Garnet Lacey 02

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Dead Sexy

Tate Hallaway

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Capítulo 1 – Aries ¿Quién hubiera sabido que había tantas cosas muertas en Madison, Wisconsin? Cuando me asomé por la parte superior del exhibidor de las cartas del tarot, vi a un zombi de pie en el mostrador que llevaba una copia de la “Guía Vudú para completos idiotas”. Luché para no golpear mi frente en la estantería debido a la frustración. Teniendo en cuenta cómo empezó mi día, un cliente zombie sólo era la guinda de un día ya de por sí jodido. Había pasado las horas previas al amanecer ocupada por el hecho de que tenía demasiados hombres en mi vida, y ninguno de ellos estaba vivo. Sebastian, mi actual amante vampiro, me dejó en mi casa alrededor de las cinco, yo tenía que entrar a trabajar temprano hoy, y, de todas las cosas estúpidas que podía hacer, me las arreglé para olvidarme mis llaves de la tienda en casa. Esto habría sido algo de menor importancia en la escala de molestias, excepto que vi a Parrish, mi ex-amante vampiro, quien Sebastian no tenía que saber que aún estaba vivo, y mucho menos en la ciudad, e incluso aún peor, que vivía en mi sótano, escondiéndose tras los setos de mi patio trasero, obviamente, con ganas de hablar. Sebastian, por supuesto, había querido entrar, ayudarme a descargar la bicicleta de su camioneta, robarme varios besos más, y todo tipo de cosas deliciosamente caballerosas que eran todo lo contrario de lo que necesitaba si iba a averiguar qué diablos era lo que Parrish deseaba tanto como para exponer su presencia ante Sebastian. Terminé diciéndole a Sebastian alguna mentira poco convincente sobre que necesitaba relajarme antes del trabajo, lo que instantáneamente pude decir que él no había comprado, pero era demasiado educado para discutir. Después de todo el enredo que hice para hablar con Parrish, me enteré de que todo lo que él quería era conseguir acurrucarse antes de ir a la cama. Peor aún, cuando despedí a Parrish sólo con un abrazo, olía a sexo barato y alcohol, y juro que el olor todavía se aferraba a mí a pesar de una ducha muy caliente. Todo el asunto me había puesto de un humor de perros. Ya había colocado por error varios libros en otro estante y logré derribar y romper una copa de vidrio soplado a mano muy cara. Los Zombies sólo se agregaron al mal día.

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Para el ojo no entrenado, estoy segura de que el zombie parecía un atleta de hockey promedio de la Universidad de Wisconsin, un atleta de hockey después de una noche de parranda. Tenía los ojos vidriosos y la boca abierta, con ese cabello rubio de granjero alemán colgando en mechones marchitos por toda su frente amplia. Su camiseta estaba raída y parecía que había dormido con ella, y sus vaqueros tenían plastas de lodos no identificables en las rodillas y en donde el dobladillo rozaba el suelo. Todo bastante corriente, en realidad, a menos que te hubieras dado cuenta de las uñas ennegrecidas en los pies descalzos y la piel ligeramente grisácea. Pero yo podía oler la tierra de la tumba a dos pasillos de distancia. Este pobre muchacho había festejado un poco demasiado abundantemente una noche y despertó muerto. Bueno, casi muerto, drogado y poseído. Como esclavo de alguien. Lo que planteaba la pregunta, ¿qué estaba haciendo un hechicero vudú activo en Madison, Wisconsin? Por supuesto, Madison es un lugar excepcional para vivir, especialmente si tú estás un paso fuera de lo ordinario. A pesar del hecho de que los campos de maíz y los pastizales para ganado están a menos de veinte minutos de distancia del centro de la ciudad, las políticas se desviaban terriblemente a la izquierda. Madison es el hogar del Gran Festival del Medio Oeste de la Marihuana y el lugar de nacimiento del periódico satírico The Onion, ¡por el amor de la Diosa! Gracias a todos los estudiantes de la Universidad de Wisconsin, pocas personas me miran raro cuando camino por la calle en modo gótico completo. Los piercings y los tatuajes son comunes a lo largo de la calle State. Sería más probable que te miren boquiabiertos si te paseas en un traje de negocios, pero tal vez no, dado que el edificio del gobierno está justo arriba por la carretera. La cuestión era que la aceptación en Madison era...tan, bueno, liberal...que la magia negra realmente no va con la multitud amante del libre comercio, el café orgánico y la entrega en bicicletas. La esclavitud realmente no es buena, ¿entienden? Y los zombies son esclavos de sus amos vudú, no hay duda al respecto. Además, tenía que preguntarme, ¿Qué tan bueno era un zombi atleta? ¿Él todavía iba a clases? ¿Su promedio había caído? ¿O es que sus profesores sólo lo calificaban como un muchacho vago al que le iba mal? Los dedos romos del zombi se arrastraban lentamente por los títulos en la estantería. Cuando me di cuenta de la baba colgando de su labio inferior, sentí una punzada de lástima.

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Negué con la cabeza. No podía permitirme el lujo de empezar a pensar de esta manera. Si tomaba a cada fantasma, golem, o ghoul que vagara en Mercury Crossing, librería ocultista premier de Madison y emporio de hierbas, sería una pequeña bruja seriamente ocupada. Desde que lancé el hechizo que hizo que los cazadores de brujas del Vaticano pensaran que Sebastian y yo estábamos muertos, mi vida había estado inundada con los habitantes del mundo de los espíritus. Era como si me reconocieran como una especie de alma gemela, una especie de camarada no del todo muerta. Ese pensamiento me causó un escalofrío. El zombi empezó a gemir. Volví a colocar las barajas de Acuario en el soporte de plástico y caminé por detrás del mostrador hacia la caja registradora. El olor a tumba recién removida aumentaba cuanto más me acercaba al zombie. Mis ojos se humedecieron, pero hice un esfuerzo para sonreír. -¿Puedo ayudarte?-Esto,- dijo entre dientes, dejando caer el libro sobre el mostrador torpemente. Ni siquiera pretendí mirar el precio, guardé el libro bajo el mostrador y volví con una bolsa de sal marina. El zombi parecía confundido, pero siempre lo estaban. -Creo que encontrarás esto más a tu gusto,- le dije, esperando que él se tragara el anzuelo y abriera la boca lo suficiente para que pudiera salpicar algunos granos en su lengua. La sal era la cura para los zombies. Era eso o la carne roja, pero en realidad no era algo muy práctico para guardar, en ninguna cantidad o tipo, detrás de la caja registradora. Además, soy vegetariana. -Libro,- insistió. La cresta de su frente de Neanderthal se frunció en una mueca. Puse la sal sobre el mostrador. -¿Estás seguro?El zombie asintió lentamente, como si yo fuera la que tenía el cerebro podrido. Libro.Pensé en discutir con él. En sus ojos, sin embargo, vi una intensidad que me hizo pensar que no se dejaría engañar. Aún así, estaba a punto de volver a intentarlo, cuando alzó un fajo de billetes de un dólar con marcas de barro. ¿Siquiera quería saber de dónde provenían? Dejó el dinero sobre el mostrador. Una araña se escurrió de entre los billetes doblados y arrugados para refugiarse en algún lugar debajo de mi caja registradora. Me pareció ver una familia de cochinillas escurriéndose a lo largo del borde del mostrador yendo hacia la seguridad de una sombra oscura. Ew. Incluso la familia de bichos no quería pasar el rato con este zombie. La magia que lo sostenía debía ser seriamente fea.

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Recuperando el libro de debajo del mostrador, lo puse arriba. -El cliente siempre tiene la razón.Dos minutos más tarde, me di cuenta de que me habían embromado. El maldito zombie me había dado dinero falso. No me di cuenta de inmediato por toda la tierra, pero todo se veía incorrecto. No había ninguna imagen holográfica o tira metálica, y el sello de la izquierda era de color azul en lugar de verde. Cuanto más lo miraba, más discrepancias aparecían. En la parte superior se leía "certificado de plata" en lugar de Banco de la Reserva Federal. Lo que me pareció extraño fue que había algo en el dólar del zombi que lo hacía parecer real, a pesar de todas las rarezas, como si tuviera su propia coherencia interna. Pensé que era una extraña manera de forjar dinero, aunque realmente no era ninguna experta. Cubrir los billetes con lodo de tumba, por el contrario, era muy inteligente. Casi no quería tocar esas cosas, y mucho menos examinarlas de cerca. Todavía estaba comparando las falsificaciones zombies con los billetes reales cuando oí los cascabeles en el carrillón de la puerta. Al levantar la vista, vi a un policía. Él no llevaba uniforme, no había insignias brillantes colgando de un cinturón Sam Brown, pero me di cuenta. Llevaba una gabardina, una camisa abotonada, corbata negra, pantalones, zapatos de vestir. Nada llamativo, sin pendientes, sin collar, ni siquiera un anillo de bodas. Sin embargo, por alguna razón, tuve la impresión que el oro se vería bien contra su cálida piel de color marrón. Su cabello negro como la tinta estaba cortado sobre las orejas. Él se veía limpio, respetable...normal. Eso era lo que lo delataba. Nadie vestido en forma tan mundana entra en una librería ocultista. Así que bizqueando, comprobé su aura. Él la retenía contra sí como un jugador que no quería mostrar su mano. El color era de oro puro. Wow. Este policía era psíquico. Hasta mi mejor amiga, Izzy, que era una psíquica latente bastante fuerte, sólo tenía destellos dorados en su aura. Nunca había conocido a nadie con un aura tan pura, tan mágica. Si no hubiera tenido el paso decidido, el gesto de su mandíbula tan firme y los intensos ojos tan azules-casi grises- que atraparon los míos y no me dejaban ir, podría haber reevaluado mi opinión de que era un policía. -Justo a tiempo,- le dije. Quiero decir, ¡guau!...habían pasado menos de diez minutos desde que el zombi me estafó. Si se daba prisa, todavía podría atrapar al tipo. -¿Garnet Lacey?

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-Amigo,- le dije, impresionada. Sabía mi nombre, un completo he visto tu mente y sé lo que estás pensando era un talento de uno en un millón. Normalmente, los policías no eran mis personas favoritas, mayormente debido a que mi relación con ellos implica generalmente disculparme por organizar una fiesta bulliciosa o cruzar la calle imprudentemente. Sin embargo, ser un policía telepático realmente era usar sus poderes para el bien. Quiero decir, podría estar en Las Vegas haciendo trucos mentales en el póker, pero en cambio estaba aquí rastreando falsificadores zombies. –Buen truco,- le dije. Apretó la mandíbula, y frunció el ceño ante la exposición de tarot que había pasado toda la mañana reorganizando. Sentí una oleada de vergüenza. Ugh, probablemente hice que se sintiera como un objeto en exhibición en un zoológico al actuar tan impresionada con sus poderes. Se aclaró la garganta y me miró al estilo Clint Eastwood. -¿Es usted Lacey Garnet?Le lancé una mirada burlona de soslayo. ¿Ya no estaba leyendo mi mente? Tal vez no estaba acostumbrado a que sus poderes fueran fácilmente aceptados. Él debe saber que de todos los lugares para mostrarlos, una librería de ocultismo era una simple A. Para evitarle más dolor, sin embargo, me puse manos a la obra. Levanté el billete del mostrador. -¿Puede creer el descaro? Esto no parece ni remotamente real.Miró distraídamente el dólar en cuestión. Me pareció que de algún modo lo había confundido. Era demasiado para la capacidad de atención de mayor calidad de Madison. -Estoy investigando un asesinato,- dijo, sacando de un tirón una de esas carteras que se ven en las películas sobre policías y vislumbré una identificación. Excepto que en vez de la insignia dorada de un detective como yo esperaba, tenía una foto en un lado y un sello en el otro con las siglas FBI en letras grandes y azules. Agente especial Gabriel Domínguez,- dijo a modo de presentación. Correcto. La falsificación es un delito federal. Entonces, algo hizo clic. -Espere,dije. -¿Ha dicho asesinato?-Sí.Oh. El zombi. Negué con la cabeza. -Sí, pobre chico.Puse el billete sobre el mostrador manchado de barro. Froté distraídamente las manchas de tierra sobre el cristal preguntándome si debía decirle al agente especial Domínguez que el muerto que estaba buscando acababa de salir. Le di a Domínguez otro vistazo. Ser psíquico no garantizaba que tuviera

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encuentros con el submundo de lo oculto. Sus ojos no se habían demorado demasiado tiempo en la "L" de plata en la inscripción de Tebas que colgaba en el espacio entre mis pechos, y no se había sorprendido de la forma en la que algunos sensitivos lo hacían cuando sentían la presencia oscura de la Diosa Lilith detrás de mis ojos. De hecho, por desgracia, Domínguez parecía bastante cuadrado. Quiero decir, claro, que era una especie de cuadrado sexy del estilo del Llanero Solitario, pero aún así parecía que el tipo podría ahogarse si yo empezaba a mencionar en forma casual cadáveres reanimados. Comprobé su aura minuciosamente. Esta vez me di cuenta de los destellos de color azul medianoche, que le daban un espíritu muy tranquilo, muy zen. Definitivamente sería el hombre para que cuide tu espalda en una pelea. Apuesto a que los chicos de Quántico o dónde sea, lo encontraban muy firme y digno de confianza. Ningún espeluznante Fox Mulder. Este tipo era un Scully 1, de cabo a rabo. Diablos, él quizá ni siquiera sabía que era psíquico, sólo podría pensar que tenía un poder de observación muy agudo o imaginarse que era intuitivo respecto de la naturaleza humana. Por otra parte, si estuviera leyendo mi mente en este momento, lo sabría. Lo miré y pensé realmente muy fuerte: El zombie se fue por ese camino. Él frunció el ceño. Tuve la sensación por la forma en la que sus labios se apretaron que estaba exasperándose. No era la mirada de alguien que sólo estaba molesto porque acababan de gritarle dentro de su cabeza, tenía esa mirada de por- que-nopuede-comunicarse-en-Inglés que he visto cuando trato de explicar la diferencia entre astrología horaria y humanística para alguien que simplemente quería saber de qué signo era. Empecé a sospechar que mi querido Agente Domínguez estaba bloqueado. Algún evento traumático en su vida lo había obligado a hacer caso omiso por completo de sus habilidades. Yo podría gritarle mentalmente todo lo que quisiera, él nunca me escucharía. Por lo tanto, lo probé. Me imaginé que me inclinaba sobre el mostrador y le daba un largo y apasionado beso en los labios. Entonces, pasé mis dedos imaginarios por su cabello negro muy corto, sintiéndolos los cabellos rapados en la parte posterior de su cuello. 1

N/T: Hace referencia a la serie “Los Expedientes Secretos X”.

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Él se rascó detrás de la oreja. -Um, varios “tipos”, en realidad. Más de uno,- dijo como si me corrigiera, mirándome a los ojos, pero sólo apenas. -Estoy investigando el asesinato de seis sacerdotes muertos.Estaba tan satisfecha por haber conseguido una reacción de su parte que me tomó un segundo analizar lo que acababa de decir. Entonces, no tiene ningún sentido. ¿Sacerdotes zombies? De ninguna manera ese chico estudiante era un sacerdote. Seminarista, tal vez, si es que tienen un programa de hockey, pero no había manera de que tuviera la edad suficiente para ser sacerdote.El Agente Especial Domínguez me miró como si me hubiera vuelto completamente loca. Había una grieta en su personaje de policía duro, cuando una pequeña sonrisa se dibujó en el borde de sus labios. -¿Acaba de decir zombie?Yo no había querido decirlo. Sabía que esto iba a suceder. O la gente se ahogaba o se reían de mí cuando les mencionaba el color de sus auras o señalaba que podrían estar sintiéndose un poco torpes, porque Mercurio estaba retrógrado. Supuse que debería estar agradecida de que Domínguez parecía haberme puesto en la categoría de "ella es divertida". Al menos, esa actitud podría dirigirse hacia "extraña, pero atractiva" o "linda, pero un poco extraña." Las personas que se ahogaban o inhalaban diversas bebidas por la nariz por lo general ni siquiera podían ser convencidas de mi valor de entretenimiento. A menudo, se sentían obligados a tratar de "corregir" mi visión del mundo, imponiendo la suya. No tengo mucha paciencia para eso. Además, compartir mi cuerpo con la Diosa Lilith con regularidad me hacía sentir muy superior respecto de la validez de mis afirmaciones. Sabía que la magia era real. ¿Cuántas otras personas habían tenido su fe tan profundamente demostrada? Cuando llamé, respondió una diosa. Sin embargo, ser el bicho raro residente no es siempre la primera impresión que quiero tener con gente como el Agente Domínguez. No lo sé. Tal vez es toda esa cosa atractiva de la funda para hombro oculta, pero sólo por una vez me encantaría ver a un policía y que me dijera, "¿Por dónde ha dicho que se fue el zombi, señora?”, en lugar de esta sonrisa irónica de miren a esta loca. Y, ¡Maldita sea! Domínguez era algo lindo para ser un mundano. Yo no debería estar mirándolo (por no hablar de besarlo mentalmente), ya que tengo un novio. Pero, bueno, me enloquecen los hombres de hombros anchos y una cintura delgada, y todo lo que puedo decir es que este policía no era del tipo de persona que se sienta alrededor de una tienda de donas. Además, era un psíquico, incluso si él no lo sabía, era uno de nosotros. Aún así no debería estar sonriéndome de esa manera. -¿Qué?,- le pregunté un poco beligerante, ya que podía sentir el rubor caliente bajo

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-¿Acaso usted nunca ha oído hablar de los zombies?-

-Es una broma, ¿verdad? Está tomándose todas estas cosas….- hizo un gesto hacia las bolas de cristal y varitas mágicas en la caja exhibidora -…un poco demasiado en serio, ¿verdad?,-Sí. Ha. Ha.- Yo no quería entrar en todas las razones por las que lo hacía con el agente especial, así que metí la mano bajo el mostrador agarrando el limpiador especial que preparé para después de mis encuentros con las cosas muertas. Era una parte de esencia de rosas cargada con luna y una parte de agua bendita, con una pizca o dos de aceite de clavo. Yo había puesto el brebaje en una botella de espray en la que había puesto "exterminador de nigromancia" con un rotulador negro. Era bueno. No sólo limpiaba cualquier tipo de derrame (fuera de la sangre) y purificaba mágicamente el lugar, sino que también olía a pastel de calabaza. Rocié abundantemente todo el mostrador embarrado. En realidad no estaba apuntando hacia él, pero no me decepcionó terriblemente cuando rocié la manga del agente especial y lo hice retroceder de un salto. -Hey, cuidado.- dijo. Luego, usando sus poderes psíquicos de agente especial, dedujo que era un buen momento para retomar el tema. -En realidad, estoy buscando a una chica, no un chico. ¿Has visto a esta mujer?Estaba esperando conseguir mi primer vistazo del hechicero vudú que había estado cocinando todos estos zombis que había visto últimamente, así que me incliné con curiosidad mientras el agente sacaba una foto de su billetera. La dio vuelta, y me encontré con mis nudillos apretando la toalla de papel cien por ciento reciclada que tenía en las manos. Me quedé boquiabierta por el horror. Era yo. La foto era una especie de reedición digital de mi licencia de conducir, y era de un par de años atrás, pero era yo. No me sorprendió que Domínguez no me hubiera reconocido, yo apenas me reconocía. La fotografía apoyada en un lugar seco en el exhibidor, mostraba a una mujer noruega rubia en un vestido hindú. Parecía inocente y dulce. Yo no lucía así. De hecho, había estado de tan mal humor después del fiasco Sebastian / Parrish de esta mañana que me decidí a jugar a fondo y lucir el conjunto completo de muerta viviente. El polvo en mi cara era de un tono más pálido de lo normal, utilicé un lápiz de labios rojo sangre, y me puse gel en mi corte de cabello en picos teñido de negro. Tenía tanto delineador de ojos y rímel rodeando mis ojos que parecían hundidos y magullados. Cuando había dejado la casa de Sebastian esta mañana, le había pedido prestado su mejor equipo de

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película de vampiros -camisa blanca tipo poeta, pantalones de cuero negro (mío, de una fiesta de pijamas anterior), y un gran abrigo de terciopelo. Más claramente, la mujer de la foto tenía los ojos azules tan pálidos que casi habían sido arrastrados por la reflexión del flash de la cámara. Los míos eran púrpuras profundos, rico, de un matiz inusual, como la lengua interna de una flor de lis. El nuevo color era una cicatriz mágica sobrante de la horrible noche de Halloween de hace un año, cuando había llamado a la diosa Lilith y terminé huyendo de Minneapolis después de arrojar los cuerpos de los seis asesinos del Vaticano en un lago en el interior del Cementerio Lakewood. Seis sacerdotes. Oh. Oh, mierda.

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Capítulo 2 – Tauro PALABRAS CLAVE: Práctico y sensual

Mis labios temblaron por el deseo de decir “puedo explicarlo, oficial”. Sólo que no pude. Si el Agente Especial Domínguez sonrió con satisfacción cuando le mencioné a los zombis, dudaba mucho que él me creyera si le decía que una Diosa se había apropiado de mi cuerpo esa noche. Una diosa que, por cierto, estaba haciendo que los músculos de mi estómago se contrajeran. Ella quería salir y destruir la amenaza. Cuanto más asustada yo estaba, más probable era que ella se deslizara y llevara las riendas. Puse una mano sobre mi vientre para calmarme, pero lo único que quería hacer era gritar: “Fue en defensa propia. ¡En serio!”.Me acordé también de esa noche. Había llegado tarde al ritual de Samhain y abrí la puerta para descubrir que la Orden del Vaticano de Eustace había asesinado a mi aquelarre. La orden era secreta, posiblemente no estaba autorizada, y en cierto modo, su misión era la de continuar la obra de la Inquisición. Creían firmemente la cita del Éxodo, que dice: No dejarás a ninguna bruja viva. Y había seis de ellas, yo era una de ellas. Ellos tenían cuchillos ensangrentados y balas de plata, yo tenía un plato de galletas con chispas de chocolate. Utilicé las únicas armas que tenía a mi disposición: la sorpresa y la magia. Defensa propia.

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¿Cierto?De todos modos, esto no debería importar ¿verdad? Después de todo, yo no fui quien realizó la matanza, fue Lilith. La llamé; vino. Me desmayé y luego me desperté con sangre en mis manos. Hmm., está bien. Esa parte iba a ser difícil de explicar. Mi boca se movió mientras luchaba por encontrar una forma de expresar que aunque yo convoqué a Lilith, no tenía ni idea de que ella poseería mi cuerpo y lo utilizaría para eliminar a los agentes del Vaticano. Yo no le había pedido que matara a nadie, simplemente le había rogado su protección. Ella era la que había decidido que necesitaba una solución más permanente. Mis rodillas temblaban y apoyé una mano en el mostrador para recuperar el equilibrio. Por la mirada que el agente especial me disparó, me di cuenta que había esperado demasiado tiempo para responder a su pregunta. Incluso si el hombre no fuera psíquico, tendría que saber que yo estaba ocultando algo. -Sí,- le dije, fiel a las verdades a medias, ya que era con lo único que podía confiar en mí misma. -Ella trabaja aquí.-¿Sabe cuándo podría estar?Negué con la cabeza. Eso también era en parte verdadero, ya que estaba sintiendo una compulsión repentina por correr hacia las colinas. Me alegré de que todavía tuviera mi morral y el porta gato listos en el armario del pasillo en mi apartamento. Podrían ser muy útiles. De hecho, me preguntaba lo que el agente especial haría si en este momento salía corriendo hacia la puerta. Miré hacia la calle por encima del hombro, tratando de calcular la distancia que tendría que recorrer antes de que él me atrapara... o sacara su pistola. Por supuesto, mi gran escape dependía de la idea de que pudiera moverme con algún tipo de velocidad y precisión con los tacones aguja de cuero negro que llevaba. Sacármelos no era realmente una opción, ya que los tacones estaban unidos a un par de botas hasta la rodilla. Sospechaba que mi querido agente

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especial tendría un poco de mano a mano si yo pudiera encontrar un sitio donde sentarme y para así poder quitarme mi calzado. Domínguez debió haber captado mi súbita sensación de pánico, pero la malinterpretó y me lanzó una mirada comprensiva. -Sé que esto es conmocionante. Pero puede que la participación de Garnet no sea criminal. Si ella es amiga suya, debe decirle que sólo quiero hablar con ella acerca de lo que pudo haber visto.-¿Así que Garnet no es una sospechosa?- Traté de no sonar tan ansiosa o interesada como estaba. Esos ojos azules acerados apresaron los míos. -Todavía no.Aunque esas palabras me asustaron mortalmente, me hizo reír. Quiero decir, el tipo parecía que leía sus líneas de una tarjeta blanca en “La Ley y el Orden”*. Casi podía oír la música de apertura de la serie. ¡Bum-bum! -Usted es Leo, ¿no?-No tengo ni idea de cómo fue que salieron esas palabras de mi boca o una sonrisa solícita apareció en mis labios. Tal vez era una especie de mecanismo de defensa, una especie de coqueteo judo. -Usted es todo un Leo. Puedo decirlo.-Tauro,- dijo, con esa especie de latigazo que la gente busca trasuntar en sus miradas cuando de repente yo cambio el tema basada en alguna característica astrológica que advertí. -¿Por qué?El tono de su última pregunta sonaba más como el resto de la frase que podría haber sido, "¿por qué me pregunta eso ahora?" pero ya era demasiado tarde. Yo tenía la boca abierta y las palabras fueron cayendo. -Eso explica el ribete de color azul en su aura. Zen Sensual.Sus cejas se elevaron ante eso. -¿Zen qué? ¿De qué diablos está hablando?Eso me lo dicen muy seguido. -Tauro está regido por Venus, la Diosa del amor y la belleza,- le expliqué. -Su energía del Sol…eso es de lo que la gente habla cuando

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preguntan su signo, su signo solar. De todos modos, um, Tauro es muy firme, leal, pero también es secretamente muy... sexy.-Uh…huh,- dijo con un tono que gritaba “cucú” pero había un brillo en sus ojos, algo me decía que yo había pasado a la fase de "loca, pero algo linda", me daba cuenta de ello. -Debería dejarme que le haga su carta,- le dije. Luego, gracias a la Diosa, dejé de hablar. Domínguez se quedó mirándome. No tenía ni idea de lo que estaba pensando, pero al mismo tiempo su mirada me taladraba cada pulgada. Me aferré a mi sonrisa, pero estaba empezando a desvanecerse en los extremos. En aproximadamente un minuto más, probablemente me desmayaría, vomitaría, o confesaría todos mis crímenes, comenzando por cuando tenía seis años y accidentalmente salí de Piggly Wiggly con una pastilla de goma en el bolsillo de mi abrigo. Finalmente, él sonrió con una mueca. -Sí, claro. ¿Por qué no? Suena interesante.-¡Grandioso!,- le dije con demasiado entusiasmo. Busqué por allí un pedazo de papel y un bolígrafo.- Así que, dime dónde has nacido.-Barcelona.-España, ¿en serio?- Sí, pensé con una sonrisa, podía ver un poco de Antonio Banderas en él. Quería preguntarle cómo obtuvo unos ojos tan sorprendentemente azules, pero me pareció un poco desagradable hacer preguntas sobre sus orígenes étnicos. -Yo no lo recuerdo. Mis padres sólo vivieran allí durante mis primeros meses de mi vida. ¿Eso es todo lo que necesitas?-Necesito fecha de nacimiento: mes, día y año.-2 de mayo de 1970.Alcé la vista ante eso. Era más joven de lo que había pensado. Tal vez esto era por la tensión de ser psíquico y en realidad no saberlo, sobre todo en el tipo de trabajo

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donde sin duda ves las cosas que él vio y donde la gente agradable como yo miente regularmente, pero había calculado que estaba en los cuarenta. Tenía líneas bastante pronunciadas alrededor de la boca y de los ojos, como si pasara mucho tiempo entrecerrando los ojos al sol o riendo. En realidad, en él eso lucía bien. Como si tuviera experiencia de vida, como si hubiera disfrutado un poco la vida. Cuando me di cuenta de que había estado mirándolo fijamente añadí: -¿Por casualidad sabe la hora en la que nació? La necesito para ser muy específica, la hora y los minutos. A veces está en los certificados de nacimiento. O quizás su madre pueda recordarlo.-Las diez treinta y cuatro de la noche. Mi padre miró su reloj.- Ante mi cara de sorpresa, me explicó. -Le gusta decirme cuán involucrado estaba. Supongo que ayudó al médico a atraparme o algo así.Asentí con la cabeza, escribiendo toda la información abajo. - Tendré lista su carta en un par de días.-Bien, porque me gustaría visitarla en un momento en que sepa que Garnet va a estar aquí.-¿Garnet? Uh,- le pregunté, había olvidado momentáneamente la estratagema que había estado jugando. Entonces sentí que la sangre desaparecía de mi rostro. Por suerte, mi maquillaje cubrió mi reacción. Desesperada por una distracción, agarré el dólar falsificado del mostrador.-¿Qué pasa con esto? ¿Cree que alguien está tramando algo?Domínguez tomó el billete que prácticamente empujé en su dirección. Le dio otra mirada superficial, luego sacó una bolsa de pruebas de su bolsillo y lo metió en el interior. -Voy a enviarlo al laboratorio.-Muy bien.- Nos quedamos mirándonos el uno al otro. Me sentí completamente transparente bajo su mirada, sólo que no en el buen sentido. -¿Así que usted mantiene una provisión de esas bolsas en la mano?-

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-Sí,- dijo sin dar más detalles. -¿No podría revisar en la lista de horarios y hacerme saber de Garnet? -Cuando él rompió nuestro silencio, casi salté. -Sé que no quiere meter a su amiga en problemas, pero yo sólo quiero hablar con ella, ¿entiende?Eso es lo que siempre dicen en las películas justo antes de tender la emboscada. Uh, claro. Pero, ¿qué le hace pensar que Garnet sabe algo acerca de estos asesinatos?Domínguez me dio otro vistazo, sus ojos claramente estaban decidiendo si debía o no confiar en mí. -Un coche de alquiler perteneciente a las víctimas…- me encogí un poco cuando usó esa palabra-…fue encontrado cerca de donde los vecinos denunciaron que un aquelarre Wiccan se reunía con regularidad. La gente lo recuerda porque la casa se quemó hasta los cimientos en Halloween. Eso dicen los papeles. Once cuerpos fueron recuperados e identificados positivamente. Existe la presunción de que había un duodécimo miembro, pero, por supuesto, los miembros del aquelarre son sumamente reservados.Duh. Especialmente cuando tienes a los Asesinos del Vaticano tratando de hacerte daño. -Pero si la pertenencia al aquelarre es un secreto, ¿cómo sabe que ella era parte de ese?-No lo sabemos con seguridad. Eso es parte de lo que quiero preguntarle.Excepto que has obtenido mi nombre, así que alguien en la comunidad mágica en Minneapolis debe haberse quebrado bajo presión. O tal vez, si yo quisiera ser generosa, era alguien que pensó, ella o él, que me estaba haciendo un favor. -Sí,- murmuré. -¿Podría revisar la lista de horarios para mí?,- volvió a preguntarme Domínguez. Realmente creo que ella tiene información que podría ser crucial para la resolución de este caso.-¿No debería Inter...?.- Me detuve justo a tiempo. Había estado a punto de preguntarle por qué el FBI estaba investigando esto, ya que había pensado que la Interpol estaría a cargo de un caso que involucra a ciudadanos extranjeros, pero entonces no pude recordar si él me había dicho o no que los sacerdotes muertos eran del Vaticano. -¿No debería...?, sí, debería ir a buscar la lista ahora mismo.-

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Parpadeé estúpidamente por un momento. Entonces prácticamente me caí mientras corría hacia la despensa. Cuando la puerta se cerró detrás de mí, recosté mi cabeza sobre la madera fresca. Cerré los ojos y traté inspirar profundamente para calmar mi corazón que latía con fuerza. Esto de ser un genio criminal apestaba. Yo sospecharía de mí si fuera este tipo…psíquico-o no. Me quedé mirando con nostalgia la puerta trasera. Mi bicicleta estaba aparcada afuera en el callejón. Sería fácil abrir la puerta, montarme sobre ella y alejarme. Pero luego, ¿qué?, si Domínguez me había encontrado aquí en la tienda, probablemente también sabía dónde vivía. Aunque tal vez no. Yo no figuraba en la guía telefónica y el dueño de casa era sólo un tipo, no una corporación. Aún así, salir corriendo de esa manera me haría ver muy, muy culpable. Agarré la lista de la pared, donde estaba pegada, justo debajo de la Oración de la Serenidad y respiré profundamente otra vez para calmarme. Respira, Garnet, me dije, vete a tu lugar especial como te dijeron en esa clase de meditación. Excepto que nunca me decidía por una imagen en particular, ya que me caía dormida durante las sesiones. Además, en todo caso, mi mecanismo de defensa astral tiende a envolver los pensamientos y recuerdos feos y empujarlos en un armario grande con las palabras "No molestar" escritas en sangre en la puerta. Así que hice un ejercicio de respiración profunda, me pasé los dedos por el pelo, alisé mis pantalones de cuero, cuadré los hombros, y... casi me desmayé cuando vi a mi compañero de trabajo, William, charlando con Domínguez cuando abrí la puerta. William trabaja a tiempo parcial en la librería mientras asiste a la universidad. Después de tres años en la escuela, él todavía no había optado por una especialidad. Eso resumía en general las características de William. Yo hubiera pensado que después de descubrir que los vampiros eran reales, abrazaría finalmente un tipo en particular de espiritualidad. Pero no. William se encontraba actualmente en el chamanismo. Él había dejado que su cabello castaño le creciera lo suficiente como para llevarlo en una coleta y vestía una camiseta que decía "Liberen a Leonard Peltier". Llevaba unos pequeños lentes estilo John Lennon, que yo sospechaba que simplemente eran para aparentar, encaramados en la punta de

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la nariz. Normalmente ver a William me hacia sonreír, pero se me congeló el corazón. William me hizo un gesto con la mano a modo de saludo. En un segundo iba a volar mi cubierta. Un movimiento como una cuchillada atravesó mi garganta. Los ojos de William se agrandaron. No tengo ni idea ni idea de lo que él pensó que mi gesto quería decir, pero asintió solemnemente. Arrastré mis tacones. La distancia entre el almacén y el mostrador se sentía demasiado corta. ¿Y si William ya me había identificado? ¿Qué se habían dicho entre sí? ¿Estaba a punto de salir de la tienda con las manos esposadas? Los dos hombres observaban mi avance. El sudor me escocía bajo mis brazos. Al acercarme me di cuenta de que William estaba sosteniendo una foto mía. Él negó con la cabeza. Se la entregó de nuevo al agente especial y dijo: -No, yo jamás la he visto antes.-¿En serio? Creí que trabajaba aquí.- Domínguez me miró. -No,- dijo William con una sonrisa socarrona. -Confíe en mí, me gustaría recordar un bombón así.Genial. No estaba segura de si debía sentirme aliviada o insultada. -Así que, ¿no conoce a Garnet Lacey? -¿Garnet Lacey?- William me miró, luego al agente del FBI. Traté de dar a William una mirada que sugería que esto podría ser la cosa de la que no quería que él hablara, pero él estaba demasiado ocupado en arrebatar la foto de la mano de Domínguez. -¿Esa es una foto de Garnet? ¡De ninguna manera!-Tengo la lista.- Con la esperanza de distraer a Domínguez, agité con la mano el papel debajo de su nariz. Por supuesto, mi nombre estaba por todo el lugar, teniendo en cuenta que yo era la directora. - Se supone que Garnet debería estar trabajando en este momento,- dijo Domínguez después de darle un rápido vistazo a la lista.

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- Ella se reportó enferma,- le dije. -Yo soy Marlena. Me llaman para trabajar en los horarios dispares aquí y allá. Esa soy yo,- le dije, señalando a la información de contacto de Marlena Ito en la parte inferior de la hoja. -¿Ito?- Domínguez me dirigió una mirada apreciativa. -¿Perdón? ¿Le pregunté de dónde obtuvo los ojos azules?,- resoplé indignada. -Marlena,- dijo William. -¡Echa un vistazo a esta foto de Garnet! ¿Sabías siquiera que ella era rubia?-¿Se ha cambiado el cabello?,- preguntó Domínguez, tomando del bolsillo del pantalón el omnipresente bloc de notas de policía. -Yo diría eso,- afirmó William con un bufido. -No puedo pasar esto por alto. ¿Puedo quedarme con ésta?-No,- dijo Domínguez, recuperando la foto. -Ella ahora es pelirroja,- le indiqué. -¿Así que usted realmente es del FBI?,- preguntó William. Domínguez estaba ocupado tomando notas en su libreta, pero asintió levemente. -¿Qué pasa con el Área 51? ¿Nos hemos puesto en contacto con los extraterrestres? Dígamelo sin rodeos.Domínguez apenas se inquietó. -Eso es de los militares.-Bien, yo lo sabía,- asintió William. -¿Quién mató a Kennedy?-No es mi departamento.-Pero usted es de homicidios, ¿no?-Bonita camiseta,- dijo Domínguez, con una mueca de desprecio. -Oh, gracias,- dijo William, al parecer completamente ajeno al tono de Domínguez y al hecho de que Peltier estaba en la cárcel por su presunta participación en la muerte de agentes del FBI.

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Domínguez me miró mortificado. Sacó de su bolsillo una tarjeta de visita y me la dio. -Por favor, dígale a Garnet que me llame, ¿sí?-Claro,- le dije distraídamente metiendo la tarjeta grabada en relieve en mi billetera. -Típicamente evasivo,- murmuró William, y cuando ya veíamos la cabeza de Domínguez por la puerta - Maldito FBI.Asentí con la cabeza, en realidad no estaba escuchándolo. Domínguez hizo una pausa y se dio vuelta para mirarnos, y le dediqué una sonrisa y un gesto de saludo con la mano. Luego desapareció entre la multitud mientras caminaba por la calle State. Mis rodillas se doblaron. Caí al suelo hiperventilando. -¡Oh, mi Dios, Garnet!,- exclamó William rodeando trabajosamente el mostrador para arrodillarse junto a mí. Él me miró boquiabierto y horrorizado, y como yo estaba teniendo problemas para controlar mi respiración, a su vez hice lo mismo. -No vayas a desmayarte. Estás hiperventilando,- dijo temblorosamente como un ciervo encandilado ante las luces de un auto y la actitud de oh mierda estoy a cargo durante una emergencia médica. Quería ayudar a William para que se calmara, pero no podía. Mi cerebro estaba revuelto. El único pensamiento coherente en mi cabeza tenía que ver con pasar el resto de mi vida en una cárcel federal con una compañera llamada Bull. -Necesitas una bolsa de papel,- anunció William. Se alejó de mí por un momento y comenzó a rebuscar por detrás del mostrador. Le oí murmurar algo acerca de manijas versus plástico. Luego se enderezó de un salto. -No te vayas a ninguna parte – me ordenó -y no te mueras.Puse la cabeza entre mis rodillas, aunque todo lo que eso causó fue llevarme más cerca del piso. Teníamos que limpiar de nuevo aquí. Gracias a las nevadas inusualmente tempranas, la madera estaba asquerosa. Por suerte, los pequeños trozos de barro y fango no podían penetrar mi pantalón de cuero, aunque la idea

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de acabar tendida boca abajo me mantuvo luchando por respirar. Enfocarme en la necesidad de poner todo en orden me ayudó por un momento. De repente me acordé de que no había escarcha en el suelo la noche en que usé una horquilla de la caseta de jardín para hacer agujeros en los cuerpos envueltos en lonas de los agentes del Vaticano, antes de que Parrish y yo los cargáramos en la parte trasera de su camioneta. Diosa, ¿por qué se me ocurrió pensar que íbamos a escaparnos de eso? Un impulso de vomitar casi sobrepasó mi deseo de respirar, especialmente cuando William regresó con una bolsa de papel marrón que olía a ensalada de tofu y curry del almuerzo de ayer. Él la apretó contra mi cara. Traté de sacudirla, pero él la sostuvo alrededor de la boca con una sorprendente dosis de determinación. Su rostro estaba cerca del mío, y pude ver la humedad brillando en sus ojos mientras me suplicaba: -Por favor, Garnet. ¡No te atrevas a desmayarte, nunca sabré si tengo que llamar al hospital o no!Me reí, pero salió como una tos. El ritmo de la bolsa me había estabilizado. Me las arreglé para graznar: -Ningún hospital.-¿Así que debo cancelar la ambulancia?- Cuando vio que mis ojos se abrieron y escuchó que mi respiración se aceleraba, William levantó una mano. -Mal momento para una broma. Muy mal momento. Mira, soy muy malo para esto.Yo fui atacada por otro acceso de risa/tos, pero le di a William unas palmaditas en la rodilla. -Estoy bien.William me quitó la bolsa cautelosamente. Un dedo tocó ligeramente el borde de mi ojo. -Tu maquillaje se corrió.Asentí con la cabeza mirando fijamente al suelo con incrustaciones de suciedad. Oí que William apoyaba su espalda contra el mostrador. -Se trata de Minneapolis, ¿no? Y de lo que hizo Lilith, ¿verdad?Parpadeé en dirección a William. A veces me olvido que le había confiado uno de los secretos más oscuros de mi alma.

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-Hay que decirles la verdad, Marlena. ¿Es que nunca ves la televisión? No debes mentirle a la policía, siempre lo averiguan.-William,- le dije. -¿Quién va a creer que una diosa mató a los agentes del Vaticano? Especialmente cuando les diga que lo hizo mientras habitaba mi cuerpo.-¿Un jurado de los de tu clase?-¿Dónde voy a encontrar doce brujas poseídas por diosas?Cuando las campanas tintinearon sobre la puerta, contuve el aliento. ¿Sería que el agente especial Dominguez ya estaba de regreso con refuerzos? William aparentemente tuvo el mismo pensamiento porque se congeló y parecía preparado para meterse en el cubículo junto a los productos de limpieza. Nos quedamos allí sentados, inmóviles, mirándonos significativamente el uno al otro, como Butch y Sundance en su última jugada en Bolivia. -¿¡Hola!?¿Garnet? ¿Hay alguien?Mis hombros relajaron su tensión. Era Sebastián.-Estoy aquí, escondida debajo de la caja registradora con William.-Sí, claro,- dijo Sebastián, sonando particularmente británico, lo que era gracioso, ya que es austríaco. -Perfectamente razonable.Alisé mis pantalones, me puse de pie. Sebastián lucía mortalmente sexy, como siempre. Sebastián no era un vampiro tradicional. Él había sido transformado por una fórmula alquímica, por lo que no tenía ninguno de los problemas habituales con el sol. El clima lo afectaba, pero sólo un poco. Tenía un ligero rubor por la quemadura de la piel a lo largo de la línea divisoria de sus pómulos. Sin embargo, a pesar de la temperatura de cuarenta grados de afuera y del viento húmedo, Sebastián sólo llevaba su acostumbrada chaqueta fina de cuero y los pantalones vaqueros. La chaqueta tenía la cremallera abierta hasta el ombligo y mostraba no sólo una impecable camiseta blanca, sino también una pista de lo que había debajo, que yo sabía eran unos planos lisos y duros pectorales bien desarrollados

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que se afinaban hasta una cintura delgada, y bueno, algo más. Un muy agradable algo más. Él sonrió al verme. Sebastián tenía uno de esos ojos luminosos, generosos, una sonrisa contagiosa…del tipo de sonrisa que siempre me impulsa a sonreír abiertamente en retribución, incluso cuando, como ahora, sentía como si mi universo se derrumbara alrededor de mis pies. Sólo el hecho de que él me estuviera mirando así me tranquilizaba un poco. Casi me sentí segura de nuevo. -Así que, uh, ¿estás lista para irte, entonces?-¿Irme?,- le pregunté. -El almuerzo,- apuntó Sebastián. -¿Recuerdas?Me quedé mirando estúpidamente a Sebastián, sintiéndome todavía en shock y un poco mareada. Eché un vistazo al reloj de la pared. Era temprano, sólo las 10 a.m. Sebastián siguió mi mirada. Con una sonrisa de disculpa, se encogió de hombros. Sentí una “perturbación” en la Fuerza.En otras palabras, Lilith había alertado a Sebastián que yo podría estar en problemas. Ella era así de molesta. Lilith ya no vivía más dentro de mí. Sebastián tenía la custodia parcial gracias a la ridícula cantidad de sangre y magia que nos vinculó durante el hechizo que hicimos para contener a Lilith, engañar a los agentes del Vaticano para que pensaran que estábamos muertos y salvar la vida de Sebastián. ¿He mencionado que había sido un verdadero hechizo patea culos? Una de las consecuencias no deseadas fue que Sebastián y yo ahora estábamos ligados para siempre a un nivel profundo. Sentíamos la angustia del otro. Uno experimentaba el dolor del otro. Y el sexo era más que fantástico. -¿La Fuerza es real?- La voz de William salió como un eco sordo y extraño desde su escondite debajo del mostrador. -¿Y los vampiros pueden sentirla?-Oh, hola, William.- Sebastián miró por encima del mostrador las largas piernas de William saliendo desde el cubículo estrecho. -Realmente estás allí abajo.-

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-Me estoy escondiendo de la policía,- anunció él. Sebastián me miró en busca de una explicación, pero se detuvo cuando vio mi expresión. -No me gusta utilizar el cliché, querida, pero te ves como si hubieras visto un fantasma.Asentí con la cabeza. -Seis de ellos, en realidad.-¿Seis?- William hizo una pausa; él se había arrastrado lentamente fuera de su escondite con una botella en la mano y automáticamente comenzó a limpiar el lodo sobre el mostrador. William era un limpiador obsesivo. -¿Lilith mató a seis agentes del Vaticano a la vez? Wow. Ella debe haberte convertido en una especie de súper asesina ninja, Garnet. La mosca en la pared y todo eso, hombre.Tanto Sebastián como yo lo miramos con la boca abierta. Yo, porque no podía creer que William había conseguido describir la peor noche de mi vida en el contexto de alguna película de clase B, y Sebastián porque... -¿Es en serio? ¿Está insinuando que mataste a seis agentes del Vaticano?,- preguntó Sebastián. Él no sabía nada de mi pasado, de lo que Lilith había hecho. Oh, él había experimentado de primera mano a la Orden de Eustace y su misión de librar al mundo de todos los practicantes de la magia verdadera… tenía un par de cuerpos enterrados en su jardín de rosas, pero no sabía, hasta hacía dos segundos, que yo también. William dio un vistazo entre Sebastián y yo con una mirada avergonzada. A mí me dijo: -¿Nunca se lo dijiste?- A él: -¿En serio no lo sabías?Volvió a mí: -Oh, mierda, Garnet. Supongo que pensé...Sí, uno pensaría que habría tenido tiempo de decirle a mi novio sobre la mayor parte de los acontecimiento de mi vida, excepto que la cuestión era que había estado tan ocupada asegurándome de que los agentes no enviaran a Sebastián a su tumba definitiva que sólo se me había olvidado, y, por supuesto, luego se convirtió en un tema incómodo para dejar caer en una conversación casual.

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Más al punto, todo el suceso era mi secreto desagradable. Apenas me permitía pensar en ello. -Yo no,- insistí débilmente. - No maté a nadie. Lo hizo Lilith.-Por supuesto,- dijo Sebastián algo despectivamente, como si la distinción no fuera muy importante. -¿Cuándo?Era una pregunta interesante cuando se pensaba en ella. Mi amante no miraba mi delgada silueta de un metro cincuenta y pico y dijo, “cómo", o incluso, "por qué". Bueno, podía adivinar por qué, y él sabía sobre Lilith. -El pasado Halloween. Atacaron mi aquelarre.Sebastián parpadeó. No podía leer lo que estaba pensando por su expresión, pero parecía estar tomándose un momento para reajustar su imagen de mí, porque entonces, en un tono mesurado, dijo: -Ya veo. ¿Ahora sus fantasmas te atormentan?-No fantasmas. El FBI,- indicó William. Traté de darle a William la mirada de "deja de hablar ahora", pero él se había dado vuelta para organizar alfabéticamente un par de libros que habían sido dejados fuera de lugar por un cliente. Sebastián se pasó los dedos por el cabello, lo cual no era una buena señal. Habíamos estado saliendo por cinco meses, y yo sabía qué significaba ese gesto. Quería decir que yo le estaba causando un dolor de cabeza. Había visto mucho esa expresión. -FBI,- repitió Sebastián. Captó mi mirada. La luz sobrenatural se reflejaba de forma radial en sus ojos castaños oscuros. -Garnet, eso no es bueno. Si la ley ha venido golpeando, es porque han encontrado un cuerpo.Asentí con la cabeza. La peor parte de todo esto es que había sido advertida meses antes por mi cómplice y ex-amante, Daniel Parrish, que el FBI me detectaría tarde o temprano. Él había aparecido en la ciudad... bueno, para declararme su amor eterno, pero también para informarme que una sequía anormal había secado el lago donde habíamos arrojado los cuerpos. En ese momento, yo había tenido

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grandes cosas en mi mente, sobre todo la aparición repentina de un agente del Vaticano en la ciudad. Cuando las cosas se calmaron y los policías no se presentaron de inmediato, me olvidé del asunto. Está bien, no quise pensar en ello, lo que era tan bueno como el olvido en lo que a mí respecta. -Un cuerpo es una cosa muy, muy mala,- dijo Sebastián casi para sí mismo. Nunca dejes un cuerpo donde puedan encontrarlo, nunca.-

-

William profirió un sonido ahogado. No parecía Sebastián hablando tan a la ligera sobre la eliminación de cadáveres, sobre todo delante de William, pero después de todo, él era un vampiro. No me sorprendió que tuviera un poco de experiencia en esta materia. -Mira,- le dije. -Hicimos lo mejor que pudimos, considerando las circunstancias. Quiero decir, fuimos lo bastante inteligentes como para acordarnos de poner piedras en los cuerpos para que no flotaran hasta la superficie.Ahora William me miraba horrorizado. Retrocedió unos pasos y simuló reorganizar los títulos de la sección Feminismo y Teoría Mágica. Su acto habría sido mucho más convincente si primero hubiera dejado la botella del líquido limpiador. Así como estaba, continuó agarrándola con una mano mientras tiraba de los libros con la otra. Sebastián dejó de sacudir la cabeza y me inmovilizó de nuevo con esa mirada intensa. -¿Nosotros?-Amigo,- dijo William, recuperándose aparentemente de su sorpresa inicial. Eso era un verdadero nosotros. Se refiere a Lilith.-

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Sebastián levantó una ceja en forma escéptica y se volvió hacia mí buscando confirmación. En realidad, éramos Parrish y yo, pero estaba tan feliz de no corregir a William. Lo último que quería era que Sebastián recordara a Parrish. Lo odiaba por varios y diversos motivos, el no menos importante de los cuales es que él era mi ex, y otro vampiro, y, bueno, algo un poquito más que un chico malo con tendencia hacia la demostraciones públicas de sexo, violencia y deportes sangrientos. De hecho, la

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última vez que Sebastián vio a Parrish había tratado de matarlo, y casi tuvo éxito. Esa fue la principal razón por la que continué dejándole creer que él había corrido a Parrish fuera de la ciudad. Sebastian se apartó hacia atrás su cabello de nuevo, sólo que esta vez miró fijamente a William. William, por su parte, siguió organizando los libros, ajeno a la mirada venenosa del vampiro. Para mí, Sebastian dijo: - Sobre el almuerzo, ¿estás lista para ir?Obviamente Sebastian quería alejarse y continuar esta discusión en privado. Por supuesto.-

-

La calle State es el principal destino turístico de Madison. Las tiendas atendían tanto a los estudiantes de la Universidad de Washington como a los visitantes, así que ellas tendían a ser una extraña combinación de elementos utilitarios y de lujo. Las tiendas más exitosas tenían una extraña mezcolanza de ambos, al igual que las boutiques que venden vestidos de telas de la India para los estudiantes y costosos vestidos de noche con cuentas para los turistas. Casi era Halloween, y un montón de aparadores reflejaban la temporada…al parecer los maniquíes de momias también tenían una inclinación por la ropa importada barata. Mientras pasábamos una tienda, una ráfaga de aire caliente trajo consigo el olor a palomitas de maíz con sabor gourmet. Mi boca se hizo agua con el aroma del chile y el queso. Las palomas se balanceaban en círculos serpenteantes por debajo de los árboles de arce casi sin hojas. Ellas saltaron aleteando y volaban gorjeando a nuestro paso. Sebastian y yo continuamos bajando unas pocas manzanas por la calle State hacia el Deli Cecil. El edificio estaba metido un poco hacia adentro de la línea de la calle, haciéndolo parecer más un hoyo en la pared que todas las otras tiendas estrechas en el centro comercial peatonal. El aire caliente del interior olía a pastrami y pan de centeno. Las mesas y las cabinas atestaban el pequeño espacio, y la mayoría de ellas estaban llenas de estudiantes universitarios con sus libros de texto tirados por todas partes y abiertos junto a ellos. Sebastian y yo nos deslizamos dentro de una cabina vacía que tenía

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asientos suaves de plástico y un mantel de vinilo ligeramente pegajoso, de color rojo y blanco a cuadros. Una camarera nos entregó sin ceremonias a cada uno un menú laminado y dejó agua en vasos de plástico resistente tan desgastados que se habían vuelto opacos. El agua sabía ligeramente metálica, pero estaba helada y deliciosa. Bebí la mía de un trago hasta el hielo picado. Mis ojos revolotearon a través del denso menú escrito a mano, pero mi mente estaba en otra parte. - ¿Qué voy a hacer?-

- Todavía no puedo creer que Lilith fue tan descuidada como para dejar un cuerpo identificable.Hice una mueca a mi vaso de agua casi vacío. -Lilith hizo el sacrificio y se marchó,expliqué, tras echar un vistazo alrededor para ver si alguien estaba escuchando. La mayoría de los estudiantes universitarios tenían sus oídos tapados con iPods. Como precaución adicional, me acerqué y mantuve mi voz baja. - Yo era la responsable del después. Era mi primer homicidio, ¿de acuerdo? Disponer de los cuerpos no es mi área de especialización.Sebastian sonrió misteriosamente. - Supongo que no. Aún así, pasó casi un año desde ese día. Eso es bastante bueno para una principiante.Supongo que no debería haberme sentido menospreciada por ser llamada una asesina aficionada, pero lo hice. - ¡Eh! Esos cuerpos estarían aún sin ser descubiertos si no fuera por la sequía.- Estoy seguro de que ellos lo estarían, - dijo Sebastian, en un tono que podría haberse confundido con condescendencia, excepto por la mano apacible que llegó a través de la mesa para acariciar mi puño cerrado. El calor de su piel callosa siempre me sorprendía. Sebastian había sido hecho por la magia no por la sangre, y su carne no llevaba el frío de la tumba.

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La imagen de los cadáveres fríos de piedra me hizo pensar en los asesinos del Vaticano envueltos completamente en lona de jardinería. Puf, qué lío tan horrible. Muerte. ¿Por qué tanto de mi vida era sobre la muerte? Lo que realmente quería en ese momento era apoyarme en la mesa y darle a Sebastian un largo y lento beso en afirmación a la vida. Tocarlo me haría sentir más conectada a la tierra, centrada. Abrí la boca para pedirle que se sentara a mi lado para poder apoyarme en su fuerza sólo un poco. Por supuesto, ese fue el momento en que la camarera apareció. Ella era más bien joven, de la edad de una estudiante, atlética en una forma medio cuadrada, con mechones de color rosa en su pelo corto rubio enmarañado y un triángulo del mismo color en su oreja. Si ella oyó por casualidad algo de nuestra conversación sobre los cuerpos, no dio ninguna indicación de eso cuando hábilmente tomó la orden de Sebastian por un Reuben y la mía por un plato de desayuno con huevos fritos. La miré alejarse, preguntándome por las sacudidas en su modo de andar… Olí el aire. - ¿Hueles polvo de tumba?Sebastian negó con la cabeza. - Pachuli. Cosa horrible.- Sí, eso podría ser. - Mis ojos siguieron a nuestra camarera mientras hacía su avance lento y constante a través de un mar de camareros, esquivándolos. Sebastian tomó un sorbo de agua. Sus ojos me miraban con una expresión curiosa, como si estuviera pensando intensamente en algo. -¿Qué?, - le dije bruscamente. No quise hacerlo, pero ser objeto de escrutinio cuando estaba en el marco de un asesinato, no se sentía bien en este momento. Su voz era baja y casual, como si estuviéramos discutiendo el precio del té en China. - ¿Tú dijiste algo acerca de las rocas?Asentí, en realidad no quería recordar los detalles exactos de lidiar con los agentes del Vaticano muertos. La verdad que fue Parrish quien hizo la mayor parte de la manipulación real de los cadáveres. Me sentía lejana, demasiado enferma, demasiado dolida, afligida y completamente exhausta después de haber estado tan recientemente poseída por una diosa cuyo apodo era la Madre de los Demonios.

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Sebastian se aclaró la garganta. - ¿Cómo demonios tuviste el aplomo para hacer eso?Casi me reí. Yo había estado completamente fuera de mis casillas esa noche, no en ellas. - Ah, - dijo él a la ligera. - Me lo imaginaba.- ¿Imaginabas, qué?- Parrish te ayudó, ¿no es así?- Suenas celoso, - bromeé. La respuesta de Sebastian fue estudiar el estampado a cuadros del mantel. Antes de que pudiera hablar, la camarera volvió a depositar una taza de café delante de mí, y un vaso y una lata de refresco para Sebastian. Ella colocó sobre la mesa los cubiertos envueltos en unas servilletas de papel blanco. Sebastian y yo nos miramos fija y fríamente el uno al otro durante sus maniobras.

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Cuando ella se marchó, susurré, - Estás celoso.Se encogió de hombros, reacomodó ligeramente el vaso y el plato. - Sabes lo que dicen, 'los verdaderos amigos te ayudan a enterrar los cuerpos.'- ¿Ellos dicen eso?Él me dio un vistazo a través de aquellas gruesas pestañas casi femeninas. Bueno, por lo menos algunas personas lo hacen.-

-

Solté una breve carcajada. - Parece que alguien ha estado frecuentando a la gente equivocada.Tan pronto como las palabras salieron de mi boca, deseé tener un botón de deshacer. Podría parecer un comentario inocente a un observador casual, pero la gente con la que se juntaba Sebastian cuando él no estaba conmigo había sido el punto crucial de una serie de discusiones entre nosotros últimamente. No era que yo desaprobara sus amigos, porque los que yo había conocido me habían gustaba muchísimo. Siendo originario de Austria y, imaginé que

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obviamente debido en parte a su acento extranjero, Sebastian tendía a atraer (para mí, al menos) compañeros internacionales y exóticos. Los estudiantes que estudiaban en el extranjero y los profesores expatriados usaban la granja de Sebastian como un albergue juvenil desbordado. Eso me gustaba. Eso significaba que siempre había alguien interesante alrededor. Sus amigos no eran el problema. Eran los ghouls. Los ghouls son los donantes voluntarios de sangre para los vampiros. La mayoría de ellos son fanáticos de los Vamp, adictos al pinchazo y al subidón de la mordedura. La mordedura, es una cosa sexual. Gracias a la cualidad altamente afrodisíaca del acto, la mayoría de los vampiros no tienen que matar para alimentarse. Sólo tienen que cultivar una serie de víctimas voluntarias, fanáticos, juguetes para morder.... una competencia Tomé un sorbo de mi café para ocultar mi mueca de dolor. Yo sabía lo que venía. Sebastian dejó escapar un suspiro. - Oh, Cristo, eso de nuevo.- No quise decir nada con eso, la verdad, - le dije, pero yo dudaba que me creyera. Fue mi culpa que él no lo hiciera. Después de todo, había habido un montón de veces en los meses pasados cuando yo deliberadamente tuve celos de cada pequeño pinchazo. - ¿De qué otra manera esperas que yo sacie el hambre?,- preguntó Sebastian. Cogí mi rollo de servilleta y rompí el sello de papel marrón, evitando contestar. ¿Qué esperaba yo que hiciera, morir de hambre? Yo había dejado bastante claro al principio de nuestra relación que no estaba especialmente cómoda con la idea de salir con alguien que me consideraba una fuente de alimento. Así que sólo me mordía durante el juego sexual, no tomando más de un mordisco, y sólo por diversión. En realidad, yo estaba luciendo una de sus mordeduras de amor en mi muslo interno esta mañana, pero era apenas un rasguño, una broma. A pesar de que Sebastian era un tipo poco común de vampiro, todavía necesitaba sangre para sobrevivir. Le negaba la mía. Un vampiro tenía que cazar, supuse.

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Aún así, no tenía que gustarme saber que él tenía otras. - Garnet, - dijo, su voz de barítono suave era como una caricia. - Sabes que esas mujeres no son importantes para mí.- Yo realmente no quiero hablar de esto. - Eso no era mentira. No sabía muy bien cómo sentirme cuando un hombre empezaba a decirme que las otras mujeres de su vida no eran importantes. La feminista en mí siempre tenía un extraño deseo de unirse en defensa de esas otras mujeres. Además, siempre me pareció el tipo de línea que él podría decirles cuando ellas le preguntaban por mí. Negué con la cabeza, no queriendo pintar a Sebastian con una luz tan fría y calculadora. - Mira, en el gran esquema de las cosas tus ghouls no son tan importantes para mí en este momento.Él no parecía muy convencido. Era mi turno para dejar salir un suspiro exasperado. Yo alargué una mano en el bolsillo de mi pantalón y froté la bolsa de tela llena de hierbas que guardaba allí. Era un hechizo anti-celos que había hecho poco después de que descubrí que estaba vinculada emocionalmente a Sebastian a través del vínculo de sangre de Lilith. Adentro había raíces de Alto John el Conquistador para la fuerza y romero para recordar los buenos momentos que tenemos con Sebastian. Cerré mis ojos momentáneamente y traté de visualizarme disipando la neblina verde de celos que me rodeaba. No funcionó. En esta relación, yo estaba practicando la tolerancia. Estaba intentándolo de todas las maneras. Por toda la cuestión de los ghouls, Parrish y yo habíamos terminado, y yo no quería repetirlo. Además, la posesividad era pura negatividad, malas vibraciones. Yo no necesitaba eso. Yo tenía suficiente con lo que estaba pasando. Hablando de eso. - ¿Qué voy a hacer con el agente especial Dominguez?,- le pregunté.

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La comida llegó. Esta vez, cuando la camarera se acercó a mí alrededor para poner un plato grande ovalado rebosante de huevos y croquetas de patata en la mesa juré que capté el olor de la tumba. Traté de mirar en sus ojos buscando signos de vida, pero ella se mantuvo evitando mirarme cortésmente. Cuando ella colocó el emparedado delante de Sebastian, yo miré de reojo a su aura. Todo lo que tenía era el débil resplandor morado oscuro de una zombi recién hecha. Sebastian le dio un bocado enorme de la Reuben. - Ah, me encanta la col fermentada.Empujé la yema de mis huevos con un triángulo de tostada empapada de mantequilla. Dos zombis en un día. Negué con la cabeza. No es mi problema, pensé, viendo a la camarera arrastrar los pies por la habitación con una jarra grande de café. Tenía cosas más grandes de las que preocuparme. - En serio, Sebastian. ¿Qué se supone que debo hacer con el FBI?- Supongo que matarlo está fuera de la cuestión. Sebastian no estaba bromeando del todo a pesar de su sonrisa ligera, así que sentí la necesidad de decirle, - Sí. Si hacemos desaparecer un agente del FBI, ellos definitivamente enviarían refuerzos. - Oh bueno, - dijo él a la ligera. Dio otro mordisco pensativo a su emparedado. - Era sólo una idea.Yo estaba lo suficientemente familiarizada con el tono de Sebastian para saber que sólo estaba jugando al granuja, pero también había estado con él cuando había despachado sin esfuerzo a los asesinos del Vaticano. El ciertamente era capaz de ser un asesino. -Realmente no matarías a alguien tan a la ligera, ¿verdad?Sacudió la cabeza con la boca llena de Reuben. - No, por muchas razones. Pero como estamos descubriendo, cuando la gente muere atrae mucho la atención. Los vampiros no necesitamos ese tipo de publicidad. Nosotros no duraríamos mucho tiempo.-

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Supongo que no lo harían. No sólo tendrían el tipo de problemas que yo estaba teniendo con las autoridades policiales y todo eso, sino que siempre había alguien que quedaba atrás, alguien llorando. Como yo. Sólo que nunca me había detenido a llorar por el aquelarre. Nunca había encontrado el momento. Yo había andado de prisa y corriendo, no sólo físicamente, sino también mentalmente, desde el día en que me fui. Ahora, con el Halloween acercándose rápidamente, había tantas cosas que me los recordaban. Justo el otro día, vi que la tienda de sombreros aquí en la calle State tenía una venta de sombreros puntiagudos de bruja. Mi aquelarre siempre llevaba esos en las reuniones sociales en Samhain como una broma. Nos los hubiéramos puesto en la parte del ritual "pasteles y cerveza" esa noche, sólo que el Vaticano nos interrumpió antes de que pudiéramos hacerlo. Empujé las yemas de mis huevos con un tenedor. Por supuesto, la otra cara de todo esto fue que en alguna parte, alguien más estaba pensando en los agentes del Vaticano de la misma manera. ¿Debería importarme? Me pregunté a mí misma. Es decir, estas personas eran los verdaderos asesinos, irrumpiendo en nuestro ritual y matándonos basados en algunas líneas antiguas y mal traducidas de la Biblia. Miré los rostros de los desconocidos comiendo su almuerzo a mí alrededor. Todos ellos eran personas con amigos y familia. ¿Cambiaba el valor de la vida humana por la fuerza de las convicciones religiosas de alguien? ¿No era una persona, no importa lo pequeña que fuera, como el Dr. Seuss dijo una vez? ¿Tenía el derecho de atacarlos para vengar a mis amigos? ¿Para defenderme? - ¿Debería haber hecho algo más?,- pregunté finalmente, tomando un bocado de huevo. - ¿Debería haber llamado a la policía en lugar de enterrar los cuerpos?Sebastian lo consideró mientras hacía crujir un pepinillo. - ¿Qué habrías dicho?“Hola, acabo de matar a seis personas, ¿ocúpense de arrestarme?"- Bueno, fue en defensa propia, ¿no?- Por supuesto que sí.- Él me tranquilizó con un tono sincero y una mirada de preocupación. - Además, no hay nada de malo en tomar la justicia por tus propias

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manos. Tienes que tomar las armas contra el mal cuando lo ves. Tú no puedes contar con la ley para que lo haga por ti. La historia lo ha probado ampliamente.El pan que yo había estado masticando se atascó en la parte posterior de mi garganta. ¿Es eso lo que había hecho? ¿Había impuesto justicia por mano propia? Me sentí mal del estómago. Las imágenes de esa noche que había mantenido enterradas comenzaron a resurgir al azar. Yo estaba con mis manos apretadas alrededor de la garganta de un agente del Vaticano. Los tendones entre mi pulgar y el dedo índice me dolían por el esfuerzo de aplastar su tráquea. Mis huevos amenazaron con subir. Los contuve con un poco de esfuerzo. La voz de Sebastián irrumpió a través de mi pánico. - ¿Estás bien?- Sólo me siento mal acerca de todo esto, - le dije, manteniendo la servilleta en mi boca con la mano temblorosa. Su mano agarró mi hombro, me apretó justo lo suficientemente para estabilizarme. - No te preocupes por nada, - dijo. - Voy a cuidar de ti. Afortunadamente, tengo una cantidad ridícula de dinero, - me recordó Sebastian con una sonrisa poco modesta. - Puedo contratar a un grupo de los mejores abogados para tu defensa, y comprar una villa para escondernos hasta que esto se olvide. ¿Cómo te sientes acerca del sur de Francia?- Yo no tengo un pasaporte, - le dije distraídamente. De alguna manera, mientras yo todavía estaba reviviendo aquella noche en detalle, Sebastian se había precipitado adelantándose al juicio. Era dulce de su parte ofrecer comprarme una buena defensa, pero ni siquiera había aceptado realmente el hecho de que yo necesitaba una. - Oh bueno, - dijo, quitando su mano de mi hombro. Él aparentemente necesitaba el uso de su apéndice a fin de considerar la situación, porque se rascó la barbilla pensativamente por unos momentos antes de decir, - Con dinero suficiente, estoy seguro de que podemos encontrar una manera de evitar eso.- Sí, - murmuré. Le di un mordisco a las croquetas de papa tentativamente. Una parte de mi cerebro las registró como crujientes y saladas, pero yo apenas podía

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tragarlas. Aparté el plato. - Me voy a casa, - le dije, levantándome. - O tal vez vuelva al trabajo. No lo sé. No puedo permanecer aquí. No puedo quedarme quieta.Sebastian pareció entenderlo. Como un caballero perfecto, se había puesto de pie en el instante en que yo lo estuve. - ¿Puedo llevarte? ¿O te gustaría venir a mi casa? Puedo poner la tetera y avivar el fuego.A pesar de que era tentador, yo negué con la cabeza. - Estoy muy ansiosa. Tengo que caminar.Él asintió y alcanzó su chaqueta. - Sola, - añadí, sintiéndome un poco mal al respecto. La cuestión era que Sebastian no era el vampiro que quería en estos momentos. Parrish había estado allí. Habíamos levantado los cuerpos en su camioneta juntos. Este era nuestro problema a resolver. - Por supuesto, - dijo Sebastian caballerosamente, aunque percibí en su voz un dejo de tristeza por haber sido despedido. Extendí la mano y le di un apretón a su brazo. - Voy a estar bien, - le dije. - Lo prometo.Él me jaló, me dio un beso y agarró mi cintura protectoramente. Cuando me soltó, me sonrió.- Ojalá que así sea.Después de parar de nuevo en la tienda para decirle a William que me iba a tomar un descanso largo, me subí a mi bicicleta. Yo vivía a varias cuadras de la calle State en el segundo piso de una vieja y decrépita casa victoriana. En realidad, yo también tenía acceso al ático, eso más que compensaba por mis vecinos borrachos y desordenados de abajo. Conseguir un piso entero para dedicarme a mi brujería hizo que el hecho de pasar por encima de cuerpos inconscientes y semidesnudos cuando voy a utilizar las instalaciones de la lavandería casi valiera la pena. Además, al estar tan idos, eso hacía a mis vecinos mucho menos propensos a notar el hecho de que en un rincón de mi sector de almacenamiento en el sótano había un ataúd.

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Yo pedaleaba mi bicicleta de montaña por las calles residenciales. La mayoría de las primeras nevadas se habían derretido. Sólo unos pocos parches blancos se escondían en los surcos y hendiduras del césped quemado. La temperatura estaba justo por encima de cero, dejando charcos de lodo cubiertos de nieve blanda en las cunetas que debía sortear. Todo parecía desgastado. La mayoría de los árboles habían perdido sus hojas. Los que no, habían pasado su esplendor otoñal, todo lo que quedaba eran surtidos desiguales de amarillos y naranjas apagados. Los jardines se habían vuelto desprolijos. Las ardillas hacía tiempo que habían saqueado las cabezas de los girasoles, dejando sólo los tallos rotos. Ahora las flores esparcían semillas y las cascarillas se secaban. El cielo, por otro lado, era de un tono azul brillante. El sol era tan brillante que deseé haber pensado en usar mis anteojos de sol. Mi casa tenía una torre, la única de su tipo en la manzana, y estaba pintada de un horrible tono rosa. La peor parte era que la pintura era nueva. Mi arrendador había decidido "refrescar un poco las cosas" a principios de este verano, y, en un fabuloso arranque metrosexual, aparentemente pensó que el rosa vivaz haría una especie de declaración de moda. Lo hizo, sin embargo, me imagino que no era lo que él había previsto. Era una especie de grito: ¡Mírame! ¡Estoy demasiado arreglada y fea! Yo sospechaba que había estado viendo demasiada televisión de alta definición. Probablemente debería considerarme afortunada, yo no tenía papel crepé con flores pegado por toda la pared de mi baño. Cuando llegué a mi casa, cargué mi bicicleta por la escalera de cemento y la guardé en el pasillo. Una araña de cristal con hojas de tulipanes verdes colgaba de un medallón de estaño fijado en el techo. Estaba polvorienta y gastada, al igual que gran parte del lugar, pero me había encantado por su gloria descolorida desde el primer momento en que yo había entrado en el edificio. La escalera abierta se curvaba con gracia alrededor de una ventana con vitraux en el rellano, y pese a la madera astillada y la falta de barrotes, siempre me recordaba una escena de “Lo que el viento se llevó“. Yo enrollé la correa de la barbilla de mi casco de seguridad sobre el asiento de mi bicicleta. En otoño, el pasillo estaba siempre demasiado caliente y olía ligeramente a cerveza rancia. El suelo de madera a menudo estaba pegajoso, especialmente

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cerca de los contenedores de reciclaje desbordados llenos de latas aplastadas y vidrio marrón barato. Arrugué mi nariz y me dirigí a la puerta del sótano. Las escaleras eran empinadas. Tuve que andar a tientas unos pasos en el piso de concreto áspero hasta que mi mano encontró algo más que telarañas. El interruptor era una de esas cuerdas a las que les das un tirón y esperas encender una simple bombilla, pero en este caso se encendía un globo de cristal esmerilado lleno de demasiados cadáveres de insectos. El sótano estaba inconcluso y descuidado. Los muros de concreto tenían manchas de pérdidas de agua y secciones desmoronándose. Las tuberías colgaban por encima de la cabeza, un revoltijo de cobre nuevo, plomo viejo, trozos de PVC, y toneladas de parches de plomería. Todo el lugar olía húmedo y mohoso. Me sentí un poco mal por Parrish, viviendo aquí abajo con los ciempiés y las latas de pintura a medio usar. Mi espacio de almacenamiento era en realidad una habitación para el carbón que se había dividido. El propietario había puesto paneles de yeso y añadió puertas con candados. Nunca mantenía la mía cerrada… por razones obvias. Parrish se había rehusado a usar mi espacio en el ático que era mucho más agradable porque él no quería la molestia de tener que deambular por mi habitación cada noche. Afirmaba que prefería la privacidad de ir y venir a su antojo, pero creo que tenía miedo que Sebastian pudiera quedarse a dormir. Si yo fuera la reina de la negación, entonces Parrish sería su emperador. Parrish me confesó una noche que creía que mientras él nunca nos viera a Sebastian y a mi juntos, podía simplemente pretender que no éramos una pareja. Pero para protegerlo, yo protegí su puerta. Él y yo podíamos pasar por el hechizo con facilidad, pero cualquier otra persona que se acercara tendría problemas para inclusive ver la puerta…ellos la confundirían con parte de la pared. Sentí un leve zumbido cuando toqué el pomo. Lilith vibró en mi interior, respondiendo a la magia. A pesar de que sabía que él estaba en letargo, llamé antes de girar la perilla. Cuando él no respondió, abrí la puerta. A pesar de saber lo que me esperaba, siempre me asustaba un poco al ver el ataúd de Parrish. Era de madera común, parecía un poco como una caja de carga, excepto por esa forma tan obvia.

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El resto de las posesiones de Parrish llenaban la habitación. Tenía dos baúles de viaje, una maleta de cuero y una cómoda de cajones que yo había encontrado para él en un mercado de pulgas hacía un par de meses. En la parte superior de ésta estaban sus artículos de tocador y un montón de historietas de mangas, sin duda robadas de una librería. En el primer cajón guardaba un bloc de notas adhesivas y un bolígrafo negro. Lo saqué de encima de las hileras de calcetines enrollados cuidadosamente y escribí: Estaré en casa a las ocho, ven arriba. - Luego firmé de la forma en que siempre lo hacía cuando había problemas: “Pradera de Primavera". Pradera de Primavera era mi apodo en Minneapolis. Parrish sabía que la última vez que fui Pradera de Primavera fue la noche que me ayudó a enterrar los cuerpos. Me arrodillé y pegué la nota sobre su ataúd. Mi mano se posó un instante en la madera áspera. Yo sabía que si levantaba la tapa, Parrish parecería muerto. Sus ojos estarían abiertos y vidriosos, y él tendría una sonrisa espeluznante y vagamente pacífica en su cara. El resto de él podría ser el sueño húmedo de un embalsamador: un suave y sedoso cabello castaño acomodado como una melena alrededor de su rostro perfectamente pálido. No habría ninguna piel magullada, hundida, ningún defecto de cualquier tipo, a pesar del hecho que la última vez que Parrish requirió respirar fue hace más de doscientos años. - Oye, - le susurré, aunque yo sabía que no podía oírme. - ¿Sabes una cosa? Es momento de crisis y te necesito otra vez.Al salir, juro que escuché un gemido, como si Parrish se revolcara en su tumba. En mi camino de regreso al trabajo, pasé por la cafetería al lado de la tienda para verificar con mi amiga Izzy. Aunque estaba ansiosa por volver antes de que William hundiera el lugar en picada, yo quería asegurarme de que Izzy no me había denunciado accidentalmente ante Domínguez. La hora frenética del almuerzo estaba en Holy Grounds, y tuve que esperar en fila. Aunque principalmente era un café urbano moderno y artístico de ladrillos expuestos estándar, Holy Grounds destacaba por su ubicación, estaba justo al lado del Mercury Crossing. Un gran mural, ricamente pintado en la parte trasera de la tienda mostraba una diosa madre morena y regordeta con los brazos abiertos

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dando a luz simbólicamente a los cinco elementos. Los otros lienzos, más pequeños que colgaban alrededor de la habitación mostraban temas más paganos: un hilandero transformándose en una araña, una diosa de triple cara y un hombre desnudo con cornamenta. Bajo las pinturas al óleo, los puntos cálidos de luz provenían de lámparas cuyas sombras goteaban con cuentas de colores. Un nido de cómodos sofás ocupaban la pared del fondo. Además de la habitual multitud de estudiantes altamente cafeinados discutiendo sobre política o películas en el rincón, había un contingente de sujetos en sandalias Birkenstock, del tipo latte con un shot de vainilla y un druida. Me paré detrás del druida y admiré la calidad de la lana en su capa verde oscura. Alguien, posiblemente, incluso él mismo, había bordado el elaborado nudo celta con hilo dorado alrededor de todo el dobladillo. - ¿Lo de siempre?,- me preguntó Izzy después de que el druida se había acercado a unirse a la multitud que esperaba en la zona de entrega. Yo probablemente no necesitaba la cafeína, pero asentí. Miré a la persona detrás de mí en la fila, ella estaba ocupada charlando en su teléfono celular. Aún así, me incliné y le dije de cerca con la que esperaba que fuera una voz casual, relajada. Hey, Izzy, ¿vino aquí hoy un agente del FBI preguntando por mí?Izzy arqueó una de sus cejas oscuras y sacudió la cabeza con incredulidad. Sus dedos corrieron ágilmente a través de los botones en la registradora. - Tú eres una especie de imán para los problemas, ¿verdad, chica?Hablando de las diosas, Izzy siempre me recordaba ese famoso busto de Nefertiti. Excepto que en lugar del tocado del faraón, Izzy tenía un confuso gorro de pelo que se había vuelto considerablemente más abultado en los últimos meses. Ella había estado hablando sobre el deseo de hacer algo diferente con su cabello, tal vez intentarlo con trenzas africanas o rastas. - Déjame adivinar, - continuó Izzy mientras tomaba mis cinco y me daba el cambio. - Él era el latino bien parecido…café regular, negro.¿Mencioné que Izzy es una psíquica latente fuerte? Asentí, contando las monedas en la mano distraídamente antes de tirarlas en el frasco para las propinas.

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Realmente necesitaba obtener una adicción más barata. - Tú no le has dicho nada acerca de mí, ¿verdad?- Cariño, estoy feliz de decirte que tú no figuraste en absoluto en nuestra conversación.Antes de que yo pudiera responderle con más que una risa, la siguiente persona en la fila ocupó la atención de Izzy. Me paré al lado del druida y esperé la leche con miel que yo realmente no quería. Traté de esperar para ver si podía conseguir una oportunidad más de charlar con Izzy, pero después de varios minutos de tentativas ansiosas me di por vencida. La multitud no daba señales de amainar. Así que agarré la taza para llevarme mi bebida y le hice una señal de despedida y de disculpas a Izzy sobre los cuerpos apretujados. Entonces hice lo que siempre hago en momentos de crisis. Me puse frenéticamente en acción. Cuando no estamos ayudando a los clientes, William y yo limpiamos neuróticamente la tienda de la parte superior a la inferior. Incluso fregué y desinfecté voluntariamente el cuarto de baño diminuto de los empleados y finalmente me decidí a colgar esos ridículos carteles motivacionales de brujas que habían enviado gratis de la imprenta Bear Claw. "La Diosa los ama", eso me hizo sonreír, especialmente porque el artista había incluido un montaje de fotografías de estatuas de diosas de todo el mundo, entre ellas varias de Kali y de otras diosas cuyo amor era, digamos, en el mejor de los casos, sospechoso. Lilith se retorció en mi vientre. - Oh, cállate, - le dije con una sonrisa afectuosa. Devolví los productos de limpieza a su gabinete en el almacén y me desplomé en la silla del escritorio rebosante de facturas, pedidos y recibos. Rebusqué entre los papeles al azar y puse mis pies sobre la caja fuerte. Yo todavía tenía que averiguar lo que iba a hacer con respecto al agente del FBI. Supuse que podría aceptar la oferta de Sebastian…siempre que él realmente pudiera sacarme del país sin pasaporte. Yo tenía un período de vacaciones dentro de poco. El sur de Francia probablemente no sería feo en esta época del año. Suspiré. Yo ya sabía que no quería huir. Había considerado seriamente esa opción la última vez que estuve en problemas, cuando había sido más fácil romper con

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todo. En estos días yo tenía mis raíces mucho más plantadas. Todo eso, de todos modos, podría ser arrancado de un tirón si yo terminaba en la cárcel de por vida. Por lo menos si me quedaba aquí, tal vez Izzy y William me visitarían en la prisión. Tenía que lidiar con esto aquí y ahora. Después de todo, ¿cuántas veces había oído yo que "el asesinato no tenía estatuto de limitaciones"?. Si yo desaparecía por unos meses ahora, ¿quién podía decir que ellos no regresarían más tarde por mí? La última vez yo había resuelto mi problema con magia. Tal vez había un hechizo que podría utilizar en el Agente Domínguez. ¿Pero qué? Teniendo en cuenta lo psíquico que él era, probablemente detectaría un asalto directo a su memoria. Cuando hice que los agentes del Vaticano pensaran que Sebastian y yo estábamos muertos, había cambiado la forma en que ellos vieron los acontecimientos, la forma en que estaban sucediendo…una especie de ilusión distorsionando el momento. Para hacer que Domínguez se olvidara de mí, el hechizo tendría que cubrir los eventos que sucedieron en el pasado con testigos sobre los que yo no tenía control. Yo era una bruja muy poderosa, pero no había manera de que pudiera echar una red de olvido sobre todo el mundo. Además, yo estaba bastante segura de que incluso si pudiera hacerlo, sería frustrado por un rastro en un papel. Todo lo que haría falta para que la memoria de Domínguez se reactivara sería una nota con mi nombre en ella… o esas notas de los casos en ese cuaderno que él guarda en su bolsillo. Lo que yo necesitaba era algo de magia que lo hiciera abrirse a escucharme hasta el final, algo que lo tornaría comprensivo con las circunstancias atenuantes. Debía cocinar algo que pudiera derretir su corazón y hacer que me escuchara, hacer que quisiera ayudarme. Desesperadamente. ¿Saben lo que yo necesitaba? Un buen hechizo de amor a la antigua.

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Capítulo 3 – Géminis PALABRAS CLAVE: Inteligente y cambiante

Un hechizo de amor era una mala idea y yo lo sabía. Volví a revisar las facturas. Entonces me dejé distraer por las cosas que tenía que hacer para el día, pagué el alquilar por mi jefe ausente, el balance en los libros, y llamé para ordenar los artículos populares que teníamos bajos en existencia, como los manojos de hierbas y otros inciensos. Mientras hacía mi trabajo, parte de mi mente continuaba regresando a la idea del hechizo de amor. El amor, o el deseo, puede ser un gran motivador. Se sabe de gente que se ha lanzado sobre sus espadas por amor. Yo conocía al menos a una persona que había dejado un gran trabajo y se trasladó a otro país por amor. Y no estaría pidiéndole a Dominguez que entrara en un edificio en llamas para mí, sólo que me escuche. El hechizo de amor podía ser diminuto, casi nada, sólo un pequeño empujón para hacer que me encontrara lo suficientemente irresistible como para no querer verme consumiéndome en la cárcel. ¿Qué había de malo en eso? No es como que yo estaría engañando a Sebastian, no realmente. Quiero decir, no tendría que hacer ninguna otra cosa que encadenar a Domínguez el tiempo suficiente para que me ayudara a limpiar mi nombre. Podía romper el hechizo en cualquier momento en que él empezara a tomarse las cosas demasiado en serio. Además, él había mostrado interés. Domínguez había tenido una modesta respuesta a mi coqueteo. Esto no sería una completa coacción. Y de todos modos, ¿qué si lo era? Esta era una cuestión de vida o muerte.

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Para la hora en que William y yo habíamos cerrado por ese día y yo había hecho los depósitos diarios en el banco, tenía una lista de ingredientes en mi bolsillo. Aunque idealmente habría preferido una luna creciente en un signo regido por Venus, lo haría esta noche. Después de todo, el tiempo era esencial. Quería a Dominguez absolutamente enamorado la próxima vez que me viera. ***

Me di cuenta incluso antes de que metiera mi llave en la puerta, que Barney, mi gata, no aprobaba mi plan de acción. Mientras subía las escaleras, oí una serie de estornudos que culminaron en un bufido muy poco femenino. Cuando abrí la puerta, Barney no se encontraba por ninguna parte. Normalmente ansiosa porque yo podría de alguna manera olvidarme de llenar su plato de comida, por lo general me saludaba mientras yo entraba, haciendo un cálido sonido de gorjeo (ella es en parte de la raza Maine Coon2) y un golpe en la pierna para conducirme hacia la cocina. Tiré mi mochila y mi casco de la bici en el sofá, y colgué mi abrigo en mi perchero. Me dirigí directamente a la tina. Mi plan era bañarme ritualmente con un poco de jabón de rosa hecho a mano, y después subir se inmediato a la buhardilla, para así poder tener el hechizo funcionando antes de que Parrish regresara de su cena. Yo ni siquiera iba a detenerme para vestirme; había encontrado que la desnudez mejora enormemente los hechizos de amor. Yo tenía una de esas anticuadas bañeras, con patas de garra, lo suficientemente profunda para acomodar una gran cantidad de burbujas. Giré las llaves para que la temperatura del agua fuera de un grado por debajo del escaldado, encendí algunas velas y puse un CD de canciones de cuna españolas a capela, que me ponían en un estado de ánimo amoroso. 2

N/T: El Maine Coon, también conocido como Pelo Largo Americano, es una raza de gato doméstico con una apariencia física distintiva y valiosas capacidades de caza.

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Yo estaba casi completamente relajada y cerca de un estado de trance cuando Barney saltó en el fregadero. Ella extendió una pata, en realidad tenía una garra adicional, un dedo aberrante, que hacía que sus grandes patas parecieran aún más grandes, y enganchó el plástico de la cortina de la ducha. -¿Sí?- le pregunté, como si yo no supiera lo que ella quería decir. Después de parpadear sus ojos amarillos inocentemente, negó con la cabeza tan fuerte que sus orejas se agitaban. - Lo sé,- le dije, frotando el jabón perfumado ligeramente bajo mis brazos. - Los hechizos vinculantes son malos juju3, pero he pensado en esto. Me aseguraré de sellar el hechizo con cera que pueda romper.Barney dejo caer de un tirón la cortina de la ducha. Ella se fue hacia el asiento del inodoro y se volvió de espaldas a mí. La piel sobre sus hombros ondulaba con desaprobación. Bueno, yo no esperaba que Barney lo entendiera. Ella era alérgica a la magia, o al menos pretendía serlo. Ella actuaría indignada sin importar que hechizo yo propondría, incluso si se trataba de uno de “muchos-ratones". Me paré en la alfombra de trapo. Secándome con una toalla rápidamente, abrí la puerta con la intención de reunir las rebabas que necesitaba para el hechizo de mi habitación en la torre. Barney se deslizó por delante de mis piernas y casi me tropecé con ella en el camino. Negué con la cabeza hacia esa gata. A ella nunca le gustó dejar pasar su punto. Yo estaba segura de que estaría tocando las cosas de mi cómoda en la mitad de la noche sólo para recordarme lo equivocada que estaba por no escucharla. Mi habitación de la torre era el lugar donde crecían mis hierbas. Desde que salía con Sebastián, para quien la herbolaria era una especialidad, mi colección se había expandido para incluir una cantidad de plantas extrañas. De hecho, podría

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N/T: Juju es una palabra que se utiliza para designar objetos como amuletos y hechizos.

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agradecerle por los tres sandburs4 que punteaban desde una olla de arcilla cerca de las otras hierbas de carretera que yo cultivaba, como atrapamoscas y lazos de la reina Ana. En realidad, no sería engañar a Sebastián causar que un poco de atracción inofensiva floreciera en el corazón de Domínguez, ¿verdad? Cuando Barney estornudó y golpeó un contenedlo de plástico de la parte superior del refrigerador, casi lo reconsideré. Entonces, miré el agujero perfectamente redondo en mi ventana. Esto, y la bala incrustada en el yeso en la pared detrás de mí y un poco por encima de mi hombro, eran un recuerdo cortés de la Orden de Eustace. A veces, la situación exigía una acción desesperada, me recordé a mí misma. Además, Sebastián lo entendería. Yo estaba segura de ello. Con las rebabas en la mano, me dirigí a mi ático. ***

Mi espacio de ritual solía estar intencionalmente desnudo para recordarme que yo había dejado atrás mi vida de magia. Ahora estaba desbordado. Más allá de la estrella de cinco puntas blanca que pinté en el tosco piso de maderas cortadas, había estanterías/gabinetes de hierbas que Sebastian y yo habíamos construido. Bien, la verdad era que yo los diseñé y Sebastián hizo todo el trabajo pesado de levantar y golpear clavos, pero, bueno, yo compré la pizza y la cerveza. Aún así, yo estaba muy orgullosa de ellos. Eran cuatro estanterías para libros con apenas la forma de la media luna, que había alineado cuidadosamente con una brújula de modo que las aberturas entre ellas correspondían a los puntos cardinales.

N/T: El sandburs es un tipo de hierba que crece en lugares arenosos con espiguillas rodeadas por rebabas espinosas. 4

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Adornos mágicos estaban apilados sobre ellos. Tarros de hierbas secas, piedras sueltas, aceites, piedras preciosas, cuerda, cinta, espejos, pedazos de tela, pinturas, plumas, lacre, y velas de todos los tamaños, formas y colores concebibles. Luego estaban los objetos encontrados: ramas retorcidas de roble, un vaso lleno de agua de lluvia, rocas, bellotas, un montón de agridulce, un plato de abono orgánico, y hojas y flores secas. Yo tenía un montón de cosas prácticas para brujería que también necesitaba…fósforos, sal, bloc de notas, bolígrafos, removedor multiuso de masilla pegajosa y un extintor de incendios. Estaba contenta con el desorden, pero mientras miraba a mí alrededor me sentía aún un poco triste. Todas las cosas que había conseguido eran todavía tan impersonales. Había tenido que dejar toda mi historia mágica detrás…regalos que me habían dado en los últimos años, como la estatua de Bast de la tienda de regalos del museo de Chicago que Jasmine compró para Barney, con la esperanza de curar su alergia… ¡qué desastre había sido eso! ¡Yo me reí de lo tontas que las dos habíamos sido, tratar de utilizar magia para curarla mágicamente le inducía estornudos! Mi sonrisa se desvaneció con el recuerdo de Jasmine, yaciendo muerta en el círculo, con su rostro retorcido de dolor. Sus cuentas de oración, que había diseñado ella misma, se habían roto. Yo las había salvado. Caminando sobre el piso suelto, saqué una bufanda negra de seda. Como yo estaba haciendo este hechizo para que Dominguez me tuviera simpatía por lo que pasó esa noche, puse cuidadosamente la cadena rota en el altar. Era de plata. Las cuentas estaban alternadas en grupos de amatista y nácar. Donde normalmente colgaría el crucifijo en un rosario, colgaba un colgante de plata de la diosa Nilo. Alisé la cadena rozándola ligeramente con la punta de mis dedos. Dejé el otro elemento oculto. Era una cruz. Había pertenecido a uno de los sacerdotes que Lilith asesinó. Yo lo había arrancado de él, de la forma en que había imaginado que él había rasgado el de Jasmine. Se me ocurrió ahora que era una evidencia sólida que me vinculaba a las muertes de los sacerdotes. Debería deshacerme de esto. O, al menos sacarlo de la casa.

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Mis dedos continuaron acariciando el collar de Jasmine. Tendría que lidiar con eso más tarde. Tenía que lanzar un hechizo. Busqué entre mis cosas hasta que encontré dos velas votivas, grandes y rojas, un trozo de seda escarlata, lacre del mismo color, y un sello que conseguí de una tienda de tarjetería con la impresión de un corazón. Los puse a todos en mi altar, que todavía estaba envuelto en rojo desde el último ritual de luna llena. De frente al este, me senté en el suelo. Podía sentir el polvo y los trozos de madera adhiriéndose a mi piel húmeda. El aire era cálido, cercano y familiar. Me tomé un momento para respirar la madera antigua y el olor del incienso del ático. Mis hombros se relajaron por primera vez desde que el Agente Especial Domínguez había entrado en la tienda esta mañana. Me senté en silencio, sólo relajándome, durante un largo rato. A través de la claraboya sobre mi altar, vi que el día se desvanecía. Todavía era temprano, tal vez las cinco en punto, pero esto era Octubre en Wisconsin. Escuché los crujidos de la casa y sonido de las ramas de pino raspando contra la ventana de la buhardilla. Cuando me sentí preparada, saqué la caja de cartón que yo mantenía bajo la mesa del altar. Saqué un palo de incienso de jazmín, era gracioso que el hechizo llamara por el olor cuando acababa de estar pensando en ella. Lo encendí y me paré. Comenzando por el norte, caminé por el contorno del círculo pintado. Mientras lo hacía, me imaginaba que una burbuja transparente se formaba entre el mundo y yo, creando un espacio mágico. Sin mucho esfuerzo de mi parte, los guardianes se materializaron. Eran cada uno los aspectos de Lilith. En el este apareció la imagen débil de una joven guerrera que tenía los hombros moteados y los muslos con las plumas de un búho de la nieve. Su largo pelo negro era alborotado por el viento y sus manos se apoyaban ligeramente en una espada. Una criatura tan oscura como el humo tomó forma en el sur. Sólo sus ojos, unas motas brillantes de brasas, eran visibles. Mientras pasaba por la punta occidental, la imagen aguada de una mujer se materializó en ondas, como el reflejo en un estanque ondulante. Ella tenía un cuerpo lleno y desnudo, con el pelo cayendo en ondas y llevaba un cáliz en sus manos. Por último, en el norte, estaba parada una vieja mujer con ojos agudos como el pedernal y el cabello del color del acero pulido. Ella sostenía una moneda

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de plata en su mano nudosa y era la imagen más sólida de todos ellos. Me tomó un momento para evaluar el círculo que había lanzado. Apenas se registraba en el campo visual, girando en incandescentes verdes y azules, como una pompa de jabón. Estiré una mano por encima de mi cabeza y sentí hormiguear una corriente eléctrica. Mi magia siempre había sido fuerte, pero después de la fusión con Lilith era... bien, honestamente, era aterrador lo poderosa que yo podía ser. De pie frente a mi altar, puse el incienso en su quemador. Lilith subió a la superficie; su presencia erizó mi piel como una corriente de luz eléctrica. Solía ser así cuando llamaba a Lilith, ella se apoderaba de mí por completo. Ahora yo tenía más control. Me arrodillé para comenzar mi hechizo. Tomando el paño rojo, lo extendí por delante de mí. Elegí cuidadosamente un abrojo de los sandburs. Imaginé a Dominguez en mi mente, y dije: — Este ojo tuyo, lo ato a mí.- Coloqué el abrojo en la tela, entonces elegí un segundo. - Esta mano tuya, la ato a mí.- Con el último, yo juré que oí la voz de Lilith resonando por encima de la mía propia mientras yo decía - Este corazón tuyo, lo ato a mí.Junté las semillas pegajosas hasta que sus barbas se cerraron. Yo doblé la seda alrededor de ellas e hice una especie de bolsa en mi puño. Usando la llama de una de las velas, encendí la barra de lacre rojo. Con mucho cuidado, lo dejé gotear donde yo tenía agarrada la tela entre el pulgar y el dedo índice. Presionando el sello en la cera que se enfriaba, me imaginé sellando el hechizo. Un sonido fuerte, como una puerta cerrándose me sobresaltó. Me quedé sin aliento y casi dejé caer el hechizo. Miré alrededor buscando la fuente del ruido. No veía nada, me encogí de hombros. Probablemente era una de las ventanas de tormenta que se cayó de repente. Esto sucedía a veces, especialmente cuando había viento. El viento ciertamente parecía haberse levantado; podía escucharlo gimiendo sobre el techo. Parándome, sostuve la bolsa del hechizo con ambas manos, por encima de mi cabeza. Cerrando los ojos, visualicé convocando poder de los guardianes y de Lilith para activar el hechizo. Canté los nombres de las diosas, — Isis, Istarte,

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Innana, Hécate, Demeter...- Una voz suave y entrecortada se unió a mí, seguida de un silbido crepitante. Una suave y sexy voz de barítono se añadió a su voz, luego un trino viejo polvoriento. Por último, todos parecieron fundirse en una sola voz poderosa, cuya fuerza sacudió las ventanas e hizo vibrar las vigas. Cuando el poder estaba en su apogeo, vi una luz roja brillante, como un láser, dispararse desde el centro de la bolsa del hechizo y desaparecer en la noche. Me imaginé que abrasaba a Domínguez como un beso francés en los ojos, las manos y el corazón. Con el hechizo completo, me arrodillé para poner una mano en el piso. Dejé que el exceso de energía saliera de mí, y volviera a la tierra. La presión del aire cayó, causando que mis oídos hicieran pop. Agité la cabeza. Era extraño, eso nunca me había sucedido antes. Deliberadamente, cerré el círculo y despedí a los guardianes. Cuando terminé de recorrerlo, dije, — El círculo está abierto, pero sin romper.- Antes de salir del ático, me aseguré de que todas las velas estuvieran apagadas y mis materiales guardados. Agarré un cordón de cuero y fabriqué un collar para llevar el hechizo alrededor de mi cuello. Mientras me dirigía hacia las escaleras para tomar una ducha y limpiar mi culo polvoriento, mi visión periférica captó la imagen de la forma brillante de una palma en el centro del tentáculo en el suelo. Ambos, ésta y el tentáculo parecían latir con una luz sobrenatural. Yo parpadeé y la imagen se había ido. ***

Oí que alguien entraba mientras me vestía después de mi ducha. Dado que el sol estaba bajo, yo asumí que era Parrish. Como de costumbre, me sentía cansada después de realizar el trabajo del hechizo, así que me metí en mi pijama rosa con motivos de Hello Kitty y mi sudadera favorita azul marino de gran tamaño. Metí el collar con el encanto debajo, cerca de mi corazón. — Oye, haz un poco de café, ¿quieres?,- grité hacia la sala de estar. Yo bostecé, estirándome hasta que mis músculos tronaron. Los resortes en el sofá del salón chirriaron mientras él se levantaba.

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En algún lugar de la cocina, Barney estornudó. Eso me pilló por sorpresa. Los vampiros tradicionales, de los cuales Parrish era uno, no alborotaban las alergias de Barney. Mi teoría era que la magia de un vampiro era expresada sólo en el momento de su transformación de muerto a no muerto (y posiblemente durante la mordida). Así que cuando no muerden activamente o "apropiadamente", la nariz sensible de Barney apenas los registra como una cosa muerta. Teniendo en cuenta lo mucho que a ella le gustaba presentarme ratones sin vida y otras bellezas tales, su afecto por él tenía una especie de sentido retorcido. Para ella, Parrish era como algo que trajo el gato. Cuando Barney volvió a estornudar, me puse un poco nerviosa. Sebastian, sabes, era magia a tiempo completo. - ¿Sebastian?,- dije. - ¿Eres tú?Sobre el estrépito de las latas en los armarios, escuché, - Por supuesto, querida. ¿A quién estabas esperando?Fue entonces cuando oí el golpeteo de botas de motociclista en las escaleras.

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Capítulo 4 – Cáncer PALABRAS CLAVE: Protector y tenaz

Corrí al cuarto de estar con la esperanza de distraer a Parrish antes de que Sebastian se fijara en él. Ya era demasiado tarde. Sebastián estaba en la puerta de la cocina con mi cafetera en la mano como si deseara que fuera un arma más contundente mientras aplastaba un filtro de café en la otra. Parrish, por su parte, parecía estar completamente perplejo. Él sonrió cuando me vio, mostrando sus colmillos descendidos. Había venido directamente del desayuno. Cuando había muerto, Parrish había sido sin duda un bonito cadáver. Su melena de color castaño sedosa que pasaba los hombros le daba un aire de estrella de heavy metal…una manifestación de moda. Yo debía señalar, que él coqueteaba con toda intención. Llevaba unos pantalones vaqueros desgastados, rotos en todos los lugares correctos, que abrazaban sus piernas largas y delgadas. Su camiseta estaba tan fuertemente adherida a su cuerpo que bien podría no haber sido suya. Sobre todo eso, llevaba una chaqueta de motociclista que hacía que con su más de metro ochenta de estatura, tuviera el aspecto de haber sido alguna vez un miembro de los Hells Angels, si Chippendales tenía una subsidiaria de esa pandilla. Parrish era un chico malo, malo. -Recibí tu nota, Pradera de Primavera,- dijo Parrish, sosteniendo la nota adhesiva en su dedo. -Si hay problemas, sabes que estoy a tu servicio, señora.-

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Sonreí. Parrish podía ser malo, pero quería desesperadamente ser un caballero. Desde la puerta de la cocina, Sebastian resopló burlonamente. -La caballerosidad estaba muerta antes de que nacieras, Daniel Parrish.De pie en la esquina opuesta de la sala, como si fuera el otro lado de un ring de boxeo, estaba Sebastian. Donde Parrish era todo brillo y espectáculo, Sebastian emanaba una fuerza tranquila. Casi parecía un tipo normal, vestido como tal como estaba en unos vaqueros azules rotos y desteñidos y una camisa negra con botones. Su ropa no se aferraba especialmente a él, pero tampoco ocultaba su cuerpo que estaba en forma, esculpido. Su cabello negro estaba recogido cuidadosamente en una cola de caballo, y tenía un aura tranquila, sin embargo, la expresión mortal de su rostro podía competir con la de cualquier maestro ninja. -Sebastian Von Traum,- dijo Parrish, haciendo como que notaba su presencia por primera vez. -Siempre es un placer.-Igualmente-. Cuando Sebastián le devolvió la sonrisa fría a Parrish, pude ver que sus colmillos también habían bajado Genial, mis chicos vampiros estaban dispuestos a morderse el uno al otro. Por desgracia, yo ya sabía quién iba a ganar, si todo se reducía a golpes tradicionales. Parrish se veía más duro por su afición por el cuero y el acero y una larga y sórdida historia en el mundo criminal, pero Sebastian tenía ochocientos años. En términos de vampiros, Parrish todavía estaba en las ligas menores, Sebastian estaba en las mayores. El haber sido golpeado por Sebastián anteriormente sólo tornaba a Parrish más quisquilloso. No iba a tardar demasiado en estropear la revancha. Tenía que decir algo. ¿Pero qué? Sebastián no tenía que estar aquí. La única razón que podía imaginar era que él había venido por aquí debido a Lilith. Debí haber adivinado que mi hechizo le causaría todo un hormigueo. Él siempre sabía cuando yo recurría al poder de ella.

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Y no era como si él no tuviera la llave del lugar. Después de todo, Sebastian era mi novio. Tenía un cepillo de dientes en mi cuarto de baño y ropa interior extra en un rincón de mi cajón de calcetines. Entonces, ¿cómo explicaría lo de Parrish, quien se suponía que debía estar muerto... o por lo menos expulsado de la ciudad? Era bastante obvio gracias a Parrish, que agitaba la nota, que yo todavía estaba en contacto con él. Eso no estaba bien, ya que eso era lo que había causado el ataque de celos que había hecho que Sebastian tratara de matar a Parrish la primera vez. Mientras tanto, Parrish y Sebastián estaban haciendo esa cosa espeluznante de vampiros en la que ellos permanecían de pie sobrenaturalmente firmes y sin respirar, y se miraban mortalmente el uno al otro. -El FBI vino a la tienda esta mañana, Parrish,- dije, rompiendo el silencio. -.Tal como dijiste que lo harían.Parrish se volvió hacia mí, con el rostro instantáneamente ablandado por la preocupación. -¿Estás bien?-Sí,- le dije. -Todo era una locura, pero, bueno, no estoy segura de que él sepa quién era yo.Parrish se rió entre dientes ligeramente. -¿Y exactamente cómo funciona eso, amor?-Él estuvo dando vueltas en torno a una imagen de Pradera de Primavera. Él no me reconoció. Bueno, quiero decir, yo no soy exactamente Mata Hari, él debió sospechar, pero... bueno, ya sabes... los ojos.-Sí, son muy, muy diferentes,- coincidió Parrish. Oí que el grifo de la cocina se abría y me di cuenta de que Sebastián había salido de la habitación. Articulé “espera” a Parrish y fui a investigar. Encontré a Sebastian vertiendo agua en mi cafetera. Había reemplazado el filtro y el recipiente, y había encontrado el café en el congelador. -¿Estás bien?,- le pregunté desde la puerta.

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Se mantuvo de espaldas a mí mientras servía granos en el molino. -Asuntos pendientes, Garnet.Eso es de lo que él me había acusado cuando Parrish apareció en mi vida. Él no me creyó cuando le dije que las cosas habían terminado entre Parrish y yo, y yo ciertamente parecía estar dándole la razón. -No es eso...- comencé a decir, pero me cortó girando para perforarme con una mirada caliente. -¿Cuánto hace que me lo mantienes en secreto?Parrish había venido tropezando de nuevo a mi apartamento dos noches después de que Sebastian le había dado por muerto. Lo llevé y atendí sus heridas. Incluso encontré un demonio dispuesto a ofrecer algunas transfusiones, por así decirlo. Sebastián no entendería nada de eso. Y, realmente, ¿por qué habría de hacerlo? Él tenía razón. Había un montón de asuntos pendientes, y la mayor parte estaba envuelta con dejar ir lo que yo solía ser en Minneapolis, antes de Lilith, de los agentes del Vaticano, y todo eso. Mis sentimientos por Parrish se complicaron por lo que pasó esa noche de Halloween. Había roto con Parrish la noche anterior. Lo había hecho por lo de los ghouls, por no saber dónde estaba ni lo qué hacía casi todas las noches... y, para ser honestos, era difícil amar a Parrish. Él era más que un poco egocéntrico y verdaderamente había abrazado una especie de estilo de vida del rock and roll con la que yo no estaba cómoda. Sin embargo, él fue la primera persona en la que pensé cuando me encontré de pie en medio de un círculo de sangre y muerte. No sólo vino corriendo cuando yo lo necesitaba, él no hizo preguntas ni esperó nada. Ese tipo de heroísmo era difícil de encontrar en un hombre. Demonios, era difícil de encontrar en cualquier persona. -Eso es lo que pensé,- dijo Sebastián cuando no respondí. -Él ha estado aquí todo el tiempo, ¿no es así?-

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La peor parte de esta conversación era que Sebastián inclusive tenía que levantar la voz. Ni siquiera sonaba enojado, sólo demasiado tranquilo. Yo hubiera preferido que gritara, verdaderamente. Sebastian tomó una respiración larga y constante. -Vuelve allí. Estoy seguro de que ustedes dos tienen cosas que resolver.Yo no entendía. ¿Qué significaba eso? -¿Qué hay de ti?-Voy a ir en cuando el café esté hecho. ¿Toma leche?-No tengo ni idea. Por lo general él no puede beber.La boca de Sebastian se torció en una sonrisa de suficiencia. -Cierto.Dudé en el umbral de la puerta. Sebastian, por su parte, había vuelto su atención hacia el café. Yo sabía que él estaba herido, y esta calma frío me asustaba. Me moría por saber la magnitud del daño que había causado. -Sebastian,- le dije, poniendo una mano sobre su hombro. -Esto no es lo que piensas. Parrish y yo no somos amantes.-Nunca pensé en eso.- Su voz se mantuvo pareja y medida, y en ningún momento se volvió para mirarme. -Yo sólo le pedí que viniera porque él conocía a la vieja yo, ¿sabes?-Dejé que mi mano resbalara. -Por supuesto.-No era mi intención hacerte daño,- le dije. -Él está esperándote, Garnet.Yo no sabía qué hacer con la insistente calma de Sebastián, así que aunque sabía que probablemente no debía hacerlo, volví a la sala. Parrish fingía admirar una estatua de Kali que estaba posada en una estantería hecha de tablones y ladrillos junto a la puerta. Cuando me vio entrar, rápidamente la puso en su lugar. -Ojalá me hubieras dicho que estabas planeando tener un invitado,- dijo Parrish en broma.

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-¿Así podrías afilar tus colmillos? No lo creo.-En serio, Garnet, pensé que la idea era mantener al chico amante a oscuras.Oh, ¿no podrías gritar más alto ese pequeño comentario, Parrish? Me acerqué y pisoteé con mi pie desnudo sus botas, probablemente lastimándome más a mí que a él en el proceso. -Basta ya,- le susurré. Una sonrisa lobuna se dibujó en el rostro de Parrish. -Él está celoso.Está herido, pensé, pero no me atreví a decirlo. Parrish no tendría reparos en lanzar algo así en la cara de Sebastián. -Mira, yo creo que deberíamos hablar más tarde.-Como quieras.- Parrish esbozó una reverencia cortés y se inclinó para darme un beso en la frente. Antes de que pudiera alejarse, sujeté su solapa y lo atraje más cerca. -Vuelve antes de cambiar,- le susurré al oído. Él asintió con la cabeza y se fue. Cerré la puerta detrás de él. Cuando me di la vuelta, Sebastian estaba en la puerta. El aspecto oscuro en sus ojos me dijo que había sido testigo de nuestro intercambio final. -¿Se va?,- dijo Sebastián con los labios tan apretados que hizo la pregunta como una afirmación. -Uh, sí. Es lo mejor, ¿no crees?Sebastián asintió con la cabeza lentamente. -Ya veo.Yo no. Esperé que diera más detalles. Por la forma en que los músculos de su mandíbula trabajaban, sabía que algo iba a suceder pronto. -Nunca vas a dejarme entrar verdaderamente, ¿no es verdad?, - preguntó Sebastian. Su tono era todavía frío y medido. No me gustaba ni un poco. -¿En qué?-

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-Ni siquiera puedes hablar con él junto conmigo en la habitación, pero voy a creerte en que no estás teniendo algún tipo de relación amorosa secreta.-¡No lo estamos!,- le espeté con tanta fuerza que estoy segura de que parecía culpable. Odiaba sonar a la defensiva, especialmente porque Sebastián todavía estaba tan frío y sereno. -Por lo tanto, ¿estás negando estar todavía enamorada de Parrish?No debería haber dudado, pero lo hice. La cosa es que yo nunca estuve segura al 100 por ciento de amar a Parrish. Cuando consideraba la manera en la que desinteresadamente él había venido corriendo en mi ayuda, a veces sentía que lo amaba mucho más de lo que lo hacía. Extrañamente, yo quería amar a Parrish, porque muchas cosas suyas me gustaban terriblemente, pero ¿cómo le explicaba todo esto a Sebastián cuando yo apenas podía articularlo para mí misma? De todos modos, poco importaba. Ese retraso de diez segundos me había hundido, y yo lo sabía. Así que cambié de táctica. -Él no es mi novio, tú lo eres.-Por el momento eso es cierto.Eso fue sin duda una ominosa declaración ya que yo seguía siendo la única que había levantado la voz. -Sé que debería habértelo contado en el momento en que Parrish vino a buscar mi ayuda, pero, por la Gran Diosa, Sebastian. Intentaste matarlo. Pensé que tal vez lo harías de nuevo si sabías que él estaba en la ciudad.-¿De verdad pensabas que yo no sabría acerca de todos los otros vampiros que operan en una ciudad del tamaño de Madison?-¿En serio?-Yo sabía que él también estaba allí. Tiene algo de fama.Se podría decir eso. Últimamente, con el fin de pagar las cuentas, Parrish había hecho suya la profesión dudosa de mordedor de alquiler. Al parecer…y no quería saber nada más sobre eso…había un gran contingente de tipos Góticos que ansiaban tan desesperadamente la experiencia de ser mordidos por un vampiro real que estaban dispuestos a pagarle a Parrish cantidades impías de dinero para

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ello. La buena noticia era que Parrish era bien recompensado, lo malo era que él era el equivalente vampiro de un gigoló. Parrish me decía que esta línea de trabajo era temporal. Le resultaba desagradable, nunca mejor dicho, sin duda, y todavía se consideraba un ladrón profesional. Parrish se había ganado la vida como bandido cuando cosas tales como las diligencias y carreteras reales seguían existiendo. Ahora, robaba bancos, pero para hacerlo con éxito, siempre me decía, la clave era no hacerlo muy a menudo. Así, la "prostitución de sangre", como él la llamaba, llenaba los vacíos. Parecía sórdido y peligroso para mí, pero cuando le preguntaba al respecto, Parrish siempre se encogía de hombros, diciendo que bien podía hacer que se le pagara por hacer algo que, de todos modos, tenía que hacer. -Nada de eso importa realmente,- dijo Sebastián. -No estoy verdaderamente sorprendido de que lo cobijaras. Ni siquiera estoy del todo molesto por el hecho de que todavía te preocupes por él. Lo que me molesta es que me hayas mentido al respecto. Lo mantuviste en secreto durante meses.Yo no sabía qué responder a eso. Me sentía miserable. Sebastián asintió con la cabeza ante mi silencio. -E incluso podría haber estado bien con eso, pero vengo de la cocina para descubrir que tienes toda la intención de continuar con la evasión y los secretos. Tenía la esperanza de que, de alguna manera, a pesar de lo incómodo que podría haber sido, me incluirías en tu pequeño tête-à-tête acerca de tu situación actual con el FBI. No pareces confiar en mí para ello.-¿Qué quieres decir?-¿Cómo pudimos haber estado saliendo durante todo este tiempo y que te las hayas arreglado para no hablar nunca de tu encuentro mortal con los cazadores de brujas del Vaticano?-El tema nunca surgió,- le dije, aunque de alguna manera cuando las palabras escaparon de mi boca la afirmación consiguió sonar más como una pregunta. -Quería decírtelo.- En realidad, eso era una mentira. Yo prefería no pensar en lo

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ocurrido el pasado Halloween. El recuerdo era aún demasiado doloroso. -Estaba esperando el momento adecuado.Sebastian me miró fijamente con el tipo de concentración generalmente reservada para alguien que habla inglés con un acento extranjero y muy marcado. -Sin embargo, William lo sabía.-Uh. Yeah. Terminé contándoselo a Izzy y a él cuando el Vaticano estaba tras de nosotros.-También a Izzy.-Bueno, Sebastian, estábamos un poco ocupados con nuestros propios problemas, ¿recuerdas? Además, ya habías conseguido ser estacado en pared.- Señalé la colilla de una flecha que sobresalía del marco sólido de roble de mi ventana. Ya la había barnizado para que coincidiera con la madera y había colgado una planta de araña en ella. -Y luego estaba el fiasco de Feather del que no hablamos precisamente.- Él había terminado almorzando con la entonces novia de William, volviendo loco a todo el mundo, incluyéndome a mí. -Y, luego estábamos luchando por nuestras vidas, y... bueno, cuando todo terminó, yo estaba tan feliz de no traerlo de nuevo a colación, ¿sabes?-No, yo no lo sé. Estoy teniendo un problema real con esto, Garnet. No entiendo cómo no compartes lo que sólo puedo imaginar que debe haber sido un momento definitorio para ti.Me quebré. -No omito cosas; ¡sólo no quiero que lo sepas!,- le grité. -¿Qué tiene de jodidamente equivocado el no querer que mi novio piense en mí como una asesina a sangre fría?-Tu argumento sería más convincente si todos los demás en la ciudad no parecieran saberlo.-Ellos son mis amigos, no mis amantes. Eso es diferente.-Sí,- dijo en voz baja. -Creo que ese es el problema.Fruncí el ceño. Sentí que todo era confuso. -Sebastian, eres más que un amigo. Por eso no quería decírtelo. Quiero gustarte.-

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-¿Quién? ¿La verdadera tú o la ‘tú’ que quieres mostrarme? Eso es lo que me estás pidiendo que haga. Que ame tus mentiras.-¿Mentiras? Eso es un poco duro, ¿no te parece?-¿Lo es? Si yo no hubiera venido, ¿qué me hubieras dicho que hiciste esta noche cuando te lo preguntara? ¿Habrías mencionado a Parrish o habrías inventado algo?Él sabía la respuesta y yo también -Entonces,- continuó, a pesar de mi mirada penetrante de cállate. -Ese 'momento adecuado' para decirme sobre los asesinos del Vaticano, pasó ¿verdad? Me dijiste otra cosa, alguna mentira.-Supéralo, Sebastian,- espeté. -No se trata de omitirte cosas. Esto se trata de un pasado del que no me gusta hablar, ¿de acuerdo?- A pesar de mis mejores esfuerzos, escuché que mi voz se estrangulaba. Apreté los dientes. No quería llorar en ese momento, quería dejar sentado mi punto. -No es lo mismo que mentir.-Supongo que tienes razón,- dijo, admitiendo el punto con calma, maldito sea. Pero no lo dices y mientes tanto para mantenerme a cierta distancia, ¿no es así? Eso es lo que me duele. Me pregunto lo que piensas de mí. ¿Me imaginas como una especie de delicada flor que se marchita ante la sugerencia de derramamiento de sangre? ¿Recuerdas que soy un vampiro? Tengo un poco de experiencia con lo que podría llevar a alguien a asesinar.Sí, ¿pero él lo hacía? El asesinato y la alimentación eran cosas diferentes. Sabía que Sebastián mataría para defenderse; lo había hecho cuando el Vaticano nos había atacado. Odiaba a Parrish lo suficiente para ir tras él, pero lo había dejado con vida. Sebastian vivía en un mundo diferente al de Parrish, uno lleno de sol y de trabajos y formas de ganarse la vida que no implicaban violar la ley. Sebastian debe haber leído algunos de mis pensamientos en mi expresión. Su rostro se ensombreció. -Oh, ya veo. El Sr. Ladrón de Diligencias es el único que realmente entiende lo que está pasando por su pasado criminal, ¿eh?-No, porque él estaba allí,- solté antes de considerar las consecuencias.

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La mandíbula de Sebastian se contrajo, y la pasión desapareció de su expresión. -No puedo competir con un pequeño asesinato compartido, ¿verdad?-¿Qué demonios significa eso?Sebastián cogió su chaqueta del brazo de mi sillón donde había quedado desparramada. Él se la puso y por encima de su hombro, añadió: -Significa, Garnet, que tú y yo estamos oficialmente en un receso. El café está listo.Sebastián pasó frente a mí en dirección hacia la puerta. -Oh, y cuando veas a Parrish otra vez, asegúrate de decirle que si él está durmiendo cerca de aquí voy a encontrar su guarida y a destruirlo.Agarré su manga y tiré de él hacia mí. -¡Ni se te ocurra! Si tocas un cabello de su cabeza estaremos en mucho más que un receso, Sebastian Von Traum, habremos terminado.A pesar de que de alguna manera mantuvo su expresión fría, sus ojos brillaron. -Voy a ser honesto contigo, Garnet,- dijo de manera uniforme. -La verdad es que, a pesar de lo que acabo de decir, yo nunca podría lastimar en forma permanente a cualquier persona por la que te preocupes tanto, porque me importas mucho.Bueno, eso ciertamente descarriló mi argumento. Decidí que odiaba pelear con alguien que claramente había tenido varios cientos de años para perfeccionar el arte de la despedida mordaz. Mi única respuesta fue: -Sí, bueno. Bien.-Sí, pero yo he probado tu punto, ¿no?,- dijo Sebastián. -Tu amado Parrish no lo dudaría. Definitivamente yo no soy lo suficientemente vampiro para ti.Podía escuchar la mezcla de auto-odio y puros celos en la voz de Sebastian. ¡Eso no es cierto!-

-

-Desafortunadamente, Garnet, ahora sé que eres una buena mentirosa.Él no me dejó contradecir eso. Desapareció por las escaleras hasta la puerta principal. Mi boca permaneció abierta mientras miraba el yeso agrietado y el sucio revestimiento de madera de los escalones vacíos. Barney empujó la parte posterior de mi pantorrilla como si me instara a ir tras él.

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Cerré la puerta. -No tiene sentido en este momento,- le dije. -Realmente jodí esto. Volverá cuando esté listo para hablar.Mis palabras valientes ni siquiera convencieron a Barney. Ella me empujó una vez más, en forma más suave, y luego se fue. Ruidos de masticación provinieron de la cocina. Lo cual me recordó que tenía medio kilo helado de crema de chocolate Ghiradelli en el congelador. Me arrastré bajo una manta en el sofá, y me comí el helado hasta que me sentí hinchada. Como yo no tenía un televisor, vacié mi mente al leer los últimos chismes sobre varias celebridades en la revista In Touch. Barney se acurrucó como una pelota cálida roncando a mis pies. Mientras examinaba las fotos de moda de "¿Quién se viste mejor?", tuve uno de esos momentos de abatimiento cuando decidía que no entendía a los hombres en absoluto. El estereotipo quería que yo creyera que la mayoría de los chicos preferían a una novia que no cargara con equipaje innecesario. Sebastian debería estar feliz de que yo no hablara mucho sobre mi pasado. De todos modos, ¿quién quería toda esa basura arrojada sobre ellos? No es como si ahora pudiera hacer algo al respecto. Sí, de acuerdo, tal vez debería habérselo contado antes de hoy, aunque sólo fuera porque tarde o temprano tenía que hacerlo. Es sólo que prefería dejar mi pasado enterrado. Incluso antes de que el FBI se presentara buscándome para convertirme en una asesina, no estaba exactamente apurada por contarle a la gente los detalles escabrosos de mi crimen pasional, sobre todo, no a mi novio. Junté el chocolate fundido alrededor de la parte inferior del recipiente. Cada ruido me hacía temblar. Sabía que era demasiado esperar que Sebastian hubiera cambiado instantáneamente de opinión, pero no pude evitarlo. En algún momento, miré el reloj sobre las estanterías. Era bien pasada la medianoche. Debía irme a la cama, pero la idea de yacer en la oscuridad rodeada de todos los debería haber hecho y los porqué no lo había hecho, me daban náuseas.

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Cuando sonó el teléfono, salté a contestar tan rápido que Barney cayó muy duro y muy poco como un gato al suelo. Tuve el receptor en la mano antes del segundo timbre. -¿Sí?Pero la voz en el otro extremo no era Sebastian, o incluso Parrish, era Izzy. -Oh, bien, estás despierta. Necesito un favor.Izzy me había ayudado una vez sacando a Sebastian de la pared donde había quedado inmovilizado con una flecha de arco. A pesar de la hora, ni siquiera dudé. -Por supuesto.-¿Todavía tienes sal de mar bajo el mostrador de tu tienda? Necesito un exterminador de zombies.-Sí, pero Izzy, tengo quince minutos en bicicleta.- Eso ni siquiera incluía el tiempo que iba a necesitar para encontrar los calcetines y zapatos y abrigarme por el clima. -Todavía estoy en la cafetería. Sólo necesito tu código de seguridad... Ella hablaba en voz baja y creí oír gemidos bajos en el fondo. Caramba, sonaba como La Noche de Los Muertos Vivos ahí. -Sí, por supuesto.- A pesar de que Izzy era mi mejor amiga, mi instinto se contrajo un poco mientras le daba los números. Entonces me sentí culpable por sentir incluso la más mínima vacilación. Izzy estaba claramente en peligro. -Gracias".- Podía oír que tecleaba los botones y el pitido de la cerradura. -Izzy, ¿qué está pasando?La línea se cortó. No había sonado como si hubiera apagado su celular. El repentino silencio se sentía mucho más ominoso de alguna manera. Marqué el número de Izzy en el marcado rápido del celular y fui a su correo de voz. Busqué un par de zapatos para correr y luego me dirigí a mi habitación para cambiarme de ropa. Barney saltó sobre la cama con una pregunta -¿Brrt?-

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-Izzy probablemente está bien,- le dije mientras salía de los pantalones del pijama hacia un par de vaqueros. -Pero creo que iré hasta la tienda y me aseguraré de eso.Sentada en su trasero sobre el edredón de mi abuela, Barney me miraba vestirme. Su mirada fija, amarilla sin parpadear era lo más parecido a estar de acuerdo que ella podía lucir. Barney también estaba preocupada. Después de entrar en los más gruesos y cálidos calcetines de lana que tenía, le di a Barney un cariñoso tirón de oreja. -Estaré de vuelta antes de que te des cuenta.Yo tenía mi chaqueta y mi bicicleta en mis manos cuando Parrish entró por la puerta delantera. -Sales tarde,- dijo, al mismo tiempo que yo le dije: -Vienes temprano.Respondí primero. -Pensé en ir a la tienda. Creo que…- Normalmente censuraría la parte de los zombies, pero era Parrish con quien estaba hablando. -Hordas de muertos vivientes atacan a mi mejor amiga.Interesado, Parrish se apoyó en la barandilla que crujió bajo su peso. -¿De qué tipo?-Zombies.-Dios, ellos de nuevo.Me senté en mi bicicleta. Yo estaba justo debajo de donde el codo de Parrish se apoyaba en la barandilla de la escalera. El agradable olor a cuero y sándalo flotaba entre nosotros. -Así que no es sólo mi imaginación. De repente hay un montón de ellos.-Sí.- Parrish se encogió de hombros. -La palabra es Katrina.-¿Como el huracán?- Cuando Parrish asintió con la cabeza todavía no acababa de creer lo que estaba insinuando. -¿En serio?Él se encogió de hombros. -Escucha, vine a hablar. Si quieres, puedo ir contigo para ver cómo está tu amiga.- Miró mi bicicleta de montaña, y luego dijo: -Podríamos tomar la mía.-

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La suya era una motocicleta y mucho más rápida. Muy tentador, pero le dije, Probablemente debería ir por mi cuenta. No creo que ahora sea una buena idea andar en moto a solas contigo por cualquier lugar.Esperé por la réplica lasciva sobre cuán irresistible era él o algo así, pero en lugar de eso se irguió y se apartó fuera de mi camino hacia la puerta. - Te esperaré.Levanté mi bici, pero Parrish no dijo nada. Él cruzó los brazos frente a su pecho y se apoyó contra la pared, tarareó ligeramente el sonido de la tonada del vecino de Grateful Dead. Él inclinó la cabeza y cerró los ojos. En ese momento, supe que él no me presionaría, no haría ninguna pregunta o cualquier otra demanda. Él se sentaría ahí y esperaría el tiempo que fuera. - Izzy podría estar en verdaderos problemas, - le dije. - Tu moto es mucho más rápida.Por supuesto, una motocicleta, especialmente una tan ruidosa como una Harley, no es lugar para tener una conversación. Viajamos en silencio, yo iba pegada a su espalda con mi cara presionada contra su chaqueta de cuero para tratar de evitar el viento frío y cortante. Era una de esas noches de octubre grises y neblinosas donde las densas nubes reflejaban las luces amarillas de la ciudad. Había humedad en el aire, como si fuera a nevar. Las farolas estaban rodeadas por un halo de neblina. Dado que la calle State era un centro comercial peatonal, tuvimos que aparcar la moto y caminar por la calle. Ambas tiendas estaban cerradas y oscuras. Me asomé a la ventana de Holy Grounds y no pude ver ningún signo evidente de lucha. Entré en la tienda con mi llave. Izzy habían reprogramado la cerradura de seguridad, y cuando lo noté me sentí aliviada al instante. Ella no había salido con prisa o bajo coacción. -Ella está bien.- le dije a Parrish, cuando yo volví a cerrar la tienda. Probablemente se olvidó de recargar su batería otra vez.- ¿Quieres pasar por su casa sólo para asegurarte?-

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Lo hice. Yo sabía que Izzy podía cuidar de sí misma y la puerta estaba cerrada con llave lo cual era profundamente tranquilizador, pero nunca está de más asegurarse. Diez minutos más tarde cruzamos delante de la casa de Izzy. Era un bungalow de estilo arquitectónico “Artes y Oficios” en la calle Mason entre Hoyt Park y el Cementerio. Forest Hill. Yo esperaba que el lugar estuviera con los postigos cerrados y a oscuras por la noche, pero había una luz encendida en la cocina. Creí ver dos figuras sentadas a la mesa. Parrish se detuvo junto a la acera, pero yo negué con la cabeza. Todo parecía bien, y, además, había olvidado mis guantes, y mis manos desnudas estaban frías. Yo quería ir a casa. - Te sentirás mejor si hablas con ella, - dijo Parrish. - Es casi la una de la mañana, - le dije, sintiendo otra buena punzada de mi educación de Minnesota. Quiero decir, Izzy y yo éramos amigas del tipo de llamada después de la medianoche, pero ¿aparecerme en su puerta? De algún modo eso me parecía muy grosero.Él apagó el motor. - Adelante.Me aparte del calor relativo de la moto. La escarcha helada se aferraba a la gran extensión de pasto frente a la casa de Izzy. Un brillo blanco había cubierto la acera, y resplandecía de un modo parecido al brillo bajo la farola. El frente de la casa estaba a oscuras. El timbre de la puerta en la parte exterior del porche de tres escalones estaba roto, así que caminé a lo largo del camino pavimentado hacia la puerta lateral. Me había tomado no más de media docena de pasos cuando una luz sensible al movimiento se encendió e iluminó un cuervo. El ave estaba en el centro del camino congelado con un ojo negro pequeño y brillante enfocado en mí. Hizo un salto audaz hacia mí, se balanceó una vez como haciendo una profunda reverencia, y procedió a gritarme. O graznar. Lo que sea. Se sentía personal. Entonces aparentemente terminó y despegó en un aleteo de alas aceitosas.

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Como alguien que toma este tipo de cosas en serio, observé al cuervo desaparecer entre una maraña de ramas de roble. Miré hacia la casa de Izzy. Es evidente que el cuervo era una especie de señal, pero ¿qué significaba? ¿Izzy estaba en problemas? Di otro paso hacia la puerta. El cuervo graznó una vez, fuerte. Por lo tanto, yo supuse que no tenía que ir a la puerta. Me acerqué sigilosamente a una ventana. A través de ella, pude ver claramente a Izzy. Ella estaba sentada en su mesa de cocina comiendo un tazón de Froot Loops. Levanté mi mano para golpear la ventana y sentí que algo se agarró a mi cabello. Unas alas golpearon mi oreja. El maldito cuervo estaba bombardeándome en picada. - Me estás haciendo pensar que Izzy está en serios problemas, - le susurré al cuervo. Se posó sobre el brazo de uno de esos viejos tendederos metálicos en el patio del vecino. El cuervo hinchó las plumas del pecho y sacudió su cabeza. - ¿No? ¿Ella no está en problemas?- Balanceó la cabeza espeluznantemente, en sentido afirmativo. Me recordé a mí misma que era una bruja y traté de afrontar el hecho de que yo claramente estaba teniendo una conversación con un pájaro. ¿Por qué no me dejas hablar con ella?Tal vez la pregunta era demasiado complicada, porque ladeó la cabeza hacia mí. Después de darle una última mirada a Izzy, le dije al cuervo, - Está bien, pero cuando llegue a casa, voy a llamarla.Giré sobre mis talones y me dirigí de nuevo adonde Parrish esperaba en su moto. El cuervo voló por encima, sus gritos de "¡Ah, ah, ah!" resonaron en la noche. Parrish me miró largamente. Desde donde estaba sentado, él había visto todo. Cuervos en la noche. Eso es tan malo, - dijo. - Este lugar es espeluznante.De algún modo eso parecía más siniestro viniendo de un vampiro. - Sí, - le dije, trepando en la parte trasera de su motocicleta. Deslicé mis brazos debajo de su chaqueta y lo abracé fuerte. Sin decir palabra, él encendió el motor y nos dirigimos hacia casa.

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Cuando dimos vuelta calle arriba, vi al pasar un as filas perfectamente espaciadas de lápidas de granito blanco. Me pareció ver algo que se movía entre los árboles, pero decidí que era sólo un ciervo... o lo más probable, mis nervios imaginando cosas. Al volver a casa, invité a Parrish a subir. El apartamento apestaba a café quemado. La cafetera que Sebastián había preparado ahora tenía un anillo negro de lodo pegado al fondo. La puse en el fregadero en remojo mientras Parrish se instaló en mi mesa de cocina. Parrish cruzó los brazos sobre la madera llena de cicatrices de la mesa de roble y me miró. En mi camino hacia el refrigerador para ofrecerle algo de beber a Parrish, accidentalmente di una patada al tazón de comida de Barney y se dispersaron algunas croquetas. - Mierda, - dije más fuerte de lo que pretendía. Me agaché para recogerlas, sintiéndome a punto de llorar. De repente, había unas manos sobre mi hombro guiándome para mantenerme erguida. - Déjalo, - dijo Parrish - Eso puede esperar. - Pero, - dije, señalando el desastre en el piso. - Yo sé cómo arreglar esto.Sin decir palabra, Parrish tiró de mí en un abrazo de oso. Dejé que mi cabeza se hundiera en su pecho. Yo necesitaba ser sostenida mucho más de lo que creía. Dejar que él me sostuviera, aunque sea por un momento, de algún modo mejoró todo. A pesar de que me conforté, no pude dejar de notar la manera en que el frío del otoño impregnaba anormalmente su piel. Sus brazos eran fuertes y capaces, pero sentí fuertemente la ausencia del latido de su corazón. Era como estar rodeada por una estatua de un hombre. Rompí el contacto. Los abrazos de Parrish eran peligrosos. Ellos sólo implicaban ropa saliendo y mañanas culpables después. Parrish era el camino de la tentación. Si yo alguna vez quería hacer las paces con Sebastián, lo cual quería, ahora sería un mal momento para relajar mi vigilancia en este departamento, a pesar de lo bien que se sentía ser sostenida. - Estoy bien, - mentí.

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Él me dio una sonrisa un poco triste que decía que él me había dejado escapar por ahora, por así decirlo. Sus manos me sostenían por los hombros. - Estoy seguro de que lo estás. Pero no tienes que ser tan fuerte conmigo.Eso casi quebró mi determinación. Mantuve el temblor de mi labio bajo control por un acto de voluntad suprema. Parrish me había visto en mis peores momentos. Había visto mi histeria, mi pena por toda la fealdad de aquella noche y él aún me amaba. Respiré profundamente, con la intención de dirigir de nuevo la conversación hacia un terreno más seguro. En vez de eso, me atravesó con esos ojos grises de tormenta y dijo, - Vamos a salir de esto.Por mucho que apreciaba que él lanzara su suerte junto conmigo, tuve que decirle, - Es a mí a quien el FBI está buscando.- Mi querida dama, soy un cómplice después del hecho, o por lo menos un cómplice o un encubridor.- Cuando lo miré con el ceño fruncido por la confusión, dijo. - Garnet, los llevamos al cementerio Lakewood en mi camioneta. Las pruebas forenses van a apuntar hacia mí con tanta claridad como lo harán contigo.- ¿Qué evidencia forense? Eres un vampiro.- Así es, pero tengo pelo y piel y uñas. Dejo huellas. Mi ropa deja fibras. Los neumáticos de mi coche dejan huellas. Puedo ser observado por transeúntes. No estoy tan completamente formado de magia como para poder desafiar las leyes naturales. Sin embargo, de alguna manera, pensé que podía. - ¿De verdad crees que ellos también te buscan?Dejó caer las manos sobre mis hombros y ladeó su cuello de esa manera que los chicos lo hacen cuando están pensando en algo incómodo. - Sin duda alguna, aunque mi conexión con la muerte de los agentes es un poco más tenue. Cualquiera que nos conocía como una pareja probablemente sería consciente del hecho de que rompiste conmigo la noche antes de los asesinatos. Oficialmente, ya no estábamos vinculados románticamente. Por supuesto, la mayoría de la gente

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que nos conocía bien, es decir tu aquelarre, están muertos. Así que no haría falta mucho para unir los puntos dado que te he seguido hasta aquí.Negué con la cabeza. Yo sólo había oído parcialmente todo lo que Parrish había dicho, mi cerebro había dejado de funcionar después de "asesinatos". Lo repetí en voz alta, sintiendo que mis rodillas temblaban ligeramente. Parrish me llevó hasta una silla y me senté. Se arrodilló a mi lado y tomó mi rostro con sus manos aún frías. Sus ojos buscaron los míos. - No debería haber utilizado esa palabra. Perdóname.- Sin embargo, eso es lo que fue, ¿no es así?Parrish me dedicó una sonrisa peculiar. - Está el asesinato en defensa propia, y después está el matar gente y chupar su sangre. Difícilmente yo sea una firme brújula moral sobre esta cuestión, mi amor.- ¿Qué voy a hacer?- En primer lugar, - dijo. - Tú no vas a entrar en pánico. Todavía no sabemos con precisión lo que condujo a este representante de la ley a nuestra puerta. Está dentro del reino de las posibilidades que él no tenga ninguna prueba en absoluto, y está meramente intentando descartarnos.Asentí. Domínguez hubiese dicho algo acerca de mí, sospechosa.

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- En segundo lugar, tú vas a recordar que no hiciste nada malo. Sólo eres culpable de defenderte. Si tienes que confesar algo, será para responder como cualquier lo haría persona razonable…en defensa propia.- Pero…Parrish presionó un dedo suavemente contra mis labios para detener mi protesta. - No te metas en el juego de auto cuestionarte, Garnet. Lo que está hecho, está hecho. Las dudas te condenarán. Tú debes creer en tu inocencia.Hizo que todo sonara muy razonable, me sentí medio convencida. Asentí distraídamente, sin creerlo realmente.

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Sus manos agarraron los costados de mi rostro y me obligó a mirarlo a los ojos. Tú eres inocente, Garnet. Completamente. Lilith cometió el crimen, no tú. No te estoy pidiendo que creas algo que no es verdad. Esto no fue obra tuya.No lo fue, ¿verdad? Yo era el recipiente que Lilith había utilizado, eso fue todo. - Sí, - dije, esta vez con más convicción. - Yo no le pedí que matara a alguien.Él me observó, como si revisara mi resolución. Asintió en señal de aprobación y dejó caer sus manos. - Esa es mi chica. Vas a estar bien. No tienes nada de qué preocuparte.Excepto que lo estaba, existía toda esa evidencia forense que él mencionó anteriormente. - ¿Qué hay de ti?,- le pregunté. - ¿Qué vas a hacer?Parrish se encogió de hombros y se levantó. Se apoyó contra mi refrigerador y dijo, - Normalmente, cuando los agentes de la ley aparecen, yo me voy a la tierra.Asentí. Entonces de repente me pregunté si estaba siendo más que muy británico en ese momento, - Espera. ¿Te refieres a literalmente?Me lanzó otra sonrisa maliciosa. - No puedes colgar a un hombre muerto dos veces.- No puedes colgar a un vampiro en absoluto, - señalé. - ¿No son las ejecuciones públicas, por lo general, actividades a la luz del día?- Estaba siendo metafórico, - dijo Parrish rodando los ojos exasperado y sacando una silla, se sentó. - De todos modos, el punto es todavía el mismo. Estar muerto tiene sus ventajas. La Justicia se considera satisfecha si el criminal ya es un cadáver.- Sí, - le dije distraídamente. Yo había usado una idea similar para distraer a los cazadores de brujas del Vaticano que habían venido tras Sebastian y yo hacía varios meses. Lancé un hechizo para convencerlos de que nos habían eliminado con éxito. Yo podría considerar hacer algo así con Domínguez, supuse, pero como él no estaba tratando activamente de matarme, estaba segura de que no iba a funcionar. Una cosa era redirigir la energía que ya está en marcha, otro lanzar una ilusión que implica un desenlace inesperado.

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Además, a diferencia de la organización del Vaticano, que operaba en las sombras, el FBI probablemente esperaría que Domínguez regresara con cosas como un certificado de defunción o un obituario. Esas cosas eran mucho más difíciles de falsificar. Mientras ambos nos sentamos silenciosamente considerando mis opciones, Barney saltó sobre la mesa y demandó un poco de afecto. Parrish se vio obligado a rascarle el cuello. Ella se apoyó contra él, ronroneando. Barney siempre había tenido debilidad por Parrish. - Eres una bruja, Garnet. ¿No podrías lanzarle un hechizo?Los dientes de Barney intentaron morder los dedos de Parrish. Él los retiró, sorprendido y la ahuyentó de la mesa. - Planeo hacer algo así. Barney no lo aprueba.Parrish mantuvo sus dedos cerca de su pecho, como si los protegiera, y miró a la gata con cautela mientras ella se marchaba. - Es evidente.Yo no quería pensar en los agentes del FBI nunca más. Me levanté y me acerqué a la nevera. Revolví su contenido y me decidí por un batido súper-verde. Lo que realmente quería era un poco de cafeína, pero la idea del café me hizo humedecer los ojos. - Yo realmente jodí las cosas con Sebastian, - dije, cerrando la puerta de la nevera. Parrish dejó escapar un suspiro de aliento y asintió. - Él volverá.Me senté y saqué la tapa de plástico de mi bebida. Me sentí extraña al no ofrecerle algo a Parrish, pero a menos que sus colmillos descendieran no podía comer o beber. - No lo sé. Nos dijimos algunas cosas…- Sebastian ha vivido un largo tiempo, mi amor, - dijo Parrish amablemente. Sin duda, él entiende el concepto de un intercambio acalorado de palabras. Estoy seguro de que esta no es la primera vez que alguien que él amaba, dijo algo que ellos más tarde lamentaron, o viceversa.- Él no pelea acalorado, - le dije. - Él es muy medido. Muy frío.-

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- Hmm. - Parrish me dio una mirada compasiva. - Eso es desafortunado.Asentí, tomando un trago de batido. - Esto es a causa de mí, ¿no es cierto?,- preguntó Parrish un poco demasiado alegremente. - Tu discusión.-. Él sabía que lo era, pero yo no quería darle la satisfacción. - No todo es sobre ti.- Claro que lo es, - bromeó. - ¿Cuánto quiere matarme?- Mucho, - admití. - Seré cuidadoso. Después de todo, él me tiene en una clara desventaja.La luz del sol mata a Parrish. Sebastian fácilmente podría arrastrar el ataúd de Parrish al descubierto y exponerlo. A pesar de que yo no estaba totalmente convencida de que Sebastian realmente lo haría, el pensamiento de lo fácil que sería me asustó. - Tú deberías mudarte a mi ático.Parrish se rió. - ¿Quieres terminar con él definitivamente? Porque debes saber que aceptaré tu oferta. Habría vuelto a tu cama si me lo hubieras permitido.Pensé en eso por un segundo demasiado largo. Así que, aunque negué con la cabeza, Parrish me dedicó una sonrisa lobuna, cuando dije, - Eso sería una mala idea.- Avísame cuando cambies de opinión.Me reí entre dientes. Era tan propio de él decir "cuando" y no "si". Parrish no decía nada que no fuera sexualmente arrogante. Me odié por lo atractivo que eso lo hacía lucir. - Ahí está esa sonrisa que amo, - dijo Parrish, tocando la comisura de mis labios con un pulgar. - Todavía te quiero, lo sabes.Yo lo sabía, pero no podía lidiar con esto ahora, aquí en esta cocina que olía al café de Sebastián y me recordaba el dolor en su voz y todas las cosas estúpidas que yo había dicho y hecho. - Parrish, - empecé, aunque yo no estaba segura hacia dónde iba, así que mi voz se perdió en apenas un suspiro.

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Él dejó mi protesta poco entusiasta suspendida en el aire entre nosotros. Luego sus dedos cogieron juguetonamente los cabellos cortos por encima de mis oídos. Nunca me acostumbraré a esto, no importa cuántas veces te vea.Tendía a lanzarme en las imágenes de mi vieja yo. Me cuesta reconocerme como una rubia de ojos azules. Esa persona ya no se sentía como yo. El pelo puntiagudo, por otro lado, me satisfizo. Me había convencido de que tal vez había tenido una alegre gótica oculta dentro de mí todo el tiempo. - No lo sé, Parrish. Estaba muy Marsha Brady antes, ¿no crees?Parrish me miró en blanco. Entonces, recordé que a pesar de tener doscientos años, él casi no había compartido nada de la cultura televisiva. La tribu Brady era un programa que daban por y aunque él podría ver los capítulos en las repeticiones de Nickelodeon, ¿por qué se molestaría en hacerlo? Parrish pasaba las noches cazando, no poniéndose al corriente de los programas cursis de televisión. - ¿Pollyanna?,- intenté.

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- ¿Ah?, ese lo leí, pero no recuerdo el cabello de Pollyanna. - No importa. - Me di por vencida. A veces, tratar de comunicarme a través de la barrera de la edad me confundía. Sebastian y yo ocasionalmente teníamos un momento como este, pero, al estar él en horario diurno como el resto del mundo, estaba mucho más conectado. Además, Sebastian tenía una afinidad por los aparatos electrónicos que lo hacían parecer muy moderno. Él incluso había comprado su coche clásico por eBay. Sebastian me aseguró que su afición por las cosas electrónicas procedía de su curiosidad científica de alquimista, pero yo secretamente creía que era porque tenía el corazón de un niño friki. Mierda. Yo lo echaba de menos. Me puse de pie. - Realmente tengo que dormir un poco, - le dije a Parrish. Mañana trabajo.- Por supuesto, - dijo él.

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Caminamos juntos hacia la puerta principal. Antes de que él bajara por la escalera, se volvió hacia mí. - Me avisaras si necesitas ayuda con la policía, ¿eh?- Tú eres siempre el único en quien pienso cuando la policía me persigue, Parrish.Parrish sonrió lo suficiente para mostrar la punta de sus colmillos afilados. Él me alborotó el pelo y me dio un rápido beso en la mejilla. - Brillante.Le devolví la sonrisa cálida. Pero después que él se deslizó por las escaleras y despareció de mi vista, me retiré a mi habitación. Yo revolví mi armario hasta que encontré una de las camisetas viejas de Sebastián. Acurrucándome en ella, respiré su olor y lloré hasta quedarme dormida. Me desperté en la mañana con una lluvia torrencial y un terrible dolor de cabeza. Estaba tan oscuro afuera que comprobé los números rojos brillantes en mi reloj de alarma dos veces con la esperanza de que fuera más temprano. Un trueno retumbó a lo lejos. De mala gana salí de los pliegues cálidos de mi edredón. Mis ojos me dolían. Mi cabeza me dolía. Cepillarme los dientes me ayudó, como también lo hizo la ducha caliente. El descubrir la cafetera en remojo en el fregadero no lo hizo. Traté de animarme mientras la fregaba y encendí la radio, sólo para descubrir que aún estaba sintonizada en la estación de música country favorita de Sebastian. Giré rápidamente la perilla sacando a Patsy Cline antes de que ella rompiera mi corazón de nuevo. La estación de la universidad estaba reproduciendo algo lloroso de Tonic, así que la apagué. Mientras me servía un tazón de hojuelas de linaza y algunas croquetas para Barney, me decidí a tomar el café en la cafetería. Una hora más tarde, estaba de pie en la parada del autobús. La lluvia goteaba por mi paraguas. Me había vestido para el clima: Un sencillos y holgados pantalones vaqueros negros, un suéter de lana demasiado grande y botas de combate. Si no fuera por el murciélago escarlata en la parte posterior de mi capa de lluvia, me habría visto positivamente normal. El interior del autobús olía a humedad, la gente estaba de mal humor. Viajé apretujada en un asiento de plástico duro al lado de un hombre de negocios que equilibraba su computadora portátil sobre sus rodillas. El fuerte olor de su colonia

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se mezclaba con el hedor de los cuerpos calientes. El vapor empañó tanto las ventanillas que pasé de largo mi parada por tres cuadras. Yo caminaba pisando los charcos cuando regresé de vuelta hasta la calle State, maldiciendo a todos los toldos que sobresalían y lanzaban hacia abajo salpicaduras inesperadas de agua. Para el momento en que llegué a la cafetería, me sentía como una rata ahogada. Probablemente también lucía igual que una. Pero el atlético camarero detrás de la barra tomó mi orden con una sonrisa. Adiviné la pregunta de la trivia correctamente y conseguí restar veinticinco centavos a mi café con leche, y de acuerdo con mi reloj tenía una media hora entera para matar antes de tener que comenzar el proceso de abrir la tienda. Puse mis pies sobre una silla cercana y estudié el último número de The Onion en busca de algo gracioso. A mi pesar, quedé atrapada en una de sus locas columnas de consumidores de marihuana. Me reía entre dientes para mí misma cuando el chirrido de la puerta captó mi atención. La lluvia le hacía cosas hermosas a Dominguez. Los rizos se le pegaban a su cabeza de una manera que me hizo querer ser quien le llevara una toalla caliente y una taza de cacao caliente. Nuestros ojos se encontraron. Él sonrió. Mi mano se desvió hacia el lugar bajo mi suéter donde el hechizo de encanto colgaba alrededor de mi cuello. Olí el delicado perfume de rosas mientras el sacaba una silla para sentarse junto a mí. - Nos encontramos de nuevo, Sra. Marlena Ito.Me reí. - Así es.- ¿Algún progreso en mi carta astral?Había olvidado que había prometido hacer su carta. – No. Tuve una crisis familiar anoche. Traté de sonar tranquila, pero él debe haber captado algo en mi tono. Él se acercó más, y esos ojos azul cristal buscaron los míos. - Nada demasiado serio, espero.- Mi novio rompió conmigo.-

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Juro que vi un brillo en sus ojos. Las comisuras de sus labios se curvaron como si estuviera tratando desesperadamente de contener una sonrisa. - Eso es terrible, dijo sin convicción. No pude evitar sonreírle. Su entusiasmo era tan lindo. La mesa era lo suficientemente estrecha para que sus rodillas rozaran las mías. En lugar de decir todas las disculpas habituales, nos limitamos a sonreírnos estúpidamente el uno al otro. Yo pasé un dedo por el borde de mi taza de café tratando de recordar por qué había estado tan asustada la primera vez que lo vi. Claro, él tenía algunos rasgos rudos, pero cuanto más lo miraba, más me decidí que en realidad eran rasgos duros, del tipo que me gustaba en un hombre. - ¿No tienes nada que hacer hoy?,- preguntó. - Ojalá, - le dije. - Trabajo.- Para ser una subcontratada, trabajas mucho.Ve con la verdad, Garnet. - Necesito el dinero. - Él asintió como si lo entendiera completamente. Sospeché que lo hacía, no tenía la actitud de alguien a quien le habían entregado la vida en una cuchara de plata. Parecía el tipo que tuvo diversos trabajos, tal vez varios de ellos a la vez, para pagar la universidad. No como Sebastián, que murió antes de que se inventaran las universidades, o Parrish, que vivía de manera impulsiva la vida donde la lectura era sólo importante como herramienta de supervivencia. Dominguez era normal, estaba extrañamente atractivo en esta mañana oscura y lluviosa. - Llévame a comer. - Tan pronto como las palabras salieron de mi boca lo lamenté. Sebastian y yo siempre teníamos una cita para almorzar. Yo no podía creer que lo estuviera sustituyendo tan rápidamente. Entonces me recordé que esto no era una cita real. Yo estaba tratando de mantener a Dominguez como un esclavo romántico. Su amplia y sexy sonrisa, me hizo estar bastante segura de que el hechizo estaba trabajando. - Suena como un plan, - dijo él. - ¿A qué hora sales? - Tuve que morderme el labio para no decir algo inapropiado a lo loco. - Mediodía.-

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- Genial. Oí hablar sobre esta excelente pizzería que quiero probar.Al menos no era en el deli. - Lo espero con impaciencia.Cuando se levantó para buscar un lugar en la fila, vi la forma en que sus pantalones se ajustaban a su trasero. Era demasiado fácil de imaginar su cuerpo endurecido por el entrenamiento del FBI por debajo de esas ropas mojadas y adheridas a su cuerpo. Me encontré realmente seriamente emocionada por volver a verlo. No iba a tener ningún tipo de dificultad en pasar el tiempo con este hombre. La expectación pre-Halloween/Samhain estaba en la tienda. Entre clientes, William y yo nos pasamos la mañana decorando la ventana delantera con libros apropiados para la temporada y calabazas de Halloween de plástico. Colgué una bruja de caricatura de cartón, y coloqué un caldero relleno con una máquina de vapor de aromaterapia. Era un bonito efecto. No cabía duda de que pronto estaríamos recibiendo la llamada del diario local de Madison para una entrevista con una verdadera Bruja para su historia de interés humano de Halloween, en los próximos días. Tantas personas iban y venían que antes de que me diera cuenta, la mañana había pasado y yo estaba mirando los ojos sorprendentemente azules de Gabriel Dominguez de nuevo. Su sonrisa tenía hoyuelos. Me gustó la forma en que lo hacían parecer más joven y más accesible. William casi se atragantó cuando le dije que saldríamos a comer. - ¿Estás segura? Quiero decir, hemos estado muy ocupados.- Garnet, ¿ausente por enfermedad otra vez?,- preguntó Domínguez. - Es una cosa de la cabeza, - dijo William, frunciendo sus labios hacia mí en desaprobación. - Creo que es grave.- ¿Estás listo?- para distraer Domínguez, metí mi brazo en su codo. Mis dedos se curvaron en torno a la forma sólida de su antebrazo y algo pasó entre nosotros.

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Nuestros ojos se encontraron. Los suyos muy abiertos, buscando. Él también lo había sentido. - Uh, sí,- parpadeó. Domínguez me miró como si quisiera decirme algo más, sus labios estaban entreabiertos, como si fuera a besarme. Me incliné más cerca, invitándole a hacer precisamente eso. William se aclaró la garganta. Dominguez rompió el contacto visual, y de repente el calor entre nosotros desapareció, sólo para ser reemplazado por un rubor cálido en mis mejillas. Wow. Este hechizo era un poco fuerte, también estaba afectándome. Tenía que mantener la cabeza despejada si yo iba a convencer a Domínguez de que se entregara a mí. Sonreí ante ese pensamiento. Él ya sestaba entregado a mis ojos y no necesitaba mucho para imaginar lo fácil que sería deslizar mis dedos por esos rizos espesos y oscuros. De repente, mis dedos estaban allí, sintiendo el rizado del pelo corto detrás de su cuello y los vigorosos músculos de sus hombros. - Jesús, Garnet. ¿Qué diría Sebastián?, - dijo William negando con la cabeza. La mirada de Domínguez, que se había concentrado en mi labio inferior, se estrechó de repente y se agudizó. - ¿Garnet? - Él rompió nuestro abrazo para girar sus ojos sobre mí, y luego añadió en un tono lleno de auto felicitación. - Lo sabía.-

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Capítulo 5 – Leo PALABRAS CLAVE: Teatral y romántico.

La mirada que le lancé a William debería haberlo matado, pero en lugar de eso, él me miraba con los ojos muy abiertos y llenos de pesar. -Quiero decir...- la mirada que William lanzó su alrededor era la de alguien que buscaba frenéticamente una forma de recomenzar de nuevo. Por último, se quedó mirando fijamente a Dominguez, su estrecho pecho se desinfló y dijo: -Juro por Dios que no he dicho eso.Mientras tanto, mi mano se desvió hacia el amuleto oculto bajo mi suéter. Y lo saqué al aire libre, pellizcando la tela entre los dedos. Las lengüetas de los relieves empujaban mis dedos con fuerza por la seda. El olor de los jazmines y las rosas llenó mi nariz. Los ojos de Dominguez seguían mis movimientos con atención, como un depredador siguiendo a su presa. William salió de detrás de la caja registradora. Un cliente con un puñado de varillas de incienso nos miraba con una mezcla de molestia y profunda atención. -No la arrestes,- dijo William. -No puedes. Ella no lo hizo.Disparé a William mi mirada de “por el bien de la Diosa deja de hablar”. -Parece que conoce muchos detalles,- le dijo Dominguez a William, a pesar de que continuó mirándome a la cara. -Hablaré con usted más tarde.-

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William se puso blanco como un papel. El cliente se inclinó sobre el mostrador para escuchar más de cerca. -Está bien,- le dije a William. Entonces, cuando eso no lo sacó de su estupor, le hice un gesto con la barbilla en dirección al fisgón. -Cliente.William vaciló. Me di cuenta de que no quería dejarme indefensa. -No, de verdad,- insistí. -Está bien. Vuelvo después del almuerzo.-Está muy confiada,- dijo Dominguez. Recordando el consejo de Parrish de la noche anterior, usé mi voz más inocente para decir: -No tengo nada que ocultar.Aunque eso no convenció a Dominguez ni a mí misma, William regresó lentamente atrás del mostrador. Soltando la bolsa del hechizo, tomé la mano de Dominguez. Y sentí una oleada cuando nuestra piel tomó contacto. Sus manos eran cálidas y suaves. ¿Todavía quiere salir? Podríamos hablar.Se quedó mirando nuestras manos entrelazadas como si fueran extraterrestres retorciéndose. Luego me miró a los ojos. -Uh.Haciendo una pausa al contar los paquetes de incienso, los ojos de William fueron de Dominguez al hechizo alrededor de mi cuello. -¿Magia?,- gesticuló con la boca. Le di a William una seca inclinación de cabeza como respuesta. A Dominguez, le dije: -¿Qué tal una pizza? Usted dijo que conocía a un buen lugar,- le di un suave apretón en su mano. -Uh.-Vamos, Dominguez.- Lo jalé suavemente en dirección a la puerta. -Sí. Sí, claro. Sí,- murmuró mientras se ponía en movimiento. Con su mano libre, pescó de su bolsillo las llaves del coche. Agarré mi paraguas del sitio donde estaba apoyado junto a la puerta, y metí mi abrigo bajo el brazo. Al abrir la puerta, el viento frío y la lluvia nos salpicaron la

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cara. Quería ponerme mi abrigo desesperadamente, pero tenía miedo de romper el contacto piel con piel con Dominguez. En vez de eso, luché con el paraguas torpemente con una mano y salimos a la lluvia. Nos detuvimos bajo el toldo de la tienda. Dominguez parecía estar tratando de recordar dónde había estacionado, así que le di un momento para que pensara en ello, aunque no le solté la mano. La tormenta seguía siendo tan intensa que a pesar de que era mediodía, el cielo estaba oscuro como la noche. El letrero de neón emitía unas enfermizas y vacilantes sombras verdes en el asfalto manchado y mojado a nuestros pies. -Por aquí,- declaró finalmente, aunque no sonaba muy convencido. Hice una nota mental para atenuar el efecto del hechizo. Quería a Dominguez atontado, no confundido. La lluvia amortiguaba el sonido de nuestros pasos. La calle State estaba extrañamente vacía de su tráfico habitual. La única persona que habíamos pasado era un hombre sin hogar de mediana edad acurrucado en un portal con el periódico en la cabeza que miraba nuestro avance con ojos cansados. Agaché la cabeza para evitar una ráfaga de viento. Las gotas de lluvia golpeaban el paraguas, que sonaba como un tambor. Antes de darme cuenta, estábamos parados delante del coche de Dominguez. Práctico, negro, aburrido, y un poco demasiado limpio, podría haber pasado como un vehículo del gobierno a una milla de distancia. El olor a coche nuevo se aferraba tenazmente al interior, a pesar del hecho de que claramente había visto un par de ocupantes y tenía su cuota de millas. Tuve que correr a un lado una carpeta de archivos bastante gruesa antes de poder sentarme. Dominguez me la quitó acercándola posesivamente a su pecho. Cuando cerró la puerta y me miró, me acordé de que había tenido que soltarle la mano. -Mentirle a un investigador federal es un crimen, señora Lacey.¿Y qué de las mentiras soterradas?, casi le dije, pero por suerte me contuve a tiempo. Metí el amuleto de nuevo debajo de mi camisa porque claramente interfería con mi capacidad de concentración.

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-En realidad no era mi intención mentirle,- le dije. -Al principio, pensé que sabía quién era yo, y luego, cuando descubrí que no, me aproveché de eso. Los policías me ponen nerviosa.- Mi sonrisa tímida murió cuando vi la expresión de Dominguez. -¿Por qué mentir entonces? ¿Está tratando de protegerse a sí misma o a alguien más?Oh, él era bueno. Me sentí completamente acorralada. Así que, en lugar de contestar, le pregunté: -¿Es culpa mía que usted sea un psíquico reprimido?Dominguez empezó a decir algo y luego se dio cuenta de lo que le había dicho. ¿Qué?-Usted sabía quién era yo la primera vez que me interrogó,- le dije, cruzando los brazos por delante del pecho. -Niéguelo.-Yo tenía mis sospechas,- dijo Dominguez tentativamente. Antes de que pudiera continuar, lo interrumpí. -Usted lo sabía. Ha sido psíquico toda su vida.Estudió el volante y apoyó los pulgares en la empuñadura de cuero. -No toda mi vida. Sólo desde que cumplí los veintiocho años.Su sorpresiva confesión mató la acalorada retórica que tenía preparada. -¿Veintiocho?- repetí. Aunque él no levantó la vista hacia mí para confirmarlo, tomé su silencio como un sí. -El retorno de Saturno,- le dije, como si eso lo explicara todo. Para mí, lo hacía. El Retorno de Saturno es cuando el planeta se mueve en el cielo en la misma posición del día en que naciste. Debido a que Saturno está asociado con la madurez, el destino y la disciplina, la vida de mucha gente se va al infierno en una canasta. Es un momento de gran estrés. La gente tiende a tomar grandes decisiones que definen su vida durante el Retorno de Saturno: la compra de una casa, casarse, tener hijos, divorciarse, viajar a través del país, tener un nuevo trabajo, unirse a la legión extranjera francesa... Y al parecer, algunos de ellos, ser psíquicos.

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Cuando lo ponía de esa manera, sonaba un poco ridículo, pero yo no lo veía así. El papel de Saturno en la astrología es como una especie de crisol de la personalidad. Saturno es la voz del padre que dice cosas así: "Si no te mata, te hace más fuerte". Ya saben, esa temida "formación del carácter". Cualquiera que haya sido la presión de Saturno sobre Dominguez, ésta debe haber roto algunas defensas. Las paredes se vinieron abajo, extrayendo y vertiendo sus habilidades psíquicas. Cumplir los treinta apesta cono principio general. Pero, hombre, descubrir que también eres un psíquico debió hacerlo explotar. -El Retorno de Saturno es el cambio de vida, está bien,- murmuré con simpatía. -Creo que realmente lo golpeó, ¿eh?-Eso es lo que me dijo Madame Zostro.- No tenía ni idea de quién era esta señora, pero podía adivinar que era una de esas adivinas de escaparate que siempre anuncian que sin cita no son bienvenidos. Estaba empezando a entender por qué Dominguez estuvo dispuesto a dejarme hacerle su carta astrológica. Estaba buscando algunas respuestas. Él asintió con la cabeza como para sí mismo. -A pesar de todo lo que puede ser cierto, aún así me mintió acerca de quién era, incluso después de que me identifiqué como un agente del FBI. -Él me miró con picardía.- Inclusive después de que pensara que yo era psíquico.Yo estaba bastante cansada de que me acusaran de ser una mentirosa, aunque, en este caso, era cierto. -Si usted sabe todo eso, entenderá mis motivaciones.-En verdad, no lo hago.- Dominguez puso las manos sobre el volante en la posición entre las dos y las diez, pero no se movió para encender el auto. Ahora que él rompió con usted, ¿por qué todavía lo protege?-¿A quién?- ¿Sebastian?-Parrish,- dijo Dominguez. -¿Daniel Parrish?-Parrish no es mi novio. Ya no lo es más.Él me miró de soslayo y se rascó detrás de la oreja. -¿No es eso lo que he dicho?-

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-Parrish y yo nos separamos hace mucho tiempo. Mucho antes de ayer por la noche.Dominguez asintió con la cabeza, pero sus ojos me miraron como si él no creyera una palabra de lo que le dije. Y sentí como si estuviera teniendo esta discusión con Sebastián también, otra vez.-En serio,- insistí. Cayó un rayo iluminando la calle por una fracción de segundo. Lilith contrajo los músculos de mi estómago. Me molestaba profundamente que Dominguez hubiera conectado a Parrish conmigo. Dominguez continuó: -Tal vez sea sólo una coincidencia que a Parrish se le ocurriera ir a la ciudad a la que usted se mudó. Tal vez su comportamiento defensivo no tiene nada que ver con él. Todo lo que sé es que usted parece culpable de algo.- Su tono era frío y más fríos eran sus ojos. Tenía que encontrar una manera de iniciar un pequeño contacto físico, para aumentar el poder del hechizo. -¿Quiere decirme de qué?El viento lanzó una ola de lluvia a través del techo del auto. Nuestra respiración comenzó a empañar las ventanas. Lo que me hizo girar el paraguas entre las rodillas. -¿No?-¿Qué ocurrió el pasado Halloween, Garnet? ¿Qué le hizo salir de la ciudad?-La preocupación en sus ojos me hizo voltear. Vi los riachuelos de agua que abrían un camino sinuoso por el cristal de la ventana, como si fueran lágrimas. El deseo de confesar me abrumó. Toda la muerte, todos los secretos prensados como una piedra en mi pecho, constriñéndolo. Tragué saliva. -Puede contármelo,- dijo Dominguez, poniendo una mano sobre mi muslo. -Yo entiendo.-Mi aquelarre…- Las imágenes de aquella noche regresaron a mí. Cuerpos desnudos en el suelo, muertos, dentro de lo que estaba destinado a ser un círculo protector. La mirada vidriosa de Nightingale atrapada en la mía, y darme cuenta del horrible significado de la mancha oscura del agujero de bala que estropeaba su hermoso

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rostro pálido. El olor a galletas con chispas de chocolate recién horneadas se mezclaba con el olor cobrizo de la sangre. A continuación, el clic de las armas, la sensación de estar atrapada en la mira sin ningún lugar adonde correr. Negritud. Despertarme inclusive con más muerte, sola. No me di cuenta de que estaba llorando hasta que Dominguez me entregó un pañuelo de papel. - ¿Sabe quién los mató? ¿Sigue en peligro?Casi me reí. ¿Dónde estaba el FBI hace seis meses, cuando los del Vaticano llegaron aquí en busca de Sebastian? Yo también estaba sola entonces. Un temblor se agitó en mi estómago. No, no estaba sola, Lilith estaba allí. Ella todavía está aquí. Me froté la nariz tratando de alejar mis pensamientos. Decidí seguir con la verdad tanto como pudiera. -Hay un grupo, una orden religiosa, que se toma toda la cosa de “tú no permitirás que una bruja viva" muy en serio. Se hacen llamar la Orden de Eustace, pero en realidad son una Inquisición moderna. Sus miembros tienen un tatuaje de esa cita bíblica, Éxodo 22:18, en alguna parte de sus cuerpos.-Mi aquelarre siempre vivió con el temor de ser descubierto,- le dije. -Éramos muy estrictos sobre el uso de nombres falsos. Aun así, la orden nos encontró.Dominguez asentía alentándome todo el tiempo que había estado hablando. Él no parecía tan sorprendido de oírme hablar de una orden secreta de asesinos corriendo por los alrededores. Me dio la impresión de que tal vez el FBI sabía algo acerca de los cazadores de brujas, pero él quería oír mi opinión sobre ellos. Antes de que pudiera preguntarle sobre eso, él dijo, -Y ahora esos sacerdotes están muertos.―Bueno, es un buen descarte. ¡Espero no volver a verlos!,- escupí antes de que pudiera detenerme. -Yo no sabía de la existencia de esos tipos, ¿de acuerdo? Mis amigos también están muertos.Dominguez sacó una carpeta de archivos de alguna parte detrás de su asiento. Y tiró una pila de papeles en mi regazo. -¿Quiere conocerlos?.Aquí están.-

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Miré las caras que no había visto desde esa noche. Todos se veían tan jóvenes... tan hostiles. Para ser justos, las imágenes evidentemente habían sido sacadas de las fotos policiales de los pasaportes, así que la mayoría de ellos tenía esa mirada vagamente descontenta de alguien obligado a saltar por un aro burocrático. Mis dedos se movían a través de los papeles por su propia voluntad. Había suficiente en el pasaporte para poder leer su país de origen. Uno de ellos había sido un brasileño de aspecto desaliñado que miraba a la cámara un poco arrogante, satisfecho de sí mismo, con una sonrisa más adecuada para un jugador de fútbol que para un sacerdote. Había un negro de Sudáfrica, un rudo y musculoso italoamericano, un armenio de Jerusalén, un tejano con una tonta y franca sonrisa, y un irlandés solemne con el pelo rubio, rostro larguirucho y ojos ansiosos. Y yo los había matado. De hecho, había sido éste, él que tenía esos ojos inquietantes, al que había casado con mis manos cuando la presencia de Lilith se deslizó de mi mente a mis músculos. No aflojé instantáneamente mi agarre. Yo le aplasté la garganta hasta que estuve segura de que había muerto. Entonces golpeé su cabeza contra el suelo, a pesar de mis brazos temblaban por el excesivo esfuerzo. Recuerdo sentir el frío susurro de placer de Lilith, y sentir que ella se acurrucaba dentro de mi abdomen, preparándose para dormir satisfecha. También recuerdo cómo, con frío distanciamiento, examiné la carnicería. Estoy segura de que es la razón por la que Lilith eligió quedarse conmigo, parte de ella me reconoce como alguien de su clase. Pero yo no era una asesina por elección. Había hecho lo que había que hacer, ¿no es así? -Lástima que la orden estaba en el negocio de matar gente inocente.Dominguez lanzó una pequeña risa ahogada. -Ahora suena como una sospechosa.Yo estaba sorprendida por su comentario. ¿Ahora? ¿No lo era desde antes? ¿Podía leer mi culpa en mi cara? ¿Podía ver a la diosa oscura en mis ojos? Tal vez todo el mundo podía hacerlo. Después de todo, mis ojos violetas eran una especie de marca de Caín. - ¿Realmente le parezco una asesina?-

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Dominguez se movió en su asiento, como si quisiera verme mejor. El músculo en su mandíbula tembló. -Las personas no parecen asesinas, Señora Lacey. Ellos simplemente lo son.Había tristeza en su voz y me encontré a mí misma acariciándole la mano con simpatía. ¿Cuánto lo fregaba ser un policía psíquico?- Usted ha visto a muchos, ¿no es así?Sus ojos se posaron en la mano que lo tocaba. Pude ver su boca moviéndose como si supiera que lo más apropiado sería pedirme que no lo tocara, pero él no estaba dispuesto a hacer eso. -Esto no es sobre mí,- dijo en voz baja. No, no era por mí. Se trataba de Lilith y de lo que había hecho. La lluvia golpeaba con insistencia en el techo, y yo podía sentir su aliento que se mezclaba por la cercanía dentro del coche. Estábamos tan cerca que pude captar el aroma del rico y oscuro café que se aferraba a él y el de la peligrosa cercanía del aceite de su arma, probablemente. -¿Cree en la magia, Dominguez?Dominguez sonrió misteriosamente. Se acercó para acariciar mi mano, sus dedos tocaron la palma de mi mano. Eso me cortó la respiración. Nuestras miradas se encontraron al instante, con intensidad. Me sentí compelida por acercarme a él, casi como si hubiera una mano física empujando mi espalda. Tenía que mantener la concentración en la tarea que tenía entre manos. Habla, Garnet. Dile que necesitas ayuda, que sólo alguien grande, fuerte y capaz como él podría hacerlo. Mi boca se abrió. Y él me besó. Sus labios eran sorprendentemente suaves y sensuales. No sé por qué, tal vez era por todo ese aspecto de policía, pero me esperaba algo rudo y agresivo. No es que no fuera caliente, pero era un fuego bajo control. Sexy en potencia. Me pregunté qué haría falta para que se aflojara, para que dejara salir la pasión. Pasé mis dedos por su cabello y los envolví alrededor de los músculos de sus hombros, tirando de él en un beso más exigente.

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Dominguez rompió nuestro beso, pero su rostro se mantuvo dentro de la zona íntima. Sus dedos acariciaron suavemente el cabello que cubría mi oreja. Sus ojos miraban los míos en un intento de apertura, de vulnerabilidad. Me besó en la punta de mi nariz suavemente, haciéndome reír por la dulzura de ese gesto puro. Luego, sus labios rozaron mis mejillas, enviando el correspondiente aleteo por mi espina dorsal. Mis manos acariciaban mayormente su abrigo, aunque lo que quería era tener una mejor sensación del declive de sus hombros y sus brazos musculosos. Quizás por sentir psíquicamente mi deseo, Dominguez se encogió de hombros lo suficiente como para que su abrigo se deslizara sobre sus brazos. Coloqué los dedos alrededor del nudo de su corbata y empecé a trabajar hasta soltarla. El aliento de Dominguez me hacía cosquillas en el oído mientras emitía un ruido satisfecho. Él mordisqueó el lóbulo de mi oreja, su lengua se lanzó hacia afuera lo suficiente como para permitir que mi imaginación tuviera una vista previa de los otros lugares que podría lamerme con tanta habilidad. -Oh, muy bien,- dije alentándolo. La corbata se deslizó en mi mano, y la arrojé a ciegas al asiento trasero. Al parecer, mi movimiento al estilo Chippendale lo inspiró, porque se echó hacia atrás lo suficiente para darme una buena vista, y comenzó lenta y seductoramente a desabrocharse la camisa. Cada botón que abría revelaba más piel castaña. Podía ver manchones esparcidos de pelo oscuro y enjuto que asomaban a través de sus pectorales bien definidos. Debí lucir apreciativa porque él sonrió como si en secreto pensara yo soy sexy. Cuando llegó al último botón, pude ver unas sombras que sugerían un estómago duro como una tabla de lavar, se detuvo y me miró expectante. Deslicé mis manos por debajo de su camisa y sentí el calor duro y suave que manaba de sus hombros, a pesar de que tenía "deliciosos" pensamientos, yuxtaponiendo el estar con este hombre y conseguir desnudarlo en el coche, con el pánico por estar en medio de la tarde. Aunque las ventanas estaban empañadas, cualquiera podía vernos así. Me imaginé a un policía golpeando en la ventana, y a Dominguez calmándolo y explicándole

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que era un agente del FBI interrogando a una sospechosa, excepto que, por supuesto, estaba desnudo. Una risa se me escapó ante la idea. Las cejas de Dominguez se elevaron como si no estuviera seguro de que le gustaba ese sonido, aunque cuando mis manos llegaron a su pecho y sus pezones éstos estaban contando una historia diferente. Yo sospechaba que también otras cosas se habían endurecido, y no pude evitar el dejar escapar otra risa por lo bajo. Sus mejillas se ruborizaron, tal vez para ocultar su creciente turbación/excitación, él tiró de mí y me dio un beso abrasador. Tiré de su camisa hacia abajo y él dejó que se la quitara por completo. Dominguez me sorprendió y deslizó sus manos por mi cintura para dejarlas descansar apenas por debajo de mis pechos. Se sentía como una especie de desafío, una especie de yo llegaré aún más lejos si tú quieres traspasar las cosas. Oooh, esto se estaba volviendo muy divertido. Antes de que pudiera hacer mi próximo movimiento, Dominguez deslizó una mano por debajo de mi suéter. Incluso a través del sujetador, los dedos de Dominguez encontraron mis pezones. Las punzadas de placer se dispararon directamente a mi entrepierna. Todo pensamiento consciente se desvaneció y empecé a sudar. El voluminoso suéter de lana tenía que desaparecer. En mi frenético intento por desnudarme, mi codo quedó atrapado en el agujero del cuello y se enredó alrededor de un tirante del sujetador, y por un momento todo lo que vi era algo cálido, negro y tejido, y la bolsa de seda del hechizo de amor. Eso fue todo lo que necesité. En un segundo me detuve a pensar en lo que estábamos haciendo,…y en porqué lo estábamos haciendo,…la pasión rápidamente derrapó hasta morir. Volví a ponerme mi ropa en forma torpe y utilicé los codos para alejar las manos de Dominguez -Um,…-dije, una vez que mi cabeza apareció de nuevo a través del cuello-…No puedo.Yo esperaba algún tipo de protesta, un montón de halagos, o al menos, una intensa mirada de decepción. En cambio, él sonrió. -Entiendo,- dijo, a pesar de la evidente tirantez contra sus vaqueros, que probablemente era extremadamente dolorosa en este momento. -Te amo,- dijo Dominguez. - ¿Quieres casarte conmigo?-

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Y entonces me abrazó. Frotó su nariz contra mi cabello y mi cuello y sus brazos estrecharon mi cintura con pasión. Supongo que, dado que yo había sido la que pisó el freno, debía ignorar el cuerpo ancho y desnudo apretado contra mí. Pero mis manos masajearon fuertemente sus hombros afilados y su torso. Mis uñas rasparon su piel, haciendo que su espalda se arqueara tan deliciosamente. Y en algún lugar entre la niebla de feromonas sus palabras finalmente me golpearon. - ¿Qué me case contigo?-Dudo de que mi madre te apruebe,- dijo, levantando la cabeza, desde donde había estado apoyada en mi hombro para mirarme a los ojos. -Pero vamos a tener que convencerla de que nuestro amor es verdadero.Excepto que no lo es, pensé. Todo es producto de mi hechizo hiperactivo. -Estoy segura de que lo que estás sintiendo es intenso, porque la Diosa sabe que estoy teniendo el mismo problema, pero eso no es realmente amor. O incluso tampoco es verdadera lujuria. De todos modos, no es cierto.-Es verdad. Sé que es un poco apresurado, pero lo digo en serio. Te quiero. Tengo la intención de casarme contigo, señorita Garnet Lacey.¿Qué diablos iba a responderle? Quiero decir, está bien, yo estaba acostumbrada a que en el pasado, un amante ocasional me declarara su amor eterno particularmente después de haber tenido buen sexo, pero Dominguez y yo ni siquiera habíamos llegado realmente a las cosas buenas, y, bueno, ¿matrimonio? ¿En serio? Cuando me aparté de su mirada ardiente y desesperada, mis ojos se desviaron hacia el hechizo entre mis pechos. -Tú no quieres decir eso,- le dije, desenredándome de él. Me arrepentí de abandonar el calor de su abrazo, no sólo porque de repente me sentí cruel, sino también porque él estaba sin camisa y hacía frío. La piel de gallina se erizó en su piel. Por todos lados. -No, sí que lo hago,- insistió Dominguez. -Quiero que seas mi esposa, de la manera correcta. En una gran boda en la iglesia.-Yo soy una bruja.-

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-Oh, bien, bien, podremos arreglar algo. Tal vez podamos conseguir un ministro unitario para que lleve a cabo la ceremonia. Son casi paganos.Los unitarios en realidad tenía una organización pagana llamada CUUPS, “Pacto de los Unitarios Universalistas Paganos”, pero este realmente no era el momento de hablar de todo eso. -Yo no quiero casarme contigo, Dominguez. No te conozco.-Te necesito. No puedo vivir sin ti.- Él puso sus manos gentilmente sobre mis hombros y me dio un beso suave y amoroso. El beso fue muy agradable, especialmente por la forma en que sus dedos acariciaban la parte trasera de mi cuello y amenazaron con agitar las cosas para mí. Esto se estaba volviendo ridículo. Agarré de nuevo el hechizo con ambas manos y tiré del cierre hasta que se rompió. Una breve ráfaga de viento huracanado silbó alrededor del coche, haciendo que el estado de conmoción se resquebrajara y el vehículo rebotara. Las manos de Dominguez se apartaron de mi cuerpo como si se hubiera quemado. -Santa María,- le oí decir en voz baja. Se quedó mirando horrorizados sus manos que había levantado frente a él como un médico cuando espera sus guantes. Luego se santiguó y dándose cuenta de que casi no traía ropa, se cruzó de brazos frente a su pecho. Ahora, sus ojos buscaban los míos. - ¿Qué demonios ha pasado?- Echó un vistazo alrededor de su asiento con el ceño fruncido hasta que encontró su camisa. La manga se había envuelto en una taza llena de café rancio. Me miró acusadoramente mientras la escurría. -Un hechizo de amor. Un poco demasiado potente.- ¿Un hechizo? ¿Espera que me lo crea?,- me preguntó. Le mostré el hechizo roto. - ¿De qué otra manera puede explicar lo que ha pasado?Los dos miramos su torso desnudo. Me sonrojé. Él tiró de su camisa. ¿Hormonas?,- gruñó. -¿Siendo rebotadas?-

-

Arqueé una ceja en dirección hacia él, me hubiera encantado saber más sobre esa historia, pero decidí mantenerme enfocada.- En general, ¿siempre muestra tan

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poco dominio de sí mismo, agente especial? ¿O siempre le pide a todas las chicas que se casen con usted?Su frente se arrugó mientras se abrochaba la camisa. -No.Un rayo cayó en algún lugar cercano haciendo vibrar las ventanas con el estruendo simultáneo. Los dos nos sobresaltamos un poco. Después de que nos habíamos recuperado, le mostré de nuevo la bolsa del hechizo. -Magia.-¿Lanzó un hechizo sobre mí?- Él tuvo que acercarse y pasar junto a mí para agarrar la corbata del tablero trasero. Me encontré cara a cara con su camisa arrugada y, por un breve segundo, olí su piel. El olor trajo a mi mente su imagen desnuda que tuve que apartar de mí. En mi prisa por poner espacio entre nosotros, casi me golpeé la cabeza contra la ventana. Al darse cuenta de mi reacción, él arrugó el rostro con un gesto furioso y de desagrado. -Uh, bueno. No es un hechizo. Se suponía que iba a ser sólo un pequeño empujón, ¿sabe? Bueno. Tengo que trabajar en la fórmula, eso está claro.Él sacudió la cabeza con incredulidad. -Está bien. Eso es obstrucción a la justicia. Está bajo arresto.-¿Estoy qué?-Bajo arresto.- Sacó las esposas de algún lado. Uno se cerró en mi muñeca en forma experta.Me quedé mirando el grillete. Después de lo que casi acababa de pasar, lo miré con la esperanza de que esto fuera una clase de fetiche y no de un trato real. Dominguez me devolvió la mirada muy serio, como queriendo decir que de verdad yo estaba bajo arresto. Tenía que estar loco. -¿Usted va a detenerme para lanzarle un hechizo?Su rostro se sonrojó de nuevo. -Uh.-Sé que acaban de pasar solo unos minutos desde que se convenció que la magia es real, pero ¿de verdad cree que eso va a servir en su oficina? Booga-bla,- le dije,

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agitando las manos hacia él como un brujo tradicional. -Tuve que detenerla chicos, ella me arrojó un hechizo.Yo esperaba que él se diera cuenta de lo estúpido que eso sonaba, pero la forma en que su expresión se endureció me indicó que mi plan había fracasado. Sus ojos se estrecharon con ira. -También me mintió acerca de quién es.- El segundo grillete se enganchó con una ola de frío metálico.- Eso también es obstrucción.Tenía las manos entrelazadas delante de mí. Las levanté, todavía aturdida, todavía esperaba que Dominguez sacara la llave y sonriendo dijera: ¡Ja, ja, ahí tienes! Soy un chico divertido, jugando con tu cabeza de esa manera. Pero no lo hizo. En vez de eso, Dominguez encendió el motor. Los limpiaparabrisas debieron haber quedado encendidos porque se movieron a través del parabrisas. Incluso a pesar de estar funcionando, lo único que hacían era mover el agua a su alrededor. Bajé mi mirada hacia las esposas que aprisionaban mis muñecas. Nunca antes había sido detenida en toda mi vida. Tiré y sentí que me cortaban las muñecas. Tiré más fuerte. No podía liberarme. Estaba atrapada. Una oleada de claustrofobia se apoderó de mí. Me mordí el labio. -Esto es serio.- Cuando él no respondió, le pregunté: - ¿Qué va a pasar?-Vamos a ir a la sede. Le voy a acusar de obstrucción de la justicia. A menos que usted decida que quiere confesar mientras tanto otra cosa.- Él me lanzó una mirada rápida, y yo negué con la cabeza. -Nosotros la ficharemos, le tomaremos la foto policial, las huellas digitales... todo lo habitual. En algún momento el juez decidirá la fianza.-¿En algún momento? Tengo que trabajar mañana. ¿Quién va a cubrirme en la tienda? ¿Qué pasara con Barney? ¿Quién va a darle de comer? Yo no puedo ir a la cárcel. Tengo cosas que hacer, responsabilidades. Tengo que llamar a Sebastian para que alguien sepa dónde estoy. -Si usted no puede hacerlo a tiempo…- Dominguez encendió la calefacción para tratar de disipar el vapor que se había creado. Él cogió su cinturón de seguridad,

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pero se detuvo. Se inclinó hacia mi hebilla, y de repente todo era demasiado restrictivo, demasiado cercano Sentí retumbar a Lilith a través de mi abdomen. Su fuego se extendía hacia el exterior desde mis entrañas todavía palpitantes. El calor de Lilith me calentó, me tranquilizó. Los ojos de Dominguez volvieron a los míos. No sé lo que vio allí, pero me miró por un largo momento. - ¿Se encuentra bien?,- me preguntó. No pude reprimir una sonrisa. ¿Bien? ¿Cómo podía siquiera preguntarme eso? Yo estaba yendo a la cárcel. Iba a perder mi trabajo. Barney iba a morir de hambre. El clic de la hebilla resonó en mi oído, como el sonido metálico de la puerta de una celda. Casi como una idea de último momento, dijo, -Debo leerle sus derechos.Lilith se rió. Se lo permití. Vi los ojos de Dominguez abrirse. Luego, la última cosa que sentí fue que ella desgarraba la cadena de las esposas en dos con un crujido, como el sonido del Infierno cuando se desata.

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Capítulo 6 – Virgo PALABRAS CLAVE: Práctico y exigente

La lluvia golpeaba a mí alrededor. Su ritmo atronador se mezclaba con el estruendo del tren de carga que sacudía el puente por encima de mi cabeza. El aire olía a hojas podridas y acero. Acurrucado en posición fetal, mi cuerpo estaba metido en un espacio plano y estrecho en la parte superior de una pendiente de hormigón fuertemente inclinada. A continuación, más allá de una valla de tela metálica, podía ver las luces de los coches que pasaban y oír el silbido de los neumáticos al pasar en el espacio relativamente seco bajo el puente. Mis muñecas me dolían. Algo olía fatal, como la piel quemada. Sospeché que Lilith había derretido los grilletes de las esposas porque ya no los tenía. Me estiré y continué haciendo un inventario físico. Uñas rotas. Estaba acostada en algo viscoso. ¿Barro? Ah, cierto: sangre. Tenía sangre pegoteada por todo el hombro en mi suéter, salpicaduras en los pantalones y también estaba adherida en los pliegues de las palmas de mis manos. Esta vez no tenía a nadie a quien culpar sino a mí misma. Yo la había dejado venir. Dominguez estaba muerto porque yo lo maté. El olor cobrizo de pronto me abrumó. Volví la cabeza hacia un lado y vomité en un hueco hecho por una de las vigas de soporte. Mi mundo se salió de control. Una cortina de oscuridad descendió y vi el hormigón. Después nada, ni siquiera dolor. Me desperté de nuevo a la oscuridad. Esta vez estaba acompañado por el agradable olor al heno húmedo. La tormenta retumba a lo lejos y la lluvia chocaba suavemente contra una alcantarilla metálica justo fuera de la ventana, pero yo estaba escondida debajo de un espeso edredón de pluma. -¿Mamá?- Supe en el momento después de que hablé que no estaba en Finlayson, pero el olor de la granja era tan fuerte que sólo había otro lugar donde podría estar. -¿Sebastian?-

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-Estás a salvo aquí, Garnet.- La cercanía de su voz me sobresaltó. En la oscuridad, me tomó un momento registrar que la forma debajo de la colcha en el sillón era Sebastian. -Has perdido mucha sangre. Te dispararon.¿Disparo? En el instante en que me moví en la cama, sentí que el vendaje apretado me inmovilizaba el hombro. Sin embargo, el dolor que sabía que debería acompañar a una herida de bala, se sentía extraño y distante. De hecho, el no sentir dolor tenía una ventaja agradable, como que después de todo, a pesar de que acababa de matar a alguien, no fuera tan importante. -Me diste una dosis de tus narcóticos locos cultivados en casa, ¿verdad?-Hay ventajas en ser un herbolario.- La sonrisa era evidente en su voz. -Heh,- le dije, sonando, incluso a mis propios oídos, como una completa drogadicta. Me dejé deleitarme en mi estado alterado de bienestar y escuché los sonidos posteriores a la lluvia fuera de la ventana. Los grillos chirriaban y el viento se agitaba. Yo podía dormir. A excepción de una parte de mi cerebro podrido que luchaba contra algo que yo sentía que era importante que entendiera. ¿Cómo fue que terminé siendo disparada? Por supuesto, debió haber sido Dominguez, tonta. Es un policía, lleva un arma. Sí, excepto... Shhh. Duérmete, Garnet. Yo bostecé. Eso parecía un plan sensato. Extendí la mano para frotarme los ojos, sólo para sentir un tirón en mi pecho apretado y una punzada de dolor. El hombro me dolió donde me habían disparado. Después de que Lilith se levantó. Sí, eso era lo importante. Si Dominguez me hirió después de que Lilith se hizo cargo, por lo menos estuvo vivo el tiempo suficiente como para apretar el gatillo. Eso podría no significar nada, sino que por lo general me despertaba y tenía que lidiar con un cuerpo. Me había despertado sola. No había ningún cuerpo. Quizás Dominguez estaba vivo. La esperanza comenzó a revolotear en mi estómago. Tal vez la mayor parte de la sangre sobre la que había estado acostada había sido mía y después de todo, Dominguez podía no estar muerto. Tal vez, sólo tal vez, él había podido desviar la ira de Lilith. Tal vez cuando me disparó el poder de Lilith había menguado lo suficiente como para lograr algún tipo de escape. Si... y yo rezaba con todo mi corazón para que así fuera... si Dominguez todavía

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estaba vivo, ahora había visto a Lilith. Podía ser posible que se convenciera de la verdad. Incluso si mis ojos no hubieran brillados rojos como la lava cuando ella me poseyó, lo cual hicieron, eso debió ser una evidencia muy convincente de que algo mágico estaba en marcha, Dominguez no era un hombre promedio. El tipo era psíquico, habría sentido la diferencia. Una parte de él se habría dado cuenta de la presencia de Lilith. Algo pudo haberse registrado en la parte posterior de su cerebro que le dijo: “Esta no es Garnet". Tal vez a pesar de todo lo que pasó, él aún podría estar abierto a escuchar mi versión de los hechos. Probablemente eso era esperar demasiado, pero desaparecido el hechizo de amor, era todo lo que tenía. Bien. Ahora yo podría dormir. Hmmm, todo se sentía cálido y borroso. Traté de rodar, sólo para que me fuera recordado dolorosamente que eso era imposible. Dejé escapar el aliento en un suspiro, deseando poder escuchar el sonido de Sebastian respirando a mi lado, pero, por supuesto, no pude. Él no emitía ningún sonido en absoluto. Ni siquiera se removía en su asiento. -Pensé que estábamos en un receso,- le dije a la oscuridad. -Dile eso a Lilith.Es cierto, Sebastian debió sentir que ella surgía. Esa fue probablemente la razón por la cual había sabido dónde encontrarme. -Además,- dijo con una sonrisa oscura. -Estoy enojado contigo porque te amo, no porque te quiera adormecida.Luché para sentarme un poco más erguida. Un dolor agudo me apuñaló profundamente, pero lo ignoré. El viento sacudió la ventana. -¿Tú me amas?-Uh...- Ahora oí el crujido de la silla de cuero. -¿No te había dicho eso antes?-No.-Oh.- Sebastián encendió la lámpara junto a la cama. Lo miré entrecerrando los ojos con dolor, esperando que se acostumbraran a la luz, pero no lo hicieron. Genial. Las drogas que Sebastian me había dado me mantenían loas pupilas dilatados. Yo podía ver lo suficientemente bien como para ver el triste

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espectáculo que era Sebastián. Lucía desastroso. Sebastian no era una especie de maniático del orden, pero siempre se las arreglaba para lucir compuesto, incluso cuando limpiaba de hierbas la parte baja de la carrocería de un Mustang '58. Ahora, él se veía desaliñado, necesitaba afeitarse y su cabello largo hasta los hombros colgaba como una cortina floja frente a sus ojos. Bueno, en realidad, tenía un aspecto algo sexy. Muy de “estrella de rock la mañana después”. Sin embargo, ese no era su estilo habitual. Entonces, me di cuenta de todas las cosas. Él había estado acampando completamente junto a mi cama. Había una bolsa abierta de papas fritas y sus pies con medias estaban junto a una botella de plástico de refresco de manzana vacía. Una manta de lana tejida estaba envuelta alrededor de sus piernas y el torso. Uno de esos tomos polvorientos favoritos de Sebastián estaba abierto en la mesa auxiliar ubicada junto a él, una grulla de origami marcaba el lugar en el texto. Empecé a preguntarme cuánto tiempo había estado yo fuera del mundo y quién, si es que alguien lo había hecho, había estado alimentando a Barney. -Bueno, yo tenía la intención...- dijo, mirándome fijamente. -¿Estás absolutamente segura de que antes de ahora nunca...?.-Nunca. Oye, ¿alimentaste a mi gata? ¿Alguien lo hizo?-Tu gata casi entra en shock apoplético cuando me ve.- Se mordió el labio, dejando al descubierto la punta afilada de su colmillo e hizo ruidos con aire pensativo. -¿Tal vez yo pensaba decir “Te amo” en tu cumpleaños?-Faltan meses para eso. ¿Crees que Barney está bien?-Ella es una gata. Va a encontrar un ratón o algunos insectos o algo así. Además, ella no está precisamente muy delgada,- dijo Sebastian con desdén. Barney era una chica grande...siete kilos de piel y panza. -De todos modos,- continuó Sebastián. -¿Es realmente una sorpresa? Yo lo hago, tú sabes, amarte, eso es.No puedo explicarlo, pero hay algo inherentemente encantador sobre un tipo aturdido con acento británico. Traté de actuar como si fuera inmune a ello. -Claro,le dije con sorna. -Ahora que estoy en mi lecho de muerte.-Garnet,- dijo él, apartando el cabello de su rostro. Su tono se había vuelto grave. -

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He estado enamorado de ti desde hace tiempo. Puede que no lo haya dicho con precisión, pero tú debes haberlo sabido. ¿Por qué crees que todo este asunto pendiente que tienes con “como se llame” me molesta tanto?No sé por qué, pero el gesto displicente de Sebastian por Parrish me molestaba. Me crucé de brazos por delante del pecho a pesar del tirón en las vendas. -¿Ni siquiera puedes decir el nombre de Parrish?-No me gusta mucho.-Me di cuenta de eso.-¿Lo hiciste? Porque yo no veo que te alejes de él. Me pregunto qué sucedió para que terminaras bajo un puente como una vagabunda, medio muerta. Y con marcas de esposas.Miré mis muñecas, notando que cada una estaba fuertemente envuelta con vendas de gasa. Yo lucía como una especie de intento de suicidio fracasado. Bueno, lo de los verdugones por las esposas, se parecía un poco a Parrish. ¿He mencionado que era un chico malo, malo? De todos modos, para ser justos, podía ver la razón por la cual Sebastian había hecho esa suposición ya que la primera vez que conoció a Parrish, éste estaba haciendo esa cosa sadomasoquista de maestro vampiro con una chica casi desnuda y encadenada delante de un público. Y, digamos, que no era algo muy exagerado por parte de Parrish. Toda la cuestión de los látigos y las cadenas le quedaban muy naturales. De repente me di cuenta que había estado sonriendo para mis adentros, y Sebastian estaba esperando mi respuesta. Malditas drogas. -No fue Parrish.Sebastian me lanzó una mirada de puro escepticismo. -¡En serio! Parrish duerme todo el día, ¿recuerdas?La expresión de Sebastian no cambió. -Me dispararon, Sebastian. Parrish no lo hizo. Él ni siquiera posee un arma de fuego. Al menos, yo no creo que él tenga una. Bueno, en realidad, es probable que tenga una ya que, de vez en cuando, es un ladrón de bancos, sólo sé que nunca la usaría en mi contra.Sebastián continuó mirándome durante un largo rato. ¿Yo había dicho todo eso en

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voz alta? Las drogas me estaban tornando aún más habladora lo normal, si incluso eso era humanamente posible. -No fue Parrish,- dije de nuevo, por si acaso no lo había dicho antes. Sebastian frunció más profundamente el ceño y se volvió hacia la pantalla. -Fue Dominguez,- le dije. Una contracción de una ceja rompió el ceño fruncido de Sebastian. -¿Quién?-El agente del FBI.Tras una serie de tics, el ceño fruncido de Sebastian se transformó en confusión. Lo siento, ¿De quién estás enamorada?Negué con la cabeza un poco espasmódicamente gracias a las drogas. -No, no, no está enamorado. Fue lujuria. Era un hechizo.- Cogí el amuleto para mostrárselo pero no pude encontrarlo. Tampoco mi suéter. -Hey, te llevaste mi ropa.-Tuve que limpiar y vendar tu herida, además, ese suéter está arruinado,- me explicó él a toda prisa. -¿Por qué demonios le hiciste un hechizo de lujuria al agente del FBI?Tiré del edredón para acomodarlo más cómodamente debajo de los brazos. -Para que me escuchara.-¿Escucharte...?,- repitió, obviamente tratando de avanzar a través de la lógica loca que me había traído hasta aquí. Debió comprender mi plan, porque la mirada de Sebastian se movió al vendaje que me cubría el hombro. -Doy por hecho que las cosas no salieron como lo esperabas.-No,- admití malhumorada. Él me dio una palmadita del tipo “es una vergüenza” en la rodilla. Cuando él no retiró de inmediato su mano, dejé escapar el aire que había estado conteniendo. Puse mi mano sobre la suya y la apreté con fuerza. Yo lo extrañaba mucho. No me gusta cuando peleamos, y esta había sido realmente nuestra primera pelea desagradable. Yo esperaba que esto fuera una señal de que la lucha había terminado. -Dominguez también me acusó de ser una mentirosa,- añadí sin querer, a pesar de

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que lo había pensado. Joder, ¿qué había en estas cosas que me introdujo Sebastián...suero de la verdad? -¿Oh?Había un poco de hielo en su voz, así que sabía que tenía que andar con cuidado. Él también parecía pensar Parrish y yo estábamos involucrados.- Bueno, eso no era de mucha ayuda. Sebastian sacó su mano. -¿Puedes culparlo?-¡Sí! ¿Por qué todo el mundo piensa que Parrish y yo todavía somos una especie de pareja? Rompí con él hace un año.-Te puedo decir por qué.-Adelante, pues,- le dije. -Ilumíname.Sebastian se echó hacia atrás en su silla. Sus ojos se dirigieron a la ventana surcada de rayas por la lluvia. Él respiró una vez en forma lenta y constante. Yo sabía que no lo necesitaba. Habló con una voz plana, sin mirarme. -Yo lo percibo, Garnet. Cuando tú te fijas en él... en Parrish. Siento todo eso. Estoy hablando de... la emoción. ¿Sabes cuán espeluznante y doloroso es ver que miras al hombre como tú lo haces?- Una pequeña sonrisa triste jugueteó en la comisura de su boca. -”Él es mi fuerte protector, ¿no? Al que corro cuando hay problemas. Mi maldito caballero de brillante armadura.” No me jodas, me siento realmente enloquecido cuando estamos los tres en la misma habitación. Alternativamente quiero darle un puñetazo y besarlo. ¿Sabes cuán jodido es eso?Era extraño. Yo hubiera sentido más pena por él si no tuviera el mismo problema cuando veía a una mujer en la calle que parecía... sabrosa, tanto para Sebastian como para mí, leso tornaba todo muy confuso. -¿Qué crees que significa para mí cuando te alimentas de un ghoul?Su mirada retornó de golpe a la mía. -Yo no voy a dejar que descarriles esta conversación con tus celos mezquinos.-¿Mezquinos?,- le espeté. -Tú eres el único obsesionado con mi ex-novio.Sebastian se puso de pie como si fuera a irse. Excepto que él me miró, con los músculos de la mandíbula temblando por lo que sólo podía imaginar que eran

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pensamientos sombríos. -Tienes que decidirte, Garnet. ¿Vas a vivir con él en el pasado, o conmigo en el futuro?-Contigo,- le dije. -Ya hice esa elección. ¿Por qué no puedes aceptar eso?-Porque aún sientes mucho por él. Corres a él en tiempos de crisis.- Luego, en voz baja, casi como si no terminara de atreverse a decirlo en voz alta. -En vez de acudir a míSebastian quería ser mi caballero de brillante armadura. Me encantaba ese impulso en un hombre. Era tan alfa. -Tú ya eres mi héroe,- le dije, aunque yo sabía que no serviría de nada. -Esta es una situación inusual, todo el asunto del FBI. No siempre va a ser así.-Sin embargo, es muy claro que has acudido a él antes, y también recientemente. Pareces tener algún tipo de Bati- señal,- se quejó él, cruzando los brazos frente a su pecho a la defensiva. -¿De qué estás hablando?-Prado de primavera. Por cierto, ¿qué diablos es eso? Suena como el nombre de algún hotel barato.-Ese,- le dije, apretando los dientes con una mezcla de irritación y vergüenza,- era mi nombre Wiccan.Un nombre wiccano es algo más que un apodo alternativo, que está destinado a ser un reflejo de tu verdadero ser, una manera de salir en forma consciente del mundo material. Sí, de acuerdo, Prado de Primavera no es tan genial como Coyote Espíritu de Luna, pero significaba algo para mí. Cuando yo lo había elegido, acababa de emprender el camino de la conciencia del medio ambiente, de hecho, yo era súper verde... una fanática del reciclaje, los coches híbridos, de vivir con bajo impacto y la restauración de las praderas nativas. Yo quería algo que reflejara mi madre tierra interior. -Oh,- dijo Sebastian con timidez. Luego, con un toque de su malhumor de antes agregó: -Otra cosa que no sabía de ti.-Eso es porque ya no soy Pradera de Primavera. Murió esa misma noche junto con el resto de mi aquelarre.-

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-No, te equivocas. Ella vive en Parrish,- la corrigió Sebastian rápidamente.- Es por eso que no puedes dejarlo ir.Mi boca se abrió, pero no salió ninguna réplica inteligente. Los dos esperábamos que yo dijera algo durante varios minutos. Pensé que Sebastian podría tener razón, pero no sabía qué hacer con esa información. Después de todo, si dejar ir Parrish significaba soltar la última pizca de la parte sobreviviente de mí que era Prado de Primavera, ¿no sería como perder a mi aquelarre de nuevo? Sebastian se acercó a la puerta, pero se detuvo en el umbral. Sin volverse hacia mí, Sebastian dijo: -Voy a estar al otro lado del pasillo. Siempre voy a estar a mano si me necesitas, Garnet. Siempre.Dicho eso, se cerró la puerta detrás de él y me quedé sola. Deprimida, me dejé caer en una posición más abatida. Al instante me arrepentí, el movimiento repentino me atravesó dolorosamente mi hombro y la espalda. El dolor borra el pensamiento coherente por un buen cuarto de hora. Lo único que podía hacer era yacer quieta y concentrarme en las grietas en el techo de yeso hasta que el dolor disminuyera. Entonces deseé que Sebastian hubiera dejado ese cocktail a base de hierbas que había cocinado por ahí. Quería alterar desesperadamente mi estado de conciencia. Ni siquiera había una revista In Touch o una pinta de helado de crema de chocolate en millas. No tenía manera de distraerme del enredo de mi relación, pero que me aspen si iba a llorar más. Además, yo ya había tenido que secarme con la manta las lágrimas que habían brotado de mis ojos a causa de mi estúpido movimiento. Me decidí a intentar dormir. Nuestra discusión y el dolor me habían despejado del efecto de las drogas y ahora me sentía completamente despierta. Cerré los ojos y escuché los sonidos procedentes del exterior de la ventana. Los grillos cantaban. Una vaca mugía larga y tristemente. Parpadeé abriendo los ojos y miré por la ventana. ¿Una vaca? Sebastian no tenía ningún animal, sólo hiervas. Aunque él vive justo al lado de un cementerio. Después de prender la lámpara que Sebastian había apagado, arrastré mis piernas por el borde de la cama. Me puse de pie en forma vacilante. Mi hombro protestó severamente, pero aún así no me dolió tanto como creí que debía hacerlo. Me quedé helada cuando el gemido llegó de nuevo. Esta vez sonó menos como una vaca y mucho más como un zombie ante mis oídos paranoicos. Me decía a mí

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misma que no podía ser. Sebastian vivía millas de distancia de la ciudad. ¿Por qué habría un zombie aquí? El cementerio al otro lado de la granja de Sebastián era viejo. Una lámpara de carretera lúgubre iluminaba las lápidas blancas moteadas por el musgo y el moho. Las lápidas que no se habían caído encima se inclinaban frente a parches rectangulares hundidos que eran simples ataúdes de pino que hacía mucho tiempo se habían podrido. Aunque el césped estaba bien recortado, una serie de lápidas fueron completamente cubiertas por arbustos de cedro que habían cubierto el lugar en el que originalmente habían estado. No había ninguna valla alrededor del cementerio. Probablemente había sido una parcela familiar en algún momento de su historia y ahora era una pieza de terreno casi olvidada entre los campos de maíz. Yo observé en busca de algún movimiento, pero no vi nada. A continuación, un rostro fantasmal se materializó justo al otro lado del vidrio, a centímetros de mi cara. Grité y salté hacia atrás. Dada mi posición incómoda, me agazapé entre la cama y la ventana, en realidad me tambaleé hacia un costado, golpeándome mi hombro en el proceso. Entre exclamaciones de dolor, surgió el reconocimiento. -Benjamin,- le dije. -Me asustaste como la mierda.Benjamin dejó escapar una risa seca, como el susurro de las hojas. Benjamín era el fantasma de la casa de Sebastian. Él rondaba el lugar. Además, gracias a un trastorno obsesivo-compulsivo que probablemente había tenido en vida, él también limpiaba. Mi suposición era que Benjamín había matado a la anterior señora de la casa y luego a sí mismo, en algún momento antes de que Sebastian comprara el lugar. Yo no le gustaba mucho a Benjamin (o las mujeres en general), pero desde que yo había lanzado el hechizo que hizo que los cazadores de brujas me dieran por muerta, Benjamín comenzó a tratarme como alguien familiar. O, por lo menos él ya no trataba de matarme cuando yo me acercaba, y por mi parte yo fingía tener conversaciones significativas con él. -¿Tú eras el que gimió por ahí?- le pregunté. Tal vez si yo tuviera uno de esos dispositivos de grabación de fantasmas, habría escuchado una respuesta durante la reproducción. En su lugar, sentí un roce de aire frío más allá de mi brazo. Decidí que eso quería decir: "Sí". Volví de nuevo con mucho cuidado a la cama y observé a observar extasiada el modo en que las cosas en la habitación empezaron a ordenarse por sí mismas. La manta tejida que Sebastian había abandonado se dobló con prolijidad sobre el respaldo de la silla. En la mesa auxiliar, el libro se cerró con un chasquido. La

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botella de refresco fue hacia el cesto de la basura. Las papas fritas desaparecieron. Ese último me molestó un poco. ¿Adónde se habían ido, exactamente? ¿Él se las comía? Decidí que no quería saberlo Una voz incorpórea dijo: -Si lo lastimas, te mataré.Benjamin sólo me había hablado una vez y esa experiencia fue tan sólo escalofriante. Su voz era tranquila y clara, pero lo suficientemente baja como para ser casi inaudible. Además, dado que el libro que Sebastian había estado leyendo estaba serpenteando a lo largo del piso en dirección hacia la estantería, yo había pensado que Benjamin estaba del otro lado de la habitación. La voz sonaba como si estuviera justo detrás de mí, en la cama. Me volví y vi una muesca en el colchón. Me quedé mirando el sitio en la cama donde yo pensaba que Benjamin debía estar sentado. Yo quería poder prometerle a este fantasma asesino y protector que Sebastian no sería lastimado por mí, pero me pareció igualmente imprudente mentirle. -En este momento,- dije con mi voz más zalamera y clara -...Sebastian sólo está un poco obsesionado con Parrish...Oí un silbido, y un marco de fotos en la mesa auxiliar se estrelló contra el suelo. -Oh, ¿así que no quieres que diga su nombre? ¿Qué pasa con ustedes?El hueco de la cama había desaparecido. Me puso más nerviosa no saber dónde estaba Benjamin, pero me encontré bullendo por la frustración. -Bueno, porque Parrish significa algo para mí.- Crash. Un tazón de porcelana se arrojó al suelo y se hizo añicos. -¿Y qué? Éramos amigos. ¿Qué hay de malo en eso? Sí, seguí mi relación con Parrish...- Bang. Seis libros cayeron de los estantes -...en secreto. ¡Mira cómo reaccionó Sebastian!Justo cuando estaba a punto de comenzar a gritar, "¡Parrish, Parrish, Parrish!” con mi mejor actitud burlona de patio de escuela, la puerta se abrió de golpe y Sebastian entró de prisa. -Benjamin. Fuera de aquí. Ahora.Una pila de revistas se estrelló en el suelo y luego se hizo silencio. -No tengo ni idea de lo que le estabas diciendo a Benjamin para enojarlo tanto, pero burlarte de él...,- dijo Sebastian,-... sólo causará que las camas leviten en medio de la noche o, peor aún, que las carteras y las llaves desaparezcan para siempre. Confía en mí, quieres jugar bien con el poltergeist.Le puse mala cara. No necesitaba la lección de Sebastian, yo sabía todo eso, de la manera difícil. Me refiero a que este poltergeist era conocido por manejar un

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cuchillo en algunas ocasiones. Sebastian estaba justo fuera de la puerta, su pecho subía y bajaba ligeramente por haber corrido como loco por el pasillo. Me encantó el pijama que llevaba encima, era mi favorito. Los pantalones de algodón tenían imágenes de dibujos animados de colores brillantes de los clásicos escarabajos VW por todas partes. Una camiseta de la banda de rock “Limp Bizkit” se aferraba atractivamente a su pecho amplio. Si al menos no luciera tan enfadado, estaría apropiadamente caliente. -Sebastian,- le dije, con lo que esperaba fuera una mirada insinuante. -¿No podemos olvidar todas estas cosas?- Me senté en el colchón y acaricié el lugar junto a mí. -¿Vienes a la cama?Vi que él lo consideraba. Por la forma en que sus ojos se posaron en mí, yo sabía que él quería hacerlo. Pensé por un segundo que iba a capitular, pero él negó con la cabeza. -No, Garnet. Esto es lo que siempre hacemos. Terminamos por "olvidar "las cosas y nada se resuelve. Tengo que... Mierda, tengo que "cerrar" este tema, Garnet.-Sólo duerme a mi lado,- le dije. - ¿Para abrazarme?Él vino a sentarse a mi lado. Sebastian rodeó mis hombros ligeramente con su brazo, y me estremecí un poco era por el dolor de mí herida de bala a pesar de su toque suave. Sus labios rozaron mi mejilla. -Yo te amo,- dijo. -Pero no puedo dormir aquí. Cada golpe y empujón van a agravar esto.- Él acarició suavemente el vendaje. -Y tú sabes que tengo el sueño inquieto.En realidad, eso era una mentira. Como todos los vampiros, Sebastian dormía como un tronco. En el caso de Sebastian, duerme en la posición exacta de su muerte. Sebastian murió violentamente en una especie de lucha de espadas (aún tenía cicatrices horribles en la espalda y en el abdomen), y sus brazos se extienden en ángulos extraños e incómodos. Y, extrañamente, sus ojos permanecen abiertos. Pero, en esa posición, él tomaba toda la cama y era imposible despertarlo o moverlo. Y le concedí el punto... -No me gusta, pero lo entiendo.Me besó suavemente en la mejilla, y se levantó para irse. Parecía estar a punto de decir algo, pero al parecer llegó a alguna conclusión acerca de mi silencio o la situación, porque giró sobre sus talones y se fue. Oí sus pies descalzos golpeando suavemente en el pasillo alfombrado, mientras se dirigía a la habitación de huéspedes. Yo no creía que poder dormir sabiendo que él estaba tan cerca y tan lejos, pero lo

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hice. Cuando volví a abrir los ojos, había sol. El frente de tormenta se había movido lentamente ya que la cubierta de nubes oscuras persistía un poco, pero los rayos de luz se abrieron paso. Lanzaban por entre los restos de nubes patrones fragmentados como una telaraña sobre los campos de maíz cosechados. El aire olía fresco y limpio. Inspiré profundamente y olía a café. Un gran termo estaba junto a mi lado de la cama. Miré a mí alrededor buscando una de las notas habituales de Sebastian, pero no encontré ninguna. Algo sobre la privación del ejercicio de descifrar la escritura florida de Sebastian me deprimió. Encontré la taza de que Sebastián había dejado para mí. Era mi taza habitual. De toda la loza de cerámica agradable que él tenía, yo siempre preferí la taza que él había escondido en la parte trasera del gabinete, que decía Hotel Fitzgerald, Las Vegas. Sonreí al recordar cómo lo persuadí para que me contara el modo en que la había conseguido. Proferí un grito ahogado cuando traté de llegar con mi mano izquierda para desenroscar la parte superior del termo. El dolor era intenso. Después de tomarme un momento para respirar a través del dolor, lo intenté de nuevo. Sólo que esta vez dejé mi brazo izquierdo lo más quieto posible y usando mi mano derecha conseguí abrir la tapa. Estaba a punto de verter el contenido cuando me di cuenta de mi taza ya estaba llena de un líquido de color ámbar misterioso. Busqué un sitio para volcarlo y me di cuenta de que esa porquería probablemente era mi "medicina". Una olisqueada me indicó que su sabor era desagradable. Yo me deshacía de esas cosas en general, pero como todavía estaba aturdida por el intento de mover mi brazo, me decidí a correr el riesgo de beberlo. Me serví el café encima del líquido misterioso. Bebí mi primer trago sin probarlo. Diablos, de todos modos, mi primer sorbo fue completamente de droga, necesitaba la cafeína. Tomé un sorbo y me quedé mirando todas las cosas que había en el dormitorio de Sebastian que había llegado a considerar como "nuestro". En mi segunda taza, decidí que ya no quería estar más en esta casa. La tercera copa me fortaleció lo suficiente como para buscar algo de ropa de mi escondite en el armario. Me tomé el cuarto y el quinto y marqué el celular de Izzy. -¿Dónde has estado?,- dijo que antes de que pudiera decirle hola. -William me dijo que te fuiste con ese chico sexy del FBI, y nadie supo de ti durante días. ¿Qué ha estado pasando?-¿Días?- Yo estaba rebuscando a través de la cocina de Sebastian por algo de

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comer. Había encontrado un panecillo duro como una piedra, unas uvas un poco marchitas, y un frasco de pepinillos kosher. Mmmm, desayuno. Tenía tanta hambre que el primer bocado del pepinillo me supo bien. Saqué dos más de la salmuera. -¿Qué día es hoy?-Domingo.La respuesta de Izzy casi causó que escupiera el jugo de los pepinillos. ¿Domingo?. Perdí dos días en algún lugar de por allí. -¿Estás bien? ¿Qué pasó? ¿Dónde estás?,- luego, en un susurro: -¿Fuiste arrestada?-Estoy en lo de Sebastian,- dije, dando el bagel una mordida a modo de prueba. Cuando estuve a punto de astillarme un diente, me di por vencida. Lo lancé en el microondas y marqué treinta segundos. -Si crees que puedes venir a buscarme, te contaré todo. Hey,- añadí, recordando de pronto -¿Qué pasó entre los zombies y tú? Traté de pasar por tu casa para ver si estabas bien, pero tuve una extraña disputa con un cuervo.-¿En serio?,- se rió Izzy. -No puedo esperar a oír hablar de eso. Aún así, suena como el típico viaje de la Bruja Garnet. En cuanto a los zombies... Bueno, voy a explicarte todo lo que pasó cuando llegue.-Suena muy bien.Con un ruido fuerte, coloqué el teléfono rojo de plástico en su soporte en la pared, y me quedé maravillada con el anacrónico cable que colgaba en anillos apretados entre el receptor y la base. Sebastian tenía otro teléfono rotativo en la casa, el cual yo juraba que mantenía a su alrededor sólo para sorprender a los invitados. Sonreí, tirando del hilo sólo para ver el modo en que encajaba en la bobina. El microondas sonó. El bollo exhaló vapor. Los bordes se habían convertido en una goma incomible, pero podía tragarme el medio que estaba gomoso, especialmente después de aplicarle abundantemente jalea de grosella. Bebí más café, sintiéndome entumecida, dolorida y triste. La cocina de Sebastian estaba completamente en modo de cosecha de otoño. Haces de hierbas culinarias, como la salvia y el orégano, estaban colgadas de ganchos sobre el umbral. Las plantas medicinales impregnadas de aceites y alcoholes estaban en el interior de botellas de color dispuestas sin orden ni concierto en los alféizares de las ventanas. Un deshidratador de nivel profesional llenaba la cocina con el aroma de la menta y del bálsamo de abeja de secado lento. Mirando a mí alrededor los mostradores de linóleo brillante, me acordé del rato

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agradable que había pasado embotellando, destilando, y enlatando la cosecha anual de Sebastian. Había aprendido que era un poco alérgica a los aceites esenciales ese fin de semana. Mis manos se habían tornado de color rojo brillante con ribetes planteados. Por supuesto, Sebastian tenía un poco de loción de mano casera que arregló eso en el momento... y usamos el resto de la loción de maneras mucho más creativas y exóticas. Puse mis platos en el fregadero y miré el reloj, deseando que Izzy rompiera un poco los límites de velocidad para llegar aquí. Si me quedaba aquí por mucho más tiempo, me pondría a llorar. Todavía estaba bastante gris afuera por lo que tenía la luz del techo encendida. Salté cuando Benjamin hizo que se apagara y luego parpadeara de nuevo volviendo a la vida. Supongo que él también sentía que yo estaba quedándome por demasiado tiempo. Llené mi taza una vez más y salí a la calle, preferí esperar a Izzy al final del camino fangoso en lugar de pasar un momento más con mis recuerdos. Afuera, todo estaba mojado. El viento corría directamente a través de los campos de maíz vacíos. Una pareja de huilotas se arrullaban entre sí sobre los alambres eléctricos elevados que se balanceaban. El prolijo jardín delantero de Sebastian estaba todo marrón, aunque unas pocas manchas persistentes conservaban un rastro de color verde. Los canteros de flores habían sido limpiados cuidadosamente de los restos y las plantas perennes estaban cubiertas con un espeso montón de paja. La entrada de grava era un lodo amarillento de piedra arenisca. Mientras caminaba hasta el final del camino donde estaba el buzón, la fría humedad hizo que me doliera el hombro. Me quedé mirando la recta final de la carretera asfaltada del condado y traté de conjurar la camioneta blanca de Izzy. Yo había bebido la última gota de mi café y estaba empezando a pensar en retirarme al interior para calentarme cuando finalmente Izzy llegó con un bocinazo y saludando con la mano. Me costó un poco acomodarme en el asiento con las vendas en mis hombros, pero lo conseguí. Izzy me miró con el ceño fruncido. -Estás herida,- dijo ella después de que yo gruñí y gemí al colocar el cinturón de seguridad en su posición. -Extraño tu pequeño Toyota u Honda o lo que sea,- le dije. Al menos, la calefacción se sentía de maravilla. Podía sentir que la humedad de mi rostro desaparecía.

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-Necesitaba espacio para acarrear cosas,- dijo Izzy, poniendo la camioneta en marcha. Cuando Izzy había comprado el bungalow, éste había sido catalogado como algo que tenía un montón de "encanto del viejo mundo". Ella me dijo que pronto descubrió que existía una especie de frase en código en las propiedades inmobiliarias para "necesita remodelación". Asentí con la cabeza. -Sí, así que, me dispararon.La camioneta viró bruscamente e Izzy la hizo regresar a nuestro lado de la línea amarilla punteada. -¿Cómo con una bala? ¿Desde un arma?Teniendo en cuenta que la última vez que alguien recibió un disparo en nuestro círculo de amigos estuvo implicada un gran arco, supuse que no era una pregunta irrazonable. Aún así, me reí un poco. -Sí. Así de simple.Miré el rostro de Izzy, mientras ella observaba la carretera. Agarraba el volante tan fuertemente que sus nudillos estaban blancos. -Por favor, dime que esta historia no acaba con un agente del FBI muerto.-Estoy bastante segura de que no lo hace.-Lilith,- dijo ella en voz baja, casi como para sí misma. Tal vez fue mi conciencia culpable o tal vez había algo de acusación en su tono, pero de pronto me encontré a la defensiva. -Él me iba a arrestar por obstrucción.-¿Así que entonces desataste a la Reina del Mal en su culo?Bien, cuando lo pones de esa manera, suena como si se se utilizara una bola de demolición para matar una mosca. -A veces,- dijo Izzy. -Creo que tú deberías considerar seriamente hacer un curso de manejo de la ira.Creo que lo dijo como una broma, pero había un matiz de seriedad subyacente. Me volví para mirar los rollos de heno que pasábamos. Cada bache sobre el que rebotábamos sacudía mi hombro, y yo trataba de decidir si ella tenía razón. -Todo esto con el FBI, me da miedo,- admitió Izzy, aún pretendiendo que el tráfico de domingo por la mañana requería su completa atención. -De alguna manera, cuando me dices que los vampiros son reales y hay una orden secreta de asesinos que matan a las brujas para el Papa, puedo lidiar con ello. Pero el FBI... Maldición, chica. Esa es verdadera mierda pesada, ¿sabes?-

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Yo lo sabía. Hechizar a uno del FBI no sólo era un problema para mí, sino también para todos mis amigos y parientes. Muy pronto, si es que ya no lo habían hecho, los agentes empezarían a llevarse a las personas para interrogarlas. La mierda que yo había arrojado sobre mis amigos en el pasado, realmente no los había afectado del mismo modo, porque los agentes del Vaticano solamente perseguían a las personas que practican magia verdadera... en otras palabras, solamente a Sebastian y yo. La agencia iba a meter sus narices alrededor de todos los que estén vagamente asociados conmigo para intentar armar el caso. Dominguez ya había amenazado a William. -Lo siento,- le dije. -Está bien,- dijo ella, aunque sabía que no era así. Continuamos circulando en silencio durante un rato. Habíamos tomado la carretera Mineral Point, que técnicamente todavía era la autopista, pero iba cerca del centro de la ciudad. Algunas casas ya tenían linternas de calabazas talladas en el exterior, a pesar de que faltaban unos días más para Halloween. Cuando pasamos por una tienda de comestibles que había pintado imágenes de dibujos animados de fantasmas y momias en los grandes ventanales, me acordé de preguntar, -¿Qué pasó con los zombies que estaban tras de ti?-Los salé y eso funcionó como un encanto. Dieron media vuelta y se dirigieron a las tumbas, espero.Cuando se le echa sal a los zombies, éstos vuelven donde quiera que hayan muerto. -¿Esperas?Izzy se encogió de hombros y cambió de carril. -La mayoría de estos tipos parecían chicos de la fraternidad. El diario no dijo nada acerca de un grupo de jóvenes en edad universitaria muertos, y tú sabes que les gusta hacer una gran cosa de todo eso. “Fiesta de Fraternidad termina en Tragedia”... esa es una noticia de primera plana. Eso me hizo preguntarme si habían sido enterrados del todo.-¿Para el ritual, ellos tienen que ser enterrados?,- le pregunté. Izzy era mucho más experta en vudú de lo que yo era, tenía familia en Luisiana. Izzy tamborileó con sus dedos índices en el volante. -Supongo que puedes suministrar a alguien veneno de zombies en cualquier momento. Al igual que deslizarlo en el licor del ponche....-

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-En una fiesta...- terminé la frase por ella, y las dos asentimos, meditando en ello. Una imagen de un montón de zombies regresando a yacer muertos en el césped delante de alguna casa de fraternidad pasó por mi mente. -Al igual que una versión de fraternidad de Jonestown.Izzy asintió ligeramente, -Sí, algo así. Tiene sentido. Suzette solía andar con ese tipo de sujetos de esas fiestas locas.Esperé un buen rato, preguntándome si tenía que saber de lo que Izzy estaba hablando. -Um, ¿quién?-La de mi trabajo. La pequeña rubia alegre con los piercings.Eso debía describir a la mitad de las baristas de aquí a Poughkeepsie. -Con el tatuaje de Eeyore en su bíceps.Asentí con la cabeza. Ahora yo tenía una vaga impresión. No es que tuviera alguna idea de lo que estábamos hablando. -¿Qué pasó con Suzette exactamente?.-Sólo apareció muerta una mañana.-. Ella asintió con la cabeza, girando en mi calle. -Las cosas se pusieron difíciles cuando le dije que tenía que despedirla.-¿Por estar muerta?-En parte. Toda esa cosa de arrastrar los pies y gemir me estaba poniendo los nervios de punta, pero fue más porque yo no podía soportar ser parte de la estafa.-¿Qué estafa?Izzy se movió en su asiento haciendo crujir el vinilo. Sus largas uñas barnizadas de oro golpetearon en el volante. -¿La estafa?,- le pregunte de nuevo. Ella miraba fijamente la carretera. -Sí, ¿sabes del modo en que estas personas continúan regresando a sus puestos de trabajo? ¿Qué crees que está pasando con sus cheques de pago?-¿Son depositados directamente como siempre?Izzy negó con la cabeza. -La cafetería tiene muchos dando vuelta como para caer

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en esa trampa. Distribuimos cheque reales.-¿Así que, crees que el hechicero vudú está ordenando a sus zombis que cobren sus cheques por dinero?Ella asintió con la cabeza. Asesinar a un grupo de estudiantes universitarios y convertirlos en zombies sólo para recoger su escaso salario mínimo parecía un gran esfuerzo para ganar muy poco. Aunque, supongo que si tienes suficientes de ellos podría llegar a ser muy lucrativo. Además, tendrías todos estos cuerpos capaces de palear el camino, lavar los platos, sacar la basura y todos los otros trabajos domésticos que nadie quería hacer. Sonaba en parte bien para mí, que detestaba las tareas domésticas. Agradable, a excepción de toda la cosa de la muerte y la esclavitud del alma. -¿De verdad supones que sólo es por el dinero?- le pregunté. -¿Quién lo sabe?-Pero, ¿por qué tomarse la molestia? ¿Por qué hacer zombies? ¿Para qué se utilizan ellos por lo general?-Para trabajar en los campos. Trabajo duro.-Dedicarse a voltear hamburguesas no parece tan diferente,- observé. -Preparar lattes, quieres decir,- dijo Izzy con el ceño fruncido. -Preparar café con leche, vender libros, todo es una cuestión de grado. Mucha gente cree que los trabajos como el nuestro son deprimentes.Izzy soltó una risita oscura. -¿Qué te parece?- le pregunté. -¿Este brujo nos hace un favor al hacernos esclavos asalariados? ¿Al quitarnos nuestro dolor? ¿Robándose nuestras almas antes de que sean aplastadas por el trabajo? Tal vez esta persona está haciendo una especie de algo contrario a lo de Marx, ya sabes, en lugar de liberar al proletariado, está proporcionando un opiáceo para las masas.Izzy levantó una ceja finamente depilada al mismo tiempo. -¿Dónde aprendiste eso? ¿Acaso tomaste la materia comunismo 101?-

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-Salí con un marxista una vez.-Uno de tus Snags, ¿no es cierto?Madison era conocida por su abundancia de Snags, Sujetos Nueva Era Sensibles. Antes de Sebastian, yo parecía ser una especie de imán para esos intelectualmente entusiastas, pero por lo demás, machos profundamente tipo beta. Asentí con la cabeza. -Me imagino.- Ella soltó un bufido. -Pero sabes que sólo es una charla sin sentido.Le sonreí ligeramente a Izzy. -Sonaba mejor en mi cabeza.-Hay tantas cosas que lo hacen...Le saqué la lengua. Ella empezó a dirigirse hacia la acera cuando me di cuenta de que había un monovolumen azul marino brillante estacionado al final de la cuadra. Había un buen número de familias esa calle, pero mis vecinos solían ser la clase de personas que compran usados en vez de vehículos nuevos. Además, la furgoneta era particularmente notable por su falta de pegatinas de humor político. -Da vuelta a la manzana,- le dije. -¿Crees que los federales tienen tu apartamento vigilado?Señalé la furgoneta cuando la pasamos. Los vidrios polarizados reflejaron la parte blanca de la camioneta de Izzy. -Realmente no puedo lidiar con esto,- dijo Izzy con un movimiento de cabeza. Prefiero un ejército de zombies, en cualquier momento.Esos eran exactamente mis sentimientos. Izzy aminoró a la velocidad cuando dio vuelta en la otra esquina. -¿Estás segura de que deberías correr el riesgo? Tal vez deberías venir a mi casa.Yo realmente no necesita nada del apartamento. Quería hablar con Parrish, sobre todo desde que Dominguez me había confirmado que también lo estaban buscando, pero él no estaba disponible hasta el anochecer, y todavía faltaba una hora. Me preocupaba Barney, pero estaría bien por un rato más. Después de todo, era conocida por rasgar la caja de las galletas Ritz si sentía que no había sido

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alimentada con la suficiente frecuencia. No podía ir a la tienda. Sin duda estaban buscándome allí. -No quiero involucrarte en esto,- le dije. -Honestamente, yo no quiero estar involucrada, pero tú eres mi amiga. Ya lo estoy.Quince minutos más tarde, estacionamos la camioneta en el garaje de Izzy. La medicina que Sebastian me había dado comenzó a disiparse y mi hombro palpitaba ante el menor movimiento. Sacarme el cinturón de seguridad me agotó. Cuando Izzy me hizo sentar el sillón de su sala, me empapé con un sudor frío. -Voy a calentar un poco de sopa o algo así.- Comencé a protestar que no había necesidad de que se preocupara por mí, pero mi estómago eligió ese momento para gorjear por la anticipación. Además, cuando ella regresó con una gran manta de lana, comencé a apreciar el lujo de tener a alguien que se preocupe y cuide de mí por un rato. -Gracias,- le dije. Ella frunció los labios como para recordarme que realmente no quería ser una fugitiva de la justicia. -Trata de descansar un poco. Te ves terrible.Le sonreí. Puso un control remoto en mi mano y se fue a la cocina. Yo la miraba a través del pasillo cuando pasaba recogiendo los distintos ingredientes y artículos. Sabía por experiencia que yo estaba en un festín. Cuando Izzy hacía sopa, no era de una lata. Ella tenía una provisión de verduras en su refrigerador y fideos secos en un estante. La televisión dominaba la pared justo enfrente de mi silla. Estaba rodeada por estantes llenos de DVDs y cintas de vídeo antiguas, a cada lado. Algunos de los casettes claramente habían sido comprados en una tienda, pero la mayoría sólo estaban identificados por el tipo de letra claro y preciso de Izzy. Tenía películas, series de televisión e incluso videojuegos. Varios tipos de consolas de juego llenaban el área alrededor del monitor. Además de la silla que ocupaba, había un sofá de gamuza color púrpura ligeramente hundido bajo la ventana. Libros en rústica cubrían las estanterías que llenaban los espacios de pared disponible. A pesar del desorden acumulado, la casa de Izzy estaba limpia. Los pisos de

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madera brillaban. Las paredes pintadas con gusto reflejaban el sol de la mañana. No había rastro de telarañas en el candelabro que colgaba en el centro de la sala. El olor de la cebolla salteada derivaba desde la cocina. Puse el control remoto sobre la mesa de café de vidrio junto a la silla y cogí el libro más cercano. Era una especie de aventura del espacio....no era mi gusto habitual, pero fue una grata distracción. Encontré que mis párpados se cerraban después de un párrafo o dos. Me desperté con la urgencia de la vejiga llena y la sensación sorprendente de estar en un lugar desconocido. Me sentía rígida y me las arreglé para salir de la silla y dirigirme al baño. El cuarto de baño de Izzy era uno de esos espacios típicamente estrechos que encuentras en las casas viejas, pero lo había amenizado por pintar las paredes de un amarillo impactante y decorándolo abundantemente con dibujos de peces. Todo era un poco demasiado alegre para mi gusto, así que no me demoré mucho tiempo. Capté la imagen de un rostro sombrío y manchado de maquillaje en el espejo. Izzy tenía razón. Me veía espantosa. Dejé correr un poco de agua y me incliné para salpicar mi cara. Mi cuerpo protestó, pero apreté los dientes. Necesitaba sentirme un poco más limpia. Cuando miré mi rostro, vi menos desastre y más miedo. Yo estaba tan completamente fuera de mi liga. Yo no hacía policías y ladrones. De hecho, estaba un poco sorprendida de que había eludido el arresto todo este tiempo. Regresé a la sala de estar. La casa estaba en silencio. -¿Izzy?Después de meter la cabeza en el dormitorio y en un armario, encontré una nota en la pizarra en la nevera. Al parecer, Izzy tenía que trabajar en el turno de la tarde, así que supuse que tenía que arreglármelas por mi cuenta con la sopa que hervía en la olla eléctrica. Una nota adhesiva pegada a la olla decía muy a la manera de Alicia en el País de las Maravillas: "¡Cómeme!". Miré alrededor buscando un cucharón y a pesar de mi hombro herido, logré llenar una taza de café con sopa de verduras y fideos. Cojeando de nuevo hasta la sala de estar, me senté de nuevo con cuidado en el sillón. Pasé a través de ciento sesenta y siete canales sólo para descubrir que la programación de la televisión diurna todavía apestaba. Al menos la sopa estaba buena. Sorbí varias tazas llenas, mientras ojeaba el resto de la novela de aventura espacial. Apoyé el libro en la mesa. No podía entrar en la historia porque yo seguía

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pensando que el FBI patearía la puerta en cualquier momento. Quiero decir, realmente, ¿cómo podría yo ser tan difícil de encontrar? Sin duda, los chicos de la camioneta me habían reconocido al instante y buscaron la dirección de Izzy por sus placas. ¿Qué estaban esperando? Yo realmente deseaba que Izzy tuviera un libro de procedimiento policial entre todas estas novelas. No podía recordar si el FBI necesitaba una orden para arrestarme o si sólo podían irrumpir y llevarme al "cuartel" para ser interrogada. ¿Dominguez tenía suficiente evidencia para presentar su caso después de que yo / Lilith lo atacó? Cambié de nuevo a la TV, intenté distraerme con algo sin sentido, a excepción de que todo lo que mantenía cautivo mi interés involucraba cien años de casos de asesinato que brillantes científicos forenses resuelven en media hora utilizando sólo una fibra de tejido microscópico y un solo pelo de gato. Mierda. Yo debería entregarme. En estos momentos, algunas ratas de laboratorio en Minnesota estaban uniendo los puntos de algún fragmento de la caspa que había derramado en la escena del crimen. No había forma en la tierra de que me saliera con la mía. ¿No era más inteligente confesar? ¿No sería la ley más indulgente conmigo si yo cooperaba? Saqué mi billetera del bolsillo y desenterré la tarjeta de Dominguez. Encontré el teléfono de Izzy y con los dedos temblorosos, marqué el número. -Dominguez.Yo estaba un poco sorprendida de oír su voz, sobre todo porque sonaba tan saludable. Pensé que tal vez estaría en el hospital o algo así. Además, ahora que lo tenía en el teléfono no estaba segura de qué decirle. -Uh, hola.-Hola,- dijo él. Su tono era neutral. Supuse que si le entregas tu tarjeta de visita a un montón de personas, ya sea que estén involucradas en delitos o los hayan presenciado, no esperas un montón de réplicas ingeniosas. -Soy Garnet,- le dije. -Creo que tenemos que hablar.-Está bien,- dijo. -¿Quiere hablar por teléfono o deberíamos encontrarnos en algún lugar?-

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Reunirnos en algún lugar sonaba como una idea profundamente mala, dado que un equipo SWAT entero podría descender sobre mí. Por supuesto, si estaba rastreando esta llamada, lo mismo podría ser cierto cuanto más tiempo charlara por este teléfono. Fuera de eso, él ya sabía dónde estaba. Él tenía identificador de llamadas. Él lo tendría, es del FBI. -No me importa,- le dije. Empecé a levantarme de la silla, pero sentí una punzada en mi hombro. -¿Estás bien? Quiero decir, estás vivo. Lilith no te lastimó, ¿verdad?-Ella rompió mi muñeca como una ramita. Tengo un precioso yeso fucsia.- Me di cuenta del uso correcto de los pronombres. O él estaba jugando con la asesina loca o tal vez sintió la otra presencia.- ¿Y usted?-Me disparaste.-¿No querrá decir que le disparé a 'Lilith'?.Por supuesto, eso es lo que quería decir, pero ahora todo lo que dijera en ese sentido sonaría completamente loco. Así que, en vez de eso, señalé: -Siempre tengo que lidiar con las consecuencias de su destrucción.Se hizo silencio en el teléfono por un minuto mientras Dominguez consideraba mis palabras. -Sabe, yo creo que prefiero hablar en persona.- Su voz se convirtió en un tono cómplice: -Puedo conseguir una mejor... uh, sentido de las cosas cara a cara.Quería estar lo suficientemente cerca como para leerme, psíquicamente hablando. No sé por qué, pero esta confesión me llenó de una cantidad razonable de esperanza. Me imaginé que si él quería usar sus habilidades para ver dentro de mi mente, entonces tal vez aún tenía algunas dudas sobre mi culpa. -No quiero que me arresten,- le dije. -Es evidente,- dijo con tono áspero. -Creo que voy a dejar mis esposas en casa esta vez. ¿Por qué no nos reunimos en algún lugar donde se sienta segura?Sí, pero ¿dónde era eso? -¿En su casa?,- dijo. -¿Te refieres a la que tiene la gran camioneta azul llena de agentes del FBI

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estacionada en el frente?-Está bien. ¿Algún lugar público?¿Dónde me siento segura? ¿Dónde hay algún lugar público en el que me sienta segura? ¿En qué lugar el FBI se resistiría a irrumpir disparando sus armas de fuego? ¿Dónde? ¿Dónde? -La biblioteca.- Solté. ¡La Biblioteca pública! La sección infantil.-B-bueno.- Sonaba como si pensara que yo estaba totalmente loca. -¿Cuál?Bueno, tendría que poder caminar hasta ella, y ya que no tenía mi bicicleta ni podía acceder a un coche, le di el nombre de la filial más cercana. -Nos vemos en la biblioteca de la calle Monroe en cuarenta y cinco minutos.Tomé un baño de esponja, cuidando de no estropear el vendaje prolijo de Sebastian. Me costó un poco lavarme el cabello con un solo brazo. Luego asalté el gabinete de las medicinas de Izzy buscando maquillaje, sólo para encontrar una base y unas sombras en polvo varios tonos más oscuras de las que yo solía usar. Me conformé con un delineador de ojos y un poco de rímel. A mi cabello le hubiera venido bien un poco de crema, pero los productos de Izzy eran desconocidos para mí. Además, me sentía bastante culpable por usar sus otras cosas, sobre todo teniendo en cuenta mi plan de pedirle prestado algo de ropa de su armario. A excepción de la cosa más emocionante que tenía Izzy, una especie de vestido loco de tafetán de dama de honor atascado en la parte posterior del armario, del que tendría que preguntarle en algún momento, el resto eran aburridos camisas con botones, suéteres, sudaderas y camisetas. Pedí prestado una sencilla camisa de algodón azul y me embutí de nuevo en mis propios pantalones vaqueros negros. Miré en el espejo a la mujer de cabello lacio y vestida en forma conservadora y me sentí positivamente encubierta. Mientras luchaba con mi abrigo, llamé a Izzy y le dejé un mensaje en su correo de voz para hacerle saber que me prestó algunas de sus cosas y probablemente todavía estaría fuera cuando ella regresara. Luego llamé a William para comprobar cómo marchaba la tienda y para hacerle saber que yo estaba bien. -Hola,- le dije, cuando él atendió el teléfono. -Está bien, escucha,- dijo William sin preámbulos. -Tengo una amiga cuya madre

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trabaja en el Departamento de Derecho de la Universidad de Washington, y ella conoce a un abogado penalista muy bueno. Creo que es probable que lo convenza de hacerlo pro bono. Me imagino que va a ser un caso de muy alto perfil por todo eso de la Bruja poseída por una Diosa asesina y un asesinato en Halloween.-Por favor, dime que no le has contado a nadie sobre Lilith.-Por supuesto que sí. ¿Cómo crees que iba a encontrar a alguien interesado en ayudarte?-William,- le dije con toda la paciencia que pude. -La gente no mágica no entiende cosas como cazadores de brujas del Vaticano y posesiones de una Diosa. ¡Tu amigo abogado probablemente piensa que estoy loca!Hubo una breve pausa en el otro extremo. -Creo que él mencionó algo acerca de un alegato de locura.-Y estar loca no te salva de nada, sólo te mantiene fuera de la cárcel,- señalé. -En vez de eso, estaré encerrada en alguna institución mental.-Oh,- dijo William, sonando derrotado. -Sigo pensando que necesitas un abogado.-Probablemente tienes razón en eso,- estuve de acuerdo. -¿Cómo está la tienda? ¿Todo va bien? ¿Entraron mis pedidos?-Por Dios, Garnet, ¿no te gustaría obtener toda la información del abogado? ¿Cuánto tiempo te dan para tu llamada telefónica, de todos modos?-¿Crees que te estoy llamando desde la cárcel? No, no me han detenido todavía,- le dije. -Por supuesto, eso podría pasar en cualquier momento.-¿Dónde has estado? ¿Quieres escuchar algo irónico? He tenido que llamar a Marlena para cubrirte.De hecho, me reí un poco. -Siempre tienes a Lento Bob, ¿sabes?-Sí, pero entonces tendría que trabajar con Lento Bob. Lo único que hace es ir y leer en las esquinas. Él realmente es más trabajo que ayuda.Yo lo sabía, pero Lento Bob conocía realmente el stock. Podía recomendar un libro

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a cualquier persona basándose únicamente en su memoria enciclopédica. -Debería estar de regreso pronto,- le dije, pero luego me detuvo. Estaba a punto de ir a confesar. Yo podría estar dirigiéndome hacia la cárcel. -Debes llamar a Eugene,- el propietario ausente del Mercurio Crossing, que se encontraba actualmente en California en comunión con el Dalai Lama. -Puede que sea necesario contratar personal nuevo. ¿Alguna vez has pensado en ser gerente de la tienda?Traté de hacer una broma, pero William no se rió. -Pensé que habías dicho que no estabas detenida.-Me voy a la biblioteca pública de la calle Monroe a confesar mis pecados.-¿Vas a entregarte? ¿En una biblioteca?-Sí,- dije, sintiéndome algo tonta al respecto. -Me parecía seguro, ¿sabes?-Seguro,- dijo él, sonando distraído. -Agradable y tranquilo.-Debería colgar el teléfono. Tengo que irme.Con eso, nos dijimos adiós y colgué. Cuando abrí la puerta lateral a una ráfaga de aire frío, casi reconsideré todo el asunto. Entonces me acordé del intrépido científico forense que probablemente en este mismo momento analizaba mi firma genética, y decidí que mi suerte ya estaba echada. Era hora de acabar de una vez. Yo caminaba por la acera con mis dientes apretados por el frío. El sol había salido, y así, cuando el viento no soplaba, podía sentir un poco de su calidez. Un cuervo se deslizó por encima de mi cabeza y desapareció en un árbol alto de hojas perennes. Una de las casas en la manzana de Izzy había colocado en el exterior todo lo de Halloween. Láminas anaranjadas de plástico con la sonrisa de la calabaza calada iluminada rodeaban su base. Lápidas de cartón con nombres como "Frank N. Stein" estaban tambaleadas estratégicamente por el césped. Bolas de algodón, telas de araña y luces de Navidad de color naranja goteaban desde los árboles como falsas amenazas. Yo sospechaba que en la gran noche que se aproximaba, esta sería la casa con los altavoces en estéreo lanzando a plena potencia los ruidos de una casa embrujada, y en algún lugar de las instalaciones habría un caldero lleno de hielo seco humeante. Halloween solía ser mi fiesta favorita. No sólo siempre fue la fiesta pagana menos encubierta, sino que también ¿quién no disfruta de jugar a disfrazarse y obtener

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chocolate gratis? Ahora, por supuesto, era un momento de duelo. No podía ver las calabazas talladas sin recordar la última tertulia del aquelarre donde nos lo pasamos tan divertido haciendo caras tontas y aterradoras en la excelente cosecha de Junko. Había estado tan contenta de que su huerta había producido precisamente una docena de calabazas ese año...una para cada una de nosotras, ella había dicho que era como si lo la diosa lo hubiera planeado, bendiciéndonos. Resulta que era un regalo de despedida, una especie de premio bobo de consolación. Personalmente, habría elegido el suministro de por vida de cajas de comida Rice-A-Roni. Respiré profundamente y traté de pensar en otra cosa. Era imposible. Había señales de Halloween por todas partes. Inclusive cuando aparté los ojos de todas las pilas de paja y los otros adornos, el aire olía a hojas de roble podridas y humo de madera. La filial de la biblioteca de la calle Monroe era una caja de hormigón al final de una calle llena de pequeñas tiendas peculiares. Las hojas anchas de la planta trepadora Virginia ahora estaban bronceadas por el otoño y con sus vetas torcidas. Un par de arbustos pequeños de aspecto poco saludable, sobresalían del pedregullo blanco, Una señal en ángulo en la esquina del lote declaraba que era una biblioteca pública. Recorrí las calles en busca de signos que indicaran que Dominguez había llegado primero, pero él no hubiera sido tan obvio como para aparcar su coche en algún lugar donde yo pudiera verlo. Dado que no parecía haber un francotirador en los techos cercanos, cuadré mis hombros doloridos y caminé por la acera angosta hacia las puertas. Unos niños uniformados estaban sentados en semicírculo en la fuente de la biblioteca leyendo “Boo, Peek-a-Boo”, que parecía ser una historia sobre unos ratones que tienen una fiesta de disfraces. Dominguez estaba encaramado en la repisa de una ventana cercana, ojeando en forma poco convincente “Un pez, dos peces, pez rojo, pez azul”. Él me hizo un gesto que era más un “ven aquí” que un saludo. A pesar de que me había convencido de que esta reunión era una buena idea, me tomé mi tiempo caminando alrededor de varios piratas, payasos, Power Rangers y

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vagabundos. No ayudaba mucho que los muebles demasiado pequeños hicieran que Dominguez luciera como una especie de matón bien vestido, especialmente teniendo en cuenta el yeso y el rasguño en la mejilla. Con su corbata oscura y su expresión tan sombría, su traje de poderoso representante de la ley no encajaba con la sencilla vestimenta casual de las amas de casa y los padres sentados con las piernas cruzadas en el suelo. Me ubiqué en la esquina opuesta de la ventana. Presioné mi espalda contra el vidrio frío. La señora que contaba los cuentos comenzó con un nuevo libro acerca de una bruja amistosa. Yo me esforzaba por no temblar. Dominguez se inclinó lo suficiente como para susurrar y me preguntó: .- ¿Quién es Lilith, exactamente?-Una diosa oscura muy poderosa,- le dije. -Algunas personas dicen que es la Reina de los Demonios, la Madre del Mal.-Oh, sí. La primera esposa de Adán, ¿la que fue exiliada del Edén por querer la igualdad?- Antes de que pudiera contestar, prosiguió. -¿Quieres decir que toda esa mierda es real? ¿Realmente existe? ¡Cristo en muletas!, tengo que empezar a ir de nuevo a la iglesia.Uno de los padres miró con desaprobación el lenguaje de Dominguez. Fui embargada por el alivio. -Entonces, ¿me crees?Dominguez me dio un vistazo de soslayo. -Yo no sé qué pensar...Apoyé la cabeza contra la ventana. Una corriente de aire enfrió la piel de mi cuello. -Sin embargo tú la percibiste, ¿no es así? Tú sabías que no era yo.-Sí,- dijo. No se había afeitado y tenía las sombras oscuras de la barba incipiente, lo que de alguna manera le daba un aspecto aún menos confiable. "-Pero, estoy en un aprieto muy serio aquí, Lacey...-Garnet,- insistí.

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-Yo la había eliminado antes de la lista de sospechosos porque nuestra gente del laboratorio y analistas estuvieron de acuerdo en que no había manera de que tuviera la fuerza física para asesinar a seis paramilitares altamente capacitados. Pero luego, me partió en dos.- Levantó la muñeca rota para dar énfasis. Yo no podía creer lo que estaba oyendo. Yo no había sido sospechosa hasta que traté de convencer a Dominguez de que yo no lo era, al revelar a Lilith. ¿Podría haber jodido esto aún más? Aún así, me animó el oírle mencionar a los asesinos del Vaticano como "paramilitares altamente capacitados". Eso significaba que el FBI sabía algo importante acerca de la Orden de Eustace. Tal vez él también había entendido que mi magia había sido en defensa propia. -Sin embargo,- continuó Dominguez. -Se perfila que tenía un motivo, la oportunidad y la capacidad para ello...salvo que ahora hay un tercero, ¿no? ¿Cómo diablos se supone que debo sumar a una diosa en todo esto?Dos padres más miraron mal a Dominguez. Él musitó una disculpa en dirección a ellos. Yo no sabía qué decirle. Estaba demasiado ocupada intentando ocultar mi júbilo porque Dominguez parecía estar admitiendo que él no tenía un caso sólido en mi contra. Yo podría haberme levantado y hecho el baile de la alegría de Snoopy, excepto por una cosa. -¿Tercero?,- le pregunté, contando a Lilith y a mí con mis dedos. Entonces, me di cuenta. Parrish. Todo este tiempo Dominguez había pensado que Parrish era el asesino y yo su cómplice, y no al revés. Dominguez observó cuidadosamente mis expresiones. Aunque yo no supiera que él era un psíquico, habría asumido que él estaba tratando de leer mis pensamientos. La hora del cuento había terminado y los niños partieron en una ruidosa explosión. Algunos corrieron hacia los contenedores de libros para empezar a cazar sus favoritos, mientras que otros luchaban con sus abrigos y sombreros. Las mamás y los papás charlaban entre sí, al tiempo que nos lanzaban a los dos un montón de miradas poco amistosas, pero curiosas. Un niño de no más de tres años miró a Dominguez y anunció: -Yo estoy usando ropa interior de Batman.-Uh, muy bien,- dijo Dominguez.

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-Batman también es uno de mis favoritos,- le dije con lo que esperaba fuera una sonrisa maternal. -Yo puedo hacer caca en el orinal,- dijo el niño contento. En un segundo, el muchacho fue acorralado por un padre que se disculpó y lo condujo hacia la salida. -Eso me recuerda,- dijo Dominguez. Sacó su billetera, me entregó una versión más limpia del billete que le había dado cuando nos conocimos. -No es falso. Lo que usted tiene es un billete antiguo, anterior a la Depresión.Yo quería saber más sobre eso, pero primero tuve que preguntarle. -¿Y por qué lo de desfecar te recordó el billete falso?Dominguez bajó la cabeza y avergonzado, se frotó la punta de su nariz. -En realidad, fue lo de Batman. ¿El mejor detective del mundo?Levanté mis cejas como diciéndole “lo siento, estoy perdida”. -¿En el anuncio de los cómics? Batman, el mejor del mundo….- Su rubor se intensificó. -Olvídelo. El punto es que el dólar es real, simplemente es viejo.Era entrañable ver a Dominguez tan nervioso por un superhéroe. Yo sospechaba que algo clave y muy importante de su personalidad estaba envuelto en todo este asunto de Batman. -¿Qué?,- exclamó ante mi sonrisa. Decidí guardar mi curiosidad para un momento más apropiado. -Entonces, ¿el dinero viejo es alguna clase de objeto de colección? ¿Vale algo?Dominguez asintió. -Un poco. Me imagino que el doble de su valor nominal.Pensando en voz alta, dije: -Así que el hechicero también es una especie de ladrón de tumbas.-¿Porqué lo del dinero falsificado le hizo pensar en el vudú?-Un zombie me dio el dinero.-

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Él arqueó las cejas como si estuviera esperando que yo dijera algo más, sólo que no sabía lo que estaba buscando exactamente. Así que le devolví la mirada con una pequeña sonrisa de “sí, ¿y?”. Dominguez suspiró. -¿Estaba hablando en serio sobre los zombies?Asentí con la cabeza. Negando con la cabeza lentamente, dijo: -Tengo que decir que estoy teniendo un poco de dificultad para comprar toda la cosa de la Diosa a pesar de la evidencia empírica.- Señaló su yeso levantándolo ligeramente. -Hágame un favor y evite los zombies. No estoy para eso.-¿No tienes curiosidad por saber quién está pasando dinero viejo?-No es un crimen intercambiar una valiosa antigüedad por bienes o servicios, sólo es estúpido. Estúpido pero no puedo perseguirlo legalmente.Yo debía ser tan afortunada. La mayoría de los niños habían partido hacia su próxima actividad, y la señora de la biblioteca reacomodaba afanosamente las mesas y sillas que habían sido desplazadas para la hora del cuento. De vez en cuando nos daba un vistazo. Estaba seguro de que lucíamos más que un poco fuera de lugar...Dominguez con sus arañazos y el yeso y el libro de Dr. Seuss apoyado casualmente contra su muslo, y yo, que tenía uno de esos días con el cabello desastroso que impregna todo tu cuerpo. -El saqueo de tumbas podría serlo,- dijo Dominguez, que al parecer aún pensaba en nuestra conversación. -Tendría que corroborarlo Es el tipo de ley que está en los libros y se olvida. Incluso si fuera ilegal, no sería un crimen federal. Eso es estatal. Tal vez incluso de la ciudad.-¿Qué pasa con la esclavitud?-Ser propietario de esclavos es definitivamente ilegal. La Proclamación de Emancipación provino directamente del presidente Lincoln por lo que puede calificarse como una cuestión federal, excepto que están muertos, ¿no es cierto? Los cadáveres se clasifican como bienes, no como personas.- Dominguez se detuvo por un momento. Se mordió el labio, y luego me lanzó una mirada contrariada. -Me

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tiene hablando de zombies de nuevo, ¿verdad?Le sonreí y asentí con la cabeza. -Bueno, deje de hacerlo,- dijo. -Me causa dolor de cabeza.-Yo causo ese efecto en la gente.- Le sonreí. Él se rió entre dientes. Esa sonrisa de niño pequeño cruzó por su rostro por un momento. -Ah,- dijo él, y me alborotó el cabello. No sé si era el residuo de hechizo de amor o la incomodidad por haber llegado a estar tan profundamente íntimos por el hechizo, pero los dos reaccionamos ante el contacto. Yo salté. Él bajó su mano de golpe. Nos miramos el uno al otro con aire de culpabilidad. -No me va a embrujar de nuevo, ¿verdad?- Sus ojos estaban entrecerrados y suspicaces. Hice mi mejor expresión Bullwinkle. -Nada en mis mangas.Dominguez sonrió un poco, pero no parecía muy convencido. -No funcionó muy bien la última vez,- señalé. -Me gustaría estar en desacuerdo con eso,- dijo, y sus ojos se deslizaron de los míos y golpeó el libro contra su muslo. Detrás de mí, oí un fuerte golpe en la ventana. Me volví, esperando ver a alguien. En lugar de eso eran unos ojos pequeños y brillantes, unos ojos negros con un cuervo. Fruncí el ceño, y agitó sus alas y se alejó. Qué extraño. Miré a Dominguez, deseando haber tenido mejor suerte al tratar de conseguir su ayuda con todo lo de los zombies. Pero él tenía sólo una cosa en su mente. Además, yo realmente quería preguntarle más acerca de lo que pensaba hacer conmigo, pero la frase "cualquier cosa que diga puede y será usada en su contra en un tribunal de justicia" permaneció resonando en mi mente. -Voy a sincerarme con usted, señora Lacey...-Garnet,- insistí de nuevo. -...Interpol está respirando en mi cuello para cerrar este caso. Al parecer, el Vaticano los está presionando, y han estado amenazando con intervenir si no

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puedo encontrar al asesino en un período razonable de tiempo. Esta especie de pelea jurisdiccional enfurece a mi jefe.Dominguez lanzó el libro en una mesa cercana donde aterrizó con un ruido sorprendentemente fuerte. Salté. El hombre sentado detrás del mostrador de los libros nos fulminó con la mirada. -Usted es mi único vínculo con Daniel Parrish. Está demostrando ser un cliente sorprendentemente hábil. Yo logré un respiro cuando usted apareció aquí en Madison.-¿Crees que Parrish lo hizo? ¿Por qué?Él me dirigió una mirada larga y evaluadora. -Hemos recuperado su camioneta. Tenemos un testigo que lo vio entrar en su camioneta y en el Cementerio Lakewood, donde los cuerpos fueron descubiertos, y en el lugar de lo que al principio parecía ser un incendio sin relación con lo sucedido.Yo había leído sobre el fuego mucho más tarde en el Star Tribune. El sitio del aquelarre había sido quemado hasta los cimientos. El lugar estaba tan completamente destruido que las autoridades tenían problemas para identificar positivamente los cuerpos de mi aquelarre, que, según se suponía, murieron en el fuego, aunque Parrish y yo sabíamos la verdad. Los asesinos del Vaticano los habían matado. Parrish me confesó que había quemado el lugar. Él dijo que eso ayudaría a enturbiar el camino hacia mí. Al parecer, se había olvidado de sí mismo. -Un coche alquilado por Sergio Vitale, uno de los sacerdotes muertos, conectó los dos crímenes. Estaba estacionado afuera de la casa del señor Parrish, muy probablemente lo había incendiado.Yo contuve la respiración. -Cuando miré en el incendio, encontré...- Él desvió la mirada por un momento, y vi que su mandíbula se contraía mientras decidía qué decirme. -.Un patrón que nuestra oficina ha visto antes. Parece que hay una serie de casos de asesinato sin resolver que, digamos, parecen girar en torno a la comunidad pagana y un grupo de ciudadanos extranjeros provenientes de la Ciudad del Vaticano.Asentí con la cabeza. -La Orden de Eustace.- Yo ya lo había dicho todo al respecto. Al menos no me había colocado en la escena. Sólo le había dicho que yo sabía que la orden había atacado a mi aquelarre, no le dije que lo había visto. A menos que,

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por supuesto, Dominguez lo leyera de mi mente. -Empecé a seguir de cerca todas las organizaciones Wiccanas que pude encontrar. Por supuesto, nadie hablaba. Si lo hacían, no eran muy útiles, ya que nadie parece saber el verdadero nombre de nadie. Ni siquiera podía reunir a todos los miembros muertos del aquelarre, hasta que cambié de tema y pregunté por el Sr. Parrish. Resulta que nadie lo quiere mucho, y estaban dispuestos a involucrarlo en eso.Y a mí, por extensión. -El Sr. Parrish tenía un montón de amigas que la recuerdan a usted como alguien celosa.- Me lanzó una mirada de soslayo que decía “yo no estoy seguro de aprobar tu estilo hippie de amor libre”. - Algunos incluso la daban por una bruja. De repente, pensé que tal vez Parrish pudo haber intervenido para protegerla contra la... lo que sea.-Orden,- dije por él de nuevo. -¿Y ahora?-Ahora mi teoría tiene algunas fisuras.En ese momento me moría por poder mirar profundamente a los ojos de Dominguez y decirle: “Te juro que no lo hice”.- Cuando pasó el momento, escuché su ligero suspiro y me dio la impresión de que él también deseaba que yo pudiera hacerlo. -¿Por qué no me cuenta lo que pasó? Dijo que estaba dispuesta a hablar.Seguro, eso fue cuando pensé que estaba tan metida hasta el fondo que creí que no tenía nada para perder. Estudiando la alfombra beige con gran interés él dijo, -Escuche, señora Lacey, yo ya lo sé. Usted transmite su culpa cada vez que me mira.Pero si yo lo decía en voz alta, era una confesión, una evidencia. Dominguez me miró de cerca por un largo rato, y luego en su rostro se traslució su decepción. Él respiró profundamente. Me miró fijamente y luego de nuevo miró a lo lejos. -Yo no puedo culparla del todo por actuar en su propio interés. Por supuesto que siempre hay que considerar la versión del Señor Parrish' de esta historia. Cuando mis hombres lo atrapen, ¿él se volverá contra usted?-

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Me mordí el labio, considerándolo. Era algo difícil de saber. Por mucho que Parrish quisiera considerarse a sí mismo como un caballero honorable, la verdad de la cuestión era, que él no lo era. Aún más, su propio sentido de la auto preservación era elevado, muy elevado. No hubiera sobrevivido doscientos años como un vampiro si no lo fuera. Yo me encogí de hombros. -Interpol va a morderme el culo.Yo abrí mi boca para decirle a Dominguez lo apenada que estaba porque su jefe le estaba haciendo pasar un mal rato, pero en vez de eso le dije, -¿Puedo decirte algo que ha estado enfureciéndome? Yo no puedo creer que se esté desperdiciando tanta energía vengando a estos... bueno, asesinos. Quiero decir, ellos son los chicos malos. Son quienes emboscaron y asesinaron a inocentes. Y esta no fue la primera vez - ¿No debería el FBI estar persiguiéndolos a ellos? Y tú, de todas las personas, fuiste el asignado para este trabajito, es irónico. Si los cazadores de brujas del Vaticano sabían que tú poseías habilidades psíquicas, ellos tratarán de asesinarte o de reclutarte.Él se encogió de hombros. -Es mi trabajo, Señora Lacey.-Bueno, apesta.Y en ese momento fue que vi a William. Él venía a toda marcha hacia nosotros con tan fiera determinación que supe que había venido por mí en misión de rescate Grandioso. Ahora estaba realmente jodida.

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Capítulo 7 – Libra PALABRAS CLAVE: Diplomático y Voluble

William acometió con furia en dirección a Dominguez. Levantó la mano, y, al principio, pensé que William planeaba darle un puñetazo. -¡William, no!,- le grité. Pero en vez de eso, William abrió el puño y lanzó un puñado de polvo de color ámbar en el rostro de Domínguez. Domínguez reaccionó como si lo hubieran golpeado con una maza. Él soltó una rápida andanada de improperios y se restregó furiosamente sus ojos. Las lágrimas de color cobre corrían por su cara dejándole rayas. -Agua,- le grité a William. -Consigue un poco de agua para lavarle los ojos.Miré a mí alrededor en busca de señales que indicaran los baños. Una de las bibliotecarias se estaba acercando para ver de qué se trataba la conmoción, y le hice un gesto con la mano para que se detuviera. -Agua y toallas de papel,- le grité. -Y que alguien llame al 911.-No necesito una ambulancia, tengo que matar al rufián que hizo esto,- gruñó Domínguez, aún a ciegas y restregándose los ojos. William retrocedió un paso y tiró de mi manga. -Este es un buen momento para salir,- susurró. -Esta es la parte de la distracción antes de la huída. Vamos a correr, por favor.-No puedo irme hasta que sepa que Domínguez está bien,- le dije. -¿Qué demonios estabas pensando?-

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-Pensaba que ahora íbamos a escapar,- murmuró William. La bibliotecaria volvió con agua embotellada y un fajo de toallas de papel del baño. -Siéntate en esta silla e inclina tu cabeza hacia atrás,- le dije a Domínguez. -Voy a tratar de limpiar tus ojos.- La bibliotecaria ayudó a Domínguez para que se sentara en la silla del tamaño para un niño, mientras abría la botella de agua. Tan pronto como su cabeza estuvo inclinada hacia atrás, salpiqué abundante agua directamente en su rostro. Coloqué las toallas de papel sobre sus orejas para tratar de atrapar el agua sobrante. -¿Está mejor? ¿Arden?Domínguez miró en mi dirección con las lágrimas que fluían tan intensamente como antes. -Más agua,- insistió por entre los dientes apretados. Para William: Si me has cegado, chico, vas a caer.-Me voy,- dijo William en voz baja, a pesar de que no se movió. -¿Alguien ha llamado a una ambulancia?,- pregunté, echando más agua en los ojos de Domínguez. Cuando nadie respondió, William extendió su teléfono celular. Fue entonces cuando me di cuenta de su cabello. William debió de haber cambiado de religión otra vez porque ahora en lugar de una cola de caballo bien cuidada, tenía mechones rebeldes de cabello que lo hacían parecer como un hombre blanco al estilo rastafari. Sus gafas de John Lennon posadas en su nariz lo hacían lucir como si tuviera los ojos muy abiertos, sentí un poco de compasión por él. Podía verlo como un niño correteando alrededor de su patio trasero con una toalla prendida en la camisa, pretendiendo ser el héroe valiente al rescate. Dominguez realmente podría, si quisiera, detener a William por atacarlo. Necesitaba que William saliera de aquí antes de que eso sucediera. Tomé el celular de William y le eché un vistazo. -No hay recepción aquí,- mentí. -Vamos a salir.- Le di la botella casi vacía a una de los bibliotecarias que se habían congregado. -Llene esto y continúe lavándole sus ojos hasta que lleguen los paramédicos, ¿de acuerdo?Ella asintió y yo llevé a William al exterior.

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-¿Ahora nos estamos yendo?,- quiso saber cuando entramos en el estacionamiento. -Después de hacer la llamada,- le dije. Llamé al 911 y expliqué que el agente especial Gabriel Domínguez había sido golpeado en la cara con un polvo no identificado…. -Mirra, en realidad,- interrumpió William. -Teníamos mucha cantidad en existencia.-…y necesita asistencia.- Ella me preguntó si alguien le había dado los primeros auxilios, y entonces quiso que me identificara. Dudé ante esa última pregunta. Una parte de mí quería que hubiera un registro de que había llamado a la ambulancia, sobre todo si de alguna manera, Domínguez resultaba lesionado en forma permanente y todo esto jugaba en el caso en mi contra. La otra parte simplemente tenía miedo. El miedo ganó. -Sólo vayan a la biblioteca tan pronto como sea posible,- le dije y le repetí el nombre de la calle. Cerré el teléfono para apagarlo y se lo entregué a William. -Deberías salir de aquí,le dije. -Domínguez está bastante loco.-¿Qué vas a hacer?-Quedarme con él hasta que llegue la ambulancia.William pateó las piedras blancas que estaban alrededor de los arbustos. Entonces también me quedaré.-



-No, esa es una idea muy mala, William, eso podría hacer que te arresten.- Las sirenas ululaban a lo lejos. Probablemente era demasiado pronto para que vinieran hacia aquí, pero me ponían nerviosa. -¿Vas a irte, si me voy?William asintió. -Está bien,- le dije. Los paramédicos se harían cargo de Domínguez. Me dije que no estaba huyendo de otra escena del crimen. Yo no había hecho nada malo. Vamos a salir de aquí.William me mostró un elegante Escarabajo VW negro descapotable. Sacando las llaves de su bolsillo, emitió una señal sonora para abrir las puertas.

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-¿Esto es tuyo?,- le pregunté con incredulidad. Yo no podía creer lo elegante que era este coche. En cierto modo iba con él. Era moderno, pero había pasado de moda hacía cinco minutos. -Más o menos,- dijo, mientras me abría la puerta. Me senté en el asiento y me abroché el cinturón de seguridad con una mínima cantidad de gruñidos. William miró con curiosidad mi progreso. -¿Estás bien?,- me preguntó una vez que se colocó su cinturón de seguridad y deliberadamente había arreglado la correa del hombro en una posición cómoda. Al observar su progreso lento y constante a través de los movimientos, decidí que si alguna vez necesitaba a alguien para que me saque de mi Dodge rápidamente, no llamaría a William. -Me dispararon.En una maniobra clásica de conductor, William ajustó el retrovisor antes de poner la llave en la ignición. Giró la llave y el motor cobró vida con un ronroneo bien engrasado. Miró por encima del hombro y luego miró para entrar en el tráfico mientras salía de la acera. -¿Como con un arma?¿Por qué todo el mundo pregunta eso? -Sí,- le dije. William se rascó el cuero cabelludo, haciendo que todos sus mechones se sacudieran. -¿Quién te disparó?-Domínguez.William me echó un vistazo mientras desaceleró por una señal de detención. -¿Y no necesitabas ser rescatada?-Bueno, no en este momento,- le dije. -Resulta que él ni siquiera pensaba que yo fuera la principal sospechosa hasta hace poco.Hicimos una pausa por exactamente unos seis segundos mientras William comprobaba ambos sentidos del tráfico antes de cruzar la intersección. -¿Quién creía que lo había hecho?-

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-Parrish.- Las sirenas definitivamente se acercaban. Yo podía oírlas a través de las ventanas cerradas. -Tengo que ir a casa para advertirle.-Te llevaré hasta allí.Al recostarme en el asiento, vi un resplandor en la oscuridad, era un pequeño esqueleto de juguete que colgaba del espejo retrovisor. Cambié de tema para salvarme de la vergüenza ulterior. -¿Cómo puede ser este “tu tipo de coche”?. ¡Oh, William!, le dije entusiasmada. -¿Estás saliendo otra vez?-Algo así,- respondió él mirando el paisaje que pasaba. Bueno. Esa era una buena noticia. William había estado pasando un tiempo difícil desde que descubrió que su última novia era una demonio que prefirió a un vampiro. Yo estaba muy emocionada porque había encontrado a alguien nuevo, sólo que no parecía tan emocionado al respecto. Él se mordió el labio inferior. Así que le hice la pregunta obvia. -¿Cómo puedes “tener una especie de cita” con alguien?-Ella es poliamorosa.Una gran cantidad de personas de la comunidad pagana eran poliamorosas. Inclusive había libros sobre el tema de ser poli y Wiccan. Polyamorous significaba exactamente lo que en latín parecía dar a entender, muchos amores. "Una pareja" poliamorosa en realidad podría ser triple o cuádruple... o más. Todos los miembros pueden estar enamorados el uno del otro, o una de las personas en el grupo podía tener otros amantes. Todo eso me había parecido siempre muy complicado, sobre todo desde que un componente importante del estilo de vida poli era que estas relaciones tenían que transcurrir con el pleno conocimiento y consentimiento de todos los involucrados. Prefiero permanecer en la oscuridad acerca de ciertas cosas, por lo tanto, ese era mi método preferido para tratar con los ghouls de Sebastian. Si yo no tenía por qué saberlo, no quería hacerlo. Yo ni siquiera había considerado el poliamor, porque sabía que era endiabladamente demasiado celosa. Nunca había sido buena para compartir, ni siquiera en el jardín de infantes.

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-Entonces,- dije, metiendo la mano en los rincones borrosos de mi memoria para extraer todos los diversos términos utilizados para describir los tipos de arreglos poli. -¿Estás en una Y o en un triángulo o qué?- Una Y significaría que dos personas comparten una persona, que actúa como una especie de punto focal. Un triángulo significa que las tres personas están involucradas entre sí. William asintió con la cabeza en mi intento. -Es una Y en estos momentos. Estoy con Maureen, en su mayor parte. Quiero decir, me gusta Ethan y todo eso, pero es sólo que no estoy seguro de que sea mi tipo.-¿Hay un chico?William se encogió de hombros. -Yo podría hacerlo. Realmente no lo sé, ¿sabes?-Claro,- le dije, aunque no estaba del todo segura, siempre me había parecido que William era alguien que podría tomar cualquier camino, pero tendía a atribuirlo a su sol de Piscis, que generalmente lo tornaba indeciso. -Espera,- le dije, dándome cuenta de algo que dijo antes. -¿Te has encontrado a tu amante con el otro?-Oh, sí, a veces cenamos juntos.-¿Qué tan extraño es eso?- Me las arreglé para decir antes de que pudiera refrenarme. William se rió, mientras giraba por la calle con un lento y preciso movimiento de la mano sobre el volante. -Sí, al principio lo fue un poco, pero después de un tiempo no fue gran cosa. Es muy importante no ser posesivo.-Esa es la parte que yo nunca podría cortar,- admití. -Me gusta ser el centro de atención.William me miró de reojo y sonrió a medias. -Todavía estás pensando con mentalidad monógama. Nadie engaña en el poli. Es diferente cuando todo el mundo acuerda los términos de la relación desde el principio. Sabía que habría un Ethan antes de acceder a ello.Sí, y yo debí tener en cuenta a los ghouls cuando me decidí a tomar un nuevo amante vampiro. Saber que ellos eran parte de la ecuación no hacía que lo aceptara

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más fácilmente, sin embargo, estaba impresionada por la actitud despreocupada de William en todo el asunto, tal vez esto realmente funcionaba para él. -Estoy muy contenta de que encontraras a alguien... o algunos,- corregí con una gran sonrisa. -Maureen y Ethan son realmente afortunados.- Wow, eso se sintió raro al decirlo. Oh, bueno, la sonrisa en el rostro de William valió la pena. -Entonces, cuéntame más sobre ellos.-Es lindo que estés tratando de asimilar esto, pero mi relación realmente sólo es con Maureen,- dijo. -Te gustará, creo. Ella también es mágica. He estado aprendiendo mucho de ella.Hablando de posesividad, aquí estaba una extraña pizca de celos. Me encontré con los pelos de punta ante la idea de que otra persona actuara como modelo de conducta mágica para William. No era como si yo me hubiera ofrecido a enseñarle Wiccan, pero siempre compartí con él aspectos triviales de la astrología y él siempre venía a mí con las preguntas que tenía. -¿En serio?Al parecer, había mantenido la frialdad de mi tono, lo cual fue bueno, porque así lo había querido. Él continuó. -Ella es realmente poderosa, Garnet. He visto algunas cosas que nunca hubiera creído posibles.Bien, ahora verdaderamente yo tenía que luchar contra el monstruo de los ojos verdes. Antes de conocerme, William jamás había sabido que existían los vampiros, e incluso después de haber conocido a dos de ellos, todavía tenía problemas para comprometerse con la idea de que su magia era real. ¿Y esta mujer lo había convencido de lo imposible? Así que yo tenía que saberlo. -¿Qué clase de magia practica?Él empezó a hablar, pero se detuvo. -Oh,- dijo William, con los ojos firmes en el camino. —Esto y aquello.Lo miré duramente. Era muy inusual que él no quisiera hablar de magia. -¿No lo apruebas?,- le pregunté, aunque mi mente estaba en otra parte. Estábamos más cerca de mi casa, y me di cuenta de que iba a tener que meterme en mi apartamento de alguna manera y advertirle a Parrish que el FBI lo perseguía.

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William se mordió una uña. Entonces, dándose cuenta de su tic nervioso, rápidamente puso sus manos de nuevo en la posición correcta. –Está metida en algo más o menos oscuro.Mis ojos se desviaron hacia el esqueleto. Pensé en el polvo que William le había arrojado en la cara a Domínguez. Fue muy a lo “The Serpent and the Rainbow”5. Negué con la cabeza. -Por favor, dime que no es vudú.-Uh, bueno.Antes de que pudiera reaccionar, un cuervo voló tan bajo que casi chocó contra la ventana. William pisó el freno. Tuve que protegerme con mis brazos. El esfuerzo me causó punzadas de dolor. Las lágrimas asomaron a mis ojos y dejé escapar un gruñido de frustración. -¿Qué demonios pasa con los cuervos?-No debería haber dicho nada acerca de la magia de Mo,- susurró William, luciendo realmente asustado. -Por favor, olvida que dije cualquier cosa.El Vudú, como cualquier sistema mágico / religioso, tenía practicantes que utilizan sus poderes para el bien y aquellos con inclinaciones oscuras. No tenía ninguna razón para suponer que la nueva novia de William era la misma sacerdotisa vudú que estaba criando legiones de muertos vivientes, excepto por su reticencia a hablar de su magia y la súbita aparición de ese cuervo suicida. -¿Estás diciendo que estos cuervos son espías de Maureen o algo así?Él negó con la cabeza. Yo no sabía si estaba negando mi afirmación o diciéndome que me callara William giró hacia mi calle. La furgoneta grande todavía estaba allí, así que le dije que me dejara a un par de manzanas de distancia. Su espíritu pareció animarse un poco al jugar a ser espía. -¿Tal vez podría distraerlos de nuevo?,- se preguntó. 6 ¿Hago la danza desnuda de Uhura o algo así?Sonreí ante la imagen. -Adelante.5

Película de terror de 1988 “La Serpiente y el Arco Iris”.-

6

La Teniente Nyota Uhura, es un personaje ficticio de la serie StarTrek

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Honestamente, me vendría bien cualquier ayuda que estuviera dispuesto a ofrecer. Aunque todavía me sentía un poco de incógnito con la ropa de Izzy y un mínimo de maquillaje, no tenía ilusiones sobre mi capacidad para colarme a través de los entrenados agentes del FBI. -¿En serio?- Ahora él tenía su sonrisa tonta que tanto amaba. -Sí, ¿por qué no? Todo lo que puedas hacer para distraerlos ayudaría. Quiero decir, tal vez incluso una simple parada para pedirles direcciones o algo así.-Oh, eso es inteligente.- Un destello iluminó sus ojos color avellana. -Eso me gusta. ¿Qué debería estar buscando?-¿La asociación de estudiantes?-Si, a pesar de que probablemente no sean de por aquí. Tal vez sea mejor fingir que busco un cruce de calles que conozco y ver si tienen un mapa.Y así se decidió. Salí del coche de William a un par de manzanas de distancia y él hizo un giro. Me dirigí hacia la acera y cuando empecé a caminar hacia mi casa vi a William desacelerando significativamente para mirar las señales de tránsito. Le sonreí, él desempeñaba el papel hasta el final. Al igual que muchas de las calles de Madison, la mía tenía un callejón. Detrás de mi apartamento había un carril para bicicletas, que se había reconvertido de las vías del tren. Tan pronto como me acerqué, me metí en el sendero. Yo sabía que probablemente había agentes viendo todas las aproximaciones a mi casa, pero la espesa maleza haría que el ver a alguien fuera más difícil. Al menos, eso es lo que esperaba. Hojas anchas y brillantes de color granate me protegieron de la carretera. Al menos, hasta que llegara a la cuadra siguiente, entonces tendría que pasar desapercibida de algún modo en el puente del ferrocarril. Me asomé a través de las ramas de un joven árbol de roble, sus hojas doradas se aferraban obstinadamente a lo que parecía poco más que una ramita. Pude ver el carro negro del Escarabajo de William acercarse a la camioneta del FBI. William se inclinó mucho por la ventana y señaló en dirección al lago. Yo no sabía lo que estaba pasando dentro de la

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camioneta, pero me decidí a aprovechar la oportunidad. Caminé a través del puente tan lenta y resueltamente como pude. Por supuesto que mis pies se morían por las ganas de correr, pero sabía que si me apresuraba muy probablemente iba a captar su atención. También traté de evitar la más casual de las miradas. Esa fue la parte más difícil. Quería ver desesperadamente lo que estaba haciendo William, pero pensé que mirar no era una buena idea. De alguna manera, conseguí pasar hasta el otro lado. Una vez a salvo detrás de la cubierta de los árboles, me permití trotar unos pocos pasos. Entonces mi hombro me recordó que caminar era una mejor opción, ya que los gritos de dolor ante cada rebote sin duda llamarían la atención de los federales. A medida que me acercaba a la parte trasera de mi casa, no vi a nadie con un abrigo negro y un walkie-talkie, así que decidí arriesgarme. La pendiente estaba cubierta de hierba y tallos de algodoncillo, y mis pies resbalaron cuando descendí. Me mordí el interior de la mejilla para no aullar cuando doblé mi hombro a fin de mantener el equilibrio. Cuando estaba en la cerca trasera de mi casa, me acordé de respirar. Levanté el pestillo de la puerta de la valla de cedro que rodea completamente el patio trasero. Los vecinos habían dejado un par de envoltorios de comida rápida en la acera angosta que conducía al garaje. Yo los recogí compulsivamente y los tiré en los contenedores grandes de plástico color café. Dado que soy la inquilina responsable, el propietario me deja cultivar flores. Todos los macizos de flores que se alinean perfectamente en líneas paralelas a la cerca, estaban cubiertos para el próximo invierno. Sebastian había pasado el fin de semana limpiando junto conmigo las plantas y las hojas muertas. Dejamos deliberadamente un grupo de cabezas de cono púrpuras para que se posaran las aves, así como algunas hojas secas de algodoncillo, sin ninguna otra razón que el hecho de que me gusta el aspecto de las vainas. Sebastián había estado de acuerdo con que eso le daría un excelente aspecto de jardín de invierno. El frío se coló bajo el tejido de mi grueso suéter. El olor a humo de leña era fuerte en el aire. Tenía que resolver las cosas con Sebastian. Esta cosa de extrañarlo francamente era una mierda.

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Tuve una breve crisis de pánico cuando mis llaves no estaban en el bolsillo de siempre, pero una frenética búsqueda tocando mi cuerpo reveló que sólo las había colocado en el lugar equivocado. Lancé otro suspiro de alivio porque mi juego de repuesto estaba oculto en el interior de la puerta principal detrás de un pedazo flojo de rodapié. Hubiera sido un poco más difícil el ocultarme si tuviera que arrastrarme a través de los setos para tratar de colarme por donde el FBI estaba estacionado. El calor del interior se sentía bien a pesar de que hizo que mi hombro me doliera. Caminé con dificultad hasta el sótano a esperar que Parrish se despertara. Cogí una silla plegable de metal de donde las escondía junto a la secadora, abrí la puerta del cuarto de Parrish y me senté frente a su ataúd. Lo que realmente quería era subir a tomar un largo baño caliente. Pero, como la única forma de llegar al interior de mi apartamento era por la escalera principal, decidí no correr el riesgo de exponerme. Este era el mejor lugar. Además, no podía darme el lujo de perderlo. Me quedé mirando su ataúd. El pino blando se había rayado y abollado en algunos lugares. En el "pie" se veían los restos marchitos de algún certificado de aprobación o de otro tipo. No podía decirlo, pero incluso podría haber sido un sello de inspector de aduanas. Si bien los detalles lo hacían parecer un poco más como un cajón de embalaje muy traqueteado, no pude evitar el visualizar el cadáver de Parrish en su interior. El olor húmedo del sótano empezó a darme la sensación de estar dentro de la cripta de alguien, aunque con baúles y un vestidor. Para distraerme, hojeé una revista de manga. Me tomó tres minutos para averiguar que estaba leyendo el cómic japonés hacia atrás, pero incluso el empezar a leerlo de nuevo no sirvió de mucho. Sin embargo, los bonitos dibujos me ayudaron a pasar el tiempo. Empecé a desear poder colarme arriba lo suficiente como para agarrar un poco de mi ropa o para ir a buscar ese nuevo libro de astrología en Neptuno que había empezado a leer o... cualquier cosa. Justo cuando estaba dispuesta a correr el riesgo, oí un crujido en el interior del ataúd.

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A pesar de saber que era Parrish, mi estómago todavía se estrujaba de la manera que lo hace con las películas de terror cuando las cosas que no se supone que ocurran, ocurren. Salté de mi asiento y me paré en la puerta. La tapa se movió hacia arriba, y solté un pequeño chillido. En todo el tiempo que Parrish había estado durmiendo en mi sótano, ni una sola vez lo había visto salir de su ataúd. Como no era más que una caja de pino claro, el ataúd de Parrish carecía de bisagras elegantes. La tapa encajaba perfectamente en la estructura de madera. Para salir, levantó la tapa y luego la arrojó a un costado. La parte superior se deslizó al suelo con un golpe. El interior reveló a Parrish en toda su gloria, él estaba completamente desnudo.

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Capítulo 8 - Escorpio PALABRAS CLAVE: Sexo y Muerte

No sé por qué esperaba que Parrish durmiera con ropa. Supongo que ponerse pijama antes de meterse en su ataúd se sentiría tonto, pero, entonces podría pensarse que se sentiría igualmente extraño desnudarse. Sin embargo, allí estaba él. Había pasado mucho tiempo desde que había visto desnudo a Parrish. Incluso acostado en una estrecha y rígida posición en el interior del ataúd, era un espectáculo para la vista. Había muerto antes de la era de la musculación y los entrenadores personales, por lo que su cuerpo estaba definido por el trabajo que hizo. Robar diligencias aparentemente causa poderosos brazos y piernas atléticas. Su estómago estaba tenso por el hambre y el ansia. Parrish se frotó los ojos y se rascó, pasando por todo el ritual de “un chico despertando“. No me había visto todavía. Me aclaré la garganta. Otros chicos podrían haber sido modestos, Parrish no. Él me miró a los ojos y se estiró lánguidamente, como un gato, desafiándome sin darse cuenta de la ondulación de los músculos a lo largo de su delgado cuerpo. Cuando me di cuenta de que mis ojos se deslizaban por su cuerpo para hacer precisamente eso, me sonrojé un poco. Él se echó a reír. -Buenas noches,- dijo con su mejor imitación de Drácula. Con un gruñido se impulsó a sí mismo fuera de su ataúd y caminó con los pies descalzos hasta la cómoda cerca de donde yo estaba sentada.-Eh, eh,- le dije, tratando de no mirar la parte suya que estaba ahora a nivel de mis ojos. -Quería advertirte, el FBI cree que mataste a los agentes. Y tienen la casa vigilada.Dejó de hurgar en la ropa. -Sangre.-

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Su cambio de tema parecía un poco brusco, pero de todos modos, traté de continuar. -Uh, sí, eso. Puede que tengas que salir esta noche…-Tú,- me interrumpió. -Tú fuiste herida.Mi mano se movió para proteger la herida de bala. -Oh, sí.- En un abrir y cerrar de ojos, con esa velocidad sobrehumana, de repente Parrish estaba arrodillado delante de mí. Casi me salgo de la silla plegable cuando lo encontré allí entre mis piernas ligeramente entreabiertas. Él agarró suavemente los costados de mi cara y buscó mis ojos. -¿Qué pasó? ¿Estás bien?- Me sentí muy consciente de mí misma con un hombre desnudo arrodillado entre mis muslos. Yo estaba consciente de mis rodillas tocando sus caderas, tratando de encontrar un lugar para mis manos que no fuera, bueno, justo ahí. -Supongo que me enteré de que después de todo, Lilith no puede detener las balas,- le dije con una sonrisa débil. -¿Te duele?-Uh,- le dije. Era difícil responder cuando podía oler el aroma de su cuerpo, una combinación fascinante de incienso y cuero. Tenía muchas ganas de levantarme y alejarme de la tentación de tocarlo, porque no sólo era un momento terriblemente inapropiado porque yo todavía tenía novio aunque estábamos "en un receso." Sebastian casi me había dado permiso para explorar mis sentimientos por Parrish. Aun así, dudaba que pasar mis manos por todo el pecho de Parrish, era el tipo de exploración que él tenía en mente. -No, eh, estoy bien.Mi hombro se había convertido en una especie de constante pero olvidable dolor. Era como si mis receptores del dolor hubieran tenido suficiente, ya no estaban para trabajar muy duro y sólo telefoneaban de vez en cuando. Parrish soltó mi cara y me frunció el ceño. -Podría ayudarte.-¿Ayudarme? ¿Cómo?- Sebastian había hecho un excelente trabajo vendando la herida. Yo no podía entender lo que Parrish podría ofrecerme, a menos que: -Sin sustancias ilegales, gracias. No con el FBI en mi culo.Él soltó una carcajada. -Nada de eso. ¿Te das cuenta de que mi sangre es bastante regenerativa?-¿Quieres que beba tu sangre? Parrish, soy vegetariana.-

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Con un movimiento de cabeza divertido, Parrish se levantó. Juro que él se quedó allí, justo en frente de mi cara, mostrando sus atributos viriles, tan sólo unos segundos más de lo necesario antes de volver a la tarea de recuperar la ropa de uno de sus baúles de viaje. -Bueno, siempre y cuando tú tengas tus prioridades en orden,- dijo. El baúl tenía menos de un metro de altura y no era muy robusto de aspecto. Estaba construido principalmente de pino que había sido pintado de negro. Tenía tiras de roble y protectores ornamentales de estaño bruñido en las esquinas, que asemejaban al bronce. Dos cintas de cuero anchas y muy gastadas mantenían las dos partes de la caja juntas. Cuando Parrish levantó la tapa, esperaba oler el cedro, pero no lo hice. Aunque evidentemente era una antigüedad, no estaba especialmente bien construido. Probablemente haya sido barato cuando era nuevo. Honestamente, no era muy diferente del mismo Parrish, pensé con una sonrisa irónica. Observé completamente fascinada mientras él se ponía la ropa interior de seda de leopardo más sórdida que jamás había visto. -No vas a usar esos en serio, ¿verdad?Se miró a sí mismo, considerándolo. Tuve que admitir que a pesar del modelo de mal gusto, el material realmente lo realzaba. Se aferraba como una segunda piel, apenas lo ocultaba. Entonces se dio cuenta de que lo miraba, y él dijo: -Sí, creo que lo haré.-No sé por qué te molestas en vestirte.- Entonces me detuve, dándome cuenta de lo parecido a una invitación que eso sonaba, sobre todo por la sonrisa lasciva que poco a poco se extendió por el rostro de Parrish. -Es decir, es posible que desees considerar permanecer escondido por un tiempo. Ya sabes, bajo perfil.Parrish torció la boca en una especie de sonrisa triste. -Ese no es realmente mi estilo, cariño.-Pero, yo hablaba en serio cuando dije que el FBI tiene el lugar vigilado. Están justo afuera.- él se puso unos pantalones vaqueros negros. -¿No me has oído? Dominguez cree que tú lo hiciste.- Se puso una camiseta negra, la cual aunque parezca increíble, parecía estar fabricada por Armani, y sacudió su pelo castaño rojizo. -Sí, y tarde o temprano va a conseguir a su hombre.-¿Qué quieres decir con eso?-

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-Esto significa, mi amor, que los voy a alejar de ti. Si ellos me han de perseguir, te dejarán en paz.-¿Por qué harías eso?- Me levanté de mi silla plegable cuando Parrish pasó junto a mí en su camino al otro lado de su ataúd. Intente cogerlo por la manga, pero él ignoró el contacto. Me quedé allí esperando una respuesta, pero estaba ocupado fijando la tapa larga y angosta nuevamente en su lugar. -Hey, ya sabes, no es que no aprecie el gesto, pero no tienes que hacer esto por mí,continué, cuando estuvo claro que él no me respondería. Se sentó sobre la tapa del ataúd y se puso los calcetines y las botas de motocicleta. -Lo que no te das cuenta, continuamente Garnet, es que yo quiero hacerlo.Oh. -No tienes que demostrarme nada siendo todo noble,- le dije, sin añadir, ya me recordaste que me amas más de lo que yo te amo. Cuando terminó de ponerse las botas, apoyó los codos en las rodillas y se quedó mirando el suelo por un momento antes de mirar hacia mí. -Me gustaría pedirte que huyeras conmigo si tuviera alguna esperanza de que la respuesta sería sí.- No tenía una respuesta para eso. Parrish se puso de pie y estudió la pared con el ceño fruncido. Entonces, él se acercó y golpeó el concreto. -Estúpido,- dijo, cuando él apartó la mano. -Tengo que lavarme. Y, dado que estoy a punto de arrojarme sobre mi espada por ti, ¿hay posibilidad de que pueda pedirte prestado tu baño?-Yo... uh.- Me detuve. No quería presionar el tema, pero Parrish tenía razón. Este no era el mejor lugar para este tipo de conversación. -Sí, vamos.- Si teníamos cuidado, los chicos de la camioneta no podrían vernos. Manteniendo la cabeza baja, subimos furtivamente por las escaleras. El pasillo principal siempre tenía una luz, así que, aunque el arrastrarme mató mi hombro, fue fácil avanzar. Cuando llegamos a la puerta de mi apartamento, tuve que agacharme en una posición rara para meter la llave y girarla. Lo intenté un par de veces a causa del dolor, pero al final conseguí abrirla. Parrish se agazapó en cuatro patas y se arrastró a través de la sala de estar como un infante de marina experimentado, me paré en la puerta por un momento, mientras mis ojos se acostumbraron a la

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oscuridad. En deferencia a mi lesión, caminé agachada hasta mi habitación. Al menos en esa habitación, siempre mantenía mis cortinas cerradas desde ese día en que vi al chico vecino mirándome desde su patio trasero. Probablemente podría encender una vela sin alertar a los chicos de afuera. Parrish se había deslizado en el cuarto de baño antes de que yo pudiera hacerle un gesto para que me siguiera. Cerró la puerta. Me detuve en mi cama y escuché el sonido de la ducha en la oscuridad. Barney saltó y dejó la cabeza en mi brazo hasta que cedí y la acaricié. Le rasqué las orejas y le acaricié el pelo hasta que ella canturreó de placer. Era agradable ser amado, pero sospechaba que ella en realidad quería recordarme que no la había alimentado en días. Cuando ella me mordió ligeramente en la mano, lo supe a ciencia cierta. Le di un empujón a Barney para sacarla de mi cama y me escabullí a la cocina a buscar agua fresca y croquetas. Una vez que había conseguido llenar los dos tazones, el volumen de su ronroneo multiplicado por diez llegó intercalado entre húmedas y devoradoras masticadas. Me senté en el suelo de la cocina escuchando a mi gata aspirar su alimento. Si Parrish se marchara, yo no podría volver a verlo. Yo tenía mucha fe en la capacidad de Parrish para evitar ser capturado, pero estos tipos eran del FBI. ¿Y si lo descubrían? Él era sobrenaturalmente rápido y mucho más fuerte que un chico normal, pero no era Superman. Más importante aún, no puede convertirse en niebla o transformarse en un murciélago. Si él fuera encerrado en una celda de la cárcel y saliera el sol, ¡puf! Eso sería todo. Si no lo capturaran, no podría volver aquí. Tendría que permanecer desaparecido durante mucho, mucho tiempo. Eventualmente, él dejaría de ser una prioridad para Dominguez, pero aún así sería una tontería arriesgarse. Una de las razones por las que Parrish tuvo éxito en su vida en el crimen, fue porque él era despiadado en cortar los lazos. Cuando él se iba, era para siempre. Mayormente, después de todo, yo era su punto débil. El ronroneo de Barney se detuvo bruscamente, y ella se sentó sobre sus patas traseras y empezó a lamerse su pata. El apartamento olía a romero, que había florecido en la terraza a pesar de mi negligencia. Desde donde yo estaba sentada debajo de los gabinetes, podía ver las flores de lavanda en forma de estrella bajo la luna plateada, no todo lo demás había ido tan bien en mi ausencia. El sándalo se había marchitado hasta ser una cáscara seca, ensuciando con sus semillas espinosas todo el suelo alrededor de la maceta.

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Viendo las fresas me acordé de todo el esfuerzo que había puesto en el hechizo de amor. Qué irónico, que era que fuera Parrish quien estuviera tan dispuesto a sacrificarse por amor. Barney vino por el suelo y se acostó a mi lado con un fuerte golpe. Ella ofreció su vientre gruñendo y ronroneando para que la acariciara. Bueno, pensé, había una cosa que podía darle a Parrish. No era precisamente lo que él quería, pero podía acercarse lo suficiente. Me arrastré hacia el baño, y tan pronto como estuve fuera de la vista de las ventanas traté de sacarme mis pantalones. Ellos no salieron con un gesto rápido y suave como yo me lo esperaba, y en lugar de eso terminaron enganchados en mis rodillas. Me caí de bruces. Lo que es peor, traté de amortiguar mi caída y me lastimé mi hombro. Yo estaba en el suelo con los pantalones alrededor de mis rodillas y gritando de dolor. -¿Garnet?- Parrish se inclinó sobre mí, chorreando agua sobre mi piso de madera y mi cabeza. Había agarrado mi toalla favorita azul claro y la envolvió alrededor de su cintura. No podía recuperar el aliento. Por suerte, yo había dejado de hacer ruido, o estaba segura de que el FBI hubiera derribado la puerta en cualquier momento. -¿Qué pasó con los pantalones?, - preguntó él, ayudándome a pararme. Cómo podría explicarle que parte podrida de mi cerebro había pensado que ofrecerle una follada era una buena idea, pero la diosa me llamó la atención de ese modo, salvándome de mi propia estupidez. No sólo Parrish hubiera visto mi intento de seducirlo como lo que era, sino que también hubiera traicionado innegablemente a Sebastian. Ambas ideas eran monumentalmente estúpidas. Había estado teniendo un montón de esas en los últimos tiempos. -¿Problemas de vestimenta?- jadeé. -¿Qué demonios significa eso?- Él me apoyó contra la pared del pasillo, mientras yo trataba de subirme mis jeans. Cada movimiento hacia que mi hombro me doliera. Me mordí el labio para no gritar. -Esto es ridículo. Mira cuánto dolor tienes, déjame que haga algo.Teniendo en cuenta lo que había estado imaginando que estaríamos haciendo en este momento, tuve que reír. Yo no habría durado dos minutos haciendo cualquier tipo de, digamos, ejercicio extenuante. ¿Qué había estado pensando? Oh, cierto. Yo

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no lo había hecho. Menos mal que algún poder superior había estado pensando por las dos. A veces la diosa intercedía de grandes y colosales maneras y otras veces, ella tropezaba en el pasillo y exponía su ropa interior de color rosa con volantes al mundo. Parrish, por su parte, no estaba al tanto de la broma. Él frunció el ceño. -Después de todo este tiempo, no confías en mí.Había conseguido subir mis pantalones alrededor de mis caderas y, a pesar de que mi ropa interior estaba metida hasta el culo y la cremallera todavía estaba abierta, simplemente no podía prescindir de la energía para ninguna otra modestia más que esa. -¿Tu mordedura realmente me sanará? ¿Sin hacerme una no-muerta?Parrish se sentó junto a mí, presionando la espalda contra la pared. Estiró las piernas, que eran significativamente más largas que las mías, y parecía estar admirando las uñas de sus pies en la oscuridad. -Sí.Barney entró y se sentó cerca de sus pies. Ella parpadeó sus ojos amarillos inocentemente y luego estornudó lo suficiente para pulverizar una fina capa de moco en nuestra dirección. -Uf,- le dije, dándole un empujón con un dedo del pie. -Puedes remarcar tu punto en forma mucho menos repugnante, ya sabes. Sé que las mordeduras de vampiros son mágicas.Barney se frotó delicadamente la nariz y se dirigió al dormitorio. Parrish negó con la cabeza. -Tienes una extraña relación con tu gata.Asentí con la cabeza, pero mi mente estaba centrada en las consecuencias de aceptar la mordida de Parrish. -Así que, si hacemos esto, ¿qué pasaría? Quiero decir, yo no me voy a convertir en una adicta a la mordedura, ¿lo haré?-Es posible,- admitió Parrish. -Pero tú no eres realmente de ese tipo, Garnet. En el peor de los casos, de vez en cuando se te antojara un filete raro.-¡Seamos serios!- lo interrumpí. Yo estaba nerviosa. No me importaba salir con ellos, pero yo no quería ser una vampiro. Parrish puso una mano húmeda sobre mi rodilla. -No tendrías que tomar mucho. Podríamos mantener las cosas de este lado del vínculo de sangre. Si jugamos bien ni siquiera tendrías que llamarme 'maestro'.Sonreí a pesar de la forma en que mis tripas se agitaban. -Te habría gustado eso, ¿no es así?-

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-Tú me conoces bien,- dijo, tocándome la nariz con un dedo brevemente. -Tú sabes que he hecho esto antes.Aunque estaba muy contenta de escuchar que no era un conejillo de indias en su experimento de transfusión de sangre, extrañamente me dolía escuchar que no era la primera. -¿Oh?-Él vivió una vida normal, y yo estuve junto a su tumba durante varios días. Él nunca se levantó.Vino a mi mente el ser enterrada viva, pero negué con la cabeza. -¿Estás seguro?-El cien por ciento.Sentí alivio y un poco de curiosidad. -¿Quién era él?-Alguien especial. Como tú.¿Como yo?- ¿Un amante?La expresión de Parrish no revelaba nada. -Alguien que vale la pena salvar.-Suena serio.-Lo fue.- Esperé, con la esperanza de conseguir la historia completa, pero no dijo nada más. -Yo…estabas bromeando acerca del filete, ¿no es así?-En realidad no. Probablemente descubrirás que también te quemas más fácil en el sol.-No.-Sí. Pero, como beneficio adicional, los poderes regenerativos se quedarán en tu sistema durante un par de meses. Con la temporada de gripe en alza, eso siempre es un plus.A pesar de que el último comentario de Parrish parecía más siniestro que reconfortante, me decidí a ir a por ello. -Confío en ti,- le dije finalmente. -De hecho, parece que estoy dispuesta a confiar en ti con mi vida.-Maldición, ya era hora.-

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Nos decidimos a "hacerlo" en mi dormitorio. Me aseguré de que mis cortinas estuvieran totalmente cerradas encendí algunas velas para entrar en ánimo, y francamente, para poder ver. Parrish me ayudó a meterme en la cama y luego, en una extraña inversión de lo que yo esperaba estaría sucediendo en este instante, desapareció en el baño para ponerse la ropa. Me las arreglé para conseguir ponerme mis pantalones vaqueros, pero el esfuerzo me dejó en una postura desgarbada en la parte superior de mi edredón verde y negro. Barney continuó registrando su desaprobación de mi decisión acechando debajo de un pliegue de la manta y de vez en cuando empujaba mi pierna con sus afiladas garras. Ni siquiera lo sentí, dado el dolor punzante en mi hombro. Me estaba preguntando si debía encontrar un poco de fuerza para deshacer la cama y poner un plástico para recoger cualquier pérdida de sangre, me refiero a que no quería arruinar el edredón, cuando Parrish se sentó a mi lado. Ni Barney ni yo lo habíamos oído entrar, y entonces ambas reaccionamos. Ella corrió hacia la ventana y me lanzó una molesta mirada femenina. Entonces, como si eso no fuera bastante vergonzoso, se me escapó una risita. Yo no podía creer que me sintiera como una colegiala ruborizada. A pesar de haber salido con dos vampiros, casi nunca había dejado que me mordieran. La cosa es que, contrariamente a lo que Parrish pensaba de mí, sabía que eso me gustaba. Mucho. Parte de mi envidia por los ghouls de Sebastián provenía del hecho de que podía muy fácilmente verme como uno de ellos. -Shhh,- dijo Parrish y apoyándose en el codo, se acostó a mi lado. Me acarició la mejilla con el dedo. La intimidad del gesto y la mirada intensa en sus ojos me hizo reconsiderar. -Yo no sé si esto sea una buena idea después de todo, Parrish.-Daniel,- dijo él. Luego, con un indicio de una sonrisa que apenas podía ver a la luz de las velas, agregó, -Quiero decir, si no vas a llamarme maestro, al menos debes usar mi nombre de pila.-Pensé que no te gustaba.-No me gusta,- dijo con una sonrisa. -Es sólo que me parece más apropiado, ¿no crees?-Sí,- le dije. -Daniel.Él tenía una sonrisa tan hermosa, incluso con sus colmillos extendidos. Sus rizos castaños rojizos brillaban en la tenue luz. Con la mano buena, le pasé los dedos por

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las hebras de seda. Parrish bajó la cabeza y me besó ligeramente en la parte superior de mi cabeza. A pesar de la suavidad del gesto, me estremecí ligeramente con anticipación. El dolor apuñaló mi hombro. Parrish se había retirado y ahora observaba mis reacciones con el ceño fruncido. -Demasiados juegos previos,suspiró. -Está bien,- le susurré entre dientes. -Puedo manejarlo, de verdad, de hecho, me gusta.- No llegué a terminar mi pensamiento. Sus colmillos se hundieron en mi cuello. ¡Mi cuello! Siempre había oído que las mordeduras en el cuello eran mortales. Podía sentir mi sangre latiendo al ritmo de mi corazón. El pánico se apoderó de mí. El cabello de Parrish cubrió mi rostro, haciéndome sentir de pronto sofocada. Su cuerpo estaba sobre el mío, fijándome efectivamente debajo. Me sentía atrapada. Comencé a luchar, sólo que a Parrish no le costó demasiado esfuerzo para retenerme. Entre el dolor abrasador y la mano que puso firmemente en mi hombro herido, no podía moverme. El pulgar de Parrish dibujó círculos lentos y firmes en mi hombro. O tenía un tic extraño cuando chupaba a alguien, o se trataba de una señal para que me calmara y confiara en él. Aunque juro que sentía que mi sangre brotaba en su boca, me decía a mí misma que él sabía lo que estaba haciendo. Si Parrish era un experto en algo, era en esto. Estabilicé mi respiré, pero, aun así, la confianza no se consigue fácilmente. De hecho, decidí que la mejor manera para enfrentar mi creciente miedo era ceder ante eso. Envolví mi mano sana alrededor de la cintura de Parrish, y le clavé profundamente las uñas. Tal vez si podía mantenerlo apretado lo suficiente, me sentiría segura. Parrish liberó mi cuello con un sonido húmedo y levantó la cabeza. Yo esperaba que estuviera manchado con mi sangre, una prueba positiva de que el edredón estaba manchado más allá de la reparación, pero no era así. Sólo tenía el más mínimo indicio de color rojo en su labio inferior, como si se hubiera manchado con un poco de lápiz labial durante el beso. Luego, se cortó su propio labio con su colmillo afilado. Parrish cubrió mi boca con un beso repentino y desesperado. El sabor cobrizo de la sangre llenaba mi boca. Debería haberlo rechazado, pero su pasión me distrajo. Me olvidé de cerrar los ojos, así que me quedé mirándolo, enfocados en la proximidad. Miré el aleteo de sus pestañas mientras su lengua se deslizó en mi boca. Fue un beso hermoso, excepto por la sangre salada. Empecé a alejarme, pero sus manos me sujetaban con firmeza. Además, su lengua comenzó a sondear mi boca en una forma que encontré irresistible, y yo no podía dejar de seguir el baile familiar, erótico. Mi mano se arrastró a lo largo de los músculos de la espalda, deleitándome con su firmeza, a pesar de la evidente tela entre nosotros. Nuestros labios se separaron y volvieron a encontrarse. Mis dedos se enterraron en

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su cabello. Me besó en la nariz, y luego regresó con pasión a mi boca. Dejé que mis manos vagaran a lo largo de sus hombros, su cintura, y viceversa. Debimos habernos besado y acariciado mutuamente durante veinte minutos o más. Había pasión en cada toque, pero no urgencia. Estuvimos explorándonos mutuamente como vírgenes, saboreando cada sensación. Todo esto sin habernos quitado ni una sola prenda de ropa. Me olvidé por completo que había sido mordida, yo sólo recordaba haberlo besado. Habíamos llegado al punto en las cosas que o bien íbamos mucho más allá, o teníamos que parar. Justo antes de que yo dijera algo, Parrish se apartó de mí y se puso boca arriba. -Eso debería durarte un par de meses, creo, dijo, como si acabara de reparar una ventana rota para mí. Estiré mi brazo lesionado experimentalmente. Pero no sentí dolor sólo la débil sensación de la cinta y el vendaje que me colocó Sebastian. -Gracias,- le dije, sintiéndome un poco incomoda ahora que todo había terminado. Las velas votivas en mi vestidor superior se habían consumido casi por completo, así que me levanté para ir a buscar más en la caja que guardo en mi cajón de calcetines. Parrish yacía en la cama con los ojos cerrados y los brazos detrás de la cabeza. Su expresión estaba en blanco, pero creo que sentí un poco de nostalgia en las comisuras de su boca. -¿Adónde vas a ir?- le pregunté. -No lo sé exactamente. Depende de la profundidad que necesite para enterrarme. Podría dormir por un tiempo, o podría ir a casa.Me senté en el borde de la cama. -¿Dormir? Estás hablando de algo que no es una siesta, ¿verdad?Abrió los ojos de golpe. -Estoy hablando del sueño de la muerte.Mi expresión debió ser confusa por lo que explicó: -Es una especie de letargo prolongado. Los vampiros mayores la utilizan para dormir una o dos generaciones, para no tener vecinos preguntando por qué no han envejecido. Te despiertas y te reinventas a ti mismo, me han dicho que funciona a las mil maravillas.-¿Nunca lo has hecho?Estiró los brazos y bostezó. -Nunca más de un año, y no fue algo intencional. Había planeado el sueño de muerte sólo un par de meses, pero la tentación de seguir en letargo es sorprendentemente fuerte.-

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Ufff. -Entonces,- le dije, -¿Cuál es tu plan, exactamente?-

Se sentó y apoyó la espalda contra mi cabecera. -¿Tengo uno?-Yo espero que sí.-Pienso dejar que el FBI sea quien dé el primer paso, en realidad. Planeo salir con normalidad, y si se me acercan, pues a correr.-¿Correr? ¿Ese es tu plan?Él me sonrió, como diciendo: -Inteligente, ¿no es así?-Parrish…- sentí la necesidad de añadir -…tienen armas.-En realidad tengo la esperanza de que disparen.-¿Qué?, ¿por qué?-Así puedo morir.- Tardé unos segundos para que las palabras de Parrish se registraran como otra cosa que no fuera completamente suicida. -He encontrado que la muerte evita todos esos honorarios legales caros,- dijo. -Por no hablar de la cadena perpetua.Incrédula, le miré fijamente a la luz de las velas parpadeantes. -Bueno, ¿tu plan?, apesta,- le dije, poniéndome de pie. Parrish se veía cabizbajo. -¿Por qué?-¿Piensas que ellos solamente se van a alejar de tu cuerpo muerto?-No, me llevarán a la morgue. Ahí es cuando tú me recogerás.Mi voz sonó chillona. -¿Yo?-Sí. No puedes dejar que me incineren o, peor aún, embalsamen. Entonces estaría realmente jodido.

-¿Por qué?,- le pregunté. -Quiero decir, lo de la cremación, el fuego es malo ¿Pero qué sucede si eres embalsamado?-Moriría. Piensa en ello, Garnet. Un drenaje completo de sangre y luego ¿formol bombeado en mis venas? Eso mataría a cualquiera. ¿No te has preguntado alguna vez por qué no ves a muchos vampiros post-Guerra Civil? Yo no sabía que no había ninguno, pero le seguí el juego. -No hay, ¿por qué?-

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-El embalsamamiento fue una práctica estándar para el envío de los muertos a largas distancias durante esa época. Por supuesto, ahora la mayoría de las personas son incineradas. Además, con el aumento del número de autopsias y todas las bóvedas de hormigón, no hay realmente ninguna manera de que un vampiro sobreviva todo el proceso después de la muerte.-¿No es legal el embalsamamiento?-No en Wisconsin. ¿Por qué crees que hay tantos vampiros aquí?¿Había muchos? En ese caso, ¿no debería cambiar Wisconsin su lema de “La tierra de los productores de leche de América7” por el de "Asilo Vampírico de Estados Unidos"? Parrish continuó hablando a la ligera, como si estuviera encantado de transmitir todo su conocimiento de las leyes post-mortem. -Hay otros estados que no requieren el embalsamamiento, pero gracias a los Amish, Wisconsin es sorprendentemente liberal respecto a los requisitos de entierro.-Está bien.- Esta conversación se había vuelto decididamente extraña. -Esto es por lo que no va a funcionar. ¿No sería más inteligente simplemente seguir corriendo?-No puedo evitar esto sin morir, Garnet. Al menos aquí, contigo, puedo controlar lo que pasa con mi cuerpo después.-¿Por qué me entregarían a mí tu cuerpo? ¿Y si hacen una autopsia?-Si me disparan y me muero, se conoce la causa de la muerte. Dudo mucho que hagan una autopsia en ese caso. En cuanto a la liberación de mi cuerpo, eres lo más parecido que tengo a una familia. Sólo tendrás que trabajar para convencer al agente Dominguez de que eres mi novia.-Esto es una locura,- dije, empezando a pasearme. Las velas hacían que mi sombra hiciera una danza desigual a lo largo de la pared. -Yo ni siquiera tengo un anillo.-Yo tengo.- dijo Parrish en voz baja. -Dos, de hecho. En mi baúl.¿Nunca se detendrán las sorpresas?-¿En serio?-Sí.- Esperé por más información, pero en cambio, él continuó, -Con un poco de suerte, van a encajar. Si no, podríamos usarlos en las cadenas alrededor de

N/T: “Dairyland”, Wisconsin es conocido de ese modo por ser uno de los principales productores de lácteos de la nación. 7

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nuestros cuellos. Podría ser más inteligente, ya que Dominguez nunca vio un anillo en tu dedo antes.-Esto es una locura,- repetí. -Demente.-Lo es, y muy peligroso.- Parrish se pasó los dedos por el pelo. Parecía sorprendentemente casual para alguien hablando de perder la vida. -Tu sacrificio no resolvería nada. Domínguez sabe que yo estaba allí esa noche.Parrish se enderezó. -¿Qué es lo que sabe exactamente?-Todo.- Parrish apretó los puños, y por un segundo pensé iba a saltar y a sacudirme. En su lugar, gruñó: -¿Estás loca mujer? Te dije que no confesaras ninguna cosa.-¡Yo no lo hice! No en voz alta, de todos modos. Él es psíquico.Eso causó que Parrish hiciera una pausa. Su ira se transformó en confusión. ¿Cómo? ¿Has dicho psíquico?- Cuando asentí, él dijo: -¿Leyó tu mente?-Me dijo que transmito un sentimiento de culpa cada vez que lo miro.Parrish torció su labio en una mueca que decía yo puedo ver eso. -¿Pero él no tiene nada más?-Bueno, él ha visto a Lilith.Escondí mi vergüenza sacando un par de jeans de mi armario. Ellos eran mi par de pantalones de chica-gótica rasgados y remendados en algunos lugares con hileras de alfileres de gancho. Los arrojé sobre la cama para cambiarme después. -Así es como me dispararon.Tumbado sobre su espalda, Parrish se mordió el labio. Mientras tanto, lancé un ajustado top de punto negro sobre la pila. Añadí aretes de pentáculo y había empezado a maquillarme cuando él dijo: -Eso nunca se sostendrá.-¿Qué?-Me refiero a Lilith, en la corte. Dudo que alguien siquiera creería que él es un testigo ocular. Él perdería toda credibilidad tratando de hablar de ella. Creo que mi plan podría funcionar. Si él ha construido un caso a mí alrededor, dejaré que me atrape.-

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A pesar de que yo había planeado vestirme para la ocasión, no me gustaba la idea. -Parrish, hay tanto que podría ir mal. ¿Y si no te disparan?-Tengo la intención de provocarlos. Confía en mí, soy muy bueno en hacer que la gente quiera verme muerto.Estaba segura de que eso era cierto, Parrish se estiró, como si acabara de despertarse, y se puso de pie. -Deberíamos irnos o podrían tener la tentación de entrar a buscarme. Normalmente estoy en la calle mucho antes. No quiero que nos encuentren juntos, porque entonces sabrán que me avisaste.-Está bien,- le dije, porque yo no sabía qué más podía decirle. Recordarle que su plan era estúpido no parecía disuadirlo, no importaba cuántas veces se lo repitiera. -Vamos a buscar los anillos y me iré.-Yo sólo quiero cambiarme,- insistí. Salió de la habitación y rápidamente volví a vestirme. Me tomó unos minutos eliminar toda la cinta adhesiva y la gasa de mi hombro. Era extraño ver sólo una pequeña arruga rosa justo por debajo de mi clavícula. Después de agarrar una camisa y ponerme un par de botas de combate, agarré una cadena de plata de mi caja de joyas y la enrollé alrededor de mi cuello. Soplando las velas, me reuní con él afuera, en la puerta. Nos deslizamos de la misma manera en la que habíamos llegado. Era mucho más fácil para mí gatear sin el dolor en mi hombro. -Algún día,- le susurré a medida que me deslizaba por las escaleras, -vas a contarme de ese amigo especial tuyo.Parrish negó con la cabeza. -Yo no beso y cuento. -¡Así que él era un amante!Parrish se llevó un dedo a los labios. -Si quieres saberlo, sí.Llegamos al pasillo en común. Las tablas del suelo crujían, así que nos movimos rápidamente. Parrish me miró por encima del hombro. -No me mires así. He probado casi todos los sabores. Ya sabes, tiendes a perder tus inhibiciones después de un par de siglos.Supuse que lo haría. Por supuesto, una cosa era pensar en tales cosas en teoría, otra era imaginarlo a un nivel personal. ¿Había estado Sebastián con un hombre? Él había estado por ahí alrededor de un millar de años, lo que lo hacía parecer mucho

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más probable. ¿Cómo me sentía por eso? Yo no podía decidirlo. Por lo tanto, me distraje con la otra pregunta que había estado ardiendo por preguntar: -Entonces, ¿tienes anillos? ¿Estabas casado?En las escaleras del sótano nos enderezamos, pero Parrish no encendió ninguna luz. Me agarró de la mano y traté de no pensar en todos los bichos que podrían estar arrastrándose a mis pies. -Sí,- dijo. -¿Cuándo?- Parrish no respondió, pero yo podía sentir la tristeza en su silencio. No lo presioné más. Cuando llegamos a su zona de almacenamiento, soltó mi mano. Tuve la sensación de que quería recuperar los anillos en privado, así que esperé en la puerta. La luz de la calle se filtraba desde la pequeña ventana encima de la lavadora e iluminaba suavemente los hilos de las telarañas polvorientas entre los tubos en el techo. Tan difícil como fue para mí imaginar a Parrish durmiendo con un chico, me costaba mucho más verlo ir hacia el altar. Cuando por fin salió de la habitación, tenía dos anillos de oro blanco en la mano. No pude evitar ser toda una chica cuando me ofreció uno. -¡Oh, Parrish, es magnífico!Él parecía orgulloso. -Oro de las Colinas Negras.Tomando mi mano en la suya, Parrish deslizó el anillo en mi dedo anular. Mi corazón dio un extraño flip-flop viendo la solemnidad con la que realizó el ritual tradicional. El anillo era de un tamaño demasiado grande o algo así, pero brillaba encantadoramente sobre mi piel. Extendí los dedos para admirarlo. Empezó a poner el otro anillo en su propio dedo, pero cerré mi mano sobre la suya. -Voy a hacerlo,- le dije. Al principio pensé que Parrish no me dejaría hacerlo, así que añadí. -Por favor. Quiero hacerlo.Soltó el anillo y me lo entregó. Estábamos frente a frente, y tomé su mano en la mía. Con dedos temblorosos le puse el anillo suavemente. Parrish no dijo nada. Ni siquiera estaba segura de que estuviera respirando. -¿Crees que, después de que todo esto termine...?. Quiero decir, ¿estaría bien si conservo este?,- le pregunté. -Yo sé que no es mío, es sólo que siempre me recordara a ti, y si tienes que estar fuera por mucho tiempo, me gustaría de verdad…Antes de que pudiera terminar mi pensamiento, sentí su mano en mi barbilla y me dio un beso suave pero sincero.

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-Me tengo que ir ahora, o nunca lo haré.Asentí con la cabeza. Había miles de cosas que quería decirle, pero lo único que salió fue: -Debes usar un abrigo. Hace frío.Me dio un último beso feroz. Cuando me soltó fue repentino, casi como un empujón. Ante la ausencia de sus brazos, me contuve a una misma. Él cogió su chaqueta de un gancho junto a la puerta. Lo observé encogerse de hombros para ponerse ese cuero desgastado y tan familiar y pensé en todas las veces que me había acurrucado contra eso. ¿Cuándo...?. Quiero decir, no vas a dejar que te disparen frente a mi casa, ¿verdad?-En realidad, me voy por la parte trasera.- dijo con una sonrisa torcida. Cuando no se la devolví, agregó: -No, Garnet, mi amor, no habrá un tiroteo aquí. Sospecho que me seguirán por el centro por un tiempo y luego decidirán acercarse a mí. Ahí es cuando tengo la intención de tornarme beligerante y correr. Voy a dejar que me persigan por un tiempo, para alejarlos y hacer que se convenzan de mi culpa y desesperación.- Miró hacia las escaleras, pero no hizo un movimiento para salir. -Así que esto es todo, entonces,- le dije. -Así es.- Fingiendo que necesitaba ajustar algo, extendí la mano para jugar con la cremallera de su chaqueta. -Me hubiese gustado que yo... voy a echarte de menos.Parrish no dijo nada, sólo se encogió de hombros, se apartó de mis manos y se alejó. Las lágrimas llenaron mis ojos mientras seguía su marcha por las escaleras. La puerta chirrió por sus bisagras oxidadas y luego se cerró. El aire frío de octubre rozó mi mejilla. Cuando una araña se dejó caer en mi pelo, me limpié las hebras de seda de su red delicadamente, hasta que estuve segura de que estaba en otra parte. Parpadeé en la oscuridad. Me di cuenta de que había estado de pie en el sótano, mirando a la puerta, por más de veinte minutos. Limpié mis ojos con los nudillos, y me dirigí al piso de arriba. Dudaba que pudiera dormir. Yo quería ir a alguna parte, hacer algo, pero ¿qué? Me arrastré hasta el pasillo principal y me asomé a la puerta principal. Tuve que ponerme de puntillas para ver a través del cristal. No pude localizar la camioneta por ningún lugar, pero eso no quería decir que mi apartamento no estuviera siendo vigilado. -Ellos se han ido del todo, hombre...Salté al sonido de la voz grave, aturdida. Sobresaliendo de la puerta de entrada del apartamento del primer piso había una greña de cabellos rubios lacios y descoloridos por el sol. Un rostro delgado y anguloso surgía entre los mechones de

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cabello, las patillas oscuras y una mata de barba desaliñada debajo de su labio inferior. Apenas podía ver sus ojos, aunque, dado el fuerte aroma a hierba que salía por la puerta, sospechaba que sus pupilas estarían enormemente dilatadas. -Tío,- dijo lentamente, como si yo fuera una retardada. -Te estoy diciendo que los F.B.I. han desalojado, se han pirado. Está todo claro. Vuelve a tus asuntos de siempre.Por alguna razón, esta declaración me hizo lanzar una especie de carcajada estridente y malvada. -Uh. Muy bien, gracias, vecino,- le dije. Él asintió sabiamente, me dirigió el signo de la paz, y desapareció de nuevo en su agujero. Wow. Yo nunca había hablado con mi vecino antes. Extrañamente, nuestro breve intercambio, realmente me hizo tener una disposición más cálida hacia el chico. Negué con la cabeza y fui al piso de arriba. Pensé en encender la luz cuando llegué, pero yo no podía fiarme en el chico porrero. Mientras me dirigía a la habitación para conseguir algunas velas más, me di cuenta de que mi contestador automático emitía insistentemente un destello rojo en la oscuridad. La primera llamada era de mi madre que se quejaba de tener que localizar este número a través de una serie de mis viejos amigos, queriendo hacerme saber que podrían tener que vender la granja. Puse los ojos en blanco, ella entraba en pánico cada dos años, al parecer. Además, añadió, un chico del FBI muy bien parecido vino a charlar un par de semanas atrás, y que no me preocupara porque ella y papá habían "mantenido las cosas bien". Típico de mi madre mencionar la visita del FBI a último momento. Ella no estaba siendo tímida, probablemente se había olvidado por completo unos diez segundos después de que la puerta se cerró sobre Domínguez. ¿La verdad? Digamos que otras cosas además de los huevos eran orgánicas en la finca de mis padres. Mis padres también eran drogadictos. La mayor parte del tiempo funcionaba bastante bien. Después de todo mantenían con éxito el rancho de huevos. Las relaciones interpersonales, sin embargo, no eran su fuerte. Cuando todo se vino abajo el Halloween pasado, había llamado a mis padres para decirles que yo estaba viva, pero que era necesario mantenerlo en secreto. Por mis esfuerzos conseguí un aturdido "genial", y me sugirieron que si quería mantenerme en contacto que debía usar la caseta de correo que habían instalado en uno de sus momentos más paranoicos. Yo realmente no les escribía, excepto en los cumpleaños. Yo los amaba, pero consideraba algo bueno estar distanciados. Sin

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embargo, si mamá había el esfuerzo de llamar, le devolvería el favor sólo para hacerle saber que estaba bien, bueno, pensé, tal vez debería esperar un poco para asegurarme de que eso era cierto. La llamada siguiente era de Sebastián, al menos supuse que era él. Sonaba como un gruñido enojado. Cogí el teléfono y apreté la marcación rápida. Cuando contestó, le dije: -No te enojes. Parrish se ha ido. Para siempre.Sebastián no dijo nada. El sonido de mi propia respiración era fuerte en el receptor, y me hizo preguntarme quién podría estar escuchando -Mira, ¿tal vez podrías venir más tarde?-Yo podría ir ahora.-No,- le dije. -Yo sé que vas a pensar que te estoy dejando fuera otra vez, pero... lo que necesito, oh, Gran Diosa,- le dije, odiándome a mí mismo por tener que recurrir a la terapia de hablar, -Necesito tiempo para procesarlo, ¿de acuerdo?-Claro,- dijo, y me habría gustado ver su expresión mientras lo decía porque su voz no era resueltamente plana. -Yo respeto eso.-Escucha, quiero hablarte acerca de esto,- le dije con sinceridad. -Pero, no por teléfono, ¿sabes?Él se rió en voz baja. -He vivido los años sesenta. Ya lo sé.No estaba del todo segura de lo que eso significaba, pero me gustó la sonrisa que podía oír en su voz. -¿Vienes en un par de horas?-Voy a estar allí.-Genial,- dije, y colgué. Caminé por el apartamento durante unos pocos minutos sin rumbo, entonces decidí que lo que realmente necesitaba era un paseo. Cogí el abrigo largo de cuero, me dirigí escaleras abajo y salí por la puerta. Después de comprobar si en la calle había coches o furgonetas que parecieran del gobierno, decidí que iba a tratar de encontrar un lugar para comer. Eran más de las diez, así que mis opciones eran cada vez más limitadas. Siempre podría regresar a la calle State y comer en un bar. Como vegetariana, a veces significa que tengo que comer aros de cebolla y fingir que no sé que han sido fritas en grasa animal. Ignorando por completo mi política, mi estómago gruñó. Las calles residenciales estaban tranquilas. Al pasar de un edificio victoriano de dos pisos, las luces brillantes en su interior me mostró destellos de la vida de otras

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personas, muebles de IKEA y grabados abstractos; la luz parpadeante y azulada de un televisor; cálidas paredes amarillas, cerámica campechana y estantes hechos a mano. Pisoteé las hojas que se habían juntado en el borde de la acera, haciéndolas crujir. El viento era fresco, la clase de temperatura que hace que abras bien tus ojos y me causó un rubor en mis mejillas. Los perros ladraban a través de las cercas de cedro. Un gato callejero se escabulló bajo un coche aparcado. En algún lugar a lo lejos oí el rugido de una motocicleta, y pensé en Parrish. Por debajo de mi camisa, el anillo de oro se sintió frío y suave contra mi piel. Yo esperaba que su loco plan funcionara. ¿Y si el FBI nunca me llamaba? Es decir, a menos que se las arreglara para decir antes de estirar la pata, “Por amor de la diosa, llamen a mi novia, Garnet,” ¿Por qué iban a pensar en mí? Tan pronto como llegara a un lugar con un teléfono, yo llamaría a Domínguez y le diría que Parrish se había escapado y que estaba preocupada de que hiciera algo estúpido (lo cual haría), y entonces tal vez, sólo tal vez, consiga que me llame, cuando Parrish finja tomar el salto del ángel. Pegado a la ventana del porche de una de las casas que era una tienda de dólar, había una versión de cartón barato de un vampiro, completo con pico de viuda y sangre goteando de sus colmillos. Me miraba con sus ojos ribeteados de negro. Me hubiera reído de lo ridículo de la cosa, sino me sintiera triste. -No consigues parecer realmente muerto,- le dije. -Ha, Ha.La figura de un cuervo posado encima de la farola era apenas discernible en la penumbra de la noche. Me detuve para mirarlo acusadoramente. -Me has estado vigilando.Se deslizó hacia bajo entrando en el círculo de luz tenue y saltó sobre un montón de hojas que habían quedado en el bulevar. Ladeando su cabeza, me lanzó esa inescrutable e impenetrable mirada fija que los cuervos han perfeccionado. -Me desagradas. Profundamente,- le dije, con la intención de continuar mi camino hacia el bar. Revoloteó delante de mí a la próxima farola. Me esperó y luego voló hacia una calle a la que yo no tenía intención de ir. Se sentó donde podía verlo y graznó ruidosamente. Estaba claro que yo tenía que seguirlo. Dudé. No tenía idea de que "lado" estaba este cuervo. Que fuera una herramienta del sacerdote vudú parecía bastante probable, pero no había hecho nada en concreto para hacerme daño, aún. Tenía la curiosidad suficiente como para querer saber adónde me llevaría, pero era lo suficientemente sensata para pensar que

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quizás la cena y una cerveza eran una idea mejor. El cuervo se dio cuenta de mi indecisión y saltó con impaciencia. Negué con la cabeza y apunté en dirección a mi cena. Lanzándose de un salto al aire, se precipitó por encima de mi cabeza, haciéndome agachar. Si no obedecía, la maldita loca cosa alada iba a arrearme en manada como un perro pastor. -¡Muy bien! ¡Está bien!,- lo dije. -Voy a ir.Jugamos el juego de farol durante varias cuadras. Después, pensé que lo había pedido de vista cuando llegamos a la calle Regent. Los focos de una gasolinera emitían un brillo surrealista sobre toda la esquina de la cuadra. Yo miraba buscando las plumas negras entre las bombas de colores brillantes y los anuncios de cigarrillos y cerveza. Miré al techo inclinado, pero lo único que vi fue el cielo oscuro. Sin saber qué más hacer, seguí caminando. Justo después de la calzada y fuera del alcance de la luz artificial de la estación de servicio, el cuervo graznó, sorprendiéndome. Se encaramó sobre una señal de parada de autobús. Hice una pausa, esperando a que me mostrara adónde ir después. Mientras miraba hacia arriba él comenzó a acicalarse sus plumas. Eché un vistazo al banco y luego al pájaro. -¿Quieres que tome el autobús?El cuervo se balanceó sobre su cuerpo en una afirmación. Bueno, pensé mientras me sentaba, me imagino que debería sentirme aliviada de que el brujo vudú no fuera mi vecino. El frío de las tablillas del banco de plástico penetraba a través de un desgarrón en el muslo de mis jeans. Me pregunté cuánto tiempo le daría a esta aventura tonta antes de que me arriesgara contra el pico y las garras. Con un chirrido y un silbido de frenos gastados, el autobús anunció su llegada. Saqué el cambio correspondiente de mi bolso y me subí. El conductor del autobús me miró como si pensara que las de mi clase significaban problemas. A pesar de ello, logró un saludo bastante agradable, que devolví y encontré un asiento cerca. Las puertas se cerraron. A través de la ventana, vi que el cuervo levantaba vuelo. Cuando el autobús se unió de nuevo al flujo de tráfico, me preguntaba cómo iba a saber en dónde bajar. Pasamos los últimos centros comerciales a oscuras, bares turbios y las parpadeantes luces de neón de los salones de tatuaje. Pegué mi nariz a la ventana. Pensé que había visto unas alas extendidas en el estacionamiento de un supermercado de una cadena, pero no podía estar segura. ¿Qué estaba haciendo aquí? Parrish estaba afuera, tratando de hacerse matar, Diosa. Quería estar allí, no dando vueltas en un autobús sucio hacia el sur de la ciudad. Lo que realmente quería estar haciendo era ayudando a Parrish de alguna manera. Me sentía tan

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inútil y tan responsable de todos sus problemas. Aunque yo no era mucho de rezar, decidí decir una rápida oración a Athena. Había sentí su presencia, su toque en el pasado, cuando yo estaba desesperadamente necesitada de protección, y su asociación con la justicia de alguna manera parecía apropiado. -Protégelo,- le supliqué. -Llévalo bajo tu tutela.Dejé escapar un suspiro, con la esperanza de calmarme. En vez de eso, movía mis pies, inquieta por hacer algo, por ir a alguna parte. Oh, a la mierda, pensé, reclinándome de nuevo contra el respaldo de metal. Me bajaré en el próximo restaurante que vea…incluso si se trata de un McDonald’s. Sólo había una persona en el autobús. Una mujer que llevaba un suéter gris con capucha, a unos asientos delante de mí en el lado opuesto. Su cabeza se movía con el ritmo de cada golpe y empujón, como si estuviera dormida. Siguiendo un impulso la miré fijamente. Bajo el resplandor extraño demasiado brillante de la escasa luz del autobús, era difícil leer su aura. Una cosa era cierta, maldición, no era por la poca luz. Estaba muerta. O casi. Zombie. Bueno. Eso sin duda era conveniente. Eché un vistazo a la ventana, buscando de nuevo al cuervo. Todo lo que vi fue mi propio reflejo en el cristal oscurecido. Sentada en mi asiento, descansé mis antebrazos contra los asientos delante de mí. Hundí la nariz en las mangas de cuero, preocupada. Originalmente había asumido que el cuervo era un espía. Yo había conocido a muchas brujas, especialmente a las que practican el chamanismo, que podían en cierto modo, estar fusionadas con un animal durante períodos cortos. Sin embargo Mirar y Ver, eran dos cosas diferentes. Para ser capaz de sentir el patrón del universo, para predecir que el zombie estaría en este autobús y se encargara de que yo también estuviera allí... bueno, ese era el tipo de cosas que normalmente atribuimos a la propia Diosa. Ya saben, una coincidencia. Destino. Suerte. De pronto tuve esa sensación de que se suponía que debía estar aquí y que si el cuervo trabajaba para alguien, era para ella. La zombi solicitó la parada. Se levantó muy lentamente cuando el autobús se sacudió bruscamente. Estábamos en un barrio que no reconocí. Las puertas se abrieron delante de un complejo de apartamentos. A medida que la zombie

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arrastraba los pies por el frente, tuve mucho tiempo para salir por la puerta de atrás. El autobús se fue con una ráfaga caliente de humo de combustible. Yo me quede dando vueltas junto a un ginkgo desaliñado. El tronco del árbol era tan grande como una lata de refresco, y se tambaleó precariamente cuando me apoyé en el. Traté de mirar discretamente, pero no tenía que haberme molestado. La zombi ni siquiera miró en mi dirección, ella solamente avanzaba pesadamente hacia adelante, un paso a la vez. La seguí, y pronto me di cuenta de que caminando a mi velocidad normal la había superando en cuestión de segundos. Cuando intenté igualar su modo de andar, era evidente que estaba detrás de ella. Pensé en tratar de actuar como una borracha, pero cuando lo intenté, me sentí tonta, y entonces parecía una especie de detective borracha. Ni siquiera estaba segura de que eso le importara. Hasta ahora, la zombie no me había prestado atención. Por lo que yo sabía, podía ir con ella y entablar una conversación mientras me llevaba de vuelta a la guarida del sacerdote vudú. Si era allí adonde ella se dirigía. Los trozos de unos cristales rotos crujían bajo los pies mientras caminábamos. Las aceras eran de concreto y asfalto hasta llegar a la cuneta. Unos agujeros habían sido hechos para plantar Fresnos de montaña que, a pesar de la rejilla de hierro forjado que rodeaban sus troncos, eran grandes y tenían racimos de bayas. Las farolas se habían convertido en el tipo de las que se encuentra en la carretera, con bombillas halógenas que emitían todo tipo de tintes verdoso y proyectaba sombras alargadas a mis pies. Ella dio la vuelta, atravesando un patio de una escuela primaria. Me quedé atrás de los juegos infantiles mientras ella seguía a través del pasto apisonado y la arena del campo de béisbol. Más allá de la alambrada, las farolas eran escasas. Corrí por el suelo apisonado antes de que la oscuridad se la tragara. Las casas eran todas de la posguerra y estaban agrupadas en filas apretadas. El mantenimiento del césped, sin embargo, parecía ser opcional. El Diente de león era la flor elegida del barrio, y los árboles rápido crecimiento como la morera y el espino cerval crecían en abundancia, invadiendo los caminos y los cimientos. Aun así, de vez en cuando, alguna de las residencias estaba engalanada para Halloween, con pulcros jardines pequeños y gnomos de concreto pintados. Fue en una de éstas que el zombie se volvió. Dos flamencos rosados guardaban un macizo alto de flores, y bolsas de plástico de basura de color naranja brillante con la cara de la calabaza de Halloween rodeaban la casa.

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Tomé nota de la dirección y seguí caminando. Mientras rodeaba la manzana traté de decidir qué diablos hacer. Consideré el enfoque audaz. Ya saben, el loco, donde sólo me acerco a la puerta y llamo y abre el hechicero vudú. Lo que imaginaba que sucedería después tendía a implicar lanzar acusaciones y a mí en el extremo receptor de un hechizo muy malo. Después de todo, siempre he considerado que el vudú está en su propia liga, y, por lo menos, es algo en lo que yo personalmente nunca quise meterme. Y esto proviene de una mujer que había hecho un vínculo con Lilith, la reina de los demonios.

Sí, pensé, mientras las sombras retorcidas de un seto de espino cerval pasaban sobre mí, irme a casa y pedir una pizza estaba sonando cada vez mejor. Aun así, mantuve mis ojos fijos en la casa mientras pasaba. La cual es probablemente la razón por la que me topé de bruces con William.

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Capítulo 9 – Sagitario PALABRAS CLAVE: Filosófico e Insistente

- ¿Qué demonios estás haciendo aquí?, - preguntamos al mismo tiempo. Retrocedí un paso y me crucé de brazos, lanzando a William mi mejor mirada de "jefe", esperando, sin duda, que él cediera bajo el efecto fulminante y empezara a hablar. La verdad del asunto es que yo realmente no quería empezar nuestra conversación con "Seguí a un cuervo hasta aquí, ¿sabes?". - Yo vivo aquí,- dijo él, deslizando sus manos en los bolsillos de sus pantalones vaqueros bajos a la cadera. La cintura era tan baja que sólo las puntas de sus dedos encajaban. Miré la casa frente a la que estábamos de pie, la de los flamencos rosados ¿Tú vives aquí?-

-

William se encogió de hombros. - Prácticamente.Así como el coche, que era algo suyo. - Tu novia, - le dije, recordando de pronto a la sacerdotisa vudú. - ¿Lo sabe Izzy?Él se mordió una cutícula. - Ella debería saberlo, fue quien nos presentó. - Ante mi mirada en blanco, añadió, - Maureen es prima de Izzy.- ¿La prima de Izzy es la sacerdotisa vudú que ha estado haciendo todos los zombis?William se rió. - ¿Zombis? No tengo ni idea lo que estás hablando. Claro, ella practica el vudú, pero en forma benigna.-

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- Ha, - dijo el cuervo cuando aterrizó en el arce plateado en el bulevar, y yo estaba de acuerdo. Aunque yo lo quería mucho, William no era el mejor juez de carácter, especialmente cuando se trataba de novias. - Oh, - dije, tratando de ocultar mi escepticismo con un tono ligero. - Genial.Los hombros de de William parecieron relajarse, y capté el destello de una sonrisa a la luz de la luna. - Sí, he estado aprendiendo mucho de ella.Yo no quería ni tocar ese tema. - Así que, uh, nunca me contaste lo que estabas haciendo aquí, - exclamó William. Tú estás haciendo una especie de largo camino a casa.Media docena de mentiras vagamente plausibles revolotearon por mi cabeza, pero este era William. Mirando su rostro serio, tuve que decirle la verdad. - Un pájaro me condujo hasta aquí.- Aw, - dijo el cuervo, como si hubiera esperado una mejor respuesta, o tal vez objetó ser identificado meramente como un pájaro. La vehemencia de la respuesta de William me sorprendió. - Esos putos cuervos.- Argh, - replicó el cuervo y levantó vuelo con un sonoro aleteo de alas. - Sí, y no regreses, - masculló William. Me dijo para mí, - ¿Ya ves cómo es? ¡Ellos nos persiguen!Los cuervos, es verdad, por lo general tienen una mala reputación. Con frecuencia son asociados con la destrucción y/o los dioses y Diosas de los campos de batalla, porque se alimentan de cosas muertas, carroña. Tampoco ayuda el que sean inteligentes, astutos, y que tengan una afición por las cosas bonitas y brillantes de otras personas. Pero los cuervos son inteligentes, son de las aves más inteligentes. Ellos también tienen una serie de características sorprendentes, incluyendo expresiones de dolor. Ellos (y sus primos, los grajos), son dioses embaucadores en ciertos mitos nativos americanos. La diosa Hécate, Reina de las Brujas, a veces es asociada con un cuervo. Así que por eso me desconcertó escuchar a William maldecir con tanta ira al cuervo.

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Y eso hizo que me convenciera cada vez más que lo que esta mujer Maureen estaba enseñándole a William, no era bueno. Quería golpearla por corromper a William. Me esforcé mucho por mantener todo eso fuera de mi voz, y le pregunté, ¿Están teniendo problemas con los cuervos?-

-

- Digamos simplemente que no eres la primera persona que el maldito pájaro trajo aquí.Me alegré por la oscuridad porque, de otro modo, no tenía ni idea de lo que William leería en mi expresión. Me pregunté qué había pasado con los demás. ¿Eran todas brujas, como yo? Por lo menos, tendrían que ser la clase de persona que seguiría voluntariamente un cuervo por la ciudad, lo que las hacía locas o con algún tipo de sensibilidad. - Apenas puedo salir a la calle sin ser bombardeado en picada, - dijo William Y tú viste lo que pasa si yo siquiera menciono a mi novia….- William se estremeció, mirando al cielo. - ¿No te parece todo esto una mala señal? - Yo no pude dejar de señalar lo que me parecía que era evidente. Los hombros de William se enderezaron. - Está claro que la magia que estamos estado practicando aquí molesta a alguien.Sí, pensé, alguien con una "A" mayúscula. - Es posible que tal vez tu novia está... No tuve la oportunidad de terminar la frase. La luz del porche se encendió y la puerta mosquitera se abrió con el chirrido de bisagras oxidadas. - ¿Billy, cariño? ¿Eres tú?- A pesar de la calidez en su voz, su voz hizo que los dos saltáramos sorprendidos. - ¿Con quién está hablando?William dio un paso un poco más cerca del porche. - Siento llegar tarde, Mo, - dijo él. - Mi amiga Garnet está aquí.- ¿La que fuiste a rescatar? Genial. Entra, - me dijo ella. - Estamos a punto de sentarnos a una cena tardía. ¿Quieres unirte a nosotros?-

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Realmente no podía ver a Maureen, recortada como estaba por la luz de la sala, pero su voz era puro encanto sureño. Pude ver por qué William/Billy-cariño, se había enamorado, ya que me sorprendí diciendo, - Suena delicioso. ¿Estás segura de que no te importa?- Cuantos más, mejor, como siempre digo, - dijo ella, y por alguna razón esto la hizo reír de una manera gutural y sexual. Mientras seguía a William por la acera, mi piel se tensó a lo largo de la parte posterior de mi cuello. La mosca entraba en el refugio de la araña. Maureen, o Mo, como ella insistió varias veces que la llamara, era, de hecho, guapísima. Era irritante, en realidad, lo mucho que ella se parecía a una modelo. Ella tenía la misma tez impecable de color moca que siempre hacía que Izzy luciera muy parecida a Nefertiti, pero su cabello era una mezcla fascinante de bucles rubios apretados, que caían un poco por debajo de sus hombros. Incluso a esta hora y en la comodidad de su propia casa, ella llevaba un vestido tubo ceñido al cuerpo en un dorado brillante tan artificial como su tinte, pero igual de llamativo. Realmente, Mo debería haberse visto inútil brincando en ese vestido y con zapatos de tacón entre el alfombrado peludo y el linóleo, pero de alguna manera lo lograba. Tal vez era por su altura o su constitución esbelta, pero casi pareció regia cuando hizo un gesto para que tomáramos nuestros lugares alrededor de la mesa de roble del comedor. Noté, sin siquiera con un mínimo de sorpresa, que un lugar ya había sido puesto para mí. Toda la casa olía a curry. Un hombre… ¿otro amante?, salió de la cocina llevando una olla grande, que él sostenía con agarraderas gruesas en cada mano. Miré lo que yo había asumido que era un plato extra. Ah, me di cuenta, éste era suyo. Él me sonrió, y, una vez que la olla fue depositada de forma segura en el centro de la mesa, me ofreció una mano. - Soy Ethan, - dijo, mientras le daba la mano. - Secundario.- Garnet, - le dije, resistiendo el impulso de decir "Primaria", ya que no tenía ni idea de lo que él quiso decir con su comentario.

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- Voy a buscar otro plato. - Ethan era lo que mi madre podría clasificar como un "hombre joven agradable". Estaba a principios de sus veinte años, era delgado y esbelto. Su cabello y sus ojos eran del color de la arenisca, y tenía una naturaleza tímida y reservada a su alrededor, que me hizo imaginarlo al instante como un contador o un ministro Episcopal. ¿Podría verme a mí misma reproduciendo esta escena con Sebastián y sus ghouls? ¿Sería capaz de pedirle cortésmente la mantequilla a alguien que sabía que tuvo algo que ver con mi novio? ¿Cuán incómodo sería cuando empezaran a bromear con insinuaciones sexuales en torno a la mesa? Negué con la cabeza. Tuve que darle un poco de crédito a William, él lidiaba tan maduramente con todo esto. William inspeccionó el contenido del cucharón antes de servirse una gran porción. Por lo que pude ver, teníamos una especie de guiso de pescado al curry. Ethan se excusó para ir a buscar el pan recién horneado del horno. Cuando Ethan colocó una rebanada de pan francés crujiente en mi plato, Mo se acercó a mí para susurrar con complicidad, - ¿Te das cuenta por qué Ethan es un tesoro?Sonreí cortésmente, pero no podía quitarme la sensación de que comer cualquier cosa en la casa de la sacerdotisa vudú era una idea extraordinariamente mala. Lástima que mi estómago retumbando no pudo mantener su opinión para sí mismo. Mo rió. - Pareces hambrienta, querida.No me gustó el uso del mote familiar, sobre todo porque era el favorito de Parrish, ni me gustó la forma persistente en que su mano tocó mi antebrazo. - Me salté la cena, - le expliqué, para no parecer grosera. - Bueno, cuán afortunada eres al terminar aquí.William resopló, y luego me sorprendió completamente. - La trajo el cuervo.Le di una dura patada en las espinillas por debajo de la mesa.

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Mo me frunció el ceño. - Ya veo, - dijo fríamente. Ella arqueó su ceja helada para darme un vistazo que hizo que mis dientes asomaran y mi sentido arácnido hormigueara. De alguna manera yo sabía que ella había comprobado mi aura. - Sí, bueno, - dije, ¿ves algo que te gusta?La sonrisa espeluznante regresó. - Oh, cariño, no tienes ni idea.Lilith se tensionó a través de mi estómago. Yo casi podía oír su gruñido. Ethan contuvo el aliento. Un gato, que había estado descansando sobre un radiador cercano, dio un salto y siseó. Mo se persignó. Y William removía distraídamente el pescado y las patatas. - Tú sabes que me molesta completamente cuando coqueteas con gente nueva mientras Ethan y yo estamos sentados aquí, - dijo él, con los ojos fijos en su plato. Mo rió como si el reclamo de William la complaciera. - Eres tan lindo cuando estás celoso.Miré a William. Rechinaba los dientes por la ira y un rubor floreció a través de sus pómulos. - Yo casi no tengo mucho tiempo para estarlo tal como están las cosas ahora.Oops. Entonces otra vez, tal vez la madurez de William era una fachada. - No estoy precisamente tomando de nuestro tiempo juntos para coquetear,respondió Mo. - En realidad, - dijo William, encontrando su mirada con vehemencia, - tú lo haces, siempre que haya carne fresca, yo bien podría ser invisible.Bueno, William tenía ciertamente toda nuestra atención en este momento. Seguía sintiendo que tal vez debía excusarme de presenciar esta disputa domestica, pero yo estaba metida entre la mesa del comedor y el bufet. El acto físico de salir causaría una conmoción. Entonces, lo pensé otra vez, tal vez eso era exactamente lo que esta fiesta necesitaba. Me levanté de la mesa. - Simplemente lo olvidé. Tengo que estar en otro lugar.-

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- Déjame mostrarte la puerta, - dijo Ethan, poniéndose de pie tan rápido como yo. Antes de que William o Mo pudieran abrir sus bocas para protestar, estábamos a mitad de camino atravesando la sala de estar hacia la puerta. - Solamente otro día en el paraíso, - dijo Ethan en voz baja. - Fue un placer conocerte. Asentí con la cabeza, distraída por una idea repentina: ¿dónde estaba la zombi que vi entrar aquí?- La comida era deliciosa, - le dije, aunque yo apenas la había probado. - ¿La cocinaste tú mismo?Él negó con la cabeza. - Yo sólo soy el panadero.- ¿La hizo Mo?- Mira, yo puedo conseguirte la receta si lo deseas. - Sonaba un poco irritado por mis preguntas. - No, está bien. Sólo era curiosidad.- Sí, bueno, me tengo que ir a mediar la Tercera Guerra Mundial allí, - dijo, señalando con la cabeza en dirección a la sala comedor. Le di una sonrisa comprensiva. - ¿Por qué aguantas esto?- ¿Estás bromeando? Vivo para eso. Es un mejor drama que cualquier otro de la televisión.Le deseé suerte y me dijo adiós. Salí a la calle y seguí caminando hasta que oí el golpe de la puerta mosquitera. Caminé unos pasos más antes de darme la vuelta y bordear el camino hacia la parte posterior de la casa. Me escabullí en torno al seto de un vecino y me asomé a la ventana de la cocina de la casa de Mo. Todo lo que vi fue una cocina vacía llena de figuras kistch de Holstein. ¿Adónde se había ido la zombi? La otra ventana reveló un dormitorio bastante ordinario. Una lámpara cerca de la cama había sido dejada encendida, así que podía ver claramente la mayor parte de la habitación. Al parecer, Mo tenía una predilección por el dorado y el púrpura, ya

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que la cama estaba vestida con mantas y almohadas de esos colores. Una de las paredes sostenía una repisa de animales de peluche espeluznantes y lindos, al igual que peluches de perro casi realistas con cabezas de gran tamaño, pero todavía no había señales de la zombi. ¿Dónde estaba ella? Unas tablas altas cercaban el patio trasero. Exploré a lo largo del perímetro, buscando un nudo en la madera o alguna otra manera de ver el interior. Estaba demasiado oscuro para distinguir otra cosa que no fuera un patio de losa de concreto, una mesa de picnic y una parrilla a gas. El garaje estaba separado, era moderno y fácilmente podrían caber dos autos. Era casi tan grande como la casa y no tenía ventanas. Sintiéndome un poco culpable, pasé por encima de una cerca de alambre de gallinero de altura media y caminé a través de algunos crisantemos en el patio vecino. Me arrastré de vuelta al callejón a lo largo de la cerca de Mo. La bombilla en el farol del callejón estaba rota, por lo que la única luz provenía de la luna. Unas tinas marrones y tarros de basura revestían el callejón de a montones. El olor de algo podrido permanecía en el aire. Entonces lo escuché…el roce de los pies, y un gemido bajo, triste. ¿Mo guardaba sus zombis en el garaje? Probé la manija para levantar la puerta metálica enrollable. No me sorprendió que estuviera cerrada con llave. Sentí un pinchazo agudo en la barriga. Lilith me recordó que hasta ahora no se había hecho una cerradura que pudiera detener a una diosa. Con la mano en el cerrojo, respiré profunda y lentamente, concentrándome. Sentí que un temblor subía por mi torso, hasta mi hombro y mi brazo. El calor se vertió a lo largo de mis venas. El poder se sentía como una droga que se propagaba y golpeaba mi sistema. Ah, había pasado mucho tiempo desde la última vez que había llamado a Lilith. Dejé que la sensación embriagadora me llevara lejos. Caí en un olvido negro y acogedor.

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Cuando mis ojos se reenfocaron, la manija estaba en posición vertical, abierta. Unas volutas de vapor se alejaban de la palma de mi mano. Tiré de la puerta tentativamente. Rodó hacia arriba con facilidad. La levanté hasta por encima de mi cabeza, le di un empujón y siguió hasta el techo. En el interior, rodeado de zombis, estaba el escarabajo VW negro. Debía de haber una docena de ellos. Estaban sentados en sillas plegables con las manos en el regazo. Miraban fijamente al frente, sin pestañear. Reconocí al deportista de hockey, la camarera del Deli y la pasajera del autobús con capucha. Ninguno de ellos habló o inclusive registró mi presencia. Apilados en la esquina al lado de un banco de herramientas había una colección de azadas, hachas de pico, y palas, todas con costras de barro. Parecía que había una pila de alguna cosa en la mesa. Di un paso más de cerca, con mis ojos fijos en los zombis. Ninguno de ellos se movió, aunque noté una cantidad de ojos siguiéndome. Estaba más oscuro en el interior del garaje, y muy maloliente. Contuve la respiración y traté de determinar qué era lo estaba sobre la mesa, pero mis ojos fallaron. Yo alargué una mano y me encontré sosteniendo anillos y papel con la textura y la sensación de los billetes. Un zombi gimió. Dejé caer lo que estaba en mi mano. De todos modos, no estaba segura de querer tocarlo. Considerando lo que Domínguez me había dicho sobre el dinero con que el zombi me abonó, probablemente era antiguo, y, considerando su proximidad con las palas fangosas, eso podría significar que fue saqueado de la tumba de alguien. Ante eso, lo único que pude decir fue, - Ewww.Yo iba a sacar a William de esa casa. Ahora. Retrocedí lentamente y busqué por el borde de la puerta hasta que encontré la manija. Cerré la puerta a los zombis. El pestillo colgó en un ángulo que claramente sugería que se había roto y traté de enderezarlo un par de veces antes de rendirme. Nadie iba a robar nada de este garaje. No con todos esos zombis allí sentados. Después de quitarme un pendiente y meterlo en mi bolsillo, corrí como loca hasta la puerta principal. Golpeé con mi puño hasta que noté una campanilla. Mo respondió. - ¿Has vuelto? ¿Hay algún problema?-

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- Creo que he perdido mi pendiente, - le dije. - Llegué a la parada del autobús y me di cuenta de que me faltaba. Probablemente no está aquí, pero… ¿Te importa si lo busco?- Me toqué la cuenta de cráneo restante con la punta de mi dedo. - Estos son mis favoritos. Es algo sentimental, de verdad.Mo ni siquiera me miró dos veces, ella lo compró totalmente. - Claro que sí, querida,- dijo. - Yo sé lo que es eso.Cuando entré, me dio una mirada de apreciación que me hizo sentir casi desnuda, y una sonrisa que decía “tú lo dejaste caer a propósito para venir de nuevo aquí, ¿no es así?”. - Uh, - dije, sintiendo que un rubor se arrastraba hasta mis orejas. - Sólo voy a revisar por el suelo.- Hazlo,- dijo ella, mirando mi espalda. William salió de la cocina con un paño de cocina colgado de su hombro. Cuando él me vio, tuvo la decencia de parecer disgustado. - Oh, eh, Garnet.- Ella perdió su arete, - le explicó Mo.

- Uh, déjame ayudarte, - dijo él. Le dirigió una mirada a Mo con los ojos muy abiertos que parecía dar a entender que quería estar un momento a solas conmigo. Sorprendentemente, ella accedió. - Voy a estar en la cocina, - dijo ella, con una última mirada decepcionada en dirección a mí. La puerta vaivén aún no se había cerrado antes de que William dijera, - Lo siento, Garnet. Estoy completamente entregado a mis instintos más primitivos. Es difícil sacudirse el cerebro de lagarto, ¿sabes? Es asquerosamente instintivo… este repugnante deseo de proteger a una compañera de todos los demás competidores.¡Diablos! - Uh, sí, claro, - le dije. - En serio, Garnet. Actué como un Neandertal… bueno, en realidad Homo sapiens, lo que técnicamente soy, ya que los Neandertales eran una especie completamente diferente, pero el punto es que lo siento.-

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Vi el salero y el pimentero en el buffet. Nunca podía recordar cuál se suponía que era la sal, la que tiene dos agujeros o muchos. Entonces, agarré los dos. - ¿Estás robando la plata?,- preguntó William incrédulo. - No. Un préstamo. - Metí los saleros en mi bolsillo. - ¿Es un eufemismo? Porque si necesitas efectivo o que te ayude algo con algo….- Yo no necesito dinero, William,- y me apoyé en él a modo de complicidad. Tienes que venir conmigo al callejón trasero. Dile a Mo que yo te recluté para ayudarme a encontrar el pendiente afuera. Trae una linterna.- ¿De qué se trata esto?,- susurró él a su vez. Aunque su tono era sospechoso, y sus ojos brillaban de entusiasmo. - ¿Es esto una especie de cosa de vampiros? Oh, ¿o tal vez del FBI? - Mejor, - le aseguré. Él sonrió, estaba dentro. Mientras yo esperaba en la puerta, Ethan buscaba una linterna para William. ¿Estás segura de que no quieres que nosotros te ayudemos? - preguntó él. Cuatro de nosotros podríamos cubrir más terreno.-

-

- Eso es dulce de tu parte, pero yo no quiero, uh, interrumpir nada. - Le hice un pequeño guiño a Mo para hacerle saber lo que yo pensaba que ella planeaba hacer. Mo, sin embargo, lo mal interpretó. - Cuatro siempre es mejor, - sonrió ella. A continuación, pasando un brazo alrededor de William y Ethan, dijo - Piensen en cuán agradecida ella estará si lo encontramos, chicos.Lo intenté de nuevo. - Este pendiente es realmente importante para mí, - dije. - Si no lo encuentro aquí, voy a seguir buscando. - No me detendré para tener sexo contigo, agregué silenciosamente. - Voy a tener que llamar a la compañía de autobuses y volver sobre mis pasos.- Estoy bastante seguro de que está en algún sitio cercano, - dijo Ethan, sin ayudarme. - Recuerdo que tenías los dos en la cena.-

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- Oh, bien, - le dije, porque ¿qué más podría decir? Ellos eran condenadamente insistentes. - Mira, ¿por qué no comenzamos William y yo a buscar afuera ya que tenemos la linterna, y ustedes dos revisan aquí y se reúnen con nosotros cuando hayan terminado?Finalmente, eso es lo que se acordó. No íbamos a tener mucho tiempo para liberar a los zombis. Agarré la mano de William, mientras Ethan y Mo discutían la mejor manera de hacer un trabajo rápido para revisar el piso. - Vamos, - le dije a William. - Eh, - dijo William mientras lo llevaba tironeando de él a través de las zarzas. Tu brazo parece estar mucho mejor.-

-

- … yo conseguí una pequeña transfusión de sangre de un vampiro.Oí que la aspiradora se encendía mientras pasábamos la ventana del comedor. - ¿Una transfusión de sangre? ¿Eso no suele implicar una gran cantidad de vías intravenosas y otros equipos especializados?- Honestamente, te sorprendería lo fácil que es tragarse accidentalmente algo de sangre.- En realidad no me sorprende, - concordó William. - Justo el otro día fui salpicado con algo de sangre de pollo y… - Yo realmente no necesito saber los detalles.- Correcto, - dijo William con una inclinación de cabeza. - De todos modos, entiendo cómo sucede.No, a no ser que el pollo perdiera su vida durante algunos besos realmente agradables en la cama, no lo creía. Entonces, lo que eso implicaba me alcanzó. ¿Has matado un pollo? ¿Cómo, para un ritual?William me escudriñó en la oscuridad, los círculos redondos de sus gafas brillaron bajo el destello de los faros de un coche que pasaba. - Pensé que no querías saberlo.-

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Nos paramos delante del garaje. - No. Solamente estoy sorprendida de que mataras un pollo. Quiero decir, que parece un poco cruel.William se apoyó en la pared exterior. Él cruzó sus brazos frente a su pecho. - He estado pensando un montón de ideas acerca de la magia desde el día en que me mostraste que los vampiros son reales. - Los ojos de William se centraron en el poste de madera ligero que estaba del otro lado del asfalto, pero me di cuenta de que su mente estaba en otra parte. -La creación y la destrucción están vinculadas, Garnet. Nada vive sin matar algo. Mira a tu alrededor, - dijo, señalando los zarcillos dorados de la hiedra aferrándose a la valla del vecino y las moscas zumbando alrededor de los cubos de basura. - Es totalmente obvio. Las flores pueden verse bonitas, pero están chupando los nutrientes del suelo para vivir. Tenemos que consumir. La muerte es la única magia verdadera.Apreté los labios. Por supuesto, eso era sólo parte de la ecuación. Si la vida provenía de la muerte, entonces se deducía que la muerte provenía de la vida. Dudaba que pudiera convencer a William de que expandiera su filosofía en el tiempo que teníamos antes de que Mo y Ethan salieran a encontrarnos. - Mira, tú puedes ser todo lo nihilista que quieras, - le dije. - Sólo dime que no estuviste implicado en esto.- Alcé de golpe la puerta del garaje con un espectacular empujón. Los zombis ni siquiera parpadearon. Tampoco lo hizo William.

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Capítulo 10 – Capricornio PALABRAS CLAVE: Serio y fatalista

-Mira, William, ¡zombis!- dije, mientras gesticulaba violentamente hacia la docena de muertos vivientes de ojos vidriosos, sentados alrededor del Escarabajo negro VW de Mo. Él continuó sin impresionarse. -Mira,- dije una vez más, aunque esta vez con un creciente sentimiento de temor. -Zombies, William,- pensé que tal vez si lo repetía una vez más, William pronto se daría cuenta de que estos gemidos y el desplazamiento de los cadáveres animados eran todas las pruebas que demostraban que su novia era una mala, mala noticia. Luego, me agradecería por abrirle los ojos y me acompañaría en la búsqueda para destruirla a ella y a sus malas andanzas. Sólo que no sucedía así en absoluto. Y de pronto oí los sonidos de personas entrando por el patio trasero y a Mo diciendo, -Me pareció que los vi salir por detrás. William se volvió y me dirigió una mirada. No era una mirada agradable, y de repente me di cuenta de que estaba completamente bajo el hechizo de la bruja. No era que William fuera un nihilista, matando pollos, maldiciendo cuervos, o incluso arrojando mirra en la cara de los agentes del FBI. Ella de alguna manera lo había poseído -Oh, William, - dije tristemente. -Entra en el garaje,- dijo él, cuando Mo y Ethan entraron por la puerta y se quedaron parados detrás de mí. Mo me dio un pequeño empujón en esa dirección. Me tropecé, pero no pasé mucho más allá del umbral. Miré el hacha de pico y la

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pala, pensando en usarlos como un arma, sólo que Ethan…que había parecido tan agradable-, agarró ambos. -Ya has oído al hombre.Se acercaban rodeándome, pero de todos modos intenté zafarme. William me agarró. Me sorprendió su fuerza nervuda. Y su traición absoluta. -William,- le dije. -Este no eres tú.En las películas, esto podría haber minado un poco su determinación para mostrarme que el verdadero William aún estaba allí, en algún lugar, pero no lo hizo. Sólo me dio un empujón despiadado que me envió de bruces contra el capó del escarabajo y cerró la puerta de un portazo. En la oscuridad, el olor a carne podrida llenaba mis fosas nasales, amenazando con atragantarme. Retuve mi aliento, consolándome a mí misma con el conocimiento de que antes había roto la cerradura. Eso fue, hasta que oí el chirrido de la pala… o tal vez el hacha de pico…al ser enganchada sobre la maneta y luego encajados en forma ajustada contra la puerta. Magnífico. En el exterior, oía las palabras que se intercambiaban. Alguna cosa acerca de si tenía o no un celular, y sobre quién iba a limpiar por la mañana. ¿Limpiar? Cuando una silla plegable cayó al suelo, chillé. Un gemido seguido de pies que se arrastraban, luego más ruidos de sillas apartadas. ¿Los zombis me iban a comer? ¿Eso es lo que realmente iba a suceder? Cuando sentí una mano que tocaba mi codo y olí un aliento fétido demasiado cerca de mi cara, decidí que no quería esperar para averiguarlo. Comencé a gritar, pero me di cuenta muy rápidamente de que tenía mucho sentido hacerlo. Mis gritos no disuadirían a los zombis, me irritaría la garganta y probablemente no se podían oír más allá de las inmediaciones del garaje. Además era medianoche, ¿quién, aparte de mí, estaría fuera vagando tan tarde? Agarré los saleros de mi bolsillo y los agité amenazadoramente a su alrededor. El olor fuerte de la pimienta golpeó mi nariz y estornudé. Los zombies hicieron lo mismo. Bueno, pensé, éste no era el efecto buscado, pero tal vez los estornudos les

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impedirían mantener el equilibrio. Contuve el aliento y continué llenando el aire de sal y pimienta. El que me retenía me dejó ir, aunque no parecía terriblemente disuadido por mi azaroso agitar de los condimentos. De hecho, parecía que los zombies podían ver muy bien en la oscuridad, porque uno de ellos consiguió quitarme el salero de mi mano derecha. Bueno, Plan B. Tiré el salero restante hacia al zombi más cercano. Entonces, con toda la velocidad que poseía, trepé por encima del Escarabajo. El capó y el parabrisas redondeado e inclinado hizo que mis pies se deslizaran, pero las botas de combate tenían una buena tracción. Pronto me encontré agazapada en la parte superior del coche, con la cabeza raspando el techo. Sintiendo alrededor mío la madera polvorienta y áspera donde agarrarme, enganché mis brazos y traté de lanzar todo mi cuerpo hacia arriba. La fuerza en los antebrazos nunca ha sido mi fuerte, suspendí, pero con la barbilla en alto, la clase de gimnasia, y a pesar de la transfusión de Parrish, mi hombro no estaba a pleno rendimiento. Así que me agitaba a su alrededor, secretamente un poco contenta de que nadie pudiera ver lo estúpida que me veía en la oscuridad. Como efecto colateral y bonificación adicional a mis esfuerzos, terminé propinando unas cuantas patadas en las caras de los zombis que me estaban persiguiendo. Incluso, tuve la oportunidad de utilizar a ciegas la cabeza de alguien para darme un impulso extra y balancear otra vez mis piernas hacia arribar. Ahora que estaba encaramada en el techo, descubrí que en realidad las tablas eran muy estrechas y de dudosa integridad estructural. En otras palabras, temblaron bajo mi peso. Por supuesto ahora que estaba arriba, me pregunté qué iba hacer a continuación. Por los sonidos de deslizamientos y los ruidos sordos procedentes de abajo, sospechaba que los zombis no eran demasiado ágiles y les estaba resultando un poco difícil subir la curva resbaladiza del vehículo. Eso al menos, me proporcionaba tiempo. Traté de mirar alrededor y lo único que vi fue oscuridad, oscuridad y aún más oscuridad. Excepto que, por delante, había un parche un poco menos oscuro. Parpadeé. ¿Sería algún tipo de espejismo causado por la desesperación? Me esforcé

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por darle sentido a lo que veía. Una inspección posterior reveló una sección cuadrada que francamente parecía gris. ¿Una ventana camuflada con pintura? ¿Podría ser tan afortunada? Tal vez. Sólo que ahora tenía que rezar para que fuera lo suficientemente grande para que pudiera pasar a través de ella, por no decir que debía pasar frente a la casa repleta de chicos malos de los que estaba tratando de escapar. No era mucho pedir ¿verdad? Sólo que llegar allí implicaba moverme en la oscuridad por las vigas del techo. Pasé mi mano tratando de hacerme una idea de las vigas. La madera áspera y los clavos que sobresalían arañaron las palmas de mis manos, y me encontré tratando de recordar cuándo me había puesto la última vacuna del tétano. Los gemidos eran cada vez más numerosos abajo, como los aullidos de unos animales desesperados, lo que me recordó que tenía cosas más importantes de las que preocuparme que el tétano. Me incliné hacia delante, poniendo a prueba mi peso sobre las vigas. No me gustó la forma en que todo pareció balancearse cuando me subí en cuatro patas. Mantuve mis ojos fijos en el parche gris y en la posibilidad de libertad. Podría hacer esto. Todo apenas era cuestión de hacer un tembloroso y lento movimiento tras otro. La escasa anchura de las vigas me cortaba las rodillas. Pero tuve la sensación fantasmal de unas manos extendidas hacia arriba que trataban de agarrarme, seguida por la sensación real de una persona que ponía su peso en los tablones en los que yo estaba tratando de hacer equilibrio. Hubo un crujido profundo, una especie de ruido forzado que sonaba muy parecido a un tablero antes de partirse, que me hizo correr el resto del camino. Puse una mano contra la superficie gris y sentí la fresca suavidad del vidrio. Empujé con más fuerza, con la esperanza de que la ventana simplemente terminara saliendo. Cuando no lo hizo, busqué la manija. Encontré una, luché con ella, sólo para descubrir que había sido pintada cerrada. Los zombies se habían quedado en silencio. No me gustó en absoluto. Tuve un hormigueo desagradable y la sensación de unos ojos puestos en mí, al igual que la mirada dura como el acero de un depredador que finalmente ha acorralado a su presa. No tenía tiempo para perder, decidí. Me moví para poder poner mis botas de combate contra el vidrio y luego busqué a Lilith. Sentí que su calo subía, fundido y dulce. La energía fluía por mis venas como una avalancha de lava.

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La ventana se desprendió como un corcho. Voló a través del callejón y se estrelló contra el garaje vecino, llenando la noche con el sonido explosivo de los cristales rotos. Oops. Supongo que Mo iba a saber que me había fugado. Empecé a meterme por la ventana, los pies primero. Podía sentir el aire fresco de la libertad a través de los rasgones de mis pantalones vaqueros. Estaba lista para olfatear con mi nariz a los zombis que se acercaban, excepto que mi trasero se atascó. Mis caderas, al parecer, no eran más que unos centímetros más anchas que la ventana. Y pude sentir que las vigas temblaban. El zombi emprendedor que había logrado escalar el coche estaba acortando la distancia. Pronto, estaría lo suficientemente cerca como para morderme. Traté de moverme, y resultó que sólo quedé más aprisionada. Si no me moría esta noche, empezaría una dieta a partir de mañana. No más helado de chocolate cuando me siento deprimida. Olí el aliento del zombie. Eso haría, si yo sobrevivía. Le di una bofetada al zombi con mi mano. Bueno, pretendía atestarle un golpe varonil, pero mi posición incómoda y la total falta de habilidad en el combate mano-a-mano hicieron que resultara un simple tortazo en las mejillas. Él gruñó, me agarró la cabeza y golpeó mi cara contra las vigas. Ouch. Lilith retumbó a través de mi estómago como si quisiera decir: "Déjamelos". Yo estaba considerando seriamente liberarla por completo, a pesar de que era un poco aprensiva acerca de matar zombies. Aunque sospechaba que ya estaban muertos. Entonces sentí un tirón en mis tobillos. Pensando que era probablemente Mo o uno de sus secuaces, di a quien fuera una patada. -Maldita sea, Garnet, soy yo,- dijo la voz irritada de Sebastian. Nunca nadie tan enfadado había sonado tan maravilloso. Dejé de dar patadas y le permití tirar con fuerza de mis piernas. Traté de pensar en cosas flacas y él me dio un tirón fuerte. Sentí que la madera podrida se caía, mis

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caderas y mis hombros se magullaban, y de repente estaba cayéndome sobre el capó negro del sedán Phaeton Cord 1934 de Sebastian. Justo cuando estaba empezando a disfrutar de la sensación de estar enredada con Sebastian, el zombi cayó de lo más alto hacia nosotros. Entonces, como si siguieran un comportamiento en masa de no-muertos, otro comenzó a seguirlo. El zombi agarró parte de mi cintura y comenzó a apretar. Al empujarlo y arañarlo, me di cuenta de que probablemente había sido bien parecido una vez. Este tipo me golpeó como un nadador. Tenía ese tipo de cuerpo, pensé, cuando una cortina comenzó a descender delante de mi visión. Oí el crujido de huesos rotos y asumí que eran mis costillas. Entonces, bastante sorprendentemente, pude respirar de nuevo. El zombi-nadador yacía sin fuerzas contra la puerta del garaje, con los brazos colgando inútilmente en ángulos extraños y antinaturales. Sebastian cogió al siguiente zombi, incluso antes de que golpeara el techo de su coche y le dio un empujón que lo hizo volar. Entonces Sebastian se dio cuenta de que venía otro y me lanzó una mirada. Yo no necesitaba ninguna instrucción. Me bajé del techo y me metí en el asiento del copiloto de su coche tan rápido como mis piernas temblorosas y magulladas me lo permitieron. Cuando entré, me concentré en la respiración. En algún momento, Sebastian se unió a mí en el interior del coche. Cuando encendió el motor, me di cuenta de que había dejado el coche en marcha como un buen piloto de fugas. Los neumáticos chirriaron mientras retrocedía. Los zombis siguieron lloviendo desde la ventana del garaje, y los de la tierra se levantaron lentamente. El coche de Sebastian era un bote de la época anterior a la depresión, por lo que tuvo que hacer un montón de giros de volante para colocarse en posición. Mientras tanto, me agarré al borde de mi asiento, deseando que el coche tuviera cinturones de seguridad, y miraba los ojos en blanco de los zombies. Toda la escena me hizo sentir un poco como una extra en alguna nueva versión demente de La noche de los muertos vivientes. Salimos a toda velocidad por el callejón, rebotando y sacudiéndonos en las manchas aceitosas. Sebastián no perdió tiempo en salir del barrio de Mo. Después de aproximadamente un kilómetro y medio, desaceleró a su habitual velocidad de cinco kilómetros por encima del límite.

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Entre tanto, ninguno de los dos había pronunciado una palabra. Después de unos segundos de silencio, dije: -Gracias.-De nada,- respondió un tanto superficialmente. Miré de reojo a Sebastián. Se había vestido para venir a verme. Mi traje favorito de color gris plateado con botones, que se aferraba a sus hombros de una manera como únicamente la seda podía hacerlo. Unos tejanos negros ajustados y botas de vaquero que acentuaban sus piernas largas y elegantes. Una cinta de terciopelo negro, atado en un moño muy al estilo del siglo XVIII, mantenía su largo pelo negro hasta la espalda a la altura de su rostro. Se veía elegante y sexy y muy anacrónico sentado al volante de un coche de la mafia. -Discúlpame por haberte dejado,- le dije. -No fue mi intención. Sólo iba a dar un paseo.Gruñó un reconocimiento que parecía mucho a un sí, también lo siento. -Acerca de Parrish…,- dije, decidiendo también que bien podríamos empezar esta guerra si la íbamos a tener -…no tienes que preocuparte por él. No voy a volver a verlo nunca más.El siguiente gruñido de Sebastian sonó más como una risa. -Oh, lo harás.-No, él se fue a…Sebastian me interrumpió. -Yo sé lo que él ha ido a hacer, Garnet. Toda la región de Tristate sabe lo que ha ido a hacer.-¿De qué estás hablando?En lugar de contestar, Sebastian encendió la radio. Josh Turner cantaba que no tenía ni idea de lo excitado que estaba por ser mi hombre. Sebastian tocó otro botón y un vendedor de coches gritaba por los precios bajos, muy bajos. En la estación siguiente, lo que fue irónico en tantos niveles, Rob Zombie tronó Drácula.Sebastián captó mi sonrisa, la volvió a sintonizar, y dejó de intentar encontrar lo que fuera que esperaba mostrarme. Cantamos y nuestras cabezas se balancearon al compás del ritmo. Cuando la canción terminó, Sebastian bajó el volumen de “War Pigs” de Black Sabbath.

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-¿Por qué no sucede alguna vez como pasa en las películas? Nadie da la noticia cuando realmente lo deseas. De todos modos…,- dijo Sebastian -…la persecución de Parrish a alta velocidad ha salido en todas las noticias de hace diez minutos.-Por Dios.-Sí, y tu muchacho sigue virando hacia la ciudad. Tengo la sensación de que tal vez no quiere alejarse demasiado de cierta morgue de un condado determinado. Sinceramente, si fuera yo, habría terminado la disputa y me hubiese disparado a mi mismo hace mucho tiempo. Él es una especie de reina del drama.Me reí a pesar de mí misma. -Sigo pensando que deberías haberte ido al sur de Francia.Le di a Sebastián una mirada esperanzadora.- Tal vez todavía podamos hacerlo.-Si te llevo a la Costa Azul, ¿me vas a abandonar de nuevo?-Tal vez,- sonreí. -Mmm,- gruñó de nuevo, pero sus ojos brillaban con cariño. -Gracias de nuevo por el rescate,- le dije. Se dio un golpecito en el vientre, en el lugar donde yo normalmente me imaginaba que Lilith residía en mí. -Si no puedo ser ocasionalmente un caballero de brillante armadura, ¿cuál es el punto?,- dijo, mientras esperaba en un semáforo. Finalmente se me ocurrió preguntar.- ¿Adónde vamos?-Parrish fue visto por última vez en la carretera I-90 hacia el este. Pensé que podríamos tratar de interceptarlo.-¿Qué, por qué?-Así puedes decirle adiós.Al principio pensé que Sebastian estaba siendo cruel, pero me miró larga y tristemente, como, de si de alguna manera, hubiese estado en mis zapatos, o tal vez en los de Parrish, y lo comprendiera. -Además,- dijo Sebastian con una sonrisa que mostraba sólo apenas sus colmillos afilados. -Quiero ver a ese bastardo muerto.-

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Por supuesto, enterarnos de la situación de Parrish no fue difícil. Como todo buen granjero, Sebastian tenía un radio de frecuencia ilegal fijada a la parte inferior del tablero. Para mí, toda la frecuencia policial parecía balbucear, pero de vez en cuando podía distinguir números, carreteras comarcales o frases de direcciones. Sebastian parecía saber hacia dónde nos dirigíamos, y en consecuencia, de repente viraba a la derecha o a la izquierda. La luna brillaba sobre los campos vacíos. Cuanto más nos alejábamos de las luces de la ciudad, más estrellas se hicieron visibles. Pude distinguir el cinturón de Orión, bajo en el horizonte, y la gran W de Casiopea. La Vía Láctea era una franja delgada por encima de nosotros, como los jirones de las nubes. -¿Alguna vez vas a explicarme toda esa cosa del ejército zombi?- preguntó después de que habíamos andando un rato por un camino de grava que estaba bastante segura de que no figuraba en ningún mapa. -¿O es una de esas cosas de las que no debo saber por ser tu novio?Sentí un poco de amargura en la última frase, pero por el bien de la tregua que habíamos negociado recientemente dejé de mentir. -La nueva novia de William, la prima de Izzy, es una sacerdotisa vudú malvada,- le expliqué. -Izzy y yo creemos que ella ha estado matando chicos de la fraternidad y esclavos asalariados y los ha convertido en zombies.-Oh, ¿eso es todo?,- preguntó él con sequedad. -No,- le dije. -Ella le ha lavado el cerebro a William.- Me senté erguida y de repente añadí: -Oh, Sebastian, tengo que romper su hechizo sobre él. Es horrible verlo así.Sebastian me lanzó una mirada escéptica. Había cambiado de nuevo a la estación de country y western, y Daisy armonizaba suavemente en el fondo. -¿Estás absolutamente seguro de que no es sólo amor?Sebastian aminoró la marcha de repente y vi una familia de ciervos de cola blanca salir fuera de la zanja en un campo de alfalfa cercano. Los mechones brillantes de sus colas se balancearon hasta que desaparecieron en la oscuridad. -Él no es él mismo,- insistí. -El amor puede hacerle cosas locas a una persona,- dijo. -Sí, pero William parecía cruel. Hablaba sobre ser rociado por sangre de pollo como si no fuera nada.-

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Sebastian pareció considerar eso mientras buscaba en las zanjas más señales de ciervos. Satisfecho de que no había ninguna, empezó de nuevo a acelerar. -Sí, tienes razón. Eso no suena como nuestro William, ¿no?El coche se deslizaba por las curvas alrededor de las colinas bajas. Ramas secas de roble y arce se destacaban en relieve en los faros. Una aguja de techo blanca montada en el suelo, fue iluminada por los haces halógenos y arrojó un resplandor misterioso entre la maraña de árboles sin hojas. -¿Alguna vez te enfrentaste a una sacerdotisa vudú antes?- Me pareció que valía la pena intentarlo, después de todo, Sebastian tenía mil años de antigüedad. -No, pero yo estuve poseído brevemente por una sola vez.-¿En serio?-Fue voluntario, bien, en su mayoría. Supongo que los espíritus que asistían al ritual miraron al vampiro en el auditorio y pensaron “qué divertido, menuda broma sería tener al Barón Samedi posesionándose del sujeto muerto".-Wow.- Quiero decir, ¿qué otra cosa podía decir? -Sí, bueno, estuve malditamente cerca de necesitar un exorcista. Aparentemente, él no quería irse. Afortunadamente, incluso hasta la mambo estuvo de acuerdo en que sería una idea muy mala el tener a un espíritu de la tumba caminando todo el tiempo en el cuerpo de un chico blanco.Después de haber sido poseída por el cuerpo de Lilith, tuve una idea de lo aterrador que debió haber sido, a pesar de que Sebastian hizo un buen trabajo manteniendo cualquier emoción fuera de su voz. -¿Crees que me puedes ayudar con William?,- le pregunté. -¿Quieres que lo haga?Empecé a decir "por supuesto", cuando la luz de la motocicleta de Parrish vino directamente hacia nosotros y de repente me cegó. Sebastian pisó el freno. No había mucho terreno para aparcar, sólo un parche delgado de grava suelta antes de que el terreno descendiera en una fuerte pendiente hacia la zanja del drenaje. Me preparé y apoyé las manos sobre el tablero. El auto patinó hasta detenerse. En los faros, vi un breve destello del cabello de Parrish ondeando cuando pasamos junto a él.

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Los coches de policía lo perseguían a bastante distancia. Oímos las sirenas y luego captamos los destellos rojos y blancos. De repente, nos estaban pasando, el aullido de las sirenas se hizo ensordecedor y las luces estroboscópicas brillaban. -Bueno, los encontramos,- dijo Sebastian. Nos habíamos deslizado peligrosamente cerca de la zanja y Sebastian se tomó su tiempo para sacar al coche de la pendiente. Había empezado a hacer una vuelta en U al mismo que una gran camioneta blanca pasó a toda velocidad por la autopista. La dejamos pasar y luego nos unimos al desfile de luces traseras. Sebastian apretó un botón de su reloj que produjo un tenue resplandor verde, luego sacudió la cabeza. -Su tiempo se terminó,- murmuró. -No va a poder mantener esta persecución el tiempo suficiente antes de que se quede sin gasolina.-¿Lo suficiente para qué?-El cambio de turno en la morgue. De verdad quieres tener tiempo para que tu cuerpo esté siendo traído sea justo cuando un grupo de trabajadores se está yendo por el día y el siguiente está entrando.- Sebastian se mordió el labio. Me sorprendió que pareciera estar genuinamente preocupado por Parrish. -Él está terriblemente cerca del amanecer. Son las seis de la mañana.Vi como la corriente de las luces hizo un giro total a la derecha en el siguiente cruce. -¿Por qué es tan importante?-Él está planeando levantarse y salir, ¿no?-No. Él quiere ser declarado muerto, así el FBI va a cerrar el caso.-¿Por qué no cambiar las etiquetas del dedo del pie con alguien? ¿Sabes lo fácil que es perder un cuerpo?-¿En Madison?Sebastian pensó en eso por un momento. -Así es, sin embargo, todo esto parece muy poco confiable. ¿Qué hay de la autopsia?-Dijo que no la harían si la causa de la muerte era evidente.-Tal vez, pero él es un sospechoso en un caso federal. Ellos serán exhaustivos,- dijo Sebastian. -Si por alguna razón hay una autopsia, van a tomar muestras de sangre para la prueba de drogas y alcohol. ¿Se alimentó antes de que comenzara esta persecución?-

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Estaba empezando a ponerme nerviosa. ¿Cómo saldría una prueba de sangre de Parrish? ¿Siquiera era humano? ¿Serían capaces de decir que era diferente? -Yo no creo que él tuviera tiempo.- Aparte de mí, por supuesto, pero este no parecía el momento adecuado para confesárselo a Sebastián. -Mala suerte,- dijo Sebastian, acelerando el motor a través de una curva cerrada que me hizo resbalar a través del asiento y volcar contra la puerta. Asentí con la cabeza. Las luces volvieron y mientras las veía girar a través de la oscuridad pareció que la policía estaba acortando la distancia. -Él está desacelerando,- le dije. Parrish hizo un giro rápido en la vía de acceso y luego procedió a tratar de salir de la carretera atravesando un campo de maíz. Por los salvajes saltos del faro, supuse que los tallos de maíz recientemente habían sido arados, el suelo era irregular y suave al mismo tiempo. Uno de los coches de policía se había retirado a un costado de la carretera y centró su foco en el campo. Pude ver Parrish luchando con su Harley. La suciedad salpicaba por todas partes, y la moto derrapó y se resistió violentamente. La policía, por su parte, se detuvo en un semicírculo en el borde del campo. Cortaron sus sirenas. El silencio me ponía nerviosa. Estábamos a un cuarto de milla de distancia, en la cima de una colina. Sebastian apagó sus propias luces y se deslizó deteniéndose. No muy lejos de nosotros, la camioneta de los medios de comunicación hizo lo mismo. Tan pronto como el motor estuvo apagado, yo tenía la puerta del coche abierta y corría por el camino. -¡Quédate ahí, Garnet!,- gritó Sebastián, pero no pude. El motor de Parrish rugió mientras él luchaba por ganar su agarre. Una rueda cogió algo y la moto se salió de las manos de Parrish. El viento y la distancia hicieron incomprensible la orden proyectada por el megáfono de la policía. Lo que sea que le dijeron hizo que Parrish se enderezara, se diera la vuelta hacia la policía y sacara su revólver Colt. No habría ninguna duda sobre la causa de la muerte. Fue surrealista, el sonido me recordó los fuegos artificiales del 4 de julio. Parrish se sacudió espasmódicamente bajo la lluvia de balas. A continuación, se cayó. Sin cámara lenta, lapso de tiempo, o un agraciado canto de cisne, sólo se cayó de espaldas en el barro y las cañas de maíz rotas.

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Todo estaba en silencio, excepto por el chisporroteo del motor de la Harley, la charla de las radios de la policía y mi grito. No sé cuando empecé a gritar, pero, al igual que como cuando corrí, no podía parar. Era como si estuviera en piloto automático mientras gateaba por la zanja y empecé a cruzar el campo hacia el cuerpo inmóvil de Parrish. Incluso cuando alguien con un poderoso apretón me agarró y me retuvo, mis pies continuaron moviéndose y mis brazos continuaron extendiéndose. Domínguez me dejó en el asiento trasero de un coche patrulla. El interior era cálido y olía ligeramente a jabón desinfectante, me recordaba a un hospital. -Siento que hayas tenido que ver eso,- dijo, y me entregó un vaso de papel de café. -¿Qué estabas haciendo aquí?- Apoyó el codo en el canto de la puerta del coche. -Un amigo captó la persecución en su radio.- Olí el café, y me sorprendió por su aroma agradable y oscuro. ¿De dónde había salido esto? -Leonard trajo algo de café,- respondió Domínguez, señalando con la barbilla en dirección a uno de los miembros del escuadrón. -Va a ser una larga noche para algunos de nosotros.Asentí con la cabeza. Aunque sabía que Parrish no estaba realmente muerto, no podía quitarme la imagen de las balas atravesándolo, su salto y la forma antinatural con la que cayó. Los detalles se revelaban en las repeticiones de mi memoria…una niebla fina de sangre esparciéndose con cada perforación, los gestos de dolor en su expresión. Esa caída, tan repentina y definitiva. Sacudí la cabeza para despejarme. Domínguez puso una mano sobre mi hombro. Podía sentir la simpatía en su apretón breve. Luego dijo, -No te vayas. Puede que necesite tomarte una declaración.Lo vi alejarse y unirse a la actividad frenética. Una ambulancia llegó, al igual que el médico forense. El sheriff del condado, los ocupantes de la camioneta de los medios de comunicación y curiosos de todas las granjas cercanas que deambulaban sin rumbo. Me senté con la cabeza contra el asiento y me acurruqué en una manta que alguien me había ofrecido. Desde mi posición aventajada, podía ver a varias personas de pie sobre el cuerpo de Parrish, hablando y gesticulando de vez en cuando hacía a su cuerpo tendido, inmóvil. Los chicos de la ambulancia atravesaban el campo con pasos pausados. Un policía uniformado había tomado las llaves de la motocicleta de Parrish y la

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empujó hasta una pequeña colina donde esperaba una grúa para remolcarla a... no sé dónde. ¿El depósito municipal? ¿Al de subastas policiales? Las secuelas de la violencia estaban muy reguladas. Todo el mundo parecía conocer su parte. Menos yo. La manta alrededor de mis hombros era gruesa y áspera, pero me abracé con más fuerza. De todos modos, yo no podía dejar de preguntarme si este extraño caos ordenado es lo que las cosas podrían haber sido si yo hubiera llamado a la policía en lugar de llamar a Parrish, después de que Lilith mató a los agentes del Vaticano. Excepto que, en vez de estar sentada con los pies colgando de una puerta abierta, estaría esposada detrás de la puerta cerrada. Un policía que pasó me dirigió una mirada curiosa. Le devolví el cabeceo del medio oeste en señal de reconocimiento amistoso. Eso pareció satisfacerlo, y continuó con lo que estaba haciendo, a pesar de que me lanzó una última mirada suspicaz. ¿Quién sabe? Tal vez todavía me dejen aquí bajo arresto. Aunque Parrish había hecho su último sacrificio, eso no significaba que yo no fuera aún una cómplice. Domínguez todavía podía encerrarme. Afuera, en el campo, que aún estaba bañado con una luz blanca sobrenatural, los técnicos de emergencias médicas levantaron a Parrish en la camilla con un movimiento de balanceo, lo que hizo que mi corazón se detuviera por un instante. Algo sobre ese movimiento, la facilidad con que lo practicaron y el respeto con el que fue ejecutado, hizo parecer la muerte de Parrish un poco demasiado real. ¿Qué hubiera sido para mí ver a los miembros de mi aquelarre ser transportados con esta calma profesional? Me acordé de mi histeria de esa noche, lo único que no podía soportar era la idea de que, en la muerte, mis amigos y los agentes del Vaticano serían tratados de la misma manera. Los tipos de emergencias médicas no distinguían entre los buenos y los malos. Para ellos, se trata de hacer bien el trabajo. Esa fue parte de la razón por la había llamado Parrish y le dije que tenía que separar a los agentes del Vaticano de los demás. Él había querido quemar a todos en la casa, pero le dije que no. Fue por la histeria de la pena, y... bueno, en retrospectiva, yo sabía que la otra cosa que guiaba mi insistencia insana de separar los cuerpos de los agentes del Vaticano fue la culpa. Yo no quería poner los dos delitos en el mismo nivel, porque, si lo hacía, entonces lo que yo había hecho no era mejor que lo hacían ellos.

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Estaba tan perdida en mis recuerdos que ni siquiera oí que Sebastian se acercaba. Se agachó a mi lado y me dio una gran sonrisa. -No podría haber planeado una salida más dramática,- dijo Sebastian. -Muy a lo Última Parada en el O.K. Corral.-Recuérdame que él está bien,- le dije con desesperación. -Él es un vampiro. Duele recibir un disparo…por lo menos, a mí me duele. No conozco muchos vampiros tradicionales, tal vez él no sintió nada, pero, independientemente de eso, él está bien. Nada que un poco de sueño no cure.-¿Estás seguro?La sonrisa de Sebastian se desvaneció por un momento pero la sostuvo mientras tiraba un poco de mi cabello. -Trata de no preocuparte. Parrish nunca habría dejado que esto sucediera si hubiese algún peligro real de que muriese. Él es un luchador.Sebastian tenía razón. Me acordé de la historia de Parrish, de la forma en que fue convertido. Al parecer, una noche escogió la víctima errónea para robarle. En vez de aligerar a una dama de sus joyas, ella estuvo a punto de tomar su vida. Pero en lugar de irse sin luchar, él decidió devolverle la mordida. Ella quedó tan impresionada con su descaro, que lo convirtió.-Estás ciertamente preocupado por Parrish,- le dije. -No es por él por quien vine, fue por tiTiré de Sebastian y lo abracé. Froté mi nariz contra su hombro, me llegó su olor masculino almizclado con la insinuación de algo exótico, y sin embargo familiar, como la canela. Me podría haber quedado así para siempre, envuelta en su fuerza consoladora, salvo que alguien se aclaró la garganta. - ¿Señora Lacey?- Una mujer asiática de unos cincuenta años sacudió su pelo blanco como una mata de nieve, estaba a una distancia respetuosa de Sebastian y de mi. Llevaba una chaqueta amarilla, pantalones oscuros de nylon y botas resistentes y prácticas a la altura del tobillo. -Yo soy la médica forense. Voy a realizar el certificado de defunción del señor Parrish, y me preguntaba si usted sabía cómo podría ponerme en contacto con sus familiares cercanos.-Él no tiene ningún familiar. Pero yo soy su novia.- Sebastian levantó las cejas, mientras me sacaba el anillo de debajo de mi camisa.

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La médica forense se metió un mechón de pelo detrás de la oreja, evidentemente considerando lo que yo le había dicho. -¿Está segura de que no hay miembro vivo de la familia? Un hermano del que se distanció, un tío, ¿alguien?-Sus padres murieron hace algún tiempo,- dijo Sebastian sin ni siquiera un rastro de diversión en su voz, mientras se giraba para dirigirse a ella. Ella asintió con la cabeza. Su rostro permaneció impasible, pero no parecía muy contenta con la información. -¿Quién se ocupará de los preparativos del funeral?-Soy dueño de una parcela familiar,- dijo Sebastián. -Queremos ocuparnos de él nosotros mismos.Era mi turno para mirar en estado de shock a Sebastian. ¿Qué estaba sugiriendo, exactamente?La médica forense trató de ocultar una mueca de desaprobación. -Eso es algo raro fuera de la comunidad Amish,- dijo ella. -Sin un pariente de sangre, es posible que tenga algunos problemas para conseguir toda la aprobación que necesita.-Estoy muy consciente de los requisitos del estado,- dijo Sebastian. Sebastian y la médica forense miraron hacia abajo. Por el rabillo de mi ojo, vi que la camilla era cargada en la ambulancia. -Uh, ¿entonces usted va a hacer la autopsia?,- le pregunté. -En los casos de muerte violenta, por lo general es lo requerido por la ley,- dijo. Sin embargo, cuando hay una causa conocida e indiscutida de muerte, se puede omitir a mi discreción.Estoy segura de que yo lucía visiblemente aliviada. Ella me lanzó una mirada dura. Sus ojos se posaron sobre los pasadores en mis pantalones vaqueros, el pendiente del cráneo, y luego sobre las ropa igualmente monocromática de Sebastian. -Ustedes son parte de algún culto, ¿verdad?Estoy segura de que mi boca se abrió. Cuando me vestía como una gótica, la gente hacía un montón de suposiciones acerca de mí, pero esta era la primera vez que alguien me acusaba de estar en una secta. -Yo soy Wiccan, muchas gracias.-Como paganos…,- interrumpió Sebastian, sin duda sintiendo que una perorata era inminente, -…estamos en contra de todo lo artificial que rodea la muerte.-

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Por supuesto, la parte divertida era que Sebastian era católico. Sin embargo, yo estaba agradecida por su intervención. Lo que yo hubiera dicho no habría sido tan elocuente y diplomático. -He oído hablar de ustedes,- dijo ella asintiendo con la cabeza. -Hay un cementerio pagano en esa loca comuna de ustedes.-Círculo Santuario no es una comuna,- dijo Sebastian. -Y, no somos 'ustedes'. -Lo que sea,- dijo la forense. El ceño que había estado reprimiendo tembló en sus labios delgados. -Bueno, si usted puede reunir todos los medios apropiados y cumplir con la ley, no me importa lo que haga con él. Asegúrese de que todo esté en orden antes de tratar de recoger el cadáver de la morgue.-Sí, señora,- dijo Sebastián con tanta deferencia como le fuera posible. Ella se alejó. Lo cual era bueno porque yo verdadera y realmente quería golpearla. Con la ambulancia desaparecida, y la multitud diluida considerablemente, unos pocos escuadrones permanecían en el lugar para reunir pruebas y asegurar la escena o lo que fuera que estaban haciendo. Ya no me importaba realmente. Me sentía emocionalmente agotada. -¿Me pregunto si podemos irnos?,- preguntó Sebastian a nadie en particular. -Usted puede,- dijo Domínguez que subía de la zanja. -Pero, me gustaría hablar con la señora Lacey por un momento.-¿Garnet?- Sebastian ni siquiera reconoció realmente la autoridad de Domínguez en la materia. Me miró expectante. -Está bien,- le dije a Sebastian. -¿Por qué no traes el coche?Sebastian asintió con la cabeza, pero antes de irse, se tomó un momento para darle un vistazo a Domínguez, una mirada apreciativa que sugería si le haces daño te voy a dar una patada en el culo. Domínguez esperó a que Sebastian se alejara antes de hablar. Observó a Sebastian con una curiosa expresión en su rostro, como si estuviera examinando un bicho bajo la lupa. Por último, Domínguez anunció: -Él es diferente.En el Medio Oeste, llamar a alguien "diferente" era el mayor insulto, era el equivalente noruego de "Guau, él está completamente jodido". La única cosa peor que

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podrías decir de alguien podría ser "singular"…lo que implicaba que verdadero psicópata.

era un

- ¿Qué te hace decir eso?- Me enojé. -Apenas lo conoces.Domínguez se encogió de hombros. -Leo a las personas como parte de mi trabajo. Hay algo acerca de tu amigo que está fuera de sintonía con lo común. Puedo olerlo. Por no mencionar el hecho de que probablemente lo "leyó" de manera diferente por ser un vampiro. -¿Así que tú solamente viniste aquí a insultar a mis amigos?-No, he venido aquí para decirte lo que sé.El miedo me atravesó como una puñalada. Para ocultar mi preocupación, doble la manta plateada y la puse junto a mí en el asiento. - ¿Qué es lo que sabes?- Parrish no está muerto.Traté de actuar con incredulidad. -¿Cómo puedes decir algo así?Se dio unos golpecitos con un dedo en la sien. -Lo sentí. Su conciencia todavía está allí.Bueno, eso fue bueno saberlo. - Dime que él no es uno de esos zombies de los que me contaste, - dijo Domínguez cansado. - Él no es un zombi.- Gracias a Dios,- dijo Domínguez. -No me digas nada más. No quiero saberlo.Eso me sorprendió. -¿Tú no quieres?- No, - dijo. - En lo que a mí concierne, es un caso cerrado.- ¿En serio?- No presiones,- dijo, levantando un dedo ante mi tono esperanzado. - Es más fácil de esta manera. Parrish es el sospechoso directo con antecedentes de delitos

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violentos, y para todos los fines y propósitos él está muerto. Si hay algo más, no quiero saberlo.Quise decirle "gracias", pero parecía inapropiado. -Bien.Él metió las manos en los bolsillos de sus vaqueros. - Bien.Cuando él me miraba como lo estaba haciendo ahora, no pude evitar recordar ese momento tan caliente y pesado en su coche. Podía sentir un rubor calentando mis mejillas. -Eh, bueno, entonces supongo que te veré por ahí.Él soltó una risita. -¿No se supone que esa es la frase del chico?-Mira, realmente discúlpame por el hechizo de amor. Fue mucho más poderoso de lo que esperaba.-Olvídalo,- dijo. ¿Cómo podría hacerlo yo, ahora que pensaba en ello otra vez? La luna estaba alta en el cielo. Los murciélagos se lanzaron por lo alto, persiguiendo a los restantes mosquitos de la temporada. - ¿Hay alguna posibilidad de que me ayudes a acabar con una sacerdotisa vudú que está matando a chicos de la fraternidad?Domínguez sonrió y negó con la cabeza. -Suena como un problema local.-Ah,- dije, decepcionada, pero, ¿qué podía hacer yo al respecto? Sebastian y yo tendríamos que pensar en algo. -Veré si puedo mientras estoy entre los casos,- dijo Domínguez. -Tal vez podría, ya sabes, actuar como un enlace o algo así.- ¿Lo harías?-Te das cuenta de que nadie va a creer toda esta cosa de los zombies.-No lo sé,- le dije con una sonrisa irónica. Sebastian tocó la bocina. Le pregunté a Domínguez si estaba bien que yo me fuera y él me despidió con un gesto. - Te llamaré,- le dije.

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-Seguro,- dijo Domínguez, sonando como una chica que no espera tener noticias de un amante nunca más.

Perdidos en nuestros propios pensamientos, ninguno de nosotros habló mucho en el camino de regreso a la granja de Sebastian. Una vez allí, Sebastian me guió hasta el sofá grande y cómodo en su sala de estar, puso una taza de té en mi mano y tiró un par de troncos en la chimenea. Siempre me ha gustado la sala de estar de Sebastian. Estaba llena de libros y curiosidades que él había acumulado en su larga e interesante vida. Cada vez que yo echaba un vistazo a los estantes había notado algo nuevo, algo que podría revelar una nueva faceta de Sebastian. En cambio, todo lo que Parrish había poseído cabía en un baúl y un par de alforjas. Tomé un sorbo de mi té, saboreando la miel y la manzanilla. -¿Crees que él va a estar bien?Sebastian se sentó a mi lado y puso sus pies descalzos en la mesa de café. Se encogió de hombros, con los ojos en el fuego. - Si la médica forense mantiene su promesa y no realiza una autopsia, él estará bien. Podremos tomar posesión de su cuerpo tan pronto como el certificado de defunción sea emitido y presentemos el informe para la disposición final en la Oficina del Registro. Todo eso podría tomar un par de días. Pero, hemos dejado claro que queremos cuidar de él y enterrarlo nosotros mismos, así que ellos no lo embalsamarán. En todo caso, Wisconsin no lo requiere.- ¿Quiero saber por qué estás haciendo todo esto?- Tereza,- dijo, mencionando casualmente la madre muerta/no muerta de su hijo. Tereza era, o es, un intento fallido de Sebastian por transmitir su vampirismo. Ella está encerrada en éxtasis entre los muertos y los vivos, un cadáver con alma. A causa de que Sebastian se convirtió en un vampiro a través de la alquimia en lugar del tradicional Padre de Sangre, él no podía crear a otros de su especie. Sin embargo, podía producir hijos…reales, niños vivos. De todos modos, Sebastian y Matyas, su hijo, no estaban de acuerdo sobre qué hacer con Tereza. Sebastian

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sentía que era más sabio sepultarla para dejarla descansar, Matyas, mantenerla desenterrarla. Su disfunción familiar era especialmente extraña. - Cuando tienes un cadáver en tu casa, es útil conocer las regulaciones locales.- Ah,- dije, sin querer hablar de lo espeluznante que yo encontraba eso. Nos quedamos en silencio. Me dejé hipnotizar por la danza de las llamas a lo largo del tronco. La madera crujió y estalló cuando la humedad se evaporó. La habitación empezó a oler un poco a abedul. Sebastian dejó su taza de té vacía. -¿Estás planeando un velorio o funeral? ¿Quieres escribir un obituario?Yo no había pensado en todo eso. - Supongo que deberíamos hacerlo. Ellos estarán esperándolo, ¿no?- Es lo que la gente hace. Excepto, que yo no lo hacía. Cuando murió mi aquelarre, yo había huido de Minneapolis, dejándoles a otras personas el realizar las tareas que rodean la muerte. Algunos de mis amigos, como Jasmine, no habían estado "fuera del armario de las escobas". Me pregunté si ella había sido enterrada como una luterana, con algún pastor que no sabía nada en absoluto de su vida y simplemente había llenado los espacios en blanco. Nunca vi un obituario para ninguno de ellos, no es que yo necesariamente habría reconocido sus nombres mundanos ya que nuestras identidades eran tan altamente secretas. Aún así, ¿alguien los elogiaría? ¿O contaría historias favoritas en torno a una copa tranquila de cerveza? Alguien debió haberlo hecho, pero yo no lo hice. Sebastian se levantó y sacó un álbum de recortes encuadernado en cuero. Volviendo a su asiento junto a mí, lo sostuvo en su regazo. -He tenido que escribir algunos obituarios,-dijo. Él pasó un dedo a lo largo del borde de la encuadernación y luego puso el libro cerrado sobre la mesa del café.

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- ¿Hay alguna cosa ahí dentro que no quieras que vea?,- pregunté, sintiendo el anillo de Parrish apoyado contra mi pecho. - Probablemente,- dijo. -He vivido mucho tiempo.Eso me recordó… pero ¿cómo preguntarle?- Así que, ¿algunos, uh, hay algunos chicos allí?- ¿Chicos?,- preguntó Sebastián. - Sí, ya sabes, sobrevivientes de parejas amorosas, Sebastian.Su reacción no podría haber sido fingida. — Garnet, soy católico.Le arqueé una ceja como diciendo y qué, eso realmente no detiene a algunas personas. Se rascó la punta de su nariz. -Mira, estoy seguro de que en cierto modo, es de esperar que un vampiro sea bisexual, pero yo soy heterosexual. Es sólo que, los chicos nunca me han gustado. Es trágico, de verdad. Condenado por toda la eternidad para sólo ser capaz de acabar con uno de los sexos.- ¿Lo intentaste?- ¿Qué significa eso de que si lo intenté? Claro, hubo algunos hombres muy encantadores en mi relaciones a lo largo de los años, que me hicieron saber ciertas intenciones, pero, mira, nunca funcionó. Se cruzó de brazos frente a su pecho, y su labio se estiró en un pequeño puchero. -No quiero hablar de eso.Me eché a reír. Yo tenía una idea bastante clara de lo que quería decir cuando dijo que las cosas no habían funcionado. Le di una palmada en el muslo. - Oh, cariño.- Cállate,- dijo en broma. -¿Supongo que Parrish ha roto los corazones de ambos géneros?- Según él,- le dije, y ambos nos reímos un poco en eso. Luego nos quedamos en silencio, nuestras dos miradas se posaron en su libro de recuerdos. Me incliné hacia Sebastian, y él pasó un brazo a mí alrededor. Frotó su nariz contra mi oído, tomó una larga respiración, suspiró y luego saltó hacia atrás como si lo

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hubiera golpeado. -Tu hombro está mejor…- comenzó a decir -… Oh, Garnet, tú bebiste su sangre, ¿verdad?Aw, y habíamos estado llevándonos demasiado bien. - Lo odio,- espetó Sebastián. -Odio que la sangre de Parrish pueda curarte, cuando la mía propia es veneno.-Le dije que no la primera vez que lo sugirió. Pero el dolor era intenso, Sebastian. Quiero decir, yo lo soportaría bien durante un tiempo y luego todo lo que tendría que hacer es moverlo mal y... - dejé de inventar excusas. -Al final, era una solución fácil. Yo realmente no pensé en cómo te sentirías al respecto. Debería haberlo hecho. Lo siento.Los músculos de la mandíbula de Sebastián se contrajeron. - ¿Puedo decirte lo contento que estoy de que el hombre permanezca haciéndose el muerto por los próximos meses?Y sin embargo, Sebastian se ofreció a enterrarlo al lado. Al principio yo había pensado que era un acto de bondad algo inusual, ahora no estaba tan segura. -No estás planeando estacar a Parrish, una vez que esté enterrado al lado, ¿verdad?- Yo no lo hubiera hecho, pero, por supuesto, eso fue antes de que supiera que ambos habían intercambiado besos sangrientos. No, atravesarlo sería muy amable.Sebastian frunció el ceño mirando su taza de té como si quisiera que estuviera llena con algo más potente. -Lamentablemente, si yo arrastrara su cuerpo a la luz del sol y lo viera marchitarse como una pasa mientras literalmente baila en su tumba, tú me odiarás. A pesar de cuánta gratificación instantánea me daría matarlo, el precio es demasiado alto. No vale la pena que te pierda por él.- ¿En serio?Sebastian suspiró con cansancio. - Mi vida sería mucho más simple si no lo hiciera. Le di un beso. Se suponía que debía ser sólo una especie de gracias, un besito en los labios, pero una vez que lo besé me dieron ganas de volver a hacerlo. Después

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de un encuentro largo y extenso de nuestros labios y lenguas, me aparté y le dije, Te amo, Sebastian Von Traum.- Te amo, Garnet Lacey,- dijo. -Ven, vamos a la cama. No era que yo no estuviera de humor porque estaba deseando avanzar hacia cualquier cosa que pudiera reconciliarnos, pero con todo lo que había sucedido con Parrish, sentía un poco que necesitaba que esta noche fuera acerca de él. Sebastian notó mi vacilación y comprendió. -Tómate tu tiempo,- dijo. -Si estoy dormido cuando subas, no te lo tomes como algo personal.Sonreí. -No lo haré. Ah, y gracias.Él se encogió de hombros. -Me debes un cupón de relación.- ¿Qué es eso?- Lo sabrás cuando lo reclame.- Me sonrió ampliamente, luego ahogó un bostezo. Te veo en la mañana.-Sí,- le dije, y mis ojos se desviaron al libro de obituarios sobre la mesa delante de mí. - Lo siento, sé que no está muerto, pero aún así estoy triste. Sebastian hizo una pausa y se inclinó sobre el pasamanos de arce pulido. - Se ha ido, ¿verdad?Asentí con la cabeza, sin confiar en mí misma para hablar sobre el nudo en mi garganta. - Entonces tú necesitas llorarlo.Me hice un sándwich de mantequilla de maní y jalea en la cocina de Sebastian. Encendí la radio en busca de compañía. La NPR transmite en directo la BBC. Me bebí un vaso de leche y dejé que los acentos británicos llenaran mi cabeza con los recuerdos de Parrish. Algún tiempo después, me encontré sentada en el sofá hojeando el libro de obituarios de Sebastian. Había cientos de ellos. Algunos, sin duda eran de amantes, pero también había avisos de amigos…compañeros de guerra, vecinos, y

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otros por el estilo. Todas las personas que Sebastian había conocido y querido de alguna manera. No llegaba muy lejos, sólo hasta principios de los años setenta. Cuando examiné los estantes, parecía haber otros volúmenes. Cerré el libro y lo dejé. Mirando todas las vidas de estas personas, me di cuenta de lo que tenía que hacer. Parrish necesitaba un funeral…más que eso, necesitaba un velorio. Uno gran fiesta final con montones y montones de whisky. Incluso me atrevería a invitar a todos sus amigos ghoul, ellos sabrían que no estaba muerto, pero de todos modos, agradecerían la oportunidad de brindar por él. Entonces, saqué un bolígrafo y una hoja de papel del cajón de cachivaches de Sebastian. Empecé a escribir el obituario de Parrish. Cuando terminé el suyo, escribí "una remembranza", un aviso para cada uno de los amigos que había perdido el pasado Halloween. Empecé pensando que sólo pondría un aviso corto una lista de los nombres de oficio de cada uno. Muy pronto, estaba relatando trozos de detalles físicos… los ojos verdes y brillantes de Martingale, el cabello salpimentado de Junko…que dio lugar a otras cosas que quería recordar, como el pan de calabacín horneado en casa de Jasmine y un increíble vestido de Cleverlief, cosido a mano para la danza del vientre. Por lo que terminé, en lo que era una corriente de la conciencia, con fragmentos casi poéticos y una sensación de que debería haber hecho esto hacía mucho tiempo. Yo estaba friendo los huevos del desayuno cuando Sebastian entró arrastrando los pies en la cocina en un albornoz. Sus ojos se iluminaron al ver el café preparándose. El sol iluminaba a través de las ventanas, y él entrecerró los ojos miserablemente mientras se servía rápidamente de la cafetera. Con un mínimo derrame, Sebastian deslizó su tasa bajo el chorro marrón constante. Di vuelta los huevos, sonriéndole. - Te ves notablemente alegre para alguien que no durmió,- se quejó. Deslizando la cafetera de vuelta en su soporte, Sebastian apoyó la cadera contra el mostrador. Él me dirigió una mirada suspicaz mientras tomaba un largo trago de su taza. -Te ves notablemente…- me detuve. Lo que quería decirle era que parecía sorprendentemente humano con su pelo enmarañado y la barba incipiente en las

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mejillas, pero me parecía un poco grosero- …soñoliento,- le dije en lugar d eso …para alguien que se fue a la cama temprano. -Si no logro dormir, no me regenero tan fácilmente,- dijo con un encogimiento de hombros. -Incluso un vampiro de mi clase necesita unas horas de letargo para mantener mi figura juvenil.Cuando pasó la mano a lo largo de sus caderas como una estrella de cine, me reí. Los huevos estaban listos, así que saqué un par de platos de los gabinetes y presioné el interruptor de la tostadora donde yo había cargado un par de rebanadas de pan multigrano. -Me tomé la libertad de averiguar el horario de la oficina del registro,- dijo Sebastian. Moviéndose hacia la mesa de la cocina puso su taza sobre la mesa y corrió a un costado una tintura de anís, clavo de olor y nuez moscada. Automáticamente, él los sacudió una vez antes de encontrarles un lugar entre la multitud de aceites y ungüentos en la parte superior del refrigerador. - Y dejé un mensaje en el hospital diciendo necesitamos una copia del certificado de defunción de Parrish lo antes posible.Yo puse un plato de huevos estrellados delante de él. Traje un par de tenedores del cajón y rellené mi propia taza con café. -¿Todo esto antes de una ducha?- Sé que estás ansiosa por concluir lo de Parrish,- dijo. Después de sacar el tazón de mantequilla del refrigerador, se detuvo a desmenuzar por encima un puñado de albahaca seca y algo que no reconocí inmediatamente. Metió el plato en el microondas por unos segundos, tomó el pan tostado, y se acomodó en su silla. El aroma de la mantequilla con hierbas me hizo agua la boca. - Creo que puedo enviar por fax el obituario al diario,- le dije. -Puse la fecha del velatorio para el miércoles.Extendió una cucharada grande de mantequilla en un pedazo de pan tostado y me la dio. - Es Halloween,- dijo Sebastian, un poco sorprendido. Di un mordisco al pan tostado. El ingrediente misterioso en la mantequilla resultó ser orégano. - Lo sé,- le dije. -Pensé, que tal vez, si celebraba el velorio de Parrish en Halloween, podría poner un montón de fantasmas a descansar, por así decirlo.-

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Sebastian asintió. -El velo entre los mundos es más delgado,- dijo, recordando la creencia pagana de que en Samhain8 las barreras entre los vivos y los muertos eran más fáciles de cruzar. Era una noche para la comunicación y comunión con las almas que habían pasado al Summerland9. La idea de vestirse como fantasmas y otras cosas aterradoras provenía de una superstición pagana de que los espíritus malignos, quienes caminaban esa noche, no te reconocerían disfrazado. Las caras atemorizantes de la calabaza iluminada también mantenían tu casa segura. - Bueno,- le dije, cuando mi café se vació y me comí el desayuno. - Vamos a recoger el cuerpo de Parrish, ¿de acuerdo?Sebastian y yo pasamos la mayor parte del día entrando y saliendo de varias oficinas gubernamentales. Debo de haber llenado un millón y medio de formularios. Tuvimos que ser un poco parlanchines para convencer al del registro para que me aceptara como "la esposa de Parrish", dado que no tenía certificado de matrimonio. Pero debido a que Parrish no tenía a nadie más y el registro, como cualquier otra oficina del gobierno, tenía demasiado trabajo y poco personal, ellos encontraron algunas formas más para mí para hacer que todo fuera legal, o por lo menos para liberarlos de cualquier responsabilidad en caso de que yo resultara ser una ladrona de tumbas o una especie de necrófila enferma. Hice mi parte de vestirme como la novia afligida, al ir ultra-conservadora (para mí), con una falda amplia y negra y una camisa abotonada de seda blanca de Sebastian. Yo llevaba la blusa abierta sólo lo suficiente para mostrar el anillo de Parrish. Antes de ir a todas las diversas oficinas gubernamentales, habíamos hecho una parada en un Walgreens para comprarme un par de medias y regresé a mi casa para recoger mi único par de zapatos bajos negros. Si alguien notó la hebilla de murciélago de plata, ellos no hicieron comentarios. Yo no sería capaz de recoger a Parrish hasta mañana, pero me aseguré que todo estaba en orden, así que no debería ser un problema. Significado de "Fin del verano" Uno de los días de reposo celtas, el 1 de noviembre para celebrar el Año Nuevo Celta 8

La versión de "vida futura". Visto como un lugar de eterno verano, con los campos de margaritas, hierba exuberante y bosques color esmeralda. Como un lugar para descansar y reflexionar sobre su vida antes de ser reencarnado de nuevo... 9

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Me preocupaba que él estuviera atrapado en la morgue, pero pensé que sería sumamente sospechoso si yo iba sólo para verlo. La mayoría de la gente no iba visitar a los muertos. Sólo por querer estar ocupada por un rato, convencí a Sebastian para que me dejara en el trabajo. Yo estaba un poco consternada cuando entré por descubrir que no había ningún empleado en la caja registradora. Revisé la tienda y descubrí a William oculto en la sección de astrología. Estaba sentado en una caja cerrada de libros y sujetaba su cabeza entre las manos. -¿Estás bien?- le pregunté. Tenía los ojos con los bordes rojos, y su rostro se veía enrojecido. Cuando me vio, gritó de alegría.-Oh mi dios, Garnet. Pensé que estabas muerta.Mis ojos se estrecharon. -Quieres decir: que pensabas que tú me habías matado.William no lo negó, pero se veía un poco confundido y aún ofendido, como el estereotipo del cachorro apaleado. - Mo es muy convincente,- dijo William. Cuando estoy con ella. Cuando no estoy... Garnet, he estado teniendo estas pesadillas terribles donde sacrificio pollos y levanto a los muertos. Luego, anoche, soñé que te empujé en un garaje lleno de zombis carnívoros.- Sabes que eso no era un sueño, William.Cerró los ojos y bajó la cabeza. Unos mechones de cabello castaño y teñidos de verde colgaron inertes frente a su rostro. - Tenía miedo de que dijeras eso.murmuró mirando el suelo. Puse una mano en su hombro en simpatía. Las puntas de mis dedos zumbaban, como si hubiera tocado una corriente eléctrica. Me eché hacia atrás, acunando mi mano. Cuando él me miró sus ojos habían cambiado. La mirada en ellos era diferente a cualquier cosa que yo haya visto en la expresión de William…parecía centrado, seguro... y mortal.

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Capítulo 11 – Acuario PALABRAS CLAVE: Inventivo e impredecible

Se puso de pie con lentitud amenazadora, con el abrecartas que había estado usando para desenvolver las cajas fuertemente sujetadas en su mano. Incluso su postura era diferente, más erguida y con un propósito. Supe al instante que había sido poseído. Lilith se movió nerviosamente sobre mi estómago mientras William avanzaba. Si dejaba que ella se hiciera cargo, me daba cuenta de que algo más que la loa sería destruido. No podía dejar que ella matara a William, ni siquiera en defensa propia. Tendría que encontrar otra manera. Así que corrí. Giré sobre mis talones y salí por la puerta hacia la calle, gritando neciamente que necesitaba ayuda. Miré hacia atrás y vi a William saliendo abruptamente de la tienda, arma en mano. La gente que estaba congregándose para la cena en la calle State irrumpió ruidosamente en forma confusa. Me detuve cuando William pareció nervioso por toda la atención que había conseguido y dejó caer el cuchillo, yéndose en la dirección opuesta. Me detuve para recuperar el aliento. Los transeúntes me ofrecieron su ayuda, la cual rehusé cortésmente. Sin embargo, no me di cuenta de que estaba llorando, hasta que alguna alma caritativa me ofreció un Kleenex. Me toqué el vientre donde Lilith permanecía dormida, sabiendo ahora, por primera vez, que había tenido al menos otra opción viable esa noche. Cuando vi a los agentes del Vaticano en el aquelarre, podría haber corrido. Podría haber llamado para pedir ayuda. Si tan sólo... Me detuve, porque si hubiera corrido esa noche, había una gran posibilidad de que los agentes me hubieran agarrado y asesinado. Correr sólo habría significado que

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seis agentes estarían vivos hoy, sabiendo cómo era mi aspecto. Si el FBI pudo encontrarme, una orden supersecreta de asesinos seguramente también lo habría hecho. Y, a pesar de que se sentía bien, correr no habría resuelto el problema global. William pudo no haberme matado esta vez, pero él todavía estaba poseído por una loa. Aún tenía que conseguir una forma de destruirlo, y ahora cualquier elemento de sorpresa que podría haber tenido a mi disposición ya no estaba. Me dirigí de nuevo a la tienda. Al menos algo bueno salió de huir, ahora tenía más tiempo para pensar en lo que iba a hacer para salvar a William. Me quedé en Mercury Crossing hasta bien pasada la hora de cierre. William había dejado el lugar en un desorden terrible, con órdenes sin procesar, facturas sin pagar, y, por como lucía la caja fuerte, depósitos sin hacer. Sebastian cayó a las nueve con sándwiches. Él me ayudó a reorganizar el almacén e incluso se ofreció a dejar esa noche el dinero en la caja de depósitos del banco por mí. Me sentía demasiado culpable por dejar que él lo hiciera. La tienda era mi responsabilidad, después de todo, y yo la había descuidado durante días. Así que, en vez de eso, lo dejé ocuparse de algunos detalles de Parrish que yo no podido hacer. Usando el ordenador de la tienda, le pedí que introdujera el obituario que escribí para Parrish y los recuerdos de la secta en la página web del periódico. Él pagó por los avisos electrónicamente. Entonces, hasta le hice imprimir unos carteles para el velatorio de Parrish. Como yo no conocía los nombres y las direcciones de los ghouls de Parrish, pensé en poner los detalles en los lugares que Parrish frecuentaba. Esto significaría que probablemente conseguiríamos más de una cuota de aprovechadores, pero parte de mí pensaba que a Parrish no le importaría, siempre y cuando su paso fuera recordado con una fiesta malditamente buena. Sebastian salió con una pistola engrapadora para colgar los avisos mientras yo terminaba de poner mi tienda de nuevo en orden. Yo acababa de bajar la cabeza para "descansar mis ojos", cuando Sebastian regresó. Tuve un vago recuerdo de ser metida en su coche, pero casi ninguno en absoluto de ser metida en la cama. Yo soñé con los muertos. Truco o trato, vestida como una bruja. El timbre suena antes de que la puerta de abra hacia la cara sonriente de Jasmine. Ella lleva un collar nuevo y quiere mostrar los abalorios de lapislázuli y malaquita. Lo admiro, pensando: algo está mal. Me doy cuenta de que un

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cuervo, no, un buitre, vuela en círculos sobre su cabeza. "Jasmine", le pregunto, "¿No se supone que estás muerta?". Ella sonríe, mostrando sus dientes hasta las raíces. Me desperté con un sobresalto. La habitación estaba a oscuras, y Sebastian yacía junto a mí, tan inmóvil como un cadáver. La luz roja del reloj digital indicaba las 2:52. Giré para hacer cucharita con Sebastian. A pesar de que su cuerpo estaba todo torcido, me las arreglé para meter mi brazo alrededor de su delgada cintura y lo apreté con fuerza. No hacía ningún ruido, ni siquiera el suave resoplido de la respiración. Al menos, su piel estaba caliente. Doblé el edredón de plumas alrededor de nuestros hombros y cerré los ojos. Esta era la primera vez que había soñado con un miembro del aquelarre. Aunque sin duda el sueño me había puesto nerviosa, mayormente me dio la sensación de ponerme al día con una vieja, aunque muerta, amiga. Daba miedo, pero era reconfortante. No muy diferente de acurrucarse contra un amante vampiro. La mañana siguiente dormí. Sebastian me despertó con una taza de café, un bagel con queso crema, y una sonrisa nerviosa. A pesar de que parecía muy sospechoso, acepté su oferta. Comí el bollo tostado y esperé a que Sebastian me explicara por qué se sentaba en el borde de la cama, tan precariamente. -Entonces,- dijo finalmente. -¿Cuáles son tus planes para hoy?Aparté unas migajas del edredón. -Pensaba en trabajar por un rato y terminar de arreglar algunas cosas que no pude hacer ayer. Luego, llamaré a Lento Bob y haré que él me cubra así podremos recoger a Parrish. En algún momento, tengo que encontrar la manera de desposeer a William.- Tomé un sorbo de café. -¿Por qué?-Hay algunas cosas que tengo que atender el día de hoy,- dijo ominosamente. -¿Oh?Miró por la ventana. El cielo estaba azul como el huevo de un petirrojo. Una bandada de gansos hacía un ruidoso éxodo hacia el sur. Se aclaró la garganta. Estaba pensando que tal vez si adoptamos una política de divulgación de las cosas sería, ya sabes, mejor.Tomé otro trago de café esperando que la cafeína me ayudara a encontrar sentido a las palabras de Sebastian. Cuando no lo hizo, lo intenté de nuevo. Después de cuatro sorbos, finalmente tuve que decir: -¿Qué?-Tengo que alimentarme, Garnet. Pensé que deberías saberlo.-

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¿Me sentiría mejor sabiendo que Sebastian se dirigía a chupar sangre de otra persona? -Está bien,- le dije. No era como si pudiera exigirle que se muriera de hambre. -Ya sabes, tú podrías…- ¿Qué era lo que le iba a ofrecer? Sebastian parecía igualmente intrigado. -.. No me digas nada en el futuro,- le dije. -Creo que la ignorancia es lo mejor.Volver a la ciudad era una molestia. Llamar a un taxi implicaría gastar más dinero del que tenía. Intenté con el celular de Izzy, pero ella probablemente estaba trabajando así que lo habría apagado. No podía llamar a William por razones obvias, y Sebastian estaba... bueno, ocupado. Acabé pidiendo prestado la bicicleta oxidada de diez velocidades de Sebastian, que encontré cubierta de telarañas apoyada en un rincón del granero. Los neumáticos estaban muy bajos, pero luego de investigar un poco más encontré una bomba de aire y una llave para ajustar el asiento. Le dejé una nota al respecto, pero dado el estado de la bici dudaba que tuviera prisa por recuperarla. La anterior experiencia me enseñó que la granja de Sebastián estaba como a una hora o algo así de la tienda en bicicleta. Fue un viaje largo, pero no imposible, sobre todo si el tiempo era nítido y claro como el de hoy. Empecé transitar por el camino de entrada de su casa. Eché un vistazo al cementerio frente a la entrada, esperaba que Parrish estuviera todavía sano y salvo en la morgue. El asfalto estaba roto y lleno de baches por una temporada de tránsito difícil. Un pájaro volaba en círculos sobre los campos de hojas de maíz secas. Mis ojos se humedecieron al oler un zorrillo atropellado. Pedaleé la bicicleta más rápido cuesta arriba. Redondeando la curva, llegué a la cima de la colina y bajé entre casas rurales y campos. Mientras la gravedad me llevaba, intenté averiguar qué hacer con William y la reina zombie. Tal vez podría convencer a Domínguez de arrestarla. Yo estaba segura de que la trata de seres humanos era un delito federal, incluso si las personas involucradas estaban muertas. Pero incluso si no lo fuera, él había dicho que actuaría como un enlace para mí con las autoridades locales. Además, yo todavía le debía su carta natal. Tal vez podría atraerlo a mi casa por el velatorio de Parrish, y entonces todo lo que tenía que hacer era convencer a William y Mo de que también asistieran.

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El olor a zorrillo muerto fue reemplazado por el olor mucho más agradable de las hojas quemadas. La hierba alta que crecía en la cuneta susurraba por el viento. Un andarríos10 se lanzó a lo largo de la carretera. El viejo William definitivamente iría al velatorio de Parrish. Se conocían desde antes de nuestras desgracias, y por un momento sospeché que William podría haber sido contado entre las filas de los ghouls de Parrish. Ser gótico había sido otra fase de William, pero como todas las otras espiritualidades y estilos de vida que había intentado, no le pegaba. Más tarde, me confesó que no había podido acostumbrarse e la horas tardías; William era una persona madrugadora. Un carro negro cubierto tirado por un par de caballos marrones oscuros pasó junto a la zanja en el otro carril. Saludé con la mano alegremente. Volví la cabeza para verlos pasar, maravillada, como siempre, por la forma en que triángulo de color naranja brillante de movimientos lentos sujetado al centro del carro siempre parecía ser un anacronismo. Tenía que ayudar a William regresar a su estado habitual de borracho. Estaba segura de que había un hechizo para contrarrestar la posesión. Tal vez Izzy podría ayudarme. Para el momento en que salí de las Tierras Sagradas, mi culo me dolía de estar sentada en un asiento desconocido y lo único que quería era una copa de algo. Un aviso sobre el velatorio de Parrish estaba pegado en la ventana. Habíamos elegido una buena imagen suya, que yo había sacado con la cámara digital de un amigo para saldar una apuesta sobre que las imágenes de un vampiro se reproducían por vía electrónica, a pesar del mito de que no aparecían en la película. Traté de explicarle a Parrish que ya nadie utilizaba plata para hacer las fotografías. E incluso si lo hicieran, aún sería una fotografía cualquiera, porque los vampiros no eran alérgicos a la plata; los hombres lobo lo eran. Sobra decir que gané la apuesta. Cuando abrí la puerta, unas cuantas hojas siguieron la ráfaga de viento hacia el interior. La cafetería estaba tranquila. Era uno de esos momentos entre-horas, cuando sólo unos pocos clientes iban y chasqueaban sus ordenadores portátiles con lates que habían ordenado hacía horas. Izzy tenía un periódico abierto sobre el mostrador. Ella levantó la vista cuando la puerta se abrió. Cuando ella me vio, corrió alrededor de la barra. -Sebastian me contó lo de tu amigo,- dijo, abrazándome. -¿Estás bien?10

N/T: Es una especie de ave caradriforme de la familia Scolopacidae.

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Izzy y Parrish nunca se habían conocido. No tenía idea de que él no estaba realmente muerto. -No lo sé,- admití. La "muerte" de Parrish me había sacudido, trayendo de vuelta todo el dolor no gastado con mi aquelarre. -Tengo que recoger su cuerpo hoy.Izzy dio un paso atrás y me sostuvo con el brazo extendido. -¿Y por qué tienes que recoger su cuerpo, exactamente? ¿No debería la funeraria hacerse cargo de todo eso?-No puede ser embalsamado,- le dije. Entonces, porque no había ninguna razón por la que no debería saberlo, añadí: -Él es un vampiro.-¿Pero él está muerto?-Oficialmente, está en letargo. Él lo llamó un "largo sueño", o algo así.-Está jugando a estar muerto,- asumió ella muy bien con una sonrisa agradecida. -Sí,- sonreí. -Precisamente.-Pero, ¿harás todos los pasos? Velatorio, sepultura y todo eso. Noté el obituario hoy,- dijo señalando con el pulgar en dirección al periódico que había dejado abandonado en el bar. -Está tomando la culpa por mí,- le dije. A continuación, echando un vistazo alrededor de la habitación, susurré: -Con el FBI.Izzy me dio esa sonrisa que a veces parecía más a una mueca de exasperación y negó con la cabeza. -Todo en un día, ¿eh?Me encogí de hombros. Izzy regresó a su puesto como camarera, y yo me senté en un taburete alto, junto a los tarros de galletas envueltas en papel aluminio y los chocolates importados. -¿Puedo molestarte por un café helado?-Claro,- dijo, y luego automáticamente: -¿Aquí?Me eché a reír. -Sí, tengo que sentarme un rato. Además, tenemos que hablar de William.Ella cogió un cubo de hielo en un vaso de vidrio. Extrajo una jarra de café frío de la nevera y agregó un poco de leche. -¿Qué pasa con William ahora?-Está poseído por una loa o... algo. Él trató de matarme.-

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Izzy dejó el vaso en frente de mí. -Cariño, no tiene por qué estar poseído para querer hacer eso.-Él está saliendo con tu prima,- le dije, ignorando su comentario ocurrente. ¿Mo? ¿La que está haciendo a todos los zombies de fraternidad?-

-

Izzy no parecía tan sorprendida como yo quería que estuviera. -¿Sabías todos esto?,- le pregunté. -¿Es por eso que los zombies te perseguían?Izzy dobló lentamente el periódico hasta plegarlo de nuevo y se encogió de hombros. -Me siento responsable por todo esto. Ayudé a Mo a mudarse después del huracán. Era difícil cuando llegó por primera vez. Había perdido tanto... Nunca debí haberle dicho lo del dinero.-¿Qué dinero?Izzy se apoyó en el refrigerador. La superficie estaba cubierta con dibujos animados de los que ofrecen las tiendas de café. Tenían toda su superficie cubierta con imanes con forma de tazas y platillos. Cruzando sus brazos, ella dijo: -He oído hablar de muchas cosas en este trabajo. A la gente le gusta contarme historias, al igual que lo harían con su barman. Este tipo vino una vez, dijo que estaba escribiendo un libro sobre las tradiciones de las tumbas, y había oído hablar de que algunos italianos o gitanos enterraban dinero con el fallecido. Había hecho la investigación, conocía nombres. Se lo conté ella después del trabajo, ya sabes, como tú lo harías.Izzy se calló, pero podía adivinar que el fin de la historia. -Cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, la eché. Hemos estado peleando desde entonces.-Ella tomó a tu barista, Suzette,- me acordé. -Y ahora ella tiene a William.-Bueno, yo no he dicho que estuviera ganando.Izzy devolvió el periódico a una pila en el borde de la barra, y me bebí mi café, analizando todo lo que me había dicho. Cuando regresó, le dije: -¿Estarías muy molesta si tu prima fuera arrestada por tráfico de personas?-Muy, muy molesta,- dijo. -Yo la traje aquí porque quería ayudarla.-Ella está matando a esa gente, Iz.-

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-Le dijo la olla al caldero, ¿no te parece?,- me espetó. Izzy estaba comparando lo que yo hice en defensa propia, con lo que su prima hacía por diversión y beneficio. Mi boca permaneció abierta por un momento. Por la forma en que sus ojos se apartaron de los míos, me di cuenta de que Izzy se arrepintió de lo que había dicho en el instante en que lo había dicho. Sin embargo, ya era demasiado tarde, había comenzado algo que al parecer necesitaba decir. -Eso no era lo mismo,- insistí. La mirada de Izzy se desvió a la máquina de café espresso. Sus labios estaban apretados en una línea delgada y se encogió de hombros. -Sólo estoy diciendo que el otro día pensabas que habías matado a ese agente del FBI. No es que no abuses de tu poder a veces. Jesús, Garnet, sales con personas que se aprovechan de los demás y beben su sangre. Eso es tan romántico como una garrapata gigante. No tienes mucha autoridad moral para estar aquí.¿Acababa de llamar a Sebastian y Parrish garrapatas gigantes? Negué con la cabeza, sin entender siquiera la acusación como para refutarla. En su lugar, le dije: -Creo que debería irme.-Probablemente es lo mejor,- estuvo ella de acuerdo. Virando en dirección al fregadero de acero inoxidable, Izzy se volvió de espaldas a mí y fingió que había platos que requerían su atención. William nunca vino a trabajar. Lo primero que hice fue llamar a cada miembro del personal auxiliar para establecer un horario que me permitiera recoger a Parrish esta tarde y mantener la tienda abierta durante el mes más activo asumiendo que William no se presentaría a largo plazo... en caso de que no pudiera revertir el hechizo de posesión de Mo. Luego, tomé cada título de vudú que teníamos en la tienda y los apilé junto a la caja registradora. Cuando no estaba ocupada con las ventas de último minuto de la joyería de fantasía de Halloween para los clientes risueños, me deslizaba a las secciones dedicadas a la posesión. No encontré nada terriblemente útil, ya que la mayor parte describía a los practicantes lo que pasaba en los rituales. Además, me sentía muy insegura acerca del uso de un sistema mágico tan diferente al mío. Finalmente, decidí que probaría un conjuro para romper el hechizo. Cuando ya había vendido el decimoquinto manto negro de lana y una gorra puntiaguda a un estudiante de la Universidad del Medioeste, sentí una punzada de pérdida. Echaba de menos a mi aquelarre. Alguien habría tenido alguna experiencia con este tipo de cosas, y si no, aún así tendría su apoyo para el

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hechizo mágico. Tenía la sensación de que la ruptura del hechizo de retención de Mo sobre William iba a tomar más empuje del que una bruja sola podía reunir. Pensando en William, llamé al número de su casa y le dejé un mensaje invitándolo a mi casa para el velatorio. -Esto es por Daniel... y por mí,- le dije. -Quiero que sepas que eres bienvenido, también Mo. Por favor William, considéralo.Después marqué el número de Domínguez. Me sorprendió cuando respondió después del primer timbre. -¿No tienes trabajo que hacer?-Este es mi trabajo,- dijo él bruscamente. -¿Qué quieres?Aquí voy, mintiéndole de nuevo a un agente del FBI. -Terminé tu carta astrológica. Pensé que tal vez te gustaría venir a leerla en algún momento. ¿Tal vez esta noche?Hubo una larga pausa en el otro extremo. Por un breve momento, pensé que se había desconectado. -Uh, ¿Domínguez? ¿Estás ahí?-Estoy pensando,- dijo. Más silencio. Pensé que podía oír los sonidos de la gente hablando en el fondo. -¿A qué hora?El velorio era a las nueve. Lo habíamos fijado a una hora tardía intencionalmente para atraer a los amigos ghouls de Parrish. -¿A las siete?Domínguez se aclaró la garganta. -Para que quede claro, ¿me estás pidiendo una cita?-¿Estarías más o menos inclinado a venir si digo que no?-Más.-Entonces no.-Está bien, voy a estar en tu casa a las siete. Hasta luego.A pesar de insistir en que esto no era una cita, Domínguez sonaba un poco emocionado. Me pregunté si mi hechizo de amor se había roto por completo. Había perdido el amuleto cuando Lilith trató de matarlo. Tal vez estaba en su mayor parte junto en algún lugar, aún gestándose para crear problemas. Justo lo que necesitaba.

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Lento Bob llegó al mediodía. Lento Bob era un corpulento hombre de más de mediana edad con una mente aguda y una profunda necesidad de evitar la mayoría de las interacciones sociales. Tenía una barba paternal salpicada de canas, y, cuando era debidamente provocada, una sonrisa brillante y cálida. A pesar del hecho de que él nunca sería el empleado del mes, me gustaba Bob. Él era un Virgo, organizado como el demonio. La tienda estaba siempre más ordenada después de su turno; él tan sólo hacía las cosas en su propio tiempo. Sabía que era un brujo…de hecho, me había topado con él en el Encuentro Pagano de hacía un año, cuando los dos estábamos practicando la regla de la "ropa opcional". Nunca revelaba mucho de ese lado más salvaje de sí mismo en el trabajo, a excepción de la ocasional ocurrencia sorprendente cuando intervenía en una discusión que William y yo teníamos sobre algún que otro tema esotérico. -Hey, Bob,- le dije. Inclinó un sombrero imaginario para mí, esbozó una tímida sonrisa y desapareció en la parte posterior. No lo volví a ver hasta que Sebastian se presentó después de la una. De mala gana dejé a Lento Bob a cargo de la tienda con órdenes estrictas de que no se la pasara escondido en la sección de astrología. Bob estaba sentado detrás de la caja registradora con una expresión de perro apaleado que probablemente ahuyentaría a cualquier cliente potencial. Mi margen de beneficio estaba condenado así. Oh, bueno. Tenía cosas más importantes de las que preocuparme. Como recoger a mi ex-novio de la morgue. -Veo que pediste prestada mi bicicleta,- dijo Sebastián, mientras él me mostraba la camioneta que había alquilado. Era de color rojo brillante, no era exactamente un color sombrío para transportar a los muertos. Mientras subía, me di cuenta de que Sebastian había quitado todos los asientos. El ataúd de Parrish estaba asentado en medio de la alfombra. -¿Todo marchó bien?,- preguntó Sebastian, y rápidamente agregó: -Con la bicicleta, quiero decir.Había algo tenso en su voz, y me di cuenta de que no había hablado desde que casi me ofrecí para ser su comida. Incluso ahora, una parte de mí encontraba tentadora la idea, y yo no quería eso. Así que en su lugar, espeté: -Izzy piensa que eres un parásito. En realidad, ella te llamó garrapata.Sebastian se echó a reír. -Bueno, supongo que es mejor que una sanguijuela. ¿Está enojada conmigo por alguna razón?-

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Negué con la cabeza. -No,- dije, -Conmigo. Su prima es la persona responsable de todos los zombies, y estoy pensando en tratar de hacer que la arresten.-¿A Izzy?-No, a su prima Mo…Maureen.Antes de desabrocharme el cinturón, volví a comprobar para asegurarme de que tenía todos los formularios y los papeles de los trámites. Satisfecha de que todo estaba en orden, seguí a Sebastian hasta unas escaleras de concreto llenas de colillas de cigarrillos. Al parecer, el ser un trabajador del hospital no requería una vida particularmente saludable. Fue sólo después de la tercera vuelta por un laberinto de pasillos que se me ocurrió preguntarme cómo era que Sebastián conocía el camino al sótano del hospital. ¿Has estado en la morgue antes?Sebastian había venido desde su trabajo. Él se había quitado el mono, pero aún tenía restos de aceite de motor y grasa en la cara y las manos. Sebastian tuvo un día de trabajo como mecánico de coches. Reparaba coches antiguos en Jensen’s. No necesitaba el dinero, sino que simplemente disfrutaba el trabajo. Había escondido su cabello en una gorra de béisbol, y fácilmente podría pasar por cualquiera de los Joes regulares de Wisconsin, si no fuera por el corte aristocrático de sus rasgos. -Salí con una enfermera.- confesó. No estaba segura de que eso lo explicara, pero lo dejé pasar. Cuanto más lejos en el edificio íbamos, más olía el aire a hospital…esa combinación distintiva a desinfectante y enfermedad. Los tubos fluorescentes despojaban el lúgubre pasillo pintado con un tinte brillante de cualquier de cualquier calidez natural. Me estremecí, agradecida por haber comenzado a ver signos de que nos dirigíamos a la morgue. Una camilla estaba colocada contra una pared. Sólo cuando pasé caminando a su lado me di cuenta de que había un cuerpo bajo la sábana blanca. Me apresuré a alcanzar a Sebastian y le cogí la mano. Entramos en la oficina principal. Un empleado estaba sentado detrás de un escritorio del puesto de enfermería. Vestía una túnica blanca y parecía tener unos veinte años con sus rizos rubios. Él nos dirigió una mirada que decía los civiles usualmente no pasean por aquí, antes de decir algo escéptico: -¿Puedo ayudarles?-

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-Estamos aquí por Daniel Parrish,- le dije. Saqué toda mi documentación y se la mostré al encargado. El encargado asintió con sólo una breve mirada en dirección a todo el papeleo legal requerido, y dijo: -¿Dónde está el ataúd?-En la camioneta,- dijo Sebastian. -Estaba esperando que nos prestaran una camilla o algo así.-Claro,- dijo, desapareciendo detrás de una serie de ominosas puertas dobles. En un momento, él estaba de vuelta con una de esas camillas flexibles que ves usar en ambulancias. -Te voy a ayudar,- le dijo. Para mí, -Quédate aquí y asegúrate de que nadie se vaya.- Se rió de su propia broma, y se fue junto con Sebastian por el pasillo. Yo estaba segura de que no se suponía que el encargado debía dejar su puesto, y yo estaba doblemente más segura de que no quería estar sola en este lugar. No había nada inherentemente espeluznante acerca de las plantas en macetas de plástico cubiertas de una fina capa de polvo, los raídos muebles de la sala de espera, o el olor penetrante de aire más fresco, pero el hecho de saber que había docenas de cadáveres, justo detrás de las puertas, me daba escalofríos. Me paseé por la alfombra de alto tránsito durante todos los quince minutos que tardaron Sebastian y el chico en volver con el ataúd de Parrish. Yo no estaba preparada para lo que vino después. El encargado, que se presentó como Gary, nos hizo señas hacia las tan temida puertas dobles. Al ver la expresión de mi cara, Gary dijo: -Oye, lo soportarás. Está todo bien.Traté de sonreír, pero encontré que mi expresión se congeló al ver las mesas de examen de acero inoxidable y los desagües. Muchos desagües. Para todos los fluidos corporales, imaginaba. El hedor acre del formaldehido se atascaba en la parte posterior de la garganta. Al menos, todo el Court TV 11que había visto con Izzy me había preparado para las filas de cajas del refrigerador de metal. La puerta se retiró en forma macabra y lenta para revelar a Parrish, cubierto modestamente con una sábana. Una ligera película de escarcha cubría la piel de Parrish, y sus labios se veían azulados. Gran Diosa, ¡esperaba que él estuviera bien! Tendí una mano para tocarle la mejilla, en busca de alguna señal de vida. 11

N/T: Canal de televisión estadounidense actualmente llamado TruTV que tenía en su programación shows de dramas legales, espectáculos judiciales y realidades jurídicas.

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-Les voy a dar un minuto, ¿de acuerdo?,- ofreció Gary amablemente. -Sí, pero sólo un minuto,- dijo Sebastian. Cuando lo miré por su rudeza, Sebastian me susurró al oído: -Él ya ha estado congelado por mucho tiempo. Va a tener una resaca de morgue.- Ante mi mirada interrogante, respondió. -Es como un dolor de cabeza por el helado, sólo que peor.-¿Cómo lo sabes?-Tuve una experiencia similar con un lago congelado en el norte. Pesca en el hielo que salió mal.-Vamos a sacarlo de aquí,- estuve de acuerdo. Sebastian le hizo un gesto a Gary que estaba de pie en el extremo más alejado de la habitación. Gary comparó mis documentos con la etiqueta en el dedo del pie de Parrish, y luego Sebastian y él hicieron el truco de los hospitales y dejaron pulcramente a Parrish en el ataúd abierto. -Impresionante ataúd de pino,- dijo Gary, pasando los dedos sobre las pegatinas de carga. -No se ve una gran cantidad de antigüedades de este tipo. Quiero decir, la mayoría de la gente no sigue usando sus ataúdes.Eek. Buen punto. ¿Tal vez deberíamos haber comprado uno nuevo?-Lo conseguí en eBay,- mintió Sebastián sin problemas. -Fue pre-comprado y enviado vacío, supongo.-¿Y qué? ¿El hombre se va sin su ataúd y la familia lo mantiene en el garaje durante generaciones?- Sebastian y yo intercambiamos miradas nerviosas, pero Gary se respondió a sí mismo. -La gente es tan rara.-Sí, bueno, es barato,- dijo Sebastian. -Mejor que pagar los precios extorsivos de la funeraria.-Es cierto,- dijo Gary con una inclinación de cabeza. -Pueden quedarse con la sábana, por cierto. No hay necesidad de devolverla.-Gracias,- le dije, tratando de imaginar qué personas trataban de utilizar nuevamente una sábana funeraria. La escarcha en el rostro de Parrish había comenzado a gotear. Sebastian y yo pusimos la tapa de madera en su lugar. Yo no quería hacerlo. De hecho, me sentía mal por no ver la cara de Parrish, pero la luz del sol lo mataría.

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Gary nos acompañó en el camino de regreso a la camioneta. -Así que, ustedes son hechiceros, ¿no?,- preguntó Gary mientras caminábamos por el pasillo. Todos los que nos encontramos alejaron su mirada cuando vieron el ataúd. -Yo lo soy,- le dije. -Él es un alquimista.-Técnicamente, soy un católico excomulgado,- corrigió Sebastian con una sonrisa de soslayo. -¿Por qué, quieres preguntar algo?,- le pregunté. Sostuve las puertas abiertas mientras Sebastian guiaba la camilla. El sol estaba brillante. No había ni una nube en el cielo, fuera de la columna de humo de los fumadores acurrucados entre los matorrales y bajo los aleros. Gary nos condujo por una rampa. Aferré la tapa con fuerza, mientras las ruedas saltaban sobre algunos baches. -No,- dijo Gary con sonrisa maliciosa.-Yo sólo quería decirles “Feliz Reunión”. Tío, el encargado también era un brujo. Gary acababa de decir el equivalente al apretón de manos secreto. -¿En serio?-Cada Beltane y Samhain,- dijo con un guiño. -Genial.- Sonreí y estreché su mano. Sebastian hizo lo mismo. Luego, una vez que llegamos a nuestro Móvil de la Muerte rojo cereza, Sebastian abrió las puertas traseras y saltó al interior para subir a Parrish. Empecé a ayudar, pero los dos levantaron el ataúd de ese modo varonil de dos hombres transportando una carga. La verdad, me sentí bastante inútil. -Entonces- dijo Gary, una vez que Parrish estaba dentro, -Espero que no te importe que lo diga: está demasiado liviano,- señaló él con su pulgar hacia el ataúd. -Los tipos muertos pesan una tonelada. Tu amigo no tiene peso; es como el aire en comparación. Eso no está bien. Algo está fuera de control, espiritualmente hablando, si sabes lo que estoy diciendo.Sebastian asintió solemnemente. -.Es por eso que estamos ocupándonos de él nosotros mismos.Gary consideró eso. -Buena idea, amigo.- Él levantó la mano en el signo de la paz como una bendición. -Bendito sea.-

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-Bendito sea,- le contesté automáticamente, como respuesta a un amén. Sebastian y yo vimos a Gary deambular hacia el interior. -Bueno, eso fue sin duda interesante,- dijo Sebastian, mientras cerraba las puertas de la furgoneta con un golpe que me hizo saltar. -¿El qué? ¿Que fuera tan raro, o que fuera tan certero?-Ambos.Pese a las afirmaciones de Gary de que Parrish no era pesado, fue un infierno conseguir subirlo por las escaleras hasta mi apartamento. Gracias a la Madre por la fuerza sobrehumana de Sebastian y la cinta adhesiva que utilizamos para asegurar la tapa. Aún así fue torpe y lento. Más de una vez le sugerí que dejara todo en el vestíbulo, y cambiáramos nuestros planes por una barbacoa al aire libre a pesar de las advertencias de las heladas tempranas. Una vez arriba, teníamos que decidir dónde ponerlo. Encajaba muy bien en la mesa de arrime, pero ésta era lo suficientemente baja como para que pareciera un banco acogedor. Lo último que quería era que algunos ghouls ebrios se sentaran sobre el ataúd y le volcaran cosas encima en medio de los festejos. La mesa del comedor también se veía mal. El ataúd sobresalía de los bordes y, bueno, parecía una tabla para platos demasiado grande. Eso sí, no muy digna. Una vez más, me imaginaba un montón de platos sobre él. -¿Qué tal si lo sacamos de la caja y tan sólo ponemos su cuerpo en el sofá?,- sugirió Sebastian con ironía. -Tendría un aspecto muy natural.Me lo imaginé apoyado rígidamente con una lata de cerveza en la mano como algo salido de una comedia macabra. -¿No lo despertaría eso?Sebastian se encogió de hombros. -Probablemente. ¿Alguna otra idea?Yo tenía una. Sebastian y yo transportamos un par de tocadores de mi dormitorio. Eran del tamaño justo, y cuando se colocaban a una corta distancia, eran lo bastantes resistentes. Ponían a Parrish a una buena altura de "visión", pero no tan abajo como para ser fácilmente confundido con un sitio para sentarse. Por supuesto, en el instante en que pusimos el ataúd en su lugar, Barney subió un salto y empezó a revolcarse dándose una ducha completa de cuerpo. Sebastian rascó su hombro junto al collar. -A ti siempre él te gustó más.Ella le respondió a Sebastián con un estornudo.

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Después de un descanso en el sofá y un par de bebidas energéticas, Sebastian decidió que probablemente era hora de ir a buscar y traer el catering. -Ni siquiera me gustaba tanto el tipo,- murmuró Sebastián. -¿Quieres venir conmigo?Le expliqué que yo estaba esperando a Domínguez más temprano para una cita astrológica y que tenía la esperanza de convencerlo de que tenía que andar por los alrededores para ayudarme a atrapar a la prima de Izzy. -Además,- agregué. Voy a preparar un hechizo para William.-Debería ayudarte con eso,- dijo Sebastian, poniendo una mano sobre la extensión plana de su estómago. -Mi parte de Lilith podría añadir un poco de potencia adicional a ese hechizo.Yo no había pensado en eso, pero Sebastian y yo hacíamos una diosa en total. ¿Quieres? Siento que necesito toda la ayuda que pueda conseguir en este caso.-

-

-Absolutamente, amor,- dijo Sebastián, inclinándose para darme un beso en la mejilla. -Me daré prisa en volver.- Barney, quien saltó del ataúd para enroscarse alrededor de nuestras piernas, estornudó húmedamente en su zapato. Tendiendo la mano para rascarle detrás de la oreja, Sebastian dijo: -Yo también te quiero, gatita.Mirando a su coche alejarse, estuve muy satisfecha por la rapidez con la que Sebastian y yo volvimos a la rutina. Era un tipo bueno, de verdad. Sonriendo para mí misma, me di la vuelta y me encontré cara a cara con el ataúd de Parrish. A pesar de haberlo visto todo el tiempo en mi espacio de almacenamiento en el sótano, todavía se veía amenazante en medio de mi sala de estar. Me deslicé alrededor de él de caminó hacia la cocina. Me hice unos fideos ramen para la cena y me instalé en mi lugar favorito en la mesa de la cocina para lanzar las cartas de Domínguez. La mayoría de la gente sólo conoce la astrología por su periódico y no comprenden la complejidad de una carta natal. Una carta natal se parece a una fotografía que representa el cielo pero vista desde la posición exacta de la tierra durante el día y hora exacta en la uno nace, mostrando a los planetas, como el sol, la luna, e incluidos algunos asteroides, por encima y por debajo del horizonte. Esto también detalla las interacciones que los cuerpos celestes tienen unos con otros, los que aparecen en tu signo del Zodíaco, y en que parte caen. Es algo complicado. Hacer estos cálculos podría tomar horas, es por eso que la mayoría de la gente suele hacerlo por ordenador.

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Yo, siendo el último reducto de otra era, no poseía un ordenador. Nada de televisión, nada de ordenador, ni teléfono móvil. Yo vivía en la maldita edad media. Así que, me puse a trabajar. El timbre sonó cuando marqué el último aspecto en la carta de Dominguez. Me encontré con Domínguez en la entrada de la planta baja. Ahora llevaba unos vaqueros azules desteñidos. Una camisa color gris perla, casi plateada, de algodón ligero, con los botones de la camisa abiertos por la garganta, para revelar una pequeña cruz de oro bautismal. Para protegerse del frío de la noche de Halloween, y, sin duda, para esconder una pistolera de hombro, llevaba un abrigo deportivo negro ajustado. El pelo rizado de Domínguez le llegaba hasta la nuca y justo por encima de las orejas, como si acabara de salir de una ducha calientita. Lo único que parecía fuera de lugar era una escayola fucsia que cubría desde su brazo hasta el codo. -Adelante,- le dije. Mientras caminaba por delante de mí, atrapé el olor de jabón con un toque a aceite para armas. Él empujó un ramo de margaritas envuelto en papel celofán hacia mí. -Esto es para ti, Sra. Lacey,- dijo él bruscamente. - Garnet,- insistí. Las tomé, notando que él había logrado quitar la etiqueta del precio de “SuperAmerica“. Evidentemente, se trataba de una especie de regalo impulsivo, ¿pero por qué impulsivo? Habíamos acodado que esto no era una cita, y sin embargo, las flores eran un regalo romántico por excelencia. O tal vez había sido su madre, cuando la llamó desde la gasolinera y le recordó que no se presentara en la casa de alguien sin traer algo, cualquier cosa. Aunque me conmovió absurdamente, unas patatas fritas y salsa habrían sido más útiles, ya que esperaba a una multitud en un par de horas. Sin embargo, las flores podían ayudar a distinguir el ataúd de Parrish de los demás espacios para sentarse. - ¡Oh!, - dije, de repente tuve la visión de la cara de Domínguez cuando viera a Parrish en el ataúd en la sala de estar. -¡Espera!Sin embargo, él ya había llegado a lo alto de la escalera, donde yo había dejado la puerta abierta. -¿Qué diablos?-

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Sonó algo enojado y sorprendido, o sólo sorprendido y enojado, era difícil de decirlo exactamente. Tenía la cara roja, como yo me había imaginado cuando me acerqué por detrás. -Sobre esto... tendré un velatorio más tarde esta noche.-¿Para el sujeto al que le disparé?- Su mandíbula se estremeció y sus ojos brillaban; la ira parecía calentarlo. -Uh, sí,- le dije con tono casual. -Sabes, tu carta implicaba que tendrías la paz interior para hacer frente a este tipo de cosas.Su rostro se contorsionó por un segundo, y luego dijo: -Pues vaya mierda.-Es evidente que la paz interior no es tu fuerte.- Me eché a reír. -De todos modos, me lo inventé. Tu carta no dice nada de eso. Vamos, te lo mostraré.- Al ver que no se movía, agité mi mano que portaba el ramo en sus narices. -Además, tengo que poner esto en un poco de agua.-Oh, está bien,- dijo él, haciéndose a un lado para dejarme pasar. Me detuve a propósito junto el ataúd de Parrish de camino a la cocina. Me resistí a la tentación de mirar hacia atrás para ver si Domínguez me había seguido, pero podría fácilmente imaginarlo con los ojos clavados en la tela drapeada de la caja. Le di una patada al borde de la puerta y dejé que la puerta se cerrara detrás de nosotros en la cocina. Luego, fui a buscar un florero. ¿Puedo ofrecerte algo de beber?,- pregunté, hurgando y pensando si serviría algo barato como la jarra de cerveza con el logo “Yo amo Londres” para las flores. Barney apareció al instante, sus ojos seguían el follaje con la tenacidad de un misil térmico. Una de las razones por las que no poseía ningún jarrón era porque, entre sus otras habilidades, Barney era una campeona mordedora de plantas y destructora de cristalería. - ¿Tienes alguna cerveza?,- me preguntó. En vez de sentarse, se recostó en el alféizar de la ventana que daba a la puerta trasera. -Toneladas,- le dije, cortando los extremos de las flores con las tijeras de cocina y echándolos a la basura. -Además, de varios barriles que estarán llegando en breve.Él parecía confundido, pero sólo por un momento. -Para el velatorio.-Sí, mayormente tengo cajas de cerveza barata en el pasillo. Las buenas están escondidas en un refrigerador en mi habitación con las puertas cerradas, así como la herencia de la familia, y todo lo demás de lo que uno no quiere desprenderse en

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esta noche.- Yo acomodé como pude el arreglo floral. Pero el lavanda pastel y el rosa de las margaritas eran alegres. Las puse en la mesa de la cocina. Domínguez se rió entre dientes. -Así que, ¿los amigos de Parrish son ladrones?Y algo peor, pensé. -Además, no sé quiénes son todos ellos. Él ha estado…- ¿Había sacado a colación el hecho de que Parrish se había estado prostituyendo? No, mejor no hablar mal de los no-muertos en caso de que me escuchara desde la otra habitación, y además, Domínguez probablemente ya sospechaba eso -... viendo últimamente a mucha gente, así que coloqué carteles por toda la ciudad. Estoy esperando a algunos gorrones.Él hizo un gesto hacia el cuenco de mini- snickers en la mesa. -Y truco o trato.Sebastian había sido quien en realidad había pensado en traerlos. Me alegré cuando cogió unos caramelos que yo comería, por si no había sobras. -Tengo que dejar mi luz del porche encendida para la gente que viene por Parrish,- le dije. Pensé que eso atraería a algunos niños por accidente, y siempre es mejor estar preparada.-Suena como una fiesta cojonuda,- dijo Domínguez mientras yo le daba una de las botellas de la nevera. Leyó la etiqueta y me miró con sorna, pero de todas formas la abrió. -Eso espero,- le dije con más melancolía de la que había previsto. Y de repente, allí estaba Daniel, muerto, entre nosotros, yo sufriendo con una novia llorosa y el tiroteo de Domínguez. -¿Esa es mi carta?,- dijo Domínguez, señalando el papel con el dibujo del círculo color pastel cortado limpiamente con símbolos impresos en los bordes. Agradecida por la distracción, me acerqué a la silla con una sonrisa. Señalé el glifo en forma de C, -¿Mi interpretación favorita de la Luna en Géminis? Puedes ser demasiado astuto para tu propio bien. ¡Dime que no es totalmente así!Se echó a reír, resbalando en la silla a mi lado para mirar significativamente los garabatos en el papel. —Está bien, me atrapaste.Mi dedo señaló a su Sol en la cuarta carta. -Y, por supuesto, compartes esta posición con Liberace12.12

Liberace, fue un famoso artista y pianista estadounidense de ascendencia polaca e italiana, de gran popularidad.

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-Ugh.- Él hizo una mueca. -Aw, vamos. Pienso que eso es fabuloso.- Me eché a reír. -Cuéntame más.- Él sonrió mientras tomaba un trago de la botella. Cuando Sebastian llegó con la comida y más cervezas, Domínguez me había contado todo sobre su complicada relación con su padre, su afición por combinar productos comestibles y el sexo, a lo cual yo le había dicho que se complementaba perfectamente con Venus y su naturaleza sensual, y nosotros nos habíamos reído hasta enfermar sobre algunas de las otras peculiaridades extrañas que su carta astral me había revelado. Todo había permanecido muy platónico, pero aún así saltamos hacia atrás como si fuéramos amantes culpables cuando Sebastian entró en la habitación. Domínguez se recuperó rápidamente y sin problemas, antes que yo. -¿Te han hecho esto?,- le preguntó Domínguez a Sebastian con una sonrisa de camaradería. Esta interpretación es impresionante. Me he convertido en un converso.-¿Los calendarios astronómicos son tan antiguos?,- lle pregunté antes de que pudiera detenerme. -Ya existían las cartas estelares cuando yo nací,- dijo Sebastian con sequedad. Domínguez se echó a reír, pensando que estaba haciendo los chistes habituales sobre la vejez. -Por Dios, que no se ve mucho mayor que tú. De hecho, si hubiera tenido que adivinar, hubiera dicho que eras la mayor en esta relación.Ahora Sebastián se echó a reír. -Tú sí que sabes cómo anotarte un tanto con las damas, amigo.Se me ocurrió que nunca los había presentado apropiadamente, así que lo hice. -Gabriel Domínguez,- le dije, -este es mi novio, Sebastian Von Traum.-¿Von Traum? ¿Alemán? ¿Holandés?-

-austriaco,- corrigió cortésmente Sebastian, con los ojos descansando, fugazmente, sobre el jarrón de flores. -¿Te quedas para el velatorio?-Uh... En realidad no me parece lo correcto,- comenzó a decir Domínguez.

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-¿Por favor?,- le pregunté: -Quiero decir, eres más que bienvenido. Además, tenemos más cerveza que Dios. Alguien tiene que ayudarnos a beberla.Domínguez se rió. -Incluso,- dijo Sebastian, señalando la carta y los libros sobre la mesa. -Estoy seguro de que tienen más de que hablar. ¿Ha llegado ya a los aspectos menores con los asteroides o los puntos medios?Con el entusiasmo de un nuevo creyente, los ojos de Domínguez se iluminaron. -No.- Se volvió hacia mí. -¿Qué es eso? Háblame de todo eso.Le lancé la mirada a Sebastian de ¿estás seguro de querer alentarlo? con los ojos, pero no me hizo caso, sólo se estiró entre nosotros para tomar las flores. -¿Puedo poner éstas con Parrish?-Adelante,- le dije. Domínguez palideció un poco, pero no protestó. Con su mano libre, Sebastian cogió el cuenco lleno de Snickers.13 -Los truco o trato estaban llegando. Cubriré la puerta principal por un rato.-Bueno, eh, gracias,- le dije, sin saber si Sebastian estaba cubriendo de nuevo sentimientos de dolor o no. Captó mi mirada y dijo: -Estoy realmente bien, Garnet. Sinceramente.Así que me giré hacia Domínguez y volví a leer su carta. Nos centramos en discutir sus puntos medios, Domínguez se acercó y me preguntó: -¿Qué es lo que dice sobre el amor?En la puerta, alguien gritó: -¡Truco o trato!- Podía oír a Sebastián felicitando a los niños por sus trajes y amonestándolos para que tomaran sólo una barra de chocolate. Yo ya le había explicado lo de su Venus, así que estaba confundida. -¿Qué quieres decir?Los ojos grises de Dominguez brillaron con picardía. -¿Dónde dice en mi carta que me vuelvo un tonto por una bonita gótica?-

es una chocolatina elaborada y distribuida por Mars Incorporated. Tiene un relleno de nougat y mantequilla de maní con una cobertura de caramelo y cacahuetes troceados, cubierto con chocolate con leche. 13

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-Oh, eso no es de aquí,- le dije, agitando una mano desdeñosa sobre la carta. -Ese es probablemente el hechizo de amor que habla.-Pensé que lo habías roto.-Lo hice.- Pero Lilith lo había dejado a un lado en algún momento después de que Dominguez me disparara, por lo que, ¿quién sabía adónde estaba o en qué estado se encontraba? Sus labios estaban cerca de los míos. -Entonces, ¿por qué todavía quiero darte un beso?Me salvó de tener que responder por el sonido de alguien que subía las escaleras. Miré el reloj que había sobre el fregadero. -Los invitados están llegando,- anuncié, me puse de pie tan rápido, que casi volqué la silla. Domínguez la atrapó con la punta de sus dedos. Seguía sonriéndome, como si supiera que una parte de mí sentía lo mismo. Quiero decir, él era muy sexy para ser un policía. Y, él había sido amable conmigo. No, más que eso: me había salvado de ser una asesina. Negué con la cabeza. Eso no significaba que yo le debiera algo más que mi gratitud. Ese hechizo de amor también debió nublar mi juicio. O tal vez él me gustaba. Para evitar pensar en eso, agarré un par de botellas de cerveza fría de la nevera para ofrecer a los huéspedes. Domínguez se puso de pie mientras empujaba la puerta con el codo. -¿Puedo ayudarte en algo?,- me preguntó. Señalé las bolsas de patatas fritas. -¿Quieres traer eso?Cuando se abrió la puerta de la sala de estar, estaba bastante segura de que los primeros en llegar serian los ghouls de Parrish. Uno de ellos, un joven muy guapo en pantalones de cuero y con un largo cabello negro, con brillantes lentillas de color de verdes iba acercándose al ataúd susurrando algo que sonaba como “Acerca de los veinte dólares que te debo...”. Se puso de pie y sonrió con una sonrisa hollywoodiense, todo dientes y el encanto de una serpiente, cuando le ofrecí una cerveza. -Muy amable de su parte, señora,dijo arrastrando las palabras. -Soy Garnet,- le dije -Y este es Gabriel Domínguez.-

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-Adrian,- dijo, echándole a Dominguez una mirada sospechosa de arriba a abajo. -Nadie dijo nada acerca de la poli.-Domínguez está aquí como mi amigo,- le dije. Otras dos personas, dos de ellas mujeres con faldas cortas, estaban cerca de la puerta mirando a Sebastian y al tazón de los dulces. -Oh.- La más alta, con el pelo rojo largo hasta sus hombros, sonrió cálidamente a Sebastian. -¿Así que tú no eres su novio?-Lo es,- dije, al tiempo que Sebastian decía: -Lo soy.-Lástima,- murmuró, y se acercó a la mesa del café donde Sebastian había puesto los embutidos y las verduras. Ella se sentó, cruzando las piernas de manera deliberada o inconsciente para mostrar su esbeltez. A pesar de que no era un gran conocedora de la belleza femenina, me impresionaron sus zapatos caros de cuero italiano. Con su saco, camisa de seda sin mangas y perlas, parecía casi demasiado pulida y elegante para ser una de los amigas de Parrish. Excepto que allí estaba ella. La otra mujer, que tenía unos ojos muy azules y expresión nerviosa, se acercó a mí. Se retiró los rizos cortos de su pelo rubio de su rostro pálido y pecoso. -Sobre Parrish, — susurró. — ¿Él... no es verdad... que esté del todo muerto?Eché un vistazo a Domínguez para ver si la había escuchado. Tanto Domínguez, como Sebastian, parecían cautivados por la mujer pelirroja del sofá. Por su parte, ella comía una zanahoria y hojeaba un viejo ejemplar de In Touch que yo había dejado en la mesa. -Daniel va a regresar, ¿no?,- preguntó la rubia nerviosa. -Más tarde, es decir esta noche, ¿tal vez?Me quedé de piedra al oír el nombre de Parrish con tanta familiaridad, que ni siquiera podía formular las palabras para explicarle la situación. Sin embargo, al darse cuenta de mi angustia, Adrian puso un brazo a mí alrededor y nos alejó de Domínguez, que estaba apoyado en la mesa del comedor. Adrian olía sorprendentemente bien, como a lavanda y a menta fresca. A pesar de que debería haberse sentido presuntuoso, su toque fue casual y ligero. Mantuvo su brazo allí con algún tipo de confianza que era casi, pero no del todo, atractiva. Britta no es precisamente el alma de la discreción.-

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-Adrian, ¿no estás preocupado?,- preguntó Britta. -¿Qué pasaría si…?. Quiero decir, ¿dónde... nosotros?, ¿sabes?Adrian miró a Sebastian brevemente. -Hay otros,- dijo, y me pregunté cómo podía decirlo. No era que Sebastian tuviera “vampiro” tatuado en la frente, y, de hecho, el sol apenas se estaba poniendo ahora. Sebastian estaba vestido adecuadamente para el velatorio, con un traje negro y corbata. Llevaba el pelo recogido en una sencilla cola de caballo. Claro que él era el chico más guapo de la habitación, pero nada en él debería mostrarlo como un “chupasangre”. Tal vez Adrian podía oler algún tipo de feromona o algo así, como el sabueso cuando sigue a su presa. Adrian se inclinó para hablarle a Britta al oído y su oscura camisa de seda púrpura se corrió y pude ver un moratón oscuro en su clavícula. -¿Recuerdas las noticias? El maestro obviamente juega alguna clase de juego con la policía.¿El maestro? Córcholis, ¿Parrish se había tomado todo esto en serio? Me escabullí del brazo de Adrian y me acerqué adonde estaba Sebastián comiendo patatas fritas cerca de la puerta. Cuando estuve lo suficientemente cerca para hablarle en voz baja, le pregunté: -Por favor, dime que no tienes ghouls que te llaman maestro.-Si lo hicieran, sería sólo voluntariamente.- Él sonrió con malicia. La mujer del sofá, había estado lo suficientemente cerca como para escuchar nuestro intercambio y dirigió a Sebastián una mirada conocedora. Ella comía la punta de la zanahoria sugestivamente. La dirigí mi mejor mirada de no te metas con mi hombre. Britta se giró para coquetear con Domínguez, oí su estrategia inicial de “¿estás realmente en la policía?” con el acompañamiento de la risita tímida. Adrian deambuló hasta unirse a la pelirroja, ambos se veían demasiado elegantes para mi sofá raído. -Así que, Adrian, ¿qué es lo que haces?,- le preguntó Sebastian con esa especie de tono aburrido para una charla casual. La pelirroja se rió entre dientes, -¿qué es lo que él no hace?-Yo estoy listo para lo que sea,- coincidió Adrian de una manera que me hizo reflexionar sobre su uso del término “listo”.

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Extrañamente, podría comprender la razón por la que a Parrish le gustaba este tipo. Después de todo, parecía sexualmente aventurero, abiertamente disponible, respiraba, y olía bien. Para Parrish eso era una especie de ganar-ganar-ganar-ganar. El sonido del timbre interrumpió mi elucubraciones acerca de los gustos de Parrish. Fui a contestar. Me llevé el tazón de golosinas por si acaso era algún truco o trato. Abrí la puerta para una princesa de las hadas y una momia. La princesa hada tenía sus veintitantos y debería de haber considerado afeitarse las piernas para no afear el brillo del tutú rosa, aunque las alas le hacían juego con el tatuaje de una cobra que tenía en su pecho desnudo. -Compañero,- dijo él - ¿Es aquí la fiesta del velorio?La momia asintió con entusiasmo. Sospeché que sus “vendas” no eran más que papel higiénico. Aunque yo podía ver sus pantalones vaqueros sobresaliendo por algunos lugares, había hecho un trabajo que te cagas cubriendo todo su cuerpo. Temí que varios baños de las residencias estudiantiles habían sido saqueados para la confección de su traje. -Lo siento,- le dije. -Casa equivocada.El hada se veía especialmente alicaída. La momia tomó dos chocolatinas y murmuró una disculpa. A pesar de que se iban, el hada no dejaba de mirar hacia atrás mi sombría falda negra y empujaba a su compañero momia por sus costillas. Me olí que volverían más tarde para intentarlo de nuevo. Algunos trucos o tratos verdaderos vinieron después, todos con máscaras de esqueleto y disfraces de superhéroes. Le di a cada uno un caramelo y me dirigí de nuevo al piso de arriba un poco a regañadientes. La mezcla de barajas que había sucedido en mi breve ausencia me horrorizó. Sebastian estaba hablando muy seriamente sobre algo con Adrian junto a la planta araña. Domínguez se había sentado en el sofá entre Britta y la ardiente pelirroja. Sólo estaba tratando de decidir a quién quería interrumpir antes cuando el timbre sonó de nuevo. Esta vez abrí la puerta a una pandilla de niñas en edad universitaria. Vestían de negro, pero cada una tenía en una especie de accesorio para el cabello de Halloween, orejas de gato, cuernos de diablo, antenas y las orejas del conejito de Playboy. Estaba a punto de alejarlas cuando me di cuenta de la herida en la parte interna del brazo de la conejita Playboy, que se parecía sospechosamente a una marca de mordedura. Podría haber sido una coincidencia, pero en ausencia de cualquier otra tarjeta de visita, las dejé entrar.

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Con la incorporación de estas cuatro alumnas, la fiestecita comenzó a parecer un poco más animada. La conejita Playboy tuvo un ataquecito histérico al ver el ataúd y quiso saber que había realmente allí. -Es un velorio tradicional,- la expliqué, con la esperanza de que tal vez la adición de un cadáver real podría convencerlas de esta fiesta no era a prueba de choques. Pero Playboy me sorprendió cuando comenzó a llorar. Adrian le suministró rápidamente un pañuelo y un hombro sobre el que llorar. El timbre sonó de nuevo y esta vez me encontré admitiendo a un hombre delgado, atlético y asiático en un fabuloso traje de cachemira. Incluso si él no era uno de los ghouls de Parrish, era demasiado llamativo para no dejarlo entrar. Fui recompensada cuando me di cuenta de que Adrian miraba desdeñosamente en dirección de Cachemira. Sebastian respondió al siguiente timbrazo y regresó con el tazón de golosinas un poco más ligero. Domínguez parecía estar conversando con la orejas de gato, mientras que antenitas y cuernos de Diablo estaban lo suficientemente cerca como para rescatar a la novia. Cacgemira se dirigió derecho al ataúd y empezó a hablarle en voz baja y con un tono cariñoso. Yo había sospechado que mucha gente lo haría, sobre todo los que le conocieron, pero aún así, verlo era bastante desconcertante. Alguien que no conocía dejó entrar a un grupo de gente, incluyendo a un motorista barbudo con falda escocesa de cuero negro y su harén de novias renacentistas con los plaids tan ajustados como saris. Sebastian golpeó el barril y Barney desapareció bajo el sofá. El ruido de la conversación y la risa aumentaron. Mi apartamento estaba lleno de extraños de pared a pared comiendo mi comida y bebiendo mi cerveza a un ritmo alarmante. Saqué algunos snacks de maíz azul de emergencia de la parte superior de la nevera para volver a llenar los potes que se vaciaban rápido. Por suerte, la gente parecía estar llevando su propio alcohol, al parecer, incluso algunas cosas bastantes buenas, ya que una botella Jameson de whiskey irlandés apareció sobre el ataúd de Parrish. La siguiente vez que fui a abrir la puerta por truco o trato, noté que mis vecinos de abajo habían abierto su apartamento para los asistentes a la fiesta. Un fuerte olor a marihuana provenía de su sala de estar. Una especie de música metálica se extendía desde el estéreo. Se estaba haciendo tarde, así que los truco o tratos estaban empezando a convertirse en una variedad preadolescente. Habían improvisado sus trajes con

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una combinación que provenía de la ropa de todos los días, ya que uno de ellos era un jugador de fútbol americano y el otro, una animadora. Ambos portaban bolsas muy grandes de caramelos. Quería preguntarles a qué niño pequeño habían asaltado para conseguir ese gran alijo, pero en vez de eso dividí los caramelos que quedaban entre ellos y apagué la luz de la entrada, la señal universal para los truco o trato de que la casa estaba fuera del recorrido. Si tan sólo pudiera hallar una señal similar para detener la ola de personas que llegaban para el velorio de Parrish. Tal vez quedarme sin cerveza... Suspiré. Esta fiesta ya estaba realmente fuera de control. Parrish debía de estar orgulloso. Me quedé en las escaleras un momento, disfrutando del aire fresco cuando olí el olor característico de las salchichas procedente del patio trasero de mi casa. Caminando por un costado de la casa, me encontré con varias personas paradas alrededor de una barbacoa que solía usar en los rituales al aire libre. Un fuego estaba ardiendo, con algo de lo que no estaba segura de querer saber. Un ex presidente de EE.UU., un vagabundo, y un marinero agitaban unos palos de golf cerca del fuego, mientras que intermitentemente tomaban tragos de cerveza barata. Usaban mis varas de bambú del vallado como brochetas, sucias y todo. Nixon pudo haber sido sometido a juicio político eso, porque él era el único lo suficientemente inteligente como para sostener el extremo sucio de la vara. Fui dando codazos entre la numerosa multitud en dirección hacia ellos, tenía la intención de explicarles los riesgos de incendio al estar involucrado el alcohol y las llamas cuando vi a un zombi, uno de verdad, cerca de la pileta. Tal vez estaba tratando de mezclarse con las otras cosas muertas, pero ella estaba haciendo un trabajo muy malo. Se balanceaba de un pie al otro, mientras me miraba sin pestañear. Además, la reconocí. Era la camarera de la tienda. Cuando nuestros ojos se encontraron, ella comenzó a arrastrar sus pies hacia mí. Por el rabillo del ojo, me di cuenta de que el deportista que había comprado libros también se movía en mi dirección. Antes de que pudieran rodearme, corrí. Traté de volver al interior, hacia la cocina. Necesitaba un recipiente grande y grueso de sal Morton, lo antes posible. Por desgracia, una no puede ir rápido si era obstaculizada por los fiesteros. Me encontré con una novia de Frankenstein y empujé a un enterrador con el pelo blanco, que podía o no ser un traje. Después de una docena de “perdón” y “paso por favor“mi progreso se podía medir en números negativos, yo estaba más lejos

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de la puerta trasera que cuando empecé. Los zombis estaban a un pelo de agarrarme. Cuando una mano me tocó el hombro, giré violentamente. Mi puño conectó satisfactoriamente sobre la carne, hasta que me di cuenta de que la persona a la que había golpeado era Sebastian. Su mano se acarició la barbilla y me dirigió una mirada sufrida por sobre las puntas de sus dedos. -Es una cosa muy buena que pueda regenerarme,- murmuró. -La vida contigo es un maldito peligro.-No se te ocurrió traer sal contigo, ¿verdad?Sebastián negó con la cabeza. -Y traigo malas noticias.Mis ojos se quedaron centrados en la camarera zombi, que me contemplaba lista para atacar. -¿Qué podría ser peor que unos zombis asesinos?-Date vuelta. Mira a tu espalda,- dijo. Giré sobre mis talones lentamente, temerosa de lo que pudiera ver. Justo enfrente de mí estaba William, vestido con un severo traje oscuro y corbata de lazo, y Maureen, que lucía sombría en un vestido negro con sólo un toque dorado en su cuello y las muñecas. William tenía esa resuelta mirada de posesión en sus ojos y se apoyaba en un bastón de aspecto mortal. -Siento tanto tu pérdida,- murmuraba Maureen, su voz espesa como el whisky impregnaba cada sílaba como un ronroneo. La luz del fuego danzaba por todo su brillante cabello teñido. De alguna manera su magia hizo lo que la mía no podía; la multitud empezó a apartarse para darnos un respiro. Había un espacio vacío inimaginable de cinco metros entre nosotros. Me sentí un poco como los Earp en el O.K. Corral, excepto que en lugar de estar rodeados por matorrales, era una multitud de ciento cincuenta espectadores borrachos y todos vestidos para Halloween. Este fue el momento en el que hubiera sido genial decir: “El juego terminó“o “Ahora te tenemos“, excepto que Mo dominaba totalmente esta escena. Yo no era la que tenía el ejército de zombis a mi disposición o a mi amigo como una especie de rehén poseído, de pie a su lado. Así que, en vez de eso, tuve que ir con algo mucho menos dramático: -¿Qué quieres?-

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Ella me entrecerró los ojos con esa mirada que siempre me hacía sentir que tal vez me había olvidado de vestirme, y dijo: -Un montón de cosas, pero me conformo con me dejes a mí y a los míos a solas.¿Eh? Aparte de preferir a William en su estado de aturdimiento de costumbre, yo no me había considerado como alguien que estaba detrás de ella. Quiero decir, seguro que había detenido sus ataques, pero no me había propuesto intencionalmente que Mo sufriera algún daño. Era más como al revés. Al parecer, Maureen confundió mi ceño confuso para realzar su resolución, ya que, dijo, -Deja de salar a mis zombis.-Está bien,- le dije. Después de todo, sentía que estaba de acuerdo con eso, dado que era Izzy quien mayormente les había echado sal en los últimos días. Sin embargo, no iba a hacer ninguna concesión sin antes hacer algunas demandas de mi parte. - Libera a William.Ella se echó a reír. De hecho, fue más un je je - ji ji, que una risa malvada a todo pulmón, pero aún así fue bastante siniestro, dadas las circunstancias. -William se puso voluntariamente en esa posición.¿Quería saber sobre las “posiciones” de William con Mo? Y, de todos modos, no me lo tragué. William tenía miedo de ella. -¿Qué, como los zombis? Eso es esclavitud, ya lo sabes. Y asesinato.En ese momento me di cuenta de que la multitud se había tornado más silenciosa. La gente se había agolpado a nuestro alrededor absortos por la atención, los vasos de plástico de cerveza estaban olvidados en sus manos. Alguien en un camisón de encaje negro que parecía demasiado escaso para esta temperatura preguntó: Amigos, ¿esto es alguna clase de juego de roles en vivo?Genial, ahora teníamos audiencia. Y fue entonces cuando los zombis hicieron su movimiento.

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Capítulo 12 – Piscis PALABRAS CLAVES: Indolente y Sacrificado

Dos zombis repentinamente saltaron diestramente sobre Sebastian. Él había estado observándolos, pero todavía no estaba preparado para las patadas en el aire provenientes de dos direcciones diferentes. La fuerza sobrehumana no es lo mismo que un excelente equilibrio, ni, al parecer, el tiempo de reacción, porque Sebastián cayó, muy duro. Esto cosechó aplausos y gritos; otros abuchearon. La multitud estaba escogiendo los bandos. Mientras tanto, el rostro de Sebastian comenzaba a levantarse embadurnado con tierra y pasto. Tenía que hacer algo. Pero, ¿qué? Los zombis también me rodeaban a mí. La luna creciente brillaba pálidamente en un cielo cristalino, salpicado de estrellas. El aire limpio soplaba contra mi mejilla, llevándose el olor a papel quemado y a hojas podridas. El tiempo se ralentizó mientras Lilith se revelaba ante mí. Sentí un cordón de plata extendiéndose entre Sebastian y yo, y la energía fluyendo de un núcleo a otro. Mo retrocedió un paso. Sebastian se deshizo de sus atacantes con tanta facilidad como un perro agitándose para sacudirse el agua. Se puso de pie a mi lado y agarró mi mano. Piel contra piel, sentí a Lilith dar otro pequeño paso a la superficie. El calor pululaba por mis venas. Al unísono, la multitud dijo: -¡Ooooh!,- como si estuvieran mirando los fuegos artificiales del 4 de julio.

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Desde el cielo de la medianoche llegó un solo cuervo. Se lanzó en picada, picoteando al zombi más cercano a mí, frustrando un ataque con un grito de guerra de: -¡Ah-ha!William se acercó hasta nosotros, levantando el bastón. El motorista que llevaba falda de cuero derribó el cuerpo de William contra el suelo como un luchador profesional. William, ni siquiera cambió su expresión seria por una de sorpresa, se retorció en las garras del musculoso motorista y le dio un golpe al tipo a la cabeza con el mango de metal tallado del bastón. El motorista lo soltó. Sentó su trasero en el borde del patio hormigón que rodeaba la fogata, masajeándose su frente. -Ese maldito imbécil, me hirió. ¡Se supone que esto es un juego!Le di un apretón a Sebastian en la mano. Era hora de expulsar a esa loa antes de que alguien más saliese herido. Había estado sacando a la superficie sólo fragmentos de la fuerza de Lilith desde ese ritual grande y malo que la dividió en dos, y con la mano de Sebastian en la mía casi sentía que tenía el control de un cirujano. Por supuesto, no tenía ni idea de si eso era verdad. Todo esto podría acabar en una carnicería si no teníamos cuidado. La última cosa que quería era otra matanza de Halloween entre mis manos. William se levantó y nos enfrentó. Con mi ojo mágico, pude ver el espíritu enrollado como una serpiente amarilla alrededor del cuerpo de William, controlándolo. Reaccioné instintivamente, extendí la mano y con mi mano libre me deslicé entre la imagen constrictora y el pecho de William. Tiré de ella hacia atrás. La resistencia del loa se sentía elástica, flexible, pero firme. Solté a Sebastián y moví mi otra mano por debajo de otra parte del espíritu. La sorpresa impidió que William reaccionara hasta que Sebastian le agarró la muñeca, sus dedos se clavaron bajo los zarcillos amarillos, aflojándolos en los bordes. Él parecía estar teniendo más éxito, por lo que cambié de táctica para hacer lo mismo. Además, de esta manera, cada uno de nosotros sostenía una de las manos de William, para que él no pudiera escapar o intentar golpearnos.

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El cuerpo de William también era como una canalización para el poder de Lilith entre Sebastian y yo. Cuando me di cuenta, probé de enviar conscientemente una corriente de energía incandescente a lo largo de los anillos del loa. William tembló violentamente, pero esa parte del espíritu chisporroteó y se quemó hasta las cenizas. Sebastian me sonrió y envió una descarga de nuevo hacia mí. Me golpeó como una descarga estática, pero de alguna manera, también había algo agradable en ello. Mandé un poco más de descarga y Sebastian la envió de nuevo de regreso. William tembló bruscamente como si estuviera teniendo un ataque. Una parte de mí era consciente del estallido y grité:- ¡Modera los efectos especiales!Entonces, al igual que una garrapata bajo la llama de un fósforo, el espíritu se vio obligado a retirarse. Con el sonido de un gato escaldado, se despegó de William y aulló alejándose en la noche. Casi me caí cuando las rodillas de William cedieron. Sebastian nos tomó rápidamente por nuestras cinturas y nos mantuvo a ambos erguidos. -¿Estás bien?,- le pregunté a William, a pesar del hecho de tener sus ojos en blanco y estar claramente inconsciente. -El latido de su corazón es fuerte,- dijo Sebastián, poniendo una oreja sobre el pecho de William. Una mujer vestida como un faraón egipcio nos ayudó a bajar a William en una tumbona que un oso de peluche azul sacó de mi cobertizo de jardinería.- Está respirando.-¿Está bromeando o debo llamar una ambulancia?,- preguntó el oso. -Yo ya llamé a la policía. Era Dominguez. Se detuvo para comprobar los signos vitales de William en forma experta y después me dijo en un tono acusador:- Esta fiesta está fuera de control. La muchedumbre llega hasta la calle. Simplemente digamos que no fui el primero en quejarme.Eso simplemente es genial.

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-Espera,- dije, examinando las caras.- ¿Qué le pasó a Mo?Justo entonces oí un alboroto al otro lado de la verja. Una serie de estridentes "yarghs" seguido por unos dolorosos -¡ah!- Pude ver el aleteo de unas alas aceitosas en la luna. El cuervo había acorralado a Mo. Cuando abrí la verja, me di cuenta de los brillantes destellos de luces blancas y rojas en la calle. Un automóvil de la policía había llegado deteniéndose al final de la manzana donde se acababa la enorme masa de fiesteros. Para mi disgusto, parecía como si alguna bestia hubiera arrastrado uno de los barriles de cerveza en el medio de la calle. Los uniformados se dirigían hacia aquí, luciendo enojados. Izzy llegaba desde la otra dirección. La mirada de determinación en su rostro no me dijo nada sobre si ella vendía a estar del lado de Maureen o del mío. Me volví a Mo que estaba bloqueada en el espacio entre la pared de mi casa y la cerca. -Debería hacer que te arresten.Sus ojos estrecharon. -¡Debería convertirte en una zombi!Ella metió la mano en un bolsillo oculto de su vestido y sacó algo en su puño. Antes de que pudiera llevarlo hasta su cara para arrojármelo, le grité a Lilith para que me protegiera. Mientras los labios de Mo se arrugaban, un repentino viento levantó el polvo de su palma y lo lanzó hacia atrás, sobre ella. Ella retrocedió al darse cuenta de lo que había pasado. Luego escupió y trató de frotarse la cara para sacarse el material. Miré a mí alrededor para buscar algo para ayudarla a limpiarse, entonces vi el grifo. - Aquí,- dije, mientras abría el agua—. Rápido.Izzy se me acercó. Tenía un vaso de plástico y algunas servilletas del papel que había arrebatado de las manos a uno de los fiesteros. -Déjame ayudarte,- dijo ella calmadamente. -Claro,- le dije, dándome cuenta de que ella estaba ofreciéndome una disculpa por sobre su ayuda.

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Juntas, Izzy y yo ayudamos a Maureen a agacharse y pusimos su cara bajo el chorro de agua fría. Cuando estábamos ayudándole a levantase Dominguez se acercó a nosotras. -¿Qué es lo que hay exactamente en ese polvo?,- me preguntó, mirando a Mo que se restregaba frenéticamente su cara. Incluso con la luz de la luna podía verse que su rostro se distendía un poco y sus ojos se dilataban. -Drogas tremendamente malas,- supuse. Izzy asintió con la cabeza. -Drogas asesinas.-Drogas ilegales,- señaló Dominguez. -La posesión de drogas es una acusación que puedo probar.Izzy me miró. Ella no estaba enfadada, simplemente triste y resuelta. Le dijo a Maureen: -Un amigo mío conoce a un buen abogado. Te ayudaré tanto como pueda.Dominguez sacó las esposas que yo había esperado que él hubiera dejado en casa para nuestra “cita“, pero quizás eso eran sus típicos artilugios para sus escarceos románticos. Él tomó suavemente las muñecas de Mo. -Estoy arrestándola por posesión de substancias ilegales.- dijo. -Tendrá que demostrarlo,- dijo ella despectivamente. -Ésa es la función del sistema de Justicia estadounidense, señora.Antes de llevar a Mo con los uniformados, Dominguez se volvió hacia mí y me plantó un beso rápido y ligero en mis labios sorprendidos, y dijo: -Siempre tendrás un amigo en el FBI, Srta. Lacey.-Garnet,- insistí con una sonrisa. -Garnet,- dijo él finalmente. La fiesta se disolvió inmediatamente después del arresto de Mo. Dominguez acorraló a los zombis restantes como testigos materiales por los cargos de drogas, y creo que mis vecinos de abajo también fueron detenidos por posesión. Sebastian y

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yo pasamos el resto de la noche limpiando, aunque para mi sorpresa, algunos de los ghouls leales a Parrish se quedaron para ayudarnos, incluyendo a Adrián que le deslizó a Sebastián una tarjeta de negocios de camino hacia la puerta. -Estaría muy celosa si comenzaras a salir con él,- dije. Sebastian miró la tarjeta durante un momento antes de dejarla en mi estante. -Es bastante atractivo,- dijo Sebastian con nostalgia. Pero no es mi tipo en muchos niveles. Por ejemplo, realmente no parecía terriblemente... digamos, intelectual.-¿Prefieres alimentos inteligentes?-Por lo menos lo suficiente como para ser discretos.Sebastian tenía razón en eso. Me dejé caer pesadamente sobre mi sofá que definitivamente olía más apestoso después de la fiesta. Ambos miramos el ataúd de Parrish. -¿Crees que él está despierto?Sebastian sacudió su cabeza. -Él recibió varios balazos. Se está regenerando.Me restregué mis ojos y los encontré un poco húmedos. Ni siquiera sabía lo que le iba a decir a Parrish, -Tremenda fiesta, ¿eh?- Sin embargo, echaba de menos no poder hablar con él para reírnos de todo. -¿Quieres decirle algo?, yo podría salir,- ofreció Sebastián. -No,- le dije. -Quédate.Sebastian se sentó en el sofá junto a mí y puse mi cabeza contra su hombro. Barney se escabulló de debajo del sofá y olfateó alrededor del suelo de la mesa del comedor. Escuché un crujido cuando ella encontró algo que le gustó. Afuera, la luna se estaba poniendo. Estaba hinchada por la atmósfera y baja en el horizonte. -El año pasado casi no hubo luna en el cielo,- comenté. Entonces, me encontré hablando y hablando, explicándole a Sebastián todo acerca de esa noche. Él me acarició el cabello y escuchó.

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Cuando no supe que más decir, me puse de pie. Había una más cosa que quería hacer. Sebastian me siguió por las escaleras hasta arriba. Tomé el collar roto de Jazmin del altar y lo deslicé en mi bolsillo. Salimos juntos afuera antes del alba. Era el Día de todas las almas, el día de los muertos. Me dirigí a la orilla del lago. Los pájaros gorjearon cuando el cielo se iluminó. El rocío se aferraba a los artefactos oxidado del patio, y el olor a pescado muerto impregnaba el aire. Saqué las cuentas del rosario de mi bolsillo, dejando que mis dedos acariciaran las perlas y las amatistas por última vez. A continuación, se las entregué a Sebastian. Cuando me miró interrogante, dije apuntando a las aguas estancadas y los restos flotantes de envolturas de comida:- No puedo tirarlo lo suficiente lejos. Tiene que entrar en el corazón del lago.Sebastian besó las cuentas en mi mano y luego las tomó. Después de un breve movimiento del brazo las lanzó. Ellas se elevaron en el aire. Eran un destello plateado en la madrugada, y luego cayeron con un lejano chapoteo en el agua oscura. Lloré todo el camino a casa, pero eran lágrimas de despedida. Al día siguiente, enterramos a Parrish. Sebastian contrató un coche fúnebre que nos condujo despacio fuera de la ciudad. Noté las mullidas y blancas nubes de algodón de azúcar y el cielo azul brillante. Debería estar lloviendo, o por lo menos nublado. Los automovilistas matutinos que iban por la carretera camino a sus trabajos, eran ajenos a la muerte en medio de ellos. Una garza estaba de pie como un fantasma blanco en el desagüe de una zanja y tomó vuelo lentamente con elegantes movimientos de sus alas gigantes cuando nosotros pasamos a su lado. Sebastian apretó mi mano. -Necesito decirte…,- dijo él tranquilamente -…no compré una lápida.-¿Qué?-

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-Para la tumba de Parrish,- dijo Sebastian. -No sabía sus fechas, y, dadas las circunstancias no quería que las cosas fueran… ya sabes, demasiado permanentes.El chófer miró por el retrovisor. -¿Una tumba sin nombre?- No estaba segura de que me gustara como sonaba eso, a pesar de que ver el nombre de Parrish tallado en la piedra me habría causado un ataque cardíaco o algo parecido. Sebastian frunció el entrecejo en dirección al asiento del chófer. -Bueno no es que vaya a ser su lugar de descanso final,- murmuró Sebastian por entre sus labios firmemente apretados. -Podemos conseguir una más tarde,- sugirió. -Si decide quedarse.-Hablando de eso, ¿Cuánto tiempo piensas que él quiere…?.- El chófer parecía casi listo para explotar por la curiosidad por lo que no quise ser demasiado específica. Sebastian se encogió de hombros. -Perdí todo un siglo entero durmiendo como si nada en Perú. Una vez que estás en la tierra, por así decirlo, es fácil quedarse.Justo cuando miré porque sospechaba que el chófer estaba tomando la ruta más larga para oír qué otras cosas extrañas podríamos decir Sebastian y yo, doblamos ante el cementerio. Los enterradores habían excavado un agujero y habían preparado el ascensor del ataúd. El chófer se detuvo en la entrada del cementerio, que no era más que un punto desgastado en la hierba. -¿Los demás portadores del féretro vienen por separado?,- preguntó. -No, sólo nosotros dos,- dijo Sebastian. El chófer perdió toda compostura. -De ninguna manera,- dijo. -¿Cómo van a llevarlo hasta allí?-Magia,- y le sonreí. Yo llevaba uno de mis vestidos rituales, el blanco. No era nada más que una simple túnica con algunos encajes, aunque también llevaba puesto un collar con una pentáculo de plata grande. Sebastian llevaba el traje de anoche. Estaba segura que lucíamos completamente locos para este tipo.

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Por haber arrastrado a Parrish de arriba a abajo por las escaleras de mi apartamento, Sebastian y yo teníamos un sistema bastante bueno. Él tomaba la parte delantera más pesada y llevaba casi todo el peso. Yo levantaba la parte de atrás del lado opuesto y actuaba como el copiloto navegante. Parecía un poco como si estuviéramos arrastrando muebles en lugar de un cadáver, pero funcionó. Después de conseguir meter a Parrish en el mecanismo del ascensor, Sebastian lo bajó en la tierra sin ninguna ceremonia. Los enterradores y el chófer parecían un poco sorprendidos cuando insistimos que guardaran sus cosas y nos dejaran solos. Mientras los mirábamos retirar el equipo, Sebastian me trajo una taza de café de su cocina. Era mi taza favorita de Las Vegas. Cuando ellos terminaron, Sebastian les deslizó a todos unos Benjamines14 extra y ellos se alejaron desconcertados, pero bien recompensados. -De acuerdo,- dijo Sebastian, dándome una palmadita en el hombro. -Es todo tuyo.Le devolví la taza y me froté las manos para ahuyentar el frío. No tenía ninguna vela, ni ninguna herramienta sagrada, que no fuera la pala que el enterrador había dejado atrás. No importaba. Respiré profundamente y me concentré. Escuché el sonido del crujido del césped alto y seco y observé como una bandada de juncos15 revoloteaban por los campos de maíz yermos, levantando rápidamente sus colas blancas. Si Parrish realmente estuviera muerto, le habría hecho algún tipo de ritual de traspaso. En cambio, mientras caminaba en círculo alrededor de la tumba abierta, me concentré en pensamientos de protección y curación. Imaginé el círculo como un bosquecillo de abedules, entrelazado con vides, pesadas y con frutas. Sin guardianes, excepto por un solo espíritu sobre él, una diosa guerrera con serpientes en su escudo mudando sus pieles.

14

Benjamines: el billete de cien dólares estadounidense tiene la imagen del Benjamín Franklin.

15

Juncos: Ave norteamericana, también llamada ave de nieve.

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Volví al sitio inicial y recogí un puñado de tierra. La piedra arenisca y la arcilla rica del suelo de la granja cultivada se mezclaron en mi palma. La sacudí y aterrizaron salpicando en el hueco ataúd de Parrish. -Deja que la tierra te sane y proteja,- dije. -Levántate de su útero curado y sin heridas.Escogiendo unas piedras del montón, las puse en las cuatro esquinas como vigilantes. Luego, abrí el círculo desandando mis pasos, en sentido contrario a las agujas del reloj. Imaginé los abedules y las vides siendo absorbidos por la tierra, volviendo a ser semillas. Después de soplar a Parrish un beso de despedida, caminé por el camino de la entrada para ir a desayunar. Me pasé el día reconectándome con Sebastian. Leímos nuestras secciones favoritas del diario mientras estábamos estirados en ambos extremos del sofá. Por supuesto, Sebastian y yo ocupábamos más que todo el largo del sofá, por lo que nuestras piernas estaban entrelazadas. Era cómodo y familiar. -¿Te han despedido?,- le pregunté después de terminar un artículo sobre un campeón local de ortografía. -Ya inclusive ni finges que tienes que ir a trabajar.Sebastian puso a un lado la sección de negocios. -Voy cuando tienen un automóvil que me interesa,- dijo con tono casual, como la mayoría de los mecánicos que tenían una actitud liberal hacia sus horarios y salarios. -Me he convertido en el especialista local de los automóviles clásicos ingleses.-Genial para algunos.- me burlé. Sebastian sonrió. -Es realidad es así. De esta manera tengo más tiempo para las cosas importantes.- Debajo de la manta, su dedo frotó cariñosamente mi costado. Eso también es al bueno,- su voz estaba llena de exasperación fingida mientras volvía a abrir su periódico de nuevo con un chasquido. -Ya que estás constantemente en medio de alguna crisis u otra cosa.-Me haces parecer una reina del drama.Se asomó por el borde de las listas de la bolsa de valores. -¿No lo eres?-

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Le eché un vistazo de reojo y luego agarré su diario fingiendo indignación. Luchamos. Me reí. Él me besó. Le hice cosquillas. Me mordió la oreja. El periódico se arrugó ruidosamente cuando los abracé fuertemente con mis brazos alrededor de sus hombros. - Me amas así,- le dije, besándolo ligeramente. -Sabes que lo hago,- concordó él, mientras devolvía mi beso con más pasión. Me apoyé en los codos. Sentí su cuerpo tendido debajo del mío. -He llegado a una conclusión importante,- le dije seriamente, aunque tenía una sonrisa cariñosa en mis labios. La diversión relució en el destello dorado alrededor de sus ojos marrones castaños. -Apenas puedo esperar para oír esas perlas de sabiduría.-El amor no está destinado a ser acumulado,- dije. -Tiene una especie de vida media. No es como un bizcocho Twinkie. No puedes dejar el amor en un estante y esperar que sea dulce para siempre.Los dedos de Sebastian tamborilearon donde descansaban contra mi espalda. Déjame aclarar esto. Tu gran revelación, ¿es que el amor no es un pastel edulcorado envuelto en plástico?-Precisamente,- le dije. -El amor es algo que necesitas comer en seguida.Sus cejas se elevaron sugestivamente. -Ahora hay una filosofía que puedo ayudar a promover.Después de hacernos muchas cosquillas y reírnos tontamente, Sebastian me persiguió hasta el dormitorio después de informarme de que todas las buenas teorías necesitaban de muchas pruebas de campo. La alcoba estaba soleada. Las cortinas de encaje relucían con un color amarillo y unos parches brillaban en el edredón de plumas púrpura. A pesar del frío en el exterior, el cuarto estaba confortablemente caliente. Nos desnudamos lentamente, tomándonos el tiempo para recordar cada peca y lunar.

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Besé el cabello de Sebastian. Sus labios rozaron mi mejilla. Con cada toque, sentía que mi respuesta aumentaba por la suya. Con cada movimiento lento de la yema de sus dedos a través de la piel desnuda, algo vibraba profundamente en mi interior. Las manos de Sebastian acariciaron mis pechos y mis pezones. Los ecos del placer que sentía cuando me tocaba acentuaban la sensación de sus manos en mi cuerpo. Era difícil concentrarse, inclusive mi intento por respirar terminó en gemidos. Luego fue mi turno. Inundé los hombros de Sebastian y su pecho con besos muy ligeros. Lo sentí temblar debajo de mis labios, pero también dentro de mi pecho. Mientras mis besos bajaban y bajaban, su respuesta se incrementó entre nosotros, dentro de mí. No tenía que pedirle lo que quería; Sebastian lo sabía. Cambiando de lugares, la lengua de Sebastian, me acarició por entre mis muslos. Un pellizco aquí y allí me cogió por sorpresa y me hizo aullar con deleite. Entonces, cuando estuve preparada, entró en mí, fuerte y seguro. Nos movimos en perfecta armonía, cada uno anticipándose a la satisfacción del otro. Mi placer crecía con el suyo, y viceversa. Juntos culminamos en una ráfaga caliente y agotadora. Jadeante y resbaladiza por el sudor sonreí en la cara de Sebastián. -Te extrañé.- le dije. Él devolvió mi amplia sonrisa. -¿Vamos de nuevo?¿Y cómo podía resistirme a una demanda así de romántica? En algún momento después de la medianoche nos quedamos dormidos placenteramente, con los huesos dolorosamente agotados y enredados entre sí. A pesar de que debería haber dormido profundamente después de tanto ejercicio, tuve sueños extraños e inquietantes. Hubo un momento en el que pensé que me desperté para ver a Parrish de pie junto a la cama, mirándome silenciosamente en la oscuridad. Excepto, que yo sabía que debía ser un sueño, porque Benjamín, el fantasma vigilante, nunca lo dejaría entrar la en la casa de Sebastian sin ser invitado, y, más aún, cuando llevaba una de las camisetas de Sebastian con el

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eslogan "McGovern Presidente". Parrish estaría más que bien y verdaderamente muerto antes que estar atrapado en algo tan estúpido. -Daniel,- murmuré a la aparición. Se agachó y me besó, saboreé las telarañas y la tierra recién removida. -Bonita camiseta.- bromeé, haciéndole toscamente el signo de la paz. El segundo beso fue más agradable que el primero y me calmó enviándome de nuevo a un sueño menos inquietante. Aunque tuve uno de esos momentos donde una desearía tener un buen control sobre el subconsciente para poder pasarme la noche reproduciendo esos besos. De hecho, seguí sintiendo el frío roce de los labios de Parrish mientras bebía a sorbos el café en la cocina de Sebastian. Cuando Sebastian comenzó a cantar una canción de Hank Williams, me dirigí hacia la puerta de atrás para estirar las piernas. Llegué hasta la calzada antes de notar el hueco en una sección del cementerio. Alguien, probablemente uno de los ghouls de Parrish, había cavado un agujero del tamaño de un ataúd. Me hubiera asustado, pensando que alguien se había escapado con su cuerpo, pero recordando el sueño, lo supe. Parrish se había ido.

Fin del segundo libro

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