Contrahistorias 02

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Impreso en: Jiménez Edltores, S. A. de C. V. Callejón d e la Luz #32-20, Col. Anáhuac, 11320 Tel. y Fax: 5399 4711 y 5527 7340 e-mail: [email protected] mx

HENRI PIRENNE

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Una polémica histórica en Alemania. MARC BLOCH

Director:

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Tradición o literatura: los orígenes del ciclo de la leyenda del Rey Arturo.

CARLOS A N T O N I O AGUIRRE ROJAS FERNAND BRAUDEL

Comité de Redacción: AMÉRICA BUSTAMANTE PIEDRAGIL VANDARI M A N U E L M E N D O Z A SOLÍS

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La historia operacional: la historia y la investigación del presente.

CARLOS ALBERTO R Í O S G O R D I L L O KARINA V Á Z Q U E Z BERNAL NORBERTO ZÚÑIGA MENDOZA

IMMANUEL

WALLERSTEIN

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La escritura de la historia.

Difusión y Relaciones: LAURA T O R T VELASCO

C O M I T É CIENTÍFICO INTERNACIONAL:

El Hilo de Ariadna E D O A R D O GRENDI

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Bolivar Echeverría Andrade (UNAM), Paradojas de la historia contemporánea. Carlo Ginzburg (UCLA / Universita di Sienna), Immanuel Wallerstein (Yale University / Fernand Braudel Center),Edeliberto (Universidad de G I O VCifuentes A N N I L EMedina VI 63 San Carlos de Guatemala), Miguel Ángel Un problema de escala. Beltrán (Universidad de Antioquia),JurandirMalerba (CNPQ, Brasil), Claudia Wasserman(UniversidadeFederal de Rio CARLOS A N T O N I O AGUIRRE ROJAS 71 Grande do Sul), Darío G. Barriera (Universidad Nacional de Rosario), Pablo PaEncrucijadas actuales del neozapatismo mexicano. checo (Centro de Investigación y DesarroA diez años del 1 de enero de 1994. llo de la cultura cubana 'Juan Marinello'), Francisco Vázquez (Universidad de Cádiz), Ofelia Rey Castelao (Universidad de Sanmemorabilia tiago de Compostela), Ricardo García Cárcel (Universidad Autónoma de Barcelona) MIGUEL Á N G E L BELTRÁN VILLEGAS 83 Massimo Mastrogregori, (Revista Storiografia), Steffen Sammler (LeipzigUniversitaet),Maurice Aymard, (Maison des Una visión histórica del mundo después del Sciences de l'Homme), Lorina Repina (Instituto de Historia Universal, Academia de Entrevista a Carlos Antonio Aguirre Rojas. Ciencias de Rusia), Chen Qineng (Instituto de Historia Universal, Academia de Ciencias de China). IRENE R O D R Í G U E Z 105

Reseña crítica del libro: Ensayos sobre microhistoria.

Noticias Diversas Contrahistorias. La otra mirada de Clio Revista semestral, No. 2, marzo-agosto 2004. E-mail: [email protected] Se autoriza la reproducción de los materiales únicamente con el permiso de la Dirección y del Comité de Redacción de Contrahistorias. Los textos aquí publicados son responsabilidad exclusiva de sus autores. Impreso en: Jiménez Editores, S. A. de C. V. Callejón de la Luz #32-20, Col. Anáhuac, 11320 Tel. y Fax: 5399 4711 y 5527 7340

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Edición, tipografía, diseño interior y de portada: Vandari M . M e n d o z a Solís jitanjáfora Morelia Editorial / RED U T O P Í A A . C . Corregidora #712, 58000, Centro Histórico. Morelia, Michoacán, M é x i c o , e-mail: [email protected] / [email protected] ISSN - En trámite Derechos reservados sobre la edición jitanjáfora Morelia Editorial.

Imago

Mundi

Imágenes del Mundo, Weltanschauung, Concepciones del Mundo, Cosmovisiones, Visiones del Mundo, Percepciones del Universo, Maneras de Ver y Entender la Realidad... En esta sección, queremos multiplicar todo el tiempo las distintas miradas que admite el análisis de los problemas realmente importantes y fundamentales que hoy enfrentan la historiografía mundial en general, y las historiografías latinoamericana y mexicana en particular, pero también la historia y la sociedad en México, en América Latina, y en el Mundo entero. Recoger siempre las miradas críticas, abrir nuevas entradas a los problemas, explorar incesantemente explicaciones nuevas e inéditas de viejos temas, a la vez que ensanchamos todo el tiempo la nueva agenda de los asuntos que hace falta debatir en el plano historiográfico, pero también en los ámbitos sociales, políticos y de todo orden en general. Porque una 'Imagen del Mundo'. cuando es realmente crítica, heurística y compleja, sólo puede serlo a contracorriente de los lugares comunes dominantes, y por ello sólo como cómplice obligada de las miles de Contrahistorias que cada día tocan con más fuerza a la puerta del presente, para liberar radicalmente los futuros de emancipación que esas mismas Contrahistorias encierran.

HENRI PIRENNE

Una polémica histórica en Alemania. 1

a

La erudición", afirma Luis Havet en el bello Prefacio que ha agregado a la obra de su hermano, "es una ciencia, en el sentido más riguroso de este término, una ciencia equiparable a la física o al álgebra. Esta erudición difiere de las otras dos ciencias mencionadas, impropiamente llamadas las ciencias, con el artículo definido, en cuanto al objeto y en cuanto a la aplicación, pero no en cuanto al método". Algunos dudarán, tal vez, de que exista una identidad absoluta entre los procedimientos empíricos a los cuales recurre el experto en diplomas, cuando intenta datar un documento, y los cálculos que realiza el astrónomo cuando trata de individualizar los movimientos de un planeta. Pero en el fondo, todos estarán de acuerdo con Havet en que el método empleado por los eruditos es un método científico, y en que la crítica histórica, tal y como se practica hoy, merece totalmente el nombre de ciencia.

Pero sin embargo esa crítica histórica, todos ellos el pasado en su viva realidad. o si se quiere, la historia-erudición, no es La crítica, entonces, sólo provee materiatoda la historia. Porque esa crítica no es les a la historia propiamente dicha, a la algo que sea un fin en sí mismo, no se ago- historia-relato. Y una vez que cumple esta ta en sí misma. Ella no tiene otro objetivo tarea de provisión, esa crítica histórica no que no sea el del descubrimiento de los he- va nunca más allá. Así que por importante chos. Pero una vez descubiertos estos he- o esencial que ella sea, su papel permanechos, no es tarea de esa crítica la de organizarlos, establecer entre ellos relace, a pesar ladede todo, como un papel suborciones de causalidad, la de reconstruir con dinado. Una vez que ha establecido la autenticidad de los textos, que ha criticado

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Este ensayo de Henri Pirenne fue publicado originalmente en francés en la Revue Historique, vol. LXIV, en el año de 1897, pp. 50-57. La presente versión en español ha sido hecha a partir de la traducción italiana incluida en el libro Henri Pirenne, L'Opera dello storico, Ed. Bibliopolis, Nápoles, 1990, pp. 75-84. Aunque este ensayo data de hace más de cien años, las ideas que plantea resultan de una enorme vigencia y de una profunda actualidad frente a las formas todavía hoy dominantes en la historiografía mexicana, y también en vastos sectores de la historiografía de muchos países de América Latina, de Europa y de Estados Unidos. Por eso hemos decidido incluirlo en este número 2 de Contrahistorias. La traducción del italiano al español es obra de Carlos Antonio Aguirre Rojas.

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las fuentes, que ha fijado la cronología de los acontecimientos, queda todavía por hacer lo que verdaderamente es la historia. Y es esta una necesidad a la cual es imposible escapar. Y si habrá siempre aquellos que optaran por atrincherarse limitadamente dentro de ciertos escrúpulos científicos, alegando la insuficiencia de nuestros conocimientos, y la vanidad, el carácter efímero y provisorio de toda síntesis, proclamando que no se puede y que no se debe ir más allá del simple inventario de los resultados obtenidos por esta erudición, habrá también, sin embargo y más allá de todo esto, la invencible exigencia que impulsa al hombre a interesarse en el pasado, y que siendo mucho más fuerte que los escrúpulos antes mencionados, hará que al margen de los críticos puros y de los puros anticuarios, existan siempre los verdaderos historiadores. Por otro lado, es claro que no siempre han existido esos críticos y anticuarios, y todos saben que si la crítica es algo relativamente reciente, la historia, por el contrario, es muy antigua, y casi tanto como la poesía. Porque como esta última, la historia responde también, en efecto, a una necesidad de nuestra propia naturaleza. Y el interés que ella suscita no es, como el interés que suscitan las ciencias, exclusivamente intelectual. La posición del historiador a la hora de confrontar su tema de estudio es muy diferente de la del astrónomo, de la del físico o de la del químico, a la hora de confrontar sus respectivos temas. Físico, químico o astrónomo estudian series de fenómenos que son extraños a la sociedad: no hay nada que los perturbe en su investigación y no importa cuanta pa-

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sión involucren en ello, ya que su observación permanece siempre como algo tranquilo y distanciado. De modo que la óptica desde la cual estos científicos observan, está determinada por el estado mismo del desarrollo de la ciencia en el momento en el cual se inserta esa observación: cada uno parte de los resultados adquiridos por todos los que lo han precedido, y los enriquece con nuevos descubrimientos. ¡Cuán diferente es en cambio la tarea del historiador! En lugar de encontrarse fuera de la sociedad su tema de estudio es la sociedad misma. Él debe comprender y narrar acontecimientos que son obra de hombres como él, de pueblos como aquél al cual pertenece. Por imparcial que trate de ser, por distanciado que se encuentre de las pasiones religiosas, políticas o nacionales de sus contemporáneos, ¿no es todavía evidente que la objetividad absoluta es algo imposible para él? Haga lo que haga, en efecto, él se encuentra condicionado por el ánimo colectivo de su época. Por tuerte que sea su propia individualidad no puede escapar al ambiente social que lo circunda. Así que en su obra se expresa necesariamente su época. Su manera de considerar el pasado le es impuesta por su propio tiempo. Su óptica no está determinada, como en el caso de la ciencia, por el grado de desarrollo de los conocimientos, sino por el nivel de progreso del público al cual él se dirige y al cual él mismo pertenece. Así que mientras el progreso de la ciencia es continuo, la historia obedece en cambio a una especie de ley del eterno recomienzo. 2 Ninguna época rescribe las matemáticas, o la física, o la química, pero cada

No hablo aquí, naturalmente, de la erudición, en la cual los progresos son continuos como en el caso de la ciencia.

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época rescribe la historia, la transforma en cierto modo bajo una tonalidad en que le sea adecuada o correspondiente. Una determinada fase social no implica necesariamente un grado dado de desarrollo de las ciencias exactas, pero si presupone en cambio, necesariamente, un determinado tipo de concepción histórica. El historiador está dominado inconscientemente por las ideas religiosas, filosóficas y políticas que circulan en torno de él, y sería muy fácil demostrar, por ejemplo, que la Historia Universal de Bossuet, el Siglo de Luis XIV de Voltaire, o la obra de Guizot, de Augustin Thierry, de Macaulay, de Droysen o de Ranke no son más que productos específicos de ciertas etapas de la civilización o de la cultura nacional. En resumen, es posible ubicar temporalmente una concepción histórica como se ubican, dentro de la historia del arte, las escuelas o los estilos. Por diferentes que sean los unos de los otros, los escritores que acabo de mencionar se asemejan todos en un punto esencial. Lo que atrae irresistiblemente la atención de todos ellos es la historia política. Pues ya sea que nos cuenten la caída de los Imperios como hace Bossuet, o los conflictos de los partidos como Macaulay, o el juego de la diplomacia como hace Ranke, todos ellos ponen igualmente en el primer plano a la historia del Estado, historia de un fenómeno que es relativamente artificial y que está muy lejos de condensar en sí mismo la entera actividad social. Y es

fácil, por lo demás, comprender el motivo. El Estado, en efecto, si no es el más potente de los vínculos que conectan a los hombres, si es ciertamente el más evidente, y por decirlo así, el más exterior. Y es por ese hecho mismo de que el Estado no es algo ni natural ni espontáneo, y de que su conservación requiere de constantes esfuerzos, junto a la situación de que su propia fragilidad lo hace pasar a través de continuas transformaciones, por lo que atrae necesariamente y desde el inicio la mirada del observador. Y también las ideas filosóficas que, todavía hasta la primera mitad del siglo XIX han sido dominantes, explican muy fácilmente ese favor exclusivo del cual goza aún hoy la historia política. Y fue dicho favor, el que indujo a los historiadores a explicar los acontecimientos a partir de la acción de los grandes hombres, y a considerar a la historia sólo como la obra de fuerzas morales o intelectuales.

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Gracias al prestigio de maestros ilustres, la historia política ha conservado hasta años recientes, y conserva todavía aún en gran parte, una posición de predominio. Aunque desde hace poco tiempo, esta historia política ya no reina de una manera absoluta. Porque hoy ya no es posible, frente a los resultados obtenidos por las ciencias sociales, el reducir la historia a ser sólo la historia del Estado, y no darle un lugar en ella, junto a los factores individuales y concientes, tam inconscientes. 3 Nuevas ideas se han apo-

K. Breysig, Über Entwicklungsgeschichte, en "Deutsche Zeitschrift für Geschichtswissenschaft", Monatsblätter, septiembre-noviemhre de 1896, p. 167.

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derado, poco a poco, de los espíritus. Y fue así como los sociólogos intentaron, sin lograrlo, hacer de la historia una ciencia exacta, mientras que otros pretendieron privarla del nombre de ciencia y reconocerle solamente un valor artístico. Por su propio lado, numerosos historiadores intentaron representar, bajo el nombre de historia de la civilización, un cuadro total de la actividad social. Al mismo tiempo, el cada vez más vivo interés suscitado tanto por los problemas sociales como por las cuestiones económicas contribuyó, por su parte, a sostener los esfuerzos y a acrecentar la fe de aquellos que querían innovar. Y así, bajo el estímulo del desarrollo científico y del espíritu público, la historia inició una vez más un proceso de transformación. Un opúsculo publicado en 1888 por el profesor Dietrich Schafer expresa con gran claridad este nuevo estado de las cosas. En su artículo Das eigentliche Arbeitsgebiet der Geschichte, Schafer quiere defender la posición de esta escuela de la historia política del ataque realizado por otras gentes. Él pretende demostrar que la historia no puede ser otra cosa que la historia del Estado, que debe estudiar sobre todo la acción de los individuos y que posee en las fuerzas morales su motor principal y esencial. Schafer atribuye a la psicología de los pueblos, a la historia del derecho, o a la historia económica, solamente el rango de ciencias auxiliares, distintas de la historia propiamente dicha. El manifiesto de Schafer suscitó un gran impacto. Le respondió Eberhard Gothein, quien en un trabajo de gran importancia,4 sostiene que la historia política no constituye más que un capítulo

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particular de la actividad humana, que la historia de la civilización no es más que una manifestación también particular de esa actividad, y que la tarea del historiador consiste en mostrar, a través de la complejidad de los hechos sociales, las ideas que estos últimos expresan. Casi en este mismo periodo comenzó a ser publicada la Deutsche Geschichte de Karl Lamprecht. Desde 1891 hasta 1895 se han publicado seis volúmenes, que han ilustrado la historia de Alemania hasta finales del siglo XVI. En 1896, una segunda edición vino a dar testimonio del éxito que la obra había encontrado en el público. Esta aceptación es sintomática, porque la obra de Lamprecht se conecta abiertamente con tendencias totalmente nuevas. El autor rompe decididamente con la escuela de Ranke. Y concibe a la historia de Alemania como la obra colectiva de la nación alemana, como el p r o d u c t o de una evolución de diversas etapas sociopsicológicas que van generándose una a la otra, y a las cuales se conecta la infinita diversidad de los acontecimientos políticos, de los hechos económicos, de las corrientes religiosas, de los movimientos artísticos, científicos y literarios de cada época. Una concepción tan diametralmente opuesta a aquella que hasta ese momento había dominado no podía dejar de dar lugar a distintas protestas. Los discípulos de Ranke, los Jungrankianer, para retomar el término con el cual ellos mismos se autodefinieron, la atacaron con mucha decisión. Nació entonces una polémica, por otro lado bastante confusa, y a la cual no parece que ciertas con-

Die Aufgabel der Kulturgeschichte, Lipsia, 1889.

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sideraciones de o r d e n personal hayan estado siempre ajenas. Hasta hoy, la ofensiva se ha limitado a la crítica. Se ha esforzado por demoler las ideas del adversario, pero no ha formulado las reglas de un m é t o d o destinado a sustituir aquel m é t o d o que es criticado. Por su parte, Lamprecht ha tratado de defender la legitimidad de sus principios. Sus obras tituladas Alte und neue Richtungen inderGeschichtswis enschaftyWasistKult rgeschi te?( 1 8 9 6 ) t r a t a n cuestiones muy importantes que pueden interesar a todos los historiadores. Ya que habiendo sido escritas por un pensador del cual incluso los más acérrimos adversarios reconocen unánimemente el alto valor,

por un hombre que ha demostrado su valor como erudito y al cual no se le puede r e p r o c h a r hablar sobre la historia sin haberla practicado, son obras que merecen ciertamente ser conocidas fuera de Alemania.

etc., sino también por un cierto número "de modos de actuar, de pensar y de sentir que son externos al individuo y que tienen sobre él un carácter coercitivo". La acción de los primeros es constante, mientras que la de los segundos es variable. Las etapas sociopsicológicas son algo vivo. El ambiente social en el cual los individuos están inmersos no actúa sobre ellos solamente desde el exterior; no es un conjunto de condiciones pasivas, sino que vive dentro del p r o p i o i n d i v i d u o , se realiza en cada uno de ellos. A nivel económico lo mismo que a nivel espiritual, el individuo se encuentra aislado solamente en abst r a c t o . Ese i n d i v i d u o recibe del grupo social al cual pertenece su modo de actuar y de pensar. La sociedad es el elemento universal y originario, mientras que el individuo es un fenómeno contingente y pasajero. Brevemente, para decirlo con la sociedad.

Lazarus,

Es fácil describir el método deLamprecht.Consiste en considerar a la hisY es en la nación en donde habita ese toria desde el punto de vista de las cienespíritu colectivo u objetivo, que se macias sociales. En consecuencia, en lugar nifiesta en cada uno de nosotros. Y es de poner en primer plano al individuo, y entonces del estudio de las naciones de de ver en el Estado al objeto fundamendonde debemos partir. Las sociedades no tal de la investigación histórica, esta conson consideradas aquí como una simple cepción se esforzará sobre todo por exyuxtaposición de hombres, sino más bien plicar el desarrollo nacional de un puecomo seres dotados de una vida espiriblo a partir de los factores naturales y tual propia. De modo que, si las histocolectivos del cual ese desarrollo es el rerias particulares no serán ya entonces hissultado. La sicología de los pueblos y la torias de Estados, sino historias de las sociología demuestran que el desarrollo naciones, así también la historia universocial está c o n d i c i o n a d o no solamente sal no será ya la historia general de la por el clima, el suelo, la fauna, la flora, humanidad, sino más bien la historia de

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las acciones recíprocas que esas naciones ejercen las unas sobre las otras. ¿Significa acaso todo esto que el historiador no deberá ya de tener para nada en cuenta a las personalidades? Ciertamente no, y es en torno de este punto que su papel difiere del papel del sociólogo, preocupado solamente por el estudio de los hechos sociales. Porque es totalmente evidente que, junto a la sicología de los pueblos, la sicología individual conserva siempre sus derechos, y que sería violentar a la historia el reducirla a no ser otra cosa, en su totalidad, que la narración de la obra colectiva y anónima de las naciones. Pues algunos individuos superan siempre el nivel medio de su época, se elevan más allá, mucho más alto que el nivel del espíritu común, y son activos y creadores. Y también en estos genios creadores, por lo demás, es posible reconocer el influjo del espíritu colectivo. "Una gran individualidad es una síntesis de ideas universales. Y si esa individualidad se impone y provee como una especie de modelo ideal a la conciencia nacional, es p o r q u e responde a las aspiraciones secretas de esta conciencia y encarna sus sueños. Por difícil que sea atribuirle con precisión lo que le corresponde, es claro que el espíritu colectivo está presente, ciertamente, hasta en aquello que hay de más individual, hasta en el acto del genio". 5

dual es algo que no le corresponde explicar a la ciencia: eso representa el elemento irreductible e incognoscible de la historia. Son éstas, expuestas brevemente y resumidas en cuanto a su esencia, las ideas centrales del método de Lamprecht. Es evidente que ellas corresponden exactamente al nivel actual del desarrollo de las ciencias sociales. El problema que se plantea es el de encontrar al interior de la propia historia su explicación, de descubrir empíricamente las causas inmanentes que determinan su evolución. Sólo la sicología de los pueblos y la sociología pueden ayudarnos a resolver este problema: ellas son para la historia, aquello que las matemáticas son, por ejemplo, para la física. La diferencia, ciertamente, es grande entre el historiador y el físico. Las matemáticas proveen a este último de un instrumento de un rigor absoluto; mientras que las ciencias sociales, por el contrario, que se encuentran todavía en su infancia y en un proceso de transformación, no ponen a disposición del primero más que probabilidades e hipótesis. ¿Pero acaso es tan importante esto, si de otra parte es claro que la hipótesis es la condición esencial de todo progreso científico, y si, desde el nuevo p u n t o de vista que aquí se plantea, son tantas las interrogantes que se perfilan, y tantos también los horizontes desconocidos que se abren, haciendo que el mismo e inagotable objeto de la historia se rejuvenezca?

Es necesario reconocer, por otro lado, que el h o m b r e de genio p e r m a n e c e r á N o o b s t a n t e , existe un peligro que siempre en parte como algo inexplicable. debe ser evitado. Acercando la historia a N o resulta comprensible más que gracias las ciencias sociales es necesario cuidara un esfuerzo de identificaciónempática. se de no confundirla Y aquello con ellas, que él de tiene no dide más i solverla en la sociología, terminando así

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C. Bougie, Les sciences sociales en Allemagne, p. 31.

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por reproducir una suerte de filosofía de la historia, tan vaga cuanto arbitraria. Este peligro, sin embargo, no parece ser algo de lo que debamos temer demasiado. La erudición y la crítica histórica han logrado en nuestros días un desarrollo tan amplio y tan general, como para que pudiéramos pensar que ellas serían capaces de dejar de vigilar la integridad del territorio atribuido a su propia custodia. Porque es a ellas, en definitiva, que corresponde controlar los resultados de la historia-relato, y demoler las síntesis construidas sobre bases insuficientes y con materiales d e m a siado frágiles. De tal manera que las dos ramas de la actividad histórica se prestaran m u t u a m e n t e ayuda: la primera de ellas con sus hipótesis y sus generalizaciones, que permiten orientar la investigación hacia nuevos campos; y la otra, llevando a la práctica el reconocimiento de estos nuevos campos, y confirmando o denunciando, gracias al estudio paciente de los hechos, los resultados entrevistos. La primera seguirá siendo, a pesar de todo, fruto del trabajo de la imaginación científica, mientras que la segunda será siempre el instrumento de control y de verificación. ¿Cuál de ellas dos es la más importante? N o sabría decirlo. Porque sin las hipótesis y sin las síntesis la historia es solamente un pasa-

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tiempo de anticuarios; pero sin la crítica y la erudición esa misma historia desbarra hacia los territorios de la fantasía. Podemos entonces, esperar ricos y fecundos resultados de las nuevas ideas que hoy intentan penetrar en la historia. Y podríamos por otra parte preguntarnos: ¿es que acaso existe, entre estas nuevas ideas y la concepción actualmente vigente, una contraposición tan radical como podría hacernos creer la actual polémica que está desarrollándose ahora en Alemania? No lo creo. Ya que mirando bien las cosas, uno puede darse cuenta de que la discusión versa esencialmente en torno del problema de determinar la parte que le corresponde a la acción individual dentro del desarrollo histórico. Lamprecht no niega esta acción, y solamente pretende limitar su papel. En lugar de utilizar los acontecimientos colectivos para explicar la individualidad, él trata más bien, por el contrario, de vincular esta última a la colectividad. Monod expresaba hace tiempo, en las páginas de esta misma revista, un punto de vista análogo: "se está acostumbrado, en historia, — a f i r m a b a — , 6 a interesarse sobre todo en las manifestaciones brillantes, llamativas y efímeras de la actividad humana, en los grandes acontecimientos o grandes hombres, en vez de insistir sobre los movimientos, lentos e imponentes, de las instituciones, de las condiciones económicas y sociales, que son la parte verdaderamente interesante y estable de la evo-

Revue Historique, julio-agosto de 1896, p. 325.

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luciónhumana,aquella que puede analizada con una cierta certidumbre y que puede tratar de ser reconducida, en una cierta medida, hasta el nivel de leyes. Los acontecimientos y los personajes verdaderamente importantes son tales, sobre todo en cuanto signos y símbolos de los diversos momentos de esta evolución, pero la mayor parte de los hechos así llamados históricos no son para la verdadera historia h u m a n a otra cosa que aquello que son, respecto de los mo-

ser vimientos profundos y constantes de las mareas, esas ondas que encrespan la superficie del mar, que brillan por un instante con miles de reflejos luminosos, y que después desaparecen en la orilla sin dejar ningún trazo de sí mismos". Esta coincidencia entre un estudioso francés y un estudioso alemán es significativa. Ella prueba, en mi opinión, que la nueva tendencia histórica tiene de su lado el porvenir.

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MARC BLOCH

Tradición o literatura: los orígenes del ciclo de la leyenda del Rey Arturo.

I literaria de la Edad Media francesa, no hay enigma más perturbador que el de las novelas bretonas. Las otras "materias" épicas no ofrecen nada tan singular, cuando se les mira de cerca. Sin duda alguna, desde la época carolingia hasta los tiempos de las canciones de gesta, que explotan, deformándolos profundamente, los recuerdos de esa época carolingia anterior, han pasado muchos años, en el curso de los cuales nos cuesta mucho trabajo tratar de seguir la cadena de la evolución de las tradiciones. Pero que estas tradiciones, habiendo sobrevivido mal que bien, y que los usos o las recuperaciones reales o ficticios de tantas sombras ilustres, nacidas del propio suelo nacional, hayan alimentado la imaginación de un cierto público francés, no tiene, después de todo, nada de extraño. Por otra parte, ¿cómo asombrarse si, en el seno de una sociedad en la que las literaturas

clásicas eran unánimemente consideradas como el prototipo del lenguaje bello y de los pensamientos bellos, los héroes de la leyenda antigua salieron un buen día de los viejos libros que eran accesibles solamente a los clérigos, para retornar a la vida dentro de las narraciones en lengua vulgar? Y debemos notar sobretodo, que el ambiente en el que uniformemente se desenvuelven esas aventuras, sacadas de épocas del pasado cuya lejanía es muy diferente, es el ambiente que obviamente podría esperarse: de una manera totalmente ingenua, ellas acontecen en la atmósfera de los tiempos en los cuales esas aventuras fueron contadas. De m o d o que en esas narraciones, Alejandro Magno, lo mismo que Rolando, sienten y hablan como si fuesen señores feudales. Porque no existe nadie que, al tener la responsabilidad de envolver los grandes hechos terrestres dentro de una atmósfera de misterio (por otra parte,

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La versión original en francés de este ensayo apareció en la Revue de Synthèse de marzo-diciembre de 1931, pp. posible libro suyo, compuesto por una colección de sus propios artículos, que fue avizorado para ser editado por la Editorial Gallimard hacia los años de 1933-1934, y que no logró concretarse en vida de Bloch. (Cfr. a este respecto el libro editado por Etienne Bloch, Historia e Historiadores, Ed. Akal, Madrid, pp. 8 y 321-323). Extrañamente, este ensayo no fue incluido en este último libro mencionado, y permanecía inédito en español hasta hoy. Incluso, a pesar de su enorme valor intelectual, es un texto poco recuperado por los estudiosos de la obra de Marc Bloch, tanto en Francia como en general. Contrahistorias rescata entonces este bello e importante artículo de Bloch para todos sus lectores. La traducción del francés al español es obra de Carlos Antonio Aguirre Rojas.

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que intento hablar aquí de esta obra, la más usualmente, bastante sobria) que no exprese, muy exactamente, las creencias enconsiderable que, desde las Leyendas Epitonces c o m ú n m e n t e extendidas y aprocas del señor Joseph Bedier, haya aparecibadas por todos. do en este campo de las literaturas romanCon el ciclo bretón, una corriente de ces. Y no solamente porque hasta hoy no una naturaleza totalmente distinta ha veni- tenemos más que los prolegómenos; lo que do a mezclar sus aguas dentro del río gene- quiere decir que varias cuestiones serán sin ral, hasta este momento mucho más unita- duda resueltas más tarde, y que muchas rio, de la literatura romanesca: vagas remi- dudas serán eliminadas por los volúmenes niscencias de luchas, que debían ser bas- subsiguientes. Sino también por el hecho tante indiferentes a los escuchas franceses, de que la naturaleza misma de estos prosostenidas antaño por los celtas en contra blemas hace que, para el medievalista "mede los sajones; personajes con nombres dio", su evaluación sea particularmente derivados de lenguas desconocidas; hori- delicada. Porque ella nos conduce hacia el tema del contacto entre extraños dos civilizaciones: zontes lejanos —Gales, Irlanda,Cornuailles— totalmente a los castillos o a los santuarios familiares; y como telón la latino-germánica y la céltica. Y eso es de fondo, todo un extraño mundo de ma- parte de su gran interés humano, pero tamgos, de hadas, de encantamientos, en los bién de su dificultad. Ya que sería necesaque los propios mitos cristianos se teñían rio, para poder dar sobre esta obra un juide colores más que a medias paganos. cio verdaderamente fundado, conocer de ¿Cómo explicar la propagación dentro del primera mano, además de la cristiandad territorio francés de estos temas exóticos, latina también a los grupos celtas, a su soy también su incomparable difusión en ciedad y a sus tradiciones. El señor Farai todo el Occidente? ¿Cómo dar cuenta in- ha a d q u i r i d o esta doble c o m p e t e n c i a , cluso de su nacimiento, estableciendo la mientras que la mayor parte de nosotros parte que le corresponde a las tradiciones no la poseemos en su totalidad. nacionales, y la que le toca a la invención De modo que, después de resumir en poética? A pesar de los muchísimos años grandes trazos la arquitectura general de la en que se han discutido estos problemas, investigación y sus principales resultados, ellos no han perdido para nada su agudeza. deberé más bien limitarme a indicar, muy Por su parte, en la plenitud de su erudición y de su talento, el señor Edmond Farai ha tratado de abordar este problema. Ha abierto una vasta investigación de la que nos entrega ahora los tres primeros volúmenes. 2 Y no es sin cierto escrúpulo

simplemente, las impresiones de un lector ciertamente atento, pero al que su ignorancia condena a no formular, más que con mucha prudencia, sus dudas lo mismo que sus puntos de acuerdo.

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La Légende arthurienne: études et documents. Première partie. Les plus anciens textes, tomo I: Des origines à Geoffroy de Monmouth-, tomo II: Geoffroy de Monmouth. La Légende arthurienne à Glastonbury, tomo III: Documents (Historia Britonum; G. de Monmouth, Historia regum Britanniae; G. de Monmouth, Vita Merlini), 3 volúmenes, Paris, Champion, 1929 en 8°, IV-319, 463, 388 páginas, 1 carta (Bibliothèque de l'École des Hautes Etudes, Sciences historiques et philologiques, fascículos 245, 246 y 247).

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Totalmente imbuido de una justa desconfianza hacia las hipótesis aventureras que, como tantas otras trampas nuevas jugadas a los eruditos por los viejos encantadores, han frecuentemente perturbado sus maneras de observar y de analizar la historia del ciclo bretón, el señor Farai no ha querido fundar su investigación más que sobre el estudio paciente de los testimonios escritos.3 El autor toma los textos uno por uno, en un orden hasta donde es posible estrictamente cronológico —-lo que es muy importante— y —lo que no lo es menos— va examinando cada uno de ellos en su totalidad, estimando con razón que no hay otra manera de comprender la verdadera naturaleza de un documento y de sopesar su credibilidad. Geoffroy de Monmouth habla de Arturo, a quien la poesía épica debía recuperar enormemente, y también habla por ejemplo de Vortimer, del que en cambio esa poesía no ha recuperado, hasta donde sé, prácticamente casi nada. ¿Sería entonces suficiente para el objetivo que persigue el señor Farai, ubicar en nuestro fichero una nota sobre A r t u r o a p o y á n d o n o s en Geoffroy, y olvidar en cambio desde el comienzo a Vortimer? Ciertamente no. Porque el tratamiento al cual nuestro autor somete esta última leyenda, y la manera en que r e p r o d u c e o retoca sobre este punto las tradiciones anteriores, constituyen también un elemento indispensable de nuestro conocimiento general acerca de sus procedimientos, igual que de sus intenciones, y en este mismo sentido, esclarecen su actitud frente al tema de la leyenda de Arturo, convirtiéndose así en algo casi tan necesario de comprender por parte del historiador de esta

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leyenda, como sus puntos de vista sobre el propio Arturo. Es así como va a desfilar frente a nosotros, paso a paso e interrogada por el más riguroso de los inquisidores, la larga, y hay que decirlo claramente, bastante mediocre teoría de los historiadores de la antigua Bretaña. En el primer volumen, se encuentra inicialmente el pequeño tratado en el que el monje Gildas "hacia 545" y tratando de darle lecciones a sus compatriotas los bretones, ha dejado filtrar, entre muchas declamaciones vagas, algunos de los muy raros datos que poseemos sobre los destinos de la isla, luego del hundimiento del dominio romano; más adelante, Beda el Venerable, que casi dos siglos más tarde, al reconstruir la historia del pueblo inglés —su propio pueblo— nos ha dado aquí y allá algunas indicaciones sobre los Bretones; después la compilación de origen galés conocida bajo el nombre de HistoriaBriton antiguos eruditos— y que se ha formado lentamente como por sucesivos agregados desde una fecha incierta (posiblemente el siglo VII) y hasta aproximadamente el año 1000, y completada todavía posteriormente; más adelante los Milagros de Nuestra Señora de Laon, fuente continental que, por un singular azar, nos entrega dentro del curso de una narración de un viaje, una aproximación preciosa sobre las creencias arturianas; luego algunas vidas de santos del País de Gales; y finalmente una obra anglonormanda, los Gesta regum de Guillaume de Malmesbury (1125). El segundo volumen está casi totalmente consagrado al principal propagador —y el señor Faral diría muy posiblemente con gusto: al principal inventor— del ciclo bre-

En los volúmenes subsiguientes de la obra, el señor Farai va a incluir los documentos iconográficos.

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tón: Geoffroy de Monmouth, que murió un poco después de 1153 como obispo de Saint-Asaph en Gales; y concluye este desfile con un muy importante capítulo sobre el papel jugado en la formación de la leyenda por la abadía inglesa de Glastonbury. El tercer v o l u m e n incluye únicamente los siguientes textos, editados con mucha sagacidad y prudencia: la Historia Britonum y las dos obras de Geoffroy de Monmouth: Historia de los reyes de Bretaña (en el que se encuentra incorporado el opúsculo, publicado antes de manera independiente, de las Profecías de Merlin) y la Vida de Merlin. 4 De tal manera que lo esencial del dossier se haya puesto a la disposición del lector, y le permite en todo momento las verificaciones deseadas. Es claro que los resultados de este minucioso y detallado trabajo crítico no beneficiarán solamente a la literatura medieval. Las historiografías bretona, inglesa e incluso franca, reciben de este trabajo y sobre muchos puntos una actualización importante; y si desafortunadamente, después de estas nuevas investigaciones la historia de la Gran Bretaña en la época de las

invasiones bárbaras, sigue siendo lo que era antes, es decir y según los términos de Ferdinan blanco", por lo menos el terreno aparece, más que nunca antes, como un terreno ya desembarazado de falsas construcciones eruditas. Sobre los destinos ulteriores de la isla, y sobre el desarrollo espiritual de sus poblaciones y de sus jefes, se desprende de esta encuesta más de una indicaciónsugerente.Per limitarse aquí al n u d o mismo de nuestro problema. Dos figuras, dentro de la leyenda bretona, se han elevado por encima de todas las restantes, cargadas al mismo tiempo de gloria y de misterio: de un lado, un rey llamado Arturo, y del otro un mago o encantador que es Merlín. ¿Qué es lo que el señor Farai puede enseñarnos sobre ellos?

Gildas, que ha vivido en un tiempo cercano a los acontecimientos, no conoce entre los reyes bretones más que a uno solo que ha sido jefe victorioso: un Romano de origen, que se llama Ambrosius Aurelianus. Sobre Arturo no dice ni una sola palabra. Y el mismo silencio encontramos en Beda. Así que los primeros textos que rompen

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Casi al mismo tiempo que el señor Faral, el señor Acton Griscom publicó también una nueva edición de la Historia regum Britanniae, Londres, Longmans, Green & Co, 1929. Se encuentra allí anexa la edición y la traducción de una versión galesa del mismo ciclo legendario. Sus conclusiones, presentadas en la introducción, son mucho más favorables que las del señor Faral a la veracidad —si no es que a la imaginación— de su autor; él considera como algo seguro la existencia del britannici sermonis librum vetustissimum que Geoffroy recibió del Arquidiácono Gautier d'Oxford, y sobre el cual, si hemos de creerle, él ha calcado su propia narración. Los argumentos no me han parecido demasiado convincentes; ellos ganarían en todo caso si fuesen planteados bajo una forma más rigurosa, y con menos llamados frecuentes a una suerte de impresionismo emotivo. Pero es posible que el señor Faral ha hecho muy bien combatiendo frontalmente este problema del liber vetustissimus. Al invocar este apoyo, Geoffroy, no hacía sin duda otra cosa que utilizar uno de los procedimientos recurrentes dentro de la hagiografía más fantasiosa.

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este silencio en torno a Arturo, no nos permiten remontarnos antes del siglo X, y son solamente tres. Los Annales de Cambria (es decir de Gales), redactados no después del año de 954, ven en Arturo al vencedor de la batalla de Mont Badon, batalla ya mencionada por Gildas (que la ubica hacia el año 500), pero sin que el viejo autor hubiese citado el nombre del héroe que en ella triunfó. Esos mismos Annales nos dicen también que en 537, en "Camlann», cayeron Arturo y un cierto Medraut. De este último la leyenda, ya bajo su forma definitiva, dirá que era al mismo tiempo el sobrino y el enemigo del rey Arturo; pero esos Annales dan solamente su nombre sin agregar nada más. Hacia 950, una genealogía también galesa ubica entre los ancestros de los reyes de Demecia (Gales del Sur) —y esto, visiblemente, con el objetivo de honrarlo— a un príncipe llamado Arturo, hijo de Petr, y que es ya nuestro Arturo sin ninguna duda. Finalmente la Historia Britonum, en dos pasajes de fecha incierta pero incontestablemente anterior al siglo XI y escritos, ellos también, en el país de Gales, se extiende con cierta complacencia sobre las hazañas de este "jefe de guerra", al que esa historia no parece por otra parte considerar que haya sido un rey. Pero es como un rey, por el contrario, que un siglo más tarde, aproximadamente hacia 1100, Arturo reaparece en tres vidas de santos galeses. En ellas se le describe bajo los colores de ser un soberano poderoso pero aceptablemente tiránico; porque los hagiógrafos, como lo ha señalado justamente el señor Faral, no suelen de ordinario caracterizarse por su simpatía hacia los poderes temporales. Al lado de Arturo, una de las vidas mencionadas ubica ya a su compañero Kai, que en la epopeya será su Senescal y el depositario de sus virtudes. Un poco después, en 1125,

Guillaume de Malmesbury, y todavía algunos años más tarde los Milagros de Nuestra Señora de Laon (texto que el señor Faral demuestra, de manera excelente, que ha sido escrito no antes de 1135) testifican uno de los trazos más cautivantes de esa leyenda del rey Arturo: la de la creencia de los bretones en el regreso de su rey. Y es entonces cuando llega Geoffroy de Monmouth. Y con él viene la gran expansión de esta leyenda. Pues en sus obras, Arturo se ubica verdaderamente en el centro de la historia bretona. No solamente la isla entera, sino también Irlanda, Islandia, Noruega, y la Galia misma son sometidas bajo sus armas. Y si, en su marcha victoriosa, le ha sido impedido alcanzar Roma, eso se debe sólo a que la traición de su mujer, Guanhumare, y de su sobrino Modred lo han obligado a volver a Gran Bretaña. En el último gran combate que sostiene con el traidor, cae a las orillas del Kamblan. "Mortalmente herido", dice el texto. Pero, ¿murió verdaderamente Arturo? Veremos un poco más adelante cómo y por qué, aquí y en otras partes, Geoffroy ha dejado este punto en la sombra. En cambio, los monjes de Glastonbury, hacia finales del siglo, debían responder más claramente en torno a este mismo punto: en 1190 esos monjes creyeron o pretendieron haber descubierto dentro de su iglesia la tumba del rey bretón. La historia de Merlin, más corta, es aún más singular. La Historia Britonum narra que el muy mal rey bretón Guorthigirn —aquel que se decía había llamado a los sajones—, habiendo querido construir una torre, vio derrumbarse por tres ocasiones las maderas y las piedras. Sus magos le aconsejaron entonces, diseminar sobre los fundamentos de esa supuesta torre, la sangre de un niño que no hubiese tenido padre. Los mensajeros del rey se pusieron a bus-

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car a ese niño y descubrieron "en el campo de Eilet" a un joven muchacho cuya madre no había nunca conocido a ningún hombre. Y lo llevaron con el rey. Pero lejos de dejarse sacrificar, el niño asombró a aquellos que querían ser sus verdugos mediante toda una serie de emotivas revelaciones: bajo el emplazamiento escogido para la construcción de esa torre, el joven muchacho reveló la existencia de un estanque encubierto, en el que dos serpientes, que se descubrió que estaban dormidas, de pronto empezaron a combatirse entre ellas para después desaparecer; interpretando este prodigio, el muchacho anunció primero la victoria y después la derrota de los invasores ingleses; y entonces persuadió a Gourthigirn de dejarle la ciudadela proyectada y con ella toda la Bretaña occidental. El nombre de ese muchacho era Ambrosius. No hay ninguna duda de que no se trata del personaje claramente histórico Ambrosius Aurelianus de Gildas; a ese jefe romano la leyenda le había fabricado un nacimiento maravilloso que, por otra parte y por un divertido y característico lapsus, el compilador proclama de repente y de repente lo olvida; ya que algunas líneas después de haber contado como el pequeño profeta fue concebido sine patre (sin padre), ¿no sucede acaso que hace decir a ese mismo personaje, por una rara reminiscencia del texto de Gildas, "mi padre es de una familia de los cónsules r o m a n o s " . . . ? Geoffroy de Monmouth, reproducirá más tarde, con algunas variantes, estos mismos acontecimientos. Pero aquí el maravilloso muchacho no se llama ya simplemente Ambrosio. Se llama Ambrosio Merlin. Sin embargo, "Ambrosius Aurelianus" no ha dejado de aparecer, ni sus hazañas han dejado de ser contadas i g u a l m e n t e por Geoffroy. Pero Ambrosio el General y Ambrosio el adivino (es decir Ambrosio

Merlin), figuran a partir de ese momento como dos personajes distintos. En otros términos, y tal y como le ha acontecido a ciertos santos —tales como San Teodoro el conscripto y San Teodoro el oficial, a los cuales el Padre Delehaye hace tiempo restituyó su verdadera y única individualidad— el personaje primitivo se ha desdoblado: hasta el punto de que en una escena involuntariamente divertida, Geoffroy pone frente a frente y hace conversar a estas dos mitades de un mismo hombre. Hay que agregar que, después de la reducida mención de la Historia Britonum, Ambrosio el adivino, o digámoslo mejor, Merlin —porque la primera parte de su nombre caerá rápidamente en desuso— ha crecido singularmente. No contento de ubicar en los labios de este Merlin largas profecías, que son bastante claras cuando ellas se refieren a aquello que para el autor era el pasado, pero que están en cambio llenas de oscuras declamaciones cuando corresponden al futuro, Geoffroy le compuso en seguida una Vida llena de extraños detalles y enriquecida por nuevos vaticinios, a veces atribuidos al propio héroe, y otras veces y sobre todo a su hermana Ganieda. Tal fue, en la literatura, el principio de una reputación de mago o encantador y de visionario, de la que conocemos bien todo el brillo y toda la amplia difusión posteriores. Desde 1135 ó 1137, el normando Orderico Vital utilizó —deformándolas de su sentido original— las revelaciones de Merlin. En el origen de este doble desarrollo legendario, la parte que corresponde a la materia histórica real es, de manera muy evidente, singularmente reducida. Ambrosius Aurelianus ha existido realmente y ha combatido; pero ¿qué es lo que hay en común, verdaderamente, entre ese general romano mencionado por Gildas, y el mago

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de la Historia Britonum y de Geoffroy, si no es otra cosa que un simple nombre, rápidamente olvidado por la tradición, junto a una vaga reminiscencia de hazañas guerreras, que igualmente se borraron muy rápidamente? ¿Y Arturo? El también, antes de convertirse en un príncipe de novela, fue sin duda un hombre de carne y hueso. Esto, por lo menos, es admitido por el señor Faral, y creo que con razón. Pero, ¿qué es de manera más precisa ese Arturo verdadero? Muy probablemente —y aquí todavía la demostración del señor Faral me parece convincente— un pequeño jefe bretón del norte, cuyos logros, que se habían desarrollado inicialmente en Nortumbría, no interesaron durante mucho tiempo más que a las propias gentes de su región. Es solamente en el siglo X, que vemos atribuirle victorias en el suroeste, y de un sólo golpe los galeses comienzan a tenerlo por un héroe nacional. En cuanto a su supuesta dominación sobre la isla entera, esta invención tardía no es ni más auténtica ni más reciente que las fantasías de los historiógrafos que debían hacer de este mismo Arturo el conquistador de Noruega o de la Galia.5 Se trata entonces de una realidad prodigiosamente deformada, poetizada, amplificada hasta el punto de la desmesura y del absurdo. Pero, ¿por quién?, ¿por la tradición popular, anónima y lenta?, ¿o más bien, al contrario, por la literatura, o para decirlo mejor por algunos literatos, que esculpían de acuerdo a su fantasía y a sus posiciones políticas, y que enriquecían con la

ayuda de tópicos sacados de sus propias lecturas, a una materia que frente a ellos se presentaba como totalmente amorfa e inconsistente? Es muy claro: aquí se encuentra el problema crucial. El señor Faral se ha pronunciado netamente por la segunda solución. Así, alguien que ha retocado la Historia Britonum, convirtiendo a Arturo en el vencedor de Mont Badon en los límites de Wessex, "le da la figura de un héroe cuyas hazañas habrían cubierto la Bretaña entera". Otro más, entre los compiladores de esta obra informe, vincula su narración a elementos sacados de una Vida de Saint Germain d'Auxerre, ya incorporada dentro de la narración, para componer con temas tomados de la "erudición clerical" la historia de la torre de Guorthigirn, preparando así el camino para el surgimiento de la futura leyenda de Merlin. Y sobre todo, en el centro de toda esta alquimia literaria, se ubica el "gran impostor": Geoffroy de Monmouth, el verdadero inventor de Merlin y su padrino, el autor también de los locos adornos y fiorituras que le darán a partir de ese momento, a la leyenda del rey Arturo, la dignidad de una epopeya de amplitud europea, comparable a la de un Carlomagno o a la de un Alejandro. Bretón ciertamente, este Geoffroy, quien estaba sin duda orgulloso de su propia raza. Así que comprometido en reivindicar para sus compatriotas, dentro de la historia de la isla, un lugar mayor que el que le atribuía la historiografía corriente, y ardiente-

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El prenombre de Arturo —antes de la expansión de la leyenda y de las modas onomásticas que le seguirán— parece haber sido siempre muy raro. A los pocos ejemplos citados por el señor Faral, un azar de lectura me permite agregar uno nuevo: hacia finales del siglo XI el Abad de Saint-Vincent du Mans tenía por guardia oficial (famulus) a un cierto Arturus (R. Charles y S. Menjot d'Elbenne, Cartulaire de l'abbaye de Saint-Vincent-du-Mans, nums. 324, 328, 334, 337, 339, 802; esta última noticia está fechada, por sincronismo, en 1092; cfr. R. Latouche, Histoire du comté du Maine, p. 44). Verosímilmente, este oficial de la abadía venía de un país céltico, tal vez de la "pequeña Bretaña .

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mente deseoso de glorificar esa historia a los ojos de los reyes normandos, al mismo tiempo que de rebajar de un sólo golpe, dentro del espíritu de esos nuevos conquistadores, al anglosajón detestado, sus mentiras pueden inscribirse, en su mayoría, dentro de la cuenta abundantemente cargada del chovinismo. Pero para reconstruirle a Bretaña un pasado según sus deseos, las tradiciones bretonas, sea porque ellas eran verdaderamente muy débiles y muy imprecisas, sea porque él las conocía muy mal, no le sirvieron a Geoffroy más que como un apoyo muy débil. De modo que, el tesoro a partir del cual alimentó más bien sus ficciones, fue el de la Biblia y el de los relatos de los padres, Virgilio, Ovidio, Lucano, y en las grandes crónicas entonces a la moda, en algunas Vidas de Santos, en poemas contemporáneos en latín o en francés, es decir y en resumen, en el patrimonio común e internacional de los literatos de su época. Y si el nombre mismo que le impuso al profeta de los bretones —el niño Ambrosio de antaño, ¡pero magnificado hasta qué punto!—, ese nombre de Merlin, destinado a un tan brillante futuro, parece muy claramente sacado de los cuentos populares, se trata sin embargo de un préstamo tomado no del folclor de la isla sino del folclor del continente europeo, dentro del cual Merlin era probablemente una suerte de duende silvestre. Agréguese un poco más tarde a los monjes de Glastonbury, preocupados por adornar su iglesia con una nueva tumba, perteneciente además a un hombre entre todos prestigioso, y que se sumaba así a la lista de sus piadosos protectores. He aquí a los principales miembros del equipo que componen los obreros creadores del ciclo de la leyenda del Rey Arturo: todos son clérigos u hombres de letras.

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Nada más delicado, en la historia literaria, que la crítica de las fuentes. Entre las muchas aproximaciones propuestas por el señor Faral, y las múltiples conjeturas que se ha visto obligado a construir para poder disipar las innumerables oscuridades de esos textos, cada lector, según su actitud, encontrará razonamientos que lo dejarán más o menos dubitativo. ¿Es acaso, yo no diría seguro (porque el señor Faral está lejos de afirmarlo así), pero incluso siquiera probable que, narrando el encuentro frente al palacio real del bretón Brian y de su hermana cautiva, Geoffroy de Monmouth haya recordado a Orestes y a Electra a las puertas de Argos? ¿Es verdaderamente un error paleogràfico el que, del padre de Arturo, primitivamente nombrado Petr, nos llevó un buen día a hablar en su lugar del rey Uter? ¿Beda, al ubicar en el año de 167, y a pesar del testimonio del Liber Pontificalis, la carta del Rey Lucius al Papa Eleuterio, escoge esta fecha a partir de las deducciones extremadamente sutiles que le atribuye el señor Faral, o más bien la obtuvo, como Mommsen lo admitía, de la Historia Britonum, que en este supuesto sería anterior a él? Por lo demás, sería ocioso insistir sobre estas dudas, respecto de las cuales el propio señor Faral ha tenido buen cuidado de no presentar sus propias hipótesis como si fuesen certidumbres. Más bien, vale la pena señalar la notable prudencia de la que ha dado prueba el señor Faral dentro de estas investigaciones tan difíciles. Porque muy pocas veces un autor se ha puesto más cuidadosamente en guardia, en contra de los riesgos derivados por parte de su propio ingenio. De modo que el centro del debate no está aquí. ¿Leyenda sabia o tradición popular? Visiblemente, y tal y como lo indicaba antes, es en estos términos que el problema de la leyenda del rey Arturo se ha planteado a la

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reflexión del señor Faral. Y al enunciarlo así él no podía, después del examen de los textos, resolverlo de una manera distinta a como lo ha hecho. Pero, ¿una antítesis tan absoluta es acaso legítima? Todo lo que sabemos hoy de la Edad Media parece obligarnos a plantear este problema de un m o d o m u c h o más matizado. Entre las "construcciones sabias" y las "construcciones populares", que era la clásica dicotomía de antaño, ¿no sabemos acaso hoy que el lenguaje nos proporciona más de un intermediario? Por ejemplo dentro del orden literario, el viejo antagonismo que un Gastón París todavía creía descubrir entre la literatura latina, monopolio de los clérigos, y la literatura en lengua vulgar, la única verdaderamente nacional, ¿no nos parece hoy, gracias a varios trabajos, entre los cuales se encuentran algunos que han hecho época del propio señor Faral, como un antagonismo definitivamente superado? Analizando la narración de un milagro atribuido a Saint-Germain por la Historia Britonum, el señor Faral (tomo I, p. 103), lo considera como algo sacado de una fuente hagiográfica: en primer lugar, porque encontramos en ese relato el tema literario de la piedad recompensada; y en segundo lugar, porque más precisamente ese motivo se encuentra aquí revestido de elementos que recuerdan de muy cerca un episodio bíblico: la historia de Lot salvado por los ángeles. Pero: I o el tema de la piedad recompensada no es un privilegio exclusivo de la literatura escrita: pertenece a la letanía de tópicos que se imponen a todo contador de historias, e incluso al abuelo que le da lecciones a sus nietos; 2 o los clérigos no eran los únicos, si no es que en leer, por lo menos en escuchar leer la Bi-

blia, o en haber escuchado las narraciones de las historias sacadas de ese mismo Libro Santo. La imaginación de los hombres de la Edad Media se alimentaba también de esas leyendas sagradas, hasta el punto de que ciertas supersticiones netamente populares, como la de la cruz que se supone llevaban marcada aquellos niños destinados a la realeza, parecen ser supersticiones que han nacido directamente de esos relatos sagrados. Igualmente, (tomo I, p. 126) la idea de tener como reliquias los restos de un rey piadoso y victorioso, es una idea que debió habérsele ocurrido a muchas personas, y no solamente a los hagiógrafos de profesión: toda la Edad Media ha honrado así a sus grandes hombres, o a los pretendidamente tales, como por ejemplo a Simón de Montfort en Inglaterra, o a Thomas de Lancastre. Guorthigirn, príncipe felón o traidor, ¿debería ser considerado verdaderamente, como un tipo forzosamente ajeno a cualquier tradición nacional? ¿Y se puede realmente afirmar que la "curiosidad de un pueblo no se alimenta del recuerdo de sus malos reyes"? (tomo I, p. 109). Por mi parte, me pregunto más bien si no estaríamos en condiciones de decir que habiendo sido vencidos, los bretones se han visto naturalmente forzados a atribuir su derrota a la traición. Todo Roncevallon reclama su propio Ganelon, y respecto a este punto me remito simplemente a los recuerdos que el señor Faral debe tener sin duda, como los tengo yo, respecto de las conversaciones de las trincheras durante la difícil retirada de 1914. En otro orden de ideas, ni los juegos de palabras etimológicos, como aquel que de-

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rivaba la palabra Sajones del sustantivo seax, que significa cuchillo (tomo I, p. 128), ni la aliteración — c o m o la que determinò la elección de los nombres que tenían las nueve hadas de Avallon (tomo II, p. 307)—, pueden ser presentadas como "artificios" propiamente literarios, si se entiende por literatura únicamente a los textos escritos, atiborrados de alusiones conscientes a otros escritos y compuestos por hombres del oficio. Pero, en verdad, existe otra literatura, puramente hablada y que vive en los labios de todo el mundo. O para decirlo mejor, desde la narración sabia hasta la simple anécdota narrada en el curso de la más banal de las conversaciones, existe toda una serie de degradaciones casi insensibles, y desde lo más alto hasta lo más bajo de esta escala se da continuamente un perpetuo intercambio de motivos y de métodos. Y aunque el romanticismo haya llevado a cabo el irritante abuso, que bien conocemos, de la figura de los cantores, de los bardos y de los poetas, no es razón suficiente para negar que alguna vez en la vida, algún juglar cantó en la mesa de los reyes bretones las hazañas de los ancestros, ni para cerrar los ojos frente al espectáculo que todavía hoy nos ofrecen tantos mercados árabes sobre la existencia y el rol de los contadores de cuentos que trabajan al aire libre. ¿Habría entonces que creer que dentro de la leyenda de Arturo propiamente dicha, para circunscribirnos a ella, no existen otra cosa más que elementos sabios, y casi nada que sea verdaderamente bretón? Ciertamente, ninguno se verá indinado, después de la convincente demostración del señor Faral, ni a rehabilitar la Historia Britonum ni a reivindicar a Geoffroy de Monmouth. De esas exageraciones y mistificaciones, la historia de los verdaderos orígenes bretones no tiene, decididamente, nada

que obtener. Por otra parte, el análisis penetrante y matizado que el señor Faral nos ha dado de la mentalidad de Geoffroy, de sus curiosidades científicas, del modo en que se manifiesta en este personaje el sentimiento bretón, y de su actitud frente a los reyes normandos, así como de las razones de su acercamiento, casi mesiánico, hacia los Armoricanos, son todos ellos, análisis que será difícil contradecir en mucho tiempo. Nada tampoco de más establecido con seguridad, que el éxito prodigioso de la Historia regum. El señor Griscom, cuya lista sin duda no está completa, ¿no había ya censado muy recientemente 185 manuscritos? Pero por poderosa no obstante que haya sido la acción de este afortunado tejedor de mentiras, y también de la de los literatos que se han hermanado a ella como cómplices de su pecado, parece igualmente que al lado de ellos, y antes de ellos, otras influencias han jugado también un papel importante. Influencias que el señor Faral ha menospreciado, quizá demasiado. Dejemos de lado por un momento toda espontaneidad popular. El señor Faral, tan generoso respecto de los literatos y los monjes, trata en cambio la capacidad de impostura de los poderes temporales con un poco de injusticia. Hasta el punto de escribir: "no existe ningún indicio, de que el más mínimo prestigio se haya reflejado desde Carlomagno hasta los Capetos". Pero los redactores de los numerosos diplomas que hacen invocar a los primeros Capetos el recuerdo de sus predecesores pertenecientes a una raza distinta, o la vizcondesa de Narbona deseando a Luis VII, a quien llama en su ayuda, "la magnanimidad del rey Carlos", o los clérigos de Felipe Augusto que, no sabemos por qué extraña manía de genealogista, lo trataban como Karolides, todo este conjunto de personajes no

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tomaban ciertamente a la ligera el interés político de la leyenda carolingia. Dentro de la gesta francesa, dos corrientes se han opuesto muy claramente: ciertos poemas no tienen respecto de la realeza más que hostilidad o indiferencia; mientras que los otros, por el contrario y con la Chanson de Roland a la cabeza, sólo se dedican a glorificarla en la persona de Carlomagno. Esta antítesis bien conocida no ha sido aún suficientemente explicada. Y tampoco se ha dicho todavía todo, sin duda alguna, sobre el papel de los ambientes que eran favorables a los Capetos —como el del Monasterio de Saint-Denis— en la génesis de las epopeyas de tendencias realistas. Pero por difícil que sea de escrutar el secreto de las conciencias, ¿cómo negar la acción que esas narraciones sin cesar recuperadas, podían tener sobre un público mucho más sensible de lo que se cree a veces, a las influencias de origen literario? E incluso, ¿quién puede saberlo?, también hasta sobre los reyes mismos. Porque cuando Felipe Augusto, antes de la batalla de Bouvines, bendice a sus tropas, ¿fue inconscientemente porque estaba repitiendo de este modo el gesto solemne que el autor de la Chanson de Roland le había atribuido a Carlomagno? Me cuesta trabajo persuadirme de ello. Ciertamente, estoy muy lejos de creer, como hace el señor Gordon Hall Gerould, que el Arturo inventado por Geoffroy de

Monmouth no sea más que una especie de versión deforme del Carlomagno francés, es decir un Carlomagno al uso de los reyes normandos, preocupados por equipararse, incluso en el pasado, con sus rivales de Francia; muchas de las críticas que el señor Faral dirige a esta ingeniosa teoría me parecen perfectamente pertinentes. Lo que no impide para nada que haya algo de preocupante en el hecho de ver que las literaturas dentro de Europa, parecen irse cediendo sucesivamente la palabra para dejarle Carlomagno a la realeza francesa, y luego aceptar que Geoffroy de Monmouth le ofrezca a sus amos a Arturo, de la misma manera en que la epopeya alemana, mucho más extrañamente, se refugia entonces en Atila. Y me cuesta mucho trabajo rechazar el testimonio de los monjes de Glastonbury, que habiendo reencontrado supuestamente la tumba de Arturo, atribuían al rey Enrique II la iniciativa de este descubrimiento: cuando es claro que este rey estaba profundamente preocupado, y nosotros lo sabemos por otras fuentes, de influir sobre la opinión, y que tenía por lo tanto un interés de primer orden, al mismo tiempo en marcar su veneración por un gran predecesor, pero simultáneamente en probarle a su pueblo que el héroe, debidamente embalsamado, no regresaría nunca más. Porque existen ciertas esperanzas que los poderes establecidos no quieren para nada conser-

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var, igual que hay muertos que esos mismos poderes tienen interés en terminar de matar. Que Enrique II haya explotado entonces duramente la abadía, como lo muestra el señor Faral, no impide para nada que se haya servido al mismo tiempo de ella. Pero algo que es obvio, es que ni los reyes ni su entorno han creado a Arturo, es decir al Arturo de la leyenda, que como hemos visto ya, es mucho más grande que el Arturo real de la historia de verdad. ¿Fue entonces esta creación obra de los autores de la Historia Britonum, inicialmente, y posteriormente de Geoffroy de Monmouth? Nadie podría negar que ellos han hecho su trabajo lo mejor que les ha sido posible en este sentido. Pero ese genealogista galés que hacia 950, creía honrar a su maestro haciéndolo descender de Artur map Petr, ¿había acaso leído esa Historia Britonum? Nada nos permite asegurarlo. ¿No es acaso mucho más natural pensar que, tanto la genealogía como también esa Historia Britonum, por otra parte compuestas ambas con elementos sacados de aquí y de allá, y que integraban en su interior, ciertamente, a toda suerte de narraciones y de lo que se decía por ahí, podían hundir sus raíces ambas dentro de una tradición común, que quizá no tenía nada de necesariamente "literaria"? Sea cual sea el cerebro en el que nació por vez primera, la idea de atribuir al pequeño jefe del norte aquellas victorias capaces de hacer latir con fuerza todos los corazones bretones, nada prueba en cambio que esta cabeza creativa fuera la de un hombre de letras. N o conocemos —lamentablemente— los viejos cuentos más que a partir del momento en que ellos han sido puestos por

escrito; lo que, sin embargo, no significa que el primero que les dio forma escrita fuera el primero en contarlos. Es muy común hoy, cuando se habla sobre la leyenda carolingia, atribuir casi todo lo que a ella corresponde a la obra de los clérigos. Pero sabemos sin embargo, por el testimonio dado precisamente por un hombre de la iglesia, el ilustre Pierre Damien, que sucedía a veces que los clérigos iban a aprender cosas sobre C a r l o m a g n o , contadas por los príncipes laicos. 6 E igualmente sucedió, sin duda alguna, en el caso de la leyenda de Arturo. Se pronuncia con demasiada rapidez el término invención. Pero en la transmisión de los recuerdos históricos, o pseudohistóricos, no debemos olvidar las trampas que nos juega el error y el quidproquo. Por lo que respecta a Geoffroy de Monmouth, es demasiado evidente que ha agregado a la epopeya arturiana muchos de sus elementos nuevos y de su crudeza. Pero estemos atentos para no exagerar su papel. El señor Faral ha mostrado, en algunas páginas luminosas, que Arturo no es ni el único ni el primer héroe de Geoffroy. Este último ha intentado construir frente a Arturo a un rival glorioso, que era el pretendido príncipe bretón Cadvallo, hasta el punto en que podríamos creer que Geoffroy ha pensado sustituir a Arturo con Cadvallo. Pero si en este punto Geoffroy fracasa, es sin duda porque la corriente arturiana era entonces ya demasiado fuerte. La literatura ha olvidado a Cadvallo, mientras que sólo Arturo, envuelto ya en esos tiempos por una antigua gloria, ha terminado ganando y conservando los favores del público.

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Pierre Damien, De elemosina, c. 7 (Migne), p. L. tomo CXLV, col. 220; esta historieta es por otra parte —y es importante subrayarlo— bastante insignificante.

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Todavía en vida misma del p r o p i o Geoffroy, los espíritus sensibles lloraban al momento de la narración de sus aventuras. 7 También —y aquí es aún del señor Faral de quien tomo prestados estos datos— es muy significativa la actitud de Geoffroy frente a la creencia en el regreso de Arturo. Esta leyenda, lo sabemos bien, la ha encontrado formada de manera totalmente acabada, como un mito que es común a todos los pueblos oprimidos, sin que, en mi opinión, haga falta explicarla, como propone el señor Faral, por la imposibilidad que existía de descubrir la tumba del rey. Pues ni la existencia del sepulcro, que encierra en Palermo las cenizas imperiales, ni los fusilamientos cien veces testificados de la cueva de Ekaterimburgo, han impedido que Federico II de Suabia de una parte, o Nicolás II de Rusia de la otra, pasaran después de su muerte, por personajes que se mantenían siempre vivos. Pero sea por razones políticas, sea por razones de piadosa ortodoxia, Geoffroy no admitía esta versión contada de ese posible regreso más que en contra de sí mismo. Y así, en la Historia regum, deja el punto en la duda, y un poco más tarde, una de las ediciones dedicada al rey Etienne, incluye una pequeña frase en la que, bajo el pretexto de rogar por el alma del héroe, marca claramente que le gustaría tenerlo por alguien bien muerto. La Vida de Merlin incluye, respecto de este tema poético de la sobrevivencia, una alusión más explícita aunque todavía encubierta. Lo que muestra que

aquí la tradición no es para nada la obra del sabio. Más bien esta tradición se impone a él, e incluso a pesar y en contra de él mismo. Finalmente, me pregunto si preocupado por captar adecuadamente las similitudes entre las narraciones de los historiógrafos bretones y los tópicos ordinarios de la literatura medieval, el señor Faral no se ha dejado llevar demasiado lejos, hasta el punto de cerrar los ojos frente a estos caracteres tan particulares del contexto y de la atmósfera que señalé al comenzar, y que en cambio fueron muy bien percibidos por los propios contemporáneos. "Extraordinaria maravilla hemos visto, que en Bretaña ha sucedido" decía la buena María de Francia. Bastará con citar un ejemplo. Se lee en la Vita Merlini que el mago o encantador, cuya mujer iba a volverse a casar, apareció montado sobre un ciervo frente a las ventanas de la casa de la esposa infiel; el prometido lo miraba sonriendo. Entonces Merlin, arrancando los cuernos de su propia bestia, golpea a ese burlón prometido y le hiere la cabeza; después y siempre conduciendo a su ciervo, que no parece para nada haber sufrido por esta mutilación, continúa su camino. Al respecto, escribe el señor Faral que se trata de una invención de Geoffroy, de un "trazo fantasioso que no alude a lo esencial". Pero, ¡qué singular fantasía en verdad, tan extraña totalmente a la poética de las obras de las cuales Geoffroy sacaba, según se nos ha dicho, sus inspiraciones ha-

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Poco antes de 1142, un monje que entró un poco después a la abadía cisterciense de Rievaulx en Inglaterra, confesó a Saint Aibred que le había sucedido haberse emocionado tanto, hasta el punto del llanto, por las fábulas "quae vulgo de nescio quo finguntur Arcturo" (Ailred, Speculum caritatis, en Migne, p. L., tomo CXCV, col. 565; para la fecha confróntese F. M. Powicke en Bulletin of the John Ryland's Library, tomo VI, 1921-22, p. 66). ¿Era él un lector de Geoffroy?, ¿o esas dulces emociones le habían llegado escuchando simplemente contar esas viejas "fábulas"? La fecha permite tanto una como la otra hipótesis. Pero me parece que el argumento completo del texto nos inclina mucho más hacia la segunda de estas hipótesis.

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bituales! Ciertamente no es ni en Virgilio ni en las Canciones de Gesta, en donde ha podido tomar prestada esta idea, como tampoco ha podido hacerlo en los cuentos de los clérigos citados más adelante por el señor Faral. Este episodio, de una brutalidad y de una rareza casi salvajes, evoca imperiosamente la imagen de una civilización mucho más primitiva que la de la Francia o la Inglaterra anglonormanda, y por poco familiarizado que esté uno con los cuentos célticos, irlandeses por ejemplo, es claro que esta historia nos recuerda con una fuerza irresistible los caracteres de esos cuentos, que se ubican desde nuestro punto de vista entre los más desconcertantes. Accesorio dentro de la trama general de la narración, un tal detalle, —similar a los pequeños hechos históricos o geográficos de las Canciones de Gesta, cuyo gran interés señalaba recientemente el Sr. Ferdinand Lot—, podría bien, dentro de la perspectiva de la búsqueda de los "orígenes", revestir un valor casi verdaderamente "esencial".

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Dentro del rudo asalto en contra de la historia literaria construida a la manera romántica, que habrá sido uno de los signos intelectuales de nuestra época, la obra vigorosa del señor Faral se ubica en las primeras filas. Ahí en donde antaño no se quería ver más que multitudes, el señor Faral descubre también a los hombres, a ciertos hombres. Frente a las creaciones de un bru-

moso Volksgeist (espíritu del pueblo), Faral contrapone los esfuerzos limitados de ciertos escritores, plenamente conscientes de sus fines estéticos o prácticos. No hay duda alguna de que, en una gran medida, tiene perfectamente razón. Pero probablemente, como sucede con frecuencia en este tipo de ataques, quizá se ha ido más allá del objetivo deseado. Existen las multitudes en la historia y existen también los fenómenos de masa; la sociología moderna, que tiene también sus propios excesos, se reencuentra en este punto, curiosamente, con el romanticismo, que para nada le ha servido de inspiración. Intenté hace tiempo mostrar que, para interpretar la génesis de una creencia, la noción romántica de lo espontáneo, lo mismo que la noción volteriana de lo inventado, contradictoria de la primera sólo en apariencia, podían m u y bien t e r m i n a r uniéndose. A los literatos que por su parte han construido, en todas sus piezas, una leyenda, el rey Arturo debe una gran parte de su gloria. Pero sin duda esos "impostores" no se habrían ocupado de él, o si lo hubiesen hecho lo habrían pintado a él y a su entorno bajo trazos mucho más banalmente conformes a los de la poética convencional de su tiempo, si no fuese por el hecho de que frente a ellos y alrededor de ellos, ciertos obscuros bretones que en su gran mayoría no eran narradores profesionales, no se hubiesen también ocupado de ese rey misterioso, en el que ellos veían renacer las vagas esperanzas de su propia raza.

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La historia operacional: la historia y la investigación delpresente.1*

Elegí como tema de esta conferencia un problema difícil e reconocimiento y de respeto frente a mi auditorio polaco. Sin embargo, al enfrentarme a esta polémica y complicada temática, tengo la sensación de encontrarme como en un cuarto oscuro, cuyos muros me son desconocidos, y en el cual no sé en donde están las ventanas ni las puertas. Así que guiándome con las manos, voy recorriendo el cuarto de una a otra pared. Pero sin embargo, no pierdo la esperanza de que lograremos salir juntos de esta oscuridad, y es a partir de esta convicción que intentaré mostrarles a ustedes una nueva perspectiva dentro de las investigaciones históricas.

inquie

ción del material y de los recursos humaLa historia que ahora llamo"operacional"—y señalo que utilizo por vez primera nos exigió considerar de manera más amesta denominación— no figura todavía en plia los problemas de la sicología y tamninguno de nuestros diccionarios o nuesbién los de la contabilidad de costos, y tros manuales. Ese término tiene su génefueron los relativos a estos últimos los sis en la terminología militar, la que en el que se denominaron con ese término de umbral de la última guerra se modificó al "operacional". aparecer la 3 a Sección del Estado Mayor Más adelante, esta palabra perdió su General, es decir, justamente la Sección de carácter militar. Porque después del fin de Operaciones. Pues ocurrió que la distribulas hostilidades se ha impuesto la convic-

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Este texto ha sido publicado originalmente en polaco, en el libro Historia i trwanie (Historia y Duración), Ed. Czytelnik, Varsovia, 1971. Hasta hoy no existía traducción alguna de este texto a ninguna otra lengua disti polaco. Ni siquiera existe la versión en francés de este ensayo, pues el original de la transcripción en francés se ha extraviado. Contrahistorias lo rescata entonces para ofrecerlo a nuestros lectores. La traducción del polaco al español es obra del Profesor Joaquín R. González Martínez, a quien agradecemos su cuidadoso trabajo en torno a esta versión castellana. * Este es el texto de una conferencia impartida en la Universidad de Varsovia el 23 de abril de 1967. Transcrito sin grandes cambios a partir de la copia de la cinta magnetofónica, hemos conservado el tono original de una charla libre y expresada de manera espontánea, eliminando la forma de un artículo, en el cual muchas ideas y afirmaciones hubiesen podido ser objeto de análisis y de reflexiones más rigurosas (Nota de Fernand Braudel).

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ción de que la guerra es una industria como cualquier otra, lo que ha hecho que las "investigaciones operacionales" pueden aplicarse también, por ejemplo, para el cálculo óptimo del reemplazo de las locomotoras o de los vagones en una línea de ferrocarriles dada. Y esas investigaciones operacionales fueron utilizadas también dentro de la política. Así que si dichas "investigaciones operacionales" han obtenido ya actualmente su "carta de ciudadanía", no han sin embargo, entrado todavía dentro del campo de las ciencias sociales: pues no se habla aún de la sociología operacional ni de la economía operacional. De modo que no estaría mal plantear, desde el inicio de esta plática, qué es lo que entiendo bajo el término usado para darle título a esta conferencia. La "historia operacional" significa para mí la historia que participa activamente en las discusiones sobre la actualidad, y que tiene cosas importantes que decir sobre los distintos problemas abordados por todas las restantes ciencias humanas. Hoy, el historiador es aceptado sólo con una gran desconfianza en la mesa en donde discuten los representantes de todas esas otras disciplinas. Pero yo tomo decididamente mi lugar en esa mesa, convencido de que la voz del historiador debe también ser atentamente escuchada allí. Para el historiador es evidente que el objeto de la investigación histórica no se reduce a los hechos que han ocurrido sólo en el pasado, y que la historia no está encarcelada dentro del mundo de las cosas muertas. En consecuencia, el historiador puede formular juicios —de una manera totalmente legítima y justificada— también sobre el presente. Sin embargo, nuestros colegas de las disciplinas afines no están plenamente convencidos de esto. Hace diez años participé en una apasionada discu-

sión: junto con otros tres o cuatro historiadores me tocó hacer frente a varias decenas de jóvenes sociólogos. Los historiadores, en mi opinión, llevábamos la ventaja en esa discusión, lo que hizo que los ataques de los sociólogos adquiriesen, por momentos, un carácter violento. En cierto momento de la discusión, uno de esos sociólogos se levantó y nos dijo: "Ustedes, los historiadores, trabajan sobre temas y campos muertos". ¡Qué inmensa equivocación! Porque, sin ninguna dificultad, podríamos demostrar que las personas y los sucesos del pasado permanecen todavía vivos, y que están al alcance de nuestras manos. Están vivos por el simple hecho de que, para nosotros, no han cruzado aún hacia el otro lado de la puerta. Así, cuando estoy frente al campo de batalla de Lowa, esa batalla para mí va apenas a tener lugar, va a comenzar de nuevo, porque dicha batalla no deja de vivir ni deja de acontecer hasta que yo no deje de pensar en ella. Otro ejemplo: durante muchos años me dediqué al estudio de Felipe II de España, personaje que si no me simpatizó demasiado en un comienzo, terminó en cambio envejeciendo poco a poco junto conmigo. Y es suficiente ahora poner atento el oído, para que podamos escuchar las campanas que llaman a la ceremonia de bautizo de Felipe, para que estemos ahí presentes. De modo que esta resurrección del pasado ocurre sin dificultad, e incluso sin necesidad de recurrir al romántico trance del que hablaba Michelet. Sí, la historia está del lado de la vida, y ella misma es la vida. Y dentro del mundo, en donde la muerte es algo absurdo, ¿acaso no es entonces algo excelente esta fuerza vital que es la historia? Porque nosotros los historiadores no sentimos con tanta precisión como sucede dentro de las otras ciencias del hombre, a esa línea negra que divide el pasado del presente. De modo que en

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las investigaciones sobre la sociedad contemporánea, viva, tenemos por lo tanto el pleno derecho a la voz. Y aún cuando no nos fuese otorgado, aún así nos lo otorgaríamos nosotros mismos. También desde este momento, quisiera advertirles que aunque pienso que todas las formas de la historia son útiles, me gustaría por mi parte escoger solamente a una cierta forma de historia, a la que considero que es más capaz que las otras para dirigir una confrontación leal, inteligente y efectiva con las restantes y diversas disciplinas humanas. Pero, ¿tengo acaso el derecho de dejar de lado a la historia tradicional, que es una historia que se dedica exclusivamente a narrar los hechos y acontecimientos? Confesaré que estoy dispuesto a cometer esta acción de alejarme de esa historia tradicional sin ningún escrúpulo. Porque según mi concepción de la historia, los meros acontecimientos permanecen siempre sólo en la superficie de los procesos más profundos. Esos hechos históricos de corto alcance, sobre los que leemos en los periódicos de cada día, hacen mucho ruido, y estallan en grandes llamaradas, pero al día siguiente se asume que lo mejor es olvidarlos, para poder dejar el sitio a una nueva oleada de similares acontecimientos de corto alcance. Hace algunos años, en una conferencia dictada en el Colegio de Francia, recurrí a ciertos recuerdos de orden personal para tratar de mostrar esta debilidad de la historia fáctica. Durante mi estancia en Brasil, cierta noche y a causa de una descompostura de mi coche, me encontré a la vera de un camino en medio de la selva, en lo más intrincado del país, en las cercanías de la

ciudad de Bahía. Recuerdo que me vi de pronto rodeado de una multitud de lucecillas, mirando hacia arriba a una distancia de diez a veinte metros. Las luces brillaban intensamente, para luego apagarse y encenderse de nuevo, produciendo una pálida luz fosforescente, que nunca pudo en realidad iluminar la oscuridad de la noche. Y algo parecido ocurre con esos acontecimientos que mencionaba: fuera de su ámbito luminoso, domina triunfante la oscuridad. Releguemos entonces a esa misma oscuridad de la noche, a esos acontecimientos considerados limitadamente en cuanto tales. Quizás más difícil para mí, será rechazar también la siguiente forma de historia a la que me quiero referir, es decir, a la historia de los hechos económicos, y a la historia de la coyuntura. Esa historia económica nació precisamente en Polonia, en el ámbito de la Universidad de Lwów, en torno al trabajo de un extraordinario historiador que fue el profesor Franciszek Bujak. Él fue uno de los inventores de la historia de los precios, aventajando en esta línea de la investigación histórica, tanto a los anglosajones como a los franceses y a los alemanes. Esta historia de la coyuntura económica me apasionó durante largo tiempo, aunque tenía ya plena conciencia de que la historia de los tiempos más largos, la historia de "larga duración" exige alejarse de esos hechos económicos de la coyuntura como el del crecimiento y la caída sucesivos del nivel de los precios. Y esto, a pesar de que estoy muy lejos de afirmar que esos movimientos y oscilaciones de precios sean equivalentes perfectos, creyendo que lo que trae consigo una coyuntura positiva, se pierda nuevamente en el regre-

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so de una coyuntura negativa. Mas simplemente, y marchando más allá de esas herencias de Bujak, de Henri Hauser, de François Simiand, e incluso del pensamiento triunfante y tan cercano al mío de Ernest Labrousse, quisiera buscar todavía otra nueva dimensión de la historia. Estoy consciente de que para el historiador no resulta fácil liberarse de la dinámica de esa coyuntura, de la vigencia de ciclos económicos como los de Kitchin y Juglar, o de los hiperciclos de Labrousse o los ciclos de Kondratiev, que son uno de los marcos adecuados para la reflexión sobre el movimiento mismo de la historia. Pero a pesar de esto, y buscando esa otra dimensión de la historia tendré que declarar ante ustedes: "muerte también a la coyuntura". Y más que justificar esa búsqueda, pienso que mi mejor argumento será el propio resultado de la misma. Así pues, rechazo tanto a la historia fáctica o événementielle como a la historia de la coyuntura. Entonces, lo que resta después de este doble abandono, es la historia que yo he privilegiado y escogido, es decir la historia de los distintos sistemas: de los sistemas sociales o socio-económicos, o culturales, o demográficos, en los que tanto el ritmo de la vida como la duración plurisecular transcurren despacio. Y así, mi alumno Emmanuel Le Roy Ladurie, en su bello libro sobre Los campesinos del Languedoc, investigó un ciclo muy largo, que comienza alrededor de 1450 y se termina hacia 1750. Este ciclo incluye, por un lado los problemas de la población y de la propiedad de la tierra, y por el otro la estructura interna y

la vida de la sociedad campesina a lo largo de muchos siglos. De manera similar, y desde esta perspectiva de los ciclos largos del desarrollo, debería mirarse por ejemplo a la historia del Renacimiento, trazando sus límites desde ciertas fechas del siglo XIV hasta los tiempos del siglo XVII, o también la historia de la Revolución Francesa, cuyo principio se remonta mucho antes del año de 1789, y que no se ha podido cerrar al momento de la caída de Robespierre, habiendo más bien continuado, en cierta manera, hasta los principios del siglo XX, los años de mi juventud. Y aquí los sistemas socioeconómicos constituyen los problemas fundamentales. Por eso resulta pertinente diferenciar, sobre todo, las fluctuaciones coyunturales de los procesos largos del desarrollo. Porque estos últimos tienen, —como lo ha mostrado también Witold Kula en uno de sus libros—, un carácter acumulativo, mientras que los movimientos coyunturales, por el contrario, afirman en una dirección lo que niegan en la segunda parte de la curva o del ciclo, de tal manera que una parte significativa de los resultados, se anulan en principio de manera recíproca. Pero sólo en principio, puesto que algunas fluctuaciones que no se logran totalmente, se constituyen entonces en un claro fracaso. Poniendo de este modo el acento sobre los sistemas socioeconómicos establezco una relación, desde mi punto de vista, con la que considero es la aportación más duradera del pensamiento marxista. Y aclaro que no quisiera dar la impresión de que, hablando dentro de un país socialista, estoy haciendo una concesión a favor de mi auditorio. Pues creo realmente que todos los modelos de Marx son, a fin de cuentas, modelos sobre los procesos largos del de-

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sarrollo, modelos de "larga duración": el esclavismo, el feudalismo, el capitalismo, el socialismo. Confieso que no soy de los que se interesan demasiado en las etiquetas con las que se bautizan a determinados sistemas, pero esta es una cuestión secundaria: porque me parece que estamos de acuerdo en cuanto a lo que, en esencia, debemos entender por sistema socioeconómico. Sistema que impresiona siempre por su duradera permanencia. Lo que implica que todos los cambios en la historia, como los sucesos espectaculares, o las alteraciones de la coyuntura, igual que las oscilaciones de precios y salarios, no pueden de ningún modo ignorar y ni siquiera menospreciar la existencia de dicho sistema, sin que sepamos todavía suficientemente las razones de esto. Aunque un buen día, sin embargo, hasta el sistema se desgasta y todo comienza a descomponerse, como si un grano de arena hubiese caído dentro del engranaje de la maquinaria. Por eso es que esos sistemas socioeconómicos exigen estudios profundos y específicos. Estudios no orientados tanto hacia la elaboración de juicios de valor sobre esos sistemas, sino más bien encaminados en mi opinión a sopesar y a contar. Porque la medición y las cuentas precisas pueden liberarnos muchas veces de errores, fantasías e ilusiones.

sus ojos, los nombres del padre y de la madre, sus profesiones, su lugar de origen, etc. Se trata de una documentación completamente fantástica, que podría ser en sí misma inútil, porque para su análisis exige la aplicación de las más modernas técnicas de investigación, lo que ha hecho necesario que acudamos para su tratamiento a la ayuda de las máquinas computadoras.

En la Escuela Práctica de Altos Estudios en París, nos hemos echado a cuestas últimamente una gigantesca tarea de investigación. Pues resulta que el ejército nos envió para su análisis, una inmensa cantidad de documentos de la comisión militar de reclutamiento, que abarca un período de alrededor de cien años. Y disponemos para cada año de los datos de una multitud de trescientos mil franceses, quienes se presentan ante nosotros vestidos con sus ropas más bien modestas; y conocemos todas sus tallas, el color de sus cabellos y de

Si por lo tanto, reconocemos que Francia en el siglo XVII estaba, grosso modo, dividida en dos zonas —la desarrollada y la atrasada— habría que situar a la primera al norte de París, mientras que la segunda se ubicaría al sur de este mismo referente. Pero actualmente, la división se establecería en cambio entre el oriente y el occidente del país. De esta manera, el historiador se aproxima al abordaje de un problema básico: cada país tiene siempre sus propias zonas atrasadas, cuya existencia es necesaria para el buen funcionamiento del

Hemos obtenido ya los primeros resultados fragmentarios, resultados que la investigación histórica está tratando de profundizar para llegar en el pasado hasta los tiempos de Luis XIV. El objeto de la investigación es el crecimiento de los reclutas, cuestión para nada banal, ya que constituye un buen índice de cómo era el nivel de vida. Así, en los marcos de un grupo determinado, por regla general, cuanto mejor es su alimentación y cuanto más tardíamente comienza su etapa productiva, tanto más alta es su estatura. De modo que si tomamos, para la Francia del siglo XVII, a las coordenadas geográficas de París como una especie de límite, veremos que las personas que vivían al norte del meridiano parisino tenían una mayor estatura, mientras que para el momento actual, en cambio, la gente de mayor tamaño habita en las regiones situadas al oriente de dicho meridiano.

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organismo económico en su conjunto. Y observamos también que la rueda de la fortuna es cambiante, porque los más pobres en el siglo XVII no son los más pobres en el siglo XVIII o XIX, y nos preguntamos: ¿es que acaso esto constituye realmente una regla? Vistas así las cosas, estaríamos involucrados dentro de un juego peligroso, aunque tal vez moralmente reconfortante. La reflexión sobre los vínculos que tiene la historia con el tiempo presente puede apoyarse en varios ejemplos. El primero en el me gustaría detenerme es en el de la cuestión de la reforma del sistema educativo. Tomando en cuenta que a lo largo de los siglos, la enseñanza ha cambiado constantemente de forma, el historiador que no sea ajeno a los problemas pedagógicos, tanto en su práctica individual como en el trabajo científico, deberá entonces ser consciente de las lecciones principales de la experiencia. Una lección básica de la historia, que coincide con el sentido común, es el hecho de que la reforma educativa debe comenzar desde su piso más alto, es decir, desde las escuelas superiores. Porque al parecer es imposible, en realidad, llevar a cabo la transformación del sistema educativo comenzando por los niveles básicos y medios: la fuerza de la inercia de este sistema en esos niveles, que abarca en nuestros países a millones de jóvenes, es demasiado grande. Así que la única posibilidad de una reforma básica de la educación consiste en golpear con toda la fuerza posible sobre la enseñanza universitaria. Antes de la última guerra, viví algunos años en un país con el que me unen sentimientos casi tan fuertes como los que me unen a Polonia, viví en Brasil. El nivel de enseñanza en ese país era, en aquellas épocas, algo lamentable. Los exámenes finales de bachillerato constituían una pura formalidad. Así que cuando en este país se

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intentó cambiar el sistema de educación nacional, se comenzó por la organización de varias nuevas universidades. Las universidades, por su parte, comprobaron al poco tiempo que los estudiantes no estaban preparados para esos estudios superiores, lo que obligó a crear escuelas universitarias preparatorias anuales, bianuales, m a n u a les. Con esto, el egresado de las escuelas medias que no eran privadas, se vio forzado a cursar de nuevo su educación secundaria. El resultado no tardó en llegar: las escuelas privadas, para mantener su clientela, se vieron obligadas a aplicar también los programas y las exigencias requeridas por las universidades. Este ejemplo de la reforma educativa brasileña confirma que la dirección más efectiva de la reforma de la enseñanza, estriba precisamente en comenzar el trabajo desde el último piso del edificio de la educación nacional, es decir en las escuelas superiores. Participé también en la última reforma de la escuela francesa, reforma que en 1966 fue objeto de muchas polémicas en mi país. Sólo lamento que tal reforma haya sido tan limitada. Porque a lo largo de los últimos veinte años, el pensamiento científico envejeció más de lo que envejeció a lo largo de muchos siglos anteriores. H o y son más que arcaicas las divisiones tradicionales de nuestros estudios: es por ejemplo un absurdo que la sociología esté relacionada más con la filosofía, mientras que la economía política ha sido enviada a las facultades de derecho. ¡Pero así es Francia! Pero estoy convencido de que no es una cosa anormal tratar de fundir las ciencias humanas dentro de la estructura de las universidades, como tampoco lo es el incluir a la historia en los proyectos de unificación científica de todas estas disciplinas. Ya que no faltan argumentos para defender el papel de la historia dentro de las cien-

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cias humanas. Volvamos una vez más a otro ejemplo. Muchos sociólogos franceses investigan ahora con atención los medios obreros, aplicando para ello innumerables encuestas entre las familias de los trabajadores. Investigan así, el aumento y el descenso de la criminalidad, y tratan de definir el alcance de las actividades delictivas de los jóvenes, igual que se calcula la proporción del pago de los alquileres de las casas en relación a la magnitud promedio de los salarios, o se establece la canasta media obrera. El resultado de todas estas investigaciones podría ya ¡llenar muchas bibliotecas! Pero se ha olvidado plantear un problema que de inmediato habría sido abordado por un h i s t o r i a d o r : sucede que en Francia, el m u n d o obrero se conformó como resultado de tremendas crisis. Ya que cuando el campesino se marcha directamente a la ciudad, y vive en ella agrupado en núcleos que no son muy numerosos, cae entonces de inmediato bajo la influencia de los inmigrantes de la víspera, que lo introducen en el medio urbano, y que lo van educando de manera efectiva, que le enseñan un oficio y le dicen lo que se debe y lo que no se debe hacer. Pero las cosas suceden de manera distinta cuando el campesino llega de un sólo golpe y en grandes grupos a la ciudad, cuando se trata de masas tan excesivamente numerosas que impiden que la ciudad pueda realmente adaptarlas y asimilarlas como propias. Tal y como aconteció en Brasil en el siglo XVIII, en los tiempos de la gran marcha hacia las minas de oro, en donde llegaron en gran número enormes grupos de esclavos negros a las pequeñas ciudades del interior de Brasil, esclavos que no se adapta-

ron a las nuevas circunstancias y que no tuvieron la influencia de los viejos esclavos, a quienes les faltó tiempo para educar a los recién llegados. Y el resultado de esta desadaptación fueron las grandes sublevaciones de esclavos. Parecidos, aunque de una fuerza dramática diferente, fueron los comienzos de la clase obrera en Francia. El proceso de su conformación original potenció la creación de su propio 'ghetto'. De m a n e r a que el obrero francés, incluso en París, tiene como una suerte de sentimiento de pertenencia a una nación d i f e r e n t e . Tiene su propia historia, su propia lengua y su propia memoria colectiva. De ahí que las investigaciones realizadas, por cierto no muy buenas, sobre el folclor de la Comuna de París, hayan mostrado que sus últimos ecos vivos duraron todavía hasta el año de 1933. Así pues, desde 1871 hasta 1933 existió una historia viva, que era transmitida de boca en boca, y que no tenía nada en común con la historia escrita y oficial de esa Comuna de París. Y de este mundo obrero diferenciado no nos resulta tan fácil, aún en la actualidad, extraer hijos que no sean también obreros. Porque esos niños asisten a las escuelas primarias, pero la mayoría de ellos no acceden a la educación media. Por supuesto, esto no es a causa de que sean menos capaces que los otros, ya que frecuentemente sucede todo lo contrario, y varias veces tuve la ocasión de convencerme de cuan excelente inteligencia demuestra la juventud obrera parisina. La causa fundamental no

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es tampoco la falta de medios materiales, ya que los obreros no tienen menos medios que los campesinos o los maestros. Entonces, ¿no deberíamos acaso buscar mejor causas más antiguas y más fundamentales mirando a ese sentimiento de pertenencia a otra comunidad, a ese sentimiento obrero de total diferenciación frente al resto de la sociedad? Porque en este medio obrero, el muchacho que abandona a su familia para estudiar en una secundaria, comete algo así como una traición de clase. N o hace mucho tiempo, en una conversación, una médica psicologa me confirmó este diagnóstico, que era fruto de su propia experiencia personal en la investigación sobre las dificultades y los conflictos de la edad escolar. Si por lo tanto las ciencias humanas tienen que colaborar entre ellas, para acometer la solución de los diferentes problemas contemporáneos, sería bueno que dichas ciencias no se olviden de que algunas cuestiones las entienden mejor y las descubren más fácilmente los historiadores. Por ejemplo, habría que investigar de qué manera, a partir de 1955, surgen ciertas situaciones específicas, como la de que los hijos de los conductores de autos y de los obreros de las fábricas Renault comenzaron a ir a estudiar en los liceos. Pero este es un fenómeno que se da en una mínima escala, ya que es precisamente el mundo campesino, relacionado con la tierra, el que abastece casi en su totalidad los cuadros de la intelectualidad francesa. De manera que esos campesinos fueron, en una primera generación, gendarmes, aduaneros o maestros, para convertirse en la segunda generación en profesores de las escuelas medias y de las universidades, y llegar, en la tercera generación, a ser ¡miembros de la Academia Francesa! Así que este flujo constante de la clase campesina hacia la intelec-

tualidad, es una de las cosas más asombrosas de nuestra historia nacional francesa. C o m o último ejemplo, quiero referirme al caso del Africa del norte, en donde viví diez años de mi vida. Debo confesar que, cuando abandoné Argelia en 1932, no podía imaginarme la evolución que tendría este país en el futuro. Creo, sin embargo, que esto no invalida la experiencia que tengo en tanto historiador del área mediterránea, de cara a las investigaciones sociológicas que se hacen actualmente en la Argelia independiente. Porque cuando leo un texto sociológico sobre la suerte de un pobre campesino que, desde las montañas baja a la ciudad en Argelia para ser ahí, por ejemplo, un obrero no calificado de alguna fábrica, soy consciente, junto con el sociólogo, de que esto constituye un drama social. Pero también es verdad que, en cierto sentido, conozco ya este drama por anticipado, porque se trata aquí de la milésima reedición de un muy antiguo drama que es bien conocido en Argelia, lo mismo que en todo el ámbito mediterráneo. Y quisiera que el sociólogo fuera también consciente de esto.

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Alguna vez se acusó a la administración francesa de enfrentar a los beréberes contra los árabes. La administración francesa no era, por supuesto, para nada inocente, pero también es real que las raíces de los conflictos entre árabes y beréberes tienen una existencia más lejana y profunda hacia el pasado. El África del norte, en tiempos de la invasión árabe, sobre todo a finales del siglo XI, fue inundada por una masa de recién llegados que venían en animales del desierto, y más precisamente en dromedarios. Pero el dromedario, a diferencia del camello de dos jorobas, es un animal muy delicado, que no resiste el frío y que no tiene capacidad para escalar pendientes. Por este motivo entre otros, la población local

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de aquellos tiempos, es decir los beréberes, fue empujada hacia las regiones montañosas, en dirección a los macizos de Auras y Kabyla. Esta última región era, en el siglo XI, tan sólo un territorio boscoso prácticamente deshabitado. Y es a partir de este tiempo que se desarrollaron las talas de los bosques en gran escala, así como los asentamientos beréberes, ubicados lejos de los conquistadores árabes. De modo que la confrontación de los beréberes que eran la población nativa, con los advenedizos árabes, tiene un carácter permanente de viva renovación, ya que ese conflicto deriva en gran medida de las diferencias de cultura. Y así, el Islam sólo llegó a las montañas de Kabyla cuando los franceses construyeron ahí la red de caminos: con lo cual la aceptación del Islam funcionó también como una forma de protesta en contra de la ocupación francesa. Sin embargo, nunca logró el Islam enraizar en esta región con la misma profundidad con que si lo hizo en el resto del país.

Pienso quedespuésde mostr la aprobación para afirmar que la historia si está en capacidad de brindar la clave parí entender la actualidad. Porque de los vivos, y los historiadores no están únicamente en el mundo de los muertos. Hasta por experiencias propias, sabemos que cualquier hecho de nuestra vida presente un ambiente católico, aunque mis vínculos con la religión los he olvidado hace tiempo; incluso practicante. Y tal vez no me atrevo a decir que soy un librepensador, porque creo que la verdadera libertad es algo muy difícil de alcanzar.

Es precisamente en estas pobres regiones montañosas que tuvo su inicio la corriente de obreros que llegaron primero a Francia y luego a toda Europa. Y también entre los beréberes se reclutó a los líderes y a los combatientes de la revolución y de la sublevación en contra del dominio francés en Argelia. Ya que estando mucho menos atrapados en la red religiosa del Islam, fueron capaces de entender mejor la realidad del mundo contemporáneo. Porque en un país musulmán la modernización total de la sociedad no puede ser concebida sin su paralela laicización. Y la paradoja de la Argelia contemporánea, es que los grupos

En cualquier caso, sin embargo, debo tratar de ser comprensivo con el mundo protestante, aunque debo reconocer que a veces me resulta muy difícil ser cortés ante los protestantes. De modo que no soy católico, pero con facilidad adopto actitudes antiprotestantes. Así, cuando converso con algún protestante, tengo de inmediato la

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laicos de la Kabyla han permanecido alejados de los gobiernos. Así que lo que yo quisiera mostrar aquí sobre todo, es que no es posible concebir esas investigaciones sociológicas sobre la Argelia contemporánea de una manera adecuada, sin tomar en cuenta esta barrera, conformada históricamente, entre el casi laico y muy abierto mundo de la Kabyla, respecto del mundo árabe. Algo que además, constituye todavía un problema para el futuro desarrollo de la Argelia independiente.

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impresión de que, si al principio estábamos sólo nosotros dos, de pronto ha surgido un tercero: nada menos que el Dios del protestante. A pesar de esto, soy plenamente consciente de que son sólo actitudes y gestos, que me vienen a mí desde muy lejos, desde el pasado lejano. Y es por eso que nunca me dediqué a la historia de las religiones, porque sentía que en esta rama del saber habría abandonado mi tolerancia y mi liberalismo, para convertirme en alguien parcial. A pesar de mi simpatía hacia el catolicismo hubiera tomado una actitud en contra de los católicos, ya que precisamente rompí con ellos, y también habría estado en contra de los protestantes, ya que frente a ellos me siento católico, y quizá hasta habría estado también en contra de los librepensadores, porque no soy demasiado buen librepensador. Sin embargo, en la búsqueda de esta historia viva que nos rodea, no es posible limitarse, como es obvio, a las experiencias personales, por más interesantes y divertidas que puedan ser. Pero lo que si es muy pertinente es ese proceso de buscar sobre todo, estas profundas huellas del pasado, que penetran hasta el presente y en torno de las cuales dicho presente se construye y se teje. Por lo tanto, lo que a mí me interesa sobre todo son aquellos ámbitos de la actualidad que todavía no han cambiado, o también los que apenas se han modificado. Así que cuando observo alguna de esas permanencias, le llamo la atención sobre su existencia, de inmediato, a los otros especialistas del presente, y en especial a los economistas, ya que la mayoría de las ciencias sociales están, desafortunadamente,

demasiado convencidas de que el mundo nació apenas ayer. Aunque debe ser muy claro que no quiero negar para nada el hecho de que en los procesos de desarrollo se presentan también saltos y pausas. Alrededor de 1950 el mundo rural francés comenzó a cambiar, y muy pronto la Francia campesina será irreconocible, totalmente diferente a la de la víspera, con la gran granja de tipo americano como su unidad básica y con una población rural con una mentalidad completamente diferente. Estoy convencido también de que a mediados del siglo XVIII, comenzó una transformación fundamental en lo que corresponde al ritmo general de la vida humana. Pues mientras que hasta 1750, el progreso se realizaba apoyado sobre todo en el crecimiento y la expansión de la población, en los tiempos posteriores a esa misma fecha de 1750 los progresos dependen en cambio mucho más de los avances de la técnica. Así que es claro que la historia no es solamente permanencias y continuidades, sino también grandes cambios y mutaciones. N o obstante, existen ciertos métodos que son usados por las ciencias sociales para disminuir el papel de la historia, y entre ellos el procedimiento o propuesta de la sincronía, sobre la que quisiera comentar algo en contra de nuestros críticos y en defensa de nuestro propio oficio. ¿Sincronía? Se pronuncia la palabra y entonces suena el silbato, para que la película se detenga c o m p l e t a m e n t e de pronto, y todas las personas del drama histórico permanezcan inmóviles. Así que la esfera terrestre continúa dando vuel-

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tas, pero la gente y las cosas se mantienen ahora estáticas. Pero sucede que aún d e n t r o de este cuadro de ese m u n d o sincrónico se observa de inmediato que ciertas regiones particulares, o economías, o sociedades, no se encuentran todas en un mismo punto, ni tampoco comparten un mismo nivel de desarrollo. Y hasta acontece incluso que no están en la misma época, que no se ubican en el mismo tiempo. De modo que la situación actual del África negra puede ser entendida a la luz de la sociedad medieval europea. P o r q u e la plaza del mercado situado fuera de la ciudad, que los medievalistas conocen por medio de d o c u m e n t o s , puede aún hoy observarse en el África contemporánea. El cuadro sincrónico del m u n d o puede aportarle al historiador muchos argumentos todavía vivos. Supongamos que tratamos de reconstruir los cambios que ha sufrido la ciudad francesa en el periodo de la conformación del capitalismo. C o m p r o b a m o s entonces que la clase de los terratenientes no abandona de ningún modo la escena hasta antes de 1789. Así que en el periodo del célebre sistema de Law, ante la sede parisina del banquero ubicada en la calle Quincampoix, un grupo de terratenientes que c o n f o r m a n a un p o t e n t e grupo de presión, se apresuran a cargar en sus carretas el dinero. ¡Alcanzaron a retirar a tiempo sus depósitos antes del crack! Porque la nobleza se defendió dur a n t e m u c h í s i m o t i e m p o f r e n t e a los embates de la clase media o burguesa. Ahora bien, este mismo espectáculo de la historia de Francia que acabo de evocar, pude observarlo en vivo durante mi estancia en Brasil en 1935. En contra de los representantes activos del capitalismo industrial, de los hombres de negocios

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poseedores de inmensas empresas, se alzaba la "nobleza", que no era una verdadera nobleza sino más bien un estrecho círculo de viejas familias terratenientes, que llevaban una vida de gran señor, y que conformaban el elegante m u n d o de la sociedad de 'buen tono'. Los industriales, estos advenedizos, no eran aceptados por esa "nobleza", la que se designaba con el nombre de 'el club'. Así que aquellos industriales esperaban en la puerta, y daban dinero y subvenciones para todo, sólo para tratar de obtener el honor de entrar a ese club, sólo para poder cruzar ese alto umbral, aunque fuese ubicados en un asiento de segunda fila.

Pero la vida en América Latina posee ritmos de transformación mucho más rápidos que en otras partes del mundo. Los biólogos investigan los fenómenos de la herencia y la adaptación en base a las drozofilias, q las frutas y que viven muy poco tiempo, pudiendo nosotros ser testigos de la vida de miles de generaciones de ellas. Podríamos decir entonces que quizá América Latina puede cumplir, para los historiadores, el papel de una suerte de drozofilia. Porque aqu que maduraron en Europa a través de todo un siglo, aquí duran apenas unos pocos años. De manera que cuando, después de una década de ausencia, regresé a Brasil en 1947, todo el club había ya desaparecido y en su lugar se encontraba un nuevo club cuyo tono era dado ahora por los industriales, y por los fabricantes de algodón y de productos químicos.

Si aceptamos entonces esta propuesta de la historia operacional será necesario también, y esto desde el comienzo, adoptar una definición de la historia que será muy diferente a la que hemos utilizado hasta ahora. Pues si hasta hoy la historia

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ha sido concebida solamente c o m o la ciencia que estudia el pasado, la historia operacional no p o d r í a c o m p a r t i r para nada esta misma concepción, ya que ella p r o p o n e una diversa orientación y un distinto objeto para las investigaciones históricas. Para nosotros, la historia es más bien el estudio de las sociedades pasadas y presentes, observadas a partir de ese elemento cambiante que el historiador utiliza, y que es el de la duración. Porque el tiempo no es único ni lineal, sino que existen muchos tiempos, diferentes dimensiones temporales y múlti-

ples duraciones sobrepuestas las unas sobre las otras. Es muy importante ser capaz de comprender como una sociedad envejece simultáneamente mediante diez, quince o veinte ritmos diferentes de tiempo, para cambiar a veces rápidamente en uno de sus aspectos, mientras que en muchos otros sólo cambia de manera mucho más lenta. Y tengo claro que tal vez esta definición de la historia no resuelve todos los problemas, pero si en cambio, algo que es todavía más importante, abre el camino para muchos nuevos debates y más profundas discusiones.

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La escritura de la historia.

El problema acerca de la escritura de la Historia se hace presente ya desde el propio tema de este Coloquio, que se nos ha planteado en tres idiomas distintos. En inglés se le ha bautizado como "(Re) construyendo el pasado". Esta versión indica una ambivalencia entre construcción y reconstrucción, en donde este último término parece adaptarse mucho más a una concepción del conocimiento como algo evolutivo o acumulativo que el primer término. En cambio en francés, el título es "le passé composé" (el pasado compuesto), sin mención aquí a la reconstrucción, pero en donde el título permite una alusión a la sintaxis gramatical francesa que se refiere al tiempo verbal que denota un pasado que continúa en el presente y que no está totalmente completado. En francés, esta forma se distingue del pretérito, a veces llamado "le passé historique" (el pasado histórico). De modo que en una conversación cotidiana, uno normalmente usa ese pasado compuesto. Finalmente en flamenco, el título es "Het verleden als instrument" (el pasado como instrumento),

que es un título mucho más estructuralista que los otros dos. No sé si los organizadores planearon esta ambigüedad deliberadamente. Pero es difícil hablar sobre Historia, especialmente en estos días, sin ambigüedades. Permítaseme señalar todavía otra ambigüedad. En inglés, story (historia, relato) y history (historia) son palabras distintas, y esta distinción no sólo se considera como algo muy claro sino también como algo fundamental. Pero en cambio tanto en francés como en flamenco, los términos de histoire y geschiedenis pueden abarcar ambas significaciones. ¿Es entonces esta distinción menos clara en estas tradiciones lingüísticas? Dudo un poco para responder. Más bien quiero subrayar que los organizadores de este Coloquio nos encargaron colectivamente, al menos en la versión inglesa de la invitación al mismo, la tarea de llevar a cabo "una reflexión de largo aliento sobre la utilidad y sobre las desventajas de la historia para la vida". Este me parece un punto de partida inteligente, ya que reconoce que lo que actualmente hacemos en

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Este ensayo fue presentado en el Coloquio sobre "Historia y Legitimación. (Re) construyendo el pasado", celebrado en Bruselas del 24 al 27 de febrero de 1999. Aquí, Immanuel Wallerstein aborda el complejo tema del estatuto de la verdad histórica y de sus conexiones con los relatos de ficción y con los relatos históricos desde una clara óptica racional y científica, y por lo tanto abiertamente crítica de los desvarios propios de los puntos de vista posmodernos. Contrahistorias lo ofrece a nuestros lectores en esta traducción del inglés al español que es obra de América Bustamante Piedragil.

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ese campo de la historia, puede no ser necesariamente útil, e incuso hasta podría ser inútil o desventajoso para la vida. Un último comentario sobre el título. Se afirma que es un "Coloquio sobre Historia y Legitimación". ¿Es la legitimación de algo, el objetivo instrumental que se menciona en el título flamenco? ¿Seremos tan foucaultianos como para asumir que todo conocimiento es en primer lugar un ejercicio para legitimar al poder? Me siento tentado a decir, por supuesto, ¿y qué otra cosa podría ser? Pero pienso también que si ese conocimiento sólo pretendiese ser esa legitimación del poder, podríamos creer que no ha servido demasiado bien a su objetivo, ya que dicho conocimiento tendría mucho más éxito para legitimar dicho poder, si la gente, es decir todos aquellos que consumen este conocimiento producido por los historiadores, pensaran más bien que ese mismo saber tiene un valor como verdad independiente. Lo que quiere decir que ese conocimiento histórico podría ser más útil a la gente que está en el poder, si él es percibido como algo que sólo muy parcial o limitadamente responde a esos requerimientos y exigencias de legitimación del poder. Pero por supuesto, de otro lado, ese conocimiento podría ser completamente inútil a los poderosos, si fuese completamente antagónico al poder. Entonces, desde el punto de vista de los que detentan ese poder, la relación con los intelectuales dedicados a escribir sobre la historia, es más bien una relación muy complicada, mediada y sutil.

dores. Y después, quisiera relacionar esto con los procesos del recordar y el olvidar, y también con los temas de lo privado y de lo público, y de la afirmación y de la refutación. Los relatos ficticios son las más tempranas formas de los resultados del conocimiento a los que la mayoría de las personas están expuestas. A los niños se les cuentan o se les leen historias o relatos. Y dichos relatos transmiten ciertos mensajes. Los padres y otros adultos consideran a estos mensajes como algo muy importante. Así que existe una considerable acción de censura por parte de los padres hacia sus hijos, respecto de lo que pueden escuchar o leer. La mayoría de las personas catalogan esos posibles relatos dentro de un vasto abanico c o n t i n u o y sucesivo que abarca desde lo que se considera temas tabú y temas grandemente indeseables, hasta temas que son considerados inocentes, e incluso relatos que incluyen una moraleja virtuosa. La forma de dichos relatos puede variar, cubriendo desde aquellos que son dulces y/o tiernos hasta aquellos que son atemorizantes y/o excitantes. Frecuentemente, evaluamos y reconsideramos el efecto de dichas historias sobre los niños, y ajustamos lo que hacemos a la luz de dichas evaluaciones. Esos relatos son por supuesto, ficticios, en el sentido de que nadie cree que una persona llamada Cenicienta haya realmente existido, y de que el lugar en donde ese relato ocurre, no puede ser localizado en un mapa común y corriente. Pero no obstante esto, se considera que ese relato tiene algo de real, que es quizá la existencia de adultos malévolos que a veces están a cargo del bienestar de un niño, o tal vez la existencia de adultos buenos (hadas madrinas), que contrarrestan a esos adultos malvados, o quizá la realidad de (o por lo

Para entender mejor esta última relación, propongo discutir cuáles son y cuáles pueden ser, las fronteras y los vínculos entre cuatro distintos tipos de producción del conocimiento: los relatos ficticios, la propaganda, el periodismo y la historia escrita por esas personas que se llaman historia-

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menos la legitimidad de) la esperanza en situaciones difíciles. ¿Es esta ficción infantil distinta a la ficción que se dice está dirigida a los adultos? Si tomamos una obra de Balzac o de Dickens, de Dante o de Cervantes, de Shakespeare o de Goethe, nos daremos cuenta de que todas ellas están describiendo una realidad social por medio de caracteres inventados. Y evaluamos la calidad de sus obras no solamente por la belleza del lenguaje que emplean, o por las emociones que desencadenan en nosotros, sino también por la medida y el modo en que esa obra nos permite reflexionar sobre esa realidad social. E incluso hay gente que proclama que dichas obras de ficción son más eficaces para darle al lector esa posibilidad de una reflexión cuidadosa sobre la realidad social allí descrita, que lo que puede aportar una obra de ciencias sociales que analiza esa misma realidad o tema. Y el objetivo de estas obras de ficción bien puede ser el de la legitimación. Pues muy seguramente, ese era el objetivo de las sagas clásicas, como La Iliada, o como el Bhagavad-Gita. Aunque naturalmente el objetivo puede ser también, por el contrario, el de deslegitimar. Y quizá el objetivo conciente del autor puede volverse irrelevante, ya que el texto puede alejarse de su autor y las consecuencias de la lectura de su obra pueden convertirse en algo muy distinto a lo que el autor esperaba alcanzar. Hoy muchos autores niegan explícitamente esos objetivos sociales de sus relatos. Dicen a veces que ellos cuentan un cuento sólo para entretener al lector, o para expresarse ellos mismos, o únicamente para ganar dinero. Pero una vez más, la intención del autor puede ser aquí irrelevante, y nosotros los analistas podemos trascender esa intención, y afirmar que tal o cual trabajo de ficción tuvo la consecuencia de le-

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gitimar o de deslegitimar, o de ayudar a la reflexión del lector o de dificultarla. Y de hecho, este tipo de análisis literario se realiza constantemente. De otra parte, existen también algunos trabajos de ficción que incorporan elementos históricos, como el libro de Leon Tolstoi La guerra y la paz. Actualmente, las técnicas televisivas permiten producir lo que se llama documentales dramáticos, en los cuales filmaciones de acontecimientos reales se intercalan con otras escenas o secuencias ficticias. Hoy de hecho más gente está en posibilidad, y efectivamente así sucede, de adquirir sus conocimientos de historia, a partir de dichos documentales, y novelas y películas históricas, mucho más que a través de la lectura de los trabajos de los historiadores profesionales. Pero, ¿hay algún modo de que podamos exigirle a los autores de dichos trabajos deficcióncuasi-históricaque se a que se llama la objetividad histórica? Y, ¿deberíamos querer hacer esto? ¿Y qué sucederá si estos autores están recontando la historia de una forma que para los historiadores es una forma muy cercana a la falsedad? Y no hablamos de algo meramente hipotético. Porque, por ejemplo, existe ya hoy mucha polémica, por lo menos en Estados Unidos, sobre el papel que tiene Oliver Stone, cuyas películas son consideradas por algunos (pero muy claramente no por otros) como una forma de falsificar la historia, con el objetivo de deslegitimar el poder. ¿O será, como afirman otros, con el objetivo de relegitimar más sutilmente a ese mismo poder? Si pasamos ahora a la propaganda, nos moveríamos supuestamente más allá del campo de la ficción. Pero, ¿qué tan lejos de esta última? La propaganda se define habitualmente como la construcción de afirmaciones que para su defensor declaran

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hechos verdaderos, pero que algunos otros consideran a veces como falsos. De modo que en algunos casos el defensor de esas afirmaciones sabe que éstas son falsas, o por lo menos exageradas. La propaganda es una actividad política, un intento de inclinar a la opinión pública sea a favor de, o en contra de, cierta práctica pública. Y deberíamos recordar que la palabra proviene de las prácticas de la Iglesia Católica romana, que buscaba la propagación de su fe. Aunque, por supuesto, la Iglesia creía que su fe era la verdad. Y aquellos que no son creyentes, pueden escoger si rechazan esa verdad promovida por la Iglesia con otras verdades, o si ignoran (y entonces toleran) esa propagación.

tera tan simple. Porque existe toda una serie de posibilidades intermedias. Y de hecho, en años recientes, ha sido inventada una frase dentro de la política norteamericana para designar a estas situaciones intermedias, la frase de "putting a spin" (poniendo un giro a la situación) en los noticieros, lo que significa explicar lo que ha sucedido de tal manera que presente al narrador o al grupo que él representa bajo una óptica que es la más favorable para la posición de ese mismo grupo o narrador. Así que, si bien podríamos estar todos de acuerdo en que La guerra y la paz de León Tolstoi, no representa completamente una historia objetiva, también podemos sentir que las declaraciones de los portavoces oficiales de los líderes políticos no son demasiado distintas a este respecto.

En la esfera pública de la política, propaganda es un término que usamos para condenar las afirmaciones de alguien del Se supone que el periodismo representa bando opuesto. Ninguna figura política un grado mucho más alto del valor de la actual diría que él está dedicado a hacer verdad que la propaganda. Los periodistas propaganda. Más bien, sin duda, se referi- tienden a definirse a sí mismos como perrá a sus propias afirmaciones de manera sonas que toman las declaraciones de los más positiva, diciendo que lo que hace es diversos actores políticos (y también de contar su propio lado o versión de la histo- otros actores) para confrontarlas con las ria. Contar una parte de la historia se ha declaraciones de sus oponentes, y para a vuelto una actividad legítima, en el contex- partir de allí, contarnos lo que ellos piento de la creencia ampliamente aceptada de san que en verdad sucedió, supuestamente que en política no existe una verdad abso- desde un punto de vista más neutral. Se luta, y de que hay siempre "dos lados de supone, por lo menos en teoría, que esos cada historia". La película japonesaRashmon, ilustra puntos este fenómeno periodistas están buscando de vista de que e múltiples visiones de un mismo evento, una contradictorios, y sopesándolos frente a diferente por cada uno de los participan- cualquier evidencia real que parezca existes. Y esa película lo demostró tan bien, tir, para diseñar una versión independienque "Rashmon" se ha convertido ahora en te acerca de la explicación de esa realidad. una palabra clave para designar a este tipo Pero conocemos los múltiples problemas de realidad. que invalidan este cuadro. Ya que algunos Cualquiera que ha trabajado con las declaraciones públicas de los líderes políticos, sabe que la frontera entre alguien como Goebbels diciendo la "gran mentira" y otros que están diciendo la verdad no es una fron-

periodistas no son libres para decir la verdad y otros no son periodistas honestos. Y aún si excluimos estas dos posibilidades, los periodistas que son honestos y que no se encuentran constreñidos por las autoridades pueden, no obstante, no tener el ac-

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rios y los secundarios, dando preferencia a los primeros. Un documento primario es uno que ha sido escrito más o menos en el momento del acontecimiento o hecho que se encuentra bajo discusión. La presunción aquí es que estos documentos fueron escritos para algún propósito inmediato, y no con miras a ser descubiertos algunos siglos más tarde participantes, por un historiador. Esos pero tiene la documentos primarios, desventaja de la escasez de tiempo para adquirir más co- desde luego, pueden ser difíciles de entennocimientos sobre el problema, sin men- der, puesto que su lenguaje y las alusiones contextuales que contienen se refieren precionar la inevitable falta de perspectivatemporal que de aquí deriva. cisamente a ese momento del pasado en De modo que si tratamos de ascender que ellos fueron escritos. Por lo cual se asuen esta escalera de la objetividad, yendo me que un historiador competente será desde los relatos de ficción hacia la propa- aquél que sea capaz de sumergirse en ese ganda, y luego al periodismo, alcanzamos ambiente cultural de la época, capacidad finalmente el nivel del trabajo de los histo- que es el resultado de un entrenamiento y riadores, es decir el de aquellos que se en- de una cantidad de investigación general orgullecen de sí mismos, por lo menos desde considerables.

ceso a la información necesaria, un problema que se agudiza debido a la rapidez y a los estrechos límites de tiempo de su actividad. Se les reclama que nos cuenten lo que sucedió ayer, no hace 50 o 500 años. Esto tiene la ventaja de que ellos pueden entrevistar a los

la llamada revolución historiográfica del Naturalmente, la confianza en estos dosiglo XIX, por el hecho de que siguen a cumentos primarios se basa en la idea de Ranke y cuentan la historia wie es eigentlichquegewesen ist tenían (describiendo las cosas y los ellos no la intención de engahechos tal y como han acontecido). Para ñar, o por lo menos de que sólo habrían alcanzar este objetivo, la mayoría de los tenido el objetivo de engañar a otros que historiadores han aceptado un conjunto de vivían en esa misma época. Pero aquí surreglas que, según ellos proclaman, están gen toda clase de problemas con este preencaminadas a maximizar la objetividad. supuesto. Quizá esos documentos sí intenAsí que han tratado de apoyar todas sus taron engañar, pero el historiador es incaafirmaciones en datos, lo que ha significa- paz de descifrarlo. O peor aún, ya que tal do en documentos escritos, aunque en años vez dichos documentos son falsificaciones, recientes, los historiadores han comenza- es decir que han sido escritos más tarde y do también a tomar en cuenta otros tipos depositados en algún lugar para hacer creer de datos o de información. a los historiadores que fueron escritos en otra época. Pero aún después de que tratá¡Pero no cualquier documento escrito! ramos de encontrar salidas a estos probleLos historiadores, por lo menos desde el mas señalados, queda todavía en pie la cuessiglo XIX, han llevado a cabo una distin- tión de la actitud del propio historiador ción entre los llamados documentos prima- hacia los temas centrales que él o ella están

analizando. ¿No introduce ciertos sesgos el historiador en el momento de construir las interpretaciones de esa información? A este respecto, y más allá de la confianza que puedan darnos las exhortaciones éticas que se ha hecho a sí misma esta comunidad de historiadores para no introducir esos sesgos, se asume corrientemente que hay una diferencia estructural, que consiste en que los historiadores son mucho menos dados a involucrarse emocionalmente cuando estudian temas del pasado que cuando lo hacen sobre temas del presente. Y es éste uno de los argumentos clásicos para restringir la tarea de los historiadores al sólo análisis de los tiempos pasados. Siempre hemos sabido lo complicadas y discutibles que son todas estas suposiciones que hemos estado revisando. Pero tenemos la tendencia a tratar de manejar estas dificultades, simplemente negándolas. En los años recientes, un gran número de académicos han desafiado y puesto en duda abiertamente la veracidad del conocimiento producido por los historiadores. Algunos han ido hasta el final de este camino, argumentando que esa veracidad es intrínsecamente imposible, pero otros simplemente argumentan que deberíamos de ser muy cautelosos al afirmar algo respecto de este valor de la verdad, ya que cualquier análisis incluye una interpretación, que necesariamente se haya influida por la biografía social y personal del intérprete, y por las presiones de la época en que es construida dicha interpretación. He llegado muy lejos abordando una tarea sencilla. Tratando de ilustrar el hecho de que no existe una línea simple, sólida y rápidamente accesible, que separe la ficción del hecho, la fábula de la verdad. Pues la línea que va desde los relatos infantiles hasta la historia profesional, se parece más a una mancha continua que entremezcla la

realidad, la afirmación política, y la fantasía utópica. De manera que es intrépido el académico que se involucra en una disputa acerca de lo que es la historiografía legítima y la ilegítima. Pero es sencillo establecer esa distinción, como he afirmado antes. Aunque ella está lejos de ser completamente satisfactoria. Pero es claro que cada uno de nosotros intenta cada día someterse a la "prueba de la realidad" en nuestros diversos esfuerzos individuales para hacer frente a los desafíos de un mundo muy real. Y recurrimos a la ayuda de otros para hacer esto adecuadamente. Así que los historiadores no son más que personas que se encuentran comprometidas en la gran tarea social de construir interpretaciones plausibles de la realidad social, interpretaciones que se espera que todos nosotros consideraremos útiles, no sólo individualmente sino también colectivamente. ¿Por qué preocuparse entonces de las dificultades que esto conlleva, si estamos listos para dedicarnos a esbozar dichas interpretaciones plausibles? Tenemos que asumir el riesgo. Así, llegamos a la pregunta nodal: ¿qué es una interpretación plausible? Claramente, está aquí involucrada una cuestión sobre la coherencia interna, que es la parte más sencilla de juzgar, si es que no de alcanzar. Porque es obvio que no necesito para nada compartir una interpretación de alguien, cuando es evidente que la lógica interna de su argumento parece débil o muy dudosa. Y personalmente me siento con la libertad de no prestarle atención a argumentos que no son coherentes. Pero esto está lejos de ser suficiente. También necesito saber que las preguntas que han sido respondidas por el análisis son preguntas importantes. E igualmente requiero estar convencido de que la unidad de análisis es apropiada para la pregunta contestada. Y finalmente, necesito pensar que ningún fac-

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Tomemos por ejemplo, la cuestión de la memoria. En años recientes ha habido muchas discusiones acerca de esta memoria, de lo que recordamos y de lo que deberíamos recordar, lo mismo que de lo que olvidamos y lo que deberíamos olvidar. Es obvio que eso que recordamos u olvidamos son decisiones sociales, que se toman todo el tiempo de manera colectiva. Pero esas decisiones nunca son permanentes. Y aún si en un momento dado, decidimos Pero lo que podemos hacer con estas que nosotros debemos colectivamente redecisiones a priori es una de dos cosas. cordar alguna realidad pasada, es muy poPodemos decir que resulta imposible ele- sible que treinta años más tarde, optemos gir entre estas decisiones, porque ellas re- en cambio por olvidar esa misma realidad. flejan alternativas básicas de tipo filosófi- ¿Por qué se discute hoy tanto sobre este co y/o político sobre las cuales podríamos tema de la memoria? Esto ha sido impulsaestar o no de acuerdo. O podemos en cam- do, obviamente, por ciertos eventos históbio tratar de hacer explícitas y debatir es- ricos recientes. El tema salió a flote, por primera vez, aanalizar causa del exterminio sistetas alternativas u opcionesfilosóficas/políticas intentando dichas decisiones mático que los nazis hicieron de los judíos a priori en términos de lo que Max Weber europeos, es materiel), decir, a causa llamó "racionalidad sustantiva"(Racionalität por la del cualHolocausentendemos análisis que parezcan ser capaces de tomar en to. De modo que se ha argumentado que cuenta el más alto grado posible de varia- es vital no olvidar lo que sucedió, para que ción de las cuestiones empíricas y que tam- podamos evitar que suceda de nueva cuenbién parezcan dirigirse a resolver esas cues- ta, y en consecuencia, es una tarea importiones empíricas centrales de nuestra pro- tante que los historiadores escriban acerca pia época. Aunque quizá esto sólo desplaza de esto y que enseñen esta trágica historia.

tor importante o significativo ha sido omitido dentro del análisis. Sin embargo, no existen criterios simples, y que sean ampliamente aceptados por la mayoría de los historiadores o por la mayoría de la gente, respecto a cuáles son esas preguntas importantes, o cuál es esa unidad de análisis apropiada para dichas preguntas, o respecto de cuáles son dichos factores relevantes o significativos. Estas son, todas ellas y en un cierto sentido, decisiones a priori.

esas divisiones imposibles para llevarlas a un nivel todavía más fundamental, moviéndonos desde el terreno de una discusión acerca de la plausibilidad de la interpretación de ciertas preguntas bien delimitadas hasta el espacio de un debate respecto de cuales son esa cuestiones principales filosóficas/políticas de nuestro tiempo. Pero si este es el caso, estaríamos al menos provocando un cambio que permite esclarecer a esa discusión subyacente, haciendo con ello posible que sea abordada por mucha más gente que sólo los historiadores profesionales.

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Y esta visión del papel que deben jugar los historiadores, en esta línea de la creación y la preservación de la memoria colectiva, se ha difundido muy rápidamente. Así, los armenios argumentan que habría que aplicar este rol de los historiadores para preservar en la memoria la masacre de armenios que tuvo lugar en Turquía en 1915. O también, tengo en mi oficina un póster impreso en Argentina, poco tiempo después de la caída de los militares, en el cual se lee en grandes letras: "Nunca más", y en el que se denuncian las desapariciones, las torturas, el miedo, las humillaciones, la miseria moral y material, las mentiras, la censura y el silencio. Sobre todo, el silen-

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ció. Y sabemos muy bien cómo la celebración del Bicentenario de la Revolución Francesa reabrió en Francia el tema de lo que podría ser una memoria adecuada. Finalmente, sabemos también cuantos debates ha habido en la Europa del Este y Central y en la antigua Unión Soviética sobre lo que es útil y sobre lo que es inconveniente recordar. En octubre de 1998, en Sudáfrica, fue publicado un reporte de cinco volúmenes, firmado por un organismo llamado "Comisión para la Verdad y la Reconciliación" (CVR). Este organismo, presidido por el Arzobispo Desmond Tutu, fue constituido por el gobierno post-apartheid y encargado de esclarecer la verdad acerca de las violaciones de los derechos humanos que fueron cometidas en el periodo de los años 1960-1994. La decisión fue tomada conectando tres cuestiones: la verdad, la reconciliación y la amnistía. Para llegar a "la verdad", se ofreció la amnistía por los crímenes cometidos, a todos aquellos que contaran con detalle y públicamente el crimen que habían cometido. Los miembros de esa Comisión afirmaron 2 que se encontraron frente a un concepto de la verdad muy complejo, y que tuvieron que desglosarlo mediante la elaboración de cuatro distintas nociones de dicha verdad: la verdad factual o legal, la verdad personal o narrativa, la verdad social o "dialógica", y la verdad curativa o restaurativa. La verdad factual, como ellos la definen, equivale más o menos a lo que los historiadores positivistas llamarían verdad —"real, basada en evidencias corroboradas,... obteniendo información verda-

dera mediante procedimientos confiables (imparciales, objetivos)... " La Comisión dijo que sus hallazgos en este nivel de esa verdad legal o factual sirvieron para "reducir el número de mentiras que podrían estar circulando desmesuradamente dentro de los discursos públicos", y que esto fue socialmente útil. Por verdad personal se entendía en cambio la verdad de las víctimas que contaban sus propias historias. Estas historias eran "formas de acceso al corazón mismo del dolor", y crearon un cierto tipo de "verdad narrativa". Lo que constituyó un acto de "restauración de la memoria". La verdad social era, sin embargo, la que estaba más cercana a los objetivos de la Comisión, según su propia declaración. Mediante la interacción y el debate, esa Comisión trató de "trascender las divisiones y confrontaciones del pasado, a partir de escuchar con cuidado los complejos motivos y los diversos enfoques de todos los involucrados". Y este proceso fue visto como "una base para afirmar la dignidad humana y la integridad de las personas". Finalmente, la verdad curativa era "un tipo de verdad que ubica los hechos y su significado dentro del contexto de las relaciones humanas — t a n t o entre los ciudadanos mismos, como entre el Estado y sus ciudadanos—". Y fue por estas razones que la Comisión insistió no sólo en el conocimiento sino también en el reconocimiento. "El reconocimiento es la afirmación de que el dolor de una persona es real y digno de atención. En consecuencia, es central para la restauración de la dignidad de las víctimas".

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Truth and Reconciliation Commission of South Africa Report, (Ciudad del Cabo, Truth and Reconciliation Commission, 1998), I, pp. 110-114.

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¿Es el reporte de esta Comisión, directamente historia, o es más bien un documento que podrá ser usado por los historiadores en su trabajo, sometiéndolo a todas las habituales revisiones que ellos acostumbran aplicar a cualquier documento? Desde luego, esta es una pregunta que deben plantearse no solamente los historiadores, sino muchas otras personas. Porque las cuatro categorías de la verdad que la Comisión utilizó son ya, de hecho, una modificación de los cuatro tipos de verdad propuestos por el Juez Albie Sachs de la Corte Constitucional de Sudáfrica. Sachs no es historiador sino jurista. Y también es un militante del Congreso Nacional Africano, que perdió su brazo en un ataque de bomba realizado por agentes que apoyaban el régimen del Apartheid. En consecuencia, él también es una víctima. Sachs lleva a cabo la construcción de su clasificación de las formas de la verdad3 "en tanto que abogado y juez". Y así, llama a la verdad factual una "verdad microscópica", y señala que normalmente ella es la primera preocupación de una Corte de Justicia: "cuando se da el caso por ejemplo de que una cierta persona es culpable de asesinar injusta e intencionalmente a otra en un momento particular y en una forma particular". Esta es una verdad específica y precisa. A su segunda verdad, la llama la "verdad lógica", es decir, "la verdad general de ciertas proposiciones, la lógica inherente de ciertas exposiciones... a la que se llega mediante procesos de deducción y de inferencia... " Con lo cual, Sachs ha redescubierto por cuenta propia, la distinción entre verdad ideográfica y verdad nomotéti-

ca, que hace mucho tiempo fue el tema de una Methodenstreit (discusión en torno al método) entre los científicos sociales. La tercera verdad de Sachs es "la verdad experimentada", que parecería estar cercana a la "verdad personal o narrativa" de la Comisión, aunque no demasiado. Sachs dice que tomó el nombre del libro de Mohandas Gandhi, My Experiments with Truth, a partir de que se dio cuenta de que Gandhi no estaba experimentando en el sentido de un científico de laboratorio, sino que más bien "estaba probando las cosas sobre sí mismo, como algo interno y no como ideas que se encuentran en el mundo exterior a él". Es decir, que se trataba de un intento de mirar la experiencia subjetiva de uno mismo, pero haciéndolo objetivamente, "en una forma verdaderamente desprejuciada". Y Sachs menciona que las cortes legales no escucharían nada de este tipo de verdades. Porque esto los "pone en aprietos". Y la pregunta es: ¿debería de poner en aprietos también a los historiadores? Finalmente, habla de una verdad dialógica, prestado de él. Esta verdad dialógica incluye elementos de la verdad microscópica, de la experimental y de la lógica, "pero ella se asume y se construye como una noción que corresponde a la existencia de una comunidad de muchas voces y de múltiples perspectivas. En el caso de Sudáfrica, no existe una sola y única forma correcta de describir las atroces violaciones de derechos humanos que aquí se dieron, así como no hay tampoco un sólo narrador que pueda decir que posee la perspectiva definitiva que es la única correcta". Y aquí se plan-

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Juez Albie Sachs, "Fourth D T Lakdawala Memorial Lecture", Institute of Social Sciences, Nehru Memorial Museum and Library Auditorium, Nueva Delhi, dictada el 18 de diciembre de 1998, especialmente pp. 9-11.

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un con

tea un desafío abierto al punto de vista defendido por la historiografía rankeana. Pero debemos subrayar que no se trata de la repetida postura post-moderna que afirma que la verdad objetiva no existe. Más bien es una posición que argumenta que el camino hacia dicha verdad, se construye mediante un diálogo muy intenso y frecuentemente muy emotivo, aunque atemperado con un cuidadoso manejo de las evidencias, y cuyo fin es alcanzar esa versión de la verdad que incluye a todas esas múltiples voces y múltiples y diversas perspectivas. Recordar y olvidar, mantener los secretos o exponerlos a la luz pública, son formas diversas de afirmar y de contradecir. Y se trata de una decisión académica y científica. Pero también de una decisión política. Y de una decisión moral. Y deberíamos tratar de buscar sin prisas un consenso, hoy o mañana, en el seno de ese conjunto de personas que se llaman a si mismas historiadores, acerca de cuáles de esas decisiones son las correctas. Todo saber es una actividad del presente, y además de un presente siempre cambiante. De modo que ningún saber puede escapar de las exigencias que le impone ese presente. Pero el presente es, al mismo tiempo, una de las realidades más evanescentes, ya que se acaba en un instante. Entonces, todo saber lo es sobre el pasado, y creo firmemente que todas las ciencias sociales deben ser escritas en tiempo pasado. La historia no posee así un derecho especial sobre el pasado, ya que todas las ciencias deben ser históricas, en el sentido de que el conocimiento de una realidad acontecida en cualquier momento del tiempo es siempre la consecuencia de lo que sucedió en los momentos o puntos previos de la

línea temporal, incluyendo desde luego, todas las transformaciones radicales que hayan ocurrido. Pero puesto que el pasado es infinito en cuanto a sus detalles, se encuentra siempre más allá de la posible capacidad de cualquiera de nosotros, que no podemos nunca tomar en cuenta ese pasado en su totalidad. De modo que siempre estamos obligados a estar seleccionando, y de hecho llevamos a cabo toda una serie de elecciones sucesivas. Y para establecer dichas selecciones, nuestra mejor guía la constituye el conocimiento de aquello que hemos tenido que seleccionar al elegir las alternativas históricas más i m p o r t a n t e s acerca de nuestro futuro. La primera elección que debemos hacer es la de cuál es la unidad de análisis que deberíamos utilizar para establecer nuestras selecciones. En este punto mi opción es muy clara. Pienso que tenemos que desarrollar nuestros análisis dentro del marco de lo que llamo "sistemas históricos", es decir de unidades de larga escala, que son realidades de larga duración y que implican cambios sociales que poseen un carácter sistémico, esto es, que tienen una vida histórica que se encuentra gobernada por un conjunto de procesos que podemos analizar y que se mantienen unidos porque incluyen una significativa y permanente división del trabajo. Estos sistemas son históricos porque evolucionan constantemente, y son sistemas porque reproducen continuamente ciertos patrones de conducta. Esto significa, ante todo, dos cosas: que dichos sistemas históricos tienen límites espaciales, aún si estos límites están cambiando todo el tiempo. Y también tienen límites temporales, es decir, que

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tienen un comienzo, una determinada evolución, y finalmente una crisis terminal. Por ejemplo, yo pienso que hoy estamos viviendo en un sistema-mundo que he calificado como una "economía-mundo capitalista". Actualmente, este sistema-mundo cubre el espacio de todo el planeta. Pero cuando se originó, hace unos 500 años, sólo cubría un segmento relativamente pequeño del globo terráqueo. '¿Por qué discutimos aún sobre Carlos V? No puedo hablar por otros, pero para mí Carlos V es importante en la medida en que simboliza una elección histórica crucial que Europa occidental tomó en el siglo XVI. Ya que en los comienzos del sistema-mundo, hubo fuerzas que buscaban consolidar a la naciente economía-mundo capitalista frente a otras fuerzas que, en cambio, buscaban transformar a esa Europa Occidental en un nuevo Imperio-mundo clásico. Y ésta ha sido una de las tensiones constantes dentro del moderno sistema-mundo. Carlos V falló en su intento de crear esa suerte de nuevo Imperio-mundo. Si hubiese triunfado, no habríamos conocido nunca el moderno sistema-mundo que hemos visto. Y digo esto sin ningún trazo de juicio moral. Porque no estoy del todo seguro de que el mundo esté mejor debido al fracaso del intento de Carlos V. Simplemente subrayo que se trató de un viraje histórico de enorme importancia. El análisis de Carlos V, nos recuerda el carácter impredecible de esas elecciones históricas. Porque cuando los sistemas entran en crisis se abren periodos de caos y situaciones de bifurcación. Entonces se impone optar por una elección. Una vez realizada esa elección, ella deriva en la cons-

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titución de un sistema nuevo, que tiene una vida propia, con sus ritmos cíclicos y con sus tendencias seculares. Más adelante, en cierto momento de su vida histórica, cuando esas tendencias seculares han llevado a ese sistema lejos de la situación de equilibrio, los ritmos cíclicos dejan de ser suficientes para mantener al sistema dentro de un orden razonable de reproducción, y entonces el sistema entra en crisis. Yo creo que hoy, nuestro sistema histórico actualmente vigente está atravesando justamente esta etapa de su crisis terminal, pero no argumentaré al respecto en este ensayo.4 Los historiadores tienen una responsabilidad adicional en estos tiempos de crisis sistémicas. Para ser honesto, pienso que lo que los historiadores hacen en los periodos del funcionamiento normal de los sistemas sociales históricos no es en general demasiado relevante. Porque ellos pueden tratar de legitimar al sistema, o a los regímenes, o pueden en cambio tratar de criticarlos. Pero en ambos casos puede que sean ampliamente ignorados, o también marginados en favor de las alternativas de fuerzas que son mucho más poderosas. Así que se pide a esos historiadores una cierta dosis de objetividad, pero no demasiada. Y así su habilidad para navegar bien entre los bancos de arena de las diversas y encontradas demandas que compiten en sus reclamos hacia ellos, es sin duda muy importante para los mismos historiadores y para su propia autoestima. Y también es importante, hasta un cierto punto, para las autoridades políticas. Pero un historiador que se dedique a analizar el papel que a lo largo del tiempo han jugado históricamente esos mismos historiadores no puede ser otra cosa

Veáse mi libro, Utopística o las opciones históricas del siglo XXI, Siglo XXI Editores, México, 1998.

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más que escéptico respecto de la relevancia real de ese mismo papel. Pero si efectivamente estamos hoy dentro de una crisis sistémica, entonces la situación es bastante diferente. Porque por definición, un sistema en crisis es muy diferente a un sistema que está funcionando bien: en este último, las fluctuaciones son relativamente estrechas, y los esfuerzos de los individuos son en general muy limitados en sus efectos. Sin embargo, en una situación de crisis, las fluctuaciones son grandes, y en consecuencia cada esfuerzo individual tiene un gran impacto, que al final determina qué rama de la bifurcación habremos de recorrer. Así que de pronto, lo que escriben los historiadores se vuelve algo cargado de enormes consecuencias. A partir de este momento, sus "verdades" afectan las decisiones que toma el pueblo. Súbitamente, las tareas científicas que son también tareas políticas y morales se convierten en tareas enormes. Y si en esta si-

tuación, nosotros componemos o recomponemos el pasado, la historia se vuelve realmente un instrumento. Cui bon (¿útil para quién?). Concluyo con una afirmación que Pierre Chaunu incluyó en el Prólogo de su libro sobre Carlos V: "Este libro sobre la España de Carlos V no puede ser, quizá, totalmente imparcial —sin embargo, ¿qué es la imparcialidad?— pero por lo menos él trata de comprender, de explicar el pasado por el presente, y el presente por el pasado, en el marco de la solidaridad de las generaciones que trabajan a partir de sus respectivas herencias. Nos hemos esforzado por ser coherentes. Pero no disimulamos para nada nuestras simpatías". 5 Los historiadores deberían de escuchar este llamado a la coherencia que sin embargo no esconde ni sus valores ni sus preferencias. Y también esos historiadores deberían de asumir la tarea de contribuir a la construcción de la verdad dialógica.

Pierre Chaunu, L'Espagne de Charles Quint, 1ere. Partie, París: S. E. D. E. S., 1973, p. 15.

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El DE

hilo ARIADNA

El hilo de Ariadana

Todos somos como una suerte de Teseos modernos, cuando nos enfrentamos al laberinto complejo del verdadero análisis crítico de la realidad histórica y del mundo de lo social. Y si lo que queremos, es entender esa realidad no solamente en su limitada y superficial positividad inmediata, sino también en su siempre inquieta y creadora negatividad, nos hace falta ese hilo de Ariadna de la perspectiva crítica y a contrapelo de los hechos, fenómenos y procesos que el Minotauro del poder, el sometimiento y la dominación, resguarda para que se mantenga igual el injusto orden social existente. Por eso esta sección será una cantera siempre abierta de nuevas pistas, de permanentes búsquedas, de audaces tentativas y de constantes ensayos para poder acercarnos a ese 'lado malo de la historia' por el que irrumpe siempre el cambio, y por el que irrumpe siempre el cambio, y por el que se cuelan todo el tiempo esas Contrahistorias subversivas que aquí habrán de encontrar tanto su foro, como también uno de los mejores lugares de cultivo y de vasta proyección.

Historia Contemporánea*

LAhistoriacontemporáneaestáenvirtud de por todas las diferentes perspectivas de las ciencias sociales, por las miles de interrogantes de la conciencia presente. Es paradójico entonces que, por lo menos en Italia, esta historia contemporánea se presente como la más repetitiva de todas, como la menos innovadora. Estaría uno tentado a pensar que el historiador de la época contemporánea parte de un sistema conceptual de certezas casi absolutas, y que considera el trabajo del historiador no como una operación analítica capaz de descubrir nexos significativos y de proponer interpretaciones, sino más bien como una operación política que estaría subordinada a sus cer-

tezas teóricas, es decir, a una interpretación general preexistente que él estaría oblisu propio objeto de estudio, atravesada más que cualquier gado a mantener y sostener o cuando mucho sólo a enriquecer. De este modo, el estatuto de la historia no es sometido, ni siquiera mínimamente, a ninguna discusión: el historiador es un especialista que debe explicar el pasado, y responder a la pregunta banal de "cómo es que hemos llegado hasta aquí". Pero hasta aquí, quiere decir ¿hasta donde? El adverbio es de hecho intrínsecamente optativo y capaz de determinar elecciones de importancia absoluta: la sociedad democrática, el capitalismo maduro, el Partido, la vanguardia. Imaginemos por ejemplo el día siguiente a una catástrofe nuclear. Es claro que la pregunta sería la misma, pero es fá-

* Este ensayo de Edoardo Grendi fue publicado originalmente en italiano en el libro Dieci interventi sulla Storia Sociale, Ed. Rosenberg & Sellier, Turin, 1981, pp. 67-74. Edoardo Grendi, uno de los padres fundadores de la corriente de la microhistoria italiana, es un autor que, a pesar de su enorme relevancia intelectual, es prácticamente desconocido en México, y también muy poco conocido en general en el mundo de habla española, con la única excepción del caso de Argentina. Hasta donde sabemos, es este el primer texto que se publica en México de tan importante historiador italiano. Contrahistorias edita entonces este interesante ensayo de Grendi, que critica centralmente las insuficiencias de ciertos modelos macrohistóricos y que problematiza con agudeza las posibilidades de la rama de la historia contemporánea, en el ánimo de coadyuvar a la incorporación, dentro de nuestros ámbitos historiográficos mexicano y latinoamericano, de sus principales contribuciones. La traducción del italiano al español es obra de Carlos Antonio Aguirre Rojas.

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cil intuir que la elección de aquello que es importante sería diferente, o por lo menos esto podemos augurar a los eventuales sobrevivientes. La noción del "hasta aquí" es siempre una noción retórica, igual que es retórica su proyección educativo-política: se asume que el individuo, el escolar, el ciudadano, aumentarán en algunos centímetros su conciencia si tienen conocimiento de "cómo hemos llegado hasta aquí". Una noción retórica decía, en cuanto que tiene una capacidad de dilatación infinita, tanto en el espacio como en el tiempo retrospectivo de la "gran historia", y en tanto que postula una elección de escala que no es reversible, tanto más asombrosa cuanto más es claro que el único "hasta aquí" histórico simple, es el de la personalidad del individuo singular, el de la propia biografía.

político de la historia como una disciplina institucional. Y el historiador es el clérigo de esta institución, un clérigo que se pone "científicamente" al abrigo, proclamando que la historia, de cualquier manera, debe de ser escrita nuevamente en cada generación. El mecanismo de la selección cultural opera de un modo perfectamente paralelo al mecanismo de la exclusión. La opción de la gran escala espacio-temporal responde muy bien a esta exigencia. Cualquier sistema social adquiere de hecho, dentro de una prospectiva interpretativa diacrónica, su propia supraracionalidad, la que deriva de la distribución del poder al interior del propio sistema. Sea cual haya sido la conflictualidad, lo que cuenta en esta visión es su éxito, y esto responde a la lógica de una organización post-factual de los acontecimientos.

La civilización se convierte en cambio y de una manera subrepticia en el sujeto del análisis, y la visión retrospectiva de esta civilización es el desarrollo, sea cual sea el signo de este último, positivo o negativo, y sean cuales sean sus contradicciones. Y esta selección teleologica del tema de la civilización procede normalmente como una especie de bulldozer: es perfectamente congruente con la curricula de la educación (y con sus alineamientos políticos), y además asimila y unifica en las celebraciones de síntesis los milenios de la conquista cultural: la matemática de los babilonios, la filosofía y el arte de los griegos, las leyes de los romanos, los arzobispos, monjes, mercaderes del Medioevo; el arte y la política del Renacimiento, los descubrimientos geográficos, la revolución científica, la revolución política, la revolución industrial, la revolución proletaria.

Curiosamente, podemos así imputarle al historicismo un defecto análogo a aquel que se ha imputado al funcionalismo. "Todo se sostiene mutuamente entre sí", tanto en un caso como en el otro: mientras en la clave de lectura funcionalista se organiza "todo lo empírico" según la teleología del equilibrio, en la clave de lectura historicista se quías de relevancia (los Estados, las relaciones de producción) según una sucesión lógica, expulsando el resto, y limitándose así a simplemente registrar la conflictualidad (afirmada pero nunca analizada).

En la práctica, se trata de una propuesta de aculturación a nuestro eurocentrismo más común: este es el verdadero sentido

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Los contemporaneístas aparecen entonces como las víctimas predestinadas de este estatuto de la historia, aun cuando no practiquen la ejercitación señalada como "cabalgata a través de los siglos": la verificación puntual está en el hecho de que ellos responden muy raramente a las interrogantes del presente (las que han sido exorcizadas como pertenecientes al "campo de las ciencias sociales"), privilegiando invariable-

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mente sólo uno de esos presentes, el ideológico-político. N o es una casualidad que cuando no son ellos mismos diputados, o ministros, o síndicos, estos historiadores contemporáneos están ampliamente involucrados dentro de las instituciones de la información (periódicos, televisión), lo que enfatiza la importancia del mundo de los Partidos y de la política, que aspira así, paradójicamente, a una h e g e m o n í a también cultural. Y el macro-teleologismo historiográfico es el punto de conexión de toda esta homogeneidad. Pero consideremos empíricamente el trabajo histórico corriente. Es mucho más normal y frecuente que sean los historiadores medievales y modernistas los que escogen los temas diferentes, los que abren nuevas canteras de investigación, es decir, los que descubren nuevas fuentes y nuevos sujetos de estudio, los que verifican hipótesis y preguntas nuevas, y los que renuevan a veces, a partir de la inspiración de disciplinas hermanas, el aparato conceptual y las interpretaciones. El estándar científico del trabajo se encuentra, en este caso, referido a su calidad analítico-imaginativa, capaz de elevar el estudio singular para darle un valor ilustrativo general. No está aquí en cuestión una síntesis que no se llevará a cabo, y el trabajo de un historiador puede ser discutido, impugnado o imitado, pero no reelaborado en cada generación. La historia resulta así redimensionada en tanto que experiencia cognoscitiva que es equivalente a cualquier otra, con los mismos elementos de gratuidad, la misma amplitud de opciones temáticas y la posibilidad absolutamente libre de seleccionar y de organizar sus criterios de importan-

cia. Por lo demás, no está claro por qué el historiador debería de condenarse a una perpetua esquizofrenia: ocuparse primero de catastros, de fuentes criminales o de huelgas individuales, y después volver a rehacer y repetir el enésimo Manual, volviendo a contar el acostumbrado periplo de la historia del hombre a través de los siglos. Y por lo menos en este caso, estamos en presencia de un contraste entre diferentes estatutos de la historia. Pero en cambio el historiador contemporaneista parece ignorar hasta esta antinomia: el mismo episodio individual está ya, hasta tal punto cargado de valoraciones ideológicas, que incluso ya no interesa en tanto que tal episodio, y por ende ya no puede convertirse en un campo específico de análisis. Dentro de este campo de la historia contemporánea, la diferenciación entre interrogantes más relevantes y menos relevantes se encuentra ya establecida, y por lo demás, el esquema de esa relevancia explicativa está ya predeterminado. Y también podemos hablar, creo, de un cierto condicionamiento ideológico, a condición de que no se entienda esto equivocadamente como una acusación de parcialidad, y más bien se tenga presente que la crítica está referida sobre todo al tipo de orientación mental que la ideología representa, en tanto una cierta forma de omnicomprensividad de categorías que están ya listas para su uso, es decir, listas para el encuadramiento de los hechos y de los fenómenos históricos. Los temas son entonces exclusivamente lo événementielle, la institución o el debate ideológico: y todo ello dentro de una estructura analíticamente agotada y domina-

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da por las clases y por los Partidos, que reproduce dentro de este ámbito el debate político, es decir, una de las manifestaciones culturales más deprimentes de nuestro tiempo (los discursos de Aldo Moro, las entrevistas de Berlinguer, entre lo esotérico y lo oracular).

de televisión por los medios de comunicación, en una sucesión de imágenes admirativas sobre el Hombre Europeo), corre el riesgo, en mi opinión, de terminar resolviéndose en un gran fresco de racionalizaciones posfactuales, digamos, en una geopolítica descriptiva del intercambio desigual, que no llegaría a plantearse el problema del cambio social, problema que no obstante ha planteado a los economistas del crecimiento todo el espesor de las realidades socioculturales ("etnológicas").

Se dirá, a propósito de esta orientación macroteleológica, que toda sociedad civil es autocelebrativa, y esta misma idea es válida también para toda Institución, la que es cómplice interesada de aquel etnocentrismo del cual deriva su propiaautojustificación. Y la historia, sobreescala todo la La perspectiva de lay gran en hislo toria contemporánea, está involucrada en que se refiere a la cuestión del espacio, esta celebración de "ídolos". N o se trata combinándose con la que se refiere al tema aquí de oponer el macroanálisis con elmicroanálisis. Porque nadie querráuna nega del tiempo, parece fatalmente proponer significado del macroanálisis, sobre todo teleología de la "civilización", con finalidaen una época en la cual las estructuras de des ideológico-políticas. Y la institución interdependencia de los fenómenos diver- educativa se encarga de transmitir la visión sos, en la escala mundial, aparecen tan evi- confortante de esta pseudoconciencia: endentes, siendo los soportes analíticos de tendida como una "misión" y no según esreferencia de algunos de los modelos inter- quemas de hipótesis-verificación didáctipretativos de la politología y de la econo- cas. Y es desde este punto de vista que el mía actuales. historiador se convierte en clérigo, y que su rol como aculturador se expande universalmente en tanto corifeo de las instituPero en cualquier caso, se aceptará tam- ciones y de la sociedad civil. bién que la función de la modelística no es la de simplificar mecánicamente, reduciendo realidades de relaciones a simples nexos de causa-efecto: porque en la medida en que un modelo es válido, en tanto que propone una articulación de distintas variables, entonces es claro que los objetivos analíticos se alcanzan sólo reconstruyendo relaciones en cadena, que no deduzcan los cambios a partir de los impactos externos, sino que los verifiquen críticamente dentro del cuerpo social y cultural, que es justamente el sujeto de la propia transformación. El tema de la economía-mundo hoy tan exitoso, argumentado por Braudel como el mejor motivo de un macroanálisis histórico (y, no casualmente, convertido en serie

Las ambigüedades de un tal rol son inagotables. El novelista quiere ser leído, pero en este caso la elección es algo voluntario; en cambio el científico se mueve entre la elaboración analítica y la verificación empírica: y en la medida en que se encuentra marginalizado, no obstante, su rol parece encontrar un consenso unánime. El historiador, en cambio, oscila entre el carácter gratuito de un trabajo sin lectores y la ridicula sacralidad de un educador general que se sustrae a la verificación concreta de su función didáctica. Y esto es posible por la existencia de un genérico consenso retórico, totalmente superficial. Fuera de estas antinomias, me parece que valdría la pena desarrollar las implica-

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ciones de un estatuto alternativo para la historia. Por lo que corresponde al mercado, el ejemplo francés sugiere que el público prefiere privilegiadamente historias particulares, historias de episodios singulares y de ciertos momentos, biografías, es decir, que en cierto modo asimila al historiador al papel del novelista. Y sobre el terreno de la didáctica, se debe observar que ninguna materia dentro de la enseñanza se encuentra más lejana de la fórmula del "laboratorio" de lo que se encuentra la historia, la que propone una confrontación con una narración que no puede descomponerse, como sí se descompone un texto literario, y que tampoco es susceptible de ser lógicamente discutida, como sí se discute un texto filosófico. Las alternativas a esta situación son, entonces, o la tradicional acentuación pragmática del protagonismo, o el ejercicio complejo que llega hasta sí mismo, o la simple solicitud de curiosidades: todas ellas operaciones confiadas al capricho (o incluso a la flojera) del propio docente. Pero es probable que la historia que posee un estatuto analítico podría llegar a constituir el nuevo referente idóneo para una verdadera refundación de la didáctica. Y esto vale también para la sociedad contemporánea, en donde la retórica se convierte en complicidad (es decir, en estupidez y en provecho oportunista).

dio fundadas sobre el análisis de los microepisodio las biografías ilustrativas, o también las "historias de vida". Un episodio singular de alguna crónica puede también proveer elementos para la determinación de las estructuras de una sociedad: lo que equivale a decir que lo repetitivo, es decir la estructura, no está determinada por las matemáticas y por el número, ya que normalmente estos últimos se apoyan sobre elementos que son ajenos a los procesos de relación. Y en este sentido, hace falta redescubrir toda la utilidad de las fuentescualitativo-narrativas,es d

La elección de la escala del microanálisis está determinada justamente en función del sujeto analítico propuesto, es decir, de las relaciones interpersonales: y esto vale tanto para los grupos sociales como para la comunidad. La opción por esta última, que constituye el nexo de correspondencia entre agregado social y espacio, ha sido elegida en función de una más completa reconstrucción de las estructuras de dependencia internas, aunque reconozca que se mantienen en pie para este fin también la relevancia crucial de los roles de mediación con la sociedad externa. Y aquí la fidelidad al contexto tiene un significado heurístico preciso: ante todo para los fines de la reconstrucción de la estructura social en términos dinámicos, que postula un sistema de roles y de roles innovadores permitiendo así estudiar concretamente el cambio social.

La propuesta del microanálisis histórico tiene aquí, claramente, un sentido provocador, o por lo menos, como se ha visto, En segundo lugar está el análisis de la un cierto efecto de provocación. Observe- estructura política, que se encuentra vinmos, además, que está ya en marcha un culada a una compleja relación constituida cierto movimiento de convergencia de dis- por sentimientos de identidad colectiva, por tintas aproximaciones hacia este nivel mi- símbolos de prestigio, por ciertas cargas cro: cito, por ejemplo, el reciente boom de encubiertas, por grupos formales e inforla historia de la familia, o el modelo de una males de gestión del universitas y de la cohistoria social concebida comoprosopografía o las de técnicas de estumunidad, porgeneralizada, alianzas a partir vínculos de parentesco y familiares, a partir del ele-

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mento primario de la instalación de la población. En tercer lugar, se ubican las transacciones económicas, que involucran servicios y bienes y que presuponen, igual que las otras relaciones, continuidades, fracturas, o compensaciones en el tiempo. La proyección sobre estas relaciones económicas del modelo mercantil (demanda/oferta=precio) supone un procedimiento de abstracción que se construye de acuerdo a tres prospectivas ficticias: 1) la ficción de que se trata de una situación temporalmente determinada; 2) la ficción de que la transacción es el resultado de una confrontación específica; 3) la ficción de que tal confrontación no tiene determinaciones espaciales. Partamos de la hipótesis de que la transacción tiene por objeto un bien producido, planteándose así el problema de una relación entre productor y comerciante: entonces es claro que la nes entre débito y crédito, etcétera, amplían estas transacciones hacia una dimensión mayor que es la del tiempo medio, como también es claro, por otra parte, que la razón del cambio está en función de esta profundidad de esas mismas transacciones, en una circunstancia en la que no están presentes alternativas importantes de otras opciones fuera del área social de este mismo intercambio. Y es por todos estos elementos que esta evidencia de una transacción asume un significado revelador del conjunto de la estructura social, entendida esta última no por casualidad también como una pirámide de rentas. En cuarto lugar, está también la cultura. La continuidad o la renovación de las formas expresivas colectivas plantean ciertamente un problema porque se trata de comprender sus significados, pero el problema central es el de la función del fenómeno expresivo y por lo tanto de su significado

sociocultural contextual: sólo de este modo podemos captarlo como una orientación de valores. Naturalmente, tal expresividad no es solamente palabras, o gestos, o ritos, es también acciones sociales, violencias colectivas, formas de organización. Ciertamente, la importancia de estas temáticas no se refiere solamente al ámbito de los estudios del Antiguo Régimen. El significado de estas temáticas se encuentra de hecho en un coherente proceso que replantea al propio sujeto histórico: un nuevo sujeto histórico que si no es siempre la comunidad (que puede ser una comunidad de productores industriales-textiles, o de mineros, etcétera.), sí lo es ciertamente el grupo social —grupo social en el que se trata siempre de un tejido de relaciones interpersonales insertas en contextos sociales más amplios. preventa, la ventadicho vinculada, compensacio Y todo lo que hemos sobre lalastran-

sacción de un bien producido vale también para la mercancía-trabajo. ¿Diremos acaso que el precio/salario está fijado por la demanda/oferta de trabajo? Es cierto que no puede ser ni probado ni tampoco negado que el elemento de una elecciónvoluntar nación del nivel del salario. Por lo demás, demanda y oferta se confrontan en una red de relaciones interpersonales: de una parte, formas diversas de delegación y de subarrendamiento a terceros; de la otra, los mecanismos muy humanos de la inmigración y de la admisión, más o menos ligados entre sí. Y todo esto crea la oportunidad de la intermediación, que es un tema inesperado. El proletario es, por un lado, también un trabajador deslocalizado, y esto le ofrece la opción de encontrar una continuidad referida a su ambiente de trabajo, especialmente a la fábrica, que le otorga entonces la ocasión para una socialización específica, sea en el nivel del

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grupo de calificación, sea en el nivel de agregados más amplios. Formalmente tenemos siempre varias relaciones entre personas que debemos reconstruir, tanto en sentido vertical como horizontal, lo que equivale a realizar un análisis dinámico de la estructura social. Mucho más que una teoría general de las clases sociales, el historiador lo que debe intentar verificar es una teoría de los grupos sociales. Los modelos que se le presentan para esta última tarea son altamente formales: y esto precisamente para permitirle aquel amplio encuadramiento del conjunto de las evidencias empíricas (etnológicas) necesarias para ser capaz de llevar a cabo las necesarias construcciones morfológicas. No es una casualidad que una de las propuestas de historia social más sugestivas y discutidas, haya sido y continúa siendo aquella que se refiere a las relaciones entre grupo familiar (o grupo de residencia) y grupo de trabajo, sea referidas a una situación regional de protoindustrialización, o sea, sobre todo, con referencia a la situación de la industrialización. Ya que, en efecto, el estudio de los grupos sociales implica el análisis complementario de su propia cultura. Y respecto de este punto, es posible observar un singular paralelo entre el uso de la categoría de mercado de trabajo y el uso de la categoría de conciencia de clase, en el sentido de que su simple evocación parecería agotar los objetivos de la investigación, es decir, bloquear toda ulterior exploración analítica: una circunstancia que resulta asombrosa si se considera que, a la luz de un buen sentido de las cosas, no es pensable la atribución de una calificación tan típicamente cultural como es la de la "conciencia de clase" fuera de

un estudio de los comportamientos, comportamientos que a su vez sólo pueden ser derivados de la presencia realmente actuante de ciertos valores sociales. No por casualidad emerge entonces este problema histórico de la cultura, tan difícil para nuestro historiador contemporaneista, que se encuentra gobernado solamente por una suerte de deseo de etiquetarlo todo, sólo un poco más sofisticada que la que padece también el político, el que sin e m b a r g o vale la pena recordar que se dedica a otro oficio: de donde, por lo tanto, ese necesario ajustamiento del que deriva el alud de hablar todo el tiempo de una cierta "diferencia" y también la evasiva referencia a la complejidad de las situaciones —que aparecen tan vaga y tan metafísicamente "complejas", precisamente porque no han sido verdaderamente consideradas de una manera analítica. Mercado, Estado, clase, conciencia de clase... estas son las categorías de la macrohistoria cuya lla de la explicación "en última instancia" o "fundamental" —lo que vale como una suerte de traducción, no demasiado disimulada, de una previa elección en términos de la asunción de una cierta jerarquía de lo que es importante. De hecho, aún si admitimos una función comprehensiva del mercado, eso no justifica el determinismo derivado a partir de este reconocimiento: la acción social, igual que la acción individual, comporta siempre una elección optativa en el ámbito de alternativas limitadas, elecciones que constituyen "la fábrica de la realidad social y psicológica del hombre". Y de esta fábrica, el mercado no es más que un sólo componente. Ésta me parece la perspectiva de una coherente inmanen-

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da de una posible coherencia fuerte de una metodología general para la historia social. E insistamos en la hipótesis de que los resultados de la microhistoria podrían llegar a representar algo muy cercano de aquel Algo que normalmente se objeta almicroanálisishistórico es que no se puede modelo de didáctica-laboratorio que estaexplicar el comportamiento de un grupo mos tratando de alcanzar. El elemento-guía aislándolo. Pero debemos recordar que la es la referencia a un cuadro social global, reivindicación del microanálisis parte, juscuyo tratamiento implica elaboraciones teótamente, de la necesidad de hacer frente a ricas formalizadas, junto a la construcción la tendencia triunfante, que se inclina a de cuadros morfológicos, y también a la explicar el comportamiento de los grupos síntesis entre la lógica histórica y la atensociales ignorándolos. La hipótesis alternación al individuo y al episodio. tiva es, precisamente, la de una reconstruc¿Quién nos dice que la mente del adoción de las configuraciones de la sociedad lescente y del joven (e incluso del adulto) global a partir de la unidad del grupo-coestá satisfecha, o que más bien se vería esmunidad, es decir, a partir de la reconstimulada a partir de las síntesis interpretatrucción analítica de experiencias colectitivas periódicamente revisadas, las que más vas: los intermediarios mismos se configubien deberían de enriquecer la conciencia ran como grupos sociales y, bajo el perfil histórica y ciudadana (la aproximación es politológico, la clase dirigente se presenta común) del alumno? ¿Y por qué no? como una composición y recomposición Lo que realmente es importante en térde diversos grupos. minos del sentido histórico, es la concienUna nueva prueba de los daños de la cia de las dimensiones socioculturales que ortodoxia historiográfica la reencontramos son diversas respecto de la cultura social en en la emergencia de las temáticas "anexas", la cual nosotros vivimos: reencuentros poconcebidas como un conjunto de elemen- sibles para ponderar un poco más a fondo tos que se encuentran temporalmente fue- la especificidad del presente. Y este es, en mi ra de las síntesis (y que por lo tanto, ten- opinión, el sentido profundo de una converdrían que ser posteriormente asimilados o gencia entre formación histórica y formación reintegrados). Así, por ejemplo, el tema de antropológica. Todo esto me parece sobrio y lo "privado" repercute dentro de toda la sensato. Y es todavía indicativo del univerhistoriografía: la vida cotidiana, la menta- so mental de algunos historiadores contemlidad, las mujeres... otros tantos campos poraneistas que la historia social se haya de especialización, que sería necesario re- conectado con el tema de la Autonomía: lo mitir de cualquier modo al f u n d a m e n t o que, viendo más de cerca las cosas, vale común del contexto sociocultural. Y es a también como una feliz e inesperada coneste último espacio de referencia, al con- firmación de mi propio diagnóstico. texto, que responde justamente la hipótesis de principio sobre la unidad sociocultural que es el grupo-comunidad. eia, aquella que es capaz de resolver la señalada ambigüedad de algunas categorías interpretativas, como por ejemplo la de la "adaptación".

En este sentido, el reclamo de un microanálisis histórico es válido como la medi-

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UN PROBLEMA DE ESCALA *

1.

mos e n t r e investigación i d e o g r á e investigación nomotética. puede un historiadorfica estudiar y describirEnsistemas degr una investigación ideográfica, el la situación concreta de la gente real y de objetivo es el de establecer como su vida; o viceversa, cómo puede describir aceptables ciertas proposiciones las acciones de una persona y su concepp a r t i c u l a r e s o actuales. Mientras ción limitada y centrada sobre el ego, pero que una investigación nomotética tiene, por el contrario, el objetivo sin perder de vista las realidades globales de llegar a proposiciones g e n e r a que pesan en torno de esa misma persona? les aceptables" (Radcliffe-Brown, Es un problema antiguo, que ha contribui1977, pp. 11-12). do de una manera determinante a mantener indefinido el estatuto científico del ofiOtros, en el extremo opuesto, tienden a cio de historiador. E incluso, la imagen considerar a la historia como una disciplimisma que en el exterior se tiene de nues- na incapaz de contener en sí, de explicar y tro trabajo, aparece como algo contradic- de contar, las vicisitudes individuales; dado torio. Algunos científicos sociales tienden que lo irrepetible no tendría leyes: a considerar a la historia como si ella fuese "La ciencia histórica nos deja en consustancialmente incapaz de teoría, y por la incertidumbre r e s p e c t o de los lo tanto, de generalizaciones: individuos. Esta ciencia revela s o lamente en qué puntos esos individuos estaban en relación con las "La diferencia entre el estudio hisacciones generales... en cambio el tórico de las instituciones s o c i a arte se coloca en el extremo opuesles y su estudio teórico, puede ser to de esas ideas generales, porque fácilmente observada si distinguiél no describe más que lo indivi-

¿Cómo

* Este ensayo de Giovanni Levi fue publicado originalmente en italiano en el libro Dieci interventi sulla Storia Sociale, Ed. Rosenberg & Sellier, Turin, 1981, pp. 75-81. Se trata de uno de los textos más importantes desde el punto de vista metodológico de la propuesta microhistórica italiana. Sin embargo no ha suscitado el interés que ameritaría entre los especialistas dedicados a estos problemas. Contrahistorias lo rescata para sus lectores. La traducción del italiano al español es de Carlos Antonio Aguirre Rojas.

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dual, no desea más que lo único. El arte no clasifica; más bien d e s clasifica" (Schwob, 1972, p. 13). No quiero, ciertamente, ilustrar la historia nunca resuelta de un problema como éste, sino más bien avanzar algunas reflexiones sobre el problema de la dimensión, de la definición de un área oportuna como objeto de estudio, que sea capaz de asumir el problema de la escala de los fenómenos como algo relevante. Me ha causado mucha sorpresa, en estos últimos tiempos, la hostilidad con la cual los historiadores italianos han acogido la aproximación microanalítica: la presunta petulancia de la microhistoria ha sido interpretada, demasiado fácilmente, como si ella representara sólo un interés renovado por ciertos contenidos cotidianos e impalpables, y ello en contra de un modo de hacer historiográfico tradicional, que estaría más bien atento a los grandes cambios y a los grandes acontecimientos. Mientras que, de lo que aquí se trata en realidad no es de la relevancia que tienen los objetos que se estudian, sino más bien del modo en que esos objetos son insertados en su propio contexto: la fragilidad de los mecanismos causales que los historiadores utilizan se encuentra ligada al hecho de que sus investigaciones se desarrollan "a partir del nombre del asesino", y también de que las causas se convierten en un campo de opinión que no puede tener verificación alguna, porque los hechos permanecen siempre iguales, como algo que es indiferente a las premisas, a los orígenes, e incluso a esas mismas causas descritas. Y es dentro de esta misma lógica, creo, que para nosotros los historiadores ha sido fácil llevar a cabo una asimilación superficial de los instrumentos de las otras ciencias socia-

les. Y también es por esta vía que los conceptos macrosociológicos se han instalado, sin modificarse para nada, dentro de nuestra manera de explicar las cosas: la verificación era, desde este punto de vista, imposible, si en cada experimento las consecuencias estaban ya incluidas en el propio punto de partida.

2. Aquello que tal vez ha sido más olvidado y más dejado de lado es el mundo de las relaciones interpersonales, las que pueden contribuir a definir el conjunto de las estructuras y la realidad en la cual los acontecimientos externos e internos i r r u m p e n : cada caso concreto dará una respuesta diferente, incluso en el largo plazo, respuesta que será comprensible sólo si hemos definido de una manera no mecánica y no externa a ese contexto. Para dar un ejemplo: estamos habituados a considerar generalmente como válido el modelo de Marx de la transición del feudalismo al capitalismo. La lenta fase de la acumulación primitiva, la expropiación de los pequeños productores, la aparición de un empresario capitalista que sustituye al gran propietario feudal. Pero existen, o b v i a m e n t e , diferencias nacionales o regionales. Y me parece que actualmente se puede ir un poco más allá: es decir, que ahora se puede medir más sutilmente el efecto de un proceso ampliamente difundido, que por sí mismo y asumido como un fenómeno general, no explica la variedad local de los comportamientos políticos sucesivos. De este modo, estudiando el fracaso de un empresario capitalista, que ha sido poco atento al tema de la solidez cultural y política de la organización social clientelar de una comunidad piamontesa del siglo XVIII

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(la comunidad de Felizzano), he tratado de demostrar la relevancia de un microanálisis sociales comunitarias: con lo cual era posible explicar, entonces, tanto el fracaso de un empresario que no había sabido insertarse coherentemente en el tejido social local, como también las consecuencias de ciertas actitudes políticas de larga duración (como la del voto conservador, en una zona

que asumiese centralel las redes de 3. Si nocomo se afronta problema la dimensión que es adecuada para examinar los fenómenos históricos, se tiende a caer en mecanismos automáticos de explicación basados sobre dos premisas que no son neutras: la primera es que las situaciones locales, o las situaciones personales, no son más que el reflejo —por lo que se refiere a aquello que es realmente relevante— del nivel "macro", y que, por lo tanto, esas situaciones sólo pueden ser utilizadas por lo que ellas poseen de general, o también solamente como ejemplos, y ello sólo a falta de una explicación mejor. La segunda premisa es que existe un orden de relevancia que asume como indiscutibles dicotomías del tipo: ciudad-campo, civilizado-primitivo, culto-ignorante, en las cuales el primer término tiene siempre un predominio sobre el segundo, que deriva para ese p r i m e r t é r m i n o de su conexión con el progreso y con el sentido de la historia.

económica homogénea que sin embargo estaba normalmente orientada hacia la izquierda), inducidas en parte también por la victoria remota de la nobleza local, que aquí sustituye ai señor feudal pero que impide la transformación capitalista de las relaciones sociales. Aunque es cierto que explicaciones de este tipo, no tienen tanto la función de Es un cuadro que tiende a no darle la esclarecer el nacimiento asfixiante del ca- debida atención a la debilidad de los sispitalismo en los campos italianos, ni pre- temas de poder, porque descuida la fuertenden tampoco proponerse comogeneralizables. En cambio, aquello que si za de las respuestas y de las inercias, y es generalizable es el uso de ejemplos como también las modificaciones que son inestos, porque ponen en el centro de la troducidas en los compromisos elegidos observación problemas antes descuida- que cada situación individual lleva a cabo dos, y porque permiten mostrar como la sobre las prescripciones que provienen aparente uniformidad de las comunida- de aquellos que dominan. Resulta así osdes del Antiguo Régimen, y el aparente curecido, a veces, el significado mismo carácter mecánico de la transformación del ejercicio del poder en la sociedad que capitalista, ocultan una extraordinaria estamos estudiando. variedad de formas, llenas de consecuenLa consideración de la pequeña escala cias, y en las cuales las ya mencionadas se propone, entonces, como un modo de redes de relaciones interpersonales tie- captar el funcionamiento real de mecanen una importante fuerza explicativa. nismos que, en un nivel "macro", dejan demasiadas cosas sin explicar. Y la insu-

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ficiencia de esas explicaciones se puede comprobar en los debates sin salida que, continuamente, nos involucran a todos: el consenso popular de apoyo al fascismo; una clase obrera que ha asimilado la cultura de la burguesía victoriana; un m u n d o campesino arcaico que debe desaparecer frente al progreso, y temas por el estilo. La escala está aquí evidentemente equivocada, porque no puede dar respuestas sino hasta el momento en el que sea capaz de calar en una situación concreta, tal vez no generalizable, pero que de cualquier manera sea capaz de permitir la elaboración de un instrumental conceptual menos burdo que aquel que ha sido construido sobre los agregados demasiado indefinidos anteriores. Así, no me parece suficiente, por citar un ejemplo, el hecho de considerar como significativa del conflicto político, durante la época fascista, tan sólo a la lucha abierta: este punto de vista tiende a oscurecer una dimensión que actualmente ha sido asumida, y que se encuentra muy difundida en muchas partes de la historiografía del movimiento obrero americano, es decir, que la medida de la adaptación de la clase obrera a los imperativos políticos y económicos debe medirse, ante todo, "a partir de las dificultades que los capitalistas encuentran en el proceso de imponer a sus obreros las decisiones que no han recibido la sanción de la colectividad" (Gutman, 1979, p. 21). El efecto de esta perspectiva, es el de trasladar el p u n t o de observación hacia las transformaciones que debe sufrir el sistema de poder para convertirse, por lo menos, en algo soportable. Un punto de vista que permanece oscurecido cada vez que se asume, de manera simplista, que las directivas solamente van desde lo alto hacia lo bajo, y que la única respuesta

de importancia es la del rechazo abierto y total. Y es del mismo tipo, si bien encubierta burdamente, y se resuelve en una abierta apología del poder, cada afirmación acerca de la total autonomía cultural de las clases populares, una autonomía concebida sin puertas y sin ventanas, sin relaciones, y por lo tanto incapaz de modificar la realidad y solamente de rechazarla (un ejemplo paradójico reciente se encuentra en Cappelli-di Leo, 1981). Esto, obviamente, es tanto más verdadero conforme más se va hacia atrás en el tiempo. Visto desde lo alto, el campo y la ciudad del Antiguo Régimen parecen inmóviles, homogéneos, incapaces de influir sobre los cambios sociales, los que así aparecen siempre como propuestos en calidad de modernizaciones que provienen desde el exterior: la gran tradición encarna y modifica, incontaminada, a la pequeña tradición.

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. Pero el problema no estásolamenteaquí: impuestas por el historiador, a través de conceptos externos válidos para todos los usos, no elimina el problema de salir también de una visión estructural-funcionalista demasiado rígida, que tamiza las vicisitudes individuales, todas ellas en cierto modo "desviadas" respecto de las regularidades buscadas. Frecuentemente se ha descrito el m u n d o popular del Antiguo Régimen como oscuramente gobernado por los poderes fuertes y absolutos de la biología, de la subsistencia, de las instituciones: toda elección parecería estar aquí excluida. Pero desmontar en sus elementos componentes el mundo normativo, nos libera del errado y torvo sentido de necesidad que, no sólo las visiones ge-

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nerales, sino incluso también algunas investigaciones microanalíticas, nos han frecuentemente sugerido. La hipótesis es entonces ésta: ciertamente existen reglas y normas vinculantes; pero se trata de una selva de reglas y de normas que son contradictorias entre sí, que se plantean más bien como un cuadro elástico que exige estrategias y elecciones continuas, personales, de grupo, colectivas. El problema para el historiador no es el de negar la verdad de los mecanismos descubiertos, sino más bien el de insertarlos en el contexto — u n a vez más— de una red menos constrictiva que aquella que nuestro sentido común, proclive a resolver los problemas del pasado con el passe-partout del progreso, nos permite pensar: debemos tal vez disminuir el peso que el pasado tiene en la simplificación apologética de la a c e p t a c i ó n del p r e s e n t e . Nuestros antepasados escogían, luchaban, cambiaban el m u n d o , dentro de los intersticios aún muy amplios del conjunto incoherente de normas que la naturaleza, el poder y las instituciones les imponían ambiguamente. Y aquí nacían infinitas estrategias de defensa y de ataque, cuya importancia histórica no puede captarse si no partimos de la asunción de este punto de vista como algo central: no es una lucha en contra del progreso la lucha de la resistencia campesina a la introducción del cultivo del maíz, introducción que trastornaba los ordenamientos productivos y sociales del campo, en favor de un equilibrio que sin duda multiplicaba las posibilidades alimenticias, pero que al mismo tiempo favorecía el aumento de la explotación y la enfermedad de la pelagra. Y no son carentes de una importancia car-

gada de consecuencias futuras, las estrategias clientelares con las cuales los grupos sociales resolvían o afrontaban sus pequeñas y locales relaciones con el Estado: el optimismo con el cual se ha atribuido, de manera moralista, el calificativo de atrasado a cada tipo de organización, de grupo, y de elección de líderes que no coincidiese con el tipo institucional propuesto por los sistemas políticos generales de la sociedad compleja, ha oscurecido la comprensión de los conflictos, de las elecciones políticas, y de las

formas sociales que frecuentemente han sido la base sobre la cual las Instituciones y los Poderes han debido poner a prueba y modificar su propio sistema de normas. Poderes que son intermedios entre el Estado y la comunidad local, poseen todavía un cierto halo de misterio que no ha sido sometido al proceso de su verificación microanalítica: la Mafia y la Democracia Cristiana, la burocracia de Partido y su clientela, las Asociaciones religiosas y los grupos locales, encuentran su explicación, precisamente, en la relación que une la socialidad de la aldea, del barrio, o del grupo, con el remoto poder central del Estado moderno.

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. Naturalmente no cualquiermicroanálisises explica se plantea es la que nos reenvía hacia una

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correcta dimensión del punto de aplicación de la investigación: mecanismos de mercado que trastornan ordenes sociales y productivos en el campo, por ejemplo, deben ser descritos, preliminarmente, en su dimensión mucho más amplia de una familia, de una comunidad, o de una región. Pero el problema permanece: cualquier fenómeno tiene un cierto impacto sobre los mecanismos sociales, impacto que no solamente puede modificar los efectos de esos mecanismos, sino que también, reclama para ser adecuadamente comprendido, de la verificación local de sus significados, de las resistencias y de las respuestas. Esto me parece evidente en todos los aspectos que tienen que ver con la historia de las instituciones: no es suficiente ciertamente describir las leyes y las normas que las definen. Porque su funcionamiento concreto y su modificación son el resultado de un conjunto de elementos entrelazados que es necesario reconstruir, y que incluyen respuestas locales, modos de aplicación, y consecuencias directas e indirectas. De aquí deriva una consecuencia importante que es relativa al modo en que se comunica la investigación. La atención que la escala reducida, elegida por la microhistoria, pone sobre el contexto y sobre la acción simultánea de los varios sistemas institucionales y normativos, me parece que permite una más abierta comprensibilidad de las reglas del juego que sigue el historiador: en cierta forma, los acontecimientos se desarrollan como si sucedieran en un laboratorio, en el cual los elementos individuales están siendo recompuestos, asumiendo una relevancia cuya jerarquía no está definida de manera apriorística, fuera de la propia escena. Y no se trata obviamente de reivindicar una forma de comunicación inmedia-

ta, intuitiva o no controlada: se trata más bien de lo opuesto, y no debe haber respecto de este p u n t o n i n g ú n equívoco, entre un p r o c e d i m i e n t o de este tipo y ciertas simplificaciones de la exposición y de la narración de las cuales se ha estado hablando mucho recientemente. Muchos de los caminos que hoy son recorridos por la historia social son el fruto de las presiones que ejercen, sobre el trabajo del historiador, ciertas novedades c o n e c t a d a s con la crisis de los modos tradicionales de hacer política, o también de aquello que ha sido definido como la aparición de nuevos grupos sociales, los que han propuesto temas nuevos y nuevos problemas. La historia oral es una de estas soluciones provisionales: dos motivos — c r e o — están en la base de su éxito incontrolado. El primero era la posibilidad de introducir, casi físicamente en la investigación, las voces de los protagonistas, su visión del m u n d o , la diversa jerarquía de las cosas que eran importantes de contar y de recordar. Los documentos, convertidos ahora en documentos vivos, comunicaban no solamente los contenidos, sino también las respuestas y las valoraciones. El segundo motivo era resultado de la confusa sensación de que la escritura de la historia, hasta este momento, se había planteado con muy poca atención el problema de la comunicación con el lector. El consumidor de historia parecía que podía cambiar, tan sólo por la posibilidad inmediata de comprensión que un narrador vivo daba, a un lector que era extraño a la habitual corporación de los lectores profesionales. Y es así que se ha hablado muchas veces, discutiblemente, de una democratización de la historia. En realidad todo esto ha creado muchos equívocos: la capacidad emotiva de

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interesar ha sustituido r á p i d a m e n t e al que ha sido recolectado, y de cuál es el trabajo de interpretación, y la responsa- camino, siempre ampliamente ambiguo bilidad del historiador ha sido encubier- y alusivo, para lograr instaurar un puenta detrás de la pasiva función de recolec- te entre el discurso del historiador y la tor de la memoria. c o m p r e n s i ó n del lector. También aquí Aunque es ciertamente esencial la apor- creo que debe verse una de las propuestación de las fuentes orales al conocimien- tas significativas de la microhistoria: dado que esta última ha abanto de los grupos humadonado la ilusión de que nos, y también de las clalas generalizaciones no ses sociales poco docuplantean problemas de mentadas en las fuentes imprecisión y de malos escritas. Pero el mejor entendidos, la microhisuso que se ha hecho hastoria escoge en cambio, ta hoy de estas fuentes v o l u n t a r i a m e n t e , una orales, me parece que es comunicación de tipo el relativo al m o d o de analógico, que no concontar y de construir la cibe al lector como un memoria, y al modo de pasivo receptor de menseleccionar los hechos sisajes definitivos, sino guiendo un cierto orden que lo imagina como alcultural de importancia, guien activamente capaz m u c h o más que el uso de leer los significados como documentación facredundantes del cuadro tual, salvo para el caso de narrado, para confronciertos aspectos muy estar, incluso a veces en p e c í f i c o s ( c o m o en el sentido contrario, otras situaciones, las caso de las técnicas agrícolas o artesanales), o también para el caso deen aquellas relaciones interpersonales que no han cuales no las respuestas, sino más bien dejado ninguna otra traza o indicio do- los problemas y los conceptos interpretacumental. Pero el problema de la comu- tivos puedan ser también aplicables. nicación con el lector debe plantearse en El descubrimiento de nuevas fuentes términos muy diferentes respecto a todo que permanecieron durante mucho tiemlo que en general se ha hecho hasta hoy, po descuidadas, y que van desde la cultuy no sólo si se consideran los siglos pasara oral hasta la fotografía, desde las cardos, en los cuales los testimonios orales tas privadas hasta los procesos criminano pueden ser reconstruidos por el inles, p r o p o n e n entonces una comunicavestigador, sino que deben fundarse soción de la investigación que muestre no bre fragmentos que son utilizables solael rígido funcionamiento de un sistema mente a partir de una muy sólida malla de normas, sino más bien el proceso coninterpretativa. creto de adaptación de las normas a los f u n c i o n a m i e n t o s reales. De este m o d o , Más allá del problema de la relación las historias personales no son ya concedel historiador con sus fuentes, existe el bidas como patologías desviadas de un problema de cómo presentar el material mecanismo teórico, sino más bien como

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la ocasión concreta de medir el peso y la a m p l i t u d de los espacios que se abren entre esas reglas (del individuo, de la familia, del grupo, de la iglesia, del poder político, de la moral) que se encuentran en conflicto entre sí: y es a partir de estos fragmentos, que se vuelven realmen-

te comprensibles los procesos de cambio, procesos que las generalizaciones dan hoy y demasiado frecuentemente por sentados como simple premisa y como simple conclusión, introduciendo en la historia no la explicación, sino más bien la simple tautología.

OBRAS CITADAS O . CAPELLI-R. DI L E O ,

Letture dei fatti polacchi. Lech Walesa e Alexei Stachanov. en "Laboratorio Político", I, 1981, pp. 171-180. H . G . GUTMAN,

Lavoro, cultura e società in America nel secolo dell'industrializzazione 1815-1919, Bari, De Donato, 1979. A . KUPER (ED. ) ,

The Social Anthropology of Radcliffe-Brown, Londres, 1977. M. Schwob, Vite immaginarie, Milán, 1978.

ENCRUCIJADAS ACTUALES del NEOZAPATISMO

MEXICANO.

diez años del 1 de enero de

Adiezañosdesuapariciónpública,y a veinte que es y de lo que ha representado el Ejército Zapatista de Liberación Nacional han terminado por definirse de una manera mucho más clara y nítida, no sólo para el conjunto del pueblo mexicano, sino también para todo ese vasto sector de la comunidad internacional que sigue con atención y simpatía el decurso de este mismo movimiento. Pues hoy, es ya muy claro que dicho movimiento neozapatista es, en su esencia más profunda, un amplio movimiento social antisistémico y anticapitalista, de composición social mayoritariamente indígena, que lucha frontalmente en contra de los efectos del neoliberalismo y de la así llamada "globalización", en México y en todo el mundo, al mismo tiempo que reivindica la real vigencia de los valores de la libertad, la justicia social y la democracia, aunque entendidas estas últimas no bajo la limitada forma tradicional y formal todavía imperantes, sino en sus modalidades más radicales y genuinamente alternativas. Porque lejos de ser una "pequeña guerrilla", con presencia en sólo "cuatro mu-

1994.

nicipios" del Estado de Chiapas, y que habría "aprovechado" los medios del Internet años existencia general, y dedela sucomunicación modernaenpara "so- los v bredimensionar" su propia fuerza e importancia, (versión oficial, en un tiempo sostenida por el gobierno mexicano, y apuntalada por algunos de sus "intelectuales" orgánicos), el movimiento del EZLN está más bien constituido, a través de su vasta pirámide de combatientes, milicianos y bases de apoyo, por varias decenas de miles de personas, que abarcan a comunidades enteras, y que están presentes, físicamente, en casi la mitad de los territorios del Estado de Chiapas en México. Aunque ello, sin contar a los miles, decenas de miles, centenas de miles y hasta millones de personas que, en muy diversos grados pero de una manera clara e inequívoca, simpatizan muy abiertamente con este movimiento social de los rebeldes indígenas mexicanos, en México, en América Latina y en todo el mundo. Un movimiento que además, si bien lucha por la reivindicación de los derechos indígenas, y por la defensa de su cultura y de su autonomía —expresadas en su ya célebre lema de que no quieren "nunca más

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un Mexico sin nosotros", los indígenas—, pelea igualmente y desde su propia y saludable irrupción pública, por las demandas sociales y por los derechos económicos básicos más elementales que hoy defienden, en toda América Latina y en todo el mundo, las vastas clases populares golpeadas en todo el planeta por los desastrosos efectos de las políticas económicas neoliberales: el derecho al trabajo y al pleno empleo, la defensa de la propiedad de la tierra para el que la trabaja, el derecho de una vivienda digna y aceptable, el derecho a servicios completos integrales y adecuados de salud, así como el derecho a una educación de calidad y acorde a las circunstancias históricas en que ahora vivimos.

este movimiento indígena chiapaneco en un claro movimiento antisistémico y anticapitalista. Un movimiento social antisistémico, de hondas raíces históricas y con una indudable presencia local, nacional, latinoamericana y mundial, que hoy, a diez años de su conversión en un movimiento predominantemente civil y pacífico, enfrenta varias encrucijadas importantes, derivadas justamente de esa múltiple presencia social recién mencionada. Repasemos brevemente dichas posibles encrucijadas.

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Lejos de las falsas promesas de cambio y Y junto a ello, también pelea este movi- de solución del gobierno federal de Vicenmiento indígena neozapatista por ciertas te Fox, y también del gobierno estatal de demandas sociales y políticas, igualmente Pablo Salazar, que en tres años no han heuniversales e igualmente válidas para las cla- cho nada importante para resolver las causes populares de todo el mundo, que lu- sas del conflicto chiapaneco, el movimienchan por una verdadera implementación y to neozapatista se ha afirmado claramente, vigencia de la democracia, entendida como en primer lugar y en ese nivel local de las democracia social y no sólo política —es realidades del Estado de Chiapas, como un decir como una democracia que debería actor fundamental e imprescindible de los estar basada en el principio de "mandar obe- destinos actuales y futuros de ese mismo deciendo", y no en la lógica de la búsqueda universo local y regional del sureste mexiy el cultivo del poder por el poder mismo—, cano. así Pero comosi por esta larelevancia conquistalocal de una del EZLN libertad radical expresada en todos los ámbitos de es algo ahora obvio, quizá es menos claro la vida social —desde el derecho a la diver- el hecho de que, con su reciente iniciativa sidad cultural en todas sus formas, hasta de fundación de los 'Caracoles' y de las "Jununa verdadera y completa libertad de ex- tas de Buen Gobierno" que los acompañan, presión, apoyada por ejemplo en una real los neozapatistas están creando, en ese misvigencia del derecho a la información ve- mo nivel de sus realidades espaciales más raz—, y por una real justicia, no sesgada inmediatas, varios espacios que, por la vía por intereses económicos y políticos de del ejemplo, pueden lograr mostrarle y decualquier tipo. mostrarle a la mayoría de los campesinos indígenas chiapanecos todavía no ZapatisDemandas y derechos sociales, econó- tas, tanto la justeza y legitimidad de la lumicos y políticos, que al ser imposibles de cha zapatista, como también, la verdadera cumplir por los gobiernos neoliberales y riqueza y posibilidades futuras de la altercapitalistas actuales de México, de Améri- nativa social propuesta por estos mismos ca Latina y de todo el mundo, convierten a indígenas del EZLN.

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Porque al crear estas células locales de los Caracoles Zapatistas, en donde rige el autogobierno realmente democrático de las c o m u n i d a d e s , y en d o n d e comienzan a impulsarse desde una educación crítica y m u c h o más avanzada de los niños y los adultos, hasta proyectos de innovación tecnológica que i n c r e m e n t a n considerablemente la productividad de la tierra, junto a servicios de salud que por primera vez en toda la historia de Chiapas son servicios d e c e n t e s y adecuados, y a una justicia racional que intenta dirimir y resolver los conflictos por medio del diálogo y el debate, al crear estas células de verdadero "buen gobierno y autogobierno", los neozapatistas apuestan sin duda a "predicar por medio del ejemplo", mostrándole a los otros campesinos chiapanecos, lo mismo que al pueblo mexicano y a las clases populares de todo el mundo, cual es la única vía actual para tratar de enfrentar con éxito a los gobiernos capitalistas y neoliberales. Es decir, la vía de la cohesión y autoorganización sólida de las propias masas, la de la construcción y salvaguarda de nuevos y sólidos espacios propios y autónomos de existencia y de expresión de esas mismas clases populares, la de la clara reivindicación de una lógica en la que, frente al "desgobierno" y a la crisis generalizada de los Estados y de los gobiernos de todo tipo, al margen de la política tradicional y de los políticos tradicionales de derecha, de centro o de izquierda, los movimientos sociales de nuevo tipo se organizan como fuerzas sociales conscientes y autónomas, capaces de imponerle en la práctica y de manera cotidiana a esa misma clase política desgastada y en crisis, los intereses y las de-

mandas más fundamentales de esos mismos movimientos, fuerzas y clases sociales subalternos. Porque es muy probable que hoy, en estos inicios del año de 2004, el mejor lugar que existe en Chiapas para vivir y para trabajar, sean precisamente estos 'Caracoles' Zapatistas, en d o n d e no sólo se vive y se ejerce una verdadera democracia, una enorme libertad en general y u n a m u y aceptable justicia, sino d o n d e se respiran t a m b i é n los extraordinarios aires de la iniciativa y de la creatividad populares, ¡unto a la reivindicación cotidiana del orgullo y de la dignidad de una actitud y una postura globales que son p r o f u n d a m e n t e rebeldes y radicalmente autónomas. Pero, c o m o es bien sabido, estos nuevos Caracoles Zapatistas se ubican dentro de una realidad local chiapaneca de un Estado que, durante décadas y siglos, se ha caracterizado no sólo por la existencia y reproducción sistemáticas de un racismo tenaz y desembozado, sino también por la persistencia de añejas divisiones y fricciones importantes de origen y carácter religioso. A lo cual se agregan en los últimos años, los enconos políticos artificialmente promovidos, la existencia de grupos paramilitares y los terribles estragos de una guerra de baja intensidad, factores todos tolerados y hasta promovidos por los poderes federales y estatales durante toda la última década transcurrida. Entonces, en un escenario tan complejo como éste ¿logrará esta especie de 'pedagogía' neozapatista, desplegada por la vía del ejemplo en dichos Caracoles, propagarse y

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difundirse a todo lo largo y ancho del espacio local y regional del Estado de Chiapas? ¿Y será capaz por esta vía, de ir poniendo los cimientos para por lo menos atacar adecuadamente estos problemas seculares del racismo y de las divergencias religiosas, junto a los problemas más coyunturaIes pero no menos graves de la política y la militarización local referidas? Esta es, tal vez, la primera encrucijada esencial del movimiento indígena neozapatista. Una segunda encrucijada importante del neozapatismo actual es la que se juega en el nivel nacional de la también compleja realidad mexicana. Porque a pesar de sus reiteradas declaraciones de que ellos no son ni quieren ser la vanguardia de ningún grupo, o clase, o fuerza social, en México o en el mundo, resulta claro que, en los hechos, este movimiento de los dignos indígenas rebeldes chiapanecos es hoy el movimiento social más avanzado en nuestro país. Y ello, no solamente por el protagonismo mundial que, para nada casualmente, han conquistado a lo largo de toda esta década, ni tampoco siquiera por la enorme y muy vasta simpatía que en todos los rincones de México les profesan a estos mismos indígenas rebeldes de las montañas del sureste, sino porque desde hace diez años, ellos han estado peleando en los puestos de avanzada por las demandas más universales y más urgentes que hoy reclama el conjunto del pueblo mexicano. Algo que se ha hecho doblemente evidente, tanto en la función motora y radicalmente renovadora que el EZLN tuvo respecto del movimiento indígena nacional —haciendo que el Congreso Nacional Indígena haya secundado sin condiciones las banderas y la lucha neozapatistas—, como también en las reiteradas movilizaciones sociales masivas de los últimos diez años en las que cientos de miles y millones

de personas se han organizado y comprometido prácticamente, para detener la guerra genocida del gobierno mexicano, pero también para desplegar las consultas del EZLN a la sociedad civil, lo mismo que para recibir a los Zapatistas en la ciudad de México y en todo el país, o para secundar la apoteótica Marcha del Color de la Tierra del año de 2001. Convirtiéndose así en una suerte de "polo de concentración" de las simpatías de los vastos sectores que en México resisten al neoliberalismo y al capitalismo salvaje, a la vez que en referente ineludible del debate sobre los posibles destinos nacionales, los neozapatistas se ubican, quiéranlo o no, en el frente de vanguardia de todos esos movimientos sociales de la resistencia popular mexicana de los últimos dos lustros. Lo que explica el sentido de la frase que afirma que "todo en México es Chiapas", es decir que en la posible solución que en el futuro inmediato y mediato pueda tener este conflicto chiapaneco, se juega también, en gran medida, el destino social y político general de México entero.

Porque si termina por imponerse en Chiapas la "solución militar" por la que abogan ciertos sectores muy conservadores de la derecha y del establishment mexicanos actuales, se corre con ello el riesgo de que perdamos de un sólo golpe todas las conquistas que, en los últimos treinta y cinco años y después del gran movimientoestudi do lentamente, paso a paso los mexicanos en cuanto al disfrute de ciertas libertades sociales y políticas, y de ciertos derechos ciudadanos hoy todavía vigentes. En cambio, si se logra resolver racionalmente este conflicto, y se resuelve de manera pacífica y dialogada, México podría avanzar en forma considerable en esta misma ruta, todavía muy incipiente, de la vigencia de esos

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derechos y libertades democráticos más elementales. Para lo cual, el primer e ineludible paso sería, sin duda, el respeto y la asunción constitucional de los Acuerdos de San Andrés por parte del gobierno, y la reanudación del diálogo suspendido con los neozapatistas luego del "golpe de Estado parlamentario" que impuso la ridicula y limitada c o n t r a r r e f o r m a indígena hoy todavía vigente. Sin embargo, una vez más, este rol de vanguardia dentro de los movimientos populares de México que cumple el movimiento neozapatista, no se da en el vacío ni en la nada, sino en el seno de la complicada y muy conflictiva realidad social mexicana actual. Una realidad que hoy se caracteriza, por ejemplo, por una crisis profunda de toda la clase política mexicana, deslegitimada hasta el extremo de que ella ya no representa a nadie más que a sí misma —al haberse separado de toda conexión posible con los movimientos sociales reales y hasta con las fuerzas, sectores, grupos y clases sociales fundamentales de la sociedad mexicana—, tal y como se hizo evidente en las recientes elecciones de julio de 2003. Así, sumida en un proceso donde los principios políticos se subordinan a las conveniencias prácticas, e inmersa en un proceso irrefrenable de extraña homogeneización de sus prácticas y de sus discursos —donde los políticos de derecha, de centro y de la supuesta izquierda hablan cada vez más un mismo lenguaje, ofreciendo falsamente los mismos cambios, y eludiendo por igual las verdaderas cuestiones torales de nuestra agenda nacional—, esa clase política mexicana, y todos los partidos que la componen, funciona hoy más como un obstáculo que como una posible palanca de solución a esos temas centrales de la agenda que puede definir los destinos futuros de nuestro país.

Y frente a esta crisis, global y estructural de esa clase política —que incluye sin duda al actual gobierno federal y a todos los gobiernos estatales—la "sociedad civil" mexicana no termina de organizarse y de hacerse presente en el escenario nacional, de una manera más permanente, más contundente, más sistemática y más consciente. Y entonces, reapareciendo sólo de manera intermitente y cíclica, cuando ciertas catástrofes como las de la guerra, o la de las privatizaciones, o la de la subordinación a Estados Unidos, o la de masacres como la de Aguas Blancas o Acteal parecen acercarnos demasiado al borde del precipicio, esa sociedad civil de México parece no atreverse todavía a asumir el rol histórico que ahora le corresponde, y que es el de que ella es el único actor realmente capaz de construir una salida viable y racional para los grandes problemas económicos, sociales, políticos y culturales que hoy enfrenta la nación mexicana. ¿Será entonces capaz el movimiento neozapatista indígena, de abanderar de modo más activo y enérgico al movimiento campesino e indígena nacional, que poco a poco se reorganiza y se reactiva en todo el país? ¿Y podrá también, por esta vía y por otras, tejer una red de acción y de coordinación más orgánica con todos los otros movimientos sociales de resistencia que existen en México, y que abarcan lo mismo al movimiento obrero independiente o a los movimientos urbano-populares, que a los movimientos estudiantiles, al movimiento de El Barzón, o al movimiento campesino radical entre otros varios? ¿Y será capaz entonces, a partir de esas alianzas y de esta vasta red de movimientos de oposición, de impulsar igualmente a esa hasta hoy cambiante y oscilante sociedad civil mexicana, para que asuma más efectivamente y en sus propias manos la construcción de los destinos

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futuros de todo el pueblo de México? He aquí las aristas de una segunda encrucijada i m p o r t a n t e para los neozapatistas chiapanecos. Un tercer nivel de los desafíos que este movimiento social indígena del EZLN enfrenta, alude a su inserción específica dentro del ámbito particular de América Latina. Porque también es claro que este movimiento social mexicano, radicado principalmente en Chiapas, forma parte de una familia más amplia de avanzados movimientos sociales que hoy se despliegan con una fuerza excepcional a todo lo largo y ancho de nuestra América Latina. Hasta el punto de que es posible afirmar que hoy, en este año de 2004, el frente de vanguardia de los movimientos anticapitalistas del planeta se encuentra claramente ubicado dentro de nuestro semicontinente latinoamericano. Pues así como la Unión Soviética ocupaba ese frente de vanguardia en los años veintes del siglo pasado, y China lo ocupó hacia los años sesentas de ese mismo siglo XX, ahora en cambio dicha posición de avanzada le ha correspondido a América Latina, la que no por azar, ha visto desplegarse en su seno, en los últimos lustros transcurridos, tanto al Movimiento de los Sin Tierra en Brasil o al movimiento de los Piqueteros en Argentina, como también a los fuertes y cada vez más visibles movimientos indígenas del Ecuador, de Bolivia o de Perú, junto a los movimientos sociales de la resistencia popular de Chile, de Colombia o de Nicaragua, entre otros. Y junto a todos ellos, también el movimiento neozapatista mexicano, el que, debido tanto al papel histórico singular que durante décadas ha ocupado México y la cultura mexicana dentro de toda América Latina, como también al carácter más universal de sus demandas y a la profunda legitimidad moral de sus principales reclamos,

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se ha vuelto ya un referente ineludible y siempre presente dentro de todas estas luchas latinoamericanas en contra del neoliberalismo y del capitalismo depredador y salvaje de nuestros países. Pero si el neozapatismo mexicano se ha convertido ya en ese referente omnipresente de las luchas populares latinoamericanas — y también mundiales— eso no ha provocado, sin embargo y de manera extraña, el establecimiento de un verdadero diálogo e intercambio, fraternos y más regulares, de ese neozapatismo con todos esos otros movimientos de la resistencia anticapitalista latinoamericana. Diálogo que parecería casi obligado, por ejemplo, con esos otros movimientos también indígenas y también críticos, radicales y ampliamente populares, que son los movimientos del Ecuador, de Bolivia o del Perú. Así también, el diálogo con el Movimiento de los Sin Tierra brasileños, hermanado con el EZLN en torno a la añeja lucha por la tierra, o al movimiento de los Piqueteros argentinos, que luchan también, como los neozapatistas, por trabajo y por una vivienda dignas para los vastos grupos populares socialmente mayoritarios. E igual que en los dos niveles anteriores, este desafío que hoy enfrenta el EZLN de México, se enmarca dentro de una América Latina también acosada por una crisis económica, social, política y cultural de grandes dimensiones. Una América Latina que parece desgarrarse y debatirse entre una nueva derecha belicosa y desvergonzada que ha logrado llegar al poder con Carlos Menem en Argentina, con Vicente Fox en México, con Sánchez de Losada en Bolivia o con Alvaro Uribe en Colombia, entre otros, y una extraña y oscilante "izquierda" que cuando llega al poder se comporta a veces de manera más neoliberal que los mismos neoliberales, como es el caso de

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varias medidas tomadas por Lula en Brasil. Y si la fuerza de estos movimientos populares latinoamericanos es hoy lo bastante grande como para correr a un Presidente entreguista como el boliviano Sánchez de Losada, o como para obligar a un Presidente de claro perfil conservador como Néstor Kirchner a tomar ciertas medidas sociales o económicas más radicales y más cargadas hacia la izquierda, no es sin embargo todavía s u f i c i e n t e m e n t e grande como para inclinar los destinos generales del semicontinente latinoamericano hacia la vía de una transformación social radical que se encamine hacia la construcción de una sociedad, precisamente, más libre, más justa, más igualitaria y más democrática, pero también una sociedad capaz de proveer de tierra, trabajo, techo, educación y salud adecuadas a la gran mayoría de sus habitantes. Así, la tercera gran encrucijada de los neozapatistas indígenas mexicanos es la de si serán capaces, en el futuro inmediato, de establecer ese intercambio y diálogo regulares con los restantes movimientos populares latinoamericanos, transmitiendo por ejemplo sus lecciones a los indígenas rebeldes ecuatorianos, bolivianos, guatemaltecos o peruanos, y escuchando y aprendiendo de ellos también los resultados de sus propias experiencias de lucha, a la vez que intercambian también experiencias, tácticas, evaluaciones, conquistas y lecciones generales con los otros movimientos sociales radicales de Brasil, Colombia, Argentina, Venezuela o Chile, por ejemplo. Y todo esto, naturalmente, en la vía de que sean capaces también de coadyuvar a ese proceso de la urgente y necesaria transformación global de las actuales e injustas estructuras económicas, sociales, políticas y cul-

turales, hoy todavía vigentes dentro de nuestra América Latina. Por último, una cuarta encrucijada para el neozapatismo actual, es la que se afirma en el nivel internacional, en donde el movimiento de Chiapas ha despertado, desde su propia aparición en 1994 y hasta hoy, un impresionante eco y una vastísima red de apoyos y simpatías que se extienden a todo lo largo y ancho de nuestro cada vez

más pequeño planeta Tierra. Y ello porque, a partir de su profunda raíz popular y también del singular choque que se ha producido en su seno entre los saberes occidentales expresados en su vertiente crítica, y los saberes populares indígenas, dicho movimiento neozapatista ha podido erigirse en una suerte de "modelo ejemplar" de lo que deben ser y de lo que deben hacer hoy, todo el conjunto de los movimientosantisistémic Así, la enorme, creciente, y constante atención mundial que este neozapatismo ha concitado y concita en todo el mundo no se debe ni a su supuesta "inteligencia" excepcional en el uso de los recursos mediáticos más modernos —versión, una vez más, banal y ridicula del gobierno mexicano y de los "intelectuales" que le hacen eco—, ni tampoco al "sentimiento de culpa" que en las sociedades más ricas despiertan las condiciones de vida de estos indígenas mexicanos —como postulan algunas personas desde la misma izquierda—,

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sino más bien al carácter claramente universal y profundamente ejemplar que tienen ciertas posturas de la práctica y del discurso neozapatista, como por ejemplo la de recordarle a todos esos movimientos anticapitalistas del mundo que el objetivo final no es el de "tomar el poder político" para enamorarse de él y terminar sucumbiendo a su lógica corruptora, sino simple y sencillamente —¡simple y sencillamente!—, el de cambiar radicalmente este mundo injusto, explotador y represivo, por un nuevo mundo libre, igualitario, democrático y tolerante, es decir por "un mundo en el que quepan todos los mundos posibles". Lo que, naturalmente, tiene consecuencias inmediatas y también de valor universal, respecto de la estrategia general de estos nuevos movimientos antisistémicos, igual que respecto de sus formas de organización específicas, de sus tácticas y métodos de lucha, de sus formas de vinculación con las sociedades civiles respectivas, y hasta con los modos de su discurso, de su práctica cotidiana y de su cosmovisión general del mundo. Porque si el objetivo no es conquistar ese poder político estatal, sino crear y ayudar a crear un mundo nuevo a través de ir construyendo poco a poco muchos mundos nuevos, entonces la actividad central de esos movimientos anticapitalistas en todo el planeta deja de ser la de crear par-

tidos políticos, y participar en elecciones, y movilizar periódicamente a sus "bases de apoyo" para tratar de ganar esas elecciones, para en cambio volverse la actividad de organizar fuertes, sólidos y coherentes movimientos sociales que sean todo el tiempo conscientes de sus propias demandas y que trabajen y se movilicen permanentemente de manera activa y participativa para defender sus intereses y sus reclamos más esenciales. Es decir la promoción de una autoorganización permanente de las masas, que rechazando todo sustituismo y toda delegación pasiva de funciones en sus "políticos", devuelve por el contrario el protagonismo principal a dichas masas sólidamente organizadas. 1 Algo que requiere una nueva e inédita forma de la política, que es aquella que se organiza en torno del principio del oxymoron del "mandar obedeciendo". Pues si el protagonista principal, activo y fundamental de estos nuevos movimientos son las masas y las clases populares, y no sus "líderes", ni sus "políticos" "profesionales", ni sus "intelectuales", entonces el rol de todos estos últimos sólo puede ser el de "portavoces", "voceros", "enlaces" o "representantes", que son en todo tiempo y lugar revocables, que no buscan esos puestos como posiciones de poder personal o como instrumentos de autopromoción individual, sino que son capaces de "mandar" sólo y

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Lo que, sin embargo, no debe interpretarse como que, por principio, los neozapatistas rechazan tomar el p o d e r . Pues entre recentrar una vez más en torno a lo social y no a lo político, toda la estrategia de la actividad cotidiana y los objetivos globales del movimiento, y de otra parte erigir en principio rígido e inalterable la 'imposibilidad' absoluta de tomar el poder o de utilizarlo, si en el camino mismo de la lucha este poder cae en sus manos, media un enorme abismo. Pues, de hecho, los Zapatistas ya 'han tomado el poder' en el nivel local, cuando desde hace varios años constituyeron los municipios autónomos Zapatistas, y lo refrendan ahora en una escala aún mayor al constituir sus 'Juntas de Buen Gobierno', que son verdaderos embriones de un contrapoder práctico y alternativo al poder capitalista todavía vigente.

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en la justa medida en que "obedecen" real- do de manera importante la política agremente a los intereses genuinos y a las de- siva y belicosa de la cada vez más declinanmandas específicas de ese fuerte movimien- te potencia norteamericana, la que ha terto social al que representan y expresan. minado por instaurar un verdadero macUn principio político, este de "mandar cartismo en escala planetaria. obedeciendo", que resulta totalmente inY así, inventando un fantasmal enemicomprensible para los políticos tradiciona- go, indefinido y amorfo que es el del "teles, de derecha, de centro o de izquierda, rrorismo internacional", Estados Unidos ha que sólo conciben al poder, justamente, comenzado a desplegar una clara ofensiva como el instrumento del mando vertical y mundial que, entre muchas otras cosas, tamautoritario, como la conquista de una po- bién intenta criminalizar a ciertas formas sición que les sirve para su autopromoción de la disidencia y de la protesta social, tany su autoprotección personales, y que "ma- to en Estados Unidos como en América reados al haberse subido en un ladrillo" no Latina y en todo el planeta. Y ello, junto a entienden por qué habrían de "obedecer" una estrategia de una renovada presión esa las bases sociales o a las masas que, con pecial sobre toda América Latina, concebisus votos o con su apoyo social, los han da una vez más, y más acendradamente llevado justamente a esos puestos, minús- después del 11 de septiembre de 2001, culos, pequeños o grandes, del poder polí- como traspatio y zona de refugio del declitico tradicional. Principio políticoneozapatista que, pory lo demás, senorconecta de nante poder económico geopolítico manera directa y natural con toda una lar- teamericano. Lo que se expresa no sólo en ga tradición de los anteriores movimientos los reiterados intentos de imposición forsociales populares anticapitalistas, como el zosa del ALCA a todas las naciones de de la Comuna de París, el de los Soviets América Latina, sino también en las abierrusos, el de los Consejos Obreros italianos tas amenazas en contra de Cuba y Veneo el de la Revolución Cultural China, mo- zuela, lo mismo que en el vergonzoso alivimientos todos que en su momento, rei- neamiento del gobierno mexicano, o en las vindicaron igualmente y bajo múltiples for- claras presiones a Brasil, Argentina, Bolimas ese protagonismo activo y central de via o Chile, entre otras. las masas, y ese rol necesariamente derivaDentro de este difícil escenario mundial, do y sólo subordinado de sus representan- ¿logrará el neozapatismo integrarse de una tes y líderes. manera más orgánica en esa red mundial Pero si el neozapatismo mexicano suscita hoy esa enorme atención mundial, derivada de estas lecciones válidas universalmente para todos los movimientos anticapitalistas del globo —lecciones que tienen implicaciones organizativas, discursivas, tácticas, estratégicas, prácticas y epistemológicas que no es posible desarrollar en este breve ensayo—, ello se afirma también dentro de un escenario mundial que, después del 11 de septiembre de 2001, ha agudiza-

de movimientos antineoliberales y anticapitalistas, para poder coadyuvar con más eficacia en esa construcción de muchos mundos nuevos, que empujen cada vez más a la creación de un nuevo mundo global, de un radicalmente diferente orden social mundial? ¿Y podrá este neozapatismo mexicano, radicado en las montañas del sureste de nuestra nación, detener en alguna medida a ese nuevo diseño maccartista geopolítico global, que en México y en América Latina se operacionaliza entre otras formas

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bajo los proyectos de la imposición del ALCA y del Plan Puebla-Panamá? ¿Y podrán los indígenas rebeldes mexicanos seguir alimentando con nuevas iniciativas, nuevos ejemplos, y nuevos proyectos alternativos ese anhelo mundial de los oprimidos de construir "otro mundo posible" y muy distinto al absurdo, injusto, e irracional m u n d o capitalista actual? Confiamos en que sí. Y si éstas son algunas de las encrucijadas que, a nivel local, nacional, latinoamericano y mundial, enfrentan hoy los indígenas neozapatistas de Chiapas, el reto en cambio para todos nosotros, ciudadanos

comunes y corrientes de todo el mundo, es justamente el de ser capaces de secundar, no sólo a este movimiento mexicano neozapatista, sino también a los otros movimientos de la resistencia popular mexicana, latinoamericana y mundial. Porque sin duda alguna, "otro mundo es todavía posible", pero sólo podrá gestarse y afirmarse sobre el actual, a partir de nuestras acciones, de nuestra reflexión y de nuestra respuesta a esas complicadas situaciones que en Chiapas, en México, en América Latina y en el mundo, conspiran todavía en contra de ese otro mundo nuevo, diferente y sin duda muy superior al que ahora vivimos.

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Los hechos dignos de ser recordados y atesorados en la contramemoria de los que no estamos satisfechos con el mundo actual en el que vivimos, los documentos que a pesar del poder y de la ideología dominante han traspasado la prueba del olvido, las cosas y acontecimientos memorables en tanto que merecedores de ser incorporados en la única tradición que reivindicamos: la tradición de la lucha, de la rebeldía, de la resistencia permanente en contra de toda forma de explotación, de opresión y de dominio. Por eso, esta sección tratará de guardar esos textos y noticias que reclamamos como dignos de sobrevivir a las modas y a los efímeros brillos del momento, al falso protagonismo y a los fuegos fatuos de la gloria fácil y de la fama artificialmente creada. Porque en esta guerra permanente entre el olvido siempre interesado y selectivo de las clases dominantes, y las contramemorias populares de las clases subalternas, Contrahistorias apuesta sin dudar, en esta suerte de Apomnemoneúmata periódica, por el rescate y la conservación de dichas contramemorias de la inagotable y siempre viva cultura popular.

MIGUEL ÁNGEL BELTRÁN V.

U N A VISIÓN HISTÓRICA DEL MUNDO DESPUÉS DEL 11 DE SEPTIEMBRE DE 2001. ENTREVISTA A

Carlos

AntonioAguirreRojas

En ocasión de la visita de Carlos Antonio Aguirre Rojas al Departamento de Sociología de la Universidad de Antioquia, en Medellín, Colombia, en septiembre y octubre de 2003, el profesor Miguel Angel Beltrán le realizó una amplia entrevista que será muy pronto publicada en Colombia, en el libro del mismo Carlos Antonio Aguirre Rojas, La sociología crítica hoy. La contribución de Norbert Elias e Immanuel Wallerstein, a ser editado por la misma Universidad de Antioquia. Aquí reproducimos, para nuestros lectores de Contrahistorias, sólo las partes III y IV de esa entrevista, que corresponden a la grabación que se hizo el día 5 de octubre de 2003.

LA SITUACIÓN

INTERNACIONAL

A C T U A L EN PERSPECTIVA

HISTÓRICA

MIGUEL ÁNGEL BELTRÁN:

El concepto de globalización ha terminado por imponerse más allá del medio académico para convertirse en una categoría habitual del vasto sentido común, siendo utilizada tanto en los medios de comunicación masiva como en el lenguaje más cotidiano de la gente común. ¿Cuál es la utilidad de este término o concepto para la comprensión adecuada y crítica de las realidades del capitalismo mundial más contemporáneo? CARLOS A N T O N I O AGUIRRE. ROJAS:

Considero que el concepto de globaliza-

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ción es un concepto que no es riguroso, ni es un concepto serio, aunque como tú dices es efectivamente un concepto que se ha difundido muchísimo. Todo el mundo, todos los analistas sociales hablan de globalización, pero pienso que han 'comprado' por así decirlo, demasiado fácilmente, este término que no tiene una filiación intelectual precisa. Si nos preguntamos qué escuela de economistas, qué escuela de historiadores, de antropólogos, o también qué cientista político o qué autor importante o corriente de las ciencias sociales acuñó el concepto de globalización, nos vamos a encontrar con que no existe ninguna corriente, ni de la historia, ni de la economía, ni de la antropología, ni de la ciencia política que reivindique la paternidad de este término.

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Así que pienso que quienes inventaron el término de globalización fueron los propios medios de comunicación, como una ideología y como un concepto autolegitimador del rol creciente que ellos han ido ganando en los últimos treinta años, y que se explica a partir de los múltiples efectos que tuvieron las fundamentales revoluciones de 1968 en todo el mundo. Desde este punto de vista, el concepto de globalización no es un concepto riguroso y, por lo mismo, no creo que sea útil para explicar el mundo actual. Porque aunque se reconozca o no, el concepto de globalización lleva implícita la idea del progreso lineal, y entonces se piensa —aunque no se afirme explícitamente—, que el capitalismo comenzó por una etapa de capitalismo mercantil, a la que le siguió una etapa de capitalismo industrial en el siglo XIX, para después presenciar el desarrollo de una etapa imperialista, quizá durante los dos primeros tercios del siglo XX, y terminar en el último tercio del siglo XX y en los años que llevamos del siglo XXI cronológico, con esta especie de supuesta nueva etapa del capitalismo que sería la globalización. Y entonces, lo que se oculta en esta visión implícitamente progresiva, tersa y lineal de la evolución capitalista, son todos los aspectos y las claras manifestaciones de la crisis terminal que el capitalismo está viviendo ahora. Personalmente, pienso que el capitalismo está realmente llegando a un punto de crisis global o crisis civilizatoria, en el cual cada vez tiene más dificultades para reproducir sus estructuras económicas, en el cual el Estado cumple cada vez menos las funciones históricas para las que fue constituido, en el cual la nación y la idea nacional y todos los símbolos nacionales, son cada vez menos capaces de concitar una mínima simpatía y mucho menos apoyo por parte de las po-

blaciones de todos los países del mundo. Entonces, frente a esta crisis social, económica, ecológica, política, civilizatoria en general, el concepto de globalización no nos dice nada, es una visión demasiado tersa del desarrollo capitalista. Así que propondría más bien, tratar de eliminarlo y de sustituirlo por una teorización más rigurosa de esta crisis global que hoy vive el capitalismo actual. MAB:

A juicio tuyo, ¿cuál sería esa teorización que crítica y propositivamente podría superar el concepto de globalización? CAAR:

Pienso que, por ejemplo autores como Immanuel Wallerstein, han trabajado bastante en ese sentido, planteando que el capitalismo, desde la crisis económica de 1972-73, se encuentra en una situación de bifurcación histórica, en una crisis terminal que abarca, entre muchos otros aspectos también el ecológico. Porque creo que por ejemplo, estamos caminando hacia una catástrofe ecológica de grandes dimensiones, si seguimos destruyendo el medio ambiente del planeta con la lógica capitalista depredadora que hoy es vigente. No es una casualidad que Estados Unidos no haya querido firmar el Protocolo de Kyoto, ni todos los protocolos de las reuniones que tratan de proteger el medio ambiente y de obligar a los gobiernos a restituir esa ecología mundial tan deteriorada. Estamos igualmente caminando hacia una crisis económica de grandes proporciones, mucho peor que la de 1929, cuando sabemos que por ejemplo Estados Unidos, que se supondría es la potencia líder del planeta, tiene la deuda externa más grande del m u n d o , y que asciende a 500, 000 millones de dólares. Y estamos

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viviendo también una crisis social de grandes dimensiones, que se manifiesta en todas partes en la destrucción del tejido social, en el renacimiento ubicuo y multiplicado de la violencia social dispersa y hasta en una crisis cultural de los viejos valores y de los antiguos referentes éticos y morales antes todavía ampliamente aceptados y vigentes.

MAB:

¿ Cuál crees tu que sería una alternativa para este sistema? CAAR:

El crecimiento de los movimientos de resistencia en todo el planeta, demuestra sin duda que la gente está cada vez más insatisfecha, y que después de 500 años de capitalismo resulta claro que ya no podrán resolverse en términos capitalistas los problemas del desarrollo social, o del bienestar de la mayoría de las poblaciones, o de la construcción de una vida verdaderamente democrática y justa, o de la eliminación de la explotación económica. Entonces esto, que me parece es cada día

Así que es un poco por estas vías que creo debiéramos tratar de teorizar la situación actual, y no en el sentido de esa globalización 'bonita y sólo positiva, que afirma esas falsas y sesgadas imágenes de que a través del Internet uno puede tener bienes y mercancías de todo el mundo —cuando sabemos que esto está limi-

tado, obviamente, a una exigua minoría de privilegiados sociales—, o de que las mercancías, los hombres y la información circulan mucho más rápidamente que antes —lo que se usa lo mismo de manera positiva que negativa y represiva—, imágenes que sin duda son parcialmente ciertas, pero que no aluden a los aspectos que hoy son medulares para definir el futuro del capitalismo o el futuro de las sociedades hoy. Esa ideología de la globalización, que presenta como algo fatalmente inevitable al capitalismo actual, suponiendo que es el único modelo económico posible, y que se complementa también con la afirmación de un discurso político ideológico del llamado 'pensamiento único', se hace con ello cómplice de ese capitalismo actual totalmente en crisis, pero que igualmente sigue causando la miseria de millones de personas en todo el mundo.

más evidente para todo el mundo, plantea la necesidad de construir una alternativa. Pero ¿qué alternativa? No sabemos mucho en positivo cómo pueda ser una sociedad diferente, pero si sabemos muy claramente lo que ya no queremos volver a construir: así que pienso que esa alternativa sería un tipo nuevo de sociedad donde no exista ya ninguna explotación económica, donde no exista el despotismo y el avasallamiento político de la mayoría de sus miembros, donde no se reproduzcan una vez más las distintas formas de discriminación social y de desigualdad social que caracterizan a la sociedad actual. ¿Cómo llamamos a esta sociedad distinta? No lo sé, y sobre todo después de la crisis que tuvo el proyecto del socialismo real, no sé que término sería el más adecuado para utilizar en este caso. Pero si estoy seguro de lo que no queremos ha-

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cer, y si estoy seguro de que queremos avanzar en términos de construir una sociedad más justa, sin explotación, más igualitaria y más democrática.

salud, y es un país en donde toda la población sabe leer y escribir, porque no hay analfabetismo en Cuba, y Cuba gana muchísimas de las competencias de los Juegos Panamericanos, etc. ¿Por qué Cuba ha logrado un desarrollo tan alto en los planos económico, social y político? Y podríamos decir que sin embargo Cuba no ha podido construir una sociedad no capitalista, pero que al mismo tiempo es claramente una sociedad infinitamente más justa, más desarrollada a nivel cultural, económico, social y político —a pesar de todos sus problemas— que una sociedad como Haití, que es una las más pobres del mundo. Y lo mismo podríamos decir si comparamos a Rusia con la India, porque en India la gente se va al río Ganges a morir, por causa del hambre y existen todavía camiones cuya función, cada mañana, es recoger los cadáveres de la gente que se muere de hambre en la India. En cambio en Rusia, si bien hay ahora muchos problemas económicos, ella no es tan pobre como la India. ¿Por qué subrayo esto? Porque aún habiendo fallado en el objetivo que se habían planteado, de construir sociedades no capitalistas, China, Rusia, Vietnam o Cuba lograron un avance económico extraordinariamente grande a partir de estos intentos, diríamos fallidos, de lo que se llamo el socialismo real.

MAB:

¿Qué lecciones ha dejado la experiencia de construcción de una sociedad diferente al capitalismo? CAAR:

Es interesante esta pregunta, porque después de 1989 se habla mucho del supuesto 'fracaso' de los intentos de crear el socialismo, en varias sociedades del planeta, a lo largo de todo el siglo XX cronológico. Frente a estas afirmaciones, creo ante todo que debemos matizar. Porque si yo hablara de un fracaso de esos intentos del llamado socialismo real, lo haría sólo en el sentido, sin duda esencial, de que no fueron capaces de construir una sociedad no capitalista. Lo que pienso, se debe al hecho de que hay un problema que caracteriza a todas esas sociedades que intentaron construir una sociedad no capitalista, y que es la situación de que todas ellas eran sociedades muy pobres, eran sociedades con un desarrollo social, económico, político, cultural muy bajo. Entonces, querer brincar de una situación de un desarrollo general muy escaso, hasta el peldaño de construir una sociedad no capitalista era un paso gigantesco, que efectivamente se demostró que no era tan fácil de realizar.

MAB:

¿Cuáles son los rasgos que caracterizan a los movimientos sociales antisistémicos y anticapitalistas hoy?

Dicho esto, y es aquí que comienza mi divergencia con ese punto de vista tan dif u n d i d o , no debemos olvidar que hoy Cuba no es Haití (mientras que todavía en 1950, Cuba era más o menos un país parecido a Haití), y en cambio ahora Cuba es líder en América Latina en lo que corresponde al desarrollo de los servicios de

CAAR:

Se trata de movimientos que son muy experimentales. Porque en realidad cuando hablamos de estos movimientos sociales antisistémicos nuevos, tendríamos que

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volver a esa fecha emblemática que es MAB: 1968. A partir de la ruptura y de la crisis ¿Puede afirmarse, entonces, que los movide la vieja izquierda que acompaña a ese mientos de naturaleza clasista ya han sido parteaguas mundial tan especial que fue el superados? 1968, se empezaron a gestar, en todo el mundo, estos nuevos movimientos sociaCAAR: les que germinan muy lentamente, y que Antes que superados yo diría más bien realmente empiezan sólo a coagularse a ampliados. Nadie puede negar el rol cenpartir de los años noventas. Hablo, por tral que sigue teniendo la clase obrera, los ejemplo, del movimiento de los neozapatistascampesinos en Chiapas, del trabajadores Movimiento agrícolas. de los o los Sin Tierra en Brasil, del movimiento de Los obreros, que trabajan en condiciones los 'piqueteros' en Argentina, pero tamde explotación económica bajo formas de bién de los movimientos de los desocupatrabajo asalariado, sin duda alguna tienen dos en Francia, por ejemplo. un rol fundamental que jugar, y siguen siendo uno de los sectores centrales y mayoritarios de la sociedad, y por ende de los Todos estos movimientos sociales antimovimientos anticapitalistas. La cuestión sistémicos tienen un perfil común impores que no son los únicos sujetos revolutante, que es el de tratar de desarrollar cionarios, no son los únicos movimientos nuevas estrategias de lucha, mucho más que están luchando en contra del capitainclusivas, y también tratar de desarrollar lismo, y una lección de los movimientos una izquierda que sea mucho más tolede 1968 es la de que ahora debemos de rante, menos dogmática y menos atada a ser capaces de politizar, por así decirlo, ciertos cartabones rígidos que en el pasatodos los frentes. Así que es muy impordo demostraron no ser muy operativos. Y tante seguir planteando las demandas ecotratar, al mismo tiempo, de ser una iznómicas de los obreros, del campo y de la quierda muy plural, en el sentido de conciudad, y es muy importante seguir planjuntar a todas las distintas resistencias soteando sus demandas políticas y defender ciales que en esos últimos treinta años se a sus sindicatos y a sus organizaciones de han generado en todo el mundo. No por todo tipo, pero junto a eso, también teneazar, las nuevas izquierdas son todas prácmos que dar espacio a las reivindicacioticamente feministas, e igualmente sensines de por ejemplo las mujeres, que exibles al problema de la ecología, o a los gen no ser tratadas como eran tratadas movimientos de las minorías, y a los moantes por el machismo y por el patriarcavimientos de los homosexuales, lo mismo lismo. Y tenemos que dar espacio igualque a los problemas étnicos, a los problemente a las minorías, que están exigienmas que plantean los indígenas, a los prodo sus p r o p i o s d e r e c h o s , que s u f r e n blemas raciales. En fin, son izquierdas que otras formas de opresión y cuyas demanhan dejado de pensar sólo en demandas das son igualmente legítimas e imporeconómicas y políticas, y que se han plantantes. De lo que se trata no es de disteado una serie de demandas plurales muy minuir fuerzas, sino de sumar el mayor amplias, para lograr aunar movimientos abanico posible de los movimientos sosociales que puedan ser lo más vasto posiciales existentes que se enfrentan al cables, en este combate en contra del capipitalismo, para organizar con mejores talismo y del neoliberalismo actual.

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condiciones esta lucha que será muy complicada, y que es la lucha en contra del capitalismo. MAB:

¿Qué ha cambiado en el mundo después de los atentados a las torres gemelas del 11 de septiembre? CAAR:

Se trata de un cambio realmente muy importante, porque después del 11 de septiembre, desafortunadamente, el gobierno de George Bush Jr. encontró un mecanismo de legitimación para desatar un nuevo maccartismo, ahora planetario, y similar en varios sentidos importantes al que se vivió en Estados Unidos en los años cincuentas. Porque como bien sabes, el maccartismo fue acompañado de una represión indiscriminada y feroz de todo movimiento progresista, de toda alternativa de izquierda, e incluso de todo punto de vista crítico de las políticas norteamericanas de aquella época. Personalmente, creo que Bush utilizó el 11 de septiembre como una coartada legitimadora de ese nuevo maccartismo que ahora es mundial, y que es una forma nueva del ya antiguo terrorismo del Estado norteamericano, maccartismo que se ha estado ejerciendo en el planeta indiscriminadamente desde hace casi ya dos años. A partir de esta tragedia del 11 de septiembre de 2001, Bush encontró la legitimación para tratar de perseguir a todos aquellos que no se adhieran y subordinen a la política norteamericana, para estigmatizar a todos los críticos del neoliberalismo, e incluso para calificar a ciertos grupos que están luchando en contra de la globalización, de ser terroristas. Y resulta verdaderamente sintomático observar que lo mismo que se le atribuía al comunismo

internacional antes, hoy se le atribuye a ese fantasma que se inventó Bush, y que él llama el "terrorismo internacional". Pues antes se decía que los comunistas eran gentes que actuaban en el secreto y en la clandestinidad, sin mostrarse nunca, y ahora se dice exactamente lo mismo de los supuestos 'terroristas'. Y se decía que el comunismo era un movimiento internacional oscuro, y ahora se dice que los terroristas son un movimiento internacional que igualmente se esconde. Y se dijo que los comunistas luchaban contra los valores de la democracia, la justicia, y la libertad, que eran los valores sagrados de los norteamericanos, y ahora se vuelve a decir exactamente lo mismo del terrorismo internacional. Y se ha hecho, como sabemos todos, una lista verdaderamente ridicula de cuales, según ellos, son los grupos terroristas. Pero se trata en el fondo, respecto de ciertos grupos o movimientos anticapitalistas, de una clara criminalización de la disidencia social y política, llevada a cabo de una manera totalmente arbitraria y abusiva. Y uno se pregunta, si hoy dicen, por ejemplo, que los grupos de autodefensa armada en Colombia o que la triple frontera de Brasil, Argentina y Paraguay son grupos o nichos de alimentación de ese fantasmal terrorismo, ¿qué nos garantiza que el día de mañana no decidan que también el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, o en otro caso el Movimiento social de los Sin Tierra, serán también calificados de terroristas, para poder justificar intervenciones injustas o invasiones en México o en Brasil?

MAB:

En esa analogía que tu planteas entre el comunismo internacional y el terrorismo, no podemos negar que hay elementos nuevos, por ejemplo el hecho de que no tenga una cabeza

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visible, como existía por ejemplo con la Unión Soviética, o el hecho mismo de que el terrorismo pueda aparecer en cualquier momento y en cualquier parte del mundo. ¿No crees tú que ahí existe algo diferente en la caracterización de ese nuevo enemigo mundial? CAAR:

Sí, sin duda. Yo estaba tratando más bien de subrayar los elementos comunes, porque afirmaba que así como el maccartismo original se legitimó esgrimiendo el fantasma del comunismo internacional, al que caricaturizaba y deformaba, ahora el nuevo maccartismo planetario esgrime un fantasma que es el del terrorismo internacio-

nal. Dicho esto, creo que tienes razón: el terrorismo actual es distinto del comunismo internacional. Y creo que todos condenamos el terrorismo de individuos y de fanáticos que actúan sobre blancos civiles. Pienso que nadie puede aprobar el hecho de que haya víctimas civiles que no tienen nada que ver con un cierto conflicto social o político. Así que ciertamente todos condenamos ese terrorismo internacional individual. Sin embargo, sucede que no se nos dice la verdad, y entonces se afirma la existencia de esa especie de complot internacional, que quizá exista realmente y quizá no, lo que para nosotros, el común de la gente, resulta muy difícil de descifrar. Pero lo que es muy grave, es que a partir de esa afirmación, hecha por los poderes de Estados Unidos, se legitima una política que busca alinear a todos los países del planeta al designio norteamericano, a la geopolítica norteamericana militarista y belicis-

ta que está defendiendo desde hace tres años George Bush hijo, política que se impone esgrimiendo como justificación a ese fantasma del terrorismo internacional. Pero hasta hoy seguimos sin saber, si realmente fue Osama Bin Laden o no, el que hizo los atentados en Estados Unidos, y cada día hay más gente que piensa que todo esto es muy sospechoso, y que quizá se trató de un autoatentado. Porque si Osama Bin Laden trabajó hace diez años para la gente de la CIA ¿qué nos asegura que no continuaba trabajando para ellos en septiembre de 2001? De modo que nosotros terminamos sin saber cuál es la verdad, porque todo el tiempo se nos ad-

ministra la información de una manera deformada, y que se deforma concientemente para que resulte conveniente a esa justificación de dicha geopolítica norteamericana. Este es el punto sobre el que quería insistir, pero coincido contigo en que se trata de dos fenómenos distintos. MAB:

Y al mismo tiempo se niega el carácter terrorista de acciones como las realizadas por Israel en contra de los palestinos, en donde mueren niños y mujeres. Acciones que son legitimadas por los mismos Estados Unidos. CAAR:

Claro, tienes razón. Creo que cuando se habla de terrorismo, debemos decir que el terrorismo individual existe y que lo condenamos claramente, pero habría también que condenar con la misma energía el terrorismo de Estado. Y en este sentido, Estados Unidos es el primer terrorista

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del planeta, porque ha sido un gobierno que durante los últimos cincuenta años ha presionado o intervenido en más de 150 países, y ha derrocado gobiernos legítimos, como por ejemplo el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende —que acaba de cumplir 30 años de su atroz derrocamiento—, y ha presionado por la vía diplomática y por la vía militar a los gobiernos de prácticamente todo el planeta. Además, Estados Unidos se ha pasado decidiendo e imponiendo en su exclusivo beneficio, por encima de las poblaciones del mundo, las políticas económicas del último medio siglo, a través del mecanismo del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Así que habría que condenar igualmente este terrorismo, lo mismo que el terrorismo de Israel, que se abroga la posibilidad de masacrar niños con el pretexto de buscar terroristas palestinos, y que cree que puede atropellar impunemente a activistas internacionales de Amnistía Internacional, como fue el caso del tanque israelí que aplastó y trituró a una activista norteamericana que se atravesó en su camino, para impedir que ese tanque destruyera la casa de unos niños palestinos. Israel se atreve a lanzar indiscriminadamente cualquier ataque contra los pueblos palestinos, y sin duda eso también es terrorismo de Estado, y debería ser condenado tan enérgicamente como el primero. MAB:

En esta definición de un nuevo enemigo internacional, ¿qué lugar le asignas al narcotráfico? CAAR:

Creo que se trata de dos fenómenos distintos. El terrorismo internacional tiene que ver más con una violencia desespera-

da, de quienes optan por una falsa salida que es el autoinmolamiento. Porque esos hombres palestinos que forran su cuerpo de bombas para atacar un camión israelí, es gente que ha llegado a un grado de desesperación absoluta, hasta el punto de ser capaces de morirse ellos mismos con tal de matar al enemigo. En cambio, el fenómeno del narcotráfico está asociado a las desmesuradas ganancias que se obtienen, efectivamente, a partir del comercio ilegítimo de las drogas. Sin duda, pueden existir puntos de contacto pero insisto en que considero que se trata de fenómenos que responden a lógicas muy distintas. El narcotráfico genera esas ganancias desorbitadas, lo que hace que muchos gobiernos que de palabra dicen condenarlo y hasta combatirlo, en realidad y de una manera subterránea, entran más bien en contubernio o en arreglo con esos narcotraficantes, porque ello les representa una fuente de ganancias muy importante. MAB:

¿Cuáles son las lecciones que nos dejan para el nuevo siglo el ataque a Afganistán y el más reciente a Irak? CAAR:

Desafortunadamente, lo que estas injustas guerras recientes nos presentan, son los posibles escenarios de lo que puede suceder en otras partes del planeta si George Bush Jr. es reelegido en el año de 2004. Bush representa los intereses geopolíticos y económicos del sector de la industria militar norteamericana, que está tratando de producir cada vez más guerras en el mundo, porque vive, lucra y se alimenta de la existencia y de la multiplicación de esas guerras en todo el mundo. Detrás del maccartismo planetario están muy claramente esos intereses del complejo indus-

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trial-militar norteamericano. Igual que están también los intereses de la industria petrolera norteamericana, que quiere apoderarse de la mayor cantidad de los recursos petroleros del planeta, por ejemplo de los recursos petroleros de Venezuela, y de ahí las fuertes presiones al gobierno de Hugo Chávez. Pero igualmente deseaba apoderarse de los recursos petroleros de Irak, la segunda reserva mundial en este sentido, y por eso organizó la guerra en contra de este país y el derrocamiento de Saddam Hussein. Y si le fuera necesario —lo que no es el caso, debido a la política dócil y entreguista de Vicente Fox—, trataría también de apoderarse por la fuerza de los recursos petroleros de México o de cualquier otro país. Así que en mi opinión es muy claro que esa industria militar norteamericana está detrás de este maccartismo mundial, ya que es obvio que si aumentan los conflictos bélicos, entonces más soldados van a la guerra, y los misiles norteamericanos se lanzan en el desierto, y se gastan más uniformes, más aviones, más armas y más balas, y todo ello hace que la industria militar se mantenga y prospere, y eso es lo que está realmente detrás de los ataques que Estados Unidos hizo a Afganistán e Irak. Con lo cual, una lección importante de estos conflictos recientes, es la de que con Bush Junior llegaron a la presidencia de Estados Unidos esos dos grupos, de la industria militar y de la industria petrolera norteamericanas, que son los que ahora están gobernando y definiendo la política interior y exterior de Estados Unidos. Sin embargo, soy optimista y confío en que el pueblo norteamericano se dará cuenta de lo que esto está provocando, ahora que la resistencia iraquí está empezando a manifestarse de una manera mucho más seria. Espero que el pueblo

norteamericano, si no quiere ver una suerte de reedición de la situación que se dio hace varios lustros en Vietnam, tratará de votar por cualquier otro candidato que no sea George Bush Junior en las próximas elecciones de 2004. MAB:

A propósito de este último punto, en las Conferencias y Seminarios que impartiste aquí en la Universidad de Antioquia, insistías en el declive de la hegemonía de los Estados Unidos —-fundamentalmente en lo económico— pero advertías a la vez como todavía EU mantenía una hegemonía militar. Sin embargo, mirando esta resistencia armada en Irak, integrada por grupos islámicos, ¿no crees tú que en los hechos la resistencia iraquí esta ganando la batalla militar a Estados Unidos, donde ya los atentados han provocado casi un centenar de soldados estadounidenses muertos? ¿No será éste un anuncio también del declive militar y por ende ya definitivo de los Estados Unidos? CAAR:

No, no comparto esta apreciación. Es cierto que han matado a digamos noventa soldados norteamericanos, pero no creo que eso anunciaría el triunfo militar de los iraquíes. A mi modo de ver, lo que se estaría demostrando con ello es más bien la posibilidad de un triunfo político de Irak sobre la intervención militar de Estados Unidos. Porque en el plano militar, no puedes hacer ni siquiera una mínima comparación. Los iraquíes, en términos militares y de armamentos no tienen casi nada, ya que las pocas armas que tenían fueron destruidas, justamente, durante la reciente invasión a Irak. Pero lo que si creo es que se trata de un claro triunfo político de la resistencia iraquí, cuando vemos que la gente sale a las calles a gritarles a los sol-

dados norteamericanos, y cuando esa presión popular es tan fuerte y tan difundida que obliga a esos soldados a quedarse dentro de los cuarteles. Así, cuando esos soldados de Estados Unidos ya no pueden salir a la calle si no es en grupos de 15, 20 o más, porque si sale un soldado sólo se arriesga a sufrir un atentado, estamos frente a una clara victoria política de la resistencia a la invasión, ya que Estados Unidos afirmó que ellos iban a 'liberar' al pueblo de Irak del 'tirano' Saddam Hussein y que serían recibidos por la población con flores y con los brazos abiertos. Pero los hechos recientes están más bien demostrando que la resistencia del pueblo iraquí a ser gobernada por Estados Unidos es muy grande, y que se va a mantener de una manera muy activa. Entonces, más que en un posible triunfo militar futuro, pienso que podríamos hablar de un posible triunfo político mayor —que todavía no se ha dado, pero que bien puede darse en el futuro— del pueblo iraquí, el que hoy está tan reacio a la ocupación norteamericana y se manifiesta tan opuesto a ser gobernado por los norteamericanos, que bien podría revertir muy pronto la situación actual, y quizá obligar efectivamente a que se abran nuevas elecciones dentro del propio Irak, por ejemplo. Dicho esto, es claro que Estados Unidos está en un proceso de decadencia económica fuerte, y eso se puede ver comparando las cifras del comercio, de la red del comercio mundial: Estados Unidos juega cada vez un papel menos importante dentro de esas redes y flujos globales del comercio mundial. A partir de los años setenta y hasta hoy, es manifiesto que Estados Unidos tiene cada vez más un rol evidentemente decreciente a nivel de las finanzas mundiales, y cada vez más la tecnología de punta ya no se inventa en Esta-

dos Unidos, sino en Alemania, en Francia, en Holanda, o en Japón. Así que este encogimiento del poder económico de los EU., tarde o temprano tendrá que revertirse en un encogimiento de su potencia militar. Lo que pasa es que Estados Unidos vive hoy de sus glorias pasadas, porque mientras fue el país hegemónico a nivel económico, construyó un armamento tan poderoso que, como sabemos, podría destruir diez veces al planeta, y ahora está viviendo apoyado en ese poder militar. Pero cuando la industria económica n o r t e a m e r i c a n a empiece a colapsarse, cuando la economía norteamericana no pueda sostenerse más —algo que está mucho más cercano en el tiempo de lo que comúnmente imaginamos—, la industria militar va a entrar, también necesariam e n t e en crisis. Y e n t o n c e s el poder militar de Estados Unidos va empezar a declinar. Desafortunadamente, para que esto acontezca, quizá todavía falten algunos lustros o décadas. MAB:

Es clara la actitud de algunas potencias por ignorar sistemáticamente los acuerdos existentes en materia de derecho internacional. Gobiernos como el de Gran Bretaña, o el de España, entre otros, han sido cómplices de la ilegítima guerra contra Irak. ¿Se podría concluir de lo anterior que las Naciones Unidas han dejado de cumplir el papel para el que fueron creadas, y que finalmente sería mejor que dejaran de existir, como lo han venido pregonando algunas voces? CAAR:

Efectivamente. La O N U es una de las tantas víctimas de los atentados del 11 de septiembre, y lo es en el sentido de que el papel que tuvo Kofi Annan en particular, y en general las Naciones Unidas después

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del 11 de septiembre, fue un papel bastante triste y bastante pobre. No hay que olvidar que Kofi Annan se hizo inmediatamente eco de la postura de Estados Unidos, y se posicionó como cómplice de la guerra y de la invasión de Estados Unidos a Afganistán. Esto demuestra que la Organización de Naciones Unidas ha dejado de tener un papel independiente, y más allá de las declaraciones puramente retóricas en el momento previo a la invasión de Irak —determinadas además, por las tibias presiones de Francia y Alemania,

Estados Unidos lo haya hecho, pero ojalá no sea demasiado duro, y ojalá no dure tanto tiempo"? Me parece que esa no es una oposición ni real, ni seria, ni efectiva. Así que pienso que las Naciones Unidas están en una crisis total. Ahora, no estoy tan seguro de si deberían desaparecer. Lo que en cambio si creo es que deberíamos tratar de pelear seriamente por la formación de nuevos organismos multilaterales y multinacionales, verdaderamente autónomos y verdaderamente independientes, que trataran, por lo menos en el

entre otros—, se observa que las protestas de la O N U se parecen un poco a las de una persona que grita y patalea un poco, y que parece rebelarse tibiamente frente a una cierta situación, pero que, cuando se le presentan los hechos consumados, termina por aceptarlos siempre de modo muy placentero y tranquilo.

plano diplomático, de ser un contrapeso real a esta política belicista y maccartista norteamericana. MAB:

El pasado 14 de septiembre, justamente en México, y más específicamente en la ciudad de Cancún, se celebró la Quinta Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio. Muchos medios calificaron esta reunión como un verdadero fracaso, ¿puede hablarse, como lo estamos haciendo de las Naciones Unidas, de un debilitamiento de la Organización Mundial del Comercio?

La O N U protestó, como protestaron retóricamente Francia y Alemania, y al día siguiente de que se había dado la invasión de Irak, todos ellos dijeron algo así como: "Ojalá que por lo menos la invasión dure el menor tiempo posible, para evitar el gasto de pérdidas humanas". ¿Qué clase de verdadera oposición es ésta, que cuando un país como los Estados Unidos, que se encuentra en una posición opuesta a la de la inmensa mayoría de las restantes naciones, y que hace precisamente lo que toda la Organización de Naciones Unidas le está diciendo que no debe de hacer, sólo provoca que esa misma O N U salga rápidamente a declarar: "Es una lástima que

CAAR:

Sí. Pienso que esa Organización Mundial del Comercio está empezando a vivir un período de debilitamiento, como tu dices, por dos razones: por razones externas, ya que a pesar de todo y aunque sea de manera lenta, pero que se ha revelado como muy constante y sistemática, la oposición de la gente en todo el planeta a estas polí-

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ticas neoliberales que impulsa esa Organización Mundial del Comercio ha ido creciendo, y ha ido haciendo mella sobre dicha O M C . N o es una casualidad que los Foros Sociales Mundiales, tanto los tres primeros celebrados en Porto Alegre, como el cuarto foro que está programado para celebrarse el año próximo en la India, hayan ido cobrando cada vez más fuerza y representatividad. Así que ya no existe lugar en el m u n d o en donde se reúna la O M C , que no tenga a muchas gentes y a muchas organizaciones protestando en las calles, haciendo campañas en su contra, movilizando a la opinión pública. Esta situación, sin duda, está debilitando la imagen y la credibilidad de la O M C en términos externos. Sin embargo, es importante considerar también que en términos internos, los propios países que participan y que de alguna manera hegemonizan a la Organización Mundial del Comercio — otra vez, las potencias capitalistas más ricas del mundo— cada vez son menos capaces de ponerse de acuerdo en las políticas a seguir, porque sus propios intereses nacionales y de bloques económicos, que cada día se enfrascan en una competencia económica más y más feroz, están empezando a chocar. El proceso de la unificación europea y el creciente rol comercial que tiene Europa en el mundo, están empezando a hacer colisión y a entrar en crisis con el papel que tiene Estados Unidos y con el que está buscando tener también Japón. Entonces, estas luchas de los bloques intercapitalistas están haciendo que cada vez sea más difícil que ellos establezcan acuerdos sobre las políticas mundiales a imponer al resto de las naciones. E insisto en este punto porque, si en esa reunión de Cancún no lograron ya ningún acuerdo sustantivo, es porque se esta desple-

gando una disputa interna fuerte entre esas mismas naciones ricas y hegemónicas del mundo, cuando los intereses económicos de Francia y de Alemania, frente a los intereses económicos de Japón y de Estados Unidos, ya no están concordando fácilmente. Y es también significativo que hay ya incluso voces, dentro de los propios organismos financieros internacionales, que se están dando cuenta de que si se sigue propiciando la miseria de las gentes, esto va a deprimir evidentemente al consumo general y con ello a la salud de los mercados tanto internos como internacionales. Si se continúa estrangulando el salario de la gente, y si a la gente cada vez le alcanza menos para comer, entonces esos mercados se comprimen, lo que naturalmente agudiza aún más la competencia por esos mercados entre esas naciones y bloques capitalistas ricos. Y es cuando empiezan a irrumpir esas contradicciones internas, que esperamos que se sigan agudizando todavía más en el futuro.



II



MÉXICO Y AMÉRICA LATINA D E L 11 D E S E P T I E M B R E D E

DESPUÉS 2001

MAB:

¿Qué concepto te merecen los proyectos macros para América Latina: el ALCA, el "Plan Colombia", la "Iniciativa Andina", "El Plan Puebla-Panamá '? CAAR:

Estos proyectos se vinculan a algunos de los puntos que mencionamos antes. Creo que si Estados Unidos ha entrado en un proceso de decadencia económica fuerte, y si cada vez más se reduce su papel en las redes comerciales actuales, lo mismo que

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en las finanzas internacionales, junto a su rol como generador de las nuevas tecnologías de punta, es decir, si asistimos a este proceso de decadencia económica, y también social y geopolítica de Estados Unidos, resulta natural que se reactive la vieja doctrina Monroe, es decir la doctrina que desde el principio del siglo XIX afirmaba "América para los (norte)americanos". Estoy naturalmente jugando, y modificando un poco la frase original, pero es obvio que históricamente éste fue siempre su sentido real.

pios Estados Unidos. Pienso que en este sentido tanto el "Plan Puebla-Panamá", que ha provocado tanta oposición en México, como el "Plan Colombia", constituyen los mecanismos estratégicos principales para implementar precisamente esta nueva dependencia de América Latina respecto de Estados Unidos. MAB:

En las elecciones de octubre del año pasado el pueblo brasilero dijo no al neoliberalismo y votó por cambiar el modelo neoliberal. Pero aún no queda muy claro cuál es el otro modelo a adoptar. ¿No es esto una expresión de vacío de ideas en la actual izquierda latinoamericana?

Los Estados Unidos ven que su presencia en el comercio internacional se reduce cada vez más, y por lo tanto han decidido que América Latina, que ha sido siempre su traspatio económico, debe ahora ser reconectada de una manera mucho más orgánica y sistemática a las necesidades y requerimientos de los mercados norteamericanos. Este es el sentido profundo del ALCA. En otras palabras, Estados Unidos quiere, a través del mecanismo de este Acuerdo de Libre Comercio para todas las Américas, definir cuándo, cómo, dónde y en qué tiempo, la fuerza de trabajo latinoamericana entra a trabajar en sus campos, en sus empresas agrícolas, en sus ciudades y en sus industrias. Dicho Acuerdo quiere definir también cuándo, cómo y en qué niveles se establecen los salarios que se le paga a esa fuerza de trabajo que emigra desde Latinoamérica hacia el norte, y qué mercancías chatarra, que ya no se venden en el mercado norteamericano, y que ya no pueden venderse tampoco en los mercados asiáticos y europeos, van a ser las que ahora inunden nuestros propios mercados.

CAAR:

N o lo creo. La complejidad del mundo actual es muy grande, y no es una casualidad que haya tantos teóricos y tantos debates que están tratando de plantearse el problema de cómo podríamos caracterizar adecuadamente al capitalismo contemporáneo. Antonio Negri, por ejemplo, habla de que ya no estamos en una etapa imperialista sino en la etapa del 'Imperio', y hay quienes defienden la idea de la globalización que mencionamos antes, mientras que otros más dicen que seguimos viviendo dentro de una etapa imperialista. Otros, como Immanuel Wallerstein — y yo coincido mucho más con su punto de vista—, pensaríamos más bien que estamos en la etapa de la crisis terminal del capitalismo como sistema histórico. Sin embargo, se trata de una situación muy compleja. Pienso que se está debatiendo este problema y que se está tratando de plantear soluciones y caracterizaciones críticas de esta situación.

El ALCA busca entonces redefinir una nueva estrategia, o una nueva forma, de la viejísima y secular dependencia económica de América Latina respecto de los pro-

En mi opinión, lo que Lula representa, es en primer lugar la fuerza del Movimien-

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to de los Sin Tierra, y en segundo lugar, la fuerza de un movimiento popular que vino trabajando lentamente y que durante los últimos 20 años construyó un partido de nuevo tipo, que era el Partido de los Trabajadores, que construyó redes sociales muy fuertes, como son las Comunidades Eclesiales de Base y que a partir de todo esto logró revertir en un momento dado la situación política imperante. Pero, ¿cuál es la encrucijada que está viviendo ahora Lula? Lula está sintiendo que la presión y el poder que tienen los grandes mecanismos económicos internacionales, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, es tan grande que no basta con afirmar la vocación política de un cambio, y se está dando cuenta de que si quiere hacer frente a esas presiones y a ese gran poder del capital internacional, sólo podrá hacerlo siendo más creativo, más audaz, y al mismo tiempo más radical, apelando directamente a un apoyo más abierto de las propias organizaciones populares. Y es en este punto que Lula ha cometido un error, porque para no enemistarse con los sectores de empresarios que lo apoyan, y para no desencadenar un conflicto abierto con estos organismos internacionales, lo que ha estado haciendo es pactando, cediendo espacios, y aceptando una serie de compromisos que, en el fondo, empiezan a manifestarse otra vez como la aplicación de medidas neoliberales. Ahora, desde una perspectiva de izquierda, esto es un error muy grande, y Lula debería de tratar de corregirlo. Porque si no vuelve a vincularse con los movimientos populares, y si no le apuesta al apoyo de los grandes grupos sociales y de las clases populares brasileñas, tratando detener una posición más firme y diversa frente al Fondo Monetario Internacional

y el Banco Mundial, y si además de todo, no atiende las demandas de una verdadera reforma agraria radical que él mismo prometió, y no da satisfacción al conjunto de los postulados integrales fundamentales del Movimiento de los Sin Tierra, —satisfacción que ha estado postergando—, todo su proyecto de cambio social va a terminar naufragando, y él va a terminar convirtiéndose tan sólo en un presidente que llegó sin duda al poder con un apoyo popular extraordinario, pero que una vez que estuvo en el poder, volvió a implementar políticas muy parecidas a las viejas políticas neoliberales, aunque con una retórica un poco más socializante. Este es el riesgo que ahora enfrenta Lula, y confiamos en que no continúe por este equivocado rumbo mencionado. Pero yo creo que esa es la encrucijada que se estaría planteando, por otro lado, también para esta izquierda latinoamericana en general. Ya que no es fácil plantear políticas alternativas, pero creo que el trabajo que están haciendo, entre muchos otros, los Foros Sociales Mundiales —y no es una casualidad que sea también en Brasil que se dieron los tres primeros encuentros de dichos Foros— apuntan igualmente en esta perspectiva. Por todo ello, no creo que haya un vacío de ideas en la izquierda. MAB:

Tras 71 años de hegemonía del Partido Revolucionario Institucional, del PRI, por primera vez un candidato ajeno a sus filas asume la jefatura del Estado mexicano. Al cabo de tres años de este significativo suceso político, ¿cuál es el balance que puedes establecer del gobierno de Fox? CAAR:

El balance que establecería, y que está es-

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tableciendo la mayor parte de la población mexicana, es el vivir una gran decepción. Porque Fox llegó al poder por medio de una campaña en la cual prometía un gobierno más eficiente, que iba poner fin a la corrupción y a impulsar un gran cambio social, que haría crecer la economía al 7% cada año y que resolvería el problema de Chiapas en 15 minutos, según decía él, etcétera. Y lo que hemos visto es exactamente todo lo contrario: la economía mexicana está cada vez más en crisis, y cada año ha estado incrementándose el desempleo, perdiéndose entre 600, 000 y 800, 000 puestos de trabajo. Así que en estos tres años, los mexicanos hemos tenido no crecimiento sino decrecimiento

la que un día es capaz de decir que el campo mexicano es la esfera de actividad económica más desarrollada, y al día siguiente reconocer que está en una crisis terrible. Y un día afirma que lo más importante es promover la industria mexicana, y al día siguiente dice que el comercio y las finanzas son las prioridades esenciales para su gobierno.

económico: el peso se sigue devaluando cada vez más frente al dólar y estamos viviendo una situación de verdadera crisis económica general, en donde la desindustrialización se acelera cada vez más, y en donde la pequeña y mediana industria son incapaces de sobrevivir a la invasión de nuestros mercados por parte de las mercancías norteamericanas, justamente en virtud del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos.

gran decepción. Porque mucha gente abrigó muchas expectativas y apoyó a Fox en las urnas en julio del año 2000, para luego venir a darse cuenta de que tanto el Partido Acción Nacional (PAN) que llegó también al poder con Fox, y este último son claramente incapaces de resolver los problemas cruciales urgentes de la sociedad mexicana, y de empezar por lo menos a sentar las condiciones para resolver los problemas estructurales que México ha arrastrado durante décadas, y que padeció justamente durante esos 71 años de los gobiernos priístas que tu mencionaste. Este sería dicho balance general.

En el plano social, los problemas de la violencia social y de la inseguridad han crecido en la misma medida, o quizá más, que bajo los gobiernos priístas. En términos políticos, el problema de Chiapas no se ha resuelto aún y siguen sin respetarse los Acuerdos de San Andrés, al mismo tiempo que, más en general, Fox desarrolla una política completamente errática, en

Existe entonces la sensación en todo México de que Fox tiene una política poco clara, de que no ha podido y no ha querido definir un proyecto de nación, y de que no tiene un proyecto político global para conducir cotidianamente al país. Así que pienso que la sensación generalizada que se tiene en México hoy, es la de una

MAB:

¿Cuál ha sido el papel de la oposición, encarnada concretamente en el Partido de la Revolución Democrática, el PRD? ¿Qué ha sig-

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nificado el control del poder local en la ciudad más grande del mundo, por parte de este partido de izquierda? CAAR:

La pregunta no se puede responder de una manera única, porque el P R D ha atravesado muchas etapas. Creo que durante el m o m e n t o de su surgimiento, después de 1988, el PRD logró conjuntar en su seno a una serie de franjas importantes de ciertos movimientos sociales de oposición, de movimientos populares de resistencia, lo que hizo que en un momento dado llegara a representar efectivamente una cierta alternativa de izquierda a las políticas gubernamentales y a los gobiernos del PRI. Desafortunadamente, en el último tiempo, muchos de los políticos del PRD han empezado a tener una actitud alejada de los movimientos populares y se han enfrascado en una suerte de "lucha de tribus", c o m o dicen en México, d o n d e lo único que se reparten son las cuotas de c u á n t o s d i p u t a d o s , c u á n t o s senadores, cuántos puestos de mando y de poder les van a tocar a cada una de esas fracciones del partido o tribus. Y por estar pensando sólo en estos problemas del reparto de los puestos y de la obtención del control dentro del propio partido, se han olvidado de su vinculación con los movimientos sociales populares. Así que no es una casualidad que no haya habido hasta hoy claros pronunciamientos por parte del PRD respecto a las alternativas globales de solución del conflicto chiapaneco, y tampoco es una casualidad que no se tenga una política clara respecto de la privatización de la energía eléctrica que está ya en curso. Y el PRD no se ha pronunciado tampoco claramente respecto del problema actual que vive el campo mexicano, o respecto de la entrega gra-

dual y subterránea de nuestra industria del petróleo, etcétera. En este sentido, el PRD está perdiendo el rumbo, y aunque gobierna la ciudad más grande del mundo, que es la Ciudad de México, creo que no está cumpliendo con las expectativas que un verdadero partido de izquierda debería ofrecer y presentar al conjunto de las clases populares, en un país tan complejo como es el México de hoy. MAB:

¿Qué significado ha tenido para México, para América Latina y para el mundo, el levantamiento del movimiento Zapatista del primero de enero de 1994? CAAR:

Los analistas sociales debiéramos preguntarnos, de una manera más seria, por qué el movimiento neozapatista suscitó desde su origen, y suscita hasta ahora, tanta atención internacional, y por qué hay gente de todo el m u n d o dispuesta a ayudar en las comunidades Zapatistas, a colaborar con su experiencia y a tratar de aprender del desarrollo de las propias comunidades Zapatistas. Pienso que una de las razones que explican esto, es la de que el neozapatismo se constituye como una suerte de modelo universal de cómo deberán funcionar los nuevos movimientos antisistémicos en los próximos 20, 30 o quizá 50 años. Porque se trata de un movimiento que asume centralmente y que intenta concientemente dar una salida a la crisis profunda que está viviendo, ya no solamente el Estado contemporáneo, sino más en general todo el nivel de esa actividad h u m a n a que es la política y lo político moderno. Porque todos los partidos del mundo, sean de derecha, de centro, o de izquierda, están en una crisis absoluta, determinada en parte por la situación de que la inmensa mayo-

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ría de las poblaciones de todo el planeta han comenzado hace varios lustros a pensar que la política es algo idéntico al tráfico de influencias, a los malos manejos, al nepotismo, y más en general a cosas sucias y oscuras. Frente a esta crisis de la manera de funcionar la política moderna contemporánea, y concomitantemente a ello de todo tipo de partidos, los neozapatistas están proponiendo que desplacemos el eje de los nuevos movimientos sociales y políticos, y que dejemos de pensar en su estructuración como partidos, y en el clásico objetivo de la toma del poder político, y que frente a todo ello volvamos más bien a asumir las consecuencias de que, como lo dijo Marx hace ya 150 años, detrás de lo político está y debe estar siempre lo social. Ya que cualquier partido político que no tiene realmente un movimiento social fuerte detrás de él, no es más que un simple y vulgar cascarón vacío, igual que cualquier fuerza o personaje político que no representa realmente a una fuerza social importante que lo apoye y soporte, no tiene absolutamente ningún significado real. Y en la medida en que la política entra en crisis, los políticos y los partidos políticos tienden a girar sólo sobre sí mismos, como en una especie de carrusel, y empiezan a adorar el poder por el poder mismo, y a creer que la política es un nivel de realidad y de relaciones autosuficientes y existentes de manera autónoma, por y para sí mismas. Pero los Zapatistas nos están recordando que para que esa actividad de la política tenga sentido, lo político debe volver a reconectarse con lo social y subordinarse a él. Así que las gentes que ocupan puestos políticos y que en verdad no representan a grupos sociales importantes, y no responden de modo efectivo a los intere-

ses y a las demandas de los movimientos y de las diversas fuerzas sociales, no tienen s i m p l e m e n t e n i n g u n a razón de existir. Entonces, cuando esos dignos indígenas rebeldes nos dicen que debemos de hacer una nueva forma de política, en la que todos los políticos aprendan en serio a "mandar obedeciendo", afirman un principio que para todos los políticos tradicionales resulta incomprensible. Porque para ellos, la política es el arte sólo del mando y no de la obediencia. Y lo que sucede es que con este oxymoron, que pone de cabeza y transforma de raíz toda la lógica perversa, verticalista y parásita de la política burguesa tradicional, lo que los neozapatistas nos está dic i e n d o es que d e b e m o s revincular eso político con lo social, reubicando además como eje central de esta vinculación a lo social, a las fuerzas sociales, a los movimientos sociales y a la organización de la sociedad civil misma, poniendo como el elemento subordinado a toda posible configuración de ese nivel de lo político, desde los modernos partidos políticos hasta las más diversas formas de las organizaciones y de las estructuras políticas de todo tipo. Creo, por lo demás que éste es sólo un ejemplo, entre muchos otros posibles, de las complejas razones por las que el neozapatismo se ha logrado constituir en esa especie de 'modelo' de lo que podrían empezar a ser y a hacer, o quizá de lo que ya están siendo y haciendo otros movimientos antisistémicos a lo largo y ancho del planeta. Porque en mi opinión, este trazo que los neozapatistas han reivindicado con tanta fuerza, respecto de una forma radicalmente nueva y radicalmente otra de la política se reproduce también en el seno de las posiciones del Movimiento de los "Sin Tierra", lo mismo que en los movimientos de "los piqueteros" argentinos,

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movimientos ambos que miran mucho más hacia la organización de la gente y a las demandas reales y sociales de esa gente, que a la lucha por los puestos políticos, o a los acuerdos cupulares, o las siempre sospechosas negociaciones a puerta cerrada de todo tipo de líderes o de representantes, o al reparto de cuotas y lugares dentro de las representaciones internas de las estructuras políticas. MAB:

¿Qué ha sucedido con el EZLN, después del arribo de la caravana zapatista al D. E. que moviliza hace más de dos años a la sociedad mexicana en un reclamo por la automonía y la dignidad indígena? Te pregunto esto porque a veces uno tuviera la impresión de que el movimiento zapatista ha tenido unos momentos "de gran auge" y otros momentos "de declive", y justamente después de esta caravana el movimiento pareciese que ha guardado un largo silencio. CAAR:

En efecto, los neozapatistas han tenido momentos de mayor protagonismo y momentos en que efectivamente han estado un poco menos visibles. Pero esta dinámica no puede interpretarse automáticamente como un síntoma de auges y de reflujos, porque su falta de visibilidad externa en un cierto momento, no quiere decir que no estén trabajando de una manera muy continua, y que no estén al mismo tiempo teniendo grandes e importantes debates internos. Ciertamente, como tú señalas, durante la marcha del año 2001 los neozapatistas lograron demostrar que cuentan con un gran apoyo popular de inmensas capas de la población mexicana. Quiero repetir un dato que todo el m u n d o conoce, pero que es importante volver a mencionar: la movilización de las

gentes que salieron a las calles a ver y apoyar a los Zapatistas, j u n t o a las q u e parti-

ciparon en la organización logística de las manifestaciones, en los 14 estados de la República Mexicana que ellos recorrieron entre febrero y abril de 2001, fue de 10 millones de gentes. Es decir que uno de cada diez mexicanos, una décima parte de la población total de México se movilizó para mostrar su apoyo a los neozapatistas. Insisto en este punto porque es innegable que los zapatistas gozan de una simpatía popular muy grande dentro de México, y también fuera de México, y es gracias a ese doble apoyo popular que han logrado sobrevivir a los embates e incluso a las traiciones de los gobiernos de México. Si señalo esto, es porque la gran decepción que los zapatistas tuvieron, y con ellos, la decepción que también tuvimos muchísima gente después de la Marcha del Color de la Tierra, fue precisamente que el presidente Vicente Fox, que había prometido desde su propio discurso de toma del poder resolver el problema de Chiapas, y que parecía haber dado un síntoma positivo en ese sentido al permitir que la Marcha se organizara y llegara a la Ciudad de México, dejó finalmente naufragar a ese fundamental proyecto de respetar los Acuerdos de San Andrés, simulando que dejaba inocentemente la decisión del asunto en manos de las Cámaras y del Congreso. Pero entonces, lo que se escenificó en esas Cámaras y en ese Congreso fue una especie de golpe de estado parlamentario' en el que varios de los líderes de los senadores, todos ellos de muy dudosa reputación —y que incluían lo mismo a senadores del PRI y del PAN, como también del PRD—, votaron en contra de los Acuerdos de San Andrés, para promover una contrarreforma indígena que volvió a em-

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pantanar toda la situación y a hacer todavía más difícil la situación en Chiapas. Pero durante todo el tiempo que siguió a esas falsas promesas de Vicente Fox y a esa decisión regresiva y nefasta de los senadores, los neozapatistas no estuvieron inmóviles, y no estaban para nada en reflujo. Por el contrario, se sumergieron en un intenso debate interno, muy fuerte, precisamente para redefinir como reorganizarse y como volver a reposicionarse dentro de la escena política mexicana. Y el resultado de esos debates, después de más de dos años, fue precisamente el de decidir fundar las "Juntas de Buen Gobierno", que acaban de lanzarse hace un

mes, y que constituyen una nueva e inteligente iniciativa que pretende crear órganos de autogobierno popular, ante la incapacidad de los gobiernos federal y estatal de cumplir con las funciones elementales para las cuales fueron elegidos. Se trata entonces de organizar desde abajo instituciones de gestión local, conformadas por gente que ellos mismos eligen de una manera democrática, y que son revocables en cualquier momento. Esa gente y esas Juntas de Buen Gobierno, tienen que empezar a organizar los asuntos que atañen a toda la comunidad, como los asuntos económicos — p o r ejemplo la cuestión de cómo se introducen las nuevas tecnologías, o se buscan nuevos mecanismos de comercialización de sus productos que eliminen a los intermediarios, permitiendo con ello una mayor ganancia para los propios productores indígenas—, pero también los cruciales asuntos de la salud pú-

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blica y de los hospitales, o de la educación y la alfabetización en esas comunidades indígenas. De modo que en los caracoles neozapatistas, estas Juntas de Buen Gobierno ya están funcionando de una manera prácticamente autosuficiente, y están empezando a ver cómo se educa y cómo se debe de educar a los niños Zapatistas, y por lo t a n t o c ó m o se pueden formar nuevos maestros, para que eduquen a los niños no sólo con la vieja historia patria, tradicional, que resulta siempre abstracta y lejana para los niños, sino que los eduquen explicándoles al mismo tiempo qué cosa quiere decir vivir hoy en Chiapas, y por-

qué en esta región de México se vive desde hace varios años un conflicto social importante y una guerra de baja intensidad, y porqué ven pasar a los aviones y a los helicópteros del Ejército mexicano todo el tiempo. Que les expliquen lo que quiere decir ser chiapaneco ahora y ser también neozapatista, y tratar de luchar por un mundo más justo y por una sociedad más igualitaria. Este proceso es muy largo y complejo, pero los Z a p a t i s t a s y a están echándolo a andar. Entonces, el sentido general de estas Juntas de Buen Gobierno es empezar a resolver los asuntos públicos, económicos, sociales, políticos y culturales de las comunidades, desde una perspectiva en la cual, frente al vacío de poder que crea un gobierno débil, errático y que no está efectivamente sabiendo llevar por un rumbo claro a México, los neozapatistas proponen que nosotros nos organicemos desde aba-

jo. Y vuelvo a lo que había dicho antes, es decir que el objetivo fundamental de los Zapatistas es el de que la gente esté organizada, mucho más que fundar un partido político, o que pelear por puestos dentro del parlamento. La idea es así que la gente misma debe comenzar a organizarse desde abajo, sin esperar la iniciativa ni el apoyo del gobierno, y debe también empezar a autogobernarse, como un mecanismo de presión y al mismo tiempo como una alternativa racional frente a un gobierno estatal o federal que no es capaz de responder mínimamente a las tareas que son históricamente su responsabilidad. Así, frente al desgobierno total que ahora padecemos en México, la única salida posible es la de la promoción de estas formas de autogobierno organizado por la misma sociedad civil desde abajo y con sus propias fuerzas y recursos. MAB:

En diferentes ocasiones el Subcomandante Marcos se ha referido críticamente al accionar militar de movimientos armados como el movimiento separatista vasco (ETA), y más cercanamente el caso de la guerrilla colombiana de las FARC-EP o los mismos movimientos insurgentes diferentes al EZLN en México. ¿No crees que el Subcomandante Marcos incurre en un error al pretender generalizar un modelo exitoso de resistencia, desconociendo las condiciones específicas en que se desenvuelven otras luchas? CAAR:

No, no estoy muy seguro de esto que afirmas. Porque el debate se ha planteado en otros términos. La intervención que hizo el Subcomandante Marcos respecto de la ETA se debió sobre todo al hecho de que, como el mismo lo reveló después, y hay d o c u m e n t o s que p r u e b a n esto, Felipe

González y otros políticos españoles importantes habían estado interviniendo directamente en los asuntos de la política externa mexicana, asesorando al presidente Ernesto Zedillo, y asesorando las políticas de contrainsurgencia del propio gobierno de Vicente Fox. El Subcomandante dice que esta situación fue la que hizo que él se animara a intervenir en la escena política española, es decir el hecho de que sabía que había gente prominente de la política española que estaban actuando, justamente, en contra de los Zapatistas. Y de ahí sus primeras declaraciones críticas. En segundo lugar, hay que subrayar una cosa, sobre la cual el S u b c o m a n d a n t e Marcos ha insistido mucho: cuando se proponía este diálogo con ETA, el objetivo era el de crear condiciones para que se estableciera una nueva situación que permitiera destrabar la fuerte polarización y la creciente violencia que se vive en el País Vasco y en España desde hace mucho tiempo. No conozco las declaraciones del Subcomandante Marcos sobre la guerrilla colombiana, pero pienso que quizá el sentido de su propuesta sería el mismo, es decir no tanto el de pronunciarse a favor o en contra de ninguno de los grupos, ni tampoco de tratar de pontificar o de decir cómo hay que hacer las cosas en otros países, pero si en cambio decir en que sentido y qué lecciones nos ha dado la experiencia particular de los Zapatistas. El mismo Subcomandante ha repetido muchas veces, jugando un poco con las palabras, que "nosotros los Zapatistas somos la guerrilla más pacífica del mundo". Y afirma eso porque ellos han aprendido que son 10 veces, 30 veces, 50 veces más efectivas las armas de la política que las armas militares. Y sobre todo las armas de la política cuando esta última es concebida no como la política tradicional, sino

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como la organización prioritaria de las fuerzas y de los movimientos sociales populares. Este es, creo yo, el sentido de la intervención de Marcos, tanto en el caso de ETA, como supongo también en el caso colombiano, aunque insisto en que no conozco esas declaraciones suyas sobre la guerrilla colombiana. Debiéramos buscar espacios que le abran más oportunidades al trabajo político y menos al trabajo militar. Porque no podemos basarnos solamente en la fuerza de las armas mismas, y debiéramos pensar más bien en los nuevos espacios políticos que pueden ir conquistando e imponiendo los distintos movimientos sociales populares. MAB:

¿Cómo ven los universitarios de México al actual gobierno del presidente Alvaro Uribe Vélez?

decir desvergonzada, ha estado últimamente ganando algunas elecciones, y esta implementando políticas abiertamente conservadoras y de derecha en toda una serie de países no sólo de América Latina sino de todo el mundo. En México estamos muy preocupados viendo los efectos catastróficos que, por ejemplo en el ámbito de la cultura, pero también mucho más allá, tiene esta política conservadora y neoliberal que impulsa Vicente Fox. Sin conocer demasiado la situación colombiana, vemos que Colombia está caminando por ese mismo rumbo. Y ya sabemos que lo único que producen estas políticas es una mayor polarización social, un agravamiento de los conflictos políticos, una clara regresión cultural y un deterioro creciente de la situación económica. MAB:

CAAR:

Desafortunadamente, no se conoce suficiente la situación de Colombia en México. De todas formas, habría que decir que en general, la caracterización que se hace del gobierno de Uribe es que él forma parte de esa más amplia familia de personajes que han estado llegando al poder en los últimos lustros, y que representan posiciones muy conservadoras y muy de derecha. Diríamos así que Uribe no es un fenómeno ni aislado ni exclusivo de Colombia, porque lo mismo que representa Uribe en tu país es lo que representa Vicente Fox en México, o Aznar en España, o Berlusconi en Italia, o Jörg Haider en Austria y también George Bush en Estados Unidos. Hace unos 15 o 20 años, la derecha rompió con el consenso liberal y empezó a tener una actitud mucho más beligerante de participación política. Y esta derecha beligerante, e incluso me atrevería a

¿Qué opinión te merecen las guerrillas colombianas, como una de las expresiones de lucha y resistencia de sectores de la población colombiana? CAAR:

Quizá diría lo mismo que estaba planteando en relación al movimiento neozapatista. Ningún movimiento puede apoyarse exclusivamente en la fuerza de las armas, y ésta no debiera ser el pivote principal ni el elemento decisivo de ningún movimiento social. El eje fundamental debe ser la organización social de la gente, así como la claridad política del movimiento, junto a la reivindicación de una forma de organización interna genuinamente democrática. Pienso que en Colombia habría que buscar alternativas que despolaricen la actual situación, que efectivamente parece haberse venido agudizando todavía más a partir del gobierno de Uribe. Es necesa-

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rio construir alternativas que fortalezcan a los movimientos sociales, que abran espacios de real expresión de la sociedad civil, para que esta última no se vea forzada a tener que tomar ese camino militar. Creo que siempre debemos apostar mucho más a la política que a las armas, y considero que esa es una de las lecciones importantes del movimiento zapatista, cuyo principio comparto plenamente. MAB: ¿Qué impresión te llevas de Colombia y de los colombianos después de esta breve estancia en el país? CAAR:

Bueno, veo que en Colombia, como en toda América Latina, se están viviendo contradicciones sociales, conflictos políticos y situaciones económicas sumamente complicadas, pero veo también que hay mucha gente crítica, inteligente, que esta tratando de buscar alternativas a esta situación. Veo que la gente no está, obviamente, conforme con este estado de cosas, y que también se organiza, y soy optimista, porque pienso que estamos llegando a una situación en la cual seguir reproduciendo este tipo de políticas neolibera-

les es cada vez más absurdo, y más antipopular. Soy tenazmente optimista, y pienso que tanto el caso de Lula en Brasil, como incluso el caso del gobierno del PRD en la ciudad de México, demuestran muy claramente que la gente está realmente cansada de este tipo de políticas neoliberales, y que está buscando otras alternativas. Así que pienso que en el futuro inmediato podrán irse consolidando y abriendo más espacios democráticos, y cambiando poco a poco las cosas para que en América Latina tengamos gobiernos no neoliberales, sino gobiernos más progresistas. Y en un mediano plazo, quizá hasta gobiernos más radicalmente inclinados hacia un verdadero cambio social y hacia una genuina transformación radical de todas la sociedades de la propia América Latina. MAB:

Muchas gracias a ti, Profesor Carlos Antonio Aguirre Rojas, y esperamos volver a verte de nuevo aquí en Colombia. CAAR:

Muchas gracias a ti, Miguel Ángel, por esta entrevista. Con gusto volveré a Colombia en cuanto sea nuevamente posible.

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IRENE RODRÍGUEZ

RESEÑA CRÍTICA DEL LIBRO: Ensayos sobre

microhistoria

ce una extensa bibliografía sobre el tema Enelmarco de la distanciacríticaque han tomado las ciencias que, junto a la presentada por Justo Sersociales respecto a los enfoques macro, los na y Anaclet Pons en una publicación debates en torno a las propuestas metodode la Universidad de Valencia, conforlógicas de la microhistoria italiana o del ma la bibliografía editada más impormicroanálisis radical han cobrado y siguen tante sobre la experienciamicrohistórica suscitando el interés de quienes intentan ce nuevamente el volumen ahora editaasir un pasado más extraño, más compledo por jitanjáfora. jo y menos lineal de lo que la miradaestructuralistasupuso. En este primer artículo, que titula Después de la microhistoria. Escalas de obserLos trabajos que forman parte de esta vación y principios de análisis: de la micompilación f u e r o n editados en 1999 crohistoria al microanálisis radical, Barriecomo un dossier de la Revista Prohistora analiza los lugares comunes a los que ria y hoy, gracias al esfuerzo editorial se asocia la microhistoria, señalando las de jitanjáfora Morelia Editorial, se reegrandes diferencias y los pequeños maditan en formato de libro, renovando el tices que separan a las distintas propuesinterés por las discusiones, en absoluto tas m e t o d o l ó g i c a s de q u i e n e s f u e r o n agotadas, en torno a la relación entre lo parte de esta experiencia. Por otro lado, micro y lo macro, lo local y lo global; a los despeja con impecable claactores sociales; a las forridad otra de las confusiomas de exposición y al abornes más frecuentes en tordaje de nuevas temáticas así no al tema, tales como las como a la capacidad de la equívocas asociaciones enhistoria de analizar las destre microhistoria e historia viaciones o las excepciones local o regional, o la no a los grandes modelos somenos errada identificaciológicos. ción de microhistoria con Esta edición incluye dos microanálisis. nuevos artículos de Darío En Las "babas" de la microhistoria. Del mundo seguro al universo de lo posible, la introducción al dossier de

Barriera, quien tuvo a su cargo la compilación de los trabajos. Por un lado, y en la parte final del libro, ofre-

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1999, Barriera apuesta a la metáfora de la baba del diablo (la telaraña) para dar cuenta de dos de los aspectos más ricos de la propuesta microhistórica: por un lado la posibilidad de ver en e s a . . . silueta liviana y delgada... una trama densa que, algunas veces, atrapa a las moscas en medio de su vuelo. Y por el otro, mostrar que en ocasiones esa s i l u e t a . . . se adhiere al rostro o la cabellera de alguien, obcecada y perturbadoramente, constituyen una imagen acertada para describir un t r a b a j o h i s t o r i o g r á f i c o m i n u c i o s o que pone en evidencia situaciones de tensión y conflicto, que desde otra perspectiva, serían difíciles de percibir. Matti Peltonen, en Indicios, márgenes y mónadas. Acerca del advenimiento de la "Nueva Microhistoria", señala la coincidencia en la utilización de la metáfora espacial por parte de Ginzburg y Levi así como de otras ciencias sociales donde opera la distinción entre los enfoques macro y micro, como es el caso de la economía y la sociología, disciplinas que se han preocupado por este vínculo antes que la historia. Si bien en economía ha prevalecido el aspecto temporal, los trabajos de Carlo Ginzburg también estarían basados, según Peltonen, en una tensión temporal a partir de un acontecimiento excepcional que colisiona con la estructura de la cultura popular, revelando aspectos imposibles de percibir en otra temporalidad. El famoso oxymoron de lo 'excepcional-normal' lleva en el seno de su misma paradoja la relación entre lo micro y lo macro como contrastes analíticos y no como unidades empíricas antagónicas. Los indicios de Ginzburg, los márgenes de De Certeau y las mónadas tomadas de Leibniz por Benjamín —microenfoques distintivos de la historia por su carácter concreto— cons-

tituyen, señala este autor, unidades que reúnen dentro de sí ambas dimensiones. Respecto a las discusiones sobre las características del proyecto de la microhistoria italiana, el artículo de Carlos Aguirre Rojas ayuda también a despejar algunas dudas al respecto al afirmar categóricamente que los trabajos de Luis González y González, asociados a la etiqueta "microhistoria", estarían en las antípodas absolutas de la microhistoria italiana. Los trabajos de González y González estarían enmarcados en un explícito retorno a una nueva y fructífera historia local que sería la respuesta mexicana al agotamiento de las historias generales. La microhistoria italiana, a diferencia de esta historia regional, promueve la utilización de la reducción de escala sólo a nivel metodológico, es decir, como un procedimiento que intenta enriquecer el análisis histórico. Se trata de una reducción en la escala de la observación y no del objeto estudiado. Bernard Vincent en Microhistoria a la española realiza un recorrido por las obras de Jaime Contreras, Tomás A. Mantecón Movellán, Ángel Rodríguez Sánchez y José Javier Ruiz Ibáñez. Con respecto al primero de ellos, señala cómo la escala microhistórica pudo poner en evidencia estrategias individuales que resultaron más significativas que otras opciones a la hora de resolver una cuestión central para este historiador como es el lugar de los judeo-conversos en la sociedad española del siglo XVI. Por otro lado, cuenta cómo Mantecón, a través de un proceso excepcional como el que desencadena el asesinato de una mujer en un pueblo del norte de España, reveló los comportamientos y los procesos de regulación de una comunidad aldeana. Por su parte Ángel Rodríguez, a par-

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tir de un exhaustivo trabajo sobre 303 confesiones de fieles que habían sido invitados a responder a trece preguntas precisas y a delatar a quienes hubieren cometido pecados, logró ver un proceso parainquisitorial de aplicación de los preceptos de Trento y de imposición de una estricta moral social. Finalmente, el texto de José Javier Ruiz Ibáñez — q u e caracteriza como un trabajo, ya no de historia sociocultural como los anteriores, sino de h i s t o r i a s o c i o p o l i t i c a — aborda el tema de la soberanía a partir de hechos que tuvieron lugar en la pequeña ciudad de Cambrai en 1595. De este modo pudo reconocer las corrientes de pensamiento político en las que abrevaban los habitantes de esta ciudad y las figuras jurídicas que los consejeros reales inventaron para no restituir las p r e r r o g a t i v a s de 1 5 9 5 . Así logró mostrar la relación dinámica entre la práctica y la teoría, a partir de esta circunstancia concreta d o n d e la primera subvirtió a la segunda. El trabajo de Justo Serna y Anaclet Pons, El historiador como autor. Exito y fracaso de la Microhistoria, realiza un recorrido por los avatares de la casa editorial Einaudi como una forma de comprender el porqué de la identificación de la microhistoria con la obra de Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos. La versión más difundida internacionalmente es la que identifica el paradigma indiciarlo con microhistoria, sin embargo, como señalan los autores, esto no es así en Italia donde se pueden identificar por los menos dos modos de entender la mic r o h i s t o r i a : la q u e e n c a r n a E d o a r d o Grendi y la que se identifica con Carlo Ginzburg. Quizás esto explique la paradoja del decreto de la muerte de la microhistoria por parte de sus oficiantes

en el momento en que los historiadores del mundo celebran la actualidad de sus planteos. A continuación, entonces, analizan minuciosamente las diferencias que separan las propuestas de Grendi de las de Ginzburg, señalando la centralidad que el contexto y las relaciones sociales ocupan en el primero y la ampliación por parte de Ginzburg y Poni del sentido original que Grendi había dado al oxymoron de lo ' e x c e p c i o n a l - n o r m a l ' así como la recuperación del método abductivo propuesto por el pensador pragmático Charles S. Pierce. Una propuesta que desplaza al método deductivo —que prueba que algo necesariamente es— por el método indiciario para el que —pensando en la historia como una disciplina de lo concreto— algo puede ser. La inclusión en el libro de las entrevistas a dos de los principales protagonistas de la experiencia microhistórica, Giovanni Levi y Carlo Ginzburg, enriquecen las reflexiones de los autores reunidos en este volumen. Interrogado el p r i m e r o de ellos sobre los principios metodológicos de esta experiencia fue muy concreto:... Es un problema de escala. La microhistoria no es estudiar cosas pequeñas sino mirar en un punto específico pequeño, pero proponerse problemas generales, p o n i e n d o de este m o d o en perspectiva no sólo la relación entre lo micro y lo macro sino, y sobre todo, la posición que toma el historiador en la investigación. Una perspectiva que implica cambios tanto en la forma de construir el objeto como en la forma de organizar el relato, privilegiando la especificidad del p u n t o de vista sobre "la verdad" autorizada del historiador. La escritura de la historia, las fuentes orales, los estudios de redes, la historiografía l a t i n o a m e r i c a n a y a r g e n t i n a , los

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trabajos de síntesis, disrupción y nueva síntesis son algunos de los temas que se repasan en esta rica entrevista que se ofrece a los lectores interesados en el tema. Finalmente, la charla de Adriano Sofri con Cario Ginzburg, que data de 1982, es una entrevista excepcional que el mismo Ginzburg ha calificado como e l . . . texto autobiográfico que a mi me gusta más, porque la persona que me ha entrevistado es mi amigo Adriano Sofri... Y que no sólo nos permite recorrer propuestas, anécdotas, reflexiones, conceptos, antecedentes intelectuales y bibliográficos del entrevistado, sino que además se propone como una forma de protesta contra la injusta prisión que hoy padece este intelectual crítico de izquierda que ha oficiado en esta especial ocasión de entrevistador.

Como señalan Serna y P o n s . . . la 'microstoria' es una voz italiana de creciente éxito internacional pero de ambiguo significado. De aquí la importancia de los trabajos reunidos en este volumen ya que una lectura atenta despejará en el lector muchos de los puntos confusos que han sido fruto de esquematizaciones y simplificaciones propias de la amplia difusión que la experiencia microhistórica ha tenido en las universidades del mundo. La densidad de sus propuestas, que se recupera a partir de la lectura de este volumen, permite reconocer en ellas una excelente herramienta para quienes intentan acercarse a un pasado cuya complejidad requiere de toda la capacidad creativa de la interpretación histórica.

BARRIERA, DARÍO

(COMPILADOR).

Ensayos sobre microhistoria, jitanjáfora Morelia Editorial / prohistoria, Morelia, 2002, 286 pp.

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lo Ginzburg, I Benandanti. Mientras tanto, tal y como lo anunciamos en el número 1 de nuestra revista, la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco le otorgó el Doctorado Honoris Causa al mismo Carlo Ginzburg, además de publicar su libro Ninguna Isla es una Isla.

Fue publicado en Rosario, en Argentina, el libro de Carlos Antonio Aguirre Rojas, Historia de la microhistoria italiana. Ese libro es el texto del ensayo publicado en el número 1 de Contrahistorias, ahora publicado de manera independiente como un pequeño libro, por la Editorial Prohistoria.

DIVERSAS

Reiteramos la invitación para que conozcan la nueva revista electrónica Eppur, en el sitio: http: //www.revista-eppur.com. El número 1 está dedicado al tema del 'Balance crítico del siglo XX', y contiene ensayos de Bolívar La Universidad Juárez Autónoma de TaEcheverría, Immanuel Wallerstein, Jürgen basco editó también recientemente el Habermas, Michael Lowy, y Carlos A. Aguirre además una entrevista a Ca libro deRojas, Etienne Bloch,detitulado Marc los Monsivais. Bloch. El historiador en su laboratorio. Testimonios e

Está ya circulando el nuevo libro de Carlos Antonio Aguirre Rojas, Immanuel Wallerstein. Crítica del sistema-mundo capitalista, publicado en México por Ediciones Era. Se anuncia su próxima aparición en Chile, por parte de la Editorial Lom, y en Uruguay por la Editorial Trilce. La Introducción de este libro será incluida también en un libro de la Universidad de Antioquia en Medellín, Colombia.

La Universidad de Guadalajara prepara la próxima edición en español del libro de Car[109]

Interpretaciones.

El Centro de Investigaciones sobre la Cultura Cubana 'Juan Marinelo' publicará pronto el libro de Carlos Antonio Aguirre Rojas, titulado Para comprender el mundo actual. Una gramática de larga duración.

En marzo de 2004 saldrá publicado un nuevo libro de Immanuel Wallerstein, con el t í t u l o The Uncertainties of Knowledge, que será editado por Temple University Press.

Tijuana. Además, nuestra revista se disCarlo Ginzburg impartió en septiembre patribuyó en más la más importante sado, en Guadalajara, la Cátedra 'Julio Cortázar'. Fuetambién la cátedra concurrida en toda reunión nacional de los futuros histola historia de este foro, teniendo más de 500 riadores mexicanos, el Encuentro Naasistentes durante los tres días de esta activicional de Estudiantes de Historia, lo dad. Felicitamos calurosamente al Dr. Ginzque permitió que la revista llegara seburg, miembro de nuestro Comité Científiguramente a muchas otras ciudades de co Internacional. México no mencionadas en la lista anterior. Naturalmente, esta vastísima difusión nacional sólo fue posible gracias a ese 'trabajo voluntario', totalmente desinteresado y fraterno de esta red de Se publicó en Guatemala el libro del Profeamigos, a la que el Colectivo C o n sor Edeliberto Cifuentes Medina, La Aventura de Investigar. EL Plan y La Tesis, por parte de trahistorias agradece infinitamente ese apoyo. Aunque no es posible menciola Editorial Magna Terra. nar por su nombre a toda la enorme lista de esta red de amigos, ellos saben muy bien quienes son, y reciben sin duda nuestro reconocimiento profundo. La respuesta social que tuvo la aparición de nuestra revista Contrahistorias. La otra mirada de Clío fue verdaderamente extraordinaria. Hasta el punto de que los 2000 ejemplares de la primera edición se agotaron en Contrahistorias se distribuyó también un mes. Decidimos reimprimir, en octubre en el II Encuentro Latinoamericano de de 2003, 1000 ejemplares más, que volvieEstudiantes de Historia celebrado en ron a agotarse rápidamente, lo que nos llevó Uruguay. Igualmente se difundió de a realizar una segunda reimpresión en nomanera significativa, especialmente en viembre de 2003 de otros 1000 ejemplares Colombia, Guatemala y Argentina, y más. Y todo esto, sólo gracias al apoyo soliun poco en Belice, Perú y España, adedario de toda la red de amigos de Contrahismás de la difusión que todos los miemtorias, los que a través de los circuitos inforbros de nuestro Comité Científico Inmales del 'correo del Zar' —es decir llevánternacional le dieron en las Bibliotecas dolos directamente y distribuyéndolos tamde los 13 países en donde ellos trababién de manera personal— difundieron la jan y habitan. revista no solamente en todas las Escuelas de Historia importantes del Distrito Federal, sino también en Toluca, Puebla, Jalapa, La Paz, Guadalajara, Querétaro, Tlaxcala, Tepic,Villahermosa, Cuernavaca, Una cuestión de orden práctico.Monterrey, HeUruapan, Mérida, Sonora, Campeche, Guamos recibido muchos correos pregunnajuato, Aguascalientes, Morelia, San Cristando como es posible adquirir Contóbal de las Casas, Tuxtla Gutiérrez, Pachuca, trahistorias en muchas ciudades del país Zamora, Chilpancingo, San Luis Potosí, y y en varios lugares de América Latina y de España. El problema es que no

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resulta viable pagar 20 pesos por un ejemplar de la revista y 80 pesos por el envío por medio del servicio de Estafeta, o hasta 15 ó 20 dólares por el envío mediante mensajería internacional a otro país. Y el correo mexicano no parece ser en este sentido una vía suficientemente segura. En cambio, puede ser más fácil enviar 20, 30 ó 50 ejemplares juntos a cualquier destino, nacional o internacional, pues de ese modo el pago del costo del envío se justifica mucho más. Por ello, invitamos a todos los potenciales lectores de Contrahistorias que viven en ciudades en donde aún no llega la revista, a agruparse en general, para que puedan hacer esos pedidos colectivos a través de nuestro correo electrónico, y mediante un sencillo depósito bancario.

La simpatía mostrada hacia nuestro proyecto, nos confirma en la necesidad y urgencia de continuar, en México, en América Latina y en todo el planeta, impulsando los principales resultados de la historia y de las ciencias sociales genuinamente críticas, las únicas que en este mundo complicado en el que nos ha tocado vivir, son capaces de darnos algunas herramientas verdaderamente útiles para la comprensión y para la transformación reales de este mismo mundo.

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jitanjáfora Morelia Editorial

FILOSOFÍA

Antolín C. Sánchez Cuervo Krausismo en México

Mauricio Beuchot Universalidad e individuo

Lester Embree Análisis reflexivo. Una primera introducción a la investigación fenomenológica

Raúl Trejo Villalobos Ensayos y anticipaciones

HISTORIA E HISTORIOGRAFIA

Horacio Cerutti G. Experiencias en el tiempo

Carlos Antonio Aguirre Rojas América Latina: historia y presente

Mario Magallón Anaya Pensar esa incómoda posmodernidad desde América Latina

Juan Álvarez-Cienfuegos La cuestión del indio: Bartolomé de las Casas frente a Ginés de Sepúlveda... la polémica de Valladolid, 1550

Guadalupe Elizalde Gallegos Sor Juana Inés de la Cruz, fénix de América / Elina Vuola Sor Juana: racionalidad y género

Darío G. Barriera (comp. ) Ensayos sobre microhistoria Darío G. Barriera / Gabriela Dalla Corte (comps. ) Espacios de familia... España y América, siglos XVI-XX

Miguel Mandujano Esto no es un libro de filosofìa

Laura Eugenia Solís Chávez Las propiedades rurales de los agustinos en Obispado de Michoacán. Siglo XVIII

Jorge Vázquez Pifión Aforismos poético-filosóficos

Karina Vázquez Bernal / Vandari M. Mendoza Solís Entre oficios y beneficios. Historia de los oficios en Morelia. Siglos XVI-XX

Bolívar Echeverría / Horst Kurnitzky Conversaciones sobre lo barroco Antonio Zirión Quijano Historia de la fenomenología en México

Salvador Borrego Los monitoreos SABA: un ejemplo ilustrativo

Nicolás G. Contreras El aspecto trágico de la cultura en México. La condición humana en la obra de José Revueltas

LITERATURA •

Juan Manuel Salceda Olivares Las casas de los estudiantes en Michoacán

HISTORIA E HISTORIOGRAFÍA



DICCIONARIOS

CAMINERÍA: CIENCIAS. H U M A N I D A D E S Y T E C N O L O G I A EDUCACIÓN

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FILOSOFIA



ARTE Y CULTURA

• ANTROPOLOGIA, GENÓMICA Y NEUROCIENCIAS

IMPRENTA, ARTES GRÁFICAS, VISUALES Y EDITORIALES

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Contrahistorias. La otra mirada de Clío contrahistorias@hotmail. com