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ETICA DEL NUEVO TESTAMENTO Wolfeuiá Schraáe
SIGÚEME
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BIBLIOTECA DE ESTUDIOS BÍBLICOS 57
ETICA DEL NUEVO TESTAMENTO WOLFGANG SCHRAGE
EDICIONES SÍGUEME SALAMANCA 1987
CONTENIDO
Introducción f.
La ética escatofógrca cíe /esús
27
I. II. III.
28 55 88
IV. 2.
Tradujo: Javier Lacarra Título original: Ethik des Neuen Testaments © ©
3.
Vandenhoeck und Ruprecht, Góttingen 1982 Ediciones Sigúeme, S. A., 1987 Apartado 332 - 37080 Salamanca (España)
ISBN: 84-301-1015-1 Depósito legal: S. 881-1986 Printed in Spain Fotocomposición e impresión: Gráficas Visedo, s.a.l. - Hortaleza, 1 - 37001 Salamanca
4.
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Escatología y ética La voluntad de Dios y la ley El doble mandamiento del amor Excurso: ¿Existe alguna peculiaridad en los postulados éticos de Jesús? Instrucciones concretas
109 113
Puntos de referencia éticos de las comunidades primitivas ..
147
I. II. III. IV.
148 151 156
Presupuestos y fuerza motriz Las palabras de Jesús y la ley La comunión de bienes La recepción crítica de las formas y de la temática de la antigüedad
159
Principales acentos éticos en los sinópticos
167
I. II. III.
167 174 186
El seguimiento y la condición de discípulo en Marcos .. El camino de la «justicia mejor» en Mateo La vida cristiana según Lucas
La ética cristológica de Pablo
199
I. II. III. IV.
200 226 243 267
Principios de la ética paulina El estilo y la estructura de la nueva vida Criterios materiales de la ética paulina Etica concreta
s
Contenido
5. La ética de la responsabilidad con el mundo en las cartas deuteropaulinas I. La vida nueva según las Cartas a los colosenses y a los efesios II. Las instrucciones apostólicas en las Cartas pastorales .. III. El estilo de vida cristiano según la primera Carta de Pedro 6. La parénesis de la Carta de Santiago I. Las obras en relación con la fe, con la escucha de la palabra y con la esperanza II. «La ley de la libertad» III. Las principales coordenadas temáticas
295 295 311 325 341 343 348 353
7. El mandamiento del amor fraterno en los escritos juánicos .. I. El principio y fundamento cristológico II. El imperativo cristológico III. La distancia con respecto al mundo y la liberación del pecado IV. El mandamiento del amor fraterno
359 360 367 373 380
8. Exhortaciones de la Carta a los hebreos al pueblo de Dios peregrino
387
9. Exhortación escatológica en el Apocalipsis de Juan I. El panorama escatológico II. Las misivas a las iglesias III. El conflicto con el Estado
395 395 401 409
Bibliografía índice de citas bíblicas índice general
417 421 441
Las siglas bibliográficas se acomodan generalmente a la obra de S. Schwertner (Internadónales Abkürzungsverzeichnis für Theologie und Grenzgebiete, 1974). A fin de facilitar una profundización en los temas concretos y para evitar repeticiones innecesarias de las referencias bibliográficas, el índice de la bibliografía se ha distribuido por materias. Al final se encuentra la bibliografía relativa a la ética de todo el nuevo testamento, y al principio de los diversos capítulos, o de sus apartados, se halla la bibliografía relacionada con todo el capítulo o con sus secciones. Aparte de eso, dentro del texto y en las notas se cita, a veces, bibliografía especializada. Normalmente las referencias bibliográficas que vienen en el texto se refieren a la ya mencionada al principio del capítulo o del apartado, o a la reseña al final de la obra, con lo cual, alguna vez no habrá más remedio que consultar en otros lugares diferentes. Las citas y las referencias textuales únicamente van acompañadas del nombre del autor y, a veces, del título abreviado. En las referencias a comentarios, solamente se indica, excepto en contadas ocasiones, el autor y la colección correspondiente. Ediciones Sigúeme ha intentado acomodar la bibliografía al castellano y ha añadido algunas obras aparecidas después de publicarse el libro original.
INTRODUCCIÓN Una ética neotestamentaria debe ocuparse de cuestiones tales como la posibilidad real y la fundamentación, así como de los criterios y de los contenidos de las actuaciones y del comportamiento concreto del cristianismo primitivo. La reflexión retrospectiva en torno a la ética neotestamentaria parece constituir una tarea especialmente urgente en una época que se caracteriza por la crisis de las orientaciones y por la inseguridad en las conductas. La teología y la vida de la Iglesia, a pesar de todas las comisiones, sínodos y documentos que se ocupan de cuestiones éticas, continúan necesitando, en gran medida, una puesta a punto. Una vez más se vuelven a oír voces que critican, por ejemplo, un compromiso social excesivo, y que afirman que no es decisiva la acción sino la fe, como si se tratase de una auténtica alternativa. Evidentemente sólo la fe salva, pero esta fe actúa en la caridad (Gal 5,6), y el Hijo del hombre que ha de volver no preguntará por lo que hemos creído, sino por lo que hemos hecho o hemos dejado de hacer (Mt 25, 31ss). Para el nuevo testamento, la fe no es primordialmente una especulación o una afirmación de ideas o de teorías, ni tampoco una práctica cultual o una profundización mística, sino que consiste en escuchar la palabra y en hacer la voluntad de Dios. Por eso, la fe y la acción van unidas indisolublemente. En todas las épocas, la Iglesia ha tenido que vérselas con dos frentes de batalla, en los que el centro de gravedad se desplaza alternativamente, para que no se dieran «ni los soberbios descreídos apoyados en las obras, ni los creyentes que carecen de obras».1
1.
M. Lutero, W A 45, 689 a Joh 15, lOs.
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Pero así como no se puede bagatelizar el peligro de un activismo descreído, mucho menos deberíamos bajar la guardia cuando la fe cristiana, en el intento de acomodarse a la mentalidad burguesa del bienestar, o a un narcisismo cada vez más difundido, se ve amenazada con sucumbir ante el peligro de un intimismo privado, ausente del mundo, o ante un egocentrismo eclesial. Deberíamos, asimismo, estar alerta cuando la fe, debido a una postura de resignación frente al presente, se ve en peligro de diluirse en una «religión del más allá». En ningún caso será lícito hacer responsable de estas actitudes al nuevo testamento. La Iglesia primitiva no es ninguna asociación cultual de misterios, ni tampoco un movimiento monacal o una agrupación de filósofos. Sino que es comunidad de testimonio y de ministerio, Iglesia al servicio de Dios e «Iglesia al servicio de los demás». Jesús, por ejemplo, no aconseja a los suyos una vida eremítica en el desierto, como hacían los esenios, ni tampoco les recomienda sumergirse en la esfera íntima del alma en el plano trascendente de las elucubraciones, como los místicos o como los gnósticos, sino que les envía al mundo y les lanza al contacto con el prójimo concreto. Pero incluso cuando se toma en serio la importancia decisiva de las actuaciones y estilo de vida de los cristianos en la realidad de la vida cotidiana, se suele plantear la cuestión de si encuentran la consideración que merecen las ideas fundamentales y el leitmotiv del nuevo testamento, y de si se observan sus líneas directrices y su trayectoria. Es evidente que no tiene sentido una mera aplicación literal de las recomendaciones neotestamentarias a nuestro tiempo, y que resulta insoslayable abordar cuestiones hermenéuticas y teológicas de gran trascendencia. El que a la vista, por ejemplo, de la íntima conexión que existe en el nuevo testamento entre escatología y ética, considere anticuada la escatología neotestamentaria, terminará, como J. T. Sanders (29; cf. 129), rechazando la ética neotestamentaria. Y el que confunda la «fidelidad a la tierra» con la simple acomodación a lo terreno y, partiendo de la promesa y del mandato de Dios, no denuncie el antagonismo que existe, tampoco tendrá necesidad alguna de la ética neotestamentaria, convirtiéndose el nuevo testamento, para él, en algo potencialmente sustituible, suponiendo que no lo rechace sin más como instrumento de una imposición autoritaria extraña. No cabe duda de que todavía no existe, ni mucho menos, claridad con respecto a lo que debería ser una coordinación adecuada entre la fidelidad a la Escritura, por una parte, y la fidelidad a la época, a la razón y a la objetividad, por otra. Sin embargo, tanto en la vida de la Iglesia como en la teología, no debería existir ninguna duda de que, por encima de cualquier cam-
Introduccíón
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bio de situación o de cualquier desplazamiento de la problemática, el guiarse según el nuevo testamento continúa siendo insoslayable, si se pretende que la conducta concreta actual de los cristianos siga siendo una conducta cristiana, y siga basándose en el nombre de Cristo. En una época en la que, como apenas en ningún otro tiempo anterior, se está a la búsqueda de nuevas pautas de comportamiento, y en la que —como decía Lutero— se necesitan nuevos decálogos, las soluciones nuevas tienen que asumir la responsabilidad de contrastarse con el nuevo testamento. El nuevo testamento no es, por supuesto, una base de la cual se pueda proceder por deducción, pero sí es el punto de referencia más decisivo, dado que la revelación escatológica de la voluntad de Dios queda plasmada testimonialmente en Jesucristo, el cual no sólo es reconciliador y redentor, sino también el Señor soberano. Debido a esto precisamente, toda ética cristiana tendrá que proseguir sus reflexiones siguiendo permanentemente la trayectoria del nuevo testamento. Ahora bien, el nuevo testamento no es, en verdad, ningún manual o compendio de ética cristiana, provisto de unas reglas dotadas de validez universal o de un minucioso catálogo de modelos de comportamiento. Tampoco tiene una doctrina cuasifilosófica sobre las normas o sobre las virtudes, ni contiene definiciones ni legitimaciones especiales, basadas en el derecho natural o en otras fuentes cualesquiera, acerca del matrimonio y del Estado, en torno al derecho y a la propiedad, o sobre el trabajo y la sociedad. Nunca, o casi nunca, se aprecia un interés por los principios morales de validez universal o por declaraciones fundamentales perennes en torno al orden social y estatal justo, o sobre las relaciones mutuas entre los sexos. Tampoco se encuentran programas o normas concretas de conducta relacionados con otros problemas éticos. Sin embargo, en los diversos escritos en los que, cada uno a su manera, se intenta dar testimonio de la salvación que se ofrece en Jesucristo y del Reino que irrumpe en él, se exhorta constantemente a los cristianos a comportarse de una manera consecuente. Por otra parte, este comportamiento no consiste solamente en una conducta ética individualista, dentro del ámbito personal del individuo concreto. Pues a pesar de que se constatan bastantes déficits en el área de la ética social, se pueden percibir también, por lo menos a grandes rasgos, modelos de conducta en el área de las relaciones sociales y de las estructuras sociológicas, que de ningún modo han quedado al margen de esta renovación. Efectivamente, se puede ser «criatura nueva» también dentro de circunstancias ambientales antiguas, pero para los «representantes del nuevo
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mundo» 2 , este nuevo mundo necesita ser también no sólo objeto de expectativas o utopía. Más bien puede llegar a ser, aunque de manera parcial y proléptica, una realidad. Durante demasiado tiempo, la Iglesia dejó en manos de los denominados iluminados la fe en la fuerza transformadora del reino de Dios y de la caridad, contentándose con la privatización ética y con la introversión espiritual (cf. Wendland, Ethik, 19). Únicamente aquel que confunda la escatología con un dualismo entre un mundo sin salvación y una salvación ajena al inundo, puede plantear una alternativa entre la reforma del corazón y la reforma del mundo. La renovación del hombre deberá estar de acuerdo con la reforma de las estructuras. Pero lo que aparece en primer plano dentro de este programa —y también esto está en consonancia plena con las características de la ética neotestamentaria— no consiste ni en la modificación de las estructuras, ni tampoco en un tipo de vida o de conducta que —como en el caso de la oración o del culto— diga relación a Dios o que se refiera a la relación del hombre consigo mismo. Por supuesto que también la libertad y la autodisciplina, el perdón y el desapego de las cosas son temas éticos centrales, y que las obras de misericordia de Mt 25 no sólo consisten en el auxilio corporal y material, sino también en la ayuda inmaterial y espiritual, por ejemplo en el consuelo y en el aliento. Pero a pesar de todo, se alude de manera especial, a dar de comer y de beber, a dar cobijo y vestido y a visitar al necesitado. Las consecuencias prácticas que el hombre puede sacar de la obra salvífica de Dios, con vistas a su comportamiento con el prójimo, con la comunidad y con el mundo, pueden ser, en la realidad concreta, completamente diversas, e incluso pueden resultar, a veces, contradictorias. No existe una única ética neotestamentaria, lo mismo que no existe una única teología o cristología neotestamentaria. Esto no excluye, claro está, algo así como un hilo conductor y algunos puntos de coincidencia o de convergencia dentro de la ética neotestamentaria. Pero siempre habrá que tener en cuenta que casi todo está en un continuo devenir. En cualquier caso, tampoco será lícito, dentro de la ética del nuevo testamento, reducir todo al mismo plano, ni hacer, por las buenas, una mezcolanza de Jesús con Pablo o de Santiago con Juan. Más bien hay que proceder metódicamente, de forma que se perciba lo propio y peculiar de cada uno, con objeto de que los diferentes esbozos del cristianismo primitivo no queden difuminados ni desaparezcan dentro de una ética neotes2. M. Dibelius, Die Bcrgpredigt, en Botschaft und Geschichte I, 1953, 79, 174, cita en la p. 117.
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tamentaria que sería un producto de la imaginación. Únicamente así se podrá apreciar suficientemente la libertad y la pluralidad de los conceptos éticos que ofrece el nuevo testamento, sin que por eso se deban ignorar las líneas divisorias entre el espectro y la «ortopraxis» cristiana primitiva. Como punto de partida se tratarán, en primer lugar, aquellos textos que se refieren a estos temas de una manera directa. Es preciso proceder así porque, prescindiendo de la manera de actuar característica de Jesús, la mayoría de las veces sólo contamos con las orientaciones éticas de los textos, con lo cual únicamente es posible descubrir algo acerca de la conducta real de las comunidades primitivas cristianas por medio de procedimientos muy indirectos. También es esto conveniente porque la ética neotestamentaria es, ante todo, prescriptiva y no analítico-descriptiva o, mejor todavía, porque lo que ella intenta es inspirar reflexiones de otro cuño y mover a nuevas posturas y actuaciones a través de horizontes y perspectivas nuevas. Por eso, lo que se cuestiona primariamente no es la realización práctica de los preceptos éticos, o sea el ethos, sino que se buscan las motivaciones y la fundamentación teológica, así como los criterios fundamentales y las orientaciones concretas de la ética neotestamentaria. Es evidente que no se pueden separar, en principio, ambos planteamientos (W. G. Kümmel, RGG VI 70), porque el «acto mental» y el «acto vital» van unidos (A. Schlatter), y puede ocurrir que, a veces, el ethos haya influido en una ética que cumple la función de interpretarlo y de justificarlo, en vez de que una ética haya dado lugar a un ethos1. A pesar de todo, no hay por qué aferrarse a la polarización de teoría y práctica, teniendo en cuenta, sobre todo, que es improbable que «las orientaciones éticas se transmitan durante largo tiempo cuando nadie las toma en serio y cuando nadie las pone en práctica, ni siquiera en lo esencial»4. En cualquier caso, el mismo nuevo testamento intenta más bien hacer un esbozo previo que una copia fiel de la conducta práctica (cf. el sermón de la montaña). Incluso aunque el relato de los ejemplos vivos tenga actualmente mayor fuerza de convicción que una reflexión acerca de los fundamentos y de las opciones básicas de la ética, no se puede pasar por alto que, a pesar de los muchos «relatos de ejemplos», el nuevo testamento presenta, en primer plano, una ética de tipo argumentativo y no una ética narrativa. Esto no
3. L. E. Keck, Das Ethos der frühen Christen, en Zur Soziologie des Urchristentums, TB 62, 1979, 13-36, sobre todo en p. 20. 4. G. Theissen, Radicalismo itinerante, en Id., Estudios de sociología del cristianismo primitivo, Salamanca 1985, 13-40.
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quiere decir que se plantee la ética únicamente en el plano de las ideas y del pensamiento, pero, a su vez, una ética no queda reducida al absurdo por el hecho de que no diga gran cosa en relación con su realización práctica, con lo cual no se niega que no se pueda interpelar a esa ética en cuestión, por sus posibles incumplimientos o por sus fracasos en la vida práctica, o que no se puedan pronunciar juicios objetivamente críticos, cuando sobre todo la repercusión histórica de esos textos neotestamentarios no contribuyó para instaurar prácticamente la caridad. Pero tampoco eso debe desviar el interés ni la atracción de la ética, concentrándola en el ethos, teniendo presente, sobre todo, que por regla general, él es el que se tiene que acomodar a la ética. En el nuevo testamento nadie ha considerado al pensamiento como un sucedáneo de la actuación, ni ha confundido el hablar con el actuar. Muchos autores cristianos primitivos hicieron pública denuncia cuando el dicho se distanciaba del hecho, y cuando a la palabra de Cristo no correspondía un comportamiento consecuente con Cristo. Las disquisiciones modernas acerca de la practicabilidad de las exigencias neotestamentarias (planteadas la mayoría de las veces en relación con el sermón de la montaña), no pueden inducirnos al error de creer que los autores neotestamentarios parten, en general, como la cosa más obvia, de que los cristianos se dedican a cumplir la voluntad de Dios. La idea de que las consignas neotestamentarias sólo están ahí para indicar las orientaciones, o incluso para llevar al hombre al fracaso, no es más que una hipótesis moderna que, la mayoría de las veces, sólo cumple el papel de alibi o de una maniobra de distracción.
amonestaciones relativas a un comportamiento correcto frente al Estado y a sus instancias y que, por el contrario, no se halle ninguna orientación referente a la responsabilidad política de los cristianos. La razón no estriba simplemente en la proximidad de la parusía, sino en que la cristiandad primitiva constituía, en términos generales, un grupo marginal carente de influencia, y apenas contaba con miembros que tuviesen la posibilidad de influir políticamente desde puestos de responsabilidad en los destinos del Estado, que en aquella época era una institución que no tenía absolutamente nada de cristiana. Por otra parte, los predicadores y pedagogos neotestamentarios no pensaban en absoluto que fuera conveniente predicar a los cuatro vientos, a pesar de que lo que proclamaban era todo lo contrario de una actitud defensiva y medrosa o de una mentalidad derrotista. Tampoco se hacían demasiados problemas en torno a que sus preceptos aparecieran como evidentes entre los no cristianos, ni se arredraban ante el reproche de tener una moral eclesiástica de vía estrecha, o de que únicamente se dirigieran de una manera inteligible a los miembros de la comunidad, o de que no proclamaran una ley moral universal. El sujeto específico de la ética neotestamentaria no es ni la sociedad ni el individuo singular, sino la comunidad (cf. el destinatario de Flm). Cuando Pablo se pronuncia en torno al problema del divorcio no lo hace en términos generales, sino únicamente con respecto a los cónyuges cristianos que se hallan casados con cristianos o con no cristianos (1 Cor 7, lOss). Aparte de eso, los problemas éticos se abordan primordialmente en la plataforma local de las diversas comunidades. Esto no provoca ninguna ruptura con la aspiración universal del mensaje, ya que una ética comunitaria no quiere decir que sea una ética de grupúsculo. En cualquier caso, no puede quedar la menor duda de que los problemas agudos de las comunidades dan explicación a muchas cosas, pero no a todas, pues la ética neotestamentaria no es, en efecto, un mero reflejo de las circunstancias y prácticas de la comunidad de aquellos tiempos. Ahora bien, así como esta ética no se puede deducir de estas circunstancias, tampoco es verdad que se pueda entender perfectamente sin ellas (la precaria situación económica, la dependencia política, la vida errante de apatrida, las persecuciones, etc.). La referencia a la situación condiciona también el carácter fragmentario y asistemático de la ética neotestamentaria. Por eso precisamente habrá que poner, de suyo, «ética» entre comillas, y lo mismo se diga de conceptos tales como ética formal, ética de situación, ética de actitudes, ética social, etc. Es posible que fuese mucho más adecuado, por lo que se refiere al nuevo testamento, hablar de paré r
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Por consiguiente, lo característico de la ética neotestamentaria y de su interpretación no es tanto el ethos, como la situación a la que esa ética dice relación. Resulta evidente que los autores neotestamentarios no se inventaron, dentro de un maravilloso mundo ilusorio, unas exigencias ideales, pero impracticables, es decir, que no se pronunciaron de una manera abstracta y ajena al mundo, negando la realidad y prescindiendo de los problemas de sus destinatarios; fueron provocados por circunstancias y situaciones concretas, y que incluso únicamente se les puede entender dentro de su contexto histórico-sociológico. La ética neotestamentaria es una ética contextual, una ética dentro del contexto de situaciones concretas. Por ejemplo, la institución de la esclavitud constituía en aquellos tiempos, para determinados miembros de la comunidad, una realidad tan opresiva que muchos autores neotestamentarios no pudieron eludirla. Y a su vez sería inútil buscar en el nuevo testamento una respuesta a muchas cuestiones de la vida moderna. No es ninguna casualidad, por ejemplo, el que sólo se encuentren
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nesis o de paraclesis, pero tampoco estos conceptos dan totalmente en la diana, porque la ética lleva implícita, con más fuerza, el aspecto de la reflexión sobre la actuación. En el caso de que la ética no se refiera eo ipso a la ética explicitada científicamente y comprobable metodológicamente, sino que aluda a la reflexión sobre la actuación, se podría hablar perfectamente, cum grano salís, de una ética neotestamentaria, ya que los autores neotestamentarios aplicaron su reflexión a la actuación de los cristianos exactamente igual que a los problemas de la cristología, de la escatología, de la eclesiología, etc. Sin embargo no concedieron autonomía a estas consideraciones, sino que, la mayor parte de las veces, las mencionaron de paso, dentro de las exhortaciones concretas. Por esta razón los preceptos concretos hay que buscarlos en las premisas sobre las que se apoyan, así como en sus implicaciones, fundamentaciones y orientaciones. Incluso aunque hoy en día ya no nos sintamos ligados, en muchas cuestiones, a lo que exige el nuevo testamento, no por eso quedan descartados esos textos, sino que hay que inquirir todavía los motivos y criterios obvios que condicionan la óptica específica en problemas tales como el de la comida de la carne de los sacrificios de los ídolos, o el de la esclavitud, y otros parecidos. Por consiguiente, a pesar de que el nuevo testamento no elaboró una ética sistemática, no es lícito imaginarse la conducta de la cristiandad primitiva de una manera excesivamente puntual y ligada a las acciones singulares, ni concebir la ética neotestamentaria, exageradamente, como una ética de situación o de tipo decisionista. Aunque tampoco se encuentre un sistema cerrado de reflexiones éticas, tampoco se puede pasar por alto el rango preeminente de la razón y del conocimiento racional, precisamente dentro de la ética neotestamentaria. A pesar de que en ninguna parte se oiga hablar explícitamente de la razón o del logos inmanente en el mundo, y aunque no se pueda negar la diferencia con la ética romano-helenista, que intenta «solucionar los problemas de la vida y de la convivencia humana con procedimientos racionales» (A. Dihle, RAC 6, 647), en cualquier caso no basta tampoco con recalcar las diferencias entre la ética neotestamentaria y las «sutilezas intelectuales» o los «equilibrios razonables», acentuando en lugar de ello el «empuje del telos», «el verse envuelto en situaciones conflictivas», la «dinámica» etc., como sucede por ejemplo para H. Preisker (Ethos, 24ss). Se volverá a tratar con más detención sobre la racionalidad de la conducta cristiana cuando se hable de la ética de Jesús y de sus tradiciones sapienciales y, sobre todo, al estudiar la ética de Pablo y de sus numerosas apelaciones a la razón, a la sabiduría y al conocimiento.
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Entonces se tendrá que dilucidar también si las premisas y la lundamentación de esta ética son un producto de la ratio o bien sucede esto sólo con sus contenidos o si, por el contrario, no tiene lugar ninguna de las dos cosas, en el sentido de que a la apelación a la razón únicamente habría que atribuirle la importancia de un argumento adicional, dado que, efectivamente, no es posible renunciar al poder apodíctico de los argumentos racionales, a pesar de que, sobre todo en casos conflictivos, no se les conceda la última palabra. La plausibilidad y capacidad de concitar el consenso, por ejemplo de la «regla de oro» (Mt 7, 12 par), no se debe confundir simplemente con la ética del reino de Dios. Además, la razón tiene que orientarse hacia el amor, y sólo conservando la vigencia de este criterio de la caridad, definida cristológicamente, se puede mantener la «identidad objetiva entre la actuación caritativa y la racional» (U. Duchrow 117). La razón como tal no garantiza ni una actitud humanitaria ni el amor. A pesar de la importancia insoslayable de la razón, sigue siendo verdad que la ética neotestamentaria no es sistemática, sino concreta, de tipo modélico, relacionada con la situación, calculada para una época determinada, a lo cual es preciso añadir, de inmediato, que tanto los modelos como los paradigmas de los comportamientos no son optativos ni facultativos. En la actualidad se suele hablar a menudo de «modelos de comportamiento» neotestamentarios, para no confundir las orientaciones bíblicas con un nomismo, o para no creer que éstas se pueden aplicar directamente al presente. Por eso J. Blank, con el concepto de modelo, quiere desembocar en un ethos, «que, aunque no tenga carácter de ley, no obstante sería, al mismo tiempo, obligatorio»5. P.Hoffmann y V. Eid prefieren el concepto de las «perspectivas», las cuales mantienen lo concreto pero haciéndolo «convertible y extensible»6. Precisamente los paradigmas concretos pueden ayudar a dominar las situaciones análogas. Por supuesto que la infinita diversificación del hombre y de su medio cultural, social y sociológico, no se pueden reducir a un denominador común, pero, por otra parte, los problemas y las actitudes básicas decisivas continúan siendo las mismas. A pesar de toda la diversidad de las modalidades concretas de comportamiento 5. J. Blank, Zum Problem «ethischer Normen» im NT, en Schriftauslegung in Theorie und Praxis, 1969, 144-157, sobre todo p. 142; ef. también H. Schürmann Haben die paulinischen Wertungen und Weisungen Modellcharakter? en Oríentierungen am NT, 1978, 89-115. 6. P. Hoffmann/V. Eid, Jesús von Nazareth und eine christliche Moral QD 66 1975, 23s.
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existen dentro de la cristiandad primitiva modelos permanentes de actuación y señalizaciones de la dirección a seguir, que impiden lo mismo un relativismo que un código de costumbres dotado de autoridad. El precepto del amor y determinados mandamientos concretos se mantienen invariables, prescindiendo de cualquier tipo de análisis de la situación. Así por ejemplo, las palabras y los hechos de Jesús, aunque no se hayan repetido de manera estereotipada en otras situaciones diferentes siempre, sin embargo, se han intentado actualizar. Precisamente la reinterpretación de tradiciones éticas que se puede observar en el nuevo testamento demuestra que no existe una tendencia a reproducir servilmente comportamientos estandarizados. Pero a pesar de toda la libertad y de toda la fuerza de innovación con las que se podría no sólo interpretar sino crear algo nuevo, se intenta, no obstante, mantener las orientaciones de Jesús y las experiencias de la comunidad primitiva, con objeto de poder solucionar situaciones análogas o nuevas. La referencia a la situación lleva consigo el condicionamiento a la situación. Esto no significa que la situación o que la realidad social o socioeconómica de las comunidades primitivas o incluso del medio ambiente neotestamentario sea la pauta o el principio según el cual se tenga que explicar, de modo satisfactorio, la ética cristiana primitiva. Efectivamente, las opciones neotestamentarias se han ido formando, hasta cierto punto, a través de los modelos mentales y fácticos, o a través de las axiologías o de las teleologías de aquella época. Pero además de esto, estas opciones están configuradas por muchos factores extracomunitarios, teniendo en cuenta, además, que no se puede atribuir la responsabilidad de esto, exclusivamente, ni a los condicionamientos religiosos, culturales o histórico-espirituales, ni tampoco a los condicionamientos económicos, políticos y sociales. Por consiguiente, si bien es verdad que los criterios éticos de decisión no lograron desprenderse de la situación histórica de aquella época, tampoco se llegó, ni mucho menos, a contentarse con un simple encumbramiento de las situaciones, es decir, a considerarlas como norma, pues esto no sería más que una pura tautología y convertiría a la cristiandad primitiva en un mero reflejo de la sociedad de la época. El espíritu de la época, o lo que se podría llamar rutina convencional del mundo, no constituye la pauta de la ética cristiana primitiva, y lo mismo sucede con las costumbres establecidas o con las normas pragmáticas al uso. La misma realidad idéntica provoca, además, respuestas diferentes. Finalmente la referencia a la situación tiene, por supuesto, sus limitaciones, porque en el nuevo testamento también se encuentran con frecuencia parénesis «usuales» y no solamente de actualidad, para utilizar la terminología de M. Dibelius,
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es decir, amonestaciones que no están concebidas específicamente para una situación única, sino que tienen también unas características que desbordan la situación y que están dotadas de vigencia universal, siendo a veces incluso de tipo profiláctico. Los denominados reglamentos domésticos del nuevo testamento no fueron provocados por los abusos de las primitivas comunidades cristianas, y lo mismo pasaba con las llamadas listas de virtudes y vicios. Evidentemente que la crisis del hambre (cf. Hech 11, 28; 12, 20) y otras emergencias similares (D. L. Mealand, o. c, 8s. 38s hace referencia, por ejemplo, a la precaria situación laboral de los pescadores galileos en Jerusalén y a la posibilidad de un año sabático cuando los campos quedaban en barbecho) dieron lugar a que la caridad cristiana aportase donativos con una especial abnegación, pero, por otra parte, se da por supuesto que a los pobres hay que hacerles el bien «en todo tiempo» (Me 14, 7). Muchas amonestaciones son, a parte de eso, bastante convencionales y tradicionales. Por eso, a la hora de explicar los preceptos éticos del nuevo testamento, el planteamiento tradicional, cultural, social e históricoreligioso, así como el enfoque de la teoría y de la práctica éticas del medio ambiente, suele ser más importante que la cuestión de los destinatarios. Esto tiene tanta mayor vigencia cuanto que la ética neotestamentaria ha recogido y elaborado, en gran medida, la herencia de la ética antigua, aunque, además de eso, tampoco conviene pasar por alto las diferencias de las motivaciones e incluso las alternativas de actuación en cuanto al contenido. No va a ser posible tratar simultáneamente los problemas de la ética judía o estoica, pero habrá que señalar en cada caso, en relación con puntos problemáticos concretos del nuevo testamento, las líneas de conexión y de separación con la ética del mundo circundante. Entonces se podrá comprobar que el nuevo testamento no representa el término medio de la moralidad antigua, sino que continuamente hay que constatar modificaciones y rupturas, al lado de una recepción crítica, y esto no en aras de la originalidad, sino más bien en razón de la congruencia objetiva de la conducta cristiana. Como rasgo fundamental común de la ética de Jesús, y también de las éticas sinóptica, paulina y juánica, se encontrará, en primer lugar, su entronque y su orientación teológica o, en su caso, cristológica. La ética neotestamentaria no es, pues, autónoma, ni tampoco tiene un fin en sí misma. Su pauta y su fundamento es la actuación salvífica de Dios en Jesucristo. La ética es su consecuencia y su respuesta adecuada; más aún, se halla incluida en esa misma actuación salvífica. Hasta el hablar de una ética consecutiva resultaría cuestionable, ya que la caridad y la justicia no solamente son una
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consecuencia, sino la expresión de la pertenencia a Cristo. Además, esto provocaría con facilidad un malentendido desde el punto de vista cuantitativo, dado que no sólo la justificación, sino también la santificación constituye una actuación privativa de Dios, y cualquier tipo de cuantificación hace perder fuerza a la sutileza de la dialéctica, según la cual Dios es el que obra todo y, por eso, nosotros tenemos que hacer todo (Flp 2, 13s). En cualquier caso habrá que preguntar qué es lo que inspira y motiva la acción cristiana, y de dónde recibe esta acción su fuerza motriz y su ímpetu. La extendidísima opinión de lo que lo original, lo peculiar, lo específicamente cristiano y obligatorio no afecta en absoluto a los contenidos materiales y que sólo atañe a la formación del sujeto ético y a la fundamentación de su actuación, puede, efectivamente, resultar un tanto parcial, pero lo que no se puede poner razonablemente en duda es que lo decisivo se produce en la base, en el presagio, en el impulso y en el indicativo salvífico, antes que en cualquier imperativo. El convertir a la ética en autónoma no sería propio del nuevo testamento, ni tampoco se podría probar apodícticamente echando mano a la orientación, primordialmente ética, de la carta de Santiago. Es cierto que ni los fundamentos ni los motivos se desvelan ni se explicitan en todas partes expressis verbis, pero el contexto teológico y la apelación a la dogmática neotestamentaria forman parte, de manera irrenunciable, de la ética del nuevo testamento. Por razones de espacio no será posible presentar aquí ¡n extenso esta vinculación con la teología, pero no se pueden pasar por alto las motivaciones principales y esenciales ni las cuestiones básicas que configuran estas motivaciones, si no se quiere que la ética neotestamentaria quede sin arraigo, o se reduzca a una simple moral legalista. Esto tiene especial vigencia para la cristología y para la escatología, por estar estrechamente vinculadas con la ética. La base y el horizonte de la actuación cristiana son, por una parte, el reino de Dios y, por otra, la cruz y la resurrección de Jesús. La dificultad de transmitir la ética neotestamentaria de una manera convenientemente asequible no debería, en cualquier caso, dar lugar a que se podaran los planteamientos exegéticos de acuerdo con los gustos de la teología actual. Por lo demás, se plantea con toda evidencia la cuestión de si, incluso hoy en día, no debería ser una tarea específica de la ética cristiana precisamente el resaltar lo que está bloqueado y descentrado. Al parecer continúa teniendo actualidad, también para la ética, lo que en 1922 escribía K. Barth en su «Carta a los romanos»: «la opinión de que en la actualidad se trata primordialmente de que la teología se libere de ella misma, y de excogitar alguna cosa que resulte inteligible a todo el mundo...
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me parece una opinión completamente histérica y disparatada» (S. VTI). Las controversias en torno a la cuestión de la paz, han vuelto a poner de actualidad, para muchos, el sermón de la montaña, y por cierto en sus amonestaciones aparentemente irracionales, utópicas y rigoristas, que en el mundo se toman a veces como una salida de tono. Nada de esto debe, por supuesto, dar lugar a que se relativice la «dogmática». Aunque se piense que las tradiciones cristianas, como por ejemplo el himno a Cristo de Flp 2, o los cánticos a Cristo de 1 Pe 2 y 3, no se recogieron más que con la finalidad de servir de fundamento a la conducta cristiana, es decir, que incluso el credo cristológico no tiene aquí un fin en sí mismo, no por eso se debe creer que la «dogmática» es sólo, por así decirlo, el prólogo, y que el nuevo testamento sólo entra propiamente en materia con la ética, la cual podría, quizá, incluso compensar la carencia de «religión» y de «dogmática». Hoy se cita con gusto la frase de E. Kásemann sobre el «culto en la vida cotidiana del mundo», según la cual la doctrina del culto coincide con la ética y se la interpreta en ese caso muchas veces en un sentido puramente moral. Pero la idea de Kásemann tiene validez en los dos sentidos y de ninguna manera debe deducirse del nuevo testamento un código moral. Es preciso ponerse en guardia frente a una etización general del nuevo testamento, lo mismo que frente a la opinión de que, en el nuevo testamento, se trata primordialmente de una rígida fe dogmática, ante la cual no importa excesivamente el comportamiento cotidiano, como pareció considerar, a veces, un protestantismo ortodoxo, que creyó poder recibir como de regalo las obras de la caridad y de la justicia. Incluso un documento que insiste tanto en que la fe se ponga en práctica, como es la Carta de Santiago —que no siempre escapa enteramente del peligro de moralismo—, no se puede descartar sin más, como si fuera un simple manual de una moral de vía estrecha. También esta carta aduce, de manera patente, argumentos teológicos, prescindiendo de que sean o no convincentes. Partiendo del nuevo testamento, resulta evidente que no solamente hay que averiguar y presentar los motivos y las razones de la actuación, sino también las pautas y los contenidos concretos de la ética, en el supuesto de que sea posible hacerse con ellos. En este sentido, como el concepto de norma7, entendida estáticamente,
7. Cf. Ch. Link, Überlegungen zum Problem der Norm in der theologischen lithik, en FS H. E. Tódt, 1978, 95ss.
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resulta problemático, se evita este término, hablando en su lugar de criterios, lo cual puede responder mejor a la libertad y a la obligatoriedad de la ética neotestamentaria en un sentido dinámico-histórico. Con todo, el nuevo testamento no solamente insiste en una nueva fundamentación o en una transformación de las actitudes básicas o de la orientación, sino también en la realización cristiana de la vida y en el comportamiento concreto de cara al mundo, en cada caso singular. No se puede apelar al nuevo testamento para defender una ética de situación, meramente formal, carente de perfiles y de contenidos, que deje en manos del individuo todo el contenido de las decisiones, desembocando, por consiguiente, de un modo excesivamente frivolo, en una discrecionalidad material o en una adaptación al mundo. Séneca pensaba ciertamente que el que ha captado los principios filosóficos «se impone a sí mismo, en cada caso particular, la norma correcta» y no tiene necesidad de ningún consejo particular (Epístola 94), lo cual está lógicamente de acuerdo con la «vaguedad y generalización ideal» de la ética estoica8, para la cual las circunstancias concretas de la vida son indiferentes. Pero no cuadra, por supuesto, con el nuevo testamento. E. Kásemann ha acentuado con razón «que la ética del nuevo testamento continuamente pone de relieve, de manera casi casuística, postulados concretos»9. En este caso, el miedo a la legalidad ha distorsionado, con frecuencia, una visión objetiva. E. Troeltsch censuraba ya el que los teólogos evangélicos se hubieran alejado tanto de la idea de precisar objetivamente el ethos cristiano, «que para ellos todo el ethos cristiano queda reducido a proteger las obras buenas y a definir adecuadamente la gracia que transmite el vigor moral», cayendo sin embargo «el aspecto del contenido en una falta total de concreción».10 De ninguna manera ha sido conjurado este peligro. Tengo la impresión de que la adaptación y acomodación a la opinión general y a la manera común de actuar del mundo a veces se ha extendido actualmente de tal modo que la ética cristiana, en el fondo, apenas 8. A. Bonhoeffer, Die Ethik des Stoikers Epictet, 1894, 90; cf. también H. Greeven, Hauptproblem, 63.75. 9. E. Kásemann, Puntos fundamentales para la interpretación de Rom 13, en Id., Ensayos exegéticos, Salamanca 1978, 29 ss, cita en p. 30. 10. E. Troeltsch, Die Soziallehren der christüchen Kirche I, reimpresión 1961, 174. Cf. también M. Horkheimer, Kritische Theorie I, 1968, 271: «La religión ha sido durante tanto tiempo despojada de un contenido claro y concreto, durante tanto tiempo formalizada, adaptada, espiritualizada y recluida a la interioridad más íntima del sujeto, que se pudo compaginar con cualquier actuación y con cualquier comportamiento público existente o posible dentro de esta realidad atea».
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se suele atrever a decir algo que no responda exactamente a la moral predominante de la sociedad, o a lo que está considerado como «realista», «efectivo» y «practicable», a no ser que encuentre un criterio ético-circunstancial penosamente parecido. Evidentemente no se trata en el nuevo testamento de un clericalismo ético, ni de un anticonformismo sectario por principio, sino que se trata precisamente de que los cristianos sean «sal de la tierra» y «luz del mundo» (Mt 5, 13s; cf. también Flp 2, 15), y de que, de esta forma, no pierdan tampoco su peculiaridad en sus «obras buenas». Tampoco es suficiente, según Mt 5, 46s, lo que hacen los publícanos y los gentiles. Sin el correctivo de lo «extraordinario», la cristiandad, efectivamente, «se ahogaría, sin más, en el mundo» ( H. - D. Wendland, Botschaft, 79), y hoy tiene menos motivos para ponerse en guardia frente al sectarismo que frente a la acomodación al mundo. Efectivamente, está muy lejos del nuevo testamento el prurito de originalidad ética, así como de la casuística y la legalidad, pero exactamente igual es ajeno al nuevo testamento el reducirlo a la única recomendación de decidir según conciencia en cualquier tipo de situación. Entre la Escila de la casuística y el Caribdis del formalismo, podría servir también de ayuda, para comprender la ética neotestamentaria, el concepto del «axioma intermedio» (I. H. Oldham, cf. H. - D. Wendland, Kirche, 34). En cualquier caso, el nuevo testamento también posee coordenadas fundamentales y puntos de referencia perfectamente definidos. Si existe unanimidad en que la caridad constituye la tónica general de la ética neotestamentaria, así como el centro y la quintaesencia de todas las amonestaciones particulares, también tiene que quedar claro que esta caridad implica unos contenidos y unos criterios de actuación muy concretos, y que no es ningún principio formal abstracto. Indudablemente, en virtud de la supremacía del mandato de la caridad no puede existir ningún precepto que tenga que cumplirse en razón de sí mismo, por ejemplo no podría darse ningún precepto de renunciar a la violencia dotado de validez universal. Ahora bien, la caridad sólo tiene seriamente en cuenta las consecuencias que afectan a los demás cuando no se dispensa a sí misma de todas las implicaciones materiales. Hoy en día —prescindiendo de las definiciones vulgares ya desgastadas o emocionales— se pueden encubrir con el mandato de la caridad cosas muy contradictorias: por ejemplo se puede entender por caridad la devolución al tercer y cuarto mundo —y manteniendo la misma mentalidad capitalista— de migajas de lo que anteriormente se ha sustraído a otros. Todo esto posiblemente tiene también relación con que nosotros no poseemos el valor de mantener el contenido y la concreción ética que tenía el nuevo testamento.
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Resulta verdaderamente sorprendente que nosotros, los miembros de raza blanca de la denominada religión de la caridad, contemplemos en silencio la tremenda crueldad con que se explota a los hambrientos y desheredados de la tierra, al mismo tiempo que nos aprovechamos de ellos e invertimos miles de millones en armamento, empujando a los demás a la miseria. A mí me parece que nuestro principal problema no estriba en que se conceda prioridad a la búsqueda deductiva o inductiva de la norma, sino en que escuchemos «el grito de los pobres» (Hiers). Evidentemente el nuevo testamento no concreta la conducta cristiana, de una manera definitiva, en lo que se refiere a las posturas o a las realizaciones concretas políticas, sociales o sociológicas, pero sin embargo los preceptos materiales del nuevo testamento, sin ningún género de dudas, posibilitan, de un modo paradigmático, el descubrimiento de pautas, de perspectivas y de prioridades para hallar las opciones que apuntan a nuevos horizontes mentales, y a seguir estructuras nuevas que estimulan a continuar avanzando (cf. Houlden, 119). Esto vale precisamente a la hora de integrar las perspectivas pneumatológícas. El que cuenta con la fuerza renovadora y vivificante del Espíritu, que por supuesto conduce a la verdad plena, se mantendrá abierto a unos enfoques sorprendentes y a una praxis nueva, y no condenará automáticamente, como si fuera una exaltación romántica, cualquier intento de cambio en la Iglesia o en la sociedad, ni tampoco se aferrará a lo tradicional y a lo programado de antemano. El Espíritu de Dios es el poder dinamizante que abre brecha en las situaciones y posturas consolidadas llevándolas hacia la inseguridad, y jamás puede ser domesticado ni encerrado por la Iglesia, pero también es, simultáneamente, el que «recuerda» a Cristo y el que se orienta según Cristo en la línea del nuevo testamento. Precisamente así queda superada, al mismo tiempo, la inflexibilidad y la arbitrariedad. El que se estudien, siguiendo un orden de sucesión, a los representantes principales de la ética neotestamentaria no significa de antemano un juicio negativo sobre los escritos tardíos, como si hubiera que entender la evolución que va desde Jesús hasta las Cartas pastorales y católicas como un mero proceso de descomposición. Si alguien, refiriéndose a la ética cristiana, habla por ejemplo de una moralización generalizada, o de un aburguesamiento y acomodación al mundo y con ello de una depravación de la ética cristiana primitiva —por cierto que con frecuencia desde atalayas muy burguesas— se topará con grandes dificultades en el Apocalipsis de Juan y en la 1 Carta de Pedro. Tampoco se deberían emitir juicios prescindiendo de la historia, ni se debería, por ejemplo, rehuir la
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cuestión de cómo podría abordarse un paulinismo pervertido o el libertinismo o la ascesis de la gnosis de manera más eficaz de la que realmente se arbitra, es decir, poniendo de relieve las «obras», o recurriendo a los elementos de la denominada «ética natural», entre otras cosas. Con ello no nos imponemos un veto frente a los juicios objetivamente críticos. Estos juicios son más bien insoslayables, frente a determinadas manifestaciones patriarcales y androcéntricas, y también frente a posturas intransigentes que nada tienen de carismáticas, o frente a peligros legalistas, incluso dentro del ámbito del mismo nuevo testamento. El criterio objetivo de ningún modo se puede identificar, sin más, con lo más antiguo y originario, o incluso con un radicalismo formal, sino únicamente con el evangelio y con el amor a través de los tiempos.
1 LA ETICA ESCATOLOGICA DE JESÚS
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Etica del nuevo
testamento
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1. El reino de Dios como fundamento y horizonte de la ética de Jesús El que desee informarse acerca de la ética de Jesús, tiene en primer lugar que buscar el núcleo de su mensaje, que es el que hace inteligible y urgente el anuncio y la realización de la voluntad de Dios. Este núcleo que configura al mismo tiempo el signo y el horizonte de toda la actividad de Jesús, es el mensaje de la proximidad y del comienzo del reinado, esto es, del reino de Dios como quicio escatológico de los tiempos. a) Ciertamente es discutible qué es lo se que quiere decir con más precisión con eso del reinado de Dios. Una rápida ojeada a la historia de la tradición judía del antiguo testamento nos aporta los resultados siguientes: mientras que originariamente la manifestación escatológica y definitiva del reino de Dios se concebía de manera intrahistórica e inmanente, dentro del ámbito de este mundo (cf. Is 52, 7; Zac 14,9; Abd 21, etc.), el género apocalíptico aportó una doble visión: por una parte, en el sentido de las antiguas esperanzas nacional-territoriales de la restauración del reino de David (cf. los targumes, las dieciocho bendiciones) y, por otra parte, más bien en el sentido trascendente de una esperanza en el más allá, en conexión con el eón que ha de venir (cf. Hen. et.). Ambos conceptos, sin embargo, se hallan entrelazados, por lo cual no se debería trazar una línea divisoria excesivamente rígida entre los dos horizontes de esta esperanza, así como tampoco habría que pasar por alto la vinculación entre presente y futuro, pues el reinado eterno de Dios es algo indiscutible en todas partes, no sólo en el antiguo testamento (cf. Ex 15,18; Sal 10,16)), sino también en el género apocalíptico (cf. Dan 4, 31; Hen et. 84, 2). También donde se espera el comienzo del reinado de Dios en este mundo se amplía a menudo con lo supraterreno y donde está en el centro la espera de un totaliter aliter va unida la mayor parte de las veces con rasgos terrenos y aspectos político-sociales (cf. Dan 7, 13s; Ass Mos 10). Lo decisivo es el comienzo universal, definitivo y urgente del reino de Dios, que transformará todas las cosas e influirá en beneficio de su pueblo. El judaismo rabínico también conoce el «reino de los cielos»
La ética escatológica de Jesús
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en su doble visión de soberanía presente y futura, es decir, como soberanía presente y escondida de Dios, que ha sido instituida por la ley y que es respetada por los hombres que viven en la obediencia a la ley. Por otra parte, sin embargo, aquí también se pide la manifestación plena y definitiva del reino de Dios a todo el mundo, con lo cual se vuelven a entrelazar los rasgos históricos y los metahistórícos (cf. la llamada oración de qaddish y la de Alenu, Billerbeck I, 408s). En todo esto, lo verdaderamente importante para la ética es que el reino de Dios no es simplemente algo que tiene que ver con el más allá o la trascendencia, sino que se trata de algo que tiene que ver con esta tierra.
b) Jesús conectó con esta expectativa escatológica de una manifestación cósmico-universal del reino de Dios cuando predicó que Dios estaba a punto de instaurar, de manera definitiva, su reinado sobre el cosmos rebelde. Al mismo tiempo, sin embargo, Jesús introdujo una modificación en esta esperanza, que por otra parte no había desempeñado un papel preponderante dentro del judaismo. A diferencia de la anticipación temporal del esjaton que se hace en el judaismo de aquella época, para Jesús la presencia del reino de Dios no se halla ligada ni a épocas ni a lugares sagrados, ni tampoco se circunscribe, de manera esotérica y sectaria, a un «resto sagrado» de Israel (P. Hoffmann, Frieden, 185). El reino de Dios no puede ser objeto de cálculo de acuerdo con un calendario apocalíptico, ni se puede describir especulativamente, así como tampoco se puede imponer a la fuerza al estilo de los zelotas, ni puede quedar reducido a una línea político-nacional. Su nota característica es, ante todo, la dialéctica temporal entre futuro y presente. Esto significa, por ejemplo, que por una parte se habla de su proximidad y se pide su venida (cf. la segunda petición del padrenuestro) y, por otra parte, sin embargo, se puede proclamar su comienzo y su irrupción en el presente, cosa que acontece con Jesús (cf. Mt 12,28 par; Le 17,20). El reino de Dios no está ahora sólo en el umbral de la puerta, sino que irrumpe ya, y Jesús ha entendido, evidentemente, su actividad a través de su palabra y de sus acciones como una manifestación y una señal de esta irrupción, e incluso como una presencia anticipada del futuro. De esta forma, a Jesús no hay que ligarlo ni a las meras declaraciones de futuro ni a las puras declaraciones de presente en el tema del reino de Dios. No es lícito atribuir todas las frases que se refieren al futuro, como hace la denominada «realized eschatology», a una apocaliptización secundaria del mensaje de Jesús, ni tampoco se puede, como es el caso de la llamada interpretación escatológico-consecuente, considerar todas las frases relativas al presente como si estuviesen imbuidas de la idea de la
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Etica del nuevo
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consumación pospascual1. Lo característico de Jesús es, más bien la simultaneidad de presente y de futuro. c) Las parábolas del grano de mostaza y de la siembra muestran la manera de relacionar entre sí ambos momentos. Por supuesto, jamás en el sentido de un crecimiento, extensivo o intensivo, producido por el hombre, ni tampoco según el modelo de un pensamiento progresivo o como un simple contraste. Por ejemplo, según la parábola del grano de mostaza (Me 4,30-32), el reino de Dios viene a ser como un grano de mostaza, que es más pequeño que todas las otras semillas, pero que se hace mayor que todos los demás arbustos del huerto. A diferencia de la versión Q de Le 13, 18-19, donde falta la alusión a la pequenez del grano de mostaza, en Me 4 se acentúa no el desarrollo del grano de mostaza hasta llegar a ser un árbol sino la contraposición entre la semilla más diminuta y la planta más frondosa. Se trata, por tanto, de una «parábola de contraste», que contrapone el inicio imperceptible y el gran final impresionante, sin que se enfoque el tiempo intermedio en el sentido de un proceso evolutivo biológico-natural o intrahistórico-historiográfíco (cf. Jeremías, Gleichnisse, 145s [Las parábolas]; O. Kuss, Auslegung und Verkündigung I, 1963, 78s.85s).
De todos modos, el principio y el final quedan estrechamente relacionados. El reino de Dios no crece desde sus comienzos de un modo orgánico y continuado; ahora bien, el principio y el final no se pueden en modo alguno separar bruscamente. Ni siquiera se puede excluir del todo cierto aspecto de un proceso escatológico que no cabe confundirlo con las modernas ideas intrahistóricas del progreso (cf. O. Kuss y 1 Cor 15,23ss). En este sentido, se puede hablar con propiedad de una escatología que se va realizando dinámicamente2. El arbusto escatológico no se da sin el grano de mostaza histórico, y de lo que se trata precisamente es del grano de mostaza. Por eso, está fuera de lugar el insistir en que el reino de Dios se compara en la parábola con la fase final (así J. Jeremías, Gleichnisse, 146). Más bien hace resaltar lo contrario: que el interés y el acento se localizan precisamente en el estadio inicial, el cual con su sorprendente insignificancia es totalmente diferente de lo que cabría esperar contemplando la fase final, y debido a esto se producen las proyecciones ilusionistas que se aplican a los inicios. Según E. Fuchs, a los coetáneos de Jesús no hacía falta decirles que, al final, 1. Cf. más ampliamente W. G. Kümmel, Verbeissung und Erfüllung, s1956; N. Perrin, Was lehrte Jesús wirklich?, 1972, 52ss; Kümmel, Theologie, 24s. 2. E. Kásemann, El problema del Jesús histórico, en Id., Ensayos exegéticos, Salamanca 1978, 159-190, en especial 186.
La ética escutológica de Jesús
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la obra de Dios daría un resultado grandioso. Su pregunta sería mus bien si no sería más lógico que el mismo Dios, que concluye liin magníficamente, no podría también comenzar de una manera osnectacular1. El comienzo insignificante está ligado precisamente a la actividad de Jesús, en quien irrumpe ya, de modo prodigioso, el reino escatológico de Dios, que se encuentra «en medio de vosotros» (Le 17,21). Ciertamente el reino de Dios no hace su aparición siguiendo simplemente un proceso continuado, visible e ininterrumpido, y menos como un mero eslabón final de una cadena de acontecimientos apocalípticos, aunque sí está en una relación indisoluble con la actividad de Jesús y, precisamente de esta forma, repercuto en la realidad mundana y terrena del presente. Por eso, no se puede interpretar incondicionalmente el reino de Dios como una «dimensión absolutamente trascendente» (como por ejemplo W. Schmitlinls, ./fstch dem NT, en Theologie der Ehe, 1969, 37-79; J. Leipoldt, Die Frau in der antiken Welt und im Urchristentum, 2 1955; K. Niederwimmer, Askese undMyserium. Uber Ehe, Ehescheidung u. Eheverzicht in den Anfángen des christlic j>en Glaubens (FRLANT 113), 1975; R. Pesch, Freíe Treue. Die Christen u. /I f Aesc/,e,c/u ^. 1971; H. Preisker, Christentum und Ehe in den ersten drei Jahrhunderten, Berlín 1927; K. H. Rengstorf, Mann und Frau im Urchristentum, en Arbeitsgemeinschañ íür Forschung des Landes: NRW 12 (1954) 7-52; «• Schnackenburg, Die Ehe nach dem NT, en Theologie der Ehe, 1969, 9-36; • Schottroff, Frauen in der Nachlolge Jesu in ntl. Zeit, en Traditionen der Befreiung 2 (ed. por W. Schottroff y otros), 1980, 91-133; W. Schrage - E. Gerstenberger, Frau und Mann, 1980; K. Stendahl, The Bible and the Role oí Women, Philadelphia 1966; K. Thraede, Árger mit der Freiheít. Die Bedeutung von Frauen in Theorie und Praxis der alten Kirche, en «Freunde in Christus werden...», 19TJ; 31.182. y6
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ÍNDICE DE CITAS BÍBLICAS
5, 13-16
Mateo 1,23 3,7 3,8 3, 10 3,15 4, lss par 4, 12ss. 23 ss 4, 15s 5 5,1 5, 1-12 5,2 5,3 5, 3ss 5,4 5,6 5,7 5,8 5, 8ss 5,9 5, lOs 5,12 5, 13s
175 56 190 179 175,178 140 177 177 253 175 175 180 130, 185 185 180 185s 52 59 176 143 143 150, 179 23
5,16 5, 17 5, 18 5,19 5,20 5,21ss 5,21ss par •5,21-48 5,22 5,22a 5,23 5,23s 5,25 5, 25s 5, 27ss 5, 27-30 5,28 5,29s
153, 177, 180 177 177s 155, 178 155, 178s, 180 175, 178s, 180, 186 61,78 78 78, 178, 180 39, 104, 154 154 94 93, 116, 183 99 38, 153 78 126 59 80
5, 29-30 5,31 5, 3 lss 5,32 5, 33ss 5,34 5,35 5,37 5, 38s 5, 38ss 5,39 5, 39s 5,39b 5, 40.42 5,43 5, 43ss 5,44 5,44s 5,45 5,46 5,46s 5,48 6, 1 6, lss
127 123 83 81, 123s, 181 78,79 353 79 154,353 84 116,258 180 50,80 117 134 84 182 99, 102 50,54 89 39, 176 23, 100 54, 181 186 175, 176, 178
422 6,10 6, 14s 6, 19 6, 19ss 6, 19-21 6,21 6, 21 par 6,22 6, 22 par 6,24 6, 24 par 6, 25ss 6, 25ss par 6,32 6,33 7, ls 7,7-12 7, 12
7,16 7,19 7,20 7,21ss 7,21ss par 7,22 7, 24.26 7, 24-27 7,29 8 + 9 8, 11 8, 19 8,20 8,21 8,22 8,23 8, 23ss 8,25 9,8 9,9 9, 13
índice de citas bíblicas 180 177 47, 357 47 131 131 59 59 59 131,375 59, 143 48 48 48, 186 48, 186 39 184 17, 90, 102, 178, 182 177 179 177 176, 178 60 159, 179 180 39 180 177 32 66 121 66,69 114 176 177 175, 185 149 66 183
9,27 9, 37s 9, 37s par 9, 37ss 10, 1 10,4 10, 5s.23 10,8 10,16 10, 17ss 10,25 10,26 10,27 10,34 10, 34s 10,37 10, 37s 10,38 10,40 10,41 11,1 11,2 11, 4s 11,5 11, 5s 11, 12b 11, 19 11, 19 par ll,20ss 11,22 11,24 ll,25ss 11,29 12,1 12,6 12,7 12, 12 12,28 12, 28 par 12,36 12,41 12,49 13, 11.18a
52 33 34,69 176 176 141 176 179 59 177 120 49 49 121, 178 114 102, 194 120 68 150 179 176 65, 149 114 34 32 70 101 114,135 56 34 34 182 180 183 184 183 183 151, 176 29, 114 34,39 56 176 176
|
423
índice de citas bíblicas 13,23 180 13, 31ss 176 13, 36ss 176 13, 36ss. 47ss 176 13,38 176 13,41 178 13, 41ss 176 13,43 176 13, 44 41 13, 44ss 41,42 13, 44-46 41 13, 45s 66 13,51 180 14,30 185 15, 12-14 180 15,14 178 15,28 119 16, 12 180 16, 17 141 16,24 66 16,27 107, 177 18, lss 177 18,3 39,58 18, 3s 182 18, 12-14 182 18, 13 58 18,17 182 18,20 175, 180 18,21s 103, 181 18,22 80, 182 18, 23ss 52, 177 19,5 122 19,8 180 19,9 123, 181 19, 10 120 19, 12 65, 119, 120 19,18 107 19, 19 74, 181 19,21 181 19,28 66 20, lss 35,40
20, 20ss 21,5 21, 12 21, 14 21,28ss 21,31 21, 31d 21,43 22,7 22, l l s s 22, 11-14 22, 14 22,38 22,39 22,40
177 175 142 183 60 35, 130 60 176, 180 184 176 180 178 182 109, 182 182
23,3 23, 3s
180 178
23, 5s 23, 8s 23,23
179 143 75, 94, 105, 183 94, 105 178, 183 87 178 179 184 176 184 181, 406 176 183 150 175 176 176 150, 176 176
23,23s 23,24 23,25 23, 25ss 23,34 23,38 23,52 24,2 24, 12 24, 13 24,20 24, 37ss 24,42 24, 45ss 24,48 25, lss 25, 14ss 25, 14ss par 25, 16 25,21
52 176 176
25, 31ss
25,31-46 25,31 25,31a 25,31b 25, 32a 25,34 25,40 25,41 26,2 26,20 26, 42s 26,52 26, 52b 27, 24s 27,51 27,57 28, 18 28, 19 28,20
9, 39, 60, 102, 105, 177 106 107, 149 107 107 107 107 136 107 175 176 180 141, 180, 415 141 184 184 176 175 176s 175, 180
Marcos 1, 1 1,14 1, 14s 1,15 1, 16ss 1,17 1,21 1,23 1,27 1,29 1, 30 par 1,31 1, 38s 1,41 2, 10
167 32, 168 168s 40 65, 66, 134 69, 169 169 169 169 135 120 168 169 71,87 149
2, 13ss 2, 2, 2, 2, 2, 2,
14 14ss 17 18 par 18s 19s
2,20 2, 21s 2, 21s par 2, 23ss 2, 25-26 2,27 3, lss par 3,4 3,5 3,6 3,14b 3, 14c-15 3, 18 par 3,20s 3,21 3,21ss 3,22 3,27 3, 3lss 3, 35 par 4, lss 4,11 4, 13ss 4, 19 4,21 4, 2 lss 4, 26ss 4,28 4,29 4, 30-32 5, 18-20 5, 25ss 6, 6ss
114,130, 169 66 65, 135 35 65 34,42 153, 167, 187 168 49,70 111 77 77 45,71, 77,81 73 93 168 144 169 169 141 121 65 83 168 33 121, 172 60 153 168 153 136 153 49 32 32 32 30 67 71 169
424 6,6 6,7 6, 8s 6, 12 6, 13 6,30 6,34 6,52 7, 1-8 7,6 7,6-8 7,7 7,8 7,9 7, 9ss 7,9-13 7, 11 7, 13 7, 15
8,2 8, 15 8,17 8, 17s 8,2710,52 8,31 8,34 8, 34 par 8, 34ss 8,38 8, 38 par 9,1 9,35 9,36 9,37 9,41 9, 41 par 9, 43ss 9,50 10
índice de citas bíblicas 168 169 135 169 169 169 377 168, 180 75s 61 75 75 75, 174 76, 174 93, 136 76 76 76, 174 59, 86, 93s, 111, 258 377 146 180 168 168 168 170 68 170 168 107 168 143, 170, 172 172 171s 155, 169 39 49 153 253
10, 1-31 10,2-9
171 121, 123, 172 10, 81s 10, 45, 82, 121 10, 7s par 121 10,8 122 10,9 83, 122, 172 10, lOs 123s 10, 11 123s, 125 10, l i s 172 10, 12 154, 257 10, 14 172 10,15 56, 58, 168, 172 10, 15 par 34,39 10, 17s 169 10, 17ss 68, 74, 172 10, 17-22 132, 133, 172 10, 19 74, 134, 174, 349 10, 19s 65,88 10,21 65, 133, 135s, 196 10,23 132 10, 23a 173 10, 23b 173 10, 23-27 172 10, 24b 173 10,25 39, 132, 173 10,27 173 10,28 134s, 196 10, 28ss 108 10, 28-30 173 10,29 187 10, 29-30 173 10, 35ss 171 10,37 170
425
índice de citas bíblicas 10,38 10, 38b39 10,39 10,40 10, 41ss 10,42 10, 42-45 10,43 10, 45a 10, 45b 10, 46ss 10,52 11, 9s 11,15-17 ll,21s 11,25 12, 13-17 12, 14 12, 15 12, 17
171
171 171 171 143 146 171 170 171 171 169 168 169 168 142 56 94,99 143 144s 61 143 145, 293 12, 17ss 140 12, 18-31 349 12,25 195 12, 25 par 119 12, 28 par 89 12, 28ss 89, 174 12,29 92 12,30 157 12,31 92, 102, 182, 258 12,33 89,93 12,40 39 12, 41ss 60, 137 13, lss 56 13, 10 168 13, 11 151 13,29 404 13, 33ss 407 14, 3s 94 14,5 95 14,7 19
14,50 15,7 15,27
196 140 140
Lucas 1, 1-4 1,72 1,74 1, 51s l,52s 1,53 2, 36-38 3,3 3,7 3, 7ss par 3,8 3,9 3,10 3, lOss 3, 10-12 3, 10-14 3,13 3, 14 3, 16s 3,19 4, lss 4,5 4,18 4,21 4,43 5, 11 5,28 5,28s 5,32 6,15 6,17 6,20
187 188 188 191 129 133 324 190 56 34 58, 187, 190, 19? 190 191 190 58 187, 192 130 192 152 114, 146, 193 188 192 195, 197 188 187 196 196 195 187 141 187 34, 129, 187, 195
6,20s 6, 20b-26 6,21 6,24 6,27 6,27s 6, 27ss 6,28 6,29 6,31 6,33 6, 34s 6, 34ss 6,35 6,36 6,37 6,43 6,46 6, 47-49 7,18 7, 36ss 7,37 7,39 7, 41-43 7,47 7,47a 7,47b 8,1 8,1-3 8,3 8, 15 8,16 9,2 9, 7ss 9, 11 9,23 9, 25 par 9, 5 lss 9,57 9, 57ss
32 187 114, 129 195 117, 187, 197 99, 100 187 258 117 102 102 136 60 99, 197 54, 110, 181, 188 189 190 149 39 65 87, 126 190 190 54 54, 89, 190 188 54 187 119 135, 196 189 153 187 192 187 191 132 100 64 69, 81, 152
9,58 9, 59s par 9, 59ss 9,60 9,60b 9,62 10, lss 10, 2ss 10,5 10,9 10, lOss 10, 13 10, 16 10, 18 10,23s 10,25 10,25ss 10,29 10, 29ss 10, 30-37 10,34 10,35 10, 36s 10,37 10,38 10, 38ss 10, 38-42 11,20 ll,27s 11. 31s 11,32 11,33 11,39 11, 39ss 11,41 11,42 11,49 12 12,11 12, 13s
121, 149 65, 121 80 187 69 33, 68 70 149,152 70, 143 188 39 56 143, 152, 188 33 34 191 55, 104, 197 95,96 191 95 97 104 97 60, 104 135 61, 194, 196 108 33 194 39 56 153 61 87 59, 196 76, 109 150 187 193 114
426
índice de citas bíblicas
12,15 12, 15ss 12, 16ss
131 115 34, 47, 51, 191 12, 16-21 131 12, 18 131 12,21 196 12,31 49 12,32 33, 196 12,33 196 12,35 189 12, 35ss 189 12,36 404 12, 39s 153, 159 12, 42ss 153, 159 12, 48b 53 12,51 121 12, 57ss 42 12, 58s 38, 153 13,3 56,62 13,5 56,62 13, 6ss 38 13, 15s 61 13,18-19 30 13, 24 par 62 13,27 190 13,32 146 13, 32s 193 14, 12s 136 14, 12ss 197 14, 13 191 14, 14 189 14,20 194 14,21 191 14, 22ss 153 14,26 83, 102,
14, 26s 14,33 14,34 15, 3ss
120, 191, 194 196 196 153 42
15,7
58, 62, 187 15,10 56,58 15, l l s s 56,58 15, 18 190 15,21 190 16, lss 34,38 16,3 191 16, 8s 190 16,9 136, 196 16, 13 195 16, 16 70, 187, 190 16, 16a 178 16, 17 155, 190 16,18 81, 123s, 125 16, 18b 125 16, 19ss 191 16, 19-26 132s 16, 19-31 132s 16,27-31 132 16,30 56 17,7-10 40 17,20 29 17, 20s 31, 189 17,21 31s 17, 24ss 189 17, 26ss 150 17,33 191 18,8 149, 190 18, 9 190 18, 9ss 58, 191 56 18, lOss 191 18, 18 191 18, 19ss 196 18,22 18,24 195 18,28 195s 18,29 187, 194 19, 7s 190 19,8 188, 196 19,9 188 |
427
índice de citas bíblicas 19, 11 19, llss 19, llss par 19, 12 19, 12ss 20,20 20, 34-36 21,18 21,36 22,24 22, 24ss 22,25 22,27 22, 36-38 22,49-51 23,2 23,4 23,5 23,14 23,22 23,48 24,44 24,47 24,49
188s 52 44 189 39 192 194 189 149, 189 97 171, 191 146 188 141 141 193 193 193 193 193 192 189 187 189
Juan 1,3 1,9 1, 11 1,14 1, 14a 1, 14b 1, 17 1, 18 1,29 1,45 1,46 1,51 2,3 2,11
373 374 373 373 361 361 368, 369 362 383 362, 368 368 362 362 377
2, 14ss 3, ls 3,5 3,6 3,8 3, 16 3, 17 3,19 3,20s 3,27 3,34 3,35 3,36 4 4,27 4, 3 lss 4,38 4,42 5,9.16-18 5, lOs 5, 14 5,16 5, 19 5,20 5,23 5,24 5,28s 5,39 5,45 5,46 6, lss 6, 11 6, 15 6,27 6,32 6,33 6,44 6,45 6,47 6,63 6,64 6,65
142 384 365 365 366 361,373, 382, 385 383 385 373 364 364 361 366 376 118 377 374 383 369 369 378 369 370 361 361 366 366 368 369 369 377 364 140,375 365 368 383 364s 364 366 366, 377 366 364
6,68 7, 10 7,17 7, 19 7, 19ss 7,22s 7,23 8, 12 8, 17 8,20 8,23 8,24 8,28 8,34 8,36 8,51 9, 14-16 9, 15.18. 34 9, 15.30ss 9,16 9,22 9,28 9,39 10,4 10,9 10, 18 10, 26s 10,30 ll,25s ll,50s 12,6 12,24 12,25s 12,26 12,27s 12,31 12,32 12,36 12, 37 12,42 12,43 12, 44s
367 362 365 369 369 369 369 374 369 376 374 378 361, 370 378 377 366 369 369 369 369 384 368 374 367 361 361, 364 367 361 366 376 95 371 371 367 361 374 366 375 374 384 385 361
374,383 12,47 12, 49s 380 371 13 364 13,1 371 13, I b 364 13, 1-17 13,3 371 14,31 371 13,4-11 371 13,6-11 371 13, 12-20 371,381 13, 15 370 13,16 372, 380 13,34 381 13, 34s 382, 385 13,35 367 13,36 366 14,2 361 14,6 370 14, 10 14,12 374 380, 381 14, 15.21 14, 16s.26 366 366 14, 18 366 14,23 366 14,26 362 15, lss 363 15,2 15,3 362,378 15,4 362 15, 4s 363 15,5 370 15,6 363 15,7 15,9 15, 10 15, 12 15, 13 15,16 15, 18
362 370, 383 380,381, 383 364, 372, 380s, 383 364, 386 363 373
428 15, 19
373, 374, 385 16,2 384 16,8 374 16,9 378 16, 11 374 16,33 362 17,9 374 17, 11 371 17, l i s 385 17, 14.16 373 17, 18 370, 373, 374 17,23 370 17,24 366 17,26 385 18, 11 376 18,36 374, 375 18,37 375 18, 38s 376 19, 11 376 19,28 377 19,30 362 19,38 384 20,21 370, 374 20,28 361 20, 30s 359 21 371
Hechos de los apóstoles 1,7 1,13 1, 18 2,4 2, llss 2,17 2,18 2,23 2,33 2,37 2,38
189 141 190 151 151 194 189 189 189 191 187
2, 44s 2, 44ss 3,19 3,26 4, 19 4,28 4,32 4, 32ss 5, lss 5,3 5,4 5,29 6, lss 8, 1 8,12 8,29 8,39 9,13 9,16 10,2 10,19 10, 19.44 10,35 10, 38.46 11, 12 11,18 11,26 11,28 ll,29s 12,12 12,20 13, 1 13,2 13,2.4 14,22 15 15, 10 15,20 15,26 15, 28s 16,6 16, 6s
157, 197 157 187 188 194 189 195, 197 157 150, 157 189 157 194 155 156 187 151, 188 188 150 190, 196 196 188, 189 151 190 151 188, 189 187 196 19, 151, 188, 196 197 157 19 158 189 151 191 187 190 156, 190 191 156 189 151
429
índice de citas bíblicas
índice de citas bíblicas 16, 16ss 16, 19ss 16, 22s 16,30 16, 37ss 16,39 17,7 17,30 18, 2s.26 18,3
356 293 292 191 193 193 193 187 334 283 18, 12ss 193 18,26 194 19,8 187 19, 23ss 356 20, 7.9.31 273 20,25 187 20,35 196, 197, 353 21,4 189 21,9 194 21, 11 151 21, 24s 190 21,38 141 22, 23ss 193 22, 25ss 193 23,10 193 23,27 193 23,29 193 24,5 193 24,12 193 24,14 193 24, 15s 189 24,22 193 24,23 193 24,25 189 25,8 193 25, 18ss 192 25, 19 193 25,24 193 25,25 193 26,10 150 26,20 187, 190 26,31 193
28,23 28,31
187 187, 188, 192
Romanos 1-11 1 1, 11 1,20 1,26 1,28 1,29 1,29.31 2 2, 14 2,15 3 3,5 3,20 3,21ss
206, 210 244, 245 217 244, 248 249 241 284 160 244, 245 245 238, 239 211 403 82 207
3,27 4, 17 5,9 5, 12 5,20 5,21 6 6,2 6,4 6,5-7 6,6 6, 8-10 6,11 6,12 6, 12-13 6, 12ss
254 247 225 321 211 207 211 201 211, 215 210 269 210 227 201 268 205, 207, 213, 256 240 212 213 216,228
6, 17 6, 18 6,19 6,22
7,2 7, 14ss 8 8, lss 8,2 8,4 8, 4s 8,9 8, 9s 8, 10 8,12 8, 14 8, 14ss 8, 17 8, 18 8,23 8,28 8, 28ss 8,32 8, 35ss 9, 1 9,3 9, 19ss 12 12-13 12, 1 12, ls 12, lss 12, 1-2 12,2 12,3 12,6 12, 6ss 12,7 12,9 12,9-21 12,10 12, lOss 12, 12ss
281 227 215 233 254 233, 253 215 214 208 205, 256 216 216 241 270 220, 270, 271 269 227 225 227 270 238 260 247 218, 221 206, 222, 232 206,214. 227, 269 290 206 210, 290 227, 241, 244 217, 273 218 217 261 262 262 261, 293 164 164
12,13 12, 14 12, 14ss 12, 16 12, 16.17. 19.20 12, 17 12, 17.21 12, 17ss 12, 18 12, 19 12,20 12,21 13
13, 13, 13, 13,
1 lss 1.2.5 1-7
13, lb-2 13,2 13,3 13, 3s 13,4 13,4b 13,4.6 13,5 13,6 13,7 13,7b 13,8 13, 8ss 13,8-10
217,284 258 264s 247 252 258 235 261,265 143,251 252,253 99 261,264, 290 221,223, 250,261, 289, 290, 292s, 294 302,338 240, 291 161 291 221,223, 264, 289s 338 291 291s 293,338 292 292 291 239, 240, 293 289, 293 293 293 252, 279, 293 216,258, 264 254,262, 290
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