrina. Acabada la Cuaresma, vine a La Fuente del Maestre, donde había de­ jado las primeras contemplativas. Las cuales ya me habían perdido la devoción, porque les mandé que no contemplasen tan presto, sino que rezasen y se ejercitasen en la observancia de los preceptos divinos. Hallé en este tiempo una sobrina mía, hija de hermana, convertida en teatina y con unas señales de gran santidad que me puso admiración ver que una mozuela de diez y siete años se hubiese despojado súbita­ mente de los cabellos, de sus vestidos, de su lenguaje, del trato y conver­ sación ordinaria, mudado el rostro, amarilla, sucia, flaca, dando gemi­ dos, suspirando, la cabeza baja. Todo lo cual me pareció invención mis­ teriosa. Y deseando informarme de su manera de vivir, la hablé mansa­ mente y rogué me dijese en qué se ejercitaba o qué hacía para servir a Dios. De lo cual se ofendió mucho otra hermana suya, beata, porque era directamente contra el sigilo de su doctrina; y así la asió de la mano y determinadamente le mandó que no me dijese lo que hacía, ni tratase de ello. Lo cual me pareció tan mal, que concibió mi ánimo grande te­ mor y nueva presunción que en la compañía y doctrina de estas gentes había alguna cubierta de grandes males. Y deseando saber este misterio, me llegué mansamente a la nueva teatina y la saqué de las manos de la otra más vieja y pertinaz y, persuadiéndola con razones fuertes me descubriese el secreto de la doctrina, la convencí y traje a la razón, a que llanamente me dijese todo lo que ella sabía. Y es lo que se sigue.IV IV Preguntando a esta testigo qué le mandaba su maestro hacer o qué preceptos le enseñaba, dijo que le encomendaba se pusiese en la con­ templación y que allí se presentase a Dios, diciendo estas palabras: 332

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Señor, aquí estoy; Señor, aquí me tenéis; y que no rezase ni dijese otra palabra, ni usase de otra oración. Y preguntada acerca de los efectos y suceso de aquella oración, dijo que, en diciendo aquellas palabras solas, sentía sobre sí tan gran opre­ sión de malos pensamientos, de sucias consideraciones, de carnales mo­ vimientos, de conceptos infieles, de herejías, [de] blasfemias contra Dios, contra los santos, contra la limpieza de la madre de Dios, contra toda nuestra santa fe que, de sola aquella tormenta y vejación que pa­ decía, andaba muerta, consumida, loca y sin juicio y sin figura de mu­ jer; y todo lo llevaba en paciencia, porque su maestro le decía y signifi­ caba que todo aquello era señal de perfección y el camino cierto por donde se alcanzaba. No tuve necesidad de más información para asegurar el ánimo de que en la dicha doctrina había demonio y pacto con Satanás; y, junta­ mente, sentí en el entendimiento una ilustración tan poderosa de los misterios de esta secta y de las maldades que en ella se encerraban, que apenas lo podré bien significar: parecíame que visiblemente veía a los demonios en los dichos efectos y que los auctores eran azote cruel de la Santa Madre Iglesia, y que todos los maestros de esta maldad eran ministros del Antecristo; y volviéndome a la Orden de los teatinos, en­ tendiendo de ellos que comunicaban en esta secta, me decía el espíritu con grande seguridad que la Sede Apostólica los había de condenar por edicto público; aunque por entonces no me descubría la lumbre que los teatinos de religión eran de esta nueva secta, más de aquella condi­ cional: que si lo eran, como yo presumía, la Sede Apostólica había de condenarlos. Esta fue la causa [de] que en el discurso de mi predicación fui siem­ pre buscando e inquiriendo si era verdadera aquella condicional y si era toda una doctrina la de los Alumbrados y la de los teatinos que viven en clausura. Y quiso Dios que, buscando esta verdad, hallé lo que no quisiera. Como adelante se dirá en el discurso de la historia.V V Habiendo recibido esta nueva lumbre y deseando resistir a las mal­ dades y errores que en esta doctrina se encerraban, comencé a predicar contra ella, y públicamente di voces advirtiendo a la gente que se guar­ dasen de los autores de esta novedad; y volviéndome contra algunos vi­ cios de los Alumbrados, reprehendía juntamente la vida y doctrina. En lo cual hubo tantas opiniones del pueblo, que sería largo contar. Unos decían: bien dice fray Alonso; otros decían: demonio tiene; otros anda333

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ban perplejos y no osaban condenar al teatino Gaspar Sánchez, porque tenía ganada muy grande opinión y en sus obras exteriores no pare­ cían cosa mala, sino con fe, dones y comuniones y predicaciones y ha­ blar siempre de Dios, desde la mañana hasta la noche. En este tiempo cumplióse la licencia que tenía de mi perlado y volvíme a Badajoz a mi convento. Y luego que llegué, me encomendaron ciertos sermones de la octava del [Santísimo] Sacramento, en los cua­ les comencé a descubrir los misterios de la secta de los Alumbrados, de que ya tenía mediana noticia, especialmente acerca de las comuniones y sentimientos de algunas Alumbradas. Dije cosas muy particulares, de lo cual gustó mucho el provisor y cabildo y todo el pueblo, aunque los Alumbrados se alteraron mucho y, deseando atajar mi atrevimiento, me fueron a hablar muy blandamente, diciendo que moderase el estilo y que en aquella ciudad no había las cosas que yo predicaba, que estaba mal informado; y juntamente las Alumbradas se fueron a quejar a cierto predicador, para que, en el mesmo lugar que yo las afrenté, las desagra­ viase y volviese por su honor. La cual diligencia les aprovechó para que otro día, en el mesmo lugar, un padre religioso de la Orden de la Tri­ nidad dijo tales cosas que todo el pueblo volvía por los Alumbrados, y reprehendía lo que yo en mis sermones había dicho. Y llegando a mi noticia, fui yo a visitar a este padre predicador y le di noticia de las razones y motivo que tuve para predicar contra los Alumbrados; y tra­ bando amistad con él, le rogué que no me estorbase en esto singular; y así me lo prometió, quedando satisfecho de que mis sermones eran necesarios en tal coyuntura. Y luego acudí a San Francisco, y hablando con el predicador de aquel convento, que era persona grave y de grande opinión, le comuniqué las cosas de la dicha doctrina y le pedí me ayu­ dase contra aquel nuevo monstruo. Y así lo hizo, y en pública predica­ ción autorizó lo que yo había predicado, y dijo que yo había hablado como profeta, y que se tuviese en mucho mi predicación.V I VI En este tiempo mi perlado me envió a predicar a Talaveruela, que está tres leguas de Badajoz, en donde hallé una manada de Alumbradas y un grande Alumbrado que se llama [Alonso] Tojal, privado por en­ tonces de confesar porque el provisor Picado, que hoy gobierna en Ba­ dajoz, había hecho informaciones contra muchos Alumbrados que eran hechura de Don Joan de Ribera, patriarca de Valencia, y los había cas­ tigado. Y así andaban de capa caída, y maltratados del provisor. En este viaje de Talaveruela descubrí algunos ritos nuevos de doc­ trina, grande ociosidad en las Alumbradas contemplativas y que muchas 334

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de ellas cesaban totalmente de las obras corporales y se estaban todo el día en su contemplación y a la noche pedían por amor de Dios para sustentar los cuerpos. Particularmente descubrí un error que, según me dijeron, se marcaba entre algunas de esta doctrina: y era que los peca­ dos veniales bastaban para que un alma se condenase. Y habiendo pre­ dicado contra este error, vino a mí un Alumbrado y, casi reprehendién­ dome lo que había predicado, quería sustentar el dicho error, siendo hombre idiota y de poco saber; y yo me volví contra él y le amenacé con el Santo Oficio y le hice callar. Y deseando informarme de las co­ sas de aquel pueblo, supe algunas maldades y obras deshonestas de una Alumbrada de la dicha secta, recién parida y, según la voz del pue­ blo, de aquel grande Alumbrado [ = Tojal], aunque él se purgaba de aquel delito y decía que era falso testimonio que le levantaban. Con esta información me vine a Badajoz y, buscando ocasión para volver a mi pueblo, que es La Fuente del Maester —donde había descubierto esta visión y había notable rastro de esta herejía—, tomando la bendición de mi perlado vine a La Fuente del Maestre y luego pedí el púlpito para predicar; día de San Bernabé, que fue en el año de setenta y uno, predi­ qué el evangelio de San Mateo que dice: in viam gentium ne abieritis [Mt. 10,5]; y, tocando en el tema de los teatinos, representé al pueblo cuán mala y sospechosa era esta doctrina, y que me parecía camino de­ recho de grandes herejías; encomendé al pueblo la doctrina llana de la Iglesia, los ritos santos y antiguos, recibidos y usados en la Iglesia ca­ tólica, condenando las nuevas ceremonias inventadas por hombres, de las cuales siempre solían salir ruines efectos y malos fines. Y acabado el sermón, yo me salí del templo y sucedió una cosa de las notables y raras que se han visto en el mundo. Como parece por lo que se dice en el capítulo siguiente.V I VII Entre las Alumbradas que había en La Fuente del Maestre, una de ellas, principal, se celebraba por mujer santísima y muy sabia en los misterios de esta secta, según se trataba entre la gente de esta doctrina; era mujer moza, doncella e hija de un pobre hombre hortolano; llamá­ base Mari Sánchez; y había llegado a tanta perfección, que comulgaba todos los días, y esto por necesidad espiritual extrema, porque tenía tanta hambre del Sacramento que el día que no se lo daban caía en­ ferma en cama y daba mil gemidos y padecía crueles tormentos y hacía como una mujer mordida de rabia, tanto que ponía admiración no solamente a la gente simple, pero a hombres sabios y religiosos ponía en confusión, no sabiendo a qué espíritu se debían atribuir aquellos efec335

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tos. Porque en esta secta se tenía por opinión que todos aquellos efectos procedían de amor de Dios y ella propia decía que no era más en su mano, a causa de la hambre que tenía del Señor —como adelante se tocará más largamente—. Habiendo, pues, yo predicado, como tengo dicho, esta mujer se halló presente al sermón; y, según pareció, para el efecto que hizo venía sobre hecho muy pensado, y para el mismo fin traía una cruz debajo del manto; y luego que yo me bajé del pulpito, se levantó disimuladamente de su lugar y, llegándose al lugar de la pre­ dicación, arremetió de golpe y fue corriendo por la escalera del púlpito y en un instante se puso en lo alto. En lo cual se vido una obra evidente de Satanás, que siendo la escalera del púlpito asperísima, y que tenía quebrado un escalón, muy alta, la subió con tanta velocidad y ligereza como si fuera un gato. Y fue cosa certísima que de tres mil ánimas que había en el templo, ninguno pudo entender cómo subiese a lo alto tan ligeramente sino fue ayudándole el demonio; como en efecto la favore­ ció y puso en el mismo lugar donde yo había predicado; y queriendo mostrar la cruz que llevaba para la dicha invención, levantó el brazo y mostró un palo mondo, porque el brazo de la cruz se había caído, o, permitiéndolo Dios, se había quebrado por orden del demonio, que ja­ más hizo buena compañía con la cruz. Asimismo, puesta en lo alto, dio un poderoso grito, diciendo: ¡Dios de mi alma!, y volviéndose contra mí, me llamaba que viniese a disputarme con ella, y decía: ¡venid acá, bachillerejo!, significando al pueblo que me quería convencer, volviendo por su doctrina. Y queriendo proceder adelante con su desatino, no le dieron lugar, porque luego la Justicia arremetió contra ella para derri­ barla de lo alto; y ella se defendía, asida a las verjas del púlpito; y es­ tuvo tan fuerte y poderosa para resistir a la Justicia, que fue necesario, según entendí, que la asiesen de partes vergonzosas para hacerla bajar; y de esta manera se dejó vencer, y luego la bajaron muy deshonesta­ mente, descubirtas sus carnes y las piernas arriba y la cabeza abajo, con grande ignominia de su persona. Y el Vicario del pueblo la hizo prender; y tomándole la confesión, no quiso jurar, ni quería obedecer, ni reconocía perlado, diciendo que a solo Dios se debía la obediencia. Y otros muchos errores, que adelante se dirán. El Vicario hizo sus dili­ gencias y la envió presa al Prior de la provincia, para que le diese el castigo condigno de sus culpas.V I VIII Habiendo pasado este hecho escandaloso, levantóse contra mí gran­ dísima tormenta. Porque el cura que era a la sazón, estaba engañado y tonto de la gente de esta secta y favorecía a las Alumbradas, de las cualos tenía grandísima opinión de santidad, porque, según él dio a enten336

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der, jamás le confesaban pecado alguno, antes le predicaban y trataban de enseñar los ritos de su doctrina, y le tenían ya tan obediente las mu­ jeres de esta secta que, siendo él cura y pastor, lo gobernaban y enseña­ ban lo que había de hacer, y ellas lo tenían por su escudo y patrón. Y así, cuando la mujercilla se subió en el púlpito y las compañeras la veían padecer, daban voces a su cura, invocando su favor y diciendo que volviese por sus ovejas. Con las cuales palabras se dejó sobornar y, volviendo por las Alumbradas, se quejaba cruelmente de mí y me quería hacer autor de aquel escándalo, descargando a la mujercilla y cargán­ dome a mí y, por ventura, sintiendo con las mesmas Alumbradas que el Espíritu Santo movió a aquella mujer y la llevó al púlpito para que volviese por la honra de Dios. Con esta dispusición se subió en el púl­ pito el dicho cura y dijo ciertos disparates en favor de las Alumbradas y convidó a la gente que acudiera a la tarde al sermón, porque les que­ ría predicar cosas importantes. Llegada la hora de vísperas, se juntó el pueblo al sermón y yo me puse en frente del púlpito, con propósito de no le sufrir palabra mal sonante, porque andaba una cisma terrible en el pueblo, apellidando unos la gente por la doctrina del teatino, y otros por lo que decía fray Alonso. Pero el Vicario, que era hombre cuerdo, considerando la calidad del negocio, mandó al cura con censu­ ras y requerimiento que no predicase; y salió con el intento. Y así por entonces se quedó el sermón. Pero luego, el primer día de fiesta, pre­ dicó el cura muy escandalosamente, con mucho aplauso de los Alum­ brados y mucha desgracia de todo el pueblo; y así la Justicia y toda la gente principal se volvieron contra él y le pusieron grandes temores y le espantaron de tal suerte, que le hicieron predicar otra vez y desdecir­ se de todo lo que había dicho contra mí, diciendo que él había vivido engañado y, con aquel presupuesto, había dicho muchas cosas mal pen­ sadas, y que mis sermones y doctrina era lo acertado y lo que se debía tener.IX IX Estando los negocios de teatinos en esta disposición, y viendo las Alumbradas el mal suceso de la compañera predicadora, no por eso aflojaban en la doctrina ni se volvían atrás, antes deseaban todas que las llevasen presas, diciendo que los Santos eran perseguidos; y así de­ cían que iba a padecer la bienaventurada que se subió en el púlpito. Solamente dos mujeres de las tocadas de esta doctrina se vinieron a mí, escandalizadas de aquel hecho de su capitana, y me descubrieron cosas notables de ilusiones diabólicas que sentían en la oración. Particular­ mente una de ellas me descubrió cómo estando en su recogimiento veía 337

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a Jesucristo puesto en una cruz y corriendo sangre, y que, estando ella al pie de la cruz, caía la sangre sobre su cabeza y la bañaba. Asimismo me dijo muchas visiones y sentimientos divinos y cosas que me admira­ ron y confirmaron de nuevo a creer que en esta doctrina había grandísi­ mos males. Y así me determiné de ir a Llerena a dar noticia de estas cosas al Santo Oficio. X Estando ya en Llerena, supe cómo ciertos Alumbrados se habían que­ jado de mí al Santo Oficio, diciendo cómo yo había predicado pública­ mente que no había cielo para los teatinos. Y pasó de esta manera: que, predicando un día en La Fuente del Maestre sobre aquel evangelio: in domo P'atris mei mansiones multae sunt [Jn. 14,2], di lugar y asiento en el cielo a todos los estados y, llegando a los Alumbrados, que tam­ bién se llaman teatinos, los excluí del cielo como gente sin estado. Lo cual se podría comprobar con muchas razones: porque ellos son vírge­ nes sin castidad, y casados sin débito conyugal, y religiosos sin clausu­ ra, y continentes sin limpieza. Las cuales condiciones son ajenas de todos los estados. Y por esta razón los excluí del cielo. Pero el Alumbra­ do no pudo sufrir que le echasen del cielo, y vínose a quejar, pensando ser oído, aunque no le sucedió. También se quejaron al Prior de la Provincia, don Gonzalo de la Fuente, diciendo que yo perseguía la virtud y escandalizaba los pueblos; lo cual movió al dicho Prior a que diese contra mí su mandamiento para que no me diesen el púlpito en La Fuente del Maestre. Y así, en este tiempo, yo estaba privado del púlpito de La Fuente, aunque este mandamiento jamás se ejecutó, porque los curas no osaban oponerse contra el torrente de todo el pueblo, que gustaban grandemente de oír mis sermones. Estando, pues, en Llerena, supe muchas maldades y ritos de los Alum­ brados y que se iban acreditando y engañaban mucha gente; particular­ mente hacían ciertas juntas de noche y se disciplinaban. Y luego traté de predicar en Llerena, porque me pareció que había grande necesidad. Y ocurriéndome el evangelio de San Lucas, capítu­ lo 5.° [5], que dice: per totam noctem laborantes, nichil cepimus, predi­ qué en Llerena contra las obras y conventículos nocturnos, encarecien­ do el daño que de allí se podría seguir. Y luego, el día de la Magdalena, prediqué contra el rito que usaban los Alumbrados del corte de los ca­ bellos, trasquilando muchas doncellas. Y luego, el día de Santa Ana, prediqué en favor del matrimonio contra la secta de los Alumbrados, 338

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que lo iban derribando y jarretando disimuladamente. Y luego, día de la Transfiguración de Cristo, prediqué contra el modo supersticioso de contemplar que usan los Alumbrados. Y porque ya se me cumplía el término de mi licencia, me volví a Ba­ dajoz a mi convento, con propósito de venir a Llerena más despacio a tratar los negocios de Inquisición, porque en ellos se me representó siempre grandísima máquina y que no se podrían resolver en poco tiem­ po. Como lo ha mostrado la experiencia. XI Estando en Badajoz, siempre en mis sermones repetía el tema de los Alumbrados y teatinos, maldiciendo su doctrina y encargando las con­ ciencias que la dijesen al Santo Oficio, declarando al pueblo en qué consistía esta maldad, que era en su fundamento subtilísima y envuelta con demonios y arte mágica. De esta manera despertaba algunas gentes, que vivían engañadas, a que me viniesen a decir muchos ritos y secretos de esta maldad. Particu­ larmente una Alumbrada de Badajoz, mujer pobre y desechada de los Alumbrados, vino a las voces de los sermones y me reveló cosas nota­ bles. De sí propia me dijo cómo había llegado a tal estado, que todos los días del mundo veía a Jesucristo en la hostia, en el templo, en su casa, en sus rincones. Estas visiones eran varias: una vez veía a Jesu­ cristo nacido en el pesebre, otra vez glorioso, otra vez en la cruz, otra vez en la columna; y esto, clara y visiblemente con los ojos corporales. Item, que todos los días del mundo se arrebataba: en aquel rapto veía la gloria y las riquezas de ella y la melodía y música divina. Y un día, delante de mis ojos, estando en el templo y hablando con ella, se arre­ bató en espíritu y quedó sin sentido. Y yo tiraba de ella, y no desperta­ ba más que si fuese una piedra. Y pasado un rato, volvió sobre sí, como un hombre que le despiertan de un sueño profundo, y me dijo que ha­ bía visto las riquezas del cielo, y me preguntaba si había yo visto aque­ lla maravilla del Señor. Supe también de otras personas Alumbradas efectos prodigiosos y nunca vistos, y cómo en tiempo de Don Juan de Ribera solamente eran cristianos los que imitaban esta doctrina y comunicaban en los efectos de ella. Y si algún predicador hablaba en el púlpito contra esta gente y sus ritos, los desterraba de su obispado y les quitaba los púlpitos de él. Entendí que en Badajoz había grande daño y que todo el obispado estaba tocado de esta pestilencia. Y deseando ayudar al remedio de esta llaga, me recogí ciertos días y hice un tratadillo dividido en dos partes: en la una ponía la doctrina de los Alumbrados y los efectos de ella; y en 339

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la otra puse la calificación de aquello, impugnando la doctrina como herética y maldita. Y para más seguridad de mi conciencia, me fui a Se­ villa a mi Provincial y di cuenta de lo que pasaba en Extremadura. Mos­ tré mi libro al Provincial, al maestro fray Joan de Ochoa, al maestro Aguayo, consultores del Santo Oficio; y a todos ellos les pareció cosa maldita; y a fray Joan de Ochoa muy peor que a ninguno. Este me dijo que la doctrina contenida en el Memorial era un retrato de lo que ense­ ñaban los Alumbrados de Toledo, y que luego, sin me detener, diese cuenta de ello al Consejo de Inquisición. Con este parecer quedó mi ánimo seguro; y deseando mostrar a la Inquisición la sutileza de esta herejía, pedí a mi Provincial me asignase a Llerena. Hízolo así, y tomando la bendición de mi perlado, me vine derecho a Llerena por el mes de febrero del año de 1572, habiendo ya catorce meses que trataba de los negocios de los Alumbrados, que co­ menzaron en fin del año de [15]70. XII Luego que llegué a Llerena, cerca de las Carnestolendas, prediqué en el pueblo toda la Cuaresma, impugnando el abuso de los Alumbrados en las cosas de religión, descubriendo sus errores y ceremonias maldi­ tas. Y particularmente hacía fuerza en persuadir que los sentimientos y visiones y raptos que había en esta gente eran obras de Satanás y nue­ va invención de arte mágica. Item, di voces infinitas contra el secreto de esta doctrina, que es el mayor que se ha visto en el mundo, probando con razones demostrativas que eran herejes los que así guardaban y es­ condían la doctrina. En la cual materia estuve tan importuno que no solamente los Alumbrados me aborrecían y llamaban Antecristo y per­ seguidor de la virtud, pero todo el pueblo estaba ya cansado de oírme repetir los dichos artículos, porque ni sabían el misterio de la doctrina ni los fines que me movían a dar importunas voces. Quiso el Señor que con los sermones llamé muchas gentes que me ayudaban descubriendo muchas maldades y errores; particularmente dos Alumbradas, que se convirtieron a mi predicación, dieron grandísima lumbre para descubrir el camino de esta secta. Y la una de ellas testi­ ficó cosas tan notables y tan injuriosas a nuestro Señor, que creo no se han visto semejantes en el mundo universo. En este tiempo, con el caudal que había juntado de negocios de esta secta, hice un Memorial y dilo a los inquisidores, encargándoles las con­ ciencias pusiesen remedio al daño que se descubría, antes que fuese adelante. El cual Memorial hizo muy poca impresión en los inquisido­ res, porque en la verdad contenía cosas muy nuevas, muy oscuras y nun­ 340

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ca vistas en la Inquisición, y que no parecía cosa bien clara de que se pudiese echar mano. Pero no dejé por eso el intento de mi predicación, antes con espíritu nuevo y deseo que tenía de descubrir esta secta pre­ diqué al intento muchos sermones; y saliendo de Llerena, corría por toda la comarca. Conviene a saber: Azuaga, Valencia de las Torres, Usa­ gre, Montemolín y otros pueblos en que había rastro de la doctrina y ritos de los Alumbrados. De los cuales pueblos juntaba muchas cosas que después me aprovechaban. Y habiendo recogido algunos nuevos errores, daba nuevos Memoriales a la Inquisición. Y me quedaba espan­ tado de ver el poco efecto que mis Memoriales les hacían, en los cuales llevaba yo pintada la herejía y testificada, a mi vista y parecer, tan clara y patente como las cosas que se ven en el mediodía; y ésta es la razón que me hacía dar gritos y ser importuno en esta materia. Porque realmente yo veía la herejía clara y abiertamente, y no la podía mostrar al Santo Oficio ni hallaba ojos que lo pudiesen ver, tanto que muchas veces, por esta razón, dudaba y me temía si era prestigio que me había engañado o algún movimiento de mal espíritu: porque sentía una lumbre podero­ sa y no podía comunicarla a otros entendimientos. XIII Uno de los fundamentos que tenían los Alumbrados y gente que les seguía para enfermar y deshacer las cosas que yo predicaba era ver el poco efecto que yo hacía en la Inquisición. Por lo cual hacían burla de verme ir y venir al Santo Oficio, diciendo que los inquisidores se reían de ver mis Memoriales y cargos que les ponía. En lo cual no se engaña­ ban, porque realmente en la Inquisición no se tenían en nada mis pa­ peles. Y así, habiendo yo presentado un nuevo Memorial, harto bien hecho y que contenía la maldad de esta herejía bien claramente, se reía un secretario y hacía burla diciendo que aquello no importaba nada. Pero con todo mi desconsuelo, jamás perdí la esperanza de mostrar la herejía. Para lo cual revolvía muchos libros y corría muchos pueblos, y siempre suplicando a nuestro Señor tuviese por bien de revelar esta maldad a su Iglesia. Y con la vejación grande que traía en el espíritu y profunda meditación, descubría conceptos maravillosos para predicar y apretaba tanto a los Alumbrados que, conociendo ellos que los había entendido y que les iba a los alcances, procuraron con sus fuerzas ha­ cerme callar, trabando amistad estrecha conmigo. Para lo cual enviaron persona particular que vino a convidarme con mucha importunidad fuese amigo del padre Hernando Alvarez, que era el principal y cabeza de toda esta secta, ofreciéndome que de su amistad me vendría mucho contento y provecho, dándome a entender que todos me servirían y re­ 341

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galarían. Y como yo lo despidiese una vez, volvió el muñidor la segunda y me apretó, pidiendo casi por fuerza la dicha amistad con palabras muy sabrosas. Pero yo le despedí diciendo que yo era amigo de todos los buenos y católicos, y que no entendía aquello singular de amistad que se me pedía. Y con esto le despedí y me libré de aquella tentación. XIV Viendo los Alumbrados que no me podían rendir, tomaron otro ca­ mino, que era difamarme por toda la comarca de hombre loco y desva­ riado y enemigo de los buenos y [que] todos mis sermones eran dere­ chamente contra la virtud. Y me levantaban muchos falsos testimonios, diciendo de mi persona todo lo que les parecía. Con la cual invención hacían sentir mal de mí a muchas personas cuerdas y que realmente te­ nían por desvariado el motivo de mis sermones. En este tiempo me llamaron de Fuente de Cantos para que predicase allí, que había mucha necesidad y buen número de Alumbradas. Y acep­ tando el sermón, me allegué a Fuente de Cantos y estuve allí algunos días predicando contra la dicha doctrina: en el cual pueblo convertí algunas mujeres que tocaban en esta secta y me descubrieron algunos errores, con los cuales hice nuevo plato a la Inquisición. Y pareciéndome que en este pueblo había caza, acudí muchas veces a predicar y hice Memoriales y vine a descubrir claramente cómo éstos eran hechiceros. Porque, estando confesando las mujeres, alzaban los ojos al cielo y les ponían la mano en la cabeza y les preguntaban qué sentían; y luego súbi­ tamente venía sobre ellas un movimiento tan grande que las derribaba en el suelo y caían amortecidas; y volviendo sobre sí, tenían sentimien­ tos notables y los Alumbrados les daban a entender que aquello era el Espíritu Santo. Hallé también en este pueblo grande desvergüenza contra la oración vocal, diciendo las Alumbradas que ellas ya no rezaban y que rezar por las cuentas importaba poco y que la oración mental era la que hacía al caso, con otros muchos apuntamientos de nuevos errores, que llevé al Santo Oficio, con los cuales se iba declarando el misterio de esta secta. XV En este tiempo los Alumbrados de Zafra, que eran los maestros de las beatas de Fuente de Cantos, viendo la persecución que padecían con mis sermones y que muchas de ellas andaban dudosas en la secta y des­ consoladas, escribían cartas de consuelo animándolas para que sufriesen 342

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la tentación y no desmayasen ni se apartasen de la doctrina que de ellos habían recibido, que era la sana y católica y verdadera. Una de las cua­ les cartas vino a las manos del Santo Oficio y se juntó con los otros papeles. Y parecíéndome que en el dicho pueblo se hacía algún prove­ cho, procurando posada conveniente, me detuve en veces muchos días; predicando y confesando, notaba la vida y errores de los Alumbrados. Y habiendo yo venido a aquel pueblo vigilia de la Ascensión de Cristo, tenía pedido el púlpito a los curas; y los Alumbrados, que venían al mis­ mo efecto, viendo que yo les había hurtado la bendición, uno de ellos, deseando satisfacer a su deseo —que era animar y esforzar los ánimos de las Alumbradas—, pidió a los curas le diesen el púlpito la vigilia de la dicha fiesta de la Ascensión; y, acabadas las vísperas, se subió a pre­ dicar; y tomando aquel tema: Pater sánete, serva eos [Jn. 17,11], predi­ có hora y media animando la gente, quitándoles el temor y, alegando las palabras del Evangelio que dicen: nolite timere, pusillus grex [Le. 12,32], daba claramente a entender que en las Alumbradas estaba la virtud y la perfección y que yo era perseguidor y Antecristo y que venía a comer­ les como hormiga el buen grano de la doctrina que habían recibido; pedíales por ejemplos que no se dividiesen ni apartasen, como hace en la guerra la gente corrompida, que luego son presos y saqueados de los enemigos; y tornando a repetir las dichas palabras —nolite timere, pu­ sillus grex—, las amenazaba con la ira de Dios diciendo que, si se ren­ dían a doctrina contraria, que Dios las había de desamparar y que el cielo y los elementos les habían de faltar. El cual sermón fue tan escan­ daloso para mis oídos que, sin considerar la autoridad y opinión del que había predicado, que era hombre famoso, le salí al encuentro y repre­ hendí el lenguaje, diciendo que no era estilo católico atribuir a gente particular —que eran sus beatas— las palabras del Evangelio, que con­ venían generalmente a todos los católicos y fieles cristianos. De lo cual me sucedió una pesadumbre muy grande. Porque los Alumbrados de Fuente de Cantos fueron al Prior y dieron quejas de mí como de hom­ bre perdido que escandalizaba los pueblos y perseguía los siervos de Dios. Y le indignaron contra mí en tanta manera que dio mandamiento para que [en] el dicho pueblo no me admitiesen a la predicación, ni me diesen más el púlpito.

XVI Para que mejor se vaya entendiéndo nuestra historia y lo que atrás prometí en el capítulo cuarto, me pareció declarar aquí las calidades de este predicador de quien he hablado en el capítulo precedente. 343

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Entre los Alumbrados que corrían esta tierra, andaba uno principal que se llamaba el maestro Santa Cruz, de la Compañía de los teatinos que viven en clausura, profeso en la dicha religión y hombre muy famo­ so entre ellos. Este acudía muchas veces a esta tierra de Extremadura y se llegaba a casa de los dichos Alumbrados y se acompañaba con ellos y los gobernaba y favorecía, y enseñaba y predicaba la misma doctrina. Y habiendo predicado la Cuaresma el año de setenta y dos en Mérida, acudió a favorecer a sus compañeros, que andaban de capa caída, y a darles autoridad con su persona y Orden aprobada, las cuales calidades representaba a los pueblos para asegurar y santificar la doctrina de los otros Alumbrados, dando a entender que todos eran unos en la doctrina y manera de enseñar, como lo eran realmente. Y este argumento me comenzó a engendrar grande sospecha de que Alumbrados y teatinos de religión eran unos y convenían en la sustancia de su nuevo evangelio; y confirmóse esta sospecha con lo que pasó en Fuente de Cantos la vi­ gilia de la Ascensión de Cristo. Que es lo siguiente: este maestro Santa Cruz, profeso entre los teatinos, es el que predicó en Fuente de Cantos sobre aquel tema: Pater sánete, serva eos. Y, como tengo declarado, luego que se bajó del púlpito, deseando yo saber si era éste de la misma liga de los Alumbrados, le pregunté si conocía aquella gente y qué opinión tenía de ellos, nombrándole en particular dos Alumbrados: uno que se llama Gaspar Sánchez y otro que se dice Francisco Zamora, presos [lue­ go] por el Santo Oficio y grandes herejes y maestros de muchas maldades y abominaciones. A lo cual me respondió muy libremente que los conocía y tenía por siervos de Dios. De lo cual me admiré y quedé espantado; y queriendo desengañarlo [y] desmentirle, comencé a descubrir la doctri­ na y vidas de aquellos dos singulares y el daño que habían hecho en aquella tierra. Y el dicho teatino respondía por ellos y los abonaba, y alegaba con los curas que estaban presentes, a los cuales ponía por testigos de la santidad que habían criado en aquel pueblo de Fuente de Cantos, remitiéndose a ellos como a confesores que sabían las con­ ciencias y perfección de las dichas Alumbradas. A lo cual respondí yo negando el presupuesto: que los curas supiesen las conciencias y vidas de las Alumbradas, ni el secreto de su doctrina, porque ellos propios les enseñaban a callar el misterio de sus errores —como yo sabía por larga información— y que a los otros confesores que no eran de la liga de los Alumbrados jamás les descubrían el secreto de sus dogmas. Con esta respuesta [se] amansó el teatino, y aun creo le ardían las orejas. Y, despidiéndose, de allí se fue derecho a Llerena, llevando por compañero a Francisco Zamora, Alumbrado, aunque por entonces no se manifestó el dicho Zamora, ni vino al templo, sabiendo que estaba en el dicho pueblo. Y luego el día de la Ascensión prediqué mi ordinario tema, avisando 344

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al pueblo se guardasen de esta gente, que eran falsos profetas y maes­ tros de grandísimos errores. Y habiendo predicado, me vine a Llerena en seguimiento del maestro Santa Cruz, y le hallé predicando el mismo tema que en Fuente de Cantos, animando y esforzando las Alumbradas con lenguaje escandaloso. Y no pudiendo sufrir la desvergüenza del di­ cho teatino, el prior de Santo Domingo y yo en particulares coloquios y en públicas conciones dimos voces y nos quejamos llamando de here­ jes a los que andaban en esta liga, y que no se les debía fiar la palabra de Dios, porque la adulteraban y convertían a sus dogmas. De lo cual se alteraron grandemente algunos discípulos amigos de los Alumbrados y, según pareció, se quejaron al Santo Oficio de mí y del prior de Santo Domingo. Y luego nos llamaron los inquisidores. Y pasó lo que se sigue en el capítulo siguiente. XVII Sabiendo los inquisidores el lenguaje que se trataba en los púlpitos y que públicamente llamábamos herejes a los Alumbrados, mandáron­ nos llamar al prior de Santo Domingo y a mí; y quejándose de nosotros decían que era afrenta y menoscabo del Santo Oficio que se tratasen en público cosas semejantes; y tácitamente nos iban reprehendiendo como a gente que excedía y no guardaba el orden debido en la predi­ cación. A lo cual respondió el prior y se descargó bastantemente, represen­ tando a los inquisidores el engaño y maldad que se encerraba en la doc­ trina y ritos de los Alumbrados y cómo convenía al servicio de Dios que la doctrina que se predicaba en público engañosamente y debajo de pa­ rábolas se impugnase públicamente sin parábolas ni cobertura. Y yo, por mi parte, con mayor libertad —como hombre que sabía el misterio de esta maldad—, decía llanamente que peligraba en toda la tierra la salud de muchas almas y que había herejes grandes y que yo los había visto con mis ojos y mostrado al Santo Oficio el debujo de esta herejía, aunque no la querían entender, y que no se podía sufrir, viendo el lobo, dejar de darle voces. Finalmente, se resolvieron los inquisidores en que se predicase la sana doctrina y se avisase al pueblo en común que se guardasen de ma­ las doctrinas, sin descender en particular a señalar personas ni errores, sino que, habiendo rastro de alguna herejía, se les diese de ello aviso al Santo Oficio. Y con esto nos despedimos. Y luego los inquisidores mandaron llamar al maestro Santa Cruz, y de [ahí] a pocos días desapareció de este pueblo y tierra, y nunca más 345

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ha vuelto a ella, más que hemos sabido que ha murmurado las prisio­ nes de los Alumbrados, sus compañeros, y dado a entender que los in­ quisidores han sido engañados, y que tiene buenas esperanzas se han de desengañar y deshacer lo que han hecho contra los Alumbrados. XVIII Ya los inquisidores iban gustando de la predicación y abriendo los ojos en muchas cosas que antes no abarcaban ni entendían; y, deseando darme favor para la predicación, escribieron al Prior de esta Provincia me diese licencia, como antes la tenía, para predicar en La Fuente del Maestre y todo el distrito, porque así convenía al servicio de Dios. Y, re­ sistiendo, el Prior no la quería dar, alegando que yo era hombre que al­ borotaba los pueblos y escandalizaba con mi predicación, como le ha­ bían informado muchos Alumbrados, y particularmente los de Fuente de Cantos. Los cuales, habiendo precedido la refriega que se ha contado con el teatino de profesión, se fueron al Prior y le dieron quejas de mí muy sentidas, diciendo que mi atrevimiento y temeridad habían llegado a tanto, que al maestro Santa Cruz, religioso y profeso de la Orden del Nombre de Jesús, había maltratado y reprehendido y notado de hombre hereje. Lo cual ponderaba grandemente el Prior. Y uno de los curas de Fuente de Cantos, que era tocado de la doctrina y ritos de los Alumbra­ dos, se fue a quejar en persona, echando fuego contra mí porque había dicho en su presencia que la doctrina y lenguaje del maestro Santa Cruz sabía a herejía. A cuya instancia dio luego su mandato contra mí que no se me diese más el púlpito en Fuente de Cantos. Lo cual vino a mi noticia, y, queriéndome descargar y dejar al Prior satisfecho de las que­ jas que representaba contra mí, no me oía, ni me quiso ver, ni me daba la puerta, antes me recibió mal y desabridamente, y me dijo en la cara que procedía en estos negocios con ánimo apasionado y que no me mo­ vía buen celo, sino pasión que tenía con los Alumbrados. Este fue el más duro golpe que he recibido en esta guerra: ver que el Perlado a quien yo servía, cuyo oficio y ministerio hacía y ejercitaba sin ningún interés, cansándome yo en lo que era propio de su oficio, no solamente no me ayudaba ni favorecía, pero me afrentaba, perseguía y desacreditaba. Y sin ningún respecto me despidió, mandándome que no predicase en Fuente de Cantos. En esta coyuntura acudió el favor del Santo Oficio, pidiendo al Per­ lado que me diese licencia general para predicar; y, finalmente, me la dio a su pesar y contra su voluntad. Con la cual licencia torné a correr la tierra y vine a La Fuente del Maestre; y, recogiendo nuevos errores, iba haciendo Memoriales; y, predicando al intento siempre, iba ganan­ 346

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do tierra; y dando vuelta por Fuente de Cantos, hallé nuevas cosas que apuntar y di al Santo Oficio una nueva Instrucción, rogándoles manda­ sen hacer informaciones secretas en algunos pueblos, de las cuales re­ sultarían cosas importantísimas al servicio de Dios y del Santo Oficio. Lo cual les asentó y cuadró bien. Y luego enviaron sus comisiones y mandaron hacer informaciones secretas en La Fuente del Maestre y Fuente de Cantos, de las cuales resultaron cosas importantes y en con­ firmación de todo lo apuntado en mis Memoriales, aunque, en la verdad, se hicieron mal hechas y por hombres rudos y no ejercitados en aquel ministerio.

XIX Fue tanta la batería que di con mis sermones en toda la comarca, que no quedó en la tierra Alumbrado oculto o manifiesto que no diese señal. Y así muchos que no eran conocidos, se manifestaban y hacían cuerpo con los otros Alumbrados y les venían a favorecer, particular­ mente que veían por sus ojos que les iba convirtiendo muchas Alumbra­ das y les iba desenterrando los secretos de sus errores. Por lo cual an­ daba la gente de esta secta triste y alborotada y buscando medios y fa­ vores cómo podrían resistir el daño que les hacía con mi predicación. Y un día particular que yo tenía aceptado sermón en La Fuente del Maestre, ocurrieron juntos tres Alumbrados para hacer espaldas a las beatas de La Fuente, que andaban espantadas; y no sabiendo el vicario el intento de los dichos Alumbrados, tuvo grande temor no resultase de mi predicación alguna inquietud o escándalo, estando presentes los dichos Alumbrados; y me vino a rogar, juntamente con el cura, que no predicase ni hubiese sermón, trayendo a la memoria la desvergüenza de la mujer que quiso predicar y el escándalo que hubo, y que se temía no despertase alguna cosa semejante a la pasada. Yo consentí libremen­ te en lo que el vicario me pedía; pero no lo consentió el cabildo, antes la justicia y otras personas principales del pueblo aclamaron y, volvién­ dose contra el vicario y el cura, daban voces y se quejaban, diciendo que era mengua de aquel pueblo que, habiéndose tañido al sermón, se sus­ pendiese por causa tan leve, que no era razón ni cosa conveniente que a los Alumbrados se les diese esta gloria, sino que fray Alonso predicase y declarase al pueblo la doctrina católica y sana. Y así quedó determi­ nado que hubiese sermón y que los alcaldes proveerían al inconveniente que se temía. Esto pasaba el domingo antes de misa; y luego se siguió el oficio di­ vino y se cantó el Evangelio de san Lucas: dúo homines ascendebant in 347

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templum ut orarent, etc. [Le. 18,10]. Sobre el cual Evangelio prediqué largamente y traté de la oración mental que hacen los Alumbrados, su­ persticiosísima y malvada. Declaré al pueblo cómo en la dicha oración se invocaba a Satanás y venía a los Alumbrados y se les vendía por Espí­ ritu Santo. Declaré la forma de orar que tiene la Iglesia y cómo se ha de hacer la buena oración. Concluyendo mi sermón, dije cómo todos los efectos y sentimientos de los Alumbrados eran operaciones del Antecris­ to y que los autores de la dicha oración tenían pacto con el demonio, y otras muchas cosas, que iban derechamente contra los Alumbrados y su doctrina. Y, acabado el sermón, hubo en el auditorio aplauso gran­ dísimo, alabando la doctrina: maldecían y abominaban los Alumbrados y sus dogmas, y todos a una clamaban que Dios había hecho maravilla con los pueblos en desengañarlos en cosas tan graves y tan dañosas a las conciencias. Luego el mismo día los Alumbrados vinieron a mi posada con gran­ des muestras de humildad, pidiéndome que les avisase y corrigiese las faltas que había en ellos, que las querían enmendar, y me hacían gran­ des ceremonias alabando la doctrina. Y aunque yo conocía sus pechos y resabios malditos y que no se habían de corregir ni enmendar, antes habían de mofar y hacer burla de las cosas que yo les dijese, pero por­ que no pareciese que los aborrecía, quise [con]descender a sus peticio­ nes; y, llevándolos a cierto hospital, me encerré con ellos en un aposen­ to, y les hice cargo de muchas cosas graves que ellos enseñaban gene­ ralmente; y todas las negaban como si no hubiesen llegado a su noticia; y en algunos capítulos de sus errores, que podían tener salida y evasión, los interpretaban en sentido falso y erróneo, trayendo la Escritura en sentido carnal. Lo cual no pudiendo sufrir, me comencé a enojar, y ellos se rindieron y sujetaban y me decían palabras muy blandas, con una ostentación de humildad exterior la más notable que se vido jamás en el mundo; tanto, que con aquella sombra aparente de humildad me ha­ cían dudar muchas veces si vivía yo engañado, y si aquellos eran sier­ vos de Dios. Finalmente, de aquella junta quisieran quedar mis amigos y que to­ dos fuéramos hermanos y de una opinión, y que yo no les persiguiera: lo cual hiciera yo con entrañas de amor si conociera en ellos ánimo católico. Pero ya tenía experiencia que sus llagas eran insanables; y sus errores, pertinaces; y que en sus secretos me llamaban Antecristo, y perseguidor de los cristianos. Y así, despidiéndome secamente de ellos, los dejé y me vine a mi posada. Y queriéndome ellos acompañar, jamás lo consentí ni los dejé juntarse a mi lado. 348

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XX En este tiempo se comenzaron a manifestar los Alumbrados del monesterio de La Lapa, de la Orden de san Francisco, frailes descalzos y grandes amigos de los Alumbrados y que muchos de ellos comunicaban en su doctrina. Y para que mejor se entienda lo que voy a decir, me pareció decla­ rar las cosas que pasaban entre los frailes descalzos, que ayuda mucho a la claridad de nuestra historia. Los frailes descalzos de la Provincia de San Gabriel estaban dividi­ dos en dos parcialidades: unos eran Alumbrados y de la mesma opinión de los clérigos de este nombre; y otros eran no Alumbrados, a los cuales llamaba el bando contrario de los Alumbrados, los relajados. En este tiempo habían crecido los Alumbrados y traían los otros opresos y de­ bajo de los pies, y los mandaban y regían, favoreciéndoles los obispos, particularmente Don Cristóbal de Rojas, que fue el primero, y Don Juan de Ribera, obispos que fueron de Badajoz. Estos favorecieron mucho a todo el género de Alumbrados, clérigos y frailes descalzos, y de esta manera en la dicha religión reinaban hasta estos tiempos los que dicen Alumbrados, aunque los relajados eran muchos más en número. Viendo, pues, los frailes descalzos la tormenta que padecían las Alum­ bradas y Alumbrados, acudieron a favorecer [les] y predicaban contra mí en favor de los Alumbrados, asiéndose siempre a lo exterior de sus obras, que eran confesar y comulgar y orar, y oponiendo contra mí mu­ chas fábulas y falsos testimonios, diciendo que yo apartaba las mujeres de la oración y de los sacramentos y que condenaba el confesarse a me­ nudo y que no me parecía bien el estado de la virginidad; y daban gritos en los pulpitos y pronosticaban que Dios me había de castigar por el daño que había hecho con mi predicación. Con lo cual hacían tan gran­ de daño, que no se puede pensar. Muchas mujeres que estaban conver­ tidas y desengañadas, las tornaban a engañar y pervertir. Y no conten­ tos con lo que predicaban en público, andaban en particular de casa en casa animando a las Alumbradas y diciéndoles de mi persona muchos males y que era hombre que ignoraba los secretos de la oración, aunque era hombre docto, y que aquellos misterios no los entendían los sabios sino los humildes; y traían al intento las palabras de Cristo: Confíteor tibí, Pater coeli et terrae, quia abscondisti haec a sapientibus et prudentibus, et revelasti ea parvulis [Mt. 11,25]. Con la cual intención arran­ caban los corazones a las mujeres y se los ponían en la secta de los Alumbrados, y las detenían en sus errores. Y no solamente a las mujeresres, pero al cura y a muchas personas religiosas hacían vacilar y du­ dar,, y andaban turbados, no sabiendo a quién se debía dar crédito. 349

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En donde se debe advertir de paso lo que puede el demonio cuando Dios le deja, que estando la religión cristiana tan asentada en esta tie­ rra, pudiese tanto la hipocresía y singularidad de quince o veinte per­ sonas que, despertando nueva ley y nuevas ceremonias, pusiesen en con­ dición y duda las cosas de la fe. ¡Cuánto más si hoy se manifestasen to­ dos los que hay en el reino de esta liga, que tengo por cosa muy dubia si se pudiesen resistir! Como adelante pienso tocar. XXI Viendo los Alumbrados la buena compañía que les hacían los descal­ zos, acudían a ellos en todas sus necesidades; y sabiendo que yo predi­ caba en algún pueblo, luego enviaban un descalzo a rehacer y reformar lo que yo dejaba derribado. Y sabido por los dichos descalzos que se habían hecho informaciones secretas en La Fuente del Maestre por parte del Santo Oficio, anduvieron de casa en casa a pedir firmas de las Alumbradas cómo los Alumbrados les habían enseñado buena y sana doctrina. Con lo cual turbaban las conciencias de muchas almas, y eran causa de grandísima confusión, no sabiendo las gentes qué se hacer ni qué doctrina se había de creer. También el cura que a la sazón era de La Fuente, de quien se ha he­ cho atrás mención, andaba vacilante y hacía muchos caminos al monesterio de La Lapa para informarse de la doctrina de los Alumbrados. Y como allá le juraban que yo era Antecristo y turbador de la perfec­ ción cristiana, venía el cura desatinado, dudoso. Y queriendo saber el negocio de raíz, trajo un día dos frailes de La Lapa para que disputasen conmigo de las cosas de esta doctrina y de los secretos de la oración. Y viniendo a efecto el negocio, nos juntamos en el coro de [la iglesia de] La Fuente y comenzamos a tratar en la dicha materia. Y uno de los frai­ les de La Lapa, que presumía de más sabio, comenzó a decir muchas cosas de la oración mental y de la vía purgativa e iluminativa y de los misterios que se alcanzaban por aquellos ejercicios, multiplicando mu­ chas razones muy sin propósito para lo que se pretendía, porque yo tenía bien probado que los efectos de la oración y contemplación que ellos usaban eran operaciones de Satanás, y el fraile descalzo pretendía persuadir que no era cosa imposible ser de Dios aquellos efectos. Y de esta manera argüían por su secta todos los maestros y fautores de ella, de suerte que todas las evasiones de los contrarios eran por casos metafísicos. Yo iba probando por razón natural, por razón divina, por la práctica de la Iglesia, por los dichos de los Santos que aquello era de­ monio; y ellos, cuando mucho, venían a concluir que no implicaba con­ 350

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tradicción venir aquello por orden de Dios. Cegábanse también en pen­ sar que yo no tenía contra ellos más de aquellos raptos y visiones y sentimientos: en lo cual se engañaban, porque había muchas herejías probadas contra ellos, de las cuales yo no sacaba a plaza ninguna, por­ que los autores no las escondiesen o atapasen, antes las disimulaba y guardaba para decir al Santo Oficio. Solamente decía en público que los sentimientos y raptos y arrobamientos y otros efectos sensibles eran un vientre de grandísimas herejías. Item, predicaba contra los vicios gene­ rales que había en esta gente y contra la novedad y alteración que habían causado en las cosas de religión y contra el abuso que tenían en el ejer­ cicio de los sacramentos y contra los ritos supersticiosos que habían introducido, callando siempre las herejías y lo más hondo de esta secta para desvelar a los autores de ella. Esta es la causa porque los descalzos y otros que les imitaban osaban decir y predicar contra mí, porque yo no les descubría claras herejías; y lo que más encarecía contra ellos no les concluía, a su parecer, antes tenían para ellos salida y evasión. Finalmente, en esta junta no se concluyó nada que pudiese quietar al cura, ni el descalzo hizo efecto con sus razones; y así el cura se quedó perplejo, porque le decían los descalzos que muchos siervos de Dios ha­ bía entre ellos que se arrobaban y tenían todas aquellas señales, y yo no quería sacar a luz los argumentos más poderosos y que quietaban en la materia, que eran las herejías probadas, porque en ello hiciera contra el fin que se pretendía; y porque tenía experiencia que, en descu­ briéndose una herejía, luego las Alumbradas se retractaban de ella o la negaban, y los Alumbrados decían que eran boberías de mujeres, siendo realmente dogmas antiguos muy asentados en los corazones de esta gente. XXII En todo este tiempo callaba la Inquisición y no hacía efecto alguno ni osaban meter las manos en esta masa, antes me dieron a entender que era necesario mandato del Consejo para tratar de este negocio, por ser cosa muy nueva y muy oscura. Y viendo la instancia que yo hacía en este negocio y que nunca me cansaba ni dejaba de la boca el tema de los Alumbrados, pareciéndoles demasía y exceso a los inquisidores, significaron a gentes y dieron a entender que no gustaban de mi predi­ cación ni eran servidos en que predicase aquellas cosas. Pero yo me de­ terminé de no callar jamás en la- materia mientras no me suspendían. Y así lo hice, que no quise cesar porque no me dejaba la lumbre que tenía de esta maldad; y muchas veces me subía en el púlpito con pro­ 351

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pósito de callar y en el medio del sermón me arrebataba el espíritu y, contra lo pensado y determinado, me hacía decir lo que no quisiera yo, y lo que enfadaba a todo el mundo y nadie gustaba de oírlo. En este tiempo se trataba en mi convento de enviar por cierta made­ ra a la villa de Arenas, que es en el obispado de Avila, y yo me convidé a ir por ella, con propósito de llegarme a Madrid a dar cuenta al Conse­ jo de Inquisición de las cosas que pasaban en esta tierra. Y viniendo a efecto mi deseo, salí de Llerena por el mes de octubre del año setenta y dos, y vine a la villa de Arenas y compré cierta cantidad de madera; y deseando ir a la Corte, no lo osé hacer, porque no tenía licencia espe­ cial de mi Perlado para hacerlo. Y así me volví a Llerena por el mes de noviembre del dicho año. Y pasando algunos días repitiendo mi tema ordinario, acabó su oficio el Prior de santo Domingo, que era persona que favorecía los negocios que yo trataba, y vino proveído nuevo Prior que ignoraba los misterios de la secta Alumbrada. Y luego que vino a este pueblo de Llerena, algunos discípulos de esta nueva doctrina se le arrimaron y ofrecieron nueva amistad y comenzaron a quejarse de mi predicación, contando las fábulas y cuentos ordinarios, y diciendo que yo me había metido en un negocio odioso y sin fundamentos, y que la misma Inquisición hacía burla de las cosas que yo trataba. Con esta información fabulosa se comenzó a malear mi Prior, y en los sermones que hacía daba muestras y significaba que las cosas que yo trataba no eran acertadas; y tratando de la oración y contemplación, favorecía más al partido de los Alumbrados que no las cosas que yo decía y enseñaba. Viendo los Alumbrados que el Prior de santo Domingo les favorecía, comenzaron a resucitar y procuraban conservar la amistad del Prior con respuesta de buenas obras; y el dicho Prior les acudía bien a sus deseos con su oficio de la predicación, dándoles crédito a las cosas que contra mi persona se decían. Y vino a crecer tanto el atrevimiento de algunas Alumbradas, que osaron pedir al Prior que no me dejase predi­ car en Llerena; y así me dijeron personas de buen crédito que el Prior se determinó que yo no predicase en el pueblo, como se pareció por la obra, que siempre me encomndaba los sermones de las aldeas y en el pueblo de Llerena no me encomendaba ninguno, antes viniendo el santo tiempo de la Cuaresma me sacó de Llerena e hizo ir a predicar a la villa de Usagre, donde estuve toda la Cuaresma del año de 1573. XXIII En este pueblo de Usagre hallé un Alumbrado de grande ostentación. Tiene una pequeña manada de este género de Alumbradas. Contra el cual, en los sermones que hacía, siempre enderezaba la doctrina, desean­ 352

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do saber si comunicaba en lo interior de esta maldad. Y quiso Dios que vine a descubrir el metal de su doctrina, que es la misma que se marca en toda la tierra. Entre el número de sus discípulas hay una que ha sido mujer corrupta en cosas deshonestas, y fue convertida por éste y tiene fama de otra Magdalena. Esta mujercilla ha comenzado a descubrir al­ gunos errores de esta secta, particularmente en materia tocante al ma­ trimonio. Otras personas me descubrieron ciertos indicios poderosos del arte mágica que éstos usan para sujetar las mujeres y traerlas a su voluntad. Otra mujer casada vino a descubrir su corazón y cómo anda­ ba enhechizada y cautiva de esta doctrina, la cual se desengañó y quedó bien casada con su marido, tanto que en el pueblo se decía que mis sermones la habían casado. Y éste era un efecto general que se hacía con la predicación, que se casaban muchos descasados y se restituían muchos hijos a sus padres, porque esta secta hacía división grandísima en personas muy conjuntas por ley natural y divina. En este pueblo de Usagre había un Alumbrado, teatino de religión, y que hizo en su conversión maravillas: que siendo rico, se despojó de su hacienda y la dio a las pobres y, entrándose en la religión, estuvo diez años en ella; y en este tiempo había venido al dicho pueblo, que era su natural, y enseñaba la doctrina cristiana; y saliéndose a los caminos, tomaba a cuestas los haces de leña que traían del monte los pobres y se cargaba de ellos y los llevaba hasta el pueblo. Este hipócrita no tenía orden sacro; y poniendo los ojos en una beata hermosísima, se revolvió con ella y súbitamente se hizo amonestar, y otro día salió vestido profa­ namente con calzas curiosas y hábito de soldado, y se casó in facie Ecclesiae, que fue una de las cosas notables que se han visto en esta tierra. XXIV Habiendo cumplido la Cuaresma con mi predicación, vine a Llerena, y luego mi Prior me mandó volviese a Arenas a recoger la madera que hice cortar en el mes de noviembre del año de setenta y dos. Y aceptan­ do mi obediencia, vine al pueblo de Arenas, y estando en él se me ofre­ ció dificultad acerca de la madera, que me fue necesario ir a Madrid a sacar cierta provisión del Consejo de órdenes. Lo cual ordenó el Señor por bien y utilidad de los negocios que yo trataba, porque en el dicho viaje de Corte hablé a Don Rodrigo de Castro, que por entonces residía en el Consejo, y le di un Memorial de los errores que había descubierto en Extremadura, y me quejé grandemente de los inquisidores de Llere­ na y de la remisión y descuido que habían tenido en negocios tan graves y le encargué la conciencia tratase del remedio de este nuevo daño. Lo cual hizo buen efecto, y aprovechó, porque el Consejo mandó al tribu­ 353

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nal de Llerena enviasen a Corte todos los papeles y Memoriales que se habían dado contra los Alumbrados, y así se puso en efecto. Y viendo el Consejo los dichos papeles y lo que había resultado de las informa­ ciones secretas, apretó a los de Llerena a que luego tratasen de prender algunos más culpados de esta liga. Y así lo ordenó el Señor, que luego en el principio del mes de noviembre del año de setenta y tres fueron presos por el Santo Oficio tres Alumbrados principales: Hernando A l v a r e z , capitán de esta cuadrilla, Francisco Z a m o r a y Gaspar S á n c h e z , los cuales andaban ya remontados de esta tierra y espantados de la predica­ ción, y se habían recogido al arzobispado de Sevilla, donde se les hace mucha honra a todos los Alumbrados por orden del arzobispo Don Cris­ tóbal de Rojas. Como se tocará en el capítulo siguiente. XXV No vaca de misterio que los primeros Alumbrados de que echó mano la Inquisición fueron presos en el arzobispado de Sevilla y debajo de la protección y amparo del arzobispo de Sevilla. Para cuya inteligencia se ha de presuponer que siendo el dicho arzobispo obispo de Badajoz, vino [a] aquella ciudad, creo que por orden suya, un teatino de la Com­ pañía que se llamaba el padre González, predicador y hombre de auto­ ridad en su religión. Este comenzó a hacer en Badajoz el ensayo de arte mágica que llaman Los exercicios, hallándose presentes Hernando Alvarez y el licenciado Zapata, discípulos de Avila, que ya sabían el arte de mágica, y allí se confirmaron. Comenzóse a marcar en este tiempo la invención de Los exercicios, y acudieron muchos a consagrarse en ellos, porque el obispo favorecía la dicha invención. Entonces creo se acabó de confirmar el doctor Meléndez, que estaba tocado de la dicha doctrina, y comenzó a manifestarla y enseñarla a otros, y prometía premios a los que quisiesen imitarla. De allí salieron muchos Alumbrados, porque el obispo y su provisor Meléndez hacían tanto caso de aquella invención que no tenían por cristiano al que no la seguía. Y particularmente el provisor Meléndez, con quieri trataba la clerecía, estuvo tan perdido, tan ciego, tan desvariado en esta secta, que no quería dar orden sacro ni miraba a la cara al que no seguía la dicha doctrina. Y hubo personas que en todo su tiempo jamás las quiso ordenar porque no quisieron hacer Los exercicios. Y lo que más se debe notar y llorar, que tenían puestos por pilares de su nueva doctrina a Hernando Alvarez y al licenciado Zapata, los cuales eran la regla y cen­ sura que determinaban y señalaban todos los que eran idóneos para ser sacerdotes, y aquellos solos se admitían que ellos aprobaban, y todo 354

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el resto se tenía por gente indigna. Lo cual hizo tanto daño, que no se puede pensar, porque muchas personas que abominaban aquel camino, eran necesitados a tomarlo por ser admitidos al sacerdocio; y llevando una cédula de aprobación de Hernando Alvarez, eran recibidos con aplauso, sin otro examen ni diligencia alguna. Aquí se fundaron los amores que siempre ha conservado Sevilla con los teatinos y Alumbrados, que todos son unos, como adelante se tocará. Y de aquí es que viniendo a esta tierra el licenciado Picado, como no hiciese rostro a los dichos Alumbrados, antes los iba desterrando de su tierra, todos se acogieron al arzobispado de Sevilla, donde eran rogados y se les fiaban los curatos y vicarías de todo el distrito. Y unos pocos de Alumbrados que no pudo alcanzar la diligencia del Provisor, quiso el Señor los alcanzase la nuestra, que, dándoles voces y gritos como a lo­ bos, se iban recogiendo al coto del arzobispado, donde fueron presos. Y en el sayo del uno, que era Hernando Alvarez, se halló una carta de grandes requiebros y favores, por la cual el arzobispo le daba autoridad para predicar en su tierra y para que señalase predicadores y confeso­ res y los aprobase y, con su aprobación, administrasen los sacramentos. Lo que no hizo el arzobispo con ninguna Religión, ni quiso cometer el examen de los confesores al Provincial de la Orden de santo Domingo. XXVI Después que Don Cristóbal de Rojas faltó de este obispado, sucedió en su lugar Don Juan de Ribera, patriarca de Valencia. Y aunque a los principios se mostró contrario a los Alumbrados, en muy breve tiempo lo convirtieron a su opinión y le hicieron tan de su mano que, fiándose de los dichos Alumbrados, les cometía todo el gobierno de sus iglesias y les hacía el mismo favor que Don Cristóbal de Rojas. Y singularmen­ te a las mujercillas Alumbradas hacía tanto favor y regalos, que andaban en pos de él como manada de ovejas tras el pastor. Ibase a la visita de los pueblos y visitaba muchas Alumbradas en sus casas, dábales limos­ nas y salarios. Particularmente a las más perfectas que se arrebataban y sentían las llagas de Cristo [y] daban muestras de cosas semejantes, las iba a examinar y, aprobando sus efectos y raptos, las canonizaba y hacía regalos muy particulares. Y si algún predicador hablaba en públi­ co o en particular contra esta invención, luego le desterraba del obispa­ do y se ponía como un león contra los que impugnaban o desfavorecían la dicha secta. De esta manera se crió el daño que hoy persevera en toda esta tierra, ayudándose los Alumbrados de una profecía que dejó escrita Don Juan de Ribera, en la cual pronosticaba a los Alumbrados la persecución que 355

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les ha venido. Y en estos tiempos que vino a Sevilla el dicho patriarca, sabiendo lo que pasaba con sus Alumbrados —que fue un poco antes de la primera prisión—, volvía por ellos y los santificaba; y murmurando de nuestra diligencia, se quejó a muchas personas de mi Orden y, según me informaron, trató de hacerme callar echándome de esta tierra por orden de mi provincial, diciendo que yo perseguía a unos siervos de Dios y gente bendita, y que son los presos por el Santo Oficio. Tan here­ jes y perjudiciales como adelante se verá. XXVII Presos ya por el Santo Oficio estos tres principales Alumbrados, pen­ sé llanamente que toda la tierra se quietara, y que todos los que favo­ recían esta secta se confundirían y sujetarían a la Iglesia y alabarían mi diligencia. Pero lo contrario me mostró la experiencia, como se dirá en el discurso de esta historia, poniendo aquí primero algunas cosas nota­ bles que me pasaron antes de las dichas prisiones, que fue casi en la vigilia de ellas, que hacen bien al propósito de nuestra historia. Viniendo de Corte la primera vez, cuando dejé al Consejo de Inquisi­ ción el primer Memorial, vine por La Fuente del Maestre, en donde lle­ gué vigilia de la pascua de Pentecostés; y rogándome el cabildo que pre­ dicase aquella pascua, acepté el sermón; y tratando en él de la venida del Espíritu Santo a las almas y de los efectos que hacía en ellas, des­ cendí en particular a tratar del espíritu diabólico que viene a las Alum­ bradas y de los efectos prodigiosos que causa en ellas, contando por menudo los vicios y abominaciones que había descubierto por los pue­ blos; conviene a saber: la libertad viciosa de las Alumbradas y la altera­ ción que habían causado en los pueblos, trayendo en consecuencia un caso reciente que había pasado en el mismo pueblo, y es que a una Alumbrada le dio el impulso del Espíritu Santo que llama esta secta y, no pudiéndolo resistir, salió de su casa y, siendo moza doncella y muy hermosa, de poca edad, salió por los campos y caminos dos leguas sola, y llegó a un pueblo que se dice Villafranca, donde fue hallada por sus parientes. Y preguntada quién la llevó y cómo y en qué manera, no lo sabía ( ecir, más que el espíritu que le hablaba la sacó de su casa y clarn; i a y honestidad y la llevó por los cerros, sin saber cómo ni por qué manera, más de que se veía ir por los campos movida por un espí­ ritu fuerte. Esto mismo aconteció a otras beatas de la misma secta: que les daba un espíritu violento y las hacía caminar a la posta, de cuyo misterio y significación traté aquel día largamente, probando con de­ mostraciones cómo aquellas obras eran de Satanás y vigilia de los mayo­ res daños que ha tolerado la Iglesia. Y estando en el medio del sermón, 356

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dio señal una beata; porque, hablando voces altas, murmuraba del ser­ món, y se entendió que iba a hacer lo mismo que la primera beata, que se subió a predicar; pero luego acudieron gentes y la hicieron callar con harta dificultad. Y fue misterio de Dios que aquel día se evitase el es­ cándalo que se iba ordenando por aquella mujer, porque se hallaron junto a ella algunos varones que le ataparon la boca y no la dejaron salir con su dañado motivo. De suerte que yo pude acabar el sermón con mucho gusto y aplauso de todo el pueblo. Esta Alumbrada, que se desconcertó aquel día, vino a convertirse y es hoy el mejor testigo que hay contra los Alumbrados, porque tiene vivo entendimiento y alcanzó muchos secretos de la secta, de que ha dado cuenta al Santo Oficio. XXVIII Después de todo esto, en el año de setenta y tres, que fue por el mes de octubre, vine al Almendralejo a predicar, en donde había buen núme­ ro de gente Alumbrada. Y para este efecto di una petición en cabildo, pidiéndoles me hiciesen comodidad para la predicación del Evangelio, porque había necesidad de dar algunos avisos importantísimos a la sa­ lud de las almas, por cuanto en aquel pueblo habían confesado y predi­ cado algunos hombres de sospechosa doctrina, de que los pueblos de­ bían ser avisados. De la cual petición se escandalizaron algunos del ca­ bildo, porque tenían hijas beatas y envueltas en la dicha doctrina. Y sa­ cando a plaza la petición, la dieron a uno de los tenientes del cura que [estaba] tocado en la doctrina de los Alumbrados; y este clérigo, junta­ mente con una Alumbrada que allí estaba, se fueron a quejar al Provi­ sor, diciendo que yo infamaba a muchas gentes y los notaba de sospe­ chosos en la fe. Y mostraron la petición al Perlado, el cual mandó que por entonces no se me diera el púlpito, hasta que pareciese delante de él. De suerte que me es necesario ir a La Puebla a descargarme con el Provisor; y pareciendo delante del juez, le mostré un Memorial lleno de herejías y errores y representé la necesidad que había de predicar sana doctrina y católica y de impugnar la contraria. A todo lo cual estu­ vo bien atento el Provisor y me dio su bendición y mandó volviese al Almendralejo a predicar. Y así lo hice, que di la vuelta y estuve en el dicho pueblo de asiento todo el mes de octubre, y prediqué todas las fiestas que ocurrían, impugnando las raíces y fundamentos de la secta de los Alumbrados. Y habiendo predicado un día de san Simón y Judas, luego que me bajé del púlpito sucedió un escándalo semejante al pri­ mero de la mujer alumbrada. Porque un sastre alumbrado, discípulo de esta secta, se subió en el púlpito en el mismo lugar donde yo había pre­ 357

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dicado y volviendo por los maestros de la dicha secta, los alababa, con­ tradiciendo las palabras de mi sermón sobre cosas particulares que yo había dicho de ellos. Lo cual hizo tan prestamente y con tanta brevedad que, habiendo propuesto su motivo desvariado, dejó el auditorio espan­ tado y suspenso, y luego se bajó del pulpito y salió del templo y se des­ lizó sin que nadie lo viese; y de [allí] a pocos días se fue a La Puebla, donde residía el Provisor, el cual lo prendió y tuvo en cárcel mucños días; y después lo castigó con penitencia pública y ejemplar. En este pueblo del Almendralejo hallé un grandísimo rastro de erro­ res y herejías e ilusiones de Satanás. Había en este pueblo una doncella alumbrada que, oyendo decir a ciertas personas de lo que yo predicaba en otros pueblos, deseaba oír mi predicación; y significando esto a uno de los Alumbrados, que era su maestro, le decía que era grande tenta­ ción desear oír un hombre perdido que, a imitación de san Pablo, per­ seguía a los cristianos y los traía corridos y acosados. Y como esta alum­ brada estuviese dudosa acerca de lo que debía seguir y creer en tal tiem­ po y coyuntura, le dijo este alumbrado que consultase a nuestro Señor le revelase lo que más convenía a su salvación y la doctrina más sana y segura. Y luego aquella noche tuvo una visión y respuesta que le decía que perseverase en lo que había tenido y creído hasta aquella hora, que era la doctrina de los Alumbrados. Esto mismo aconteció a otra beata de La Fuente, que, estando dudosa en esta misma secta por la contra­ dicción que yo le hacía con mis sermones, consultó a Dios en la oración, y luego tuvo una visión y respuesta que le dijo que la doctrina de Gaspar Sánchez era muy agradable a los ojos de Dios, y que el mismo Dios es­ taba muy ofendido de lo que predicaba fray Alonso. XXIX Habiendo predicado en el Almendralejo todo el mes de octubre, vine a Fuente de Cantos por el mes de noviembre del año de setenta y tres, y supe cómo el Santo Oficio había prendido los tres de que arriba se hace mención, que fueron los primeros que se recogieron de esta secta. Estaban en este pueblo los Alumbrados y Alumbradas con las nuevas recientes de sus maestros un poco tristes y melancólicos, pero tan du­ ros y pertinaces en su secta y errores como los demonios del infierno. Luego pronosticaron que las causas de las nuevas prisiones de sus maes­ tros eran niñerías y que en breve saldrían libres y con mucha honra. Y con estas esperanzas viven hoy todas las discípulas que estaban ya bien criadas en esta maldad. Entre las cuales ha habido muchas visio­ nes y revelaciones acerca del suceso de los detenidos por el Santo Oficio, con que el demonio las va cebando y confirmando en su ceguedad y ti­ 358

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nieblas. A las cuales acontece en este tiempo lo que decía Cristo de los fariseos: que aunque veían grande número de señales, no creían en él, antes se hacían peores y más duros. Así esta gente de la liga de los Alumbrados, viendo tantas prisiones, no se rinden a la Iglesia, antes lo reciben por señales de perfección. Y des­ pués que se hicieron las dichas prisiones se ha mostrado más claramen­ te la pertinacia y dureza de esta gente, porque ni han aflojado en lo general de sus ritos, ni se cansaron de estorbar nuestra diligencia, antes los Alumbrados descalzos, de quien atrás hemos hablado, acudían a los pueblos y predicaban contra mí, y magnificaban los sentimientos y las contemplaciones y ritos de esta secta, y hablaban con la misma libertad y desvergüenza que solían antes que el Santo Oficio encerrase los sobre­ dichos tres capitanes, diciendo que muchos prendía el Santo Oficio y después los soltaba. Item, que muchos eran presos por falsos testimo­ nios, siendo inocentes y siervos de Dios. Y, realmente, se platica entre los de esta cuadrilla que los detenidos en la Inquisición padecían como justos, y que muchos de los que acá quedaron, consolando a las Alum­ bradas, osaban decir que por ser ellos malos y pecadores no padecían ni los llevaban presos como a sus compañeros. XXX En este tiempo el Santo Oficio trataba de irse a Plasencia por orden del Consejo Superior; para el cual efecto tenían ya compradas casas en la dicha ciudad, y toda la gente de Inquisición andaba removida, como a negocio hecho y definido con acuerdo, y que no se podía desha­ cer. Y viendo yo el inconveniente y daño que se podría seguir en toda esta tierra si de ella faltase el Santo Oficio, escribí una carta al Inquisi­ dor General representándole los errores y daños que había en esta pro­ vincia y cómo los Alumbrados la tenían quemada y abrasada y que los predicadores del Evangelio, con el favor y espaldas del Santo Oficio, osa­ ban predicar y dar voces entre ellos, lo que no osaríamos faltando de aquí el tribunal de la Inquisición, por ser muchos los Alumbrados y en grande número y que tenían engañadas personas de mucha autoridad y muy poderosas, añadiendo en mi carta que no tuviese Su Señoría por leves los negocios de Extremadura, porque si una vez se entendiese la grandeza de ellos bastaría [a] espantar los Consejos y aún él mismo perdería el sueño si bien los contemplase. Esta carta se escribió en el principio del año de setenta y cuatro; y luego la Cuaresma del mismo año me llamó con importunidad el cabildo de La Fuente del Maestre para que les predicase aquel santo tiempo; y yo lo acepté y me fui al dicho pueblo por el mes de febrero. Y estando 359

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allí predicando, descubría nuevos errores y maldades; y particularmen­ te un día, que fue viernes de Lázaro, habiendo encomendado el senti­ miento y lágrimas piadosas que se lloran por los muertos, prediqué contra un error que las Alumbradas practicaban: y era que los muertos no se habían de llorar, sino que todos los casos y sucesos se habían de recibir sin algún sentimiento, como cosa ordenada por Dios; y así acon­ teció a [una] mujer alumbrada morirse su padre y su madre, y no hacer sentimiento humano por ellos, sino como unos perros los llevaban a en­ terrar, teniendo por cosa vana y desvariada llorar ni entristecerse por lo que Dios hacía. Y habiendo predicado contra esta herejía, traje en consecuencia las lágrimas de Jesucristo en el sepulcro de Lázaro, y traté la materia bien a propósito. Y, acabado el sermón, hubo mujer alumbrada que osó de­ cir libremente que no era verdad lo que yo había predicado: que era confirmación de lo que ellas hacían y usaban, cuyo lenguaje era que todo se dejase a Dios y pusiese en sus manos. Con el cual fundamento querían derribar las lágrimas y piadoso sentimiento de los muertos. Y en este tiempo de Cuaresma acudí al Azabuchal a predicar algunos sermones, y hallé todo el pueblo engañado y alguna gente de autoridad que favorecían la doctrina de Alumbrados. Y habiéndoles predicado bien a propósito, acudió un fraile francisco a predicar contra mí, y algunos descalzos venían a socorrer las Alumbradas y me resistían tan desver­ gonzadamente como si los dichos Alumbrados tuvieran de la Sede Apos­ tólica aprobación de sus errores. En esta Cuaresma se convirtieron al­ gunas Alumbradas que los tiempos atrás habían estado rebeldes y nega­ tivas; y descubrieron casos notables y operaciones prodigiosas que el demonio acometía con ellas, de lo cual hice Memoriales. Y en esta coyuntura recibí una carta del Consejo de Inquisición, en que se me mandaba por aquellos señores que luego, vista su carta, pa­ reciese en Corte, porque así convenía para negocios que importaban al servicio del Señor. Y luego me apreste y trataba de mi viaje, muy alegre en ver que los señores del Consejo tomaban de veras los negocios de Alumbrados. Porque luego se me asentó que para aquel efecto me lla­ maban. XXXI No fue tan secreto mi viaje de Corte que no lo entendiesen algunos Alumbrados; y luego, sin saber a qué iba ni qué me movía a ello, dije­ ron y publicaron que el Consejo de Inquisición me llevaba preso. Y diéronse tanta priesa a divulgar esta falsedad, que en toda la comarca no se decía otra cosa sino que yo iba preso por mis pecados y porque im­ 360

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pugnaba la contemplación divina y decía mal de las confesiones y co­ muniones. Y muchas personas cuerdas y doctas andaban vacilando qué sería esto o en qué había de parar. Porque los contrarios decían tantas cosas contra mí o levantaban tantas fábulas y falsos testimonios, que las gentes que no me conocían ni habían comunicado, de solamente lo que oían decir, me tenían y juzgaban por hombre loco y desvariado y sin ninguna modestia y que trataba negocios vanos y escandalosos. Y así, cuando se dijo que yo iba preso, no faltaron ánimos que así lo creyeron. XXXII Yo salí para Corte en el mes de abril del año de setenta y cuatro. Y deseando proceder con justicia y verdad en los negocios que trataba, aunque de ellos había dado noticia a personas muy doctas, me determi­ né ir a Salamanca, a consultar allí los hombres más doctos que hay en el mundo, para seguridad de mi conciencia. Y llegando a Salamanca, hablé a los tres maestros fray Mancio, fray Bartolomé de Medina y al maestro Gallo, y les mostré los Memoriales que llevaba de la dicha doc­ trina, rogándoles de parte de Dios y de la Iglesia mirasen con atención aquellos papeles, y me desengañasen y diesen su parecer. Y habiéndo­ los mirado atentamente, se admiraron de ver las cosas que en ellos iban escritas, en donde se asomaban los mayores males y los mayores erro­ res que se han visto jamás en el mundo. Y pareciéndoles aquel dibujo de doctrina maldita y peligrosísima a la Cristiandad, alababan mis traba­ jos y los ponían en el predicamento de vida apostólica y que, muriendo en aquella empresa, sería mártir y confesor, y mi muerte consagrada en una empresa santísima y gratísima a los ojos de Dios. La cual respuesta me dio el maestro Medina, preguntándole yo si, muriendo en aquella demanda, sería mártir de Jesucristo. De lo cual tuve algunas dudas, por ser entonces los errores tan confusos y oscuros, y mi predicación tan distinta y determinada contra ellos; y viéndome tan cercado de ene­ migos y temiendo por horas la muerte, que muchos me pronosticaban, consulté esto singular del martirio, a lo cual se me dio la respuesta sobredicha. Entonces supe en Salamanca la generalidad de esta doctri­ na y cómo picaban en ella hombres doctos; y supe casos muy particu­ lares, de que hice en mis papeles particular memoria. Con esto me partí de Salamanca y vine a Madrid por el mes de mayo. Y pareciendo ante los señores del Consejo de Inquisición, me recibie­ ron amorosamente y mandaron acudiese otro día al Consejo a dar razón de lo que me fuese preguntado. Y otro día por la mañana vine al Conse­ jo, y preguntado diese razón de las cosas que pasaban en Extremadura acerca de la doctrina de los Alumbrados, saqué un Memorial que traía hecho, muy largo y muy distinto, en el cual ponía por orden el origen 361

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de esta secta y los efectos que de ella procedían y los errores que se ha­ bían hallado en algunas personas, respondiendo en particular a todas las objeciones y dudas que allí se me pusieron, como hombre diestro y ladino en la materia que se trataba y que la tenía bien entendida. Había en el Memorial un retrato de cosas tan notables y tan nuevas y de tanta admiración, que los del Consejo quedaron espantados; y tra­ tando del remedio, me pidieron el parecer; y yo prometí de darlo por escrito. Y acudiendo otro día al Consejo, traje apuntado en un Memo­ rial lo que me pareció convenía para atajar los daños que se habían relatado en mis papeles. Y, entre otros apuntamientos, hice fuerza en que la visita de la provincia se hiciese luego y que nadie fuese a ella sino el Licenciado Montoya, fiscal del Santo Oficio, entendiendo que ningún otro la podía hacer; y si a otra persona se cometiese, no haría efecto alguno ni se remediarían los daños, antes sería ocasión para que más fuesen creciendo y se aumentasen. Para lo cual di muchas razones, que se tocarán en el capítulo si­ guiente. XXXIII Luego que di noticia al Santo Oficio de Llerena de la doctrina y ritos de los Alumbrados, conocí claramente que no se entendían ni abarcaban por los inquisidores. Y así, mis diligencias se recibían al desaire. Lo cual hacía en mucha parte la falta de teología, que para tales negocios era muy necesaria, por ser tan sutiles y tan disimulados que, aunque yo cla­ ramente los representaba, no había ojos que pudiesen verlos. Solamente el fiscal que a la sazón era olió bien esta maldad y sentía bien del daño y se dolía de ver que los inquisidores no lo ponderaban. Y deseando en­ terarse en la dicha doctrina, acudió muchas veces a informarse de ella. Y viendo yo su buen suceso y que recibía los misterios de la secta alum­ brada y los deseaba saber, hice Memoriales y, platicando con él, le des­ cubría todo lo que yo sabía y alcanzaba en esta ciencia, de suerte que ya el fiscal hablaba en la materia como hombre ladino, estando los in­ quisidores en ella totalmente bozales y sin ninguna destreza. Y por esta razón hice en el Consejo fuerza para que la visita se cometiese al licen­ ciado Montoya, porque no había hombre entre los inquisidores que la pudiese hacer. Y así se ordenó como yo lo pedía, lo cual fue misterio y providencia de Dios, como se ha visto claramente en el discurso de la visita y prosecución de estos negocios, que ha salido tan diestro para lo que se pretendía que parece tener ciencia infusa y don particular para descubrir cosas tan oscuras y tan separadas del entendimiento de los hombres. 362

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XXXIV Con esta definición me partí de Madrid, alegre de ver que el Consejo cometía la visita al Licenciado Montoya, de quien yo siempre conocí buen celo y claro juicio y deseo de hacer las cosas de veras. Y llegando a Extremadura, me determiné predicar en Zafra, para hacer la cama a la visita del Santo Oficio, y para desengañar a los Alumbrados del dicho pueblo, los cuales blasonaban y decían que en el pueblo de Zafra no osaba yo predicar, porque había en él gente robusta y grave y podrían resistir a lo que yo predicaba, y hacerme entender que su docrtina era santa y apostólica. Y en la verdad, en el dicho pueblo yo no quise en­ trar hasta buena coyuntura por muchas razones: la una, p o r q u e e n e s t e p u e b l o t o d o s s o n c o n v e r s o s p o r l a m a y o r p a r t e , y si no son Alumbra­ dos, son al menos parientes y amigos de ellos; ítem, que en este lugar había de asiento muchos maestros de esta liga, los cuales presentes no se podía hacer efecto, como se vido por clara experiencia: que en todos los pueblos donde se hallaba presente algún capitán de esta secta, ja­ más pude convertir mujer ni saber cosa alguna de esta doctrina, porque con su presencia resistían totalmente a la fuerza de la predicación. Y así, preguntándome algunos hidalgos por qué no iba a predicar a Zafra, que deseaban grandemente oír mis sermones, les di por respuesta que en este discurso de mi predicación pensaba hacer lo que Tito y Vespasiano contra Judea, que, para venir a Jerusalén y rendirla y saquearla, prime­ ro sujetaron a toda Judea y últimamente vinieron seguros sobre Jeru­ salén. Con el cual ejemplo les di a entender que, siguiendo el buen orden, lo último de mi predicación contra la nueva secta había de ser Zafra, donde hay al pie de setenta sacerdotes, y l o s s e s e n t a s o n j u d í o s . Y así lo ordenó el Señor: que habiendo corrido los pueblos de la comar­ ca, vine últimamente a Zafra a preparar la venida del inquisidor, que se había determinado comenzar por allí. Lo cual fue también consejo del cielo y ordenación divina. Como se verá en el discurso de la historia. XXXV En el mes de junio de setenta y cuatro vine a la villa de Zafra; y ha­ biendo hablado con el cura de aquel pueblo, le pedí el púlpito para predicar; y el cura me recibió amorosamente y me ofreció el púlpito de buena gana. Y luego que llegó esto a noticia de los Alumbrados, tra­ bajaban por estorbarme la predicación; y quejándose del cura, le saca­ ban los ojos diciendo que por qué daba el púlpito a un hombre loco, 363

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desvariado y sin tino y que tenía por oficio de escandalizar los pueblos. Y como el cura respondiese que fray Alonso no tenía tal figura de hom­ bre desvariado, como ellos decían, antes en sus obras parecía hombre de mucho concierto, como lo significaban los efectos que hacía y la es­ timación que de su persona tenían las Inquisiciones y el Consejo Su­ premo y que le bastaba para su seguridad ver presos en el Santo Oficio aquéllos que lo infamaban de loco, y que nuevamente le habían llamado para encomendalle predicase por los pueblos, y que para este efecto era venido, respondían los Alumbrados cosas graciosas: primeramente de­ cían que los detenidos por el Santo Oficio estaban presos por unas ni­ ñerías, y que ya sus negocios se querían resolver, y que todo era una cosa de aire; ítem, que los despachos que traía fray Alonso del Consejo nue­ vamente eran como las cartas de Urías, que traía en ellos su muerte y que allí venía su perdición y que presto verían sobre él el castigo del cielo. Con todo esto, no les aprovechó; y, al fin, hubieron de tragar el ser­ món. Yo comencé a predicar por el evangelio del rico avariento, que se cantaba en una dominica antes de san Joan. En el cual sermón llevé la mano blanda, y comencé a declarar el motivo que traía y mi buena in­ tención, y que yo no venía a espantar las almas, sino a enseñarles el camino del cielo, y que sólo el amor y celo de la ley divina me movía a predicar, entendiendo que muchas almas serían aprovechadas con mi doctrina. Y predicando los conceptos generales de aquel evangelio, con­ cluí mi sermón. Y luego los Alumbrados me fueron a visitar y, alabando el sermón, me daban a entender que no saliese de aquel estilo y sería bien oído y daría mucho contento en aquel pueblo. Lo cual yo conside­ raba atentamente. Y luego en el segundo sermón comencé a tocar en la materia de los Alumbrados y a echar los fundamentos poderosos contra ella; y abriendo los secretos y operaciones del arte mágica, hice un ser­ món muy diferente del primero; y los Alumbrados comenzaron a alte­ rarse y, volviendo contra mí, me iban notando las palabras con ardiente deseo de cogerme en alguna de ellas. Y luego me notaron que había di­ cho una cosa malsonante, y lo publicaron por el pueblo. Y luego en otro sermón revolví sobre la proposición que me habían notado; y ale­ gando el sentido claro y católico que hacía, noté de herejes a los que lo impugnaban, como en efecto lo eran, porque enfermaban en sus dichos la libertad del libre albedrío. Y habiendo salido de esta dificultad, avisé en pública predicación a los Alumbrados que no se cansasen en contar­ me las palabras, ni tratasen contra mí de cosas de herejías, porque, estando mi ánimo y lengua tan sujetos a la Iglesia católica, aunque en algo errase, no perdería el crédito de católico e hijo de ella, cuánto más que los huesos sanos de mi generación no me dejaban decir herejías, aunque predicase durmiendo. 364

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Con esta salva aflojó en parte la curiosidad de los Alumbrados en re­ cogerme las palabras. Y luego en otro sermón, tocando más vivamente en el corazón de esta herejía, representé al pueblo lo que éstos enseña­ ban y los efectos del arte mágica, cómo invocaban al demonio, cómo lo vendían por Espíritu Santo, cómo roban las hijas de confesión, to­ cando en sus haciendas y en sus honras y siendo señores de sus cuer­ pos, cómo se arrebataban por arte mágica, cómo Satanás les mostraba visiones y sentían revelaciones y veían el misterio de la Santísima Tri­ nidad, cómo eran ladrones y robadores del honor que se debe a la vir­ tud, cómo tenían y enseñaban secta particular, con la cual había gran­ dísimos errores, cómo tenían encantados los pueblos, cómo ensuciaban los sacramentos. Y pidiendo a voces la justicia del cielo con grandes ex­ clamaciones, respondía todo el auditorio: amén. Que no parecía sino un juicio de Dios. Y en este sermón comenzaron a desatinarse los Alumbrados y, no pudiendo sufrir la virtud de la palabra de Dios, se levantaban de sus lugares y decían contra mí palabras injuriosas. Y concitándose con ira unos a otros, estuvieron muy a punto de poner las manos en mí, según me informaron gentes de crédito. Pero no lo osaron hacer, porque te­ mieron al pueblo.

XXXVI Acabado este sermón, me fui luego del pueblo a Santo Domingo del Campo, que está una legua de Zafra, por estar allí más recogido para el estudio de la predicación; y en esta misma semana sacaron los Alum­ brados una invención contra mí que les cortó la cabeza. Porque entrando en consulta, según se coligió por el hecho exterior, deseaban grandemen­ te desacreditar mi persona para quitarme la fuerza que tenía en decir contra ellos. Y para este fin hicieron un Memorial como libelo famoso, en el cual decían contra mí muchas cosas feas, notándome no solamente de mal hombre y de vida relajada, pero de hombre hereje y que sentía mal de los sacramentos y que había blasfemado contra la divina con­ templación y que era un azote de los virtuosos y que ponía boca en los teatinos de Religión y en los clérigos recogidos que imitaban su institu­ to. Y añadiendo a su Memorial, asentaron en él muy despacio todo lo que quisieron, y pintando en mi persona un hombre de mala vida y doc­ trina, y alabando a los de su secta y a los presos por el Santo Oficio. El cual libelo famoso lo echaron en la plaza un día de mercado. Y vi­ niendo este negocio a los oídos del gobernador, hizo diligencias para descubrir los autores, aclamando todo el pueblo a voces: ¡herejes, here­ 365

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jes luteranos, que han echado papeles contra la Inquisición y contra el Evangelio! Y fue tanta la indignación que concibió toda aquella república con­ tra los dichos Alumbrados, que fue un misterio de Dios y ordenación divina para los negocios de la visita, porque luego el Provisor envió un notario para que hiciese informaciones del caso. De lo cual resultó que llevaron presos a Badajoz tres clérigos principales: los dos Alumbrados de esta secta, y uno fautor grande de ella, [a] los cuales tuvo el Perlado en la cárcel de Badajoz todo el tiempo que duró la visita de Zafra. Y así no tuvieron lugar de estorbar la diligencia del Santo Oficio, como lo hicieran sin duda si estuvieran presentes.

XXXVII Cosa es digna de considerar las maravillas que Dios hacía conmigo en este ministerio. Yo solo y sin compañía de otro ninguno que me pu­ diese ayudar, con sola la virtud de la predicación, anduve conquistando veinte y ocho pueblos; y volviéndose contra mí muchos gigantes —con­ viene a saber: los Alumbrados, los curas de los pueblos, los perlados y los que tenían opinión de santos y que como cedros subían por lo alto en la opinión del mundo—, no pudieron resistirme ni hacerme callar, ni tuvieron fuerza contra mí, antes se cayeron confundidos y avergonza­ dos y azotados por la mano de Dios. Porque todos aquellos que me qui­ sieron resistir, sintieron sobre sí el castigo del cielo: los unos, afrenta­ dos por el ordinario; otros, reprehendidos por la Inquisición; otros, pre­ sos y secrestados sus bienes por el Santo Oficio. Con este suceso último de los Alumbrados se descubrió maravillosa ocasión para visitar la villa de Zafra. Porque los capitanes de la secta, que pudieran estorbar, estaban ya presos en Badajoz, como se ha conta­ do. Item, que muchas personas se iban desengañando de aquestos erro­ res; y todo el pueblo deseaba la visita, por haber mucho tiempo que no se hacía, y por haber nuevos casos y hechos escandalosos de esta gente alumbrada, que todos deseaban decir a la Inquisición. Y así lo [dispuso] Jesucristo, que, aprestándose el inquisidor Montoya, salió de Llerena en el medio de julio del año de setenta y cuatro y vino a la villa de Zafra día de la Magdalena. Y luego el día de Santiago se leyó el Edicto general de la fe; y con él, Edicto especial de la secta y ritos de los Alumbrados y dejados. En el cual Edicto se descubren muchos errores de los que hoy se platican entre la gente desvariada de esta secta; al cual Edicto predicó el prior que a la sazón era de Santo Domingo del Campo. 36ó

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XXXVIII No se puede callar en este lugar el caso que aconteció quince o veinte días antes que se comenzase la visita de Zafra, que, sin duda ninguna, fue pronóstico de lo que se va descubriendo. En el término de Zafra que es la Dehesa Nueva, que está una legua de dicho lugar, apareció una sierpe la más terrible y espantosa que ja­ más se vido en nuestras Españas. De muchas personas fidedignas que la vieron con sus ojos, que fueron en número cerca de veinte, se recibió juramente por orden del licenciado Maldonado, que a la sazón es go­ bernador del ducado de Zafra, cómo en la dicha Dehesa andaba una serpiente que tenía la cabeza como una ternera y los ojos grandes y muy temerosos, la jeta gruesa y contornada, la cola tan gruesa y larga como un madero quinzal, el pecho alto y levantado de la tierra; la cual, con solo el aspecto, ponía tanta grima y temor que las personas que la vieron no tornaban en sí en muchos días, atemorizados de la dicha vi­ sión. Y aunque la vieron algunos valientes, ninguno osó levantar armas contra ella, ni le pasó por pensamiento, sino que luego, turbados y ate­ morizados, le volvían el rostro y se tenían por fuertes en acertar a huir­ le. Cosa fue certísima y verdadera, y con este presupuesto salió contra ella todo el pueblo de Zafra y otras muchas personas de los pueblos co­ marcanos, pero nunca la hallaron ni la pudieron descubrir, ni quiso aparecer sino en particular a una persona, o a dos en junto. Y luego que vino a Zafra el inquisidor Montoya, desapareció, que jamás la vieron ojos. Dejó manifiestos indicios que no era serpiente terrestre, sino criatura superior y demonio, porque en aquella tierra no se pudo criar; y habiéndose criado, estaba notorio que había de comer; y siendo serpiente, que es animal voracísimo, había menester dos vacas cada un día; y siendo animal tan fiero, hiciera daños terribles. Ninguno hubo, ni faltó vaca ni otro ganado, ni se sintió daño en toda la tierra. Ni se puede entender cómo se criase animal tan fiero en tierra tan ho­ llada y rasa. De lo cual se concluye manifiestamente que fue pronóstico, y muy a propósito, de lo que va descubriendo la Santa Inquisición y de la cosa más grave que se ha visto en la Iglesia. El cual pronóstico, a mi parecer, tiene este misterio: la nueva herejía de los Alumbrados es pro­ piamente doctrina de demonios, en la cual se da y se recibe Satanás por Espíritu Santo. Este demonio, que tantos años se había ocultado en los corazones de esta gente, quiso Dios manifestarlo al mundo por sus mi­ sericordias, en cuya significación apareció la sierpe antigua en el térmi­ no de Zafra, fiera y espantosa, para darnos a entender que ya se llegaba el tiempo en que se manifestarían las obras de Satanás y serían notorias a todas las gentes y el terrible monstruo de la secta Alumbrada se había 367

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de revelar en la villa de Zafra; como en efecto [se] reveló y mostró en la dicha visita, descubriendo el Señor los mayores engaños y errores de Satanás y obras del infierno que jamás se vieron entre gente cristiana. XXXIX Entrando en su visita el Licenciado Montoya, comenzó a tomar el pulso a los negocios de los Alumbrados. El cual a los principios parecía tan bueno, que casi le pesaba al juez por haber comenzado la cura. Por­ que no se descubría de la dicha doctrina sino ayunos y disciplinas, ora­ ciones, contemplaciones, cilicios, confesiones, comuniones; y si algunos granos se descubrían de doctrina mala y sospechosa, estaban tan atapa­ dos y confundidos con lenguaje de Dios y con sacramentos, que [no] lucía ni parecía lo malo a vueltas de tanto bueno. Y así le vi muchas veces al inquisidor triste y desconsolado y temeroso, que no sabía qué se hacer, porque todo lo que se escribía de Alumbrados eran cosas san­ tas y benditas. Pero yo le visitaba, y le conforté muchas veces, alegando en particular el aforismo de los médicos: pulsus bonus et urina sana, et eger tendit ad mortem. Y era el mismo pulso de esta ruin doctrina, que parece sano y católico y, en efecto, es mortífero y herético. En esta necesidad se mostró la virtud de la predicación, ayudándome al intento fray Pedro Gómez de Santa María, fraile de San Francisco, muy religioso y de vida muy aprobada. Este padre trajo el Señor a buena coyuntura, el cual, habiendo oído las maldades de esta doctrina, comenzó a predicar valerosamente, exhortando a las gentes dijesen lo que sabían a la Inquisición. Y yo, por mi parte, hacía mucha fuerza en este mismo artículo, probando con razones y argumentos cómo el secreto de esta doctrina hacía sospecha evidente de grandes herejías y maldades. Y des­ cendiendo en particular a muchos pecados feos y vergonzosos, encargá­ bamos la conciencia que todos se revelasen, porque ayudaban grande­ mente al conocimiento distinto de esta nueva herejía. Este fue un aviso maravilloso y necesario a tal tiempo: hacer información de vida y doc­ trina, porque lo uno se declaraba por lo otro; y había en esta secta cosas tan oscuras y malas de entender que, si no se juntaran las obras malas con ellas, no se pudiera conocer si era Dios o diablo. Y así el inquisidor, muy discretamente, fue combinando lo uno con lo otro, y salió tan bien e hizo tanto al caso que todas las dificultades se soltaron con este aviso: porque viendo desnudamente raptos y visiones y sentimientos y llagas de San Francisco, ningún espíritu lo osaba condenar por malo; pero mirando la vida y conversación de los que sentían los dichos efectos, quedaba claro como la luz que todo ello era arte mágica y obra de Sata­ nás y labor del infierno. 368

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Hizo tanto al caso la diligencia del púlpito y las voces que se dieron, que visiblemente se sentía el efecto de la palabra de Dios. Y así comen­ zaron muchas gentes a vaciar las maldades y abominaciones de esta secta; las cuales fueron tantas, que no se podrían contar. Y durando este tesón cuatro meses enteros, envió el inquisidor los papeles a Corte. De lo cual resultaron cinco prisiones de gente de esta secta: cuatro maestros y una discípula. Y habiéndoles secrestado el San­ to Oficio sus bienes, se concluyó la visita de Zafra y se pasó el inquisi­ dor a La Fuente del Maestre. XL Por el mes de octubre del año de setenta y cuatro entró el inquisidor en La Fuente del Maestre, donde habían sido las tormentas y dificulta­ des con los curas y frailes franciscanos. Y las Alumbradas estaban ya rendidas y domadas muchas de ellas, porque en el dicho pueblo, que era mi natural, había predicado muchos sermones y dado muchas voces; y habiendo precedido la visita de Zafra y las cinco prisiones de los Alumbrados, quedaron muy escandalizas las beatas de La Fuente; y así comenzaron a descubrir grandes maldades y errores. Allí acabé de en­ tender el misterio de esta secta, porque en ningún pueblo de los visi­ tados hasta ahora se descubre tan claramente ni con tanta distinción. Habiendo visitado este pueblo, dio el inquisidor la vuelta a Fuente de Cantos, en donde estuvo el mes de diciembre; y de allí se fue a Llerena, habiendo gastado seis meses en la visita, en la cual se recorrieron los pueblos siguientes: Zafra, Los Santos, Medina de las Torres, Puebla de Sancho Pérez, Fuente del Maestre, Calzadilla, Fuente de Cantos. Paró la visita desde la Natividad hasta el mes de marzo. Y en este tiempo vacante, acudí yo a Cazalla, que es arzobispado de Sevilla; y pre­ dicando en el dicho pueblo, comencé a descubrir la misma doctrina y otros misterios muy grandes que yo deseaba saber, como se tocará al fin de este Memorial. De Cazalla me pasé a Sevilla; y tentando curiosamente las cosas de aquella ciudad, hallé grandísimo rastro de esta mala doctrina y las mis­ mas ceremonias y ritos. A la vuelta de Sevilla, vine por Cazalla y con­ sulté un Alumbrado que se dice Fajardo, hombre de autoridad y que tiene estofa de caballero. El cual me descubrió de sí propio y de esta doctrina cosas tan graves y prodigiosas, cuales nunca mis oídos jamás oyeron decir, todas ellas fundadas en el trato y comunicación que este hombre ha tenido con el demonio: el cual, pensando a los principios que era el Espíritu Santo, se fiaba de él. Y con esta seguridad, vino el de­ monio a apoderarse de su persona en tanto grado que hacía de él todo 369

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lo que quería, forzándole a caer, según él decía, en muchas maldades, en muchos pecados, en muchas abominaciones y torpezas mucho peores que las de Sodoma y Gomorra; y meneándole la lengua, le hacía blasfe­ mar y decir de nuestro Señor grandísimas injurias; y, finalmente, ha parado en el efecto general de esta doctrina, que es estar endemoniado. El cual género de demonios es el más raro que se ha visto en la Iglesia. De lo cual tengo hechos especiales Memoriales y apuntamientos.

XLI En el mes de febrero del dicho año de setenta y cinco escribí una carta al Inquisidor General, en la cual le descubría algunos conceptos gravísimos que había muchos años que no osaba decir, temiendo no ser creído. Y luego el Inquisidor General me mandó llamar, y vine a Ma­ drid, principio de Cuaresma del dicho año. Y habiendo informado a los del Consejo sobre este artículo, que es cosa honda y muy grave, me vine a Llerena, y los del Consejo me mandaron no faltase de la visita, y a los inquisidores de Llerena mandaron por su carta me señalasen salario para que anduviese en la visita todo el tiempo que durase. El cual mandato, según pareció, se recibió de mala gana por los dos inquisido­ res. En lo cual hay misterio, que se debe pasar en silencio, pues no hace al caso para el intento de nuestra historia. Saliendo a la visita el Licenciado Montoya, ya yo les daba priesa a los dos inquisidores que quedaban en Llerena me señalasen salario, confor­ me a lo ordenado por el Consejo. Lo cual no querían hacer, alegando sus razones. Por lo cual yo me determiné irme a Sevilla, a mi convento na­ tivo, y dejar los negocios de la visita. Y dando de ello noticia a los in­ quisidores, me señalaron un salario para mi sustento; y de [ahí] a pocos días, arrepentidos de lo hecho, tomando ocasión liviana, lo limitaron y restringieron tan vil y apocadamente como esto: que me mandaban dar cuatro reales el día que predicase, y que los otros días comiera a mi costa. No he hecho en mi vida mayor hazaña que resistir a esta ten­ tación, y, aunque quise soltar los negocios y dar con la carga en tierra, no me dejó el freno de Dios, que por arte divina me tiene preso y ha echado la red de tal manera que no lo puedo huir. El Consejo Superior remedió este borrón y mandó al receptor de Llerena me acudiese con cierta cantidad de maravedís, con que pude asistir a la visita de los pueblos que se ha hecho del mes de marzo de setenta y cinco hasta principio de noviembre del mismo año. En esta segunda vuelta se han visitado todos estos pueblos: Villafranca, Ribera, Almendralejo, Azabuchal, Villalba, Salvatierra, Salvaleón, La 370

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Parra, La Morera, Almendral, Torre del Almendral, Nogales, Santa Mar­ ta, Valverde, Villanueva de Barcarrota, La Higuera de Vargas. En todos los cuales se han leído los edictos de la nueva secta y se han descubierto grandísimos errores y pecados. XLII Estando, en el medio de la visita, en el pueblo que se dice Almendralejo, me vinieron a llamar de Cazalla por parte del Fajardo, de quien se ha hecho mención en esta historia, diciendo que estaba endemoniado y que no se hallaba remedio para su enfermedad, y que confiaban en mi diligencia les daría remedio para esta necesidad. Yo fui a Cazalla, con parecer del Licenciado Montoya; y, visitando al dicho Fajardo, colegí de sus efectos que fingía llanamente ser endemoniado, aunque no lo era; lo cual se descubría por muchas y muy claras señales, una de las cuales no le pude sufrir: y es que, llegándose a él una cierta persona, que él conocía y había conversado y sabido sus faltas, se las revelaba y descubría, siendo cosas muy deshonestas y que caían en persona ecle­ siástica, fingiendo que el diablo descubría aquellos pecados. Y conocien­ do yo su maldad, le dije y mandé en virtud de Dios que dijese lo secreto de mis pecados, para lo cual le daba licencia. A lo cual respondió algu­ nos disparates, sin saber decir mis pecados ni cosa oculta de mi vida. Y convirtiéndose a hablar de Dios, blasfemaba y renegaba de él. Enton­ ces no le pude sufrir y dije en voz alta delante de mucha gente: verda­ deramente vos no sois demonio, sino hombre engañado del demonio. De las cuales palabras quedó muerto, cortado y sin color, que no acer­ taba a hablar. Y levantándose de allí, se fue en mi seguimiento, libre y sano y sin demonio, y muy reportadamente me habló, persuadiéndo­ me que tenía demonio y que yo no lo creía. Item, que le oyese de con­ fesión y sabría la verdad de su conciencia. Yo le despedí secamente, y él se fue a su casa reventando de pena y, afrentado y lastimado, se que­ jaba de mí, diciendo que le había afrentado a él y a sus hijos, sintiendo el golpe que le había dado y lo secreto de su maldad; a lo cual se sigue muy duro y ejemplar castigo y ser él grandísimo hereje y hombre per­ verso y abominable. Con todo eso, ha llevado su invención adelante, fingiéndose endemoniado para huir, a lo [que] entiendo, el golpe de la Inquisición. Por ocasión de este Fajardo y de otros endemoniados de la secta he hecho un tratadillo, en que se declara la invención de estos demonios y la calidad de la culpa y la pena que merecen. En esta segunda vuelta de Cazalla prediqué ciertos sermones tocan­ do en la secta de los Alumbrados; y uno de ellos, no pudiendo sufrir el sermón, estuvo muy a punto de levantarse contra mí; pero no lo osó 371

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hacer por estar presente el vicario y todo el pueblo. Y otro día, estando en el templo, acababa de decir misa y comenzó a decir a voces muchas palabras contra mí, notándome que en el sermón había predicado doc­ trina falsa y escandalosa, con la cual perecían las ovejas y almas devo­ tas, siendo mi doctrina más llana y clara que la que se pone en la Carti­ lla, y habiendo predicado en aquel pueblo con el mayor aplauso que otro ninguno. No se pudo sufrir lo que dijo el Alumbrado por los que estaban presentes, antes algunos clérigos de los que allí se hallaron tomaron por memoria las palabras que había dicho y dieron de ello cuenta a la In­ quisición de Sevilla. Todas estas cosas vinieron a los oídos del arzobispo de Sevilla, de las cuales no recibió gusto, sino mucha indignación; y no pudiendo mostrar­ la contra mí, se vengó del doctor Nieto, privándole de predicar, porque era mi amigo y por su orden había ido a Cazalla y en su posada me ha­ cía algunos regalos. En este pueblo de Cazalla descubrí muchos misterios de las Alum­ bradas de Sevilla, discípulas de los teatinos, en donde me acabé de re­ solver en una cosa que queda prometida en este Memorial: y es que los teatinos de Religión y los Alumbrados convienen en la doctrina y son unos y hermanos y de un mismo parecer; lo cual es certísimo y lo es visto por tantos argumentos y testimonios de verdad, que ponerlo en duda sería gran pecado y daría ofensa a Dios muy grande, que me ha descubierto un misterio para que lo diga a la Iglesia, el cual muchos días tuve por dudoso y no lo osaba creer, hasta que Dios me lo ha escripto en el alma con letras góticas, y no me deja dudar, ni yo lo oso hacer por no ser incrédulo a Dios nuestro Señor, que tantas misericor­ dias ha hecho a nuestra España descubriendo a la Iglesia tan grave y oculta tentación. De cuyo remedio provea el que fue servido de revelarlo. Acabado este negocio de Cazalla, di noticia a la Inquisición de Sevi­ lla y Memorial de las cosas que allí pasaban, y me volví a la visita a hacer mi oficio. Y he perseverado en ella hasta el mes de noviembre de este año de setenta y cinco, que el Licenciado Montoya, inquisidor, se vino a Llerena por orden del Consejo, y yo en su compañía; donde he traba­ jado todo este mes de noviembre haciendo Memoriales que pudiesen aprovechar no solamente a los inquisidores, pero a los que tratan de calificar la doctrina, que han sido llamados para este propósito y esta­ ban ayunos de este misterio. Y pareciéndome que el inquisidor Montoya estaba bien ocupado todo el mes de diciembre y no podía salir de Llerena, acordé venir a esta Corte tercera [cuarta] vez para decir al Consejo de Inquisición un poco que me ha quedado, que es lo mejor y lo más importante y más cierto de cuanto he dicho. Plega a la misericordia de nuestro Dios se acabe de creer lo que no se puede remediar sin darle crédito enteramente. 372

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[II.

V id a y e r r o r e s d e l o s A l u m b r a d o s ]

Lo que resulta de la vida y errores de los Alumbrados, que se han descubierto con mucha diligencia en diversas almas que han comunicado en esta doctrina, [pondré aquí], advirtiendo primero que lo que va jun­ to y distinto y recogido en este Memorial está tan oscuro, tan confuso y esparcido en la gente de esta secta que, para distinguir un solo error de éstos, es menester sudar gotas de sangre, por ser invención artificio­ sísima de herejes ocultos, cuya propiedad nativa es encubrir y solapar las herejías y maldades que tienen en el alma. Manifiestamente se entiende que la mayor parte de los errores de esta secta están escondidos, porque los discípulos más allegados de ella, de quien se presume que saben el misterio, generalmente se han cerrado y no dicen palabra al Santo Oficio; y de los pocos que han habla­ do se colige lo infraescripto: 1. Que son grandes hechiceros y magos y tienen pacto con el de­ monio, del cual se aprovechan para muchos fines. Primeramente, con este artificio rinden a sí a las mujeres y hombres y se hacen señores de sus almas y haciendas, y los traen en pos de sí, sirviéndose de sus per­ sonas y haciendo mucho más que si fueran sus esclavos y cautivos. Lo segundo, que con el dicho ardid componen muchos santos repentina­ mente, que sienten en sí el Espíritu Santo y ven la esencia divina y al­ canzan los secretos del cielo y tienen revelaciones y visiones y saben la Escritura divina. Todo lo cual se hace por ministerio del demonio y ope­ raciones de arte mágica. Con lo cual se acreditan en tanto grado, que de las gentes engañadas son estimados por dioses y celestiales. Lo ter­ cero y principal, que se aprovechan de la magia para alcanzar las muje­ res y aprovecharse de sus cuerpos; para el cual efecto les ayuda el de­ monio grandemente, el cual viene a las mujeres y las enciende terrible­ mente en deseos de carne con tan grande opresión que las hace ir ra­ biando a sus maestros a pedir la medicina de aquellas grandes tenta­ ciones, porque ninguna otra persona puede remediarlas. Y los dichos maestros aplican el remedio natural, tratando con las tentadas desho­ nestamente, y dándoles a entender que no es pecado, porque [a] aque­ llas obras carnales llaman regalos de gente espiritual, y [dicen] que haciendo aquellas cosas con necesidad espiritual no es ofensa de Dios. Al menos consta por larga información que los ósculos en la boca y ros­ tro y tocamientos en partes vergonzosas y todas las torpedades que se encierran en esto exterior, no es pecado y así lo ejercitan como cosa lícita y honesta. Tratan sólo con gente moza y muy ocasionada para las obras de carne. 373

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2. Que también el demonio entra en parte en las obras carnales, y viene a las Alumbradas y tiene parte con ellas y las ensucia en dos mil poluciones, y que sus Alumbradas califican aquello por tentaciones de justos; y entrándose en los aposentos secretos para hacer exorcismos contra los dichos demonios, tienen parte con las dichas Alumbradas. 3. Que viene el demonio en figura de Cristo y acomete camalmente a las mujeres. Y lo que más debe espantar los oídos cristianos, que es­ tando una Alumbrada en su contemplación venía un demonio a ella en figura de Cristo y crucificado y corriendo sangre en los pies y manos y costado, y llegándose a ella amorosamente, tenía acceso carnal a ella con circunstancias tan feas, tan abominables, que no se sufren decir por la honra de Jesucristo. Y habiendo consumado con ella muchos ac­ tos camales, la dejaba hambrienta y encendida en deseos camales como un fuego de Babilonia. 4. Que los Alumbrados al tiempo del coito siembran fuera del vaso por no empreñar las Alumbradas. La cual abominación se llama delei­ tarse a lo nuevo. 5. Que en el acto sacramental tratan cosas abominables, peores que [las de] Sodoma y Gomorra, y mandan a las Alumbradas que no se confiesen con otros sino con ellos, porque no se descubran sus malda­ des. Y de aquí nace que, faltando del pueblo los Alumbrados, se comul­ gan las discípulas sin confesar, aguardando que vengan sus confesores. 6. Que para encubrir sus abominaciones y para honestar su ordina­ rio trato con mujeres, las comulgan y confiesan muy a menudo para desvelar al mundo con esto. 7. Que realmente se alzan y toman por suyas las personas que tra­ tan y comunican, y las quitan a cuyas son, apartando las doncellas del servicio de sus padres y las casadas del servicio de sus maridos, y los esclavos de la obediencia de sus señores: con lo cual desconciertan to­ dos los estados y son perniciosos a la vida y policía cristiana. 8. Que enseñan y practican un fundamento general, raíz de grandí­ simas herejías: y es que la gracia viene al alma con señales sensibles, del cual manan tantos errores que no se pueden bien contar, porque ponen el gobierno de toda el alma con señales sensibles. 9. Que hablando del sentimiento divino, lo califican heréticamente, llamándole movimiento sensible. 10. Que, definiendo la cruz del cristiano, hablan heréticamente, lla­ mándola dolor sensible. Esta invención herética está escripta en las car­ tas de Avila y en el nuevo libro que se dice Audi, filia, por un estilo tan disimulado, que no se puede entender si primero no se abarca el mis­ terio de esta secta. 374

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

11. Que, definiendo la inspiración divina, sienten heréticamente y la ponen como movimiento sensible. 12. Que los grados de santidad y perfección se manifiestan por los dichos sentimientos sensibles. 13. Que [de] su doctrina se sigue evidentemente que Dios es cuer­ po y no espíritu. 14. Que están testificadas contra particulares personas todas las herejías condenadas in Clementina «Ad nostrum»: de haereticis; convie­ ne a saber: que Dios se puede ver de ley común en esta vida. 15. Que en esta vida puede uno ser bienaventurado y puede llegar a ser impecable, y que los perfectos no tienen necesidad de hacer obras virtuosas. 16. Que persona de la secta decía que Dios la gobernaba inmediata­ mente, y que no había de obedecer a hombres ni a perlados, sino a solo Dios, y derribaba toda la obediencia secular y eclesiástica, y no conocía rey ni papa. 17. Que sienten mal de las religiones, de lo cual hay poderosas con­ jeturas. 18. Que sienten mal del matrimonio, de lo cual hay poderosos ar< gumentos. 19. Que para contemplar bien es menester comer bien y cenar carne. 20. Que sienten mal de los ayunos eclesiásticos. 21. Que anteponen la contemplación al ayuno eclesiástico de pre­ cepto, diciendo que más vale contemplar que no ayunar. 22. Que persona particular de la doctrina decía que bastaba sola la oración para el cumplimiento de la ley divina. 23. Que en las cosas graves esperan revelación y respuesta divina. 24. Que persona particular de la secta decía que la oración mental era sacramento. 25. Que usan de la confesión general como cosa necesaria a la sal­ vación de los hombres. 26. Que dan a entender que quien no es de su doctrina no se puede salvar. 27. Que se usa entre ellos revelar las confesiones sacramentales. 28. Que confesando, algunos de ellos piden el cómplice del pecado en la dicha confesión, y le van a dar corrección. 29. Que mandan a las mujeres abstenerse de la comunicación con sus maridos, con ciertos títulos de perfección. 30. Que les mandan a las mujeres que, cuando sus maridos tienen parte con ellas, no se deleiten en el acto ni hayan parte en él. 31. Que comulgan con muchas formas, alterando el rito eclesiástico. 32. Que dan a entender que con más formas se da más gracia. 33. Que comulgan por fuerza a los endemoniados de su secta y les 375

ALVARO HUERGA

meten el Sacramento en la boca, estando ellos cometiendo muchos des­ acatos contra el mismo Dios y resistiendo la dicha comunión. 34. Que habiendo comulgado cierto Alumbrado a una beata que se decía estar endemoniada, acabada la comunión y estando él revestido, se llegó a ella y le metió su lengua en la boca de ella. 35. Que alzando el Santísimo Sacramento, cierran los ojos y no lo quieren ver. 36. Que viendo la imagen de Jesucristo, no la pueden sufrir y dicen que es de compasión y sentimiento de su muerte. 37. Que cierto Alumbrado confesaba a las mujeres y las enviaba a otros que las absolviesen. 38. Que hacen a sus discípulas iterar la confesión que las Alumbra­ das hicieron a otros que no eran de su liga. 39. Que no basta guardar los mandamientos para salvarse. Otras muchas herejías están asomadas contra éstos, que deben ser infinitas si una vez se acaban de descubrir. [III ]

D e l se c r e t o g r a n d e de e st a m a ldad y n u e v a secta

Cosa maravillosa es ver la cubierta de estos errores. Antes que se acierte con uno, encontramos con mili oraciones y disciplinas y confe­ siones y comuniones y suspiros devotos y devociones. Y como los que sacan el oro de entre la arena, es menester ahechar dos mili obras san­ tas para sacar una herejía. Y la misma dificultad se ha de padecer en todos los pueblos de España donde hay teatinos, en los cuales, sin duda ninguna, hallarán el grano de esta herejía, habiendo habilidades que lo sepan buscar, y habiéndolo trabajado con tantos sudores y tanto estu­ dio y tanta oración como nos ha costado en nuestro distrito. Y si pen­ saren descubrir la dicha herejía con menos diligencia y con menos es­ tudio y menos solicitud, no la hallarán, ni aun el rastro de ella. De lo cual se sigue cuán largo queda el camino para remediar este daño, no habiendo en el reino tres inquisidores enteros que sepan este misterio, ni lo tomen con voluntad y con los bríos y celo que requiere causa tan grave y tan dificultosa. Hasta aquí he trabajado por hacer creíble al Consejo esta nueva sec­ ta y lo contenido en mis Memoriales. Y, últimamente, traigo un papel en que se trata de lo requisito para el remedio de esta plaga. Si vale algo mi parecer, aquello es necesario para esta cura. Y si fal­ tare una jota de lo contenido en esta nueva instrucción, no se provee al negocio, ni se trata del remedio, ni se puede arrancar la raíz de esta nueva herejía, ni se me podrá argüir en ningún tiempo que yo dije men­ tiras al Consejo, si no se tomaren los medios apuntados. Sin los cuales es imposible derribar este monstruo de la Iglesia. 376

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

Dios nuestro Señor, que es la medicina verdadera, ponga las manos en este negocio y sane esta llaga de infidelidad que padece nuestra Es­ paña y toda la Iglesia católica. Ignorando el paradero de este Memorial, reedito, con oportunas correcciones, el texto publicado por Miguel MiR-Justo Cuervo, en «Revista de archivos, biblio­ tecas y museos», en seis partes: 1.a) 9, 1903, 203-206; 2.a) 10, 1903, 64-67; 3.a) 11, 1904, 179-191; 4.a) 12, 1905, 459-463; 5.a) 3, 1905, 57-62; y 6.a) 13, 1905, 262-271. En página 271: «Carta hológrafa que debiera hallarse insertada al principio»; ib.: «Papeles que fray Alonso de la Fuente dio a S. M. y S. M. los remitió por carta del secretario Mateo Vázquez al Ill.mo Sr. Obispo de Cuenca, Inquisidor General; en Madrid, 17 de diciembre de 1575.» El texto, paleográficamente transcrito —aquí hemos modernizado la ortografía— va precedido de una breve introducción de M. Mir (págs. 203-204). J. Cuervo sólo firma la tercera inserción.

377

2

[.ALONSO DE LA FUENTE, NUEVE MEMORIALES PARA EL CONSEJO DE LA SANTA Y GENERAL INQUISICION SOBRE LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA'] [Esquema] [I.]

LAS PROPOSICIONES QUE TIENEN LOS ALUMBRADOS [A. B.

P r o p o s ic io n e s C a l if ic a c ió n t e o l ó g ic a

a. b.

(Hernando del Castillo)

En general. En especial:] [1.] [2.] [3.] [4.] [5.] [6.] [7.] [8.] [9.] [10.]

Ritos y ceremonias. Oración. Corte de cabellos. Promesa de obediencia. Voto de no casarse. Comunión. Secreto. Promesas de los maestros. Otras ceremonias. Contra religiosos.

[c.] De los efectos que se causan en los de esta secta. 378

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

[II.]

ENSEÑAN LOS MAESTROS DE LOS ALUMBRADOS LO SI­ GUIENTE: [A. [B.]

[III.]

D o c t r in a ] Ce n su r a

(Hernando del Castillo)

ADVERTENCIAS TOCANTES A LA MATERIA DE LOS ALUM­ BRADOS [A.

E x p o s ic ió n : ]

[1. [2.

Son magos y hechiceros] Los cuatro fundamentos: — — — —

primer fundamento] segundo fundamento tercer fundamento cuarto fundamento

[3.] La habilidad que ha tenido el demonio para sembrar esta secta [4.] El modo que se ha de tener para cazar esta gente [ B .]

C a l if ic a c ió n d e t o d a e s t a d o c t r in a

[1. De los errores generales] [2. De algunos errores en concreto] [3.] Errores de los Alumbrados, más de los que van de­ clarados [4. Otros errores] [IV.

ASPECTOS ESPECIALES DE LOS ALUMBRADOS] [A.] De [ B .]

la

o r a c ió n

P r eg u n ta s q u e se

han

de

hacer

en

la

v e r if ic a c ió n

de

ESTA DOCTRINA [C .]

S u m a r io d e l a d o c t r in a q u e p r a c t ic a n l o s A l u m b r a d o s

[D.] De

los

e n d e m o n ia d o s

de

esta

secta

[1. Introducción] [2.] Lo que hay en esto es 379

ALVARO HUERGA

[3.] Cómo se han de llamar estos endemoniados, y cuán dificultosos son de alcanzar [4.] Declaración de la dificultad propuesta [V.]

INSTRUCCION Y ORDEN QUE SE HA DE GUARDAR EN EXAMINAR LOS ALUMBRADOS Y ALUMBRADAS [VI.] DIVERSOS TIPOS DE ALUMBRADOS [VIL ADVERTENCIAS] PARA SABER COMO ESTA DOCTRINA CONTRADICE A LA CATOLICA [A.

E l l e n g u a je e s p ir it u a l e n s u s e n t id o c a t ó l ic o : ]

[1.] [2.] [3.] [4.] [5.] [6.] [7.] [8.] [B.]

Sentimiento divino Contrición del pecado Consolación divina Hambre de Dios Mortificación Cruz de Cristo y padecer por él Sequedades y desconsuelos Celo de Dios

CÓMO

ENTIENDEN

t ie m p o

ESTE

LENGUAJE

LOS

H E R E JE S

DE

ESTE

:

[1.] [2.] [3.]

Sentimiento divino Contrición del pecado Consolación divina

[4.] [5.] [6.] [7.]

Hambre de Dios Padecer por Cristo Sequedades Celo de Dios

[ C .]

CÓMO ESTA H ER EJÍA SE SIENTE Y NO SE DICE

[D.]

A r g u m e n t o d e l o q u e s e l ia d e p r e d ic a r

[VIII. CALIFICACION DE LOS ACTOS LIBIDINOSOS] [TX. DEL MODO DE VIVIR QUE TIENEN LOS ALUMBRADOS] [1.] [2.] [3.] 380

Oración Ayunos Obediencia

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

[4.] [5.] [6.] [7.] [8.] [9.]

Matrimonio Sacramentos Sentimientos Tocamientos Secreto Inspiraciones

[I.]

[A.

LAS PROPOSICIONES QUE TIENEN LOS ALUMBRADOS

P r o p o s ic io n e s ]

1. a Que nadie se puede salvar sin la oración que ellos hacen y en­ señan. 2. a Que sola la oración está en precepto divino y con ésta se cum­ ple todo lo demás. 3. a Que la oración es sacramento debajo de accidentes. 4. a Que la oración mental es la que tiene valor; la vocal importa muy poco. 5. a Que no basta guardar los mandamientos de Dios para salvarse. 6. a Que las siervas de Dios no han de trabajar ni ocuparse en exercicios corporales. 7. a Que no se de(be) obedecer a perlado, padre ni superior en cuan­ to mandaren cosa que estorbe las dos horas de su contempla­ ción y oración. 8. a Que los casados no pueden bien servir a Dios. 9. a Que nadie puede ser virtuoso si no hace aquellos exercicios. 10. a Que nadie puede alcanzar el secreto de la virtud sino el discípu­ lo de sus ma(estros). 11. a Que ciertos ardores y dolores y temblores y desmayos que pa­ decen son indicios del amor de Dios, y por ellos se conoce que están en gracia y tienen el Espíritu Santo. 12. a Que los perfectos no tienen necesidad de hacer obras virtuosas. 13. a Que se puede ver y se vee en esta vida la esencia divina y los misterios de la Trinidad, cuando llegan a cierto punto de per­ fección. 14. a Que el Espíritu Santo inmediatamente las gobierna a las que así viven, y sólo se ha de seguir su movimiento y inspiración interior para hacer o dejar de hacer cualquier cosa. 382

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

[B. [a.

C a l if ic a c ió n t e o l ó g ic a ]

En general]

Todas estas proposiciones son heréticas, y manifiestamente heréti­ cas, y algunas de ellas son antiquísimas herejías condenadas en la Igle­ sia; y ninguna recibe glosa ni católico sentido, salvo la octava, que dice que los casados no pueden servir a Dios, la cual pudiera tener alguna salida tolerable si otro sujeto lo afirmara, mas como éstos la dicen y con las circunstancias que en el Memorial se escriben ni tiene glosa ca­ tólica, ni la pudo tener. [b.

En especial]

[1]

Ritos y ceremonias

Los ritos y ceremonias que esta gente platica son varios y reciben varia calificación. Y la primera es la confesión general que hacen, sin la cual ninguno es admitido a su compañía, y dicen ser tan necesaria, que sin ella ningu­ no puede ser virtuoso ni alcanzar el secreto de la virtud. Calificación: Decir y sentir que es tan necesaria esta confesión para todos y que sin ella no puede ser nadie virtuoso, etc. es herejía y nueva secta contra la fee. Mas pedir que todos hagan esta confesión, a veces sería bien y a veces no. No es esto de lo muy aprobado y loado, sino es en algunos casos y tiempos, mas puede ser puerta para grandes males, y en esto lo es claramente: lo uno, porque por aquí conocen la vida y trato y incli­ naciones y mocedades de la gente y, conforme a lo que ven y tocan con la mano en aquel sacramento y larga confesión, descubren su doctrina y la publican, no toda a todos ni por junto, sino a pedazos y diversamen­ te; y para esto no hay cosa en la tierra más segura que tomar el pulso por una confesión general de toda la vida del hombre; y lo otro, porque por esta vía se hacen dueños de todo el lugar y tiranizan las honras, almas y hacienda. [2]

Oración

La otra ceremonia de oración y contemplación, de suyo buena es; to­ mada con las proposiciones que arriba afirman, es rito herético. [3]

Cortar cabellos

Cortar los cabellos a todas las mujeres por vía de religión es supers­ tición clara. Y dio en ella Eustaquio, obispo de Sebaste, hereje, más ha 383

ALVARO HUERGA

de mil y doce años; éste hacía cortar los cabellos a las mujeres. Y man­ darlos cortar comenzando por cima de la frente es rito de Simón Mago, que así dice Beda. [4]

Prometer obediencia

El pedir la obediencia tan rigurosa, que sin orden y licencia suya no hagan cosa las mujeres aunque sea pía y virtuosa, es propio de herejes de quien dice san Pablo: captivas ducunt mulierculas oneratas peccatis (2 Tim 3,6); y todo hereje es tirano y gobierna con tiranía las almas. Y aunque a la perfección inporta algunas veces (y es consejo sano) to­ mar un maestro a quien seguir y obedecer en todo, pero hacerlo rito y obligar a ello a las casadas y hijos menores y criados que tienen otra obediencia mayor y primera a que deben acudir, y sin embargo de ella, es maldad propia de herejes. [5]

Hacer voto de no se casar

Mandar a todas las mujeres indiferentemente que hagan voto de no casarse es contra el Evangelio, que de la continencia dixo: qui potest capere, capiat; non omnes capiunt verbum istud (Mt 19, 11-12). [6]

Ritos en la comunión

En la comunión y no .querer comulgar sino a sus discípulas y repe­ ler a las otras del altar, es rito de injuria y escándalo de los fieles; y ha­ cerlas comulgar sin preceder sacramental confesión es peligroso nego­ cio; y comulgarlas con muchas formas, creyendo hay allí más gracia o mayor gusto, es rito heretical y de nueva secta. [7]

Pedir secreto

El secreto que encargan a los de su escuela es sospechosísimo, y todo parece que nace de las confesiones generales, por las cuales entienden que no es cosa para todo estómago esta doctrina, y generalmente todos los herejes y nigrománticos, hechiceros y perdidos tienen por principio el secreto de su doctrina. Cristo nuestro Señor dice que lo que de él oímos lo prediquemos en la plaza. Satanás es amigo de secreto, et omnis qui male agit, odit lucem, et non venit ad lucem ut non manifestentur opera eius, dice el Evangelio (Jn 3, 21-22). 384

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

[8]

Promesas que los maestros las hacen

También entre ellos es uso de hacer grandes promesas a su gente de que verán y gustarán, sentirán cosas maravillosas. Y esto es ordinario de herejes que, como profetiza san Pablo apóstol, per dulces sermones et benedictiones seducunt corda innocentium (Rom 16, 18). [9]

La hostia. Los ojos

Mandar que al alzar de la hostia y cáliz se cierren los ojos es rito contra la Religión cristiana y uso universal de la Iglesia, que para esto alza la hostia para que sea vista y adorado el cuerpo de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Comulgar con pan y cocina es rito herético nuevo. Y evidentemente siente mal del divino sacramento quien esto hace. [10] Contra religiosos Dogmatizar a sus discípulas a que estén mal con las religiones y re­ traerlas de ellas es pasión de herejes. Y, por otra parte, hacer tanta fuerza en que las mujeres se queden sin casar fuera de religión es mala sospecha de que hay entre ellos sucísimos tratos, como siempre jamás han sido todos los herejes carnales. [C.]

De

los

efectos

que

se

ca u sa n

en

los

d e esta

secta

[1] Dicen que es efecto de esta secta mudar a los hombres y ha­ cerlos malcasados, y en los actos matrimoniales tan contra la obliga­ ción que el casado tiene a no ser suyo, sino de la compañía que Dios le dio, que de todo esto se olvidan poniendo hacienda, libertad y estado en manos de los maestros. Y este efecto no es ni puede ser del Espíritu Santo, pues es contra su ley y preceptos. [2] Otros efectos, que son el dolor y quebranto que en la oración les toma, y los desmayos, mal de corazón, bramidos, visajes como de gota coral, el ardor y encendimiento tan grande que como fuego abrasa y levanta ampollas en el rostro, no son efectos del Espíritu Santo, que es Espíritu de verdad y regalo del alma y consuelo suyo en todas partes y se llama en la Sagrada Escritura (saepe in Scriptura et in officio Ecclesiae) Consolador, Unción, Fuente de agua viva, Amor, y finalmente todos 385

25

ALVARO HUERGA

los nombres que tiene para significar los efectos que hace, son contra­ rios a esto, que es retrato de infierno furioso. [3] No poder sufrir imágenes ni sermones ni palabra de Dios, efec­ to es del enemigo de las almas, porque el Espíritu Santo, que es amor divino, pégalo en el corazón, de manera que uno de sus efectos es enamo­ rar a las almas de su Dios y darles gusto y deseo de la palabra suya, tanto que los Santos (S. Bernardo, De 4 modis orandi, et alii) ponen por señal de predestinación y de Espíritu Santo oír con gusto y reposo la palabra de Dios y tener hambre de ella; también es cierto que quien no se regala de ver (a)Jesucristo en su retrato y pintado que no lo querría ver vivo. Ni puede ser amor sino embuste diabólico que éstos hacen, pues en los efectos de amor, como Aristóteles dice, uno es holgar mucho de ver a quien amamos; y no pudiendo ver a Dios en sí mismo, mucho regala el corazón verle por mi amor en la Cruz, o Niño recién nacido. Y si las imágenes son para recuerdo de Dios y de los Santos, y para ve­ nerarlas exteriormente y con el corazón nos (las) da la Iglesia, no lleva camino de Espíritu Santo alterarse con ellas tanto y cerrar los ojos, caer en el suelo, como éstos hacen. Y mucho menos se sufre llamar obra de Espíritu Santo las visiones fantásticas, sucias y torpes y las tentaciones carnales que algunos dicen que sienten entonces. [4] Tampoco se puede tener por bueno aquel dolor sensible en el costado cuando se contempla la llaga de nuestro Señor, siendo tan ex­ cesivos dolores como los Alumbrados significan y con tantas señales y generalmente en todas las personas que hacen estos exercicios, pues llega a términos de quitar a algunos la vida, antes parece claro ser már­ tires del diablo. [5] Finalmente, el tomar la santa comunión con la rabia y furia que aquí se representa y sin poderse contener y templar y ir algunas veces algunas leguas a buscar la comunión porque el cura la negaba, es furor endemoniado y no devoción, porque ésta hace al hombre teme­ roso, obediente y humilde, y no arrojado a su gusto, el cual entonces es más peligroso cuando anda mezclado con cosas buenas. Esto es lo que siento acerca de este Memorial, en el cual se han de advertir algunas cosas: La primera es que no es nuevo, sino antiguo y muy usado trato del demonio mezclar sus errores con los exercicios de los sacramentos y cosas sagradas, antes es para él de mayor importancia y gusto hacer mal al hombre tomando por medio los sacramentos y cosas santas, por el sacrilegio que con éstas hace contra Dios y porque por esta vía ase­ gura a los ignorantes para que no se recaten. Lo segundo es que casi las más cosas de éstas salen de otros herejes muy antiguos, repartidas en muchas partes. Y el demonio, que es padre 386

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

de errores, cuando la Iglesia los descubre y persigue y acaba, hace como las langostas que debajo de tierra encierran principios de donde otro año nazcan, cuando más descuidado(s) están los hombres; y así parece que en estos hombres reviven errores viejos y sepultados. Lo tercero es que todas las dichas proposiciones son heréticas. Los ritos y ceremonias y actos positivos son por la parte sospechosos de herejías. Los efectos [son] malignos y diabólicos. f(ray) Her(nan)do de Castillo

387

[II.]

[A.

ENSEÑAN LOS MAESTROS DE LOS ALUMBRADOS LO SI­ GUIENTE:

D o c t r in a ]

1. Que es bueno recibir muchas formas del Sacramento, porque dura la Majestad de Dios en el estómago tanto tiempo cuanto duran las es­ pecies en digerirse, y los discípulos dicen que por esta razón reciben más gusto cuando les daban más formas juntas. 2. Que no quieren dar el Santísimo Sacramento sino a las personas que se confiesan con los dichos maestros. 3. Que no quieren confesar a nadie si no se confiesan con ellos ge­ neralmente, y dicen que es necesario confesarse con ellos generalmente. 4. Que no han de abrir los ojos cuando alzan en la misa el Santísi­ mo Sacramento, ni cuando lo reciben. 5. Que uno de los dichos maestros hizo dar un pregón en cierto lu­ gar diciendo que se fuesen todos a confesar con él. 6. Que en una plática que el dicho maestro hacía a sus discípulos los esforzaba y decía que los que contradecían su doctrina eran espan­ tajos. 7. Que han de perseverar mucho en la oración y que, estando en ella, lo que nuestro Señor les revelare han de poner por obra, y que, si les revelare que comulguen muchas veces, que lo hagan así, porque la olla mientras más llega al fuego más hierve. 8. Que no han de ayunar mucho, porque no ternán fuerzas para con­ templar. 9. Que más se sirve a Dios con la oración y contemplación que con el ayuno ni cosa ninguna. 10. Que la contemplación es trabajosa y tiene necesidad de fuerzas, porque es como quien anda a sacar grama. 11. Que preguntan a los discípulos si sienten calores y ardores y 388

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (157 0 -1 5 8 2 )

les dicen que cuando los sintieren sirven a nuestro Señor, y no cuando no los sienten, porque aquéllos son calores del Espíritu Santo, y vienen de parte de nuestro Señor y que tener aquellos calores es tener mucha caridad. 12. Que cuando se hubieren de confesar con algún otro confesor que no sea de los dichos Alumbrados, no les han de dar cuenta de la dicha oración, ni de los sentimientos que tienen. 13. Que entrándose monjas perdían todo el amor de nuestro Señor y las buenas obras que hacían. 14. Que las monjas no saben qué cosa es amor de Dios, ni saben tener oración ni contemplación; que todo era rezar vocalmente. 15. Que no han de rezar vocalmente en Horas ni Rosario, sino lo menos que pudieren, y que todo el tiempo le habían de gastar en con­ templar. 16. Que es mal uso llorar los muertos, aunque fuesen padres ni hermanos. 17. Que los discípulos, cuando reciben el Santísimo Sacramento, procuran que les den más Sacramento. 18. Que les da mucha pena cuando reciben poca cantidad, y no que­ dan satisfechos. 19. Que por esto comulgan en un día dos veces. 20. Que dicen se ha de adorar la persona que acaba de recibir el Santísimo Sacramento. 21. Que el que ha recibido el Santísimo Sacramento no ha de ado­ rar, ni mirar el Santísimo Sacramento, aunque lo alcen en la Misa, pues que lo tiene dentro de sí. 22. Que después de recibido el Santísimo Sacramento no se han de dar en los pechos como se suele hacer por señal de contrición, porque dicen que es aporrear a nuestro Señor. 23. Que se han de revelar en la confesión los cómplices del pecado de carne, y compelen a los penitentes que se los den a conocer cuando ellos no los conocen personalmente, cuando son mujeres las que se han de manifestar. 24. Que cuando estuvieran labrando o cosiendo, hiciesen cuenta que el lienzo era el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, y la aguja eran los clavos que metían por él. 25. Que las siervas de Dios no se han de exercitar en exercicios de labores, porque se ocupaba mucho el entendimiento y no podían des­ pués tener contemplación. 26. Que preguntan estos maestros públicamente en corrillos a la gente común que quién es el que está en la Hostia consagrada y si nues­ tro señor Jesucristo está en la haz o en el envés, y dicen que está en el medio, debajo de aquellas cortinas y accidentes de pan. 389

ALVARO HUERGA

27. Que la persona del Hijo es mayor que la del Padre y del Espíritu Santo (herética). 28. Que la persona del Hijo está en el Santísimo Sacramento y es a la que más debemos, porque murió por nosotros (este error está muy extendido). 29. Que después de recibido el Santísimo Sacramento, está Dios en el alma media hora. 30. Que basta la oración que hacen para salvarse. 31. Que haciendo aquella oración de los cinco paternostres, irán derechos al cielo, y que no han menester otra cosa para ir allá. 32. Que teniendo deseo de recibir el Santísimo Sacramento era tanto como si lo recibiesen, porque aquello era comunión espiritual. [B.]

Ce n s u r a

En estas proposiciones hay algunas heréticas, como está notado en la margen. La primera proposición es la salida que éstos dan para huir de un error en el uso del Santísimo Sacramento, que así es verdad, como ellos dicen, que, cuanto duran las especies sacramentales en el estómago, dura la presencia y persona de Dios allí, mas decir que todo aquel tiempo da gracia es falso y trae en teología grandes inconvenien­ tes, aunque no es herejía, ni esta salida no quita el gravísimo pecado contra el uso universal de la Iglesia en la administración de los sacra­ mentos, que no comulga sino con una forma y una vez al día, y no más, contra lo que éstos hacen en la proposición. [Proposiciones] 1.a, 17.a, 18.a, 19.a: también es peligroso reducir a gusto sensible mayor o menor el recibir más o menos formas. Las proposiciones 5.a, 6.a y 12.a todas son muestras de la insolencia con que tratan esta doctrina nueva y la soberbia que san Pablo dice que tienen los herejes queriendo tiranizar la libertad de los hombres y traer­ los cautivos, como por esta vía los traen. La 7.a es de dejados y errónea, porque ponerse el hombre a esperar revelaciones particulares, para lo que ya en la Iglesia los Doctores san­ tos tienen enseñado, es especial error de los hombres y peligrosísimo contra la doctrina y aviso de san Pablo [Juan] que advierte cuán fácil cosa es engañarse el hombre en estos espíritus, y que han de probarse si son de Dios o no (Cf. 1 Jn 4,1). Y cierto es, en nuestra sancta fe cató­ lica, que no hay otra prueba sino la de la Iglesia, y no puede ser juez de su inspiración, si es de Dios o no, otro que Dios y su Espíritu Santo, que habla en la Iglesia y por sus Doctores. La 8.a es mala doctrina en general, porque a algunas personas les im­ porta más el ayuno para su salvación y muchos ayunos que no contem­ 390

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plación. Y esto es lo más ordinario y cierto en la gente que tiene estado común en la Iglesia. Cosas que hacen esta proposición más mala, se han de ver en las calificaciones de otras, en que quieren aún quitar los ojos de precepto por su contemplación. La 9.a, que dice que más se sirve a Dios con la oración que con otra cosa ninguna, es herética, por esta generalidad, porque, según nuestra fe, hay otros actos de virtudes mayores y mejores que la oración, con que se sirve a Dios más que con la oración. La 10.a proposición no es de substancia así como está. La compara­ ción que trae es harto disparatada. La 13.a es herética luterana y clara contra el Evangelio y consejos de Cristo Nuestro Señor. La 14.a se deriva de ésta y es injuriosa al estado de Religión y a la Iglesia cristiana, que desde sus principios ha conservado las monjas como a estado revelado por Dios, como es. Y es error de uso antiguo. La 15.a: herética, enemiga de oración vocal, que Jesucristo nuestro Señor en persona enseñó a sus Apóstoles y la Iglesia la conserva en todo el oficio divino continuamente y sin cesar. La 16.a es herética, contra el estilo de los Sanctos y doctrina de la Escritura y exemplo de Cristo nuestro Señor y contra la piedad debida a los hombres. El exceso en esto podrá ser malo, mas la proposición como está es errónea. La 20.a es blasfema, y, si toma en rigor el vocablo adorar, es contra la fe católica; yo pienso que esta proposición debe ser algún encareci­ miento desatinado, como lo suelen tener los idiotas confiados. La 22.a es contra el uso universal de los fieles, jamás contradicho ni calumniado sino de estos noveleros. Y la razón que dan es desvergon­ zada y blasfema, pues el Señor y Salvador nuestro no está allí en forma pasible. La 23.a es perniciosa y de suyo destruye el uso de la confesión, y así como está, tan absoluta, es herética. Y muy más dañosa que la que Lutero enseña, porque, aunque dice que el Sacramento de la confesión no es necesario, muchos no se lo creyeron y dejáronle para hereje. Y, sin embargo de su herejía, nos confesamos todos los católicos. Mas si se enseña que no ha de haber secreto en la confesión, ninguno se confesará y totalmente se quitará el uso de este sacramento, que es el único reme­ dio de las almas. Pero en cuanto a revelar el penitente los cómplices del pecado carnal, y más siendo mujeres, como en esta proposición se dice, es obligar a los penitentes a lo que no estuvo obligado por Dios, por derecho alguno; es tiranizar las almas; y, por este camino, hacerse due­ ño de todas las conciencias y saber cuál mujer es flaca para acometerla y vencella. Y en el uso de tan necesario sacramento cualquier abuso es considerable, ¡cuánto más éste, que es en destrucción suya totalmente! 391

ALVARO HUERGA

La 24.a es una contemplación necia. La 25.a es perniciosa y contra el gobierno de la república, donde las mujeres, para hacer lo que deben, han de hilar y labrar, que son oficios propios suyos, y no lo es el contemplar; y quitarlas estos ejercicios es quitarlas de ser mujeres y criarlas ociosas para que sean o herejes o malas, cuanto más que es falso que el labrar sea estorbo para la contem­ plación que después de la labor se tiene. La 26.a: que si así la afirman, y que nuestro Señor no está sino en medio de la Hostia, es herejía manifiesta y la fe enseña que antes y des­ pués de partida la Hostia está Jesucristo en cualquier parte de ella. La 27.a es herética. Arrio decía que era menor, y éstos que mayor. La fe católica claramente dice que todas tres personas coaeternae sibi sunt et coaequales: ninguna mayor, ninguna menor. La 29.a no la entiendo, ni sé qué quiere decir. Porque si el hombre se conserva en la gracia del Señor, siempre se estará Dios en el alma hasta que con pecado mortal le echen, aunque sea ciento y mil años. Y si se recibe el Sacramento en pecado mortal, Dios no entra en el alma aunque el Sacramento esté en el estómago. Y así no sé qué limita­ ción de media hora es ésta que aquí dicen. La 30.a, 31.a son herejías clarísimas y perniciosísimas, y no hay niño cristiano y católico que pueda tener de ello ignorancia. fr. Her(nan)do de Castillo

392

[III.]

ADVERTENCIAS TOCANTES A LA MATERIA DE LOS ALUM­ BRADOS

[A .

E x p o s ic ió n ]

[1.

Son magos y hechiceros]

Los autores de esta doctrina son magos y hechiceros. La magia con­ siste generalmente en el acto de la contemplación que éstos enseñan, el cual acto es malo y desordenado y supersticioso por estas razones: La primera, porque enseñan a contemplar las almas rudas e imper­ fectas y llenas de resabios terrenos, que es el mayor desorden que pue­ de haber en el camino de virtud, ex sententia Gregorii, Bernardi, Ambrosii, Origenis et omnium Sancionan. La segunda, porque (a) aquel acto le ponen tal necesidad y tasa de tiempo que desconcierta todos los estados y los desbarata. La tercera, porque en el mismo acto prométense actos y maravillas y visiones, y con este presupuesto se entra a la dicha contemplación; las cuales condiciones hacen este acto supersticiosísimo; por lo cual el de­ monio se entremete en él y se hace Dios en la dicha contemplación, por­ que, según dice santo Tomás, dondequiera que hay actos supersticiosos de religión hay demonio, que entra en parte (2-2ae, q. 92, a. 1). De lo cual se colige que la dicha magia se puede ejercitar y ejercita tan oculta y disimuladamente que no hay necesidad de otras ceremonias y señales, sino encomendar a los discípulos la dicha contemplación. [2.

Los cuatro fundamentos]

Primer fundamento Practican los autores y enseñan que Dios nuestro Señor de ley co­ mún se comunica a las almas sensiblemente, y así, todo el gobierno 393

ALVARO HUERGA

del alma ponen sensible, para lo cual los autores entienden toda la Sa­ grada Escritura en sentido carnal. Como se colige de estos ejemplos: 1) Viene Dios al alma y vase 2) Inspira Dios al alma y alúm­ brala 3) Todas sus inspiraciones 4) La contrición del alma 5) Las consolaciones del alma

sensiblemente y con mutación corporal. con revelaciones sensibles, son revelaciones sensibles. es con dolor sensible y a veces es tan fuerte que mata. son tan sensibles que matan a ve­ ces el paciente.

6) Los conocimientos vivos del son con ilustración sensible. alma 7) Sienten en sí la imagen de sensiblemente, Cristo causa gusto sensible, 8) La sacra comunión causan mayor gusto, 9) Muchas formas con efecto sensible. 10) Siéntense llenos de amor 11) Ven, huelen y palpan al mis­ mo Dios sensiblemente. 12) Los actos interiores de las & r virtudes son conocimiento sensible, 13) Los actos interiores de los vicios son con inmutación sensible, 14) Finalmente, todo el gobierno del alma es sensible. Este es el corazón de esta herejía, que es la mayor que se ha visto en toda la Iglesia; y todos los otros errores manan de este fundamento, porque si niegan la obediencia eclesiástica, y niegan los ayunos, y sien­ ten mal del matrimonio, es por este sentimiento sensible que tienen de su Dios, que les dice y enseña todos estos errores con aviso sensible. Es el fundamento de esta herejía el más perjudicial que se ha visto en la Iglesia de Dios, porque quita totalmente la fe y el gobierno del cristiano. Porque como dice san Pablo, nosotros caminamos por la fe (2 Cor 5, 7), y esta herejía camina por el sentido. Este error toca fray Luis de Granada en el Libro de la oración en muchos lugares y pone 394

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (157 0 -1 5 8 2 )

infinitas señales y consolaciones sensibles, convidando con ellas y pro­ metiéndola a los que hicieren una larga y profunda oración; y así todos los maestros de esta doctrina lo tienen por padre y maestro, alegan con él y dan a sentir que sólo aquel fraile conoce el camino de la virtud. Segundo fundamento de esta herejía Dicen más: que sola aquella oración alcanza el secreto de la virtud y los efectos sensibles del Espíritu Santo. Y este error está grandemen­ te ocasionado en el Libro de fray Luis de Granada, el cual por todo su discurso va diciendo tanto de la oración que casi la hace sacramento, como dicen los Alumbrados; pone aquella oración por fundamento y raíz de la conversión del alma; promete en ella la venida del Espíritu Santo y la sabiduría altísima y los raptos y señales rarísimas de la perfección, y dice que todo se deje por ella, como está notado en el remate de este Memorial. Lo cual ha sido ocasión y escándalo para muchos errores, porque, queriendo los imperfectos imitar la santidad que allí promete, cayeron despeñados del monte y apedreados. Tercer fundamento de esta herejía. Es error de beguinas y begardos Que en esta vida se puede ver la Santísima Trinidad, como en efecto dicen verla. El cual error es también ocasionado en el Libro de la ora­ ción, de fray Luis de Granada, como va apuntado en el fin de este Me­ morial. Cuarto fundamento Que los que hacen esta oración han de padecer gravísimas y horri­ bles tentaciones y pensamientos de infidelidad, con lo cual sustentan en la oración las abominaciones que pasan con aquel Cristo que con­ sideran, el cual los enciende y altera y viene a tener parte con las mu­ jeres. El cual error es también ocasionado en el dicho Libro, de fray Luis, y en otros muchos que le imitan. [3.]

La habilidad que ha tenido el demonio para sembrar esta secta

Los autores de esta maldad y el demonio consultaron sembrar una herejía sin que se hablase, y dieron una traza maravillosa: tomaron al demonio por instrumento para que diese esta herejía por escrito, por­ que sus maestros ahorrasen el decirla, por el peligro que hay en ello. 395

ALVARO HUERGA

Item, porque mejor se entendería una herejía de bulto y escripto y no pactada, porque mejor se entiende Roma dibujada o hecha de bulto que no parlando del sitio y calidades de ella. Viene el demonio, aceptó el oficio y comenzó a escribir y dibujar esta herejía en los sentimientos, va y viene a esta gente, hínchalos de amor y vacíalos, dales regalos sen­ sibles, contrición sensible, gustos sensibles del Sacramento, muéstrales por ilusión la Santísima Trinidad, mortifícalos, inspírales, alúmbralos de mil subtilezas, dales tentaciones horribles, y hace en ellos una labor y una perfección como está pintada en el Libro de fray Luis de Granada. De esta manera se persuade esta herejía muy mejor que si se dijese, y los autores se conservan mil años sin ser entendidos, porque hablando ellos católico, escribe y dibuja el demonio un edificio herético. [4.]

El modo que se ha de tener para cazar esta gente

Con el dicho fundamento viven los maestros de esta maldad segu­ ros, pareciéndoles que verán y sabrán y sentirán cosas altísimas y ma­ ravillosas; y en comenzando los discípulos a sentir aquellos efectos he­ réticos, los maestros se alegran y dan gracias a su Dios y prometen cosas mayores, piden generalmente los dichos sentimientos, y cuando el dis­ cípulo no los da, se afligen y le exhortan que persevere y que los alcan­ zará; y después de esto, en particular aprueban los dichos efectos y di­ cen que todos son del Espíritu Santo. Llaman justos y santos y siervos de Dios a los sembrados de la dicha herejía, hállanse muchos hombres y mujeres enseñadas presto llenos de errores, pruébase contra ellos que desacreditan todas las otras gentes y caminos de virtud, poniendo la santidad en aquel singular camino que ellos llevan. Demás de esto, no pueden guardar tanto la lengua que no hablen ex abundantia cordis mu­ chos de los errores apuntados. Y así, con lo que han dicho y significado del común de la doctrina, y cada día significan, resulta contra ellos grandísima información. [B.]

Ca l if ic a c ió n d e t o d a e st a d o c t r in a

La calificación de toda esta doctrina es dificultosa para el que no ha visto ni alcanzado el corazón de ella, por las muchas herejías que contie­ ne, de suerte que la dificultad está en la calificación y dar su punto a los efectos que tiene esta gente. [1.

De los errores generales]

La puerta por donde se entra a esta doctrina, que es la confesión 'general, como ellos la abren, es supersticiosa, porque, aunque sea ver­ 396

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dad que confesarse el hombre generalmente es buen consejo, para el que hizo siempre buenas confesiones y enteras, pero vender este remedio por cosa necesaria para la salvación del hombre y por remedio necesa­ rio para ser virtuoso, como éstos lo hacen, es negocio muy supersticio­ so y tradición de hombres. La substancia de esta doctrina, que es la contemplación y medita­ ción de dos horas, enseñada por el orden que los Alumbrados enseñan, es la cosa más supersticiosa y más descarriada que en el mundo se pue­ de pensar. Y para que se vea esta verdad, hase de calificar por la boca y parecer de san Gregorio y san Bernardo, santo Tomás, san Ambrosio y Orígenes, y será la sentencia universal de todos los Doctores que toca­ ren esta materia. Supuesto este principio y fundamento, hase de presu­ poner que los que aprenden a ser virtuosos son como los que aprenden a ser scriptores o artífices de obras materiales del arte. Así en la escuela de la virtud uno comienza y éste dice con el pubhcano: propitius esto mihi peccatori (Le 18, 13) y se va disponiendo para conocer el camino de Dios, y su oficio es llorar y no contemplar. Otros van adelante y sa­ ben resistir a lo fuerte de las pasiones y pelean con los vicios y se esca­ pan de los pecados mortales. Otros van más adelante y saben ya resistir a los movimientos de la sensualidad sin dificultad alguna; y no solamen­ te resisten a los mortales, pero resisten a muchos veniales. Otros hay que van más adelante, y éstos están en lo supremo de la escala: y éstos están ya tan señores de sus pasiones y tan cebados en cosas divinas y tan olvidados de las cosas terrenas que dicen con san Pablo: vivo ego, jam non ego (Gal 2, 20). Y de estos perfectos hay tan pocos en la Iglesia y tan raros en los monesterios que en cuarenta casas de religión apenas se hallarán cuatro, porque hombres que se puedan llamar perfectos son raros en el mundo. Y a estos solos perfectos permiten los santos Docto­ res contemplar y meditar de propósito las cosas divinas, haciendo esta­ do de contemplación. Esto digo porque meditar a paso y a menudo las cosas divinas para despertarse al amor de Dios y para tomar aliento para saber obrar y ejercitarse en los preceptos divinos es cosa admira­ ble y que viene bien a cualquier espíritu. Pero esto no es contemplar to­ mando estado de contemplación, sino dar algunas puntadas en el cielo para enseñarse a caminar por tierra. Y esto hacen comúnmente los bue­ nos espíritus que, viéndose fatigados con los negocios de la tierra, acu­ den a Dios y le llaman y vuelven con aquel socorro al ejercicio de las obras activas, que es obrar con paciencia sufriendo la carga de la vida y la importunidad del mundo, que es el ejercicio de bien obrar; de suer­ te que el estado común de los buenos espíritus es el ejercicio de bien obrar, aunque para este fin suben al cielo como de paso. Y luego vuel­ ven de propósito a la vida activa. Pero soltar el hombre las obras y ejercicios de la vida activa, que es el camino general del cielo, y arro­ 397

ALVARO HUERGA

jarse a la contemplación divina, haciendo estado de contemplación y dejando los exercicios de la vida activa, cuando cae en almas ruines o imperfectas, como somos generalmente los hombres, digo que es la cosa más desvariada que en el mundo se puede hacer. Y esto es lo que hacen los maestros desta doctrina, que sacan la ramera del lugar público y luego le mandan meditar y contemplar dos horas, dándole a un alma desgarrada en pecado el ejercicio de los santos. Esto es lo que maldice y abomina san Gregorio (VI Moralium, super illa verba: ingredieris in abundantia sepulcrwn [Job 5, 26]), las cuales declara largamente bur­ lando de las almas imperfectas que quieren contemplar las cosas divi­ nas, diciendo que de tales contemplaciones levanta el demonio gran­ dísimos maestros de errores, y que, subiendo al monte de la contempla­ ción, bajan ciegos y apedreados y heridos con mil errores. Y en todas sus obras repite mil veces esta sentencia, diciendo que ningún imperfec­ to haga estado de contemplación. Y san Bernardo (Super Cántica et illa verba: lectulus noster floridus [Cant 1, 15]) echa mil maldiciones y ame­ naza con ellas a las almas imperfectas que presumen contemplar las co­ sas divinas, y les llama vanos y soberbios y gente de quien hace burla el demonio. Y en el sermón Sobre los Cánticos dice: «¿Quién osará con­ templar el secreto de Dios, pues sabemos que san Pablo, para contem­ plarlo, fue llevado y arrebatado? ¿Quién se atreve a subir tan alto, sino los importunos contemplativos, que suben y se despeñan?» Y en el ser­ món cuarto in quadragesima, hablando con los imperfectos contempla­ tivos, dice: «¡Cuitados, no os habéis hallado a vosotros mismos!, ¿y que­ réis alcanzar a Dios y los secretos de su grandeza? Orad como pecado­ res, no como santos.» Y en otros lugares dice que el alma imperfecta que quiere contemplar, que le tiende los pies haciendo burla de ellas. Y san Ambrosio, Super illa verba: ascendit Christus in montem orare (Mt 14, 23), dice que al monte de la contemplación no suben todos, sino los grandes, los sublimes en santidad, porque el Profeta que dijo: aseende super montem excelsum [/s 40,9] no habló sino con unos pocos per­ fectos. Y Orígenes, Super illa verba: duxit illos in montem excelsum seorsum (Mt 17,1), dice que nadie puede subir al monte de la contemplación, sino el que tuviere debajo de los pies todas las cosas visibles. Y es la razón, porque la contemplación divina, como dice santo Tomás (2-2ae, q. 180, a. 4) es el fin y paradero de toda la vida humana, y no solamente es lo que se promete en esta vida a los muy perfectos, pero es lo que se promete en premio a los bienaventurados, como dice san Agustín. Y en otro lugar (eadem qnaestione, art. 5) dice santo Tomás que la contemplación divina no se ordena a servir comoquiera a Dios, sino a la unión perfecta con Dios. Supuesto este fundamento, ¿cómo presume una alma imperfecta, que apenas ha tocado en Dios, gozar de repente de la unión perfecta, 398

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que es el premio de los santos? Luego queda averiguado que contemplar y meditar de propósito las cosas divinas y haciendo estado de ella, es un acto propio de los santos, los cuales se van a regalar y recrear con Dios; lo cual, para un alma imperfecta, es acto vano, soberbio y desvariado; y, por el consiguiente, supersticiosísimo. Y es la puerta por donde entra el demonio a burlar de tales almas, como luego se dirá. El cortar los cabellos es manifiesta superstición, porque, aunque para las monjas y gente que se consagra a Dios es ceremonia santa y que mana de la Sede Apostólica, pero hecha en gente pura secular, que no muda estado ni se consagra a Dios en Religión ni Instituto aprobado, es cosa vana y supersticiosa, especialmente que aquel acto vende esta gente por necesaria cosa para ser una mujer sierva de Dios y va acom­ pañado de ritos malditos, como es cortar los cabellos por delante y no comenzando por detrás, lo cual es superstición manifiesta. El pedir, como piden éstos, obediencia a las mujeres, es cosa maldi­ ta y prohibida en muchos Concilios, porque la Iglesia abomina los in­ ventores de nuevas Religiones y nuevos Institutos que, sin consultar la Sede Apostólica, hacen conventículos de gente religiosa, como consta de las Clementinas, en la extravagante Joannis XXI, tít. 7, que comienza: sancta atque universalis Ecclesia, y lo que se determina en el tercero de las Clementinas, tít. 11, In Concilio Viennense sub Clemente V, de mulieribus, donde se descomulgan otras gentes de esta especie. Comulgar a las mujeres sin preceder confesión sacramental es caso sospechosísimo. Comulgar esta gente solamente a los suyos es indicio poderoso de la herejía, que dicen que nadie se salva sino ellos, y por esta razón nos tienen por indignos de los sacramentos y por no confesados. La puerta de esta doctrina es supersticiosa. La substancia de toda ella, que consiste en la contemplación larga que se enseña a las almas imperfectas y a todo género de almas perdidas, es una tradición de hom­ bres y un acto desvariado en negocios de religión, superfluo y ajeno de la doctrina de los santos y que no tiene la proporción que se requiere para el culto divino, antes es destructivo del culto divino y supersticio­ so en sumo grado. Y porque, según dice santo Tomás en la 2-2ae, q. 92, artículo 2, ad 2um., y lo nota su Comentador en el mismo lugar, donde­ quiera que hay actos supersticiosos, hay reconocimiento del demonio a quien tácitamente se hace la honra, y el demonio, permitiendo Dios, se entremete en los dichos actos, y se hace tácitamente adorar por Dios; síguese necesariamente que todos los efectos sensibles que se ponen en esta relación de ardores, calores, saltos de corazón, desmayos, llagas, quebrantos corporales, sudores, visiones y raptos son manifiestas ope­ raciones del demonio; el cual, permitiéndolo Dios, burla de las almas, de suerte que aquel acto de la contemplación, como sea supersticioso, 399

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llama al demonio y le trae al alma. Y estos maestros ponen tanta fuer­ za en sustentar la dicha contemplación porque allí se guisan todos los engaños e ilusiones del demonio, con las cuales van haciendo y criando grande número de gente perdida que sigue la dicha contemplación. Pruébase esta verdad con razón evidente: todos aquellos efectos tie­ nen su causa de donde proceden; la cual, o es causa natural de parte del hombre, o sobrenatural, que es de Dios, o causa media, que es el de­ monio. Natural es imposible, porque semejantes efectos, como allá van apuntados, no hay principio en la naturaleza del hombre a que se pue­ dan atribuir, ni se ha visto en el mundo rastro natural de semejantes efectos, especialmente en personas que no hacen otro ejercicio sino me­ ditar y contemplar; ¿quién jamás osó decir que de la meditación nacie­ sen movimientos de perlesía y dolores intensos y llagas de san Francisco, y ronchas en el rostro y encendimientos sensibles que abrasan el cuer­ po como un hierro ardiendo? Ni se ha de oír a estos maestros, que quieren atribuir parte de aque­ llos efectos a la fortaleza de la imaginación y a la fuerza del espíritu, que, por vía de redundancia, arrojan en la parte corporal aquellos efec­ tos; porque es un disparate intolerable. Bien sabemos que de una ale­ gría espiritual o tristeza grande cabe su parte al cuerpo; pero las cosas que tiene esta gente son tan de otra especie y tan diferentes como es el cielo de la tierra. Concedo yo que el ánimo triste para el rostro mustio y amarillo, y quien recibe alegría espiritual tiene el rostro bañado en buen color; y el que está avergonzado se pone colorado, que es la re­ dundancia que esta gente alega. Pero ¿qué va de estas pasiones corpo­ rales al fuego que quema a la triste mujer con tanta actividad como un hierro ardiendo y le da un movimiento en el corazón tan fuerte y vio­ lento como si tuviera dentro un demonio y le saca unas ronchas al ros­ tro que parecen lepra? Es disparate intolerable querer atribuir aque­ llos movimientos a causa natural. Y si tiene aquello causa natural, ¿cómo no se halla aquel movimiento de naturaleza sino en solas estas gentes? Toda la Iglesia hace oración y sola esta oración de los Alumbrados pare efectos prodigiosos. Luego no somos de una naturaleza, pues hay en nosotros tan grande diversidad. Luego es disparate atribuir aquellos efectos a causas naturales. Pruébase por las razones siguientes: la una es: (a) todos los cristia­ nos nos gobierna un Espíritu Santo; no hay más de un Dios; luego un gobierno. Toda la Iglesia es gobernada sin aquellos efectos prodigiosos, y solamente se hallan en esta gente. Luego, o tenemos muchos dioses que nos gobiernan por diverso estilo o a alguna de estas partes no las gobierna Dios, sino el demonio; esta parte no puede ser la universal Iglesia, que está regida por el Espíritu Santo; luego son estos pocos hombres supersticiosos y plantas peregrinas. 400

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Responden a esta razón que ellos son los santos y los escogidos, y que hace Dios milagro en ellos y que tienen llagas como san Francisco, y ven demonios como san Antonio, y se arrebatan como san Pablo, di­ ciendo que no está abreviada la mano del Señor. A que se satisface que si son de aquellos santos, ¿qué es de la fe y milagros de los santos? Esta es la demostración de que sus efectos son del demonio, porque dice san Agustín que el demonio en esto se conoce: que luego engaña el alma (In homilía super Joann., cap. 20): «Innumerabiles enim sunt qui se videntes non solunt lactant, sed a Christo illuminatos videri volunt. Sunt autem haeretici.» Vemos estas almas llenas de errores; luego son gobernadas por el demonio, porque el Espíritu Santo enseña, y no engaña las almas, sino llénales de sabiduría, y no de errores contra la fe.

[2.

De algunos errores en concreto] 1)

PROPOSICION

Dicen estos maestros de los Alumbrados que en el Santísimo Sacra­ mento de la comunión se deben dar muchas formas juntas o mayores, porque entre tanto que se gastan aquellas especies ternán más aumento de gracia y mayor contemplación en lo que habían recibido. CENSURA Esta proposición, quantum ad illud verbum: «se debían dar muchas formas juntas o mayores», est temeraria et scandalora et certe in eo quod audet verbis et factis reprehenderé ac mutare situm et usum universalis Ecclesiae, quem ipsa iam olim legitimis de causis hac in parte custodivit, quasi hic universalis Ecclesiae usus non sit optimus, sed recens iste usus sit illo convenientior et melior; sane est haereticum et damnatum in Concilio Tridentino sess. 7, canone 13, quod etiam addit in ratione subiuncta, porque entre tanto que se gastaban aquellas espe­ cies temían más aumento de gracia y mayor contemplación que en lo que habían recibido; praeterquam quod utrumque falsum est et ineptum, videtur error periculosus contra doctrinam omnium theologorum. Christus enim in hoc sacramento non semper actu influit gratiam, sed semel tantum ex opere operato dat illam.

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ALVARO tíÜ E k Ú A

2)

PROPOSICION

Dicen también estos maestros que, imaginando y considerando en la sangre de Jesucristo, se recibía a nuestro Señor espiritualmente, como si se llegase a recibirle en el santo sacramento de la comunión. CENSURA Quod dicitur in priori parte propositionis, scilicet: «que imaginando y considerando en la sangre de Jesucristo se recibe nuestro Señor espi­ ritualmente», error est contra modum loquendi universalis Ecclesiae et omnium theologorum sententiam asserentium quod in omni sumptione spirituali recipitur gratia, at vero stat imaginari et contemplari absque eiusmodi gratia; ergo. Quod vero dicitur in posteriori, scilicet: «como si llegase a recibirle en el sacramento de la comunión», haereticum est, nam qui recipit sacramentaliter Christum recipit gratiam ex opere operato, quae non recipitur in illa sola spirituali sumptione. Unde ex illa comparatione sequitur vel quod sumendo imaginatione et contemplatione Christum recipit gratiam ex opereo operato vel quod sumendo sacra­ mentaliter non recipit; quorum ulrumque est haereticum.

[3.]

Errores de los Alumbrados, más de los que van declarados

Consta por cosa cierta que esta gente se gobierna por un Dios sensi­ ble; y cuando reciben algún discípulo, luego le prometen la visita sen­ sible de su Espíritu Santo; y luego que comienza el discípulo aquella contemplación, le piden importunamente si ha visto y sentido, si ha tenido ardores o calores o quebrantamiento o algún efecto sensible de los generales. E r r o r e s :1

1. En el discurso del tiempo se siente que viene Dios al alma y quie­ re entrar. Y es error que se practica generalmente entre esta gente. 2. También se siente entrar Dios en el alma, y que la hinche y no cabe en ella. Lo cual se manifiesta con efecto corporal, porque se ponen las mujeres tan hinchadas que quieren reventar. Y este error es muy general entre esta gente. 3. Los maestros dicen que aquella hinchazón [la] causa el Señor con su presencia, porque, como es grande, no cabe en el alma hasta que la va santificando. Este error lo significan otros maestros con cautela, diciendo que el vino nuevo hierve en la tinaja, y que el molino nuevo muele con dificul402

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tad, dando a entender que aquella hinchazón y alboroto y pesadumbre causa la venida reciente del Señor. 4. También se siente estar Dios en el alma quietamente, causando efectos dulces y sabrosos; y de esta manera le sienten las aprovechadas, que comienzan a sentir la dulzura y gustos del Señor. 5. Este Dios se siente causar penitencia y contrición en el alma; y, cuando viene causando este efecto, martiriza las gentes de esta doctri­ na con tantos dolores y tormentos que no se pueden explicar, y es un retrato perfecto de lo que se padece en el infierno. Y éste es el misterio de los sentimientos dolorosos. Y dicen los maestros que aquélla es pe­ nitencia y contrición de los santos. 6. Han dicho los maestros que el que pasa aquellos dolores no toca en el Purgatorio. 7. Siéntese entre esta gente cuándo sale Dios del alma y lloran el ausencia. 8. Vienen a sentir dentro de sí la imagen del Señor; y este efecto es distinto de los otros; y algunas personas, demás de sentir esta ima­ gen y retrato del Señor, le ven visiblemente algunas veces, porque esta imagen se les manifiesta exteriormente. 9. Cuando el hombre o mujer siente esta imagen, no ha menester ver imágenes exteriores. 10. Ni han menester adorar el Sacramento, sino aquella imagen que tiene(n) dentro del alma; y éste es el misterio de cerrar los ojos todas las Alumbradas cuando alzan el Santísimo Sacramento, porque se los llena el Dios interior, y dejan al Dios verdadero que levanta el sacerdote. 11. Sienten un amor sensible de aquel Dios que las mata y las en­ ferma y las derrite, y es tan poderoso que no hay ardor en el mundo que tanto inmute corporalmente. Y crecen tanto estos ardores que las matan de amores y las revuelven en pasiones del sentido por un modo sabrosísi­ mo que sabe la serpiente antigua. Aquí se descubre un misterio que de las rameras y mujeres infames se hacen grandes contemplativas y de hombres muy corruptos hombres de grandísima oración y muy perseve­ rantes en ella. Y es la razón porque, gustando de los sentimientos de esta doctrina, se olvidan los deleites de carne, que son muy pequeños en comparación de los que se hallan en esta contemplación. 12. Sienten estas mujeres y experimentan el amor, y ansí desean morir como ciertas de la corona; y el Dios que ellas adoran las visita sensiblemente; y, en viéndose tocadas de aquel amor, celebran la venida del Señor y le dan gracias porque vino. Y es lenguaje entre ellos: ¿cuán­ to ha que tienes a Dios? 13. Sienten y saben estos maestros el grado de santidad que tiene cada uno por los efectos sensibles y sentimientos que tienen y ansí han testificado y dicen muchas mujeres que su maestro sabía el grado (en) 403

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que está cada uno de sus discípulos y dónde llegaba; y ansí se practica generalmente entre ellos: fulana llega a la columna, llega al pie de la Cruz, llega a la contemplación de Serafín, está ya muy adelante. 14. Sienten hambre sensible de Dios que las mata y entonces van a comulgar con un ímpetu desatinado para matar aquella hambre. 15. Comulgando matan la hambre sensible como si comieran pan y carne. 16. Cuando comulgan con muchas formas matan más la hambre, como si comiesen más pan. 17. Cuando comulgan sienten gusto sensible como si comiesen de una gallina. 18. Cuando comulgan con más formas sienten más gusto sensible, y ansí mueren por recibir muchas formas y sus maestros se las dan grandes. 19. Sienten estar llenas de devoción y de amor, y cuando llegan a aquel punto, en habiendo algún motivo de amor, no lo pueden sufrir, y por eso van huyendo de estos motivos de amor, porque si los aguar­ dasen reventarían. De esta raíz nace que las perfectas no pueden sufrir la imagen de Cristo, ni pueden sufrir oír muchas misas, ni pueden sufrir el sermón, particularmente cuando el predicador trata cosas dolorosas de la pasión de Cristo, ni pueden estar en el templo; y así, cuando se sienten llenas de amor, huyen de todas estas cosas. A este sentido se ha de entender lo que mandaban sus maestros diciendo: apartaos del altar, que no podréis sufrir tantas misas; idos a casa, que no podréis sufrir el sermón; no comulguéis, que no podréis sufrirle. En lo cual hay testimonio sensible que obra el demonio, porque todas las Alumbradas perfectas, cuando ven al Crucifijo o cuando comulgan, caen en tierra y salen del sentido; en lo cual no hay ficción, sino opresión interior, que las necesita a ello. 20. Cuando está el alma llena de este amor, no pudiendo el espíritu sufrir la carne, sale y se va a Dios, y éste es el misterio de los raptos. 21. Sienten las mujeres estar ya mortificadas cuando ya no oyen ni ven, ni tienen gusto en la comida, de suerte que la mortificación espi­ ritual entienden éstos que está en el cuerpo, o que se manifiesta en el cuerpo. A esta mortificación llega la alumbrada por discurso de tiempo, cuando el sentimiento la viene a rendir y pasa en verdad, que es tan grande la opresión interior que padecen de calores y ardores y gustos carnales, que vienen a estar como muertas y jarretadas, sin fuerza ni virtud, como lo da a entender la figura exterior que traen, que es mortal y descolorida. Cuando llegan a este punto son mortificadas. En lo cual se debe considerar la tentación de la Iglesia y la ilusión terrible de Sa­ tanás, que ha confesado una alumbrada que, llegando a aquel estado, trataba con los Alumbrados y ellos la regalaban para ayudarle a llevar 404

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la carga, besándola muchas veces, tocando en sus partes vergonzosas y haciendo muchos actos deshonestos; y dice que jamás sintió movimien­ to carnal más que si fuera una piedra; y que esto la aseguraba para pen­ sar que no era pecado, como ellos dicen; y dijo la dicha mujer que con aquellos regalos y tocamientos cesaba la opresión interior de aquel su Dios, la cual era tan fuerte que la mataba y, recibiendo aquellos regalos, sanaba y quedaba libre de aquella opresión. 22. De este principio se sigue otro error, que los que llegan a aquel punto de mortificación no tienen necesidad de hacer buenas obras. Lo cual se infiere por buena consecuencia, porque aquella mortificación, a la cuenta de esta gente, rinde la carne y sus movimientos y la deja muer­ ta e insensible, como si estuviera consumido el jomes peccati; y siendo esto así, que en el hombre han cesado los movimientos de carne y todos sus apetitos, aparentemente infiere el dejado que no ha menester bue­ nas obras, porque el Señor que nos mandó obrar siempre entendió que siempre teníamos necesidad y que en esta vida no podíamos estar mor­ tificados, pues no lo estuvo, a este sentido, el Príncipe de la Iglesia san Pablo, que sentía dentro de sí una ley que pugnaba a la ley del espíritu (Rom 7, 23). Esta herejía está escripia largamente en el Libro de Catalina de Ge­ nova, que usan los Alumbrados, y en él hay más herejías y fábulas que en el Alcorán de Mahoma. 23. Este Dios se ve con los ojos corporales, como ellos lo testifican. 24. Este Dios se huele con el sentido del olfato, causando grandísi­ ma suavidad de olor sensible. 25. Este Dios se gusta, según la doctrina de los dichos maestros. 26. Este Dios se palpa y siente con el sentido general del tacto y en todas las partes del cuerpo, como se colige de los sentimientos. 27. Todo el gobierno espiritual de esta gente es sensible y todo lo bueno que hay en el alma tiene testimonio sensible: sensiblemente aman a Dios, sensiblemente le desaman, sensiblemente sienten la contrición, sensiblemente conocen la voluntad de Dios con muchas inspiraciones sensibles, las cuales son tan fuertes y tan ciertas como si Dios les habla­ se con una voz sensible. Y ansí lo declaró una beata, diciendo que las inspiraciones la dejaban tan cierta de lo que inspiraban y mucho más que si una voz sensible la hablara. 28. Estas mujeres y hombres son realmente dejados, porque, lle­ gando a estar empapados en Dios, dicen que todo se ha de remitir a Dios y a su voluntad; y ansí dicen que no se han de llorar los muertos, sino remitirlo a la voluntad de Dios. Y aunque huyen del lenguaje de dejados, pero en su contemplación imitan aquella doctrina, porque, lle­ gando a aquel empapamiento, luego cesan de hacer obras exteriores y 405

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andan sujetas a aquel movimiento de su Dios, locas y dementadas, y al­ gunas pierden el juicio. 29. Viene esta gente a tanta perfección que por gracia y Espíritu entienden la Escriptura. [4.

Otros errores]

Hase de advertir que esta herejía comienza por el sentido; y así es­ tos maestros no dicen las herejías ni enseñan herejías al entendimiento, antes huyen de ello cuanto es posible; sino todo su intento es enseñar a sentir la herejía y practicarla y que, si fuera posible, no la sepa el entendimiento, porque si la supiese luego la diría. De aquí nace que es­ tos maestros, siendo preguntados por los discípulos en caso que los obligaban a decir la herejía, huyen el golpe y responden por parábolas. Y ansí, a todos los sentimientos que son herejías en el sentido, respon­ den con palabras cautelosas, diciendo que aquéllos son regalos de Dios, y que el vino nuevo hierve en la tinaja. La práctica de las herejías es patente y clara, como consta por los sentimientos y por lo que va apunta­ do, pero con dificultad se averigua una aserción herética, porque hablan católico y viven vida herética. Con este artificio se ha sustentado esta herejía, porque las mujeres que son herejes y viven vida herética están enseñadas a hablar católico, aunque no pueden esconder lo que sienten, porque una vez u otra arrojan por la boca lo que sienten dentro de sí. Estos errores que van apuntados no son generales en todos los Alum­ brados, porque unos van más adelante, y el que siente más es más here­ je y sabe más errores. Y ansí las herejías están repartidas en diversos sujetos. Hase de advertir en este negocio que muchas mujeres de éstas prac­ ticaban herejías y eran pertinaces y herejes perfectas, porque eran an­ tiguas en la doctrina y la herejía había subido del sentido al entendi­ miento y dogmatizaban y enseñaban, y éstas callan. Un error hay en esta gente, que es el mismo de los dejados, y se colige de esta doctrina: Y e s q u e e l a m o r d e D i o s e n e l h o m b r e e s e l m i s m o Dios. Y que esto sea verdad pruébase bien por lo que los maes­ tros enseñan. Porque los calores y ardores y movimientos sensibles los llaman amor de Dios, y otras veces dicen: ése es Dios; ése es Espíritu Santo. Y a la cuenta de esta gente bien dicen, porque aquel calor es el amor del demonio y el mismo demonio. También dicen que el alma perfecta siempre está en actual conside­ ración de Dios, lo cual se practica entre las perfectas, porque aquel Es­ píritu que las gobierna viene a estar tan señor del alma que jamás deja 406

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de influir en ella. Y esto decía una alumbrada: que su esposo no era como los otros, porque jamás se apartaba de ella. La cual murió quebrantada de la presencia de su esposo. Y lo mismo sucedió a otras que le sufrían, a las cuales mató el demonio, y los maestros decían que murieron derre­ tidas en amor de nuestro Señor. Demás de los errores que van aquí apuntados, hay en esta doctrina las mayores blasfemias contra nuestro Señor que se vieron en el mundo. Porque en aquella contemplación padecen infinitas tentaciones de infi­ delidad contra Dios nuestro Señor, contra la limpieza de nuestra Seño­ ra, contra la misericordia de Dios, con las cuales padecen tan grande opresión y violencia que creo pierden muchas la fe y muchas de ellas se quejan que en aquella contemplación le arrancan la fe y se la van quitando. Véase para toda esta doctrina el Libro de los diálogos de fr. Juan de la Cruz. Otro género de blasfemias hay en esta doctrina, tan feo y tan ho­ rrendo que no lo osa la pluma escribir: y es que en el acto de la contem­ plación aparece el demonio por modos sutilísimos en figura y represen­ tación de Cristo nuestro Señor, alterando y encendiendo estas mujeres en deseos terribles de carne, y llegando aquél que figura a Cristo les toca y abraza y se comunica sensualmente con muy feos pensamientos y efectos de carne. Otras veces aparece aquel Cristo en la contempla­ ción desnudo en cueros, y con el miembro de fuera. Otras veces le sien­ ten las mujeres que toca en sus partes obscenas, en lo cual creo pasan cosas abominables, y tales que las mujeres no las osan decir. De lo cual se colige evidentemente que esta doctrina es propiamente doctrina de demonios, la más injuriosa a Dios y a su santo templo que jamás se ha visto en la Iglesia.

[IV.

ASPECTOS PECULIARES DEL ALUMBRADISMO]

[A.]

D e l a o r a c ió n

La oración es uno de los medios más eficaces y poderosos para ga­ nar y conservar la gracia que hay en la Iglesia. Porque con su ejercicio se ejercitan las virtudes teologales y morales, alúmbrase el entendimien­ to en la fe, esfuérzase la esperanza de la bienaventuranza, inflámase la caridad de Dios y crecen todas las demás virtudes, juntándose el alma con su Dios; y particularmente la - meditación de la pasión de Cristo señor nuestro es de singular fruto y grande aprovechamiento espiritual, porque en Cristo crucificado resplandecen todas las virtudes para nues­ 407

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tra doctrina y enseñanza y reformación de costumbres, y de sus llagas y sangre hemos de esperar el remedio de nuestras enfermedades y fla­ quezas. Pero para que la oración sea obra de religión, es necesario que tenga las circunstancias y buenas partes de tiempo, lugar y fin que pi­ den todas las virtudes. Y como la oración de que usaban comúnmente los Alumbrados, unas veces falte en el tiempo, porque se hace con desobediencia de los pa­ dres, otras y más ordinariamente, las personas que entran en ella son de poca edad y poca virtud, sin haber aprovechado en la penitencia y mortificación de sus costumbres y obras de vida activa, y con vana cu­ riosidad y presunción soberbia que han de ver y sentir regalos sensibles de Dios, justamente se presume ser la dicha oración supersticiosa y oca­ sionada para que Satanás se transforme en ángel de luz [2 Cor 11,14], porque la persuadían ordinariamente diciendo que verían y sentirían, y ansí lo preguntaban a las que lo enseñaban y ellas entraban en la ora­ ción con esta curiosidad y, como dice san Agustín en muchos lugares —en el quinto De la Ciudad de Dios y en el segundo De doctrina christiana— y santo Tomás en la secunda secundae, en la cuestión 95, y en él los demás doctores, y en la cuestión 96: Superstición es usar de una obra para algún efecto, el cual no se pue­ de dellas seguir por naturaleza, ni se puede esperar con razón que Dios milagrosamente lo ha de obrar; y, por consiguiente, el Demonio, deseoso de engañarnos, se ingiere en la tal obra para obrar el dicho efecto y engañarnos. Y así como la oración no es ordenada a estos sen­ timientos y revelaciones, luego que se usa de ella para ver y sentir cosas divinas, el demonio se mezcla y transfigura en ángel de luz. Lo segundo, los Santos y Doctores que tratan de la teología mística enseñan que el Espíritu Santo enseña a los justos muchos y grandes sen­ timientos, unas veces de dolor y lágrimas de culpas cometidas, otras de ternura y regalo en la consideración de los misterios divinos, otras de consuelo y alegría; y algunas veces a los santos en tanto extremo que padecen éxtasis y se arroban y levantan en alto con la fuerza y poderío de la meditación y caridad de Dios. Como leemos del glorioso san Fran­ cisco, santo Domingo y santo Tomás, y otros muchos santos. Y así Cristo nuestro Señor llama al Espíritu Santo Consolador (Cf. Jn 14,16), porque consuela. Y san Juan le llama Unción (1 Jn 2,27), porque enseña y rega­ la; y san Pablo: ipse Spiritus testimonium reddit spiritui nostro quod sumus filii Dei (Rom 8,16), que son las mociones espirituales que nos da el Espíritu Santo por prendas de seguro de que somos hijos de Dios, que aunque no son evidentes testimonios ni tan ciertos como lo son las verdades de la fe, pero son bastante satisfacción para dar paz y quie­ tud a una alma. Y David dice: cor meum et caro mea exultaverunt in Deum vivum (Ps 83,3); que de la alegría del alma se deriva regocijo a la 408

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parte inferior del apetito y carne. Y en otra parte: defecit cor meum et caro mea (Ps 12,26). Y la Esposa dice a la voz de su Esposo: anima mea liquefacta est (Cant 5,6). Y en otra parte: amore langueo (Cant 2,5). Pero estos sentimientos divinos saben a la fuente de donde nacieron y dicen con su principio, que es el Espíritu Santo, el cual obra todos sus efectos en el alma para más bien espiritual y más servicio de Dios. Y así, como los que las Alumbradas discípulas de los Alumbrados padecen sean tan diferentes y ajenos del Espíritu Santo, colígese que no proceden de buen espíritu, sino de malo. Porque no nacen del propio espíritu del que ora y contempla: lo uno, porque en toda la filosofía moral no ha­ llamos que de la meditación, tristeza o sentimiento del alma se sigan semejantes sentimientos tan extraños y tan desacostumbrados, como son ardores por partes determinadas del cuerpo y descanillarse los que se dan a esta oración, y lo demás que sienten; lo otro, porque vienen estos sentimientos indiferentemente, ahora sea la persona de buena san­ gre o sea de mal humor, ahora sea de poca edad, ahora de mucha. Y aun­ que lo común es que suceden a las mujeres, como más capaces de estos sentimientos, pero también vienen a algunos hombres. Y así, no se debe presumir que nazcan de la fuerza de la melancolía o de la eficacia de la consideración, o de otro algún principio natural; lo otro, porque su­ ceden estos sentimientos muchas veces luego al principio de la oración, y así no se puede presumir que nazcan de continua oración y larga vigi­ lia que tienen o de haberse dado mucho a ella; y, últimamente, porque vemos que intervienen en esta enseñanza algunas ceremonias sospecho­ sas de pacto con el demonio. Ni tampoco estos sentimientos vienen de buen Espíritu: Lo uno, porque no los (ve)mos en los Santos pasados que tanto se dieron a la oración, ni experimentamos en los buenos que ahora fre­ cuentan estos sentimientos. Y como Dios sea siempre uno, y los dones que ahora reparte con la Iglesia sean semejantes a los que repartió con nuestros predecesores, justamente se presume no ser de Dios los que padecen estas Alumbradas. Lo otro, porque los sentimientos que nacen de buen espíritu ordina­ riamente vienen con suavidad, por nacer de la suavidad del Espíritu, que es llamado en la Escriptura sagrada Consolador, Unción, Espíritu benigno, suave, modesto, limpio y casto (In Scriptura saepe). Y san Pa­ blo, refiriendo los frutos de este buen Espíritu (Gal 5,22-23), dice que son caridad, gozo, paz o benignidad, mansedumbre, modestia, continen­ cia y castidad. Y así estos sentimientos, que vienen con tanta violencia y tormento, descanillando las personas y quedando como muertas y sin sentido, es señal que en la carne se criaron y allí vienen a parar. Lo otro, porque los sentimientos que Dios envía al alma son prove­ chosos y sirven de instrumento para que el hombre más le sirva. 409

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Finalmente, hace a los hombres humildes, castos, obedientes, ayuna­ dores y aprovechados en todo género de virtud. Lo cual no se halla en los sentimientos de los Alumbrados y Alumbradas, sino todo lo contra­ rio. Y como dice el Sabio en el capítulo primero de la Sabiduría: Spiritus Sanctus auferet se a cogitationibus quae sunt sine intellectu (Sap. 1,5); las cuales explican los Doctores que son las libidinosas. Resta, pues, que estos sentimientos no son del Espíritu Santo ni de espíritu bueno, sino que son del espíritu maligno, el cual, por medio de aquella oración su­ persticiosa, usa estos efectos para los cuales se usó de ella. Lo otro, decir que estos sentimientos son de Dios es blasfemia, por­ que es atribuir a Dios lo que hace el demonio, y efectos vanos y des­ aprovechados para la virtud y para el alma. Y parece que es blasfemia quae sapit haeresim. Y cuando son sentimientos libidinosos, que vienen con torpezas y deshonestidades, será claramente blasfemia heretical el atribuirlos el Espíritu Santo. Lo otro, resulta del discurso de la enseñanza de esta doctrina gran sospecha de pacto con el demonio en los maestros de ella, en especial teniendo consideración a las nuevas ceremonias y supersticiones de que usan algunos, poniendo la mano sobre la cabeza en la confesión a las penitentes y haciendo visajes hacia el cielo y juntamente prometiendo estos sentimientos y pronosticándolos desde el principio que empiezan a enseñar su doctrina, y diciendo lo que naturalmente no se puede saber, como es decir el cuidado con que vienen y lo que traen y lo que les ha acontecido. Asimismo, resulta sospecha de secta, porque en aprobar estos senti­ mientos y esperarlos de Dios como testimonio y prendas de su gracia y favor y venida del Espíritu Santo convienen estos Alumbrados, y en otros muchos errores como se conoce de sus hechos. Y las sectas con que más frisa la doctrina de éstos es la de los orantes mesalianos, los cuales hacían mucha instancia en la oración y afirmaban que el Espíritu Santo venía al alma visibiliter et sensibiliter, y con la de los begardos y beguinas, condenada en la Clementina ad nostrum de haeret. Y mucho más con la de los Alumbrados de Toledo y su reino. Y así las proposicio­ nes que estos Alumbrados enseñan irán siempre ahijadas a una de estas sectas, porque de ellas más que de otras hacen sospecha. Item, es cierto, y consta del discurso de la vida y doctrina de los Alum­ brados, que su compañía es un seminario de grandes hipócritas y muy perniciosos a la Iglesia de Dios, porque pervierten el orden que Dios puso en ella de que obedeciesen los hijos a los padres, las mujeres a sus maridos, los súbditos a sus perlados, y los fieles a los preceptos de ayu­ no y abstinencia de carne en los días determinados; estragan la oración, enseñándola con supersticiones y sin las partes que se requieren para que sea obra de virtud y religión. Profanan los sacramentos de confesión 410

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y comunión; infaman la virtud, representando en sus propias personas sólo su lustre y buena figura, de las cuales dice san Pablo: habentes quidem speciem sanctitatis, virtutem autem eius abnegantes (2 Tim 3,5): Y Cristo nuestro Señor: veniunt ad vos in vestimentis ovium, intrínse­ cas autem sunt lupi rapaces (Mt 7,15); lobos robadores, que debajo de piel de oveja usurpan la obediencia que se debe a los mayores; pidiendo el voto de obediencia tiranizan las almas y apodéranse de ellas, persua­ diendo a confesiones generales como necesarias para salvarse, y habien­ do carnicería en sus personas y bienes. Y de aquí nace duda si los ar­ dores, desmayos y raptos de algunas de estas Alumbradas serán fingi­ dos o verdaderos; porque, como entre éstos enseñaban que eran testi­ monios de santidad y perfección, algunas los fingen por ser tenidas por santas y ganar reputación. Lo otro, el amor que estas Alumbradas tienen no es amor espiritual ni de caridad, sino sensual, criado y engendrado en el apetito sensitivo. Y la devoción y suavidad y sentimientos son todos corporales. Y es gran parte para este daño y perjuicio que se hace a estas almas la doctrina que éstos enseñan de que consideren a Cristo presente de cerca, humana­ do, y que le dijesen palabras regaladas con que le regalaban y se rega­ laban. Y así como la aprehensión era corporal y las palabras y regalos paraban en sola la humanidad de Cristo con tanta llaneza y regalo como si en él no hubiera divinidad ni majestad, se sigue luego el amor y re­ galo sensitivo, con los demás efectos torpes y abominables de donde resulta ser la doctrina escandalosa y peligrosa para las almas, en espe­ cial a las mujeres. Y por cuanto en estos tratos deshonestos tenía a Cristo por objeto como participante en sus deshonestidades, son hechos blasfemos heré­ ticos y que sapiunt haeresim manifestam de atribuir a Cristo semejantes cosas, siendo la pura limpieza y no pudiendo en ninguna [manera] ha­ ber en él ni aun sombra de semejantes tratos, y que su sola considera­ ción es bastante a mortificar cualquier ruin apetito desordenado y torpe. Asimismo, el decir, como dicen estas Alumbradas, que se iban a la cama como el esposo a la esposa, es blasfemia heretical. [B.]

P r e g u n t a s q u e s e h a n d e h a c e r e n la v e r if ic a c ió n DE ESTA DOCTRINA 1

1.

2.

Primeramente si saben o han oído decir que alguna persona ense­ ñase doctrina encomendando el secreto de ella y diciendo que aque­ llas cosas nadie las entendía sino la gente de oración. Si saben o han oído decir que alguna persona eclesiástica o seglar dixiesse o diesse a entender que los ardores y efectos sensibles que sentían eran efectos del Espíritu Santo. 411

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3.

Si saben u oyeron decir que alguna persona pidiese a otra efectos sensibles, diciendo: qué sentís, o qué habéis sentido o visto; o pro­ metiese los dichos efectos, diciendo: veréis o sentiréis haciendo cier­ ta oración.

4.

Si saben que alguna persona dijese o diese a entender no eran espi­ rituales ni siervos de Dios los que no seguían su doctrina.

5.

Si saben que alguna persona eclesiástica o secular persuadiese a las personas que no se casasen, desviándolas de los otros estados apro­ bados por la Iglesia, aprobando la forma de vivir que ellos enseñan.

6.

Si saben que alguna persona haya hecho o dicho alguna cosa contra el libre y recto ejercicio del Santo Oficio, sintiendo mal de las pri­ siones que hace, poniendo mácula en las de los dichos Alumbrados.

7.

Si saben o han oído que alguna persona, haciendo cierta oración, sintiese alguna novedad de efectos sensibles y prodigiosos.

[C.]

S u m a r io d e l a d o c t r in a q u e p r a c t ic a n los

A lum brados

Los Alumbrados, para engañar mejor, se muestran ejemplares, tra­ tan de santidad y dan poderosas muestras de virtud, hablando siempre de Dios y predicando y administrando sacramentos, celando la ley divi­ na, procurando con este modo acreditarse con el vulgo. 1. ° Como que(da) dicho arriba, la puerta por donde se entra a esta doctrina es una confesión general, y a ninguno admiten los maes­ tros de esta congregación si no hace aquella confesión, la cual venden por tan necesaria, que dan a entender que ninguno pue­ de ser virtuoso ni alcanzar el secreto de la virtud si no la hace. 2. ° El fundamento principal en que estriba esta doctrina y la subs­ tancia de toda ella es una larga contemplación que enseñan a sus discípulos; mandan orar mentalmente dos horas, una a la mañana y otra a la tarde; y esta oración y contemplación ense­ ñan a todo género de gentes, buenos y malos, grandes y peque­ ños, tanto que si una ramera entra en su discipulato o un ladrón o soldado, luego le dan por ejercicio la dicha contemplación de dos horas. 3° El tiempo de orar es indispensable, no admiten descargo a las personas de su doctrina, porque sin haber dispensación han de hacer el ejercicio de dos horas, y si no lo hacen las reprenden 412

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cruelmente, no obstante que las discípulas sean gente pobre, ocu­ padas y sujetas a sus padres y maridos, porque todo se ha de dejar para acudir a las dos horas de contemplación; aunque se quebranten los preceptos divinos no es inconveniente, como no se quebrante la tasa de orar y lo que ellos mandan. 4° Mandan a las doncellas que se corten los cabellos, y dando a en­ tender que hace mucho al caso aquello y era sacrificio muy gran­ de, porque dicen que los cabellos son la raíz del mundo. 5. ° Mandan a las mujeres que les den la obediencia; y las que dan la obediencia no han de salir un punto de lo que ellos manda­ ren, ni pueden las mujeres hacer cosa alguna sino es pidiendo licencia a los dichos maestros; y si algunas salen de obediencia, aunque fuese con título de obras pías y acudiendo a la obliga­ ción natural, eran castigadas y penitenciadas por los dichos maestros. 6. ° Mandan estos maestros comulgar a las mujeres muy a menudo y, muchas veces, sin preceder confesión sacramental, porque ha­ cen estatuto general diciendo que se confiesen a los ocho días y comulguen entre semana dos y tres veces sin preceder confesión. 7. ° Muchos de estos maestros no comulgan a ninguna persona como no fuese confesada por sus manos. 8. ° Mandan a las mujeres doncellas que muden de hábito y dejen las galas y sean beatas de su opinión, y persuaden con grandísi­ ma importunidad; mándanles hacer voto de no casarse, y lo ha­ cen a pesar de los padres de las dichas doncellas; con título de santidad las trasquilan y visten a su modo. La nueva secta de los Alumbrados es moderna traza de herejía que ha enseñado el demonio a los autores de esta liga, que son muchos en número, y así tiene especialísima consideración y nuevo nombre: lláma­ se propiamente invención herética, porque, así como las otras invencio­ nes incluyen en sí una fábrica de cosas varias y diferentes, así ésta re­ sulta de mucha variedad de cosas, que cada una por sí no es la invención sino miembro de ella. Y por esto la herejía está tan disimulada, por­ que está repartida. Y considerada en sus partes, no se puede entender la grandeza de ella, ni lo que significa. Como si una carta se hiciese muchos pedazos, no se podría entender en cada uno de ellos el sentido entero de la carta, aunque se entendiesen en algunas cláusulas de ella, pero juntos todos y puestos en su lugar, representan claramente todo el sentido de la carta, así esta nueva herejía, que está dividida en mu­ chas partes y cada uno de la secta tiene un pedazo: unos tienen los rap­ 413

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tos, otros las suciedades, otros los hechos heréticos, otros el arte má­ gica, otros las palabras heréticas y malsonantes, otros los ritos escanda­ losos; y todo lo que, en singular considerado, es parte de la invención herética, pero no es toda la invención, porque ésta resulta de los pedazos de las partes divisas, de los cuales se compone una herejía terrible y la mayor que jamás se ha visto en la Iglesia de Dios. Porque se pone en lo más alto de ella y se hace adorar por la mayor santidad. Y que [tiene] echadas tan grandes raíces que se teme grandísimamente que no se han de poder arrancar del todo. Esta secta e invención se ha de calificar toda junta como una secta, 'ana doctrina y una invención herética. Y para castigar los culpados en ella se ha de mirar qué tanto les cabe de la invención, porque unos saben y ejercitan parte de ella y otros la saben toda y la enseñan, y éstos me­ recen mayor castigo que los primeros, y todos son culpados. Primer miembro El primer miembro de esta invención (que es la puerta) es sutilísimo y delgado en su malicia y que podría engañar no solamente a los rudos pero a los sabios y de buen entendimiento. Lo cual fue artificio ingenio­ so de Satanás: asegurar la puerta y la entrada para que nadie la temie­ se, sino que seguramente entrase. Esta puerta es una larga contempla­ ción y meditación de Cristo y sus llagas que, aunque sea buena en sí, pero no viene bien a todos los espíritus ni a ninguno con la circunstan­ cia viciosa y supersticiosa que le ponen los autores, que es una soberbia presunción de sentir muchos efectos y sentimientos divinos y que en nueva manera se les ha Dios de manifestar. Y con esta presunción so­ berbia se entra generalmente a la dicha contemplación. En este miembro primero no hay herejía, sino oración vana y sober­ bia y supersticiosa, donde se abre la puerta al demonio, para entrarse entre esta gente y enseñarles todo el resto de la invención. Segundo miembro El segundo miembro de esta invención, que se sigue necesariamente al primero, es infinidad de sentimientos diabólicos, conocidos manifies­ tamente por obra de Satanás, y que comienzan a descubrir gran parte de esta herejía, en los cuales se halla toda esta variedad de maldades: ardores y encendimientos terribles de carne, dolores cruelísimos en todo el cuerpo, gustos muy torpes y sucios acompañados de inmundicias y poluciones, grande arrepticia, operaciones manifiestas de arte mágica, 414

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hechos heréticos, como son huir de las imágenes, cerrar los ojos al San­ tísimo Sacramento, no querer adorar el Sacramento con ciertos títulos, en hechos escandalosos, como son huir de la misa por vía de sentimien­ to, huir del sermón por vía de sentimiento, visiones diabólicas, revela­ ciones, inspiraciones diabólicas, obras de carne, que nacen de los senti­ mientos diabólicos y se curan con carne viniéndose a juntar torpemente hombres y mujeres, opresiones terribles de infidelidad, tentaciones nun­ ca oídas contra la fe, contra los santos, contra todo lo que enseña la Igle­ sia, las cuales oprimen y fatigan tanto a la gente de esta secta que algu­ nas personas se rinden a muchos errores, y, los que no se rinden, andan muertos y acosados y casi sin juicio. A este segundo miembro pertenecen las obras prodigiosas que se hallan en algunas personas, como son arrebatarse, sentir las llagas en su carne, conocer las cosas ocultas y saber lo secreto que otros hacen en su casa. En este miembro entra toda la máquina de operaciones sensi­ bles que el demonio causa en ellos, en lo cual se encierran infinidad de errores; porque realmente sienten a Dios que va y viene y los hinche y los deja, y los inflama y mortifica. A este segundo miembro pertenecen todos los hechos escandalosos de los endemoniados y de los maestros que los comulgan, en lo cual hay todo esto de parte de los maestros: co­ mulgar por fuerza a los que llaman endemoniados, abrirles la boca con violencia y, viendo el desacato que se hace a nuestro Señor, darlo por fuerza a los canes; de parte de los endemoniados: resistir la comunión por palabras y obras, diciendo blasfemias contra nuestro Señor y di­ ciendo a voces: no lo quiero, no le he de recibir. Cerrar la boca y dien­ tes, y que algunas personas sacan este Sacramento de la boca y le atan en un paño y lo traen consigo; y, de parte de los maestros, toman una hostia consagrada y, queriendo comulgar por fuerza a las discípulas, acontece hacerse pedazos entre los dientes de la endemoniada. Todo lo cual era santo y abundancia de sentimientos divinos. Y aunque los Alum­ brados en público condescendiesen con el vulgo y los llamaban endemo­ niados, pero realmente los tienen por santos. A este segundo miembro pertenecen las tentaciones de los justos, en los cuales tenía el demonio tanta potestad que les lleva por fuerza la mano a su natural y les hace caer en mil poluciones y abominaciones en que les coge el demonio la lengua y les hace blasfemar a nuestro Señor, y les provoca violentamen­ te a decir mil herejías y blasfemias. Todo lo cual es tentación de justos en esta secta.

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Tercer miembro El tercer miembro de esta invención es, de parte de los maestros, aprobación universal de todas aquellas cosas, diciendo que son obras de nuestro Señor y labor suya y sentimientos divinos y señales de per­ fección. Y así lo tienen y enseñan y profesan, sin dudar cosa alguna. Y a las otras gentes, que lo reprueban por obra de Satanás, los tienen por ignorantes, imperfectos y rudos en las cosas de la oración. Lo cual se debe notar. Porque una cosa es decir un decreto falso o una blasfe­ mia, y otra cosa es profesar y tener por verdad católica lo que significan en las blasfemias. Ejemplo: decir con pasión: no espero de Dios bien ninguno, es no más que blasfemia; pero tener por ley y profesión que no se ha de esperar bien ninguno de Dios es herejía. Así se ha de enten­ der el decreto de Alumbrados acerca de los sentimientos: llamar el Alum­ brado a los sentimientos diabólicos y obras de Satanás sentimientos di­ vinos y obras de Dios, no sólo la maldad es blasfemia, sino herejía, por­ que no lo dice con pasión ni con ignorancia invencible o crasa, sino con adhesión herética, llamando Dios a lo que manifiestamente es demonio, y diciendo la Iglesia: hic est daemon, dice el Alumbrado: hic est Christus, y confunde en sus decretos a Cristo con el demonio y los hace com­ pañeros, cuya contradictoria es expresamente de san Pablo, que dice: quae societas lucís ad tenebras, quae conventio Christi ad Belial? (2 Cor 6,15), quasi dicat: nulla. Este texto es certísimo y se debe guardar muy en la memoria. Ni hace contra esto la cautela de algunos Alumbrados, que algunas veces distinguen entre sentimientos buenos y malos, porque esto era artificio para mejor engañar, porque hay en la doctrina cosas tan torpes que no se pueden honestar. Y así, reprobando parte de algu­ nos sentimientos, persuadían por obras de Dios otros infinitos. Y siendo toda la labor del demonio, la dividen en obras de Dios y obras de Sata­ nás, pero concluyendo siempre que todo era ordenación del Señor en sus escogidos. Y lo que parece a malo era tentación del demonio que envía Dios al justo. Lo cual es otra herejía, como luego se dirá. A este miembro pertenecen infinitos decretos que dan los Alumbra­ dos acerca de los sentimientos y operaciones sensibles, todos los cuales son heréticos, si bien se consideran. Y aquí está lo más sutil de esta herejía. Porque los decretos caen sobre hechos y operaciones invisibles, conviene a saber: sobre los ocultos movimientos que tienen los Alum­ brados en lo interior del sentido. Primeramente, todos los ardores y en­ cendimientos y dolores de corazón son en esta secta divinos sentimien­ tos, siendo obra evidente de Satanás; y, en particular, a los sentimientos • dolorosos, que son tormentos crueles, llaman cruz de Cristo y padecer por Cristo, que es nuevo dogma y cosa nunca oída en la Iglesia católica, 416

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y es un error tan pernicioso que con el dicho título de cruz de Cristo ata el demonio muchos de la secta y los consume, y ellos entienden que mueren en la cruz de Cristo y derretidos en su amor. Este error está escripto disimuladamente en el Libro de Audi, filia, de Avila, pilar grande de esta secta; y permitió el Señor que viviese en el mundo con honra y muriese sin recibir corrección de sus errores. Item, a las tentaciones terribles y opresiones del demonio llaman tentaciones de justos• Y para que se vea este error, se ha de considerar que las tentaciones sobredichas son de tal especie que salen de todo lo ordinario del mundo; las que son de carne inflaman tanto las muje­ res que se les hincha a algunas de ellas su natura, y andan como perras, y vienen a parar en fines torpes y deshonestos. Y que esto sea obra de Satanás y violencia suya, decláranlo muchos casos y hechos singulares, porque confiesan los Alumbrados que el demonio les lleva la mano a su natura y les hace venir en mil torpezas; y la tormenta que pasa en lo exterior de la carne, pasan en el alma de tentaciones espirituales contra Dios y contra nuestra santa fe, a las cuales se rinden y pierden la fe, como se conoce claramente [en] que no responden a las censuras del Santo Oficio. Todo esto se llama tentación de justos. Lo cual es herejía y contra lo que dice Santiago: nemo dicat quoniam a Deo tentatur (Epís­ tola católica, cap. primo, 13). Y también llaman inspiración divina a cier­ tos movimiento sensibles, lo cual también es herejía. Finalmente, todo el gobierno del alma ponen con movimiento sensi­ ble, aprobando por obra de Dios todo lo que hace en ellos Satanás. De lo general de estos decretos se sigue, evidentemente, en doctrina de Alumbrados, que la gracia viene al alma con señales sensibles. Cuarto miembro El cuarto miembro de esta invención es, de parte de los engañados, recibir al demonio por Dios y por maestro. En lo primero hay, por lo menos, apostasía implícita. Porque cuando viene el demonio a los Alum­ brados con sus operaciones y presencia sensible lo adoran por Dios y se requiebran con él con palabras regaladísimas, diciendo: ¡Dios mío, Señor mío, esposo mío, carne de mi carne, huesos de mis huesos! Porque ansí las enseñan los Alumbrados en pactos manifiestos. Esta es la raíz de la potestad que tiene el demonio sobre esta gente para las abomina­ ciones dichas, porque realmente le reciben y juran por su Dios, unos implícitamente, otros explicite; pero lo más común es pacto implícito. En lo cual se hace camino más seguro a la herejía, porque si los pactos fuesen manifiestos serían los autores más bellacos que herejes; pero, siendo el pacto implícito, es argumento de grandísima herejía, porque 417

"

7

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andando encubierto el demonio siembra infinitos errores en el entendi­ miento; y si anduviese manifiesto, haría el mayor daño en la voluntad. Recibido el demonio por Dios, se le entrega cuerpo y alma y se le da potestad implícita sobre el entendimiento y voluntad, en cuanto Dios puede permitirlo. Con el cual fundamento se puede responder a lo que dicen algunos Alumbrados, que hace desatinar a muchos teólogos; y es lo que arriba queda dicho: que el demonio les fuerza no solamente a que usen mal de los miembros exteriores, pero de tal forma les oprime el entendimiento y voluntad que casi son forzados a consentir en mil erro­ res. Lo cual se explica más largamente en el Tratado de los demonios.

Quinto miembro Al quinto miembro de esta invención pertenece toda la sciencia que se aprende en esta escuela de palabras heréticas y hechos heréticos y obras escandalosas; y, particularmente, los errores de lengua pertene­ cen a este miembro, porque la herejía primero se aprende y se concibe y se consiente, y últimamente se habla. Aunque los herejes ocultos viven con sumo secreto de sacar los errores a la lengua, porque en aquel miembro no se pueden encubrir, como se encubren en el entendimiento y en el sentido interior, y en los hechos, a los cuales dan salida, aunque sean heréticos; pero el error en la lengua manifiéstase mucho, por eso usan los Alumbrados aquel dicho de Esaías: secretum meum mihi (Is 24,16), y donde menos se parece esta herejía es en la lengua, estando clara en los hechos y obras.

Sexto miembro: Sumario de la invención herética l.° Oración soberbia que promete sentimientos divinos y que Dios se le ha de manifestar por nuevo modo; 2° infinidad de sentimientos diabólicos y operaciones de Satanás; 3. ° aprobación de todo aquello por obra de nuestro Señor y labor suya; 4. ° rescibir al demonio y aceptarle por Dios y por maestro; 5. ° salir maestro de muchos errores y herejías.

418

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[D.] [1.

De

l o s e n d e m o n ia d o s de e st a

secta

Introducción]

Uno de los argumentos evidentes que hay para conocer que esta doc­ trina es de demonios y que los autores tienen pacto con ellos, es ver el fin y remate de la perfección que éstos enseñan comúnmente. Los más santos de esta secta paran en estar endemoniados. En lo cual se debe considerar si son endemoniados o si son burladores o herejes. Que sean endemoniados colígese por estas razones: que no obedecen a exorcismos; que, aunque caen, jamás se lastiman ni se hieren; y en los tiempos que ha dominado esta secta, sabiendo que el Santo Oficio pro­ cedía contra ellos, luego se deshicieron muchos demonios, y mandándo­ los callar los Alumbrados, obedecen sin exorcismo. En esta doctrina de Alumbrados los sentimientos sensibles comien­ zan por lo interior del sentido; y en algunas personas crecen tanto, que vienen a manifestar(se) exteriormente con gritos, sospiros, gemidos, des­ mayos, sudores y otras pasiones como de mal de corazón. Estos sentimientos, en algunas mujeres de la secta, vienen con gran­ de compostura exterior, que no hay gestos ni palabras desordenadas ni dar de pies y manos, ni hacer hecho escandaloso; y entonces el senti­ miento es lo primero de la secta y las tales son tenidas por santas, por­ que tienen sentimientos en grado altísimo. En otras mujeres y hombres vienen los dichos sentimientos con escándalo exterior de palabras y ges­ tos y obras, como está apuntado, y entonces el Alumbrado es forzado exteriormente a decir que aquello es demonio; pero otra cosa queda en el alma, como se prueba con las razones que se siguen: que se ofen­ den en particular si les llama alguien endemoniado, o que no pierden un punto de su opinión, que los Alumbrados los hacen callar cuando quie­ ren, que los comulgan y confiesan de la misma manera que cuando esta­ ban sin demonio, y les meten por fuerza el Sacramento en la boca, aun­ que comience el endemoniado a escupir y burlar del Sacramento. [2.]

Lo que hay en esto es

En esta secta no hay endemoniados a su cuenta, sino gente tentada del demonio, porque tienen ellos por fundamento mal entendido que los siervos de Dios son muy tentados del demonio, como consta en esta secta por experiencia que todos los discípulos de ella tratan con el demonio, y el demonio les veda y da de golpes, porrazos, a unos de pescozadas, y a otros de bofetones. Y así, cuando alguno de esta secta da muestras 419

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de endemoniado, todo aquello es tentación que envía el Señor a su sier­ vo, tomando al demonio por instrumento, como lo hizo con Job su siervo. Y huyen de este término —endemoniado—, y llámanle tentado y que padece violencia del demonio. Lo cual hace Satanás por apartarlo de la virtud. Y de aquí nace que los maestros de esta secta a los tales endemo­ niados no les quitan los sacramentos, ni los beneficios eclesiásticos, an­ tes [se los dan] por fuerza y con grandísima violencia de los endemonia­ dos, burlando y escupiendo el Sacramento, porque dicen que es aquello tentación y que quiere estorbar el demonio la buena obra. Con este fundamento se hacen tantos males y sacrilegios y hechos es­ candalosos y blasfemos que no se pueden contar, porque se da el Sacra­ mento a los perros; conviene a saber: el Santísimo Sacramento a los actualmente endemoniados y que burlan y dicen blasfemias de nuestro Señor y que no es inconveniente para comulgarlos todos los días en me­ dio de sus blasfemias. Todo lo cual es invención herética. [3.]

Cómo se han de llamar estos endemoniados y cuán dificultosos son de alcanzar

Estos demonios son rarísimos en el mundo, como parece por sus efectos, que oprimen especialmente sin privar el juicio natural y no obe­ decen a los exorcismos eclesiásticos. Y estando el hombre en su juicio natural y señor de sí, le compele y fuerza el demonio a hacer muchas cosas malas, de suerte que afirman algunas personas que son forzados a blasfemar y a fornicar contra su voluntad, sin poderlo resistir. Lo cual parece cosa recia de creer, porque no suele el Señor enviar a sus criatu­ ras tentaciones tan duras, juxta illa: fidelis Deus, etc. (1 Cor 1,9). Porque si el demonio hiciera aquello, no me espantara; pero no es así, sino que lo puso por obra por instigación del demonio. Lo cual es dificultoso de entender, particularmente a los que i(g)noran el camino y misterios de esta secta. Pero entendidos los fundamentos de ella, queda llano este negocio que parece muy obscuro. [4.]

Declaración de la dificultad propuesta

De los fundamentos propuestos arriba, se colige claramente el mis­ terio de los demonios, los cuales se han de repetir para la claridad de esta materia: los discípulos de esta secta reciben en sus sentimientos al demonio por Dios y, entendiendo que aquellos sentimientos son divinos y obra de Dios, perseveran en aquellos ritos supersticiosos, con los cua­ les llamaron tácitamente al demonio y con ellos mismos, pensando que 420

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[quien] hace aquellos efectos en ellos es Dios verdadero, viene a crecer tanto el crédito que tienen de aquel espíritu que lo que al principio se hizo por i(g)norancia, recibiendo aquel espíritu con buena fe, pensando que era Dios, ya éste prosigue con malicia y se tiene por Dios afectada­ mente y sin condición. Lo cual no se hace sin grande pecado, porque en el medio de este camino se descubren muchas maldades que debieran desengañar a los que viven engañados. Pero ellos no se quieren desenga­ ñar, sino seguir el movimiento de aquel espíritu, y aceptándolo por Dios absolutamente y sin condición, como ha descubierto la experiencia que los engañados de esta secta no mudan la opinión, ni se rinden a la Igle­ sia, aunque los llamen con excomuniones y censuras, ni se les puede persuadir que aquel espíritu que los gobierna es malo, antes tienen por engañados a los que así lo condenan. De aquí se colige claramente que el demonio a los principios entró condicionalmente y así se recibe y sustenta sin condición alguna, sea Dios o sea el diablo; los Alumbrados y Alumbradas quieren vivir con él y tenerle por su Dios. Y así, en este estado, el demonio se ha con ellos como un dios infiel y malo, que las tienta como su Dios, y las carga como demonio, más de lo que pueden llevar. Y por esta razón los Alumbrados son forzados a caer en mil abominaciones, porque sus tentaciones no vienen por orden de Dios, ni son tentaciones de justos, como ellos dicen, sino vienen por orden del demonio, su dios, permitiéndolo nuestro Se­ ñor en azote de su infidelidad y de su pecado. Y por esta razón todas sus tentaciones paran en mal, y los vencen y derriban y hacen blasfemar de Dios. Lo cuál no es violencia, ni fuerza que se les hace, sino maldades voluntarias, y que merecen el castigo como tales. Porque, aunque sea verdad que en aquel estado son forzados a hacer las dichas maldades como gente dejada de Dios y puesta en manos del demonio, pero el día que se desengañasen y apartasen de los ritos y maestros de aquella sec­ ta, les ayudaría el Señor, como se ha visto por experiencia en muchos convertidos. Pero el no dejar aquellos ritos es querer padecer las dichas tentaciones y todo lo demás que el demonio les cargare. Item, que en virtud de los actos precedentes, todo lo consecuente es voluntario, y como voluntario se debe castigar. Y lo que se opone de san Pablo: fidelis Deus, etc. es fe católica: que la tentación que Dios envía al alma, nunca jamás excede las fuerzas del tentado; siempre el hombre puede resistir cuando Dios le tienta. Pero hase de notar que la tentación tiene principio, medio y fin, y acontece que pudo el hombre resistir fácilmente a la tentación en el principio y en el medio, aunque coñ dificultad; pero en el fin no puede, aunque quiera. Sea el exemplo: un hombre solicitó a una mujer con intento desho­ 421

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nesto; bien pudo la mujer resistir, pero no lo hizo y aceptó y señaló tiempo para cumplimiento de su palabra; vino el hombre al punto se­ ñalado (que era el medio de la tentación); bien pudo ésa resistirla, aun­ que con dificultad por haber dado la palabra; no lo hizo, encerróse en un aposento con el hombre, y esto voluntariamente; quiere resistir en aquel estado y no consentir en el pecado; no puede, aunque quiere, de­ fenderse del hombre, porque ella se puso en tal estado que el hombre está señor de ella y ella no es señora de su voluntad, ni puede alegar que la forzaron, porque, en virtud de los actos precedentes, aquel hecho último es voluntario. Así se ha de entender lo que pasan los Alumbrados con el demonio; a los principios, cuando entraron en la doctrina, pudieron resistir a las tentaciones de ella, dejándola y huyendo de su novedad y efectos extra­ ños (como hicieron algunas personas); no lo hicieron, sino prosiguieron adelante y llegaron al medio de la tentación, en donde se les manifestó claramente esta maldad con señales prodigiosas de visiones y revelacio­ nes y muchos pactos y doctrinas secretas y obras malas; bien pudieran resistir y salirse de aquel fuego, consultando muchos espíritus y no fiar­ se de uno solo; no lo hicieron, sino procedieron en su doctrina, y al fin y remate de ella viéronse casadas con el demonio, y que venía sobre ellas con dos mil géneros de abominaciones y maldades, y que tenía potestad grandísima sobre sus personas en virtud del pacto implícito de los actos precedentes, como cosa llamada y adorada por Dios; quiérenle resistir, no pueden huirle, porque están desamparados de Dios y puestos en ma­ nos de su enemigo; y virtualmente no quieren resistir, porque ellos quie­ ren aquella tentación y aquel dios y aquel peligro. Y es la ley divina que quien ama el peligro parecerá en él [Eccli 3,27]; son azotados y tentados sobre sus fuerzas, caen en mil abominaciones por su culpa y a su elec­ ción. Lo cual no repugna al dicho de san Pablo: fidelis Deus, etc. Entién­ dese «si vosotros no queréis» por el hombre, [que] puede buscar la ten­ tación y aceptar la carga que puede llevar y ponerse en peligros espiri­ tuales que Dios no le quisiera [dar] jamás. Y así pasa en esta gente, que, estando libres los hombres, se han sujetado a un dios tirano, que es el demonio. El cual los trata como quien él es. Y siendo esto tan claro, no lo quiere entender el Alumbrado, sino dice que aquello es el orden de Dios y tentación de justos; y que, como a tales, los tienta el demonio y los hace blasfemar de Jesucristo; y, por tanto, no se les han de quitar los sacramentos. Y así los usan ellos, que a los tales comulgan todos los días por fuerza y resistiendo los mismos endemoniados y diciendo palabras injuriosas a nuestro Señor. Y este hecho es una invención mo­ derna para hacer burla de Dios y blasfemarle, la más perjudicial que se ha visto entre cristianos; y se debe calificar. Item, que algunos de la secta fingen estar endemoniados por tener 422

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crédito de santidad y hacer los hechos blasfemos como los opresos real­ mente. Hase de presuponer que en esta doctrina hay dos maneras de hechos: Unos, de buen parecer y que representan grande santidad; en lo cual se incluyen todos los raptos y ceremonias santas, mortificaciones y hechos exteriores de santidad; y todo esto es cosa de nuestro Señor y favores del cielo que hace a sus escogidos. Hay otros hechos malos, abominables, escandalosos y feos —y todo esto es tentación de justos. Y todo se reduce a señales de perfección. De manera que no hay aquí engaños ni ilusiones de Satanás ni cosa que pueda argüir imperfección en los que tienen ya estado de gente perfecta, aunque entre esta gente se habla algunas veces de ilusiones y engaños del demonio. Pero es como cosa de risa verles aplicar esta sciencia, dis­ tinguiendo, entre las obras de Satanás, una de Dios y otra del demonio, siendo todo una letra y una mano del demonio, y que en las obras que ellos califican no hay cosa que parezca ni huela a cosa de Dios.

[V.]

[A .

INSTRUCCION Y ORDEN QUE SE HA DE GUARDAR EN EXAMINAR LOS ALUMBRADOS Y ALUMBRADAS I n t e r r o g a t o r io ]

[1]

Primeramente se han de examinar con el mayor secreto y recato que sea posible.

[2]

A los testigos se pecuniarias, que carán con nadie castigados como

[3]

Después que cada uno de los testigos que se presentaren hubiere hecho el juramento, se les dirá lo que manda la Instrucción del Santo Oficio, preguntándoles si saben para qué han sido llamados.

[4]

Preguntando si sabe o ha oído decir alguna cosa que deba mani­ festar en el Santo Oficio por descargo de su conciencia, que sea o parezca contra nuestra santa fe católica y ley evangélica, o con­ tra lo que el común de los fieles católicos tienen y enseñan cerca de nuestra religión cristiana.

[5]

Preguntando si sabe que alguna persona haya tomado alguna nueva religión o manera de vivir, y quién la ha enseñado, qué co­ sas y ceremonias enseñan, y si ha visto hacer o practicar algunas de las dichas ceremonias.

mandará, debajo de descomunión y otras penas guardarán y tendrán secreto, y que no comuni­ lo que se les preguntare, so pena de que serán los que revelan el secreto del Santo Oficio.

423

ALVARO HUERGA

[6]

Preguntando si sabe o ha oído decir que no basta guardar los mandamientos de Dios para ir al cielo.

[7]

Si saben o han oído decir que alguna persona haya dicho que tener visiones y revelaciones y sentimientos en el camino del cie­ lo, y que no siente bien de los que no los tienen.

[8]

Preguntando si han oído decir que el que no hiciere confesión general con los Alumbrados no se puede salvar.

[9]

Preguntando si han oído decir que alguna persona haya dicho que más vale y más acepto es a Dios tener cada día dos horas de contemplación que no cumplir con los preceptos divinos.

[10]

Preguntando si saben o han oído decir que el estado de los casa­ dos no es bueno.

[11]

Preguntando si saben o han oído decir a persona alguna que en esta vida se puede ver la esencia divina.

[12]

Si saben o han oído decir que la oración vocal no pasa de las te­ jas arriba ni es acepta a Dios.

[13]

Si saben o han oído decir a alguna persona que sabe que está en gracia de Dios y que tiene el Espíritu Santo.

[14]

Si saben que alguna persona comulgue con pan o con agua u otra cosa de comida.

[15]

Preguntando si han oído decir que alguna persona conociese los pensamientos e inspiraciones de las otras.

[16]

Preguntando si han oído decir que el- estado de las monjas o frailes no sea bueno.

[17]

Preguntando si sabe que, confesando, algún confesor saliese del ordinario echando bendiciones o poniendo la mano en la cabeza o alzando los ojos.

[18]

Preguntando si saben que algún confesor haya aceptado a unas personas más que a otras para las comulgar.

[19]

Preguntando si saben o han oído decir que para ser santos es menester dar la obediencia a algún confesor en todo lo que man­ dare.

[20]

Si saben que algún confesor negase la absolución a las que no se quieren cortar los cabellos o no daban la obediencia o no ha­ cían el voto.

424

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[21]

Si han oído decir que algún confesor mandase comulgar sin pre­ ceder confesión sacramental.

[22]

Si saben que alguna persona, habiéndose confesado, por el tiem­ po que se confesaba con algún confesor sintiese súbitamente al­ gunos efectos notables y extraños que antes no había sentido, como visiones, ardores, saltos en el corazón, quebrantamientos de cuerpo, sudores, ahogamientos, quedarse sin sentido, arreba­ tarse, ver espíritus, cosas espantosas.

[23]

Si saben o han oído decir que solamente las Alumbradas son las que sirven a Dios y van camino del cielo.

[24]

Si saben que algunos de los confesores, en el acto sacramental o fuera de él, tratasen cosas torpes y deshonestas o cosas que pro­ vocasen a deshonestidad.

[25]

Si saben que algún confesor encomendase el secreto de las cosas que enseñaba cerca de los ejercicios que hacen los Alumbrados.

[26]

Si saben o tienen entendido que las mujeres que se dicen Alum­ bradas no revelan al Santo Oficio el secreto de la doctrina que guardan por les estar ansí mandado y encargado por los que las enseñan.

[27]

Si saben o presumen cuáles son las personas entre los dichos Alumbrados las que llaman las perfectas o las del secreto grande.

[28]

Si saben que alguna persona de estas Alumbradas sabe lo por venir.

[29]

Si saben que algún confesor diese alguna cruz, cuenta o medalla a la persona que confesase que le causase algunos ardores o otro cualquier efecto sensible.

[30]

Si saben que alguna de estas Alumbradas da gritos o está dormi­ da en la iglesia o otra parte.

[31]

Si saben que alguna persona haya pegado a otra los fuegos y sen­ timientos que padece.

[32]

Si saben que alguna persona haya tomado de su voluntad el Pur­ gatorio por otra persona.

[33]

Si saben algunas deshonestidades de estos Alumbrados.

425

ALVARO HUERGA

[VI.]

DIVERSOS TIPOS DE ALUMBRADOS

Entre los Alumbrados hay muchos grados: unos son idiotas e i g n o ­ rantes, y éstos, aunque enseñan errores y lo general de esta doctrina y parecen herejes a carga cerrada, pero no saben ni penetran el misterio de la herejía más de que tienen fe de ella y la creen como secta recibida de gente grave y de autoridad, y éstos, aunque son idiotas, lo que ense­ ñan no son necedades suyas, como algunos piensan, sino herejías reci­ bidas de gentes suyas; hay otros que siguen esta parcialidad, y no son herejes, sino tocados de algunos errores y aficionados a los herejes y fautores suyos; hay otros que son hombres sabios y astutos y saben el misterio de la herejía y saben lo católico y lo herético y viven con sumo recato de no decir cosa herética sino es a tal persona —y éstos son muy malos de conocer y sus discípulas, muy peores; porque, como han te­ nido maestros sabios, las discípulas son sabias, saben callar como sus maestros. El señor inquisidor que tuviere alguna de estas Alumbradas y su causa, ha de considerar que la doctrina de esta secta está derramada y hecha mil pedazos, y así en un Alumbrado se halla un grano y en otro otro grano, en uno los pies de la herejía y en otro las manos y en otro la cabeza; y, juntándolo todo, viene a componerse el monstruo y la he­ rejía. Y el no enseñarse en junto a cada una de las discípulas es por el temor que tienen los maestros; y si en junto diesen y declarasen en sus errores luego serían sentidos; y, por eso, los van repartiendo y encajan­ do aquí uno y acullá otro. Item, que como esta doctrina pasa por muchas manos, y de mano en mano, y cae en manos de gente idiota que no la entiende, anda repartida muy en confuso y muy oscuramente y sin distinción, que no se puede entender hasta llegar a los originales. [VII. [A.

ADVERTENCIAS] PARA SABER COMO ESTA DOCTRINA CONTRADICE A LA CATOLICA S e n t id o c a t ó l ic o d e l l e n g u a j e e s p i r i t u a l ]

La gracia del Espíritu Santo, como sea cosa espiritual e invisible, cuando la da Dios al alma ni se ve ni se siente. Y así se dice: si venerit ad me, non videbo eum; si absceserit, non intelligam (Job 9,11). Y habla allí el profeta de la venida que Dios hace al alma por gracia, que ni se ve cuando viene ni se entiende cuando se va. Porque, aunque sabemos que si pecamos mortalmente perdemos la gracia, con todo eso no enten­ demos si ahora la perdimos o si estaba ya perdida. Y esto procede de 426

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1570-1582)

ser tan secreta y oculta la presencia y la absencia de la gracia. De aquí nace que nadie sabe si está en gracia de Dios. Y es lo que dice la Escriptura: nemo scit utrum odio vel amore dignus sit (Eccle 9,1). De aquí se infiere que todos los efectos interiores que causa la gracia en el alma son invisibles y espirituales, y no sensibles. Entiendo por efectos de la gracia todo lo significado por estos entre­ términos: sentimiento divino, conocimiento de Dios, mortificación de las pasiones, hambre de Dios, consolación divina, porque todo esto vie­ ne con la gracia. Y de aquí se colige qué cosa es y qué significa senti­ miento divino y consolación divina. [1]

Sentimiento divino

Sentimiento divino es una disposición espiritual que se puede expli­ car por muchas maneras, y puédese llamar buena estimación de las co­ sas divinas, buen aprecio de las cosas espirituales, buena disposición in­ terior para sentir las cosas de Dios; y en esto consiste esencialmente el sentimiento de Dios. Algunas veces de este sentimiento interior proce­ den en el sentido movimientos sensibles, como son lágrimas, suspiros y otros efectos varios, como son calor y encendimiento corporal; pero no es regla general, ni requisito para el verdadero sentimiento, sino muy incierta y, a las veces, muy engañosa. Porque una ramera llora en la confesión y un ladrón suspira y gime si oye la Pasión de Cristo. Y, real­ mente, sentimiento espiritual de Dios no le tiene el uno ni el otro. Y hay personas tiernas que lloran fácilmente oyendo cosas devotas, aunque sean personas flacas y pecadoras; y hay personas espirituales y devotas que no lloran en la vida y tienen grandes sentimientos espirituales de las cosas de Dios. De suerte que los movimientos sensibles exteriores no son señales ciertas del sentimiento divino y verdadero, sino vanas y muy leves conjeturas de lo uno y de lo otro. Y esto es doctrina católica y sana. [2]

Contrición del pecado

La contrición del pecado es un dolor sumo de la ofensa de Dios, que se llama apreciativo; y es una determinación que está en la voluntad de nunca jamás pecar. Acontece que de este dolor interior y espiritual proceden efectos sensibles de lágrimas y suspiros y quebrantamiento de corazón y triste­ za. Pero estos efectos no son la contrición ni ciertas señales de ella, sino unos efectos que pueden proceder de muchas causas, y en estos tiempos se hallan en gente engañada de herejes. 427

ALVARO HUERGA

[3]

Consolación divina;

La consolación divina es otro efecto de la gracia y es propiamente la complacencia y contento espiritual. Síguese algunas veces la delecta­ ción sensible, que se recibe en la parte corporal. Pero esto ni es general ni es señal cierta de la verdadera consolación espiritual, antes suele ser muy engañosa y suele proceder de tal complexión y de tal disposición corporal; y, a veces, es ilusión y procede de mal espíritu. [4]

Hambre de Dios

La hambre es el deseo que tienen los buenos de las cosas divinas, que por metáfora se llama hambre; y hase visto como prodigio y caso raro que algunos que eran tenidos por santos tenían esta hambre tan crecida que venían a sentirla en la parte corporal y les fatigaba en gran manera, particularmente cuando se les retenía la refección de la comu­ nión. Pero este efecto es prodigio, y no es cierta señal de la verdadera hambre de Dios, sino muy incierto y muchas veces es ilusión del demo­ nio, y en estos tiempos se halla en mucha gente perdida y engañada de herejes. [5]

Mortificación

La mortificación de las pasiones es otro efecto de la gracia; y es pro­ piamente el enfrenamiento que tiene el hombre para no pecar; que, aun­ que tiene malos deseos, no los deja salir en obra, y, aunque tiene ma­ las inclinaciones, vela y trabaja por reprimirlas y no las deja poner en efecto. De suerte que, viviendo en la carne el justo, se dice estar morti­ ficado porque no hace cosa de lo que pide la carne. [6]

Cruz de Cristo y padecer por El

La cruz de Cristo y padecer por El es otro efecto de la gracia, y es propiamente la tolerancia voluntaria de los preceptos divinos y de la carga de la ley. Y aquel padece por Cristo y lleva su cruz que lleva de buena gana los trabajos que se siguen a la guarda de la ley, como son la hambre en el día de ayuno, la abstinencia de los carnales, la perse­ cución de los hombres, la envidia de los malos, las melancolías y en­ fermedades, la pobreza, la importunidad de nuestra carne, la persecu­ ción de los enemigos. Esto se llama cruz y padecer por Cristo. Hase vis­ to, como cosa prodigiosa, que algún santo sintió en sí propio dolores y las llagas de Cristo, como san Francisco; y puede acontecer como caso 428

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

posible que haya efectos semejantes en alguna persona espiritual. Pero esto ni es ley espiritual, ni caso ordinario, ni es cierta señal de santidad, ni es cierto argumento de buen espíritu, ni del padecer por Dios, antes es comúnmente sospechoso y engañoso, y en estos tiempos ilusión del Antecristo en muchas personas de herejes y de gente perdida. [7]

Sequedades y desconsuelos

Las sequedades y desconsuelos de los buenos no es otra cosa sino la ausencia de las consolaciones divinas y de las humanas, porque al hom­ bre espiritual suele quitarse todo lo que es consuelo terreno, y nuestro Señor muchas veces suele retirarle el consuelo y refección espiritual que suele dar a los suyos; y así queda el justo desconsolado, seco y melan­ cólico como hombre destituido de todo consuelo. Pero los herejes y el demonio han inventado otras sequedades diabólicas que luego se dirán. [8]

Celo de Dios

El celo de Dios es efecto del amor, y es un movimiento que se levan­ ta en el ánimo del que ama para resistir a todo aquello que contradice al amor de lo que amamos. Y así, los buenos, que celan las cosas divinas, levántanse e indígnanse contra los que propiamente van contra el amigo que es de Dios; pero este celo es movimiento sabroso, cuerdo, concerta­ do y que inclina a cosas razonables y honestas; pero el demonio y los herejes han inventado otra substancia de celo diabólico, como luego se expresa. [B.]

CÓMO ENTIENDEN ESTE LENGUAJE LOS H ER EJES DE ESTE TIEM PO

Cuanto he colegido de la doctrina de los Alumbrados, ellos ponen gracia sensible de tal manera que en su doctrina se da la gracia de ley común sensiblemente; tanto, que algún Alumbrado dice que la gracia se siente cuando comienza a nacer en el alma. Y esto se colige de los sentimientos sensibles y corporales. También he colegido que se tiene por cosa rara entre esta gente no sentirse esta gracia. Coligen haber nacido la gracia cuando la persona tiene estos sentimientos corporales. Y por esto los procuran y los piden y los magnifican, y a las gentes que los tienen celebran por santos, y a los que no los tienen llaman pecadores. Y ésta es la raíz de esta secta: que pone gracia sensible de ley común. Y de aquí se infiere que los efectos sobredichos de la gracia son todos con movimiento sensible. 429

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[1]

Sentimiento divino

El sentimiento divino llaman aquellos movimientos sensibles que son calores y desmayos. Y si ellos, por ventura, ponen otro sentimiento interior que es raíz de estos sentimientos corporales, al menos en su secta estos sentimientos corporales son indicios ciertos e infalibles de la gracia y del sentimiento verdadero y espiritual. Lo cual es herejía en parte y en parte error muy peligroso. Y en esto difieren de la doctrina católica: que el católico pone sentimiento .espiritual; y el Alumbrado, corporal. El católico a este sentimiento corporal no le tiene por conje­ tura cierta ni de la gracia ni del sentimiento verdadero, antes lo tiene por señal engañosa y en estos tiempos peligrosísima. Hase de considerar que los Alumbrados no dicen tan claro [que] este sentimiento es señal cierta de la gracia, porque esto fuera jugar al descubierto; pero el poner tanta fuerza en alcanzar el dicho sentimiento es aprobar umversalmente los dichos sentimientos, el graduar la mayor santidad por estos sentimientos, el tener por pecadores a los que no los tienen, el condolerse de los que i(g)noran aquellos sentimientos, con otras palabras que se siguen: qué fuera de vos, si antes de ahora os muriérades; tenéis sentimientos: eso es Dios, eso es lo que buscamos; quien no tiene sentimientos, no puede ir al cielo. Con otras mil conjeturas y algunas proposiciones que han dicho al propósito claras, se infiere cla­ ramente que tienen por secta el error apuntado, como tengo escripto arriba. [2]

Contrición del pecado

La contrición del pecado llaman ciertos dolores interiores que el de­ monio causa en ellos, que son terribles y mortíferos, y a aquello llaman padecer por Cristo, que es miembro de su secta y es nuevo dogma que pone nueva contrición, por cuanto tiene por ley común que aquellos dolores son las señales ciertas de la gracia y la conversión del alma. Y este error está escripto y se conoció en unas cartas que se llaman de Avila, impresas en Baeza; y de este sentimiento abundan los Alumbra­ dos; porque el demonio es muy largo para atormentarlos,' y muchos mueren de estos dolores. [3]

Consolación divina

La consolación divina llaman los Alumbrados aquellos sentimientos cuando vienen con deleite que llaman ellos consolación sensible; y sue­ le ser tan grande, que de consolación se hace alguna vez polución. Y di­ fieren del católico en esto: que el católico pone consolación espiritual; 430

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

y el Alumbrado pone la corporal; ítem, que aquel movimiento corporal ni lo tiene el católico siempre por bueno ni lo tiene por cierta señal del verdadero consuelo espiritual, sino por señal engañosa; el Alumbrado pone aquello por señal cierta de buenos espíritus, y por el mismo con­ suelo espiritual. [4]

Hambre de Dios

La hambre de Dios llama el Alumbrado una hambre sensible y cor­ poral que mata y atormenta; y cuando no comulga, muere y cae en tie­ rra el Alumbrado. Todo lo cual es ilusión de Antecristo y es miembro de su secta, que todos los efectos de la gracia pone sensibles. El católico a esta hambre la tiene por ilusión del demonio comúnmente, y no la tiene por cierta señal del alma que tiene hambre de Dios, sino hambre de errores y engaños. [5]

Padecer por Cristo

Llama el Alumbrado padecer por Cristo a sufrir aquellos tormentos interiores, que es error grave y causa de muchos homicidios. El católico ni tiene aquello por cruz de Cristo, ni por señal cierta de hambre de padecer por Cristo, sino por una ilusión diabólica. Y aunque en algún santo se haya visto algo de aquello, tiénese por prodigio, y no se hace regla de ello. [6]

Sequedades

Los Alumbrados llaman sequedades de justos ciertos tormentos posi­ tivos que el demonio causa en ellos, que son parte de los dolores sobre­ dichos; y son de tal especie que hacían rabiar a las Alumbradas. Y en esto difieren del católico sentido: que nosotros llamamos sequedades a la ausencia y privación de los consuelos humanos y divinos, pero el Alumbrado pone tormentos postivos por sequedades que son obras de arte mágica y diabólica. Y éstas son las sequedades que se curan con obras carnales y actos deshonestos. [7]

Celo de Dios

El celo de Dios es de la misma especie que los otros sentimientos, y es un movimiento corporal que da a estos Alumbrados tan desatinado que los hace salir con mil disparates. El católico tiene celo que es efecto del amor y éste viene con movimiento suave y sabroso y hace obrar con­ 431

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forme a las reglas de prudencia. Y en esto se conoce ser de Dios; y el otro, del demonio, que hace disparatar. Esta es la raíz de esta secta y lo más subtil de ella y lo más dificultoso de averiguar, porque son erro­ res callados y enterrados en lo interior del sentido. Apúntanse aquí para que entienda el señor inquisidor (a cuyas manos vinieren semejantes causas) la raíz de este engaño y vea cómo el demonio está apoderado de esta gente y se les ha vendido por Espíritu Santo, y cómo todo lo que obra en ellos les da a beber por obra de Dios, y cómo los engañados es­ tán preñados de la herejía y aparejados para confesarla cuando fuere tiempo. Y así es necesario que se comience el remedio por este interior, descubriendo las ilusiones y engaños espirituales que padece esta gen­ te, desengañándoles y dándoles a entender que aquello que sienten es el demonio y no Dios. Y proceder la Inquisición a castigar cuatro proposiciones de la len­ gua, dejando los engaños y errores más ocultos, es quitar un error de la lengua y dejar al demonio con mil herejías en el alma; si no se cura aquella postema interior, ella reventará a su tiempo, con mayor daño que el que hizo Mahoma y está esta nación. Porque brotaron de nuevo los Alumbrados de Toledo, porque se que­ daron preñados con sus errores y engaños. [ C .]

CÓMO ESTA H ER EJÍA SE SIENTE Y NO SE DICE

Muchas cosas sienten los hombres que no osan decir de temor. Y así sienten estos herejes que, según he colegido de su doctrina, sienten casi todo lo contrario de lo que siente y enseña la Iglesia católica romana, porque sienten la gracia y sienten a Dios, y sienten la contrición, y sien­ ten la mortificación, y sienten que todo el mundo va engañado, y que solos ellos van acertados; pero, aunque lo sientan, no lo osan decir. Y muchos de los engañados no lo saben decir, por ser errores interiores y muy ocultos, y porque sus maestros se los echaron en el alma sin de­ cirles lo que era, más de que les dijeron: guardad esto, que es bueno, y no lo digáis; sentidlo, y no habléis, ni queráis saber más de que es bueno. Y así, las mujercillas que sienten toda esta herejía no saben de­ cirla, ni distinguirla. Y por eso la Inquisición ha de ir buscando las fuentes y los sabios de esta secta, para que digan claro y distinto el misterio de esta secta, que es el más oculto que se ha visto en el mundo y el mismo de quien habla san Pablo, 2 ad Thesalo. 2, [7 ss.], al cual llama misterio de iniquidad, obra del demonio y figura del Antecristo.

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[D .]

A r g u m e n t o d e l o q u e s e h a d e p r e d ic a r

1. ° Hase de encomendar la autoridad del Santo Oficio y cómo mana de la Sede Apostólica y tiene su autoridad y así en esta tierra la In­ quisición hace el oficio del Papa y tiene sus veces; y ansí como el Papa no puede engañar, ansí se debe entender que el Santo Oficio enseña lo cierto de la fe y condena lo sospechoso y malo; y arrimán­ donos a ella y a lo que enseña vamos seguros; y desviándonos de ella, vamos errados. 2. ° Que los herejes siempre se esconden de la Inquisición e infamían sus sus ministros y dicen que son apasionados y que entienden los mis­ terios de sus errores; y ansí mandan a sus discípulas que no revelen nada [de] lo que saben, porque no serían entendidas, sino perse­ guidas y maltratadas; y que los tales son herejes y sospechosos, y como tales se han de descubrir. 3. ° Hase de predicar contra estos sentimientos con razones vivas, pro­ bando cómo son obras del Antecristo y no de Dios, y hanse de espe­ cificar los dichos sentimientos y decir contra ellos, y cómo es un portento y novedad diabólica, nunca vista en la Iglesia; por esto mal lo podrá [decir] el que no lo entiende, especialmente que mu­ chos de estos sentimientos están escriptos en los libros de romance, y algunos no los osan condenar. Item, que en algunas personas son muy delgados y engañosos los sentimientos, y son malos de entender; y, contándolos las mujerci­ llas, parecen cosa de Dios, y con esto engañan los maestros. 4. ° Hase de hacer fuerza en que digan las cosas deshonestas, porque están informadas las Alumbradas que aquello no pertenece a la In­ quisición. Y contra esto se ha de predicar y probar con muchas ra­ zones que están obligadas a decir aquello, por cuanto los errores que ahora se enseñan no se pueden bien percibir sino es descu­ briendo la vida de los autores, por ir envuelto en obras de arte má­ gica, y que no consta si es Dios o el demonio el que obra aquellas cosas, lo cual se descubre por la vida y obra de los autores. Y así, las Alumbradas están obligadas en conciencia a decir contra los Alumbrados no solamente las obras carnales, que van envueltas con sacramentos; que lo uno y lo otro es necesario para el fin que pre­ tende el Santo Oficio, que es descubrir esta herejía envuelta con arte mágica, porque hay negocios en esta doctrina tan oscuros de en+ender que sólo se entienden por las suciedades de carne que hay en secreto de los autores.

433

2^

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[VIII.

CALIFICACION GENERAL CERCA DE LOS BESOS, ABRAZOS Y OTROS TOCAMIENTOS LIBIDINOSOS]

Por ser los tocamientos de besos y abrazos tan ordinarios y diferen­ tes entre estos Alumbrados y las beatas sus devotas, a quien(es) éstos confiesan y dan el Santísimo Sacramento, y hechos en tan diferentes formas, parece que será a propósito decir en suma la gravedad y cali­ dad que tienen, para excusar de decirla muchas veces en las muchas y diferentes proposiciones que acerca de esto hay. Y para más distinción de la censura que en ellas diere, adviértense los fundamentos siguientes: 1. ° El primero: que hay tres diferencias de amor: y el uno es cristia­ no y espiritual, que usa algunas veces de abrazos y besos en señal de paz y caridad, como parece en san Pablo y otros santos; el otro es natural, fundado en parentesco de carne y sangre, en buena y sincera amistad, como se halla entre padres y hijos, parientes y amigos, los cuales usan de abrazos y besos en testimonio y prenda de este amor; el tercero es libidinoso, o cerca de alguna persona de la cual se recibe deleite sensual en la conversación y trato de abrazos y besos y otros tocamientos, los cuales, naciendo de este amor, son siempre con ilécebra y conmoción de la carne. 2. ° El segundo: son diferentes estos tocamientos y de diferente con­ sideración. Unos son siempre libidinosos, como tocar el hombre a las partes vergonzosas de la mujer, besarla metiéndole la lengua en la boca, tenderse encima de ella; otros son indiferentes de su naturaleza y condi­ ción, como abrazar y besar, juntar rostro con rostro, poner la mano so­ bre el corazón: y cuándo estos tocamientos sean libidinosos y cuándo no, entenderse ha de la calidad de las personas que los usan, de las cir­ cunstancias, del tiempo y del lugar y ocasión que para ellos hay. 3. ° El tercero: que estos tocamientos libidinosos son previos y cir­ cunstantes del acto carnal y cópula, y la naturaleza los ordenó como disposición para ella; —y así son de su propia condición y se prohíben por el mismo precepto, que es el sexto de la Ley de Dios. 4. ° El cuarto: la culpa de tan diferentes y varios tocamientos tiene mucha latitud y es mayor o menor según que haya más o menos deleite sensual y libidinoso prohibido en el sexto mandamiento de Dios; y como aunque el hurto es de suyo pecado mortal, ex parvitate materiae viene a ser algunas veces venial, así aunque estos tocamientos libidinosos son de su naturaleza pecado mortal, pero puede ser que algunas sean venial, por alcanzarles poca parte de este deleite sensual. 5. ° El quinto: no sólo son estos tocamientos culpa mortal o venial por el deleite que en ellos presencialmente se recibe, sino también por el peligro en que se pone la persona qu los usa que, hablando moral­ 434

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (157 0 -1 5 8 2 )

mente, es siempre; y cuando en ella faltase este peligro, por la ocasión grande y casi violenta en que pone a la otra persona, entre quien pasan estos tocamientos; [pues, aunque] no tenga deleite ni alteración carnal, y por esta parte no le sean de tanta culpa, pero nunca o raras veces carece de peligro o de ocasión, que es bastante causa y razón de culpa. 6. ° El sexto: es de mucha importancia considerar la forma y pala­ bras con que una persona afirma que abrazarse y besarse un hombre y una mujer no es pecado, porque puede afirmar en una de tres maneras: o según y cómo, y en el caso que son tocamientos libidinosos, que sería herejía, o por el orden y forma que algunas personas lo usan, y entonces se han de considerar las circunstancias del hecho, y si de ellas consta ser libidinoso, y es visto aprobar tocamientos libidinosos, que ansimismo sería herejía; o en tal caso y con tales circunstancias que los excuse de malicia y culpa, que de ellos se puede presumir, como afirmando que besar y abrazar sin mala intención, sin alteración de carne y sin peligro, no es malo; o que cuando abraza y besa a alguna persona, no pecó por­ que no tuvo mala intención; y si hubo peligro o ocasión, que no la advir­ tió, y entonces se ha de cotejar el dicho con el hecho, y si no ajustan o si no dice lo uno con lo otro, la confesión es diminuta, pues confiesa diferentes circunstancias y ánimo del que presume que hubo, y niega las circunstancias que malean el hecho; y aunque la confesión hecha por este modo no excusa al reo de la culpa que trae consigo el hecho de besar y abrazar, pero excúsale de herejía aprobando el abrazar y besar con tales condiciones y aditamentos, que no afirma proposición herética. 7. ° El séptimo: una persona puede aprobar estos tocamientos libi­ dinosos en una de dos maneras: o expresamente, o afirmando que no son malos o que no son sino pecado venial; o tácitamente, por palabras que lo dan a entender; como diciendo a la persona con quien se come­ ten: anda, que sois una boba, o yo también tengo hecho voto de casti­ dad; o por otras semejantes palabras o por obras; como, después de haber pasado estos tocamientos con alguna mujer, mandarle comulgar, sabiendo que no está confesada de ellos, o, confesándola, no advertirle de que son culpa y que se acuse de ella, porque el confesor tiene obli­ gación, de su oficio, a examinar la conciencia del penitente y enseñarle y advertirle de lo que entiende que ignora y tiene obligación a saber; y si el confesor que sabe que el penitente ha cometido algún delito, en no avisarle de que lo es en la confesión lo aprueba tácitamente y parece sentir que no es pecado mortal; pero no lo aprueba por ilícito, ni siente no ser venial, porque, como no tiene obligación el penitente a se confe­ sar de los pecados veniales, tampoco tiene obligación el confesor a avi­ sarle que se confiese de ellos. Y así en no avisarle en la confesión, no aprueba ni siente no ser pecados veniales. 435

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8.° El último: en una de dos maneras se puede entender que estos tocamientos son esfuerzo y aliento para la oración: o mediata y remo­ tamente, consolando al cuerpo y esforzándolo de las rabias y congojas que tiene, con lo cual queda la persona dispuesta y aliviada de su tra­ bajo, y así puede ejercitarse en la oración; como si dijésemos que el consuelo de una tristeza grande que una persona tiene es esfuerzo para la oración; o inmediata y próximamente, como medio ordinario a cosas espirituales. De lo susodicho se pueden colegir algunas proposiciones que son la substancia de lo que un Alumbrado hace y dice en esta materia de toca­ mientos impúdicos y libidinosos. Censura 1. a La primera: afirmar que tocar un hombre las partes vergonzo­ sas de una mujer o besarla metiéndole la lengua en la boca, o tenderse y echarse encima de ella no es malo ni pecado, es herejía llana contra lo que los santos y doctores nos enseñan. Los cuales, de conformidad, entienden ser estos tocamientos prohibidos en el sexto mandamiento de la ley de Dios. Y ansí dice san Cipriano ad Pomponium, De Virginitate: «certe, ipse concubitus, ipse amplexus, ipsa confabulatio et osculatio et coniacentium duorum turpis et foeda dormitio, quantum dedecoris et criminis sint, confitentur». Y san Pablo, ad Galatas 5, [19] refiere por obra de carne, entre otras, la impudicitia, y concluye: quoniam qui talia agunt, regnum Dei non posidebunt [Gal 5,21]. Y los Doctores declaran que propiamente impudicitia consiste en los actos exteriores, de que el hombre puede recibir vergüenza, como son los dichos tocamientos. Y esta herejía es el error 15 de los herejes que se llaman Apostólicos, condenados por Honorio IV, como se dice en el Directorium Inquisitorum, 2 parte, q. 12. Los cuales decían que cualquier mujer y hombre podrán acostarse juntos en una cama sin pecado, y to­ carse el uno al otro en todas las partes de sus cuerpos, y juntar vientre con vientre para sosegar las tentaciones de la carne. 2. a La segunda: afirmar que los tocamientos de que habla la prime­ ra proposición no son sino pecado venial, es herejía por las mismas ra­ zones y fundamentos de la primera proposición, en especial las palabras de san Pablo en que dice que los impúdicos no poseerán el reino de Dios. Y claro es que ninguna obra excluye del reino de Dios sino la culpa mortal. 3. a La tercera: aprobar tácitamente estos dichos tocamientos o dar a entender que sólo son pecado venial, es afirmar tácitamente la herejía 436

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de la primera y segunda proposición, como queda advertido en el sépti­ mo fundamento. 4. a La cuarta: aprobar el acostarse un hombre con una mujer en la cama por el orden que usan estos Alumbrados, pecho con pecho y boca con boca, o afirmar que sólo es pecado venial, es herejía por las razones de la primera proposición, y es error de los Apostólicos, como se apun­ tó en la primera proposición. 5. a La quinta: afirmar que los abrazos y besos en la boca hechos en la forma y con las circunstancias y continuidad que los Alumbrados usan, no eran pecado mortal, es herejía por las razones y fundamentos de la primera proposición, pues consta de las circunstancias y particu­ laridades que en ellos se hallan no nacer del primero ni segundo amor, sino del tercero, condenado por san Pablo ad Efesios 5, y ad Galatas 5, y ad Colosenses 3. 6. a La sexta proposición: afirmar que los tocamientos de que habla la quinta proposición, conviene a saber: abrazar y besar a una mujer en la boca o en el rostro por el regalo que de semejante comunicación se recibe, aunque sea sin determinación ni peligro de pasar adelante, es sólo pecado venial, parece herejía por las mismas razones y fundamen­ tos de la quinta proposición. Y la razón de moderarse esta proposición es: lo uno, haber doctor católico que afirma que, cuando un hombre besa a una mujer y la abraza con intención de recibir sólo aquel regalo que hay en los abrazos y besos, sin pretender pasar adelante, no peca sino venialmente; y lo otro, porque san Pablo, el cual condena la dicha obra por pecado mortal ad Galatas 5, no habla tan claramente que no se pueda entender cuando se hace con ánimo o consentimiento de pasar adelante en la deshonestidad; y lo otro, porque, aunque estos tocamien­ tos sean libidinosos y pecado mortal de su naturaleza y casta, pero tasar qué impudictia es bastante materia para pecado mortal pertenece a la razón humana, la cual, por ser diferente en diferentes personas, puede uno juzgar algún tocamiento de éstos por bastante impudicitia para pe­ cado mortal y otros sentir que es sólo venial ex parvitate materiae. Y así como no puede constar tan evidentemente cuándo el besar y abrazar es bastante materia para pecado mortal, así no tiene esa conclusión tan(ta) certeza como las pasadas. 7. a La séptima: aunque aprobar los abrazos y besos o afirmar que tan sólo (son) pecado venial es herejía, como queda calificado en las proposiciones pasadas, pero aprobarlos o afirmar que no eran pecado mortal en algún caso particular, como cuando se hacían sin mala in­ tención, sin deleite ni regalo de carne, sin peligro o a lo menos sin ad­ vertirlo, no parece herejía. La razón es porque la malicia que condena los dichos tocamientos es el deleite sensual y peligro de él [que] hay en 437

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ellos ordinariamente, y así afirmar que no son culpa cuando se hacen con pureza y buena intención es desnudarlos de la malicia que los re­ prueba, y aprobarlos en esta forma no sería herejía. Y para esto se ha de advertir y considerar el sexto fundamento que arriba está apun­ tado. 8.a La última proposición: afirmar que estos tocamientos son es­ fuerzo y aliento para la oración y ejercicios espirituales en la segunda forma de que habla el último fundamento, es herejía, porque es apro­ barlos por buenos, pues ninguna cosa mala puede tener orden ni corres­ pondencia con la obra de virtud; y asimismo es blasfemia heretical, por­ que es atribuir a Dios que usa de obras malas para ejercicios espiritua­ les; pero aprobarlos en la primera manera, por regalo, tiene la misma cualidad que las proposiciones pasadas, porque se ha de considerar en qué manera dice que son esfuerzo y regalo. Porque, aunque sean pecado venial, pueden ser esfuerzo en la primera manera, como lo puede ser el comer, aunque sea desmayando, u otra obra que sea regalo para el cuerpo. Estos fundamentos y conclusiones van aquí apuntados para mayor inteligencia de solo el delito y cualidad que tiene el aprobar tocamien­ tos libidinosos. Y van apuntados en general, porque en particular y en individuo se dará la cualidad y censura a las proposiciones del Alumbra­ do, consideradas sus cualidades y circunstancias, que son de tanta im­ portancia para dar el punto a la cualidad y censura de la proposición: que una misma proposición, dicha por una persona, no tiene cualidad, y, dicha por otra, resulta sospechosa por las circunstancias que en la tal persona concurren. Y algunas veces son de tanta consideración que en­ gendran sospecha vehemente de sentido herético. Pero nunca las cuali­ dades y circunstancias de la persona, aunque sean de mucha consi deracinó, pueden llegar a hacer y constituir proposición herética, si de suyo no era; porque para que una proposición sea herética llanamente es ne­ cesario que sea falsa, y que manifiestamente contradiga a la fe, de modo y manera que no padezca consigo buen sentido, como esta proposición: Pater est major Filio, en san Agustín es católica y no engendra sospecha alguna de sentido herético; pero dicha por boca de un hereje arriano tiene sentido herético. Pero de suerte que la proposición es católica puesta en el Evangelio, y así, cualificándola testificada de hereje arriano, dije que es sospecha vehementemente y violentamente de hereje arriano, pero en ninguna manera se puede censurar por herética. Y de la misma manera esta proposición: el cristiano se justifica por la fe, porque es católica y dicha por san Pablo, aunque la diga un alemán dogmatizado por Lutero, siempre es católica y por la cualidad de la per­ sona hace sospecha de que la dice en sentido herético. Y así todo lo que se puede acumular de proposiciones, hechos, sospechas y circunstancias 438

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

de la persona de un reo a la proposición que afirma que de suyo no es herética, sirve solamente para que crezca la sospecha de que la dijo en sentido herético, que puede ser algunas veces violenta, pero no para que la haga y constituya proposición herética. Asimismo, en los delitos de tocamientos que el Alumbrado tiene con sus hijas de confesión se deben advertir dos gravedades de gran consi­ deración y cualidad que se hallan en ellos: La primera es que tratar deshonestamente un confesor con su hija de penitencia es circunstancia que agrava grandemente el delito; y así es parecer de los teólogos que tiene obligación el tal confesor a especi­ ficarla en la confesión sacramental que hiciere de sus delitos, porque por el derecho canon., 30 qt. cap. omnes, cap. si quis, cap. non debet, se dice que son hijos espirituales los penitentes del sacerdote con quien se han confesado y prohíbe que entre ellos no haya comunión carnal y deter­ mina penas gravísimas a los que quebrantan este precepto. La segunda gravedad es que ordinariamente el Alumbrado, siendo la parte y cómplice en estos tocamientos libidinosos con sus hijas de con­ fesión, se hace después juez y confesor en lo que es impedimento a las beatas que han delinquido en los tocamientos libidinosos que no tengan la vergüenza y confusión y dolor que piden sus culpas, pues las confie­ sa al confesor que tiene igual o mayor culpa en ellas. Asimismo es escándalo, porque, confesándolas al mismo con quien las cometieron, las pone en peligro de complacencia y de volver a reiterarlas con la fla­ queza que allí puede padecer. Asimismo descubre en el Alumbrado que admite a sus beatas a la frecuencia de los sacramentos con tantos sacrilegios para cubrir con ellos la bestial y deshonesta conversación que con ellas tienen, infamando la virtud que representan, profanando los sacramentos que administran, escandalizando a los pueblos por don­ de andan y verificando en sí lo que el apóstol san Judas dice en su ca­ nónica: subintroierunt quídam homines gratiam Domini transferentes in luxuriam [1,4]. De lo cual resulta sospecha contra este Alumbrado de no sentir bien de los sacramentos y de la disposición que para recibirlos se requiere. [IX.

DEL MODO DE VIVIR QUE TIENEN LOS ALUMBRADOS]

Los Alumbrados son de vida muy singular y usan ceremonias muy particulares, así en sus costumbres como en la administración de los sacramentos, y se venden por personas de gran perfección y virtud, y (s)on tenidos en esta figura en el común del pueblo y de muchas perso­ nas principales. 439

ALVARO HUERGA

[1.]

Oración

El punto principal y como substancia y fundamento de todos los de­ más de la doctrina que enseñan es la oración mental y contemplación en las llagas de la humanidad de Cristo nuestro Señor; y la mandan te­ ner a la mañana y a la noche una o dos horas cada vez. Y para que estén más libres para el ejercicio de la oración persuaden a las mujeres to­ men hábito de beatas, quitándose el cabello y dejando los chapines y vistiendo saya parda; y las mandan hacer confesión general, con palabras tan encarecidas que dicen que, aunque hayan sido válidas las confesio­ nes pasadas, convenía o es necesario hacer una confesión general con ellos. La cual dura por algunos días. Y después de ella quedan tan ren­ didas y sujetas las beatas a la orden y disposición de sus maestros, que en todo y por todo les obedecen y algunas hacen votos de obediencia; y muchas quedan tan perdidas por sus maestros y aficionadas a ellos que no pueden pasar sin verlos y tratarlos. [2.]

Ayunos

En esta oración hacen tanta instancia que ordinariamente la persua­ den y mandan que no la dejen [de] continuar, aunque sea con quiebra de los ayunos de precepto, mandándoles comer carne y beber vino en días prohibidos cuando están flacas de los sentimientos que nacen de la oración, para que tengan fuerza para proseguirla y continuarla, enseñán­ dolas que más importa la oración que el ayuno. [3.]

Obediencia

Asimismo las persuaden y mandan proseguir, aunque sea con des­ obediencia los hijos de sus padres y las mujeres de sus maridos. Y al­ gunos dicen que importa más la oración que todo lo demás, aunque fue­ se lo de la Religión. Y en orden de esta oración mandan que no hagan oración vocal, sintiendo mal de ella. Y hablan mal de los monasterios, diciendo que en ellos no se sabe sino cantar y rezar vocalmente. Y así disuaden a muchas personas del estado de la religión. Y alguno de estos Alumbrados dice: ¡ojalá que yo viese los conventos quemados! [4.]

Matrimonio

Por la misma razón hablan mal del matrimonio, persuadiendo a la continencia y orden de vivir de estas beatas, sus discípulas; y con pala­ bras tan encarecidas, que desconsuelan a los casados, y dan a entender algunos de los dichos Alumbrados que no es estado seguro, y que es re440

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1570-1582)

medio de bellacos el matrimonio; y así aconsejan muchos de ellos a las mujeres casadas que se abstengan de sus maridos, y que, cuando no puedan, en cuanto en sí sea huyesen el deleite y contentamiento que en la cópula carnal se recibe. [5.]

Sacramentos

Asimismo aconsejan y persuaden a la frecuencia de los sacramentos de confesión y comunión a muchas, comulgándolas cada día, y a otras dos o tres veces en la semana, más o menos, según que las ven aprove­ chadas en su doctrina. Y estas confesiones quieren que se hagan con ellos, sintiéndose que sus di(s)cípulas se confiesen con otro que no sea de su compañía. Y en las comuniones hay tanta hambre y deseo de reci­ bir mucho sacramento, que se tienen por regaladas de sus maestros cuan­ do les dan muchas formas o mayores formas que las ordinarias. Y es comtin lenguaje entre estas beatas que todo el tiempo que duran las espe­ cies sacramentales en la persona que le recibe, persevera Cristo en quien(es) comulgan: de lo cual nace deseo de querer recibir muchas formas y tenerse por favorecidas cuando sus maestros se las dan. [6.]

Sentimientos

Del ejercicio ordinario que tienen de la oración mental les viene or­ dinariamente a las beatas que lo continúan extraños y diferentes sen­ timientos corporales, como dolores, desmayos, flaquezas y rabias; y tanto, que vienen a caer en cama; y otras veces padecen tentaciones es­ pantosas de carne y de blasfemias contra nuestra santa fe católica; y otras veces, consuelos, regalos y suavidades de espíritu, con raptos y arrobamientos y, en particular, dolores en el lado izquierdo que llega­ ban hasta el brazo, y como una espina en el corazón que se lo atraviesa y da dolor en las manos, pies y cuerpo, que no se pueden tener y se le quitan las fuerzas; tienen flaqueza en el estómago, que están para ex­ pirar; y otras veces en el corazón calores y otras frialdades como una pella de nieve; otras veces saltos y desasosiegos. Y de esta manera de sentimientos son muchos los que padecen ordinariamente; y crecen tan­ to los sentimientos en algunas beatas, que no pueden sufrir [ver] imá­ genes de Cristo muy lastimado, porque con ellas crecen los sentimientos. Y algunas no van a los sermones, por los muchos sentimientos que pade­ cen de oírlos. Estiman tanto estos sentimientos, que la persona que más padece de ellos es tenida por más perfecta, porque son efectos del amor de Dios y dádivas del Esposo. Y dicen que los dichos sentimientos son como mensa­ jeros y aposentadores de Dios cuando quería venir al alma. 441

ALVARO HUERGA

[7.]

Tocamientos

Y para estos sentimientos enseñan los Alumbrados ser necesarios be­ sos y abrazos; de los cuales usan con sus beatas con feas y torpes circuns­ tancias libidinosas, dogmatizando que no son malos ni contrarios a la ley de Dios, sino actos piadosos y obras de misericordia que acrecientan el amor y caridad del prójimo; y que son regalo, amparo y consuelo de las fatigas del cuerpo, quejas y heridas de la carne, y flaquezas que les vie­ nen del amor de Dios, y visitación de nuestro Señor y [efecto] del calor que el Espíritu Santo enciende en las potencias del alma, y medio para alentar el espíritu, vivificarle y esforzarle para ofrecerse a nuestro Señor para que con su Espíritu obre lo que tuviere por bien. Y con los dichos besos y tocamientos quedan las beatas más esforzadas para sujetar la carne y con mayor osadía hacerle guerra, porque con ellos se curaba como cuando se pone un emplasto en el lugar que duele, con lo cual que­ da la carne curada y un ánimo fuerte para hollarla. Y de estos tocamientos no usa el Alumbrado sino cuando las rabias y sentimientos los piden; y haciendo estos tocamientos con persona segura y devota y sin sospecha, se les comunicaba una alegría grande en el espí­ ritu; y cuando más levantado tienen el espíritu a Dios las beatas, los Alumbrados las hacen los regalos de besos y abrazos. Y en aprobación de estos tocamientos entienden aquel lugar de Cristo: super aegros manus imponent [Me 16,18]; y el hecho de Elíseo con el niño que, para resuci­ tarlo, puso boca con boca y manos con manos [cf. IV Reyes 4,34]; y que san Pablo en las casas donde entraba daba besos de paz. [8.]

Secreto

Y esta doctrina es tan encomendada, que guardan secreto en ella; que les mandan que no confiesen ninguna cosa de éstas con otro confesor y no den cuenta de estos besos y abrazos ni los comuniquen con gente aje­ na, porque entiendan la pureza con que se hacen. [9.]

Inspiraciones

Encomiendan muy en particular las mociones e inspiraciones interio­ res, teniéndolas por de nuestro Señor y mandándoles ponerlas por obra, de donde nacen muchos peligros e inconvenientes. A H N .:

442

In q ., l e g a j o 4 4 4 3 , e x p e d i e n t e n .° 2 4 .

3

ALONSO DE LA FUENTE, CARTA Y MEMORIAL PARA LOS INQUISIDORES DE LISBOA

[Esquema: ]

[1.

Carta a los inquisidores]

[2.

Memorial:] DEL NOMBRE DE ESTA HEREJIA Y DE LAS COSAS QUE CONTIENE Y DE QUE SE COMPONE:

[I.

La nueva secta ]

[II.

C in c o m ie m b r o s p r in c ip a l e s ]

[III. Dos

T IPO S Y MODOS DE ENGAÑO]

[IV.

E r r o r e s g enerales a toda g ente]

[V.

C o n c l u s ió n ]

[VI.

P o st s c r ip t u m ]

443

[1.

CARTA A LOS INQUISIDORES]

Illustres Señores: El deseo que tengo de la salud de las almas y la obligación a responder por las cosas que tocan a nuestra sancta fee me han traído a esta ciudad para dar a vuestras mercedes el aviso que tengo dado en Castilla al Consejo de Inquisición acerca de la nueva secta y he­ rejía moderna que ha inventado Satanás en estos reinos de España, en la cual comunican muchos herejes ocultos y gente de grandísima opinión de sanctidad. La cual herejía se va arrimando a los perlados y cabezas de la Iglesia; y, en efecto, hay muchos de ellos que favorecen y honran y acreditan [a] los autores de esta nueva invención, entendiendo que son más sanctos y espirituales que el resto de la Iglesia y religiones de ella. El cual error y desvarío se manifiesta con desfavorescer y dar de mano a las religiones católicas, quitándoles la administración de los sacramen­ tos y dándoles en esto la mano y potestad plenísima a los dichos herejes. Conviene se ponga remedio a este daño antes que la grandeza de él no lo admita. A vuestras mercedes requiero de parte de Dios y de su Iglesia velen sobre este negocio y traten de la medicina. Porque se va quemando Espa­ ña y no hay quien apague este fuego, ni hombre que ose hablar contra esta maldad por ver los perlados del puesto contrario [en favor] de Ioí dichos herejes ocultos. En este Memorial pondré los principios generales de esta secta. Y, ha­ biéndose rescibido y entendido esto poco, daré otros Memoriales más hondos, que declaran lo más secreto de la herejía y las dificultades que hay en ella. i [2.

MEMORIAL:] DEL NOMBRE DE ESTA HEREJIA Y DE LAS COSAS VARIAS QUE CONTIENE Y DE QUE SE COMPONE

[I.

La

nueva

sec ta ]

La nueva secta de teatinos tiene nombre especialísimo: llámase pro­ piamente invención herética porque, así como las otras invenciones in­ 444

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

cluyen en sí cosas varias y diferentes, así esta invención resulta de varie­ dad de cosas; conviene a saber: reglas y documentos supersticiosos, sen­ timientos diabólicos, hechos heréticos, aprobación de cosas sucias y en­ gaños de Satanás, ilusiones infinitas del demonio, opiniones falsas, dog­ mas y errores nuevos, raptos y visiones y revelaciones. Esta invención no se halla entera en todos los discípulos de esta mal­ dad, porque unos tienen parte della, otros la tienen toda; unos saben mucho della, otros saben poco. Lo cual procede del temor y cautela con que se enseña, porque los autores hablan con mucho recato, porque no se osan declarar ni dar al descubierto los documentos de la herejía. Por lo cual la mesma secta se aprende en confuso, envuelta en cosas de Dios y con reglas de virtud; y así, casi no hay discípulo que sepa el artificio de la herejía, ni los propios que viven en la religión la entienden gene­ ralmente, porque es una sciencia que sólo el demonio y la malicia y las palabras confusas y preñadas de los autores della la enseñan y dan a entender, usando de mili reflexiones y cautelas por no ser entendidos; —y ansí, se ha de entender que en la Compañía hay hombres doctos en esta maldad, y éstos son engañadores y arquitectos de este infernal edificio; hay otros que no se aplican a la dicha sciencia, ni pueden olvi­ dar la llaneza de la religión cristiana, y éstos son tenidos por desaprove­ chados, y muchos dellos se salen desta religión escandalizados de su manera de vivir y se pasan a otras religiones.

[II.

C in c o m ie m b r o s p r in c ip a l e s ]

Toda esta invención se reduce a cinco miembros principales, y cada uno dellos incluye muchos errores particulares. Primer miembro: El primer miembro es subtilísimo y delgado en su malicia, y es la puerta desta herejía y puede engañar a hombres muy doctos, como en el efecto los tiene engañados. Fue ingenio de Satanás asegurar esta puerta con engaño tan subtil, porque nadie temiese su entrada. Consiste en una larga oración y meditación de Cristo Crucifica­ do y sus llagas, la cual se enseña a todo género de espíritus, buenos y malos, flacos y virtuosos. En la cual oración se promete por cosa cier­ ta, y que no ha de faltar, muchos sentimientos divinos y consuelos y regalos espirituales y otros efectos muy secretos que se prometen en confuso. Esta puerta es mala y supersticiosa. No hay en ella herejía, sino ora­ ción soberbia, vana y arrogante y supersticiosa, y que da la mano al de­ monio para entrarse en ella y enseñar a los tales soberbios contempla­ tivos todo el resto de la invención diabólica. 445

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Segundo miembro: El segundo miembro, que se sigue necesariamen­ te al primero, es la respuesta de la oración y lo que se prometió en ella, que es infinidad de sentimientos diabólicos. Los cuales son movimientos del sentido, tan gruesos y sensibles que es cosa maravillosa y hay en ellos mucha variedad; conviene a saber: calores y ardores en la carne, sudores y desmayos en los que oran, dolores crueles en el corazón, se­ quedades y desconsuelos terribles, quebrantamientos corporales, gustos sucios y poluciones, tentaciones terribles de infidelidad, illusiones gran­ des del demonio, todo lo cual tiene su misterio. Hay hombres y mujeres que son tan atormentados destos sentimientos que mueren dellos; —y éstos van derretidos en amor de Dios, según fabula esta secta. Aparece Satanás a muchos déstos y los enciende en pasiones de carne cruelísi­ ma, —y todo tiene su misterio en la dicha secta; otros vienen a ser en­ demoniados, y entonces hacen obras heréticas y se excusan con decir que el demonio los fuerza a ello, confesando ellos que cuando hacen aquellos hechos heréticos están libres y en su juicio natural. La cual invención es herética y los autores la llaman tentación de justos y de gente dada a oración. Tercer miembro: El tercer miembro es de parte de los maestros, y consiste en la aprobación de todos los dichos sentimientos. Porque toda aquella fábrica, que es evidente obra del demonio, la hacen obra de Dios y lo tienen por secta y opinión pertinaz. Lo cual es clara y manifiesta herejía, porque diciendo la Iglesia: éste es el demonio, dicen ellos: éste es Cristo. Cuya contradictoria es de San Pablo, que dice: quae conventio Christi ad Belial? [2 Cor 6,15], En particular califican todos los sentimientos, diciendo de los calo­ res sensibles que son calores del Espíritu Santo, que son amor de Dios, que son testimonios de la virtud, que son indicios de la gracia. Y esto último dicen raro y con temor, pero en confuso lo significan, pidiendo los dichos sentimientos y diciendo: ¿qué sentiste en la oración?, ¿qué os comunicó Dios?, ¿oístes alguna voz?, ¿tuvistes inspiración? Todo lo cual pide los dichos movimientos sensibles, que son el testi­ monio de la gracia. Item, los dolores y sentimientos —que son obra de arte mágica— dicen que son la cruz de Cristo y el padescer por su amor y el llevar su cruz. Con lo cual hacen a las mujeres padescer dos mili tormentos y mueren hechas un retrato de dolores, entendiendo que mue­ ren en la cruz de Cristo. Item, a los gustos que tienen las doncellas —que son generalmente carnales y sensuales— llaman gustos del Señor y rega­ los suyos. Y hay algunas que andan con los dichos gustos desatinadas, con poluciones y con encendimientos torpes de carne con los propios maestros que las enseñan. Cuando crecen estos sentimientos de carne, los maestros las tocan en sus carnes y partes vergonzosas, y las besan y hacen actos sucísimos, —lo cual es regalos y consuelos de siervos del 446

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Señor y dicen que los han menester para llevar y sufrir los trabajos de la oración. Acerca destos sentimientos tienen dos mili errores. El sentimiento de Dios llaman a aquellos movimientos sensibles, y no hay sentimiento di­ vino si no tiene aquel movimiento sensible. Lo cual es error in fide per­ niciosas. La inspiración del alma llaman a otro movimiento sensible, que consiste en cierta locución interior con que el demonio les habla para engañarlos. La cruz de Cristo llaman a ciertos dolores sensibles que padescen los autores desta maldad y sus discípulos. Las Consola­ ciones de Dios llaman a ciertos movimientos sensibles gustosísimos que les envía el demonio en su oración. La humildad de esta gente consiste en cierto movimiento sensible que los humilla grandemente. Finalmente, todo el gobierno del alma ponen sensible. Cuarto miembro: El cuarto miembro de esta invención es de parte de los discípulos desta maldad: rescebir al demonio por Espíritu Santo y por maestro. En lo cual hay este daño: que todas las veces que sienten aquellos sentimientos, entienden que los visita Dios y los regala. Y así se requiebran con el demonio con palabras sucísimas, diciéndole: ¡dios mío, señor mío, carne de mi carne, vida de mi vida! ¿Cómo te ofendí,, cómo no te había conocido?, etc. En lo cual hay apostasía implícita, porque realmente se adora a Sa­ tanás pensando que es Cristo. Y hase de notar que al principio se entra con engaño en esta secta, pero, andando el tiempo, se sustenta con ma­ licia y quedan tan asidos a esta secta y errores que se dexaran hacer mili pedazos por sustentarlos. De aquí nace la potestad que tiene el demonio contra esta gente. Por­ que, por el discurso del tiempo, se les manifiesta y da a conocer, y pasan por ello y no quieren perder su amistad. Lo cual es ya pacto manifiesto con el demonio, el cual tienen los autores desta maldad tan asentado y fundado que envían al demonio a sus discípulas cuando y como quie­ ren. Y uno de la Compañía, morador en Plasencia, decía a cierta discípula: si queréis ver al demonio, yo os lo mostraré, pero sois delicada y medrosa; si vos queréis, veréis los demonios como los ven otras muchas. Y, en efecto, vino ésta a sentir efectos terribles del demonio. Quinto miembro: Al quinto miembro de esta invención pertenece toda la sciencia que se aprende en esta secta de palabras y hechos heréticos. Porque, después de haber rescebido al demonio por Espíritu Santo y por maestro, claro está que han de salir doctores en muchas maldades y errores, como gente que se fía de Satanás y lo tienen por Espíritu de Dios.

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[III.

D O S TIPO S Y MODOS DE ENGAÑO]

Los errores más generales desta secta pondré aquí; y algunos otros, que son más especiales y no se hallan en todas personas, [no]. Para lo cual es de saber que el demonio, que es maestro desta gente, no engaña igualmente a los de la secta: a unos engaña en errores subti­ les; y a otros, en errores muy crasos. Y a cada uno da lo que puede lle­ var: o como sabio, o como ignorante.

[IV.

E r r o r e s g enerales a toda g e n t e :]

Primero: Que la oración mental es la llave de la vida espiritual; y esta [oración] se ha de tomar en cierta cantidad y medida para hacer hombres espirituales. La medida es dos horas al día, y no menos. Pónese tanta fuerza en este medio de virtud, que se le da la mayor parte del tiempo en todos los estados. Dicen los autores que este medio es el más conveniente para alcanzar la gracia. Dicen que, después de los sacramentos, aquella ora­ ción alcanza la gracia, tomada en aquella medida. Llaman a aquella ora­ ción exercicio de toda virtud, raíz de todos los bienes. Certísimamente tienen por regla cierta de su secta que, siendo el hombre observantísimo en aquella oración, conseguirá la gracia y la perfección de la vida, aunque no se exercite en otras virtudes, sino en aquélla sola. Aunque ellos dicen que en aquella oración se exercitan todas las demás virtudes y que ella es la cabeza dellas, y que ella sola las lleva tras de sí. Y de la manera que Luthero dice que no hay fe sin obras, pero que no justifica sino sola la fe, así dicen éstos que no hay oración sin las demás virtudes, porque a la perfecta oración se siguen todas ellas, pero que sola aquella oración santifica el alma y la hace perfecta. Dicen más: que a ninguna persona se le puede estorbar aquella sin­ gular oración, por ser tan importante al alma; y así, para el cumplimien­ to de aquella tasa y medida de oración, se han de dexar todos los actos de las otras virtudes, aunque en opinión de católicos sean de precepto. Y por esto dicen los de esta secta que si la mujer está en su hora de oración, aunque su hijo caiga en el fuego, no se ha de levantar del exercicio. Llámase oración perfecta cuando a ella se consiguen los dichos senti­ mientos que quedan apuntados; y cuando el alma siente visiones y reve­ laciones, tiénese por cierto que en la dicha oración se da sensiblemente la gracia —que es el error antiguo de los mesalianos. 448

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2. a Como los herejes de esta secta entienden que en las religiones no se sabe esta sciencia, tienen mala opinión dellas; y a los frailes, por gente perdida y por gente que ignora el camino de la verdad. 3. a Como las religiones tengan otras ocupaciones de coro que no dan lugar a aquella larga oración mental, los herejes de esta secta bur­ lan del coro y de los cantos de las religiones y dicen que es cosa frailes­ ca y que por aquel camino nadie puede ser espiritual ni virtuoso. 4. ° Como las religiones acostumbran a ayunar y comer pescado y vestir estameña y no saben aquel misterio de la oración, los herejes de este tiempo —que no tienen ayuno, ni comen pescado, ni visten estame­ ña— hacen burla de todo esto y dicen que más vale una hora de su ora­ ción que todos los ayunos de las religiones. Item: que traer estameña cría piojos y es cosa indecente a la vida religiosa. Item: que el mucho ayunar no se compadesce con aquella oración que ellos hacen, para el cual exercicio es menester comer bien y cenar carne. 5° Acostumbran este lenguaje todos estos herejes: ¡Bendito sea Dios, que no me hizo fraile! 6. ° Mandan a sus discípulas que no se confiesen con frailes, ni les descubran los misterios heréticos de su oración, diciendo que nadie los entiende en las religiones porque no son espirituales. 7. ° Acostumbran revelar las confesiones con título de remediar los pecados, y entre los mismos herejes se comunican las cosas que han sentido en la confesión, y descubren las personas que se las han confe­ sado —todo con título de remediar los males. 8. ° Tienen por opinión en esta secta que puede un alma llegar a con­ seguir la devoción actual perpetua y la memoria actual de Dios. Y, en efecto, lo consiguen por illusión infernal cuando el demonio obra en ellos con asistencia sensible, con una memoria perpetua de aquel dios que ellos adoran, —y entonces son perfectos y no tienen más que andar. 9. ° Tiénese en esta secta que en esta vida puede un alma ver a Dios; —y entre ellos se platica y enseña de ley común. 10. ° Trátase entre ellos de la mortificación, y dicen que puede uno llegar a estar mortificado y es cuando ya uno no siente rebellión en su carne. 11° Tienen en poco la oración vocal y burlan de los que se dan a ella. 12° Sienten mal del estado de los casados, y cuando tienen por dis­ cípulo algún casado o casada, luego le enseñan preceptos y reglas que desconciertan aquel estado y vida conyugal. 13° Esperan revelaciones particulares para todo lo que hacen; —y realmente les responde el demonio. 449

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ALVARO HUERGA

14° Ha dicho alguno de la secta a su discípula que las cosas que pasan en secreto con su confesor no se han de decir y, aunque sean he­ rejías, no se han de revelar a la Inquisición. 15° Mandan hacer confesión general, y dan a entender que ningu­ na otra confesión les ha sido válida, ni se pueden salvar si no hacen aquélla. 16. ° Usan el ósculo de paz con sus discípulas, todo con título de amor sancto. 17. ° A los que confiesan piden el cómplice del pecado, para darle reprehensión. 18. ° Evidentemente consta que son magos y hechiceros, como paresce por las operaciones de sentimientos que hay en los discípulos, que no se pueden atribuir a causa natural ni divina. Item: por lo que éstos usan con las nuevamente convertidas, que les dicen que, cuando fueren a orar, no teman ni se espanten, porque ha de ir a tentarlas el demonio; y luego se sigue el efecto: que las mujeres sienten los demonios, y los ven visi­ blemente, y luego se sienten captivas y subjectas a los dichos maestros y les dan sus cuerpos y almas y haciendas, y los maestros les dan a en­ tender que como a sanctas las van a tentar los demonios. 19. ° En hombres y personas cuerdas asientan el hechizo más subtilmente, porque no paresce el demonio, mas dales unos sentimientos in­ teriores devotísimos y tierrnos y sabrosos, que se mueren por ellos, y son en algunas personas tan disimulados que parecen realmente divi­ nos. Con el cual efecto muchos se recogen y enmiendan en pecados ex­ teriores y dan una gran muestra de sanctidad en muy breve tiempo y viven con grandísima seguridad que Dios se les ha manifestado; pero luego el demonio los comienza a derribar en muchos errores espiritua­ les, y cuanto más los compone en el hombre exterior, tanto más los en­ gaña en errores subtiles del entendimiento. [V .

C o n c l u s ió n ]

Esta llaga padesce hoy la Iglesia universal; y está tan extendida y acrescentada en el mundo que, si Dios con su potencia no envía el re­ medio, no se ha de poder curar. Advierto a vuestras mercedes, y requiero de parte de Dios y de su Iglesia, que no se comunique esto con hombre de la Compañía, aunque sea el más sancto de todos ellos, porque no hay hombre entre todos ellos de quien se pueda fiar negocio tan grave. Item: que se dé orden con el Reverendísimo Señor Cardenal que si en el Consejo hay persona de los nombrados, no se le dé parte en este negocio. 450

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

Si a los señores del Consejo les paresciere cosa imposible lo que en este Memorial tengo apuuntado, dándome favor para predicar en este Reino, yo descubriré la herejía en Lisboa, en Évora, en Coimbra y don­ dequiera que hubiere apóstoles, tomándose para el negocio los medios convenientes y la instrucción que yo les daré; —y cuando no la mani­ festare, me obligaré a la pena que me quisieren dar. Dios nuestro señor, a quien deseo servir, por cuyo amor he camina­ do muchas leguas en seguimiento de esta causa, encamine los negocios de este Reino con tanta prosperidad y tan a servicio de nuestro Señor como yo deseo y como más conviene a la conservación deste Reino cristiano. Uno de los principales que comunican esta doctrina y errores es fray Luis de Granada. fray Alonso de la Fuente [VI.

P o s t SC R IP T U M ]

Demás de los errores apuntados, hay otros muchos particulares que el demonio enseña a esta gente, los cuales diré a su tiempo. Aquí van puestos los más generales, que se hallan generalmente en todos los auto­ res desta secta. Para calificar estas cosas hanse de recibir muchos testigos, y de to­ dos ellos se ha de sacar la invención herética; y aunque parezcan cosas muy menudas las que dicen los testigos, como sean nuevas se han de escribir y encomendar a la memoria, porque al tiempo que se va com­ poniendo la invención herética hace mucho al caso. Hase de poner gran fuerza en descubrir los sentimientos desta secta, porque hay en ellos cosas prodigiosísimas; y después se han de pregun­ tar los testigos cerca de los decretos que daban los dichos maestros, cualificando aquellos sentimientos, porque la mayor parte de los erro­ res son decretos sobre los sentimientos. Hase de tener por fundamento certísimo que no hay sentimiento de Dios en esta gente, ni en los que son enseñados por ellos, aunque hay algunos disimulados y que parecen de Dios. Porque el demonio juega con ellos a dos manos y, entre los sentimientos que parecen buenos, les envía sentimientos abominables, torpes, sucios; y cuando son pre­ guntados por el Sancto Oficio, dicen los sentimientos subtiles y que pa­ recen buenos, y callan las abominaciones de Sodoma y Gomorra. Hay mujer doncella que, estando en su oración, tenía sentimientos sabrosos y honestos, y luego sentía sobre sí al Cristo que contemplaba y que le metía sensiblemente un miembro en su natura, terrible, que la desainaba con poluciones, y todos los sentimientos paraban en polucio­ nes y encendimientos crueles de carne. ARSJ.: Hisp. 144, ff. 172 r.-175 v. 451

4

ALONSO DE LA FUENTE, MEMORIAL PARA EL CARDENAL INFANTE D. ENRIQUE Memorial en que se contiene la herejía y engaño subtilísimo que ense­ ñan los Adumbrados de Castilla y es doctrina que mana de los Teatinos, que por otro nombre se llaman de la Compañía de Jesús, y en Portugal ‘Apóstoles’ Primum: Enseñan a hacer una oración larga, en la cual prometen sentimientos divinos, gustos y regalos del Señor, y visitas sensibles del Espíritu Santo, con el cual presupuesto se entran a hacer la dicha ora­ ción y perseveran importunamente hasta sentir los dichos efectos. Quod sane est superbum, praesumptuosum et superstitiosissimum. 2um.: Dicen y enseñan que a la buena y perfecta oración se siguen, como efectos necesarios, todos los dichos efectos y otros más altos de visiones y revelaciones y conocimiento de secretos ocultísimos; y al que no consigue los dichos efectos, no lo tienen por perfecto orador. Lo cual es error grande y cosa fabulosa y sin fundamento. 3um.: Ponen aquella oración por único remedio para conseguir la gracia y efectos del Espíritu Santo, y hócenla en esto superior a todas las otras virtudes, y pónenla inmediatamente después de los sacramen­ tos, entendiendo generalmente que para ser uno espiritual en cualquier estado ha de tomar la oración por principal ejercicio, y en la tasa que ellos señalan, que es de dos horas, entendiendo que ningún otro medio les queda para ser espirituales: lo cual, aunque se entendiese de la per­ fecta oración que enseña la Iglesia católica, es error grande, cuanto más atribuyendo esto a la oración vana, soberbia y supersticiosa que ellos enseñan, porque está claro que puede uno florecer y ser célebre en la piedad, en la limosna, en la hospitalidad, aunque no sea muy su­ bido en la oración, y ser por estos medios muy espiritual. 4um.: Vienen a sentir infinidad de sentimientos diabólicos, visiones y revelaciones y efectos prodigiosísimos, que son manifiestas obras de 452

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

Satanás, y ellos lo venden por obra del Espíritu Santo. Lo cual bien en­ tendido es herejía perniciosa, que confunde las obras de Satanás con las de Jesucristo y las hace unas: lo cual es expresa herejía y contra lo que dice san Pablo: quae conventio Christi ad Belial?, cuya contradic­ toria enseña esta secta y lo tienen por su evangelio. 5um.: Manifiestamente se collige que son magos y hechiceros, y tie­ nen pacto con el demonio, por estas razones que se siguen: — la primera, que a los discípulos que resciben de nuevo les prome­ ten que verán y sentirán nuevas cosas; — item, que después que han comenzado su ejercicio de oración, les preguntan si han visto algo, o si han sentido algo; y si dicen que no, se contristan y les prometen que adelante han de ver y sentir por estos medios infinidad de operaciones de arte mágica, que son calores y ardo­ res y dolores sensibles y visiones y revelaciones y flujos de lágrimas y quebrantamientos corporales y otros efectos prodigiosísimos, cognoscidos por obra de Satanás, y en esta secta se venden por obra del Espíritu Santo. 6um.: Manifiesta cosa es que reciben al demonio por Espíritu Santo y el demonio obra en ellos una labor sensible, que ellos tienen por es­ piritual; y ansí, en su secta, todo el gobierno del alma es sensible: lo cual es herejía perniciosa, porque todos estos términos entienden heré­ ticamente, conviene a saber: sentimiento divino, inspiración divina, visi­ ta del Señor, cruz del cristiano, regalo del Señor, cognoscimiento vivo de Dios. Todos los cuales términos entienden heréticamente, como el de­ monio los obra en ellos con movimiento sensible. 7um.: Tienen engañadas infinidad de almas que, en efecto, están he­ chizadas y atormentadas del demonio, y ellos dicen que están llenas del Espíritu Santo, y que sienten los dolores de Jesucristo y los que El sintió en la cruz: con lo cual las detienen en sus errores y les quitan sus ha­ ciendas. 8um.: Dan a entender que sólo ellos cognoscen el camino de la virtud. 9um.: Sienten mal de las religiones y procuran desacreditarlas, di­ ciendo que los frailes no son espirituales, ni hombres de oración. 10um.: Sienten mal de los cantos de las religiones, y de las oraciones vocales con que se alaba a nuestro Señor. llu m .: Sienten mal de los ayunos eclesiásticos y, en efecto, ellos no ayudan sino es lo forzoso, y dicen que más vale una hora de oración que todos los ayunos de las religiones. 12um.: Sienten mal del vestir lana y dormir en ella, que se usa en las religiones, diciendo que aquello cría piojos y es cosa indecente a la vida religiosa. 13um.: Dicen y practican que en esta vida puede uno llegar a ser impecable y a estar mortificado y que no sienta rebeliones de su carne, 453

ALVARO HUERGA

tocan a las mujeres con sucios tocamientos y dicen que no es pecado como se haga por ciertos fines que ellos dicen. 14um.: Encomiendan el secreto de su doctrina, y dicen que nadie en­ tiende los misterios de la oración sino ellos y otros que comunican en su doctrina. 15um.: Sienten mal del estado de los casados, y si tienen algún dis­ cípulo casado le enseñan errores contra el estado del matrimonio. 16um.: De su doctrina se colige evidentemente que la gracia viene al alma acompañada con señales sensibles; item, que viene al alma acompañada de los sentimientos sensibles que quedan apuntados. Esto es lo más general de esta secta, y de estos principios manan otros muchos errores que, por no ser generales, no los pongo aquí; pero es cosa cierta que los hay en los discípulos de esta secta, los cuales, ha­ biendo rescebido el demonio por Espíritu Santo, aprenden dos mil erro­ res y entienden que el Espíritu Santo se los enseña. Esta presunción es la más subtil y más grave que jamás ha padescido la Iglesia; es tan secreta y escondida y disimulada en los corazones de esta gente que, si Dios no hace milagro, cuasi no se puede descobrir. Este Memorial no se ha de mostrar a ningún apóstol, ni a fray Luis de Granada, porque de ello podría resultar grandísimo inconveniente, y podría ser que los enemigos se remontasen y huyesen, sabiendo que son sentidos. Fray Alonso de la Fuente La copia, enviada a Roma, lleva al final la correspondiente autentica­ ción: «O qual Memorial e appontamentos acima e atrás contenudos, eu, Manuel Antúnez, Notario Apostólico, bem e fielmente trasladei do pro­ pio, e concordáo de verbo ad verbum, e por verdade os concertei con o Notario abaixo asignado, e ambos assignamos aquí de nossos signáis rasos e costumados. Em Evora, 26 de margo de mil quinientos setenta e seis annos. Manuel Antúnez. Concertado comigo, Notario Domingo Simoes.» ASV.: Nariz, di Spagna, tomo 14, ff. 245 r.-247 v.

454

5

ALONSO DE LA FUENTE, MEMORIAL PARA ESTEVÁO LEITÁO [ E sq u em a ]

[I.]

Autores

[II.]

Fundamento principal de esta herejía.

[III.]

Cómo entienden todos estos términos: [1.] Sentimiento divino [2.] Calor de Dios [3.] Cognoscimiento de Dios [4.] Inspiración divina [5.] Contrición del pecado [6.] Consolación divina [7.] Mortificación y cruz del cristiano

[IV.]

Segundo fundamento

[V.]

Tercer fundamento

[VI.]

Cuarto fundamento

[VIL] [VIII.] [IX.] [X.] [XI.] [XII.]

Errores particulares que manan de estos principios Del modo que se ha de tener en buscar esta doctrina Señales generales de los Alumbrados La razón porque esta maldad se ha encubierto tantos días La causa porque éstos, siendo carnales y deshonestos, han te­ nido opinión de castos Unum mirabile dictu! 455

Memorial en que se ponen los fundamentos de la herejía de los Alumbra­ dos y teatinos de España, que es la tentación más grave y más subtil que ha padescido la Iglesia

[ I .]

Autores

Los autores de esta herejía son magos y hechiceros y tienen manifies­ to pacto con el demonio, el cual es agente principal de este engaño, ansí para sembrarlo como para encobrirlo y sustentarlo con operaciones pro­ digiosas de visiones, raptos, revelaciones, sentimientos y locuciones sen­ sibles, como se verá en el discurso de este Memorial. El pacto que éstos tienen con el demonio consiste radicalmente en el acto de una larga contemplación que éstos enseñan a todo género de personas, grandes y pequeños, buenos y malos. El cual acto, de la mane­ ra que se enseña y practica, es desordenado y supersticioso por las ra­ zones que se siguen: La primera, porque este acto de contemplar no conviene a las almas imperfectas, porque es grande soberbia quererse abrazar con Dios un alma que está llena de resabios terrenos, y es camino para grandes erro­ res y illusiones de Satanás, ut referí Gregorius, lib. VI Moralium super illa verba: ingredieris in abundantia sepulchrorum, et multis aliis locis. Item, Bernardus, sermone 46 Super Cántica, super illa verba: lectulus noster floridus. Idem, sermone super Cant: orate tanquam gens quae peccatum fecerit, non quae justitiam. Et Orígenes, ut referí Glossa, su­ per illa verba: assumpsit eos in monten excelsum seorsum. Et Ambrosius, super illa verba: ascendit Christus in montem solus orare. Los cua­ les no permiten contemplar a las almas imperfectas, antes las amena­ zan con azote y castigo del cielo, particularmente Gregorio y Bernardo, locis allegatis et in multis aliis quae facile est videre. Tiene la dicha contemplación otras circunstancias que la hacen mal­ dita y supersticiosa: — La primera, que le ponen tal tasa de tiempo y tal necesidad que desconcierta todos los estados, porque es carga tan pesada que, aceptán­ dola, cualquier persona luego da en tierra con las obligaciones de su estado por hacer la dicha contemplación. 456

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

— La segunda, que los maestros de la dicha contemplación signifi­ can y dan a entender que los que la hicieren y perseveraren en ella ve­ rán y sentirán cosas maravillosas; —y con este presupuesto se entra en la dicha contemplación. — Item, que dan a entender que los que no hicieren aquella contem­ plación no alcanzarán el secreto de la virtud. Estas condiciones hacen la dicha contemplación tan malvada y su­ persticiosa, que luego el demonio se entra en parte y se hace Dios, como lo dice santo Tomás, 2-2, q. 95 materia de superstitione (art. 2, in corpore, et Caietanus in Commentario; item art. 4, in corpore; art. 5 in c., art. 7 in c. in fine); y ansí consta por experiencia manifiesta que todos los que hacen la dicha contemplación, dando crédito entero a lo que dicen estos maestros, son visitados sensiblemente del demonio con ope­ raciones subtilísimas y tan dificultosas de entender que es menester es­ tudio de muchos años para entender esta armonía; y, después que se ha entendido, resulta un debuxo del Anticristo, el más notable que jamás se ha visto en la Iglesia de Dios; el cual debuxo de doctrina está callado en nuestra España y escondido en los corazones de los Alumbrados y Alumbradas, teatinos y teatinas de todo el Reino, ayudando a este secre­ to el mismo demonio, el cual tiene poder para cerrar la boca y hacer callar a todos los engañados de esta doctrina, haciéndoles entender que si la dijesen ofenderían mucho al Señor y sería echar las margaritas a los puercos; y por eso la esconden de todas las religiones y de toda la Iglesia, guardando el misterio de ella para solos sus maestros. [II.]

Fundam ento

p r in c ip a l

de esta

h e r e jía

El fundamento principal de esta herejía, que es la vena de todo el cuerpo, es éste: que Dios, de común ley, se manifiesta sensiblemente a los buenos y virtuosos; y así pone todo el gobierno del alma sensible. Y para que este misterio se entienda es de saber cómo entienden los auctores de esta maldad todos estos términos de que usan los católicos: sentimiento divino, calor de Dios, cognoscimiento vivo de Dios, inspira­ ción divina, contrición del pecado, consolación divina, mortificación del cristiano, cruz del cristiano. Porque toda esta herejía se siembra con es­ tos términos y con este lenguaje, entendidos los dichos términos en sen­ tido herético.

457

ALVARO HUERGA

[ I I I .]

[1.]

CÓMO ENTIENDEN TODOS ESTOS TÉRM INO S:

Sentimiento divino

Sentimiento divino, según esta doctrina, es un movimiento sensible que viene con mutación corporal y calor sensible, tan fuerte en algunas personas que les quema y abrasa como una calentura. Este sentimiento viene de muchas maneras y da en muchos lugares del cuerpo, generalmente en el corazón con un movimiento que le hace dar saltos; otras veces en las espaldas, en el pecho, en los brazos, en las palmas de las manos; y algunas veces viene el paciente a sentir las llagas de Cristo, sintiendo grandes dolores en aquellas partes del cuer­ po donde Cristo nuestro redentor fue llagado; y en algunas particulares personas se han hallado las llagas impresas en la carne, —que es prodi­ gio y portento, y lo mismo que dice el Evangelio del Anticristo; en lo cual había tanto que decir, que no bastaban muchos pliegos de papel para explicarlo. [2.]

Calor de Dios

Calor de Dios o del Espíritu Santo, que es lo mismo, es una especie de sentimiento que consiste en solo calor sensible que abrasa y enciende la carne, tanto que a veces escupe conchas en el rostro y en aquellas partes donde da. Y hase el sentimiento común como la especie al géne­ ro, porque sentimiento en común abraza muchos efectos: como son do­ lores, desmayos, raptos, .sudores, consuelos sensibles, tristezas sensibles, etcétera. [3.]

Cognoscimiento de Dios

Cognoscimiento de Dios, según esta doctrina, es una illustración sen­ sible que inmuta la fantasía; y, según tengo entendido, le hace el demo­ nio tan sobtilmente que paresce illustración profética. Solamente he collegido que aquella manera de entender y cognoscer los secretos de Dios difiere de la manera ordinaria que tenemos de entender como di­ fieren cielo y tierra. Porque es una claridad sensible, que algunos llaman mojadura, porque, cuando sienten el dicho cognoscimiento vivo, se sien­ ten como mojados y inmutados corporalmente, y entonces se les abre el entendimiento y cognoscen secretos y subtilezas agudas de teología y de cosas divinas, que naturalmente no podían entender sin maestro. 458

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

[4.]

Inspiración divina

Inspiración divina, en esta doctrina, es un movimiento sensible tan fuerte, que paresce locución sensible. Y ansí las inspiraciones de éstos son revelaciones, porque afirman que les habló Dios en un toque sensi­ ble que los deja certificados de aquello que les revela y inspira, como si una voz exterior se lo dijera clara y distintamente. [5.]

Contrición del pecado

Contrición del pecado, en esta doctrina, es un dolor sensible que los quebranta el corazón y hace dar gritos y gemidos; y viene tan fuerte al­ gunas veces que hace rabiar al paciente y lo quebranta y deja molido y descoyuntado; y algunos mueren de los dichos dolores, cuando perseve­ ran en el paciente muchos días. [6.]

Consolación divina

Consolación divina, en esta doctrina, es una alegría sensible tan fuer­ te y tan notable, que algunas veces provoca a bailar y dar saltos; y dura mucho tiempo, y captiva los pacientes de tal manera que se comen las manos tras de aquella consolación, y se andan locos a buscarla. [7.]

Mortificación y cruz

La mortificación y cruz del cristiano, en esta doctrina, es con efecto sensible cuando ya la carne está muerta, enferma y jarretada; y ansí, todos los sentimientos dolorosos vienen a parar y causar este efecto de la mortificación; y se siente en los perfectos cuando ya ni los ojos veen, ni el oído oye, ni el gusto tiene sabor en lo que come. Y realmente el de­ monio va criando este efecto en las mujeres y hombres, y los pone tan enfermos y quebrantados que andan como muertos algunos de ellos, particularmente las mujeres. Y entonces no hay peligro de conversar los Alumbrados con las Alumbradas; y aun se hace entre algunos la expe­ riencia de la mortificación con tocamientos y obras muy deshonestas, que pasan entre Alumbrados y Alumbradas. Con este presupuesto se podrá entender el fundamento principal en que restriba esta herejía; y es el que puse arriba: que es decir que Dios, de común ley, se comunica sensiblemente a las buenas almas. Y ansí, en esta doctrina el que no tiene visitas sensibles de Dios, no está en su gracia, ni le ha cognoscido, ni sabe el secreto de la virtud. 459

ALVARO HUERGA

La manera que tiene este dios en comunicarse a esta gente es ésta: sensiblemente viene a ellos y se va, sensiblemente los allumbra e inspira, sensiblemente les da contrición y los consuela, sensiblemente sienten en sí la presencia del Señor; cuando comulgan, tienen gustos sensibles: con muchas formas sienten mayores gustos; con pocas formas, menores gus­ tos; siéntense mortificados, siéntense llenos de amor y que no cabe más amor en ellos; y ansí, muchas de ellas, cuando están llenas, no pueden comulgar, ni pueden oír sermón, ni pueden ver imagen, ni pueden oír licción devota, ni otro motivo de devoción, porque si aguardasen a algo de aquesto reventaran; y de aquí nace que, cuando alguna está llena y le sobreviene algún motivo de amor, se desmaya y cae en tierra, no pu­ diéndolo sufrir. Otras veces tienen hambre sensible y se van como ra­ biando a buscar la comunión; y si no las comulgan, se mueren y padescen mil tormentos y se van a comulgar dos y tres leguas; y comulgan secretamente muchas veces en un día por matar la hambre, que llaman hambre del Señor. Con todos los sentidos alcanzan a Dios, porque ellos veen a Dios y lo sienten y lo huelen sensiblemente y lo gustan y lo oyen; tienen muchas visiones y revelaciones; saben muchos secretos que el demonio les des­ cubre; cognóscense las inspiraciones sensibles unos a otros. [IV.]

S egundo fu n d a m en to

El segundo fundamento de esta herejía es que en esta vida se puede ver [a] Dios; y, en efecto, lo veen todos estos de ley común cuando lle­ gan al estado de perfección. Y ansí hay hombres y mujeres que han visto la Santísima Trinidad, —ayudando el demonio con illusiones te­ rribles, que sería largo contar. [V.]

Tercer fundam ento

El tercer fundamento es que sola aquella contemplación alcanza y descubre todos estos secretos; y por esta razón menosprecian todos los otros caminos de virtud y el instituto de las religiones que ignora este camino del dios sensible, y son contrarios a los frailes, no por la vida, sino por la doctrina, aunque dan a entender que por el mal ejemplo que hay en las religiones apartan a sus discípulos de los frailes y les persua­ den que no comuniquen con ellos. [VI.]

Cuarto fundam ento

El cuarto fundamento de esta doctrina es que los siervos de Dios han de padescer gravísimas tentaciones. Y con este presupuesto los de­ 460

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

tienen en grandísimos errores y torpedades que padescen en la contem­ plación y fuera de ella. Porque, estando en oración, viene el demonio a ellos, transfigurado en ángel de luz, y los ensucia en pensamientos muy torpes y deshonestos, que no se pueden explicar; item, los siembra de pensamientos de infidelidad, en lo cual padescen tan grande opresión algunos hombres y mujeres que creo pierden la fee y quedan vendidos a los dichos pensamientos y errores; item, que algunas veces viene el demonio transfigurado y las ensucia con mil poluciones y torpedades, y pasan tales cosas que son mucho peores que lo que pasaba en Sodoma y Gomorra, en injuria de Cristo y de su limpieza, porque aquel esposo que ellos llaman su cristo se les comunica carnalísimamente; y todo tie­ ne su respuesta y solución: unas veces, atribuyéndolo a tentación de jus­ tos; y otras, a regalos y visitas del Señor. [V I I .]

E r r o r e s p a r t ic u l a r e s q u e m a n a n de e s t o s p r in c ip io s y s e h a n HALLADO EN DIVERSAS PERSONAS

1. Que no son obligados a obedescer sino a solo Dios; —con lo cual derriban la obediencia eclesiástica, y [la] natural que se debe a los padres. 2. Que el Espíritu Santo les gobierna, a quien están subjectas. 3. Que la oración mental es sacramento. 4. Que sola la oración satisface a toda la ley, y así se cumple con todo. 5. Que las siervas de Dios no han de ocuparse en cosas corporales. 6. Que quiebran el ayuno eclesiástico por acudir a la carga de su contemplación, porque aquella contemplación no se compadesce con el ayuno; y ansí, dejan lo menos por lo más. 7. Que para contemplar es menester comer bien y cenar carne. 8. Que la oración vocal no pasa de las tejas. 9. Que nadie se puede salvar, si no es de aquella doctrina. 10. Que sienten mal del estado de las religiones. 11. Que sienten mal del estado del matrimonio; y todos aborrescen aquel estado. 12. Que se han de cerrar los ojos cuando alzan los sacramentos. 13. Que cognoscen sensiblemente la presencia del Señor. 14. Que se puede ver en esta vida la esencia divina y, en efecto, la veen los perfectos. 15. Que unos a otros se cognoscen las inspiraciones y cognoscen el grado de santidad por los sentimientos. 16. Que pueden llegar a tal estado que no pequen venialmente. 17. Que llegando a aquel estado, no pueden ver imágenes ni oír cosas de Dios, porque se les parte el corazón,. 461

ALVARO HUERGA

18.

Que los tactos exteriores con mortificación no son pecado, y ansí los maestros tractan suciamente con las discípulas, diciendo que aquello no es pecado. 19. Que sus discípulas no se han de confesar con otros confesores. 20. Que algunos piden el cómplice del pecado para dar corrección. 21. Que algunos de ellos revelan las confesiones, y es cosa muy usa­ da entre esta gente. Otros muchos errores hay entre éstos, que sería largo contar. Particu­ larmente quitan las obras externas de piedad, como es visitar enfermos, acompañar muertos, diciendo que los que tienen a Dios en el alma no tienen necesidad de irlo a buscar fuera. Todas las limosnas que hacen son para sus maestros y para la gente de aquella doctrina. Todos estos errores están repartidos en diversos subjectos desigual­ mente, porque unos saben muchos, y otros saben pocos, y cada uno ha­ bla conforme a lo que sabe de la doctrina. [VIII.]

D e l m o d o q u e se h a d e t e n e r e n b u s c a r e st a d o c t r in a

En el púlpito no se han de mentar errores de éstos, porque hay mu­ chas personas que no han oído muchos de estos errores, aunque son en­ gañados de la doctrina. Porque los maestros huyen de decir los errores, aunque los dan a beber por indirectas, usando siempre de lenguaje cató­ lico. Y por esta razón los de esta doctrina juran y perjuran que sus maestros no les dijeron cosa mala. Lo que se ha de hacer es predicar contra todos los sentimientos y contra aquel gobierno sensible, que es la herejía scripta en el sentido, pintando los sentimientos y luego diciendo contra ellos; ni hacer pro­ posición de cosa herética, porque de esta manera siembran los herejes esta herejía, encomendando todo aquel gobierno sensible y aprobándo­ lo con palabras generales, diciendo que es cosa de nuestro Señor. Hase de persuadir que aquellos sentimientos es obra del demonio y arte mágica; y si alguna persona se convirtiere, que serán raras, preguntalle por menudo todos los sentimientos; y después que los hayan dicho, preguntarle qué os decía de esto vuestro maestro; item, leerles todas las herejías y preguntarles si le han enseñado alguna de aquéllas, y si les encomendaron el secreto de esta doctrina. [IX.]

S eñales generales de los A lum brado s

Si es Alumbrada perfecta, aborresce a los frailes y todos los confeso­ res que no comunican en la dicha doctrina. Si es casada, aborresce el 462

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

matrimonio. Andan apartadas de toda comunicación de gentes, como gente de otra profesión y de otra religión. Andan mortecinas, descolo­ ridas, quebrantadas a causa de los sentimientos, porque es una huella del demonio y las quebranta y martiriza, aunque entre ellos se tiene por visita del Señor y regalos suyos. Cuando están en el templo, están como absortas y durmidas; muchas de ellas caen en tierra disimuladamente con el sentimiento del corazón, y para encobrir aquel misterio dicen a las gentes que lo ignoran que es enfermedad que tienen o mal de cora­ zón. Algunos de ellos dan gemidos y sollozos terribles, y otras tienen sudores y temblores, y dan de pies y manos, aunque esto no lo suelen hacer en público, sino en secreto. [X.]

La

razón

po rq ue

esta

m aldad se

h a

e n c u b ie r t o

t a n t o s d ía s

Esta herejía está guardada en el sentido, y los maestros velan por no sacarla en la lengua, antes con términos católicos sustentan toda aquella armonía; y, cuando algunos efectos de aquellos se descubren, alegan que no está abreviada la mano del Señor, y que san Francisco tuvo llagas, y san Pablo se arrebató y vido la esencia divina; y dan a en­ tender que Dios, que hizo aquello, pudo hacer estotroCon esta razón se han escapado de muchas dificultades. Pero hase de advertir que estos herejes practican y enseñan que, de ley común, se manifiesta Dios a sus siervos sensiblemente y obrando en ellos todo lo que se dice de Moisén y san Pablo y san Francisco y David y san Anto­ nio. Y todos sus discípulos llevan este blanco: que han de llegar a ver y sentir a Dios y arrebatarse y cognoscer su presencia sensiblemente; y con este fin, comienzan contemplando para rega(la)rse con Dios y arre­ batarse en espíritu. La cual doctrina es herética y la más perjudicial que se ha visto en la Iglesia. [XI.]

La

causa

p o r q u e é s t o s , s ie n d o

carnales

y

desh o nesto s,

H A N TENIDO OPINIÓN DE CASTOS

La razón de esto es porque esta gente no tiene amor, ni afición, ni comunicación con las mujeres que no son de su doctrina, antes las aborrescen como el moro a la cristiana que es de otra religión y doctrina. Solamente comunican con las suyas, a las cuales hacen entender que son impecables. Y de esta manera, tractan con ellas, en confesión y fuera de ella, cosas torpes y deshonestas, y se las venden por amor casto y lim­ pio. De esta manera son carnales al . seguro, porque tractan con gente de honra, a quien ellos tienen acreditadas con el vulgo, diciendo que son grandes siervas de Dios; y a las propias con quien tratan les han quita­ 463

Alvaro

huergá

do el escrúpulo, diciendo que en aquello no hay pecado; y, dado que lo hubiere, como las tienen apartadas de la comunicación del mundo, aun­ que quisieren descobrir sus faltas, no tienen a quién decirlas. Solamente las Alumbradas y teatinas comunican entre sí, diciendo algunas de ellas: verdaderamente nuestro padre no es hombre; de tan buena gana y tan seguramente me acostara con él como con mi propio padre. Ayuda a este secreto y maldad el hechizo y arte mágica que hay de por medio. Porque el demonio tiene sobre éstos tanta potestad, que no les deja hablar cosa alguna de lo que podría desacreditar a esta gente. De lo cual hay casos y ejemplos particulares, y es que, queriendo algunas mujeres revelar las maldades de esta doctrina, no podían ni era en su mano, porque sentían ligada la lengua; —y ansí fue necesario ayudarlas con exorcismos eclesiásticos. [XII.]

Unum

m ir a b il e d ic t u !

Todos los fundamentos de esta doctrina están apuntados en unos libros de contemplación, particularmente en uno, tan subtilmente y por términos tan recatados que, quien no entendiere y viere con los ojos la práctica de aquella teórica, no la entenderá en su vida y pensará que yo levanto falso testimonio al libro. Pero está tan claro para los que saben este misterio y para mí, que he visto la práctica, como está clara la ley de Dios en la Cartilla. Es el libro principal que trató de esto el que compuso fray Luis de Granada De la oración, y están los errores apuntados en la segunda parte. Tengo por cierto que se ha de acabar este monstruo, y que la Iglesia lo ha de descobrir muy pronto. Para lo cual no tengo tanta necesidad de gente que me favorezca, cuanta de gente que ayude a descobrir la herejía. Y, para este propósito, más vale un curioso que un maestro. Porque, descubierta la herejía, está hecho el efecto. Aunque, para des­ cobrir estos errores, es menester habilidad y curiosidad y gente impor­ tuna: porque está el mal tan encubierto y tan callado que, si falta la di­ ligencia, no se hará cosa alguna. Este Memorial dejo a nuestro padre Provincial, para que lo dé a los padres maestros de Coimbra y a los inquisidores del Reino. Porque éste es más copioso que otro que dejé en Lisboa. Pero si las Inquisiciones no entendieren con fuerza en este negocio, no hay para qué darles el Memorial. Fray Alonso de la Fuente «Por la presente affirmo eu, frei Esteváo Leitáo, Prior Provincial nesta Provincia dos Pregadores de S. Domingos nestes Reinos de Por464

18.— PLA SEN C IA

(C áceres): C a s a s d e l D e á n .

¿rm" 19.— A Z U A G A (Badajoz): P l a z a clel C r i s t a .

20.— A Z U A G A (Badajoz): A l t a r d e l C r i s ­ to d el H u m illa d e r o .

i

21.— A Z U A G A

(Badajoz):

ig le s ia

T orre p a rro q u ia l.

de

la

22.— ALM ENDRALEJO ig l e s i a

(Badajoz):

p a rro q u ia l.

La

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

tugal, que recebii do padre freí Alonso de la Fuente este papel, afirmán­ dome que deera outro mais copioso a el Rei Filippe, Em fee do qual assignei éste aos 18 de margo de 1576. Este padre he da Provincia de Andalozía. Frei Esteváo Leitáo, Prior Provincial.» «O qual Memorial e appontamentos acima e atrás contehudos eu, Manuel Antúñez, Notario Apostólico, bem e fielmente trasladei do proprio com a certidao e ellos iunta do padre Provincial, e concordao de verbo ad verbum; e por verdade os concertei con o Notario abaixo assignado, e ambos assignamos aquí de nossos signáis rasos e costumados. Em Evora, a 26 do mes de margo de 1576 annos. Concertado comigo, Domingos Simoes. Manuel Antúnez.» ASV.: Nunz. de Spagua, tomo 14, ff. 242 r.-244 v.

465

?0

6

MEMORIAL

DE ALGUAS COSAS GENERALES EN QUE LOS ALUM BRADOS DE

TREMADURA PRINCIPALM ENTE CONFORMAN EN LO QUE ENSEÑAN, SIN M U C H A S PRO PO SICIO NES

EX­

OTRAS

HERÉTICAS, ERRORES Y SUPERSTICIONES QUE EN

PARTICULAR SE PRUEBAN CONTRA CADA UNO DE ELLOS.

1. Primeramente, estos maestros Alumbrados, son clérigos sacer­ dotes y algunos dellos predicadores que no tienen beneficio ni renta, sino lo que les dan las mujeres con quien tratan, y traen por oficio andar por los pueblos enseñando su doctrina, la cual enseñan a mujeres mo­ zas, doncellas por la mayor parte, diciendo que las viejas son de dura cerviz para la rescibir. 2. No las quieren confesar si no se confiesan con ellos generalmen­ te, diciéndoles que no pueden, ni las confesarán de otra manera, y algu­ nos de ellos dicen que es necesaria la confesión general con ellos, po­ niendo dolencia en las confesiones pasadas. 3. Procuran por todas vías que estas mujeres, siendo solteras, no se casen ni sean monjas, sino que se hagan beatas, diciendo ser éste me­ jor estado, y que corten los cabellos y quiten las galas y chapines y vis­ tan saya parda y ciñan cordón y manto negro sin cintas, tocas blancas mal puestas, que vayan desaliñadas y sucias, y hagan voto de castidad. 4. Dícenles que se confiesen con ellos y no con otros, particular­ mente con frailes. 5. Mándanles a los principios que ayunen y se disciplinen y traigan cilicio, y comulguen a menudo de 8 a 8 días, y estando más exercitadas, a 5 días y cada día; y después que tienen sentimientos, les quitan los ayunos, disciplinas y cilicios. 6. Enséñanles que se recojan a la mañana y noche en oración y con­ templación por una hora o dos, donde recen 5 paternóster y avemarias cada uno de ellos a una de las llagas de nuestro señor Jesucristo y con­ templen en cada una de ellas lo que padesció y en la que les diere más gusto que allí paren. Esto enseñan con grandísima fuerza y conato, dan­ do a entender que en esto consiste y se encierra la perfección y lo prin466

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (157 0 -1 5 8 2 )

cipal de su doctrina y que es necesario para salvarse, y así enseñan a contemplar a todas las discípulas. 7. Volviéndose a confesar con ellos, les preguntan si han hecho esta oración y lo que han sentido en ella, y algunos les preguntan si han visto o oído en ella algunas cosas. 8. Las que hacen esta oración y se exercitan en ella sienten calores, ardores, dolores en partes determinadas del cuerpo, en el corazón, en el pecho, en las espaldas, en el brazo izquierdo y en los lugares de las llagas; tienen desmayos, arrebatamientos, ahogamientos de pecho, can­ sancios, regalos, rabias, ansias, saltos en el corazón y otros extraños efectos, y ellos les dicen que son de Dios y del Espíritu Santo. Hay algu­ nas beatas de éstas que haciendo esta oración ven varias visiones, oyen ruidos y voces, reciben grandes miedos y temores, no pueden ver imá­ genes ni ir a la iglesia ni oír sermones y cosas de devoción, diciendo que están tan llenas de Dios que no les cabe más; y les paresce que su Cristo, en quien están contemplando, les aparesce en figura de hombre y con él vienen a tener grandes tentaciones de carne, y realmente les paresce que pasan con él tocamientos deshonestos hasta venir a tener polucio­ nes. A esto dará bien ocasión lo que sus maestros les enseñan que le contemplen hecho hombre y se ajusten con él poniendo boca con boca y los demás miembros y le digan palabras regaladas y amorosas, como: carne de mi carne, huesos de mis huesos, y mirando al crucifijo de bulto, aunque sea en la iglesia, les paresce que veen que el mismo crucifijo las convida a deshonestidades levantando sus vergüenzas por debaxo del paño y por esto dexan de mirarle y viénenles tentaciones de que S. J. tuvo tratos deshonestos con N. S. y dudas grandes en la fee sobre qué más tienen los cristianos para creer en la fee que tienen que los genti­ les y moros para tener la suya, y otras, y algunas dicen que les ha veni­ do gana de blasfemar contra Dios con tanta fuerza que les ha sido for­ zado tapar la boca con la mano por no blasfemar. Estas y otras muchas cosas dicen estas beatas que les vienen con tantas impresión que las ponen en mucho aprieto hasta enflaquescer en demasía y enfermar de ello; y dicen que algunas han muerto destos sentimientos, y aun se pue­ de creer que, por ser mujeres flacas algunas de ellas, han perdido la fe cerca de algunas cosas, y con dar parte destos sentimientos y efectos y inconvenientes que se les siguen de hacer la dicha oración, no se halla que ninguno de ellos les haya dicho que la dexen, antes les dicen que perseveren en ella y se la encomiendan de nuevo. 9. Llegando algunas de éstas a tener muchos sentimientos, que es el estado que llaman perfecto, les mandan que no se disciplinen ni ayu­ nen aunque sean ayunos de precepto, que coman carne en días prohibi­ dos, que es dexar lo menor por lo mayor, que es la dicha oración, que para la tener y tener fuerzas en ella es menester comer bien, que con aquella oración y el calor de ella se digiere cuanto comieren. 467

ALVARO HUERGA

10. Estas mujeres, luego que se confiesan con ellos, les cobran una afición extraña, que se pierden por ellos y les vienen grandes tentacio­ nes de carne con ellos y estando con aquellas bascas y rabias los van a buscar y ellos las besan y abrazan y meten las manos en los pechos y sobre el corazón, dándoles a entender y diciendo que aquellos tocamien­ tos no son pecado, que lo hacen por alegrarlas, consolarlas y ayudarlas para que puedan llevar aquellos sentimientos, con lo cual ellas sienten grande alivio y consuelo para aplacar aquellas rabias, y dicen algunos que hacen aquello contra su voluntad sólo por mortificarse, que no sienten deleite carnal, y algunos pasan adelante en estos tocamientos metiéndoles la lengua en la boca y tocándolas en las partes deshonestas y echándose en la cama desnudos con ellas. 11. Entre ellos y ellas pasa otro sentimiento extraño, que andando con aquellos ardores y fuegos (que algunas veces llegan a tanto que to­ cando a la cera la derriten como hace el fuego) si se llegan los unos a los otros se encienden y ponen fuego y no pueden sufrir el allegarse y dicen: quitaos allá, que me matáis; y otras veces con deseo de tener aquel encendimiento, que dicen es devoción y comunicación, se vienen a llegar una mujer con otra, desnudas, en la cama, en tanta manera que se abrazan y besan y meten la lengua en la boca y juntando las partes vergonzosas vienen a tener poluciones. 12. Andando con este fuego no pueden llegarse cerca del Santísimo Sacramento, y así lo confiesan ellas diciendo que se encienden tanto que no lo pueden sufrir. 13. Otro efecto maravilloso (es) que, estando algunas en su aposen­ to y pasando su maestro por la calle, lo sienten sin vello y dicen a osa­ das: que pasa fulano por la calle; y otras veces estando ellos ausentes, sienten cuándo han vuelto al lugar con una alteración y regocijo grande que les da, y ellos, viéndolas venir, entienden los sentimientos que traen y se lo dicen antes que ellas hablen palabra. 14. Dicen que hay persona entre ellos que con el olor siente si hay Sacramento en la iglesia, o no; y algunas dicen que les huele el Sacra­ mento suavísimamente y les da gusto en el paladar, como cosa sabrosa. 15. Algunas de estas mujeres dicen que sienten cuándo anda Dios por entrar en su ánima y cuándo ha entrado y que les da grandísima pesadumbre, como si en una cosa pequeña metiesen por fuerza una cosa grande, que no cabe; y que sienten cuándo se les va del alma, y esto de sentir que tienen a Dios en el alma es con tanta impresión que algu­ nas no pueden mirar ni adorar el Santísimo Sacramento en la misa por la fuerza que les hace el Dios que dicen tienen dentro de sí para que no lo miren, diciéndoles les hacen agravio en mirar al Sacramento. 16. Algunas de estas beatas vienen a estar endemoniadas, a lo que paresce, y en la iglesia dan voces y gritos, especialmente al tiempo del 468

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

rescibir el Sacramento, y resistiendo ellas, diciendo que lo han de rescibir, y escupiéndolo diciendo que no está allí Dios, los dichos sus maes­ tros las comulgan por fuerza, teniéndolas y abriéndolas las bocas por fuerza y metiéndoles el Sacramento y atapándosela porque no lo echen y escupan. 17. Estas mujeres, por tener así visiones, revelaciones y cognoscimientos vivos y otros sentimientos tan suaves, tan dulces, tiernos y lle­ nos de lágrimas y por ver tanta novedad de cosas que les vienen hacien­ do aquella oración y exercicio, tienen buen crédito de los dichos sus maestros y tienen aquél por un nuevo y cierto camino para salvarse. 18. Los dichos sus maestros alaban y tienen por más santa y apro­ vechada a la que tiene más destos sentimientos. 19. Dícenles que no den cuenta de los sentimientos a otros confe­ sores, que no los entienden. 20. Que las deshonestidades que pasan con ellos, llegando a pecado mortal, las confiesen con ellos, —y así lo hacen. 21. Traen ellas grande rabia y ansia por comulgar a menudo, y sien­ ten gran pena y trabajo cuando no las quieren comulgar; y así ellos, cuando en algo los desobedecen, por el mayor castigo que les pueden hacer les mandan que no comulguen aquel o aquellos días. 22. Comúlganlas a menudo, llamándolas para ello, y algunas veces sin tener ellas propósito dello y sin que se confiesen primero, habiendo pasado los tocamientos deshonestos. 23. Danles a dos y a tres y más formas del Sacramento, y las formas mayores. 24. Y enseñan que mientras más especies de Sacramento se toman más se tarde en digerir, y así se está más tiempo allí Jesucristo, dándo­ les a entender que es mejor rescebir más cantidad de Sacramento, de donde se han seguido mil errores en ellas, que les da pena cuando les dan poco Sacramento, que la forma partida no la quieren rescebir, y han venido a comulgar dos y tres veces en el día, y procuran se les dé mucho Sacramento haciendo poner muchas formas y poniéndose las postreras para que les den lo que sobrare. 25. Cuando las comulgan no les dan el lavatorio, ni dicen las pala­ bras con la iglesia: no soy digna; ni les dexan decir cuando las confiesan la confesión general de la manera que suele decirse. 26. Que les dicen mal de las Religiones, desacreditando aquel esta do con muchas palabras, persuadiéndolas a que no sean monjas. 27. Que dicen palabras sintiendo mal del estado del matrimonio, haciéndolo muy dificultoso y casi imposible para salvarse y persuadién­ dolas a que no se casen y hagan voto dello. 28. Que las tienen tan sujetas y rendidas en no hacer cosa, aunque sea pía y santa, sin su licencia y mandado; y tácita o expresamente les dicen que les den la obediencia y las castigan cuando los desobedecen. 469

ALVARO HUERGA

29. Dícenles que no obedezcan a sus padres si les impidieren la di­ cha oración y recogimiento, con lo cual ellas dan muchos enojos a sus padres, porque no pueden servir ni hacer las cosas de casa por quedar quebrantadas y molidas de la dicha oración. 30. Que les mandan que lo que se les revelare estando en la ora­ ción lo pongan por obra, a cuya causa aguardan allí las inspiraciones que les reveló: como traer puesta sobre las carnes una cota de malla, estar tres días sin comer, y muchos días sin hablar, subirse al púlpito a pre­ dicar una de ellas estando el pueblo congregado. Finalmente, tienen por pecado no poner por obra lo que allí se les revela, y se confiesan dello cuando no lo cumplen. 31. Dicen muchas palabras desacreditando la oración vocal para que no recen, y dicen se sirve más nuestro Señor con aquella su oración que con cosa alguna. 32. Que no se han de llorar los muertos, ni traer luto por ellos. 33. Que todos ellos aprueban por buenos los sentimientos, y algu­ nos claramente los piden y ponen la salvación y perfección en ellos. 34. Todos ellos encomiendan aquella oración, y algunos han dicho es necesaria para salvarse. 35. Revelan las confesiones y piden el cómplice del pecado. 36. Que muchos dellos están sospechosos de máxima hechicería y pacto con el demonio. 37. Que los perfectos desta secta no rezan vocalmente ni pueden, porque están en grado más alto de contemplación. 38. Que los perfectos no pueden ver la imagen de Jesucristo cruci­ ficado de puro amor y compasión. 39. Que están en la iglesia cabizbajos y cerrados los ojos como ador­ midos y no se levantan a los divinos oficios. 40. Que algunos perfectos ven la divina esencia. 41. Que a los perfectos y que tienen sentimientos los desobligan de los mandamientos divinos, ut supra. 42. Que se trata entre ellos que están mucho tiempo sin pecar ve­ nial ni mortalmente; y alguno de ellos, predicando, dixo: ‘aquí estoy yo, que ha 18 años que no siento pecado en m í’; y dicen que no confiesan a pecadores. 43. Que dicen conoscerse unos a otros las inspiraciones y mociones interiores. 44. Que para aplacar los sentimientos que están dichos abrazan y besan a sus Alumbradas y tienen otros tocamientos sucios, diciendo pa­ labras santas, como: ¡oh amor divino, cómo te comunicas a tus criatu­ ras!; ¡oh amor de Jesucristo, sabiduría, dádivas de Dios, cuántas son las 470

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

misericordias que hace Dios a las almas en la tierra! Y dicen que hacen esto para alentarlas y que lleven adelante aquellos exercicios santos. 45. Que autorizan estos tocamientos deshonestos con aquello de san Pablo que usa de beso de paz, y con lo que dice el Evangelio: super aegros manus imponent; y con lo del profeta Eliseo con el niño, y ven­ den estos tocamientos por regalo espiritual y cosa santa y buena. 46. Que estando orando se han de quedar como ligados y presos en la imaginación y sentido, sin oír ni sentir. 47. Que piden revelaciones y respuestas divinas en cosas livianas y dicen que las tienen y les dan crédito. 48. Que dan a entender que no basta para salvarse guardar los man­ damientos, y algunos lo han dicho claramente. 49. Que ha acaescido confesar el uno y absolver el otro sin haber oído los pecados. 50. Que las recién comulgadas no han de adorar la hostia que se alza en su presencia, sino tener cuenta con lo que han rescebido, ni se han de herir en los pechos por vía de contrición. 51. Que no basta confesarse una vez en la cuaresma para salvarse. 52. Que puede una persona lega comulgar por otra y por los di­ funtos. 53. Que se ha de adorar el recién comulgado y que se puede adorar. 54. Que les dan a entender que ellos y ellas, que hacen los dichos exercicios, se salvan, y a todos los demás tienen por gente perdida y estragada, y así no quieren dar el Santísimo Sacramento sino a los que sé confiesan con ellos. AHN.: Inq., leg. 4426, n.° 29. Este «papel» o Memorial fue hallado y requisado en el convento de San Felipe, Madrid (Agustinos), el 1 de julio de 1578. El inquisidor Salazar instruyó con este motivo un «procesillo» al papel y a los lectores, «procesillo» que se conserva en el mismo legajo.

471

7

LO QUE PARECE SE DEBE ADVERTIR EN LOS NEGOCIOS DE LOS ALUMBRADOS QUE ESTAN PRESOS EN EL SANTO OFICIO DE LA INQUISICION DE LLERENA (Setiembre, 1577) 1. Lo primero, que se ha de veer el epílogo que fray Alberto de Aguayo y fray Alonso Altamirano hicieron de lo sustancial que se colige de la materia y delitos de los dichos Alumbrados y las calificaciones que en ello y particularmente en cada proceso hicieron. 2. Y si después que se hizo la dicha diligencia hobieren resultado otras proposiciones o hechos que requieran calificarse, se calificarán, para que con más claridad se pueda proceder en los dichos negocios y poner el remedio que convenga. 3. Y porque algunos de los maestros de la dicha doctrina que están presos han tenido mucha amistad y correspondencia en diversas partes de la Andalucía, especialmente en Sevilla y su arzobispado, y en Ubeda, Baeza, Montilla y otras partes, conviene ir con gran cuidado de saber y averiguar si esta doctrina la han sembrado en aquellas partes y las personas que la siguen y todo lo demás que conviniere saber. 4. Conviene veer las declaraciones que las beatas de Frexenal y de otras partes hicieron ante el inquisidor Saldaña y tornar a examinar las que dellas pareciere para que declaren más en particular lo que pasa y por qué no declararon aquellas cosas ante los inquisidores Muñoz y Montoya, que estuvieron el año pasado visitando aquellas villas, y qué les movió a declarar ante el inquisidor Saldaña, y por orden de qué personas hicieron las dichas declaraciones, y si particu­ larmente les dixeron lo que habían de declarar, y qué origen y prin­ cipio tuvieron para seguir aquella doctrina y nueva manera de vivir, siendo tan extraordinaria de la que comúnmente tienen los fieles cristianos en aquella tierra y en toda España, y hacerles todas las demás preguntas y repreguntas que parecieren ser convenientes para saber verdad. 472

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 70-1582)

5.

Y si para hacer estas diligencias o continuar la visita por el distrito pareciere al Reverendísimo Señor Obispo de Salamanca que alguno de los inquisidores de la dicha Inquisición vaya a lo hacer, se lo po­ drá así ordenar; y porque se entiende que entre los dichos maestros presos ha habido algunas comunicaciones de cárceles, conviene mu­ cho se hagan las averiguaciones y diligencias necesarias para saber verdad, y que el fiscal haga cargo a los culpados y se sepa si por esta causa los presos han negado o confesado la verdad de sus de­ litos. 6. Para hacer las diligencias de tortura conviene se busque ministro que las sepa muy bien hacer, y que guarde mucho secreto de lo que entendiere y supiere, recibiéndole para ello juramento y apercibién­ dole por auto que será castigado por todo rigor, y así se le notifica­ rá en forma. 7. Y porque esta materia es de mucha complicidad y para averigua­ ción de la verdad será de mucha importancia que se vayan actuan­ do y sustanciando los procesos de las personas que se presume tie­ nen más complicidad y correspondencia y se vean y determinen juntamente para que se vea y entienda con qué personas convendrá hacer primero diligencias. AHN.: Inquisición, lib r o 579, ff. 101 V.-102 r. NB. El anterior documento no lleva data; sin embargo, el estar asentado entre una carta de 7 de septiembre de 1577 y otra de 12 de septiembre de 1577 (ésta encaminada también al tribunal de Llerena, acusando recibo y vista del proceso de Elvira Zambrana, esclava de Garci-López de Sayago), permite inducir que son «advertencias» de esos días, y, por más señas, para el recién nombrado presiden­ te del Santo Oficio de Llerena, es decir, Don Francisco de Soto y Salazar, obispo de Salamanca. Las alusiones a la visita del inquisidor Saldaña en Fregenal ofre­ cen una pista clara de datación: anduvo haciéndola por el mes de junio de 1577 (cf. ib., f. 89 v.).

473

Sección II

RELACIONES

SERIE A:

S O B R E LOS ALUM BRADOS

8

RELACION DEL TRIBUNAL DE LLERENA AL CONSEIO, 29 MAYO 1575 LAS PERSONAS QUE QUEDAN EN LAS CARCELES, CELEBRADO EL AUTO, Y EL ESTADO DE SUS CAUSAS, SON LAS SIGUIENTES:

Alum

brados

Villanueva de Barcarrota 1.

El bachiller Hernando nueva de Barcarrota. A prueba y negativo.

A lvarez,

clérigo, natural

y

vecino de Villa-

La Roda 2.

El bachiller Gaspar S á n c h e z , clérigo, vecino del lugar de La Roda, jurisdicción de la villa de Estepa. A prueba y negativo.

Zafra 3.

Francisco de Z a m o r a , clérigo, vecino de Zafra. A prueba y negativo. 477

ALVARO HUERGA

Zafra 4.

Francisco de M e s a , clérigo, vecino de Zafra. A prueba y negativo.

Zafra 5.

Francisco G u t i é r r e z , clérigo, vecino de Zafra. A prueba y negativo.

Cazalla 6.

El doctor M e x í a , clérigo, vecino de Cazalla. A prueba y negativo.

Zafra 7.

C r is tó b a l C

h a m iz o

, c lé r ig o , v e c in o

d e Z a fra .

A prueba. Ha confesado muchas cosas deshonestas e carnales que tractaba con sus hijas de confesión, ansí en el acto sacramental como fuera, e haber tenido acceso carnal con algunas dellas en las iglesias. La Fuente el Maestre 8.

Mari S á n c h e z , beata, vecina de la Fuente el Maestre. A prueba. Ha comenzado a confesar algunas cosas tocantes a la doctrina de los Alumbrados, aunque con mucha cabtela, e se tiene entendido que sabe y encubre mucho.

La Fuente el Maestre Elvira Z a m b r a n a , morena, esclava, vecina de la Fuente el Maestre. A prueba. Ha confesado algunas cosas de la mesma doctrina. Es muy ladina, e también se entiende que sabe y encubre mucho.

9.

Zafra 10.

Inés S á n c h e z , beata, vecina de Zafra. Hechas las moniciones. Ha confesado algunas cosas de la dicha doctrina e algunas deshonestidades de algunos de los dichos Alum­ brados, ansí con ella como con otras fuera de confesión.

AHN.: Inq., legajo 1988, expediente n.° 9, ff. 478

11 V.-12

r.

9

RELACION DEL TRIBUNAL DE LLERENA AL CONSEJO, 18 NOVIEMBRE 1576 PRESOS POR LA DOCTRINA Y SECTA DE LOS ALUMBRADOS Villanueva 17.

El bachiller Hernando A l v a r e z , clérigo, vecino de Villanueva de Barcarrota, fue preso por noviembre del año de [15]73. Está ne­ gativo y acusado dos veces. La causa recibida a prueba y ratificados los testigos y pasados a su proceso, que son casi trescientos testigos, y así es grande el núme­ ro de testigos que tiene cada uno destos Alumbrados.

La Roda 18.

El bachiller Gaspar S á n c h e z , clérigo, natural de la Roda, en el obis­ pado de Córdoba, preso por el mismo tiempo. Negativo. La causa recibida a prueba. Ratificados los testigos. Murió en las cárceles, estando su causa en este estado.

Zafra 19.

Francisco de Z a m o r a , clérigo, preso por el mismo tiempo. Está ne­ gativo. Recibido a prueba. Ratificados los testigos, y sacados a su proceso. 479

ALVARO HUERCA

Fuente el Maestre 20.

Mari S á n c h e z , beata, vecina de la Fuente el Maestre, presa por di­ ciembre del dicho año de [15]73. Está negativa. Su causa, recibida a prueba. Ratificados los testigos y pasados a su proceso, y sacada la publicación.

Fuente el Maestre 21.

Elvira Z a m b r a n a , esclava de García López, vecina de la Fuente el Maestre, presa por el mismo tiempo. Algunas cosas ha comenzado a confesar y (en) otras está negativa y como desmemoriada. La causa está recibida a prueba, ratificados los testigos y pasados a su proceso y sacada la publicación.

Zafra 22.

Cristóbal C h a m i z o , clérigo, vecino de Zafra, fue preso por setiem­ bre del año de [15]74. Ha confesado grandes deshonestidades que ha tenido con las beatas sus hijas de confesión en el acto de la con­ fesión y fuera de ella. Está negativo de otras cosas. Votado a tor­ mento sobre lo testificado.

Zafra 23.

Francisco de M e s a , clérigo, vecino de Zafra, preso por el mismo tiempo. Está negativo; y la causa recibida a prueba; ratificados los testigos y pasados a su proceso, y comenzada a sacar la publi­ cación.

Zafra 24.

El doctor M e x í a , clérigo, natural de Zafra ,vecino de Cazalla, preso por el mismo tiempo, y quiere defender que los sentimientos cor­ porales y otros efectos y cosas de los Alumbrados, de que es acu­ sado, son católicos y sanos. La causa recibida a prueba, ratifica­ dos los testigos y sacados a su proceso.

Zafra 25.

480

Francisco G u t i é r r e z , clérigo, vecino de Zafra, preso por e l mismo tiempo. Su causa está en el mismo estado y comenzada a sacar la publicación.

23.

LUIS DE M ORALES:

San

Juan

de

R ib e ra

(Musen de! Prado, Madrid).

. -s •- •

24.— LLERENA (Badajoz): P l a z a e ig l e s i a d e N t r a . S r a . d e la G r a n a d a , d o n d e s e c e l e ­ b r a r o n lo s autos de fe c o n t r a lo s alumbrados e n 1 5 7 9 y 1 5 8 2 .

25.— LLERENA (Badajoz): del

d istrito

de

P a la cio d e D . L u is d e Z a p a ta , d o n d e in s ta ló el S a n to O fic io la p r o v i n c i a d e L e ó n s u s e d e y s u s c á r c e l e s e n e l ú l t i m o t e r c i o d e l sig lo X V I .

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

Zafra 26.

Inés S á n c h e z , beata, vecina de Zafra, presa por setiembre del mis­ mo año de [15]74. Está confitente y la causa recibida a prueba. Ratificados los testigos.

Villaf ranea 27.

Hernando de E c h a , vecino de Villafranca, clérigo, fue preso por ju­ nio de C15]75. Está negativo. Su causa recibida a la prueba e rati­ ficados los testigos e pasados a su proceso.

Zafra 28.

Catalina de V a l d i v i e s o , vecina de Zafra, beata, presa en junio del año [ 15375. Está negativa. La causa recibida a prueba. Ratificados los testigos y sacados a su proceso.

La Morena 29.

El bachiller Rodrigo V á z q u e z , cura de La Morera, preso por agosto del año de [15]75. Está negativo, aunque confiesa graves deshones­ tidades que ha tenido con unas beatas, sus hijas de confesión. Está votado a que se le dé tormento sobre lo testificado.

Valencia 30.

Fray Pedro de S a n t a M a r í a , fraile descalzo de la Provincia de San Grabiel, preso por setiembre del año de [15]75. Está negativo y su causa recibida a prueba, ratificados los testigos y sacados a su proceso.

Llerena 31.

Leonor S á n c h e z , beata, hija de Diego de Sevilla, vecina de Llerena. Fue presa por diciembre del año de [15]75. Ha confesado algunas cosas y de otras está negativa. La causa está recibida a prueba.

El Almendral 32.

Juan G a r c í a , clérigo alumbrado, vecino de la villa de Almendral, preso por diciembre del año de [15]75. Está negativo y su causa recibida a prueba, ratificados los testigos y pasados a su proceso. 481

31

ALVARO HUERGA

Villanueva de Barcarrota Esteban M a r t í n , clérigo, vecino de Villanueva de Barcarrota, pre­ so por febrero de [15]76. Confiesa haber rebautizado a ciertas beatas y otras cosas y niega haber tenido mala intención. Su causa (está) recibida a prueba, ratificados los testigos y sacados a su proceso.

33.

Villanueva de Barcarrota Catalina R o d r í g u e z d e l a V e g a , beata, vecina de Villanueva de Bar­ carrota, presa por el mismo tiempo. Confiesa el hecho del rebau­ tismo y niega la intención. Está su causa conclusa definitivamente.

34.

Villanueva de Barcarrota 35.

María de la Vega, s u hermana, confiesa también el hecho del rebaptismo, aunque diferentemente, y niega la intención. Está su cau­ sa conclusa definitivamente.

Badajoz. Valverde Fray Angelo de B a d a j o z , predicador, fraile descalzo de la Provincia de San Grabiel, preso por enero deste presente año por haber soli­ citado en la confesión. Está confitente y votado definitivamente. Hale sobrevenido más probanza.

36.

Jerez 37.

María M a c í a s , mujer enamorada, vecina de Jerez [de los Caballe­ ros], fue presa en agosto del presente año porque dixo no ser pe­ cado echarse carnalmente con los hombres, que antes era bendi­ ción. Está negativa; tiene presentadas defensas.

Frexenal 38.

Fray Martín de la H i g u e r a , de la orden de San Francisco, morador en Frexenal. Fue preso por noviembre deste presente año; está ne­ gativo, la causa recibida a prueba sobre solicitaciones en el acto de la confesión. Ratificados los testigos. Hale sobrevenido más pro­ banza.

[Nota del Consejo]; Acabóse de ver a Consejo de la mañana.

27

de noviembre de

AHN.: Inq., legajo 1988, expediente n.° 11, ff. 14 v.-16 r. 482

1576

en el

10

RELACION DEL TRIBUNAL DE LLERENA AL CONSEJO, 10 DICIEMBRE 1578 LAS PERSONAS QUE ESTAN PRESAS POR LA SECTA Y DOCTRINA DE ALUMBRADOS Y EL ESTADO DE SUS CAUSAS Barcarrota 24.

El bachiller Hernando A l v a r e z , vecino de Villanueva de Barcarro­ ta, fue preso por noviembre de [15]73. Confiesa haber tenido des­ honestidades con sus hijas de confesión y haberles dicho y dado a entender no ser pecado con ciertas declaraciones y limitaciones que hace. En todo lo demás está negativo. Está votado a tormento sobre lo testificado y el proceso en Consejo.

La Roda 25.

El bachiller Gaspar S á n c h e z , clérigo, natural de La Roda, en el obispado de Córdoba, fue preso por el mismo tiempo. Estuvo ne­ gativo. La cabsa rescebida a la prueba y ratificados los testigos. Murió en las cárceles.

Zafra 26.

Francisco Z a m o r a , clérigo, vecino de Zafra, preso por el mismo tiempo. Estuvo negativo. La cabsa rescebida a la prueba y ratifi­ cados los testigos. Murió en las cárceles. 483

ALVARO HUERGA

Zafra 27.

Cristóbal C h a m i z o , clérigo, vecino de Zafra, fue preso por setiem­ bre del año de [ 1 5 ] 7 4 . Ha confesado deshonestidades grandes, que en la confesión y fuera de ella ha tenido con las beatas, sus hijas de penitencia. Diósele tormento sobre las diminuciones e intención de lo que tiene confesado y venció. Está votado definitivamente por Vuestra Señoría para auto.

Zafra 28.

Francisco de Mesa, clérigo, vecino de Zafra, fue preso por el mesmo tiempo. Ha confesado haber tenido algunas deshonestidades con las beatas, sus hijas de penitencia. En lo demás está negativo. Tiene hechas defensas. Su cabsa está votada en que se le dé tormento sobre lo testificado. El proceso está en el Consejo.

Cazalla 29.

El doctor (Cristóbal) Mexía, clérigo, natural de Zafra y vecino de Cazalla, fue preso en el mismo tiempo. Está negativo; quiere de­ fender que los sentimientos corporales y otros efectos y cosas de los Alumbrados, de que es acusado, es católico y santo. Ha sido religioso y teatino, y dice que en cualquier lugar que hubiere monesterio de teatinos, si se buscan, se hallarán entre sus discípulos los dichos sentimientos. Votado a que se le dé tormento sobre lo testificado. El proceso está en el Consejo.

Zafra 30.

Francisco G u t i é r r e z , clérigo, vecino de Zafra, fue preso por el mismo tiempo. Está negativo. Ha dado en recusar a los Inquisido­ res e no querer responder a la publicación. Votado a que se le dé tormento sobre lo testificado. El proceso está en el Consejo.

Villaf ranea 31. 484

Hernando de E cha, clérigo, vecino de Villafranca; fue preso por junio del año de [15]75. Confesó haber tenido deshonestidades

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

graves con las beatas, sus hijas de penitencia. Diósele tormento sobre las diminuciones. Está votado definitivamente por Vuestra Señoría para auto. Provincia de San Gabriel 33.

Fray Pedro de S a n t a M a r í a , fraile descalzo de la Provincia de San Gabriel, natural de Valladolid, fue preso por setiembre de [15]75. Está votado definitivamente. El proceso está en el Consejo.

Almendral 34.

Juan G a r c í a , clérigo, vecino de la villa del Almendral; fue preso por enero de [15]76. Está negativo y votado a que se le dé tormento sobre lo testificado. El proceso está en el Consejo.

La Fuente el Maestre 35.

Mari S á n c h e z , beata, vecina de la Fuente el Maestre, fue presa por diciembre de [15] 73. Está negativa, aunque persiste que sabe que está en estado de gracia y dice otras cosas que dan muestra de estar loca. Vista la causa en consulta con el señor obispo de Sa­ lamanca, se acordó que salga al auto, abjure de levi y se le den 100 azotes. Desterrada de la Provincia de León por seis años. Estando la causa en este estado sobrevino, según parece, que la di­ cha Mari Sánchez mató a Inés Alonso, su compañera de cárcel, y, vista la causa en consulta, se votó a tormento y se remitió a Vues­ tra Señoría antes de executarlo. El proceso está en el Consejo.

La Fuente el Maestre 36.

Elvira Z a m b r a n a , beata, esclava de García López, vecina de la Fuen­ te el Maestre, fue presa por el mismo tiempo. Confesó algunas co­ sas. Diósele tormento sobre las diminuciones y venció. Está vota­ da definitivamente y el proceso en el Consejo.

Zafra 37.

Inés S á n c h e z , beata, vecina de Zafra, fue presa por setiembre de [15]74. Ha confesado latísimamente las cosas de la dicha secta de Alumbrados. Está votada definitivamente y el proceso en el Con­ sejo. 485

ALVARO HUERGA

Zafra Catalina de V a l d i v i e s o , beata, vecina de Zafra; fue presa por junio de [15]75. Diósele tormento sobre lo testificado y venció. Está vo­ tada definitivamente y su proceso en el Consejo.

38.

Llerena Leonor S á n c h e z , beata, hija de Diego de Sevilla, vecina de Llere­ na. Fue presa por diciembre de [15]75. Ha confesado algunas cosas y sobre otras de que está diminuta se le dio tormento y venció. Está votada definitivamente y el proceso en el Consejo.

39.

Villanueva de Barcarrota Mari G o n z á l e z , beata, viuda de Alonso García Capote, vecina de Villanueva de Barcarrota. Fue presa el año de [15]77. Ha confesa­ do algunas cosas de la dicha doctrina y en otras está negativa. Está votada definitivamente y el proceso en Consejo.

40.

Zafra 41.

Mari Gutiérrez, beata, viuda de Alonso Sánchez, vecina de Zafra. Lo mesmo que la dicha Mari González. El proceso está en el Con­ sejo.

Zafra 42.

Leonor López, beata, hija de Hernán López el «viejo», vecina de Zafra. Lo mismo.

Almendral Catalina López, beata, vecina de Almendral. Lo mismo.

43.

Frexenal Juan B ernal, zapatero, alumbrado, vecino de Frexenal. Lo mismo.

46.

Frexenal Francisca R o d r í g u e z , hidalga, beata, vecina de Frexenal. Lo mismo. Estando su cabsa conclusa definitivamente, murió en las cárceles. Su proceso está en el Consejo.

47.

AHN.: Inq., legajo 1988, expediente n.° 10, ff. 15 v.-17 r. 486

11

RELACION DEL AUTO PUBLICO DE LA FEE, QUE SE CELEBRO EN LA INQUISICION DE LLERENA DOMINGO DE LA TRINIDAD, CATORCE DE JUNIO DE MIL Y QUINIENTOS Y SETENTA Y NUEVE AÑOS [I]

Penitenciados

por diversos delitos

Feria 1.

Alonso S á n c h e z , zapatero, vecino de la villa de Feria, de edad de 48 años: fue testificado por 9 testigos de que un viernes en la no­ che, juntamente con otras personas, comieron unas palomas que habían hurtado; y algunos de ellos le testificaron de que, repre­ hendiéndoselo, diciendo que era pecado, dixo: ¡mirá qué cuerpo de Dios! Lo que entra por la boca no es pecado, sino lo que sale. Y también fue testificado de que se alababa que había cinco o seis años que no se confesaba; y, como haciendo burla, tomó a decir: ¡andaos ahí, a confesaros cada día y decir los pecados a los clérigos! Antes que respondiese a la acusación y respondiendo a ella, dixo que era verdad haber comido las dichas palomas un viernes o sá­ bado, y que lo de la confesión lo había dicho burlando para reír, y lo demás que no lo había dicho. Auto, en forma de penitente, abjuración de levi, cien azotes.

Placencia 2. Luis L ó p e z , sastre, vecino de la ciudad de Placencia, de edad de más de 40 años; testificáronle 16 testigos, los unos de que estando cier­ tas personas en conversación, diciendo una de ellas a una morisca: dote al diablo, Mahoma, él dixo: no digáis mal de Mahoma, porque Mahoma murió buen cristiano y por poco lo canonizaran por sancto. Y siendo reprehendido dello, se ratificó muchas veces en ello, di487

ALVARO HUERGA

ciendo que lo había leído en el Flos sanctorum; y otros le testifica­ ron de que, amonestándole lo fuese a manifestar, pues que se leían cartas de edicto que el que supiese cosas semejantes las dijese, res­ pondió: que aunque oyesen decir alguna herejía, no estaba nadie obligado a ir a denunciar de ello, ni caía en excomunión el que no lo manifestaba, aunque oyesen cartas de edicto, que antes pecaba en decir cosas semejantes, porque deshonraba a su prójimo. Y tra­ tándose de que uno había muerto de súpito, dixo: ¡bendita sea la Madre de Dios, que bien seguro estoy yo de morir de esa muerte, porque sé la hora en que he de morir, y también la supo mi padre! Con esta información fue llamado; luego confesó que era verdad que él había dicho (por haberlo oído decir no se acordaba a quién) que Mahoma había mandado a los moriscos que se tornasen cris­ tianos y que había muerto cristiano y lo habían querido canonizar por sancto; y que otras veces había dicho (hablando de Mahoma) que él había leído en un Flos sanctorum de un mahometano y luego había cerrado el libro sin entender quién era, ni si era Mahoma, más de que, por veer aquel nombre, cerró el libro, y que, aunque él había oído decir esto de Mahoma y lo había referido, no creía que Mahoma había muerto cristiano, sino que estaba en el infier­ no; y que, leyéndose el edicto contra los amancebados, o que esta­ ban en pecado mortal, dixo que no había de denunciar de nadie, porque era pobre y no quería que lo tachasen, y no lo había dicho por sentir mal de las censuras. Auto, en forma de penitente, abjuración de levi y vergüenza.

Sanctarem 3.

Francisco D í a z , hortelano, natural de Sanctarén en Portugal, estan­ te en Frexenal, de edad de 46 años: fue testificado por tres testigos de que, quexándose y diciendo mal de un clérigo, había dicho que no podía creer que, cuando decía misa, venía Dios en sus manos, por ser tan mal hombre, y que había de dar cinco reales a otro clérigo para que le dixese cinco misas porque nuestro Señor le tu­ viese cinco mil años en el infierno. Con información de esto fue preso; en la primera audiencia confesó su delicio, diciendo que con ignorancia y enojo que tenía y estar borracho lo había dicho. Auto, en forma de penitente, abjuración de levi, y cien azotes.

488

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

Valle de Matamoros 4.

Catalina D í a z , esclava de Joan del Río, vecino del Valle de Matamo­ ros, junto a Xerez, de edad de 55 años: testificáronla tres testigos de que, reprehendiéndola porque había perjurado recibiéndole ju­ ramento la justicia, dixo no ser pecado perjurarse. Con esta infor­ mación fue presa por junio de setenta y siete, y dixo que recibién­ dole la justicia juramento sobre cierta harina en que tenía parte, una vecina había jurado que toda era suya, y que por tener ella parte en la dicha harina había dicho a los que se lo reprehendieron que no se había perjurado, mas que nunca había dicho que el per­ jurarse no era pecado, porque tenía y creía lo contrario. Por setiem­ bre del mismo año fue dada en fiado. Auto, en forma de penitente, abjuración de levi, y vergüenza.

Hornachos 5.

Hernando D í a z , morisco, zapatero, vecino de Hornachos, de edad de 24 años: fue testificado por tres testigos que, saludándolos una moza a él y a otros, diciendo: queden con Dios, él dixo: Dios te haga tal cosa, diciéndolo por palabras torpes y feas; y siendo reprehen­ dido, diciéndole que mirase que había dicho herejía, con lo cual se encogió y vino con los testigos a se acusar de ello, diciendo que había querido decir otra cosa. En el credo erró algunas palabras. Auto, en forma de penitente, abjuración de levi.

Sevilla 6.

Joan R o d r í g u e z d e l H i e r r o , albañir, natural de Pedisquera, raya de Portugal, tierra del duque de Berganza, que está casado en Se­ villa, de edad de 28 años: fue testificado por cuatro testigos de que, pasando por la villa de Guadalcanal por mozo de muías, dixo y porfió que era mejor el estado de los casados que no el de los sacerdotes y órdenes, porque aquel estado era el primero que Dios había ordenado. En la primera audiencia confesó su delicto y dixo haberlo dicho con ignorancia. Auto, en forma de penitente, abjuración de levi, vergüenza; no se le dieron azotes por estar enfermo.

489

ALVARO HUERGA

Valencia do Miño 7.

Gregorio C r e s p o , natural de Valencia do Miño en el reino de Portu­ gal, gañán de Hernán González, labrador vecino de Las Casas, de edad de 3 7 años: fue testificado por dos testigos de que dixo que no era pecado dormir camalmente con una mujer pagándole su trabajo; y siendo reprehendido, se sonrió de ello. Con esta infor­ mación fue preso por enero del año pasado de setenta y ocho. Res­ pondiendo a la acusación, confesó su delito. Auto, en forma de penitente, abjuración de levi y desterrado de la provincia de León por dos años.

La Oliva 8.

Martín A l o n s o , labrador y mesonero, vecino de la villa de La Oliva, del ducado de Feria, de edad de 68 años: él mismo se vino a dife­ rir y acusar, por septiembre del año pasado de setenta y siete, de que, tractándose que cierto hombre había tenido cuenta carnal con la mujer de su cuñado, él dixo: pues que no son parientes, no será pecado, y que luego se lo reprehendieron, y conociendo que había hablado mal vino luego a acusarse de ello. Examináronse tres tes­ tigos que dio por contestes, que le testificaron de haber dicho y porfiado lo susodicho y le amenazaron con el Santo Oficio. Auto, en forma de penitente y abjuración de levi y sea traído a la vergüenza.

Segura de León 9.

Alonso G a r c í a , trabajador, vecino de Segura de León, de edad de 50 años: fue testificado por tres testigos de que había dicho y por­ fiado una o dos veces que no es pecado tener cuenta carnal con una mujer del mundo, pagándole su trabajo. Al mismo tiempo que le testificaron los testigos vino él a diferirse y a acusarse de haberlo dicho y porfiado que no sería tanto pecado pagándoselo como no pagándoselo. Auto, en forma de penitente, abjuración de levi, vergüenza.

Lisboa 10.

490

María de C h e l e s , mujer soltera, natural de Lisboa, residente en la villa de Cheles, de edad de más de 27 años: fue testificada por dos

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

testigos de que dixo no ser pecado echarse camalmente con un hom­ bre soltero o con clérigo, que con mozos solteros no era pecado mortal. Con esta información fue presa por junio de setenta y ocho. En la primera audiencia confesó su delicto. Recibida la causa a prueba, dende a pocos días, por estar en días de parir, fue suelta de las cárceles con caución juratoria. Auto, en forma de penitente, abjuración de levi, traída a la ver­ güenza. Xerez 11.

Alonso P é r e z B o l s i c o , labrador, vecino de Xerez, de edad de 5 0 años: fue testificado por nueve testigos de que dixo no ser pecado tener cuenta camal con una mujer pagándoselo. Con esta informa­ ción fue preso por diciembre de setenta y ocho. Estuvo negativo, después de la publicación confesó. Auto, en forma de penitente, abjuración de levi, ocho mil ma­ ravedís para los gastos del Santo Oficio.

El Montijo 12.

Francisco G a r c í a , cabrero, vecino del Montijo, estante en Llerena, de edad de 20 años: fue testificado por dos testigos de que dixo que tener cuenta carnal con una mujer pagándoselo no es pecado. Respondió a la acusación confesando el delicto. Auto, abjuración de levi, y cien azotes.

Erguijuela 13.

Joan de A v i l a , labrador, natural y vecino de Erguijuela, tierra de Trujillo, de edad de 60 años. El provisor de Placencia lo remitió a este Santo Oficio con información de dos testigos que había di­ cho y porfiado diversas veces que la simple fornicación no era pe­ cado; otros dos testigos le testificaron también de otras cosas mal­ sonantes. Respondiendo a la publicación, confesó su delicto, aun­ que no el haberlo dicho muchas veces ni porfiado. Auto, en forma de penitente, abjuración de levi. 491

ALVARO HUERGA

Marida 14.

Joan D o m í n g u e z , trabajador, vecino de Don Alvaro, tierra de Mérida, de edad de 60 años: fue testificado por dos testigos, un hom­ bre y una mujer, de que dixo y porfió dos o tres veces que no era pecado echarse con una mujer carnalmente. Con esta información fue preso en primero de este presente mes de junio. Estuvo siem­ pre negativo. Auto, en forma de penitente y abjuración de levi, y desterrado de su lugar y de la villa de Guadalcanal, donde cometió el delito, por medio año.

[II]

P e n it e n c ia d o s

po r

casado s

dos

veces

Ciudad Rodrigo 15.

Baltasar P é r e z , cardador, natural de Ciudad Rodrigo, residente en Llerena, de edad de 60 años: él mismo se diferió y acusó de que, habiéndose casado primera vez con una mujer, porque la susodi­ cha se fue con otro y oyó decir que se había casado con el que la llevó, estando esta mujer viva se tornó a casar segunda vez en la villa de Frexenal de este districto; recibióse mucha información so­ bre ambos matrimonios, y con esto fue recluido en las cárceles se­ cretas por mayo del año pasado de setenta y siete; y vióse la causa en consulta con el señor obispo de Salamanca. Auto, en forma de penitente con coroza de dos veces casado, abjuración de levi, cient azotes, desterrado de Frexenal por dos años. Cuanto al vínculo del matrimonio, se remitió al ordinario que la causa deba conocer.

Cáceres 16. Joan S á n c h e z d e C u a d r o s S o t o , escribano, vecino de Cáceres, de edad de 38 años: fue testificado por nueve testigos de que estando casado en la villa de Pajares, del districto de Valladolid, siendo viva aquella mujer se casó segunda vez en Cáceres, de este districto. Fue preso por diciembre del año de setenta y siete, y en la primera audiencia confesó su delicio y dixo haberlo hecho por entender que la primera mujer no le guardaba lealtad y no porque enten­ 492

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

diese ser ilícito; hizo ciertas defensas, diciendo ser hijodalgo y ha­ ber servido a Su Majestad en la guerra y otros oficios muchos años. Auto, en forma de penitente, con coroza de dos veces casado, abjuración de levi, y que sirva en las galeras de Su Majestad por gentilhombre, a su costa, tres años. Y cuanto al vínculo del matri­ monio, se remitió al ordinario que de la causa deba conocer. Ciudad Rodrigo 17.

Francisco Martín S alamanca, trabajador, natural de Ciudad Rodri­ go, residente en Mérida, de edad de 40 años: fue testificado por 14 testigos de que, siendo su primera mujer viva, casó con otra en la villa de Burguillos, de este districto. Fue preso por marzo de seten­ ta y ocho, confesó haberlo hecho porque la primera vez, aunque se desposó por palabras de presente, no hubo velaciones, y así enten­ dió que estaba libre para casarse segunda vez. Auto, en forma de penitente con coroza de dos veces casado, abjuración de levi, cient azotes, desterrado por seis años de la di­ cha villa de Burguillos. Y en cuanto al vínculo del matrimonio, se remitió al juez ordinario que de la causa pueda y deba conocer.

Llerena 18.

Miguel G i r a l d o , texedor de lienzos, natural de las montañas d e Ardeña en Borgoña, vecino de Llerena, de edad de 50 años: él mismo se acusó de que, estando su primera mujer viva en Sevilla, se casó segunda vez en Llerena, porque su primera mujer le dixo después de casado que estaba casada con otro. Recibióse información sobre ambos matrimonios y fue recluido en las cárceles secretas por fe­ brero de este presente año; confesó haberse diferido por haber en­ tendido que otros le querían denunciar y haber hecho dos o tres muertes y no las haber confesado sacramentalmente por temor de no ser descubierto, y en esto anduvo variando. Auto, en forma de penitente con coroza de dos veces casado, abjuración de levi, doscientos azotes, desterrado por seis años de Llerena y la provincia de León. Y en cuanto al vínculo del matri­ monio, se remitió al juez ordinario.

493

ALVARO HUERGA

[III]

P e n it e n c ia d o s

po r

t e s t ig o s

falso s

Coimbrci 19.

Catalina A l o n s o , viuda de Gaspar de Villegas, escribano, natural de Coimbra en Portugal, residente en la villa de Azuaga, de edad de 60 años: ante el cura de la dicha villa y un notario del secreto testificó por dos veces que un yerno suyo y otro hombre azotaron un crucifijo el Jueves Santo en la noche; y aunque se le encomendó el secreto de esto, no lo guardó, antes lo divulgó y comunicó con otras personas, contándolo en algunas cosas diferentemente; y aun­ que dijo que no lo decía por odio ni mala voluntad que tenía al dicho su yerno, después se entendió no decir la verdad en esto, por­ que ella y su hija dieron una carta al dicho cura en la cual le tractaban diese orden cómo la dicha su hija se pudiese descasar, por­ que les daba mala vida el dicho su yerno, y también hacía mucha instancia para que fuese preso por este Santo Oficio, diciendo que se quería ir y ausentar por haber entendido lo que se tractaba. Mandámola prender por junio de setenta y ocho y, examinada muy en particular, varió en sus confesiones y dixo algunas cosas que no eran verisímiles; diósele tormento para que asentase en lo que fue­ se verdad y, aunque se le dieron tres vueltas de cordel a los brazos, ligada en el potro, y se le echaron dos jarrillos de agua, no confesó cosa alguna; después de lo cual, siendo llamada a la audiencia para la soltar, pidió penitencia con misericordia y confesó haber levan­ tado aquel testimonio al dicho su yerno por la mala vida que les daba, con intención que la Inquisición lo prendiese y ella y su hija se pudiesen volver a Portugal libremente, de donde habían venido medio año había y casado en Azuaga con el dicho hombre. Auto, en forma de penitente con coroza blanca de testigo falso, doscientos azotes, desterrada del districto por diez años.

[IV]

P e n it e n c ia d o s

po r

la

sec ta

y

d o c t r in a

de

Alum

brados

Villanueva de Barcarrota 20. El bachiller Hernando A l v a r e z , sacerdote predicador, vecino de Vi­ llanueva de Barcarrota, fue preso por noviembre del año pasado de setenta y tres, y entonces declaró ser de edad de cincuenta años; testificaron contra él mucho número de testigos de haber enseñado, 494

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

predicando y confesando, herejías y muchos errores y supersticio­ nes de la secta de Alumbrados, contra lo que tiene y enseña la sacrosancta Iglesia de Roma; y que con las beatas sus hijas de con­ fesión —comulgándolas muy a menudo— tenía deshonestidades graves de besos y abrazos y tocamientos torpes en las partes ver­ gonzosas, y les decía y daba a entender que aquello no era pecado, y ellas, creyéndolo así, se comulgaban sin hacer consciencia dello; confesó haber tenido las dichas deshonestidades, y que les decía no ser aquello pecado cuando aquellos tocamientos se hacían para ayudabas a llevar los trabajos y aflicciones que pasaban con los ejercicios que les enseñaba; diósele tormento sobre lo testificado y, aunque se le dieron cinco vueltas de cordel a los brazos y, tendi­ do en el potro, se le apretaron los garrotes de los brazos y muslos, y se le echó un jarrillo de agua, no confesó cosa alguna más; el or­ dinario protestó que no pasase la diligencia adelante, por ser viejo y tener hinchadas las piernas. Vista la causa en consulta, se votó que se ejecutase lo que Vues­ tra Señoría tiene mandado: que salga al auto en forma de peni­ tente, abjure de levi, sea degradado verbalmente, sirva en las gale­ ras de Su Majestad al remo y sin sueldo por cuatro años, y que no tráete de los negocios tocantes a los Alumbrados so pena de ser habido por convencido de los delictos de que está testificado y ha sido acusado; y pague doscientos ducados para los gastos del San­ to Oficio. Zafra 21.

Francisco de M e s a , clérigo presbítero, vecino de la villa de Zafra, fue preso por lo mismo en septiembre del año pasado de setenta y cuatro, y entonces declaró ser de edad de cuarenta y cinco años; confesó algunas cosas cerca de las deshonestidades que había teni­ do con sus hijas de confesión; diósele tormento sobre lo testifica­ do de siete vueltas de cordel a los brazos y, tendido en el potro, cuatro garrotes a las piernas y muslos y tres jarros de agua. Vista la causa en consulta, se votó se ejecutase lo que Vuestra Señoría tiene mandado, que es la misma pena [que a Hernando Alvarez]; y que la pecuniaria sean cient ducados.

El Almendral 22.

Joan G a r c í a , clérigo presbítero, vecino de la villa del Almendral, fue preso por hebrero de setenta y seis por lo mismo, y estonces 495

ALVARO HUERGA

dijo ser de edad de cuarenta y ocho años; confesó algunas cosas cerca de la doctrina de Alumbrados que había enseñado, y desho­ nestidades que había tenido con las beatas sus hijas de confesión; en el tormento se le dieron cuatro vueltas de cordel a los brazos y, tendido en el potro, pareció que se iba desmayando, y, por parecer que estaba muy flaco, cesó la diligencia. Vista la causa en consulta, se votó se ejecutase lo que Vuestra Señoría tiene mandado, que es la pena del pasado. Cazadla 23.

El Doctor Cristóbal Mexía, clérigo presbítero predicador, natural de la villa de Zafra y vecino de Cazalla, por lo mismo fue preso por septiembre del año pasado de setenta y cuatro, y estonces de­ claró ser de edad de treinta y cuatro años; confesó algunas cosas que había enseñado cerca de la dicha doctrina, aunque con cir­ cunstancias que excluían el delicto; en el tormento se le dieron cuatro vueltas de cordel a los brazos y , tendido en el potro, dos ga­ rrotes a las espinillas; no se pasó adelante con la diligencia, porque el ordinario protestó que bastaba. Vista la causa en consulta, se votó se ejecutase lo que Vuestra Señoría tiene mandado, que es la mesma pena que está dicha, con que la pecuniaria sean trescientos ducados.

Villaf ranea 24.

El bachiller Hernando de E cija, clérigo presbítero predicador, na­ tural y vecino de Villafranca, fue preso por lo mismo en julio de setenta y cinco, y estonces declaró ser de edad de treinta y cinco años; confesó algunas cosas que había enseñado de la dicha secta de Alumbrados con buena intención, no entendiendo que eran con­ trarias a nuestra sancta fee católica; en el tormento se le dieron cuatro vueltas de cordel en los brazos y , tendido en el potro, se le apretaron dos garrotes y echaron dos jarros de agua, y no confesó; el ordinario protestó que le tenía por suficientemente atormentado. Vista la causa en consulta, se votó que se ejecutase lo que Vues­ tra Señoría tiene mandado, que es la pena que está dicha, sin la pecuniaria.

Zafra 25.

496

Francisco G u t i é r r e z , clérigo presbítero, natural y vecino de la villa de Zafra, fue preso por septiembre del año pasado de setenta y cua­

LOS ALUMBRADOS DF. EXTREMADURA (157 0 -1 5 8 2 )

tro , y e s to n c e s fesó

d e c la r ó

h a b e r te n id o

s u s h ija s h a c e r lo

ser

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de

d e c o n fe s ió n , e n te n d ie n d o

y

r e c ib ir lo

d e la s r a b ia s y

se se n ta

a q u e llo s to c a m ie n to s e lla s

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con

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que

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ser p ecad o

c o n s o la r la s te n ía n

c ió n y e j e r c ic io s d e la d ic h a s e c ta ; e n e l t o r m e n to

añ os;

con y

por

a liv ia r la s

con

la

ora­

s e le d ie r o n c in ­

c o v u e lt a s d e c o r d e l a lo s b r a z o s y , t e n d id o e n e l p o tr o , s e le d io u n g a rr o te, y p o r p a r e c e r q u e esta b a

m u y v ie jo

y

cascad o, cesó

la

d i­

lig e n c ia .

Vista la causa en consulta, se votó se ejecute lo que Vuestra Señoría tiene mandado: que salga al auto en forma de penitente, abjure de levi, degradado verbalmente, y que por todos los días de su vida esté recluso en la parte que se le señalare, y pague quinien­ tos ducados; señalósele por cárcel un monasterio de frailes mercedarios en la villa de Villagarcía, un legua de Llerena. Zafra 26.

C r is tó b a l C de

, c lé r ig o p r e s b íte r o , n a tu r a l y v e c in o

h a m iz o

Z a fra , fu e

p reso

por

lo

m is m o

d e se te n ta y c u a tro ; e s to n c e s tro

a ñ o s;

p r o b ó s e le

Alumbrados,

que, so

e s tu p r ó y lle v ó

c o lo r

o tro s

ta cto s

d ic h o , y q u e s e lo b ie n y

s a b ía

sob re

lo

im p ú d ic o s

e n s e ñ a r la

de

con

e lla s

d ió s e le to r m e n to que

e sta b a

del

año

p asad o

d e tr e in ta y c u a ­ d ic h a

a m uchas

d o c tr in a

beatas

de

su s h i­

ser p eca d o el b esa d a s y ab razad as

que

d e c ía p o r fa c ilita lle s

ser p ecad o; dem ás

de

s e p tie m b r e ser d e ed ad

su v ir g in id a d

ja s d e c o n f e s ió n , d ic ié n d o le s n o y lo s

en

d e c la r ó

d e la v illa

te n ía ;

m á s su sob re

n e g a tiv o :

co n fesó

lo

su so­

p r e te n s ió n , a u n q u e la in t e n c ió n

d ié r o n s e le

tre s

d e e sto v u e lta s

d e c o r d e l a lo s b r a z o s y , t e n d id o e n e l p o tr o , s e le e c h ó u n ja r r o d e agua y un

g a r r o te a la e s p in illa , y n o

co n fesó

m ás

d e lo

q u e te n ía

co n fe sa d o .

Vista la causa en consulta, fue votado en que oyese una misa en la sala de la audiencia, en forma de penitente, abjurase de levi, se le diesen cincuenta azotes en presencia de doce frailes y doce clérigos, y privado perpetuamente de confesar y administrar sa­ cramentos, y recluido en un monasterio o hospital que le fuese se­ ñalado, donde sirviese cuatro años sin celebrar sino las pascuas del año, y desterrado de la villa de Zafra con cuatro leguas alrede­ dor por diez años. El fiscal apeló; y visto por Vuestra Señoría, mandó que salga al auto en forma de penitente, y sea privado perpetuamente de todo el ejercicio de sus órdenes, y sirva en las galeras de Su Majes­ tad al remo sin sueldo seis años, y desterrado perpetuamente del 497

3

-!

ALVARO HUERGA

distrito de la Inquisición, y no lo quebrante so pena de doscientos azotes y cumplirlo en las galeras. La Morera 27.

El bachiller Rodrigo V ázquez, clérigo presbítero predicador, cura y vecino de la villa de La Morera en el ducado de Feria, preso por lo mismo en agosto del año de setenta y cinco; estonces declaró ser de edad de cincuenta y tres años; fue también testificado de haber estuprado y llevado su virginidad a algunas beatas sus hijas de confesión y haberlas para ello solicitado en el acto de la confe­ sión, dándoles a entender que el besallas y abrazadas y los otros tactos impúdicos que con ellas tenía no eran pecado; y después fue testificado por sus compañeros de cárcel de haber dicho muchas palabras injuriosas grandemente contra el oficio de la Sancta In­ quisición y sus ministros; confesó haber tenido cuenta carnal con las sobredichas, aunque negó la intención y lo demás de que esta­ ba testificado; sobre lo cual se le dio tormento de cuatro vueltas de cordel a los brazos y, liado en el potro, se le apretó un garrote a la espinilla: no confesó más. Vista la causa en consulta, se votó en que oyese una misa, en forma de penitente, en la sala, en presencia de doce frailes y doce clérigos, y abjurase de levi, y fuese privado perpetuamente de con­ fesar y predicar, y recluso en un monasterio por cuatro años, donde no celebrase sino las pascuas, y privado del beneficio que tiene, y desterrado por diez años de las villas de La Morera y Salvatierra, donde cometió los delictos, y en cuarenta mil maravedís para los gastos del Santo Oficio; y visto el proceso por Vuestra Señoría, mandó que salga al auto, y se le dé la pena sobredicha, y más que en la sala de la audiencia se le dé una disciplina rigurosa.

Valladolid 28.

498

Fray Pedro de S a n c t a M a r í a , fraile profeso de la Orden de san Francisco, de la Provincia de sant Gabriel de los descalzos, natu­ ral de Valladolid, fue preso en Valencia de Aragón por lo mismo —aunque no tuvo deshonestidades— en septiembre de setenta y cinco, y estonces declaró ser de edad de sesenta y tres años; estuvo negativo, hizo defensas. Vista la causa en consulta con el señor obispo de Salamanca, se acordó que saliese al auto en forma de penitente y abjurase de vehementi y retractase allí las proposiciones que le fuesen dadas,

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

y lo mismo en la villa de Salvatierra, y otro día se le diese una dis­ ciplina en la sala de la audiencia en presencia de los predicadores y confesores de Llerena, y recluso perpetuamente en un monasterio de su Orden fuera del distrito y Provincia de sant Gabriel, donde no tuviese voto activo ni pasivo, y tuviera el postrero lugar entre los frailes, y privado perpetuamente de predicar y confesar y de todo oficio sacerdotal y ejercicio de sus órdenes, excepto que pu­ diese decir misa en las pascuas de Resurrección de cada un año, y guardase la dicha reclusión y penitencia so pena de impenitente y de ser habido por convencido de los delictos de que ha sido acu­ sado; y no se le dio tormento por su vejez y enfermedades. Y visto el proceso por Vuestra Señoría, mandó que saliese al auto, y abjurase de levi, y retracte y declare las proposiciones, de que está testificado, según la cualidad de cada una, como le fuere ordenado por los inquisidores, en la iglesia de Salvatierra y en los demás lugares donde las predicó, en un día de domingo o fiesta de guardar, en la misa mayor; y sea privado de confesar y predicar perpetuamente, y esté recluso en la parte y lugar que le fuere seña­ lado fuera del distrito de la dicha Inquisición y de la provincia de sant Gabriel por tiempo y espacio de seis años, y en ellos no tenga voto activo ni pasivo, y sea postrero en el coro y refectorio, y por el mismo tiempo de los dichos seis años esté privado del ejercicio de sus órdenes, con que pueda celebrar las tres pascuas del año y los días de Nuestra Señora y las fiestas de los Apóstoles. Frenegal 29.

Joan B e r n a l , zapatero, natural de la villa de Fuentes y vecino de Frexenal, de edad de cuarenta y dos años, fue testificado de la mis­ ma doctrina de Alumbrados y de que decía que las palabras que se leían en el edicto, tocantes a Hernando Alvarez y a los demás Alum­ brados, acerca de la oración mental y de los que están en estado de gracia que tenían revelaciones, eran católicas, aunque el Santo Ofi­ cio las daba por heréticas; y de que en muchas cosas que hacía y decía se guiaba por sus mociones interiores y las tenía por revela­ ciones de Dios, aunque fuesen disparates; y así, diciendo se le ha­ bía revelado, fue a la Corte a dar un Memorial a Su Majestad en defensión de la dicha doctrina de Alumbrados, donde fue preso por mandado de Vuestra Señoría, por noviembre del año pasado de se­ tenta y siete, y remitido a este Santo Oficio; confesó muchas cosas, conforme a la testificación, contra el libre y recto uso y ejercicio del Santo Oficio, diciendo las había tenido y creído y dicho por le haber sido reveladas y puestas en el pensamiento. 499

ALVARO HUERGA

Vista la causa en consulta, se votó en que saliese al auto en forma de penitente, abjurase de levi, y doscientos azotes, y deste­ rrado del distrito por seis años, y no trate de las cosas de que ha sido acusado con persona alguna, so pena que cumpla el destierro en las galeras; de lo cual el fiscal apeló; y visto todo por Vuestra Señoría, mandó que en la causa se hiciese justicia. Barcar rota 30.

Mari G o n z á l e z , viuda de Francisco García, vecina de Villanueva de Barcarrota, presa por la misma doctrina de Alumbrados por no­ viembre de setenta y siete, declaró ser de edad de cincuenta años; fue testificada que fue llevada por maestra de aquella doctrina a la villa de Zafra, y en su casa la enseñaba, y acudían las beatas y algu­ nos de los clérigos Alumbrados, a donde tenían con ellas tocamien­ tos de besos y abrazos; y si las dichas beatas tenían escrúpulo de aquello, ella se lo quitaba, diciendo y dando a entender que aquello no era pecado, que ella había pasado por ello; confesó haber teni­ do los dichos tocamientos y otros más feos con los dichos clérigos Alumbrados, teniendo y creyendo que aquello no era pecado; y asi­ mismo confesó otras muchas cosas que había hecho y tenido con­ forme a la dicha doctrina de Alumbrados. Hízosele conminación de tormento hasta tenderla en el potro, conforme a lo que Vuestra Señoría tenía mandado, y no confesó cosa ninguna. Y vista la causa en consulta, y que no resultaba cosa de nuevo, se votó se ejecutase lo que Vuestra Señoría en la causa tenía or­ denado: que salga al auto público de la fe, abjure de levi, cient azotes, y confinada en la parte y lugar que le fuere señalado por tres años, y más lo que fuere la voluntad del Illustrísimo Señor Inquisidor General y Consejo, y, por el tiempo que pareciere a los inquisidores, confiese solamente con la persona o personas que se le señalare, y se le mande que en público ni en secreto no trate de los negocios tocantes a Alumbrados con persona alguna, so pena de ser habida por convencida de los delictos de que ha sido testifica­ da y acusada y que será castigada con todo rigor.

El Almendral 31.

500

Marina Macías, beata, vecina de la villa del Almendral, de edad de treinta y cinco años, presa por el mismo tiempo por lo mismo; hízose con ella la misma diligencia, y diósele la misma pena, excep­ to que los azotes no fueron más de cient.

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (157 0 -1 5 8 2 )

Zafra 32.

Catalina López, beata, vecina de Zafra, de edad de treinta años, presa por lo mismo; la misma pena de las de arriba.

Zafra 33.

Ana V ázquez, beata, vecina de Zafra, de edad veinte y siete años, presa por lo mismo; la misma pena.

Zafra 34.

Mari Gutiérrez, viuda de Alonso Sánchez, vecina de Zafra, de edad de treinta y cinco años, presa por lo mismo; confesó algunas cosas y otras negó; hízose con ella la misma diligencia; y vista la causa en consulta, por no resultar cosa de nuevo, se mandó ejecutar la pena que por Vuestra Señoría le estaba impuesta, que es como la de arriba, con que en lugar de los azotes pague cincuenta mil ma­ ravedís.

Zafra 35.

Leonor López, beata, hermana de la dicha Mari Gutiérrez, vecina de Zafra, de edad de veinte y cinco años, presa por lo mismo; diósele la misma pena que a la dicha su hermana, con que la pena pe­ cuniaria sea treinta mil maravedís.

Zafra 36.

Catalina de Valdivieso, beata, vecina de la villa de Zafra, de edad de treinta y ocho años, presa por lo mismo; estuvo siempre nega­ tiva; diósele tormento sobre lo testificado, y no confesó cosa algu­ na; vista la causa en consulta, fue votada a que salga al auto, abjure de levi, cient azotes, desterrada perpetuamente de todo el distrito, que de aquí adelante no trate con persona alguna de estos negocios de Alumbrados so pena de ser habida por convencida de los delictos de que está testificada y acusada; y vista la causa por Vuestra Señoría, mandó lo mismo, y que sea confinada y confiese como las demás. 501

ALVARO HUERGA

La Fuente el Maestre 37.

Elvira Zambrana, esclava de Garci López Sayago, vecina de la villa de La Fuente el Maestre, de edad de treinta y ocho años, fue presa por lo mismo; confesó algunas cosas y otras negó; diósele tormen­ to, y no confesó ninguna cosa más; vista la causa en consulta, se votó en que salga al auto, abjure de levi, cient azotes, y que de aquí adelante no trate de los dichos negocios, etc.; y que su amo no la venda sin licencia de este Santo Oficio; vista la causa por Vuestra Señoría, mandó lo mismo, y que el tiempo que pareciere a los in­ quisidores confiese sloamente con la persona que le fuere señalada.

La Fuent eel Maestre 38.

502

Mari S ánchez , beata, vecina de la villa de La Fuente el Maestre, fue presa por lo mismo por enero del año de setenta y cuatro, y es­ tonces declaró ser de edad de veinte y ocho años; confesó algunas cosas y otras negó; diósele tormento sobre lo testificado, y lo ven­ ció; mostró tener en algunas cosas grande dureza, soberbia y presumpción de sí misma, teniéndose por perfecta y sancta; y hizo y dijo muchos desacatos y malos tractamientos a los ministros de este Santo Oficio; y daba voces en las cárceles, por lo cual fue man­ dada azotar en ellas. Vista la causa en consulta, fue acordado que salga al auto, abju­ re de levi, cient azotes, desterrada del distrito por seis años con la cláusula que no trate de los dichos negocios, etc. Estando la causa' en este estado, remaneció muerta y ahogada Inés Alonso, que era sola compañera de cárcel de la dicha Mari Sánchez, con las señales y sangre en la garganta, y hubo grandes indicios y probabilidad de haberla muerto la dicho Mari Sánchez por haberle hallado la sangre en las uñas y en el tocado, y otros indicios; de lo cual fue acusada y lo negó; tornada a ver la causa en consulta, pareció que, habiendo Breve de Su Sanctidad para pro­ ceder en la causa, fuese puesta a quistión de tormento; y visto por Vuestra Señoría, mandó que salga al auto, abjure de levi, cuatro­ cientos azotes —doscientos en Llerena y doscientos en La Fuente el Maestre— y se le imponga cárcel perpetua irremisible en la parte que pareciere, y confiese con la persona que le fuere señalada, y no trate de los negocios, etc.

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

[V]

Penitenciados

por sospechosos vehementemente de haber

GUARDADO LA LEY DE MoYSÉN

M árida 39.

Rodrigo B áez, procurador de causas, de casta y generación de ju­ díos, natural y vecino de la cuidad de Mérida, de edad de 38 años: fue preso por hebrero de setenta y cinco porque le testificaron cinco testigos de tracto y comunicación de haber guardado la ley de Moysén y por su observancia haber hecho obras, ritos y ceremonios de judío. Estuvo negativo. Diósele tormento sobre lo testi­ ficado de cinco vueltas de cordel a los brazos y, tendido en el potro, cuatro garrotes a las espinillas y muslos y tres jarros de agua, y no confesó cosa alguna. Vista la causa en consulta, se acordó salga al auto, abjure de vehementi, y desterrado de Mérida y su jurisdic­ ción por dos años precisos.

Mérida 40.

Alvaro de T riana, boticario, de casta y generación de judíos, veci­ no de la ciudad de Mérida, de edad de 37 años: fue preso por el mismo tiempo y testificado por cuatro testigos de los mismos delictos. Estuvo negativo, hizo defensas que pareció no relevalle, dió­ sele tormento sobre lo testificado de seis vueltas de cordel a los brazos, dos garrotes a las espinillas y tres jarros de agua; no con­ fesó cosa alguna. Fue votado en consulta que salga al auto, abjure de vehementi, pague treinta mil maravedís para los gastos del San* to Oficio y desterrado por dos años de la ciudad de Mérida.

Mérida 41.

Elvira S ánchez , mujer de Diego González, reconciliado, vecino de Mérida, de generación de judíos, de edad de 42 años: fue presa por octubre de setenta y seis, por lo mismo de haber sido judai­ zante; testificáronla tres testigos, y entre ellos su marido, de tracto y comunicación; estuvo siempre negativa, hizo ciertas defensas que pareció no relevalle, diósele tormento sobre lo testificado de cinco vueltas de cordel a los brazos y, tendida en el potro, dos garrotes a las espinillas y se le echaron dos jarros de agua, y persistió en su negativa. Votóse en consulta que salga al auto, abjure de vehementi. 503

ALVARO HUERGA

Mérida 42.

Isabel L orenzo, mujer que fue de Baltasar Nieto, vecina de Mérida, de generación de judíos, de edad de 66 años: fue presa por lo mis­ mo por julio de setenta y seis; testificáronla cinco testigos, los tres de ellos de tracto y comunicación; estuvo siempre negativa, hizo ciertas defensas que no pareció relevada, diósele tormento sobre lo testificado de cuatro vueltas de cordel a los brazos; no se pasó adelante por su vejez; quedó siempre negativa; votóse en consulta que salga al auto, abjure de vehementi, dos años de destierro pre­ cisos de Mérida y que pague treinta mil maravedís para los gastos del Santo Oficio.

Mérida 43.

Rodrigo Díaz, mercader, vecino de la ciudad de Mérida, de genera­ ción de judíos, de edad de 44 años: fue preso por lo mismo, de haber sido judaizante, por marzo de setenta y cinco; tuvo cinco testigos de tracto y comunicación, hizo ciertas defensas que no pa­ reció relevalle; diósele tormento sobre lo testificado de seis vueltas de cordel a los brazos y, tendido en el potro, cuatro garrotes en las espinillas y muslos y dos jarros de agua que se le echaron; venció el tormento; fue votado en consulta que salga al auto, abjure de ve­ hementi, pague trescientos mil maravedís para gastos del Santo Ofi­ cio, desterrado de Mérida por dos años. Tiene cuatrocientos mil maravedís de renta.

Mérida 45.

504

Lorenzo X uárez, mercader, vecino y natural de la ciudad de Méri­ da, de edad de 50 años, de generación de judíos: fue preso por el mismo tiempo con información de ocho testigos, que los cinco de ellos le testificaron de tracto y comunicación de los dichos delictos; estuvo siempre negativo, hizo defensa, no pareció relevalle, diósele tormento sobre lo testificado de cinco vueltas de cordel a los brazos y, tendido en el potro, un garrote, y venció el tormento; no se le dio más tormento a éste y a los demás por enfermedades y flaquezas que parescía tener. Votado en consulta: salga al auto, abjure de vehementi. pague cient mil maravedís para los gastos del Santo Oficio, desterrado de la ciudad de Mérida por dos años precisos.

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

Mérida 46.

Alonso H ernández, mercader de frisas, vecino de Mérida, de edad de 60 años, de generación de judíos: fue preso la primera vez por junio de setenta y dos años con información de dos testigos que le testificaron con tracto y comunicación de haber guardado la ley de Moysén; estuvo negativo, diósele tormento sobre lo testifi­ cado de seis vueltas de cordel a los brazos, y también negó; y por julio del año de setenta y tres fue absuelto de la instancia; y por el mes de marzo del año de setenta y cinco fue preso segunda vez con información de tres testigos que le sobrevinieron, que los dos de ellos le testificaron con tracto y comunicación de los mismos delictos y fueron contestes en muchas juntas y comidas que hicieron con él por la dicha ley; estuvo negativo, diósele tormento sobre lo testificado de cuatro vueltas de cordel a los brazos, tres garrotes y tres jarros de agua y siempre negó. Votado en consulta: salga al auto, abjure de vehementi y desterrado de Mérida por dos años precisos.

Mérida 47.

Hernán S ánchez , mercader y regidor, vecino de Mérida, de edad de 60 años, de generación de judíos; testificáronle cuatro testigos de tracto y comunicación, de que vivía en la creencia de la ley de Moysén y la guardaba, haciendo sus cerimonias; fue preso por mar­ zo de setenta y cinco; estuvo siempre negativo; hizo muchas defen­ sas que pareció no relevado. Visto en consulta, fue puesto a cues­ tión de tormento y se le dio de cinco vueltas de cordel a los brazos y, tendido en el potro, se le apretaron dos garrotes y se le echó un jarro de agua, y negó. Vista la causa en consulta, se votó salga al auto en forma de penitente, abjure de vehementi, y cien mil mara­ vedís para los gastos del Santo Oficio, y desterrado por dos años de la ciudad de Mérida.

Mérida 48.

El bachiller Alonso R o d r í g u e z , jurista, vecino y natural de la ciu­ dad de Mérida, de edad de 48 años, de generación de judíos: fue preso la primera vez por abril del año de setenta y uno con infor­ mación de cuatro testigos, que los tres de ellos le testificaron de tracto y comunicación de haber sido dogmatista de la dicha ley de los judíos y haber hecho con ellos obras y cerimonias por la dicha 505

ALVARO HUERGA

ley; estuvo negativo, hizo defensas que pareció no relevalle, diósele tormento sobre lo testificado de ocho vueltas de cordel, y cesó la diligencia porque no quería hablar ni responder y se hacía como muerto; otro día se continuó y, echado en el potro, se le apretaron tres garrotes, y también volvió a hacerse como muerto y no querer hablar ni responder, como si no sintiera el tormento. Fue votado en consulta en que saliese al auto, abjurase de vehementi y deste­ rrado de la villa de Llerena y ciudad de Mérida por seis años, y sus­ pendido del oficio de abogado por seis meses. Esto se executó en el auto que se celebró a 14 de junio del año pasado de setenta y tres. Después de esto fue preso segunda vez por marzo del año de setenta y cinco con información que le sobrevino de cuatro testi­ gos, que los tres de ellos le testificaron con tracto y comunicación de los mismos delictos, y pareció ser contestes en algunas cosas; estuvo negativo, hizo defensas que pareció no relevalle. Vista la causa en consulta, fue votado en que fuese relaxado, con que antes se le diese tormento en cabeza ajena; y visto por Vuestra Señoría, mandó que se le diese tormento; y tornado a veer en consulta, con lo que resultase, se hiciese justicia; comenzóse la diligencia y ha­ biéndosele dado una vuelta de cordel a los brazos no quiso hablar ni responder, como si no lo sintiera, aunque se le dieron y apreta­ ron otras dos vueltas más para despertarle; estuvo siempre como amortecido. Vista la causa en consulta, se votó en que salga al auto con hábito sin aspas (como otras veces se ha hecho con los que están mal testificados), donde abjure de vehementi, sirva en las ga­ leras de Su Majestad al remo y sin sueldo por seis años, suspendi­ do del Oficio de abogado por diez años y desterrado de todo el disiricto de la Inquisición perpetuamente, y en seiscientos ducados para los gastos del Santo Oficio.[V I]

[VI]

Reconciliados

por judaizantes

Mérida 49.

506

Isabel Mexía, mujer del doctor Nieto, reconciliado, vecino de Mé­ rida, de generación de judíos, de edad de 33 años: fue presa por junio del año pasado de setenta y seis, con información de tres testigos, entre ellos su marido, que con tracto y comunicación la testificaron de haber guardado la ley de Moysén, haciendo obras y cerimonias de judía; después de haberle dado publicación de los testigos, confesó haber guardado aquella ley y hecho sus cerimo­ nias con intención y creencia de se salvar y enriquecer en ella (sa-

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

biendo y entendiendo que era contrario a nuestra sancta fee ca­ tólica) declarando tiempo, lugar y personas; diósele tormento sobre las diminuciones, y confesó algunas cosas más. Votada en consulta en que salga al auto, donde sea admitida a reconciliación, con hábi­ to y cárcel perpetua y confiscación de bienes. Mérida 50.

Ambrosio H ernández, carcelero, vecino de la ciudad de Mérida, de edad de 36 años, de generación de judíos: fue preso por julio de setenta y seis, testificáronle dos testigos con tracto y comunicación de que vivía en la creencia y guarda de la ley de Moysén. Respon­ diendo a la publicación, confesó su delito con la creencia e inten ción; diósele tormento sobre las diminuciones; no confesó más. Fue votado en consulta: que salga al auto, donde sea admitido a re­ conciliación, con hábito y cárcel perpetua y confiscación de bienes.

Mérida 51.

El licenciado Joan de Granada, jurista, vecino y natural de la ciu­ dad de Mérida, de generación de judíos: fue preso por el mes de junio del año de setenta y tres; y estonces declaró ser de edad de 49 años; testificáronle cuatro testigos de tracto y comunicación que guardaba la ley de Moysén; estuvo negativo; diósele tormento so­ bre lo testificado; habiéndosele dado seis vueltas de cordel a los brazos, comenzó a confesar; y así en el tormento como fuera de él, dixo haber guardado aquella ley y sus cerimonias con intención y creencia de se salvar y enriquecer en ella; y declaró tiempo, lugar y personas. Después de lo cual, a cabo de nueve o diez me­ ses, revocó sus confesiones y dixo haberlas hecho por temor del tormento; diéronsele en publicación otros dos testigos que le so­ brevinieron y le testificaron de los mismos delictos. El fiscal le acu­ só de la revocación; a la consulta pareció, habiéndole visto, que fuese relaxado por hereje judaizante negativo revocante, con confis­ cación de bienes, con que primero se le diese tormento en cabeza ajena; y visto por Vuestra Señoría, mandó que en la causa se hicie­ se justicia; y estando en la cámara del tormento, antes que se des­ nudase, asentó en sus confesiones y refirió de memoria lo que te­ nía confesado, y dixo haber revocado por haberle engañado el dia­ blo; en lo cual se ratificó fuera del tormento. En consulta se votó en que saliese al auto y fuese admitido a reconciliación, con hábito y cárcel perpetua irremisible, y confiscación de bienes. 507

ALVARO HUERGA

[VII]

R

e l a c ió n

de las

c a u sa s d e s p a c h a d a s

fuera

de

auto

Mérida 52. Garci L ó p e z , mercader, vecino de la ciudad de Mérida, de edad de 35 años, fue preso la primera vez por junio del año de 72 por infor­ mación de tres testigos que hubo contra él, de tracto y comunica­ ción, que le testificaron de haber guardado la ley de Moisén y hecho por ella sus cerimonias con intención y creencia de se salvar en ella. Estuvo negativo, hizo defensas, diósele tormento sobre lo testifica­ do de diez vueltas de cordel a los brazos y, tendido en el potro, tres garrotes y tres jarros de agua, y venció el tormento. Y con esto fue absuelto de aquella instancia. Sobreviniéronle otros cuatro testi­ gos, que los tres dellos le testificaron con tracto y comunicación de los mismos delictos, y fue preso segunda vez por marzo de 75, tornó a estar negativo, hizo defensas, diósele tormento sobre lo tes­ tificado de diez vueltas de cordel a los brazos y cuatro garrotes a los muslos y espinillas y dos jarros de agua; no confesó cosa algu­ na. Visto en consulta, fue absuelto de la instancia. Mérida 53.

Mari G o n z á l e z , mujer de Hernán Sánchez, mercader, vecino de Mérida, de edad de 45 años, fue presa por abril de 77 porque la testificaron dos testigos de que vivía en la creencia y guarda de la ley de Moisén; estuvo siempre negativa, hizo defensas, diósele tor­ mento sobre lo testificado de cuatro vueltas de cordel a los brazos, y, tendida en el potro, se le apretaron tres garrotes y echaron dos jarros de agua, y no confesó cosa alguna. En consulta fue votada que fuese absuelta de la instancia.

Mérida 54.

508

Gonzalo H e r n á n d e z , cortador de carne, vecino de Mérida, de edad de 48 años, fue preso por junio de 76 con información de dos tes­ tigos de tracto y comunicación que le testificaron de haber guarda­ do la ley de Moisén; estuvo negativo, hizo defensas, diósele tor­ mento sobre lo testificado de cuatro vueltas de cordel a los brazos, y, tendido en el potro, se le apretaron dos garrotes y echaron dos jarros de agua, y venció. En consulta fue absuelto de la instancia.

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

Mérida 55.

Leonor de Aguilar, mujer del bachiller Alonso Rodrigo, vecina de la ciudad de Mérida, de edad de 46 años, fue presa por abril de 77, con información de cuatro testigos, que los dos dellos la testifica­ ron de que vivía y estaba en la creencia y guarda de la ley de Moisén; estuvo negativa, hizo defensas, hízosele conminación de tor­ mento, estando in conspectu tormentorum, y no confesó. Fue ab­ suelta de la instancia.

Mérida 56.

Lorenzo G onzález, caudalero, reconciliado, vecino de la ciudad de Mérida, de edad de 61 años, por el mes de junio del año de 73 en el auto que se celebró fue admitido a reconciliación con hábito y cárcel perpetua y confiscación de bienes por judaizante, y por junio de 77 fue tornado a prender por información que le sobrevino de cuatro testigos, por la cual parece haber quedado notablemente diminuto de personas a él tan conjuntas y hechos tan notables que no parece habellos dexado de decir por olvido. Ha estado negati­ vo en las diminuciones, y sobre ello hizo defensas, diósele tormen­ to de cuatro vueltas de cordel a los brazos y dos garrotes a las es­ pinillas, y no confesó más de lo que tenía confesado. Visto en con­ sulta, fue absuelto de la instancia.

Mérida 57.

Tomé G o n z á l e z , reconciliado, vecino de la ciudad de Mérida, de edad de 70 años, fue preso por lo mismo, diósele tormento sobre las diminuciones hasta desnudalle y ligalle los brazos, no confesó más de lo que tenía confesado. Visto en consulta, fue absuelto de la instancia.

Mérida 58.

Mari G o n z á l e z , mujer de Ambrosio Hernández, reconciliado, veci­ na de la ciudad de Mérida, de edad de 36 años, fue presa por junio de 76, testificáronle el dicho su marido y otros testigos de que guardaba la ley de Moisén; después que se le dio publicación de Jos testigos, pidió audiencia y confesó haber guardado aquella ley, haciendo obras, ritos y cerimonias de judía creyendo se enriquecer 509

ALVARO HUERGA

y se salvar en ella; declaró tiempo, lugar y personas; y después de se haber ratificado contra ellas, a cabo de medio año revocó sus confesiones, diciendo que el diablo le había hecho que se levantase a sí y a otros falsos testimonios; el fiscal la acusó de la revocación. Vista la causa en consulta, se votó que fuese declarada por hereje judaizante, revocante, negativa y, como tal, relaxada con confisca­ ción de bienes, con que primero se le diese tormento en cabeza aje­ na. Y visto todo por Vuestra Señoría, mandó que se examinasen primero ciertos contestes y que después se tornase a ver, lo cual se hizo. Y estando la causa en este estado, enloqueció en las cárce­ les y, habida sobre ello información, se tornó a ver en consulta, y se acordó en que, declarada por hereje, se le confiscasen los bienes y se sobreseyese en la determinación de las demás penas hasta que se vea que vuelve en su juicio; y para que esto se entienda, se en­ víe a la casa de los locos de Sevilla, donde la tengan y guarden y no la suelten hasta tanto que den noticia dello al Sancto Oficio. Guaclalcanal 59.

Alonso H e r n á n d e z M ú z q u i l , morisco de los repartidos del Reino de Granada, en la villa de Guadalcanal, de edad de 50 años, fue preso por abril de 73, testificóle otro morisco de que, haciendo burla y escarnio de la Cruz, dijo en su lenguaje: mirad en quién creen los perros destos cristianos, en un pedazo de palo. Estuvo negativo; diósele tormento de cuatro vueltas de cordel a los brazos y negó. Fue absuelto de la instancia; y por enero deste presente año de 79 fue tornado a prender con información de otro testigo mo­ risco que le testificó de que, diciéndole que se descubriese la cabe­ za a una Cruz que estaba en un camino, tomó una piedra y tiró a Ja Cruz, diciendo que no había de quitar el sombrero a un caga­ dero de pájaros, y que decía: moro me parió mi madre, moro tengo de morir, y que le había visto hacer algunas cerimonias de moro; hizo defensas en que tachó el testigo. Vista la causa en consulta, fue mandado dar en fiado.

Zafra 60.

510

Inés S á n c h e z , beata, vecina de la villa de Zafra, fue presa por la doctrina y secta de Alumbrados por noviembre del año de setenta y cuatro; entonces declaró ser de edad de veinte y dos años; antes que fuese presa y después confesó latísimamente muy muchas cosas de la dicha doctrina y deshonestidades de besos y abrazos y toca­

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (157 0 -1 5 8 2 )

mientos torpes que había tenido con los dichos Alumbrados sus confesores, creyendo que no era pecado por lo que ellos le decían, aunque siempre confiesa que tuvo escrúpulo de que no era bueno aquel trato. Vista la causa en consulta con el señor obispo de Salamanca, se votó que saliese al auto, abjuración de levi y cient azotes, y deste­ rrada por seis años de todo el distrito; después se tornó a ver la causa en consulta, y pareció, por haber sido buena confitente, se le quitasen los azotes. Visto todo por Vuestra Señoría, mandó que en la sala de la audiencia se lea su sentencia, abjure de levi, sea gravemente reprehendida, y, por el tiempo que pareciere a los in­ quisidores, confiese con la persona que le fuere señalada, y se le mande que de aquí adelante no trate de los negocios, etc., como se les manda a los demás Alumbrados. Llerena 61.

Leonor S ánchez , beata, hija de Diego de Sevilla, vecino de Llerena, fue presa por la misma doctrina por deciembre de setenta y cinco, y estonces declaró ser de edad de veinte y cuatro años; confesó mu­ chas cosas de que estaba testificada y otras negó, sobre las cuales se le dio tormento de dos vueltas de cordel a los brazos: no confe­ só más de lo que tenía confesado; y vista la causa en consulta con el señor obispo de Salamanca, fue votada en que oyese una misa par­ ticular, en forma de penitente, en una iglesia de esta villa, abjura­ se de levi, desterrada por dos años, y en ciento y cincuenta ducados para los gastos del Santo Oficio, y que no tratase de los delictos de que era acusada, etc.; y visto por Vuestra Señoría, mandó que en la sala fuese gravemente reprehendida, y abjurase de levi, y por el tiempo que pareciere a los inquisidores, confiese con la persona que le fuere señalada, y se le mande que de aquí adelante no trate de los negocios, etc., como se les manda a los demás Alumbrados.

Medellín 62.

Fray Luis de A v a l o s , de la Orden de sant Francisco, predicador y confesor en el convento de su Orden de la villa de Medellín, de edad de cincuenta años; después que el Comisario de Medellín dio noti­ cia de haber solicitado ciertas hijas de confesión, y mandado hacer información sobre ello, él pareció en este Santo Oficio y confesó haber tractado con ellas algunas liviandades fuera de la confesión; 511

ALVARO HUERGA

fue testificado por ocho testigos de que las había solicitado en el mismo acto. Y vista la causa en consulta, y después por Vuestra Señoría, se mandó prender; y estando preso, prosiguió sus confesiones, aunque diminutamente, procurando excusar su delito. Vista la causa en consulta, se votó que oya una misa en la sala de la audiencia, en forma de penitente, donde se le lea su senten­ cia, abjure de levi en presencia de ocho religiosos de su Orden, y se le dé una disciplina por tiempo de dos psalmos de Miserere mei, y sea recluso en el monasterio de sant Francisco de Truxillo por tres años, y por ellos suspendido de voto activo y pasivo, y de pre­ dicar, y tenga el postrer lugar, y sea privado perpetuamente de confesar. Visto por Vuestra Señoría, mandó lo mismo, excepto que no se le dé disciplina. Xerez 63.

Hernán R o d r í g u e z , labrador, vecino de la ciudad de Xerez, de edad de 76 años, por octubre de 76 él mismo se difirió y acusó de haber dicho que no era pecado tener acceso carnal con mujeres; exami­ náronse cinco testigos que dio por contestes, que le testificaron de lo mismo. Auto en forma de penitente, abjuración de levi; antes que se ejecutase lo votado, murió en su casa.

La Parra 64.

Bartolomé H e r n á n d e z C a m b e r o s , labrador, vecino de La Parra, de edad de 40 años, fue testificado por dos testigos de que dixo que la simple fornicación no es pecado; con esto fue llamado y negó, y fue recluido; hizo defensas con que disminuyó la probanza. Pe­ nitenciado en que sea reprehendido en la sala de la audiencia, ab­ jure de levi, pague dos mil maravedís para los gastos del Santo Oficio.

Monasterio 65.

512

.Joan M a r t í n P l a t a , vecino de Monasterio, de edad de 27 años, tes­ tificáronle dos testigos de que había dicho que tan buena ley tenían los moros como los cristianos; con esta información fue preso por

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

setiembre de 78, y dixo que lo que había querido decir era que su ley la guardaban los moros tan bien y mejor que nosotros la nues­ tra; presentó ciertas defensas. Penitenciado en que sea reprehendido y advertido para adelante, y rece los viernes de todo un año un rosario, y desterrado de su lugar por tres meses. Pareció ser hombre muy rústico y simple. Valencia de Alcántara 66.

Joan de P o r r a s , vecino de la villa de Valencia de la Orden de Alcán­ tara, de edad de 60 años, fue testificado por tres testigos que, por­ fiando que cierta toma que había hecho como alcaide de sacas, dixo que era más verdad o tanta verdad como ser Dios hijo de Nuestra Señora; fue llamado, estuvo negativo, hizo defensas con que debi­ litó la probanza. Penitenciado en que sea desterrado de la dicha villa por dos meses y pague cuatro ducados para los gastos del Sancto Oficio, y advertido para adelante.

Cáceres 67.

Gonzalo C o n d e P é r e z , vecino de la villa de Cáceres, de edad de 40 años, fue testificado por cuatro testigos de que, jugando, y sucediéndole mal una mano, dixo con ira: no me puede Dios hacer más mal debajo de la capa del cielo; y que habiendo jurado de no jugar y jugando y reprehendiéndoselo, dixo, excusándose, que primero había jurado de no cumplir ningún juramento que hiciese; él se presentó y confesó haberlo dicho inadvertidamente con calor de iracundia. Reprehendido, y pague cinco mil maravedís para los gas­ tos del Sancto Oficio.

[VIII]

R

e l a c ió n

de

las

perso n as

que

quedan

presas,

Y EL ESTADO DE SU S CAUSAS

Mérida 68.

Gaspar M a l d o n a d o , reconciliado, vecino de la ciudad de Mérida, estando en la cárcel perpectua cumpliendo la penitencia que le fue impuesta cuando fue admitido a la reconciliación por judaizante, fue preso segunda vez por junio del año pasado de 77 con informa­ ción de tres testigos que le sobrevinieron, por lo cual pareció haber 513

73

ALVARO HUERGA

quedado notablemente diminuto en sus confesiones; confesó algu­ nas cosas más, aunque no satisfaciendo a las diminuciones, y que­ riéndole continuar el tormento; revocó dos días antes del auto to­ das las confesiones que tenía hechas, porque había sido admitido a reconciliación, diciendo que había confesado por temor del tor­ mento. Cabezuela 69.

Gabriel M é n d e z , texedor de lienzos, vecino de Cabezuela, jurisdic­ ción de la ciudad de Plasencia; el Provisor de Plasencia lo remitió en 26 de mayo que pasó deste presente año con información de que había dicho que eso le daba encomendarse a Dios que al diablo, que tan buena compañía hallaría en el diablo como en Dios, y otras blasfemias. Está negativo. La causa recibida a prueba. Montan las penitencias, sin los bienes confiscados, un cuento v cua­ trocientos y veinte mil maravedís = 1.420.000.

AHN.: Inq., legajo 1988, expediente n.° 12.

514

12

SENTENCIAS CONTRA LOS ALUMBRADOS QUE SALIERON AL AUTO DE FE: LLERENA, 14 JUNIO 1579 Zafra

[1 .

S

e n t e n c ia

contra

Ana

V

ázquez]

Ana V á z q u e z , beata, vecina de Zafra, de la secta de los Alum­ brados. Sentencia: Cien azotes y tres años reclusa. Zafra

[2 .

S

e n t e n c ia

contra

C a t a l in a

Ló pez]

Catalina L ó p e z , beata, vecina de Zafra, d e la misma secta de Alumbrados. [Sentencia]: Cien azotes, tres años de reclusa. Z afra

[3 .

S

e n t e n c ia

contra

Ca t a l in a

de

V

a l d iv ie s o

]

Catalina de Valdivieso, de la mesma secta de Alumbrados. Sentencia: Cien azotes y desterrada perpetuamente. A

lm endral

[4 .

S

e n t e n c ia

contra

M

a r in a

M

a c ía s ]

Marina M a c í a s , beata, vecina del Almendral, de la mesma secta de Alumbrados. Sentencia: Cien azotes y reclusa tres años. (Ab)juraron todas de levi. Z afra

[5 .

S e n t e n c ia

contra

C r is t ó b a l

C

h a m iz o

]

N os, los Inquisidores Apostólicos de Llerena y su partido contra la herética pravedad y apostasía por Su Sanetidad y el Ordinario en el pleito que ante Nos ha pasado, de la una parte, el Licenciado Pedro Ma515

ALVARO HUERGA

riño de Saavedra, promotor fiscal de Su Majestad, acusante; y, de la otra, Cristóbal C h a m i z o , clérigo presbítero, vecino de la villa de Zafra, reo sobre que el dicho Cristóbal Chamizo era hereje oculto de la nueva secta de Alumbrados o dejados, por razón que, siendo como es cristiano bautizado, el susodicho había enseñado muchas herejías de esta dicha secta, errores y supersticiones contrarias a la sancta fee católica, espe­ cialmente requiriendo sus hijas de confesión a actos torpes e ilícitos, teniendo con ellas accesos carnales y deshonestos por diversas y varias veces, y enseñándoles herejías, y diciendo que sentía de sí elevaciones, visiones y cansancios por cierta oración hecha en cierta forma, y que re­ cibía juramento de las que confesaba de que no se confesarían con otro sino fuese con él o con otro de sus cómplices y compañeros, y, teniendo con ellas carnalidades y deshonestidades, les decía no se confesasen, que no había para qué, porque aquello no era pecado; y las comulgaba dándoles dos y tres formas, entendiendo que en más formas estaba más verdaderamente Dios y que se las daba y recibían más gracia; y decía que si lo amasen y quisiesen a él más que a Dios no era pecado; y asimesmo les hacía ciertos pactos y visiones por arte del demonio, con los cuales ellas tenían grandes sentimientos y arrobamientos y elevaciones, que­ dando fuera de sí; y que, estando en la iglesia delante del Santo Sacra­ mento, las besaba y abrazaba y persuadía a sus deshonestidades y les hacía poner las manos en sus partes vergonzosas y, rehusando ellas y diciéndole que mirase que había de decir misa, él les respondía: tómame allá la una mano y con la una diré misa y no con ésa, y las metía en las partes vergonzosas de ellas y les decía que aquellos tocamientos no eran pecado, y esto así en confesión como fuera de ella; y una vez, requirien­ do a una de estas sus hijas de confesión, que era doncella, y rehusando ella, le dijo que no quería más de poner lo suyo en lo suyo; y diciéndoles ellas que se querían confesar destas bellaquerías, les decía que no era menester, antes, estando en cierta iglesia y conociendo allí carnal­ mente a una, le dijo que de aquello se holgaba Dios, dando a entender que Dios se holgaba de los pecados; y habiendo desvirgado y corrompi­ do a muchas, les prometía de las absolver y, acabádolo de hacer, les acordaba y traía a la memoria aquellas suciedades y deshonestidades que con ellas había pasado; y les decía que, si se sintiesen preñadas, que les daría ciertas yerbas y otras cosas con que lo echasen y, en efecto, se lo daba; y a una que estaba doncella y la persuadía, le ofreció un casamiento con un su primo porque lo hiciese con él, diciéndole tam­ bién que no tuviese pena, que le daría con que no se empreñase; y pa­ sando estas cosas en su confesión, las revelaba a sus compañeros cóm­ plices y Alumbrados de la dicha secta, descubriéndose unos a otros las confesiones y persuadiendo a las que se venían con él a confesar que se confesasen generalmente, porque de otra manera no se podían salvar; y 516

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

un domingo de cuaresma se echó con tres desnudas en una cama juntos; y asimesmo a otra beata desvirgó y estrupó; y estando excomulgado e irregular, ha celebrado de muchos años a esta parte; y demás de todo lo sobredicho, había tenido con otras muchas parte en la iglesia por diver­ sas veces: todo lo cual le fue comprobado con 22 testigos; y asimesmo a otra, que había corrompido y quitado su virginidad, le dio cierto re­ medio para que no se le pareciese, y preguntándole que cómo le iba con él, le dijo que volviese a probar; y que estando muchas veces en ora­ ción, se arrobaba y sentía grandes desmayos, cansancios y ahíncos; y que una vez se levantó de la cama, de donde estaba echado, con gran deseo de orar y se fue a cierta iglesia a media noche, donde, estando en con­ templación, sintió sudores, atormentamientos y fatigas, que quedó fuera de sí: Por todo lo cual, y lo que más largamente en la deposición de los testigos y su confesión se contiene,

CHRISTI NOMINE INVOCATO, fallamos que el dicho Cristóbal C h a m i z o , clérigo, salga al presente auto en forma de penitente, en sotana sin cinto, destocado, y con una vela de cera en las manos, y (ab)jure de levi, y sea privado de sus órdenes, y que sirva en las galeras de Su Majestad al remo y sin sueldo por tiempo de seis años precisos, y desterrado otros seis, y de aquí adelante no trate de los negocios tocantes a los Alumbrados con persona ninguna en pú­ blico ni en secreto, so pena de ser convencido de los delictos de que fue testificado y acusado. Y así pronunciando lo mandamos en estos escriptos y por ellos. VlLLANUEVA DE BARCARROTA [6 .

S e n t e n c ia

contra

H ernando

A lvarez]

Nos, los Inquisidores Apostólicos de Llerena y su partido contra la herética pravedad y apostasía por el Summo Pontífice y el Ordinario en el pleito que ante Nos ha pasado, de la una parte, el Licenciado Pedro Marino Saavedra, fiscal de Su Majestad, acusante; y, de la otra, el bachi­ ller Hernando Alvarez, vecino de Villanueva de Barcarrota, cristiano nuevo de generación de judíos, reo sobre que el susodicho enseñó y pre­ dicó confesando muchas herejías, errores y supersticiones de la secta de Alumbrados, contrarias a la sancta fee católica, especialmente per­ suadiendo y enseñando mujeres mozas, sus hijas de confesión, que no 517

ALVARO HUERGA

fuesen monjas ni casadas, y las inducía y compellía por fuerza se hicie­ sen beatas de su cuadrilla y para ello les hacía cortar los cabellos con­ tra su voluntad, certificándoles que aquélla era la voluntad de Dios, y si alguna no consentía en esto decía que en ella no había venido el Spíritu Sancto; y les decía que no rezasen vocalmente, sino que contemplasen en las cinco llagas de nuestro señor Jesucristo en cierta forma que él les enseñaba; y dejasen el ayunar y obedecer padre y madre por la dicha contemplación; y las que lo hacían de la manera que él les enseñaba, sentían un ardor terrible que las quemaba y les daba saltos y ahíncos el corazón, que las atormentaba un movimiento y pasión con rabia que las desmayaba y traía finadas, de manera que algunas venían a morir de ello, y un molimiento y quebrantamiento en todos sus miembros que las descoyuntaba, y una afición ciega con su maestro que les daba gana de buscarlo y de irse con él; y tenían muchas tentaciones y deseos car­ nales y realmente vían varias visiones y vían y sentían ruidos y voces extrañas; y contándole ellas a él estas cosas, les decía que aquello era el Spíritu Sancto y sus efectos y dones y grandes misericordias que les hacía Dios en aquello, y que no dijesen a nadie aquellas cosas, ni a sus confesores, porque él solo y sus cómplices eran los que entendían aque­ llas cosas y misterios; y para esto les traía ejemplos y decía milagros falsos, que afirmaba pasaban entre las dichas sus discípulas; y a una de ellas le aconsejaba en el acto sacramental que hurtase para decir misas, y que fuese a su cuenta de él; y les mandaba se comulgasen muy a menudo, sin que se confesasen primero; y cuando se confesasen, no fuese con otro sino con él o con otro de sus cómplices; y que echaba ciertas suertes de sanctos y por ellas juzgaba si estaba una persona en gracia o en estado de condenación; y, predicando, decía de sí mismo que había más de seis meses que no había pecado venialmente ni mortal­ mente; y pasando él por la calle donde vivía alguna de sus discípulas, luego sin verlo lo adivinaba y decía a osadas que por la calle debe de pasar Hernando Alvarez; y que otras eran atormentadas del demonio, y les daba bofetadas y golpes, y les tomaba una hambre canina de co­ mulgar en tanta manera que, si dejaban de comulgar muy a menudo, luego les tomaba mal de corazón y caían enfermas; y sabiendo esto él y los demás, las penitenciaban a que no comulgasen en ciertos días, cuando en algo le desobedecían, tomando esto por género de grave castigo; y algunas mujeres, que trataban con el susodicho de los dichos ejercicios, venían a desear que se les muriesen los maridos y los hijos, porque no les fuesen impedimento para seguir aquella oración, contemplación y doctrina; y que, estando en la dicha oración, acaecía que con aquellas consideraciones y contemplaciones veían muy grandes torpezas y des­ honestidades con ciertos fantasmas que se les representaban en forma de Cristo, que trataba con la dicha que hacía la dicha oración y contem­ 518

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

plación, como sposo con sposa carnalmente; y él tenía y aprobaba por más sanctas las beatas que tenían y padecían los dichos sentimientos y effectos; y él mismo daba a entender su perfección y sanctidad, que se quedaba muchas veces trasportado haciéndoles plática de su doctrina; y no quería confesar a nadie, si no se confesaba con él primero general­ mente, diciendo que era necesario forzosamente, que si no hacían con ellos confesión general, lo demás era aire; y decía que lo que él enseña­ ba habían de tener por fee, no lo dejando de hacer por ninguna cosa, que les iba la salvación en ello; y que no bastaba confesarse sola una vez en el año para salvarse; y de hecho daba por fuerza el Santísimo Sacramento a ciertas beatas de su cuadrilla casi cada día, rehusándolo ellas y haciendo gestos y bascas y dando gritos que no podían recebir, y les hacía abrir los dientes, que por fuerza las comulgaba; y lo mismo hacía con una de ellas que estaba endemoniada, y le metía un paño en la boca para que no escupiese el Santísimo Sacramento; y daba a en­ tender que era mejor recebir mayor forma de sacramento, afirmando que cuanto mayor era la forma, más tiempo estaba allí nuestro Señor y que recibían más gracia; y para este efecto traía hierros con que hacía las dichas formas; y alababa a una beata de muy sancta porque, yendo a comulgar y diciéndole aquellas palabras: Señor mío Jesucristo, no soy digna, ella había respondido: ¡Acabá ya, padre, que sí soy!; y que las beatas, en acabando de comulgar, se iban sin recebir el lavatorio y se entendía era por su orden de él; y decía que si se recibiese el Sanctísimo Sacramento con el deseo spiritualmente se recibía y que era tanto merecimiento como recebirlo corporal y sacramentalmente; y decía que podía una persona lega comulgar un día por sí y otro por otra persona y por las ánimas del purgatorio; y que con las beatas, sus hijas de con­ fesión, comulgándolas muy a menudo, tenía deshonestidades graves de besos y abrazos y tocamientos deshonestos en las partes vergonzosas, y les decía y daba a entender que no era pecado, y, creyéndolo ellas, se comulgaban sin hacer confesión; y estando en la iglesia como que con­ fesaba a una, la conoció carnalmente en diversas veces y en parte estu­ penda, que quieren decir fue detrás del Smo. Sacramento en una conca­ vidad que se hacía detrás de él; y les decía que no era pecado, que an­ tes era aquello lo que Dios quería; y decía que visiblemente verían al Spíritu Sancto y que, estando el corazón con este spíritu, sentirían un olor y sabor suavísimo y sensible; prohibía los actos matrimoniales, y decía que al principio eran necesarios los casamientos, que ya no; tenía unos effectos mágicos malignos y diabólicos; decía que, estando en la contemplación, aunque se alzase el Sanctísimo Sacramento, no habían de volver los ojos, que era de imperfectos; ni levantarse al evangelio, ni credo, ni, finalmente, hacer los demás actos exteriores que los fieles hacen y nuestra Santa Madre Iglesia tiene de costumbre; y estando con­ 519

ALVARO HUERGA

fesando, llegábale al rostro y pechos, diciéndole que para le quitar los movimientos sensuales; decía no se había de partir la partícula y traía por ejemplo que una agujeta no quisiera él partida; y que en tantas partes se podía partir la hostia que se fuese Dios al cielo; y que la ora­ ción había de ser preferida a las fiestas; quitaba los ayunos y decía que, llegando a aquella perfección, no estaban obligados a ayunar; daba licen­ cia y consejo comiesen las tales carne en viernes y en los demás días prohibidos; y decía que conocía los pensamientos y el secreto; enviaba a llamar a estas sus hijas y decíales que para comulgar que qué más tenían los clérigos que ellas; sentía mal de las religiones, de los esta­ dos; diciéndole a una monja que en demás que ella era profesa, para la hacer beata como las demás de sus hijas, porque las monjas no podían darse a la contemplación como ellas, que todo entendían en rezar y can­ tar, y que no eran buenas sino para papagayos en jaula, y aconsejábale que no se avezase a rezar ni avezase a las demás, sino que se diesen a la dicha contemplación; dijo que no bastaba guardar los mandamientos todos para se salvar y ser perfectos; y alabándose a sí, predicando, de­ cía reprehendiendo sensualidades: yo, yo no, que soy cuerpo muerto; y echándose una vez con una, y diciéndole ella qué había de hacer, que aquello le parecía mal, le dijo: ¡ay de mí, que lo tengo yo de pagar en pública plaza, delante de todü el mundo!, y habiendo pasado esto, la llamó y la comulgó y él dijo misa sin se confesar; teniendo otra abra­ zada, le decía: llama a Dios, puestos miembros con miembros, aludien­ do al profeta Elíseo; tenía requiebros y carnalidades con xpo. y enseñá­ balos; decía que hablaba visiblemente con Dios y que tres sanctos ha­ bían venido a hablar con él; dijo a lo que se le puso de que metía la len­ gua en la boca a las beatas sus hijas que no lo había hecho, porque la tenía chica; y otras muchas blasfemias contra Dios y su Madre, dicien­ do que era Dios cornudo y que tomaba y daba como niño de un año, y que era bueno para gitano, hijo de gitana, que a todos engañaba, y que era hijo de una mondonguera y bodegonera, y que la misericordia de Dios era bordón de bellacos, y que san Pedro había sido muy gran necio, más que todos, en no dejarse lavar los pies la primera vez que Cristo le dijo que se los quería lavar; también con una hermana de una con quien él tuvo parte, se echó en la cama y encima de ella tuvo polución, y con otras muchas en la cama y fuera de ella; en un cierto lugar dio muy mal ejemplo, dejándolo muy escandalizado —no se declaró cuál fuese. Tuvo comprobados trecientos y cuarenta y seis testigos. CHRISTI NOMINE INVOCATO, fallamos que el dicho Hernando A l v a r e z debía ser punido y castigado por tan grandes y enormes delictos con todo rigor, conforme a derecho; 520

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (157 0 -1 5 8 2 )

y usando de misericordia y benignidad, mandamos salga al presente auto en forma de penitente, en sotana sin cinto, destocado y con vela de cera en las manos, abjure de levi, y sea degradado verbalmente, depuesto y privado perpetuamente del oficio y beneficio, y que sirva en las galeras de Su Majestad al remo y sin sueldo por tiempo de cuatro años preci­ sos, los cuales cumplidos vuelva a la dicha Inquisición y esté recluso en la parte y lugar que se le señalare por tiempo de otros cuatro años precisos, y de aquí adelante no trate de los negocios tocantes a los Alum­ brados en público ni en secreto, so pena de ser convencido de los delictos de que fue testificado y acusado, y pague doscientos ducados para gasto del Sancto Oficio. Y por esta nuestra sentencia definitiva, así lo pronunciamos y mandamos.

La

M

orera

[7 .

S

e n t e n c ia

contra

R

o d r ig o

V

ázquez]

El bachiller Rodrigo V á z q u e z , cura de La Morera, de la misma secta y opinión de los Alumbrados, requería a sus hijas de confesión y provo­ cábalas a carnalidades y deshonestidades, besándolas y abrazándolas en la iglesia, y allí y fuera de allí tenía parte con ellas, y luego las confesaba y comulgaba; hacía y creaba beatas, tomábales el voto, pedía las confe­ siones generales como los demás sus cómplices, y decía que de las bea­ tas era el cielo y no de las casadas, ni de los demás, sintiendo mal de las religiones y otros estados; comulgaba todos los días a una infamada con él y de él alcagüeta; y con las demás que confesaba tenía parte; tuvo comprobados veinte y cuatro testigos; contradecía a el Sancto Oficio y decía que era invención de hombres o, por mejor decir, el diablo lo había inventado y constituido, porque en él no hacía cosa buena, sino perseguir los buenos; y que no eran buenos los inquisidores sino para tomar haciendas ajenas; y que mal hubiese el Turco: como daba en otras partes, por qué no daba en España, que mejor estarían con él; y que si él pudiera hacer cincuenta o sesenta mil hombres contra el Rey y sus oficiales, que lo hiciera; que Dios iba a derechas, mas los que es­ taban en el Sancto Oficio iban a tuertas; tuvo otras muchas cosas de los Alumbrados. CHRISTI NOMINE INVOCATO, fue sentenciado (ab)jure de levi, privado de confesar y predicar, y reclu­ so cuatro años, y que celebre las Pascuas; desterrado por diez años, y 40.000 maravedís para gastos del Sancto Oficio, y que se le dé una dis­ ciplina muy rigurosa en el audiencia del Sancto Oficio en presencia de doce frailes y doce clérigos; y privado del beneficio que tenía. 521

ALVARO HUERGA

Zafra

[8 .

S

e n t e n c ia

contra

M

a r ía

G u t ié r r e z ]

María G u t i é r r e z , viuda, mujer de Alonso Sánchez, mercader, vecina de Zafra, de la secta y opinión de los dejados y Alumbrados, dogmatizadora, enseñaba a las demás de la cuadrilla y decía que sin la oración mental no se podían salvar, y que la oración vocal era de imperfectos; decía más que, llegando a tal grado de perfección que tuviesen los sen­ timientos, ardores y quebrantos del spíritu, no podían ver cosas de la pasión de Cristo; ponía por ejemplo la horca y el ahorcado, diciendo que a qué madre le habían ahorcado hijo muy querido que después pudiese ver la horca sin acordarse del ahorcado; loábase y alabábase que conocía y vía lo interior y que ninguna cosa se le abscondía; ponía por ejemplo y defensa de su error a santa Catalina de Sena; sentía mal de las religiones, afirmando ser el estado de los Alumbrados el más per­ fecto y que los religiosos no podían servir a Dios como ellos; traía tam­ bién por ejemplo a las monjas, y decía que no eran más de para ser papagayos; persuadía a las demás de su cuadrilla que no dijesen ni de­ clarasen ante el Sancto Oficio, diciéndole alguna: ¡ay hermana, que to­ man juramento!, le decía que como ella llevase propuesto cuando fuese de no decir lo que le preguntasen, que no era juramento falso; decía que cuando contemplasen en las cinco llagas, según la forma que ella y los demás sus cómplices y maestros daban, que en la que más sentimiento sintiesen habían de parar y allí arrobadas sentirían y verían grandes co­ sas, según que les acontecían quebrantamientos, cansancios, sudores y ahíncos, como quien tenía pacto con el demonio; era cristiana nueva, des­ cendiente de cristianos nuevos y judíos. CHRISTI NOMINE INVOCATO, fue sentenciada que esté tres años reclusa y (ab)jure de levi, y el confe­ sor señalado por los señores inquisidores, y más 50.000 maravedís para gastos del Sancto Oficio.

V lL L A N U E V A DE B A R C A R R O T A [9 .

S e n t e n c ia

contra

M

a r ía

G

onzález]

María G o n z á l e z , viuda, vecina de Barcarrota, de la ley y secta de los Alumbrados o dejados, dogmatizadora, decía y enseñaba todo lo que los demás sus cómplices decían y tenían, pareciéndole que nunca se ha­ bía tenido perfección en los tiempos pasados, teniéndose a sí por muy 522

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (157 0 -1 5 8 2 )

sancta y poniendo duda en los demás; ponía una similitud del toro y del dominguejo; leía un libro de ciertos sentimientos, el cual está y es­ taba prohibido; hallábase tan en perfección que decía le podían adorar su zapato, y que en tan summo grado estaba perfecta que, estando en tocamientos con algunos de los dichos Alumbrados y encima de ella te­ niendo poluciones deshonestas, decía que no la movían a sentir cosa de carne, ni pecaba en ello venialmente por el grado de perfección en que estaba, y así, precediendo estas y otras cosas sin confesión —que decía no la había menester—, comulgaba muy a menudo, entendiendo la per­ fección sobredicha; y una vez, por esta soberbia y presumpción de sí, echó el Sanctísimo Sacramento de la boca; y andaba de iglesia en igle­ sia por comulgar más veces; y la noche de Navidad comulgó tres veces. Hacía y tenía todo lo demás de la dicha secta de Alumbrados. CHRISTI NOMINE INVOCATO, fue sentenciada en que (ab)jure de levi y el día siguiente se le den 200 azotes, y esté reclusa tres años y tenga el confesor señalado por el Sancto Oficio.

Zafra

[1 0 .

S

e n t e n c ia

contra

F r a n c is c o

de

M

esa

]

Francisco de Mesa, clérigo presbítero, vecino de Zafra, cristiano nue­ vo de casta y generación de judíos, de la secta de los Alumbrados, siguió sus errores y falsa doctrina, fue dogmatizador, y con los demás sus cóm­ plices enseñaba; dijo muy perniciosas y malsonantes palabras y blasfe­ mias: ¡cuerpo de Dios, cada día habernos de andar con este hombre!; pedía se confesasen con él solamente y, como los demás sus cómplices, que había de ser confesión general; mandaba cortar los cabellos, sin­ tiendo mal de las religiones; pedía voto de secreto; y, haciendo burla cuando salía el Sanctísimo Sacramento, le decía: ¡pase Vuestra Majes­ tad!; tenía por opinión, como los de esta secta, que no había de confe­ sar pecadores, y, viniendo un peregrino mal dispuesto y estando a su cargo el hospital donde posó, pareciéndole que era hombre que había corrido el mundo, no lo quiso confesar, sino lo dejó morir sin confesión; revelaba y descubría las cnfesiones con los demás sus cómplices; y con otros tomaba las restituciones que se hacían y no las daba, sino quedá­ base con ellas; y decía que cuando estuviesen en la iglesia no habían de entender sino sólo en la meditación y habían de tener los ojos cerra­ dos, aunque se alzase el Santísimo Sacramento; y también cuando co­ mulgasen, y que no habían de decir no soy digna, que eso era de imper­ fectos y en el dejarlo de decir consistía y estaba la perfección; y que no 523

ALVARO HUERGA

habían de tomar lavatorio; daba ocho formas juntas, diciendo estaba allí Dios más perfecto y que se daba más gracia; era hechicero y necromántico; dio consejo y aviso que no ir al Sancto Oficio a decir lo que sabían no era pecado, y que fuese sobre él lo que les podía venir; tenía con sus hijas de confesión tocamientos, besos, bocados y abrazos, y de­ cía no era pecado, conformándose en todo con los demás Alumbrados.

CHRISTI NOMINE INVOCATO fue sentenciado (ab)jure de levi, sea degradado y depuesto, y que sirva a Su Majestad cuatro años en las galeras sin sueldo al remo y, cumpli­ dos, vuelva a la Inquisición, donde estará otros cuatro en clausura en el lugar que le fuere señalado, y pegue cien ducados para gastos del Sancto Oficio, y que no hable acerca de los Alumbrados con persona alguna en público ni en secreto, so pena de ser convencido de los delictos de que fue acusado y testificado. Zafra

n i-

S e n t e n c ia c o n t r a L e o n o r L ó p e z ]

Leonor L ó p e z , beata, vecina de Zafra, de la secta de los Alumbrados, siguió su opinión, haciendo lo que ellos le mandaban, cortándose el ca­ bello y rezando los cinco paternóster y avemaria que ellos mandaban, y meditando según la forma que tenían, de donde se le seguía que de lo que sentía en el corazón rabiaba y no podía ver a Dios; y comunicándolo ella con algunos de los Alumbrados, le decían que aquélla era la perfec­ ción, y así le llamaban a aquello que padecían El Mal bueno, porque por los demasiados dones que tenían y summa de perfección les era parte que no pudiesen ver imágenes de mucho sentimiento; y que se le había revelado que tenía Dios Padre un puño de tierra con que quería cegar todo el mundo, y que ella le fue a la mano, y que por su intercesión lo dejó de hacer; y que teniendo estas rabias, bascas y cansancios y moli­ mientos, que todas estas cosas le provenían por consejo de algunos de los dichos Alumbrados; comía carne en viernes y en otros días prohi­ bidos, diciéndole que no tenía obligación de los guardar por la perfec­ ción a que había llegado; ni de ayunar, sino sólo darse a la dicha con­ templación; y en esto y en todo lo demás fue de la misma opinión y si­ guió los dichos Alumbrados, y estuvo en su contumacia de no lo deponer ni decir al Sancto Oficio.

524

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

CHRISTI NOMINE INVOCATO, fue sentenciada saliese al presente auto en forma de penitente en cuer­ po y una vela de cera en la mano, y que (ab)jure de levi y esté reclusa tres años en el lugar que le fuere señalado y tenga confesor limitado, y pague 30.000 maravedís para gastos del Sancto Oficio. F uentes. Fregenal

fl2 .

Sentencia

contra

J uan B ernal]

Juan B ernal, natural de Fuentes de León y vecino de Fregenal, de la opinión y secta de Alumbrados, defendía sus errores y decía su vida y su doctrina ser muy sancta y buena, porque, estando un día en cierta iglesia, se le reveló ser falso lo que le ponían a los dichos Alumbrados; dijo que por su adivinación y revelación había sabido de dos muertos; y afirmaba que los hombres podían saber cuándo estaban en gracia o en estado de condenación; y para dar a entender cómo era falso lo que se le ponía a los Alumbrados, fue al Rey a dar cierto Memorial, y allí se le reveló su prisión, y así fue; y de los sambenitos que se pusieron en cier­ to lugar dijo mal; y que los inquisidores no lo acertaban en aquello como en otras muchas cosas; y que tenía por muy cierto que los Alum­ brados habían de ser inquisidores y que los inquisidores habían de venir a gran baja, porque andaban muy errados; decía y afirmaba que las imágenes de los sanctos hablaban; también afirmaba que las palabras que se leían en el Edicto tocantes a los Alumbrados acerca de la oración mental y de los que están en estado de gracia que tenían revelaciones eran católicas, aunque el Sancto Oficio las daba por heréticas; y que en muchas cosas que decía y hacía se guiaba por sus mociones interiores y las tenía por revelaciones de Dios, aunque fuesen disparates. CHRISTI NOMINE INVOCATO, fue sentenciado abjure de levi, y doscientos azotes, desterrado por seis años de todo el distrito de Llerena, y que no trate del negocio de los Alumbrados. Salió en cuerpo y una soga al pescuezo, y tenía una vela de cera en las manos. Zafra

[13.

S entencia

contra

F rancisco Gutiérrez ]

Francisco G u t i é r r e z , clérigo presbítero, vecino de Zafra, de genera­ ción de judíos, hereje oculto de la secta de los Alumbrados, tenía y se­ 525

ALVARO HUERGA

guía su doctrina falsa y errores, aconsejaba y decía solos dos días de cuaresma ser de ayuno, y que no era pecado todos los demás días de ayuno de precepto no ayunarlos; decía y afirmaba y dábalo por consejo a sus hijas de confesión que la sensualidad y los demás vicios carnales tomados a deseo no eran pecado, junto con otras herejías que tuvo de la misma secta.

CHRISTI NOMINE INVOCATO, fue sentenciado abjure de levi, clausura perpetua irremisible, y que sea degradado verbalmente y depuesto, y más pague 500 ducados para gas­ tos del Sancto Oficio.

F u en te el M aestr e

[14.

S e n t e n c ia c o n t r a E l v ir a Z a m b r a n o ]

Elvira Z a m b r a n o , esclava, negra atezada, de La Fuente el Maestre, de la secta de Alumbrados, dijo que, estando en la contemplación [que] los dichos Alumbrados enseñaban, le había parecido que se le había puesto la llaga del costado de nuestro señor Jesucristo en el suyo, y que otra vez le había caído la sangre de Cristo; y decía que todas las veces que estaba y se sentía muy afligida con algunas penas, quebrantos y cansancios se le venía Dios a las manos visiblemente y que ella lo vía y conocía; y que una vez, no queriéndolo recebir y dándole de ello cuenta a uno de los Alumbrados —porque con otro no lo comunicaba, porque así se le había sido pedido por voto—, le dijo que ella lo merecía por su perfección y sanctidad; y que una vez, estando en su contemplación, había visto a san Francisco, y preguntándole: ¿dónde vas?, dijo y le respondió: a do tengo el amor; y el Jueves Santo y los demás días de estaciones no las iba a andar por consejo de sus maestros, diciéndole que aquello era de imperfectos; decía que las doncellas después de muer­ tas iban y estaban en el paraíso terrenal en deleites y pasatiempos me­ recidos por su virginidad; y que no habían de rezar, sino sólo meditar, porque sin la oración mental no se podían salvar; tenía todas las demás cosas de los Alumbrados. Dijo un negro, viéndola en el auto: ¡Mira la bellaca perra afrentabuenos!

526

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

CHRISTI NOMINE INVOCATO, fue sentenciada (ab)jure de levi, cien azotes, y no se confiese sino con confesor señalado, ni pueda ser vendida sin licencia de los señores in­ quisidores.

F

uente

[1 5 .

S

el

M

aestre

e n t e n c ia

contra

M

a r ía



n c h ez

]

María S á n c h e z , beata, vecina de La Fuente el Maestre, de la secta de los Alumbrados, salió con una mordaza; tenía sus opiniones y las defendía y las sustentaba con spíritu diabólico; decía y enseñaba que por la oración mental se había de dejar la misa y todo lo demás; que sin ella no se podían salvar; y porque un predicador en el púlpito dijo se dejasen de demasías y de aquellas supersticiones y que mirasen que nuestro Señor había vezado a orar, diciendo Pater noster, el cual se ha­ bía de decir vocalmente, se subió en el púlpito para lo contradecir, es­ tando todo el pueblo ayuntado, entendiendo que no se había de quitar la dicha oración mental, por ser necesaria para la salvación; decía que por la dicha oración se podían hacer una mesma cosa con Dios, y que ella sabía muy bien quién tenía el Spíritu Sancto, y que en sus manos y costado tenía las llagas de Cristo; afirmaba que siempre tenía a Dios presente visiblemente; y decía que los que tenían tal perfección habían de cerrar los ojos al Sane tí simo Sacramento y no mirarlo, porque era de imperfectos; y decía que el ánima del religioso —entendiendo por los dichos Alumbrados— era blanca como la nieve; y que cuando ella no quería llegar a comulgar, el Sanctísimo Sacramento se salía del sagrario y se le ponía en la boca; comulgaba sin se confesar; decía que la oración vocal no subía de los tejados arriba; y que ella se metía en el costado de Cristo; ponía por comparación acerca de los Alumbrados la nao que está en el arena y después se ensalzara para el mesmo efecto que arri­ ba; subió otra vez en el púlpito y dijo que, por su sanctidad y perfec­ ción, supo de dos hermanos, una beata y un mozo, que el ánima de la beata estaba en la gloria y la del mozo había pasado por el purgatorio; decía que todas las cosas que Dios hacía en general con todos, las hacía en particular con ella; y demás de esto, tenía todo lo demás que tenían los Alumbrados. Dio una higa al que le leía la sentencia; después que acabó, echó la bendición a los señores inquisidores.

527

ALVARO HUERGA

CHRISTI NOMINE INVOCATO, fue sentenciada que salga al presente auto, abjure de levi, y el día si­ guiente se le den 200 azotes y otros 200 en La Fuente el Maestre, tenga cárcel perpetua irremisible, y el confesor señalado por el Sancto Oficio.

Z a fr a y Ca z a l l a

[16.

S e n t e n c ia c o n t r a

C r is t ó b a l M e x ía ]

El Doctor Cristóbal M e x í a , vecino de Cazalla, natural de Zafra, de generación de judíos, predicador de la secta y opinión de los Alumbra­ dos, daba los mesmos consejos, pedía el voto, y que la oración mental habían de ejercitar debajo de la misma forma que los demás sus cóm­ plices. CHRISTI NOMINE INVOCATO, fue sentenciado (ab)jure de levi, degradado y depuesto, cuatro años de galeras al remo y sin sueldo, y después vuelva al Sancto Oficio y sea re­ cluso otros cuatro años, y pague 300 ducados para gastos del Sancto Oficio. V a l l a d o l id

[17.

S e n t e n c ia c o n t r a f r a y P e d r o d e S a n t a M a r ía ]

Fray Pedro de S a n t a M a r í a , fraile profeso de la Orden de San Fran­ cisco, de la Provincia de San Gabriel de los Descalzos, natural de la villa de Valladolid, de 63 años, por la misma doctrina de los Alumbrados, que decía y aconsejaba sus errores, supersticiones y herejías, y que no entendían la perfección de los Alumbrados y por eso los perseguían; decía predicando que lo que él decía no lo podía decir mejor el mismo Dios; y que ya Dios no era de misericordia, sino de justicia; y alaban­ do las beatas de muy sanctas y perfectas, decía que por ellas hacía Dios grandes mercedes al mundo y a los pueblos donde ellas estaban; y que si no era él o los demás de sus cómplices y compañeros, no sabían con­ fesar sino enjalmar; pedía confesiones generales; dijo, estando una bea­ ta transportada como los de esta secta tenían de costumbre, que se le había ido el alma al costado de Cristo; loaba finalmente todas las cosas de los Alumbrados y las seguía. 528

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

CHRISTI NOMINE INVOCATO, fue sentenciado salga en forma de penitente, (ab)jure de levi, y se re­ t r a c t e y declare las proposiciones de que está testificado, según la cualidad de cada una, como le fuere ordenado, en las iglesias de los lugares donde las predicó, y sea privado de predicar y confesar perpe­ tuamente, y esté recluso en la parte y lugar que le fuere señalado fuera del dictricto de esta Inquisición y de la Provincia de san Gabriel por tiempo de seis años, y en ellos no tenga voto activo ni pasivo, y sea postrero en el coro y refectorio, y por el mismo tiempo de los seis años esté privado del ejercicio de sus órdenes, con que pueda celebrar las tres Pascuas del año y los días de Nuestra Señora y las fiestas de los Apóstoles.

Alm

endral

[1 8 .

S e n t e n c ia

contra

Juan

G a r c ía ]

El licenciado Joan G a r c í a , vecino del Almendral, de edad de 48 años, de la misma secta de los Alumbrados, tenía y seguía sus opiniones y errores, persuadiendo sus hijas de confesión a actos torpes e ilícitos, como los demás sus cómplices; llevaba las beatas que confesaba fuera del pueblo tres y cuatro días con sus noches; y quería decir que sabía lo por venir, y así dijo a una: estarás poco acá, y fue ello así, que se murió de ahí a poco; y estando en cierta iglesia con éstas de su cuadri­ lla, se metió él y ellas en una capilla escura y allí se puso de crucificado, y dijo se hincasen de rodillas y lo adorasen como a Cristo, porque a tanta summa de perfección podía uno llegar que lo mereciese, dando a entender ser él perfecto; y asimismo se alabó que había metido dos ve­ las de cera debajo el brazo y con el gran calor se habían derretido, di­ ciendo que era calor del Spíritu Sancto. Tuvo las demás supersticiones.

CHRISTI NOMINE INVOCATO, fue sentenciado (ab)jure de levi, y sea degradado y depuesto verbalmen­ te, y sirva a Su Majestad al remo sin sueldo por tiempo de cuatro años, los cuales cumplidos vuelva a la Inquisición y esté recluso en el lugar que le fuere señalado otros cuatro años, y pague cien ducados para gastos del Sancto Oficio. 529



ALVARO HUERGA

VlLLAFRANCA

[1 9 .

SENTENCIA CONTRA HERNANDO DE E C IJA ]

El bachiller Hernando de Echa, vecino de Villafranca, de la mesma secta de los Alumbrados, enseñaba y guardaba sus errores y herejías; dijo a una beata que, estando en su contemplación transportada con los quebrantamientos, ahíncos y desmayos que les daba, y se le había apa­ recido un perro, que era el Spíritu Sancto; y asimismo decía ser el mis­ mo Spíritu Sancto otras diversas visiones que vían y se les aparecía; pedía a las que confesaba con quién había cometido el pecado, que es lo que dicen las proposiciones el cómplice en el pecar. CHRISTI NOMINE INVOCATO fue sentenciado (ab)jure de levi, sea degradado y depuesto, sirva al remo sin sueldo a Su Majestad por tiempo de cuatro años precisos, cumpli­ dos vuelva y tenga otros cuatro recluso donde se le señalare, etc. *

*

*

Porque se quedaron en el auto muchas cosas por leer por mandado de los señores inquisidores por la brevedad no se pudieron explicar to­ das las cosas por entero que los Alumbrados y Alumbradas tenían; y así algunas que no le sabemos cierto autor, sino que son de todos ellos, pondremos aquí por sí: [1.] Estando estas Alumbradas en contemplación delante el Cruci­ fijo diciéndole palabras de requiebro, como por sus maestros les era aconsejado, se les figuraba que por debajo del velo el crucifijo les en­ señaba sus vergüenzas, con lo cual ellas tenían muchas suciedades. [2.] Asimesmo les venía al pensamiento que todas estas cosas y de la perfección que les decían estaba en aquello, que dudaban si san Juan y Nuestra Señora habían tenido estas cosas. [3.] Decían que qué más tenían los cristianos para tener su fee y sustentarla que los turcos e infieles. [4.] Decían que les venía de aquellos ahíncos, bascas y rabias gana con mucha eficacia de blasfemar de Dios y se tapaban la boca con las tocas para se ir a la mano. [5.] A las que le aconsejaban comiesen carne los días prohibidos, diciéndoles que era dejar lo menor por lo mayor, porque estando como estaba en ellas el Spíritu Sancto con su calor y oración, que les enseña­ ba se digiere todo. [6.] Que de sólo llegarse unos a otros se encienden y ponen fuego y no se pueden sufrir; dicen: quitáos allá; y otras veces con deseo de tener aquel spíritu desean de se allegar. 530

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

[7.] Venía a tanto que se echaban unas con otras en la cama des­ nudas y ponían lo de las unas con lo de las otras hasta tener polución. [8.] Decían que cuando estaban absentes y volvían, antes que lle­ gasen lo sentían y salían a los rescebir con grandes sentimientos de carne; y los dichos sus maestros, antes que ellas hablasen, les declara­ ban lo que querían y sentían. [9.] Decían que sentían sabor y olor suavísimo sensible en el Sanctísimo Sacramento, y que sabían y entendían cuándo Dios quería venir a ellas, y que, cuando lo tenían, les daba pesadumbre como cuando una cosa grande está en una pequeña; y sabían cuándo se les iba. [10.] El no mirar el Sanctísimo Sacramento es por la fuerza del Dios que tienen dentro de sí, que les dice le hacen agravio en mirar otro Dios. [11.] No dicen la confesión general cuando se confiesan, porque les dicen ser de imperfectos. [12.] Cuando hacen la oración bajo de la forma que los dichos sus maestros les daban y les decían que todo lo que allí se les revelase lo hiciesen, venían a hacer penitencias indiscretas, diciendo allí se les ha­ bía inspirado: como era ponerse una cota de malla sobre las carnes, y estar tres días sin comer, y todo un día sin hablar. [13.] Decían que no se habían de llorar los muertos, y que los per­ fectos conocían la esencia divina. [14.] Defendían sus tocamientos con auctoridades, diciendo que san Pablo usaba de ósculo de paz, y con el evangelio Super aegros, etc. y lo del profeta Elíseo con el niño. [15.] Decían que se había de adorar al que acababa de comulgar y que no se había de dar en los pechos. *

*

*

Deus, in auditorium meum intende. Domine, ad\ adiuvandum me festina. Gloria Patri, Filio et Spiritui Soneto. Sicut erat in principio, et nunc, et semper et in saecula saeculorum. Amen. Beatus homo quem tu erudieris, Domine, et de lege tua docueris eum. Ps. 93. Eripe me de inimicis meis, Domine, ad te confugi, doce me facere voluntatem tuam, quia Deus meus es tu. Spiritus tuus bonus deducet me in terram rectam propter nomen tuum, Domine, vivificabis me in aequitate tua. Ps. 142. AHN.: Inq., legajo 4572^, folios 324 r.-333 r.: Relación del auto de lajee que se celebró en la Inquisición de Llerena, domingo de la Santísima Trinidad, 14 de junio del año 1579. 531

13

RELACION DE LAS CAUSAS DE CADA UNO DE LOS ALUMBRADOS O CONGREGADOS DE LLERENA Y LOS ERRORES Y DOCTRINA QUE ENSEÑABAN, CON SUS SENTENCIAS 1. El bachiller Hernando A l v a r e z , clérigo predicador, vecino de Villanueva de Barcarrota, porque dijo y enseñó, predicando y confesan­ do, muchas herejías y errores y supersticiones de la sacrilega secta de los Alumbrados, contrarios a nuestra santa fe católica. Persuadiendo y enseñando a mujeres mozas, sus hijas de confesión, que no fuesen monjas ni casadas, y como por fuerza las inducía y compelía que se hi­ ciesen beatas de su cuadrilla, y para ello las hacía cortar los cabellos contra su voluntad y les pedía que se los diesen a él, para malos fines, certificándoles que aquélla era la voluntad de Dios, y que luego había de venir el Espíritu Santo sobre ellas; y si alguna no consentía en esto, decía que en aquélla no había venido el Espíritu. — Item les decía que no rezasen vocalmente, sino que contemplasen y meditasen en las cinco llagas de nuestro señor Jesucristo en cierta for­ ma y con cierta oración que les enseñaba y decía. — Item que dejasen el ayunar y comiesen carne en la cuaresma y días prohibidos, para que tuviesen más fuerza en la oración y medita­ ción, porque esto no era pecado, sino que lo podían hacer justamente; y que dejasen de obedescer a sus padres por la dicha contemplación; y que las que lo hacían de la manera que se enseñaba, sentían un ardor terrible que las quemaba y abrasaba, y sentían saltos en el corazón que las desmayaba y traía desainadas, de manera que algunas venían a morir; y traían un molimiento y quebrantamiento en todos sus miembros que traían un molimiento y quebrantamiento en todos sus miembros que daba gana de buscarlo y irse tras de él, y tenían grandes tentaciones y deseos carnales, los cuales se les mitigaban con los besos y tocamien­ tos deshonestos de los dichos sus maestros o de algunos de los de su cuadrilla. Y realmente vían varias y espantables figuras y visiones de perros, gatos, cabras, y otras visiones espantables, y oían espantosos 532

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

ruidos y voces; y, contándolos ellas a él, les decía y afirmaba que aque­ llo era el Espíritu Santo y sus efectos y dones, y grandísimas misericor­ dias que nuestro Señor les hacía en aquello, y que no dijesen a nadie aquellas cosas, ni a sus confesores, porque él solo y sus compañeros eran los que sabían y entendían aquellos misterios. Y para esto les traía ejemplos, y contaba milagros falsos, que decía que pasaban en tales obras sus discípulas; y a una de ellas le aconsejaba en el acto sacra­ mental que hurtase para decir misas, y que fuese a la cuenta de él; y les mandaba que comulgasen muy a menudo, sin que se confesasen prime­ ro; y cuando se confesasen, que no fuese sino con él o con otro de sus compañeros; y echaban ellos suertes de santos y por ellas juzgaban si estaba una en gracia o en estado de condenación. — Predicando, decía de sí que había más de seis meses que no ha­ bía pecado mortalmente ni venialmente; y pasando él por la calle donde vivía alguna de sus discípulas, luego ella, sin decillo, adivinaba y decía a osadas que por la calle viene o pasa mi maestro Hernando Alvarez; y que otras eran atormentadas del demonio, y les daba bofetadas y gol­ pes, y les tomaba una hambre canina de comulgar, en tanta manera que, si lo dejaban de hacer muy a menudo, luego les daba mal de corazón y se hacían enfermas; y él y los demás sus cómplices las sentenciaban en que no comulgasen en ciertos días, cuando en algo les desobedecían lo que les mandaban. — Y algunas mujeres casadas, que trataban con el susodicho o con alguno de sus compañeros, de los dichos ejercicios, luego venían a de­ sear que se les muriesen los maridos o hijos, porque no les fuesen impe­ dimento para seguir aquella creencia y doctrina. — Y que, estando en la dicha oración, acaecía que con aquellas con­ sideraciones tenían tentaciones carnales con el crucifijo y venían a sen­ tir muy grandes torpezas, poluciones y deshonestidades con estos fan­ tasmas que se representaban en forma de cristo. Trataba carnalmente con la que hacía la oración o meditación, como esposo con esposa, y tenía y aprobada por muy santas las beatas que padecían y tenían los dichos sentimientos y efectos. — Item, él mismo, dando a entender su perfección, muchas veces trasportado, haciéndoles pláticas de la dicha doctrina, no quería confe­ sar a nadie si no se confesaba generalmente; y que si no lo hacía con alguno de ellos, lo demás era aire. — Y les decía que lo que enseñaba habían de tener por fe, y no lo dejasen de hacer por ninguna cosa, que les iba la salvación en ello; y que no bastaba una vez al año para salvarse, ni guardar los diez man­ damientos, si no hacían lo que él les mandaba y aconsejaba. — Item, de hecho daba el Santísimo Sacramento a ciertas beatas de su cuadrilla casi cada día; y rehusándolo ellas, haciendo gestos y bascas 533

ALVARO HUERGA

y dando gritos que no lo querían recibir, él hacía abrir los dientes por fuerza y las comulgaba. Y lo mismo hacía con una de ellas que estaba endemoniada: le metía un paño en la boca, para que no escupiese el Santísimo Sacramento; y daba a entender que era mejor recibir mayor forma de sacramento, afirmando que cuanto mayor era la forma, más tiempo duraba allí el Señor; y para esto traía un molde para hacer las hostias con que celebraba y formas que daba a las beatas. — Item, decía que si la forma con que había de comulgar una per­ sona se partía y daba a dos personas, como muchas veces sucede estan­ do para comulgar una persona, y había otra persona y se partía la forma para darla a las dos, que la mitad se hurtaba a la persona a quien pri­ mero se había de dar. — Item, daba en la comunión dos y tres formas, y más, a las Alum­ bradas a quien él tenía amor, diciendo que en aquello se lo mostraba, porque tanto cuanto más formas les daba, tanta más gracia recibían. Y las tales beatas, cuando recibían el Santísimo Sacramento, sentían cierto olor y sabor, y de tal manera se hartaban con él que se sustenta­ ban sin comer otra cosa un día, y dos, y tres, y más. — Alababa a una de sus beatas de muy santa, porque, yendo a co­ mulgar y diciéndole que dijese aquellas palabras: Señor mío lesucristo, no soy digna, etc., ella había respondido: ¡Acaba ya, que sí soy! Y, aca­ bando de comulgar, se iban sin recibir el lavatorio; y él decía que si re­ cibiesen el Sacramento con el deseo espiritualmente, que era tanto me­ recimiento como recibirlo corporalmente. Y decía que podía una perso­ na lega comulgar un día por sí y otro por otra persona; y haciéndolo ellas, se comulgaban sin tener conciencia de ello. — Y en la iglesia, estando como que confesaba una de sus beatas, la conoció allí camalmente diversas veces; y con las demás tenía toca­ mientos deshonestos y besos y abrazos, metiéndoles las manos en sus pechos y en las partes vergonzosas, diciendo y afirmando que no era pecado mortal, antes era hacer lo que Dios manda y quería; y así, a és­ tas y a otras que conosció camalmente en diversas partes, luego las co­ mulgaba, sin confesar el pecado, diciendo que lo podía hacer muy bien; y que si lo habían de confesar, había de ser con él, y él las absolvía del tal pecado. Y con otra beata estuvo acostado en la cama desnudo y es­ tando echado sobre ella, ajuntándose e igualándose con ella, poniendo boca con boca, ojos con ojos, manos con manos, y ansí los demás miem­ bros, diciendo que aquello no era pecado, porque así como el profeta Elíseo se ajustó con el hijo de la viuda que resucitó no pecó, antes hizo la voluntad de Dios, y así él lo hacía, porque decía una autoridad que decía que así convenía ajustarse con Jesucristo; y confesó que no le me­ tió la lengua en la boca, por tenerla corta y gorda. Y estando con otra en actos carnales, le dijo ella que qué más podían hacer marido y mu­ 534

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

jer, que aquello era mal hecho y que se había de dar cuenta de ello a Dios; y respondió él: ¡Cuitado de mí, que yo lo tengo que pagar en pú­ blica plaza, delante de todo el mundo! Y en todos los demás de estos actos usaba de hechizos y encantamientos. Prohibía el casarse, porque decía que el tiempo que Dios mandó que se casasen los hombres era ya pasado; y entonces lo permitió porque se multiplicase el mundo, que ya que estaba multiplicado, no era necesario. — Dijo asimismo que a Dios no le habían de llamar más misericor­ dioso, sino cornudo. Item, que Jesucristo no era bueno sino para gita­ no, y que era hijo de un pobre bodegonero y de una ramera; y que la misericordia de Dios era bordón de necios. Y todas las confesiones que se hacían las descubría a los Alumbrados de su cuadrilla; y lo mismo hacían los unos a los otros, con él y con los demás, descubriéndose las dichas confesiones; y mandaban a las dichas sus beatas que cuando viesen alzar el Santísimo Sacramento o comulgasen, cerrasen los ojos y no lo mirasen; y lo mismo hiciesen cuando viesen la cruz o alguna ima­ gen devota o algunos santos. Y si acaso las tales beatas sus secuaces miraban a el Santísimo Sacramento o vían algunas imágenes, sentían grandísimo ahínco y dolores que las atormentaban, y él les decía que aquello era como cuando a una persona le han ahorcado algún hijo: viendo la horca o lugar donde le habían ahorcado, le daba dolor y senti­ miento. Y otras muchas palabras heréticas y otras que se dejan de decir por la honestidad y autoridad del Santo Oficio. [Sentencia]: Que salga al auto en forma de penitente y abjure de levi y fuese degradado verbalmente, depuesto y privado perpetuamente de oficio y beneficio, y que sirva en las galeras de Su Majestad al remo y sin sueldo por tiempo de cuatro años; y, cumplido el tiempo de las ga­ leras, vuelva a la dicha Inquisición y esté recluso en la parte y lugar que le señalaren por tiempo de cuatro años precisos, y de aquí adelante no trate de los negocios tocantes a los Alumbrados con persona alguna, so pena de ser habido por convencido de los delitos de que está testifi­ cado y acusado; y pague doscientos ducados para gastos del Santo Oficio. Tuvo trescientos y cuarenta y seis testigos. Francisco de M e s a , clérigo, vecino de la villa de Zafra, por la dicha doctrina de los Alumbrados, y haber tenido algunas deshonesti­ dades con hijas de confesión, según arriba queda dicho de Hernando Alvarez, a quien él seguía. 2.

[Sentencia:] La misma pena, y cien ducados de condenación. Joan G a r c í a , clérigo, vecino del Almendral, por lo mismo, la mis­ ma pena. El cual, demás de haber cometido las dichas cosas, se subió 3.

535

ALVARO HUERGA

d esn u d o

e n c im a

de

un

te n d id o s lo s b r a z o s ;

a lta r

y,

en

in c lin a d a

y

c a lz a s la

ju b ó n ,

cab eza, se

y

h iz o

se

p u so

c r u c ific a d o ,

ad orar.

4. El doctor Cristóbal M e x í a , clérigo predicador, natural de Zafra, por haber enseñado algunas cosas de la dicha secta de Alumbrados y hecho las cosas tocantes en el capítulo de Hernando Alvarez: la misma pena y trescientos ducados de condenación, y privado de su capellanía. 5. El bachiller Hernando de Z a f r a , clérigo predicador, vecino de Villafranca, por haber enseñado algunas cosas de la dicha secta de los Alumbrados y dicho muchos errores y predicádolos: la misma pena, sin la pecuniaria. Dijo, entre las demás cosas, predicando, que habiendo una persona comulgado, la podían adorar como a Dios, y que no se ha­ bían de dar golpes en los pechos, porque no diesen golpes al sacramento.

6. Francisco G u t i é r r e z , clérigo, natural de Zafra, por la dicha doc­ trina de Alumbrados y haber tenido tocamientos deshonestos con las beatas, sus hijas de confesión, entendiendo y diciendo que no era peca­ do por hacerlo él y recibirlo ellas con intención de confesarlas y aliviar las rabias y encendimientos que tenían con la oración y ejercicios de la dicha secta. Y en particular, que tuvo tocamientos deshonestos de besos y abrazos con unas beatas, en particular con una que era tuerta y lega­ ñosa, y dijo que lo hacía por ser remedio contra la lujuria.

[Sentencia:] Abjuración de levi, y degradado verbalmente, y que por todos los días de su vida [sea privado del ejercicio de sus órdenes], y pague de pena quinientos ducados. 7.

C r is tó b a l C

p o r la d ic h a

, c lé r ig o , n a tu r a l y v e c in o

h a m iz o

d o c tr in a

de

Alumbrados,

d e la v illa

el cu a l e stu p r ó

y lle v ó

n id a d e s a m u c h a s b e a ta s , s u s h ija s d e c o n f e s ió n , d ic ié n d o le s p e c a d o y q u e la s a b s o lv e r ía

d e to d o :

p orque

así co m o

lo s

d e Z a fra , su s

v ir g i­

que no

n iñ o s

era

tie n e n

t o c a m ie n t o s la s c iv o s c o n o t r o s y s e m e t e n la s m a n o s p o r d iv e r s a s p a r t e s s in p e c a d o , a s í e llo s p o d ía n h a c e r lo s d ic h o s to c a m ie n t o s c a r n a le s ; y a s í la s c o m u lg a b a lu e g o q u e a c a b a b a n d e c o m e t e r e l ta l a c t o c a r n a l.

Y

e stu ­

v o u n a n o c h e a c o s ta d o en su ca m a c o n tre s b e a ta s d e sn u d a s y é l se d e s­ n u d ó e n c u e r o s e n lo s d ic h o s a c to s c a r n a le s , y le s d e c ía a la s q u e c o n lo s te n ía n

q u e si s e s in tie s e n

q ue ech asen

la s c r ia tu r a s .

q u e p a r e c ie s e

q u e e sta b a n

Y

p r e ñ a d a s le a v is a s e n , q u e é l le s q u e si se

con

su

v ir g in id a d :

d e su s b e a ta s e s te r e m e d io , d e s p u é s cu en ta co n

e lla , d ic ie n d o

h u b ie r e n y

de hecho y

q u e é l q u e r ía

d a r ía

con

d a r ía

con

p e d id o

una

d e c a s a r , le s h a b ié n d o le

a p lic a d o v o lv ió

probar que

a ten er

e r a v e r d a d . E l c u a l,

e n la s e s p e c ie s s a c r a m e n ta le s , u s a b a d e h e c h iz o s y e n c a n t a m ie n t o s . m u c h a s ig le s ia s , e l d ic h o a c c e s o c a r n a l. m ozas d e p oca ed ad .

536

Y

Y

no

q u e r ía

él

c o n fe s a r s in o

Y

en

a la s

d io lu g a r a q u e c ie r t a s p e r s o n a s s e m u r ie s e n

s in

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1570-1582)

confesión, por no haberlas querido confesar pudiendo hacerlo. Y ha­ ciendo que las tales beatas le prestasen obediencia, y penitenciaba a las que sin él hacían alguna cosa con otros. Y prohibíales que no se confesa­ sen sino fuese con él, y, si con otro se confesasen, no descubriesen lo que con él pasase. [Sentencia:] Que salga al auto en forma de penitente, y privado per­ petuamente de todo ejercicio de sus órdenes, y que sirva en las galeras de Su Majestad por galeote al remo sin sueldo por tiempo de seis años, y desterrado perpetuamente de todo el distrito de la Inquisición de Llerena. El bachiller Rodrigo V á z q u e z , clérigo predicador, vecino de la villa de La Morera, por la misma doctrina de los Alumbrados y, so co­ lor de enseñarlas, llevado su virginidad a algunas beatas, sus hijas de confesión, dándoles a entender que no era pecado, según y como los demás de arriba quedan dichos. Y haber dicho que el Santo Oficio de la Inquisición era el infierno; y los inquisidores, los diablos, herejes y malos cristianos; y que mal siglo hubiere el rey Don Fernando y la reina Doña Isabel, porque metieron la Inquisición en España; y bien hubiesen los de Alemania y Inglaterra por no haberla consentido; y que mal hu­ biese el Gran Turco porque con setenta o ochenta mil turcos no venía a destruir a España, que con menos gente se destruyó en tiempo del rey Don Rodrigo; y que se habían de ir los hombres fuera de estos Reinos, y que así había aconsejado a algunas personas que con él se confesaban. [Sentencia:] Que salga al auto en forma de penitente, y abjuración de levi, y privado perpetuamente de confesar y predicar, y que esté re­ cluso en un monasterio o hospital que le fuere señalado para que sirva en él por tiempo de cuatro años, y desterrado de la villa de La Morera y Salvatierra con dos leguas alrededor, y privado del beneficio de La Morera, y que en la sala de la audiencia se le dé una disciplina rigurosa, y pague 40.000 maravedís para gastos del Santo Oficio de la Inquisición. 8.

9. Fray Pedro de S a n t a M a r í a , profeso de la Orden de san Fran­ cisco, de la Provincia de San Gabriel de los Descalzos, natural de Valladolid, por la dicha doctrina de Alumbrados y haber dicho muchos errores y herejías. [Sentencia:] Que salga al auto en forma de penitente, y abjure de levi, y retracte y declare las proposiciones de que le han testificado, según la cualidad de cada una, como le fuere ordenado, en la iglesia de la villa de Salvatierra y los demás lugares donde las predicó; y privado de con­ fesar y predicar perpetuamente, y recluso en la parte que le fuere seña­ lado, fuera del distrito de esta Inquisición y de la Provincia de San Ga­ briel, por tiempo de seis años, y en ellos no tenga voto activo ni pasivo, 537

ALVARO HUERGA

y sea el postrero en el coro y refectorio, y por los dichos seis años esté privado del ejercicio de las órdenes, con que pueda celebrar las tres Pascuas del año y los días de Nuestra Señora y fiestas de Apóstoles. 10. Joan B e r n a l , zapatero, natural de Fuentes de Segura, vecino de Fregenal, por la misma doctrina de los Alumbrados, que decía que lo que se decía y leía en el Edicto tocante a Hernando Alvarez y a los de­ más Alumbrados cerca de la oración mental y de los que están en esta­ do de gracia que tenía revelaciones eran católicos, aunque el Santo Ofi­ cio los daba por heréticos; y que en muchas cosas que hacía y decía se seguía por sus mociones interiores y las tenía por revelaciones de Dios, aunque fuesen disparates. [Sentencia:] [Que salga] al auto, abjuración de levi y 200 azotes y desterrado del distrito por seis años, y no trate de las cosas de que ha sido acusado con persona alguna, so pena que cumplirá el destierro en salvas. 11. María G o n z á l e z , mujer que fue de Francisco García, vecino de Villanueva de Barcarrota, por la misma doctrina de los Alumbrados y que fue llevada por maestra de la dicha doctrina a la villa de Zafra y en su casa la enseñaba y allí acudían las beatas y algunos de los clérigos Alumbrados, donde se vían con ellas y tenían tocamientos deshonestos y abrazos; y si las beatas tenían escrúpulos de aquello, se los quitaba diciendo y dando a entender que aquello no era pecado. [Sentencia:] Al auto en forma de penitente, abjuración de levi y 100 azotes, y sea consignada en la parte y lugar que le fuere señalado por tres años, y más los que fuere la voluntad del Ill.mo señor Inquisidor General y de los señores del Consejo, y por el tiempo que les pareciere a los inquisidores, y que confiese solamente con la persona o personas que le fuere señalado, y que ni en público ni en secreto no trate de los negocios de los Alumbrados con persona alguna, so pena de ser habida por convencida y será castigada con todo rigor.

12. María M a c í a s , beata, vecina del Almendral, por lo mismo. Diósele la misma pena. 13. Catalina L ó p e z , beata, vecina de la villa de Zafra, p o r l o mismo. La misma pena. 14. Anna V á z q u e z , beata, vecina de la villa de Zafra, por lo mismo. La misma pena. 15. María G u t i é r r e z , mujer que fue de Alonso Sánchez, mercader, vecina de la villa de Zafra, por lo mismo. La misma pena, salvo los azo­ tes, y que pague 50.000 maravedís para gastos del Santo Oficio. 16. Leonor L ó p e z , beata, hermana de la dicha María Gutiérrez, ve­ cina de Zafra, por lo mismo. Diósele la misma pena que a la dicha su hermana, con que la pecuniaria sean 30.000 maravedís. 538

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

17. Catalina de V a l d i v i e s o , vecina de Zafra, por lo mismo. La mis­ ma pena que se dio a María Gutiérrez.

Elvira Z a m b r a n a , esclava Fuente el Maestre, por lo mismo. 18.

de

García López Sayago, vecina de La

[Sentencia:] Al auto, abjuración de levi, 100 azotes, y que no trate de aquí adelante de los dichos negocios, so pena de ser habida por con­ vencida de los delictos de que fue testificada y acusada, y por el tiempo que pareciere a los inquisidores no confiese sino con la persona o per­ sonas que se le señalare, y que su amo no la venda sin licencia de los inquisidores. 19. María S á n c h e z , beata, vecina de La Fuente el Maestre, por lo mismo y tener gran dureza y soberbia y presunción de sí misma, te­ niéndose por perfecta, y por haber subido en púlpito para predicar la dicha doctrina y haber tenido y dicho muchos desacatos contra los mi­ nistros del Santo Oficio. [Sentencia:] Al auto, en forma de penitente con una mordaza en la lengua, abjuración de levi y 400 azotes —200 en Llerena y 200 en La Fuente el Maestre—, cárcel perpetua irremisible en la parte que le fue­ re señalado, y que no trate con persona alguna los negocios de los Alum­ brados, so pena de ser convencida de los delictos de que ha sido tes­ tificada.

AHN.: Inq., legajo 3716, expediente n.° 14.

539

14

ALUMBRADOS ABSUELTOS DE LA INSTANCIA POR DEFUNCION Zafra 25.

Francisco de Z a m o r a , clérigo presbítero, natural y vecino de Zafra, de edad de 4 0 años. Fue testificado con 1 0 0 testigos de las cosas y cerimonias de los Alumbrados y que era uno dellos. Votóse a pri­ sión y , comunicado con V. S. Ill.ma, la mandó executar, y en las primeras audiencias y acusación confesó algunos hechos de Alum­ brados, negando la intención; y recibida la causa a prueba y rati­ ficados los testigos, murió en las cárceles. Llamóse su memoria y fama, y no pareció defensor; diósele de oficio y en la publicación de testigos, y no alegaron defensa. Fue absuelto de la instancia y, comunicado a V. S. Ill.ma, mandó hacer justicia y que se hiciesen las demás causas semejantes sin comuni­ carlas.

La Roda 26.

540

El bachiller Gaspar S á n c h e z , clérigo presbítero, natural y vecino de La Roda junto a Estepa, de edad de 33 años. Fue testificado con los mismos testigos y de las mismas cosas que el precedente, por­ que eran compañeros, y en las primeras audiencias y a la acusación confesó algunos hechos, negando la intención; y recibida la causa a prueba y ratificados los testigos, murió en las cárceles. Llamóse su memoria y fama y pareció un hermano suyo en su defensa, diósele la publicación y alegó abonos y tachas. Absolvióse de la instancia.

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

Frexenal 27.

Francisca R o d r í g u e z , hidalga, vecina de Frexenal, de edad de 25 años. Fue testificada con 27 testigos que era alumbrada y hacía y decía públicamente las cosas de los Alumbrados. Fue presa y en el discurso de su causa confesó muchos más hechos de Alumbrados, de los que estaba testificada, negando la intención; y estando la causa definitivamente conclusa y votada en discordia, murió en las cárceles. Llamóse su memoria y fama, y, substanciada la causa, fue ab­ suelta de la instancia. AHN.: Inq., legajo 1988, expediente n.° 15, f. 8 r.-v.

541

SERIE B:

SOBRE FRAY ALONSO DE LA FUENTE 15

[FRANCISCO DE PORRES, S.J.] H e c h o s y d i c h o s de f r a y A l o n so d e la F u e n t e , f r a il e d e S a n t o m in g o , de la

P r o v in c ia d e A n d a l u c ía , y l o q u e s o b r e e l l o se h a

Do­

h e c h o

HASTA 2 0 DE JULIO DE 1 5 7 6 .

En Ja provincia del Andalucía, en el partido de Llerena, tierra de Ex­ tremadura, residía un fraile de la Orden de Santo Domingo, que se lla­ maba fray Alonso de la Fuente, al cual acreditaba el Santo Oficio de la Inquisición encomendándole sermones y otras cosas. El dicho fraile fue al reino de Portugal y allá dio ciertos Memoriales o libelos infama­ torios contra nuestra Religión y contra el padre fray Luis de Granada, de su misma Orden. Dio uno al Cardenal Infante, otro a los Inquisido­ res de Lisboa, otro al Provincial de los frailes de Santo Domingo, y no se sabe si dio más Memoriales a otras personas, porque solos estos tres se han descubierto. Habló mal de la Compañía en diversas partes de aquel reino, procurando en todo desacreditarla, infamándola en cosas graves, conforme a lo que escribió en sus Memoriales arriba referidos, que estaban firmados del dicho fray Alonso de la Fuente; y, vistos, pa­ reció a Su Alteza era negocio digno de mucha consideración y de cas­ tigo ejemplar, atento el gran daño que en aquel reino y en el de Castilla este fraile había hecho a la Compañía. Y así determinó de escrebir a la majestad del rey don Felipe y al Inquisidor General de Castilla y al Nun­ cio de Su Santidad y a otras personas graves; y juntamente •con las cartas envió los dichos libelos infamatorios que había sembrado el di­ cho fraile a Su Majestad, suplicándole fuese servido de mandar exami­ nar el caso y hacer justicia. Vino con esta embajada un secretario del dicho Ser.mo Cardenal In­ fante, que se llama Manuel Antúnez, sacerdote, hombre docto y de mu­ cha prudencia y diligencia. Su Majestad lo recibió muy bien y, habien­ do visto las cartas y recaudos, le remitió al Inquisidor General de estos reinos y al Consejo Supremo de la Inquisición, encomendando mirasen 542

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (157 0 -1 5 8 2 )

mucho el negocio; el cual se vio en el Consejo General de la Inquisición, y de la vista resultó que mandaron venir a esta Corte al dicho fray Alonso de la Fuente; y venido, después de le haber dado una reprehen­ sión, en la cual decía que no había sido su intención dañar a la Compa­ ñía y otras cosas a este tono en disculpa suya, y si algo había dicho se retractaba, etc., visto su arrepentimiento, los señores del Consejo Ge­ neral de la Inquisición se hubieron con él piadosamente; y así le manda­ ron estuviese recluso en Sevilla, en un monesterio de su Orden, que se llama Portaceli, por el tiempo que fuese voluntad del señor Inquisidor General. Mandáronle que no predicase ni tratase de las cosas conteni­ das en los Memoriales contra la Compañía. Mandáronle asimismo que no entendiese más en las cosas del Santo Oficio. Hecho esto, el fraile se fue a Sevilla al monesterio señalado y el señor Inquisidor General escribió una carta al Cardenal Infante, en la cual daba razón a S. A. de lo que habían hecho, abonando la Compañía y al padre fray Luis de Granada y otras cosas a este propósito. En hacer lo susodicho se ha tardado desde el mes de marzo hasta mediado julio. Y todo este tiempo ha estado en Corte el dicho Manuel Antúnez, secretario del Ser.mo Cardenal Infante, informando y solici­ tando el negocio y pidiendo justicia contra el fraile o contra los que se hallaren culpados. Y no se ha contentado con el castigo que se ha dado, porque dice que el caso es grave y que merece la pena del talión, y por­ que ha sabido que el dicho fraile ha hecho el mismo oficio en Castilla que procuró hacer en Portugal, en escripto y de palabra. Por lo cual en­ tiende que en todos los reinos de Castilla se ha hecho particular infor­ mación e inquisición contra los de la Compañía; y en los edictos del Santo Oficio, que se leen cada año, se añadieron las cosas que este fraile dio en sus Memoriales. Por lo cual está claro que todos los inquisidores de Castilla y los consultores y los obispos y provisores que se hallan en las audiencias del Santo Oficio habrán tenido siniestra relación contra los de la Compañía, lo cual puede dañar mucho (por ser las cabezas en lo espiritual) para el fructo que los de la Compañía pretenden hacer en las almas de los prójimos con sus ministerios. Ultra de esto, ha sabido que en Llerena, tierra de Extremadura, y otras partes por donde este fraile ha andado y predicado, se ha retirado mucha gente de los Ejercicios y obras virtuosas en que se ocupaba. Y así le parece que el castigo de este fraile fuese público y ejemplar, para restaurar los daños que se han hecho. Y para entender la voluntad del Ser.mo Cardenal Infante, le ha es­ cripto y enviado la carta del Inquisidor General y representado lo arri­ ba dicho, con otras cosas. Y también ha representado a S. A. los medios que se le ofrece que se pueden tomar para lo que se pretende. Que son los siguientes: 543

ALVARO HUERGA

— El primero, que S. A. había de escribir a la majestad del rey don Felipe quejándose del poco castigo que se ha hecho, y también que es­ cribiese al Ser.mo rey de Portugal y [a] la reina en esta conformidad. Hecho esto, — El segundo medio es que en Portugal el Santo Oficio procediese contra el dicho fray Alonso, citándole y haciendo las demás diligencias necesarias, como a hombre que allá hizo el delito; lo cual se puede ha­ cer, pues en Castilla no se ha procedido jurídicamente contra él; y con esto, enviando requisitoria concreta del rey y de la reina y del Cardenal Infante para la majestad del rey don Felipe, es de creer que S. M. man­ dará remitir allá al dicho fraile delincuente; — El tercer medio (hallándose algún inconveniente en lo dicho) era que en Portugal se procediese contra el dicho fraile por el Santo Oficio hasta sustanciar el proceso, y entonces enviarle al Sumo Pontífi­ ce para que S. S. citase para Roma al dicho fraile y le mandase senten­ ciar según el delito. — Lo cuarto, que representó que si el Papa cometiese el negocio a alguno en estos reinos de Castilla se entiende que, por haber tratado de él el señor Inquisidor General y los señores del Consejo General de la Inquisición y dado alguna manera de castigo al fraile (aunque no ju­ rídicamente), se procederá con alguna blandura; y también porfque] el Santo Oficio se ha ayudado de este fraile para algunos negocios, y quieren decir que él ha descubierto la herejía de los Alumbrados que dicen hay. Y por este respecto el Santo Oficio por acá se entiende pro­ cederá con alguna blandura, en especial habiéndose servido de este frai­ le en algunas cosas, las cuales se desdorarían en parte si le diesen cas­ tigo con publicidad. En este estado está el negocio, y el dicho Manuel Antúnez está en esta Corte aguardando respuesta del Ser.mo Cardenal, con intento de hacer lo que S. A. le mandare. Cuando el Cardenal Infante escribió a la majestad del rey don Fe­ lipe, escribió también al Sumo Pontífice y envió traslado auténtico de los Memoriales o libelos infamatorios. Su Santidad, por medio del car­ denal [de] Como, su secretario, escribió al Ill.mo Nuncio que reside en esta Corte que procurase que el dicho fraile fuese castigado; y así Su Se­ ñoría hizo algunas diligencias con el Inquisidor General, las cuales toda­ vía habrán aprovechado. Como el castigo no ha sido público, y el daño sí, todavía desea satis­ facción pública. Dios nuestro Señor será servido que se aclare la verdad para bien universal de la Iglesia. [Madrid, 31 julio 1576] ARSI.: Hisp. 144, ff. 164 r.-165 v. 544

16

[FRANCISCO DE PORRES, S.J.]

L O QUE H A Y DE NUEVO SOBRE EL NEGOCIO DE FR. ALONSO DE LA FUENTE, de la

O r d e n d e S a n t o D o m in g o .

En 31 de julio pasado escrebí a V. P. y envié unos largos memoriales con relación del negocio de fr. Alonso de la Fuente, religioso de la Orden de Santo Domingo, el cual ha hecho y ha dicho algunas cosas contra nuestra Compañía y contra el p. fr. Luis de Granada, de su religión, como tengo avisado más largo; y ofrescí que, en viniendo la respuesta del Serenísimo Cardenal Infante de Portugal, avisaría a V. P.; y así lo hago en este memorial, para que V. P. tenga entera relación y ordene lo que más convenga al servicio de Dios nuestro Señor y bien de la Compañía. Escribió el Cardenal Infante una carta muy larga al secretario suyo, que se llama Manuel Antúnez, el cual está en esta Corte entendiendo en el negocio. En ella le manda que hable a la majestad del rey Don Phelipe y le dé dos cartas suyas que le envía, en las cuales se queja del poco castigo que se había dado al fraile y pide que se cometa el negocio al Nuncio de Su Santidad que reside en esta Corte, para que conozca del caso jurídicamente; y escribe al Nuncio sobre lo mismo; y también es­ cribe a Roma, a todas partes con harta fuerza y encarecimientos, y man­ da a Manuel Antúnez, su secretario, que informe a Su Majestad de pa­ labra y le muestre los libelos o Memoriales de fr. Alonso de la Fuente, leyéndole algunas cosas de ellos. Estas cartas y recaudos llegaron a esta Corte ayer, 9 de agosto. Su Majestad está en el Escorial. Dicen vendrá a esta villa pasado hoy, día de San Lorenzo, que se hace allí la fiesta; que, viniendo, está determina­ do el dicho Manuel Antúnez de hacer lo que el Cardenal le manda; y si no viniere dentro de dos días, irá al Escorial. De lo contrario, avisaré a V. P. con la primera ocasión. El dicho Manuel Antúnez, secretario del Serenísimo Cardenal Infan­ te, me dio aquí parte de este negocio; yo la di al padre provincial, que 545

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A VARO HUERGA

a la sazón se halló en este Colegio y habló también al dicho secretario; y habiendo entendido lo que pasaba, juntó al padre rector y consulto­ res de este Colegio para ver lo que convenía hacer (habiéndoles primero mostrado los dichos libelos a cada uno en particular) y a todos los de la consulta, que fueron siete con el padre provincial, pareció que era negocio grave y que este fraile había hecho mucho daño a la Compañía en toda España; y también les pareció que era poco el castigo que se le había dado, por no haber habido satisfacción pública, con la cual se pudieran restaurar los daños hechos; pareció también que era razón que el padre provincial escribiese al Serenísimo Cardenal Infante besando a S. A. las manos y agradeciendo la merced tan singular que había he­ cho a la Compañía y ofreciendo a S. A. nuevo reconocimiento para escomendar a Dios nuestro Señor su vida y estado, y así lo hizo el padre provincial; también pareció a los seis de la consulta (de siete que eran) que se debían procurar todos los medios para que el dicho fraile fuera castigado. El uno tuvo diferente parecer, pareciéndole que era mejor disimular y callar y dejar la causa a Dios, procurando los de la Compa­ ñía vivir bien ejemplarmente, porque por este camino se allanarían to­ das las dificultades y no dañarían las diligencias de fr. Alonso de la Fuente. Ultra de lo dicho, pareció que era bien hablar en esta Corte sobre el negocio al licenciado Negrón, abogado famoso y muy buen cristiano y amigo de la Compañía, el cual había sido muchos años consultor del Santo Oficio de la Inquisición en Sevilla, donde residía; al cual se le dio relación en secreto de lo que pasaba y se le pidió su parecer, para ver qué medio se podría tomar en caso de que el negocio se hubiese de lle­ var por rigor. Y respondió lo siguiente: lo primero, que tenía por cierto que el Sumo Pontífice -no conoscería deste negocio ni lo cometería a persona alguna que conociese de él, siendo informado de lo que el Inqui­ sidor General y el Consejo de la Inquisición habían hecho con el dicho fraile, porque él tenía experiencia de otras cosas; lo segundo que dijo: que le parecía que los de la Compañía no debían de tratar de este ne­ gocio procurando mayor castigo para el fraile, antes habían de rogar por él y procurar no fuese el negocio adelante, dejándolo a Dios, que volvería por su causa, pues todos aquéllos a cuya noticia hubiesen ve­ nido las calumnias del fraile, viendo en la Compañía lo contrario, como lo ven, entenderían ser falsedad; y con esto le parecía que se ganaba la voluntad del Inquisidor General y de los inquisidores del Consejo Su­ premo de la Inquisición, lo cual podría aprovechar para muchas cosas y casos que se ofrecen. Esto es lo que dijo el licenciado Negrón. Porque entiendo irán con este correo las cartas que escribe el Sere­ 546

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nísimo Cardenal Infante a Roma, me pareció escribir lo dicho. En sa­ biendo la respuesta de S. M., avisaré de lo que hubiere de nuevo. Madrid, 10 de agosto de 1576. Y aunque es verdad que hasta ver lo que S. M. manda acerca de este negocio no se puede hacer diligencia alguna ni tomar resolución si con­ vendrá o no, de nuestra parte, hacer alguna diligencia, por si acaso conviniese hacerse y de allá se ofreciese correo para esta Corte, me holgaré saber la voluntad de V. P., porque podría ser fuese necesario que, de parte de la Compañía y de parte de fr. Luis de Granada, se diese poder para la causa al secretario Manuel Antúnez (que entiende en el negocio) o a otra alguna persona; y también si convendría que yo, como procurador de la Compañía, haga las diligencias que convengan. Mire V. P. que este fraile (a lo que parece por sus Memoriales y por sus hechos y dichos) pretendió que hicieran de la Compañía lo que se hizo de los Templarios, porque mayores son los delitos que este fraile dice hacen los de la Compañía que fueron los de los Templarios (según cuentan algunos)- Y pues V. P. es padre de toda esta Religión, podrá juzgar y ordenar lo que convenga hacer acá de mi parte. Buena dis­ posición hay para ejecutar cualquier cosa, entendiendo ser voluntad de V. P. (Al dorso:) Memorial para N. Padre General. Sobre el negocio de fr. Alonso de la Fuente. ARSI.: Hisp. 144, ff. 166 r.-167 v.

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17

JUAN DE CASTAÑEDA, d e la

M e m o r ia l d e lo q u e e l

P.

fr

. A lo n so

F u e n t e m e d ijo e n e l c a m in o

Yo me encontré con el p. fr. Alonso de la Fuente en un pueblo que se llama Adamuz, cinco leguas de Córdoba, y determiné venirme con él por parecerme buena compañía hasta Madrid. Y hablando algunas cosas, comenzamos a hablar de la Compañía, el cual me la comenzó a alabar mucho y decirme que era gente muy santa y que hacía mucho fruto en la Iglesia; y poco después, volviendo la plática, me empezó a abrazar desde la muía, diciendo: carissime, diligo te in visceribus meis. Alzó las manos en alto y dijome que me tenía grande lástima de verme engañado de unos sicofantas y malditos, que había treinta y tantos años que traían engañada la Iglesia. Aquí dijo en general grandes maldades y perrerías que no se sufre oírlas ni contarlas. Después de haber dicho todo esto, me tomó juramento de no decir a ninguno de la Compañía lo que me quería decir, y yo le hice; y él también juró un gran jura­ mento que todo lo que me quería decir era verdad. Dijome cómo era consultor del Santo Oficio de Llerena y que habían allí prendido diez clérigos discípulos de los de la Compañía y que el p. maestro Santa Cruz, habiéndole preguntado por ellos, dijo que eran unos grandes sier­ vos de Dios, y me juró que vio una mujercilla, que confesaba el p. Santa Cruz, negar la obediencia al Sumo Pontífice y que decía que su maestro se lo había enseñado. Aquí me dijo grandes maldades de los de la Com­ pañía y que los padres de Plasencia eran muy grandes bellacos y que habían hecho grandes deshonestidades con muchas mujeres sus peniten­ tes, haciéndolas desnudar delante de ellos para ver si estaban mortifica­ das y otras suciedades de esta manera. El venía sembrando grandes abominaciones de los de la Compañía por todo el camino. En llegando a la posada, en habiendo corrillo de gente, luego decía que venía de Llerena, adonde estaban presos diez teatinos y que eran muy grandes herejes, de manera que, sin ninguna duda, entendían que eran de la Compañía, y algunos decían en qué po548

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dían parar estos desventurados sino en eso. En todas partes y con cualesquier personas luego decía que ya la Iglesia había entendido las mal­ dades y herejías que éstos predicaban, que eran las más secretas que la Iglesia había tenido. Tornóme después a tomar juramento de guardar secreto y él me juró que era verdad lo que quería decir. Y dijo que estaba toda la Igle­ sia con grandes recelos de la doctrina que éstos predicaban y que sabía por parte de la Inquisición que antes de año y medio habían de dar en el suelo y que habían de quemar las cabezas y que si no fuese así le tu­ viese por gran bellaco. Y como sabía que yo había estado en la Compañía, me pidió, ponién­ dome grandes escrúpulos, que le dijese verdad a lo que me quería pre­ guntar. Díjome si había en la Compañía pecados de sodomía y si hacían otras cosas de esta manera, porque me dijo que eran estas cosas muy usadas en la Compañía. Yo le dije la verdad de lo que había y él me sacó entonces un librico lleno de herejías y me fue preguntando si había oído alguna de aquellas cosas en la Compañía. Díjome aquí que decían mal de los ayunos y de la oración vocal y del no traer camisa y que, en las reglas de la Compañía y constituciones, había hallado la Inquisición cuarenta herejías. Quísome a mí persuadir que era hereje y preguntóme muchas cosas de la oración. Yo le dije lo que la Compañía practicaba en eso. Luego comenzó a abrazarme otra vez y me dijo: ¡oh pobrecito de él, que lo tienen engañado! Y dio un gran sospiro, diciendo: Pues si a él, habiendo tan poco que está ahí, le tienen engañado, qué harían los que están criados en eso. También me dijo aquí muchas maldades de la Compañía, que por ser cosas que él a todos decía, no las cuento. Era tanta la opinión que todos le daban a lo que decía, que venía un caballero de México y pre­ guntándole yo que qué decían de la Compañía, me la alabó mucho; y de a un rato que oyó al fraile decir sus cosas, luego escupía cuando oía mentar alguno. En llegando a Toledo me llevó a S. Pedro Mártir y estuve allí dos días con él, y persuadióme que me guardase como del demonio de tal gente y pidióme con mucha instancia que me fuera con él a Llerena a dar información de la vida de la Compañía; yo no quise ir. Después ve­ nimos hasta Madrid juntos, hasta que me despedí de él. Juan de Castañeda Acuérdome haberme dicho que el p. fr. Luis de Granada era muy grande hereje y que los libros que había hecho estaban llenos de here­ jías, principalmente el de la oración y meditación. 549

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Dijome también que eran los de la Compañía los mayores herejes que había habido en la Iglesia. A todas las cosas que me preguntaba de herejes, si había oído, o de deshonestidades, siempre respondí que no había tal cosa. Juan de Castañeda (Al dorso:) «Para nuestro Padre General. Lo que dijo a Castañeda fr. Alonso de la Fuente.» ARSI.: Hisp. 144, ff. 181 r.-182 v.

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Sección III

CORRESPONDENCIA

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S e r ie

A: DEL «DIARIO» DEL CONSEJO

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Aquí se ha entendido que por algunos lugares dese distrito entre muchas personas, hombres y mujeres, está sembrada cierta doctrina que llaman de Alumbrados, de lo cual se os da noticia; y porque quere­ mos saber lo que en esto hay y las diligencias que sobre ello habéis hecho y el estado en que está ese negocio, converná nos deis luego aviso de todo muy en particular, con vuestro parescer; para que mejor se entienda lo que es, nos enviaréis todos los papeles y diligencias hechas en esto, porque nos da mucho cuidado esta novedad. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 21 de abril, 1573 Los Señores mismos [Don Rodrigo de Castro, El Licenciado Hernando de Vega y de Fonseca, el Doctor Redín, el Licenciado Velarde] AHN.: Inq., libro 578, f. 82 v. 19

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Tres cartas vuestras de 11 del presente recebimos, y enviaréis aquí con el primero los papeles y diligencias hechas sobre la doctrina de Alumbrados que nuevamente se ha sembrado en algunos lugares dese 553

ALVARO HUERGA

distrito, como os está escrito; y asimismo nos enviaréis el proceso que habéis hecho contra Alonso Calderón, morisco de los del reino de Gra­ nada, que os remitió el corregidor de Plasencia, para que, visto, se os ordene lo que hayáis de hacer. Lo que decís se ha hecho cerca de la paga de las casas que en la ciudad de Plasencia se compraron para el Santo Oficio está bien, y con brevedad se os dará aviso de lo que se haya de hacer en ellas. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 20 de mayo, 1573. Don Rodrigo, obispo de Segorbe, Vega Velarde AHN.: Inq., libro 578, f. 86 r.-v.

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Recebimos vuestras cartas de 17 del pasado y juntamente las dili­ gencias y testificaciones que en ese Santo Oficio se han recebido y he­ cho acerca de la doctrina que llaman de Alumbrados, las cuales se ve­ rán con la brevedad que haya lugar y se os dará aviso de lo que en el negocio se acordare [...]. En Madrid, a 3 de junio, 1573. *

Los Señores Don Rodrigo, obispo de Segorbe, Vega Velarde

AHN.: Inq., libro 578, f. 91 v.

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Aquí se ha visto la información que enviastes contra Francisco de Z a m o r a , Gaspar S á n c h e z y Hernando A l v a r e z , y los demás culpados que llaman Alumbrados; y, consultado con el Reverendísimo Señor In­ quisidor General, ha parescido remitíroslo para que lo veáis todo y ha­ 554

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gáis las diligencias necesarias cerca de esta materia; y, hechas, proce­ deréis contra todas las personas que halláredes culpadas, yendo en los negocios con toda justificación, atento que parescen graves. Y de lo que en ellos se hiciere, siempre iréis dando aviso al Consejo. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 15 de julio, 1573. Los Señores obispos de Zamora y Segorbe, Velarde AHN.: Inq., libro 578, f. 101 v.

22

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Con ésta se os envía una carta que fray Alonso de la Fuente, de la Orden de santo Domingo, ha escrito al Licenciado Salvatierra, fiscal del Consejo. Verla héis, señores, y cerca de lo en ella contenido examinaréis al dicho fray Alonso de la Fuente, y haréis todas las otras diligencias que convengan y la gravedad del caso lo requiere. Y de lo que en estos ne­ gocios hobiéredes hecho e hiciéredes, daréis siempre aviso al Consejo, como os está ordenado. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 19 de agosto, 1573. Los Señores obispos de Zamora y Segorbe, Vega AHN.: Inq., libro 578, f. 107 v. 23

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA [...] Las proposiciones que de aquí adelante se hobieren de dar a cualificar en los negocios que en ese Santo Oficio se ofrescieren envia­ réis aquí para que se haga la diligencia, sin enviarlas a Sevilla, como escrebís lo hicistes en el negocio de los Alumbrados, pues decís no te­ néis entera satisfacción de los teólogos que hay en esa villa [...]. En Madrid, a 10 de octubre, 1573. AHN.: Inq., libro 578, f. 124 r. 555

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EL CONSEJO A TODOS LOS TRIBUNALES ( Acordada) Muy Reverendos Señores: Por las Relaciones de los auctos que vienen al Consejo se entiende la mucha frecuencia que hay en el delicto de decir que la simple forni­ cación no es pecado y la poca enmienda que en este error hasta ahora ha habido con ver el castigo que por él se hace cada año en todas las Inquisiciones; habiéndose platicado cerca de lo que converná proveer­ se para que los delincuentes sean castigados con el rigor que la cualidad del delicto reqtiiere, y consultado con el Reverendísimo Señor Inquisi­ dor General, se ha acordado que de aquí adelante procedáis, señores, contra los que tuvieren este error como contra herejes, para que a ellos sea castigo y a otros exemplo. Lo cual cumpliréis así. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 23 de noviembre, 1573. Los Señores Don Rodrigo,, obispo de Segorbe, Vega Velarde AHN.: Inq., libro 578, f. 136 v.

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EL CONSEJO A TODOS LOS TRIBUNALES (Acordada) Muy Reverendos Señores: Por entenderse que el daño que algunos confesores hacen solicitan­ do in actu confesionis a sus hijas de penitencia es mucho y cuánto con­ viene que la punición y castigo deste delicto sea con el rigor que la cua­ lidad dél lo requiere, consultado con el Reverendísimo Señor Inquisidor General ha parescido que de aquí adelante, cuando estos negocios ocu­ rrieren en esa Inquisición, los veáis y votéis, señores, con el ordinario y consultores eclesiásticos tan solamente, y antes de executar lo que en 556

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ellos se acordare, los enviaréis al Consejo para que, vistos, se os ordene lo que en la prosecución dellos debéis hacer. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 4 de diciembre, 1573. Los Señores Don Rodrigo, obispo de Segorbe, Vega Velarde AHN.: Inq., libro 578, f. 137 r. 26

EL CONSEJO A FRAY ALONSO DE LA FUENTE Reverendo Señor: Porque para cierto efecto conviene que con brevedad se llegue a esta Corte, le encargamos mucho lo haga así, que, venido, se le comunicará. Y avisarnos ha del recibo désta con el mensajero que la lleva y de su partida. Guarde nuestro Señor su reverenda persona. En Madrid, a 13 de enero, 1574. Los Señores Don Rodrigo de Cas­ tro, obispo de Segorbe, Licencia­ do Vega de Fonseca, Velarde (Sobrescrito:) Al Reverendo Sr. Fr. Joan [ = Alonso] de la Fuente, de la Orden de santo Domingo. AHN.: Inq., libro 326, f. 164 r. 27

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Vimos lo que escribís por la vuestra de 13 déste cerca del texado y parte de casa que se ha caído, adonde estaba el secreto, y pues decís que si se hobiere de tornar a reparar lo que se hundió de la dicha casa para exercer en ella el Oficio se seguiría mucha costa al fisco, consulta­ do con el Reverendísimo Señor Inquisidor General, ha parescido que, 557

ALVARO HUERGA

entretanto que se acomoda la que está comprada en Plasencia para pa­ sar a ella esa Inquisición, se tome la en que solía estar el Oficio antes que os mudásedes a ésa, y os paséis luego a ella a cumplirlo. Lo (har)éis, señores, así, y avisarnos heis de ello. Porque Su Señoría Reverendísima quiere saber el estado en que al presente están las causas de los clérigos que están presos sobre la ma­ teria de Alumbrados, converná que, vista ésta, enviéis al Consejo Rela­ ción dellas. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 22 de mayo, 1574. AHN.: Inq., libro 578, f. 178 r.

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Para poner en execución con toda brevedad lo que está acordado acerca de la mudanza desa Inquisición a la ciudad de Plasencia, consul­ tado con el Reverendísimo Señor Inquisidor General, ha parescido deis, señores, orden en que todas las causas pendientes en ese Santo Oficio, así las que se hobieren de despachar en auto público como fuera de él, se vean, determinen y despachen luego sin dilación alguna, excepto las que tocan a la materia de Alumbrados, que, por ser necesario hacerse más diligencias y averiguaciones, no conviene que al presente se des­ pachen. Y, hecho esto, vos, el Doctor Quexo, iréis a la dicha ciudad de Pla­ sencia, en donde, en compañía de algún alarife experto, que entienda bien, veréis las casas que fueron del arcediano de Medellín, que se com­ praron para este efecto, y, conforme a la instrucción y traza que con ésta se os envían, proveeréis lo que os parezca más convenir para que se pueda acomodar en ellas la Inquisición, especialmente lo que toca a la sala de la audiencia, secreto, y hasta doce o catorce cárceles y apo­ sento del alcaide; con lo cual se podrá exercer el Santo Oficio por aho­ ra, y para adelante se procurará dar la comodidad que hobiere lugar. Y ordenaréis, señores, a Francisco Ibáñez, receptor, que provea del dinero que fuere menester para la obra que se hobiere de hacer en las 558

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dichas casas, confome a la dicha instrucción y traza. Y de lo que en todo se fuere haciendo daréis aviso al Consejo. Guarde nuestro Señor vuestras muy reverendas personas. En Madrid, a 28 de mayo, 1574. Los Señores electo de Zamora, obispo de Segorbe, Vega Velarde AHN.: Inq., libro 578, f. 180 r.-v. 29

EL CONSEJO AL P. FRANCISCO VARGAS, O.P., PROVINCIAL DE LA PROVINCIA DE ANDALUCIA Muy Reverendo Padre: Para cosas que tocan al servicio del Santo Oficio, se ha mandado venir aquí al padre fray Alonso de la Fuente; y por el mismo efecto conviene que resida en la Provincia de León [ = Ex­ tremadura] y haga lo que se le ordenare por los inquisidores de Llerena. Dará, señor, orden cómo el dicho padre fray Alonso de la Fuente no sea removido de ahí. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, 29 de mayo, 1574. AHN.: Inq., libro 578, f. 182 r. 30

EL CONSEJO AL LICENCIADO JUAN LOPEZ MONTOYA Muy Reverendo Señor: Entendiendo el Reverendísimo Señor Inquisidor General las buenas partes de letras y virtud que concurren en vuestra persona y el cuidado con que os habéis ocupado y ocupáis en el exercicio de vuestro oficio y que así lo haréis en lo que se os encargare, ha sido servido proveeros por inquisidor apostólico dese distrito, como veréis por la provisión de Su Señoría Reverendísima, que se os envía con ésta. Por la necesidad que se ofrece de que los lugares del Maestrazgo de Santiago y otros algunos del distrito se visiten para averiguar mejor la verdad de lo que pasa en cierta doctrina de nuevos errores que se en­ tiende hay en esa tierra y la noticia que de ella tenéis, se ha acordado encomendaros la dicha visita; y así converná os aprestéis, señor, para ir a hacerla luego como recibáis ésta; y para ello se os envía un Memo­ 559

ALVARO H üERG A

rial original que en esta Corte presentó fray Alonso de la Fuente, de la Orden de santo Domingo. Verlo héis con mucha atención. Y comunica­ réis con él lo que os paresciere, para que os podáis aprovechar de sus advertencias y se pueda averiguar la verdad deste negocio; al cual orde­ naréis que acuda a los lugares donde hubiéredes de hacer diligencias en él; y pornéis en el edicto de la fe lo que va apuntado en un Memorial que se os envía, firmado del secretario Alonso de Dóriga. Cumplirlo héis así con toda brevedad, habiéndolo primero comunicado con vuestros co­ legas, a los cuales daréis cuenta de lo que hiciéredes y subcediere en la prosecución de la dicha visita, y también al Consejo muy en particular y a la contina. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 28 de junio, 1574. Los Señores electo de Zamora, obispo de Segorbe, Vega Velarde AHN.: Inq., libro

578, ff. 186 V.-187

r.

31

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Por la buena relación que el Reverendísimo Señor Inquisidor Gene­ ral tiene de las partes que concurren en la persona del Licenciado Juan López de Montoya, fiscal que ha sido en ese Santo Oficio, le ha proveí­ do por inquisidor apostólico dese distrito, como veréis por la provisión de Su Señoría Reverendísima que os presentará. Admitirle héis, señores, al uso y exercicio de su oficio, haciéndole todo buen acogimiento. Y por entender que conviene se visiten los lugares del Maestrazgo de Santiago y otros algunos lugares del distrito para averiguar mejor la verdad de lo que pasa en la doctrina de nuevos errores que se entiende hay en esa tierra, de que tenéis noticia en esa Inquisición, se le ordena se apreste luego para salir a hacer la dicha visita y la haga, aprovechán­ dose para ella de las advertencias que le dará fray Alonso de la Fuente, de la Orden de santo Domingo, como persona que tiene tanta noticia de lo que pasa en la dicha doctrina; y con la presente se os envía el Memorial original que presentó en este Consejo y la cualificación que en él hizo fray Hernando del Castillo, prior de Atocha, para que lo veáis todo juntamente con el dicho inquisidor; y al dicho fray Alonso escribi560

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réis haga lo que le ordenare el dicho vuestro colega, que para ello terná licencia de su Perlado, por habérselo advertido desde aquí. Y en el edicto de la fe que se hobiere de publicar en la dicha visita, pornéis lo conte­ nido en un Memorial que va con ésta, firmado del secretario Alonso de Dóriga. Y por ser el negocio de la importancia que es, nos da mucho cuidado y hénosle puesto mayor haber entendido que en la Inquisición de Sevilla se conoce desde delicto, de lo que se os advierte para la co­ rrespondencia que hobiéredes de tener con los inquisidores della. Y pues tenéis presas algunas personas por el dicho delicto, a la contina avisa­ réis al dicho inquisidor de lo que os paresciere convenir para la prose­ cución de la dicha visita. Y para entender el estado en que están las cau­ sas de los susodichos, consultado con Su Señoría Reverendísima, ha parescido enviéis, señores, al Consejo con mensajero propio una copia de las testificaciones y confesiones de las dichas personas. Y vos, el Doctor Quexo, suspenderéis la ida a Plasencia, como os es­ taba ordenado, hasta que otra cosa se os advierta. Guarde nuestro Señor vuestras muy reverendas personas. En Madrid, a 28 de junio, 1574. Los señores electo de Zamora, obispo de Segorbe, Hernando de Vega Velarde 32 EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE SEVILLA Muy Reverendos Señores: En Consejo se ha visto un capítulo de carta que vos, el Licenciado Salazar, escrebistes al Licenciado Arenillas tocante a la testificación que hay contra Doña Beatriz de Barrera, vecina desa ciudad, presa en esa Inquisición, y por ser negocio de tanta importancia, consultado con el Reverendísimo Señor Inquisidor General, ha parecido advertiros ha­ gáis, señores, las diligencias necesarias para saber y averiguar (la) ver­ dad, y si hay cómplices en el delicto, y quién enseña esa doctrina [...]. Y adviérteseos que en la Inquisición de Llerena se conoce deste de­ licto, para la correspondencia que hobiéredes de tener con los inquisi­ dores della. Y también nos avisaréis del estado de las causas de las mujeres y platero que se prendieron en Valladolid. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 28 de junio, 1574.Los dichos Señores A H N .:

Inq.,

lib r o 578, f. 185 r.

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33 EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Recebimos vuestra carta de 11 déste con las confesiones que María y Elvira Z a m b r a n a , morena, beatas, presas en las cárceles por la doctrina de nuevos errores que llamáis de los Alumbrados han hecho y las demás testificaciones tocantes a esta materia. Las cuales se han visto y, consultado con el Reverendo Señor Inquisidor General, ha pa­ recido examinéis, señores, a las susodichas y a las demás personas que resultaren culpadas muy particularmente, conforme al Memorial firma­ do del secretario Alonso de Dóriga que será con ésta, haciéndoles las preguntas y repreguntas que de sus respuestas paresciere ser necesarias para entender y averiguar la verdad, como lo debiérades haber hecho. Y de lo que destas diligencias resultare, daréis aviso al Consejo, yen­ do en este negocio con mucha atención, como la cualidad de él lo re­ quiere. El proceso de Francisco Xuárez, preso en las cárceles, se rescibió y verá con la brevedad que haya lugar. Nuestro Señor, etc. En Madrid, a 29 de julio, 1574. Sánchez

Los dichos Señores AHN.: Inq., libro 578, f. 197 r.

34 EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Porque de la visita que el Licenciado Montoya, vuestro colega, va haciendo por ese distrito sobre la doctrina de los nuevos errores que llaman de los Alumbrados, que se han descubierto en algunos lugares de él, resultan cosas graves y de importancia contra Hernán Alvarez y Francisco de Zamora, clérigos, y los demás que sobre la dicha doctrina están presos en esa Inquisición, y contra otras muchas personas, con­ sultado con el Reverendísimo Señor Inqcisidor General, se ha acordado 562

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que con los susodichos ni ninguno de ellos no hagáis, señores, audien­ cias ni otras diligencias algunas hasta que el dicho Licenciado Montoya vuelva de la visita con las diligencias que habrá hecho y se vea todo junto, y de aquí otra cosa se os ordene. Esto se hará, sin embargo de lo que por la nuestra de 29 del pasado se os ordenó cerca de que examinásedes a María Sánchez y Elvira Zambrana, morena, beatas, presas en esas cárceles por la dicha doctrina, y a las demás personas que resultasen culpadas. Y proveeréis que los dichos presos estén a buen recaudo, de manera que no se puedan ver ni comunicar unos con otros, porque así conviene para la verificación y claridad de estos negocios. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 31 de agosto, 1574. Los Señores electo de Zamora [D. Rodrigo de Castro'], obispo de Segorbe, Vega Velarde A H N .:

I n q ., l i b r o 5 7 8 , f . 2 0 6 r .

35 EL CONSEJO AL INQUISIDOR JUAN LOPEZ DE MONTOYA Muy Reverendo Señor: Vuestra carta de 23 del pasado recebimos y juntamente la copia de las testificaciones que se han recebido en esa visita tocantes a la doctri­ na de nuevos errores que llaman de los Alumbrados; las cuales se han visto y, consultado con el Reverendísimo Señor Inquisidor General, se ha acordado que luego como recibáis ésta, proveáis, señor, que con todo el recato y secreto posible sean presos con secresto de bienes en forma Francisco de Mesa, el Licenciado Mexía y Cristóbal Chamizo, clérigos presbíteros, sin que el uno sepa de la prisión del otro; y, pasados algu­ nos días después que se hobiese hecho la prisión de los susodichos, se prenderá asimismo Inés Sánchez, beata, con secresto de bienes. Lo cual haréis con la prudencia y cordura que de vuestra persona se confía; y a todos enviaréis a la Inquisición de Llerena, que a los inqui­ sidores de ella se ha ordenado tengan a buen recaudo así a éstos como a los demás que sobre la dicha doctrina están presos, de manera que no se puedan ver ni comunicar. 563

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Y continuaréis la dicha visita, y de lo que en ella se ofreciere, de que debáis dar aviso al Consejo, le daréis siempre. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 4 de setiembre, 1574. Los Señores electo de Zamora, Obispo de Segorbe, Vega Velar de, Pedro Gaseo AHN.:

I n q .,

libro 578, ff. 207 V.-208 r.

36

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Por nuestra carta de 20 de julio de este año se os ordenó pusiéredes preso en la cárcel de los familiares de ese Santo Oficio a Pedro de León, familiar de él en la ciudad de Plasencia [...]. Asimismo, por otra nuestra del último de agosto, se os ordenó proveyésedes que las personas que están presas en esa Inquisición por la nueva doctrina que llaman de Alumbrados estuviesen a buen recaudo para que no se viesen ni comunicasen; y porque de las testificaciones que el licenciado Montoya, vuestro colega, va haciendo en la visita que están haciendo en algunos lugares de ese distrito sobre la dicha doctri­ na, que se han visto en el Consejo, ha resultado que Francisco de Mesa, el licenciado Mexía y Cristóbal Chamizo, clérigos, e Inés Sánchez, beata, sean presos con secresto de bienes, y se le ha ordenado haga las dichas capturas, para lo cual enviaréis al alguacil, receptor y notario de secrestos. Convendrá que con estas personas que agora se prenden y las que lo están por este delicio proveáis, señores, se tenga gran vigilancia y cui­ dado, para que no se vean ni comuniquen en manera alguna, porque así conviene para la verificación y claridad de esos negocios. Guarde nuestro Señor vuestras muy reverendas personas. En Madrid, a 4 de agosto [léase: setiembre], 1574. A H N .:

564

Inq.,

Los dichos Señores lib r o 578, f. 208 r.

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: En el Consejo se han visto algunas testificaciones que el Licenciado Montoya, vuestro colega, ha recebido en Zafra; y por lo que dellas re­ sulta contra un Francisco G u t i é r r e z , clérigo presbítero, vecino de Za­ fra, que es tenido por uno de los maestros que enseñan la doctrina de los Alumbrados, consultado con el Reverendísimo Señor Inquisidor Ge­ neral. [ha parescido] que debe ser preso con secresto de bienes; y así lo haréis, señores, executar, proveyendo que el alguacil, receptor y no­ tario de secrestos vayan a prenderle y secrestarles sus bienes; y en la prisión y cárceles procuraréis se haga mucha cuenta de manera que no comunique ni hable con persona alguna. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 14 de setiembre, 1574. Los mismos Señores AHN.: Inq., libro 578, f. 212 r. 38

EL CONSEJO AL INQUISIDOR JUAN LOPEZ DE MONTOYA Muy Reverendo Señor: Recebimos vuestra carta de 7 de éste con lo que Catalina López, ve­ cina de esa villa de Zafra, ha añadido en sus confesiones; y holgamos de entender la buena orden con que habéis procedido y procedéis en ios negocios de la visita, que es conforme a la satisfacción que de vues­ tra persona se tiene. Y por lo que de algunas testificaciones que habéis recebido en esa villa resulta contra Francisco Gutiérrez, clérigo presbí­ tero, vecino de ella, que es tenido por uno de los maestros que enseñan esta doctrina de los Alumbrados, consultado con el Revd.mo Sr. Inqui­ sidor General, ha parecido que debe ser preso con secresto de bienes en forma; y así, se ha ordenado a los inquisidores de Llerena ejecuten la prisión, enviando para ello al alguacil, receptor y notario de secrestos, 565

ALVARO HUERGA

y que tengan mucha cuenta en su prisión para que no hable ni comunique con persona alguna. En Madrid, a 16 de setiembre, 1574. Los Señores electo de Zamora, Obispo de Segorbe, Vega AHN.: Inq., libro 578, f. 213 r.

39

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Por carta del licenciado Montoya, vuestro colega, habernos entendi­ do cómo ha enviado preso, de la villa de Zafra a esa Inquisición, un es­ tudiante [ = Juan de la Plaza] por haber escripto cierto libelo que se echó a la puerta de la casa en que vive el dicho inquisidor; y por ser el negocio de la cualidad que es, converná déis, señores, orden que el susodicho esté a buen recaudo, de manera que nadie lo vea ni comuni­ que; y haréis vuestras audiencias con él, conforme a lo que el dicho in­ quisidor os ha escripto, haciéndole las preguntas y repreguntas que para averiguar la verdad del caso os pareciere ser necesario; y de lo que de sus exámenes resultare daréis aviso al dicho inquisidor, para que proceda contra los cómplices que diere; y también le daréis al Con­ sejo [...]. En Madrid, a 16 de setiembre, 1574. Los dichos Señores AHN.: Inq., libro 578, ff. 213 r.-v. 40

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Por parte de Antonio Ramírez, alcaide de las cárceles secretas dese Santo Oficio, se ha presentado aquí la petición cuya copia es ^on ésta, y, consultado con el Reverendísimo Señor Inquisidor General, ha pares566

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

cido remitírosla para que la veáis, señores, y habiendo de veinte perso­ nas arriba en las dichas cárceles, le daréis un ayudante, conforme a la carta acordada que sobre esto está dada, que sea persona de quien ten­ gáis satisfacción y concurran las demás cualidades que se requieren, al cual se le dará el salario ordinario que se ha acostumbrado dar a los ayu­ dantes que hasta aquí ha habido en esa Inquisición. Proveerlo héis así. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 14 de octubre, 1574. Los Señores arriba dichos AHN.: Inq., libro 578, f. 224 r.

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Cuatro cartas vuestras de 4 déste, juntamente con el proceso que en ese Santo Oficio se hizo contra Leonor Núñez, vecina de Ciudad Rodri­ go, que fue relaxada en estatua, recebimos; y al Reverendísimo Señor Inquisidor General se consultó lo que escribís tocante a los presos de la cárcel perpetua y los inconvenientes que resultan de estar en una casa los hombres y las mujeres; y ha parescido que todavía nos aviséis, seño­ res, si habrá dispusición en la misma casa para acomodar los dichos penitentes de manera que los hombres no se puedan comunicar con las mujeres, pues con esto se podrían evitar los inconvenientes que dello resultan. También se consultó a Su Señoría Reverendísima lo que decís cerca de la gratificación que piden el bachiller Alonso González de Arévalo y otros vecinos de la ciudad de Mérida, depositarios de ciertos bienes se­ crestados, y pues hasta aquí no se ha acostumbrado en ese Santo Oficio hacer gratificación ni recompensa alguna a los dichos depositarios, por esta razón paresce lo declaréis, señores, así, porque el intento del Con­ sejo ése fue. Visto lo que escribís sobre el destierro en que Hernando de Logroño, alcaide que fue desa Inquisición, fue condenado, Su Señoría Re­ verendísima ha sido servido mandar se le alce lo que le resta por cum­ plir dél. Proveerlo héis así. Pedro de León, vecino de la ciudad de Plasencia y familiar del Santo 567

ALVARO HUERGA

Oficio en ella, guardará la prisión que al presente tiene, al cual permi­ tiréis que pueda hablar y comunicar con las personas que quisiera, pues su negocio no es de fe. Con Hernando Alvarez y Francisco de Zamora, clérigos, y con los de­ más presos sobre la nueva doctrina de Alumbrados, continuaréis vues­ tras audiencias hasta ponerles la acusación y rescebir las causas a la prueba, para que el Licenciado Montoya, vuestro colega, pueda ratificar los testigos antes que salga de Zafra, como lo escribís; y no haréis más diligencia con ellos, dejándolo en el punto y estado de la prueba y rati­ ficación de testigos, sin darles la publicación ni tener más audiencias con ellos hasta que otra cosa se os ordene; y lo mismo haréis con Juan de la Plata, estudiante, vecino de Zafra. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 14 de octubre, 1574. Los Señores Obispo de Segorbe, Hernando de Vega AHN.: Inq., libro 578, f. 224 v. 42

EL CONSEJO AL INQUISIDOR JUAN LOPEZ DE MONTOYA Muy Reverendo Señor: Recebimos vuestra carta de 7 de éste y juntamente el libro de Ca­ talina de Génova en lengua portuguesa, que se halló en el secresto de Francisco de Mesa, y copia de la carta y Memorial escripto de molde, que dejó al tiempo de su partida del obispado de Badajoz Don Juan de Ribera, que agora es arzobispo de Valencia; y, visto todo y consultado con el Revd.mo Señor Inquisidor General, paresce continuéis en las di­ ligencias que vais haciendo; y acabado lo de esa villa de Zafra, os pa­ saréis a Badajoz, Xerez [de los Caballeros], Plasencia, Frexenal y otros lugares donde entendiéredes se podrá tener noticia de esta nueva doc­ trina de los Alumbrados, y luz y claridad de ello para entender y saber la verdad de que en esta materia se trata; y de lo que se entendiere y resultare de nuevo, daréis aviso al Consejo muy a la contina, como lo habéis hecho. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 23 de octubre, 1574 Los dichos Señores A H N .: Inq., lib r o 578, f. 228 v .

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EL CONSEJO A TODOS LOS TRIBUNALES ( Acordada) La cláusula que se ha mandado añadir en los edictos de la fee Lo que parece se ha de añadir en el edicto de la fe que se ha de leer y publicar en las iglesias es lo siguiente: ALUMBRADOS: O si sabéis o habéis oído decir que alguna o algu­ nas personas [...: véase el texto supra, páginas 148-149]. AHN.: Inq., libro bre de 1574.

578,

ff.

235 V.-236

r. Entre cartas fechadas el

13

de noviem­

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EL CONSEJO A TODOS LOS TRIBUNALES (Acordada) Muy Reverendos Señores: Por la dubda que había si en la Inquisición se podía proceder con­ tra las personas que, siendo legos, decían misa y confesaban como si fueran sacerdotes, se suplicó a Su Sanctidad mandase dar su Breve apos­ tólico para ello, y entendiendo Su Beatitud de la cualidad e importan­ cia que es el negocio, ha cometido al Reverendísimo Señor Inquisidor General y a los inquisidores por él diputados en estos reinos por su Breve apostólico el conocimiento, punición y castigo deste delicio, y para que se pueda poner en execución y atajar y remediar este daño como es necesario y conviene, consultado con Su Señoría Reverendísi­ ma, se ha acordado que en los edictos de la fe que se leen y publican por ese Santo Oficio se ponga y añada una cláusula conforme al tenor del dicho Breve, cuya copia será con ésta, y asimismo se pondrán en los dichos edictos las cosas contenidas en el Memorial que se os envía, fir­ mado del secretario Alonso de Dóriga. Proveerlo héis, señores, así. En Madrid, a 26 de noviembre, 1574. Los Señores Don Rodrigo de Cas­ tro obispo de Zamora, obispo de Segorbe, Hernando de Vega AHN.: Inq., libro 578, f. 239 v. Cláusula añadida en los edictos: O si alguna o algunas personas, no siendo constituidas en orden sacerdotal, han celebrado misa o misas o confesado sacra­ mentalmente alguna o algunas personas. AHN.: Inq., libro 578, f. 236 r. 569

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EL CONSEJO A LOS INQUISIDORES DE SEVILLA [...] La prisión que los inquisidores de Llerena mandaron hacer en la persona del Doctor Cristóbal M exía, vecino de Cazalla, con secresto de bienes, fue por orden deste Consejo, y así daréis, señores, lugar a que los dichos inquisidores y sus oficiales procedan en el negocio y hagan sus diligencias; a los cuales se advertirá que de aquí adelante, cuando subcediere haber de hacer algunas prisiones dentro dese distrito, aun­ que sea por mandado del Consejo, os den primero noticia dellas, como lo debieran haber hecho en ésta, y respondido a vuestras cartas. En Madrid, a 12 de enero, 1575. Los Señores obispos de Zamora y Segorbe, y Hernando de Vega AHN.: Inq., libro 578, f. 261 v.

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Los inquisidores de Sevilla han escripto al Consejo que han entendi­ do cómo por comisión vuestra se había prendido con secresto de bie­ nes la persona del Doctor Cristóbal Mexía, vecino de Cazalla; os escri­ bieron pidiéndoos los avisásedes del fundamento que habíades tenido para hacer la dicha prisión, siendo dentro de su distrito, sin darles no­ ticia de ella como se acostumbra, y no les respondisteis, lo cual fuera bien hobiérades hecho, dándoles cuenta de cómo había sido orden del Consejo; y así, de aquí adelante, siempre que se ofrescieren prisiones dentro del distrito de otra Inquisición, avisaréis dellas a los inquisidores, aunque se hagan por orden del Consejo, por lo que importa que entre los inquisidores haya toda conformidad y buena correspondencia. En Madrid, a 12 de enero, 1575. Los señores obispos de Zamora y Segorbe, y Hernando de Vega A H N .: Inq., lib ro 578, ff. 261 V.-262 r.

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EL CONSEJO AL INQUISIDOR JUAN LOPEZ DE MONTOYA Muy Reverendos Señores (sic): Recebimos vuestra carta de 4 del pasado, juntamente con las testi­ ficaciones tocantes la nueva doctrina de Alumbrados, que habéis recebido en la visita de Fuente de Cantos; y habernos holgado de entender la buena orden y cuidado con que habéis procedido en la visita, que todo es conforme a la satisfacción que de vuestra persona se tiene; la cual continuaréis, señor, yendo a los pueblos donde se entendiere se po­ drá saber más de raíz esa doctrina, pues véis de la importancia que son dichos negocios y cuánto conviene no alzar la mano en ellos, que el Consejo terná cuidado de suplicar al Revd.mo Señor Inquisidor General os haga merced de alguna ayuda de costa, atento a la ocupación y traba­ jo que habéis tenido en la dicha visita, y al gasto que habéis hecho en ella, y siempre nos daréis aviso de lo que sucediere como lo habéis hecho. Con la presente se os envía un Memorial que fray Alonso de la Fuen­ te envió al Consejo, y ciertas advertencias que fray Hernando del Cas­ tillo ha hecho. Verlo héis, señores, todo, y conforme a ello haréis las diligencias que convengan. En Madrid, a 13 de enero, 1575. Los Señores obispos de Zamora, Segorbe, y Hernando de Vega AHN.: Inqt, libro 578, f. 262 r.-v.

48

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Converná que, vista ésta, déis, señores, orden cómo se prohíba un libro escripto en lengua portuguesa y intitulado Livro da vida admiravel da benaventurada catherina da génova e de su santa dotrina, traducido de italiano en romance portugués por o doctor Elias de Lemos, impre571

ALVARO HUERGA

so en Lisboa en casa de Juan de Barreira en siete de octubre del año pasado de quinientos y sesenta y cuatro, y de otra cualquier impresión en cualquier lengua que estuviere escripto. Proveerlo héis, señores, así. En Madrid, a 14 de enero, 1575. Los dichos Señores AHN.: Inq., libro 578, f. 262 v.

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA [...] También se vio lo que escribís sobre el negocio de Juan de la Plaza, estudiante, vecino de Zafra, preso en las cárceles; y, consultado con Su Señoría Revd.ma, ha parescido hagáis, señores, justicia en su causa. En Madrid, a 24 de enero, 1575. Los dichos Señores AHN.: Inq., libro 578, f. 265 r.

50

EL CONSEJO AL INQUISIDOR JUAN LOPEZ DE MONTOYA Muy Reverendo Señor: La carta que escribistes al Revd.mo Señor Inquisidor General a los 25 del pasado se ha visto y, consultado con su Señoría Revd.ma, ha pa­ rescido continuéis la visita, como os está ordenado por la nuestra de 13 del mismo, llevando en vuestra compañía a fray Alonso de la Fuente, para advertiros de lo que fuere necesario para la verificación de los negocios que se ofrescieren en ella, habiendo hecho juramento de se­ creto; al cual se le dará lo que hobiere menester para su gasto a costa del fisco; y así se escribe a los inquisidores de Llerena lo provean. Y siempre iréis avisando al Consejo de lo que subcediere en la prose­ cución de ella, como hasta aquí lo habéis hecho, y enviarnos, y con traslado, la confesión que ha fecho Chamizo y ciertas beatas que últi572

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mámente confesaron en la dicha visita, y la cualificación que el dicho fray Alonso de la Fuente hizo de la carta que escribió el arzobispo de Valencia a los Alumbrados. Su Señoría Revd.ma ha sido servido mandaros librar 40.000 marave­ dís por el tiempo que os habéis ocupado en la visita, demás de los cua­ tro meses ordinarios en que los inquisidores han de salir a ella. En Madrid, a 28 de febrero, 1575. Los mismos Señores AHN.: Inq., libro 578, f. 274 r. 51

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Al Licenciado Montoya, vuestro colega, se ha ordenado continúe la visita que ha comenzado a hacer en algunos lugares de ese distrito so­ bre la materia de los Alumbrados y que lleve en su compañía a fray Alonso de la Fuente, de la orden de Santo Domingo, para advertirle de lo que fuere necesario para la verificación de los negocios que se ofrescieren en ella; y, consultado con el Revd.mo Señor Inquisidor General, ha parescido proveáis, señores, que lo que el dicho fray Alonso de la Fuente hobiere menester para su gasto durante el tiempo que anduvie­ re en compañía del dicho inquisidor, lo pague el receptor a cuenta del fisco. En Madrid, a 28 de febrero, 1575. Los Señores obispo de Segorbe, Hernando de Vega, Don Jerónimo Salazar AHN.: Inq., libro 578, f. 274 r.-v. 52

EL CONSEJO AL INQUISIDOR JUAN LOPEZ DE MONTOYA Muy Reverendo Señor: Receñimos vuestra carta de 24 del pasado y juntamente la infor­ mación que habéis receñido contra el Bachiller Hernando de E c i j a y Catalina de V a l d i v i e s o , y habernos holgado de entender la buena orden 573

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con que en [estos] negocios habéis procedido, que es muy conforme a la satisfacción y confianza que de vuestra persona siempre se ha teni­ do, y el Reverendísimo Señor Inquisidor General proveerá con brevedad de persona que vaya a entender en ellos. Entretanto, será bien que vos, señor, prosigáis esa visita con la dili­ gencia y cuidado que hasta aquí lo habéis hecho y la cualidad e impor­ tancia de los negocios de ella piden. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 4 de junio, 1575. Los mismos Señores AHN.: Inq., libro 578, f. 301 r.

53 EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: E! Licenciado Montoya, vuestro colega, ha enviado al Consejo las informaciones que en la visita que va haciendo de la nueva doctrina de los Alumbrados ha rescebido contra el Bachiller Hernando de Ecija y Ca­ talina de Valdivieso, beata; las cuales se han visto y se ha acordado lo que veréis por lo que al fin de ellas va asentado 1= orden de captura]; aquéllo se ejecutará; y teméis muy particular cuidado de que se les tomen todos los libros y escripturas que tuvieren, y también de que en­ tre los que están presos por esta doctrina no haya comunicación, pues entendéis los inconvenientes que de ello se podrían seguir; y con el pri­ mero nos enviaréis la confesión de Cristóbal Chamizo, clérigo, preso en esas cárceles, porque para cierto efecto hay necesidad de ella. En Madrid, a 4 de junio, 1575. Los Señores obispo de Segorbe, Vega Velarde, Jerónimo Solazar AHN.: Inq., libro 578, f. 301 v.

54 EL CONSEJO AL RECEPTOR DEL TRIBUNAL DE LLERENA Virtuoso Señor: Fray Alonso de la Fuente, de la Orden de santo Domingo, por man­ dado del Revd.mo Señor Inquisidor General y Consejo, anda en com­ pañía del Licenciado Montoya, inquisidor apostólico de ese partido; y, 574

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consultado con Su Señoría Revd.ma, ha parescido señalarle, para el gasto de su persona, al dicho fray Alonso de la Fuente tres reales y me­ dio por día todo el tiempo que asistiere con el dicho inquisidor. Acudirle héis en ellos desde el día que se presentó en ese Santo Oficio con una carta del Consejo para los inquisidores, en que se le mandó dar lo necesario. Que con ésta y carta de pago del dicho fray Alonso, man­ damos se os reciban y pasen en cuenta todos los maravedís que en esta conformidad le diéredes y pagáredes. En Madrid, a 9 de junio, 1575. Los dichos Señores AHN.: Inq., libro 578, f. 301 v. 55

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Por carta del 14 de octubre del año pasado de setenta y cuatro se os ordenó continuásedes las causas de los que están presos por la doctri­ na de los Alumbrados, haciendo vuestras audiencias con ellos hasta re­ ceñirlas a prueba y ratificar los testigos; y en este estado quedasen, sin que se hiciese más diligencia. Aquello se cumplirá. Y porque agora se han mandado prender al Bachiller Hernando de Ecija y Catalina de Val­ divieso, consultado con el Revd.mo Señor Inquisidor General, ha pa­ rescido hagáis, señores, audiencia con ellos hasta receñir sus causas a prueba, sin pasar en ellas más adelante hasta que otra cosa se os orde­ ne. Y enviaréis al Licenciado Montoya, vuestro colega, los procesos de los susodichos, para que por su persona ratifique los testigos que hay contra ellos. Y teméis gran cuidado de que en las cárceles no se comu­ niquen por ninguna vía, como por otras se os ha advertido. En Madrid, a 9 de junio, 1575. Los mismos Señores AHN.: Inq., libro 578, f. 302 v. 56

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Porque los negocios que de presente se ofrecen en esa Inquisición son de la gravedad y cualidad que se deja entender, y requieren se atien­ da a ellos y se proceda con mucho cuidado y se hagan en ellos muchas 575

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y muy exactas diligencias para averiguar la verdad y remediar el daño que se podría seguir si con brevedad no se pusiese el remedio que con­ viene, por la satisfacción que el Reverendísimo Señor Inquisidor Gene­ ral tiene de la persona, letras, experiencia y cristiandad del Licenciado Antonio Matos de Noroña, inquisidor apostólico del reino de Toledo, le ha ordenado y dádole poder general para que vaya a ese Santo Oficio a asistir y presidir en él por el tiempo que fuere necesario para hacer las diligencias y saber la verdad de los dichos negocios de los Alumbra­ dos y de todos los demás negocios que ahí penden y pendieren y se tratan y trataren en el tiempo que ahí residiere, y corregir y castigar el exceso que hasta aquí ha habido y reprimir el que adelante podría haber. Recibirle héis, señores, muy gratamente, haciéndole todo buen aco­ gimiento y tratamiento, como lo merecen los méritos y cualidad de su persona, procurando aposentarle y acomodarle como se espera de vues­ tras personas. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 14 de junio, 1575. Los dichos Señores AHN.: Inq., libro 578, f. 304 r. 57

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE TOLEDO Muy Reverendos Señores: El Reverendísimo Señor Inquisidor General ha ordenado al Licen­ ciado Antonio Matos de Noroña, inquisidor apostólico de esa ciudad y reino, que vaya a la Inquisición de Llerena por algún tiempo a negocios graves y de cualidad que allí se ofrecen, con retención de la plaza de inquisidor que ahí tiene y le corra el salario de ella. Ordenaréis al receptor de ese Santo Oficio le pague el dicho su sa­ lario por sus tercios adelantados como si estuviese y residiese en ese Santo Oficio. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 16 de junio, 1575. Los dichos Señores [Obispo de Segorbe, Hernando de Vega, Don Jerónimo Manrique Salazar] A H N .: Inq., lib r o 578, f. 306 r.

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EL CONSEJO AL RECEPTOR DEL TRIBUNAL DE LLERENA Virtuoso Señor: El Reverendísimo Señor Inquisidor General ha ordenado al Licencia­ do Antonio Matos de Noroña, inquisidor de Toledo, vaya por algún tiem­ po a asistir y presidir en ese Santo Oficio y hallarse a la vista y deter­ minación de los negocios que en él penden. Y porque se entiende que en esa villa no hay casa en que pueda estar cómodamente sino la que en que vos posáis, converná que, vista ésta, la desocupéis y dexéis libre y desembarazada al dicho inquisidor durante su asistencia a esa Inqui­ sición, y el alquiler della le pagaréis a cuenta del fisco el tiempo que la morare. Cumplirlo héis así, porque ésta es la voluntad de Su Señoría Reve­ rendísima. Y que con ésta y carta de pago del que hobiere de haber los dichos alquileres, se os recibirán a cuenta los maravedíes que en esta confirmidad diéredes e pagáredes. En Madrid, a 22 de junio, 1575. Los dichos Señores AHN.: Inq., libro 578, f. 307 v.

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EL CONSEJO AL INQUISIDOR JUAN LOPEZ DE MONTOYA Muy Reverendo Señor: Recibimos vuestra carta de 7 del presente y juntamente las notifica­ ciones que de esa visita resultan contra el Licenciado Zapata y fray Pe­ dro de Santa María y el Bachiller Rodrigo Vázquez; y, vistas con las deposiciones de los dichos Licenciado Zapata y Bachiller Rodrigo Váz­ quez, se ha escripto a los inquisidores de Llerena lo que en estos ne­ gocios deben hacer [ = captura], los cuales os avisarán de lo proveído; y todo lo que hobiere y resultare contra las beatas discípulas de estos maestros, lo enviaréis a la Inquisición para que se vea si hay informa­ ción con que se puedan prender [y si la hay] se haga: porque se entien­ de que en las cárceles declararán mejor lo que supieren. Y teméis mu­ cha advertencia en saber si las que dicen que están endemoniadas de­ 577

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ponen fingido o no, recibiendo información quiénes y cuántas son las que están endemoniadas y reciben el Santísimo Sacramento, y quiénes son los maestros que, estando así, las comulgan, y cómo se llaman los unos y los otros, procurando averiguar todo muy particularmente, por­ que en éstos paresce que está justificada la prisión; y para este efecto, lo que de estas diligencias resultare enviaréis luego al tribunal con todo lo demás que hobiere contra ellos, para que los inquisidores lo vean y, con su parecer, sin ejecutar lo que acordaren, envíen las informaciones al Consejo y, vistas en él, se les ordene lo que en sus causas deben ha­ cer; que, acabado esto, se terná consideración al trabajo e gasto que en la visita habéis hecho; y de aquí adelante enviaréis las informaciones al tribunal, para que los inquisidores las vean y voten y, sin ejecutar lo que en ellas acordaren, las vieran algunos, como está ordenado. En Madrid, a 21 de julio, 1575. Los mismos Señores AHN.: Inq., libro 578, f. 316 r. 60

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE VALENCIA Muy Reverendos Señores: De ciertas testificaciones que el Licenciado Montoya, inquisidor de Llerena, ha recebido en la visita que en el distrito de aquella Inquisición va haciendo sobre la nueva doctrina de los Alumbrados, resulta culpa­ do fray Pedro de Sancta María, descalzo de la Orden de san Francisco, de la Provincia de San Gabriel, que al presente reside en esa ciudad; y consultado con el Reverendísimo Señor Inquisidor General, ha pare­ cido que con la menor publicidad y escándalo que fuere posible sea preso el dicho fray Pedro de Sancta María y se le tomen todos los pa­ peles que tuviere con mucha destreza y diligencia. Hacerlo héis, señores, así, y, sin dar lugar que ninguna persona de casa del Patriarca ni fuera de ella le hable, se estará en las cárceles cinco o seis días; y, pasados, con dos familiares, que sean personas de mucho cuidado y de quien tengáis satisfacción, le enviaréis a la Inqui­ sición de Llerena, sacándole de esa Inquisición y ciudad antes que ama­ nezca, para que no sea sentido, sin le hacer ningunas prisiones, antes ordenaréis a los dichos familiares que le hagan todo buen trato en el camino, y no le dexen hablar con persona de manera alguna; y de lo que en esto se hiciere, nos daréis luego aviso. En Madrid, a 21 de julio, 1575. Los dichos Señores A H N .: Inq., lib r o 578, f . 315 v .

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Aquí se ha visto la información que el Licenciado Montoya, vuestro colega, ha rescebido contra el Bachiller Rodrigo Vázquez, cura de la villa de La Morera, y su depusición; y, consultado con el Revd.mo Señor Inquisidor General, ha parescido que el susodicho sea preso y traído a las cárceles secretas de ese Santo Oficio. Proveeréis, señores, que con todo cuidado, recato y secreto se haga y ejecute, y con el mismo se le tomen los papeles que tuviere; y, hecho esto, platicaréis con ordinario y consultores si será bien secrestarle los bienes, o ponerlos en depósito, haciéndose inventario de ellos; y con mucha brevedad nos avisaréis de vuestro parescer, y acá que visto [sea], se os ordene lo que en el negocio debéis hacer; y de aquí adelante no enviaréis al Consejo más información sin que primero se vea con ordi­ nario y consultores. Estaréis, señores, advertidos dello. En Madrid, a 21 de julio, 1575. Los Señores obispo de Segorbe, Vega Velarde, Don Jerónimo Salazar AHN.: Inq., libro 578, f. 316 v. 62

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Aquí se ha visto la información que el inquisidor Montoya, vuestro colega, ha rescebido contra el Licenciado Zapata, vecino de la villa de Salvatierra, y su depusición; y, consultado con el Revdmo. Señor Inqui­ sidor General, ha parescido sea preso con secresto de bienes y traído a esas cárceles. Proveeréis, señores, que con todo secreto, diligencia y cuidado se ejecute la prisión y se tomen todos los papeles que tuviere. Y lo que en esta información hay contra fray Pedro de Santa Ma­ ría, descalzo, de la Orden de san Francisco, de la Provincia de san Ga­ briel, se sacará luego para que se pueda hacer con él su proceso, que 579

ALVARO HUERGA

a los inquisidores de Valencia, donde al presente reside el dicho fray Pedro, se ha ordenado lo prendan y remitan a esa Inquisición con los papeles que se le hallaren para que en ella se proceda y haga justicia en su causa, y así lo haréis, señores. En Madrid, a 21 de julio, 1575. Los dichos Señores AHN.: Inq., libro 578, f. 316 v. 63

EL CONSEJO AL INQUISIDOR ANTONIO MATOS DE NOROÑA Muy Reverendo Señor: Recebimos vuestra carta de 22 del pasado y holgamos de entender que hubiésedes llegado con salud a esa villa [de Llerena] y empezado a ver los procesos de los Alumbrados que en ese Santo Oficio están presos; y consultado con el Reverendísimo Señor Inquisidor General, ha parecido proveáis, señor, que se llamen a esa Inquisición los teólo­ gos que en ella suelen calificar, para que vean los cartapacios que hay en los secretos de los dichos Alumbrados y los cualifiquen como se acostumbra hacer. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 9 de agosto, 1575. Los dichos Señores AHN.: Inq., libro 578, f. 322 r. 64

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: [...] A los inquisidores de Sevilla se ha ordenado cumplan los man­ damientos que diéredes tocantes a los alimentos y provisión de la per­ sona del Doctor Mexía. Y de aquí adelante, cuando semejantes casos se ofrecieren, escribi­ réis a los dichos inquisidores sobre ello, para que ellos lo manden pro­ veer, que así se les ha ordenado. En Madrid, a 13 de agosto, 1575. Los Señores obispo de Segorbe, Vega Velarde, Don Jerónimo Salazar A H N .: Inq., lib r o 578, f. 323 r.

580'

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (157 0 -1 5 8 2 )

65

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE SEVILLA Muy Reverendos Señores: Ya sabéis cómo, por mandado del Consejo, se hizo la prisión del Doctor Mexía, en la villa de Cazalla, de ese distrito, por los inquisidores de Llerena, donde al presente está preso. Hase tenido relación que, ha­ biendo los dichos inquisidores dado mandamiento de alimentos para el preso, los depositarios de los bienes no lo quisieron cumplir, diciendo que por vosotros les está mandado que por mandamiento de los dichos inquisidores de Llerena no den ni paguen cosa alguna de los bienes del dicho Doctor Mexía; y, consultado con el Reverendísimo Señor In­ quisidor General, ha parecido hagáis, señores, cumplir los mandamien­ tos que los inquisidores de Llerena dieren tocantes a los alimentos y provisión del dicho Doctor Mexía. Cumplirlo héis así. Y de aquí adelante, cuando los dichos inquisidores de Llerena os escribieren sobre este ne­ gocio o otros semejantes a él, mandaréis cumplir lo que os pidieren, te­ niéndose toda buena correspondencia con ellos, como conviene que la haya. Y cuando alguno de vosotros saliere a la visita, irá a la dicha villa de Cazalla y hará las diligencias que los dichos inquisidores de Llerena os escribieren tocantes a la causa del dicho Doctor Mexía. [...]•

En Madrid, a 13 de agosto, 1575. Los Señores obispo de Segorbe, Vega Velarde, Don Jerónimo Salazar AHN.: Inq., libro 578, ff.

323 V.-324

r. 66

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE TOLEDO Muy Reverendos Señores: [...] Su Señoría Reverendísima y el Consejo quieren entender el es­ tado en que están las causas de las beatas que llaman las Alumbradas, que en ese Santo Oficio penden. Avisarnos héis, señores, dello con el primero, y no se habiendo hecho en ellas las diligencias que convienen 581

ALVARO HUERGA

para verificación de la verdad, las haréis luego y, hechas, las veréis y votaréis con ordinario y consultores, y antes de executar lo que en estos negocios acordáredes, enviaréis los procesos al Consejo. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 30 de agosto, 1575. Los dichos Señores AHN.: Inq., libro 578, f. 326 r.

67

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Recebimos vuestras cartas de 18 y 19 de éste; y en lo que decís que, cuando recebistes la nuestra de 20 de julio, en que se ordenaba que el Licenciado Zapata, clérigo, vecino de la villa de Salvatierra, se prendie­ se con secresto de bienes y se le tomasen todos los papeles que tuvie­ se, había algunos días que era muerto, y así no se hizo diligencia algu­ na; y, consultado con el Revd.mo Señor Inquisidor General, ha parescido la debéis, señores, hacer para recoger los dichos papeles, y, ha­ llándose algunos, los veréis y nos daréis aviso de lo que de ellos re­ sultare. También se consultó con Su Señoría Revd.ma la falta de teólogos que escribís hay en esa villa para calificar los negocios que en esa Inqui­ sición se ofrescen; y hase mandado escribir a los Provinciales de las Or­ denes de santo Domingo y san Francisco las cartas que son con ésta, en que les piden provean de personas graves de letras y autoridad que re­ sidan en los dos monasterios que hay en esa villa, en quien concurran las demás cualidades que se requieren para que se ocupen en los nego­ cios que en ese Santo Oficio ocurrieren. Converná que luego les enviéis las dichas cartas; y, si proveyeren las dichas personas, os aprovecha­ réis de ellas para calificadores, habiéndose hecho primero las informa­ ciones de sus genealogías; y de lo que en esto se hiciere, daréis aviso al Consejo. Ansimismo se consultó a Su Señoría Revd.ma lo que decís acerca de que algunos de los Alumbrados que al presente están presos en ese San­ to Oficio están testificados de que en el acto de la confesión han sollicitado a sus hijas de penitencia, y otros tienen confesado el delicio, y que los consultores y abogados que hay en esa Inquisición son todos se­ glares y ha parescido veáis los dichos negocios con los dichos consulto­ 582

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

res legos, sin embargo de lo que está ordenado que a la vista de ellos se hallen consultores eclesiásticos. Su Señoría Revd.ma ha mandado dar licencia al Licenciado Montoya, vuestro colega, para que por tiempo de 20 días venga a esa Inquisi­ ción y, acabados, vuelva a continuar la visita que hace. Converná que cuando volviere a la dicha visita vayan con él dos notarios del secreto para que ante el uno pasen los negocios de ella, y el otro se ocupe de sacar las testificaciones. Porque, siendo los negocios de la importancia que son, parece de mucho inconveniente que las saque persona que no sea del secreto. Y daréis, señores, orden que en las dos torres y sala que Don Luis Zapata tenía ocupadas con armas, se hagan las tres cár­ celes que decís son necesarias, procurando que la costa que se hiciere sea con toda moderación. Vimos lo que escribís cerca de la necesidad que hay en ese Santo Oficio de médico y cirujano por haber fallecido el Doctor Rubiato, mé­ dico; y pues decís que en esa villa no le hay en quien concurran las ca­ lidades de limpieza que se requieren y tenéis satisfacción de la bondad y letras del licenciado Pero Alvaro, médico, que está casado con cris­ tiana vieja, consultado con Su Señoría Reverendísima, parece le debéis, señores, nombrar por médico de esa Inquisición para que por este año de 75 tan solamente pueda entrar a curar los presos que en ella hobiere, y por el mismo tiempo nombraréis uno de los cirujanos de quien tuviéredes mejor relación. Y entretanto buscaréis persona que pueda hacer los dichos oficios de médico y cirujano, en quien concurran las partes de limpieza y suficiencia que se requieren. [...]•

En Madrid, a 31 de agosto, 1575. Los dichos Señores A H N .:

I n q ., l i b r o 5 7 8 , f . 3 2 7 r . v .

68

EL CONSEJO AL INQUISIDOR JUAN LOPEZ DE MONTOYA Muy Reverendo Señor: Al Reverendísimo Señor Inquisidor General se consultó la licencia que por la vuestra de 4 de éste pedís para venir a Llerena, y Su Señoría Reverendísima ha sido servido de concedérosla por tiempo de 20 días, los cuales ocuparéis en el tribunal concertando los papeles que de la visita habéis enviado a él y advirtiendo a los colegas de lo que conven­ ga para la buena execución de los negocios; y acabados los dichos 20 583

ALVARO HUERGA

días, tornaréis a continuar la dicha visita, llevando en vuestra compa­ ñía dos notarios del secreto, como se ha ordenado a los inquisidores; y atento el trabajo y gasto que en ella habéis hecho, Su Señoría Reve­ rendísima os ha hecho merced de 40.000 maravedís por una vez, y la libranza es con ésta. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 31 de agosto, 1575. Los dichos Señores A H N .:

In q ., l i b r o 5 7 8 , f . 3 2 7 v .

69

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE TOLEDO Muy Reverendos Señores: Por la vuestra de primero de éste entendimos el estado en que están las causas de las beatas que llaman Alumbradas. Y en lo que tocaba a ha­ ber impedido que el Vicario no procediese contra esas mujeres, por haber, sin su licencia, hecho casa de recogimiento en forma de monaste­ rio, le pudiérades excusar, siendo el negocio del Ordinario; y así, consul­ tado con el Reverendísimo Señor Inquisidor General, ha parecido que, en cuanto a esto, debéis, señores, remitirlo al dicho Vicario para que proceda y haga en él justicia; y en las demás cosas que contra las dichas beatas resultan, cuyo conocimiento, punición y castigo pertenece al San­ to Oficio de la Inquisición, haréis las diligencias que convengan para verificación de la verdad, procurando que las proposiciones se califiquen luego y, hechas, las veréis y votaréis con ordinario y consultores, y, sin executar lo que en los negocios acordáredes, consultaréis al Consejo, como os está ordenado. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 6 de septiembre, 1575. Los dichos Señores A H N .:

In q ., l i b r o 5 7 8 , f . 3 2 8 v .

70

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE TOLEDO Muy Reverendos Señores: Aquí se ha visto el proceso criminal contra Francisca de los Apósto­ les e Isabel Baptista, su hermana, beatas, y Miguel Ruiz, clérigo; y se os tornan a enviar para que en sus causas hagáis, señores, justicia, ha584

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (157 0 -1 5 8 2 )

ciendo a cada uno su proceso aparte, yendo en los negocios con el cui­ dado que la calidad dellos requiere. Y para que con más claridad se pueda proceder en las causas, se os envían las proposiciones que han resultado de las testificaciones que se han recebido en la Inquisición de Llerena tocantes a la doctrna de los Alumbrados y las cualificaciones que sobre ellas se han hecho; converná que luego hagáis, señores, sacar co­ pia de todo para quedaros con ellas y las originales nos remitiréis; y siempre iréis avisando al Consejo de lo que en estos negocios se fuere haciendo. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 27 de septiembre, 1575. Los dichos Señores (Al margen:) Estas proposiciones son diez piezas y tienen 55 fojas escritas en todo o en parte. A H N .:

In q ., l i b r o 5 7 8 , f . 3 3 4 r .

71

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: El Licenciado Montoya, vuestro colega, ha enviado al Consejo la depusición que ante él ha fecho fray Esteban Berdugo, descalzo de la Orden de sant Francisco, de la Provincia de sant Gabriel, con la carta cuya copia será con ésta; y, visto lo que escribe cerca de las causas de las beatas de Frexenal que en ese Santo Oficio estuvieron presas y, con­ sultado con el Reverendísimo Señor Inquisidor General, ha parecido remitiros la carta y depusición para que, sin embargo de que en otro tiempo por el Consejo se mandaron suspender las causas de las dichas beatas, tornéis a ver los procesos que contra ellas entonces se hicieron, con todo lo demás que contra ellas hobiere, con ordinario y consulto­ res; y, sin executar lo que en ellas acordáredes, los enviaréis al Conse­ jo para que, vistos, se provea lo que más convenga. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 21 de octubre, 1575. L o s d ic h o s S e ñ o re s A H N .:

Inq.,

li b r o 578, f. 340 r.

585

ALVARO HUERGA

72

EL CONSEJO AL INQUISIDOR JUAN LOPEZ DE MONTOYA Muy Reverendo Señor: Recebimos vuestra carta de 28 del pasado y juntamente la depusición que ante vos hizo fray Esteban Berdugo, descalzo de la Orden de sant Francisco, de la Provincia de sant Gabriel; y, visto lo que escribís cerca de las causas de las beatas de Frexenal que estuvieron presas en la Inquisición, y consultado con el Reverendísimo Señor Inquisidor Ge­ neral, se ha ordenado a los inquisidores de Llerena que, sin embargo de que en otro tiempo se mandó por el Consejo que estas causas se suspen­ diesen, se torne a ver los procesos que se hicieron contra las susodichas y todo lo demás que contra ellas hobiere, con ordinario y consultores y, sin executar lo que acordaren, los envíen al Consejo para que, vistos, se provea lo que convenga. Guarde nuestro Señor, etc. En Madrid, a 21 de octubre, 1575. Los Señores Obispo de Segorbe, electo de Salamanca, Vega Velarde, Don Jerónimo Salazar A H N .:

Inq.,

lib r o 578,

f.

3 4 0 r .-v .

73

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Vuestras cartas de 26 y 27 de noviembre recebimos y juntamente el proceso que en ese Santo Oficio se ha fecho contra Francisco Nieto, familiar dél en la ciudad de Mérida y vecino della, el cual se verá y se proveerá lo que sea justicia. Hemos visto lo que escribís cerca de lo contenido en las peticiones que aquí se presentaron por parte del regimiento desa villa y, consulta­ do con el Reverendísimo Señor Inquisidor General, ha parecido hagáis, 586

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

señores, información de todo muy particular, cierta y verdadera y, he­ cha, nos la remitiréis para que, vista, se provea lo que convenga. El gasto que decís se ha hecho en llevar de la Inquisición de Valen­ cia a ésa a fray Pedro de Sancta María, descalzo de la Provincia de sant Gabriel, parece muy excesivo; enviarnos héis, señores, el memorial que os enviaron de la dicha Inquisición de Valencia para que, conforme a él, pagásedes el dicho gasto. Y al Doctor Mexía, clérigo Alumbrado, preso en esas cárceles, proveeréis, señores, le den los libros que pide para alegar de su defensa. Guarde, etc. En Madrid, a 13 de diciembre, 1575. Los dichos Señores A H N . : Inq., l i b r o 5 7 8 , f . 3 5 3 v . 74

EL CONSEJO AL DOCTOR QUEXO, INQUISIDOR DE LLERENA Muy Reverendo Señor: Para cosas que se ofrecen tocantes al Santo Oficio de la Inquisición, de que nuestro Señor será servido, consultado con el Reverendísimo Señor Inquisidor General, ha parecido que, vista ésta, con toda brevedad vengáis, señor, a esta Corte, a donde se os dirá para lo que habéis sido llamado. Guarde, etc. En Madrid, a 20 de diciembre, 1575. Los dichos Señores A H N .:

In q ., l i b r o 5 7 8 , f . 3 5 5 r .

75

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Vuestras cartas de 7 y 5 déste receñimos; y pues decís que en ese Santo Oficio hay mucha necesidad de una audiencia más de las 3 que al presente hay, por haber muchos inquisidores y estar la una ocupada con los cualificadores, y que para ello se podía tomar una cárcel que está continuada con una de las audiencias, donde al presente está Her587

ALVARO HUERGA

nando A l v a r e z , clérigo, —consultado con el Reverendísimo Señor Inqui­ sidor General, ha parecido que así se haga, y que se abra la puerta que decís, con que el alcaide tenga la llave della, para que no entre por allí más de solo el inquisidor Muñoz cuando fuere a las audiencias. En lo que decís que algunos de los Alumbrados que están presos en esas cárceles han perdido el juicio y convernía darles compañeros, pa­ rece que así se haga, como no sean cómplices. Las informaciones de los oficiales que sirven sin título de Su Seño­ ría Reverendísima, por nombramiento de los inquisidores, haréis, seño­ res, como se os está ordenado y, hechas, las remitiréis al Consejo. Y al Doctor Pero Alvaro admitiréis por médico dese Santo Oficio hasta que haya otra [persona] que tenga las partes necesarias para serlo. Guarde, etc. En Madrid, a 24 de diciembre, 1575. Los Señores obispo de Segorbe, electo de Salamanca, Vega Velarde, Don Jerónimo Salazar A H N .:

In q ., l i b r o 5 7 8 , f . 3 5 6 r .-v .

76

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Aquí se ha visto el proceso criminal contra fray Angelo de Badajoz, descalzo de la Orden de sant Francisco, de la Provincia de sant Ga­ briel, y se os torna a enviar para que en su causa hagáis, señores, jus­ ticia. Guarde, etc. En Madrid, a 19 de enero, 1576.

A H N .:

588

Inq.,

Los Señores obispo de Segorbe, Vega Velarde, Don Jerónimo Sa­ lazar lib r o 578, f. 358 v .

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

77

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Vuestras cartas de 5 y 7 déste recebimos y juntamente las informa­ ciones contra fray Angelo, descalzo de la Orden de sant Francisco, de la Provincia de sant Gabriel, y Esteban Martín, clérigo Alumbrado, ve­ cino de la villa de Barcarrota, y Catalina Rodríguez de la Vega, viuda, y Mencía de la Vega, su hermana, las cuales se verán, y se os avisará de lo que en ellas se acordare. [...].

En Madrid, a 19 de enero, 1576' Los dichos Señores A H N .:

I n q ., l i b r o 5 7 8 , f . 3 6 1 v .

78

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Aquí se ha visto el proceso criminal contra Esteban Martín, clérigo, vecino de la villa de Barcarrota, y se os torna a enviar para que en su causa hagáis, señores, justicia. Guarde, etc. En Madrid, a 19 de enero, 1576. Los dichos Señores A H N .:

I n q ., l i b r o 5 7 8 , f . 3 5 8 v .

79

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: El Reverendísimo Señor Inquisidor General ha sido servido proveer por inquisidor dese distrito al Licenciado Salinas, fiscal que fue de la Inquisición de Valladolid, como veréis por la provisión de Su Señoría 589

ALVARO HUERGA

Reverendísima, que os presentará. Admitirle héis, señores, al uso y exercicio de su oficio, haciéndole todo buen acogimiento. Guarde, etc. En Madrid, a 21 de enero, 1576. Los dichos Señores A H N .:

I n q ., l i b r o 5 7 8 , f . 3 6 3 v .

80

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: El Reverendísimo Señor Inquisidor General ha sido servido proveer por inquisidor dese distrito al Licenciado Liciniana, como veréis por la provisión de Su Señoría Reverendísima, que os presentará. Admitirle héis, señores, al uso y exercicio de su oficio, haciéndole todo buen aco­ gimiento. Guarde, etc. En Madrid, a 27 de enero, 1576. Los dichos Señores A H N .:

In q ., l i b r o 5 7 8 , f . 3 6 3 v .

81

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Aquí se ha visto el proceso criminal contra Inés S á n c h e z , moza, sol­ tera, beata, criada de Mary G u t i é r r e z , vecina de la villa de Zafra, presa en esas cárceles, y se os torna a enviar para que en su causa hagáis, señores, justicia. Guarde, etc. En Madrid, a 1 de hebrero, 1576. L o s d ic h o s S e ñ o re s A H N .:

590

Inq.,

lib r o 578, f . 365 v .

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (157 0 -1 5 8 2 )

82

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: El Reverendísimo Señor Inquisidor General ha sido servido proveer por inqLiisidor dese distrito al Doctor Fabián López, maestrescuela y ca­ nónigo de Sigüenza, como veréis por la provisión de Su Señoría Reve­ rendísima, que os presentará. Admitirle héis, señores, al uso y exercicio de su oficio, haciéndole todo buen acogimiento. Guarde, etc. En Madrid, a 9 de hebrero, 1576. Los dichos Señores obispo de Segorbe, electo de Salamanca, Vega Velar de, Don Jerónimo Solazar A H N .:

In q ., l i b r o 5 7 8 , f . 3 6 8 v .

83

EL CONSEJO AL INQUISIDOR CARPIO, DEL TRIBUNAL DE SEVILLA Muy Reverendo Señor: Ya sabéis cuánto tiempo ha que por el distrito desa Inquisición no se ha hecho visita, estando mandado por la provisión del acrecentamien­ to de los salarios que cada año se haga; y porqrie se entiende hay nece­ sidad de hacerse, consultado con el Reverendísimo Señor Inquisidor General, ha parecido que vos, señor, como persona más instruida en los negocios y en el orden de proceder en ellos, que es lo que conviene para su buena expedición, vayáis a entender en ella, yendo a la villa de Cazalla, como por la nuestra de 13 de agosto de 75 se os advirtió, a donde se sospecha hay mucho mal en materia de Alumbrados; lo cual cumpliréis luego que recibáis ésta, sin dilación alguna; y avisaréis del día que hobiéredes de partir desa ciudad. Guarde, etc. En Madrid, a 20 de hebrero, 1576. Los dichos Señores obispo de Sa­ lamanca, Vega Velarde, Don Je­ rónimo Solazar A H N .:

Inq.,

li b r o 578, f. 373 v.

591

ALVARO HUERGA

84

EL CONSEJO AL INQUISIDOR CARPIO, DEL TRIBUNAL DE SEVILLA Muy Reverendo Señor: Al Reverendísimo Señor Inquisidoi General se ha consultado lo que decís por la vuestra de 27 del pasado cerca de la salida a la visita del distrito, y todavía parece que, pues la villa de Cazalla está tan cerca desa ciudad y conviene que se visite, debéis, señor, ir a ella, que acaba do lo que allí hobiere que hacer, Su Señoría Reverendísima terná con­ sideración con lo que escrebís. Guarde, etc. En Madrid, a 10 de marzo, 1576. Los dichos Señores A H N .:

In q ., l i b r o 5 7 8 , f . 3 7 7 v .

85

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Tres cartas vuestras de 2 déste recebimos; y en lo que decís que en ese Santo Oficio hay necesidad de consultores clérigos para los negocios de solicitación y de Alumbrados y tenés satisfacción de las partes de letras y virtud que concurren en la persona del Licenciado Lorenzana, fraile de la Orden de Santiago, cura del Lugar de Las Casas, ha pareci­ do nos informéis, señores, si resultará inconveniente alguno de que, es­ tando el dicho Licenciado fuera desa villa, venga a asistir en esa Inqui­ sición; y si de su parte se ha hecho diligencia alguna para ser admitido por consultor, para que, visto todo, se os ordene lo que debáis hacer. Guarde, etc. En Madrid, a 17 de mayo, 1576. L o s S e ñ o re s V eg a V e la rd e , S o la za r A H N .: 592

Inq.,

lib r o 578, f. 391 v .

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

86

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Aquí se han recebido las testificaciones que en ese Santo Oficio se han tomado contra el Licenciado Gonzalo M e l é n d e z d e V a l d é s , provisor que fue del obispado de Badajoz e ahora es teatino y rector en la Com­ pañía de Jesús desta villa de Madrid; y parece debéis, señores, hacer cualificar las proposiciones que dellas resultan contra el dicho Licen­ ciado Gonzalo Meléndez y, hecho esto, lo veréis todo con ordinario y con­ sultores y en la causa haréis justicia, haciendo el fiscal la instancia con­ tra él y, sin executar lo que en ella acordáredes, enviaréis el proceso al Consejo. Guarde, etc. En Madrid, a 17 de mayo, 1576. Los dichos Señores A H N .:

I n q ., l i b r o 5 7 8 , f . 3 9 1 v .

87

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA [...] Al Reverendísimo Señor Inquisidor General se ha consultado lo que escribistes por la vuestra de 2 déste cerca de admitir por ordi­ nario al Licenciado Valcázar, provisor desa provincia, y parece que si el dicho provisor pretendiere tener las veces de ordinario y asistir a los negocios en esa Inquisición, suspendáis el admitirle en ella hasta con­ sultar al Consejo, para que se os ordene lo que debáis hacer; y en las causas de los que están presos por la nueva doctrina de Alumbrados procederéis, señores, con todo cuidado y diligencia, tomándole sus con­ fesiones y haciéndoles las moniciones ordinarias y, hecho esto, se les pornán las acusaciones; e iréis prosiguiendo las causas, y de lo que dellas resultare y se fuere haciendo daréis aviso al Consejo; y habiendo llegado ahí el Licenciado Liciñana, saldréis vos, el Licenciado Montova, a continuar la visita que tenéis comenzada por el orden que os está escripto. [...]•

En Madrid, a 29 de mayo, 1576. Los Señores Vega, Don Jerónimo Solazar A H N .:

Inq.,

l i b r o 578, f . 393 v .

593

38

ALVARO HUERGA

88

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA [...] En lo que decís que en esa Inquisición hay falta de personas doctas que puedan ni sepan cualificar las proposiciones que resultan contra el Licenciado Gonzalo Meléndez, rector del Colegio de la Compa­ ñía de Jesús desta villa, parece debéis, señores, enviar a Sevilla las di­ chas proposiciones para que los cualificadores de aquella Inquisición las cualifiquen; y lo mismo haréis en las demás que se ofrecieren entre­ tanto que se provee de cualificadores, que para ello se escribe a los Provinciales de la Orden de santo Domingo y sant Francisco las cartas que son con ésta; daréis orden que luego se les envíen. Vimos lo que escrebís cuanto a la recusación que Diego de Sevilla hizo a vos el Licenciado Muñoz para que no conociésedes de la causa de Leonor S á n c h e z , beata, su hija, presa en esa Inquisición; y para proveer en ello lo que convenga, nos avisaréis de las causas que da. Y al Licenciado Lorenzana, cura del lugar de Las Casas, admitiréis por con­ sultor dese Santo Oficio, precediendo información de su genealogía y limpieza, como se acostumbra. Guarde, etc. En Madrid, a 16 de junio, 1576. Los dichos Señores A H N .:

I n q ., l i b r o 5 7 8 , f . 4 0 4 r .

89

EL CONSEJO AL INQUISIDOR MUÑOZ Muy Reverendo Señor: Por algunas cartas particulares habernos entendido la falta de salud que estos días habéis tenido, que nos ha dado pena; y porque, para la vista y determinación de los negocios que en ese Santo Oficio están conclusos, hay necesidad de vuestra persona, os encargamos procuréis, señor, animaros para ir a la audiencia y asistir a las consultas, que acá se ha tenido y tiene cuidado de suplicar a Su Majestad os haga merced, y así continuará. Guarde, etc. En Madrid, a 4 de julio, 1576. L o s d ic h o s S e ñ o re s A H N .:

594

Inq.,

lib r o 578, f. 4 07 r.

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

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EL CONSEJO AL INQUISIDOR SALDAÑA Muy Reverendo Señor: Por algunos justos respectos, consultado con el Reverendísimo Se­ ñor Inquisidor General, ha parecido que luego como recibáis ésta os aprestéis para ir a continuar la visita que dexó comenzada el Licencia­ do Montoya, vuestro colega, tocante a la materia de los Alumbrados, del cual, como de persona que tiene noticia de los negocios, os instrui­ réis muy particularmente de la manera que os habéis de haber en la dicha visita; y de lo que resultare y se fuere haciendo en ella nos iréis siempre avisando. Guarde, etc. En Madrid, a 4 de julio, 1576. Los Señores Vega, Don Jerónimo Solazar A H N .:

I n q ., l i b r o 5 7 8 , f . 4 0 7 r .- v .

91

EL CONSEJO AL INQUISIDOR JUAN LOPEZ DE MONTOYA Muy Reverendo Señor: Vuestra carta de 24 del pasado recebimos con la relación de la cua­ lidad y estado de los negocios desa Inquisición, y el Reverendísimo Se­ ñor Inquisidor General y Consejo han holgado de entender todo tan en particular, y se os agradece el cuidado que tenéis dellos, que es confor­ me a la confianza que siempre de vuestra persona se ha tenido y tiene; y así ha parecido será bien asistáis en el tribunal para procurar despa­ char con mucha brevedad esas causas, pues las tenéis entendidas; y a continuar la visita de los Alumbrados irá el Doctor López de Saldaña, vuestro colega, al cual advertiréis muy particularmente de todo lo que en ella ha de hacer, y al Consejo avisaréis de lo que en esos negocios subcediere y se fuere haciendo. Guarde, etc. En Madrid, a 4 de julio, 1576. L o s m is m o s S e ñ o re s A H N .:

Inq.,

li b r o 578, f. 407 v .

595

ALVARO HUERGA

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EL CONSEJO AL INQUISIDOR CARPIO Muy Reverendo Señor: Habiendo entendido el Reverendísimo Señor Inquisidor General la falta de salud que tenéis y por otros justos respectos, ha sido servido de daros licencia para que podáis volver al tribunal, de la cual usaréis cuando os parezca y los negocios dieren lugar. Guarde, etc. En Madrid, a 7 de julio, 1576. Los dichos Señores A H N .:

I n q ., l i b r o 5 7 8 , f . 4 1 0 r .

93

EL CONSEJO AL INQUISIDOR SALDAÑA Muy Reverendo Señor: Receñimos vuestra carta de 28 del pasado y por ella entendimos cómo el Licenciado Montoya, vuestro colega, antes que recebiese la nuestra de 4 del mismo había salido a la visita de los Alumbrados, que vos habíades de hacer; y, consultado con el Reverendísimo Señor Inquisidor General, ha parecido que el dicho Licenciado Montoya vuelva ahí a en­ tender en lo que se le había mandado y que vos, señor, habiéndoos ins­ truido dél de la manera de proceder que habéis de tener y de lo demás que fuese necesario, salgáis a continuar la dicha visita, como os está or­ denado; y de lo que de ella resultare nos iréis siempre dando aviso. Guarde, etc. En Madrid, a 3 de agosto, 1576. Los dichos Señores A H N .:

596

Inq.,

lib r o 579, f. 2 r.

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

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EL CONSEJO AL INQUISIDOR MONTOYA Muy Reverendo Señor: Recebimos vuestra carta de 25 del pasado y por ella entendimos cómo antes que recibiésedes la nuestra de 4 del mismo os habíades par­ tido a la visita, en que se os ordenaba asistiésedes en el tribunal y procurásedes despachar las causas que allí penden con toda brevedad, pues estábades tan enterado en todas ellas; y que el Doctor López de Saldaña, vuestro colega, saliese a continuar esa visita; y, aunque se dexa bien en­ tender de cuanta importancia sería la asistencia de vuestra persona en ella, todavía por acudir a la mayor necesidad, consultado con el Reve­ rendísimo Señor Inquisidor General, ha parecido que, luego como reci­ báis ésta, debéis, señor, volver a la Inquisición y cumplir lo que por la dicha nuestra carta de 4 de julio se os ordenó, adonde instruiréis muy en particular al dicho inquisidor Saldaña de la forma y orden que ha de tener en la prosecución de esa visita, al cual se ordena que, hecho esto, salga luego a continuarla; y para ayuda al gasto que en la salida habéis hecho, suplicaremos a Su Señoría Reverendísima os mande ha­ cer merced de alguna ayuda de costa. Guarde, etc. En Madrid, a 3 de agosto, 1576. Los dichos Señores A H N .:

I n q ., l i b r o 5 7 9 , f . 2 v .-3 r .

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EL CONSEJO AL INQUISIDOR MONTOYA Muy Reverendo Señor: Por carta del Licenciado López de Saldaña, vuestro colega, habernos entendido habéis acordado suspender el volver al tribunal hasta acabar la visita que habéis comenzado en esa villa de Frexenal; y consultado con el Reverendísimo Señor Inquisidor General, ha parecido que sin más réplica debéis, señor, volver a la Inquisición como se os ha orde597

ALVARO HUERGA

nado, dexando esa visita en el punto en que estuviere al tiempo que ésta recibáis, ni dar lugar a más dilación, pues sabéis cuánto importa la breve expedición de las causas pendientes. Guarde, etc. En Madrid, a 22 de agosto, 1576. Los dichos Señores AHN.: Inq., libro 579, f. 8 r.

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EL CONSEJO AL INQUISIDOR SALDAÑA Muy Reverendo Señor: Recebimos vuestra carta de 15 déste y por ella y por la que os escri­ bió el Licenciado Montoya, vuestro colega, hemos entendido cómo el venir al tribunal suspende hasta acabar la visita que tiene comenzada en la villa de Frexenal, al cual se ordena que luego sin réplica alguna cumpla lo que le está mandado por la nuestra de 3 de agosto; y vos, señor, haréis lo mismo, habiendo llegado ahí el dicho Licenciado Montoya y enterado dél de la forma que habéis de tener en los negocios de la visita, como os está ordenado. Guarde, etc. En Madrid, a 22 de agosto, 1576. Los mismos Señores AHN.: Inq., libro 579, f. 8 r.

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Aquí se ha visto la información que en ese Santo Oficio se ha rece­ ñido contra el Licenciado Gonzalo Meléndez, provisor que fue del obis­ pado de Badajoz e ahora es rector del Colegio de la Compañía de Jesús desta villa de Madrid, y parece que está bien acordado lo que en este negocio tenéis votado; aquello se cumplirá. Guarde, etc. En Madrid, a 12 de septiembre, 1576. L o s d ic h o s S e ñ o re s A H N .: Inq., lib r o 579, f . 15 v .

598

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Aquí se ha visto la información contra fray Martín de la Higuera, de la Orden de sant Francisco, morador en el monasterio de la villa de Frexenal, y se os torna a enviar para que en su causa hagáis, señores, justicia. Guarde, etc. En Madrid, a 12 de septiembre, 1576. Los dichos Señores AHN.: Inq., libro 579, f. 15 v.

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EL CONSEJO AL INQUISIDOR CARPIO Muy Reverendo Señor: Los inquisidores de Llerena han escripto al Consejo la carta cuya copia es con ésta; verla héis, señores; y avisaréis de lo que Ñuflo de He­ rrera, notario del secreto desa Inquisición [de Sevilla] trabajó en las diligencias que se hicieron en la villa de Cazalla tocantes al Doctor Mexía, vecino della, preso en la Inquisición de Llerena, con vuestro pare­ cer, de lo que será bien darle, y en qué, para que, todo visto, se provea en ello. En Madrid, a 15 de septiembre, 1576. Los dichos Señores AHN.: Inq., libro 579, f. 16 r. 100

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Aquí se ha visto el proceso criminal contra Cristóbal Chamizo, cléri­ go, vecino de la villa de Zafra, preso en esas cárceles; y se os torna a enviar para que en su causa hagáis, señores,justicia, dándole el tormen­ 599

ALVARO HUERGA

to asimismo sobre la intención de lo que él tiene confesado y de los tra­ tos y ósculos y tocamientos en las partes vergonzosas y pechos y las otras cosas que hacía y pasaba con sus discípulas. Guarde, etc. En Madrid, a 28 de septiembre, 1576. Los dichos Señores AHN.: Inq., libro 579, f. 21 r. 101

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Aquí se ha visto el proceso criminal contra el Bachiller Rodrigo Vázquez, clérigo, cura de la villa de La Morera, preso en esas cárceles; y se os torna a enviar para que en su causa hagáis, señores, justicia. Guarde, etc. En Madrid, a 3 de octubre, 1576. Los dichos Señores AHN.: Inq., libro 579, f. 22 r. 102

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA f

i

Muy Reverendos Señores: Aquí se ha tenido relación que de algunas personas que están presas en ese Santo Oficio hay secrestos de mucha cualidad y en ellos hay gran número de escripturas muy importantes, las cuales no están inventaria­ das en particular, como se debiera haber fecho, antes a muy mal recau­ do y revueltas, de que podría seguirse mucho daño a la hacienda, per­ diéndose los papeles; y así converná que luego se ponga remedio a ello, poniendo los dichos papeles y los demás con la claridad y orden que para su guarda y buen recaudo es necesario; y avisaréis al Consejo de lo que cerca de esto proveyéredes y se hiciere. Guarde, etc. En Madrid, a 9 de enero, 1577. L o s d ic h o s S e ñ o re s A H N .: Inq., li b r o 579, f. 41 r.

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EL CONSEJO AL INQUISIDOR SALDAÑA Muy Reverendo Señor: Receñimos vuestra carta de 29 del pasado y las testificaciones que habéis receñido en Xerez [de los Caballeros] y en los lugares del valle de Santa Ana y Matamoros; cuando hayáis acabado esa visita y vuelto al tribunal, las haréis sacar y enviarlas al Consejo, y si os pareciere que es de alguna importancia el remitirlas antes, las podría sacar el nota­ rio de la visita. Y lo que toca a las nmjeres que decís se trata de pren­ derlas, consultaréis con vuestros colegas y, habiéndolo votado, sin executar lo acordado, enviaréis los procesos al Consejo. Guarde, etc. En Madrid, a 21 de hebrero, 1577. Los dichos Señores AHN.: Inq., libro 579, f. 52 v.

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Receñimos vuestra carta de 2 del presente y juntamente el proceso contra María Macías, moza, soltera, presa en esas cárceles, el cual se ha visto y se os vuelve con ésta determinado, como veréis por lo que al fin dél va asentado; aquello se executará; y de aquí adelante, cuando enviáredes semejantes procesos por apelación, avisaréis a los reos que envíen poder y recado de dineros a un procurador desta Corte para que con el fiscal del Consejo se puedan hacer los auctos y sustanciar el pleito. Guarde, etc. En Madrid, a 18 de marzo, 1577. L o s d ic h o s S e ñ o re s A H N .: Inq., l i b r o 5 7 9 , f . 64 r.

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Aquí se ha visto el proceso criminal contra Cristóbal Chamizo, clé­ rigo, vecino de la villa de Zafra, preso en esas cárceles, y va determina­ do como veréis por lo que al fin dél va asentado; aquello se executará. Y parece que se debiera declarar, en [la relación del] tormento que se le dio al reo, la cuantidad de agua que tenía el jarro que se le echó, y esperar hasta que tuviere salud para que se le pudiera dar el tormento entero y saber la verdad en negocio tan importante y grave; y asimismo se debieran poner en el proceso los dichos de los testigos que el fiscal pidió o, a lo menos, testimonio de lo que dicen. Y cuando enviáredes al Consejo los procesos de los desta materia, avisaréis de la cuantidad de hacienda que tuviere cada uno. Guarde, etc. En Madrid, a 6 de julio, 1577. Los dichos Señores AHN.: Inq., libro 579, f. 86 v

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Aquí se ha tenido relación que el Doctor López de Saldaña, vuestro colega, estando en la villa de Frexenal entendiendo en la visita de los Alumbrados, el día del Corpus primero pasado o otro día del octavario fue a una ermita que está cerca de la dicha villa, a donde se juntaron ciertas beatas que se dicen Alumbradas, que, a lo que se cree, estaban de acuerdo para venir allí; a las cuales dixo misa y las comulgó y des­ pués almorzó con ellas; y porque el Reverendísimo Señor Inquisidor General quiere saber lo que en esto ha habido, converná que, luego como recibáis ésta, con todo recato y secreto hagáis, señores, informa­ ción y averiguación muy particular y verdadera de todo lo que en esto hobiere pasado puntualmente. Y asimismo haréis que Juan de Salcedo, 602

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

notario del secreto desa Inquisición, escriba de su mano lo que sabe y entendió de la manera de proceder que el dicho inquisidor Saldaña ha tenido en los negocios de las dichas Alumbradas, que se deba manifes­ tar en el Santo Oficio, tomándole primero juramento en forma que de­ clarará verdad, sin encubrir cosa alguna de lo que supiere, la cual de­ claración con la dicha información enviaréis al Consejo con mucha bre­ vedad. Guarde, etc. En Madrid, a 15 de julio, 1577. Los dichos Señores Vega, Temiño, Don Jerónimo Salazar AHN.: Ing., libro 579, f. 89 v.

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Recebimos vuestra carta de 12 del presente; y en lo que escrebís cer­ ca de la falta que en esa Inquisición hay de persona que con destreza haga las diligencias de tormento, ha parecido debéis, señores, hacer ins­ tancia a la Inquisición de Sevilla para que busquen un ministro que sea muy plático y a propósito de lo que se pretende [...]. En Madrid, a 24 de octubre, 1577. Los dichos Señores AHN.: Inq., libro 579, f. 110 r.

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Vuestra carta de 9 déste con las dos peticiones que Francisco Gutié­ rrez, clérigo, vecino de Zafra, preso en esas cárceles, dio al Señor Obis­ po de Salamanca recebimos. Y en cuanto a la recusación que en la una dellas hace del Señor Obispo, se ha determinado lo que veréis por lo 603

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que va asentado al fin de la petición en que le recusa; aquello se executará en esta causa y en las que fueren de la misma cualidad; y parecien­ do otras que sean diferentes, las remitiréis al Consejo para que, vistas, se provea lo que convenga. Y porque en la petición que está escripia en los dos pliegos de papel parece hay muchas cosas de consideración y de que al reo se deba hacer cargo, será bien que los cualificadores la vean, y también la verá el fis­ cal para que, conforme a la cualificación que se hiciere y a lo que el dicho fiscal pidiere sobre lo contenido en la dicha petición, se provea lo que fuere justicia. Guarde, etc. En Madrid, a 15 de noviembre, 1577. Los Señores Vega, Temiño, Don Jerónimo Salazar AHN.: Inq., libro 579, f. 113 r.

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Vuestra carta de 8 déste con las diligencias que habéis fecho con María Sánchez, beata, Alumbrada, vecina de La Fuente del Maestre, cerca de la muerte de Inés Alonso, reconciliada, su compañera de cár­ cel, recebimos, las cuales se han visto y se os tornan a enviar para que, por la culpa que dellas resulta contra la dicha María Sánchez, se le haga su proceso en forma; y a Su Sanctidad se suplicará mande conceder el Breve que decís será menester en caso que se haya de relaxar a la jus­ ticia y brazo seglar. Guarde, etc. En Madrid, a 16 de enero, 1578. Los Señores Licenciados Busto de Villegas, Vega, Temiño y Solazar A H N .: Inq., lib r o 579, f. 121 r.

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Por haber tanto tiempo que están presas algunas personas por la ma­ teria que llaman de Alumbrados y por otros justos respectos, consulta­ do con el Reverendísimo Señor Inquisidor General, ha parecido que los procesos que estuvieren conclusos tocantes a esta doctrina los comen­ céis, señores, a ver y votar y, si algunos estuvieren por concluir, los subs­ tanciaréis y concluiréis con toda brevedad, y con la misma los veréis y determinaréis, yendo en ellos con el recato y secreto que su cualidad y gravedad requieren; y aunque haya discordia en algunos dellos entre vosotros, señores, y el ordinario, no los enviaréis al Consejo hasta que estén vistos y votados todos, y entonces enviaréis relación dellos a Su Señoría Reverendísima y al Consejo, para que se os ordene lo que de­ béis hacer. Guarde, etc. En Madrid, a 15 de marzo, 1578. Los dichos Señores AHN.: Inq., libro 579, f. 131 r. 111

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Vuestra carta de 4 déste recebimos con la relación del estado de los procesos de Alumbrados que en ese Santo Oficio habéis visto y votado después de la muerte del Señor Obispo de Salamanca. Lo cual se ha visto y, consultado con el Reverendísimo Señor Inquisidor General, ha parecido que, acabados de ver y votar los procesos de los dichos Alumbrados, vos, el Licenciado Montoya, inquisidor, los traigáis al Con­ sejo para que, vistos en él, se administre lo que fuere justicia. Guarde, etc. En Madrid, a 14 de julio, 1578. L o s d ic h o s S e ñ o re s A H N .: Inq., li b r o 579, f. 153 r.

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Receñimos vuestra carta de 21 déste; y en lo que decís que los pro­ cesos de Hernando Alvarez y el Doctor Mexía están votados a quistión de tormento y el fiscal tiene apelado de no los mandar dar, ha parecido que, sin hacer más diligencia en ellos, los debéis, señor, traer vos, el inquisidor Montoya, con todos los desta materia, como os está orde­ nado. Guarde, etc. En Madrid, a 30 de julio, 1578. Los dichos Señores AHN.: Inq., libro 579, f. 155 r.

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Después de scripta la que será con ésta, se ha mirado más en estos negocios de los Alumbrados, y por algunas justas consideraciones, con­ sultado con el Reverendísimo Señor Inquisidor General, ha parecido que, llegado ahí Juan R. de los Ríos, notario del secreto dese Santo Ofi­ cio, tan solamente se hagan las diligencias que van acordadas contra las mujeres que están presas por Alumbradas, y de lo que resultare dellas o no, daréis, señores, aviso al Consejo; y en lo que toca a los clérigos, que también van votados a tormento, no se hará nada hasta que otra cosa se os ordene. Guarde, etc. En Madrid, a 10 de diciembre, 1578. Los Señores Villegas, Temiño, Don Jerónimo Salazar A H N .: Inq., lib r o 579, f. 170 r.

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muj' Reverendos Señores: Recebimos vuestra carta del (?) pasado, y pues decís que las dili­ gencias de tormento se han acabado de hacer con los Alumbrados que están presos, conforme a lo votado en sus causas, y no han confesado cosa alguna, y los negocios están a punto para poder celebrar el auctc de la je, ha parecido lo publiquéis, señores, para el día que os pareciere y del que le hobiéredes de celebrar daréis aviso al Consejo, como os está ordenado. Guarde, etc. En Madrid, a 2 de mayo, 1579. AHN.: Inq., libro 579, f. 205 r.

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SERIE B: SOBRE EL «PLEITO» CONTRA FRAY ALONSO DE LA FUENTE

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EL CARDENAL INFANTE DON ENRIQUE AL INQUISIDOR GENERAL DON GASPAR DE QUIROGA Muito Reverendo Senhor Bispo de Cuenca: Averá 7 ou 8 dias que me veyo fallar húm frade da Orden de Sao Domingos, castelhano, que disse se chamava frey Alonso de la Fuente, e pedióme que o ouviese, que me quería dizer huma cousa que impor­ taba muito mandarlhe que a dissese. Comegou a encarecer muito húma heresia que se achava agora em Castelha dos Alumbrados e Teetinos, que manava dos padres da Companhia, que la se chamaváo Teetinos, en este Regno Apóstalos, e se tirava muito sutilmente do Libro da oragáo, do padre frey Luis de Granada, na segunda parte, e que nao se podría entender se nao quén soubesse a pratica desta gente, como elle tinha visto, a que sabia que os livros de frey Luis se aviáo de defender; e por lhe dizese que no conselho da Santa Inquisigáo deste Regno estaba un padre da Companhia, se fora a Lisboa e dera húm Memorial destas cou­ sas ao inquisidor Jorge Gongalves Ribeiro, e nao viera ao conselho da Santa Inquisifáo, mas se quisera tambem me pudera fallar primeiro antes que dera o Memorial ao inquisidor de Lisboa; também me disse que andara na visitagáo con os inquisidores de Lharena e que trataba con elles e que tinha dom de Deus pera descobrir estas heresias; e deume húm Memorial que leva este meu capelláo. Esta fora a substancia do que me disse. Sobre o que eu lhe disse alguas cousas per o encaminhar e conhecer o mal caminho que levava, e nao aproveitou. Despois deu ao Padre Provincial da Orden de Sao Domingos deste Regno, que aquí estaba, outro papel, que também leva este meu capel­ láo; no qual papel, além das outras cousas que no fim delle diz do Libro 608

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

de frey Luis de Granada o que acima está ditto e no que me deu logo no principio dos Teetinos. Posto que eu o podera mandar castigar por dar libellos de tamanha infamia de toda huma religiáo como he a Companhia de Jhú., de tanto crédito na Igreja de Deus e que lhe faz tamanhos servidos e contra os herejes, e tamanho proveito as almas dos cristiáos e em que ha homes de tanta virtude e letras, e também por difamar do padre frey Luis de Granada e de seus livros, fazendo elle tanto servido a nosso Senhor con sua virtude, pregagóes e libros táo probados e recebidos em toda a Cristiandade, e por delinquir em minha jurisdigáo, assí da Santa InquisiQáo como de Legado, todavía por me dizer que andaba con os inquisi­ dores de Lharena e trattaba con elles, deixei de o fazer pera lá se lhe dar o castigo que merece e vos fazer saber o que nisto passaba. Também he muito grande inconveniente e contra o servico de nosso Senhor e honra dos Regnos publicar fácilmente que ha heresias e que­ rer fazer de cousas, que polla ventura se fazem por cometter peccados de carne, fazelhas que sao heresias e condénalas por taes e de sua própria authoridade. Em este Regno se acharáo tres ou quatro sacerdotes confessores que cometiáo estos peccados de carne, assi na confissáo como fora della, e tinháo ajuntamente con suas confessadas e lhes diziáo que os nao confessasem, que nao era peccado, pera se nao saber o que elles faziáo; e nao tinháo contra cousa de heresia. E o principal destos foi descuberto por padres da Companhia de Jhú., que vieráo a saber o que elle fazia. Pollo que vos rogo muito que o mandéis castigar como merece por fazer cousas táo atrevidas e mal feitas; e pois da a entender que da Santa Inquisigáo o sabe e as tratta con os inquisidores, por donde tam­ bém descobre o segredo, e vos compete mandardelo castigar. Este meu capelláo vos fallará mais largo nesta matéria da minha parte e vos dará os papéis que leva pera os verdes; e depois de vistos, Ihos mandardes tornar. E vos encomendó que o ouveais e lhe deis inteiro crédito, e me screvais por elle o que nisso determináis fazer, que espero que seja conforme a importancia do negocio, e por eu náo man­ dar quá castigar este religioso como merecía. De Évora, 24 de marzo de 1576. O Cardeál Infante AGS.: Estado, legajo 393, doc. 205.

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DON FERNAN MARTINS MASCARENHAS A GABRIEL DE ZAYAS, SECRETARIO DE FELIPE II Muito Illustre Senhor: Nao screvera a V. M. de corrido de o nao ser feito todo este tempo se nao fora tratar do que toca ao padre frey Luis de Granada e aos seus livros, que tan celebrados e apro vados foráo no Concilio Tri dentino pelos principaes letrados delle, espanhóis e italianos, e pelos Le­ gados, como se ve pelas firmas que tem disso, e despois por Bula de Pió Cuarto. Por onde parece que [nao] a mais que ver em quem volé nesta materia, sendo aprovada em Concilio e pelo Papa e de tam prin­ cipaes letrados. Que nos livros de que tanto servigo de nosso Senhor se tem tirado e se tira de contino, só a dous géneros de gente confeso que offenderáo: aos que nao sao nem querem ser tais christiáos como os despóem e persuadem que seiáo, ou tan ignorantes que nao tém gosto a linguagem e estilo com que nelles se trata de bem. Pego a V. M. muito por mercé que queira entreceder con sua authoridade e favor em deffensa delles, porque nao leve o demonio vante a estratagema que enventava contra estes livros de que tanto se sente. Nosso Senhor a muito illustre pesoa de V. M. guarde e seu estado acrecente. De Setúbal, oie 18 dabril de 1576. Beso as máos a vossa mercé. Fernán Martlns Mascarenhas (Sobrescrito:) Ao muito lile. Senhor o Senhor Secretario Gabriel de Qayas. AGS.: Estado, legajo 393, doc. 207. 117

FRAY LUIS DE GRANADA A GABRIEL ZAYAS, SECRETARIO DE FELIPE II Muy reverendo y muy ilustre Señor: Gratia et pax Christi. Por algunas vías tengo entendido el deseo que v. m. tiene de hacerme merced, y el gusto que tiene en leer algunas cosas mías. Esto me dio atrevimiento a escribir ésta, para enviar con 610

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

ella una de Don Fernán Martínez, su servidor, que como testigo de vista referirá la aprobación de nuestro Libro de la oración, que fue he­ cha en el Concilio [de Trento] y confirmada por Pío IV. Digo esto porque un religioso ha levantado agora una tempestad contra este Libro y contra otros Padres de otra Orden, sobre la cual hay mucho que decir, y poco o nada que escribir; pero el Capellán que allá está del Cardenal Infante, dará a v. m. cuenta larga de todo. Y por ella verá v. m. la envidia que nuestro adversario tiene a todo lo bueno, y los espíritus engañados que levanta contra ello. Y porque este Padre habrá ya dado a v. m. cuenta de todo, no alargo ésta más, sino quedo suplicando a nuestro Señor more siempre en el ánima de v. m. con abundancia de su gracia. De Evora, a 29 de mayo [1576]. Siervo de v. m. Fray Luis de Granada (Sobrescrito:) Al muy reverendo y muy ilustre señor el señor secre­ tario Gabriel de Zayas, en Corte. L. de Granada, Obras, ed. J. Cuervo, t. XIV, Madrid, 1906, págs. 458-459. El editor la anotó así: «Carta hológrafa en mi poder.»

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EL CARDENAL DE COMO AL NUNCIO N. ORMANETO 111.mo et molto reverendo signore come fratello: II Signor Cardinale di Portogallo ha mandato a la Santitá di Nostro Signor una scrittura di un frate Alonso de la Fuente, castigliano, del Ordine di santo Domenico, nella quale, con diverse ragioni et autoritá di Santo Padri, s'affatica di provare, facendo grand'istanza al Santo Offitio che ci provegga, che li modi et rególe che osserva la Religione de la Compagnia del Gesü in tener essercitate le persone di qualsivoglia conditione nelle contemplationi di Dio sono disordinate et superstitiose, et che per quella via tengono manifestó patío con il Demonio, imponendo loro che hanno fondato questo modo di contemplar sopra certe propositioni erronee, dali quali nascono poi molte heresie, ch'egli enumera; le quali a pena pottrebono cadere in persone per empie che fossero, non che in'una Religione di vita cosí essemplare et di dottrina cosí cattolica; 611

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li quali, sparsi per tutta Christianitá, insegnano ad ogni uomo et predi­ carlo pubblicamente; et in fine della scrittura conclude che tutti questi errori hanno avuto origine da molti libri stampati, che trattano de la contemplatione, ma principalmente da quello di fra Luis de Granata. Perció, la Santitá di Nostro Signor, vedendo questo esser cosa di non farne poco conto, m'ha ordinato ch’io n'avisi Vostra Signoria acció che ella s’informi de la vita et dottrina di questo frate, et in somma conosca particolarmente con ché fondamento imponi questi errori a la detta Religione, et a ché fine s e mosso a dar questa scrittura, ch e in forma di Memoriale, in Portogallo, et non a V. S. come Nunzio di Nostro Sig­ nor in Spagna: et si trovera che habbia errato, bisognerá castigarlo \ Perció V. S. non manchi d'usar ogni estrema diligenza in cosa di tanto momento. La detta scrittura non mando a V. S. per che so ch’ella l’havuta per altra strada 2; 1 ch’il detto frate disse che ne havrebbe data un’altra piü copiosa al Serenissimo Re Cattolico. II che essendo quanto mi occorre dire in questo proposito, faccio fine raccomandandomi a V. S. di tutto animo. Di Roma [per] Monsig. di Padova, il primo di giugno [1576]. [II Card. di Como] ASV.: Nunz di Spagna, tomo IX, ff. 136 r.-137 v.

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EL INQUISIDOR GENERAL, D. GASPAR DE QUIROGA, A D. RODRIGO DE CASTRO Ilustrísimo y Reverendísimo Señor: Pareja me dio la carta de Vuestra Señoría de 12 de este mes, y con ella recibí señalada merced por saber de su salud; de la mía no tengo que decir, porque me va como suele. En Cuenca estuve 50 días, que fue como estar ninguno, por lo mu­ cho que había que hacer allí y el poco tiempo que de acá me dieron. Si Su Majestad va a Aragón este verano, como dicen, pienso tomar a Cuenca a acabar lo que entonces no pude. 1 La carta venía escrita en cifra; el descifrador tacha: bisognerá castigarlo, y escribe encima de la línea: habbia il debito castigo. 2 Tachado altra strada, sustituyendo así: via del medesimo Cardinale. 612

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El Señor Cardenal Infante me escribió, estando en Cuenca, el escán­ dalo que fray Alonso de la Fuente había dado en Portugal, pidiéndome con mucha instancia lo mandase castigar. Yo creo, como V. S. dice, que este religioso se ha movido con buen celo, aunque no con la prudencia y recatamiento que fuera razón. Habérnosle mandado venir aquí perso­ nalmente, y hánsele dado algunas reprehensiones bien rigurosas, y pa­ rece que él está arrepentido y emendado; y mandársele ha que no trate más de estos negocios. Y aunque aquí deseamos servir a Su Alteza como es razón, no sé qué más se podrá hacer contra él, atento que, si exce­ dió, fue en Portugal, fuera de nuestra jurisdicción, y que no hay acusa­ dor, ni testigo, ni forma de juicio; y de oficio no se puede proceder con­ tra él, por no ser negocios contra la fe, sino particulares de fray Luis de Granada y de los padres de la Compañía, cuya honra y estimación están bien en salvo: pues se usa de la doctrina de fray Luis sin contradicción, y los de la Compañía son venerados y estimados en este Reino como es razón; y allende de esto, si se procediese contra este religioso sería intimidar mucho a las gentes para que no viniesen a denunciar lo que supiesen al Santo Oficio, y dar mucho ánimo a los malos, y especialmen­ te a los Alumbrados que, como V. S. sabe, no se ha engañado en lo que ha dicho contra ellos. Y conforme a esto, podrá V. S. responder lo que le pareciere. Y porque no se ofrece otra cosa, no me alargo. Nuestro Señor la Ill.ma y Revd.ma persona y estado de V. S. acre­ ciente como deseo. Madrid, 24 de junio de 1576. Ill.mo y Revd.mo Señor: Besa las manos de V. S. Ill.ma su servidor G(aspar) ep(iscopu)s Conchensis (Sobrescrito:) Al Ill.mo y Rev. Sr. Obispo de Zamora, del Consejo de S. M. ANTT.: Ms. da livraria, ms. 1629, ff. 15 r.-16 v. 120

D. RODRIGO DE CASTRO AL CARDENAL INFANTE D. ENRIQUE Serenísimo Señor: La carta de Vuestra Alteza me tomó fuera de Corte en este obispado, donde ha días que resido; y así no pude por mi persona entender en el negocio que V. A. me envió a mandar tocante a fray Alonso de la Fuen­ 613

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te; sobre el cual escribí al Inquisidor General, que también a la sazón estaba en su iglesia, y cuando volvió a la Corte me respondió lo que V. A. verá por su carta, que va con ésta. A mí me pesó harto del atrevimiento que aquel padre tuvo, que, aun­ que la diligencia que hizo debió de ser con buen celo, no le puede ex­ cusar su ignorancia de ser digno de mucha pena; pero, por las razones que el Inquisidor General da, no hubo lugar de poder usar con él de mayor rigor. Vuestra Alteza esté cierto que la Compañía está en estos Reinos te­ nida y estimada en todo lo que es razón, y yo soy uno de los que más reconozco lo que merece por el fruto grande que, como testigo de vista, sé que hacen en las partes que residen, y mucho servicio a nuestro Se­ ñor. En lo que toca al particular del padre fray Luis de Granada, sus obras y ejemplar vida dan tal testimonio de su persona que no tengo yo que decir, pues en todas partes es conoscido y tenido en lo que me­ rece su virtud, y basta la merced que V. A. le hace y la estimación en que le tiene para que su buen crédito vaya siempre adelante. Otra cosa no se ofrece, más de suplicar a V. A. me tenga en el núme­ ro de sus capellanes, enviándome siempre a mandar en qué le sirva, pues por tantas razones estoy obligado a hacello. Guarde nuestro Señor la Serenísima Persona de V. A. y estado acre­ ciente a su santo servicio. En Zamora, 29 de junio, 1576. Serenísimo Señor: besa las manos de V. A. su capellán El Obispo D. Rodrigo de Castro (Sobrescrito:) Al Serenísimo Señor el Cardenal Infante, mi Señor. ANTT.: Ms. da livraría, ms. 1629, ff. 27 r.-28 v.

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EL CARDENAL INFANTE A FELIPE II Señor: Mucho querría excusar de escribir ésta a V. A., mas la conciencia y desquitación della no me dexó, porque después que escribí a Manuel Antúnez, mi capellán, que envié al negocio de fray Alonso de la Fuente, que si viese y hablase primero a V. A. y le dixese lo que le tenía respon­ dido, le pidiese que, si pudiere ser, mandase que lo diesen auténtico y 614

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esto para salir del negocio, por el des gusto que recibí de la manera que lo trataron, y desconfiar que no se hiciese lo que era tan debido: casti­ gar un hombre, en hábito religioso, de tan mala conciencia y de tan grande atrevimiento que osó levantar una tan grande infamia a una Religión como la de la Compañía de Jesús, donde hay tantos hombres de tanta virtud y letras, y que enseñan doctrina tan pía, segura y pro­ vechosa, y al padre fray Luis de Granada y a sus libros, que hacen en toda la Cristiandad gran servicio a nuestro Señor y provecho a las al­ mas, como V. A. debe tener sabido. Pues, ¿así ha de pasar una cosa como ésta, y ha de ser sabida en todas partes, sin un gran castigo? Que se sepa también que se le dio por esto, y que trató tan gran falsedad, prin­ cipalmente donde lo afirmó y dio por escripto. ¿Qué mayor libelo infamatorio pudiera hacer y de cosa de mayor infamia que ésta, y de personas más públicas y provechosas en el servi­ cio de Nuestro Señor y bien común, hecho por persona de quien se ser­ vía el Santo Oficio de la Inquisición, y que sus oficiales no castiguen a quien ha cometido tan grave culpa, y le hizo tamaña ofensa tan falsa­ mente y digan que no han de mandar retractar ni castigar como merece, porque no se desacredite lo que descubrió de los Alumbrados? Antes no debían dar crédito alguno a lo que él hizo, pues ven lo que tiene mos­ trado de su mala conciencia y mal celo, y con mucha razón se puede y debe presumir que en el mismo negocio cometiese el mismo género de delito; por las otras informaciones y pruebas jurídicas se debe tratar el negocio de los Alumbrados y no pensar que hace falta la de fray Alonso, pues se tiene conocido quién es, y antes se hubiera de haber conocido. Todo esto se quiere encubrir y disimular; quisiera yo dexar el ne­ gocio por desesperar de remediallo por esta vía. Mas parescióme, des­ pués de haberlo pensado, que no hacía con V. A. ni con ninguno lo que debía en no le dar cuenta de lo que pasaba y en no pedir a V. A. (pues tanto le toca el remediar por todas vías una cosa tan perjudicial) quiera juzgar por sí si en esto es necesario lo que arriba digo, y ver dos o tres ringlones que van en los papeles de fray Alonso rayados por debaxo, que le mostrará este mi capellán, donde verá la grande culpa y atrevi­ miento deste fray Alonso. A Su Santidad le he hecho saber lo que pasa en este negocio, por lo que allá se había de decir dél. A su Nuncio, que reside en esa corte de V. A., competía más propia­ mente el castigo deste fraile, por ser exento de la otra jurisdicción ecle­ siástica y cometer esta culpa como persona particular, Yo, por decirme que andaba con los inquisidores de Llerena y tener respeto al Santo Oficio, traté este negocio con el Inquisidor General de ese Reino y no fue acá castigado como merecía; y obligaba mucho más tener solamen­ 615

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te respeto a lo que le mandaba decir V. A. por hacer lo que debe a tan grande obligación suya, acuda a todo y le dé el justo y debido remedio, que por todas razones se espera de V. A., para satisfacción de la injuria y ofensa que este fray Alonso ha hecho a la Compañía de Jesús y al pa­ dre fray Luis y a sus libros y (borrado: tanto) al servicio de Nuestro Señor y bien de los católicos. V. A. debe mandar al Inquisidor General que haga en esto lo que debe, como V. A. puede ver que cumple, y si hubiere dificultad mandar al Nuncio que castigue este fraile como sus culpas merecen, y se satisfaga y remedie lo que tiene hecho, y Su Santi­ dad también le debe mandar lo mismo. Nuestro Señor, que permite estas ocasiones para me obligar a escri­ bir a V. A. (a quien no querría dar pesadumbre), le dé su santa lumbre de sabiduría y celo, para en todo le hacer grandes servicios, con mucha prosperidad de vida y augmento de su muy alto estado, como yo se lo niego. De Evora, 13 de julio, 1576 . Beso las manos a V. A. El Cardenal Infante AGS.: Estado, legajo 393, doc. 208.

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EL INQUISIDOR GENERAL, D. GASPAR DE QUIROGA, AL CARDENAL INFANTE D. ENRIQUE Serenísimo Señor: Por el mes de abril próximo pasado escribí a Vuestra Alteza de Cuen­ ca que, en tornando yo a esta Corte, trataría con el Consejo de la Santa y General Inquisición lo que V. A. me había escrito cerca de la perso­ na de fray Alonso de la Fuente; y así, luego como llegué aquí, di parte al Consejo de lo que este religioso había dicho y hecho en Portugal; y teniendo el respeto que es razón a lo que V. A. me escribió y a la santa intención que tiene de mirar por el honor de los religiosos de la Com­ pañía de Jesús y del padre fray Luis de Granada, cuyas vidas y doctrina se tienen y veneran en estos Reinos como es razón, se envió a mandar al dicho fray Alonso, que residía en Llerena, que luego pareciese en esta Corte personalmente; y así vino luego, con poca salud y mucho trabajo, por ser el tiempo caluroso y el camino tan largo; y después de haber estado aquí algunos días enfermo y con harta necesidad, se le hizo una 616

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muy dura reprehensión y se le mandó que fuese a residir a Portaceli, que es un convento cerca de Sevilla, de la Orden de Santo Domingo, y que no saliese de allí sin mi licencia, y que de aquí adelante no tratase de los negocios que trató en ese Reino, ni de otro alguno que tocase al Santo Oficio; y recibiendo esta penitencia con toda humildad y lágri­ mas, y habiendo satisfecho al honor de los religiosos de la Compañía y del padre fray Luis de Granada, muy arrepentido de lo que había trata­ do en ese Reino se fue a su reclusión; y conociendo, como aquí conoce­ mos, el humor de este religioso y que es celoso de la honra de Dios, aunque no con la prudencia que conviene, y atento que los que vienen a denunciar al Santo Oficio deben ser tolerados por el daño que se po­ dría seguir de lo contrario, y atento que en la materia de Alumbrados ha descubierto y verificado muchas cosas, no pareció que se le debía cargar la mano, porque en lo hecho se usaba del rigor que cabía en justicia. Hame parecido dar esta cuenta a V. A. para que entienda el deseo y voluntad que tengo de ocuparme en las cosas de su servicio. Nuestro Señor la Serenísima Persona y estado de V. A. por largos tiempos acreciente y prospere para su santo servicio. De Madrid, 17 de julio, 1576. Serenísimo Señor: las serenísimas manos de V. A. besa su servidor y capellán G(aspar) ep(iscopu)s Conchensis (Sobrescrito:) Al Serenísimo Señor el Cardenal Infante de Portugal, mi Señor. ANTT.: Ms. da livraría, ms. 1629, ff. 17 r.-18 v. Anotación de los secretarios del Card. Infante: «Madrid. Do Sor. Inquisidor Geral sobre o caso de frey Alonso de la Fuente. De 17 de julho 76. Recibida em 30 do mesmo (mes)».

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EL NUNCIO NICCOLÓ ORMANETO AL CARDENAL DE COMO Ill.mo e Rev.mo Signore mió col.mo: lo ho visto quello che V. S. Ill.ma mi scrive in materia di una scrittura di frate Alonso de la Fuente, castigliano, et l’ordine ch’ella mi da per le sue del primo di giugno in questo particolare, nel quale non so quello che potro fare di piú di quello che ho fatto fino a quest ora. 617

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II Signor Cardinale di Portogallo ha havuto ricorso qui al Santo Offitio dell'Inquisitione per far puniré questo frate, scribendone all'Inquisitor Maggiore, a Sua Maestá, et a me. Onde il Santo Offitio ha proceduto contro il frate, et castigatolo, come mi ha affermato il Signo Inquisitore; et qui non vi é altra differentia, seno che l'Agente del Signor Cardinale vorrebbe una testificatione della punitione del frate, et l'Inquisitor non gliela volé daré, et dice che basta ch’il frate ha havuto il suo castigo, et che non é costume del Santo Offitio daré queste lettere testimoniali. lo non ho mancato di far in ció quelli offitii che ho potuto; et últi­ mamente, dopo la ricevuta della lettera di V. S., ho parlato col detto Signor Inquisitore, et ho inteso che la cosa é accommodata, et l’Agente del Cardinale partirá satisfatto, essendosi poi risoluto il Signor Inquisito di compiacer con una lettera al Signor Cardinale, di che si contenta l’Agente suo. Che é quanto ho da dire a V. S. Ill.ma. Alia quale bacio umilmente le mani, et mi raccomando in sua bona gratia. Da Madrid, alli 18 di luglio, 1576. Mando qui alligati alcuni avvisi havuti d’Oran. Di V. S. Ill.ma et Revd.ma Nic(coló), vescovo di Padova ASV.: Nunz. di Spagna, tomo X, f. 221 r.

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EL P. ANTONIO CORDESES, S.J., AL CARDENAL INFANTE D. ENRIQUE Serenísimo Señor: Manuel Antúnez, capellán de V. A., me dio parte de los negocios a que vino a esta Corte enviado por V. A. sobre fray Alonso de la Fuente, en lo cual toda la Compañía ha recibido merced muy señalada y por ella yo, en nombre de toda esta Provincia, beso las manos de V. A. y digo que, demás de las muchas obligaciones que toda la Compañía a V. A. tiene, quedamos de nuevo obligados a servir a V. A. y rogar a nues­ tro Señor por su vida y próspero estado. Y así yo, sin duda, de parte de toda esta Provincia, me ofrezco a ello y suplico a V. A. que no alce la mano del negocio, atendiendo que el dicho fraile no ha pretendido 618

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herir a dos o tres o seis de la Compañía, que si eso hiciera fuera tolera­ ble; pero ha pretendido arruinar toda la Compañía universal, imponién­ dole cuatro gravísimos crimines: — El uno, que por la Compañía se ha levantado en la Iglesia de Dios la más pestilencial y dañosa herejía que hasta aquí, para ruina de toda la Iglesia universal, y que tiene cundido ya mucho, y que cundirá si no se ataja; y con esto contramina la doctrina de la Compañía, especialmente la oración mental y los términos de ella, con la confesión general, no dejando palabra ni modo de hablar, y que con ella tratamos con el De­ monio y lo adoramos; y divide la Compañía en heresiarcas, entre los cuales cuenta a fray Luis de Granada, y en hombres enviados por ellos a pervertir y engañar; y en hombres que aprenden en la Compañía, ca­ nonizando a los que se salen de ella, y en hombres que son secuaces de la doctrina de la Compañía; y dice que ya tenemos pervertido a muchos Perlados de la Iglesia, que son devotos nuestros; — El segundo crimen es que somos hechiceros, que tenemos con­ cierto con el Demonio, de manera que por ellos tenemos atapadas las bocas a las gentes para que no hablen contra la Compañía ni denuncien de ella; — El tercero es que, a título de enmendar las faltas, revelamos las confesiones; — El cuarto, que somos deshonestísimos. Y de tal manera ha emprendido este hombre esta guerra, que no ha dejado de mover piedra alguná contra la Compañía. Porque por los púlpitos ha predicado contra ella, en conversaciones particulares lo ha di­ vulgado, y ha dado sobre lo mismo Memorial al rey Philipe y lo ha dado muy más copioso al Santo Oficio de Castilla. En el cual hizo tal mella que de su Memorial sacó el Santo Oficio edictos públicos y los publicó por las iglesias, y comúnmente entendió el pueblo que eran contra la Compañía; y, sin duda, ha hecho otras diligencias contra la Compañía, por lo cual merece, a mi juicio, el fraile la pena del talión y es aire el castigo que le han dado, como lo verá V. A. en la carta del Inquisidor. Suplico a V. A. que no se contente con lo hecho en este negocio, salvo el mejor juicio de V. A. Tiene, a mi juicio, para castigar al dicho fraile dos medios: el uno es que V. A. en ese Santo Oficio de Portugal proce­ da contra el fraile hasta donde llegaren los términos de justicia y des­ pués con requisitoria pida el fraile al Santo Oficio de Castilla, que como a menudo el Santo Oficio de Castilla tiene necesidad del Santo Oficio de Portugal en cosas semejantes, no creo dejará de prender y enviar al fraile preso a ese Santo Oficio; el segundo es que V. A. haga el proceso al fraile y lo envíe auténtico al Papa y le suplique que lo castigue, y el Papa creo yo lo mandará ir preso allá, o a lo menos lo citará personal­ mente, y allí S. S. hará cumplida justicia de él. 619

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La carta que el Inquisidor Mayor de aquí ha dado para V. A. sobre el negocio le sirve para probar que no se ha hecho conveniente castigo de él, ni jurídico. Ceso sin dejar de suplir a nuestro Señor que a V. A. prospere en todo bien. De Madrid, a 22 de julio, 1576. ARSI.: Hisp. 144, f. 180 r.-v.: «Traslado de una [carta] escrita por Antonio Cordeses, Provincial de Toledo, al Ser.mo Cardenal Infante de Portugal sobre fray Alonso de la Fuente.»

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EL P. ANTONIO CORDESES, S.J., AL P. LEÁO ENRIQUES, S.J., CONFESOR DEL CARDENAL INFANTE Muy reverendo padre en Cristo: Pax Christi. El señor Manuel Antúnez, capellán del Cardenal, me ha dado parte del negocio a que por Su Alteza fue enviado a esta Corte sobre fray Alonso de la Fuente; yo escribo sobre el asunto, cuyo tras­ lado va con la presente. V. R. sepa que este fraile ha sido un diablo encarnado que ha hecho infinito daño, porque sin duda, como el mismo Inquisidor General ha dicho al dicho Manuel Antúnez, por la denun­ ciación del dicho fraile han prendido los que están presos en Lerena por alumbrados y inficionados de la doctrina, de la cual el mismo frai­ le hace inventores y heresiarcas a los de la Compañía y a fray Luis de Granada; y por razón de aquella prisión, me han certificado que más de cinco mil personas, que frecuentaban los sacramentos en Extremadu­ ra, han vuelto atrás; y como de lo que el fraile denunció contra la Com­ pañía los Inquisidores han sacado edictos, en los cuales tratan tanto de la oración, hoy día apenas hay hombre que ose tratar de oración, y no poco se ha desacreditado la virtud. Y nosotros, sin duda, por largos días habernos aquí sentido muchos de los oficiales del Santo Oficio en­ conados contra nosotros, sin saber el por qué, y algunos de nosotros fuimos avisados que en todas las Inquisiciones particulares de España estaba ordenado se hiciesen informaciones contra la Compañía. Tam­ bién, como muchísimos entendieron que los edictos que se publicaron en España eran contra la Compañía, no pocos se recelaron de la doctri­ na de la Compañía. Et super his vemos que el castigo que han hecho del fraile es cosa 620

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de aire, y ha dicho el Inquisidor Mayor que no ha hecho mayor castigo por no desacreditar el testimonio del fraile acerca de los de Lerena. V. R., por amor del Señor, haga justicia en que S. A. prosiga por la honra de Dios esta causa hasta los últimos términos de la justicia. Y porque la presente no es para más, ceso. Y 22 de julio, 1576. A R S I .: al P. L eón

H i s p . 1 4 4 , f . 1 8 3 r .: « T i ' a s l a d o d e u n a e s c r i t a p o r e l P . A n t o n i o C o r d e s e s E n r íq u e z .»

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COPIA DE CARTA DEL CARDENAL INFANTE A S. M. FELIPE II Señor: Porque tengo scripto largo a V. A. los días pasados sobre el negocio de fray Alonso de la Fuente por los términos en que entonces estaba, y Manuel Antúnez, mi capellán, no dio la carta a V. A. por la razón que él dirá, agora le mandé que la dé juntamente con ésta, porque me obli­ gó a tornar a escribir a V. A. ver lo que el Inquisidor General de esos Reinos me escribió sobre este negocio, como Manuel Antúnez dirá a V. A. Por lo cual parece que no hará ya más en ello, siendo razón que se acrecentase más el castigo y satisfacción de fray Alonso, pues se va sa­ biendo el más daño que ha hecho, demás de los papeles que Manuel An­ túnez mostrará a V. A., con sus sermones y cosas que decía de la Com­ pañía y del padre fray Luis de Granada y sus libros, de que Manuel An­ túnez mostrará también un Memorial a V. A. Por lo cual hará muy gran servicio a nuestro Señor por bien enco­ mendar al Nuncio de Su Santidad que conozca jurídicamente de las cul­ pas de fray Alonso y le dé el castigo que conviene para el remedio y sa­ tisfacción del daño que ha hecho. Y si en esto hubiere dificultad, que haga información y proceso dellas para enviarlo a Su Santidad, que provea en esto lo que le paresciere más servicio de nuestro Señor y bien de la justicia. Y porque esto me paresce muy necesario, me obliga a pe­ dido a V. A. y darle pesadumbre con mis cartas, que yo pienso de mi parte que puede ser, mas de la V. A. porque me paresce no lo será, lo hago. V. A. me hará merced de oír a Manuel Antúnez y mandarle responder para saber lo que V. A. en esto ordena. Nuestro Señor la vida y muy alto estado de V. A. guarde y prospere como yo se lo ruego. De Evora, a primero de agosto, 1576. 621

ALVARO HUERGA

(Añadido de puño y letra del Cardenal:) Esta no va de mi mano, por­ que tengo un dedo de manera que no me dexa poderlo hacer. Beso las manos a V. A. El Cardenal Infante A G S .:

E sta d o , le g a j o 393, d o c . 2 1 4 .

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RELACION DEL CASO DE FRAY ALONSO DE LA FUENTE Y LO QUE PARESCE AL INQUISIDOR GENERAL QUE SE PUEDE RESPONDER AL CARDENAL INFANTE C. R. M.: Habiendo dado al Inquisidor General el recaudo que Vuestra Majes­ tad me envió a mandar y las dos cartas del Cardenal Infante y la Me­ moria que su capellán Manuel Antúnez presentó a V. M. sobre el nego­ cio de fray Alonso de la Fuente, me ordenó que yo de su parte avisase a V. M. de lo que aquí diré: — Que el dicho fray Alonso de la Fuente, religioso de la Orden de Santo Domingo, es letrado y celoso del servicio de Dios y de las cosas de nuestra santa fe católica, y que, como tal, vino aquí a dar noticia al Santo Oficio del daño que había en algunas partes de Extremadura en lo de la herejía de los Alumbrados, de los cuales por su industria y aviso se han prendido muchos, así hombres como mujeres, y cada día se van descubriendo más. — Que con el mismo celo pasó a Portugal y advirtió a los inquisido­ res y, por su orden, al Cardenal Infante de que entre los de la Compañía de aquel Reino había algunos tocados de este error, y que en el Libro de la oración, de fray Luis de Granada, había algunas palabras de que se podía sospechar que tiraban a lo mismo; y de lo uno y de lo otro dio Memorial en escripto al Cardenal y se volvió a Llerena, sin que le dijese que había hecho mal, antes los inquisidores le agradecieron mu­ cho el aviso; y si Su Alteza entendiera que merescía castigo, se lo pudie­ ra dar como Inquisidor General de aquel Reino, pues lo tenía en su distrito. — Algunos días después de vuelto a Llerena el dicho fray Alonso, envió el Cardenal Infante al dicho su capellán al Inquisidor General, que estaba en Cuenca, con una carta en que se quejaba mucho del dicho fray Alonso, diciendo que había infamado a los de la Compañía y a fray Luis de Granada, y pidiendo le castigase ejemplarmente. 622

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Respondióle que mientras allí estaba no podía hacer provisión so­ bre este caso, pero que, venido aquí, lo comunicaría con los del Con­ sejo de la General Inquisición y se proveería lo que fuese justo, con particular respecto de servir y dar contentamiento a Su Alteza en todo lo que hubiese lugar. Con esto se volvió aquí el capellán y, venido el Inquisidor General y tratado en Consejo del caso del dicho fray Alonso —aunque en rigor no era de Inquisición—, le enviaron a llamar en el hervor del verano; y llegado aquí, adolesció y estuvo más de veinticinco días en Atocha con harto trabajo y necesidad, al cabo de los cuales el Inquisidor Gene­ ral, con acuerdo y parescer del Consejo, le mandó venir a su posada, donde le dio una reprehensión tan encarescida que le costó hartas lá­ grimas; y, en resolución, se le mandó que fuese a estar recluso en el monasterio de Portaceli, junto a Sevilla, que es de su Orden, por el tiem­ po que fuese la voluntad del Inquisidor General, y que no entendiese más en cosa ninguna del Santo Oficio; y aunque él pretendía ser agra­ viado, obedesció y fue a cumplir su reclusión y el obispo [de Cuenca, don Gaspar de Quiroga, Inquisidor General] lo escribió así al Cardenal [Infante] a instancia del embajador Don Duarte de Castelbranco, que solicitaba el negocio juntamente con el capellán, el cual mostró estimar­ lo en mucho y que se le diese aquella carta, como se hizo, y la envió luego a Su Alteza. — Que con esto piensa el Santo Oficio haber hecho muy bastante y aun demasiada demostración con el dicho fraile: lo uno, porque, bien mirado, no era negocio puro de Inquisición; y lo otro, porque nunca el Consejo de la General [Inquisición] conosce en primera instancia, tanto más no habiendo precedido acusación, ni formado proceso, ni héchose otro acto jurídico contra el dicho fraile. — Que por haber descubierto una tan gran mina era justo tener cuenta con su persona, y principalmente que sería ocasión que otros no osasen venir a denunciar de casos semejantes; y lo que más es, que se vendría a enflaquescer y descreditar lo que descubrió y se va hacien­ do en Llerena contra los que han delinquido en este delicio y error de los Alumbrados. — Que por estas causas no se puede ni debe hacer lo que de nuevo pide el Cardenal Infante contra la persona del dicho fraile, ni mucho menos se debe dar lugar a que el Nuncio se entremeta en las cosas del Santo Oficio, ni se remitan a Su Santidad, pues sería una introducción tal que por ella se llevarían a Roma todos los negocios de Inquisición, que sería de la consecuencia e inconveniente que se deja considerar. — Y así paresce al obispo que .Vuestra Majestad puede mandar res­ ponder al Cardenal que tiene entendido haberse hecho lo justo y lo po­ sible en este negocio, y que por vía de Inquisición no se puede pasar 623

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más adelante contra el dicho fraile. Pero que si Su Alteza quiere —aun­ que tampoco se acostumbra pasar a otro tribunal los negocios de que una vez ha conoscido el Santo Oficio—, se podría hacer recurso a su Provincial para que, como su superior y juez competente, examine su culpa y lo castigue conforme a derecho; y que para ello mandará Vues tra Majestad escribir al dicho Provincial que haga justicia con toda severidad y escarmiento. — Que con esto paresce debe quedar satisfecho Su Alteza, pues se hace lo que es justo y fundado en razón. Esto me dijo el Inquisidor General, y que no era menester que el dicho Manuel Antúnez le hablase, sino que yo le diese esta respuesta de parte de Vuestra Majestad: que verá si es servido de ello, para que se haga y se despache el capítulo, como Vuestra Majestad lo advierte y manda. A G S .:

E sta d o , le g a d o 3 9 3 , d o c . 312.

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MANUEL ANTUNEZ A GABRIEL DE ZAYAS (sin data) Muito Illustre Senhor: Lembroume desque vim de V. M. que S. A. me tem significado per suas cartas per veces que neste caso nao he sua intengao proceder por via algüa que poda o parega ser contra a vontade de S. M.; e assí creo de verdade que qualquer cousa que der um mínimo pejo a S. M. nao quererá S. A. que se faga neste nem em outro negocio algúm. Pollo que pego a V. M. que assí o responda a S. M. agora. Até saber o que S. M. manda no que respondíi a V. M. cerca de se dar certidáo autentica de como o frey Alonso se retratou no Conselho Geral, que he punto muito substangial de que nao consta aínda, nao fago mesageiro a S. A. Com ista resposta escreverei e trabalharei de minha parte per se persuader S. A. a cessar deste requirimento pollas ragóes que pera isso ha, dandolhe conta do mais que ha parecido a S. M., como V. M. me disse. Beia as illustres máos de V. M., Seu Servidor Manuel Antúnez A G S .:

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E sta d o , le g a j o 393, d o c . 212.

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MINUTA DE CARTA DE MANO DE S. M. AL CARDENAL INFANTE Señor: Manuel Antúnez me dio dos cartas de V. A., por las cuales y su re­ lación entendí particularmente lo que V. A. me ha enviado a represen­ tar y pedir sobre el particular de fray Alonso de la Fuente. Y con todo el deseo que yo tengo de complacer y dar todo contentamiento a V. A., me informé muy de fundamento de lo que ha pasado en este negocio, y hallo que por la vía de la Inquisición no se ha podido ni puede pasar más adelante contra el dicho fraile; pero si V. A. no queda satisfecho y quiere que su Provincial conozca de sus culpas, podrále mandar en­ viar V. A. los recaudos necesarios, que yo le mandaré escribir que los mire con mucha atención y provea lo que fuere de razón y justicia, que es lo que yo sé quierrá V. A. ( tachado: siendo quien es), como se ha di­ cho en particular al capellán de V. A. A quien dé nuestro Señor la salud y contentamiento que yo deseo. De San Lorenzo, a 22 de agosto 1576. Buen sobrino de V. A. Al Señor Cardenal Infante, mi tío. El A G S .: E s t a d o , l e g a j o 3 9 3 , d o c . 2 1 5 . A l p r i n c i p i o : S . M . al C a rd en a l In fa n te . D e S a n t L o r e n z o , a 2 2 d e a g o s t o 1576. S o b r e l o d e f r a y A l o n s o d e la F u e n t e .»

« M in u ta

R ey (F e l ip e d e c a rta

II)

de m ano

de

130

EL NUNCIO NICCOLÓ ORMANETO AL CARDENAL DE COMO Ill.mo e Revd.mo Sr. mió col.mo: Sabbato, che fu alli 18 del presente, hebbi Taudientia dal Re nel Es­ cúdale, et dopo di haver trattato il contenuto nella inclusa cifra, passai a ricordar tutto il resto di negotii pendenti [...]. Scrissi a V. S. Ill.ma che quel negotio del Cardinal di Portogallo di castigar quel frate domenicano che haveva straparlato delli gesuiti, et 625 40

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di fra Luigi Granata, era accommodato, et fu vero quanto al Agente qui del Cardinale, che hebbe dal Signor Inquisitor Maggiore quello ch'egli stesso haveva domandato, ma il Cardinale suo padrone non s'e conténta­ te, et torna a far instantia che questo frate sia piú severamente punito, et fatta maggior dimostrazione a favor degli offesi; Sua Maestá desidera che si pigli accommodamento in questo negotio, et havendo il Santo Offitio messo mano in questa cosa, non mostra di esser contenta che altri né la ponga per la riputatione del Offitio; questo dico per me, per­ che il Cardinale havrebbe voluto che io havessio preso questa causa in mano, et ne ha fatto instantia, ma io non vedo come poterlo fare senza venir a qualche gran garbuglio con il Santo Offitio, et dar disgusto a Sua Maestá, oltre che la lettera di V. S. Ill.ma non mi da altra commissione, seno che mi informi et procuri il castigo; io son troppo informa­ to dalle scritture di questo frate, et n'ho fatto offitio efficace col Signor Inquisitore, poiché vi ha messo la mano, et il Cardinale ha havuto il pri­ mo ricorso al Santo Offitio, ma il detto Inquisitor dice di non poter far piü di quello che ha fatto per alcuni rispetti, che non é bene a pubblicarli, et anche perche questo frate se ben s’é disconciato in questa scrittura et in parole poco prudenti, non dimeno é stato utile al Santo Offi­ tio, et che bisogna haver gran rispetto di non levar l'animo ad altri di deferir et servir nelle cose della Religione. La cosa sta hora c o s í : io non restaró di far novo offitio col Signor Inquisitor per veder si se puó guadagnar qualche cosa di piú, et acquietar il Cardinale. Non si puó negar che'il frate non si sia portato molto appasionatamente, imprudentemen­ te et indiscretamente, et che non meriti maggior castigo di quello che gli e stato dato, ma molte volte il contrapeso d’altri convenienti rispetti non lascia fare tutto quello che si vorrebbe [...]. Da Madrid, alli 23 d'agosto 1576. Nic. [Ormaneto], Vescovo di Padova A S V .:

626

N t i n z d i S p a g n a , v o l . X , f f . 2 5 5 r .- 2 5 6 v .

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EL P. EVERARD MERCURIAN, PREPOSITO GENERAL DE LA COMPAÑIA DE JESUS, AL INQUISIDOR GENERAL D. GASPAR DE QUIROGA Ill.mo Señor: Por diversas relaciones tengo entendido el oficio que ha hecho una persona del Orden de Santo Domingo contra nuestra Compañía, dándo­ la por principio y autora de los errores que se han descubierto estos días pasados en Extremadura, infamándola con indiferentes (sic) infor­ maciones que ha dado a muchas personas y tribunales de esos reinos. No he podido dejar de sentir que esta nota y mancha se impusiese así universalmente a la Compañía, siendo ella y su instituto tan abrazada de la Sede Apostólica y dedicada totalmente a la defensión y augmento de la santa fe y servicio de la Iglesia católica, como por la gracia del Señor lo ha demostrado hasta ahora y mostrará, como yo espero en la mesma divina Bondad, en lo porvenir. Mas entendiendo que esta causa estaba ya en manos del Consejo de la Santa General Inquisición y que V. S. Ul.ma era juez della, me he consolado con toda satisfacción no sólo por la rectitud que conozco en el Santo Tribunal, mas también por saber la antigua obligación que la Compañía tiene a V. S. Ill.ma que, como padre y protector nuestro, ha mirado siempre nuestras cosas; y esta satisfacción ha sido de manera que yo he dejado de hacer todo otro oficio que en este particular me obliga a hacer el cuidado que Dios nuestro Señor me ha dado de la Compañía, remitiendo a V. S. Ill.ma lo que pertenece al buen nombre de la Compañía en esas partes, el cual es tan necesario para el fin que ella profesa del divino servicio. El padre don Paulo Hernández, portador de esta, tratará de este par­ ticular y de las demás cosas que V. S. Ill.ma querrá saber de nuestra Compañía por estas partes. Guarde Dios nuestro Señor la Ill.ma persona de V. S. para bien uni­ versal de su santa Iglesia. De Roma, 17 de setiembre, 1576. ARSJ.: Tolet. 1: Epist. Gen. 1573-1584, f. 74 r.

627

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE SEVILLA Muy Reverendos Señores: Al Reverendísimo Señor Inquisidor General se ha dado el Memorial que será con ésta tocante a fray Alonso de la Fuente, de la Orden de santo Domingo, y ha parecido remitíroslo. Verlo héis, señores, y, confor­ me a él, recibiréis información de lo que pasa cerca de lo en él conteni­ do con toda brevedad; y, hecha con la misma, nos la enviaréis para que, visto, se provea lo que convenga. Y al dicho fray Alonso de la Fuen­ te ordenaréis que guarde lo que por Su Señoría Reverendísima y Con­ sejo le está mandado. Guarde, etc. En Madrid, a 22 de enero, 1577. Los dichos Señores AHN.: Inq., libro 579, f. 44 r. 133

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE SEVILLA Muy Reverendos Señores: Con carta de 22 de enero de este año se os remitió un Memorial que se dio al Reverendísimo Señor Inquisidor General tocante a fray Alonso de la Fuente, de la Orden de santo Domingo, de que se os envía copia con ésta, y se os ordenó que, conforme a él, recibiésedes información de lo que pasaba cerca de lo en él contenido con toda brevedad y con la misma nos la remitiésedes y que al dicho fray Alonso advirtiésedes que guardase lo que por Su Señoría Reverendísima y el Consejo le es­ taba mandado, y hasta ahora no habéis enviado la dicha información ni respondido a la carta del Consejo, y debiérades haber cumplido lo que por ella se os ordenó, sin dar lugar a que se hiciese esta diligencia; y así converná que luego, sin más dilación, se cumpla lo que por dicha carta se os ordenó. Guarde, etc. En Madrid, a 23 de marzo, 1577. Los dichos Señores Vega, Temiño, Don Jerónimo Salazar AHN.: Inq., libro 579, f. 65 v. 628

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EL TRIBUNAL DE SEVILLA AL CONSEJO Muy Illustres Señores: [•••]

Aunque luego que rescebimos la de V. S. de 22 de enero con el Memorial que se presentó contra fray Alonso de la Fuente, de la Orden de Santo Domingo, le hecimos parescer en este Sancto Oficio y se le advir­ tió guardase lo que por V. S. le estaba mandado; y en Sanlúcar de Barrameda y en esta cibdad se han hecho algunas averiguaciones en razón de lo en el dicho Memorial contenido: no lo hemos enviado a V. S. hasta examinar algunos contestes que están absentes. Acabado que sea, que será con brevedad, lo inviaremos a V. S. [...]. Castillo de Triana, 6 de abril de 1577. El Licenciado Carpió, el Licencia­ do Páramo, el Licenciado Sierra AHN.: Inq., legajo 2946 s.f. Anotación al principio: «Recibida a 17.» MOPH.: XI, 270. Por esta época, el Duque de Medinasidonia recaba de la O.P. nueva confirma­ ción para su patronato sobre la Prov. y para su ingerencia. Pág. 271: En lugar de Cap. intermedio: Congregatio de 28; Convento de S. Lúcar: «Ad habitum nostri D. vel profesionem non recipiantur, qui a saracenis, mauris, judeis, heraeticis ant por tribunal Inquisitionibus damnatis ant ab eorum stirpe, genere vel sanguire originem trahunt.» De la documentación transcrita se desprenden algunas noticias interesantes so­ bre ei «pleito» contra fray Alonso de la Fuente. Las principales son: 1.a) Los insa­ tisfechos por la condena de destierro a Portaceli que le impuso el Inquisidor Gene­ ral recurren a éste con un Memorial en el que acusan a fray Alonso de que prosi­ gue su campaña difamatoria (Doc. 132); 2.a) El Consejo requiere al tribunal sevi­ llano para que investigue (Docs. 132 y 133); 3.a) La tardanza en averiguar lo que pasó se debe a las «diligencias» que hubo que hacer en Sanlúcar (Doc. 134): es po­ sible ,aunque no evidente, que fray Alonso, «recluso» en Portaceli, se tomó libertad para ir allá y proseguir su campaña antialumbradista; 4.a) En Sanlúcar tenían los dominicos un floreciente convento, patrocinado por el Duque de Medinasidonia (MOPH XI, 270); 5.a) Hechas las «diligencias» procesales (Doc. 135), se probó que, efectivamente, fray Alonso no había observado el «silencio»: en vista de lo cual, el Consejo manda recluirle en San Pablo e instruirle proceso en forma (Doc. 136); 6.a) Durante él fray Alonso se defendió con ingenio y dientes, poniendo en aprieto al fiscal que debía formularle los cargos (Doc. 138); y 7.a) El Consejo sentencia que (Doc. 139). La protesta que el «reo» elevó al Consejo (Doc. 140), aun antes de saber que le había «absuelto», es índice luminoso y apasionado de que no se amilanó en la adversidad; antes bien, se defendió atacando. 629

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EL TRIBUNAL DE SEVILLA AL CONSEJO Por lo que Vuestra Señoría mandó por su carta de 22 de enero y 23 de marzo deste año, se han hecho contra fray Alonso de la Fuente, de la Orden de Sancto Domingo, las averiguaciones que serán con ésta, Jas cuales enviamos a Vuestra Señoría, como lo tiene mandado. Del Castillo de Triana, 4 mayo 1577. Carpió, Páramo, Sierra AHN.: Inq., leg. 2946 s.f. Anotación del Consejo, supra: «Recibida a 18 de mayo de 1577»; al dorso: «Los Inquisidores [de Sevilla] a 4 de mayo con las averigua­ ciones contra fray Alonso de la Fuente, dominico. Respondida.»

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE SEVILLA Muy Reverendos Señores: Aquí se han visto las averiguaciones que, por orden nuestra, habéis fecho cerca de las cosas que fray Alonso de la Fuente, de la Orden de santo Domingo, ha dicho y predicado contra el honor de los religiosos de la Compañía de Jesús, y, atento que el dicho fray Alonso no ha guardado ni cumplido lo que se le mandó por el Reverendísimo Señor Inquisidor General y Consejo, así en lo tocante a los dichos religiosos como en la reclusión que se le mandó tener en el monasterio de Portaceli, ha parecido le debéis, señores, recluir en una celda del monasterio de sant Pablo desa ciudad, mandándole que no salga della si no fuera para celebrar los domingos y fiestas, vaya al coro y que no predique ni confiese; y, hecho esto, le haréis, señores, su proceso, examinándole sobre lo que resulta contra él y, substanciado y concluso, lo veréis y vo­ taréis con ordinario y consultores y, sin executar lo que acordáredes, enviaréis el proceso al Consejo. Y con ésta se os envían las dichas ave­ riguaciones y también copia de una petición que él presentó aquí, y del aucto que sobre ello se proveyó, para que se ponga todo en el proceso. Guarde, etc. En Madrid, a 23 de mayo, 1577. Los dichos Señores del Consejo AHN.: Inq., libro 579, f. 77 r. 630

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EL CONSEJO A LOS INQUISIDORES DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Por ser los negocios que al presente penden en la Inquisición de la gravedad y cualidad que tenéis entendido, y de tanta importancia y consideración el atajar con tiempo el daño que se podría seguir si con brevedad no se pusiese el remedio que conviene, haciendo todas las diligencias necesarias para saber y averiguar de raíz la verdad y el prin­ cipio y origen dellos, para que esto se acierte mejor y se haga con más autoridad, por la mucha noticia y experiencia que el Señor Obispo de Salamanca [Don Francisco de Soto y Salazar] tiene de todos los nego­ cios del Santo Oficio y particularmente de los que tocan a la materia de los Alumbrados, Su Majestad le ha mandado vaya a esa Inquisición y asista en la prosecución, vista y determinación de los dichos negocios y de todos los otros que en ella penden y pendieren en todo el tiempo que ahí estuviere y residiere, juntamente con vosotros, como lo enten­ deréis del poder que para ello lleva del Reverendísimo Inquisidor Ge­ neral, que os presentará. Recibirle héis, señores, con el respecto y buena gracia que su perso­ na merece, acomodándole en el aposento que tenéis vos, el Licenciado Muñoz, el cual se desembarazará luego, pasándoos vos, señor, al que tiene el inquisidor Montoya, o a las casas viejas de la Inquisición, en que vivía el inquisidor Saldaña —lo que más fuere vuestra voluntad—, yéndose el Licenciado Montoya al otro aposento que quedare, para que todo esté a punto cuando llegue, que será muy en breve. Y en el entre­ tanto, sobreseeréis en el negocio de los Alumbrados, dexándolos en el punto y estado en que estuvieren al tiempo que ésta recibáis. En Madrid, a 7 de setiembre, 1577. AHN.: Inquisición, libro 579, ff. 100 v.-lOl r. Al margen: «Llerena. Sobre la ida del Sr. Obispo de Salamanca.»

631

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EL TRIBUNAL DE SEVILLA AL CONSEJO DE LA INQUISICION

Muy Illustres Señores: Por lo que Vuestra Señoría mandó por su carta de 23 de mayo deste año, se ha procedido en este Sancto Oficio contra fray Alonso de la Fuente, de la Orden de Sancto Domingo; el cual, en el discurso de su causa, presentó ciertos Memoriales en que dice muchas cosas contra los teatinos y libros de fray Luis de Granada. Y porque las que dice con­ tra los de la Compañía son tan graves que, probadas, hacen delicio con­ tra ellos, y no parece lo sería contra él en haberlas denunciado en el Sancto Oficio, el fiscal nos pidió que, antes de ponerle acusación, se hi­ ciese averiguación de lo que el dicho Memorial dice, para entender de lo que pueda y deba acusar. Pero por ser el negocio de la gravedad y cualidad que es, nos pareció remitirlo todo originalmente a Vuestra Se­ ñoría para que, visto, provea lo que sea servido. Del Castillo de Triana, 8 de noviembre de 1577. Carpió, Páramo, Sierra AHN.: Inq., leg. 2946 s.f. Anotación al principio: «Recibida en Madrid a 16 de noviembre.» Anotación al dorso: «Sevilla. Los Inquisidores, de 8 de noviembre, con ios papeles de fray Alonso de la Fuente.»

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EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE SEVILLA Muy Reverendos Señores: En el Consejo se han visto las averiguaciones que por orden nuestra habéis fecho cerca de las cosas que ha dicho y predicado fray Alonso de la Fuente, de la Orden de Santo Domingo, tocantes a los de la Com­ pañía de Jesús; y consultado con el Reverendísimo Señor Inquisidor Ge­ neral, ha parecido le debéis, señores, dar en fiado, advirtiéndole que guarde lo que le está mandado por Su Señoría Reverendísima y el Con­ sejo en lo del tratar, decir y predicar cosa alguna de las que hasta aquí 632

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 70-1582)

ha dicho y predicado contra los de la Compañía, con apercibimiento que será castigado con todo rigor. Hacerlo héis, señores, así. En Madrid, a 14 de hebrero, 1578. Los dichos Señores

AHN.: Inq., libro 579, f. 199 r.

140

FRAY ALONSO DE LA FUENTE AL CONSEJO DE LA INQUISICION Illustrísimo Señor: Fray Alonso de la Fuente, de la Orden de Sancto Domingo, digo que, aunque estoy temeroso de enojar a Vuestra Señoría, ni (quiero) darle pesadumbre con mi tema ordinario, la necesidad que ocurre del bien común y la que yo padezco me necesita [ = obliga a] escribir a Vuestra Señoría Illustrísima y suplicarle de parte de Dios y su temeroso juicio sea servido oírme y atender a dos cosas: — La una, que es certísima y firme verdad e que muchas veces la he repetido por lo que importa y agora la torno a decir con lágrimas y (es) que en el pueblo de Llerena tiene Vuestra Señoría Illustrísima preso un brazo del Anticristo, cuyo cuerpo está repartido de mar a mar en todas las diócesis de España, cuya doctrina es secta peligrosísima y una levadura que se va recentando en toda la masa destos reinos, oscura y difícil de entender por ser negocio ocultísimo y agua envuelta en aceite y nueva traza de Satanás y que tiene autores de crédito y poderosos que la defienden y abrigan; con los cuales viene el viento poderoso que aco­ metió de noche a la nao de San Pedro a la última vigilia del alba, que es al fin de la Iglesia, y es un retrato de lo que negociara Judas en Hierusalem contra Jesucristo la noche de su Pasión, que era entregarle con beso de paz cuando San Pedro y los demás discípulos dormían sueño profundo sin acudir a las voces de su Maestro que les llamaba y preve­ nía contra la grave tentación de Judas. Vuestra Señoría abra los ojos a Dios y al alma de la Iglesia, y no se fíe Vuestra Señoría de un solo teólogo en negocio tan hondo que pide juñeta de muchos y habilidad divina y discreción del Espíritu y don sobrenatural para entenderlo y calificarlo. Y el haberse muerto en tal tiempo el obispo de Salamanca no debe desconsolar a Vuestra Señoría Illustrísima, ni piense que lo ha hecho Dios por mal destos negocios, sino por bien y mejoría. Y por­ que el sancto Obispo, con su cristiano celo y sancta intención, llevaba 633

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muy a priesa lo que pide mucho espacio, y no creo que estaba bien re­ suelto en ello, ni se puede comprehender en Llerena, donde no hay más que una uña sola desta serpiente, hasta que se dé una vuelta al Reino y se vaya buscando el cumplimiento a la secta y cuerpo desta grande vi­ sión que yo he visto clara y patentemente; y aquí en Sevilla la estoy mirando y leyendo todos los días; cuya perfecta efigie y rasguño está en los libros de Fray Luis de Granada: sobre lo cual pido atención y testigos, y requiero a Vuestra Señoría se dé orden para que se entienda la ponzoña de los dichos libros, que tengo apuntada en los Memoriales que he dado a la Inquisición de Sevilla. — Lo segundo, que la Inquisición de Sevilla me tiene recluso y las­ timado, e yo padezco en el cuerpo y en la honra y Vuestra Señoría no me desagravia, ni me hace justicia, ni se compadesce de mis trabajos, ni me toma en cuenta los servicios que he hecho a la Iglesia y a las mis­ mas Inquisiciones. Del pueblo de los Romanos refiere San Agustín que fueron gratos a las aves y, en ley de agradescimiento, hicieron fiesta especial al ánsar y le ofrecieron honores divinos: porque, subiendo los enemigos de Roma a robar al Capitolio, en lo profundo de la noche graznaron los ánsares y despertaron los soldados dormidos que guardaban el Capitolio; y a todos los perros que estaban deputados en el dicho Capitolio para la­ drar, los ahorcaron sin dexar ninguno, porque no hicieron su oficio. E habiendo yo servido de ánsar en estos Reinos de España y desperta­ do a Vuestra Señoría contra los que iban robando nuestra religión cris­ tiana, me han azotado y quitado mi honor como si fuera de los perros dormidos. Al filósofo Sócrates pusieron los gentiles entre sus dioses porque con su virtud y persuasión convirtió un hombre corrupto, que se llama­ ba Fedrón, y lo sacó del lugar nefando donde ganaba dineros. E habien­ do yo, por la misericordia de Dios, convertido muchas almas de sus errores y librado toda una Provincia del incendio de la herejía, soy cas­ tigado y afrentado con infamia de Inquisición, oponiéndome defectos que, cuando mucho, son veniales. Cuando el rey Saúl quiso matar a Jonatás porque había quebranta­ do una ceremonia de guerra, todo el pueblo de Dios le fue a la mano, diciendo: /Vive Dios de Israel, que no ha de caer un pelo de su cabeza, porque mediante su fortaleza salvó Dios a Israel! Vano ímpetu fue el del rey Saúl, que por una niñería quiería matar a un hombre tan vale­ roso y tan diestro capitán, que sólo él con su criado acometió al exército terrible de los filisteos y lo rompió e hizo huir. Bien sabe Vuestra Se­ ñoría y le consta lo que he trabajado por la fe y que, en virtud de Dios y con su palabra, he rompido yo solo un exército de herejes, con admi­ ración de muchos entendimientos, y lo he manifestado a la Iglesia. Por 634

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (157 0 -1 5 8 2 )

lo cual Vuestra Señoría se ha vuelto contra mí, haciéndome cargo de que he quebrantado una ceremonia que [no] es delicio de Inquisición. ¡Como si fuese pecado dar gritos al Anticristo que veo visiblemente, y como si fuese en mi mano suspender estas voces, habiendo Dios y Evan­ gelio y peligrando la salud de tantas almas y la fe de muchos grandes, a quien se van arrimando los autores deste engaño! No es cosa decente me trate Vuestra Señoría con crueldad tan conoci­ da, ni está bien a la honra del tribunal de Dios azotar a un hombre que se ha quebrantado por la honra del Señor, ni conviene se diga de tan cristiano pecho [que] hayan acabado con Vuestra Señoría los autores deste engaño lo que el sacerdote de los ídolos con el rey Hieroboam, que, por ser cosa tan literal y tan semejante a ésta, la osaré decir con licencia de Vuestra Señoría: no pudo el sacerdote de los ídolos sufrir la predicación del profeta Amos centra la idolatría, y fuése a quexar al rey Hieroboam, diciendo que el profeta de Dios ofendía su corona y ha­ cía contra su mandato, —como es el ordinario de todos los herejes acu­ dir a las potestades para defenderse con ellas. La cual información hizo al rey Hieroboam odioso con el profeta, y luego por edictos le mandó no predicase contra la idolatría, ni presumiese estar más en su tierra. Y este mismo designio han llevado contra mí los autores de la nueva idolatría, que se han quexado a Vuestra Señoría y me han opuesto que yo hacía contra sus mandamientos; —como sea verdad que yo no los he quebrantado ni hecho más de mi oficio, y lo mismo que hizo en Hierusalem el profeta Esaías que, en tomando en la boca este nombre de Sodoma, sin señalar personas, todos los principales de Hierusalem que comunicaban en el delicio nefando se levantaron contra él y le hicieron prender y quitar la vida. Y esto mismo me pasa a la letra en este arzo­ bispado de Sevilla, que es una venta del nuevo Anticristo, que, en to­ mando en la boca la secta de Alumbrados, necesitado del Evangelio y de lo que hay en Sevilla, sin señalar estado ni persona, se levantaron contra mí los que comunican la secta y, sin hallarme otro defecto, acla­ maron que yo había quebrantado el mandamiento de Vuestra Señoría; con la cual invención me han hecho recluir y poner silencio a una sola boca que había contra ellos; que si Vuestra Señoría no la hubiera cor­ tado, los negocios de Llerena se hubieran comprehendido y la Inquisi­ ción de Sevilla tuviera qué hacer y la ira de Dios se hubiera mitigado en contra destos Reinos. — PIDO Y SUPLICO a Vuestra Señoría Illustrísima me mande des­ agraviar y dar licencia para salir a rescebir mis grados y gozar de las gracias y honores que mi Orden me ofrece y de que Vuestra Señoría me tiene privado, atento a los trabajos y penitencia que he hecho y al suceso de mis enfermedades, y que los negocios de la fe tocantes Alum­ brados los ha Dios detenido y los tiene encallados por su justo juicio, 635

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y que no es razón que padezca yo a par de los herejes por haberlos descubierto. En lo cual hará Vuestra Señoría servicio a Nuestro Señor; y a mí, justicia y merced. fray Alonso de ¡a Fuente [Sobrescrito:] A los Muy Illustres Señores del Consejo de Su Ma­ jestad del Inquisición. CORTE. AHN.: Inq., leg. 2946 s.f. Anotación en h.l r.: «Recibida en Madrid a 27 de fe­ brero de 1578»; también de otra mano, en h.2 v.: «fray Alonso de la Fuente, Do­ minico». 141

EL CONSEJO AL TRIBUNAL DE LLERENA Muy Reverendos Señores: Fray Luis de Granada, de la Orden de santo Domingo, ha scripto al Ill.mo Sr. Inquisidor General la carta cuya copia será con ésta. Verla héis, señores, e informarnos cerca de lo que pasa en razón de lo en ella contenido, para que, vista nuestra relación, se provea lo que convenga. En Madrid, a 23 de octubre, 1579. AHN.: Inq., libro 579, f. 243 r. 142

EL TRIBUNAL DE LLERENA AL CONSEJO Muy Illustres Señores: La de Vuestra Señoría de 23 de octubre, juntamente con la copia de la que fray Luis de Granada escribió a Su Ill.ma, rescebimos a 7 del presente, por la cual dice que por información de fray Alonso de la Fuente mandamos recoger sus libros De la oración y Guía de pecadores, según que más largo en la carta lo refiere. Lo que en esto pasa es que por carta de V. S. de 24 de julio del año pasado de [15]74 se nos mandó recoger el libro intitulado Manual de 636

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

diversas oraciones y espirituales exercicios, sacados por la mayor parte del libro llamado Guía de pecadores que compuso fray Luis de Grana­ da, y sobre ello se publicaron edictos y se recogieron algunos libros. Y otro libro ninguno del dicho fraile ni de otro autor no se han manda­ do recoger, ni nos atreveríamos a recogelle sin orden y mandato de V. S. Cuyas muy Illustres personas guarde y prospere nuestro Señor como puede. De Llerena, 12 de noviembre, 1579. El Doctor Don Rodrigo de Mendoza El Licenciado Montoya (Sobrescrito:) A los muy Illustres Señores del Consejo de S. M. de la General Inquisición. MADRID. Ed. J. Cuervo, Biografía de Fr. Luis de Granada, Madrid, Gregorio del Amo, 1895, pp. 44-45, sin indicar dónde se halla.

637

I N D I C E S

I. II.

SINTETICO 1 DE ILUSTRACIONES

III.

ONOMASTICO

IV.

GENERAL

1 Al principio del tomo, página 5.

II

INDICE DE ILUSTRACIONES Págs

FUENTE DEL MAESTRE (Badajoz); Una c a lle ...................................... FUENTE DEL MAESTRE (Badajoz): La plaza mayor ........................... FUENTE DEL MAESTRE (Badajoz): Exterior de la iglesia parroquial. FUENTE DEL MAESTRE (Badajoz): Interior gótico y retablo barroco de la iglesia parroquial ............................................................................... BADAJOZ: Torre de Espantaperros .......................................................... LLERENA (Badajoz): Arco de Montemolín (s. xvi) ................................. L.LERENA (Badajoz): Vista aérea de la ciudad ...................................... BADAJOZ: Casas medievales ................................................................... ZAFRA (Badajoz): Castillo-palacio de los Condes de Feria .................. ZAFRA (Badajoz): Plaza m a y o r................................................................. ZAFRA (Badajoz): Plaza Chica ................................................................. ZAFRA (Badajoz).‘Plaza Chica (detalle) ................................................... MERIDA (Badajoz): Fachada de la iglesia de Santa María .................. FREGENAL DE LA SIERRA (Badajoz): Casa arciprestal y torreón del castillo de los Templarios .................................................................... MERTDA (Badajoz): Iglesia de la Orden de Santiago ............................ CAZALLA DE LA SIERRA (Sevilla): Calle de las Monjas ................... TRUJILLO (Cáceres): Fachada del palacio Orellana-Pizarro .............. PLASENCIA (Cáceres): Casa del Deán ..................................................... AZUAGA (Badajoz): Plaza del Cristo ....................................................... AZUAGA (Badajoz): Altar del Cristo del Humilladero ........................ AZUAGA (Badajoz): Torre de la iglesia parroquial .............................. ALMENDRALEJO (Badajoz): La iglesia parroquial .............................. San Juan de Ribera (lienzo de Luis de Morales) ..................................... LLERENA (Badajoz): Plaza donde se celebraban los «autos de fe» ... LLERENA (Badajoz): Palacio de D. Luis de Zapata .............................

144 144 145 145 145 160 160 161 161 304 304 305 305 305 320 320 321 464 465 465 465 465 480 481 481

Jl

III

INDICE ONOMASTICO *

ABAD, S.J., Camilo M.: 25, 31. ABRAHAM Ben'Ezra: 33. AGUAYO, O.P., Alberto: 59, 74, 75, 76, 114, 340, 472. AGUILA, Conde del: 21. AGUILAR, Alonso de: 23. AGUILAR, Leonor: esposa del bachiller Alonso Rodrigo, procesada por el S. O. y absuelta: 589. AGUILAR PIÑAL, Francisco: 31. AGUSTIN, San, Obispo de Hipona: 29, 35, 219, 401, 408, 634. ALATORRE, A.: 32. ALCANTARA, O.F.M., San Pedro de: 32. ALCARAZ, Pedro Ruiz de: 44. ALCAZAR, S.J., Baltasar: 28. ALDANA, Francisco de: 11. ALDERETE, O.P., Diego: 193. ALDERETE, Francisco: 193. ALEJANDRO MAGNO: 175. ALFONSO VIII: 29. ALONSO, Catalina: viuda de Gaspar Villegas, penitenciada por el S. O. de Llerena: 494. ALONSO, Inés: Cristiana nueva, recon­ ciliada, reprocesada, murió asesinada en la prisión: 253, 255, 260, 270, 485, 502, 604. ALONSO, Martín: labrador y mesone­ ro, penitenciado por el S. O. de Lle­ rena: 490. ALTAMIRANO, O.P., Alonso: 472. ALVAREZ, S.J., Baltasar: 29, 33. ALVAREZ, Francisco: 31. ALVAREZ, Hernando: cristiano nuevo, jefe o cabeza de los Alumbrados ex­ tremeños: 58, 59, 117, 131, 135, 136, 216, 224, 225, 229, 243, 244, 245, 246, 252,

254, 255, 258 penitenciado, 263-266 de­ litos, 270, 272 condena a galeras, 274 sometido a «quistión de tormento», 281, 302, 341, 354, 355, 493, 285, 287, 288, 494, 495, 517-521 sentencia, 532-535 errores y doctrina, 535 tuvo en con­ tra 346 testigos, 554-555 orden de pri­ sión, 562 proceso, 568, 587-588 cárceles en que está, 477, 479, 606. ALVAREZ, M. E.: 31. ALVAREZ, S.J., Rodrigo: 23, 25, 176, 204. ALVAREZ SALVADOR, Miguel, regidor de la villa de Alcalá de Guadaira: 26. ALVARO o ALVAREZ, Pero, médico in­ terino del S. Oficio de Llerena, cris­ tiano nuevo: 247, 583. ALLI SON PEERS, E.: 31. AMBROSIO, San: 393, 397, 398, 456. AMEZAGA, E.: 31. AMO, Gregorio del, editor: 14, 174, 315, 637. ANDRES MARTIN, Melquíades: 31. ANGULO, O.P., Juan de: procesado por el S. O. de Llerena: 86. ANTONIO ,Don, Prior de Crato, preten­ diente al trono portugués: 24. ANTONIO, San: 401, 463. ANSELMO, A. J.: 31, 76, 172. ANTUNEZ, Manuel: 71, 168, 169, 170, 177, 178, 179, 181, 182, 183, 184, 186, 187-191, 192, 193, 194, 197, 203, 211, 212, 454, 465, 542-544, 545, 547, 611, 614, 618, 620, 621-623, 624 carta a Gabriel de Zayas, secretario de Felipe II. APOSTOLES, Francisca de los (vide Avila), procesada por Alumbrada en Toledo: 232-233, 584.

* Se omiten los nombres bíblicos y topográficos, dando solamente nombres propios de personas y especificando los procesos inquisitoriales y la condición de cristianos nuevos. 643

ALVARO HUERGA

AQUAVIVA, S.J., Claudio: 36. ARCOS, O.P., Miguel de los: 25. ARGOTE DE MOLINA, Gonzalo: 28. ARGUELLO, Gaspar Isidro de: 20. ARIAS MONTANO, Benito: 11. ARIAS, O.P., Pedro: 82. ARINTERO, O.P., Juan González: 32. ARRIAGA, O.P., Gonzalo de: 28. ARRIO, hereje: 392. ASENSIO, Eugenio: 27, 32, 124, 279. ASIN PALACIOS, Miguel: 32. ASPE ANSA ,María Paz: 32. ASTRAIN, S.J., Antonio: 32, 60, 61, 86, 175, 176, 177, 179, 184, 210, 308, 315, 322. ASTRANA MARIN, Luis: 32. AUBERT, Pierre, editor: 34. AVALOS o DAVALOS, O.F.M., Luis, pe­ nitenciado por el Santo Oficio de Llerena: 261, 511. AVILA, Francisca, alias de los Apósto­ les, procesada por el Santo Oficio de Toledo: 20. AVILA, Maestro Juan de (San): 8, 22, 25, 29, 31, 32, 35, 36, 38, 42, 43, 44, 46, 66, 75, 112, 114, 167, 263, 320, 417 su libro Audi, filia; 430 sus Cartas impresas en Baeza. AVILA, Juan de, labrador, penitencia­ do por el Santo Oficio de Llerena: 491. AZAMBUJA, O.P., Jerónimo: 40. AZZARO, O.C.D., Mariano de San Beni­ to: 24. BADAJOZ, O.F.M., Angelo de, peniten­ ciado por el S. O. de Llerena: 228, 248, 250, 261, 482, 588, 589. BAEZ, Rodrigo, procurador de causas, cristiano nuevo, penitenciado por el S. O. de Llerena: 503. BAIAO, Antonio: 32. BARBADO, Manuel: 32. BAPTISTA, Isabel: 232. BARRADO, O.F.M., A.: 32, 60, 61, 124. BARRANTES, Vicente: 12, 32, 60, 63, 64, 179, 204, 205, 210, 239, 260, 280, 281, 283, 284, 315, 321, 322. BARREIRA, Joáo de, editor: 26, 163, 572. BARRERA, Andrés, editor: 25. BARROSO, C.M.F., Santiago: 32. BARUZI, Jean: 32, 316. BATAILLON, Marcel: 32, 167. BAUTISTA, O.F.M., Juan: 232. BAUTISTA, Isabel, penitenciada por el S. O. da Llerena: 584. BEDA el Venerable: 384. BENITEZ DE LUGO, Antonio: 33. 644

BERDUGO, O.F.M., Esteban, penitencia­ do por el S. Oficio de Llerena: 585586. BERNAL, Juan, zapatero, penitenciado en Llerena por Alumbrado: 229, 252, 255, 258 penitencia, 269-270 delitos, 273, 486, 499, 538 errores y doctrina, 523 sentencia BERNARDO, San: 386, 393, 397, 398, 456. BETETA, Luis: 20 proceso. BETHENCOURT, F. de: 33. BILCHES, S.J., Francisco de: 28. BLANCO, Domingo, editor: 40. BOADO, F.: 33. BOEHMER, Edward: 33. BORJA, S.J., San Francisco de: 22, 25, 34, 201, 208. BORRAS, A.: 33. BORROMEO, San Carlos: 23, 46, 164, 167, 168. BOTELLO, Felipe, vecino de Valencia de Alcántara: 28 Memorial contra los judíos. BRAVO, S.J., B.: 33. BREMOND, Henri: 33, 316. CABALLERO, O.P., Bartolomé: 82. CABALLERO, Fermín: 26, 33, 270. CABRERA, O.P., Alonso: 24, 25. CABRERA, Juan de, editor: 42. CABRERA DE CORDOBA, Luis: 28, 233, 306. CALDERON, Alonso, morisco, peniten­ ciado por el S. O. de Llerena: 554. CALIGARI, Giovanni Andrea: 23, 164, 167, 168. CALVO PADILLA, Juan: 201. CANALLA, Juan, editor: 26. CANO, O.P., Melchor: 22, 25, 33, 40, 42, 43, 44, 45, 171, 172, 270. CANOVA, Juan de, editor: 26. CANTERA, Francisco: 33. CARCEL ORTI, Vicente: 33, 309, 310. CARDENAS, Leonor de, abuela mater­ na de Alonso de la Fuente: 49. CARINI, F.: 33. CARLOS V: 30, 166, 329. CARO BAROJA, Julio: 33. CARPIO, Miguel, inquisidor de Sevilla: 213, 591-592 orden de visitar Cazalla, 596 permiso para regresar a Sevilla, 629, 630. CARRANZA, O.P., Bartolomé de Miran­ da: 23, 25, 30, 34, 45, 112, 114, 140, 181, 240, 270. CARRILLO, Fernando: 82. CARRILLO, Sancha: 25. CARVALHO, Joaquim de: 33. CASALE, O.F.M., libertino da: 15. CASAUS, Guillén de: 21 proceso.

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (157 0 -1 5 8 2 )

CASTAÑEDA, Juan de: 22, 68, 71, 211, 323, 548-550, L o q u e m e d i j o f r a y A lo n ­ s o en e l c a m i n o .

CASTAÑEDA, O.P., Martín de: 80. CASTAÑEGA, O.F.M., Martín de: 26, 43. CASTELLBRANCO, D. Eduardo: 196. CASTELLANOS, Pedro: 28. CASTILLO, O.P., Hernando del: 28, 157, 201, 319, 320, 378-379, 387, 392, 561, 571 A d v e r te n c ia s s o b r e los A lu m b ra d o s.

CASTILLO, Juan del: 39 proceso. CASTRO, Adolfo de: 30, 33. CASTRO, Américo: 33, 214, 278, 279. CASTRO, S.J., Antonio de: 307 proceso. CASTRO, José: 34. CASTRO, D. Rodrigo de, inquisidor: 34, 67, 131-132, 134, 139, 179, 181, 325, 353, 553, 554, 555, 556, 557, 559, 560, 561, 562, 563, 566, 569, 570, 613-614 carta al Car­ denal Infante D. Enrique. CATALINA DE GENOVA, Santa: 22, 26, 36, 163, 174, 266, 405, 568 el L i b r o de su vida hallado entre los papeles de los Alumbrados, 571 se prohíbe y re­ coge. CATALINA DE SIENA, Santa: 23. CAVALLERA, S.J., Fernando: 34. CAYETANO, O.P., Tomás de Vio: 399, 457. CAZALLA, Juan de: 31, 40. CAZALLA, María de: 20 proceso. CERECEDA, S.J., Feliciano: 34. CERVANTES, Miguel de: 11, 26, 32, 33, 36, 38, 45, 275. CIPRIANO, San: 436. CIRAC ESTOPIÑAN, Sebastián: 34. CISNEROS, Francisco Jiménez de: 40, 41. CLARENO, O.F.M., Angelo: 15. CLEMENTE V: 399. COGNET, Louis: 34, 76. COLON, Femando: 51, 52. COLUNGA, O.P., Emilio: 8, 14, 34, 63, 64, 77, 316, 322. CONDE PEREZ, Gonzalo, penitenciado por el S. O. de Llerena : 513. CONSTANT, G.: 34. CONTRERAS, Femando de: 21. COPADO, Bernabé: 34. COPONES, Luis de, inquisidor: 84. CORDESES, S.J., Antonio: 26, 33, 39, 184, 185, 186, 187, 188, 198, 199, 200, 202, 203, 325, 545, 546, 618-620 carta al Cardenal Infante D. Enrique, 620-621 carta al P. Leáo Enriques, SJ. CORDOBA, O.P., Beato Alvaro de: 211. CORDOBA Y MENDOZA, O.P., Martín de, obispo de Plasencia: 58.

COTARELO Y VALLEDOR, Emilio: 34, 131. COZAR MARTINEZ, Femando: 28. CRESPIN, Jean: 34. CRESPO, Gregorio, gañán, penitencia­ do por el S. O. de Llerena: 490. CRISOGONO DE JESUS, O.C.D.: 34. CRISOSTOMO, San Juan: 26. CRISTIANI, L.: 8. CRUZ, Ana de la: 25. CRUZ, Isabel de la: 537. CRUZ, O.P., Jerónimo de la: 24. CRUZ, O.C.D., San Juan de la: 27, 32, 41, 311. CRUZ, O.P., Juan de la: 26, 407. CRUZ, O.P., Luis de la: 45 proceso. CRUZ, Magdalena de la: 23 proceso, 24, 29. CUADRA Y GIBAJA, E. de la, editor: 29, 49. CUERVO, O.P., Justo: 14, 26, 34, 61, 174, 315, 319, 321, 377, 611, 637. CUESTA, Pedro de la, editor: 30. CUEVAS, O.P., Domingo de: 43. CUEVAS, O.P., Juan de las: 96. CHAMIZO, Cristóbal, del grupo de Alumbrados extremeños: 58, 59, 152, 225, 229, 252, 253, 255, 258 penitencia­ do por el S. O. de Llerena, 268 deli­ tos, 272 condena a galeras, 478, 480, 484, 497, 515-517 sentencia, 536 erro­ res y doctrina, 563 orden de prisión, 564, 572 confesiones, 599 visto su pro­ ceso, 602. CHARRI, P.: 283. CHAVES, O.P., Diego de: 139. CHELES, María de, penitenciada por el S. O. de Llerena: 490. DARIO: 175. DALMASES, S.J., Cándido de: 25, 34, 202.

DAVALOS, O.F.M., Luis (v i d e Avalos, Luis de): 278 indulto. DEFOURNEAUX, M.: 310. DEZA, O.P., Diego de: 52. DIAZ, Catalina, esclava, penitenciada por el S. O. de Llerena: 489. DIAZ, Francisco, hortelano, penitencia­ do por el S. O. de Llerena: 488. DIAZ, Hernando, zapatero, morisco, pe­ nitenciado por el S. O. de Llerena: 489. DIAZ, Rodrigo, mercader, cristiano nue­ vo, penitenciado por el S. O. de Lle­ rena: 504. DIAZ DE MONTOYA, Femando, editor: 28. DOMINGO DE GUZMAN ,Santo: 294, 329, 408, 542. 645

ALVARO HUERCA

DOMINGUEZ, Juan, trabajador, peni­ tenciado por el S. O. de Llerena: 492. DOMINGUEZ ORTIZ, Antonio: 35, 279. DONIN, A.: 35. DORIGA, Alonso de, Secretario del Con­ sejo de la Inquisición: 244, 255, 560, 561, 569. DURAN, O.P., Tomás: 54. ECIJA, Hernando de, del grupo de Alumbrados extremeños: 226, 229, 252, 254, 255, 258 penitenciado, 268 delitos, 272 condena a galeras, 273 pena pecuniaria, 481, 484, 496, 530 sentencia, 536 errores y doctrina, 573575 informaciones y orden de prisión. ECHARD, O.P., J.: 42. EFREN de la Madre de Dios: 27. EGIDIO, Dr. (= Juan Gil): 21. EGUIA, Miguel de, editor: 26, 36. ENRIQUE, Don, Cardenal Infante de Portugal, Arzobispo de Evora: 24, 34, 66, 67, 72, 163, 164, 166, 167, 168, 169, 171, 172, 173, 175, 177, 178, 179-192, 194, 197-198, 211, 213, 222, 253, 321, 324, 452, 542, 544, 545, 546, 547, 608-609 carta a D. Gaspar de Quiroga, 611, 613, 614616 carta a Felipe II, 616, 618, 621622 carta a Felipe II, 625. ENRIQUES, S.J., Leao: 67, 186, 199, 202, 620. ENRIQUEZ, S.J., Enrique: 204. ENZINAS: Francisco de: 29. ERASMO: 32. ESBARROYA, O.P., Agustín de: 15, 26, 37, 52. ESCABIAS, S.J., Sebastián: 24, 28, 43. ESCOLANO GOMEZ, Francisco: 35. 35. ESCUDERO Y PEROSSO, Francisco: ESPINOSA DE LOS MONTEROS, Pa­ blo: 21. ESPRONCEDA: 275. ESQUERDA BIFET, Juan: 35. ESTELLA, O.F.M.: Diego de: 40. ETCHEGOREN, Gastón: 35. EUBEL, Conrado: 27, 58, 62, 112, 131, 148, 167. EUFRASIO, San: 30. EULOGIO de la Virgen del Carmen: 35. EUSTAQUIO, obispo de Sebaste: 383. FABRI, O.P., Sixto: 88. FAJARDO, endemoniado de Cazalla: 153-154, 369, 371. FELIPE II: 28, 33, 49, 59, 66, 98, 114, 160, 161, 162, 167, 178, 183, 187, 189, 192, 193, 194, 197, 198, 200, 201, 203, 270, 277, 309, 318, 324, 329, 465, 525, 542, 544, 545, 610, 612, 614, 625 carta a su tío D. Enrique. 646

FELIPE III: 13. FELIPE IV: 12, 13. FERNANDES, Isabel: 22 proceso, 163. FERNANDEZ, O.P. Alonso: 28, 58, 60, 61, 239, 280. FERNANDEZ DE CORDOBA, Francis­ co, editor: 28, 29, 85, 211. FERNANDEZ DE CORDOBA, Pedro: 25. FERNANDEZ SANTAELLA, Maese Ro­ drigo: 37. FERNANDO el Católico: 269, 537. FERRER, O.P., San Vicente: 26. FEVRE, Lucien: 35. FILHAUT, E.: 35, 76. FIORE, Gioachino da: 15. FLICHE, A.: 8, 35, 38. FLORES DE ORDAS, Juan, penitencia­ do por el S. O. de Llerena: 288-289. FLORS, Juan, editor: 25, 61, 114, 176, 208, 279, 281. FONSECA, J.: 30. FOQUEL, Guillermo, editor: 27, 88. FORCADA, O.P., Vicente: 26. FRANCO, O.P., José: 21. FRANCISCO DE ASIS, San: 401, 408, 463, 526. FUENTE, O.P., Alonso de la, laico: 55. FUENTE, Alonso de la, padre de fray Alonso: 49. FUENTE (de Cantos), O.P., Alonso: 55. FUENTE, O.P., Fran Alonso de la: p a ssim .

FUENTE, Martín de la, abuelo paterno de fray Alonso: 49. FUENTE, D. Gonzalo de la: 109, 338. FUENTE, O.P., Juan de la: 139. GALIANA, O.P., Luis: 21. GALINDO, Isabel: 25. GALLARDO, Bartolomé José: 35. GALLEGO PARDO, Diego, Comisario del S. O. en Cazalla: 230. GALLI, Tolomeo (Bartolomé), card. de Como, Secretario de Gregorio XIII: 180, 187, 190, 191, 201, 361, 544, 617 carta al Nuncio N. Ormaneto, 625. GALLO, O.P., Maestro Juan: 140. GARAY, Francisco, editor: 28. GARCIA, Alonso, trabajador, peniten­ ciado por el S. O. de Llerena: 490. GARCIA, Francisco, cabrero, peniten­ ciado por el S. O. de Llerena: 491. GARCIA, Francisco: 500, 538. GARCIA, Juán, del grupo de Alumbra­ dos extremeños: 62, 93, 229, 252, 254, 255, 258 penitenciado, 267-268 delitos, 272 condena a galeras, 273 pena pe­ cuniaria, 481, 485, 495, 529 sentencia, 535-536 errores y doctrina. GARCIA, Pablo: 26.

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (157 0 -1 5 8 2 )

GARCIA, O.P., Salvador: 21. GARCIA CAPOTE, Alonso: 486. GARCIA LOPEZ DE SAYAGO: 473, 485. GARCIA DE MOLINA, Juan: 28. GARCIA MORALES, Andrés: 29. GARCIA Y MORRAS, Domingo, editor: 28. GARCIA VILLOSLADA, S.J., Ricardo: 35. GARGANTA, O.P., José M.: 26. GARZEND, L.: 15, 36. GAYANGOS, Pascual: 36. GENOVES, Jerónimo, editor: 27. GETINO, O.P., Luis Alonso: 64, 322. GIL AYUSO, Faustino: 26. GILMONT, S.J., J.F.: 34, 46. GINETE, Alonso: 26. GIRALDO, Miguel, tejedor de lienzos, penitenciado por el S. O. de Llerena: 493. GIRON, Pedro, inquisidor: 296. GOMEZ DE BLAS, Juan, editor: 42. GOMEZ BRAVO, J.: 29. GOMEZ DE LAMADRID, O.SS.T., Die­ go: 112. GOMEZ-MENOR, O.C.D., José: 36. GOMEZ DE SANTA MARIA, O.F.M., Pedro: 368. GOMEZ DE SOLIS: 50. GOMEZ DE SOLIS, Catalina, abuela materna de fray Alonso: 49. GONQALVES RIBEIRO, Jorge, inquisi­ dor: 67, 163, 164, 166, 608. GONGORA, Diego Ignacio: 24, 29, 49, 50, 51, 53, 54, 59, 60, 97, 114, 140. GONGORA, Fernando: 29. GONGORA, Luis de: 275. GONZALEZ, Beatriz: 308. GONZALEZ, Diego, reconciliado por el S. O. de Llerena: 503. GONZALEZ, Elvira, del grupo de Alum­ brados extremeños: 285, 286 acusa­ ción, 287 presa, 297, 298, 300 sus de­ litos, 301, 304. GONZALEZ, S.J., Gonzalo: 354. GONZALEZ, Hernán: 490. GONZALEZ, Juan, editor: 28. GONZALEZ, Lorenzo, caudalero, recon­ ciliado, absuelto por el S. O. de Lle­ rena: 509. GONZALEZ, María, viuda de Francisco García, penitenciada por el S. O. de Llerena: 500. GONZALEZ, María, del grupo de Alum­ brados extremeños: 229, 252, 258 pe­ nitenciada, 270 delitos, 274 tormento, 486, 522-523 sentencia, 538 errores y doctrina.

GONZALEZ, Mary, esposa de Hernán Sánchez, mercader, absuelta por el S. O. de Llerena: 508. GONZALEZ, Mary, esposa de Ambrosio Hernández, recon c i l i a d o , cristiana nueva, procesada por el S. O. de Lle­ rena y reclusa en Sevilla por loca: 509-510. GONZALEZ TOME, reconciliado, ab­ suelto por el S. O. de Llerena: 509. GONZALEZ, O.P., card. Zeferino: 29. GONZALEZ DE AMEZUA, Agustín: 26, 36. GONZALEZ DE AREVALO, Alonso, de­ positario de bienes secuestrados por el S. O.: 567. GONZALEZ DAVILA, Gil: 29, 58, 60. GONZALEZ DE MONTES, Reginaldo ( G o n s a l v i o M o n t a n o ) : 29.

GONZALEZ DE MUNEBREGA, Juan, inquisidor: 238, 239. GONZALEZ PALENCIA, Angel: 28, 36. GOÑI GAZTAMBIDE, José: 36. GRACIAN DANTISCO de la Madre de Dios, O.C.D., Jerónimo: 26, 39, 56, 58. GRANADA, Juan de, jurista, cristiano nuevo, penitenciado por el S. O. de Llerena: 587. GRANADA, O.P., Luis de: 14, 24, 26, 32, 34, 37, 38, 42, 44, 66, 67, 70, 74, 75, 112, 161, 163, 164, 165, 167, 168, 169, 170, 171, 172, 173, 174, 175, 178, 179, 180, 182, 185, 186, 188, 189, 193, 195, 210, 214, 215, 219, 233, 320, 325, 394, 395, 396, 451, 454, 464, 543, 545, 547, 549, 608-609, 610-611 carta a Gabriel de Zayas, 612, 613, 614, 615, 616-622, 626, 632, 634, 636 carta al In­ quisidor General, 636-637 informe de los inquisidores de Llerena. GREGORIO XIII: 96, 187, 189, 190, 201, 544, 545, 546, 612, 615. GREGORIO MAGNO, San: 393, 397, 398, 456. GROULT, P.: 36. GUARNERI, Romana: 36, 316. GUDIEL, O.S.A., Alonso: 25. GUDINO, P.: 283. GUERRERO, José Ramón: 36. GUGHIERI NAVARRO, Araceli: 36. GUIBERT, S.J., José de: 26, 36. GULIK, G. van: 27. GUILLAUMONT, A.: 36. GUTIERREZ, S.J., C.: 36. GUTIERREZ, Francisco, del grupo de Alumbrados extremeños: 152, 225, 229, 252, 253, 255, 258 penitenciado, 268 delitos, 272-273, pena pecuniaria, 274 tormento, 282 cristiano nuevo, 478, 479, 484, 496, 525-526 sentencia, 647

ALVARO HUERGA

536 errores y doctrina, 564-565 orden de prisión, 603 recusa al obispo de Salamanca. GUTIERREZ, María, del grupo de Alumbrados extremeños: 229, 252, 259 penitenciada, 273 pena pecuniaria, 278 indulto, 282 cristiana nueva, 486, 501 viuda de Alonso Sánchez, 522 sen­ tencia, 538 errores y doctrina, 590. GUZMAN, D. Enrique de, Conde Oliva­ res, niterrogado por el S. O. en Ma­ drid: 216. HATFILDO, Arnolfo, editor: 30. HATZFELD, Hermut: 37. HAUBEN, Paul J.: 37. HAZAÑAS Y LA RUA, Joaquín: 37. HERNAN CORTES: 11. HERNANDEZ, Alonso, mercader de fri­ sas, cristiano nuevo, penitenciado por el S. O. de Llerena: 505. HERNANDEZ, Ambrosio, c a r e e lero, cristiano nuevo, penitenciado por el S. O. de Llerena: 507. HERNANDEZ, Ambrosio, reconciliado: 505. HERNANDEZ, Francisca: 44. HERNANDEZ, Gonzalo, cortador de carne, absuelto por el S. O. de Llere­ na: 508. HERNANDEZ, O.P., Ramón: 319. HERNANDEZ, O.P., Vicente, Regente de Osuna: 88. HERNANDEZ CAMBEROS, Bartolomé, labrador, penitenciado por el S. O. d& T.1p.FP.n7\ * 512

HERNANDEZ MUZQUIL, Alonso, mo­ risco, dado en fiado por el S. O. de Llerena: 510. HERP, O.F.M., Enrique (Harphius): 40. HERRERA, O.P., José de: 20, 52. HERRERA, Ñuño de, notario de la In­ quisición: 599. HERRERO DEL COLLADO, Tarsicio: 37. HERRERO GARCIA, Miguel: 37. HERRERO SALGADO, F.: 37. HIGUERA, O.F.M., Martín de la, peni­ tenciado por el S. O. de Llerena: 228, 248, 249, 255, 261, 482, 599. HIGUERA, S.J., Román de la: 23, 306. HIGUERAS MALDONADO, Juan: 27. HILARIO DE SAN JOSE, O.C.D.: 37. HOCES Y GONGORA: Alonso de, in­ quisidor: 21. HOMERO: 281. HOYOS, O.P., Manuel M.: 28. HUERGA, Alvaro :9, 15, 25, 26, 27, 37, 38, 52, 53, 79, 168, 171, 208, 209, 233, 281. 648

HURTADO, O.P., Alfonso: 54. HURTADO DE MENDOZA, Diego: 36. IBAÑEZ, Francisco ,receptor del S. O. de Llerena: 155, 156, 309, 558. IBAÑEZ, Pedro: 21 proceso. IGNACIO DE LOYOLA, San: 8, 29, 33, 38. INOCENCIO VIII: 9. IPARAGUIRRE, S.J., Ignacio: 38, 39, 61, 184, 208. IRIARTE, S.J., Mauricio: 38. ISABEL la Católica: 269. ISABEL de Portugal: 166. ISABEL de la Cruz: 39. JERECZEK, Bruno: 38, 167. JIMENEZ, Diego, penitenciado por el S. O. de Llerena: 285, 298-299 delitos. JOSE de Jesús Crucificado, O.C.D.: 38. JUAN III de Portugal: 166. JUAN XXI: 399. JUAN DE LA CRUZ, O.C.D., San (vide Cruz, Juan de la): 35, 36. JUAN de Santo Tomás, O.P.: 35. KAKICHI KADAWAKI, J.: 38. KAMEN, H.: 38. KNELLER, S.J., C. A.: 38, 61. KOMARECK, J.: 27. LAIN ENTRALGO, Pedro: 38. LAINEZ, S.J., Diego: 34, 201, 202. LAREDO, O.F.M., Bemardino de: 43. LEA, H. C.: 38, 316. LEa O, Gaspar de: 27. T FCTMA 9 T P • 73

LECIÑANA o LICIÑANA BARAHONA, Tomás, inquisidor: 20, 235, 255, 285286 visita del distrito de Llerena, 288, 289 informaciones, 590, 593. LEDESMA, O.P., Martín de: 22. LEITAO, O.P., Esteban: 67, 165, 166, 170, 178, 321, 455, 464, 465, 608. LEMONNIER, O.P., Michel: 38. LEMOS, Elias de: 26, 163, 571. LEON, O.S.B., Alonso de: 24. LEON, O.S.A., Luis de: 27, 88. LEON, Pedro, familiar del S. O. de Lle­ rena: 563 preso, 567. LERCARO, Giacomo: 38. LERIN, San Vicente de: 26. LETURIA, S.J., Pedro de: 39. LEVI-PROVENQAL, E.: 39. LOPEZ, Leonor, del grupo de Alumbra­ dos extremeños: 229, 252, 259 peni­ tenciada, 278 indulto, 486, 501, 524 sentencia, 538 errores y doctrina.

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

LOGROÑO, Hernando de, alcaide del S. O. de Llerena, penitenciado: 567. LONGHURTS, John E.: 39. LOPEZ, Catalina: del grupo de Alum­ brados extremeños: 229, 255, 259 pe­ nitenciada, 278 pide y obtiene indul­ to, 515 sentencia, 488, 538 errores y doctrina, 565 proceso, 581. LOPEZ, García, mercader: 508 proce­ sado y ab suelto por el tribunal del S. O. de Llerena. LOPEZ, Fernando: 39. LOPEZ, Hernán «el Viejo»: 486. LOPEZ, S.J., Juan: 21 proceso. LOPEZ, O.P., Juan, obispo de Monópoli: 29, 60, 85, 97, 211. LOPEZ, Luis, sastre, penitenciado por el S. O. de Llerena: 487. LOPEZ AZPITARTE, E.: 39. LOPEZ CEREZO, Alonso, penitenciado por el S. O. de Llerena: 305. LOPEZ DE CHAVES, Luis, abuelo ma­ terno de fray Alonso: 49. LOPEZ DE CHAVES, María, madre de fray Alonso: 49. LOPEZ ESTRADA, F.: 39. LOPEZ MARTINEZ, Nicolás: 39. LOPEZ DE MONTOYA, Juan, inquisi­ dor: 21, 64, 66, 80, 81, 82, 84, 95, 141, 142, 145, 146, 147, 148, 150, 151, 152, 153, 154, 155, 156, 157, 158, 160, 161, 162, 173, 245, 246, 247, 254, 255, 320, 361, 368, 369, 225, 226, 227, 228, 234, 235, 236, 237, 238, 371, 372, 559, 562, 563, 564, 565, 568, 571, 573, 574, 575, 577, 578, 583, 585, 596, 593, 595, 596, 597, 598, 605 orden de llevar personalmente procesos Alumbrados a Madrid, 606, 631, 637. LOPEZ DE SALDAÑA, Fabián, inquisi­ dor: 235, 236, 237, 238, 473, 596-598 or­ den de visitar el distrito, 591 nombra­ miento de inquisidor de Llerena, 601, 602 proceso informal a su actuación en la visita, 631. LOPEZ SAYAGO, García (vide GarciLópez): 502. LOREA, O.P., Antonio de: 22. LORENZANA, Licdo., cura de Las Ca­ sas, consultor S. O. de Llerena: 241, 592. LORENZO, Isabel, viuda de Baltasar Nieto, cristiana nueva, penitenciada por el S. O. de Llerena: 504. LUCAS, Gaspar: 57, 84. LUCENA, familia: 39. LUCINIO del Smo. Sacramento, O.C.D.: 27. LUTERO, Martín: 31, 251. LUZ, Luis da: 22.

LLAMAS MARTINEZ, Enrique: 39, 89, 95, 149, 204. LLANO DE VALDES, inquisidor: 296. LLORCA, S.J., Bernardino: 39, 243, 273, 274, 275, 316, 317. LLORENTE, Juan Antonio: 39. MACIAS, María, «mujer enamorada», penitenciada por el S. O. de Llerena: 250, 482. MACIAS, Marina, del grupo de Alum­ brados de Llerena: 259, 277 indulto, 500 penitenciada, 515 sentencia, 538 errores y doctrina, 601 visto su proceso.

MADARIAGA, Salvador: 11. MADRIGAL, Pedro, editor: 27. MADURELL, J. M.: 40. MAHOMA: 251, 304, 405, 432, 487, 488. MALARA, Juan de: 22. MAINARDI, H., editor: 25. MALDONADO, G a s p a r , reconciliado, preso de nuevo por el S. O. de Llere­ na: 513. MAMBLE, Pedro, escribano de Barce­ lona: 22. MANCIO DE CORPUS CHRISTI, O.P.: 140, 361. MANRIQUE, Alonso, inquisidor gene­ ral: 20. MANRIQUE, Jerónimo, inquisidor: 296. MANSILLA, Demetrio: 40. MANUEL I de Portugal: 166. MARAÑON, Gregorio: 12, 40, 275. MARCO, A. di: 35. MARIA de San Francisco, acusada: 286. MARIA de Santo Domingo, la beata de Piedráhita: 38. MARIA de la Visitación, la monja de Lisboa: 233. MARIN SOLA, O.P., Francisco: 40. MARINO DE SAAVEDRA, Pedro, fiscal del S. O. de Llerena: 515, 516, 517. MARQUEZ, Antonio: 15, 16, 40, 61, 64. MARQUEZ VILLANUEVA, Francisco: 40. MARTIN, Víctor: 8, 35, 38. MARTIN, Esteban, del grupo de Alum­ brados extremeños: 228, 248, 249, 261, 273 pena pecuniaria, 482, 589 proceso. MARTIN, Tomás: 40. MARTIN HERNANDEZ, Francisco: 43. MARTIN PLATA, Juan, penitenciado por el S. O. de Llerena: 512. MARTIN SALAMANCA, Francisco, tra­ bajador, penitenciado por el S. O. de T Ipepuíí •

MARTINEZ ALBIACH, A.: 40. MARTINEZ BARA, José Antonio: 40. MARTINEZ DE BUJANDA, J.: 40. 649

ALVARO HUERGA

MARTINEZ DE CARNACEDO, B., in­ quisidor de Llerena: 281, 303. MARTINEZ MORENO, S.J., Francisco: 25. MARTINEZ ROMERO, J.: 40. MARTINEZ DE VALLECILLO, Cristó­ bal, inquisidor: 82, 83. MARTINS MARQUEZ, A. A.: 40. MARTINS MASCARENHAS, D. Fernán: 172, 173, 325, 610 carta a Gabriel de Zayas, 611. MATIAS GIL, A.: 28, 280. MATOS DE NOROÑA, Antonio, inqui­ sidor de Toledo y de Llerena: 76, 81, 82, 235, 241, 576, 577, 580. MATUTE Y LUQUIN, Gaspar (^ se u ­ dónimo de Luis María Ramírez de las Casas-Deza): 40. MAYANS, Gregorio: 21. MEDINA, O.P., Bartolomé: 140, 361. MEDRANO, Antonio de: 20 proceso, 44. MEIGNE, M.: 40. MELENDEZ VALDES, Gonzalo, provi­ sor de Badajoz y luego jesuíta: 177, 184, 198, 200, 201, 202, 203, 353-354 pro­ visor de Badajoz y favorecedor de los Alumbrados, 593 proceso sin pri­ sión, 594 calificación de sus presun­ tos errores, 598. MELGAREJO, O.P., Alvaro: 54. MENAYO, Baltasar, penitenciado por el S. O. de Llerena: 285, 289, 290, 291292 delitos. MENDEZ, Gabriel, tejedor de lienzos, preso por el S. O. de Llerena: 514. MENDEZ BEJARANO, M.: 40. MENDOZA, Alonso de: 21 proceso, 306. MENDOZA, Rodrigo de, inquisidor de Llerena: 173, 239, 287-288 visita del distrito, 296, 308, 637. MENENDEZ PELAYO, Marcelino: 12, 13, 17, 40, 52, 60, 61, 64, 86, 102, 205, 208, 210, 239, 279, 283, 284, 315, 322. MERCURIAN S.J., E.: 39, 68, 179, 184, 189, 200, 325, 550, 627 carta al inqui­ sidor general D. Gaspar de Quiroga. MESA, Catalina de: 281. MESA, Cristóbal de: 281. MESA, Francisco de, del grupo de Alumbrados extremeños, c r i s tiano nuevo: 152, 225, 229, 252, 253 tormen­ to, 254, 255, 258 penitenciado, 266-267 delitos, 272 condena a galeras, 277 indulto, 281, 478, 479, 484, 495, 523-524 sentencia, 535 errores y doctrina, 563 orden de prisión, 564, 568 se halló en el secuestro de sus papeles el Libro de Santa Catalina de Génova en por­ tugués. MESEGUER, O.F.M., Juan: 41. 650

MEY, editor: 25. MEXIA, Cristóbal, del grupo de Alum­ brados extremeños, cristiano nuevo: 66, 152, 153, 225, 229, 230, 231, 258 pe­ nitenciado, 268 delitos, 272 condena a galeras, 282, 287 le dan libros que pide para su defensa, 570, 580-581 pro­ visión de fondos para alimentos, 599 proceso, 606 suspensión voto de tor­ mento, 536 errores y doctrina, 563564 orden de prisión, 528 sentencia, 252, 253, 254, 255, 478, 480, 484, 496. MEXIA, Isabel, esposa del doctor Nie­ to, reconciliado, cristiana nueva, pe­ nitenciada por el S. O. de Llerena: 506. MEXIA DE LA SARTE, Diego, inquisi­ dor: 234. MIGUELEZ, M.: 41. MILLA, O.P., Alonso de la: 113, 114, 340. MILLAN, Dr., censor libros en S. O. de Sevilla: 114. MIRANDA, O.P., Bartolomé: 24. MIR, Miguel: 25, 51, 43, 61, 64, 162, 319, 377. MOHEDANO, J. M.: 41. MONJA DE CARRION (= Luisa de la Ascensión): 23, 41. MONTEIRO, Pedro: 41. MONTIJANO, J.: 41. MONSALVE, Cristóbal de, penitencia­ do por el S. O. de Llerena: 291. MORALES, Andrés de: 24. MORALES, Juan Bautista de: 29. MORALES BORRERO, Manuel: 11, 41. MORENO CARMONA, A., editor: 30, 75. MORGADO, Alonso: 29, 211. MORTIER, O.P., A.: 29. MOURA, Cristóbal de: 193. MUÑANA, O.P., José de: 21, 24. MUÑOZ, inquisidor de Llerena: 228, 234, 238, 588, 594 recusado en causa de L. Sánchez, 594 carta del Consejo animándolo a acudir a las audien­ cias, 631. MUÑOZ, Luis: 29. MUÑOZ GARNICA, M.: 28.' NAVARRO, O.F.M., Juan: 25. NAVATA, S.J., Francisco: 21 proceso. NEGRON, Ledo., consultor del S. O. de Sevilla: 199, 546. NIETO, Dr.: 154. NIETO, Baltasar: 504. NIETO, Francisco, familiar del S. O., de Mérida, procesado: 586. NOVALIN, José L. G.: 16, 41, 114. NUÑEZ, Leonor, «relaxada en estatua»: 567.

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

NUÑEZ, Pedro, editor: 32. NUÑEZ DE ALMARAZ, Teresa: 308. OCHOA, O.P., Juan: 114, 139, 266, 340. OLIVI, O.F.M., Pietro: 15. OLIVOS, O.S.A., Marcos de los, peni­ tenciado por el S. O. de Llerena: 228, 248, 249 sentencia, 261, 278 indulto. OLMEDO, S.J., Félix G.: 30. ORCIBAL, J.: 41, 76. ORDOÑEZ DE CEBALLOS, Pedro: 30. ORIGENES: 393, 397, 398, 456. ORIVE, A.: 41, 131. ORMANETO, Niccoló, Nuncio de Gre­ gorio XIII en Madrid: 22, 33, 176, 178, 180, 187, 189, 190, 191, 192, 201, 325, 542, 544, 545, 611, 615, 617-618 carta al car­ denal Galli, Secretario de Gregorio XIII, 625-626 carta a idem. OROZCO, O.S.A., Alonso de: 27. OROZCO Y COVARRUBIAS, Juan: 27, 233. ORTEGA, A.: 41. ORTIZ, Cristóbal, penitenciado por el S. O. de Llerena: 289. ORTIZ, O.F.M., Francisco: 20 proceso, 44. ORTIZ DOMINGUEZ, Antonio: 281, 282. ORTIZ DE ZUÑIGA, Diego: 29. OSUNA, O.F.M., Francisco de: 43. PACHECO, Andrés, inquisidor general: 148. PACHECO, Francisco: 23. PAIVA, Manuel, editor: 26. PALAU DULCET, A.: 41. PALMA, S.J., Luis de la: 179. PARAMO, inquisidor: 213, 629, 630. PARRA, Francisco, penitenciado: 23, 283. PLAZA, S. Juan de la: 35. PLAZA, Juan de la, estudiante, peniten­ ciado por el S. O. de Llerena: 151 echó un libelo a la puerta del inqui­ sidor, 572 preso, 566 y 568 proceso. PAULO IV: 44. PAZ, Ramón: 41. PAZ Y MELIA, A.: 41. PAREJA, emisario de D. Rodrigo de Castro: 612. PEDRO DE ALCANTARA, O.F.M., San: 124, 125. PEETERS-FONTAINAS, J. F.: 41. PERAZA, Luis de: 20. PEREZ, Baltasar, cardador, penitenciar do por el S. O. de Llerena: 492. PEREZ, O. Mínimos, Diego: 28. PEREZ, Gonzalo: 36. PEREZ, Francisco: 286.

PEREZ BOLSICO, Alonso, labrador, penitenciado por el S. O. de Llerena: 491. PEREZ DE LOS SANTOS, Isabel, acu­ sada: 286. PEREZ DE VALDIVIA, Diego: 24, 27, 35, 38, 40, 44. PICADO, Dr., Provisor de Badajoz, ene­ migo de los Alumbrados: 106, 284, 301. PIEDROLA, Marcos de, inquisidor: 296. PIEDROLA Y BEAUMONT, Miguel de, embaucador, procesado y castigado por el S. O.: 233, 306. PINELO, O.S.A., Gabriel: 216. PINERO JIMENEZ, Francisco: 41. PINTA LLORENTE, O.S.A., Miguel de la: 41, 114, 247, 319. PIO IV: 172, 173, 610, 611. PIO V, San: 44. POLAINO ORTEGA, J.: 42. POMPONIO: 436. PONCE DE LA FUENTE, Constantino: 21, 25, 33, 36. PONCE DE LA FUENTE, Rodrigo, in­ quisidor general: 307, 309. PORRAS, Juan de, penitenciado por el S. O. de Llerena: 513. PORRES, S.J., Francisco de, procura­ dor del Colegio de Madrid: 22, 23, 63, 67, 70, 119, 120, 178, 179, 182, 183, 184, 187, 189, 190, 191, 192, 197, 198, 199, 200, 201, 203, 323, 542-547 informes al Prepósito General S.J. POU Y MARTI, O.F.M., J. M.: 42. PUENTE, S.J., Luis de la: 29, 31. QUETIF, O.P., J.: 42. QUEXO, inquisidor de Llerena: 228, 234, 558, 561, 587 llamado a Madrid. QUINTANILLA, O.P., Rodrigo: 85. QUIROGA Y VELA, Gaspar, inquisidor general: 16, 27, 41, 67, 71, 72, 76, 131, 154, 162, 169, 173, 174, 177, 178-182, 183, 188, 192, 193, 194, 195-197, 200, 212, 213, 226, 227, 234, 235, 309, 324, 377, 542, 543, 544, 546, 608, 612-613 carta a D. Ro­ drigo de Castro, 616-617 carta al car­ denal D. Enrique, 618, 620, 621, 622624 parecer a Felipe II sobre el caso de fray Alonso de la Fuente, 626, 627. QUIROGA, María de, hermana de Gas­ par Quiroga: 193. QUIROS, O.P., Paulino: 42, 54, 60, 89, 114. RAMIREZ, Antonio, alcaide de las cár­ celes del S. O. de Llerena: 566. RAMIREZ, O.S.A., Pedro: 216. RAMIREZ DE ARELLANO, Rafael: 42. 651

ALVARO HUERGA

RASCO, E., editor: 29, 40, 49. REDENTO DE LA E U C A R I S T I A , O.C.D.: 42. REDIN, Dr., inquisidor: 553. REICHERT, O.P., B. M.: 25. REUSCH, Heinrich: 42. REY, S.J., Eusebio: 27. RIBEIRO, Antonio, editor: 171. RIBERA, Francisco, inquisidor: 82. RIBERA ,D. Juan de, obispo de Bada­ joz, arzobispo de Valencia: 27, 31, 33, 37, 42, 45, 61, 62, 65, 106, 112, 113, 125, 174, 266, 334, 339, 349, 355, 356, 568 car­ ta-memorial de despedida a los sacer­ dotes de Badajoz, 573 calificación de la carta-memorial por fray Alonso de la Fuente, 578. RIBERA, O.P., Miguel de: 52. RICARD, Robert: 42, 76. RICO, Atilano M.: 42. RIO, Juan del: 489. RIOS, Juan R. de los, notario del S. O. de Llerena: 254, 255, 606. RIPALDA, S.J., Jerónimo: 21 proceso. RIVADENEYRA, Manuel, editor: 30. RIVADENEYRA, S.J., Pedro: 27, 233. ROA, S.J., Martín de: 24-25, 275-278 re­ lato de los Alumbrados. ROBRES LLUCH ,Ramón: 42, 61, 62. RODRIGO, Don: 269, 537. RODRIGO, Alonso: 509. RODRIGUEZ, Alonso, jurista, cristiano nuevo, penitenciado por el S. O. de Llerena: 505. RODRIGUEZ, Hernán, labrador, pro­ cesado, murió en su casa: 512. RODRIGUEZ, Francisca, hidalga, del grupo de Alumbrados extremeños: 229, 247, 252, 260, 284 revisión proce­ so, 285 proceso postumo, absuelta, 292-297 sus delirios seudomísticos, 486, 541. RODRIGUEZ, S.J., Francisco: 30. RODRIGUEZ, O.C.D., Isaías: 42. RODRIGUEZ, Juan, editor: 29. RODRIGUEZ, Leonor, del grupo de Alumbrados extremeños: 273 pena pecuniaria. RODRIGUEZ DE LA CALLE, Juan, edi­ tor: 30. RODRIGUEZ DE LA CRUZ, Alonso, es­ cribano de Córdoba: 22. RODRIGUEZ DEL HIERRO, Juan, al­ bañil, penitenciado por el S. O. de Llerena: 489. RODRIGUEZ LARA, Lucas: 42. RODRIGUEZ MARIN, Francisco: 275. RODRIGUEZ DE LA VEGA, Catalina, procesada por el S. O. de Llerena: 248-249, 250, 255, 482, 589. 652

RODRIGUEZ DE LA VEGA, Mencía, procesada por el S. O. de Llerena: 250, 248, 249. ROJAS, D. Cristóbal de, obispo de Ba­ dajoz, de Córdoba después y arzobis­ po de Sevilla: 65, 112, 125, 201, 276, 349, 354, 355. ROJAS, O.P., Domingo de: 41. ROLDAN, A.: 26. ROMAN DE LA INMACULADA, O.C.D.: 42. ROMERA, María: 84. ROMERO, O.P., Juan, prior de Llerena: 97. ROS, O.F.M. Cap., Fidel: 43. RUBIATO, Dr., médico del S. O. de Lle­ rena: 247, 583. RUBIO, Pedro: 43, 49. RUBIO Y MUÑOZ-BOCANEGRA, An­ gel: 43. RUIZ AMADO, P.: 43, 64. RUIZ, Miguel: 232, 233, 584 proceso. RUIZ DE ALCARAZ, Pedro (vide Alcaraz): 20 proceso, 44. RUIZ JURADO, M.: 43. RUIZ DE LARRINAGA, J.: 43. SAENZ DE AGUIRRE, José: 27. SAGRADO CORAZON, O.C.D., Enrique: 43. SAGREDO, O.P., Jesús. SAINZ DE ROBLES, Federico Carlos: 43. SAINZ RODRIGUEZ, Pedro: 15, 38, 43. SAINZ DE ZUÑIGA .Carlos M. Ajo: 43. SAL, D. Juan de la, obispo tit. de Bona: 30. SALA BALUST ,Luis: 25, 43, 114, 176, 204, 207, 317, 319, 321. SALAS, O.P., Nicolás de: 54. SALAZAR, Francisco, inquisidor: 471. SALAZAR MANRIQUE, Jerónimo, in­ quisidor: 573-576, 579, 580, 581, 586, 588, 591, 593, 595, 603, 604, 606, 628. SALAZAR Y MENDOZA, Pedro: 30. SALCEDO, Juan de, notario del S. O. de Llerena: 237, 603, 604. SALINAS, fiscal del S. O. de Valladolid, promovido a inquisidor de Llerena: 235, 589. SALINAS, Dr., comisario del S. O. en Plasencia: 307. SALMERON, S. J., Alfonso: 34. SALTO, O.P., Cristóbal del: 54, 88. SALUCIO, O.P., Agustín: 23, 24, 25, 37, 75, 279, 287. SALVATIERRA, fiscal del Consejo: 135, 555. SALVATIERRA, inquisidor de Llerena: 280.

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

SANCHEZ, Alonso: 489, 501. SANCHEZ, Alonso, zapatero, peniten­ ciado por el S. O. de Llerena: 487. SANCHEZ, Alonso, mercader: 522. SANCHEZ, Elvira, esposa de Diego González, cristiana nueva, penitencia­ da por el S. O. de Llerena: 583. SANCHEZ, Gaspar, del grupo de Alum­ brados extremeños: 98, 103, 104, 120, 131, 134, 135, 136, 225, 229, 243, 247, 252, 259 absuelto por defunción, 284 revi­ sión proceso, 289 proceso postumo, 330, 344, 354, 477, 479, 483, 540, 554555 orden de prisión. SANCHEZ, Hernán, mercader y regi­ dor, cristiano nuevo, penitenciado por el S. O. de Llerena: 508. SANCHEZ, Inés, del grupo de Alum­ brados extremeños: 225, 229, 252, 260261, penitenciada fuera de auto pú­ blico, 478, 481, 485, 510, 511, 563, 564, 590. SANCHEZ, Inés, la Lindica, vecina de La Haba, procesada por bruja: 306307. SANCHEZ, Juan Manuel: 44. SANCHEZ, Leonor, del grupo de Alum­ brados extremeños: 229, 252, 260-261 penitenciada fuera de auto público, 481, 486, 511, 594 recusación del in­ quisidor Muñoz. SANCHEZ, María, del grupo de Alum­ brados extremeños: 59, 107-108 se en­ carama en el púlpito, 132, 225, 229, 244, 245, 252, 253, 254, 255, 259 peniten­ ciada, 260 presunta asesina de la compañera de cárcel, 70-271 sus de­ litos heréticos, 274 tormento, 335, 336, 485, 478, 480, 502, 527-528 sentencia, 561, 562 proceso. SANCHEZ CANTON, Francisco Javier: 44. SANCHEZ DE CUADROS SOTO, escri­ bano, penitenciado por el S. O. de Llerena: 492. SANCHEZ EZPELETA, Andrés, editor: 27. SANCHEZ DE FERIA, Bartolomé: 30. SANCHEZ PEREZ, A.: 44. SANCHIS SALVENTOSA, O.F.M., Joa­ quín: 44. SANJUAN, Dr. Huarte: 27, 38. SANTACRUZ, Alonso de: 30, 44. SANTACRUZ, S.J., Diego: 119-122, 343345, 346. SANTAMARIA, O.F.M., Pedro, del grüpo de Alumbrados extremeños: 226, 227, 228, 229, 252, 258 penitenciado, 269 delitos, 273, 277 pide indulto, 481,

485, 498, 528-529 sentencia, 537-538 errores y doctrina, 539, 548, 577-578 orden de prisión, 579-580 proceso, 587 gastos de su traslado a Llerena desde Valencia. SANTIAGO-OTERO, Horacio: 44, 61. SANTIVAÑEZ, S.J., Juan: 21, 24, 176. SANTO TOMAS, O.P., Cristóbal de, pro­ cesado: 305. SANZ Y SANZ, O.S.A., José: 25, 44. SARMIENTO, D. Francisco ,obispo de Jaén: 57. SAVONAROLA, O.P., Jerónimo: 32. SEBASTIAN, Don, rey de Portugal: 34, 163, 164, 198. SEGA, Felipe, Nuncio de Gregorio XIII en Madrid: 201. SELKE DE SANCHEZ, Angela: 44. SERRANO, O.S.B., Luciano: 44. SERRANO Y SANZ, Manuel: 44, 316. SEVILLA, Diego de, padre de Leonor Sánchez: 486, 511, 594. SCHÁFER, Ernst: 44, 247. SCHWALM, B. M.: 44. SICROFF, A. A.: 44, 280. SIERRA, inquisidor: 213, 629, 630. SIERRA CORELLA, A.: 44, 76. SILVA, Bastos: 44. SILVA, Don Juan de, embajador de Felipe II en Lisboa: 167, 198. SILVA DIAS, J.S., da: 45, 164, 172. SILICEO, Juan Martínez: 24, 140. SILVERIO de Santa Teresa, O.C.D.: 26, 27, 28, 30, 89, 96, 204. SILVESTRE, Gregorio: 281, 282. SIMANCAS, Diego de, obispo de Bada­ joz: 23, 112. SIMEON de la Sagrada Familia, O.C.D.: 88.

SIMON DIAZ, José: 45, 204. SIMÓES, Domingo, notario de Evora: 454, 465. SIMON MAGO: 384. SOCRATES: 219. SOLA, S.J., Gaspar: 21. SOLANO DE FI GÜEROA, J.: 30, 62. SOLORZANO, O.P., Francisco R. de: 22, 52. SONMERVOGEL, S.J., C.: 45, 179. SOTO, O.P., Domingo: 25, 59. SOTO, Francisco, inquisidor: 216. SOTO Y SALAZAR, Francisco, inquisi­ dor, obispo de Segorbe y luego de Sa­ lamanca: 58, 139, 212-213, 217-218, 221, 238, 239, 260-261, 321, 473, 498, 511, 554, 554-591, 605, 631. SOUSA, O.P., Luis de: 30, 165. STAEHLIN, S.J., C. M.: 45, 95. STEGGINK, O.C., Otger: 26, 27, 45, 57. SUAREZ, S.J., Francisco: 208. 653

ALVARO HUERCA

SUAREZ, Francisco, el Pollo, «relaxa­ do»: 251. SUAREZ FERNANDEZ, Luis: 27, 280. SURIO, Lorenzo: 27, 76. TAULER, O.P., Juan: 14, 27, 35, 74, 75, 76, 78, 90, 95. TALAVERA, O.S.H., Hernando de: 37. TEJADA Y RAMIRO, J.: 27. TELLECHEA IDIGORAS, J. I.: 45. TEMIÑO, inquisidor: 296, 603-606, 628. TEMPLARIOS: 547. TERESA DE JESUS, O.C.D., Santa: 8, 24, 27, 28, 35, 39, 43, 62, 78, 88, 89, 90, 92, 95, 96, 114, 171, 201, 204, 238, 239. TERRONES DEL CAÑO, Francisco: 30. TERRONES DE ROBLES, Antonio: 30. THIENE, San Gaetano: 208. THOMAS, H.: 45. TITO: 143, 363. TRIANA, Alvaro de, boticario, cristiano nuevo, penitenciado por el S. O. de Llerena: 503. TODA Y GÜELL, Eduardo: 45. TOJAL, Alonso, del grupo de Alumbra­ dos extremeños: 106, 284, 285, 287 pro­ ceso, 286 acusación, 298, 301-303 sus delitos, 304, 334-335. TOMAS DE AQUINO, Santo: 38, 63, 209, 219, 393, 397, 398, 399, 408, 457. TORAL PEÑARANDA, E.: 45. TORQUEMADA, O.P., Tomás de, inqui­ sidor general: 20. TORRES, O.P., Ambrosio de: 20, 75. TORRE Y DEL CERRO, José de la: 45. TUDELA, José: 45. TURBERVILLE, A. S.: 46, 243. UBEDA, O.P., Manuel: 46. VALCAZAR, provisor de Badajoz: 593. VALDES, Femando de, inquisidor ge­ neral: 16, 28, 41, 170, 171, 172, 201, 238, 239, 272, 305. VALDES Juan de: 32, 40, 45. VALDENEBRO Y CISNEROS, José Ma­ ría: 46. VALDERRAMA, Cristóbal de: 54. VALERA, Cipriano de: 30. VALDIVIESO, Catalina de, del grupo de Alumbrados extremeños: 226, 229, 252, 255, 259 penitenciada, 481, 486, 501, 515 sentencia, 539 errores y doc­ trina, 573-575 informaciones y orden de prisión. VALLADARES, A. editor: 30. VALLECILLO, Cristóbal Martínez, in­ quisidor: 84, 91. VALTANAS, O.P., Domingo de: 37, 38, 79. 654

VARGAS, O.P., Francisco: 89, 559. VAZQUEZ, Ana, del grupo de Alumbra­ dos extremeños: 259, 501 penitencia­ da, 515 sentencia, 538 errores y doc­ trina. VAZQUEZ, Mateo, secretario de Feli­ pe II: 162, 377. VAZQUEZ, Rodrigo, del grupo de Alum­ brados extremeños: 226, 227, 229, 252, 255, 258 penitenciado por el S. O. de Llerena, 269 delitos, 273, 481, 498, 521 sentencia, 537 errores y doctrina, 577 orden de prisión, 579, 00 visto proceso. VAZQUEZ SIRUELA, Francisco: 21. VEGA, O.P., Juan de la, prior de Lle­ rena: 97. VEGA, Mencía de la: 589 informacio­ nes contra ella por sospechosa de Alumbrada. VEGA, María de la: 482. VEGA Y FONSECA, Hernando, inqui­ sidor: 139, 553, 557. VEGA Y VELARDE, Hernando, inqui­ sidor: 139, 553-591, 628. VEKENE ,E. van der: 46. VERGARA, Juan de: 20 proceso, 39, 44. VESPASIANO: 143, 363. VEUTHEY, L.: 35, 46. VICENTE DE PAUL, San: 35. VILCHES, O.P., Juan, regente de Baeza: 88. VILLANUEVA, S.J., Francisco: 22, 64. VILLAR, O.F.M., Juan del, penitencia­ do por el S. O. de Llerena: 228, 248, 249 sentencia, 261. VILLAVA, Juan Francisco: 28. VILLAVICENCIO, O.S.A., Lorenzo de: 216. VILLEGAS, Gaspar de, escribano: 494. VILLEGAS, Busto de, inquisidor: 604, 606. VIÑAYO, Antonio: 46. VIRGILIO: 281. VISITACION, María de la (vide María de la V.): 22, 23, 37. VIVAR, Rodrigo de: 20 proceso. VOLPIO, Roger, editor: 26, 57. WADING, O.F.M., Lucas: 30. WHITTE, Ch.-M. de: 46. XIMENA JURADO, Martín de: 30. XIMENEZ, Antonio: 57. XIMENEZ, J.: 27, 31, 62. XIMENEZ PATON, Bartolomé: 30. XIMENEZ DE PEDRO CORONA, Juan: 57.

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (157 0 -1 5 8 2 )

XUAREZ, Francisco: 562 proceso. XUAREZ, Lorenzo, cristiano nuevo, pe­ nitenciado por el S. O. de Llerena: 504. YANGUAS, S.J., Aurelio: 26, 184. ZAFRA, Juan de, penitenciado por el S. O. de Llerena: 285, 289-290 sus de­ litos. ZAMBRANA, Elvira, del grupo de Alum­ brados extremeños: 225, 229, 244, 245, 252, 259 penitenciada, 274 tormento, 278 indulto, 473, 478, 480, 485, 502, 526527 sentencia, 539 errores y doctrina, 561 proceso, 562. ZAMORA, Francisco, del g r u p o de Alumbrados extremeños: 120, 131,

135, 136, 225, 229, 243, 245, 247, 252, 259 ab suelto por defunción, 284 pro­ ceso postumo, 289, 344, 454, 483, 477, 479, 483, 540, 554-554 orden de prisión, 562, 568. ZAMORA, Gaspar de: 46. ZAPATA, Licdo., del grupo de Alumbra­ dos extremeños: 226, 227, 259, 354, 577 orden de prisión, 579, 582-583 muere antes de caer preso. ZAPATA, D. Luis: 244, 309, 583. ZARCO-BACAS Y CUEVAS, O.S.A., Ju­ lián: 46. ZAYAS, Gabriel de, secretario de Feli­ pe II: 172, 192, 193, 194, 211, 610, 621. ZUBIRI, Xavier: 45. ZUÑIGA, Juan de, embajador de Feli­ pe II en Roma: 114. ZURBARAN, Francisco: 97.

655

IV

INDICE GENERAL Págs. INTRODUCCION.............................................................................................. SIGLAS, FUENTES Y BIBLIOGRAFIA......................................................... I. II.

Siglas.................................................................................................. Fuentes: A) Fuentes manuscritas ................................................................... B) Fuentes im presas......................................................................... C) Historia n a rra tiv a ....................................................................... III. Bibliografía........................................................................................

7-17 1946 19 20 25 28 31

PRIMERA PARTE H I S T O R I A

I: SEMBLANZA BIOGRAFICA DE FRAY ALONSO DE LA FUENTE....................................................................................................... 49-97 1. P a tria ..................................................................................................... 49 2. Estudiante en Sevilla........................................................................... 50 3. Dominico............................................................................................... 51 4. Profesor y Rector en la Universidad deciana.................................... 53 5. El estímulo de la predicación............................................................. 55 6. Los lances antialumbradistas ............................................................. 56 7. «Lo que dijo fray Alonso en el camino» .......................................... 66 8. En la posada del Inquisidor................................................................ 71 9. La p ro te sta ........................................................................................... 73 10. Prior en Palma del R ío ........................................................................ 73 11. Los «apuntamientos» sobre T au ler.................................................... 76 12. Prior en U beda.................................. 79 13. Prior en L lerena................................................................................... 84 14. Maestro en Sagrada Teología............................................................. 86 15. Los «libros» de la Madre T eresa........................................................ 88 16. La m u erte ............................................................................................. 96

Capítulo

657 42

ALVARO HUERGA

Págs.

Capítulo II: EL DESCUBRIMIENTO DE LOS ALUMBRADOS .............. 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21 22. 23. 24. 25. 26. 27.

Un nuevo mundo espiritual................................................................. A caza de la misteriosa herejía .......................................................... El enemigo, en c a s a ............................................................................. Profeta en su tie rra .............................................................................. «Una manada de Alumbradas»............................................................ El sermón de Mari Sánchez............................................................... En la Inquisición de L lerena.............................................................. La Alumbrada de B adajoz................................................................... La sombra del P atriarca...................................................................... La consulta a los maestros de Sevilla............................................... «Opportune et importune».................................................................. El frente de Fuente de C antos............................................................ Zafra, cuartel general de los Alumbrados.......................................... La contraofensiva del P. Santa Cruz,S J .............................................. Los frailes de La L a p a ........................................................................ Ante el Tribunal Suprem o................................................................... Las primeras c ap tu ras......................................................................... Cita en la C orte.................................................................................... La consulta a los maestros de Salamanca ....................................... Los coloquios de M adrid...................................................................... Al asalto de Z a fra ................................................................................. El inquisidor M ontoya......................................................................... Publicación del edicto de f e ................................................................. Resultado positivo de la visita inquisitorial..................................... El endemoniado de Cazalla................................................................. Pleito por cuatro reales....................................................................... La segunda v u elta................................................................................

658

98 100 102 104 105 107 109 111 112 113 111 117 118 119 124 127 134 137 139 140 142 145 147 149 153 155 157

III: LA AVENTURA LUSA..............................................................

160-2231

Obsequio a Su M ajestad...................................................................... Viaje a Lisboa....................................................................................... Las iras del Cardenal In fan te ............................................................. Carta de Inquisidor a Inquisidor...................................... ;............ La tímida autodefensa de fray L u is................................................... La solución salomónica del Inquisidor G eneral................................ El pleito, en segunda instancia.......................................................... La intervención diplomática del N uncio........................................... Manuel Antúnez, en el laberinto de la C o rte ......................■............. El Cardenal Enrique pierde la segunda instancia ........................... Carta del Rey a su t í o .......................................................................... La tregua aparente .............................................................................. Las réplicas a los «Memoriales»......................................................... Fray Alonso, en el exilio...................................................................... Fray Alonso vuelve a las andadas ..................................................... Fray Alonso, en el castillo de T ria n a ................................................ Procesillo a un papel que corría por la C orte.................................... Un exabrupto im plorante..................................................................... Fray Alonso, en lib ertad ......................................................................

160 162 166 169 175 178 182 190 192 194 197 198 203 210 212 214 215 217 221

Capítulo

1. 2. 3. 4. 5. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20.

98-159

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 70-1582)

Págs. Capítulo

1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8.

Los Alumbrados, en las cárceles secretas......................................... Roces de tribunales......................................................... ... ... ’’’ ¿Un foco de Alumbradismo en Toledo? ...................... ... ... ." ... Renovación del tribunal de L lerena................................................... Penuria de «calificadores».................................................................. Los procesos, a marcha le n ta .......................................................... . Causas desglosadas ............................................................................. Evolución de los procesos desde 1573 a 1578 .................................

Capítulo

1. 2. 3. 4. 5. 6.

257 258 262 272 275 278

VI: ULTIMOS RASTREOS............................................................... 283-303

¿Alumbrados solapados?........................................................................ La «visita» de Leciñana.......................................................................... La «visita» de Rodrigo de Mendoza...................................................... Los Alumbrados d ifuntos...................................................................... El caso de Juan de Z a fra ........................................................................ El bachiller Baltasar Menayo................................................................. La hidalga Francisca Rodríguez............................................................ Nuevo auto de fe en Llerena, 1 de julio de 1582 ............................... El santero de Campanario..................................................................... La «Alumbrada» Elvira González.......................................................... El «gran Alumbrado» Alonso T o ja l.......................................................

Capítulo

224 229 231 233 239 242 248 250

V: AUTO DE FE EN LLERENA, 14 DE JUNIO DE 1579 ............ 257-282

El «auto».................................................................................................. Los re o s .................................................................................................... Los delitos............................................................................................... Las sentencias......................................................................................... Cómo cumplen lapenitencia.................................................................. Alumbrados y conversos........................................................................

Capítulo

1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11.

IV: PRISION Y PROCESOS

VII: SIN HUELLAS..........................................................................

283 285 287 288 290 291 292 297 298 300 301 304-311

SEGUNDA PARTE DOCUMENTOS PRESENTACION.............................................................................................. 315-325 1. 2. 3. 4. 5.

Valor de los documentos Tres h a ce s...................... Los «Memoriales».......... Las relaciones................ La correspondencia ......

315 317 318 322 324 659

ALVARO HUERGA

Págs.

Secció I: MEMORIALES 1. Alonso de la Fuente: Carta y Memorial a Felipe I I ........................... 329-377 1) Carta ................................................................................................... 329 2) Memorial en que se trata de las cosas que me han pasado con los Alumbrados de Extremadura desde el año de [15]70 hasta el fin de este año de [ 15375 ............................................................. 330-377 I. [Historia del descubrimiento de los Alumbrados] ............... 330 II. [Vida y errores de los Alumbrados] ........................................ 373 III. Del secreto grande de esta maldad y secta ...................... 376 2. Alonso de la Fuente: Nueve Memoriales para el Consejo de la Santa y General Inquisición sobre los Alumbrados de Extremadura ........ 378-442 I. Las proposiciones que tienen los Alum brados................... 382-387 A) Proposiciones................................................................... 382 B) Calificación teológica, por fray Hernando delCastillo ... 383 II. Enseñan los maestros de los Alumbrados lo siguiente............. 388-392 A) D octrina............................................................................ 388 B) Censura, por fray Hernando del Castillo ............................... 390 III. Advertencias tocantes a la materia de los Alumbrados ........ 393-407 A) Exposición........................................................................ 393 B) Calificación de toda esta d o c trin a ............................... 396 IV. Aspectos especiales de los Alum brados...................................... 407423 A) De la oración.................................................................... 407 B) Preguntas que se han de hacer en la verificación de esta doctrina............................................................................ 412 C) Sumario de la doctrina que practican losAlumbrados ... 419 D) De los endemoniados de esta s e c ta .............................. 419V .IX V. Instrucción y orden que se ha de guardar en examinar a los Alumbrados y Alumbradas ............................................................. 423-425 VI. Diversos tipos de Alum brados......................................................... 426 VII. Advertencias para saber cómo esta doctrina contradice a la católica.............................................................................................. 426433 A) El lenguaje espiritual en sentido católico ..................... 426 B) Cómo entienden este lenguaje los herejes deeste tiempo. 429 C) Cómo esta herejía se siente y no se d ic e ..................... ... 432 D) Argumento de lo que se ha de p re d ic a r..................... 433 VIII. Calificación de los actos libidinosos............................................. 434439 IX. Del modo de vivir que tienen los Alum brados........................... 439-442 3. Alonso de la Fuente: Carta y Memorial para los Inquisidores de Lisboa......................................................................................................... 443451 1) Carta a los Inquisidores...................................................................... 444 2) Memorial: Del nombre de esta herejía y de las cosas varias que contiene y de que se compone........................................................... 444-451 660

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (15 7 0 -1 5 8 2 )

Págs.

I. II. III. IV. V. VI. 4.

Alonso

La nueva s e c ta ........................................................................ Cinco miembros principales .................................................. Dos tipos y modos de engaño ............................................... Errores generales a toda g e n te ............................................ Conclusión................................................................................ Post scriptum ........................................................................... de la

F uente : M e m o r ia l p a r a el C a r d e n a l I n f a n te D. E n r iq u e .

444 445 448 448 450 451 452-454

5. Alonso de la F uente: M e m o r ia l p a r a E s te v á o L e ita o ............................ 455-465 I. A utores......................................................................................... 456 II. Fundamento principa] de esta herejía ................................... 457 III. Cómo entienden todos estos términos ..................................... 458 IV. Segundo fundam ento.................................................................. 460 V. Tercer fundam ento.................................................................... 460 VI. Cuarto fundam ento.................................................................... 460 VII. Errores particulares que manan de estos principios y se han hallado en diversas personas .................................................... 461 VIII. Del modo que se ha de tener en buscar esta doctrina ....... 462 IX. Señales generales de los Alumbrados ..................................... 462 X. La razón porque esta maldad se ha encubierto tantos días. 463 XI. La causa porque éstos, siendo camales y deshonestos, han tenido opinión de casto s............................................................ 463 464 XII. Unum mirabile dictu! ................................................................ 6.

7.

M e m o r ia l d e a lg u n a s c o s a s g e n e r a le s en q u e lo s A lu m b r a d o s d e E x ­ t r e m a d u r a p r i n c i p a lm e n t e c o n f o r m a n en lo q u e e n se ñ a n , s in o tr a s m u c h a s p r o p o s i c i o n e s h e r é tic a s , e r r o r e s y s u p e r s tic io n e s q u e en p a r t i c u la r s e p r u e b a n c o n t r a c a d a u n o d e e l l o s ....................................... L o q u e p a r e c e s e d e b e a d v e r t i r en lo s n e g o c io s d e lo s A lu m b r a d o s q u e e s tá n p r e s o s en el S a n to O fic io d e la I n q id s ic ió n d e L le r e n a

(setiembre, 1577)..................................................................................... S ección

472-473

II: RELACIONES

Serie A: S obre

8. 9. 10. 11.

466471

los

Alumbrados

Relación del tribunal de Llerena al Consejo, 29 mayo 1575 ............ 477478 Relación del tribunal de Llerena al Consejo, 18 nov. 1576 ................. ¡479-482 Relación del tribunal de Llerena al Consejo, 10 dic. 1578 ................. 483-486 Relación del auto público de la fe, que se celebró en la Inquisición de Llerena domingo de la Trinidad, 14 junio 1579 ............................ I.V * 487-514 487 I. Penitenciados por diversos delitos ........................................... 492 II. Penitenciados por casados dos veces ....................................... 494 III. Penitenciados por testigos falsos ............................................. 494 IV. Penitenciados por la secta y doctrina de Alumbrados ........ V. Penitenciados por sospechosos vehementemente de haber 503 guardado la ley de M oysén........................................................ 506 VI. Reconciliados por judaizantes .................................................. 508 VIL Relación de las causas despachadas fuera de auto ............. VIII. Relación de las personas que quedan presas, y el estado de 513 sus c a u sa s.................................................................................... 661

ALVARO HUERGA

Págs.

12. Sentencias contra los Alumbrados que salieron al auto de fe, Llerena, 14 junio 1579 ...................................................................................... 515-531 13. Relación de las causas de cada uno de los Alumbrados o congrega­ dos de Llerena y los errores y doctrina que enseñaban, con sus sen­ tencias ...................................................................................................... 532-539 14. Alumbrados absueltos de la instancia por defunción....................... 540-541 Serie B: S obre?fray Alonso de la F uente 15. F rancisco de P orres, S.J.: Hechos y dichos de fray Alonso de la Fuente, fraile de Santo Domingo, de la Provincia de Andalucía, y lo que sobre ello se ha hecho hasta 20 de julio de 1576 ........................... 542-544 16. F rancisco de Porres, S.J.: Lo que hay de nuevo sobre el negocio de fray Alonso de la Fuente, de la Orden de Santo Domingo................. 545-547 17. Juan de Castañeda: Memorial de lo que el padre fray Alonso de la Fuente me dijo en el cam ino................................................................. 548-550 S ección

III: CORRESPONDENCIA

Serie A: D el «D iario» 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25.

1573, 1573, 1573, 1573, 1573, 1573, 1573, 1573,

del

Consejo

El Consejo al tribunal de Llerena abril 21: El Consejo al tribunal de Llerena mayo 20: El Consejo al tribunal de Llerena junio 3: El Consejo al tribunal de Llerena julio 15: El Consejo al tribunal de Llerena agosto 19: El Consejo al tribunal de Llerena octubre 10: noviembre 23: El Consejo a todos los tribunales diciembre 4: El Consejo a todos los tribunales

26. 1574, enero 13: 27. 1574, mayo 22: 28. 1574, mayo 28:

557 557 558

29.

559

30. 31. 32. 33. 34. 35. 36. 37. 38. 39. 40 41. 42. 43. 44.

El Consejo a fray Alonso de la F u en te............ El Consejo al tribunal de Llerena .................. El Consejo al tribunal de Llerena .................. El Consejo al P. Francisco Vargas, O. P., Pro­ 1574, mayo 29: vincial de la Provincia de Andalucía................. El Consejo al Licenciado Juan López de Mon1574, junio 28: to y a ....... ............................................................. 1574, junio 28: El Consejo al tribunal de Llerena .................. 1574, junio 28: El Consejo al tribunal de Sevilla ...................... 1574, julio 29: El Consejo al tribunal de Llerena .................. 1574, agosto 31: El Consejo al tribunal de Llerena .................. El Consejo al inquisidor Juan López de Mon1574, setiembre 4: to y a .................................................................. ... 1574, setiembre 4: El Consejo al tribunal de Llerena .................. 1574, setiembre 14: El Consejo al tribunal de Llerena .................. El Consejo al inquisidor Juan López de Mon1574, setiembre 16: to y a ....................................................................... 1574, setiembre 16: El Consejo al tribunal de Llerena..................... 1574, octubre 14: El Consejo al tribunal de Llerena..................... 1574, octubre 14: El Consejo al tribunal de Llerena..................... El Consejo al inquisidor Juan López de Mon1574, octubre 23: to y a ....................................................................... 1574, noviembre 13: El Consejo a todos los tribunales..................... 1574, noviembre 24: El Consejo a todos los tribunales......................

553 553 554 554 555 555 556 556

45. 1575, enero 12: 662

El Consejo a los inquisidores de Sevilla ........

559 560 561 561 562 563 563 564 565 566 566 567 568 569 569 570

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (157 0 -1 5 8 2 )

Págs.

46. 1575, enero 12:

El Consejo al tribunal de Llerena .................. El Consejo al inquisidor Juan López de Mon47. 1575, enero 13: to y a ...................................................................... 48. 1575, enero 14: El Consejo al tribunal de Llerena..................... 49. 1575, enero 24: El Consejo al tribunal de Llerena..................... El Consejo al inquisidor Juan López de Mon50. 1575, febrero 28: to y a ...................................................................... 51. 1575, febrero 28: El Consejo al tribunal de Llerena..................... El Consejo al inquisidor Juan López de Mon52. 1575, junio 4: to y a ...................................................................... 53. 1575, junio 9: El Consejo al tribunal de Llerena..................... 55. 1575, junio 9: El Consejo al receptor del tribunal de Llerena. 56. 1575, junio 14: El Consejo al tribunal de Llerena..................... 57. 1575, junio 16: El Consejo al tribunal de Llerena..................... 58. 1575, junio 22: El Consejo al tribunal de Toledo...................... 59. 1575, julio 21: El Consejo al receptor del tribunal de Llerena. El Consejo al inquisidor Juan López de Monto y a ...................................................................... 60. 1575, julio 21: 61. 1575, julio 21: El Consejo al tribunal de Valencia ................. El Consejo al tribunal de Llerena .................. 62. 1575, julio 21: El Consejo al tribunal de Llerena .................. 63. 1575, agosto 13: El Consejo al inquisidor Antonio Matos de Noroña ...................................................................... 65. 1575, agosto 13: El Consejo al tribunal de Llerena..................... 65. 1575, agosto 13: El Consejo al tribunal de Sevilla...................... 66. 1575, agosto 30: El Consejo al tribunal de Toledo ...................... 67. 1575, agosto 31: El Consejo al tribunal de Llerena..................... 68. 1575, agosto 31: El Consejo al inquisidor Juan López de Monto y a ...................................................................... 69. 1575, setiembre 6: 70. 1575, setiembre 27: El Consejo al Tribunal de Toledo..................... El Consejo al Tribunal de Toledo..................... 71. 1575, octubre 21: El Consejo al tribunal de Llerena..................... 72. 1575, octubre 21: El Consejo al inquisidor Juan López de Mon73. 1575, diciembre 13: to y a ...................................................................... 74. 1575, diciembre 20: El Consejo al tribunal de L lerena..................... El Consejo al Doctor Quero, inquisidor de Lle­ 75. 1575, diciembre 24: rena ...................................................................... El Consejo al tribunal de Llerena..................... 76. 1575, enero 19: El Consejo al tribunal de Llerena..................... 77. 1576, enero 19: El Consejo al tribunal de Llerena..................... 78. 1575, enero 19: El Consejo al tribunal de Llerena..................... 79. 1576, enero 21: El Consejo al tribunal de Llerena..................... 80. 1576, enero 27: El Consejo al tribunal de Llerena..................... 81. 1576, febrero 1: El Consejo al tribunal de Llerena..................... 82. 1576, febrero 9: El Consejo al tribunal de Llerena....... ............ 83. 1576, febrero 20: El Consejo al inquisidor Carpió, del tribunal de Sevilla................................;............•............... 84. 1576, marzo 10: El Consejo al inquisidor Carpió, del tribunal de Sevilla................................................................... 85. 1576, mayo 17: El Consejo al tribunal de Llerena..................... 86. 1576, mayo 17: El Consejo al tribunal de Llerena..................... 87. 1576, mayo 17: El Consejo al tribunal de Llerena..................... 87. 1576, mayo 29. El Consejo al tribunal de Llerena..................... 88. 1576, junio 16: El Consejo al inquisidor Muñoz_......................... 89. 1576, julio 4: El Consejo al inquisidor Saldaña ...................... 90. 1576, julio 4: El Consejo al inquisidor Juan López de Monto y a ....................................................................... 91. 1576, julio 4:

570 571 571 572 572 573 573 574

574 575 575 576 577 577 578 579 579 580 580 581 581 582 583 584 584 585 586 586 587 587 588 589 589 589 590 590 591 591 592 592 593 593 594 594 595 595

663

ALVARO HUERGA

Págs.

Consejo Consejo Consejo Consejo Consejo Consejo Consejo Consejo Consejo Consejo

102. 1577, enero 9:

103. 104. 105. 106. 107. 108.

1577, 1577, 1577, 1577, 1577, 1577,

febrero 21: marzo 18: julio 6 : julio 15: octubre 24: noviembre 15:

El El El El El El El

Consejo al tribunal de Llerena Consejo al inquisidor Saldada . Consejo altribunal de Llerena Consejo altribunal de Llerena Consejo altribunal de Llerena Consejo altribunal de Llerena Consejo altribunal de Llerena

600 601 601 602 602 603 603

109. 110. 111. 112. 113.

1578, 1578, 1578, 1578, 1578,

enero 16: marzo 15: julio 14: julio 30: diciembre 10:

El El El El El

Consejo Consejo Consejo Consejo Consejo

tribunal tribunal tribunal tribunal tribunal

Llerena Llerena Llerena Llerena Llerena

604 605 605 606 606

El Consejo al tribunal de Llerena

607

1576, 1576, 1576, 1576, 1576, 1576, 1576, 1576, 1576, 1576,

julio 7: agosto 3: agosto 3: agosto 22: agosto 22: setiembre setiembre setiembre setiembre octubre 3:

114. 1579, mayo 2:

12 : 12 :

15: 28:

al al al al al al al al al al

al al al al al

inquisidor Carpió ....................... inquisidor Saldada .................... inquisidor Montoya ................... inquisidor Montoya ................... inquisidor Saldada .................... tribunal de Llerena .................. tribunal de Llerena .................. inquisidor Carpió ....................... tribunal de Llerena .................. tribunal de Llerena ..................

596 596 597 597 598 598 599 599 599 600

El El El El El El El El El El

92. 93. 94. 95. 96. 97. 98. 99. 100. 10 1 .

de de de de de

S e r i e B : S obre el «pleito» contra fray A lonso de la F uente

115. El Cardenal Infante Don Enrique al Inquisidor General Don Gaspar de Quiroga. Evora, 24 marzo 1576 ......................................................... 116. Don Fernán Martins Mascarenhas a Gabriel de Zayas, Secretario de Felipe II. Setúbal, 18 abril 1576 ............................................................. 117. Fray Luis de Granada a Gabriel de Zayas, Secretario de Felipe II. Evora, 29 mayo 1576 ................................................................................ 118. El Cardenal de Como al Nuncio N. Ormaneto. Roma, 1 junio 1576. 119. El Inquisidor General, D. Gaspar de Quiroga, a D. Rodrigo de Cas­ tro. Madrid, 24 junio 1576 ....................................................................... 120. D. Rodrigo de Castro al Cardenal Infante D. Enrique. Zamora, 29 junio 1576 ................................................................................................. 121. El Cardenal Infante a Felipe II. Evora, 13 julio 1576 ....................... 122. El Inquisidor General, D. Gaspar de Quiroga, al Cardenal Infante D. Enrique. Madrid, 17 julio 1576 .......................................................... 123. El Nuncio Niccoló Ormaneto al Cardenal de Como. Madrid, 18 ju­ lio 1576 ...................................................................................................... 124. El P. Antonio Cordeses, S.J., al Cardenal Infante D. Enrique. Ma­ drid, 22 julio 1576 .................................................................................... 125. El P. Antonio Cordeses, S.J., al P. Leáo Enriques, S.J., confesor del Cardenal Infante. Madrid, 22 julio 1576 ............................................... 126. Copia de carta del Cardenal Infante a S. M. Felipe II. Evora, 1 agos­ to 1576 ...................................................................................................... 127. Relación del caso de fray Alonso de la Fuente y lo que paresce al Inquisidor General que se puede responder al Cardenal Infante ... 128. Manuel Antúnez a Gabriel de Zayas (sin d a ta ).................................... 129. Minuta de carta de mano de S. M. al Cardenal Infante. San Loren­ zo del Escorial, 22 agosto 1576 ............................................................... 664

608 610 610 611 612 613 614 616 617 618 620 621 622 624 625

LOS ALUMBRADOS DE EXTREMADURA (1 5 7 0 -1 5 8 2 )

Págs.

130. El Nuncio Niccoló Ormaneto al Cardenal de Como. Madrid, 23 agos­ to 1576 ...................................................................................................... 131. El P. Everardo Mercurian, Prepósito General de la Compañía de Je­ sús, al Inquisidor General, D. Gaspar de Quiroga. Roma, 17 setiem­ bre 1576 .................................................................................................... 132. El Consejo al tribunal de Sevilla. Madrid, 22 enero 1577 ........ 134. El Consejo al tribunal de Sevilla. Madrid, 23 marzo 1577 ........ 134. El tribunal de Sevilla al Consejo. Castillo de Triana, 6 abril 1577. 135. El tribunal de Sevilla al Consejo. Castillo de Triana, 4 mayo 1577. 136. El Consejo al tribunal de Sevilla. Madrid, 23 mayo 1577 ............... 137. El Consejo a los inquisidores de Llerena. Madrid, 7 setiembre1577. 138. El tribunal de Sevilla al Consejo de la Inquisición. Castillo de Triana, 8 noviembre 1577 ...................................................................... 139. El Consejo al tribunal de Sevilla. Madrid, 14 febrero 1578 .............. 140. Fray Alonso de la Fuente al Consejo de la Inquisición. Sevilla, me­ diados febrero 1578 ............................................................................... 141. El Consejo al tribunal de Llerena. Madrid, 23 octubre 1579 ............. 142. El tribunal de Llerena al Consejo. Llerena, 12 noviembre 1579 ...

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INDICES: Indice sintético....................................................................................... Indice de ilustraciones............................................................................ Indice onom ástico................................................................................... Indice general..........................................................................................

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Date Due

BX 1584 .H83

[juerga, Alvaro. HlS|t?ii!ai