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II Seminario Atlántico de PENSAMIENTO

Exceso y escasez en la era global La nueva complejidad de la política, la economía, el sujeto, la ciudad y el arte

EDITA Obra Social de la Caja de Canarias DIRECCIÓN Antonio G. González. Seminario Atlántico de Pensamiento TEXTOS © cada autor FOTOGRAFÍAS © cada autor PROYECTO GRÁFICO Y REALIZACIÓN

Depósito Legal: GC 1325 – 2008 I.S.B.N.: 9788487832772

El Seminario Atlántico de Pensamiento quiere expresar su agradecimiento a un conjunto de artistas que han colaborado con este libro a través de la reproducción de unas obras que, no en vano, han sido elegidas en tanto que en sí mismas constituyen discursos visuales sobre el exceso y la escasez en la era global. Se trata de Avelino Sala, Chus García-Fraile, el colectivo Democracia, PSJM, Ubay Murillo, MK Kähne , Andrei Loginov, Eugenio Merino, Gabriel Ortuño, Carlos Arocha y Pepe Medina.

Prólogo Pensar el mundo

6-13

Introducción Una tensión inédita

14-17

Ignacio Ramonet, periodista y semiólogo Qué soluciones para un mundo desigual (entrevista)

18-47

Joan Busquets, arquitecto y urbanista La ciudad del siglo XXI. Su diseño y sus formas de gestión

48-75

Ramón Tamames, economista En torno a las siete vidas del gato. El estado del capitalismo global (entrevista)

76-103

Miguel Cereceda, crítico de arte Follar, follar, follar y morir (la economía libidinal de Georges Bataille)

104-131

Manuel Delgado, antropólogo El miedo al gueto (o porqué se procura evitar la concentración excesiva de pobres en la ciudad)

132-153

Mercedes de Francisco, psicoanalista Resistir a la evaluación

154-167

Juan Ramírez Guedes, arquitecto Las nuevas condiciones del paisaje en la ciudad contemporánea: Intersticio y red

168-183

Fernando Estévez, antropólogo Guardarlo todo, recordar nada Pasado, historia y amnesia bajo la memoria digital

184-203

Olga Correas, psicoanalista Elogio de la falta

204-221

Pablo San José (PSJM), artista Exceso de escasez

222-245

Sonia Mauricio, jurista El lujo en la estética de la globalización

246-267

Ignacio Castro, filósofo y crítico de arte Silencio y multitud (el cambio climático en el sujeto del consumo)

268-290

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Pensar el mundo Prólogo

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Pensar el mundo Prólogo

El DAX,´ndice i bursa ´til alema ´n. FOTO: KAI PFAFFENBACH (REUTERS)

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Pensar el mundo Prólogo

Dentro de unos meses se cumplirán veinte años de la caída del Muro de Berlín. Dos décadas, pues, lleva la gran aceleración de la globalización planteada en los términos actuales. Y esta celebración o conmemoración, como se quiera, es patente que coincide con una crisis económica global de una enorme dimensión en la que nos hallamos plenamente inmersos. Pero, más allá de lo que ahora es inmediato y urgente, si para algo debe de servir esta situación es para hacer una gran reflexión, para pensar el mundo, los desafíos inmensos a los que se enfrenta el Planeta y el modo de abordar una complejidad creciente que, sin embargo, ha de convertirse en motor de inventiva y sensibilidad social. La globalización neoliberal es un fenómeno relativamente reciente, que se ha desarrollado de manera paulatina desde los años cincuenta del pasado siglo. Se trata, como se sabe, de un proceso de intensificación de las relaciones transfronterizas en diversos ámbitos como la economía, la política, la cultura o las relaciones sociales. Pero hasta el momento se ha desplegado como un proceso fundamentalmente económico que consiste en la creciente integración de las distintas economías nacionales en un único mercado capitalista mundial. De ahí que haya sido impulsada por las diferentes corrientes neoliberales encarnadas en los organismos internacionales (la Organización Mundial de Comercio, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial). Y, a su vez, esté siendo cuestionada y hasta rechazada por los grupos autodenominados globofóbicos o antiglobalización pero también, en otros casos, alterglobalización (reivindicantes de una globalización más justa), para los que es por completo insuficiente que la dimensión política de la globalización se circunscriba a una reducción de la intervención discrecional y permanente de los entes políticos y, en particular, de los Estados en el funcionamiento de la economía. Y, bueno, ciertamente la primera consecuencia de la globalización es la deslocalización, que ha permitido el traslado de empresas a otros países, por lo general hacia aquellas zonas del mundo donde las materias primas, la mano de obra, la energía, los impuestos y los costes de producción son más baratos, siendo cada vez menos importante la proximidad a los mercados de consumo. En este escenario, las empresas multinacionales adoptan un protagonismo en la economía mundial en ocasiones superior al de los gobiernos y los estados, aún cuando éstos y, en particular, las instituciones supranacionales y los bancos centrales, tiene pleno margen y todavía pueden regular la actividad empresarial para evitar los efectos perversos sobre la competencia y la mano de obra. Sea como fuere, la importancia de la globalización en el desarrollo económico europeo, por ejemplo, es tal que la propia Comisión Europea le imputa el veinte por ciento del incremento del nivel de vida observado en Europa en los últimos cincuenta años. De la misma manera sin ella no puede entenderse el despegue de los llamados países emergentes –China, India, Brasil, Turquía, Méjico, Sudáfrica…-. Y desde luego sería impensable si quiera abrigar la posibilidad de lo que hoy ya parece un hecho aceptado, que después de cinco siglos Oriente puede tomar el relevo de Occidente en los liderazgos de la economía mundial.

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Pensar el mundo Prólogo

También ha impulsado los desplazamientos de personas sobre todo por vacaciones, de forma tal que la Organización Mundial del Turismo estima que los más de ochocientos millones de turistas se duplicarán en dos décadas. Ello contrasta vivamente con el hecho de que sólo doscientos millones de personas, el tres por ciento de la población mundial, viva fuera del país de origen. Aún así, está teniendo lugar un mayor intercambio cultural y, como consecuencia, unos hábitos de vida y consumo comunes. Claro que, en el otro lado de la balanza, se cuestiona seriamente su capacidad para reducir los niveles de pobreza en el mundo y las desigualdades sociales. Y, en efecto, la asimetría de la globalización se muestra de forma patente toda vez que no tiene las mismas consecuencias para todos los países y para el interior de los propios países implicados. Es un hecho que la mayoría de los tratados internacionales de libre comercio firmados no incluye cláusulas sociales que respeten la equidad de género, la libertad laboral, los derechos ciudadanos de los emigrantes, la infancia y el medio ambiente. Y, por otra parte, éstos han destruido la seguridad alimentaria de muchos países pobres al introducir importaciones de alimentos que antes se cosechaban en huertos familiares. Además, aparecen graves problemas ambientales como el cambio climático, vinculado al excesivo crecimiento económico bajo patrones de no respeto a las leyes naturales. Es por todo ello que algunos expertos predicen que el modelo actual de globalización conducirá a una sociedad veinte/ochenta, en la que una quinta parte de la población mundial viviría en la opulencia, mientras que el resto, que en su mayoría se localizaría, como es previsible, en los países menos adelantados, tendría importantes dificultades para sobrevivir. Esto último obviamente impugna, por lo demás, lo que la propia comunidad internacional tiene como pauta a través de Naciones Unidas: el desarrollo global debe estar al servicio de todos los seres humanos y, por lo tanto, no se puede marginar o negar el acceso a sus beneficios a la mayoría de la población mundial. No obstante, y al margen de la valoración tanto de sus potencialidades como dispositivo del desarrollo como de sus actuales consecuencias, lo cierto es que la globalización, considerada ya como uno de los grandes acontecimientos contemporáneos, afecta y ocupa a todas las sociedades e individuos del mundo: la sociedad civil internacional, con muchas organizaciones no gubernamentales al frente, que está cada vez más preocupada por las inestabilidades financieras, las desigualdades sociales mundiales, los derechos humanos y el medio ambiente; las empresas y compañías multinacionales, que están inmersas en ella; los medios de comunicación, de igual manera o quizás más; y, por último, las personas, individualmente, que intentan aprovechar (o resistir) las oportunidades inmensas de relación e información que a todos los niveles ofrece este fenómeno enorme, particularmente a través de Internet. Sin embargo, esta otra globalización sociocultural, en particular en lo que se refiere a los derechos humanos y los movimientos sociales internacionales, no ha alcanzado aún el mismo impulso. En este aspecto se trata de un movimiento reciente de abajo hacia arriba que todavía se encuentra en una fase inicial. La globalización de la ciudadanía, aun-

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Pensar el mundo Prólogo

Chus Garci´a-Fraile. Chanel Glasswork, 2003.

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Pensar el mundo Prólogo

Niños en una favela de Río de Janeiro (Brasil). FOTO: SAP

Pepe Medina. El Pan, 2008.

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Pensar el mundo Prólogo

que su promoción figura desde 1948, en que se promulgó la Carta Universal de los Derechos Humanos, es un campo en donde queda mucho margen para avanzar. Con todo, la creación del Tribunal Penal Internacional, primer organismo judicial internacional de carácter permanente encargado de perseguir y condenar los más graves crímenes en contra del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, es sin duda uno de los grandes logros de la globalización a pesar de su incompleta aceptación por la comunidad internacional de naciones. También en materia ambiental y en nuevos derechos (infancia, mayores, mujer, refugiados, etcétera) ésta ha venido dando origen a foros, convenciones, protocolos, acuerdos y tratados multilaterales, vinculantes o no, que han auspiciado ciertos avances sociales, económicos y políticos inicialmente prometedores aunque, es obvio, aún muy insuficientes. De modo que hay ya algunos pasos dados, que toca impulsar principalmente en relación con los países menos adelantados que se incorporan al modelo económico global con serios riesgos de explotación de niños, mujeres o personas más desfavorecidas. Lentamente la opinión pública internacional ha propiciado que las instituciones internacionales adopten resoluciones tendentes a subsanar asimetrías y corregir desviaciones provocadas por la globalización económica, como son los Ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU. Y para no otra cosa que pasar de la retórica a los hechos es para lo que debe servir la coyuntura actual en la revisión de un concepto de globalización centrado esencialmente en el crecimiento económico mundial. La dirección está clara: incorporar como valores claves los recursos, capacidades y situaciones locales, las tradiciones, la cultura local frente a una cultura global, el estado del medio ambiente, del empleo, el papel de la mujer y, en definitiva, las necesidades sociales de la población de todas las regiones y localidades del mundo. Como una aportación a este gran debate se inscribe este libro, producto del II Seminario Atlántico de Pensamiento, “Exceso y escasez en la era global”, organizado por la Obra Social de La Caja de Canarias en marzo de 2008. La especial ubicación geográfica y estratégica de Canarias siempre ha dotado a la sociedad insular de una gran sensibilidad hacia lo que sucede en el exterior y de gran atención a los acontecimientos mundiales. A esta tradición cosmopolita ha respondido, en realidad, desde hace muchas décadas esta institución financiera. Sólo me resta agradecer las aportaciones de los participantes, una oportuna, eficaz y reveladora combinación de figuras de talla internacional y española con incisivos analistas y profesionales canarios, lo que por lo demás da buena cuenta del salto de escala experimentado por las Islas Canarias en las últimas décadas.

Antonio Marrero Presidente Ejecutivo de La Caja de Canarias

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Una tensión inédita Introducción

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Una tensión inédita Introducción

Chus Garci´a-Fraile. Contenedores 2, 2005.

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Una tensión inédita Introducción

El mundo experimenta una tensión inédita. Y en gran medida tal hecho obedece al nuevo campo de implicaciones surgido entre el exceso y la escasez en la llamada era global. Este seminario, organizado por la Obra Social de La Caja de Canarias y que ahora se publica en forma de libro, se propone explorar las significaciones de una relación dialéctica que cada época histórica reedita, viéndose a sí misma siempre como tiempo de crisis, pero que hoy en día parece haber alcanzado cierto umbral de complejidad, desbordando finalmente sus propios límites. La estrategia de tal indagación consiste en el análisis de los signos de la época desde una perspectiva transdisciplinar. Ésta es la orientación del Seminario Atlántico de Pensamiento (www.seminarioatlantico.org), que, tras un primer congreso en mayo de 2005 bajo el título “Centro y periferia en tiempos de aceleración”, formuló su segunda edición en torno a la cuestión de “Exceso y escasez en la era global” en marzo de 2008. Se trata, por lo tanto, de una reflexión que atañe al orden económico-material, a la propia organización interna del paradigma de la información, a los impasses de la acción política, a la heterogeneidad de lo social, la diseminación de lo artístico o a ese bucle formado por el descentramiento del sujeto, el sufrimiento y la patologización de los cuerpos. Son asuntos, por lo demás, que transitan los territorios entrelazados y difusos de la filosofía, la economía, el psicoanálisis, la política, la antropología, el arte, el cine, la arquitectura y/o el urbanismo. Si cabe apuntar algunas concreciones podría decirse que están convocadas, en consecuencia, cuestiones tales como que cuanto más margen técnico-material hay para erradicar el hambre en el mundo, más miseria existe; que a medida que más información circula, más se sustrae el saber; que en el instante en el que más dispositivos de control se despliegan, más inseguridad hay y más inquietante se manifiesta la violencia; que cuando más mecanismos se entregan a la creación artística y a su circulación incesante, más se dispersa la experiencia estética; que en tanto más se ejercitan los procesos de cálculo y evaluación, más resurge lo incalculable; que cuanto más se programa la ciudad, más inabarcable se vuelve lo urbano; que en tanto más imágenes circulan y más expuesta está la vida al concurso digital de las miradas, más se sustrae la capacidad de ver, más se oculta y se olvida todo. Por lo demás, aún cuando un paradigma de estos tiempos parece ser el hecho de que la condición fronteriza no es ya algo sobre todo del orden de la geografía y se ha extendido a todo el Planeta a vueltas de la hibridación contemporánea, lugares como Canarias han adquirido especial significación internacional por su condición de gozne problemático. Su perfil dual, de región opulenta europea en África, nodo de la malla turística global –no en vano paradigma del sol y playa para doce millones de cuerpos-, plataforma logística comercial atlántica, estación terminal del hiperconsumo y, por otro lado, paraíso de la precariedad laboral, la violencia doméstica y el fracaso escolar -de la disolución de lo social, en suma- así como escenario de la tragedia tantas veces mortífera de la inmigración clandestina, hace a estas islas ser lo que, en realidad, los lugares así siempre son: un rizoma, una enredadera de vectores de sentido y líneas de fuga. Ello quizás otorgue cierto acento al hecho de producir en Canarias una reflexión como la que sigue en estas páginas.

Antonio G. González Director del Seminario Atlántico de Pensamiento

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Qué soluciones para un mundo desigual (Entrevista de Antonio G. González)

Ignacio Ramonet

Doctor en Semiología e Historia de la Cultura por la

Ignacio Ramonet

École des Hautes Études en Sciences Sociales de París y catedrático de Teoría de la Comunicación en la Universidad Denis- Diderot (París-VII), imparte actualmente clases en La Sorbona y dirige la publicación mensual Le Monde Diplomatique, referente internacional de la izquierda política. Especialista en geopolítica y consultor de la ONU, fue cofundador de las ongs Media Watch Global y ATTAC y promotor del Foro Social de Porto Alegre. Entre sus últimos libros destacan La Post-Television, Abécédaire partiel et partial de la mondialisation (con Ramón Chao y Wozniak), ¿Qué es la globalización? (con Jean Ziegler, Joseph Stiglitz, HaJoon Chang, René Passet y Serge Halimi) o bien Fidel Castro: biografía a dos voces.

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Qué soluciones para un mundo desigual Ignacio Ramonet

A.G. Uno de los elementos centrales del estado del mundo actual sería la dificultad del sujeto para saber bien lo que sucede, lo cual produce desconcierto y vulnerabilidad. La época continúa, de hecho, produciendo disoluciones de lo que antes era más o menos estable: la familia, las relaciones laborales, el amor, la amistad… suceden cosas que no se saben calibrar ahí. Y luego está el estado de la técnica, la era digital, la eclosión de los medios, la saturación mediática, que encierra la paradoja de que entre más información circula más se sustrae el saber. De entrada, por lo tanto, lo que hay es un gran problema de percepción. I.R. Bueno, efectivamente hay hoy la idea de que la complejidad misma del mundo, como se presenta, es una complejidad que los ciudadanos tienen dificultad para percibir. La impresión que tenemos es que la problemática del mundo se ha hecho bastante opaca, y de ahí que los ciudadanos tengan el sentimiento, a veces, de estar en un universo laberíntico donde no siempre se ven bien los problemas y, por consiguiente, poco se pueden pensar las soluciones. Una parte de la responsabilidad yo pienso que la tienen los medios de información esencialmente. ¿Por qué?, porque la mayoría de los ciudadanos el conocimiento que tiene de la realidad internacional, o hasta de su propia realidad -digamos en el contexto en el que se encuentran-, es una percepción que les llega a través de los medios de comunicación. Son los medios los que conforman la opinión pública. Y si tenemos una opinión, o si existe una opinión pública, digamos, sobre tal o cual problema, si las encuestas pueden afirmar que los españoles en su conjunto piensan que, no sé, que la guerra en Afganistán es una guerra en la que las tropas españolas no deberían estar presentes; si tienen por ejemplo esa opinión, esa opinión es ampliamente construida por los medios que los españoles

PSJM. Corporate Armies, 2008.

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Muchos ciudadanos tienen la sensación a veces de que el mundo se ha vuelto opaco, de estar en un universo laberíntico en el que no siempre se ven bien los problemas y, por consiguiente, poco se pueden pensar las soluciones. Una parte de la responsabilidad la tienen los medios de información. Con la sobreinformación y, sobre todo, la hiperfragmentación [resultante] el gran público vive en un desconcierto porque el tipo de señal que le llega, la señal que detecta, es una señal que en sí mismo no le está presentando, de forma coherente, una problemática

Qué soluciones para un mundo desigual Ignacio Ramonet

frecuentan. Es decir, como decía Pierre Bourdieu, la opinión pública no existe, es el reflejo de la opinión de los medios. Y hoy una de las características de los medios es no sólo la sobreinformación, efectivamente, sino, yo diría, la hiperfragmentación. Es decir, el hecho de que un informativo de televisión y la televisión sigue siendo -aunque se ha añadido Internet y siguen existiendo periódicos afortunadamente y emisoras de radio-, pero la televisión sigue siendo el informador número uno de nuestras sociedades. Quizá dentro de poco sea Internet el principal informador de nuestras sociedades. Pero de todas maneras, un informativo de televisión muy influyente en cualquier país es un informativo que dura, digamos, en general, media hora, veinte minutos o media hora, en el que se dan unas treinta o cuarenta informaciones; el término medio, cuarenta y dos, cuarenta y tres informaciones, según cálculo, en la mayoría de los informativos europeos. Es decir, que cada información, a cada información se le consagra menos de un minuto, y a veces saltando de una información local a una información internacional, de una información económica a una información militar. Y esta especie de caleidoscopio con el que se presenta la realidad internacional no permite siempre al ciudadano conseguir organizar un relato coherente de lo que está pasando en el mundo. Por eso cuando se hacen encuestas sobre algunos conflictos, digamos sencillos, algunos conflictos de los que se habla mucho, pocas veces se encuentran respuestas en cantidad importante de personas que tengan una idea clara del problema. Evidentemente hay otras maneras de informarse. Muchas personalidades, profesores, estudiantes, intelectuales, etcétera, se informan porque leen libros, leen estudios, leen revistas, tienen una idea; pero, con carácter general, lo que llamamos el gran público hoy día vive efectivamente en un desconcierto porque el tipo de señal que le llega, el tipo de señal que detecta, es una señal que en sí mismo no le está presentando, de manera coherente, una problemática.

A.G. Es curioso, porque, además, la impresión es la contraria. La impresión es la de que el mundo se le ha puesto un foco encima, hay una especie de transparentación de lo que sucede, es el famoso lema de la CNN: “Está pasando, lo estás viendo”. Pero ese está pasando lo estás viendo, en realidad, no deja ver nada. Lo borra todo, ¿no? Es un foco que no ilumina, es un foco que lo nubla todo. I.R. Sí claro, porque en realidad este lema es muy eficaz en verdad. Además, en cierta medida casi todos cuando vemos un informativo de televisión tenemos la esperanza de que vamos a ver en directo lo que está pasando. Pero a la vez, todos sabemos que ver no es comprender, porque todos sabemos que las apariencias engañan y que hay un refrán español que dice el hábito no hace al monje, es decir, no es lo que se ve lo que es. Que a veces, efectivamente, lo que se ve, oculta lo que es. Es decir que vemos en directo cosas, creemos que significan tal cosa, pero en realidad pueden significar cosas muy diferentes. Por consiguiente, ver no es entender, ver no es comprender; y al contrario, ver nos puede engañar. En fin, nosotros vemos todo el día aquí el mar horizontal y sin embargo sabemos que la Tierra es re-

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Qué soluciones para un mundo desigual Ignacio Ramonet

Personas atrapadas en las torres del World Trade Center durante los atentados del 11-S. FOTO: WWW.MEDICALCOM.ORG.

Una iraquí lleva a su hija herida por una bomba junto a un hospital local en Bagdad, en 2006. FOTO: ALI ABBAS (EFE).

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Qué soluciones para un mundo desigual Ignacio Ramonet

Un Aston Martin DBS en el exterior de los cines Odeon Leicester Square, en 2008. FOTO: DANIEL DEME (EFE).

donda, y vemos que el sol da vueltas alrededor de la Tierra cuando, en realidad, es la Tierra quien da vueltas sobre sí misma y alrededor del sol. Es decir, cosas tan obvias nos indican bien que no deberíamos creer a nuestros ojos. Existe, sin embargo, otro fenómeno que funciona en sentido contrario a lo que estamos diciendo, y que resulta también muy interesante observar. En nuestras sociedades democráticas, donde se supone que la información no la está dictando un poder autoritario, sino que la está elaborando libremente un cuerpo de periodistas, autónomos, obviamente, en función de su profesionalismo y en función de su análisis de la realidad, pero en nuestros países, por consiguiente, donde existen estas condiciones y donde efectivamente la información quiere, cada vez más, mostrarnos en directo lo que está pasando, lo que nosotros observamos es que cada día hay más desconfianza con respecto a esa información. Es muy interesante. Por ejemplo, cuanto más la televisión quiere mostrarnos y convencernos de que algo ha pasado, hay cada vez más en las sociedades una reacción como si no quisiéramos dejarnos engañar. Es decir, los ciudadanos actualmente reaccionan en las sociedades democráticas como reaccionaban en las sociedades autoritarias. En una sociedad autoritaria, en una dictadura, muchos ciudadanos, efectivamente, no tienen la posibilidad de expresarse, y saben que la información que les llega es una información que sirve al sistema autoritario. Y ¿cómo se defienden los ciudadanos? En ge-

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neral, difundiendo ellos mismos, de manera anónima, dos sistemas de información colectivos y de contrainformación. El primero es uno de los sistemas más antiguos, que es el rumor: cuanto más un sistema de información autoritario repite algo, por ejemplo, vamos bien, estamos venciendo metas constantemente, hemos obtenido resultados magníficos, etcétera, cuanto más la prensa dice eso -y lo hemos conocido en España bajo el Franquismo-, más la sociedad empieza a emitir informaciones que a veces pueden ser totalmente delirantes pero que, en todo caso, ponen en crisis ese tipo de afirmaciones oficiales. El segundo sistema de defensa es el humor. También en un sistema autoritario la mejor manera de resistir a la angustia de esta presión es el chiste. En las sociedades autoritarias es donde más chistes políticos se hacen a expensas de los gobernantes, de los gobernantes que tienen todo el poder, todo el poder de la palabra. Curiosamente, paradójicamente, pero yo creo que de una manera bien expresiva, que indica bien la situación de desconfianza en la que estamos hoy en día, en nuestras sociedades democráticas se están produciendo los dos fenómenos. Es decir que, por ejemplo, el 11 de septiembre, si hay una información que hemos visto con nuestros ojos es los aviones chocando y destruyendo las Torres en Nueva York. Lo hemos visto, y diríamos que el segundo avión se vio hasta en directo, luego lo vimos en diferido, pero se vio hasta en directo.

Servidor de Internet del Consejo Europeo para la Investigación Nuclear, cerca de Ginebra, en 2008. FOTO: ALEXEY TSELISHCHEV.

Como ustedes saben, existen decenas de miles de sitios en internet que dicen que lo del 11 de septiembre es una pura invención del Pentágono, no que las Torres no hayan sido destruidas, pero que han sido destruidas con otro tipo de motivación, que Al Qaeda nunca existió, que fue una decisión de los militares norteamericanos para empujar a la entrada en la guerra, para darle argumentos a Bush… Decenas de miles de sitios existen, igual que existen decenas de miles de sitios que dicen que Elvis Presley sigue vivo, o que nunca se estuvo en la Luna, que todo eso es un montaje que se hizo en Hollywood. Es decir, cuanto más la televisión trata de mostrar en directo esta idea, está pasando, lo estás viendo, más nuestras sociedades desarrollan lo que se llama la teoría del complot o la teoría de la conspiración. En España tenemos un ejemplo bastante evidente con lo del 11 de marzo y la tesis que desarrollaron ciertos sectores neoconservadores con respecto al 11 de marzo contra toda la verdad, convenciendo a casi toda la mitad del país, por lo menos. Luego, esta desconfianza en dirección a la información es uno de los elementos precisamente que hace que hoy muchos ciudadanos no están convencidos de lo que los medios les cuentan. Y lue-

Cuanto más la televisión quiere mostrarnos en directo lo que está pasando, cada día hay más desconfianza con respecto a esa información, es como si no quisiéramos dejarnos engañar. Los ciudadanos reaccionan hoy en las sociedades democráticas como antes en las sociedades autoritarias, difundiendo dos sistemas de información colectivos y contrainformación, como el humor y el rumor, versiones a veces totalmente delirantes pero que ponen en crisis la oficial. Si hay algo que vimos todos en directo fue el 11-S y, sin embargo, existen decenas de páginas de Internet que dicen que todo fue una invención del Pentágono, que Al Qaeda nunca existió...

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PSJM. Marx®, 2008.

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go, el humor. En la mayoría de los países hoy los periodistas son, digamos, los payasos principales de la televisión. Hay emisiones... en Francia hay un programa que ha sacado Canal Plus en el que el presentador de televisión es el cómico principal, en definitiva, el que hace reír principalmente. Y hay muchas emisiones, en España también, donde el género periodístico es un género de humor, para burlarse de la realidad ambiente. Luego, tenemos estos dos fenómenos muy bien estudiados por los sociólogos, característicos de los sistemas autoritarios, en nuestros propios sistemas. A.G. Usted lleva mucho tiempo haciendo, digamos, la denuncia del capitalismo financiero, su carácter acéfalo, la perversión que representa el dominio de unos flujos financieros que nadie puede controlar sobre la economía real. Y, sin embargo, si hay algo realmente fascinante del capitalismo como fenómeno es su capacidad de mutar. Por ejemplo, Eric Hobsbawm insiste en cómo, en realidad, el Estado del bienestar fue, independientemente de que constituyera una reivindicación en la izquierda política y sindical y de los antecedentes de Bismarck, fue algo puesto en marcha después de la Segunda Guerra Mundial por la derecha europea occidental -Adenauer, De Gasperi, De Gaulle- sobre todo ante el temor a que las desigualdades sociales alcanzasen un grado tal que Stalin llegase hasta Londres. Y finalmente, el Estado del bienestar lo que produjo fue una sociedad de consumidores, que es lo que ha sostenido y, de hecho, consolidado al capitalismo desde entonces. ¿Cree usted que esa adaptabilidad camaleónica del capitalismo sigue incólume? I.R. Yo creo que la experiencia de la reflexión política y de la actividad militante de los dos últimos siglos deben conducir a no subestimar la capacidad del capitalismo para adaptarse. Efectivamente. Yo creo que es extremadamente prudente partir del principio de que el capitalismo no es fácilmente destructible, y, contrariamente a una ilusión que pudo existir a lo largo del siglo XIX -y hoy tenemos una experiencia, porque se han vivido experiencias políticas reales-, que no es tan fácil, primero, hacerlo desaparecer, que no es tan fácil sustituirlo y, por consiguiente, efectivamente, que su capacidad de adaptarse, de readaptarse, de combinarse -funciona casi como un virus, que se adapta a las circunstancias y que se transforma-. Y va adaptándose. Por ejemplo, en este momento, y como lo decía el economista Antonio Marrero [presidente ejecutivo de La Caja de Canarias y catedrático de Análisis Económico de la ULPGC] hace un instante, no cabe duda de que la crisis que está empezando, la crisis financiera, que empezó con los créditos subprime, que está desarrollándose ahora casi en todo el sistema financiero sin que sepamos bien hacia dónde va a ir, es una crisis que puede ser muy grave. Pero evidentemente hay que cuidarse de juzgar que se trata de la crisis final del capitalismo, como se ha podido decir en otros momentos. Se dijo, por ejemplo, después de la crisis del 29 muchos pensaron que era la crisis final, el estallido final, la agonía final del capitalismo. Creo que hemos aprendido y sabemos que el capitalismo tiene muchos recursos. Por ejemplo, la experiencia, el Welfare State en su época moderna, digamos, después de la Segunda Guerra Mundial en particular, fue una invención, como saben ustedes ya, del siglo XIX, sobre todo en Prusia primero. Pero el Welfare State fue teorizado en Inglaterra, aplicado en muchos países europeos. Efectivamente es una manera de ceder terreno, de ceder terreno a la sociedad, de ceder terreno en lo social en particu-

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lar, de ceder terreno en toda una serie de derechos y ambiciones de los ciudadanos, a un mayor confort, a una mejoría de la calidad de vida, a una mejoría en las cualidades del trabajo, con toda una serie de concesiones en términos de derechos laborales, de derechos de vacaciones, médicos, etcétera, para precisamente no provocar el tipo de insurrección o de protesta que podía haber llevado efectivamente a experiencias de tipo soviético, u otras, la China en 1949, otras. Y efectivamente esto ha sido interesante. Lo que observamos desde la caída del Muro de Berlín es que es capitalismo también se puede adaptar no cediendo terreno, sino recuperando terreno. Todo lo que está pasando en nuestros países desde la caída del Muro de Berlín, desde que ha desaparecido, en cierta medida, de manera más fantasmática que real, la existencia de la Unión Soviética y del campo socialista europeo, ha sido que el capitalismo ha recuperado toda una serie de terrenos, reduciendo el espacio del Welfare State, es decir, reduciendo los derechos laborales, reduciendo toda unas concesiones que había hecho, en términos de mayor competitividad, menos concesiones al sector público, reducción del sector público en particular, privatizaciones, por consiguiente, cesión de lo público a lo privado, cesión de lo social al capital. Y esto, a escala de países, a veces, a escala de los países socialistas, o a escala, en general, del mundo laboral frente al mundo del capital. Es esto lo que ha ocurrido hasta ahora. ¿En qué medida esto se puede debilitar en función de la situación en la que estamos en este momento? Por ejemplo, en este momento podemos decir que esta crisis que golpea, por primera vez desde la globalización, directamente al sector financiero, es decir, al sector bancario en particular, ¿en qué medida esta crisis es una crisis sintomática de la globalización y puede introducir cambios en la medida en que puede haber una mayor moralización de un capitalismo vuelto totalmente irracional? Es posible. En todo caso es una esperanza para muchos ciudadanos y hasta un reclamo para muchos economistas. Pero por el momento aún no lo sabemos, porque no sabemos cuál será el alcance real de esta crisis. Evidentemente, por ejemplo una recesión dura en Estados Unidos (EEUU) puede provocar algo que parecía impensable hasta ahora -digo puede, ¿eh?, no estoy afirmando nada-, pero es evidente que la clase trabajadora en EEUU está en una situación extremadamente difícil, donde el número de pobres, de medio pobres, de trabajadores pobres, es actualmente muy importante, y que una recesión puede crear, y podríamos ver, algo que no hemos visto hace mucho tiempo: protestas sociales de envergadura en ese país. Además, con esta idea de que si la locomotora económica americana no funciona, ¿quién tomará el relevo, un relevo de la misma intensidad? China puede tomar el relevo de Norteamérica; sería un cambio paradigmático.

Es extremadamente prudente partir del principio de que el capitalismo no es fácilmente destruible, ni es tan fácil sustituirlo, pues funciona casi como un virus, que se adapta a las circunstancias y se transforma. Es cierto que durante el siglo XX el Estado del Bienestar fue una forma que tuvo el capitalismo de ceder terreno en lo social para no provocar protestas que llevase a experiencias como la soviética, pero lo que observamos desde la caía del Muro de Berlín es que el capitalismo también se puede no cediendo terreno, sino ganando terreno

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Eugenio Merino. Apple, 2007.

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Qué soluciones para un mundo desigual Ignacio Ramonet

Pepe Medina. África, 2007.

Si China dirige o pilotea o se constituye en locomotora de la economía mundial, es evidente que pasamos por primera vez, desde el siglo XV, a un mundo que no estaría piloteado por los occidentales. Es evidente que cambiamos de universo. Un mundo en que por primera vez los no occidentales llevarían la voz cantante, desde el siglo XV, desde la expansión europea a través del mundo. Por consiguiente, podemos estar en un momento de cambio importante, cambio civilizacional, cambio económico y probablemente distintos tipos de cambio políticos. Añado que frecuentemente se piensa en China como si el sistema chino fuese inamovible, como si fuese para siempre este funcionamiento tan extraño entre un comunismo de partido único, muy autoritario en algunos sectores –en particular en el sector de la libertad de expresión, de información, de reunión, etcétera-, y por otra parte un capitalismo totalmente salvaje, como el que existe en China. Esa pareja no es seguro que funcione durante mucho tiempo, no es seguro. Y en China pueden ocurrir muchas tensiones, y China se puede romper, también, como se rompió la Unión Soviética. No digo que vaya a ocurrir, tampoco, pero digo que es una probabilidad. China aun no ha hecho la experiencia de salir del sistema autoritario. Es una experiencia siempre extremadamente difícil, donde muchas precauciones políticas deben tomarse para que el sistema no estalle, como le estalló a Gorbachov en las propias manos cuando estaba tratando de desmontar el artefacto que existía. De ahí que los chinos tengan tendencia, obviamente, a retrasar el momento en que hay que desmontar el asunto. Pero ese momento

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Distintos momentos de la intervención de Ignacio Ramonet en el seminario Exceso y escasez en la era global, en el CICCA en marzo de 2008. FOTO: VÍCTOR M. CRUZ

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Eugenio Merino. Obese Rat, 2007.

llegará, porque no se ha visto hasta ahora un ejemplo de una sociedad cuyo nivel económico y nivel de consumo aumenta, y que no tiene exigencias para aumentar el nivel, digamos, de participación política, de participación democrática, de pluralidad democrática; no existe ningún ejemplo. Y por consiguiente, la sociedad china, en un momento u otro, planteará, como ya lo planteó en Tienammen en 1989, esa posibilidad. Así que muchas interrogaciones existen sobre esta situación.

A.G. Sin embargo, por precisar de lo que estamos hablando, convendría recalcar que no es un capitalismo sólo financiero, sino cultural. Hablamos de la era informacional. Es el que hace la operación de la sociedad del espectáculo, donde la cultura y la información son bienes de mercado. Esto produce un nivel de transformación muchísimo mayor, es decir, nada queda ya por fuera de la condición de mercancía, quizás hayamos alcanzado el límite de la objetualización del mundo. Se trata de algo que tiene una potencia quizás aún desconocida. I.R. En la tendencia del capitalismo de transformarlo todo en mercancía quizá se haya alcanzado el nivel más extremo. Tenemos ahora una mercantilización, evidentemente de la materia, de todo lo que es material, pero también de la naturaleza, y una mercantilización hasta de lo espiritual, efectivamente, la cultura, pero también los sentimientos están mer-

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cantilizados. Por consiguiente, hay una especie de extremismo en esta mercantilización, en este periodo de la historia del capitalismo, en el momento de la globalización neoliberal. Esto es una característica que, en particular, está presentando resistencias. Quizás la más interesante de estas resistencias es la que se produce en el sector de la naturaleza. Quiero decir que si hoy hay algo que resiste a esta concepción de la mercantilización de la naturaleza es la propia naturaleza, no sólo evidentemente los ciudadanos (en muchos países y en muchos sectores están resistiendo), pero quien resiste es la naturaleza, que nos dice en este momento: si seguimos así, no puedo más. Es decir, la responsabilidad que tenemos en el cambio climático que se está produciendo es una consecuencia del tipo de consumo que se ha establecido y del tipo de explotación de la naturaleza que estamos practicando. Esa es simplemente la realidad. El cambio climático, ¿qué nos está recordando? Nos está recordando que hoy en el mundo las personas que consumimos, digamos, más, y las que en definitiva nos beneficiamos de la explotación de la naturaleza -es decir, del uso de la energía, del uso del agua potable, del uso de un cierto número de productos de la minería, productos de los bosques (la madera, las maderas preciosas, etcétera.)-, somos, ¿cuántos?, digamos ochocientos millones, quizás, que tenemos ese nivel de consumo. Y estamos comprobando que hoy están surgiendo naciones, que algunos economistas llaman naciones emergentes o países emergentes, como China, o como India, o como África del Sur, o como Brasil, o como Méjico, Rusia, etcétera, y es obvio que si sencillamente sólo los chinos, que son 1.300 millones, más o menos, consumiesen en término medio como cada uno de nosotros, como un español medio, un canario medio, no hay recursos en el Planeta, no hay papel, no hay agua potable, no hay petróleo, no hay gas, no hay naturaleza que pueda ofrecer ese nivel de consumo al conjunto de la Humanidad, a los 6.000 millones y pico de habitantes que hay en el Planeta. Por consiguiente, esto nos plantea primero una cuestión filosófica: ¿vivir como vivimos es un modelo para los 6.000 millones de habitantes o entonces vamos a aceptar un mundo en el que 800 millones tienen derecho a vivir como vivimos y 5.200-5.300 millones deben seguir viviendo como viven? Es evidente que aunque lo quisiéramos, no podríamos, porque en China cada vez hay más personas que quieren vivir como vivimos; no son muy numerosas, lo que llamamos la China que consume -sobre los 1.300 millones-, serán 300 millones. Hay mil millones de chinos que viven en una miseria de tipo africano, lo cual plantea el problema al que yo hacía alusión antes: ¿puede vivir un país con tales tensiones internas, con 1.000

¿Puede esta crisis internacional introducir una mayor moralización en un capitalismo vuelto irracional? Por ahora no lo sabemos. Ahora, podemos estar ante un momento de cambio importante, cambio civilizacional, económico y probablemente político si China releva a EEUU como locomotora de la economía mundial. Eso sería cambiar de universo, la primera vez que el mundo no es piloteado por los occidentales desde el siglo XV. Claro que el modelo chino actual no es inamovible, la sociedad china, en un momento u otro, pedirá democratización… sobre el país existen muchos interrogantes

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millones de personas en una miseria tal y 300 millones de personas viviendo en un lujo, o lo que puede parecer un lujo cada vez más espectacular y más escandaloso? Pero, además, ¿estos países pueden prometer este tipo de desarrollo (un automóvil, un apartamento, tal tipo de consumo textil, de consumo de todo tipo) explotando a la naturaleza? ¿Es posible? No quedarían bosques. Miren lo que está pasando actualmente, todo el mundo se queja por el precio de la leche, y hemos visto cómo aumenta el precio de la leche.

Una niña herida en una explosión en Irak llora al ser atendida en un hospital. 2007. FOTO: MOHAMED JALIL (EFE).

¿Qué ocurre cuando en China, por ejemplo, cien millones de habitantes ven su nivel de vida aumentar? ¿Qué hace una familia cuando gana más, sobre todo cuando está saliendo de la miseria? Sencillamente consume más carne; en vez de comer carne una vez a la semana, come carne dos veces a la semana si puede. Pero cuando cien millones de chinos consumen dos veces carne por semana necesitan, evidentemente, decenas de miles o centenares de miles de animales más y, por consiguiente, en China, los establos, las ganaderías han tenido que aumentar masivamente para ofrecer carne a los nuevos chinos que quieren consumir. Y ya China está extendiendo su ganadería a Mongolia en particular, o a Rusia. Y estos centenares de miles de nuevos animales ¿qué consumen? Consumen, esencialmente, soja, y China no produce suficientemente soja para estos animales. Importa masivamente su soja de Argentina y de Brasil. Brasil está destruyendo los bosques para crear mayores plantaciones de soja para mandarla a China. Haciendo esto se está reduciendo, evidentemente, el número en particular de animales que dan leche y, por consiguiente, los chinos mismos que consumen ahora sus animales, como carne, no los mantienen en pie dando leche e importan también masivamente leche. Y esto se está añadiendo a los elementos que están encareciendo la producción de leche; otros son que se consagra una parte de los cereales a la producción de agrocarburantes. Es decir que, como ven, cuando en un lugar del Planeta cien millones, doscientos millones, trescientos millones..., ¡imagínense si fuesen los 1.300 millones de chinos!; cuando todas estas personas, tantos millones de chinos, consuman tanta carne como nosotros, no habrá pasto suficiente (aunque se destruya la Amazonía y toda la selva ecuatorial africana). Es decir, estamos ante un momento en el que el capitalismo sigue planteándonos este modelo de vida, que es el que nos plantea la publicidad, vivimos como la publicidad quiere que vivamos. Pero es evidente que ese modelo no puede ser adaptado para toda la Humanidad y que tenemos que empezar a concebir una vida, digamos, más frugal. Debemos plantearnos el problema efectivamente del decrecimiento. ¿Es posible decrecer? Ahora no parece pensable, pero debemos entrar en territorios de lo pensable nuevos.

A.G. Relacionado con la capacidad del sistema capitalista para extender a todos los ámbitos de la existencia el valor de cambio prácticamente, quizás la derrota de la izquierda, la derrota coyuntural o no de la izquierda política, por decirlo así, no se haya producido tanto a partir de la caída del Muro de Berlín, sino posiblemente antes, en los años setenta, cuando básicamente el capitalismo consigue, digamos, banalizar la cultura de masas. Es decir, frente a una época en que la cultura de masas era de alta calidad y tenía un gran poder revulsivo, cuando los Beatles o los Rolling, la canción de autor en Fran-

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Pepe Medina. La compra, 2008.

cia e Italia, eran líderes de ventas en los hit-parade y competían con otra cultura de masas no crítica hacia ese sistema, como el pop de Warhol o el expresionismo abstracto. Eso finalmente concluyó en los setenta. A partir de entonces prácticamente la cultura de masas es la cultura plastificada, televisada: Toni Manero, Rocky, luego ‘Operación Triunfo’. Cultura sin calidad. O bien fenómenos como Sex Pistols, Eminem, Amy Winehouse, rebeldes sin causa, la disolución de lo revulsivo. El capitalismo informacional desarbola a la izquierda. I.R. Sí. En todo caso, el fenómeno de cultura de masas, digamos entendido de esta manera, es un fenómeno no conocido en los países del socialismo real -como se decía antes- en la medida en que en los países donde se trató de construir el socialismo la idea era que se debía pasar por varias fases desde el punto de vista cultural. Primero una alfabetización generalizada -que era una lacra, como sigue siendo en muchas sociedades-. Y, segundo, que esta alfabetización permitiese adquirir la cultura clásica, digamos, la cultura de la gran literatura, de la gran música, la cultura del gran arte, etcétera. Esta era la concepción. Y mucho menos aun vivieron la cultura de masas en la medida en que su sistema mediático no era tan abierto, tan capaz de iniciativas como en el sector

La más interesante de las resistencias al nivel más extremo de mercantilización que representa la globalización neoliberal es la de la Naturaleza, es ella misma la que resiste. ¿Qué nos recuerda el cambio climático? Que el modelo de explotación de una Naturaleza que dice que ya no puede más beneficia sólo a 800 de los 6.000 millones de habitantes del Planeta y, por lo tanto, no vale para toda la Humanidad. Y ahí están los países emergentes, millones de personas que quieren consumir igual. Debemos plantearnos la cuestión del decrecimiento, y entrar en territorios nuevos de lo pensable

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capitalista. Justamente cuando la experiencia de la cultura de masas más espectacular era el cine, en el socialismo real seguían con el modelo de un cine de tipo educativo, un cine de tipo cultural. No quiere decir que no haya habido grandes éxitos, etcétera, en los países como la Unión Soviética o en los países del Este, pero el fenómeno no ha tenido en absoluto la misma fuerza que en los países occidentales. Efectivamente, la cultura de masas es en cierta medida, como decía el sociólogo Edgar Morin, la cuarta cultura. Es decir, hay una cultura tradicional o etnológica, hay una cultura científico-técnica y hay una cultura culta -la cultura clásica, musical, etcétera-, pero en nuestros países curiosamente hoy en día, en general, el gran público no posee ninguna de estas tres culturas.

La modelo Karolina Kurkova pintándose los labios durante la semana de la moda Olympus en Nueva York, en 2007. FOTO: PETER FOLEY (EFE)

Primero, que es una paradoja más de nuestras sociedades. Vivimos en sociedades más educadas que nunca; nunca ha habido, por ejemplo en un país como España, tantos estudiantes en bachillerato, candidatos a la universidad, nunca ha habido tantos estudiantes y, sin embargo, lo que constatamos es que la cultura etnológica, la cultura de los pueblos, las aldeas, la cultura campesina, digamos, es una cultura en vías de extinción, está sólo reservada para los museos; la cultura científico-técnica prácticamente nadie la posee, porque sigue siendo difícil, hasta preguntas fáciles (por qué un ascensor sube o por qué la luz nos ilumina, cosas de éstas) hay muy pocas personas capaces de contestarlas; y tercero, la cultura culta evidentemente también sigue, pero es una cultura que ha desaparecido de nuestro entorno, excepto para las personas que quieren cultivarse. Y lo que sí poseemos es la cultura de masas, que es la cultura dominante, pero que es efímera, porque cambia con el tiempo. Y, además, tiene una doble característica: cuando domina la sociedad es despreciada por los intelectuales y apreciada por la población, y cuando desaparece de la actualidad es valorizada por los intelectuales pero olvidada por la población. Actualmente ya nadie pone en duda que el cine puede producir obras maestras tan importantes como la literatura o como la música, o, en otro dominio, como la pintura pero, como saben ustedes, durante decenios hubo un gran debate para saber si el cine era un arte, sencillamente, y fue muy despreciado por los intelectuales. Podríamos decir lo mismo de la música popular. Entonces, esta cultura efectivamente formatea en cierta medida a la sociedad, y siempre hay una dificultad para valorizarla, porque hay un desfase en el tiempo. Por ejemplo, una emisión de televisión, un videojuego, que hoy tenga mucho éxito, globalmente acarreará un desprecio intelectual, que dirá globalmente esto: estos jóvenes se están entorpeciendo con ese videojuego, con esa música bárbara o con estos sitios de Internet estúpidos. Y sin embargo podemos apostar a que dentro de quince años nos dirán que aquel videojuego que despreciábamos era genial porque estaba dibujado por genios del dibujo, de la animación, por compositores, músicos que hacían la música de los videojuegos excepcionales. Entonces, como no hay esa adecuación, se produce, que es casi normal en la cultura de masas, un desajuste. Yo creo que en este momento, digamos, en este momento el desajuste es tanto más importante en cuanto que existe el hecho de que ha surgido un nuevo órgano, digamos, de cultura de masas, que es Internet, y que ese órgano de cultura de masas o esa plataforma de cultura de masas en sus diversos aspectos, todo tipo de as-

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MK Kähne & Andrei Loginov. Fight 1, 2008.

pectos, en la medida en que Internet es un universo, es un universo que los adultos no conocieron, y que conocen mal. Quiero decir que la televisión, que dio lugar al mismo tipo de fenómenos, era un fenómeno compartido por los adultos y los jóvenes en el seno de la familia. En el tipo de emisiones o programas se podía variar pero la televisión, como práctica, era una práctica social colectiva. Mientras que hoy existe una ruptura (no quiero decir que no haya adultos que no frecuenten Internet, evidentemente, pero no tienen el mismo tipo de frecuencia) y, por consiguiente, el diálogo es prácticamente imposible. La ruptura entre generaciones a ese nivel, a nivel de cultura de masas... todos nosotros sabemos, nosotros tenemos hijos, hoy día los adolescentes no ven la televisión, cuando hemos pasado decenios oyendo a sociólogos que decían que era muy malo ver la televisión para los jóvenes, que hace que los jóvenes sean más violentos, que ven cosas horribles, que están perdiendo el tiempo. Hoy, de repente, los jóvenes no ven la televisión. La televisión es una distracción de los padres, los jóvenes pasan su tiempo en el ordenador, consumiendo cosas que sólo ellos conocen. Y, evi-

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Avelino Sala. Socorro, 2007.

dentemente, ese desajuste hace que los adultos fantasmeen sobre qué es lo que ven los jóvenes hoy, debe ser aún peor, imaginamos, deben de ver cosas monstruosas, porque ya cuando veían la televisión era lo que decíamos. Y quizá no sean tan monstruoso, igual van a aprender cantidad de cosas, pero lo sabremos dentro de unos años, cuando la nueva generación de sociólogos, que haya pasado por esa fase, los que hoy tienen dieciséis o diecinueve años, cuando sean sociólogos, dentro de diez años finalmente analizen por qué ellos eran normales, cuando los trataban de subnormales porque veían o practicaban Internet. De ahí que sea difícil siempre hablar de cultura de masas.

A.G. En 2002 usted estuvo en Las Palmas de Gran Canaria. Dijo entonces una cosa: “Mucha gente piensa cómo edificar un modelo que hoy no existe, pero no espera para protestar”. En cierto modo, ponía el ejemplo de las rebeliones, las protestas obreras del XIX, lo que Hobsbawm llamaba “revuelta sin ideas”, y que duraron un siglo, hasta que Marx escribió El Capital. Han pasado seis años desde entonces. El movimiento antiglobalización y muchísima gente sigue protestando contra el capitalismo financiero. Pero sigue sin plantearse un modelo alternativo, aun ni en términos menos homogéneos. I.R. Esta pregunta me parece muy pertinente, porque la impresión que tenemos, efectivamente, es que, usted hablaba antes de la derrota de la izquierda, no en el sentido de la derrota electoral, sino la derrota general ¿verdad? de la izquierda; y usted decía, en realidad se sitúa en los años setenta. Yo pienso efectivamente que la derrota de la izquierda es una derrota intelectual, aunque haya victorias electorales, es una derrota intelectual. ¿Por qué? Porque la izquierda no está produciendo teoría desde hace ya muchos años. Es decir, no hay teóricos de izquierda, el último es el teórico de la Tercera Vía [Anthony Giddens], que es una manera de adaptar el neoliberalismo. Y esta derrota intelectual es la

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que nos obliga a constatar que no hay una proposición alternativa construida, digamos, no hay un relato, no hay una arquitectura completa que nos permita decir, bueno, vamos a abandonar este modelo porque vamos a adoptar éste. Eso, que existió durante mucho tiempo, no existe hoy. Quizá afortunadamente, porque, en definitiva, aquellos modelos completamente hechos no siempre funcionaron, o a veces se impusieron a las sociedades para liberarlas, pero un poco de manera forzosa. Pero ¿qué es lo que está pasando? El movimiento alter mundialista ha desarrollado, efectivamente, primero toda una serie de protestas, y es verdad que no hace falta tener una arquitectura hecha para protestar. El profesor Marrero decía hace un momento que una de las características de la globalización era precisamente la deslocalización. Bien, cuando la gente se ve afectada por esa deslocalización y, en particular, por algunas deslocalizaciones especialmente crueles, injustas, cínicas, de empresas que se han beneficiado de muchas ventajas, de muchos subsidios, y que de la noche a la mañana deciden marcharse y abandonan a centenares o a miles de trabajadores, pues esos trabajadores no hace falta que tengan una idea de sociedad alternativa al capitalismo para protestar, protestan sencillamente, de igual manera que centenares de miles de ciudadanos han protestado en Seattle, en Génova, en otros tantos lugares, en Cancún, contra las decisiones que han ido tomando poco a poco las principales instituciones que pilotean la globalización. Pero lo que sí ha cambiado entre aquel momento en que usted y yo nos vimos y hoy es que este movimiento alter mundialista que organizó (y sigue organizando, pero ahora se habla menos de ello) aquellos Foros Sociales mundiales que nosotros habíamos impulsado en Porto Alegre, en particular, luego tuvieron lugar en otros lugares, en Bamako, aquí cerca, en Nairobi, o en Bombay, o en Caracas, de esos foros han surgido experiencias muy interesantes que a veces son tan visibles que no se ven. Es decir, claro, nosotros cuando planteamos esta idea, ¿existe una arquitectura de sustitución al capitalismo?, estamos pensando en nuestras sociedades, y sabemos que en nuestras sociedades efectivamente esto no sólo no existe, sino que realmente es difícil de plantear, porque en particular existe, digamos, la faja, el marco de presión de la Unión Europea, que es bien complicado. Pero no hay que pensar en una solución universal para el conjunto de la Humanidad, porque el mundo vive en fases muy diferentes, en estados de desarrollo muy diferentes. Y del Foro Social han surgido líderes, en particular, que yo he conocido cuando venían como

Siempre hay una dificultad a la hora de valorar a la cultura de masas. Ésta es efímera, pero es la que formatea a la sociedad, y más cuando las otras culturas -la tradicional, la científico-técnica y la cultura, digamos, culta o alta cultura- han desaparecido del entorno del gran público aún cuando en nuestras sociedades, y esto es una paradoja, hay más estudiantes que nunca. Pero siempre hay un desfase sobre su valorización, que acaba teniendo lugar años después. Pasó con el cine, con la televisión, y esa brecha, ese desfase, es ahora mucho mayor con la nueva cultura visual y, sobre todo, con Internet

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Cuando se plantea si hay una arquitectura de sustitución del capitalismo, no hay que pensar ya en una solución universal, porque el mundo vive en fases muy diferentes. En nuestras sociedades occidentales es difícil plantearlo, porque hay un marco de presión, como la UE, complicado, pero en Latinoamérica han surgido experiencias interesantes. Y nuevas. Ahí está Evo Morales, Correa, Chávez, Lula. Han articulado la capacidad del poder desde arriba con la energía del poder de la base social, y eso está permitiendo transformaciones en términos de soberanía económica y alimentaria

militantes de partido o militantes sindicales y que hoy están dirigiendo países. Y por ejemplo, pensemos en Evo Morales [Presidente de Bolivia]. Morales era un sindicalista que casi nadie conocía cuando vino al primer Foro, un sindicalista cocalero, que, además, hasta en el primer movimiento alter mundialista la gente decía: “No podemos apoyar a un tipo que está defendiendo la cocaína, que está ligado a las mafias de la coca...”, cuando en realidad cocalero no tiene nada que ver con la cocaína, como saben ustedes, que cultiva las hojas de coca. Las hojas de coca tienen unas tradiciones como hojas, produce una tisana y sirve para curar, etcétera, y se consume tradicionalmente en las comunidades indígenas. Y Evo Morales conectó en el Foro Social Mundial con toda la red campesina que tanto ha liderado la protesta antiglobalización. Abro un paréntesis, en el movimiento antiglobalización casi no hay organizaciones obreras; hay muchas organizaciones campesinas (no sé, pienso en Rafael Alegría [líder campesino en Honduras y dirigente de la organización internacional Vía Campesina], por ejemplo), de los sin tierra, los campesinos africanos del algodón, etcétera. No hay obreros. Y Evo Morales conectó con la red, en particular con la red campesina, que le permitió adquirir en los propios Foros toda una serie de contactos, en particular con la riqueza, la variedad, la pluralidad, la vitalidad, de los movimientos sociales. Bueno, podríamos decir lo mismo de Lula [Luiz Inácio Lula da Silva, Presidente de Brasil]. Podríamos decir lo mismo de Correa [Rafael Correa, Presdente de Ecuador], que vino a dar una charla económica. podríamos decir lo mismo de Chávez [Hugo Chávez, Presidente de Venezuela], que fue el primero que avanzó en esa dirección y vino al primer Foro Social Mundial, aparte del Foro, pero vino al Foro, y se inspiró en el Foro, ¿Para qué? ¿Qué es lo que está pasando en algunos países de América Latina? Eso que algunos llaman, aunque no haya un corpus teórico constituido, el socialismo del siglo XXI. Recuerden que antes de esto lo único que teníamos como proyecto esperanzador era las proposiciones que hacía el subcomandante Marcos. Yo estuve con él –había estado también nuestro amigo Manolo Vázquez Montalbán-, yo estuve allí, en el cuartel general de Marcos, en la jungla (en La Realidad, se llama ese pueblito, que está en la Selva Lacandona), conversando con él. Hice un libro de conversaciones con el subcomandante Marcos. ¿Qué decía Marcos? Marcos decía: no vale la pena tomar el poder, porque estamos en un momento en el que la globalización domina. ¿Y qué es la globalización? Es la gestión del mundo por el mercado, o sea, la gestión del mundo por las empresas, es la gestión del mundo por unas instituciones internacionales (el Banco Mundial, la OMC, la OCDE, el FMI). Y aunque usted llegue al poder después de una campaña electoral, cuando llega al poder se da cuenta de que no puede hacer lo que quiere, porque el Banco Mundial se lo prohíbe, o se lo prohíbe el Fondo Monetario, o se lo prohíbe la OMC, o se lo prohíbe tal o cual organización internacional, y usted está condenado a traicionar a sus electores, como lo hicieron algunos socialistas, como Carlos Andrés Pérez en Venezuela, que hizo una campaña social y cuando llegó al poder hizo lo que se llamó terapia de choque neoliberal. Y no sólo en América Latina. No vamos a citar nombres para no enfadar, para no enfadarnos. Pero no sólo en América Latina. Hemos visto a socialdemócratas llegar al po-

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Los presidentes Luiz Inacio da Silva (Brasil), Hugo Chávez (Venezuela) y Evo Morales (Bolivia) tras la firma de los acuerdos para la creación del Corredor Amazónico en julio de 2008. FOTO: SAP.

Favela de Río de Janeiro. FOTO: SAP.

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der y aplicar una política perfectamente neoliberal, ortodoxamente neoliberal. Entonces, Marcos decía: para eso no vale la pena tomar el poder, cambiemos la sociedad desde abajo. Porque, en definitiva, si una sociedad es un edificio, el edificio se puede cambiar derrumbándolo y haciendo otro, o cambiando cada piedra del edificio, poco a poco. Ésta era la teoría de cambiar la sociedad sin tomar el poder. Pero hoy vemos en América Latina, sacado de la experiencia del Foro, sacado de la experiencia del alter mundialismo, vemos que efectivamente hay dirigentes que han tomado el poder de manera democrática, han conquistado el poder, han presentado un programa de transformaciones sociales que ha obtenido el apoyo democrático de la sociedad en Venezuela, en Brasil, en Bolivia, en Ecuador, en Argentina, etcétera ¿Pero qué han hecho estos dirigentes? Eso es lo nuevo. Lo que han hecho es que han dejado, han animado, han estimulado el movimiento social, han permitido que el movimiento social tenga toda su energía, toda su vitalidad, todas sus reivindicaciones. Y han articulado la capacidad del poder desde arriba con la energía del poder de base. Eso es lo que está permitiendo que haya toda una serie de transformaciones, las que se producen en Venezuela en términos de soberanía económica, en términos de soberanía alimentaria, como lo ha dicho el profesor Marrero antes; como se está produciendo en Bolivia, como se está produciendo en Ecuador, donde los países quieren salir por fin de la dependencia neocolonial en la que están. Por eso se les ataca tanto, porque ese modelo, que hoy se está extendiendo en América Latina, ¿a dónde se va a extender mañana? No a Europa, ¿pero a África? Ya actualmente en África –yo he estado dando una serie de conferencias en Bamako, en Dakar- el dirigente político más popular no es un africano, es el presidente Chávez. Vayan y verifíquenlo, aquí cerca, en Dakar. Para los intelectuales, para los estudiantes, Chávez les recuerda a Tomás Sankara [presidente de Burkina Faso entre 1983 y 1987], que fue asesinado porque también quería la soberanía económica de sus países, que las riquezas del país, efectivamente, se vendan, es normal, pero que el beneficio sirva al conjunto de la sociedad. Y, evidentemente, eso crea pavor. Luego, por consiguiente, existe hoy, no una solución general, evidentemente, pero están apareciendo soluciones locales en muchos sectores, muy originales, donde la dinámica no la lleva un partido, donde la dinámica no la lleva un dirigente, donde la dinámica la lleva la sociedad, con su pluralidad, en sus sectores, las mujeres, los estudiantes, los campesinos, los trabajadores de tal o cual sector, están proponiendo soluciones. Y esto, precisamente, es lo radicalmente nuevo. Bueno, más nuevo no puede ser el hecho de que por primera vez los indígenas americanos -y sabemos cuál ha sido su trágico destino… no sólo el primer destino, el genocidio, pero también el genocidio cultural de que han sido víctimas- hoy están en el poder, y están organizando la sociedad, tanto en Bolivia como en Ecuador, del que se habla menos. Por fin tienen la posibilidad de organizar una sociedad en función de toda una serie de aspiraciones, a veces centenarias. Esto es nuevo, esto está pasando. Esto no lo estamos viendo, pero está pasando.

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Bolsa de Frankfurt, en octubre de 2008. FOTO: KAI PFAFFENBACH (REUTERS).

El jefe de una banda de narcotraficantes del Complexo do Alemão, grupo de fabelas de Río de Janeiro, es entrevistado por la televisión local SBT Brasil en el curso de un conflicto por el control de sus calles con el Gobierno Federal. FOTO: SBT.

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A.G. En cualquier caso, el reforzamiento y puesta en acto de alternativas regionales al capitalismo neoliberal, como las que ha citado en América Latina, podrían también dar lugar a cierto diálogo, haciendo un ejercicio de posibilismo, entre Davos y Porto Alegre. No dejaría de ser significativo que fueran, digamos, esta vez los progresistas del mundo, y no los Sarkozy y las Merkel, los que forzaran al nuevo el capitalismo a regularse ¿no?, estableciendo así sus nuevas condiciones de existencia para el medio y largo plazo. Claro que a cambio de la cesión de un veinte por ciento de la plusvalía global a la sociedad... I.R. Es decir, lo que...

A.G. Por ejemplo, la figura de Mario Soares, que estuvo con usted en Porto Alegre. Soares, por ejemplo, representa un poco... I.R. Sí, sí. Mario Soares representa una personalidad muy sensible, digamos, con los problemas ecológicos del mundo. Es uno de los grandes líderes de la plataforma sobre el agua potable y naturalmente es muy consciente de que el capitalismo no es capaz de regularse solo. Esto, por otra parte, no sólo lo dicen los críticos desde la izquierda, sino que muchos economistas liberales, ellos mismos dicen que el capitalismo es incapaz de regularse solo y cada vez que el Estado ha abandonado las riendas del capitalismo, ha dejado que el capitalismo sea piloteado por los capitalistas, por los financieros, cada vez ha habido una crisis. Desde la crisis de 1929 hay una crisis grave cada diez años, digamos. Recordemos que en 1997 hubo la grave crisis de Asia del sureste, extraordinariamente importante. Y hoy estamos ante una crisis, hemos dicho ya que puede ser importante y puede ser desestabilizadora en muchos sentidos. ¿Y qué es lo que estamos viendo? Estamos viendo que los Estados, que teorizaban la idea de que al capital hay que dejarle todo el espacio posible porque el mercado es quien sabe regular las sociedades, porque la mano invisible es la que mejor arregla las cosas en una sociedad, y cuanto menos Estado haya, mejor es, ¿qué es lo que estamos viendo? Que ante el temor a la crisis, los estados neoliberales, o los dirigentes neoliberales, están interviniendo masivamente. Nunca ha habido tanta intervención del Estado como en este momento. Mire a EEUU: el presidente Bush, un ultraliberal, ha propuesto un plan de intervención del Estado mediante devolución de impuestos -como también en España-, para activar la economía. Es decir, el Estado, en muchas situaciones, los propios neoliberales están considerando el tabú de la in-

A los nuevos dirigentes latinoamericanos se les ataca tanto porque el modelo se extiende en Latinoamérica y ¿a dónde se va a extender mañana? No a Europa ¿pero a África? Actualmente en África el dirigente político más popular no es un africano, es Hugo Chávez, cualquiera puede ir aquí cerca [de Canarias], a Dakar y verificarlo. Les recuerda hoy a Tomás Sankara, que fue asesinado porque quería también que las riquezas del país se vendan, es normal, pero que eso sirva al conjunto de la sociedad

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Disturbios callejeros en Atenas tras la muerte de un joven a manos de la policía, en diciembre de 2008. FOTO: ORESTIS PANAGIOTOU (EFE).

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Avelino Sala. Mind the gap, 2007.

tervención del Estado. Sólo cuando Evo Morales quiere nacionalizar el petróleo ahí, dicen, el Estado no debe intervenir, pero para atajar una crisis importante ellos mismos hacen intervenir al Estado. Acabamos de verlo en Inglaterra, con un gobierno neoliberal aunque socialdemócrata. Northern Rock, el banco ese que primero tuvo dificultades por la crisis de las subprime [hipotecas de alto riesgo], ha sido nacionalizado por el Estado. Nacionalizar es como una palabra prácticamente obscena en la boca de un neoliberal. Y, sin embargo, han nacionalizado, después de haberlo ayudado enormemente, haberle prestado créditos el Banco de Inglaterra, etcétera, y han acabado por nacionalizarlo. Hemos visto que los estados hoy están dispuestos. Los bancos centrales están interviniendo masivamente, porque el problema es que aún no se sabe cuál es la dimensión de, digamos, la necesidad de liquidez del mercado. Se pensaba que la crisis de las subprimes había provocado una desaparición de doscientos mil millones de dólares, y se ha trabajado sobre esa cifra, doscientos mil o trescientos mil millones de dólares.

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Qué soluciones para un mundo desigual Ignacio Ramonet

Ahora se está barajando la cifra de seiscientos mil millones de dólares. Porque ya vemos que la crisis ha pasado del sector bancario al sector de los seguros, y del sector de los seguros al sector de los fondos, y fondos [de capital riesgo] tan importantes como Blackstone o Karlyle ahora se ven afectados. Ya los propios bancos, el primer banco del mundo, Citi Group, tuvo que recurrir a lo que se llaman los fondos soberanos, que son fondos de Estado, de Abu Dhabi (Emiratos Árabes) o Singapur, y mañana de China. Blackstone, por ejemplo, este fondo americano que ahora se ha descubierto que está también en crisis a causa del virus de las subprimes, es un fondo que ya está participado por el capital de Estado chino. Un país comunista está entrando en el capital de uno de los principales actores protagonistas del capitalismo irracional de hoy. Es decir, vean que la lectura no siempre es sencilla y, en todo caso, no hay escrúpulos en ese caso para aceptar la participación de los Estados. De ahí que, efectivamente, haya esta idea de que en la economía, en la situación con la que nos encontramos hoy es que una serie de principios -en particular, el principio de dejar al mercado funcionar totalmente, que el capitalismo esté únicamente en manos de los capitalistas- vemos que no funcionan, porque éste no sabe regularse. Y, por el contrario, lo que están reclamando muchos economistas neoliberales es que haya más reglamentación por parte de los Estados.

A.G. O sea que es un momento en el cual posiblemente el capitalismo sea susceptible de una cierta regulación. I.R. Seguro. En este momento... bueno, no sé si es posible un diálogo entre Davos y Porto Alegre. Pero no cabe duda de que Porto Alegre es la expresión de, digamos, dos líneas: la expresión de una línea de ‘no’ al neoliberalismo, ‘no’ a la globalización, radical, que es una línea importante en Porto Alegre. Pero también existe -usted lo recordaba antes- una segunda línea que es: adaptemos la globalización, humanicemos la globalización, modifiquemos la globalización para hacer que no sea tan injusta, tan cruel, tan desigualitaria. Y este sector, efectivamente, es un sector, en fin, yo creo que sería susceptible de utilizarse un poco -como muchos socialdemócratas lo han pensado-, utilizar la energía del capitalismo (y está demostrado que el capitalismo tiene una enorme energía) para obtener una riqueza, o un crecimiento que se traduce en riqueza, que se pueda repartir mejor en la sociedad.

Antes nacionalizar era una palabra casi obscena en boca de un neoliberal y, sin embargo, ahora han acabado nacionalizando bancos. No sé si será posible un diálogo entre Davos y Porto Alegre pero entre éstos últimos hay una segunda línea que no rechaza la globalización sino que quiere adaptarla, utilizar la energía del capitalismo para obtener una riqueza que luego se pueda repartir mejor en la sociedad

II Seminario Atlántico de PENSAMIENTO

La ciudad del siglo XXI: Su diseño y sus formas de gestión Joan Busquets

Urbanista y arquitecto, es doctor en Arquitectura y

Joan Busquets

profesor de diseño y planificación urbana en la Universidad de Harvard (Graduate School of Design). Tras haber sido uno de los principales artífices de la Barcelona olímpica, ha colaborado en la planificación de Den Haag, Lisboa, Marsella, Rotterdam, Singapur o Sao Paulo. Ha construido edificios emblemáticos en Trento o Nesselande o rehabilitado cascos históricos como el de Toledo (Premio Gubbio 2000). Y ahora dirige, entre otros, el Proyecto Guiniguada en Las Palmas de Gran Canaria. Entre sus últimos libros destacan Barcelona: La evolución urbana de una ciudad compacta, Nueva Orleans: Estrategias para una ciudad en tierra blanda, A Coruña: La ciudad marítima rencuentra al Puerto, o bien Ciudades X Formas: una nueva mirada hacia el proyecto urbanístico.

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La ciudad del siglo XXI: Su diseño y sus formas de gestión Joan Busquets

Manhattan.

Manhattan.

Buenos días. En primer lugar, querría agradecer al Centro de Iniciativas de la Caja de Canarias por habernos invitado a este seminario. Estamos ante un asunto general que me parece muy relevante. El director del seminario, Antonio G. González, nos pone sobre la mesa la amplio cuestión “Exceso y escasez en la era global” para someterla a la visión de distintas disciplinas y campos del saber, para ver cómo se enfoca esta situación de gran transformación en las pautas sociales, en el sistema económico, en las formas urbanas, etcétera. Y yo me voy a referir a las cuestiones de cómo la nueva situación está afectando a las ciudades, al sistema urbano y, sobre todo, a cómo afecta -como dice el título de mi ponencia- al diseño y a la gestión de las ciudades. Esto a mí me parece importante porque la cuestión de la modificación o la gran transformación de las ciudades es espectacular. Si observamos esta doble imagen de Manhattan, que responden a unos noventa años de diferencia, vemos que no parece la misma ciudad. Pero la cuestión de la transformación urbana es cada vez más acelerada. Si hiciéramos el mismo ejercicio en un sector como en Shanghai, el famoso sector de Pudong, en diez años hay un cambio de imagen que tiene el mismo valor del que observamos en Manhattan. Estamos hablando de que lo que antes tardaba noventa o cien años, ahora está tardando diez

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Hace unos meses hemos sobrepasado una cifra mágica: más de la mitad de los humanos viven ya en ciudades. En la historia de largo alcance, los avances y progresos se han hecho en las ciudades. Y es en éstas donde más hombres y mujeres van a acumularse en el futuro, con lo que el progreso puede tener más fácil distribución. Lo preocupante es que esta acumulación urbana va a producirse en ciudades multimillonarias en habitantes: Sao Paulo ,Ciudad de Méjico, Manila, Bombay, con estructuras urbanas muy escasas, débiles, y a las que hay que armar para que ese crecimiento no se convierta en algo totalmente abusivo para sus nuevos habitantes, que son los más pobres

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años. Pero sobre todo, hay una transformación doble: por un lado la transformación de la imagen de la ciudad; y por el otro el cambio del funcionamiento, de la estructura urbana. En la primera imagen de Manhattan se ve que está funcionando transversalmente, imaginemos que ahí leemos que las mercancías llegan por el agua, se despacha el trasiego de mercancías y salen por el norte; mientras que en la segunda imagen, el uso de los muelles y los piers es menor y la fuerza que tiene el borde es su reflejo en los edificios. Voy a tratar de presentar algunas de las cuestiones del diseño de la ciudad, en un sentido amplio. Hablo de diseño para no utilizar la palabra proyecto, término que me parece que podría ser demasiado limitado; se interviene en la ciudad también desde la gestión, se interviene en la ciudad a través de crear estrategias, planes..., hay múltiples instrumentos de cómo comunicamos la ciudad, múltiples instrumentos que no voy ahora a detallar. En cualquier caso, Antonio G. González nos pone sobre la mesa este tema de la era global y este dualismo o esta contradicción entre la escasez y el exceso. Seguramente podemos estar de acuerdo con esto, y a ello me gustaría añadir que hoy en día estamos en una situación donde la evolución tecnológica es aún más fuerte de lo que lo ha sido antes. Me atrevería a decir que seguramente la evolución tecnológica se parece más a la experimentada en el XVIII y en el XIX, que no a la vivida en el XX. Me parece que es una revolución tecnológica profunda, que va directamente a las personas. No me voy a extender en esto, pero tengo la impresión de que probablemente el siglo XX será visto en la historia de largo alcance, como el gran momento de la difusión, acompañado de la movilidad individual a través del coche. Pero, sin duda, esta revolución social que ha sido la revolución higiénica y que, por lo tanto, la que cambió la forma de vida, es la que está pasando ahora en el siglo XXI. Me parece que el fuerte impacto de la revolución tecnológica en el siglo XX, el gran siglo del automóvil y el gran siglo del progreso social, el de unos avances sobre todo en el mundo occidental, han hecho que el hombre sea más responsable; pero al mismo tiempo hay que tener en cuenta de que ha sido el siglo donde el hombre ha conocido o ha tomado la postura de creer que el crecimiento era infinito. Por lo tanto, hoy en día estamos en una postura donde nos damos cuenta de que dicha premisa no es posible, y aparece otra tendencia que, junto con la revolución tecnológica, nos llama la atención sobre el buen uso del territorio, sobre los criterios de sostenibilidad, sobre los criterios de un buen uso de la energía, etcétera. Son cuestiones que probablemente ya en el XIX no eran nuevas, pero ha sido a finales del XX donde el crecimiento o el desarrollismo absoluto nos ha llevado al impasse. En este sentido, creo que el hombre ha avanzado, ha progresado. Han habido momentos de mutación, de cambio, y quiero ser muy optimista porque soy del parecer que lo vamos a controlar. Hay que hacer un esfuerzo y yo particularmente no me apuntaría a una posición catastrofista. Creo que vamos en mal camino pero también me parece que somos conscientes de ello y, apelando a la racionalidad del ser racional, esta conciencia nos va a llevar a enfoques más maduros. En estas posiciones es donde yo creo que entra el tema de la ciudad. Si observamos la situación actual hace pocos meses que se ha sobrepasado una cifra mágica: más de la mitad de los humanos vivimos en ciudades; pero fijémonos que todavía es ‘so-

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La ciudad del siglo XXI: Su diseño y sus formas de gestión Joan Busquets

Joan Busquets, durante su conferencia en el curso del II Seminario Atlántico de Pensamiento, Exceso y escasez en la era global, en el CICCA en marzo de 2008. FOTO: VÍCTOR M. CRUZ

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lamente’ la mitad de los humanos. Si miramos la historia de largo alcance, me atrevería a decir que todos los avances y los progresos se han hecho en nuestras ciudades –permítanme que me lleve un poco el agua a mi molino-. Por tanto, es en las ciudades donde más hombres y mujeres van a acumularse en el futuro y, en este sentido, el progreso tendrá mejor y más fácil distribución. Lo preocupante es que sabemos que esta acumulación urbana se va a producir precisamente en las ciudades que hoy en día ya son multimillonarias en habitantes: se habla de Sao Paulo, Ciudad de Méjico, Manila, Bombay, ciudades que además disponen de unas estructuras urbanas muy flacas, muy débiles. Por tanto, esto plantea un problema muy serio. Hay que pensar cómo estas ciudades deben armarse y organizarse para que este crecimiento no sea un crecimiento absolutamente abusivo para sus residentes. En referencia a la idea de escasez-exceso que Antonio G. González pone sobre la mesa, creo que la cuestión de la sostenibilidad aparece en los países con exceso, pero el problema es que la escasez es más importante que los excesos, y en este sentido se puede decir que hay que cortar los excesos pero hay que dar prioridad a sufragar y a mejorar la escasez. Por tanto, todavía bajo mi punto de vista, los problemas del mundo son dobles y este hecho se ve claramente reflejado en las ciudades, y lo que es más preocupante, me refiero ahora de manera autocrítica, muchas veces los arquitectos urbanistas estamos más interesados en lo bien y lo original de nuestro proceder en el mundo occidental, y no nos damos cuenta de que los problemas del mundo no occidental son más importantes que los que tenemos nosotros. No voy a resolver ese tema aunque sí lo quiero dejar sobre la mesa.

Boston.

Boston.

En referencia a nuestras ciudades, por ejemplo una ciudad que es una isla, Boston, y que puede verse en la imagen, nos podemos fijar en la fuerza que tiene su desarrollo, cómo de una casi isla se hace un espacio que no tiene casi nada que ver con el sistema de islas. Esta es, en el fondo, la manera cómo ciudades tan europeas, aunque Boston esté en América, se han hecho. Probablemente el mérito de que esta transformación naturalartificial se haya llevado a cabo, radica en proyectos muy ambiciosos, muy bien gestio-

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nados y muy bien desarrollados; fue el gran proyecto de Olmsted, con Back Bay que desarrolló para Boston. Este es el concepto que me gustaría destacar: me parece que esta discusión entre la forma y el diseño es lo que encontramos a faltar hoy en día en las grandes explosiones de nuestras ciudades.

Ciudad en Asia.

Esta imagen hace referencia a una ciudad en Asia. Es una ciudad que ha pasado en diez años de una mancha discreta a la mancha amarilla actual. En este contexto del proceso de desarrollo explosivo, hay ciertos teóricos que postulan que el crecimiento genérico de las ciudades puede ser llevado a cabo por cualquiera, y que lo verdaderamente importante es que la arquitectura se concentre en los nodos. Mi posición es opuesta a dichos postulados. Creo que no se puede ser cínico en estos aspectos porque en estos crecimientos genéricos sólo viven los trabajadores y la gente más pobre. Por lo tanto, mi opinión es que las ciudades crecen y van a crecer mucho, pero hemos de dotarnos de instrumentos potentes, que permitan a estas ciudades poder asegurar unas condiciones de vida mínimas, decentes, que es lo que la clase obrera consiguió en Europa o en Occidente durante el siglo XX, después de muchas luchas.

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La ciudad del siglo XXI: Su diseño y sus formas de gestión Joan Busquets

Industria en el norte de África.

Nos encontramos actualmente en una época global, con un sistema económico postindustrial. Y yo me pregunto qué inseguros estaremos todavía, que un componente tan importante para todos sea aún llamado post-industrial y por el contrario no hayamos encontrado todavía una palabra propia. Hoy en día, en este marco de desarrollo post-industrial a través de deslocalizaciones. Pero vemos en la imagen un desarrollo de una industria en el norte de África, con su previsión de instalaciones industriales y espacios habitativos para sus trabajadores cualificados. Y observamos también cómo alrededor de éstas, está creciendo un sistema de autoconstrucción que son las personas que darán servicio a los que trabajan en dicha industria. Por lo tanto, repetimos exactamente el mismo modelo, con lo que no tiene nada de post-industrial; en todo caso, observando el sistema de autoconstrucción, se trataría más bien de un poblado preindustrial total.

La cuestión de la sostenibilidad, la conciencia de que no puede seguir habiendo un crecimiento ilimitado, aparece en los países con exceso, pero el problema es que la escasez es más importante que los excesos. Y, en este sentido, hay que cortar los excesos pero hay que dar prioridad a sufragar y a mejorar la escasez. Los problemas del mundo son dobles, esto se ve reflejado en las ciudades. Los urbanistas estamos encantados con lo original de nuestro proceder en el mundo occidental sin darnos cuenta de que los problemas del mundo no occidental son mucho más importantes

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Milán.

La ciudad del siglo XXI: Su diseño y sus formas de gestión Joan Busquets

Pintura.

La investigación nos muestra que nuestras ciudades tienen un crecimiento exterior muy grande; es lo que se llama normalmente difuso, entre los teóricos. La primera imagen es de Milán, donde se observa el centro de la ciudad, y el resto que es donde está el verdadero crecimiento de Milán. La verdadera economía floreciente de toda la región milanesa está fuera, y no dentro; dentro es donde hay los escaparates de la moda, los spa, los hogares especiales, pero el verdadero boom está fuera de la ciudad. Por lo tanto, es una observación importante la de que nuestras ciudades actúan como sistemas abiertos y debamos entonces recurrir otras formas de interpretar estos fenómenos. La segunda imagen es de una pintura, pero probablemente esta pintura dice más cosas que muchos de los análisis que se estaban haciendo sobre Milán. Porque quizá lo que está cambiando son los modelos pero también necesitamos cambiar nuestra manera de interpretar los modelos. ¡Qué pena que las ciudades no sean cerradas más y el campo esté en tensión! Muchas veces lo hemos discutido en conferencias.

Maastricht.

Acabamos de hacer una investigación sobre Maastricht, esta famosa ciudad del euro, que es una ciudad fortaleza, una ciudad donde compiten todos los poderes de Europa du-

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rante trescientos años. Hace tiempo decíamos que las ciudades eran cerradas, y había el campo. Pero esta ciudad, resulta que no era una ciudad cerrada. Hemos descubierto que hay un sistema de murallas, pero hay un sistema de contrafuertes y unos espacios agrícolas dentro de la ciudad, y fuera de la ciudad un sistema de conexiones entre estas fortificaciones, entre las cuales estuvo el famoso fortificador Vauban. Por tanto, es una ciudad que estaba funcionando sólo con la muralla cuando era atacada, pero todo el sistema defensivo, que iba desde dentro de la ciudad hasta fuera, era un sistema industrial de producción, de innovación, pues la ciudad no estaba siempre en guerra. En este sentido, hay que romper estos mitos que a veces la historia fácil nos ha dado, y esta imagen bucólica. Hemos de revisar los modelos que utilizamos hoy para el diseño de la ciudad, pero también los modelos que hemos utilizado para entender el pasado.

Copenhague.

Copenhague.

Una de las ciudades modelo en la planificación de la posguerra, incluso de la preguerra, es Copenhague. Como se observa en la primera imagen, con este esquema de la mano abierta, es una puesta muy clara y ha sido un modelo en Europa como ciudad. El esquema consistía en situar los trenes siguiendo la mano y entonces el crecimiento de la ciudad seguirá. Y efectivamente funcionó en la ciudad, pero tan literalmente que la nueva construcción del larguísimo puente que liga Copenhague con Malmö ha creado un sistema de ciudad, de anillo. Por tanto, son ideas que quedan del pasado y que la forma urbis del desarrollo necesita ir revisando o reformulando. Estos ejemplos o reflexiones tienen que ver con la investigación que he llevado a cabo con mi grupo de trabajo en los últimos tres años, y que ha dado lugar al libro ‘X Lines’, que discute sobre las formas como diseñamos la ciudad. En este contexto, voy a presentar ahora algunas experiencias situadas al albor del siglo XXI, y que inducen hacia cuatro elementos de reflexión.

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Guggenheim.

La ciudad del siglo XXI: Su diseño y sus formas de gestión Joan Busquets

Graz.

Ito.

La primera reflexión se basa sobre lo que podríamos llamar el urbanismo o la arquitectura de los excesos. Estamos hoy en día en una tendencia donde no hay ciudad que no quiera tener un edificio que yo llamo singular, espectacular, siendo el Guggenheim de Bilbao un claro ejemplo. Otro ejemplo que también podemos ver en las imágenes es el de Graz, en Austria. Esta es una pequeña ciudad, de 100.000 habitantes que casi nadie conocía anteriormente. Pero se permitió crear un centro especial, no solamente por su contenido, pero sobre todo por su expresión, para llamar la atención. Cabe decir que, desde el punto de vista de la arquitectura, son edificios que permiten innovar muchísimo. Y es indiscutible que después del éxito de Bilbao no hay ciudad que no quiera tener un Guggenheim. Se podría llegar a pensar que poniendo un Gehry en su ciudad todo queda resuelto. Cuando nosotros hicimos esta investigación, estudiamos qué había pasado en Bilbao, y una de las conclusiones fue que el Guggenheim es bastante irrelevante respecto al conjunto de proyectos que Bilbao hizo. Una consecuencia de esta investigación es que si pone un Guggenheim o un Gehry en su ciudad, también ha de poner otras muchas cosas para que la ciudad funcione. Y por lo tanto, no es tan fácil, hay que poner mucho cuidado sobre estas muchas otras cuestiones.

Toledo.

El Greco.

El primer tema que quería plantear es la reinterpretación de las piezas de la ciudad tradicional. Creo que durante décadas se ha hablado mucho de la rehabilitación de la ciudad histórica. Me parece que hay ejemplos fantásticos en España, de procesos muy evidentes. Seguramente hoy en día toca pensar algo más allá que en la rehabilitación, y tratar de en-

Zaguanes.

II Seminario Atlántico de Pensamiento 060 La ciudad del siglo XXI: Su diseño y sus formas de gestión Joan Busquets

Busquets, explicando dos imagenes de Nueva York. FOTO: VÍCTOR M. CRUZ

tender cuál es el rol de las ciudades históricas y tradicionales en el conjunto urbano. En este contexto, presento un ejercicio que tuvimos la oportunidad de desarrollar en Toledo, ciudad emblemática, ciudad donde se puede ver la superposición de las tres culturas, con un trazado claramente árabe, y unas calles y unas parcelas muy difíciles. Destaca el protagonismo de El Greco en su historia, que nos permitió proyectar la ciudad y su futuro. Toledo no tiene planos históricos; se quemaron, se los llevaron los franceses. Toledo fue una ciudad casi abandonada después de la ocupación francesa. Todos los monumentos que vemos tan hermosos de Toledo fueron reconstruidos a finales del XIX, principios del XX, excepto la catedral y otros pocos. Y fue en este contexto que un plano tan fantástico como el de El Greco, nos permitió reentender qué le había pasado a la ciudad y cuál era, lo que podríamos llamar hoy en día, el DNA de la ciudad. En Toledo se propuso, y fue muy exitoso, recolocar la universidad, o gran parte de ella, en el centro histórico, aunque no los elementos técnicos de la universidad. Pero volviendo al tema del DNA de la ciudad, descubrimos la gran importancia del concepto de pulmón interno, donde la calle no tiene ningún valor, como pasa en la mayoría de las ciudades árabes, y son los patios, los zaguanes, pequeños jardines dentro de las parcelas, los que actúan realmente como espacios de relación y espacios funcionales para la ciudad. Son elementos de este tipo que permiten entender que el centro puede ser no solamente rehabilitado, sino incluso reentendido. Toledo es una ciudad que recibía 25.000 coches al día, en su casco histórico. Con sus características calles, se pueden imaginar cuán difícil era el acceso. Y en este sentido, la estrategia debía basarse en pensar que había que cerrar más o menos la ciudad al tráfico del visitante, dejando sólo pequeños aparcamientos al residente, y en cambio producir sistemas de acceso exteriores potentes.

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Toledo.

Toledo.

Toledo.

En esto se basa la primera propuesta de proyecto, que se desarrolló junto con Elías Torres y que se puede observar en las imágenes. Funciona muy bien y 15.000 personas lo utilizan cada día. Un segundo proyecto, que estamos desarrollando actualmente y que se puede ver en las imágenes, está emplazado detrás de la muralla, donde había un antiguo aparcamiento. Se basa en colocar un sistema de remontes, pensando que la ciudad incorpora un tranvía que te deja al pie de la montaña y con el sistema de remontes, uno llega arriba. Por tanto, elementos de movilidad que hacen que este centro no solamente pueda tener funciones, pero estas funciones nuevas piden a su vez relaciones de acceso distintas. El gran problema de hoy en día es que estamos en una condición donde tenemos más movilidad que nunca, y al mismo tiempo existe la posibilidad de trabajar en casa con una computadora personal. Es verdad, pero las personas que escogen esta última opción son realmente las personas que se mueven más. Lo que se ha visto es que éstos, cuanto más internautas son, más movibles son, o más movilidad demandan. Y el punto siguiente es que la movilidad demanda elección: lo que cada uno quiere elegir es yo quiero ir de un sitio a otro pero quiero elegir cómo

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Remontadores

ir: si voy a pie, si voy en bicicleta, si cojo el tranvía, si voy en auto. Y es en este proceso de elección donde las personas llegan a conclusiones como que ‘en auto no puedo ir porque es un sector donde el auto no es conveniente’. Por tanto, la elección pasa por este sistema que nos obliga al diseño de la ciudad, a pensarla mucho más, en formas de uso, incluso distintos diseños por la mañana que por la noche, el fin de semana, durante el día, durante las vacaciones. Es de hecho, un sistema menos fácil, o menos evidente de lo que había sido en otros momentos. Las ciudades históricas, las ciudades tradicionales exigen ser repensadas.

Lisboa.

Fuego en El Chiado.

Edificio de El Chiado.

Edificio de El Chiado.

Dentro de este mismo tema, presento otro ejercicio, en Lisboa, una ciudad hermosísima, donde se produjo el desastre del fuego del Chiado. En este caso fuimos invitados a intervenir en un proyecto muy grande, donde la estrategia de reconstruir el Chiado siguiendo la lógica de la ciudad, estaba ya definida por Álvaro Siza, que propuso muy inteligentemente no solamente reconstruir el Chiado como era antes del fuego, sino hacerlo como era cuando Lisboa fue reconstruida después del terremoto y, por tanto, reconocer que la ciudad pertenecía a esa época. Por tanto se trata de un edificio que en su apariencia, es un edificio que pertenece a la ciudad, y si ustedes pasan por este conjunto, casi no perciben que hubo un fuego, casi nadie se da cuenta de un desastre que padeció. Pero además de su apariencia, el edificio dentro es moderno, y empalma con la salida del metro, hecho que permite que sea una parte central de la ciudad sin necesidad de coches, o muy pocos, pues está bien conectado a sistemas de transporte público principal. Por tanto, con este ejemplo, querría conducir la reflexión de la rehabilitación hacia la idea de cómo las piezas de la ciudad pueden hilvanarse o integrarse conjuntamente.

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Muelles de Ámsterdam.

La ciudad del siglo XXI: Su diseño y sus formas de gestión Joan Busquets

Muelles de Ámsterdam.

El segundo tópico al que me gustaría referirme es a la idea de que hay que reconsiderar o hay que pensar, sobre todo, en transformar fragmentos de la ciudad que ya existe. Creo que una reflexión que se nos abre hoy en día es que quizás este hiper-desarrollismo de ir consumiendo territorio es absurdo, es mucho más costoso. Y por el contrario, hay que pensar que la ciudad va cambiando sus usos. Este es el caso ejemplar en de Ámsterdam. En las imágenes se pueden ver los muelles del puerto de esta ciudad. Es importante destacar que los muelles están ya, y por lo tanto están todos los elementos resueltos, y este es el hecho que permite que dichas áreas puedan convertirse en zonas de residencia. Este argumento me parece a mí que nos plantea la posibilidad de pensar la ciudad desde el fragmento, pensar la ciudad desde el punto de vista de lo que queda entre piezas de ciudad y, a partir de ellas, generar propuestas innovadoras. Son proyectos bien conocidos que no necesitan mucha descripción, y muy distintos entre ellos. En todos ellos, la posibilidad de la creación en el diseño es muy fuerte, aunque aceptemos ciertas lógicas muy concretas y muy definidas: en lugar de expandir más, tratemos de reciclar lo que tengamos, tratemos de buscar un mejor uso de estos espacios, antiguamente, de depósitos del muelle. Lo curioso de este ejemplo es que podemos ver cuatro proyectos distintos que tienen exactamente la misma densidad y que dan resultados urbanos totalmente distintos. Y esto me interesa destacarlo porque quiere decir que la ciudad está equilibrada. Esta es una ciudad de densidad intermedia, donde podemos pagar el tranvía, podemos tener escuelas cerca, tenemos supermercados, y los servicios. Y es una ciudad que puede dar resultados urbanos y formas residenciales muy distintas. Cabe destacar que Ámsterdam es una ciudad que el 80

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Estamos hoy ante un urbanismo de los excesos, no hay ciudad que no quiera un edificio ‘estrella’ y éstos permiten innovar mucho pero suelen ser irrelevantes para el objetivo de que la ciudad funcione (...) Hay que plantearse la reinterpretación de las piezas de la ciudad tradicional, pensar la ciudad desde sus distintos fragmentos en la idea de que éstos se hilvanen e integren de nuevo (...) Y en esta línea del proyecto urbano y el reciclaje frente al hiperdesarrrollismo, absurdo y costoso, aparece la idea de reescalar las infraestructuras del desarrollismo, transformándolas en soportes de la ciudad, para que dejen de ser su negación

por ciento de la vivienda es de alquiler, y el 80-85 por ciento de las viviendas están todavía en suelo público. Entonces, se puede decir que es una de las ciudades más “sociales” de Europa, y en cambio es una de las ciudades con mayor innovación arquitectónica y urbanística, como podemos ver en éstos ejemplos de las imágenes. Ejemplos que nos permiten entender que la ciudad se puede pensar desde el fragmento, si hay una coherencia entre los fragmentos. Otro ejemplo claro es el de la ciudad de Londres, ciudad que nunca ha tenido un plan maestro, nunca ha tenido un Plan General. Londres tiene el primer Plan General en la Segunda Guerra mundial. Es una ciudad que se hace a trozos, pero cada trozo mira al de al lado y empalma con el de al lado. Esta es una manera muy inteligente de hacer. No digo que sea la única ni la mejor, pero es una manera muy útil.

Parque en Seattle.

En la línea del proyecto urbano y del reciclaje aparece el tema de reescalar las infraestructuras. En estos momentos en nuestras ciudades, uno de los grandes dramas, es qué hacer con las infraestructuras del desarrollismo. En las imágenes se puede ver un proyecto muy reciente en Seattle. Se trataba de un suelo con muy poco valor, pues tenemos una autovía, una autopista, el tren, unos depósitos; Por lo tanto, un proyecto muy interesante por su complejidad que trata de utilizar la geografía para colocar un parque y crear uno de los parques más lindos de

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esta ciudad. Este proyecto se llama Olympic Park, es un proyecto inaugurado hace pocos meses. Sin duda muestra que los elementos de la ciudad pueden ser retomados y transformar las infraestructuras en soportes de la ciudad, para que dejen de ser una negación de la ciudad. Otro proyecto en esta misma línea en el que hemos estado trabajando en los últimos años es en la ciudad de Delft, en Holanda, una ciudad muy hermosa donde el tren pasa en viaducto por el centro de la ciudad. De hecho, cuando empezó a llegar el tren, la frecuencia era de un tren a la semana, que paraba y seguía. Y fue en los años 60 cuando se optó por levantar los trenes y hacer un viaducto para los ferrocarriles, debido a los incrementos de frecuencia. Hoy en día pasan 300 ferrocarriles al día y el espacio se ha convertido en un espacio central inhabita-

Delft.

ble. El proyecto trata de buscar la continuidad que el ferrocarril había cortado y al mismo tiempo ofrece la posibilidad de un desarrollo, en el mismo espacio del ferrocarril, de un fragmento de ciudad necesaria. El proyecto asegura que el ferrocarril en Delft tenga un doble túnel que dará un mejor servicio que el actual; asegura que se pueda incorporar la alta velocidad, mientras la estación queda en el mismo corazón de la ciudad, permitiendo a la ciudad resolver un fragmento tan necesario, pero sin perder el servicio que le da esta infraestructura tan potente.

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Las Palmas de Gran Canaria.

Otro proyecto en el que hemos estado involucrados estos últimos años, es la posible reconversión del espacio central en el Guiniguada, en Las Palmas. Se puede decir que Las Palmas, es una ciudad donde la capacidad del tejido urbano central es absolutamente emblemática. En este sentido el centro histórico tiene una gran capacidad. De hecho, hay pocas ciudades en España que tengan un centro histórico tan bien conservado. Al mismo tiempo, era difícil interpretar qué papel debía jugar, en el conjunto metropolitano, este espacio central en el Guiniguada. Y fueron los análisis de cómo la ciudad se

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Las Palmas de Gran Canaria.

formó, los que nos ayudaron a llegar a la conclusión del rol del barranco y de la costa. La ciudad, como todas las ciudades, ha ido avanzando sobre el mar. El problema es que en los últimos años, en las últimas décadas, la forma del borde del mar ha sido muy caótica, sufriendo rellenos sin ningún tipo de lógica. Se pensó en este punto en la idea de que si la tangente del perímetro podría ser coherente, seguramente permitiría abrir la posibilidad de que el barranco no tuviera un elemento central en sí mismo y pudiera pasar a jugar con otras formas de infraestructuras. Y siguiendo esta línea, la operación se pensó en una organización del sistema hidráulico, del viario, y una apertura del barranco para que tuviera más capacidad hidráulica y también beneficiarse de un espacio que podría utilizarse como un espacio público. Una vez abierto el barranco, se construye la gran plaza del océano, donde el sistema de intercambio entre el agua brava y el barranco tienen el elemento de relación máxima. Pero sobre todo, la creación de este gran parque central, no solamente permite que Vegueta y Triana se relacionen, pero también que Vegueta encuentre de nuevo una relación amable, fácil, peatonal, directa, con el océano. Es pues un sistema de relaciones. Tanto este proyecto como el anteriormente descrito en la ciudad de Delft, son proyectos que al tener que relacionarse con infraestructuras pesadas, obligan a un control de la topografía muy preciso. Podría decirse que prácticamente el centímetro es importante. Por lo tanto, son proyectos que se trabajan siempre, por capas, y en el fondo, son las capas las que van formalizando el proyecto.

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Ian McHarg.

Fresh Kills.

El tercer tópico se refiere a la reinterpretación del medio natural. Hoy en día, en nuestros contextos urbanos, identificamos como parte implícita de ellos los conceptos que el arquitecto Ian McHarg mostraba en estas imágenes de los años 60. Las otras imágenes corresponden a un proyecto en Nueva York, que recibe el nombre de Fresh Kills. Este proyecto es la mitad de grande que todo Manhattan y ocupa el lugar donde durante 60 años se han vertido las basuras de Nueva York. De hecho, 60 años de basuras crean un espacio para un gran parque y seguramente, este espacio será el más innovador que tendrá Manhattan, por las condiciones de reuso que crea.

Burdeos.

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Pero seamos conscientes de que nos enfrentamos a operaciones de un tamaño enorme. En las imágenes vemos el frente del río de Burdeos, donde históricamente se habían instalado las bodegas de vino. Estas bodegas ya no tienen ningún sentido en este lugar, pues la tecnología ha cambiado y, por tanto, qué hacer con estos espacios. Es importante fijarse que estos espacios, en dimensión, son mayores que el centro histórico de la ciudad. Por lo tanto, son proyectos de una dimensión grande, donde la relación entre el medio natural y el artificial es la base del diseño.

Sao Paulo.

Sao Paulo.

Nosotros nos hemos enfrentado en un proyecto de este tipo, quizás uno de los más complicados por su dimensión, en Sao Paulo, hace algunos años. Sao Paulo es esta ciudad gigantesca que tendrá 18 o 19 millones, o incluso no lo saben cuántos millones de habitantes, porque hay una población flotante muy grande. Una ciudad donde hay tres municipios llamados A, B, C, donde se producían el 80 por ciento de los vehículos de Brasil; estaban por tanto la Peugeot, la Citröen, … todas, una detrás de otra, instaladas en estos municipios en los años 60. Pero en tan solo 20 años, debido a técnicas de outsourcing aplicadas en la producción, los coches se empiezan a hacer de otra manera, con lo cual esta inmensa zona queda desocupada. Se trata pues de un suelo enorme donde destacamos la existencia de un ferrocarril industrial y de una gran bolsa de espacio anegable.

Se puede decir que hoy en día las ciudades son más complejas, pero no sé bien si lo son o es que nuestra capacidad de entenderlas nos las hace ver más complejas. Y es que cuando no hay instrumentos para ver la complejidad, no somos capaces de entender, y lo dejamos. Recuerdo que hace quince años se decía que Londres era una ciudad imposible y que nadie podía entender qué pasaba en ella. Pero hoy hay sistemas de análisis que nos descubren otras dimensiones, quizas no nos digan qué hacer con Londres pero permiten entenderla

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La ciudad del siglo XXI: Su diseño y sus formas de gestión Joan Busquets

Busquets, en otro momento de su intervención. FOTO: VÍCTOR M. CRUZ

Una de las razones por las que las industrias decidieron moverse es porque se inundaban de vez en cuando. Por tanto, la estrategia del proyecto, que no es un proyecto, sino más bien una visión para el desarrollo, se basa en las oportunidades del ferrocarril por su posible valor de red urbana, y de las aguas que pueden utilizarse en el periodo de inundación como lamina de agua de un parque. Una idea de este tipo permitiría que estos tres municipios, teniendo una mano de obra fuera, pero una mano de obra con capacidad, de iniciativa y con destrezas propias, pudieran organizar menores empresas que de una manera complementaria vuelvan a entrar en gran parte del mercado. En este sentido, el urbanismo no resuelve las cuestiones pero plantea estrategias donde situaciones o ambiciones sociales. Se trata de una imagen del cómo el parque puede laminar. El cuarto tópico hace referencia a las cuestiones de la ciudad abierta. ¿Cuál es la lógica de esta ciudad abierta? Probablemente la lógica es que antes de hacer una nueva ciudad, hay que colocar el metro, y el metro es el iniciador de la ciudad. ¿Cómo se hace la ciudad? En las imágenes se muestra otro proyecto que llevamos a cabo, en Nesselande, Rotterdam. El lago se está construyendo hasta una profundidad de noventa metros y con la arena que se extrae se consloida el suelo para fabricar la ciudad. Una ciudad pues que tiene un centro, con un lago, con una playa y caracterizada por residencia mixta. Una nueva ciudad, un

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Nesselande.

La ciudad del siglo XXI: Su diseño y sus formas de gestión Joan Busquets

Nesselande.

espacio residencial, es un espacio donde, sobre todo, hay gente que vive, poca gente que trabaja y mucha gente que conmuta, todavía hoy en día. Por lo tanto, es muy importante que cada manzana tenga sistemas residenciales distintos, que cada conjunto pueda tener vivienda orientada a más gente mayor, gente joven o gente con niños. Y en este sentido, hay formas tipológicas donde dentro de la estructura pueden tener sentido.

Space Syntax.

Para concluir, querría volver a un par de reflexiones finales que tienen que ver con las cuestiones que Antonio G. González planteaba. Se puede decir que hoy en día las ciudades son más complejas. Pero no sé si son más complejas o es que nuestra capacidad de entender la

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ciudad nos las hace ver más complejas. Porque yo creo que cuando no hay instrumentos para ver la complejidad, no somos capaces de entender, y lo dejamos. Recuerdo que hace quince años se decía que Londres era una ciudad imposible y que nadie podía entender qué pasa ahí dentro. Pero hoy en día hay sistemas de análisis de la complejidad urbana muy potentes, que son elementos que nos empiezan a descubrir nuevas dimensiones... Son elementos que dan la temperatura de la ciudad, las formas, los usos, la intensidad. Seguramente no nos dan la respuesta de lo que hay que hacer en Londres, pero nos dan maneras de entender. Y en este punto, creo que cuanto menos entendamos, más complejo lo veremos.

Fotoplano de Barcelona.

Ahora, volviendo otra vez a la discusión anterior, se muestran unas imágenes de Barcelona, ciudad que ha hecho, sobre todo en esta complejidad enorme, grandes proyectos de transformación de la periferia. Pero sin duda, en Barcelona, el periodo más interesante en los años 80 y 90 fue la idea de llevar la innovación hacia las zonas norte y este, que eran las zonas pobres de la ciudad, junto con la segunda gran estrategia de hacer del centro histórico un lugar habitable y utilizable. En este contexto, el programa que llevaba los desarrollos del oeste, la zona más rica de la ciudad, pagaba pluses que permitían invertir en el norte y en el este, en las zonas más empobrecidas. Por lo tanto, es con este argumento que yo querría llevar mis últimas conclusiones, con esta idea de que frente a esta diatriba de exceso-escasez hay espacios,

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Intervenciones en el este y norte de Barcelona.

hay estrategias, hay mecanismos, a partir de los cuales se puede trabajar. Yo estaría muy a favor de este trabajo en la escala múltiple. Me parece que en las ciudades a veces se puede trabajar, y esta fue para mí la gran fortuna en Barcelona, con una estrategia de la ciudad; aunque muchas veces hay que trabajar con la estrategia del fragmento o de un sector de la ciudad. No creo que una sea mejor que otra. Tampoco las ciudades pueden estar constantemente replanteándose su estrategia general, no es posible, no hay energía para hacer eso. Las ciudades se repiensan una vez cada cuando, y después hay que actuar desde otra estrategia. Y en este contexto es donde los nuevos mecanismos de gestión, el nuevo rol que está adquiriendo el manager urbano, el urbanista, el arquitecto debe destacar. Es verdad que hoy en día el sector privado domina sobre el público, pero me parece a mí que aunque un urbanista trabaje para el privado, tiene que tener los ojos del público. Y en este sentido es donde me parece que Europa está dando algunos avances importantes en muchas ciudades, donde esta idea de decir es sólo el público el que puede hacer las acciones buenas, no es verdad. Creo que Holanda está llena de proyectos que los capitanea el sector privado, y con un sector público muy agresivo en el control de que las cosas se hagan bien. Por tanto, nunca diré que el sector público no es necesario. Creo que el sector público no ha de ser el inversor de todo, como fue en la posguerra. Al sector público le toca definir las líneas, le toca ase-

Frente a la diatriba entre exceso y escasez, hay espacios, hay estrategias, hay mecanismo a partir de los cuales trabajar [en la gestión urbana]. Yo estaría a favor de trabajar en la escala múltiple: con una estrategia de ciudad, aunque muchas veces también con la estrategia del fragmento o de un sector de esa ciudad. (...) Tampoco las ciudades pude estar replanteándose constantemente su estrategia. Se repiensan de vez en cuando. Y ahí entra la idea del manager urbano, de la gestión, la de un urbanista que, aunque trabaje para el sector privado, tiene que tener los ojos del público. Y un sector público muy agresivo en el control de que las cosas se hagan bien y que vele por los barrios menos beneficiados

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gurar el control, le toca velar para que los barrios menos beneficiados tengan mejoras, y estas mejoras les den otros ciclos. Me parece que este es un esfuerzo a partir del cual podemos imaginar que, por un lado, nuestro esfuerzo es de trabajar con los espacios intermediarios, trabajar con las infraestructuras, cambiar sus escalas, para hacer una ciudad más eficiente. También, buscar que las ciudades tengan servicios y formas de vida al nivel que toca hoy en día. Por lo tanto, que la ciudad sea más justa me parece que es fundamental. Pero también nuestros ciudadanos, tienen derecho y ambición para tener una ciudad todavía más hermosa. Entonces es donde yo creo que la idea de cambiar la escala de la ciudad, de mejorar la movilidad, hacer espacios donde el peatón se encuentre confortable, me parece es algo que todos tenemos que aupar. Por lo tanto, en esta discusión entre el pensamiento y la acción, yo evidentemente les señalaba líneas para la acción, pero me parece a mí que en esta acción los que tenemos más o menos el compromiso con la forma de la ciudad, con la forma general y con los sistemas, creo también que hemos de aprender de estas múltiples experiencias que pasan en las ciudades, entendiendo que mirando al futuro es muy difícil; el futuro, yo a veces digo, no tiene forma, está ahí, no sabemos la forma del futuro, es muy difícil hacer un plan de cuál sea la forma, pero sí sabemos cómo lo hacemos hoy y cómo podemos hacerlo mañana.

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En torno a las siete vidas del gato El estado del capitalismo global (Entrevista de Antonio G. González)

Ramón Tamames

Catedrático de Estructura Económica desde 1968 y

Ramón Tamames

Técnico Comercial del Estado (en excedencia), es una de los grandes nombres propios de la economía española. Fue nombrado Catedrático Jean Monnet de la Unión Europea en 1992. Autor de libros de referencia en su disciplina durante décadas y aún hoy en día, como Estructura Económica de España o Estructura Económica Internacional, entre los más recientes figuran El siglo de China: De Mao a primera potencia mundial, Los transgénicos. Conózcalos a fondo, Diccionario de Economía y Finanzas (con Santiago Gallego) o Globalización y Ecoparadigma. Fue dirigente del Partido Comunista de España en el tardofranquismo, diputado a Cortes en los comicios constituyentes en 1997 por ese partido y firmante de la Constitución Española. Ha sido consultor de la ONU y de numerosas instituciones internacionales.

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En torno a las siete vidas del gato Ramón Tamames

Sede principal de Citigroup en Nueva York, en 2007. JUSTIN LANE (EFE).

A.G. Lo primero es una cuestión que, en realidad, se ha planteado poco pero que resulta por completo determinante: el sistema de mercado asigna en principio muy bien los recursos y muy mal las rentas. De ser así, la dicotomía es: exceso de eficiencia productiva, escasez de saldo social. A su juicio, la realidad actual ¿refuta o revalida esta observación? R.T. Yo diría que el mercado lo que tiende es a ajustar oferta y demanda, eso lo sabe cualquiera. Naturalmente, la oferta depende de los agentes productivos, de unas determinadas funciones de producción, y la demanda, de los consumidores, también con sus funciones gráficamente representables. Pero, al propio tiempo, hay una cuestión de rentas, condicionada por las estructuras sociales, de dominio, etcétera, por mucho que a veces haya poderes compensadores, como decía Galbraith: sindicatos, cooperativas, descuento duro, etcétera. En lo concerniente a renta, tenemos sistemas de medición, que resultan muy expresivas en las curvas de Lorenz y el coeficiente de Gini, lo que nos permite apreciar cómo evoluciona la cosa. En cualquier caso, los mercados en momentos dados se saturan, porque la distribución de la renta no va en paralelo a la producción. Y es esa saturación la que a la postre provoca las crisis, dicho sea muy simplificadamente y dentro de la marcha de los ciclos, que no pueden erradicarse ni con decretos ni con buenas políticas económicas. Siempre habrá ciclos, porque el ajuste de millones de planes de empresas y consumidores genera disfunciones y éstas inciden en las tendencias ascendentes o declinantes. Precisamente en las fases de declive se produce lo que eufemísticamente Schumpeter llamó la destrucción creadora (cierre de empresas, paro, etcétera) desde una óptica bastante darvinista: los más aptos perviven, y los menos, desaparecen. Claro que puede intentarse introducir sistemas de

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Que el mercado siga siendo el que mejor asigne los recursos con la globalización financiera depende mucho de los actores. Al respecto, han aparecido nuevos protagonistas, como los fondos soberanos de países del Golfo, Singapur, Noruega, ahora China, en los que se han ido apilando ingentes reservas de divisas y que tienen que manejarse a través de los estados. Su potencial de compras de empresas incluso emblemáticas empieza a preocupar. Hay toda una polémica en Europa, en la fase actual de crisis, sobre si deben regularse para así evitar intervenciones más políticas, sobre todo del lado de China. Por que Pekín no sólo busca rentabilidades sino que quiere controlar las fuentes de suministro

regulación, de contención, desde el Estado con una tendencia más social y menos darvinista, más solidaria, pero…

A.G. En todo caso, con la entrada en curso de la globalización financiera ¿se puede seguir sosteniendo que el mercado es el que más eficientemente asigna los recursos? R.T. Es un tema interesante que depende mucho de los actores. Y al respecto, es un hecho que en los mercados financieros de hoy están apareciendo nuevos protagonistas que no existían hace diez años: los fondos soberanos, con gran acumulación de reservas internacionales. En áreas como el Golfo —Pérsico o Árabe, según se prefiera—, y en otros puntos o zonas, como Singapur, Noruega o últimamente China. En todos esos países se han ido apilando ingentes reservas de divisas que, cuando constituyen excedentes muy amplios, tienen que manejarse a través de empresas estatales, que son los fondos soberanos. Éstos han adquirido una gran incidencia en los mercados financieros y, de hecho, un potencial de compras de empresas incluso superemblemáticas que empieza a preocupar. Hay toda una polémica en la Unión European, en la fase actual de crisis, al plantearse si esos fondos soberanos hay que regularlos, como se pretendió hacer tiempo atrás con las grandes multinacionales a base de códigos de conducta, para así evitar las intervenciones más claramente políticas, que se temen sobre todo del lado de China. Porque la República Popular, como es lógico, no solamente aspira a obtener una rentabilidad mayor de sus reservas internacionales —más allá de lo poco que consiguen comprando bonos federales de los Estados Unidos, con muy baja renta—, sino que además Pekín quiere controlar fuentes de suministros de energía, de materias primas, etcétera, porque la gran fábrica del mundo necesita de todo eso.

A.G. Otra cosa en cuanto a las relaciones entre economía y política. Heidegger señalaba una cosa muy interesante respecto a la técnica. Decía que su esencia, en realidad, no es de orden técnico sino metafísico, vinculada a cierto modo de entender la cuestión del ser. En el caso de la economía ¿su esencia es de orden económico o es de orden político? Porque a veces parece que hay un cierto discurso, se pretende hacer de la economía algo así como una física, es decir, una ciencia pura, no social, lo cual es un propósito, un programa ideológico. R.T. Yo creo que ese propósito sí existe, y ha existido desde largo tiempo ah, con manifestaciones a veces muy tecnocráticas. Esto se apreció bien al estudiarse los modelos Tierra1, Tierra2 y Tierra3 del primer informe del Club de Roma, titulado Los límites al crecimiento, de 1972. Fue un trabajo muy influido por Jay Forrester, que fue elaborado por los Meadow desde un enfoque de dinámica de sistemas. En otras palabras, Forrester planteó que los modelos computarizados de las ciencias sociales son superiores a los modelos mentales —eso también lo sabíamos todos—, al permitir un diseño más preciso de la situación, siguiendo el esquema de los mecanismos tipo servo de los movimientos de fluidos. Dicho de otra forma, Forrester quiso aplicar una mecánica concreta a la realidad social, lo cual era posible sólo hasta cierto punto. Porque la economía, si se acepta que es una cien-

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PSJM. Corporative Armies. Victory Wall Mart/Visa Army, 2008.

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Gabriel Ortuño. Liquid, 2008.

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cia, lo es de carácter social. Con tal número de variables para cualquier previsión resulta imposible construir un modelo que permita incluirlas todas y que haga posible, pues, predecir los desajustes que surgirán en los sucesivos momentos de los ciclos, etcétera. Un caso típico de lo que digo: incluso en circuitos creados por el hombre, como es la moneda y el sistema monetario, los flujos no pueden controlarse porque no se conocen todas las reglas y posibilidades. Eso es lo que pasa con cualquier banco central, incluida la Reserva Federal de Estados Unidos, porque, como una vez dijo Alan Greenspan, a pesar de que la institución disponía de unos doscientos modelos econométricos para hacer simulaciones y demás, no se daba con la solución precisa. “A la postre, la decisión de si había que subir o bajar el tipo de interés, la tenía que tomar yo, recurriendo a mi propia intuición y tras haber analizado todo lo que podía”, confesó el propio Greenspan. En definitiva, la economía como ciencia exacta y pura no va a existir nunca, los ciclos seguirán ahí, siempre estaremos en zonas de mayor o menor incertidumbre. Hace año y medio, en 2006, todo era bonanza en España y en Europa, y en la inmobiliaria norteamericana. Y hoy todo son incertidumbres mayúsculas. Entonces ¿qué pasa? ¿Es que el Gobierno español no dispone de medios, o que el Gobierno de Estados Unidos no se entera de nada? Nada de eso: se dispone de medios y algunos hasta se enteran. Sin embargo, llegan momentos en que surgen los ya aludidos fenómenos de saturación, de colmatación, de mayor o menor liquidez, de inquietudes psicológicas, de miedo y hasta de pánico. Y en ese trance, todo se produce de manera muy distinta de cómo generalmente se esperaba: el personal se lamenta de lo ocurrido y acaba llegando aquello de ''ya lo decía yo'', con lo cual no se resuelve nada y, además, mucha gente no se cree que ya se habían previsto los fenómenos en cuestión.

A.G. Usted dictó hace ya un par de años una conferencia titulada El gato de siete vidas, en la que se ocupó de una cuestión que fue abordada también con Ignacio Ramonet en este seminario. Se trata de la extraordinaria capacidad del capitalismo para mutar, adaptarse, sobrevivir. En la actualidad, ¿cree usted que esa capacidad la mantiene en plena forma, está ahora, en la llamada era informacional, mutando nuevamente con toda su agilidad? R.T. Es la idea del capitalismo de rostro cambiante a lo largo del tiempo. Y para entrar en la dialéctica del tema, y sin remontarnos en la Historia más allá de lo indispensable, podría decirse que de los primeros embates contra el capitalismo, que fueron muchos, han de recordarse inicialmente dos auténticas revoluciones sociales: la de 1848 y La Comuna de París de 1871. Se trata de dos acontecimientos que más adelante culminarán —en otro nivel de realidades— en la paradigmática Revolución Rusa de octubre de 1917. Ésos fueron los primeros hitos en la pugna contra el sistema acusado de explotador que en sus más dramáticos tiempos manchesterianos habían analizado Marx y Engels, los dos autores de la más breve y contundente biblia de las nuevas creencias económicas y sociales, el Manifiesto Comunista. Se pensó que como herramienta revolucionaria iba a alumbrar un nuevo mundo pero, frente a ese esquema marxista/engeliano, y después de las represiones de los mencionados movimientos de 1848 y 1871, así como de las incipientes reformas sociales en la Ingla-

Con la economía siempre estaremos con mayor o menor incertidumbre. Resulta imposible construir un modelo [econométrico] que permita incluir todas las variables y predecir desajustes. Hace un año y medio, en 2006, todo era bonanza en España y en Europa, y en la inmobiliaria norteamericana. Hoy todo son incertidumbres mayúsculas ¿Qué pasa? ¿Es que los gobiernos de España o de EEUU no se enteran de nada? Nada de eso: hay medios y algunos hasta se enteran. Pero hay momentos en que surgen fenómenos de saturación, de mayor o menor liquidez, inquietudes psicológicas, miedo y hasta de pánico. Y todo se produce de manera distinta de como se esperaba

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terra de las comisiones regias y sus white papers, el primer gran reformador del sistema [capitalista] fue Bismarck. El con justicia denominado Canciller de Hierro, para evitar que los obreros optaran por la revolución contra el naciente Imperio Alemán organizó en 1885 la integradora previsión social: seguro de accidentes, asistencia sanitaria, derecho a la jubilación, etcétera. Fue un avance de gran calibre que tuvo el mayor éxito pero tardaría bastante tiempo en generalizarse al resto del mundo avanzado. Pero, sin duda, la franja cronológica más amenazadora para el capitalismo fue la correspondiente a las dos primeras décadas del siglo XX, cuando el partido bolchevique hizo la revolución en Rusia. Por entonces, una persona muy respetada en los medios financieros de EE.UU., el famoso banquero J. P. Morgan, estaba convencido de que el capitalismo no podría sobrevivir. E incluso llegó a considerar que sólo “con la ayuda del Ejército podremos resistir unos pocos años más”. Pero no fueron las bayonetas de la U.S. Army las que salvaron el capitalismo en esos momentos porque, como con gran lucidez y precisión subrayó Peter Drucker, para que el sistema siguiera adelante resultaron fundamentales el taylorismo y el subsiguiente fordismo [dos fenómenos intrínsecos al propio sistema de mercado entonces]: los sindicalistas comenzaron a apreciar que lo importante no era cambiar el sistema, sino “repartir mejor la tarta, que primero habría de agrandarse”. Después, y en plena Segunda Guerra Mundial -sin olvidarnos de la primera Gran Depresión, el fascismo, Keynes, Roosevelt y demás—, en el libro Capitalismo, socialismo y democracia, publicado en 1942, Schumpeter previó el colapso del sistema, de lo que Buñuel calificaría después más poética y placenteramente como el discreto encanto de la burguesía. Fue en ese trance cuando el gran maestro vienés se pronunció con claridad, sin resquicio para la duda: “No, el capitalismo no sobrevivirá”. No acertó, ni poco ni mucho. El máximo papel en la defensa del capitalismo frente al fascismo o el sovietismo tuvo su paradigma en el Presidente Roosevelt (tantas veces inspirado por Keynes y viceversa), que reforzó la democracia norteamericana con el New Deal [1933-1941]. Fue una plataforma desde la cual se reconoció plenamente a los sindicatos, se produjo el crecimiento del gasto público para difundir la Seguridad Social y se promovió la expansión de las inversiones a fin de luchar contra el paro. En esa misma línea, ya en 1944 el General De Gaulle, a instancias de Jean Monnet, introdujo en Francia la planificación indicativa, que coordinó con eficacia los sectores público y privado en línea no muy lejana al New Deal. Pero, frente al ulterior reto soviético de la postguerra de 1945, el capitalismo encontró su tabla de salvación no en el taylorismo ni el fordismo, ni siquiera en la planificación indicativa. En realidad fue el producto más importante

El Plan Marshall fue el producto más importante del keynesianismo internacional y frenó la expansión soviética en los cincuenta [del siglo XX]. Y en los sesenta y setenta se produjeron grandes cambios en el funcionamiento del sistema, con la coexistencia del capitalismo de mercado y la regulación desde el Estado. Esto alumbró la sociedad del bienestar y tuvo un gran progreso tecnológico lo que, junto a los errores propios del socialismo real, la casi increíble desaparición de la URSS en 1991

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En torno a las siete vidas del gato Ramón Tamames

Ramón Tamames, en distintos momentos de su intervención en el CICCA, en marzo de 2008. FOTO: VÍCTOR M. CRUZ

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del keynesianismo internacional, personificado en la figura del General George Marshall. El Plan Marschall [1948/52] frenó la expansión soviética, aunque eso no significó que el comunismo emergente no ganara todavía algunas grandes batallas en el enfrentamiento intersistema. Mao creó en 1949 la República Popular. Luego vendría el empate de la Guerra de Corea en 1953 y, a continuación, la victoria comunista de Ho Chi Minh y el General Giap contra Francia en Dien Bien Phu [1955], que precipitó la partición de Vietnam. A partir de ese momento el Vietcong no dejaría de presionar en pro de la reunificación del país, hasta lograrlo en 1975, con la primera gran derrota militar de Estados Unidos (la segunda no se sabe aún si será en Afganistán o Irak). Ante la acometida del socialismo real encabezado por la URSS, la reacción del capitalismo no se hizo esperar, otra vez. En esa ocasión fue la creación de la Trilateral en 1974, como internacional de las empresas multinacionales, que se emplearon a fondo para aprovechar las nuevas tecnologías, y señaladamente la informática, la telemática y la robótica. De ese modo se pretendió atajar los avances de la URSS con sus sputniks [los primeros satélites espaciales artificiales] y sus armamentos de nueva generación. Y, en tanto, la creación de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) sirvió para plantar cara a la OPEP, la verdadera protagonista de las turbulencias de los choques petroleros de 1973/74 y de 1978/79. Pero aparte de esas dos instituciones puntuales —la Trilateral y la AIE—, también es cierto que en las décadas de 1960 y 1970 se produjeron cambios muy importantes en el funcionamiento y la fachada del sistema, como supieron poner de relieve dos grandes economistas, Paul Samuelson y John Kenneth Galbraith. El primero, refiriéndose de manera clarividente a la economía mixta como fórmula de coexistencia del capitalismo de mercado y la regulación desde el Estado, vía fiscal, servicios sociales, etcétera, para así redistribuir renta y alumbrar la sociedad del bienestar. Ese nuevo capitalismo tuvo un gran progreso tecnológico, lo cual, junto a los propios errores del socialismo real en la URSS (como la fosilización de las estructuras políticas, el atraso técnico, la miserable aventura de Breznev en Afganistán, “el Vietnam de la Unión Soviética”, como se le llamó, y demás), acabó llevando al principal adversario del sistema de economía mixta a su propio paredón: el Muro de Berlín, que cayó estrepitosamente en noviembre de 1989. Mihail Gorvachov intentó encontrar una nueva vía para el comunismo, con nueva faz, a través de la perestroika y la glasnot. Pero entre que perdió los controles de la economía y que no supo parar a [Boris] Yeltsin, todo acabó desmoronándose. Como en un wagneriano ocaso de los dioses, versión rusa, de dramatismo sin fin, tuvo lugar la casi increíble desaparición de la URSS en 1991.

A.G. Otra cuestión: el problema energético. Ahí tenemos el efecto del desarrollo de China, India y Brasil, las primeras potencias emergentes, sobre los precios de la energía. El proceso de deslocalización de la producción mundial partía de la existencia de energía suficiente y barata para tal multiplicación del transporte de mercancías, en primer término, y de personas. ¿No es la cuestión energética lo que comienza a hacer vulnerable a la famosa globalización?

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En torno a las siete vidas del gato Ramón Tamames

Pepe Medina. Burbuja, 2008.

R.T. Hombre, yo tiendo a ser optimista porque creo que el estudio de la historia, y lo dice Arnold Toynbee, no lo dice un aficionado, es una larga secuencia de retos y respuestas, de crisis casi siempre inesperadas a las que es necesario buscar soluciones. En ese sentido, y a medio y largo plazo, algunos problemas emergentes van entrando en nuevos cauces de ajuste; y otros se diluyen en el tiempo. Y en ésas estamos, cuando se habla de escasez por el espectacular crecimiento del consumo energético de una China que necesita recursos ingentes, y que aún tiene una bajísima eficiencia energética, la octava parte de Japón. En cambio, Holanda, por ejemplo, está hoy con una producción agraria e industrial casi triple de la que tenía en el primer choque petrolero, en 1973, y no consume más energía que entonces. Hay retos y respuestas y, por tanto, puede decirse que se está avanzando en las energías alternativas. Como dicen los ecologistas, cada crisis energética acelera ese proceso de crítica creciente hacia los combustibles fósiles para poner fin a la era de la energía abundante y barata y al derroche, que está pasando a la historia, para potenciar el hidrógeno, en fusión termonuclear o como pila de combustible. Y con avances también muy importantes en el mejor aprovechamiento del carbón, con el CTL (Coal-to-liquid, proceso de transformación en carburante líquido) y el CTG (Coal-to-gas, para gasificar la huya). En

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Eugenio Merino. Apple, 2007.

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la eólica ya funcionan postes de seis y siete megavatios off shore, en el mar, gracias a que se utilizan torres más altas, de aspas más largas, materiales más livianos, etcétera. Los avances también son prodigiosos en la energía solar y en la maremotriz, que hasta hace poco eran simples futuribles. Yo me acuerdo de una de las primeras veces que vine a Canarias, cuando un ingeniero de por aquí me dijo que él tenía un sistema para obtener energía a partir de las olas. Entonces, todo el mundo lo miraba como a un loco y ahora, en cambio, hay cantidad de investigación sobre esos procedimientos en Escocia, Portugal, España y demás para la búsqueda de energía abundante, barata y limpia en el mar. Yo creo que todo eso y mucho más, significa, como veremos más adelante, que las necesidades energéticas brutales que estamos experimentando, pueden paliarse, e incluso resolver, con métodos que se sintetizan en una palabra, que es Kyoto.

A.G. Lo que pasa es que Kyoto no es aceptado por todos, en uno, otro o en todo sentido. R.T. Bueno, mucha gente dice que no tiene sentido, que son leyendas, cuentos chinos, que no hay calentamiento global mayor del habido en otras épocas, hace 400.000 años… Sí, es posible, hace cuatrocientos mil años hubo una era de grandes calores, pero por entonces, así se ha calculado, había en la Tierra menos de un millón de efectivos entre el homo sapiens y el pobre Neandertal, que luego sucumbió, seguramente a manos de sus primos, los cromañones, que ya eran sapiens. Hoy la situación es bien distinta: somos seis mil setecientos millones de seres humanos, con unas estructuras urbanas y unas infraestructuras generales complejísimas; dependientes de altos consumos energéticos y de toda clase de recursos naturales. Y no cabe dudar de que el calentamiento global tiene una componente antrópica brutal, que ya reconoce no sólo el IPCC [el panel de expertos de Naciones Unidas] sino mucha más gente; hasta Bush estuvo al final a punto de convencerse. Claro es que también hay muchos escépticos de segundo grado y lo dicen con una expresión algorítmica TL2: “too little, too late” [demasiado poco, demasiado tarde]. ¿Qué significa eso? Pues que los gases de invernadero están ahí, subiendo en la atmósfera, y van a seguir hacia arriba por cien años. Frente a todo eso, los medios que estamos utilizan-

Cuando se habla de escasez por el espectacular crecimiento del consumo energético de una China que necesita recursos ingentes, y aún con una bajísima eficiencia energética, la octava parte de Japón, también tenemos a Holanda, por ejemplo, está con una producción agraria e industrial casi triple de la que tenía en el primer choque petrolero, en 1973, y no consume más energía que entonces. Los avances en energías alternativas son prodigiosos. Las necesidades energéticas brutales que estamos experimentando pueden paliarse e incluso resolverse con métodos que se sintetizan en una palabra, que es Kyoto

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do de freno son escasos y la concentración de gases de invernadero continuará; y si no puede detenerse, Kyoto significará algo más, mucho más, todo un principio del fin, de la “tragedia de los bienes comunes”, el primero de ellos la atmósfera. Bienes que como no son de propiedad parcelada, se derrochan y destruyen por todos. Y es para poner fin a esa tragedia por lo que, con Kioto, se ha creado una primera contabilidad internacional, con asignaciones de emisión máxima a cada Estado, lo que permitirá avanzar en la buena gestión del más importante de los bienes globales: el aire que respiramos. Por todo ello, lo esencial de la política de Kioto —con un acuerdo conjunto que irá ampliándose y profundizando con el Kioto-2 desde 2012—, el derroche energético, irá a la baja a base de ahorro, eficiencia y gestionando racionalmente las energías alternativas frente a las fósiles. Al tiempo, habrá que ir administrando mejor los demás recursos naturales. En definitiva, el célebre protocolo es una prioridad para impedir que el deterioro de la calidad de vida siga adelante, convirtiéndose de ese modo en un instrumento para una sostenibilidad inteligente. Y además está el problema de la salud pública: en China hay ciudades donde no se puede respirar. La foto del famoso Nido de Pekín, el gran pabellón de los Juegos Olímpicos, con un espeso smog a su alrededor, es consecuencia de la contaminación; para combatir la cual están cerrándose fábricas, conteniendo el tráfico, etcétera. Vamos a buscar la eficiencia energética, un mejor aprovechamiento de los recursos naturales: eso es Kioto, y quien no entienda es un absoluto consumista irracional, deteriorador del mundo de sus nietos.

A.G. ¿O sea que el famoso capitalismo verde de Al Gore es posible? ¿Esta transformación de BP, que ha pasado de British Petroleum a Beyond Petroleum (Más allá del petróleo), revela que comienzan a darse las condiciones para gestionar a tiempo alternativas energéticas reales sin que haya nuevas tensiones bélicas serias? R.T. Hombre, no se trata de creer o no creer en Gore, quien ya tiene muchos creyentes (por cierto, entre ellos mi hija Laura, magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña). Hablando más llanamente, no creo en Gore como salvador, pero sí dice lo que le transmite el IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climático), a la cabeza del cual está Rajendra Pachauri, que recibió el Premio Nobel de la Paz en 2007. También Gore le debe mucho a Guggenheim, el director de su célebre película. Lo que realmente pasa en el fondo, como dice la primera ley de la sociología, es que sólo cuando las cosas se ponen muy mal empiezan a mejorar. Que no es la tesis de Bakunin y Kropotkin (aquello de que “que cuanto peor, mejor”, en la búsqueda de la destrucción del capitalismo), sino que ha llegado la hora en que, con Kioto, se trate de racionalizar el consumo energético y buscar la sostenibilidad para nuestra sufrida atmósfera. En resumen, frente a los retos, el sistema reacciona y, naturalmente, cuando estamos acercándonos al abismo, interviene. Así las cosas, las grandes firmas de automóviles, como la General Motors, Toyota, o cualquier otra, están buscando nuevos motores de combustión inter-

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PSJM. Marx®, 2008.

na, híbridos, eléctricos o con pila de combustible (hidrógeno). Cosa que hace diez años no sucedía. Y las petroleras también están en esa situación. Usted lo dijo antes: la British Petroleum, ahora se quiere lucir como Beyond Petroleum, porque ahí están las energías alternativas: el capitalismo le ve las orejas al lobo, evidentemente… aunque siga siendo capitalismo, porque no hay un sistema global alternativo después de la caída del Muro de Berlín. A.G. Usted se ha planteado una posición digamos reformista, si puede decirse así, en materia de globalización. Insiste en otra globalización “de rostro humano”. Hace la referencia de Mario Soares, incluso cita a Noam Chomsky. Y dice que comienza a poder darse cierto diá-

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En torno a las siete vidas del gato Ramón Tamames

Ubay Murillo. Narcisos, 2007.

Ubay Murillo. Ahogado, 2008.

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logo entre Davos y Porto Alegre. En el caso de tal hipotética transacción o acuerdo, ¿qué grado y qué tipo de intervención en la economía requeriría eso? R.T. Sobre todo Mario Soares, aunque también cité a Chomsky. Pero más a Soares, entre otras cosas porque lo tenemos más a mano, ahí, en Lisboa. Justamente en 2002 le invité a un curso de invierno de la Complutense, para una conferencia que nos dio llegando de Porto Alegre y nos habló mucho, y bien, del tema.

A.G. Antes de abordar el asunto de África, ¿qué le parece a usted el modelo nórdico, donde parece que han logrado articular, y luego, mantener, un fuerte grado de competitividad con una alta redistribución social? Manuel Castells justamente acaba de sacar un nuevo libro donde lo analiza a fondo. R.T. Bueno, yo creo que ese asunto del modelo nórdico ha quedado ya un tanto archivado. Cita usted el libro de Manuel Castells, que todavía no he visto, pero hay otros. Por ejemplo, uno recién publicado por una entidad poco sospechosa de izquierdismo, la Fundación FAES, que se titula Reinventar el Estado de Bienestar. La experiencia de Suecia, de Mauricio Rojas, en el que se explican los reajustes hechos últimamente para reconducir el Estado de Bienestar (¿excesivo ya?) a las necesidades de competir globalmente. O sea que ya no es aquello del suecialismo: es otra cosa, el estado de bienestar ha de remozarse con algunos retoques. Además, ahora lo que priva es el modelo danés, más liberal que el sueco, pero también con mucho estado de bienestar, para constituir lo que se llama la flexisecurity. Por no hablar del efecto Nokia en Finlandia… ni olvidar a Noruega. Estos nórdicos son gente innovadora…

A.G. En relación con eso último, se ha planteado mucho la enorme acumulación de capital producida, en realidad, desde 1945. Esto ahora se multiplica por el salto que las tecnologías de la comunicación hacen dar a la producción de plusvalías, que es lo que alimenta a los nuevos mercados financieros. Una vez que éstos se estabilicen otra vez, que en alguno sentido, y en algun momento, lo harán, ¿qué puede hacerse con ese dinero, es decir, qué cabe hacer para que no perturbe absolutamente a la economía real? R.T. Hombre, muchos economistas, tenemos algunas ideas sobre esto, y hemos estudiado los llamados grandes polos de desarrollo, que primeramente absorben todos los recursos a su alrededor (efecto backwash o polarizante). Luego, cuando van creciendo y todo tiende a colmatarse, con las economías de escala que finalmente aparecen, los polos eclosionan y se convierten en irradiadores (efecto spread), porque expulsan crecimiento en todo su entorno. Eso, que supo prever Gunnar Myrdal, Premio Nobel de Economía de 1974, ha pasado en prácticamente todos los países y grandes regiones mundiales. Y en la España peninsular está sucediendo ahora, con muchas zonas; como Extremadura, que siente las irradiaciones de Lisboa, Madrid y Sevilla. Por eso dicen los extremeños que están “en el triángulo perfecto”. Eso también se da en China, y Den Xiaoping, quien no había leído esas teorías, dijo en

Lo que pasa en el fondo con el cambio climático, como dice la primera ley de la sociología, es que sólo cuando las cosas se ponen muy mal empiezan a mejorar. No es la tesis de Bakunin y Kropotkin (“cuanto peor, mejor”, en la búsqueda de la destrucción del capitalismo) sino que ha llegado la hora de racionalizar el consumo energético y buscar la sostenibilidad para nuestra atmósfera. Y como estamos acercándonos al abismo, el sistema interviene. El capitalismo le ve las orejas al lobo, evidentemente… aunque siga siendo capitalismo, porque no hay un sistema global alternativo después de la caída del Muro de Berlín

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1980: “Bueno sí, está claro, vamos a abrir la caja del dualismo: va a producirse una gran concentración de riqueza en la costa y en las grandes ciudades de interior, en demérito del campo. Pero ya vendrá el impulso hacia el interior y hacia el oeste”. Y está llegando, está llegando....

A.G. Hablando del otro lado del mundo, de la miseria, en un artículo suyo titulado “los desheredados de la Tierra” en 2005 hacía un cálculo de lo que se necesitaría para sacar a 2.800 millones de personas de la miseria y colocarla en los estándares mínimos de PNUD. Le salía 1,2 billones de dólares. Resulta que esa suma sería el equivalente a un impuesto del 4,9 por ciento,sobre la renta de los 25 países más ricos del mundo, y supondría, subrayaba usted, multiplicar por 7 el 0,7 por ciento famoso, o bien por 14 el 0,35 de la actual ayuda al desarrollo. ¿Eso no revela la ridícula dimensión de la ayuda al desarrollo? ¿Qué opinión le merece? ¿No puede ser incluso contraproducente, en tanto no da más que como paliativo? R.T. Estoy completamente de acuerdo con eso: con la ayuda oficial al desarrollo se resuelve pocas cosa, casi nada. Porque no llega ni al diez por ciento de los gastos militares (que fueron 750.000 millones en 2005). Por eso, lo que yo hacía en ese artículo era un ejercicio casi de reducción al absurdo. Además faltaba un dato que no ha mencionado y que es muy importante: el 5 por 100 de su PIB para acelerar el proceso de equilibrio mundial no lo van a dar los desarrollados nunca, ni locos. No dan el 0,7, ¿cómo van a dar el 5? Nordhaus, el colega de Paul Samuelson en su gran libro Economics, hizo los cálculos antes mencionados, resultando que la guerra de Irak ha costado ya más de un billón de dólares. Además, dentro de la ayuda oficial al desarrollo, las corrupciones, comisiones y ONGs (organizaciones “neo-gubernamentales”, las llama Manuel Castells), se llevan la parte del león. Entonces, si la ayuda al desarrollo es poca, si no sirve y si tenemos el derroche de recursos por otras vías, sobre todo las más letales del armamentismo y las guerras, eso requiere una revolución copernicana, un cambio, un giro total. ¿Y vamos por ese camino? Pues no lo sé. Obama no habla de eso. No se ha referido mucho al desarrollo de los más pobres, porque si lanza la propuesta a favor de los desfavorecidos de la Tierra perdería [habría perdido] las elecciones, evidentemente. Son los más jóvenes quienes tienen que trabajar por el gran cambio: si no se produce el desastre puede ser mayúsculo.

A.G. Por ir ya a zonas geográficas concretas, veamos dos fenómenos. El primero, el de las potencias emergentes (de los BRIC con Brasil, Rusia, India, y China). ¿Van a ser una simple sustitución del imperio americano o incorporan algo más? ¿Pekín, en particular, va simplemente a sustituir a Washington en su papel de primera potencia en el escenario mundial o quizás el hecho de proceder del Tercer Mundo, o que la centralidad del sistema mundial pase de Occidente a Oriente, genera algún añadido de otro orden, de otra escala o naturaleza, bueno o malo? R.T. Yo diría que la mayor presencia de los BRIC no va a ser una sustitución mecánica del imperio norteamericano por el imperio chino, con sus adláteres. No va a repetirse el fenóme-

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MK Ka ¨hne. Suitcase kitchen.2, 2008.

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Varios prisioneros, arrodillados, en el campo de concentración norteamericano de Guantánamo (Cuba). FOTO: SAP.

Otro prisionero es conducido por varios militares en Guantánamo. FOTO: SAP.

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no del Imperio español —sobre todo el de Felipe II, porque el de de Carlos V (lean a Wim Blockmans) fue otra cosa—, sobre el cual se abalanzaron franceses e ingleses…, y claro, ni España ni Portugal tenían capacidad para mantener aquello, todo el orbe de Tordesillas. Al fin y al cabo, la globalización empezó con el Tratado de Tordesillas de 1494, cuando lusos e hispanos se repartieron el Globo literalmente … Pero eso ha quedado muy atrás. Como también lo sucedido con los franceses, que quisieron hacerse con el mando, pero no llegaron a crear un imperio decisivo. Sí lo fue, en cambio, el británico, que en 1918 dio paso al de los norteamericanos, de quienes fue ya la hegemonía total en el siglo XX. Como ahora pretenden que el XXI también sea suyo. Pero yo creo que más bien podría serlo la República Popular. Y lo digo en mi libro El siglo de China, de Mao a primera potencia mundial. Pero en realidad avanzamos hacia una integración global, como supo exponer Pierre Teilhard de Chardin, al hablar de la Noosfera, como un envolvente pensante del planeta. Y el propio Marshall MacLuhan se refirió a la Aldea Global, un mundo donde ya todos nos vemos todos los días. Todas esas cosas, y muchas más, tienen que traducirse en una nueva dinámica de poderes, de entendimiento, de desarme universal, solidaridad ecuménica, si es que no se quiere ir a la Tercera Guerra Mundial. A propósito de esa eventualidad, en 1999 estuve en Seattle, la ciudad de la lluvia del Estado de Washington, en la que se produjeron las primeras protestas masivas contra la globalización expresada por la Organización Mundial de Comercio (OMC), lo que hizo fracasar la llamada Ronda del Milenio. Y el primer día de sesiones ya con toda clase de problemas y algarabías en nuestro entorno, oímos a Mike Moore, director general de la OMC, manifestar lo siguiente: “Señores, o sigue la globalización adelante, o marcha atrás desembocaremos en la Tercera Guerra Mundial”. Coincido plenamente: no hay más remedio que seguir la globalización, sin volver la vista atrás, pues si lo hiciéramos, como le sucedió a la mujer de Lot, Edith, nos convertiríamos en estatua de sal.

A.G. Una tercera guerra mundial. R.T. Sí, una tercera guerra, que no podría ser sino nuclear. Una contienda que duraría pocas horas y que acabaría con todas las circunscripciones y las pautas con que se gobierna hoy. El escenario sería el descrito en la célebre novela de Nevil Shute, On the beach, que

No hay más remedio que seguir la globalización, sin volver la vista atrás, pues si lo hiciéramos, como le sucedió a la mujer de Lot, nos convertiríamos en estatua de sal. Pero eso tienen que traducirse en una nueva dinámica de poderes,de entendimiento, de desarme universal, solidaridad ecuménica si es que no se quiere ir a la Tercera Guerra Mundial. Estamos en una época en que bordeamos el precipicio y, ciertamente, podríamos caer en él. Como de alguna manera ha sucedido en Afganistán y en Irak

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Ava Gardner y Gregory Peck protagonizaron en la pantalla en una película inolvidable, titulada en España La hora final. Así, cuando se habla de una posible guerra entre China y EEUU, hay que decir que los chinos no la pueden querer, ni los norteamericanos. Incluso Bush está [estuvo] conteniéndose para no hacer la guerra preventiva a Irán que según él dispone de armamento nuclear. Porque sabe que las consecuencias podrían ser desastrosas. Estamos en una época en que bordeamos el precipicio y, ciertamente, podríamos caer en él. Como de alguna manera ha sucedido en Afganistán y en Irak. Pero Irán es mucho mayor, con una gran capacidad de respuesta. Y del otro lado, una guerra por Taiwán entre China y EEUU es inimaginable, sería el fin del mundo que nos reveló Shute.

A.G África sería el otro experimento del siglo XXI. Hoy es, para empezar, un escenario multipolar, en el que los viejos gendarmes occidentales (Francia e Inglaterra) se disputan ya la influencia no sólo con Estados Unidos sino con potencias emergentes. La penetración china e india en África es brutal. Está Brasil, que es el segundo proveedor agroalimentario del Continente. De modo que ahí hay un camino que va del fracaso de la emancipación colonial del siglo XX a no se sabe bien qué aún… R.T.- Son muchos temas y tal vez el de África sea el más urgente ¿En África, por ejemplo, qué va a pasar? Pues que ahora viene un nuevo reparto del continente, distinto del que promovió el ya citado Bismarck con el Congreso Africano de Berlín de 1885. África puede convertirse en una provincia económica de China (ya lo vimos en diciembre de 2007 en un simposio en Casa África aquí, en Las Palmas de Gran Canaria), ya que la República Popular está entrando por todas partes, por sus necesidades de energía, minerales, metales, alimentos, y todo lo que puede producirse allí. El resultado es que posiblemente incluso África va a desarrollarse por fin. Eso dicen, tras ser un escenario de crisis que ha durado cincuenta años, desde la independencia. Con un crecimiento demográfico desaforado, porque con el 3 por 100 anual, la población se duplica en veinticuatro años. De modo que si hoy África tiene mil millones de habitantes, para el 2032 podría tener dos mil millones… Senegal, un país en el que he estado hace pocos días [marzo de 2008], a uno, como se dice en castizo, se le caen los palos del sombrajo: un setentas por ciento de paro, una tasa media de fecundidad todavía de casi cinco hijos por mujer y, claro, sin inyecciones de inversiones exteriores importantes y, además, con la corrupción, el caciquismo, las oligarquías, etcétera. Ya había estado en Dakar en 1964, cuatro años después de la independencia del país. Y de entonces recordaba una ciudad luminosa, brillante, limpia, con un tráfico bien organizado. No es un canto al colonialismo, sino un contraste en el paisaje, porque lo que hoy se ve en muchos casos resulta pavoroso. En otras palabras: o vamos a una política de control del crecimiento de la población que sea efectivo o toda la expansión económicas se la llevarán el crecimiento demográfico, cien multinacionales y unas docenas de reyezuelos dictadores, que reivindican mucho en los organismos internacionales pero para quedárselo las oligarquías que representan.

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Extrarradios de Yakarta, en las imágenes de arriba y centro (izquierda), y de África (debajo). FOTO: SAP.

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Eugenio Merino. African Bart, 2006.

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A.G. Hablaba usted de las políticas de población. R.T. En efecto, es que si no hay política de población en África van al desastre, punto. Y además, como diría un alarmista, nos invadirán. Y como no les ayudemos a frenar su ritmo demográfico, estarán en su derecho, por no haberles exportado las técnicas y las condiciones económicas adecuadas. Porque, claro, si de aquí al 2032 van a pasar de mil a dos mil millones...¿Qué sucederá? Todos querrán enfilar hacia el norte, ése es, por ahora, el sueño africano. O más que sueño, espejismo, porque en la televisión se muestra a diario cómo se vive no tan lejos y tratan de emular a quienes sanamente envidian, emigrando: los niños, yo los he visto en Senegal, muchos van con la camiseta del Barça; y la enseñanza del español es una industria floreciente, porque todos quieren venir a España. Se dice que la política de población no funciona en ningún sitio. Pero no es verdad: ahí está el ejemplo de Singapur, que es una ciudad-Estado y que controla su demografía de manera bastante correcta. Y más allá, el caso de China, con la política del hijo único que se critica, pero que ha resuelto muchos problemas. Y en México sin grandes esfuerzos oficiales, por un cierto desarrollo, se ha pasado de una tasa media de fecundidad ya menor de dos. Y en Brasil, lo mismo, y en Tailandia, tres cuartos de lo mismo. Entonces ¿por qué en África no puede introducirse una cierta política de población, aprovechando además para extender la sanidad, luchar más contra el sida, la malaria, la tuberculosis, etcétera? Lo que pasa es que no hay una política europea sobre África, por mucho que se diga. Allí Sarkozy va a vender lo que puede, Gordon Brown va a mantener su influencia, Zapatero va a frenar la invasión que se nos viene encima. Pero no hay una política común. Ahora se está discutiendo lo de la Unión Mediterránea o el Proceso de Barcelona, y no se ponen de acuerdo tampoco.

A.G. Hace unos meses Jassine Fall, primera consejera económica del Programa de Desarrollo de Naciones Unidas para La Mujer, decía que África no quería un duro más de ayuda, ni pública ni privada, que le bastaba con que cambiasen las normas comerciales, que no vale bajar sólo aranceles y luego exigir estándares formales y fitosanitarios bestiales a los países PMA [Programa Mundial de Alimentos]. Y que los precios contabilizasen los costes también ambientales, laborales…Si no, decía, podría darse incluso el caso de que la ayuda al desarrollo fuera el cinco por ciento y que dentro de veinte años todo volviera a estar igual. R.T. Sí, pero con todos los respetos a Jassine Fall no estoy de acuerdo con que todo se vaya a resolver con el eslogan, emitido hace ya varias décadas desde los países desarrollados: “not aid, but trade” [no ayuda, sino comercio]. Eso tal vez podría resolver algo, pero también a veces crearía complicaciones, porque naturalmente si se abren las fronteras a plenitud y definitivamente, los modelos de producción agrícola de los países menos desarrollados cambiarán. Y producirán sobre todo para los países compradores, con el resultado de que los esquemas alimenticios tradicionales se vendrán abajo. Algo hemos visto ya de esa posibilidad, con la sustitución de la leche materna por las pautas de Nestlé. O lo concerniente al con-

África puede convertirse en una provincia económica de y el resultado es que posiblemente incluso vaya a desarrollarse por fin. El mayor problema es su crecimiento económico desaforado. o vamos a una política de control del crecimiento de la población que sea efectivo o toda la expansión económicas se la llevarán el crecimiento demográfico, cien multinacionales y unas docenas de reyezuelos dictadores que reivindican mucho en los organismos internacionales, pero para quedárselo las oligarquías que representan

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sumo del ñame y la mandioca, que se sustituye por la papa y el maíz. Y al final acaba llegando el efecto McDonalds con su obeseadoras hamburguesas y todo lo demás. Hay algunos problemas con el “not aid, but trade”, que no garantiza el desarrollo. Vamos a ver, ¿por qué Japón salió de la Edad Media en menos de veinte años? ¿Y por qué China ha pasado de la utopía igualitarista y empobrecedora a convertirse en lo que va a ser en quince años, la primera potencia mundial por PIB? Sencillamente, porque hubo unos impulsores hasta cierto punto exógenos. En el caso de Japón, la revolución Meiji, la del gran emperador que vino a decir: “o traemos expertos o enviamos estudiantes, pero así no podemos seguir, porque van a colonizarnos”. Y resolvieron enviar al exterior a miles de estudiantes japoneses, que volvieron con las tecnologías de Occidente para aplicarlas. Y fue así como Japón se convirtió en una gran potencia... un poco esquematizando y simplificando, claro. En el caso de China, Deng Xiaoping recurrió en 1978 sobre todo a los Lords of the Rim, los señores de la orilla asiática del Pacífico, los chinos de ultramar, que tanto hicieron por la madre patria, por la China continental. Cincuenta millones de chinos que poseían la mayor parte de la riqueza de Filipinas, Indonesia, Tailandia, como también en gran medida de Taiwán. Todos esos eran chinos de ultramar, no pocos activos también en Estados Unidos y en Europa. Juntos proporcionaron grandes inversiones y aportaron tecnología. Pero ¿dónde están los africanos de ultramar? No existen.

A.G. Entonces, por último, ¿cree usted que si el tardocapitalismo resuelve los problemas energéticos, gestionando bien lo que llamamos la era post-petróleo, e incorpora África, China e India a los circuitos mundiales de consumo a través de una globalización algo mejor regulada, habrá ganado cien años más de vida? ¿El gato de siete vidas puede aspirar ahora a una larga séptima estancia en la tierra? R.T. Bueno, creo que el gato está con buen pelaje, bien alimentado y, como habría dicho ahora Deng Xiaoping, sigue cazando ratones, ¿no? Pero claro está que los símiles también tienen su límite, y en un momento dado hay que dejarlos estar. No vamos a entrar ahora en la polémica de si el pensamiento único, el llamado Consenso de Washington, va a ser como una especie de armonía preestablecida del capitalismo. Yo

No veo que pueda haber un imperio chino mundial, como hubo uno norteamericano, no. Ni puede haber un imperio ruso-chino tampoco. Ni Chindia [una fusión de China e India] llegará a prevalecer. Ni Rusia volverá a ser la URSS, tampoco. Y en cuanto al sistema económico quizá la economía mixta con el Estado de bienestar puede dar más frutos que cualquier otra cosa. No es una utopía igualitaria, como dirán algunos críticos. Pero es que esas utopías son el camino más largo para al final, con muchos sufrimientos, redescubrir el capitalismo

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En torno a las siete vidas del gato Ramón Tamames

creo que vamos a ir, y eso lo dijo Paul Samuelson hace muchos años, a una mezcla de economía mixta y estado de bienestar, lo que yo llamo desde que en 2003 publiqué mi libro Globalización y Ecoparadigma, la sociedad de economía mixta y de bienetar, el SEMYB. Todo eso dentro de la globalización, en la que ya no van a ser dueños del juego imperios como fueron el británico y el americano. Y como lo intentaron alemanes y japoneses sin lograrlo. Como tampoco va a conseguirlo el pretendido nuevo siglo americano. Eso se acaba. Va haber tensiones, puede haber incluso una guerra. Pero tiene que acabarse. La globalización impone más equipos jugando con nuevas reglas en la competición: va a haber más jugadores de alto nivel y entre ellos los emergentes, que participarán activamente de una forma u otra. En ese sentido, se está discutiendo la configuración del G-8, para ver si entran otros países. Se está tratando en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el acabar con el monopolio del veto de la Carta de San Francisco de 1945. Y con todos los problemas que se puedan producir, vamos hacia eso. No veo que pueda haber un imperio chino mundial, como hubo uno norteamericano, no. Ni puede haber un imperio ruso-chino tampoco. Ni Chindia [una idea política de nuevo curso de entendimiento de China e India] llegará a prevalecer. Ni Rusia volverá a ser la URSS, tampoco. Estamos ante la aldea global política y económica. Tenemos que entendernos de una forma u otra, porque ése es el reto actual: o nos sentimos todos parte de una misma nave espacial Tierra o iremos al gran cataclismo autogenocida. Ésas y no otras son las pautas. ¿Y dentro de ese proyecto, cuál va a ser el sistema? No el socialismo, no cabe volver al principio de socialización de bienes de producción cuando lo han abandonado virtualmente todos (menos Corea del Norte, qué bonito ejemplo). Quizá la economía mixta con el Estado de bienestar puede dar más frutos que cualquier otra cosa. No es una utopía igualitaria, como dirán algunos críticos. Pero es que esas utopías son el camino más largo para al final, y con muchos sufrimientos, redescubrir el capitalismo. La cuestión es: si el gato ya ha consumido seis vidas ¿por qué no lo consideramos ya maduro, con vida larga para aprender muchas cosas y no ponerse otra vez al borde del precipicio? Como habría dicho Shakespeare: “that is the question”. O parafraseando a Machado: ése es el camino que hemos de andar…

II Seminario Atlántico de PENSAMIENTO

Follar, follar, follar y morir La economía libidinal de Georges Bataille

Miguel Cereceda

Profesor titular de Estética y Teoría de las Artes en la

Miguel Cereceda

Universidad Autónoma de Madrid. Ha sido catedrático de filosofía de Bachillerato y profesor de Sociología del Arte en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca. Actualmente es crítico de arte en el diario ABC y miembro de la junta directiva del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Entre sus libros figuran El lenguaje y El deseo, Kant: el uso teórico y el uso práctico de la razón, El origen de la mujer sujeto o Problemas del arte contemporáne@. Curso de Filosofía del arte en 15 lecciones.

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Follar, follar, follar y morir Miguel Cereceda

Leonardo di Caprio, en el papel del multimillonario Howard Hughes en la película The Aviator, de Martin Scorsese, en 2004.

¿Qué es el exceso? Exceso es, en principio, lo que sobrepasa algo. Exceder no es más que “superar una cosa a otra que se expresa en cierta cualidad”. Sin embargo, en cuanto tiene el sentido de “exagerar, extralimitarse o pasarse”, el exceso no sólo tiene un carácter cuantitativo, sino también cualitativo. Por eso la propia palabra tiene también un significado moral. Y entonces cobra el exceso el sentido del abuso, de la demasía, de lo propio del vicio o del libertinaje, según recoge el diccionario de María Moliner. Por eso, a veces, cuando contemplamos las imágenes del exceso de dinero y de la riqueza excesiva, no podemos dejar de asociarlas a una cierta idea de libertinaje, de decadencia o de locura. La vida del multimillonario Howard Hughes, llevada al cine en 2004 por Martin Scorsese (1), es una vida de excesos, que parece conducir misteriosamente a una especie de locu- (1) Martin Scorsese, The Aviator, ra. Hughes, el hombre que afirmaba “poder comprar a todos los hombres del mundo”, pa- EE. UU., 2004 rece que terminó sus días aislado en su mansión, encerrado, decrépito y loco, rodeado de un ejército de médicos, pero atemorizado por el contacto físico con los demás. Tampoco el magnate William Randolph Hearst, propietario de una influyente cadena de periódicos, parece que alcanzase la felicidad, a pesar de sus excesivas riquezas. Sabemos que

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Howard Hughes, al mando de uno de sus aviones.

Follar, follar, follar y morir Miguel Cereceda

Fotograma de referencia de la peli´cula Ciudadano Kane, de Orson Wells.

compraba de modo desmesurado todo tipo de cosas, desde muebles y obras de arte (que guardaba en su mansión sin desempaquetar), hasta monasterios y palacios enteros. También sobre su vida hizo Orson Welles una película moralizante (Ciudadano Kane, 1941), que suele ser considerada como una de las mejores películas de la historia del cine. Lo que estas películas o imágenes del exceso de riquezas nos muestran por lo general es, por un lado, el exceso de satisfacciones, el exceso de placeres, junto al exceso de mercancías y de acumulación, al lado de una profunda infelicidad. Por otro lado, la miseria. Contemplemos una imagen de una Villa Miseria. “Villa Miseria es la versión argentina de un término que cuenta con numerosas acepciones locales: favela en Brasil, callampa en Chile, pueblo joven en Perú, katchi abadi en Pakistán, shanty town en Kenya, bidonville en Argelia, township en Suráfrica, barong-barong en Filipinas, jhuggi en India… To-

¿Qué es el exceso? Exceso es, en principio, lo que sobrepasa algo. Exceder no es más que “superar una cosa a otra que se expresa en cierta cualidad”. Sin embargo, en cuanto tiene el sentido de “exagerar, extralimitarse o pasarse”, el exceso no sólo tiene un carácter cuantitativo, sino también cualitativo. Por eso la propia palabra tiene también un significado moral. Y entonces cobra el exceso el sentido del abuso, demasía, de lo propio del vicio o del libertinaje. A veces cuando contemplamos las imágenes del exceso de dinero y de la riqueza excesiva, no podemos dejar de asociarlas a una cierta idea de libertinaje, de decadencia o de locura

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Follar, follar, follar y morir Miguel Cereceda

Bud Fields and his family (a la izquierda), junto a otras famosas fotos de Walker Evans de la América profunda en 1935.

das ellas aluden al mismo fenómeno: las barriadas de infraviviendas que rodean las grandes metrópolis de los países en vías de desarrollo. Las Villas Miseria son asentamientos no planificados. Aparecen por la iniciativa de un grupo de ciudadanos (normalmente procedentes de áreas rurales) que se apropian, de manera furtiva e ilegal, de un territorio va(2) Atributos urbanos. Un cante situado en la periferia de una gran ciudad (2)” . En 1935 el Gobierno de los Estados Unidos encargó a un grupo de fotógrafos que recorriera el país para documentar las condiciones de vida de las zonas rurales más afectadas por la sequía y la depresión económica. Uno de estos fotógrafos, que dejó un reportaje fascinante de la América profunda de los años de la depresión, fue Walker Evans. Su reportaje, que se publicó en forma de libro cinco años más tarde (3) , constituye una conmovedora imagen de la miseria. De este reportaje podemos contemplar aquí la foto Bud Fields and his family (4), documento conmovedor de la miseria que se vivía en los propios Estados Unidos de América en la época dorada de los magnates William Randolph Hearst y Howard Hughes. En los años en que fue tomada esta fotografía, Hughes gastaba enormes cifras en regalos deslumbrantes para sus amantes, en lujosas fiestas y en sobornos varios. Así lograba comprar voluntades y cuerpos. También derrochaba grandes sumas en proyectos y empresas de dudosa rentabilidad. El 11 de julio de 1936 Hughes atropelló con su coche a un peatón llamado Gabriel Meyer en Los Angeles, matándolo. En el hospital donde le atendieron un médico tomó nota de que parecía haber bebido alcohol. Fue detenido y acusado de “sospecha de homicidio negligente”. Un testigo declaró a la policía haber visto circular el automóvil de Hughes de forma errática y a gran velocidad. Declaró que, antes del accidente, el peatón se encontraba quieto en la zona segura de una parada de tranvía. Pero más tarde, durante la investigación, el testigo se retractó de todo lo dicho y apoyó la versión de Hughes, según la cual conducía despacio cuando un peatón se abalanzó frente a su vehículo, sin que pudiera esquivarlo. El fiscal de distrito recomendó que Hughes fuera eximido de cualquier responsabilidad en el caso (5).

proyecto del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, Sevilla, 2006, s.v. “Villa miseria”, en http://www.atributosurbanos.e s/terminos/villa-miseria/

(3) James Agee, Walker Evans, Let Us Now Praise Famous Men, Houghton Mifflin, Boston, 1941, hay trad. española con el título Elogiemos ahora a hombres famosos, Planeta, Barcelona, 2008. (4) Bud Fields and His Family, Hale County, Alabama, photograph by Walker Evans, c. 1936–37; from the book Let Us Now Praise Famous Men (1941) by Evans and James Agee.

(5) Wikipedia, s. v. “Howard Hughes”, vid: http://es.wikipedia.org/wiki/Ho ward_Hughes

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El llamado Castillo de San Simeón, en Beverly Hills, mansión hecha construir por William Randolph Hearst en 1919.

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En la misma época el magnate William Randolph Hearst era el propietario de veintiocho periódicos, dieciocho revistas y una productora cinematográfica. El diez de junio de 2007 publicaba el diario El Economista la siguiente noticia: Una mansión de Beverly Hills, estado de California, donde antes vivieron William Randolph Hearst y Marion Davies, fue puesta en venta ayer por ciento veintiún millones de euros, representando la propiedad residencial más cara que se haya ofrecido en Estados Unidos. La casa cuenta con más de veintidós mil metros cuadrados y es conocida como “The Beverly House Compound” -Complejo Residencial de Beverly Hills-. Cuenta con tres piscinas, sala de cine, dos pistas de tenis, veintinueve habitaciones y, además, seis residencias separadas incluyendo una casa para los agentes de seguridad. El precio de venta la convierte en la residencia disponible más cara de todo Estados Unidos. La mansión, de estilo mediterráneo, fue diseñada por el arquitecto Gordon Kaufmann y construida en 1927 para el banquero Milton Getz, de Union Bank and Trust, según se relata en el li(6) bro Beverly Hills, 1930-2005, escrito por Wanamaker (6). A pesar de ello, ésta era la casa pequeña de William Hearst. Su verdadero castillo, su verdadero mausoleo, el edificio que construyó para sí mismo y para sus amigos en San Simeón (California) y el que verdaderamente inspiró el Xanadú de Orson Welles, es un conjunto arquitectónico complejo, con una catedral, varios edificios, una piscina romana cubierta y un gigantesco estanque de Neptuno, un jardín zoológico y un aeropuerto privado, que actualmente se llama Hearst Castle. “Miss Morgan –le dijo William Hearst a su arquitecta en 1919, cuando le hizo el encargo de construirle su castillo–, estamos hartos de acampar a cielo abierto en el rancho de San Simeón, me gustaría construir alguna cosita” (“I would like to build a little something”) (7) . En la fecha en que Walker Evans tomaba su serie de fotos de la miseria en Alabama, William Hearst le daba orden a su arquitecta, Julia Morgan, de convertir su estanque de Neptuno en una verdadera piscina.

http://www.eleconomista.es/g estionempresarial/noticias/242932/01 /70/La-casa-de-WilliamRandolph-Hearst-alias-Ciudada no-Kane-cuelga-el-cartel-de-sevende.html

(7) Hearst Castle, San Simeon Historical Monument website, http://www.hearstcastle.com/h istory/the_castle.asp

Cuando uno contempla las casas de los ricos, lo que más le asombra por lo general es su falta de buen gusto. Su extraordinaria capacidad para combinar cosas escandalosamente caras, sin ningún estilo uniforme o coherente, tiende a generar habitualmente la imagen del pastiche. En ello las casas de los ricos manifiestan una cierta tendencia a la vulgaridad y al kitsch.

Es cierto que la riqueza extrema tiene algo de kitsch y vulgar. Pero la verdad es que la pobreza tampoco es de buen gusto, aunque no podemos reprocharle a los pobres su falta de refinamiento y de elegancia. La ostentación de la riqueza, lo mismo que la exhibición de la pobreza tienen en cualquier caso algo de obsceno. Obscena es sin embargo también la presentación de la desigualdad. Pero lo cierto es que no sólo los pobres son obscenos y repugnantes para los ricos, también los ricos tienen la apariencia de la obscenidad para los pobres. Por eso la ostentación del lujo va asociada desde antiguo a un pecado sexual y de obscenidad fundamental: a la lujuria

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Tabla Los siete pecados capitales (a la izquierda), pintada por El Bosco, y algunos detalles.

(8) Georges Bataille, “El ano solar” (1927), trad. de Manuel Arranz Lázaro, en El ojo pineal. Precedido de El ano solar y Sacrificios, Pre-textos, Valencia, 1997, p. 22.

(9) Es curioso que la palabra “lujo” procede de luxus, que quiere decir algo así como “sacado fuera de sitio, dislocado” (de donde “luxación”). Luxus es sin embargo también la exuberancia, la magnificencia, el desenfreno y el libertinaje.

Es cierto que la riqueza extrema tiene algo de kitsch y vulgar. Pero la verdad es que la pobreza tampoco es de buen gusto, aunque no podemos reprocharle a los pobres su falta de refinamiento y de elegancia. La ostentación de la riqueza, lo mismo que la exhibición de la pobreza, tienen en cualquier caso algo de obsceno. Obscena es sin embargo también la presentación de la desigualdad. Decía Georges Bataille que “los obreros comunistas parecen a los burgueses tan feos y tan sucios como las partes sexuales y velludas o partes bajas” (8) . Pero lo cierto es que no sólo los pobres son obscenos y repugnantes para los ricos, también los ricos tienen la apariencia de la obscenidad para los pobres. Por eso la ostentación del lujo va asociada desde antiguo a un pecado sexual y de obscenidad fundamental: la lujuria. De hecho, lo que nos llama la atención en las representaciones medievales o renacentistas de la lujuria es lo poco significativo que parece en ese pecado el elemento sexual, frente al mucho más grave de la ostentación de la riqueza. Lujuria viene de lujo y lujo quiere decir “ostentación de riqueza”, “abundancia de cosas no necesarias” (9) . El lujo, lo mismo que el exceso, ha estado siempre asociado a una consideración moral. La propia lujuria no es tanto un pecado sexual cuanto un pecado de ostentación. Basta con observar la tabla de Los siete pecados capitales pintada por El Bosco a finales del s. XV, que se encuentra en el Museo del Prado, para llegar a esa convicción. La representación de la lujuria no aparece en ella más vinculada a excesos sexuales que a excesos del lujo y de ostentación: los bufones, las bebidas, los manjares y los instrumentos musicales allí presentes parecen apuntar en esa dirección. Por eso lo que más nos interesa de esta relación con la riqueza es precisamente su obscenidad.

(10) Diccionario ilustrado VOX, Latino-español, Español-latino, Bibliograf, Barcelona, 1993, s.v. obscenus

¿Qué significa propiamente obsceno? El DRAE simplemente dice: “Impúdico, torpe, ofensivo al pudor”. Sin embargo, la palabra latina “obscenus” tenía también el significado de “Siniestro, infausto, de mal agüero” (10) . Al parecer, la etimología de la palabra obsceno no está

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Miguel Cereceda, durante su intervención en el seminario “Exceso y escasez en la era global”, en marzo de 2008. FOTOS: VÍCTOR M. CRUZ

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Pieter Bruegel. La lujuria, de la serie Los siete pecados capitales.

nada clara. Por un lado hay quienes hacen derivar la palabra obscenus de ob, “hacia”, y caenum, “cieno, suciedad”; como si la obscenidad nos llevase a revolcarnos en el lodo. Pero, por otro, hay quienes hacen derivar la palabra de ob y de scaena, como si la palabra significase (11) lo que queda fuera de escena, lo que no se puede y no se debe traer a representación (11) . http://etimologias.dechile.net/ ?obsceno

(12) Real Academia Española, Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua [...]. Compuesto por la Real Academia Española. Tomo primero. Que contiene las letras A.B. Madrid, Imprenta de Francisco del Hierro, 1726. Tomo quinto. Que contiene las letras O-R, Madrid, 1737; s. v. “obsceno”.

El Diccionario de Autoridades de 1737 dice de obsceno: “Impuro, sucio, torpe y feo. Viene del latino, que significa esto mismo”, y cita como autoridad a Cervantes en el libro II de El Quijote, capt. 59, donde se afirma: “pues de las cosas obscenas y torpes los pensamientos se han de apartar, quanto más los ojos” (12) . Sin embargo, es precisamente de esas cosas obscenas y torpes de las que queremos aquí ocuparnos. Pues hay sin duda una relación directa entre sexo y dinero, entre lujo, ostentación y fornicación, que tal vez valga la pena esclarecer. Y lo primero que al respecto cabe señalar es el propio origen sexual del dinero. Esto es algo que sin duda le pasó desapercibido a la economía política clásica. Tanto Adam Smith como Karl Marx entienden que, en su origen, el dinero no es más que una mercancía como otra cualquiera, cuya característica fundamental es la de ser fácilmente intercambiable. En los orígenes –escribe Marx en los Grundrisse–, la mercancía que servirá de moneda, o sea que será aceptada no como objeto de necesidad y de consumo sino para cambiarla a su vez por otras mercancías, es aquélla que en mayor grado es cambiada como objeto de necesidad, que más circula; vale decir, aquella mercancía que ofrece la mayor seguridad de poder ser cambiada a su vez por otras mercancías particulares; aquella mercancía que en una

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determinada organización social representa la riqueza kat’esojén, que es el objeto más universal de la demanda y la oferta y que posee un valor particular de uso. Tales son la sal, los cueros, el ganado, los esclavos... En este caso es la utilidad particular de la mercancía, sea como objeto particular de consumo (cueros), sea como instrumento de producción inmediato (es(13) Karl Marx, Elementos clavos), lo que la marca como dinero (13). En ello Karl Marx parece ser un perfecto continuador de Adam Smith, quien en su Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones, de 1776, escribía lo siguiente acerca del origen del dinero: Es muy probable que para este fin se seleccionasen y eligieran, de una manera sucesiva, muchas cosas diferentes. En las edades primitivas de la sociedad se dice que el ganado fue el instrumento común del comercio y, a pesar de ser extraordinariamente incómodo para esos fines, hallamos con frecuencia valuadas las cosas, en aquellos tiempos remotos, por el número de cabezas que por ellas se entregaban a cambio. La armadura de Diomedes, al decir de Homero, únicamente costó nueve bueyes, pero la de Glauco importó ciento. En Abisinia se asegura que la sal es el instrumento común de cambio y de comercio; en algunas costas de la India se utiliza cierto género de conchas; el bacalao seco, en Terranova; el tabaco, en Virginia; el azúcar, en algunas de nuestras colonias en las Indias Occidentales; y me han dicho que hoy mismo, en un pueblo de Escocia no es extraño que un trabajador lleve clavos en lugar de monedas a la panadería o a la taberna (14). Ninguno de los dos toma en consideración el carácter mágico y simbólico de algunos signos utilizados como moneda, cuyo valor de uso es sin embargo absolutamente nulo. En su célebre libro de viajes, Il milione, publicado a finales del s. XIII, Marco Polo nos informa por ejemplo de numerosos pueblos y ciudades de China y de India, que se servían de las conchas llamadas “porcelana” como moneda: Egli -nos dice Marco Polo de los habitantes de Caragian- spendono per moneta porcellane bianche che si truovano nel mare e che si ne fanno le scodelle, e vagliono le 80 porcelane un saggio d’argento, che sono due viniziani grossi, e gli otto saggi d’argento fino vagliono un saggio d’oro fino. Egli ànno molte saliere, onde si cava e faie molto sale, onde si ne fornisce tutta la contrada; di questo sale lo re n’à grande guadagno. E’ non curano se l’uno tocca la femina dell’altro, pure che sia sua volontà de la femina (15). Es curioso este pasaje de Marco Polo, en el que parecen mezclarse el libertinaje sexual de los habitantes de Caragian con el valor del dinero (sacos de oro y de plata), las salinas y las porcelanas de uno y otro tipo (las conchas del mar y las vajillas de porcelana), apuntando con ello implícitamente al tema central que se está aquí tocando: el modo prodigioso en que las mercancías se transforman en objetos de la codicia y de la lujuria, en dinero, codificado bajo el extraño nombre de un molusco llamado “porcelana”. De hecho es curioso y llamativo el significado sexual de este molusco. Su nombre, sorprendentemente viene de “porcella”, diminutivo femenino de porcus, que alude tanto a la

fundamentales para la crítica de la economía política, México, Siglo XXI, vol. 1, pp. 93-94.

Portada de La riqueza de las naciones, de Adam Smith. (14) Adam Smith, La riqueza de las naciones, trad. de Carlos Rodríguez Braun, Alianza Ed. Madrid, 1999, p. 56.

(15) “Utilizan como moneda porcelanas blancas que se encuentran en el mar y con las que se hacen la vajilla. Ochenta porcelanas valen un saco de plata, lo que equivale a dos grandes venecianos, y ocho sacos de plata fina equivalen a un saco de oro fino. Tienen muchas salinas de las que sacan mucha sal y de las que se nutre toda la comarca. De esta sal no obtiene el rey grandes ganancias. Y no les preocupa si uno toca a la mujer del otro, aunque haya sido por voluntad de la mujer”. Marco Polo, Il Millione, De la provincia di Caragian. Capítulo 117 (trad. mía)

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Avelino Sala. Botellero. Duchamp revisited, 2007.

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Billete de cien dólares estadounidenses.

cerda, como al sexo femenino. “Varrón califica formalmente el órgano sexual femenino de porcus” (16). Y Plauto y Sofronio llaman en griego directamente al sexo femenino “concha” o κογχη (conché) (17) . Todavía en América Latina se usa la palabra concha con el sentido explícito del sexo femenino. Que el molusco denominado “porcelana” haya sido utilizado en muchas culturas como moneda, apenas puede sorprendernos cuando comprobamos que justamente el nombre científico de este molusco es nada menos que “moneta, moneta”. En el Diccionario Etimológico de Corominas se dice lo siguiente con respecto a la palabra porcelana: “1539. Del it. porcellana, íd., s. XIV, propte. «cauri, molusco de concha blanca y brillante», s. XIV, aplicado a la porcelana por el parecido y por haberse creído que se hacía con esta concha, pulverizada” (18) . Sólo entonces reparo en esa otra palabra a la que Corominas nos remite: el cauri. El DRAE dice respecto del cauri lo siguiente: 1. m. Molusco gasterópodo que abunda en las costas de Oriente y cuya concha blanca y brillante servía de moneda en la India y costas africanas.

(16) Horst Kurnitzky, La estructura libidinal del dinero, trad. de Félix Blanco, S. XXI Eds, México, 1978, p. 166. (17) Loc. cit. p. 159

(18) Joan Corominas, Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Madrid, Gredos, 2006, sub voce “porcelana”.

La concha de cauri es posiblemente uno de los amuletos personales más antiguos que se conocen. Como amuleto tiene una antigüedad de al menos veintemil años y es uno de los adornos humanos más extendido del mundo. Su interpretación simbólica tiene una doble vertiente: por un lado se le considera muy apropiado para rechazar el mal de ojo por su semejanza al ojo humano; por otro lado, se considera que la abertura de la concha es semejante a la hendidura genital de la mujer. Como amuleto contra el mal de ojo el cauri se utilizaba

El otro lado de la sociedad del exceso consumista son los cuatro mil millones de personas que viven con menos de dos dólares diarios. Ahí la visión se vuelve oscura e indignante. Sin embargo, se encuentran en el punto de mira de las grandes corporaciones. Hay quien, desde el pináculo del mundo de los negocios, pretende aliviar la pobreza creando nuevos consumidores pobres. No otra es la propuesta de C.K. Prahalad, uno de los gurús de la estrategia multinacional

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Miguel Cereceda, en otros momentos de su intervención en el seminario. FOTOS: VÍCTOR M. CRUZ

en Nigeria en los tocados ceremoniales; de esta manera se creaba un conjunto de ojos que miraban fijamente en todas direcciones impidiendo que los males entrasen en la persona. También en Irán y Egipto se utilizaban los cauris en los arreos de caballos, elefantes y camellos, para protegerlos de los ataque del mal de ojo. En la India, además, se ataban conchas de cauri en el cuello y en la frente de las reses más valiosas con el mismo fin.

(19) http://www.meigaweb.com/tal ismanes3cauri.htm

Como amuleto que representa los genitales femeninos el cauri se convirtió en un poderoso símbolo de fertilidad. De forma que se utilizaba como amuleto protector contra la esterilidad y los dolores del parto. Se han encontrado manifestaciones de estos usos en el Pacífico meridional, en el Cercano Oriente y en muchos lugares de la cuenca mediterránea. En la época predinástica del antiguo Egipto, hace más de cinco mil años, el cauri alcanzó altas cotas de popularidad por sus connotaciones sexuales, hasta el punto de que se colocaban en las prendas interiores femeninas, cerca del órgano que dio origen a su simbolismo. Mil años más tarde incluso empezaron a fabricarse en cerámica vidriada, en cornalina, en cuarzo, en oro y en plata (19). El cauri entonces tiene una potencia mágica, simbólica y sexual que lo convierte en algo deseado y finalmente en moneda. Curiosamente el nombre científico de la concha del cau-

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ri es “moneta moneta”, lo que atestigua realmente su valor y su uso. Hay monedas de cauri chinas de mármol o de hueso utilizadas durante la dinastía Zhu, del s. IX al s. IV antes de Cristo. E incluso hay quien pretende que el ideograma chino con el que se representa el dinero está tomado de la esquematización del cauri (20). El hecho de que en algunas culturas se utilice el cauri como moneda no vendría, sin embargo, a invalidar las doctrinas clásicas de Marx y Adam Smith sobre el dinero como mercancía privilegiada. Y sin embargo, Horst Kurnitzky, en su curioso libro La estructura libidinal del dinero, insistirá todavía un poco más en este sorprendente carácter sexual del origen del dinero, mostrando cómo no sólo la acuñación del dinero, sino también el propio nombre de la moneda, ponen al dinero bajo una advocación sexual, específicamente femenina. “Es Moneta otro nombre de la diosa Juno –escribe Kurnitzky al principio de su libro–, en cuyo templo se acuñaba la moneda romana, que por eso recibió el nombre de moneta, que sobrevive hoy todavía en las lenguas europeas” (21). Esto no es el producto de una mera coincidencia. Por el contrario, también en Asia Menor, donde se acuñaron monedas por primera vez en la historia, la acuñación se ponía bajo la advocación de la diosa Afrodita. La tesis de Kurnitzky es la de que el dinero tiene un origen ritual asociado al culto y que en ese sentido es un símbolo femenino, como símbolo sustitutorio de la primera forma de propiedad, que era la mujer. Que las monedas deben su origen al culto sacrificial (22) y que, en último término, la economía mercantil surge de la economía libidinal (23). Ello mostraría claramente una relación directa entre el sexo y el dinero. Pero, que haya una relación evidente entre el sexo y el dinero, entre el lujo y la lujuria, a nadie debería sorprender. En El erotismo muestra Georges Bataille una curiosa relación, sacada del Informe Kinsey sobre sexualidad, entre la clase social y el número y la frecuencia de relaciones sexuales. Al parecer, según este informe, los peones follan más y con mayor frecuencia que los obreros cualificados, quienes a su vez lo hacen más veces mensualmente que los empleados, quienes a su vez lo hacen sorprendentemente más veces que los encargados. “Hay sin embargo una sola excepción –dice Bataille–: al pasar de los “cuellos blancos” superiores a las profesiones importantes que corresponden a las clases dirigentes, el índice vuelve a subir en más de tres puntos, para alcanzar el 12,4%” (24) . Es decir, que los que más follan, cuantitativamente, son los muy ricos y los muy pobres. El sorprendente motivo de esta coincidencia entre el proletariado no cualificado y la alta burguesía se debe, en opinión de Bataille, a que ambas cla-

(20) Horst Kurnitzky, La estructura libidinal del dinero, trad. de Félix Blanco, S. XXI Eds, México, 1978.

(21) Kurnitzky, op. cit., p. 32

(22) Loc. cit. p. 49 (23) Ibíd. p. 140. “En todas las llamadas culturas primitivas que conocemos, las conchas o caracolas, en cualquier forma que sea, constituyen parte importante de la compra de la novia, el sacrificio funerario, la iniciación, etc., allí donde se expresa en forma ritual la relación reinante con la naturaleza. Oskar Schneider, en un estudio muy amplio ha demostrado la difusión universal del llamado dinero de conchas”. Ibíd. p. 160. (24) Georges Bataille, El erotismo, trad. de Antoni Vicens y Marie Paule Sarrazin, Tusquets, Barcelona, 1997, p. 165.

Pero más que la relación entre el sexo y el dinero, la economía política clásica había señalado más bien la relación directa entre el dinero y el trabajo. Adam Smith supo mostrar la importancia del trabajo en la generación de la riqueza. También Marx insistirá en la importancia del trabajo a la hora de explicar el origen de la riqueza y el valor de las mercancías. Sin embargo, Marx hará una observación muy importante, al entender el valor de uso como “el tiempo socialmente necesario para su producción”, reduciendo con ello las riquezas a trabajo y el trabajo a tiempo

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Chus García-Fraile. Series Sneaker 20, 2003 (izquierda) y Sneaker 13, 2004 (derecha).

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ses disponen de mayor ocio y consecuentemente de mayores reservas de energía. Hay sin embargo una diferencia importante entre ambas clases sociales: Pues el arte de hacer durar también se reparte desigualmente entre las distintas clases. El Informe [Kinsey] no da, en este punto, precisiones a la altura de su acostumbrada minucia. No obstante, resulta que la prolongación del juego es patrimonio de las clases superiores. Los hombres de clases desfavorecidas se limitan a contactos rápidos que, con ser menos breves que los de los animales, no siempre permiten que la mujer llegue también al orgasmo (25) . Puede por tanto que desempleados y ociosos en general follen lo mismo que los ricos, pero sin embargo éstos le dedican más tiempo al acto sexual, se regodean en él y lo hacen consecuentemente mejor. La calidad del polvo de los ricos, medida en cantidad de tiempo dedicado al acto sexual, es entonces incomparablemente mayor. Pero más que la relación entre el sexo y el dinero, la economía política clásica había señalado más bien la relación directa entre el dinero y el trabajo. Frente a los fisiócratas que ponían el origen del valor en la tierra, como fuente de todos los productos humanos, Adam Smith supo mostrar la importancia del trabajo en la generación de la riqueza. Según la tesis central de La riqueza de las naciones, la clave del bienestar social está en el crecimiento económico, que se potencia a través de la división del trabajo. La división del trabajo, a su vez, se profundiza a medida que se amplía la extensión de los mercados y por ende la especialización. En las naciones civilizadas y prósperas –escribe Smith al principio de su libro–, numerosas personas no trabajan en absoluto y muchas consumen la producción de diez veces y frecuentemente cien veces más trabajo que la mayoría de los ocupados; y sin embargo, la producción del trabajo total de la sociedad es tan grande que todos están a menudo provistos con abundancia, y un trabajador, incluso de la clase más baja y pobre, si es frugal y laborioso, puede disfrutar de una cantidad de cosas necesarias y cómodas para la vida mucho mayor de la que pueda conseguir cualquier salvaje (26) . También Marx insistirá en la importancia del trabajo a la hora de explicar el origen de la riqueza y el verdadero valor de las mercancías. Sin embargo, Marx hará al respecto una observación muy importante, al entender el valor de uso como “el tiempo socialmente necesario para su producción”, reduciendo con ello las riquezas a trabajo y el trabajo a tiempo. Se dirá que si el valor de una mercancía viene dado por el quantum de trabajo gastado en su producción, cuanto más perezoso e inútil sea un hombre, más valdrá su mercancía, puesto que emplea más tiempo en fabricarla. Pero el trabajo que constituye la sustancia del valor de las mercancías es un trabajo igual e indistinto, un gasto igual de fuerza. La fuerza de trabajo de toda la sociedad, que se manifiesta en el conjunto de los valores, no representa, por lo mismo, más que una fuerza única, aunque se componga de innumerables fuerzas individuales. Toda fuerza individual de trabajo equivale a otra cualquiera siempre y cuando

El ‘Informe Kinsey’.

Adam Smith.

(25) Ibíd. p. 166.

(26) Adam Smith, op. cit. p. 28.

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Prestándole atención a este carácter libidinal de nuestras relaciones económicas, también Georges Bataille dio en criticar precisamente por ello toda la economía política clásica, por cuanto concebía nuestras relaciones económicas desde el punto de vista de la producción, la acumulación y el trabajo, y no desde el que parece más correcto, el del despilfarro y el gasto. La idea de utilidad en general no sólo oculta el placer y el goce a los que la utilidad parece entregada, sino que además disfraza con el nombre de progreso, de crecimiento e incluso de “bien común” una estructura social tendente al despilfarro (27) Marx, El capital, lib. 1, sección 1, cap. 1

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MK Kähne. Runners Case, 2007.

tenga el carácter de fuerza social media y funcione como tal, es decir, que no emplee en la producción de la mercancía más que el tiempo de trabajo necesario por término medio o el tiempo de trabajo socialmente necesario. El tiempo socialmente necesario para la producción de las mercancías es aquél que requiere un trabajo realizado con la destreza e intensidad habituales en condiciones normales con relación al medio social. Después de introducirse en Inglaterra el telar de vapor, el trabajo necesario para transformar en tejido una cantidad de hilo dada quizá quedó reducido a la mitad. El tejedor inglés siempre necesitó el mismo tiempo para llevar a cabo esta transformación; pero, a partir de entonces, el producto de una hora de trabajo individual suyo sólo representaba media hora de trabajo social, quedando reducido a la mitad su definitivo valor. Por consiguiente, lo que determina la magnitud de valor de un objeto no es más que la cantidad de trabajo socialmente necesario, o sea el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción (27). Pero esta reducción de la riqueza al trabajo y del trabajo a tiempo ya la había desarrollado de algún modo espontáneamente el capitalismo, valorando en jornadas el trabajo de

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los peones que a cambio recibían su “jornal”. Y de algún modo era la certeza evidente en la sabiduría popular cuando afirmaba aquello de que “el tiempo es oro”. Frase que suena aún más interesante expresada en la hermosa lengua del capitalismo: “Time is money”. Con frecuencia estas frases, que consideramos muchas veces como el producto de la sabiduría popular, tienen sin embargo un origen histórico y un responsable conocido de haberlas acuñado. Lo mismo que la célebre expresión “zapatero a tus zapatos” no fue inventada por Mariano Rajoy, sino que se encuentra en la Historia natural de Plinio el Viejo atribuida al pintor Apeles y, del mismo modo que la conocida frase según la cual “la experiencia es la madre de la ciencia” puede encontrarse en la Metafísica de Aristóteles, igualmente la conocida frase “time is money” tiene un padre responsable. Pues procede de uno de los padres de la Constitución norteamericana, hombre de negocios, literato, impresor, científico e inventor, autor de un libro titulado Cómo hacerse rico y que además fue encargado de la emisión del papel moneda en las colonias británicas en su juventud. Es decir, se trata de un hombre que, sin duda, debía saber mucho acerca del dinero y de su utilidad. En una carta titulada “Consejos para un joven comerciante, escritos por uno viejo” decía Benjamin Franklin lo siguiente: Remember that TIME is Money. He that can earn Ten Shillings a Day by his Labour, and goes abroad, or sits idle one half of that Day, tho’ he spends but Sixpence during his Diversion or Idleness, ought not to reckon That the only Expence; he has really spent or rather thrown away Five Shillings besides […]. Remember that Money is of a prolific generating Nature. Money can beget Money, and its Offspring can beget more, and so on. Five Shillings turn’d, is Six: Turn’d again, ‘tis Seven and Three Pence; and so on ‘til it becomes an Hundred Pound. The more there is of it, the more it produces every Turning, so that the Profits rise quicker and quicker. He that kills a breeding Sow, destroys all her Offspring to the thousandth Generation. He that murders a Crown, destroys all it might have produc’d, even Scores of Pounds (28). Que el tiempo es dinero es una enseñanza clásica de la economía burguesa. Una enseñanza que tal vez no siempre fue evidente. Implicaba la convicción de que hay que hacer algo con el tiempo, la certeza de que el tiempo no se debe desperdiciar. Es posible que esta idea sea de origen monástico medieval, asociada a una estricta compartimentación del tiempo, según la consigna “ora et labora”, dada por la regla de San Benito a sus monjes, a principios del s. VI de nuestra Era. Max Weber sin embargo, en su célebre ensayo sobre la ética protestante y Georges Bataille con él, en su extraño tratado de economía, titulado La parte maldita, parecen retrasar esta concepción economicista del tiempo hasta la Reforma protestante y en concreto, hasta las doctrinas de Calvino y Zwinglio. Sea como fuere, lo cierto es que nunca habíamos reparado en esta insistencia de los teóricos del capitalismo clásico en el poder genético, afrodisíaco y sexual del dinero. “Que el dinero es de una prolífica naturaleza generatriz” y “que el dinero engendra dinero y que su descendencia engendra aún más”, muestra la convicción absoluta en sus virtudes sexuales.

Benjamin Frankllin.

(28) Benjamin Franklin, “Advice to a Young Tradesman, Written by an Old One”, en The Writings of Benjamin Franklin: vol. II, Philadelphia, 1726 – 1757, http://www.historycarper.com/ resources/twobf2/advice.htm “Recuerda que el tiempo es dinero; el que pudiera ganar en un día diez chelines y durante medio día se pasea y holgazanea en su casa, aunque haya gastado no más que seis peniques en divertirse, debe tener en cuenta que además ha gastado, o mejor, tirado, cinco chelines al agua. Recuerda que potencia genital y fecundidad son propiedades del dinero. El dinero engendra dinero, y los rebrotes pueden engendran a su vez, y así sucesivamente. Cinco chelines se convierten en seis, más tarde en seis chelines y tres peniques, y así sucesivamente hasta convertirse en una libra esterlina. El dinero produce más cuanto más cantidad hay de él, de tal manera que el beneficio crece cada vez más rápidamente. El que mata una cerda destruye su descendencia hasta el millar. El que mata una pieza de cinco chelines asesina todo lo que hubiera podido producir, auténticas pilas de libras esterlinas”. Tomo la traducción de Georges Bataille, La parte maldita, ed. de Francisco Muñoz de Escalona, Icaria, Barcelona, 1987, p. 158.

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Ubay Murillo. El loro tirano, 2007.

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Pero, prestándole atención a este carácter libidinal de nuestras relaciones económicas, también Georges Bataille dio en criticar precisamente por ello toda la economía política clásica (la de Marx y la de Adam Smith), por cuanto concebía todas nuestras relaciones económicas desde el punto de vista de la producción, de la acumulación y del trabajo, y no desde el que parece más correcto, el del despilfarro y el gasto. En un texto clarividente publicado en 1933, titulado “La noción de gasto”, comienza Georges Bataille por criticar precisamente el concepto de utilidad sobre el que se funda toda la economía política clásica. No existe en su opinión ningún modo correcto que permita definir lo que es útil a los hombres. “Esta laguna queda harto probada por el hecho de que es constantemente necesario recurrir, del modo más injustificable, a principios que se intentan situar más allá de lo útil y del placer. Se alude hipócritamente al honor y al deber combinándolos con el interés pecuniario y, sin hablar de Dios, el Espíritu se usa para enmascarar la confusión intelectual de aquellos que rehúsan aceptar un sistema coherente” (29). En efecto, la idea de utilidad en general no sólo oculta el placer, el goce y el despilfarro al que la utilidad parece entregada, sino que además disfraza con el nombre de progreso, de crecimiento e incluso de “bien común” una estructura social tendente al despilfarro. Bataille enumera un buen número de actividades sociales improductivas o, aún más, tendentes al despilfarro, a las que considera como un “gasto incondicionado”: el lujo, los duelos, las guerras, los monumentos suntuarios, los juegos, los deportes, los espectáculos, la actividad sexual perversa… Va mostrando cómo los rituales religiosos están asociados al sacrificio, al monumento y al gasto suntuario; cómo el deporte, está asociado al despilfarro y al gasto improductivo de las instalaciones deportivas, los estadios de fútbol, el mantenimiento de los equipos, las fichas astronómicas de los jugadores, los millones que se mueven en torno a las apuestas, etcétera; cómo el arte, la arquitectura, la música y la danza son también formas socialmente aceptadas de gasto improductivo, lo mismo que el lujo de las joyas, de las pieles o de los artículos exclusivos de la moda. Fundándose en el “Ensayo sobre el don” (30) de Marcel Mauss demuestra cómo el origen de la economía mercantil no es la necesidad del intercambio y la ganancia, sino la necesidad contraria, la de destrucción y pérdida, según el modelo de destrucción ritual de riquezas y alimentos, al que Mauss denominó el potlach. Como intercambio simbólico de des-

(29) Georges Bataille, “La noción de gasto”, en La parte maldita, trad. y notas de Francisco Muñoz de Escalona, Icaria, Barcelona, 1987, p. 25.

(30) Marcel Mauss, “Ensayo sobre el don, forma arcaica del intercambio”, en Sociología y antropología, Tecnos, Madrid, 1979, pp. 155 - 258.

Que el tiempo es dinero es una enseñanza clásica de la economía burguesa Y de algún modo era la certeza evidente en la sabiduría popular cuando afirmaba aquello de que “el tiempo es oro”, una frase que suena aún más interesante expresada en la hermosa lengua del capitalismo: “Time is money”. Pero lo cierto es que es que nunca habíamos reparado en esta insistencia de los teóricos del capitalismo clásico en el poder genético, afrodisíaco y sexual del dinero. “Que el dinero es de una prolífica naturaleza generatriz” y “que el dinero engendra dinero y que su descendencia engendra aún más”, muestra la convicción absoluta en sus virtudes sexuales

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(32) Bataille, La parte maldita, loc. cit. p. 50.

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trucción, lo que el potlach muestra es que “la riqueza aparece como una adquisición, en tanto que el rico adquiere un poder, pero la riqueza se dirige enteramente hacia la pérdida, en el sentido en que tal poder sea entendido como poder de perder. Solamente por la pérdida están unidos a la riqueza la gloria y el honor” (31) . Según esto, la tesis fundamental de Bataille en La parte maldita es la de que “no es la necesidad, sino su contrario, el lujo, lo que plantea a la materia viviente y al hombre sus problemas fundamentales” (32) .

(34) Ibíd. p. 70.

Para él, el lujo y el exceso no son una consecuencia patológica del sistema, sino más bien la consecuencia necesaria de su propia estructura. La superabundancia de energía se desborda necesariamente en forma de despilfarro. Y esto es una característica común tanto a las sociedades tribales, como a las esclavistas, como a las sociedades capitalistas e industriales. Si éstas no encuentran una forma ritual de deshacerse de su exceso libidinal de energía a través de ofrendas o sacrificios, este exceso termina conduciendo necesariamente a formas abominables, desmesuradas y excesivas de gasto suntuario, como son por ejemplo las guerras. “Las dos guerras mundiales –escribe Bataille– han ordenado las orgías más grandes de riqueza y de seres humanos que conoce la historia” (33) . De este modo, la propia estructura libidinal de la economía arrastra consigo la destrucción y la muerte. “De todos los lujos concebibles –escribe Bataille– la muerte, bajo su forma fatal e inexorable, es ciertamente el más costoso” (34) .

(35) Id.

La muerte es, sin lugar a dudas, para Bataille parte del sacrificio, parte de la destrucción y parte de la guerra. Pero ella, sin embargo, no constituye la parte maldita. Por el contrario, la muerte es pensada por él como parte de la vida, como una especie de lujo de la vida. “El lujo de la muerte, en este sentido, es considerado por nosotros de la misma forma que el de la sexualidad, es decir, en principio como una negación de nosotros mismos, y después como la verdad profunda del movimiento del cual la vida es la exposición” (35) .

(33) Loc. cit. p. 72.

De este modo la economía, al igual que el erotismo, es considerada como un impulso libidinal tendente al despilfarro y al gasto, necesariamente encadenada a la destrucción y a la muerte. Con ello se cierra el circuito que queríamos expresar: la triple unidad entre el dinero, el sexo y la temporalidad, asociada en este caso a la idea de la muerte. “La muerte –escribe Bataille– deja incesantemente el espacio necesario para la llegada de recién nacidos y, sin embargo, maldecimos de un modo totalmente absurdo aquello

La superabundancia de energía se desborda necesariamente en forma de despilfarro. Y esto es una característica común tanto a las sociedades tribales, como a las esclavistas, como a las sociedades capitalistas e industriales. Si éstas no encuentran una forma ritual de deshacerse de su exceso libidinal de energía, a través de ofrendas o sacrificios, este exceso termina conduciendo necesariamente a formas abominables, desmesuradas y excesivas de gasto suntuario, como las guerras, que son “las orgías más grandes de riqueza y de seres humanos que conoce la historia”. La propia estructura libidinal de la economía arrastra consigo la destrucción y la muerte

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Georges Bataille.

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La Trinidad, tuneada.

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sin lo cual no existiríamos” (36) . La relación entre el sexo y la muerte, como forma compulsiva de autodestrucción, se expresa quizás mejor en la fórmula: “Sex is Time”. La ecuación correcta entonces sería “Time is Money, but Money is Sex” (Time = Money = Sex). Podremos expresarla mediante una fórmula abstracta: T = M = S, o mediante una proposición teológica, según la cual se trata de tres personas distintas, pero de un solo dios verdadero. Según esta representación, el Tiempo puede ser identificado con la figura de Dios Padre pues, al igual que los dioses de la Antigüedad clásica, el padre de todos los dioses Cronos o Saturno devora a sus hijos, del mismo modo en que el dios Padre de la mitología cristiana entrega a su hijo a la temporalidad para, con su muerte, redimir a todos los hombres. Que el Espíritu Santo deba ser pensado en el sentido del Logos, del lenguaje o del significante universal que es el dinero tampoco debe ser puesto en duda. En Pablo de Tarso el Espíritu está claramente vinculado, al igual que el dinero, que es mero valor de signo, al logos y al lenguaje. Por eso el Espíritu es la mejor representación del símbolo universal del intercambio que es el dinero. En tercer lugar, Jesucristo es representado en la mitología cristiana como amor, como dios hecho carne, como verdadera encarnación de lo divino. En cuanto tal él es también la mejor representación del sexo. Se trata, sin embargo, de tres personas distintas que deben ser pensadas, no obstante, como un solo dios verdadero. Pues el tiempo es dios, el dinero es dios y el sexo también debe ser considerado como dios. Pero no son tres dioses diferentes, sino que mantienen entre sí una extraordinaria y sorprendente unidad.

El último deseo.

La Anunciación.

Pero, aunque la filosofía se divierte con estas analogías teológicas, no se consuela sin embargo con meras metáforas. Señala con ellas la rotundidad y la profundidad de sus problemas pero no muestra mediante ellas el camino de su transformación. ¿Es entonces sensato desarrollar una política a partir de esta extraña mezcla de doctrinas antropológicas, poéticas, económicas y teológicas que propone Georges Bataille en La parte maldita? ¿Es sensato tratar de abordar el problema del reparto desigual de la riqueza sirviéndose de un modelo económico-político tan descabellado y extraño como el pensado por Georges Bataille en su tratado de economía política? Puede que no sea del todo insensato pensar una política sobre bases tan heterodoxas. De hecho, algunos pensadores europeos han intentado hacerlo, siguiendo la estela de Georges Bataille. El primero de ellos, su compañero y amigo Maurice Blanchot, tanto en L’amitié (1971) como en La communauté inavouable (1983), en la que daba cuenta del libro de Jean Luc Nancy La communauté desoeuvré (1983). Tras sus huellas, Jacques Derrida, tanto en Po-

La Piedad. JAM Montoya. Sanctorum, 1997.

(36) Id.

La economía, al igual que el erotismo, es considerada como un impulso libidinal tendente al despilfarro y al gasto, necesariamente encadenada a la destrucción y a la muerte. Con ello se cierra el circuito que queríamos expresar: la triple unidad entre dinero, sexo y temporalidad, asociada en este caso a la idea de la muerte. La relación entre el sexo y la muerte, como forma compulsiva de autodestrucción, se expresa quizás mejor en la fórmula: “Sex is Time”. La ecuación correcta entonces sería “Time is Money, but Money is Sex” (Time = Money = Sex)

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¿Es entonces sensato desarrollar una política a partir de esta extraña mezcla de doctrinas que propone Georges Bataille en `La parte maldita`? ¿Es sensato tratar de abordar el problema del reparto desigual de la riqueza, sirviéndose de un tratado de economía política tan descabellado y extraño? Puede que no sea del todo insensato pensar una política sobre bases tan heterodoxas. Algunos pensadores europeos han intentado hacerlo… Saturno devorando a sus hijos, tuneado.

(37) Antonio Campillo, “La filosofía política de Georges Bataille” en Patricia Mayayo (Ed.), En torno a Georges Bataille, CRUCE Eds., Madrid, 1998. (38) Georges Bataille, Lo que entiendo por soberanía, Paidós, ICE UAB, Barcelona, 1996.

litiques de l’amitié (1994) como en su particular ensayo sobre el don: Donner le temps 1.- La fause monnaie (1991) y Donner la mort (1992). En tercer lugar, el propio Jean Luc Nancy debe ser considerado como un importante promotor de esta cuestión, en el libro antes mencionado, como más tarde en L’experience de la liberté (1988). Por último, el italiano Roberto Espósito ha desarrollado explícitamente la categoría batailleana de la soberanía en Confines de lo político (1996) y en Categorías de lo impolítico (2006). También entre nosotros, Antonio Campillo ha hecho un esfuerzo notable por considerar la pertinencia y la coherencia de esta política de la soberanía tanto en el texto “La filosofía política de Georges Bataille” (37), así como en su compilación de textos de Bataille sobre la soberanía (38), como en su libro Contra la economía. Ensayos sobre Bataille (2001). ¿Es posible fundamentar una teoría económica o una filosofía política sobre elementos tan heterogéneos?

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El miedo al gueto (o porqué se procura evitar la concentración excesiva de pobres en la ciudad)

Manuel Delgado

Doctor en Antropología, es profesor titular de

Manuel Delgado

Antropología Urbana de la Universidad de Barcelona. Ha trabajado especialmente sobre la construcción de la etnicidad, las estrategias de exclusión en marcos urbanos, las representaciones culturales en la ciudad y las nuevas formas de culto en el mundo contemporáneo. Es autor, entre otros libros, De la muerte de un dios, La ira sagrada, Diversitat i integració, El animal público. Hacia una antropología de los espacios urbanos (Premio Anagrama de ensayo 1999), Ciudad líquida, ciudad interrumpida, Identidades dispersas, Disoluciones urbanas, o bien el reciente Sociedades movedizas. Pasos hacia una antropología de las calle.

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El miedo al gueto Manuel Delgado

1. Los polígonos de viviendas como escenario para el conflicto Los polígonos de viviendas social fueron escenario y cuna de grandes movilizaciones vecinales que en los años setenta dieron pie al surgimiento del primer sindicalismo barrial, que por primera vez concibió el crecimiento urbano en clave de clase social. Esa naturaleza conflictiva de los grandes barrios de bloques se ha mantenido e incluso renovado en diversos países de Europa en los últimos años, aunque haya cambiado alguna de sus claves desencadenantes. Hay otros casos, pero el ejemplo de las periferias urbanas en Francia en las últimas dos década resulta especialmente elocuente. En ellas, los grandes polígonos de vivienda social edificados en la década de los cincuenta y sesenta son periódicamente escenario de estallidos de aquello que los medios de comunicación tildan de "violencias urbanas", en que el calificativo “urbano” no es sino “una eufemización de una violencia social vinculada a las relaciones sociales de exclusión” (1). Se trata de auténticas revueltas protagonizadas por sec-

Disturbios callejeros en Aulnay Sous Bois, en la periferia de París, en 2005. FOTO: ERIC TRAVERS / PASCAL LE FLOCH (EFE)

(1) Macé, E. 1999. “Les violences dites “urbaines” et la ville” , Les Annales de la Recherche Urbaine, 83/84 (setiembre), pp. 59-64.

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Las periferias urbanas [de la sociedad opulenta] se han vuelto escenarios de estallidos de odio contra las instituciones y su policía, auténticos motines, a veces crónicos, a los que se tilda de violencia urbana y que, como consecuencia de la creciente etnificación de la miseria y la marginación urbana, han podido tomar aspecto de raciales, étnicos o religiosos. Pero no son más que una violencia social vinculada a las relaciones sociales de exclusión que protagonizan los sectores más desesperanzados. Y sobre todo los jóvenes, a los que se les ha escamoteado literalmente el futuro

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tores desesperanzados de la población, sobre todo por jóvenes hijos de la antigua clase obrera –lo que es lo mismo en casi todos sitios que decir de la inmigración o las repatriaciones postcoloniales– que se revelan contra la condena a la postración a que se les ha abocado. En estos casos la liquidación del sindicalismo de clase tradicional y su desplazamiento de la fábrica al barrio se ha visto sustituída por una creciente miserabilización de determinados polígonos de viviendas, cuya población se ha visto victimizada por el paro y la precarización laboral o por el desguace generalizado de las políticas sociales de lo que un día fuera o quisiera haber sido el Estado del bienestar; y ello en todas sus variantes: escolarización, atención sanitaria, servicios sociales y, sobre todo, crisis absoluta del alojamiento social. El tono despiadado que ha tomado la desindustrialización y la revisión liberal del Estado-providencia se ha traducido en un fuerte aumento del malestar, sobre todo entre una masa de jóvenes a los que se les ha escamoteado literalmente el futuro y que han aprovechado la mínima oportunidad para expresar radicalmente su frustración. Es ahora cuando se percibe el peligro de que las grandes concentraciones de viviendas socialmente homogéneas abandone sus reclamaciones explícitamente político-sindicales para desplazarse al campo difuso de una inorganicidad de aspecto anómico, que –al menos tal y como es mediáticamente exhibida– recuerda las revueltas “sin ideas” en la Europa preindustrial o los levantamientos que protagonizan sectores del subproletariado urbano a lo largo del siglo XIX. Se trata ahora de estallidos de odio contra las instituciones y su policía, motines que –como consecuencia de la creciente etnificación de la miseria y la marginación urbanas– han podido tomar eventualmente el aspecto de “raciales”, “étnicos” o –en un último periodo y por la imagen oficial, mediática y popularmente propiciada acerca del Islam– incluso religiosos. Los medios de comunicación pueden entonces mostrar a una nebulosa turba de jóvenes airados, previamente mostrados una y otra vez como asociados a la delincuencia, la drogadicción o al fundamentalismo religioso, abandonarse al pillaje de establecimientos, el incendio masivo de automóviles y a los enfrentamientos con la policía. Los ejemplos son numerosos desde finales de la década de los setenta hasta ahora mismo: en los barrios londinenses de Totteham o Brixton, en octubre de 1985; en Bristol, en octubre de 1992; en el 2001, en Liverpool, en mayo; en Stoke-on-Trent, en julio, y en Oldham –cerca de Manchester–, Brixton de nuevo y Leeds en octubre; en los barrios de Forest y Saint Gilles, en Bruselas, en mayo de 1991, y en el barrio del General Eisenhower, en Amberes, en octubre de 2002. En Francia, esa conflictivización violenta ha devenido crónica y son cíclicos los motines urbanos, algunos de gran virulencia, en una tradición que arrancaría acaso en el motín de Vaulx-en-Velin, un suburbio de Lyon, en 1979 y que iría repitiendo casi de manera regular sus manifestaciones: en el barrio de Les Minguettes, en Vénissieux, cerca la misma ciudad, en el verano de 1981 y luego en 1985; en Reims, en noviembre de 1982; en 1990, en Vaulx; en 1991, en Le Val Fourré, en París; en 1993 y 1997 en Dammarie-lès-Lys, también en París; en Dammarie, en 1997; en Toulouse, en diciembre de 1998 y más tarde en diciembre de 1999, para alcanzar su máxima expresión en la extraordinaria oleada de descontento que conocieron los llabados “barrios dificiles” de casi todas las ciudades francesas –París, Burdeos, Estrasburgo,

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Democracia. Welfare State, 2008.

Lyon, Rennes, Amiens, Rouen, Niza, Dijon, Perpiñán, Orleans...– a lo largo de varias jornadas en el otoño de 2005 y que sólo se puedo atajar con la declaración del estado de emergencia en todo el país y el toque de queda en diversos de sus barrios (a). El caso francés es bien ilustrativo. Determinadas políticas en materia de vivienda social y de prevención de los alquileres impagados procuraron, a partir de mediados de los años setenta, una progresiva sustitución en los grandes ensembles: una población compuesta por familias de clase obera cualificada o de empleados, que tendió a huir hacia centros urbanos recuperados o a barrios de nueva construcción, fue dando paso a familias pauperizadas, lo que dio pie a su vez a un paulatino cierre de comercios de proximidad, una desatención creciente por parte de la Administración, un aumento en los índices de delincuencia, el asentamiento masivo de familias pobres procedentes de las colonias o de la inmigración –con frecuencia ilegal–, niveles de fracaso escolar y de desempleo muy por encima de la media nacional, sobrerepresentación de jóvenes y de familias numerosas, generalización del consumo de drogas o alcohool, con frecuencia como instrumentos de sociabilidad.

(a) Como se recordará, todo arrancó con la muerte de dos adolescentes perseguidos por la policía en Clichy-sous-Bois, en Seine-Saint Denis, cerca de París. A partir del 8 de noviembre, los disturbios prendieron por los barrios periféricos de diferentes ciudades francesas a lo largo de varias semanas y conllevaron centenares de heridos y detenidos, la destrucción de todo tipo de instalaciones públicas, comercios y edificios religiosos, la quema de miles de coches... De hecho, se repetía una misma lógica que ya habían conocido todas las otras explosiones de ira popular en ciudades europeas, cuyo origen fueron casi siempre brutalidades y arbitrariedades policiales, desencadenante que es común también a los disturbios raciales en Estados Unidos, como se vio en Miami en 1980 y 1989, o en Cincinnati, en abril del 2004. El caso más parecido ocurrido en España correspondería al de los enfrentamientos entre vecinos y policías en el barrio sevillano de Los Pajaritos, en agosto de 2002, como consecuencia de la muerte de un joven delincuente por la Policía Nacional.

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Ubay Murillo. Secuestro, 2008.

Se había producido la sustitución de los antiguos explotados por los nuevos excluidos, a los que, en una sociedad en que se ha decretado el fin de la lucha de clases, se les escamoteaba la dignidad y la legitimidad como trabajadores o, como en Francia, se les desposeía simbólicamente de su condición de ciudadanos para remitirlos al capítulo clasificatorio de immigrantes (cf. Barros, 2005). Las cuestiones centrales se trasladaban así al contraste integración/marginación y la división fundamental ya no era de orden vertical –del tipo explotadores/explotados–, sino horizontal, entre gente dentro y gente fuera, entre grupos y personas in y grupos y personas out, lo que llevaba a formas relativa(2) Wieviorka, M. 1995. mente nuevas de segregación espacial (2) (b). El espacio del racismo, Paidós, Barcelona. (b) Es significativo que todos los pronunciamientos políticos y expertos sobre las revueltas urbanas del otoño de 2005 en Francia insistieran en que estas eran el resultado de “un fracaso en el modelo de integración”, por plantearlo siguiendo el título de un artículo de Michel Wieviroka publicado en La Vanguardia el 8 de noviembre de 2005.

Pero hay algo en que no se diferenciaba el papel de los explotados y el de los excluidos a la hora de hacer un uso intensivo del espacio que habitaban, sobre todo cuando se les daba la oportunidad de verse cada día, de estar juntos, de coincidir en el tiempo y en el territorio de su cotidianeidad. Habíamos visto afianzarse en las grandes ciudades dormitorio una fuerte actividad centrada en la apropiación del espacio público más inmediato, por parte de jóvenes para los que en buena medida los centros urbanos aparecían poco menos que vedados. En esos contextos de inmediatez podían organizarse en grupos de afinidad –presentados como “bandas” o “pandillas”– susceptibles de proveer de identidades de referencia y formas lo suficientemente sólidas de organización y congruencia que contrarrestasen la desarticulación social que experimentaban a su alrededor. Películas como La Haine, dirigida por

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Avelino Sala. Anxiety, 2007.

Matéu Kassovitz (1994), o Ma 6-T va crack’er, de Jean-François Richet (1997), describen de una forma bien acertada este clima de hostilidad contra el sistema que ha cuajado en numerosas de estas ciudades-dormitorio francesas, feudos que fueron hasta hace no mucho del Partido Comunista y de sus virtudes organizativas. En ambos filmes se describe de forma eficaz cómo la población joven vive su exclusión del centro de ciudades en las que es difícil no sentirse como intrusos indeseables, cómo han de soportar el hostigamiento de una policía que les desprecia y maltrata, al tiempo que hacen un uso exhaustivo e intenso de sus espacios públicos más inmediatos, convertidos en marcos en que practicar formas específicas de sociabilidad de las que pueden obtener fuentes de apoyo mutuo, generar productos culturales propios –la música hip-hop, por ejemplo– sin dejar de tomar conciencia de su potencia para convertir ese mismo escenario de su vida cotidiana en proscenio para la revuelta. Ahí puede apreciarse hasta qué punto los grandes ensembles hacen posible esa puesta en común de estados de ánimo y ese traspaso que con-

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vierte la desesperación en rabia contra las instituciones políticas, religiosas, escolares, etc., y contra todo aquello que simbolice la situación de postergamiento que les afecta. Es interesante, en ese sentido, contemplar cómo las grandes discusiones públicas que se plantearon en aquel momento, ante las dimensiones que asumió la revuelta en las banlieues francesas, insistieron en colocar en el centro de los discursos la noción de gueto, como si esta fuera la clave que explicaba qué había sucedido y por qué y como si la solución para los conflictos suscitados no fuera la de mejorar las condiciones de vida de los barrios populares ni siquiera aliviar los motivos de la desolación de los jóvenes, sino evitar a toda costa que esos sectores sociales que se habían mostrado tan vehementemente ofendidos llegaran a vivir concentrados en áreas demasiado circunscritas, propiciadoras del encuentro cotidiano, la coincidencia física, la interacción intensa y constante y, derivado de todo ello, dotadas de viabilidad para desarrollar formas de organización y de acción colectivas. El problema, en efecto, no parecía ser la miseria, sino una acumulación excesiva de miserables por metro cuadrado. En España, el terremoto que supuso la metástasis de lucha social en los cercanos extrarradios urbanos franceses sirvió precisamente para advertir de los peligros que implicaba la posibilidad de que se formaran guetos de inmigrantes, un asunto que ya hacía tiempo que había cobrado protagonismo en las polémicas acerca de qué cabía hacer con los nuevos vecinos de origen extranjero que se iban incorporando al tejido urbano, suscitando necesidades habitacionales crecientes que –se repetía– no podían traducirse en enclaves “étnicamente” homogéneos. El asunto incluso tuvo su réplica en el campo educativo, también en el sentido de la importancia de evitar la formación de guetos o concentración en unos mismos colegios de un exceso de población escolar procedente de “otras culturas”. La retórica empleada al respecto no dejaba de insistir en que se trataba de evitar los efectos más perniciosos de la segregación social, de tal forma que importantes bolsas de población se vieran arrinconadas en espacios poco menos que cerrados, definidos por todo tipo de cargas negativas y que convirtieran a sus “reclusos” en seres privados de un acceso igualitario a los bienes ma(c) De hecho, como se sabe, la noción de “región moral”, tan teriales y simbólicos de los que la vida urbana se supone que es garante. cara a la Escuela de Chicago, no era sino la trasposición a la nueva sociología urbana del concepto de “área cultural” que había acuñado la primera antropología cultural norteamericana.

Es difícil defender hoy el moralismo de muchas de las sentencias de aquella escuela, ni un culturalismo que se tomaba prestado de la antropología boasiana, tan teñida de idealismo (c). Ni que decir tiene que, al menos en términos generales, continúa siendo incontestable lo que apuntaran primero Engels, en su célebre estudio sobre la situación de la vi-

La liquidación del sindicalismo de clase tradicional y su desplazamiento de la fábrica al barrio se ha visto sustituida por una creciente miserabilización de determinados polígonos de viviendas. Es ahora cuando se percibe el peligro de que esas grandes concentraciones de viviendas socialmente homogéneas abandone sus reclamaciones explícitamente político-sindicales para desplazarse al campo difuso de una inorganicidad de aspecto anómico, que –al menos tal y como es mediáticamente exhibida– recuerda a las revueltas “sin ideas” en la Europa preindustrial

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Homeless, 2006. FOTO: SAP

vienda entre la clase obrera inglesa de la época victoriana, y luego, en su senda, David Harvey, acerca de cómo la segregación espacial resulta en última instancia de las dificultades de la población con recursos escasos a acceder al mercado de la vivienda, como consecuencia a su vez de la licitación de ésta desde bases capitalistas. Así pues, nos encontraríamos con un ejemplo más de la necesidad de atemperar los análisis chicaguianos, puesto que no se trata de cuestionar la evidencia de que las personas que habitan zonas residuales y deterioradas lo hagan porque no tienen otra opción, sino que, una vez arrastradas a ellas y encerradas dentro, no hagan de su enclaustramiento forzoso un lugar de y para la resistencia moral, la solidaridad entre iguales y, en determinadas oportunidades, la contestación política. Digamos que el análisis marxista no se equivoca cuando indica determinantes económicos que, en última instancia, arrinconan a ciertos grupos sociales

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Manuel Delgado, en distintos momentos de su conferencia en el II Seminario Atlántico de Pensamiento, en el CICCA en marzo de 2008. FOTO: VÍCTOR M. CRUZ

(d) Alguna vez se explicita lo obvio, como cuando una periodista escribía, sobre los polígonos de viviendas en que se recluía o era recluida la población más pobre, que “todo pesa sobre esos barrios que crecen en los límites de nuestras ciudades. Controlarlos, ya no sólo policialmente, se termina convirtiendo en una prioridad obligada para evitar males mayores en el futuro” (Patricia Ortega, “Los guetos en España. Los suburbios empiezan a incubar la exclusión”, El País, 18 de diciembre de 2005).

en centros depauperados o periferias desasistidas, pero tampoco los chicaguianos dejaban de tener razón cuando hacían entrar en juego la manera como esa distribución acababa haciendo cristalizar energías y fuerzas que eran “naturales”, en el sentido de que no eran distintas de aquellas otras que, por doquier en el mundo vivo, articulaban las diferentes formas de existir a sus contextos espaciales en forma de todo tipo de competencias, agenciamientos y simbiosis, en las que la autororganización ocupaba un papel fundamental. De esa manera, la eficacia funcional del gueto –dejando de lado cuáles habían sido los factores que lo hubieran generado– consistía en su idoneidad para la solidaridad y las iniciativas colectivas. Sin entrar en la dilatada discusión teórica a propósito de las definiciones que se le han asignado, lo cierto es que el gueto ha visto aumentada su mala reputación, sistemáticamente asociado en sus representaciones al desorden, a la marginación, a la desviación, al vicio, al delito, etcétera, como si de una colosal concentración de anomia y detritus morales se tratara (d). Frente a esas imágenes –repetidas una y otra vez desde los discursos oficiales– el gran argumento en contra del gueto es la nunca del todo ni justificada ni demostrada virtud de la mezcolanza. La premisa teórica es que “el antídoto contra la segregación urbana y la exclusión social es favorecer, mediante la in-

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tervención pública, la mezcla social sobre el territorio, la convivencia y la interacción en los espacios urbanos de diversos grupos sociales (sobre todo por recursos económicos, pero también por religión, por características étnicas)”. Como se ve, se supone que intercalar clases y grupos étnicos tiene efectos beneficiosos que, por otra parte, nunca han visto comprobada su presunta bondad en orden a otra cosa que no sea sosegar, por la vía de la disolución, la tendencia que los sectores más desfavorecidos de la sociedad tienen a devenir fuente de intranquilidad para las clases política y económicamente hegemónicas. Viviendo unos al lado del otro y encontrándose cada día por la calle, a la puerta de los colegios, en las plazas, en los comercios, en los bares, los segmentos socialmente desiguales y con frecuencia con intereses incompatibles, van a renunciar a plantear contenciosos y se van a fundir en un abrazo ciudadano inmenso y omniabarcativo, en que se concretaría la utopía al mismo tiempo urbanística y política de una superación de los antagonismos sociales por la vía de la asunción de los valores abstractos basados en el consenso y la conciencia ciudadana. Que el elogio oficial de la mixtura camufla objetivos bien poco altruistas es algo que delata una mínima observación sobre lo que ocurre en su aplicación. En Francia, las acciones públicas a favor de la mezcla social han implicado dispositivos de gestión en la asignación de viviendas sociales basados en formas sutilísimas de control y discriminación institucional que acaban afectando a los hogares más pobres (3). En una última etapa, a esas cualidades casi místicas de la copresencia armoniosa entre clases, en un escenario urbano predispuesto para la reconciliación, se le añade el atractivo que para las clases medias más “sensibilizadas” supone una dosis controlada y relativa de “diversidad étnica” –una forma nueva de referirse al reencuentro en un mismo espacio físico con los pobres– que procura una cierta estampa de multiculturalismo y cosmopolitismo, referente puramente estético destinado a atender las demandas en materia de convivencia entre culturas que reclaman esos sectores sociales interesados en las dinámicas de gentrificación, es decir en la reocupación por clases medias y altas de centros urbanos rehabilitados, en los que se espera que pulule una cantidad aceptable de inmigrantes que garanticen el nuevo colorido local, el nuevo tipismo pluriétnico. Casos paradigmáticos de ello serían los de los barrios del Raval en Barcelona o Lavapiés en Madrid (4), festines inmobiliarios en los que el multiculturalismo escénico actúa como gancho para inversores, nuevos propietarios o incluso inquilinos jóvenes o extranjeros que quieran garantizarse periódicas inmersiones –unos meses, un fin de semana– en ambientes multiétnicos e incluso ligeramente canallas. También se busca esa superposición de funciones en los propios barrios de bloques, como si la colonización por parte de habitantes y actividades no marginales se constituyera en un factor de redención de lo que hasta hacia poco habían sido focos de marginación y conflictividad. Ése es el caso de proyectos de remodelación como los del propio barrio de La Mina, en Sant Adrià del Besòs (Barcelona) –junto con Villaverde, en Madrid; El Puche, en Almería; el Polígono Sur, en Sevilla; Orriols, en Valencia; o San Francis-

(3) Tissot, S. 2005. “La spatialisation des problèmes sociaux”. Actes de la recherche en sciences sociales, 159, pp. 4-10.

(4) Ávila, D. y Malo, M., 2007. “¿Quién puede habitar la ciudad? Frontera, gobierno y transnacionalidad en los barrios de Lavapiés y San Cristóbal”, en Observatorio Metropolitano. Madrid, ¿la suma de todos? Globalización, territorio, desigualdad, Traficantes de Sueños, Madrid, pp. 505-632.

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Pepe Medina. Fiel, 2008.

(5) Jornet, S.; Llop, C.; Pastor, J.E. “La Mina. Transformación urbana del barrio”, Quaderns d’Arquitectura, 240 (enero 2004): 246-249.

(6) Dell’Umbria, A. 2006. ¿Chusma?, Pepitas de Calabaza, Logroño.

co, en Bilbao, unos de los ejemplos más recurrentemente citado de gueto en el Estado español-, para el que se prevé una transformación que coloque precisamente la diversidad en el eje de sus objetivos, en orden a ver cumplida la utopía del reencuentro final entre integrados y marginales, siempre como parte de una máquina de guerra que entiende el gueto como el mal a combatir por todos los medios: “El principio de diversidad toma en la ciudad el mayor valor y debe garantizar la mayor riqueza de relaciones entre sus componentes. Diversidad que debe darse en todos los niveles sociales, en la composición de las personas y de los vecinos; física, en la definición de los espacios, arquitecturas y tipologías de viviendas, y económica, en la diversificación de las actividades” (5). Recuérdese que la actual fobia al gueto arranca en buena medida de los mencionados ciclos de revueltas en la periferia francesa, en concreto a partir de los disturbios del barrio de Les Minguettes, en Lyon, en junio de 1991, que dieron pie a una ley explícitamente antigueto que aspiraba a lograr una diversificación social en los espacios metropolitanos y evitar la aglomeración de miseria y conflictividad. Desde entonces los argumentos contra la formación de guetos no han hecho sino insistir en todos sitios contra la indeseabilidad de cualquier tipo de iniciativa en materia urbanística que implicase la concentración de desfavorecidos (6).

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Ubay Murillo. Malestar, 2008.

En Francia, las políticas antigueto impulsadas desde la izquierda –el Partido Comunista en los grandes ensembles de los antiguos cinturones rojos– se han basado en el supuesto reaccionario de que la causa del deterioro de los barrios obreros no se debía a los procesos de precarizaciòn laboral y a la desarticulación del Estado del bienestar, sino a la concentración espacial de pobres e inmigrantes. En España, la amenaza constantemente subrayada como sobremanera indeseable de que aparezcan guetos es el argumento perfecto para abortar cualquier intento de generar vivienda social, puesto que se da por descontado que esa vivienda de alquiler o venta accesibles –que, dadas las dimensiones del problema de la vivienda, implicaría seguramente el regreso a algo que acabaría evocando la antigua la política de barrios de bloques– será rápidamente copada por las capas sociales más desfavorecidas, fundamentalmente personas procedentes de la inmigración o familias adscritas a “minorías étnicas” empobrecidas o marginales. De ahí, también, que se enfatice que las pocas promociones de vivienda social se destinan a jóvenes, como una forma de tranquiizar acerca del futuro que aguarda a las zonas donde se ejecuten ese tipo de iniciativas.

2. Gueto y prisión La noción de gueto es polémica. Se aceptaría como definición adecuada, aunque fuera a título provisional, que sirve para nombrar “un reagrupamiento espacial que asocia estrechamente poblaciones desfavorecidas a territorios circunscritos. En efecto, a pesar de la con-

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Las grandes discusiones públicas ante la revuelta en las ‘banlieues’ francesas colocaron en el centro la noción de gueto, como si la solución no fuera la mejora de las condiciones de vida de los barrios populares, ni siquiera aliviar los motivos de la desolación de los jóvenes, sino evitar a toda costa que esos sectores sociales llegaran a vivir concentrados en áreas demasiado circunscritas, propiciadoras del encuentro cotidiano, de la interacción intensa y, por todo ello, dotadas de viabilidad para desarrollar formas de organización y acción colectivas. El problema no parecía ser la miseria, sino una acumulación excesiva de miserables por metro cuadrado

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fusión conceptual que arrastra y los avatares históricos de su empleo, el término gueto se usa esencialmente para hacer referencia a la acumulación en un determinado enclave de familias singularizadas por las dificultades con que se enfrentan en su integración económica, laboral, escolar, etc. Como se ha remarcado, todo lo que se escribe o se dice al respecto del gueto siempre acaba sugiriendo que si esas personas postergadas no vivieran juntas sus problemas quedarían solucionados, o cuanto menos aliviados, cosa que el sentido común tendería a descartar. En realidad, apenas si se disimula que la concentración de excluidos no es un problema para los excluidos, sino para lo excluidores. En otras palabras, que la lucha contra la segregación espacial de los inmigrantes –o de cualquier otro sector potencialmente problemático por la tendencia que en cualquier momento puede mostrar a defenderse de los abusos que le afectan– lo es no tanto contra su marginación espacial, sino contra la posibilidad de que esos seres humanos agraviados se agrupen, reconozcan que comparten intereses y objetivos y tomen conciencia de su fuerza y de su capacidad de desplegarla. El tiempo acaso ha sido injusto con los aportes de la Escuela de Chicago, aquel núcleo de sociólogos que sintieron la necesidad de aplicar una mirada de inequívoca extracción etnográfica sobre la complejidad urbana. Denigrados por su darwinismo social, convertidos en teóricos del liberalismo individualista en materia de ciudad, no se ha apreciado hasta qué punto muchas de sus intuiciones estaban cargadas de sensitividad hacia lo específico del fenómeno citadino y hacia sus cualidades autoorganizativas. Sus perspectivas sobre el gueto, formalizadas en el clásico de Louis Wirth, The Ghetto, publicado en 1927, tuvieron el mérito de percibir como la concentración en un mismo espacio, incluso la autosegregación, constituían una ventaja para los no-asimilados –por emplear el término que proponía el propio Wirth– , que encontraban en la proximidad física continuada un soporte fundamental para aquellas redes de ayuda mutua que les permitían sobrevivir en un universo social –el urbano, entendido como modo de vida– que prescindía de ellos o les era hostil. Es difícil defender hoy el moralismo de muchas de las sentencias de aquella escuela, ni un culturalismo que se tomaba prestado de la antropología boasiana, tan teñida de idealismo. Ni que decir tiene que, al menos en términos generales, continúa siendo incontestable lo que apuntaran primero Engels, en su célebre estudio sobre la situación de la vivienda entre la clase obrera inglesa de la época victoriana, y luego, en su senda, David Harvey, acerca de cómo la segregación espacial resulta en última instancia de las dificultades de la población con recursos escasos a acceder al mercado de la vivienda, como consecuencia a su vez de la licitación de ésta desde bases capitalistas. Así pues, nos encontraríamos con un ejemplo más de la necesidad de atemperar los análisis chicaguianos, puesto que no se trata de cuestionar la evidencia de que las personas que habitan zonas residuales y deterioradas lo hagan porque no tienen otra opción, sino que, una vez arrastradas a ellas y encerradas dentro, no hagan de su enclaustramiento forzoso un lugar de y para la resistencia moral, la solidaridad entre iguales y, en determinadas oportunidades, la contestación política. Digamos que el análisis marxista no se equivoca cuando indica determinantes económicos que, en última instancia, arrinconan a ciertos grupos sociales en centros depauperados o periferias des-

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Chus Garci´a-Fraile. Street Stage, 2, 2005.

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Una joven es retenida durante los disturbios de Atenas tras la muerte de un joven por disparos de la policía, en diciembre de 2008. FOTO: PANTELIS SAITAS (EFE).

asistidas, pero tampoco los chicaguianos dejaban de tener razón cuando hacían entrar en juego la manera como esa distribución acababa haciendo cristalizar energías y fuerzas que eran “naturales”, en el sentido de que no eran distintas de aquellas otras que, por doquier en el mundo vivo, articulaban las diferentes formas de existir a sus contextos espaciales en forma de todo tipo de competencias, agenciamientos y simbiosis, en las que la autororganización ocupaba un papel fundamental. De esa manera, la eficacia funcional del gueto –dejando de lado cuáles habían sido los factores que lo hubieran generado– consistía en su idoneidad para la solidaridad y las iniciativas colectivas. Y es que en todo proyecto urbanístico siempre hay mucho más que una mera intención ordenadora que emplea para sus fines determinadas composiciones formales. Existe, tras de cada iniciativa en materia urbanizadora, una doctrina relativa a lo que se quiere que suceda o que no suceda en ella, a qué tipo de acontecimientos se pretende propiciar o evitar a toda costa. En ese orden de cosas, la hipótesis según la cual las dificultades a la hora de controlar políticamente y policialmente los barrios populares de bloques fue una de las razones que determinaron su abandono como tipología es plausible. Ahora bien, lo que debería estar claro es que entre estos factores que, incluyendo aquél o no, provocaron el declive de los barrios populares de bloques no figura el de la solución definitiva de los problemas de acomodo de los más desfavorecidos que justificaron su generalización.

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Las detestables y detestadas ciudades-dormitorio de los sesenta resultaron de una intervención pública que ensayó soluciones al cada vez más acuciante problema de la vivienda, un problema que hasta entonces había sido aliviado a través de la igualmente detestable alternativa de la autoconstrucción en agrupaciones chabolistas. No se discute que tanto una solución como la otra fueron indeseables y es difícil justificar un elogio tanto de la infravivienda barraquista cómo de la construcción casi fraudulenta de bloques en pésimas condiciones. Ahora bien, eran ciertamente soluciones, y soluciones a un problema que no ha dejado nunca de existir, si es que en ciertos sentidos no se ha agudizado con la persistencia de una demanda que continúa bien activa: la de los jóvenes que quieren constituir nuevos hogares, la de las personas mayores y los empobrecidos en general que sólo pueden pagar alquileres muy bajos y, una vez más, como siempre, la procedente de una inmigración hacia las grandes ciudades de capitalismo avanzado que se ha vuelto a intensificar por las demandas de los nuevos ciclos económicos. El caso de las dinámicas migratorias que atraen a los núcleos urbanos a individuos y familias destinados a alimentar el mercado laboral es elocuente. Ese mismo tipo de población procedente del exterior que en fases anteriores se había asentado en barrios de autoconstrucción y luego en los grandes barrios de bloques en las periferias urbanas, se ve hoy condenada a vivir en unas crecientes condiciones de clandestinidad, no sólo jurídica y laboral, sino también habitacional. Sin ningún tipo de previsión de vivienda social para ellos, se les obliga a dispersarse por la trama urbana en busca de la escasa oferta de vivienda asequible para ellos. La situación en el Estado español no es menos desoladora por lo que hace a políticas de vivienda social poco menos que inexistentes. Los núcleos de bloques que sirvieron en su día para realojar a los chabolistas han heredado su estigma y continúan siendo un foco de miseria y marginación que los planes de rehabilitación de seguro que ni siquiera lograrán aliviar. Barcelona. Ya hemos visto que el proceso que, partir de los años setenta, lleva a una recuperación capitalista de los centros urbanos, rehabilitados para convertirlos en polo de atracción para clases medias y altas dispuestas a reinstalarse en cascos viejos vendidos como cargados de valores históricos y sentimentales, ha conllevado políticas masivas de desalojo de antiguos inquilinos, muchas veces mediante el hostigamiento y la coerción. Los barrios de bloques ocupados por la antigua clase obrera defienden las prerrogativas conseguidas mediante la movilización y con frecuencia se blindan ante nuevos vecinos que puedan alterar la ya de por si precaria estabilidad social obtenida, con frecuencia concretada en viviendas de propiedad que han resultado de lo que fuera la política franquista de “un operario, un propietario”. En tal marco, las oleadas de inmigrantes que llegan convocados por las demandas de mano de obra informal acaban encontrando viviendas igualmente informales, auténticos sumideros en zonas depauperadas, hacinándose en pisos ruinosos –por los que pagan alquileres abusivos–, aprovechando pensiones ilegales, realquilando habitáculos a veces insólitos –balcones, patios interiores, camas calientes, apartamentos rotatorios...– u ocupando fincas rurales abandonadas. Los jóvenes precarizados tienen pocas

Frente a la mala reputación aumentada del gueto, décadas atrás factor de solidaridad e iniciativas colectivas, la solución surgida es la mezcolanza, la idea de que intercalar [en la trama urbana] clases y grupos tiene efectos beneficiosos de integración social. Es una bondad nunca comprobada salvo para disolver la tendencia de los desfavorecidos a constituirse en fuente de intranquilidad para las clases hegemónicas. Y coincide con el interés de las clases medias y altas de recuperar centros urbanos rehabilitados en los que, como Lavapiés en Madrid o el Raval en Barcelona, una “diversidad étnica” escénica actúa como gancho inversor

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posibilidades de adquirir un piso a precio de mercado y sin posibilidad de encontrar algo asequible en un mercado de alquiler prácticamente inexistente, pero, si existe algún amago de iniciativa inmobiliaria de protección oficial, se cuida enseguida de advertir que sus destinatarios serán justamente compradores o inquilinos jóvenes, cuya pobreza se entiende que es provisional y superable, en contextos en que no se contempla la posibilidad de que alguien pueda pertenecer o acabar perteneciendo a algo que no sea una abstracta clase media universal. Toda iniciativa en materia de alojamiento social masivo es rápidamente tildada de promotora de guetos y cuestionada. No es cuestión de insistir más en las dimensiones del problema de la vivienda en Europa y en España en particular, pero sí que la alternativa a las viejas políticas de construcción social no ha sido nuevas políticas de construcción social, sino la dimisión de entender la vivienda como un servicio público y la renuncia casi absoluta a plantearse la cuestión de su inaccesibilidad para una buena parte de la población. Es más, parece que la situación se invierte. Si en los sesenta y setenta se pudo ser testigo de expropiaciones masivas de suelo privado por parte de la Administración, ahora son los Ayuntamientos los que se dejan expropiar por las inmobiliarias, en la medida en que han descubierto que poner terrenos públicos al servicio de la promoción privada y la especulación constituye una de sus grandes fuentes de recursos, sino la más importante. El resultado final: un marco definido por la casi desaparición de la vivienda protegida y de promoción pública, una oferta de alquileres cada vez más escasa y más cara y aun la desaparición de las pensiones baratas en los centros urbanos deteriorados, que eran el último recurso de las personas en situación más precaria. Pero si acaso la preocupación por la vivienda social se recuperara y se retomara el papel central de la gestión pública en el crecimiento urbano, está claro que no se traduciría en una revitalización de lo que fueron las políticas de grandes conjuntos residenciales para las clases populares, ni la tipología de los desprestigiados polígonos de viviendas. Y es probable que en el descarte de este tipo de opción figure el fracaso de este formato urbanístico en orden a purgar la vida urbana de su crónica tendencia al conflicto y su predisposición a ser justamente lo contrario de lo que se preveía que fueran, es decir núcleos desde los cuales los poderosos recibieran noticia de la consubstancial condición ingobernable de las ciudades.

Las políticas presidiarias están siendo hoy una continuación natural de las políticas de guetización de la miseria urbana. Y la cárcel es de algún modo una continuación natural del gueto, como simbiosis estructural y sustituto funcional. Tanto el gueto como la cárcel se conforman en instituciones de encierro forzoso. El gueto es una especie de prisión social, al decir de Loïc Wacquant, mientras que la prisión funciona como gueto jurídico, ambos con la misión “confinar a una población estigmatizada para neutralizar la amenaza material y/o simbólica” que esa población representa

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Chus Garci´a-Fraile. Contenedores 1, 2005

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Incidentes violentos en Neuhof, suburbio de Estrasburgo, en 2005. FOTO: VINCENT KESSLER.

De ahí el pánico ante la constitución de lo que el imaginario social y oficial llaman “guetos”. Por citar los ejemplos más recientes del protagonismo de lo que en la práctica funciona como un espantajo recordemos a Oriol Nel·lo, a la sazón secretario general de Planificación de la Generalitat de Catalunya, presentando en marzo de 2006 el Plan Territorial para Cataluña y estableciendo en su discurso que los planes urbanísticos deben evitar a toda costa “la formación de guetos” (El País, 31 de marzo de 2006). En la presentación de los planes de rehabilitación del Carmel, a principios de 2006, también se planteó la urgencia de difuminar los efectos negativos de una presencia excesiva de inmigrantes, justo para “evitar la formación de guetos” (El País, 26 de enero de 2006).

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Desde su toma de posesión, el nuevo alcalde de la ciudad, Jordi Hereu, se planteó como prioridad precisamente las políticas que impidieran la constitución de guetos, uno de los factores que –como explicitó en primera conferencia-balance anual– más directamente amenaza “el concepto de ciudadanía” (El Periódico de Catalunya, 10 de enero de 2007). Como ha insistido en señalar Mikel Aramburu (7), la prevención contra la eventual instauración de guetos está sirviendo hoy por hoy como uno de los principales argumentos para limitar la construcción de vivienda social en Cataluña. No hay plan urbanístico que no se plantée como objetivo “evitar la formación del guetos”, objetivo para el que se propone y se dispone una inyección de actuaciones de todo tipo que animen lo que se da en llamar “diversificación social” y que, como se apuntaba al principio, tomando como referencia la Ley de Barrios vigente en Catalunya, lo que se busca –o al menos se obtiene– no es sino una gentrificación disimulada, es decir el asentamiento o cuanto menos la asiduidad de clases medias en la zona. Por descontando, y como acertadamente señalaba Horacio Capel en su análisis del “modelo Barcelona” (8), esas políticas nunca afectan a barrios que ya eran de clase media o alta, en los que a ningún urbanista oficial se le ocurre animar a instalarse a familias pobres o marginales para asegurar la supuestamente deseada “heterogeneidad social”.

(7) Aramburu, M. 2002. Nosotros y los «otros». Imágenes del «inmigrante» en Ciutat Vella de Barcelona, Ministerio de Educación y Cultura, Madrid.

(8) Capel, H. 2005. El modelo Barcelona. Un examen crítico, Serbal, Barcelona.

En diciembre de 1985 se inicia en España –bajo los auspicios de Enrique Múgica como ministro de Justicia y previo pacto entre los diversos partidos políticos autodenominados democráticos– una política carcelaria consistente en distribuir los prisioneros de ETA en diversos presidios a lo largo y ancho del Estado. Esa iniciativa –conocida como “política de dispersión de presos”– fue luego recurrentemente cuestionada, incluso por algunos de los partidos que inicialmente le habían dado apoyo. La función de esa orientación en política penitenciaria fue –así se explicitó– asegurarse que los presos de ETA nunca aparecerían reunidos en un centro en la suficiente cantidad y capacidad de contacto como para que su agrupación física se tradujera en desobediencia organizada. No deja de ser significativo que un autor como Loïc Wacquant –fuente de reflexión teórica tanto para la cuestión del gueto como para las políticas de represión y castigo de la pobreza que aparecen encubiertas bajo el epígrafe de “lucha contra el delito”– haya sido quien haya advertido que las políticas presidiarias están siendo por doquier una continuación natural de las políticas de guetización de la miseria urbana y que la cárcel es de algún modo hoy una continuación natural del gueto, del que supondría una simbiosis estructural y un sustituto funcional. Tanto el gueto como la cárcel se conforman en instituciones de encierro forzoso: “El gueto es una especie de ‘prisión social’, mientras que la prisión funciona como ‘gueto jurídico’. Ambos tienen como misión confinar a una población estigmatizada con el fin de neutralizar la amenaza material y/o simbólica que esa población plantea para la sociedad de la que, por decirlo así, ha sido extirpada.” (9). En ese orden de cosas, no es de extrañar que haya habido quien concibiera que ni siquiera el sistema carcelario debería tolerar que la concentración de presos cuya homogeneidad fuera más allá de su condición de encerrados acabará traduciéndose en capacidad de contestación organizada a su situación.

(9) Wacquant, L. 2005. “La presó com a substitut del gueto”, Castigar els pobres. El nou govern de la inseguretat social. Barcelona: Edicions de 1984, pp. 215-230.

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Psicoanalista, es miembro de la Escuela Lacaniana

Mercedes de Francisco

de Psicoanálisis del Campo Freudiano, que pertenece a la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Docente del NUCEP (Nuevo Centro de Estudios Psicoanalíticos) y del Instituto del Campo Freudiano, desde hace tiempo imparte numerosos seminarios en España e Italia y publica asiduamente en revistas españolas y europeas. Fue presidenta de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis del Campo Freudiano en el periodo 2000/2002. Integra la redacción internacional de LNA (Le Nouvel Âne) por Madrid, revista editada en Francia y dirigida por Jacques-Alain Miller.

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Resistir a la evaluación Mercedes de Francisco

Ante todo, quiero agradecer a Antonio G. González mi presencia en este encuentro para trabajar un tema de tanto calado y compartir con personas afines esta conversación. Cómo saben por el programa les hablaré en tanto que psicoanalista lacaniana. En la presentación de este seminario se enumera como uno de los signos de la época la tendencia al cálculo y evaluación que lleva aparejada la proliferación de lo incalculable. El uso de la cifra por la estadística quiere hacernos olvidar que “no la medida”, sino “lo medido” está inmerso en un registro simbólico, en un orden jerarquizado por el sentido. Les animo a hacer una incursión por los protocolos de actuación de psicólogos conductistas y las investigaciones neurológicas para dimensionar de qué se trata. Leyendo solamente lo que pretenden medir podemos tener una idea de la envergadura “totalitaria” de este proyecto, que parece no tener autores. ¿Qué supone transmitirnos que cualquier cosa que nos ocurra como sujetos, como “humanos” o mejor “trouhumanos”, usando un neologismo lacaniano que condensa trauma, agujero (trou, en francés) y humano, es calculable? De inmediato y más allá de las

Chus Garci´a-Fraile. Street Stage. 4, 2005.

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singularidades de cada uno, incluso de las diferencias psicopatológicas, se produce una deriva y nos convertimos nosotros mismos en nuestros propios evaluadores. En el sujeto mismo, y en su forma de constituirse, esta tendencia encuentra donde anidar. ¿Quién ha estado exento de la comparación con el otro semejante, aun a sabiendas de que de esta comparación siempre se “saldará” con un menos? Por ello, se trata de resistir (como se entiende en el campo de la física), pues si no oponemos resistencia la inercia será ésta: cada vez más, hombres y mujeres quieren controlar sus vidas para que no aparezca nada imprevisto, lo que lleva a un aumento de la angustia, u otra posible opción es negar las consecuencias de las acciones que se realizan, creyendo falsamente estar fuera del control. Vemos ya perfilarse un “todo asegurado”, la publicidad de las compañías de seguros apuntan cada vez mejor cuando hace aparecer a los niños como reclamo. Niños protegidos que no caerán nunca del lado de los que se nos presentan en la absoluta precariedad e indefensión. Nuestro primer mundo gracias a estas “compañías” puede dormir tranquilo. Aparentemente vivimos en un mundo lleno de experiencias posibles y nuevas, los viajes exóticos, las drogas de diseño, la proliferación pornográfica, son un velo cada vez más espeso que opaca la ineliminable contingencia. Se trata de la repetición de lo nuevo, lo nuevo caduco y obsoleto. La abundancia de objetos de consumo, como expresión de este capitalismo que vivimos, no se agota en sí misma, pues lo que logra es introducir al sujeto en una espiral de empuje a una satisfacción que no cesa de autoalimentarse. No importan los objetos, eso era en la época de Rockefeller. En la de Bill Gates se trata de destruir lo hecho para que surja lo nuevo y así sucesivamente. Para mantener la euforia del consumo se necesitan drogas sintónicas como son la cocaína, el speed, el Prozac, el Viagra, el Rubifén, etcétera. Euforia que va acompañada del “bajón”, la depresión en auge de nuestros días. Es indudable que los sociólogos que se han puesto a la tarea de leer los signos de nuestra época tienen clara su patologización. En los países del exceso su población está cada vez más afectada en el terreno de la subjetividad, los sujetos enferman y sus síntomas son la manera de resistir a esta tendencia. El sujeto no puede trabajar, está deprimido, angustiado, cuando se trata de la contracara del consumo maníaco, o llega al acto violento, cuando extremando el control y la evaluación de sí mismo surge el estallido.

¿Quién ha estado exento de la comparación con el otro semejante, aun a sabiendas de que de esta comparación siempre se “saldará” con un menos? Por ello, se trata de resistir (como se entiende en el campo de la física), pues si no oponemos resistencia la inercia será esta: Cada vez más, hombres y mujeres quieren controlar sus vidas para que no aparezca nada imprevisto, lo que lleva a un aumento de la angustia; otra posible opción es negar las consecuencias de las acciones que se realizan, creyendo falsamente estar fuera del control

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El diseñador John Galliano, vestido de torero durante la Semana de la Moda de París, en 2007. FOTO: FRANCOIS MORI (AP)

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Pepe Medina. Nada, 2008.

Vemos así perfilarse unos sujetos cada vez más desorientados y, por tanto, con más miedo, como nos decía Freud en su bello texto Lo siniestro. Desorientados ¿frente a qué?, frente a este real imposible de domeñar, calcular, predecir, tratar por lo simbólico o por lo imaginario. Nuestra desorientación está causada por la eliminación de la imposibilidad. No se trata de ninguna falla subsanable, no se trata de impotencia, no se trata de déficit, de minusvalía; pero nos hacen creer que sí. Para Jacques Lacan esta imposibilidad se expresa en la imposible fórmula de la relación sexual. No tenemos un saber hacer que nos oriente en las relaciones entre hombres y mujeres. Para encontrarnos la única posibilidad es una invención, un “eureka” del ahí. Es por eso que la diferencia sexual, o mejor dicho lo “hetero”, es fundamental para avanzar en los impasses de nuestra civilización. No se trata para nosotros de la cuestión de género, la igualdad de oportunidades no nos hace olvidar una diferencia insoslayable. El ser humano es hablante, sexuado y mortal. La palabra, la diferencia sexual, la muerte son inseparables de su condición. Por ello, podemos preguntarnos qué supone este intento en apariencia “acéfalo” de alejar al humano de su condición, despojándolo del poder de su palabra, borrando su diferencia, alejándolo de su finitud. Biólogos de prestigio han llegado a plantear que científicamente podría hablarse de la inexistencia de la muer-

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Avelino Sala. Drama, 2006.

te. Cada vez más distintos filósofos, artistas, sociólogos, en distintos lugares del mundo coinciden con este diagnóstico de la época, con esta tendencia totalitaria y silenciosa en el seno mismo de nuestras asentadas democracias. Esta tendencia totalitaria se presenta ahora con un ropaje intocable. Se habla de neurocultura, neuroética, neuroideología, y hasta de neuroarte. ¿Es posible que podamos retroceder en el tiempo hasta creer que las claves de nuestra subjetividad se hayan localizadas en el órgano del cerebro? ¿qué supone este “supuesto avance” para la filosofía, el arte, la poesía, el psicoanálisis, etcétera, disciplinas que se sostienen en la condición humana? pero saliendo de nuestro entorno disciplinario ¿qué supone para la condición humana misma? Si todo respondiera a las sinapsis cerebrales, a la genética, en resumen, al

En nuestras asentadas democracias, una tendencia totalitaria se presenta ahora con un ropaje intocable contra el poder de la palabra. Se habla de neurocultura, neuroética, neuroideología y hasta de neuroarte, ¿es posible que podamos retroceder en el tiempo hasta creer que las claves de nuestra subjetividad se hayan localizadas en el órgano del cerebro? ¿Qué supone este “supuesto avance” para la filosofía, el arte, la poesía, el psicoanálisis, etcétera, disciplinas que se sostienen en la condición humana? Y ya saliendo de nuestro entorno disciplinario ¿qué supone para la condición humana misma? Si todo respondiera a las sinapsis cerebrales, a la genética, en resumen, al organismo, ¡qué sería de los hombres!

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PSJM. Marx®, 2008.

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organismo, ¡qué sería de los hombres!. El cine de ciencia ficción nos muestra a lo que podemos llegar. Por ejemplo, Minority Report, de Spielberg, donde los sujetos son apresados justo en el momento antes de cometer el acto delictivo, eliminando toda posibilidad de elección y haciendo de la determinación un amo absoluto. Los medios y los políticos tienen una complicidad con esta supuesta “ciencia”, que no sabe de derechas o izquierdas, conservadores o progresistas. Se trata más bien de una “fe ciega”, de una fe en apariencia laica, pero que encuentra su mejor aliado en la religión católica. Lacan nos advertía que la ciencia afectaría tanto a lo real que la religión se consideraría con muchos más motivos, aún, para “apaciguar los corazones”(1). (1) Jacques Lacan, También Lacan, “avisador del fuego” en los años cincuenta, vislumbró el crecimiento del individualismo que llevaría a estallidos de la violencia, mostró el efecto que la ciencia tendría sobre lo real y que sería acompañado por el auge de la religión. Al Vaticano le cuesta más aceptar el casamiento entre homosexuales que ciertas investigaciones científicas. Cada vez más nos encontramos con ensayistas que nos describen lo que está pasando: el trabajo precario y humillante, los lazos amorosos afectados por el imperativo de lo nuevo, lo joven, lo caduco; tomo el trabajo y el amor porque eran para Freud dos pilares de la vida humana. Más soledad, más temor, más fragilidad. Los sujetos con menos recursos y con más precariedad en esta sociedad hiperdesarrollada. Y, sobre todo, más desresponsabilizados de su propia vida, una vida medicalizada, donde lo que menos importa es lo que le ocurre al sujeto, cuyo ser se reduce a un organismo. A los sujetos que viven en países con índices terribles de pobreza y enfermedad se les sustrae el estatuto de deseantes, reduciéndoles a ser sujetos de la necesidad justamente por faltarles lo mínimo para vivir. Jacques Lacan tiene sobre el tratamiento de la pobreza y del prójimo páginas memorables. Interesa preguntarse porqué un mundo cuyo desarollo tecnológico podría servir para erradicar la pobreza, la aumenta. La aparente sociedad de la libertad de elección, de la satisfacción de los deseos, del exceso, es la otra cara de la misma moneda. Tanto en el exceso como en la escasez está en peligro nuestra condición humana. Los efectos de este sistema sobre el Planeta y los hombres son ya difíciles de obviar: cambio climático, aumento de las enfermedades, aumento de las guerras.

El triunfo de la religión. Editorial Paidós. Buenos Aires 2005.

(2) Jacques Lacan, La ética del psicoanálisis. Editorial Paidós. Referencia al apólogo de San Martín. Jacques-Alain Miller, El partenaire-síntoma. Editorial Paidós. Buenos Aires 2008

A los sujetos que viven en países con índices terribles de pobreza y enfermedad se les sustrae su estatuto de deseantes, reduciéndoles a ser sujetos de la necesidad, justamente por faltarles lo mínimo para vivir. Interesa preguntarse porqué un mundo cuyo desarrollo tecnológico podría servir para erradicar la pobreza, sin embargo, la aumenta. La aparente sociedad de la libertad de elección, de los deseos, del exceso, es la otra cara de la misma moneda: sujetos con más temor y más precariedad. Y, sobre todo, más desresponsabilizados de su propia vida, una vida medicalizada. Tanto en el exceso como en la escasez está en peligro la condición humana. Los efectos de esto son difíciles de obviar: cambio climático, aumento de las enfermedades y guerras

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Paremos esta deriva. No es de mi gusto lo “apocalíptico” pues lo único que promueve es la impotencia y el miedo, elementos siempre útiles para luego instaurar el control y el terror. Se diagnostica claramente lo que ocurre pero no se atisban muchas posibilidades de cambio, no se encuentra el cabo de la cuerda que permita “otra manera” de anudar las cosas. Para el psicoanálisis freudiano, el tener y el no tener que se corresponden con las diferencias anatómicas tuvo sus consecuencias, que Lacan sobre todo en su última enseñanza diagnóstico como una ideología. Nadie puede negar el genio de Freud cuando descubre el inconsciente como resultado del encuentro entre el ser vivo y la lengua, cuando nos muestra la importancia de la diferencia sexual y de la muerte, en una palabra, cuando inventa una práctica como la del psicoanálisis; pero fue Jacques Lacan el que retornando a la verdad freudiana pudo encontrar el límite infranqueable para Freud, el del padre, el del nombre del padre. Lacan, sosteniéndose en la maestría freudiana, logra dar un salto de lógica que todavía está por dimensionar. No se trata ya del más y el menos, no se trata de castrado no castrado, no se trata de satisfacción e insatisfacción, no se trata de placer o de displacer, incluso no se trata de más allá del principio del placer, de una barrera a franquear, de algo a transgredir. Para esta nueva lógica, lo homogéneo, el todo, lo idéntico, la excepción, pueden llevarnos a lo peor si aplastan el no-todo, lo diferente. El humano goza por ser un viviente afectado por la palabra. Se trata de un funcionamiento, no de un disfuncionamiento, no se trata de ningún déficit ni social, ni adaptativo, ni afectivo, se trata de la manera en que cada uno organizó un síntoma para afrontar la imposibilidad de la relación sexual, pues además de que cada sujeto goza a su manera, además de este aspecto autístico del goce, está la diferencia de goces entre hombres y mujeres, goces que no se acoplan. Se trata de goces distintos que no responden a la anatomía sino a la asunción de determinadas posiciones sexuadas. ¿Por qué creer que esto tendría algo que ver con el tratamiento de los problemas que nos aquejan?, se objetará que esto es algo muy específico de nuestra disciplina, desde el concepto de goce hasta la cuestión de la “relación sexual imposible”, pasando por

Aparentemente vivimos en un mundo lleno de experiencias posibles y nuevas. Los viajes exóticos, las drogas de diseño, la proliferación pornográfica son un velo cada vez más espeso que opaca la ineliminable contingencia. Se trata de la repetición de lo nuevo, lo nuevo caduco y obsoleto. La abundancia de objetos de consumo logra introducir al sujeto en una espiral de empuje a una satisfacción que no cesa de autoalimentarse. No importan los objetos, eso era en la época de Rockefeller. En la de Bill Gates se trata de destruir lo hecho para que surja lo nuevo y así sucesivamente. Y la euforia va acompañada del bajón, la depresión hoy en auge

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Soldados nortesamericanos ante un grupo de cada ´veres de jo ´venes iraqui´es en Mosul en 2005. FOTO: JIM MACMILLAN (AP)

Un nin ˜o iraqui´ herido. FOTO: MOHAMMED BESSARA (EFE).

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MK Khäne. A Kind of Hell, 2008.

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el síntoma como construcción de cada uno para vivir, y por lo tanto, se pondrá en duda su importancia para la marcha del mundo. Desde luego es innegable que el invento freudiano cambió el mundo, afectó a la educación, el cine, la literatura, el arte, la cultura, además de ser una práctica clínica que se mantiene desde hace cien años. En una época victoriana como la vivida por Freud considerar que las neurosis tenían una etiología sexual y que los niños lejos de ser inocentes eran polimorfos perversos fue la piedra del escándalo; desde la perspectiva de nuestro mundo actual hasta puede parecer irrisorio. Jacques Lacan, sin embargo, introduce la imposibilidad en el posibilismo sexual. Llegó a decir que querría que esta fórmula suya se extendiera como un reguero de pólvora. Pero esta época está marcada por el imperativo de lo fálico-sexual -cuántas veces, con cuántos, variado o no, etcétera- en el seno mismo de la diferencia sexual. Frente a ello sólo queda el lazo social, el lazo amoroso, algo que vemos cada vez más afectado. Como ya sabemos desde Platón no hay una única definición de amor. Lacan va avanzando en su enseñanza hasta una concepción del lazo amoroso que no vele lo real, ni la imposibilidad, ni lo contingente. A esto lo considera un lazo de amor inédito porque saldría de la dialéctica amor-odio en su intento de alcanzar el ser del otro. Un lazo entre hombres y mujeres que no se erija en monumento de la completud, lo armonioso, etcétera, lo calculable, la inversión, lo asegurado; pero que no confunda tampoco la contingencia con la proliferación de lo nuevo, un amor lejos del neuroamor con su contrato adjunto y hasta su fecha de caducidad, propuesto por una diputada alemana. Por ello, usé esta palabra, RESISTIR. Frente a la tendencia destructiva solo es posible oponer la resistencia de nuestro singular sínthoma, que nos da la posibilidad de saber hacer ahí frente a lo imposible del lazo y lo autístico que nos constituye. No dudo que esta nueva lógica, incluso esta nueva topología, es una alternativa junto con otras a los tiempos que corren. Si el descubrimiento freudiano llegó a afectar hasta a la economía, podemos considerar que la invención de Lacan puede ayudar junto con otros discursos a cambiar este mundo, permitir que la condición humana no sea eliminada y conseguir salir de esta dialéctica mortífera entre el exceso y la escasez, de esa tendencia destructiva que parece haber llegado a su máxima expresión con el capitalismo actual, aunque debemos estar advertidos con Borges de que el abismo puede llegar a ser infinito.

Frente a la tendencia destructiva solo es posible oponer la resistencia de nuestro singular síntoma, que nos da la posibilidad de saber hacer ahí frente a lo imposible del lazo y lo autístico que nos constituye. Se trata de no permitir que la condición humana sea eliminada y conseguir salir de esta dialéctica mortífera entre el exceso y la escasez, de esa tendencia destructiva que parece haber llegado a su máxima expresión con el capitalismo actual, aunque debemos estar advertidos con Borges de que el abismo puede llegar a ser infinito

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Las nuevas condiciones del paisaje en la ciudad contemporánea: intersticio y red Juan Ramírez Guedes

Doctor en Arquitectura, es profesor titular de

Juan Ramírez Guedes

Proyectos Arquitectónicos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura (ETSA) de Las Palmas. Entre sus libros destaca Fragmentos para una poética de la ciudad contemporánea (Proyecto Sur, 2003). Con numerosos artículos en revistas como Cuaderns, Pasajes, Formas, Exit-Express o Arquitecti, de Lisboa, es asimismo colaborador habitual de la revista digital internacional Noticias Arquitectura y Diseño así como responsable de la sección fija de arquitectura de la revista Contemporánea. Está considerado uno de los principales teóricos de la arquitectura en Canarias.

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Las nuevas condiciones del paisaje en la ciudad contemporánea: intersticio y red Juan Ramírez Guedes

1. Paisajes

Intersticio. Las Palmas de Gran Canaria. FOTO: JUAN RAMÍREZ GUEDES

(1) Véanse algunos desarrollos relativos a esta idea en: Ramírez Guedes, J.: Paisaje[s] intermedio[s]: utopía y ubicuidad, en la revista Formas, nº 18, 2008. Con respecto al binomio paisajeespacio público, también del mismo autor, Espacio público y paisaje. Notas para una lectura del espacio contemporáneo, en Paisaje cultural; Actas del Congreso Europeo EURAU08. UPM, Madrid, 2008.

Este texto responde a la trascripción la conferencia homónima dictada dentro del II Seminario Atlántico de Pensamiento, Exceso y escasez en la era global, en marzo de 2008, en la que se intentaba plantear en términos generales cuales serían los rasgos fundamentales que definen el paisaje urbano contemporáneo (o mejor el paisaje en la ciudad contemporánea, porque como veremos, algunas situaciones que se incluyen en ese panorama, arrojan paradójicamente la puesta en crisis de lo urbano tal y como lo hemos venido considerando tradicionalmente incluso desde los supuestos modernos) o sus condiciones caracterizadoras. Aclaremos que entendemos por paisaje no sólo la impresión visual de una determinada morfología, sino más bien un concepto o una noción más inestable y abierta, más compleja o, si se quiere, borrosa, que atendería además de a las imágenes concretas del espacio contemporáneo como datos puramente ópticos, a la construcción de un corpus interpretativo de esa visualidad y a su significación material, un paisaje que, más que constituirse sobre las imágenes exclusivamente, remite a un imaginario de más amplia sustancia. (1) Finalmente, el paisaje, como lo queremos interpretar trascendiendo de una determinada configuración visual, o una percepción, representaría la organización de un dominio del habitar, una organización que determinando una figuración también haría referencia a más amplias implicaciones, morfológicas pero también materiales y culturales. Así pues, estas nuevas condiciones del paisaje en la ciudad contemporánea, por encima de referirse, como pudiera parecer, a los diferentes escenarios que como pura visualidad el espacio contemporáneo ofrece, se referiría también a la implicación en esas escenas de unas determinadas condiciones culturales y materiales que el espacio practicado, el espacio habitado, presenta como rasgos distintivos en la ciudad contemporánea, o dicho de otro modo, en el fenómeno metropolitano.

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Las nuevas condiciones del paisaje en la ciudad contemporánea: intersticio y red Juan Ramírez Guedes

Intersticio. Geometría temporal. FOTO: JUAN RAMÍREZ GUEDES

(2) Hay que aprender a mirar lo que no se ve. En Nogué, Joan, Introducción a La construcción social del paisaje. (Ed.). Editorial Biblioteca nueva, Madrid, 2007, p. 19.

El término paisaje así empleado tiene una ventaja que reside en la propia indeterminación relativa de su sentido más completo. Frente al término morfología o incluso frente al término estructura, cuando hablamos de paisaje convocamos, aún dentro de una cierta asistematicidad, una serie de alusiones, implicaciones y resonancias, incluso algunas seguramente innominadas y convencionalmente invisibles (2), que desbordan un planteamiento canónico y tradicional del espacio. Junto al riesgo del deslizamiento subjetivo incontrastado, siempre presente, la borrosidad del concepto permite, sin embargo, expandir la profundidad y la extensión del campo, incorporando relaciones y dimensiones que sin duda y más allá del grado de desarrollo de su teoría, están presentes y son operativas en el espacio contemporáneo. En esa visión, la complejidad de la ciudad contemporánea vinculándose a la copresencia y colisión de sus funciones, emana también de la simultaneidad de la percepción de sus

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Las nuevas condiciones del paisaje en la ciudad contemporánea: intersticio y red Juan Ramírez Guedes

múltiples escalas, a la superposición de sus diferentes tiempos. Atendiendo a esta multiplicidad espacio-temporal, podríamos decir que las categorías fundamentales del espacio contemporáneo serán aquellas que manifiesten las condiciones del paisaje que lo define; unas figuras que reúnan, a su vez en sí mismas, una multiplicidad de dimensiones referenciales, espacio-temporales. Cada uno de estos elementos o componentes presentes en el paisaje urbano contemporáneo le otorgarían una vibración, una tesitura distinta, un tiempo, una diversidad de tiempos, desde el tiempo instantáneo, el jetztzeit de Walter Benjamin, al tiempo lento, casi inmóvil de la superposición, del palimpsesto. Por ello cuando hablamos de paisaje, estamos remitiéndonos a una categoría compleja y al propio tiempo sintética de un conjunto de aspectos que ya difícilmente se pueden seguir considerando separadamente más allá de sus interacciones y contradicciones. También, paisaje, puede definir tanto una realidad fáctica, como una estrategia interpretativa de esa realidad, que contiene y atiende tanto aspectos referidos a la materialidad como a su recepción estética. Así finalmente la categoría de paisaje encuentra su mejor encuadre en una visión que atienda a la complejidad como condición consustancial de la realidad, como representación dinámica de imágenes que en su proteica irrealidad, sin embargo, ayudan a encontrar dimensiones nuevas en la realidad del espacio vivido. En esa complejidad, la profundidad y la extensión del campo del paisaje contemporáneo, representan dos ideas, dos fenómenos y dos caracteres simultáneos y de sentido asimétrico, un movimiento y un contramovimiento que en cierto modo pueden considerarse, mutatis mutandis, trasuntos respectivos de las dos categorías que definen la temática general del Seminario. Esas dos condiciones del nuevo paisaje vendrían definidas como intersticio y red, respectivamente, dos formas o condiciones del paisaje urbano contemporáneo, dos formas de organización del espacio, dos configuraciones del dominio del habitar, coexistentes, simultáneas, asimétricas, opuestas. Esas dos figuras constructivas, figuras complejas, por otra parte, a su vez construidas por una constelación, por así decirlo, cuántica, de determinaciones y relaciones internas y externas, se vinculan de un modo u otro al dialogismo local-global, en una permanente tensión, en un permanente desequilibrio dinámico; dos configuraciones que no por coexistentes pueden reconducirse a una organicidad entre ambas, como si la par-

La profundidad y la extensión del campo del paisaje contemporáneo representan dos ideas, dos fenómenos y dos caracteres simultáneos y de sentido asimétrico, un movimiento y un contramovimiento que en cierto modo pueden considerarse, mutatis mutandis, trasuntos respectivos del exceso y la escasez en la era global. (...) El intersticio se incardina en la profundidad, en la intensidad y la intensificación del espacio y la red se despliega extensivamente sobre la superficie potencialmente inconmensurable de la metrópolis

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Las nuevas condiciones del paisaje en la ciudad contemporánea: intersticio y red Juan Ramírez Guedes

Splitting. GORDON MATTA-CLARCK

cialidad del intersticio no fuese sino un estado local de la red global. Digamos que no, ambas condiciones, intersticio y red, reflejan dos situaciones, no sólo diversas y asimétricas: son como ya se ha dicho, opuestas; opuestas más que como posiciones fijas, como dinámicas tendenciales: una de ellas se incardina en la profundidad, en la intensidad y la intensificación del espacio y la otra se despliega extensivamente sobre la superficie potencialmente inconmensurable de la metrópolis.

2. Intersticios

(3) Véase Sloterdijk, Peter. En el mundo interior del capital. Para una teoría filosófica de la globalización. Capítulo 40: Lo incomprimible o el redescubrimiento de lo extenso. Página 302. Siruela, Madrid, 2007.

El error de considerar lo local y lo global como dos situaciones orgánicas del espacio, como el punto y el campo, concibiéndose lo local, el lugar, como algo homogéneo con lo global o universal separados únicamente por una diferencia de escala (The universal is the local without walls) (3), despojaría al intersticio de su verdadera condición de irrepetibilidad, de especificidad, de caracterización. El intersticio no es simplemente un nodo en una red; puede serlo o no, pero su condición más esencial se afirma en las asimetrías, interferencias y rupturas de continuidad que representa con respecto al espacio de la red. Intersticio significa, espacio de intermediación, interposición, de intercambio, colisión, ósmosis, recomposición, entre lo nuevo y lo viejo, de revelación de sentido; también lugares

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Caixa-Forum. Herzong & De Meuron. Madrid. FOTO: JUAN RAMÍREZ GUEDES

de interferencia donde lo parcial y lo total, lo local y lo global o universal, donde las diferentes escalas del espacio se yuxtaponen…Intersticios como espacios híbridos donde se puede confrontar lo natural con lo artificial, donde lo particular coexiste con lo colectivo, tanto en la forma de la práctica del espacio, en su uso, como en el sentido y la significación; los intersticios son discontinuidades, espacios intermedios o residuales, que pasando muchas veces desapercibidos son parte sustancial de la identidad urbana, donde se superponen en un mismo espacio y un mismo lugar las diferentes memorias, lenguajes y procesos en una complejidad donde la máxima caracterización de la ciudad se encarna en ese lugar de colisión, tensión y conflicto; como ha dicho David Harvey “El espacio público ideal es un espacio de conflicto continuo y con continuas maneras de resolverlo, para que este después se vuelva a reabrir”. El espacio donde se produce la emergencia de lo que es más específicamente urbano, incluyendo en esta concepción, de manera fundamental al vacío, a los intervalos e indefiniciones materiales que ocupan el entre, el espacio intermedio entre las arquitecturas; un espacio donde diferentes órdenes superpuestos pueden adoptar la apariencia global de desorden, de caos, como un palimpsesto, como superposición de ordenes diferentes que configuran el complejo paisaje urbano contemporáneo, complejo y abierto a la indeterminación, a la mutación y a la metamorfosis, espacios de incertidumbre donde la nitidez de la ciudad canónica se difumina en la borrosidad contemporánea (4) un paisaje de la complejidad, un mapa hecho de fragmentos, de interferencias, de geometrías dinámicas o temporales, por los que en algu-

"La erosión de la identidad urbana ha generado el crecimiento difuso, el modelo sprwal-malls, la ciudad genérica o sin atributos específicos (...) Para Pierre Bourdieu la ciudad genérica de Rem Koolhaas, que se construye de acuerdo a la lógica de la expansión y acumulación, es el lugar de representación negada de lo social construido de las ausencias forzadas por la distancia del lugar de origen

(4) Al respecto véase una aproximación a la idea de borrosidad en: Ramírez Guedes, Juan.: Lo nítido y lo borroso, en Noticias Arquitectura. Revista digital. 2008. http://www.noticiasarquitectura.info/notas/jrg/lo-nitido-y-loborroso.htm

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Estamos en presencia del modelo de la anticiudad y el de la indiscriminada ocupación fisica del territorio y al propio tiempo el modelo de la desestructuración social de ese territorio, el irracional modelo de the new frontier. Con él perdemos la ciudad como espacio históricamente hipercualificado y perdemos además el territorio, el paisaje y la naturaleza. Y perderemos, seguramente, cualquier proyecto como colectividad urbana

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nos momentos se infiltran aperturas, evocaciones, ecos, resonancias y destellos que introducen una visión del mundo en el lugar, una visión metonímica y metafórica. Así en algunas obras de Gordon Matta-Clarck encontramos una poética del tiempo contradictorio y del tiempo abierto: sus obras presentan una inquietante oscilación entre el pasado y el futuro en la plasticidad de lo inestable, de lo abierto e indeterminado. Hay una inescrutabilidad derivada de la dificultad de reconocer si se està en presencia de una ruina o de una obra en construcción, si se contempla el resultado de un proceso de destrucción y deterioro, un resto del pasado, o por el contrario un armazón a medio terminar, un organismo que apunta a un futuro estado de completud. Las líneas abiertas, las grietas de la obra de Matta Clark, son intersticios del tiempo, espacios intermedios donde moran esas otras dimensiones simultáneas, cotemporales. La modificación de las relaciones interior-exterior, las nuevas intrusiones de luz y la diferente constitución de la sombra, su alterada dinámica, el descubrimiento de nuevos espacios intersticiales, las grietas, son un universo de espacios intermedios. Como lo es también el espacio que determina la operación del Caixa-Forum, de Herzog & De Meuron en Madrid, con la incorporación de la pieza del museo en su inquietante levitación, en el extrañamiento que produce la superposición de volúmenes heteroglósicos, en su extraña pero interesante y vibrante relación con el vacío de la plaza, tiene la capacidad de conmover, de atraer la sensibilidad del espectador y transformarlo en un habitante rescatado así de una rutinaria práctica insensible del espacio, para volver una y otra vez a un enigma que se estampa en la mirada con la ambigua inquietud de una pintura metafísica. La superposición de arquitecturas en su materialidad, de espacios en la gravitación del vacío, pero también de los efectos virtuales y temporales de lus y de sombra, de apertura y clausura, representan muy bien la capacidad del intersticio de configurar un paisaje, uno de los paisajes de la ciudad contemporánea.

3. Redes El cambio de escala y de condición que, en el seno de la ciudad, sufre en el S.XX el tejido residencial, alterando las viejas formas de proporcionalidad del espacio urbano, presenta, llevado a su extremo en la ciudad contemporánea, no ya una transgresión de aquella composición canónica de la ciudad histórica, sino la explosión de ese tejido residencial que ni tan siquiera reúne ya la propia condición de tejido (considerado como organización que enlaza, construye espacio y coherencia morfológica), acompañada de la casi total desaparición del espacio público tal y como lo venimos entendiendo desde la cultura urbana. (5) Para una caracterización de la periferia contemporánea, véase: Ramírez Guedes, Juan. Fragmentos para una poética de la ciudad contemporánea. Granada, Editorial Proyecto Sur. 2003.

La periferia metropolitana contemporánea (5), el territorio difuso de la red, es un espacio donde la presencia de segmentos de espacio libre preexistentes (áreas de antiguo territorio agrícola u otros) suele coexistir con los nuevos tejidos, e incluso dar carta de naturaleza a una novedosa forma de lo urbano; sin embargo, es cada vez más extraña en ella, como veremos luego, la presencia de elementos de auténtico espacio público, en toda

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Chicago. SATÉLITE

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Chicago.

FOTO: JUAN RAMÍREZ GUEDES

la dimensión cualitativa que la adjetivación comporta, pues no puede reducirse el espacio público a los elementos meramente funcionales de la metrópolis contemporánea, fundamentalmente el espacio de la movilidad (el norme desarrollo del transporte urbano, en una escala que no tiene parangón en la historia anterior de la ciudad), que, de forma casi totalmente hegemónica, preside la configuración del espacio urbano contemporáneo que ha sufrido una mutación, aquella que le ha hecho cambiar de ser un espacio para estar a ser un espacio para pasar, un espacio de vivencia fugaz, un espacio para la desapropiación antes que para la apropiación y el reconocimiento en él como soporte y sustancia del ser de la ciudad y de la ciudadanía como proyecto colectivo. Este mismo argumento ha sido llevado por Marc Augè (6), hasta la descodificación misma del concepto de lugar, proponiendo la noción de no lugar, para dar cuenta de estas nuevas formas de organización del espacio público contemporáneo, haciendo referencia, casi siempre, también, a espacios vinculados a los flujos y la movilidad, como los aeropuertos, las estaciones ferroviarias, etc., pero también a los centros comerciales, como lugares privilegiados del desarrollo de la vida urbana en el mundo actual. En ese territorio difuso de la red, la confusión entre lo que llamamos espacio público y lo que entendemos por espacio colectivo, aún considerando que la ciudad contemporánea es un territorio de extrema complejidad funcional, pleno de situaciones intersticiales donde la composición espacial y el régimen temporal de actividad generan amplias combinaciones y superposiciones parece importante separar con nitidez lo que se entiende por una cosa u otra, pues, si bien, el espacio colectivo es soporte del desarrollo de la vida urbana, sólo una parte de él, el espacio público, además es la sede de su afirmación como entidad ciudadana y como proyecto cívico. En el espacio colectivo están comprendidos una serie de ámbitos de uso público pero de propósito alejado de la realización de ese proyecto, y vinculado muchas veces más bien a la sustanciación de un propósito mercantil, donde, por tanto, el uso del espacio, directa o indirectamente, está sujeto a la correspondencia de un contravalor económico y que ese contravalor opera mediante la optimización del tiempo de consumo de ese espacio, un tiempo no libre, sino sujeto a regulación y a cuantificación.

(6) Auge, Marc. Los “no lugares”, espacios de anonimato. Barcelona, Editorial Gedisa, 1992.

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Outer Sunset District. SAN FRANCISCO.

Esta condición (junto a su voluntad de banal simulación del verdadero escenario urbano) es la que desacredita a los centros comerciales o malls como la encarnación del nuevo espacio público, como se ha reclamado en ocasiones. Pues el verdadero espacio público se corresponde también con un tiempo público, un tiempo no sometido a las leyes de la eficiencia económica, un tiempo otro, literalmente el tiempo opuesto al tiempo del negocio, por lo tanto, en el esquema de organización cronológico de la metrópolis, un no-tiempo.

(7) Sobre la importación desde USA del modelo de sprawl a Europa y su impacto en la UE, véase: Urban sprawl in Europe. The ignoted challenge. Informe de la European Environment Agency. Comisión Europea. 2006.

(8) Koolhaas, Rem: Generic City. Revista Domus nº 791. 1997. Véase también del mismo autor: Junkspace (espacio basura), en la revista October, nº 100. 2002. págs. º75-º90.

La erosión de la identidad urbana ha generado el crecimiento difuso, el modelo Sprawl– malls (7), la ciudad genérica o sin atributos específicos, con la extensión en amplias áreas de baja densidad, además de impactar de un modo muy importante en el territorio y en el paisaje, ha propiciado también la pérdida de cierto peso específico de numerosos sectores urbanos históricamente consolidados desde un punto de vista físico, propiciando, por la perdida de una importante cantidad residencial desplazada a las urbanizaciones de adosados, el vaciamiento de actividad temporalmente continua en esos sectores de la ciudad. Pierre Bourdieu por su parte, califica estos espacios como espacios de la ausencia pues se pueden reconocer mejor por la carencia de determinados condiciones antes que por la manifestación real de caracteres positivos. Para Pierre Bourdieu la ciudad genérica de Rem Koolhaas (8), que se construye de acuerdo a la lógica de la expansión y acumulación, es el lugar de representación negada de lo social construido de las ausencias forzadas por la distancia del lugar de origen. El modelo del Sprawl, de la expansión horizontal en red, consagra además de la extension sin cualidad, sin carácter y sin identidad un desquilibrio real en términos de densidad, distribución de servicios e infraestructuras, virtualidad del espacio público (como hemos visto) y del paisaje territorial.

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Motorway

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Sprawl. México

Podríamos enunciar así algunos efectos de este modelo reticular: ■ Desequilibrio del espacio urbano. Hiperdotación zonal junto a infradotación de otros sectores. ■ Destrucción del espacio público urbano por especialización ■ Desertización temporal de la ciudad (actividad sometida a horario comercial). ■ Difusión, por explosión de la residencia sobre el territorio circundante (paradójicamente: baja densidad). El modelo del shopping mall es inseparable de la vivienda en suburbio (Sprawl). ■ Despliegue de una impactante red de transporte por autopistas sobre ese mismo territorio. (Predominio del transporte privado, consagrando un modelo de movilidad metropolitana basado en formas progresivamente insostenibles de dependencia de los combustibles fósiles, con preocupantes efectos económicos, ecológicos y medioambientales). ■ Complicación y encarecimiento de la red de infraestructuras. Pérdida de eficacia e insostenibilidad asimismo en términos funcionales, económicos, energéticos, ecológicos y medioambientales.

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Sprawl. Arbor Lake

Este conjunto de efectos tiene tres consecuencias globales fundamentales: ■ a. Destruye la ciudad, la vacía de contenido como espacio vivible y referencial; degrada el espacio libre urbano, el espacio público de relación desaparece como tal. ■ b. Destruye el paisaje por colonización extensiva de la vivienda en suburbio, garden cities o edge cities (9). Degrada asimismo el medioambiente. ■ c. Paradójicamente, en virtud de la destrucción real del espacio público, el desarrollo metropolitano en red, destruye la red social que sustancia la verdadera condición de lo urbano. Es decir, estamos en presencia del modelo de la anticiudad y el de la indiscriminada ocupación fisica del territorio y al propio tiempo el modelo de la desestructuración social de ese territorio, el irracional modelo de the new frontier. Con él perdemos la ciudad como espacio históricamente hipercualificado y perdemos además el territorio, el paisaje y la naturaleza. Y perderemos, seguramente, cualquier proyecto como colectividad urbana.

9) Garrou, Joel. Edge City. Life on the new frontier. Doubleday, New York.1992.

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4. Algunos datos (10)

Mundo iluminado (10) Fuentes: ONU y prensa económica especializada.

■ A finales de 2008 el 50% (3.300 millones) de la población mundial (6.700 millones) será urbana. ■ En 2050 la población urbana (6.400 millones) rondará el 75% del total mundial (9.200 millones). ■ Aproximadamente el 50% de la población mundial no tiene acceso a servicios de saneamiento básicos. ■ El 40% de la población mundial vive con menos de 1,5 dólares al día. ■ En marzo de 2008 el precio del barril de Brent se cotizó a 105 dólares. El Texas pasó de 107 a 109 dólares. El precio OPEP estaba en 100,57 dólares por barril. ■ En junio de 2008 el precio del crudo ha alcanzado los 140 dólares por barril. ■ El precio de 100 dólares por barril venía siendo considerado por algunos analistas como aviso de la proximidad del valor pico indicador de la cercanía de la inflexión de no retorno consistente en la inversión del régimen de producción. (Hubbert peak) ■ Los valores totales de las emisiones de CO2 (energía producida mediante combustibles fósiles: carbón, petróleo y gas) proceden en un 80% del consumo: demanda de las redes metropolitanas (edificios, movilidad, servicios infraestructurales). Sólo el 20 % restante obedece a factores productivos (industria). ■ La baja densidad y la dispersión multiplican exponencialmente el gradiente de desarrollo de las redes metropolitanas. ■ El área urbana compacta de la ciudad de Nueva York consume menos energía per cápita que el consumo per cápita de cualquier estado USA incluyendo los menos poblados, efecto atribuible a la dispersión en red de la población sobre el territorio.

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Guardarlo todo, recordar nada Pasado, historia y amnesia bajo la memoria digital

Fernando Estévez

Doctor en Antropología, es profesor titular de

Fernando Estévez

Antropología Social de la Universidad de La Laguna y director de la Maestría en Museología y Gestión Cultural de esa institución universitaria. Dirige, a su vez, el Museo de Historia y Antropología de Tenerife. Y ha trabajado en proyectos de investigación sobre historia y teorías antropológicas, identidades culturales, antropología del cuerpo y la alimentación y antropología del turismo. Entre sus libros se hallan Indigenismo, raza y evolución. El pensamiento antropológico canario entre 1750 y 1900 (1987) y El pasado en el presente (1994).

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Guardarlo todo, recordar nada. Pasado, historia y amnesia bajo la memoria digital Fernando Estévez

Damien Hirst. Mother and child divided, 1993. FOTO: WHITE CUBE GALLERY.

“Nunca supe contar una historia. Y como nada amo más que la recordación y la Memoria –Mnemosyne- siempre he sentido esta incapacidad como una triste flaqueza. ¿Por qué se me niega la narración? ¿Por qué no he recibido este don? ¿Por qué jamás lo he recibido de Mnemosyne, la madre de todas la musas?”. Así comenzaba Jacques Derrida el libro que le dedicó a su amigo Paul de Man (1). Se preguntaba también qué ocurre cuando se pierde la (1) Derrida, Jacques. 1989. Memorias para Paul de Man. narración precisamente porque se conserva la memoria. Barcelona: Gedisa.

Uno de los fenómenos más notables de esta época presidida por la obsesión por la memoria es la devaluación, al menos en sus versiones canónicas y ortodoxas, de la narrativa histórica. Asistimos a las declaraciones formales de leyes para preservar la memoria al tiempo que los estudios universitarios de historia, donde se forman los historiadores profesionales, dejan de ser atractivos para los estudiantes. Aunque siempre fue compleja la relación entre memoria e historia, vale la pena el esfuerzo de analizarlas ahora que, con las nuevas tecnologías, supuestamente tenemos la posibilidad de guardarlo todo –los hechos del pasado- para eventualmente recuperarlos de forma inmediata.

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Sala de prensa del Instituto de Arte Contemporáneo de Boston. FOTO: REUTERS

Se impone entonces hablar de memoria. Pero de entrada, como con igual perspicacia señaló Derrida, esto puede significar dos cosas. O que se va a hablar de eso que llamamos memoria o que, por el contrario, se hablará “sin notas”, sin la ayuda de ningún dispositivo mnemotécnico, con la sola ayuda de mi propia capacidad para recordar; en suma, que se hablará “de memoria”. Éste es el sentido que le damos, por ejemplo, cuando decimos que vamos a “citar de memoria”. Ahora bien, si se lee lo que se tiene escrito no se está, en sentido estricto, hablando de memoria. Sin embargo, cuando se habla de memoria, de forma automática, las palabras pierden el sentido. Así que para encontrar lazos significativos entre la memoria, el pasado y la historia, es necesario no hablar “de memoria”. Si una característica de la cultura contemporánea es el exceso, en todo y de cualquier cosa su contrario, la escasez, también es manifiesta. Tenemos exceso de memoria, o quizá mejor, exceso de deseo de recuperación de la memoria. Y así, la reivindicación de los pasados, colectivos e individuales, se ha convertido en una práctica social generalizada. Con tanta recuperación de trazas de memoria que puede que estemos, en contrapartida, ante un exceso de escasez de historia, de narración histórica. Pero, ¿a qué se debe esta preeminencia de la memoria y cuál es la razón de que, como nunca antes, estemos tan obsesionados con no perder la memoria? ¿Por qué veneramos tanto a Mnemosyne, la diosa de la memoria? Por una parte, no puede pasar desapercibida la generalización y democratización de los medios de reproducción técnicos –fotografía, cine, música grabada, Internet- así como la popularización de las recreaciones del pasado, de la que la extensión de los parques temáticos ligados al patrimonio cultural, el éxito de la novela histórica y la cada vez más voraz cultura de museos son indicadores muy notables. Al mismo tiempo, este boom de la memo-

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ria en las dos últimas décadas ha estado presidido por el trauma, especialmente del Holocausto, de los genocidios y de las masacres colectivas en el siglo XX, que han hecho proliferar todo tipo de monumentos y edificios conmemorativos, lo que confirma que detrás de la aparente intangibilidad de la memoria hay siempre un correlato material. Esta materialidad de la memoria parece confirmar la vieja tesis de John Ruskin cuando, en The seven lamps of the Architecture (1849) subrayó que “Nosotros podemos vivir sin la arquitectura, adorar a nuestro Dios sin ella, pero sin ella no podríamos recordar”. Pero la memoria, uno de los mantras de la cultura contemporánea, es un término que apela a una tipología casi exasperante. Así, oímos hablar de memoria social, memoria colectiva, memoria cultural, memoria histórica, lugares de memoria, teatros de la memoria, regímenes de memoria, actos de memoria, memoria perceptiva y conceptual, memoria semántica, memoria visual, memoria auditiva, memoria diencefálica, memoria involuntaria, memoria motora, memoria inconsciente…; y por supuesto, con los términos que definen sus errores, ausencias o disfunciones, como falsa memoria, amnesia… Se podrían enumerar cientos de tipos de memoria (2). Paralelamente, esta pasión por la memoria también se ha traducido en un sustantivo aumento de investigaciones y publicaciones especializadas, y en la aparición de una nueva disciplina académica, los Memory Studies (3). Pero, más allá de esta constatación, las nuevas dimensiones de los usos sociales de la memoria en la cultura actual son incomprensibles fuera de los cambios que igualmente se han producido en las concepciones del tiempo, el pasado y la historia y en las prácticas sociales de recordar y olvidar. Por lo demás, este auge de la memoria está también estrechamente unido a la generalización de la nostalgia como una de las características sobresalientes de la posmodernidad (4). En primer lugar, la concepción tradicional sobre la naturaleza de la historia ha sufrido serias impugnaciones. A pesar de que “hecho histórico” es un término generalizado dentro y fuera del discurso académico, la Historia no está basada en “hechos”; ni tampoco está conformada como una colección ni como un ensamblaje de “hechos”, como comúnmente se procede en las prácticas del coleccionismo o del anticuarismo. La Historia, ciertamente, asume la existencia de episodios, eventos, hechos, que puede ser descritos, imperfectamente, a partir de los registros disponibles, como realmente existen-

(2) Tulving, E. 2007. “Are there 256 Different Kinds of Memory?” In The Foundations of Remembering: Essays in Honor of Henry L. Roediger, III. J. S. Nairne Ed., pp. 39-52. New York: Psychology Press. (3) Roediger, Henry L.,III, and James V. Wertsch, 2008. Creating a New Discipline of Memory Studies. Memory Studies 1(1):9-22.

(4) Appadurai, Arjun, 2001. La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la globalización. Buenos Aires: Trilce, Fondo de Cultura Económica.

Si una característica de la cultura contemporánea es el exceso, en todo, en cualquier caso su contrario, la escasez, también es manifiesta. Tenemos exceso de memoria, o quizá mejor, exceso de deseo de recuperación de la memoria. Y así, la reivindicación de los pasados, colectivos e individuales, se ha convertido en una práctica social generalizada. Tanta recuperación de trazas de memoria que puede que estemos, en contrapartida, ante un exceso de escasez de historia, de narración histórica

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Publicidad de iPod, de Apple. FOTO: JASON STANSELL.

tes aunque no hayan podido ser experimentados directamente por el narrador. De tal forma que la historia se escribe, inevitablemente, a partir del consenso –y del disenso- sobre la interpretación de los restos del pasado. Es el historiador, por tanto, el que crea los hechos históricos. Y asumiendo una idea formulada hace mucho tiempo por R.G. Collingwood, pocos historiadores aceptan ya que su cometido sea "mostrar las cosas tal como realmente sucedieron". La historia no es estrictamente hablando, factual, sino un conjunto de juicios aceptados. Los hechos históricos no existen hasta que el historiador los elabora. La historia, entonces, es relativa a sus intérpretes. Por otra parte, es frecuente también en este terreno la confusión entre historia y patrimonio. Una y otro asumen, ciertamente, presupuestos similares: el pasado existió, pero hemos de interpretarlo adecuadamente en atención a describir la intencionalidad de las acciones humanas en el pasado. Pero el patrimonio está, por definición, determinado por el legado: todo patrimonio indefectiblemente es el patrimonio de alguien y ese alguien determina que ese patrimonio existe. El patrimonio es, pues, un producto del presente, desarrollado en respuesta a las actuales necesidades y demandas. Desde el presente se selecciona un patrimonio a partir de un pasado imaginado para uso en el presente y se decide lo que debería pasar a un imaginado futuro. Desde esa perspectiva, el patrimonio no es sino el pasado a través de los ojos del presente. Historia y patrimonio hacen un uso selectivo del pasado y,

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sin duda, lo transforman mediante la interpretación. Pero la historia es lo que el historiador considera como registro con valor y el patrimonio es lo que un grupo social o comunidad decide, en el presente, heredar y legar. La distinción consiste en que los recursos del patrimonio son mucho más variados, incluyendo lo que los historiadores consideran ahistóricos, como la Atlántida o el monstruo del Lago Ness. No obstante, en los tiempos actuales tanto el interés por la historia como por la reivindicación y consumo de los patrimonios culturales parece estar atravesada por la nostalgia. Pero, ¿es la nostalgia una característica de la modernidad o un universal humano? La nostalgia, el dolor por la lejanía del hogar y por el ansia del retorno, ha sido un concepto muy extendido, en uso y variedad de significados, desde que en el siglo XVII el médico suizo Johannes Hofner la definiera como una enfermedad, cuyos síntomas van desde la melancolía hasta la anorexia y el suicidio, provocada por prolongadas y generalmente involuntarias ausencias del hogar. En esa época, la nostalgia era una enfermedad fatal. Posteriormente el concepto se asoció con actitudes y sentimientos relacionados con la pérdida del pasado y en las acepciones más modernas, terminó refiriéndose tanto a un sentido de pérdida personal como a un anhelo por un pasado idealizado, a una distorsionada visión colectiva de un particular periodo histórico o de una particular formación social en el pasado. Desde esta perspectiva la nostalgia ha sido generalmente criticada desde la academia, que siempre se consideró no sólo no afectada por esa “enfermedad”, sino en la obligación de explicar tal síndrome. A poco que se mire con algo de detenimiento la historia de las ciencias sociales, se podrá reparar en cómo uno de sus conceptos nucleares, el de cultura, ha estado permanentemente hacia el pasado y en buena medida por su idealización y mistificación. Así, de una forma muy contundente, Fabian ha puesto de relieve, en contra de los presupuestos comúnmente aceptados en la historiografía de la antropología, que esta disciplina –la ciencia que surge en la Europa moderna para explicar la diversidad cultural- requirió que su objeto de estudio, las sociedades exóticas, algunas ciertamente pertenecientes al pasado pero la mayoría contemporáneas a los investigadores, se consideraran no sólo alejadas en el espacio sino también en el tiempo (5). Pertenecer al pasado sin que hayan llegado aun a ser lo que nosotros somos fue, es, la condición necesaria para que los “otros” fueran considerados un objeto de estudio. Establecer esta distancia temporal para no reconocer la contemporaneidad de las otras sociedades, lo que Fabian denomina alocronismo, tiene como principal consecuencia la negación de su presente. Este alocronismo, que impregnó desde sus inicios toda interpretación de los “otros” no europeos, llegó finalmente a aplicarse también a los “otros” europeos. Así, en los estudios de las sociedades campesinas, un terreno con gran tradición en las ciencias sociales, la investigación gira frecuentemente no sobre las prácticas y problemas actuales de los campesinos, sino sobre las circunstancias de su vida en el pasado. Desinteresados por el presente, los estudios campesinos pueden ser vistos, desde esta consideración, como una particular expresión de nostalgia académica. Desde esta perspectiva, quizás debiéramos entonces reconsiderar las ideas sobre la nostalgia. La nostalgia, la bestia negra del grueso de la ciencia social,

Museo Judío de Berlín, de Daniel Libeskind. FOTO: ELISABETH BELIK

(5) Fabian, Johannes, 2002. Time and the Other: How Anthropology Makes its Object. New York: Columbia University Press.

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la responsable putativa de la amnesia colectiva, la que tergiversa la historia, la mercancía por antonomasia en el negocio de la comercialización del pasado, resulta que también está presente en la academia, entre los propios investigadores; precisamente en los que la critican. Luego, el desprecio de la academia por la nostalgia es, en realidad, el desprecio de la nostalgia de los otros, de la gente, para proteger la suya propia. Por lo demás, y paradójicamente, la nostalgia en muchos sectores populares se puede entender precisamente como una respuesta a la amnesia social que amenaza a las memorias colectivas de esos sectores ante el monopolio de la interpretación del pasado y la historia por los grupos dominantes. En esa medida, si sólo se considera perniciosa la nostalgia de los de abajo, lo único que se consigue es salvaguardar la nostalgia de los de arriba. No basta con ser anti-nostálgicos, debemos ser anti-anti-nostálgicos.

(6) Adam, Barbara, 1995. Timewatch. Cambridge: Polity.

Tenemos, entonces, muchas dificultades para manejarnos con los conceptos de pasado e historia y, a la postre, para explicar su influencia en la construcción social de las memorias e identidades colectivas. Pero estas dificultades derivan -algo que también ha sido escasamente considerado por las ciencias sociales- de las concepciones del tiempo implícitas en sus presuposiciones y metodologías (6). A pesar de su omnipresencia y del hecho de que no podríamos operar sin él, la concepción moderna del tiempo ha mediatizado sobremanera nuestras perspectivas sobre el tiempo y el pasado de los otros. Presuponemos que tenemos una idea de tiempo y que otras culturas deben tener otras diferentes. En este sentido, lo primero que hay que poner de manifiesto es que no podemos pensar en los diferentes tipos de tiempo, los cronotipos, sino cronotípicamente, esto es, construyendo asimismo tiempo. Por lo que hoy asumimos, no podemos comprender el tiempo de los otros sino desde nuestra propia concepción del tiempo. Entonces, para ese objetivo es imprescindible saber desde qué perspectiva temporal nos situamos nosotros mismos. Y esto es, justamente, algo que todavía permanece en gran medida inexplorado en la teoría social contemporánea.

Todas las culturas tienen alguna forma de calcular el tiempo. Y todas tienen también un sentido del pasado, del presente y del futuro. Pero resulta enteramente problemático definir el tiempo, a la vez que enormemente complejo manejarlo. A diferencia del espa(7) Urry, John, 2000. cio, el tiempo es, como afirmó el historiador Norbert Elias, invisible a los sentidos (7). SiemSociology Beyond Societies: pre vemos el tiempo a través de algunos indicadores, el reloj, el calendario. Pero no está Mobilities for the Twenty-First Century. clara la relación entre estos dispositivos y el tiempo. Algunos piensan que el tiempo no London; New York: Routledge. es más que estos métodos de medición; otros, que estos dispositivos no son sino metáforas para referirnos al tiempo. Y otros, finalmente, que hay un constante error al confundir el tiempo vivido o real y las formas en que lo medimos. Pero, sin duda, algunos indicadores del paso del tiempo han tenido una trascendental importancia en la historia humana – día, semana, mes, año, década, siglo, milenio-. Comprender el tiempo ha sido siempre una destacada preocupación humana. Aparte de su “invisibilidad”, en la cultura occidental se lo ha concebido modernamente como algo absoluto. Pero de hecho, no hay un único tiempo. El tiempo es relativo, es una característica propia de cada sistema de observación. Hay, por tanto, muchos y muy diferentes tiempos. Como dice Hawking: “No hay un único tiempo absoluto, sino que cada individuo tiene su propia medida personal del tiempo que

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La nostalgia en muchos sectores populares se puede entender precisamente como una respuesta a la amnesia social que amenaza a sus memorias colectivas ante el monopolio de la interpretación del pasado y la historia por los grupos dominantes. En esa medida, si sólo se considera perniciosa la nostalgia de los de abajo, lo único que se consigue es salvaguardar la nostalgia de los de arriba. No basta con ser anti-nostálgicos, debemos ser antianti-nostálgicos Teatro griego de Taormina, Sicilia. FOTO: GIOVANNI DALL’ORTO.

depende de dónde esté y de cómo se esté moviendo” (8). El tiempo, entonces, es relativo a su sistema de medida. Así, como señaló Einstein, podemos imaginar tantos relojes como queramos. Además, se mantiene un viejo debate sobre si el tiempo es un entidad absoluta, teniendo su propia naturaleza, como lo entendía Newton, o si es meramente un “orden de sucesiones”, como sugirió Leibniz. Y en esta problemática, la cuestión de si el tiempo tiene una dirección no ha sido sólo una destacada controversia en la historia de la Física, sino que ha tenido también una enorme repercusión en las ciencias sociales. ¿Hay una fecha del tiempo de tal forma que hay efectos de no retorno como resultado de su paso, o el tiempo es reversible y no hay distinción entre pasado y futuro? Si atendemos a la física contemporánea, el tiempo es irreversible. Para todos el tiempo pasa. Y pasa como una flecha que avanza sin vuelta atrás.

(8) Hawking, Stephen, 1997. Historia del tiempo. Del Big Bang a los agujeros negros. Madrid: Alianza Editorial.

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Dos estudiantes ante un ordenador en el CERN (Organización Europea para la Investigación Nuclear), en Ginebra. FOTO: REUTERS.

Sin embargo, la mayoría de los científicos sociales han tendido a manejar, a partir de Durkheim, la concepción del “tiempo social”, un tiempo entendido como separado y opuesto a la del sentido del tiempo en las ciencias naturales. Este presupuesto, que muchos consideran ya insostenible, fue el que guió todas las interpretaciones del tiempo y el pasa(9) Macnaghten, Phil, and John do en todas las ciencias sociales (9). La experiencia del tiempo es constitutiva de la exisUrry, 2001. tencia humana. Pero la forma en que percibimos y conceptualizamos esa experiencia vaBodies of Nature. London; Thousand Oaks, Calif.: ría con las culturas y las épocas. Es decir, los valores y significados atribuidos al tiempo Sage Publications. son totalmente dependientes del contexto. Pero ha habido una tendencia a establecer una dicotomía entre sociedades tradicionales y modernas, en la que el tiempo de las primeras es visto como contrarios a la concepción del tiempo dominante en Occidente. Así, son comunes pares opuestos como histórico-tradicional; lineal-cíclico; basado en el relojorientado a las actividades y eventos; basado en el calendario-basado en la naturaleza; medida abstracta-medida ecológica; sociedades frías-sociedades calientes… Estas dicotomías no derivan de un mero problema de traducción entre culturas, sino que son el resultado de asumir sin cuestionamiento la concepción occidental del tiempo como universal. Lévi-Strauss apuntaló la dicotomía entre sociedades tradicionales y modernas al sancionar el contraste entre un tiempo cíclico y repetitivo en las primeras y un tiempo lineal e histórico en las últimas. El modelo de Lévi-Strauss permite observar las grandes limitaciones de la concepción moderna occidental utilizada para la comprensión del tiempo de los otros, particularmente en lo que se refiere al pretendido carácter reversible y repetitivo del tiempo en las sociedades tradicionales.

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Love Parade 2007, en Essen. FOTO: AMP.

La reversibilidad social es tan imposible como crecer siendo cada vez más joven o que las cenizas vuelvan a reconstruir un tronco. La reversibilidad social es, entonces, una mera figura del habla. Cómo podría caracterizarse a las sociedades tradicionales como teniendo un tiempo reversible, no acumulativo, no direccional, simultáneo y circular, en lugar de irreversible, acumulativo, direccional, sucesivo y lineal?. El tiempo cíclico impuesto en la interpretación de las sociedades tradicionales termina, de hecho, asumiendo que estas sociedades viven fuera del tiempo. Y así, se ven entonces como atrapadas en un mundo donde reina el “eterno retorno”, un mundo por tanto donde el pasado y el futuro se funden. Es decir, un mundo donde origen y destino son sinónimos, ya que lo que fue volverá a ser y lo que vendrá ya ha sido. Pero este tiempo cíclico no existe en ninguna sociedad. Asignado como exclusivo a las sociedades tradicionales, esto ha significado que, carentes de pasado, no tienen tampoco futuro. De hecho, todas las sociedades tienen aspectos lineales y cíclicos en el manejo del tiempo. Que nos fijemos en unos o en otros depende de la perspectiva de la observación y la interpretación. La idea de reversibilidad, inspirada en la física newtoniana, el movimiento abstracto es visto como simétrico respecto al pasado y el futuro. Esto significaría que creceríamos volviéndonos cada vez más jóvenes, o que las cenizas volverían a reconstituirse en troncos. Esto, que es contrario al sentido común, aplicado a la vida social es igualmente absurdo. Con respecto a la vida social, los eventos pueden repetirse en intervalos regulares e, incluso, llegar a parecer que permanecen inmutables. Pero la conciencia, la experiencia, el conocimiento y la ejecución de las actividades sociales y sus efectos, son irreversibles: ellas constituyen el tiempo. Ir todos los días al trabajo, comer todos los días, fregar los platos todos

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A pesar de los logros de la memoria digital, la recuperación precisa y puntual de los registros de pasado no es la condición de partida para elaborar las historias, sino que es la práctica colectiva de hacer historias la que produce socialmente las memorias. Se podría pensar incluso que las colecciones de fotografías, video y música responden más al placer mismo de coleccionarlas que a una pulsión por guardarlas para luego recuperarlas. La idea de la memoria digital es, por tanto, engañosa, una falsa promesa (10) Estévez González, Fernando, Ed., 2004. El Pasado en el Presente. Santa Cruz de Tenerife: Museo de Antropología de Tenerife, Organismo Autónomo de Museos y Centros, Cabildo de Tenerife.

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los días, son actividades recurrentes y repetitivas, pero esto no las hace a ellas, ni al tiempo en que ocurren, reversibles. Entonces, no es el tiempo sino los eventos y actividades las que son repetitivas. Y, en consecuencia, nada puede ser restaurado a su original condición: el tiempo no permanece quieto ni puede ir hacia atrás. La vida cultural constituye el tiempo e inevitablemente crea nuevos pasados y nuevos futuros y otorga al tiempo un sentido de duración, secuencia, dirección y, en definitiva, un carácter de irreversibilidad. Paralelamente a la reversibilidad, la repetición de lo mismo ha sido otra destacada característica asignada por las ciencias sociales al tiempo en otras culturas. Los esfuerzos por fijar el paso del tiempo y mantener un mundo social manejable y estable es algo observable en todas las sociedades, no solamente en las tradicionales. En particular, la ciencia social ha considerado siempre que el papel central del mito en las sociedades tradicionales consiste precisamente en la infinita repetición de lo mismo. Sin embargo, al igual que un cuento contado mil veces nunca es igual, la repetición del mito recrea inevitablemente diferentes pasados y presentes y anticipa alterados futuros, al margen de los esfuerzos conscientes por mantener inalterado cualquier estado original. La repetición de lo mismo en la vida social, por tanto, sólo puede ser una abstracción, previa a una exclusión artificial de los contextos y los efectos en los que se produce esa repetición. Pero junto a la idea de la irreversibilidad del tiempo, de que no es posible volver atrás, hemos de considerar que también le damos al tiempo dos grandes sentidos: como “antes y después”, como “pasado, presente y futuro”. Por una parte, entendemos que los acontecimientos ocurren uno tras otro, en una sucesión infinita, y que cada uno de ellos es identificable porque acaeció antes o después de otro. Por otra, vemos los hechos del pasado conservados en el presente y proyectados hacia el futuro. De esta forma el presente no es un instante, sino que tiene una duración. En cierto modo, sólo hay presente; el tiempo en el que el pasado y el futuro son recreados e imaginados (10). Las cosas, como las personas, son temporales. Y aunque algunas creaciones humanas tienen miles de años, no perdurarán para siempre. Guardamos y custodiamos millones de objetos en los más variados tipos de repositorios con la pretensión de que den testimonio permanente del pasado. Incluso aceptando que muchos de ellos desaparecerán, tenemos la expectativa de que los modernos sistemas de copia y reproducción los preserven para el futuro. Curiosamente, en la sociedad contemporánea, esta pasión por atesorar, conservar y rodearnos de objetos viejos, o de sus imitaciones, entra en abierto contraste con la obsesión por frenar a toda costa el envejecimiento del cuerpo. De todos los repositorios para registrar los hechos del pasado y para preservar sus restos y testimonios, los archivos destacan con singular prominencia. Impresos, fotografías, grabaciones en muy diferentes tipos de soportes apuntan a la estratégica función de guardar la memoria, a impedir el olvido. Pero los registros del archivo son mudos; necesitan ser “interpretados” para poder cobrar existencia. Podemos recordar a solas, pero si los recuerdos no son compartidos no tendrán sentido. Sólo cuando los recuerdos son socializados la memoria aflora y la historia es construida.

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Imagen de Ernesto ‘Che’ Guevara en el Centro Social Leoncavallo, de Milán, 2007. FOTO: GIOVANNI DALL’ORTO.

Esto no sólo afecta a nuestras memorias personales y familiares; es también una condición necesaria de las memorias sociales. Todas nuestras actividades están atravesadas por un archivo, por algún registro social en los que se inscriben las memorias, de tal forma que éstas existen en tanto que son socialmente compartidas –el Registro Civil, Registro de la Propiedad, de la Seguridad Social… Desde luego, estados y corporaciones secuestran muchas memorias, manteniéndolas fueran del conocimiento público, pero no por ello los archivos secretos dejan de ser repositorios de memorias sociales. En definitiva, la memoria es social, y como tal exige un trabajo colectivo. Así, hemos de “con-memorar”, de celebrar juntos, para dar continuidad entre el pasado y el presente compartidos, aunque no debiera pasar desapercibido el hecho de que las conmemoraciones de unos suelen llevar aparejadas el silenciamiento o el olvido de las memorias de otros.

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Publicidad del iPod touch, de Apple. FOTO: APPLE

Pero a pesar de ese carácter social de las memorias seguimos pensando que éstas están localizadas en alguna parte de nuestro cerebro, al que metafóricamente vemos como nuestro “archivo”. Sin embargo, no hay un lugar específico donde se almacene la memoria. Junto a las imágenes grabadas de nuestras memorias, los recuerdos de la niñez, de lugares, de situaciones y de experiencias, están también muy asociados a olores, sabores y sonidos. De hecho, todo nuestro cuerpo recuerda: en la forma en que nos sentamos, comemos, escribimos... –de ahí que resulte totalmente inapropiada la metáfora del disco duro del ordenador para referirnos a la memoria-. Por otra parte, lo que es importante no soslayar es que la memoria está indisolublemente unida a los que se supone que es su contrario, el olvido.

(11) Dijck, José van, 2007. Mediated Memories in the Digital Age. Stanford University Press.

Como Hartmut Winkler ha señalado, suponemos que los dispositivos de almacenamiento de memoria guardan fielmente sus contenidos y, por otro lado, sabemos que la memoria tiende a seleccionar, reconfigurar y olvidar sus contenidos. “Desde el punto de vista teórico, éste es el logro real de la memoria humana. Olvidar, en ese sentido, no es un defecto sino una forma absolutamente necesaria de protección” (11).

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Olvidamos, inevitablemente. Olvidar es tan consustancial a la vida que, frecuentemente olvidamos hasta lo que consideramos importante. De tal forma que, a lo largo de toda la historia, hemos tenido que valernos de todo tipo recursos para preservar la memoria de lo que consideramos no debería ser olvidado, desde repetir una historia mil veces hasta los más sofisticados soportes de memoria digital, pasando por cambiarnos el reloj de mano para no olvidarnos de una cita importante. La vida social sería inconcebible sin todos esos recursos y dispositivos nemotécnicos. Pero necesitamos olvidar para poder recordar productivamente (12), esto es, para poder pensar el pasado y el futuro en el presente, para escapar a la hipermnesia, como la que aquejaba a Ireneo Funes, “Funes el memorioso”, que precisamente por recordarlo todo, hasta los más mínimos detalles, era incapaz de pensar. Como afirmó Borges, “Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles casi inmediatos” (13). La historia, al menos en sus manifestaciones académicas, parece haber perdido su influencia y prestigio social; sin embargo, nunca antes había estado tan extendida la seducción del archivo, la fascinación con los reservorios de memorias sobre los logros y los sufrimientos humanos (14). Y guardarlo todo, la aspiración a la memoria total, ha terminado en “mal de archivo” (15). A este proceso hemos de añadir también la musealización del mundo y la patrimonialización y disneylización de las culturas. En medio del mal de archivo es bendecida toda creación de archivos, ahora por supuesto digitales, de las memorias colectivas; sin embargo, puede que su proliferación legitime una vez más el control elitista de las memorias sociales. Proliferan archivos de las memorias colectivas pero

Vista aérea nocturna de Londres, 2006. FOTO. SAP

(12) Fabian, Johannes, 2007. Memory Against Culture: Arguments and Reminders. Durham: Duke University Press. (13) Borges, Jorge Luis, 2006. “Funes el memorioso”. En Ficciones. Madrid: Alianza.

(14) Steedman, Carolyn, 2002. Dust: The Archive and Cultural History. New Brunswick, N.J.: Rutgers University Press. (15) Derrida, Jacques, 1997. Mal de archivo: una impresión freudiana. Madrid: Trotta.

II Seminario Atlántico de Pensamiento 200 Guardarlo todo, recordar nada. Pasado, historia y amnesia bajo la memoria digital Fernando Estévez

gestionados por instituciones o corporaciones que escapan al control de la gente; no se propician, sin embargo, archivos sociales de las memorias colectivas, lugares para producir memorias, no lugares para esperar por ellas.

(16) Fabian, Johannes, 2007. Ibid.

“Detrás de una bien ordenada cultura de la memoria puede estar al acecho una cultura de amnesia” (16). Pero donde quiera que uno mire, la obsesión pública contemporánea con la memoria coincide con un intenso pánico público al olvido, y no sabemos a ciencia cierta si el miedo a olvidar es el que provoca el deseo de recordar o si es la obsesión por recordar la causa del temor al olvido. Las propias estructuras de la memoria pública en los medios de comunicación hace bastante comprensible que nuestra cultura hoy, ofuscada con la memoria como lo está, esté también de alguna forma atrapada en el miedo, incluso terror, a olvidar. Cuanto más nos requieren que recordemos en la estela de la explosión de información, más nos parece incrementarse el peligro de olvidar.

Epidemia de memoria

(17) Huyssen, Andreas, 2003. Present Pasts: Urban Palimpsests and the Politics of Memory. Stanford, Calif.: Stanford University Press.

(18) Hayles, N. Katherine, 2005. My Mother was a Computer: Digital Subjects and Literary Texts. Chicago: University of Chicago Press.

El mal de memoria de las sociedades contemporáneas no es una fiebre por consumir historia, como Nietzsche caracterizó su propia época, que podría curarse con el olvido productivo. “Es, más bien, una fiebre nemónica causada por el cibervirus de la amnesia que a veces amenaza con consumir la memoria misma. Por lo tanto, ahora necesitamos el recuerdo productivo más que el olvido productivo” (17). En una época presidida por la amnesia, la cuestión no debería ser tanto recordar el pasado para pensar el presente como la de pensar el pasado y recordar el presente. Impresa o digital, ahora hay más memoria que nunca –desde la impresa hasta los CD-ROMs e Internet-, con su promesa de guardarlo todo para siempre. Hay ahora un sinfín de dispositivos de memoria protésica. Pero, en lo que no deja de ser un contrasentido, como ésta es una época en la que no hay garantía de una preservación a largo plazo de los registros electrónicos, puede que llegue a ser también una época sin memoria. El miedo al olvido, paradójicamente, surge de la misma tecnología en la que ahora depositamos el grueso de los registros y datos contemporáneos. Y a la par, los dolorosos efectos del olvido alimentan el miedo a la amnesia. Los software de memoria digital pretende el registro exacto, el recuerdo total, de los eventos del pasado. Parten de la idea de “fijar” los productos de la memoria. Pero aunque esto fuera posible, omiten precisamente una influencia decisiva de la memoria digital para memoria humana. Si las tecnologías digitales son, como se las presenta, algo más que simples herramientas mecánicas para seleccionar, moldear y encapsular memorias personales, entonces es que juegan un papel constitutivo en la continua reconstrucción de nosotros mismos. Así, la metáfora del ordenador como cerebro, la idea de la máquina de memoria digital a la que se puedan añadir nuevos registros continuamente y a la que se pueda acceder en todo momento, parte justamente de la negación de que humano y máquina son mutuamente constitutivos. Al tiempo, que omite asimismo la constante interacción entre la materialidad de las tecnologías de inscripción y los contenidos que producen (18). En resumen, como muy bien lo ha sintetizado Van Dijck, tres mitos vienen sustentando la creación del software de las máquinas de memoria. Por

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Museo Judío de Berlín, de Daniel Libeskind. FOTO: ELISABETH BELIK.

una parte, la creencia de que las memorias personales se guardan en la mente de forma indeleble y precisa y que, salvo trastornos, pueden ser recuperadas en su mismo estado original. Por otra parte, la idea de que el registro de todos los instantes y eventos de la experiencia responde a un deseo innato por garantizar su recuperación en el futuro. Y, finalmente, la ilusión de que las memorias almacenadas en las bases de datos digitales pueden, y deben, ser mantenidas separadas del resto de los dispositivos conectados (19). (19) Dijck, José van, 2007. Ibid.

Pero a pesar de los logros de la memoria digital, la recuperación precisa y puntual de los registros de pasado no es la condición de partida para elaborar las historias, sino que es la práctica colectiva de hacer historias las que producen socialmente las memorias. Se podría pensar incluso que el hecho de que nunca volvamos a utilizar muchas de las memorias que almacenamos –como frecuentemente nos ocurre con nuestras coleccio-

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Guardarlo todo, recordar nada. Pasado, historia y amnesia bajo la memoria digital Fernando Estévez

nes de fotografías, video y música- responden más al placer mismo por coleccionarlas que a una pulsión por guardarlas para luego recuperarlas. La idea de la memoria digital es, por tanto, engañosa, una falsa promesa. La memoria lo es en tanto que es vivida, encarnada en lo social, en individuos, familias y comunidades. Éstas son las memorias necesarias para construir futuros diferenciales en un mundo global.

(20) Huyssen, Andreas, 2002. En busca del futuro perdido: cultura y memoria en tiempos de globalización. México: Fondo de Cultura Económica.

(21) Huyssen, Andreas, 2003. Ibid.

No hay duda de que, a la larga, todas esas memorias serán conformadas en un grado significativo por las tecnologías digitales y sus efectos, pero ellas no serán reducibles a éstas. Por otra parte, insistir sobre una radical separación entre memoria “real” y “virtual” es también engañoso, toda vez que cualquier cosa recordada -sea por la memoria vivida o por la imaginada- es, en sí misma, virtual. La memoria es siempre transitoria, notoriamente no fiable y frecuentemente olvidadiza, en resumen, humana y social (20). La memoria, en tanto que social, depende siempre de los avatares políticos, generacionales e individuales. No puede ser almacenada de una vez y para siempre, ni puede ser asegurada por los monumentos. Por esa razón, tampoco podemos confiar en los sistemas de recuperación digitales para garantizar su fiabilidad, coherencia y continuidad. Si el sentido de tiempo vivido está siendo constantemente renegociado, no deberíamos olvidar que el tiempo no es sólo pasado, su preservación y transmisión. Si en efecto sufrimos de un exceso de memoria, tenemos que hacer el esfuerzo para distinguir pasados utilizables de pasados desechables; se requiere discriminación y recordación productiva. Ahora bien, la cultura popular y los medios de comunicación virtuales no son inherentemente irreconciliables para este propósito. Incluso si la amnesia fuera un subproducto del ciberespacio, no deberíamos permitir que el miedo a olvidar nos abrume. Por lo demás, no encontraremos en el pasado lo que el futuro no nos lo dio. Como muy críticamente ha apuntado Huyssen, “Asegurar el pasado es un objetivo tan arriesgado como asegurar el futuro. Y la memoria, después de todas las esperanzas puestas en ella, no puede ser un sustituto para la justicia, ya que la justicia misma estará enredada inevitablemente en la falta de fiabilidad de la memoria”. Quizás este sea el tiempo de recordar el futuro más que, simplemente, preocuparnos por el futuro de la memoria” (21). En la Grecia Antigua, quienes consultaban el oráculo de Trofonio en Beocia, encontraban dos fuentes, la de la memoria y la del olvido. Debían beber de ambas si deseaban que el oráculo respondiera adecuadamente. Las dos fuentes eran la de Mnemosyne, que nombraba a la memoria, la poesía y la vida y la de Leteo, que apelaba al olvido, la muerte y el sueño. En sus intersecciones, y gracias a sus brebajes, la poesía podía ostentar tanto su capacidad productiva como anticipatoria de los tiempos. Así, necesitamos el olvido creativo, como nos proponía Nietzsche, como antídoto contra el abuso de la historia, contra los esencialismos de las tradiciones nacionales y la legitimación de sus memorias y nostalgias imperiales. Pero al mismo tiempo, necesitamos recordar productivamente contra la saturación de memoria, contra la mera acumulación sinfín de trazos de memoria que deriva en amnesia. ¡Recuerden que hay que olvidar! Al menos este texto.

II Seminario Atlántico de PENSAMIENTO

Elogio de la falta Olga Correas

Psiquiatra y psicoanalista. Es directora de la Unidad

Olga Correas

de Salud Mental del Puerto (Servicio de Psiquiatría del Área Norte– de Gran Canaria-) del Servicio Canario de Salud). Ejerce, además, como tutora docente de MIR (médicos internos residentes) de Las Palmas de Gran Canaria. Participa en numerosos seminarios en España. Y coordina también el espacio Preguntando al Cine en la capital grancanaria, que llevó por tema “¿La derrota del pensamiento, una historia de violencia?” en su edición de 2008, siendo, a su vez, miembro de ese mismo espacio del Colegio de Psicoanálisis de Madrid.

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Elogio de la falta Olga Correas

El rey está desnudo. FOTO: SAP

Había una vez, en un país lejano, un Rey que, si bien se mostraba sobrio y comedido en sus modos y maneras para reinar, tenía una debilidad, se preocupaba en exceso por su imagen y su vestuario. Un día escuchó a dos avispados pelafustanes hablar de sus habilidades para tejer la tela más fina suave y delicada que se pudiera imaginar. Esta prenda, decían los pícaros, tenía además la propiedad de ser invisible para los estúpidos. Seducido por la idea de llevar tan especial vestido, el Rey no dudó en facilitar a los “increíbles sastres” toda clase de materiales, a cuál más rico, con el fin de que tejieran su maravilloso traje. He de señalar que él mismo se sentía algo nervioso por si sería capaz de ver la prenda o no. Por ello envió a dos de sus hombres de confianza a ver cómo iba el trabajo. Como es de suponer, ninguno de los dos admitió que no veían la prenda y, por el contrario, volvieron alabando la misma. Toda la ciudad empezaba ya a oír hablar de tan fabuloso traje y se impacientaban por comprobar cuán estúpido sería su vecino. Llegó el día y los impostores se dirigieron a palacio y ellos mismos hicieron como que

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Elogio de la falta Olga Correas

Valentino Garavani junto a la estatua de Constantino en Roma en 2007. FOTO: GREGORIO BORGIA (AP).

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Elogio de la falta Olga Correas

ayudaban al Rey a ponerse el vestido. El Rey salió con su traje a presidir el desfile sin admitir, evidentemente, que era demasiado estúpido como para no verlo. Toda la gente alabó con entusiasmo el traje nuevo del Rey, temerosos de que sus vecinos se dieran cuenta de que eran estúpidos porque no podían verlo, hasta que un niño que estaba en la multitud gritó ¡¡Pero si está desnudo!! Dejando al descubierto el exhibicionismo del Rey. El pueblo empezó entonces a cuchichear en voz baja hasta que el murmullo se hizo clamor. El Rey escuchaba a la multitud y, aun sabiendo que decían la verdad, levantó la cabeza y terminó el desfile. Ustedes dirán qué tiene esto que ver con la Falta. ¿Es acaso la denuncia de La Falta que cometió el Rey?, ¿que faltó a la verdad a sabiendas con tal de no renunciar a su goce?. El concepto de Falta, tal y como lo entiende el psicoanálisis, no es la falta de esto o de aquello. No se trata de que nos falte algo en el sentido de que si se nos restituye ya vamos a estar completos, tampoco de que hemos cometido una Falta, aunque tenga cierto parentesco con estas cuestiones. La forma como opera este concepto para el psicoanálisis tiene sus raíces en el descubrimiento freudiano del Inconsciente. Lo que Freud descubre es que, en el devenir del ser humano, no todo es tan evidente como parece y que lo que supuestamente decide el hombre no siempre tiene que ver con su voluntad. Él encuentra en la escucha de sus pacientes que ciertas representaciones (pulsionales) no tienen acceso directo a la conciencia si no es por la vía de los sueños, los lapsus, los actos fallidos… Y también por los síntomas o la angustia como defensa. El Inconsciente se presenta sin que lo llamen, es un embaucador que nos hace caer en su trampa con su deslumbrante luz. La particularidad, como ven, es que estas representaciones no tienen acceso directo a la conciencia si no es por la vía de su unión a la representación de palabras; de ahí, uno de los puntos esenciales de la teoría psicoanalítica, que es una cura que opera por La Palabra. El Inconsciente, por tanto, son pensamientos y como tales van a estar sometido a las leyes del lenguaje. Si podemos descifrar los sueños es porque éstos son como una escritura,

El concepto de Falta, tal y como lo entiende el psicoanálisis, no es la falta de esto o de aquello. No se trata de que nos falte algo en el sentido de que si se nos restituye ya vamos a estar completos, tampoco de que hemos cometido una falta. Como opera este concepto tiene sus raíces en el hecho de que en el devenir del ser humano no todo es tan evidente, lo que supuestamente decide el hombre no siempre tiene que ver con su voluntad

El incosciente FOTO:SAP.

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Elogio de la falta Olga Correas

Chus Garci´a-Fraile. Street Stage 3, 2005.

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como el cuento que les acabo de contar (1) . Es decir, que funciona con La Metáfora y la Metonimia (condensación y desplazamiento). Decir que está sometido a las leyes del lenguaje es decir que el ser humano se baña en las aguas de lo Simbólico.

(1) La Interpretación de los sueños (1900) Sigmun Freud. Amorrortu ediciones ( ed.1987)

La importancia de todo esto es que justamente el descubrimiento freudiano va a revelar que el ser humano tiene un conflicto, porque casi siempre desea lo que supuestamente no quiere, y que esto se revela en la verdad que está implícita en su discurso. Para decirlo más claramente, si algo se le resiste a un sujeto, lo que reprime es su ser, por eso es por lo que alguien viene a un análisis. Porque NO ES como quiere ser. No es… como debería ser… No es, como él supone que el Otro quiere que sea… etcétera. Ese NO ES es lo que Lacan llamó FALTA EN SER, como causa del DESEO. Así pues, el sujeto del Inconsciente sólo pude revelarse cuando falta, es decir, cuando hace lapsus, sueña, tiene actos fallidos. Decimos que el acto fallido es el más logrado porque apunta a la verdad del sujeto. Entiendo que pueda resultar inquietante el hecho de que somos más verdad cuando menos estamos en lo que decimos o creemos que es nuestra verdad. Con esto que les digo podrán entender que el Inconsciente no es la voz de la trasgresión que nos obliga a hacer lo que no queremos. Más bien se trata de todo lo contrario, es la voz que no calla cuando no hacemos caso a nuestro deseo. Una vez hecha esta pequeña excursión por el Inconsciente añadiré algo más en relación a esa FALTA que elogio en el título. El hombre, entonces, no es ninguna cosa; su ser es un ser de deseo y, como tal, ser carente, incompleto, menesteroso incluso. Por esta razón el deseo humano es deseo de ser. “No es falta de esto o de aquello, sino falta de ser por la cuál existe” (2) . Y esa carencia radical que la presencia del Deseo atestigua es constitutiva no sólo de la existencia individual, sino también de las relaciones entre los seres humanos.

(2) J. Lacan. Seminario 2. El Yo en la Teoría de Freud y en la Técnica Psicoanalítica. Ed. Paidós, 1988.

Si pensamos en la experiencia humana no podemos hacerlo fuera del campo del lenguaje, fuera del universo de los símbolos. Fuera de ese orden simbólico que ya está

El ser humano tiene un conflicto porque casi siempre desea lo que supuestamente no quiere y esto se revela en la verdad que está implícita en su discurso. Si algo se le resiste a un sujeto, lo que reprime, es su ser, por eso alguien viene a un psicoanálisis. Porque NO ES como quiere ser. No es… como debería ser… No es como él supone que un Otro quiere que sea… Ese NO ES es la que Lacan llamó “falta en ser”, como causa del deseo, por la cual existe. El deseo humano es deseo de ser. Y esa carencia radical que la presencia del deseo atestigua, es constitutiva no sólo de la existencia individual sino de las relaciones entre los seres humanos

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La experiencia humana no es pensable fuera del campo del lenguaje, de ese orden simbólico que ya está configurado por el Otro. El niño que aún no habla queda atrapado por esa red simbólica que comienza a hablar en él. Casi podríamos decir que el niño es hablado por el Otro [el lugar de la mediación simbólica], que funda la comunidad de los sujetos hablantes. Simbolizar es, por tanto, hacer existir lo que no existía, hacer que el NO SER llegue a SER. AL sujeto la falta (falta en ser) le es imprescindible como causa de deseo, como causa de la vida. El Deseo es el resguardo de la falta y el amor la que la tapa, la disimula

(3) J. Lacan. “El estadio del espejo como instancia formadora del yo” Escritos 1 Ed. Siglo XXI, 1971.

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Fantasma. FOTO: SHAYA’S ORIGAMI GALLERY

configurado por el Otro, desde que el niño nace (3) . El niño que aún no habla queda atrapado por esa red simbólica que comienza a hablar en él. Casi podríamos decir que el niño es hablado por el Otro. Esto es importante subrayarlo pues en ella, en esa red, encontrará el niño un lugar y un nombre propio, lo que llamamos, su identidad. Pero esa alteridad que lo va a constituir como sujeto, la va a encontrar de un modo particular que es, su alienación al Otro, al Deseo del Otro. Y digo alienación porque el sujeto no sabe que él es el deseo de otro deseo. El Otro, lugar de la mediación simbólica, funda la comunidad de los sujetos hablantes. Simbolizar es, por tanto, la función de hacer existir lo que no existía, hacer que el NO SER llegue a SER. Siguiendo este desarrollo, para el psicoanálisis al sujeto le es imprescindible LA FALTA (que hemos nombrado como falta en ser) como causa de deseo, como causa de la vida podemos ya decir. En cierto modo podemos decir que el Deseo es el resguardo de la falta y el amor lo que la tapa (la disimula). Es por esta FALTA EN SER que el sujeto se va a identificar con aquello que supone que le falta para ser lo que le falta al Otro, en el que se aliena y que resuelve con la construcción del fantasma. Es un Otro que determina, por tanto, la relación de fascinación especular del imaginario.

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Carlos Arocha. Oximoron, 2008.

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Angèle Etoundi Essamba. Rupture, 2008.

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Así pues, llegamos a un punto central que domina la patología actual. Patologías que casi podríamos llamar las Patologías del límite, pues se trata del límite al que un sujeto puede llegar en su demanda, poniendo en juego su desaparición, para hacer aparecer la falta en ese Otro que le daría un lugar en el mundo. Llegar a proponerse como objeto que se puede perder para dejar al descubierto dicha falta. Es decir, en su construcción fantasmática se sitúa como objeto de la pérdida. Es como si pudiéramos decir que el sujeto se ofrece en sacrificio como objeto, en demanda de esa Falta que produzca un deseo. La única vía de salir de la alienación y llegar a la separación es hacerse objeto pulsional. De esta operación, evidentemente, queda un resto, plus de goce, con el que el sujeto se hace el ser. Es un resto real, que se subjetiviza como vergüenza y que queda a cargo del sujeto aunque por el fantasma lo ponga a cuenta del Otro. Parecería que el ideal en estos cuadros sería el de una separación absoluta del Otro, sin haber pasado por la vía de la alienación. Casi podríamos decir, llegar a la separación haciendo un “salto mortal”. Clínica del Vacío desarticulado del Otro en donde había clínica de la Falta que alojaba y daba nombre a ese vacío. Estoy hablando evidentemente de la anorexia, pero también de esas otras formas sintomáticas tan habituales en nuestra práctica clínica actual, entre las que se pueden incluir las adicciones, algunos de los llamados trastornos de personalidad y también formas bizarras de psicosis “intoxicadas”. Distintas formas de retorno en lo real del rechazo al Otro. La proliferación excesiva de las depresiones en nuestra sociedad actual son una llamada de atención en el sentido de que asistimos a una retirada del Otro, llevándose un trozo de sujeto. Como si hubiera perdido fuerza,potencia para ejercer su función.

¿Que está pasando? La acción del Otro simbólico es la acción privilegiada del Nombre del Padre, es la acción social, cultural que ese Otro del lenguaje ejerce sobre el cuerpo del ser viviente, como decía antes. Es una acción que en definitiva consiste en una sustracción, ya que el cuerpo, al ser incluido en el campo del lenguaje, sufre una pérdida irreversible (de goce). En realidad, es un intercambio por el cuál el Otro dona al sujeto una inscripción simbólica -un sentidoa cambio de una cesión de goce –de ser-. Por eso el sujeto irá a buscar en el campo del Otro lo que el Otro le ha sustraído. Esta afirmación no es privilegio del psicoanálisis. “Yo es Otro”, afirma Rimbaud en varias de sus cartas cuando se interroga precisamente por la Verdad, por el “Infierno de la Verdad”, admitiendo que el sujeto no es idéntico a si mismo y que por tanto está dividido. Tanto peor para el violín si descubre que es madera.

A la patología actual casi podríamos llamar Patologías del límite, pues se trata del límite al que un sujeto puede llegar en su demanda, poniendo en juego su desaparición (…) La proliferación excesiva de las depresiones en nuestra sociedad actual son una llamada de atención en el sentido de que asistimos a una retirada del Otro, llevándose un trozo de sujeto. Es como ese Otro que le daría un lugar en el mundo, hubiera perdido fuerza, perdido potencia para ejercer función

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Elogio de la falta Olga Correas

Pepe Medina. Cuenta atrás, 2008.

(4) J. Lacan. Seminario 11. Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis. Ed. Paidós, 1987.

Para que se entienda mejor, la alienación correspondería a la pregunta de ¿Quién soy?, y la separación a la respuesta ¿Qué quiere de mi? (4). En 1938 Lacan lo señalaba en su escrito sobre Los complejos familiares; y, más tarde, Alexander Kojève, en 1957, se muestra preocupado y humillado, en su comentario sobre Françoise Sagan a propósito de Bonjour tristesse, lamentándose de la desaparición de lo viril, del honor, de lo heroico, en un mundo nuevo que estaría completa y definitivamente privado de hombres. La crisis de lo viril traería consigo la crisis del hombre y por tanto el Declive del Padre como consecuencia. No nos es ajeno el murmulleo suscitado por la crisis de los valores, que es una forma de nombrar la crisis del hombre y que ha venido acompañada de un borramiento, tan celebrado hace unos años -después del Mayo del 68-, de la figura que representaba la autoridad y que era ostentada por la figura del Padre. A estas alturas de nuestra civilización ya no tenemos dudas sobre el aplastamiento de esta figura, a la que ha venido a sumarse la debilidad de los lazos familiares, la modifica-

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Elogio de la falta Olga Correas

Fabrice Backes. Playin’shakespeare, 2003.

ción de los vínculos parentales, el estrechamiento del vínculo persona-trabajo en detrimento del vínculo persona-persona. Asistimos también a una mayor intervención de lo social allí donde la familia muestra su incapacidad y la figura paterna no está a la altura de las circunstancias o más bien está ausente. Así pues, declive de la función paterna, declive de la autoridad y en su lugar ¿qué? En su lugar, el mercado, en su lugar, el aumento del control, en su lugar, mayores medidas de humillante seguridad. En su lugar la celebrada globalización. El para todos y el cese de lo subjetivo. El 29 mayo de 1950, en su conferencia sobre Psicoanálisis y criminología, Lacan apuntaba: “En una civilización en la que el ideal individualista se eleva a un grado de afirmación hasta ahora desconocido, los individuos tenderán hacia ese estado donde pensaran, amaran y sentirán exactamente las mismas cosas, a las mismas horas, en porciones de espacio estrictamente equivalentes…(sic) En los fenómenos de asimilación social, debe haber, a partir de cierta escala cuantitativa, un límite en el que las tensiones agresivas uniformadas se deban precipitar en puntos donde la masa se rompe”.

La crisis de los valores es una forma de nombrar la crisis del hombre y ha venido acompañada de un borramiento, tan celebrado tras el Mayo del 68, de la figura que representaba la autoridad y que era ostentada por la figura del Padre. Así pues, declive de la función paterna, declive de la autoridad y en su lugar ¿qué? En su lugar, el mercado, el aumento del control, mayores medidas de humillante seguridad. En su lugar, la celebrada globalización. El para todos y el cese de lo subjetivo. Acaso ¿no podemos afirmar que [hoy] el mercado es el Padre y, por tanto, el Otro no existe?

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Elogio de la falta Olga Correas

El capital globalizador ya tiene quién le escriba. Acerquémonos al cine, la literatura, la pintura y otras manifestaciones de la cultura para notar cómo dan cuenta de ello. Y en otro orden - en lo que me toca- los servicios de Salud Mental se aplican a la tarea de recoger los vertidos sociales de la agresividad, las ansiedades deslocalizadas y exigentes; responder a los derechos a los que los usuarios -nunca más pacientes- tienen derecho. Estamos ahí, entre otros, para amortiguar los impactos y restaurar el orden social. Ustedes sabrán disculpar mi irreverencia pero, acaso ¿no podemos afirmar que el mercado es el Padre y que por tanto el Otro no existe? En la época de la evaluación, el ser del sujeto ha quedado en manos de un Otro devaluado cuya insignia es la banalidad.

Las consecuencias

(5) María Zambrano. La Confesión: Género Literario, Editorial Siruela, 2004. Madrid.

Podríamos decir que son otras las historias, otras las geografías y otras políticas que el mundo ha cambiado, ¡qué caramba!, que estamos en la postmodernidad. Sí podríamos decirlo, pero no sin el riesgo de caer en lo anecdótico y de llamar a esto “progreso social” que acoge la des-responsabilización del sujeto frente a su goce y que promueve la estupidez del Nadie es Culpable. Sí, podríamos apuntarnos a la banalidad que critica Maria Zambrano en La Confesión: genero literario (5) , cuando dice: “Y así, la exigencia de verdad ha venido a ser sustituida por la exigencia de sinceridad, sinceridad que hace referencia al individuo, y en el que se quiebra la verdad.” Muy sinceros se nos han puesto quienes dan fe de la devaluación del Otro, de su No Existencia cuando se muestran sin pudor a la mirada colectiva, exhibiendo, como el Rey del cuento de Hans Christian Andersen, su Falta de Vergüenza. Esa Falta de Vergüenza en sustitución de la Falta ilustra cómo la mirada del Otro en tanto portadora de vergüenza ya no tiene valor. Ese Otro caído, inconsistente, humillado, castrado en su potencia se presenta como incompetente a la hora de juzgar o decidir.

(6) J. Lacan. Seminario 1. Los Escritos Técnicos de Freud. Ed. Paidós, 1981.

En el Seminario 1 (6) , Lacan va a precisar que “la mirada no se sitúa simplemente a nivel de los ojos, los ojos pueden no aparecer, estar enmascarados. La mirada no es forzosamente la cara de nuestro semejante, sino también la ventana tras la cuál suponemos que nos están mirando”. Es una equis, dice, el objeto ante el cual el sujeto deviene obje-

El discurso capitalista postmoderno impulsa al sujeto contemporáneo a situarse en una posición en la que no siente pudor de su propio goce. Sin vergüenza, no hay división subjetiva y sin división subjetiva, sin nada que haga preguntas para el sujeto, se anula la diferencia entre el objeto de consumo y el objeto de deseo. En la desvergüenza moderna, la falta, que es estructurante del sujeto y que comporta el deseo humano, ha devenido vacío que no produce deseo

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Elogio de la falta Olga Correas

Carlos Arocha. Interiores, 2008.

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Elogio de la falta Olga Correas

El ojo que ves no es ojo porque tú lo ves, sino porque te ve. FOTO: SAP.

(7) J. Lacan. Seminario 17. El Reverso del Psicoanálisis. Ed. Paidós, 1992.

to. Y más adelante, en el Seminario 17 (7) , convoca a Sartre en su obra El Ser y la Nada para resaltar que “(...) para el que es sorprendido mirando, todo el clima cambia en un momento de viraje y me vuelvo una mera cosa, un maniaco”. Si traigo aquí estas citas es porque me parece que el Otro que nos mira se ha modificado en su estructura misma con los nuevos aires que ha traído el capitalismo global, que hace uso de todo aquello -ideas, ideales, costumbres, críticas y pensamientos- que alimenta el Utilitarismo. Aun cuando éste fue anunciado hace más de un siglo, el Panóptico de Bentham ,¿soñó tanto florecimiento como con El gran hermano? Contemplamos la muestra de unos goces que hasta hace poco suponían vergüenza y, por tanto, sólo se accedía a ellos en las habitaciones donde la intimidad habita. Sólo como resultado de una relación fantasmática con el objeto, el sujeto podía permitírselos o bien lo hacía si los colocaba como cobijados por el amor. Hoy no precisan de este cobijo, pues están sujetos a otro imperativo, el que marcan las leyes del mercado. El que no enseña no vende.

(8) Massimo Recalcati. Clínica del vacío. Anorexias, dependencias, psicosis. Editorial Síntesis. 2003.

El discurso capitalista postmoderno impulsa al sujeto contemporáneo a situarse en una posición en la que no siente pudor de su propio goce (8). Es pertinente recordar que Pudor era una divinidad griega que abandonó la Tierra indignada por la corrupción de los hombres. Se la consideraba amiga de la Verdad, e íntimamente unida al Amor, que pierde toda su fragancia cuando el Pudor no lo vela, aún cuando lo delate. Sin vergüenza no hay división subjetiva y sin división subjetiva, sin nada que haga pregunta para el sujeto,se anula la diferencia entre objeto de consumo y objeto de deseo.

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Elogio de la falta Olga Correas

Así pues, degradación del Otro, devaluación de su mirada. El sujeto jugando a objeto y provocando el sin pudor del Otro que mira. Que menos que recordar la enseñanza de los clásicos: Abocado a perderse entre bajíos y arrecifes En pleno océano (de goce) flotando hallamos; Precisa aprovechar la corriente (del deseo) mientras fluye O conformarse a ver nuestra empresa fracasada (9). La Falta estructurante del sujeto, que comporta el deseo humano, determina que la verdad del goce que lo habita resulte velada, como en los misterios. Esto supone la operación del Nombre del Padre y la vía hacia lo simbólico que ella habilita. En la Desvergüenza moderna, la Falta ha devenido vacío que no produce Deseo. La metáfora del cuento con el que comenzaba mi exposición señala una situación en la que una amplia mayoría comparte la obscenidad de una mentira aun cuando cada sepa de lo absurdo y falto a la verdad de la situación, y de cómo la verdad -el goce del Rey presumidopermanece oculta por la farsa en la que todos se comprometen. En este punto, el grito del niño que denuncia la mentira invita a que al menos uno no colabore a mantenerla. Me gustaría pensar que, al menos en este encuentro, nos arriesguemos a alinearnos del lado del niño que grita.

(9) William Shakespeare, Julius Caesar, Acto IV.

II Seminario Atlántico de PENSAMIENTO

Exceso de escasez Pablo San José

Es miembro, junto con Cynthia Viera, del equipo

Pablo San José

artístico PSJM, con residencia en Berlín, y que se comporta como una marca comercial de arte avanzado que hace pleno uso de los recursos comunicativos del capitalismo espectacular para poner de relevancia las paradojas de su caótico desarrollo. PSJM ha expuesto en Nueva York (The Real Royal Trip… by the Arts, PS1-MOMA. En colaboración con El Perro y Aitor Méndez), Miami (Pulse 08, Galería Espacio Líquido),

Colonia

(KunstKöln04, Galería Blanca Soto), Basel (Volta 07, Riflemaker Gallery),

Berlín (Scala e.V.), Londres

(Riflemaker Gallery) y en numerosas muestras colectivas e individuales en España.

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Exceso de escasez Pablo San José

En primer lugar quiero agradecer, en nombre de quienes componemos el equipo PSJM, Cynthia Viera y yo mismo, Pablo San José, la oportunidad que se nos brinda para desarrollar un tema que se muestra extraordinariamente sugerente y que, de hecho, subyace implícito en nuestra obra como colectivo que produce arte contemporáneo. Nuestro equipo, PSJM, es una marca comercial que actúa en la institución arte. Adoptar los procedimientos estéticos, estructurales y operativos del mundo de la empresa para generar un discurso crítico, supone sacar a la luz también una obra de carácter globalizado y manejar siempre los códigos de la producción industrial, el consumo desmedido y su desmedido aparato de seducción espectacular. El tema propuesto por tanto aparece ante nosotros como un punto de partida inductor de algunos temas relacionados, que rápida y chispeantemente alborotan nuestra máquina de pensar. Poner en orden estas ideas y conducirlas por el sendero del discurso es lo que con mayor o menor acierto vamos a tratar de hacer aquí.

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La superabundancia de información tiene como corolario nuestra capacidad para olvidar. Un acontecimiento espectacular eclipsa al anterior y será velado en nuestra memoria por el suceso sensacionalista que le sigue, como en la composición de colores catódica, donde la suma saturada de RGB tiene como resultado el blanco, el vacío luminoso

Exceso de escasez Pablo San José

Quisiera comenzar desvelando el enigma de las imágenes que nos acompañan, a partir de las cuales seguramente la mayoría de los presentes ya habrá realizado una interpretación. Se trata de una serie de fotografías tomadas en la ciudad brasileña de Sao Paulo. Nuestra exposición individual en la Galería Baró Cruz nos llevó a esta macro-urbe donde nos aguardaba un hecho singular y ciertamente paradigmático. La creatividad publicitaria brasileña, y las agencias de Sao Paulo en particular, ocupan siempre los primeros puestos en los palmarés de los festivales internacionales de creatividad. Este hecho y la consabida saturación de publicidad exterior característica de los grandes centros demográficos latinoamericanos, merecía una mirada atenta a través de la ventanilla del taxi que nos recogió en el aeropuerto, y la sorpresa fue mayúscula. El paisaje paulista, aún saturado de soportes publicitarios, permanecía poblado de estos fantasmas de la comunicación. Aquí y allá la publicidad comercial te acosaba para decir nada. Un exceso de escasez, un impresionante despliegue donde no hay mensaje, sólo medio, y donde inevitablemente el significado del mensaje lo escenifica el propio medio. En los quince días que permanecimos en la ciudad tuvimos tiempo de recoger un enigmático documento gráfico que habla... del silencio. Al informarnos, descubrimos que esta extraña situación era consecuencia de una reciente ley del gobierno municipal que persigue acabar con la saturación publicitaria. Más del setenta por ciento de las vallas destinadas a mensajes comerciales debía ser retirado en un plazo de tres meses, nosotros tuvimos la fortuna de estar allí en ese periodo y admirar una de esas visiones paradójicas que el sistema de consumo nos proporciona y que constituyen la materia prima de nuestro trabajo. Desgraciadamente nos fue imposible retratar una de las situaciones más absurdas, en la que una de estas vallas se hallaba iluminada en la oscuridad de la noche, representando involuntariamente la imagen fantasmagórica de la mercancía. El exceso de información, el exceso de imá-

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Exceso de escasez Pablo San José

genes y el exceso de individualismo caracterizan lo que Marc Augé denomina “sobremodernidad”, que otros llamaran postmodernidad. Para el antropólogo galo más que una ruptura con la modernidad, la “sobremodernidad” viene a suponer un exceso de modernidad por medio de la aceleración de sus factores constitutivos. El exceso de información produce la sensación de que la historia se acelera. El conocimiento diario, casi minuto a minuto, de todo lo que pasa en el mundo, o más bien de la tendenciosa y parcial información que se nos hace llegar, unido a la sospecha de que aquello que suceda en cualquier parte del globo tendrá consecuencias para nosotros, nos sitúa directamente “dentro de la historia” , o como asegura Augé, de “tenerla pisándonos los talones, para volver a ser alcanzados por ella durante el noticiero de las ocho o durante las noticias de la mañana”. Esta superabundancia de información tiene como corolario nuestra capacidad para olvidar. Un acontecimiento espectacular eclipsa al anterior y será velado en nuestra memoria por el suceso sensacionalista que le sigue, como en la composición de colores catódica, donde la suma saturada de RGB tiene como resultado el blanco, el vacío luminoso.

La saturación informativa es hermana del exceso de imágenes ofrecidas por los medios de masas. Siguiendo el análisis de Augé, la imagen recibida coloca al mismo nivel hechos dispares que sin duda no pueden tener la misma importancia, iguala acontecimientos tales como el número de muertos en Irak o la clasificación de la liga de campeones. Del mismo modo iguala personas: las figuras de la política, las estrellas del espectáculo, del deporte y de la televisión son presentados como personajes protagonistas de la película “realidad informativa”. Y desde luego hace incierta la distinción entre lo real y la ficción, ya que los acontecimientos están concebidos y escenificados para ser vistos en televisión.

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Exceso de escasez Pablo San José

El desembarco en Somalia se hizo a la hora anunciada, como cualquier otro espectáculo, delante de centenares de periodistas. Añadamos a estos efectos de la poderosa presencia de la imagen su capacidad de generar adicción, aislando al individuo y ofertándole simulacros del prójimo. Cuanto más nos abandonamos a la imagen, más se reduce el tiempo invertido en la actividad de negociación con el prójimo, que es la reciprocidad, constitutiva de nuestra identidad. Y es aquí, en ese tercer componente del concepto de “sobremodernidad”, el exceso de individualismo, donde despunta la situación paradójica contemporánea, ya que asistimos a una individualización pasiva, completamente distante del individualismo conquistador del ideal moderno: una individualización de consumidores, cuyo germen se encuentra, sin lugar a dudas, en el vertigi(1) Augé, Marc (1992). noso desarrollo de los medios de comunicación (1). Los no lugares, Gedisa, Barcelona, 2004. Y también en www.memoria.com.mx/129/auge .html

Encontramos en esta visión de la sociedad contemporánea dibujada por Augé, planteamientos que la relacionan con aquellos del espectáculo situacionista, el simulacro de Baudrillard o el hombre unidimenional del olvidado Marcase. Pero vamos a interesarnos ahora por su evidente correspondencia con las reflexiones de otro pensador, también francófono: Gilles Lipovetsky y su lógica paradójica de las fuerzas que tensan la sociedad de consumo. Dice Lipovetsky: “no vivimos el fin de la modernidad, estamos por el contrario, en la era de la exacerbación de la modernidad, de una modernidad elevada a una potencia (2) Recogido por Antonio Torrejón superlativa. Estamos en una era “hiper”: hipercapitalista, de hiperpotencias, hiperterrosobre la charla Tiempos rismo, hipervacaciones, hiperindividualismos, hipermercados” (2). hipermodernos. El ocaso de la postmodernidad, impartida por Gilles Lipovetsky en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires. 2004. En www.barilochenyt.com.ar/hiper modernidad. html

Y en otra parte: “La hipermodernidad implica exceso, un crecimiento fuera de los límites como por ejemplo: la clonación, la biotecnología, la cirugía estética, la conquista del espacio, los malls, el turismo y la pornografía. Una lógica espiral infinita que también se manifiesta en pequeños fenómenos: el uso de drogas en el deporte extremo, la obesidad (emblema de la hiper-sociedad), la anorexia, la bulimia y las adicciones de todo tipo. La hiper(3) Lipovetsky en modernidad es una sociedad rica en tensiones paradójicas que chocan en el tiempo” (3).

www.matosas.typepad.com/co mpetir_con_la_mente/2007/09/ hipermodernidad.html

El autor propone el término hipermodernidad, no en sustitución de postmodernidad como hiciera Augé, sino que éste comprendería una tercera fase en el proceso de mo-

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dernización. En sus textos arguye que hace veinte años “postmodernidad” suponía un neologismo adecuado para los radicales cambios producidos respecto al pasado moderno dominado por la producción, y que ahora se quedaría desfasado. Pero al describir la hipermodernidad, Lipovetsky otorga a esta fase rasgos claramente formativos del concepto de postmodernidad, por lo que, a nuestro modo de ver, no existe una diferencia sustancial entre ambas fases que pueda determinar una ruptura clara. Sin embargo, y pasando por alto este asunto, lo que nos interesa aquí es su sagaz comprensión del papel del individuo en una sociedad excesiva. Lipovetsky no nos presenta un individuo pasivo, alienado (que dirían Marx y sus muchos epígonos), por el contrario habla de un individuo libre, pero frágil y vulnerable, dejado a su suerte en un presente inestable y con perspectivas de un futuro incierto. Alejándose de la concepción fatalista que ha dominado gran parte la teoría sociológica, brilla aquí una postura más optimista, aunque también crítica. Y no podría ser de otro modo, si realmente queremos entender las señales que iluminan estas autopistas por las que corre la sociedad contemporánea. Sociedad de consumo paradójica que, con sus tendencias de normalización técnica y desigualdad social, produce simultáneamente el orden y el desorden, la independencia y la dependencia subjetiva, la moderación y la desmesura. Porque la hipermodernidad no es solamente una era gobernada por el mercado y los rendimientos técnicos, también es un momento de expansión de los valores humanísticos y democráticos. “Cuanto más se impone la comercialización de la vida, más celebramos los derechos humanos. Al mismo tiempo, el voluntariado, el amor y la amistad son valores que se perpetúan e incluso se fortalecen” (4). (4) Lipovetsky, Gilles (2004).

Los tiempos hipemodernos, Anagrama, Barcelona, 2006.

En todo caso, y aunque siempre se agradecerá una apreciación positiva de lo que pasa, no podemos bajar la guardia. Porque si giramos la moneda y observamos el otro lado de la sociedad del exceso consumista, si miramos el lado de la escasez, de las personas que viven en ella y que suponen la inmensa mayoría de la población mundial, la visión se torna oscura, triste e indignante. Sobra decir que el nivel de desarrollo tecnológico alcanzado por la humanidad permitiría sin problemas acabar con el hambre. Jamás hubo tanta riqueza en el mundo, el problema, cómo no, radica en su distribución. Parece ser que el nivel de desarrollo moral no corre parejo al nivel de desarrollo productivo. El sociólogo, político y Relator Especial (5) Ziegler, Jean (2005). de Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación, Jean Ziegler, encabeza uno de los ca- El imperio de la vergu¨enza, pítulos de su último libro con el título. “La escasez programada” (5). Taurus, Madrid, 2006.

El otro lado de la sociedad del exceso consumista son los cuatro mil millones de personas que viven con menos de dos dólares diarios. Ahí la visión se vuelve oscura e indignante. Sin embargo, se encuentran en el punto de mira de las grandes corporaciones. Hay quien, desde el pináculo del mundo de los negocios, pretende aliviar la pobreza creando nuevos consumidores pobres. No otra es la propuesta de C.K. Prahalad, uno de los gurús de la estrategia multinacional

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Ziegler es un crítico implacable con las sociedades transcontinentales privadas de la industria, la banca, los servicios y el comercio, y también con las personas que las dirigen, a los que gusta llamar depredadores, cosmócratas o nuevos señores feudales del imperio de la vergu ¨enza. En sus escritos asegura que han surgido sistemas feudales de nuevo cuño, “más poderosos, más cínicos, más brutales y más astutos que los antiguos”. Y, como su predecesor, el nuevo señor feudal somete a sus siervos a través de la deuda. En este nuevo feudalismo planetario los cosmócratas “organizan la escasez a conciencia, de acuerdo con la lógica del máximo beneficio. El precio de un bien depende de su escasez. Cuanto más escaso es un bien, más elevado es su precio. La abundancia y la gratuidad son las pesadillas de los cosmócratas, que dedican esfuerzos sobrehumanos a conjurar su perspectiva. Sólo la escasez garantiza el beneficio. ¡Organicémosla!”, remata irónicamente Ziegler. Y es que indiscutiblemente los alrededor de cuatro mil millones de personas que viven con menos de dos dólares diarios se encuentran en el punto de mira de las grandes corporaciones, de hecho hay quien, desde el pináculo del mundo de los negocios, pretende aliviar la pobreza creando nuevos consumidores pobres. Es la propuesta del gurú de la estrategia multinacional C.K. Prahalad, que inicia su libro The fortune at the botton of the pyramid con esta declaración de intenciones: “Si dejamos de pensar en los pobres como víctimas o como una carga y comenzamos a reconocerles como persistentes y creativos empresarios y consumidores conscientes del valor, un completo nuevo mundo de oportunidades se abrirá.” Prahalad sugiere que cuatro mil millones de pobres puedan ser el motor del siguiente capítulo del comercio y prosperidad globales, y pueden ser una fuente de innovaciones. Servir a los clientes de la Base de la Pirámide requiere que las grandes firmas trabajen en colaboración con las ONG´s y con los gobiernos locales. Además, el desarrollo del mercado en la Base de la Pirámide también crearía millones de nuevos empresarios a los niveles más bajos.

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La estrategia a seguir pasa por una modificación estructural del funcionamiento de las compañías, y no confinar estas actividades a las secciones de responsabilidad social de las empresas, que en la mayoría de los caso no son más que departamentos creados para lavar su imagen de marca. Se trata de crear nuevas soluciones adecuadas a este inmenso mercado, con el desarrollo de nuevos productos, nuevas políticas de precios, nuevas formas de promoción y nuevas formas creativas de distribución. Para realizar su sueño, hacer un bien social consiguiendo pingu ¨ es beneficios, el profesor americano deposita todas sus esperanzas en la probada eficiencia de las tecnologías de la comunicación, como los móviles o Internet, y en la fácil adaptación de los pobres a la era digital. Y detalla en su best-seller ejemplos de empresas que en Brasil, India, o Méjico son pioneras en la adecuación de sus políticas empresariales a estos mercados. La motivación final de Prahalad es la de convertir la pirámide social en un diamante, cuya geometría esté dominada por una descomunal clase media. De alguna forma, y aunque toda esta propuesta desprenda el desagradable olor del neo-liberalismo, parece que Prahalad intenta marcarle instrucciones precisas a la mano invisible de Adam Smith, sin embargo se sigue confiando en la vieja teoría liberal de que el egoísmo de unos puede (6) Prahalad, C.K. propiciar el bien para todos (6). The fortune at the botton of the Con todo, llevar a cabo la erradicación de la pobreza y convertir a los estados en vías de desarrollo en naciones productoras capaces de asegurarse una estabilidad política, social y económicaharía saltar la alarma sobre ese otro gran problema de escasez al que se enfrenta el planeta, la carencia de recursos energéticos, que, junto con la amenaza terrorista global, componen la “pareja del miedo”, hábilmente manipulada por la clases dirigentes para controlar a la población.

pyramid, Wharton School Publishing, Pennsylvania, 2005.

Desde luego el salto de las economías en desarrollo a la estabilidad tendría que pasar por una planificación que controlara los efectos ambientales de tal proyecto y sobre todo el compromiso de los países industrializados de bajar el listón haciendo efectivo un consumo responsable. La pregunta es ¿puede una sociedad hedonista, preocupada únicamente por los placeres inmediatos, consumir de modo responsable?. Sociedad hedonista y consumista. Lujo y despilfarro. Convendría detenernos un momento en el significado del término hedonista, alegremente pronunciado cuando se habla de nuestra sociedad contemporánea del deseo. El hedonismo clásico de Epicuro se caracteriza por su ascetismo. Si bien promulgaba que el fin último del ser humano radica en la búsqueda del placer (hedoné) y la huida del dolor, las palabras de Epicuro no dejan lugar a dudas:“Pues ni los banquetes ni los festejos continuados, ni el gozar con jovencitos y mujeres, ni los pescados ni otros manjares que ofrecen las mesas bien servidas nos hacen la vida agradable, sino el juicio certero que examina las causas de cada acto de elección o aversión y sabe guiar nuestras opiniones lejos de aquellas que llenan el alma de inquietud” (7). Tanto el hedonismo clásico como el moderno estiman los placeres espirituales e intelectuales en muy mayor grado que aquellos de la carne. Fundada por Jeremy Bentham y difundida por Stuart Mill, la versión moderna de esta teoría ética supone el paso del hedonismo egoísta al hedonismo uni-

(7) Epicuro (alrededor de 300 a.C.), Carta a Meneceo, en Obras, Altaya, Barcelona, 1995.

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(8) Stuart Mill, John (1863). El utilitarismo, Altaya, Barcelona, 1995.

(9) Bell, Daniel. Las contradicciones culturales del capitalismo, Alianza, Madrid, 1996. (10) Weber, Max. La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Istmo, Madrid, 1998.

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versalista o utilitarismo. Aunque considera la amistad como el valor más preciado, la filosofía epicúrea niega que, por naturaleza, el ser humano esté destinado a vivir en sociedad. Por el contrario, el utilitarismo tiene como objetivo último el de lograr «la mayor felicidad para el mayor número». El primero sitúa el bien en el placer individual, mientras que el segundo afirma como bien supremo el placer, el bienestar y la utilidad sociales; el hedonismo tiene carácter individualista, el utilitarismo es de índole socialista (8). Como vemos las ideas y teorías, como la vida, son poliédricas y en muchos casos combinan extremos aparentemente irreconciliables. En Las contradicciones culturales del capitalismo, Daniel Bell (9) auguraba un desenlace fatal para el capitalismo, herido de muerte en el conflicto que se podría crear entre la ética del trabajo, hija del ascetismo protestante (10), y el nuevo estilo de vida basado en el placer en tiempo presente que da forma al consumismo. Según apunta Vicente Verdú, esta tensión más que desembocar en el conflicto temido, produjo un efecto acelerador: “Contradicciones, sí, pero en lugar de romper inútilmente el mecanismo, desencadenaron un superaccidente de cuya

influencia el capitalismo salió tan rejuvenecido como un exfoliante de Clarins” (11). Y otra vez Lipovetsky nos desvela una paradoja, esta vez referida al germen de la contracultura que se opone al sistema consumista y a su irónico destino. “El hedonismo de masas, el ocio, la multiplicidad de posibilidades suscitada por los bienes y servicios de la abundancia contribuyeron a reforzar aún más la reivindicación de la autonomía per(12) Lipovetsky en www.alfonselmagnanim.com/D sonal, hasta el punto de anexionar el mismo espíritu revolucionario. (11) Verdú, Vicente. Yo y tú, objetos de lujo. El personismo: la primera revolución cultural del siglo XXI, Debate, Barcelona, 2005.

EBATS/81/quadern05.html. Sobre cómo la rebeldía contracultural, lejos de frenar a su oponente, concluye en un incremento del consumo “alternativo”, ver: Joseph Heath y Andrew Potter, Rebelarse vende, Taurus, 2005.

Mayo del 68 sólo es en apariencia antinómico con el neocapitalismo de las necesidades. De hecho, fue este último el que permitió la explosión polimorfa de los deseos de independencia, el que permitió la emergencia de una utopía hedonista, de una revolución cultural que exigía el “tout, tout de suite [todo, ya]” (12). Al igual que la vieja proclama de

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aunar arte y vida reclamada por las primeras vanguardias ha llegado a ser realizada en la estetificación difusa del sistema de consumo, las demandas de los revolucionarios sesentayochistas se han visto plenamente cumplidas en un capitalismo al que todo le vale. Tanto la negación como la afirmación, la revolución o el terrorismo, todo es susceptible de ser incorporado al espectáculo, renovándole, haciéndole más fuerte, como esos monstruos de la ciencia ficción que crecen y engordan cuando se les dispara, cuanto más letal es la munición que se les asesta más terriblemente monstruosos se vuelven. O quizá, este capitalismo avanzado sea uno de esos monstruos que, como el Frankenstein nacido de mil partes, posee un tierno corazón y una irrefrenable furia destructiva. No conviene, sin embargo, sumirse en la desesperanza y perder la ilusión de construir un mundo libre, igualitario y fraternal, aunque las ironías del destino o la lógica del sistema transformen todo intento en espectáculo y mercancía. Debemos seguir adelante, ser conscientes de la potencialidad absorbente del capitalismo y quizá buscar ahí las oportunidades. La mayoría de los observadores y activistas depositan sus esperanzas hoy en ese amalgama político de resistencia que es el movimiento antiglobalización. Nuevos movimientos sociales que desechan la idea de un programa común, de un partido unificador y dogmático que sobradamente ha demostrado su ineficacia. Y es que el tema que nos ocupa, aquél del exceso y la escasez, se encuentra en la base misma del pensamiento socialista. La confianza en la abundancia producida por el capitalismo como inductora de la revolución y también, la que se creía abundancia inherente al sistema de producción socialista. Escribe Marx en La Ideología Alemana: “Para que se convierta en un poder “intolerable”, es decir, un poder contra el cual se hace una revolución, es necesario que haya procreado a la masa de la humanidad como absolutamente “sin propiedad” y, al mismo tiempo, en contradicción con un mundo existente de riqueza y de cultura, las cuales, ambas, presuponen

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un gran incremento de la fuerza productiva, un alto grado de desarrollo. Y por otra parte, este desarrollo de las fuerzas productivas (...) es también una condición práctica absolutamen(13) Marx, Karl (1845/1846). te necesaria, porque sin él sólo se generaliza la escasez” (13). Y en el Manifiesto Comunista: La ideología Alemana (I) y otros escritos filosóficos, Losada, “En lugar de engendrar la miseria, la producción superior a las necesidades perentorias de Madrid, 2005. la sociedad (comunista) permitirá satisfacer las demandas de todos los miembros de ésta, (14) Marx, Karl (1848). engendrará nuevas demandas y creará, a la vez, los medios de satisfacerlas” (14). Manifiesto del Partido Comunista, Mestas, 2003.

(15) Ovejero Lucas, Félix. Proceso abierto, El socialismo después del socialismo, Tusquets, 2005.

En suma, y como afirma Félix Ovejero Lucas, “la abundancia hace posible que una sociedad igualitaria se pueda mantener con razonables vínculos fraternos y permita el respeto a la elección autónoma de los proyectos de vida y, por ende, a la autorrealización, sin necesidad de intromisiones sistemáticas de las instituciones que frustrarían la realización de tales ideales.” Ovejero Lucas señala aquí acertadamente uno de los callejones sin salida en los que se encuentra la teoría socialista: la empírica existencia de la escasez, tanto en la forma socialista como en la capitalista (15). De cualquier modo, no todos los pensadores de corte marxista se han mostrado seducidos por las bondades de la abundancia. El disidente de la Escuela de Frankfurt, Erich Fromm, culpa a la abundancia como origen de la agresividad, la dominación y la guerra. Desde los comienzos de la vida humana se vivió en una situación de necesidad general. La escasez reinó hasta la llegada de la Revolución Neolítica. Es entonces cuando el ser humano inicia su producción material, plantando, edificando y preocupándose de forma inédita por almacenar bienes. La cultura y las ciudades surgieron y con ellas comenzó súbitamente la época de una “relativa abundancia”. Relativa, ya que no era suficiente para que todos la disfrutaran. Por un lado posibilitó a la humanidad crear cultura, ahora que se disponía de una base material para construir edificios, organizar estados o alimentar filósofos. Pero por otro, la escasez relativa condujo a que un pequeño grupo debiera explotar al grupo de la mayoría. “El guerrear no es, como muchos insisten en señalar, algo

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enraizado en el instinto humano; las empresas bélicas comenzaron en la época neolítica, cuando hubo algo que valía la pena quitarle a otros”. El psicólogo social y psicoanalista alemán busca la demostración de esta teoría en datos antropológicos. Fija su mirada en toda una serie de razas primitivas contemporáneas en las que, en general, no se aprecia ninguna agresividad particular y, por el contrario, reina el espíritu de amistad generalizado. Entre estas se hallan los indios, los primeros habitantes de los Estados Unidos, comunidades donde no se registrabann delitos, no existía la propiedad privada, ni explotación, ni tampoco jerarquías. Fromm asegura que este tipo de razas viven en una democracia profundamente arraigada, donde, por ejemplo, las relaciones sexuales pre-matrimoniales son completamente libres y las sexualidad no va acompañada del sentimiento de culpa. Cazan y recolectan lo que necesitan y en definitiva: “no están obsesionados por la idea de que se deben utilizar más cosas, ahorrar más, tener más, por lo que viven en general muy contentos. Tales razas constituyen la verdadera sociedad de la abundancia, no porque sean ricos, sino porque no quieren más de lo que tienen”. Con la abundancia relativa la democracia natural cede su puesto a una jerarquía en la que todos obedecen (16). Difícilmente podremos nosotros volver a ese estado de felicidad natural y, de hecho, no parece aconsejable ya que, si bien habría mucho que ganar, también se perdería mucho con el hipotético cambio. Un argumento antropológico similar domina La teoría de la clase ociosa, del americano de origen noruego Thorstein Veblen. Este ensayo sorprendentemente se ocupa del fenómeno del consumo, en una época, 1899, en la que todas las miradas se dirigían a la producción. Como consecuencia de la propiedad privada y su génesis, según Veblen, surge también la comparación envidiosa, desarrollándose lo que él llama consumo conspicuo y precisa en su ácido análisis de la sociedad de finales del XIX un detallado muestrario de signos de distinción y dominación simbólica, si queremos utilizar los términos más actuales acuñados por Bourdieu (17). De tal modo que, cuando analiza la belleza y su valor en las estructuras sociales, Veblen sentencia: lo caro es bello “La utilidad de los artículos valorados por su belleza depende muy estrechamente de lo caros que sean estos bienes”. “El requerimiento del gasto ostentoso no se encuentra conscientemente en nuestros cánones del gusto, sin embargo constituye una norma selectiva y sustancial de nuestro sentido de lo que es bello”. “Ocurre frecuentemente que un artículo el cual sirve a los propósitos honoríficos de gasto conspicuo es al mismo tiempo un objeto bello. El oro, por ejemplo, posee un alto grado de belleza sensual y muchas, si no la mayoría, de las más caras obras de arte, son intrínsecamente bellas”. “La sensual belleza de las piedras preciosas, su rareza y su precio les añaden una expresión de distinción que ellas nunca tendrían si fueran baratas”.

(16) Fromm, Erich (1983). Sobre los orígenes de la agresión, en El amor a la vida, Altaya, 1993.

(17) Bourdieu, Pierre (1979). La Distinción. Criterio y bases sociales del gusto, Taurus, 1988.

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PSJM. Fuera de contexto. Dentro del mercado. 2005-2006. FOTOS: PSJM/Luis Cárcamo.

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“Pero la utilidad de estas cosas para el que las posee se debe normalmente menos a su belleza intrínseca que al honor conferido por su posesión y consumo. Estos objetos son valorados si pueden ser apropiados o monopolizados, su exclusivo disfrute gratifica el sentido de superioridad pecuniaria del que los posee, al mismo tiempo que su contemplación gratifica su sentido de la belleza” (18). Esta percepción del valor estético nos conduce directamente a la tasación estética en el tiempo presente y al funcionamiento de un mercado de arte contemporáneo basado en la exclusividad, el fetichismo y la escasez programada. Esta escasez programada, de consecuencias menos dramáticas que aquellas de las que hablara Ziegler, llega al absurdo cuando reparamos en la distribución y comercialización de los nuevos medios tecnológicos aplicados a la creación artística actual. La reproducción del vídeo, la fotografía y otros medios de producción industriales o digitales utilizados hoy por un gran número de artistas ha de ser cercenada artificialmente, numerando sus copias y creando una escasez planificada para mantener vivo el mercado del fetiche artístico. Viene al caso ahora comentar una de nuestras piezas que se fundamenta en estas preocupaciones. La obra Fuera de contexto dentro del mercado se desplegaba en diferentes soportes. Se editaron dos modelos de mecheros Bic, en uno de ellos se podía leer “este mechero es una obra de arte”, en el otro “este mechero no es una obra de arte”. Nuestras azafatas, ejecutando lo que nosotros llamamos performance corporativo, regalaban al público asistente los mecheros e informaban sobre la existencia de dos de estos objetos, uno de cada tipo, seleccionados al azar que se encontraban dentro de una urna situada en el centro de la galería, y a los que se les había dado el valor de un millón de euros. Así, la obra de arte reproducida industrialmente es regalada proponiendo una distribución democrática, mientras que el símbolo de su escasez programada era irónicamente reservado a la máxima exclusividad, ineficaz por otro lado, al ser desvelado su absurdo.*

(18) Veblen, Thorstein (1899). The theory of the leisure class, Dover, New York, 1994. Con relación al descrédito de la belleza en el arte moderno y a su sustitución por el término “interesante” como valoración del arte contemporáneo ver Sobre la belleza, artículo publicado por Susan Sontag en Letras Libres nº 17, 2003.

Tras esta media hora de disertación construida con la técnica del bricolaje, o también, como la sesión de un DJ, donde el autor compone su discurso mezclando propuestas de otros autores y donde, al igual que con en el ready-made, es la “selección” la que sirve como primordial procedimiento en la creación de significado, me gustaría ahora atender a asuntos artísticos y a su relación con el exceso y la escasez. Sin ánimo de pormenorizar detalladamente una taxonomía de obras y autores donde estos temas se hallen presentes, sí quisiera apuntar brevemente el trabajo de algunos artistas interpretado bajo los presupuestos de carencia y abundancia, anorexia y obesidad, reduccionismo y saturación formal.

Las vanguardias [artísticas históricas] se caracterizan tanto por su escasez formal como por sus actitudes excesivas. Una tensión paradójica similar se crea en la fabricación industrial de objetos, los cuales deben tener formas sencillas para reducir el coste de su masiva y excesiva producción. Ahí el desgastado lema “menos es más”, de Mies van der Rohe, significaría sobre todo “menos costes, más beneficios”. Las rutas del movimiento moderno y la economía capitalista se unen en encrucijadas insospechadas

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Malevich. Cuadrado negro, 1913-1915.

Marcel Duchamp. La Fontaine, 1917.

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Yves Klein. El vacío, exposición, 1958.

La era industrial trae consigo dos tipos de arte generalmente contemplados como antitéticos pero cuyas relaciones son más complejas e intrincadas de lo que una mirada simplista pudiera descubrir. Nos referimos al arte de vanguardia y al arte de masas. Si bien se ha dicho que el arte moderno nace como reacción a la industrializada sociedad de masas y sus mecanismos alienantes, Andreas Huyssen recogiendo el testigo de Peter Bu ¨rger (19), acierta al diferenciar entre un arte moderno, dedicado en pleno al arte por el arte y un arte de vanguardia, defensor de la integración del arte en la vida y la realidad social. Esta última tendencia, encarnada en movimientos como Dada o el constructivismo, se alimenta del mismo combustible que hace girar los engranajes de la sociedad industrial. Como quiera que sea, la historia del arte moderno, forjada por aquellos que defendían la autonomía del arte y los que intentaban disolverlo en lo real, está marcada por el reduccionismo formal, que comienza con los ensayos impresionistas hasta llegar a las propuestas más radicales. Podemos decir, sin miedo a errar, que las vanguardias se caracterizan tanto por su escasez formal como por sus actitudes excesivas. Una tensión paradójica similar se crea en la fabricación industrial de objetos, los cuales deben tener formas sencillas para reducir el coste de su masiva y excesiva producción. En este sentido el desgastado lema “Menos es más”, que pronunciara Mies van der Rohe, significaría sobre todo “menos costes, más beneficios”. Las rutas del movimiento moderno y la economía capitalista se unen en encrucijadas insospechadas. Resulta obligado señalar dos obras del primer decenio del siglo XX, prácticamente realizadas en las mismas fechas. Son el Cuadrado negro de Malevich y La Fontaine de Marcel Duchamp. La primera lleva al límite la reducción extrema en pintura y la segunda en

(19) Huyssen, Andreas (1986). After the great divide, Indiana university Press, 1987. Bu ¨rger, Peter (1982). Theory of the Avant-Garde, University of Minnesota Press, Minneapolis, 1984.

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escultura. Aunque no es del todo correcto llamar a los ready-made esculturas, ya que si la escultura engloba a todas las obras de arte en tres dimensiones debería la arquitectura estar incluida también en esta categoría. Como quiera que sea no vamos a enredarnos aquí en marañas terminológicas de tal calibre, lo que nos interesa ahora es la importancia de estas piezas y estos artistas como final de un proceso de experimentación formal o conceptual y como el principio de un arte, el contemporáneo, que no podríamos entender sin sus precursoras aportaciones. Estas obras suponen un punto de inflexión en el transcurso del arte contemporáneo, a partir de entonces el arte no será lo mismo. Avanzando bastante en el tiempo y situándonos en la época de las segundas vanguardias vamos a detenernos ahora en dos trabajos de carácter espacial que también llevaron al extremo la lógica del reduccionismo en un caso y la saturación en otro. Nos referiremos en primer lugar a la exposición El vacío de Yves Klein, inaugurada en 1958 en la galería parisina de Iris Clert. Klein era conocido en el mundo del arte parisino como el “monócromo” ya que su experimentación en el campo de la pintura le había conducido a realizar toda una serie de cuadros de un sólo color, un color azul que él mismo había registrado como Yves Klein Blue. El artista había llegado a la conclusión de que la idea como obra de arte es más importante que la propia obra material llevada a cabo. Como radical consecuencia de su evolución pictórica, esta vez no expuso nada visible o palpable, sino lo “inmaterial”, que fue visitado y experimentado por más de tres mil personas. Como respuesta, un año más tarde su amigo y compañero de grupo de los “nuevos realistas”, Arman, instaló en la misma galería Lo lleno, una “acumulación” de objetos amontonados del suelo al techo que no permitían el acceso a la sala. Mientras el arte se vaciaba de materia la realidad se iba llenando de objetos. Comenzaba la era del consumo desmedido.

(20) C. Morgan, Robert (1996). Del arte a la idea, Ensayos sobre arte conceptual, Akal, Madrid, 2003.

Robert Barry formaba parte del grupo original de creadores que más tarde serían conocidos como conceptualistas. Fuertemente influenciados por en el estructuralismo de LévyStrauss y Piaget, la fenomenología de Merleau-Ponty y la filosofía del lenguaje de Wittgenstein, los artistas asociados con el conceptualismo llegaron a esta radical postura, que reducía la obra a lenguaje, en muchos casos a partir de un compromiso anterior con las estructuras reductivas de orientación epistemológica del arte minimalista y buscando la salida del atolladero a los cubos y estructuras cúbicas relacionadas que esta corriente producía. “Si la apología de esos cubos se basaba enteramente en un conjunto de reglas epistemológicas (juegos de lenguaje), ¿cuál era la importancia entonces de su presencia física o, incluso de su visibilidad? (20) La invisibilidad de la materia fue el tema de las primeras obras de Barry, concretamente en sus series Carrier Wave (Onda de frecuencia), de 1968, y Inert Gas (Gas inerte), de 1969. Pero estas piezas aún trabajaban, como en el vacío de Klein, con el componente material aunque este fuese gaseoso. Es en su serie Psychic, de 1969, donde Barry alcanza el máximo grado de reducción y abstracción. Se trata de trabajos verbales como éste:

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Todo lo que sé pero en lo que no estoy pensando en este momento 1:36 p. m., 15 de junio de 1969. La inmaterialidad es superlativa porque la obra no la constituye esta frase, como podría ser el caso de Kosuth o Art&Languaje que necesitan como mínimo tinta y papel para formalizar su trabajo, la obra es lo que Barry declara, eso que él sabe en esa fecha concreta y en lo que no está pensando en ese momento. Puede ser muy ilustrativa la imagen del dedo señalando, que data de los días de infancia de la publicidad, y que fue em-

George Maciunas. Cartel para un evento del movimiento Fluxus, 1966.

pleada casi como una seña de identidad por los artistas Fluxus. Esta imagen “subraya el acto declarativo y performativo de ver y nombrar el objeto hallado y su transferencia de un contexto discursivo a otro”(21). Lo que Robert Barry señala como obra de arte se encuentra en la mente, quizá su única materia sea neuronal. En todo caso estamos ante un trabajo que lleva al límite la postura reduccionista, que cierra una puerta y quizá abra otras, como sucede con toda actitud excesiva en el arte. Si bien, las obras de Klein y Arman que hemos visto anteriormente representan casi sincrónicamente, en una época proto-post-moderna, esa paradoja social que Lipovestky describe como un mundo desmedido que tanto fomenta la anorexia como la obesidad, la evolución de los dos artistas americanos que siguen nos muestra diacrónicamente el paso de la escasez al exceso total. Hacer un recorrido por la evolución plástica de Frank Stella y Jeff Koons conllevaría un estudio profundo que por razones obvias no vamos

(21) La sinécdoque de la mano con un dedo señalando aparecía especialmente en los diseños realizados por George Maciunas para las publicaciones del movimiento Fluxus y anteriormente también en Tu m’ de Duchamp, como recoge Benjamin H. D. Buchloh en Formalismo e historicidad, Modelos y métodos en el arte del siglo XX, Akal, Madrid, 2004.

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Frank Stella. Black Paintings, 1960.

a desarrollar aquí, por tanto mostraremos en cada caso una pieza primera y otra última de su trayectoria. La serie Black Paintings de 1960 con la que debutó Stella nos muestra una actitud ante la pintura que se entronca en la tradición iniciada por Malevich, y que pasa en este caso por los cuadros del mismo título que Ad Reindhart elaborara pocos años antes que los de Stella. No solo estamos aquí ante una extrema economía de formas sino también ante la reducción total de la subjetividad como reacción al romántico expresionismo abstracto. Pintura industrial aplicada con brocha de pintor comercial. Las bandas que vemos son el

Frank Stella. Imaginary Places, 1994.

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Jeff Koons. New Hoover Deluxe Shampoo Pulishers, 1980-1986.

Exceso de escasez Pablo San José

Jeff Koons. Beach, 2001.

resultado del ancho estándar de esa brocha, como hiciera luego Buren reproduciendo ad nauseam las bandas estandarizadas de los toldos. Si Malevich pretendía huir de la representación de la naturaleza para crear naturaleza misma, Stella se afana por crear artificialidad, convirtiendo la pintura en objeto. La escasez programada y el positivismo radical se van dejando de lado en el transcurso de su carrera, entremezclando círculos primero y complicando la composición cada vez más. Los abigarrados relieves que comienza con su serie Exotic Bird, de 1976, desembocan en caóticas y saturadas composiciones basadas en sus experiencias con el ordenador que podemos ver en esta imagen de la serie Imaginay Places, fechada en 1994. Exceso de imágenes, exceso de información, exceso de individualismo; estas obras monumentales entran de lleno en la sobremodernidad. Si Stella parte de Malevich, Koons inicia sus andares recuperando a Duchamp. Pero si el ready-made clásico toma el objeto producido industrialmente y lo coloca en la institución arte para crear un nuevo significado, Koons privilegia la presentación comercial de estos objetos, su seductora llamada desde el escaparate. El alto coste de producción de estas piezas, tres mil dólares, obligan al joven Koons a trabajar vendiendo acciones en Wall Street. Para este vendedor nato, la investigación de aquello que hace sensual a una mercancía, el sex appeal de los productos de consumo, supone el núcelo argumental de toda su obra. Hasta llegar a sus obras más recientes, donde como en el caso de Stella, se abandona la economía de formas, en este caso para generar confusas composiciones pictóricas, saturadas de imágenes que desprenden deseo por todos sus poros. La imagen misma del espectacular esplendor del exceso consumista.

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Exceso de escasez Pablo San José

Erwin Wurm. Convertible Fat Car, 2005.

Quisiera finalizar esta apresurada muestra de obras con dos piezas recientes que escenifican a la perfección el paradójico tiempo que vivimos. La primera, el Convertible Fat Car de Erwin Wurm producida en 2005, podría ser considerado el símbolo inequívoco de nuestra opulenta y obesa sociedad del despilfarro. La segunda, titulada Always del irónico artista español Eugenio Merino, presentada en Bassel en 2007, entra de lleno en la crítica de la escasez organizada por las compañías transnacionales. Quedémonos con estas imágenes en la memoria, porque quizá el arte verdaderamente relevante de nuestros días pase por el compromiso de generar discursos que activen la conciencia del espectador. Porque cuando se vive en un mundo donde impera el exceso de escasez pensar en estética resulta irrelevante.

Si Stella parte de Malevich, Koons se inicia recuperando a Duchamp. Pero si el ready-made clásico toma el objeto industrial y lo coloca en la institución arte para crear un nuevo significado, Koons privilegia su presentación comercial, su seductora llamada desde el escaparate. Hasta llegar a sus obras recientes en las que, como Stella, abandona la economía de formas creando confusas composiciones pictóricas, imágenes que rezuman deseo y exceso consumista

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Exceso de escasez Pablo San José

Eugenio Merino. Always, 2007.

II Seminario Atlántico de PENSAMIENTO

El lujo en la estética de la globalización Sonia Mauricio

Doctora en Derecho, es profesora titular de

Sonia Mauricio

Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y directora del Aula Wagner y de Estudios Estéticos de esa misma universidad. Autora de numerosas publicaciones en Derecho y en Filosofía, trabaja actualmente en un proyecto de investigación en estética dirigido por el catedrático Simón Marchán Fiz. Entre sus libros en el campo del derecho financiero figuran La franquicia fiscal sobre el consumo. Análisis histórico y régimen actual y El responsable tributario y la empresa.

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El lujo en la estética de la globalización Sonia Mauricio

El análisis de las connotaciones estéticas del lujo en la globalización no puede obviar la relatividad intrínseca de un concepto que se vincula al exceso, y de forma paralela a la escasez. En esta línea, la primera cuestión a determinar consiste en si cuánto mayor exceso, mayor escasez. En la actualidad, como apunta Lipovetsky (1), el mundo del lujo aparece como una síntesis inédita de lógica financiera y de lógica estética, de productividad y de innovación y tradición. Por ello, coexisten de forma antinómica distintas tendencias. Unas banalizan el acceso al lujo y lo desmitifican. Otras reproducen su poder de ensueño y atracción. Unas vinculan este concepto al exceso en el que consideraciones éticas y morales llevan a su crítica en un mundo en el que se contrapone la escasez y el hambre. Otras consideran vano querer moralizarlo porque entienden que este concepto nace con la humanidad y se une a la grandeza y la miseria atemporal. Unas le dan un concepto negativo vinculado al materialismo acelerado de la actual sociedad neocapitalista. Otras consideran que no hay que desechar la naturaleza sagrada y fetichista que se halla en su origen y pervive en la estética de todos los tiempos.

(1) Vid. Lipovetsky, G. y Roux, E. El lujo eterno. De la era de lo sagrado al tiempo de las marcas, Anagrama, Barcelona, 2004.

(2) Vid. Calabrese, O. “El lujo: seis figuras ejemplares para una iconografía de la riqueza”, Revista de Occidente, núm. 318, nov. 2007, pág. 9-26.

Estas tendencias dialécticas convergen en la matriz de un concepto que, en palabras de Calabrese(2), en su vertiente positiva se plantea en relación a la propiedad de bienes materiales y su capacidad de producir riqueza a partir de la visibilidad de ésta como signo y demostración de un derecho subjetivo. Y desde una óptica negativa se considera como una forma de exce(3) Vid. Diccionario de la lengua so en la exhibición o simulación del poder económico.

española. Real Academia Española. Lujo: “Demasía en el adorno, en la pompa y en el regalo. Asiático. El extremado; Lujuria. Vicio que consiste en el uso ilícito o apetito desordenado de los deleites carnales. Exceso o demasía en algunas cosas”.

Desde un punto de vista etimológico, lujo (luxus) comparte raíz latina con lujuria (luxuria) con lo cual la connotación sexual ya aparece en el origen del término (3). Su resplandor (lux) no puede obviar el potente fetichismo del objeto, dotado de valor por un mecanismo de apropiación de la mirada, y cuyo precio se cifra mayor en proporción a la dimensión de lo inalcanzable. Como explica Benjamín, lujo del objeto que configura una enciclopedia mágica para el (4) Vid. Benjamín, W. coleccionista en cada uno de sus ejemplares poseidos (4). Libro de los pasajes. Akal, 2005.

El origen sánscrito de lujo vinculado a lúgubre hace evidente la fuerte pulsación de muerte que tampoco escapa al término. Es la parte maldita a la que alude Bataille (5) cuando se refiere a la vinculación que existe entre lujo y gastos improductivos entre los que se cuen-

Hoy el lujo aparece como una síntesis inédita de lógica financiera y estética, de productividad e innovación. Por ello, coexisten tendencias antinómicas sobre su fundamento. Unas lo desechan al vincularlo con un materialismo excesivo y otras acentúan su origen sagrado y fetichista

(5) Vid. Bataille, G. Obras escogidas. Barral, Barcelona, 1974. Cuando respecto a la noción de gasto incluye al lujo en los gastos improductivos: “El lujo, los duelos, las guerras, la construcción de monumentos suntuarios, los juegos, los espectáculos, las artes, la actividad sexual perversa …representan actividades que al menos en condiciones primitivas, tienen su fin en sí mismas. Por ello es necesario reservar el nombre de gasto para estas formas improductivas, con exclusión de todos los modos de consumición que sirven como medio de producción.”

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El lujo en la estética de la globalización Sonia Mauricio

Escena cortesana en un palacio de los máratas. El soberano contempla un espectáculo de música y danza. Pintura sobre tabla. París colección particular. FOTO: FMR.

tan también los duelos, el juego, la actividad sexual perversa y las guerras. El lujo representa una actividad que tiene su fin en sí misma relacionada con el gasto y cuyo énfasis se sitúa en la pérdida que debe ser lo mayor posible. El lujo también obedece a la cuestión del gusto como instrumento de identidad social y barrera. División en el seno mismo de un mundo en que sirve para escenificar quien ocupa la cúspide del poder. Así en todas partes y en cualquier época, desde el Egipto de los faraones a la actual Francia de Sarcozy, los soberanos y mandatarios se han rodeado de la pompa para mostrar su superioridad frente a los gobernados. Barrera entre clases e individuos vinculada a un poder de dominación innato a la especie humana.

(6) Vid. Bataille, G. La parte maldita. Icaria, Barcelona, 1987.

Es el potlatch como forma significativa de distinción social que desarrolla Bataille (6) cuando explica la importancia que siempre han tenido los dones de ostentación desde los indios del noroeste americano hasta hoy. “Más allá de las formas arcaicas, de hecho, el lujo ha preservado el valor funcional del potlatch, creador de rango. El lujo de-

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termina, todavía, el rango de quien lo ostenta, y no existe rango elevado que no exija boato”. Y concluye: “La historia de la vida en la tierra es ante todo el efecto de una exuberancia descabellada: el acontecimiento dominante es el desarrollo del lujo la producción de formas de vida cada vez más costosas.” En consecuencia, el lujo se relaciona con el exceso como acumulación por prurito de derroche, que desarrolla el instinto suntuario inscrito en el código genético de la humanidad (7). Y a la vez se hace más visible cuanto mayor es la desigualdad y aflora de forma más rotunda la escasez.

Desde los orígenes hasta la Ilustración El tema del lujo se remonta a los orígenes. En las sociedades primitivas, como señala Malinowski (8), no se vincula al intercambio económico sino que se reconoce dotado de virtudes mágicas y protectoras. El soberano se dedica al despilfarro como donación y festejo. Por ello, no nace del excedente de riquezas y de progresos técnicos sino que se vincula a un pensamiento religioso, un cosmos mágico, que a través del objeto lujoso y sagrado permite contactar con los espíritus y dioses.

(7) Vid. Enzensberger, H.M. Zigzag. Anagrama, Barcelona, 1999 y Harazem, M. “El Homo Luxuriosus”, ArtyCo, núm. 12, 2001.

(8) Vid. Malinowski, B. Magia, ciencia y religión, Ariel, 1994. Y Los argonautas del Pacífico Occidental, Península, 2001.

Este medio de atracción de la protección y benevolencia de las fuerzas espirituales se perpetúa en la Edad Media y persiste hoy en las distintas formas de expresión religiosa. Es en el ritual de elevación de lo terrenal hasta la comunión con lo divino donde juega un papel relevante la apropiación cultural de los bienes de lujo como portadores de una simbología metafísica que los convierte en objetos mediadores de lo sagrado. En relación a otra vertiente del lujo, es la Ética aristotélica (9) la que profundiza en la esfera laica de escenificación del poder con aspectos como la magnificencia en relación a los gastos suntuarios. Así introduce connotaciones morales al considerar que la magnificencia, como gasto de dinero en el que se realizan grandes dispendios se enmarca en un lujo positivo si revierte en el bien social. Por contra, en relación a los ciudadanos se entiende como una virtud el equilibrio y la mesura en el gasto. De esta forma el hombre liberal dará y gastará lo que debe y en el momento que debe, “lo mismo en lo pequeño que en lo grande, y ello, con agrado”. El resultado final de la magnificencia es una obra que debe ser digna del gasto, y el gasto de la obra, o aún excederla, y el espléndido hará tales cosas a causa de su nobleza. Así se añaden cualidades de belleza, grandeza y adecuación al resultado final de la obra.“El magnífico será, necesariamente, liberal ya que éste gasta lo que es debido y como es debido; en ello radica lo grande del espléndido, es decir, su grandeza: siendo estas mismas cosas objeto de la liberalidad, con un gasto igual producirá una obra más espléndida…La excelencia de una obra, su magnificencia, reside en su grandeza”. La virtud de la magnificencia se traslada desde Grecia y Roma hasta el gótico y pervive hoy, como se analiza en la última parte, en múltiples manifestaciones arquitectónicas y artísticas.

(9) Vid. Aristóteles. Ética nicomaquea. Ética Eudemia, Gredos, 1998.

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Camera degli Sposi, de Mantegna. Castello di San Giorgio. Mantua. FOTO: FMR.

(10) Voltaire. Diccionario filosófico, Akal, 1987.

En la Ilustración, el debate sobre el lujo introduce un matiz fundamental al relacionarse con el concepto de progreso. Apunta Rousseau sus conexiones con el odio y la vanidad. Sin embargo, Voltaire(10) le otorga tratamiento enciclopédico en su diccionario y señala: “Se está declamando contra el lujo hace más de dos mil años en verso y en prosa, y el mundo siempre le ha tenido afición.” El lujo es la consecuencia natural de los progresos de la especie humana, y sus enemigos deben creer lo que dijo Rousseau: “Que el estado de felicidad y de virtud para el hombre no es el estado de salvaje, sino el de orangután.(…) Compréndase, añade, que sería absurdo considerar como un mal las comodidades que todos los hombres quisieran disfrutar; por eso, generalmente hablando, sólo se da el nombre de lujo a las superfluidades que únicamente un reducido número de individuos pueden gozar.” Movido por la fe ilustrada Voltaire insiste en las conexiones del lujo con el progreso de la ciencia y la técnica, acepción de gran relevancia en la estética de la globalización. Y añade: “Cuando se inventaron las tijeras, que por cierto no son muy antiguas, ¿cuánto no se habló contra los primeros que se cortaban las uñas mordiéndoselas, y parte de la cabellera, que les caía hasta la nariz? Indudablemente los tendrían por lechuguinos y por pródigos, porque compraban a alto precio un instrumento de la vanidad para estropear una obra del Creador. Sería entonces sin duda un pecado enorme recortar los pedacitos de cuerno

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El lujo en la estética de la globalización Sonia Mauricio

Gabinete. E. Hau, 1871. FOTO: FMR.

que Dios nos puso en el extremo de los dedos, porque hacer eso era ultrajar a la Divinidad. Todavía chillaron más cuando se inventaron las camisas y los escarpines. Sabido es lo mucho que se encolerizaban los consejeros ancianos, que nunca los habían llevado, contra los magistrados jóvenes que gastaban ese lujo funesto.” También Kant en la Antropología (11) diferencia el lujo (luxus) como exceso en el bien (11) Vid. Kant, I. vivir social acompañado del gusto, de otro concepto distinto: la pública disipación (luxuries), Antropología, Alianza, 2004. al que une sólo connotaciones negativas. Si se toman en consideración ambas clases de efectos sobre el bienestar, “es el lujo un gasto dispensable que hace pobre, la disipación uno que pone enfermo”. El primero es todavía compatible, y en ello coincide con Voltaire, con el progreso de la cultura en la ciencia y en el arte. En cambio, la disipación satura de goce y finalmente da asco. Aunque ambos son más un fausto (brillar por fuera) que un goce propio; el primero se muestra a través de la elegancia (en bailes y espectáculos) y se emparenta con el gusto ideal. En cambio, la disipación se rige por la superabundancia y variedad en el sentido del gusto. El filósofo también profundiza en la doble dimensión del lujo como efecto íntimo y su dimensión pública en cuanto a la relación del ciudadano con la comunidad. En este sentido, le resulta loable, por lo que no debería gravarse con prohibiciones suntuarias, lo tocante a la libertad de rivalizar para embellecer la propia persona o las cosas (en fies-

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El lujo en la estética de la globalización Sonia Mauricio

tas, bodas y funerales así hasta descender al buen tono en el trato). De esta forma, Kant concluye respecto a la sociabilidad que conlleva el lujo con la adecuación del buen vivir sin llegar al despilfarro.

El siglo XIX: los efectos de la reproducción en serie En el siglo XIX el proceso de mecanización y desarrollo industrial se vincula a la reproducción en serie; se trata de redimir a la mercancía a partir de un mecanismo que conjuga la búsqueda de lo nuevo y lo excepcional a fin de conseguir, bien sea a través de las formas de producción o de creación, la unicidad de los bienes de lujo. (12) Vid. Marx, K. Salario, precio y ganancia, Paradox, 2008.

Es en este momento cuando Marx (12) insiste en que resulta una cuestión de clase la distinción fundamental entre artículos de primera necesidad y de lujo; de hecho, la clase obrera, considerada en conjunto, invierte y tiene forzosamente que invertir sus ingresos en artículos de primera necesidad. Ello le lleva a indagar en los efectos que la producción de los distintos bienes genera en el mercado y su relación con los salarios: “Una subida general del tipo de salarios determinaría, por tanto, un aumento en la demanda de estos artículos de primera necesidad y provocaría, con ello, un aumento de sus precios en el mercado…Pero, ¿qué ocurriría con los demás capitalistas, que no producen artículos de primera necesidad? Estos capitalistas no podrían resarcirse de la baja de su cuota de ganancia, efecto de una subida general de salarios, elevando los precios de sus mercancías, puesto que la demanda de éstas no aumentaría sus ingresos. Éstos disminuirían, ya no podrían gastar tanto en artículos de lujo, con lo cual descendería también la demanda mutua de sus respectivas mercancías.” Con estas reflexiones se comprueba como para Marx los bienes de lujo tienen una connotación negativa al vincularse a los capitalistas, como productores y consumidores, no a la clase obrera que consume los de primera necesidad. De esta forma, se separa el valor de uso y de cambio del bien y surge la condición inédita de la mercancía.

(13) Vid. Benjamín, W. Poesía y capitalismo, Iluminaciones II, Taurus, 1998.

La ambientación literaria y estética de este contexto del XIX, que explica las connotaciones modernas del lujo, la realiza Benjamín (13) en Poesía y Capitalismo. Es en estas páginas donde hace referencia a la introducción por Marx del término bóheme ligado a las conspiraciones

El proceso de mecanización y desarrollo industrial del siglo XIX se vincula a la reproducción en serie. El bien de lujo, frente a la mercancía seriada, debe destacar por su excepcionalidad a partir de mecanismos que conjugan la búsqueda de lo nuevo y lo original

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El lujo en la estética de la globalización Sonia Mauricio

Danzarina exótica. Siglo XIX. Colección particular. FOTO: FMR.

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proletarias de la Francia de 1850 en las que los jefes, dedicados a la conjura, llevan una vida desarreglada, con paradas fijas en las tabernas de los vinateros, antros de miseria y alcohol. Este París del Siglo XIX coexiste con el del flaneur de Baudelaire en el que el lujo se admira desde el aura de la mercancía. El nuevo paseante moderno se reencuentra en el asfalto con un paisaje encantado, intenso como el opio, porque todo lo que está en otra parte está en París. Aflora así la poética del escaparate que refleja Benjamín cuando señala: “Si la mercancía tuviese un alma, ésa de la que a veces habla Marx por broma, sería la más delicada que encontrarse pueda en el reino de las almas. Puesto que debería ver en cada quien al comprador en cuya mano y a cuya casa quiere amoldarse.” Y se consolida en el París del Libro de los Pasajes la figura del coleccionista como buscador del objeto único y de difícil acceso, del artículo de lujo. El espejismo que confiere la posesión de la mercancía se interrelaciona para Benjamin con la huella y el aura. Huella como la aparición de una cercanía, por lejos que pueda estar lo que la dejó atrás. Aura como la aparición de una lejanía por cerca que pueda estar lo que la provoca. En la huella nos hacemos con el objeto precioso. En el aura es él quien se apodera de nosotros. (14) Vid. Sánchez Robaina, A. “Poéticas comparadas: seis versiones del lujo”, pág. 68, donde explica como la flor del deseo que brota en el fragmento IV del Canto de la invitada de Gabriele d´Annunzio es inconfundiblemente lujosa, y es propia de cierta lírica occidental del 900 en la que el lujo se asocia a la lujuria, dentro de una órbita semántica que no sólo hace posible esta asociación sino que también, en cierto sentido, la fuerza.

El lujo también es poesía íntimamente unida al sujeto (14). En palabras D’Annunzio: “Io sono un animale di lusso e il superfluo me è necesario come il respiro”. En Invitación al viaje de Baudelaire el lujo aparece en la doble dimensión de sentimiento voluptuoso y objeto exótico y evoca un lugar donde no hay sino belleza y orden/lujo, sosiego y voluptuosidad: ¡Mi hermana, mi niña, piensa en la dulzura de poder vivir juntos allá lejos! ¡Amar a placer, amar y morir en un país en todo igual a ti ! Muebles relucientes por la edad pulidos decorarían nuestra residencia; las más raras flores mezclando su aroma al aroma del ámbar vagaroso, los artesonados,

El lujo en Baudelaire se une íntimamente a un sujeto que habita un espacio secreto, estilizado y exclusivo donde se mezcla voluptosidad y refinamiento. Es poesía y una estrategia de dandismo que diferencia de lo cotidiano

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los hondos espejos, y la magnificencia del Oriente, allí todo hablaría al alma en secreto con su lengua natal y su dulzura. Allí no hay sino belleza y orden, lujo, sosiego y voluptuosidad. Surge un espacio secreto, estilizado y exclusivo donde se mezcla la voluptuosidad de un mestizaje refinado entre oriente y occidente. Mansión lejana al estilo de las de Alejo Carpentier en El siglo de las luces en cuyas sombras relucen los objetos únicos. El lujo no sólo se asocia a lo material sino también a lo sentimental. Es poesía y una estrategia de dandismo que diferencia de lo cotidiano. En este sentido, Baudelaire (15) señala que si el poeta encuentra una ocasión para hablar de sí mismo, no se pintará acodado a una mesa, garabateando pequeños signos negros en una página blanca, ni tampoco en un triste, pobre y desordenado cuartucho. Todo lo contrario, su inclinación al lujo irá más allá de la muerte y le hará verse servido por ninfas, huríes y ángeles como a su admirado Théodore de Banville:

(15) Vid. Baudelaire, Ch. “Théodore de Banville”, Crítica literaria, La balsa de la Medusa, Visor, 1999.

Pero yo, de púrpura ataviado, en eternas fiestas, en las que participaré beberé el néctar en la morada de los poetas, al lado de Ronsard. Ahí, en esos lugares, donde todo posee esplendores divinos, ondas, luz, acordes, nuestros ojos se embriagarán de formas femeninas más bellas que cuerpos y los dos, en medio de espectáculos mágicos que durarán siempre, nos contaremos nuestras batallas líricas y nuestros hermosos amores. Es en la descripción de la galería inmensa de la vida en Londres y París, donde Baudelaire (16) también asocia el lujo a la mujer galante, con maneras patricias, orgullosa de su estampa, en la que pone ingenio y alma. No es casualidad que en este París de mediados del siglo XIX nazca la alta costura, con el famoso modisto Charles Frédéric Worth (1825-1895) y se funden casas como Guerlain (1828), Cartier (1847) o Louis Vuitton (1854). Marcas de moda que surgen con la aureola de lo exclusivo e inaccesible. Firmas que han subsistido hasta hoy donde coexisten con un generalizado mercado de la falsificación que las rebaja a su venta en las tiendas de chinos o a los puestos callejeros.

(16) Vid. Baudelaire, Ch. El pintor de la vida moderna, Colección de Arquitectura, 1995.

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Proyecto de Mobile Art para Chanel, de Zaha Hadid. 2007.2010. FOTO: CHANEL.

Peter Marino delante de la joyería de Chanel, París. FOTO: CHANEL.

La marca en el siglo XXI Ya en pleno siglo XXI la propagación de la copia y el sucedáneo que emula la marca obliga a las firmas a volver a la exclusividad y en ocasiones hasta a la lista de espera. Se lanzan modelos de tirada limitadísima para devolver la seguridad al cliente de prestigio de que todavía puede comprar signos que lo distinguen de una masa que se apropia de sus emblemas de antaño. Y surge la búsqueda de mecanismos alternativos que le devuelvan el halo perdido a un producto que ya no es parangón de exclusividad. En este simulacro se utiliza a las grandes firmas arquitectónicas o de diseño para que construyan el signo renovado de la marca. Es el caso de Rem Koolhas con Prada o Zaha Hadid con Chanel. En este último ejemplo dicha arquitecta crea un edificio portátil y móvil para Chanel 2008, con la inspiración del famoso bolso acolchado, que contiene una exposición itinerante con piezas de veinte artistas europeos. Esta vinculación entre moda y arte no es casual en un territorio en que los límites de qué es arte quedan cada vez más difusos. Y, en este caso, a la vez, se asiste a una sofisticada y rentable operación comercial que revaloriza el aura Chanel en los ambientes más exclusivos. De esta manera el objeto de lujo es vehículo de un gran número de “cargas narrativas” en las que priman la modernidad, la calidad, la novedad y la exclusividad. Estas fórmulas han sido también explotadas por el arquitecto neoyorkino Peter Marino especializado en el diseño arquitectónico de muchas de las grandes firmas. De hecho, cuando en una reciente entrevista, después de ganar varios premios internacionales, le preguntaban por lo próximo en su agenda contestaba: “Trabajo en dos super yates, una torre residencial de lujo en Toronto, un hotel exclusivo en la isla de Anguila en el Caribe, un Centro de convenciones en Quatar, las tiendas de Dior en Nue-

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va York, Zegna en Hong Kong, Chanel en Pekín y Vuitton en Londres. Y luego unas residencias privadas en St. Moritz, Aspen y Nueva York.” La vinculación de la marca a lo último como una cadena sin fin del consumismo actual se expresa con mucha locuacidad en la novela de Frédéric Beigbeder 13,99 euros (17). En ella el protagonista un publicista cínico, cocainómano y hastiado señala:

(17) Vid. Beigbeder, F. 13,99 euros, Anagrama, Barcelona, 2001.

“Cuando, a fuerza de ahorrar, logréis comprar el coche de vuestros sueños, el que lancé en mi última campaña, yo ya habré conseguido que esté pasado de moda. Os llevo tres temporadas de ventaja, y siempre me las apaño para que os sintáis frustrados. El Glamour es el país al que nunca se consigue llegar. En mi profesión, nadie desea vuestra felicidad. Vuestro sufrimiento estimula el comercio“ El dispositivo estético de la publicidad hace del objeto de lujo la encarnación misma del deseo contemporáneo que se ve permanentemente vaciado por la desmultiplicación incesante de sus productos en una lógica neocapitalista sin fin que conduce al vacío y a la saturación. En la misma novela, Octave dedica tres páginas a enumerar sus artículos de lujo. Hay que aclarar que este ensayo es de hace ocho años con lo cual muchos de ellos ya han sido reemplazados por últimos modelos. Entre dichos artículos se incluían: “Una cadena hi-fi bang&Olufsen vertical con 10 lectores de CD programables a distancia, la butaca Barcelona de Mies van der Rohe, un basquiat de tres metros cuadrados, veinte camisas Prada y veinte camisas Muji, retratos hechos por Mario Testino, y Bettina Rheims, fotos junto a David Lynch, Ridley Scout, Eva Herzigova, Naomi Campbell y Carla Bruni, abrigos de cachemir Hermès y Louis Vuitton, una nevera con doble puerta General Electric, llena del caviar y del champán más exclusivo, con congelador gigante y distribuidor automático de cubitos.” Como era de esperar en 13,99 euros todo este lujo no es garantía de satisfacción. Octave se emborracha en su cocina gigante. Contempla su rostro en la nevera más cara del mundo. Y cae al suelo de mármol negro rodeado de cubitos de hielo. Este aspecto maldito que es otra de las caras del lujo se ilustra en la obra de Damien Hirst, que paradójicamente está entre los diez artistas vivos más cotizados para los coleccionistas. En concreto, la calavera forrada de diamantes, con clara influencia de Baudelaire, a la que dio título la madre del artista cuando dijo: ¡Por amor de Dios! da lugar a múltiples lecturas. Es la faz macabra del lujo vinculado a un exceso que mata y a la vez la impotencia del brillo post mortem. El lujo del no-ser como sinsentido.

El lujo posmoderno americano y sus ramificaciones La lógica del capital de más es más, relacionada con la acepción del lujo como exceso, en arquitectura no puede desvincularse de la posmodernidad de Las Vegas con tantas reminiscencias en la arquitectura del ocio. La celebrada referencia de Robert Venturi de Learning from

La lógica del capital de más es más, relacionada con la acepción del lujo como exceso, no puede desvincularse de la posmodernidad. Lujo cuyo paradigma es la moda en la que el consumo ostentoso de marcas juega también al chic de la vulgaridad. Lógica del capital con un simulacro que no es sólo propio de la cultura americana sino que se extiende a todo el Planeta

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Las Vegas (1972) en la actualidad se utiliza para el fenómeno de Dubai. No obstante, aunque los competidores de oriente y el Golfo captan ya a muchos amantes de lo exclusivo, hoy Las Vegas muta para seguir ostentando uno de los reinados de la meca del lujo high junto a otras ciudades americanas como Los Ángeles

(18) Vid. Marchán Fiz, S. y Rodríguez LLera, R. Las Vegas. Resplandor pop y simulaciones posmodernas, 1905-2005, Akal.

Decía Venturi que una visión compleja e irónica es la que experimenta el individuo al llegar a la madurez y captar que más es más. Lema que tiene un fuerte enganche con la cultura popular norteamericana y su concepto de lujo. En ésta la atracción que ejerce “the biggest” es notoria y se expresa tanto en los casinos megaresort como en las amplias escalas en las que se construye y los récords que ostenta(18). Esta cultura de la opulencia no puede esconder la sensación de vacío que la inunda. Un ejemplo de este ambiente en el que el lujo es glamour kitsch y desenfreno máximo, lo constituye el flash de la mega millonaria Paris Hilton mostrando “sus manolos” en El Cipriani. Lujo cuyo paradigma es la moda, en una de sus tendencias, en las que el consumo ostentoso de marcas juega también al chic de la vulgaridad. Así en la cultura americana triunfa el culto a lo nuevo y lo efímero en sus variaciones perpetuas que paradójicamente coexiste con el entusiasmo por lo antiguo, en una reformulación vinculada a la antigualla a partir de la búsqueda de un pasado a construir. La moda pone en escena el rango social, en objetos y sujetos y en relación a estos últimos muestra el cuerpo de manera enfática. Asistimos así a una lógica del capital que se exhibe en una superficialidad nada inocente, en un leve simulacro que ha sido cuidadosamente sopesado y no es sólo propio de la cultura americana sino que se extiende a todo el planeta. Como explica Lipovetsky, el lujo se alía con el capricho estético, la búsqueda del efecto, el hiperbolismo lúdico. Todo ello vinculado al juego y a la fiesta. Lujo de una estética del cuerpo que ha de mantenerse bello y joven a golpe de botox y cirugía estética. Cuidados y cosmética que ya no son confinados sólo a la esfera femenina, en un universo en que la puesta en escena es causa y efecto de la comunicación. También dentro de estas lógicas del deseo y la posesión universales, el lujo en el ámbito de la lujuria no puede obviar. el pujante mercado relacionado con el sexo lucrativo del placer pre-diseñado, como marca de prestigio económico y social. La pornografía se incluye en el lujo suntuario en que el otro se comercializa en una representación objetual de lo sexual, a partir de su utilización mercantil como medio de evasión. Así queda sometido a las mismas reglas que el resto de los fenómenos y, por tanto, se asume por el mercado eliminando sus aspectos antieconómicos.

La renovación y tecnificación del lujo asiático Publicidad de Dior, con Sharon Stone, en 2008. FOTO: DIOR

En esta última parte me parece interesante hacer referencia a los nuevos fenómenos del lujo que se producen en sociedades como las asiáticas caso de Schanghai con 15 millones de habitantes o las árabes con el ejemplo de Dubai con 1,5 millones.

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Damien Hirst. For the love of God (Por el amor de Dios), 2007. FOTO: WHITE CUBE GALLERY.

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Shanghai. Distrito de Pudong. FOTO: COLECCIÓN PARTICULAR

Estos países asisten a una ampliación acelerada de los mercados donde se muestra una escisión social en el consumo y disfrute de bienes de lujo y ordinarios. Esplendor de los que ocupan la cúspide, indigencia de amplios sectores de la población. Como explica Werner Som(19) Sombart, W. bart (19), el lujo funciona como instrumento de una gran potencia por su capacidad de aniLujo y capitalismo, Alianza, 1979. mar los mercados, a partir de la máxima de Montesquieu que considera necesario el lujo porque “si los ricos no gastan mucho, los pobres mueren de hambre”. Este espíritu sigue estando en la esencia del neocapitalismo global que se manifiesta en Asia y el Golfo.

Shanghai En las acepciones tradicionales del lujo se contiene la del asiático como equivalente al exceso. Las mutaciones tan fuertes que se han producido en oriente han hecho que este con-

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cepto adquiera nuevos matices muy vinculados también a lo occidental. Por otra parte, en el imaginario europeo continúan las referencias a un oriente suntuoso en pleno siglo XXI. Un ejemplo significativo es el mundo de la alta costura. La última colección de John Galliano para Dior, en la pasarela de París 2008, se inspira en el lujo oriental de unos diseños coloridos y geométricos con un particular estilo teatral y desmesurado. Sedas pintadas a mano, sombreros metálicos, plataformas altísimas y toda la inspiración que sigue reviviendo la eterna máxima del oriente refinado, misterioso y fuertemente erótico. Hoy, en Asia, el lujo atraviesa una fase de exhibicionismo alimentada por un floreciente comercio de marcas europeas en cosmética y moda (Armani, Vuitton…) y americanas, sobre todo, en automóviles, muebles y yates. La importación de artículos de lujo originales se escinde así de la venta de imitaciones. De hecho, en relación a la piratería, se produce un curioso proceso a la inversa. Si en occidente la copia aparece “a posteriori” que el original, en China este último se revaloriza a partir de que los nuevos capitalistas orientales desdeñan el seriado fabricado por ellos. En palabras de Tamames(20), se vive un boom consumista muy fuerte cuya máxima explosión se producirá en el 2015. En este ascenso acelerado a lo urbano los bienes de lujo se consideran fundamentales para determinar el estatus de las nuevas oligarquías. En arquitectura, a partir del lema de Mao: “sin destruir no se puede construir”, se derriban hutongs para construir rascacielos imponentes o mansiones fastuosas para los nuevos ricos. En el caso de Shanghai, en el nuevo distrito de Pudong, se elevan algunos de los edificios más altos del planeta, como señas de identidad de un nuevo centro económico, que conlleva un mercado inmobiliario muy caliente con opulentos chinos y extranjeros ansiosos de invertir en apartamentos de lujo, automóviles, informática, etc. No es de extrañar que en la cúspide del consumo de lujo asiático esté la industria tecnológica e informática. Como explica Gubert (21), en el siglo XXI la imaginería digital hace realidad el lujo inalcanzable que se multiplica en las pantallas del ordenador, la televisión, el cine o el móvil. En relación a la pantalla digital China adquiere marcas propias como Lenovo con sus ordenadores portátiles que compiten con Toshiba. Por otro lado, paradójicamente para parte de la población ir al cine es un lujo inaccesible que tratan de compensar con la compra de DVD piratas y el acceso por internet. Es esta dialéctica peculiar inspirada en el confucionismo a partir de la cual: “toda afirmación contiene una negación y viceversa” la que explica que también tenga algunas de las ciudades más contaminadas del planeta y a la vez dedique muchos recursos a lo que consideran un nuevo lujo: las energías renovables. Y que siga coexistiendo el atraso y la miseria con el lujo que supone una investigación muy desarrollada en el ámbito espacial.

Dubai Hoy Dubai es uno de los mayores solares del mundo en construcción, un emergente lugar de ensueño, que trata de convertirse en el paraíso del consumidor de lujo de Orien-

(20) Vid. Tamames, R. El siglo de China. De Mao a primera potencia mundial, Planeta, 2007.

(21) Gubern, R. “Sueños sobre el lienzo de plata”, Revista de Occidente, núm. 319, 2007.

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En la actualidad se vuelve al debate clásico de si con el arte, y la arquitectura en su escenificación del artefacto de lujo, deben plantearse connotaciones éticas o simplemente estéticas

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te Medio y sur de Asia. Un emplazamiento donde todo debe ser world class a partir de la grandiosa operación financiera del Jeque Mo a la que todos contribuimos al llenar el depósito con treinta euros de gasolina. Esta megalomanía arquitectónica para situarse en primera línea le ha llevado a la construcción del edificio con más pisos del mundo (el Burj Dubai con ciento diez), los robots con forma de dinosaurios carnívoros o la pista artificial de esquí bajo una cúpula. También cuenta con el Hotel de siete estrellas Burj Al Arab, que se anuncia como el más caro del mundo. Este paisaje artificial lo describe con mucha precisión el ensayista norteaméricano Mike Davis al darse un paseo por esta ciudad e imbuirse, detrás de los cristales cromados del Rolls Royce Silver Seraph, de un paisaje artificial que, en sus palabras, recuerda a una novela de ciencia ficción de Margaret Atwood, a la segunda parte de Blade Runner o a un delirio de Donald Trump colocado de ácido. Toda esta compleja operación financiera es producto de un astuto marketing que cuenta con la colaboración de algunas de las firmas arquitectónicas más elitistas. Éstas dejando sus marcas ponen de relieve los contrastes paradójicos de la hipermodernidad wahabita, con una de las rentas per capita más altas del planeta, con una mano de obra barata, desprovista de derechos básicos, en los que la ley contempla la deportación inmediata de sindicalistas y huelguistas y permite la confiscación de pasaportes por parte de los empresarios y la retención de salarios durante meses. Así, se vuelve a replantear el clásico debate de si el arte (en este caso la arquitectura como fenómeno técnico y artístico y escenificación del artefacto de lujo) debe unirse a connotaciones éticas o simplemente estéticas. Paradoja en la que han entrado todos los grandes arquitectos que trabajan en la zona. Por ejemplo Nouvel que proyecta en el Golfo Pérsico El Museo del Louvre en Saadiyat y La ópera de Dubai señalaba en El Manifiesto de Lousiana redactado en el 2005: “Ahora más que nunca, la arquitectura aniquila lugares y los banaliza (…) En una época en que compramos en centros comerciales clónicos y trabajamos tras idénticos muros-cortina (…) la economía global acentúa los efectos de esa arquitectura dominante que dice “no necesitamos contexto” (…) y se contenta con reflexiones estéticas y estilísticas despojadas de cualquier análisis de la realidad, que ignoran el choque histórico crucial de una arquitectura global con otra de situaciones, una arquitectura genérica contra una arquitectura de lo específico”. Este texto lo ha vuelto a colocar en el 2007 no sabemos si de forma irónica en el proyecto del Louvre de Abu Dhabi, que frente a Dubai, se inserta en Quatar y que ha sido criticado como parque temático de lujo para los turistas culturales más ricos y exquisitos del mundo. Este enclave también cuenta con otros tres encargos de hipermodernos museos con voluntad de iconos a Frank Gehry, Zaha Hadid y Tadeo Ando.

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Proyecto de la Ópera de Dubai (Emiratos Árabes), de Jean Nouvel. 2007. FOTO: SMS

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No se ha quedado fuera de la polémica Rem Koolhaas con proyectos importantísimos en la zona. En Al Manakh, un número monográfico, dedicado a analizar el fenómeno urbanístico y arquitectónico del Golfo Pérsico comenta: “Vivimos en una era de finalizaciones, no de nuevos inicios. Al mundo se le están agotando los lugares donde podría comenzarse todo de nuevo”. Para el arquitecto El Golfo es uno de ellos. “El Golfo Pérsico no está reconfigurándose a sí mismo sino al Planeta”. También el nuevo hotel submarino Hydropolis que proyecta Joachim Hauser, ha servido a una fuerte polémica. El proyecto de este hotel de altísimo coste tiene su entrada bajo el agua a la que se accede por medio de un tren submarino. Y las habitaciones gozan de fantásticas panorámicas a los fondos marinos de la zona. En los blogs de urbanismo muchos internautas entienden, volviendo a Voltaire, que Hydropolis hace realidad en pleno XXI la vieja fantasía de Verne en Veinte mil leguas de viaje submarino y, por tanto, no se puede ir en contra del avance de la técnica. En cambio, hay otros que señalan que con 350 millones de euros, coste del proyecto, se contribuiría a bajar los porcentajes de hambre en el mundo ya que de acuerdo con las estadísticas, publicadas recientemente por la ONU, ascienden a ochocientos cincuenta y dos millones el número de personas en situación de pobreza severa y un niño muere cada cinco segundos por desnutrición y enfermedades relacionadas con ella. Fuertes contrastes en este mundo de la globalización en que lujo y miseria siguen coexistiendo y donde sigue resultando fundamental la necesidad de reflexión crítica y acción.

El lujo íntimo El concepto de lujo en la estética de la globalización se ha ampliado y relativizado e incluye otras acepciones a parte del ya comentado espectáculo de ostentación de riqueza y exceso. La evolución de los estilos de vida hace que el proceso de subjetivación del lujo no se limite ya sólo a las prácticas de consumo sino que se exprese hasta en las mane(22) Vid. Bourdieu, P. ras de hablar de él y definirlo(22). La Distinction. Paris, ed. De Minuit, 1979, páginas 198-230. (23) Vid. Enzensberger, H.M. Zigzag, Anagrama, Barcelona, 1999 y Harazem, M. El Homo Luxuriosus, ArtyCo, núm. 12, 2001.

El lujo en la nueva era digital se abre a líneas que se despiden de lo superfluo y tienden a lo necesario. En este sentido se incluyen conceptos como el tiempo libre, ambientes de atmósfera limpia o una alimentación sana con productos naturales (23). Así se vertebran nuevas dimensiones que no obvian el compromiso y la acción humanitaria así como

El lujo en la era digital se abre a nuevas aristas como el respeto a la naturaleza con la búsqueda de energías alternativas o la primacía de una alimentación sana. También el lujo es armonía y tiempo libre para el cultivo de los placeres íntimos y estéticos

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el respeto a la naturaleza para su mejor disfrute, con la búsqueda de energías alternativas y renovables. Y la recuperación de aquellos reductos que, como explica Marc Fumaroli (24), en un sistema tecnocrático de valores como el actual, paradójicamente, se tra- (24) Vid. Fumaroli, M. tan de aniquilar y relegar a un carácter secundario porque estimulan el espíritu crítico El estado cultural, Acantilado, 2007. como es el caso, por ejemplo, de la filosofía. Éstos se convierten automáticamente en un nuevo lujo e imprescindibles para evitar la mediocridad y el servilismo. Dentro de estas aristas, la libertad del individuo es un eje en que el lujo es armonía y tiempo para los placeres íntimos, y el cultivo de las ya denominadas por Schiller cualidades estéticas. Lujos particulares que se muestran en el disfrute privado e intenso de la poesía, la literatura o la música y constituyen paraísos individuales que producen un goce intenso no sólo en un plano material sino también espiritual. Es el lujo de la denominada “vida interior” vinculada a un nuevo concepto de riqueza. La cultura del ánimo de Cicerón, que implica maduración del espíritu y la búsqueda de la simplicidad fundada más allá de lo aparente. Es también el exceso imaginativo de Bataille, diametralmente opuesto a la cultura del exclusivo utilitarismo, que permite el disfrute de la exhuberancia ligera de las cosas.

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Silencio y multitud El cambio climático en el sujeto del consumo

Ignacio Castro

Filósofo, escritor y crítico de arte, es profesor de Ética

Ignacio Castro

y Deontología de la Comunicación en la Universidad Europea de Madrid. Colaborador habitual de revistas como Antrophos, Archipiélago o Ubicarte, es autor, entre otros libros, de La explotación de los cuerpos, Crítica de la razón sexual, La sexualidad y su sombra o Votos de riqueza. La multitud del consumo y el silencio de la existencia.

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Silencio y multitud Ignacio Castro

Avelino Sala. El enemigo esta ´ dentro, disparad sobre nosotros, 2008.

El odio, la aversión a la existencia cualquiera es el motor de la cadena de miedos que la información multiplica sin cesar. En este sentido, la sociedad democrática es la sociedad de la escasez, pues pervive al precio de reproducir continuamente la miseria, el temor de la supervivencia. Las sociedades de la abundancia serían las sociedades que llamamos atrasadas. Por lo mismo que sólo puede ser apreciada por sus supuestos enemigos, como recordaba Debord, nuestra sociedad sólo puede ser soportada al precio de la infelicidad y el miedo entre sus miembros. Desazón e inseguridad ante un exterior horrendo que nos amenazaría por todas partes -el paro, la crisis, la contaminación, los virus, el terrorismo- constituye nuestra normalidad, cada día más sostenida en continuos estados de excepción y "alarmas sociales" que solamente el especialista puede conjurar. Hace tiempo que esta lógica del control se ha llevado al cuerpo, último bastión de resistencia del individuo y, desde el punto de vista del poder, auténtico campo de batalla ampliado de la vieja lucha de clases. La confrontación entre el proletariado y la burguesía se ha sustituido por el enfrentamiento de la sociedad democrática entera con una vida cuya condición mortal siempre aparece por fuera, en la desgracia y la violencia de los otros, como un atraso letal que amenazaría nuestra seguridad.

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El telón de fondo de esta dicotomía funcional es la desaparición, mejor, la proscripción de la naturaleza, un suelo referencial cuya sola persistencia amenaza con hacer independiente a cada individuo. Y un poder que se pretende inmanente, la Democracia como fórmula religiosa global, no puede permitir esta posibilidad. De manera que la lógica del Fin de la Historia tiene el leitmotiv de fondo del fin de la naturaleza, del fin de la posibilidad de que la vida misma mortal -en suma, la Tierra- genere independencia y sentido. Todo ello redunda a favor del plano de inmanencia occidental, un fundido técnico donde el individuo es controlado por la sociedad en un "cuerpo a cuerpo" que raya la obscenidad. Bajo este dispositivo, la recuperación de lo corporal -sexo incluido- es la recuperación de algo crucial que sirve un sector u otro de la sociedad consumista de servicios. De ahí que todas las formas antiguas de independencia y comunidad -tabaco, alcohol, sexo, ocio, sol, comida- hayan de ser gravadas, satanizadas, castigadas. Para que el sistema funcione, cada hombre ha de tener dentro de sí un Tercer Mundo de peligros. Por cada posible alivio natural del individuo ha de caer una maldición social correspondiente, una amenaza que sólo la técnica puede conjurar. Así el sexo es amenazado por el sida; la pareja, por el maltrato; el alcohol, por la violencia doméstica y el accidente de tráfico; el sol, por el cambio climático y el cáncer de piel; el tabaco, por el enfisema; las drogas, por la marginalidad o la muerte súbita... Se trata de que el individuo esté siempre alerta, asustado y fastidiado, dependiente del especialista que va a librarle de toda esa cohorte de peligros que, por otro lado, esa misma sociedad ha causado. Una generalizada filosofía de la sospecha, fomentada por un Estado que es instrumento del mercado, ha deconstruido todo lo que fuese naturaleza en el individuo, al mismo tiempo que oculta en él esta "segunda naturaleza" que representa el imperio técnico de lo social. En este aspecto crucial, a pesar de todas las apariencias, una auténtica histeria antivitalista (Deleuze) preside nuestro funcionamiento social. El resultado es que la desconexión, lo que se dice pararse y vivir, está prohibido. Durante todo el día el individuo debe mantenerse asustado para que consuma servicios, en definitiva, para que consuma sociedad, velocidad de reemplazo. Nuestra religión es la de la circulación, una cultura del reemplazo perpetuo que impide tocar un suelo terrenal y crea una generación de sociodependientes que ningún programa de desintoxicación puede curar, pues al final todo lo que no sea sociedad habrá desaparecido.

Hace tiempo que una lógica del control se ha llevado al cuerpo, último bastión de resistencia del individuo y, desde el punto de vista del poder, auténtico campo de batalla ampliado de la vieja lucha de clases. El telón de fondo de esta dicotomía es la proscripción de la naturaleza, un suelo referencial cuya sola persistencia amenaza con hacer independiente a cada individuo. Para que el sistema funcione, cada hombre ha de tener dentro de sí un Tercer Mundo de peligros. Bajo este dispositivo, la recuperación de lo corporal -sexo incluido- es la recuperación de algo crucial que sirve a la sociedad consumista de servicios

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Democracia. Charity, 2007

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El diseñador Karl Lagerfeld, durante la inauguración de su exhibición fotográfica Open Man Show, en Berlín. FOTO: PEER GRIMM (EFE)

Es normal que en este panorama de fondo la medicina y la psicología se hayan convertido en el "policía bueno" de lo social, en un auxiliar indispensable del poder. El acoso policial en que se ha convertido la política, un poder biopolítico que no tiene más proyecto que el control de la vida en su misma fuente, necesita especialistas en el tratamiento del cuerpo y la mente, últimos bastiones donde podría resistir el proletario que todos llevamos por dentro.

1 Es difícil no volver una y otra vez sobre el avance de la normalización, el despliegue de unos procesos sociales de identificación y reconocimiento que hacen "salir del armario" a individuos, minorías y nuevas naciones. La fluidez del capitalismo se consigue con una atomización individual, con la acumulación multitudinaria de una identidad aislada y marcada. Desde hace cuatro décadas el "principio de individuación" del ciudadano occidental parece ser el aislamiento de cualquier principio interno, el recorte informativo del individuo sobre un fondo neutro, tan plural de forma como indiferente en los contenidos reales. El triunfo mundial de la información y las tecnologías digitales supone un fondo de oscurantismo analógico que impide la expresión espontánea y su reguero de preguntas. Vivimos en una combinación acelerada de desarraigo y reidentificación, de silencio privado y espectáculo público, de miedo y seguridad, de escasez y exceso. De alguna manera, como recordaba Debord, la

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nuestra es una sociedad que reproduce continuamente la escasez, el temor de la supervivencia, como si su primera producción fuera la miseria. En este sentido, nuestra época es profundamente nuclear, incluso a través de variantes verdes. No tolera fácilmente ninguna entidad sin regular ni reconocer. El ideal es que no haya existencias que palpiten fuera de la historia, vidas sin ser integradas como sujeto de derechos. El mercado es, en este aspecto, una forma genial de marcado y marcaje, mucho más eficaz que el Estado. El imperio estadounidense sobre el mundo -en primer lugar, sobre Europa- supone el dominio puritano del desarraigo y la federación, de la independencia y la asociación, de la escasez y su acumulación. Sólo se masifica la soledad, sólo se pueden sumar de manera gigantesca y espectacular seres estresados por la escasez, arrancados de toda confianza natural. Es puritano porque siente repugnancia ante el virus de la existencia, la posibilidad de que su simple condición mortal genere sentido. Éste es el fantasma del capitalismo, que la singularidad se baste a sí misma. Para sortearlo, barras y estrellas, barras de corte y estrellas de marca: balcanizar y federar. ¿Es otra cosa la actual Europa? Lo mismo ocurre en el plano psíquico: cortar y pegar, aislar y evaluar, diagnosticar y medicar. Se trata de un poder biopolítico que desaloja íntimamente lo latente en aras de una actualización comunicativa que penetra todos los rincones. Nunca como en el "fin de la Historia" ésta ha tenido un fin más preciso: la cobertura, la duplicación, el dominio de cualquier existencia. No deben quedar potencias latentes. Para nosotros ya no hay clase proletaria que ronde las afueras, sino sólo la vida sin nombre, sin clase ni media estadística. Estamos hablando de un poder social, venido del Norte, cuyo fantasma es la finitud misma, su inmediatez mortal. Un poder que generará, dice Nietzsche desde el siglo XIX, guerras terribles. ¿También contra el alma de la subjetividad, ese Dasein cuya esencia es existencia?

2 Por lo pronto, bajo el imperativo de la socialización, este avance del aislamiento y su conexión febril, es necesario constatar el retroceso de la existencia, el marginamiento creciente de lo que podríamos llamar la errancia, ese errar propio de la vida más elemental, del "cualquiera" que es uno mientras vaga. Recordemos que la individualidad tiene el precio de no poder ser elegida ni conocida; por definición, tiene su eje fuera de toda esencia fija: sencillamente, deviene, nos sorprende "arrojados" en tal o cual caso. De ahí la importancia clave de atender al lapsus y el error, al acto fallido, a aquello que en el cristianismo se llamaba "pecado". Como el Yo no es el maestro en su morada, no tiene método para la verdad. Su método es la crisis del saber, el dolor y la vivencia constante de la finitud, de aquello que muta por fuera y precisamente la ideología consumista niega. De resultas de ésta, debemos hablar de una nueva discriminación, de la clandestinidad que segrega la transferencia global de la existencia a lo social, de la naturaleza a la historia, de lo personal a la tecnología impersonal. Gitanos, mujeres, homosexuales, negros, gallegos, judíos. Todo el mundo quiere reconocimiento público, tener los dos pies en el Estado-mercado, en el marcado estadístico e in-

La fluidez del capitalismo se consigue con una atomización individual, con la acumulación multitudinaria de una identidad aislada y marcada, el avance de la normalización, el despliegue de unos procesos sociales de identificación y reconocimiento que hacen "salir del armario" a individuos, minorías y nuevas naciones. (...) Vivimos en una combinación acelerada de desarraigo y reidentificación, de silencio privado y espectáculo público, de miedo y seguridad, de escasez y exceso

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Ubay Murillo. Los nuevos templos, 2007.

formativo. Estamos hablando del triunfo en Occidente de un estatismo continuo, un pacto social anímico, interiorizado. En el plano psíquico, el resultado es la hipertrofia de las señas de identidad y el decrecimiento de la relación con todo lo que sea turbio y terrenal, lo indefinido o anómico en el sujeto, lo que no se presente marcado. El Yo es como una Torre aislada dentro de las sombras de la subjetividad, sostenido por el temor constante a un ataque externo. Asistimos a una especie de hegelianismo generalizado también en el orden mental, a una voluntad incansable de superación, aunque hoy día su estilo sea emotivo y personalizado, casi a la carta. Lo sucio o anómalo sólo obtiene reconocimiento si es espectacular, si tiene "armas de destrucción masiva", perdonen la broma. A veces parece que en este marco de "debilitamiento" postmoderno del sujeto, de corrosión del viejo carácter, incluso las posiciones individuales más sutiles -leer a Benjamin, gustar de las películas de Sokurov, ser deleuziano o lacaniano- son solamente otros modos de la identificación, formas de mantener la marca del nombre propio en la planicie global de la indiferencia.

3 Asistimos a un divorcio generalizado del sujeto -la crisis de la pareja es sólo parte de estocon respecto a cualquier cosa que comprometa o limite su narcisismo, la seguridad del solipsista "yo-mí-me-conmigo". Es obvio que la caída espectacular de la tasa de natali-

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dad en los países desarrollados, salvo que el Estado intervenga con incentivos, es un reflejo indirecto de esto. Tener un hijo no es precisamente desplegar tu identidad, sino apostar por la otredad más íntima de tu existencia, y no parece que estemos preparados para esto. Con frecuencia, al criticar la "hipocresía" tradicional de ayer, lo que el sujeto quiere es romper incluso con las formas de cortesía y educación que hoy obligarían a atender al otro. Y esto es groseramente patente hasta en las situaciones más dramáticas: El muerto al hoyo, el vivo al bollo. Todo el mundo es vertiginosamente correcto en cualquier situación, por no decir flotante, ausente. Al mismo tiempo que el sujeto se atiene rígidamente a las reglas del guión social, a una seguridad que no le exige más que asistir "interpasivamente" -diría Baudrillard- al espectáculo, no se permite ninguna actuación que le ponga en juego, que arriesgue su seguridad o su narcisismo. En nuestro mundo la gente ni siquiera es malvada, sino simplemente neutra, fluida, reservada. Ésta es nuestra monstruosidad, la que los "efectos especiales" del terror mediático ocultan. En este mundo taladrado por la imagen, se trata de no ser nunca visible personalmente, sino sólo escénicamente, en los diversos papeles precocinados que desempeñamos. El sujeto se divide en franjas horarias separadas y así nadie le conoce -ni siquiera él mismo-, mientras la vida la controlan distintos guiones que no están en contacto entre sí. La conexión se establecería al desconectar del programa social, al pararse y dialogar con el no-saber de la existencia, con su "angustia", pero eso es más o menos inconcebible en estos tiempos de programación total, donde la división del ocio prolonga en lo privado el control antes circunscrito solamente al horario de trabajo. Si hoy ponemos continuamente el acento en la violencia espectacular es para tender una cortina de humo sobre esa otra violencia diaria, discreta, consensuada. En efecto, la moraleja de la violencia espectacular, de esos monstruos que hoy dan tanto juego mediático, es ésta: el exterior no digitalizado es aberrante, por tanto, manténte a este lado de las cámaras, perfecciona las reglas de la compartimentación.

4 La información sólo tiene un mensaje, por eso puede mutarse en un medio sin fin: mantén las afueras, la vida misma, lejos. Pero el problema es que el afuera constituye lo más íntimo del adentro, el ser mismo del Dasein. De manera que nuestra sociedad de interiores solamente puede sostenerse con una incesante hilera de miedos inducidos -depresión, virus, inestabilidad meteorológica, terroristas-, todos ellos representantes de esa exterioridad que tememos, una existencia mortal que ha de ser demonizada. Por cada alivio natural del individuo ha de haber una maldición social correspondiente que permita injuriar la simplicidad común. El nivel social de los individuos no se mide entre nosotros por el inglés, no se mide por ninguna otra cosa distinta a la complejidad en la separación, con su neurosis e hipocondría asociadas. ¿Cuál es el problema de fondo en este tipo de sociedad, en este individuo Über-social? Que la exterioridad está dentro, constituye el adentro del sujeto. Dicho de otro modo, que la "intimidad" -por ser éxtima- es algo que "se pierde en la medida en que se encuentra", que siempre muta por fuera. De forma que la úni-

Sólo los inmigrantes, externos al escenario azulado de las nuevas tecnologías de mando, parecen arrogarse el peso de la presencia real: el trabajo pesado, la música, el baile, el sexo duro. Las naciones normalizadas han de buscar en la inmigración los nombres exóticos bajo los cuales se pueda contar algo literario, sexual, musical- vagamente "inspirado en una experiencia real" que entre nosotros falta. (...) Por eso la expectación ante el sufrimiento de los otros o la eventual acción directa ha de tener algo de brutal que recuerda al circo romano

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ca manera de mantener una mínima estabilidad, la de la sujeto débil, es a través de la religión consumista de la circulación, del estrés del recambio perpetuo. El estrés nos protege, nos permite ignorar la fórmula para detenernos, para residir en la existencia mortal y escuchar algo que hoy, desde nuestra "complejidad", resulta casi intolerable. La única forma de vivir es hacerlo a trozos, en franjas horarias compartimentadas por una información que expertos esotéricos controlan. La duración como tal, la continuidad nos está vedada, pues amenazaría con prolongar la finitud y otorgarle sentido. El tiempo es así el único enemigo serio de la pluralidad espectacular, el tiempo donde late lo atemporal. Como carecemos de un sentido para la muerte, el tiempo crudo, sin organizar, tendría el efecto de una sobredosis en un yonqui habituado a la droga adulterada. Antes de pararnos y afrontar la angustia de vivir, preferimos el riesgo del infarto, de la depresión o el cáncer, que en definitiva garantizan una muerte por velocidad compartida, que es nuestro canon social. La vigilancia digital del tiempo milimetrado establece así una franja horaria para todo y para todos. Entre contrato y contrato, entre cita y cita, entre reunión y reunión, la gente sencillamente desaparece. ¿Convertirse en índice de audiencia no es, para sí mismo, una forma de desaparición, de borrar la intimidad de lo trágico? Necesitamos además que algunos parias del exterior atenúen nuestras dudas, por eso nos encanta la imagen -que potenciamos, aunque querríamos regular- de todos los seres depauperados que llegan a nuestras costas atraídos por la opulencia. ¿Quién se acuerda sin embargo de la humanidad que se fuga de aquí? Me refiero al sumidero de la depresión, al hecho de que tengamos que tapiar todos los lugares desde donde la gente se pueda sentir atraída por el vacío -el puente de la calle Segovia-, a las desapariciones incesantes, al "zulo" del fin de semana. No hace falta recurrir a la estadística de suicidios, hoy en día prácticamente clandestina. Basta con fijarse en el aspecto arrasado de la gente en el metro, un observatorio privilegiado para calibrar el inexpresivo estado de ánimo del sujeto cuando no actúa, cuando no "asiste" a ninguna de las franjas horarias programadas y se cree inobservado.

5 La obsesión por la visibilidad, por la visualización -obsesión que alcanza también a la psicología- ha arrinconado lo invisible en ámbitos de terror. ¿Qué es la comunicación? La conexión mundial de un aislamiento personalizado, omnipresente en cualquier localidad. La comunicación parte de un individuo aislado del entorno, que ha roto con la expresividad de la inmediatez. Es intrínsecamente nihilista porque vive de la idea de que el sentido ha de sobreponerse a una cercanía terrenal muda, vaciada por leyes mecánicas. La imagen de la comunicación es la del soldado yankee en Irak -botella de agua, gafas de sol, chaleco antibalas, casco inteligente-, la del joven con perenne capucha, la del ejecutivo con cascos, la del prisionero en Guantánamo... Cada uno aislado en su pasillo de nichos, esa cuaternidad trabajo-ordenador-coche-apartamento, y conectado con cualquier lejanía programada. De noche, a viajar con la televisión o por Internet.

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Ubay Murillo. Meditacio ´n de Lao Tse, 2005.

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Eugenio Merino. Global warming, 2008.

El ideal social es ser un inválido equipado (Virilio), un mutante desconectado de la sucia cercanía y conectado con cualquier límpida distancia. Pero esto ataca el equilibrio, la fortaleza del sujeto en su línea de flotación: el diálogo con la muerte. Pues el desorden y suciedad del subsuelo es insalvable, ya que está dentro. Queriendo evitar peligros antiguos -la decisión heroica, la soledad, la resistencia, la melancolía, la fidelidad referencial fuerte- el "debilitamiento" del sujeto le ha arrojado a nuevos peligros, pues la Spaltung de la muerte, eje de la singularidad, sigue sin ser débil. Como el Yo era el maestro en una morada en la que siempre había espectros, representantes del afuera, se ha acabado con eso y lo que queda es la inmanencia de un yo interactivo sin dualismos, la navegación sin término en la planicie de la globalización, sin adentro ni afuera. Aunque la subjetividad sea siempre un Finisterre con semblante, el trasfondo psíquico del neoliberalismo triunfante, también con modalidades de izquierda, es un individualismo que consigue separarse del eje de la existencia al instante. Ésta es la ventaja psíquica de la instantaneidad, con la digitalización de un continuum de interiores que impide los tiempos muertos. Todo malestar se seda al momento. Como si la clase media occidental, que se establece como ideal de integración sobre las infraclases de las afueras, democratizara la neurosis y la hiciera "global", arrinconando una psicosis que rompía con la fluidez social y vivía de alguna manera en la ruptura. Sin burguesía ni proletariado, el sufrimiento psíquico entra en un registro más fluido, sin anomia heroica ni crisis wagnerianas o freudianas. Diga-

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mos que el sujeto oscila entre la presencia triunfal, espectacular, y la desaparición correcta por medio del cáncer, del infarto, la depresión, el Alzheimer, la anorexia, la eutanasia. El sujeto de la información pasa de la hiperactividad a la desaparición en pocas horas. Bajo la mayor opulencia consumista, la nueva miseria consiste en un estar a solas con el goce de la pulsión de muerte en el eclipse absoluto de lo simbólico. La soledad de la gente se basa en su carencia íntima de mediaciones simbólicas, estriba en que no tropieza con el dolor ni con los límites, no dialoga con ninguna frontera. Nada le detiene ni le obliga a perseverar en la crisis, en el dolor, en el espectro de lo real. Al diluirse la relación con lo imposible, falla la exterioridad referencial, la represión asumida que se necesita para vivir, y aumentan las neurosis, incluida la neurosis de salud. El resultado es que entre la patología larvada de la "normalidad" -los nuevos cuadros de ansiedad- y la psicosis y las patologías del acto no parece haber nada.

6 La llamada corrosión del carácter y la flexibilidad personal también han entrado dentro del propio sujeto, que se limita a navegar psíquicamente entre marcas y marcadores psíquicos... hasta que tropieza con un obstáculo insalvable, para el que no sirven mediadores. Entonces se queda atónito. Se da entre nosotros una infantilización generalizada, una juvenilización arraigada en el retiro de lo real, en una incapacidad para lo exterior y en la consiguiente afición a las tecnologías de moda, que ocultan esa indefensión. Pero éste es en realidad un índice de envejecimiento -sólo indirectamente reflejada esa espectacular caída de la tasa de natalidad- ante la lógica del encuentro, que es la de la vida, una vida que ahora se deja para el viaje programado de Internet o el turismo de vacaciones. Los fantasmas de lo real se guardan para los efectos especiales del cine y las sesiones televisivas de tarde, "basadas" en un hecho real. Sólo los inmigrantes, externos al escenario azulado de las nuevas tecnologías de mando, parecen arrogarse el peso de la presencia real: el trabajo pesado, la música, el baile, el sexo duro. Las naciones normalizadas han de buscar en la inmigración los nombres exóticos bajo los cuales se pueda contar algo -literario, sexual, musical- vagamente "inspirado en una experiencia real" que entre nosotros falta. Todo esto indica un divorcio generalizado del sujeto con respecto a todo lo que comprometa su privacidad, lo que limite su narcisismo blindado. Por eso la expectación ante el sufrimiento de los otros, o la eventual acción directa cuando se abre la veda en diversos escenarios de caza, a veces completamente legales-, ha de tener algo de brutal que recuerda al circo romano. Todo el perfil psicológico del adolescente clónico en esta postmodernidad -umbral mínimo de sufrimiento, narcisismo, sobreprotección familiar, hipocondría, mutismo hacia el entorno y prodigiosa comunicación con la distancia electrónica- lo padecemos ya los mayores. No es extraño entonces que la juventud se erija en ídolo de toda una sociedad que teme su declive senil. Los especialistas musculares, los superhéroes globa-

Democracia. Charity, 2007

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Gabriel Ortuño. Serie Plástico, 2005.

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les hacen en los estadios y las pantallas lo que nosotros no hacemos en la vida corriente. Pocas épocas de sedentarización han generado una culto tal a la personalidad de la acción, criminales incluidos. De hecho, el ciudadano medio deja para las vacaciones lo que se llama vivir, sin el agobio del protector tiempo milimetrado y con la posibilidad de algunas preguntas clásicas: ¿Cómo, con quién debo vivir, a quién debo amar? Por eso es normal, a la vuelta de las vacaciones, la consabida depresión, así como el disparo del número de divorcios. ¿Y el índice de suicidios, también se dispara a la vuelta de vacaciones? Curiosamente, las estadísticas callan.

7 La medicalización masiva, el neoconductismo que nos envuelve -¿pariente psíquico del neoliberalismo?-, aderezado o no de cognitivismo, es sólo el síntoma externo de este retroceso de la errancia vital y el avance de una socialización forzosa. El reflujo de la palabra, de la palabra que cura porque arranca un sentido del dolor, es un resultado directo de un imperio de la comunicación que ignora la inmediatez. La caída de la descendencia ha tenido antes un índice en el descenso de la tasa de relación, de mirada, de sonrisa, de conversación. El maltrato es una cortina de humo en las relaciones humanas. El maltrato no es el peligro, sino la falta de trato, la ausencia de compromiso estable, la no implicación, la infidelidad anterior a la primera cita. Para nosotros se trata de multiplicar los contactos y no mantener una sola relación, que comprometería nuestra existencia, cortando la comodidad ondulatoria de la identidad. La misma obsesión por la cita, de origen tan angloamericano, trasluce este cerco del individualismo, que precisamente mantiene el bastión de su aislamiento cita tras cita, contacto tras contacto -tan indelebles como las visitas de una página web. Nuestra obsesión por el sexo y la pornografía se debe a que hemos retrocedido en el amor, digamos, en el sexo sexualizado. La falta de fe en el espíritu de la carne, en una humanidad que tiene alma porque tiene las manos vacías -y la identidad en suspenso-, impulsa esta fiebre por la carne descarnada, por el sexo "a sangre fría". El problema no es que las parejas se maltraten, sino que no tienen nada que decirse. Querrían cambiar perpetuamente de cadena, ser siempre jóvenes. El paradigma humano de la sociedad de la comunicación es el adicto, en quien se da una conexión automática entre deseo, creencia y acción. Cualquier adicción de las cien que proliferan a diario -a los ansiolíticos, las drogas, el juego, la televisión, el sexo, la informática- es el epifenómeno una sociodependencia obligatoria, la forma secundaria del "enganche" a lo social en el individuo medio. Una sociedad es esencialmente drogadicta cuando ya no le sirve la "sustancia" del sentido real (Lacan), su necesaria contingencia, su esencial accidentalidad. En este aspecto, el silencio privado depende del estruendo público en una especie de feudalismo anímico. ¿Qué es la comunicación más que la conexión ágil, la fluidez del aislamiento? Ése es su beneficio psíquico, prometer socializar la vida desde su misma muerte.

Anulada la libertad de acción por el imperativo económico, la "libertad de expresión" nos carcome por dentro con nuevos síntomas, incesantes temores, ansiedades y necesidades. El informe meteorológico, con su neurosis ante la "inestabilidad atmosférica", o la inestabilidad bursátil, son el modelo para un psiquismo altamente especulativo. El consumo ha de ser constante para sedar un cuadro de ansiedad constante, donde ha desaparecido el sujeto fuerte frente al misterio de los objetos

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El impacto encadenado -good news, no news- es la forma de "asistir" a un individuo que no puede vivir en la continuidad, en la duración, en la narración que le brindaría su finitud. Nuestro Bloom delega en este punto crucial, que le hace igual a todos en su no-existencia, y a cambio puede recibir el beneficio de un reconocimiento mundial en sus tonterías. El narcisismo y la privacidad expandida ocupa el lugar de la vieja autonomía, que le exigiría enfrentarse a lo que de único hay en la vivencia de la muerte. La complejidad consensuada, la fragmentación informática e informativa, le protege de una elementalidad indelegable. El estrés digital, que divide sus veinticuatro horas, le protege de la continuidad analógica del tiempo. La antigua alienación ha devenido así dividual, dividiendo al antiguo sujeto indivisible. Así pues, la alienación se ha hecho indetectable, intratable, puesto que se ha instalado, sin distancia crítica posible, en el corazón mismo del sujeto.

8 Se dice que la apostasía de la Iglesia católica es difícil, pero no lo parece menos desconectar de nuestro omnipresente catolicismo social, dialogar con alguna "vacuola de no comunicación" que no esté marcada y satanizada, como las sectas o las drogas. Fíjense que también en el plano psíquico el modelo sigue siendo el aislamiento y su conexión. Todos los síndromes han de ser a la vez coágulos aislados, insignias de identificación del sujeto, con marca y sin palabras. La medicalización "psi" cristaliza rápidamente la patología en una seña de identidad. Establece una conexión instantánea entre el sufrimiento del sujeto y la programación general, la circulación de los logos. A través del espectáculo televisivo, del consumo y la medicalización, no hay malestar que no se troque inmediatamente en descarga, catarsis, evasión. De esta obsesión por la descarga instantánea, por mimar el alivio del sujeto, viene el interés social por la "inteligencia emocional". El umbral de sufrimiento es mínimo, lo cual otorga un nuevo poder a los especialistas. Cualquier suceso accidental es inmediatamente asistido por un programa social y su experto. El malestar estructural sostenido, el coraje para interrogarlo, se correspondía a etapas menos inmanentes, más duales, anteriores al nuevo orden informativo. Por eso las nuevas patologías se convierten automáticamente en signos de identificación: soy autista, soy esquizofrénico, soy depresivo, soy bipolar. Se extienden las víctimas por todas partes: así, nadie es verdugo -tampoco los políticos corruptos o los delincuentes. Si antes el complejo de culpa era constante, ahora nadie se siente culpable de nada. Todo el mundo, hasta el peor criminal, tiene a mano coartadas psicológicas. No hay asesino que no alegue una infancia traumática, una alteración de personalidad, un alien que tiene dentro y que emite voces. El conductismo de término medio es ideal para el individuo "débil" de la postmodernidad porque, al no tener nadie alma, todo el mundo tiene disculpas en el medio externo, en la información o desinformación, en una infancia desgraciada, etcétera. Por supuesto, nadie es responsable de su estado psíquico, de su depresión, de su déficit de

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De izquierda a derecha, Kim Cattrall, como Samantha Jones, Sarah Jessica Parker, como Carrie Bradshaw, Cynthia Nixon, como Miranda Hobbes, and Kristin Davis, como Charlotte York-Goldenblatt, en una escena de la película Sexo en Nueva York. FOTO: CRAIG BLANKENHORN (AP/NEW LINE CINEMA).

"información". Es curioso que hayan de ser algunos criminales ante la inminencia de la muerte -Sadam Hussein-, o algunos enfermos en estado terminal, los que reivindiquen ese absoluto de la individualidad.

9 La psicologización universal, la banalidad mediática de la preocupación psicológica refleja una energía sobrante en el Yo paralizado por la sociedad de la información. Al estar anulada la libertad de acción por el imperativo económico, la "libertad de expresión" nos carcome por dentro con nuevos síntomas, incesantes temores, ansiedades y necesidades. El informe meteorológico, con su neurosis ante la "inestabilidad atmosférica", o la hipersensible inestabilidad bursátil, son el modelo para un psiquismo altamente especulativo. El consumo ha de ser constante para sedar un cuadro de ansiedad constante, donde ha desaparecido el sujeto fuerte frente al misterio de los objetos. ¿Qué refleja el género representado por películas como Seven, El silencio de los corderos, El cabo del miedo o No es país para viejos? Que la inteligencia, la de la autonomía, es algo intrínsecamente perverso y por eso "el malo" es siempre un psicólogo, a ser posible no conductista.

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Imagen de la cooperante italiana Clementina Cantoni, secuestrada en Kabul en 2005. FOTO: SKY TG24

La psicología está de moda porque nuestro sistema de poder es psíquico, arraigado en un narcisismo que separa a la identidad -su saber- de la existencia, de su verdad en errancia. Todo el mundo huye del absoluto de la existencia con la particularidad de la patología conectada al canon social. Para que funcione el emblema con el que nos pensó Nietzsche, Ningún pastor, un solo rebaño, el mensaje es: "Reconozca su dolencia, nosotros le ayudaremos". En este sentido, la apertura de los manicomios, la "salida del armario" de todos los síndromes psíquicos, coincide con el encierro de la sociedad entera en una psiquiatrización global sin precedentes. ¿Ha habido alguna vez más trabajo para los psicólogos? Vivimos ante el triunfo de un control nómada, rizomático, asistido por la velocidad de lo digital. El encierro psiquiátrico ha sido sustituido por este encierro global de ala variable, ayudado por toda suerte de "tecnologías del yo" -¿la tecnología no es siempre del yo?- que sirven una alteridad de diseño y un simulacro de relación al instante. Todo el mundo padece algo -lo que más odia esta sociedad es alguien que no necesita ayuda, esa ayuda para la que siempre hay medios disponibles- y por eso ya no hay enfermos frente a psiquiatras, sino grupos flotantes de riesgo punteados de vez en cuando por un monstruoso ejemplo "austríaco". Igual que el espectro de la normalidad se ha ampliado considerablemente y ya no nos

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Imagen de la television Al Yazira que muestra al ex presidente iraqui Sadam Husein momentos antes de su ejecucion en Bagdad, en 2006. FOTO: ALI HAIDER (EFE)

asombramos de nada, ni siquiera de lo que antes representaba un escándalo, también el espectro de las patologías se ha diversificado. Por esto no hay ninguna razón para que los locos no salgan a la calle, ya que hace tiempo que sus hijos están en el poder. Es como si el sueño de la antipsiquiatría, en el mal sentido, se hubiera cumplido. ¿También en este punto el rebufo mediático del 68 se ha limitado a acelerar la liquidez del capitalismo?

10 Desde el punto de vista psíquico consumir es inyectarse metalenguaje, marcas identificatorias de seguridad, logotipos cuantificados. Las marcas enfilan y numeran nuestra existencia, nos libran del espectro de lo no marcado, de tener que escuchar la otredad de una existencia que en principio surge sin esencia. No sólo el índice de natalidad, repetimos, sino que el índice de mirada y de conversación, con su sentido para la ambigüedad, han caído en picado. Y esto no es extraño, pues ¿de qué hablaríamos libremente, a quién miraríamos, fuera de la interpasividad de los medios, que no entrañase un riesgo? Es asombroso cómo se puede mirar a la gente en una exposición o en el me-

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Lo imprevisible constituye hoy el demonio de nuestra infinita sociedad de interiores. La tecnología digital, con sus drogas y ansiolíticos de diseño, representa una extensión de la normalización al cuerpo, a la microfísica del deseo. La automedicación es la consecuencia de una medicalización masiva e individualizada, una "heterodependencia " que, por lo general, se ha vuelto personalizada. Es difícil que los cuadros de ansiedad no se disparen cuando es prácticamente clandestino el reposo, cuando al sujeto se le ha prohibido la fórmula para detenerse y extraer sentido de la simple inmediatez mortal, sin prótesis

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tro sin que nadie vea que estás mirando. Esta sociedad es abierta, plural, flexible, para conseguir cerrarse en cada punto donde surja el uno a uno de la existencia. Y la ansiada cobertura no deja de ser una genial simulación de ese "uno a uno": por cada segundo de vida, un logotipo; por cada latido, un anuncio. Las nanotecnologías representan la posibilidad de una conexión total, un adsl para el temor más íntimo del sujeto, la incertidumbre que late en sus bordes. Parodiando a un clásico, diríamos que nuestro aislamiento expandido ha logrado una crisis epiléptica minuciosamente controlada. De la "puntuación sin texto" de Lacan pasamos al texto sin puntuación, al hipertexto acelerado de los medios, del email al móvil, que se ahorra cualquier puntuación. Lo que importa es la cobertura infinita del texto, la ansiedad de un hipertexto que nos cubra e impida que nada se cuele en el tiempo muerto de unos hombres completamente impreparados para el tiempo, desarmados para el sentido de los sentidos. La ortografía ni el contenido importan desde que el sentido lo dicta la velocidad de la cobertura, desde que el mensaje es el medio, una mediación global que debe cubrir las veinticuatro horas y desactivar la vitalidad cruda del tiempo. El hombre desarrollado es un marginal en el mundo de los sentidos. El retroceso ante es el silencio es finalmente el retroceso ante el "sexto sentido" que guía a los sentidos, ante la inteligencia intrínseca a la percepción. La saturación del espacio urbano, su aversión al vacío, es un síntoma del temor pueril que cerca a la sociedad mundial. Todo el dispositivo informativo de los miedos inducidos debe trocar nuestra angustia hacia lo latente en un miedo concreto hacia a algo patente. Al fin y al cabo, es preferible el miedo a Al Qaeda que el miedo al vacío. El silencio es el gran virus, la madre de todos los terrores. Todas las otras figuras terroristas, que nos mantienen encerrados en un psiquismo preventivo, son subsidiarias.

11 Nunca ha habido más trabajo para psicólogos y psiquiatras. Para evitar el trauma, el sentido real que brota de él, se han de rebasar con creces las previsiones de Foucault acerca del parentesco de policía y psiquiatría. Cualquier roce con el accidente, sea la incomunicación familiar, el desamor, la fatalidad criminal o terrorista, necesita su psicólogo. Como el Estado ha de ser ágil, incluso frágil -el mercado es sólo un Estado portátil-, todas las banderas, del piercing a la esquizofrenia, se llevan en el aislamiento del cuerpo. De otro modo el poder social no conseguiría ser dividual, actuar en el corazón mismo del sujeto, desactivar ahí el temor narcisista a lo real. En esto estriba la diferencia entre la represión de antaño y la comunicación de hogaño. La medicalización busca el fin del diálogo con la otredad que es eje de la existencia, esa zona de encuentro que recorre los bajos de la identidad. Pero lo busca descendiendo a un tuteo con el narcisismo del sujeto. Prevenir, evaluar, diagnosticar, medicalizar: esta sociedad del fluctuante bienestar consumista, intercalado con el estado de excepción pavoroso, sólo se puede sostener si apuntala bien a sus enemigos, los peligros de los que sin desmayo avisan las encuestas. Igual que el cuerpo entero de la sociedad, estamos ante una salud mental que sólo se reconoce por sus enemigos, por el Tercer Mundo de

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MK Kähne & Andrei Loginov. Fight 2, 2008.

peligros que nos rodean. Primero fueron el cáncer, los virus, el tabaco, el alcohol. Pronto lo serán la obesidad, la depresión. Asistimos a una normalización discreta y perfectamente intolerante con la singularidad de lo que irrumpe, con el sentido de la contingencia. Lo imprevisible constituye hoy el demonio de nuestra infinita sociedad de interiores. La tecnología digital, con sus drogas y ansiolíticos de diseño, representa en este aspecto una extensión de la normalización al cuerpo, a la microfísica del deseo. La automedicación es la consecuencia de una medicalización masiva e individualizada, de una "heterodependencia" que, por general, se ha vuelto personalizada. Es difícil que los cuadros de ansiedad no se disparen cuando es prácticamente clandestino el reposo, cuando al sujeto se le ha prohibido -esa es la palabra- la fórmula para detenerse, para extraer sentido de la simple inmediatez mortal, sin prótesis.

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12 El papel de las minorías alternativas ha sido en este punto un poco perverso, pues han "minorizado" el sistema del control social, publicidad incluida, y le han permitido aligerarse, bajar a un tuteo microfísico con cada privacidad. Con la proliferación de logos consumistas no queda apenas espacio donde pararse ni fórmula para detenerse. Es indudable que también el psicoanálisis, que necesita un "tiempo muerto", se ha visto perjudicado por este microdeterminismo del lenguaje informativo. ¿Es debido a esto que el discurso de ciertos pacientes se presenta a veces marcado, configurado en torno a una teoría en boga? De cualquier manera, vivimos en medio de un conductismo capilar, digitalizado. Consenso, adaptación, flexibilidad sin fin traslucen una cómica incapacidad para desconectar, para detenerse, para afrontar la tragedia de romper... Es como si el cambio perpetuo de canal sedase la presión de lo intolerable, que es el origen de la personalidad y de toda decisión, y condujese paradójicamente a la imposibilidad de la ruptura. Todo lo escénico cambia para que nada vital cambie. Somos tan "libres" que no podemos elegir. Una vez más, la "complejidad" es en este punto una ideología letal, pues paraliza a la gente corriente en manos del experto y consume las fuerzas del sujeto en el recambio de alternativas terciarias. En el fondo, hemos cambiado incluso la soledad, que era un diálogo singular con la mudez común, por la seguridad y su fluido aislamiento. De ahí la aversión del psiquismo y nuestra cultura actual a la ambigüedad, al paro, al aburrimiento. Igual que los medios -"el aislamiento de Rusia", "el PP se queda solo", "la soledad de Zapatero"-, con su pánico a la desconexión, al tiempo muerto, a la soledad. Esto se nota ya en la expresión desamparada del locutor cuando la cámara no corta a tiempo su breve y calculada aparición. ¿Se imaginan que se filme a alguien que carece de guión o programa? Tendría la misma expresión desolada de los seres humanos en el metro, pero sabiéndose en pantalla. El miedo a la soledad es global porque sentimos que el trasfondo de la comunicación, de este estruendo de la pantalla total, es el aislamiento, la indefensión y el mutismo con respecto a la base asocial de la subjetividad, su soledad ontológica. Tal miedo es un producto del nihilismo porque éste entiende que sin conexiones la individualidad no es nada. Como hemos perdido la relación con el sentido de la finitud, entre impacto e impacto espectacular, la desolación se ha convertido en la regla del tiempo no organizado. De ahí ese extraño silencio de los apartamentos a la caída de la tarde, esa ansiedad cuando el teléfono al fin suena y podría rescatarnos de estar a solas con una existencia para la cual ya no tenemos hilos. La conexión técnica se alimenta de la desconexión vital. No es extraño entonces que sintamos que cada una de nuestras Torres, el edifico acristalado que uno mismo es, está amenazado por una explosión latente que puede proceder de ese extraño cielo sereno.